Orígenes de la novela - Tomo II

By Marcelino Menéndez y Pelayo

The Project Gutenberg eBook of Orígenes de la novela  - Tomo II
    
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Title: Orígenes de la novela  - Tomo II


Author: Marcelino Menéndez y Pelayo

Release date: September 26, 2023 [eBook #71733]

Language: Spanish

Original publication: Madrid: Casa editorial Bailly-Bailliére, 1905

Credits: Andrés V. Galia and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries)


*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK ORÍGENES DE LA NOVELA  - TOMO II ***



                        NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

En la versión de texto sin formatear las palabras en itálicas están
indicadas con _guiones bajos_; mientras que las palabras en Versalitas
se han escrito en mayúsculas. Además, una letra precedida por el signo
“^” indica que esa letra es un superíndice. Por ejemplo ^e representa
la letra “e” en tamaño más pequeño que la escritura del resto del
texto y se encuentra ligeramente por encima de la línea de escritura.
En la obra original aparecen letras o conjunto de letras con un signo
diacrítico que muestra una línea horizontal (macrón) en la parte
superior de esas letras. Algunos de esos signos no pueden representarse
en la versión sin formatear y en consecuencia están representados con
la marca [=texto]; es decir que ese signo representa la palabra “texto”
con una línea horizontal superior sobre dicha palabra.

La obra incluye una Introducción de Menéndez y Pelayo y una segunda
parte donde se presentan obras del período analizado en este
tomo. Estas obras no sólo ilustran las temáticas elegidas por sus
autores, sino el estilo, el lenguaje, modismos propios de la época,
la ortografía e. incluso, las características de las impresiones
tipográficas de ese entonces.

El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción, para la
Introducción escrita por Menéndez y Pelayo, ha sido el de respetar
las reglas de la Real Academia Española, vigentes cuando la presente
edición de esta obra fue publicada. El lector interesado puede
consultar el Mapa de Diccionarios Académicos de la Real Academia
Española.

Para el texto citado de otros autores y las novelas incluidas en la
segunda parte, el criterio fue privilegiar que coincidiese con el texto
que figura en la imagen utilizada para llevar a cabo la transcripción.

No se han modificado evidentes errores tipográficos ni de ortografía
estimando que la intención de Menéndez y Pelayo fue de que no se
corrigieran, pues formaban parte de lo que era lo habitual en ese
período. Esta presunción está sustentada en el hecho de que el mismo
Menéndez y Pelayo introdujo correcciones aclaratorias en varias de las
notas al pie de página presentes en la obra.

El Índice ha sido reubicado al comienzo de la obra.

En la Nota [267] Menéndez y Pelayo haciendo mención de una obra de
Masuccio expresa, citando el texto de dicho autor, que: «Due cavalieri
fiorentini se innamorano de due sorelle fiorentine...».

Sin embargo, en un estudio de Giulia Depoli (Le donne di Masuccio:
agency oltre l’«anatemizzazione» e la «sublimazione»; Adi editore,
2023), se menciona lo siguiente:

    «...i due cavalieri francesi Filippo de
    Lincurto e Ciarlo d’Amboia, stanziati a
    Firenze, si innamorano di due sorelle...»

La cubierta del libro fue modificada por el transciptor y se ha
agregado al dominio público.

                   *       *       *       *       *


                         Orígenes de la Novela
                            [Illustration]

                                Tomo II

                            [Illustration]


                 Nueva Biblioteca de Autores Españoles
                         bajo la dirección del
               Excmo. Sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo.




                         Orígenes de la Novela
                                Tomo II

       Novelas de los siglos XV y XVI, con un estudio preliminar

                                  de

                        D. M. Menéndez y Pelayo
                     de la Real Academía Española.


                                Madrid
                  Bailly//Bailliére é Hijos, Editores
                     Plaza de Santa Ana, núm. 10.
                                 1907




                            ÍNDICE GENERAL


                                                                    PÁG.

    INTRODUCCIÓN                                                     I

    IX. Cuentos y novelas cortas.--Traducciones de
        Boccaccio, Bandello, Giraldi Cinthio, Straparola,
        Doni, Luis Guicciardini, Belleforest, etc.--_Silva
        de varia lección_, de Pero Mexía, considerada
        bajo el aspecto novelístico.--_Miscelánea_ de D.
        Luis Zapata.--_Philosophia Vulgar_, de Juan de
        Mal Lara: relaciones entre la paremiología y la
        novelística.--_Sobremesa y alivio de caminantes_,
        de Juan de Timoneda.--_El Patrañuelo_: estudio de
        sus fuentes.--Otras colecciones de cuentos: Alonso
        de Villegas, Sebastián de Horozco, Luis de Pinedo,
        Garibay.--_Glosas del sermón de Aljubarrota_, atribuidas
        á D. Diego Hurtado de Mendoza.--_Floresta Española_,
        de Melchor de Santa Cruz.--Libros de apotegmas: Juan
        Rufo.--El cuento español en Francia.--_Silva Curiosa_,
        de Julián de Medrano.--_Clavellinas de recreación_, de
        Ambrosio de Salazar.--_Rodomuntadas españolas._--Cuentos
        portugueses, de Gonzalo Fernández Trancoso.--El
        _Fabulario_, de Sebastián Mey.--_Diálogos dé apacible
        entretenimiento_, de Gaspar Lucas Hidalgo.--_Noches de
        invierno_, de Antonio de Eslava                               I

    CARCEL DE AMOR, DE DIEGO DE SAN PEDRO                             1

    TRACTADO QVE HIZO NICOLAS NUÑEZ, SOBRE EL QVE DIEGO DE
        SAN PEDRO COMPUSO DE LERIANO Y LAUREOLA, LLAMADO «CARCEL
        DE AMOR»                                                     29

    SERMON ORDENADO POR DIEGO DE SANT PEDRO PORQUE DIXERON
        VNAS SEÑORAS QUE LE DESSEAUAN OYR PREDICAR                   37

    QUESTION DE AMOR DE DOS ENAMORADOS                               41

    DIALOGO QUE TRATA DE LAS TRASFORMACIONES DE PITÁGORAS, EN
        QUE SE ENTRUDUCE UN ZAPATERO LLAMADO MICYLLO E UN GALLO,
        EN QUYA FIGURA ANDA PITÁGORAS, POR CRISTOBAL DE VILLALON.

    CAPÍTULO I.--Como el gallo despertó á su amo Micillo e los
        consejos que le da                                           99

    CAPÍTULO II.--Como el Gallo da a entender a su amo
        Micyllo quel es Pitagoras y como fue trasformado en gallo
        y Mycillo dize vna fabula de quien fue el gallo             100

    CAPÍTULO III.--Que quenta Mycyllo lo que le sucedio en el
        conbite del rico Everates                                   100

    CAPÍTULO IV.--Que pone lo que soñaba Micillo, y lo que da
        a entender del sueño; cosa de gran sentencia                102

    CAPÍTULO V.--Pone a quantos peligros se ponen las
        personas por adquirir riquezas y lo que dello les sucede
        y si es lícito o no                                         102

    CAPÍTULO VI.--Como cuenta que fue Euforbio y da a
        entender a su amo quél habia sido hormiga                   103

    CAPÍTULO VII.--Que siendo Pitagoras lo que le acaesció          103

    CAPÍTULO VIII.--Como siendo Pitágoras fue transformado
        en Dionisio rey de Sicilia y lo que por mal gobernar se
        sucede                                                      104

    CAPÍTULO IX.--Que pone como fue trasformado de Dionisio
        en Epulon el rico y cuanto trabajo tiene uno en ser rico
        y lo que le sucedio                                         106

    CAPÍTULO X.--Que pone como fue casado con quatro mugeres
        y lo que le sucedió con la primera; cosa de notar           107

    CAPÍTULO XI.--Como fue casado la segunda vez y lo que
        pasó con la segunda mujer                                   107

    CAPÍTULO XII.--Como se casó la tercera vez y lo que con
        ella le sucedio                                             108

    CAPÍTULO XIII.--Como casó la quarta vez y lo que con esta
        muger le sucedio                                            108

    CAPÍTULO XIV.--Como de Epulon fue transformado en asno;
        cosa de notar y gran sentencia                              109

    CAPÍTULO XV.--Como su amo siendo asno lo vendio á los
        recueros y lo que le sucedio                                110

    CAPÍTULO XVI.--Cuenta como los arrieros lo vendieron á un
        húngaro y lo que allí le sucedió                            111

    CAPÍTULO XVII.--Como el húngaro lo vendio á los soldados
        y lo que le acaescio con ellos                              112

    CAPÍTULO XVIII.--Como los soldados lo vendieron á unos
        alemanes que iban á Roma y lo que cuenta por el camino;
        cosa de notar                                               112

    CAPÍTULO XIX.--Que cuenta en pronosticar y lo de los
        agüeros; cosa de notar                                      115

    CAPÍTULO XX.--Como fue convertido en rana y lo que le
        sucedio de allí                                             117

    CAPÍTULO XXI.--Como fue convertido en ramera mujer
       llamada Clarichea                                            117

    CAPÍTULO XXII.--Como fue convertido en gañan de campo y
        como servio un avariento y después fue tornado pavón e
        otras muchas cosas                                          118

    EL CROTALON, DE CHRISTOFORO GNOSOPHO, NATURAL DE LA
        ÍNSULA EUTRAPELIA, UNA DE LAS ÍNSULAS FORTUNADAS

    PRÓLOGO DEL AUCTOR                                              119

    ARGUMENTO DEL PRIMER CANTO DEL GALLO.--En el primer canto
        que se sigue el auctor propone lo que ha de tratar en la
        presente obra: narrando el primer naçimiento del gallo y
        el suceso de su vida                                        121

    ARGUMENTO DEL SEGUNDO CANTO DEL GALLO.--En el segundo
        canto que se sigue el auctor imita á Plutarco en vn
        dialogo que hizo entre Ulixes y vn griego llamado Grilo;
        el qual auia Cyrçes conuertido en puerco. En esto el
        auctor quiere dar a entender, que quando los hombres
        estan encenagados en los viçios y prinçipalmente de la
        carne son muy peores que brutos, y avn ay muchas fieras
        que sin comparaçión los exceden en el vso de la virtud      126

    ARGUMENTO DEL TERCERO CANTO DEL GALLO.--En el terçero
        canto que se sigue el auctor imita á Luçiano en todos
        sus dialogos: en los quales siempre reprehende á los
        philosophos y Religiosos de su tiempo                       132

    ARGUMENTO DEL QUARTO CANTO DEL GALLO.--En el quarto
        canto que se sigue el auctor imita á Luçiano en el libro
        que hizo llamado Pseudomantis. En el qual descriue
        marauillosamente mil tacañerias y embaymientos y engaños
        de vn falso religioso llamado Alexandro, que en muchas
        partes del mundo fingió ser propheta, dando respuestas
        ambiguas y industriosas para adquerir con el vulgo
        crédito y moneda                                            137

    ARGUMENTO DEL QUINTO CANTO DEL GALLO.--En el quinto,
        sexto y septimo cantos que se siguen el auctor debajo de
        vna graçiosa historia imita la parabola que Cristo dixo
        por San Lucas en el capitulo quince, del hijo prodigo.
        Verse ha en agraçiado estilo vn viçioso mançebo en poder
        de malas mugeres, bueltas las espaldas a su honrra, a los
        honbres y a Dios, disipar todos los doctes del alma, que
        son los thesoros que de su padre Dios heredó; y verase
        también los hechizos, engaños y encantamientos de que las
        malas mugeres vsan por gozar de sus laçivos deleytes por
        satisfazer a sola su sensualidad                           145

    ARGUMENTO DEL SEXTO CANTO DEL GALLO.--En el sexto canto
        que se sigue el auctor descriue por industria admirable
        de vna pintura las victorias que el nuestro inuictissimo
        Emperador Carlos quinto deste nombre obo en la prision
        del Rey Francisco de Francia en Pauia, y la que obo en
        Tunez y en la batalla que dio a Lansgraue y a Juanduque
        de Saxonia y liga de herejes alemanes junto al rio Albis
        en Alemania                                                152

    ARGUMENTO DEL SÉPTIMO CANTO DEL GALLO.--En el séptimo
        canto que se sigue el auctor concluyendo la parabola del
        hijo prodigo finge lo que comunmente suele aconteçer en
        los mançebos que aborridos de vn viçio dan en meterse
        frayles; y en el fin del canto se descriue vna famosa
        cortesana ramera                                           158

    ARGUMENTO DEL OCTAUO CANTO DEL GALLO.--En el octauo canto
        que se sigue el auctor se finge hauer sido monja, por
        notarles algunos intereses que en daño de sus conçiençias
        tienen. Concluye con una batalla de ranas en imitaçion de
        Homero                                                     166

    ARGUMENTO DEL NONO CANTO DEL GALLO.--En el nono canto
        que se sigue el auctor imitando a Luçiano en el dialogo
        llamado Toxaris, en el qual trata de la amistad, el
        auctor trata de dos amigos fidelissimos que en casos muy
        arduos aprobaron bien su intinçion. Enseñase quales deuen
        ser los buenos amigos                                      172

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO CANTO DEL GALLO.--En el deçimo canto
        que se sigue el auctor prosigue lo mucho que Arnao hizo
        por cobrar a Alberto despues que su muger se murio. En lo
        qual mostró bien el valor de su amistad, y quales todos
        los amigos deuen ser                                       180

    ARGUMENTO DEL HONZENO CANTO DEL GALLO.--En el honzeno
        canto que se sigue el auctor imitando a Luçiano en el
        libro que intituló de Luctu habla de la superfluidad y
        vanidad que entre los cristianos se vsa en la muerte,
        entierro y sepoltura. Descriuese el entierro del marques
        del Gasto, Capitan general del Emperador en la Ytalia;
        cosa muy de notar                                          185

    ARGUMENTO DEL DUODEÇIMO CANTO DEL GALLO.--En el canto
        doze que se sigue el auctor imitando a Luçiano en el
        dialogo que intituló Icaro Menipo, finge subir al cielo y
        descriue lo mucho que vio allá                             191

    ARGUMENTO DEL DEÇIMOTERÇIO CANTO DEL GALLO.--En el
        deçimoterçio canto que se sigue el auctor prosiguiendo
        la subida del çielo descriue la pena que se da a los
        ingratos                                                   196

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO QUARTO CANTO DEL GALLO.--En el
        deçimo quarto canto que se sigue el auctor concluye
        con la subida del çielo y propone tratar la bajada
        del infierno, _declarando muchas cosas que açerca dél
        tuuieron los gentiles historiadores y poetas antiguos_     203

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO QUINTO CANTO DEL GALLO.--En el
        deçimo quinto canto que se sigue el auctor imitando
        a Luçiano en el libro que intituló Necromançia finge
        deçendir al infierno. Donde descriue las estançias y
        lugares y penas de los condenados                          209

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO SEXTO CANTO DEL GALLO.--En el deçimo
        sexto canto que se sigue el auctor en Rosicler hija del
        Rey de Siria descriue la feroçidad con que vna muger
        acomete qualquiera cosa que le venga al pensamiento si
        es lisiada de vn lasçiuo interes, y concluye con el
        deçendimiento del infierno imitando a Luçiano en los
        libros que de varios dialogos intituló                     214

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO SEPTIMO CANTO DEL GALLO.--En el
        deçimo septimo canto que se sigue el auctor imitando a
        Luçiano en el dialogo llamado _Conuiuium philosophorum_,
        sueña auerse hallado en vna misa nueua, en la qual
        descriue grandes aconteçimientos que entre clerigos en
        ella passaron                                              220

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO OCTAUO CANTO DEL GALLO.--En el
        deçimo octauo canto o sueño que se sigue el auctor
        muestra los grandes daños que en el mundo se siguen por
        faltar la verdad de entre los hombres                      229

    ARGUMENTO DEL DEÇIMO NONO CANTO DEL GALLO.--En el deçimo
        nono canto que se sigue el auctor trata del trabajo y
        meseria que ay en el palaçio y seruiçio de los prinçipes
        y señores, y reprehende a todos aquellos que teniendo
        alguna habilidad para algún offiçio en que ocupar su
        vida, se priban de su bienauenturada libertad que
        naturaleza les dio, y por viuir en viçios y profanidad se
        subjetan al seruiçio de algún Señor                        238

    ARGUMENTO DEL VIGESSIMO Y VLTIMO CANTO DEL GALLO.--En
        este vigessimo canto el auctor representa a Demophon,
        el qual viniendo vn dia a casa de Miçilo su vezino a le
        visitar le halló triste y afligido por la muerte de su
        gallo, y procurando dexarle consolado se vuelue a su
        casa                                                       245

    LOS SIETE LIBROS DE LA DIANA, DE GEORGE DE MONTEMAYOR,
        DIRIGIDA AL MUY ILLUSTRE SEÑOR DON JUAN DE CASTELLA DE
        VILLANOUA, SEÑOR DE LAS BARONÍAS DE BICORB Y QUESA         251

    LIBRO PRIMERO                                                  252

    LIBRO SEGUNDO                                                  267

    LIBRO TERÇERO                                                  286

    LIBRO CUARTO                                                   295

    LIBRO QUINTO                                                   314

    LIBRO SEXTO                                                    325

    LIBRO SÉPTIMO                                                  331

    LA DIANA ENAMORADA, CINCO LIBROS QUE PROSIGUEN LOS VII DE
        JORGE DE MONTEMAYOR, POR GASPAR GIL POLO                   337

    LIBRO PRIMERO                                                  338

    LIBRO SEGUNDO                                                  353

    LIBRO TERCERO                                                  363

    LIBRO CUARTO                                                   376

    LIBRO QUINTO                                                   386

    EL PASTOR DE FÍLIDA, COMPUESTO POR LUIS GÁLVEZ DE MONTALVO,
        GENTIL-HOMBRE CORTESANO                                    399

    PRIMERA PARTE                                                  401

    SEGUNDA PARTE                                                  410

    TERCERA PARTE                                                  421

    CUARTA PARTE                                                   430

    QUINTA PARTE                                                   448

    SEXTA PARTE                                                    464

    SÉPTIMA PARTE                                                  477


    COLLOQUIOS SATÍRICOS, HECHOS POR ANTONIO DE TORQUEMADA,
        SECRETARIO DEL YLLUSTRISSIMO SEÑOR DON ANTONIO ALFONSO
        PIMENTEL, CONDE DE BENAVENTE, DIRIGIDOS AL MUY YLLUSTRE
        Y MUY EXCELENTE SEÑOR DON ALONSO PIMENTEL, PRIMOGÉNITO Y
        SUCESSOR EN SU CASA Y ESTADO                               485

    COLLOQUIO en que se tratan los daños corporales del
        juego, persuadiendo á los que lo tienen por vicio que se
        aparten dél, con razones muy suficientes y provechosas
        para ello                                                  488

    COLLOQUIO en que se trata lo que los médicos y boticarios
        están obligados á hacer para cumplir con sus oficios,
        y así mesmo se ponen las faltas que hay en ellos para
        daño de los enfermos, con muchos avisos necesarios y
        provechosos. Divídese en dos partes: en la primera se
        trata lo que toca á los boticarios, y en la segunda lo
        de los médicos                                             499

    COLLOQUIO entre dos caballeros llamados Leandro y Florian
        y un pastor Amintas, en que se tratan las excelencias
        y perficion de la vida pastoril para los que quieren
        seguirla, probándolo con muchas razones naturales y
        autoridades y ejemplos de la Sagrada Escritura y de otros
        autores. Es muy provechosa para que las gentes no vivan
        descontentas con su pobreza, no pongan la felicidad y
        bienaventuranza en tener grandes riquezas y gozar de
        grandes estados                                            510

    COLLOQUIO que trata de la desorden que en este tiempo se
        tiene en el mundo, y principalmente en la cristiandad,
        en el comer y beber; con los daños que dello se siguen,
        y cuán necesario sería poner remedio en ello               521

    COLLOQUIO que trata de la desorden que en este tiempo
        se tiene en los vestidos y cuán necesario sería poner
        remedio en ello                                            527

    COLLOQUIO que trata de la vanidad de la honra del mundo,
        dividido en tres partes. En la primera se contiene
        qué cosa es la verdadera honra y cómo la quel mundo
        comunmente tiene por honra las más veces se podría tener
        por más verdadera infamia. En la segunda se tratan las
        maneras de las salutaciones antiguas y los títulos
        antiguos en el escrebir, loando lo uno y lo otro y
        burlando de lo que agora se usa. En la tercera se trata
        una cuestión antigua y ya tratada por otros sobre cuál
        sea más verdadera honra, la que se gana por el valor y
        merecimiento de las personas ó la que procede en los
        hombres por la dependencia de sus pasados. Es colloquio
        muy provechoso para descubrir el engaño con que las
        gentes están ciegas en lo que toca á la honra              531

    COLLOQUIO PASTORIL en que un pastor llamado Torcuato
        cuenta á otros dos pastores llamados Filonio y Grisaldo
        los amores que tuvo con una pastora llamada Belisia. Va
        compuesto en estilo apacible y gracioso y contiene en sí
        avisos provechosos para que las gentes huyan de dexarse
        vencer del Amor, tomando enxemplo en el fin que tuvieron
        estos amores y el pago que dan á los que ciegamente
        los siguen, como se podrá ver en el proceso deste
        colloquio                                                  548

    COLLOQUIO PASTORIL en que se tratan los amores de un
        pastor llamado Torcato con una pastora llamada Belisia;
        el cual da cuenta dellos á otros dos pastores llamados
        Filonio y Grisaldo, quexándose del agravio que recibió
        de su amiga. Va partido en tres partes. La primera es
        del proceso de los amores. La segunda es un sueño. En
        la tercera se trata la causa que pudo haber para lo que
        Belisia con Torcato hizo                                   549




                             INTRODUCCIÓN

                                  IX

CUENTOS Y NOVELAS CORTAS.--TRADUCCIONES DE BOCCACCIO, BANDELLO,
  GIRALDI CINTHIO, STRAPAROLA, DONI, LUIS GUICCIARDINI, BELLEFOREST,
  ETC.--«SILVA DE VARIA LECCIÓN», DE PERO MEXÍA, CONSIDERADA BAJO EL
  ASPECTO NOVELÍSTICO.--«MISCELÁNEA», DE DON LUIS ZAPATA.--«PHILOSOPHIA
  VULGAR», DE JUAN DE MAL LARA: RELACIONES ENTRE LA PAREMIOLOGÍA Y
  LA NOVELÍSTICA.--«SOBREMESA Y ALIVIO DE CAMINANTES», DE JUAN DE
  TIMONEDA.--«EL PATRAÑUELO»: ESTUDIO DE SUS FUENTES.--OTRAS COLECCIONES
  DE CUENTOS: ALONSO DE VILLEGAS, SEBASTIÁN DE HOROZCO, LUIS DE
  PINEDO, GARIBAY.--«GLOSAS DEL SERMÓN DE ALJUBARROTA», ATRIBUIDAS Á
  D. DIEGO HURTADO DE MENDOZA.--«FLORESTA ESPAÑOLA», DE MELCHOR DE
  SANTA CRUZ.--LIBROS DE APOTEGMAS: JUAN RUFO.--EL CUENTO ESPAÑOL
  EN FRANCIA.--«SILVA CURIOSA», DE JULIÁN DE MEDRANO.--«CLAVELLINAS
  DE RECREACIÓN», DE AMBROSIO DE SALAZAR.--«RODOMUNTADAS
  ESPAÑOLAS».--CUENTOS PORTUGUESES, DE GONZALO FERNÁNDEZ TRANCOSO.--EL
  «FABULARIO», DE SEBASTIÁN MEY.--«DIÁLOGOS DE APACIBLE
  ENTRETENIMIENTO»,DE GASPAR LUCAS HIDALGO.--«NOCHES DE INVIERNO»,
  DE ANTONIO DE ESLAVA.

Los orígenes más remotos del cuento ó novela corta en la literatura
española hay que buscarlos en la _Disciplina Clericalis_, de Pedro
Alfonso, y en los libros de apólogos y narraciones orientales
traducidos é imitados en los siglos XIII y XIV. Más independiente
el género, con grande y verdadera originalidad en el estilo y en la
intención moral, se muestra en _El Conde Lucanor_, y episódicamente
en algunos libros de Ramón Lull y en la _Disputa del asno_, de Fr.
Anselmo de Turmeda. Pero cortada esta tradición después del Arcipreste
de Talavera, la novelística oriental y la española rudimentaria que se
había criado á sus pechos cede el puesto por más de una centuria á la
italiana. Este período de reposo y nueva preparación es el que rompió
triunfalmente Miguel de Cervantes en 1613 con la publicación de sus
_Novelas Ejemplares_, que sirvieron de pauta á todas las innumerables
que se escribieron en el siglo XVII. Entendida como debe entenderse,
es de rigurosa exactitud esta afirmación del príncipe de nuestros
ingenios: «Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana; que
las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas de
lenguas estrangeras, y estas son mias propias, no imitadas ni hurtadas;
mi ingenio las engendró y las parió mi pluma, y van creciendo en los
brazos de la estampa».

Estas lenguas extranjeras se reducen, puede decirse, al italiano. Pero
no se crea que todos, ni siquiera la mayor parte de los _novellieri_,
fuesen traducidos íntegros ó en parte á nuestra lengua. Sólo alcanzaron
esta honra Boccaccio, Bandello, Giraldi Cinthio, Straparola y algún
otro de menos cuenta. Por el número de estas versiones, que además
fueron poco reimpresas, no puede juzgarse del grado de la influencia
italiana. Era tan familiar á los españoles, que la mayor parte de los
aficionados á la lectura amena gozaba de estos libros en su lengua
original, desdeñando con razón las traducciones, que solían ser tan
incorrectas y adocenadas como las que ahora se hacen de novelas
francesas. Pero al lado de estos intérpretes, que á veces ocultaban
modestamente su nombre, había imitadores y refundidores, como los
valencianos Timoneda y Mey y el portugués Trancoso, que, tomando por
base las colecciones toscanas, manejaban más libremente los argumentos
y aun solían interpolarlos con anécdotas españolas y rasgos de nuestro
_folk-lore_. Abundan éstos, sobre todo, en las colecciones de cuentos
brevísimos y de forma casi esquemática, tales como el _Sobremesa_, del
mismo Timoneda; la _Floresta Española_, de Melchor de Santa Cruz, y los
apotegmas y dichos agudos ó chistosos que recopilaron Luis de Pinedo,
D. Juan de Arguijo y otros ingenios, con quienes ya iremos trabando
conocimiento. Son varias también las obras misceláneas que ofrecen
ocasionalmente materiales para el estudio de este género embrionario,
que por su enlace con la novelística popular despierta en gran manera
la curiosidad de los doctos. Este aspecto muy interesante tenemos que
relegarle á segundo término, porque no escribimos de la novela como
_folkloristas_, sino como literatos, ni poseemos el caudal de erudición
suficiente para comparar entre sí las narraciones orales de los
diversos pueblos. Ateniéndonos, pues, á los textos escritos, daremos
razón ante todo de las traducciones de novelas italianas hechas en
España durante los siglos XV y XVI.

Ningunas más antiguas é interesantes que las de Boccaccio, aunque
por ventura el _Decameron_ fue menos leído y citado que ninguna otra
de sus obras latinas y vulgares; menos seguramente que la _Caída de
Príncipes_, traducida en parte por el canciller Ayala antes de 1407 y
completada en 1422 por D. Alonso de Cartagena; menos que la _Fiammetta_
y el _Corbaccio_, cuya profunda influencia en nuestra novela, ya
sentimental, ya satírica, hemos procurado determinar en capítulos
anteriores; menos que el libro _De claris mulieribus_, imitado por
D. Álvaro de Luna y por tantos otros; menos que sus repertorios de
mitología y geografía antigua (_De Genealogiis Deorum_, _De montibus,
silvis, lacubas, fluminibus, stagnis et paludibus et de nominibus
maris_). De todas estas y otras obras de Boccaccio existen traducciones
castellanas ó catalanas en varios códices y ediciones, y su difusión
está atestiguada además por el uso constante que de ellas hacen
nuestros autores del siglo XV, citándolas con el mismo encarecimiento
que las de los clásicos antiguos, ó aprovechándolas muy gentilmente sin
citarlas, como hizo Bernat Metge en su _Sompni_[1].

El _Decameron_, libro reprobado por su propio autor[2] y que contiene
tantas historias deshonestas, tuvo que ser leído más en secreto y
alegado con menos frecuencia. No se encuentra imitación de ninguno de
los cuentos hasta la mitad del siglo XVI, pero todos ellos habían sido
trasladados al catalán y al castellano en la centuria anterior.

La primera novela de Boccaccio que penetró en España, pero no en
su forma original, sino en la refundición latina que había hecho el
Petrarca con el título _De obedientia ac fide uxoria_[3], fue la
última del _Decameron_, es decir, la historia de la humilde y paciente
Griselda, tan recomendable por su intención moral. Bernat Metge,
secretario del rey D. Martín de Aragón y uno de los más elegantes
y pulidos prosistas catalanes, puso en lengua vulgar aquel sabroso
aunque algo inverosímil cuento, para obsequiar con él á Madona Isabel
de Guimerá[4]. No se conoce exactamente la fecha de esta versión, que
en uno de los dos manuscritos que la contienen lleva el título de
_Historia de las bellas virtuts_, pero de seguro es anterior á 1403, en
que el mismo autor compuso su célebre _Sueño_, donde atestigua la gran
popularidad que la novela de la marquesa de Saluzzo había adquirido ya,
hasta el punto de entretener las veladas del invierno, mientras hilaban
las mujeres en torno del fuego[5].

Un arreglo ó traducción abreviada de la misma historia, tomada también
del Petrarca, y no de Boccaccio, se encuentra en un libro castellano
anónimo, _Castigos y dotrinas que un sabio dava a sus hijas_[6]. Es
breve esta versión y tan apacible y graciosa de lengua, que me parece
bien ponerla aquí, para amenizar la aridez de estos prolegómenos
bibliográficos:

«Leese en un libro de las cosas viejas que en una parte de Italia
en una tierra que se llama de los Salucios ovo un marqués sennor de
aquella tierra, el qual era muy virtuoso y muy discreto, pero no curava
de se casar, y commo ya fuese en tal hedat que devia tomar muger, sus
vasallos y cavalleros le suplicaron que se quisiese casar, porque dél
quedase fruto que heredase aquella tierra. Y tanto gelo amonestaron
que dixo que le plazía, pero que él quería escoger la muger que avia
de tomar, y que ellos le prometiesen de ser contentos con ella, los
quales dixeron que les plazía. Y dende á poco tiempo él tomó por su
muger á una donzella hija de un vasallo suyo bien pobre, pero de buen
gesto y onestas y virtuosas costumbres. Y al tiempo que la ovo de tomar
él se fué á casa de su padre, al qual preguntó si le quería dar á su
hija por muger. Y el cavallero pobre, commo se maravillase de aquello,
le rrespondió: «Sennor eres de mí y de mi hija. Faz á tu voluntad».
Y luego el marqués preguntó á la donzella si queria ser su muger, la
qual con grant vergüença le rrespondió: «Sennor, veo que soy yndigna
para me casar contigo, pero si la voluntat de Dios es aquesta y mi
ventura es tal, faz lo que te pluguiere, que yo contenta soy de lo que
mandares». El marqués le dixo que, si con él avia de casar, que parase
mientes que jamas avia de contradizir lo que él quisiese, ni mostrar
pesar por cosa que á él pluguiese ni mandase, mas que de todo ello
avia de ser plazentera, la qual le dixo que así lo faria. Y luégo el
marqués en presencia de todos los cavalleros y vasallos suyos dixo que
él queria á aquella por muger, y que todos fuesen contentos con ella
y la onrasen y sirviesen commo á su muger. Y ellos rrespondieron que
les plazía. Y luégo la mandó vestir y aderesçar commo á novia. Y en
aquel dia hizo sus bodas y sus fiestas grandes. Y bivieron despues en
uno muy alegremente. La qual sallió y se mostró tanto buena y discreta
y de tanta virtud que todos se maravillavan. Y haziendo assy su vida
el marqués y su muger, y teniendo una hija pequenna muy hermosa, el
marqués quiso provar á su muger hasta do podria llegar su obediencia
y bondat. Y dixo á su muger que sus vasallos estavan muy despagados
dél, diziendo que en ninguna manera no quedarían por sus sennores fijos
de muger de tan baxo linaje, que por esto le conplia que no toviese
más aquella hija, porque sus vasallos no se le rrevelasen, y que gelo
hazia saber porque á ella pluguiese dello; la qual le respondió que
pues era su sennor, que hiziese á su voluntad. Y el marqués dende á
poco enbió un escudero suyo á su muger á demandarle la hija, la qual,
aunque pensó que la avian de matar, pero por ser obediente no mostró
tristeza ninguna, y miróla un poco y santiguóla y besóla y dióla al
mensajero del marqués, al qual rrogó que tal manera toviesse commo no
la comiesen bestias fieras, salvo si el sennor otra cosa le mandase.
Y el marqués embió luego secretamente á su hija á Bolonna á una su
hermana que era casada con un conde dende, á la qual enbió rogar que la
criase y acostunbrase commo á su hija, sin que persona lo supiese que
lo era. Y la hermana hízolo assi. Y la muger commo quier que pensava
que su hija era muerta, jamas le dió á entender cosa ni le mostró su
cara ménos alegre que primero por no enojar á su marido. Y despues
parió un hijo muy hermoso. Y á cabo de dos annos el marqués dixo á su
muger lo que primero por la hija, y en aquella misma manera lo enbió
á su hermana que lo criase. Ni nunca por esto esta noble muger mostró
tristeza alguna ni de ál curava sino de plazer hazer á su marido. Y
commo quier que harto bastava esta espiriencia para provar el marqués
la bondat de su muger, pero á cabo de algunos annos, pensó de la provar
más y enbió por sus hijos. Y dió á entender á la muger que él se
queria casar con otra porque sus vasallos no querian que heredasen sus
hijos aquel sennorio, lo qual por cierto era por el contrario, ántes
eran muy contentos y alegres con su sennora, y se maravillavan qué se
avian hecho los hijos. Y el marqués dixo á su muger que le era tratado
casamiento con una hija de un conde, y que le era forçado de se fazer,
por ende que toviesse fuerte coraçon para lo sofrir, y que se tornase
á su casa con su dote, y diese logar á la otra que venia cerca por el
camino ya, á lo qual ella rrespondió: «Mi sennor, yo siempre tove que
entre tu grandeza y mi humildat no avia ninguna proporcion, ni jamás
me sentí digna para tu servicio, y tú me feziste digna desta tu casa,
aunque á Dios hago testigo que en mi voluntad siempre quedé sierva. Y
deste tiempo que en tanta honrra contigo estove sin mis merescimientos
do gracias á Dios y á ti. El tienpo por venir aparejada estoy con buena
voluntad de pasar por lo que me viniese y tú mandares. Y tornarme he á
la casa de mi padre á hazer mi vejez y muerte donde me crié y hize mi
ninnez, pero siempre seré honrrada biuda, pues fuy muger de tal varon.
A lo que dizes que lleve comigo mi dote, ya sabes, sennor, que no traxe
ál sino la fe, y desnuda salli de casa de mi padre y vestida de tus
pannos los quales me plaze desnudar ante ti; pero pídote por mercet
siquiera, porque el vientre en que andovieron tus hijos no paresca
desnudo al pueblo, la camisa sola me dexes llevar». Y commo quier que
al marqués le vinieron las lágrimas á los ojos mirando tanta bondat,
pero bolvió la cara. Y yda su muger á casa de su padre vistióse las
rropas que avia dexado en su casa, las quales el padre todavia guardó
rrecelando lo mismo que veya. Las duennas todas de aquella cibdat de
grant compasion acompannavanla en su casa. Y commo y allegasen cerca
de la cibdat los fijos del marqués, embió por su muger y díxole: «Ya
sabes commo viene esta doncella con quien tengo de casar, y viene con
ella un su hermano donzel pequenno y asimismo el conde mi cunnado que
los trae y otra mucha gente, y yo querria les fazer mucha onrra, y
porque tú sabes de mis costumbres y de mi voluntad, querria que tú
hizieses aparejar las cosas que son menester, y aunque no estés así
bien vestida, las otras duennas estarán al rrecibimiento dellos y tú
aderesçarás las cosas nescessarias». La qual le rrespondió: «Sennor,
de buena voluntad y con grant desseo de te conplazer faré lo que
mandares». Y luégo puso en obra lo que era nescesario. Y commo llegó
el conde con el donzel y con la donzella, luégo la virtuosa duenna la
saludó y dixo: «En ora buena venga mi sennora». Y el marqués despues
que vido á su muger andar tan solícita y tan alegre en lo que avia
mandado, le dixo ante todas: «Duenna, ¿qué vos paresce de aquesta
donzella?» Y ella rrespondió: «Por cierto, sennor, yo creo que más
hermosa que ésta no la podrías hallar, y si con ésta no te contentas,
yo creo que jamás podrás ser contento con otra. Y espero en Dios que
farás vida pacífica con ella, mas rruégote que no des á ésta las
tentaciones que á la otra, ca segun su hedat pienso que no las podrá
comportar». Y commo esto oyó el marqués, movido con grant piedad y
considerando á la grande ofensa que avia hecho á su muger y commo ella
lo avia conportado dixo: «O muy noble muger, conocida es á mí tu fé y
obediencia, y no creo que so el cielo ovo otra que tanta esperiencia
de sí mostrase. Yo no tengo ni terné otra muger sino á ti, y aquesta
que pensavas que era mi esposa, tu hija es, y lo que pensavas que avias
perdido, juntamente lo has fallado». Y commo ella esto oyó con el
grand gozo pareció sallir de seso y con lágrimas de grant plazer fué
abraçar á sus hijos. A la qual luégo fueron traydas sus rropas, y en
gran plazer y alegría pasaron algunos dias. Y despues siempre bivieron
contentos y bienaventurados. Y la grant fama y obediencia desta sennora
oy en dia tura en aquellas tierras».

La indicación del «libro de las cosas viejas» nos hace pensar que
el _Sabio_ anónimo autor de los _Castigos_ pudo valerse de alguna
compilación en que el cuento de Griselda estaba extractado. Pero, como
prueba con toda evidencia miss Bourland en su magistral monografía[7],
este texto, cualquiera que fuese, estaba tomado de la versión de
Petrarca y no de la de Boccaccio, puesto que conviene con la primera
en todos los puntos de detalle en que el imitador latino altera el
original. Por su parte, el imitador castellano no hace más que suprimir
los nombres de los personajes, omitir ó abreviar considerablemente
algunos razonamientos y convertir al padre de Griselda, que en el
original es un pobre labrador, en un caballero pobre.

Es cosa digna de notarse que en las primitivas traducciones catalana y
castellana del _Decameron_, que citaremos inmediatamente, la _Griselda_
de Boccaccio está sustituida con la del Petrarca, que sin duda se
estimaba más por estar en latín. Y del Petrarca proceden también por
vía directa ó indirecta la _Patraña 2._ª, de Timoneda; la _Comedia muy
ejemplar de la Marquesa de Saluzia_, del representante Navarro[8], que
sigue al mismo Timoneda y al _Suplemento de todas las crónicas del
mundo_[9], y hasta los romances vulgares de _Griselda_ y _Gualtero_,
que andan en pliegos de cordel todavía[10]. Sólo puede dudarse en
cuanto á la comedia de Lope de Vega _El exemplo de casadas y prueba
de la paciencia_, porque trató con mayor libertad este argumento, que
según dice él mismo andaba figurado hasta en los naipes de Francia y
Castilla. De este raro género de popularidad disfrutaron también otros
cuentos de Boccaccio. Fernando de la Torre, poeta del siglo XV, dice
en una cierta _invención_ suya _sobre el juego de los naipes_: «Ha de
ser la figura del cavallero la ystoria de Guysmonda como le envia su
padre un gentil onbre en un cavallo e le trae el coraçon de su enemigo
Rriscardo (Guiscardo), el qual con ciertas yerbas toma en una copa de
oro e muere»[11].

Todas las novelas de Boccaccio (excepto la última, que fué sustituida
con la _Historia de las bellas virtuts_, de Bernat Metge) fueron
traducidas al catalán en 1429 por autor anónimo, que residía en San
Cugat del Vallés, monje quizá de aquella célebre casa benedictina.
El precioso y solitario códice que nos ha conservado esta obra
perteneció á D. Miguel Victoriano Amer y pertenece hoy á D. Isidro
Bonsoms y Sicart, que le guarda con tantas otras joyas literarias en
su rica biblioteca de Barcelona[12]. Pronto será del dominio público
esta interesante versión, que está imprimiendo para la _Biblioteca
Hispánica_ el joven y docto catalanista D. J. Massó y Torrents. Á su
generosidad literaria debo algunas páginas de esta obra, que es no sólo
un monumento de lengua, sino una traducción verdaderamente literaria,
cosa rarísima en la Edad Media, en que las versiones solían ser calcos
groseros. Contiene no sólo las novelas, sino todas las introducciones á
las _giornate_ y á cada una de las novelas en particular, y todos los
epílogos. Omite la _ballata_ de la jornada décima, y en general todos
los versos; pero en las _jornadas_ primera, quinta, sexta y octava las
sustituye con poesías catalanas originales, que no carecen de mérito.
Muy linda es, por ejemplo, ésta, con que termina la jornada octava:

      Pus que vuyt jorns stich, Senyora,
    Que no us mir,
    Ara es hora que me'n tolga
    Lo desir.

      E quant eu pas per la posada
    Eu dich, Amor, qui us ha lunyada
    Que no us mir?
    Ara es hora que me'n tolga
    Lo desir.

      Yo dich, Amor, qui us ha lunyada
    Lo falç marit qui m' ha reptada
    Que no us mir?
    Ara es hora que me'n tolga
    Lo desir.

      E quant eu pas per la pertida
    Eu dich, Amor, qui us ha trahida
    Que no us mir?
    Ara es hora que me'n tolga
    Lo desir.

      Yo dich, Amor, qui us ha trahida
    Lo falç gelos qui m' ha ferida
    Que no us mir?
    Ara es hora que me'n tolga
    Lo desir.

Todavía es más primorosa, aunque algo liviana, la canción final de la
jornada sexta:

      No puch dormir soleta no,
    ¿Que m' fare lassa
    Si no mi spassa?
    Tant mi turmenta l' amor.

      Ay amich, mon dolç amich,
    Somiat vos he esta nit,
    ¿Que m' fare lassa?
    Somiat vos he esta nit
    Que us tenia en mon lit,
    ¿Que m' fare lassa?

      Ay amat, mon dolç amat,
    Anit vos he somiat
    ¿Que m' fare lassa?
    Anit vos he somiat
    Que us tenia en mon braç,
    ¿Que m' fare lassa?

Así, por coincidencia de sentimiento ó de sensación, se repiten, á
través de los siglos, las quejas de la enamorada Safo: «ἔγω δὲ μόνα
καθεὐδω».

Es verosímil que estas composiciones sean anteriores á la traducción,
y de autor ó autores diversos, porque una de ellas, la de la jornada
primera, no es más que la primera estancia de una canción más provenzal
que catalana, que Milá ha publicado como de la Reina de Mallorca Doña
Constanza, hija de Alfonso IV de Aragón, casada en 1325[13].

Todavía es más curiosa la sustitución de los títulos ó primeras
palabras de los cantos populares que cita el desvergonzadísimo Dioneo
por otros catalanes, que á juzgar por tan pequeña muestra no debían de
ser menos picantes ni deshonestos. Por lo demás, el anónimo intérprete
no parece haber sentido escrúpulo alguno durante su tarea, y es muy
raro el caso en que cambia ó suprime algo, por ejemplo, las impías
palabras con que termina el cuento de Masetto de Lamporechio (primero
de la tercera jornada). Alguna vez intercala proverbios, entre ellos
uno aragonés (_giorn._ 7, nov. 2): «E per ço diu en Arago _sobre
cuernos cinco soeldos_».

Contemporánea y quizá anterior á esta traducción catalana, aunque muy
inferior á ella por todos respectos, fué la primitiva castellana, de
la cual hoy sólo existe un códice fragmentario en la Biblioteca del
Escorial. Pero hay memoria do otros dos por lo menos. En el inventario
de los libros de la Reina Católica, que estaban en el alcázar de
Segovia á cargo de Rodrigo de Tordesillas en 1503, figura con el número
150 «otro libro _en romance_ de mano, que son las novelas de Juan
Bocacio, con unas tablas de papel forradas en cuero colorado»[14]. Y
en el inventario, mucho más antiguo (1440), de la biblioteca del conde
de Benavente D. Rodrigo Alfonso Pimentel, publicado por Fr. Liciniano
Sáez[15], se mencionan «unos cuadernos de las cien novelas en papel
cebtí menor». No se dice expresamente que estuviesen en castellano,
pero la forma de cuadernos, que parecería impropia de un códice traído
de Italia, y la calidad del papel tan frecuente en España durante el
siglo XIV y principios del XV, y enteramente desusado después, hacen
muy verosímil que las novelas estuviesen en castellano[16]. Quizá
la circunstancia de andar en cuadernos sueltos fué causa de que se
hiciesen copias parciales como la del Escorial, y que tanto en estas
copias como en la edición completa del _Decameron_ castellano de
1496 y en todas las restantes se colocasen las novelas por un orden
enteramente caprichoso, que nada tiene que ver con el del texto
italiano.

El manuscrito del Escorial, cuya letra es de mediados del siglo XV,
tiene el siguiente encabezamiento:

«Este libro es de las ciento novelas que conpuso Juan Bocaçio de
Cercaldo, un grant poeta de Florencia, el qual libro, segun en el
prologo siguiente paresce, él fizo y enbió en especial a las nobles
dueñas de Florencia y en general a todas las señoras y dueñas de
qualquier nascion y Reyno que sea; pero en este presente libro non
estan más de la cinquenta e nueve novelas».

En realidad sólo contiene cincuenta, la mitad exacta; pero el prólogo
general está partido en diez capítulos. Desaparece la división en
jornadas y casi todo lo que no es puramente narrativo. No es fácil
adivinar el criterio con que la selección fue hecha, pero seguramente
no se detuvo el traductor por escrúpulos religiosos, puesto que
incluye la novela de Ser Ciappelleto, la del judío Abraham, la de
Frate Cipolla y otras tales, ni por razones de moralidad, puesto que
admite la de Peronella, la de Tofano, la del ruiseñor y alguna otra
que no es preciso mencionar más expresamente. Sólo el gusto personal
del refundidor, ó acaso la circunstancia de no disponer de un códice
completo, sino de algunos _cuadernos_ como los que tenía el conde de
Benavente, pueden explicar esto, lo mismo que la rara disposición en
que colocó las historias. La traducción es servilmente literal, y á
veces confusa é ininteligible por torpeza del intérprete ó por haberse
valido de un códice incorrecto y estropeado. Miss Bourland publicó
la tabla de los capítulos, pero no sé que ninguna de las novelas se
haya impreso todavía. Por mi parte, atendiendo á la antigüedad, no al
mérito de la versión, pongo en nota la 9.ª de la quinta _giornata_,
de donde tomó Lope de Vega el argumento de su comedia _El halcón de
Federico_[17].

Sabido es que la imprenta madrugó mucho en Italia para difundir la
peligrosa lectura del _Decameron_. Á una edición sin año, que se estima
como la primera, sucedieron la de Venecia, 1471; la de Mantua, 1472, y
luego otras trece por lo menos dentro del siglo XV, rarísimas todas, no
sólo á título de incunables, sino por haber ardido muchos ejemplares de
ellas en la grande hoguera que el pueblo florentino, excitado por las
predicaciones de Fr. Jerónimo Savonarola y de su compañero Fr. Domingo
da Pescia, encendió en la plaza el último día de Carnaval de 1497,
arrojando á ella todo género de pinturas y libros deshonestos.

Por extraño que parezca, ninguna de estas primitivas ediciones de las
_Cien Novelas_ sirvió de texto á la española, publicada en Sevilla en
1496 y reimpresa cuatro veces hasta mediar el siglo XVI (Toledo, 1524;
Valladolid, 1539; Medina del Campo, 1543; Valladolid, 1550)[18]. Miss
Bourland prueba, mediante una escrupulosa confrontación, que el texto
de la edición sevillana está muy estrechamente emparentado en el del
códice del Escorial para las cincuenta novelas que éste contiene. En
muchos casos son literalmente idénticos; convienen en la sustitución
de algunos nombres propios á otros del original italiano; tienen en
algunos pasajes los mismos errores de traducción, los mismos cambios y
adiciones. Coinciden también en dividir la introducción en capítulos,
aunque no exactamente los mismos. Finalmente, se asemejan en la
inaudita confusión y barullo en que presentan los cuentos, perdida
del todo la división en jornadas, y en suprimir la mayor parte de
los prólogos y epílogos que las separan, y por de contado, todos los
versos, á excepción de la _ballata_ de la décima jornada, que está en
el impreso, pero no en el manuscrito[19].

Las otras cincuenta novelas están traducidas en el mismo estilo, no
de fines, sino de principios del siglo XV, y casi de seguro por el
mismo traductor. De todo esto se infiere con mucha verosimilitud que
el _Decameron_ de Sevilla, cuyo texto es un poco menos incorrecto que
el del manuscrito escurialense, ya porque el editor lo cotejase y
enmendase con el italiano, lo cual no puedo creer, ya porque se valiese
de un códice mejor, representa aquella vieja traducción _en cuadernos_,
los cuales, trastrocados y revueltos de uno en otro poseedor ó copista,
llegaron á la extravagante mezcolanza actual, en que hasta los nombres
de los narradores aparecen cambiados en muchos casos, y se altera
el texto para justificar el nuevo enlace de las historias. Pero es
imposible que la primitiva versión estuviese dispuesta así; lo que
tenemos es un _rifacimento_, una corruptela, que tampoco puedo atribuir
al editor de 1496, porque más fácil le hubiera sido restablecer el
orden italiano de las historias que armar tan extraño embolismo.
Se limitó, sin duda, á reproducir el manuscrito que tenía, y este
manuscrito era un centón de algún lector antiguo que, perdido en el
laberinto de sus cuadernos, los zurció y remendó como pudo, sin tener
presente el original, que le hubiese salvado de tal extravío.

Dos cosas más hay que notar en esta versión, aparte de otras muchas
de que da minuciosa cuenta miss Bourland. Contiene todas las novelas
del _Decameron_, incluso las más licenciosas; únicamente suprime,
sin que pueda atinarse la causa, la novela 5.ª de la jornada 9.ª
(_Calandrino_), y la sustituye con otra novela de origen desconocido,
aunque probablemente italiano. La Griselda, como ya indicamos, no está
traducida de Boccaccio, sino de la paráfrasis latina del Petrarca.

Á pesar de sus cinco ediciones, el _Decameron_ castellano es uno de
los libros más peregrinos de cualquier literatura. Nuestra Biblioteca
Nacional no posee, y eso por reciente entrada de la librería de D.
Pascual Gayangos, más que la penúltima edición, la de Medina del Campo,
y es también la única que se conserva en el Museo Británico. En París
sólo tienen la última de 1550. Mucho más afortunada la Biblioteca
Nacional de Bruselas, posee, no sólo el único ejemplar conocido de la
edición incunable, sino también la primera de Valladolid. El precioso
volumen de Toledo no existe más que en la Biblioteca Magliabecchiana de
Florencia.

Vino á cortar el vuelo á estas ediciones la prohibición fulminada por
el Concilio de Trento contra las _Cien Novelas_, consignada en el
Índice de Paulo IV (Enero de 1559), y trasladada por nuestro inquisidor
general Valdés al suyo del mismo año. Más de cincuenta ediciones iban
publicadas hasta entonces en Italia. Sabido es que la prohibición fue
transitoria, puesto que San Pío V, á ruegos del Gran Duque Cosme de
Médicis, permitió á los académicos florentinos (llamados después de
la Crusca) que corrigiesen el _Decameron_ de modo que pudiese correr
sin escándalo en manos de los amantes de la lengua toscana. Esta
edición corregida no apareció hasta el año 1573, bajo el pontificado de
Gregorio XIII; refundición bien extraña, por cierto, en que quedaron
intactas novelas indecentísimas sólo con cambiar las abadesas y monjas
en matronas y doncellas, los frailes en nigromantes y los clérigos en
soldados. Respetamos los altos motivos que para ello hubo y nos hacemos
cargo de la diferencia de los tiempos. Esta edición, llamada de los
_Deputati_, fue considerada desde luego como texto de lengua, y á ella
se ajustan todas las de aquel siglo y los dos siguientes, salvo alguna
impresa en Holanda y las que con falso pie de imprenta se estamparon en
varias ciudades de Italia en el siglo XVIII.

La Inquisición Española, por su parte, autorizó el uso de esta
edición en el Índice de Quiroga (1583), donde sólo se prohiben las
_Cien Novelas_ siendo de las impresas antes del Concilio: «_Boccacii
Decades sive Decameron aut novellæ centum, nisi fuerint ex purgatis et
impressis ab anno 1572_», fórmula que se repite en todos los índices
posteriores[20]. Á la traducción castellana, como completa que era,
le alcanzaba de lleno la prohibición, y nadie pensó en expurgarla,
ni hacía mucha falta, porque el _Decameron_ italiano corría con tal
profusión[21] y era tan fácilmente entendido, que no se echaba muy de
menos aquella vieja traslación tan ruda y destartalada[22].

Precisamente la influencia de Boccaccio como cuentista y como mina de
asuntos dramáticos corresponde al siglo XVII más que al XVI. Antes
de la mitad de esta centuria apenas se encuentra imitación formal de
ninguna de las novelas. No es seguro que el cuento de la piedra en el
pozo, tal como se lee en el _Corvacho_ del Arcipreste de Talavera,
proceda de la novela de Tofano (4.ª de la jornada VII); una y otra
pueden tener por fuente común á Pedro Alfonso[23]. Todavía es más
incierto, á pesar de la opinión de Landau[24], que el romance del
_Conde Dirlos_, que debe de ser de origen francés como todos los
carolingios, tenga con la novela de Messer Torello (_giorn._ X, n.
9) más relación que el tema general de la vuelta del esposo, á quien
se suponía perdido ó muerto, y que llega á tiempo para impedir las
segundas bodas de su mujer. El romance carece enteramente de la parte
mágica que hay en la novela de Boccaccio y no hay nada que recuerde la
intervención de Saladino. En una versión juglaresca y muy tardía del
romance de _El Conde Claros_ añadió el refundidor Antonio de Pansac
una catástrofe trágica (el corazón del amante presentado en un plato),
tomada, según creo, del _Decameron_, ya en la novela de Ghismonda
y Guiscardo (_giorn._ IV, 1), ya en la de _Guiglielmo Rossiglione_
(Guillem de Cabestanh), que es la 9.ª de la misma jornada[25].

Escasas son también las reminiscencias en los libros de caballerías,
salvo en _Tirant lo Blanch_, que tanto difiere de los demás, no
sólo por la lengua, sino por el espíritu. Además de varias frases y
sentencias literalmente traducidas, Martorell reproduce una novela
entera (_giorn._ II, n. 4), la del mercader Landolfo Ruffolo, que
después de haber perdido todos sus haberes en un naufragio, encuentra
como tabla de salvamento una cajita llena de piedras preciosas. Hay
otras evidentes imitaciones de pormenor, que recoge con admirable
diligencia Arturo Farinelli, el primero que se ha fijado en ellas[26].

Otro libro de caballerías, excepcional también en algunas cosas, el
_Palmerín de Inglaterra_, de Francisco Moraes, contiene una imitación
de la novela de Ghismonda: «Tomó la copa en las manos, y diziendo al
corazón de Artibel palabras de mucho dolor, y diziendo muchas lástimas,
la hinchió de lágrimas»[27].

El ejemplo más singular de la influencia de Boccaccio en España es la
adaptación completa de una novela, localizándose en ciudad determinada,
enlazándose con apellidos históricos, complicándose con el hallazgo de
unos restos humanos é imponiéndose como creencia popular, viva todavía
en la mente de los españoles. Tal es el caso de la leyenda aragonesa
de los Amantes de Teruel, cuya derivación de la novela de Girolamo y
Salvestra (_giorn._ IV, 8) es incuestionable y está hoy plenamente
demostrada[28], sin que valga en contra la tradición local, de la que
no se encuentra vestigio antes de la segunda mitad del siglo XVI,
tradición que ya en 1619 impugnaba el cronista Blasco de Lanuza[29]
y que intentó reforzar con documentos apócrifos el escribano poeta
Juan Yagüe de Salas. El «papel de letra muy antigua» que él certifica
haber copiado y lleva por título _Historia de los amores de Diego Juan
Martinez de Marcilla é Isabel de Segura, año 1217_, es ficción suya,
poniendo en prosa, que ni siquiera tiene barniz de antigua excepto
al principio, lo mismo que antes había contado en su fastidiosísimo
poema publicado en 1616[30]. No por eso negamos la existencia de los
Amantes, ni siquiera es metafísicamente imposible que la realidad haya
coincidido con la poesía, pero sería preciso algún fundamento más serio
que los que Antillón deshizo con crítica inexorable, aun sin conocer la
fuente literaria de la leyenda.

Antonio de Torquemada, en sus _Coloquios Satíricos_ (1553), y Juan
de Timoneda, en su _Patrañuelo_ (1566), son los primeros cuentistas
del siglo XVI que empiezan á explotar la mina de Boccaccio. Después
de ellos, y sobre todo después del triunfo de Cervantes, que nunca
imita á Boccaccio directamente, pero que recibió de él una influencia
formal y estilística muy honda y fué apellidado por Tirso «el Boccaccio
español», los imitadores son legión. El cuadro general de las novelas,
tan apacible ó ingenioso, y al mismo tiempo tan cómodo, se repite hasta
la saciedad en _Los Cigarrales de Toledo_, del mismo Tirso; en el
_Para todos_, de Montalbán; en la _Casa del placer honesto_, de Salas
Barbadillo; en las _Tardes entretenidas_, _Jornadas alegres_, _Noches
de placer_, _Huerta de Valencia_, _Alivios de Casandra_ y _Quinta de
Laura_, de Castillo Solórzano; en las _Novelas amorosas_, de Doña María
de Zayas; en las _Navidades de Madrid_, de Doña Mariana de Carvajal; en
las _Navidades de Zaragoza_, de D. Matías de Aguirre; en las _Auroras
de Diana_, de D. Pedro de Castro y Anaya; en las _Meriendas del
ingenio_, de Andrés de Prado; en los _Gustos y digustos del Lentiscar
de Cartagena_, de Ginés Campillo, y en otras muchas colecciones de
novelas, y hasta de graves disertaciones, como los _Días de jardín_,
del Dr. Alonso Cano.

Hubo también, aunque en menor número de lo que pudiera creerse,
imitaciones de novelas sueltas, escogiendo por de contado las más
honestas y ejemplares. Matías de los Reyes, autor de pobre inventiva
y buen estilo, llevó la imitación hasta el plagio en _El Curial del
Parnaso_ y en _El Menandro_. Alguna imitación ocasional se encuentra
también en el _Teatro Popular_, de Lugo Dávila; en _El Pasajero_,
de Cristóbal Suárez de Figueroa, y en _El Criticón_, de Gracián.
Puntualizar todo esto y seguir el rastro de Boccaccio hasta en nuestros
cuentistas más oscuros es tarea ya brillantemente emprendida por miss
Bourland y que procuraremos completar cuando tratemos de cada uno de
los autores en la presente historia de la novela. Pero desde luego
afirmaremos que las historias de Boccaccio, aisladamente consideradas,
dieron mayor contingente al teatro que á la novela. De un pasaje de
Ricardo del Turia se infiere que solían aprovecharse para loas[31].
Pero también servían para argumentos de comedias. Ocho, por lo menos,
de Lope de Vega tienen este origen, entre ellas dos verdaderamente
deliciosas: _El anzuelo de Fenisa_ y _El ruiseñor de Sevilla_[32]. Pero
en esta parte no puede decirse que su influencia fuese mayor que la de
Bandello. De todos modos, lo que Boccaccio debía á España por medio
de Pedro Alfonso, quedó ampliamente compensado con lo que le debieron
nuestros mayores ingenios.

Hasta la mitad del siglo XVI no volvemos á encontrar traducciones de
novelas italianas. Apenas me atrevo á incluir entre ellas _La Zuca
del Doni en español_, publicada en Venecia, 1551, el mismo año y por
el mismo impresor que el texto original[33]. Porque propiamente la
_Zucca_ ó calabaza no es una colección de novelas, sino de anécdotas,
chistes, burlas, donaires y dichos agudos, repartidos en las varias
secciones de _cicalamenti_, _baie_, _chiacchiere_, _foglie_, _fiori_,
_frutti_[34]. El anónimo traductor, que dedicó su versión al abad
de Bibbiena y de San Juan in Venere en un ingenioso y bien parlado
prólogo, que pongo íntegro por nota, era amigo del Doni y debía de
tener algún parentesco de humor con él, porque le tradujo con verdadera
gracia, sin ceñirse demasiado á la letra. Razón tenía para desatarse
en su prólogo contra los malos traductores, haciendo especial mención
del de Boccaccio. Curiosísimo tipo literario era el Doni, escritor de
los que hoy llamaríamos excéntricos ó humoristas y que entonces se
llamaban _heteroclitos_ ó extravagantes, lleno de raras fantasías, tan
desordenado en sus escritos como en su vida, improvisador perpetuo,
cuyas obras, como él mismo dice, «se leían antes de ser escritas
y se estampaban antes de ser compuestas»; libelista cínico, digno
rival del Aretino; desalmado sicofanta, capaz de delatar como reos de
Estado á sus enemigos literarios; traficante perpetuo en dedicatorias;
aventurero con vena de loco; mediano poeta cómico, cuentista agudo
en el dialecto de Florencia y uno de los pocos que se salvaron de
la afectada imitación de Boccaccio[35]. En medio de sus caprichos y
bufonadas tiene rasgos de verdadero talento. Sus dos _Librerías_ ó
catálogos de impresos y manuscritos con observaciones críticas se
cuentan entre los más antiguos ensayos de bibliografía é historia
literaria. Y para los españoles, sus _Mundos celestes, terrestres é
infernales_[36], en que parodió la _Divina Comedia_, son curiosos,
porque presentan alguna remota analogía con los _Sueños_ inmortales de
Quevedo, aunque no puede llevarse muy lejos la comparación.

Menos importancia literaria que la _Zucca_ tienen las _Horas de
recreación_, de Luis Guicciardini, sobrino del grande historiador
Francisco. Á Luis se le conoce y estima principalmente por su
descripción de los Países Bajos, que tuvo por intérprete nada menos que
á nuestro rey Felipe IV. Á las _Horas de recreación_, que es una de
tantas colecciones de anécdotas y facecias, cupo traductor más humilde,
el impresor Vicente de Millis Godínez, que las publicó en Bilbao en
1580[37].

De todos los novelistas italianos Mateo Bandello fué el más leído y
estimado por los españoles después de Boccaccio y el que mayor número
de argumentos proporcionó á nuestros dramáticos. Lope de Vega hacía
profesión de admirarle, y en el prólogo de su novela _Las fortunas
de Diana_ parece que quiere contraponerle maliciosamente á Cervantes:
«Tambien hay libros de novelas, dellas traducidas de italianos y dellas
propias, en que no faltó gracia y estilo á Miguel Cervantes. Confieso
que son libros de grande entretenimiento, y que podrían ser ejemplares,
_como algunas de las historias trágicas del Bandelo_; pero habían de
escribirlos hombres científicos, ó por lo menos grandes cortesanos,
gente que halla en los desengaños notables sentencias y aforismos».
Aparte de estas palabras, cuya injusticia y mala fe es notoria, puesto
que Cervantes, aunque no fuese _hombre científico ni gran cortesano_,
está á cien codos sobre Bandello y á muy razonable altura sobre
todos los novelistas del mundo, el estudio de las historias trágicas
y cómicas del ingenioso dominico lombardo, superior á todos sus
coetáneos en la invención y en la variedad de situaciones, ya que no
en el estilo, fué tan provechoso para Lope como lo era simultáneamente
para Shakespeare. Uno y otro encontraron allí á Julieta y Romeo
(_Castelvines y Monteses_), y Lope de Vega, además, el prodigioso
_Castigo sin venganza_, sin contar otras obras maestras, como _El
villano en su rincón_, _La viuda valenciana_ y _Si no vieran las
mujeres_...[38]. Ya mucho antes de Lope el teatro español explotaba
esta rica mina. _La Duquesa de la Rosa_, de Alonso de la Vega, basta
para probarlo[39].

Aunque la voluminosa colección del obispo de Agen, que comprende nada
menos que doscientas catorce novelas, fuese continuamente manejada
por nuestros dramaturgos y novelistas, sólo una pequeña parte de ella
pasó á nuestra lengua, por diligencia del impresor Vicente de Millis
Godínez, antes citado, que ni siquiera se valió del original italiano,
sino de la paráfrasis francesa de Pedro Boaystau (por sobrenombre
Launay) y Francisco de Belleforest, que habían estropeado el texto con
fastidiosas é impertinentes adiciones. De estas novelas escogió Millis
catorce, las que le parecieron de mejor ejemplo, y con ellas formó un
tomo, impreso en Salamanca en 1589[40].

Los _Hecatommithi_, de Giraldi Cinthio, otra mina de asuntos trágicos
en que Shakespeare descubrió su _Otelo_ y Lope de Vega _El piadoso
veneciano_[41], tenían para nuestra censura, más rígida que la de
Italia, y aun para el gusto general de nuestra gente, la ventaja de
no ser licenciosos, sino patéticos y dramáticos, con un género de
interés que compensaba en parte su inverosimilitud y falta de gracia
en la narrativa. En 1590 imprimió en Toledo Juan Gaitán de Vozmediano
la primera parte de las dos en que se dividen estas historias, y en
el prólogo dijo: «Ya que hasta ahora se ha usado poco en España este
género de libros, por no haber comenzado á traducir los de Italia
y Francia, no sólo habrá de aquí adelante quien por su gusto los
traduzca, pero será por ventura parte el ver que se estima esto tanto
en los estrangeros, para que los naturales hagan lo que nunca han
hecho, que es componer novela. Lo cual entendido, harán mejor que todos
ellos, y más en tan venturosa edad cual la presente»[42]. Palabras que
concuerdan admirablemente con las del prólogo de Cervantes y prueban
cuánto tardaba en abrirse camino el nuevo género, tan asiduamente
cultivado después.

Las _Piacevoli Notti_, de Juan Francisco de Caravaggio, conocido por
Straparola, mucho más variadas, amenas y divertidas que los cien
cuentos de Giraldi, aunque no siempre honestas ni siempre originales
(puesto que el autor saqueó á manos llenas á los novelistas anteriores,
especialmente á Morlini), hablaban poderosamente á la imaginación
de toda casta de lectores con el empleo continuo de lo sobrenatural
y de los prestigios de la magia, asemejándose no poco á los cuentos
orientales de encantamientos y metamorfosis. Francisco Truchado, vecino
de Baeza, tradujo en buen estilo estas doce _Noches_, purgándolas de
algunas de las muchas obscenidades que contienen, y esta traducción,
impresa en Granada por René Rabut, 1583, fué repetida en Madrid, 1598,
y en Madrid, 1612, prueba inequívoca de la aceptación que lograron
estos cuentos[43].

Juntamente con los libros italianos había penetrado alguno que
otro francés, y ya hemos hecho memoria del _rifacimento_ de las
_Historias Trágicas_, de Bandello, por Boaystuau y Belleforest. No
han de confundirse con ellas, á pesar de la semejanza del título, las
_Historias prodigiosas y maravillosas de diversos successos acaecidos
en el mundo_, que compilaron los mismos Boaystuau y Belleforest y
Claudio Tesserant, y puso en lengua castellana el célebre impresor
de Sevilla Andrea Pescioni[44]. Obsérvese que casi siempre eran
tipógrafos ó editores versados en el comercio de libros y en relaciones
frecuentes con sus colegas (á las veces parientes) de Italia y Francia
los que introducían entre nosotros estas novedades de amena literatura,
desempeñando á veces, y no mal, el papel de intérpretes, aspecto muy
curioso en la actividad intelectual del siglo XVI. Andrea Pescioni,
si es suya realmente la traducción que lleva su nombre, demostró en
ella condiciones muy superiores á las de Vicente de Millis en lenguaje
y estilo. Muy difícil será encontrar galicismos en la pura y tersa
locución de las _Historias prodigiosas_, que salieron enteramente
castellanizadas de manos del traductor, imprimiéndoles el sello de
su nativa ó adoptiva lengua, como cuadraba al señorío y pujanza de
nuestro romance en aquella edad venturosa, hasta cuando le manejaban
extranjeros de origen, que no hacían profesión de letras humanas como
no fuese para traficar con ellas, y aplicaban su industria á libros
forasteros, que tampoco por la dicción eran notables, ni se encaminaban
al público más selecto. Libro de mera curiosidad y entretenimiento
es el de las _Historias_, recopilación de casos prodigiosos y
extraordinarios, de fenómenos insólitos de la naturaleza, de
supersticiones, fábulas y patrañas, escoltadas siempre con algún
testimonio clásico: «No escriviré caso fabuloso, ni historia que no
compruebe con el autoridad de algun escritor de crédito, ora sea sacro
ó profano, griego ó latino» (p. 90 vuelta). Con esta salvedad pasa
todo, ya bajo el pabellón de Eliano, Julio Obsequente, Plinio y Solino,
ya bajo la de médicos y naturalistas del siglo XVI, como Conrado
Gesnero y Jerónimo Cardano, á quien con especial predilección se cita.
Hasta la demonología neoplatónica de Miguel Psello, Porfirio, Iámblico
y Proclo logra cabida en esta compilación, llena, por lo demás, de
disertaciones ortodoxas. Hay capítulos especiales sobre los terremotos,
diluvios y grandes avenidas; sobre los cometas y otros «prodigios y
señales del cielo»; sobre las erupciones volcánicas; sobre las virtudes
y propiedades de las piedras preciosas, de las plantas y de las aguas.
Pero el fuerte de los tres autores son los monstruos: su libro, de
más de ochocientas páginas, ofrece amplio material para la historia
de las tradiciones teratológicas, desde las clásicas de Sirenas,
Tritones, Nereidas, Faunos, Sátiros y Centauros, hasta los partos
monstruosos, las criaturas dobles ligadas y conjuntas, los animales de
figura humana, los hombres que llevan al descubierto las entrañas, los
cinocéfalos, los hermafroditas, los terneros y lechones monstruosos y
otra infinidad de seres anómalos que Belleforest y sus colaboradores
dan por existentes ó nacidos en su tiempo, notando escrupulosamente la
fecha y demás circunstancias.

Aparte de estas aberraciones, contiene el libro otras cosas de interés
y de más apacible lectura: curiosas anécdotas, narradas con garbo y
bizarría. Así, en el capítulo de los amores prodigiosos (XXII de la
1.ª parte) ingiere, entre otras que llamaríamos novelas cortas, la de
la cortesana Plangon de Mileto, tomada de Ateneo, historia de refinado
y sentimental decadentismo, que presenta una rarísima competencia
de generosidad amorosa entre dos meretrices. Así, al tratar de los
convites monstruosos, añade Boaistuau á los referidos por los antiguos
y á los que consigna Platina en su libro _De honesta voluptate_, uno de
que él fue testigo en Aviñón cuando «oía allí leyes del eruditísimo y
docto varon Emilio Ferreto» (p. 96), página curiosa para la historia de
la gastronomía en la época del Renacimiento. En el largo capítulo del
entendimiento y fidelidad de los perros no olvida ni al de Montargis,
cuya historia toma de Julio César Scaligero, ni al famoso _Becerril_,
de que habla tanto Gonzalo Fernández de Oviedo en su _Historia de
Indias_.

No sólo las rarezas naturales y los casos extraños de vicios y
virtudes, sino lo sobrenatural propiamente dicho, abunda sobremanera en
estas _Historias_, cuyo único fin es sorprender y pasmar la imaginación
por todos los medios posibles. Ninguno tan eficaz como los cuentos de
aparecidos, fantasmas, visiones nocturnas, sueños fatídicos, travesuras
de malignos espíritus, duendes y trasgos; combates de huestes aéreas,
procesiones de almas en pena. De todo esto hay gran profusión, tomada
de las fuentes más diversas. Á la antigüedad pertenecen muchas (los
mancebos de Arcadia, en Valerio Máximo; la tragedia de Cleonice, en
Pausanias; el fantasma que se apareció al filósofo Atenodoro, en Plinio
el Joven). Otras son más modernas, entresacadas á veces de los _Días
Geniales_, de Alexandro de Alexandro, como la visión de Cataldo, obispo
de Tarento, que anunció las desventuras de la casa aragonesa de Nápoles
(p. 103), ó de Jerónimo Cardano, como la historia de Margarita la
milanesa y de su espíritu familiar (p. 109). Pero nada hay tan singular
en este género como un caso de telepatía que Belleforest relata, no
por información ajena, sino por haberle acontecido á él mismo (p.
361), y que no será inútil conocer hoy que este género de creencias,
supersticiones ó lo que fueren vuelven á estar en boga y se presentan
con vestidura científica:

«Algunos espíritus se han aparecido á hombres con quien en vida han
tenido amistad, y esto á manera de despedirse dellos, quando de aqueste
mundo partian. Y de aquesto yo doy fe que á mí mismo me ha acaecido, y
no fue estando dormido ni soñoliento, mas tan despierto como lo estoy
ahora que escrivo aquesto, y el caso que digo aver me acaecido, es que
un dia de la Natividad de Nuestra Señora, que es á ocho de Setiembre,
unos amigos mios e yo fuymos a holgarnos a un jardin, y siendo ya como
las once de la noche, solo me llegué a un peral para coger unas peras,
y vi que se me puso delante una figura blanca de un hombre, que excedia
la comun proporcion, el qual en el aspecto me pareció que era mi padre,
y se me llegó para abraçarme: de que yo me atemorizé, y di un grito, y
a él acudieron aquellos mis amigos para ver lo que me avia sucedido,
y aviendo me preguntado qué avia avido, les dixe lo que avia visto,
aunque ya se avia desaparecido, y que sin duda era mi padre. Mi ayo
me dixo que sin duda se devia de aver muerto, y fue assi, que murió
en aquella hora misma que se me representó, aunque estavamos lexos en
harta distancia. Aquella fue una cosa que me haze creer que la oculta
ligadura de amistad que hay en los coraçones de los que verdaderamente
se aman puede ser causa de que se representen algunas especies, ó
semejanzas de aparecimientos; y aun tambien puede ser que sean las
almas mismas de nuestros parientes ó amigos, ó sus Angeles custodes,
que yo no me puedo persuadir que sean espíritus malignos».

Son de origen español algunos de los materiales que entraron en esta
enorme compilación francesa. Á Fr. Antonio de Guevara siguen y traducen
literalmente en la historia del león de Androcles (epístola XXIV de
las _Familiares_); en la de Lamia, Laida y Flora, «tres enamoradas
antiquísimas» (ep. LIX), y en el razonamiento celebérrimo del _Villano
del Danubio_, esta vez sin indicar la fuente, que es el _Marco Aurelio_.

El obispo de Mondoñedo, con toda su retórica, no siempre de buena
calidad, tenía excelentes condiciones de narrador y hubiera brillado
en la novela corta, á juzgar por las anécdotas que suele intercalar
en sus libros, y especialmente en las _Epístolas Familiares_.
Recuérdese, por ejemplo, el precioso relato que pone en boca de un moro
viejo de Granada, testigo de la llorosa partida de Boabdil y de las
imprecaciones de su madre (ep. VI de la _Segunda Parte_).

Amplia materia suministró también á las _Historias prodigiosas_ otro
prosista español de la era de Carlos V, el _magnífico caballero_ y
cronista cesáreo Pero Mexía, compilador histórico y moralista ameno
como Guevara, pero nada semejante á él en los procedimientos de su
estilo (que es inafectado y aun desaliñado con cierto dejo de candidez
sabrosa), ni menos en la puntualidad histórica, que nuestro Fr.
Antonio afectaba despreciar, y que, por el contrario, respetó siempre
aquel docto y diligente sevillano, digno de buena memoria entre los
vulgarizadores del saber. Su _Silva de varia leccion_, publicada en
1540 y de cuyo éxito asombroso, que se sostuvo hasta mediados del siglo
XVII, dan testimonio tantas ediciones castellanas, tantas traducciones
en todas las lenguas cultas de Europa, es una de aquellas obras de
carácter enciclopédico, de que el Renacimiento gustaba tanto como la
Edad Media, y que tenía precedentes clásicos tan famosos como las
_Noches Aticas_, de Aulo Gelio; las _Saturnales_, de Macrobio; el
_Banquete de los sofistas_, de Ateneo. Los humanistas de Italia habían
comenzado á imitar este género de libros, aunque rara vez los componían
en lengua vulgar. Pero Mexía, amantísimo de la suya nativa, que procuró
engrandecer por todos caminos, siguió este nuevo y holgado sistema de
componer con especies sueltas un libro útil y deleitable. Los capítulos
se suceden en el más apacible desorden, única cosa en que el libro se
asemeja á los _Ensayos_ de Montaigne. Después de una disertación sobre
la Biblia de los Setenta, viene un discurso sobre los instintos y
propiedades maravillosas de las hormigas: «Hame parecido escribir este
libro (dice Mexía) por discursos y capítulos de diversos propósitos sin
perseverar ni guardar orden en ellos, y por esto le puse por nombre
_Silva_, porque en las silvas y bosques están las plantas y árboles sin
orden ni regla. Y aunque esta manera de escrivir sea nueva en nuestra
lengua Castellana, y creo que soy yo el primero que en ella haya tomado
esta invencion, en la Griega y Latina muy grandes autores escrivieron,
assi como fueron Ateneo... Aulo Gelio, Macrobio, y aun en nuestros
tiempos Petro Crinito, Ludovico Celio, Nicolao Leonico y otros algunos.
Y pues la lengua castellana no tiene (si bien se considera) por qué
reconozca ventaja a otra ninguna, no sé por qué no osaremos en ella
tomar las invenciones que en las otras, y tratar materias grandes, como
los italianos y otras naciones lo hazen en las suyas, pues no faltan
en España agudos y altos ingenios. Por lo qual yo, preciándome tanto
de la lengua que aprendi de mis padres como de la que me mostraron
preceptores, quise dar estas vigilias a los que no entienden los libros
latinos, y ellos principalmente quiero que me agradezcan este trabajo:
pues son los más y los que más necesidad y desseo suelen tener de saber
estas cosas. Porque yo cierto he procurado hablar de materias que no
fuessen muy comunes, ni anduviessen por el vulgo, que ellas de sí
fuessen grandes y provechosas, a lo menos a mi juyzio».

Para convencerse de lo mucho que Boaystuau, Tesserant y Belleforest
tomaron de la obra de Mexía, traducida ya al francés en 1552, no hay
más que cotejar los respectivos capítulos de las _Historias_ con
lo que en la _Silva_ se escribe «de los Tritones y Nereydas», «de
algunos hombres muy crueles», «de algunos exemplos de casados que
mucho y fielmente se amaron», «de los extraños y admirables vicios del
emperador Heliogábalo, y de sus excesos y prodigalidades increibles»,
«de las propiedades maravillosas y singulares de algunos ríos, lagos
y fuentes», «de algunas cosas maravillosas que aparecieron en cielo
y tierra» y otros puntos que sería fácil señalar. Los testimonios
alegados son los mismos, suele serlo hasta el orden y las palabras con
que se declaran y los argumentos que se traen para hacer creibles tan
desaforados portentos.

Pero la _Silva de varia lección_ es obra de plan mucho más vasto y
también más razonable que las _Historias prodigiosas_. No predomina
aquí lo extraño, lo anormal, lo increíble, ni se rinde tanto culto á la
superstición, ya popular, ya científica. En relación con su época, Pero
Mexía parece un espíritu culto y avisado, que procura guardarse de la
nimia credulidad y muestra hasta vislumbres de espíritu crítico[45].
Siempre que tiene que contar hechos muy extraordinarios se resguarda
con la autoridad ajena, y aun así osa contradecir algunas cosas de las
que escriben los antiguos. No quiere admitir, por ejemplo, aunque lo
afirmen contestes nada menos que Plinio, Eliano, Plutarco, Apuleyo y
San Isidoro, que la víbora muera en el momento en que da á luz sus
viboreznos[46]. No parece muy persuadido de la existencia de hombres
marinos y tiene por cuento de viejas la historia del pece Nicolao,
mostrando en esto mejor crítica que el P. Feijoo, que todavía en el
siglo XVIII admitía la fábula del hombre-pez de Liérganes[47]. Claro
es que no se emancipa, ni mucho menos, de la mala física de su tiempo.
Cree todavía en las propiedades ocultas y secretas de los cuerpos
naturales y adolece, sobre todo, de la superstición astrológica, que
le dió cierta extravagante fama entre sus conciudadanos, tan zumbones
y despiertos de ingenio entonces como ahora. «El _astrífero_ Mexía»
le llama, pienso que en burlas, Juan de la Cueva. Y es sabida aquella
anécdota que recogió Rodrigo Caro en sus _Claros varones en letras,
naturales de Sevilla_: «Había adivinado Pero Mexía, por la posición de
los astros de su nacimiento, que había de morir de un sereno, y andaba
siempre abrigado con uno ó dos bonetes en la cabeza debajo de la gorra
que entonces se usaba, por lo cual le llamaban _Siete bonetes_; _sed
non auguriis potuit depellere pestem_; porque estando una noche en
su aposento, sucedió á deshora un ruido grande en una casa vecina, y
saliendo sin prevención al sereno, se le ocasionó su muerte, siendo de
no muy madura edad».

Tan revuelta andaba en el siglo XVI la ciencia positiva con la
quimérica, la astrología judiciaria con la astronomía y las
matemáticas, que no es de admirar que Mexía, como Agripa y Cardano y
tantos insignes varones del Renacimiento, cayese en esta confusión
deplorable, escribiendo algunos capítulos sobre la influencia de los
siete planetas en las siete edades y partes de la vida del hombre,
sobre los días aciagos y años climatéricos, sobre el punto y signo
del Zodíaco en que estaban el sol y la luna cuando fueron creados[48]
y otras vanidades semejantes. Mexía, que era cosmógrafo de profesión
en un tiempo y en una ciudad en que no faltaban buenos cosmógrafos
prácticos, trata con mucho más tino las cuestiones hidrográficas
y meteorológicas, y en vez de aquellas ridículas historias de
monstruos que ocupan la mitad del libro de Belleforest, aquí se leen
disertaciones elementales, pero sensatas, sobre los vientos; sobre los
artificios útiles para comparar la densidad de las aguas y discernir
su pureza; sobre la redondez y ámbito de la tierra; sobre la medida de
los grados terrestres y el modo de trazar la línea meridiana, y sobre
la indispensable reforma del calendario, que tardó bastantes años en
realizarse[49]. No era Mexía un sabio, no era un investigador original;
pero tenía linda manera para exponer las curiosidades de historia
científica, por ejemplo, el problema de la corona del rey Hierón y
otros descubrimientos de Arquímedes[50] basta libertad de espíritu para
considerar como _juegos y pasatiempos de la naturaleza_ los que otros
estimaban misteriosas señales grabadas en las piedras[51].

Pero lo que predomina en la _Silva de varia lección_, como podía
esperarse de las aficiones y estudios de su autor, es la erudición
histórica, que se manifiesta de muy varios modos, bien calculados
para picar y entretener el apetito de quien lee: ya en monografías de
famosas ciudades, como Roma, Constantinopla, Jerusalén; ya en sucintas
historias de los godos, de los turcos, de los templarios, de los
güelos; ya en biografías de personajes sobresalientes en maldad ó en
heroísmo, pero que ofrecen siempre algo de pintoresco y original, como
Timón el Misántropo, Diógenes el Cínico, los siete Sabios de Grecia,
Heráclito y Demócrito, el emperador Heliogábalo, el falso profeta
Mahoma y el gran Tamorlán[52]; ya en anécdotas de toda procedencia,
como la tragedia de Alboino y Rosimunda, que toma de Paulo Diácono[53],
y la absurda pero entonces muy creída fábula de la Papisa Juana, que
procura corroborar muy cándidamente con el testimonio de Martín Polono,
Sabellico, Platina y San Antonino de Florencia[54].

El libro de Pedro Mexía interesa á la novelística, no sólo por estas
cortas narraciones, que son las más veces verdaderas leyendas, sino
por ser un copioso repertorio de ejemplos de vicios y virtudes, que el
autor compila á diestro y siniestro, de todos los autores clásicos,
especialmente de Plutarco, Valerio Máximo y Aulo Gelio[55], sin
olvidar á Plinio, de quien entresaca las anécdotas de pintores[56].
Alguno que otro episodio de la historia patria refiere también, como
la muerte súbita de los dos infantes D. Pedro y D. Juan en la entrada
que hicieron por la vega de Granada, ó el de Ruy Páez de Viedma y
Payo Rodríguez de Ávila en tiempo do Alfonso XI[57], ó las extrañas
circunstancias que, según Muntaner, intervinieron en la concepción
y nacimiento de D. Jaime el Conquistador, asunto de una novela de
Bandello y de una comedia de Lope de Vega[58].

Otros capítulos de la _Silva_ tienen carácter de arqueología
recreativa, á imitación de Polidoro Virgilio en su libro _De
inventoribus rerum_, tan explotado por todos los compiladores del
siglo XVI[59]. Pero aunque tomase mucho de Polidoro y de todos los
que le precedieron en la tarea de escribir misceláneas, Mexía se
remontaba á las fuentes casi siempre y las indica con puntualidad en
todos los puntos que he comprobado. La _Tabla_ que pone al fin no es,
como en tantos otros libros, una pedantesca añagaza. Había leído mucho
y bien, y tiene el mérito de traducir en buen castellano todas las
autoridades que alega. El círculo de sus lecturas se extendía desde
el _Quadripartito_, de Tolomeo, y los cánones astronómicos de Aben
Ragel, hasta las _Historias florentinas_ y los tratados políticos
de Maquiavelo, á quien cita y extracta en la vida de Castruccio
Castracani[60] y á quien parece haber seguido también en el relato
de la conjuración de los Pazzi[61]. Aunque el secretario de Florencia
pasaba ya por autor de sospechosa doctrina y sus obras iban á ser muy
pronto rigurosamente vedadas por el Concilio de Trento, se ve que Mexía
las manejaba sin grande escrúpulo, lo cual no es indicio del ánimo
apocado y supersticioso que le atribuyeron algunos luteranos españoles,
enojados con él por haber sido uno de los primeros que descubrieron en
Sevilla la herética pravedad envuelta en las dulces pláticas de los
doctores Egidio y Constantino[62].

Con todas sus faltas y sobras, la _Silva de varia lección_, que hoy
nos parece tan llena de vulgaridades y errores científicos[63],
representaba de tal modo el nivel medio de la cultura de la época y
ofrecía lectura tan sabrosa á toda casta de gentes, que apenas hubo
libro más afortunado que él en sus días y hasta medio siglo después.
Veintiséis ediciones castellanas (y acaso hubo más), estampadas,
no sólo en la Península, sino en Venecia, Amberes y Lyón, apenas
bastaron á satisfacer la demanda de este libro candoroso y patriarcal,
que fue adicionado desde 1555 con una quinta y sexta parte de autor
anónimo[64]. No menos éxito tuvo la _Silva_ en Francia, donde fue
traducida por Claudio Gruget en 1552 y adicionada sucesivamente por
Antonio Du Verdier y Luis Guyon, señor de la Nauche. Hasta diez y seis
ediciones de _Les divers leçons de Messie_ enumeran los bibliógrafos
y en las más de ellas figuran también sus _Diálogos_[65]. Todavía en
1675 un médico llamado Girardet se apropió descaradamente el libro de
Pero Mexía, sin citarle una sola vez ni tomarse más trabajo que cambiar
las palabras anticuadas de la traducción de Gruget[66]. En Italia las
cuatro partes de la _Silva_ fueron traducidas en 1556 por Mambrino
Roseo da Fabbriano y adicionadas después por Francisco Sansovino y
Bartolomé Dionigi.

Por medio de las traducciones latinas y francesas empezaron á ser
conocidos en Inglaterra los libros de Mexía antes de que penetrasen
en su texto original, y algunos célebres compiladores de novelas
empezaron á explotarlos. Fué uno de ellos William Painter, que en su
_Palace of pleasure_ (1566) intercaló el extraño cuento del viudo de
veinte mujeres que casó con una viuda de veintidós maridos[67]. Pero es
mucho más importante la _Forest or collection of historyes_, de Thomas
Fortescue (1571), porque en esta versión inglesa de la _Silva_, tomada
de la francesa de Gruget, encontró el terrible dramaturgo Cristóbal
Marlowe, precursor de Shakespeare, los elementos históricos que le
sirvieron para su primera tragedia _Tamburlaine_[68]. No fue ésta la
única vez que el libro del cronista sevillano hizo brotar en grandes
ingenios la chispa dramática. Lope de Vega le tenía muy estudiado, y
de él procede (para no citar otros casos) toda la erudición clásica
de que hace alarde en su comedia _Las mujeres sin hombres_ (_Las
Amazonas_)[69].

En Inglaterra prestó también buenos subsidios á los novelistas. De una
traducción italiana de la _Silva_ está enteramente sacada la colección
de once novelas de Lodge, publicada con este título: _The life and
death of William Longbeard_[70]. No sólo los cuatro libros de Mexía,
sino todo el enorme fárrago de las adiciones italianas de Sansovino
y de las francesas de Du Verdier y Guyon, encontraron cachazudo
intérprete en Thomas Milles, que las sacó á luz desde 1613 hasta 1619
(_The treasurie of ancient and moderne times_). La traducción alemana
de Lucas Boleckhofer y Juan Andrés Math es la más moderna de todas
(1668-1669) y procede del italiano[71].

Con el éxito europeo del libro de Mexía contrasta la oscuridad en que
ha yacido hasta tiempos muy modernos otra _Miscelánea_ mucho más
interesante para nosotros, por haber sido compilada con materiales
enteramente españoles y anécdotas de la vida de su propio autor, que á
cada momento entra en escena con un desenfado familiar y soldadesco que
hace sobremanera interesante su persona.

El caballero extremeño D. Luis Zapata, á quien me refiero, autor de
un perverso poema ó más bien crónica rimada del emperador Carlos
V (_Carlo famoso_), curiosa, sin embargo, ó instructiva, por los
pormenores anecdóticos que contiene y que ojalá estuviesen en
prosa[72], retrájose en su vejez, después de haber corrido mucho
mundo, á su casa de Llerena, «la mejor casa de caballero de toda
España (al decir suyo), y aun mejor que las de muchos grandes», y
entretuvo sus ocios poniendo por escrito, sin orden alguno, en prosa
inculta y desaliñada, pero muy expresiva y sabrosa, por lo mismo que
está limpia de todo amaneramiento retórico, cuanto había visto, oído
ó leído en su larga vida pasada en los campamentos y en las cortes,
filosofando sobre todo ello con buena y limpia moral, como cuadraba á
un caballero tan cuerdo y tan cristiano y tan versado en trances de
honra, por lo cual era consultor y oráculo de valientes. Resultó de
aquí uno de los libros más varios y entretenidos que darse pueden,
repertorio inagotable de dichos y anécdotas de españoles famosos del
siglo XVI, mina de curiosidades que la historia oficial no ha recogido,
y que es tanto más apreciable cuanto que no tenemos sobre los dos
grandes reinados de aquella centuria la copiosa fuente de _Relaciones
y Avisos_ que suplen el silencio ó la escasez de crónicas para los
tiempos de decadencia del poderío español y de la casa de Austria.
Para todo género de estudios literarios y de costumbres; para la
biografía de célebres ingenios, más conocidos en sus obras que en su
vida íntima[73]; para empresas y hazañas de justadores, torneadores
y alanceadores de toros; para estupendos casos de fuerza, destreza y
maña; para alardes y bizarrías de altivez y fortaleza en prósperos
y adversos casos, fieros encuentros de lanza, heroicos martirios
militares, conflictos de honra y gloria mundana, bandos y desafíos,
sutilezas corteses, donosas burlas, chistes, apodos, motes y gracejos,
proezas de grandes soldados y atildamiento nimio de galanes palacianos;
para todo lo que constituía la vida rica y expansiva de nuestra gente
en los días del Emperador y de su hijo, sin excluir el sobrenatural
cortejo de visiones, apariciones y milagros, alimento de la piedad
sencilla, ni el légamo de supersticiones diversas, mal avenidas con el
Cristianismo[74], ofrece la _Miscelánea_ de Zapata mies abundantísima y
que todavía no ha sido enteramente recogida en las trojes, á pesar de
la frecuencia con que la han citado los eruditos, desde que Pellicer
comenzó á utilizarla en sus notas al _Quijote_, y sobre todo después
que la sacó íntegramente del olvido D. Pascual Gayangos[75]. Detallar
todo lo que en los apuntes de Zapata importa á la novelística exigiría
un volumen no menor que la misma _Miscelánea_, puesto que apenas hay
capítulo que no contenga varias historietas, no inventadas á capricho,
sino fundadas en hechos reales que el autor presenció ó de que tuvo
noticia por personas dignas de crédito; lo cual no quita que muchas
veces sean inverosímiles y aun imposibles, pues no hay duda que el
bueno de D. Luis era nimiamente crédulo en sus referencias. Son, pues,
verdaderos cuentos muchos de los casos maravillosos que narra, y su
libro cae en esta parte bajo la jurisdicción de la novela elemental é
inconsciente. No sucede otro tanto con sus relatos personales, escritos
con tanta sinceridad y llaneza, y que sembrados de trecho en trecho en
su libro, le dan aspecto y carácter de verdaderas _memorias_, á las
cuales sólo falta el hilo cronológico, y por cuyas páginas atraviesan
los más preclaros varones de su tiempo. Era Zapata lector apasionado
de libros de caballerías[76] y algo se contagió su espíritu de tal
lección, puesto que en todas las cosas tiende á la hipérbole; pero
juntaba con esto un buen sentido muy castellano, que le hacía mirar
con especial aborrecimiento los embelecos de la santidad fingida[77] y
juzgar con raro tino algunos fenómenos sociales de su tiempo. Dice, por
ejemplo, hablando de la decadencia de la clase nobiliaria, á la cual
pertenecía: «El crescimiento de los reyes ha sido descrecimiento de los
grandes, digo en poder soberbio y desordenado, que cuanto á lo demás
antes han crecido en rentas y en estados, como pelándoles las alas á
los gallos dicen que engordan más, y así teniéndolos los reyes en suma
tranquilidad y paz, quitadas las alas de la soberbia, crecen en más
renta y tranquilidad... Pues demos gracias á Dios que en estos reinos
nadie puede hacer agravio ni demasía á nadie, y si la hiciese, en manos
está el cetro que hará á todos justicia igual»[78].

Era, como hoy diríamos, ardiente partidario de la ley del progreso, lo
mismo que Cristóbal de Villalón, y de ningún modo quería admitir la
superioridad de los antiguos sobre los modernos. Es curiosísimo sobre
esto su capítulo _De invenciones nuevas_: «Cuán enfadosa es la gala
que tienen algunos de quejarse del tiempo y decir que los hombres de
agora no son tan inventivos ni tan señalados, y que cada hora en esto
va empeorando! Yo quiero, pues, volver por la honra de esta nuestra
edad, y mostrar cuanto en invenciones y sotilezas al mundo de agora
somos en cargo... En las ciencias y artes hace el tiempo de agora al
antiguo grandísima ventaja... Cuanto á la pintura, dejen los antiguos
de blasonar de sus milagros, que yo pienso que como cosas nuevas las
admiraron, y creo que aquellos tan celebrados Apeles y Protógenes y
otros, a las estampas de agora de Miguel Angel, de Alberto Durero, de
Rafael de Urbino y de otros famosos modernos no pueden igualarse...
Ni en la música se aventajaron los antiguos, que en ella en nuestra
edad ha habido monstruos y milagros, que si Anfion y Orfeo traían
tras sí las fieras y árboles, háse de entender con esta alegoría que
eran fieras y plantas los que de la música de entonces, porque era
cosa nueva, se espantaban; que agora de las maravillas de este arte,
más consumada que nunca, los hombres no se admiran ni espantan. Pues
¿cuándo igualaron á las comedias y farsas de agora las frialdades de
Terencio y de Plauto?» Y aquí comienza un largo capítulo de invenciones
del Renacimiento, unas grandiosas y otras mínimas, entusiasmándose por
igual con el descubrimiento de las Indias, con la circunnavegación del
globo terráqueo, con la Imprenta y la Artillería, que con el aceite
de Aparicio, el guayaco y la zarzaparrilla, las recetas para hacer
tinta, el arte de hacer bailar los osos y el de criar gatos de Algalia.
Termina este curiosísimo trozo con la enumeración de las obras públicas
llevadas á cabo en tiempo de Felipe II, á quien da el dictado de
«príncipe republicano», que tan extraño sonará en los oídos de muchos:
«Los príncipes piadosos y _republicanos_ como el nuestro, avivan los
ingenios de los suyos, y les hacen hacer cosas admirables, y se les
debe la gloria como al capitan general de cuanto sus soldados hacen,
aderezan y liman»[79].

Alguna vez se contradice Zapata, como todos los escritores llamados
_ensayistas_ (y él lo era sin duda, aunque no fuese ningún Montaigne).
No se compadece, por ejemplo, tanto entusiasmo por las novedades de
su siglo, entre las cuales pone la introducción del verso toscano por
Boscán y Garcilaso, con otro pasaje, curiosísimo también, en que,
tratando de poesía y de poemas, dice sin ambages: «Los mejores de todos
son los romances viejos; de novedades Dios nos libre, y de leyes y
sectas nuevas y de jueces nuevos»[80]. Como casi todos los españoles
de su tiempo, vivía alta y gloriosamente satisfecho de la edad en que
le había tocado nacer, y era acérrimo enemigo de las sectas nuevas,
á lo menos en religión y en política. Ponderando el heroísmo de los
_ligueros_ en el sitio de París de 1590, que hizo levantar el príncipe
de Parma, llega hasta la elocuencia[81]. Profesa abiertamente la
doctrina del tiranicidio, y hace, como pudiera el fanático más feroz,
la apología de Jacobo Clemente: «Salió un fraile dominico de París
á matar por el servicio de Dios al tirano favorecedor de herejes; y
llegando á hablarle, le dió tres puñaladas, de que murió el rey, no de
la guerra que suele matar á hierro, á fuego, violenta y furiosamente,
mas de la mansedumbre y santidad de un religioso de Dios y su siervo,
al cual bienaventurado ataron á las colas de cuatro caballos»[82].

Para conocer ideas, costumbres, sentimientos y preocupaciones de una
época ya remota, y que, sin embargo, nos interesa más que otras muy
cercanas, libros como el de Zapata, escritos sin plan ni método,
como gárrula conversación de un viejo, son documentos inapreciables,
mayormente en nuestra literatura, donde este género de misceláneas
familiares son de hallazgo poco frecuente. La de Zapata ofrece
materia de entretenimiento por donde quiera que se la abra y es
recurso infalible para las horas de tedio, que no toleran otras
lecturas más graves. De aquel abigarrado conjunto brota una visión
histórica bastante clara de un período sorprendente. Baste lo dicho
en recomendación de este libro, que merecía una nueva edición,
convenientemente anotada, así en la parte histórica como en el
material novelístico ó novelable que contiene, y que generalmente no
se encuentra en otras compilaciones, por haber quedado inédita la de
Zapata.

Antes de llegar á las colecciones de cuentos propiamente dichas,
todavía debemos consagrar un recuerdo á la _Philosophia vulgar_ (1568),
obra por tantos títulos memorable del humanista sevillano Juan de Mal
Lara, que, á imitación de los _Adagios_ de Erasmo, en cuyas ideas
críticas estaba imbuido, emprendió comentar con rica erudición, agudo
ingenio y buen caudal de sabiduría práctica los refranes castellanos,
llegando á glosar hasta mil en la primera parte, única publicada,
de su vasta obra[83]. En ella derramó los tesoros de su cultura
grecolatina, trayendo á su propósito innumerables autoridades de poetas
antiguos puestos por él en verso castellano, de filósofos, moralistas
é historiadores; pero gustó más todavía de exornar la declaración de
cada proverbio con apólogos, cuentecillos, facecias, dichos agudos
y todo género de narraciones brevísimas, pero tan abundantes, que
con entresacarlas del tomo en folio de la _Philosophia Vulgar_
podría formarse una floresta que alternase con el _Sobremesa_ y el
_Porta-cuentos_ de Timoneda. Algunas de estas consejas son fábulas
esópicas; pero la mayor parte parecen tomadas de la tradición oral ó
inventadas adrede por el glosador para explicar el origen del refrán,
poniéndole, digámoslo así, en acción. Tres cuentos, un poco más libres
y también más extensos que los otros, están en verso y no carecen de
intención y gracejo. No son de Mal Lara, sino de un amigo suyo, que
no quiso revelar su nombre: acaso el licenciado Tamariz, de quien se
conservan inéditos otros del mismo estilo y picante sabor[84]. Pero
de los cuentos en verso prescindimos ahora, por no hacer interminable
nuestra tarea, ya tan prolija de suyo.

Mal Lara había pasado su vida enseñando las letras clásicas. ¿Quién se
atreverá á decir que le apartasen de la comprensión y estimación de la
ciencia popular, en que tanto se adelantó á su tiempo? Al contrario, de
los antiguos aprendió el valor moral é histórico de los proverbios ó
_paremías_. El mismo fenómeno observamos en otros grandes humanistas,
en Erasmo ante todo, que abrió por primera vez esta riquísima vena y
con ella renovó el estudio de la antigüedad; en el Comendador Hernán
Núñez, infatigable colector de nuestros refranes, y en Rodrigo Caro,
ilustrador de los juegos de los muchachos. Creía Mal Lara, y todo su
inestimable libro se encamina á probarlo, que

      No hay arte ó ciencia en letras apartada,
    Que el vulgo no la tenga decorada.

No se ha escrito programa más elocuente de _folk-lore_ que aquel
_Preámbulo_ de la _Philosophia Vulgar_, en que con tanta claridad se
discierne el carácter espontáneo y precientífico del saber del vulgo, y
se da por infalible su certeza, y se marcan las principales condiciones
de esta primera y rápida intuición del espíritu humano.

«En los primeros hombres... (dice) al fresco se pintaban las imágenes
de aquella divina sabiduría heredada de aquel retrato de Dios en el
hombre, no sin gran merced dibuxado... Se puede llamar esta sciencia,
no libro esculpido, ni trasladado, sino natural y estampado en
memorias y en ingenios humanos; y, segun dize Aristóteles, parescen
los Proverbios o Refranes ciertas reliquias de la antigua Philosophia,
que se perdió por las diversas suertes de los hombres, y quedaron
aquellas como antiguallas... No hay refrán que no sea verdadero, porque
lo que dize todo el pueblo no es de burla, como dize Hesiodo». _Libro
natural_ llama en otra parte á los refranes, que él pretende emparentar
nada menos que con la antigua sabiduría de los turdetanos. «Antes que
hubiese filósofos en Grecia tenía España fundada la antigüedad de
sus refranes... ¿Qué más probable razon habrá que lo que todos dizen
y aprueban? ¿Qué más verisimil argumento que el que por tan largos
años han aprobado tantas naciones, tantos pueblos, tantas ciudades y
villas, y lo que todos en comun, hasta los que en los campos apacientan
ovejas, saben y dan por bueno?... Es grande maravilla que se acaben los
superbos edificios, las populosas ciudades, las bárbaras Pyrámides,
los más poderosos reynos, y que la Philosophia Vulgar siempre tenga
su reino dividido en todas las provincias del mundo... En fin, el
refrán corre por todo el mundo de boca en boca, segun moneda que va de
mano en mano gran distancia de leguas, y de allá vuelve con la misma
ligereza por la circunferencia del mundo, dejando impresa la señal de
su doctrina... Son como piedras preciosas salteadas por ropas de gran
precio, que arrebatan los ojos con sus lumbres».

Coincidió con Mal Lara, no ciertamente en lo elevado de los propósitos,
ni en lo gallardo del estilo, pero sí en el procedimiento de
explicar frases y dichos proverbiales por anécdotas y chascarrillos
_a posteriori_, el célebre librero de Valencia Juan de Timoneda,
que en 1563, y quizá antes, había publicado el _Sobremesa y alivio
de caminantes_[85], colección minúscula, que, ampliada en unas
ediciones y expurgada en otras, tiene en la más completa (Valencia,
1569) dos partes: la primera con noventa y tres cuentos, la segunda
con setenta y dos, de los cuales cincuenta pertenecen al dominio de
la _paremiología_. Tanto éstos como los demás están narrados con
brevedad esquemática, sin duda para que «el discreto relatador» pudiese
amplificarlos y exornarlos á su guisa. Pero esta misma concisión y
simplicidad no carece de gracia. Véase algún ejemplo:

Cuento XL (2.ª parte). «Por qué se dijo: _perdices me manda mi padre
que coma_».

«Un padre envió su hijo á Salamanca á estudiar; mandóle que comiese de
las cosas más baratas. Y el mozo en llegando, preguntó cuánto valía una
vaca: dijéronle que diez ducados, y que una perdiz valía un real. Dijo
él entonces: segun eso, perdices me manda mi padre que coma».

Cap. XLII. «Por qué se dijo: _no hará sino cenar y partirse_».

«Concertó con un pintor un gentil-hombre que le pintase en un comedor
la cena de Cristo, y por descuido que tuvo en la pintura pintó trece
apóstoles, y para disimular su yerro, añadió al treceno insignias de
correo. Pidiendo, pues, la paga de su trabajo, y el señor rehusando
de dársela por la falta que había hecho en hacer trece apóstoles,
respondió el pintor: no reciba pena vuestra merced, que ese que está
como correo no hará sino cenar y partirse».

Cap. LXVIII. «Por qué se dijo: _sin esto no sabrás guisallas_».

«Un caballero dió á un mozo suyo vizcaino unas turmas de carnero para
que se las guisase; y á causa de ser muy ignorante, dióle un papel
por escripto cómo las habia de guisar. El vizcaino púsolas sobre un
poyo, vino un gato y llevóse las turmas; al fin, no pudiendo habellas,
teniendo el papel en las manos, dijo: ¡ah gato! poco te aprovecha
llevallas, que sin esto no sabrás guisallas».

Con ser tan microscópicos estos que Timoneda llama «apacibles y
graciosos cuentos, dichos muy facetos y exemplos acutísimos para
saberlos contar en esta buena vida», encontró manera de resumir en
algunos de ellos el argumento de novelas enteras de otros autores. Tres
del _Decamerone_ (VI, 4; VII, 7; X, 1) han sido reconocidas por miss
Bourland en El _Sobremesa_[86]. Todas están en esqueleto: la facecia
del cocinero que pretendía que las grullas no tienen más que una pata
pierde su gracia y hasta su sentido en Timoneda. Melchor de Santa Cruz,
en su _Floresta Española_, conserva mejor los rasgos esenciales del
cuento, aun abreviándole mucho[87]. El de _cornudo y apaleado_ es por
todo extremo inferior á una novela en redondillas que hay sobre el
mismo asunto en el _Romancero General_ de 1600[88]. El que salió menos
mal parado de los tres cuentos decameronianos es el de la mala estrella
del caballero Rugero; pero, así y todo, es imposible acordarse de él
después de la lindísima adaptación que hizo Antonio de Torquemada en
sus _Coloquios Satíricos_[89].

El mismo procedimiento aplica Timoneda á otros _novellieri_ italianos,
dejándolos materialmente en los huesos. Como en su tiempo no estaban
impresas las novelas de Sacchetti, ni lo fueron hasta el siglo XVIII,
es claro que no procede de la novela 67 de aquel célebre narrador
florentino el gracioso dicho siguiente, que indudablemente está tomado
de las _Facecias_ de Poggio[90]:

«Fue convidado un nescio capitan, que venia de Italia, por un señor
de Castilla á comer, y despues de comido, alabóle el señor al capitan
un pajecillo que traia, muy agudo y gran decidor de presto. Visto por
el capitan, y maravillado de la agudeza del pajecillo, dijo: «¿Vé
vuestra merced estos rapaces cuán agudos son en la mocedad? Pues sepa
que cuando grandes no hay mayores asnos en el mundo». Respondió el
pajecillo al capitan: «Mas que agudo debia de ser vuestra merced cuando
mochacho»[91].

Tampoco se deriva de la novela 198 de Sacchetti, pero sí de la 43 de
Girolamo Morlini «_De caeco qui amissos aureos suo astu recuperavit_»,
el cuento 59 de la segunda parte del _Alivio de Caminantes_:

«Escondió un ciego cierta cantidad de dineros al pie de un árbol en un
campo, el cual era de un labrador riquísimo. Un dia yendo á visitallos,
hallólos menos. Imaginando que el labrador los hubiese tomado, fuése á
él mesmo, y díjole: «Señor, como me paresceis hombre de bien querria
que me diésedes un consejo, y es: que yo tengo cierta cantidad de
dinero escondida en un lugar bien seguro; agora tengo otra tanta, no
sé si la esconda donde tengo los otros ó en otra parte». Respondió el
labrador: «En verdad que yo no mudaria lugar, si tan seguro es ese como
vos decís». «Así lo pienso de hacer», dijo el ciego; y despedidos, el
labrador tornó la cantidad que le habia tomado en el mesmo lugar, por
coger los otros. Vueltos, el ciego cogió sus dineros que ya perdidos
tenía, muy alegre, diciendo: «Nunca más perro al molino». De aquesta
manera quedó escarmentado»[92].

En suma (y para no hacerme pesado en el examen de tan ligeras y fugaces
producciones), el _Sobremesa y alivio de caminantes_, según uso
inmemorial de los autores de florestas y misceláneas, está compilado
de todas partes. En Bandello (parte 3.ª, nov. 41) salteó el cuento del
caballero de los muchos apellidos, que no encuentra posada libre para
tanta gente: en las _Epístolas familiares_, de Fr. Antonio de Guevara,
varios ejemplos de filósofos antiguos y las consabidas historietas de
Lamia, Laida y Flora, que eran la quintaesencia del gusto mundano para
los lindos y galancetes de entonces.

Preceden á los cuentos de Timoneda[93] en las ediciones de Medina
del Campo, 1563, y Alcalá, 1576, doce «de otro autor llamado Juan
Aragonés, que sancta gloria haya», persona de quien no tenemos más
noticia. Es lástima que estos cuentecillos sean tan pocos, porque
tienen carácter más nacional que los de Timoneda. Dos de ellos son
dichos agudos del célebre poeta Garci Sánchez de Badajoz, natural de
Écija; tres se refieren á cierto juglar ó truhán del Rey Católico,
llamado Velasquillo, digno predecesor de D. Francesillo de Zúñiga. Pero
otros están tomados del fondo común de la novelística, como el cuento
del codicioso burlado, que tiene mucha analogía con la novela 195 de
Sacchetti[94], con la fábula 3.ª de la Séptima Noche de Straparola, con
la balada inglesa _Sir Cleges_ y otros textos que enumera el doctísimo
Félix Liebrecht[95], uno de los fundadores de la novelística comparada.

«Solía un villano muy gracioso llevar á un rey muchos presentes de
poco valor, y el rey holgábase mucho, por cuanto le decía muchos
donaires. Acaesció que una vez que el villano tomó unas truchas, y
llevólas (como solía) á presentar al rey, el portero de la sala real,
pensando que el rey haría mercedes al villano, por haber parte le
dijo: «No te tengo de dejar entrar si no me das la mitad de lo que el
rey te mandare dar». El villano le dijo que le placia de muy buena
voluntad, y así entró y presentó las truchas al rey. Holgóse con el
presente, y más con las gracias que el villano le dijo; y muy contento,
le dijo que le demandase mercedes. Entonces el villano dijo que no
quería otras mercedes sino que su alteza le mandase dar quinientos
azotes. Espantado el rey de lo que le pedía, le dijo que cuál era la
causa por que aquello le demandaba. Respondió el villano: «Señor, el
portero de vuestra alteza me ha demandado la mitad de las mercedes, y
no hallo otra mejor para que á él le quepan doscientos azotes». Cayóle
tanto en gracia al rey que luego le hizo mercedes, y al portero mandó
castigar»[96].

Dos ó tres de los cuentos del _Sobremesa_ están en catalán, ó si se
quiere en dialecto vulgar de Valencia. Acaso hubiera algunos más en
otra colección rarísima de Timoneda, _El Buen aviso y portacuentos_
(1564), que Salvá poseyó[97], pero de la cual no hemos logrado
hasta ahora más noticias que las contenidas en el _Catálogo_ de su
biblioteca: «El libro primero, intitulado _Buen Aviso_, contiene
setenta y un cuentos del mismo género que los del _Sobremesa_, con la
diferencia de que la sentencia ó dicho agudo y gracioso, y á veces
una especie de moraleja de la historieta, van puestas en cinco ó seis
versos. El libro segundo, ó sea el _Porta cuentos_, comprende ciento
cuatro de éstos, de igual clase, pero no tienen nada metrificado».
Algunos han confundido esta colección con el _Sobremesa_, pero el
mismo Timoneda las distinguió perfectamente en la _Epístola al benigno
lector_ que va al principio de la edición de 1564 de _El Buen Aviso_:
«En dias pasados imprimí primera y segunda parte del _Sobremesa y
alivio de caminantes_, y como este tratado haya sido muy acepto á
muchos amigos y señores mios, me convencieron que imprimiese el libro
presente llamado _Buen aviso y Porta cuentos_, á donde van encerrados y
puestos extraños y muy facetos dichos». Parece, sin embargo, que ambas
colecciones fueron refundidas en una sola (_Recreación y pasatiempo de
caminantes_), de la cual tuvo el mismo Salvá un ejemplar sin principio
ni fin, y por tanto sin señas de impresión. La segunda y tercera parte
de este librillo comprendían las anécdotas del _Buen Aviso_, con
numerosas variantes y muchas supresiones[98].

Timoneda, cuyo nombre va unido á todos los géneros de nuestra
literatura popular ó popularizada, á los romances, al teatro sagrado
y profano, á la poesía lírica en hojas volantes, no se contentó
con ensayar el cuento en la forma infantil y ruda del _Sobremesa_
y del _Buen Aviso_. Á mayores alturas quiso elevarse en su famoso
_Patrañuelo_ (¿1566?), formando la primera colección española de
novelas escritas á imitación de las de Italia, tomando de ellas el
argumento y los principales pormenores, pero volviendo á contarlas en
una prosa familiar, sencilla, animada y no desagradable. En lo que no
hizo bien fue en darse por autor original de historias que ciertamente
no había inventado, diciendo en la _Epístola al amantísimo lector_:
«No te des á entender que lo que en el presente libro se contiene sea
todo verdad, que _lo más es fingido y compuesto de nuestro poco saber
y bajo entendimiento_; y por más aviso, el nombre dél te manifiesta
clara y distintamente lo que puede ser; porque _Patrañuelo_ se
deriva de patraña, y patraña no es otra cosa sino una fingida traza
tan lindamente amplificada y compuesta que paresce que trae alguna
apariencia de verdad».

Infiérese del mismo prólogo qué todavía el nombre de _novelas_ no había
prevalecido en España, á pesar del ejemplo del traductor de Boccaccio y
algún otro rarísimo: «Y así, semejantes marañas las intitula mi lengua
natural valenciana _Rondalles_, y la toscana _Novelas_, que quiere
decir: Tú, trabajador, pues _no velas_, yo te desvelaré con algunos
graciosos y _asesados_ cuentos, con tal que los sepas contar como aquí
van relatados, para que no pierdan aquel asiento y lustre y gracia con
que fueron compuestos»[99].

No pasan de veintidós las _patrañas_ de Timoneda, y á excepción de una
sola, que puede ser original[100] y vale muy poco, todas tienen fuente
conocida, que descubrió antes que nadie Liebrecht en sus adiciones á
la traducción alemana de la _History of fiction_ de Dunlop[101]. Estas
fuentes son tan varias, que recorriendo una por una las patrañas puede
hacerse en tan corto espacio un curso completo de novelística.

El padre de la historia entre los griegos, padre también de la
narración novelesca en prosa, por tantas y tan encantadoras leyendas
como recogió en sus libros, pudo suministrar á la _patraña diez y seis_
el relato de la fabulosa infancia de Ciro (_Clio_, 107-123). Pero es
seguro que Timoneda no le tomó de Herodoto, sino de Justino, que trae
la misma narración, aunque abreviada y con variantes, en el libro I
de su epítome de Trogo Pompeyo, traducido al castellano en 1540 por
Jorge de Bustamante. Algún detalle, que no está en Herodoto y sí en
aquel compendiador[102], y la falta de muchos otros que se leen en el
historiador griego, pero no en Justino, prueban con toda evidencia
esta derivación. Por el contrario, Lope de Vega, en su notable comedia
_Contra valor no hay desdicha_, tomó la historia de Herodoto por base
principal de su poema, sin excluir alguna circunstancia sacada de
Justino[103].

Del gran repertorio del siglo XIV, _Gesta Romanorum_, cuyo rastro
se encuentra en todas las literaturas de Europa, proceden mediata
ó inmediatamente las patrañas 5.ª y 11.ª, que corresponden á los
capítulos 81 y 153 del _Gesta_. Trátase en el primero cierta repugnante
y fabulosa historia del nacimiento é infancia del Papa San Gregorio
Magno, á quien se suponía hijo incestuoso de dos hermanos[104],
arrojado al mar, donde le encontró un pescador, y criado y adoctrinado
por un abad. Esta bárbara leyenda, que, como otras muchas de su clase,
tenía el sano propósito de mostrar patente la misericordia divina, aun
con los más desaforados pecadores (puesto que Gregorio viene á ser
providencial instrumento de la salvación de su madre), parece ser de
origen alemán: á lo menos un poeta de aquella nación, _Hartmann von der
Aue_, que vivía en el siglo XIII, fue el primero que la consignó por
escrito en un poema de 3.752 versos, que sirvió de base á un libro de
cordel muy difundido en los países teutónicos, _San Gregorio sobre la
piedra_. Los antiguos poemas ingleses _Sir Degore_ y _Sir Eglamour of
Artois_ tienen análogo argumento y en ellos fundó Horacio Walpole su
tragedia _The mysterious mother_. En francés existe una antigua vida de
San Gregorio en verso, publicada por Lazarche (Tours, 1857), que repite
la misma fábula[105]; y no debía de ser ignorada en España, puesto que
encontramos una reminiscencia de ella al principio de la leyenda del
abad Juan de Montemayor, que ha llegado hasta nuestros días en la forma
de libro de cordel[106]. Para suavizar el cuento de San Gregorio, que
ya comenzaba á ser intolerable en el siglo XVI, borró Timoneda en el
protagonista la aureola de santidad y la dignidad de Papa, dejándole
reducido á un Gregorio cualquiera.

La _Patraña oncena_, que es la más larga de todas y quizá la mejor
escrita, contiene la novela de Apolonio de Tiro en redacción análoga
á la del _Gesta_, pero acaso independiente de este libro[107]. Son
tantos y tan varios los que contienen aquella famosa historia bizantina
de aventuras y naufragios, cuyo original griego se ha perdido, pero
del cual resta una traducción latina muy difundida en los tiempos
medios, que no es fácil atinar con la fuente directa de Timoneda.
La suponemos italiana, puesto que de Italia proceden casi todos sus
cuentos. De fijo no tenía la menor noticia del _Libre d'Apollonio_,
una de las más antiguas muestras de nuestra poesía narrativa en el
género erudito del _mester de clerecía_. Las semejanzas que pueden
encontrarse nacen de la comunidad del argumento, y no de la lectura
del vetusto poema, que yacía tan olvidado como todos los de su clase
en un solitario códice, no desenterrado hasta el siglo XIX[108]. No
puede negarse que el primitivo y rudo poeta castellano entendió mejor
que Timoneda el verdadero carácter de aquel libro de caballerías del
mundo clásico decadente, en que no es el esfuerzo bélico, sino el
ingenio, la prudencia y la retórica las cualidades que principalmente
dominan en sus héroes, menos emprendedores y hazañosos que pacientes,
discretos y sufridos. En la escena capital del reconocimiento de
Apolonio y su hija llega á una poesía de sentimiento que no alcanza
jamás el compilador del _Patrañuelo_; y el tipo de la hija de Apolonio,
transformada en la juglaresa Tarsiana, tiene más vida y más colorido
español que la Politania de Timoneda. Prescindiendo de esta comparación
(que no toda resultaría en ventaja del poeta más antiguo), la novela
del librero valenciano es muy agradable, con mejor plan y traza que
las otras suyas, con un grado de elaboración artística superior.
Para amenizarla intercala varias poesías, un soneto y una octava
al modo italiano, una canción octosilábica y un romance, en que la
_truhanilla_, para darse á conocer á su padre Apolonio, hace el resumen
de su triste historia:

      En tierra fuí engendrada,--de dentro la mar nascida,
    Y en mi triste nacimiento--mi madre fué fallescida.
    Echáronla en la mar--en un ataud metida,
    Con ricas ropas, corona,--como reina esclarecida...

Versos que recuerdan otros de Jorge de Montemayor (_Diana_, libro V),
imitados á su vez de Bernaldim Ribeiro:

      Cuando yo triste nací,--luego nací desdichada,
    Luego los hados mostraron--mi suerte desventurada.
    El sol escondió sus rayos,--la luna quedó eclipsada,
    Murió mi madre en pariendo,--moza, hermosa y mal lograda...

Nada hay que añadir á lo que con minuciosa y sagaz crítica expone
miss Bourland[109] sobre las tres patrañas imitadas de tres novelas
de Boccaccio. En la historia de Griselda, que es la _patraña_ 2.ª,
prefiere Timoneda, como casi todos los imitadores, la refundición
latina del Petrarca, traduciéndola á veces á la letra, pero
introduciendo algunas modificaciones para hacer menos brutal la
conducta del protagonista. La patraña 15.ª corresponde, aunque con
variantes caprichosas, á la novela 9.ª de la segunda jornada del
_Decameron_, célebre por haber servido de base al _Cymbelino_ de
Shakespeare. Timoneda dice al acabar su relato: «Deste cuento pasado
hay hecha comedia, que se llama _Eufemia_». Si se refiere á la comedia
de Lope de Rueda (y no conocemos ninguna otra con el mismo título), la
indicación no es enteramente exacta, porque la comedia y la novela sólo
tienen de común la estratagema usada por el calumniador para ganar la
apuesta, fingiendo haber logrado los favores de la inocente mujer de su
amigo.

Timoneda había recorrido en toda su extensión la varia y rica galería
de los _novellieri_ italianos, comenzando por los más antiguos. Ya
dijimos que no conocía á Franco Sacchetti, pero puso á contribución
á otro cuentista de la segunda mitad del siglo XIV, Ser Giovanni
Florentino. Las dos últimas _patrañas_ de la colección valenciana
corresponden á la novela 2.ª de la jornada 23 y á la 1.ª de la jornada
10 del _Pecorone_[110]. Ni una ni otra eran tampoco originales del
autor italiano, si es que existe verdadera originalidad en esta clase
de libros. El primero de esos cuentos reproduce el antiquísimo tema
_folklórico_ de la madrastra que requiere de amores á su entenado
y viendo rechazada su incestuosa pasión le calumnia y procura
envenenarle[111]. La patraña 21 tiene por fuente remotísima la
narración poética francesa _Florence de Rome_, que ya á fines del siglo
XIV ó principios del XV había recibido vestidura castellana en el
_Cuento muy fermoso del emperador Ottas et de la infanta Florencia su
hija et del buen caballero Esmere_[112]. Pero la fuente inmediata para
Timoneda no fue otra que el _Pecorone_, alterando los nombres, según su
costumbre[113].

Dos _novellieri_ del siglo XV, ambos extraordinariamente licenciosos,
Masuccio Salernitano y Sabadino degli Arienti, suministran á la
compilación que vamos examinando dos anécdotas insignificantes, pero
que á lo menos están limpias de aquel defecto[114].

No puede decirse lo mismo de la _patraña_ octava, que es el
escandalosísimo episodio de Jocondo y el rey Astolfo (tan semejante al
cuento proemial de _Las Mil y Una Noches_) que Timoneda tomó del canto
28 del _Orlando Furioso_, sin mitigar en nada la crudeza con que lo
había presentado el Ariosto.

Mateo Bandello, el mayor de los novelistas de la península itálica
después de Boccaccio, no podía quedar olvidado en el ameno mosaico que
iba labrando con piedrecillas italianas nuestro ingenioso mercader de
libros. Dos patrañas tienen su origen en la vasta colección del obispo
de Agen. En la 19 encontramos una imitación libre y muy abreviada de
la novela 22 de la Primera Parte[115] (Amores de Felicia, Lionata y
Timbreo de Cardona), sugerida en parte por el episodio de Ariodante y
Ginebra, en el canto V del _Orlando Furioso_, como éste lo fué por un
episodio análogo de _Tirante el Blanco_[116]. Á su vez la novela de
Bandello es fuente común de otra de Giraldi Cintillo, del cuento de
Timoneda y de la comedia de Shakespeare _Much ado about nothing_[117].

No tiene menos curiosidad para la historia de la poesía romántica la
_Patraña sétima_. «De este cuento pasado hay hecha comedia, llamada de
la Duquesa de la Rosa». Esta comedia existe y es la más notable de las
tres que nos quedan del famoso representante Alonso de la Vega. Pero
ni la novela está tomada de la comedia ni la comedia de la novela.
Alonso de la Vega y Juan de Timoneda tuvieron un mismo modelo, que es
la novela 44, parte 2.ª de las de Bandello, titulada _Amore di Don
Giovanni di Mendoza e della Duchessa di Savoja, con varii e mirabili
accidenti che v' intervengono_. Bandello pone esta narración en boca
de su amigo el noble milanés Filipo Baldo, que decía habérsela oído á
un caballero español cuando anduvo por estos reinos[118], y en efecto,
tiene semejanza con otras leyendas caballerescas españolas de origen
ó aclimatadas muy de antiguo en nuestra literatura[119]. El relato de
Bandello es muy largo y recargado de peripecias, las cuales en parte
suprimen y en parte abrevian sus imitadores. Uno y otro cambian el
nombre de Don Juan de Mendoza, acaso porque no les pareció conveniente
hacer intervenir un apellido español de los más históricos en un asunto
de pura invención. Timoneda le llamó el Conde de Astre y Alonso de la
Vega el infante Dulcelirio de Castilla. Para borrar todas las huellas
históricas, llamaron entrambos duquesa de la Rosa á la de Saboya. Uno
y otro convienen en suponerla hija del rey de Dinamarca, y no hermana
del rey de Inglaterra, como en Bandello. De los nombres de la novela
de éste Timoneda conservó únicamente el de Apiano y Alonso de la Vega
ninguno.

Timoneda hizo un pobrísimo extracto de la rica novela de Bandello:
omitiendo el viaje de la hermana de Don Juan de Mendoza á Italia, la
fingida enfermedad de la duquesa y la intervención del médico, dejó
casi sin explicación el viaje á Santiago; suprimió en el desenlace el
reconocimiento por medio del anillo y en cuatro líneas secas despachó
el incidente tan dramático de la confesión. En cambio, añade de su
cosecha una impertinente carta de los embajadores de la duquesa de la
Rosa al rey de Dinamarca.

Alonso de la Vega, que dió en esta obra pruebas de verdadero
talento, dispuso la acción mucho mejor que Timoneda y que el mismo
Bandello[120]. No cae en el absurdo, apenas tolerable en los cuentos
orientales, de hacer que la duquesa se enamore locamente de un
caballero á quien no había visto en la vida y sólo conocía por fama,
y emprenda la más desatinada peregrinación para buscarle. Su pasión
no es ni una insensata veleidad romántica, como en Timoneda, ni un
brutal capricho fisiológico, como en Bandello, que la hace adúltera de
intención, estropeando el tipo con su habitual cinismo. Es el casto
recuerdo de un inocente amor juvenil que no empaña la intachable pureza
de la esposa fiel á sus deberes. Si emprende el viaje á Santiago es
para implorar del Apóstol la curación de sus dolencias. Su romería es
un acto de piedad, el cumplimiento de un voto; no es una farsa torpe
y liviana como en Bandello, preparada de concierto con el médico,
valiéndose de sacrílegas supercherías. Cuando la heroína de Alonso de
la Vega encuentra en Burgos al infante Dulcelirio, ni él ni ella se dan
á conocer; sus almas se comunican en silencio cuando el infante deja
caer en la copa que ofrece á la duquesa el anillo que había recibido
de ella al despedirse de la corte de su padre en días ya lejanos. La
nobleza, la elevación moral de esta escena, honra mucho á quien fué
capaz de concebirla en la infancia del arte.

Como Timoneda y Alonso de la Vega, aunque con méritos desiguales,
coinciden en varias alteraciones del relato de Bandello, hay lugar para
la suposición, apuntada recientemente por D. Ramón Menéndez Pidal[121],
de un texto intermedio entre Bandello y los dos autores españoles.

Otras dos patrañas, la 1.ª y la 13.ª, reproducen también argumentos de
comedias, según expresa declaración del autor; pero estas comedias,
una de las cuales existe todavía, eran seguramente de origen novelesco
é italiano. De la _Feliciana_ no queda más noticia que la que da
Timoneda. La _Tolomea_ es la primera de las tres que se conocen
de Alonso de la Vega, y sin duda una de las farsas más groseras y
desatinadas que en tiempo alguno se han visto sobre las tablas. Su
autor se dió toda la maña posible para estropear un cuento que ya en
su origen era vulgar y repugnante. No pudo sacarle del _Patrañuelo_,
obra impresa después de su muerte y donde está citada su comedia, de la
cual se toman literalmente varias frases. Hay que suponer, por tanto,
un modelo italiano, que no ha sido descubierto hasta ahora. Los dos
resortes principales de la comedia, el trueque de niños en la cuna
y el incesto de hermanos (no lo eran realmente Argentina y Tolomeo,
pero por tales se tenían), pertenece al fondo común de los cuentos
populares[122].

