Libro de poemas

By Federico García Lorca

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Title: Libro de poemas

Author: Federico García Lorca

Release date: March 24, 2025 [eBook #75703]

Language: Spanish

Original publication: Madrid: Imprenta Maroto, 1921

Credits: Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This book was produced from images made available by the HathiTrust Digital Library.)


*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LIBRO DE POEMAS ***





                                 LIBRO

                                  DE

                                POEMAS

                                  POR

                           FEDERICO G. LORCA

                        [Illustration: colofón]

                                 1921
                            IMPRENTA MAROTO
                                MADRID




                             ES PROPIEDAD

                         A MI HERMANO PAQUITO




                       PALABRAS DE JUSTIFICACION


Ofrezco en este libro, todo ardor juvenil, y tortura, y ambición sin
medida, la imagen exacta de mis días de adolescencia y juventud, esos
días que enlazan el instante de hoy con mi misma infancia reciente.

En estas páginas desordenadas va el reflejo fiel de mi corazón y de mi
espíritu, teñido del matiz que le prestara, al poseerlo, la vida
palpitante en torno recién nacida para mi mirada.

Se hermana el nacimiento de cada una de estas poesías que tienes en tus
manos, lector, al propio nacer de un brote nuevo del árbol músico de mi
vida en flor. Ruindad fuera el menospreciar esta obra que tan enlazada
está a mi propia vida.

Sobre su incorrección, sobre su limitación segura, tendrá este libro la
virtud, entre otras muchas que yo advierto, de recordarme en todo
instante mi infancia apasionada correteando desnuda por las praderas de
una vega sobre un fondo de serranía.




VELETA

_Julio de 1920_

(FUENTE VAQUEROS
GRANADA)


      Viento del Sur.
    Moreno, ardiente,
    Llegas sobre mi carne,
    Trayéndome semilla
    De brillantes
    Miradas, empapado
    De azahares.

      Pones roja la luna
    Y sollozantes
    Los álamos cautivos, pero vienes
    ¡Demasiado tarde!
    ¡Ya he enrollado la noche de mi cuento
    En el estante!

      Sin ningún viento,
    ¡Hazme caso!
    Gira, corazón;
    Gira, corazón.

      Aire del Norte,
    ¡Oso blanco del viento!,
    Llegas sobre mi carne
    Tembloroso de auroras
    Boreales,
    Con tu capa de espectros
    Capitanes,
    Y riyéndote a gritos
    Del Dante.
    ¡Oh pulidor de estrellas!
    Pero vienes
    Demasiado tarde.
    Mi almario está musgoso
    Y he perdido la llave.

      Sin ningún viento,
    ¡Hazme caso!
    Gira, corazón;
    Gira, corazón.

      Brisas, gnomos y vientos
    De ninguna parte.
    Mosquitos de la rosa
    De pétalos pirámides.
    Alisios destetados
    Entre los rudos árboles,
    Flautas en la tormenta,
    ¡Dejadme!
    Tiene recias cadenas
    Mi recuerdo,
    y está cautiva el ave
    Que dibuja con trinos
    La tarde.

      Las cosas que se van no vuelven nunca,
    Todo el mundo lo sabe,
    Y entre el claro gentío de los vientos
    Es inútil quejarse.
    ¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
    ¡Es inútil quejarse!

      Sin ningún viento,
    ¡Hazme caso!
    Gira, corazón;
    Gira, corazón.




LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO

_Diciembre de 1918_

(GRANADA)


A RAMÓN P. RODA

      Hay dulzura infantil
    En la mañana quieta.
    Los árboles extienden
    Sus brazos a la tierra.
    Un vaho tembloroso
    Cubre las sementeras,
    Y las arañas tienden
    Sus caminos de seda
    --Rayas al cristal limpio
    Del aire--.
                En la alameda
    Un manantial recita
    Su canto entre las hierbas.
    Y el caracol, pacífico
    Burgués de la vereda,
    Ignorada y humilde,
    El paisaje contempla.
    La divina quietud
    De la Naturaleza
    Le dió valor y fe,
    Y olvidando las penas
    De su hogar, deseó
    Ver el fin de senda.

      Echó andar e internóse
    En un bosque de yedras
    Y de ortigas. En medio
    Había dos ranas viejas
    Que tomaban el sol,
    Aburridas y enfermas.

      Estos cantos modernos,
    Murmuraba una de ellas,
    Son inútiles. Todos,
    Amiga, le contesta
    La otra rana, que estaba
    Herida y casi ciega:
    Cuando joven creía
    Que si al fin Dios oyera
    Nuestro canto, tendría
    Compasión. Y mi ciencia,
    Pues ya he vivido mucho,
    Hace que no la crea.
    Yo ya no canto más...

      Las dos ranas se quejan
    Pidiendo una limosna
    A una ranita nueva
    Que pasa presumida
    Apartando las hierbas.

      Ante el bosque sombrío
    El caracol, se aterra.
    Quiere gritar. No puede.
    Las ranas se le acercan.

      ¿Es una mariposa?,
    Dice la casi ciega.
    Tiene dos cuernecitos,
    La otra rana contesta.
    Es el caracol. ¿Vienes,
    Caracol, de otras tierras?

      Vengo de mi casa y quiero
    Volverme muy pronto a ella.
    Es un bicho muy cobarde,
    Exclama la rana ciega.
    ¿No cantas nunca? No canto,
    Dice el caracol. ¿Ni rezas?
    Tampoco: nunca aprendí.
    ¿Ni crees en la vida eterna?
    ¿Qué es eso?
                Pues vivir siempre
    En el agua más serena,
    Junto a una tierra florida
    Que a un rico manjar sustenta.

      Cuando niño a mí me dijo
    Un día mi pobre abuela
    Que al morirme yo me iría
    Sobre las hojas más tiernas
    De los árboles más altos.

      Una hereje era tu abuela.
    La verdad te la decimos
    Nosotras. Creerás en ella,
    Dicen las ranas furiosas.

      ¿Por qué quise ver la senda?
    Gime el caracol. Si, creo
    Por siempre en la vida eterna
    Qué predicáis...
                    Las ranas,
    Muy pensativas, se alejan,
    Y el caracol, asustado,
    Se va perdiendo en la selva.

      Las dos ranas mendigas
    Como esfingen se quedan.
    Una de ellas pregunta:
    ¿Crees tú en la vida eterna?
    Yo no, dice muy triste
    La rana herida y ciega,
    ¿Por qué hemos dicho entonces
    Al caracol que crea?
    Por qué... No se por qué,
    Dice la rana ciega.
    Me lleno de emoción
    Al sentir la firmeza
    Con que llaman mis hijos
    A Dios desde la acequia...

      El pobre caracol
    Vuelve atrás. Ya en la senda
    Un silencio ondulado
    Mana de la alameda.
    Con un grupo de hormigas
    Encarnadas se encuentra.
    Van muy alborotadas,
    Arrastrando tras ellas
    A otra hormiga que tiene
    Tronchadas las antenas.
    El caracol exclama:
    Hormiguitas, paciencia.
    ¿Por qué así maltratáis
    A vuestra compañera?
    Contadme lo que ha hecho.
    Yo juzgaré en conciencia.
    Cuéntalo tú, hormiguita.

      La hormiga medio muerta
    Dice muy tristemente:
    Yo he visto las estrellas.
    «¿Qué son estrellas?--dicen
    Las hormigas inquietas.
    Y el caracol pregunta
    Pensativo: ¿estrellas?
    Sí, repite la hormiga,
    He visto las estrellas.
    Subí al árbol más alto
    Que tiene la alameda
    Y ví miles de ojos
    Dentro de mis tinieblas
    El caracol pregunta:
    ¿Pero qué son estrellas?
    Son luces que llevamos
    Sobre nuestra cabeza.
    Nosotras no las vemos,
    Las hormigas comentan.
    Y el caracol, mi vista
    Sólo alcanza a las hierbas.

      Las hormigas exclaman
    Moviendo sus antenas:
    Te mataremos, eres
    Perezosa y perversa.
    El trabajo es tu ley.

      Yo he visto a las estrellas,
    Dice la hormiga herida.
    Y el caracol sentencia:
    Dejadla que se vaya,
    Seguid vuestras faenas.
    Es fácil que muy pronto
    Ya rendida se muera.

      Por el aire dulzón
    Ha cruzado una abeja.
    La hormiga agonizando
    Huele la tarde inmensa
    Y dice, es la que viene
    A llevarme a una estrella.

      Las demás hormiguitas
    Huyen al verla muerta.

      El caracol suspira
    Y aturdido se aleja
    Lleno de confusión
    Por lo eterno. La senda
    No tiene fin, exclama.
    Acaso a las estrellas
    Se llegue por aquí.
    Pero mi gran torpeza
    Me impedirá llegar.
    No hay que pensar en ellas.

      Todo estaba brumoso
    De sol débil y niebla.
    Campanarios lejanos
    Llaman gente a la iglesia,
    Y el caracol, pacífico
    Burgués de la vereda,
    Aturdido e inquieto
    El paisaje contempla.




CANCIÓN OTOÑAL

_Noviembre de 1918_

(GRANADA)


      Hoy siento en el corazón
    Un vago temblor de estrellas
    Pero mi senda se pierde
    En alma de la niebla.
    La luz me troncha las alas
    Y el dolor de mi tristeza
    Va mojando los recuerdos
    En la fuente de la idea.

      Todas las rosas son blancas,
    Tan blancas como mi pena,
    Y no son las rosas blancas,
    Que ha nevado sobre ellas.
    Antes tuvieron el iris.
    También sobre el alma nieva.
    La nieve del alma tiene
    Copos de besos y escenas
    Que se hundieron en la sombra
    O en la luz del que las piensa.
    La nieve cae de las rosas
    Pero la del alma queda,
    Y la garra de los años
    Hace un sudario con ella.

      ¿Se deshelará la nieve
    Cuando la muerte nos lleva?
    ¿O después habrá otra nieve
    Y otras rosas más perfectas?

      ¿Será la paz con nosotros
    Como Cristo nos enseña?
    ¿O nunca será posible
    La solución del problema?

      ¿Y si el Amor nos engaña?
    ¿Quién la vida nos alienta
    Si el crepúsculo nos hunde
    En la verdadera ciencia
    Del Bien que quizá no exista
    Y del Mal que late cerca?

      ¿Si la esperanza se apaga
    Y la Babel se comienza
    Qué antorcha iluminara
    Los caminos en la Tierra?

      ¿Si el azul es un ensueño
    Qué será de la inocencia?
    ¿Qué será del corazón
    Si el Amor no tiene flechas?

      ¿Y si la muerte es la muerte
    Qué será de los poetas
    Y de las cosas dormidas
    Que ya nadie las recuerda?
    ¡Oh sol de las esperanzas!
    ¡Agua clara! ¡Luna nueva!
    ¡Corazones de los niños!
    ¡Almas rudas de las piedras!
    Hoy siento en el corazón
    Un vago temblor de estrellas
    Y todas las rosas son
    Tan blancas como mi pena.




CANCIÓN PRIMAVERAL

_28 de marzo de 1919_

(GRANADA)


I

      Salen los niños alegres
    De la escuela,
    Poniendo en el aire tibio
    Del Abril, canciones tiernas.
    ¡Que alegría tiene el hondo
    Silencio de la calleja!
    Un silencio hecho pedazos
    Por risas de plata nueva.


II

      Voy camino de la tarde
    Entre flores de la huerta
    Dejando sobre el camino
    El agua de mi tristeza.
    En el monte solitario
    Un cementerio de aldea
    Parece un campo sembrado
    Con granos de calaveras.
    Y han florecido cipreses
    Como gigantes cabezas
    Que con órbitas vacías
    Y verdosas cabelleras
    Pensativos y dolientes
    El horizonte contemplan.

      ¡Abril divino, que vienes
    Cargado de sol y esencias
    Llena con nidos de oro
    Las floridas calaveras!




CANCIÓN MENOR

_Diciembre de 1918_

(GRANADA)


      Tienen gotas de rocío
    Las alas del ruiseñor,
    Gotas claras de la luna
    Cuajadas por su ilusión.

      Tiene el mármol de la fuente
    El beso del surtidor,
    Sueño de estrellas humildes.

      Las niñas de los jardines
    Me dicen todas adiós
    Cuando paso. Las campanas
    También me dicen adiós.
    Y los árboles se besan
    En el crepúsculo. Yo
    Voy llorando por la calle,
    Grotesco y sin solución,
    Con tristeza de Cyrano
    Y de Quijote,
    Redentor
    De imposibles infinitos
    Con el ritmo del reloj.
    Y veo secarse los lirios
    Al contacto de mi voz
    Manchada de luz sangrienta,
    Y en mi lírica canción
    Llevo galas de payaso
    Empolvado. El amor
    Bello y lindo se ha escondido
    Bajo una araña. El sol
    Como otra araña me oculta
    Con sus patas de oro. No
    Conseguiré mi ventura,
    Pues soy como el mismo Amor,
    Cuyas flechas son de llanto,
    Y el carcaj el corazón.

      Daré todo a los demás
    Y lloraré mi pasión
    Como niño abandonado
    En cuento que se borró.




ELEGÍA A DOÑA JUANA LA LOCA

_Diciembre de 1918_

(GRANADA)


A MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO

      Princesa enamorada sin ser correspondida.
    Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
    La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
    A través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

      Eras una paloma con alma gigantesca
    Cuyo nido fué sangre del suelo castellano
    Derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
    Y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

      Soñabas que tu amor fuera como el infante
    Que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
    Y en vez de flores, versos y collares de perlas
    Te dió la Muerte rosas marchitas en un ramo.

      Tenías en el pecho la formidable aurora
    De Isabel de Segura. Melibea. Tu canto
    Como alondra que mira quebrarse el horizonte
    Se torna de repente monótono y amargo.

      Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
    Y oprime la salmodia del coro cartujano.
    Y choca con los ecos de las lentas campanas
    Perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

      Tenías la pasión que da el cielo de España.
    La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
    ¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo
    Con la rueca de hierro y de acero lo hilado!
    Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
    Ni el laud juglaresco que solloza lejano.
    Tu juglar fué un mancebo con escamas de plata
    Y un eco de trompeta su acento enamorado.

      Y sin embargo, estabas para el amor formada
    Hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo.
    Para llorar tristeza sobre el pecho querido
    Deshojando una rosa de olor entre los labios.

      Para mirar la luna bordada sobre el río
    Y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño.
    Y mirar los eternos jardines de la sombra.
    ¡Oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

      ¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
    O se enredan serpientes a tus senos exaustos...
    ¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
    ¿Dónde fué la tristeza de tu amor desgraciado?
    En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
    Tendrás el corazón partido en mil pedazos.

      Y Granada te guarda como santa reliquia,
    ¡Oh princesa morena que duermes bajo el mármol!
    Eloisa y Julieta fueron dos margaritas
    Pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado.
    Que vino de la tierra dorada de Castilla
    A dormir entre nieves y ciprerales castos.

      Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
    Los cipreses tus cirios,
    La sierra tu retablo.
    Un retablo de nieve que mitigue tus ansias
    ¡Con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

      Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
    La de las torres viejas y del jardín callado,
    La de la yedra muerta sobre los muros rojos,
    La de la niebla azul y el arrayan romántico.

      Princesa enamorada y mal correspondida.
    Clavel rojo en un valle profundo y desolado,
    La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
    A través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.




¡CIGARRA!
_3 de agosto de 1918_
(FUENTE VAQUEROS
GRANADA)


A MARÍA LUISA

      ¡CIGARRA!
    ¡Dichosa tú!
    Que sobre lecho de tierra
    Mueres borracha de luz.

      Tú sabes de las campiñas
    El secreto de la vida,
    Y el cuento del hada vieja
    Que nacer hierba sentía
    En ti quedóse guardado.

      ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues mueres bajo la sangre
    De un corazón todo azul.
    La luz es Dios que desciende,
    Y el sol
    Brecha por donde se filtra.

      ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues sientes en la agonía
    Todo el peso del azul.

      Todo lo vivo que pasa
    Por las puertas de la muerte
    Va con la cabeza baja
    Y un aire blanco durmiente.
    Con habla de pensamiento.
    Sin sonidos...
    Tristemente,
    Cubierto con el silencio
    Que es el manto de la muerte.

      Más tú, cigarra encantada,
    Derramando son te mueres
    Y quedas trasfigurada
    En sonido y luz celeste.

      ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues te envuelve con su manto
    El propio espíritu Santo,
    Que es la luz.

      ¡Cigarra!
    Estrella sonora
    Sobre los campos dormidos,
    Vieja amiga de las ranas
    Y de los obscuros grillos,
    Tienes sepulcros de oro
    En los rayos tremolinos
    Del sol que dulce te hiere
    En la fuerza del Estío,
    Y el sol se lleva tu alma
    Para hacerla luz.

      Sea mi corazón cigarra
    Sobre los campos divinos.
    Que muera cantando lento
    Por el cielo azul herido
    Y cuando esté ya expirando
    Una mujer que adivino
    Lo derrame con sus manos
    Por el polvo.

      Y mi sangre sobre el campo
    Sea rosado y dulce limo
    Donde claven sus azadas
    Los cansados campesinos.

      ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues te hieren las espadas invisibles
    Del azul.




BALADA TRISTE

PEQUEÑO POEMA

_Abril de 1918_

(GRANADA)


      ¡Mi corazón es una mariposa,
    Niños buenos del prado!
    Que presa por la araña gris del tiempo
    Tiene el polen fatal del desengaño.

      De niño yo canté como vosotros,
    Niños buenos del prado,
    Solté mi gavilán con las temibles
    Cuatro uñas de gato.
    Pasé por el jardín de Cartagena
    La verbena invocando
    Y perdí la sortija de mi dicha
    Al pasar al arroyo imaginario.

      Fui también caballero
    Una tarde fresquita de Mayo,
    Ella era entonces para mí el enigma,
    Estrella azul sobre mi pecho intacto.
    Cabalgué lentamente hacia los cielos,
    Era un domingo de pipirigallo.
    Y ví que en vez de rosas y claveles
    Ella tronchaba lirios con sus manos.

      Yo siempre fui intranquilo,
    Niños buenos del prado,
    El _ella_ del romance me sumía
    En ensoñares claros.
    ¿Quién será la que coge los claveles
    Y las rosas de Mayo?
    ¿Y por qué la verán sólo los niños
    A lomos de Pegaso?
    ¿Será esa misma la que en los rondones
    Con tristeza llamamos
    Estrella, suplicándole que salga
    A danzar por el campo?...

      En abril de mi infancia yo cantaba,
    Niños buenos del prado,
    La _ella_ impenetrable del romance
    Donde sale Pegaso.
    Yo decía en las noches la tristeza
    De mi amor ignorado,
    Y la luna lunera ¡qué sonrisa
    Ponía entre sus labios!
    ¿Quién será la que corta los claveles
    Y las rosas de Mayo?
    Y de aquella chiquita, tan bonita,
    Que su madre ha casado,
    ¿En qué oculto rincón de cementerio
    Dormirá su fracaso?

      Yo solo con mi amor desconocido,
    Sin corazón, sin llantos,
    Hacia el techo imposible de los cielos
    Con un gran sol por báculo.

      ¡Qué tristeza tan seria me da sombra!
    Niños buenos del prado,
    Cómo recuerda dulce el corazón
    Los días ya lejanos...
    ¿Quién será la que corta los claveles
    Y las rosas de Mayo?




MAÑANA

_7 de agosto de 1918_

(FUENTE VAQUEROS GRANADA)


A FERNANDO MARCHESI.

      Y la canción del agua
    Es una cosa eterna.

      Es la savia entrañable
    Que madura los campos
    Es sangre de poetas
    Que dejaron sus almas
    Perderse en los senderos
    De la naturaleza.

      ¡Qué armonías derrama
    Al brotar de la peña!
    Se abandona a los hombres
    Con sus dulces cadencias.

      La mañana está clara.
    Los hogares humean
    Y son los humos brazos
    Que levantan la niebla.

      Escuchad los romances
    Del agua en las choperas.
    ¡Son pájaros sin alas
    Perdidos entre hierbas!

      Los árboles que cantan
    Se tronchan y se secan.
    Y se tornan llanuras
    Las montañas serenas.
    Mas la canción del agua
    Es una cosa eterna.

      Ella es luz hecha canto
    De ilusiones románticas.
    Ella es firme y suave
    Llena de cielo y mansa,
    Ella es niebla y es rosa
    De la eterna mañana.
    Miel de luna que fluye
    De estrellas enterradas.
    ¿Qué es el santo bautismo,
    Sino Dios hecho agua
    Que nos unge las frentes
    Con su sangre de gracia?
    Por algo Jesucristo
    En ella confirmóse.
    Por algo las estrellas
    En sus ondas descansan.
    Por algo madre Venus
    En su seno engendróse
    Que amor de amor tomamos
    Cuando bebemos agua.
    Es el amor que corre
    Todo manso y divino,
    Es la vida del mundo,
    La historia de su alma.

      Ella lleva secretos
    De las bocas humanas,
    Pues todos la besamos
    Y la sed nos apaga.
    Es un arca de besos
    De bocas ya cerradas,
    Es eterna cautiva,
    Del corazón hermana.

      «Cristo debió decirnos:
    Confesaos con el agua,
    De todos los dolores,
    De todas las infamias.
    ¿A quién mejor, hermanos,
    Entregar nuestras ansias
    Que a ella que sube al cielo
    En envolturas blancas?»

      No hay estado perfecto
    Como al tomar el agua,
    Nos volvemos más niños
    Y más buenos: y pasan
    Nuestras penas vestidas
    Con rosadas guirnaldas.
    Y los ojos se pierden
    En regiones doradas.
    ¡Oh fortuna divina
    Por ninguno ignorada!
    Agua dulce en que tantos
    Sus espíritus lavan,
    No hay nada comparable
    Con tus orillas santas
    Si una tristeza honda
    Nos ha dado sus alas.




LA SOMBRA DE MI ALMA

_Diciembre de 1919_

(MADRID)


      La sombra de mi alma
    Huye por un ocaso de alfabetos,
    Niebla de libros
    Y palabras.

      ¡La sombra de mi alma!

      He llegado a la línea donde cesa
    La nostalgia,
    Y la gota de llanto se transforma
    Alabastro de espíritu.

      (¡La sombra de mi alma!)

      El copo del dolor
    Se acaba,
    Pero queda la razón y la substancia
    De mi viejo medio día de labios
    de mi viejo medio día
    De miradas.

      Un turbio laberinto
    De estrellas ahumadas
    Enreda mi ilusión
    Casi marchita.

      ¡La sombra de mi alma!

      Y una alucinación
    Me ordeña las miradas.
    Veo la palabra amor
    Desmoronada.

      ¡Ruiseñor mío!
    ¡Ruiseñor!
    ¿Aún cantas?




LLUVIA

_Enero de 1919_

(GRANADA)


      La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
    Algo de soñolencia resignada y amable.
    Una música humilde se despierta con ella
    Que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

      Es un besar azul que recibe la Tierra,
    El mito primitivo que vuelve a realizarse.
    El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
    Con una mansedumbre de atardecer constante.

      Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
    Y nos unge de espíritu santo de los mares.
    La que derrama vida sobre las sementeras
    Y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

      La nostalgia terrible de una vida perdida,
    El fatal sentimiento de haber nacido tarde,
    O la ilusión inquieta de un mañana imposible
    Con la inquietud cercana del dolor de la carne.

      El amor se despierta en el gris de su ritmo,
    Nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
    Pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
    Al contemplar las gotas muertas en los cristales.

      Y son las gotas: ojos de infinito que miran
    Al infinito blanco que les sirvió de madre.

      Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
    Y le dejan divinas heridas de diamante.
    Son poetas del agua que han visto y que meditan
    Lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

      ¡Oh lluvia silenciosa sin tormentas ni vientos,
    Lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
    Lluvia buena y pacífica que eres la verdadera,
    La que amorosa y triste sobre las cosas caes!

      ¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
    Almas de fuentes claras y humildes manantiales!
    Cuando sobre los campos desciendes lentamente
    Las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

      El canto primitivo que dices al silencio
    Y la historia sonora que cuentas al ramaje
    Los comenta llorando mi corazón desierto
    En un negro y profundo pentágrama sin clave.

      Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
    Tristeza resignada de cosa irrealizable,
    Tengo en el horizonte un lucero encendido
    Y el corazón me impide que corra a contemplarle.

      ¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
    Y eres sobre el piano dulzura emocionante.
    Das al alma las mismas nieblas y resonancias
    Que pones en el alma dormida del paisaje!




SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR

_10 de noviembre de 1919_

(GRANADA)


      Yo pronuncio tu nombre
    En las noches obscuras
    Cuando vienen los astros
    A beber en la luna
    Y duermen los ramajes
    de las frondas ocultas.
    Y yo me siento hueco
    de pasión y de música.
    Loco reloj que canta
    Muertas horas antiguas.

      Yo pronuncio tu nombre,
    En esta noche obscura,
    Y tu nombre me suena
    Más lejano que nunca.
    Más lejano que todas las estrellas
    Y más doliente que la mansa lluvia.

      ¿Te querré como entonces
    Alguna vez? ¿Qué culpa
    Tiene mi corazón?
    Si la niebla se esfuma
    ¿Qué otra pasión me espera?
    ¿Será tranquila y pura?
    ¡¡Si mis dedos pudieran
    Deshojar a la luna!!




EL CANTO DE LA MIEL

_Noviembre de 1918_

(GRANADA)


      La miel es la palabra de Cristo.
    El oro derretido de su amor.
    El más allá del néctar.
    La momia de la luz del paraíso.

      La colmena es una estrella casta,
    Pozo de ambar que alimenta el ritmo
    De las abejas. Seno de los campos
    Tembloroso de aromas y zumbidos.

      La miel es la epopeya del amor,
    La materialidad de lo infinito.
    Alma y sangre doliente de las flores
    Condensada a través de otro espíritu.

      (Así la miel del hombre es la poesía
    Que mana de su pecho dolorido,
    De un panal con la cera del recuerdo
    Formado por la abeja de lo íntimo.)

      La miel es la bucólica lejana
    Del pastor, la dulzaina y el olivo.
    Hermana de la leche y las bellotas,
    Reinas supremas del dorado siglo.

      La miel es como el sol de la mañana,
    Tiene toda la gracia del estío
    Y la frescura vieja del Otoño.
    Es la hoja marchita y es el trigo.

      ¡Oh divino licor de la humildad,
    Sereno como un verso primitivo!

      La armonía hecha carne tú eres,
    El resumen genial de lo lírico.
    En ti duerme la melancolía,
    El secreto del beso y del grito.

      Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.
    Dulce como los vientres de las hembras.
    Dulce como los ojos de los niños.
    Dulce como la sombra de la noche.
    Dulce como una voz
                      O como un lirio.

      Para el que lleva la pena y la lira,
    Eres sol que ilumina el camino.
    Equivales a todas las bellezas
    Al color, a la luz, a los sonidos.

      ¡Oh! Divino licor de la esperanza,
    Donde a la perfección del equilibrio
    Llegan alma y materia en unidad
    Como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.

      Y el alma superior es de las flores.
    ¡Oh licor que esas almas has unido!
    El que te gusta no sabe que traga
    Un resumen dorado del lirismo.




ELEGÍA

_Diciembre de 1918_

(GRANADA)


      Como un incensario lleno de deseos,
    Pasas en la tarde luminosa y clara
    Con la carne obscura de nardo marchito
    Y el sexo potente sobre tu mirada.

      Llevas en la boca tu melancolía
    De pureza muerta, y en la dionisiaca
    Copa de tu vientre la araña que teje
    El velo infecundo que cubre la entraña
    Nunca florecida con las vivas rosas
    Fruto de los besos.

                        En tus manos blancas
    Llevas la madeja de tus ilusiones,
    Muertas para siempre, y sobre tu alma
    La pasión hambrienta de besos de fuego
    Y tu amor de madre que sueña lejanas
    Visiones de cunas en ambientes quietos,
    Hilando en los labios lo azul de la nana.