La _patraña cuarta_, aunque de antiquísimo origen oriental, fué
localizada en Roma por la fantasía de la Edad Media y forma parte de
la arqueología fabulosa de aquella ciudad. «Para entendimiento de la
presente patraña es de saber que hay en Roma, dentro de los muros
della, al pie del monte Aventino, una piedra á modo de molino grande
que en medio della tiene una cara casi la media de león y la media de
hombre, con una boca abierta, la cual hoy en dia se llama la piedra de
la verdad... la cual tenía tal propiedad, que los que iban á jurar para
hacer alguna salva ó satisfacción de lo que les inculpaban, metían la
mano en la boca, y si no decían verdad de lo que les era interrogado,
el ídolo ó piedra cerraba la boca y les apretaba la mano de tal manera,
que era imposible poderla sacar hasta que confesaban el delito en que
habían caido; y si no tenían culpa, ninguna fuerza les hacía la piedra,
y ansí eran salvos y sueltos del crimen que les era impuesto, y con
gran triunfo les volvían su fama y libertad».

Esta piedra, que parece haber sido un mascarón de fuente, se ve
todavía en el pórtico de la iglesia de _Santa María in Cosmedino_ y
conserva el nombre de _Bocca della Verità_, que se da también á la
plaza contigua. Ya en los _Mirabilia urbis Romae_, primer texto que la
menciona, está considerada como la boca de un oráculo. Pero la fantasía
avanzó más, haciendo entrar esta antigualla en el ciclo de las leyendas
virgilianas. El poeta Virgilio, tenido entonces por encantador y mago,
había labrado aquella efigie con el principal objeto de probar la
lealtad conyugal y apretar los dedos á las adúlteras que osasen prestar
falso juramento. Una de ellas logró esquivar la prueba, haciendo que
su oculto amante se fingiese loco y la abrazase en el camino, con lo
cual pudo jurar sobre seguro que sólo su marido y aquel loco la habían
tenido en los brazos; Virgilio, que lleno de malicia contra el sexo
femenino había imaginado aquel artificio mágico para descubrir sus
astucias, tuvo que confesar que las mujeres sabían más que él y podían
dar lecciones á todos los nigromantes juntos.

Este cuento, como casi todos los que tratan de «engaños de mujeres»,
fue primitivamente indio; se encuentra en el _Çukasaptati_ ó libro del
Papagayo y en una colección tibetana ó mongólica citada por Benfey.
El mundo clásico conoció también una anécdota muy semejante, pero sin
intervención del elemento amoroso, que es común al relato oriental
y á la leyenda virgiliana. Comparetti, que ilustra doctamente esta
leyenda en su obra acerca de Virgilio en la Edad Media, cita á este
propósito un texto de Macrobio (_Sat._ I, 6, 30). La atribución á
Virgilio se encuentra por primera vez, según el mismo filólogo, en
una poesía alemana anónima del siglo XIV; pero hay muchos textos
posteriores, en que para nada suena el nombre del poeta latino[123].
Uno de ellos es el cuento de Timoneda, cuyo original verdadero no ha
sido determinado hasta ahora, ya que no puede serlo ninguna de las dos
novelas italianas que Liebrecht apuntó. La fábula 2.ª de la cuarta
_Noche_ de Straparola[124] no pasa en Roma, sino en Atenas, y carece de
todos los detalles arqueológicos relativos á la _Bocca della Verità_,
los cuales Timoneda conservó escrupulosamente. Además, y esto prueba la
independencia de las dos versiones, no hay en la de Straparola rastro
de dos circunstancias capitales en la de Timoneda: la intervención del
nigromante Paludio y la herida en un pie que finge la mujer adúltera
para que venga su amante á sostenerla, no en traza y ademán de loco,
sino en hábito de villano. De la novela 98 de Celio Malespini no hay
que hacer cuenta, puesto que la primera edición que se cita de las
_Ducento Novelle_ de este autor es de 1609, y por tanto muy posterior
al _Patrañuelo_[125].

Tampoco creo que la _patraña_ 17 venga en línea recta de la 68 de las
_Cento Novelle Antiche_, porque esta novela es una de las diez y ocho
que aparecieron por primera vez en la edición de 1572, dirigida por
Vincenzo Borghini[126], seis años después de haber sido aprobado para
la impresión el librillo de Timoneda. Más verosímil es que éste la
tomase del capítulo final (283) del _Gesta Romanorum_[127]. Pero son
tan numerosos los libros profanos y devotos que contienen la ejemplar
historia del calumniador que ardió en el horno encendido para el
inocente, que es casi superflua esta averiguación, y todavía lo sería
más insistir en una leyenda tan famosa y universalmente divulgada, que
se remonta al _Somadeva_ y á los cuentos de _Los Siete Visires_ (sin
contar otras versiones en árabe, en bengalí y en turco), que tiene en
la Edad Media tantos paradigmas, desde el _fabliau_ francés del rey que
quiso hacer quemar al hijo de su senescal, hasta nuestra leyenda del
paje de Santa Isabel de Portugal, cantada ya por Alfonso el Sabio[128],
y que, después de pasar por infinitas transformaciones, todavía prestó
argumento á Schiller para su bella balada _Fridolin_, imitada de una
novela de Restif de la Bretonne.

Lo que sí advertiremos es que el cuento de Timoneda, lo mismo que la
versión catalana del siglo XV, servilmente traducida del _fabliau_
francés[129], pertenecen á la primitiva forma de la leyenda oriental;
que es también la más grosera y menos poética, en que el acusado no lo
es de adulterio, como en las posteriores, sino de haber dicho que el
rey tenía lepra ó mal aliento[130].

La _patraña catorcena_ es el cuento generalmente conocido en la
literatura _folklórica_ con el título de _El Rey Juan y el Abad
de Cantorbey_. No creo, por la razón cronológica ya expuesta, que
Timoneda le tomase de la novela 4.ª de Sacchetti[131], que es mucho
más complicada por cierto, ni tampoco del canto 8.º del _Orlandino_
de Teófilo Folengo, donde hay un episodio semejante. Este cuento
vive en la tradición oral, y de ella hubo de sacarle inmediatamente
Timoneda, por lo cual tiene más gracia y frescura y al mismo tiempo
más precisión esquemática que otros suyos, zurcidos laboriosamente con
imitaciones literarias. Todos hemos oído este cuento en la infancia y
en nuestros días le ha vuelto á escribir Trueba con el título de _La
Gramática parda_[132]. En Cataluña la solución de las tres preguntas
se atribuye al Rector de Vallfogona, que carga allí con la paternidad
de todos los chistes, como Quevedo en Castilla. Quiero transcribir la
versión de Timoneda, no sólo por ser la más antigua de las publicadas
en España y quizá la más fiel al dato tradicional, sino para dar una
muestra de su estilo como cuentista, más sabroso que limado.

«Queriendo cierto rey quitar el abadía á un muy honrado abad y darla
á otro por ciertos revolvedores, llamóle y díxole: «Reverendo padre,
porque soy informado que no sois tan docto cual conviene y el estado
vuestro requiere, por pacificación de mi reino y descargo de mi
consciencia, os quiero preguntar tres preguntas, las cuales, si por
vos me son declaradas, hareis dos cosas: la una que queden mentirosas
las personas que tal os han levantado; la otra que os confirmaré
para toda vuestra vida el abadía, y si no, habréis de perdonar». Á
lo cual respondió el abad: «Diga vuestra alteza, que yo haré toda
mi posibilidad de habellas de declarar». «Pues sus, dijo el rey. La
primera que quiero que me declareis es que me digais yo cuánto valgo;
y la segunda, que adonde está el medio del mundo, y la tercera, qué es
lo que yo pienso. Y porque no penseis que os quiero apremiar que me las
declareis de improviso, andad, que un mes os doy de tiempo para pensar
en ello».

«Vuelto el abad á su monesterio, por más que miró sus libros y diversos
autores, por jamás halló para las tres preguntas respuesta ninguna que
suficiente fuese. Con esta imaginación, como fuese por el monesterio
argumentando entre sí mismo muy elevado, díjole un dia su cocinero:
«¿Qué es lo que tiene su paternidad»? Celándoselo el abad, tomó á
replicar el cocinero diciendo: «No dexe de decírmelo, señor, porque
á veces debajo de ruin capa yace buen bebedor, y las piedras chicas
suelen mover las grandes carretas». Tanto se lo importunó, que se lo
hubo de decir. Dicho, dixo el cocinero: «Vuestra paternidad haga una
cosa, y es que me preste sus ropas, y raparéme esta barba, y como le
parezco algun tanto y vaya de par de noche en la presencia del rey, no
se dará á cato del engaño; así que teniéndome por su paternidad, yo le
prometo de sacarle deste trabajo, á fe de quien soy».

«Concediéndoselo el abad, vistió el cocinero de sus ropas, y con
su criado detrás, con toda aquella cerimonia que convenía, vino en
presencia del rey. El rey, como le vido, hízole sentar cabe de sí
diciendo: «Pues ¿qué hay de nuevo, abad?» Respondió el cocinero: «Vengo
delante de vuestra alteza para satisfacer por mi honra». «¿Así? dijo
el rey: veamos qué respuesta traéis á mis tres preguntas». Respondió
el cocinero: «Primeramente á lo que me preguntó vuestra alteza que
cuánto valía, digo que vale veinte y nueve dineros, porque Cristo
valió treinta. Lo segundo, que donde está el medio mundo, es a do
tiene su alteza los piés; la causa que como sea redondo como bola,
adonde pusieren el pié es el medio dél; y esto no se me puede negar. Lo
tercero que dice vuestra alteza, que diga qué es lo que piensa, es que
cree hablar con el abad, y está hablando con su cocinero». Admirado el
rey desto, dixo: «Qué, ¿éso pasa en verdad»? Respondió: «Sí, señor, que
soy su cocinero, que para semejantes preguntas era yo suficiente, y no
mi señor el abad». Viendo el rey la osadía y viveza del cocinero, no
sólo le confirmó la abadía para todos los dias de su vida, pero hízole
infinitas mercedes al cocinero».

Sobre el argumento de la _patraña_ 12.ª versa una de las piezas que
Timoneda publicó en su rarísima _Turiana: Paso de dos ciegos y un mozo
muy gracioso para la noche de Navidad_[133]. Timoneda fué editor de
estas obras, pero no consta con certeza que todas salieran de su pluma.
De cualquier modo, el _Paso_ estaba escrito en 1563, antes que el
cuentecillo de _El Patrañuelo_, al cual aventaja mucho en desenfado y
chiste. Con ser tan breves el _paso_ y la patraña, todavía es verosímil
que procedan de alguna floresta cómica anterior[134].

Aunque Timoneda no sea precursor inmediato de Cervantes, puesto que
entre el _Patrañuelo_ y las _Novelas Ejemplares_ se encuentran, por
lo menos, cuatro colecciones de alguna importancia, todas, excepto la
portuguesa de Troncoso, pertenecen á los primeros años del siglo XVII,
por lo cual, antes de tratar de ellas, debo decir dos palabras de los
libros de anécdotas y chistes, análogos al _Sobremesa_, que escasean
menos, si bien no todos llegaron á imprimirse y algunos han perecido
sin dejar rastro.

Tal acontece con dos _libros de cuentos varios_ que D. Tomás Tamayo de
Vargas cita en su _Junta de libros la mayor que España ha visto en su
lengua_, de donde pasó la noticia á Nicolás Antonio. Fueron sus autores
dos clarísimos ingenios toledanos: Alonso de Villegas y Sebastián
de Horozco, aventajado el primero en géneros tan distintos como la
prosa picaresca de la _Comedia Selvagia_ y la narración hagiográfica
del _Flos Sanctorum_; poeta el segundo de festivo y picante humor
en sus versos de burlas, incipiente dramaturgo en representaciones,
entremeses y coloquios que tienen más de profano que de sagrado;
narrador fácil y ameno de sucesos de su tiempo; colector incansable
de memorias históricas y de proverbios; ingenioso moralista con
puntas de satírico en sus glosas. Las particulares condiciones de
estos autores, dotados uno y otro de la facultad narrativa en grado
no vulgar, hace muy sensible la pérdida de sus cuentos, irreparable
quizá para Alonso de Villegas, que entregado á graves y religiosos
pensamientos en su edad madura, probablemente haría desaparecer estos
livianos ensayos de su mocedad, así como pretendió con ahinco, aunque
sin fruto, destruir todos los ejemplares de su _Selvagia_, comedia
del género do las Celestinas[135]. Pero no pueden presumirse tales
escrúpulos en Sebastián de Horozco, que en su _Cancionero_ tantas veces
traspasa la raya del decoro, y que toda su vida cultivó asiduamente
la literatura profana. Conservemos la esperanza de que algún día
desentierre cualquier afortunado investigador su _Libro de cuentos_;
del modo que han ido apareciendo sus copiosas relaciones históricas,
su _Recopilación de refranes y adagios comunes y vulgares de España_,
que no en vano llamó «la mayor y más copiosa que hasta ahora se ha
hecho», puesto que, aun incompleta como está, comprende más de ocho
mil; y su _Teatro universal de proverbios_, glosados en verso, donde
se encuentran incidentalmente algunos «cuentos graciosos y fábulas
moralizadas», siguiendo el camino abierto por Juan de Mal Lara, pero
con la novedad de la forma métrica[136].

En su entretenido libro _Sales Españolas_ ha recopilado el docto
bibliotecario D. Antonio Paz y Melia, á quien tantos obsequios del
mismo género deben nuestras letras, varias pequeñas colecciones de
cuentos, inéditas hasta el presente. Una de las más antiguas es la
que lleva el título latino de _Liber facetiarum et similitudinum
Ludovici di Pinedo et amicorum_, aunque esté en castellano todo el
contexto[137]. Las _facecias_ de Pinedo, como las de Poggio, parecen,
en efecto, compuestas, no por una sola persona, sino por una tertulia
ó reunión de amigos de buen humor, comensales acaso de D. Diego de
Mendoza ó formados en su escuela, según conjetura el editor, citando
palabras textuales de una carta de aquel grande hombre, que han pasado
á uno de los cuentos[138].

De todos modos, la colección debió de ser formada en los primeros años
del reinado de Felipe II, pues no alude á ningún suceso posterior á
aquella fecha. El recopilador era, al parecer, castellano viejo ó había
hecho, á lo menos, larga residencia en tierra de Campos, porque se
muestra particularmente enterado de aquella comarca. _El Libro chistes_
es anterior sin disputa al _Sobremesa_ de Timoneda y tiene la ventaja
de no contener más que anécdotas españolas, salvo un pequeño apólogo de
la Verdad y unos problemas de aritmética recreativa. Y estas anécdotas
se refieren casi siempre á los personajes más famosos del tiempo de los
Reyes Católicos y del Emperador, lo cual da verdadero interés histórico
á esta floresta. No creo que Melchor de Santa Cruz la aprovechase,
porque tienen muy pocos cuentos comunes, y aun éstos referidos con
muy diversas palabras. Pero los personajes de uno y otro cuentista
suelen ser los mismos, sin duda porque dejaron en Castilla tradicional
reputación de sentenciosos y agudos, de burlones ó de extravagantes:
el médico Villalobos, el duque de Nájera, el Almirante de Castilla, el
poeta Garci Sánchez de Badajoz, que por una amorosa pasión adoleció del
seso. Por ser breves, citaré, sin particular elección, algunos de estos
cuentecillos, para dar idea de los restantes.

Sobre el saladísimo médico Villalobos hay varios, y en casi todos
se alude á su condición de judío converso, que él mismo convertía
en materia de chistes, como es de ver á cada momento en sus cartas
á los más encopetados personajes, á quienes trataba con tan cruda
familiaridad. Los dichos que se le atribuyen están conformes con el
humor libre y desgarrado de sus escritos.

«El Dr. Villalobos tenía un acemilero mozo y vano, porque decía ser
de la Montaña y hidalgo. El dicho Doctor, por probarle, le dijo un
día: «Ven acá, hulano; yo te querría casar con una hija mía, si tú lo
tovieses por bien». El acemilero respondió: «En verdad, señor, que
yo lo hiciese por haceros placer; mas ¿con qué cara tengo de volver
á mi tierra sabiendo mis parientes que soy casado con vuestra hija?»
Villalobos le respondió: «Por cierto tú haces bien, como hombre que
tiene sangre en el ojo; mas yo te certifico que no entiendo ésta tu
honra, ni aun la mía».

«Dijo el Duque de Alba D. Fadrique al doctor Villalobos: «Parésceme,
señor doctor, que sois muy gran albeitar». Respondió el doctor: «Tiene
V. S.ª razón, pues curo á un tan gran asno».

«El doctor Villalobos, estando la corte en Toledo, entró en una iglesia
á oir misa y púsose á rezar en un altar de la Quinta Angustia, y á la
sazon que él estaba rezando, pasó por junto á él una señora de Toledo
que se llama Doña Ana de Castilla, y como le vió, comienza á decir:
«Quitadme de cabo este judío que mató á mi marido», porque le había
curado en una enfermedad de la que murió. Un mozo llegóse al Doctor
Villalobos muy de prisa, y díjole: «Señor, por amor de Dios, que vays
que está mi padre muy malo, á verle». Respondió el doctor Villalobos:
«Hermano, ¿vos no veis aquella que va allí vituperándome y llamándome
judío porque maté á su marido?» Y señalando al altar: «Y ésta que está
aquí llorando y cabizbaja porque dice que le maté su hijo, ¿y queréis
vos que vaya ahora á matar á vuestro padre?».

El Duque de Nájera, á quien se refiere la curiosa anécdota que voy
á transcribir, no es el primero y más famoso de su título, D. Pedro
Manrique de Lara, á quien por excelencia llamaron _el Fuerte_, sino un
nieto suyo que heredó el ingenio más bien que la fortaleza caballeresca
de su terrible abuelo. La anécdota es curiosa para la historia
literaria, porque prueba el temor que infundía en su tiempo la pluma
maldiciente y venal de Pedro Aretino.

«El Duque de Nájera y el Conde de Benavente tienen estrecha amistad
entre sí, y el Conde do Benavente, aunque no es hombre sabio ni leído,
ha dado, sólo por curiosidad, en hacer librería, y no ha oído decir
de libro nuevo cuando lo marca y le pone en su librería. El Duque de
Nájera, por hacerle una burla, estando con él en Benavente, acordó de
hacerla desta manera: que hace una carta fingida con una memoria de
libros nunca oídos ni vistos ni que se verán, los cuales enviaba Pedro
Aretino, italiano residente en Venecia, el cual, por ser tan mordaz
y satírico, tiene salario del Pontífice, Emperador, Rey de Francia y
otros Príncipes y grandes, y en llegando al tiempo de la paga, si no
viene luego, hace una sátira ó comedia ó otra obra que sepa á esto
contra el tal.

«Esta carta y memoria de libros venía por mano de un mercader de
Burgos, en la cual carta decía que en recompensa de tan buena obra como
á Su Señoría había hecho Pedro Aretino, que sería bien enviarle algun
presente, pues ya sabía quién era y cuán maldiciente. La carta se dió
al Conde y la memoria, y como la leyese y no entendiese la facultad de
los libros, ni aun el autor, mostróla al Duque como á hombre más leído
y visto, el cual comienza á ensalzar la excelencia de las obras, y que
luego ponga por obra de gratificar tan buen beneficio á Pedro Aretino,
que es muy justo. El Conde le preguntó que qué le parescia se le debía
enviar. El Duque respondió que cosa de camisas ricas, lençuelos,
toallas, guantes aderezados y cosas de conserva y otras cosas de este
jaez. En fin, el Duque señalaba lo que más á su propósito hacía, como
quien se había de aprovechar de ello más que Pedro Aretino. El Conde
puso luego por la obra el hacer del presente, que tardaron más de un
mes la Condesa y sus damas y monasterios y otras partes, y hecho todo,
enviólo á hacer saber al Duque, y dase órden que se lleve á Burgos,
para que desde allí se encamine á Barcelona y á Venecia, y trayan los
libros de la memoria; la cual órden dió después mejor el Duque, que
lo hizo encaminar á su casa y recámara. Y andando el tiempo, vínolo á
saber el Conde, y estuvo el más congoxado y desabrido del mundo con la
burla del Duque, esperando sazón para hacerle otra para satisfaccion de
la recibida».

Aun en libros de tan frívola apariencia como éste pueden encontrarse
á veces curiosidades históricas. Lo es, por ejemplo, el siguiente
cuentecillo, que prueba la persistencia de los bandos de la Edad Media
en las provincias septentrionales de España hasta bien entrado el siglo
XVI.

«En un lugar de la Montaña que llaman Lluena hay un clérigo que es cura
del lugar, que llaman Andrés Diaz, el cual es Gil, y tiene tan gran
enemistad con los Negretes como el diablo con la cruz. Estando un dia
diciendo misa á unos novios que se velaban, de los principales, y como
fuese domingo y se volviese á echar las fiestas, y viese entre los que
habían venido á las bodas algunos Negretes, dijo: «Señores, yo querría
echar las fiestas; mas vi los diablos y hánseme olvidado». Y sin más,
volvióse y acabó la misa; y al echar del agua bendita, no la quiso
echar á los Negretes solos, diciendo en lugar de _aqua benedicta_:
«Diablos fuera».

Con los nombres famosos de Suero de Quiñones y D. Enrique de Villena
y las tradiciones relativas á la magia de éste se enlaza la siguiente
conseja:

«Contaba Velasco de Quiñones que Suero de Quiñones, el que guardó el
paso de Orbigo por defender que él era el más esforzado, y Pedro de
Quiñones y Diego, sus hermanos, sabio y gentil hombre, rogó á D.
Enrique de Villena le mostrase al demonio. Negábase el de Villena;
pero al cabo, vencido por sus ruegos, invitó un día á comer á Suero,
sirviéndoles de maestresala el demonio. Era tan gentil hombre, y tan
bien tractado y puesto lo que traia, que Suero le envidiaba y decia
á su hermano que era más gentil hombre que cuantos hasta allí viera.
Acabada la comida, preguntó enojado á D. Enrique quién era aquel
maestresala. D. Enrique se reía. Entró el maestresala en la cámara
donde se habia retraído, y arrimóse á una pared con gran continencia, y
preguntó otra vez quién era. Sonrióse D. Enrique y dijo: «El demonio».
Volvió Suero á mirarle, y como le vió, puestas las manos sobre los
ojos, á grandes voces dijo: «¡Ay Jesús, ay Jesús!» Y dió consigo en
tierra por baso de una mesa, de donde le levantaron acontecido. ¡Qué
hiciera á verlo en su terrible y abominable figura!».

En un libro de pasatiempo y chistes no podía faltar alguno á costa de
los portugueses. Hay varios en la floresta de Pinedo, entre los cuales
elijo por menos insulso el siguiente:

«Hacían en un lugar la remembranza del prendimiento de Jesucristo,
y como acaso fuesen por una calle y llevase la cruz á cuestas, y le
fuesen dando de empujones y de palos y puñadas, pasaba un portugués á
caballo, y como lo vió apeóse, y poniendo mano á la espada, comenzó
á dar en los sayones de veras, los cuales, viendo la burla mala,
huyeron todos. El portugués dijo: «¡Corpo de Deus con esta ruyn gente
castellana!» Y vuelto al Cristo con enojo, le dijo: «E vos, home de
bien, ¿por qué vos dejais cada año prender?».

Pero la obra maestra de este género de pullas, cultivado recíprocamente
por castellanos y portugueses, y que ha contribuido más de lo que
parece á fomentar la inquina y mala voluntad entre los pueblos
peninsulares[139], son las célebres _Glosas al Sermón de Aljubarrota_,
atribuidas en manuscritos del siglo XVI á D. Diego Hurtado de Mendoza,
como otros varios papeles de donaire, algunos evidentemente apócrifos.
No responderé yo tampoco de la atribución de estas _glosas_, puesto
que en ellas mismas se dice que el autor era italiano[140], si bien
esto pudo ponerse para disimular, siendo por otra parte tan castizo el
picante y espeso sabor de este opúsculo. Además, el autor, quien quiera
que fuese, supone haber oído el sermón en Lisboa el año de 1545[141] y
precisamente durante todo aquel año estuvo D. Diego de embajador en
el Concilio de Trento. Todas estas circunstancias hacen muy sospechosa
la autenticidad de esta sátira, aunque no menoscaben su indisputable
gracejo.

El tal sermón de circunstancias, lleno de hipérboles y fanfarronadas,
en conmemoración del triunfo del Maestre de Avís contra D. Juan I
de Castilla, sirve de texto ó de pretexto á una copiosa antología
de chascarrillos, anécdotas, dicharachos extravagantes, apodos,
motes y pesadas zumbas, no todas contra portugueses, aunque éstos
lleven la peor parte. El principal objeto del autor es hacer reir, y
ciertamente lo consigue, pero ni él ni sus lectores debían de ser muy
escrupulosos en cuanto á las fuentes de la risa. Algún cuento hay en
estas glosas, el del portugués Ruy de Melo, verbigracia, que por lo
cínico y brutal estaría mejor entre las del _Cancionero de Burlas_;
otros, sin llegar á tanto, son nauseabundos y mal olientes; pero hay
algunos indisputablemente graciosos, sin mezcla de grosería; los hay
hasta delicados, como el del huésped aragonés y el castellano, rivales
en cortesía y gentileza[142]; y hay, finalmente (y es lo que da más
precio á este género de silvas y florestas), hechos y dichos curiosos
de la tradición nacional. Baste citar el _ejemplo_ siguiente, que tiene
cierta fiereza épica:

«Sólo quiero decir aquí de un gallego que se decía Alvaro Gonzalez de
Ribadeneyra, que estando en la cama para morir, los hijos, con deseo de
poner en cobro el alma de su padre, fueron á la cama y preguntáronle
si en las diferencias pasadas del obispo de Lugo y las que tuvo con
otros señores, si tenía algo mal ganado que lo declarase, que ellos lo
restituirían; por tanto, que dijese el título que á la hacienda dejaba
y tenía. Lo cual, como oyese el viejo, mandó ensillar un caballo,
y levantóse como mejor pudo, y subióse en él, y tomando una lanza,
puso las piernas al caballo y envistió á la pared y quebró la lanza
en piezas, y volviendo á sus hijos, dijo: «El título con que os dejo
ganada la hacienda y honra ha sido éste; si lo supiéredes sustentar,
para vosotros será el provecho, y si no, quedad para ruines». Y
volvióse á la cama, y murió».

No nos detendremos en el cuaderno de los _Cuentos de Garibay_ que posee
la Academia de la Historia[143], porque la mayor parte de estos cuentos
pasaron casi literalmente á la _Floresta Española_ de Melchor de Santa
Cruz. Si el recopilador de ellos fué, como creemos, el historiador
guipuzcoano del mismo apellido, que pasó en Toledo la última parte de
su vida, allí mismo pudo disfrutar Santa Cruz su pequeña colección
manuscrita é incorporarla en la suya, más rica y metódica que ninguna
de las precedentes y de las posteriores.

Poco sabemos de las circunstancias personales de este benemérito
escritor, salvo que era natural de la villa de Dueñas en Castilla
la Vieja y vecino de la ciudad de Toledo. Su condición debía de ser
humilde y cortos sus estudios, puesto que dice en el prólogo de sus
_Cien Tratados_: «Mi principal intento fué solamente escribir para los
que _no saben leer más de romance, como yo_, y no para los doctos». Y
dedicando al Rey D. Felipe el Prudente la segunda parte de dicha obra,
da á entender otra vez que toda su lectura era de libros en lengua
vulgar: «El sosiego tan grande y dichosa paz que en los bienaventurados
tiempos de Vuestra Magestad hay, son causa que florezcan en ellos todas
las buenas artes y honestos ejercicios; y que no solamente los hombres
doctos, mas _los ignorantes como yo_, se ocupen en cosas ingeniosas y
eruditas, cada uno conforme á su posibilidad. Yo, poderosísimo señor,
he sido siempre aficionado a gastar el tiempo en leer buenos libros,
_principal_ los morales que en nuestra lengua yo he podido haber (que
no han sido pocos), de donde he sacado estas sentencias».

Todos sus trabajos pertenecen, en efecto, á la literatura vulgar y
paremiológica. Los _Cien Tratados_[144] son una colección de máximas
y sentencias morales en tercetos ó ternarios de versos octosílabos,
imitando hasta en el metro los _Trezientos Proverbios, Consejos y
avisos muy provechosos para discurso de nuestra humana vida_ del
abogado valenciano D. Pedro Luis Sauz[145]. Del mismo modo, la
_Floresta_, cuya primera edición es de 1574[146], fué indudablemente
sugerida por el _Sobremesa_ de Timoneda. Pero el plan de Santa Cruz es
más vasto y envuelve un conato de clasificación seguido con bastante
regularidad, que hace fácil el manejo de su librillo.

Aunque Melchor de Santa Cruz da á entender que no sabía más lengua
que la propia, no le creo enteramente forastero en la italiana, de
tan fácil inteligencia para todo español, y me parece muy verosímil,
aunque no he tenido ocasión de comprobarlo, que conociese y aprovechara
las colecciones de _Facezie, motti, buffonerie et burle_ del Piovano
Arlotto, del Gonella y del Barlacchia: las _Facezie et motti arguti
di alcuni eccellentissimi ingegni_ de Ludovicico Domenichi (1547);
las _Hore di recreazione_ de Ludovico Guicciardini, no traducidas en
aquella fecha al castellano, y algunas otras ligeras producciones de
la misma índole que la _Floresta_. Y aun suponiendo que no las hubiese
visto en su original, las conocía indirectamente á través de Timoneda,
sin contar con los chistes que se hubiesen incorporado en la tradición
oral. Pero estos cuentos son fáciles de distinguir del fondo indígena
de la _Floresta_, cuyo verdadero carácter señala perfectamente el autor
en su dedicatoria á D. Juan de Austria.

«En tanta multitud de libros como cada dia se imprimen y en tan
diversas é ingeniosas invenciones, que con la fertilidad de los buenos
ingenios de nuestra nacion se inventan, me pareció se habían olvidado
de una no ménos agradable que importante para quien es curioso y
aficionado á las cosas propias de la patria, y es la recopilacion de
sentencias y dichos notables de españoles. Los cuales, como no tengan
ménos agudeza, ni ménos peso o gravedad que los que en libros antiguos
están escriptos, antes en parte, como luego diré, creo que son mejores,
estoy maravillado qué ha sido la causa que no haya habido quien en
esto hasta ahora se haya ocupado. Yo, aunque _hombre de ningunas
letras_ y de poco ingenio, así por intercesión de algunos amigos, que
conocieron que tenia inclinación á esto, como por la naturaleza, que
de esta antigua y noble ciudad de Toledo tengo[147], donde todo el
primor y elegancia del buen decir florece, me he atrevido á tomar esta
empresa. Y la dificultad que en escribir estos dichos hay es la que se
tiene en hallar moneda de buen metal y subida de quilates. Porque así
como aquella es más estimada que debaxo de menos materia contiene más
valor, así aquellos son más excelentes dichos los que en pocas palabras
tienen encerradas muchas y notables sentencias. Porque unos han de ser
graves y entendidos: otros agudos y maliciosos; otros agradables y
apacibles; otros donosos para mover á risa; otros que lo tengan todo, y
otros hay metaforizados, y que toda su gracia consiste en la semejanza
de las cosas que se apropia, de las quales el que no tiene noticia le
parece que es el dicho frio, y que no tiene donayre, siendo muy al
contrario para el que entiende. Otros tienen su sal en las diversas
significaciones de un mismo vocablo; y para esto es menester que así
el que lo escribe, como el que lo lee, tenga ingenio para sentirlo y
juicio para considerarlo...

«En lo que toca al estilo y propiedad con que se debe escribir, una
cosa no me puede dejar de favorecer; y es el lugar donde lo escribo,
cuya autoridad en las cosas que toca al comun hablar es tanta, que
las leyes del Reino disponen que cuando en alguna parte se dudare de
algun vocablo castellano, lo determine el hombre toledano que alli
se hallare[148]. Lo cual por justas causas se mandó juntamente: la
primera porque esta ciudad está en el centro de toda España, donde es
necesario que, como en el corazon se producen más subtiles espíritus,
por la sangre más delicada que allí se envía, así también en el pueblo
que es el corazon de alguna region está la habla y la conversacion más
aprobada que en otra parte de aquel reino.

«La segunda, por estar lejos del mar, no hay ocasion, por causa del
puerto, á que gentes extrangeras hayan de hacer mucha morada en él; de
donde se sigue corrupcion de la lengua, y aun tambien de las costumbres.

«La tercera, por la habilidad y buen ingenio de los moradores que en
ella hay; los cuales, o porque el aire con que respiran es delgado, o
porque el clima y constelacion les ayuda, o porque ha sido lugar donde
los Reyes han residido, están tan despiertos para notar cualquiera
impropiedad que se hable, que no es menester se descuide el que con
ellos quisiere tratar desto...».

Es libro curiosísimo, en efecto, como texto de lengua; pero debe
consultarse en las ediciones del siglo XVI, pues en las posteriores,
especialmente en las dos del siglo XVIII, se modernizó algo el
lenguaje, además de haberse suprimido ó cercenado varios cuentos que
parecieron libres ó irreverentes, á pesar de la cuerda prevención que
hacía el mismo Santa Cruz en estos versos:

      De aquesta Floresta, discreto lector,
    Donde hay tanta copia de rosas y flores,
    De mucha virtud, olor y colores,
    Escoja el que es sabio de aquí lo mejor.
    Las de linda vista y de buen sabor
    Sirvan de salsa á las virtuosas,
    Y no de manjar, si fueren viciosas,
    Pues para esto las sembró el autor.

Las partes de la _Floresta_, que fueron diez en la primera edición
toledana y once en la de Alcalá, 1576, llegaron definitivamente á doce,
distribuidas por el orden siguiente:

«Primera Parte: Capítulo I. De Sumos Pontífices.--Cap. II. De
Cardinales.--Capítulo III. De Arzobispos.--Cap. IV. De Obispos.--Cap.
V. De Clérigos.--Cap. VI. De Frayles.

«Segunda Parte: Capítulo I. De Reyes.--Cap. II. De caballeros.--Cap.
III. De capitanes y soldados.--Cap. IV. De aposentadores.--Cap. V. De
truhanes.--Cap. VI. De pajes.

«Tercera Parte: Capítulo I. De responder con la misma palabra.--Cap.
II. De responder con la copulativa antigua.--Cap. III. De gracia
doblada.--Cap. IV. De dos significaciones.--Cap. V. De responder al
nombre propio.--Cap. VI. De enmiendas y declaraciones de letras.

«Cuarta parte: Capítulo I. De jueces.--Cap. II. De letrados.--Cap. III.
De escribanos.--Cap. IV. De alguaciles.--Cap. V. De hurtos.--Cap. VI.
De justiciados.--Capítulo VII. De médicos y cirujanos.--Cap. VIII. De
estudiantes.

«Quinta parte: Capítulo I. De vizcaynos.--Cap. II. De mercaderes.--Cap.
III. De oficiales.--Cap. IV. De labradores.--Cap. V. De pobres.--Cap.
VI. De moros.

«Sexta parte: Capítulo I. De amores.--Cap. II. De músicos.--Cap. III.
De locos.--Cap. IV. De casamientos.--Cap. V. De sobrescriptos.--Cap.
VI. De cortesía.--Cap. VII. De juegos.--Cap. VIII. De mesa.

«Séptima parte: Capítulo I. De dichos graciosos.--Cap. II. De
apodos.--Cap. III. De motejar de linaje.--Cap. IV. De motejar de
loco.--Cap. V. De motejar de necio.--Capítulo VI. De motejar de
bestia.--Cap. VII. De motejar de escaso.--Cap. VIII. De motejar de
narices.

«Octava parte: Capítulo I. De ciegos.--Cap. II. De chicos.--Cap. III.
De largos.--Cap. IV. De gordos.--Cap. V. De flacos.--Cap. VI. De
corcobados.--Cap. VII. De cojos.

«Nona parte: Capítulo I. De burlas y dislates.--Cap. II. De
fieros.--Cap. III. De camino.--Cap. IV. De mar y agua.--Cap. V. De
retos y desafíos.--Cap. VI. De apodos de algunos pueblos de España y de
otras naciones.

«Décima parte: De dichos extravagantes.

«Undécima parte: Capítulo I. De dichos avisados de mujeres.--Cap. II.
De dichos graciosos de mujeres.--Cap. III. De dichos á mujeres.--Cap.
IV. De mujeres feas.--Cap. V. De viudas.

«Duodécima parte: Capítulo I. De niños.--Cap. II. De viejos.--Cap. III.
De enfermos».

En una colección tan vasta de apotegmas no puede menos de haber
muchos enteramente insulsos, como aquél que tanto hacía reir á Lope
de Vega: «Hallé una vez en un librito gracioso que llaman _Floresta
Española_ una sentencia que había dicho un cierto conde: «Que Vizcaya
era pobre de pan y rica de manzanas», y tenía puesto á la margen algun
hombre de buen gusto, cuyo había sido el libro: «Sí diría», que me
pareció notable donayre»[149]. Pero no por eso ha de menospreciarse el
trabajo del buen Santacruz; del cual pueden sacarse varios géneros
de diversión y provecho. Sirve, no sólo para el estudio comparativo
y genealógico de los cuentos populares, que allí están presentados
con lapidaria concisión, sino para ver en juego, como en un libro
de ejercicios gramaticales, muchas agudezas y primores de la lengua
castellana en su mejor tiempo, registrados por un hombre no muy culto,
pero limpio de toda influencia erudita, y que no á los doctos, sino
al vulgo, encaminaba sus tareas. Además de este interés lingüístico
y _folklórico_, que es sin duda el principal, tiene la _Floresta_ el
mérito de haber recogido una porción de dichos, más ó menos auténticos,
de españoles célebres, que nos dan á conocer muy al vivo su carácter, ó
por lo menos la idea que de ellos se formaban sus contemporáneos. Por
donde quiera está sembrado el libro de curiosos rasgos de costumbres,
tanto más dignos de atención cuanto que fueron recogidos sin ningún
propósito grave, y no aderezados ni aliñados en forma novelística. Las
anécdotas relativas al doctor Villalobos y al famoso truhán de Carlos
V. D. Francesillo de Zúñiga, que tantas y tan sabrosas intimidades de
la corte del Emperador consignó en su Crónica burlesca[150], completan
la impresión que aquel extraño documento deja. Del arzobispo D. Alonso
Carrillo, del canónigo de Toledo Diego López de Avala, del cronista
Hernando del Pulgar, y aun del Gran Capitán y de los cardenales Mendoza
y Cisneros, hay en este librillo anécdotas interesantes. Aun para
tiempos más antiguos puede ser útil consultar á veces la _Floresta_.
Por no haberlo hecho los que hemos tratado de las leyendas relativas al
rey Don Pedro, hemos retrasado hasta el siglo XVII la primera noticia
del caso del zapatero y el prebendado, que ya Melchor de Santa Cruz
refirió en estos términos:

«Un arcediano de la Iglesia de Sevilla mató á un zapatero de la misma
ciudad, y un hijo suyo fué á pedir justicia; y condenóle el juez de
la Iglesia en que no dixese Misa un año. Dende á pocos dias el Rey
D. Pedro vino á Sevilla, y el hijo del muerto se fué al Rey, y le
dixo cómo el arcediano de Sevilla había muerto á su padre. El rey le
preguntó si habia pedido justicia. El le contó el caso como pasaba.
El Rey le dixo: «¿Serás tú hombre para matarle, pues no te hacen
justicia?» Respondió: «Sí, señor». «Pues hazlo así», dixo el Rey. Esto
era víspera de la fiesta del Córpus Christi. Y el dia siguiente, como
el Arcediano iba en la procesion cerca del Rey, dióle dos puñaladas,
y cayó muerto. Prendióle la justicia, y mandó el Rey que lo truxesen
ante él. Y preguntóle, ¿por qué habia muerto á aquel hombre? El mozo
dixo: «Señor, porque mató á mi padre, y aunque pedí justicia, no me la
hicieron». El juez de la Iglesia, que cerca estaba, respondió por sí
que se la había hecho, y muy cumplida. El Rey quiso saber la justicia
que se le habia hecho. El juez respondió que le habia condenado que en
un año no dixese Misa. El Rey dixo á su alcalde: «Soltad este hombre, y
yo le condeno que en un año no cosa zapatos»[151].

Es también la _Floresta_ el más antiguo libro impreso en que recuerdo
haber leído la leyenda heroica de Pedro González de Mendoza, el que
dicen que prestó su caballo á D. Juan I para salvarse en la batalla de
Aljubarrota[152]. Por cierto que las últimas palabras de este relato
sencillo tienen más energía poética que el afectado y contrahecho
romance de Hurtado de Velarde _Si el caballo vos han muerto_. «Le tomó
en su caballo y le sacó de la batalla (dice Melchor de Santa Cruz); y
de que le hubo puesto en salvo, queriendo volver, el Rey en ninguna
manera lo consentia. Mas se volvió diciendo: “No quiera Dios que las
mujeres de Guadalaxara digan que saqué á sus maridos de sus casas vivos
y los dexo muertos y me vuelvo”».

Entre las muchas anécdotas relativas á Gonzalo Fernández de Córdoba es
notable por su delicadeza moral la siguiente:

«El Gran Capitan pasaba muchas veces por la puerta de dos doncellas,
hijas de un pobre escudero, de las quales mostraba estaba aficionado,
porque en extremo eran hermosas. Entendiéndolo el padre de ellas,
pareciéndole que seria buena ocasión para remediar su necesidad,
fuése al Gran Capitán, y suplicó le proveyese de algún cargo fuera
de la ciudad, en que se ocupase. Entendiendo el Gran Capitán que lo
hacia por dexar la casa desocupada, para que si él quisiese pudiese
entrar libremente, le preguntó: “¿Qué gente dexais en vuestra casa?※
Respondió: “Señor, dos hijas doncellas ”. Díxole: “Esperad aquí, que os
sacaré la provisión”; y entró en una cámara, y sacó dos pañizuelos, y
en cada uno de ellos mil ducados, y dióselos, diciendo: “Veis aquí la
provision, casad luego con esto que va ahi vuestras hijas; y en lo que
toca á vos, yo tendré cuidado de proveeros”».

La _Floresta_ ha prestado abundante material á todo género de obras
literarias. Sus chistes y cuentecillos pasaron al teatro y á la
conversación, y hoy mismo se repiten muchos de ellos ó se estampan en
periódicos y almanaques, sin que nadie se cuide de su procedencia. Su
brevedad sentenciosa contribuyó mucho á que se grabasen en la memoria,
y grandes ingenios no los desdeñaron. Aquel sabido romance de Quevedo,
que termina con los famosos versos:

      Arrojar la cara importa,
    Que el espejo no hay por qué,

tiene su origen en este chascarrillo de la _Floresta_ (Parte 12.ª):

«Una vieja hallóse un espejo en un muladar, y como se miró en él y se
vió tal, echando la culpa al espejo, le arrojó diciendo: “Y aun por ser
tal, estás en tal parte”».

Y aquel picaño soneto, excelente en su línea, que algunos han atribuido
sin fundamento á Góngora y otros al licenciado Porras de la Cámara:

    Casó de un Arzobispo el despensero...

no es más que la traducción en forma métrica y lengua libre de este
cuentecillo de burlas, que tal como está en la _Floresta_ (Parte
undécima, capítulo III), no puede escandalizar á nadie, aunque bien se
trasluce la malicia:

«Un criado de un obispo habia mucho tiempo que no habia visto á su
mujer, y dióle el obispo licencia que fuesse á su casa. El Maestresala,
el Mayordomo y el Veedor, burlándose con él, que eran muy amigos,
rogáronle que en su nombre diese á su mujer la primera noche que
llegase un abrazo por cada uno. El se lo prometió, y como fué á su
casa, cumplió la palabra. Contándole el caso cómo lo habia prometido,
preguntó la mujer si tenia más criados el obispo; respondió el marido:
Si, señora; mas los otros no me dieron encomiendas».

Abundan en la _Floresta_ los insulsos juegos de palabras, pero hay
también cuentos de profunda intención satírica. Mucho antes que el
licenciado Luque Fajardo, en su curiosísimo libro _Fiel desengaño
contra la ociosidad y los juegos_, nos refiriese la ejemplar historia
de los _Beatos de la Cabrilla_[153], había contado otra enteramente
análoga Melchor de Santa Cruz (cuarta parte, cap. V):

«Un capitan de una quadrilla de ladrones, que andaban á asaltear,
disculpábase que no habia guerra y no sabia otro oficio. Tenia
costumbre que todo lo que robaba partia por medio con aquel á quien le
tomaba. Robando á un pobre hombre, que no trahia mas de siete reales,
le dixo: “Hermano, de éstos me pertenecen á mí no más de tres y medio;
llevaos vos los otros tres y medio. Mas ¿cómo haremos, que no hay medio
real que os volver?” El pobre hombre, que no veía la hora de verse
escapado de sus manos, dixo: “Señor, llevaos en buen hora los quatro,
pues no hay trueque”. Respondió el capitán:“Hermano, con lo mio me haga
Dios merced”».

Con detención hemos tratado de un libro tan vulgar y corriente como
la _Floresta_, no sólo por ser el más rico en contenido de los de su
clase, sino también por el éxito persistente que obtuvo, del cual
testifican veintidós ediciones por lo menos durante los siglos XVI y
XVII. Todavía en el siglo XVIII la remozó, añadiéndola dos volúmenes,
Francisco Asensio, uno de aquellos ingenios plebeyos y algo ramplones,
pero castizos y simpáticos, que en la poesía festiva, en el entremés y
en la farsa, en la pintura satírica de costumbres, conservaban, aunque
muy degeneradas, las tradiciones de la centuria anterior, á despecho de
la tiesa rigidez de los _reformadores del buen gusto_. En Francia, la
_Floresta_ fué traducida íntegramente por un Mr. de Pissevin en 1600;
reimpresa varias veces en ediciones bilingües, desde 1614; abreviada y
saqueada por Ambrosio de Salazar y otros maestros de lengua castellana.
Hubo, finalmente, una traducción alemana, no completa, publicada en
Tubinga en 1630.

Por más que Melchor de Santa Cruz fuese hombre del pueblo y extraño
al cultivo de las humanidades, el título mismo de _apotegmas_ que
dio á las sentencias por él recogidas prueba que le eran familiares
los libros clásicos del mismo género que ya de tiempo atrás hablaban
en lengua castellana, especialmente los _Apotegmas_ de Plutarco,
traducidos del griego en 1533 por el secretario Diego Gracián[154];
la _Vida y excelentes dichos de los más sabios philosophos que hubo
en este mundo_, de Hernando Díaz[155], y la copiosa colección de
_Apotegmas_ de reyes, príncipes, capitanes, filósofos y oradores de la
antigüedad que recogió Erasmo de Roterdam y pusieron en nuestro romance
Juan de Jarava y el bachiller Francisco Thamara en 1549[156].

Tampoco fué Melchor de Santa Cruz, á pesar de lo que insinúa en su
prólogo, el primero que, á imitación de estas colecciones clásicas,
recopilase sentencias y dichos de españoles ilustres. Ya en 1527 el
bachiller Juan de Molina, que tanto hizo gemir las prensas de Valencia
con traducciones de todo género de libros religiosos y profanos, había
dado á luz el _Libro de los dichos y hechos del Rey Don Alonso_,
quinto de este nombre en la casa de Aragón, conquistador del reino de
Nápoles y gran mecenas de los humanistas de la península itálica que
le apellidaron el Magnánimo[157]. No fué ésta la única, aunque sí la
más divulgada versión de los cuatro libros de Antonio Panormita, _De
dictis et factis Alphonsi, regis Aragonum et Neapolis_[158], que no es
propiamente una historia de Alfonso V, sino una colección de anécdotas
que pintan muy al vivo su carácter y su corte. Unido al _De dictis
factisque_ del Panormita va casi siempre el _Commentarius_ de Eneas
Silvio, obispo de Siena cuando le escribió y luego Papa con el nombre
de Pío II[159].

Un solo personaje español del tiempo de los Reyes Católicos logró
honores semejantes, aunque otros los mereciesen más que él. Fue el
primer duque de Nájera, don Pedro Manrique de Lara, tipo arrogante de
gran señor, en su doble condición de bravo guerrero y de moralista
sentencioso y algo excéntrico. Un anónimo recopiló sus hazañas
valerosas y dichos discretos[160]; y apenas hubo floresta del siglo
XVI en que no se consignase algún rasgo, ya de su mal humor, ya de su
picante ingenio.

Al siglo XVII muy entrado pertenece el libro, en todos conceptos
vulgarísimo, _Dichos y hechos del señor rey don Felipe segundo el
prudente_[161], que recopiló con mejor voluntad que discernimiento el
cura de Sacedón, Baltasar Porreño, autor también de otros _Dichos y
hechos de Felipe III_, mucho menos conocidos porque sólo una vez, y muy
tardíamente, fueron impresos.

Son casi desconocidos en nuestra literatura aquellos libros comúnmente
llamados _anas_ (_Menagiana_, _Scaligerana_, _Bolaeana_, etc.), de
que hubo plaga en Francia y Holanda durante el siglo XVII y que, á
vueltas de muchas anécdotas apócrifas ó caprichosamente atribuídas al
personaje que da nombre al libro, suelen contener mil curiosos detalles
de historia política y literaria. El carácter español se presta poco á
este género de crónica menuda. Pero no faltaron autores, y entre ellos
alguno bien ilustre, que hiciesen colección de sus propios apotegmas. Á
este género puede reducirse _El Licenciado Vidriera de Cervantes_[162],
donde la sencillísima fábula novelesca sirve de pretexto para
intercalar las sentencias de aquel cuerdo loco, así como Luciano había
puesto las suyas en boca del cínico Demonacte.

De Cervantes al jurado cordobés Juan Rufo, infeliz cantor de D. Juan de
Austria, es grande la distancia á pesar de la simpática benevolencia
con que el primero habló del segundo en el famoso escrutinio de los
libros del hidalgo manchego. Pero no le juzguemos por la _Austriada_,
sino por _Las seyscientas apotegmas_ que publicó en 1596[163] y por
los versos que las acompañan, entre los cuales están la interesante
leyenda de _Los Comendadores_, el poemita humorístico de la _muerte
del ratón_, la loa ó _alabanza de la comedia_, precursora de las de
Agustín de Rojas, y sobre todo la _Carta á su hijo_, que tiene pasajes
bellísimos de ingenuidad y gracia sentenciosa. Juan Rufo, que tan
desacordadamente se empeñó en embocar la trompa épica, era un ingenio
fino y discreto, nacido para dar forma elegante y concisa á las máximas
morales que le había sugerido la experiencia de la vida más bien que el
trato de los libros. Sus _apotegmas_ en prosa testifican esto mismo,
y cuando se forme la colección, que todavía no existe, de nuestros
moralistas prácticos y lacónicos, merecerán honroso lugar en ella. Sólo
incidentalmente tocan á nuestro propósito, puesto que suelen ser breves
anécdotas selladas con un dicho agudo. Entre los contemporáneos de
Rufo tuvieron mucho aplauso, aun antes de ser impresos, y el agustino
Fr. Basilio de León (sobrino de Fr. Luis y heredero de su doctrina)
los recomendó en estos encarecidos términos: «Llegó á mis manos, antes
que se imprimiesse, el libro de las Apotegmas del Iurado Iuan Rufo;
con el qual verdaderamente me juzgué rico, pues lo que enriqueze al
entendimiento, es del hombre riqueza verdadera. Y hay tanta, no sólo en
todo el libro (que no es poco, segun salen muchos á luz, grandes en las
hojas y en las cosas pequeños), sino lo que es más, en qualquiera parte
dél, por pequeña que sea, que con razon puede juzgarse por muy grande,
porque la pureza de las palabras, la elegancia dellas, junto con la
armonía que hazen las unas con las otras, es de tanta estimacion en mis
ojos quanto deseada en los que escriven. Allegose a esto la agudeza de
los dichos, el sentido y la gravedad que tienen, la philosophia y el
particular discurso que descubren. De manera que al que dice bien y
tan bien como el autor deste libro, se le puede dar justissimamente un
nuevo y admirable nombre de maravillosa eloquencia: pues los que hablan
mal son innumerables, y él se aventaja á muchos de los que bien se han
esplicado. El aver enxerido en el donayre y dulzura de las palabras, lo
que es amargo para las dañadas costumbres, nacio de particular juyzio
y de prudencia. Como el otro que á una dama á quien, ó por miedo, ó
por melindre, espantava el hierro del barbero, la sangró disfraçandole
astutamente con la esponja. En fin, no entiendo que avrá ninguno de
buen gusto que no le tenga, y muy grande, con este libro, y Córdova
no menor _gozo_, viendo cifrado en su dueño todo lo que en sus claros
hijos luze repartido».

Hemos visto que el título de _Apotegmas_ había sido introducido por los
traductores de Plutarco y Erasmo. Creemos que Juan Rufo fue el primero
que le aplicó á una colección original, dando la razón de ello: «El
nombre de _Apotegmas_ es griego, como lo son muchos vocablos recebidos
ya en nuestra lengua; trúxole á ella, con la autoridad de grandes
escritores, la necessidad que avia deste término, porque significa
breve y aguda sentencia, dicho y respuesta; sentido que con menos
palabras no se puede explicar».

Para dar idea del carácter de este curioso librito, citaré sin
particular elección unos cuantos apotegmas, procurando que no sean
de los que ya copió Gallardo, aunque no siempre podrá evitarse la
repetición, porque aquel incomparable bibliógrafo tenía particular
talento para extraer la flor de cuanto libro viejo caía en sus manos.

«Oyendo cantar algunos romances de poetas enamorados, con relacion
especial de sus desseos y pensamientos, y aun de sus obras, dixo
(Rufo): Locos están estos hombres, pues se confiesan a gritos». (Fol.
4.)

«Un año despues que estuvo oleado, le dixo un amigo, viéndole bueno:
Harto mejor estays de lo que os vi aora un año. R. Mucha más salud
tenía entonces, pues tenia más un año de vida». (Fol. 6 vuelto.)

«Mirando á una fea, martyr de enrubios, afeytes, mudas, y de vestirse y
ataviarse costosamente, y con estraña curiosidad, dixo que las feas son
como los hongos, que no se pueden comer si no en virtud de estar bien
guisados, y con todo son ruyn vianda». (F. 7.)

«Preguntóle un viejo de sesenta años si se teñiria la canas, y R. No
borreis en una hora lo que Dios ha escrito en sesenta años». (Fol. 7
vuelto.)

«El agua encañada, quanto baxa sube, y la palabra de Dios entra por los
oydos, y penetra hasta el corazon, si sale dél». (Fol. 9.)

«Contava un cavallero una merienda que ciertos frayles tuvieron en
un jardin del susodicho; y que tras la abundancia de la vianda, y
diferencias de vinos que huvo, fue notable el gusto y alegria de todos
aquellos reverendos. Y dezia tambien que uno dellos (devoto y compuesto
religioso) se puso de industria á pescar en un estanque, por escusar la
behetria de los demas. Oydo lo qual, dixo: no se podra dezir por esse:
no sabe lo que se pesca». (Fol. 13.)

«El duque de Osuna, D. Pedro Giron, tenia á la hora de su muerte junto
á sí una gran fuente de plata, llena de nieve y engastados en ella
algunos vasos de agua, y dixo el Condestable de Castilla, su yerno:
Ningun consuelo hay para el Duque igual á tener aquella nieve cerca de
sí. R. Quiere morir en Sierra Nevada, porque no le pregunten por D.
Alonso de Aguilar»[164]. (Fol. 15.)

«Huvo disciplinas en Madrid por la falta de agua; y como era en el
mes de Mayo y hazia calor, no salian hasta que anochezia. De manera
que toda la tarde no cabian las calles por donde avian de pasar los
disciplinantes, de damas y gente de á cavallo; y andavan los passeos
tan en forma, como si algun grande regocijo fuera la causa de aquel
concurso. Visto lo qual, al salir los penitentes, dixo que parecia
entremes á lo divino en comedia deshonesta». (Fol. 18.)

«Tratándose del Cid, y de sus grandes proezas, dixo, que fue
catredatico (sic) de valentia, pues enseñó á ser esforçado á Martin
Pelaez»[165]. (Fol. 19.)

«El hombre que más largas narices tuvo en su tiempo, dezia otro amigo
suyo, que venia de Burgos á Madrid seis dias avia, y que le esperava
dentro de una hora. No puede ser, le respondió Iuan Rufo, pues no han
llegado sus narices». (Fol. 22.)

«Estando un carpintero labrando, aunque toscamente, los palos para
hazer una horca, y otro vezino suyo murmurando de la obra del artífice,
los puso en paz diziendo, que los palos de la horca son puntales de la
republica».

«Sentia ásperamente un gentil hombre el hacerse viejo, y corriase de
verse algo cano, como si fuera delito vergonzoso. Y como fuesse su
amigo, y le viesse que en cierta conversacion dava señales desto, lo
dixo para consuelo y reprehension, los versos que se siguen:

      Si quando el seso florece
    Vemos que el hombre encanece:
    Las canas deven de ser
    Flores que brota el saber
    En quien no las aborrece».

    (Fol. 24 vuelto.)

«Sin duda este tiempo florece de poetas que hacen romances, y músicos
que les dan sonadas: lo uno y lo otro con notable gracia y aviso. Pues
como es casi ordinario amoldar los músicos los tonos con la primera
copla de cada romance, dixo á uno de los poetas que mejor los componen
que escusase en el principio afecto ni estrañeza particular, si en todo
el romance no pudiesse continualla; porque de no hazello resulta que el
primer cuarteto se lleva el mayorazgo de la propiedad de la sonada, y
dexa pobres á todos los demas». (Fol. 26 vuelto.)

«Considerados los desasossiegos, escándalos y peligros, gastos de
hazienda y menoscabos de salud, que proceden de amorosos devaneos, dixo
que los passatiempos del Amor son como el tesoro de los alquimistas,
que costándoles mucho tiempo y trabajo, gastan el oro que tienen por el
que después no sacan». (Fol. 67.)

«Alabando algunos justissimamente la rara habilidad del doctor
Salinas[166], canónigo de Segovia, dixo que era Salinas de gracia y
donaire, con ingenio de açucar». (Fol. 74.)

«El (autor) y un amigo suyo, que le solia reprehender porque no
componia la segunda parte de la _Austriada_, passaron por donde estava
un paxarillo destos que suben la comida y la bevida con el pico, entre
otros que estavan enjaulados. Y como todos cantassen, y aquel no, dixo:
Veys aqui un retrato del silencio de mi pluma, porque no soy paxaro
enjaulado, sino aquel que está con la cadena al cuello. Preguntado por
qué, dixo estos versos:

      Para el hombre que no es rico
    Cadena es el matrimonio,
    Y tormento del demonio
    Sustentarse por su pico».

    (Fol. 94.)

«De quinientos ducados que el Rey le hizo de merced por su libro de
la Austriada, fue gastando en el sustento de su casa hasta que no le
quedaban sino cincuenta, los quales se puso á jugar[167]. Y preguntado
por qué hazia aquel excesso, R. Para que las reliquias de mis soldados
vençan, ó mueran peleando, antes que el largo cerco los acabe de
consumir». (Fol. 99 vuelto.)

«Como hay mujeres feas, que siendo ricas se dan á entender que á poder
de atavios han de suplir con curiosidad los defectos de naturaleza: de
la misma manera piensan algunos que por ser estudiosos y leydos, han de
salir buenos poetas, siendo cosa, si no del todo agena de sus ingenios,
á lo menos cuesta arriba y llena de aspereza. Y para más confirmacion
deste engaño, nunca les faltan aficionados que los desvanezcan. Pues
como un hombre que era apassionadissimo de un poeta por accidente,
defendiesse sus Mussas con dezir que era hombre que sabia, le dixo: No
es todo uno ser maestro de capilla y tener buena voz». (Fol. 135.)

«Vivía en la corte un pintor[168] que ganava de comer largamente á
hazer retratos, y era el mejor pie de altar para su ganancia una
caxa que traya con quarenta ó cincuenta retratos pequeños de las más
hermosas señoras de Castilla, cuyos traslados le pagavan muy bien, unos
por aficion y otros por sola curiosidad. Este le mostró un dia todo
aquel tabaque de rosas, y le confessó los muchos que le pedian copias
dellas. R. Soys el rufian más famoso del mundo, pues ganays de comer
con cincuenta mujeres». (Fol. 136.)

«Armándose en Flandes D. Lope de Acuña, para un hecho de armas, algo de
priessa, dixo á dos criados que le ayudavan á armar que le pussiessen
mejor la celada: la qual como fuesse Borgoñona, y al cerralla le
huviessen cogido una oreja, le dava mucho fastidio. Los criados le
respondieron una, y dos, y más vezes, que no yva sino muy en su lugar.
Y como las ocasiones no lo davan para detenerse mucho, entró assi en la
refriega, que fué sangrienta. Y desarmándose despues D. Lope, como se
le saliesse la una oreja assida á la celada, en vez de enojarse, dixo
con mucha mansedumbre á los que le armaron: ¿No os dezia yo que yva mal
puesta la celada?» (Fol. 148.)

«Acabando de leer unos papeles suyos, le dixo uno de los oyentes: No
sé por qué no os proveen en un corregimiento de los buenos de España;
mas a fe que si en algo errárades, y yo fuera presidente, que os avia
de _echar á galeras, pues no podiades hazello de ignorancia_. R.
Rigurosissimo andays conmigo, pues antes que acepte el cargo me tomays
la residencia»[169]. (Fol. 155.)

«Desde que el señor don Iuan murio, que le hazia mucha merced, nunca
tuvo sucesso que fuesse de hombre bien afortunado, y tanto que era ya
como proverbio su mala dicha. Estando, pues, un dia con dolor en un
pie, diziéndole su doctor que era gota, respondió:

      Aunque pobre y en pelota,
    Mal de ricos me importuna,
    Porque al mar de mi fortuna
    No le faltasse una gota».

              (Fol. 156.)

«Tan fácil y proprio dixo que seria á los prelados gastar todas sus
rentas en hazer bien, como al sol el dar luz y calentar». (Fol. 163.)

«Siendo su hijo de once años, le sucedió una noche quedársele dormido
en dos ó tres sitios muy desacomodados; por lo qual dixo uno que lo
avia notado: Este niño halla cama donde quiera, y deve de ser de bronce
ó trae lana en las costillas. R.

      Qué más bronce
    Que años once,
    Y qué más lana
    Que no pensar en mañana».

            (Fol. 189 vuelto)[170].

Los apotegmas no son seiscientos, sino que llegan á setecientos, como
expresa el mismo Rufo en una advertencia final. Á ésta como á casi
todas las colecciones de sentencias, aforismos y dichos agudos cuadra
de lleno la sentencia de Marcial sobre sus propios epigramas _sunt
bona, sunt quædam mediocria, sunt mala plura_. Pero aunque muchos
puedan desecharse por ser insulsos juegos de vocablos, queda en los
restantes bastante materia curiosa, ya para ilustrar las costumbres de
la época, ya para conocer el carácter de su autor, poeta repentista,
decidor discreto y que, como todos los ingenios de su clase, tenía
que brillar más en la conversación que en los escritos. Él mismo lo
reconoce ingenuamente: «Importunándole que repitiesse los dichos de que
se acordasse, dixo que no se podia hazer sin perderse por lo menos la
hechura, como quien vende oro viejo: pues quando el oro del buen dicho
se estuviesse entero, era la hechura la ocasion en que se dixo, el no
esperarse entonces la admiracion que causó. Y que en fin, fuera de su
primer lugar eran piedras desengastadas, que luzen mucho menos. O como
pelota de dos botes, que por bien que se toque no se ganan quinze».

Tuvo Juan Rufo un imitador dentro de su propia casa en su hijo el
pintor y poeta cordobés D. Luis Rufo, cuyos _quinientos apotegmas_ (en
rigor 455) ha exhumado en nuestros tiempos el erudito Sr. Sbarbi[171].
Pero la fecha de este libro, dedicado al Príncipe D. Baltasar Carlos
(n. 1629, m. 1646), le saca fuera de los límites cronológicos del
presente estudio, donde por la misma razón tampoco pueden figurar los
donosos _Cuentos que notó D. Juan de Arguijo_, entre los cuales se
leen algunas agudezas del Maestro Farfán, agustiniano[172].

Volviendo ahora la vista fuera de las fronteras patrias, debemos hacer
mérito de algunas misceláneas de varia recreación impresas en Francia
para uso de los estudiosos de la lengua castellana, cuando nadie,
«ni varón ni mujer dejaba de aprenderla», según testifica Cervantes
en el _Persiles_ (Libro III, cap. XIII). Una porción de aventureros
españoles, á veces notables escritores, como el autor de _La
desordenada codicia de los bienes ajenos_ y el segundo continuador del
_Lazarillo de Tormes_, vivían de enseñarla ó publicaban allí sus obras
de imaginación. Otros, que no llegaban á tanto, se limitaban á los
rudimentos de la disciplina gramatical, hacían pequeños vocabularios,
manuales de conversación, centones y rapsodias, en que había muy poco
de su cosecha. Á este género pertenecen las obras de Julián de Medrano
y de Ambrosio de Salazar.

Julián ó Julio Iñiguez de Medrano, puesto que de ambos modos se titula
en su libro, era un caballero navarro que, después de haber rodado por
muchas tierras de España y de ambas Indias, aprendiendo, según dice,
«los más raros y curiosos secretos de natura», vivía «en la ermita del
Bois de Vincennes», al servicio de la Reina Margarita de Valois. Á
estos viajes suyos aluden en términos muy pomposos los panegiristas que
en varias lenguas celebraron su libro, comenzando por el poeta regio
Juan Daurat ó Dorat (_Ioannes Auratus_):

      Julius ecce Medrana novus velut alter Ulysses,
    A variis populis, a varioque mari,
    Gemmarum omne genus, genus omne reportat et auri:
    Thesaurus nunquam quantus Ulyssis erit.

La verdad es que de tales tesoros da muy pobre muestra su _Silva
Curiosa_, cuya primera y rarísima edición es de 1587[173]. De los siete
libros que la portada anuncia, sólo figura en el volumen el primero,
que lleva el título de «dichos sentidos y motes breves de amor». Los
otros seis hubieron de quedarse inéditos, ó quizá en la mente de
su autor, puesto que parecen meros títulos puestos para excitar la
curiosidad. El segundo debía tratar de «las yerbas y sus más raras
virtudes»; el tercero, de las piedras preciosas; el cuarto, de los
animales; el quinto, de los peces; el sexto, de las «aves celestes
y terrestres»; el séptimo «descubre los más ocultos secretos de las
muieres, y les ofrece las más delicadas recetas». Ni del tratado de los
cosméticos, ni de la historia natural recreativa que aquí se prometen,
ha quedado ningún rastro, pues aunque lleva el nombre de Julio Iñiguez
de Medrano cierta rarísima _Historia del Can_, _del Caballo_, _Oso_,
_Lobo_, _Ciervo y del Elefante_, que se dice impresa en París, en
1583, este libro no es más que un ejemplar, con los preliminares
reimpresos, del libro _Del can y del caballo_ que había publicado en
Valladolid el protonotario Luis Pérez en 1568, sin que para nada se
hable del oso ni de los demás animales citados en la portada[174]. La
superchería que Medrano usó apropiándose este libro para obsequiar con
él, no desinteresadamente sin duda, al Duque de Epernon, da la medida
de su probidad literaria, que acaba de confirmarse con la lectura de
la _Silva_, especie de cajón de sastre, con algunos retales buenos,
salteados en ajenas vestiduras. No sería difícil perseguir el origen
de las «letras y motes», de las preguntas, proverbios y sentencias
morales; pero limitándonos á lo que salta á la vista en cuanto se
recorren algunas páginas de la _Silva_, vemos que Medrano estampa su
nombre al principio de un trozo conocidísimo de Cristóbal de Castillejo
en su _Diálogo de las condiciones de las mujeres_ y da por suyo de
igual modo aquel soneto burlesco atribuido á D. Diego de Mendoza y que
realmente es de Fray Melchor de la Serna:

       Dentro de un santo templo un hombre honrado...

Tales ejemplos hacen sospechar de la legítima paternidad de sus versos.
Y lo mismo sucede con la prosa. Casi todos los «dichos sentidos, agudas
respuestas, cuentos muy graciosos y recreativos, y epitafios curiosos»
que recoge en la segunda parte de la _Silva_, habían figurado antes en
otras florestas, especialmente en el _Sobremesa_ de Timoneda, del cual
copia literalmente nada menos que cuarenta cuentos, con otros cinco de
Juan Aragonés[175].

Hay, sin embargo, en el libro dos narraciones tan mal forjadas y
escritas, que sin gran escrúpulo pueden atribuirse al mismo Julián de
Medrano. Una es cierta novela pastoril de _Coridón y Silvia_; y aun en
ella intercaló versos ajenos, como la canción de Francisco de Figueroa:

      Sale la aurora, de su fértil manto
    Rosas suaves esparciendo y flores...

La otra, que tiene algún interés para la historia de las supersticiones
populares, es un largo cuento de hechicerías y artes mágicas, que el
autor supone haber presenciado yendo en romería á Santiago de Galicia.

No es inverosímil que Lope de Vega, que lo leía todo y de todo sacaba
provecho para su teatro, hubiese encontrado entre los ejemplos de la
_Silva Curiosa_ el argumento de su comedia _Lo que ha de ser_, aunque
al fin de ella alega «las crónicas africanas».

Dice así el cuentecillo de la _Silva_, que no tengo por original,
aunque hasta ahora no puedo determinar su fuente:

«Un caballero de alta sangre, fué curioso de saber lo que las
influencias ó inclinaciones de los cuerpos celestiales prometian á un
hijo suyo que él tenia caro como su propia vida, y así hizo sacar el
juicio de la vida del mancebo (que era ya hombrecito) á un astrólogo
el más famoso de aquella tierra; el cual halló por su sciencia que el
mozo era amenazado y corría un grandísimo peligro, en el año siguiente,
de recibir muerte por una fiera cruel, la cual él nombró y (pasando
los límites de su arte) dijo sería un leon; y que el peligro era tan
mortal, que si este caballero no defendia la caza á su hijo por todo
aquel año, y no le ponia en algun castillo donde estuviese encerrado
y muy bien guardado hasta que el año pasase, que él tenia por cosa
imposible que este mancebo escapase al peligro de muerte. El padre,
deseando en todo y por todo seguir el consejo del astrólogo (en quien
él creia como en un oráculo verísimo), privando á su hijo del ejercicio
que él más amaba, que era la caza, lo encerró en una casa de placer que
tenia en el campo, y dejándole muy buenas guardas, y otras personas
que le diesen todo el pasatiempo posible, los defendió á todos, so
pena de la vida, que no dejasen salir á su hijo un solo paso fuera de
la puerta del castillo. Pasando esta vida el pobre mancebo en aquella
cárcel tristísima, viéndose privado de su libertad, dice la historia
que un dia, paseándose dentro de su cámara, la cual estaba ricamente
adornada y guarnecida de tapiceria muy hermosa, se puso á contemplar
las diversas figuras de hombres y animales que en ella estaban, y
viendo entre ellos un leon figurado, principió á enojarse con él como
si vivo estuviera, diciendo: «¡Oh fiera cruel y maldita! Por ti me veo
aqui privado de los más dulces ejercicios de mi vida; por ti me han
encerrado en esta prision enojosa». Y arremetiendo con cólera contra
esta figura, le dió con el puño cerrado un golpe con toda la fuerza de
su brazo; y su desventura fué tal que detrás de la tapiceria habia un
clavo que salia de un madero ó tabla que alli estaba, con el cual dando
el golpe se atravesó un dedo; y aunque el mal no parecía muy grave al
principio, fué tal todavía, que por haber tocado á un nervio, en un
extremo tan sensible como es el dedo, engendró al pobre mancebo un
dolor tan grande, acompañado de una calentura continua, que le causó la
muerte»[176].

César Oudín, el mejor maestro de lengua castellana que tuvieron los
franceses en todo el siglo XVII y el más antiguo de los traductores
del _Quijote_ en cualquier lengua, hizo en 1608 una reimpresión de
la _Silva_, añadiendo al fin, sin nombre de autor, la novela de _El
Curioso Impertinente_, que aquel mismo año publicaba en texto español
y francés Nicolás Baudouin[177]. Por cierto que esta segunda edición
de la _Silva_ dió pretexto á un erudito del siglo XVIII para acusar á
Cervantes de haber plagiado ¡á Medrano! Habiendo caído en manos del
escolapio D. Pedro Estala un ejemplar de la _Silva_ de 1608, donde
está la novela, dedujo con imperdonable ligereza que también estaría
en la de 1583, y echó á volar la especie de que Cervantes la había
tomado de allí, «no creyendo haber inconveniente ó persuadido á que no
se le descubriría el hurto, si así debe llamarse». Á esta calumniosa
necedad, divulgada en 1787, se opuso, con la lógica del buen sentido,
D. Tomás Antonio Sánchez, aun sin haber visto la primera edición de la
_Silva_, de la cual sólo tuvo conocimiento por un amigo suyo residente
en París[178].

Compilaciones del mismo género que la _Silva_ son algunos de los
numerosos libros que publicó en Francia Ambrosio de Salazar, aventurero
murciano que después de haber militado en las guerras de la Liga,
hallándose sin amparo ni fortuna, _despedazado y roto_, como él dice,
se dedicó en Ruán á enseñar la lengua de Castilla, llegando á ser
maestro é intérprete de Su Majestad Cristianísima. La vida y las
obras de Salazar han sido perfectamente expuestas por A. Morel-Fatio
en una monografía tan sólida como agradable, que agrupa en torno de
aquel curioso personaje todas las noticias que pueden apetecerse sobre
el estudio del español en Francia durante el reinado de Luis XIII y
sobre las controversias entre los maestros de gramática indígenas y
forasteros. Remitiendo á mis lectores á tan excelente trabajo[179],
hablaré sólo de aquellos opúsculos de Salazar que tienen algún derecho
para figurar entre las colecciones de cuentos, aunque su fin inmediato
fuese ofrecer textos de lengua familiar á los franceses.

Tenemos, en primer lugar, _Las Clavellinas de Recreacion, donde se
contienen sentencias, avisos, exemplos y Historias muy agradables
para todo genero de personas desseosas de leer cosas curiosas, en dos
lenguas, Francesa y Castellana_; obrita impresa dos veces en Ruán, 1614
y 1622, y reimpresa en Bruselas, 1625[180]. Es un ramillete bastante
pobre y sin ningún género de originalidad, utilizando las colecciones
anteriores, especialmente la de Santa Cruz, con algunas anécdotas de
origen italiano y otras tomadas de los autores clásicos, especialmente
de Valerio Máximo. _Las Horas de Recreación_ de Guicciardini, el
_Galateo Español_ de Lucas Gracián Dantisco (del cual hablaré más
adelante), pueden contarse también entre las fuentes de este libro,
poco estimable á pesar de su rareza[181].

Más interés ofrece, y es sin duda el más útil de los libros de Salazar,
á lo menos por los datos que consigna sobre la pronunciación de su
tiempo y por las frases que recopila, ó interpreta, su _Espejo General
de la Gramática en diálogos_, obra bilingüe publicada en Ruán en 1614
y de cuyo éxito testifican varias reimpresiones en aquella ciudad
normanda y en París[182]. Este _Espejo_, que dió ocasión á una agria y
curiosa polémica entre su autor y César Oudín, no es propiamente una
gramática ni un vocabulario, aunque de ambas cosas participa, sino un
método práctico y ameno para enseñar la lengua castellana en cortísimo
tiempo, ya que no en _siete_ lecciones, como pudiera inferirse de la
portada. La forma del coloquio _escolar_, aplicado primeramente á las
lenguas clásicas, y que no se desdeñaron de cultivar Erasmo y Luis
Vives, degeneró en manos de los maestros de lenguas modernas, hasta
convertirse en el pedestre _manual de conversación_ de nuestros días.
Y todavía en este género la degradación fue lenta: los _Diálogos
familiares_ que llevan el nombre de Juan de Luna, aunque no todos
le pertenecen, tienen mucha gracia y picante sabor; son verdaderos
diálogos de costumbres que pueden leerse por sí mismos, prescindiendo
del fin pedagógico con que fueron trazados. Los de Salazar, escritor
muy incorrecto en la lengua propia, y supongo que peor en la francesa,
valen mucho menos por su estilo y tienen además la desventaja de
mezclar la exposición gramatical directa, aunque en dosis homeopáticas,
con el diálogo propiamente dicho. De éste pueden entresacarse (como
previene el autor) algunas «historias graciosas y sentencias muy
de notar»; por ejemplo, una biografía anecdótica del negro Juan
Latino, que Morel-Fatio ha reproducido y comenta agradablemente en su
estudio[183].

No importa á nuestro propósito, aunque el título induciría á creerlo,
el _Libro de flores diversas y curiosas en tres tratados_ (París,
1619), en que lo único curioso son algunos modelos de estilo epistolar,
sobre el cual poseemos otros formularios más antiguos, castizos ó
importantes, como el de Gaspar de Texeda. Salazar había pensado llenar
con cuentos la tercera parte de su libro; pero viendo que ocupaban
muchas hojas y que su librero no podía sufragar tanto gasto, guardó
los cuentos para mejor ocasión y los reemplazó con un diálogo entre un
caballero y una dama[184].

Podemos suponer que estos cuentos serían los mismos que en número de
ochenta y tres publicó en 1632, formando la segunda parte de sus
_Secretos de la gramática española_, que ciertamente no aclaran ningún
misterio filológico. La parte teórica es todavía más elemental que
en el _Espejo_, y la parte práctica, los ejercicios de lectura como
diríamos hoy, están sacados, casi en su totalidad, de la _Floresta
Española_ de Melchor de Santa Cruz, según honrada confesión del propio
autor: «Lo que me ha movido á hacer imprimir estos quentos ha sido
porque veya que un librito que andava por aqui no so podia hallar,
aunque es verdad que primero vino de España. Despues se imprimio en
Brucelas (sic) en las dos lenguas, y aun creo que se ha impreso aqui en
París, y he visto que lo han siempre estimado del todo. Este librito se
llama _Floresta española de apoystemas_ (sic) _y dichos graciosos_, del
qual y de algunos otros he sacado este tratadillo»[185].

Salazar, que multiplicaba en apariencia más que en realidad las que
apenas podemos llamar sus obras, con cuyo producto, seguramente
mezquino, iba sosteniendo su trabajada vejez, formó con estos mismos
cuentos un _Libro Curioso, lleno de recreacion y contento_, que es
uno de los tres _Tratados propios para los que dessean saber lengua
española_ (París, 1643), donde también pueden leerse dos diálogos,
no sé á punto fijo si suyos ó ajenos, «entre dos comadres amigas
familiares, la una se llama Margarita y la otra Luciana».

Mencionaremos, finalmente, el _Thesoro de diversa licion_ (París,
1636), cuyo título parece sugerido por la _Silva de varia leccion_
de Pedro Mejía, que le proporcionó la mayor parte de sus materiales,
puesto que no creo que Salazar acudiese personalmente á Eliano, Plinio,
Dioscórides y otros antiguos á quien se remite[186]. El _Thesoro_ viene
á ser una enciclopedia microscópica de geografía ó historia natural,
pero lleva al fin una serie de _Historias verdaderas sucedidas por
algunos animales_, que entran de lleno en la literatura novelística.
Algunas son tan vulgares y sabidas como la del león de Androcles,
pero hay también cuentos españoles que tienen interés _folklórico_.
Todos deben de encontrarse en otros libros, pero hoy por hoy no
puedo determinar cuáles. La historia del prodigioso perro que tenía
un maestro de capilla de Palencia en tiempo de Carlos V se lee en
el _Libro del Can y del Caballo_ del protonotario Luis Pérez[187],
pero con notables variantes. La leyenda genealógica de los Porceles
de Murcia, que sirvió á Lope de Vega para su comedia del mismo
título[188], se encuentra referida en Salazar á Barcelona, y acaso
sea allí más antigua, puesto que en Provenza hallamos la misma leyenda
aplicada á los _Pourcelet_, marqueses de Maiano (Maillane), poderosos
señores en la villa de Arlés, cuyo apellido sonó mucho en las Cruzadas,
en la guerra de los Albigenses, en las Vísperas Sicilianas y en otros
muchos sucesos, y de la cual es verosímil que procediesen el Guarner
Porcel, el Porcelín Porcel y el Orrigo Porcel, que asistieron con
D. Jaime á la conquista de Murcia, y están inscritos en el libro de
repartimiento de aquella ciudad, puesto que el blasón de ambos linajes
ostenta nueve lechoncillos[189].

Más curiosa todavía es otra leyenda catalana sobre la casa de Marcús,
que Ambrosio de Salazar nos refiere en estos términos:

«En la decendencia de los Marcuses, linage principal de Cataluña, se
lee una Historia de una Cabra y un Cabrito, que aunque fué sueño tubo
un estraño effecto, que un Hidalgo llamado Marcus, por desgracias y
vandos de sus antecessores, vino á una grande pobreza y necessidad,
tanto que lo hazia andar muy afligido y cuydadoso pensando cómo podria
echar de sí tan pesada carga. Y con tales pensamientos sucedió, que
durmiendo soñó un sueño que si dexava su tierra y se yva á Francia,
en una Puente que está junto á la Ciudad de Narbona hallaria un gran
Thesoro. El qual despertando estubo pensando si aquello era sueño ó
fantasía. Por entonces no quiso dar credito al sueño, pero bolviendo
otras dos vezes al mesmo sueño determinó yr allá, y provar sueño y
ventura. Estando pues en la dicha Puente un dia entre otros muchos
acaeció que otro hidalgo de aquella ciudad, por la mañana y a la tarde
se salia por aquella Puente passeando; y como notasse y viesse cada dia
aquel Estrangero, y que por mucho que él madrugase ya lo hallava ally,
y por tarde que bolviesse tambien, determinó preguntarle la causa, como
de hecho se lo preguntó, rogándoselo muy encarecidamente.

«El hidalgo catalan después de bien importunado respondió diciendo:
«Aveis de saber, señor, que un Sueño me ha traydo aqui, y es éste: que
si me venia a esta Puente avia de hallar en ella un muy grande Thesoro,
y esto lo soñé muchas vezes». El Francés burlándose del Cathalan y de
su sueño respondió riendo: «Bueno estuviera yo que dexara mi patria y
casa por un sueño que soñé los dias passados, y era, que si me yva á la
Ciudad de Barcelona en casa de uno que se llama Marcus, hallaria debajo
una escalera un grandíssimo y famoso Thesoro»; el hidalgo catalan, que
era el mesmo Marcus, como oyó el sueño del Francés y su reprehensión,
se despidió dél sin dársele á conocer y se bolvió á su casa. Luego que
llegó començó en secreto á cavar debajo su escalera considerando que
podria aver algun mysterio en aquellos sueños, y á pocos dias ahondó
cavando tanto que vino á descubrir un gran cofre de hierro enterrado
ally, dentro del qual halló una Cabra muy grande y un cabrito de oro
maciço, que se creyó que avian sido idolos del tiempo de los Gentiles.
Con las quales dos pieças, aviendo pagado el quinto, salió de miseria,
y fué rico toda su vida él y los suyos: y instituyó cinco capellanias
con sus rentas, que estan aun oy dia en la ciudad de Barcelona»[190].

No todos los librillos bilingües de anécdotas y chistes publicados en
Francia á fines del siglo XVI y principios del XVII tenían el útil é
inofensivo objeto de enseñar prácticamente la lengua. Había también
verdaderas diatribas, libelos y caricaturas en que se desahogaba el
odio engendrado por una guerra ya secular y por la preponderancia
de nuestras armas. Á este género pertenecen las colecciones de
fanfarronadas y _fieros_ en que alternan los dichos estupendos de
soldados y rufianes. Escribían ó compilaban estos libros algunos
franceses medianamente conocedores de nuestra lengua, como Nicolás
Baudoin, autor de las _Rodomuntadas castellanas, recopiladas de
diversos autores y mayormente del capitán Escardón Bonbardón_, que
en sustancia son el mismo libro que las _Rodomuntadas castellanas,
recopiladas de los commentarios de los muy aspantosos_ (sic),
_terribles e invincibles capitanes Metamoros_ (sic), _Crocodrillo y
Rajabroqueles_[191]. Y en algunos casos también cultivaron este ramo
de industria literaria españoles refugiados por causas políticas ó
religiosas, como el judío Francisco de Cáceres, autor de los _Nuevos
fieros españoles_[192].

En estos librejos pueden distinguirse dos elementos, el _rufianesco_
y el _soldadesco_, ambos de auténtica aunque degenerada tradición
literaria. Venía el primero de las _Celestinas_, comenzando por el
_Centurio_ y el _Traso_ de la primera, siguiendo por el _Pandulfo_ de
la segunda, por el _Brumandilón_ de la tercera, por el Escalión de la
_Comedia Selvagia_, para no mencionar otras. En casi todas aparece el
tipo del rufián cobarde y jactancioso, acrecentándose de una en otra
los _fieros_, desgarros, juramentos, porvidas y blasfemias que salen de
sus vinosas bocas. Algo mitigado ó adecentado el tipo pasó á las tablas
del teatro popular con Lope de Rueda, que sobresalía en representar
esta figura cómica, la cual repite tres veces por lo menos en la parte
que conocemos de su repertorio. El gusto del siglo XVII no la toleraba
ya, y puede decirse que Lope de Vega la enterró definitivamente en _El
Rufián Castrucho_.

No puede confundirse con el rufián, reñidor de fingidas pendencias y
valiente de embeleco, el soldado fanfarrón, el _miles gloriosus_, cuya
primera aparición en nuestra escena data de la _Comedia Soldadesca_ de
Torres Naharro. Este nuevo personaje, aunque tiene á veces puntas y
collares rufianescos y pocos escrúpulos en lo que no toca á su oficio
de las armas, suele ser un soldado de verdad, curtido en campañas
sangrientas, y que sólo resulta cómico por lo desgarrado y jactancioso
de su lenguaje. Así le comprendió mejor que nadie Brantôme en el libro,
mucho más admirativo que malicioso, de sus _Rodomantades Espaignolles_,
donde bajo un título común se reúnen dichos de arrogancia heroica, con
bravatas pomposas ó hipérboles desaforadas. El libro de Brantôme más
que satírico es festivo, y en lo que tiene de serio fué dictado por
la más cordial simpatía y la admiración más sincera. El panegírico
que hace del soldado español no ha sido superado nunca. Era un
españolizante fervoroso; cada infante de nuestros tercios le parecía
un príncipe, y á los ingenios de nuestra gente, cuando quieren darse
á las letras y no á las armas, los encontraba «raros, excelentes,
admirables, profundos y sutiles». Sus escritos están atestados de
palabras castellanas, por lo general bien transcritas, y él mismo nos
da testimonio de que la mayor parte de los franceses de su tiempo
sabían hablar ó por lo menos entendían nuestra lengua. No sólo le
encantaba en los españoles la bravura, el garbo, la bizarría, sino
esas mismas fierezas y baladronadas que recopila «belles paroles
profferées à l'improviste», que satisfacen su gusto gascón y no hacen
más que acrecentar su entusiasmo por esta nación «brave bravasche et
vallereuse, et fort prompte d'esprit». Síguese de aquí que aunque
Brantôme fuese el inventor del género de las _Rodomontadas_, y el
primero que las coleccionó en un libro que no puede llamarse bilingüe,
puesto que las conserva en su lengua original sin traducción[193], lo
hizo sin la intención aviesa, siniestra y odiosa con que otros las
extractaron y acrecentaron en tiempo de Luis XIII.

Hora es de que tornemos los ojos á nuestra Península, y abandonando
por el momento los libros de anécdotas y chistes, nos fijemos más
particularmente en las colecciones de cuentos y narraciones breves que
en escaso número aparecen después de Timoneda y antes de Cervantes.
Una de estas colecciones está en lengua portuguesa, y si no es la
primera de su género en toda España, como pensó Manuel do Faria[194],
es seguramente la primera en Portugal, tierra fertilísima en variantes
de cuentos populares que la erudita diligencia de nuestros vecinos
va recopilando[195], y no enteramente desprovista de manifestaciones
literarias de este género durante los tiempos medios, aunque ninguna de
ellas alcance la importancia del _Calila y Sendebar_ castellanos, de
las obras de D. Juan Manuel ó de los libros catalanes de Ramón Lull y
Turmeda[196].

El primer cuentista portugués con fin y propósito de tal es
contemporáneo de Timoneda, pero publicó su colección después del
_Patrañuelo_. Llamábase Gonzalo Fernandes Trancoso, era natural del
pueblo de su nombre en la provincia de Beira, maestro de letras humanas
en Lisboa, lo cual explica las tendencias retóricas de su estilo,
y persona de condición bastante oscura, apenas mencionado por sus
contemporáneos. Aparte de los cuentos, no se cita más trabajo suyo que
un opúsculo de las «fiestas movibles» (_Festas mudaveis_), dedicado en
1570 al Arzobispo de Lisboa.

Á semejanza de Boccaccio, á quien la peste de Florencia dió ocasión y
cuadro para enfilar las historias del _Decameron_, Trancoso fué movido
á buscar algún solaz en la composición de las suyas con el terrible
motivo de la llamada _peste grande_ de Lisboa en 1569, á la cual hay
varias referencias en su libro. En el cuento 9.º de la 2.ª parte,
dice: «Assi a exemplo deste Marquez, _todos os que este anuo de mil e
quinhentos e sessenta e nove_, nesta peste perdemos mulheres, filhos
e fazenda, nos esfoçaremos e nāo nos entristeçamos tanto, que caiamos
em caso de desesperação sem comer e sem paciencia, dando occasião a
nossa morte». Trancoso hizo la descripción de esta peste, no en un
proemio como el novelista florentino, sino en una _Carta_ que dirigió
á la Reina Doña Catalina, viuda de D. Juan III y Regente del Reino. En
esta carta, que sólo se halla en la primera y rarísima edición de los
_Contos_ de 1575 y fué omitida malamente en las posteriores, refiere
Trancoso haber perdido en aquella calamidad á su mujer, á su hija, de
veinticuatro años, y á dos hijos, uno estudiante y otro niño de coro.
Agobiado por el peso de tantas desdichas, ni siquiera llegó á completar
el número de cuentos que se había propuesto escribir. De ellos publicó
dos partes, que en junto contienen veintiocho capítulos. Una tercera
parte póstuma, dada á luz por su hijo Antonio Fernandes, añade otros
diez.

Con el deseo de exagerar la antigüedad de los _Contos e historias de
proveito e exemplo_, supone Teófilo Braga que Trancoso había comenzado
á escribirlos en 1544[197]. Pero el texto que alega no confirma esta
conjetura, puesto que en él habla Trancoso de dicho año como de tiempo
pasado: «e elle levaba consigo duzentos e vinte reales de prata, _que
era isto o anno de 1544, que havia quasi tudo reales_». Me parece
evidente que Trancoso no se refiere aquí al año en que él escribía,
sino al año en que pasa la acción de su novela. Tampoco hay el menor
indicio de que la Primera Parte se imprimiese suelta antes de 1575, en
que apareció juntamente con la Segunda, reimprimiéndose ambas en 1585 y
1589. La tercera es de 1596[198]. No cabe duda, pues, de la prioridad
de Timoneda, cuyas _Patrañas_ estaban impresas desde 1566, tres años
antes de la peste de Lisboa. No creo, sin embargo, que Trancoso las
utilizase mucho. Las grandes semejanzas que el libro valenciano y el
portugués tienen en la narración de Griselda quizá puedan explicarse
por una lección italiana común, algo distinta de las de Boccaccio y
Petrarca.

Trancoso adaptó al portugués varios cuentos italianos de Boccaccio,
Bandello, Straparola y Giraldi Cinthio, pero lo que caracteriza su
colección y la da más valor _folklórico_ que á la de Timoneda es el
haber acudido con frecuencia á la fuente de la tradición oral. La
intención didáctica y moralizadora predomina en estos cuentos, y
algunos pueden calificarse de ejemplos piadosos, como el «del ermitaño
y el salteador de caminos», que inculca la necesidad del concurso de
las buenas obras para la justificación, aunque sin el profundo sentido
teológico que admiramos en la parábola dramática de _El Condenado por
desconfiado_, ni la variedad y riqueza de su acción, cuyas raíces se
esconden en antiquísimos temas populares. Otros enuncian sencillas
lecciones de economía doméstica y de buenas costumbres, recomendando
con especial encarecimiento la honestidad y recato en las doncellas y
la fidelidad conyugal, lo cual no deja de contrastar con la ligereza de
los _novellieri_ italianos, y aun de Timoneda, su imitador. El tono de
la coleccioncita portuguesa es constantemente grave y decoroso, y aun
en esto revela sus afinidades con la genuina poesía popular, que nunca
es inmoral de caso pensado, aunque sea muchas veces libre y desnuda en
la dicción.

El origen popular de algunos de estos relatos se comprueba también por
los refranes y estribillos, que les sirven de motivo ó conclusión,
v. gr.: «A moça virtuosa--Deus a esposa» (cont. III); «minha mãe,
calçotes» (cont. X), y otros dichos que son tradicionales todavía en
Oporto y en la región del Miño.

Algunas de las anécdotas recogidas por Trancoso son meramente dichos
agudos y sentenciosos que corrían de boca en boca, y no todos pueden
ser calificados de portugueses. Así el conocido rasgo clásico de la
vajilla mandada romper por Cotys, rey de Tracia, que aquí se encuentra
aplicado á un rey de España. La fuente remota pero indisputable de esta
anécdota, que pasó á tantos centones, es Plutarco en sus _Apotegmas_,
que andaban traducidos al castellano desde 1533. Es verosímil, además,
que Trancoso manejase la _Floresta Española_ de Melchor de Santa Cruz,
impresa un año antes que los _Contos_, pues sólo así se explica la
identidad casi literal de ambos textos en algunas anécdotas y dichos de
personajes castellanos. Puede compararse, por ejemplo, el cuento 8.º de
la _Parte Primeira_ del portugués con éste, que figura en el capítulo
III de la colección del toledano:

«Un contador de este Arzobispo (D. Alonso Carrillo) le dixo que era
tan grande el gasto de su casa, que ningún término hallaba cómo se
pudiese sustentar con la renta que tenia. Dixo el Arzobispo: «¿Pues
qué medio te parece que se tenga?» Respondió el Contador: «Que despida
Vuestra Señoria aquellos de quien no tiene necesidad». Mandóle el
Arzobispo que diese un memorial de los que le sobraban, y de los que
se habian de quedar. El Contador puso primero aquellos que le parecian
á él más necesarios y en otra memoria los que no eran menester. El
Arzobispo tuvo manera como le diese el memorial delante de los más de
sus criados, y leyéndole, dixo: «Estos queden, que yo los he menester;
esotros ellos me han menester á mí»[199].

También pertenece á la historia castellana este dicho del Marqués
de Priego, viendo asolada una de sus fortalezas por mandado del Rey
Católico: «Bendito y alabado sea Dios que me dió paredes en que
descargase la ira del Rey». (Cont. IX, parte 1.ª de Trancoso.)

Llegando á los cuentos propiamente dichos, á las narraciones algo más
extensas, que pueden calificarse de novelas cortas, es patente que
el autor portugués las recibió casi siempre de la tradición oral, y
no de los textos literarios. Por eso y por su relativa antigüedad
merecen singular aprecio sus versiones, aun tratándose de temas muy
conocidos, como el «del Rey Juan y el abad de Cantorbery» (que aquí es
un comendador llamado _D. Simón_), ó el de «la prueba de las naranjas»,
ó el de «los tres consejos», parábola de indiscutible origen oriental,
que difiere profundamente de todas las demás variantes conocidas y
ofrece una peripecia análoga á la leyenda del paje de la Reina Santa
Isabel[200].

Todavía tienen más hondas raíces en el subsuelo misterioso de la
tradición primitiva, común á los pueblos y razas más diversas, otros
cuentos de Trancoso, por ejemplo, el de la reina virtuosa y la envidia
de sus hermanas, que la acusan de parir diversos monstruos, con los
cuales ellas suplantan las criaturas que la inocente heroína va dando á
luz. Innumerables son los paradigmas de esta conseja en la literatura
oral de todos los países, como puede verse en los eruditísimos trabajos
de Reinhold Köhler y de Estanislao Prato[201], que recopilan á
este propósito cuentos italianos, franceses, alemanes, irlandeses,
escandinavos, húngaros, eslavos, griegos modernos, en número enorme.
Sin salir de nuestra Península, la encontramos en Andalucía, en
Portugal, en Cataluña, y ni siquiera falta una versión vasca recogida
por Webster[202]. La novelística literaria ofrece este tema con igual
profusión en _Las Mil y una noches_, en Straparola (n. 4, fáb. III); en
la _Posilecheata_ del obispo Pompeyo Sarnelli, publicada por Imbriani
(cuento tercero); en Mad. D'Aulnoy, _La Princesse Belle-Etoile et le
prince Chévi_. Carlos Gozzi le transportó al teatro en su célebre
_fiaba filosofica «L'Augellino belverde»_, y D. Juan Valera le
rejuveneció para el gusto español con la suave y cándida malicia de
su deleitable prosa. Un nexo misterioso pero indudable, ya reconocido
por Grimm, enlaza este cuento con el del caballero del Cisne y con
las poéticas tradiciones relativas á Lohengrin. Tan extraordinaria
y persistente difusión indica un simbolismo primitivo, no fácil de
rastrear, sin embargo, aun por la comparación de las versiones más
antiguas. La de Trancoso conserva cierta sencillez relativa, y no
está muy alejada de las que Leite de Vasconcellos y Teófilo Braga han
recogido de boca del pueblo portugués en nuestros días.

Persisten del mismo modo en la viva voz del vulgo el cuento del _real
bien ganado_ que conduce á un piadoso labriego al hallazgo de una
piedra preciosa, y el de «quien todo lo quiere, todo lo pierde»,
fundado en una estratagema jurídica que altera el valor de las
palabras. Y aunque todavía no se hayan registrado versiones populares
de otras consejas, puede traslucirse el mismo origen en la de «la buena
suegra», que tanto contrasta con el odioso papel que generalmente se
atribuye á las suegras en cuentos y romances, y que en su desarrollo
ofrece una situación análoga á la astucia empleada en la comedia de
Shakespeare _All's well that ends well_, cuyo argumento está tomado,
como se sabe, del cuento decameroniano de Giletta de Narbona (n. 9,
giorn. III). Obsérvese que Trancoso conocía también á Boccaccio, pero
en este caso no le imita, sino que coincide con él.

De _El Conde Lucanor_ no creemos que tuviese conocimiento, puesto que
la edición de Argote es del mismo año que la primera de los _Contos_;
pero en ambas colecciones es casi idéntico el ejemplo moral que sirve
para probar la piadosa máxima: «Bendito sea Dios, ca pues él lo fizo,
esto es lo mejor»; salvo que en Trancoso queda reducido á la condición
de médico el resignado protagonista de la pierna quebrada, que en
la anécdota recogida por D. Juan Manuel tiene un nombre ilustre: D.
Rodrigo Meléndez de Valdés, «caballero mucho honrado del reino de
Leon». Los nombres y circunstancias históricas es lo primero que se
borra en la tradición y en el canto popular.

El cuento «del hallazgo de la bolsa» se halla con circunstancias
diversas en Sercambi, en Giraldi Cinthio y en Timoneda[203]; pero la
versión de Trancoso parece independiente y popular, como lo es también
el cuento de «los dos hermanos», que en alguna de sus peripecias (el
pleito sobre la cola de la bestia, transportado por Timoneda á la
_patraña_ sexta y no olvidado por Cervantes en _La Ilustre Fregona_),
pertenece al vastísimo ciclo de ficciones del «justo juez», que Benfey
y Köhler han estudiado minuciosamente comparando versiones rusas,
tibetanas, indias y germánicas.

La parte de invención personal en los cuentos de Trancoso debe de ser
muy exigua, aun en los casos en que no puede señalarse derivación
directa. Nadie le creerá capaz de haber inventado un cuento tan
genuinamente popular como el «del falso príncipe y el verdadero»,
puesto que son _folklóricos_ todos sus elementos: la fuerza de la
sangre, que se revela por la valentía y arrojo en el verdadero
príncipe, y por la cobardía en el falso é intruso, y el casamiento del
héroe con una princesa, que permanece encantada durante cierto tiempo,
en forma de vieja decrépita. Cuando Trancoso intenta novelar de propia
minerva, lo cual raras veces le acontece, cae en lugares comunes y
se arrastra lánguidamente. Tal le sucede en el cuento del hijo de un
mercader, que en recompensa de su piedad llegó á ser rey de Inglaterra
(cuento II de la 2.ª parte). Trancoso parece haberle compaginado con
reminiscencias de libros caballerescos, especialmente del _Oliveros
de Castilla_. Es una nueva versión del tema del muerto agradecido.
Los agradecidos son aquí dos santos, cuyas reliquias había rescatado
en Berbería el héroe de la novela, y que con cuerpos fantásticos le
acompañan en su viaje y le hacen salir vencedor de las justas en que
conquista la mano de la princesa de Inglaterra.

Los cuentos de Trancoso en que debe admitirse imitación literaria son
los menos. De Boccaccio trasladó, no sólo la _Griselda_, sino también
la historia de los fieles amigos Tito y Gisipo (_Decameron_, giorn.
X, n. 8), transportando la acción á Lisboa y Coimbra. De Bandello, la
novela XV de la Parte 2.ª, en que se relata aquel acto de justicia
del Duque Alejandro de Médicis, que sirve de argumento á la comedia
de Lope de Vega _La Quinta de Florencia_[204]. De las _Noches_ de
Straparola tomó, recortándola mucho, la _primera_ novela, que persuade
la conveniencia de guardar secreto, especialmente con las mujeres,
y de ser obediente á los consejos de los padres. El cuento está muy
abreviado, pero no empeorado, por Trancoso, y el artificio de simular
muerto un neblí ó halcón predilecto del Marqués de Monferrato, para dar
ocasión á que la mujer imprudente y ofendida delate á su marido y ponga
en grave riesgo su vida, es nota característica de ambas versiones,
y las separa de otras muchas[205], comenzando por la del _Gesta
Romanorum_[206].

Giraldi Cinthio suministró á la colección portuguesa dos novelas,
es á saber, la quinta de la primera década, en que el homicida, cuya
cabeza ha sido pregonada, viene á ponerse en manos de la justicia para
salvar de la miseria á su mujer é hijos con el precio ofrecido á quien
le entregue muerto ó vivo[207]; y la primera de la década segunda,
cuyo argumento en Trancoso, que sólo ha cambiado los nombres, es el
siguiente: Aurelia, princesa de Castilla, promete su mano al que le
traiga la cabeza del que asesinó á su novio Pompeyo. El incógnito
matador Felicio, que había cometido su crimen por amor á Aurelia,
vuelve del destierro con nombre supuesto, y después de prestar á la
Princesa grandes servicios en la guerra contra el Rey de Aragón su
despechado pretendiente, pone su vida en manos de la dama, la cual, no
sólo le perdona, sino que se casa con él, cumpliendo lo prometido[208].
En la primera de estas leyendas fundó Lope de Vega su comedia _El
Piadoso Veneciano_.

Si á esta media docena de novelas añadimos el conocido apólogo del
codicioso y el envidioso, que puede leerse en muchos libros de
ejemplos, pero que Trancoso, como maestro de latinidad que era, tomó
probablemente de la fábula 22 de Aviano, que es el texto más antiguo
en que se encuentra[209], tendremos apurado casi todo lo que en su
libro tiene visos de erudición y es fruto de sus lecturas, no muchas ni
variadas, á juzgar por la muestra. Ni estas imitaciones ocasionales,
ni el fárrago de moralidades impertinentes y frías que abruman los
cuentos, bastan para borrar el sello hondamente popular de este libro,
que no sólo por la calidad de sus materiales, sino por su estilo fácil,
expresivo y gracioso, es singular en la literatura portuguesa del siglo
XVI, donde aparece sin precedentes ni imitadores. Los eruditos pudieron
desdeñarle; pero el pueblo siguió leyéndole con devoción hasta fines
del siglo XVIII, en que todavía le cita un poeta tan culto y clásico
como Filinto Elysio: «os _Contos de Trancoso_, do tempo de nossos
avoengos». Filinto se complacía en recordarlos y no desdeñaba tampoco
(caso raro en su tiempo) los de tradición oral, «contos que ouvi contar
ha mais de setenta e dois annos», como las _Tres Cidras do Amor_, _João
Ratão_ y la _Princesa Doninha_. «Com o titulo da _Gata Borralheira_,
contava minha mãe a historia de _Cendrillon_. E nunca minha mãe soube
francez»[210].

El cuento literario medró muy poco en Portugal después de Trancoso.
Si alguno se halla es meramente á título de ejemplo moral en libros
ascéticos ó de materia predicable, como el _Baculo pastoral de Flores
de Exemplos_ de Francisco Saraiva de Sousa (1657), el _Estimulo
pratico_, la _Nova floresta de varios Apophtegmas_ y otras obras del
P. Manuel Bernardes, ó en ciertas misceláneas eruditas del siglo
XVIII, como la _Academia Universal de varia erudição_ del P. Manuel
Consciencia, y las _Horas de Recreio nas ferias de maiores estudos_
del P. Juan Bautista de Castro (1770). Sólo los estudios _folklóricos_
de nuestros días han hecho reverdecer esta frondosa rama de la
tradición galaico-lusitana, cuya importancia, literaria por lo menos,
ya sospechaba un preclaro ingenio de principios del siglo XVII, que
intentó antes que otro alguno reducir á reglas y preceptos el arte
infantil de los contadores, dándonos de paso una teoría del género y
una indicación de sus principales temas. Me refiero al curioso libro de
Francisco Rodríguez Lobo _Corte na aldea e noites de inverno_, de que
más detenidamente he de tratar en otra parte de los presentes estudios,
puesto que por la fecha de su primera edición (1619) es ya posterior
á las _Novelas_ de Cervantes. Pero no quiero omitir aquí la mención
de los dos curiosísimos diálogos décimo y undécimo, en que presenta
dos tipos contrapuestos de narración, una al modo italiano (_Historia
de los amores de Aleramo y Adelasia--Historia de los amores de
Manfredo y Eurice_), otro al modo popular «con más bordones y muletas
que tiene una casa de romería, sin que falten términos de viejas y
remedios de los que usan los descuidados». Con este motivo establece
una distinción Rodríguez Lobo entre los _cuentos_ y las _historias_
(sinónimo aquí de las _novelle_ toscanas), donde puede campear mejor
«la buena descripción de las personas, relación de los acontecimientos,
razón de los tiempos y lugares, y una plática por parte de algunas
de las figuras que mueva más á compasión y piedad, que esto hace
doblar después la alegría del buen suceso», en suma todos los recursos
patéticos y toda la elegancia retórica de Boccaccio y sus discípulos.
«Esta diferencia me parece que se debe hacer de los cuentos y de las
historias, que aquéllas piden más palabras que éstos, y dan mayor lugar
al ornato y concierto de las razones, llevándolas de manera que vayan
aficionando el deseo de los oyentes, y los _cuentos_ no quieren tanta
retórica, porque lo principal en que consisten está en la gracia del
que habla y en la que tiene de suyo la cosa que se cuenta».

«Son estos cuentos de tres maneras: unos fundados en descuidos y
desatientos, otros en mera ignorancia, otros en engaño y sutileza. Los
primeros y segundos tienen más gracia y provocan más á risa y constan
de menos razones, porque solamente se cuenta el caso, diciendo el
cortesano con gracia propia los yerros ajenos. Los terceros sufren más
palabras, porque debe el que cuenta referir cómo se hubo el discreto
con otro que lo era menos ó que en la ocasión quedó más engañado...».

De todos ellos pone Rodríguez Lobo multiplicados ejemplos y continúa
enumerando otras variedades: «Demás destos tres órdenes de cuentos
de que tengo hablado hay otros muy graciosos y galanos, que por ser
de descuidos de personas en quien había en todas las cosas de haber
mayor cuidado, no son dignos de entrar en regla ni de ser traídos por
ejemplo. Lo general es que el desatiento ó la ignorancia, donde menos
se espera, tiene mayor gracia. Después de los cuentos graciosos se
siguen otros de sutileza, como son hurtos, engaños de guerra, otros
de miedos, fantasmas, esfuerzo, libertad, desprecio, largueza y otros
semejantes, que obligan más á espanto que á alegría, y puesto que se
deben todos contar con el mismo término y lenguaje, se deben en ellos
usar palabras más graves que risueñas».

Trata finalmente de los dichos sentenciosos, agudos y picantes, dando
discretas reglas sobre la oportunidad y sazón en que han de ser
empleados: «Los cuentos y dichos galanes deben ser en la conversación
como los pasamanos y guarniciones en los vestidos, que no parezca que
cortaron la seda para ellos, sino que cayeron bien, y salieron con
el color de la seda ó del paño sobre que los pusieron; porque hay
algunos que quieren traer su cuento á fuerza de remos, cuando no les
dan viento los oyentes, y aunque con otras cosas les corten el hilo,
vuelven á la tela, y lo hacen comer recalentado, quitándole el gusto
y gracia que pudiera tener si cayera á caso y á propósito, que es
cuando se habla en la materia de que se trata ó cuando se contó otro
semejante. Y si conviene mucha advertencia y decoro para decirlos,
otra mayor se requiere para oirlos, porque hay muchos tan presurosos
del cuento ó dicho que saben, que en oyéndolo comenzar á otro, se le
adelantan ó le van ayudando á versos como si fuera salmo; lo cual me
parece notable yerro, porque puesto que le parezca á uno que contará
aquello mismo que oye con más gracia y mejor término, no se ha de
fiar de sí, ni sobre esa certeza querer mejorarse del que lo cuenta,
antes oirle y festejarle con el mismo aplauso como si fuera la primera
vez que lo oyese, porque muchas veces es prudencia fingir en algunas
cosas ignorancia... Tampoco soy de opinión que si un hombre supiese
muchos cuentos ó dichos de la materia en que se habla, que los saque
todos á plaza, como jugador que sacó la runfla de algún metal, sino
que deje lugar á los demás, y no quiera ganar el de todos ni hacer la
conversación consigo solo»[211].

De estos «cuentos galantes, dichos graciosos y apodos risueños»
proponía Rodríguez Lobo que se formase «un nuevo _Alivio de
caminantes_, con mejor traza que el primero». Es la única colección
que cita de las anteriores á su tiempo, aunque no debía de serle
ignorada la _Floresta Española_, que es más copiosa y de «mejor traza».
Aunque Rodríguez Lobo imita en cierto modo el plan de _El Cortesano_
de Castiglione, donde también hay preceptos y modelos de cuentos y
chistes, sus advertencias recaen, como se ve, sobre el cuento popular
é indígena de su país, y prueban el mucho lugar que en nuestras
costumbres peninsulares tenía este ingenioso deporte, aunque rara vez
pasase á los libros.

Algunos seguían componiéndose, sin embargo, en lengua castellana.

El más curioso salió de las prensas de Valencia, lo mismo que el
_Patrañuelo_, y su autor pertenecía á una familia de ilustres
tipógrafos y editores, de origen flamenco, que constituyen al mismo
tiempo una dinastía de humanistas[212]. Aunque Sebastián Mey no alcanzó
tanta fama como otros de su sangre, especialmente su doctísimo padre
Felipe Mey, poeta y traductor de Ovidio, filólogo y profesor de Griego
en la Universidad de Valencia, y hombre, en fin, que mereció tener
por mecenas al grande arzobispo de Tarragona Antonio Agustín, es
indudable, por el único libro suyo que conocemos, que tenía condiciones
de prosista muy superiores á las de Timoneda, y que nadie, entre los
escasos cuentistas de aquella Edad, le supera en garbo y soltura
narrativa. La extraordinaria rareza de su _Fabulario_[213], del cual
sólo conocemos dos ejemplares, uno en la Biblioteca Nacional de Madrid
y otro en la de París, ha podido hacer creer que era meramente un libro
de fábulas esópicas. Es cierto que las contiene en bastante número,
pero hay, entre los cincuenta y siete capítulos de que se compone,
otros cuentos y anécdotas de procedencia muy diversa y algunos ensayos
de novela corta á la manera italiana, por lo cual ofrece interés la
indagación de sus fuentes, sobre las cuales acaba de publicar un
interesante trabajo el joven erudito norteamericano Milton A. Buchanan,
de las Universidades de Toronto y Chicago[214].

Exacto es al pie de la letra lo que dice Sebastián Mey en el prólogo
de su _Fabulario_: «Tiene muchas fábulas y cuentos nuevos que no están
en los otros (libros), y los que hay viejos están aquí por diferente
estilo». Aun los mismos apólogos clásicos, que toma casi siempre de
la antigua colección esópica[215], están remozados por él con estilo
original y con la libertad propia de los verdaderos fabulistas.
Hubiera podido escribir sus apólogos en verso, y no sin elegancia, como
lo prueban los dísticos endecasílabos con que expresa la moralidad
de la fábula, á ejemplo, sin duda, de D. Juan Manuel, puesto que la
compilación de _Exemplos_ de Clemente Sánchez de Vercial debía de serle
desconocida. Con buen acuerdo prefirió la prosa. Interrumpida como
estaba después del Arcipreste de Hita la tradición de la fábula en
verso, hubiera tenido que forjarse un molde nuevo de estilo y dicción,
como felizmente lo intentó Bartolomé Leonardo de Argensola en las pocas
fábulas que á imitación de Horacio intercala en sus epístolas, y como
lo lograron, cultivando el género más de propósito, Samaniego é Iriarte
en el siglo XVIII, y creemos que la pericia técnica de Sebastián Mey
no alcanzaba á tanto. Pero en la sabrosísima prosa de su tiempo, y con
puntas de intención satírica á veces, desarrolla, de un modo vivo y
pintoresco, aun los temas más gastados. Sirva de ejemplo la fábula de
_El lobo, la raposa y el asno_:

«Teniendo hambre la raposa y el lobo, se llegaron hazia los arrabales
de una aldea, por ver si hallarian alguna cosa a mal recado, y toparon
con un asno bien gordo y lucido, que estava paciendo en un prado; pero
temiendose que por estar tan cerca de poblado corrian peligro si alli
esecutavan en él su designio, acordaron de ver si con buenas razones
podrian apartarle de alli, por donde acercando a él la raposa, le habló
de esta suerte: «Borriquillo, borriquillo, que norabuena esteys, y os
haga buen provecho la yervecica; bien pensays vos que no os conozco,
sabed pues que no he tenido yo en esta vida mayor amiga que vuestra
madre. Oh, qué honradaza era: no havia entre las dos pan partido. Agora
venimos de parte de un tio vuestro, que detras de aquel monte tiene
su morada, en unas praderias que no las hay en el mundo tales: alli
podreys dezir que hay buena yerba, que aqui todo es miseria. El nos ha
embiado para que os notifiquemos cómo casa una hija, y quiere que os
halleys vos en las bodas. Por esta cuesta arriba podemos ir juntos;
que yo sé un atajo por donde acortaremos gran rato de camino». El
asno, aunque tosco y boçal, era por estremo malicioso; y en viéndolos
imaginó hazerles alguna burla; por esto no huyó, sino que se estuvo
quedo y sosegado, sin mostrar tenerles miedo. Pero quando huvo oido
a la raposa, aunque tuvo todo lo que dezia por mentira, mostró mucho
contento, y començó a quexarse de su amo, diziendo cómo dias havia le
huviera dexado, si no que le devia su soldada; y para no pagarle,
de dia en dia le traia en palabras, y que finalmente solo havia
podido alcançar dél que le hiziese una obligacion de pagarle dentro
de cierto tiempo, que pues no podia por entonces cobrar, a lo menos
queria informarse de un letrado, si era bastante aquella escritura,
la qual tenia en la uña del pie, para tener segura su deuda. Bolviose
la raposa entonces al lobo (que ya ella se temió de algun temporal)
y le preguntó si sus letras podian suplir en semejante menester.
Pero él no entendiéndola de grosero, muerto porque le tuviesen por
letrado, respondió muy hinchado que havia estudiado Leyes en Salamanca,
y rebuelto muchas vezes a Bartulo y Bartuloto y aun á Galeno, y se
preciava de ser muy buen jurista y sofistico, y estava tan platico en
los negocios, y tan al cabo de todo, que no daria ventaja en la plaça
a otro ninguno que mejores sangrias hiziese; por el tanto amostrase la
escritura, y se pusiese en sus manos, que le ofrecia ser su avogado
para quando huviese de cobrar el dinero, y hazer que le pagasen tambien
las costas, y que le empeñava sobre ello su palabra; que tuviese buena
esperança. Levantó el asno entonces el pie, diziendole que leyese. Y
quando el lobo estava mas divertido en buscar la escritura, le asentó
con entrambos piés un par de coces en el caxco, que por poco le hiziera
saltar los sesos. En fin, el golpe fue tal, que perdido del todo
el sentido, cayó el triste lobo en el suelo como muerto. La raposa
entonces dándose una palmada en la frente, dixo assi: «Oh! cómo es
verdadero aquel refran antiguo, que tan grandes asnos hay con letras
como sin letras». Y en diziendo esto, echó a huir cada qual por su
cabo, ella para la montaña y el asno para el aldea».

Compárese esta linda adaptación con el texto castellano del siglo XV,
mandado traducir por el Infante de Aragón D. Enrique (Fábula 1.ª entre
las _extravagantes_ del «_Isopo_»), y se comprenderá lo que habían
adelantado la lengua y el arte de la narración durante un siglo. Con no
menos originalidad de detalle, picante y donosa, están tratadas otras
fábulas de la misma colección, donde ya estaban interpoladas, además
de las esópicas, algunas de las que Mey sacó de Aviano, v. gr.: la _de
fure et parvo_: «del mozo llorante y del ladrón». Un muchacho engaña á
un ladrón, haciéndole creer que se le ha caído una jarra de plata en un
pozo. El ladrón, vencido de la codicia, se arroja al pozo, despojándose
antes de sus vestidos, que el muchacho le roba, dejándole burlado. En
la colección de Mey tiene el número 5.º y esta moraleja:

      Al que engañado á todo el mundo ofende,
    Quien menos piensa, alguna vez le vende.

De las fábulas de animales es fácil el tránsito á otros apólogos no
menos sencillos, y por lo general de la misma procedencia clásica, en
que intervienen, principal ó exclusivamente, personajes racionales, por
ejemplo: «La Enferma de los ojos y el Médico»,[216] El avariento[217],
«El padre y los hijos», todas ellas de origen esópico. Baste como
muestra el último:

«Un labrador, estando ya para morir, hizo llamar delante sí a sus
hijos; a los quales habló desta suerte: «Pues se sirve Dios de que en
esta dolencia tenga mi vida fin, quiero, hijos mios, revelaros lo que
hasta aora os he tenido encubierto, y es que tengo enterrado en la viña
un tesoro de grandissimo valor. Es menester que pongays diligencia
en cavarla, si quereys hallarle», y sin declararles más partió desta
vida. Los hijos, despues de haver concluido con el entierro del padre,
fueron a la viña, y por espacio de muchos dias nunca entendieron sino
en cavarla, quando en una, quando en otra parte, pero jamás hallaron
lo que no havia en ella: bien es verdad que por haberla cavado tanto,
dió sin comparacion más fruto aquel año que solia dar antes en muchos.
Viendo entonces el hermano mayor quánto se habian aprovechado, dixo a
los otros: «Verdaderamente aora entiendo por la esperiencia, hermanos,
que el tesoro de la viña de nuestro padre es nuestro trabajo.

      En esta vida la mejor herencia
    Es aplicar trabajo y diligencia»[218].

Las relaciones novelísticas de Sebastián Mey con las colecciones de
la Edad Media no son tan fáciles de establecer como las que tiene con
Esopo y Aviano. De D. Juan Manuel no parece haber imitado más que un
cuento, el del molinero, su hijo y el asno. Con _Calila y Dimna_ tiene
comunes dos: _El Amigo Desleal_, que es el apólogo «de los mures que
comieron fierro»[219], y _El Mentiroso burlado_; pero ni uno ni otro
proceden de la primitiva versión castellana derivada del árabe, ni del
_Exemplario contra los engaños y peligros del mundo_, traducido del
_Directorium vitae humanae_ de Juan de Capua, sino de alguna de las
imitaciones italianas, probablemente de la de Firenzuola: _Discorsi
degli animali_, de quien toma literalmente alguna frase[220]. Por ser
tan raro el texto de Mey le reproduzco aquí, para que se compare con el
italiano, que puede consultarse fácilmente en ediciones modernas:

Fábula XXVIII. _El hombre verdadero y el mentiroso_:

«Ivan caminando dos compañeros, entrambos de una tierra y conocidos:
el uno de ellos hombre amigo de verdad y sin doblez alguna, y el otro
mentiroso y fingido. Acaeció, pues, que a un mismo tiempo viendo en
el suelo un talegoncico, fueron entrambos a echarle mano, y hallaron
que estava lleno de doblones y de reales de a ocho. Quando estuvieron
cerca de la ciudad donde bivian, dixo el hombre de bien: “Partamos
este dinero, para que pueda cada uno hazer de su parte lo que le
diere gusto”. El otro, que era bellaco, le respondio: “Por ventura si
nos viesen con tanto dinero, seria dar alguna sospecha, y aun quiça
nos porniamos en peligro de que nos le robasen, porque no falta en
la ciudad quien tiene cuenta con las bolsas agenas. Pareceme que
seria lo mejor tomar alguna pequeña quantia por agora, y enterrar
lo demas en lugar secreto, y quando se nos ofreciere despues haver
menester dineros, vernemos entramos juntos a sacarlos, y con esto
nos quitaremos por aora de inconvenientes”. El hombre bueno, o si se
sufre llamarle bovo, pues no cayó en la malicia ni engaño del otro,
pretendiendo que su intencion era buena, facilmente vino en ello,
y tomando entonces alguna quantidad cada uno dellos, enterraron lo
demas a la raiz de un arbol que alli juntico estava, habiendo tenido
mucha cuenta con que ninguno los mirase; y muy contentos y alegres
se bolvieron de alli a sus casas. Pero el engañoso compañero venido
el siguiente dia, puso en ejecucion su pensamiento, y bolviendo
secretamente al sobredicho lugar, sin que persona del mundo tuviese
aliento dello, quando el otro estava más descuydado, se llevó el
talegoncico con todo el dinero a su casa. Pocos dias despues el buen
hombre y simple con el vellaco y malicioso, le dixo: “Paréceme que ya
será hora que saquemos de alli y repartamos aquellos dineros, porque
yo he comprado una viña, y tengo de pagarla, y tambien he de acudir
a otros menesteres que se me ofrecen». El otro le respondio: «Yo
ando tambien en compra de una heredad, y havia salido con intento de
buscaros por esta ocasion”. “No ha sido poca ventura toparnos (replicó
el compañero), para poder luego, ir juntos”, como tenian concertado.
“Que vamos en buen hora” (dixo el otro), y sin gastar más razones
se pusieron en camino. Llegados al arbol donde le avian enterrado,
por bien que cavaron alrededor, como no tuvo remedio de hallarle, no
haviendo señal de dinero; el mal hombre que le havia robado, començó a
hazer ademanes y gestos de loco, y grandes estremos y quexas diciendo:
“No hay el dia de hoy fe ni verdad en los hombres: el que pensays
que os es mas amigo, esse os venderá mejor. De quién podremos fiar
hoy en el mundo? ah traydor, vellaco, esto me teniades guardado?
quién ha podido robar este dinero sino tu? ninguno havia que supiese
dél”. Aquel simplezillo que tenia más razon de poderse quexar y de
dolerse, por verse despedido en un punto de toda su esperanza, por el
contrario se vio necesitado a dar satisfacion y desculparse, y con
grandes juramentos protestava que no sabia en el robo arte ni parte,
aunque le aprovechaba poco, porque mostrandose más indignado el otro y
dando mayores bozes dezia: “No pienses que te saldras sin pagarlo: la
justicia, la justicia lo ha de saber, y darte el castigo que merece tu
maldad”. Replicando el otro que estava inocente de semejante delito,
se fueron gritando y riñendo delante el juez, el qual tras haver
los dos altercado en su presencia grande rato, preguntó si estava
presente alguno quando escondian el dinero? Aquel tacaño, mostrando más
confiança que si fuera un santo, al momento respondio: “Señor, sí, un
testigo havia que no sabe mentir, el qual es el mismo arbol entre cuyas
raizes el dinero estava enterrado. Este por voluntad de Dios dirá toda
la verdad como ha pasado, para que se vea la falsedad deste hombre,
y sea la justicia ensalçada”. El juez entonces (que quiera que lo
moviese) ordenó de hallarse las partes en el dicho lugar el siguiente
dia, para determinar alli la causa, y asi por un ministro les hizo
mandato so graves penas, que hirviesen de comparecer y presentarse,
dando primero, como lo hicieron, buena seguridad. Pareciole muy a su
proposito esta deliberacion del juez al malhechor, pretendiendo que
cierto embuste que iva tramando, ternia por semejante via efeto. Por
donde bolviendose a su casa, y llamando a su padre, le dixo assi:
“Padre muy amado, un secreto quiero descubriros, que os he tenido hasta
agora encubierto, por parecerme que assi con venia hazerse... Haveys
de saber que yo propio he robado el tesoro que demando a mi compañero
por justicia, para poder sustentaros a vos y a mi familia con más
comodidad. Dense a Dios las gracias y a mi buena industria, que ya
está el negocio en punto que solo con ayudar vos un poquito, será sin
réplica ninguna nuestro». Y contóles todo lo que havia passado, y lo
que havia provehido el juez, a lo qual añadió: «Lo que al presente os
ruego, es que vays esta noche a esconderos en el hueco de aquel arbol:
porque facilmente podreys entrar por la parte de arriba, y estar dentro
muy a placer, sin que puedan veros, porque el arbol es grueso y lo
tengo yo muy bien notado. Y quando el juez interrogare, disimulando
entonces vos la boz que parezca de algun espiritu, respondereys de
la manera que conviene”. El mal viejo que havia criado a su hijo tal
qual era él, se convencio de presto de sus razones, y sin temerse
de peligro alguno, aquella noche se escondio dentro el árbol. Vino
alli el juez el dia siguiente con los dos litigantes, y otros muchos
que le acompañavan, y habiendo debatido buen rato sobre el negocio,
al cabo preguntó en alta voz quién habia robado el tesoro. El ruin
viejo, en tono extraordinario y con boz horrible, dixo que aquel buen
hombre. Fue cosa esta que causó al juez y a los presentes increible
admiracion, y estuvieron suspensos un rato sin hablar, al cabo del qual
dixo el juez: “Bendito sea el Señor, que con milagro tan manifiesto ha
querido mostrar quanta fuerça tiene la verdad. Para que desto quede
perpetua memoria, como es razon, quiero de todo punto apurarlo. Porque
me acuerdo que antiguamente havia Nimfas en los arboles, verdad sea
que nunca yo habia dado credito a cosas semejantes, sino que lo tenia
todo por patrañas y fabulas de poetas. Mas agora no sé qué dezirme,
haviendo aqui en presencia de tantos testigos oido hablar a este arbol.
En estremo me holgaria saber si es Nimfa o espiritu, y ver qué talle
tiene, y si es de aquella hermosura encarecida por los poetas. Pues
caso que fuese una cosa destas, poco mal podriamos nosotros hazerle por
ninguna via”. Dicho esto mandó amontonar al pie del arbol leños secos
que havia por alli hartos, y ponerles fuego. ¿Quién podrá declarar quál
se paró el pobre viejo, quando començó el tronco a calentarse, y el
humo a ahogarle? Sólo sé dezir que se puso entonces con bozes muy altas
a gritar: “Misericordia, misericordia; que me abraso, que me ahogo, que
me quemo”. Lo qual visto por el juez, y que no havia sido el milagro
por virtud Divina, ni por haber Nimfa en el arbol, haziendole sacar de
alli medio ahogado, y castigandole a él y a su hijo, segun merecian,
mandó que le truxesssen alli todo el dinero, y entregósele al buen
hombre, que tan injustamente havian ellos infamado. Assi quedó premiada
la verdad y la mentira castigada.

      La verdad finalmente prevalece,
    Y la mentira con su autor perece».

Aunque el cuento en _Calila y Dimna_[221] no sea tan seco y esquemático
como otros muchos, lo es bastante para que no lamentemos el aliño con
que Firenzuola y Mey remediaron su aridez, haciendo correr por él la
savia de un fácil y gracioso diálogo. Y no me parece que la versión del
segundo, aunque inspirada por la del primero, sea inferior á ella, á
pesar de la amena y exquisita elegancia del monje de Vallumbrosa.