      Como Ceres dieras tus espigas de oro
    Si el amor dormido tu cuerpo tocara,
    Y como la virgen María pudieras
    Brotar de tus senos otra vía láctea.

      Te marchitarás como la magnolia.
    Nadie besará tus muslos de brasa.
    Ni a tu cabellera llegarán los dedos
    Que la pulsen como
                      Las cuerdas de un arpa.

      ¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!,
    Cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
    Venus del mantón de manila que sabe
    Del vino de Málaga y de la guitarra.

      ¡Oh cisne moreno!, cuyo lago tiene
    Lotos de saetas, olas de naranjas
    Y espumas de rojos claveles que aroman
    Los nidos marchitos que hay bajo sus alas.

      Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
    Tus besos debieron ser bajo una parra
    Plenos del silencio que tiene la noche
    Y del ritmo turbio del agua estancada.

      Pero tus ojeras se van agrandando
    Y tu pelo negro va siendo de plata;
    Tus senos resbalan escanciando aromas
    Y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

      ¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
    Virgen dolorosa que tiene clavadas
    Todas las estrellas del cielo profundo
    En su corazón, ya sin esperanza.

      Eres el espejo de una Andalucía
    Que sufre pasiones gigantes y calla,
    Pasiones mecidas por los abanicos
    Y por las mantillas sobre las gargantas
    Que tienen temblores de sangre, de nieve
    Y arañazos rojos hechos por miradas.

      Te vas por la niebla del Otoño, virgen
    Como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
    Siendo una bacante que hubiera danzado
    De pámpanos verdes y vid coronada.

      La tristeza inmensa que flota en tus ojos
    Nos dice tu vida rota y fracasada,
    La monotonía de tu ambiente pobre
    Viendo pasar gente desde tu ventana,
    Oyendo la lluvia sobre la amargura
    Que tiene la vieja calle provinciana,
    Mientras que a lo lejos suenan los clamores
    Turbios y confusos de unas campanadas.

      Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
    Nunca llegó a tu oído la dulce serenata.
    Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
    ¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
    Al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
    La pasión de una niña recién enamorada!

      Tu cuerpo irá a la tumba
    Intacto de emociones.
    Sobre la obscura tierra
    Brotará una alborada.
    De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos
    Y de tus senos rosas como la nieve blancas.
    Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas
    Como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.




SANTIAGO

BALADA INGENUA

_25 de julio de 1918_

(FUENTE VAQUEROS GRANADA)


I

      Esta noche ha pasado Santiago
    Su camino de luz en el cielo,
    Lo comentan los niños jugando
    Con el agua de un cauce sereno.

      ¿Dónde va el peregrino celeste
    Por el claro infinito sendero?
    Va a la aurora que brilla en el fondo
    En caballo blanco como el hielo.

      ¡Niños chicos, cantad en el prado
    Horadando con risas al viento!

      Dice un hombre que ha visto a Santiago
    En tropel con doscientos guerreros.
    Iban todos cubiertos de luces,
    Con guirnaldas de verdes luceros,
    Y el caballo que monta Santiago
    Era un astro de brillos intensos.

      Dice el hombre que cuenta la historia
    Que en la noche dormida se oyeron
    Tremolar plateado de alas
    Que en sus ondas llevóse el silencio.

      ¿Qué sería que el río paróse?
    Eran ángeles los caballeros.

      ¡Niños chicos, cantad en el prado
    Horadando con risas al viento!

      Es la noche de luna menguante.
    ¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,
    Que los grillos refuerzan sus cuerdas
    Y dan voces los perros vegueros?

     --¿Madre abuela, cuál es el camino,
    Madre abuela, que yo no lo veo?

     --Mira bien y verás una cinta
    De polvillo harinoso y espeso,
    Un borrón que parece de plata
    O de nácar.--¿Lo ves?
    --Ya lo veo.

     --Madre abuela, ¿dónde está Santiago?
    --Por allí marcha con su cortejo,
    La cabeza llena de plumajes
    Y de perlas muy finas el cuerpo,
    Con la luna rendida a sus plantas,
    Con el sol escondido en el pecho.

      Esta noche en la vega se escuchan
    Los relatos brumosos del cuento.

      ¡Niños chicos, cantad en el prado,
    Horadando con risas al viento!


II

      Una vieja que vive muy pobre
    En la parte más alta del pueblo,
    Que posee una rueca inservible,
    Una virgen y dos gatos negros,
    Mientras hace la ruda calceta
    Con sus secos y temblones dedos,
    Rodeada de buenas comadres
    Y de sucios chiquillos traviesos,
    En la paz de la noche tranquila,
    Con las sierras perdidas en negro,
    Va contando con ritmos tardíos
    La visión que ella tuvo en sus tiempos.

      Ella vió en una noche lejana
    Como ésta, sin ruidos ni vientos,
    Al apostol Santiago en persona,
    Peregrino en la tierra del cielo.

     --Y comadre, ¿cómo iba vestido?
    --La preguntan dos voces a un tiempo--.

     --Con bordón de esmeraldas y perlas
    Y una túnica de terciopelo.

      Cuando hubo pasado la puerta,
    Mis palomas sus alas tendieron,
    Y mi perro, que estaba dormido,
    Fué tras él, sus pisadas lamiendo.
    Era dulce el Apostol divino,
    Más aún que la luna de Enero.
    A su paso dejó por la senda
    Un olor de azucena y de incienso.

     --Y comadre, ¿no le dijo nada?
    --La preguntan dos voces a un tiempo--.

     --Al pasar me miró sonriente
    Y una estrella dejóme aquí dentro.

     --¿Dónde tienes guardada esa estrella?
    --La pregunta un chiquillo travieso--.

     --¿Se ha apagado--dijéronle otros--
    Como cosa de un encantamiento?

     --No hijos míos, la estrella relumbra,
    Que en el alma clavada la llevo.

     --¿Cómo son las estrellas aquí?

     --Hijo mío, igual que en el cielo.

     --Siga, siga la vieja comadre.
    ¿Dónde iba el glorioso viajero?

     --Se perdió por aquellas montañas
    Con mis blancas palomas y el perro.
    Pero llena dejóme la casa
    De rosales y de jazmineros,
    Y las uvas verdes de la parra
    Maduraron, y mi troje lleno
    Encontré a la siguiente mañana.
    Todo obra del Apostol bueno.

     --¡Grande suerte que tuvo, comadre!
    --Sermonean dos voces a un tiempo--.

      Los chiquillos están ya dormidos
    Y los campos en hondo silencio.

      ¡Niños chicos, pensad en Santiago
    Por los turbios caminos del sueño!

      ¡Noche clara, finales de Julio!
    ¡Ha pasado Santiago en el cielo!

    La tristeza que tiene mi alma,
    Por el blanco camino la dejo,
    Para ver si la encuentran los niños
    Y en el agua la vayan hundiendo,
    Para ver si en la noche estrellada
    A muy lejos la llevan los vientos.




EL DIAMANTE

_Noviembre de 1920_

(GRANADA)


      El diamante de una estrella
    Ha rayado el hondo cielo,
    Pájaro de luz que quiere
    Escapar del universo
    Y huye del enorme nido
    Donde estaba prisionero
    Sin saber que lleva atada
    Una cadena en el cuello.

      Cazadores extrahumanos
    Están cazando luceros,
    Cisnes de plata maciza
    En el agua del silencio.

      Los chopos niños recitan
    Su cartilla, es el maestro
    Un chopo antiguo que mueve
    Tranquilo sus brazos muertos.
    Ahora en el monte lejano
    Jugarán todos los muertos
    A la baraja. ¡Es tan triste
    La vida en el cementerio!

      ¡Rana, empieza tu cantar!
    ¡Grillo, sal de tu agujero!
    Haced un bosque sonoro
    Con vuestras flautas. Yo vuelvo
    Hacia mi casa intranquilo.

      Se agitan en mi cerebro
    Dos palomas campesinas
    Y en el horizonte, ¡lejos!,
    Se hunde el arcaduz del día.
    ¡Terrible noria del tiempo!




MADRIGAL DE VERANO

_Agosto de 1920_

(VEGA DE ZUJAIRA)


      Junta tu roja boca con la mía
    ¡oh Estrella la gitana!
    Bajo el oro solar del mediodía
    Morderé la Manzana.

      En el verde olivar de la colina,
    Hay una torre mora
    Del color de tu carne campesina
    Que sabe a miel y aurora.

      Me ofreces en tu cuerpo requemado,
    El divino alimento
    Que da flores al cauce sosegado
    Y luceros al viento.

      ¿Cómo a mí te entregaste luz morena?
    ¿Por qué me diste llenos
    De amor tu sexo de azucena
    Y el rumor de tus senos?

      ¿No fué por mi figura entristecida?
    (¡Oh mis torpes andares!)
    ¿Te dió lástima acaso de mi vida,
    Marchita de cantares?

      ¿Cómo no has preferido a mis lamentos
    Los muslos sudorosos
    De un San Cristóbal campesino lentos
    En el amor y hermosos?

      Danaide del placer eres conmigo.
    Femenino silvano.
    Huelen tus besos como huele el trigo
    Reseco del verano.

      Entúrbiame los ojos con tu canto.
    Deja tu cabellera
    Extendida y solemne como un manto
    De sombra en la pradera.

      Píntame con tu boca ensangrentada
    Un cielo del amor,
    En un fondo de carne la morada
    Estrella de dolor.

      Mi pegaso andaluz está cautivo
    De tus ojos abiertos,
    Volará desolado y pensativo
    Cuando los vea muertos.

      Y aunque no me quisieras te querría,
    Por tu mirar sombrío
    Como quiere la alondra al nuevo día,
    Sólo por el rocío.

      Junta tu roja boca con la mía;
    ¡Oh Estrella la gitana!
    Déjame bajo el claro mediodía
    Consumir la manzana.




CANTOS NUEVOS

_Agosto de 1920_

(VEGA DE ZUJAIRA)


      Dice la tarde,
                    ¡Tengo sed de sombra!
    Dice la luna: «Yo, sed de luceros»
    La fuente cristalina pide labios
    Y suspiros el viento.

      Yo tengo sed de aromas y de risas.
    Sed de cantares nuevos
    Sin lunas y sin lirios,
    Y sin amores muertos.

    Un cantar de mañana que estremezca
    A los remansos quietos
    Del porvenir. Y llene de esperanza
    Sus ondas y sus cienos.

      Un cantar luminoso y reposado
    Pleno de pensamiento,
    Virginal de tristezas y de angustias
    Y virginal de ensueños.

      Cantar sin carne lírica que llene
    De risas el silencio.
    (Una bandada de palomas ciegas
    Lanzadas al misterio.)

      Cantar que vaya al alma de las cosas
    Y al alma de los vientos
    Y que descanse al fin en la alegría
    Del corazón eterno.




ALBA

_Abril de 1919_

(GRANADA)


      Mi corazón oprimido
    Siente junto a la alborada
    El dolor de sus amores
    Y el sueño de las distancias.
    La luz de la aurora lleva
    Semilleros de nostalgias
    Y la tristeza sin ojos
    De la médula del alma.
    La gran tumba de la noche
    Su negro velo levanta
    Para ocultar con el día
    La inmensa cumbre estrellada.

      ¡Qué haré yo sobre estos campos
    Cogiendo nidos y ramas
    Rodeado de la aurora
    Y llena de noche el alma!
    ¡Qué haré si tienes tus ojos
    Muertos a las luces claras
    Y no ha de sentir mi carne
    El calor de tus miradas!
    ¿Porqué te perdí por siempre
    En aquella tarde clara?
    Hoy mi pecho está reseco
    Como una estrella apagada.




EL PRESENTIMIENTO

_Agosto de 1920_

(VEGA DE ZUJAIRA)


      El presentimiento
    Es la sonda del alma
    En el misterio.
    Nariz del corazón,
    Palo de ciego
    Que explora en la tiniebla
    Del tiempo.

      Ayer es lo marchito,
    El sentimiento
    Y el campo funeral
    Del recuerdo.

      Anteayer,
    Es lo muerto.
    Madriguera de ideas moribundas
    De pegasos sin freno.
    Malezas de memorias,
    Y desiertos
    Perdidos en la niebla
    De los sueños.

      Nada turba los siglos
    Pasados.
    No podemos
    Arrancar un suspiro
    De lo viejo.
    El pasado se pone
    Su coraza de hierro,
    Y tapa sus oídos
    Con algodón del viento.
    Nunca podrá arrancársele
    Un secreto.

      Sus músculos de siglos
    Y su cerebro
    De marchitas ideas
    En feto
    No darán el licor que necesita
    El corazón sediento.

      Pero el niño futuro
    Nos dirá algún secreto
    Cuando juegue en su cama
    De luceros.
    Y es fácil engañarle;
    Por eso,
    Démosle con dulzura
    Nuestro seno,
    Que el topo silencioso
    Del presentimiento
    Nos traerá sus sonajas
    Cuando se esté durmiendo.




CANCIÓN PARA LA LUNA

_Agosto de 1920_


      Blanca tortuga,
    Luna dormida,
    ¡Qué lentamente
    Caminas!
    Cerrando un párpado
    De sombra, miras
    Cual arqueológica
    Pupila.
    Que quizás sea...
    (Satán es tuerto)
    Una reliquia,
    Viva lección
    Para anarquistas.
    Jehová acostumbra
    Sembrar su finca
    Con ojos muertos
    Y cabecitas
    De sus contrarias
    Milicias.
    Gobierna rígido
    La Faz divina
    Con su turbante
    De niebla fría,
    Poniendo dulces
    Astros sin vida
    Al rubio cuervo
    Del día.
    Por eso, luna,
    ¡Luna dormida!,
    Vas protestando
    Seca de brisas,
    Del gran abuso
    La tiranía
    De ese Jehová
    Que os encamina
    Por una senda,
    ¡Siempre la misma!,
    Mientras Él goza
    En compañía
    De Doña Muerte,
    Que es su querida...

      Blanca tortuga,
    Luna dormida,
    Casta Verónica
    Del sol que limpias
    En el ocaso
    Su faz rojiza.
    Ten esperanza,
    Muerta pupila,
    Que el gran Lenin
    De tu campiña
    Será la Osa
    Mayor, la arisca
    Fiera del cielo
    Que irá tranquila
    A dar su abrazo
    De despedida,
    Al viejo enorme
    De los seis días.

      Y entonces, luna
    Blanca, vendría
    El puro reino
    De la ceniza.

      (Ya habréis notado
    Que soy nihilista.)




ELEGIA DEL SILENCIO

_Julio de 1920_


      Silencio, ¿dónde llevas
    Tu cristal empañado
    De risas, de palabras
    Y sollozos del árbol?
    ¿Cómo limpias, silencio,
    El rocío del canto
    Y las manchas sonoras
    Que los mares lejanos
    Dejan sobre la albura
    Serena de tu manto?
    ¿Quién cierra tus heridas
    Cuando sobre los campos
    Alguna vieja noria
    Clava su lento dardo
    En tu cristal inmenso?
    ¿Dónde vas si al ocaso
    Te hieren las campanas
    Y quiebran tu remanso
    Las bandadas de coplas
    Y el gran rumor dorado
    Que cae sobre los montes
    azules sollozando?

      El aire del invierno
    Hace tu azul pedazos,
    Y troncha tus florestas
    El lamentar callado
    De alguna fuente fría.
    Donde posas tus manos,
    La espina de la risa
    O el caluroso hachazo
    De la pasión encuentras.
    Si te vas a los astros,
    El zumbido solemne
    De los azules pájaros
    Quiebra el gran equilibrio
    De tu escondido cráneo.

      Huyendo del sonido
    Eres sonido mismo,
    Espectro de harmonía,
    Humo de grito y canto.
    Vienes para decirnos
    En las noches obscuras
    La palabra infinita
    Sin aliento y sin labios.

      Taladrado de estrellas
    Y maduro de música,
    ¿Dónde llevas, silencio,
    Tu dolor extrahumano,
    Dolor de estar cautivo
    En la araña melódica,
    Ciego ya para siempre
    Tu manantial sagrado?

      Hoy arrastran tus ondas
    Turbias de pensamiento
    La ceniza sonora
    Y el dolor del antaño.
    Los ecos de los gritos
    Que por siempre se fueron.
    El estruendo remoto
    Del mar, momificado.

      Si Jehová se ha dormido
    Sube al trono brillante
    Quiébrale en su cabeza
    Un lucero apagado,
    Y acaba seriamente
    Con la música eterna,
    La harmonía sonora
    De luz, y mientras tanto,
    Vuelve a tu manantial,
    Donde en la noche eterna,
    Antes que Dios y el Tiempo,
    Manabas sosegado.




BALADA DE UN DÍA DE JULIO

_Julio de 1919_


      Esquilones de plata
    Llevan los bueyes.

     --¿Dónde vas, niña mía,
    De sol y nieve?

     --Voy a las margaritas
    Del prado verde.

     --El prado está muy lejos
    y miedo tiene.

     --Al airón y a la sombra
    Mi amor no teme.

     --Teme al sol, niña mía,
    De sol y nieve.

     --Se fué de mis cabellos
    Ya para siempre.

     --¿Quién eres, blanca niña?
    ¿De dónde vienes?

     --Vengo de los amores
    Y de las fuentes.

      Esquilones de plata
    Llevan los bueyes.

     --¿Qué llevas en la boca
    Que se te enciende?

     --La estrella de mi amante
    Que vive y muere.

     --¿Qué llevas en el pecho
    Tan fino y leve?

     --La espada de mi amante
    Que vive y muere.

     --¿Qué llevas en los ojos
    Negro y solemne?

     --Mi pensamiento triste
    Que siempre hiere.

     --¿Por qué llevas un manto
    Negro de muerte?

     --¡Ay, yo soy la viudita
    Triste y sin bienes!

      Del conde del Laurel
    De los Laureles.

     --¿A quién buscas aquí
    Si a nadie quieres?

     --Busco el cuerpo del conde
    De los Laureles.

     --¿Tú buscas el amor,
    Viudita aleve?
    Tú buscas un amor
    Que ojalá encuentres.

     --Estrellitas del cielo
    Son mis quereres,
    ¿Dónde hallaré a mi amante
    Que vive y muere?

     --Está muerto en el agua,
    Niña de nieve,
    Cubierto de nostalgias
    Y de claveles.

     --¡Ay! caballero errante
    De los cipreses,
    Una noche de luna
    Mi alma te ofrece.

     --Ah Isis soñadora.
    Niña sin mieles
    La que en bocas de niños
    Su cuento vierte.
    Mi corazón te ofrezco,
    Corazón tenue,
    Herido por los ojos
    De las mujeres.

     --Caballero galante,
    Con Dios te quedes.

     --Voy a buscar al conde
    De los Laureles...

     --Adiós mi doncellita,
    Rosa durmiente,
    Tú vas para el amor
    Y yo a la muerte.

      Esquilones de plata
    Llevan los bueyes.

     --Mi corazón desangra
    Como una fuente.




IN MEMORIAM

_Agosto de 1920_


      Dulce chopo,
    Dulce chopo,
    Te has puesto
    De oro.
    Ayer estabas verde,
    Un verde loco
    De pájaros
    Gloriosos.
    Hoy estás abatido
    Bajo al cielo de agosto
    Como yo bajo al cielo
    De mi espíritu rojo.
    La fragancia cautiva
    De tu tronco
    Vendrá a mi corazón
    Piadoso.
    ¡Rudo abuelo del prado!
    Nosotros,
    Nos hemos puesto
    De oro.




SUEÑO

_Mayo de 1919_


Mi corazón reposa junto a la fuente fría.

      (Llénalo con tus hilos
    Araña del olvido.)

El agua de la fuente su canción le decía.

      (Llénala con tus hilos
    Araña del olvido.)

Mi corazón despierto sus amores decía.

      (Araña del silencio,
    Téjele tu misterio.)

El agua de la fuente lo escuchaba sombría.

      (Araña del silencio,
    Téjele tu misterio.)

Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.

      (Manos blancas, lejanas,
    Detened a las aguas.)

Y el agua se lo lleva cantando de alegría.

      (¡Manos blancas, lejanas,
    Nada queda en las aguas!)




PAISAJE

_Junio de 1920_


      Las estrellas apagadas
    Llenan de ceniza el río
    Verdoso y frío.

      La fuente no tiene trenzas.
    Ya se han quemado los nidos
    escondidos.

      Las ranas hacen del cauce
    Una siringa encantada
    Desafinada.

      Sale del monte la luna,
    Con su cara bonachona
    De jamona.

      Una estrella le hace burla
    Desde su casa de añil
    Infantil.

      El débil color rosado
    Hace cursi el horizonte
    Del monte,

      Y observo que el laurel tiene
    Cansancio de ser poético
    Y profético.

      Como la hemos visto siempre
    El agua se va durmiendo,
    Sonriyendo.

      Todo llora por costumbre,
    Todo el campo se lamenta
    Sin darse cuenta.

      Yo, por no desafinar,
    Digo por educación:
    «¡Mi corazón!».

      Pero una grave tristeza
    Tiñe mis labios manchados
    De pecados.

      Yo voy lejos del paisaje.
    Hay en mi pecho una hondura
    De sepultura.

      Un murciélago me avisa
    Que el sol se esconde doliente
    En el Poniente.

      ¡Pater noster por mi amor!
    (Llanto de las alamedas
    Y arboledas.)

      En el carbón de la tarde
    Miro mis ojos lejanos,
    Cual milanos.

      Y despeino mi alma muerta
    Con arañas de miradas
    Olvidadas.

      Ya es de noche, y las estrellas
    Clavan puñales al río
    Verdoso y frío.




NOVIEMBRE

_Noviembre 1920_


      Todos los ojos
    Estaban abiertos
    Frente a la soledad
    Despintada por el llanto.
            Tin
            Tan,
            Tin
            Tan.

      Los verdes cipreses
    Guardaban su alma
    Arrugada por el viento,
    Y las palabras como guadañas
    Segaban almas de flores.
            Tin
            Tan,
            Tin
            Tan.

      El cielo estaba marchito.
    ¡Oh tarde cautiva por las nubes,
    Esfinge sin ojos!
    Obeliscos y chimeneas
    Hacían pompas de jabón.
            Tin
            Tan,
            Tin
            Tan.

      Los ritmos se curvaban
    Y se curvaba el aire,
    Guerreros de niebla
    Hacían de los árboles
    Catapultas.
            Tin
            Tan,
            Tin
            Tan.

      ¡Oh tarde,
    Tarde de mi otro beso!
    Tema lejano de mi sombra,
    ¡Sin rayo de oro!
    Cascabel vacío.
    Tarde desmoronada
    Sobre piras de silencio.
            Tin
            Tan,
            Tin
            Tan.




PREGUNTAS

_Mayo de 1918_


      Un pleno de cigarras tiene el campo.
    --¿Qué dices, Marco Aurelio,
    De estas viejas filósofas del llano?--
    ¡Pobre es tu pensamiento!

      Corre el agua del río mansamente.
    --¡Oh, Sócrates! ¿Qué ves
    En el agua que va a la amarga muerte?--
    ¡Pobre y triste es tu fe!

      Se deshojan las rosas en el lodo.
    ¡Oh, dulce Juan de Dios!
    ¿Qué ves en estos pétalos gloriosos?
    ¡Chico es tu corazón!




LA VELETA YACENTE

_Diciembre de 1920_

(MADRID)


      El duro corazón de la veleta
    Entre el libro del tiempo.
    (Una hoja la tierra
    Y otra hoja el cielo.)
    Aplastóse doliente sobre letras
    De tejados viejos.
    Lírica flor de torre
    Y luna de los vientos,
    Abandona el estambre de la cruz
    Y dispersa sus pétalos,
    Para caer sobre las losas frías
    Comida por la oruga
    De los ecos.

      Yaces bajo una acacia.
    ¡Memento!
    No podías latir
    Porque eras de hierro...
    Mas poseíste la forma,
    ¡Conténtate con eso!
    Y húndete bajo el verde
    Legamo,
    En busca de tu gloria
    De fuego,
    Aunque te llamen tristes
    Las torres desde lejos
    Y oigas en las veletas
    Chirriar tus compañeros.
    Húndete bajo el paño
    Verdoso de tu lecho,
    Que ni la blanca monja,
    Ni el perro,
    Ni la luna menguante,
    Ni el lucero,
    Ni el turbio sacristán
    Del convento,
    Recordarán tus gritos
    Del invierno.
    Húndete lentamente,
    Que si no, luego,
    Te llevarán los hombres
    De los trapos viejos.
    Y ojalá pudiera darte
    Por compañero
    Este corazón mío
    ¡Tan incierto!




CORAZÓN NUEVO

_Junio de 1918_

(GRANADA)


      Mi corazón, como una sierpe,
    Se ha desprendido de su piel,
    Y aquí la miro entre mis dedos
    Llena de heridas y de miel.

      Los pensamientos que anidaron
    En tus arrugas ¿dónde están?
    ¿Dónde las rosas que aromaron
    A Jesucristo y a Satán?

    ¡Pobre envoltura que ha oprimido
    A mi fantástico lucero!
    Gris pergamino dolorido
    De lo que quise y ya no quiero.

    Yo veo en ti fetos de ciencias,
    Momias de versos y esqueletos
    De mis antiguas inocencias
    Y mis románticos secretos.

    ¿Te colgaré sobre los muros
    De mi museo sentimental,
    Junto a los gélidos y obscuros
    Lirios durmientes de mi mal?

      ¿O te pondré sobre los pinos
    --Libro doliente de mi amor--
    Para que sepas de los trinos
    Que da a la aurora el ruiseñor?




SE HA PUESTO EL SOL

_Agosto de 1920_


      Se ha puesto el sol.
                          Los árboles
    Meditan como estatuas.
    Ya está el trigo segado,
    ¡Qué tristeza
    De las norias paradas!

      Un perro campesino
    Quiere comerse a Venus, y le ladra.
    Brilla sobre su campo de pre-beso,
    Como una gran manzana.

      Los mosquitos--pegasos del rocío--
    Vuelan, el aire en calma.
    La Penelope inmensa de la luz
    Teje una noche clara.

      Hijas mías, dormid, que viene el lobo,
    Las ovejitas balan.
    ¿Ha llegado el otoño, compañeras?
    Dice una flor ajada.

      ¡Ya vendrán los pastores con sus nidos
    Por la sierra lejana!
    Ya jugarán las niñas en la puerta
    De la vieja posada,
    Y habrá coplas de amor
    Que ya se saben
    De memoria las casas.




PAJARITA DE PAPEL

_Julio de 1920_


      ¡Oh pajarita de papel!
    Aguila de los niños.
    Con las plumas de letras,
    Sin palomo
    Y sin nido.

      Las manos aun mojadas de misterio
    Te crean en un frío
    Anochecer de otoño, cuando mueren
    Los pájaros y el ruido
    De la lluvia nos hace amar la lámpara,
    El corazón y el libro.

      Naces para vivir unos minutos
    En el frágil castillo
    De naipes que se eleva tembloroso
    Como el tallo de un lirio,
    Y meditas allí ciega y sin alas
    Que pudiste haber sido
    El atleta grotesco que sonríe
    Ahorcado por un hilo,
    El barco silencio sin remeros ni velamen,
    El lírico
    Buque fantasma del miedoso insecto,
    O el triste borriquito
    Que escarnecen, haciéndolo pegaso,
    Los soplos de los niños.

      Pero enmedio de tu meditación
    Van gotas de humorismo.
    Hecha con la corteza de la ciencia
    Te ríes del destino,
    Y gritas: Blanca flor no muere nunca,
    Ni se muere Luisito.
    La mañana es eterna, es eterna
    La fuente del rocío.

      Y aunque no crees en nada dices esto,
    No se enteren los niños,
    De que hay sombra detrás de las estrellas
    Y sombra en tu castillo.

      Enmedio de la mesa, al derrumbarse
    Tu azul mansión, has visto
    Que el milano te mira ansiosamente:
    Es un recién nacido.
    Una pompa de espuma sobre el agua
    Del sufrimiento vivo.