Sebastián Mey, aun en los raros casos en que traduce fielmente algún
original conocido, procura darle color local, introduciendo nombres
españoles de personas y lugares. Tal acontece en el cuento 53, «La
Prueba de bien querer», que es una paráfrasis amplificada de la facecia
116 de Poggio «De viro quae suae uxori mortuum se ostendit»[222]. En el
cuento latino la escena pasa en Montevarchio, y el protagonista es un
cierto hortelano, «hortulanus quidam». Mey castellaniza la anécdota en
estos graciosos términos:

«Anton Gonçalez Gallego era hombre que se bivia muy a plazer en la
villa de Torrejon; tenia una mujeraça de mediano talle, y de una
condicionaça muy buena, de manera que aunque él era un poquito reñidor,
ella siempre le abonançava, porque no le entrava a ella el enojo de los
dientes adentro; y assi eran presto apaziguados. Acaeció que bolviendo
él un dia de labrar, halló que la mujer havia ido al rio a lavar los
paños, por donde se recostó sobre un poyo, esperando a que viniese, y
como ella tardase, començó a divertir en pensamientos, y entre otros le
acudió en quanta paz bivia con su muger, y dezia en su imaginativa: «La
causa está en ella, y en el amor que me tiene, porque hartas ocasiones
le doy yo con mi reñir, pero quiéreme tanto que todo lo disimula con
muy gran cordura a trueco de tenerme contento. Pues si yo me muriese,
qué haria ella? Creo que se moriria de tristeza. ¡O quién se hallase
alli para ver los estremos que haria, y las palabras lastimeras que
echaria de aquella su boca! pues en verdad que lo he de provar, y
asegurarme dello por la vista». Sintiendo en esto que la muger venia,
se tendia en el suelo como un muerto. Ella entró, y mirandole de cerca,
y provando a levantarle, como él no hazia movimiento, y le vio sin
resuello, creyó verdaderamente que era muerto, pero venia con hambre
y no sabia resolverse en si comeria primero o lloraria la muerte del
marido. En fin, constreñida de la mucha gana que traia, determinó comer
primero. Y poniendo sobre las brasas parte de un recuesto de tocino
que tenia alli colgado, se le comió en dos palabras sin bever por no
se detener tanto. Despues tomó un jarro, y comenzó a baxar por la
escalera, con intencion de ir a la bodega por vino; mas he aqui donde
llega de improviso una vezina a buscar lumbre. Ella que la sintio,
dexa de presto el jarro, y como que huviese espirado entonces el
marido, comienza a mover gran llanto y a lamentar su muerte. Todo el
barrio acudió a los gritos, hombres y mugeres; y espantados de muerte
tan repentina (porque estava él tendido con los ojos cerrados, y sin
resollar de manera que parecia verdaderamente muerto), consolavanla lo
mejor que podian. Finalmente quando a él le parecio que se havia ya
satisfecho de lo que tanto deseava ver, y que huvo tomado un poco de
gusto con aquel alboroto; quando más la muger lamentava diciendo: «Ay
marido mio de mi coraçon, desdichado ha sido el dia y la hora en que
pierdo yo todo mi bien, pero yo soy la desdichada, faltandome quien
solia ser mi amparo; ya no terné quien se duela de mí, y me consuele
en mis trabajos y fatigas; qué haré yo sin vos agora, desventurada de
mí?» El entonces, abriendo supitamente los ojos, respondio: «Ay muger
mia de mis entrañas, qué haveys de hazer? sino que pues haveys comido,
baxeys a bever a la bodega». Entonces todos los que estavan presentes,
trocando la tristeza en regocijo, dispararon en reir: y más despues
quando el marido les contó el intento de la burla, y como le havia
salido.

      Tal se penso de veras ser amado,
    Y burlando quedó desengañado».

En las _Facecias_ de Poggio se halla también (con el número 60 «De eo
qui uxorem in flumine peremptam quaerebat») la sabida anécdota que Mey
volvió á contar con el título de _La mujer ahogada y su marido_ (fábula
XVIII). Pero no es seguro que la tomase de allí, siendo tantos los
libros que la contienen. Aun sin salir de nuestra literatura, podía
encontrarla en el Arcipreste de Talavera, en el _Sobremesa_ de Timoneda
y en otros varios autores. Tanto la versión de Timoneda, como la de
Poggio, son secas y esquemáticas; no así la de Mey, que amplificando
galanamente, según su costumbre, traslada el cuento «á la orilla de
Henares» y con cuatro rasgos de vida española saca de la abstracción
del apólogo las figurillas vivas de Marina Gil, «lavandera de los
estudiantes y muy hábil en su oficio»; del buen Pero Alonso, su marido,
y de su compadre Anton Royz.

El mismo procedimiento usa en otros cuentos, que parecerían
indígenas, por el sabor del terruño que tienen, si no supiésemos
que son adaptaciones de otros italianos. Así el de «El Dotor y
el Capitan» (fáb. X), que según ha descubierto el Sr. Milton A.
Buchanan, es la misma historia de «Il capitano Piero da Nepi» y «M.
Paolo dell'Ottanaio», inserta en el _Diporto de' viandanti_ de
Cristoforo Zabata[223], obrilla análoga, aun en el título, al _Alivio
de Caminantes_ de Timoneda; pero que no le sirvió de modelo, sino
al revés, puesto que es posterior en bastantes años. Es, en cambio,
anterior á Mey, y no puede dudarse de la imitación, aunque muy
disimulada.

«Llegaron juntos a comer a una venta el Dotor Calderon, famoso en
Medicina, y el Capitan Olmedo. Tuvieron a la mesa perdizes, y comian
en un plato. Pero el Capitan en columbrando las pechugas y los mejores
bocados, torciendo a su proposito la platica, y tomando lo mejor,
dezia: «Con este bocado me ahogue, señor Dotor, si no le digo verdad».
Disimuló el Dotor dos o tres vezes, pero a la quarta, pareciendole
algo pesada la burla, al tiempo que alargava el Capitan la mano,
diziendo «con este bocado me ahogue», sin dexarle acabar de dezir,
cogió con la una mano el plato y con la otra el bocado a que tirava el
Capitan, diziendole: «No jure, señor Capitan, no jure, que sin jurar
le creo. Y si de aqui adelante quisiere jurar, sea que le derribe el
primer arcabuzazo que los enemigos tiraren, porque es juramento más
conveniente a un capitan y soldado viejo como vuesamerced». Desta
manera le enseñó al Capitan a tener el término debido.

      Alguna vez suele quedar burlado
    El que con otros es desvergonzado».

Un ejemplo de adaptación italiana mucho más directa, en algunos
puntos casi literal y donde no se cambian ni el lugar de la escena
ni el nombre de los personajes, tenemos en la fábula LV _El médico y
su mujer_, cuya fuente inmediata, descubierta igualmente por el Sr.
Buchanan, es la _novela_ 2.ª de la cuarta _jornada_ de Sansovino[224],
la cual á su vez procede de las _Cento novelle antiche_ (núm. 46), y
debe de ser de origen provenzal, puesto que parece encontrarse una
alusión á ella en estos versos del trovador Pedro Cardenal:

      Tals cuja aver filh de s' esposa
    Que no i a re plus que cel de Tolosa[225].

El cuento es algo libre y de picante sabor, pero precisamente por ser
el único de su género en el _Fabulario_, creo que no debo omitirle,
persuadido de que el donaire con que está contado le hará pasar sin
ceño de los eruditos, únicos para quienes se imprimen libros como éste.

«Huvo en Tolosa un medico de mucha fama llamado Antonio de Gervas,
hombre rico y poderoso en aquellos tiempos. Este deseando mucho tener
hijos, casó con una sobrina del Governador de aquella ciudad[226],
y celebradas las bodas con grande fiesta y aparato, segun convenia
a personas de tanta honrra, se llevó la novia a su casa con mucho
regocijo, y no pasaron dos meses que la señora su muger parió una hija.
Visto esto por el Medico, no hizo sentimiento, ni mostró darse por
ello pena; antes viendo a la muger afligida, la consolava, trabajando
por persuadirle con muchos argumentos fundados en la ciencia de su
arte, que aquella mochacha segun razon podia ser suya, y con amoroso
semblante y buenas palabras hizo de manera que la muger se sosegó,
honrrandola él mucho en todo el tiempo del parto y proveyendola en
abundancia de todo quanto era necesario para su salud. Pero despues
que la muger convaleció, y se levantó de la cama, le dixo el Medico
un dia: «Señora, yo os he honrrado y servido desde que estays conmigo
quanto me ha sido posible. Por amor de mí os suplico que os bolvays
a casa de vuestro padre, y os esteys alli de aqui adelante, que yo
miraré por vuestra hija y la haré criar con mucha honrra». Oido esto
por la muger, quedó como fuera de sí; pero tomando esfuerço, començó
a dolerse de su desventura, y a dezir que no era honesto, ni parecia
bien que la echase de aquella manera fuera de casa. Mas no queriendo
el Medico, por bien que ella hizo y dixo, mudar de parecer, vinieron a
terminos las cosas que huvo de mezclarse el Governador entendiendo que
el Medico en todo caso queria divorcio con la sobrina, y assi embió
por él. Venido el Medico, y hecho el devido acatamiento, el governador
(que era hombre de mucha autoridad) le habló largamente sobre el
negocio, diciendole que en los casos que tocan a la honrra, conviene
mirar mucho a los inconvenientes que se pueden seguir, y es menester
que se tenga mucha cuenta con que no tenga que dezir la gente, porque
la honrra es cosa muy delicada y la mancha que cae una vez sobre ella
por maravilla despues hay remedio de poder quitarla. Tentó juntamente
de amedrentarle con algunas amenazas. Pero quando huvo hablado a su
plazer, le respondió el Medico: «Señor, yo me casé con vuestra sobrina
creyendo que mi hacienda bastaria para sustentar a mi familia, y mi
_presupuesto_ era que cada año havia de tener un hijo no más, pero
haviendo parido mi muger a cabo de dos meses, no estoy yo tan abastado,
si cada dos meses ha de tener el suyo, que pueda criarlos, ni darles de
comer; y para vos no seria honrra ninguna que viniese a pobreza vuestro
linage. Y assi os pido por merced, que la deys a hombre que sea más
rico que yo, para que pariendo tan amenudo, pueda criar y dexar ricos
todos sus hijos, y a vos no os venga desonrra por ello». El Governador,
que era discreto y sagaz, oyendo esto, quedó confuso, y replicóle que
tenia razon en lo que dezia, y con esto le despidió.

      La hazienda que entre pocos es riqueza,
    Repartida entre muchos es pobreza».

No en todos los casos parece tan obvio el origen literario del cuento,
por ser muy vulgar la anécdota y no presentar en el texto de Mey ningún
rasgo que arguya parentesco directo con otras versiones. Tal sucede con
la fábula LVI _El convidado acudido_, que figura, aunque con distintos
accesorios, en el cuadernillo manuscrito de los _Cuentos de Garibay_ y
en la _Floresta Española_[227]. Cotejando la versión de Mey que pongo
á continuación con la de Santa Cruz, que va por nota, se palpará la
diferencia entre el estilo conciso y agudo del toledano y la manera más
pintoresca, verbosa y festiva del impresor de Valencia.

«Francisco Quintañon vezino de Bilbao, combidó, segun acostumbrava cada
año, el dia del Santo de su nombre, en el qual havia nacido, a algunos
amigos. Los quales truxeron al combite a Luis Loçano, estudiante,
hombre gracioso, bien entrañado, y que si le llamavan a un combite, no
dezia de no, y por caer aquel año en Viernes el combite, hubo de ser
de pescado. A lo qual proveyó el Quintañon en abundancia y muy bueno.
Sentados a la mesa, dieron a cada uno su porcion de vesugos, congrios
y otros pescados tales. Sólo a Loçano le dieron sardinas, y no sé qué
pescadillos menudos, por ventura por no haver sido de los llamados,
sino que le havian traido. Como él vio aquella menudencia en su plato,
en lugar de comer como hazian los otros, tomava cada pescadillo, y
llegavasele al oido, y bolviale despues al plato. Reparando en aquello
los combidados, y preguntandole por qué hazia aquéllo? respondio:
«Havrá seys años, que pasando un hermano mio a Flandes, y muriendo
en el viaje, echaron su cuerpo en el mar; y nunca he podido saber
dónde vino a parar, y si tuvo su cuerpo sepultura o no, y por eso se
lo preguntava a estos pececillos, si por dicha lo sabian. Todos me
responden en conformidad que no saben tal, porque en ese tiempo no
havian ellos aun nacido: que se lo pregunte a esos otros pescados
mayores que hay en la mesa, porque sin duda me daran relacion». Los
combidados lo echaron en risa, entendiendo la causa porque lo dezia;
y Quintañon, echando a los moços la culpa que lo havrian hecho por
descuydo, mandó traerle un plato de lo mejor que havia.

      Si en un combite fueres encogido,
    Serás tambien sin duda mal servido».

Otra anécdota mucho más conocida que la anterior es la de _El truhan
y el asno_. En el estudio del Sr. Buchanan pueden verse útiles
indicaciones bibliográficas sobre las transmigraciones de esta
_facecia_, que se repite en el Esopo de Waldis, en el libro alemán
_Til Eulenspiegel_, en los Cuentos de Buenaventura Des Periers y en
otras muchas partes. Entre nosotros anda en la tradición oral, pero
no conozco texto literario anterior al de Mey, que es muy donoso por
cierto.

«Delante del Duque de Bayona tomava el ayo un dia licion a los pages,
entre los quales havia uno de tan duro ingenio, que no podian entrarle
las letras en la cabeça. De lo qual se quexava el ayo, diziendo que
havia seys meses que le enseñava y no sabia aun deletrear. Hallandose
un truhan presente dixo: «Pues a un asno enseñaré yo en seys meses
a leer». Oyendolo el Duque, le dixo: «Pues yo te apostaré que no lo
enseñas ni en doze». Porfiando él que sí, dixo el Duque: «Pues sabes
cómo te va? que me has de dar en un año un asno que sepa leer, so pena
que si no lo hazes, has de recebir quatrocientos açotes publicamente
del verdugo, y si lo hazes y ganas, te haya yo de dar quatro mil
ducados; por eso mira en lo que te has puesto por parlar». Pesole al
truhan de haber hablado; pero en fin vista la deliberacion del Duque,
procuró despavilar el ingenio, y ver si tenia remedio de librarse
del castigo. Mercó primeramente un asnillo pequeño muy luzio y bien
tratado, y pusole delante un librazo; mas por bien que le bramava a las
orejas A. b. c. no havia remedio más que si lo dixera a una piedra, por
donde viendo que esto era por demas, imaginó de hazer otra cosa. Puesto
sobre una mesa el dicho libro delante del asno, echavale unos quantos
granos de cevada sobre una de las hojas y otros tantos sobre la otra
hoja siguiente, y sobre la tercera tambien. Despues de haverse comido
el asno los granos de la hoja primera, tenia el truhan con la mano la
hoja buen rato, y despues dexavale que con el hozico se bolviese; y
a la otra hoja hazia lo mismo. Poco a poco habituó al asno a que sin
echarle cevada hiziese tambien aquello. Y quando le tuvo bien impuesto
(que fue antes del año) avisó al Duque cómo ya su asno sabia leer: que
le señalase dia en que por sus ojos viese la prueva. Aunque lo tuvo el
Duque por imposible, y que saldria con algun donayre, con todo eso le
señaló dia, venido el qual, fue traido el asno a palacio, y en medio de
una quadra muy entoldada, haviendo acudido muchisima gente, pusieron
sobre una mesa un grandisimo libro: el qual començó el asno a cartear
de la manera que havia acostumbrado, estando un rato de la una hoja a
la otra mirando el libro. Y desta manera se entretuvo un grande rato.
El Duque dixo entonces al truhan: «Cómo lee tu asno? tú has perdido».
«Antes he ganado (respondio el truhan) porque todo el mundo vee como
lee. Y yo emprendí de enseñarle a leer solamente y no de hablar. Yo
he cumplido ya con mi obligacion, y lo protesto assi, requiriendo y
llamando por testigos a todos los que estan presentes, para que me
hagan fe de aquesto. Si hallare vuestra Excelencia quien le enseñe a
hablar, entonces podrá oirle claramente leer, y si acaso huviere quien
tal emprenda, seguramente puede ofrecerle vuestra Excelencia doze mil
ducados, porque si sale con ello, los merecerá muy bien por su trabajo
y habilidad». A todos les pareció que dezia bien el truhan, y el mismo
Duque teniendose por convencido, mandó darle los quatro mil ducados que
le havian ofrecido.

      Como tengas paciencia y perseveres,
    Saldras con cualquier cosa que emprendieres».

Algunos cuentecillos de Mey, como otros de Timoneda, son explicación ó
comentario de algún dicho proverbial. Esta frase, por ejemplo, _Parece
á lo del raton que no sabe sino un agujero_, se comprueba con los dos
ejemplos del pintor de retablos que no sabía hacer más efigie que la de
San Antonio, y con ella, ó con dos del mismo Santo, pensaba satisfacer
á quien le pedía la de San Cristóbal; y el del músico que no sabía
cantar más letrilla que la de «La mañana de San Juan--al punto que
alboreaba»[228].

El color local da frescura é interés á las más triviales anécdotas del
_Fabulario_. Mey huye siempre de lo abstracto y de lo impersonal. Así,
el pintor de retablos no es un pintor cualquiera, sino «Mase Rodrigo
pintor que vivia en Toledo cabe la puerta de Visagra», y el cantor es
«Juan Pie de Palo, privado de la vista corporal». Una curiosa alusión
al héroe del libro de Cervantes realza la fábula XX, cuadrito muy
agradable, en que la vanidad del hidalgo y la torpeza de su criado
producen el mismo efecto cómico que las astucias de Caleb, el viejo
servidor del hidalgo arruinado, en la novela de Walter-Scott _The Bride
of Lammermoor_.

«Luis Campuzo, de tierra de la Mancha, _y pariente de D. Quijote,
aunque blasonara de hidalgo de secutoria_, no acompañavan el poder y
hazienda a la magnanima grandeça que en su coraçon reynava; mas si
con las obras no podia, con las palabras procurava de abultar las
cosas, de manera que fuesen al mundo manifiestas y tuviesen que hablar
dél. Era amigo de comer de bueno, aunque no de combidar a nadie; y
para que dello tambien se tuviesse noticia, hijos y mujer ayudavan a
pregonarlo, diziendole quando estava en conversacion con otros hidalgos
que las gallinas o perdices estaban ya asadas, que entrase a cenar.
Quando hijos y mujer se olvidavan, él tenia cuidado de preguntarlo
en presencia de ellos a un criado: que como de ordinario los mudava,
no podia tenerlos habituados a su condicion y humor. Haviendo pues
asentado Arguixo con él, segun acostumbraba con otros, le preguntó á
vozes en presencia de sus amigos: “Qué tenemos para cenar, hermano
Arguixo?” El otro sin malicia ninguna respondio: “Señor, una perdiz”,
y bolviendo el otro dia con semejante demanda, quando le dixo: “Qué
hay esta noche de cenar?” el otro respondio: “Señor, un palomino”.
Por donde haviendole reñido el amo y dado una manezica sobre que no
se sabia honrar ni hazer tener, concluyó con enseñarle de qué manera
havia de responderle de alli adelante, diziendole: “Mirad, quando de
aqui adelante os interrogare yo sobre el cenar, haveys de responder
por el numero plural, aunque no haya sino una cosa; como si hay una
perdiz, direys: perdizes, perdizes; si un pollo: pollos, pollos;
si un palomino: palominos, palominos, y assi de todo lo demás”. Ni
al criado se le olvidó la licion, ni dexó él passar la ocasion de
executarla, porque venida la tarde, antes que la junta de los hidalgos
se deshiziese, queriendose honrrar como solia, en presencia dellos,
a bozes preguntó: “¿Qué hay que cenar esta noche, Arguixo?” “Vacas,
señor, vacas”, respondio él: de que rieron los hidalgos; pero el amo
indignado, bolviendose al moço, dixo: “Este vellaco es tan grosero,
que no entiende aun que no hay regla sin excepcion”. “¿Qué culpa tengo
yo, replicó él, si vos no me enseñastes más Gramatica?” Y haviendole
despedido el amo sobre el caso, fue causa que se vino a divulgar el
chiste de sus grandezas.

      Quien más se entera de lo que conviene,
    Sin pensarlo a quedar burlado viene».

Con la misma candorosa malicia están sazonados otros cuentos, en que
ya no puedo detenerme, como el de _El mentiroso burlado_[229], el de
_Los labradores codiciosos_[230], el de _El cura de Torrejon_[231]
y sobre todo el de _La porfía de los recien casados_[232], que con
gusto reimprimiría á no habérseme adelantado Mr. Buchanan. Es el
mejor _specimen_ que puede darse del gracejo picaresco y de la viveza
expresiva y familiar de su prosa, dotes que hubieran hecho de Mey un
excelente novelista satírico de la escuela del autor de _El Lazarillo_,
si no hubiese encerrado constantemente su actividad en un cauce tan
estrecho como el de la fábula y el proverbio moral. Su intención
pedagógica no podía ser más honrada y cristiana, y bien lo prueba el
piadoso _ejemplo_[233] con que su libro termina; pero es lástima que
no hubiese tenido más ambición en cuanto á la extensión y forma de sus
narraciones y al desarrollo de la psicología de sus personajes.

Dos veces ensayó, sin embargo, la novela italiana; pero en el género
de amores y aventuras, que era el menos adecuado á las condiciones de
su ingenio observador y festivo. La primera de estas dos narraciones
relativamente largas, _El Emperador y su hijo_[234], tiene alguna
remota analogía con la anécdota clásica de Antíoco y Selenco, y en
ciertos detalles recuerda también la novela de Bandello que dió
argumento para el asombroso drama de Lope _El castigo sin venganza_,
pero va por distinto rumbo y es mucho más complicada. El anciano
Emperador de Trapisonda concierta casarse con Florisena, hija del rey
de Natolia, enamorado de su beldad por un retrato que había visto de
ella. El rey de Natolia, á trueco de tener yerno tan poderoso, no
repara en la desproporción de edad, puesto que él pasaba de los sesenta
y ella no llegaba á los veinte. El Emperador envía á desposarse en
nombre suyo y á traer la novia á su hijo Arminto, gentil mozo en la
flor de su edad, del cual se enamora locamente la princesa, llegando á
declararle su pasión por señas inequívocas y finalmente requiriéndole
de amores. Él, aunque prendado de su hermosura, rechaza con horror
la idea de hacer tal ofensa á su padre, y huye desde entonces cuanto
puede del trato y conversación con la princesa. Frenética ella escribe
al Emperador, quejándose del desvío y rustiqueza de su hijo, y el
Emperador le ordena ser obediente y respetuoso con su madrastra;
pero los deseos de la mala mujer siguen estrellándose en la virtuosa
resistencia del joven. Emprenden finalmente su viaje á la corte, y en
el camino la princesa logra, mediante una estratagema, atraer al joven
una noche á su aposento, y rechazada otra vez por él, sale diciendo á
voces que la había deshonrado. Conducidos á la presencia del Emperador,
el príncipe nada quiere decir en defensa propia, y cuando estaba á
punto de ser condenado á muerte, la Emperatriz reclama el privilegio
de dar la sentencia, haciendo jurar solemnemente al Emperador que
pasará por lo que ella ordene. «Felisena entonces dixo: «La verdad es
que mi padre no me dió deste casamiento más razon de que me casava
con el Emperador de Trapisonda, sin dezirme de qué edad era, ni otras
circunstancias; y en viendo yo al Principe crei que él era mi marido, y
le cobré voluntad y amor de muger y no de madre: ni mi edad ni la suya
lo requieren, y desde aquella hora nunca he parado hasta que al cabo
le forzé a cumplir mi voluntad, de manera que yo le hice a él fuerça y
no él a mí: yo me desposé con él, y siempre con intencion de que era
verdadero esposo y no prestado. Siendo pues ya muger del hijo, no puedo
en manera ninguna serlo del padre, pero quando no huviera nada desto,
supuesto que ha de ser el casamiento voluntario y libre, y no forçoso,
digo que a mi señor el Emperador le serviré yo de rodillas como hija
y nuera, pero no como muger. Si es otra su voluntad, yo me bolveré a
casa del Rey mi padre, y biuda esperaré á lo que Dios querrá disponer
de mí». Los sabios del Consejo y todos los que estaban presentes
interceden con el Emperador para que cumpla su juramento y renuncie á
la mano de la princesa en favor de su hijo. Hay en este cuento, como
queda dicho y de su simple exposición se infiere, algunos detalles
comunes con el de Parisina, tal como le trataron Bandello y Lope; pero
el desenlace no es trágico, sino alegre y placentero, aunque no lo
fuese para el burlado Emperador de Trapisonda. Esto sin contar con la
inocencia del príncipe y otros rasgos que hacen enteramente diversas
ambas historias. También la de Mey es de corte italiano, aunque no
puedo determinar ahora de cuál de los _novellieri_ está tomada ni Mr.
Buchanan lo ha averiguado tampoco.

En cambio, se debe á este erudito investigador el haber determinado
con toda precisión la fuente de otra historia de Mey, _El caballero
leal a su señor_ (fáb. XLIX), que es un arreglo ó adaptación de la
quincuagésima y última de Masuccio Salernitano[235], con ligeras
variantes, entre ellas el nombre de Pero López de Ayala cambiado en
Rodrigo y el de su hijo _Aries_ ó Arias en Fadrique. El cuento parece
de origen español, como otros de Masuccio, el cual lo da por caso
auténtico, aprendido de un noble ultramontano[236]; los afectos de
honra y lealtad que en él dominan son idénticos á los que campean en
nuestras comedias heroicas, aunque fuera del título ninguna semejanza
se encuentra entre la comedia de Lope _El Leal Criado_ y este cuento
de Mey, que pongo aquí por última muestra de su estilo en un género
enteramente diverso de los anteriores:

«Muchos años ha que en la ciudad de Toledo huvo un cavallero llamado
Rodrigo Lopez, tenido por hombre de mucha honrra y de buena hazienda.
Tenia éste dos hijas, y un hijo sólo llamado Fadrique, moço virtuoso
y muy gentil hombre; pero preciavase de valiente, y pegavasele de
aqui algun resabio de altivez. Platicando éste y haziendo camarada
con otros cavalleros de su edad, acaeció que una noche se halló en
una quistion con otros a causa de uno de sus compañeros: en la qual
como los contrarios fuesen mayor número, y esto fuese para él causa
de indignacion, y con ella le creciese el denuedo, tuvose de manera
que mató a uno dellos. Y porque el muerto era de muy principal linage,
temiendo de la justicia, determinó de ausentarse y buscar por el mundo
su ventura. Lo qual comunicó con su padre, y le pidió licencia, y su
bendicion. El padre se la dio con lagrimas, y le aconsejó cómo se havia
de regir, y juntamente le proveyó de dineros y de criados, y le dio
dos cavallos. En aquel tiempo tenia el rey de Francia guerra contra
Inglaterra, por lo cual determinado de servirle, fue al campo del Rey,
y como su ventura quiso, asentó por hombre de armas con el Conde de
Armiñac, que era general del exército y pariente del Rey. Viniendo
despues las ocasiones, se començó a señalar, y a dar muestras de su
valor, haziendo maravillosas proezas assi en las batallas de campaña
como en las baterias de castillos y ciudades, de manera que assi entre
los Franceses como entre los enemigos no se hablava sino de sus hazañas
y valentia. Esto fue causa de ganarse la voluntad y gracia del General,
y de que le hiziese grandisimos favores; y como siempre le alabava, y
encarecia sus hechos en presencia del Rey, pagado el Rey de su valor le
quiso para su servicio; y le hizo su Gentilhombre, y cavallero mejor
del Campo, señalandole plaça de grandisima ventaja, y era el primero
del Consejo de Guerra; y en fin hazia tanto caso dél, que le parecia
que sin su Fadrique no se podia dar efeto a cosa de importancia.
Pero venido el ivierno retiró el Rey su Campo, y con la flor de sus
cavalleros, llevando entre ellos a Fadrique, se bolvió a Paris. Llegado
alli, por dar plazer al pueblo y por las Vitorias alcançadas quiso
hazer una fiesta: a la qual mandó que combidasen a los varones más
señalados, y a las mas principales damas del reyno. Entre las damas que
acudieron a esta fiesta, que fueron en gran número, vino una hija del
Conde de Armiñac, a maravilla hermosa. Dado pues principio a la fiesta
con general contento de todos, y señalandose mucho en ella Fadrique en
los torneos, y en los otros exercicios de Cavalleria, la hija del Conde
puso los ojos en él, y por lo que habia oido de sus proezas, como por
lo que con sus ojos vio, vino a quedar dél muy enamorada; y con mirarle
muy a menudo, y con otros ademanes le manifestó su amor, de manera que
Fadrique se dio acato dello; pero siendo de su inclinacion virtuoso, y
acordandose de los beneficios que havia recevido del Conde su padre,
hizo como quien no lo entendia, y passavalo en disimulacion. Pero la
donzella que le ama va de coraçón, estava por esto medio desesperada, y
hazia estremos de loca. Y con esta turbacion le pasó por el pensamiento
escrivirle una carta; y poniendolo en efeto, le pintó en ella su
aficion y pena con tanto encarecimiento y con tan lastimeras razones,
que bastara a ablandar el coraçón de una fiera; y llamando un criado de
quien fiava, y encargandole el secreto, le mandó que llevase a Fadrique
aquella carta. El criado receloso de que no fuese alguna cosa que
perjudicase a la honrra della, y temiendo del daño que a él se le podia
seguir, en lugar de llevar a Fadrique la carta, se la llevó al Conde su
señor. El qual leida la carta, y visto el intento de su hija, pensó de
poder dar con la cabeça por las paredes; imaginava si la mataria, o si
la cerraria en una prision para toda su vida; pero reportado un poco,
hizo deliberacion de provar a Fadrique, y ver cómo lo tomava. Y con
este presupuesto bolvió a cerrar la carta, y mandó al criado que muy
cautelosamente se la diese a Fadrique de parte de su hija, y cobrase
respuesta dél. El criado se la llevó, y Fadrique entendido cúya era,
la recibió algo mustiamente; su respuesta era en suma, que le suplicava
se quitase aquella locura de la cabeça; que la desigualdad era entre
los dos tanta, que no podian juntarse por via legitima, siendo él un
pobre cavallero; ella hija de señor tan principal, y que a qualquier
desgracia y trabajo, aunque fuese perder la vida, se sugetaria él
primero que ni en obra ni en pensamiento imaginase de ofender al Conde
su señor, de quien tantas mercedes havia recebido; que si no podia
vencer del todo su deseo, le moderase alomenos, y no diese de sí qué
dezir; que la fortuna con el tiempo lo podia remediar, entibiandosele
a ella o mudandosele como convenia la voluntad; o dandole a él tanta
ventura, que por sus servicios haziendole nuevas mercedes el Rey le
subiese a mayor grado: que entonces podria ser que viniese bien su
padre, y en tal caso seria para él merced grandisima; pero que sin su
consentimiento ni por el presente ni jamas tuviese esperança de lo que
pretendia dél. Esto contenia su respuesta. Y despues de haver cerrado
muy bien la carta, se la dio al criado para que la llevase a su señora.
Él se la llevó al Conde, como él propio se lo havia ordenado. El Conde
la leyó; y fue parte aquella carta no solo para que se le mitigasse el
enojo contra la hija, pero para que con nueva deliberacion se fuese
luego al Rey, y le contase todo quanto havia pasado, hasta mostrarle
las cartas, y le manifestase lo que havia determinado de hazer. Oido
el Rey todo esto, no se maravilló de la donzella, antes la desculpó,
sabiendo quanta fuerça tiene naturaleza en semejantes casos: pero
quedó atonito de la modestia y constancia del cavallero, y de aqui se
le dobló la voluntad y aficion que le tenia. Y discurriendo con el
Conde sobre la orden que se havia de tener, le mandó que pusiese por
obra, y diese cumplimiento a lo que havia deliberado: que en lo que a
su parte tocava, él le ofrecia de hazerlo como pertenecia a su Real
persona, y assi lo cumplió. Con esto mandaron llamar a Fadrique, y el
Conde muy alegre en presencia del Rey le dio a su hija por mujer. Y el
dia siguiente haviendo el Rey llamado a su palacio a los Grandes que
havia en Corte, los hizo desposar. Quién podria contar el contento que
la dama recibió, viendo que le davan por marido aquel por quien havia
estado tan apasionada, y sin esperanza de alcançarle? Fadrique quedó
tambien muy contento. Las fiestas que se hizieron a sus bodas fueron
muy grandes, y ellos bivieron con mucha paz y quietud acompañados sus
largos años.

      Si a tu señor guardares lealtad,
    Confia que ternás prosperidad».

La extraordinaria rareza del libro y la variedad é importancia de su
contenido nos han hecho dilatar tanto en las noticias y extractos
del _Fabularlo_, del cual dió una idea harto inexacta Puibusque, uno
de los pocos escritores que le mencionan; puesto que ni las fábulas
están «literalmente traducidas de Fedro» (cuyos apólogos, no impresos
hasta 1596 y de uso poco frecuente en las escuelas de España antes
del siglo XVIII, no es seguro que Sebastián Mey conociese), sino que
están libremente imitadas de Esopo y Aviano; ni mucho menos constan
«de versos fáciles y puros», pues no hay más versos en toda la obra
que los dísticos con que termina cada uno de los capítulos. De los
cuentos, sí, juzgó rectamente Puibusque: «son ingeniosos y entretenidos
(dice), exhalan un fuerte olor del terruño y no carecen de intención
filosófica»[237].

Notable contraste ofrece con la tendencia moral y didáctica del
_Fabulario_ otro libro muy popular á principios del siglo XVII, y
tejido de cuentos en su mayor parte. Su autor, Gaspar Lucas Hidalgo,
vecino de la villa de Madrid, de quien no tenemos más noticia que
su nombre, le tituló _Diálogos de apacible entretenimiento_, y no
llevaba otro propósito que hacer una obra de puro pasatiempo, tan
amena y regocijada y de tan descompuesta y franca alegría como un
sarao de Carnestolendas, que por contraste picante colocó en la más
grave y austera de las ciudades castellanas, en Burgos. Dos honrados
matrimonios y un truhán de oficio llamado Castañeda son los únicos
interlocutores de estos tres diálogos, que se desarrollan en las tres
noches de Antruejo, y que serían sabrosísimos por la gracia y ligereza
de su estilo si la sal fuese menos espesa y el chiste un poco más
culto. Pero las opiniones sobre el decoro del lenguaje y la calidad
de las sales cómicas cambian tanto según los tiempos, que el censor
Tomás Gracián Dantisco, al aprobar este libro en 1603, no temió decir
que «emendado como va el original, no tiene cosa que ofenda; antes por
su buen estilo, curiosidades y donayres permitidos para pasatiempo
y recreacion, se podrá dar al autor el privilegio y licencia que
suplica». No sabemos lo que se enmendaría, pero en el texto impreso
quedaron verdaderas enormidades, que indican la manga ancha del censor.
No porque haya ningún cuento positivamente torpe y obsceno, como sucede
á menudo en las colecciones italianas, sino por lo desvergonzadísimo
de la expresión en muchos de ellos, y sobre todo por las inmundicias
_escatológicas_ en que el autor se complace con especial fruición.
Su libro es de los más sucios y groseros que existen en castellano;
pero lo es con gracia, con verdadera gracia, que recuerda el _Buscón_,
de Quevedo, siquiera sea en los peores capítulos, más bien que la
sistemática y desaliñada procacidad del _Quijote_ de Avellaneda. Á
un paladar delicado no puede menos de repugnar semejante literatura,
que en grandes ingenios, como el de nuestro D. Francisco ó el de
Rabelais, sólo se tolera episódicamente, y al cual no dejó de pagar
tributo Molière en sus farsas satíricas contra los médicos. Si por el
tono de los coloquios de Gaspar Lucas Hidalgo hubiéramos de juzgar de
lo que era la conversación de la clase media de su tiempo, á la cual
pertenecen los personajes que pone en escena, formaríamos singular idea
de la cultura de aquellas damas, calificadas de honestísimas, que en
su casa autorizaban tales saraos y recitaban en ellos tales cuentos y
chascarrillos. Y sin embargo, la conclusión sería precipitada, porque
aquella sociedad de tan libres formas era en el fondo más morigerada
que la nuestra, y reservando la gravedad para las cosas graves, no
temía llegar hasta los últimos límites de la expansión en materia de
burlas y donaires.

Por de pronto, los _Diálogos de apacible entretenimiento_ no
escandalizaron á nadie. Desde 1605 á 1618 se hicieron á lo menos ocho
ediciones[238], y si más tarde los llevó la Inquisición á su Índice,
fue de seguro por la irreverencia, verdaderamente intolerable aun
suponiéndola exenta de mfuecia, con que en ellos se trata de cosas
y personas eclesiásticas, por los cuentos de predicadores, por la
parodia del rezo de las viejas, por las aplicaciones bajas y profanas
de algunos textos de la Sagrada Escritura, por las indecentes burlas
del sacristán y el cura de Ribilla y otros pasajes análogos. Aunque
Gaspar Lucas Hidalgo escribía en los primeros años del siglo XVII,
se ve que su gusto se había formado con los escritores más libres y
desenfadados del tiempo del Emperador, tales como el médico Villalobos
y el humanista autor del «Crótalon».

En cambio no creo que hubiese frecuentado mucho la lectura de las
novelas italianas, como da á entender Ticknor. El cuadro de sus
_Diálogos_, es decir, la reunión de algunas personas en día de fiesta
para divertirse juntas y contar historias, es ciertamente italiano,
pero las costumbres que describe son de todo punto castizas y el
libro no contiene verdaderas novelas, sino cuentecillos muy breves,
ocurrencias chistosas y varios papeles de donaire y curiosidad,
intercalados más ó menos oportunamente.

Son, pues, los _Diálogos de apacible entretenimiento_ una especie de
miscelánea ó floresta cómica; pero como predominan extraordinariamente
los cuentos, aquí y no en otra parte debe hacerse mención de ella.
Escribiendo con el único fin de hacer reir, ni siquiera aspiró Gaspar
Lucas Hidalgo al lauro de la originalidad. Algunos de los capítulos más
extensos de su obrita estaban escritos ya, aunque no exactamente en la
misma forma. «La invención y letras» con que los roperos de Salamanca
recibieron á los Reyes D. Felipe III y Doña Margarita cuando visitaron
aquella ciudad en junio de 1600 pertenece al género de las relaciones
que solían imprimirse sueltas. El papel de los _gallos_, ó sea vejamen
universitario en el grado de un Padre Maestro Cornejo, de la Orden
Carmelitana, celebrado en aquellas insignes escuelas con asistencia
de dichos Reyes, es seguramente auténtico y puede darse como tipo de
estos desenfados claustrales que solían ser pesadísimas bromas para
el graduando, obligado á soportar á pie firme los vituperios y burlas
de sus compañeros, como aguantaba el triunfador romano los cánticos
insolentes de los soldados que rodeaban su carro[239]. De otro vejamen
ó _actus gallicus_ que todavía se conserva[240] está arrancado este
chistoso cuento (Diálogo 1.º, cap. I): «Yo me acuerdo que estando
en un grado de maestro en Teología de la Universidad de Salamanca,
uno de aquellos maestros, como es costumbre, iba galleando á cierto
personaje, algo tosco en su talle y aun en sus razones, y hablando con
los circunstantes dijo desta suerte: «Sepan vuesas mercedes que el
señor Fulano tenía, siendo mozo, una imagen de cuando Cristo entraba
en Jerusalem sobre el jumento, y cada día, de rodillas delante desta
imagen, decía esta oración:

        ¡Oh, asno que á Dios lleváis,
    Ojalá yo fuera vos!
    Suplícoos, Señor, me hagáis
    Como ese asno en que vais.
    Y dicen que le oyó Dios».

La «Historia fantástica» (Diálogo 3.º, cap. IV) es imitación de la
_Carta Monstruo Satírico_, publicada por Mussafia conforme á un
manuscrito de la Biblioteca Imperial de Viena[241], y se reduce á una
insulsa combinación de palabras de doble sentido. El _monstruo_ tenía
alma de cántaro, cabeza de proceso, un ojo de puente y otro de aguja;
la una mano de papel y la otra de almirez, etc. Este juguete de mal
gusto tuvo varias imitaciones, entre ellas la novela de _El caballero
invisible_, compuesta en equívocos burlescos, que suele andar con las
cinco novelas de _las vocales_ y es digna de alternar con ellas.

El capítulo tan libre como donoso que trata «de las excelencias de
las bubas» (discurso 3.º), es en el fondo la misma cosa que cierta
«Paradoja en loor de las bubas, y que es razon que todos las procuren
y estimen», escrita en 1569 por autor anónimo, que algunos creen ser
Cristóbal Mosquera de Figueroa[242]. Es cierto que Gaspar Lucas Hidalgo
la mejoró mucho, suprimiendo digresiones que sólo interesan á la
historia de la medicina, y dando más viveza y animación al conjunto,
pero el plan y los argumentos de ambas obrillas son casi los mismos.

Á esta literatura _médico-humorística_ y al gran maestro de ella,
Francisco de Villalobos, debía de ser muy aficionado el maleante autor
de los _Diálogos de apacible entretenimiento_, puesto que le imita
á menudo; y el cuento desvergonzadísimo de las ayudas administradas
al comendador Rute, de Ecija, por la dueña Benavides (Diálogo 2.º,
capítulo III), viene á ser una repetición, por todo extremo inferior,
de la grotesca escena que pasó entre el doctor Villalobos y el Conde
de Benavente, y que aquel físico entreverado de juglar perpetuó, para
solaz del Duque de Alba, en el libro de sus _Problemas_. Aquel diálogo
bufonesco, que puede considerarse como una especie de entremés ó farsa,
agradó tanto á los contemporáneos, á pesar de lo poco limpio del
asunto, en que entonces se reparaba menos, que los varones más graves
se hicieron lenguas en su alabanza. El arzobispo de Santiago, D. Alonso
de Fonseca, escribía al autor: «Pocos dias ha que el señor don Gomez me
mostró un diálogo vuestro, en que muy claramente vi que nuestra lengua
castellana excede á todas las otras en la gracia y dulzura de la buena
conversacion de los hombres, porque en pocas palabras comprehendistes
tantas diferencias de donaires, tan sabrosos motes, tantas delicias,
tantas flores, tan agradables demandas y respuestas, tan sabias
locuras, tantas locas veras, que son para dar alegría al más triste
hombre del mundo». La popularidad del diálogo de Villalobos continuaba
en el siglo XVII, y si hemos de creer lo que se dice en un antiguo
inventario, el mismo Velázquez empleó sus pinceles en representar tan
sucia historia[243].

Entre los innumerables cuentecillos, no todos de ayudas y purgas
afortunadamente, que Gaspar Lucas Hidalgo recogió en su librejo, hay
algunos que se encuentran también en otros autores, como el que sirve
de tema al conocido soneto:

            Dentro de un santo templo un hombre honrado...

que Sedano atribuyó á D. Diego de Mendoza, y que en alguna copia
antigua he visto á nombre de Fr. Melchor de la Serna, monje benedictino
de San Vicente de Salamanca, autor de las obras de burlas más
desvergonzadas que se conocen en nuestro Parnaso. Uno se encuentra
también en _El Buscón_, de Quevedo (capítulo segundo), no impreso hasta
1626, pero que, á juzgar por sus alusiones, debía de estar escrito
muchos años antes, en 1607 lo más tarde. No creo, sin embargo, que
Hidalgo le tomase de Quevedo ni Quevedo de Hidalgo. El cuento de éste
es como sigue: «Otro efeto de palabras mal entendidas me acuerdo que
sucedió á unos muchachos de este barrio que dieron en perseguir á un
hombre llamado Ponce Manrique, llamándole Poncio Pilato por las calles;
el cual, como se fuera á quejar al maestro en cuya escuela andaban los
muchachos, el maestro los azotó muy bien, mandándoles que no dijesen
más desde ahí adelante Poncio Pilato, sino Ponce Manrique. Á tiempo que
ya los querían soltar de la escuela, comenzaron á decir en voz alta la
dotrina christiana, y cuando llegaban á decir: Y padeció so el poder
de Poncio Pilato, dijeron: «Y padeció so el poder de Ponce Manrique»
(Diálogo 3.º, cap. IV).

Fácil sería, si la materia lo mereciese, registrar las _florestas_
españolas y las colecciones de _facecias_ italianas, para investigar
los paradigmas que seguramente tendrán algunos de los cuentecillos de
Hidalgo. Pero me parece que casi todos proceden, no de los libros,
sino de la tradición oral, recogida por él principalmente en Burgos,
donde acaso habría nacido, y donde es verosímil que escribiese su
libro, puesto que todas las alusiones son á la capital de Castilla la
Vieja y ninguna á Madrid, de la cual se dice vecino. Suelen todos los
autores de cuentos citar con especial predilección á un personaje real
ó ficticio, pero de seguro tradicional, á quien atribuyen los dichos
más picantes y felices. El _famoso decidor_ á quien continuamente alega
Gaspar Lucas Hidalgo es «Colmenares, un tabernero muy rico que hubo en
esta ciudad, de lindo humor y dichos agudos».

De una y otra cosa era rico el autor de los diálogos, y aun tenía
ciertas puntas de poeta. El romance en que el truhán Castañeda describe
la algazara y bullicio de las Carnestolendas recuerda aquella viveza
como de azogue que tiene el _baile de la chacona_ cantado por Cervantes
en un romance análogo.

Los que con tanta ligereza suelen notar de pesados nuestros antiguos
libros de entretenimiento, no pondrán semejante tacha á estos
_Diálogos_, que si de algo pecan es de ligeros en demasía. El autor,
creyendo sin duda que el frío de tres noches de febrero en Burgos no
podía combatirse sino con estimulantes enérgicos, abusó del vino añejo
de la taberna de Colmenares, y espolvoreó sus platos de Antruejo con
acre mostaza. Pero el recio paladar de los lectores de entonces no hizo
melindre alguno á tal banquete, y la idea del libro gustó tanto, que á
imitación suya se escribieron otros con más decoro y mejor traza, pero
con menos llaneza y con gracia más rebuscada, como _Tiempo de Regocijo
y Carnestolendas de Madrid_, de D. Alonso del Castillo Solórzano
(1627); _Carnestolendas de Zaragoza en sus tres días_, por el Maestro
Antolínez de Piedrabuena (1661), y _Carnestolendas de Cádiz_, por D.
Alonso Chirino Bermúdez (1639).

Así como en Gaspar Lucas Hidalgo comienza el género de los _Saraos
de Carnestolendas_, así en el libro del navarro Antonio de Eslava,
natural de Sangüesa, aparece por primera vez el cuadro novelesco de
las _Noches de Invierno_, que iba á ser no menos abundante en la
literatura del siglo XVII[244]. Por lo demás, á esto se reduce la
semejanza entre ambos autores, no menos lejanos entre sí por el estilo
que por la materia de sus relatos. Hidalgo es un modelo en la narración
festiva, aunque sea trivial, baladí y no pocas veces inmundo lo que
cuenta. Eslava, cuyos argumentos suelen ser interesantes, es uno de los
autores más toscos y desaliñados que pueden encontrarse en una época
en que casi todo el mundo escribía bien, unos por estudio, otros por
instinto. Tienen, sin embargo, las _Noches de invierno_ gran curiosidad
bibliográfica, ya por el remoto origen de algunas de sus fábulas, ya
por la extraordinaria fortuna que alguna de ellas, original al parecer,
ha tenido en el orbe literario, prestando elementos á una de las
creaciones de Shakespeare.

Todo en el libro de Eslava anuncia su filiación italiana; nadie diría
que fue compuesto en Navarra. La escena se abre en el muelle de
Venecia: háblase ante todo de la pérdida de un navío procedente de
la isla de Candía y del incendio de un galeón de Pompeyo Colonna en
Messina. Los cuatro ancianos que entretienen las noches de invierno
asando castañas, bebiendo vino de malvasía y contando aventuras
portentosas, se llaman Silvio, Albanio, Torcato y Fabricio. Ninguna de
las historias es de asunto español, y las dos que trae pertenecientes
al ciclo carolingio tampoco están tomadas de textos franceses, sino de
una compilación italiana bien conocida y popular, _I Reali di Francia_.

El capítulo X, «do se cuenta el nacimiento de Carlo Magno, Rey de
Francia», es una curiosa versión del tema novelesco de _Berta de los
grandes pies_, es decir, de la sustitución fraudulenta de una esposa á
otra, cuento de _folk-lore_ universal, puesto que se ha recogido una
variante de él hasta entre los zulús del África Meridional[245]. Como
todas las leyendas de su clase, ésta ha sido objeto de interpretaciones
míticas. Gaston París quiere ver en ella un símbolo de la esposa del
sol, cautiva ó desconocida durante el invierno, pero que recobra sus
derechos y majestad en la primavera[246]. Sea de esto lo que fuere,
la Edad Media convirtió el mito en leyenda épica y le enlazó, aunque
tardíamente, con el gran ciclo de Carlo Magno, suponiendo que Berta,
madre del Emperador, suplantada durante cierto tiempo por una sierva
que fue madre de dos bastardos, había sido reconocida al fin por su
esposo Pipino, á consecuencia de un defecto de conformación que tenía
en los dedos de los pies. Esta leyenda no tiene de histórico más que
el nombre de la heroína, y sin recurrir al ya desacreditado mito
solar, nos inclinamos á creer con León Gautier[247] que es una de las
muchas variedades del tipo de la esposa inocente, calumniada y por fin
rehabilitada, que tanto abunda en los cuentos populares, y al cual
pertenecen las aventuras de la reina Sibila y de santa Genoveva de
Brabante.

En una memoria admirable, á pesar del tiempo que ha transcurrido
desde 1833, estudió comparativamente Fernando Wolf[248] las leyendas
relativas á la madre de Carlomagno, sin olvidar el texto de Eslava.
Los eruditos posteriores han acrecentado el catálogo de las versiones,
haciéndolas llegar al número de trece, pero sustancialmente no
modifican las conclusiones de aquel excelente trabajo. No hay texto
en prosa anterior al de la Crónica de Saintonge, que es de principios
del siglo XIII. Los poemas más antiguos que la consignan son uno
franco-itálico de principios del mismo siglo (_Berta de li gran pié_),
que forma parte de una compilación manuscrita de la biblioteca de San
Marcos de Venecia, adaptación ó refundición de otro poema francés
perdido, y el mucho más célebre de Adenet li Roi, _Roman de Berte aus
grans piés_, compuesto por los años de 1275 y que tuvo la suerte no muy
merecida de ser la primera canción de gesta francesa que lograse los
honores de la imprenta[249].

Con este relato del trovero Adenet ó Adenès se conforma en sustancia
el de nuestra _Gran Conquista de Ultramar_, mandada traducir por D.
Sancho IV el Bravo sobre un texto francés que seguramente estaba en
prosa, pero que reproducía el argumento de varios poemas y narraciones
caballerescas de diversos ciclos. Las variantes de detalle indican que
esta narración era distinta de la de Adenet, y acaso más antigua y
distinta asimismo de la versión italiana. No es del caso transcribir
tan prolija historia, pero conviene dar alguna idea para que se compare
esta versión todavía tan poética con la infelicísima rapsodia de Eslava.

La leyenda de Berta, como todas las restantes, ha penetrado en la _Gran
Conquista de Ultramar_ por vía genealógica. En el capítulo XLIII del
libro II se dice, hablando de uno de los cruzados: «Aquel hombre era
muy hidalgo é venía del linaje de Mayugot, de París, el que asó el
pavon con Carlos Maynete, e dio en el rostro a uno de sus hermanos de
aquellos que eran hijos de la sierva que fuera hija del ama de Berta,
que tomara por mujer Pipino, el rey de Francia».

Suponen los textos franceses que los padres de Berta, Flores y
Blancaflor, eran reyes de Hungría. La _Conquista de Ultramar_ los trae
á España y los hace reyes de Almería. La narración está muy abreviada
en lo que toca al casamiento del rey Pipino y á las astucias de la
sierva, que era hija del ama de Berta. «Por ende el ama, su madre,
hizo prender á Berta en lugar de su hija, diciendo que quisiera matar
a su señora, e hizola condenar a muerte; asi que el ama mesma la dio a
dos escuderos que la fuesen a matar a una floresta do el rey cazaba;
e mandóles que trajiesen el corazon della; e ellos, con gran lástima
que della hobieron, non la quisieron matar; mas ataronla a un arbol en
camisa, e en cabello, e dejaronla estar asi, e sacaron el corazon á un
can que traian e levaronlo al ama traidora en lugar de su fija; e desta
manera creyo el ama que era muerta su señora, e que quedaba su hija por
reina de la tierra».

Después de este seco resumen, la narración se anima, y la influencia,
aunque remota, del texto poético se siente al referir las aventuras de
Berta en el bosque.

«Mas nuestro Señor Dios non quiso que tan gran traicion como esta
fuese mucho adelante, é como son sus juicios fuertes ó maravillosos
de conoscer á los hombres, buscó manera extraña porque este mal se
desficiese; é quiso así, que aquella noche mesma que los escuderos
levaron á Berta al monte é la ataron al árbol, así como de suso vistes,
que el montanero del rey Pepino, que guardaba aquel monte, posaba cerca
de aquel lugar do la infanta Berta estaba atada, é cuando oyó las
grandes voces que daba, como aquella que estaba en punto de muerte,
que era en el mes de enero, ó que no tenia otra cosa vestida sino la
camisa, é sin esto, que estaba atada muy fuertemente al árbol, fué
corriendo hácia aquella parte; é cuando la vió espantóse, creyendo que
era fantasma ó otra cosa mala; pero cuando la oyó nombrar á nuestro
Señor é á Santa María, entendió que era mujer cuitada, é llegóse á ella
é preguntóle qué cosa era ó qué había. É ella respúsole que era mujer
mezquina, é que estaba en aquel martirio por sus pecados; é él díxole
que no la desataría fasta que le contase todo su fecho por que estaba
así; é ella contógelo todo; é él entonce hobo muy gran piedad della, é
desatóla luego, é levóla á aquellas casas del Rey en que él moraba, que
eran en aquella montaña, é mandó á su mujer é á dos hijas muy hermosas,
que eran de la edad della, que le hiciesen mucha honra ó mucho placer,
ó mandóles que dixesen que era su hija, é vestióla como á ellas, é
castigó á las mozas que nunca la llamasen sino hermana. É aconteció
así, que después bien de tres años fué el rey Pepino á cazar aquella
montaña. É después que hobo corrido monte, fué á aquellas sus casas, é
dióle aquel su hombre muy bien de comer de muchos manjares. É ante que
quitasen los manteles, hizo á su mujer é aquellas tres doncellas, que
él llamaba hijas, que le levasen fruta; é ellas supiéronlo hacer tan
apuestamente, que el Rey fué muy contento. É paróles mientes, é violas
muy hermosas á todas tres, mas parescióle mejor Berta que las otras;
ca en aquella sazon la más hermosa mujer era que hobiese en ninguna
parte del mundo. É cuando la hobo así parado mientes un gran rato,
hizo llamar al montanero, é preguntóle si eran todas tres sus hijas,
é él dixo que sí. É cuando fué la noche, él fué á dormir á vna cámara
apartada de sus caballeros, é mandó á aquel montanero que le trajese
aquella su hija, é él hízolo así. É Pepino hóbola esa noche é empreñóla
de un hijo, é aquel fué Cárlos Maynete el Bueno. É el rey Pepino,
cuando se hobo de ir, dióle de sus dones, é hizo mucha mesura á aquella
dueña, que creía que era hija del montanero, é mandó á su padre que
gela guardase muy bien, pero en manera que fuese muy secreto».

Prosigue narrando la _Crónica de Ultramar_ cómo Blancaflor, madre de
la verdadera Berta, descubrió la superchería del ama y de su hija,
sirviendo de último signo de reconocimiento el pequeño defecto de
los pies, que en _La Gran Conquista_ está más especificado que en el
poema de Adenet. «É Berta no habia otra fealdad sino los dos dedos que
había en los piés de medio, que eran cerrados[250]. É por ende, cuando
Blancaflor trabó dellos, vió ciertamente que no era aquella su hija, é
con gran pesar que hobo, tornóse así como mujer fuera de seso, é tomóla
por los cabellos, é sacóla de la cama fuera, é comenzóla de herir muy
de recio á azotes é á puñadas, diciendo á grandes voces: «¡Ay Flores,
mi señor, qué buena hija habernos perdido, é qué gran traicion nos ha
hecho el rey Pepino é la su corte, que teníamos por las más leales
cosas del mundo; así que á la su verdad enviamos nuestra hija, é agora
hánnosla muerta, é la sierva, hija de su ama, metieron en su lugar!».

Confesada por el ama la traición, y querellándose acerbamente
Blancaflor de la muerte de su hija, el Rey hace buscar á los escuderos
que habían sido encargados del crimen, y por ellos y por el _montanero_
viene á descubrirse la verdad del caso y la existencia de la verdadera
Berta, que de su ayuntamiento con el Rey tenía ya un hijo de seis años,
el futuro Carlo Magno. En el poema de Adenès, la aventura amorosa de
Pipino es posterior al descubrimiento del fraude, y efecto de este
mismo descubrimiento, siendo ésta la principal diferencia entre ambos
textos. El traductor castellano sólo puso de su cosecha la donación que
Blancaflor hizo á su nieto Carlos «del reino de Córdoba é de Almería
é toda la otra tierra que había nombre España». Pero esta donación
no llegó á tener cumplimiento porque «luego hobo desacuerdo entre
los de la tierra, de manera que non la pudieron defender; é con este
desacuerdo que hobo entre ellos, ganáronla los reyes moros, que eran
del linaje de Abenhumaya».[251]

La historia de Berta se presenta muy ampliada y enriquecida con
accesorios novelescos en la gran compilación italiana _I Reali di
Francia_, cuyo autor Andrea da Barberino, nacido en 1370, vivía aún en
1431[252]. El sexto libro de esta obra tan popular todavía en Italia
como lo es entre nosotros la traducción del _Fierabrás_ (vulgarmente
llamada _Historia de Carlomagno_), trata en diez y siete capítulos de
las aventuras de Berta y del nacimiento de Carlos. Pío Rajna supone
que el autor conocía el poema de Adenet, pero las diferencias son de
bastante bulto y Gastón París se inclinaba á negarlo. Los nombres
no son ni los de Adenet ni los del compilador franco-itálico del
manuscrito de Venecia. Los motivos de las aventuras son diferentes
también, y algunos rasgos parecen de grande antigüedad, como el
de la concepción de Carlos Magno en un carro, lo cual antes de él
se había dicho de Carlos Martel (_Iste fuit in carro natus_) y es
acaso expresión simbólica de un nacimiento ilegítimo[253]. En lo
que convienen _I Reali_ y el manuscrito de Venecia es en la idea
genealógica de emparentar á la pérfida sierva con los traidores
de la casa de Maganza. Estas invenciones cíclicas sirvieron á los
compiladores de decadencia para establecer cierto lazo ficticio entre
sus interminables fábulas. La de Berta, en tiempo de Adenet, corría
todavía aislada, pues no hay rastro en él de semejante parentesco.

La versión de _I Reali_ fué la que adoptó, echándola á perder en su
maldita prosa, Antonio de Eslava, é introduciendo en ella algunas
variantes arbitrarias é infelices, que desfiguran y envilecen el
carácter de la heroína, y complican inútilmente el relato de sus
aventuras con circunstancias ociosas y ridículas. Pipino se casa en
terceras nupcias con Berta, siendo ya muy viejo y «casi impotente para
el acto de la generación.[254] Para buscar novia entre las doncellas
de cualquier linaje ó estado, abre en París una especie de certamen de
hermosura, señalando á cada dama mil escudos de oro «para el excesivo
gasto que hiciesen en venir á las fiestas y juntas reales que con este
motivo se celebran. «Allí tuviera harto que hazer el juyzio de Paris si
avia de juzgar quál era más hermosa... Y entre éstas vino la hija del
Conde de Melgaria, llamada Verta, la del gran pie, hermana de Dudon Rey
de Aquitania: llamávase assi, por respecto que tenía el un pie mayor
que el otro, en mucho estremo; mas dexada esta desproporcion aparte,
era la más hermosa y dispuesta criatura de todas las Damas».

Eslava describe prolijamente su traje y atavío, cometiendo los más
chistosos anacronismos é incongruencias. Baste decir que, entre
otras cosas, llevaba «por ayron y garzota un _cupidillo_ misturado
de olorosas pastillas, de tal suerte que despedía de sí un olor
suavísimo». El viejo Emperador, como era natural, se enamora de
ella en cuanto la vé, mas «ella estava algo picada de Dudon de Lis,
Almirante de Francia, mozo galan y dispuesto, que en las fiestas se
avia mostrado como valiente cavallero». Este mismo Dudon de Lis es el
que va en nombre del Emperador á pedir la novia, á desposarse con ella
por poderes y acompañarla á Francia. «En este camino se urdió y tramó
una de las más fraudulentas marañas que jamás habrán oydo, y fué que
la nueva Emperatriz traya consigo una donzella secretaria suya, hija
de la casa de Maganza, la qual en la edad y en el talle y hermosura le
parecía tanto que los Cortesanos de su Corte se engañaran muchas veces,
si no fuera el desengaño la diferencia de los costosísimos vestidos que
llevaba la Emperatriz; y esta se llamaba Fiameta, y era tan querida y
amada de la hermosa Verta, que con ella y con otra no comunicava sus
íntimos secretos».

Y aquí comienza la más absurda perversión que Eslava hizo en la
leyenda, pues es la misma Berta la que, enamorada de Dudon de Lis y
poco satisfecha con «el decrépito viejo» que la espera, sugiere á
su doncella la estratagema de que la suplante en el lecho nupcial,
haciéndose ella pasar por secretaria, para poder de este modo casarse
con el almirante[255]. Préstase á todo la falsa Fiameta (nombre de
Boccaccio muy inoportunamente sustituido al de _Elisetta_ que tiene
en _I Reali_ y _Aliste_ en el poema de Adenès); pero temerosa de que
el engaño llegue á descubrirse y ella deje de ser Emperatriz, se
decide á trabajar por cuenta propia y á deshacerse de Berta, después
de consumada la superchería. La orden de matarla, el abandono en el
bosque, la acogida que encuentra en la cabaña del montero del rey,
el descubrimiento de la falsa Berta por la madre de la verdadera,
la cacería del Rey y su aventura, amorosa, no difieren mucho de los
datos de la leyenda antigua, pero están torpemente viciados con la
grosera inverosimilitud de prestarse tan de buen grado la liviana Berta
á los deseos de aquel mismo viejo decrépito que tanto la repugnaba
antes[256]. El final de la historia concuerda enteramente con el texto
de _I Reali_, incluso la disparatadísima etimología que da al nombre
de Carlo Magno: «Y assi mandó á Lipulo el Emperador que antes que los
monteros cazadores llegasen á aquel asignado lugar, le hiziessen una
cama en el campo orillas del rio Magno, en un carro que allí estava,
por el excessivo calor que hazia, y por estar algo lexos del estruendo
y vozes de tanto tumulto de gente, ...y assi fué cubierto el carro de
muchas y frescas ramas, aviendo servido de acarrear piedra y leña.
En él se acostó el cansado Emperador, con su legítima mujer aunque
no conocida... Desta hermosa Berta nació Carlo Magno, sucesor del
Emperador Pipino su padre: llamóse assi porque fué engendrado (como
dicho tengo) en un carro, orillas del rio Magno, y assi se llamó Carro
Magno, aunque agora se llama Carlo Magno».

Esta rapsodia, que aun prescindiendo de lo adocenado de su estilo es
claro testimonio de la degeneración del sentido épico en los que ya
sin comprenderlas repetían las leyendas de la Edad Media, tuvo tan
escandalosa fortuna, que volviendo en el siglo XVIII á Francia, donde
estas narraciones estaban completamente olvidadas con haber tenido allí
su cuna, ocupó en 1777 las páginas de la _Bibliothèque Universelle
des Romans_, y á favor de esta célebre compilación, se difundió por
toda Europa, que entonces volvió á enterarse (¡y de qué manera!) de
los infortunios de la pobre Berta, tan calumniada por el refundidor
español. Pero como no hay mal que por bien no venga, acaso esta
caricatura sirvió para despertar la curiosidad de los investigadores,
y hacer que se remontasen á las fuentes primitivas de esta narración
poética.

Otro tanto aconteció con la historia «_del nacimiento de Roldán y sus
niñerías_», que llena el capítulo octavo de la «Segunda noche» de
Eslava, y cuya fuente indudable es también el libro de _I Reali_.

Los personajes de esta leyenda son carolingios, pero los primeros
textos en que aparece consignada no son franceses, sino franco-itálicos
y de época bastante tardía. Los italianos la reclaman por suya, y
quizá nosotros podamos alegar algún derecho preferente. Ante todo,
se ha de advertir que la más antigua poesía épica nada supo de estas
mocedades de Roldán. Siempre se le tuvo por hijo de una hermana de
Carlomagno, á quien unos llaman Gisela ó Gisla y otros Berta, pero
no había conformidad en cuanto al nombre del padre, que en unos
textos es el duque Milón de Angers y en otros el mismo Carlomagno,
á quien la bárbara y grosera fantasía de algunos juglares atribuyó
trato incestuoso con su propia hermana. Pero en ninguno de los
poemas franceses conocidos hasta ahora hay nada que se parezca á la
narración italiana de los amores de Milón y Berta y de la infancia de
_Orlandino_. Además la acción pasa en Italia y se enlaza con recuerdos
de localidades italianas.

Pero es el caso que esta historia de ilegitimidad de Roldán, nacido de
los amores del conde Milón de Angers ó de Anglante con Berta, hermana
de Carlomagno, es idéntica en el fondo á nuestra leyenda épica de
Bernardo del Carpio, nacido del furtivo enlace del conde de Saldaña
y de la infanta doña Jimena. La analogía se extiende también á las
empresas juveniles atribuidas á Roldán y á Bernardo. La relación entre
ambas ficciones poéticas es tan grande que no se le ocultó á Lope
de Vega, el cual trató dramáticamente ambos asuntos, repitiéndose
en algunas situaciones y estableciendo en su comedia _La Mocedad de
Roldán_ un paralelo en forma entre ambos héroes.

Reconocido el parentesco entre las dos historias, lo primero que se
ocurre (y así opinó Gastón París) es que la de Roldán habrá servido de
modelo á la de Bernardo. Pero es el caso que los datos cronológicos
no favorecen esta conjetura. El más antiguo texto de las _Enfances
Roland_ no se remonta más allá del siglo XIII, y para entonces nuestra
fábula de Bernardo, no sólo estaba enteramente formada, sino que
se había incorporado en la historia, admitiéndola los más severos
cronistas latinos, como don Lucas de Tuy y el arzobispo don Rodrigo;
andaba revuelta con hechos y nombres realmente históricos, y había
adquirido un carácter épico y nacional que nunca parece haber logrado
el tardío cuento italiano. Tres caminos pueden tomarse para explicar la
coincidencia. O se admite la hipótesis de un poema francés perdido que
contase los amores de Milón y Berta, hipótesis muy poco plausible, no
sólo por falta de pruebas, sino por la contradicción que este relato
envuelve con todos los poemas conocidos. O se supone la transmisión
de nuestra leyenda de Bernardo á Francia, y de Francia á Italia; caso
improbable, pero no imposible, puesto que también puede suponerse en
el _Maynete_ y hay que admitirla en el _Anseis de Cartago_ y acaso en
el _Hernaut de Belaunde_. O preferimos creer que estas _mocedades_ no
fueron al principio las de Bernardo ni las de Roldán, sino un lugar
común de novelística popular, un cuento que se aplicó á varios héroes
en diversos tiempos y países. La misma infancia de Ciro, tal como la
cuenta Herodoto, pertenece al mismo ciclo de ficciones, que no faltará
quien explique por el socorrido mito solar ú otro procedimiento análogo.

Todos los textos de las mocedades de Roldán fueron escritos en Italia,
como queda dicho. El más antiguo es el poema en decasílabos épicos,
compuesto en un francés italianizado, es decir, en la jerga mixta que
usaban los juglares bilingües del Norte de Italia. Forma parte del
mismo manuscrito de la biblioteca de San Marcos de Venecia en que
figuran _Berta_ y el _Karleto_. En este relato Milón es un senescal de
Carlomagno, y los perseguidos amantes se refugian en Lombardía, pasando
por los caminos todo género de penalidades: hambre, sed, asalto de
bandidos; hasta que Berta, desfallecida y con los pies ensangrentados,
se deja caer á la margen de una fuente, cerca de Imola, donde da á luz
á Roldán que, por su nacimiento, queda convertido en héroe italiano.
Milón, para sustentar á Berta y á su hijo, se hace leñador. Roldán
se cría en los bosques de Sutri y adquiere fuerzas hercúleas. Su
madre tiene en sueños la visión de su gloria futura. Pasa por Sutri
Carlomagno, volviendo triunfante de Roma, y entre los que acuden en
tropel á recibir al Emperador y su hueste llama la atención de Carlos
un niño muy robusto y hermoso, que venía por capitán de otros treinta.
El Emperador le acaricia, le da de comer, y el niño reserva una parte
de ración para sus padres. Esta ternura filial, unida al noble y fiero
aspecto del muchacho, que «tenía ojos de león, de dragón marino ó de
halcón», conmueve al viejo Namo, prudente consejero del Emperador, y
al Emperador mismo, quien manda seguir los pasos de Roldán hasta la
cueva en que vivían sus padres. El primer movimiento, al reconocer
á su hija y al seductor, es de terrible indignación, hasta el punto
de sacar el cuchillo contra ellos; pero Roldán, cachorro de león, se
precipita sobre su abuelo y le desarma, apretándole tan fuertemente la
mano que le hace saltar sangre de las uñas. Esta brutalidad encantadora
reconcilia á Carlos con su nieto, y le hace prorrumpir en estas
palabras: «será el halcón de la cristiandad». Todo se arregla del mejor
modo posible, y el juglar termina su narración con este gracioso rasgo:
«Mientras estas cosas pasaban, volvía los ojos el niño Roldán á una y
otra parte de la sala á ver si la mesa estaba ya puesta»[257].

En _I Reali di Francia_ encontramos más complicación de elementos
novelescos. Para seducir á Berta, Milón entra en palacio disfrazado de
mujer. El embarazo de Berta se descubre pronto, y Carlos la encierra
en una prisión, de donde su marido la saca, protegiendo la fuga el
consejero Namo. La aventura de los ladrones está suprimida en _I
Reali_. El itinerario no es enteramente el mismo. Falta el sueño
profético de la madre. En cambio, pertenecen á la novela en prosa, y
pueden creerse inventadas por su autor (si es que no las tomó de otro
poema desconocido), las peleas de los mozuelos de Sutri, en que Roldán
ensaya sus primeras armas, y la infeliz idea de hacer desaparecer á
Milón en busca de aventuras, desamparando á la seducida princesa con
el fruto de sus amores. Esta variante, imaginada, según parece, para
enlazar este asunto con el de la _Canción de Aspramonte_ y atribuir á
Milón grandes empresas en Oriente, persistió por desgracia en todos
los textos sucesivos, viciando por completo el relato y estropeando el
desenlace.

La prosa de los _Reali di Francia_ fué puesta en octavas reales por
un anónimo poeta florentino del siglo XV y por otro del XVI, que
apenas hizo más que refundir al anterior. Las juveniles hazañas de
Roldán dieron asunto á Ludovico Dolce para uno de los varios poemas
caballerescos que compuso á imitación del Ariosto: _Le prime imprese
del conte Orlando_ (1572); pero de los 25 cantos de que este poema
consta, sólo los cuatro primeros tienen que ver con la leyenda antigua,
siguiendo con bastante fidelidad el texto de _I Reali_[258]. El poema
de Dolce fué traducido en prosa castellana[259] por el regidor de
Valladolid Pero López Henriquez de Calatayud (1594). Y de este mismo
poema ó del texto en prosa tomó argumento Lope de Vega para _La Mocedad
de Roldán_[260], interesante y ameno poema dramático, que sería la
mejor de las obras compuestas sobre este argumento si no le arrebatase
la palma la noble y gentil balada de Luis Uhland _Der Klein Roland_.

Posteriores á la comedia de Lope, que ya estaba escrita en 1604,
son las _Noches de_ _Eslava_, cuyo relato, comparado con el de los
_Reali_, ofrece bastantes amplificaciones y detalles, debidos sin duda
al capricho del imitador y á su retórica perversa.

Enamorado Milón de Berta «con mucho secreto se vistió de hábito de
viuda, y lo pudo bien hazer, por ser muy mozo y sin barba, y con cierta
ocasión de unas guarniciones de oro, fué á palacio, al cuarto donde
ella estaba, y las guardias entendiendo ser muger, le dieron entrada...
y no solamente fué esto una vez, mas muchas, con el disfrazado
hábito de viuda, entraba á gozar de la belleza de Berta, engañando
á los vigilantes guardias, de tal suerte que la hermosa Berta de la
desenvuelta viuda quedó preñada». Indignación de Carlomagno; largo y
empalagoso discurso de Berta, solicitando perdón y misericordia «pues
se modera la culpa con no haber hecho cosa con Milón de Anglante que
no fuese consumación de matrimonio, y debaxo juramento y palabra
de esposo». La acongojada dama se acuerda muy oportunamente de la
clemencia de Nerva y Teodosio y de la crueldad de Calígula; pero
su hermano, que parece más dispuesto á imitar al último que á los
primeros, la contesta con otro razonamiento no menos erudito, en que
salen á relucir Agripina y el Emperador Claudio, la cortesana Tais y
el incendio de Persépolis, Lais de Corinto, Pasiphae, Semíramis y el
tirano Hermias, á quien cambia el sexo, convirtiéndole en _amiga_ de
Aristóteles. En vista de todo lo cual la condena á muerte, encerrándola
por de pronto en «el más alto alcázar de Palacio». Pero al tiempo que
«el dios Morfeo esparcía su vaporoso licor entre las gentes», fué Milón
de Anglante con ocultos amigos, y con largas y gruesas cuerdas apearon
del alto alcázar á Berta, y fueron huyendo solos los dos verdaderos
amantes... y en este ínterin, ya el claro lucero daba señales del
alba, y en la espaciosa plaza de París andaban solícitos los obreros
«haziendo el funesto cadahalso, adonde se habia de poner en execucion
la rigurosa sentencia».

Carlomagno envía pregones á todas las ciudades, villas y lugares de
su reino, ofreciendo 100.000 escudos de oro á quien entregue á los
fugitivos. «Y como llegase á oídos del desdichado Milón de Anglante,
andaba con su amada Berta silvestre, incógnito y temeroso; caminando
por ásperos montes y profundos valles, pedregosos caminos y abrojosos
senderos; vadeando rápidos y presurosos ríos; durmiendo sobre duras
rayces de los toscos y silvestres árboles, teniendo por lecho sus
frondosas ramas; los que estaban acostumbrados á pasear y á dormir
en entoldados palacios, arropados de cebellinas ropas, comiendo
costosísimos y delicados manjares, ignorantes de la inclemencia de
los elementos... y assi padeciendo infinitos trabajos, salieron de
todo el Reyno de Francia y entraron en el de Italia... Mas sintiéndose
ella agravada de su preñez y con dolores del parto, se quedaron en el
campo, en una oscura cueva, lexos una milla de la ciudad de Sena en la
Toscana... Y á la mañana, al tiempo que el hijo de Latona restauraba
la robada color al mustio campo, salió de la cueva Milón de Anglante á
buscar por las campestres granjas algun mantenimiento, ropas y pañales
para poder cubrir la criatura». Durante esta ausencia de su marido,
Berta «parió con mucha facilidad un niño muy proporcionado y hermoso,
el cual, así como nació del vientre de su madre, fué rodando con el
cuerpo por la cueva, por estar algo cuesta abaxo». Por eso su padre,
que llegó dos horas después, le llamó _Rodando_ (sic), y «de allí fué
corrompido el nombre y lo llaman Orlando».

Hasta aquí las variantes son pocas, pero luego se lanza la fantasía
del autor con desenfrenado vuelo. Milón perece ahogado al cruzar un
río, y Eslava no nos perdona la lamentación de Berta, que se compara
sucesivamente con Dido abandonada por Eneas, con Cleopatra después
de la muerte de Marco Antonio, con Olimpia engañada por el infiel
Vireno. Hay que leer este trozo para comprender hasta qué punto la mala
retórica puede estropear las más bellas invenciones del genio popular.
Lo que sigue es todavía peor: el sueño profético de Berta pareció, sin
duda, al novelista, muy tímida cosa, y le sustituye con la aparición
de una espantable sierpe, que resulta ser una princesa encantada
hacía dos mil años por las malas artes del mágico Malagis, el cual
la había enseñado «el curso de los cielos móviles, y la influencia y
_constelacion_ de todas las estrellas, y por ellas los futuros sucesos
y la intrínseca virtud de las hierbas, y otra infinidad de secretos
naturales».

Contrastan estas ridículas invenciones con el fondo de la narración,
que en sustancia es la de los _Reali_, sin omitir los pormenores más
característicos, por ejemplo, la confección del vestido de Orlando con
paño de cuatro colores: «Y así un dia los mochachos de Sena, viéndolo
casi desnudo, incitados del mucho amor que le tenían, se concertaron
de vestirle entre todos, y para eso los de una parroquia ó quartel le
compraron un pedazo de paño negro, y los de las otras tres parroquias ó
quarteles otros tres pedazos de diferentes colores, y así le hizieron
un vestido largo de los cuatro colores, y en memoria desto se llamaba
Orlando del Quartel; y no se contentaba con sólo esto, antes más se
hacía dar cierta cantidad de moneda cada dia, que bastase á sustentar
á su madre, pues era tanto el amor y temor que le tenían, que hurtaban
los dineros los mochachos á sus padres para dárselos á trueque de
tenerlo de su bando».

La narración prosigue limpia é interesante en el lance capital de
la mesa de Carlomagno. «Estando, pues, en Sena, en su real palacio,
acudian á él á su tiempo muchos pobres por la limosna ordinaria de
los Reyes, y entre ellos el niño Orlando... el qual como un dia
llegase tarde... se subió á palacio, y con mucha disimulacion y
atrevimiento entró en el aposento donde el Emperador estaba comiendo,
y con lento paso se allegó á la mesa y asió de un plato de cierta
vianda, y se salió muy disimulado, como si nadie lo hubiera visto, y
así el Emperador gustó tanto de la osadía del mochacho, que mandó á
sus caballeros le dexasen ir y no se lo quitasen; y así fué con él
á su madre muy contento y pensando hacerla rica... El segundo dia,
engolosinado del primero, apenas se soltó de los brazos de su madre,
cuando fué luego á Sena y al palacio del Emperador y llegó á tiempo
que el Emperador estaba comiendo, y entrando en su aposento, nadie
le estorbó la entrada habiendo visto que el Emperador gustó dél la
primera vez, y fuese allegando poco á poco á su mesa, y el Emperador,
disimulando, quiso ver el ánimo del mochacho, y al tiempo que el
mochacho quiso asir de una rica fuente de oro, el Emperador echó una
grande voz, entendiéndole atemorizar con ella; mas el travieso de
Orlando, con ánimo increible le asió con una mano de la cana barba y
con la otra tomó la fuente, y dixo al Emperador con semblante airado:
«No bastan voces de Reyes á espantarme», y fuese, con la fuente, de
palacio; mandando el Emperador le siguiesen cuatro caballeros, sin
hacerle daño, hasta do parase, y supiesen quién era».

La escena del reconocimiento está dilatada con largas y pedantescas
oraciones, donde se cita á Tucídides y otros clásicos; todo lo cual
hace singular contraste con la brutalidad de Carlomagno, que da á su
hermana un _puntillazo_ y la derriba por el suelo, provocando así
la justa cólera de Orlando. Al fin de la novela vuelve el autor á
extraviarse, regalándonos la estrafalaria descripción de un encantado
palacio del Piamonte, donde residía cada seis meses, recobrando su
forma natural, la hermosísima doncella condenada por maligno nigromante
á pasar en forma de sierpe la otra mitad del año. ¿Quién no ve aquí
una reminiscencia de la _Melusina_ de Juan de Arras, traducida ya al
castellano en el siglo XV?[261].

Si las dos novelas de Antonio de Eslava que hasta ahora llevamos
examinadas despiertan la curiosidad del crítico como degenerada
expresión del ideal caballeresco ya fenecido, un género de interés
muy distinto se liga al capítulo 4.º de la _Primera noche_, en que
el doctor Garnett y otros eruditos ingleses modernos han creído ver
el germen del drama fantástico de Shakespeare _La Tempestad_, que
es como el testamento poético del gran dramaturgo[262]. Ya antiguos
comentadores, como Malone, habían insinuado la especie de una novela
española utilizada por Shakespeare en esta ocasión, pero seguramente
habían errado la pista fijándose en _Aurelio é Isabela_, ó sea en
la _Historia de Grisel y Mirabella_ de Juan de Flores, que ninguna
relación tiene con tal argumento. Más razonable ha sido buscarle en
la historia que Antonio de Eslava escribió de «la soberbia del Rey
Niciphoro y incendio de sus naves, y la Arte Magica del Rey Dardano».
Como esta fábula no ha entrado todavía en la común noticia, por ser tan
raro el libro que la contiene, procede dar aquí alguna idea de ella.

El Emperador de Grecia Nicéforo, hombre altivo, soberbio y arrogante,
exigió del Rey Dárdano de Bulgaria su vecino que le hiciese donación
de sus estados para uno de sus hijos. Dárdano, que sólo tenía una
hija llamada Serafina, se resistió á tal pretensión, á menos que
Nicéforo consintiese en la boda de su primogénito con esta princesa. El
arrogante Nicéforo no quiso avenirse á ello, é hizo cruda guerra al de
Bulgaria, despojándole de su reino por fuerza de armas. «Bien pudiera
el sabio Rey Dardano vencer á Niciphoro si quisiera usar del Arte
Magica, porque en aquella era no avia mayor nigromántico que él, sino
que tenía ofrecido al Altissimo de no aprovecharse della para ofensa de
Dios ni daño de tercero... Y assi viéndose fuera de su patria y reynos,
desamparado de sus exercitos, y de los cavalleros y nobles dél, y ageno
de sus inestimables riquezas, desterrado de los lisonjeros amigos, sin
auxilio ni favor de nadie, se ausentó con su amada hija...».

Retírase, pues, con ella á un espeso bosque, y después de hacer un
largo y filosófico razonamiento sobre la inconstancia y vanidad de
las cosas del mundo, la declara su propósito de apartarse del trato y
compañía de los hombres, fabricando con su arte mágica «un sumptuoso y
rico palacio, debaxo del hondo abismo del mar, adonde acabemos y demos
fin á esta caduca y corta vida, y adonde estemos con mayor quietud
y regalo que en la fertil tierra». Préstase de mejor ó peor grado
Serafina, con ser tan bella y moza, á lo que de ella exige su padre, el
cual confirma con tremendos juramentos «al eterno Caos» su resolución
de huir «de la humana contratacion de este mundo».

«Y andando en estas razones, llegaron á la orilla del mar, adonde
halló una bien compuesta barca, en la qual entraron, asiendo el viejo
rey los anchos remos, y rompiendo con ellos la violencia de sus olas,
se metió dentro del Adriático golfo, y estando en él, pasó la ligera
barca, sacudiendo á las aguas con una pequeña vara, por la qual virtud
abrió el mar sus senos á una parte y otra, haziendo con sus aguas dos
fuertes muros, por donde baxó la barca á los hondos suelos del mar,
tomando puerto en un admirable palacio, fabricado en aquellos hondos
abismos, tan excelente y sumptuoso quanto Rey ni Principe ha tenido en
este mundo». Hago gracia á mis lectores de la absurda descripción de
este palacio, pero lo que no puede ni debe omitirse es que la hermosa
Serafina era «con arte mágica servida de muchas Sirenas, Nereydes,
Driadas y Ninfas marinas, que con _suaves y divinas musicas_ suspendian
á los oyentes».

Así pasaron dos años, pero, á pesar de tantos cánticos, músicas y
regalos, algo echaba de menos la bella Serafina, y un día se atrevió á
confesárselo al rey Dárdano: «Si en todas las cosas hay, amado padre,
un efecto del amor natural, no es mucho, ni de admirar, que en esta
vuestra solitaria hija obre los mismos efectos el mismo amor. Por
algo deshonesta me tendreys con estas agudas razones, mas fuerçame a
dezirlas el verme sin esperança alguna de humana conversacion, metida
y encarcelada en estos hondos abismos; y assi os pido y suplico, ya
que permitís que muera y fenezca mi joventud en estos vuestros Magicos
Palacios, que me deys conforme a mi estado y edad un varon illustre por
marido». El viejo rey Dárdano, vencido de las eficaces razones de su
hija, promete casarla conforme á su dignidad y estado.

Entretanto había partido de esta vida el altivo emperador Nicéforo,
conquistador del reino de Bulgaria, dejando por sucesor á su hijo menor
Juliano, muy semejante á él en la aspereza y soberbia de su condición,
y desheredando al mayor, llamado Valentiniano, mozo de benigno carácter
y mansas costumbres. El cual, viéndose desposeído de los estados
paternos, fue á pedir auxilio al emperador de Constantinopla. «Y para
más disimular su intento, se partió solo, y arribó á un canal del mar
Adriático, á buscar embarcacion para proseguir su intento, y solamente
halló una ligera barca, que de un pesado viejo era regida y governada,
que le ofreció le pondria con mucha brevedad do pretendia».

«Y sabreys, señores, que el dicho barquero era el viejo Rey Dardano,
que quando tuvo al Principe Valentiniano dentro en el ancho golfo,
hirió con su pequeña _vara_ las saladas aguas, y luego se dividieron,
haziendo dos fuertes murallas, y descendió el espantado Principe al
Magico Palacio, el qual admirado de ver tan excelente fábrica quedó
muy contento de verse allí; y el Rey Dárdano le informó quién era,
y el respecto porque alli habitava, y luego que vido á la Infanta
Serafina, quedó tan preso de su amor, que tuvo á mucha dicha el aver
baxado aquellos hondos abismos del mar, y pidiola con muchos ruegos al
Rey su padre por su legítima esposa y mujer, que del viejo padre luego
le fue concedida su justa demanda, y con grande regocijo y alboroço,
se hicieron las Reales bodas por arte Mágica: pues vinieron á ellas
mágicamente muchos Principes y Reyes, con hermosissimas Damas, que
residian en todas las islas del mar Occeano».

Celebrándose estaban las mágicas bodas cuando estalló de pronto una
furiosa tempestad. «Començaron las olas del mar á ensoberbecerse,
incitadas de un furioso Nordueste: túrbase el cielo en un punto de muy
obscuras y gruesas nubes; pelean contrarios vientos, de tal suerte que
arranca y rompe los gruessos masteles, las carruchas y gruessas gumenas
rechinan, los governalles se pierden, al cielo suben las proas, las
popas baxan al centro, las jarcias todas se rompen, las nubes disparan
piedras, fuego, rayos y relampagos. Tragava las hambrientas olas la
mayor parte de los navios; la infinidad de rayos que cayeron abrasaron
los que restaron, excepto cuatro en los quales yva el nuevo Emperador
Juliano y su nueva esposa, y algunos Príncipes Griegos y Romanos, que
con éstos quiso el cielo mostrarse piadoso. Davan los navios sumergidos
del agua, y abrasados del fuego, en los hondos abismos del mar,
inquietando con su estruendo á los que estavan en el mágico palacio».

Entonces el rey Dárdano subió sobre las aguas «descubriéndose hasta
la cinta, mostrando una antigua y venerable persona, con sus canas
y largos cabellos, assi en la cabeça como en la barba, y vuelto á
las naves que avian quedado, adonde yvan el Emperador y Príncipes,
encendidos los ojos en rabiosa cólera», les increpó por su ambición y
soberbia que les llevaba á inquietar los senos del mar después de haber
fatigado y estragado la tierra, y anunció á Juliano que no sería muy
duradero su tiránico y usurpado imperio. «Y acabado que huvo el rey
Dardano de hazer su parlamento, se zambulló, sin aguardar respuesta, en
las amargas aguas del mar, quedando el Emperador Juliano de pechos en
la dorada popa de su nave, acompañado de la nueva Emperatriz su mujer,
y de algunos Príncipes que con él se avian embarcado».

Cumplióse á poco tiempo el vaticinio, muriendo el emperador apenas
había llegado á la ciudad de Delcia donde tenía su corte. El rey
Dárdano, sabedor de la catástrofe por sus artes mágicas, deshace su
encantado palacio, se embarca con su yerno y su hija y los pone en
quieta y pacífica posesión del imperio de Constantinopla. Pero para no
quebrantar su juramento de no habitar nunca en tierra, manda labrar en
el puerto un palacio de madera flotante sobre cinco navios, y en él
pasa sus últimos años.

Las semejanzas de este argumento con el de _The Tempest_ son tan
obvias que parece difícil dejar de admitir una imitación directa. El
rey Dárdano es Próspero, su hija Serafina es Miranda, Valentiniano
es Fernando. Lo mismo el rey de Bulgaria que el duque de Milán han
sido desposeídos de sus estados por la deslealtad y la ambición. Uno
y otro son doctos en las artes mágicas, y disponen de los elementos
á su albedrío. El encantado y submarino palacio del uno difiere poco
de la isla también encantada del otro, poblada de espíritus aéreos y
resonante de música divina. La vara es el símbolo del mágico poder con
que Dárdano lo mismo que Próspero obra sus maravillas. Valentiniano es
el esposo que Dárdano destina para su hija y que atrae á su palacio á
bordo del mágico esquife, como Próspero atrae á su isla á Fernando por
medio de la tempestad para someterle á las duras pruebas que le hacen
digno de la mano de Miranda.

Éste es sin duda el esquema de la obra shakespiriana, pero ¡cuán lejos
está de la obra misma! Todo lo que tiene de profundo y simbólico,
todo lo que tiene de musical y etéreo, es creación propia del genio
de Shakespeare, que nunca se mostró tan admirablemente lírico
como en esta prodigiosa fantasía, la cual, por su misma vaguedad,
sumerge el espíritu en inefable arrobamiento. Ninguna de las sutiles
interpretaciones que de ella se han dado puede agotar su riquísimo
contenido poético. Ariel, el genio de la poesía, sonoro y luminoso,
emancipado por fin de la servidumbre utilitaria; Caliban, el monstruo
terrible y grotesco, ya se le considere como símbolo de la plebe, ya de
la bestia humana en estado salvaje, que no es humanidad primitiva sino
humanidad degenerada; Gonzalo, el dulce utopista; Miranda, graciosa
encarnación del más ingenuo y virginal amor; Próspero, el gran educador
de sí propio y de los demás, el nigromante sereno y benévolo, irónico
y dulce, artífice de su destino y de los ajenos, harto conocedor de
la vida para no estimarla en más de lo que vale, harto generoso para
derramar el bien sobre amigos y enemigos, antes de romper la vara de
sus prestigios y consagrarse á la meditación de la muerte: toda esta
galería de criaturas inmortales, que no dejan de parecer muy vivas
aunque estén como veladas entre los vapores de un sueño, claro es que
no las encontró Shakespeare ni en la pobre rapsodia de Eslava, ni en
la relación del descubrimiento de las islas Bermudas, ni en el pasaje
de Montaigne sobre la vida salvaje, ni en las demás fuentes que se han
indicado, entre las cuales no debemos omitir el _Espejo de Príncipes
y Caballeros_, más comúnmente llamado _El Caballero del Febo_, en que
recientemente se ha fijado un erudito norteamericano[263].

Pero de todos estos orígenes, el más probable hasta ahora, y también
el más importante, son las _Noches de Invierno_, puesto que contienen,
aunque sólo en germen, datos que son fundamentales en la acción de la
pieza. Á los eruditos ingleses toca explicar cómo un libro no de mucha
fama publicado en España en 1609 pudo llegar tan pronto á conocimiento
de Shakespeare, puesto que _La Tempestad_ fué representada lo más tarde
en 1613. Traducción inglesa no se conoce que yo sepa, pero cada día va
pareciendo más verosímil que Shakespeare tenía conocimiento de nuestra
lengua. Ni la _Diana_ de Jorge de Montemayor estaba publicada en inglés
cuando se representaron _Los dos hidalgos de Verona_, ni lo estaban los
libros de Feliciano de Silva cuando apareció el disfrazado pastor D.
Florisel en el _Cuento de Invierno_[264].

No creo necesario detenerme en las restantes novelas de Eslava, que
son por todo extremo inferiores á las citadas. Muy ingeniosa sería, si
estuviese mejor contada, la de la _Fuente del desengaño_, cuyas aguas
tenían la virtud de retratar la persona ó cosa más amada de quien en
ellas se miraba. Y no son únicamente los interesantes enamorados de
la fábula los que se ven sujetos á tal percance, sino el mismo Rey, á
cuyo lado se ve una hechicera feísima, que con sus artes diabólicas le
tenía sorbido el seso, y los mismos jueces que allí ven descubiertas
sus secretas imperfecciones. «Al lado de uno que viudo era, una rolliza
moza de cántaro, que parecía que con él quería agotar la fuente, en
venganza de su afrenta; y al lado de otros muchíssimos libros abiertos
en quienes tenia puesta toda su afición; y al lado de otros tres
talegos abiertos, llenos de doblones, como aquel que tenia puesto su
amor y pensamiento en ellos, y que muchas vezes juzgava por el dinero
injustamente: de suerte que hallándose cada uno culpado, se rieron unos
de otros, dándose entre ellos muchos y discretos motes y vexámenes».

Esta fuente nada tiene que ver con el ingenioso pero no sobrenatural
modo de que se vale el pastor Charino de la _Arcadia_ de Sannazaro para
hacer la declaración amorosa á su zagala; tema de novelística popular
que también encontramos en el _Heptameron_ de la reina de Navarra,
donde la declaración se hace por medio de un espejo. En cambio el
cuento de Eslava está enlazado con otra serie de ficciones, en que ya
por una copa, ya por un espejo mágico, ya por un manto encantado, se
prueba la virtud femenina ó se descubren ocultos deslices.

Los demás capítulos de las _Noches de invierno_ apenas merecen citarse.
Un esclavo cristiano, que «con doce trompas de fuego sulphureo y de
alquitrán» hace volar todas las galeras turcas; una nuera que para
vengarse de su suegro le da á comer en una empanada los restos de su
nieto; dos hermanos que sin conocerse lidian en público palenque; una
princesa falsamente acusada, víctima de los mismos ardides que la reina
Sevilla, son los héroes de estas mal concertadas rapsodias que apenas
pueden calificarse de originales, puesto que están compaginadas con
reminiscencias de todas partes. La historia del rey Clodomiro, por
ejemplo, no es más que una variante, echada á perder, de la hermosa
leyenda del Emperador Joviniano (cap. LIX del _Gesta Romanorum_),
sustituido por su ángel custodio, que toma su figura y sus vestiduras
regias mientras él anda por el mundo haciendo penitencia de su soberbia
y tiranía. En Eslava, toda la poesía mística de la leyenda desaparece,
pues no es un ángel quien hace la transformación, sino un viejo y
ridículo nigromante.

Además de las novelas contiene el libro, de todas suertes curiosísimo,
del poeta de Sangüesa varias digresiones históricas y morales, una
apología del sexo femenino y una fábula alegórica del nacimiento de la
reina Telus de Tartaria, que dice traducida de lengua flamenca, citando
como autor de ella á Juan de Vespure, de quien no tengo la menor
noticia.

Tal es, salvo omisión involuntaria[265], el pobre caudal de la novela
corta durante más de una centuria; y ciertamente que maravilla tal
esterilidad si se compara con la pujanza y lozanía que iba á mostrar
este género durante todo el siglo XVII, llegando á ser uno de los
más ricos del arte nacional. No faltan elementos indígenas en las
colecciones que quedan reseñadas, pero lo que en ellas predomina es
el gusto italiano. Y aun pudieran multiplicarse las pruebas de esta
imitación, mostrando cómo se infiltra y penetra hasta en las obras de
temple más castizo y que son sin duda emanación genuina del ingenio
peninsular. Así, el capítulo del buldero, uno de los más atrevidos
del _Lazarillo de Tormes_, tiene su germen en un cuento de Masuccio
Salernitano[266]. Así, las novelas románticas intercaladas en el
_Guzmán de Alfarache_, la de _Dorido y Clorinia_, la de _Bonifacio y
Dorotea_, la de _Don Luis de Castro_ y _Don Rodrigo de Montalvo_, están
enteramente en la manera de los _novellieri italianos_, y la última de
ellas procede también de Masuccio[267]. Así, la _Diana_ de Jorge de
Montemayor, que en su fondo debe más al bucolismo galaico-portugués que
á la _Arcadia_ de Sannazaro, se engalana con la historia de los amores
de D. Félix y Felismena, imitada de Bandello[268].

Novelas del mismo corte y origen se encuentran por incidencia en otros
libros, cuya materia principal no es novelesca, especialmente en
los manuales de cortesía y buena crianza, imitados ó traducidos del
italiano. Prescindiendo por ahora del _Cortesano_ de Boscán, que es
pura traducción, aunque admirable, y que tendrá más adecuado lugar en
otro capítulo de la presente historia, donde estudiaremos los diálogos
que pintan aspectos varios de la vida social, no podemos omitir la
ingeniosa refundición que del _Galateo_ de Messer Giovanni Della Casa
hizo Lucas Gracián Dantisco en su _Galateo Español_ (1599), libro de
los más populares, como lo acreditan sus numerosas ediciones[269]. El
autor nos ofrece á un tiempo la teoría y la práctica _de las novelas y
cuentos_, dándonos curioso _specimen_ de la conversación de su época.

«Allende de las cosas dichas, procure el gentil hombre que se pone
á contar algun cuento ó fábula, que sea tal que no tenga palabras
desonestas, ni cosas suzias, ni tan puercas que puedan causar asco
á quien le oye, pues se pueden dezir por rodeos y términos limpios
y honestos, sin nombrar claramente cosas semejantes; especialmente
si en el auditorio hubiesse mugeres, porque alli se deve tener más
tiento, y ser la maraña del tal cuento clara, y con tal artificio
que vaya cevando el gusto hasta que con el remate y paradero de la
novela queden satisfechos sin duda. Y tales pueden ser las novelas y
cuentos que allende del entretenimiento y gusto, saquen dellas buenos
exemplos y moralidades; como hazian los antiguos fabuladores, que tan
artificiosamente hablaron (como leemos en sus obras), y á su imitacion
deve procurar el que cuenta las fábulas y consejas, o otro cualquier
razonamiento, de yr hablando sin repetir muchas vezes una misma
palabra sin necesidad (que es lo que llaman bordon) y mientras pudiere
no confundir los oyentes, ni trabajalles la memoria, excusando toda
escuridad, especialmente de muchos nombres»[270].

Como muestra del modo de contar que tenía por más apacible, trae la
ingeniosa _Novela del gran Soldán con los amores de la linda Axa y el
Príncipe de Nápoles_. Esta novela es seguramente de origen italiano,
y en Castilla había pasado ya al teatro, según nos informa Gracián
Dantisco. «Y pues en todas los cosas deste tratado procuramos traer
comparaciones y exemplos al proposito, en este que se nos ofrece
pondremos un cuento del cual, por aver parecido bien á unos discretos
cómicos, se hizo una hermosa tragicomedia»[271].

Lucas Gracián Dantisco, que no es un mero traductor, sino que procura
acomodar el _Galateo_ toscano á las costumbres españolas, nos da
suficiente testimonio de que el ejercicio de novelar alternativamente
varias personas en saraos y tertulias era ya cosa corriente en su
tiempo. «Deve tambien el que acaba de contar qualquiera cuento o novela
como ésta, aunque sepa muchas, y le oygan de buena gana, dar lugar á
que _cada qual diga la suya_, y no enviciarse tanto en esto que le
tengan por pesado o importuno; no combidando siempre a dezillas, pues
principalmente sirven para henchir con ellas el tiempo ocioso»[272].

Hemos seguido paso á paso esta incipiente literatura, sin desdeñar
lo más menudo de ella, aun exponiéndonos al dictado de _micrófilo_,
para que se comprenda qué prodigio fueron las _Novelas Ejemplares_ de
Cervantes, surgiendo de improviso como sol de verdad y de poesía entre
tanta confusión y tanta niebla. La novela caballeresca, la novela
pastoril, la novela dramática, la novela picaresca, habían nacido
perfectas y adultas en el _Amadís_, en la _Diana_, en la _Celestina_,
en el _Lazarillo de Tormes_, sus primeros y nunca superados tipos. Pero
la novela corta, el género de que simultáneamente fueron precursores
D. Juan Manuel y Boccaccio, no había producido en nuestra literatura
del siglo XVI narración alguna que pueda entrar en competencia con la
más endeble de las novelas de Cervantes: con el embrollo romántico de
_Las dos doncellas_, ó con el empalagoso _Amante Liberal_, que no deja
de llevar, sin embargo, la garra del león, no tanto en el apóstrofe
retórico á las ruinas de la desdichada Nicosia como en la primorosa
miniatura de aquel «mancebo galan, atildado, de blancas manos y rizos
cabellos, de voz meliflua y amorosas palabras, y finalmente todo hecho
de ámbar y de alfeñique, guarnecido de telas y adornado de brocados.
¡Y qué abismos hay que salvar desde estas imperfectas obras hasta el
encanto de _La Gitanilla_, poética idealización de la vida nómada, ó la
sentenciosa agudeza de _El Licenciado Vidriera_, ó el brío picaresco de
_La Ilustre Fregona_, ó el interés dramático de _La Señora Cornelia_
y de _La Fuerza de la Sangre_, ó la picante malicia de _El Casamiento
Engañoso_, ó la profunda ironía y la sal lucianesca del _Coloquio de
los Perros_, ó la plenitud ardiente de vida que redime y ennoblece
para el arte las truhanescas escenas de _Rinconete y Cortadillo_!
Obras de regia estirpe son las novelas de Cervantes, y con razón dijo
Federico Schlegel que quien no gustase de ellas y no las encontrase
divinas jamás podría entender ni apreciar debidamente el _Quijote_. Una
autoridad literaria más grande que la suya y que ninguna otra de los
tiempos modernos, Goëthe, escribiendo á Schiller en 17 de diciembre
de 1795, precisamente cuando más ocupado andaba en la composición de
_Wilhelm Meister_, las había ensalzado como un verdadero tesoro de
deleite y de enseñanza, regocijándose de encontrar practicados en el
autor español los mismos principios de arte que á él le guiaban en
sus propias creaciones, con ser éstas tan laboriosas y aquéllas tan
espontáneas. ¡Divina espontaneidad la del genio que al forjarse su
propia estética adivina y columbra la estética del porvenir![273].

                                         M. MENÉNDEZ Y PELAYO.

_Santander, Enero de 1907._


                                NOTAS:

[1] Con erudición verdaderamente admirable, no sólo por lo extensa,
sino por lo minuciosa y segura, y con agudeza y sagacidad crítica
todavía más raras que su erudición, discurre sobre todos estos puntos
Arturo Farinelli en su reciente opúsculo _Note sul Boccaccio in Ispagna
nell' Età Media_, Braunschweig, 1906 (tirada aparte del _Archiv für das
studium der neuren Sprachen und Literaturen_, de L. Herrigs), al cual
debe añadirse su estudio sobre el _Corbaccio_ en la España medioeval,
publicado en la _Miscelánea Mussafia_. Creo que entre los hispanistas
que hoy viven nadie ha avanzado tanto como Farinelli en el estudio
comparativo de las letras españolas con las extranjeras, especialmente
con la italiana y la alemana. Sus monografías son un tesoro, todavía no
bastante apreciado en España, y la rica materia que contienen hubiera
bastado á un escritor menos docto y conciso para escribir voluminosos
libros.

[2] Así resulta de su célebre carta á Mainardo Cavalcanti, mariscal del
reino de Sicilia, descubierta en la biblioteca de Siena y publicada por
Tiraboschi (_Storia della letteratura italiana_, t. V, pág. 844, ed. de
Milán, 1823): «Sane quod inclitas mulieres tuas domesticas meas legere
permiseris, non laudo; quin imo quæso per fidem tuam, ne feceris...
Cave igitur iterum meo monitu precibusque, ne feceris... Et si decori
dominarum tuarum parcere non vis, parce saltem honori meo, si adeo me
diligis, ut lacrimas in passionibus meis effundas. Existimabunt enim
legentes me spurgidum, lenonem, incestuosum senem, impurum hominem,
turpiloquum, maledicum, et aliorum scelerum avidum relatorem. Non enim
ubique est qui in excusationem meam consurgens dicat: juvenis scripsit,
et majoris coactus imperio».

Hugo Fóscolo, en su precioso _Discorso sul testo del Decamerone_
(_Prose Letterarie_, t. III, ed. de Florencia, 1850), supone con
probabilidad que el mismo Boccaccio llegó á destruir el original
autógrafo de su libro, lo cual explica la incorrección de las copias.

[3] Es cosa digna de repararse que el Petrarca, con ser tan amigo de
Boccaccio, no recibió de su parte el _Decameron_ ni le vio más que por
casualidad, ni elogió en él otra cosa que esta novela y la descripción
de la peste: «Librum tuum, quem nostro materno eloquio, ut opinor, olim
juvenis edididisti, nescio quidem unde vel qualiter ad me delatum vidi».

Sin duda por haberse omitido la epístola proemial en algunas copias fue
tenida la Griselda entre muchos humanistas por composición original
del Petrarca, pero no creo que incurriesen en tal error Bernat Metge,
tan versado en las obras de Boccaccio, ni Chaucer, que la imita en uno
de los _Canterbury Tales_. Pero la verdad es que procedieron como si
ignoraran el verdadero autor de la fábula.

[4] Hizo una elegantísima edición de este tratado D. Mariano Aguiló
en su _Bibliotheca d' obretes singulars del bon temps de nostra
lengua materna estampades en letra lemosina_ (Barcelona, librería de
Verdaguer). La portada dice así:

_Historia de Valter e de la pacient Griselda escrita en llatí per
Francesch Petrarcha: e arromançada per Bernat Metge. Estampada en
Barcelona per n' Evarist Villastres en l' any M.DCCC.Lxxxiij._

Dos códices tuvo presentes el Sr. Aguiló: uno de la Biblioteca
Universitaria de Barcelona, y otro, al parecer más antiguo, que él
poseía, comprado en Cádiz al bibliófilo D. Joaquín Rubio. En este
segundo códice, el título era _Istoria de Valter é de Griselda,
composta por Bernat Metge, la qual racita Petrarcha poheta laureat en
les obres del qual io he singular afeccio_.

Hay tres romances modernos escritos sobre el texto de la novela de
Metge: _Historia de Griselda la qual lo marques Valter prengué per
muller essent una humil pastoreta e isqué lo més singular exemple de
la obediencia que tota dona casada deu tenir a son marit_ (Barcelona,
1895). Lleva las iniciales A. B. T. (Antonio Bulbena y Tusell).

[5] «La pasciencia, fortitut e amor conjugal de Griselda, la istoria
de la qual fon per mi de lati en nostra lengua vulgar transportada,
callare, car tant es notoria que ya la reciten per enganar les nits en
les vetles e com filen en ivern entorn del foch».

[6] Manuscrito de la Biblioteca Escurialense (a-IV-5), dado á luz por
Herman Knust en un tomo de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, _Dos
obras didácticas y dos leyendas_... Madrid, 1878. Vid. pp. 260-265.

[7] _Boccaccio and the Decameron in castilian and catalan literature.
Thesis presented to the faculty of Bryn Mawr College for the degree of
doctor of philosophy by Caroline Brown Bourland_, 1905.
(Tirada aparte de la _Revue Hispanique_, t. XII).

Tesis semejantes á ésta convendría que apareciesen de vez en cuando en
las universidades españolas. La joven doctora norteamericana examina y
describe con todo rigor bibliográfico los códices y ediciones españolas
del _Decameron_ y busca luego el rastro de Boccaccio en nuestra
novelística y dramaturgia de los siglos XV, XVI y XVII, analizando una
por una, y en todos sus detalles, las imitaciones de cada cuento. Es un
trabajo de investigación y de crítica digno de las mayores alabanzas.
Para no repetir lo que allí está inmejorablemente dicho, abreviaré
mucho la parte concerniente á Boccaccio en estas páginas.]

[8] Ha sido reimpresa por miss Bourland en el tomo IX de la _Revue
Hispanique_, conforme al único ejemplar conocido de 1603.

[9] También ha reimpreso (_ib._) la señorita Bourland este texto,
tomado de la _Suma de todas las crónicas del mundo_ (Valencia, 1510),
traducción hecha por Narcis Viñoles del _Suplementum Chronicorum_, de
Foresti.

[10] Ns. 1273, 1274 y 1275 del _Romancero_ de Durán.

[11] Nota comunicada á miss Bourland por D. Ramón Menéndez Pidal. La
composición de Fernando de la Torre está en un códice de la Biblioteca
de Palacio.

[12] Una detallada é interesante descripción de este códice puede verse
en el estudio de miss Bourland. Para mi objeto basta con la siguiente
nota, que me comunicaron los señores Bonsoms y Massó y Torrents antes
que la erudita señora diese á luz su trabajo:

«Es un manuscrito en papel que conserva su encuadernación antigua, con
señales de los clavos y cierres; en un tejuelo de papel pegado se lee:
_Las Cien... manuscriptas catalan_. La medida general de la página es
de 295 × 216 milímetros. La foliación, que va de 1 á CCCxxiij, empieza
en la 1.ª novela de la 1.ª jornada, con las palabras _Covinent cosa
es mols cares dones_. Contiene entero el Decameron, que termina en el
folio CCCxxxiij de esta manera:

«_E vosaltres gracioses dones ab la sua gracia romaniu en pau recordant
vos de mi si d'alguna cosa de aquestes que haureu legides per ventura
vos ajudau._

«_Fo acabada la present translacio dimarts que comptaven V dies del
mes d'Abril en l'any de la fructificant Incarnacio del fill de deu
M.CCCC.xxviiij, en la vila de Sant Cugat de Valles._

«_Aci feneix la deena e derrera Jornada del libre appellat De_ (sic)
_Cameron, nominat lo Princep Galeot, en altra manera Lo cento novella_.

«Los folios preliminares contienen el proemio y la introducción,
de manera que está completa la obra de Boccaccio. De los folios
preliminares, útiles, aparecen recortados la mayor parte y alterado
su orden 8 ff. blancos (el último de los cuales lleva alguna
anotación ajena al texto) + 5 ff. de _Taula_ á 2 columnas + 2 ff. de
_introducció_ + 2 ff. blancos + 9 ff. de _proemi_ y _introducció_.

«Hay letra de dos manos distintas, como si los redactores se hubiesen
partido el trabajo. La primera es más hermosa, aunque no cuidada.
Escribe á renglón seguido y caligrafía alguna inicial, alternando
las tintas roja y azul: comprende la introducción, el proemio y el
texto hasta el folio CLxxxii (novela 8.ª de la 5.ª jornada). La
segunda mano escribe á dos columnas, y comprende todo el resto del
manuscrito incluso la suscripción final; es más corrida y no tiene
inicial ninguna. Todo el manuscrito carece de epígrafes en tinta roja,
habiéndose dejado en blanco el espacio correspondiente».

[13] _Obras completas de D. Manuel Milá y Fontanals_, t. III, p. 457.

[14] _Memorias de la Real Academia de la Historia_, t. IV, p. 460.

[15] _Demostracion histórica del verdadero valor de todas las monedas
que corrían en Castilla durante el reynado del señor don Enrique III_
(Madrid, 1796, pp. 374-379).

[16] Cf. Miss Bourland: «If the manuscript of the library of Benavente
was in Spanish, the papel cebti menor on which it was written, would
show that the _Decameron_ was translated into spanish, at least in
part, during the fourteenth or at the very drawn of the fifteenth
century». (Pág. 24.)

[17] _Capítulo Xlv de como Fadrique ama e non es amado e en cortesia
despendiendo se consume el qual non auiendo mas de un falcon a la dona
suya lo dio._

Devedes pues saber que Copo de Burgesi Dominique el qual fue en la
nuestra çibdat, por ventura aun es, ombre de grand reverençia e
abtoridad, e de los nuestros por costumbres e por virtud mucho mas
que por nobleza de sangre caro e dino de eterna fama, e seyendo ya de
años lleno espesas vegadas de las cosas pasadas con sus vezinos e con
otros se deleytava de rrazonar, la qual cosa el con mejor e mas orden
e con mayor memoria apostado de fablar que otro ombre sopo fazer. Era
usado de dezir entre las otras sus bellas cosas que en Florençia fue
ya un mançebo llamado Fadrique e fijo de Miçer Felipo Albergin en obra
de armas e en cortesia preçiado sobre otro ombre donzel de Toscana
e quel, asi como á los mas de los gentiles ombres contesçe, de una
gentil dona llamada Madona Jovena se enamoró, en sus tiempos tenida de
las mas bellas donas e de las mas graçiosas que en Florençia fuesen
e por quel amor della conquistar podiese justava e facia de armas
e fazia fiestas e dava lo suyo syn algund detenimiento, mas ella,
non menos onesta de bella, de aquestas cosas por ella fechas nin de
aquel se curava que lo fazia. Despendiendo pues Fadrique allende de
todo su poder mucho, en ninguna cosa conquietando, asi como de ligero
contesçe las riquezas menguaron e el quedó pobre syn otra cosa serle
quedado salvo un solo pequeño heredamiento de las rrentas del qual
muy estrechamente bevia, e allende de aquesto un solo falcon de los
mejores del mundo le avia quedado. Por que amando mas que nunca, no
paresçiendole mas çibdadano ser como deseava, a los campos allá donde
el su pobre heredamiento era se fue a estar e aqui quando podia caçando
e syn alguna cosa rrequerir padescientemente la pobreza comportava. Ora
acaesçio que seyendo asi Fadrique e veniendo al estremo el marido de
madona Jovena enfermó e veyendose á la muerte venir fizo testamento e
seyendo muy rico en ella dexó su heredero a un su fijo ya grandezillo
e despues de aquesto aviendo mucho amada a Madona Jovena a ella, sy
contesçiese aquel fijo syn legitimo heredero muriese, su heredera
sola estableçio, e muriese (_sic_). Quedada pues biuda Madona Jovena,
como usança es de las nuestras donas, el año adelante con aqueste su
fijo se fue a un condado en una su posesion asaz vezina aquella de
Fadrique, por lo qual contesçio que aqueste moçuelo a amistar con
Fadrique e deleytarse con aves e con canes e aviendo muchas vegadas
visto el falcon de Fadrique bolar, est[r]aña mente plaziendole, fuerte
deseava de averlo, mas despues non osava demandarlo veyendo a el ser
tanto caro, e asi estando la cosa contesçio quel mançebo enfermó, de
que la dolorosa madre mucho temerosa como aquella que mas no tenia e
lo amava quanto mas se podia fijo amar, (e) todo el dia estandole en
derredor non quedava de conortarlo espesas vegadas e le preguntava si
alguna cosa era la qual desease, rogandole mucho que gelo dixiese que
por çierto sy posible fuese trabajaria de averlo. El moçuelo oydas
muchas vegadas aquestas profiertas dixo: madre mia, sy vos fazedes
que yo aya el falcon de Fadrique, yo me creo prestamente guarir; la
dona oyendo aquesto algund tanto estovo e començo a pensar aquello que
fazer devia: ella sabia que Fadrique luenga mente la avia amado e que
jamas un solo mirar della non avia avido, porque dezia como enbiaré yo
o yre a demandarle aqueste falcon que por lo que yo oygo es el mejor
falcon que ombres viesen e allende desto le mantiene en el mundo? E
como yre yo nin sere en desconortar un ombre gentil como este al qual
ningund otro deleyte le es quedado e que aqueste le quiera tomar? E
asi fecho pensamiento ocupada, aunque ella fuese çierta de averlo sy
lo demandase, syn saber que avia de dezir non respondio al fijo, mas
ultima mente tanto la vençio el amor del fijo que ella consigo dispuso
de conçertarlo como quiera que acaesçiese de non enbiar, mas ir ella
mesma por el e traerlo, e respondiole: fijo mio conortate e piensa de
guaresçer e aver fuerça, que yo te prometo que la primera cosa que
yo fare de mañana sera yr por el asy que te lo traere. El moçuelo de
aquesto alegre el dia mesmo mostro alguna mejoria; la dona de mañana
seguiente tomada una muger en conpañia por manera de deporte se fue
a la pequeña casa de Fadrique e fizolo llamar, e el por que non era
tiempo non era ydo aquel dia a caçar e era en un su huerto e fazia sus
çiertas lavores aparejar, el qual oyendo que Madona Jovena lo llamava a
la puerta, maravillandose fuerte alegre corrio allá, la qual veyendolo
venir, con una feminil plazenteria fuele delante aviendola ya Fadrique
reverente mente saludado, dixo: bien este Fadrique (_faltan algunas
palabras entre el fin de un folio y comienzo de otro_) e mas que non
te fuere menester, e el satisfazimiento es tal que yo entiendo con
esta mi conpañia en uno amigable mente contigo comer esta mañana. A
la qual Fadrique omil mente respondio: señora, ningund don jamas me
rrecuerdo aver resçibido de vos salvo tanto de bien que sy yo alguna
cosa vali, por el vuestro amor e valor que valido vos he ha seydo e
por çierto esta vuestra liberal venida me es mucho mas cara que non
seria sy comienço fuese a mi dado a espender quanto en lo pasado he ya
espendido, avnque a pobre huesped seades venida. E asi dicho alegre
mente dentro en casa la rreççibio e en un su huerto la llevó, e alli,
non aviendo quien le fazer tener conpañia, dixo: señora, pues que
aqui non es otrie, aquesta mujer deste labrador vos terrna conpañia
en tanto que yo vaya a facer poner la mesa. E el aunque la su pobreza
fuese estrema non se era tanto vista quanto nesçesario le fazia, ca
el avia fuera de orden despendido sus rriquezas, mas aquesta mañana
fallando ninguna cosa de que podiese a la dueña onrrar por amor de la
qual el a infinitos ombres onrrados avia fecho fuera de razon, congoxos
entre sy mesmo maldiziendo la fortuna, como ombre fuera de sy fuese
agora acá agora allá corriendo, nin dineros nin prenda fallandose e
seyendo la ora tarde e el deseo grande de mucho onrrar la gentil dona
e non queriendo a otro mas al su labrador rrequerir, vido al su buen
falcon en la su sala sobre el alcandara porque non aviendo otra cosa a
que acorrerse tomolo e fallandolo grueso penso aquel ser digna vianda
de tal dueña e por tanto syn mas pensar tirole la cabeça e a una su
moça presta mente lo fizo pelar e poner en un asador asaz diligente
mente. E puesta la mesa con unos manteles muy blancos de los quales
algunos avia, con alegre cara torrno a la dueña en su huerto e el
comer que fazer se podia dexolo aparejado. Entanto la dueña con su
compañera levantandose fue á la mesa e syn saber que se comia en uno
con Fadrique, el qual con muy grand fee la conbidara, comieron el buen
falcon e levantados de la mesa ella algund tanto con plazibles rrazones
conel estava e paresçiendole a la dueña tiempo de dezir aquello por
que era alli venida, asy benina mente con Fadrique començo a fablar:
Fadrique, recordandote tu de la preterita vida [e] de la mi onestidad
la qual por ventura tu as rreputado a dureza e crueldad yo non dubdo
ninguna cosa que tu te devas maravillar de la mi presup(ri)çion
sentiendo aquello por que prinçipal mente aqui venida so; mas si fijos
ovieses avido por los quales podieses conosçer de quanta fuerça sea el
amor que a ellos se ha, paresçeme ser çierta que en parte me averias
por escusada; mas como tu non los tengas, yo que uno he, non puedo por
ende las leyes comunes de las madres fuyr, las quales fuerças seguir
conveniendome, convieneme allende del plazo tuyo e allende de toda
razon, quererte demandar un don el qual yo se que grave mente as caro
e es razon ca ninguno otro deleyte nin ninguna consolaçion dexada ha a
ti la tu estraña fortuna, e aqueste don es el falcon tuyo del qual el
niño mio es tanto pagado que sy yo non gelo lievo temo que lo agravie
tanto en la enfermedat que tiene que despues le sigua cosa por la qual
lo pierda. E por esto yo te rruego non por el amor que tu me as al
qual tu de ninguna cosa eras tenido mas por la alta nobleza la cual en
usar cortesya eres mayor que ninguno otro mostrando que te deva plazer
de darmelo por que yo por este don pueda dezir de aver resçebido en
vida mi fijo e por ende avertelo he sienpre obligado. Fadrique oyendo
aquello que la dona le demandava e sentiendo que servir non le podia
por que a comer gelo avia dado, començo en presençia a llorar ante
que alguna palabra respondiese. La dueña veyendo el grand llanto quel
fazia, penso que del dolor de ver de sy partirle el buen falcon veniese
mas que de otras cosas quasy fue por dezir que non lo queria; mas
despues del llanto rrespondiendo Fadrique dixo asy: señora, despues
que a Dios plogo que en vos posiese mi amor en asaz me ha reputado la
fortuna contraria e some della dolido, mas todas son seydas ligeras
en respeto de aquello que ella me faze al presente por que con ella
jamas paz aver non devo pensando que vos aqui a la mi pobre casa
venida seades donde en tanto que rico fue venir desdeñastes, e de mi
un pequeño don queredes e ella me aya asi fecho quedar que vos lo non
puedo dar, e porque esto ser non puede vos dire breve mente: como yo
oy vy que vuestra merced comigo comer queria, aviendo rreguardado a
vuestra exçelençia e a vuestro valor reputé digna e conuenible cosa
que con mas cara vianda segund la mi posibilidad yo vos deviese onrrar
que con aquello que general mente por las otras presonas non se usa,
porque rrecordandome del falcon que me demandades e de la su bondad,
ser digno manjar de vos lo reputé e desta manera a el asado avedes
comido el qual yo por bien empleado rreputé, mas veyendo agora que en
otra manera lo deseavades me es asy grande duelo pues servir non vos
puedo que jamas paz non puedo dar. E esto dicho las plumas e los pies e
el pico le fizo en testimonio lançar delante, la qual cosa veyendo la
dona e oyendo primero lo retraxo por dar a comer a dona tan excelente
falcon e despues la grande nobleza de su coraçon la qual la pobreza,
non avia podido nin podia contrastar (e) mucho entre sy mesma lo loo.
Despues de quedada fuera de la esperança de aver el falcon por la salud
del fijo (e) entrada en pensamiento e rregraçiando mucho a Fadrique el
honor fecho e la su buena voluntad, toda malenconia en sy se partió e
torrnó al fijo, el qual por la malenconia quel falcon aver non podia e
por la enfermedad que mucho aquesto le deviese aver traydo non pasaron
muchos dias que con grand dolor de la madre de aquesta vida pasó, la
qual despues que llena de lagrimas e de amargura rrefrigerada algund
tanto, e seyendo muy rica quedada e aun(a) moça, muchas vegada[s] fue
de los hermanos costreñida a torrnar a casar. La qual aun que querido
non lo oviese mas veyendose aquexada e rrecordandose del valor de
Fadrique e de la su manifiçençia ultima, esto es de aver muerto un asi
maravilloso falcon por onrrar a ella, dixo a los hermanos: pues que
asy vos plaze que yo case aunque toda via de muy buena voluntad si vos
ploguiese syn maridar me estaría, mas sy a vosotros mas plaze que yo
marido tome por çierto yo jamas non tomaré ninguno sy non he a Fadrique
de Harbegin. De lo qual los hermanos faziendo burla dixieron: hermana,
qué es esto que tu dizes, como quieres tu aquel que non ha cosa del
mundo? A los quales ella rrespondio: hermanos mios, yo se bien que asi
es como vos otros dezides, mas yo quiero antes ombre que aya menester
riquezas que rriquezas que ayan menester ombre. Los hermanos oyendo el
coraçon e voluntad della e conosçiendo que Fadrique era ombre de mucho
bien aunque pobre, asi como ella queria a el con todas sus rriquezas
la dieron. El qual asy fecho la dona a quien tanto el amava por muger
avida e allende de aquesto verse muy rico en alegría con ella mejor e
mas sabio termino tovo e los años suyos acabó.

(Debo a mi querido amigo D. Ramón Menéndez Pidal la copia de esta
novela).

[18] _Las C no║velas de Juā Vocacio_ (portada en grandes letras
monacales).

(Al fin): _Aqui se acaban las Ciento novellas de Miçer juan bocacio,
poeta eloquete. Impreessas en la muy noble y muy leal cibdad de
Seuilla: por Meynardo ungut alemano y Stanislao polono cōpañeros. En
el año de nro. señor Mill quatrociētos noventa y seys: a ocho dias del
mes de noviembre._ (N.° 54 de la _Bibliografía ibérica del siglo XV_ de
Haebler.)

2.ª ed.

_Las C novelas de micer Juan Vocacio Florentino poeta eloquente. En
las quales se hallarā notables exemplos y muy elegante estilo. Agora
nuevamente ympressas corregidas y emendadas de muchos vocablos y
palabras viciosas._

(Al fin): _Aqui se acaban las cient novellas... Fueron impressas en la
Imperial cibdad de Tolledo, por Juan de Villaquiran impresor de libros.
A costa de Cosme damian. Acabose a viij del mes de Noviembre: Año del
nascimiento de nuestro Salvador y Redemptor Jesu Christo de mill y
quinientos y XX.iiij._

3.ª ed.

_Las cient novellas_...

(Colofon)... _Fueron impressas en la muy noble y leal villa de
valladolid. Acabose a veynte y quatro dias del mes de Março. Año de
nuestro Salvador y redemptor Jesu Christo de Mill y Quinientos y
treynta y nueve años._

4.ª ed.

_Las cient novellas_...

(Colofon)... _Fueron impressas en la muy noble villa de Median (sic)
del Campo: por Pedro de Castro impresor: a costa de Juā de espinosa
mercader de libros. A onze dias del mes de agosto de M. y D. XL. iij
años._

Además de los ejemplares citados en el texto, existe uno en la
Biblioteca Imperial de Viena.

5.ª ed.

_Las cient novellas_...

(Colofon)... _Aquí se acaban las cient nouellas de Micer Juan bocacio
poeta eloquente. Fueron impressas en la muy noble villa de Valladolid:
en casa de Juan de Villaquiran impresor de libros: a costa de Juan
espinosa. Acabosse a quinze dias del mes de Deziembre. Año de mil y
quinientos y cinquenta años._

Como muestra del estilo de esta traducción puede verse la novela del
_Fermoso escarnio de Tofano_ (4.ª de la jornada 7.ª, numerada 72 por
el traductor) que ha reimpreso el Sr. Farinelli (_Note_ pp. 105-107)
conforme al texto de la edicion de Burgos. El códice escurialense
termina precisamente con esta novela: «De como madona Guita, muger de
Cofano, pensando que oviese embriagado a su marido fue a casa de su
amante e alla fasta la media noche estovo, e de como Cofano cerro la
puerta por de dentro, e como torno su muger que non la quiso abrir. Et
de l' arte que ella fizo».

[19] Ed. de Medina del Campo, fol. CLXXIV vuelto:

          Parte te, amor, y vete al mi señor
        Y cuenta le las penas que sostengo
        Y como por su causa á muerte vengo
        Callando mi querer por gran temor...

(Está en la Novela XCV «de como una donzella se enamoro en Palermo del
rey don Pedro de Aragon, y como cayo en grande enfermedad por aquella
causa y como despues el rey la galardono muy bien».)


[20] Vid. la colección de Reusch _Die Indices Librorum Prohibitorum
des sechszehnten Jahrhunderts_ (tom. 176 de la Sociedad Literaria
de Stuttgart), p. 394. El _Decameron_ está puesto entre los libros
latinos. Entre los que se prohiben en romance están las novelas de Juan
Boccaccio (p. 437).

[21] En nuestras bibliotecas, aun en las menos conocidas, suelen
encontrarse raros ejemplares del _Decameron_. En la de las Escuelas
Pías de San Fernando (Madrid) recuerdo haber visto, hace años, la
auténtica de Florencia de 1527, que es una de las más apreciadas y de
las que han alcanzado precios más exorbitantes en las ventas.

[22] El _Decameron_ fue mirado siempre con indulgencia aun por los
varones más graves de nuestro siglo XVI. En un curioso dictamen que
redactó como secretario del Santo Oficio sobre prohibición de libros,
decía el gran historiador Jerónimo de Zurita: «En las novelas de Juan
Bocatio hay algunas muy deshonestas, y por esto será bien que se vede
la translacion dellas en romance sino fuese espurgándolas, _porque
las más dellas son ingeniosissimas y muy eloquentes_. (_Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos_, 1903, t. VII, pp. 220 y ss.)

[23] Sobre las imitaciones que Boccaccio hizo de Pedro Alfonso debe
consultarse un erudito y reciente trabajo de Letterio di Francia,
_Alcune novelle del Decameron illustrate nelle fonti_. (_Giornale
Storico della letteratura italiana_, t. XLIV, p. 23 y ss.)

[24] _Die Quellen des Dekameron, von Dr. Marcus Landau_ (2.ª ed.);
Stuttgart, 1884, p. 203.

Cf. mi _Tratado de los romances viejos_, t. II, pp. 425-426.

[25] Vid. _Tratado de los romances viejos_, t. II, p. 404. Corríjase la
errata _giornata terza_ en vez de _quarta_.

[26] El mismo Farinelli (p. 99) ha sorprendido en la otra novela
catalana del siglo XV _Curial y Guelfa_ una cita muy detallada de
la novela de Ghismonda y Guiscardo: «Recordats vos, senyora, de les
paraules que dix Guismunda de Tancredi a son pare sobre lo fet de
Guiscart, e de la descripcio de noblesa?...».

En la _Comedia de la Gloria de amor_ del comendador Rocaberti, en el
_Inferno dos namorados_ del portugués Duarte de Brito, y en otras
composiciones análogas, figuran Ghismonda y Guiscardo entre las parejas
enamoradas de trágica nombradía.

Á la celebridad de esta novela contribuyó mucho la traducción latina de
Leonardo Bruni de Arezzo (Leonardo Aretino), cuyos escritos eran tan
familiares á nuestros humanistas.

[27] Para esta imitación vid. el libro de miss Bourland, pp. 95-97.

[28] Véase principalmente el articulo de D. Emilio Cotarelo _Sobre el
origen y desarrollo de la leyenda de Los Amantes de Teruel_ (_Revista
de Archivos, Bibliotecas y Museos_, n. 5, mayo de 1903, pp. 343-377).
Miss Bourland, cuya tesis se publicó en 1905, llega por su parte á las
mismas conclusiones.

Á la numerosa serie de obras poéticas relativas á la historia de _Los
Amantes_ debe añadirse, y es una de las más antiguas, la _Silva sexta_
del poeta latino de Calatayud Antonio Serón (nacido en 1512). Falta,
en el tomo de sus versos que publicó D. Ignacio de Asso en Amsterdam
(_Antonii Seronis Bilbilitani Carmina_, 1781), pero está en otras
muchas composiciones suyas inéditas en el mismo códice de la Biblioteca
Nacional que sirvió á Asso para hacer su selección. Las noticias de la
vida de Serón alcanzan hasta 1567.

[29] «No quiero tratar aquí de lo que se dice del suceso tan sonado y
tan contado de Marcilla y Segura, que aunque no lo tengo por impossible
creo certissimamente ser fabuloso, pues no hay escritor de autoridad y
classico, ni aquellos Anales tantas veces citados con ser particulares
de las cosas de Teruel, ni otro Auctor alguno que dello haga mención;
si bien algunos Poetas le han tomado por sujeto de sus versos, los
quales creo que si hallaran en Archivos alguna cosa desto ó si en las
ruynas de la parroquial de San Pedro de Teruel (queriéndole reedificar)
se huviera hallado sepultura de marmol con inscripcion de estos
Amantes, no lo callaran».

(_Historias eclesiásticas y seculares de Aragón_... Tomo II. Zaragoza,
1619, lib. III, cap. 14.)

[30] Vid. _Noticias históricas sobre Los Amantes de Teruel por D.
Isidoro de Antillón_. Madrid, imp. de Fuentenebro, 1806. Este folleto,
tan convincente y bien razonado como todos los escritos históricos de
su autor, nada perdió de su fuerza con el hallazgo de otra «escritura
pública», fabricación del mismo Yagüe, que publicó en 1842 D. Esteban
Gabarda en su _Historia de los Amantes de Teruel_.

[31] Miss Bourland recuerda oportunamente este pasaje de Ricardo de
Turia en la loa que precede á su comedia _La burladora burlada_:

          La diversidad de asuntos
        Que en las loas han tomado
        Para pediros silencio
        Nuestros Terencios y Plautos,
        Ya contando alguna hazaña
        De César ó de Alejandro,
        Ya refiriendo novelas
        Del Ferrarés ó el Bocacio...

El _Ferrarés_ debe de ser Giraldi Cinthio. Un precioso ejemplo de este
género de _loas_ tenemos en la que precede á _La Rueda de la Fortuna_,
del doctor Mira de Amescua, donde está referido aquel mismo cuento de
Bandello que fue germen de la admirable comedia de Lope _El villano en
su rincón_.

[32] Las restantes son: _El llegar en ocasión_, _La discreta
enamorada_, _El servir con mala estrella_, _La boda entre dos maridos_,
_El exemplo de casadas_.

[33] _La | Zucca | del | Doni | En Spañol._

(Al fin): _In Venetia | Per Francesco | Marcolini | Il Mese d' Ottobre
| MDLI_.

8.º 166 pp. y 5 hs. sin foliar de índice. Con diez y seis grabados en
madera.

(Dedicatoria): _La Zuca del Doni de lengua Thoscana en Castellano_.

«Al Illustre Señor Juan Bautista de Divicii, Abbad de Bibiena y de San
Juan in Venere.

«Entre las virtudes (Illustre Señor) que a un hombre hazen perfeto
y acabado, una y muy principal, es el agradecimiento; porque por él
venimos á caber con todos, ganamos nuevas amistades, conservamos las
viejas, y de los enemigos hazemos amigos. Tiene tanta fuerza esta
virtud, que á los hombres cobardes haze muy osados en el dar, á los que
reciven regocijados en el pagar y á los avaros liberales. Buena cosa es
ser agradecido, y malísima ser ingrato...

«Siendo yo, pues, deudor por tantas partes á V. m. no he querido ser
de los que pagan luego (ó por mejor dezir), no he podido serlo, ni
tan poco de los que tardan en pagar, por no ser tachado de hombre
desconocido, ansi queriendo yo tener el medio, por no errar: suscedió
que estando con el Doni (hombre como V. m. sabe, agudo) venimos a
hablar de la Zucca, que él no ha muchos dias hizo estampar: roguele
que me embiase una, porque no havia provado calabaças este año;
él lo hizo como amigo, agradóme la materia o argumento del libro
(que sin dubda para entretener una conversacion un rato, es de los
buenos que he leido). Encarecisele tanto al Señor Conde Fortunato de
Martinengo, que él como deseoso de saber nuestro lenguaje, allende de
ser tan aficionado a la nacion española, me rogó con gran instancia
le traduxese, poniendo me delante la utilidad y probecho que de alli
redundaria á muchos que carescen de la lengua Italiana. Conoscida su
voluntad (aunque querria mas escreuir de mio si supiese que traduzirlo
de otros) le otorgué lo que me pidió; acordéme despues, que para
hombre que podia poco, este era el tiempo, lugar y coyuntura donde
podria mostrar la voluntad que tengo de servir a V. m. pagando en
parte lo que en todo no puedo, y así determiné dedicarle este pequeño
trabajo del traslado de la Zucca, dado que el original el Doni no le
haya consagrado a ninguno. Porque de mas de mostrar que reconozco la
deuda, la obra vaya más segura y amparada debaxo la sombra y favor
de V. m. y asi le suplico la reciva en servicio: que yo soy cierto
que le agradará, confiado de su ingenio y buen natural, y si no le
contentare, será más por el nombre que por lo que la calabaça contiene.
Está llena de muchas y provechosas sentencias, de muy buenos exemplos,
de sabrosos donaires, de apacibles chistes, de ingeniosas agudezas,
de gustosas boverias, de graciosos descuidos, de bien entendidos
motes, de dichos y prestezas bien dignas de ser sabidas, de manera que
por ella se puede decir: «so el sayal hay al». Lo que se ve paresce
cosa de burla, y de lo que no se paresce todo ó la maior parte es de
veras. Es un repertorio de tiempos, una red varredera que todos los
estados, oficios, edades recoge en sí. Finalmente es un Sileno de
Alcibiades, a todos avisa, con todos habla, de suerte que asi grandes
como pequeños, ricos y pobres, doctos y ignorantes, señores y los que
no lo son, viejos y moços, y en conclusion desde el Papa hasta el
que no tiene capa, sin sacar ninguno, pueden sacar desta Zuca tanto
çumo que salgan llenos, y la calabaça no quede menguada. Una cosa
quiero advertir a quien este librillo leerá, que la Zucca en el vulgar
italiano tiene tanta fuerza, que a penas se puede traduzir en otra
lengua con tanta. La razon es porque cada lengua tiene sus particulares
maneras de hablar, de manera que lo que suena bien en una, volviendo
lo en otra, palabra por palabra, suena mal. Como paresce por muchos
libros traduzidos en esta lengua de italiano, y en los que de latin y
griego se traduzen en castellano; pero, como el romance nuestro sea
tan conforme al Toscano, por ser tan allegado al latin, aunque en algo
difieran, no en todo. No dexo de confesar que la lengua Toscana no sea
muy abundante, rica y llena de probervios, chistes y otras sentenciosas
invenciones de hablar: las quales en nuestro castellano ninguna fuerza
tendrian. Como si dixesemos de uno que quieren ahorcar «han mandado los
alcaldes que le lleven a Fuligno». Esta palabra tiene dos sentidos, o
que le mandan yr a una ciudad, que se llama _Fuligno_, ó que le mandan
ahorcar _fune_, quiero dezir soga ó cordel, _ligno_, leño ó madero;
quien quisiere darle esta fuerza en castellano, temia bien qué hazer;
de manera que es menester que en algunas partes tomemos el sentido, y
lo volvamos en otras palabras, y no queramos ir atados a la letra como
los judios. Por lo qual han hecho muchos errores algunos interpretes.
Es averiguado (como paresce) que ni ellos entendian los originales, ni
sus traslados los que los leen, antes sé dezir que quedan embelesados,
paresciendoles que leen cosas encantadas y sin pies ni cabeça, a cuya
causa vienen a ser tenidos en poco los authores por aquellos que los
leen mal traduzidos, en otra lengua peregrina, allende que confunden
con palabras groseras el sentido que el author pretende y hazen una
disonancia tan grande, que despertarian la risa al más grave y saturno,
y sacarian de sus casillas al más sufrido que se hallase. Por éstos
se podría dezir: Habló el Buey y dixo mu. Quien quisiere experimentar
lo dicho lea la traducion del Boccacio y del Plutarco, Quinto Curcio
y otros muchos authores, de los quales por no ser prolíxo no hago
memoria. Algunas veces solia yo leer (estando en Hespaña) el Boccacio,
pero sin duda las más no acertava la entrada, y si acaso atinava, me
perdia por el libro, sin saber salir, digo que en una hora dava veinte
tropeçones, que bastavan confundir el ingenio de Platon. He usado
(Illustre señor) destos preámbulos y corolarios para venir a este
punto. Conviene a saber que mi intencion no ha sido en la traducion
deste libro llegarme mucho a la letra, porque la letra mata, mas antes
al spiritu, que da vida, sino es quando fuere menester. Desta manera,
yo fiador, que la calabaça no salga vana, ni los que la gustaren
vuelvan desagradados, ni mal contentos ó confusos. Pero dirá alguno:
«en fin es calabaça»; yo lo confieso, pero no por eso se ha de dexar de
comer de ella, que ni ella comida hará mal estomago ni el nombre ha de
poner miedo a ninguno. Escrito está que infinito es el número de las
calabaças, y segun mi opinion no hay hombre que no lo sea, pero esta es
la diferencia, que unos disimulan más que otros, y aun veemos muchas
vezes que en la sobrehaz algunos parescen y son tenidos por calabaças y
no lo son del todo, aunque (como he dicho) lo sean en algo. Todas las
cosas perfectas no son estimadas por de fuera. Naturaleza es tan sabia
y discreta que puso la virtud dellas debaxo de muchas llaves. Como
paresce en los cielos y en la tierra: en la qual veemos que los arboles
tienen su virtud ascondida, y asimesmo el oro, y los otros metales.
¿Qué diremos de las piedras preciosas, que se hazen en la mar? Pues lo
mesmo podremos dezir que acaesce entre los hombres: que los más sabios
tienen su prudencia más ascondida, aunque en lo exterior sean tenidos
por livianos. A éstos soy cierto que no les dará hastío la corteza de
la calabaça, antes se holgarán de tocarla, porque saben que leyendola
gozarán de los secretos interiores que debaxo de la corteça, o por
mexor dezir del nombre de calabaça están encerrados. Reciva pues V.
m. este pequeño presente de la Zucca, o calabaça, que por haberla el
Doni cortado fresca con el rocío de la mañana, temo que de mis manos
no salga seca y sin çumo. Verdad es que he trabajado de conservarla en
aquella frescura (ya que no he podido mejorarla) que el Doni la cortó
de su propio jardín. Ella va a buena coyuntura: e que segun me paresce
agora es tiempo de las calabaças en esta tierra, aunque en otras sea
en Setiembre. Pienso que tomará V. m. tanto gusto que perdonará parte
de la deuda en que estoy, y acceptará el presente en servicio... De
Venecia a XXV de Setiembre MD.LI».

[34] Gran parte de los chistes ó _cicalamentos_, _baias_ y _chacheras_
del Doni (nombres que el traductor conserva) están fundados en
proverbios ó tienden á dar su explicación, por lo cual figura este
libro en la erudita _Monografía sobre los refranes, adagios_, etc.,
del Sr. D. José María Sbarbi (1891), donde pueden verse reproducidos
algunos de estos cuentecillos (pp. 392-393). Entre ellos está el
siguiente, que á los bibliófilos nos puede servir de defensa cuando
parece que nos detenemos en libros de poco momento.

«No me paresce cosa justa (me dixo el Bice) que en vuestra _Librería_
hagais memoria de algunos authores de poca manera y poco credito; pero
yo le dixe: las plantas parescen bien en un jardín, porque aunque ellas
no valgan nada, a lo menos hazen sombra en el verano. Siempre debriamos
discurrir por las cosas deste mundo, por que tales cuales son siempre
aprovechan para algo, por lo qual suelen dezir las viejas: «No hay cosa
mala que no aproveche para algo».

[35] Con las novelas esparcidas en las varias obras del Doni (que
además hizo una imitación del _Calila_ y _Dimna_) intitulándola
_Filosofia Morale_ (Venecia, 1552), formó una pequeña colección el
erudito Bartolomé Gamba, á quien tanto debe la bibliografía de la
novelística italiana (Venecia, 1815). Otra edición algo más amplia de
estas novelas selectas hizo en Luca, 1852, Salvador Bongi, reimpresa
con otros opúsculos del Doni en la _Biblioteca Rara_ de Daelli: _Le
Novelle di Antonfrancesco Doni, già pubblicate da Salvatore Bongi,
nuova edizione, diligentemente rivista e corretta. Con l'aggiunta
della Mula e della Chiave, dicerie, e dello «Stufajolo», commedia, del
medesimo Doni._ Milán, Daelli, 1863.

[36] _Mondi celesti, terrestri, e infernali, de gli Accademici
Pellegrini. Composti dal Doni; Mondo piccolo, grande, misto, risibile,
imaginato, de' Pazzi, e Massimo, Inferno de gli scolari, de'
malmaritati, delle puttane e ruffiani, soldati e capitani poltroni,
Dottor_ (sic) _cattivi, legisti, artisti, de gli usurai, de' poeti e
compositori ignoranti. In Venetia. Appresso Domenico Farri. MD.LXXV_
(1575).

[37] _Horas de recreacion, recogidas por Ludovico Guicciardino,
noble ciudadano de Florencia. Traducidas de lengua Toscana. En que
se hallaran dichos, hechos y exemplos de personas señaladas, con
aplicacion de diversas fabulas de que se puede sacar mucha doctrina._
(Escudo del impresor.) _Con Licencia y Privilegio Real. En Bilbao, por
Mathias Mares, Impressor d' el señorio de Vizcaya. Año de 1586._ 8.º,
208 pp.

Censura de Lucas Gracián Dantisco: «Por mandado de los señores d' el
Real Consejo he visto este libro intitulado _Horas de Recreacion_ de
Ludovico Guicciardino, traduzidas de Italiano en Español, y le he
conferido con su original impresso en Venecia, y hallo que no tiene
cosa contra la fe, ni contra buenas costumbres, ni deshonesta, antes
para que vaya mas casta la letura le he testado algunas cosas que van
señaladas, y emendado otras, sin las quales lo demas puede passar, por
ser lectura apacible, y al fin son todos apotegmas y dichos gustosos,
y de buen exemplo para la vida humana, y puestas en un breve y
compendioso tratado... (Madrid, 4 de Julio de 1584.)

Licencia á _Juan de Millis Godinez impresor_ (hijo de Vicente) para
imprimir las _Horas de Recreacion, las quales el avia hecho traduzir_.
(Madrid, 17 de Julio de 1584.)

Dedicatoria: «A la muy illustre señora dona Ginesa de Torrecilla, muger
d' el muy Ilustre señor Licenciado Duarte de Acuña, Corregidor d' el
señorio de Vizcaya, Vicente de Millis Godinez, traductor de esta obra».

No hay duda que esta edición es la primera, por lo que dice en la
dedicatoria: «y pareciéndome que para sacarle _esta primera vez á luz
en nuestra lengua vulgar_ tenia necessidad assi él como yo de salir
debaxo d' el amparo de quien las lenguas de los maldicientes estuviesen
arrendadas, lo quise hazer assi, por lo cual le dedico y le ofrezco á
V. m.».

Es libro raro como todos los impresos en Bilbao en el siglo XVI.

Sobre la familia de los Millis, que tanta importancia tiene en nuestros
anales tipográficos, ha recogido curiosas noticias D. Cristóbal
Pérez Pastor en su excelente monografía sobre _La Imprenta en Medina
del Campo_ (Madrid, 1895). Eran oriundos de Tridino, en Italia, y
estuvieron dedicados al trato y comercio de libros en Lyón y Medina
del Campo simultáneamente. Guillermo de Millis, el que podemos llamar
patriarca de la dinastía española, empieza á figurar en Medina como
librero en 1530, como editor en 1540 y como impresor en 1555. Hijo
suyo fué Vicente de Millis, librero é impresor como su padre, aunque
con imprenta pobre y decadente, que fué embargada por deudas en 1572.
Tal contratiempo le obligó á trasladarse á Salamanca, donde trabajó
en la imprenta de los hermanos Juntas, á quienes debió de seguir á
Madrid en 1576. Allí parece que mejoró algo de fortuna, imprimiendo por
cuenta propia algunos libros. Presumía de cierta literatura, puesto
que además de las obras de Guicciardino y Bandello llevan su nombre
_Los ocho libros de los inventores de las cosas_ de Polidoro Virgilio,
pero lo que hizo fué apropiarse casi literalmente la traducción que
Francisco Thamara había hecho del mismo tratado (Amberes, 1550)
expurgándola algo. De la que tiene el nombre de Millis no he manejado
edición anterior á la de Medina del Campo de 1599, pero de sus mismos
preliminares resulta que estaba traducida desde 1584. El privilegio de
esta obra, lo mismo que el de las _Horas de Recreación_, está dado á
favor de _Juan Millis Godinez impressor_, que por lo visto disfrutaba
de situación más bonancible que su padre. Aparece como impresor en
Salamanca, en Valladolid y en Medina del Campo hasta 1614. Á la misma
familia perteneció el acaudalado librero de Medina Jerónimo de Millis,
editor del _Inventario_ de Antonio de Villegas en 1577.

[38] Añádanse _La mayor victoria_, _El mayordomo de la Duquesa de
Amalfi_, _Los bandos de Sena_, _La quinta de Florencia_, _El desdén
vengado_, _El perseguido_ y alguna otra.

[39] Una de las más apreciables ediciones de las novelas de Bandello
fue hecha por un español italianizado, Alfonso de Ulloa, editor y
traductor ambidextro. _Il primo volume del Bandello novamente corretto
et illustrato dal Sig. Alfonso Ulloa. In Venetia, appresso Camillo
Franceschini MDLVI_, 4.º. Del mismo año son los volúmenes segundo y
tercero.

[40] _Historias tragicas exemplares sacados de las obras del Bandello
Verones. Nueuamente traduzidas de las que en lengua Francesa adornaron
Pierres Bouistau, y Francisco de Belleforet. Contienense en este libro
catorze historias notables, repartidas por capitulos. Año 1589. Con
Privilegio Real. En Salamāca, por Pedro Lasso impressor. A costa de
Iuan de Millis Godinez._ 8.º, 10 hs. prls. sin foliar, y 373 pp.

Tasa-Summa del Privilegio: «a Juan de Millis Godinez, vezino de
Medina del Campo, para que por tiempo de diez años... él y no otra
ninguna persona pueda hazer imprimir la primera parte de las Historias
Trágicas»... (18 de Setiembre de 1584). Aprobación de Juan de Olave:
«no hallo en él cosa que offenda a la religión catholica, ni mal
sonante, antes muchos y muy buenos exemplos y moralidad, fuera de
algunas maneras de hablar algo desenvueltas que en la lengua Francesa
(donde está mas estendido) deven permitirse, y en la nuestra no suenan
bien, y assi las he testado, y emendado otras».

_A. D. Martin Idiaquez, Secretario del Consejo de Estado del Rey
nuestro señor_ (dedicatoria):

«Considerando pues el Bandello, natural de Verona (N del A.: Es error:
Bandello nació en Castelnuovo en el Piamonte, y por su educación fué
lombardo.), author grave, el fruto, y riquezas que se pueden grangear
de la historia... recogio muchas y muy notables, unas acontecidas en
nuestra edad y otras poco antes, queriendo en esto imitar a algunos
que tuvieron por mejor escrevir lo succedido en su tiempo, y debaxo
de Principes que vieron, que volver a referir los hechos antiguos.
Lo qual haze con toda llaneza y fidelidad, sin procurar afeytes ni
colores rethoricos, que nos encubran la verdad de los succesos; y
destas escogi catorce, que me parecieron a proposito para industriar y
disciplinar la juventud de nuestro tiempo en actos de virtud, y apartar
sus pensamientos de vicios y peccados, y parecio me traduzirlas en la
forma y estilo que estan en la lengua Francesa, porque en ella Pierres
Bovistau y Francisco de Belleforest las pusieron con más adorno, y en
estilo muy dulce y sabroso, añadiendo a cada una un sumario con que las
hazen más agradables y bien recebidas de todos»... (De Salamanca, en
ocho de Julio 1589).

_Al lector_... «Me pareció no seria razon que la nuestra (lengua)
careciesse de cosa de que se le podia seguir tanto fruto, mayormente
que no hay ninguna vulgar en que no anden, y assi las recogi, añidiendo
o quitando cosas superfluas, y que en el Español no son tan honestas
como devieran, attento que la Francesa tiene algunas solturas que acá
no suenan bien. Hallarse han mudadas sentencias por este respeto, y las
historias puestas en capitulos porque la letura larga no canse»...

_Erratas.--Tabla de las Historias que se contienen en esta obra._

Historia primera. «De como Eduardo tercero Rey de Ingalaterra se
enamoró de la Condesa de Salberic, y como despues de averla seguido por
muchas vias se vino á casar con ella».

H. 2.ª «De Mahometo Emperador Turco, tan enamorado de una griega, que
se olvidaba de los negocios del imperio, tanto que se conjuraron sus
vassallos para quitarle el estado. Y cómo advertido mandó juntar los
Baxas y principales de su corte, y en su presencia él mismo le cortó la
cabeça, por evitar la conjuracion».

H. 3.ª «De dos enamorados, que el uno se mató con veneno y el otro
murió de pesar de ver muerto al otro». (Es la historia de Julieta y
Romeo.)

H. 4.ª «De una dama piamontesa, que aviendola tomado su marido en
adulterio la castigó cruelmente».

H. 5.ª «De como un cavallero valenciano, enamorado de una donzella,
hija de un official particular, como no pudiesse gozarla sino por via
de matrimonio, se casó con ella, y despues con otra su igual, de que
indinada la primera se vengó cruelmente del dicho cavallero».

H. 6.ª «De como una Duquesa de Saboya fue accusada falsamente de
adulterio por el Conde de Pancaller su vassallo. Y como siendo
condenada a muerte fue librada por el combate de don Juan de Mendoça
caballero español. Y como despues de muchos successos se vinieron los
dos á casar».

H. 7.ª «De Aleran de Saxonia y de Adelasia hija del Emperador Otton
tercero. Su huyda a Italia, y como fueron conocidos y las casas que en
Italia decienden dellos».

H. 8.ª «De una dama, la qual fue accusada de adulterio, y puesta y
echada para pasto y manjar de los leones, y como fue librada, y su
innocencia conocida, y el accusador llevó la pena que estava aparejada
para ella».

H. 9.ª «De la crueldad de Pandora, dama milanesa, contra el propio
fruto de su vientre, por verse desamparada de quien le avia engendrado».

H. 10.ª «En que se cuenta la barbara crueldad de un cavallero Albanes,
que estando en lo último de su vida mató a su muger, temiendo que
él muerto gozaria otro de su hermosura, que era estremada. Y como
queriendo tener compañia a su muger, se mató en acabandola de matar a
ella».

H. 11.ª «De un Marques de Ferrara que sin respeto del amor paternal
hizo degollar a su propio hijo, porque le halló en adulterio con su
madrastra, a la qual hizo tambien cortar la cabeça en la cárcel». (Es
el argumento de _Parisina_ y de _El Castigo sin venganza_.)

H. 12.ª «En que se cuenta un hecho generoso y notable de Alexandro de
Medicis, primero Duque de Florencia; contra un cavallero privado suyo,
que aviendo corrompido la hija de un pobre molinero, se la hizo tomar
por esposa; y que la dotasse ricamente».

H. 13.ª «De Mengublo Lercaro genovés; el qual vengó justamente en el
Emperador de Trapisonda el agravio que avia recebido en su corte. Y
la modestia de que usó con el que le avia offendido, teniendole en su
poder».

H. 14.ª «En que se cuenta como el señor de Virle, estuvo mudo tres
años; por mandado de una dama a quien servia, y como al cabo se vengó
de su termino».

Las dedicatorias de cada una de las novelas, parte esencialísima de la
obra de Bandello, que manifiestan el carácter histórico de la mayor
parte de sus relatos, faltan en esta versión, como en la de Belleforest.

[41] De Giraldi procede tambien otra comedia de Lope, _Servir a señor
discreto_.

[42] _Primera parte de las Cien Novelas de M. Ivan Baptista Giraldo
Cinthio: donde se hallaran varios discursos de entretenimiento,
doctrina moral y politica, y sentencias, y avisos notables. Traducidas
de su lengua Toscana, por Luys Gaytan de Vozmediano. Dirigidas á don
Pedro Lasso de la Vega, señor de las villas de Cuerva y Batres y los
Arcos._ (Escudo del Mecenas). _Impresso en Toledo por Pedro Rodriguez,
1590. A costa de Iulian Martinez, mercader de libros._

Las señas de la impresión se repiten al fin.

4.º, 288 hs.

Privilegio al traductor, vecino de Toledo, por ocho
años.--Dedicatoria.--Prólogo al lector.--Aprobación de Tomás Gracián
Dantisco.--Canción del Maestro Cristóbal de Toledo.--Estancias
del Maestro Valdivielso.--Soneto del Licenciado Luis de la
Cruz.--Texto.--Tabla sin foliar.--Nota final.

Esta traducción comprende sólo la introducción y las dos primeras
décadas: en total treinta cuentos ó _exemplos_, como el traductor los
llama. No abarca, por consiguiente, toda la primera parte italiana,
que llega hasta la quinta década inclusive. Algunos pasajes están
expurgados y una de las novelas sustituida con otra de Sansovino. Los
versos entretejidos en la prosa se traducen en verso.

Copiaré lo más sustancial del _prólogo al lector_, porque contiene
varias especies útiles, y el libro es muy raro:

«Lo mesmo entiendo que debio de considerar Juan Baptista Giraldo
Cinthio, quando quiso componer esta obra, el qual viendo que si
escrevia historia sola como la que hizo de Ferrara, no grangearia
sino las voluntades de aquellos pocos que le son afficionados, y si
cosas de Poesia, como el Hercules en estancias, algunas tragedias,
y muchos sonetos y canciones que compuso, no gustarian dello sino
los que naturalmente se inclinan a leerlo, quiso escrevir estas cien
Novelas, con que entendio agradar generalmente a todos. A los amigos
de historia verdadera con la que pone esparcida por toda la obra, a
los afficionados a Philosophia con el Dialogo de Amor que sirve de
introducion en esta primera parte, y los tres dialogos de la vida civil
que estan al principio de la segunda, a los que tratan de Poesia con
las canciones que dan fin a las Decadas, y a los que gustan de cuentos
fabulosos con ciento y diez que cuentan las personas que para esto
introduce, pues en todos ellos debe de haver muy pocos verdaderos,
puesto que muy conformes a verdad y a razon, exemplares y honestos.
Honestos digo, respecto de los que andan en su lengua, que para lo que
en la nuestra se usa no lo son tanto que se permitieran imprimir sin
hacer lo que se ha hecho, que fue quitarles lo que notablemente era
lascivo y deshonesto. Para lo qual uvo necessidad de quitar clausulas
enteras, y aun toda una novela, que es la segunda de la primera
Decada, en cuyo lugar puse la del Maestro que enseña a amar, tomada de
las ciento que recopiló el Sansovino. Esto y otras cosas semejantes
hallará quitadas y mudadas el que confiriere la traduzion con el
original, especialmente el Saco de Roma que se quitó por evitar algunos
inconvenientes que pudieran seguirse de imprimirle. No quise poner en
esta primera parte mas de veynte novelas, y la introducion con sus diez
exemplos, viendo que hazen bastante volumen para un libro como este que
por ser para todos ha de ser acomodado en el precio y en el tamaño.
Moviome a sacarle a luz el ser de gusto y entretenimiento, y ver que no
ay en nuestra lengua cosa deste subjeto que sea de importancia, pues
son de harto poca los que llaman _entretenimientos de damas y galanes_,
y pesavame que a falta de otros mejores los tomasse en las manos quien
alcançó a ver las Novelas de Juan Bocacio que un tiempo anduvieron
traduzidas, pues va de uno a otro lo que de oro terso y pulido a hierro
tosco y mal labrado. Aora tambien han salido algunas de las historias
trágicas traduzidas de frances, que son parte de las Novelas del
Vandelo autor italiano, y no han parecido mal. A cuya causa entiendo
que ya que hasta aora se ha usado poco en España este género de libros,
por no aver començado a traduzir los de Italia y Francia, no solo avrá
de aqui adelante quien por su gusto los traduzga, pero será por ventura
parte el ver que se estima esto tanto en los estrangeros, para que los
naturales hagan lo que nunca han hecho, que es componer Novelas. Lo
qual entiendo harán mejor que todos ellos, y mas en tan venturosa edad
qual la presente, en que como vemos tiene nuestra España, no un sabio
solo como los Hebreos a Salomon, ni dos como los Romanos, conviene
a saber Caton y Lelio, ni siete como los Griegos, cuyos nombres son
tan notorios, sino millares dellos cada ciudad que la illustran y
enriquezen. Entretanto yo que he dado principio a la traduzion de esta
obra del Giraldo la yre prosiguiendo hasta el fin, si viere que se
recibe con el gusto y aplauso que el ingenio de su auctor pide, y mi
trabajo y voluntad merecen».

[43] _Primera y segunda parte del honesto y agradable entretenimiento
de damas y galanes, compuesto por Ivan Francisco Carvacho, Cavallero
Napolitano. Traduzido de lengua Toscana, en la nuestra vulgar, por
Francisco Truchado, vezino de la ciudad de Baeça. Con Privilegio. En
Madrid, por Luys Sanchez: Año M.D.XCVIII. A costa de Miguel Martinez,
mercader de libros._

8.º, 8 hs. prls. 287 pp.

Tassa.--Erratas.--Privilegio.--Dedicatoria.--Al discreto y prudente
lector: «No os maravilleis, amigo Lector, si á caso huvieredes leydo
otra vez en lengua Toscana este agradable entretenimiento, y agora le
hallasedes en algunas partes (no del sentido) diferente: lo que hize
por la necessidad que en tales ocasiones se deve usar, pues bien sabeis
la diferencia que hay entre la libertad Italiana y la nuestra, lo qual
entiendo será instrumento para que de mí se diga que por emendar faltas
y defetos agenos saco en público los mios; por tanto (prudentissimo
Letor) suplico os los corrijays, y amigablemente emendeys, porque mi
voluntad y deseo fue de acertar con la verdadera sentencia, y ponerlo
en estilo más puro y casto que me fue possible, y que vos escardando
estas peregrinas plantas, cogiessedes dellas sus morales y virtuosas
flores, sin hazer caso de cosas que sólo sirven al gusto. Atrevime
tambien a hermosear este honesto entretenimiento de damas y galanes,
con estos ultimos y agenos versos de divino juyzio compuestos. Y
usar de diferente sentido, no menos gustoso y apacible que el suyo
propio, porque assi convino, como en la segunda parte deste honesto
entretenimiento vereys».

(Estos versos, que por lo visto no pertenecen á Truchado, y son por
cierto detestables, sirven para sustituir á los enigmas del original,
que ofrecen casi siempre un sentido licencioso.)

Soneto de Juan Doncel.

No tengo ni he visto más que el primer tomo de esta edición.

--_Primera parte del honesto y agradable entretenimiento_... (ut
supra). _Con licencia. En Pamplona, en casa de Nicolás de Assiayn,
Impressor del Reyno de Navarra. Año 1612. A costa de Iuan de Bonilla,
Mercader de libros._

8.º, 203 pp.

Aprobación de Fr. Baltasar de Azevedo, de la Orden de San Agustin (4
de Septiembre de 1612).--Erratas.--Licencia y Tassa.--_Al discreto y
prudente lector_ (prólogo).--Soneto de Gil de Cabrera.

--_Segunda parte_... Pamplona, Nicolás de Assiayn, 1612.

8.º, 4 hs. prls., 203 foliadas y una en que se repiten las señas de la
edición. Los preliminares son idénticos, salvo el soneto, que es aquí
el de Juan Doncel y no el de Gil de Cabrera.

[44] Es muy verosímil que las _Historias prodigiosas_ se imprimiesen
por primera vez en Sevilla, donde tenía su establecimiento tipográfico
Andrea Pescioni. Pero no encuentro noticia alguna de esta edición, y
sólo he manejado las dos siguientes:

--_Historias prodigiosas y maravillosas de diversos svcessos acaescidos
en el mundo. Escriptas en lengua Francesa, por Pedro Bouistau, Claudio
Tesserant, y Francisco Belleforest. Traducidos en romance Castellano,
por Andrea Pescioni, vezino de Seuilla. Dirigidas al muy Illustre
señor Licenciado Pero Diaz de Tudanca, del Consejo de su Magestad, y
Alcalde en la su casa y Corte. Con Privilegio. En Medina del Campo.
Por Francisco del Canto. A costa de Benito Boyer, mercader de libros.
MD.LXXXVI._

8.º, 391 folios.

Aprobación de Tomás Gracián Dantisco (Madrid, 10 de Noviembre
de 1585).--Privilegio á Andrea Pescioni por seis años (Monzón,
29 de Noviembre 1585).--Dedicatoria.--_Al cristiano lector_
(prólogo).--Texto-Tabla de capítulos.--Tabla alfabética de todas las
cosas más señaladas.--Catálogo de los autores citados.--Fe de erratas.

--_Historias prodigiosas_... _Con licencia. En Madrid, por Luis
Sanchez. Año 1603. A costa de Bautista Lopez, mercader de libros._

8.º, 8 hs. prls., 402 pp. dobles y 5 hs. más sin foliar para la tabla.

Tasa (Valladolid, 19 de Julio 1613).

Aprobación de Gracián Dantisco.--Erratas.--Licencia (Valladolid, 15 de
Mayo de 1603).--Dedicatoria y prólogo, lo mismo que en la primera, de
la cual ésta es copia exacta.

En el prólogo dice Pescioni:

«Algunos años ha que vi la primera parte de aquestas _Historias
Prodigiosas_, que en lengua Francesa escrivio el docto y ilustre varon
Pedro Bouaistau, señor de Launai, y me parecio obra que merecia estar
escrita en los coraçones de los fieles: porque con singular erudicion,
y con vivos y maravillosos exemplos nos enseña y dotrina; y luego me
dio voluntad de traduzirla y por entonces no pude poner en execucion mi
desseo, porque hallé que aquel libro estava imperfeto y defetuoso de
algunas hojas, de que avia tenido culpa la ignorancia de alguno, que
por no aver conocido aquella joya se las avia quitado, para desflorarla
de algunas pinturas y retratos que en el principio de cada capitulo
tenia, que la curiosidad del autor avia fecho retratar, para con mayor
facilidad representar a los ojos de los letores las Historias y casos
que en ellas se contenian: de que recibi no pequeño desgusto, y procuré
que de Francia me fuesse traydo otro de aquellos libros, y se passaron
muchos meses antes que huviesse podido conseguir mi intento; pero con
la mucha diligencia y cuydado que en ello puse, le consegui, y aun
aventajadamente, porque me fue traydo el original de que he sacado
aquesta mi traducion, que no sólo lo fue de aquella obra que tanto
avia deseado, mas aun tuvo añadidas otras tres partes que tratan del
mismo sugeto, que han escrito dos eruditos varones, quales son Claudio
Tesserant y Francisco Belleforest...

«En el traduzir no he guardado el rigor de la letra, porque como cada
lengua tenga su frasis, no tiene el de la una buena consonancia en la
otra; sólo he procurado no apartarme del sentido que tuvieron los que
lo escrivieron, y aun en aquesto he excedido en algunos particulares
casos, porque dizen algunas cosas que en aquesta lengua no fueran
bien recebidas, y por la misma causa he cercenado algunas dellas.
Tambien he dilatado otras algunas, por hazerlas más inteligibles,
que estavan cortas, porque el original las suple con los retratos de
las figuras que en él estan debuxadas, y en esta traducion no se han
podido estampar _por la carestia assi del artifice como de la obra.
Assimismo he encubierto y dissimulado algunos nombres de personas que
en el discurso de aquesta obra se citan, por no ser catolicos_, que mi
intento ha sido que no haya cosa con que las orejas de los pios puedan
ser ofendidas: aunque bien se conoce que el mismo intento tuvieron los
autores originarios de aquestas historias, _mas en su natural patria
les es concedido más libertad, debaxo de ser catolicos_»...

Al fin añadió el traductor tres _historias_ de su cosecha:

Cap. I: «De un monstruo que el año de mil y quinientos y cincuenta y
cuatro nacio en la villa de Medina del Campo».

Cap. II: «De un monstruo que el año 1563 nacio en Jaen». (Esta
historia, verdaderamente monstruosa, de un sacerdote sacrílego recuerda
la manera de los cuentos anticlericales que Fr. Anselmo de Turmeda
intercaló en su _Disputa del Asno_.)

Cap. III: «De un prodigio que el año 1579 se vio en Vizcaya, cerca de
la villa de Bermeo».

Además intercala en el texto alguno que otro párrafo suyo, por ejemplo
éste (fol. 54 de la edición de Madrid), al tratar de ciertos peces
voladores:

«Uno de aquestos mismos pescados monstruosos, ó particular especie
de voladores, he visto yo el traductor de aqueste libro en el museo
de Gonçalo Argote de Molina, ilustre cavallero de aquesta ciudad de
Sevilla y veynteiquatro de ella, provincial de la Santa Hermandad de
la provincia del Andaluzia, que tiene de muchos libros raros y otras
varias curiosidades; el qual despues presentó a Mateo Vazquez de Leca,
secretario de la Magestad del Catolico Rey don Felipe nuestro señor,
único protector de los virtuosos».

Ocasionalmente traduce algunos versos de Virgilio, Horacio y Lucano, y
también algunos de Ronsard (pp. 254, 255, 384, 395), de _Boyssiero_ (p.
388) y de otro poeta francés (en lengua latina) cuyo nombre no expresa
(p. 292). Estas versiones no son inelegantes, como puede juzgarse por
estas dos cortísimas muestras del «famoso poeta Pedro Ronsardo, en
algunos de sus graves versos que escribió, abundosos de admirables
sentencias»:

          El valeroso padre siempre engendra
        Al hijo imitador de su grandeza,
        Y assi por solo el nombre de la raza
        Es el joven caballo apetecido,
        Y el podenco sagaz sigue al venado
        Sólo imitando a sus progenitores,
        Que es cosa natural el heredarse
        De los padres los vicios y virtudes.

               *       *       *       *       *

          Los malos acarrean en la tierra
        Pestes, hambres, trabajos y tormentos,
        Y causan en el aire mil rumores,
        Para con el estruendo amedrentarnos,
        Y vezes hay nos fingen a la vista
        Dos Soles, o la Luna escura y negra,
        Y hazen que las nubes lluevan sangre,
        Y que horrendos prodigios se nos muestren.

Andrea Pescioni, sin duda oriundo de Italia, empieza á figurar en
Sevilla como editor por los años de 1572, dando trabajo á las prensas
de Juan Gutiérrez y Álvaro Escribano, que estamparon á su costa
algunos libros, entre ellos el Solino, _De las cosas maravillosas del
mundo_, traducido por Cristóbal de las Casas (1573). En 1581 tenía ya
imprenta propia, de la cual salieron una porción de libros que hoy son
joyas bibliográficas, como el _Libro de la Montería_ de Alfonso XI y
el _Viaje ó Itinerario_ de Ruy González de Clavijo en su embajada al
Gran Tamerlán, publicados uno y otro por Argote de Molina; la _Crónica
del Gran Capitán_, los _Diálogos_ de Bernardino de Escalante, varias
colecciones poéticas de Juan de la Cueva, Joaquín Romero de Cepeda,
Pedro de Padilla, y el rarísimo tomo que contiene _Algunas obras de
Fernando de Herrera_. Desde 1585 Pescioni aparece en sociedad con Juan
de León. Hasta 1587 se encuentra su nombre en portadas de libros.

Vid. Escudero y Peroso, _Tipografia Hispalense_ (Madrid, 1894), p. 33,
y Hazañas y la Rua, _La Imprenta en Sevilla_ (Sevilla, 1892), pp. 82-84.

[45] Capítulos XXXIV de la primera parte de la _Silva_, XV, XXIX, XXXI
y XXXIII de la _Silva_.

[46] «Cosa muy contraria a la comun orden de naturaleza, y por esto yo
no la creo». (Cap. XI de la tercera parte de la _Silva_.)

[47] Cap. XXIII de la primera parte de la _Silva_: _Del admirable nadar
de un hombre, de do parece que tuvo origen la fabula que el pueblo
cuenta del pece Nicolao_»...

«Desde que me sé acordar, siempre oí contar a viejas no sé qué cuentos
y consejas de un pece Nicolao, que era hombre y andaba en la mar... Lo
qual siempre lo juzgué por mentira y fabula como otras muchas que asi
se cuentan... Y en el caso presente he creydo que esta fabula que dicen
del pece Nicolao trae su origen, y se levantó de lo que escriven dos
hombres de mucha doctrina y verdad: el uno es Joviano Pontano, varon
dotissimo en letras de humanidad, y singular poeta y orador, segun
sus libros lo testifican. Y el otro Alexandro de Alexandro, excelente
jurisconsulto y muy docto tambien en humanas letras, el qual hizo un
libro llamado _Dias geniales_, que contiene muy grandes autoridades»...

[48] Caps. XLIV y XLV de la primera parte de la _Silva_ y XXVII de la
tercera: «en el qual se trata y determina en qué parte y signo del
Zodiaco se hallaba el Sol en el instante de su creacion, y assi la Luna
y otros planetas, y qué principio fue el del año y de los tiempos, y en
qué parte de nuestro año de agora fue aquel comienço».

[49] Caps. XXII de la cuarta parte, XIX, XX y XXI de la tercera.

[50] Cap. XLIII de la segunda parte: «De una muy subtil manera que tuvo
Archimedes para ver cómo un platero avia mezclado plata en una corona
de oro y quanta cantidad, sin deshazer la corona. Y otras algunas cosas
deste notable varón».

La principal fuente de este capítulo es Vitruvio en el libro sexto de
su _Tratado de arquitectura_.

[51] Cap. XII de la segunda parte: «Do se cuentan algunas cosas muy
extrañas, que se hallaron en montes y piedras, que parece aver quedado
desde el diluvio general, o a lo menos su causa es muy obscura y
incognita».

[52] Parte primera. Cap. XX: «De la extraña y fiera condicion de Timon
ateniense inimicissimo de todo el género humano, de su vida quál era,
y dónde y cómo se mandó enterrar». Es muy verosímil que este capítulo,
traducido al inglés en el _Palace of Pleausere_ de Painter (_Of the
straunge and beastlie nature of Timon of Athens, ennemie to mankinde,
with his death, buriall and epithafe_), sea la verdadera fuente del
_Timon de Atenas_ de Shakespeare, más bien que la _Vida de Marco
Antonio_ por Plutarco.

Cap. XXVII: «De la extraña condicion y vida de Diógenes Cinico
philosopho, y de muchas sentencias notables suyas, y dichos, y
respuestas muy agudas y graciosas».

Cap. XXXIX: «De la estraña opinion y condicion de dos philosophos, uno
en llorar y otro en reyr, y por qué lo hazian, y otras cosas dellos».

Parte segunda. Cap. XXVIII: «Del excelentissimo capitan y muy poderoso
rey el gran Tamorlan, de los reynos y provincias que conquistó, de su
disciplina y arte militar».

Cap. XXIX: «De los extraños y admirables vicios de Heliogabalo,
Emperador que fue de Roma, y de sus excesos y prodigalidades
increybles».

Parte primera. Cap. XIII: «De qué linaje y de qué tierra fue Mahoma, y
en qué tiempo començó su malvada seta, que por pecado de los hombres
tan extendida está por el mundo».

Parte cuarta. Caps. X y XI: «Historia de los siete sabios de Grecia».

[53] Parte tercera. Cap. XXIV: «En que se contiene la hystoria de una
gran crueldad que usó Alboyno Rey de los Longobardos con Rosimunda
su muger, y la extraña manera y maldad con que se vengó ella del mal
sucesso que ella y los que fueron con ella uvieron».

[54] Parte primera. Cap. IX: «De una muger que andando en abitos de
hombre alcançó a ser sumo Pontífice y papa en Roma, y del fin que uvo,
y de otra muger que se hizo Emperador, y lo fue algun tiempo». Esta
patraña, que se encuentra en todas las ediciones de la _Silva_ hasta la
de Lyon, 1556, que es la que manejo, desapareció en las del siglo XVII.
Fue expurgada también en muchos ejemplares del _Libro de Juan Bocacio
que tracta de las ilustres mujeres_, del cual existen, por lo menos,
dos ediciones góticas en lengua castellana.

[55] Entre los cuentos tomados de las _Noches Áticas_, algunos, como
el del león de Androcles, habían sido utilizados ya por Fr. Antonio
de Guevara. De Aulo Gelio procede también la anécdota del litigio
de Evathlo, tan popular en las antiguas escuelas de dialéctica y
jurisprudencia. «De un pleyto que huvo entre un discipulo y su maestro
tan subtil y dudoso, que los jueces no supieron determinarlo, y queda
la determinacion al juyzio del discreto lector». (Parte primera. Cap.
XVIII)

[56] Caps. XVII, XVIII y XIX de la parte segunda de la _Silva_.

[57] Parte segunda. Cap. XI. «De un notable trance y batalla que uvo
entre dos cavalleros castellanos, en el qual acaescio una cosa muy
notable pocas vezes vista».

[58] Parte tercera. Cap. XXV. «De un muy hermoso engaño que una reyna
de Aragon hizo al Rey su marido, y como fue engendrado el Rey D. Jayme
de Aragon su hijo».

En el cap. VIII, parte primera, «Sobre los inventores de la
artillería», cita un libro probablemente apócrifo pero muy anterior,
como se ve, á Fr. Prudencio de Sandoval que con frecuencia le alega.
«En la corónica del rey don Alonso que ganó a Toledo escrive don Pedro
Obispo de Leon, que en una batalla de mar, que huvo entre el armada del
rey de Tunez y la del rey de Sevilla, moros, a quien favorecia el rey
don Alonso, los navios del rey de Tunez trayan ciertos tiros de hierro
o lombardas con que tiravan muchos truenos de fuego; lo qual si assi
es, devia de ser artilleria, aunque no en la perfeccion de agora, y ha
esto más de quatrocientos años».

[59] _Los ocho libros de Polidoro Vergilio, ciudadano de Urbino, de los
inventores de las cosas. Nuevamente traducido por Vicente de Millis
Godinez, de Latin en Romance, conforme al que Su Sanctidad mandó
emendar, como por el Motu proprio que va al principio parece. Con
privilegio real, en Medina del Campo, por Christoval Lasso Vaca. Año
M.D.LXXXXIX._ 4.º.

De la popularidad persistente de este que pudiéramos llamar manual
del erudito á la violeta en el siglo XVI dan testimonio, en España,
el ridículo poema de Juan de la Cueva, _De los inventores de las
cosas_, en cuatro libros y en verso suelto; el _Suplemento á Virgilio
Polidoro_, que tenía hecho aquel estudiante que acompañó á D. Quijote
á la cueva de Montesinos, declarando por muy gentil estilo cosas de
gran sustancia, que el autor _De rerum inventoribus_ se había dejado
en el tintero, y la _República Literaria_ de Saavedra Fajardo, en
que Polidoro es uno de los guías del autor por las calles de aquella
república, juntamente con Marco Terencio Varrón.

[60] Parte cuarta. Cap. XXI. «De quan excelente capitan fue Castrucho
Astracano, su estraño nacimiento y sus grandes hazañas, y como acabó».

Al fin dice: «Leonardo de Arecio, y Blondo, y sant Antonino, y
_Machabello_ (a quien yo más he seguido) lo escriven, a ellos me
remito».

[61] Parte cuarta. Cap. XX. «En el qual se cuenta una conjuracion muy
grande, y subito alboroto acaecido en la ciudad de Florencia, y las
muertes que en ella por él se siguieron».

[62] _Petri Mexiæ hominis philosophi nomen absque ullis bonis
literis ridicule sibi arrogantis_, dice de él con su habitual pasión
Reinaldo González de Montes tratando de los enemigos del doctor
Egidio (_Inquisitionis Hispanicæ Artes_, Heidelberg, 1567, pág.
272 de la reimpresión de Usoz en el tomo XIII de los _Reformistas
antiguos españoles_). Si este testimonio puede recusarse por parcial
y sospechoso, parece, en cambio, algo exagerado el encomio de Juan de
Mal-Lara, el cual dice que Mexia «meresce ganar eterna fama, y ser
tenido por el primero que en Hespaña començo a abrir las buenas letras»
(_Philosophia Vulgar_, fol. 109), pues aun entendiéndose _abrir_ en el
sentido de vulgarizar no fue el primero ni con mucho».

[63] Y ya se lo parecería sin duda á los hombres que podemos considerar
como excepcionales en su tiempo. D. Diego de Mendoza decía de ella,
entre burlas y veras, en la segunda carta de _El Bachiller de Arcadia_,
poniendo la picante censura en boca del asendereado capitan Pedro de
Salazar: «Yo veo que Pero Mexía agrada á todo el mundo con aquella su
_Silva de varia leccion_; pues ¡Cuerpo ahora de San Julian! ¿por qué mi
coronica no ha de agradar á todos muy mejor? Pues que aquella _Silva_
no es otra cosa sino un paramento viejo de remiendos y una ensalada de
diversas yerbas dulces y amargas, y en mi libro no se hallará una vejez
ni una antigüedad, aunque el dotor Castillo le destilase por todas
sus alquitaras. Y Pero Mexía no puso en toda su _Silva_ de su cosecha
un árbol siquiera...». (Respuesta del capitán Salazar al Bachiller de
Arcadia.--_Sales españolas_ de Paz y Melia, I, 88).

[64] _Libro llamado Silva d' varia leciō dirigido a la S. C. C. M. d' l
Emperador y rey ñro señor dō Carlos quinto deste nombre. Cōpuesto por
un cavallero de Sevilla llamado Pero Mexia... con privilegio imperial._
M.D.XL.

(_Al fin_): «_Deo gratias._ Fue imprimido el presente libro en la muy
noble y muy leal ciudad de Sevilla por Dominico de Robertis impressor,
con licencia y facultad de los muy reverēdos señores el señor licēciado
del Corro inquisidor apostolico y canonigo y el señor licēciado
Fes-miño (sic) provisor general y canonigo d' sta dicha ciudad, aviendo
sido examinado por su comission y mādado: por los muy reverendos
padres Rector y colegiales del colegio de Sto. Thomas de la ordē de
Santo Domingo de la dicha ciudad. Acabosse en el mes d' Julio de mil
y quinientos y [=q]renta años». Fol. let. gót. VIII hs. prls. y 136
foliadas.

El norteamericano Harrise es el único bibliógrafo que describe
esta edición rarísima, en sus adiciones á la _Biblioteca Americana
Vetustissima_, y Brunet copia la noticia en el _Suplemento_.

--_Silva de varia lecion cōpuesta por un cavallero de Sevilla llamado
Pero Mexia segūda vez impressa y añadida por el mismo autor. M.D.XL._

(_Al fin_): «Fue impresso el presente libro en la muy noble y muy
leal ciudad de Sevilla en las casas de Juan Crōberger, con licencia y
facultad de los muy reverēdos señores el licēciado del Corro inquisidor
apostolico y el señor licēciado Temiño, provisor general y canonigo
desta dicha ciudad, aviendo sido examinado por su comission y mandado.
Año de mill y quinientos y cuarenta. A XII dias de Deciēbre».

Esta edición, aunque del mismo año que la primera, es enteramente
distinta de ella, puesto que no sólo tiene corregidas las erratas, sino
añadidos diez capítulos, según expresa el autor de la advertencia.

Lleva después del proemio una Tabla de los autores consultados, y un
epigrama de Francisco Leandro, que no sabemos si estará en la primera.

--_Silva de varia lecion_...

(_Al fin_): «Sevilla, Juan Cromberger, _1542, a XXii dias del mes de
Março_».

En el encabezamiento del libro se dice que esta «nuevamente agora
corregido y emendado, y añadidos algunos capitulos por el mismo autor».
La obra está dividida en tres partes, las dos primeras tienen el mismo
número de capítulos que las ediciones posteriores; la tercera sólo
26, á las cuales se añadieron después 10. Acaso estén ya en las dos
ediciones siguientes, que no conozco:

--Sevilla, 1543.

--Anvers, 1544.

--1547. La citan los traductores de Ticknor, sin especificar el lugar.

--_Silva de varia lection cōpuesta por el magnifico cavallero Pero
Mexia nuevamēte agora en el año de mil y quinientos y cincuenta y uno.
Añadida en ella la quarta parte por el mismo autor: en la qual se
tractan muchas cosas y muy agradables y curiosas._ Valladolid, 1551,
por Juan de Villaquirán.

Dudo que esta sea la primera edición en que apareció la cuarta parte,
compuesta de 22 capítulos. Lo natural es que se imprimiese antes en
Sevilla. El privilegio está dado á «D. Francisco Mexía, hijo de Pero
Mexía, nuestro coronista defuncto».

Todas las ediciones hasta aquí citadas son en folio y en letra gótica.

Entre las posteriores, casi todas en octavo y de letra redonda, debe
hacerse especial mención de la de Zaragoza, 1555, que contiene una
quinta y sexta parte de autor anónimo, que al parecer tuvieron poco
éxito, pues no se las encuentra en las demás ediciones del siglo XVI.
Estas son innumerables: Valencia, 1551; Venecia, 1553, 1564, 1573;
Anvers, 1555, 1564, 1593; Sevilla, 1563 y 1570; Lérida, 1572... Como
la mayor parte de estas ediciones están hechas en país extranjero,
conservan todavía el cuento de la Papisa Juana, que se mandó expurgar
en España, y que no sé cómo habían dejado correr los inquisidores Corro
y Temiño.

El curioso elogio de D. Fernando Colón, que hay en el capítulo de las
librerías (III de la tercera parte) y algún otro pasaje más ó menos
relacionado con las Indias, ha hecho subir el precio y estimación
de las primeras ediciones de la _Silva_, buscadas con afán por los
americanistas.

Entre las pocas ediciones del siglo XVII son curiosas las de Madrid,
1669 y 1673, por Mateo de Espinosa y Arteaga. Una y otra contienen
la quinta y sexta parte de la edición de Zaragoza, que no creemos
auténticas, aunque el encabezamiento de la quinta dice que hay en ella
«muchas y agradables cosas, que dexó escriptas el mesmo autor, aora
nuevamente añadidas con el mesmo lenguaje antiguo en que se hallaron».
El estilo no parece de Pero Mexía, pero los materiales históricos y
geográficos son del mismo género que los que él solía utilizar. Hay
en estas adiciones una breve historia del Ducado de Milán, dividida
en cuatro capítulos; biografías de Agesilao, Alejandro Magno, Homero,
Nino y Semíramis; disertaciones sobre antigüedades romanas y griegas,
sobre las artes mágicas, sobre los ritos funerales entre los indios de
Nueva España; descripciones de la Scitia, de la Etiopía, de la isla de
Ceylán y otros países remotos; algunos fragmentos de historia natural
sobre los elefantes y dragones, y un tratado bastante extenso sobre los
trabajos de Hércules. El caudal novelístico que puede entresacarse de
todo este fárrago es muy escaso.

[65] Sobre estas ediciones consúltese el _Manual_ de Brunet, sin
olvidar el _Suplemento_.

[66] Encuentro esta noticia en la _Biographie Universelle_ de Michaud,
1816, tomo XVII, pág. 452. La obra de Girardet se titula _Œuvres
diverses ou l' on remarque plusieurs traits des Histoires saintes,
profanes et naturelles_, Lyon, 1675, 12.º. Descubrió el plagio el abate
d'Artigny.

[67] Es el capítulo XXXVII de la primera parte de la _Silva_: «De una
muger que casó muchas veces y de otro hombre de la misma manera, que
casó con ella al cabo, y en qué pararon; cuenta se otro cuento de la
incontinencia de otra muger». Mexía, que siempre se apoya en alguna
autoridad, trae aquí la de San Jerónimo en su carta á Geroncia, viuda.
Hay una extraña novela anónima del siglo XVII: «Discursos de la viuda
de veinticuatro maridos», cuyo título parece sugerido por este cuento
de Pero Mexía.

[68] Vid. Garrett Underhill, _Spanish literature in the England of
the Tudors_ (New-York, 1899), pp. 258-259. Parece que además de la
_Silva_, traducida por Fortescue, consultó Marlowe otra fuente. _Magni
Tamerlanis vita_ de Pedro Perondino (Florencia, 1553).

[69] Las autoridades á que Lope se refiere en su dedicatoria son
puntualmente las mismas en que van fundados los capítulos X y XI de la
primera parte de la _Silva_: «quién fueron las bellicosisimas amazonas,
y qué principio fué el suyo, y cómo conquistaron grandes provincias y
ciudades, y algunas cosas particulares y notables suyas».

[70] Vid. Farinelli (Arturo), _Sulle ricerche ispano-italiane di
Benedetto Croce_ (en la _Rassegna Bibliografica della Letteratura
Italiana_). 1899, pág. 269.

No conozco el libro de E. Koeppel, _Studien zur geschichte der
italienischen Novelle in der englischen Literatur_, Strasburgo, 1892,
que allí se cita, y que, al parecer, da más detalles sobre esta
imitación.

[71] Vid. Adam Schneider, _Spaniens Anteil an der Deutschen Litteratur
des 16 und 17 Jahrhunderts_, Strasburgo, 1898, pp. 149-152.

[72] Recuérdense, por ejemplo, el viaje aéreo del mágico Torralva
(canto XXX y ss.), la contienda sobre las armas del marqués de Pescara
entre Diego García de Paredes y el capitán Juan de Urbina (canto XXVII:
germen de una comedia de Lope de Vega), la caballeresca aventura que
atribuye á Garcilaso (canto XLI) y otros varios trozos del _Carlo
Famoso_ (Valencia, por Juan Mey, 1566).

[73] _Miscelánea_, p. 57.

[74] Véanse, por ejemplo, las extrañas noticias del mágico Escoto,
personaje distinto del Miguel Escoto tenido por nigromante en el siglo
XIII (_Miscelánea_, 478-480), y el raro caso de espiritismo que da por
sucedido en Llerena el año 1592 (pág. 99).

[75] En el tomo XI del _Memorial Histórico Español_ que publica la Real
Academia de la Historia, Madrid, 1859. Es lástima que este tomo carezca
de un índice razonado de materias y de personajes.

El códice de la Biblioteca Nacional que sirvió para la edición (único
que se conoce) no sólo está falto de varias hojas, sino que debió de
ser retocado ó interpolado muchos años después de la muerte del autor,
puesto que en la página 16 están citados libros de Fr. Prudencio de
Sandoval y de don Alonso Núñez de Castro, los cuales de ninguna manera
pudo conocer D. Luis Zapata, que escribía antes de 1592.

[76] «Aunque los libros de caballerías mienten, pero los buenos autores
vánse á la sombra de la verdad, aunque de la verdad á la sombra vaya
mucho. Dicen que hendieron el yelmo, ya se ha visto. Y que cortaron las
mallas de las lorigas: ya tambien en nuestros tiempos se ha visto...
Una higa para todos los golpes que fingen de Amadís y los fieros hechos
de los gigantes, si hubiese en España quien los de los españoles
celebrasen» (pp. 20 y 21). «Del autor del famoso libro poético de
_Amadis_ no se sabe hasta hoy el nombre, honra de la nacion y lengua
española, que en ninguna lengua hay tal poesía ni tan loable» (p. 304).

[77] De los _alumbrados_ de Llerena; de las dos monjas milagreras de
Córdoba y Lisboa, Magdalena de la Cruz y Sor María de la Visitación, y
de ciertos «falsos apóstoles» que se presentaron en las cercanías de
Madrid, trata largamente en el capítulo «de invenciones engañosas» (pp.
69-76).

[78] _Miscelánea_, pp. 331-334.

[79] PP. 350-360.

[80] P. 365.

[81] Pág. 209, «De fe, firmeza y constancia», y 224, «Del cerco de
París».

[82] Pág. 40.

[83] _La Philosophia Vulgar de Ioan de Mal Lara, vezino de Sevilla. A
la C. R. M. del Rey Don Philippe nuestro señor dirigida. Primera parte
que contiene mil refranes glosados. En la calle la Sierpe. En casa de
Hernando Díaz. Año 1568._

(Al fin): _Acabo se de imprimir esta primera parte de la Philosophia
Vulgar, que contiene mil refranes de los que se usan en Hespaña. En
casa de Hernādo Diaz. Impressor de libros. En la muy noble y muy leal
ciudad de Sevilla, en la calle de la Sierpe. A veynte y cinco dias del
mes de Abril 1568._ Fol. 30 hs. prls. y 294 folios.

Es la única edición en que el texto de Mal Lara está completo. Las de
Madrid, por Juan de la Cuesta, 1618, y Lérida, por Luis Menescal, 1621,
añaden los _Refranes_ del Comendador Hernán Núñez, pero carecen de los
importantísimos preámbulos de Mal Lara.

[84] Novelas «de la tinta», «de las flores», «del portazgo», «de
los bandos», «del ahorcado», etcétera. Creo que también pertenece á
Tamariz la «del _Corderito_» (el «enxemplo de Pitas Payas» que ya había
contado el Arcipreste de Hita). Son varias las copias antiguas de estas
_novelas_ ó _fábulas_, como también se intitulan.

[85] _El Sobremesa y alivio de caminantes de Joan Timoneda: en el qual
se contienen affables y graciosos dichos, cuentos heroycos y de mucha
sentencia y doctrina._

(_Al fin_): _Çaragoça, en casa de Miguel de Guesa_, 1563, 8.º, let.
gót. Las dos partes del _Sobremesa_ tienen respectivamente XXII y XXI
hojas foliadas. En otras 21 hojas sin foliar van, á modo de apéndice,
dos tratadillos de noticias históricas: _Memoria hispana copilada por
Joan Timoneda, en la qual se hallaran cosas memorables y dignas de
saber y en que año acontecieron.--Memoria Valentina._

Esta edición, descrita por Brunet, ha de ser, por lo menos, la segunda,
reimpresa de una de Valencia, donde Timoneda publicaba todos sus libros.

--_Alivio de caminantes compuesto por Iuan de Timoneda. En esta última
impression van quitadas muchas cosas superfluas, deshonestas y mal
sonantes que en las otras impressiones estavan. Con licencia. En Medina
del Campo impresso por Francisco del Canto. Año de 1563._

12.º En la hoja 3.ª signat. t. 3 empiezan los cuentos de _Joan
Aragones_. (Salvá.)

--_El Sobremesa y alivio de caminantes de Ioan Timoneda... Agora de
nuevo añadido por el mismo autor, assí en los cuentos como en las
memorias de España y Valencia_ (Retrato de Timoneda). _Impreso con
licencia. Vendese en casa de Joan Timoneda._

(_Al fin_): «Acabo se de imprimir este libro del _Sobremesa y Alivio de
Caminantes_ en casa de Joan Navarro, a 5 de Mayo. Año de 1569».

8.º let. gót. sign. _a g_, todas de ocho hojas, menos la última, que
tiene doce. (Salvá.)

Además de las dos _Memorias Hispana y Valentina_, contiene este raro
librito una _Memoria Poética: que es mui breve compendio de algunos de
los más señalados Poetas que hasta hoy ha huvido_ (sic). (Ejemplar que
fue de Salvá y hoy pertenece á la Biblioteca Nacional).

--Valencia, por Pedro de Huete, 1570 (Citada por Ximeno, _Escritores
del reino de Valencia_).

--_Alivio de Caminantes, compuesto por Juan Timoneda. En esta ultima
impresion van quitadas muchas cosas superfluas, deshonestas y mal
sonantes que en las otras estavan. Con licencia. Impresso en Alcalá
de Henares por Sebastiā Martinez. Fuera de la puerta de los sanctos
Martyres. M.D.LXXVI._

12.º, 72 pp. dobles.

Hasta setenta y cinco cuentos de los que hay en la edición de Valencia
faltan en ésta.

«_Epístola al lector._ Curioso lector: Como oir, ver y leer sean tres
causas principales, ejercitándolas, por do el hombre viene a alcazar
toda sciencia, esas mesmas han tenido fuerza para comigo en que me
dispusiese a componer el libro presente, dicho _Alivio de Caminantes_,
en el qual se contienen diversos y graciosos cuentos, afables dichos
y muy sentenciosos. Asi que facilmente lo que yo en diversos años he
oido, visto y leido, podras brevemente saber de coro, para decir algun
cuento de los presentes. Pero lo que más importa para ti y para mí,
porque no nos tengan por friáticos, es que estando en conversacion,
y quieras decir algun _contecillo_, lo digas al propósito de lo
que trataren; y si en algunos he encubierto los nombres á quien
acontescieron, ha sido por celo de honestidad y evitar contiendas. Por
tanto, ansi por el uno como por el otro, te pido perdon, el cual pienso
no se me podrá negar. Vale». (Biblioteca Nacional).

--Amberes, 1577. Sigue el texto de las expurgadas.

--Sevilla, en casa de Fernando de Lara, 1596. (Biblioteca Nacional,
procedente de la de Gayangos. Pertenece al número de las expurgadas).

--Pamplona, 1608 (Catálogo de Sora).

Aribau reimprimió el _Sobremesa_, pero no íntegro, en el tomo de
_Novelistas anteriores á Cervantes_ (3.º de _Autores Españoles_). Sigo
la numeración de loa cuentos en esta edición, por ser la más corriente.

[86] _Boccaccio and the «Decameron» in castilian and catalan
literature_, pp. 129, 133, 145.

[87] «Juan de Ayala, señor de la villa de Cebolla, voló una grulla: su
cocinero la guisó, y dió una pierna de ella á su mujer. Sirviéndosela
á la mesa, dixo Juan de Ayala: «¿Y la otra pierna?» Respondió el
cocinero: «No tenia más de una, porque todas las gullas no tienen sino
una». Otro dia, Juan de Ayala mandó ir á caza al cocinero; y hallando
una bandada de grullas que estaban todas en un pie, dixo el cocinero:
«Vea v. md. si es verdad lo que dixe». Juan de Ayala arremetió con su
caballo, diciendo: «ox, ox». Las grullas volaron y estendieron sus
piernas, y dixo: «Bellaco, mira si tienen dos piernas ó una». Dixo el
cocinero: «Cuerpo de Dios, señor, dixérades «ox, ox» á la que teníades
en el plato, y entonces ella extendiera la pierna que tenia encogida».
(_Floresta Española_, ed. de Madrid, 1790, p. 73).

Casi en los mismos términos, pero sin atribuir la anécdota á persona
determinada, se refiere en los _Cuentos de Garibay_, y de allí la tomó
probablemente Santa Cruz. (_Sales Españolas_, de A. Paz y Melia, tomo
II, pág. 61).

[88] Es la que comienza:

          Huvo un cierto mercader
        Que en Valladolid vivia,
        El qual mercader tenia
        Una hermosa muger...

(_Romancero General_, Madrid, por Luis Sanchez, 1600, fol. 344-345 vto.)

[89] «Quiero deziros en breves palabras una novela, que quando niño
me acuerdo que me contaron. Un Rey que huvo en los tiempos antiguos,
de cuyo nombre no tengo memoria, tuvo un criado que le sirvió muchos
años con aquel cuidado y fidelidad que tenia obligacion, y viéndose ya
en la vejez y que otros muchos que no avian servido tanto tiempo, ni
tan bien como él, avian recevido grandes premios y mercedes por sus
servicios, y que el solo nunca avia sido galardonado, ni el Rey le avia
hecho merced ninguna, acordó de yrse a su tierra y passar la vida que
le quedava en grangear un poco de hazienda que tenia. Para esto pidió
licencia, y se partió, y el Rey le mandó dar una mula en que fuesse:
y quedó considerando que nunca avia dado nada aquel criado suyo, y
que teniendo razon de agraviarse, se yva sin averle dicho ninguna
palabra. Y para experimentar más su paciencia invió otro criado suyo
que haziendose encontradizo con él fuese en su compañia dos o tres
jornadas y procurase de entender si se tenia por agraviado; el criado
lo hizo assi y por mucho que hizo nunca pudo saber lo que sentia, mas
de que passando por un arroyo la mula se paró a orinar en él, y dandole
con las espuelas, dixo: «Harre allá mula de la condicion de su dueño,
que da donde no ha de dar». Y passado de la otra parte, aquel criado
del Rey que le seguia sacó una cedula suya, por la qual le mandava que
se bolviesse, y él lo hizo luego. Y puesto en la presencia del Rey (el
qual estava ynformado de lo que avia dicho) le preguntó la causa que le
avia movido decir aquello. El criado le respondió diciendo: «Yo, señor,
os he servido mucho tiempo lo mejor y más lealmente que he podido,
nunca me aveis hecho merced ninguna, y a otros que no os han servido
les aveis hecho muchas y muy grandes mercedes, siendo más ricos y que
tenian menos necessidad que yo. Y assi dixe que la mula era de vuestra
condicion, que dava donde no avia de dar, pues dava agua al agua, que
no la avia menester, y dexava de darla donde avia necessidad della, que
era en la tierra». El Rey le respondió: «¿Piensas que tengo yo toda
la culpa? La mayor parte tiene tu ventura, no quiero dezir dicha o
desdicha, porque de verdad estos son nombres vanos, mas digo ventura,
tu negligencia y mal acertamiento fuera de sazon y oportunidad. Y
porque lo creas quiero que hagas la esperiencia dello». Y assi lo metió
en una camara, y le mostró dos arcas yguales, ygualmente adereçadas,
diziéndole: «La una está llena de moneda y joyas de oro y plata, y la
otra de arena: escoge una dellas, que aquella llevarás». El criado
despues de averlas mirado muy bien, escogió la de la arena. Y entonces
el Rey le dixo: «Bien as visto que la fortuna te haze el agravio tan
bien como yo, pero yo quiero poder esta vez más que la fortuna», y assi
le dió la otra arca rica con que fue bienaventurado».

_Los colloquios satíricos... hechos por Antonio de Torquemada_... 1553
(Mondoñedo), fols. IV y V.

[90] Fac. CCXI: «_Cujusdam pueri miranda responsio in Angelottum
cardinalem_».

Algunas otras _Facecias_ del humanista florentino se encuentran también
en el _Sobremesa_, por ejemplo la 60.ª, que es el cuento primero en
la colección de Timoneda: «_de eo qui uxorem in flumine peremptam
quaerebat_».

«Alter, uxorem quae in flumine perierat quaerens, adversus aquam
proficiscebatur. Tum quidam admiratus, cum deorsum secundum aquae
cursum illam quaeri admoneret: «Nequaquam hoc modo reperietur», inquit.
«Ita enim, dum vixit, difficilis ac morosa fuit, reliquorumque moribus
contraria ut nunquam nisi contrario et adverso flumine etiam post
mortem ambulasset».

_The Facetiae or jocose Tales of Poggio_... Paris, Liseux, 1879, t. I,
p. 100.

Algunas de estas _Facecias_ estaban traducidas desde el siglo XV en
la colección del infante D. Enrique de Aragón. Aun en las últimas
ediciones de las Fábulas de Esopo, v. g., en la de Segovia, 1813, se
encuentran en la última sección («Fábulas Coletas») las siguientes
_Facecias_:

X. «_De muliere quæ virum defraudavit_».--Fábula XV. «De la mujer y del
marido encerrado en el palomar».

I. «_Fabula prima cujusdam Cajetani pauperis naucleri_».--Fábula XVI.
«De la mujer que parió un hijo, siendo su marido ausente».

II. «_De medico qui dementes et insanos curabat_».--Fábula XIX. «Del
loco y del cavallero y cazador».

XXXVI. «_De Sacerdote qui caniculum sepelivit_».--Fábula XX. «Del
Sacerdote y de su perro, y del Obispo».

En las ediciones antiguas hay más, entre ellas la indecentísima 43:
«_De adolescentula quæ virum de parvo Priapo accusarit_».

[91] «Messer Valore quasi tutto scornato, udendo le parole di questo
fanciullo, dice verso la brigata: e' non fu mai nessun fanciullo savio
da piccolino, che non fusse pazzo da grande. Il fanciullo, udendo
questo, disse: in fe di Dio, gentiluomo, voi dovest' essere un savio
fantolino».

(_Delle Novelle di Franco Sacchetti Cittadino Fiorentino. Parte Prima.
In Firenze_, 1724. pp. 109-110. «Messer Valore de' Buondelmonti è
conquiso e rimaso scornato da una parola, che un fanciullo gli dice,
essendo in Romagna»).

[92] Novella C.XCVIII. «Un cieco da Urvieto con gli occhi mentali,
essendoli furato cento fiorini, fa tanto col suo senno, che chi gli ha
tolti, gli rimette donde gli ha levati».

(_Delle Novelle di Franco Sacchetti_... Parte Seconda, pp. 142-147).

_Ct. Hieronymi Morlini, Parthenopei Novellae, fabulae, comoedia. Editio
tertia emendata et aucta._ París, Jannet, 1855, p. 86.

[93] Muy rápidamente he hablado de ellos. Su estudio más minucioso
queda reservado para quien publique el _Fabulario_ ó _Novelero
español_, empresa digna de tentar la ambición de cualquier aficionado
lo mismo á los estudios populares que á los de tradición erudita.
Apenas hay anécdota del _Sobremesa_ que no pueda dar motivo á una
curiosa nota. No quiero omitir que entre ellos figura (1.ª parte,
cuento 72) el apólogo clásico del poeta y el menestral que le
estropeaba sus versos, aplicado por D. Juan Manuel, en el prólogo
general de sus obras, á un trovador de Perpiñán, y por Sacchetti á
Dante:

«Filogeno, famosísimo poeta, viendo que unos cantareros cantaban sus
versos trastrocando y quebrando de ellos, con un báculo que llevaba dió
en los jarros y quebrólos, diciendo: «Pues vosotros dañais mis obras,
yo tambien dañaré las vuestras».

Todavía es más curioso el siguiente ejemplo, en que un cuentecillo de
Timoneda viene á ilustrar un episodio de una comedia de Lope de Vega,
cuyo argumento está tomado de la antigüedad romana.

En el tercer fasciculo de la _Zeitschrift für romanische Philologie_
(1905, t. XXIX) se ha publicado una nota de Stiefel sobre las fuentes
del Episodio de la Capa en el acto 2.º de _El Honrado Hermano_.

Está en Timoneda, _Alivio de caminantes_ (núm. 29, parte 1.ª) y en el
_Libro de chistes_ de Luis de Pinedo (_Sales Españolas_ de Paz y Melia,
pp. 310 y 312).

_Timoneda_: «Venido un embajador de Venecia á la corte del gran turco,
dándole audiencia á él, juntamente con otros muchos que habia en su
corte, mandó el gran turco que no le diesen silla al embajador de
Venecia, por cierto respecto. Entrados los embajadores, cada cual se
sentó en su debido lugar. Viendo el veneciano que para él faltaba
silla, quitóse una ropa de majestad que traia de brocado hasta
el suelo, y asentóse encima della. Acabando todos de relatar sus
embajadas, y hecho su debido acatamiento al gran turco, salióse el
embajador veneciano, dejando su ropa en el suelo. Á esto dijo el gran
turco: «Mira, cristiano, que te dejas tu ropa». Respondió: «Sepa su
Majestad que los embajadores de Venecia acostumbran dejarse las sillas
en que se asientan».

_Pinedo_: «Dicen que un Embajador de Venecia, en presencia de la
Reina Doña Isabel, y visto que no le daban silla, se desnudó la ropa
rozagante que llevaba, y la puso en el suelo doblada, y sentóse; y
despues que hubo negociado, se fué en cuerpo. La Reina envió un mozo de
cámara que le diese la ropa. El Embajador respondió: «Ya la Señoría no
necesita de aquel escabel». Y no quiso tomar la ropa».

_Pinedo_ (p. 312): «D. Juan de Velasco, hijo del Condestable D.
Bernardino, entró á visitar al Duque de Alba y á otros grandes. No le
dieron luego silla: dobló su capa, y sentóse en el suelo».

Confieso que ambos textos se me pasaron por alto al escribir el prólogo
de la comedia de _El Honrado Hermano_ en la colección académica, aunque
tanto el libro de Timoneda, como el de Pinedo, me fuesen familiares;
el primero desde mi infancia y el segundo desde que el Sr. Paz y Melia
le sacó del olvido. Pero también el Sr. Stiefel, que tan agriamente
censura los descuidos ajenos, olvidó en el presente caso otro librejo
todavía más vulgar en España, la _Floresta_ de Melchor de Santa Cruz,
en cuya séptima parte (_De dichos graciosos_) se lee el mismísimo
cuento, siendo verosímil que de allí le tomase Lope, que cita más de
una vez aquella colección popular de apotegmas y chascarrillos.

«Un escudero fué á negociar con el Duque de Alba, y como no le diesen
silla, quitóse la capa, y asentóse en ella. El Duque le mandó dar
silla. Dixo el Escudero: «V. Señoria perdone mi mala crianza, que
como estoy acostumbrado en mi casa de asentarme, desvanecióseme la
cabeza». Como hubo negociado, salióse en cuerpo, sin cobijarse la capa.
Trayéndosela un page, le dixo: «Servíos de ella, que á mí me ha servido
de silla, y no quiero llevarla más á cuestas».

Los versos de Lope de Vega que corresponden á esto son los siguientes:

        CURIACIO 1.º Vuelve, Horacio, fuerte.

        HORACIO.                              ¿Á qué?

        CURIACIO 1.º Toma el manto.

        HORACIO.                    ¿Para qué?

        CURIACIO 1.º  Pues ¿por qué le has de dejar?

        HORACIO.      No me acostumbro llevar
                               La silla en que me asenté.


[94] Novella CXCV. «Uno villano di Francia avendo preso uno sparviero
del Re Filippo di Valois, e uno maestro uscier del Re, volendo parte
del dono a lui fatto, ha venticinque battiture». (Sachetti, _Novelle_,
Parte 2.ª, pp. 134-137).

[95] _Geschichte der Prosadichtungen._ Berlin, 1851, p. 257.

[96] En el _Libro de los enxemplos_ (n. 146 de la ed. de Gayangos) hay
un apólogo que tiene el mismo sentido y que se halla también en el
_Poema de Alexandre_ (coplas 2197-2201).

«Es enxemplo de un rey que conocia dos omes, uno muy codicioso, otro
muy invidioso, é prometióles que les darie cualquier don que le
demandasen, en tal manera que el postrimero hobiese el don doblado. E
esperando el uno al otro que demandase, el rey mandó al invidioso que
demandase primero, é demandó que le sacasen un ojo porque sacasen al
otro amos los suyos, e non quiso pedir cosa buena porque el su prójimo
non la hobiese doblada».

[97] _El Buē aviso y portacuentos de Ioan Timoneda: en el qual se
contienen innumerables y graciosos dichos, y apazibles acontescimientos
para recreacion de la vida humana, dirigidos al sabio y discreto
lector_ (Retrato de Timoneda, el mismo que va en el _Sobremesa_).
_Con privilegio Real. Impresso en Valencia en casa de Ioā Mey. M.
D.LXiiij_(1564). _Vendense en casa de Ioan Timoneda._ 8.º, 56 folios.

La licencia del santo oficio es de 12 de Setiembre de 1563.

En el fol. 29 comienza con nueva portada la «Segunda parte del Porta
eventos de Ivan Timoneda, en el qual se contienen diversas sentencias,
memorables dichos, y graciosos cuentos, agora nuevamente compuestos.
Año 1564».

Ximeno cita una edición de Valencia, por Pedro de Huete, 1570, y Fuster
otra de la misma ciudad, por Juan Navarro, á 5 de Mayo de 1569.

[98] _Alivio de caminantes_ (así en la parte superior de las páginas).
La cuarta parte contiene «otros cuentos sacados de la Floresta Española
de Melchor de Sta. Cruz» y la _Memoria Hispanea_.

[99] Sólo el canónigo Mayans, en su prólogo de _El Pastor de Filida_,
cita un _Patrañuelo_ de Valencia, 1566, pero la existencia de tan rara
edición está indirectamente comprobada por la aprobación que se copia
en las siguientes (Valencia, 22 de Setiembre de 1566).

--_Primera parte de las Patranyas en las quales se tratan admirables
cuentos, graciosas marañas y delicadas invenciones para saber las
contar el discreto relatador. Con licēcia en Alcalá de Henares, en casa
de Sebastian Martinez. 1576._ (Biblioteca Nacional).

8.º 127 fols.

Tasa.--Aprobación de Joaquín Molina.--Licencia del canónigo Tomás
Dasi.--Privilegio.--Soneto «entre el auctor y su pluma».--Soneto
de Amador de Loaysa, en loor de la obra.--Epístola al amantissimo
Lector.--Texto.--Tabla.--Una hoja sin foliar con dos quintillas
tituladas «Disculpa de Joan Timoneda a los pan y aguados de la
prudencia colegiales del provechoso Silencio».

--Barcelona. Año 1578.

_Al fin_: «Fue impresso el presente _Patrañuelo_ en la insigne ciudad
de Barcelona en casa de Jayme Sendrat. Año 1578». 8.º, 103 folios.
(Biblioteca Nacional, ejemplar de Salvá).

--Bilbao, 1580. Por Matías Mares. (Biblioteca Nacional).

--_El discreto tertuliante; primera parte de las Patrañas de Joan de
Timoneda, en las cuales se trata de admirables Cuentos graciosos,
Novelas ejemplares, marañas y delicadas invenciones para saber contar
el sabio y discreto relatador. Sacadas segunda vez a luz por José de
Afranca y Mendoza. Con licencia en Madrid en la oficina de Manuel
Martin. Se hallará en la libreria de P. Tejero, calle de Atocha, junto
a San Sebastian_ (1759).

La licencia se dió «con calidad de que no se imprima la patraña
octava». Es edición incorrecta, además de mutilada. El ridículo cambio
del _Patrañuelo_ en el _Discreto Tertuliante_ no pasa de la portada: en
lo alto de las páginas se da al libro su título verdadero.

En el ejemplar que tuvo Salvá un curioso moderno había anotado
las fuentes de varias patrañas, pero no siempre son exactas sus
indicaciones.

--El _Patrañuelo_ está integramente reimpreso en la colección de Aribau
(_Novelistas anteriores á Cervantes_).

[100] Me refiero á la patraña novena.

[101] _Geschichte der prosadichtungen_... pp. 500-501.

[102] «Indignado el rey de semejante traicion, juntó muy gran hueste
y vino sobre Ciro y Harpago, y llevándolos de vencida á los soldados
que iban huyendo, salian las madres y sus mujeres al encuentro, que
volviesen á la batalla. Y viendo que no querian, alzándose las madres
sus faldas y mostrando sus vergüenzas, á voces altas decían: «¿Qué es
esto? ¿Otra vez quereis entrar en los vientres de vuestras madres?» Los
soldados de vergüenza desto volvieron á la batalla con grande ánimo»
(Timoneda).

«_Pulsa itaque quum Persarum acies paullatim cederet, matres et uxores
eorum obviam occurrunt; orant in praelium revertantur. Cunctantibus,
sublata veste, obscoena corporis ostendunt, rogantes «num in uteros
matrum vel uxorum velint refugere». Hac repressi castigatione, proelium
redeunt: et facta impressione, quos fugiebant, fugere compellunt_»
(Just., _Hist._, I, 6).

[103] Vid. mis observaciones preliminares sobre esta comedia en el tomo
VI de la edición académica de Lope de Vega.

[104] _Gesta Romanorum_, ed. de Hermann Oesterley (Berlín, 1872), pp.
399-409 (_De mirabili divina dispensatione et ortu beati Gregorii
Papae_), y las versiones que cita el mismo Oesterley, p. 725.

[105] _Le Violier des histoires romaines. Ancienne traduction françoise
des «Gesta Romanorum». Nouvelle édition, revue et annotée par M. G.
Brunet_ (Paris, 1858), pp. 197-198.

[106] «En tiempo deste dicho rey Don Ramiro hera abad de Montemayor un
noble omne e grand fidalgo e de buena vida, que avia nombre don Johan.
Yendo un dia á maitines la noche de Navidad, falló un niño que yacía
á la puerta de la iglesia echado; este niño era fijo de dos hermanos,
fecho en grand peccado. Como el abad lo vió, ovo dél grand piedad;
tomólo en sus braços e metiólo en la iglesia é fízolo bautizar e púsole
nonbre Garçia. Criolo muy viçiosamente, atanto e más que si fuera su
fijo».

Así Diego Rodríguez de Almela, en su _Compendio Historial_, que es el
primer texto que consigna esta novela.

Vid. _La leyenda del abad Don Juan de Montemayor, publicada por
R. Menéndez Pidal._ Dresden, 1903 (t. II de la _Gesellschaft für
romanische literatur_), p. 5.

[107] Cf. en el _Gesta Romanorum_, ed. de Oesterley, pp. 510-532, y la
lista de paradigmas, p. 737. El Apolonio no formaba parte del primitivo
texto del Gesta. Era una novela aislada: _De tribulatione temporali,
quae in gaudium sempiternum postremo conmutabitur_.

[108] Por D. Pedro José Pidal en la _Revista de Madrid_, 1844.

[109] En su tesis tantas veces citada acerca de Boccaccio, pp. 84, 152,
163.

[110] Pudo manejarle en la edición de Milán, 1558. La de Venecia, 1565,
es posterior al _Patrañuelo_.

[111] «Novella II. Una matrigna fa preparare da un suo schiavo il
veleno al figliastro perchè non vuol condescendere alle sue voglie. Per
iscambio lo beve un suo proprio figliuolo minore d' età. Il figliastro
n' è accusato e lo schiavo depone contro di esso. Un vecchio medico
comparisce, e confessa aver egli dato allo schiavo quel beveraggio,
che è un sugo da far dormire. Si corre allora alla sepoltura, ed il
fanciullo è trovato vivo. Condanna dello schiavo, e della donna».

_Il Pecorone di Ser Giovanni Fiorentino nel quale si contengono novelle
antiche belle d'invenzione e di stile._ Milán, 1804. (De la colección
de Clásicos Italianos), tomo II, pág. 138.

[112] Véase lo que de ella decimos en el tomo primero de los _Orígenes
de la novela_, pág. CLIX.

[113] «Novella I. Il Re d'Inghilterra sposa Dionigia figliuola d'un Re
di Francia, che trova in un convento dell'isola. Partorisce due maschi
in lontananza del marito, ed obbligata, per calunnie appostele dalla
suocera, a partirsi, con essi va a Roma. In quale occasione riconobbero
i due Re con estrema gioja, l'uno la moglie e l'altro la sorella».

_Il Pecorone_... Tom. I, p. 203.

[114] Compárese la _patraña_ tercera de Timoneda con la novela primera
de Masuccio, cuyo argumento dice así:

«Mastro Diego è portato morto da messer Roderico al suo convento.
Un altro fratre credendolo vivo gli dà con un sasso, e crede averlo
morto. Lui fuggesi con una cavalla, e per uno strano caso se incontra
col morto a cavalla in uno stallone, lo quale con la lanza alla resta,
seguelo per tutta la città. Lo vivo è preso, confessa lui essere stato
l'omicida; volesi giustiziare. Il cavaliere manifesta il vero, e al
fratre è perdonata la non meritata morte».

_Il Novellino di Masuccio Salernitano restituito alla sua antica
lezione da Luigi Settembrini_, Napoli, 1874. Pág. 7.

En Masuccio la acción de la novela pasa en Salamanca, y el protagonista
es un fraile, el Maestro Diego de Arévalo. Timoneda, que por otra parte
abrevia mucho el cuento, le traslada á París y el héroe es «un quistor
llamado Sbarroya».

La _patraña_ 18 es la novela 20 de las _Porretane_ de Sabadino degli
Arienti:

«Misser Lorenzo Spaza cavaliero Araldo se la fa convenire denanti
al pretore da uno notaro: il qual è dimostrato non esser in bono
sentimento: et Misser Lorenzo libero se parte lassando el notaro
scernito et desperato».

Fol. XVII de las _Settanta Novelle_.

(Al fin): _Qui finiscono le dolce et amorose Settanta nouelle del
preclaro homo misser Iohanne Sabadino degli Arienti Bolognese.
Intitulate a lo inuictissimo signore Hercule Estēse Duca de Ferrara.
Nouamēte historiade et correcte per el doctissimo homo Sebastiano
Manilio. Et con grande attentione in la inclyta Cita de Venetia
stampate. Nel M.CCCCCX (1510) a di XVI de Marzo._

[115] «Novella XXII. Narra il sign. Scipione Attellano come il sig.
Timbreo di Cardona, essendo col Re Piero d' Aragona in Messina, s'
innamora di Fenicia Lionata, e i varii e fortunevoli accidenti che
avennero prima che per moglie la prendesse».

_Novelle di Matteo Bandello_, Milano, Silvestri, 1813. T. II, pp.
99-156.

[116] Vid. _Orígenes de la novela_, t. I, p. CCLVII.

[117] Dunlop-Liebrecht, p. 288.

[118] «Vi narrerò una mirabile istoria che già da un cavaliere
Spagnuolo, essendo io altre volte in Spagna, mi fu narrata».

Vid. _Novelle di Matteo Bandello... Volume sesto_, Milán, 1814, pp.
187-145.

[119] La más antigua é importante de estas leyendas es la de la
libertad de la emperatriz de Alemania por el Conde de Barcelona, sobre
la cual he escrito largamente en el tomo II de mi _Tratado de los
romances viejos_ (pp. 271-276). En la _Rosa Gentil_ del mismo Timoneda
(n.º 162 de la Primavera de Wolf) hay un largo y prosaico romance
juglaresco sobre este tema.

Es leyenda de origen provenzal, y debió de popularizarse muy pronto en
Cataluña; pero antes que Desclot la consignase en su _Crónica_ existía
ya una variante castellana (la falsa acusación de la Reina de Navarra
defendida por su entenado D. Ramiro), que recogieron el arzobispo D.
Rodrigo y la _Crónica general_.

[120] Vid. _Tres comedias de Alonso de la Vega_, con un prólogo de
D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Dresden, 1905 (_Gesellschaft für
romanische literatur_. Band. 6).

[121] _Cultura Española_, Mayo de 1906, pág. 467.

[122] Vid. los paradigmas que apunta Oesterley en sus notas al _Gesta
Romanorum_, p. 730.

[123] _Virgilio nel Medio Evo_ (Liorna, 1872), t. II, pp. 120-123.

[124] «Argumento. Glauco cavallero de Athenas recibio por adoptiva
esposa a Philenia Cēturiona, y por el grande celo que della tenia
la acusó por adultera ante el juez, y por intercession y astucia de
Hipolito su amigo fué libre, y Glauco su marido condenado a muerte».

_Parte primera del honesto y agradable entretenimiento de Damas y
Galanes_... Pamplona, 1612, p. 146 vta. Es la traducción de Francisco
Truchado.

[125] Vid. Gamba (Bartolommeo), _Delle Novelle italiane in prosa.
Bibliografía_. Florencia, 1835. PP. 132-133.

[126] Sobre las diferencias de estas primitivas ediciones, véase el
precioso estudio de Alejandro de Ancona, _Del Novellino e delle sue
fonti_ (_Studi di Critica e Storia Letteraria_, Bolonia, 1880), páginas
219-359.

[127] _Gesta Romanorum_, ed. Oesterley, p. 300, y una rica serie de
referencias en la p. 749.

[128] Cantiga 78. Parece haber venido de Provenza. El conde de Tolosa
es quien manda quemar á su privado.

[129] Publicada por Morel-Fatio en la _Romania_, t. V, con una noticia
muy interesante de Gastón París.

[130] Opina Gastón París que los cuentos occidentales de la primera
serie (lepra, mal aliento) proceden de una de las dos versiones árabes,
y los de la segunda serie (adulterio) de la otra, por intermedio de un
texto bizantino.

[131] «Messer Bernabò signore di Melano comanda a uno Abate, che lo
chiarisca di quattro cosa impossibili, di che uno mugnajo, vestitosi
de' panni dello Abate, per lui le chiarisce in forma che rimane Abate,
e l'Abate rimane mugnajo».

_Novelle di Franco Sacchetti_... T. I, pp. 7-10.

[132] En sus _Cuentos Populares_.

[133] Saldrá reimpreso muy pronto por la Sociedad de Bibliófilos de
Valencia con las demás piezas dramáticas de Timoneda.

[134] La _patraña_ sexta tiene seguramente origen italiano, como casi
todas; pero no puede ser la novela cuarta de Sercambi de Luca, citado
á este propósito por Liebrecht, porque los cuentos de este autor del
siglo XV estuvieron inéditos hasta 1816, en que imprimió Gamba algunos
de ellos. Más bien puede pensarse en la novela nona de la primera
década de los _Hecatommithi_ de Giraldi Chinthio: «Filargiro perde
una borsa con molti scudi, promette, per publico bando, a chi gliela
dà buon guiderdone; poi che l' ha ritrovata, cerca di non servar la
promessa, et egli perde i ritrovati denari in castigo della sua frode».

_Hecatommithi ovvero Novele di M. Giovanbattista Giraldi Cinthio nobile
ferrarese... Di nuovo rivedute, corrette, et riformate in questa terza
impressione In Vinegia appresso Enea de Alaris 1574._ PP. 84-85.

Es curiosa esta patraña de Timoneda, porque de ella pudo tomar
Cervantes el chiste del asno desrabado del aguador, para trasplantarle
á _La ilustre fregona_, como ya indicó Gallardo (_Ensayo_, III, 738).
Por cierto que de este asno no hay rastro en la novela de Giraldi, que
sólo tiene una semejanza genérica con la de Timoneda, y tampoco me
parece su fuente directa.

[135] «_Selvagia Comedia_ ad Celestinæ imitationem olim confecerat,
quam tamen supprimere maxime voluit curavitque jam major annis,
totusque studio pietatis deditus». (Bibl. Hisp. Nov., I, p. 55.)

[136] Trata extensamente de ambas colecciones, inéditas aún, D.
Antonio Martín Gamero en las eruditas Cartas literarias que preceden
al _Cancionero de Sebastián de Horozco_ publicado por la Sociedad de
Bibliófilos Andaluces (Sevilla, 1874).

Compuso Horozco otros opúsculos de curiosidad y donaire, entre ellos
unos coloquios (en prosa) de varios personajes con el Eco. Dos de los
interlocutores son un fraile contento y una monja descontenta (Vid.
apéndice al _Cancionero_, p. 268 y ss.).

Hijo de este ingenioso escritor y heredero suyo en la tendencia
humorística y en la afición á los proverbios fué el famoso lexicógrafo
D. Sebastián de Cobarrubias y Horozco, de cuyo _Tesoro de la lengua
castellana_ (Madrid, 1600), que para tantas cosas es brava mina, pueden
extraerse picantes anécdotas y chistosos rasgos de costumbres.

También en el _Vocabulario de refranes_ del Maestro Gonzalo Correas,
recientemente dado á luz por el P. Mir, se encuentran datos útiles para
la novelística. Sirva de ejemplo el cuento siguiente, que corresponde
al exemplo 43 de _El Conde Lucanor_ («del cuerdo y del loco»), pero que
no está tomado de aquel libro, sino de la tradición vulgar:

«En Chinchilla, lugar cerca de Cuenca, había un loco que, persuadido
de holgazanes, llevaba un palo debajo de la falda, y en viniendo algún
forastero, se llegaba á él con disimulación, preguntándole de dónde
era y á qué venía, le daba tres ó cuatro palos, con lo que los otros
se reían, y luego los apaciguaban con la excusa de ser loco. Llegó
un manchego, y tuvo noticia en la posada de lo que hacía el loco, y
prevínose de un palo, acomodado debajo de su capa, y fuese á la plaza
á lo que había menester. Llegósele el loco, y adelantóse el manchego
y dióle muy buenos palos, con que le hizo ir huyendo, dando voces y
diciendo: ¡Gente, cuidado, que otro loco hay en Chinchilla!».

Otros cuentos están tomados de la _Floresta_ de Santa Cruz.

[137] _Sales españolas ó agudezas del ingenio nacional recogidas
por A. Paz y Melia._ Madrid, 1890. (_En la Colección de Escritores
Castellanos_, pp. 253-317.)

[138] «En las Cortes de Toledo fuisteis de parecer que pechasen los
hijodalgo; alli os acuchillasteis con un alguacil, y habeis casado
vuestra hija con Sancho de Paz: no trateis de honra, que el rey tiene
harta». (Carta al Duque del Infantado.) (Cf. Pinedo, p. 272.)

[139] En el mismo tomo de las _Sales_ (p. 331) puede verse una carta
burlesca del portugués Thomé Ravelo á su mujer, fecha en el cerco de
Badajoz de 1658, y una colección de epitafios y dichos portugueses
(p. 391). En cambio, un códice del siglo XVII que poseo está lleno de
epitafios y versos soeces contra los castellanos.

[140] «Seguiré como texto el proceso y propias palabras que el
predicador llevó, y los puntos que encareció, y esto en lengua
portuguesa; y en lo castellano entretejeré como glosa interlineal ó
comento la declaración que me pareciere; aunque en estas lenguas temo
cometer malos acentos, porque _siendo italiano de nación_, mal podré
guardar rigor de elocuencia ajena, dado que en lo castellano seré menos
dificultoso, por ser gente muy tratada en Roma, que es nuestra comun
patria, y en Lisboa no estuve año entero».

(_Sales Españolas_, I, p. 108.)

[141] «Este es un sermón que un reverendo Padre, portugués de nación,
y profesión augustino, predicó en Lisboa en Nuestra Señora de Gracia,
vigilia de su Assumpcion... y vuelto á mi posada, formé escrúpulo si
dejaba de escribir lo que en el púlpito oí predicar... Viniéndome luego
la vía de Castilla, posé en Evora, do a la sazon estaba el Rey en la
posada y casa del embajador de Castilla, Lope Hurtado de Mendoza».
(_Sales Españolas_, I, 104-107.) De aqui vendría probablemente la
confusión del _Lope_ con _D. Diego_.

[142] «Lo cual bien experimentó un francés españolado viniendo á
Portugal, y fué que partiendo de Narbona para Lisboa, le dijo un amigo
suyo: Pues entrais en España, sed curioso en conocer las gentes della,
porque en Aragon, por donde primero habeis de pasar, vereis que la
gente es muy prima, y en Castilla nobles y bien criados»... (suprimo lo
relativo á Portugal, que es de una groseria intolerable).

«Pues comenzando su camino, que venia de priesa, rogó á su huesped
aragonés que le llamase cuando quisiese amanecer. El cual lo hizo así,
poniendo al par de sí una caja con ciertas joyas de su mujer; y como
estuviese el cielo escuro, dijo el francés: ¿En qué conoceis que quiere
amanecer, señor huesped? Y él dixo: Presto será de dia, y véolo en el
aljófar y perlas de mi mujer, que están frias con la frescura del alba.
El francés confesó hasta allí no haber sabido aquel primor.

«Entrando en Castilla, y llegando á Toledo en casa de un ciudadano,
que de su voluntad le llevó á su posada, rogóle también le despertase
antes que amaneciese. Acostados, pues, el uno cerca del otro en una
pieza grande, cuando queria amanecer, un papagayo que alli estaba hizo
ruido con las alas. Y como el huésped toledano sintiese que el francés
estaba despierto, dixo, casi hablando entre sí: Mucho ruido hace este
papagayo. El frances, que lo oyó, preguntó qué hora era. El toledano
respondió que presto amaneceria. Pues ¿por qué no me lo habeis dicho?
dijo el frances. El castellano dixo: Pues me compeleis, yo os lo diré.
Pareciome caso de menos valer, recibiendo yo en mi casa un huésped de
mi voluntad, tal cual vuestra merced es, decirle se partiese della;
y porque anoche me rogastes os despertase, sintiendo que estábades
despierto, dije que el papagayo hacia ruido para que si quisiésedes
partiros entendiésedes que el pájaro se alteraba con la venida de
la mañana, y si quisiésedes reposar, lo hiciésedes, viendo que no
aceleraba yo vuestra partida. Dixo el frances entonces: Agora veo y
conozco la buena cortesia y nobleza que de Castilla siempre me han
dicho». (_Sales_, I, 171-172.)

[143] Publicado por el Sr. Paz y Melia en el tomo II de las _Sales
Españolas_ (pp. 35-69).

[144] _Libro primero de los cien tratados. Recopilado por Melchior
de Sancta Cruz de Dueñas. De notables sentencias, assi morales como
naturales, y singulares avisos para todos estados. En tercetos
castellanos.--Libro segundo de los cien tratados_, etc. Ambas partes,
impresas en Toledo, por Diego de Ayala, 1576, son de gran rareza.

[145] Opúsculo gótico, sin lugar ni año, dedicado al Duque de Calabria.
Salvá, que poseía un ejemplar, le supone impreso en Valencia, hacia
1535. Los que Sanz y Santa Cruz llaman tercetos y mejor se dirían
ternarios para distinguirlos de los tercetos endecasílabos, están
dispuestos en esta forma, bastante frecuente en nuestra poesía
_gnómica_:

          No hallo mejor alquimia,
        Más segura ni probada
        Que la lengua refrenada.


[146] _Floresta Española de apotegmas y sentencias, sabia y
graciosamente dichas, de algunos españoles; colegidas por Melchior
de Santa Cruz de Dueñas, vecino de la ciudad de Toledo. Dirigido al
Excelentisimo Sr. D. Juan de Austria. Impreso con licencia de la C. R.
M. en Toledo en Casa de Francisco de Guzmán,1574. 8.º--272 pp._

El catálogo más copioso de ediciones de la _Floresta_, que es el
formado por Schneider, registra las siguientes: Salamanca, 1576;
Valencia, 1580, Salamanca, 1592; Toledo, 1596; Bruselas, 1596; y 1598;
Lyón, 1600 (en castellano y francés); Valencia, 1603; Toledo, 1605;
Bruselas, 1605; Barcelona, 1606; una de 1617, sin lugar de impresión;
Bruselas, 1614 (bilingüe); Cuenca, 1617; Huesca, 1618; Barcelona, 1621;
Bruselas, 1629; Zaragoza, 1646; Bruselas, 1655.

Con ser tantas las ediciones antiguas de la _Floresta_, rara vez se
encuentran, sobre todo íntegras y en buen estado. Suplen su falta las
tres de Madrid, 1730, 1771 y 1790, copiadas, al parecer, de la de
Huesca, 1618, cuyos preliminares conservan. El editor Francisco Asensio
añadió las partes segunda y tercera, y prometió una cuarta: todo con el
título general de _Floresta Española y hermoso ramillete de agudezas,
motes, sentencias y graciosos dichos de la discreción cortesana_.

La traducción francesa de Pissevin apareció en Lyón, 1600, y fué
reimpresa varias veces en Bruselas con el texto castellano: _La
Floresta spagnola, ou le plaisant bocage, contenant plusieurs comptes,
gosseries, brocards, cassades et graves sentences de personnes de tous
estats_. (Bruxelles, Rutger Velpius et Hubert Anthoine, 1614.)

En una vasta colección alemana de apotegmas y dichos faceciosos,
publicada en Tübingen, en 1630, tomada casi toda de fuentes italianas
y españolas, entre ellas la _Silva_ de Julián de Medrano, está
incorporada la mayor parte de la _Floresta_. Vid. Adam Schneider
_Spaniens Anteil an der deutschen litteratur_ (1898), pp. 133-139.

[147] Parece que en estas palabras se declara Melchor de Santa Cruz
natural de Toledo, aunque en la portada de sus libros no se llama más
que _vecino_, y Nicolás Antonio le da por patria la villa de Dueñas. De
todos modos, si no era toledano de nacimiento, lo fué por adopción, que
es una segunda naturaleza.

[148] Nada puede decirse á ciencia cierta sobre esta fantástica ley
tan traída y llevada por nuestros antiguos escritores. Acaso nació
de una errada interpretación de esta cláusula de San Fernando en el
Fuero General de Toledo: «Todos sus juicios dellos sean juzgados segun
el _Fuero-Juzgo_ ante diez de sus mejores e mas nobles, e mas sabios
dellos que sean siempre con el alcalde de la cibdad; _e que a todos
anteanden en testimonianzas en todo su regno_». (_Et ut precedant omnes
in testimoniis in universo regno illius_, dice el original latino).
Claro es que en este singularísimo privilegio concedido á los toledanos
no se trata de disputas sobre vocablos, sino de testimonios jurídicos;
pero lo uno pudo conducir á la invención de lo otro. Esta idea se me
ocurrió leyendo el eruditísimo _Informe de la imperial ciudad de Toledo
sobre pesos y medidas_ (1758), redactado, como es notorio, por el P.
Andrés Marcos Burriel. Vid. pág. 298.

[149] En su novela _El desdichado por la honra_ (tomo VIII de la
edición de Sancha, p. 93).

[150] No es verosímil, ni aun creíble, que el autor de esta _Crónica_
sea el mismo D. Francesillo, «criado privado, bienquisto y predicador
del emperador Carlos V». Pero fuese quien quiera el que tomó su
nombre, aprovechando quizá sus apodos, comparaciones y extravagantes
ocurrencias, era sin duda persona de agudo ingenio y muy conocedor
de los hombres, aunque no todas las alusiones sean claras para
nosotros por la distancia. Merecía un comentario histórico y una
edición algo más esmerada que la que logró en el tomo de _Curiosidades
Bibliográficas_ de la colección Rivadeneyra. Véase, entretanto, la
memoria de Fernando Wolf, tan interesante como todas las suyas: _Ueber
den Hofnarren Kaiser Carl's V, genannt El Conde don Frances de Zuñiga
und seine Chronik_ (1850 en los _Sitzungsberichte der philos. histor.
Classe der kaiserl. Akademie der Wissenschaften_).

[151] Cf. mi _Tratado de los romances viejos_, tomo II, pág. 151 y ss.

[152] Vid. en el mismo _Tratado_, II, 165-166.

[153] «Los años passados salieron una suerte de salteadores, que con
habito reformado despojavan toda quanta gente podian aver a las manos,
en esta forma: que haziendo cuenta con la bolsa, tassadamente, les
quitavan la mitad de la moneda, y los enviaban sin otro daño alguno.
Aconteció en aquellos dias passar de camino un pobre labrador, y como
no llevase mas de quinze reales, que eran expensas de su viaje: hecha
la cuenta, cabían a siete y medio, no hallava a la sazon trueque de
un real; y el buen labrador (que diera aquella cantidad, y otra de
mas momento, por verse fuera de sus manos) rogavales encarecidamente
tomassen ocho reales, porque él se contentava con siete. De ninguna
manera (respondieron ellos), con lo que es nuestro nos haga Dios
merced... Beatos llaman a estos salteadores por el trage y modo de
robar. El nombre de Cabrilla tomáronle de la mesma sierra donde se
recogian».

(_Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos... Por el licenciado
Francisco de Luque Faxardo, clérigo de Sevilla y beneficiado de Pilas.
Año 1603._ Madrid, en casa de Miguel Serrano de Vargas.)

[154] _Apothegmas del excelentesimo Philosopho y Orador Plutarcho
Cheroneo Maestro del Emperador Trajano: [=q] son los dichos notables,
biuos, y breues de los Emperadores, Reyes, Capitanes, Oradores,
Legisladores, y Varones Illustres: assi Griegos, como Romanos, Persas,
y Lacedemonios: traduzidos de lēgua Griega en Castellana; dirigidos
a la S. C. C. M. por Diego Gracian, secretario del muy Illustre y
Reverendissimo Señor don Francisco de Mendoça Obispo de Çamora._

_Colofón_: «Fue impressa la presente obra en la insigne universidad
de Alcalá de Henares en Casa de Miguel de Eguia. Acabose a treinta de
Junio de Mil y Quinientos y Treinta y tres Años». 4.º gót.

Reimpreso en los _Morales de Plutarco traduzidos de lengua Griega en
Castellana_ por el mismo Diego Gracián (Alcalá de Henares, por Juan de
Brocar, 1548, folios II á XLIII).

[155] El autor ó más bien recopilador de este librejo, en que alternan
las anécdotas y las sentencias, es el mismo que tradujo la novela
sentimental de _Peregrino y Ginebra_. Hay, por lo menos, tres ediciones
góticas de las _Vidas de los filósofos_ (Sevilla, 1520; Toledo, 1527;
Sevilla, 1541). Parece un extracto de la compilación mucho más vasta
de Gualtero Burley _Liber de vita et moribus philosophorum poetarumque
veterum_, traducida al castellano y tan leida en el siglo XV con el
título de _La vida y las costumbres de los viejos filósofos_ («Crónica
de las fazañas de los filósofos» la llamó Amador de los Ríos). Hermann
Knust publicó juntos el texto latino y la traducción castellana en el
tomo CLXXVII de la _Bibliotek des litterarischen vereins_ de Stuttgart
(Tübingen, 1886).

[156] El traductor primitivo fue Thamara. No he visto la primera
edición, de Sevilla, 1548; pero en la de Zaragoza, 1552, por Esteban
de Nájera, se copian la aprobación de los Inquisidores, dada en el
castillo de Triana «a 18 dias del mes de enero de 1548», y un _Proemio
y carta nuncupatoria_, firmada por «el bachiller Francisco Thamara,
catedrático de Cádiz, intérprete y copilador desta obra».

En un mismo año, 1549, aparecen en Amberes dos distintas ediciones
de este libro de Erasmo en castellano. La que lleva el título de
_Apothegmas que son dichos graciosos y notables de muchos reyes y
principes illustres, y de algunos philosophos insignes y memorables y
de otros varones antiguos que bien hablaron para nuestra doctrina y
exemplo; agora nuevamente traduzidos y recopilados en nuestra lengua
castellana_ (Envers, por Martin Nucio), reproduce el texto de Thamara y
su _Carta nuncupatoria_. La otra, cuya portada dice: _Libro de vidas,
y dichos graciosos, agudos y sentenciosos, de muchos notables varones
Griegos y Romanos, ansí reyes y capitanes como philosophos, y oradores
antiguos: en los quales se contienen graues sentencias e auisos no
menos provechosos que deleytables_... (Anvers, Juan Steelsio, 1549),
parece nueva traducción, ó por lo menos refundición de la anterior,
hecha por Juan Jarava, que añadió al fin la _Tabla de Cebes_.

[157] _Libro de los dichos y hechos del Rey don alonso: aora nueuamente
traduzido. 1527._

Al reverso de la portada principia una Epístola del bachiller Juan de
Molina, «sobre el presente tratado, que de latin en lengua Española ha
mudado».

_Colofón_: «Fue impreso en Valēcia. En casa de Juan Joffre i[=p]ressor.
A XXI de Mayo de nuestra reparacion. M.D.XXVII». 4.º gót.

Hay reimpresiones de Burgos, por Juan de Junta, 1530; Zaragoza, 1552, y
alguna más.

[158] Abundan las ediciones de este curioso libro: la elzeviriana
de 1646 lleva el título de _Speculum boni principis_. Fue traducido
repetidas veces al catalán y al castellano, una de ellas por el
jurisconsulto Fortún García de Ercilla, padre del poeta de la
_Araucana_. Sobre el Panormita (célebre con infame celebridad por su
_Hermaphroditus_), véase especialmente Ramorino, _Contributi alla
storia biografica e critica di A. Beccadelli_ (Palermo, 1883).

[159] Puede verse también en la colección general de sus obras
(Basilea, 1571), en que hay muchas que el historiador de Alfonso V debe
tener presentes.

[160] _Hazañas valerosas y dichos discretos de D. Pedro Manrique de
Lara, primer Duque de Nájera, Conde de Treviño, Señor de las villas y
tierras de Amusco, Navarrete, Redecilla, San Pedro de Yanguas, Ocon,
Villa de la Sierra, Senebrilla y Cabreros._ (Impreso conforme á una
copia de la colección Salazar en el tomo VI, pp. 121-146 del _Memorial
Histórico Español que publica la Real Academia de la Historia_, Madrid,
1853). Salazar, que ya transcribió alguna parte de las noticias de
este cuaderno en las _Pruebas_ de su _Historia Genealógica de la Casa
de Lara_, había encontrado el original en el archivo de los Condes de
Frigiliana.

[161] No conozco la fecha de la primera edición, pero algunas de
las posteriores conservan la aprobación de Gil González Dávila de
febrero de 1627. Fue reimpresa en Sevilla, 1639; Madrid, 1663, y otras
varias veces, siempre con mal papel y tipos, exceptuando la elegante
edición elzeviriana de Bruselas, por Francisco Foppens, 1666. Muchas
de las anécdotas que recopila son pueriles y prueban en su autor poca
sindéresis.

Los _Dichos y Hechos de Felipe III_ están en las _Memorias para la
historia_ de aquel monarca, que recopiló D. Juan Yáñez (Madrid, 1723),
copiados de un manuscrito original que tenía todas las licencias para
estamparse en 1628.

[162] Notó bien este carácter aforístico de _El Licenciado Vidriera_ el
Sr. D. Francisco A. de Icaza en su elegante estudio sobre las _Novelas
Ejemplares de Cervantes_ (Madrid, 1901, pág, 151).

[163] _Las Seyscientas Apotegmas de Iuan Rufo. Y otras obras en verso
Dirigidas al Principe nuestro Señor. Con Privilegio. En Toledo por
Pedro Rodriguez, impressor del Rey nuestro Señor. 1596._

8.º 9 hs. prls. y 270 folios, de los cuales 195 corresponden á los
_Apotegmas_.

[164] Alude, con discreta malicia, que no debió de sentar bien á los de
la casa de Osuna, á aquel sabido cantarcillo:

          Decit, buen conde de Ureña,
        ¿Don Alonso dónde queda?


[165] La frase _profesor de energía_ que Sthendhal inventó (según creo)
para aplicársela á Napoleón, y se ha repetido tanto después, recuerda
bastante ésta de _catedrático de valentía_ que Juan Rufo dijo del Cid.

[166] Alude al Dr. Juan de Salinas, festivo poeta sevillano, cuyas
_Obras_ han sido publicadas por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces.

[167] Rufo debía de ser un jugador empedernido, y á esto aluden muchos
pasajes de sus _Apotegmas_.

[168] ¿Sería Felipe de Liaño, cuya especialidad eran los retratos
pequeños, especialmente de mujeres?

[169] Este apotegma tiene poco mérito, pero no he querido dejar de
citarle, porque acaso nos pone en camino de interpretar uno de los más
oscuros pasajes del _Quijote_: el relativo á _Tirante el Blanco_. Si
suponemos que hay errata donde dice _industria_, y leemos _ignorancia_,
como en el texto de Juan Rufo, queda claro el sentido. Sin duda Rufo y
Cervantes usaron una misma frase hecha, y no es creíble que el segundo
la alterase con menoscabo de la claridad.

[170] Esta fácil y pronta respuesta se atribuye en Cataluña al Rector
de Vallfogona, y dicen que ella bastó para que le reconociese Lope de
Vega. El festivo poeta tortosino había nacido en 1582, é hizo un solo
viaje á Madrid, en 1623. Los _Apotegmas_ estaban impresos desde 1596, y
no contienen más que dichos originales de Juan Rufo.

[171] _Las quinientas apotegmas de D. Luis Rufo, hijo de D. Juan Rufo,
jurado de Córdoba, dirigidas al Principe Nuestro Señor_ (Siglo XVII).
_Ahora por primera vez publicadas._ Madrid, imprenta de Fuentenebro,
1882, 12.º.

[172] Algunos de estos Cuentos, cuyo borrador se conserva en
la Biblioteca Nacional, fueron publicados por D. Juan Eugenio
Hartzenbusch, como apéndice á la primera edición de sus propios
_Cuentos y fábulas_ (Madrid, 1861), y casi todos lo han sido por D.
Antonio Paz y Melia (_Sales del ingenio español_, 2.ª serie, 1902, pp.
91-211).

[173] _La Silva Curiosa de Iulian de Medrano, cavallero navarro: en que
se tratan diversas cosas sotilissimas, y curiosas, mui conuenientes
para Damas y Cavalleros, en toda conuersation virtuosa y honesta.
Dirigida a la muy Alta y Serenissima Reyna de Nauarra su sennora.
Va dividida esta Silva en siete libros diuersos, el sujetto de los
quales veeras en la tabla siguiente. En Paris, Impresso en Casa de
Nicolas Chezneav en la calle de Santiago, a la insignia de Chesne verd.
M.D.LXXXIII. Con Privilegio del Rei._ 8.º.

[174] Vid. _La Caza, Estudios bibliográficos_, por D. Francisco de
Uhagón y D. Enrique de Leguina (Madrid, 1888), pág. 39.

[175] Cuentos 3.º, 5.º, 8.º, 9.º y 11.º de Juan Aragonés; cuentos 24,
25, 26, 29, 30, 32, 33, 34, 39, 40, 42, 44, 46, 48, 49, 50, 51, 52, 54,
62, 63, 67, 68, 72 de la 2.ª parte del _Sobremesa_; 31, 34, 39, 42, 47,
50, 52, 54, 60, 63, 67, 72, 73, 76 de la 1.ª (ed. Rivadeneyra). Cf. pp.
144-166 de la _Silva_ en la reimpresión de Sbarbi. Como se ve, Medrano
no se tomó siquiera el trabajo de cambiar el orden de los cuentos,
aunque puso los de la 1.ª parte después de los de la 2.ª Además, en la
pág. 91 trae el cuento 53 de la 2.ª parte («si los rocines mueren de
amores,--¡triste de mí! ¿qué harán los hombres?»); pero debe de estar
tomado de otra parte, porque en Timoneda es más breve y no dice que el
caso sucediese en Tudela.

[176] P. 168 de la reproducción de Sbarbi.

[177] _La Silva Curiosa de Ivlian de Medrano, Cavallero Navarro: en que
se tratan diversas cosas sotilissimas y curiosas, muy conuenientes para
Damas y Caualleros en toda conuersacion virtuosa y honesta. Corregida
en esta nueua edicion, y reduzida a mejor lectura por Cesar Ovdin.
Vendese en Paris, en casa de Marc Orry, en la calle de Santiago, a la
insignia del Lion Rampant. M.DCVIII._

8.º 8 hs. prles. y 328 pp. La novela de _El Curioso Impertinente_
empieza en la página 274.

Algunas cosas más que la novela agregó César Oudin al texto primitivo
de la _Silva_. En la página 271 de su edición pone esta advertencia:
«Estos dos epitafios siguientes fueron añadidos á esta segunda
impresion por Cesar Oudin, el qual los cobró de dos caballeros tedescos
sus discípulos. El uno es del Emperador Carlos V, y es hecho en latin;
el otro es de la Verdad, escrito en Español, el qual es tambien
traducido en frances por el dicho Cesar».

El Sr. D. José María Sbarbi ha reimpreso esta edición (suprimiendo la
novela de Cervantes) en el tomo X y último de su _Refranero General
Español_ (Madrid, imp. de A. Gómez Fuentenebro, 1778).

[178] _Carta publicada en «El Correo de Madrid,» injuriosa á la buena
memoria de Miguel de Cervantes. Reimprimese con notas apologéticas. En
Madrid, por D. Antonio de Sancha. Año de M.DCCLXXXVIII._

[179] _Ambrosio de Salazar et l'étude de l'espagnol en France sous
Louis XIII_, por A. Morel-Fatio, París, 1901.

[180] _Las Clavellinas de Recreacion... Les Oeuillets de Recreation.
Où sont contenüees, sentences, advis, exemples, et Histoires tres
agreables pour toutes sortes de personnes desireuses de lire choses
curieuses, és deux langues Françoise et Espagnole. Dedié à Monsieur M.
Gobelin, sieur de la Marche, Conseiller du Roy, et Controlleur general
de ses finances en la generalité de Rouen. Por Ambrosio de Salazar. A
Rouen, chez Adrian Morront, tenant sa boutique l' Estre nostre Dame.
1622. Avec Privilege du Roy._ 8.º 6 hs. prles., 366 pp. y una hoja sin
foliar.

_Las Clavellinas de Recreacion... Por Ambrosio de Salazar... A
Brvsselles, chez Iean Pepermans Libraire juré, et imprimeur de la
Ville, demeurant derire_ (sic) _icelle Ville a la Bible d'Or. 1625.
Avec Grace et Privilege_. 8.º.

[181] El autor mismo confiesa sin rebozo su falta de originalidad:
«Amigo lector, quando leyeres este librillo, ó parte dél, no digas
mal de las historias, porque no soy yo el Auctor; solo he servido de
intérprete en ellas: de manera que el mal que dijeres no me morderá...».

[182] _Espexo General de la Gramatica en Dialogos, para saber la
natural y perfecta pronunciacion de la lengua Castellana. Seruira
tambien de Vocabulario para aprenderla con mas facilidad, con algunas
Historias graciosas y sentencias muy de notar. Todo repartido por los
siete dias de la semana, donde en la séptima son contenidas las phrasis
de la dicha lengua hasta agora no vistas. Dirigido á la Sacra y Real
Magestad del Christianissimo Rey de Francia y de Nauarra. Por Ambrosio
de Salazar... A Rouen, chez Adrien Morront, dans l'Estre nostre Dame,
pres les Changes. 1614._ 8.º.

En la obra de Gallardo (m. 3773 á 3775) se describen otras tres
ediciones, todas de Ruán (1615, 1622, 1627).

[183] Pág. 73.

[184] _Libro de flores diversas y curiosas en tres Tratados... Dirigido
al prudentissimo y generoso Señor de Hauquincourt: Mayordomo Mayor de
la Christianissima Reyna de Francia. Por A. de Salazar, Secretario,
interprete de su Magestad, en la lengua Española, cerca de su Real
persona. En Paris. Se venden en casa de David Gil, delante el Cavallo
de bronze y sobre el puente nuevo. 1619._

[185] _Secretos de la Gramatica Española, con vn Tratado de algunos
Quentos honestos y graciosos. Obra tanto para el estudio como para
echar de si todo enojo y pesadumbre_... 1632. Sin lugar de impresión,
probablemente París.

[186] _Thesoro de diversa licion, obra digna de ser vista, por su
gran curiosidad; En el qual ay XXII Historias muy verdaderas, y otras
cosas tocantes a la salud del Cuerpo humano, como se vera en la tabla
siguiente. Con una forma de Gramatica muy prouechosa para los curiosos.
A Paris, chez Louys Bovllanger, rüe Sainct Iacques, á l'Image S. Louys.
1636._

8.º 6 hs. prls. sin foliar, 270 pp. y 4 folios de tabla.

[187] _Del can, y del cavallo, y de sus calidades: dos animales, de
gran instincto y sentido, fidelissimos amigos de los hombres. Por el
Protonotario Luys Perez, Clerigo, vezino de Portillo. En Valladolid,
impresso por Adrian Ghemart. 1568._

De este raro y curioso libro hizo una elegante reproducción en Sevilla
(1888) D. José María de Hoyos, tirando sólo cincuenta ejemplares.

Vid. p. 34, «De un Can que en Palencia uvo de estraño y marauilloso
instincto, y cosa jamas oyda: de que al presente ay sin numero los
testigos».

[188] Véanse las advertencias preliminares que he puesto á esta comedia
en el tomo XI de la edición académica de Lope de Vega.

[189] Como la versión de Ambrosio de Salazar no ha sido citada (que yo
recuerde) en los que han escrito sobre leyendas de partos monstruosos
(asunto de una reciente monografía del profesor danés Nyrop), y el
_Thesoro_ es bastante raro, me parece oportuno transcribirla.

Pág. 213, _Historia y cuento donoso sucedido en Barcelona_:

«En la ciudad de Barcelona ay cierto linaje de personas que se llaman
los Porceils, que quiere dezir en la lengua castellana lechones, que
tomaron el apellido y sobrenombre destos animales gruñidores por cierto
caso que sucedio á dos casados en la dicha ciudad. Y el caso fue que
cierta Señora de mediano estado, se avia persuadido una cosa harto
fuera de razon, y es, que le avian dado á entender que la muger que
paria mas que un hijo de una vez era señal de adultera, y que avia
tenido ilicito ayuntamiento con mas de un varon; y viendose preñada y
con muy grande barriga, temió de parir mas que un hijo, porque no la
tuviessen por lo que ella indiscretamente avia pensado. Al fin llegado
el parto de esta Señora, sucedio que pario nuebe hijos varones, pues
no ay cosa impossible á la voluntad de Dios. Visto por la parida cosa
tan estraña determinó persuadir á la partera que dissimulasse y no
dixesse que avia parido mas que un solo hijo, pensando hazer perecer
á los demas. Con esta mala voluntad, llamó á una criada y mandole que
tomasse aquellos ocho niños y los lleuase al campo fuera de la Ciudad
y los enterrasse assí vivos. La criada los puso en una espuerta, y se
yva con grande atrevimiento á cumplir el mandado de su ama, y Dios fue
servido que encontró en el camino con su amo, y aviendole preguntado
dónde yva y qué llevaba en aquella espuerta, la criada respondió en su
lengua Catalana diziendo: «Senior porté uns porcells», de do tomaron
el apellido y sobrenombre dels Porcels. El amo desseoso de verlos
abatio la espuerta y halló los ocho niños aun bullendo y muy hermosos,
aunque pequeñitos y desmedrados; y viendo la traycion y mal dessignio
luego sospechó lo que podria ser, y preguntado á la criada si su ama
avia parido, respondio que si, dandole larga cuenta de lo que passava,
y la causa por que los llevaba á enterrar. Entonces el padre, como
hombre discreto, los dio á criar, sin ser sabido de nadie mas que de
la criada, á quien mandó y amenazó que no descubriesse lo que avia
passado, como de hecho lo cumplió. Al cabo de tres años, el dicho padre
en cierto dia mandó aparejar un combite sin que la muger supiesse para
quien se preparava. Ya que todo estava á punto, hizo venir los ocho
hijos con sus amas, sin otros que para el proposito avia combidado.
Sentados á la mesa, declaró el padre la causa del combite, y todo como
lo avemos contado, de que no poca afrenta y espanto recibió la muger,
aunque todo mezclado con un grandissimo contento, por ver y entender
que aquellos eran sus hijos, á quien por su falsa imaginacion á penas
fueron nacidos quando los tuvo condenados á muerte. El padre mandó que
de ally adelante llamassen á aquellos niños los Porcels, y oy en dia se
llaman assí los descendientes dellos, por lo que la criada dixo quando
los llevaba á enterrar que llevaba porcells, que quiere dezir lechones».

[190] PP. 195-199, con el título de «Historia verdadera de la cabra y
cabrón».

[191] París, Pierre Chevalier, 1607, 8.º, 80 pp. (Núm. 2144 de Salvá).

Brunet cita tres ediciones más:

_Rodomontades espagnoles, recueillies de divers auteurs, et notamment
du capitaine Bonbardon_ (por Jac. Gautier). Rouen, Caillové, 1612.

--Id. 1623.

--Id. 1637.

Algunos de estos libelos miso-hispanos tienen grabados en madera, como
el titulado _Emblemes sur les actions, perfections et moeurs du Segnor
espagnol, traduit du castilien_ (Middelburg, por Simon Molard, 1608.
Rouen, 1637). Esta sátira grosera y virulenta está en verso. Vid.
Morel-Fatio, _Ambrosio de Salazar_ (pp. 52-57).

[192] Sin lugar, 12.º, 81 pp.

[193] Dice Brantôme en la dedicatoria á la Reina Doña Margarita:

«Je les ay toutes mises en leur langage, sans m'amuser à les traduire,
autant par le commandement que m'en fistes, que par ce que vous en
parlez et entendez la langue aussi bien que j'ai jamais veu la feue
reyne d'Espaigne vostre sœur (Doña Isabel de la Paz): car vostre gentil
esprit comprend tout et n'ignore rien, comme despuis peu je l'ai encor
mieux cogneu».

_Œuvres Complètes de Pierre de Bourdeille, abbè séculier de
Brantome_... París, 1842. (Edición del _Panteón Literario_). Tomo II.
Las _Rodomontades Espaignolles_, con el aditamento de los _Sermens et
Jurons Espaignols_, ocupan las 67 pp. primeras de este tomo.

Investigar las fuentes de las _Rodomontadas_ de Brantôme es tarea que
atañe á alguno de los doctos hispanistas con que hoy cuenta Francia.

[194] «El primer libro de novelas en España fué el que llaman de
Trancoso» (_Europa Portuguesa_, 2.ª ed., 1680, tom. III, pág. 372).

[195] No dudo que en las provincias de lengua castellana puedan
recogerse tantas ó más, pero hasta ahora los portugueses y también los
catalanes han mostrado en esto más actividad y diligencia que nosotros.
Sólo de Portugal recuerdo las siguientes colecciones, todas importantes:

_Contos populares portuguezes_, «colligidos por F. A. Coelho» (Lisboa,
1879).

_Portuguese Folk-Tales_, «collected by Consiglieri Pedroso, and
translated from original Ms. by Henriqueta Monteiro, with an
introduction by W. R. S. Ralston» (Londres, 1882).

_Contos tradicionaes do povo portuguez_, «con uma Introducção e Notas
comparativas, por Theophilo Braga» (Porto, 1883, 2 tomos).

_Contos nacionaes para crianças_, por F. A. Coelho (Porto, 1883).

_Contos populares do Brazil_, «colligidos pelo Dr. Sylvio Romero»
(Lisboa, 1885).

_Contos populares portuguezes_, «recolhidos por Z. Consiglieri Pedroso»
(tomo XIV de la _Revue Hispanique_, 1906).