      Y tú vas a sus labios luminosos
    Mientras ríen los niños,
    Y callan los papás no sea despierten
    Los dolores vecinos.

      Así pájaro clown desapareces
    Para nacer en otro sitio.
    Así pájaro esfinge das tu alma
    De ave fénix al limbo.




MADRIGAL

_Octubre de 1920_

(MADRID)


      Mi beso era una granada,
    Profunda y abierta;
    Tu boca era rosa
    De papel.

      El fondo un campo de nieve.

      Mis manos eran hierros
    Para los yunques,
    Tu cuerpo era el ocaso
    De una campanada.

      El fondo un campo de nieve.

      En la agujereada
    Calavera azul
    Hicieron estalactitas
    Mis te quiero.

      El fondo un campo de nieve.

      Llenáronse de moho
    Mis sueños infantiles,
    Y taladró a la luna
    Mi dolor salomónico.

      El fondo un campo de nieve.

      Ahora a maestro grave
    A la alta escuela,
    A mi amor y a mis sueños
    (Caballitos sin ojos).

      Y el fondo es un campo de nieve.




UNA CAMPANA

_Octubre de 1920_


      Una campana serena
    Crucificada en su ritmo
    Define a la mañana
    Con peluca de niebla
    Y arroyos de lágrimas.
    Mi viejo chopo
    Turbio de ruiseñores
    Esperaba
    Poner entre las hierbas
    Sus ramas
    Mucho antes que el otoño
    Lo dorara.
    Pero los puntales
    De mis miradas
    Lo sostenían.
    ¡Viejo chopo, aguarda!
    ¿No sientes la madera
    De mi amor desgarrada?
    Tiéndete en la pradera
    Cuando cruja mi alma
    Que un vendaval de besos
    Y palabras
    Ha dejado rendida,
    Lacerada.




CONSULTA

_Agosto de 1920_


      ¡Pasionaria azul!
    Yunque de mariposas.
    ¿Vives bien en el limo
    De las horas?

      (¡Oh, poeta infantil
    Quiebra tu reloj!)

      Clara estrella azul,
    Ombligo de la aurora.
    ¿Vives bien en la espuma
    De la sombra?

      (¡Oh, poeta infantil
    Quiebra tu reloj!)

      Corazón azulado,
    Lámpara de mi alcoba.
    ¿Lates bien sin mi sangre
    Filarmónica?

      (¡Oh, poeta infantil
    Quiebra tu reloj!)

      Os comprendo y me dejo
    Arrumbado en la cómoda
    Al insecto del tiempo.
    Sus metálicas gotas
    No se oirán en la calma
    De mi alcoba.
    Me dormiré tranquilo
    Como dormis vosotras
    Pasionarias y estrellas,
    Que al fin, la mariposa,
    Volará en la corriente
    De las horas
    Mientras nace en mi tronco
    La rosa.




TARDE

_Noviembre de 1919_


      Tarde lluviosa en gris cansado,
    Y sigue el caminar.
    Los árboles marchitos.
                          Mi cuarto, solitario.
    Y los retratos viejos
    Y el libro sin cortar...

      Chorrea la tristeza por los muebles
    Y por mi alma.
                  Quizá,
    No tenga para mí Naturaleza
    El pecho de cristal.

      Y me duele la carne del corazón
    Y la carne del alma.
                        Y al hablar,
    Se quedan mis palabras en el aire
    Como corchos sobre agua.

      Sólo por tus ojos
    Sufro yo este mal,
    Tristezas de antaño
    Y las que vendrán.

      Tarde lluviosa en gris cansado,
    Y sigue el caminar.




HAY ALMAS QUE TIENEN...

_8 de febrero de 1920_


      Hay almas que tienen
    Azules luceros,
    Mañanas marchitas
    Entre hojas del tiempo,
    Y castos rincones
    Que guardan un viejo
    Rumor de nostalgias
    Y sueños.

      Otras almas tienen
    Dolientes espectros
    De pasiones. Frutas
    Con gusanos. Ecos
    De una voz quemada
    Que viene de lejos
    Como una corriente
    De sombra. Recuerdos
    Vacíos de llanto,
    Y migajas de besos.

      Mi alma está madura
    Hace mucho tiempo,
    Y se desmorona
    Turbia de misterio.
    Piedras juveniles
    Roídas de ensueño
    Caen sobre las aguas
    De mis pensamientos.
    Cada piedra dice:
    ¡Dios está muy lejos!




PRÓLOGO

_24 de julio de 1920_

(VEGA DE ZUJAIRA)


      Mi corazón está aquí,
    Dios mío.
    Hunde tu cetro en él, Señor.
    Es un membrillo
    Demasiado otoñal
    Y está podrido.
    Arranca los esqueletos
    De los gavilanes líricos
    Que tanto, tanto lo hirieron,
    Y si acaso tienes pico
    Móndale su corteza
    De Hastío.

      Mas si no quieres hacerlo,
    Me da lo mismo,
    Guárdate tu cielo azul
    Que es tan aburrido.
    El rigodón de los astros
    Y tu Infinito,
    Que yo pediré prestado
    El corazón a un amigo.
    Un corazón con arroyos
    Y pinos,
    Y un ruiseñor de hierro
    Que resista
    El martillo
    De los siglos.

      Ademas, Satanás me quiere mucho,
    Fué compañero mío
    En un examen de
    Lujuria, y el pícaro,
    Buscará a Margarita
    --Me lo tiene ofrecido--
    Margarita morena,
    Sobre un fondo de viejos olivos,
    Con dos trenzas de noche
    De Estío,
    Para que yo desgarre
    Sus muslos limpios.
    Y entonces, ¡oh Señor!,
    Seré tan rico
    O más que tú,
    Porque el vacío
    No puede compararse
    Al vino
    Con que Satán obsequia
    A sus buenos amigos.
    Licor hecho con llanto.
    ¡Qué más da!
    Es lo mismo
    Que tu licor compuesto
    De trinos.

      Dime, Señor,
    ¡Dios mío!
    ¿Nos hundes en la sombra
    Del abismo?
    ¿Somos pájaros ciegos
    Sin nidos?

      La luz se va apagando.
    ¿Y el aceite divino?
    Las olas agonizan.
    ¿Has querido
    Jugar como si fuéramos
    Soldaditos?
    Dime, Señor,
    ¡Dios mío!
    ¿No llega el dolor nuestro
    A tus oídos?
    ¿No han hecho las blasfemias
    Babeles sin ladrillos
    Para herirte, o te gustan
    Los gritos?
    ¿Estás sordo? ¿Estás ciego?
    ¿O eres bizco
    De espíritu
    Y ves el alma humana
    Con tonos invertidos?

    ¡Oh Señor soñoliento!
    ¡Mira mi corazón
    Frío
    Como un membrillo
    Demasiado otoñal
    Que está podrido!

    Si tu luz va a llegar
    Abre los ojos vivos
    Pero si continúas
    Dormido,
    Ven, Satanás errante,
    Sangriento peregrino,
    Ponme la Margarita
    Morena en los olivos
    Con las trenzas de noche
    De Estío,
    Que yo sabré encenderle
    Sus ojos pensativos
    Con mis besos manchados
    De lirios.
    Y oiré una tarde ciega
    Mi ¡Enrique! ¡Enrique!
    Lírico,
    Mientras todos mis sueños
    Se llenan de rocío.
    Aquí, Señor, te dejo
    Mi corazón antiguo,
    Voy a pedir prestado
    Otro nuevo a un amigo.
    Corazón con arroyos
    Y pinos.
    Corazón sin culebras
    Ni lirios.
    Robusto, con la gracia
    De un joven campesino,
    Que atraviesa de un salto
    El río.




BALADA INTERIOR

_16 de julio de 1920_

(VEGA DE ZUJAIRA)


A GABRIEL

      El corazón,
    Que tenía en la escuela
    Donde estuvo pintada
    La cartilla primera,
    ¿Está en ti,
    Noche negra?

      (Frío, frío,
    Como el agua
    Del río.)

      El primer beso
    Que supo a beso y fué
    Para mis labios niños
    Como la lluvia fresca,
    ¿Está en ti,
    Noche negra?

      (Frío, frío,
    Como el agua
    Del río.)

      Mi primer verso.
    La niña de las trenzas
    Que miraba de frente,
    ¿Está en ti,
    Noche negra?

      (Frío, frío,
    Como el agua
    Del río.)

      Pero mi corazón
    Roído de culebras,
    El que estuvo colgado
    Del árbol de la ciencia,
    ¿Está en ti,
    Noche negra?

      (Caliente, caliente,
    Como el agua
    De la fuente.)

      Mi amor errante,
    Castillo sin firmeza,
    De sombras enmohecidas,
    ¿Está en ti,
    Noche negra?

      (Caliente, caliente,
    Como el agua
    De la fuente.)

      ¡Oh, gran dolor!
    Admites en tu cueva
    Nada más que la sombra.
    ¿Es cierto,
    Noche negra?

      (Caliente, caliente,
    Como el agua
    De la fuente.)

      ¡Oh, corazón perdido!
    ¡Réquiem aeternam!




EL LAGARTO VIEJO

_26 de julio de 1920_

(VEGA DE ZUJAIRA)


      En la agostada senda
    He visto al buen lagarto
    (Gota de cocodrilo)
    Meditando.
    Con su verde levita
    De abate del diablo,
    Su talante correcto
    Y su cuello planchado,
    Tiene un aire muy triste
    De viejo catedrático.
    ¡Esos ojos marchitos
    De artista fracasado
    Cómo miran la tarde
    Desmayada!

      ¿Es este su paseo
    Crepuscular, amigo?
    Usad bastón, ya estáis
    Muy viejo, Don Lagarto,
    Y los niños del pueblo
    Pueden daros un susto.
    ¿Qué buscáis en la senda,
    Filósofo cegato,
    Si el fantasma indeciso
    De la tarde agosteña
    Ha roto el horizonte?

      ¿Buscáis la azul limosna
    Del cielo moribundo?
    ¿Un céntimo de estrella?
    ¿O acaso
    Estudiásteis un libro
    De Lamartine, y os gustan
    Los trinos platerescos
    De los pájaros?

      (Miras al sol poniente,
    Y tus ojos relucen,
    ¡Oh, dragón de las ranas!,
    Con un fulgor humano.
    Las góndolas sin remos
    De las ideas, cruzan
    El agua tenebrosa
    De tus iris quemados.)

    ¿Venís quizá en la busca
    De la bella lagarta,
    Verde como los trigos
    De Mayo,
    Como las cabelleras
    De las fuentes dormidas,
    Que os despreciaba, y luego
    Se fué de vuestro campo?
    ¡Oh, dulce idilio roto
    Sobre la fresca juncia!
    ¡Pero vivir! ¡qué diantre!
    Me habéis sido simpático.
    El lema de «me opongo
    A la serpiente» triunfa
    En esa gran papada
    De arzobispo cristiano.

      Ya se ha disuelto el sol
    En la copa del monte,
    Y enturbian el camino
    Los rebaños.
    Es hora de marcharse,
    Dejad la angosta senda
    Y no continuéis
    Meditando,
    Que lugar tendréis luego
    De mirar las estrellas
    Cuando os coman sin prisa
    Los gusanos.

    ¡Volved a vuestra casa
    Bajo el pueblo de grillos!
    ¡Buenas noches, amigo
    Don Lagarto!

      Ya está el campo sin gente,
    Los montes apagados
    Y el camino desierto;
    Sólo de cuando en cuando
    Canta un cuco en la umbría
    De los álamos.




PATIO HÚMEDO

_1920_


      Las arañas
    Iban por los laureles.

      La casualidad
    Se va tornando en nieve,
    Y los años dormidos
    Ya se atreven
    A clavar los telares
    Del siempre.

      La Quietud hecha esfinge
    Se ríe de la Muerte
    Que canta melancólica
    En un grupo
    De lejanos cipreses.

      La yedra de las gotas
    Tapiza las paredes
    Empapadas de arcaicos
    Misereres.

      ¡Oh, torre vieja!
                        Llora
    Tus lágrimas mudéjares
    Sobre este grave patio
    Que no tiene fuente.

      Las arañas
    Iban por los laureles.




BALADA DE LA PLACETA

_1919_


      Cantan los niños
    En la noche quieta:
    ¡Arroyo claro,
    Fuente serena!

          LOS NIÑOS.

      ¿Qué tiene tu divino
    Corazón en fiesta?

            YO.

      Un doblar de campanas
    Perdidas en la niebla.

          LOS NIÑOS.

      Ya nos dejas cantando
    En la plazuela.
    ¡Arroyo claro,
    Fuente serena!

      ¿Qué tienes en tus manos
    De primavera?

            YO.

      Una rosa de sangre
    Y una azucena.

          LOS NIÑOS.

      Mójalas en el agua
    De la canción añeja.
    ¡Arroyo claro,
    Fuente serena!

      ¿Qué sientes en tu boca
    Roja y sedienta?

            YO.

      El sabor de los huesos
    De mi gran calavera.

          LOS NIÑOS.

      Bebe el agua tranquila
    De la canción añeja.
    ¡Arroyo claro,
    Fuente serena!

      ¿Por qué te vas tan lejos
    De la plazuela?

            YO.

      ¡Voy en busca de magos
    Y de princesas!

          LOS NIÑOS.

      ¿Quién te enseñó el camino
    De los poetas?

            YO.

      La fuente y el arroyo
    De la canción añeja.

          LOS NIÑOS.

      ¿Te vas lejos, muy lejos
    Del mar y de la tierra?

            YO.

      Se ha llenado de luces
    Mi corazón de seda,
    De campanas perdidas,
    De lirios y de abejas.
    Y yo me iré muy lejos,
    Más allá de esas sierras,
    Más allá de los mares,
    Cerca de las estrellas,
    Para pedirle a Cristo
    Señor que me devuelva
    Mi alma antigua de niño,
    Madura de leyendas,
    Con el gorro de plumas
    Y el sable de madera.

          LOS NIÑOS.

      Ya nos dejas cantando
    En la plazuela,
    ¡Arroyo claro,
    Fuente serena!

      Las pupilas enormes
    De las frondas resecas,
    Heridas por el viento,
    Lloran las hojas muertas.




ENCRUCIJADA

_Julio de 1920_


      Oh, que dolor el tener
    Versos en la lejanía
    De la pasión, y el cerebro
    Todo manchado de tinta!

      ¡Oh, que dolor no tener
    La fantástica camisa
    Del hombre feliz: la piel
    --Alfombra del sol--curtida.

      (Alrededor de mis ojos
    Bandadas de letras giran.)

      ¡Oh, que dolor el dolor
    Antiguo de la poesía,
    Este dolor pegajoso
    Tan lejos del agua limpia!

      ¡Oh, dolor de lamentarse
    Por sorber la vena lírica!
    ¡Oh dolor de fuente ciega
    Y molino sin harina!

      ¡Oh, que dolor no tener
    Dolor y pasar la vida,
    Sobre la hierba incolora
    De la vereda indecisa!

      ¡Oh, el más profundo dolor,
    El dolor de la alegría.
    Reja que nos abre surcos
    Donde el llanto fructifica!

      (Por un monte de papel
    Asoma la luna fría)
    ¡Oh dolor de la verdad!
    ¡Oh dolor de la mentira!




HORA DE ESTRELLAS

_1920_


      El silencio redondo de la noche
    Sobre el pentágrama
    Del infinito.

      Yo me salgo desnudo a la calle,
    Maduro de versos
    Perdidos.
    Lo negro, acribillado
    Por el canto del grillo,
    Tiene ese fuego fatuo,
    Muerto,
    Del sonido.
    Esa luz musical
    Que percibe
    El espíritu.

      Los esqueletos de mil mariposas
    Duermen en mi recinto.

      Hay una juventud de brisas locas
    Sobre el río.


EL CAMINO

      No conseguirá nunca
    Tu lanza
    Herir al horizonte.
    La montaña
    Es un escudo
    Que lo guarda.

      No sueñes con la sangre de la luna
    Y descansa.
    Pero deja camino,
    Que mis plantas
    Exploren la caricia
    De la rociada.

      ¡Quiromántico enorme!
    ¿Conocerás las almas
    Por el débil tatuaje
    Que olvidan en tu espalda?
    Si eres un Flanmarión
    De las pisadas,
    ¡Cómo debes amar
    A los asnos que pasan
    Acariciando con ternura humilde
    Tu carne desgarrada!
    Ellos solos meditan donde puede
    Llegar tu enorme lanza.
    Ellos solos, que son
    Los Bhudas de la Fauna,
    Cuando viejos y heridos deletrean
    Tu libro sin palabras.

      ¡Cuánta melancolía
    Tienes entre las casas
    Del poblado!
    ¡Qué clara
    Es tu virtud! Aguantas
    Cuatro carros dormidos,
    Dos acacias,
    Y un pozo del antaño
    Que no tiene agua.

      Dando vueltas al mundo,
    No encontrarás posada.
    No tendrás camposanto
    Ni mortaja,
    Ni el aire del amor renovará
    Tu substancia.

      Pero sal de los campos
    Y en la negra distancia
    De lo eterno, si tallas
    La sombra con tu lima
    Blanca ¡oh, camino!
    ¡Pasarás por el puente
    De Santa Clara!




EL CONCIERTO INTERRUMPIDO

_1920_


A ADOLFO SALAZAR

      Ha roto la armonía
    De la noche profunda,
    El calderón helado y soñoliento
    De la media luna.

      Las acequias protestan sordamente
    Arropadas con juncias,
    Y las ranas, muecines de la sombra,
    Se han quedado mudas.

      En la vieja taberna del poblado
    Cesó la triste música,
    Y ha puesto la sordina a su aristón
    La estrella más antigua.

      El viento se ha sentado en los torcales
    De la montaña obscura,
    Y un chopo solitario--el Pitágoras
    De la casta llanura--
    Quiere dar con su mano centenaria,
    Un cachete a la luna.




CANCIÓN ORIENTAL

_1920_


      Es la granada olorosa
    Un cielo cristalizado.
    (Cada grano es una estrella
    Cada velo es un ocaso)
    Cielo seco y comprimido
    Por la garra de los años.

      La granada es como un seno
    Viejo y apergaminado,
    Cuyo pezón se hizo estrella
    Para iluminar el campo.

      Es colmena diminuta
    Con panal ensangrentado
    Pues con bocas de mujeres
    Sus abejas la formaron.
    Por eso al estallar, ríe
    Con purpuras de mil labios...

      La granada es corazón
    Que late sobre el sembrado,
    Un corazón desdeñoso
    Donde no pican los pájaros,
    Un corazón que por fuera
    Es duro como el humano,
    Pero da al que lo traspasa
    Olor y sangre de mayo.
    La granada es el tesoro
    Del viejo gnomo del prado,
    El que habló con niña Rosa,
    En el bosque solitario,
    Aquél de la blanca barba
    Y del traje colorado.
    Es el tesoro que aún guardan
    Las verdes hojas del árbol.
    Arca de piedras preciosas
    En entraña de oro vago.

      La espiga es el pan. Es Cristo
    En vida y muerte cuajado.

      El olivo es la firmeza
    De la fuerza y el trabajo.

      La manzana es lo carnal,
    Fruta esfinge del pecado,
    Gota de siglos que guarda
    De Satanás el contacto.

      La naranja es la tristeza
    Del azahar profanado,
    Pues se torna fuego y oro
    Lo que antes fué puro y blanco.

      Las vides son la lujuria
    Que se cuaja en el verano,
    De las que la iglesia saca
    Con bendición, licor santo.

      Las castañas son la paz
    Del hogar. Cosas de antaño.
    Crepitar de leños viejos,
    Peregrinos descarriados.

      La bellota es la serena
    Poesía de lo rancio,
    Y el membrillo de oro débil
    La limpieza de lo sano.

      Más la granada es la sangre,
    Sangre del cielo sagrado,
    Sangre de la tierra herida
    Por la aguja del regato.
    Sangre del viento que viene
    Del rudo monte arañado.
    Sangre de la mar tranquila,
    Sangre del dormido lago.
    La granada es la prehistoria
    De la sangre que llevamos,
    La idea de sangre, encerrada
    En glóbulo duro y agrio,
    Que tiene una vaga forma
    De corazón y de cráneo.

      ¡Oh granada abierta!, que eres
    Una llama sobre el árbol,
    Hermana en carne de Venus,
    Risa del huerto oreado.
    Te cercan las mariposas
    Creyéndote sol parado,
    Y por miedo de quemarse
    Huyen de ti los gusanos.

      Porque eres luz, de la vida,
    Hembra de las frutas. Claro
    Lucero de la floresta
    Del arroyo enamorado.

      ¡Quién fuera como tú, fruta,
    Todo pasión sobre el campo!




CHOPO MUERTO

_1920_


      ¡Chopo viejo!
    Has caído
    En el espejo
    Del remanso dormido,
    Abatiendo tu frente
    Ante el poniente.
    No fué el vendaval ronco
    El que rompió tu tronco,
    Ni fué el hachazo grave
    Del leñador, que sabe
    Has de volver
    A nacer.

      Fué tu espíritu fuerte
    El que llamó a la muerte,
    Al hallarte sin nidos, olvidado
    De los chopos infantes del prado.
    Fué que estabas sediento
    De pensamiento,
    Y tu enorme cabeza centenaria,
    Solitaria
    Escuchaba los lejanos
    Cantos de tus hermanos.

      En tu cuerpo guardabas
    Las lavas
    De tu pasión,
    Y en tu corazón,
    El semen sin futuro de Pegaso.
    La terrible simiente
    De un amor inocente
    Por el sol del ocaso.

      ¡Qué amargura tan honda
    Para el paisaje,
    El héroe de la fronda
    Sin ramaje!

      Ya no serás la cuna
    De la luna,
    Ni la mágica risa
    De la brisa,
    Ni el bastón de un lucero
    Caballero.
    No tornará la primavera
    De tu vida,
    Ni verás la sementera
    Florecida.
    Serás nidal de ranas
    Y de hormigas.
    Tendrás por verdes canas
    Las ortigas,
    Y un día la corriente
    Sonriente
    Llevará tu corteza
    Con tristeza.

      ¡Chopo viejo!
    Has caído
    En el espejo
    Del remanso dormido.
    Yo te vi descender
    En el atardecer,
    Y escribo tu elegía,
    Que es la mía.




CAMPO

_1920_


      El cielo es de ceniza.
    Los árboles son blancos,
    Y son negros carbones
    Los rastrojos quemados.
    Tiene sangre reseca
    La herida del Ocaso,
    Y el papel incoloro
    Del monte, está arrugado.
    El polvo del camino
    Se esconde en los barrancos.
    Están las fuentes turbias
    Y quietos los remansos.
    Suena en un gris rojizo
    La esquila del rebaño,
    Y la noria materna
    Acabó su rosario.

      El cielo es de ceniza
    Los árboles son blancos.




LA BALADA DEL AGUA DEL MAR

_1920_


A EMILIO PRADOS
(CAZADOR DE NUBES)

      El mar,
    Sonríe a lo lejos.
    Dientes de espuma
    Labios de cielo.

      ¿Qué vendes; oh joven turbia
    Con los senos al aire?

    --Vendo señor, el agua
    De los mares.--

      ¿Qué llevas, oh negro joven,
    Mezclado con tu sangre?

    --Llevo señor el agua
    De los mares.--

      ¿Esas lágrimas salobres
    De dónde vienen, madre?

    --Lloro señor, el agua
    De los mares.--

      ¿Corazón; y esta amargura
    Seria, de dónde nace?

    --¡Amarga mucho el agua
    De los mares!--

      El mar
    Sonríe a lo lejos.
    Dientes de espuma
    Labios de cielo.




ÁRBOLES

_1919_


      ¡Árboles!
    ¿Habéis sido flechas
    Caidas del azul?
    ¿Qué terribles guerreros os lanzaron?
    ¿Han sido las estrellas?

      Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros,
    De los ojos de Dios,
    De la pasión perfecta.
    ¡Árboles!
    ¿Conocerán vuestras raíces toscas
    Mi corazón en tierra?




LA LUNA Y LA MUERTE

_1919_


      La luna tiene dientes de marfil.
    ¡Qué vieja y triste asoma!
    Están los cauces secos,
    Los campos sin verdores
    Y los árboles mustios
    Sin nidos y sin hojas.
    Doña Muerte, arrugada,
    Pasea por saurales
    Con su absurdo cortejo
    De ilusiones remotas.
    Va vendiendo colores
    De cera y de tormenta
    Como un hada de cuento
    Mala y enredadora.

      La luna le ha comprado
    Pinturas a la Muerte.
    En esta noche turbia
    ¡Está la luna loca!

      Yo mientras tanto pongo
    En mi pecho sombrío
    Una feria sin músicas
    Con las tiendas de sombra.




MADRIGAL

_1919_


            Yo te miré a los ojos
          Cuando era niño y bueno.
          Tus manos me rozaron
          Y me distes un beso.

      (Los relojes llevan la misma cadencia,
    Y las noches tienen las mismas estrellas.)

            Y se abrió mi corazón
          Como una flor bajo el cielo,
          Los pétalos de lujuria
          Y los estambres de sueño.

      (Los relojes llevan la misma cadencia,
    Y las noches tienen las mismas estrellas.)

            En mi cuarto sollozaba
          Como el príncipe del cuento
          Por Estrellita de oro
          Que se fué de los torneos.

      (Los relojes llevan la misma cadencia,
    Y las noches tienen las mismas estrellas.)

            Yo me alejé de tu lado
          Queriéndote sin saberlo,
          No sé como son tus ojos
          Tus manos ni tus cabellos.
          Solo me queda en la frente
          La mariposa del beso.

      (Los relojes llevan la misma cadencia,
    Y las noches tienen las mismas estrellas.)




DESEO

_1920_


      Solo tu corazón caliente,
    Y nada más.

      Mi paraíso un campo
    Sin ruiseñor
    Ni liras,
    Con un río discreto
    Y una fuentecilla.

      Sin la espuela del viento
    Sobre la fronda,
    Ni la estrella que quiere
    Ser hoja.

      Una enorme luz
    Que fuera
    Luciernaga
    De otra,
    En un campo de
    Miradas rotas.

      Un reposo claro
    Y allí nuestros besos,
    Lunares sonoros
    Del eco,
    Se abrirían muy lejos.

      Y tu corazón caliente,
    Nada más.




LOS ÁLAMOS DE PLATA

_Mayo de 1919_


      Los álamos de plata
    Se inclinan sobre el agua.
    Ellos todo lo saben pero nunca hablarán.
    El lirio de la fuente
    No grita su tristeza.
    ¡Todo es más digno que la humanidad!

      La ciencia del silencio frente al cielo estrellado,
    La posee la flor y el insecto no más.
    La ciencia de los cantos por los cantos, la tienen
    Los bosques rumorosos
    Y las aguas del mar.

      El silencio profundo de la vida en la tierra,
    Nos lo enseña la rosa
    Abierta en el rosal.

      ¡Hay que dar el perfume
    Que encierran nuestras almas!
    Hay que ser todo cantos,
    Todo luz y bondad.
    ¡Hay que abrirse del todo
    Frente a la noche negra,
    Para que nos llenemos de rocío inmortal!

      ¡Hay que acostar al cuerpo
    Dentro del alma inquieta!
    Hay que cegar los ojos con luz de más allá.
    Tenemos que asomarnos
    A la sombra del pecho,
    Y arrancar las estrellas que nos puso Satán.

      Hay que ser como el árbol
    Que siempre está rezando,
    Como el agua del cauce
    Fija en la eternidad.

      ¡Hay que arañarse el alma con garras de tristeza
    Para que entren las llamas
    Del horizonte astral!

      Brotaría en la sombra del amor carcomido,
    Una fuente de aurora
    Tranquila y maternal.
    Desaparecerían ciudades en el viento
    Y a Dios en una nube
    Veríamos pasar.




ESPIGAS

_Junio de 1919_


      El trigal se ha entregado a la muerte.
    Ya las hoces cortan las espigas.
    Cabecean los chopos hablando
    Con el alma sutil de la brisa.