[196] Ya en el primer tomo de estos ORÍGENES DE LA NOVELA (p. XXXVI)
hemos hecho mérito de la traducción portuguesa del _Barlaam y Josafat_,
conservada en un códice de Alcobaza, debiendo añadir aquí la noticia
de su edición, que entonces no teníamos (_Texto critico da lenda dos
santos Barlaão e Josafate_, por G. de Vasconcellos Abreu, Lisboa,
1898). Hubo también en Alcobaza y otros monasterios libros de ejemplos
como el Orto do Sposo, del cisterciense Fr. Hermenegildo Tancos (vid.
ORÍGENES, p. CIV). T. Braga, en su colección ya citada (II, 38-59)
reproduce algunos de estos cuentos, entre los cuales sobresalen el
ejemplo alegórico de la Redención (n. 132), que parece inspirado por
las leyendas del Santo Graal; y los temas históricos de la justicia
de Trajano (n. 133), y de Rosimunda y Alboino (n. 149); algunas
leyendas religiosas, que tienen sus paradigmas en las cantigas del
Rey Sabio, como la del diablo escudero (n. 145) y la del caballero
que dió su mujer al diablo (n. 144). Otros pertenecen al fondo común
de la novelística, como el de la prueba de los amigos (_Disciplina
Clericalis, Gesta Romanorum, Conde Lucanor_...) y alguno, como el
«de la buena andanza de este mundo» (n. 139), subsiste todavía en la
tradición popular. El texto de la Edad Media es muy curioso, porque
viene á acrecentar el número de leyendas que se desenlazan por medio de
convites fatídicos:

Un caballero, arrastrado por la insaciable codicia de la dama á quien
servía, mata alevosamente á un mercader y le roba toda su hacienda.
Emplazado por una voz sobrenatural para dentro de treinta años si
no hace penitencia, edifica en un monte unas casas muy nobles y muy
fuertes y busca en aquella soledad el olvido de su crimen. «Y estando
él un dia en aquel lugar comiendo con su mujer y con sus hijos y con
sus nietos en gran solaz con la buena andanza de este mundo, vino un
juglar y el caballero le hizo sentar á comer. Y en tanto que él comia,
los sirvientes destemplaron el instrumento del juglar y le untaron las
cuerdas con grasa. Y acabado el yantar, tomó el juglar su instrumento
para tañerle, y nunca le pudo templar. Y el caballero y los que con él
estaban comenzaron á escarnecer del juglar, y lanzáronle fuera de los
palacios con vergüenza. Y luego vino un viento grande como de tempestad
y derribó las casas y al caballero con todos los que alli estaban. Y
fue hecho un grande lago. Y paró mientes el juglar tras de sí, y vió
en cima del lago andar nadando unos guantes y un sombrero, que se le
quedaron en la casa del caballero, cuando le lanzaron de ella».

Acrecientan el caudal de la primitiva novelística portuguesa las
curiosísimas leyendas genealógicas consignadas en el Nobiliario del
Infante D. Pedro, sobre el cual nos referimos á lo que largamente queda
dicho en el primer tomo.

[197] _Contos tradicionaes do povo portuguez_, II, 19.

[198] Sobre la fe de Teófilo Braga cito la edición de 1575, que no he
visto ni encuentro descrita en ninguna parte. Brunet dio por primera la
de 1585 (Lisboa, por Marcos Borges, 1585, dos partes en un volumen en
4.º, la primera de 2 + 50 pp. y la segunda de 2 + 52). Tampoco he visto
ésta ni la de Lisboa, 1589 (por Juan Alvares), á la cual se agregó
la tercera parte impresa en 1596 por Simón Lopes. Nuestra Biblioteca
Nacional sólo posee cinco ediciones, todas del siglo XVII, y al parecer
algo expurgadas.

--_Primeira, segunda e terceira parte dos contos e historias de
proveito e exemplo. Dirigidos a Senhora Dona Ioana D'Alburquerque,
molher que foy do Viso Rey da India, Ayres de Saldanha. E nesta
impressão vão emendados._ (Á continuación estos versos):

          «Diversas Historias, et contos preciosos,
        Que Gonçalo Fernandez Trancoso ajuntou,
        De cousas que ouvio, aprendeo, et notou,
        Ditos et feytos, prudentes, graciosos:
        Os quaes com exemplos bõs et virtuosos,
        Ficão en partes muy bem esmaltados:
        Prudente Lector, lidos, et notados,
        Creo achareis que sam proveitosos.

_Anno 1608. Com licença da Sancta Inquisiçam. Em Lisboa. Per Antonio
Alvarez._

4.º, 4 hs. prls. y 68 pp. dobles.

Aprobación de Fr. Manuel Coelho (9 de agosto de 1607).--Licencia de
la Inquisición.--Escudo del Impresor.--Dedicatoria del mismo Antonio
Alvarez á doña Juana de Alburquerque (29 de mayo de 1608).--Soneto de
Luis Brochado, en alabanza del libro.

Tiene este volumen tres foliaturas, 52 pp. dobles para la 1.ª parte, 58
para la 2.ª, 68 para la 3.ª Al principio de la segunda hay estos versos:

          Se a parte primeira, muy sabio Lector,
        Vistes e lestes da obra presente,
        Lede a segunda, que muy humilmente,
        Aqui vos presenta agora o Auctor:
        Pedevos muito, pois sois sabedor
        Mostreis, senhor, ser discreto, prudente,
        Suprindo o que falta, de ser eloquente,
        Com vossa eloquencia, saber e primor.

Procede este raro ejemplar de la biblioteca de D. Pascual de Gayangos.

--_Primeira, segunda e terceira Parte dos Contos e Historias de
Proveito, e exemplo... Anno 1624. Com todas as licenças et approuaçoes
necessarias. Em Lisboa. Por Iorge Rodriguez. Taixado em papel em seis
vintens._

4.º, 4 hs. prls. y 140 pp. dobles.

Aprobación de Fr. Antonio de Sequeyra (16 de marzo de 1620). De ella se
infiere que además de las enmiendas que llevaba la edición anterior, se
suprimió un pasaje en la Tercera Parte.--Licencias, Tasa, etc.--Soneto
de Luis Brochado.--Tabla.

Procede de la biblioteca de D. Agustín Durán.

--_Anno 1633. Com todas as licenças e aprouaçoes necessarias. Em
Lisboa. Por Iorge Rodriguez. Taixado na mesa do Paço a seis vintens em
papel._

Edición idéntica á la anterior.

--_Anno de 1646... Em Lisboa, por Ant.º Alvares, Impressor del Rey N.
S._

8.º, 381 pp. de texto y tres de tabla. Á la vuelta de la portada van
las licencias y el soneto de Luis Brochado.

--_Historias proveitozas. Primeira, segunda e terceira parte. Que
contem Contos de proveito et exemplo, para boa educaçam da vida humana.
Compostos per Gonzalo Fernandez Trancoso. Leva no fin a Policia e
Urbanidade Christian. Em Lisboa, na officina de Domingos Carneiro,
1681._

8.º, 343 pp.

La última obra que se cita en la portada tiene distinta paginación y
frontis, que dice:

_Policia e Urbanidade Christiam. Composta pelos PP. do Collegio
Monipontano da Companhia de Jesu, e traduzida per Joam da Costa,
Lisboa, 1681._

Tanto esta edición, como la anterior, llevan intercalado, entre la
portada y el texto de los cuentos, un pequeño Catecismo, que atestigua
la gran popularidad del libro de Trancoso, al cual acompañaba (_Breve
Recopilaçam da Doctrina dos Misterios mais importantes de nossa Sancta
Fe, a qual todo o Christão he obrigado saber e crer com Fe explicita,
quer dizer conhecimento distincto de cada hum: recopilado pelo P.
Antonio Rebello, irmão professo da 3.ª Ordem de Nossa Senhora do
Carmo_).

Además de estas ediciones existen, por lo menos, las siguientes,
enumeradas por Inocencio da Silva, en su _Diccionario bibliographico
portuguez_ (III, 155-156; IX, 427).

--Coimbra, por Thomé Carvalho, 1600, 8.º

--Lisboa, por Antonio Craesbeck de Mello, 1671.

--Por Felipe de Sousa Villela, 1710.

--_Historias proveitosas: Primeira, segunda e terceira parte; que
contem contos de proveito e exemplo, para boa educação da vida humana.
Leva no fim a Policia e urbanidade christā. Lisboa, na off. de Filippe
de Sousa Villela_, 1722. 8.º, XVI + 383 pp.

--Por Manuel Fernandes da Costa, 1734, 8.º

En su ya citada obra _Contos tradicionaes do povo portuguez_ (II,
pp. 63-128) ha reproducido Teófilo Braga diez y nueve cuentos de la
colección de Trancoso, ilustrándolos con curiosas notas y paradigmas.
En todos ellos el erudito profesor suprime las moralidades y
divagaciones retóricas de Trancoso y abrevia mucho el texto. Tanto de
estos cuentos, como de los que omite, pondré el índice por el orden que
tienen en las ediciones del siglo XVII, únicas que he podido manejar.

Parte 1.ª

«Conto primeiro. Que diz que todos aquelles que rezão aos Sanctos que
roguem por elles, tem necessidade de fazer de sua parte por conformarse
com o que querem que os Sanctos lhe alcancem. Tratase hūa Historia de
hum Ermitão, et hum Salteador de caminhos» (Está en Braga, n. 151).

Cont. II. «Que as filhas devem tomar o conselho da sua boa may, e fazer
seus mandamentos. Trata de hūa que o não fez, e a morte desastrada que
ouve» (Braga, n. 152).

Cont. III. «Que as donzellas, obedientes, devotas e virtuosas, que por
guardar sua honra se aventurão a perigo da vida, chamando por Deos,
elle les acode. Trata de hūa donzella tal que he digno de ser lido»
(Braga, n. 153).

Cont. IV. «Que diz que as zombarias são perjudiciaes, e que he bom não
usar delles, concluesse autorizado con hum dito grave».

Es meramente un dicho sentencioso de un caballero de la Corte de D.
Juan III: «Senhor, não zombo, porque o zombar tem resposta».

Cont. V. «Trata do que aconteceo en hūa barca zombando, e hūa resposta
sotil».

Son zumbas y motejos entre un corcobado y un narigudo, que acabaron mal.

Cont. VI. «Que en toda parceria se deve tratar verdade, porque o engano
ha se de descobrir, e deixa envergonhado seu mestre. Trata de dous
rendeiros».

Historia insulsa que tiende á recomendar la buena fe en los contratos.

Cont. VII. «Que aos Principes convem olhar por seus vassalos, para
lhe fazer merce. E os despachadores sempre devem folgar disso, e não
impedir o bõ despacho das partes. Trata hum dito gravissimo de hum Rey
que Deos tem».

Un Rey justiciero da á un mancebo de Tras os Montes el cargo de
contador del almojarifazgo que tenía su padre, y haciéndole alguna
observación su veedor de Hacienda sobre la inutilidad del cargo, le
replica: «Se nos não havemos mister o contador, o mancebo ha mister o
officio».

Cont. VIII. «Que os Prelados socorram com suas esmolas a seus subditos,
e os officiaes de sua casa lhe ajudem. Trata de hum Arcebispo e seu
veador».

El Arzobispo de Toledo de quien se trata es D. Alonso Carrillo, y el
cuento procede de la _Floresta Española_, como decimos en el texto:
«Vos faço saber que estes que me servem ham de ficar em casa, porque eu
os ey mister, e estes que me não servem, tambem ficarão, porque elles
me ham mister a mi».

Cont. IX. «Que ha hum genero de odios tam endurecido que parece
enxerido pello demonio. Trata de dous vezinhos envejosos hum do outro»
(Braga, II, 154).

Cont. X. «Que nos mostra como os pobres com pouca cousa se alegram. E
he hum dito que disse hum homen pobre a seus filhos» (Braga, II).

Cont. XI. «Do que acontece a quem quebranta os mandamentos de seu pay,
e o proveyto que vem de dar esmolla, e o dano que socede aos ingratos.
Trata de hum velho e seu filho» (Braga, II, 157, con el título de _O
segredo revelado_).

Cont. XII. «Que offerecendosemos gostos ou perda, o sentimento ou nojo
seja conforme a causa, concluindo con elle. Trata hum dito de hum Rey
que mandou quebrar hūa baixella».

Cont. XIII. «Que os que buscam a Deos sempre o achão. Trata de hum
hermitan, e hum pobre lavrador que quis antes un real bem ganhado que
cento mal ganhados» (Braga, n. 156).

Cont. XIV. «Que todo tabellião e pessoa que da sua fe em juizo, deve
attentar bem como a da. Trata hūa experiencia que fez hum senhor para
hum officio de Tabellião» (Braga, n. 158).

Cont. XV. «Que os pobres não desesperem nas demandas que lhe armão
tyrannos. Trata de dous irmãos que competiam em demanda hum com outro,
e outras pessoas» (Braga, 159).

Cont. XVI. «Que as molheres honradas e virtuosas devem ser calladas.
Trata de hūa que fallou sem tempo e da reposta que lhe derão.

Anécdota insignificante, fundado en el dicho de una mujer de Llerena.

Cont. XVII. «Como castiga Deos accusadores, e liura os innocentes.
Trata de hum Comendador que foy com falsidade accusado diante del Rey»
(Braga, n. 160, con el título de _Don Simão_).

Cont. XVIII. «De quam bom he tomar conselho com sabedores e usar delle.
Trata de hum mancebo que tomou _tres conselhos_, e o sucesso» (Braga,
n. 161).

Cont. XIX. «Que he hūa carta do Autor a hūa senhora, com que acaba a
primeira parte destas historias e contos de proveito e exemplo. E logo
começa segunda, em que estão muitas historias notaveis, graciosas, e de
muito gosto, como se vera nella».

Parte 2.ª.

Cont. I. «Que trata quanto val a boa sogra, e como por industria de hūa
sogra esteve a nora bem casada com o filho que a aborrecia» (Braga, n.
162).

Cont. II. «Que diz que honrar os Sanctos e suas Reliquias, e fazerlhe
grandes festas he muito bem, e Deos e os Sanctos o pagão. Trata de hum
filho de hum mercador, que con ajuda de Deos e dos Sanctos veo a ser
Rey de Inglaterra».

Cont. III. «Que diz nos conformemos com a vontade do Senhor. Trata de
hum Medico que dizia: Tudo o que Deos fez he por melhor» (Braga, n.
163).

Cont. IV. «Que diz que ninguem arme laço que não caya nelle. Trata de
hum que armou hūa trampa para tomar a outro, e cahio elle mesmo nella».

Cont. V. «Que diz que a boa mulher he joya que não tem preço, e he
mellior para o homen que toda a fazenda e saber do mundo como se prova
claro ser assi no discorso do conto».

Es un largo ejemplo moral.

Cont. VI. «Que nāo confie ninguem em si que sera bom, porque ja o tem
promettido: mas andemos sobre aviso fugindo das tentações. Trata hum
dito de hum arraez muito confiado».

Cont. VII. «Que nāo desesperemos nos trabalhos, e confiemos em Deos que
nos proverá, como fez a huma Rainha virtuosa con duas irmãas que o nāo
erão, do que se trata no conto seguinte» (Braga, n. 164).

Cont. VIII. «Que o poderoso nāo seja tyranno, porque querendo tudo, nāo
alcança o honesto e perde o que tem. Como se ve em hūa sentença sotil
em caso semelhante» (Braga, n. 165).

Cont. IX. «Que diz que conformes com a vontade de Deos nosso Senhor
lhe demos louvores e graças por tudo o que faz. Trata de hum dito do
Marquez de Pliego, em tempo del Rey Don Fernando Quinto de Castella».

Terceira parte.

Cont. I. «Que todos sejamos sojeitos a razam, e por alteza de estado
nāo ensoberbeçamos, nem por baixeza desesperamos. Trata de hū Principe,
que por soberbo hum seu vassallo pos as mãos nelle, e o sucesso do caso
he notavel» (Braga, n. 166).

Cont. II. «Que quem faz algum bem a outro, nāo lho deve lançar em
rosto, e que sempre se deve agradecer a quem nos da materia de bem
obrar».

Trátase de una carestía de Córdoba. Este cuento, ó más bien dicho
sentencioso y grave contra los que echan en cara los beneficios
recibidos, parece de origen castellano.

Cont. III. «Que diz quanto val o juizo de hum homen sabio, e como por
hum Rey tomar con elle, o tirou de huma duvida en que estava com hum
seu barbeiro» (Braga, n. 168).

El Rey invita á su barbero á que le pida cualquier merced, prometiendo
concedérsela. El barbero le pide la mano de la princesa su hija.
Sorprendido el rey de tal petición, consulta con un sabio, el cual le
aconseja que mande abrir la tierra en el sitio donde había estado el
barbero, porque sin duda habría puesto los pies sobre un gran tesoro,
que le daba humos para aspirar tan alto. El tesoro aparece en efecto,
y el rey lo reparte entre el barbero y el letrado que dió tan buen
consejo. Ignoro el origen de este absurdo cuento.

Cont. IV. «Trata como dous mancebos se quiseran em estremo grao, e como
hum delles por guardar amizade se vio em grandes necessidades, e como
foy guardado do outro amigo».

Cont. V. «Que inda que nos vejamos em grandes estados nāo nos
ensoberbeçamos, antes tenhamos os olhos onde nacemos para merecer
despois a vir a ser grandes senhores, como aconteceo a esta Marqueza de
que he o conto seguinte». (Braga, n. 107, con el título de _Constancia
de Griselia_).

Cont. VI. «Em que mostra de quanto preço he a virtude nas molheres,
especialmente nas donzelas, e como hūa pobre lavradora por estimar sua
honra em muyto, veo a ser grande senhora».

Cont. VII. «Neste conto atraz tratei hūa grandeza de animo que por
comprir justiça usou Alexandro de Medices Duque de Florença com hūa
pobre Donzela, e porque este he de outra nobreza sua que usou com hūa
pobre viuva, a qual he o seguinte» (Braga, n. 169, _O achado da bolsa_).

Cont. VIII. «Em que se conta que estando hūa Raynha muyto perseguida e
sercada em seu Reyno, foy liurada por hum cavaleyro de quem ella era en
estremo enemiga, e ao fim veio a casar com elle».

Cont. IX. «Que mostra de quanta perfeição he o amor nos bōs casados, e
como hum homen nobre se pos em perigo da morte por conservar a hōra de
sua molher, e por a liurar das miserias em que vivia, e como lhe pagou
com o mesmo amor».

Cont. X. «Em o qual se trata de hum Portuguez chegar a cidade de
Florença, e o que passou com o Duque senhor della, com hūa peça que lhe
den a fazer, o qual he exemplo muy importante para officiaes».]

[199] Página 11 de la edición de Francisco Asensio.

[200] Vid. E. Cosquin, _La Légende du Page de Sainte Elisabeth de
Portugal et le conte indien des «Bons Conseils», en la Revue de
Questions Historiques_, enero de 1903.

[201] Á las comparaciones hechas por el primero en sus notas á los
_Awarische Texte_ de A. Schiefner (n. 12) hay que añadir la monografía
del segundo sobre _Quatro Novelline popolari livornesi_ (Spoleto,
1880). Una nota de Teófilo Braga, que excuso repetir (II, 192-195),
resume estas indagaciones. Pero para estudiarlas á fondo, habrá que
recurrir siempre a los fundamentales trabajos de Köhler (_Kleinere
Schriften zur Märchenforschung von Köhler Herausgegeben von Iohannes
Bolte_, Weimar, 1898, pp. 118, 143, 565 y ss.).

[202] _Basque Legends: collected, chiefly in the Labourd, by Rev.
Wentworth Webster_... Londres, 1879, pág. 176.

[203] Recuérdese lo que hemos dicho en la página LVII, nota 2.ª.

[204] Part. 1.ª, nov. XIV. «Alessandro duca di Firenze fa che Pietro
sposa una mugnaja che aveva rapita, e le fa far molto ricca dote».

En el cuento siguiente de Trancoso (VII de la 3.ª Parte) hay alguna
reminiscencia (pero sólo al principio) de la novela XV, parte 2.ª, de
Bandello («Bell' atto di giustizia fatto da Alessandro Medici, duca di
Firenze contra un suo favorito cortegiano»),

[205] En las notas de Valentin Schmidt á su traducción alemana de
algunas novelas de Straparola puede verse, una indicación de ellas.

_Märchen-Saal. Sammlung alter Märchen mit Anmerkungen; herausgegeben
von Dr. Friedr. Wilh-Val. Schmidt. Erster Band. Die Märchen des
Straparola_, Berlín, 1817.

Pero es mucho más completo el trabajo de G. Rua, _Intorno alle
«Piacevoli dello Straparola_ (_Giornale Storico della letteratura
italiana_, vol. XV y XVI, 1890).

[206] Cap. 124. «Quod mulieribus non est credendum, neque archana
committendum, quoniam tempore iracundiae celare non possunt». Ed.
Oesterley, p. 473. Trae copiosa lista de paradigmas en la página 732.

[207] «Pisti è dannato per micidiale, e gli è levato tutto l'
hauere, e son promessi premii a chi l' uccide, o vivo il dà nelle
mani della giustitia; Egli si fà offerire a' Signori, e libera la
familia da disagio, e se da pericolo. (Novella 5, _prima deca_ de _Gli
Hecatommithi_).

[208] «Caritea ama Pompeo, Diego innamorato della giouane, l' uccide;
Ella promette di darsi per moglie a chi le da il capo di Diego. Le moue
guerra il Re di Portogallo. Diego la difende, e fa prigione il Re,
poscia si pone in podestà della Donna, e ella lo pliglia per marito»
(_Novella_ 1ª _seconda deca_).

[209]

          Jupiter ambiguas hominum praediscere mentes,
            Ad terras Phoebum misit ab arce poli.
        Tunc duo diversis poscebant numina votis;
            Namque alter cupidus, invidus alter erat.
        His sese medium Titan; scrutatus utrumque,
            Obtulit, et precibus ut peteretur, ait:
        Praestabit facilis; nam quae speraverit unus,
            Protinus haec alter congeminata feret.
        Sed cui longa jecur nequeat satiare cupido,
            Distulit admotas in nova lucra preces:
        Spem sibi confidens alieno crescere voto,
            Seque ratus solum munera ferre duo.
        Ille ubi captantem socium sua praemia vidit,
            Supplicium proprii corporis optat ovans.
        Nam petit extincto ut lumine degeret uno,
            Alter ut, hoc duplicans, vivat utroque carens.
        Tunc sortem sapiens humanam risit Apollo,
            Invidiaeque malum rettulit inde Jovi.
        Quae dum proventis aliorum gaudet iniquis,
            Laetior infelix et sua damna cupit.


[210] Vid. T. Braga, II, 27.

[211] Sigo, con algún ligero cambio, la antigua traducción castellana
de Juan Bautista de Morales, impresa por primera vez en 1622.

_Corte en aldea y noches de invierno de Francisco Rodríguez Lobo_...
En Valencia: en la oficina de Salvador Fauli, año 1793. Diálogo X. «De
la materia de contar historias en conversación». Diálogo XI. «De los
cuentos y dichos graciosos y agudos en la conversación». PP. 276-355.

[212] Vid. Serrano y Morales, _La Imprenta en Valencia_, pp. 285-327.
En la pág. 323 de este precioso libro está publicado el testamento de
Felipe Mey, que nombra entre sus hijos á Sebastián, con lo cual queda
plenamente confirmado lo que sobre este punto conjeturó D. Nicolás
Antonio.

[213] _Fabulario en que se contienen fabulas y cuentos diferentes,
algunos nueuos y parte sacados de otros autores; por Sebastian Mey. En
Valencia. En la impression de Felipe Mey. A costa de Filipo Pincinali a
la plaça de Vilarasa._

8.º, 4 hs. prls. y 184 pp.

Aprobación del Pavorde Rocafull, 20 de enero de 1613.--Escudo de
Mey.--Prólogo.

«Harto trillado y notorio es, a lo menos a quien tiene mediana licion,
lo que ordena Platon en su Republica, encargando que las madres y amas
no cuenten a los niños patrañas ni cuentos que no sean honestos. Y de
aqui es que no da lugar a toda manera de Poetas. Cierto con razon,
porque no se habitue a vicios aquella tierna edad, en que facilmente,
como en blanda cera, se imprime toda cosa en los animos, haviendo
de costar despues tanto y aun muchas vezes no haviendo remedio de
sacarlos del ruin camino, a seguir el cual nos inclina nuestra perversa
naturaleza. A todas las personas de buen juicio, y que tienen zelo
de bien comun, les quadra mucho esta dotrina de aquel Filosofo: como
quepa en razon, que pues tanta cuenta se tiene en que se busque para
sustento del cuerpo del niño la mejor leche, no se procure menos el
pasto y mantenimiento que ha de ser de mayor provecho para sustentar
el alma, que sin proporcion es de muy mayor perficion y quilate. Pero
el punto es la execucion, y este es el fin de los que tanto se han
desvelado en aquellas bienaventuradas republicas, que al dia de hoy se
hallan solamente en los buenos libros. Por lo qual es muy acertada y
santa cosa no consentir que lean los niños toda manera de libros, ni
aprendan por ellos. Uno de los buenos para este efeto son las fabulas
introduzidas ya de tiempo muy antigo, y que siempre se han mantenido:
porque a mas de entretenimiento tienen dotrina saludable. Y entre
otros libros que hay desta materia, podra caber este: _pues tiene
muchas fabulas y cuentos nuevos que no están en los otros_, y los que
hay viejos estan aqui por diferente estilo. Nuestro intento ha sido
aprovechar con él a la republica. Dios favorezca nuestro deseo».

Cada una de las fábulas lleva un grabadito en madera, pero algunos
están repetidos.

[214] _Modern Language Notes_, Baltimore, junio y noviembre de 1906.

[215] Para que nada falte á la descripción de tan raro libro, pondremos
los títulos de estas fábulas, con sus moralidades respectivas:

Fábula I. _El labrador indiscreto._ Es la fábula del molinero, su hijo
y el asno, tornada probablemente de _El Conde Lucanor_, cap. 24 de la
edición de Argote.

          Quien se sujeta á dichos de las gentes,
        Ha de caer en mil inconvenientes.

Fáb. II. _El gato y el gallo._ Hipócritas pretextos del gato para matar
al gallo y comérsele.

          Con el ruin son por demás razones,
        Que al cabo prevalecen sus pasiones.

Es la fábula 4.ª del «Isopo de la traslacion nueva de Remigio» en la
colección del infante Don Enrique.

Fáb. III. _El viejo y la muerte._

          Los hombres llaman á la muerte ausente,
        Mas no la quieren ver quando presente.

Fáb. IV. _La hormiga y la cigala._

          Quando estés de tu edad en el verano,
        Trabaja, porque huelgues cuando anciano.

Fáb. VI. _El álamo y la caña._

          Mas alcanza el humilde con paciencia,
        Que no el soberbio haziendo resistencia.

Fáb. VII. _La raposa y la rana._

          De la voz entonada no te admires,
        Sin que primero de quien sale mires.

Fáb. IX. _La raposa y las uvas._

          Quando algo no podemos alcançar,
        Cordura dizen que es dissimular.

Fáb. XI. _El leon, el asno y la raposa._

          Quando vemos el daño del vecino,
        No escarmentar en él es desatino.

Fáb. XII. _La mujer y el lobo._

          La muger es mudable como el viento:
        De sus palabras no hagas fundamento.

Fáb. XIV. _El gallo y el diamante._

          No se precia una cosa, ni codicia,
        Si no es donde hay de su valor noticia.

Fáb. XV. _El cuervo y la raposa._

          Cuando alguno te loa en tu presencia,
        Piensa que es todo engaño y apariencia.

Fáb. XVII. _El leon y el raton._

          No quieras al menor menospreciar,
        Pues te podrá valer en su lugar.

Fáb. XIX. _La liebre y el galápago._

          Hazienda y honra ganarás obrando,
        Y no con presuncion emperezando.

Fáb. XXI. _La rana y el buey._

          Con los mayores no entres en debate,
        Que se paga muy caro tal dislate.

Fáb. XXII. _El asno y el lobo._

          Entienda cada qual en su exercicio,
        Y no se meta en el ageno oficio.

Fáb. XXIV. _El consejo de los ratones._

          Ten por consejo vano y de indiscreto,
        Aquel del qual no puede verse efeto.

Fáb. XXV. _El grillo y la abeja._

          De su trabajo el hombre se alimente,
        Y á gente vagamunda no sustente.

          Si fueres docto, y no seras discreto,
        Seran tus letras de muy poco efeto.

Fáb. XXIX. _Las liebres y las ranas._

          Aunque tengas miseria muy notable,
        Siempre hallarás quien es más miserable.

Fáb. XXX. _El asno, el gallo y el leon._

          Quien presume de sí demasiado,
        Del que desprecia viene á ser hollado.

Fáb. XXXI. _La raposa y el leon._

          En aprender no tomes pesadumbre,
        pues lo hace fácil todo la costumbre.

Fáb. XXXIII. _El asno, el cuervo y el lobo._

          Para bien negociar, favor procura:
        Con él tu causa casi está segura.

Fáb. XXXIV. _El asno y el lobo._

          Uno que haziendo os mal ha envejecido,
        Si hazeros bien ofrece, no es creido.

Fáb. XXXV. _El raton de ciudad y el del campo._

          Ten por mejor con quietud pobreza,
        Que no desasosiegos con riqueza.

Fáb. XXXVI. _La raposa y el vendimiador._

          Si con las obras el traydor te vende,
        En vano con palabras te defiende.

Fáb. XXXVII. _La vieja, las moças y el gallo._

          Huir de trabajar, es claro engaño,
        Y de poco venir á grande daño.

Fáb. XXXIX. _El asno y las ranas._

          Quando un poco de mal te quita el tino.
        Mira el que tienen otros de contino.

Fáb. XL. _El pastor y el lobo._

          Al que en mentir por su plazer se emplea.
        Quando dize verdad, no hay quien le crea.

Fáb. XLII. _El labrador y la encina._

          Si favoreces al ruin, haz cuenta
        Que en pago has de tener dolor y afrenta.

Fáb. XLIII. _El leon enamorado._

          Los casamientos hechos por amores
        Muchas vezes son causa de dolores.

Fáb. XLIV. _La raposa y el espino._

          Acudir por socorro es grande engaño
        A quien vive de hazer á todos daño.

Fáb. XLVIII. _El Astrólogo._

          ¿Qué certidumbre puede dar del cielo
        El que á sus pies aun ver no puede el suelo?

Fáb. L. _El leon enfermo, el lobo y la raposa._

          Algunas vezes urde cosa el malo
        Que viene á ser de su castigo el palo.

Fáb. LII. _La raposa y la gata._

          Un arte vale más aventajada
        Que muchas si aprovechan poco ó nada.

Fáb. LIV. _Los ratones y el cuervo._

          Algunos, por inútiles contiendas,
        Pierden la posesion de sus haziendas.


[216] Es la fábula XLI de Mey y termina con estos versos:

Harta ceguera tiene la cuytada Que tuvo hazienda y no ve suyo nada.

[217] Fábula XXIII:

          Si no he de aprovecharme del dinero,
        Una piedra enterrada tanto quiero.


[218] Fábula XXVI de Mey. Corresponde á la XVII del «Isopo de la
traslacion nueva de Remigio», en la del infante D. Enrique.

[219] _Calila é Dymna_, p. 33 en la edición de Gayangos (_Escritores en
prosa anteriores al siglo XV_).

[220] Así en Firenzuola: «il buon uomo, o pur come dicemmo, lo
sciocco». En Mey: «el hombre bueno, o si se sufre llamarle bovo».

También pudo consultar _La moral filosophia_ del Doni (Venecia, 1552),
que es una refundición del libro de Firenzuola.

[221] _Del falso e del torpe._

Dixo Calila: «Dos homes eran en una compaña, et el uno dellos era
torpe, e el otro falso, e ficieron aparceria en una mercaderia; et
yendo por un camino fallaron una bolsa en que habia mil maravedis,
e tomáronla, e ovieron por bien de le tornar a la cibdat. Et quando
fueron cerca de la cibdat, dixo el torpe al falso: «Toma la metad
destos dineros, et tornaré yo la otra meatad». Et dixo el falso,
pensándose levar todos los maravedis: «Non fagamos asi, que metiendo
los amigos sus faziendas en manos de otri fazen más durar el amor entre
ellos; mas tome cada uno de nos para gastar, e soterremos los otros
que fincaren en algun logar apartado, et quando hobiéremos menester
dellos, tomarlos hemos». E acordóse el torpe en aquello, et soterraron
los maravedis so un arbol muy grande, e fuéronse ende, e despues tornó
el falso por los maravedis, e levólos; e cuando fue dias, dixo el falso
al torpe: «Vayamos por nuestros maravedis, que yo he menester que
despienda». E fuéronse para el logar que los posieron, e cavaron e non
fallaron cosa; e comenzóse a mesar el falso et a ferir en sus pechos,
et comenzó a dezir: «Non se fie home en ninguno desde aqui, nin se crea
por él». E dixo al torpe: «Tú tornaste aqui et tomaste los maravedis».
Et comenzó el torpe a jurar e confonderse que lo non feciera, e el
falso diciendo: «Non sopo ninguno de los maravedis salvo yo et tú,
e tú los tomaste». E sobre esto fuéronse pora la cibdat, e pora el
alcall, e el falso querellóse al alcall cómo el torpe le habia tomado
los maravedis, e dixo el alcall: «¿Tú has testigos?» Dixo el torpe:
«Sí, que fio por Dios que el arbol me será testigo, e me afirmará en
lo que yo digo». E sobre esto mandó el alcall que se diesen fiadores,
et díxoles: «Venid vos para mí e iremos al arbol que decides». E fuese
el falso a su padre et fízogelo saber e contóle toda su fazienda, et
díxole: «Yo no dixe al alcall esto que te he contado, salvo por una
cosa que pensé; si tú acordares comigo, habremos ganado el haber».
Dixo el padre: «¿Qué es?» Dixo el falso: «Yo busqué el mas hueco arbol
que pude fallar, e quiero que te vayas esta noche allá e que te metas
dentro aquel logar y donde puedas caber, et cuando el alcall fuere
ende, e preguntare quién tomó los maravedis, responde tú dentro que el
torpe los tomó...

«Et non quedó de le rogar que lo fiziese fasta que gelo otorgó. Et
fuese a meter en el arbol, e otro dia de mañana llegó el alcall con
ellos al arbol, e preguntóle por los maravedis, e respondió el padre
del falso que estaba metido en el arbol, et dixo: «El torpe tomó los
maravedis». E maravillóse de aquello el alcall e cuantos ende estaban,
e andudo alrededor del arbol, e non vió cosa en que dudase, e mandó
meter y mucha leña e ponerla en derredor del arbol, e fizo poner fuego.
E cuando llegó el fumo al viejo, e le dió la calor, escomenzó de dar
muy grandes voces e demandar acorro; et entonces sacáronle de dentro
del arbol medio muerto, e el alcall fizo su pesquisa e sopo toda la
verdat, e mandó justiciar al padre e al fijo e tornar los maravedis
al torpe; e así el falso perdió todos los maravedis, e su padre fué
justiciado por cabsa de la mala cobdicia que ovo et por la arteria que
fizo». (_Calila e Dymna_, ed. Gayangos, pp. 32-33).

Cf. _Johannis de Capua Directorium vitae humanae_... ed. de Derenbourg,
París, 1887, pp. 90-92.

Agnolo Firenzuola, _La prima veste de' discorsi degli animali_, ed.
Camerini, pp. 241-242.

[222] _The Facetiae or jocose tales of Poggio_..., París, 1879, I, 187.

[223] _Diporto de' Vindanti, nel quale si leggono Facetie, Motti e
Burle, raccolte da diversi e gravi autori. Pavia, Bartoli, 1589_, 8.º.

Ésta es la más antigua de las ediciones mencionadas por Gamba en su
bibliografía novelística.

[224] _Cento Novelle de' più nobili scrittori della lingua volgare
scelte da Francesco Sansovino... Venezia, appresso Francesco Sansovino,
1561._

Hállase también en las ediciones de 1562, 1563, 1566, 1571, 1598, 1603
y 1610.

[225] Ancona, _Le fonti del Novellino_, p. 319.

[226] En Sansovino no es el Gobernador sino el Arzobispo.

[227] «En un gran banquete, que hizo un señor á muchos caballeros,
despues de haber servido muy diversos manjares, sacaron barbos enteros,
y pusieron á un capitan de una Nao, que estaba al cabo de la mesa, un
pez muy pequeño, y mientras que los otros comian de los grandes, tomó
él el pececillo y púsole á la oreja. El señor que hacia el banquete,
paróse mientes, y preguntóle la causa. Respondió: «Señor, mi padre
tenia el mismo oficio que yo tengo, y por su desdicha y mía anegóse
en el mar y no sabemos adónde, y desde entonces á todos los peces que
veo, pregunto si saben de él. Díceme éste, que era chiquito, que no se
acuerda».

(_Floresta Española_... Sexta parte, Capítulo VIII, n. XII de «dichos
de mesa», pág. 254 de la ed. de 1790.)

Pequeñas variantes tiene el cuento de Garibay:

«Sirvieron a la mesa del Señor unos peces pequeños y al Señor grandes.
Estaba a la mesa un fraile, y no hacia más que tomar de los peces
chicos y ponellos al oido y echallos debajo de la mesa. El Señor miró
en ello, y díjole: «Padre ¿huelen mal esos peces?» Respondió: «No,
señor, sino que pasando mi padre un rio, se ahogó, y preguntábales si
se habian hallado a la muerte de mi padre. Ellos me respondieron que
eran pequeños, que no, que esos de V. S.ª que eran mayores, podría
ser que se hubiesen hallado». Entendido por el Señor, dióle de los
peces grandes, diciéndole: «Tome, y pregúntesle la muerte de su padre»
(_Sales Españolas_, de Paz Melia, II, p. 52).

[228] Fáb. XVI.

          De ser cantor no tenga presuncion
        El que no sabe más de una cancion.


[229] Fáb. XIII. Es cuento de mentiras de cazadores.

          No disimules con quien mucho miente,
        Porque delante de otros no te afrente.


[230] Fáb. XXXII.

          Hablale de ganancia al codicioso,
        Si estás de hazerle burla deseoso.


[231] Fáb. XLVI.

          Si hizieres al ingrato algun servicio,
        Publicará que le hazes maleficio.


[232] Fáb. LI.

          Harás que tu muger de ti se ria,
        Si la dexas salir con su porfia.


[233] Fáb. LVII. _El Maestro de escuela_

          Encomiendate a Christo y a Maria,
        A tu Angel y a tu Santo cada dia.


[234] Fáb. XXXIV.

          No cases con mochacha si eres viejo;
        Pesarte ha si no tomas mi consejo.


[235] Il _Novellino di Masuccio Salernitano_, ed. de Settembrini,
Nápoles, 1874. Págs. 519 y ss.

[236] _Cercando ultimamente tra virtuosi gesti, de prossimo me è già
stato da uno nobile oltramontano per autentico recontato, che è ben
tempo passato che in Toleto cità notevole de Castiglia fu un cavaliero
d' antiqua e generosa famiglia chiamato misser Piero Lopez d' Aiala, il
quale avendo un suo unico figliolo molto leggiadro e bello e de gran
core, Aries nominato_...

En el exordio dice también que su novela ha sido «_de virtuosi
oltramontani gesti fabbricata_».

[237] _Le Comte Lucanor_... París, 1854, pág. 149.

[238] _Dialogos de apacible entretenimiento, que contiene vnas
Carnestolendas de Castilla, Diuidido en las tres noches del Domingo,
Lunes, y Martes de Antruexo. Compvesto por Gaspar Lucas Hidalgo.
Procvra el avtor en este libro entretener al Letor con varias
curiosidades de gusto, materia permitida Para recrear penosos cuydados
a todo genero de gentes._ Barcelona, en casa de Sebastian Cormellas.
Año 1605.

8.º, 3 hs. prls. y 108 folios.

Según el Catálogo de Salvá (n. 1.847), hay ejemplares del mismo año
y del mismo impresor, con diverso número de hojas, pero con igual
contenido.

Una y otra deben de ser copias de una de Valladolid (¿1603?), según
puede conjeturarse por la aprobación de Gracián Dantisco y el
privilegio, que están fechados en aquella ciudad y en aquel año.

          --_Diálogos... Con licencia._ En Logroño,
          en casa de Matias Mares, año de 1606.

          8.º, 3 hs. prls. y 108 folios. (N.º 2 520
          de Gallardo.)

          --Barcelona, 1606. Citada por Nicolás
          Antonio.

          --Barcelona, en casa de Hieronimo
          Margarit, en la calle de Pedrixol, en
          frente Nuestra Señora del Pino. Año 1609.

          8.º, 5 hs. prls., 120 pp. dobles y una al
          fin, en que se repiten las señas de la
          impresión.

          --Brusselas, por Roger Velpius, impressor
          jurado, año 1610.

          8.º, 2 hs. prls., 135 folios y una hoja
          más sin foliar.

          --Año 1618. En Madrid, por la viuda
          de Alonsso Martin. A costa de Domingo
          Gonçalez, mercader de libros.

          8.º, 4 hs. prls. sin foliar y 112 pp.
          dobles.

          --Con menos seguridad encuentro citadas
          las ediciones de Amberes, 1616, y
          Bruselas, 1618, que nunca he visto.

          D. Adolfo de Castro reimprimió estos
          _Diálogos_ en el tomo de _Curiosidades
          Bibliográficas_ de la Biblioteca
          de Rivadeneyra, y también se han
          reproducido (suprimiendo el capítulo de
          las bubas) en un tomo de la _Biblioteca
          Clásica Española_ de la Casa Cortezo,
          Barcelona, 1884, que lleva el título
          de _Extravagantes. Opúsculos amenos y
          curiosos de ilustres autores._


[239] Tiene este vejamen una curiosa alusión al Brocense: «el maestro
Sánchez, el retórico, el griego, el hebreo, el músico, el médico y el
filósofo, el jurista y el humanista tiene una cabeza, que en todas
estas ciencias es como Ginebra, en la diversidad de profesiones». «Este
maestro (añade, á modo de glosa, Gaspar Lucas Hidalgo), aunque sabía
mucho, tenía peregrinas opiniones en todas estas facultades».

La alusión á Ginebra no haría mucha gracia al Brocense, que ya en 1584
había tenido contestaciones con el Santo Oficio y que volvió á tenerlas
en aquel mismo año de 1600, postrero de su vida.

[240] _Actus gallicus ad magistrum Franciscum Sanctium_, «en el grado
de Aguayo», _per fratrem Ildephonsum de Mendoza Augustinum_.

Está en el famoso códice AA-141-4 de la Biblioteca Colombina, que dio
ocasión á D. Aureliano Fernández Guerra para escribir tanto y tan
ingeniosamente en el apéndice al primer tomo de la bibliografía de
Gallardo.

El Maestro Francisco Sánchez, de quien se trata, es persona distinta
del Brocense, que asistió á su grado juntamente con Fr. Luis de León y
otros maestros famosos.

[241] _Über eine spanische Handschrift der Wiener Hofbibliothek_
(1867), pág. 89. Mussafia formó un pequeño glosario para inteligencia
de esta composición.

También la reproduce el Sr. Paz y Melia en sus _Sales Españolas_ (I, p.
249): «Carta increpando de corto en lenguaje castellano, ó la carta del
monstruo satírico de la lengua española».

[242] Hállase en el códice antes citado de la Biblioteca Colombina.

[243] El Sr. Paz y Melia (_Sales Españolas_, I, pág. VIII) cita un
inventario manuscrito de los cuadros propios de D. Luis Méndez de Haro
y Guzmán que pasaron á la Casa de Alba, en el cual se lee lo siguiente:

«Un cuadro de un Duque de Alba enfermo, echando mano á la espada, y un
médico con la jeringa en la mano y en la otra el bonete encarnado de
doctor. Es de mano de Diego Velázquez. De dos varas y cuarta de alto y
vara y cuarta de ancho».

Todavía se menciona este cuadro en otro inventario de 1755, pero luego
se pierde toda noticia de él.

[244] _Parte primera del libro intitulado Noches de Inuierno. Compuesto
por Antonio de Eslaua, natural de la villa de Sangüessa. Dedicado a
don Miguel de Nauarra y Mauleon, Marques de Cortes, y señor de Rada y
Treybuenos. En Pamplona. Impresso: por Carlos de Labayen_, 1609.

8.º, 12 hs. prls., 239 pp. dobles y una en blanco.

Aprobaciones de Fr. Gil Cordon y el Licdō. Juan de Mendi (Pamplona, 27
de noviembre de 1608 y 26 de junio de 1609).--Dedicatoria al Marqués
de Cortes:... «He procurado siempre de hablar con los muertos, leyendo
diversos libros llenos de historias Antiguas, pues ellos son testigos
de los tiempos, y imagenes de la vida; y de los mas dellos y de la
oficina de mi corto entendimiento, he sacado con mi poco caudal,
estos toscos y mal limados Dialogos: y viendo tambien quan estragado
está el gusto de nuestra naturaleza, los he guisado con un saynete
de deleytacion, para que despierte el apetito, con título de _Noches
de Invierno_: llevando por blanco de aliviar la pesadumbre dellas;
alagando los oydos al Lector, con algunas preguntas de la Philosophia
natural y moral, insertas en apacibles historias».

Prólogo al discreto lector: «Advierte... una cosa que estás obligado a
disimular conmigo, mas que con ningun Autor, las faltas, los yerros, el
poco ornato y retorica de estos mis Dialogos, atento que mi voluntad
con el exercicio della, se ha opuesto a entretenerte y aliviarte de la
gran pesadumbre de las noches del Invierno».

Soneto del autor á su libro. Véanse los tercetos:

          Acogete a la casa del discreto,
        Del curioso, del sabio, del prudente
        Que tienen su morada en la alta cumbre.
          Que ellos te ternan con gran respeto,
        Vestiran tu pobreza ricamente,
        Y asiento te daran junto a la lumbre.

Soneto de D. Francisco de Paz Balboa, en alabanza del autor.--De un
amigo al autor (redondillas).--Sonetos laudatorios del Licenciado Morel
y Vidaurreta, relator del Consejo Real de Navarra; de Hernando Manojo;
de Miguel de Hureta, criado del Condestable de Navarra y Duque de
Alba; de Fr. Tomás de Avila y Paz, de la Orden de Santo Domingo; de un
fraile francisco (que pone el nombre de Eslava en todos los versos);
de D. Juan de Eslava, racionero de la catedral de Valladolid y hermano
del autor (dos sonetos).--Texto.--Tabla de capítulos.--Tabla de cosas
notables.--Nota final.

--_Parte primera del libro intitvlado Noches de Inuierno. Compuesto_...
(ut supra). _Dirigido a don Ioan Iorge Fernandez de Heredia Conde de
Fuentes, señor de la Casa y varonia de Mora, Comendador de Villafranca,
Gouernador de la orden de Calatraua... Año 1609. En casa Hieronymo
Margarit. A costa de Miguel Menescal, Mercader de Libros._

8.º, 236 pp. dobles.

Aprobación de Fr. Juan Vicente (Santa Catalina, 16 de setiembre
de 1609).--Licencia del Ordinario (18 de setiembre). Siguen los
preliminares de la primera edición, aunque no completos.

--_Parte primera..._ (ut supra). _Dedicado a D. Miguel de Nauarra y
Mauleon, Marquez_ (sic) _de Cortes... En Brvsellas. Por Roger Velpius y
Huberto Antonio, Impressores de sus Altezas, à l'Aguila de oro, cerca
de Palacio. 1610. Con licencia._

12.º, 258 hs. Reproduce todos los preliminares de la de Pamplona y
añade un Privilegio por seis años á favor de Roger Velpius y Huberto
Antonio (Bruselas, 7 de mayo de 1610).

Existe una traducción alemana de las _Noches de Invierno_
(_Winternächte... Aus dem Spanischen in die Teutsche Sprache_...) por
Mateo Drummer (Viena, 1649; Nüremberg, 1666). Vid. Schneider, _Spaniens
Anteil an der Deutschen Litteratur_, p. 256.

          Tabla de los capítulos en el libro de
          Eslava:

          «Capitulo Primero. Do se cuenta la
          perdida del Navio de Albanio.

          Cap. 2. Do se cuenta cómo fue descubierta
          la fuente del Desengaño.

          Cap. 3. Do se cuenta el incendio del
          Galeon de Pompeo Colona.

          Cap. 4. Do se cuenta la sobervia del Rey
          Niciforo, y incendio de sus Naves, y la
          Arte Magica del Rey Dardano.

          Cap 5. Do se cuenta la iusticia de Celin
          Sultan gran Turco, y la vengaza de Zayda.

          Cap. 6. Do se cuenta quien fue el esclavo
          Bernart.

          Cap. 7. Do se cuenta los trabajos y
          cautiverio del Rey Clodomiro y la
          Pastoral de Arcadia.

          Cap. 8. Do se cuenta el nacimiento de
          Roldan y sus niñerias.

          Cap. 9. Do defiende Camila el genero
          Femenino.

          Cap. 10. Do se cuenta el nacimiento de
          Carlo Magno Rey de Francia.

          Cap. 11. Do se cuenta el nacimiento de la
          Reyna Telus de Tartaria».


[245] Fue publicada por el misionero inglés Henry Callaway, con otros
cuentos de la misma procedencia, en la colonia de Natal, en 1868. Véase
H. Husson, _La Chaîne traditionelle. Contes et légendes au point de
vue mythique_ (París, 1874), p. 115. Este libro, aunque excesivamente
sistemático, sobre todo en la aplicación del mito solar, contiene, á
diferencia de tantos otros, muchas ideas y noticias en pocas palabras.
No es indiferente para el estudio de los romances castellanos,
verbigracia: el de _Delgadina_ (mito védico de Prajapati--leyenda
hagiográfica de Santa Dina ó Dympna, hija del rey de Irlanda,--novela
de Doralice y Teobaldo, príncipe de Salerno, en Straparola), ó el _de
la Infantina_, emparentado con el cuento indio de Suria-Bai (pp. 57 y
111).

[246] _Histoire poétique de Charlemagne_, p. 432.

[247] _Les Epopées Françaises_, t. III, p. 11.

[248] _Ueber die altfranzösischen Heldengedichte aus dem Karolingischen
Sagenkreise_, Viena, 1883.

[249] _Li Romans de Berte aus grans piés, précedé d'une Dissertation
sur les Romans des douze pairs, par M. Paulin Paris, de la Bibliothèque
du Roi._ París, Techener, 1832.

Hay otra edición más correcta, publicada por Augusto Scheler, conforme
al manuscrito de la Biblioteca del Arsenal de París: _Li Roumans de
Berte aus grans piés, par Adènes le Roi_ (Bruselas, 1874).

Mussafia publicó en la _Romania_ (julio de 1874 y enero de 1875) el
texto del poema franco-italiano, anterior quizá en ochenta años al de
Adenet.

[250] Tanto en el poema de Adenès, como en el texto franco-itálico,
lo que distingue á Berta es únicamente el tener los pies demasiado
grandes. En los _Reali_ el tener un pie más grande que otro: «Aveva
nome Berta del gran piè, perchè ella avea maggiore un poco un piè che
l'altro, e quello era il pié destro» (cap. I).

[251] _La Gran Conquista de Ultramar_, ed. de Gayangos, pp. 175-178.

[252] Sobre las fuentes de este famoso libro, cuya primera edición
se remonta á 1491, es magistral y definitivo el trabajo de Rajna,
_Ricerche intorno ai Reali di Francia_ (Bolonia, 1872, en la
_Collezione di Opere inedite o rare dei primi tre secoli della lingua_).

En la misma colección puede leerse el texto publicado por un discípulo
de Rajna: _I Reali di Francia, di Andrea da Barberino, testo critico
per cura di Giuseppe Vandelli_ (Bolonia, 1902).

[253] _Romania_, julio de 1873, p. 363.

[254] No viejo ni caduco, pero sí pequeño y deforme era ya Pipino en el
poema franco-itálico: «Por que eo sui petit e desformé». «Petit homo
est, inais grosso e quarré».

[255] Aunque el desatino de hacer enamorada á Berta pertenece, con
todas sus consecuencias, á Antonio de Eslava, debe advertirse que
ya en el poema bilingüe de la Biblioteca Marciana, seguido en esta
parte por el compilador de _I Reali_, era Berta la que proponía la
sustitución y por un motivo verdaderamente absurdo. Llegando á París
fatigada del viaje, ruega á la hija del conde de Maganza Belencer que
la reemplace en el lecho de Pipino durante la primera noche de bodas,
pero fingiéndose enferma para que el rey no llegue á tocarla. Con
fingirlo ella misma se hubiera ahorrado el engaño de la falsa amiga. En
la Crónica rimada de Felipe Mouskes, que escribía hacia 1243, la reina
alega un motivo obsceno para hacerse sustituir por su sierva Alista. En
el poema de Adenès, Berta consiente en la superchería, porque su sierva
Margista (el _ama_ de la Crónica General) la ha hecho creer que el Rey
quiere matarla en la primera noche de bodas.

[256] ¡Cuán lejano está esto de la delicadeza y elevación moral del
texto de Adenès! en que Berta, que había hecho voto de no revelar su
nombre más que cuando viese en peligro su castidad, exclama, perseguida
por el rey en el bosque de Mans: «Soy reina de Francia, mujer del rey
Pipino, hija del rey Flores y de la reina Blancaflor, y os prohibo,
en nombre de Dios que gobierna el mundo, hacer ninguna cosa que pueda
deshonrarme: antes preferiría ser muerta, y Dios venga en mi ayuda».

[257] Vid. G. París, _Histoire poètique de Charlemagne_, pp. 170-409;
Guessard, en la _Bibliothèque de l'École des Chartes_, 1856, pág. 393
y siguientes, y muy especialmente Rajna, _Ricerche intorno ai Reali di
Francia_, pág. 253 y ss.

[258] _Le prime imprese del conte Orlando di Messer Lodovico
Dolce, da lui composte in ottava rima, con argomenti ed allegorie.
All'Illustriss. et Eccellentiss. Signor Francesco Maria della Rovere
Prencipe d'Urbino. Vinegia, appresso Gabriel Giolito de Ferrari_, 1572,
4.º.

[259] _El nascimiento y primeras Empressas del conde Orlando.
Tradvzidas por Pero López Enriquez de Calatayud, Regidor de
Valladolid._ Valladolid, por Diego Fernández de Córdoba y Oviedo. Sin
año, pero la fecha 1594 se infiere del privilegio.

[260] Impresa en la Parte 19.ª de sus Comedias y en el tomo XIII de la
edición académica.

[261] _Historia de la linda Melosina de Juan de Arras._

Colofón: _Fenesce la ystoria de Melosina empremida en Tholosa por los
honorables e discretos maestros Juan paris e Estevan Clebat alemanes
que con grand diligencia la hizieron pasar de frances en Castellano.
E despues de muy emendada la mandaron imprimir. En el año del Señor
de mill e quatrocientos e ochenta e nueue años a XIII dias del mes de
julio._

Hay otras ediciones de Valencia, 1512, y Sevilla, 1526.

[262] No conozco más que por referencias estos trabajos de Garnett,
ni aun puedo recordar á punto fijo dónde los he visto citados. Pero
como no gusto de engalanarme con plumas ajenas, y se trata de un
descubrimiento de alguna importancia, he creído justo indicar que un
inglés había notado antes que yo la analogía entre la novela de Eslava
y _La Tempestad_. Los comentadores de Shakespeare que tengo á mano no
señalan más fuentes que una relación de viajes y naufragios, impresa
en 1610 con el título de _The Discovery of the Bermudas or Devil's
Island_, y una comedia alemana del notario de Nuremberg Jacobo Ayrer,
_La hermosa Sidea_ (_Die Schöne Sidea_), fundada al parecer en otra
inglesa, que pudo conocer Shakespeare, y de la cual supone Tieck que el
gran poeta tomó la idea de la conexión que establece entre Próspero y
Alonso, Miranda y Fernando. Pero, según Gervinus, á esto ó poco más se
reduce la semejanza entre ambas obras. Vid. _Shakespeare Commentaries
by Dr. G. Gervinus... Translated... by F. E. Bunnèt_, Londres, 1883,
pág. 788.

Tampoco Ulrici acepta la conjetura de Tieck, y aun sin tener noticia
de las _Noches de Invierno_, se inclina á admitir la hipótesis de una
novela española antigua que pudo servir de fuente común á Shakespeare y
al autor de una antigua balada, descubierta por Collier, que la publicó
en la _Quarterly Review_, 1840. Siento no conocer esta balada.

Vid. _Shakespeare's Dramatic Art, History and character of Shakespeare
Plays. By Dr. Hermann Ulrici. Translated from the third edition of the
German... by L. Dora Schmitz._ Londres, 1876 Tom. II, pp. 38-39, nota.

[263] Vid. Perott (Joseph de), _The probable source of the plot
of Shakespeare's_ «_Tempest_». (En las _Publications of the Clark
University Library Worcester, Mass._ Octubre de 1905).

[264] No ha faltado quien sospechase, pero esto parece ya demasiada
sutileza, que este mismo título de una de las últimas comedias de
Shakespeare (_Winter's tale_) era reminiscencia de las _Noches_ de
Eslava.

[265] No he podido encontrar un rarísimo pliego suelto gótico que
describe Salvá (n. 1.179 de su _Catálogo_) y contenía un cuento en
prosa, _Como vn rustico labrador ēgaño a vnos mercaderes_, cuatro
hojas, sin lugar ni año, hacia 1510, según el parecer de aquel
bibliógrafo. Sir Thomas Grenville tuvo otra edición del mismo pliego
con el título algo diverso, _Como vn rustico labrador astucioso con
cōsejo de su mujer engaño a vnos mercaderes_. Supongo que hoy parará en
el Museo Británico.

[266] Es el 4.º del _Novellino_. Notó antes que nadie esta semejanza
Morel-Fatio.

«Fra Girolamo da Spoleto con un osso di corpo morto fa credere al
popolo Sorrentino sia il braccio di Santo Luca: il compagno gli dà
contra: lui prega Iddio che ne dimostri miracolo: il compagno finge
cascar morto, ed esso oramai lo ritorna in vita; e per li doppi
miracoli raduna assai moneta, diventane prelato, e col compagno
poltroneggia».

(_Il Novellino di Masuccio Salernitano_, ed. de Settembrini, p. 53 y
ss.)

[267] Esta imitación fué ya indicada en la _History of fiction_ de
Dunlop (trad. alemana de Liebrecht, p. 268). Es la novela 41 de
Masuccio (p. 425). «_Due cavalieri fiorentini se innamorano de due
sorelle fiorentine, son necessitati ritornarsi in Francia. Una delle
quelle con una sentenziosa intramessa de un falso diamante fa tutti doi
ritornare in Fiorenza, e con una strana maniera godono a fine di loro
amore»_.

De éstas y otras imitaciones trataré en sus lugares respectivos. Aquí
basta indicarlas.

[268] Véase el primer tomo de la presente obra, pág, CCCCLVIII.

[269] Las ediciones más antiguas del _Galateo_ que citan los
bibliógrafos son: la de Zaragoza, 1593; la de Barcelona 1595, y la de
Madrid, 1599; pero debe de haberlas algo anteriores, puesto que la
dedicatoria está firmada á 10 de enero de 1582. La más antigua de las
que he manejado es la siguiente:

--_Galateo Español. Agora de nuevo corregido y emendado. Autor Lucas
Gracian Dantisco criado de su Magestad. Impresso en Valencia, en casa
de Pedro Patricio Mey, 1601. A costa de Balthasar Simon mercader de
libros._

8.º, 239 pp. (por errata 293).

Aprobación del Dr. Pedro Juan Asensio, por comisión del patriarca D.
Juan de Ribera (20 de marzo de 1601).

«Aviendo visto en el discurso de mi vida, por esperiencia todas las
reglas de este libro, me parecio aprovecharme de las más, que para el
tiempo de la juventud pueden ser de consideracion, traduziendolas del
Galateo Italiano, y añadiendo al proposito otros _Cuentos_ y cosas
que yo he visto y oydo; los quales serviran de sainete y halago, para
pasar sin mal sabor las pildoras de una amable reprehension que este
libro haze. Que aunque va embuelto en cuentos y donayres, no dexara de
aprovechar a quien tuviere necessidad de alguno destos avisos, si ya no
tuviere tan amarga la boca, y estragado el gusto, que nada le parezca
bien...».

Sonetos laudatorios del Licenciado Gaspar de Morales, de Lope de Vega y
de un anónimo.

Todo el libro está lleno de cuentecillos, unos traducidos del italiano
y otros originales de Gracián Dantisco.

--_Galateo Español. Agora nueuamente impresso, y emendado. Avtor Lucas
Gracian Dantisco, criado de su Magestad. Y de nueuo va añadido el
destierro de la ignorancia, que es Quaternario de auisos conuenientes
a este nuestro Galateo. Y la vida de Lazarillo de Tormes, castigado.
Con licencia. En Valladolid. Por Luis Sanchez. Año de 1603. A costa de
Miguel Martinez._

8.º, 6 hs. prls. y 295 pp. dobles.

Pág. 171. «_Destierro de ignorancia. Nueuamente compuesto y sacado a
luz en lengua Italiana por Horacio Riminaldo Boloñés. Y agora traduzido
de lengua Italiana en Castellana. Con licencia. En Valladolid. Por Luys
Sanchez. Año M.DCIII._

«Es obra muy prouechosa y de gran curiosidad y artificio: porque
cifrandose todo lo que en ella se contiene debaxo del numero de quatro,
discurre con él por todo el Abecedario, començando primeramente por
cosas que tienen por principio la letra _A_ desta suerte...».

Fol. 217. _Lazarillo de Tormes, castigado. Agora nueuamente impresso, y
emendado._

Hay reimpresiones de 1632, 1637, 1664, 1722, 1728, 1746, 1769 y otras
varias.

[270] Pág. 151 de la ed. de Valencia, 1601.

[271] PP. 154-179.

Esta novelita llegó á ser tan popular, que todavía se hizo de ella una
edición de cordel á mediados del siglo XVIII.

_Historia del Gran Soldan con los amores de la linda Axa y Principe de
Napoles. Cordoba, Juan Rodriguez de la Torre._ Sin año.

Modernamente la refundió Trueba en uno de sus _Cuentos Populares_ que
lleva por título _El Principe Desmemoriado_.

[272] PP. 179-180.

[273] La extensión que ha tomado el presente capítulo me obliga á
diferir para el volumen siguiente, que será el tercero de estos
ORÍGENES DE LA NOVELA, el estudio de las novelas de costumbres y de las
novelas dramáticas anteriores á Cervantes. En él se encontrarán también
las noticias críticas y bibliográficas de algunos diálogos satíricos
afines á la novela, cuyo texto va incluido en el presente volumen.




             CARCEL DE AMOR DE DIEGO DE SAN PEDRO

                        [Illustration]

             EL SIGUIENTE TRACTADO FUÉ HECHO A
          PEDIMENTO DEL SEÑOR DON DIEGO HERNANDES:
             ALCAYDE DE LOS DONZELES Y DE OTROS
          CAUALLEROS CORTESANOS: LLÁMASE «CARCEL DE
               AMOR». CONPÚSOLO SAN PEDRO


          COMIENÇA EL PROLOGO ASSI

        Muy virtuoso señor:

          Aunque me falta sofrimiento para callar,
          no me fallesce conoscimiento para ver
          quanto me estaria meior preciarme de lo
          que callase que arepentirme de lo que
          dixiese; y puesto que assi lo conozca,
          avnque veo la verdad sigo la opinion,
          y como hago lo peor nunca quedo sin
          castigo, porque si con rudeza yerro con
          verguença pago. Verdad es que en la
          obra presente no tengo tanto cargo pues
          me puse en ella más por necesidad de
          obedescer que con voluntad de escreuir.
          Porque de vuestra merced me fue dicho que
          deuia hazer alguna obra del estilo de vna
          oracion que enbié a la señora doña Marina
          Manuel porque le parecia menos malo que
          el que puse en otro tratado que vio mio.
          Assi que por conplir su mandamiento pense
          hacerla, auiendo por meior errar en el
          dezir, que en el desobedecer. Y tambien
          acordé endereçarla á vuestra merced,
          porque la fauorezca como señor y la
          emiende como discreto. Como quiera que
          primero que me determinase, estuue en
          grandes dubdas. Vista vuestra discrecion
          temia, mirada vuestra virtud osaua. En
          lo uno hallaua el miedo, y en lo otro
          buscaua la seguridad, y en fin escogí lo
          más dañoso para mi verguença, y lo más
          provechoso para lo que deuia.

          Podré ser reprehendido, si en lo que
          agora escriuo, tornare á dezir algunas
          razones, de las que en otras cosas he
          dicho. De lo qual suplico á vuestra
          merced me salue; porque como he hecho
          otra escritura de la calidad de esta,
          no es de marauillar que la memoria
          desfallesca. Y si tal se hallare, por
          cierto más culpa tiene en ello mi oluido
          que mi querer.

          Sin dubda, Señor, considerado esto y
          otras cosas que en lo que escriuo se
          pueden hallar, yo estaua determinado
          de cesar ya en el metro y en la prosa,
          por librar mi rudeza de juyzios, y mi
          espíritu de trabaios. Y paresce quanto
          más pienso hazerlo, que se me ofrecen más
          cosas para no poder conplirlo. Suplico
          á vuestra merced antes que condene mi
          falta, juzgue mi voluntad, porque reciba
          el pago no segund mi razon, mas segund mi
          deseo.


                      COMIENÇA LA OBRA

          Despues de hecha la guerra del año
          pasado, viniendo á tener el inuierno á mi
          pobre reposo, pasando vna mañana, quando
          ya el sol queria esclarecer la tierra,
          por vnos valles hondos y escuros, que se
          hazen en la Sierra Morena, vi salir á mi
          encuentro por entre unos robredales do
          mi camino se hazia, vn cauallero assi
          feroz de presencia como espantoso de
          vista, cubierto todo de cabello á manera
          de saluaie. Leuaua en la mano ysquierda
          vn escudo de azero muy fuerte y en la
          derecha una ymagen femenil, entallada
          en vna piedra muy clara, la qual era de
          tan estrema hermosura, que me turbaua la
          vista; salian della diuersos rayos de
          fuego que leuaua encendido el cuerpo de
          vn onbre quel cauallero forciblemente
          leuaua tra si. El qual con un lastimado
          gemido de rato en rato dezia: en mi fe se
          sufre todo.

          Y como empareió comigo, dixome con mortal
          angustia: caminante, por Dios te pido que
          me sigas y me ayudes en tan grand cuyta.
          Yo que en aquella sazon tenia más causa
          para temor que razon para responder;
          puestos los oios en la estraña vision
          estoue quedo, trastornando en el coraçon
          diuersas consideraciones. Dexar el
          camino que leuaua pareciame desuario, no
          hazer el ruego de aquel que assi padecia
          figurauaseme inumanidad. En siguille
          auia peligro, y en dexalle flaqueza. Con
          la turbacion no sabia escojer lo meior.
          Pero ya que el espanto dexó mi alteracion
          en algund sosiego, vi quanto era más
          obligado á la virtud que á la vida: y
          empachado de mi mesmo por la dubda en que
          estuue, seguí la via de aquel que quiso
          ayudarse de mi. Y como apresuré mi andar,
          sin mucha tardança alcancé a él y al
          que la fuerça le hazia, y assi seguimos
          todos tres por vnas partes no menos
          trabaiosas de andar, que solas de plazer
          y de gente, y como el ruego del forçado
          fué causa que lo siguiese, para acometer
          al que lo leuaua faltabame apareio y para
          rogalle merescimiento, de manera que me
          fallecia conseio. Y despues que reboluí
          el pensamiento en muchos acuerdos,
          tomé por el meior ponerle en alguna
          plática, porque como él me respondiese,
          así yo determinase. Y con este acuerdo
          supliquéle con la mayor cortesia que
          pude, me quisiese dezir quien era, á lo
          qual assi me respondió: Caminante, segund
          mi natural condicion, ninguna respuesta
          quisiera darte porque mi oficio mas es
          para secutar mal que para responder bien;
          pero como siempre me crié entre onbres
          de buena criança, vsaré contigo de la
          gentileza que aprendi y no de la braueza
          de mi natural. Tú sabras pues lo quieres
          saber. Yo soy principal oficial en la
          casa de amor, llamanme por nombre Deseo.
          Con la fortaleza deste escudo defiendo
          las esperanças, y con la hermosura desta
          ymagen causo las aficiones y con ellas
          quemo las vidas, como puedes ver en este
          preso que lieuo á la carcel de Amor donde
          con solo morir se espera librar.

          Quando estas cosas el atormentator
          cauallero me yba diziendo, sobiamos
          vna sierra de tanta altura, que á mas
          andar mi fuerça desfallecia: y ya que
          con mucho trabaio llegamos á lo alto
          della, acabó su respuesta. Y como vido
          que en más pláticas quería ponelle yo
          que començaua á dalle gracias por la
          merced recebida, supitamente desaparecio
          de mi presencia. Y como esto pasó a
          tienpo que la noche venia, ningund tino
          pude tomar para saber donde guió: y como
          la escuridad y la poca sabiduría de la
          tierra me fuesen contrarias, tomé por
          propio conseio no mudarme de aquel lugar.
          Allí comence á maldezir mi ventura, allí
          desesperaua de toda esperança, allí
          esperaua mi perdimiento, allí en medio
          de mi tribulacion nunca me pesó de lo
          hecho; porque es meior perder haziendo
          virtud, que ganar dexandola de hazer. Y
          assí estuue toda la noche en tristes y
          trabaiosas contemplaciones: y quando ya
          la lumbre del día descubrio los canpos,
          vi cerca de mí, en lo mas alto de la
          sierra, vna torre de altura tan grande,
          que me parecía llegar al cielo; era hecha
          por tal artificio, que de la estrañeza
          della comence á marauillarme. Y puesto
          al pie, avnque el tienpo se me ofrecia
          más para temer que para notar, miré la
          nouedad de su lauor y de su edificio.

          El cimiento sobre que estaua fundada, era
          vna piedra tan fuerte de su condicion
          y tan clara de su natural, qual nunca
          otra tal iamás auia visto: sobre la
          qual estauan firmados quatro pilares de
          vn marmol morado muy hermoso de mirar.
          Eran en tanta manera altos, que me
          espantaua como se podian sostener. Estaua
          encima dellos labrada vna torre de tres
          esquinas, la más fuerte que se puede
          contemplar. Tenia en cada esquina, en lo
          alto della, vna ymagen de nuestra umana
          hechura, de metal, pintada cada vna de
          su color; la vna de leonado, y la otra
          de negro, y la otra de pardillo. Tenia
          cada vna dellas vna cadena en la mano
          asida con mucha fuerza. Ví más encima de
          la torre vn chapitel sobrél qual estaua
          vn aguila que tenia el pico y las alas
          llenas de claridad de vnos rayos de
          lumbre que por dentro de la torre salían
          á ella. Oya dos velas que nunca vn solo
          punto dexauan de velar. Yo que de tales
          cosas iustamente me marauillaua, ni
          sabia dellas qué pensase, ni de mí qué
          hiziese; y estando conmigo en grandes
          dubdas y confusion, ví trauada con los
          mármoles dichos vn escalera que llegaua
          á la puerta de la torre, la qual tenia
          la entrada tan escura, que parescia la
          sobida della á ningund onbre posible.
          Pero ya deliberado quise antes perderme
          por sobir, que saluarme por estar, y
          forçada mi fortuna, comencé la sobida.
          Y á tres pasos del escalera hallé vna
          puerta de hierro, de lo que me certificó
          más el tiento de las manos que la lumbre
          de la vista, segund las tinieblas do
          estaua. Allegado pues á la puerta, hallé
          enella vn portero, al qual pedí licencia
          para la entrada, y respondiome que lo
          hacia, pero que me conuenia dexar las
          armas primero que entrase; y como le
          daua las que leuaua, segund costumbre de
          caminantes, díxome:

          Amigo, bien paresce que de la usança
          desta casa sabes poco. Las armas que te
          pido, y te conuiene dexar, son aquellas
          con que el _coraçon_ se suele defender
          de tristeza, assí como Descanso, y
          Esperança, y Contentamiento, porque con
          tales condiciones ninguno pudo gozar de
          la demanda que pides.

          Pues sabida su intencion, sin detenerme
          en echar iuyzios sobre demanda tan nueua,
          respondile que yo venía sin aquellas
          armas, y que dello le dava seguridad.
          Pues como dello fue cierto, abrió la
          puerta: y con mucho trabajo y desatino
          llegué ya á lo alto de la torre donde
          hallé otro guardador que me hizo las
          preguntas del primero, y despues que
          supo de mí lo que el otro, diome lugar á
          que entrase. Y llegado al aposentamiento
          de la casa, ví en medio della vna silla
          de fuego en la qual estaua asentado
          aquel cuyo ruego de mi perdicion fue
          causa. Pero como allí con la turbacion
          descargaua con los oios, la lengua más
          entendía en mirar marauillas que en hazer
          preguntas, y como la vista no estaua
          despacio, ví que las tres cadenas de
          las ymágines que estauan en lo alto de
          la torre tenían atado aquel triste que
          sienpre se quemaua y nunca se acabaua
          de quemar. Noté más, que dos dueñas
          lastimeras con rostros llorosos y tristes
          le seruían y adornauan, poniendole con
          crueça en la cabeza vna corona de vnas
          puntas de hierro sin ninguna piedad, que
          le traspasauan todo el celebro. Y después
          desto miré que vn negro vestido de color
          amarilla venia diuersas vezes á echalle
          una visarma, y ví que le recebía los
          golpes en vn escudo que supitamente le
          salia de la cabeça y le cobria hasta los
          pies. Ví más, que quando le truxeron de
          comer le pusieron vna mesa negra, e tres
          seruidores mucho diligentes, los quales
          le dauan con graue sentimiento de comer.
          Y bueltos los oios al vn lado de la
          mesa, ví vn vieio anciano sentado en vna
          silla, echada la cabeça sobre vna mano en
          manera de onbre cuidoso, y ninguna destas
          cosas pudiera ver segund la escuridad
          de la torre, sino fuera por vn claro
          resplandor que le salía al preso del
          coraçon, que la esclarecía toda. El qual
          como me vió atónito de ver cosas de tales
          misterios, viendo como estaua en tienpo
          de poder pagarme con su habla lo poco
          que me deuia, por darme algund descanso,
          mezclando las razones discretas con las
          lágrimas piadosas, començo en esta manera
          á dezirme:


                     EL PRESO AL AUCTOR

          Alguna parte del coraçon quisiera tener
          libre de sentimiento por dolerme de tí,
          segund yo deuiera y tú merecías. Pero
          ya tu vees en mi tribulacion, que no
          tengo poder para sentir otro mal sino
          el mio. Pidote que tomes por satisfacion
          no lo que hago, mas lo que deseo. Tu
          venida aquí yo la causé. El que viste
          traer preso yo soy, y con la turbacion
          que tienes, no as podido conoscerme.
          Torna en tí tu reposo, sosiega tu iuyzio
          porque estés atento á lo que te quiero
          dezir. Tu venida fué por remediarme, mi
          habla será por darte consuelo puesto
          que yo dél sepa poco. Quien yo soy
          quiero dezirte; de los misterios que
          vees quiero informarte. La causa de mi
          prision quiero que sepas, que me delibres
          quiero pedirte si por bien lo touieres.
          Tú sabras que yo soy Leriano, hijo del
          duque Guersio, que Dios perdone, y de
          la duquesa Coleria. Mi naturaleza, es
          este reyno do estás, llamado Macedonia.
          Ordenó mi ventura que me enamorase de
          Laureola hija del rey Gaulo que agora
          reyna, pensamiento que yo deviera antes
          huyr que buscar; pero como los primeros
          mouimientos no se puedan en los onbres
          escusar, en lugar de desuiallos con la
          razon, confirmelos con la voluntad, y
          assi de amor me vencí, que me truxo á
          esta tu casa la qual se llama Carcel
          de Amor. Y como nunca perdona, viendo
          desplegadas las velas de mi deseo, púsome
          en el estado que vees, y porque puedas
          notar meior su fundamiento y todo lo que
          has visto, deues saber que aquella piedra
          sobre quien la prision está fundada, es
          mi Fé que determinó de sofrir el dolor de
          su pena por bien de su mal. Los quatro
          pilares que asientan sobre ella son mi
          Entendimiento y mi Razon, y mi Memoria,
          y mi Voluntad. Los quales mandó Amor
          parescer en su presencia antes que me
          sentenciase; y por hazer de mi iusta
          iusticia, preguntó por si á cada vno si
          consentía que me prendiesen, porque si
          alguno no consentiese me absoluería de
          la pena. Á lo qual respondieron todos en
          esta manera. Dixo el Entendimiento: yo
          consiento al mal de la pena por el bien
          de la causa, de cuya razon es mi voto que
          se prenda. Dixo la Raçon: yo no solamente
          do consentimiento en la prision, más
          ordeno que muera; que meior le estará
          la dichosa muerte que la desesperada
          vida, segund por quien se ha de sofrir.
          Dixo la Memoria: pues el Entendimiento
          y la Razon consienten, porque sin morir
          no pueda ser libre, yo prometo de nunca
          oluidar. Dixo la Voluntad: pues que assi
          es, yo quiero ser llaue de su prision y
          determino de sienpre querer. Pues oyendo
          Amor que quien me auia de saluar me
          condenaua, dió como iusto esta sentencia
          cruel contra mí. Las tres ymágines que
          viste encima de la torre cubiertas cada
          vna de su color, de leonado y negro
          y pardillo, la vna es Tristeza, y la
          otra Congoxa, y la otra Trabaio. Las
          cadenas que tenian en las manos son sus
          fuerças, con las quales tiene atado el
          coraçon porque ningund descanso pueda
          recebir. La claridad grande que tenia
          en el pico y alas el aguila que viste
          sobre el chapitel, es mi Pensamiento,
          del qual sale tan clara luz por quien
          está en él, que basta para esclarecer
          las tinieblas deste triste carcel, y
          es tanta su fuerça que para llegar al
          aguila ningund impedimento le haze lo
          grueso del muro, assi que andan él y
          ella en vna conpañía, porque son las dos
          cosas que más alto suben, de cuya causa
          está mi prision en la mayor alteza de
          la tierra. Las dos velas que oyes velar
          con tal recaudo, son Desdicha y Desamor.
          Traen tal auiso porque ninguna esperança
          me pueda entrar con remedio. El escalera
          obscura por do sobiste es el Angustia
          con que sobí donde me vees. El primero
          portero que hallaste, es el Deseo, el
          qual á todas tristezas abre la puerta, y
          por esso te dixo que dexases las armas
          de plazer si por caso las trayas. El
          otro que acá en la torre hallaste, es
          el Tormento que aquí me traxo, el qual
          sigue en el cargo que tiene la condicion
          del primero, porque está de su mano. La
          silla de fuego en que asentado me vees,
          es mi iusta Aficion cuyas llamas siempre
          arden en mis entrañas. Las dos dueñas que
          me dan como notas corona de martyrio, se
          llaman la vna Ansia y la otra Passion,
          y satisfaçen á mi Fé con el galardon
          presente. El vieio que vees asentado,
          que tan cargado pensamiento representa,
          es el graue Cuydado que iunto con los
          otros males pone amenazas á la vida. El
          negro de vestiduras amarillas que se
          trabaia por quitarme la vida, se llama
          Desesperar; el escudo que me sale de la
          cabeça con que de sus golpes me defiendo,
          es mi Iuyzio, el qual viendo que vo con
          desesperacion á matarme, dizeme que no
          lo haga, porque visto lo que merece
          Laureola antes deuo desear larga vida por
          padecer, que la muerte para acabar. La
          mesa negra que para comer me ponen, es la
          Firmeça con que como, y pienso y duermo,
          en la qual sienpre estan los maniares
          tristes de mis contenplaciones. Los tres
          solicitos seruidores que me seruian, son
          llamados Mal y Pena y Dolor. El vno trae
          la cuyta con que coma y el otro trae la
          desesperança en que viene el maniar, y el
          otro trae la tribulacion y con ella, para
          que beua, trae el agua del coraçon á los
          oios, y de los oios á la boca.

          Si te parece que soy bien seruido tú lo
          iuzga; si remedio he menester tú lo vees;
          ruegote mucho, pues en esta tierra eres
          venido, que tú me lo busques y te duelas
          de mí. No te pido otro bien sino que
          sepa de tí Laureola, quál me viste, y si
          por ventura te quisieres dello escusar
          porque me vees en tienpo que me falta
          sentido para que te lo agradezca, no te
          escuses, que mayor virtud es redemir los
          atribulados que sostener los prósperos.
          Assi sean tus obras que ni tú te quexes
          de ti por lo que no heziste, ni yo por lo
          que pudieras hazer.


              RESPUESTA DEL AUCTOR Á LERIANO

          En tus palabras, señor, as mostrado que
          pudo Amor prender tu libertad y no tu
          virtud, lo qual se prueua porque segund
          te veo deues tener mas gana de morir que
          de hablar, y por proueer en mi fatiga
          forçaste tu voluntad, iuzgando por les
          trabaios pasados y por la cuyta presente
          que yo ternía de beuir poca esperança,
          lo que sin duda era assí, pero causaste
          mi perdicion como deseoso de remedio y
          remediastela como perfeto de iuyzio.
          Por cierto no he avido menos plazer de
          oyrte que dolor de verte, porque en tu
          persona se muestra tu pena y en tus
          raçones se conosce tu bondad; siempre en
          la peior fortuna socorren los virtuosos
          como tú agora á mí heziste, que vistas
          las cosas desta tu carcel yo dubdaua de
          mi saluacion creyendo ser hechas más
          por arte diabólica que por condicion
          enamorada. La cuenta, señor, que me as
          dado te tengo en merced; de saber quien
          eres soy muy alegre; el trabaio por
          tí recebido he por bien enpleado. La
          moralidad de todas estas figuras me ha
          plazido saber puesto que diuersas vezes
          las ví; mas como no las pueda ver sino
          coraçon catiuo, quando le tenía tal
          conoscialas, y agora que estaua libre
          dubdaualas. Mandasme, señor, que haga
          saber á Laureola quál te vi, para lo qual
          hallo grandes inconuenientes porque un
          onbre de nacion estraña ¿qué forma se
          podrá dar para negociacion semeiante?
          Y no solamente ay esta duda pero otras
          muchas. La rudeça de mi engenio, la
          diferencia de la lengua, la grandeza de
          Laureola, la graueza del negocio, assí
          que en otra cosa no hallo apareio sino
          en sola mi voluntad la qual vence todos
          los inconuenientes dichos, que para tu
          seruicio la tengo tan ofrecida como si
          ouiese seydo tuyo despues que nascí. Yo
          haré de grado lo que mandas. Plega á Dios
          que lieues tal la dicha como el deseo,
          porque tu deliberacion sea testigo de
          mi diligencia. Tanta aficion te tengo y
          tanto me ha obligado á amarte tu nobleza,
          que avría tu remedio por galardon de
          mis trabaios. Entre tanto que vo, deues
          tenplar tu sentimiento con mi esperança
          porque quando buelua, si algund bien
          te truxere, tengas alguna biua con que
          puedas sentillo.


                        EL AUCTOR

          E como acabé de responder á Leriano en
          la manera que es escrita, informeme del
          camino de Suria, cibdad donde estaua á
          la sazon el rey de Macedonia, que era
          media Jornada de la prision donde partí,
          y puesto en obra mi camino, llegué á la
          corte y despues que me aposenté fuy á
          palacio por ver el trato y estilo de la
          gente cortesana, y tanbien para mirar la
          forma del aposentamiento por saber donde
          me conplía yr ó estar ó aguardar para el
          negocio que quería aprender. Y hize esto
          ciertos días por aprender meior lo que
          mas me conuiniese, y quanto más estudiaua
          en la forma que ternía, menos dispusicion
          se me ofrecía para lo que deseaua; y
          buscadas todas las maneras que me auían
          de aprouechar, hallé la mas apareiada
          comunicarme con algunos mancebos
          cortesanos de los principales que allí
          veya, y como generalmente entre aquellos
          se suele hallar la buena criança, assí
          me trataron y dieron cabida que en poco
          tienpo yo fuí tan estimado entrellos como
          si fuera de su natural nacion, de forma
          que vine á noticia de las damas; y assí,
          de poco en poco, oue de ser conoçido de
          Laureola y auiendo ya noticia de mí, por
          más participarme con ella, contauale las
          cosas marauillosas de Spaña, cosa de que
          mucho holgaua, pues viendome tratado
          della como seruidor, pareciome que le
          podría ya dezir lo que quisiese; y vn día
          que la ví en vna sala apartada de las
          damas, puesta la rodilla en el suelo,
          díxele lo siguiente:


                  EL AUCTOR Á LAUREOLA

          No les está menos bien el perdon á los
          poderosos quando son deseruidos, que
          á los pequeños la vengança quando son
          iniuriados; porque los vnos se emiendan
          por onrra y los otros perdonan por
          virtud, lo qual si á los grandes ombres
          es deuido, mas y muy mas á las generosas
          mugeres que tienen el coraçon real de
          su nacimiento y la piedad natural de su
          condicion. Digo esto, señora, porque para
          lo que te quiero dezir halle osadia en tu
          grandeza, porque no la puedes tener sin
          munificencia. Verdad es que primero que
          me determinase estoue dubdoso, pero en
          el fin de mis dubdas toue por meior, si
          inumanamente me quisieses tratar, padecer
          pena por dezir, que sofrilla por callar.
          Tú, señora, sabras que caminando vn día
          por unas asperezas desiertas vi que por
          mandado del Amor leuauan preso á Leriano,
          hijo del duque Guersio, el qual me rogó
          que en su cuyta le ayudase, de cuya razon
          dexé el camino de mi reposo por tomar el
          de su trabaio; y despues que largamente
          con el caminé vile meter en vna prision
          dulce para su voluntad y amarga para
          su vida, donde todos los males del
          mundo sostiene, dolor le atormenta,
          pasion le persigue, desesperança le
          destruye, muerte le amenaza, pena le
          secuta, pensamiento lo desuela, deseo le
          atribula, tristeza le condena, fé no le
          salua, supe dél que de todo esto tú eres
          causa, iuzgué, segund le ví, mayor dolor
          el que en el sentimiento callaua que el
          que con lagrimas descobría, y, vista tu
          presencia, hallo su tormento iusto. Con
          sospiros que le sacauan las entrañas me
          rogó te hiziese sabidora de su mal. Su
          ruego fue de lastima y mi obediencia
          de compasion. En el sentimiento suyo
          te iuzgué cruel, y en tu acatamiento
          te veo piadosa, lo qual va por razon
          que de tu hermosura se cree lo vno y de
          tu condicion se espera lo otro. Si la
          pena que le causas con el merecer, le
          remedias con la piedad, serás entre las
          mugeres nacidas la más alabada de quantas
          nacieron. Contenpla y mira quanto es
          meior que te alaben porque redemiste,
          que no que te culpen porque mataste;
          mira en qué cargo eres á Leriano, que
          avn su passion te haze seruicio, pues
          si la remedias, te da causa que puedas
          hazer lo mismo que Dios, porque no es
          de menos estima el redemir quel criar:
          assí que harás tú tanto en quitalle la
          muerte, como Dios en darle la vida. No
          sé que escusa pongas para no remediallo.
          Si no crees que matar es virtud, no te
          suplica que le hagas otro bien sino que
          te pese de su mal, que cosa graue para
          tí no creas que te la pidirya; que por
          meior avrá el penar que serte á tí causa
          de pena. Si por lo dicho mi atreuimiento
          me condena, su dolor del que me enbía
          me asuelue, el qual es tan grande que
          ningund mal me podrá venir que yguale
          con el que me causa. Suplícote sea tu
          respuesta conforme á la virtud que tienes
          y no á la saña que muestras, porque tú
          seas alabada, y yo buen mensaiero, y el
          catiuo Leriano libre.


                  RESPUESTA DE LAUREOLA

          Así como fueron tus razones temerosas de
          dezir, assi son graues de perdonar. Si
          como eres de Spaña fueras de Macedonia,
          tu razonamiento y tu vida acabaran á
          vn tiempo, assi que por ser estraño no
          recebiras la pena que merecias, y no
          menos por la piedad que de mi iuzgaste,
          como quiera que en casos semeiantes tan
          devida es la iusticia como la clemencia,
          la qual en tí secutada pudiera causar dos
          bienes: el vno, que otros escarmentaran,
          y el otro que las altas mugeres fueran
          estimadas y tenidas segund merecen.
          Pero si tu osadía pide el castigo, mi
          mansedumbre consiente que te perdone,
          lo qual va fuera de todo derecho,
          porque no solamente por el atreuimiento
          deuias morir, más por la ofensa que á
          mi bondad heziste, en la qual posiste
          dubda; porque si á noticia de algunos lo
          que me dexiste veniese, más creería que
          fué por el apareio que en mi hallaste
          que por la pena que en Leriano viste,
          lo que con razon assí deue pensarse,
          viendo ser tan iusto que mi grandeza te
          posiese miedo, como su mal osadia. Si
          mas entiendes en procurar su libertad,
          buscando remedio para él hallarás peligro
          para tí; y auysote, avnque seas estraño
          en la nación, que serás natural en la
          sepoltura. Y porque detenerme en plática
          tan fea ofendo mi lengua, no digo más,
          que para que sepas lo que te cumple, lo
          dicho basta. Y si alguna esperança te
          queda porque te hable, en tal caso sea de
          poco beuir si más de la embaxada pensares
          vsar.


                        EL AUCTOR

          Quando acabó Laureola su habla, ví,
          avnque fue corta en razon, que fue larga
          en enoio, el qual le enpedía la lengua; y
          despedido della comence á pensar diuersas
          cosas que grauemente me atormentauan.
          Pensaua quan alongado estaua de Spaña,
          acordauaseme de la tardança que hazia,
          traya á la memoria el dolor de Leriano,
          desconfiaua de su salud, y visto que no
          podía cunplir lo que me dispuse á hazer
          sin mi peligro ó su libertad, determiné
          de seguir mi propósito hasta acabar
          la vida ó leuar á Leriano esperança.
          Y con este acuerdo uolui otro día á
          palacio para ver qué rostro hallaria en
          Laureola, la cual como me vido, tratóme
          de la primera manera sin que ninguna
          mudança hiziese: de cuya seguridad tomé
          grandes sospechas. Pensaua si lo hazía
          por no esquiuarme, no auiendo por mal
          que tornase á la razon comentada. Creía
          que disimulaua por tornar al propósito
          para tomar emienda de mi atreuimiento,
          de manera que no sabia á qual de mis
          pensamientos diese fé. En fin, pasado
          aquel dia y otros muchos, hallaua en
          sus aparencias más causa para osar que
          razon para temer, y con este crédito,
          aguardé tiempo conuenible y hízele otra
          habla mostrando miedo, puesto que lo
          tuuiese, porque en tal negociacion y
          con semeiantes personas conuiene fengir
          turbacion: porque en tales partes el
          desenpacho es auido por desacatamiento,
          y parece que no se estima ni acata la
          grandeça y autoridad de quien oye con
          la desverguença de quien dize; y por
          saluarme deste yerro hablé con ella no
          segund desenpachado, mas segund temeroso.

          Finalmente, yo le dixe todo lo que me
          parecio que conuenia para remedio de
          Leriano. Su respuesta fue de la forma de
          la primera saluo que ouo en ella menos
          saña, y como avnque en sus palabras
          avía menos esquiuidad para que deuiese
          callar, en sus muestras hallaua licencia
          para que osase dezir. Todas las vezes
          que tenia lugar le suplicaua se doliese
          de Leriano, y todas las vezes que gelo
          dezia, que fueron diuersas, hallaua
          áspero lo que respondía y sin aspereza
          lo que mostraua; y como traya aviso
          en todo lo que se esperaua prouecho,
          miraua en ella algunas cosas en que se
          conosce el coraçon enamorado. Quando
          estaua sola veyala pensatiua, quando
          estaua acompañada no muy alegre; erale
          la compañía aborrecible y la soledad
          agradable. Más vezes se quexaua que
          estaua mal por huyr los plazeres. Quando
          era vista fengia algun dolor, quando la
          dexauan daua grandes sospiros. Si Leriano
          se nombraua en su presencia, desatinaua
          de lo que dezía, boluiase supito colorada
          y despues amarilla, tornauase ronca su
          boz, secauasele la boca; por mucho que
          encobría sus mudanças forçauala la pasion
          piadosa á la disimulacion discreta.
          Digo piadosa porque sin dubda segund lo
          que despues mostró ella, recebia estas
          alteraciones más de piedad que de amor,
          pero como yo pensaua otra cosa viendo en
          ella tales señales, tenia en mi despacho
          alguna esperança; y con tal pensamiento
          partime para Leriano y despues que
          estensamente todo lo pasado le reconté,
          díxele que se esforçase á escreuir á
          Laureola, proferiéndome á dalle la carta,
          y puesto que él estaua más para hazer
          memorial de su hazienda que carta de su
          pasion, escriuio las razones de la qual
          eran tales.


               CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA

          Si touiera tal razon para escreuirte como
          para quererte, sin miedo lo osara hazer,
          mas en saber que escriuo para tí, se
          turba el seso y se pierde el sentido, y
          desta causa antes que lo començase toue
          conmigo grand confusion. Mi fé dezia
          que osase, tu grandeza que temiese. En
          lo vno hallaua esperança y por lo otro
          desesperaua, y en el cabo acordé esto;
          mas guay de mí que comence temprano á
          dolerme y tarde á quexarme, porque á tal
          tiempo soy venido que si alguna merced
          te meresciese no ay en mí cosa biua para
          sentilla sino sola mi fé. El coraçon está
          sin fuerça, y el alma sin poder, y el
          iuycio sin memoria. Pero si tanta merced
          quisiesses hazerme que á estas razones
          te pluguiese responder, la fé con tal
          bien podria bastar para restituir las
          otras partes que destruiste. Yo me culpo
          porque te pido galardon sin averte hecho
          seruicio, avnque si recibes en cuenta de
          servir el penar, por mucho que me pagues
          siempre pensaré que me quedas en deuda.

          Podras dezir que cómo pense escreuirte;
          no te marauilles que tu hermosura causó
          el aficion, y el aficion el deseo, y el
          deseo la pena, y la pena el atreuimiento;
          y si porque lo hize te pareciere que
          merezco muerte, mandamela dar, que muy
          meior es morir por tu causa que beuir
          sin tu esperança. Y hablandote verdad,
          la muerte sin que tú me la dieses yo
          mismo me la daria, por hallar en ella la
          libertad que en la vida busco, si tú no
          ouieses de quedar infamada por matadora,
          pues mal auenturado fuese el remedio que
          á mí librase de pena y á tí te causase
          culpa. Por quitar tales inconuenientes te
          suplico que hagas tu carta galardon de
          mis males, que avnque no me mate por lo
          que á ti toca, no podré beuir por lo que
          yo sufro, y todavía quedarás condenada.
          Si algund bien quisieres hazerme no lo
          tardes, sino podra ser que tengas tienpo
          de arrepentirte y no lugar de remediarme.


                       EL AUCTOR

          Aunque Leriano segund su graue
          sentimiento se quisiera más estender,
          vsando de la discrecion y no de la pena
          no escriuio más largamente; porque para
          hazer saber á Laureola su mal bastaua
          lo dicho, que quando las cartas deuen
          alargarse es quando se cree que ay tal
          voluntad para leellas quien las recibe
          como para escriuillas quien las enbia; y
          porquél estaua libre de tal presuncion,
          no se estendio más en su carta. La qual
          despues de acabada recebí con tanta
          tristeza de uer las lágrimas con que
          Leriano me la daua, que pude sentida
          meior que contalla; y despedido dél
          partíme para Laureola, y como llegué
          donde estaua, hallé propio tienpo para
          poderle hablar, y antes que le diese la
          carta díxele tales razones.


                    EL AUCTOR Á LAUREOLA

          Primero que nada te diga, te suplico que
          recibas la pena de aquel catiuo tuyo
          por descargo de la inportunidad mia,
          que donde quiera que me hallé siempre
          toue por costunbre de seruir antes que
          inportunar. Por cierto, señora, Leriano
          siente más el enoio que tú recibes que
          la pasion que él padece, y este tiene
          por el maior mal que ay en su mal. De
          lo qual quería escusarse, pero si su
          voluntad por no enoiarte desea sufrir,
          su alma por no padecer querria quexar.
          Lo vno le dize que calle y lo otro le
          haze dar bozes; y confiando en tu virtud,
          apremiado del dolor, quiere poner sus
          males en tu presencia, creyendo, avnque
          por vna parte te sea pesado, que por otra
          te causará conpasion. Mira por quantas
          cosas te merece galardon. Por oluidar su
          cuyta pide la muerte porque no se diga
          que tú la consentiste. Desea la vida
          porque tú la hazes; llama bienauenturada
          su pena por no sentirla; desea perder el
          iuyzio por alabar tu hermosura; quería
          tener los agenos y el suyo. Mira quanto
          le eres obligada que se precia de quien
          le destruye, tiene su memoria por todo
          su bien y esle ocasion de todo su mal.
          Si por ventura siendo yo tan desdichado
          pierde por mi intercesion lo quél merece
          por fé, suplícote recibas vna carta
          suya, y si leella quisieres, á él harás
          merced por lo que ha sufrido, y á tí
          te culparás por lo que le as causado,
          viendo claramente el mal que le queda
          en las palabras que enbia, las quales
          avnque la boca las dezia, el dolor las
          ordenaua. Assí te dé Dios tanta parte
          del cielo como mereces de la tierra,
          que la recibas y le respondas y con
          sola esta merced le podras redemir.
          Con ella esforçarás su flaqueza, con
          ella afloxarás su tormento, con ella
          fauoreceras su firmeza; pornasle en
          estado que ni quiera mas bien ni tema mas
          mal. Y si esto no quisieres hazer por
          quien deues, que es él, ni por quien lo
          suplica, que so yo, en tu virtud tengo
          esperança, que segund la vsas no sabras
          hazer otra cosa.


              RESPUESTA DE LAUREOLA AL AUCTOR

          En tanto estrecho me ponen tus porfias
          que muchas vezes he dubdado sobre qual
          haré antes; desterrar á tí de la tierra ó
          á mí de mi fama en darte lugar que digas
          lo que quisieres, y tengo acordado de no
          hazer lo vno de compasion tuya, porque
          si tu embaxada es mala, tu intencion es
          buena, pues la traes por remedio del
          querelloso. Ni tanpoco quiero lo otro
          de lástima mía, porque no podría él ser
          libre de pena sin que yo fuese condenada
          de culpa. Si pudiese remediar su mal sin
          amanzillar mi onrra, no con menos aficion
          que tú lo pides yo lo haría, mas ya tú
          conosces quanto las mugeres deuen ser
          más obligadas á su fama que á su vida,
          la qual deuen estimar en lo menos por
          razon de lo más que es la bondad. Pues
          si el beuir de Leriano ha de ser con la
          muerte desta, tú iuzga á quien con mas
          razon deuo ser piadosa, á mí ó á su mal.
          Y que esto todas las mugeres deuen assi
          tener, en muy más manera las de real
          nacimiento, en las quales assi ponen
          los oios todas las gentes, que antes se
          vee en ella la pequeña manzilla que en
          las baias la grand fealdad. Pues en tus
          palabras con la razon te conformas, ¿cómo
          cosa tan iniusta demandas?; mucho tienes
          que agradecerme porque tanto comunico
          contigo mis pensamientos, lo qual hago
          porque si me enoia tu demanda me aplaze
          tu condicion, y he plazer de mostrarte mi
          escusacion con iustas causas por saluarme
          de cargo.

          La carta que dizes que reciba fuera
          bien escusada, porque no tienen menos
          fuerza mis defensas que confiança sus
          porfías. Porque tú la traes plazeme de
          tomarla. La respuesta no la esperes,
          ni trabages en pedirla, ni menos en
          mas hablar en esto, porque no te
          quexes de mi saña como te alabas de mi
          sofrimiento. Por dos cosas me culpo de
          auerme tanto detenido contigo. La vna
          porque la calidad de la plática me dexa
          muy enoiada, y la otra porque podras
          pensar que huelgo de hablar en ella y
          creeras que de Leriano me acuerdo. De
          lo qual no me marauillo, que, como las
          palabras sean ymagen del coraçon, yrás
          contento por lo que iuzgaste y leuarás
          buen esperança de lo que deseas: pues por
          no ser condenada de tu pensamiento si
          tal le touieres, te torno á requerir que
          sea esta la postrimera vez que en este
          caso me hables; si no, podra ser que te
          arrepientas y que buscando salud agena te
          falte remedio para la tuya.


                         EL AUCTOR

          Tanta confusion me ponían las cosas de
          Laureola que quando pensaua que más la
          entendía, menos sabía de su voluntad.
          Quando tenía más esperança me daua mayor
          desuio, quando estaua seguro me ponia
          maiores miedos, sus desatinos cegauan
          mi conocimiento. En el recebir la carta
          me satisfizo, en el fin de su habla me
          desesperó. No sabía qué camino siguiese
          en que esperança hallase, y como onbre
          sin conseio partime para Leriano con
          acuerdo de darle algund consuelo entre
          tanto que buscaua el mejor medio que para
          su mal conuenía, y llegado donde estaua
          comencé á dezirle.


                    EL AUCTOR Á LERIANO

          Por el despacho que traygo se conoce que
          donde falta la dicha no aprouecha la
          diligencia. Encomendaste tu remedio á mi
          que tan contraria me ha sido la ventura
          que en mis propias cosas la desprecio
          porque no me puede ser en lo porvenir
          tan fauorable que me satisfaga lo que en
          lo pasado me ha sido enemiga, puesto que
          en este caso buena escusa touiera para
          ayudarte, porque si yo era el mensaiero,
          tuyo era el negocio.

          Las cosas que con Laureola he pasado
          ni pude entenderlas ni sabre dezirlas,
          porque son de condicion nueua. Mill vezes
          pensé venir á darte remedio y otras
          tantas á darte la sepoltura. Todas las
          señales de voluntad vencida vi en sus
          aparencias, todos los desabrimientos
          de muger sin amor vi en sus palabras;
          iuzgandola me alegraua, oyendola me
          entristecia; á las vezes creya que
          lo hazia de sabida y á las vezes de
          desamorada. Pero con todo viendola
          mouible creya su desamor, porque quando
          amor prende haze el coraçon constante y
          quando lo dexa libre mudable. Por otra
          parte pensaua si lo hazia de medrosa
          segund el brauo coraçon de su padre. Qué
          dirás, ¿que recibió tu carta y recebida
          me afrentó con amenazas de muerte si
          mas en tu caso le hablaua? Mira qué
          cosa tan graue parece en vn punto tales
          dos diferencias. Si por estenso todo
          lo pasado te oviese de contar, antes
          falleceria tiempo para dezir que cosas
          para que te dixiese. Suplícote que
          esfuerce tu seso lo que enflaquece tu
          pasion, que segund estás mas as menester
          sepoltura que consuelo. Si algund espacio
          no te das, tus huesos querrás dexar en
          memoria de tu fé, lo qual no deues hazer,
          que para satisfacion de tí mismo más te
          conuiene beuir para que sufras que morir
          para que no penes. Esto digo porque de
          tu pena te veo gloriar: segund tu dolor
          gran corona es para tí que se diga que
          touiste esfuerço para sofrirlo. Los
          fuertes en las grandes fortunas muestran
          mayor coraçon; ninguna diferencia entre
          buenos y malos avria si la bondad no
          fuese tentada. Cata que con larga vida
          todo se alcança: ten esperança en tu fé
          que su propósito de Laureola se podra
          mudar y tu firmeza nunca. No quiero
          dezirte todo lo que para tu consolacion
          pense, porque segund tus lágrimas en
          lugar de amatar tus ansias las enciendo.
          Quanto te pareciere que yo pueda hazer
          mandalo, que no tengo menos voluntad de
          seruir tu persona que remediar tu salud.


                      RESPONDE LERIANO

          La dispusicion en que estó ya la vees, la
          priuacion de mi sentido ya la conoces,
          la turbacion de mi lengua ya la notas;
          y, por esto, no te marauilles si en
          mi respuesta ouiere mas lágrimas que
          concierto, las quales, porque Laureola
          las saca del coraçon, son dulce manjar
          de mi voluntad. Las cosas que con ella
          pasaste, pues tú que tienes libre el
          iuyzio no las entiendes, ¿qué haré yo
          que para otra cosa no le tengo sino
          para alabar su hermosura y por llamar
          bienauenturada mi fin? Estas querria
          que fuesen las postrimeras palabras de
          mi vida porque son en su alabança. ¿Qué
          mayor bien puede auer en mi mal que
          querello ella? Si fuera tan dichoso en
          el galardon que merezco como en la pena
          que sufro, ¿quién me podiera ygualar?
          Meior me es á mi morir, pues de ello es
          seruida, que beuir si por ello ha de ser
          enoiada. Lo que mas sentire quando muera,
          será saber que perecen los oios que la
          vieron y el coraçon que la contempló,
          lo qual segund quien ella es, va fuera
          de toda razon. Digo esto porque veas
          que sus obras en lugar de apocar amor
          acrecientan fé. Si en el coraçon catiuo
          las consolaciones hiziesen fruto, la que
          tú me as dado bastara para esforçarme,
          pero como los oydos de los tristes tienen
          cerraduras de pasion no ay por donde
          entren al alma las palabras de consuelo.
          Para que pueda sofrir mi mal como dizes,
          dame tú la fuerça y yo porne la voluntad.
          Las cosas de onrra que pones delante
          conozcolas con la razon y niegolas con
          ella misma.

          Digo que las conozco y aprueuo si las ha
          de vsar onbre libre de mi pensamiento,
          y digo que las niego para comigo pues
          pienso avnque busque graue pena que
          escogí onrrada muerte. El trabaio que
          por mi as recebido y el deseo que te he
          visto me obligauan á ofrecer por tí la
          vida todas las vezes que fuere menester,
          mas pues lo menos della me queda de beuir
          seate satisfacion lo que quisiera y no lo
          que puedo. Mucho te ruego pues esta será
          la final buena obra que tú me podras
          hazer y yo recebir que quieras leuar á
          Laureola en vna carta mia nueuas con que
          se alegre, porque della sepa como me
          despido de la vida y de mas dalle enoio,
          la qual en esfuerço que la leuarás quiero
          començar en tu presencia y las razones
          della sean estas.


          CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA

          Pues el galardon de mis afanes auie
          de ser mi sepoltura ya soy a tiempo
          de recebirlo. Morir no creas que me
          desplaze, que aquel es de poco iuyzio
          que aborrece lo que da libertad. ¿Mas
          que haré que acabará comigo el esperança
          de verte graue cosa para sentir? Dirás
          que cómo tan presto en vn año ha o poco
          mas que ha que soy tuyo desfallescio
          mi sofrimiento; no te deues marauillar
          que tu poca esperança y mi mucha pasion
          podian bastar para más de quitar la
          fuerça al sofrir, no pudiera pensar que á
          tal cosa dieras lugar si tus obras no me
          lo certificaran.

          Siempre crey que forçara tu condicion
          piadosa á tu voluntad porfiada, como
          quiera que en esto si mi vida recibe el
          daño mi dicha tiene la culpa, espantado
          estoy cómo de tí misma no te dueles.
          Dite la libertad, ofrecite el coraçon,
          no quise ser nada mio por serlo del todo
          tuyo, pues, ¿cómo te querrá seruir ni
          tener amor quien sopiere que tus propias
          cosas destruyes? Por cierto tú eres
          tu enemiga. Si no me querias remediar
          porque me saluara yo, deuieraslo hazer
          porque no te condenaras tú. Porque en
          mi perdicion ouiese algund bien deseo
          que te pese della, mas si el pesar te
          avie de dar pena no lo quiero, que pues
          nunca biuiendo te hize seruicio no seria
          iusto que moriendo te causase enoio. Los
          que ponen los oios en el sol quanto mas
          lo miran mas se ciegan, y assi quanto
          yo más contenplo tu hermosura mas ciego
          tengo el sentido. Esto digo porque de los
          desconciertos escritos no te marauilles:
          verdad es que á tal tienpo escusado era
          tal descargo, porque segund quedo mas
          estó en disposicion de acabar la vida que
          de desculpar las razones.

          Pero quisiera que lo que tú auias de ver
          fuera ordenado, porque no ocuparas tu
          saber en cosa tan fuera de tu condicion.
          Si consientes que muera porque se
          publique que podiste matar, mal te
          aconseiaste, que sin esperiencia mia lo
          certificava la hermosura tuya; si lo
          tienes por bien porque no era merecedor
          de tus mercedes, pensaua alcançar por fé
          lo que por desmerecer perdiese, y, con
          este pensamiento, osé tomar tal cuydado.
          Si por ventura te plaze por parecerte
          que no se podria remediar sin tu ofensa
          mi cuyta, nunca pense pedirte merced
          que te causase culpa. ¿Cómo auia de
          aprouecharme el bien que á ti te viniese
          mal? Solamente pedí tu respuesta por
          primero y postrimero galardon. Dexadas
          mas largas te suplico, pues acabas la
          vida que onrres la muerte, porque si en
          lugar donde van las almas desesperadas ay
          algun bien, no pediré otro si no sentido
          para sentir que onrraste mis huesos por
          gozar aquel poco espacio de gloria tan
          grande.


                         EL AUCTOR

          Acabada la habla y carta de Leriano,
          satisfaziendo los oios por las palabras
          con muchas lagrimas, sin poderle hablar
          despedime dél, auiendo aquella, segund le
          vi, por la postrimera vez que lo esperaua
          ver; y puesto en el camino puse su
          sobrescrito á su carta porque Laureola en
          seguridad de aquel la quisiese recebir.
          Y llegado donde estaua, acordé de gela
          dar, la qual creiendo que era de otra
          calidad recebio, y començo y acabó leer;
          y como en todo aquel tiempo que la leya
          nunca partiese de su rostro mi vista,
          vi que quando acabó de leerla quedó tan
          enmudecida y turbada como si gran mal
          touiera, y como su turbacion de mirar
          la mia no le escusase, por asegurarme
          hizo me preguntas y hablas fuera de
          todo proposito, y para librarse de la
          conpañia que en semeiantes tienpos es
          peligrosa, porque las mudanças públicas
          no descubriessen los pensamientos,
          retraxose. Y assí estuuo aquella noche
          sin hablarme nada en el propósito, y otro
          dia de mañana mandome llamar y despues
          que me dixo quantas razones bastauan
          para descargarse del consentimiento que
          daua en la pena de Leriano, dixome que
          le tenia escrito pareciéndole inumanidad
          perder por tan poco precio un onbre tal;
          y porque con el plazer de lo que le oya
          estaua desatinado en lo que hablaua, no
          escriuo la dulceza y onestad que ouo en
          su razonamiento. Quien quiera que la
          oyera pudiera conocer que aquel estudio
          auie vsado poco: ya de enpachada estaua
          encendida, ya de turbada se tornaua
          amarilla. Tenia tal alteracion y tan
          sin aliento la habla como si esperara
          sentencia de muerte; en tal manera le
          tenblaua la boz que no podía forçar con
          la discrecion al miedo. Mi respuesta fué
          breve porque el tienpo para alargarme no
          me daua lugar, y despues de besalle las
          manos recebi su carta, las razones de la
          qual eran tales.


                CARTA DE LAUREOLA Á LERIANO

          La muerte que esperauas tú de penado
          merecia yo por culpada si en esto que
          hago pecase mi voluntad, lo que cierto no
          es assí, que más te escriuo por redemir
          tu vida que por satisfazer tu deseo.
          Mas, triste de mi, que este descargo
          solamente aprouecha para conplir comigo,
          porque si deste pecado fuese acusada no
          tengo otro testigo para saluarme sino mi
          intencion, y por ser parte tan principal
          no se tomaria en cuenta su dicho, y con
          este miedo, la mano en el papel, puse el
          coraçon en el cielo, haziendo iuez de mi
          fin aquel á quien la verdad de las cosas
          es manifiesta.

          Todas las vezes que dudé en responderte
          fue porque sin mi condenacion no podias
          tú ser asuelto. Como agora parece que
          puesto que tú solo y el levador de mi
          carta sepays que escreui, qué sé yo los
          iuycios que dareys sobre mi; y digo que
          sean sanos sola mi sospecha me amanzilla.

          Ruegote mucho quando con mi respuesta en
          medio de tus plazeres estés mas vfano,
          que te acuerdes de la fama de quien
          los causó, y auiso te desto, porque
          semeiantes fauores desean publicarse
          teniendo mas acatamiento á la vitoria
          dellos que á la fama de quien los da.
          Quanto meior me estouiera ser afeada
          por cruel que amanzillada por piadosa,
          tú lo conosces, y por remediarte vsé lo
          contrario. Ya tú tienes lo que deseauas
          y yo lo que temia. Por Dios te pido que
          enbueluas mi carta en tu fe, porque si
          es tan cierta como confiesas no se te
          pierda ni de nadie pueda ser vista, que
          quien viese lo que te escriuo pensaria
          que te amo, y creeria que mis razones
          antes eran dichas por disimulacion de la
          verdad que por la verdad. Lo qual es al
          reues, que por cierto mas las digo, como
          ya he dicho, con intencion piadosa que
          con voluntad enamorada. Por hazerte creer
          esto querria estenderme y por no ponerte
          otra sospecha acabo, y para que mis obras
          recibiesen galardon iusto auia de hazer
          la vida otro tanto.


                         EL AUCTOR

          Recibida la carta de Laureola acordé de
          partirme para Leriano, el qual camino
          quise hazer acompañado, por leuar comigo
          quien á él y á mí ayudase en la gloria
          de mi enbaxada, y por animarlos para
          adelante llamé los mayores enemigos de
          nuestro negocio que eran Contentamiento,
          y Esperança, y Descanso, y Plazer,
          y Alegría, y Holgança. Y porque si
          las guardas de la prision de Leriano
          quisiesen por leuar conpañía defenderme
          la entrada, pense de yr en orden de
          guerra, y con tal pensamiento, hecha
          vna batalla de toda mi conpañía, seguí
          mi camino, y allegado á vn alto donde
          se parecia la prision, viendo los
          guardadores della mi seña que era verde
          y colorada, en lugar de defenderse
          pusieronse en huyda tan grande que quien
          mas huya mas cerca pensaua que yua del
          peligro. Y como Leriano vido sobre á
          ora tal rebato, no sabiendo qué cosa
          fuese, pusose á vna ventana de la torre,
          hablando verdad, mas con flaqueza de
          espíritu que con esperança de socorro.
          Y como me vio venir en batalla de tan
          hermosa gente, conocio lo que era, y
          lo vno de la poca fuerça y lo otro de
          supito, bien perdido el sentido, cayó
          en el suelo de dentro de la casa. Pues
          yo que no leuaua espacio, como llegué
          al escalera por donde solia sobir eché
          á descanso delante, el qual dió estraña
          claridad á su tinibra, y subido á donde
          estaua el ya bienauenturado, quando le
          ví en manera mortal pense que yua á buen
          tienpo para llorarlo y tarde para darle
          remedio, pero socorrio luego Esperança
          que andaua allí la mas diligente y
          echandole vn poco de agua en el rostro
          tornó en su acuerdo, y por más esforçarle
          dile la carta de Laureola, y entre tanto
          que la leya todos los que leuaua comigo
          procurauan su salud. Alegria le alegraua
          el coraçon, Descanso le consolaua el
          alma, Esperança le bolvia el sentido,
          Contentamiento le aclaraua la vista,
          Holgança le restituya la fuerça, Plazer
          le abiuaua el entendimiento, y en tal
          manera lo trataron que quando lo que
          Laureola le escrebió acabó de leer estaua
          tan sano como si ninguna pasion vuiera
          tenido. Y como vido que mi diligencia le
          dio libertad echabame muchas vezes los
          brazos encima, ofreciendome á él y á todo
          lo suyo, y pareciale poco precio segund
          lo que merecia mi seruicio. De tal manera
          eran sus ofrecimientos que no sabía
          responderle como yo deuia y quien él era.
          Pues despues que entre él y mí grandes
          cosas pasaron, acordó de yrse á la corte,
          y antes que fuesse estuuo algunos dias en
          vna villa suya por rehazerse de fuerças y
          atauios para su partida, y como se vido
          en disposicion de poderse partir pusolo
          en obra, y sabido en la corte como yua,
          todos los grandes señores y mancebos
          cortesanos salieron á recebirle. Mas
          como aquellas cerimonias vieias touiesse
          sabidas, mas vfana le daua la gloria
          secreta que la onrra pública, y así fue
          acompañado hasta palacio. Quando besó
          las manos á Laureola pasaron cosas mucho
          de notar, en especial para mí que sabia
          lo que entre ellos estaua: al vno le
          sobraua turbacion, al otro le faltaua
          color; ni él sabie qué dezir, ni ella qué
          responder, que tanta fuerça tienen las
          pasiones enamoradas que sienpre traen el
          seso y discrecion debaxo de su vandera;
          lo que allí vi por clara esperiencia.

          Y puesto que de las mudanças dellos
          ninguno touiese noticia por la poca
          sospecha que de su pendencia auia,
          Persio, hijo del señor de Gavia miró en
          ellas, trayendo el mismo pensamiento
          que Leriano traya; y como las sospechas
          celosas escudriñan las cosas secretas,
          tanto miró de allí adelante las hablas
          y señales dél, que dió crédito á lo que
          sospechaua: y no solamente dió fé á lo
          que veya, que no era nada, mas á lo que
          ymaginaua él que era todo. Y con este
          maluado pensamiento, sin más deliberacion
          ni conseio, apartó al rey en vn secreto
          lugar y dixole afirmadamente que Laureola
          y Leriano se amauan y que se veyan todas
          las noches despues que él dormia, y que
          gelo hazia saber por lo que deuie á la
          onrra y á su seruicio. Turbado el rey
          de cosa tal, estouo dubdoso y pensatiuo
          sin luego determinarse á responder, y
          despues que mucho dormio sobre ello,
          tovolo por verdad, creyendo segund la
          virtud y auctoridad de Persio que no
          le diria otra cosa. Pero con todo esso
          primero que deliberase quiso acordar
          lo que deuie hazer, y puesta Laureola
          en vna carcel mandó llamar á Persio y
          dixole que acusase de traydor á Leriano,
          segun sus leyes, de cuyo mandamiento fue
          mucho afrontado. Mas como la calidad
          del negocio le forçaua á otorgarlo,
          respondió al rey que aceutaua su mando y
          que daua gracias á Dios que le ofrecia
          caso para que fuesen sus manos testimonio
          de su bondad; y como semeiantes autos
          se acustumbran en Macedonia hazer por
          carteles y no en presencia del rey, enbió
          en vno Persio á Leriano las razones
          siguientes:


              CARTEL DE PERSIO PARA LERIANO

          Pues procede de las virtuosas obras la
          loable fama, iusto es que la maldad se
          castigue porque la virtud se sostenga, y
          con tanta diligencia deue ser la bondad
          anparada que los enemigos della si por
          voluntad no la obraren, por miedo la
          vsen. Digo esto, Leriano, porque la pena
          que recebirás de la culpa que cometiste
          sera castigo para que tú pagues y otros
          teman, que si á tales cosas se diese
          lugar no sería menos fauorecida la
          desvirtud en los malos, que la nobleza en
          los buenos.

          Por cierto mal te as aprovechado de la
          limpieza que eredaste; tus mayores te
          mostraron hazer bondad y tú aprendiste
          obrar trayzion; sus huessos se
          leuantarian contra tí si supiesen como
          ensuziaste por tal error sus nobles
          obras. Pero venido eres á tienpo que
          recibieras por lo hecho, fin en la vida
          y manzilla en la fama. Malauenturados
          aquellos como tú que no saben escoger
          muerte onesta; sin mirar el seruicio
          de tu rey y la obligacion de tu sangre
          touiste osada desuerguença para
          enamorarte de Laureola, con la qual en
          su camara, despues de acostado el rey,
          diuersas vezes as hablado, escureciendo
          por seguir tu condicion tu claro linage,
          de cuya razon te rebto por traydor, y
          sobrello te entiendo matar ó echar del
          canpo; ó lo que digo hazer confesar por
          tu boca, donde quanto el mundo durare
          sere en exenplo de lealtad; y atreuome á
          tanto confiando en tu falsía y mi verdad.
          Las armas escoge de la manera que querras
          y el canpo. Yo de parte del rey lo hago
          seguro.


                  RESPUESTA DE LERIANO

          Persio, mayor seria mi fortuna que tu
          malicia si la culpa que me cargas con
          maldad no te diese la pena que mereces
          por iusticia. Si fueras tan discreto
          como malo, por quitarte de tal peligro
          antes deuieras saber mi intencion que
          sentenciar mis obras. Á lo que agora
          conozco de tí, mas curauas de parecer
          bueno que de serlo. Teniendote por cierto
          amigo todas mis cosas comunicaua contigo
          y segund parece yo confiaua de tu virtud
          y tú vsauas de tu condicion. Como la
          bondad que mostrauas concertó el amistad,
          assi la falsedad que encobrías causó la
          enemiga. ¡Ó enemigo de tí mismo! que
          con razon lo puedo dezir, pues por tu
          testimonio dexarás la memoria con cargo
          y acabarás la vida con mengua. ¿Por que
          pusiste la lengua en Laureola que sola
          su bondad basta a si toda la del mundo
          se perdiese para tornarla á cobrar? Pues
          tú afirmas mentira clara y yo defiendo
          causa iusta, ella quedará libre de
          culpa y tu onrra no de verguença. No
          quiero responder á tus desmesuras porque
          hallo por mas onesto camino vencerte
          con la persona que satisfazerte con
          las palabras. Solamente quiero venir a
          lo que haze al caso, pues allí está la
          fuerça de nuestro debate. Acusasme de
          traydor y afirmas que entré muchas vezes
          en su camara de Laureola despues del rey
          retraydo. Á lo vno y á lo otro te digo
          que mientes, como quiera que no niego
          que con voluntad enamorada la miré. Pero
          si fuerça de amor ordenó el pensamiento,
          lealtad virtuosa causó la lynpieza dél;
          assi que por ser della fauorecido y no
          por ál lo pensé. Y para mas afearte te
          defendere no solo que no entré en su
          camara, mas que palabras de amores iamás
          le hablé, pues quando la intencion no
          peca saluo está el que se iuzga, y porque
          la determinacion desto ha de ser con
          la muerte del vno y no con las lenguas
          dentramos, quede para el dia del hecho la
          sentencia, la qual fio en Dios se dara
          por mí, porque tú reutas con malicia y yo
          defiendo con razon y la verdad determina
          con iusticia. Las armas que á mí son de
          señalar sean a la bryda segund nuestra
          costumbre, nosotros armados de todas
          pieças, los cauallos con cubiertas y
          cuello y testera, lanças yguales y sendas
          espadas sin ninguna otra arma de las
          vsadas, con las quales defendiendo lo
          dicho, ó (te) haré desdezir ó echaré del
          campo sobrello.


                         EL AUCTOR

          Como la mala fortuna enbidiosa de los
          bienes de Leriano vsase con él de su
          natural condicion, diole tal reues
          quando le vido mayor en prosperidad. Sus
          desdichas causauan pasion á quien las
          vio y conbidan á pena á quien las oye.
          Pues desando su cuyta para hablar en su
          reuto, despues que respondio al cartel
          de Persio como es escrito, sabiendo
          el rey que estauan concertados en la
          batalla, aseguró el canpo, y señalando el
          lugar donde hiziesen, y ordenadas todas
          las cosas que en tal auto se requerian
          segund las ordenanças de Macedonia,
          puesto el rey en vn cadahalso, vinieron
          los caualleros cada vno acompañado y
          fauorecido como merecía y guardadas en
          ygualdad las onrras dentrambos entraron
          en el canpo: y como los fieles los
          dexaron solos, fueronse el vno para el
          otro donde en la fuerça de los golpes
          mostraron la virtud de los animos, y
          quebradas las lanças en los primeros
          encuentros pusieron mano á las espadas, y
          assi se conbatian que quien quiera ouiera
          enbidia de lo que obrauan y compasion de
          lo que padecian.

          Finalmente, por no detenerme en esto que
          parece cuento de ystorias vieias, Leriano
          le cortó á Persio la mano derecha, y como
          la meior parte de su persona le viese
          perdida dixole: Persio, porque no pague
          tu vida por la falsedad de tu lengua
          deues te desdezir. El qual respondio: haz
          lo que as de hazer, que aunque me falta
          el braço para defender no me fallece
          coraçon para morir. Y oyendo Leriano
          tal respuesta diole tanta priesa que
          lo puso en la postrimera necesidad; y
          como ciertos caualleros sus parientes le
          viesen en estrecho de muerte suplicaron
          al rey mandase echar el baston, que ellos
          le fiauan para que dél hiziese iusticia
          si claramente se hallase culpado; lo
          qual el rey assi les otorgó. Y como
          fuesen despartidos, Leriano de tan grande
          agrauio con mucha razon se sentio, no
          podiendo pensar porqué el rey tal cosa
          mandase. Pues como fueron despartidos,
          sacaronlos del canpo yguales en cerimonia
          avnque desyguales en fama, y assi los
          leuaron á sus posadas donde estuvieron
          aquella noche; y otro dia de mañana
          avido Leriano su conseio, acordó de yr á
          palacio á suplicar y requerir al rey en
          presencia de toda su corte, le mandase
          restituir en su onrra haziendo iusticia
          de Persio. El qual como era malino de
          condicion y agudo de iuyzio, en tanto que
          Leriano lo que es contado acordaua, hizo
          llamar tres onbres muy conformes de sus
          costumbres que tenia por muy suyos, y
          iuramentandolos que le guardasen secreto
          dió á cada uno infinito dinero porque
          dixesen y iurasen al rey que vieron
          hablar á Leriano con Laureola en lugares
          sospechosos y en tienpos desonestos,
          los quales se profirieron á afirmarlo y
          iurarlo hasta perder la vida sobrello.
          No quiero dezir lo que Laureola en todo
          esto sentia porque la pasion no turbe el
          sentido para acabar lo començado, porque
          no tengo agora menos nueuo su dolor que
          quando estaua presente. Pues tornando á
          Leriano que mas de su prision della se
          dolia que de la Vitoria dél se gloriaua,
          como supo que el rey era leuantado fuese
          á palacio y presentes los caualleros de
          su corte hizole una habla en esta manera.


                     LERIANO AL REY

          Por cierto, señor, con mayor voluntad
          sufriera el castigo de tu iusticia que
          la verguença de tu presencia, si ayer
          no leuara lo meior de la batalla, donde
          si tú lo ouieras por bien, de la falsa
          acusacion de Persio quedara del todo
          libre: que puesto que á vista de todos yo
          le diera el galardon que merecia, gran
          ventaia va de hizieralo á hizolo. La
          razon por que despartir nos mandaste no
          la puedo pensar, en especial tocando á mi
          mismo el debate, que aunque de Laureola
          deseases vengança, como generoso no te
          faltaria piedad de padre, comoquiera
          que en este caso, bien creo quedaste
          satisfecho de tu descargo. Si lo heziste
          por conpasion que auias de Persio, tan
          iusto fuera que la vuieras de mi onrra
          como de su vida, siendo tu natural. Si
          por ventura lo consentiste por verte
          aquexado de la suplicacion de sus
          parientes, quando les otorgaste la merced
          deuieras acordarte de los seruicios que
          los mios te hizieron, pues sabes con
          quanta costança de coraçon, quantos
          dellos en muchas batallas y combates
          perdieron por tu seruicio las vidas.
          Nunca hueste iuntaste que la tercia
          parte dellos no fuese. Suplicote que por
          iuyzio me satisfagas la onrra que por mis
          manos me quitaste: cata que guardando
          las leyes se conseruan los naturales. No
          consientas que biua onbre que tan mal
          guarda las preeminencias de sus pasados,
          porque no corronpan su benino los que
          con él participaren. Por cierto no tengo
          otra culpa sino ser amigo del culpado, y
          si por este indicio merezco pena, damela
          avn que mi inocencia della me asuelua,
          pues conserué su amistad creyendole bueno
          y no iuzgandole malo. Si le das la vida
          por seruirte del, digote que te sera el
          mas leal cizañador que puedas hallar en
          el mundo. Requierote contigo mismo, pues
          eres obligado á ser ygual en derecho, que
          en esto determines con la prudencia que
          tienes y sentencies con la iusticia que
          vsas. Señor, las cosas de onrra deuen ser
          claras, y si á este perdonas por ruegos,
          ó por ser principal en tu reyno, ó por lo
          que te plazera, no quedará en los iuyzios
          de las gentes por desculpado del todo;
          que si vnos creyeren la verdad por razon,
          otros la turbarán con malicia: y digote
          que en tu reyno lo cierto se sepa. Nunca
          la fama leua lexos lo cierto; como sonará
          en los otros lo que es pasado, si queda
          sin castigo publico; por Dios, señor,
          dexa mi onrra sin disputa, y de mi vida y
          lo mio ordena lo que quisieres.


                         EL AUCTOR

          Atento estuuo el rey á todo lo que
          Leriano quiso dezir, y acabada su habla
          respondiole que el auria su conseio sobre
          lo que deuiese hazer, que en cosa tal con
          deliberacion se auie de dar la sentencia.
          Verdad es que la respuesta del rey no
          fue tan dulce como deuiera, lo qual fue
          porque si á Laureola daua por libre
          segund lo que vido, él no lo estaua de
          enoio; porque Leriano penso de seruilla
          auiendo por culpado su pensamiento avnque
          no lo fuese su entencion: y asi por esto
          como por quitar el escandalo que andaua
          entre su parentela y la de Persio mandóle
          yr á vna villa suya que estaua dos leguas
          de la corte, llamada Susa, entre tanto
          que acordaua en el caso. Lo que luego
          hizo con alegre coraçon teniendo ya á
          Laureola por desculpada, cosa que él
          tanto deseaua.

          Pues como del rey fue despedido, Persio
          que siempre se trabaiaua en ofender su
          onrra por condicion y en defenderla por
          malicia, llamó los coniurados antes que
          Laureola se delibrase y dixoles que
          cada vno por su parte se fuese al rey
          y le dixese como de suyo por quitar
          le dubdas, que él acusó á Leriano con
          verdad de lo qual ellos eran testigos,
          que le vieron hablar diuersas veces con
          ella en soledad. Lo que ellos hizieron
          de la manera que él gelo dixo, y tal
          forma supieron darse y assi afirmaron su
          testimonio que turbaron al rey, el qual
          despues de auer sobrello mucho pensado
          mandólos llamar y como vinieron, hizo á
          cada uno por si preguntas muy agudas y
          sotiles para ver si los hallaria mudables
          ó desatinados en lo que respondiesen. Y
          como deuieran gastar su vida en estudio
          de falsedad, quanto mas hablauan meior
          sabian concertar su mentira, de manera
          que el rey les dió entera fé: por cuya
          informacion teniendo á Persio por leal
          seruidor, creya que mas por su mala
          fortuna que por su poca verdad auia
          leuado lo peor de la batalla. ¡O Persio,
          quanto meior te estouiera la muerte vna
          vez que merecella tantas! Pues queriendo
          el rey que pagase la inocencia de
          Laureola por la traycion de los falsos
          testigos acordó que fuese sentenciada
          por iusticia: lo qual como viniese á
          noticia de Leriano estouo en poco de
          perder el seso, y con vn arrebatamiento
          y pasion desesperada acordaua de yr á
          la corte á librar á Laureola y matar
          á Persio ó perder por ello la vida.
          Y viendo yo ser aquel conseio de mas
          peligro que esperança, puesto con el en
          razon desvielo dél, y como estaua con la
          aceleracion desacordado quiso seruirse
          de mi parecer en lo que ouiese de
          delibrar, el qual me plogo dalle porque
          no dispusiese con alteracion, para que
          se arrepintiese con pesar, y despues que
          en mi flaco iuycio se representó lo mas
          seguro, dixele lo que se sigue.


                   EL AUCTOR Á LERIANO

          Asi, señor, querria ser discreto para
          alabar tu seso como poderoso para
          remediar tu mal, porque fueses alegre
          como yo deseo y loado como tú mereces.
          Digo esto por el sabio sofrimiento que
          en tal tiempo muestras, que como viste
          tu iuyzio enbargado de pasion conociste
          que seria lo que obrases no segund lo que
          sabes mas segund lo que sientes, y con
          este discreto conocimiento quesiste antes
          errar por mi conseio sinple y libre que
          acertar por el tuyo natural y enpedido.
          Mucho he pensado sobre lo que en esta
          tu grande fortuna se deue hazer y hallo
          segund mi pobre iuyzio que lo primero que
          se cunple ordenar es tu reposo, el qual
          te desuia el caso presente.

          De mi voto el primer acuerdo que tomaste
          sera el postrero que obres, porque como
          es gran cosa la que as de enprender, assi
          como gran pesadunbre se deue determinar;
          sienpre de lo dubdoso se ha de tomar lo
          mas seguro, y si te pones en matar á
          Persio y librar á Laureola deues antes
          ver si es cosa con que podras salir,
          que como es de mas estima la onrra
          della que la vida tuya, sino pudieses
          acabarlo dexarias a ella condenada y a
          ti desonrrado. Cata que los onbres obran
          y la ventura iuzga; si a bien salen las
          cosas son alabadas por buenas, y si a
          mal auidas por desuariadas. Si libras
          a Laureola dirase que heziste osadia y
          sino que pensaste locura; pues tienes
          espacio daqui a nueue dias que se dara
          la sentencia prueua todos los otros
          remedios que muestran esperança, y si
          en ellos no la hallares dispornas lo
          que tienes pensado, que en tal demanda
          avnque pierdas la vida la daras a tu
          fama. Pero en esto ay una cosa que deue
          ser proueyda primero que lo cometas y es
          esta: estemos agora en que as forçado
          la prision y sacado della a Laureola.
          Si la traes a tu tierra es condenada de
          culpa; donde quiera que allá la dexes
          no la librarás de pena. Cata aqui mayor
          mal que el primero. Pareceme a mi, para
          sanear esto obrando tú esto otro, que se
          deue tener tal forma: yo llegaré de tu
          parte a Galio, hermano de la reyna, que
          en parte desea tanto la libertad de la
          presa como tú mismo, y le dire lo que
          tienes acordado, y le suplicaré, por que
          sea salva del cargo y de la vida, que
          esté para el dia que fueres con alguna
          gente, para que si fuere tal tu ventura
          que la puedas sacar, en sacandola la
          pongas en su poder a vista de todo el
          mundo, en testimonio de su bondad y tu
          linpieça; y que recebida, entre tanto que
          el rey sabe lo vno y provee en lo otro,
          la ponga en Dala fortaleza suya donde
          podra venir el hecho a buen fin. Mas
          como te tengo dicho, esto se ha de tomar
          por postrimero partido. Lo que antes se
          conuiene negociar es esto: yo yre a la
          corte y iuntaré con el cardenal de Gausa
          todos los caualleros y perlados que ay
          se hallaren, el qual con voluntad alegre
          suplicará al rey le otorgue a Laureola
          la vida; y si en esto no hallare remedio
          suplicaré a la reyna que con todas las
          onestas y principales mugeres de su casa
          y cibdad le pida la libertad de su hija,
          á cuyas lagrimas y peticion no podrá,
          a mi creer, negar piedad. Y si aqui no
          hallo esperança dire a Laureola que le
          escriua certificandole su inocencia;
          y quando todas estas cosas me fueren
          contrarias proferirme al rey que daras
          vna persona tuya que haga armas con los
          tres maluados testigos; y no aprouechando
          nada desto probarás la fuerça en la que
          por ventura hallarás la piedad que en el
          rey yo buscaua. Pero antes que me parta
          me parece que deues escreuir a Laureola
          esforçando su miedo con seguridad de su
          vida la qual enteramente le puedes dar.
          Que pues se dispone en el cielo lo que se
          obra en la tierra, no puede ser que Dios
          no reciba sus lagrimas inocentes y tus
          peticiones iustas.


                        EL AUCTOR

          Solo vn punto no salio Leriano de mi
          parecer porque le parecio aquél propio
          camino para despachar su hecho mas
          sanamente, pero con todo esso no le
          aseguraua el coraçon, porque temia,
          segund la fama del rey, mandaria dar
          antes del plazo la sentencia, de lo qual
          no me maravillaua, porque los firmes
          enamorados lo mas dudoso y contrario
          creen mas ayna, y lo que mas desean
          tienen por menos cierto. Concluyendo él
          escriuió para Laureola con mucha duda que
          no querria recebir su carta, las razones
          de la cual dezian assi:


                CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA

          Antes pusiera las manos en mí para acabar
          la vida que en el papel para començar
          a escreuirte, si de tu prision uvieran
          sido causa mis obras como lo es mi mala
          fortuna. La qual no pudo serme tan
          contraria que no me puso estado de bien
          morir segund lo que para saluarte tengo
          acordado; donde si en tal demanda muriese
          tú serás libre de la prision y yo de
          tantas desauenturas: assi que será vna
          muerte causa de dos libertades. Suplicote
          no me tengas enemiga por lo que padeces,
          pues como tengo dicho no tiene la culpa
          dello lo que hize, mas lo que mi dicha
          quiere. Puedes bien creer por grandes que
          sean tus angustias, que siento yo mayor
          tormento en el pensamiento dellas que tú
          en ellas mismas. Pluguiera a Dios que
          no te uviera conocido, que avnque fuera
          perdidoso del mayor bien desta vida que
          es averte visto, fuera bienauenturado en
          no oyr ni saber lo que padeces. Tanto
          he vsado beuir triste que me consuelo
          con las mismas tristezas por causallas
          tú. Mas lo que agora siento, ni recibe
          consuelo, ni tiene reposo porque no
          deja el coraçon en ningun sosiego. No
          acreciente la pena que sufres la muerte
          que temes, que mis manos te saluarán
          della. Yo he buscado remedios para
          templar la ira del rey; si en ellos
          faltare esperança, en mí la puedes tener,
          que por tu libertad haré tanto que será
          mi memoria, en quanto el mundo durare,
          exemplo de fortaleza. Y no te parezca
          gran cosa lo que digo, que sin lo que tú
          vales la iniusticia de tu prision haze
          iusta mi osadia. ¿Quien podra resistir
          mis fuerças pues tú las pones? qué no
          osará el corazon enprender estando tú en
          él? Solo vn mal ay en tu saluacion, que
          se compra por poco precio segund lo que
          mereces. Avnque por ella pierda la vida,
          no solamente esto es poco; mas lo que se
          puede desear perder no es nada.

          Esfuerça con mi esperança tu flaqueza,
          por que si te das a los pensamientos
          della, podria ser que desfallecieses,
          de donde dos grandes cosas se podrian
          recrecer. La primera y mas principal,
          seria tu muerte; la otra que me quitarias
          a mi la mayor onrra de todos los onbres
          no podiendo saluarte. Confia en mis
          palabras, espera en mis pensamientos,
          no seas como las otras mugeres que de
          pequeñas causas reciben grandes temores.
          Si la condicion mugeril te causare miedo,
          tu discrecion te dé fortaleça la qual de
          mis seguridades puedes recebir, y porque
          lo que haré será prueua de lo que digo,
          suplicote que lo creas. No te escribo tan
          largo como quisiera por proueer lo que a
          tu vida cunple.


                         EL AUCTOR

          En tanto que Leriano escreuia ordené mi
          camino y recebida su carta partime con
          la mayor priesa que pude; y llegado á la
          corte trabaié que Laureola la recibiese,
          y entendi primero en dargela que ninguna
          otra cosa hiziesse por dalle algun
          esfuerço; y como para vella me fuese
          negada licencia, informado de vna camara
          donde dormia vi una ventana con vna rexa
          no menos fuerte que cerrada; y venida la
          noche, doblada la carta muy sotilmente
          pusela en vna lança y con mucho trabaio
          echela dentro en su camara. Y otro dia
          en la mañana como disimuladamente por
          alli me anduuiese, abierta la ventana
          vila, y vi como vido, como quiera que
          por la espesura de la rexa no la pude
          bien deuisar. Finalmente ella respondio:
          y venida la noche quando sintio mis
          pisadas echó la carta en el suelo, la
          qual recebida, sin hablarle palabra por
          el peligro que en ello para ella auia,
          acordé de yrme; y sintiendome yr dixo:
          cata qui el gualardon que recibo de la
          piedad que tuve. Y porque los que la
          guardauan estauan iunto comigo no le pude
          responder. Tanto me lastimó aquella razon
          que me dixo, que si fuera buscado, por el
          rastro de mis lagrimas pudieran hallarme.
          Lo que respondio á Leriano fue esto.


                CARTA DE LAUREOLA Á LERIANO

          No sé, Leriano, qué te responda sino que
          en las otras gentes se alaba la piedad
          por virtud y en mi se castiga por vicio.
          Yo hize lo que deuia segund piadosa y
          tengo lo que merezco segund desdichada.
          No fue por cierto tu fortuna ni tus obras
          causa de mi prision, ni me querello de
          tí ni de otra persona en esta vida, sino
          de mí sola que por librarte de muerte
          me cargué de culpa, como quiera que en
          esta compasion que te uve mas ay pena que
          cargo, pues remedié como inocente y pago
          como culpada. Pero todavia me plaze mas
          la prision sin yerro que la libertad con
          él, y por esto avnque pene en sofrilla,
          descanso en no merecella. Yo soy entre
          las que biuen la que menos deuiera ser
          biua. Si el rey no me salua espero la
          muerte, si tú me delibras la de tí y de
          los tuyos, de manera que por vna parte
          o por otra se me ofrece dolor. Si no me
          remedias he de ser muerta; si me libias
          y lieuas sere condenada; y por esto te
          ruego mucho te trabaies en saluar mi fama
          y no mi vida, pues lo vno se acaba y lo
          otro dura. Busca como dizes que hazes
          quien amanse la saña del rey, que de la
          manera que dizes no puedo ser salua sin
          destruycion de mi onrra. Y dexando esto
          á tu conseio que sabras lo meior, oye el
          galardon que tengo por el bien que te
          hize.

          Las prisiones que ponen á los que han
          hecho muertes me tienen puestas porque la
          tuya escusé; con gruesas cadenas estoy
          atada, con asperos tormentos me lastiman,
          con grandes guardas me guardan, como si
          tuuiese tuercas para poderme salir. Mi
          sofrimiento es tan delicado y mis penas
          tan crueles, que sin que mi padre dé la
          sentencia, tomará la vengança muriendo
          en esta dura carcel. Espantada estoy
          cómo de tan cruel padre nació hija tan
          piadosa; si le pareciera en la condicion
          no le temiera en la iusticia, puesto
          que iniustamente la quiera hazer. Á lo
          que toca á Persio no te respondo porque
          no ensuzie mi lengua como ha hecho mi
          fama. Verdad es que más querria que de
          su testimonio se desdixese que no que
          muriese por él; mas avnque yo digo tú
          determina, que segund tu iuyzio no podras
          errar en lo que acordares.


                         EL AUCTOR

          Muy dudoso estuue quando recebí esta
          carta de Laureola sobre enbialla á
          Leriano ó esperar á leualla yo, y en fin
          hallé por meior seso no enuiargela por
          dos inconuenientes que hallé. El vno era
          porque nuestro secreto se ponia á peligro
          en fiarla de nadie, el otro porque las
          lastymas della le pudieran causar tal
          aceleracion que errara sin tiempo lo
          que con el acertó, por donde se pudiera
          todo perder. Pues boluiendo al proposito
          primero, el dia que llegué á la corte
          tenté las voluntades de los principales
          della para poner en el negocio a los
          que hallase conformes a mi opinion; y
          ninguno hallé de contrario deseo saluo á
          los parientes de Persio, y como esto vue
          sabydo supliqué al cardenal que ya dixe
          le pluguiese hazer suplicacion al rey por
          la vida de Laureola, lo qual me otorgó
          con el mismo amor y compasion que yo gelo
          pedia. Y sin mas tardança iuntó con él
          todos los perlados y grandes señores que
          allí se hallaron, y puesto en presencia
          del rey, en su nombre y de todos los que
          yuan con él hizole vna habla en esta
          forma.


                    EL CARDENAL AL REY

          No sin razon los soberanos principes
          pasados ordenaron conseio en lo que
          vuiesen de hazer segund quantos prouechos
          en ello hallaron, y puesto que fuesen
          diuersos, por seys razones aquella ley
          deue ser conseruada. La primera porque
          meior aciertan los onbres en las cosas
          agenas que en las suyas propias, porque
          el corazon de cuyo es el caso no puede
          estar sin yra ó cobdicia ó aficion ó
          deseo ó otras cosas semejantes, para
          determinar como deue. La segunda porque
          platicadas las cosas siempre quedan
          en lo cierto. La tercera porque si
          aciertan los que aconsejan, avnque
          ellos dan el voto, del aconseiado es la
          gloria. La quarta por lo que se sigue
          del contrario; que si por ageno seso
          se yerra el negocio, el que pide el
          parecer queda sin cargo y quien gelo da
          no sin culpa. La quinta porque el buen
          conseio muchas vezes asegura las cosas
          dudosas. La sesta porque no dexa tan
          ayna caer la mala fortuna y sienpre en
          las aduersidades pone esperança. Por
          cierto, Señor, turbio y ciego conseio
          puede ninguno dar á ssi mismo siendo
          ocupado de saña ó pasion, y por esto no
          nos culpes si en la fuerça de tu yra te
          venimos á enoiar, que más queremos que
          ayrado nos reprehendas porque te dimos
          enoio que no que arrepentido nos condenes
          porque no te dimos conseio. Señor, las
          cosas obradas con deliberacion y acuerdo
          procuran prouecho y alabancia para quien
          las haze, y las que con saña se hazen
          con arrepentimiento se piensan. Los
          sabios como tú quando obran, primero
          delibran que disponen y sonles presentes
          todas las cosas que pueden venir assí de
          lo que esperan prouecho como de lo que
          temen reues. Y si de qualquiera pasion
          enpedidos se hallan no sentencian en nada
          fasta verse libres; y avnque los hechos
          se dilaten hanlo por bien, porque en
          semeiantes casos la priesa es dañosa y
          la tardanza segura; y como han sabor de
          hazer lo iusto piensan todas las cosas,
          y antes que las hagan siguiendo la razon
          establecenles secucion onesta. Propriedad
          es de los discretos prouar los conseios
          y por ligera creencia no disponer, y en
          lo que parece dubdoso tener la sentencia
          en peso, porque no es todo verdad lo que
          tiene semeiança de verdad. El pensamiento
          del sabio agora acuerde, agora mande,
          agora ordene, nunca se parta de lo que
          puede acaecer, y siempre como zeloso de
          su fama se guarda de error, y por no
          caer en él tiene memoria en lo pasado
          por tomar lo meior dello y ordenar lo
          presente con tenplança y contenplar lo
          porvenir con cordura por tener auiso de
          todo. Señor, todo esto te avemos dicho
          porque te acuerdes de tu prudencia y
          ordenes en lo que agora estás, no segund
          sañudo, mas segund sabidor. Assí buelue
          en tu reposo, que fuerçe lo natural de tu
          seso al acidente de tu yra. Auemos sabido
          que quieres condenar á muerte á Laureola.
          Si la bondad no merece ser iusticiada, en
          verdad tu eres iniusto iuez. No quieras
          turbar tu gloriosa fama con tal iuyzio,
          que puesto que en él vuiese derecho,
          antes serías, si lo dieses, infamado
          por padre cruel que alabado por rey
          iusticiero. Diste crédito á tres malos
          onbres; por cierto tanta razon auía para
          pesquisar su vida como para creer su
          testimonio.

          Cata que son en tu corte mal infamados,
          conformanse con toda maldad, sienpre se
          alaban en las razones que dizen de los
          engaños que hazen. Pues por qué das más
          fé á la informacion dellos que al iuyzio
          de Dios, el qual en las armas de Persio
          y Leriano se mostró claramente? No seas
          verdugo de tu misma sangre, que serás
          entre los onbres muy afeado; no culpes la
          inocencia por conseio de la saña.

          Y si te pareciere que por las razones
          dichas Laureola no deue ser salua, por
          lo que deues á tu virtud, por lo que te
          obliga tu realeza, por los seruicios
          que te auemos hecho, te suplicamos
          hagas merced de su vida. Y porque menos
          palabras de las dichas bastaban segun tu
          clemencia para hazello, no te queremos
          dezir sino que pienses quanto es meior
          que perezca tu ira que tu fama.


                    RESPUESTA DEL REY

          Por bien aconseiado me tuuiera de
          vosotros sino tuuiese sabido ser tan
          devido vengar las desonrras como perdonar
          las culpas. No era menester dezirme
          las razones porque los poderosos deuen
          recebir conseio, porque aquellas y otras
          que dexastes de dezir tengo yo conocidas;
          mas bien sabes quando el coraçon está
          enbargado de pasion que estan cerrados
          los oydos al conseio, y en tal tiempo las
          frutuosas palabras en lugar de amansar
          acrecientan la saña porque reuerdecen
          en la memoria la causa della; pero digo
          que estuuiese libre de tal enpedimento
          yo creeria que dispongo y ordeno
          sabiamente la muerte de Laureola, lo
          qual quiero mostraros por causas iustas
          determinadas segund onrra y iusticia. Si
          el yerro desta muger quedase sin pena no
          seria menos culpante que Leriano en mi
          desonrra. Publicado que tal cosa perdoné
          seria de los comarcanos despreciado
          y de los naturales desobedecido y de
          todos mal estimado, y podria ser acusado
          que supe mal conseruar la generosidad
          de mis antecesores, y á tanto se
          estenderia esta culpa si castigada no
          fuese que podrie amanzillar la fama de
          los pasados y la onrra de los presentes
          y la sangre de los por venir, que sola
          vna macula en el linage cunde toda la
          generacion. Perdonando á Laureola seria
          causa de otras mayores maldades que en
          esfuerço de mi perdon se harian, pues
          más quiero poner miedo por cruel que dar
          atreuimiento por piadoso y sere estimado
          como conuiene que los reyes lo sean.

          Segund iusticia mirad quantas razones ay
          para que sea sentenciada. Bien sabeys
          que establecen nuestras leyes que la
          muger que fuere acusada de tal pecado
          muera por ello. Pues ya veys quanto más
          me conuiene ser llamado rey iusto que
          perdonador culpado, que lo seria muy
          conocido si en lugar de guardar la ley
          la quebrase, pues a sí mismo se condena
          quien al que yerra perdona. Ygualmente se
          deue guardar el derecho, y el coraçon del
          juez no se ha de mouer por fauor ni amor
          ni cobdicia ni por ningun otro acidente;
          siendo derecha la iusticia es alabada y
          si es fauorable aborrecida. Nunca se deue
          torcer pues de tantos bienes es causa:
          pone miedo á los malos, sostiene los
          buenos, pacifica las diferencias, ataia
          las questiones, escusa las contiendas,
          abiene los debates, asegura los caminos,
          onrra los pueblos, fauorece los pequeños,
          enfrena los mayores. Es para el bien
          comun en gran manera muy prouechosa;
          pues para conseruar tal bien porque las
          leyes se sostengan iusto es que en mis
          proprias cosas la vse. Si tanto la salud
          de Laureola quereys y tanto su bondad
          alabays, dad vn testigo de su inocencia
          como ay tres de su cargo y será
          perdonada con razon y alabada con verdad.
          Dezis que deuiera dar tanta fe al iuyzio
          de Dios como al testimonio de los onbres;
          no os marauilleys de assi no hazello, que
          veo el testimonio cierto y el iuycio no
          acabado; que puesto que Leriano leuase
          lo meior de la batalla podemos iuzgar el
          medio y no saber el fin. No respondo á
          todos los apuntamientos de vuestra habla
          por no hazer largo proceso y en el fin
          enbiaros sin esperança. Mucho quisiera
          aceutar vuestro ruego por vuestro
          merecimiento; sino lo hago aveldo por
          bien, que no menos deueys desear la onrra
          del padre que la saluacion de la hija.


                         EL AUCTOR

          La desesperança del responder del rey
          fué para los que la oyan causa de graue
          tristeça, y como yo triste viese que
          aquel remedio me era contrario, busqué
          el que creya muy prouechoso que era
          suplicar a la reyna le suplicase al rey
          por la saluacion de Laureola. Y yendo a
          ella con este acuerdo como aquella que
          tanto participaua en el dolor de la hija,
          topela en vna sala, que venia a hazer
          lo que yo queria dezille, aconpañada
          de muchas generosas dueñas y damas
          cuya auctoridad bastaua para alcançar
          qualquiera cosa por iniusta y graue que
          fuera, quanto mas aquella que no con
          menos razon el rey deuiera hazella que
          la reyna pedilla. La qual puestas las
          rodillas en el suelo le dixo palabras
          assi sabias para culpalle como piadosas
          para amansalle. Deziale la moderacion
          que conuiene á los reyes, reprehendiale
          la perseuerança de su yra, acordauale
          que era padre, hablauale razones tan
          discretas para notar como lastymadas para
          sentir. Suplicauale que si tan cruel
          iuyzio dispusiese se quisiese satisfazer
          con matar a ella que tenia los mas dias
          pasados y dexase a Laureola tan dina
          de la vida. Prouauale que la muerte de
          la salua matarie la fama del iuez y el
          beuir de la iuzgada y los bienes de la
          que suplicaua. Mas tan endurecido estaua
          el rey en su proposito que no pudieron
          para con él las razones que dixo ni las
          lagrimas que derramó y assi se boluio a
          su camara con poca fuerça para llorar
          y menos para beuir. Pues viendo que
          menos la reyna hallaua gracia en el rey,
          llegué a él como desesperado sin temer
          su saña y dixele porque su sentencia
          diese con iusticia clara, que Leriano
          daría vna persona que hiziese armas con
          los tres falsos testigos, o que él por
          si lo haría avnque abaxase su merecer,
          porque mostrase Dios lo que iustamente
          deuiese obrar. Respondiome que me dexase
          de enbaxadas de Leriano, que en oyr
          su nonbre le crecia la pasion. Pues
          boluiendo á la reyna, como supo que en la
          vida de Laureola no auia remedio fuese
          á la prision donde estaua y besandola
          diuersas veces deziale estas palabras:


                   LA REYNA Á LAUREOLA

          O bondad acusada con malicia! O virtud
          sentenciada con saña! O hija nacida
          para dolor de su madre! Tú serás muerta
          sin iusticia y de mi llorada con
          razon. Más poder ha tenido tu ventura
          para condenarte que tu inocencia para
          hazerte salua. Beuire en soledad de ti
          y en conpañia de los dolores que en tu
          lugar me dexas los quales de conpasion
          viendome quedar sola por acompañadores
          me diste. Tu fin acabará dos vidas; la
          tuya sin causa y la mia por derecho, y
          lo que biuiere despues de tí me será
          mayor muerte que la que tú recibirás,
          porque muy mas atormenta deseada que
          padecella. Pluguiera á Dios que fueras
          llamada hija de la madre que muryo y no
          de la que te vido morir. De las gentes
          serás llorada en quanto el mundo durare.
          Todos los que de tí tenian noticia auian
          por pequeña cosa este reyno que auies de
          eredar, segund lo que merecias. Podiste
          caber en la yra de tu padre y dizen
          los que te conoscen que no cupiera en
          toda la tierra tu merecer. Los ciegos
          deseauan vista para verte y los mudos
          habla por alabarte y los pobres riqueza
          para seruirte; á todos eras agradable y
          á Persio fuiste odiosa. Si algund tiempo
          biuo, él recebirá de sus obras galardon
          iusto, y avnque no me queden fuerças para
          otra cosa sino para desear morir para
          vengarme dél, tomallas he prestadas de la
          enemistad que le tengo, puesto que esto
          no me satisfaga, porque no podra sanar
          el dolor de la manzilla la secucion de
          la vengança. ¡O hija mia! ¿por qué si la
          onestad es prueua de la virtud no dió el
          rey mas crédito á tu presencia que al
          testimonio? En la habla, en las obras,
          en los pensamientos siempre mostraste
          coraçon virtuoso, ¿pues por qué consiente
          Dios que mueras? No hallo por cierto otra
          causa sino que puede mas la muchedumbre
          de mis pecados que el merecimiento
          de tu iustedad y quiso[274] que mis
          errores comprehendiesen tu innocencia.
          Pon, hija mia, el coraçon en el cielo;
          no te duela dexar lo que se acaba por
          lo que permanece. Quiere el señor que
          padezcas como martyr porque gozes como
          bienauenturada. De mi no leues deseo,
          que si fuere dina de yr do fueres, sin
          tardança te sacaré dél. ¡Qué lastyma
          tan cruel para mi que suplicaron tantos
          al rey por tu vida y no pudieron todos
          defendella y podrá vn cuchillo acaballa
          el qual dexará el padre culpado y la
          madre con dolor y la hija sin salud y
          el reyno sin eredera! Detengo me tanto
          contigo, luz mia, y digote palabras tan
          lastimeras que te quiebren el coraçon
          porque deseo que mueras en mi poder
          de dolor por no verte morir en el del
          verdugo por iusticia, el qual avnque
          derrame tu sangre no terna tan crueles
          las manos como el rey la condicion. Pero
          pues no se cumple mi deseo, antes que me
          yaya recibe los postrimeros besos de mí,
          tu piadosa madre; y assi me despido de tu
          vista y de mas querer la mia.


                        EL AUCTOR

          Como la reyna acabó su habla, no quise
          esperar la respuesta de la innocente por
          no recebir doblada manzilla, y assi ella
          y las señoras de quien fue aconpañada se
          despidieron della con el mayor llanto de
          todos los que en el mundo son hechos.
          Y despues que fue yda enbié á Laureola
          vn mensaiero suplicandole escriuiese al
          rey, creyendo que auria más fuerça en sus
          piadosas palabras que en las peticiones
          de quien auia trabaiado su libertad.
          Lo qual luego puso en obra con mayor
          turbacion que esperança. La carta dezia
          en esta manera:


                 CARTA DE LAUREOLA AL REY

          Padre, he sabido que me sentencias á
          muerte y que se cumple de aquí á tres
          dias el termino de mi vida, por donde
          conozco que no menos deuen temer los
          inocentes la ventura que los culpados
          la ley, pues me tiene mi fortuna en el
          estrecho que me podiera tener la culpa
          que no tengo, lo qual conocerias si la
          saña te dexase ver la verdad. Bien sabes
          la virtud que las coronicas pasadas
          publican de los reyes y reynas donde
          yo procedo; pues ¿por qué nacida yo de
          tal sangre creyste mas la informacion
          falsa que la bondad natural? Si te plaze
          matarme, por voluntad obralo, que por
          iusticia no tienes porqué; la muerte
          que tú me dieres, avnque por causa de
          temor la rehuse, por razon de obedecer
          la consiento, auiendo por meior morir en
          tu obediencia que beuir en tu desamor.
          Pero todavia te suplico que primero
          acuerdes que determines, porque, como
          Dios es verdad, nunca hize cosa porque
          mereciese pena. Mas digo, señor, que la
          hiziera, tan conuenible te es la piedad
          de padre como el rigor de iusto. Sin
          dubda yo deseo tanto mi vida por lo que
          á ti toca como por lo que á mi cunple,
          que al cabo so hija. Cata, señor, que
          quien crueza haze su peligro busca. Mas
          seguro de caer estaras siendo amado por
          clemencia que temido por crueldad. Quien
          quiere ser temido forçado es que tema.
          Los reyes crueles de todos los onbres son
          desamados y estos á las vezes buscando
          cómo se venguen hallan cómo se pierdan.
          Los suditos de los tales mas desean la
          rebuelta del tienpo que la conseruacion
          de su estado; los saluos temen su
          condicion y los malos su iusticia. Sus
          mismos familiares les tratan y buscan la
          muerte vsando con ellos lo que dellos
          aprendieren. Digote, señor, todo esto
          porque deseo que se sostente tu onrra
          y tu vida. Mal esperança teman los
          tuyos en ti viendote cruel contra mi;
          temiendo otro tanto les darés en[275]
          exemplo de qualquier osadia, que quien
          no está seguro nunca asegura. ¡O quanto
          estan libres de semeiantes ocasiones
          los principes en cuyo coraçon está la
          clemencia; si por ellos conuiene que
          mueran sus naturales, con voluntad se
          ponen por su saluacion al peligro,
          velanlos de noche, guardanlos de dia; más
          esperança tienen los beninos y piadosos
          reyes en el amor de las gentes que en la
          fuerça de los muros de sus fortalezas;
          quando salen á las plaças el que más
          tarde los bendice y alaba más temprano
          piensa que yerra. Pues mira, señor, el
          daño que la crueldad causa y el prouecho
          que la mansedumbre procura, y si todavia
          te pareciere meior seguir antes la
          opinion de tu saña que el conseio propio,
          malauenturada sea hija que nacio para
          poner en condicion la vida de su padre,
          que por el escandalo que pornas con tan
          cruel obra nadie se fiará de ti ni tú de
          nadie te deues fiar porque con tu muerte
          no procure algund su seguridad. Y lo
          que más siento sobre todo es que daras
          contra mi la sentencia y harás de tu
          memoria la iusticia la qual será siempre
          acordada mas por la causa della que por
          ella misma. Mi sangre ocupará poco lugar
          y tu crueza toda la tierra. Tú serás
          llamado padre cruel y yo sere dicha hija
          innocente, que pues Dios es iusto él
          aclarará mi verdad. Assi quedaré libre de
          culpa quando aya recebido la pena.


                         EL AUCTOR

          Despues que Laureola acabó de escreuir,
          enbió la carta al rey con vno de aquellos
          que la guardavan, y tan amada era de
          aquel y todos los otros guardadores
          que le dieran libertad si fueran tan
          obligados á ser piadosos como leales.
          Pues como el rey recibio la carta,
          despues de avella leydo mandó muy
          enoiadamente que al leuador della le
          tirasen delante, lo qual yo viendo
          començe de nueuo a maldezir mi ventura
          y puesto que mi tormento fuese grande
          ocupaua el coraçon de dolor mas no la
          memoria de oluido para lo que hazer
          conuenia, y a la ora porque auia mas
          espacio para la pena que para el remedio
          hablé con Gaulo tio de Laureola, como es
          contado, y dixele como Leriano queria
          sacalla por fuerça de la prision, para lo
          quél le suplicaua mandase iuntar alguna
          gente para que sacada de la carcel la
          tomase en su poder y la pusiese en saluo,
          porque si el consigo la leuase podria dar
          lugar al testimonio de los malos onbres
          y a la acusacion de Persio. Y como no le
          fuese menos cara que a la reyna la muerte
          de Laureola, respondiome que aceutaua
          lo que dezia, y como su voluntad y mi
          deseo fueron conformes dió priesa en
          mi partida porque antes quel hecho se
          supiese se despachase. La qual puse
          luego en obra, y llegado donde Leriano
          estaua dile cuenta de lo que hize y de
          lo poco que acabé, y hecha mi habla dile
          la carta de Laureola, y con la compasion
          de las palabras della y con pensamiento
          de lo que esperaua hazer traya tantas
          rebueltas en el coraçon que no sabia
          qué responderme. Lloraua de lastyma, no
          sosegaua de sañudo, desconfiaua segund
          su fortuna, esperaua segund su iusticia.
          Quando pensaua que sacaríe á Laureola
          alegrauase, quando dudaua si lo podrie
          hazer enmudecia. Finalmente dexadas las
          dubdas, sabida la respuesta que Galio me
          dió, començo a proueer lo que para el
          negocio conplia, y como onbre proueydo,
          en tanto que yo estaua en la corte,
          iuntó quinientos onbres darmas suyos,
          sin que pariente ni persona del mundo
          lo supiese. Lo qual acordó con discreta
          consideracion, porque si con sus deudos
          lo comunicara, vnos por no deseruir al
          rey dixieran que era mal hecho y otros
          por asegurar su hazienda que lo deuia
          dexar y otros por ser al caso peligroso
          que no lo deuia enprender; assi que por
          estos inconuenientes y porque por alli
          pudiera saberse el hecho quiso con sus
          gentes solas acometello; y no quedando
          sino vn dia para sentenciar á Laureola,
          la noche antes iuntó sus caualleros y
          dixoles quanto eran mas obligados los
          buenos á temer la verguença que el
          peligro. Alli les acordo como por las
          obras que hizieron avn biuia la fama de
          los pasados; rogoles que por cobdicia de
          la gloria de buenos no curasen de la de
          biuos, traxoles a la memoria el premio de
          bien morir y mostroles quanto era locura
          temello no podiendo escusallo.

          Prometioles muchas mercedes y despues
          que les hizo vn largo razonamiento
          dixoles para qué los auia llamado, los
          quales a vna boz iuntos se profirieron
          a morir con el. Pues conociendo Leriano
          la lealtad de los suyos tuuose por
          bien aconpañado y dispuso su partida
          en anocheciendo, y llegado a vn valle
          cerca de la cibdad estuuo alli en celada
          toda la noche, donde dió forma en lo
          que auia de hazer. Mandó a vn capitan
          suyo con cient onbres darmas que fuese
          a la posada de Persio y que matase a él
          y a quantos en defensa se le pusiesen.
          Ordenó que otros dos capitanes estuviesen
          con cada cinquenta caualleros a pie
          en dos calles principales que salian
          a la prision, a los quales mandó que
          tuviesen el rostro contra la cibdad y
          que á quantos viniesen defendiesen la
          entrada de la carcel entre tanto que
          él con los trezientos que le quedauan
          trabaiaua por sacar á Laureola. Y al que
          dió cargo de matar á Persio díxole que
          en despachando se fuese á ayuntar con él
          y creyendo que a la buelta si acabase
          el hecho auia de salir peleando, porque
          al sobir en los cauallos no recibiese
          daño, mandó aquel mismo caudillo quél y
          los que con el fuesen se adelantasen a
          la celada a caualgar para que hiziesen
          rostro a los enemigos en tanto quél y
          los otros tomauan los cauallos, con los
          quales dexó cinquenta onbres de pie para
          que los guardasen. Y como acordado todo
          esto començase amanecer, en abriendo las
          puertas mouio con su gente, y entrados
          todos dentro en la cibdad cada vno tuuo
          a cargo lo que auia de hazer. El capitan
          que fué a Persio dando la muerte a
          quantos topaua no paró hasta el que se
          comenzaua a armar, donde muy cruelmente
          sus maldades y su vida acabaron. Leriano
          que fue á la prision, acrecentando con
          la saña la virtud del esfuerço tan
          duramente peleó con las guardas que no
          podia pasar adelante sino por encima de
          los muertos quél y los suyos derribauan,
          y como en los peligros mas la bondad se
          acrecienta, por fuerça de armas llegó
          hasta donde estaua Laureola a la qual
          sacó con tanto acatamiento y cerimonia
          como en tienpo seguro lo podiera hazer, y
          puesta la rodilla en el suelo besole las
          manos como a hija de su rey. Estaua ella
          con la turbacion presente tan sin fuerça
          que apenas podia mouerse, desmayauale el
          coraçon, falleciale la color, ninguna
          parte de biua tenia. Pues como Leriano
          la sacaua dela dichosa carcel que tanto
          bien merecio guardar, halló á Galio
          con vna batalla de gente que la estaua
          esperando y en presencia de todos gela
          entregó, y como quiera que sus caualleros
          peleauan con los que al rebato venian,
          púsola en una hacanea que Galio tenia
          adereçada, y despues de besalle las
          manos otra vez fue á ayudar y fauorecer
          su gente boluiendo siempre a ella los
          oios hasta que de vista la perdio. La
          qual sin ningun contraste leuó su tyo a
          Dala, la fortaleza dicha. Pues tornando
          á Leriano, como ya ell alboroto llegó a
          oydos del rey, pidio las armas y tocadas
          las tronpetas y atabales armose toda la
          gente cortesana y de la cibdad; y como
          el tienpo le ponia necesidad para que
          Leriano saliese al canpo començolo á
          hazer esforçando los suyos con animosas
          palabras, quedando siempre en la reçaga,
          sufriendo la multitud delos enemigos
          con mucha firmeza de coraçon. Y por
          guardar la manera onesta que requiere el
          rretraer, yva ordenado con menos priesa
          que el caso pedia, y assi perdiendo
          algunos delos suyos y matando a muchos
          de los contrarios llegó a donde dexó
          los cauallos, y guardada la orden que
          para aquello auie dado, sin recebir
          reues ni peligro caualgaron él y todos
          sus caualleros, lo que por ventura no
          hiziera si antes no proueyera el remedio.
          Puestos todos como es dicho a cauallo,
          tomó delante los peones y siguio la via
          de Susa donde auie partido, y como se le
          acercauan tres batallas del rey, salido
          de paso apresuró algo ell andar con tal
          concierto y orden que ganaua tanta onrra
          en el retraer como en el pelear. Yva
          siempre en los postreros haziendo algunas
          bueltas quando el tiempo las pedia, por
          entretener los contrarios, para leuar su
          batalla mas sin congoxa. En el fin, no
          auiendo sino dos leguas como es dicho
          hasta Susa, pudo llegar sin que ningund
          suyo perdiese, cosa de gran marauilla,
          porque con cinco mill onbres darmas venia
          ya el rey enbuelto con él.

          El qual muy encendido de coraie puso a la
          ora cerco sobre el lugar con proposito
          de no leuantarse de allí hasta que dél
          tomase vengança. Y viendo Leriano que
          el rey asentaua real repartio su gente
          por estancias segund sabio guerrero.
          Donde estaua el muro mas flaco ponia
          los mas rezios caualleros; donde auia
          apareio para dar en el real ponia los mas
          sueltos; donde veya mas dispusicion para
          entralle por traycion ó engaño ponia los
          mas fieles. En todo proueya como sabido
          y en todo osaua como varon. El rey como
          aquel que pensaua leuar el hecho a fin,
          mandó fortalecer el real, y proueó en
          las prouisiones; y ordenadas todas las
          cosas que a la hueste cumplia, mandó
          llegar las estancias cerca de la cerca
          de la villa, las quales guarnecio de muy
          bona gente, y pareciendole segund le
          acuciaua la saña gran tardança esperar á
          tomar á Leriano por hanbre, puesto que
          la villa fuese muy fuerte, acordo de
          conbatilla lo qual prouo con tan brauo
          coraçon que vuo el cercado bien menester
          el esfuerço y la diligencia. Andaua
          sobre saliente con cient caualleros que
          para aquello tenia diputados; donde veya
          flaqueza se esforçaua, donde veya coraçon
          alabaua, donde veya mal recaudo proueya.
          Concluyendo, porque me alargo, el rey
          mandó apartar el combate con perdida
          de mucha parte de sus caualleros, en
          especial de los mancebos cortesanos que
          sienpre buscan el peligro por gloria.
          Leriano fue herido en el rostro y no
          menos perdió muchos onbres principales.
          Pasado assi este conbate diole el rey
          otros cinco en espacio de tres meses,
          de manera que le fallecian ya las dos
          partes de su gente, de cuya razon hallaua
          dudoso su hecho, como quiera que en el
          rostro, ni palabras, ni obras nadie gelo
          conosciese, porque en el coraçon del
          caudillo se esfuerçan los acaudillados.
          Finalmente como supo que otra vez
          ordenauan dele conbatir, por poner
          coraçon a los que le quedauan hizoles una
          habla en esta forma.


                 LERIANO Á SUS CAUALLEROS

          Por cierto, caualleros, si como soys
          pocos en número no fuésedes muchos
          en fortaleza yo ternia alguna duda
          en nuestro hecho segun nuestra mala
          fortuna, pero como sea mas estimada
          la virtud que la muchedumbre, vista
          la vuestra antes temo necesidad de
          ventura que de caualleros y con esta
          consideracion en solos vosotros tengo
          esperança. Pues es puesta en nuestras
          manos nuestra salud, tanto por
          sustentacion de vida como por gloria de
          fama nos conviene pelear. Agora se nos
          ofrece causa para dexar la bondad que
          eredamos á los que nos han de eredar, que
          malauenturados seriamos si por flaqueza
          en nosotros se acabasse la eredad. Assi
          pelead que libreys de verguença vuestra
          sangre y mi nombre. Oy se acaba ó se
          confirma nuestra onrra; sepamosnos
          defender y no avergonçar, que muy mayores
          son los galardones de las victorias que
          las ocasiones de los peligros. Esta vida
          penosa en que bevimos no sé porqué se
          deua mucho querer, que es breue en los
          días y larga en los trabaios, la qual ni
          por temor se acrecienta, ni por osarse
          acorta, pues quando nascemos se limita su
          tiempo, por donde escusado es el miedo
          y devida la osadía. No nos pudo nuestra
          fortuna poner en meior estado que en
          esperança de onrrada muerte ó gloriosa
          fama. Cudicia de alabança, auaricia de
          onrra acaban otros hechos mayores quel
          nuestro; no temamos las grandes conpañas
          llegadas al real, que en las afrentas
          los menos pelean; á los sinples espanta
          la multitud de los muchos y á los sabios
          esfuerça la virtud de los pocos. Grandes
          apareios tenemos para osar; la bondad
          nos obliga, la iusticia nos esfuerça, la
          necesidad nos apremia. No ay cosa porque
          deuamos temer y ay mill para que deuamos
          morir. Todas las razones, caualleros
          leales, que os he dicho eran escusadas
          para creceros fortaleza pues con ella
          nacistes, mas quíselas hablar porque en
          todo tiempo el coraçon se deue ocupar en
          nobleza, en el hecho con las manos, en la
          soledad con los pensamientos, en conpañia
          con las palabras como agora hazemos, y no
          menos porque recibo ygual gloria con la
          voluntad amorosa que mostrays como con
          los hechos fuertes que hazeys. Y porque
          me parece segund se adereça el combate
          que somos costreñidos á dexar con las
          obras las hablas, cada vno se vaya á su
          estancia.


                         EL AUCTOR

          Con tanta constancia de animo fue
          Leriano respondido de sus caualleros
          que se llamó dichoso por hallarse dino
          dellos; y porque estaua ya ordenado
          el conbate fuese cada vno á defender
          la parte que le cabia; y poco despues
          que fueron llegados tocaron en el real
          los atauales y tronpetas y en pequeño
          espacio estauan iuntos al muro cincuenta
          mill onbres los quales con mucho vigor
          començaron el hecho, donde Leriano tuuo
          lugar de mostrar su virtud y segund los
          de dentro defendian creya el rey que
          ninguno dellos faltaua. Duró el conbate
          desde medio dia hasta la noche que los
          departio. Fueron heridos y muertos tres
          mill de los del real y tantos de los de
          Leriano, que de todos los suyos no le
          auian quedado sino ciento y cincuenta, y
          en su rostro segund esforçado no mostraua
          ayer perdido ninguno, y en su sentimiento
          segund amoroso parecia que todos le auian
          salido del anima. Estuuo toda aquella
          noche enterrando los muertos y loando
          los biuos, no dando menos gloria á los
          que enterraua que á los que veya. Y otro
          día en amaneciendo, al tienpo que se
          remudan las guardas acordo que cincuenta
          de los suyos diesen en vna estancia que
          vn pariente de Persio tenía cercana al
          muro, porque no pensase el rey que le
          faltaua coraçon ni gente; lo qual se
          hizo con tan firme osadia que quemada la
          estancia mataron muchos de los defensores
          della, y como ya Dios tuviese por bien
          que la verdad de aquella pendencia se
          mostrase, fue preso en aquella vuelta
          vno de los damnados que condenaron á
          Laureola, y puesto en poder de Leriano
          mandó que todas las maneras de tormento
          fuesen obradas en él hasta que dixese
          porqué leuantó el testimonio, el qual sin
          premia ninguna confesó todo el hecho como
          pasó. Y despues que Leriano de la verdad
          se informó, enbiole al rey suplicandole
          que saluase á Laureola de culpa y que
          mandase iusticiar aquel y á los otros que
          de tanto mal auien sido causa. Lo qual el
          rey sabido lo cierto aceutó con alegre
          voluntad por la iusta razon que para ello
          le requeria. Y por no detenerme en las
          prolixidades que en este caso pasaron,
          de los tres falsos onbres se hizo tal la
          iusticia como fue la maldad. El cerco
          fue luego alçado y el rey tuuo á su hija
          por libre y á Leriano por desculpado,
          y llegado á Suria enbió por Laureola á
          todos los grandes de su corte, la qual
          vino con ygual onrra de su merecimiento.

          Fue recebida del rey y la reyna con
          tanto amor y lagrimas de gozo como
          se derramaran de dolor; el rey se
          desculpaua, la reyna la besaua, todos
          la seruian y assi se entregauan con
          alegria presente de la pena pasada. A
          Leriano mandole el rey que no entrase por
          estonces en la corte hasta que pacificase
          a él y a los parientes de Persio, lo
          que recibio a graveça porque no podria
          ver á Laureola, y no podiendo hazer
          otra cosa sintiolo en estraña manera.
          Y viendose apartado della, dexadas las
          obras de guerra, boluiose á las congoxas
          enamoradas, y deseoso de saber en lo que
          Laureola estaua rogome que le fuese á
          suplicar que diese alguna forma onesta
          para que la pudiese ver y hablar, que
          tanto deseaba Leriano guardar su onestad
          que nunca penso hablalla en parte donde
          sospecha en ella se pudiese tomar,
          de cuya razon él era merecedor de sus
          mercedes. Yo que con plazer aceutaua
          sus mandamientos, partime para Suria, y
          llegado allá, despues de besar las manos
          á Laureola, supliquele lo que me dixo,
          a lo quél me respondió: que en ninguna
          manera lo haria por muchas causas que
          me dió para ello. Pero no contento con
          dezir gelo aquella vez todas las que veya
          gelo suplicaua; concluyendo respondiome
          al cabo que si mas en aquello le hablaua
          que causaria que se desmesurase contra
          mi. Pues visto su enoio y responder fui
          á Leriano con graue tristeza y quando
          le dixe que de nueuo se comenzauan
          sus desauenturas, sin duda estuuo en
          condicion de desesperar. Lo qual yo
          viendo, por entretenelle, dixele que
          escriuiese á Laureola acordandole lo que
          hizo por ella y estrañandole su mudança
          en la merced que en escriuille le començo
          á hazer. Respondiome que auia acordado
          bien, mas que no tenia que acordalle lo
          que auia hecho por ella pues no era nada
          segund lo que merecia y tanbien porque
          era de onbres baxos repetir lo hecho; y
          no menos me dixo que ninguna memoria le
          haria del galardon recebido porque se
          defiende en ley enamorada escreuir que
          satisfacen se recibe, por el peligro que
          se puede recrecer si la carta es vista,
          asi que sin tocar en esto escriuio á
          Laureola las siguientes razones:


               CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA

          Laureola, segund tu virtuosa piedad,
          pues sabes mi pasion, no puedo creer que
          sin alguna causa la consientas, pues
          no te pido cosa á tu onrra fea ni á ti
          graue. Si quieres mi mal ¿por qué lo
          dudas? á sin razon muero, sabiendo tú
          que la pena grande assi ocupa el coraçon
          que se puede sentir y no mostrar. Si lo
          has por bien pensado que me satisfazes
          con la pasion que me das porque dandola
          tú es el mayor bien que puedo esperar,
          iustamente lo harias si la dieses a fin
          de galardon. Pero ¡desdichado yo! que la
          causa tu hermosura y no haze la merced
          tu voluntad. Si lo consientes iuzgandome
          desagradecido porque no me contento con
          el bien que me heziste en darme causa
          de tan ufano pensamiento, no me culpes,
          que avnque la voluntad se satisfaze, el
          sentimiento se querella. Si te plaze
          porque nunca te hize seruizio, no pude
          sobir los seruizios á la alteza de lo que
          mereces; que quando todas estas cosas y
          otras muchas pienso hallome que dexas de
          hazer lo que te suplico porque me puse en
          cosa que no pude merecer. Lo qual yo no
          niego; pero atreuime á ello pensando que
          me harias merced no segund quien la pedia
          mas segund tú que la auies de dar. Y
          tambien pense que para ello me ayudadaran
          virtud y compasion y piedad porque son
          acetas á tu condicion, que quando los que
          con los poderosos negocian para alcançar
          su gracia, primero ganan las voluntades
          de sus familiares; y pareceme que en nada
          hallé remedio. Busqué ayudadores para
          contigo y hallélos por cierto leales y
          firmes y todos te suplican que me ayas
          merced; el alma por lo que sufre, la vida
          por lo que padece, el coraçon por lo
          que pasa, el sentido por lo que siente.
          Pues no niegues galardon á tantos que
          con ansia te lo piden y con razon te
          lo merecen. Yo soy el más sin ventura
          de los más desauenturados. Las aguas
          reuerdecen la tierra y mis lagrimas nunca
          tu esperança la qual cabe en los canpos y
          en las yeruas y arboles y no puede caber
          en tu coraçon.

          Desesperado auria segund lo que siento
          si alguna vez me hallase solo, pero como
          siempre me acompañan el pensamiento que
          me das y el deseo que me ordenas y la
          contemplacion que me causas, viendo que
          lo vo á hazer consuelanme acordandome que
          me tienen conpañia de tu parte, de manera
          que quien causa las desesperaciones me
          tiene que no desespere. Si todavia te
          plaze que muera, hazmelo saber, que
          gran bien harás á la vida pues no será
          desdichada del todo. Lo primero della se
          pasó en inocencia y lo del conocimiento
          en dolor; a lo menos el fin será en
          descanso porque tú lo das, el qual, si
          ver no me quieres, será forçado que veas.


                         EL AUCTOR

          Con mucha pena recibio Laureola la
          carta de Leriano y por despedirse dél
          onestamente respondiole desta manera, con
          determinacion de iamas recebir enbaxada
          suya.


                CARTA DE LAUREOLA Á LERIANO

          El pesar que tengo de tus males te seria
          satisfacion dellos mismos si creyeses
          quanto es grande, y él solo tomarias por
          galardon sin que otro pidieses, avnque
          fuese poca paga segund lo que tienes
          merecido, la qual yo te daria como deuo
          si la quisieses de mi hazienda y no de
          mi onrra. No respondere á todas las
          cosas de tu carta porque en saber que te
          escriuo me huye la sangre del coraçon y
          la razon del iuycio. Ninguna causa de
          las que dizes me haze consentir tu mal
          sino sola mi bondad, porque cierto no
          estó dudosa del, porque el estrecho á que
          llegaste fue testigo de lo que sofriste.
          Dizes que nunca me hiziste seruicio. Lo
          que por mi has hecho me obliga á nunca
          oluidallo y sienpre desear satisfacerlo,
          no segund tu deseo mas segund mi onestad.
          La virtud y piedad y conpasion que
          pensaste que te ayudarian para comigo,
          aunque son aceptas á mi condicion, para
          en tu caso son enemigas de mi fama y por
          esto las hallaste contrarias. Quando
          estaua presa saluaste mi vida y agora
          que estó libre quieres condenalla. Pues
          tanto me quieres, antes devrias querer tu
          pena con mi onrra que tu remedio con mi
          culpa; no creas que tan sanamente biuen
          las gentes, que sabido que te hablé,
          iuzgasen nuestras linpias intenciones,
          porque tenemos tienpo tan malo que antes
          se afea la bondad que se alaba la virtud;
          assi que es escusada tu demanda porque
          ninguna esperança hallarás en ella aunque
          la muerte que dizes te viese recebir,
          auiendo por mejor la crueldad onesta
          que la piedad culpada. Dirás oyendo tal
          desesperança que só mouible porque te
          comence á hazer merced en escreuirte
          y agora determino de no remediarte.
          Bien sabes tú quan sanamente lo hize y
          puesto que en ello uviera otra cosa, tan
          conuenible es la mudança en las cosas
          dañosas como la firmeza en las onestas.
          Mucho te ruego que te esfuerces como
          fuerte y te remedies como discreto. No
          pongas en peligro tu vida y en disputa
          mi onrra, pues tanto la deseas, que
          se dirá muriendo tú que galardono los
          seruicios quitando las vidas, lo que si
          al rey venço de dias se dirá al reues.
          Ternas en el reyno toda la parte que
          quisieres, crecere tu onrra, doblaré tu
          renta, sobiré tu estado, ninguna cosa
          ordenarás que reuocada te sea, assi
          que biuiendo causarás que me iuzguen
          agradecida y muriendo que me tengan por
          mal acondicionada. Avnque por otra cosa
          no te esforçases, sino por el cuydado que
          tu pena me da lo devrias hazer. No quiero
          mas dezirte porque no digas que me pides
          esperança y te do conseio. Plugiere á
          Dios que fuera tu demanda iusta, por que
          vieras que como te aconseió en lo vno te
          satisfiziera en lo otro; y assi acabo
          para sienpre de más responderte ni oyrte.


                         EL AUCTOR

          Cuando Laureola vuo escrito dixome con
          proposito determinado que aquella fuese
          la postrimera vez que pareciese en su
          presencia porque ya de mis pláticas
          andaua mucha sospecha y porque en mis
          ydas auia mas peligro para ella que
          esperança para mi despacho. Pues vista
          su determinada voluntad, pareciendome
          que de mi trabaio sacaua pena para mí
          y no remedio para Leriano, despedime
          della con mas lágrimas que palabras y
          despues de besalle las manos salime de
          palacio con vn nudo en la garganta que
          pense ahogarme, por encobrir la pasion
          que sacaua, y salido de la cibdad, como
          me vi solo, tan fuertemente comence á
          llorar que de dar bozes no me podía
          contener. Por cierto yo tuuiera por
          meior quedar muerto en Macedonia que
          venir biuo á Castilla; lo que deseaua
          con razon pues la mala ventura se acaba
          con la muerte y se acrecienta con la
          vida. Nunca por todo el camino sospiros y
          gemidos me fallecieron, y quando llegué
          á Leriano dile la carta, y como acabó
          de leella dixele que ni se esforçase,
          ni se alegrase, ni recibiese consuelo
          pues tanta razon auia para que deuiese
          morir. El qual me respondió que más que
          hasta alli me tenia por suyo porque
          le aconseiaua lo propio, y con boz y
          color mortal començo a condolerse. Ni
          culpaua su flaqueça, ni avergonçaua su
          desfallecimiento; todo lo que podie
          acabar su vida alabaua, mostrauase
          amigo de los dolores, recreaua con los
          tormentos, amaua las tristezas; aquellos
          llamaua sus bienes por ser mensaieros de
          Laureola y porque fuesen tratados segund
          de cuya parte venian, aposentólos en el
          coraçon, festeiólos con el sentimiento,
          convidólos con la memoria, rogauales
          que acabasen presto lo que venian a
          hazer porque Laureola fuese seruida.
          Y desconfiando ya de ningun bien ni
          esperança, aquexado de mortales males,
          no podiendo sustenerse ni sofrirse vuo
          de venir á la cama, donde ni quiso
          comer ni beuer ni ayudarse de cosa de
          las que sustentan la vida, llamandose
          sienpre bienauenturado porque era venido
          á sazon de hazer seruicio á Laureola
          quitandola de enoios. Pues como por la
          corte y todo el reyno se publicase que
          Leriano se dexaua morir, ybanle a ueer
          todos sus amigos y parientes y para
          desuialle su proposito dezianle todas
          las cosas en que pensauan prouecho, y
          como aquella enfermedad se auia de curar
          con sabias razones, cada uno aguzaua
          el seso lo meior que podia; y como vn
          cauallero llamado Tefeo[276] fuese
          grande amigo de Leriano viendo que su
          mal era de enamorada pasion puesto que
          quien la causaua él ni nadie lo sabia
          dixole infinitos males de las mugeres
          y para fauorecer su habla truxo todas
          las razones que en disfamia dellas pudo
          pensar, creyendo por alli restituylle la
          vida. Lo qual oyendo Leriano, acordandose
          que era muger Laureola, afeó mucho á
          Tefeo porque tal cosa hablaua y puesto
          que su disposicion no le consintiese
          mucho hablar, esforçando la lengua con la
          pasion de la saña començo a contradezille
          en esta manera.


           LERIANO CONTRA TEFEO Y TODOS LOS QUE
                  DIZEN MAL DE MUGERES

          Tefeo, para que recibieras la pena que
          merece tu culpa, onbre que te tuuiera
          menos amor te auie de contradezir, que
          las razones mias mas te seran en exenplo
          para que calles que castigo para que
          penes. En lo qual sigo la condicion de
          verdadera amistad, porque pudiera ser,
          si yo no te mostrara por biuas causas
          tu cargo, que en qualquiera plaça te
          deslenguaras como aqui has hecho; asi
          que te será mas prouechoso emendarte
          por mi contradicion que auergonçarte
          por tu perseverança. El fin de tu habla
          fue segund amigo, que bien noté que la
          dexiste porque aborreciese la que me
          tiene qual vees, diziendo mal de todas
          mugeres, y como quiera que tu intencion
          no fue por remediarme, por la via que
          me causaste remedio tú por cierto me
          lo as dado, porque tanto me lastimaste
          con tus feas palabras, por ser muger
          quien me pena, que de pasion de auerte
          oydo beuire menos de lo que creya, en
          lo qual señalado bien recebi, que pena
          tan lastimada meior es acaballa presto
          que sostenella más; assi que me truxiste
          alivio para el padecer y dulce descanso
          para ella acabar. Porque las postrimeras
          palabras mias sean en alabança de las
          mugeres, porque crea mi fe la que tuuo
          merecer para causalla y no voluntad para
          satisfazella.

          Y dando comienço á la intencion tomada,
          quiero mostrar quinze causas porque
          yerran los que en esta nacion ponen
          lengua, y veynte razones porque les
          somos los onbres obligados, y diuersos
          enxenplos de su bondad. Y quanto a lo
          primero que es proceder por las causas
          que hazen yerro los que mal las tratan,
          fundo la primera por tal razon. Todas
          las cosas hechas por la mano de Dios
          son buenas necesariamente, que segun el
          obrador han de ser las obras; pues siendo
          las mugeres sus criaturas, no solamente á
          ellas ofende quien las afea, mas blasfema
          de las obras del mismo Dios. La segunda
          causa es porque delante dél y de los
          onbres no ay pecado más abominable ni más
          graue de perdonar quel desconocimiento;
          ¿pues quál lo puede ser mayor que
          desconocer el bien que por Nuestra Señora
          nos vino y nos viene? Ella nos libró
          de pena y nos hizo merecer la gloria;
          ella nos salua, ella nos sostiene, ella
          nos defiende, ella nos guia, ella nos
          alumbra, por ella que fue muger merecen
          todas las otras corona de alabança.
          La tercera es porque a todo onbre es
          defendido segund virtud mostrarse fuerte
          contra lo flaco, que si por ventura los
          que con ellas se deslenguan pensasen
          recebir contradicion de manos, podria
          ser que tuuiesen menos libertad en la
          lengua. La quarta es porque no puede
          ninguno dezir mal dellas sin que a si
          mismo se desonrre, porque fue criado y
          traydo en entrañas de muger y es de su
          misma sustancia, y despues desto, por
          el acatamiento y reuerencia que a las
          madres deuen los hijos. La quinta es por
          la desobediencia de Dios, que dixo por
          su boca que el padre y la madre fuesen
          onrrados y acatados, de cuya causa los
          que en las otras tocan merecen pena. La
          sesta es porque todo noble es obligado a
          ocuparse en autos virtuosos assi en los
          hechos como en las hablas; pues si las
          palabras torpes ensusian la linpieza, muy
          a peligro de infamia tienen la onrra de
          los que en tales platicas gastan su vida.
          La setima es porque quando se establecio
          la caualleria, entre las otras cosas que
          era tenudo a guardar el que se armaua
          cauallero era vna que a las mugeres
          guardase toda reuerencia y onestad, por
          donde se conosce que quiebra la ley de
          nobleza quien vsa el contrario della. La
          otaua es por quitar de peligro la onrra;
          los antiguos nobles tanto adelgazauan
          las cosas de bondad y en tanto la tenian
          que no auian mayor miedo de cosa que de
          memoria culpada; lo que no me parece que
          guardan los que anteponen la fealdad de
          la virtud poniendo macula con su lengua
          en su fama, que qualquiera se iuzga
          lo que es en lo que habla. La nouena
          y muy principal es por la condenacion
          del alma. Todas las cosas tomadas se
          pueden satisfazer y la fama robada
          tiene dudosa la satisfacion, lo que más
          conplidamente determina nuestra fé. La
          dezena es por escusar enemistad. Los
          que en ofensa de las mugeres despienden
          el tiempo hazense enemigos dellas y no
          menos de los virtuosos, que como la
          virtud y la desmesura diferencian la
          propiedad no pueden estar sin enemiga.
          La onzena es por los daños que de
          tal auto malicioso se recrecian, que
          como las palabras tienen licencia de
          llegar á los oydos rudos tanbien como
          a los discretos, oyendo los que poco
          alcançan las fealdades dichas de las
          mugeres, arrepentidos de auerse casado
          danles mala vida o vanse dellas, o por
          ventura las matan. La dozena es por las
          murmuraciones, que mucho se deuen temer,
          siendo vn onbre infamado por disfamador
          en las plaças y en las casas y en los
          canpos y donde quiera es retratado su
          vicio. La trezena es por razon del
          peligro, que quando los maldizientes que
          son auidos por tales tan odiosos son
          a todos[277] que qualquier les es mas
          contrario, y algunas por satisffazer a
          sus amigos, puesto que ellas no lo pidan
          ni lo quieran[278], ponen las manos
          en los que en todas ponen la lengua.
          La catorzena es por la hermosura que
          tienen, la qual es de tanta ecelencia
          que avnque copiesen en ellas todas las
          cosas que los deslenguados les ponen,
          más ay en vna que loar con verdad que
          no en todas que afear con malicia. La
          quinzena es por las grandes cosas de que
          han sido causa. Dellas nacieron onbres
          virtuosos que hizieron hazañas de dina
          alabança, dellas procedieron sabios que
          alcançaron a conocer qué cosa era Dios
          en cuya fé somos saluos; dellas vinieron
          los inuentiuos que hizieron cibdades
          y fuerças y edeficios de perpetual
          ecelencia; por ellas vuo tan sotyles
          varones que buscaron todas las cosas
          necesarias para sustentacion del linage
          vmanal.


          DA LERIANO VEYNTE RAZONES PORQUE LOS
           ONBRES SON OBLIGADOS Á LAS MUGERES

          Tefeo, pues as oydo las causas porque
          soys culpados tú y todos lo que
          opinion tan errada seguis, dexada toda
          prolixidad, oye veynte razones por donde
          proferí a prouar que los onbres á las
          mugeres somos obligados. De las quales
          la primera es porque á los sinples y
          rudos disponen para alcançar la virtud
          de la prudencia y no solamente á los
          torpes hazen discretos mas á los mismos
          discretos mas sotyles, porque si de
          la enamorada pasion se catyuan, tanto
          estudian su libertad que abiuando con el
          dolor el saber dizen razones tan dulces
          y tan concertadas que alguna vez de
          compasion que les an se libran della:
          y los sinples de su natural inocentes
          quando en amar se ponen entran con rudeza
          y hallan el estudio del sentimiento tan
          agudo que diuersas vezes salen sabios,
          de manera que suplen las mugeres lo que
          naturaleza en ellos faltó. La segunda
          razon es porque de la virtud de la
          iusticia tanbien nos hazen suficientes,
          que los penados de amor, aunque desygual
          tormento reciben, hanlo por descanso
          iustificandose porque iustamente
          padecen: y no por sola esta causa nos
          hazen goçar desta virtud mas por otra
          tan natural: los firmes enamorados para
          abonarse con las que siruen buscan todas
          las formas que pueden, de cuyo deseo
          biuen iustificadamente sin eceder en
          cosa de toda ygualdad por no infamarse
          de malas costunbres. La tercera porque
          de la tenplança nos hazen dinos, que
          por no selles aborrecibles para venir
          á ser desamados somos templados en el
          comer y en el beuer y en todas las otras
          cosas que andan con esta virtud. Somos
          tenplados en la habla, somos templados
          en la mesura, somos templados en las
          obras, sin que vn punto salgamos de la
          onestad. La quarta es porque al que
          fallece fortaleza gela dan, y al que la
          tiene gela acrecientan. Hacennos fuertes
          para sofrir, causan osadia para cometer,
          ponen coraçon para esperar; quando á los
          amantes se les ofrece peligro se les
          apareia la gloria, tienen las afrentas
          por vicio, estiman mas ell alabança del
          amiga quel precio del largo beuir. Por
          ellas se comiençan y acaban hechos muy
          hazañosos, ponen la fortaleza en el
          estado que merece. Si les somos obligados
          aqui se puede iuzgar. La quinta razon
          es porque no menos nos dotan de las
          virtudes teologales que de las cardinales
          dichas. Y tratando de la primera ques
          la fé, avnque algunos en ella dudasen,
          siendo puestos en pensamiento enamorado
          creerian en Dios y alabarian su poder
          porque pudo hazer á aquella que de tanta
          ecelencia y hermosura les parece. Iunto
          con esto los amadores tanto acostumbran
          y sostienen la fe que de vsalla en el
          coraçon conocen y creen con más firmeza
          la de Dios, y porque no sea sabido de
          quien los pena que son malos cristianos,
          ques vna mala señal en el onbre, son tan
          deuotos católicos que ningun apostol les
          hizo ventaia. La sesta razon es porque
          nos crian en el alma la virtud del
          esperança, que puesto que los sugetos á
          esta ley de amores mucho penen, siempre
          esperan en su fé, esperan en su firmeza,
          esperan en la piedad de quien los pena,
          esperan en la condicion de quien los
          destruye, esperan en la ventura; ¿pues
          quien tiene esperança donde recibe
          pasion, como no la terná en Dios que le
          promete descanso? Sin duda haziendonos
          mal nos apareian el camino del bien como
          por esperiencia de lo dicho parece. La
          setena razon es porque nos hazen merecer
          la caridad, la propiedad de la qual
          es amor. Esta tenemos en la voluntad,
          esta ponemos en el pensamiento, esta
          traemos en la memoria, esta firmamos
          en el coraçon, y como quiera que los
          que amamos la vsemos por el prouecho de
          nuestro fin, dél nos redunda que con
          biua contricion la tengamos para con
          Dios, porque trayendonos amor á estrecho
          de muerte hazemos lymosnas, mandamos
          dezir misas, ocupamosnos en caritatiuas
          obras porque nos libre de nuestros
          crueles pensamientos: y como ellas de
          su natural son deuotas, participando
          con ellas es forçado que hagamos las
          obras que hazen. La otaua razon, porque
          nos hazen contenplatiuos: que tanto
          nos damos á la contemplacion de la
          hermosura y gracias de quien amamos y
          tanto pensamos en nuestras pasiones, que
          quando queremos contenplar la de Dios,
          tan tiernos y quebrantados tenemos los
          coraçones, que sus llagas y tormentos
          parece que recebimos en nosotros mismos;
          por donde se conosce que tanbien por aquí
          nos ayudan para alcançar la perdurable
          holgança. La nouena razon es porque nos
          hazen contritos, que como siendo penados
          pedimos con lagrimas y sospiros nuestro
          remedio acostunbrado en aquello, yendo á
          confesar nuestras culpas assi gemimos y
          lloramos quel perdon dellas merecemos. La
          dezena es por el buen consejo que sienpre
          nos dan, que á las vezes acaece hallar
          en su presto acordar, lo que nosotros
          con[279] largo estudio y diligencias
          buscamos. Son sus conseios pacificos sin
          ningund escandalo, quitan muchas muertes,
          conseruan las pazes, refrenan la yra y
          aplacan la saña; sienpre es muy sano su
          parecer. La onzena es porque nos hazen
          onrrados: con ellas se alcançan grandes
          casamientos, muchas haziendas y rentas.
          Y porque alguno podria responderme que
          la onrra está en la virtud y no en la
          riqueza, digo que tanbien causan lo vno
          como lo otro. Ponen nos presunciones
          tan virtuosas que sacamos dellas las
          grandes onrras y alabanças que deseamos;
          por ellas estimamos más la verguença que
          la vida; por ellas estudiamos todas las
          obras de nobleza, por ellas las ponemos
          en la cunbre que merecen. La dozena razon
          es porque apartandonos del auaricia nos
          iuntan con la libertad, de cuya obra
          ganamos las voluntades de todos; que
          como largamente nos hazen despender lo
          que tenemos, somos alabados y tenidos
          en mucho amor, y en qualquier necesidad
          que nos sobrevenga recebimos ayuda y
          seruizio; y no solo nos aprouechan en
          hazernos usar la franqueza como deuemos,
          mas ponen lo nuestro en mucho recaudo
          porque no ay lugar donde la hazienda esté
          mas segura que en la voluntad de las
          gentes. La trezena es porque acrecientan
          y guardan nuestros averes y rentas, las
          quales alcanzan los onbres por ventura
          y conseruanlas ellas con diligencia. La
          catorzena es por la limpieça que nos
          procuran asi en la persona, como en el
          vestir, como en el comer, como en todas
          las cosas que tratamos. La quinzena es
          por la buena criança que nos ponen, vna
          de las principales cosas de que los
          onbres tienen necesidad. Siendo bien
          criados vsamos la cortesya y esquiuamos
          la pesadumbre, sabemos onrrar los
          pequeños, sabemos tratar los mayores;
          y no solamente nos hazen bien criados
          mas bien quistos, porque como tratamos
          á cada vno como merece, cada vno nos
          da lo que merecemos. La razon desiseys
          es porque nos hazen ser galanes. Por
          ellas nos desuelamos en el vestir, por
          ellas estudiamos en el traer, por ellas
          nos atauiamos de manera que ponemos por
          industria en nuestras personas la buena
          disposicion que naturaleza algunos negó.
          Por artificio se endereçan los cuerpos
          pidiendo[280] las ropas con agudeza y por
          el mismo se pone cabello donde fallece
          y se adelgazan ó engordan las piernas
          si conuiene hazello; por las mugeres
          se inuentan los galanes entretales,
          las discretas bordaduras, las nueuas
          inuenciones; de grandes bienes por cierto
          son causa. La dezisiete razon es porque
          nos conciertan la musica y nos hazen
          gozar de las dulcedumbres della: ¿por
          quién se asuenan las dulces canciones?
          ¿por quién se cantan los lindos romances?
          ¿por quién se acuerdan las bozes?
          ¿porquién se adelgazan y sotilizan todas
          las cosas que en el canto consisten? La
          dizeochena es porque crecen las fuerças á
          los braceros, y la maña á los luchadores,
          y la ligereza á los que boltean y corren
          y saltan y hazen otras cosas semeiantes.
          La dezinueue razon es porque afinan las
          gracias. Los que como es dicho tañen y
          cantan por ellas, se desuelan tanto que
          suben á lo mas perfeto que en aquella
          gracia se alcança. Los trobadores ponen
          por ellas tanto estudio en lo que
          troban que lo bien dicho hazen parecer
          meior, y en tanta manera se adelgazan
          que propiamente lo que sienten en el
          coraçon ponen por nueuo y galan estilo
          en la cancion ó inuencion ó copla que
          quieren hazer. La veyntena y postrimera
          razon es porque somos hijos de mugeres,
          de cuyo respeto les somos mas obligados
          que por ninguna razon de las dichas ni
          de quantas se puedan dezir. Diuersas
          razones auía para mostrar lo mucho
          que á esta nacion somos los onbres en
          cargo, pero la disposicion mia no me da
          lugar á que todas las diga. Por ellas
          se ordenaron las reales iustas y los
          ponposos torneos y las alegres fiestas,
          por ellas aprouechan las gracias y se
          acaban y comiençan todas las cosas de
          gentileza; no sé causa porque de nosotros
          deuan ser afeadas. ¡O culpa merecedora
          de graue castigo, que porque algunas
          ayan piedad de los que por ellas penan
          les dan tal galardon! ¿A qué muger deste
          mundo no harán conpasion las lagrimas
          que vertemos, las lastimas que dezimos,
          los sospiros que damos? ¿Quál no creerá
          las razones iuradas, quál no creerá
          la fé certificada, á quál no moveran
          las dadiuas grandes, en quál coraçon
          no harán fruto las alabanças devidas,
          en quál voluntad no hará mudança la
          firmeza cierta, quál se podra defender
          del continuo seguir? Por cierto segund
          las armas con que son conbatidas, avnque
          las menos se defendiesen, no era cosa de
          marauillar y antes deurian ser las que no
          pueden defenderse alabadas por piadosas
          que retraydas por culpadas.


          PRUEUA POR ENXENPLOS LA BONDAD DE LAS
                          MUGERES

          Para que las loadas virtudes desta nacion
          fueran tratadas segund merecen avisé de
          poner mi deseo en otra plática porque no
          turbase mi lengua ruda su bondad clara,
          como quiera que ni loor pueda crecella
          ni malicia apocalla segund su propiedad.
          Si vuiese de hazer memoria de las castas
          y virgines pasadas y presentes, convenia
          que fuese por diurna reuelacion, porque
          son y an sido tantas que no se puede con
          el seso humano conprehender, pero dire
          de algunas que he leydo assi cristianas
          como gentiles y indias por enxenplar con
          las pocas la virtud de las muchas. En las
          autorizadas por santas por tres razones
          no quiero hablar. La primera porque lo
          que a todos es manifiesto parece simpleza
          repetillo. La segunda porque la yglesia
          les da devida y uniuersal alabança.
          La tercera por no poner en tan malas
          palabras tan ecelente bondad, en especial
          la de Nuestra Señora que quantos dotores
          y deuotos y contenplatiuos en ella
          hablaron no pudieron llegar al estado
          que merecia la menor de sus ecelencias,
          assi que me baxo a lo llano donde mas
          libremente me puedo mouer. De las castas
          gentiles començaré en Lucrecia, corona
          de la nacion romana, la qual fue muger
          de Colatyno y siendo forçada de Tarquino
          hizo llamar a su marido y venido donde
          ella estaua dixole: sabras, Colatyno,
          que pisadas de onbre ageno ensuziaron tu
          lecho donde avnque el cuerpo fue forçado
          quedó el coraçon inocente, porque soy
          libre de la culpa, mas no me asueluo de
          la pena porque ninguna dueña por enxenplo
          mio pueda ser vista errada. Y acabando
          estas palabras acabó con vn cuchillo su
          vida. Porcia fue hija del noble Caton y
          muger de Bruto varon virtuoso, la qual
          sabiendo la muerte dél, aquexada de graue
          dolor acabó sus dias comiendo brasas por
          hazer sacrificio de si misma. Penelope
          fue muger de Ulixes, e ydo él a la guerra
          troyana, siendo los mancebos de Ytalia
          aquexados de su hermosura pidieronla
          muchos dellos en casamiento, y deseosa
          de guardar castidad a su marido, por
          defenderse dellos dixo que le dexassen
          conplir vna tela como acostunbrauan las
          señoras de aquel tienpo esperando a
          sus maridos, y que luego haria lo que
          le pedian, y como le fuese otorgado,
          con astucia sotyl, lo que texia de dia
          deshazia de noche, en cuya lauor pasaron
          veynte años, despues de los quales venido
          Ulixes vieio, solo, destruydo, asi lo
          recibio la casta dueña como si viniera
          en fortuna de prosperidad. Julia hija
          del Cesar primero enperador en el mundo,
          siendo muger de Ponpeo en tanta manera lo
          amaua que trayendo vn dia sus vestiduras
          sangrientas, creyendo ser muerto, cayda
          en tierra supitamente murio. Artemisa
          entre los mortales tan alabada, como
          fuese casada con Mauzol rey de Ycaria,
          con tanta firmeça lo amó que despues de
          muerto le dió sepultura en sus pechos,
          quemando sus huesos en ellos, la ceniza
          de los quales poco a poco se beuio y
          despues de acabados los oficios que en
          el auto se requerian creyendo que se
          yua para el matóse con sus manos. Argia
          fue hija del rey Adrastro y caso con
          Pollinices hijo de Edipo rey de Tebas, y
          como Pollinices en vna batalla a manos de
          su hermano muriese, sabido della salio
          de Tebas, sin temer la inpiedad de sus
          enemigos, ni la braueza de las fieras
          bestias, ni la ley del enperador, la
          qual vedaua que ningun cuerpo muerto se
          leuantase del canpo, fue por su marido en
          las tinieblas de la noche y hallandolo
          ya entre otros muchos cuerpos leuolo a
          la ciudad y haziendole quemar segund
          su costunbre, con amargosas lagrimas
          hizo poner sus cenizas en una arca de
          oro, prometiendo su vida a perpetua
          castidad. Ipola greciana, nauegando
          por la mar quiso su mala fortuna que
          tomasen su nauio los enemigos, los quales
          queriendo tomar della mas parte que les
          daua, conseruando su castidad hizose
          a la vna parte del nauío y dexada caer
          en las ondas pudieron ahogar a ella
          mas no la fama de su hazaña loable. No
          menos dina de loor fue su muger de Amed
          rey de Tesalia, que sabiendo que era
          profetizado por el dios Apolo que su
          marido recebiria muerte sino vuiese quien
          voluntariamente la tomase por él, con
          alegre voluntad porque el rey biuiese
          dispuso de se matar. De las iudias Sarra,
          muger del padre Abraham, como fuese presa
          en poder del rey Faraon, defendiendo su
          castidad con las armas de la oracion
          rogó a nuestro Señor la librase de sus
          manos, el qual como quisiese acometer
          con ella toda maldad, oyda en el cielo
          su peticion enfermó el rey y conocido
          que por su mal pensamiento adolecia,
          sin ninguna manzilla la mandó librar.
          Delbora dotada de tantas virtudes
          mereció aver espiritu de profecia y no
          solamente mostró su bondad en las artes
          mugeriles mas en las feroces batalles,
          peleando contra los enemigos con virtuoso
          animo; y tanta fue su excelencia que
          juzgó quarenta años el pueblo iudayco.
          Ester siendo leuada a la catiuidad de
          Babilonia, por su virtuosa hermosura,
          fue tomada para muger de Asuero, rey que
          señoreaua a la sazon ciento y veynte
          y siete prouincias, la qual por sus
          meritos y oracion libró los iudios de la
          catiuidad que tenian. Su madre de Sanson
          deseando aver hijo merecio por su virtud
          que el angel le reuelase su nacimiento de
          Sanson. Elisabel muger de Zacarias, como
          fuese verdadera sierua de Dios, por su
          merecimiento uvo hijo santificado antes
          que naciese, el qual fue san Iuan. De las
          antiguas cristianas mas podría traer que
          escreuir pero por la breuedad alegaré
          algunas modernas de la castellana nacion.

          Doña María Cornel en quien se començo
          el linage de los Corneles, porque su
          castidad fuese loada y su bondad no
          escurecida quiso matarse con fuego,
          auiendo menos miedo a la muerte que a la
          culpa.

          Doña Isabel, madre que fue del maestre
          de Calatraua don Rodrigo Tellez Giron
          y de los dos condes de Hurueña don
          Alonso y don Iuan, siendo biuda enfermó
          de una graue dolencia, y como los
          medicos procurasen su salud, conocida
          su enfermedad hallaron que no podia
          biuir sino casase, lo qual como de sus
          hijos fuese sabido, deseosos de su vida
          dixeronle que en todo caso recibiese
          marido, a lo qual ella respondio: nunca
          plega a Dios que tal cosa yo haga, que
          meior me es a mi muriendo ser dicha madre
          de tales hijos que biuiendo muger de otro
          marido; y con esta casta consideracion
          assí se dió al ayuno y disciplina que
          quando murio fueron vistos misterios de
          su saluacion.

          Doña Mari Garcia la beata, siendo nacida
          en Toledo del mayor linage de toda la
          cibdad, no quiso en su vida casar,
          guardando en ochenta años que biuio la
          virginal virtud, en cuya muerte fueron
          conocidos y aueriguados grandes miraglos
          de los quales en Toledo ay agora y aurá
          para sienpre perpetua recordança.

          ¡O! pues de las virgenes gentiles: que
          podria dezir? Atrisilia, Seuila, nacida
          en Babilonya, por su merito profetizó
          por reuelacion diuina muchas cosas
          aduenideras conseruando linpia virginidad
          hasta que murio. Palas o Minerua vista
          primeramente cerca de la laguna de
          Tritonio, nueua inuentora de muchos
          oficios de los mugeriles y avn de algunos
          delos onbres, virgen biuio y acabó.
          Atalante la que primero hirio el puerco
          de Calidon, en la virginidad y nobleza
          le parecio. Camila, hija de Macabeo
          rey de los bolesques, no menos que las
          dichas sostuuo entera virginidad. Claudia
          vestal, Clodia romana, aquella misma ley
          hasta la muerte guardaron. Por cierto
          si el alargar no fuese enoioso no me
          fallecerian daqui a mill años virtuosos
          enxenplos que pudiese dezir. En verdad,
          Tefeo, segund lo que as oydo, tú y los
          que blasfemays de todo linage de mugeres
          soys dinos de castigo iusto, el qual no
          esperando que nadie os lo dé, vosotros
          mismos lo tomays pues usando la malicia
          condenays la verguença.


               BUELUE EL AUCTOR Á LA ESTORIA

          Mucho fueron marauillados los que se
          hallaron presentes oyendo el concierto
          que Leriano tuvo en su habla por estar
          tan cercano a la muerte, en cuya sazon
          las menos vezes se halla sentido; el qual
          quando acabó de hablar tenia ya turbada
          la lengua y la vista casi perdida. Ya
          los suyos no podiendose contener dauan
          bozes, ya sus amigos comenzauan a llorar,
          ya sus vasallos y vasallas gritauan por
          las calles, ya todas las cosas alegres
          eran bueltas en dolor. Y como su madre
          siendo absente, sienpre le fuese el mal
          de Leriano negado, dando mas credito a
          lo que tenia que a lo que le dezian,
          con ansia de amor maternal partyda de
          donde estaua llegó a Susa en esta triste
          coiuntura, y entrada por la puerta todos
          quantos la veyan le dauan nueuas de su
          dolor mas con bozes lastimeras que con
          razones ordenadas, la qual oyendo que
          Leriano estaua en ell agonia mortal,
          falleciendole la fuerça, sin ningun
          sentido cayó en el suelo y tanto estuvo
          sin acuerdo que todos pensauan que a la
          madre y al hijo enterrarian a un tiempo,
          pero ya que con grandes remedios le
          restituyeron el conocimiento fuese al
          hijo y despues que con traspasamiento de
          muerta con muchedumbre de lagrimas le
          viuio el rostro[281], començo en esta
          manera a dezir.


               LLANTO DE SU MADRE DE LERIANO

          ¡O alegre descanso de mi vegez, o dulce
          hartura de mi voluntad, oy dexas dezir
          hijo[282] y yo de más llamarme madre, de
          lo qual tenia temerosa sospecha por las
          nueuas señales que en mi vi de pocos dias
          a esta parte. Acaesciame muchas vezes
          quando mas la fuerça del sueño me vencia,
          recordar con vn tenblor supito que hasta
          la mañana me duraua; otras vezes quando
          en mi oratorio me hallaua rezando por tu
          salud, desfallecido el coraçon me cobria
          de un sudor frio en manera que dende a
          gran pieça tornaua en acuerdo. Hasta los
          animales me certificauan tu mal. Saliendo
          vn dia de mi camara vinose vn can para mi
          y dió tan grandes aullydos que assi me
          corté el cuerpo y la habla que de aquel
          lugar no podia mouerme, y con estas cosas
          daua mas credito a mis sospecha que a tus
          mensaieros, y por satisfazerme acordé de
          venir a veerte donde hallo cierta la fe
          que di a los agueros. ¡O lunbre de mi
          vista, o ceguedad della misma, que te veo
          morir y no veo la razon de tu muerte;
          tú en edad para beuir, tú temeroso de
          Dios, tú amador de la virtud, tú enemigo
          del vicio, tú amigo de amigos, tú amado
          de los tuyos! Por cierto oy quita la
          fuerça de tu fortuna los derechos a
          la razon pues mueres sin tienpo y sin
          dolencia. Bienauenturados los baxos de
          condicion y rudos de engenio, que no
          pueden sentir las cosas sino en el grado
          que las entienden, y malauenturados los
          que con sotil iuyzio las trascenden,
          los quales con el entendimiento agudo
          tienen el sentimiento delgado. Pluguiera
          a Dios que fueras tú delos torpes en
          el sentir, que meior me estuviera ser
          llamada con tu vida madre del rudo que
          no a ti por tu fin hijo que fue de la
          sola. ¡O muerte cruel enemiga, que ni
          perdonas los culpados ni asuelues los
          inocentes! Tan traydora eres que nadie
          para contigo tiene defensa; amenazas
          para la vejez, y lieuas en la mocedad;
          a vnos matas por malicia y a otros por
          enuidia, avnque tardas nunca olbidas,
          sin ley y sin orden te riges. Más razon
          auia para que conseruases los veynte
          años del hijo moço que para que desases
          los sesenta de la vieia madre. ¿Por qué
          volviste el derecho al reues? Yo estaua
          harta de estar biua y él en edad de
          beuir. Perdoname porque asi te trato,
          que no eres mala del todo, porque si
          con tus obras causas los dolores, con
          ellas mismas los consuelas leuando a
          quien dexas con quien leuas, lo que si
          comigo hazes mucho te seré obligada. En
          la muerte de Leriano no ay esperança y mi
          tormento con la mia recebira consuelo.
          ¡O hijo mio, que será de mi veiez
          contenplando en el fin de tu iouentud?
          Si yo biuo mucho será porque podran mas
          mis pecados que la razon que tengo para
          no bivir; ¿con qué puedo recibir pena mas
          cruel que con larga vida? Tan poderoso
          fue tu mal que no tuviste para con él
          ningund remedio. Ni te valio la fuerça
          del cuerpo, ni la virtud del coraçon, ni
          el esfuerzo del animo; todas las cosas
          de que te podias valer te fallecieron.
          Si por precio de amor tu vida se pudiera
          conprar, mas poder tuviera mi deseo que
          fuerça la muerte. Mas para librarte della
          ni tu fortuna quiso, ni yo triste pude.
          Con dolor será mi beuir y mi comer y mi
          pensar y mi dormir basta que tu fuerça y
          mi deseo me lieuen a tu sepoltura.


                         EL AUCTOR

          El lloro que hazia su madre de Leriano
          crecia la pena a todos los que en ella
          participauan y como él siempre se
          acordase de Laureola, de lo que alli
          pasaua tenia poca memoria, y viendo que
          le quedaua poco espacio para gozar de ver
          las dos cartas que della tenia, no sabia
          qué forma se diese con ellas; quando
          pensaua rasgallas pareciale que ofenderia
          a Laureola en dexar perder razones de
          tanto precio, quando pensaua poner las
          en poder de algun suyo temia que serian
          vistas, de donde para quien las enbió
          se esperaua peligro. Pues tomando de
          sus dudas lo mas seguro hizo traer una
          copa de agua y hechas las cartas pedaços
          echoles en ella y acabado esto mandó
          que le sentasen en la cama y sentado
          beuioselas en el agua y assi quedó
          contenta su voluntad. Y llegada ya la ora
          de su fin, puestos en mi los oios dixo:
          acabados son mis males, y assi quedó su
          muerte en testimonio de su fe. Lo que
          yo senty y hize, ligero está de iuzgar;
          los lloros que por él se hizieron son
          de tanta lastima que me parece crueldad
          escriuillos. Sus onrras fueron conformes
          a su merecimiento, las quales acabadas
          acordé de partirme. Por cierto con meior
          voluntad caminara para la otra vida que
          para esta tierra. Con sospiros caminé,
          con lagrimas party, con gemidos hablé
          y con tales pasatienpos llegué aqui a
          Peñafiel donde quedo besando las manos de
          vuestra merced.

        ACABOSE ESTA OBRA INTITULADA «CARCEL DE AMOR»
        EN LA MUY NOBLE I MUY LEAL CIUDAD DE SEUILLA
              A TRES DIAS DE MARÇO AÑO DE 1492
               POR QUATRO COMPAÑEROS ALEMANES


                                NOTAS:

[274] _Quiero_, en la primera edición.

[275] Quizá debe leerse _un_ en vez de _en_.

[276] _Tefeo_ dice claramente la primera edición, y no _Teseo_, aunque
más corriente parecía el segundo nombre que el primero.

[277] _Atados_ dice la primera edición.

[278] _Querían_ dice la primera edición.

[279] _Cumple_ dice la primera edición, pero parece errata.

[280] Acaso _puliendo_.

[281] Parece que debe leerse _lavó_.

[282] Parece que debe leerse _de ser_ en vez de _decir_.




                         TRACTADO
           QVE HIZO NICOLAS NUÑEZ SOBRE EL QVE
                    DIEGO DE SAN PEDRO
          COMPUSO DE LERIANO Y LAUREOLA LLAMADO
                     "CARCEL DE AMOR".


          Mvy uirtuosos señores: Porque si
          conosciendo mi poco saber, culpardes
          mi atreuimiento en uerme poner en
          acrescentar lo que de suyo está crescido,
          quiero, si pudiere, con mi descargo
          satisfazer lo que hize, aunque mi
          intencion me descarga. Leyendo un dia
          el tractado del no menos uirtuoso que
          discreto Diego de sant Pedro que hizo de
          carcel de amor: en la historia de Leriano
          a Laureola que endereçó al mvy uirtuoso
          senor el senor alcayde de los Donzeles,
          parecime que quando en el cabo del
          dicho[283] que Leriano por la respuesta
          sin esperança que Laureola le hauia
          embiado se dexaua morir, que se partio
          desque lo ui muerto para Castilla a dar
          la cuenta de lo passado, que deuiera
          uenirse por la corte a dezir a Laureola
          de cierto como ya era muerto Leriano. Y
          aunque le paresciera que al muerto no le
          aprouechaua, a lo menos satisfiziera se a
          si si huuiera en ella alguna muestra de
          pesar por lo que hauia hecho; pves sabia
          que si Leriano pudiera alcançar a saber
          el arrepentimiento de Laureola diera su
          muerte por bien empleada. E porque me
          parescio que lo dexaua en aquella corte
          con occupacion de algunos negocios, o
          por se desoccupar para entender en otros
          que mas le cumplian, no lo hize yo por
          dezillo mejor, mas por saber si a la
          firmeza de Leriano en la muerte daua
          algun galardon, pues en la uida se lo
          hauia negado, acordé hazer este tractado
          que para la publicacion de mi falta fuera
          mvy mejor no hazello; en lo qual quise
          dezir: que desque el avctor lo uido morir
          e uido que se hizieron sus honras, segun
          sus merecimientos; e los llantos, segun
          el dolor; se fue por do Laureola estaua,
          e le contó la muerte del injustamente
          muerto, lo qual fenesce en el cabo que
          ella dió, e comiença desta manera.


                        EL AVCTOR

          Pves despues que ui que a la muerte dél
          sin piedad consintiendo morir no podia
          remediar, ni a mi consolar, acordé de
          me partir para mi tierra, de baxo de
          la qual antes quisiera morar que en la
          memoria de mi pensamiento, e por uer e
          por oyr las cosas que en la corte de su
          muerte se dezian y Laureola por él hazia,
          pensé de me yr por alli, assi por esto,
          como por despedirme de algunos amigos que
          en ella tenia, y por dezir a Laureola
          (si en disposicion de arrepentida la
          uiesse) quanto á mal le era contado entre
          los leales amadores la crueldad que usó
          contra tan quien merecido el galardon
          le tenia; yo que en mi partida, no poca
          priessa me daua por huyr de aquel lugar
          donde le ui morir, por ver si fuyendo
          pudiera partirme de pensar en él, llegué
          a la corte más acompañado de tristeza que
          de gana de biuir, membrandome como el
          que de su conoscimiento me dió principio
          hauia ya hecho fin, e despues de reposar,
          no que el pensar reposasse, fuyme a
          palacio, donde con mucha tristeza de
          muchos que su muerte sabian fui recebido.
          E despues de contalles la secreta muerte
          del amigo suyo y enemigo de sí, fuyme a
          la sala donde solia Laureola hablarme,
          por uer si la ueria. Pero yo que la uista
          de las lagrimas que por él lloraua tenia
          quasi perdida, mirando no la ueya, e
          como ella tan embaraçado me uiesse, e
          como discreta sospechando que le queria
          hablar, creyendo que no la hauia uisto se
          bolvio a la camara do hauia salido; pero
          yo que el sentir tan perdido como el uer
          no tenia, sentí que se yua, e buelto en
          mi ui que era la que a Leriano sin uida,
          e a mi sin anima hauia hecho. A la qual
          con muchas lagrimas e penados sospiros en
          esta manera comenzé a dezir.


              PROSIGUE EL AVCTOR A LAUREOLA

          ¡Qvanto me estuuiera mejor perder la
          uida que conoscer tu mucha crueza e poca
          piedad! Digo esto, señora, porque assi
          quisiera con razon alabarte de generosa
          en uerte satisfazer los seruicios con
          tanta fe hechos, como la tengo en loar
          mucho tu fermosura e gran merecer, e
          no que dieras la muerte a quien tantas
          uezes con mucha uoluntad por tu seruicio
          quería tomalla. E pues esto esperauas
          hazer, no engañaras a él, ni cansaras a
          mi, ni turbaras la limpieza de tú linaje.
          Cata que las de tan alta sangre como
          tú, mas son obligadas a satisfazer el
          menor seruicio del mundo, si dél son
          consentidoras, que a guardar su mayor
          honra; que cierta te hago que si su
          muerte uieras, siempre tu uida lloraras;
          mira quanto le eres en cargo, que en el
          tiempo de su morir, quien mas memoria de
          su alma e de su cuerpo hauia de tener, se
          membró de tus cartas, las quales fechas
          pedaços, en agua beuió, porque nadie
          dellas memoria huuiesse, e por lleuar
          consigo alguna cosa tuya, e porque mas
          compassion hayas dél en la muerte que
          huuiste en la uida, te hago saber que si
          como yo lo uieras morir, de compassion
          hizieras en presencia lo que en ausencia
          tu poco amor e mucho oluido fizieron que
          no feziste. O quantos su muerte llorauan
          e la causa no sabian! pero a mi que el
          secreto no se me escondió, con mas razon
          mucho mas que a nadie pesaua, membrandome
          como en tu mano estaua su uida, uiendo
          tu mucha crueldad e su poco remedio, a
          él heziste morir e a su madre, porque
          no muere, e a mi que biuiendo muera. No
          creo que codicias la uida, conosciendo
          lo que has hecho, sino en que sabes que
          pocos lo sabian, e agora temerás menos
          la fama de tu mala fama que ues clara mi
          muerte, do aunque quiera no quedará quien
          tu crueza publicara. No pensé tan poco
          dezirte, ni tanto miedo mostrarte. E si
          con la calidad te enojo, con la cantidad
          te contento. Pues si gran razon hauia de
          osar, mas no de acabar tan ayna; e si por
          atreuido algo merezco, mandame matar, que
          mas merced me harás en darme la muerte
          que en dexarme tal uida.


                     SIGUE EL AVCTOR

          Mvy assossegada estuuo Laureola a todo
          quanto le dixe, no porque el rostro
          no mostraua las alteraciones del
          coraçon, pero como discreta suffriendo
          las lagrimas dissimulando el enojo,
          no culpando mi atreuimiento con mucha
          muestra de pensar, començo a responder
          desta manera.


             RESPVESTA DE LAUREOLA AL AVCTOR

          Tanto saber quisiera tener para
          satisfazerte como tengo razon para
          desculparme. E si esto assi fuera, por
          tanto desculpada me tuuiera como a
          ti tengo por diligente. Dizes me que
          quisieras tener causa para alabarme de
          piadosa, como la tienes para culparme
          de cruel. Si esta tuuieras, ni yo mas
          biuiera, ni tú te quexaras. Culpas me que
          pues le esperaua matar, porque enganaua
          a él e cansaua a ti. Ya tú sabes que yo
          nunca tal esperança le quise dar, que
          haziendo lo que tú dizes que he fecho,
          nada quebrantasse. ¿Pues yo qué deuia
          a ti, pues no era yo por quien tú
          trabajauas, ni tan poco con tu intencion
          de ser satisfecho lo que hazias? Assi que
          a él sin duda e a ti sin carga mi poco
          cargo me haze. Dizes que deuera mirar a
          la limpieza de mi linaje; mirando lo que
          dizes hize hazer lo que he hecho, porque
          ya tú sabes quanto mas son obligadas las
          mugeres a su honra que a cumplir ninguna
          voluntad enamorada. Pues quando todas son
          obligadas a esto, ¿quanto más y con más
          razon lo deuen ser las del linaje real?
          No creas que de su muerte recibo plazer,
          ni creo que a ti tanto puede pesar como
          a mi me duele; pero el temor de mi honra
          y el miedo del rey mi padre pudieron
          mas que la uoluntad que le tenia, ni
          creas que el conoscimiento que yo de sus
          seruicios tengo desconozco, ni menos
          desagradezco, e si con otro gualardon
          pudiera pagallos que la honra no costara,
          tú me tuuieras por tan agradecida, quanto
          agora me culpas por desamorada; e pues
          en la uida sin costarme la muerte no se
          lo pudo pagar, quiero agora que conozcas
          que la muerte dél haze que mi uida biua
          muerta. Agora verás, quanto me duele.
          Agora conoscerás si della me plugo. Agora
          juzgarás si amor le tenia. Agora sabrás
          si hizo bien en dexarse morir, que ya tú
          sabes que con la uida se puede alcançar
          lo que con la muerte se desespera. E pues
          a él no puedo pagar, a ti satisfago e doy
          por testigo; que si seruicios le deuia,
          con durable esperança se lo pagaua.


                         EL AVCTOR

          Con tanta tristeza acabó su fabla, que
          apenas podia acabar de hablar, e sin
          de mí despedirse, desatinada de mucho
          llorar, turbada la lengua e mudada la
          color se boluio a la camara do antes se
          yua, con tan rezios gemidos, que assi
          de miedo que no la oyessen, como del
          dolor de lo que hazia, sin me despedir
          me fuy a mi posada con tanta tristeza,
          que muchas uezes de mi desesperada
          uida con la muerte tomara uengança, si
          pudiera hacello sin que por desesperado
          me pudieran culpar. E como tan solo
          de plazer como de amigos con quien le
          hablasse me hallaua, acostéme en mi
          retraymiento, y en esta manera, como si
          biuo delante de mi estuuiera, contra el
          desdichado de Leriano comenzé a dezir.


                    EL AVCTOR A LERIANO

          ¡O enemigo de tu uentura, amigo de tu
          desdicha! ¿quién pudiera ser causa de
          tu uida con su embaxada, como yo fuy de
          tu muerte con tu mensaje? Agora si tú
          supiesses el arrepentimiento de Laureola,
          no trocarias la gloria celestial, si
          por dicha la tienes, por la temporal,
          que por darte muerte perdiste; o si tan
          arrebatada no la tomaras, con tu uida
          no dubdo pudieras alcançar lo que con
          perdella perdiste. No sé quien me turbó
          mi entendimiento y robó mi juyzio, que en
          el tiempo de tu morir no te dixesse como
          con la muerte se pierde lo que con la
          uida a las vezes se gana. ¡A desdichado
          de mi! ¡quién te tuuiesse en lugar donde
          pudiesse dezir todo lo que Laureola
          me dixo, lo que muestra de pesar por
          perderte! Pero si con la muerte ganaste
          la uoluntad que agora muestra, por bien
          empleada la deues dar. Mucho descanso
          recibiera si creyesse que me oyes, o
          me crees, porque uieras que con solo
          arrepentirse bastaria pagarte, quanto
          mas que muy mas quexosa está de ti, que
          tú della deues estar. Agora si biuiesses
          no ternias de que quexarte. Agora seria
          tu pena con esperança suffrida. Agora ni
          de la uida pudieras quexar, ni la muerte
          tomaras por abogada. O ¡quanto bien me
          haria Dios si pudiesse perdiendo mi uida
          cobrar la tuya! ¿Para qué me dexó sin mi
          uerdadero amigo? ¿Quién pudo perderte que
          mas pudiesse biuir? Pluguiesse a Dios que
          la uoluntad que te tengo y la que en tu
          uida tuue en rogar por mi muerte me la
          pagasses, lo qual assi espero que hagas
          si tanta uoluntad de uerme tienes como yo
          tengo de seruirte. E assi me despido de
          más enojarte, lo que de la uida queria
          hazer.


                          EL AVCTOR

          Tanto cansado de enojo e menguado
          del consuelo quedé de mi habla, que
          desatinado, sin sentir qué hazia, me
          traspassé y entre muchas cosas que
          comenzé a soñar, que mas pesar que plazer
          que dauan, soñaua que ueya a Leriano
          delante de mi en esta manera uestido.
          Trahya vn bonete de seda morada muy
          encendido, con vna ueta de seda uerde
          de mala color que a penas se podia
          determinar, e con vna letra bordada que
          dezia:

              Ya está muerta la esperança,
            e su color
            mató uuestro desamor.

          Llegando mas cerca de mi, ui que trahya
          vna camisa labrada de seda negra, con
          vnas cerraduras y vnas letras que desta
          manera dezian:

              Fue cresciendo mi firmeza
            de tal suerte
            que en el fin halló la muerte.

          Trahya vn jubon de seda amarilla e
          colorada, con vna letra que dezia:

              Mi passion a mi alegria
            satisfaze
            en hazella quien la haze.

          Trahya mas vn sayo de terciopelo negro
          con vna cortadura de raso de la misma,
          con vna letra que dezia:

              En la firmeza se muestra
            mi mal e la culpa uuestra.

          Trahya mas vn cinto de oro con vna letra
          que dezia:

              Muy mas rica fue mi muerte
            que mi uida
            si della quedays seruida.

          Trahya mas vn puñal los cabos e los
          cuchillos de azero dorado con vna letra
          que dezia:

              Mas fuerte fue la passion
            que me distes
            y nunca os arrepentistes.

          Vile mas vna espada con la uayna e
          correas de seda azeytunada, con vnas
          letras bordadas que dezian:

              Dió a mi uida mi tristura
            tal tormento,
            que muerto biuo contento.

          Vile mas vnas calças francesas, la vna
          blanca e la otra con vna letra bordada
          que dezia:

              Castidad quedó zelosa
            de la uida
            por no dexaros seruida.

          Trahya mas vnas agujetas de seda leonada,
          con vnos ñudos ciegos, con vnas letras
          que dezian:

              Vedes aqui mi congoxa
            que en uida ni en muerte afloxa.

          Vi que trahya mas en cima de todo esto,
          vna capa negra bordada de vna seda
          pardilla escura, con vna letra que dezia:

              No pudo tanto trabajo
            ni tristeza
            que muden la mi firmeza.

          Mirele mas que trahya calçados vnos
          çapatos de punta con vnas letras en ellos
          muy menudas que dezian:

              Acabados son mis males
            por seruicio
            de quien niega el beneficio.

          Mirele mas las manos, e ui que trahya
          vnos guantes con vnas eles e aes, e con
          la letra que dezia:

              Assi comiença e fenesce
            el nombre que mas meresce.

          Despues de bien mirado lo que trahya
          uestido, e lo que las letras dezian, e
          la firmeza e pesar que señalauan, miré a
          la cara e uile el gesto tan hermoso que
          parescia que nunca pesar hauia passado,
          e con amoroso semblante, después de muy
          cortesmente saludarme, con el mismo tono
          que antes me solia hablar, començó á
          dezir en esta manera.


                    LERIANO AL AVCTOR

          ¡O mi uerdadero amigo! bien pensarás tú
          que mi presencia estaua de ti tan lexos
          que no pudiesse saber lo que hazias, ni
          oyr lo que hablauas; no lo creas, que
          nunca de ti tan apartado me fallasse
          que junto contigo no estuuiesse. Porque
          despues que uentura en la uida de ti
          me partió, nunca en la muerte de ti me
          parti. Junto contigo siempre he andado,
          e a todo lo que a Laureola de mi parte e
          de la tuya dezias estaua presente. Sabe
          Dios que si pudiera quisiera hablarte.
          Pero ni yo podia, ni su miedo me dexaba,
          que antes te certifico que por esto que
          hago, aunque es poca la habla, espero
          mucho el tormento; e porque desto segun
          la confiança tengo de tu gran uirtud,
          no recibas la pena que yo, dexo de mas
          hablar en ello y uengo a lo que haze al
          caso de tu habla, e mi respuesta. Dizes
          me, señor, que quisieras poderme dar la
          uida, como me diste la muerte; no creas
          que tu mensaje me la dió, ni yo, segun el
          principio lleuaua, me pudiera escusar de
          llegar a este fin. Dizes que quisieras
          que estuuiera en disposicion que pudiera
          gozar del arrepentimiento de Laureola;
          no te lo quiero agradescer, pues no te
          lo puedo pagar, que el mayor seruicio
          que puede ni puedo hazer, no es tan
          grande que la menor merced que de ti he
          recetado no sea mayor. Pues sus mercedes
          ya no las quiero ni puedo gozar dellas
          aunque quiera, e si con arrepentimiento
          me satisfaziesse, de su crueza quedé
          tan quexoso que aunque mas hiziesse no
          seré pagado. Dizes me, mi buen amigo,
          que dé mi muerte por bien empleada pues
          con ella gané lo que sin ella perdia;
          luego lo haria yo si de la uida quedara
          algo con que pudiera gozallo. ¿Pero qué
          me aprouecha a mi creer lo que dize sin
          ver lo que haze? E creo que si pudiera
          otra uez uerme biuo, tornara a darme mas
          pena e menos esperança, pues esto al
          mejor librar de biuir se esperaua; más
          quise suffrir buena muerte que passar
          mala uida. No creas que si creyera que
          era mas seruida biuiendo, que dexandome
          morir, me matara. Pero como con la uida
          no me podia aprouechar, pense con la
          muerte remediarme; que no me tengas
          por tan uencido de seso, que no sé que
          fuera bien biuir para seruilla aunque
          no para gozalla. Pero como nunca de su
          respuesta supe de lo que mas que seruia,
          como tú sabes, dexéme morir, pues ya la
          uida queria dexarme. Dizes me, señor,
          que querrias poder cobrarme aunque
          supiesses perderte; yo te lo creo y en
          esto lo pago, pues en otra cosa no puedo.
          Dexiste que quisieras que rogasse por tu
          muerte, porque en ella de nuestra amistad
          gozassemos, pues en la uida no podiamos;
          no tengas tal esperança, que mas quiero
          oyr dezir que biues sin uerme, que saber
          que conmigo biues muerto, aunque en tu
          muerte muera tu uida, e biua tu fama, e
          assi te dexo, no porque de ti me alexo,
          supplicandote que no hagas por mal que te
          hable, pues aunque quiero, no puedo.


                         EL AVCTOR

          Después que Leriano acabó de hablarme,
          quando yo ya queria respondelle, sin
          hauer de mi sueño recordado, soñaua que
          ueya a Laureola entrar por la camara
          tan uisiblemente como si uerdaderamente
          estuuiera despierto, con dissimulada ropa
          e nueua compañia, e embaraçado de uer
          cosas tan graues, dexé de respondelle, e
          comence a notar la galana manera de que
          uenia uestida. E tambien me parecio que
          no miraua a Leriano ni hauia recebido
          alteracion de uerla uenir. Venia toda
          en cabello con vna tira labrada de seda
          encarnada con vna letra que en ella dezia:

              No da muerte mi seruicio
            mi crudeza y condicion
            ni menos da galardon.

          Trahya más vna camisa labrada de seda
          blanca con vnas cerraduras, y con vnas
          letras que dezian:

              Cerró tu muerte a mi uida
            de tal suerte,
            que no saldra sin la muerte.

          Trahya mas vn brial de seda negra con vn
          follaje de seda leonada, con vnas letras
          que dezian:

              Tu firmeza y mi congoxa
            pudieron tanto penarme
            que en el fin han de acabarme.

          Trahya mas vna cinta de caderas labrada
          de hilo de oro, con vna letra que dezia:

              Mas rica seria mi gloria,
            si el biuir
            consintiesse en mi morir.

          Trahya mas vna faldilla de dos sedas, la
          vna azeytunada e la otra colorada, con
          vna letra que dezia:

              No puede ya el alegria
            alegrar
            sin más pesar.

          Trahya vna tauardeba francesa azul y
          amarilla, y dezia la letra con que uenia
          bordada:

              Con tu muerte mi memoria
            se concierta
            que biua mi gloria muerta.

          Más trahya vn manto de aletas verde y
          morado, bordado con vnas matas de yerua
          buena, con vna letra que dezia desta
          manera:

              Si no tuviera la uida
            en tu muerte,
            no me mostrara tan fuerte.

          Trahya mas unos guantes escriptas en
          ellos vnas eles e oes, e vna letra que
          dezia desta manera:

              Con lo que acaba e comiença
            fenesció
            quien muerte no mereció.

          Trahya mas vnos alcorques con vnas nemas,
          e vnas letras que dezian desta manera:

            ¡Qué pena más en tu pena
            que en la mia!
            más meresció mi porfia.

          Acabado de mirar como uenia vestida, e
          lo que las letras significauan, ui que
          con mucha tristeza e poco plazer, mas con
          semblante de muerta que con fuerça de
          biua buelta la cara a do estaua Leriano,
          començo a hablar enesta manera.


                   LAVREOLA A LERIANO

          Nvnca pense, Leriano, que la fuerça de
          tu esfuerço por tan poco inconuiniente
          consintieras perder, por que si como
          dizes, seruirme desseauas, mas honra me
          hazias en biuir que en darte la muerte.
          E cierto te hago que mas tu flaqueza
          tu mucha pena, ni menos amor me heziste
          creer; e si claro quieres uer quan mal
          lo hiziste, piensa si yo por bailar, o
          por prouarte lo hiziera, quan errado
          hauia sido tu proposito. Pues si los
          leales amadores los desconciertos del
          amor no saben suffrir, quien será para
          padezellos? Pues quien no sabe suffrillos
          no piense gozallos: e pocas veces espere
          su gloria, pues no está la uirtud sino
          en saber forçar la pena, que en gozar
          la bien auenturança quien quiera quando
          le uiene, sabe della aprouecharse. Assi
          que tú mas culpado deues ser siendo
          discreto por lo que feziste, que loado
          por enamorado por lo que passaste. E no
          creas que si de tu fe no estuuiera segura
          que diera credito a tu fingida firmeza,
          e no dando principio no deuiera llegar
          a tan errado fin. E más para dezirte
          uerdad, que para pagar a tu pena te hago
          cierto que si tu muerte creyera, antes
          la mia tomara que la tuya consintiera,
          porque me paresce que fuera conciencia
          suffrirlo. Pero si la confiança de lo que
          por mi seruicio hazias, me hazia creello,
          la seguridad de tu buen seso me hazia
          dudarlo. E desta manera daua mas crédito
          a tu discrecion que a tu arrebatada
          muerte. Bastarte deuiera a ti, Leriano,
          membrarte en la disputa que estuuo mi
          honra e peligró mi uida, e contentáraste
          tú con saber que te queria e tu mal mas
          que el mio me penaua, aunque no te lo
          dezia. E si esto me niegas, miembrate
          quien yo era e la poca necesidad que de
          tus seruicios tenia, e como con solo
          escreuirte bastaua para desto asegurarte;
          e para que conozcas que no procedia de
          deuda sino de uoluntad. E pues está
          el testigo delante no me negarás que
          cuando con mi mensaje te desesperaste,
          e dexaste morir no te daua esperança,
          pues que te dezia que esperaras uencer
          al Rey mi señor por dias, para que tú
          uieras si ante no merescia ser loada
          por de buen conoscimiento, que culpada
          por desagradecida. E porque de más
          hablarte pues no espero uerte, no reciba
          la passion que de tu muerte rescibo,
          acorto la habla, aunque es larga la pena,
          haziendote cierto que pagase a tu alma
          lo que a tu cuerpo, tu muerte e mi poca
          dicha no me dexaron, quanto la muerte me
          dexa.


                        EL AVCTOR

          Qvando Laureola hablaua estas cosas
          a Leriano, estaua yo en estraña
          manera espantado, uiendo su mucha
          piedad, juzgando su seso, conosciendo
          su uoluntad. E tanto sus amorosas
          razones sin fuerça uencian, que aunque
          conmigo no hablaua, muchas vezes sino
          para descortesia aun le respondiera
          agradesciendole mucho lo que dezia,
          aunque aprouechaua poco; pero como sus
          razones a mi pensar parescian justas,
          nunca crey que Leriano tuuiera cosa que
          le responder, ni con que le satisfazer.
          No por la poca confiança de su seso, mas
          por la mucha turbacion de su alma en uer
          delante si la que mas que a si queria.
          A lo qual los ojos en el suelo con
          mucha cortesia e acatamiento, començo a
          responder en esta manera.


                     LERIANO A LAVREOLA

          ¡O qvien tuuiesse, señora, tanto saber
          para quexar mi mal como tengo razon
          para padescello! Yo sabria tan bien
          responderte como si pudiera biuir supiera
          seruirte. Dizes, señora, que nunca
          creyste que la fuerça de mi morir pudiera
          mas que mi esfuerço. No te marauilles;
          que como yo sin mi me hallaua, no tenia
          con qué defenderme. Assi que lo que me
          culpas, mereces la pena, pues tú que
          podias remediallo consentiste hazello.
          E si dizes que erré en no defenderme
          affirmandote todauia que pudiera hazello,
          si tú por prouarme o por burlar lo
          hizieras, juzga lo que dizes e mira
          qual estaua, e uerás que el coraçon
          lastimado nunca toma la buena nueua por
          cierta, ni la mala por dudosa, e con
          esto todo lo que de tu parte me dezian,
          creya, conosciendo tu mucha crueza e mi
          poca dicha. E no pienses que tan poco
          trabajo puse en defender mi uida por
          seruir la tuya, que mas pena no me daua
          defenderme de la muerte que padescella,
          y en membrandome como no codiciaua biuir
          sino para seruirte, ueya que era yerro no
          querer lo que quesiste, pues de aquello
          te seruias. E no pienses que tan poco
          gané en ella que la do en mi por mal
          empleada, pues en ella descobriste la
          piedad que en la uida siempre ganaste.
          E si dizes que me bastaua la esperança
          que me dauas, no te lo niego segun quien
          tú eres, que con solo mirarme, quanto
          te pudiera seruirme pagaras, quanto más
          con lo que dizes; porque quanto menos
          esperança parescia cierta, tanto más
          de lo mucho que merescias se membraua;
          e de merescerte estaua dubdoso, porque
          quanto mayor era la merced, tanto menos
          la creya, e con esto hize las obras que
          ues. E a lo que me dizes de la uentura en
          que tu honra e uida se puso, bien sabes,
          si lo cierto no oluidas, a quan poco
          cargo te era, e la esperiencia de lo que
          me pensaua tú la sabes, e las obras son
          testigos. E si dizes que en lo primero
          estauas sin cargo y en tanto peligro te
          uiste, que mas aparejado estuuiera dando
          occasion para que algo sospechassen, pues
          andauan sobre el auiso, no te engañes,
          que pues e a tu limpieza se hauia
          mostrado, nunca nadie dixera lo cierto
          que por dubdoso no se tuuiera, uiendo
          la paga que a los otros hauia dado, de
          quien menos el secreto se fiaua mas lo
          temieran, e por esto uerás que con lo que
          te escusas más te temieran, e por esto
          uerás que con lo que te escusas mas te
          condenauas. E pues no te puedo seruir,
          no quiero enojarte ni más te hablar,
          saluo pedirte en galardon de mi fe, que
          me des las manos que te bese, porque
          desta gloria goze en la muerte, pues en
          la uida no pude ni tú me dexaste. E assi
          me despido, supplicandote que del ánima
          como dizes tengas memoria, pues el cuerpo
          pussiste en oluido; e por mas enojoso no
          serte, ni con mis razones importunarte,
          acabo pidiendote por merced, que si
          alguno presumiere aprouecharse de la
          riqueza de seruirte, de la fé de mi
          uoluntad te acuerdes, la qual delante tus
          ojos pongo, porque de mi muerte hayas la
          compasion que de la uida no huuiste.


                         EL AVCTOR

          Qvando estas cosas entre ambos passauan,
          estaua mirando la cortesia e mucha
          firmeza con que Leriano hablaua, e quan
          poco pesar de su muerte mostraua, porque
          conoscia que a Laureola no menos que a
          él le dolia, e por no le enojar suffria
          su pena callando su muerte, e quanto
          me alegraua de vellos juntos tanto me
          entristecia membrandome de la muerte de
          Leriano e segun sus razones me parescian,
          aunque yo de las menos dellas gozaua,
          nunca quisiera uellos acabar; e porque yo
          conoscia que si Leriano recebia gloria
          de uella que Laureola no recebia pena
          sino de uer que era muerto, quisiera
          que nunca su fabla tuuiera cabo ni su
          uista apartamiento; pero como nunca las
          cosas que dan plazer suelen mucho durar,
          antes mas ayna se pierden, yo estando en
          esto contemplando soñaua que ohya vna
          boz muy triste que decia: ¡uen Leriano
          que tardas! e con vn rezio e dolorido
          sospiro, el bonete en la mano, se fue a
          Laureola por le besar las manos. La qual
          por alguna gloria dalle en la muerte,
          pues en la uida no quiso, se las dió.
          E besandoselas dixo estas palabras muy
          rezio e desapareció.

              ¡O si la muerte matasse
            la memoria
            pues que dió muerte a la gloria!


                   PROSIGVE EL AVCTOR

          Qvando yo ui que no lo ueya, miré a
          la parte donde Laureola estaua, por
          uer si la ueia, e uila con tanto pesar
          y los ojos bañados en agua, que no
          como ella era hermosa, mas como si
          uerdaderamente estuuiera muerta, estaua
          amarilla, perdida la habla, uencida la
          fuerça y en tal disposicion la ui, que
          mas conpassion hauia de uella, que de
          Leriano, aunque estaua muerto; e de uer
          tal el vno y el otro en peor peligro
          estaua tan desesperado, que diziendo
          uerdad yo quisiera mas acompañar a
          Leriano muerto que seguir a Laureola
          biua; la qual con mucha tristeza
          dissimulando quanto podia la pena que
          la muerte de Leriano le daua, forçando
          las lagrimas como discreta, començó a
          hablarme en esta manera.


                   LAUREOLA AL AVCTOR

          Verdaderamente con mas coraçon e mejor
          uoluntad me despidiera de la uida e
          tomara la muerte, que salir de tu posada,
          sino creyesse que saliendo me hauia de
          salir el alma. Porque cierto es que si
          creyera que viendo a Leriano tal me
          hauia de uer, nunca en tal me pusiera,
          antes suffriera la pena de su ausencia
          que la gloria de uelle, pues no podia
          remediarle, que nunca pense que assi me
          penara, porque quanto mas sus seruicios
          e lealtad delante mi ponia para algo
          querelle, tanto mi bondad e la grandeza
          de mi estado me lo estoruaua; e no porque
          contra esto esperaua yr, antes la uida
          de mi fe uaya, saluo que con más trabajo
          e menos oluido trabajara con el rey mi
          señor en libertad, aunque a mi no era
          dado, para que entrasse en la corte e
          huuiera lugar de uerme, e con esto segun
          se dezia y en muerte manifestaua, e con
          la esperança que le daua huuiera lugar de
          no desesperar; pero si yo con mi crueza
          lo consentia, con la passion lo he pagado
          y espero pagar tambien, que para mi salud
          estuuiera tambien hazello como para mi
          bondad por qualquiera parte negallo.
          Mas de la hermosura que Dios me dió me
          quexo, y él deue quexarse, que esta pudo
          más ayna que mi condicion ni uoluntad
          engañarse; e porque el tiempo es corto
          e la passion es larga, no quiero mas
          dezirte, saluo que te hago cierto, que
          aunque Leriano segun mi estado e linaje
          por mujer no me merescia, nunca deuiera
          él perder la esperança. E pues a él no
          puedo pagar sus obras e buenos seruicios,
          a ti te ruego que de la corte no te
          partas, aunque el desseo de tu naturaleza
          te pene, porque conozcas en las mercedes
          que te haré aqui si biuieres, las honras
          que a Leriano hiziera biuiendo.


                         EL AVCTOR

          Qvando Laureola acabó de hablarme quedó
          tan triste, e tan llenas sus uestiduras
          de lagrimas de sus ojos que en gran
          manera me ponia más manzilla su penada
          uida que la muerte del muerto; e a
          todo lo que me dixo quisiera mucho
          respondelle, agradesciendole las
          mercedes que queria hazerme, como la
          cortesia con que me hablaua, saluo que
          qvando mas seguro e pensatiuo en lo que
          me hauia dicho estaua, se partió de mi
          con vn gran sospiro, e con vna boz con
          que pudo recordarme que dezia: Ya no
          puede más doler la muerte, aunque está
          cierta, que la uida que está muerta.


                         EL AVCTOR

          Despves que miré al derredor e ui que
          hauia quedado solo, halléme tan triste e
          tan embeleñado, que no sabia lo que de
          mi hiziesse, ni de lo que hauia soñado
          que pensasse. E como no tenia con quien
          hablar, estaua tan pensatiuo que mill
          uezes con mis manos quisiera darme la
          muerte, si creyera hallar en ella lo
          que con ella perdi; e como pense que
          con mi muerte no se cobraua la uida del
          muerto, ui que era yerro perder el anima
          sin gozar del cuerpo; e como es cierta
          esperiencia que la musica cresce la pena
          donde halla, e accrescienta el plazer en
          el coraçon contento, tomé la uihuela,
          e mas como desatinado que con saber
          cierto lo que hazia, començe a tañer esta
          cancion e uillancico:


                      _Cancion._

              No te pene de penar,
            coraçon, en esta uida,
            que lo que ua de uencida
            no puede mucho durar.
              Porque segun es mortal
            el mal que se muestra, e fuerte,
            ¿para qué es tomar la muerte
            pues la uida es mayor mal?
              Comiença te a consolar,
            no muestres fuerça uencida;
            que lo que mata la uida
            con muerte se ha de ganar.


                    _Uillancico._

              Pues porque es buena la uida
            sin la muerte,
            se toma por mejor suerte.
              Quien muere muerte biuiendo
            no haze mucho su suerte,
            mas el que biue muriendo
            sin la muerte,
            ¿qué mal ni pena hay mas fuerte?
              Quien puede suffrir su mal
            o quexallo a quien lo haze,
            con su mal se satisfaze
            su uida aunque es mortal,
            pero el dolor desigual
            de mal e pena tan fuerte
            ¿quien lo suffre que no acierte?


                      EL AVCTOR

          Acabada de dezir la cancion e desecha lo
          menos mal que yo pude, dexé la uihuela,
          sin mas pensar lo que deuia hazer, mandé
          ensillar, porque me parescia que era
          tiempo e bien de partir a mi tierra; e
          despedido de los que hallé por la calle,
          sali de la corte, más acompañado de
          pesar que consolado de plazer. E tanto
          mi tristeza crescia e mi salud menguaua,
          que nunca pense llegar biuo a Castilla,
          e despues que començe a entrar por mi
          camino, uinieronme tantas cosas a la
          fantasia, que no tuuiera por mal perder
          el seso, por perder el pensamiento
          dellas. Pero membrandome como no hauia
          ningun prouecho pensar más en ello,
          trabajaua conmigo quanto podia por me
          defender de traellas a la memoria. E assi
          trabajando el cuerpo en le camino, y el
          ánima en el pensamiento, llegué aqui
          a Peñafiel como Diego de Sant Pedro,
          do quedo besando las manos de uuestras
          mercedes.


                                NOTAS:

[283] Parece que debe leerse «cuando en el cabo dél es dicho».




          SERMON ORDENADO POR DIEGO DE SANT PEDRO
            PORQUE DIXERON VNAS SEÑORAS QUE LE
                 DESSEAUAN OYR PREDICAR


          Para que toda materia sea bien entendida
          y notada, conuiene que el razonamiento
          del que dize sea conforme a la condicion
          del que lo oye; de cuya verdad nos queda
          que si ouieremos de hablar al cauallero,
          sea en los actos de la caualleria. E si
          al deuoto en los meritos de la pasion.
          E si al letrado, en la dulçura de la
          sciencia. E assi por el consiguiente en
          todos los otros estados. Pues siguiendo
          esta ordenança para conformar mis
          palabras con vuestros pensamientos;
          porque sea mejor escuchado, paresceme que
          deuo tratar delas enamoradas passiones;
          pero porque sin gracia ninguna obra se
          puede començar, ni mediar, ni acabar,
          roguemos al amor (en cuya obediencia
          biuimos) que ponga en mi lengua mi dolor;
          porque manifieste en el sentir lo que
          fallesciere en el razonar. E porque esta
          gracia nos sea otorgada, pongamos por
          medianera entre amor e nosotros la Fe
          que tenemos en los coraçones. E para
          mas la obligar, offrecerle hemos sendos
          sospiros porque nos alcance gracia; a mi
          para dezir, e a vosotras señoras, para
          escuchar; e a todos finalmente para bien
          amar.

          Dice el lhema: In patiencia vestra
          sustinete dolores vestros.

          Lastimados señores, y desagradecidas
          señoras: Las palabras que tomé por
          fundamento de mi intencion, son escriptas
          en el libro de la muerte, a los siete
          capitulos de mi desseo. Da testimonio
          dellas el Evangelista Aficion. E traydas
          del latin a nuestra lengua, quieren
          dezir. En vuestra paciencia sostened
          vuestros dolores. E para conclusion del
          tema, será el sermon partido en tres
          partes.