      El trigal sólo quiere silencio.
    Se cuajó con el sol, y suspira
    Por el amplio elemento en que moran
    Los ensueños despiertos.
                            El día,
    Ya maduro de luz y sonido,
    Por los montes azules declina.

      ¿Qué misterioso pensamiento
    Conmueve a las espigas?
    ¿Qué ritmo de tristeza soñadora
    Los trigales agita?...

      ¡Parecen las espigas viejos pájaros
    Que no pueden volar!
    Son cabecitas,
    Que tienen el cerebro de oro puro
    Y expresiones tranquilas.

      Todas piensan lo mismo,
    Todas llevan
    Un secreto profundo que meditan.
    Arrancan a la tierra su oro vivo
    Y cual dulces abejas del sol, liban
    El rayo abrasador con que se visten
    Para formar el alma de la harina.

      ¡Oh, qué alegre tristeza me causais
    Dulcísimas espigas!
    Venís de las edades más profundas,
    Cantásteis en La Biblia,
    Y tocáis cuando os rozan los silencios
    Un concierto de liras.

      Brotáis para alimento de los hombres,
    ¡Pero mirad las blancas margaritas
    Y los lirios que nacen _porque sí_!
    ¡Momias de oro sobre las campiñas!
    La flor silvestre nace para el Sueño
    Y vosotras nacéis para la vida.




MEDITACIÓN BAJO LA LLUVIA

FRAGMENTO

_3 de enero de 1919_


A JOSÉ MORA

      Ha besado la lluvia al jardín provinciano
    Dejando emocionantes cadencias en las hojas.
    El aroma sereno de la tierra mojada,
    Inunda al corazón de tristeza remota.

      Se rasgan nubes grises en el mudo horizonte.
    Sobre el agua dormida de la fuente, las gotas
    Se clavan, levantando claras perlas de espuma.
    Fuegos fatuos, que apaga el temblor de las ondas.

      La pena de la tarde estremece a mi pena.
    Se ha llenado el jardín de ternura monótona.
    ¿Todo mi sufrimiento se ha perder, Dios mío,
    Como se pierde el dulce sonido de las frondas?

      ¿Todo el eco de estrellas que guardo sobre el alma
    Será luz que me ayude a luchar con mi forma?
    ¿Y el alma verdadera se despierta en la muerte?
    ¿Y esto que ahora pensamos se lo traga la sombra?

      ¡Oh, qué tranquilidad del jardín con la lluvia!
    Todo el paisaje casto mi corazón transforma,
    En un ruido de ideas humildes y apenadas
    Que pone en mis entrañas un batir de palomas.

      Sale el sol.
                El jardín desangra en amarillo.
    Late sobre el ambiente una pena que ahoga.
    Yo siento la nostalgia de mi infancia intranquila,
    Mi ilusión de ser grande en el amor, las horas
    Pasadas como ésta contemplando la lluvia
    Con tristeza nativa.
                        Caperucita roja
    Iba por el sendero...
    Se fueron mis historias, hoy medito, confuso,
    Ante la fuente turbia que del amor me brota.

      ¿Todo mi sufrimiento se ha de perder, Dios mío,
    Como se pierde el dulce sonido de las frondas?

      Vuelve a llover.
    El viento va trayendo a las sombras.




MANANTIAL

FRAGMENTO

_1919_


      La sombra se ha dormido en la pradera.
    Los manantiales cantan.

      Frente al ancho crepúsculo de invierno
    Mi corazón soñaba.
    ¿Quién pudiera entender los manantiales,
    El secreto del agua
    Recién nacida. Ese cantar oculto
    A todas las miradas
    Del espíritu. Dulce melodía
    Más allá de las almas?...

      Luchando bajo el peso de la sombra
    Un manantial cantaba.
    Yo me acerqué para escuchar su canto
    Pero mi corazón no entiende nada.

      Era un brotar de estrellas invisibles
    Sobre la hierba casta
    Nacimiento del Verbo de la tierra
    Por un sexo sin mancha.

      Mi chopo centenario de la vega
    Sus hojas meneaba
    Y eran las hojas trémulas de ocaso
    Como estrellas de plata.
    El resumen de un cielo de verano
    Era el gran chopo.
                      Mansas
    Y turbias de penumbra yo sentía
    Las canciones del agua.

      ¿Qué alfabeto de auroras ha compuesto
    Sus ocultas palabras?
    ¿Qué labios las pronuncian? ¿Y qué dicen
    A la estrella lejana?
    ¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne
    La inaplacable brasa
    Del pecado. Mis mares interiores
    Se quedaron sin playas.
    Tu faro se apagó. ¡Ya los alumbra
    Mi corazón de llamas!
    Pero el negro secreto de la noche
    Y el secreto del agua
    ¿Son misterios tan solo para el ojo
    De la conciencia humana?
    ¿La niebla del misterio no estremece
    Al árbol, el insecto y la montaña?
    ¿El terror de la sombra no lo sienten
    Las piedras y las plantas?
    ¿Es sonido tan solo esta voz mía?
    ¿Y el casto manantial no dice nada?

      Más yo siento en el agua
    Algo que me estremece... como un aire
    Que agita los ramajes de mi alma.

      ¡Sé árbol!
                (Dijo una voz en la distancia.)
    Y hubo un torrente de luceros
    Sobre el cielo sin mancha.

      Yo me incrusté en el chopo centenario
    Con tristeza y con ansia
    Cual Dafne varonil que huye miedosa
    De un Apolo de sombra y de nostalgia.
    Mi espíritu fundióse con las hojas
    Y fué mi sangre savia.
    En untosa resina convirtióse
    La fuente de mis lágrimas.
    El corazón se fué con las raíces,
    Y mi pasión humana,
    Haciendo heridas en la ruda carne
    Fugaz me abandonaba.

      Frente al ancho crepúsculo de invierno
    Yo torcía las ramas
    Gozando de los ritmos ignorados
    Entre la brisa helada.
    Sentí sobre mis brazos dulces nidos,
    A cariciar de alas,
    Y sentí mil abejas campesinas
    Que en mis dedos zumbaban.
    ¡Tenía una colmena de oro vivo
    En las viejas entrañas!
    El paisaje y la tierra se perdieron
    Sólo el cielo quedaba,
    Y escuché el débil ruido de los astros
    Y el respirar de las montañas.

      ¿No podrán comprender mis dulces hojas
    El secreto del agua?
    ¿Llegarán mis raíces a los reinos
    Donde nace y se cuaja?
    Encliné mis ramajes hacia el cielo
    Que las ondas copiaban,
    Mojé las hojas en el cristalino
    Diamante azul que canta,
    Y sentí borbotar los manantiales
    Como de humano yo los escuchara.
    Era el mismo fluir lleno de música
    Y de ciencia ignorada.

      Al levantar mis brazos gigantescos
    Frente al azul, estaba
    Lleno de niebla espesa, de rocío
    Y de luz marchitada.

      Tuve la gran tristeza vegetal,
    El amor a las alas,
    Para poder lanzarse con los vientos
    A las estrellas blancas.
    Pero mi corazón en las raíces
    Triste me murmuraba:
    Si no comprendes a los manantiales
    ¡Muere y troncha tus ramas!

      ¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos
    Que entiendan a las aguas!
    Dame un voz que por amor arranque
    Su secreto a las ondas encantadas;
    Para encender tu faro sólo pido
    Aceite de palabras.

      ¡Sé ruiseñor! dice una voz perdida
    En la muerta distancia,
    Y un torrente de cálidos luceros
    Brotó del seno que la noche guarda.
    ...........................
    ...........................




MAR

_Abril de 1919_


      El mar es
    El Lucifer del azul.
    El cielo caído
    Por querer ser la luz.

      ¡Pobre mar condenado
    A eterno movimiento,
    Habiendo antes estado
    Quieto en el firmamento!

      Pero de tu amargura
    Te redimió el amor.
    Pariste a Venus pura,
    Y quedóse tu hondura
    Virgen y sin dolor.

      Tus tristezas son bellas,
    Mar de espasmos gloriosos.
    Mas hoy en vez de estrellas
    Tienes pulpos verdosos.

      Aguanta tu sufrir
    Formidable Satán.
    Cristo anduvo por ti,
    Mas también lo hizo Pan.

      La estrella Venus es
    La harmonía del mundo.
    ¡Calle el Eclesiastés!
    Venus es lo profundo
    Del alma...

    ... Y el hombre miserable
    Es un ángel caído.
    La tierra es el probable
    Paraíso perdido.




SUEÑO

_Mayo de 1919_


      Iba yo montado sobre
    Un macho cabrío.
    El abuelo me habló
    Y me dijo:
    --Ese es tu camino.
    ¡Es ese!, gritó mi sombra,
    Disfrazada de mendigo.
    ¡Es aquel de oro, dijeron
    Mis vestidos!
    Un gran cisne me guiñó,
    Diciendo: ¡vente conmigo!
    Y una serpiente mordía
    Mi sayal de peregrino.

      Mirando al cielo, pensaba:
    Yo no tengo camino.
    Las rosas del fin serán
    Como las del principio.
    En niebla se convierte
    La carne y el rocío.

      Mi caballo fantástico me lleva
    Por un campo rojizo.
    ¡Déjame!, clamó, llorando,
    Mi corazón pensativo.
    Yo lo abandoné en la tierra,
    Lleno de tristeza.
                      Vino
    La noche, llena de arrugas
    Y de sombras.

                  Alumbran el camino,
    Los ojos luminosos y azulados
    De mi macho cabrío.




OTRO SUEÑO

_1919_


      ¡Una golondrina vuela
    Hacia muy lejos!...

    Hay floraciones de rocío
    Sobre mi sueño,
    Y mi corazón da vueltas,
    Lleno de tedio,
    Como un «tío vivo» en que la Muerte
    Pasea a sus hijuelos.
    ¡Quisiera en estos árboles
    Atar al tiempo
    Con un cable de noche negra,
    Y pintar luego
    Con mi sangre las riberas
    Pálidas de mis recuerdos.
    ¿Cuántos hijos tiene la Muerte?
    ¡Todos están en mi pecho!

      ¡Una golondrina viene
    De muy lejos!




ENCINA

_1919_


      Bajo tu casta sombra, encina vieja,
    Quiero sondar la fuente de mi vida
    Y sacar de los fangos de mi sombra
    Las esmeraldas líricas.

      Echo mis redes sobre el agua turbia
    Y las saco vacías.
    ¡Más abajo del cieno tenebroso
    Están mis pedrerías!

      ¡Hunde en mi pecho tus ramajes santos!,
    ¡Oh solitaria encina!,
    Y deja en mi sub-alma
    Tus secretos y tu pasión tranquila.

      Esta tristeza juvenil se pasa,
    ¡Ya lo sé! La alegría
    Otra vez dejará sus guirnaldas
    Sobre mi frente herida,
    Aunque nunca mis redes pescarán
    La oculta pedrería
    De tristeza inconsciente que reluce
    Al fondo de mi vida.

      Pero mi gran dolor trascendental
    Es tu dolor, encina.
    Es el mismo dolor de las estrellas
    Y de la flor marchita.

      Mis lágrimas resbalan a la tierra
    Y, como tus resinas,
    Corren sobre las aguas del gran cauce
    Que va a la noche fría.
    Y nosotros también resbalaremos,
    Yo con mis pedrerías,
    Y tú plenas las ramas de invisibles
    Bellotas matafísicas.

      No me abandones nunca en mis pesares,
    Esquelética amiga.
    Cántame con tu boca vieja y casta
    Una canción antigua,
    Con palabras de tierra entrelazadas
    En la azul melodía.

      Vuelvo otra vez a echar las redes sobre
    La fuente de mi vida,
    Redes hechas con hilos de esperanza,
    Nudos de poesía,
    Y saco piedras falsas entre un cieno
    De pasiones dormidas.

      Con el sol del otoño toda el agua
    De mi fontana vibra,
    Y noto que sacando sus raíces
    Huye de mí la encina.




INVOCACIÓN AL LAUREL

_1919_


A PEPE CIENFUEGOS

      Por el horizonte confuso y doliente
    Venía la noche preñada de estrellas.
    Yo, como el barbudo mago de los cuentos,
    Sabía lenguajes de flores y piedras.

      Aprendí secretos de melancolía,
    Dichos por cipreses, ortigas y yedras;
    Supe del ensueño por boca del nardo,
    Canté con los lirios canciones serenas.

      En el bosque antiguo, lleno de negrura,
    Todos me mostraban sus almas cual eran:
    El pinar, borracho de aroma y sonido;
    Los olivos viejos, cargados de ciencia;
    Los álamos muertos, nidales de hormigas;
    El musgo, nevado de blancas violetas.

      Todo hablaba dulce a mi corazón
    Temblando en los hilos de sonora seda
    Con que el agua envuelve las cosas paradas
    Como telaraña de harmonía eterna.

      Las rosas estaban soñando en la lira,
    Tejen las encinas oros de leyendas,
    Y entre la tristeza viril de los robles
    Dicen los enebros temores de aldea.

      Yo comprendo toda la pasión del bosque:
    Ritmo de la hoja, ritmo de la estrella.
    Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón
    Dormirá en los brazos de la luz perfecta.

      Conozco la lira que presientes, rosa;
    Formé su cordaje con mi vida muerta.
    ¡Dime en qué remanso podré abandonarla
    Como se abandonan las pasiones viejas!

      ¡Conozco el misterio que cantas, ciprés;
    Soy hermano tuyo en noche y en pena;
    Tenemos la entraña cuajada de nidos,
    Tú de ruiseñores y yo de tristezas!

      ¡Conozco tu encanto sin fin, padre olivo,
    Al darnos la sangre que extraes de la Tierra;
    Como tú, yo extraigo con mi sentimiento
    El óleo bendito
    Que tiene la idea!

      Todos me abrumáis con vuestras canciones;
    Yo sólo os pregunto por la mía incierta;
    Ninguno queréis sofocar las ansias
    De este fuego casto
    Que el pecho me quema.

      ¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,
    Siempre silencioso,
    Lleno de nobleza!
    ¡Vierte en mis oídos tu historia divina,
    Tu sabiduría profunda y sincera!

      ¡Árbol que produces frutos de silencio,
    Maestro de besos y mago de orquestas,
    Formado del cuerpo rosado de Dafne
    Con savia potente de Apolo en tus venas!

      ¡Oh gran sacerdote del saber antiguo!
    ¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas!
    ¡Todos tus hermanos del bosque me hablan;
    Sólo tú, severo, mi canción desprecias!

      Acaso, ¡oh maestro del ritmo!, medites
    Lo inútil del triste llorar del poeta.
    Acaso tus hojas, manchadas de luna,
    Pierdan la ilusión de la primavera.

      La dulzura tenue del anochecer,
    Cual negro rocío, tapizó la senda,
    Teniendo de inmenso dosel a la noche,
    Que venía grave, preñada de estrellas.




RITMO DE OTOÑO

_1920_


A MANUEL ANGELES

      Amargura dorada en el paisaje.
    El corazón escucha.

      En la tristeza húmeda
    El viento dijo:

     --Yo soy todo de estrellas derretidas,
    Sangre del infinito.
    Con mi roce descubro los colores
    De los fondos dormidos.
    Voy herido de místicas miradas,
    Yo llevo los suspiros
    En burbujas de sangre invisibles
    Hacia el sereno triunfo
    Del Amor inmortal lleno de Noche.
    Me conocen los niños,
    Y me cuajo en tristezas
    Sobre cuentos de reinas y castillos.
    Soy copa de la luz. Soy incensario
    De cantos desprendidos
    Que cayeron envueltos en azules
    Transparencias de ritmo.
    En mi alma perdiéronse solemnes
    Carne y alma de Cristo,
    Y finjo la tristeza de la tarde
    Melancólico y frío.
    Soy la eterna harmonía de la Tierra.
    El bosque innumerable.

      Llevo las carabelas de los sueños
    A lo desconocido.
    Y tengo la amargura solitaria
    De no saber mi fin ni mi destino.--

      Las palabras del viento eran suaves,
    Con hondura de lirios.
    Mi corazón durmióse en la tristeza
    Del crepúsculo.

      Sobre la parda tierra de la estepa
    Los gusanos dijeron sus delirios.
    --Soportamos tristezas
    Al borde del camino.
    Sabemos de las flores de los bosques,
    Del canto monocorde de los grillos,
    De la lira sin cuerdas que pulsamos,
    Del oculto sendero que seguimos.
    Nuestro ideal no llega a las estrellas,
    Es sereno, sencillo;
    Quisiéramos hacer miel, como abejas,
    O tener dulce voz o fuerte grito,
    O fácil caminar sobre las hierbas,
    O senos donde mamen nuestros hijos.

      Dichosos los que nacen mariposas
    O tienen luz de luna en su vestido.
    ¡Dichosos los que cortan la rosa
    Y recogen el trigo!
    ¡Dichosos los que dudan de la Muerte
    Teniendo Paraíso,
    Y el aire que recorre lo que quiere
    Seguro de infinito.
    Dichosos los gloriosos y los fuertes,
    Los que jamás fueron compadecidos,
    Los que bendijo y sonrió triunfante
    El hermano Francisco.
    Pasamos mucha pena
    Cruzando los caminos.
    Quisiéramos saber lo que nos hablan
    Los álamos del río.--

      Y en la muda tristeza de la tarde
    Respondióles el polvo del camino:
    --Dichosos, ¡oh gusanos!, que tenéis
    Justa conciencia de vosotros mismos,
    Y formas y pasiones
    Y hogares encendidos.
    Yo en el sol me disuelvo
    Siguiendo al peregrino,
    Y cuando pienso ya en la luz quedarme
    Caigo al suelo dormido.--

      Los gusanos lloraron y los árboles
    Moviendo sus cabezas pensativos
    Dijeron:--El azul es imposible.
    Creimos alcanzarlo cuando niños,
    Y quisiéramos ser como las águilas
    Ahora que estamos por el rayo heridos.
    De las águilas es todo el azul.--
    Y el águila a lo lejos
    --¡No, no es mío!
    Porque el azul lo tienen las estrellas
    Entre sus claros brillos.--
    Las estrellas:--Tampoco lo tenemos:
    Está sobre nosotras escondido.--
    Y la negra distancia:--El azul
    Lo tiene la esperanza en su recinto.--
    Y la esperanza dice quedamente
    Desde el reino sombrío:
    --Vosotros me inventasteis corazones.--
    Y el corazón...
    ¡Dios Mío!

    El otoño ha dejado ya sin hojas
    Los álamos del río.
      El agua ha adormecido en plata vieja
    Al polvo del camino.
    Los gusanos se hunden soñolientos
    En sus hogares fríos.
    El águila se pierde en la montaña;
    El viento dice: «Soy eterno ritmo».
    Se oyen las nanas a las cunas pobres,
    Y el llanto del rebaño en el aprisco.

      La mojada tristeza del paisaje
    Enseña como un libro
    Las arrugas severas que dejaron
    Los ojos pensadores de los siglos.

      Y mientras que descansan las estrellas
    Sobre el azul dormido,
    Mi corazón ve su ideal lejano
    Y pregunta:
    ¡Dios mío!
    Pero, Dios mío, ¿a quién?
    ¿Quién es Dios mío?
    ¿Por qué nuestra esperanza se adormece
    Y sentimos el fracaso lírico
    Y los ojos se cierran comprendiendo
    Todo el azul?

      Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante
    Quiero lanzar mi grito,
    Sollozando de mí como el gusano
    Deplora su destino.
    Pidiendo lo del hombre Amor inmenso
    y azul como los álamos del río.
    Azul de corazones y de fuerza,
    El azul de mí mismo,
    Que me ponga en las manos la gran llave
    Que fuerce al infinito.
    Sin terror y sin miedo ante la muerte,
    Escarchado de amor y de lirismo.
    Aunque me hiera el rayo como al árbol
    Y me quede sin hojas y sin grito.

      Ahora tengo en la frente rosas blancas
    Y la copa rebosando vino.




AIRE DE NOCTURNO

_1919_


      Tengo mucho miedo
    De las hojas muertas,
    Miedo de los prados
    Llenos de rocío.
    Yo voy a dormirme;
    Si no me despiertas,
    Dejaré a tu lado mi corazón frío.

      ¿Qué es eso que suena
    muy lejos?
    Amor.
    El viento en las vidrieras,
    ¡Amor mío!

      Te puse collares
    Con gemas de aurora.
    ¿Por qué me abandonas
    En este camino?
    Si te vas muy lejos
    Mi pájaro llora
    Y la verde viña
    No dará su vino.

      ¿Qué es eso que suena
    Muy lejos?
    Amor. El viento en las vidrieras,
    ¡Amor mío!

      Tú no sabrás nunca,
    Esfinge de nieve,
    Lo mucho que yo
    Te hubiera querido
    Esas madrugadas
    Cuando tanto llueve
    Y en la rama seca
    Se deshace el nido.

      ¿Qué es eso que suena
    Muy lejos?
    Amor. El viento en las vidrieras,
    ¡Amor mío!




NIDO

_1919_


    ¿Qué es lo que guardo en estos
    Momentos de tristeza?
    ¡Ay quien tala mis bosques
    Dorados y floridos!
    ¿Qué leo en el espejo
    de plata conmovida
    Que la aurora me ofrece
    Sobre el agua del río?
    ¿Qué gran olmo de idea
    Se ha tronchado en mi bosque?
    ¿Qué lluvia de silencio
    Me deja estremecido?
    Si a mi amor dejé muerto
    En la ribera triste,
    ¿Qué zarzales me ocultan
    Algo recién nacido?




OTRA CANCIÓN

_1919 (Otoño)_


      ¡El sueño se deshizo para siempre!

      En la tarde lluviosa
    Mi corazón aprende
    La tragedia otoñal
    Que los árboles llueven.

      Y en la dulce tristeza
    Del paisaje que muere
    Mis voces se quebraron.
    El sueño se deshizo para siempre.
    ¡Para siempre! ¡Dios mío!
    Va cayendo la nieve
    En el campo desierto
    De mi vida,
    Y teme
    La ilusión, que va lejos,
    De helarse o de perderse.

      ¡Cómo me dice el agua
    Que el sueño se deshizo para siempre!
    ¿El sueño es infinito?
    La niebla lo sostiene,
    Y la niebla es tan sólo
    Cansancio de la nieve.

      Mi ritmo va contando
    Que el sueño se deshizo para siempre.
    Y en la tarde brumosa
    Mi corazón aprende
    La tragedia otoñal
    Que los árboles llueven.




EL MACHO CABRIO

_1919_


      El rebaño de cabras ha pasado
    Junto al agua del río.
    En la tarde de rosa y de zafiro,
    Llena de paz romántica,
    Yo miro
    Al gran macho cabrío.

      ¡Salve demonio mudo!
    Eres el más
    Intenso animal.
    Místico eterno
    Del infierno
    Carnal...

      ¡Cuántos encantos
    Tiene tu barba,
    Tu frente ancha,
    Rudo don Juan!
    ¡Qué gran acento el de tu mirada
    Mefistofélica
    Y pasional!

    Vas por los campos
    Con tu manada
    Hecho un eunuco
    ¡Siendo un sultán!
    Tu sed de sexo
    Nunca se apaga;
    ¡Bien aprendiste
    Del padre Pan!

      La cabra,
    Lenta te va siguiendo,
    Enamorada con humildad;
    Mas tus pasiones son insaciables;
    Grecia vieja
    Te comprenderá.

      ¡Oh ser de hondas leyendas santas
    De ascetas flacos y Satanás
    Con piedras negras y cruces toscas,
    Con fieras mansas y cuevas hondas
    Donde te vieron entre la sombra
    Soplar la llama
    De lo sexual!

      ¡Machos cornudos
    De bravas barbas!
    ¡Resumen negro a lo medieval!

      Nacisteis juntos con Filomnedes
    Entre la espuma casta del mar,
    Y vuestras bocas
    La acariciaron
    Bajo el asombro del mundo astral.

      Sois de los bosques llenos de rosas
    Donde la luz es huracán;
    Sois de los prados de Anacreonte,
    Llenos con sangre de lo inmortal.

      ¡Machos cabríos!
    Sois metamórfosis
    De viejos sátiros
    Perdidos ya.
    Vais derramando lujuria virgen
    Como no tuvo otro animal.

      ¡Iluminados del Mediodía!
    Pararse en firme
    Para escuchar
    Que desde el fondo de las campiñas
    El gallo os dice:
    ¡Salud!, al pasar.




ÍNDICE


Palabras de justificación                                              7

Veleta                                                                10

Los encuentros de un caracol aventurero                               14

Canción otoñal                                                        22

Canción primaveral                                                    26

Canción menor                                                         30

Elegía a doña Juana la Loca                                           34

¡Cigarra! 38

Balada triste                                                         42

Mañana                                                                46

La sombra de mi alma                                                  52

Lluvia                                                                56

Si mis manos pudieran deshojar                                        60

El canto de la miel                                                   64

Elegía                                                                68

Santiago                                                              74

El diamante                                                           82

Madrigal de verano                                                    86

Cantos nuevos                                                         90

Alba                                                                  94

El presentimiento                                                     98

Canción para la luna                                                 102

Elegía del silencio                                                  106

Balada de un día de julio                                            110

_In memoriam_                                                        116

Sueño                                                                118

Paisaje                                                              122

Noviembre                                                            126

Preguntas                                                            130

La veleta yacente                                                    132

Corazón nuevo                                                        136

Se ha puesto el sol                                                  140

Pajarita de papel                                                    144

Madrigal                                                             148

Una campana                                                          152

Consulta                                                             156

Tarde                                                                160

Hay almas que tienen                                                 164

Prólogo                                                              168

Balada interior                                                      174

El lagarto viejo                                                     178

Patio húmedo                                                         184

Balada de la placeta                                                 188

Encrucijada                                                          194

Hora de estrellas                                                    198

El concierto interrumpido                                            202

Canción oriental                                                     206

Chopo muerto                                                         212

Campo                                                                216

La balada del agua del mar                                           218

Arboles                                                              222

La luna y la muerte                                                  224

Madrigal                                                             228

Deseo                                                                232

Los álamos de plata                                                  236

Espigas                                                              240

Meditación bajo la lluvia                                            244

Manantial                                                            248

Mar                                                                  254

Sueño                                                                258

Otro sueño                                                           262

Encina                                                               264

Invocación al laurel                                                 268

Ritmo de otoño                                                       274

Aire de nocturno                                                     282

Nido                                                                 286

Otra canción                                                         288

El macho cabrío                                                      292


                              ESTE LIBRO
                         SE ACABÓ DE IMPRIMIR
                         EN LA IMPRENTA MAROTO
                               DE MADRID
                           EL 15 DE JUNIO DE
                                 1921





*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LIBRO DE POEMAS ***


    

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Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up
to date contact information can be found at the Foundation’s website
and official page at www.gutenberg.org/contact

Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation

Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread
public support and donations to carry out its mission of
increasing the number of public domain and licensed works that can be
freely distributed in machine-readable form accessible by the widest
array of equipment including outdated equipment. Many small donations
($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
status with the IRS.

The Foundation is committed to complying with the laws regulating
charities and charitable donations in all 50 states of the United
States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
with these requirements. We do not solicit donations in locations
where we have not received written confirmation of compliance. To SEND
DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state
visit www.gutenberg.org/donate.

While we cannot and do not solicit contributions from states where we
have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
against accepting unsolicited donations from donors in such states who
approach us with offers to donate.

International donations are gratefully accepted, but we cannot make
any statements concerning tax treatment of donations received from
outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.

Please check the Project Gutenberg web pages for current donation
methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
ways including checks, online payments and credit card donations. To
donate, please visit: www.gutenberg.org/donate.

Section 5. General Information About Project Gutenberg™ electronic works

Professor Michael S. Hart was the originator of the Project
Gutenberg™ concept of a library of electronic works that could be
freely shared with anyone. For forty years, he produced and
distributed Project Gutenberg™ eBooks with only a loose network of
volunteer support.

Project Gutenberg™ eBooks are often created from several printed
editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in
the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not
necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper
edition.

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facility: www.gutenberg.org.

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including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
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