          La primera será vna ordenança para
          mostrar como las amigas se deuen seguir.
          La segunda será vn consuelo en que se
          esfuercen los coraçones tristes. La
          tercera, vn consejo para que las señoras
          que son seruidas remedien a los que la
          siruen. E para aclaracion de la primera
          parte, digo que todo edificio para que
          dure, conuiene ser fundado sobre cimiento
          firme, si quiere el edificador tener su
          obra segura. Pues luego conuiene que lo
          que edificare el desseo en el coraçon
          catiuo, sea sobre cimiento del secreto,
          si quisiera su labor sostener e acabar
          sin peligro de verguença. Donde por essa
          conparacion paresce que todo amador deue
          antes perder la vida, que escurecer la
          fama de la que siruiere, auiendo por
          mejor recebir la muerte callando su
          pena, que merecerla, trayendo su cuydado
          a publicacion. Pues para remedio deste
          peligro en que los amadores tantas vezes
          tronpieçan, deue traer en las palabras
          mesura, y en el meneo honestidad, y en
          los actos cordura, y en los ojos auiso,
          y en las muestras soffrimiento, y en los
          desseos tenplança, y en las platicas
          dissimulacion, y en los mouimientos
          mansedunbre. E lo que más deue proueer,
          es que no lieue la persona tras el
          desseo, porque no yerre con priessa, lo
          que puede acertar con espacio; que le
          hará passar muchas vezes por donde no
          cunple, e buscar mensajeros que no le
          conuienen, y embiar cartas que le dañen,
          e bordar inuenciones que lo publiquen. E
          porque competencia suele sacar el seso
          de sus recogimientos honestos, poniendo
          en coraçon sospechas, y en el mal
          desesperacion, y en las consideraciones
          discordia, y en el sentimiento rauia;
          deue el que ama templarse e suffrirle,
          porque en tales casos quien buscare
          su remedio, hallará su perdicion. E
          quando al que compete le paresciere
          que su competedor lleuó mas fauor de
          su amiga que no él, entonces deue mas
          recogerse. E aquel mudar dela color, e
          aquel encarniçar de los ojos, e aquel
          temblar dela boz, e aquel atenaçar delos
          dientes, e aquella sequedad de la boca
          que traen disfauores, deuelo cerrar en
          el juyzio, cerrando la puerta con el
          aldaba del soffrimiento, hasta que
          gaste la razon los accidentes de la ira;
          que las armas con que se podria rengar,
          cortarian la fama de la amiga, cosa que
          más que la muerte se deue temer. Bien
          sé yo, señoras, que lo que trato en
          mi sermon con palabras, aueys sentido
          vosotras en obras. De manera que son mis
          razones molde de vuestros sentimientos.
          Empero porque muchas vezes la passion
          ciega los ojos del entendimiento, es bien
          recordar os la haz y el enues destas
          ocasiones. Sean los passos del que ama
          espaciosos, e las passadas por do está
          su amiga, tardias; e tenga en publico
          tristeça tenplada; porque esta es vn
          rastro por donde van las sospechas a dar
          en la celada de los pensamientos; cosa
          de que todo enamorado se deue apercibir,
          porque diuersas vezes las aparencias del
          rostro son testigos de los secretos del
          coraçon; e no dudo que no peneys mucho
          en hazer esto, porque más atormentan
          los plazeres forçosos que las tristeças
          voluntarias; mas todo se deue suffrir
          en amor y reuerencia de la fama de la
          amiga, e guardaos, señores, de vna
          erronía que en la ley enamorada tienen
          los galanes, comentando en la primera
          letra de los nombres de la que siruen
          sus inuenciones o cimeras o bordaduras,
          porque semejante gentileça es vn pregon
          con que se haze justicia de la infamia
          dellas. Ved qué cosa tan errada es
          manifestar en la bordadura avn lo que
          en el pensamiento se deue guardar. Y no
          menos, señores, os escusad de vestidos
          de sus colores, porque aquello no es
          otra cosa sino vn espejo do se muestra
          que la seruis. E porque los ojos suelen
          descobrir lo que guarda la voluntad, sea
          vuestro mirar general, por quitar de
          tino los sospechosos. Conuiene a todo
          enamorado ser virtuoso, en tal manera,
          que la bondad rija el esfuerço, aconpañe
          la franqueça; e la franqueça adorne la
          tenplança, e la tenplança afeyte la
          conuersacion, e la conuersacion ate la
          buena criança, por via que las vnas
          virtudes de las otras se alumbren, que
          de semejantes passos se suele hazer el
          escalera por do suben los tristes a
          aquella bienaventurada esperança que
          todos deseamos. Nunca vuestro juyzio
          responda á las bozes de la pena; e quando
          ella se aquexa con dolor rija el seso la
          tenplança, atando el cuerpo con consejo,
          porque no se vaya tras el pensamiento
          haziendo asomadas y meneos. No segun
          la ley del discreto lo establesce, mas
          segun la priessa de la pena lo pide. E
          porque suelen recrescerse a los penados
          acaescimientos de tanta angustia que
          dessean hablar la, porque la passion
          comunicada duele menos, no so yo de
          consejo que a nadie se descubra porque
          quien a otro su secreto descubre, hagale
          señor de si.

          Pues porque no rebiente el que se viere
          en tal estrechura, apartase a tal
          lugar solo, y sentado en medio de sus
          pensamientos, trate y participe con
          ellos sus males; porque aquellos solo
          son compañia fiel. E si vn pensamiento
          le traxere desesperaciones, otro le
          traerá esperança. E si vno hallase
          torpe, otro hallará tan agudo que le
          procure su remedio. E si vno le dixere
          que desespere segun su desdicha, otro le
          dirá que espere segun su fe, e si vno le
          aconsejare que acorte con la muerte la
          vida e los males, otro le dirá que no
          lo haga, porque con largo biuir todo se
          alcança; otro le dirá que tiene su amiga
          graue condicion como desamorada, otro
          le dirá que tiene piedad natural segun
          muger; otro le consejará que calle, que
          muera e suffra; e otro que sirua e hable
          e siga. De manera que él de si mismo se
          podra consolar y desconsolar. Direys
          vosotros, señores, que todavia querria
          desconsolacion e consejo de amigo, porque
          los honbres ocupados de codicia, o amor,
          o desseo no pueden determinar bien en sus
          cosas propias, lo qual yo no reprueuo.
          Pero assi como en los otros casos lo
          conozco, assi para esto lo niego; porque
          en las otras negociaciones se turba la
          razon, y en los dolores de este mal se
          aguza el seso. E si sobre todo esto la
          ventura vos fuese contraria, en vuestra
          paciencia sostened vuestros dolores.


                     LA SEGUNDA PARTE

          La segunda parte de mi sermon dixe que
          seria vn consuelo de los coraçones
          tristes. Para fundamento de lo qual
          conuiene notar que todos los que
          catiuaren sus libertades, deuen primero
          mirar al merescer de la que causare la
          captiuidad, porque el afficion justa
          aliuia la pena. De donde se aprende; el
          mal que se sufre con razon, se sana con
          ella misma. De cuya causa las passiones
          se consuelan e suffren. E avn que las
          lagrimas vos cerquen, e angustias vos
          congoxen, e sospechas vos lastimen,
          nunca, señores, vos aparteys de seguir
          e seruir e querer, que no ay conpañia
          mas amigable que el mal que vos viene
          de quien tanto quereys, pues ella lo
          quiere. E si no hallardes piedad en quien
          la buscays, ni esperança de quien la
          quereys, esperad en vuestra Fe, y confiad
          en vuestra firmeza; que muchas vezes la
          piedad responde quando firmeza llama
          a sus puertas. E pues soys obedientes
          a vuestros desseos, soffrid el mal de
          la pena por el bien de la causa. ¡Que,
          señores, si bien lo miramos quantos
          bienes recebimos de quien siempre nos
          quexamos! La soledad causa desesperacion
          algunas vezes, donde nuestras amigas
          siempre nos socorren, dando nos quien nos
          acompañe e ayude en nuestra tribulacion.
          Embian nos a la memoria el desseo que su
          hermosura nos causa, e la passion que
          su gracia nos pone; y el tormento que
          su discrecion nos procura; y el trabajo
          que su desamor nos da. E porque estas
          cosas mejor conpañia nos hagan crezcan
          nuestros coraçones con ellas; en manera
          que por venir de do vienen avn que el
          pensamiento se adolezca, la voluntad
          se satisfaze; porque no nos dexen
          desesperar. Y es esto como las feridas
          que los caualleros receben con honrra,
          avn que las sienten en las personas con
          dolor, las tienen en la fama por gloria.
          O amador! si tu amiga quisiere que penes,
          pena; e si quisiera que mueras, muere; e
          si quisiera condenarte, vete al infierno
          en cuerpo y en ánima. ¿Qué más beneficio
          quieres que querer lo que ella quiere?
          Haz ygual el coraçon a todo lo que te
          pueda venir. E si fuere bien, amalo.
          E si fuere mal, suffrelo. Que todo lo
          que de su parte te viniere, es galardon
          para ti. Direys a esto que vos dé fuerça
          para suffrir, y que vosotros me dareys
          voluntad para penar. Mirad bien, señores,
          quan engañados en esto biuis; que si
          podeys sostener tan graue pena, cobrareys
          estimacion. E si el suffrimiento cansare
          y os traxere a estado de muerte, no
          puede veniros cosa más bienauenturada;
          que quien bien muere, nunca muere; pues
          qué fin más honrrado espera ninguno que
          acabar debaxo de la seña de su señor:
          por fe y firmeça e lealtad e razon?
          Por donde estaua bien vn mote mio, que
          decia, que en la muerte está la vida.
          Dize vn varon sabio, que no vido honbre
          tan desuenturado, como aquel que nunca
          le vino desuentura; porque este ni sabe
          de si para quanto es, ni los otros
          conoscen lo que podria si de fortuna
          fuesse prouado. Pues qué mas quereys de
          vuestras amigas sino que con sus penas
          esperimenteys vuestra fortaleça? Que
          no hallo yo por menos coraçon recebir
          la muerte con voluntad, que sostener
          la vida con tormento; porque en lo vno
          se muestra resistencia fuerte, y en lo
          otro obediencia justa; de forma, que con
          el mal que amor os ordena, os procura
          alabança. Esforçad vos en la vida, e sed
          obedientes en la muerte. Pues luego bien
          dize el tema: que sostengays en vuestra
          paciencia vuestros dolores.


                     LA TERCERA PARTE

          Dixe que la tercera parte de mi sermon
          seria vn consejo para que las señoras
          que son seruidas remedien a quien las
          sirue. Pero primero que venga a las
          razones desto, digo que quisiera,
          señoras, conosceros con seruicio, antes
          que ayudaros con consejo: porque lo vno
          hiziera con sobra de voluntad, y haré lo
          otro con mengua de discrecion; mas como
          desseo librar vuestras obras de culpa,
          e vuestras almas de pena, dezir vos he
          mi parecer lo menos mal que pudiere.
          Pues para començar el proposito, solo
          por salud de vuestras animas, deveriades
          remediar los que penays; que incurris
          por el tormento que les days en quatro
          pecados mortales; en el de soberuia que
          es el primero, pecays por esta razon:
          Quando veys que vuestra hermosura y valer
          puede guarescer los muertos e matar los
          biuos, e adolescer los sanos, e sanar los
          dolientes, creeys que podeys hazer lo
          mismo que Dios, al qual por esta manera
          offendeys por este peccado. E no menos
          en el de auaricia; que como recogeys la
          libertad e la voluntad e la memoria y
          el coraçon de quien os dessea, guardays
          todo esto con tanto recaudo en vuestro
          desconocimiento que no les volvereys vna
          sola cosa destas, fasta que muera por
          lleuarle la vida con ellas. Pecays assi
          mesmo en el pecado de la yra; que como
          los que aman, siempre siguen, es forçado
          que alguna vez enojen, e importunadas de
          sus palabras e porfias, tomays yra con
          desseo de vengança. En el pecado de la
          pereça no podeys negar que tambien no
          caeys, que los catiuos del aficion, avn
          que mas os escriuan y os hablen, e os
          embien a dezir, teneys tan perezosa la
          lengua, que por cosa del mundo no abris
          la boca para dar vna buena repuesta.
          E si esta razon no bastare para la
          redenpcion de los catiuos, sea por no
          cobrar mala estimacion. ¿Qué os paresce
          que dirá quien sopiere que quitando las
          vidas galardonays los seruicios? Para
          el leon e la sierpe es bueno el matar.
          Pues dexar, señoras, por Dios, vsar a
          cada vno su officio; que para vosotras
          es el amor, e la buena condicion y el
          redimir; el consolar. E si por aqui no
          aprueuo bien el consejo que os do, sea
          por no ser desconocidas; culpa de tan
          gran grauedad. ¿Cómo, señoras; no es bien
          que conozcays la obediente voluntad con
          que vuestros siervos no quieren ser nada
          suyos por serlo del todo vuestros, que
          trasportados en vuestro merescimiento, ni
          tienen seso para fablar, ni razon para
          responder, ni sienten donde van, ni saben
          por do vienen, ni fablan a proposito, ni
          se mudan con concierto: estando en la
          yglesia y cabo el altar, preguntan si
          es hora de comer? ¡O quantas vezes les
          acaesce tener el manjar en la mano, entre
          la boca y el plato por gran espacio, no
          sabiendo de desacordados quién lo ha
          de comer, ellos o el platel! Quando se
          van a acostar, preguntan si amanesce, e
          quando se levantan preguntan si es ya de
          noche. Pues si tales cosas desconoceys, a
          la mi fe, señoras, ni podeys quitar las
          condiciones de culpa, ni las ánimas de
          pena, quando por precio de sus vidas no
          quereys dar vuestras esperanças. E como
          vean los que os siruen su poco remedio,
          traen los ojos llorosos, las colores
          amarillas, sus bocas secas, las lenguas
          enmudecidas, que avnque no con ál, sino
          con sus lagrimas, deurian reuerdecer
          vuestras sequedades. Pues porqué en hora
          mala para mi, podeys negar galardon tan
          desseado, e por tantas maneras merescido?

          Direys vosotras, señoras: ¿no veys,
          predicador simple, que no se pueden
          remediar sus penas sin nuestras culpas?

          A lo qual yo respondo, que no me
          satisfaze vuestro descargo; porque el
          que es affinado amador, no quiere de su
          amiga otro bien, sino que le pese de su
          mal; y que tractando lo sin aspereça, le
          muestre buen rostro; que otras mercedes
          no se pueden pedir. Assi que remediado su
          mal, antes sereys alabadas por piadosas,
          que retraydas por culpadas. Pues si de
          piedad e amor quereys, señoras, enxemplo,
          fallareys que en Babilonia biuian dos
          caualleros, y el vno dellos tenia fijo
          llamado Piramo, y el otro vna hija que
          llamauan Tisbe; y como se viessen muchas
          vezes encendió la conuersacion sus
          desseos. Y conformes en vna voluntad,
          acordaron de salirse vna noche porque
          tuuiesen compañia sus personas, assi como
          sus coraçones, e tomado este acuerdo,
          concertaron el que primero saliesse,
          esperasse al otro en vna puente que
          estaua fuera de la ciudad junto con el
          enterramiento del rey Nino; pues como
          Tisbe fuesse más acuciosa en el andar
          y en el amor, llegó antes que Piramo a
          la fuente. Y estando acompañada de sola
          esperança dél, salio de vna selva que
          alli se hacia vna leona toda sangrienta e
          sañuda, de miedo de la qual Tisbe se fue
          a meter en el enterramiento dicho. E como
          fuesse desatinada, cayosele el manto que
          cobria. Llegada la leona a aquel lugar,
          despues que vuo beuido en la fuente,
          despedaçó el manto e cubrio lo todo de
          la sangre que traya, e boluiose luego a
          la montaña. Pues como ya el desdichado
          Piramo a la fuente llegasse, vistas
          las señales del manto sospechó que su
          amada Tisbe fuese de alguna vestia fiera
          comida, e dando credito a su sospecha
          despues que con palabras lastimeras lloró
          su mala ventura, pusose vn cuchillo por
          los pechos. La sola e desdichada Tisbe
          quando ya el roydo de la leona cessó,
          salio de donde estaua por saber si era
          llegado su Piramo; y como llegase debaxo
          de vn moral do cayó con la ferida,
          hallóle que ya queria dar el ánima, e
          cayendo en la razon que pudo causar su
          muerte, llegó a el boluiendole el rostro
          arriba, que lo tenia en la tierra, y
          besandole diuersas vezes su fria boca,
          mezclando sus lagrimas e su sangre,
          començo a dezir. Buelue el rostro, señor
          mio, a tu desamparada Tisbe. No tengas
          mas amor con la tierra que comigo.
          Por cierto tambien terné fuerça para
          acompañarte en la muerte como para amarte
          en la vida; assi seguire yo muerta á ti
          muerto. E dichas estas palabras, sacó le
          el cuchillo de los pechos, y puesto en
          los suyos, abraçose con su amado e assi
          acabaron entrambos. Muchas razones y
          enxemplos y autoridades podria traer para
          enchir de verdad mi intencion; e no las
          digo por esquiuar prolixidad. Solamente,
          señoras, os suplico, que parezcays a
          la leal Tisbe, no en el morir, mas en
          la piedad que por cierto mas grave que
          la de Piramo es la muerte del desseo;
          porque la vna acaba, y la otra dura. E
          do vos seguridad que no os arrepintays
          de mi consejo. Catad que este amor que
          negays, suele emendarse con pena de quien
          lo trata con desprecio. E si todavia
          quisierdes seguir vuestra condicion,
          sostengan los que aman en su paciencia
          los dolores. E porque da ya las doze,
          e cada vno ha mas gana de comer que de
          escuchar.

                Ad quam
                gloriam nos
                perducat.--Amen.




             QUESTION DE AMOR DE DOS ENAMORADOS

             AL VNO ERA MUERTA SU AMIGA; EL OTRO
               SIGUE SIN ESPERANÇA DE GALARDON.
               DISPUTAN QUAL DE LOS DOS SUFFRE
               MAYOR PENA. ENTRETEXENSE EN ESTA
            CONTROUERSIA MUCHAS CARTAS Y ENAMORADOS
           RAZONAMIENTOS, Y OTRAS COSAS MUY SABROSAS
                      Y DELEITABLES[284].


                         EL PRÓLOGO

          Muchos son los que del loable y fructuoso
          trabajo de escreuir rehuyr suelen; unos
          por no saber, a los quales su ygnorancia
          en alguna manera escusa; otros por
          negligencia, que teniendo habilidad y
          disposicion para ello, no lo hazen: y a
          estos es menester que Dios los perdone
          en lo passado y emmiende en lo poruenir.
          Otros dexan de hazerlo por temor de
          los detractores y que mal acostumbran
          dezir, los quales, a mi parescer, de toda
          reprehension son dignos, pues siendo el
          acto en si virtuoso, dexan de usarlo por
          temor. Mayormente que todos o los que más
          este exercicio usan, o con buen ingenio
          escriuen o con buen desseo querrian
          escreuir. Si con buen ingenio hazen buena
          obra, cierto es que debe ser alabada. Y
          si el deffecto de más no alcançar algo
          la haze diminuta de lo que mejor pudiera
          ser, deuese loar lo que el tal quisiera
          hazer si más supiera, o la inuencion y
          fantasia de la obra, porque fue o porque
          desseó ser buena. De manera que es mucho
          mejor escreuir como quiera que se pueda
          hazer, que no por algun temor dexar de
          hazerlo. Mayormente que o estas cosas han
          de uenir a vista o juyzio de discretos
          y buenos, o de nescios y malos; y el
          discreto no habla mal y el bueno siempre
          dize bien. Pues el grossero y nescio mal
          puede juzgar las cosas agenas, que ni a
          si ni a las suyas conosce; el malo ¿qué
          mal puede dezir de nadie, pues él en si
          es malo? Assi que por ninguna uia el bien
          obrar deuria cessar. De donde el que la
          presente obra compuso, oluidado todo lo
          que se podia temer, deliberó lo mejor
          que pudo escreuir este tractado, dexando
          su nombre encubierto, porque los que con
          mas agudo ingenio querran en ella algo
          emmendar lo puedan mejor hazer y de la
          gloria gozar su parte.


                        ARGVMENTO
              Y DECLARACIÓN DE TODA LA OBRA

          El auctor en la obra presente calla y
          encubre su nombre por la causa arriba
          dicha, y porque los detractores mejor
          puedan saciar las malas lenguas no
          sabiendo de quién detractan. Tambien
          muda y finge todos los nombres de los
          caualleros y damas que en la obra se
          introduzen, y los titulos, ciudades
          y tierras, perlados y señores que en
          ella se nombran, por cierto respecto
          al tiempo que se escriuio necessario,
          lo qual haze la obra algo escura. Mas
          para quien querra ser curioso, y saber
          la verdad, las primeras letras de los
          nombres fengidos son las primeras de los
          uerdaderos de todos aquellos caualleros y
          damas que representan, y por las colores
          de los atauios que alli se nombran, o por
          las primeras letras de las inuenciones,
          se puede también conoscer quien son los
          seruidores y las damas a quien siruen. Y
          puesto que la dicha ficion haga la obra
          algo sospechosa de uerdad, es cierto que
          todos los caualleros y damas que en ella
          se introduzen, a la sazon se hallauan
          presentes en la ciudad de Napoles, donde
          este tractado se conpuso; y cada uno
          dellos seruia a la dama que aqui se
          nombra. Bien es uerdad que el auctor por
          mejor seruar el estilo de su inuencion y
          accompañar y dar mas gracia a la obra,
          mezcla a lo que fue algo de lo que no
          fue. Finalmente el principal proposito
          suyo ha sido querer seruir y loar una
          dama, que en la obra Belisena se nombra;
          por servir y complazer un cauallero a
          quien llama Flamiano, que aquella dama
          seruia. Entre el qual Flamiano y otro
          que en la obra Vasquiran se nombra, se
          mueue una contienda o question a manera
          de dialogo, en demanda y respuesta, qual
          de los dos con mas razon de la fortuna,
          como mas lastimado o mas apassionado
          se deue quexar: Flamiano de enamorada
          passion, sin remedio ni esperança en
          viuas llammas uiendose arder, ó Vasquiran
          siendole muerta su amiga, que era la
          cosa que en el mundo mas amaua. La qual
          estando en su poder, la cruel muerte
          della de toda sperança desesperado le
          dexó. Sobre lo qual con diuersas letras
          y embaxadas largos dias contienden; e al
          fin hallandose juntos, prosiguiendo la
          question, sin darle fin, pendiente la
          dexan, porque los que leyeren sin leer
          tengan, si querran, occasion y manera en
          que altercar y contender puedan.


                      COMIENÇA LA OBRA

          Acaescio pues que al tiempo que el rey
          Carlos de Francia entró en Ytalia e
          ganó el reyno de Napoles, vn cauallero
          que Basquiran hauia nombre, de nacion
          Española, natural de la ciudad de
          Todomir, andando en la corte del
          serenissimo e catholico rey don Fernando
          de España hallandose en la dicha corte o
          passando a la sazon por vna ciudad que
          Ciracunda se nombra, de vna dama que
          Violina se llamaua de la dicha ciudad
          natural estremadamente se enamoró, con
          la qual enel principio de sus enamorados
          desseos tan prospera la fortuna le fue,
          que si al fin como suele la rueda no le
          houiera hecho desfazer, el más de los
          gloriosos en tal caso se pudiera llamar,
          porque con tales ojos de Violina fue
          mirado que no menos presa de amor quedó
          con su vista que prendido hauia con su
          hermosura. Pues venido en conocimiento de
          Vasquiran lo que la ventura a su desseo
          le aparejaua, no sin mucho trabajo e
          peligro con assaz dificultad con Violina
          secretamente habló, de que sucedio que
          por la imposibilidad de la guarda que
          Violina delas compañas de su padre tenia
          para que más hablar como desseauan
          se pudiessen, Vasquiran tentó en las
          voluntades delos parientes de Violina
          lo que la suya desseaua; esto era que
          por muger se la diessen, lo qual no pudo
          alcançar por algun respecto que aqui no
          se escriue.

          Pues visto por esta parte el impedimento
          que sus desseos impedia, tentaron en la
          ventura suya de hallar el remedio que
          en las voluntades ajenas les fallecia.
          E fue que con acuerdo delos dos,
          postpuesto todo peligro assi de sus
          vidas como de sus honrras, Vasquiran
          vna noche e hurtadamente de casa de su
          padre á Violina sacó. Con la qual e
          con mucho peligro e trabajo e no menos
          contentamiento llegó en la ciudad de
          Valdeana, donde hauida vna suma de moneda
          con que segun su condicion biuir pudiesse
          e ofreciendosele seguro passaje con
          Violina se embarcó, haziendo su via a las
          partes de Italia. E llegados con tiempo
          prospero a la gran insula, en la ciudad
          Felernisa se desembarcó, que es en la
          dicha insula la mayor entre muchas que
          en ella hay. En la qual por algun tiempo
          deliberó biuir y estar; e alli comprada
          vna muy honrrada possession algun tiempo
          los dos muy alegres y contentos biuieron.
          En el qual tiempo muchas vezes se vio con
          vn grande amigo suyo, que Flamiano hauia
          nombre, natural de la ciudad de Valdeana
          de no menos noble linage que criança. El
          qual en la ciudad de Noplesano habitaua
          que es en Italia vna delas nobles que en
          ella haya. En la qual al presente muchos
          grandes señores e nobles caualleros
          habitauan, assi de la mesma nacion e
          patria naturales como de los reynos de
          España e otras muchas tierras. E quando
          estos caualleros con las presencias ver
          no se podian, con sus letras jamas de
          visitar se dexauan. Estando pues las
          cosas en este termino, se siguio que la
          duquesa de Meliano que era vna muy noble
          señora biuda con vna hija suya Belisena
          llamada, en todo estremo de virtud y
          hermosura complida, a la dicha ciudad de
          Noplesano vino para estar en ella algun
          tiempo. De la qual Belisena este Flamiano
          en tanta manera se enamoró, que ni a
          su passion sabia dar remedio, ni a su
          desseo podia dar contentamiento. Porque
          mirado e considerado el valor, merecer e
          virtud de Belisena, todas las esperanças
          que esperança de algun bien darle podian
          la puerta le cerrauan. Donde viendose
          de si vencido e de estremada passion
          combatido, no podiendo más consigo sofrir
          su pena, acordó prouar en ageno remedio
          lo que en el suyo para su descanso no
          hallaua. E esto fue que con la compañia
          de su amigo Vasquiran penso poder dar
          a sus males algun aliuio. Por el qual
          determinó enbiar para hazerle notoria
          parte de su congoxa, pero como nunca los
          males a solas pueden venir, acaescio que
          en este mismo tiempo que a este Flamiano
          esta passion enamorada sin libertad
          dexó, en aquel mesmo la cruel muerte
          dexó a Vasquiran su amigo sin libertad e
          alegria dando fin en los dias de Violina
          e comienzo en sus males.

          Lo qual por Flamiano sabido tanto dolor
          crecio en su coraçon que penso perder el
          natural juyzio. Pues despues de muchos e
          varios pensamientos que por la fantasia
          le passaron sobre lo que en tal caso de
          si determinaria, acordó por mas breuedad
          con vn camarero suyo que Felisel hauia
          nombre, para el presente embiarlo a
          visitar e consolar de su desastrada
          fatiga e desculpar de su indisposicion.
          El qual Felisel despues de informado de
          lo que su señor le mandó que hiziesse e
          de su parte dixesse, dio comienço a su
          camino. E assi en pocos dias llego a la
          ciudad de Felernisa.


            COMO FELISEL DESPUES DE LLEGADO Á LA
          CIUDAD DE FELERNISA E VISTO Á VASQUIRAN,
                 LE NOTIFICO SU EMBAXADA

          Pues llegado Felisel á Felernisa donde
          Vasquiran estaua, e vistas e notadas
          muchas cosas como adelante se contará,
          comiençale a hablar desta manera:

          La necessidad, señor, en que me pone
          lo que me ha sido mandado, me fuerça
          a que mi embaxada te haga notoria; la
          compassion de ver tus sospiros me conbida
          más a dessear ayudarte a plañir tus males
          que no a poner remedio con mis razones
          en ellos, porque creo que quanto en mi
          saber con su flaqueza mengua razon para
          consolarte, en la sobra de tu tristeza
          sobra causa para más entristecerte, de
          suerte que no sé determinarme a lo que
          contigo deuo hazer. Mi obligacion me
          constriñe á hablarte, la conpassion me
          cierra la boca; tu virtud e nobleza me
          dan atreuimiento, tu daño y desuentura
          me lo quitan, de manera que peor aparejo
          hallo en mi para dezir, que disposicion
          veo en ti para escuchar; e assi no sé
          lo que en tal caso de mí determine;
          pero al fin será mejor que como pudiere
          ó supiere cumpla lo que soy obligado,
          diziendote á lo que soy venido, e aun
          que, señor, mi habla te muestre lo que
          en mi falta de saber para consolarte,
          en mi pesar conocerás quanto el tuyo me
          pesa, la voluntad e amor que mi señor
          te tiene, y el mal que tus males en los
          suyos de dolor acrecientan e quanto tu
          perdida le ha sido graue, la qual si
          como con la voluntad siento, pudiese con
          las fuerças remediarla, lo menos que
          por ti ofreceria seria la vida desseando
          tu salud que como la suya le es cara; e
          assi, señor, me mandó que de su parte te
          dixesse que si al presente a visitar no
          te viene es por dos causas. La una porque
          como te he dicho, tanto tu dolor le
          pena que más presto a crecer tus lloros
          te ayudaria que no a poner en ellos el
          remedio que tú has menester y el dessea.
          La otra es que sus males tan sin plazer
          le tienen, que juntados con los tuyos que
          más crudos los juzga tan rezio los vnos
          como los otros se podrian encender, que
          podrian ser causa que las entrañas de
          entrambos en mayores llamas se viessen
          arder, de suerte que ni él a ti ni tú
          á el, remedio os pudiessedes poner. E
          por tanto te ruega que al presente por
          escusado le tengas, hasta que Dios quiera
          que el tiempo e la razon en tus lagrimas
          pongan algun sossiego, porque mas
          desocupado tu joyzio pueda fablar quando
          a verte viniere; porque assi viniendo
          a te consolar de lo que perdiste, de
          su mal te pueda como á verdadero amigo
          pedir algun consejo que consuelo le
          pueda dar, lo que ya para hazer estaua
          aparejado e determinado si esta ventura
          tuya para mayor hazer la suya no houiera
          acaecido; y asi, señor, te ruega que á
          él con tu virtud tengas por escusado e
          a ti con tu discrecion comiences a dar
          algun reposo en tu congoxa, pues que la
          muerte, como mejor sabes, a todos es
          natural y escusarla no podemos, ni en
          esta vida seguridad ninguna alcançar se
          puede de su salteada venida, ni de los
          secretos desastres y pesares que nuestra
          naturaleza por tantas partes tan secretos
          e aparejados nos tiene. A vnos en la
          muerte en medio de su contentamiento
          dexándolos á solas acompañados de pesar
          como agora a ti haze; á otros con
          fatigada e trabajosa vida haziendoles
          aborrecer el biuir, como a él ha hecho;
          que le tiene tal su pensamiento que sin
          esperança de verse jamas libre le haze
          desear lo que á ti te ha lastimado.
          Porque su mal es de tal manera que quando
          a ti el tiempo e la razon te començarán
          naturalmente á enfriar el fuego de tu
          llaga, entonces a él mas los rayos de
          la passion le acabarán de abrasar las
          entrañas, de suerte que entonces haurá
          de venir á buscar en ti el remedio que
          tú agora tanto has menester. Esto te
          dize, porque como sabes consuelo pone
          á los atribulados hallar a sus males
          alguna compañia como agora tú en la
          suya puedes hallar, viendo quanto mas
          peligroso su mal es que el tuyo. E por
          tanto deues desseando consolar a él por
          el amor que le tienes e començar a poner
          consolacion en ti de lo que sientes, y
          en esto harás lo que deues contigo y lo
          que eres obligado con él. Muchas otras
          cosas, señor, te podria en esto dezir
          que tú mesmo mucho mejor que no yo las
          sabes e conoces, e aun lo que te he
          dicho para contigo con muchas menos
          palabras pudiera ser razonado, sino que
          la diversidad e graueza de vuestros males
          no me han dado lugar a que menos pudiesse
          hazer. Assi que, señor, yo te he dicho lo
          que de parte de mi señor me fue mandado
          que te dixesse porque sepas que te dexé
          plañiendo tu perdida y doliendose della e
          desesperado de esperança para su remedio
          e de salud para su vida. Plega á nuestro
          Señor que ponga en cada vno de vosotros
          tanta alegría quanto agora veo que os
          sobra pesar.


             RESPUESTA DE VASQUIRAN Á FELISEL

          Mis pesares y desuentura tan sin plazer
          me tienen que me pesa no poder hauerte
          hecho aquella cortesia y acogimiento
          que mi condicion requiere e tú mereces,
          porque verdaderamente, Felisel, tanto
          tu buena criança siempre me plugo que
          me duele no poder dartelo con mis obras
          a conocer. Verdad es que agora con tus
          palabras y embaxada me has enojado
          en tanta manera, e si a esto y a la
          intencion de quien te embia no mirasse,
          dudo que no te houiesse respondido más
          asperamente, lo que tú no mereces por ser
          mandado. E aun creo que si en mi houiera
          lugar donde nueuo pesar pudiera caber,
          que la yra houiera vencido la voluntad
          a lo que no houiera querido, tratandote
          no como la razon requiere más como tu
          habla me ha puesto alteracion; pero como
          dicho he, ya mis males tal me tienen que
          los enojos que agora llegan lugar no
          hallan do caber puedan. Tambien considero
          que quien te ha embiado más a ello le
          mouio amor que malicia, e por esto ni a
          ti respondo como querria, ni a él como
          deuiera, segun el fin de su mensajeria.
          E tambien porque conozco que como á
          mi la pasion me quita la razon de la
          lengua, assi a él el aficion le ciega el
          entendimiento para turbarle el verdadero
          conocimiento de lo que dize.

          E pues que ansi es, no quiero con larga
          respuesta castigar su culpa ni crecer
          mi enojo, porque la sana amistad de
          entre nosotros la ponçoña de nuestras
          enfermedades no la adolezca e sea causa
          de tornarme a lastimar de nueuo con
          perder mis amigos más de lo que me ha
          lastimado con el haberme hecho perder
          aquella en quien mi vida consistia.
          Verdad es que no los querria para que
          como él con tales consolaciones me
          enojassen, mas para que de mi daño les
          pese como es razon y les duela, pues que
          remedio no tiene; e por tanto por agora
          de mi parte no quiero que le lleues otra
          respuesta sino una breue carta, la qual
          no menos graveza me pone escreuirla que
          tristeza e alteracion me puso oyrte,
          solo por tratar de cosa que hauria más
          menester oluidalla si possible fuesse
          que reduzilla á la memoria. E como se
          la des dile de parte mia que más valiera
          que me pusiera remedio si en mi daño le
          houiera, que no que me diera consejo de
          lo que yo no pido ni me aprouecha.


                         EL AUCTOR

          Y luego recebida por Felisel la letra
          de Vasquiran e atentamente escuchada su
          respuesta, no solamente conprehendio lo
          que Vasquiran espresamente le dixo, mas
          aun lo que de dolor en las entrañas le
          quedaua secreto, viendo lo que publicaua
          con la boca, gesto, meneo y reposo en
          el comer, dormir e velar, assi a solas
          como acompañado, y en todos sus actos,
          atauios e arreos de su casa, e asi de
          las cosas que en ella vio en todos sus
          criados e seruidores e aun en todo el
          exercicio suyo tantas cosas notó, que
          pudo claro juzgar segun lo que veya lo
          que sin ver en su pensamiento juzgaua.
          E assi la letra recebida e de Vasquiran
          despidido, con algunos de sus criados se
          salio razonando hasta vn patio donde ya
          vn criado suyo la caualgadura aparejada
          le tenia con las otras cosas que al abito
          del camino se requerian.

          E despues de hauer caualgado se
          despidio de aquellos que le acompañauan
          hablandoles assi: Señores, plega á Dios
          que ponga en el señor Vasquiran tanto
          consuelo y en vosotros tanta alegria
          quanto sus males e vuestra tristeza han
          menester; e quanto su dolor a mi me da
          pesar e vuestro enojo me duele, porque
          pueda gozar de la parte que dello me
          cabrá quando aca tornare, que será mucha
          segun lo que del daño me cabe, porque
          de lo que agora peno entonces descanse;
          que en verdad os digo que con lo que me
          ha afligido ver vuestra fatiga y con la
          pena que los muchos sospiros e tristeza
          de mi señor Flamiano me han dado, yo la
          haure bien menester. Porque os certifico
          que no menos atribulados él a nosotros
          con su tormento nos tiene, que el señor
          Vasquiran a vosotros con su lastima.
          Acabadas las palabras dió comienço a su
          camino, el qual con varios pensamientos
          de las cosas que auia visto prosiguio
          hasta llegar donde su señor estaua, el
          qual salio aparejandose para justar en
          vnas justas que despues que él de alli
          era partido se eran concertadas.

          Pues como Flamiano le vio, despues de
          hauerle saludado con mucho amor le dixo:

          Felisel, tu seas bien llegado; ya vees
          a que tiempo vienes e cómo me hallas,
          por mi amor que por agora no me cuentes
          ninguna cosa hasta que esta jornada sea
          passada, porque ni te podria bien oyr ni
          entender; pero ven conmigo e mostrarte
          he lo que para este dia tengo aparejado
          e dezirme has lo que dello te parecera,
          aunque tu ausencia me ha hecho falta.


          LAS COSAS QUE FLAMIANO MOSTRO A FELISEL
            QUE PARA LA FIESTA TENIA APAREJADAS

          Tomando Flamiano a Felisel su criado por
          la mano, le metio en vna quadra donde
          todos sus atauíos tenia aparejados, e
          antes de nada mostralle le dixo: Sabras,
          Felisel, que despues que de aquí partiste
          nunca mis ojos más de vna vez, para
          lastimarme muchas, han podido ver a mi
          señora Belisena, la qual salio a los
          desposorios del conde de la Marca, de
          que yo dos días antes fuy auisado, e por
          no dexar el luto de Violina como no era
          razon, no quise aquel dia mas vestirme
          de vna loba frisada forrada de damasco
          negro acuchillada toda por encima, de
          manera que por ella mesma se mostrasse
          la forradura con las cuchilladas todas
          atadas con vnas madexas de seda negra con
          vna letra que dezia:

              Claro descubre mi pena
            mi tristeza y el agena.

          E assi sali quando supe que caualgaua, y
          llegado que fuy en su presencia conoci
          en su rostro que de mi vista le pesó, e
          para mas lastimarme no quiso consentir
          que la rienda le llevasse, de que sentí
          lo que puedes juzgar. Llegados a la
          fiesta, el dançar duro gran parte de la
          noche, donde concertamos vna partida de
          justa quatro a quatro a ocho carreras. Va
          de precio de la vna partida a la otra,
          vna gotera de plata de ocho marcos la
          qual se dara a quien mejor justare; al
          que más galan saliere a la tela con dos
          cauallos atauiados vno con paramentos e
          cimera, otro con un paje e guarnicion e
          a la noche con ropa de estado de brocado
          forrada de raso o damasco; se dan ocho
          cannas de raso carmesí.

          Somos de la vna parte el marques de
          Persiana, el conde de la Marca, Camilo
          de Leonis e yo. De la otra son el señor
          marques Carliano y el prior d'Albano y
          el marques de Villatonda y el prior de
          Mariana.

          Esta fiesta concertada para la noche en
          casa de la señora duquesa de Meliano, en
          la qual estamos concertados todos ocho
          de salir en momería con las ropas que
          te he dicho, e para esto tengo hecho
          esto que agora verás. E assi le mostró
          vnos paramentos e vna guarnicion de raso
          encarnado chapados todos de vnos braseros
          de plata llenos de brasas, e la cimera de
          lo mismo con vna letra que dezia:

              Es imposible saltar
            de las brasas donde muero
            pues que m'abrasa el brasero.

          E mostróle para la noche vna ropa de
          brocado blanco forrada de raso encarnado
          con vnas faxas de raso por de fuera
          llenas de vnas villetas de oro de
          martillo con vna letra que dezia:

              Encontraronme en los ojos
            e hizieron la herida
            en el alma y en la vida.

          Y despues le mostró doze vestidos para
          doze moços e vn paje de damasco blanco y
          raso encarnado, con todo su conplimiento.

          Y despues que todo se lo houo mostrado,
          Felisel le dixo que le parecia que todo
          estaua muy bueno. Pues llegado el día
          de la fiesta despues de las damas ya
          salidas, los caualleros salieron a la
          tela todos a vn tiempo, por dos partes
          como es costumbre hazerse, e hecha su
          buelta y mesuras y cerimonias como en
          tal fiesta se acostumbra, el justar se
          començo.

          Salio Flamiano con los atauios que
          hauemos dicho, al qual se dió el precio
          de gentil hombre. Sacó el marques de
          Persiana vnos paramentos de terciopelo
          leonados con vnas puentes de plata
          rompidas, sembrados todos los paramentos,
          con vna cimera de lo mesmo. Dezia la
          letra:

              No pueden pasar mis males
            pues que en medio[285]
            les ha faltado remedio.

          Sacó a la noche vna ropa de brocado
          blanco forrada de raso leonado con vnas
          faxas del mismo raso chapadas de vnas
          plumas de escreuir de oro, con vna letra
          que dezia:

              No se puede mi passion
            escreuir
            pues no se puede suffrir.

          Sacó los moços e pajes vestidos de los
          mismos colores de blanco y leonado.

          Sacó el conde de la Marca vnos paramentos
          e guarnicion de terciopelo negro con vnas
          puertas de jubileo cerradas, sembrados
          todos los paramentos dellas hechas de
          plata con vna letra que dezia:

              Aunque haya en todos los males
            redempcion,
            no se espera en mi passion.

          Sacó a la noche vna ropa de brocado
          morado, forrada de raso blanco con faxas
          del mismo raso sembradas de vnas faxas de
          oro, con vna letra que dezia:

              Yo solte tras mi esperança
            mi plazer,
            y jamas le vi boluer.

          Sacó los moços e pajes vestidos de
          raso morado y terciopelo negro con
          guarniciones de damasco blanco.

          Sacó el señor Camilo de Leonis vnos
          paramentos de raso morado con vnos
          castillos de cartas sembradas por encima
          de plata e la cimera de lo mismo, con vna
          letra que dezia:

              Tiene puesta mi esperança
            el pensamiento
            donde la derriba el viento.

          Sacó a la noche vna ropa de brocado
          morado forrada de raso leonado con las
          faxas del mismo, con vnos clauos de oro
          sembrados por ellas con vna letra que
          dezia:

              La poca firmeza haze
            á mi cuydado
            que esté en el alma clauado.

          Sacó los moços e pajes vestidos de
          terciopelo leonado e damasco morado.

          Sacó el señor marques Carliano vnos
          paramentos quarteados de pardillo y
          morado, chapados de vnas serpientes,
          llamadas ydrias, de plata, con vna por
          cimera, con vna letra que dezia:

              Si vn inconueniente quito
            á mi pesar
            me nacen siete a la par.

          Sacó a la noche vna ropa de brocado
          pardillo forrada de raso morado con las
          faxas del mismo raso sembradas de vnos
          improperios bordados de oro con vna letra
          que dezia:

              Muy mayor fuera no veros
            que sofrillos por quereros.

          Sacó los moços vestidos de terciopelo
          pardillo e damasco leonado.

          Sacó el señor prior de Mariana vnos
          paramentos e guarnicion de raso encarnado
          chapados de vnos manojos de plata con vna
          letra que dezia:

              De quantas muertes padezco
            mis querellas
            ponen las señales dellas.

          Sacó a la noche vna ropa de brocado
          morado forrada de raso encarnado con
          las faxas del mismo raso sembradas de
          medallas de oro con vna letra que dezia:

              No hay treslado vuestro
            sino en mi cuydado.

          Sacó los moços e paje vestidos de raso
          encarnado e terciopelo morado.

          El marques de Villatonda sacó vnos
          paramentos y guarnicion de raso carmesi
          con vnos mallos de plata, e la cimera con
          los mismos mallos y las palas, con vna
          letra que dezia:

              Quando mas vn pensamiento
            llega cerca de mi quexa
            tanto vn otro mas lo alexa.

          Sacó a la noche vna ropa de brocado
          carmesi forrada de raso amarillo e las
          guarniciones con vnos manojos de maluas
          bordadas por ellas con vna letra que
          dezia:

              Si quiés ver de tu porfia
            la esperança que hay en ella
            mira al mismo nombre della.

          Sacó los moços e paje vestidos de brocado
          carmesi.

          Sacó el prior Dalbano vnos paramentos
          de terciopelo encarnado e vnos ramos
          de laurel e vna corona de lo mismo por
          cimera con vna guarnicion desta manera, e
          vna letra que dezia:

              Corónese mi desseo
            pues que ha sabido emplearse
            do no sabe remediarse.

          A la noche sacó vna ropa de brocado azul
          forrada de raso encarnado con las faxas
          llenas de vnas lanternas de oro, con vna
          letra que dezia:

              El fuego que el alma abrasa
            aunque se encubre
            con la pena se descubre.

          Sacó vestidos los moços de raso azul
          e damasco encarnado. E desta suerte
          salieron los caualleros.

          La fiesta duró quasi toda la noche. Y
          despues de todos tornados a sus posadas
          e Flamiano a la suya, hauiendo reposado
          de la passada fatiga, tornando al trabajo
          de la congoxa presente mandó llamar a
          Felisel, el qual en su presencia venido
          le dixo: Agora di lo que con Basquiran
          pasaste y lo que á mi embaxada te
          respondio y qué tal le has dexado.

          Al qual Felisel respondio: Pluguiera
          a Dios, señor, que de tal trabajo me
          houieras escusado porque lo que tus
          enojos de contino me tienen atormentado
          me bastaua para que de otros nueuos me
          escusaras. Lo que con el señor Vasquiran
          he pasado e lo que en él he visto e
          juzgado es tanto que dudo que della
          te pueda hazer tan conplida relacion
          como seria menester. Empero lo mejor
          que podré te dare dello en suma alguna
          cuenta. E assi comenzó a dezir:


              RESPUESTA DE FELISEL A FLAMIANO

          Despues, señor, que de aqui parti, en
          poco tiempo aunque con mucha fatiga por
          la dificultad del largo camino e fatigoso
          tienpo, yo llegué a Felernisa donde como
          yua informado, pense hallar a Vasquiran,
          pero como en su posada fuy apeado, supe
          de vn mayordomo suyo que en ella hallé
          como pocos dias despues de la muerte de
          Violina se era partido a vna heredad suya
          que cuatro millas de la ciudad estaua, lo
          qual segun aquel me informó hauia hecho
          por dos respectos. El vno por desviarse
          dela importunidad de las muchas vistas;
          el otro por mejor poder en medio de su
          dolor dar lugar a que sus lagrimas más
          honestamente compañia le hiziessen. Pues
          esto sabido, la hora era ya tal que
          me fue forçado apearme y reposar alli
          aquella noche. E assi aquel su mayordomo
          con mucho amor e cortesia sabiendo que
          era tuyo, despues de hauer mandado que a
          mi moço e caualgadura complido recaudo
          diessen, por la mano me tomó e razonando
          en muchas e diuersas cosas assi de ti
          como del desastre de su señor, todos o
          los mas principales aposentos de aquella
          casa me mostró, en los quales vi muchas
          estrañezas que sobre la muerte de Violina
          Vasquiran hauia hecho hazer, y el primero
          que vi fue en vna puerta principal vna
          muerte pintada en ella con vna letra que
          dezia:

              Esté en la puerta primera
            do se vea
            que mi vida la dessea.

          Entrando en la sala vi que toda estaua
          cubierta de vnas sargas negras con vnos
          escudos bordados en medio de cada vna
          en que estauan las armas de Vasquiran
          quarteadas con las de Violina, con vnas
          flechas sembradas que la muerte las
          tiraua de la puerta con vna letra que
          dezia:

              Con mis tiros he apartado
            las vidas, por ser mortales,
            mas no dellas las señales.

          Vi andando por todas las otras partes de
          la casa que todas las puertas estauan
          teñidas de negro de dentro y de fuera, y
          la letra dezia:

              La muerte dexó el dolor
            e tristeça de manera
            que se muestre dentro y fuera.

          Vi mas en cada vna de las camaras e
          retraymientos vna cama sin cortinaje con
          vnas sargas pardillas que las cubrian
          con vnas faxas amarillas en torno, con
          vna letra en cada vna por las faxas que
          dezia:

              La vida desesperada
            trabajosa
            con el trabajo reposa.

          Vi mas, que todos los suelos estauan
          cubiertos de reposteros de grana, con
          vnas almaras bordadas en ellos, con vna
          letra en cada repostero que dezia:

              Todas van mis alegrias
            por el suelo,
            pues no hay en mi mal consuelo.

          E assi discurriendo por las otras partes
          del aposento llegamos a vn hermoso
          jardin, del qual estaua la principal
          puerta cerrada de cal y canto con vna
          letra encima que dezia:

              La puerta de mi esperança
            no se puede más abrir
            hasta que torne el morir.

          Entramos por vna puerta pequeña que de vn
          estudio baxaua en la huerta, en la qual
          entre muchas e grandes gentileças que vi
          hauia vna muy rica fuente la qual estaua
          seca que no corria, con vna letra en
          torno que dezia:

              Secaronla mis enojos
            para passarla en mis ojos.

          De esta manera, señor, andouimos mirando
          toda la casa, donde vi tantas cosas
          lastimeras de notar que casi atonito
          me tenian. Pues hauiendo ya la mayor
          parte visto nos tornamos a cenar e gran
          parte de la noche passamos razonando de
          diuersas cosas, hasta que el camarero
          me traxo a vna camara donde Vasquiran e
          Violina solian dormir, en la qual hauia
          vna rica cama de campo parada e alli me
          aposentó, e despues de quedar a solas
          miré muchas cosas que en la camara hauia,
          en que vi vn mote escripto de la mano de
          Vasquiran que dezia:

            Sin ventura ni remedio.

          Vi mas en vn aparador donde hauia muchas
          cosas assi de ropas de vestir menudas
          de Vasquiran como de Violina, entre las
          quales vi un rico espejo e segun yo noté
          creo, segun deuia ser, con que Violina se
          tocaua, segun juzgué de vna letra que en
          él hauia que dezia desta manera:

              Yo te miro por mirar
            si veré en ti el bien que viste
            y tú muestrasteme triste.

          Pues al fin, señor, ya del sueño vencido
          y del trabajo fatigado yo me dormi. La
          mañana venida, despues de leuantado, sin
          oyr missa, con vna guia que el mayordomo
          me dio yo me parti para donde Vasquiran
          estaua, y en poco espacio llegué a vna
          muy hermosa heredad con vna gentil
          morada, donde hallé todos los criados
          de Vasquiran passeandose por vna plaça
          que delante la puerta de la casa estaua,
          al costado de la qual hauia vn gentil
          passeador cubierto de cipres, e al cabo
          vna gentil yglesia aunque pequeña. Pues
          como me conocieron, ante que me apeasse
          todos me rodearon con mucho amor, aunque
          con poco plazer, e como en medio dellos
          me vi, vilos vestidos todos de amarillo
          con unos retulos en las mangas izquierdas
          que dezian:

              Vistenos el esperança
            del que espera
            el remedio quando muera.

          Acordandome lo que el dia e la noche
          antes hauia visto e lo que en ellos
          començaua a ver, marauilleme e supe
          despues de apeado, cómo no estaua alli
          su señor, pero tomóme su camarero por
          la mano y lleuóme por debaxo de vnos
          arboles hasta la marina cerca de alli á
          vnas grutas que la mar la batia, donde
          hallamos a Vasquiran a solas sobre vna
          pequeña roca assentado, con vn laud en la
          mano, cantando este villancico:

              No dexeys, lagrimas mias,
            de dar descanso a mis ojos
            pues lo days a mis enojos.
              Pues salis del coraçon
            donde está mi pensamiento,
            con vosotras solas siento
            gran descanso en mi passion,
            sientolo porque es razon
            que repose en mis enojos
            con vosotras en mis ojos.

          Estaua vestido todo de pardillo y con
          vnos torçales de seda leonada torcida por
          toda la ropa, con vna letra que dezia
          ansi:

              Mi trabajosa congoxa
            nunca en mis males afloxa.

          Algo estuve escuchandole sin que me
          viesse, pero como me vido, dexado el
          laud, con los brazos abiertos a mi se
          vino. E despues de muchas vezes con
          mucho amor hauerme abraçado, començo a
          dar los mayores y mas doloridos gemidos
          e solloços que nunca vi, e despues de
          algo hauer dado espacio con su llanto
          a su dolor me començo a dezir. ¡O
          mi buen amigo Felisel! ¿quién te ha
          traydo a verme pues que a ninguna cosa
          mi triste suerte da lugar que me vea
          sino a pesares y desuenturas que me
          lastimen? ¿Como consintio mi ventura
          que me viesses? No creo que lo haya por
          otra cosa hecho sino por lastimar con
          el plazer de tu vista la memoria de
          mis males. ¿Qué te parece de tu amigo
          Vasquiran quán sin alegria la muerte le
          ha dexado? ¿Cómo en medio de sus plazeres
          son nacidas tan crudas tristezas? ¿Cómo
          te dexo mi soledad llegar aqui para que
          me viesses, pues que las puertas tiene
          cerradas a todas las cosas que consolarme
          puedan? Qué te parece quan solo de plazer
          tu buena amiga Violina me ha dexado e
          quan aconpañado de tristezas? Las quales
          palabras me dezia con tan graue dolor
          que pense que con cada palabra se le
          arrancauan las entrañas. Assi estouimos
          vna pieça hasta que algo reposado me
          tomó por la mano e demandandome de ti
          e dandome razon de sus males me truxo
          hasta la posada suya que te dixe, e ante
          de entrar en ella me llevó a la yglesia
          que delante della estaua, en medio de la
          qual estaua la sepultura de Violina con
          vna tumba grande cubierta de vn paño de
          brocado rico, con vna cortapisa de raso
          negro ancha en torno, con vnas letras
          bordadas en ella que dezian:

              Dentro en esta sepultura
            está el bien de mi ventura.

          Llegados cerca de la sepultura me dexó
          de la mano e echóse de pechos encima,
          donde más doloridos gemidos y más tristes
          palabras que a mi me hauia dicho, tornó
          de nueuo a dar. En tanta manera, señor,
          le vi atribulado, que nunca me acuerdo en
          parte verme que tanta tristeza sintiera
          como mi alma alli sentio de verle tal. E
          despues que algun espacio assi estuvo me
          tornó a tomar por la mano e dixome:

          Perdoname, Felisel, que no tengo en mi
          mas alegre recibimiento con que alegrarte
          pueda, que este que vees. E assi nos
          venimos hasta la casa, la qual toda vi
          con los mismos misterios que la otra
          hauia visto, e despues de hauer comido
          e gran parte del dia pasada en diuersas
          cosas que de su mal me contó y de tu
          congoxa le dixe, lo qual oyó con tanto
          amor como si tristeza en el no houiera.
          E tanto de tus pesares sintio pesar que
          con los suyos los juzgué yguales. Al
          fin tu embaxada le hize notoria de la
          manera que me mandaste. A la qual con
          assaz enojo me respondio, aunque con muy
          corteses razones, pero pareciole que
          en las cosas que le embiauas a dezir
          haziendole entender que tu mal juzgauas
          mayor que el suyo, e le hazias no solo
          gran enojo mas aun casi por injuria lo
          recibia. E despues de hauerme a muchas
          cosas satisfecho con razonables palabras
          y muchas razones, passado aquel dia e
          otros quatro que alli me tuvo, siempre de
          tus cosas demandandome e de las suyas
          contandome, le pedi licencia, la qual
          con mucha dificultad del alcancé, porque
          quisiera detenerme alli algun dia más si
          pudiera.

          Al fin viendo que mi porfia forçaua su
          voluntad, al tiempo que dél me despedi,
          con muchos sospiros me dió esta carta que
          te traygo.


               CARTA DE VASQUIRAN Á FLAMIANO

          Si como has pensado, Flamiano,
          consolarme, pudiesses darme remedio, bien
          conozco de ti que lo desseas lo harias,
          mas como mis males remedio no tienen,
          ni tú me le puedes dar, ni yo de nadie
          le espero sino de la muerte que dellos
          fue la causa. Y por tanto no te deues
          fatigar en dar consejo a quien no puedes
          dar socorro. E no quieras ver más de mi
          daño, sino que en sola la muerte está su
          remedio. Verdad es que tu intencion fue
          sana, mas tu parecer es falso, pensando
          que con hazer mayor tu mal que el mio,
          me ponias en él algun consuelo, y es al
          contrario; antes me le quitas viendo
          que siendo el tuyo tan pequeño te tenga
          tan cegado que no conozcas la clara
          differencia que hay del vno al otro.
          Quieres tú hazer yguales tus desseos e
          sospiros que de sola passion de bien
          querer con tus quexas nacen, con mis
          lagrimas que la muerte de aquella por
          quien yo alegre biuia lo causa. ¡Qué
          engaño recibes tan grande queriendo
          ygualar con las angustias mortales los
          pensamientos ó congoxas veniales! Por mi
          amor, que pues bien me quieres, mal no
          me trates tornando á enojarme con otra
          semejante embaxada que tales razones la
          acompañen. En especial queriéndome dar a
          entender que mis lastimas con el tienpo
          y la razon se harán menores, pues que es
          por el contrario, que ante la razon, como
          es razon, las hará siempre mayores y el
          tiempo quanto mas se alargará mas las
          hará alargar. Porque quantos mas mis dias
          fuesen pues que en todos y en cada vno
          he de contino de sentir nuevos e muchos
          dolores del bien que he perdido, más
          seran las penas que en ellos sentire. De
          manera que quanto mas presto mi vida se
          acabe tanto mas presto mi mal se acabará,
          e quanto más durare por el contrario.
          E si quieres saber más claras razones
          por do conozcas quanto mi desuentura es
          mayor que la tuya, escriueme las causas
          della e yo te mostraré las de mi daño e
          assi vernás en el verdadero conocimiento
          de todo; y porque conozcas della parte,
          glosa este villancico y verlo has.

              Si el remedio de mis males
            es morir,
            ¿que vida me es el biuir?
              Si en el mal de mi querella
            no hay remedio sin la muerte,
            claro está que desta suerte
            la vicia es ocasion della,
            pues si está el bien en perdella
            con morir,
            todo el daño está en biuir.


            LO QUE FLAMIANO HIZO DESPUES DE HAUER
               OYDO Á FELISEL E LEIDA LA CARTA

          Muy atentamente Flamiano escuchó todas
          las cosas que Felisel le contó y no podia
          menos hazer de no derramar infinitas
          lagrimas acompañadas de muchos sospiros,
          e despues de hauerle oydo començo a leer
          la carta, e leyda como dicho es, estuvo
          una pieça callando sin ninguna cosa
          dezir; e passado un poco espacio tornó
          a preguntar a Felisel muchas cosas por
          menudo particularmente, de las quales
          cosas siendo muy bien de todas informado,
          publicando lo mucho que los males de
          Basquiran le dolian, començo assi á dezir:

          ¡Por quantas vias e maneras en esta
          misera vida los pesares e desuenturas
          á los humanos saltean de impensadas
          congoxas, e aquellos más de perder estan
          seguros que menos tienen que perder
          puedan y en aquellos menos los muy
          lastimados golpes de la manzilla lastiman
          que más gruesso o rudo el entendimiento
          para sentirlo tienen! De manera que en
          esta vida trabajosa no se puede reposar
          ninguno del miedo del perder sino con el
          misero defeto de la pobreza, nin se puede
          alcançar de carecer de no doler sino con
          la mengua del saber, e assi los que no
          tienen fatigas con la pena del dessear,
          los que algo posseen atormentados del
          temor de perder, los de agudo ingenio
          lastimados con las vexaciones de los
          acontecimientos desastrados, los rusticos
          o grosseros aborrecidos por su defecto,
          a los vnos e a los otros nunca jamas
          les falta lugar por do el mal entre. De
          manera que biuir no se puede por ninguna
          via sin penar. Al fin todos desseamos
          alcançar las prosperas vanidades desta
          que llamamos fortuna e con este desseo
          cegamos nuestro entendimiento; ella con
          lo que nos da turba nuestro juyzio; en
          conclusion, quien menos della alcança
          más sin remedio bive. Pues quien no teme
          no pena, quien pena no siente contento
          se halla, quien contento viue siempre
          está alegre, pues do está alegria no
          hay tristeza, e quien no está triste
          siempre con el plazer rie e no llora.
          Como por el contrario agora este sin
          ventura Vasquiran e yo hazemos. El con lo
          que ha perdido sin remedio de cobrarlo,
          yo con lo que desseo sin esperança de
          alcançarlo, nuestros dias siempre en
          lagrimas veremos consumir assi como
          hazemos.

          Acabado su razonamiento se voluio a
          Felisel e dixole: Por mi amor, que no
          ayas en fatiga tornar a ver a tu amigo
          e mi hermano Vasquiran, y lleuarle has
          vna carta mia, porque aunque con las
          razones della enojo reciba, más vale que
          mi enojo le ocupe el tiempo que no que
          el pensamiento del suyo le trastorne
          el juyzio con su dolor, como podria
          acontecer, e aun a mí el mio.

          E ante que mi carta le des le dirás de
          parte mia que aunque mis embaxadas e
          cartas alguna importunidad le den, más
          pesar e fatiga siento yo de la de la que
          el dolor a él le da, e que me parece
          vna cosa que le deue a él contecer
          assi como a mí, que el platicar en las
          cosas de mi passion tantas passiones
          me trae a la memoria que de allí dan
          en el pensamiento; del pensamiento dan
          en el coraçon, llegados alli la calor
          de su fuego haze destilar en lagrimas
          por los ojos el pesar y en sospiros por
          la boca las congoxas. E assi andando
          de la vna a la otra parte no dexan a
          sus ponçoñas que en las entrañas se
          reparen porque de tristeza las ahogan,
          porque como sabe, dulce compañia es á
          los atribulados estas dos cosas, y que
          juzgue de mi voluntad lo que deue y no
          lo que le parece, e que ya sabe que el
          buen marinero en la mayor fortuna en
          medio del golfo busca saluacion y en la
          tierra el mayor peligro. E que assi yo en
          el golfo de sus fortunas y en el de las
          mias mejor podremos saluarnos nauegando
          que no surgendo sobre las ancoras de la
          desesperacion en el puerto de los agenos
          plazeres con nuestras tristezas.

          Pues recebida la carta Felisel y todo
          su razonamiento bien entendido, otro
          dia se partio. E llegado á Felernisa
          halló que ya Vasquiran a la ciudad era
          tornado, el qual con mucho amor aunque
          con poca alegria lo recibio. Apeado que
          fue començaron passeandose por vnos
          corredores que sobre la huerta salian,
          a hablar de muchas cosas entre las
          quales Felisel le contó todo lo que en
          las justas passadas hauia passado. E
          despues de mucho hauer los dos razonado
          a cenar se retraxeron. E otro dia de
          mañana hauiendo oydo missa Vasquiran
          caualgó e Felisel con él e salidos
          fuera de la ciudad tornaron de nueuo al
          mesmo razonamiento, en el qual le contó
          todo lo que de palabra su amo le hauia
          encomendado, y en el fin le dió su carta,
          la qual assi dezia.


             CARTA DE FLAMIANO Á VASQUIRAN EN
                   RESPUESTA DE LA SUYA

          Basquiran, recebida que houe tu carta e
          leyda, considerando el amor que te tengo
          y la pena que en ti conozco, aunque
          mi passion me tiene atribulado vine
          en conocimiento del engaño que con el
          pesar recibes, de manera que me ha sido
          forçado vsar contigo tres cosas en mi
          carta. La primera será consolarte de tu
          mal. La segunda sanamente como amigo, de
          tu demasiado sentimiento reprehenderte
          e de los estremos que con él hazes. La
          otra será desengañarte del engaño que
          recibes de ti mesmo en lo que sientes,
          no conociendo la ventaja que le haze
          lo que siento. E pues eres discreto
          juzga mi intencion que es sin malicia,
          y conoceras tu yra ser demasiada. E has
          de saber que a darte consuelo, piedad
          me mueue; a reprehender tu flaqueza,
          amistad me obliga; a contradezirte me
          combida e aun me costriñe la razon. Una
          cosa te ruego, que no te desuies con la
          passion de la verdad, porque más presto
          vengas en conocimiento della. E assi
          digo que para tu consuelo deues mirar lo
          primero, como todos somos más obligados
          a loar lo que Dios haze que no a querer
          lo que nuestra voluntad dessea, e que
          quien esto no haze como sabes, grauemente
          yerra como hazes, en especial en estas
          cosas de la muerte y de la vida cuyos
          terminos estan en sola su mano y secreto
          determinados, ni como vees ninguno de
          los mortales puede escusarse de no pasar
          por este trance. Y querrias agora tú
          repunar lo que no es possible, e assi
          yerras todo lo possible. A lo que he
          dicho que quiero reprehender tu demasiado
          quexarte, digo que semejantes autos a
          los feminiles coraçones son atribuydos e
          aun assi lo demasiado parece feo, y en
          los varones, en especial como tú, son
          feamente reprouados. Mucho llorar es de
          niños, poco suffrir es de hembra. Bien sé
          que si a otro lo viesses hazer, lo mismo
          e mas le dirias, e libre que te haya
          dexado la passion en ti lo conoceras;
          pues corrige por Dios con discrecion
          lo que los que como yo no te aman te
          afearán con razon e algunos con malicia
          te juzgarán con menoscabo de tu honrra,
          que ya sabes quanto mas que la vida e
          todas las otras cosas te deue ser cara.
          Lo tercero que dixe que desengañarte
          queria y contradezir, por tantas partes
          lo puedo hazer que no sé por qual
          començar. Te quexas porque gozauas la
          cosa que en el mundo mas amauas y que la
          has perdido posseyendola; ninguna cosa
          se possee segura, mas pareceme a mi que
          pues que gozaste no perdiste, sino que
          se acabó tu gozo. Todas las cosas han de
          hauer cabo, e aun a ti del gozo te queda
          la vanagloria de lo que alcançaste y la
          gloria de lo que has gozado. Por la menor
          cosa de las que tú has hauido que el
          encendido fuego de mi deseo alcançasse,
          sola vna hora, no pediria más bien ni
          temeria más mal e daria mill vidas en
          cambio, e con tal morir me contaria más
          glorioso que con biuir como biuo.

          Bien sabes tú quanto más cara es la cosa
          desseada mayor gloria es alcançalla, e no
          hay más bien en el desseo de complirlo e
          complido ningun recelo queda dél; pues
          ¿qué te quedaua que pedir, ni qué tienes
          de que quexarte si todo lo que dessear
          se pudo alcançaste y gozaste? Quissieras
          que no houiera cabo? Aqui está tu yerro;
          querer lo que no puede ser, hauiendo
          gozado lo que puede ser. Yo te ruego que
          te acuerdes quál cosa te daua mas pena en
          el tiempo que penando amauas; el desseo
          de ver el fin de tu desseo no teniendo
          esperança o agora el dolor de la memoria
          del plazer pasado. Sola vna cosa te
          condena a que nunca deuieras ser triste;
          esta fue el dia que alcançaste lo que
          agora plañes, porque claro manifiestas
          en el dolor que muestras de lo que has
          perdido el gran bien de lo que ganaste
          en ganarlo, porque no pudo menos ser
          el plazer que es el pesar sino ante
          mas. Sin ventura yo que todos los males
          sé y padezco e para ninguno de ningun
          bien tengo esperança. A ti tu ventura
          te endereçó a lugar donde el sobrado
          plazer plañes; a mi mi desuentura me
          guió a parte donde todas las esperanças
          e razones no solo de gloria me despiden,
          mas aun donde con mi pena no me dexan
          viuir contento. Assi que tú plañes hauer
          visto de tu bien el cabo, yo desespero
          de nunca verlo en mi mal. Tú plañes
          agena muerte, yo desseo la mia como esta
          cancion lo muestra.

              Quien viue sin esperança
            de ver cabo en su querella,
            ¿que puede esperar enella
            pues remedio no se alcança?
              ¿Que vida puede viuir
            quien viue desesperado?
            pues no espera en su cuydado
            mas remedio de morir,
            con el qual esta en balança
            de la vida por perdella
            viendo que de su querella
            ningun remedio se alcança.


             RESPUESTA DE VASQUIRAN Á FELISEL

          Acabada de leer Vasquiran la carta,
          hauiendo yo oydo el razonamiento de
          Felisel se boluió a el e dixole:
          Verdaderamente, Felisel, más descanso
          siento contigo que consuelo con las
          cartas que me traes, porque tu buena
          criança y el amor que me tienes, e la
          voluntad que te tengo, dan causa para lo
          vno; lo poco que las cartas me aprouechan
          quitan el aparejo á lo otro; e assi
          huelgo más de verte a ti que de responder
          a quien te embia, porque tu buen seso,
          mi mucho mal, tu reposo y buena razon
          con mi fatigado e lastimado hablar, tu
          mucha criança con mi poca paciencia,
          mejor cierto las vnas cosas con las otras
          se templan que no hazen las ansias de
          Flamiano con las mias. Las suyas baylan
          e cantan, las mias gimen e lloran; al
          templezillo sonarán juntas. ¡Qué ensalada
          se hará de su morado y encarnado
          e blanco con mi pardillo e negro e
          amarillo! El entre canciones, yo tras
          lamentaciones, él haciendo cimeras para
          justar, yo inuenciones para sepulturas;
          casi juntos andamos, el vno cantando, el
          otro llorando e los dos sospirando; de
          ti me pesa que padeces sin merecello,
          porque él con su porfia de embiarte te
          da trabajo, yo con mi poca alegria te
          do tristeza, de manera que los dos te
          damos fatiga. A la verdad porque tú me
          vengas a ver so contento de responder a
          él, y assi te ruego que aunque algo lo
          sientas graue, que por mi amor lo sufras
          e no dexes de venir muchas vezes con la
          importunidad de sus vanidades a ver la de
          mis lástimas. E por esta vez de palabra
          de mi parte no le dirás ninguna cosa,
          porque vna carta que le lleuarás le dirá
          lo que no querra hauer oydo quando la aya
          leydo.

          Pues otro dia de mañana ante que Felisel
          se leuantase vino a él el camarero de
          Vasquiran el qual le dixo como dos horas
          antes del dia su señor se era partido
          para aquella heredad donde la primera vez
          lo hauia hallado, e diole la letra que
          para Flamiano hauia de lleuar, e con ella
          vna ropa suya forrada en armiños de raso
          carmesí, vn sayo de terciopelo morado con
          vnas faxas de raso blanco bordadas encima
          dellas de oro e de grana vnas madexas,
          con vna letra que dezia:

              No m'a dexado alegria
            que dexe su compañia.

          Diole vn jubon de brocado que con aquel
          atauio Vasquiran se hauia vestido vn
          dia poco ante de la muerte de su señora
          acompañandola a vnas fiestas de las bodas
          del conde de Camarlina que cerca de la
          ciudad de Felernisa se heran hechas, a
          las quales ella fué combidada e nunca
          quiso yr sin él; e diole vna hacanea en
          que él hauia caualgado aquel dia con vna
          guarnicion de terciopelo morado, con vnas
          franjas de hilo de plata e bordada con la
          mesma bordadura e dixole:

          Esto te ha mandado dar mi señor para en
          satisffacion de alguna parte del trabajo
          que passas en venirle á ver e para en
          señal del amor que te tiene e aun por
          respecto de quitar el inconueniente
          de ver estas ropas porque no le traya
          a la memoria el dia que se las vestio
          que fue el ultimo de sus plazeres y
          contentamiento. E hauiendolo todo Felisel
          recebido con la carta de Vasquiran se
          partio para donde su señor estaua.
          Llegado a Noplesano donde le halló,
          despues de muchos razonamientos passados
          le mostró todo lo que el camarero de
          Basquiran de su parte hauia dado, e diole
          su carta la qual Flamiano començo luego a
          leer, e dezia en esta manera:


                CARTA DE VASQUIRAN A FLAMIANO

          Si ansi como te puedo responder e
          condenar tu razon pudiesse, Flamiano,
          conortarme e dar remedio á mi mal, quan
          presto los dos seriamos satisffechos! A
          tus consolaciones no quiero responder
          pues que no me dan consuelo; a tus
          reproches e castigo, aunque á mi
          proposito hazen poco, digo que no desseo
          ni reprueuo lo que Dios haze e ordena,
          ante por ello le doy alabanças, pero esto
          no me escusa a mi que no pueda plañir lo
          que su juyzio me lastima con el dolor que
          siento de lo que pierdo, lo que si no
          hiziesse mostraria menospreciar lo que
          él haze, o seria juzgado por irracional.
          Dizes que es fragilidad o poquedad casi
          de niño o de hembra semejante estremo.
          Mayor estremo seria semejante crueldad
          que la que dizes, porque si miras el
          estremo de mi pérdida poco estremo
          es el de mi lloro. Temes que no sea
          juzgado por lo que hago, mas temeria
          serlo si esso hiziesse, en especial que
          ya tú me embias á dezir que lagrimas
          y sospiros son descanso de los males.
          Pues ¿cómo me consejas vna cosa en tu
          razon y escriuesme otra contraria en tu
          carta? Bien muestras en lo que hazes lo
          que dizes, que tu passion te tiene tan
          desatinado que no sabes de ti parte e
          quieresla saber de mi. A lo tercero te
          respondo que dizes que no perdi sino
          que se te figura que se me acabó mi
          bien; pues tú lo dizes ¿qué quieres que
          responda? si te parece que es pequeño
          mal acabarse el bien, tú lo juzga pues
          que sabes que a esta razon el Dante
          respondió: Quien ha perdido el bien...

          Dizes que me deue bastar la vanagloria
          de lo que alcancé e la gloria de que
          gozé; dizes verdad que estas me bastan
          para sentir lo que yo siento e mucho
          más, porque si quanto la gloria de lo
          ganado fue grande y el dolor de hauerlo
          perdido fuesse ygual, no bastaria mi
          juyzio a sofrirlo como el tuyo no basta a
          entenderlo. Dizes que por la menor cosa
          de las que yo gozé que tu alcançasses,
          contento darias mill vidas, tú darias
          mill por hauerlo ¿e no quieres que pierda
          yo vna por perderlo? Dizes que no hay más
          bien en el desseo de complirlo; dizes
          verdad; mas tampoco no hay mayor mal en
          el bien que perderlo; dizes que alcancé
          todo lo que se pudo dessear, también
          perdi todo lo que se pudo recelar; e
          dizes que gozé de lo possible, tambien
          peno lo possible. Dizes que me acuerde
          del tiempo que penando desseaua sin
          esperança; ¿no te parece que peno agora
          con menos esperança? pues si entonce me
          penaua la poca esperança del desseo, ¿no
          me dará más pena agora la desesperación
          de no cobrar lo que he perdido? Quexaste
          que penas sin esperança e que desesperas
          della; si no esperas lo que ganar se
          puede no recelarás perderlo como yo
          hize; no deuio ser tuya la letra que
          dixo: todo es poco la possible. Pones por
          dificultad los merecimientos e virtudes e
          noblezas de Belisena, que son las cosas
          que contentamiento te deuen dar. Esto es
          querer con el defecto de tus flaquezas
          dar culpa á tus virtudes. E señalaslo
          en vna cosa que dizes: que por sola vna
          hora que gozasses darias mill vidas;
          más razon seria ofrecerlas porque ella
          viuiesse mill años como es razon. No
          te oya nadie tal razon; que parece que
          desseas poco, o mereces poco, o tienes tu
          desseo en menos, porque la cosa cara ante
          de hauerse dessea alcançarse, despues
          de hauida dessease posseer, de manera
          que nunca el deseo pierde su oficio.
          Pluguiera a Dios que sin alcançar lo que
          he perdido, perdiera yo la vida, porque
          ella viniera e yo no gozara, porque agora
          no plañera, o que de nueuo pudiesse con
          la que me queda conprar la que ella
          perdio, que con esto seria mas contento
          que con viuir como viuo, como esta
          cancion mia te mostrará.

              Yo no hallo a mi passion
            comienço, cabo ni medio,
            ni descanso, ni razon,
            ni esperança, ni remedio
              Es tanta mi desuentura,
            tan cruel, tan sin medida,
            qu'en la muerte ni'n la vida
            no s'acaba mi tristura,
            ni el seso ni la razon
            no le pueden hallar medio,
            ni tiene consolacion
            ni esperança ni remedio.


                   FLAMIANO A FELISEL

          Leyda que houo Flamiano la letra mandó
          llamar a Felisel e dixole.

          Pareceme que segun Vasquiran e yo con
          nuestras passiones te tratamos que con
          mas razon te podras tu quexar de nosotros
          que nosotros de nuestras quexas, o mejor
          será que te consolemos de la fatiga que
          te damos que no tú a nosotros de lo que
          sentimos. Esto te digo porque agora que
          hauias menester descansar con algun
          reposo del trabajo que has passado en
          estos caminos que has hecho, te tengo
          aparejado de nueuo otro trabajo en que
          descanses. Esto es que yo he sabido que
          la señora duquesa va a caça la semana
          que viene con otras muchas señoras e
          damas que para ello tiene combidadas;
          ya vees qué jornada es para mi, pues
          que mi señora Belisena va allá. Es
          menester que tomes por descanso esta
          fatiga; da recaudo a mi necessidad con
          tu diligencia, e mañana daras orden como
          se haga para mi vn sayo e una capa, e
          librea para estos moços e pajes de las
          colores que te dare en vn memorial, e
          que hagas adereçar vn par de camas de
          campo e mis tiendas e algunas confituras
          e todas las cosas que te pareceran que
          son necesarias para tal menester, porque
          su señoria estara allá toda la semana
          y es necessario que para estos galanes
          que alla yran vayas bien proueydo, en
          especial de cosas de colacion; por causa
          de las damas te prouee sobre todo.
          Assi que reposa esta noche y de mañana
          sey comigo e acabarte he de dar la
          informacion de lo que has de hazer.


          AQUI EL AUCTOR CUENTA LO QUE FELISEL OTRO
           DIA PUSO EN ORDEN, E TODOS LOS ATAUIOS
             DE LAS DAMAS E CAUALLEROS QUE A LA
            CAÇA FUERON, E ALGUNAS COSAS QUE EN
                    ELLAS SE SIGUIERON

          Otro dia de mañana venido a la camara
          de Flamiano Felisel, Flamiano le mandó
          que para el le hiziesse hazer vn sayo de
          terciopelo encarnado con vnas faxas de
          raso blanco e vnos vasariscos[286] de
          oro bordados en ellas, con vna letra que
          dixesse.

              Lo que este liaze hazeys
            a quantos veys.

          E dixole mas. Harásme hazer vna capa de
          paño amarillo con vnas tiras de raso
          blanco y encarnado antorchadas vnas con
          otras de tres en tres tiras, guarnecida
          toda la capa con vna letra que diga.

              Son de vuestra condicion
            porque s'espere de vos
            la color do van las dos.

          Harás más para los pajes ropetas de paño
          encarnado guarnecidas de raso blanco, y
          a los moços de espuelas vnos capotines
          encarnados e la manga yzquierda blanca;
          las calças la derecha blanca y encarnada,
          la yzquierda amarilla, e harás para todos
          jubones de raso amarillo e en las mangas
          derechas vna letra bordada que diga.

              ¿Qué se puede esperar dellas
            sino lo que va con ellas?

          Acabado de darle la informacion de lo
          que hauia de hazer, con mucha diligencia
          Felisel dio en todo complido recaudo.
          Assimesmo todas las damas e muchos
          caualleros que a la caça hauian de yr
          se atauiaron de la manera que adelante
          vereys; e fue assi concierto entre todas
          las damas que no pudiessen atauiarse para
          esta jornada sin que cada vna llevase
          en las ropas o guarniciones sus dos
          colores principales, las quales en las
          inuenciones se señalarán. Sabido esto
          los caualleros todos se vistieron de
          los colores de las damas que seruian
          con alguna otra color que les hazia al
          proposito de la letra, como arriba haueys
          oydo que Flamiano añadio lo amarillo a
          las dos colores de la señora Belisena.
          Venido el dia de la partida, todas las
          damas se juntaron en casa de la señora
          duquesa donde los caualleros vinieron. E
          de alli partieron todos juntos. Fueron
          en la caça aquel dia las señoras y
          damas e caualleros que aqui se nombran.
          Primeramente la princesa de Salusano con
          sus damas y el principe su marido, e la
          señora Candina e su esposo el conde de
          Muralta, hijo del duque de Traysano. La
          marquesa de Persiana y el marques su
          marido. La marquesa de Guariano, e la
          condesa Dauertino y el conde su marido.
          Marciana de Seuerin hija de la condesa
          Daliser. La señora doña Persiana, e la
          señora Laurencia de Montal, Ricarda de
          Marian, Violesa Daguster, e Polindora
          de Marin, e la señora Ysiana e Graciana
          Desclauer, e la señora Belisena.

          De los caualleros el conde de la Marca,
          el marques Carliner, el prior Dalbano,
          el marques de Villatonda, el prior de
          Marian, el duque de Fenisa, Francaluer,
          el conde de Sarriseno e Yusandre el
          faborido, Galarino Desian, Esclauian de
          la Torre, Fermines de Mesana, Francastino
          de Eredes, Camilo de Leonis, Lisandro de
          Xarqui. E más los caualleros que arriba
          ha nombrado.

          La señora duquesa salio como suele
          vestida de negro. La señora Belisena
          su hija sacó vna saya de raso blanco
          con muchas faxas de brocado encarnado
          sentadas sobre pestañas de carmesi, con
          vn papahigo de raso carmesi e la gorra
          de lo mesmo con muchos cabos e pieças de
          oro de martillo, con cintas e pestañas
          blancas y encarnadas, e la hacanea con
          vna guarnicion de terciopelo carmesi con
          franjas e muchos floques negros e blancos
          encarnados, con vna letra que dezia.

              Las tres hazen compañia
            all alegria.

          Sacó la señora princesa de Salusana
          vna saya de terciopelo negro con vnas
          cortaduras de brocado morado a manera de
          vnas escalas, forrada la saya de raso
          blanco, e vna hacanea con vna guarnicion
          de terciopelo negro con las mismas
          escalas de brocado morado con franjas e
          floques de hilo de plata, con vna gorra
          rica e papahigo de raso morado, forrada
          de damasco blanco con muchas piezas e
          cabos de oro esmaltados de negro con vna
          letra que dezia:

              Nunca jamas subio amor
            en lugar
            que estas dos l'an de guardar.

          Sacó la señora Ysiana vna saya de raso
          pardillo con muchas faxas de brocado
          morado forrado de raso leonado; la gorra
          e papahigo de terciopelo leonado forrado
          de raso amarillo e muchas cintas por todo
          amarillas. Una hacanea con vna guarnicion
          de terciopelo leonado y raso pardillo,
          con las franjas y floques morados e
          amarillos con vna letra que dezia:

              A la fin han de tornar
            lo leonado en pardillo
            el morado en amarillo.

          Salio la señora Candina, hija de la
          princesa de Salusano, con vna saya
          quarteada de terciopelo morado e brocado
          leonado, enrrexados los quartos de vnas
          tiras de lo vno enlo otro, sentadas sobre
          pestañas de raso blanco, forrada la ropa
          de damasco leonado. Una guarnicion de vna
          mula del mismo damasco leonado, cubierta
          toda de vnas cifras enlazadas de raso
          blanco; vna gorra de raso leonado con
          cintas blancas e unas pieças de oro de
          martillo esmaltadas de blanco e morado
          con vna letra que dezia:

              Do passion de amor no afloxa
            lo blanco da mas congoxa.

          La señora Porfisandria sacó vna saya
          de chamelote de seda leonado, con unos
          fresos de plata anchos y angostos de
          tres en tres tiras muy espesos, con
          vnas pestañas de raso negro en todos
          ellos e vna gorra de terciopelo leonado
          con muchas cintas blancas e negras;
          vna guarnicion de terciopelo negro
          con franjas de hilo de plata con vnos
          tormentos de plata sembrados por encima
          con vna letra que dezia.

              La guarnicion os condena
            y la ropa da la pena.

          Sacó la señora Laurencia vna saya de paño
          amarillo con vnas lisonjas toda cubierta
          de terciopelo encarnado sobre pestañas de
          raso azul y en cada lisonja vna de plata
          estampada, pequeña, puesta en medio de la
          seda tambien sobre raso azul. Una gorra
          de raso amarillo de la mesma manera;
          guarnecida vna guarnicion de vna mula de
          la misma manera, con vna letra que dezia.

              Lo más porque desespere
            quien vencer lo blanco espera,
            las dos porque vaya fuera.

          La señora marquesa de Persiana vna saya
          de brocado carmesi con vnas barras de
          terciopelo carmesi anchas, sentadas sobre
          raso blanco cortadas por encima; vna
          gorra de raso carmesi acuchillada forrada
          de raso blanco; la saya forrada de raso
          blanco; vna guarnicion de vna hacanea de
          oro tirado con floques e franjas de grana
          y blanco, con vna letra que dezia.

              Los dos de la guarnicion
            goza bien quien las merece,
            y el enforro quien padece.

          Salio la señora Mariana de Seuerin, hija
          de la condesa de Aliser, con vna saya de
          terciopelo morado cortada toda con muchas
          cuchilladas, forrada de raso encarnado,
          que se descubria por ellas, con vnas
          madexas de seda encarnada que ataua las
          cortaduras muy espesas. La gorra de lo
          mesmo. La guarnicion de la hacanea ni más
          ni menos, con vna letra que dezia.

              No hay esperança en amor
            donde está estotra color.

          La señora Melisena de Ricarte sacó vna
          saya de raso blanco con vnos girones de
          terciopelo morado, trepados tan juntos
          que á la parte de la cortapisa juntauan
          el vno con el otro, forrada de raso
          morado. Una gorra e papahigo de raso
          blanco con pestañas e cintas moradas. Una
          guarnicion de una mula, de terciopelo
          morado, con cubierta de vnas matas de
          plata, con vna letra que dezia.

              Si el blanco es tal qual deue,
            aunque el morado conbata
            a la fin muere ó se mata.

          La señora condesa de Auertina vna saya
          de raso verde muy claro e de terciopelo
          verdescuro á nesgas, con vnas alcarchofas
          de oro bordadas por ella. Una gorra
          del mesmo terciopelo con las mismas
          alcarchofas de oro de martillo. Una
          guarnicion de terciopelo verde con las
          franjas de seda verde clara con la mesma
          bordadura, con vna letra que dezia.

              De las dos la que es perdida
            mostrará a vuestras querellas
            lo que haueys de coger dellas.

          Sacó la señora Angelera de Agustano, vna
          saya a nesgas de terciopelo negro e raso
          blanco con vnos estremos cortados de la
          vna e de la otra seda e guarnecidas todas
          las nesgas dellos por el contrario. Una
          gorra de terciopelo negro e papahigo con
          muchos estremos de plata guarnecidos.
          Una guarnicion de vna mula de la misma
          manera, con vna letra que dezia.

              Para que se gane gloria
            destas dos que defendemos
            menester son sus estremos.

          Sacó la señora marquesa de Guariano vna
          saya de brocado negro, forrada de raso
          leonado con vnas faxas muy espesas de
          terciopelo leonado, con una gorra leonada
          con pieças de oro martillo esmaltadas de
          negro. Una guarnicion de vna hacanea de
          terciopelo leonado con muchos floques de
          seda negra e una letra que dezia.

              Del honesto pensamiento
            se guarnece
            la guarnicion que parece.

          La señora Ypolisandra sacó vna saya de
          terciopelo verde cubierta toda de vnas
          ondas de raso negro sobre tafetan blanco,
          con vna gorra del mesmo terciopelo con
          cintas blancas. Una guarnicion de vna
          hacanea de lo mismo con vna letra que
          dezia.

              No me dexa andar sin ellas
            la misma esperanza dellas.

          Sacó la señora Lantoria Dortonisa vna
          saya entretallada toda á centellas de
          brocado e raso blanco, con pestañas de
          tafetan morado. Una gorra de raso blanco
          con muchas centellas de oro de martillo;
          vna guarnición de vna hacanea con franjas
          e floques morados de las mismas centellas
          con vna letra que dezia:

              Es lo blanco quien abrasa
            de passion á las centellas
            con la misma color dellas.

          Sacó la señora Graciana vna saya de
          raso azul con vna gelosia encima, de
          terciopelo azul sobre pestañas de raso
          blanco, atadas las juntas de la gelosia
          con vnas lazadas de madexas de hilo de
          oro, con vna gorra de raso azul e unas
          pieças de oro de martillo hechas como
          gelosias. Una guarnicion de vna hacanea
          de la misma manera de la saya; la saya
          forrada de raso blanco con vna letra que
          dezia:

              Do el recelo está doblado
            lo blanco está bien guardado.

          Sacó la señora Violesa de Aguster vna
          saya de raso blanco e terciopelo morado
          entretallada a quadros, e de vn quadro de
          la vna seda sacado vn pequeño e cambiado
          en el otro con vnas cortaduras de brocado
          encima de las juntas, cortadas de manera
          que las sedas e el brocado todo hazia vna
          obra. Una gorra de raso morado con muchos
          cabos de oro. Una guarnicion de vna mula
          de la misma manera, con vna letra que
          dezia.

              El contentamiento haze
            que vaya d'una manera
            l'oncubierto e lo de fuera.

          Las damas todas salieron vestidas desta
          manera que haueys oydo, con todas estas
          letras las quales, á peticion de cada vna
          dellas fueron fechas.

          Salio Flamiano con los atauios que ya
          arriba deximos. El señor príncipe de
          Salusana vn sayo de brocado negro con
          faxas de terciopelo morado con pestañas
          blancas. Un capuz morado con vnas tiras
          blancas de raso. Los moços vestidos de
          morado e negro con la vna calça blanca y
          morada, la otra negra; con vna letra que
          dezia.

              Razon me haze que sea
            qual me manda la librea.

          Sacó el marques de Persiana vn sayo de
          raso blanco con vnas tiras de tafetan
          leonado, enlazadas por todos los girones
          con vnas madexas de seda blanca que las
          añudauan; vna capa de paño leonado con
          vnas tiras de tafetan blanco trabessadas
          por todo el capuz; e los moços e pajes
          vestidos de raso blanco e paño leonado,
          con vna letra que dezia.

              Porque la vna es en vos
            tan complida
            mi congoxa es tan crecida.

          Sacó el conde de la Marca vn sayo de
          terciopelo morado con vna capa de paño
          morado ribeteado todo con vnos ribetes
          de terciopelo negro puestos sobre tiras
          de raso blanco. Sacó los moços e pajes
          vestidos desta manera, con vna letra que
          dezia.

              Quanto amor más en mi crece,
            más pasion
            me crece la guarnicion.

          Salió el señor Lisandro de Dixarqui con
          un sayo de terciopelo negro con vn capuz
          de terciopelo negro forrado todo de raso
          blanco con vnas pestañas de tafetan
          morado que descubrian muy poco entre las
          dos sedas; los moços e pajes de negro
          vestidos con guarniciones de raso blanco
          sobre pestañas moradas con vna letra que
          dezia.

              Tal me tiene lo que veys
            porque veo
            que s'encubre mi deseo.

          Sacó el señor Camilo de Leonis vn sayo de
          raso leonado; vn capuz de paño leonado
          con vnas faxas de terciopelo morado con
          vnas pestañas de raso amarillo, y los
          moços y pajes vestidos destas colores,
          con una letra que dezia.

              Harto es grande la congoxa
            quando amor está en lugar
            c'aueis de desesperar.

          El señor marques Carliner salio todo
          vestido de terciopelo pardillo forrado
          de damasco morado guarnecido todo con
          vnas lisonjas de raso leonado. Los moços
          e pajes vestidos de leonado e pardillo
          con guarniciones moradas y vna letra que
          dezia.

              No puede causar en mi
            menos mal la forradura
            que muestra la vestidura.

          El señor prior de Albano vn sayo e
          capa de paño amarillo con vnas cifras
          enlazadas de terciopelo azul e raso
          encarnado sembrado todo. Los moços
          vestidos de amarillo con la vna manga
          azul y encarnada, con vna letra que dezia.

              Pues con vuestra condicion
            mi rezelo va enlazado
            ya mi mal va señalado.

          Sacó el marques de Villatonda vn sayo
          de raso carmesi con faxas de brocado.
          Una capa de paño amarillo con vnas
          tiras de terciopelo carmesi. Los moços
          vestidos con jubones de brocado e carmesi
          quarteado, con calças e capotines de paño
          amarillo e de grana, con vna letra que
          dezia.

              Va ell alegria fengida
            do desespera la vida.

          Sacó el prior de Mariana vn sayo e capuz
          e jubon de terciopelo morado, passado
          todo a escaques de raso encarnado, a
          manera de vn tablero daxedrez; los moços
          e pajes vestidos de paño morado e raso
          encarnado con vna letra que dezia.

              Todos los males de amor
            nacen destotra color.

          Premines de Castilpana salio todo vestido
          de verde claro, que es esperança perdida,
          e los moços de la misma color, porque la
          dama que seruia sus colores eran dos,
          verde escuro y claro que son esperança
          cobrada y perdida. El no sacó mas de la
          vna con vna letra que dezia.

              Pues que en mí toda es perdida
            ¡quán sin ella está mi vida!

          El duque de Fernisa sacó vn sayo
          quarteado de damasco blanco e bellutado
          morado, con vn capuz de paño morado
          forrado de damasco blanco, con vnas
          cortaduras de raso blanco perfiladas
          por encima del paño. Los moços e pajes
          vestidos de las mismas colores con vna
          letra que dezia:

              ¿Que sperará mi ventura
            del dolor que es mas escuro,
            siendo el otro tan seguro?

          Francaluer sacó medio sajo de terciopelo
          blanco e medio de raso negro con faxas
          trocadas de lo vno en lo otro; vn capuz
          medio de terciopelo negro, medio de raso
          blanco forrado de lo mismo, cambiado lo
          vno en lo otro, con una letra que dezia.

              Dos contrarios so vn subjeto
            veo en vuestra castidad:
            hermosura, honestidad.

          El conde Sarriano salio vestido todo de
          negro con los moços e pajes vestidos
          todos de leonado con vna letra que dezia.

              La tristeza de mis daños
            da congoxa en los estraños.

          El señor Yusandriano salio vestido todo
          de leonado forrado de raso blanco; los
          moços vestidos de lo mismo con vna letra
          que dezia.

              Lo cubierto causa en mi
            aunque s'encubre
            lo que fuera se descubre.

          Sacó el señor Guillermo de Canes vn
          sayon de raso blanco y raso naranjado e
          terciopelo carmesi, gironado a puntas
          con tafetan blanco e naranjado; debaxo
          las puntas naranjadas vn capuz de paño
          naranjado guarnecido con quatro tiras de
          carmesi e raso blanco. Los moços e pajes
          vestidos de blanco e naranjado con vna
          letra que dezia.

              Salio en blanco mi alegria
            pues que va desesperada
            mi porfia.

          Salio el conde de Auertino vestido todo
          de verde escuro con vnos ribetes por
          baxo del sayon e de la capa de raso
          verde claro, porque son las colores de
          la señora condesa, forrado todo de raso
          carmesi. Los moços vestidos de terciopelo
          verde e de grana con vna letra que dezia.

              Ya's perdida la perdida
            para quien
            por vos cobra todo el bien.

          Galarino Difian salio a la gineta con vna
          marlota de brocado blanco e terciopelo
          leonado con unos lazos de plata por toda;
          vn capuz de terciopelo leonado forrado
          de raso blanco con los mismos lazos
          guarnecidos, con vna letra que dezia.

              La vna es sobrada en vos
            y la otra en mi por ella
            y assi sobra mi querella.

          Salio Esclauiano de la Torre a la gineta
          con vna marlota nesgada de raso leonado
          e azeytuni negro, vna capa leonada toda
          guarnecida de muchos lazos moriscos de
          oro e de grana, con vn rico jaez de las
          colores, con vna letra bordada en torno
          de la marlota e del capuz, que dezia.

              Pues que son vuestras colores
            siendo vuestra mi porfia
            para mi son alegria.

          Fermines de Mesano, hecho a escaques de
          azeytuni leonado y raso blanco con vna P
          cortada del terciopelo leonado en cada
          escaque blanco e vna F de raso blanco
          en el leonado; vna capa de paño leonado
          con vna cortapisa de las dos sedas por
          baxo de los mismos escaques del sayo y en
          ellos bordada esta letra que dezia.

              Es mi fe la que no afloxa
            la pena de mi congoxa.

          De la manera que aqui es dicho, salieron
          vestidas las damas e galanes, los quales
          todos con mucho plazer llegaron a la
          caça. Estando alli a cabo de quatro dias
          llegó el señor cardenal de Brujas con
          muchos caualleros que lo acompañaron. Los
          quales fueron el marques de la Chesta,
          Francastino de Redes, el señor Alarcos de
          Reyner, Pomerin Russeller el pacífico,
          Alualader de Caronis, con otros muchos
          caualleros que por que no salieron
          vestidos de colores de inuencion aqui no
          se nombran.

          El señor cardenal vino vestido de negro
          por cierto respecto que le conuenia;
          lleuó veynte palafraneros e doze pajes
          vestidos de terciopelo negro e paño
          morado con vna letra que dezia:

              Es la que menos me plaze
            la que más me satisfaze.

          Vino el marques de la Cehesta vestido
          todo de amarillo, con los moços vestidos
          de la misma color, con una letra escripta
          en los pechos desta manera que hablava el
          color, e traya dos R. R. e una A en medio
          puestas en los pechos, que queria dezir.

            Amar y llorar.

          Vino Francastil de Redes vestido todo de
          azul e sus moços vestidos de la misma
          color con vna letra que dezia:

              Mi recelo
            es que en mi mal no hay consuelo.

          Vino el señor Alarcos de Reyner con vn
          sayo de raso amarillo e azeytuni morado
          con unas tiras de tres en tres de la vna
          seda en la otra puestas a escaques por
          los girones; vn capuz morado forrado de
          raso amarillo con vna letra que dezia.

              Mi pensamiento ha subido
            lo morado
            do desespera forçado.

          Pomerin traya luto e assi vino vestido de
          negro sin letra.

          Rosseller el pacifico salio vestido de
          azul e carmesi con vna letra que dezia:

              Aunque yo me visto dellas
            no tengo porque traellas.

          Alualader de Caronis vino todo vestido
          de pardillo forrado el sayo e capuz de
          damasco leonado, acuchillado todo por
          encima lo pardillo, de manera que lo
          leonado se descubriese, con vna letra que
          dezia.

              El trabajo es quien descubre
            la congoxa que se encubre.

          Otro dia despues de llegado el señor
          cardenal con todos estos caualleros, la
          señora duquesa con todas las damas y
          ellos fueron á caça de monte, e puestos
          todos en sus paradas como suelen, la
          señora Belisena con Isiana quedaron en
          vna parada con Jusander e con otros dos
          caualleros de casa de la señora duquesa
          su madre, en la qual parada acudio vn
          cieruo muy grande e dadas laxas las
          señoras a sus canes, los caualleros que
          con ellas estauan començaron a seguirlo.
          La señora Belisena quedó a solas con
          Isiana a la sombra de vnas espesas matas,
          donde a suerte aquella hora Flamiano
          acudio impensadamente. El qual viendose
          en presencia de su señora fue tan atonito
          e turbado que no sabia parte de si viendo
          lo que le era seguido; reconocido algo en
          su juyzio, aunque no sin mucha turbacion,
          despues de hecho a la señora Belisena
          aquel acatamiento que ella merecia e
          su criança dél le obligara e más su
          apassionada voluntad, informado de la
          señora Isiana de la causa de su quedada
          alli a solas, començo con muy temeroso
          acatamiento a dezir en esta manera a su
          señora.


           DE LAS COSAS QUE FLAMIANO E BELISENA
              PASSARON EN AQUEL RAZONAMIENTO

          El temor, señora, de los males que
          cada dia a causa vuestra por mi pasan
          e padezco, me tienen tan sin razon
          la lengua, y el sentido tan turbado
          junto con el gozo de verme en vuestra
          presencia, que me falta razon para
          hazeros notorias las sobras de mis
          passiones, e aun atrevimiento para osaros
          las dezir aunque no me falta voluntad
          para suffrirlas. El temor de enojaros
          me cierra, señora, la boca, y el fuego
          que mis entrañas abrasa, pronuncia por
          ella lo que dentro se siente. E assi
          señora quiero tener atreuimiento para
          poner mis quexas en vuestra presencia;
          no que yo, señora, de vos me quexe ni
          Dios lo quiera, que no deuo más para
          que las pasiones que con mis deseos
          me aquexan sepays, por merito de las
          quales os suplico que no medido lo que
          yo en respecto vuestro me merezco, mas
          considerado lo que por haueros visto
          e desear ser vuestro padezco, por tal
          señora me acepteys; no para dar más bien
          a mi mal de consentir que yo señora por
          vuestro seruicio lo padezca, por que ni
          más osaria, señora, pedir, ni tanto me
          atreueria creer merecer.


                         BELISENA

          Muchos dias ha, Flamiano, que conozco
          en tus meneos lo que el desuario de tu
          pensamiento te ha puesto en la voluntad;
          e no creas que muchas vezes dello no
          haya recebido enojo, e algunas han sido
          que me han puesto en voluntad de dartelo
          a entender, sino que mi reputacion e
          honestidad me han apartado dello, e aun
          en parte el respecto de la buena figura
          en que tu discrecion hasta agora he
          tenido. Mas pues que tu atreuimiento
          en tal estremo te ha traydo, que en
          mi presencia tu fantasia hayas osado
          publicar, forçado me será responderte,
          no lo que dezirte queria segun mi
          alteracion, mas segun la vanidad de tu
          juyzio merece. Lo qual aunque consejo te
          parezca deues tomar por reprehension;
          e digo que no te acontezca semejante
          pensamiento poner en parte differente de
          ti, donde no puedas menos hazer de verte
          cada hora en infinitas necessidades e
          al fin sin ver cabo á lo que desseas,
          que lo hayas de ver de tu vida y de tu
          honrra. Mas razon seria que primero
          ygualasses la medida donde bastas llegar
          con el merecer, que no que publicasses
          do querrias subir con el dessear e aun
          alli, segun se suele, hallarás tarde el
          contentamiento que el deseo querria.


                          FLAMIANO

          Mis ojos, señora, que de mis males han
          sido la causa, no tuvieron juyzio más
          de para miraros e ver las perficiones
          que Dios en vos puso, para que viendoos
          pusiesen mi corazon en el fuego que
          arde; llegada alli vuestra figura, no
          pudo menos hazer de lo que ha hecho. Mi
          saber no pudo ser tanto para temer los
          inconuenientes de mi daño que vuestra
          hermosura no fuesse más para causallo sin
          poder ser resistido. Pues llegado aqui mi
          pensamiento determinose en que lo mucho
          que el merecer desyguala mi pena del
          desseo, las sobras della misma son tantas
          que lo yguala todo, pues que, señora,
          mi intencion no os pide mas de licencia
          para padescer, que desta suerte cierto
          no puede ser reprouada pues que no es
          mala. Ansi que, señora, pues que tanto la
          virtud y nobleza en vos sobra, no useys
          comigo por el rasero de la crueza, pues
          que mudarse ya mi cuydado es imposible. E
          assi de vos no quiero consejo; remedio es
          el que pido pues que no le puedo esperar
          sino de vuestra mano.


                          BELISENA

          No creas tú, Flamiano, que la pasion o
          males que publicas que sientes, a mí
          dellos me plega, ante en muchas maneras
          dello me pesa. Lo vno es que á mi causa
          siendo en mi perjuyzio tú los padezcas.
          Lo segundo que te atreues á ponerte en
          ello y aun publicarlo. De suerte que en
          muchas maneras me enojas y en más me
          harias plazer y servicio que dello te
          dexases. Y esto seria seruirme como dizes
          que desseas; para esto que te digo, como
          ya te he dicho, los inconuenientes de mi
          estado y de mi condicion y honestidad
          me dan inconueniente no solo para que
          como hago dello reciba mucho enojo, mas
          para que tú aunque mill vidas como dizes
          perdiesses yo dellas haya de hazer ni
          cuenta ni memoria. Assi que lo mejor será
          que desto te apartes e en esto me harás
          seruicio como dizes que desseas y aun me
          ternas haziendolo contenta; e pues que
          tanto mio eres, segun dizes, yo te mando
          que lo hagas, porque quites tu vida de
          peligro e aun a mí de ser enojada.


                          FLAMIANO

          Quando, señora, la pena verdadera de amor
          como es la mia está sellada en el alma,
          pues que justa razon alli la haya puesto,
          en el coraçon está imprimida de suerte
          que sin él e sin ella no pueda salir de
          alli. Pues ¿como quereys, señora, que
          mi cuydado se mude?, que el dia primero
          que os vi, dentro en mis entrañas e
          coraçon quedó el propio traslado vuestro
          perfectamente esculpido, e despues aca
          quantas estradas me haueys tirado que son
          infinitas, llegadas alli, el fuego que
          en tal lugar hallan las funde, porque
          son de oro siendo vuestras e fundidas
          hallan alli vuestra effigia e de cada vna
          dellas se haze vn otra semejante. Assi
          que aunque el coraçon y el alma con las
          principales sacassen, el cuerpo quedaria
          lleno con tantas que de aqui a mill años
          en mi sepultura se hallarian dellas
          sin cuento, e aun en todos mis huessos
          se hallaria vuestro nombre escripto en
          cada vno. Ansi, que señora, si quereys
          que de quereros me aparte, mandad sacar
          mis huessos e raer de alli vuestro
          nombre, e de mis entrañas quitar vuestra
          figura, porque ya en mi está conuertido
          en que si alguno me pide quien so digo
          que vuestro. E si esto a desuario se
          me juzgasse, mayor lo haria quien tal
          quissiese juzgar, porque no hay nayde
          que con mis ojos, señora, os mire que no
          conozca ser justo lo que hago; e como ya
          he dicho, aunque en la razon mia encobrir
          lo quisiesse no puedo, porque el fuego
          de dentro haze denunciar a la lengua la
          causa. Pero pues que en vuestra mano
          está matarme o darme la vida, e pues
          que della teneys la llaue, ved vos si
          lo podeys hazer e ganareys la victoria
          del tal vencimiento. E si con quitarme
          la vida pensays acabarlo, dudolo, porque
          aunque del coraçon e las otras partes
          vos apartassedes con matarme, ni mas
          ni menos en el alma os quedariades, de
          do jamas os podreys quitar porque es
          inmortal a causa de estar vos en ella.
          E si de mi se partiesse donde agora mis
          passiones la tienen presa y atormentada,
          jamas de vuestra presencia se partiria,
          donde con mucho contentamiento estaria
          contino. Assi que si agora estando comigo
          os enoja ausente, mira que hará entonces
          estando presente, e bien sé que pues
          agora os enojays por seros yo de mi grado
          captiuo, que despues de yo muerto más
          enojo recibireys de vos matadora, e sola
          esta gloria que de mi muerte se espera
          me basta a mi para que contento pierda
          la vida, pues que con ello yo seré fuera
          de pena e vos con pesar arrepentida.
          Podreys señora dezir entonces que no es
          vuestro el cargo sino mia la culpa pues
          que yo mesmo me lo he buscado y querido
          mi daño contra vuestra voluntad. Entonces
          mi alma os negará la partida diziendo:
          no, no, no es ansi, que el cargo, señora,
          tuyo es pues que tan cruelmente tan mal
          le trataste no pidiendote más bien de
          licencia para sofrir su mal sin ninguna
          offensa tuya ni más gloria suya.


                        BELISENA

          Si sofrirte lo que faces me offende,
          oyrte lo que dizes me perjudica y enoja;
          ¿qué hará responder a la vanidad de tus
          razones? Yo te he ya dicho lo que te
          cumple, bastarte deue para no esperar
          mas disputa en este caso de lo que te
          conuiene. No delibero mas sobre ello
          hablarte, porque creo que tu discrecion
          te hará determinar lo que te cumple. Los
          mios vienen, quedate con Dios y creeme
          haziendo lo que te tengo dicho.


                        FLAMIANO

          Digo, señora, finalmente que no puedo
          porque ni mi voluntad a ello no puede
          doblarse, ni mi querer puede dello
          quitarse, e aunque aquí tan solo de bien
          e tan acompañado de pesar me dexeis,
          digo que allá donde vos vays, allá voy,
          y aunque vos vays, aqui quedays donde
          yo quedo, porque ni allá, ni acá, ni en
          ninguna parte donde yo me halle, nunca
          vuestra vista de mis ojos se quita, sino
          que en mi fantasia do quiera que esteys,
          do quier que esten, los dos juntos
          estamos. E si esto, señora, no creeys,
          mis obras os haran dello testigo.

             *       *       *       *       *

          Al fin la señora Belisena se partio con
          Isiana e muy enojada, a lo que mostraua,
          e llegó a la compañia de los suyos.
          Flamiano quedó a solas, fuesse por otra
          via con el consuelo que pensar podeys;
          en aquella noche todos los caualleros
          cenaron con el señor cardenal, donde se
          concerto de yr venidos de la caça a vnos
          baños que ocho millas de la ciudad estan
          de la mar, en vn muy hermoso lugar que
          Virgiliano se llama, porque supieron
          que la señora duquesa e la princesa de
          Salusano con otras muchas damas se yuan
          por estar alli todo el mes de Abril, como
          cada año las damas y señoras de Noplesano
          acostumbran hazer. Visto Flamiano que
          esta jornada se le aparejaua conforme
          a su desseo, suplicó al señor cardenal
          que ordenase vn juego de cañas para el
          segundo dia de pasqua que todas las damas
          ya a Virgiliano serian venidas. De lo
          qual el señor cardenal, fue tan contento
          que se ofrecio tener el vn puesto con
          la meytad de aquellos caualleros, desta
          manera: que los de su puesto saldrian a
          la estradiota vestidos como turcos con
          mascaras y rodelas turquescas, vestidos
          todos de las colores que su señoria les
          daria, y que jugarian con alcanzias. E
          que Flamiano tuviesse el otro puesto a
          la gineta con los otros caualleros que
          alli primero se hallaron en la caça.
          E que ante que al puesto saliessen,
          que saliessen ellos todos juntos e
          començassen su juego de cañas partidos
          por medio. En el qual juego él con sus
          turcos llegaria como hombre que viene
          de fuera, e assi juntados ellos todos,
          començarian el otro juego contra los que
          en él viniessen. E ansi el señor cardenal
          tomó a cargo de suplicar a la señora
          princesa que para aquella noche conbidase
          a la señora duquesa e á Belisena, con
          todas las otras damas que alli se
          hallassen, para que en su posada aquella
          noche passado el juego todas cenassen y
          alli hiziessen la fiesta. Pues acabada la
          caça, dende a dos dias con mucho plazer
          los vnos e los otros todos juntos a la
          ciudad se tornaron.

          Donde despues de llegados, Flamiano
          acordo de enbiar a Felisel a visitar a
          Vasquiran con el qual acordo respondelle
          a su carta. E despachado que le houo,
          Felisel se partio, e llegado a Felernissa
          donde halló a Vasquiran, despues de hauer
          hablado mucho con él en especial de las
          cosas dela caça e lo que en ella se era
          seguido, la carta de Flamiano le dió, la
          qual en esta manera razonaua.


           CARTA DE FLAMIANO Á VASQUIRAN EN
             RESPUESTA DE LA SUYA POSTRERA

          No quiero, Vasquiran, dexarme de
          responder a tus cartas e quexas, si
          quiera porque no pienses que razon me
          falta para ello, como a ti crees que te
          sobra para lo que hazes. Yo, si bien me
          entiendes, no digo que de la muerte de
          Violina no te duelas como es razon que
          lo hagas, mas que los estremos dexes e
          apartes de ti, pues que in genere son
          reprobados; porque como ya te he dicho y
          tú dizes, tus lastimas todas la muerte
          las ha causado, y en verdad al parecer
          estas son las mas crudas de sofrir, y
          al ser las mas leues de conortar, pues
          como dicho tengo, el tiempo e la razon
          naturalmente las madura e aplaca de tal
          suerte que assi como la carne muerta
          en la sepultura se consume, assi el
          dolor que dexa en la viua se resfria.
          Porque si assi no fuesse, muchas madres
          que ardientemente los hijos aman e los
          pierden, por ser fragiles para soffrir el
          dolor con la braueza dél, con la flaqueza
          de la complision, si este remedio el
          tiempo naturalmente no les pusiesse, las
          mas dellas del seso o de la vida vernian
          a menos, e aun algunos padres lo mismo
          harian, e otras muchas personas que de
          conjunto amor contentos acompañados
          viuian como tú hazias. Empero como he
          dicho el natural remedio lo remedia
          continuamente, e donde este faltasse o
          si assi no fuese, digo que por razon más
          obligado serias segun quien eres a hazer
          lo que digo que lo que hazes, por muchas
          causas que ya te tengo dichas, porque
          como sabes, la estremidad del plañir nace
          de la voluntad, la virtud del soffrir es
          parte de la razon.

          Pues mira quan grande es, nuestra
          differencia entre la voluntad é la razon.
          Lo vno parte de discrecion e cordura; lo
          otro o es o está a dos dedos de locura,
          en especial que los virtuosos varones
          más son conocidos en las aduersidades
          por su buen seso e sofrimiento que no
          en las prosperidades por grandezas ni
          gouierno; porque lo vno muchos respectos
          lo pudieron causar para hazerse, lo otro
          sola virtud lo templa para sofrirse.
          Assi que por todas las partes verás que
          por fuerça tu dolor ha de menguar. Mas
          ¿qué hare yo que si sola vna vez que
          vi a la que mi mal ordena, de tantos
          malos me fue causa? en las otras que la
          veo ¿qué puedo sentir? Su ausencia me
          atormenta de passion; su presencia me
          condena de temor; su condicion e valer me
          quitan esperança; mi suerte y ventura me
          hazen desconfiar. Mi pena me da congoxa
          incomportable. Lo que siento me haze
          dessear la muerte; remedio en mi no le
          hay; della no se espera. E assi tengo
          más aparejado el camino de desesperar
          que abierta la puerta de esperança para
          ningun bien.

          Assi que por Dios te ruego que comiences
          á poner consuelo en ti, porque puedas
          presto con tu compañia venir a poner
          remedio en mí, y con tal confiança me
          quedo cantando este villancico que a mi
          proposito haze y a mi pesar he hecho.

              Yo consiento por seruiros
            mi muerte sin que se sienta
            vos señora no contenta.
              El primer dia que os vi
            tan mortal fue mi herida
            que en veros me vi sin vida
            y el viuir se vio sin mi,
            pues que en viendoos consenti
            mis males que son sin cuenta,
            vos señora mal contenta.
              Consenti verme sin ella
            solamente por miraros
            y por solo dessearos
            tuue por bueno perdella;
            y más que los males della
            quise qu'el alma los sienta
            y vos dello descontenta.
              Consenti que mi tormento
            tan secreto fuese y tal,
            que el menor mal de mi mal
            diesse muerte al sentimiento;
            quise más qu'el soffrimiento
            que lo suffra y lo consienta
            por hazeros más contenta.
              De suerte que mis sospiros
            aunque sean sin compas
            los quiero sin querer mas
            de quereros y seruiros,
            sin más remedio pediros
            de la muerte que m'afrenta
            que veros della contenta.

           LAS COSAS QUE VASQUIRAN CONTO A FELISEL
          DESPUES DE LEYDA LA CARTA, QUE LE HAUIAN
                   SEGUIDO YENDO A CAÇA

          Despues de leyda Vasquiran la carta que
          Felisel le dió, hablando de muchas cosas
          Felisel le conto todas las cosas de la
          caça, assi de los caualleros y damas que
          en ella fueron como de los atauios que
          todos sacaron, e aun parte de lo que su
          señor con Belisena passó hablandose con
          ella a solas. Pues hauiendolo todo muy
          bien relatado, otro dia paseandosse los
          dos como otras vezes solian por vna sala,
          Vasquiran le començo á dezir:

          Pues que ayer, Felisel, me contaste todos
          los mysterios de la caça que allá haueys
          tenido, e aun lo que a tu señor en ella
          le siguio, quiero contarte lo que a mi
          en otra me ha acontecido. Flamiano, como
          dizes, fue por acompañar a quien de
          enamorados pensamientos acompañado le
          tiene e aun por dar con su vista descanso
          a sus ojos. Yo por acompañar a mi soledad
          de mas soledad e por dar a los mios con
          ella de lagrimas más compañia con menos
          atauios e mas angustias la semana passada
          tambien me fuy á caça, en la qual me
          acontecio lo que agora oyras.


            RECUENTA VASQUIRAN Á FELISEL LO QUE LE
          ACONTECIO EN LA CAÇA, E LA OBRA QUE SOBRE
                          ELLO HIZO

          Estando con sus canes estos mis
          seruidores en sus paradas puestos como yo
          los hauia dexado, contecio que vn ciervo
          e vna cierva juntos en la vna dellas
          dieron, de que dadas laxas a los perros
          començaron a seguirlos por vna llanura
          que entrellos e un bosque se hazia. E
          siendo los canes muy buenos dieronles
          vn alcance en el cual la cierua se houo
          de apartar de su compañia e vino a dar
          donde yo estaua, por su desventura e la
          mia, e assi como yo la vi venir salile
          por el traues adelante e ante que al
          bosque llegasse la maté. Llegados alli
          parte destos mis seruidores, porque ya
          era algo tarde mandela cargar sobre vna
          azemila con la otra caça que muerto
          hauiamos, y yo comence a venirme la via
          de aquella eredad mia a donde la otra vez
          me hallaste, e seyendo ya al aquanto del
          bosque alongados, sentimos los mayores
          bramidos del mundo, los quales por nos
          oydos, paramos por saber qué podria ser,
          e vimos venir vn cieruo que en el bosque
          se nos era entrado bramando, y era el
          que en compañia de la cierua venia, el
          qual ni por el temor de los canes que al
          encuentro le salieron, ni por lo que los
          mios le ocuparon jamas dexó de hazer su
          via hasta llegar al azemila do la cierua
          venia cargada. E como yo lo vi pense lo
          que podia ser como fue, aunque milagro
          parezca, e assi mandé que ninguno le
          hiziesse daño. Pues llegado que fue do su
          dolor lo guiaua, començo á dar de nuevo
          muy mayores bramidos derramando de los
          ojos infinitas lagrimas. Como tal le vi
          hazer tanto dolor, començo a refrescar
          en mi llaga, que temiendo en mi algun
          desmayo que afrenta me hiziesse, mandé
          lo dexassen estar e segui mi camino para
          donde él yva, mas como nos vido partir,
          con mayores gemidos començo a seguirnos
          hasta llegar do yo yva, de donde jamas
          se es partido. Como esto vi mandé que
          a la cierua desollassen el cuero e lo
          hinchiessen de feno e dentro en el
          jardin lo colgassen en vna lonja que en
          el hay tan alto que el ciervo solamente
          pudiesse alcançar a su cabeça. E desde
          aquel dia que alli lo pusieron mandé
          meter dentro al cieruo e jamas de donde
          la cierua está se es partido, saluo
          cuando costreñido de la hambre algun
          poco por la huerta a pacer se aparta.
          Pusome tanta tristeza ser, Felisel, lo
          que te he contado, que despues de hauer
          cenado a solas retraydo en mi camara,
          veniendome a la memoria todas mis glorias
          pasadas y la congoxa presente, juzgando
          por lo que este irracional hazia lo que
          de razon yo deuia hazer, con infinitas
          lagrimas comence contra mí maldiziendo
          mi desuentura a dezir infinitas e muy
          lastimeras palabras, tantas que largo
          seria contarlas. Saluo que estando assi
          yo me senti assi venir a menos el sentido
          e no sé si trasportado del juyzio o si
          de dolor y del sueño vencido, yo vi en
          vision todas las cosas que a tu amo embio
          dentro en una carta que le tengo ya
          escripta, lo qual verás en versos rimados
          conpuestos más como supe que como deuiera
          o quisiera. E despues hize sobre este
          caso deste cieruo esta cancion, la qual
          no he querido que tu amo la vea, por que
          no halle en ella con que responder a mi
          carta como suele.

              ¿Que dolor puedo quexar
            de mis angustias e males
            viendo que los animales
            mayor sienten mi pesar?
              Quexaré de mi dolor
            que es tan crudo su tormento
            que vn bruto sin sentimiento
            le siente mucho mayor,
            de pesar que yo le siento,
            mas no se puede ygualar
            con mis angustias mortales
            porque ell alma de mis males
            mayor siente mi pesar.

          Acabado que houo de decirle la cancion le
          dixo: Felisel, yo querria que mañana te
          partiesses, porque llevasses a Flamiano
          vn cauallo mio de la gineta con vn gentil
          jaez, que agora poco ha me han traydo
          de España, porque aproueche para el,
          pues que a mí ya seruir no me puede.
          Querria que llegasses a tiempo que para
          el juego de las cañas que me has dicho le
          siruiesse. Otro dia recebido Felisel el
          cauallo e la carta se partio. E llegado a
          Noplesano, halló que Flamiano con todos
          los caualleros eran ya partidos para
          Virgiliano, porque la señora duquesa e la
          princesa con todas las damas ya estauan
          alli. Donde otro dia Felisel llegó, con
          el qual Flamiano holgó mucho e houo mucho
          plazer de oyrle contar lo que a Vasquiran
          hauia acontecido e tambien con el cauallo
          que era muy bueno y el jaez muy rico,
          en especial llegando a tal tiempo. Y
          recebida la carta començola a leer la
          qual assi dezia.


             CARTA DE VASQUIRAN Á FLAMIANO EN
                   RESPUESTA DE LA SUYA

          Quanto mejor seria, Flamiano, que a esta
          question pusiessemos silencio que no
          proseguirla, pues que tan poco prouecho
          a los dos nos acarrea. Tú me dizes que
          no me reprueuas porque de mi mal me duelo
          pues que es razon que lo haga, sino que
          no deuo tanto en estremo dolerme. Mi mal
          quisiera yo que limitaras que no fuera
          tan grande, que mi tristeza pequeña es
          para con él. Dizes que como la carne
          muerta en la sepultura se consume,
          assi el dolor que dexa en la viua se
          resfria; falso es esse argumento pues
          en mi que lo prueuo por el contrario
          lo veo. Tornasme a alegar las mugeres
          que perderian el sentido si por esto no
          fuesse. A la fe por ser ellas flacas
          de sentido e fragiles pierden dello la
          memoria, que no por lo que dizes. Si
          honesto me fuesse alegarte cosas de
          nuestra fe, vna cosa te diria de la que
          no tuvo par, que en tal caso hizo, con
          que callasses. Tambien me alegas como
          philosopho lo que de la voluntad o de la
          razon parte, quál es auto mas virtuoso,
          e das lexos del terrero, que los que
          desso han glossado, en especial Juan de
          Mena e muchos no ponen contraste en tal
          caso, entre la voluntad e la razon, saluo
          de aquellos apetitos que viciosamente
          muestra naturaleza, desseo voluntario,
          que el dolerse nadie de la cosa amada de
          puro amor e gratitud y contentamiento
          que le tenia, le parte viendola perdida.
          Pues estos autos virtuosos y razonables
          son, que no voluntad voluntaria. Ansi
          que no te cale philosophia comigo que
          poco te aprouecharia ni a Aristoteles si
          mi mal sintiera. Mas sabía el Petrarca
          que no tú ni yo, mas ya sabes lo que
          respondio siendo juzgado porque a cabo de
          veynte años que madama Laurea era muerta
          la plañia e la seruia, quando dixo:
          ¿Que salud dió a mi herida quebrarse
          la cuerda del arco? Nunca de tu mal vi
          ningun martir e del mio verás todas las
          poesias y escripturas dende que el mundo
          se començo hasta agora llenas, de lo que
          aun la sangre del martir Garcisanchez
          viua tenemos e no oluidada la del mesmo
          Petrarca que te he dicho, sin otros
          infinitos que dellos no se escriue. Tú
          no hallas remedio para ti que cada dia
          hablas o puedes hablar a quien te pena;
          quieresle hallar para mi que no le tengo.
          Tambien me dizes que la primera vista
          tanto tanto mal te causó, ¿que sentiras
          en las otras? Digo que la primera vez te
          enamoró, las otras te reenamoran, todo el
          mal que te causa su ausencia es desseo
          de verla. El que te haze su presencia
          es desseo de codiciarla. En fin, son
          vanidades que la vna con la otra se
          texen; mas si lo quieres ver, mira qual
          pena es mayor: la que sientes viendo,
          o la que ausente padezes por ver; aquí
          juzgarás mi mal qué tal es. En fin, que
          tú careces de consejo e confiança, yo de
          consuelo y esperança; tú buscas compañia,
          yo huyo della; tú desseas gozar, yo
          morir; lo que tú no dessearas si quiera
          por ver a Belisena. Mira qué mal te causa
          verla. Assi que en esto no habria cabo,
          creeme, y dexalo estar; y pues que lo
          que en la caça te acontecio me has hecho
          saber, Felisel te contará lo que a mi en
          otra me ha seguido, sobre lo qual hize
          esta obra que aqui te embio.


          VISION DE AMOR EN QUE VASQUIRAN CUENTA LAS COSAS
            QUE VIO ESTANDO TRASPUESTO, LO QUE HABLO Y LE
            LE RESPONDIERON.

              Combatido de dolores
            e penosos pensamientos,
            desesperado d'amores,
            congoxado de tormentos,
            vi que mis males mayores
            turbauan mis sentimientos,
            e turbado,
            yo me puse de cansado
            a pensar
            las tristeças e pesar
            que causauan mi cuydado.
              E vi que la soledad
            teniendome conpañia
            no me tiene piedad
            de las penas que sentia,
            mas con mucha crueldad
            lastimaua mi porfia
            de dolor
            diziendome: pues que amor
            te tiene tal,
            no te quexes de mi mal
            qu'es de todos el mayor.

          (_Responde Vasquiran á la soledad._)

              Si el menor mal de mi mal
            eres tú e de mis enojos
            teniendome siempre tal
            que me sacas a manojos
            con rabia triste mortal
            las lagrimas a los ojos
            de passion
            sacadas del coraçon
            donde estan,
            dime qué tales seran
            los que mas crueles son.

                 (_Prosigue._)

              Con mi soledad hablando
            sin tornar a responderme,
            ni dormiendo, ni velando,
            ni sabiendo qué hazerme
            en mis males contemplando,
            comence a trasponerme
            no dormido
            mas traspuesto sin sentido
            no de sueño
            mas como quien de veleño
            sus ponçoñas ha beuido.

              Pues sintiendo desta suerte
            mis sentidos ya dexarme
            aun qu'el dolor era fuerte
            comence de consolarme;
            dixe: cierto esto es la muerte,
            que ya viene a remediarme
            segun creo;
            mas dudo pues no la veo
            qu'esta es ella
            por hazer que mi querella
            crezca mas con su desseo.
              Y con tal medio turbado
            mas qu'en ver mi vida muerta,
            aunque del pesar cansado
            comence la vista abierta
            a mirar é vi en vn prado
            vna muy hermosa huerta
            de verdura,
            yo dudando en mi ventura
            dixe: duermo
            y en sueño qu'esto es vn yermo
            como aqui se me figura.
              Y assi estando yo entre mi
            turbado desta manera
            comence quexarme assi;
            no quiere el morir que muera;
            luego mas abaxo vi
            vna hermosa ribera
            que baxaua
            de vna montaña qu'estaua
            de boscaje
            muy cubierta, e vi vn saluaje
            que por ella passeaua.
              Vile que volvio a mirarme
            con vn gesto triste y fiero,
            yo comence de alegrarme
            e a decir: si aqui le espero
            este viene a remediarme
            con la muerte que yo quiero,
            mas llegado
            vile muy acompañado
            que traya
            gente que mi compañia
            por mi mal hauian dexado.

                (_Admiracion._)

              Comenceme de admirar
            dudando si serian ellos,
            por mejor determinar
            acorde de muy bien vellos
            tornandolos a mirar
            y acabé de conocellos
            claramente,
            dixe entre mi: ciertamente
            agora creo
            qu'es complido mi desseo
            pues que a mí torna esta gente.

          (_Declara quien viene con el saluaje e de
                   la manera que viene._)

              Mis plazeres derramados
            venian sin ordenança
            guarnecidos de cuydados,
            ya perdida su esperança,
            diziendo: fuymos trocados
            con la muerte y la mudança
            que ha mudado
            nuestras glorias en cuydado
            de dolor
            pues do el gozo era mayor
            mis tristeças ha dexado.
              Vi mi descanso al costado
            con vna ropa pardilla
            de trabajo muy cansado
            assentado en vna silla
            de dolor bien lastimado
            publicando su mancilla
            e su pesar,
            començando de cantar
            esta cancion:
            no me dexe la passion
            un momento reposar.
              Venia el contentamiento
            más cansado vn poco atras
            con esquiuo pensamiento
            sospirando sin compas,
            diziendo: de descontento
            no espero plazer jamas
            que me contente,
            pues murio publicamente
            quien causaua
            el bien que me contentaua,
            ya plazer no me consiente.
              Mi esperança vi primera
            de amarillo ya vestida
            quexando desta manera:
            donde s'acabó la vida,
            ¿qué remedio es el que espera
            la esperança qu'es perdida
            e acabada?
            verse mas desesperada
            de remedio
            pues que en el mal do no hay medio
            s'espera pena doblada.
              Tambien vi a mi memoria
            cubierta de mi dolor
            recordandome la gloria
            que senti siendo amador,
            e con ella la vitoria
            de los peligros d'amor
            ya passados
            porque no siendo oluidados
            fuessen viuos
            para hazer mas esquiuos
            mis males e lastimados.
              Mi desseo vi venir
            postrero con gran pesar
            e sentile assi dezir:
            lo mejor es acabar
            pues que s'acabó el viuir:
            ¿qué puedo ya dessear
            sino la muerte?
            para que acabe y concierte
            que fenezça
            mi dessear e padezça
            lo que ha querido mi suerte

          (_Pregunta quien es el saluaje y responde
                        el Desseo._)

              Como a mí los vi llegar
            aunque muy turbado estaua
            comence de demandar
            quien era el que los guiaua
            que con tan triste pesar
            de contino me miraua
            desnudado:
            este es el tiempo passado
            de tu gloria
            el que agora tu memoria
            atormenta con cuydado.

                    (_El Desseo._)

              Este que miras tan triste
            con quien vees que venimos,
            este es el que tú perdiste
            por quien todos te perdimos,
            que despues que no le vimos
            nunca vn hora mas te vimos
            ningun dia
            e dexo en tu compañia
            que te guarde
            soledad, la que muy tarde
            se va do hay alegria.
              Pues aquella a quien fablauas
            diziendo que mal te trata
            e aunque della te quexauas
            no es ella la que te mata
            mas es la que desseauas,
            triste muerte cruda ingrata
            robadora
            que te quitó la señora
            cuyo eras
            e no quiere que tú mueras
            por matarte cada hora.

            (_Responde y pregunta._)

              Quien comigo razonaua
            claramente lo entendia,
            mas tan lexos de mi estaua
            que aunque muy claro le oya
            la distancia me quitaua
            que ya no le conocia,
            e atordido
            dixe: bien os he entendido
            mas no veo
            quién soys vos. Soy tu desseo
            que jamas verás complido.

          (_Pregunta á su desseo y respondele._)

              Demandale, como estas
            tan apartado de aqui
            que yo siento que me das
            mil congoxas dentro en mi?
            Dixo: nunca me veras
            qu'estoy muy lexos de ti,
            sé que desseas
            verme, pero no lo creas,
            porque amor
            no consiente en tu dolor
            por saluarte que me veas.

              Qu'este jardin que aqui esta
            con tantas rosas y flores
            es el lugar que se da
            a los buenos sofridores
            que con mucha lealtad
            en su mal sufren dolores,
            y es ley esta
            y an los amadores puesta
            por razon
            que gana tal galardon
            el que mas caro le cuesta.

                    (_Replica._)
              Quando bien lo houe entendido
            tanto mal creció en mi mal,
            que ya como aborrecido
            dixe con rabia mortal:
            ¿quién ha tanto mal sofrido
            que del mio sea ygual
            en nada dél?
            pues porqué si es tan cruel
            bien no merezco
            la muerte pues la padezco
            con la misma vida dél?

              Quanto más que yo no quiero
            mi suerte más mejorada,
            ni más beneficio espero
            que la muerte ver llegada,
            pues qu'en desealla muero
            mateme de vna vegada
            con matar,
            e si esto amor quiere dar
            que a ti te plaze,
            poco es el bien que te haze
            pues da fin a tu pesar.

               (_El Desseo replica._)

              Que la pena aborrecida
            con que tú te desesperas
            es que mueres con la vida
            ante qu'en la muerte mueras,
            que es la gloria conocida
            de todo el bien que ya esperas,
            y essa fue
            con quien Petrarca y su fee
            ganó la voz
            de martir, e Badajoz
            sin otros mill que yo sé.

            (_Cuenta como vio su amiga._)

              Escuchandole turbado
            sin saber qué responder
            vi venir por medio un prado
            quien causaua mi plazer
            y agora con su cuydado
            tan triste me haze ser;
            pues en vella
            yo me fuy muy rezio a ella,
            e allegado
            me vide resuscitado
            quando pude conocella.

          (_Habla Vasquiran a su amiga._)

              Viendome con tal vitoria
            comencele de dezir:
            mi bien, mi dios, y mi gloria,
            ¿cómo puedo yo viuir
            viendo viua tu memoria
            despues que te vi morir?
            ¿No bastaua
            el dolor que yo pasaua
            a no matarme?
            pero no queria acabarme
            porque yo lo desseaua.

                (_Responde Violina._)

              Començo de responderme:
            ya sé quanto viues triste
            en perderte y en perderme
            el dia que me perdiste:
            e sé que en solo no verme
            nunca más descanso viste,
            e tambien sé
            que t'atormenta mi fe,
            e assi siento
            más mal en tu sentimiento
            qu'en la muerte que passé.
              Pero deues consolarte
            e dexarme reposar
            pues que por apassionarte
            no me puedes ya cobrar
            ni menos por tú matarte
            podré yo resuscitar,
            e tu pena
            a los dos ygual condena,
            e tu dolor
            lo sintieras muy mayor
            si me vieras ser agena.

            (_Responde Vasquiran._)

              Todo el mal que yo sentia
            y el tormento que passaua,
            si penaua, si moria,
            tu desseo lo causaua,
            que jamas noche ni dia
            nunca vn hora me dexaua,
            mas agora
            que te veo yo, señora,
            yo no espero
            más dolor ni más bien quiero
            de mirarte cada hora.

                 (_Violina._)

              Tú piensas que soy aquella
            que en tu desseo desseas
            e que acabas tu querella;
            no lo pienses ni lo creas
            bien que soy memoria della,
            mas no esperes que me veas
            ya jamas,
            que aunque comigo estás
            soy vision
            metida en tu coraçon
            con la pena que le das.
              Tus males y tus enojos
            con tu mucho dessear
            te pintan a mi en tus ojos
            que me puedas contemplar,
            pero no son sino antojos
            para darte más pesar
            e más despecho,
            que mi cuerpo ya es dessecho
            e consumido
            y en lo mesmo convertido
            de do primero fue hecho.

                 (_Vasquiran._)

              Casi atonito en oylla
            como sin seso turbado,
            quisse llegarme y asilla,
            e halleme tan pesado
            como quien la pesadilla
            sueña que le tiene atado
            de manera
            que no pude aunque quisiera
            más hablalle,
            e assi la vi por el valle
            tornarse por do viniera.
              Quando tal desdicha vi
            causada sin mas concierto
            luego yo dixe entre mi:
            ciertamente no soy muerto;
            estando en esto senti
            mi paje y vime despierto
            acostado
            sobre vn lecho, tan cansado
            que quisiera
            matarme sino temiera
            el morir desesperado.
              Vime tan aborrecido
            que comence de dezir:
            tanto mal mi mal ha sido
            que me desecha el morir
            conociendo que le pido;
            dame muerte en el viuir
            por alargar
            mi pesar de más pesar
            para que muera
            viuiendo desta manera,
            muriendo en el dessear.
              Viue mi vida captiua
            desseandose el morir
            porque le haze el viuir
            qu'el mismo que muere viua.
              Quien la muerte se dessea
            y la vida no le dexa
            con mayor dolor l'aquexa
            el viuir con quien pelea
            qu'el morir que se le alexa,
            pues la pena mas esquiua
            de comportar y sofrir
            es la muerte no viuir
            do la vida muere viua.

          E assi, Flamiano, estando qual has oydo,
          creyendo que ya mis fatigas eran acabadas
          con la muerte como se començaron,
          recordome un paje mio que entró en la
          camara y assi con el plazer que puedes
          pensar que de qual estoy, hame parecido
          escrebirtelo porque mis passatiempos
          sepas, assi como tus desesperaciones me
          escriues, que en ninguna cosa hallarás
          que la razon te pueda dar esperança.
          Nunca vi mejor negocio para poner en
          razon que passion de amores; si tanto
          en tu caso entendieses como en el mio
          piensas saber, verias como estas cosas
          enamoradas ninguna dellas por razon se
          govierna, porque son cosas que la ventura
          las guia; pues lo que ventura ha de hazer
          qué has menester pesarlo con el peso de
          la razon? Por tu fe que cesses de más
          escreuirme sobre esto, ni más ygualar
          tu question con mi perdida, bastete que
          tú has de esperar la ventura, yo ya he
          desesperado con mi desuentura.


          LO QUE EN ESTE TIEMPO QUE FELISEL FUE Y
          TORNÓ, SE CONCERTO EN EL JUEGO DE CAÑAS

          En este tiempo la señora duquesa con
          muchas otras damas e señoras fue partida
          para Virgiliano, y el señor cardenal
          con todos los caualleros. En el qual
          tiempo Flamiano dió orden en lo que para
          el juego de cañas hauia menester, y el
          señor cardenal assimesmo. Fueron del
          puesto de Flamiano el conde de la Marca,
          el marques Calerin, el prior de Albano,
          el marques de Villatonda, el prior de
          Mariana, el duque de Fenisa, el duque
          de Braverino, su cuñado Francalver,
          el conde de Sarriseno, Qusander el
          fauorido, Galarino de Isian, Esclevan de
          la Torre, Guillermo Lauro, el marques de
          Persiana. Fueron con el señor cardenal
          el conde de Auertino, Atineo de Leuerin,
          el conde de Ponteforto, Fermines de
          Mesano, Francastino de Eredes, Camilo de
          Leonis, Lisandro de Xarqui, Preminer de
          Castilplano, el marques de la Chesta,
          Alarcos de Reyner, Pomerin, Russeler el
          pacifico, Alualader de Caronis, el conde
          Torrior, Perrequin de la Gruta.

          Salio primero Flamiano con todos los de
          su partida e por ser el cabo de aquel
          juego todos salieron de las colores de la
          señora Belisena con aljubas de brocado
          blanco e raso encarnado, cada uno de la
          manera que le parecio, con capas del
          mismo raso forradas del damasco blanco;
          algunos sacaron sobre las mesmas colores
          algunas invenciones de chaperia de plata
          entre las quales fue vno el marques de
          Persiana que sacó vnas palmas de plata
          sembradas por la ropa y vna palma grande
          en medio de la adarga, con vnas letras en
          torno que dezian:

              La primera letra desta
            tengo yo en las otras puesta.

          No quiso Flamiano sacar más de las
          colores por no perjudicar a los que con
          él salian, mas sacó en torno de la adarga
          y en vna manga rica que sacó, unas letras
          de oro esmaltadas que dezian:

              De la obra qu'en mi hacen
            vuestras colores y obras,
            bastan a todos las sobras.

          Sacó el señor prior de Albano toda la
          marlota e adarga cubierta de lazadas de
          oro con vna letra en torno de la capa e
          de la adarga bordada de oro que dezia:

              No pueden desañudarse
            las lazadas
            estando en el alma atadas.

          Sacó el señor prior de Mariana vnas
          muestras de dechado labradas en el adarga
          con vna letra que dezia:

              No se muestra
            lo que peno a causa vuestra.

          Salidos todos, como en tal muestra se
          suele salir, a vn llano entre la villa
          y el mar donde en vn gran tablado con
          mucha tapeceria todas las damas estauan,
          començaron entrellos mismos su juego de
          cañas; habiendo jugado vna pieça, el
          señor cardenal aparecio con su batalla
          por encima un montecico quanto un tiro de
          ballesta de alli; venian en su ordenança
          a usança de turcos con sus añafiles e
          vanderas en las lanças estradiotas.
          Salieron todos con aljubas de brocado
          negro forradas de raso pardillo, con sus
          mascaras turquesas.

          Pues al tiempo que se descubrieron los
          dos del puesto de Flamiano, juntaron
          todos, e con alcanzias en las manos los
          salieron a recebir al cabo del llano,
          y echadas las alcanzias quando a ellos
          llegaron dieron la vuelta e los turcos
          con sus estradiotas enristradas en el
          alcance hasta ponerlos en el lugar del
          juego; y ansi se trauó muy reziamente,
          tanto que parecio a todos muy gentil
          fiesta, e duró un quarto de ora hasta
          que se despartieron e passaron otra hora
          en passar carreras los vnos a la gineta,
          los otros a la estradiota. Siendo ya
          tarde, la duquesa con su hija Belisena e
          todas las otras damas fueronse a apear a
          la posada de la señora princesa, donde
          se dió vna rica colacion, e duró el
          dançar hasta la cena. Pues en muy largo
          y ancho corredor se paró vna tabla muy
          larga, tanto que las damas cabian a la
          una parte della, y todos los caualleros
          a la otra. Excepto el cardenal que no
          cenó alli, los otros todos cenaron con
          mucha alegria. Acauado el cenar todos los
          caualleros se fueron a sus aposentos e
          mudaron los vestidos e tornaron a danzar
          e cada uno lo más galan que venir pudo.
          Llegado Flamiano a su posada enbió su
          atauio a vn tanborino dela señora duquesa
          que se llamaua Perequin; todas las
          otras ropas o las mas se dieron aquella
          noche a los ministriles y albardanes.
          Flamiano se detuuo en su posada con otros
          quatro caualleros para recitar aquella
          noche vna egloga en la cual se contiene
          pastorilmente todo lo que en la caça con
          Belisena passó. Quando supo que todos los
          caualleros ya eran en casa de la señora
          princesa y el dançar començado, él partio
          de su posada e con todo su concierto
          llegó a la fiesta e recitó su egloga,
          como aqui se recita.


                 INTRODUCCION DE LA EGLOGA

          Entran tres pastores e dos pastoras, el
          principal qu'es Flamiano se llama Torino.
          El otro Guillardo. El otro Quiral que es
          marques de Carliner. La principal pastora
          se llama Benita, que es Belisena. La
          otra se llama Illana qu'es Isiana. Entra
          primero Torino e sobre lo que Belisena
          le mandó en la caça qu'es la fantasia de
          la egloga, con vn laud tañe e canta esta
          cancion que al principio de la egloga
          está, y acostado debaxo de vn pino que
          alli hazen traer; acabado de cantar,
          comiença a quexarse del mal que siente e
          del amor. En el tiempo que él canta entra
          Guillardo quél no lo siente; oyele todo
          lo que habla, marauillase no sabiendo la
          causa qué mal puede tener que en tanta
          manera le fatiga; comiença consigo a
          hablar razonando qué mal puede ser; ve
          venir a Quiral, llamale e cuentale lo
          que ha oydo, e juntos los dos lleganse
          a Torino demandandole de qué dolor se
          quexa, él se lo cuenta. Guillardo no
          le entiende, Quiral si aunque no al
          principio. Altercan entre ellos gran
          rato, estando en la contienda entra
          Benita, pideles sobre qué contienden.
          Torino le torna a decir en metro lo que
          en la caça passó en prosa, y assi los dos
          contienden. Al fin Benita se va; quedan
          todos tres pastores en su question.
          Acaban todos tres con vn villancico
          cantado.

                 COMIENÇA LA CANCION
              No es mi mal para sofrir
            ni se puede remediar
            pues deciende de lugar
            do no se puede subir.
              El remedio de mi vida
            mi ventura no le halla
            viendo que mi mal deualla
            de do falta en la subida,
            si se quiere arrepentir
            mi querer para mudar
            no puede, qu'está en lugar
            do no se puede subir.

                 COMIENÇA LA EGLOGA

                  _Y dize Torino._
              O grave dolor, o mal sin medida,
            o ansia rabiosa mortal de sofrirse,
            ni puede callarse, ni osa dezirse
            el daño que acaba del todo mi vida;
            mi pena no puede tenerse escondida,
            la causa no sufre poder publicarse,
            ni para decirse ni para callarse
            ni entrada se halla, ni tiene salida.
              Mudar ni oluidar ya no es en mi mano,
            ni puede quererse ni puedo querello,
            porque el menor daño está en padezello
            y en mí lo doliente es mejor que lo sano;
            es grande el dolor, mas es tan ufano
            que veo perderse mi vida de claro,
            si más no perdiesse no es mucho ni caro
            que cierto en perdella perdiendo la gano.
              El fuego que dentro del alma m'abrasa
            su pena es tan graue que no sé dezilla,
            querria viuir por solo sofrilla
            mas este querer la muerte me acusa;
            conoze en mis males que no se m'escusa,
            pues toda la causa está en mi desseo,
            más mal no pudiera hacerme Perseo
            aunque me mostrara la faz de Medusa.

                 (_Habla contra el amor._)
              Contentate agora, amor engañoso,
            pues todos tus fuegos con tanto furor
            encienden y abrasan de vn pobre pastor
            sus tristes entrañas, sin dalle reposo:
            bien te podrás llamar vitorioso
            venciendo vn vencido que quiso vencerse
            de quien imposible le fue defenderse
            ni tú si le viesses serias poderoso.
              Esfuerça tus fuerças en mí pobrecillo,
            enciende con ellas mi fuego mortal,
            que quanto más creces la pena en mi mal
            la causa me hace contento sofrillo;
            empleas tus flechas en vn pastorcillo
            rustico, solo de bien y de abrigo,
            que no podrán tanto tus mañas comigo
            que desto m'apartes, ni menos dezillo.

                 (_Habla con su soledad._)

              Venid soledad, leal compañia,
            que solo con vos me hallo contento,
            con vos gozo más de mi pensamiento
            que nunca se parte de mi fantasia,
            vos no me dexais, dexóme alegria,
            plazer ni esperança en quien ya no espero,
            reposo, descanso, tampoco los quiero
            ni nada de quanto primero tenia.

                   (_Habla al ganado._)

              O triste ganado qu'estás sin señor
            a solas paciendo, pues solo te dexo,
            quexarte has de mí, tambien yo me quexo
            del mal que sin culpa me haz' el amor.
            No plangas perder tan triste pastor
            de quien no esperabas ya buena pastura,
            pues él ya no espera sino desuentura,
            dexalo a solas passar su dolor.
              E vos mi çurron, e vos mi rabel
            que soys el descanso que traygo comigo,
            pues veys que me veo quedar sin abrigo,
            razon es que quede sin vos e sin él;
            n'os duela partir agora d'aquel
            que hasta el morir aun dél se desdeña,
            e vos mi cuchar e vos mi barreña
            andayos con dios, partios tambien dél.
              A solas quedad comigo, cayado,
            pues todo lo dexo y pasar no me dexa,
            al menos con vos del mal que m'aquexa
            podré sostenerme estando cansado;
            dexé mi çurron, rabel e ganado,
            la yesca, eslabon, barreña, cuchar,
            dexé mis plazeres, mas no mi pesar
            e menos a vos tampoco he dexado.
              Agora reposo que solo me veo,
            agora descanso en medio mis males,
            o lagrimas mias, o ansias mortales,
            o tristes sospiros con quien yo peleo;
            la vida aborrezco, la muerte no veo,
            que aun essa me niega su triste venir,
            e trueca el matarme con darme el viuir
            por no complazer mi triste desseo.
              O más aborrido pastor sin ventura
            de quantos oy viuen en toda la tierra,
            nin todo lo llano, nin toda la sierra
            nin todos los bosques, ni otra espesura;
            quien t'a de sanar, tu muerte procura,
            no tienes reparo, ni tienes abrigo,
            ni tienes pariente, ni tienes amigo,
            si mueres te falta tambien sepultura.
              Agora estaras, Torino, contento
            que tú de tu mano te diste herida
            que basta quitarte mill vezes la vida
            sola la causa de tu pensamiento,
            medido do llega su merecimiento
            vista tu suerte quedar tan atrás
            que quieres tu pena y no quieres más
            y no te consienten sofrir tu tormento.
              ¿Dónde toviste, Torino, el sentido,
            cómo podiste tan presto perdello?
            ¿que vees tu mal, no pues no querello?
            si quexas, tus quexas no eres oydo,
            consientes tu mal e no eres creydo.
            Mejor te seria del todo morir
            que verte penando muriendo seruir
            do solo es tu pago tenerte aborrido.
              Oido yo a huego quexuras tamañas
            como este pastor descubre que siente,
            yo nunca vi en otro qu'estando doliente
            dixese que s'arden en él sus entrañas;
            yo creo que tiene heridas extrañas
            que quieren del todo con yerua matallo,
            quiero buscar quien venga a curallo
            si puedo hallarlo por estas cabañas.
              Quiça l'a mordido perro dañado
            o qualq'animal o lobo rabioso
            pues da tales buelcos, no tiene reposo
            y esta delos ojos ciego turbado;
            no vee do dexa çurron ni cayado,
            vertida la yesca, quebrado el rabel,
            o es el demoño que anda con él
            o qualque desastre que tiene el ganado.
              O si con su amo quiça si ha reñido
            si quiere lleualle qualque meçada,
            mas él no haria por poca soldada
            estandose a solas tamaño roydo;
            miafe que pienso que no es so mordido,
            c'aquellos solloços no son de buen rancho,
            quiero traballe del pie con el gancho,
            quiça si lo sueña estando adormido.

          (_Habla el mismo Guillardo admirandose
            porque no le sintio trauando del._)
                O dolo a dios y cómo no siente?
            mayor es que sueño este su mal,
            alli me pareze que viene Quiral
            que le es gran amigo y aun cabo pariente,
            quiero llamallo, zagal es valiente,
            oyes, Quiral, allegate acá.

          Q.   Miafe, Guillardo, yo ya me yua allá
             que bien ha buen rato que lo tengo en miente.
          G.   Pues yo te he llamado por fazer tu ruego
             que vengas a ver tu amigo Torino,
             que aqui le he hallado tan fuera de tino
             que dize que s'arde en brasas de fuego.
          Q.   Quiça habra perdido o choto o borrego
             y está maldiziendo la res que lo cria.
          G.   No es esse el mal, Quiral, que dezia,
             mayor es el daño de qu'él está ciego.
               Yo me he quillotrado tan junto con él
             que de las manos le quité el cayado,
             ni él me sintio ni mira al ganado,
             ni cura si andan los lobos en él;
             acá está el çurron, allá está el rabel,
             y el no son sospiros y ahuncos de muerte
             diziendo y quexando su mal qu'es tan fuerte
             que passa los otros de pena cruel.
               Y aun tengo sospecha quiça qu'está enfermo
             según l'he sentido tan gran comezon,
             que deue tomalle qualque torozon
             d'andar passeando de noche este yermo.
          Q.   Miafe, pues vamos a vello, Guillermo,
             pues sabes la via, da tú camino.
          G.   Helo aqui está debaxo este pino.
          Q.   Duermes, Torino?
          T.         ¿Que qués, que no duermo?
          Q.   Pues saluete Dios.
          T.         Vengais norabuena.
          Q.   Qué sientes, Torino, que gimes tan fuerte?
          T.   Siento, pastores, el mal de la muerte
             y essa no llega por darme mas pena;
             passion me combate, razon me condena,
             dolor me fatiga, tristeça me aquexa,
             querria sanar, querer no me dexa,
             los males son mios, la causa es agena.
          Q.   Yo creo que tienes esprito malino,
             per signum crucis a dios recomiendo,
             ni sé lo que dizes ni menos t'entiendo,
             harasme dezir que hablas con vino.
             Retorna, retorna, retorna, Torino,
             razona con tiento, con seso y de vero,
             peor seras tú que Juan Citolero
             con sus patrañuelas que s'anda contino.
          T.   No te marauilles m'abraso en inuierno
             y enmedio el verano perezco de frio,
             no he visto otro mal assi como el mio
             y assi le juzgo de todos moderno.
          Q.   Date, Torino, date gobierno,
             si aqui no estás sano muda majada.
          T.   Primero, Quiral, por medio el yjada
             mi mal reuiente y se vaya al infierno.
          Q.   ¿Qué mal puede ser tan crudo que sientas
             lo mucho que duele y callas tu fatiga?
             ¿es mal dellonbrigo o dolor de barriga
             que dices el daño y la causa no cuentas?
             Veo en ti dolor que revientas,
             ¿es mal de costado que a todos avança?[287]
          T.   No es esse, Quiral, es poca esperança,
             qu'es muy mas cruel que cuanto me mientas.
          Q.   ¿De qué desesperas? ¿has algo sembrado
             que piensas perdello o quiça que no naça,
             o has miedo que falte lugar donde paça
             en estos exidos tu poco ganado?
          T.   No es este, pastor, mi graue cuydado,
             mas verme penado e de muerte herido
             de mano de quien me tiene aborrido
             y assi desespero de ser remediado.
          Q.   Ahotas que pienso que tu mal oteo
             e dudo que creo qu'es mal d'amorio,
             dalo al demoño tan gran desuario
             que mata la vida su solo desseo.
          T.   Mayor es el daño, Quiral, que posseo
             qu'en todos los males que sufro e consiento
             fallece esperaba e crece tormento
             y en todos los medios remedio no veo.
          Q.   Do yo al demoño la hembra maldita
             que mata un zagal assi de passion.
          T.   Calla, Quiral, por Dios tal razon
             que solo en oyllo la vida me quita,
             que no es quél tú dizes mas antes bendita
             segun las virtudes que caben en ella.
          Q.   ¿Pues cómo la alabas y quexaste della?
             Dime quien es, quiça si es Benita.
               La nieta d'aquel que hu mayoral
             de todos los hatos d'aquesta dehesa
             y hija d'aquel que con justa empresa
             teniendo justicia perdió tribunal,
             y aun hija d'aquella que dizen qu'es tal
             qu'en todas las otras que viuen agora
             ninguna se halla tan noble señora
             que sea con ella en nobleça ygual.
               Pues si esta que digo tanto es hermosa
             que basta alegrarte con su fermosura
             e basta a dar vida a qualquer criatura
             e mas como dizes qu'es tan virtuosa,
             pues date reposo, reposa, reposa,
             si assi como dizes tan fuerte la quieres,
             siendo ella tal, dime porqué mueres,
             siendo tu llaga en si gloriosa?
          T.   Yo no sé dezir el mal de que muero
             ni tú lo sabrias podiendo sentillo,
             yo sélo sentir mas no sé dezillo,
             ni sé lo que pido ni sé lo que quiero,
             socuños termeños, te digo de vero
             que tiene quien vella d'amor me condena,
             tornando a miralla me crece más pena
             que dexame siempre más mal que primero.
          Q.   Plazer me daria si yo de ti fuesse.
          T.   Dolo al demoño, Quiral, tu consejo,
             diran que vi en ella algun aparejo
             por do mi esperança esperança tuuiesse,
             y aun más me diria quien tal en mi viesse
             que ando perdido sin seso y sin tiento
             pues saben qu'es tanto su merecimiento,
             qu'es poco mi mal si dél yo muriesse.
          Q.   Miafe, pues quedate con tu dolor
             pues tú te lo quieres y quexas tu mal.
          T.   Querria una cosa tan solo, Quiral,
             que fuese tan grande qual es e mayor
             con que Benita mostrasse color,
             qu'es ella contenta que yo lo sufriesse;
             si esto, Quiral, Benita hiziesse
             jamas pediria más bien ni favor.
          G.    Di que t'a dicho por tu fe, Quiral,
             ¿qué dolor siente que assi lo apollina?
             ¿Tienes tú huzia que haura melecina
             o asmo que pienso qu'es gota coral?
          Q.    Miafe, Guillardo, su mal es un mal
             c'allá do se sienta por mal de pecados
             harto mal año y pro malos hados
             tien el pastor que se pone en lo tal.
          G.   ¿Qué mal puede ser c'así percudia
             y assi lo ahuncava con tanto cariño
             que daua chillidos assi como un niño
             que no parecia so que se moria?
          Q.    Un mal es, Guillardo, de tanta porfia
             qu'es bien de plañir aquel q'el acude.
          G.   Dolo al demoño y tan fuerte percude
             que no da reposo ni noche ni dia.
          Q.   Un mal es que s'entra por medio los ojos
             e vase derecho hasta el corazon,
             alli en ser llegado se torna afficion
             e da mil pesares, plazeres y enojos,
             causa alegrías, tristeças, antojos,
             haze llorar y haze reyr,
             haze cantar y haze plañir,
             da pensamientos dos mill a manojos.
          G.   ¿Es biuora o qué o es alacran
             o es escorpion, o es basilisco,
             que yo oy dezir aquí en nuestro aprisco
             que a todos los mata los qu'á velle van?
          Q.   Amor es, Guillardo, que da mas afan
             de pena crecida y ansiosas fatigas.
          G.   Daldo al demoño, hartaldo de migas,
             dalde cuajada e queso y aun pan.
             Si fruta quisiere dalde castañas,
             dalde mançanas, vellotas, piñones.
          Q.   No come Guillardo sino corazones
             y higados viuos y viuas entrañas.
          G.   Echaldo de fuera de vuestras cabañas
             a ese demoño gusano cruel.
          Q.   Miafe, no valen sañas con él
             ni valen razones ni fuerças ni mañas.
          G.   ¿Pues cómo se sana quillotro tan fuerte?
             dalde triaça, yo la traygo en mi esquero.
          Q.   No es buena, modorro, que si es verdadero
             no tiene salud jamas sin la muerte.
          G.   Pues si ese diabro es mal dessa suerte,
             segun que yo veo morir so Torino.
          Q.   Morir si me dizes, ya muere el mezquino,
             ¿no vees que su vida en morir se convierte?
          G.   O dome a dios y a san Berrion,
             si vello pudiesse, Dios me confonda
             si no le matasse con esta mi honda
             porque él no matasse assi esse garçon.
          Q.   Calla, bestiazo, que no anda en vision
             para que puedas assi dalle empacho.
          G.   O dolo al fuego, ¿es hembra o es macho,
             o es duen de casa o qualque abejon?
          Q.   Es cosa que nace de la fantasia,
             y ponese enmedio dela voluntad,
             su causa primera produze beldad,
             la vista la engendra el corazon la cria,
             sostienela viua penosa porfia,
             dale salud dudosa esperança,
             si tal es qual deue no haze mudança,
             ni alli donde está nunca entra alegria.
          G.   O yo no t'entiendo o no sé que s'es,
             ni es esso ni essotro, ni es cosa ni al,
             tú dizes qu'es bien, tú dizes qu'es mal,
             no es bestia, ni es ave, ni pece, ni es res,
             no está del derecho ni está del enues,
             no dexa viuir, ni mata tampoco,
             no es gusarapa, no es cuerdo ni loco;
             pues yo te prometo que a la fin algo es.
                 Mas helo aqui torna Torino turbado,
             con su mortalera de rabia o cordojo,
             quiero pedille si es fiebre o enojo
             y hazer que lo diga por fuerça o de grado.
             Dime, Torino, qué mal t'a tomado
             que assina te trae desaborrecido,
             ca este demoño jamas l'entendido
             mill desbariones c'aquí m'a contado.
             T.   Guillardo, Guillardo, mi mal es c'adoro
             d'amor a Benita porqu'es mi señora,
             mi vida la quiere, mi alma l'adora
             y ella me trata peor que a un moro.
          G.   O dom'a dios e agora lo yñoro,
             esso que dizes querencia se llama,
             quando un zagal dize que ama,
             yo ya lo sabia, miafe, de coro.
                 Tú andas, Quiral, chuchurreando
             con chichorrerias en chicharramanchas,
             en prietas, en blancas, en cortas y en anchas,
             y no me quillotras lo que te demando,
             ¿qué te calle andar quillotrando
             del mal que a Torino le daua porfia?
             que aunque no lo sé yo ya lo sabia
             qu'es una locura que s'anda burlando.
             Y di, tú, Torino, qu'eres sabiondo
             ¿assi te percossas por una zagala?
             haue verguença de ti noramala,
             no digan que eres algun berriondo.
          T.   Guillardo, Guillardo, mi mal es tan hondo
             que no puedo ya ni quiero valerme,
             si hallo remedio con que defenderme
             aquel es el mismo con que me confondo.
          G.   Pues hela aqui viene, laque assi te mata,
             con otra zagala que se anda tras ella,
             levanta, Torino, e vamos a ella
             por baxo estas matas pues no se dacata,
             e pues que te quexas que assina te trata
             aburrele un tiro con este mi dardo.
          T.   No plega a dios, amigo Guillardo,
             que yo merezca tocar su çapata.
          G.   Do yo al diablo pastor tan sandio
             que d'una zagala tan fuerte sa ahunca.
          T.   Calla, carillo, que nunca tú nunca
             has visto otro mal ygual con el mio.
          G.   Dalo al demoño qu'es un desuario
             que s'anda tras bobos e los modorrece.
          T.   No digas esso, que aquesta merece
             tener sobre el mundo mayor señorio.

          (_Acercandose Benita habla Quiral._)

          Q.   ¿Qué estays hablando con tanto zumbido?
             cata qu'está cerca Benita y escucha.
          T.   Escucha, Quiral, mi pena qu'es mucha,
             y no puedo della cobrir el gemido.
          Q.   A buenafe pues quiça que os ha oydo
             qu'entranbas a dos estan razonando.
          T.  Y yo entre vosotros plañiendo y quexando
             el mal que a su causa me tiene perdido.

          (_Llegada Benita con su compañera habla._)

          B.   ¿Qu'estays hablando a solas, pastores,
             c'así embeuecidos estays razonando?
          T.  Mis males, señora, estamos contando
             que vos los hazeis ser los mayores.
          B.   Torino, Torino, tú no te enamores
             en parte do nunca se sientan tus males,
             que busques y siruas tus pares yguales
             y alli verás tarde alcançarse fauores.
          T.   Mis ojos c'an sido la puerta y escala
             por do hermosura hirio con sus tiros,
             estos m'an hecho, señora, seruiros;
             lo que no merezco mi pena lo yguala,
             si causa no tengo razon no me vala,
             pues que yo no quiero que mi mal mereça,
             si no que querays que yo lo padeça,
             que tal intencion por cierto no es mala.
                 E pues que virtud en todo os es guia
             valer, merecer y mucha nobleça,
             no useys comigo de tanta crueza
             porque es imposible mudar mi porfia;
             consejo no quiero, remedio querria
             de vos mi señora de quien yo lo espero,
             en veros doler de verme que muero
             y es vuestra la culpa, la pena es la mia.
          B.   A mi no me plaze tu mal por mi vida
             assi como dizes segun se t'antoja,
             tu pena y seruicio en todo me enoja,
             pues dexate dello y tener m'as seruida:
             a esto que digo razon me combida
             a mi honestidad que da inconuenientes,
             que nunca yo mire el mal que tú sientes
             porque aun que más sea mi estado lo olvida.
                 Pues dexa, Torino, esta querella,
             seré yo contenta, serás tú sin quexas,
             hazer me has enojo si esto no dexas,
             daras a tu vida ocasion de perdella.
          T.  Cuando la pena en el alma se sella
             siendo causada con mucha razon,
             despues d'empremida en el corazon,
             es imposible que salga sin ella.
                 ¿Pues cómo podré mudar mi cuydado?
             quel dia que vi tu gran hermosura
             quedó en mis entrañas, tu gesto y figura
             assi como es perfecto estampado,
             y quantas saetas despues m'as tirado
             de oro que hieren mi corazon,
             el fuego las hunde de tanta pasion
             y está en cada una tu propio treslado.
                 Assi que yo muero en mi sepultura,
             de aqui a mill años que vengan a ver
             de tus efigias se podran coger
             tantas sin cuento que no haurá mesura,
             y en todos mis huessos aurá una escritura
             que ya dend'agora la tengo yo escrita
             e dizen las letras: esta es Benita
             la que desde entonces su nombre nos dura.
                 Assi que si quieres, Benita, que olvide
             tu nombre e qu'aparte de mí tu querer,
             saca mis huessos y hazte raer
             e de mis entrañas d'allí te despide,
             si a mí por ventura alguno me pide
             por no conocerme mi nombre quál es,
             dire que Benito so en el enues,
             c'asina me llaman despues que te vide.
                 Si tal fantasia me juzgan ser loca
             más loco seria quien tal me juzgasse,
             que si con mis ojos te viesse e mirasse
             veria qu'es justo mi vida ser poca,
             que no puede menos, señora, mi boca
             hazer que no diga del mal la ocasion
             y aunq'ella quissiese trocar la razon
             el fuego de dentro la causa prouoca.
                 Mas miras si puedes quitar esta salma
             que tanto m'agraua con pena tan graue,
             pues que de mi vida tú tienes la llaue
             podras de Vitoria ganar una palma,
             e aun dudo con esto que pongas en calma
             mis ondas crecidas de tanta passion;
             por que te quites de mi corazon
             pintada te quedas en medio del alma.
                 La qual yo mirando es fuerça que viua
             porqu'es inmortal estando tú en ella
             y agora comigo mi misma querella
             la mata e la hiere e la tiene captiua.
             Mi mucho tormento la gloria le priua
             lo que siendo libre de mi no podra
             mas en tu presencia contino estara
             dandote quexas de mi muerte esquiua.
                 Assi que pues ella agora te adora
             con mucha razon por ver tu excelencia,
             entonces contino estara en tu presencia
             muy más contenta que no haze agora,
             y pues que te enojas de serme señora
             siendo contento yo serte captiuo,
             despues de ser muerto que no sere viuo
             haurás mas pasar de ser matadora.
                 Y solo esta gloria me basta que baste
             hazerme contento perdiendo la vida
             pues yo sere muerto y tú arrepentida
             de ver que sin culpa, assi me mataste;
             negarte has a ti que no lo causaste,
             que yo lo busqué e mi mal consenti,
             entonces mi alma dirá: no es assi,
             que tuyo es el cargo pues mal le trataste.
                 Esto me haze quedar satisffecho
             hazerte contenta despues ver dolerte,
             ¿y quien no será quien quiera la muerte
             si della se espera tamaño provecho?
             ¡O quan contento mi cuerpo dessecho
             en la sepultura estara sin abrigo
             con ver esta gloria mi alma contigo
             haziendote mientes del mal que m'as hecho!
          B.   Oyes, Torino, ¿quiés que te diga?
             ten una cosa por muy verdadera,
             que en esto me enojas en tanta manera
             qu'e miedo que dello mas mal no te siga,
             pues tu vanidad m'aprieta e obliga
             a tenerte omizillo y estar enojada
             por ver tu porfia tan importunada
             que no puedo menos de serte enemiga.
               Pues creeme, pastor, e haz lo que digo
             e quedate a dios con tu compañia.
          T.   Miafe, Benita, imposible seria,
             que aunque me dexas allá voy contigo,
             e tú aunque te vas aqui estás comigo,
             que siempre en mis ojos tu figura está,
             Benita está aqui, Torino está allá,
             si esto no crees la obra es testigo.
          G.   Escucha, Quiral, que yo nunca tal vi,
             Benita s'es yda, Illana tras ella,
             el se está aquí, diz que va con ella,
             la otra está allí y diz que esta aqui,
             Dios me defienda e me libre de ti,
             ¿no eres, Torino? ¿Aqui t'an dexado?
          T.   Mi cuerpo dexo, mi alma he llevado
             q'estando con ella no parte de mi.
          G.   Entiendes, Quiral, qué algarauia
             que diz que sin alma puede estar viuo,
             estase consigo, diz que esta captiuo,
             a pocas de noche dirá qu'es de dia,
             yo creo que sabe nigromancia
             o es quelque hechizo qu'está enhechizado.
          Q.   Calla, modorro, que no es son penado
             de aquello que agora Benita dezia.
               Y eres un bouo tú que no sientes
             estotro perdido que s'anda sin tiento,
             ¿no sabes que dize: do está el pensamiento
             allá está el que piensa do tiene las mientes?
          G.   Y essa y essotro quiça son parientes
             c'asina se andan juntos los dos,
             si esto no es, prometote á Dios,
             c'asina como él te burlas o mientes.
          Q.   O dot'a mal año a ti e a tu hablar,
             vete al demoño tú e tus consejas,
             ¿piensas qu'es esto andar tras ouejas?
             pues tú no lo'ntiendes dexalo estar;
             tambien tú, Torino, te quieres matar
             con este qu'es bouo e con tu querella,
             habla comigo pues yo ya sé della,
             que ambos podremos mejor razonar.
          T.   ¿Qué quiés que te diga, Quiral compañero?
             pues pierdo la vida de huzia y de veras.
          Q.   Miafe, Torino, que penes y mueras.
          T.  ¿Cómo y no vees en mi que ya muero?
          Q.   Morirte a la fe, morirte de vero,
             que más es que vida la muerte qu'es tal.
          T.   ¡Plugiesse a Dios hauria fin el mal
             pues muero viuiendo e remedio no espero!
          Q.   ¿Qué no moriras? ¿qu'estás diziendo?
             c'amor aunque mate no acaua la vida,
             que aunque su pena no tiene medida
             aquel que más mata le dexa viuiendo.
          T.  Yo esso que dizes claro lo entiendo,
             porque essa razon es muy verdadera,
             más es que morir contino que muera
             penando en la vida, mill muertes sufriendo.
          Q.   Calla, Torino, sufre contento
             que a fe qu'es tu pena y gloria bendita,
             busca zagala ygual de Benita
             c'asina te haga ufano el tormento.
          T.  Yo bien suffriria, carillo, contento
             conque le plugiesse dexarme sofrillo.
          Q.   Ojo al demoño deuria de dezillo,
             porque te fuesses burlandote al biento.
               Es essa, pastor, muy necia querella
             e más necio tu e más atreuido
             osar publicar de qu'estás herido,
             poniendo tus quexas en presencia della,
             no es nada tu pena que más fue sabella
             e pues que lo sabe contentate dello,
             que harto es tu bien Benita sabello
             y grande tu gloria sin tú merecella.
               E pues has tenido tal atreuimiento
             de osarte vencer de quien te venciste
             e dezirselo a ella a más te atreviste,
             no hay más que pedir, vine contento,
             mas pues c'as subido tu pensamiento
             en parte tan alta y tan alto lugar
             no lo consientas jamas abaxar,
             son tenlo allá' riva con esse tormento.
               C'ansi hago yo la pena e dolor
             que passo e padezco por causa de Illana,
             la llaga es muy grande mas es tan ufana
             que quanto mas peno mi gloria es mayor,
             el mal que me crece faltarme favor,
             pues nadie lo alcança por ser ella tal
             tan grande es el bien quan grande es el mal,
             porque esta es la ley perfecta de amor.
          T.   Bien sé que en servir a quien más merece
             perdiendo la vida la gloria se gana,
             lo uno te hiere, lo otro te sana,
             mas dame razon de quien te aborrece,
             penar ni servir no lo agradece
             ni verte ni oyrte jamas no le plaze.
          Q.   ¿Y a mí su plazer qué fruto me haze
             si huelgo yo en vella pues bien me parece?
               Mandame Illana pues qu'es tan hermosa
             que nunca la vea ni nunca la haya,
             si quiere matarme la vida no es suya
             e si ella la mata será venturosa,
             ¿pues no te parece que es poderosa
             Benita que puede mandarte que mueras?
             pues sirve, Torino, que nunca devieras
             en toda tu vida hazer otra cosa.
          T.   Al fin tu consejo havre de seguir
             pues pena me sobra y en ella razon,
             que poco es mi daño segun la ocassion,
             pues quiero penando muriendo vivir,
             quiero cantar, llorar e reyr,
             quiero plañir, baylar e quexar,
             quiero suffrir, gritar e callar,
             quiero por fuerça de grado servir.
          G.   Verás qué cantica hará tan donosa
             que quando en el frio, que quando en el fuego,
             ya está de veras, ya está de juego
             él se lo dize y él se lo glosa;
             agora rebulle, agora rebosa,
             agora se alaba, agora se quexa,
             agora comiença, agora se dexa,
             a pocas dirá qué qu'és cosa y cosa.
               San Blas me bendiga y señor Santanton
             con este perdido e con su cachondez,
             lo que agora dize no dize otra vez
             ni mas de una buelta os dirá una razon,
             dot'a mal fuego a ti, a tu question,
             ven acá, Quiral, tañe y bailemos.
          Q.   Mejor es, Guillardo, que todos cantemos,
             si quiere Torino, alguna cancion.
             Torino, cantemos, dexa el pensío,
             date descanso en algun gasajado.
          T.   ¿Qué quieres que cante el más desdichado
             pastor que s'es visto de mal como el mio?
          G.   O do al diablo tan gran modorrio
             como el de vosotros para ser zagales;
             cantemos si quiera e cantá vuestros males.

          T.  Si esso cantamos yo no do desuio.

          (_Villancico, que cantan los tres
          pastores._)

                Nunca yo pense que amor
            con sus amores
            d'amor matasse pastores.
                Tras galanes palaciegos
            yo pense que siempre andaua
            e no pense que mataua
            los pastores ni matiegos,
            mas do van tras sus borregos
            veo que con su dolor
            les da dolores
            con que los mata de amores.
                Con su nombre falso engaña
            que parece que no es nada
            e de majada en majada
            e de cabaña en cabaña
            va con su engañosa maña
            prometiendo su fauor,
            e sus fauores
            matan despues los pastores.

          (_Otro villancico de Quiral y Torino._)

          G.   Zagal, mal te va en amores,
        ya lo sé.

          T.   Guillardo, mal a la fe.

          G.   Mal te deue d'ir, zagal,
             segun veo en ti señales.

          T.   Tanto mal me va de males
             que no hay remedio en mis males.

          G.   Luego en ver que estauas tal
             me lo pense.

          T.   Mucho mal me va a la fe.


              LO QUE PASSÓ ACABADA LA EGLOGA

          La egloga acabada, Flamiano se tornó á su
          posada; e tornaron á la fiesta vestidos
          de máscara él y el cardenal de Brujas,
          con aljubas e capas de paño negro frisado
          enrrejadas encima de fresos de oro
          angostos puestos sobre pestañas blancas;
          en medio de los quadros hauia sobre el
          paño vnas mariposas de plata con las
          alas abiertas bolando, con vna letra que
          Flamiano sacó que dezia:

              May reposa
            la vida qu'está dudosa.

          Assi estuuieron tanto que la fiesta del
          dançar duró que fue la mayor parte de la
          noche. Despues de tornados a sus posadas,
          hauiendo reposado dos dias Flamiano
          apartó á Felisel e mandole que tornase
          a ver a Vasquiran con vna carta suya,
          e que le lleuase vna mula quel señor
          cardenal de Felernisa le hauia dado con
          dos muy buenos lebreles que le hauia dado
          el señor cardenal de Brujas e despues
          de hauerle despachado, le mandó que de
          parte suya afincadamente le rogasse e
          importunasse que se uiniesse a ver e
          descansar con él algun tiempo. Despachado
          Felisel se partio, e llegado á Felernisa
          halló á Vasquiran que se era leuantado
          pocos dias hauia de vnas calenturas que
          hauia tenido. Hauiendole dado su letra
          e las cosas que le lleuaua le preguntó
          la causa de su enfermedad. Vasquiran le
          dixo: Felisel, verdaderamente yo pense
          que me hallaras alegre con el mal de
          la muerte, e hallasme triste con la
          desesperación de la vida. Yo he estado
          doliente de vnas calenturas que he tenido
          á las quales quando venirlas vi, creyendo
          que serian más como desseaua, del gozo
          que con ellas houe hize esta cancion.


                      CANCION

              Pues que remediays mis males
            bien seays venido, mal,
            pero haueys de ser mortal,
            que los mios son mortales.
            Si vos guareceys mi pena
            y passiones con matarme,
            pues que venis á sanarme
            vos vengays en ora buena,
            mas mira bien que son tales
            y la causa dellos tal
            que si vos no soys mortal
            nunca sanareys mis males.

          Assi estuue, Felisel, con esta cancion
          e con mi enfermedad algun dia reposado
          esperando con ella dar fin á mis
          enfermedades, e no quiso mi desuentura
          que houiessen fin hasta que yo en ellas
          fenezca, sino que la salud del cuerpo me
          tornó por lleuarme la del desseo, y assi
          con tal desesperacion yo torné á hazer
          este villancico.

              Pues que ya tornays, salud,
            a matarme con la vida
            vos seays la mal venida.
            Yo pensaua ya gozar
            de mí riendome sin vos
            e que os ybades con Dios
            por dexarme reposar,
            mas pues que quereys tornar
            donde os tienen aborrida
            vos seays la mal venida.

          Pues assi estuuieron todos aquel dia
          en diuersas cosas hablando, assi de lo
          que en el juego de cañas hauia pasado
          como de las damas y señoras que en
          Virgiliano hauian estado aquellos dias y
          de los caualleros assimesmo y de muchas
          cosas que hauian passado. En especial
          le recitó la egloga que Flamiano habia
          representado, de que Vasquiran holgó en
          mucha manera. E assi a la noche hauiendo
          cenado, Felisel lo dió la carta que le
          traya, porque hasta alli no se la hauia
          dado, la qual dezia en esta manera.


              CARTA DE FLAMIANO Á VASQUIRAN

          Verdaderamente, Vasquiran, tus cartas me
          desatinan porque quando miro en ellas
          el encarecimiento de tu daño me parece
          grande, quando considero la causa dél
          lo juzgo pequeño. Pero en esta carta
          tuya postrera he conocido en las cosas
          que me escribes lo que te engañas, en
          especial en quererte hazer ygual en el
          martirio con Petrarca y Garcisanchez.
          Si supiesses de quan lexos vas errado,
          maravillarte yas por cierto. Los tiros de
          su combate muy lexos hizieron los golpes
          de donde los tuyos dan. De virgines y
          martires ganaron ellos la palma si bien
          lo miras, que no de confessores de sus
          vitorias como tú hazes. Si gozo ellos
          han hauido, en la muerte lo habrian;
          que en la vida nunca lo houieron. Mi
          dolor sintieron e tu gozo ignoraron.
          Claro está segun muestran las liciones
          del uno e los sonetos del otro, e
          quanto ambos escriuieron, porque de
          ninguno dellos leemos sino pesares en la
          vida, congoxas y dolores en la muerte;
          desseos, sospiros, ansias apassionadas,
          cuydados e disfauores e desesperados
          pensamientos; quando quexando, quando
          plañendo, quando pidiendo la muerte,
          quando aborreciendo la vida. Destos
          misterios dexaron llenos de tinta sus
          papeles e de lastimas su memoria, estos
          hizieron sus vidas llenos de pena e sus
          fines tan doloridos; con estos que son
          los males do mis males se engendran, con
          estos que fueron martirizados como yo
          lo soy; verdad es que de dias vencieron
          como tú a quien de amor y fe vencidos los
          tuvo e los hizo viuir desseando la muerte
          con mas razon que tú la desseas. Assi
          que mira lo que por la boca escriuiendo
          publicaron e conoceras lo que en el alma
          callando encubierto suffrieron, e mira
          si hallarás en ellos vn dia de victoria
          como tú plañes doze años de gloria que
          dizes que perdiste. Yo digo que los
          ganaste, mas hate parecido a ti que la
          fortuna te era obligada a tenerte queda
          la rueda en la cumbre del plazer; yo
          te prometo que si de sus bienes no te
          houiera hecho tan contento, que de sus
          males no fueras tan quexoso sin razon,
          como estos e yo lo somos. Tambien me
          escriues como soñaste que viste en vision
          tu alegria, tus placeres, tu descanso,
          tu consentimiento, tu esperança, tu
          memoria, tu desseo; beato tú que primero
          las gozaste en la vida y en la muerte
          las ensueñas, yo te prometo que avnque mi
          placer, ni mi alegria, ni mi descanso,
          ni mi contentamiento, ni mi esperança
          yo los encontrasse a medio dia, que no
          los conociesse pues que nunca los vi;
          mi desseo y mi memoria no me los cale
          soñar, que velando me hazen soñar la
          muerte sin dormir cada hora. Tambien me
          escribes que viste á Violina e te habló,
          e quexaste dello, ¿qué te pudo hazer
          viuiendo que muerta no te quiere oluidar?
          No me alegraré yo de lo que tú, que ni
          agora en vida ni despues de mis dias
          acabados de mi tuuo memoria ni terná, no
          digo de verme que es impossible, mas avn
          de pensar si soy en el mundo. Contentate
          pues, recobra tu juyzio, no des mas
          causa para que las gentes te juzguen,
          no corrompas la reputacion de tu fama,
          ni el agudeza de tu ingenio con tan
          flaca causa, dando lugar a tu dolor que
          de pesar te haya de tener tal que á ti
          pierdas e a mi no ayudes, pues que vees
          que mi vida penando se consume; sino te
          voy a ver es por la necesidad que tengo
          que a verme vengas. Lo qual te pido que
          hagas tanto caramente quanto rogartelo
          puedo, porque avnque soledad busques para
          tu descanso, la compañia de mis sospiros
          te la dará, e con la mucha confianza que
          de ti tengo quedo con tu vista esperando
          la respuesta glosando esta cancion:

              Sin remedio es mi herida
            pues se cansa quando os veo
            y en ausencia mi desseo
            más dolor me da en la vida.
              ¿Qué remedio haurá en mi pena
            si veros fue causa della
            y el dolor de mi querella
            vuestra ausencia lo condena?
            de suerte que no hay salida
            para mi, ni yo la veo,
            pues veros é mi desseo
            son el cabo de mi vida.


           LO QUE VASQUIRAN ORDENÓ DESPUES DE LEYDA
          LA CARTA, E COMO SE PARTIO PARA NOPLESANO.

          Otro dia Vasquiran despues de leyda la
          carta de Flamiano, de gran mañana se
          fue a caça de ribera y lleuó a Felisel
          consigo, al qual despues de hauer volado
          una pieça del dia le dixo tomandole
          aparte: Ya sabes, Felisel, como tengo
          deliberado de yr a ver a tu señor, porque
          pues mis congoxas no bastan para acabarme
          quiças las suyas lo haran; quissiera
          tenerte comigo para lleuarte por el
          camino para mi descanso e no es cosa
          que hazerse pueda por la necesidad que
          Flamiano tiene de ti, en especial con
          mi yda e tambien porque no seria razon
          tomalle impensado, assi que más eres allá
          menester para seruir a Flamiano que no
          acá para mi plazer pues no le tengo, assi
          que mañana te parte y darle has aviso, e
          pues que yo allá sere tan en breue, no le
          delibero escriuir sino que solamente de
          mi parte le digas que si su señora le ha
          mostrado sospirar que consigo aprendera
          bien á llorar; e assi hablando se
          tornaron a Felernisa. Otro dia Felisel se
          partió e llegado que fue á Noplesano fizo
          saber a Flamiano la venida de Vasquiran.
          Sabido que Flamiano la houo mandó
          aparejar dentro en su posada vn aposento
          para Vasquiran, el qual se contenia con
          vn jardin que en la casa hauia el qual
          mandó adereçar conforme a la voluutad e
          vida del que en el hauia de posar.


          LO QUE VASQUIRAN HIZO DESPUES DE PARTIDO
              FELISEL HASTA LLEGAR A NOPLESANO

          Partido Felisel, Vasquiran deliberó de yr
          aquel camino por mar e mandó fletar vna
          muy buena naue de las que en el puerto
          hauia, e mandó meter en ella las cosas
          que hauia necessarias para el camino,
          y embarcar la ropa e caualgaduras que
          deliberaua lleuar; e assi partia á su
          heredad ante de embarcar por visitar la
          sepultura de Violina. Llegado alli vna
          tarde mandó sobre la tumba pussiesen un
          titulo con esta letra:

              Aqui yaze
            todo el bien que mal me haze.

          E assi mandó dar orden en todo lo que
          en ausencia suya deuia hazer assi en el
          concierto de la casa como en los officios
          de la capilla, e assi despidiendose a la
          partida hizo esta cancion a la sepultura:

              Pues mi desastrada suerte
            contigo no me consiente,
            quiero ver si estando ausente
            pudiesse hallar la muerte.
              Lo que mi viuir querria
            es no verse ya comigo
            porque yo estando contigo
            más contento viuiria,
            e pues que veo qu'en verte
            mi pena descanso siente,
            cierto so que estando ausente
            no verna buscar la muerte.

          Otro dia se tornó a Felernisa e queriendo
          partirse para Noplesano mandó poner sobre
          el portal de su casa un titulo que dezia:

              Queda cerrada la puerta
            que la muerte halló abierta.

          Aquesta noche mandaron embarcar sus
          servidores, él se embarcó ante que fuesse
          de dia por escusarse de la importunidad
          de las visitaciones e de los que al
          embarcar le houieran querido acompañar,
          hauiendo empero visitado algunas personas
          principales a quien la raçon e alguna
          obligacion le constriñia. Pues siendo ya
          embarcado queriendo la naue hazer vela
          ante que amaneciese, hizo esta cancion:

              El morir vino a buscarme
            para matar mi alegria,
            e agora que yo querria
            no me quiere por matarme.
              El me vino a mi a buscar
            teniendole aborrecido
            e agora que yo le pido
            no le halla mi pesar,
            assi que haurá de forçarme
            a buscalle mi porfia
            pues veo que se desuia
            de mi para más matarme.

          Hecho que houo vela la naue, en pocos
          dias fueron a vista de la tierra de
          Noplesano, e por hauer tenido algo el
          viento contrario hallaronse algo baxos
          del puerto, e no podiendole tomar
          acordaron por aquella noche de surgir en
          vna costa que está baxo de dicho puerto
          a quarenta millas de Noplesano, la qual
          es tan aspera de rocas e peñas e alta
          montaña que por muy pocas partes se puede
          andar por ella a cauallo, empero es muy
          poblada de jardines e arboles de diuersas
          maneras, en especial de torongeros e
          sidras e limones e toda diuersidad de
          rosas, e muchas caserias assentadas por
          lo alto de las rocas; e a la marina hay
          algunos lugares e vna gentil cibdad
          que ha nombre Malhaze de donde toma el
          nombre la costa. Pues assi llegados, la
          naue surgió en vn reparo del viento que
          venian muy cerca de tierra, en el qual
          lugar, ya otra vez hauia estado Vasquiran
          trayendo consigo a Violina hauia mucho
          tiempo. Pensar se puede lo que Vasquiran
          sentiria viniendole a la memoria, la
          qual le renouo infinitos e tristes
          pensamientos los quales le sacauan del
          coraçon entrañables sospiros e infinitas
          lagrimas, las quales porque mejor e mas
          encobierto derramallas podiesse, con una
          viuela en la mano, de la nao se salio e
          sentado sobre una roca muy alta que la
          mar la batia, debaxo de vn arbol començo
          a cantar esta cancion:

              No tardará la vitoria
            de mi morir en llegar,
            pues que yo vi este lugar
            qu'era tan lleno de gloria
            quanto agora de pesar.

              Yo vi en toda esta riuera
            mill arboles de alegria,
            veola agora vazia
            de plazer de tal manera
            que me da la fantasia
            qu'el dolor de su memoria
            ya no dexará tardar
            mi morir de no llegar
            para darme tanta gloria
            quanto m'a dado pesar.

          Estando alli assi cantando e pensando
          acordose que en aquel mismo lugar hauia
          estado, quando por alli passaron él e
          Violina e otras señoras que en la naue
          venian, toda vna tarde a la sombra de
          aquel arbol jugando a cartas e razonando,
          e hauian cenado con mucho plazer mirando
          la mar, e assi acordandose dello començo
          a cantar este villancico.

              Di, lugar sin alegria,
            ¿quién te ha hecho sin plazer
            que tú alegre solias ser?
              ¿Quién ha hecho tus verdores
            e tus rosas e tus flores
            boluer todas en dolores
            de pesares e tristuras,
            quién assi t'a hecho ascuras
            tus lumbres escurecer
            que tú alegre solias ser?

          Passada parte de la noche, ya Vasquiran
          recogido en la naue, con el viento de la
          tierra hizieron vela e llegaron a hora
          de missa al puerto de Noplesano. Mandó
          Vasquiran que ninguna señal de alegria
          la naue en la entrada hiziesse de las
          que acostumbran hazer. Sabido Flamiano
          por un paje suyo que de unos corredores
          de su casa vio la naue entrar, lo que
          en la entrada hauia hecho, penso lo que
          podía ser, e con algunos caualleros
          mancebos que con él se hallaron, sin más
          esperar junto con ellos al puerto se
          vino, e llegaron al tiempo que la naue
          acabaua de surgir, e assi todos apeados
          en vna barca en ella entraron e hallaron
          a Vasquiran que se queria desembarcar.
          E assi se recibieron con mucho amor e
          poca alegria. Estando assi todos juntos
          teniendo Flamiano a Vasquiran abraçado,
          en nombre de todos ellos le dixo:
          Vasquiran, a todos estos caualleros
          amigos tuyos e señores e hermanos mios
          que aqui vienen o son venidos a verte, no
          les duele menos tu pesar que a mi; con tu
          vista se alegran tanto como yo. Al qual
          él respondió: Plega a Dios que a ti e a
          ellos haga tan contentos con la vida,
          como a mi con la muerte me fazia. Al qual
          respondio el marques Carlerin: Señor
          Vasquiran, para las aduersidades estremó
          Dios los animos de los caualleros como
          vos, pues que no es menos esfuerzo saber
          suffrir cuerdamente que osar venzer
          animosamente. Vasquiran le respondio:
          Verdad es, señor marques, lo que dezis,
          pero tambien hizo Dios a los discretos
          para saber sentir las perdidas, como
          a los esforçados para gozarse de las
          ganancias de las vitorias, e no es menos
          virtuoso el buen conocimiento que el buen
          animo, ni vale menos la virtud por saber
          bien doler, que saber bien sofrir e osar
          bien resistir.

          E assi razonando en muchas otras cosas
          semejantes, salieron de la naue, e todos
          juntos vinieron a la posada de Flamiano
          donde hallaron muchos caualleros que los
          esperauan, e todos juntos alli comieron
          hablando de muchas cosas. E assi aquel
          dia passaron en visitas de los que a ver
          vinieron a Vasquiran y de muchos señores
          que a visitar le embiaron.


          LO QUE VASQUIRAN HIZO DESPUES DE LLEGADO
                       Á NOPLESANO

          Otro dia despues de hauer comido,
          Vasquiran acordo de yr a besar las
          manos a la señora duquesa de Meliano
          e a Belisena, e despues al visorey e
          al cardenal de Brujas e a la señora
          princesa de Salusana e a algunas otras
          personas que sus estados e la raçon lo
          requeria. E assi acompañado de algunos
          mancebos que con él e con Flamiano se
          hallaron, hauiendolo hecho saber a la
          señora duquesa se fueron a su posada, y
          yendo por el camino, Flamiano se llegó a
          Vasquiran e le dixo: agora ymos en lugar
          donde tú de tus males serás consolado
          e yo de los mios lastimado. Al qual
          respondio Vasquiran: mas voy a oyr de
          nueuo mis lastimas; tu vás a ver lo que
          desseas; yo recibire pena en lo que oyre;
          tú recibiras gloria en lo que verás.
          Assi razonando llegaron a la posada de
          la señora duquesa, a la qual hallaron en
          vna quadra con aquel atauio que a tan
          gran señora siendo uiuda se requeria,
          acompañada de la señora Belisena su
          hija, con todas las otras damas e dueñas
          de su casa. E como las congoxas de los
          lastimados con ver otros llagados de su
          herida no pueden menos de no alterar
          el dolor de las llagas, alli hauiendo
          sido esta noble señora vna de las que
          con más raçon de la aduersa fortuna
          quexarse deuia, uiendole perder en poco
          tiempo el catolico abuelo, la magestad
          del serenissimo padre, el clarissimo
          hermano en medio del triunfo mas prospero
          de su gobierno reynando, e sobre todo
          el ylustrissimo marido tan tiranamente
          de su estado e libertad con el heredero
          hijo desposseidos, de manera que no pudo
          menos la vista de Vasquiran hazer que de
          mucho dolor su memoria no lastimasse, e
          verdaderamente ninguna de las que viuen
          para ello mas raçon tiene.

          Pues assi llegados, hauiendo Vasquiran
          besado las manos a la señora duquesa, e
          a Belisena hecho aquel acatamiento que se
          deue hazer e a todas las otras señoras
          e damas, despues de todos sentados, la
          duquesa començó de hablar en esta manera.


               LO QUE LA SEÑORA DUQUESA HABLÓ A
          VASQUIRAN EN PRESENCIA DE TODOS; E LO QUE
              VASQUIRAN LE RESPONDIO E ALLI PASSÓ.

          Vasquiran, por vida de mi hija Belisena
          qu'es la mas cara cosa que la fortuna
          para mi consuelo me ha dexado, que
          considerado el valor e virtud e criança
          tuya, y el amor e voluntad que al duque
          mi señor, que haya santa gloria, e a mi
          casa siempre te conoci tener, sabido tu
          perdida tanto tu daño me ha pessado,
          que con los mios ygualmente me ha dado
          fatiga. Esto te digo porque conozcas la
          voluntad que te tengo, lo que consolarte
          podria remitolo a ti pues te sobra tanta
          discrecion para ello quanto a mí me falta
          consuelo para mis males.

          Vasquiran le respondio: Harto, señora, es
          grande mi desuentura quando en tan alto
          lugar ha hecho señal de compasion, mas
          yo doy gracias a Dios que me ha hecho
          tanto bien en satisffacion de tanto mal
          qu'en tan noble señora como vos e de tan
          agrauiados males combatida mi daño haya
          tenido cabida o lugar de doler; lo que yo
          señora siempre desseo vuestro seruicio
          Dios lo sabe; lo que en vuestras perdidas
          yo he sentido ha sido tanto que el dolor
          dellas tenia ya en mí hecho el aposento
          para quando las mias llegaron.

          En esto y en otras cosas hablando llegó
          el tiempo de despedirse, en el que nunca
          Flamiano los ojos apartó de Belisena.
          Pues siendo de pies ya de la duquesa
          despedidos, Vasquiran se despidio de
          Belisena a la qual dixo: señora, Dios os
          haga tan contenta como vos mereceys e yo
          desseo, porque ensanche el mundo para
          que sea vuestro y en que mi pesar pueda
          caber. Al qual ella respondio: Vasquiran,
          Dios os dé aquel consuelo que con la vida
          se puede alcançar, de manera que tan
          alegre como agora triste podays viuir
          muchos dias. E assi la señora Yssiana se
          llegó a ellos e muy baxo le dixo: señor
          Vasquiran, esforçaos, que no juzgo menos
          discrecion en vuestro seso que dolor en
          vuestro pesar; la fortuna os quitó lo que
          pudo, pero no la virtud que en vos queda
          que es más.

          Señora, dixo Vasquiran, plega á Dios
          que tanta parte os dé la tierra quanta
          en vuestra hermosura nos ha dado de lo
          del cielo, pues que está en vos mejor
          aparejado el merecer para ello que en mí
          el consuelo para ser alegre. Bien sé yo
          que si posible fuera que en mí pudiera
          hauer remedio para mi tristeça, el
          esperança de vos sola la esperara.

          Al qual respondio la señora Persiana:
          Vasquiran, por la compasion que tengo de
          ver vuestra tristeça, quiero consentir
          que me siruays e sin perjuizio mio yo
          hare que perdays mucha parte de vuestra
          passion con mis fauores.

          Assi tornado a la señora duquesa se
          despidio con todos aquellos caualleros
          que con él hauian venido, e quedose alli
          el marques Carlerin. De alli se fueron
          a visitar al señor visorey con el que
          hallaron al cardenal de Brujas y el
          cardenal de Felernisa, los quales todos
          con mucho amor le recibieron. El restante
          de lo que alli passó, por abreuiar aqui
          se acorta. Assi se tornaron á su posada.
          Otro dia fue a besar las manos a la
          reina Noplesana e a su madre, e despues
          a otras muchas señoras que a la sazon en
          Noplesano se hallaron.


           LO QUE DESPUES DE LAS VISITACIONES E
            HAUER REPOSADO ALGUNOS DIAS, ENTRE
            FLAMIANO Y VASQUIRAN PASSÓ SOBRE SU
                       QUESTION

          Estando vn dia acabado de comer Vasquiran
          e Flamiano en vna huerta de su posada
          acostados de costado sobre vna alfombra
          debaxo vnos naranjos, comemço Vasquiran
          en esta manera de dezir. No quiero,
          Flamiano, qu'el plazer de nuestra visita
          con su plazer ponga silencio en nuestra
          question a sus pesares, porque tanto por
          dalle fin a nuestra question soy venido,
          quanto por verte; a tu postrera carta
          no respondi por hazerlo agora. Muchas
          variedades he visto en tus respuestas
          assi de lo que en mi contradizes como de
          lo que en ti manifiestas, en especial
          agora que a Belisena he visto, e digo
          que todo el fin de tu mal seria perder
          la vida por sus ameres; digote vna cosa,
          que si tal perdiesses el más de los bien
          auenturados te podrias llamar, ¿pues
          si tu muerte seria venturosa, tu pena
          no es gloriosa? claro está. Todas las
          cosas que me has escripto en cuenta de
          tus quexas, agora que lo he visto juzgo
          en cuenta de tus glorias; quando nunca
          más bien tuuiesses de verte su servidor
          es mucho para hacerte ufano, quanto más
          que tus ojos la pueden ver muchas veces,
          que más bien no le hay. Quantas cosas
          me podrias encarecer de los males que
          pregonas no son nada, por que Quiral en
          tu egloga te ha respondido lo que yo
          podria; digote vna cosa, que te juzgo
          por mas dichoso penando en seruicio suye
          que no si alegre te viese sin seruilla.
          Si assi supiesses tú suffrir contento tu
          pena como supiste escoger la causa della,
          ni comigo competerias como hazes, ni yo
          te reuocaria como hago. No plega a Dios
          que mi mal sepas a qué sabe, ni de tu
          pena sanes porque viuas bien auenturado.
          Mirado el lugar do tu desseo e voluntad
          possiste, de todo lo possible gozas;
          visto lo que quexas, todo lo impossible
          desseas. Visto lo que yo perdi no hay mas
          bien que perder; visto lo que yo desseo
          no hay mas mal que dessear, pues que al
          fin con la vida se acaba todo.

          A todas las cosas que me has escripto te
          he respondido; a lo que agora me querras
          dezir tambien lo verás, oyrte quiero.


                  RESPUESTA DE FLAMIANO

          Vasquiran, todo quanto hasta agora en
          mis cartas y de palabra te he escripto y
          enbiado a dezir, en dos cosas me parece
          que consiste. La vna, ha sido parecerme
          que quexas mas de lo que deues e que no
          perdiste sino que se acabó tu plazer, e
          que demasiado estremo dello muestras. La
          otra ha sido que mi mal es mayor qu'el
          tuyo. Agora quiero que despacio juntos lo
          determinemos, e quiero començar por mí.
          Dizesme que las virtudes e merecimientos
          de Belisena con quantas excelencias en
          ella has visto, me deuen hazer ufano y
          contento, e que si por ella perdiesse
          la vida seria bien auenturado, e que no
          puedo mas perder, e que cada hora la veo,
          que no hay más bien que perder e que
          desseo lo impossible y gozo lo possible.
          ¿Cómo se podra hazer que las perficiones
          de Belisena si estas mismas encienden el
          fuego do m'abraso hagan mi pena gloriosa?
          quanto más de su valer contento, más de
          mi remedio desconfio, e si como dizes
          por ella la vida perdiesse, bien dizes
          que seria bien auenturado, mas no la
          pierdo y muero mill vezes cada hora sin
          que agradecido me sea; el bien que me
          cuentas que por su vida gano, es todo
          el mal que cada hora renueua mis males,
          pues que para más no la veo de para mis
          pesares. Pues mi desseo es impossible,
          ¿qué bien puedo hauer que sea lo posible
          como tú dizes? A mi me pareze que el fin
          de todas las glorias está en alcançarse e
          no en dessearse, porque el desseo es un
          acidente que trae congoxa, e quanto mayor
          es la cosa deseada mayor es la congoxa
          que da su desseo; ¿pues cómo me cuentas
          tu a mi el desseo por gloria siendo él
          mismo la pena? Visto estar claro que de
          todas las cosas e desseos se espera algun
          fin, de todos los trabajos se espera
          algun descanso. Todos los desseos se
          fundan sobre alguna esperança, porque
          si cada cosa destas esta causa no la
          caussase, no ternia en si ninguna razon,
          pues que no tuuiesse principio donde
          naciesse no ternia termino do acabase,
          pues no teniendo principio ni cabo
          consiguiente caduca seria. Pues luego si
          mi desseo es impossible y es grande y
          grande la pasion que me da, ¿qué cuenta
          haura en mi mal? no otra sino que no hay
          remedio para él? Pues si el remedio le
          falta, el mio es grande, que el tuyo no.


          RESPUESTA DE VASQUIRAN INTERROGANDO Á
                        FLAMIANO

          Bien me plaze hauerte oydo lo que dizes.
          Veamos agora, Flamiano, ¿tu mal e tu
          passion no es e nace del demasiado amor
          que a Belisena tienes? Si. Tú no dizes
          qu'el bien que la quieres en estremo te
          trae en lo que estas? Si. Tu desseo que
          es galardon de tus seruicios? Si. Y este
          galardon que desseas que se ver cumplida
          tu voluntad? Si. De qué te quexas, de que
          su voluntad va lexos de lo que la tuya
          queria? Si. Tú no quieres, segun dizes y
          es razon, más a ella que a ti? Si. Pues
          desta manera o tú no sabes lo que quieres
          o es falso lo que dizes. No dizes, como
          es, que en ella está el fin e medio
          comienço de toda la virtud, e nobleça e
          perficion? Si. Pues si tal es, como es,
          e tu voluntad e desseo fuessen buenos,
          no desconformaria dello su voluntad, por
          consiguiente, o ella no es qual tú dizes,
          o tu desseo es malo; si es malo, ¿cómo
          dizes que bien la quieres e le desseas
          mal? Hagamos agora que tu voluntad fuesse
          buena y la suya buena como es, no dizes
          que la quieres mas que a ti? Pues si
          más que a ti la quieres, razon es que
          quieras más lo qu'ella quiere que lo que
          tú quieres, pues si lo qu'ella quiere,
          quieres, no ternás de quexarte; no
          teniendo quexa no ternás mal, no teniendo
          mal, ganado haure yo la question.


                    FLAMIANO A VASQUIRAN

          No me contenta lo que dizes porque no
          satisfaze a lo que digo; yo te digo que
          ninguna cosa se haze sin esperança de
          algun fin, como vemos claramente. Dexando
          agora lo de arriba que no es razon que
          en ello hablemos, pero en lo de acá;
          ¿porqué seruimos al rey a quien deuida
          obligacion nos obliga? ¿no le seruimos
          por lo que somos obligados? Si. Si pues
          le somos obligados, ¿porqué nos quexamos
          si de nuestros seruicios algun seruicio
          no nos haze, e si de nuestros fauores
          algun galardon no alcançamos? Y por
          consiguiente de nuestros mismos padres lo
          mismo queremos e si no lo hazen lo mismo
          quexamos, y aun como el vulgo dize, a
          los santos no querria seruir si galardon
          no esperasse, pues para seruir a estos
          no nos fallesce amor, pero si satisfecha
          no es nuestra voluntad no nos falta
          quexa, e quanto mal nuestros seruicios e
          voluntad han sido, tanto más nos da pena
          e congoxa lo poco que nos es agradecido.
          Luego ¿qué hare qu'en satisfacion de lo
          que bien quiero soy aborrecido que es
          el mayor mal, en pago de mis seruicios
          e passion no alcanço mas de disfauores,
          menosprecios, desdenes e mill ultrajes?
          Pues si mi querer no puede mudarse, mi
          passion no puede afloxar, esperança de
          más no la espero, remedio no le hay ni le
          hallo, qué mayor mal quieres quel mio?


                    VASQUIRAN A FLAMIANO

          Harto es poco tu mal si más razon no
          tienes de la que dizes para él; muy
          lexos van tus palabras e razones de
          tus congoxas, pero o hagamos que sea
          como dizes, o llevemos las cosas por
          razon; digamos lo que dizes que sea
          razon, que sin la razon que nos obliga
          seruir al rey deuamos esperar mercedes
          e satisfacion de nuestros seruicios e
          hagamos ygual este seruir con lo que a
          Belisena sirues; yo quiero que assi sea
          como dizes e ansi te mostraré como en una
          manera no tienes razon de quexarte y en
          otra te mostraré como eres satisfecho.
          Digo que no has razon desta manera. Los
          seruicios que tú al rey hazes en que le
          sirues? O le sirues en sus guerras y
          conquistas en guarda e defension de su
          persona y estado, o en acrecentamiento
          de sus reynos con peligro de la tuya,
          o le sirues en la paz acompañandole e
          siguiendo su corte con mucha costa que te
          cuesta, de manera que todos tus seruicios
          son buenos e merecen hauer bien. Pues
          veamos a Belisena si la sirues en nada
          de esto. Digo que no. ¿Pues en qué la
          sirues? ¿Sabes en qué? En apocar su
          honrra, en alterar su fama, en poner en
          juyzio de mal sospechantes su bondad, en
          todas las cosas que peor juyzio le pueden
          hazer, en dessear por tu bien su mal, o
          por tu voluntad su mengua. Y quiereslo
          ver? El mayor bien e mas honesto que en
          tu desseo pudiesse hauer seria que sin
          cargo alcanzasses lo que de otra dama
          que ygual te fuesse alcançar podrias;
          pues eso no se podria hazer sin que ella
          de su estado al tuyo baxase, luego mal
          le desseas. Podrias dessear que Dios te
          subiesse a tanto que ygual le fuesses?
          La pena que desto recibirias no te la
          da ella sino lo que en ti falta. Luego
          sin razon te quexarias. Tornando al
          proposito digo que si al rey siruiesses
          en cosa que le perjudicasse, ni él te
          lo deueria agradecer, ni tú quexarte de
          su ingratitud. Pero aun de otra manera
          digo que eres satisfecho de lo que te
          quexas; bien sabes tú que hay muchas
          maneras de seruicios en las quales hay
          algunas que en la misma obra dellas
          está el galardon, estas son aquellas
          de que obrandolas ganamos honrra, pues
          que esta es la cosa mas desseada como
          sea señalarse el hombre en una batalla
          de campo o de tierra, en otra semejante
          afrenta hecha en seruicio de señor o
          persona tal o de que el que la haze,
          assi por señalarse, como por la calidad
          de aquel a quien sirue, queda honrrado.
          Pues parecete a ti que solo este nombre
          sea poca gloria e fama e honrra? tú sabes
          que es mucha ser seruidor de quien eres
          siendo más publico que oculto, no pueden
          tanto merecer tus teruicios que esto no
          sea más; no seran jamas tan grandes tus
          passiones e tormentos que esta gloria
          mayor no sea; ningun dia puedes tanto
          penar que su vista no te dé mas descanso,
          ninguna congoxa te puede dar tu desseo
          que tu pensamiento no te dé mayor gloria.
          Mi mal es de doler por que en él no hay
          remedio; en los plazeres agenos yo peno;
          en las passiones e males de los otros,
          los mios se doblan, y esto te basta para
          que esta question baste, e acabo.


                  RESPUESTA DE FLAMIANO

          Poco a poco me echarias de la tierra
          con tus argumentos de logico, ante que
          lo fagas quiero tornar al comienço de
          nuestra question e digo que nunca mis
          males menos de grandes los senti, ni
          nunca los tuyos más de pequeños los
          juzgué; desta manera que a mi se me
          figura como nunca otra cosa conoci, que
          mal es que ningun mal con el mio se
          yguala.

          La lengua es vn instrumento en qu'el
          dolor del coraçon suena, e desta manera
          la mia haze el son que oyes. A ti como
          el plazer has perdido figurasete que
          tienes mucha raçon e que pues que la
          raçon es mucha que la causa es grande;
          assi que te quexas como quien mucho bien
          ha perdido, yo me quexo como quien mucho
          mal ha passado e passa y el bien nunca
          vió. Pues si tú has habido bien e grande,
          yo mal e grande, tú has sabido qué es
          bien, yo sé que es mal; agora tú sabes
          qué es bien e mal; yo mal e mal; claro
          está qué más mal es el mio que el tuyo.
          A mi me parece qu'es tanta mi pena que
          con el más penado trocaria, creyendo que
          no es tanta la suya. Tú goçando tu bien
          tan contento estauas, que con el más
          gozoso no trocaras, creyendo que no hauia
          más bien que goçar. Yo querria saber a
          qué sabe por juzgar tu perdida quanto
          es grande, porque a mi se me figura que
          el mayor daño mio es el mal con que tú
          lo hazes menor, diziendo que pues nunca
          tuve bien, que no puedo sentir qué es
          mal; yo digo que harto mal es saber qué
          es bien, despues passar mal, pero mayor
          es nunca saber qué es sino mal, y aun te
          digo vna cosa, pues los consuelos que
          tú me das bastarian para vn rustico que
          nunca de ningun bien gozó e poco del
          le pareceria mucho, o para un grosero
          que en su entendimiento no entra ni lo
          que dessear se deue, ni lo que penar se
          puede, que este con cualquier cosa que
          le acaeciesse seria satisfecho como tú
          quieres que yo haga, pero para mi que
          desseo lo que dessearse puede de bien e
          padezco lo que padecer se puede de mal,
          no me parece que yerro como dizes, ante
          que tengo raçon de llorar de mis males su
          dolor e de los bienes agenos su enuidia.
          E assi estó puesto en el estremo que
          vees para no poder venir en conocimiento
          de tu raçon, porque todo lo que hablamos
          tiene dos sentidos; tú les das el que
          te parece ó sientes, yo les doy el que
          parece o siento, e assi seria insoluble
          nuestra porfia. Ponerla en manos de quien
          la determine no la consiente su causa,
          mejor seria dexarla suspensa.


                   RESPUESTA DE VASQUIRAN

          No quiero, Flamiano, que suspensa quede,
          sino que se determine e que tú seas el
          juez, e no quiero sino en breve darte la
          determinacion que has de hazer, y es que
          juzgues qual de nosotros más mal padece,
          que esto es todo el fin desta question.
          Tu mal no puede ser mucho sino siendo
          grande el amor que a Belisena tienes,
          e si tal no es, no es tal tu mal como
          dizes. Si tal no es, como dizes, fingido
          seria, e assi seria mayor el mio. Pues si
          tú quieres mucho como yo creo e creo que
          tu passion es grande, mas digo que la mia
          es mayor. Tú dizes que querrias saber a
          qué sabe mi mal por mejor juzgarlo; bien
          sé que no lo dizes por lo que agora yo
          padezco sino por lo que he gozado. Mal
          has hablado, porque no podrias saber lo
          vno e lo otro sino passando por todo,
          pero pues que dicho lo has, sobr'esto
          quiero hazerte juez de la causa. Hagamos
          agora que la uentura te ayudasse para que
          de Belisena gozasses ni mas ni menos que
          yo de Violina; que tu gozo y el tiempo
          e vuestras voluntades conformes fuessen
          tanto e con tanto contentamiento como
          el nuestro fue, con tal condicion que
          Dios dende agora te contentasse, e que a
          cabo de otro tanto tiempo tu señora en
          tu poder muriesse en tu presencia y tú
          sin ella quedasses como yo sin la mia
          he quedado qual me vees, aceptarlo yas?
          Di la verdad e conoceras que si mi gozo
          fue grande, que mi mal es grande, e que
          si tú agora tan gran gozo alcançabas que
          seria mayor tu bien que agora es tu mal;
          pues desta manera quando tan gran bien
          perdiesses, quál seria mayor mal, el que
          entonces sentirias en perderlo, o el que
          agora sientes en dessearlo? No te quiero
          mas dezir; juzga lo que querras, que si
          esto niegas, quanto has dicho negarás e
          seria fengido de lo que padeces.


                   RESPUESTA DE FLAMIANO

          Mejor seria, Vasquiran, qu'esta question
          no houiessemos començado, que no que a
          este paso houiessemos llegado, porque
          temo que la ponçoña de nuestras passiones
          nuestras amistades alteren.

          No puedo responderte a esta partida
          porque en mi boca no puede caber tal
          raçon, ni quisiera que en la tuya houiera
          cabido; no ha hecho Dios los dias de
          Belisena para que en nuestras lenguas
          termino les pongamos, no por comparacion
          como agora has hecho. Baste esto, que
          todauia me parece segund lo que siento
          que es verdad lo que digo; creo que lo
          mismo hazes. El mal de los infernados
          tenemos, qu'el menos penado trocaria con
          el que más pena, juzgando mayor la suya
          que la del otro; yo me refiero a lo que
          he dicho e tú no menos. Dexemos nuestro
          processo abierto, determinenlo los que
          lo leyeren, pues que ya está determinado
          que cada vno de nosotros tiene tan poca
          alegria, que no nos cabe llorar duelos
          ajenos.

          Mudemos la platica en otras cosas, que
          pues que tan poco plazer tenemos, pesar
          no nos faltará sin que le busquemos. Bien
          sé que sabes que tu mal más que a nadie
          me duele, bien sé que mi descanso mas que
          otro lo desseas. El dia que fuymos a casa
          de la señora duquesa me parece que te vi
          hablar con la señora Yssiana; no me soy
          acordado agora de pedirte qué passaste
          con ella; agora que me acuerdo, te aviso
          que te guardes, que tiene mala mano.
          Podria ser que si mucho la mirasses, que
          como agora de tu mal plañes que del mio
          llorasses, e quiça entonces juzgarias de
          nuestra question lo que agora no conosces.


                   RESPUESTA DE VASQUIRAN

          Bien sabia que a tal estrecho te hauia de
          traer como has llegado. En tu alteracion
          conozco lo que en mi passion conoces,
          hacerte quiero contento, mudasme de
          nuevas, quiero te responder a lo que
          pides. Lo que con essa señora passé, fue
          que hallandome la señora Belisena, ella
          se llegó con nosotros e dixome que me
          esforçase e me allegrase, que no juzgaba
          menos discrecion en mi seso, que dolor en
          mi pesar, e que la fortuna me pudo quitar
          lo que pudo, pero no la virtud que en mí
          quedaua que era más. Yo le respondi que
          Dios le diesse tanta parte del bien en la
          tierra, quanto de su hermosura le hauia
          dado de la del cielo, pues que estaua en
          ella más aparejado el merecer para ello,
          que en mí el consuelo para ser alegre, e
          que bien sabia yo que si possible fuera
          que en mí pudiera haber de remedio para
          mi tristeça esperança, que della a solas
          la esperaua, pero que no solo me faltaua
          remedio, mas esperança dél. Respondiome
          que no hauia cosa sin remedio viniendo,
          e que lo mucho que le dolia verme tal, y
          el desseo que tenia de verme con menos
          tristeça le offrecia a consentirme que la
          siruiesse, e que dello seria contenta, e
          que assi me aceptaua por su seruidor con
          prometimiento de fauorecerme de manera
          que sin perjuicio suyo que algo de mi
          congoxa afloxaria. Yo le respondi que lo
          hauia por impossible. E por no poderle
          más responder al presente, la enbié
          despues estas coplas sobre el caso mesmo.


          COPLAS QUE VASQUIRAN EMBIÓ A YSSIANA
          SOBRE QUE LE MANDÓ QUE LE SIRUIESSE

              Tan llagada está mi vida
            de los males de mi mal
            que por ser la causa tal
            no ay do quepa otra herida,
            de manera
            que si mi mal tal no fuera,
            solo veros
            me forçara de quereros
            por cuya causa viuiera.
              Mas estoy como el herido
            que la raçon e natura
            le descubren en la cura
            no poder ser guarecido,
            bien que cierto
            vuestra beldad e concierto
            daran vida
            a quien la tenga perdida,
            pero ya passo de muerto.
              Porque si'l morir recrece
            do la vida se dessea,
            con la muerte se pelea
            pues llegado s'aborrece,
            pero quando
            vive el viuo desseando
            s'el morir,
            aquel tal es de dezir
            que es más que muerto penando.
              Desta suerte, dama, muestro,
            siendo vuestras gracias tales,
            que la sobra de mis males
            no m'an dexado ser vuestro,
            ni soy mio,
            porque mi franco albedrio
            es verdad
            que no'stá en mi libertad
            mas está en el daño mio.
              Pues si vos no me sanays
            yo no quiero guarecer,
            no quiero querer poder
            aunque vos, dama, querays;
            ¿sabeys porqué?
            Porque ya murió mi fe,
            e pues no es viua
            no será jamas captiua
            sino de quien siempre fue.
              No, porque mi desuentura
            con su mucha crueldad
            a mi fe e mi libertad
            las metió en la sepultura
            con aquella
            por quien viue mi querella
            assi penando,
            yo la muerte desseando
            más que no viuir sin ella.


          LO QUE SE CONCERTO ACABADO LA HABLA ENTRE
                         ELLOS DOS

          Assi pussieron silencio por entonces en
          su contienda, mudando en otras cosas
          su passatiempo, e dende a pocos dias,
          estando vn dia sobre tabla razonando
          el vno con el otro, Flamiano con muy
          ahincados ruegos rogo a Vasquiran que
          quissiese ser contento que los dos
          tuviessen vna tela de justa real, pues
          que avnque cosa de fiesta e plazer
          fuesse para los atribulados del mal que
          ellos lo estauan, tanto para publicar
          sus apassionados dolores daua aparejo
          como a los alegres e contentos de plazer
          les abria camino. Porque no holgauan
          menos los vnos en manifestar su mal, que
          los otros en publicar su bien con sus
          intenciones, e que en esto no solo él
          haria señalada gracia e merced, mas aun
          a todas las damas haria gran seruicio.
          A lo qual Vasquiran le respondio:
          Verdaderamente, Flamiano, más aparejo
          hay en mi para llorar como vees, que
          no para justar como quieres, pero pues
          que el amistad nuestra me forço en tal
          tiempo venir a verte, e el amor que te
          tengo me obliga a complazerte en todo lo
          que possible me será. Assi que ordena
          lo que te parecera, que de aquello sere
          contento, no en esto que es poca cosa,
          mas donde la vida e honrra en todo
          peligro se pussiese lo seria. En especial
          que yo recibo tanta pena en ver la que
          con la mia te doy, que desseo hallar algo
          con que te pueda complazer. Flamiano
          agradeciendoselo mucho, respondio: Si
          tan complido te hiziera la fortuna de
          ventura como de virtud, jamas viuieras
          descontento. E assi los dos caualgaron
          disfraçados e se fueron a casa del
          cardenal de Brujas que era vn notable
          cauallero e mancebo, e tan inclinado
          a las cosas de la caualleria, aunque
          perlado, quanto en el mundo lo houiesse,
          e assi llegados a su posada, retraydos
          todos tres a solas, su pensamiento e a
          lo que eran ydos, le hizieron saber, de
          lo qual él holgo demasiadamente. Pues
          en la misma hora, todos tres vestidos
          de mascara, al palacio del visorey se
          fueron. El qual con mucho plazer los
          recibio, e assi todos quatro en la
          camara de su guarda ropa sentados a vna
          ventana que sale sobre la mar, hablaron
          todo el caso porque alli eran venidos,
          e con mucho contentamiento e plazer fue
          dello contento. E hauiendo assi estado
          vna gran pieça de la tarde, los tres
          se tornaron a casa del cardenal, donde
          cenaron con muchos otros caualleros que
          alli acostumbrauan venir a comer, y en
          la cena se publicó la tela que querian
          tener, lo qual puso en mucho plazer e
          regocijo a todos. E hauiendo cenado, en
          presencia de todos, se ordenó el cartel
          con las condiciones siguientes e diosse a
          vn albardan que la pregonasse.


                LAS CONDICIONES DEL CARTEL

          Dado fue el cartel a vn albardan para
          que lo pregonasse, el qual con muchos
          atabales e trompetas e menestriles, fue
          publicado en todos aquellos lugares que
          les parecio que publicarse deuia. En el
          qual cartel se contenian las condiciones
          siguientes: Primeramente se daua al que
          mas gentil cauallero a la tela saliesse
          con paramento e cimera, vna cadena de
          oro de dozientos ducados. Dauase mas
          seys canas de brocado al cauallero que
          con lanças de fiesta mejores quatro
          carreras haria, e que no pudiesse justar
          a este prez quien al otro no tirasse,
          esto es, sin paramentos ni cimera.
          Dauase mas a la dama que mejor e mas
          galanamente vestida aquel dia a la fiesta
          saliesse, vn diamante de cien ducados de
          peso[288]. Mas al galan que a la noche
          a la fiesta en casa del señor visorey
          saldria mejor e mas galan vestido, vn
          rico rubí. A este precio de la noche los
          tablajeros tirauan. Fueron juezes de los
          caualleros el señor Visrey y el principe
          de Salusana y el almirante Vilander y el
          conde Camposalado. Juezes de las damas
          fueron la señora Reyna e Nobleuisa e la
          señora duquesa de Meliano e la duquesa
          de Francouiso, todas tres viudas. Tuuose
          el renque dia de Santiago, que hauia
          quarenta dias desd'el dia que el cartel
          se publicó hasta aquel dia. En el qual
          tiempo todos los caualleros e damas se
          adereçaron de la manera que adelante se
          dirá. De lo que en este tiempo se siguio
          ninguna cosa aqui se cuenta hasta el dia
          de la tela.


          COMO LAS DAMAS SALIERON EL DIA DE LA TELA

          En el dia de la fiesta la señora Reyna
          con sus damas, e la señora duquesa de
          Francouiso se vinieron a comer con la
          señora duquesa de Meliano, porque assi
          juntas se fuessen a la tela, donde houo
          muchos galanes e muy ricamente vestidos
          que hasta alli las acompañaron e de alli
          hasta la tela. De los quales atauios aqui
          no se haze mencion, saluo que hauiendo
          comido todas tres caualgaron con sus
          damas e salieron desta manera. La señora
          Reyna salio vestida de negro como siempre
          va; verdad es que en vna gorra y en vnas
          mangas de vna saya de terciopelo que
          lleuaua, hauia muchas pieças de oro e
          joyeles muy ricos e muchas perlas.

          Lleuaua vn cauallo blanco con vna
          guarnicion rica e veynte moços de
          espuelas vestidos con sayos de grana
          guarnecidos de terciopelo negro sobre
          raso amarillo, con jubones de damasco
          naranjado, vna calça negra e otra azul e
          amarilla.

          La señora duquesa de Meliano salio su
          persona vestida de negro con vn cauallo
          morcillo con vna guarnicion de terciopelo
          negro; doze moços d'espuelas vestidos
          con sayos morados guarnecidos de raso
          pardillo. Jubones de raso negro con vna
          calça negra, otra negra e morada.

          La señora duquesa de Francouiso salio
          vestida de negro. Los moços d'espuelas
          vestidos todos de leonado.

          Salio la señora Belisena con vna saya
          de brocado raso blanco cubierta de raso
          negro, cortado todo el raso de vnas
          cortaduras muy espessas que se hazia
          dellas vna obra como vnos manojos, atadas
          todas las cuchilladas con vnos torçales
          de oro, e de seda encarnada con los cabos
          hechos de perlas; vn collar de oro hechas
          las pieças a manera de las cortaduras de
          la saya, esmaltadas todas las pieças de
          negro. Hauia en la saya en cada pieça de
          terciopelo vna pieça de oro de martillo
          que hazia la obra de las cortaduras, vna
          gorra de raso encarnado guarnecido de las
          pieças del collar; vn cauallo blanco con
          vna guarnicion de plata toda esmaltada
          con muchos floques de oro y encarnado que
          salian por las pieças de la guarnicion
          muy largos. Doze moços d'espuelas
          vestidos de amarillo y encarnado.

          La señora Yssiana sacó vna saya de
          terciopelo leonado e brocado pardillo
          hecha a tableros como vn marro; estauan
          las costuras juntadas con pestañas de
          tafetan amarillo. Hauia en cada pieça
          de la seda e del brocado vna cifra
          trocada de lo vno en lo otro bordadas
          con cordones de plata. Vna gorra de raso
          leonado llena de cabos de oro hincados a
          manera de vn erizo, muy llena con collar
          de pieças de manera delas cifras.

          Sacó la señora Graciana vna saya de raso
          azul con vna reja encima de terciopelo
          azul sobre pestañas de raso amarillo, e
          con vnas lazadas de vnas madexas de hilo
          de oro que ataua las juntas de la reja.
          Vna gorra de terciopelo azul llena delas
          mismas madexas trauadas vnas de otras; vn
          collar hecho de madexas de hilo de oro
          tirado muy rico.

          Todas las otras damas de la señora
          duquesa salieron vestidas con saya de
          raso morado, con barras de brocado negro
          sobre pestañas de tafetan blanco; con
          gorras de terciopelo morado con cintas
          blancas atadas.

          Las damas de la señora Reyna que salieron
          con ella, son: la señora doña Costantina
          toda vestida de terciopelo negro forrado
          de damasco negro, acuchillada toda la
          seda de encima, atada con madexa de seda
          negra con cabos de oro. Vna gorra de
          terciopelo negro con muchos joyeles e
          pieças de oro muy ricas.

          Sacó la señora duquesa de Grauisa vna
          saya de brocado rico a la lombarda,
          forrada de damasco blanco con vna
          mantilla de damasco blanco forrada de
          raso carmesi guarnecida de tres tiras
          del mesmo brocado sobre pestañas de raso
          carmesi: vna gorra de raso blanco forrada
          de raso carmesi acuchillado lo blanco con
          vnas g. g. de oro esmaltadas. Vn rico
          collar hecho de las mismas letras muy
          rico.

          La señora Porfisana sacó vna saya de raso
          blanco con vna gelosia de fresos de oro
          encima d'ellos puestos sobre pestañas de
          tafetan leonado, con vn collar muy rico
          hecho a manera de vna gelosia. Vna gorra
          de raso blanco con muchas pieças de oro
          fechas como gelosia.

          La señora doña Merlesa de Ricart sacó vna
          saya de brocado blanco a la francesa,
          con vnas cortaduras de terciopelo morado
          a manera de vnas espinas de pescado,
          forrada la saya de raso morado. Estauan
          las cortaduras de alto a baxo de manera
          que la obra que hazia la seda hazia el
          brocado, con vn collar de la manera de la
          cortadura. Vna gorra de terciopelo morado
          con muchas pieças como las del collar.

          La señora Angelera de Agustano sacó vna
          saya de terciopelo negro con muchos
          fresos de plata puestos en tornos a
          manera de ondas, muy espessos a manera
          de puntas, sobre pestañas de tafetan
          amarillo. Vna gorra de raso blanco con
          muchos cabos de oro. Vn collar de oro
          hecho a puntas.

          La señora Caronisa sacó vna saya de
          brocado e terciopelo morado hecha a
          quartos, abierta por la delantera e
          costados, forrada de damasco naranjado
          con las mangas de la misma manera, con
          vnos torçales de oro e morado que atauan
          las aberturas, con vnas lisonjas cortadas
          de brocado en el terciopelo e del
          terciopelo en el brocado. Vn collar de
          lisonjas de oro e de rochicler; vna gorra
          de raso morado llena de lisonjas.

          La señora Cantoria Dortonisa sacó vna
          saya de raso blanco con vna reja de
          fresos de oro cubierta que hazia toda la
          saya centellas; en medio de cada centella
          vna estrella de oro martillo estampada.
          La gorra dela mesma manera. La saya
          forrada de damasco morado. Vn collar de
          centellas de oro grandes, en medio de
          cada vna, vna estrella de rochicler.

          La señora Violesa de Aguster sacó vna
          saya de brocado de oro tirado con vnas
          faxas angostas de terciopelo morado
          por encima sobre pestañas blancas, vna
          mantilla de raso morado forrado de
          damasco blanco con faxas anchas del
          brocado, guarnecida la mantilla con vna
          gorra de terciopelo carmesi; con muchas
          pieças de oro. Vn collar muy rico.

          Muchas otras damas salieron con la señora
          reyna, que por abreuiar aqui no se
          escriuen aunque muy atauiadas fuessen.

          Salidas estas tres señoras vino la señora
          visoreyna, que es una muy hermosa dama,
          e con ella su hermana qu'es desposada
          con el hijo del principe de Salusana, e
          muchas señoras de titulo con ellas.

          La señora visoreyna sacó vna saya
          francesa cubierta todas de vnas
          alcarchofas de oro de martillo, vna gorra
          de la misma manera, vn rico collar de
          alcarchofas, vna guarnicion de vna mula
          de terciopelo carmesi con vnos fresos de
          oro en lugar de franjas, chapada de vnas
          alcarchofas de plata e muchos batientes
          dorados encima. Diez moços d'espuelas
          vestidos de morado, de grana e azul
          turquesado.

          Sacó su hermana vna saya de oro de
          martillo escacado forrada de raso
          carmesi con vna mantilla de damasco
          azul guarnecida de vnas pieças de oro
          de martillo muy ricas a manera de vnas
          penas. Vna gorra del mismo raso con las
          mismas pieças.

          Salio con la señora visoreyna, la condesa
          de Camposalado con vna saya de altibaxo
          carmesi abierta por los costados e
          delantera, forrada de damasco blanco
          con vnos fresos de plata e sembrada con
          vnas visagras de oro; vna gorra de raso
          carmesi con las pieças; vn rico collar
          de lo mismo; vna guarnicion de vna mula
          chapada de las mismas pieças de plata.
          Los moços d'espuelas con jubones de
          raso carmesi e sayos de paño naranjado
          guarnecidos de terciopelo negro, calças
          coloradas e blancas.

          La condesa de Auertino, su hija, sacó
          vna saya hecha a puntas de brocado rico
          e raso morado forrada de raso blanco,
          hauia sobre el morado vnos cardos de oro
          sembrados; una gorra morada de las mesmas
          pieças, vn collar rico de lo mismo, la
          guarnicion de la mula de la misma manera;
          los moços vestidos de morado e blanco.

          La señora princesa de Salusana llego
          venida la visreyna e con ella su hija
          Candina e la duquesa de Altamura. Sacó la
          señora princesa vna saya de terciopelo
          negro cubierta de vnos alacranes de oro
          forrada de brocado blanco; vna gorra de
          raso blanco con las mismas pieças, vn
          collar de lo mismo, vna hacanea con vna
          guarnicion rica de lo mismo. Los moços
          d'espuelas con sayos de terciopelo negro
          e los jubones de brocadelo morado; vna
          calça negra, otra morada e blanca.

          La señora Candina su hija sacó una saya
          de terciopelo morado cubierta de chaperia
          de oro con vnas faxas de brocado assi
          por la cortapisa y aberturas de la
          delantera e costados forrada de raso
          leonado; vna gorra leonada con las pieças
          mesmas guarnecida; vn collar de bueltas;
          la guarnicion de la hacanea muy rica,
          los moços vestidos de raso leonado e
          terciopelo morado.

          La duquesa de Altamura salio en
          angarillas con vna saya de raso carmesi,
          vna loba de brocado negro forrada de
          damasco blanco. La mula guarnecida de
          terciopelo carmesi, los moços vestidos de
          terciopelo negro e grana.

          Salio con la marquesa de Persiana la
          señora Mariana de Seuerin, la señora
          marquesa de Guariano. La marquesa de
          Persiana sacó vna saya de terciopelo
          carmesi con vnos fresos de oro de tres
          dedos de ancho passados por la saya a
          escaques, de manera que estaua hecha
          vn tablero; hauia en cada escaque del
          carmesi vna coluna de oro, la gorra de la
          misma manera, vn rico collar de colunas,
          la guarnicion de vn cauallo dela manera
          de la saya, los moços vestidos todos de
          amarillo.

          La marquesa de Guariano salio vestida
          de negro. Sacó vna saya de plata tirada
          escacada con vnas tiras de terciopelo
          carmesi de tres en tres angostas, e sobre
          las faxas vnas palmas pequeñas de oro,
          la saya forrada de raso encarnado, con
          vn collar de oro muy rico hecho de dos
          palmas, vna guarnicion de vna hacanea de
          raso morado con muchas palmas de plata
          doradas e blancas como batientes.

          La marquesa del Lago sacó vna saya
          francesa, las mangas forradas de oro
          tirado e por de fuera cubierta de fresos
          de oro tan espessos que casi cobrían mas
          de la mitad de la saya; vn rico collar
          hecho a manera de vnas carrancas, vna
          guarnicion de vna mula cubierta de plata
          a manera de collar; los moços vestidos
          todos de leonado.

          Salio con ella la señora Laurencia con
          vna saya de brocado y raso encarnado
          hecha a lisonjas, hauia en cada lisonja
          vna cruz de sant Juan trocada de lo vno
          en lo otro. Vna gorra de raso amarillo
          con muchas lisonjas de oro en cada vna,
          vna cruz blanca esmaltada, vn collar de
          las mismas pieças, vna guarnicion de vna
          mula con la obra de la saya.

          Salio la señora de la Isla Elpania que
          primero fue princesa de Saladino e con
          ella salio la señora Casandra de Beluiso
          e la señora Ipolisandra. La señora de la
          Isla sacó vna saya de terciopelo carmesi
          e raso carmesi hecho a triangulos no
          grandes e por encima delas costuras vnos
          fresos de oro angostos; dentro en cada
          triangulo hauia un triangulo de oro bien
          releuado, algo mas pequeño; vna muy rica
          gorra llena de pedreria, vn collar de
          balaxos muy rico; vna muy rica guarnicion
          de vna hacanea; doze moços vestidos de
          morado e amarillo.

          La señora Casandra de Baluiso sacó vna
          saya de raso blanco con mucha chaperia
          sembrada por ella, eran vnas eles de
          plata bruñida, forrada la saya de brocado
          azul. Vna gorra de lo mismo; vn collar de
          perlas muy rico, vna guarnicion de vna
          mula como la suya.

          Sacó la señora Ipolisandra vna saya de
          brocado leonado forrada de raso negro,
          con vnas cortaduras de terciopelo negro
          sobre el brocado de tiras angostas,
          cubierta la saya a manera de vna reja,
          hazian en los vazios del brocado vnas
          rosas, en las juntas de la trepa hauia
          mas vnas pieças pequeñas de oro que
          hazian la obra del brocado. Vna gorra de
          raso leonado con muchas pieças de las
          de la suya; vn collar de pieças de las
          mismas de bueltas.

          Salieron la condesa dela Marca e la
          marquesa de la Chesta juntas. La condessa
          sacó vna saya de raso azul e cubierta
          toda de vnas escamas de brocado tan
          grandes como vna mano sobrepossadas sobre
          la saya que la cubrian, atadas sobre vnos
          torçales de plata vnas con otras; vn rico
          collar d'escamas, vna guarnicion de vna
          hacanea de lo mismo.

          La marquesa de la Chesta sacó vna saya a
          girones de oro tirado y de plata tirada
          escacado, los girones estauan sueltos
          sobre vna forradura de damasco carmesi
          atados vnos con otros con cintas azules;
          vn collar e gorra muy rica de muchas
          piedras de precio.

          Salieron la condessa de Trauiso e
          madama de Andria e las dos Carlinas de
          Rosseller. La condesa sacó vna saya de
          brocado negro e raso carmesi a quartos,
          e los quartos estauan forrados de lo vno
          en lo otro e lo de encima acuchillado a
          todas las cortaduras con cintas blancas
          con cabos de oro; vna gorra de lo mismo,
          vn cauallo con vna rica guarnicion
          estradiota, vn rico collar.

          La señora madama de Andia sacó vna saya
          de terciopelo negro e de raso negro de
          la manera de la condessa, saluo que las
          cintas eran de hilos de perlas e la seda
          estaua cubierta de chaperia de oro.

          Las dos hermanas Carlinas salieron
          vestidas con dos sayas lombardas de raso
          amarillo forradas de damasco blanco e
          sobre lo amarillo muchas madexas de
          hilo de plata tan espessa que apenas lo
          amarillo se mostraua.

          Muchas otras damas en aquella fiesta muy
          atauiadas salieron que por abreuiar el
          autor no las pone, saluo que quenta de
          los caualleros que con el señor visorey
          salieron aquel dia, en los quales no
          quenta los que justaron ni a la noche
          vinieron galanes que tiraron al precio
          del rubi, porque en su lugar se hablará
          de cada vno dellos.

          El señor visrey sacó vna ropa de
          terciopelo carmesi forrada en raso
          carmesi con vnas alleluyas de oro
          sembradas por ella; vna guarnicion de lo
          mismo con muchos batientes, vn jubon de
          raso carmesi, vn sayo de brocado blanco
          con faxas de raso carmesi con las mismas
          alleluyas, vn muy rico collar de las
          mismas. Sacó treynta alabarderos vestidos
          de grana blanca, doze moços de espuelas
          con sayos e calças de grana, jubones de
          raso blanco. Sacó vnas letras por las
          alleluyas que dezia:

              Son pocos los que en tal dia
            les contenta ell'alegria.

          Salio el almirante señor de Camposalado
          con vna ropa de altibaxo carmesi, vn
          jubon de brocado rico, un sayo de
          vellutado morado, vn collar de vueltas
          muy rico. Seys moços de espuelas con
          sayos de Perpiñan y jubones de damasco
          pardillo.

          Salio el principe de Salusana con vna
          ropa de brocado raso negro forrada
          en raso blanco, vn sayo de vellutado
          morado, vn jubon de oro de martillo, vn
          collar muy rico de piedras, los moços de
          espuelas con jubones de brocado, calças
          moradas e blancas, vn cauallo con vna
          rica guarnicion. Estos fueron juezes del
          precio de los caualleros e por esto se
          nombran primero.

          Salieron con el señor visorey los dos
          cardenales de Brujas e Felernisa, en su
          habito.

          Salio con el conde de Leonis, el duque
          de Terminado, el conde de Ponte Forto
          con muchos otros caualleros e cincuenta
          continos del rey que le aguardan, todos
          mancebos e gentiles caualleros, todos muy
          bien atauiados. De lo qual no se cuenta
          mas.

          Salieron con la reyna e con la duquesa
          el gran Antolino, el qual sacó vna ropa
          de raso carmesi forrada en brocado
          blanco, vn jubon de brocado rico, vn muy
          rico collar, doze moços de espuelas con
          jubones de brocado e terciopelo carmesi e
          calças moradas e pardillas; vna hacanea
          ricamente guarnecida.

          Salio con ellas el señor Fabricano con
          vna ropa de altibaxo morada forrada de
          raso blanco, vn jubon de brocado morado
          rico forrado de lo mismo. Los moços de
          espuelas vestidos de las mismas sedas e
          colores, con vn rico collar de bueltas,
          vn cauallo guarnecido de lo mesmo.

          Salio con ellas el duque de Altamira con
          vna ropa de terciopelo leonado faxada
          toda de fresos anchos e angostos de oro
          escacados, vn sayo de raso leonado de lo
          mesmo guarnecido, con vn jubon de oro
          tirado. Los moços vestidos de terciopelo
          leonado e raso pardillo.

          Salio con ellas el duque de Belisa con
          vna ropa de raso negro colchada a ondas
          bordada de oro, vn sayo de brocado rico,
          un jubon de raso carmesi con muchas
          pieças de oro de martillo.

          Salio con ellas el duque de Fernissa
          con vna ropa de raso blanco forrada de
          damasco morado faxada de brocado, un sayo
          de lo mismo, un jubon de raso carmesi
          guarnecido de pieças de oro de martillo.
          Estos señores salieron con muchos
          caualleros que los acompañaron.


          COMO LOS MANTENEDORES E AVENTUREROS
                    SALIERON Á LA TELA

          Salieron los mantenedores juntos. Sacó
          Flamiano vn cauallo con vn paje con el
          que traya unos paramentos de brocado
          blanco, vnas cortapisas encarnadas sobre
          las cuales auia vnas letras de plata
          grandes que dezia:

              Quien á lo blanco tirare
            donde guarda lo encarnado
            por demas haurá tirado.

          Salio el mismo con vnos paramentos de
          raso encarnado chapados con vna obra
          relevada de plata muy rica, la cual
          hazia vnos vacios en el raso en los
          quales hauia dos viboras de oro en cada
          vno. La cimera de las mismas viboras.
          Veynte moços vestidos a la tudesca de
          terciopelo encarnado e raso blanco, con
          otro cauallo en que hauia de justar,
          con vna guarnicion de lo mismo. Vn paje
          vestido de lo mismo. Dezia la letra de
          las viboras:

              Cuando llega al coraçon
            su herida,
            no hay mas remedio en la vida.

          Sacó Vasquiran vnos paramentos de
          terciopelo negro, y su persona vestida
          de negro. Vn paje en otro cauallo con
          una guarnicion negra, vestido de negro;
          veynte moços vestidos de negro, vna
          cimera con vna muerte que dezia:

              Pequeño mal es tenella
            pues qu'es mayor mal querella.

          Sacó vn otro paje con vn cauallo que
          traya vnos paramentos de terciopelo
          verde oscuro e raso verde claro que son
          esperança perdida e cobrada, con vnas
          letras por la cortapisa que dezia:

              Perdiose la de la vida
            pero la del morir queda
            porqu'el dolor viuir pueda.

          Salio el conde Sauriano con vnos
          paramentos de raso naranjados cubiertos
          de vnas jaolas de plata, con otro cauallo
          con vna guarnicion de lo mismo, con vn
          paje vestido de blanco e naranjado; doze
          moços de las mismas colores, vna cimera
          de vna jaola con una calandria de plata.
          Dezia la letra de la calandria: (Está en
          el çaguer verso el nombre de la dama).

              Pues que de mi vida poca
            su silencio da señal,
            calle el bien e cante el mal.

          Sacó el señor marques de Carlerin vnos
          paramentos de plata texida cubiertos de
          ymagineria de oro, con vna cimera hecha
          de portales y en cada vno vna imagen;
          eran todas las ymagines de rostro de
          damas. Dezia la letra de las ymagines:

              No está en estas vuestra ymagen
            porque es tal
            que ninguna l'es ygual.

          Sacó Alarcos de Reyner vnos paramentos
          de brocado rico de pelo, con vn paje
          vestido de negro, en otro cauallo con
          vnos paramentos de terciopelo negro, con
          una reja de plata que los cobria. Hauian
          en los vacios de las rejas vnas erres
          doradas. Traya por cimera un relox. Decia
          la letra:

              No fuera fino mi mal
            porque mi ventura es tal.

          Sacó el marques de Persiana vnos
          paramentos de terciopelo leonado con vnas
          palmeras de plata chapadas de todos.
          Vn otro cauallo con vn paje con vna
          guarnicion de lo mesmo. Vna palmera por
          cimera. La letra:

              Ha sembrado mi ventura
            mi querer e mi querella
            e no espero fruto della.

          Sacó el conde de la Marca vnos paramentos
          de terciopelo carmesi cubiertos de
          chaperia de plata de vnos llobres o
          señuelos, con otro cauallo con vn paje,
          con vnos paramentos de brocado negro
          e brocado blanco con vnas faxas de
          terciopelo morado que partia los quartos,
          con una cimera de los mismos señuelos,
          con vna letra que dezia:

              Mi pensamiento ha subido
            do no le calle llamar
            pues que no cabe baxar.

          Sacó Lisandro de Xarqui vnos paramentos
          de terciopelo negro cubierto de lagrimas
          de plata con vna cortapisa ancha de vnas
          peñas bordadas de oro llenas de lagrimas
          que las rompian todas, e la cimera de
          lo mismo. Vn paje con vna guarnicion de
          brocado en otro cauallo. Dezia la letra:

              Mis tristes lagrimas viuas
            en estas hazen señal,
            y en vos nunca por mi mal.

          Sacó el prior de Albano vnos paramentos
          de brocado encarnado; otro cauallo
          con vna guarnicion de lo mismo, los
          paramentos e la guarnicion con vnas
          lamparas de plata que mostrauan estar
          muertas, con una cimera de las mismas
          lamparas con una letra que dezia:

              Muertas estan, pues la vida
            de males viue encendida.

          Sacó el marques de Villatonda vnos
          paramentos de raso carmesi cubiertos
          de otros de brocado, cortados todos
          de manera de unas clarauoyas, estauan
          releuados los unos de los otros, encima
          dél el brocado, estauan cubiertos de vnos
          pesales de plata; la cimera de lo mismo
          con vna letra que dezia:

              No hay con qué puedan pesarse
            mis querellas
            sino con el pesar dellas.

          Sacó el prior de Mariana unos paramentos
          de oro tirado escacado a girones, con
          otros de raso encarnado, chapado el raso
          de vnos marmoles de plata, e la cimera de
          lo mismo; otros tres cauallos sacó pero
          ni dél ni de los otros, por acortar no se
          cuenta, sino de uno. Los marmoles de los
          paramentos e cimera eran quebrados. La
          letra dezia:

              No hay quien pueda sostener
            de mis males su pesar
            que no le haga quebrar.

          Sacó el duque de Felernisa vnos
          paramentos de raso blanco cubiertos de
          vnos manojos de masiega hechos de plata
          con muchos batientes dorados de las
          espigas de la masiega, sacó por cimera un
          mundo. Dezia la letra:

              Menester fuera crecerse
            para dalle complimiento
            a vuestro merecimiento.

          Sacó Francalver vnos paramentos de
          terciopelo negro cubiertos de puntas de
          plata como vn erizo espesas y en cada
          punta un batiente de plata blanca; sacó
          por cimera las arpias de Fineo. Dezia la
          letra:

              Mi codicia es más terrible
            pues desseo lo impossible.

          Sacó el conde de Torremuestra vnos
          paramentos de terciopelo leonado
          cubiertos todos de vna obra de plata
          enrrejada; hauia en los espacios vna cosa
          de los martirios de la passion; sacó por
          cimera todos los martirios. La letra
          dezia:

              Si con la fe e con sofrillos
            los martires se han saluado,
            yo soy bien auenturado.

          Sacó el duque de Grauisa vnos paramentos
          de brocado rico blanco con unas pieças
          de armas como trofeos de vitoria o de
          triunfo sembradas por ellos, con la
          cimera de las mismas pieças con una letra
          que dezia:

              Pues no quise defenderme
            de ser el mejor perdido
            yo triunfo de bien vencido.

          Sacó Rosseller el pacifico vnos
          paramentos de brocado negro con vnas
          ruedas de fortuna sembradas de plata,
          con vna rueda de la fortuna quebrada por
          cimera, con vna letra que dezia.

              Si anduuiera como suele
            despues que yo ando en ella
            cabo houiera mi querella.

          Sacó el marques de la Chesta vnos
          paramentos de brocado blanco e terciopelo
          leonado cubiertos de vidrios de muchas
          maneras hechos de plata, e por cimera un
          aparador de los que tienen los que venden
          vidrios, con muchas pieças de vidrio.
          Dezia la letra:

              Peligrosa está la vida
            do ventura
            no tiene cosa segura.

          Sacó el marques del Lago vnos paramentos
          de raso azul con vnos niueles de plata
          muy ricos, e por cimera un niuel de
          niuelar con vna letra que dezia:

              No es possible que mi bien
            venga al niuel de mis males
            porque son muy desiguales.

          Sacó Antineo de Leverin vnos paramentos
          de raso amarillo cubiertos de espinas de
          plata, con una cimera de muchas coronas
          de espinas e vna real encima, con vna
          letra que dezia:

              La vna mereceys vos
            de raçon,
            yo las otras de passion.

          Sacó Alualader de Caronis vnos paramentos
          de terciopelo carmesi con vnas esponjas
          de plata por encima, vn braço por cimera
          que tenia vna esponja en la mano apretada
          que salian vnas llamas de fuego, con una
          letra que dezia:

              Del coraçon ha sacado
            lo que muestra
            qu'está dentro a causa vuestra.

          Sacó Ipolito de Castril vnos paramentos
          de raso pardillo cubiertos de vnos tornos
          de tirar hilo de oro con su hilera, e
          sacó por cimera vno dellos con vna letra
          que dezia:

              Mi pena puede alargarse,
            que mi vida
            corta tiene la medida.

          Sacó el conde de Poncia vnos paramentos
          de raso azul con vnos laberintos de oro
          bordados por ellos, con vn laberinto con
          el minotauro dentro preso, con vna letra
          que dezia:

              No hay prission
            do remedio no se espere
            sino en la qu'el preso quiere.

          Estos fueron los caualleros que a la
          tela salieron, e dexase aqui de contar,
          por abreuiar, muchos otros atauios que
          sacaron e a quien se dieron los precios,
          assi de gentil hombre como de mejor
          justador. Agora se contarán los que a la
          noche salieron galanes a la fiesta que
          tiraron al precio.

          Primero nombraremos a los que fueron sin
          invenciones, que al precio no tiraron.
          Los quales fueron el señor visorey, los
          dos cardenales, el duque de Altamura, el
          conde de Traviso, principe de Melisena,
          su hijo el marques de Telandra, el duque
          de Belisa, el conde de Leonis Pomerin, el
          duque de Terminado, el señor Fabricano,
          el gran Antolino, los hermanos del
          conde de Tormestra, Guillermo de Lauro,
          Petrequin de la Gruta, el conde de
          Ponteforto, el Franco Ortonis e muchos
          otros caualleros de los quales aqui no se
          haze memoria.

          Los que a la fiesta salieron
          inuencionados fueron los que agora
          contaremos.

          Sacó Flamiano vna ropa de azetuni carmesi
          forrada de damasco encarnado con vnas
          faxas de raso blanco sobre el azetuni
          cubiertas de cuentas de oro esmaltadas
          de las que se ponen por señales en los
          rosarios, con vna letra que dezia:

              Son señales
            de las cuentas de mis males.

          Sacó Vasquiran la ropa de carmesi que el
          visorey hauia sacado aquel dia con las
          alleluyas, porque era conocida que no era
          suya, con vna letra que dezia:

              Siendo alegria agena,
            al que no tiene plazer
            mas triste le haze ser.

          Sacó el conde de Sarriano vna ropa
          de damasco blanco forrada de brocado
          con vnos manojos de cascaueles de oro
          bordados por ella con vna letra que dezia:

              Ya la vida
            de males está dormida.

          Sacó el marques Carlerin vna ropa de la
          misma plata texida delos paramentos, con
          vnas faxas e cortapisa sembradas de vnos
          yugos de oro de raso leonado forrada delo
          mismo, con vna letra que dezia:

              El que os viere
            verse libre no lo espere.

          Sacó Alarcos de Reyner vna ropa de
          terciopelo azul oscuro forrada de brocado
          con remos de oro bordados por ella
          quebrados, con vna letra que dezia:

              Todos estos se rompieron
            bogando con mi porfia
            e jamas hizieron via.

          Sacó Lisandro de Xarque vna ropa de
          terciopelo morado forrada de raso negro
          con vna cortapisa ancha de raso blanco e
          faxas cubiertas de medias lunas de oro,
          como quando queda de la luna muy poco.
          Dezia la letra:

              Muy poca es la claridad
            donde tantas desuenturas
            se dexan la vida ascuras.

          Sacó el prior de Albano vna ropa de
          brocado e raso encarnado hecho a
          lisonjas, con vnas lisonjas de oro
          pequeñas en las otras lisonjas. Dezia la
          letra:

              No son sino de veras
            mis quexas e verdaderas.

          Sacó el marques de Villatonda vna ropa
          de altibaxo carmesi forrada de raso
          amarillo, cubierta de muchas medallas de
          oro de diuersas caras. La letra dezia:

              No está aqui vuestra figura
            porque su propio treslado
            en mi alma está estampado.

          Sacó el prior de Mariana vna ropa de
          brocado pardillo con faxas e cortapisa
          de terciopelo morada cubiertas de vnas
          cifras de cuento de al guarismo que
          cada vna hazia millar, eran de oro de
          martillo. Dezia la letra:

              Las cuentas de mis pesares
            se han de contar a millares.

          Sacó el duque de Grauisa vna ropa de
          vellutado negro forrada de damasco blanco
          con vnas alas de oro de martillo que
          cubrian la ropa, con vna letra que dezia:

              Han subido tan arriba
            mi pensamiento e querer
            que no pueden decender.

          Sacó el conde de Torremuestra vna ropa
          d'altibaxo negro con vnas manos bordadas
          en ella que mostrauan el sino de la
          ventura con vna letra que dezia:

              Luego se vió en mi ventura
            que hauia de ser mi vida
            venturosa de perdida.

          Alualader de Caronis sacó vna ropa de
          raso leonado forrada de raso carmesi con
          vnas sepulturas abiertas bordada de oro
          tirado, muy rejeuadas, con vna letra que
          decia:

              Hala de tener abierta
            la vida que viue muerta.

          Sacó Rosseller el pacifico vna ropa de
          brocado de oro tirado negro forrada de
          raso azul con vnos ramos del domingo de
          ramos porque dizen que valen contra los
          rayos. Dezia la letra:

              No han seruido, pues mi vida
            del mesmo nombre es herida.

          Sacó el conde de Poncia vna ropa de
          brocado forrada de raso azul con muchos
          joyeles, en ella, e vno muy rico sobre el
          coraçon, con vna letra que dezia:

              La joya que más se estima
            se guarda donde lastima.

          Sacó el marques del Lago vna ropa de
          brocado azul con unas limas sordas
          bordadas sobre vna cortapisa de raso
          azul. La letra dezia:

              ¿Cómo puedo yo librarme
            secreto del mal que siento,
            siendo publico el tormento?

          Sacó el marques de la Chesta vna ropa de
          raso leonado forrada de brocado blanco
          con vna chaperia de oro de vnos sellos de
          sellar cartas secretas, con vna letra que
          dezia:

              El secreto de mis males
            aunque es grave padecello
            la causa merece sello.

          Sacó el marques de Persiana vna ropa de
          brocado rico leonado forrada de damasco
          blanco con vn collar rico hecho de peones
          d'axedrez, con vna letra que dezia:

              La primer trecha fui mate,
            por ser mortal mi debate.

          Sacó el duque de Fernisa vna ropa
          d'altibaxo morado forrada de raso blanco
          con vna cortapisa e guarnicion del mismo
          raso chapada de vnas matas de maluas con
          vna letra que estaua entre mata e mata
          que dezia:

              Si te mata tu querella
            mal vas en yr más tras ella.

          Sacó Altineo de Leuesin vna ropa de
          terciopelo naranjado con faxas de raso
          blanco con unos candeleros de oro por las
          guarniciones sin velas. Dezia la letra:

              Van sin velas porque ves
            siempre escura
            la lumbre de mi ventura.

          Sacó Ipolito de Castril vna ropa de
          brocado pardillo con vna cortapisa e
          faxas de raso pardillo con vnos alambines
          de oro de martillo sembrados por ellas;
          vna letra que dezia:

              El fuego qu'el coraçon
            tiene secretos de enojos
            sale en agua por los ojos.

          Sacó Francaluer vna ropa de raso negro
          forrada de brocado blanco e la ropa
          guarnecida de fresos de oro e por el raso
          sembrados vnos antojos de oro, con vna
          letra que dezia:

              Nunca vi su nombre a mi
            despues que os vi sin enojos
            ni vieron mas bien mis ojos.


          AQUI DA RAÇON EL AUTOR DE LO PASSADO Y
               DECLARA LA FICION DE AQUELLO

          Los caualleros e damas que en la presente
          fiesta salieron assi atauiados como a la
          tela, como a la noche en la fiesta, son
          arriba mencionados. Digo en parte los
          que principalmente alli se señalaron,
          porque sin ellos houo muchos otros e
          muchas damas que aqui no se ha hecho
          dellos relacion por acortar la obra. E
          assimesmo dexa de especificar las cosas
          que en la fiesta se siguieron, ni la
          determinacion del juyzio de los precios,
          esto tanto por la breuedad, quanto porque
          pues los atauios e inuenciones e letras
          estan relatados tengan los lectores en
          qué especular e porfiar, a quién cada
          precio se deue dar segund el juyzio de
          cada vno. Y esto conformará con la causa
          principal de la obra, pues su fundamento
          es sobre la porfia e question de Flamiano
          e Vasquiran; la qual se queda tambien
          indeterminada. Verdad es que el precio de
          mejor justar ganó Alualader de Caronis.
          Agora aqui mudaremos el estilo o forma
          de obra. Esto será que agora todos los
          caualleros e damas assi de titulo, como
          los otros, nombraremos por propios
          nombres en las cosas acaecidas despues
          desta fiesta hasta la dolorosa batalla
          de Ravena donde la mayor parte destos
          señores e caualleros fueron muertos o
          presos. E assi haurá otra manera de
          especular en sacar por los nombres
          verdaderos los que en lugar de aquellos
          se han fengido o trasfigurado. E ha de
          saber el lector que aunque en lo que
          hasta aqui se ha escripto algo se haya
          compuesto o fengido, como al principio
          deximos, que en lo que agora se escriuira
          ni houo mas, ni ha hauido vn punto menos
          de lo fue e como passó. Assi que los
          agudos e discretos miren de aqui adelante
          los nombres verdaderos e tornen atras,
          que alli los hallarán.


          LO QUE SE SIGUIO HASTA LA PARTIDA DEL
                         VISOREY

          Para mejor esto contenderse es de saber
          que las cosas en este tratado escriptas
          fueron o se siguieron o escriuieron
          en la nobilissima cibdad e reyno de
          Napoles en el año de quinientos e ocho e
          quinientos e nueve et diez et onze que
          fue la mayor parte e quinientos e doze
          que fue la fin de todo ello. En el qual
          tiempo todos estos caualleros, mancebos e
          damas e muchos otros principes e señores
          se hallauan en tanta suma e manera de
          contentamiento e fraternidad los vnos
          con los otros, assi los Españoles vnos
          con otros como los mismos naturales
          de la tierra con ellos, que dudo en
          diuersas tierras ni reynos, ni largos
          tiempos passados ni presentes, tanta
          conformidad ni amor tan esforçados e
          bien criados caualleros ni tan galanes
          se hayan hallado. En tanta manera que
          mouida la fortuna de enemigable embidia
          començo a poner en medio deste fuego vna
          fuente de agua tan cruel e fria, que
          la mayor parte, como agora se diria,
          casi consumio, e lo que por consumir
          dexó quedó en el plazer e alegria que
          sin escriuirse quien quiera contemplar
          puede. E por mejor entendello habeys
          de saber que en el año de quinientos e
          onze, como a todo el mundo ha sido y es
          notorio, se hizo la liga e concordia
          del summo pontifice e santissimo padre
          nuestro Julio segundo e del catolico rey
          don Fernando de España e los venecianos.
          Para lo qual fue diputado por general
          capitan de toda la santa liga el
          ylustrissimo don Remon de Cardona visrey
          del realme de Napoles, el qual en el
          dicho tiempo governaua y es vno de los
          arriua nombrados. Pues llegandole la
          determinacion e mandado del rey en las
          cosas que hazer deuia, en la cibdad de
          Napoles se començó a hazer vno de los
          mas nobles e poderosos exercitos de
          gente de guerra que por ventura entre
          los christianos hasta oy se haya visto,
          de tanta por tanta gente, assi de los
          caualleros de titulo que en él fueron,
          como de los capitanes de gente d'armas
          e hombres d'armas que llevauan e de los
          capitanes de infanteria e infantes que
          con ellos yuan, cada vno en su suerte e
          manera segund para lo que era diputado;
          dudo que los que han escripto, por
          mucho que hayan sabido bien componer,
          si este canpo al tiempo que partió de
          Napoles vieran, no conocieran ser el más
          noble e mejor de los hasta oy vistos,
          assi en esffuerzo e saber de capitanes,
          como esfforçados e platicos soldados
          e discretos en la guerra. Quanto aun
          en ser el mas rico e luzido campo de
          aderezos e atauios assi de armas e ropas
          como de tiendas e los otros aparejos
          a la guerra competentes que jamas se
          vió, de lo qual adelante más largo se
          contará; solo agora se dira como en este
          tiempo viniendo la señora condessa de
          Avellino muger del noble don Juan de
          Cardona conde de Avellino, visrey de la
          provincia de Calabria, de las dichas
          tierras de Calabria para Napoles, por
          la mar adolecio en el camino e murio
          en la cibdad de Salerno, que fue la
          primera aldabada que en esta alegre
          corte de tristeza la fortuna començó a
          dar. Pues ya su fuego començado dende a
          no muchos dias con vna enfermedad assaz
          breue pusso fin la muerte en la vida
          del reverendissimo don Luys de Borja,
          cardenal de Valencia, que desta corte,
          aunque perlado, en las cosas de cauallero
          mancebo era vno de los quiciales sobre
          quien las puertas de las fiestas e
          gentilezas se rodeauan. E dende a ocho
          dias no más fizo lo mismo en los dias e
          juuentud de doña Leonor de San Severino,
          princesa de Visiñano que era vna de las
          que al cabo de la dança desta escriptura
          ha lleuado. En el mismo tiempo acabó
          la juvenil e luzida juuentud de doña
          Marina de Aragon, princesa que hauia
          sido de Salerno e a la ora era señora de
          Piombino. Assi que mirad señores si estas
          quatro pieças bastan para vn comienço de
          combate.


            LO QUE ADELANTE SE SIGUIO ANTE DE LA
          PARTIDA E LA SUMA E CUENTA DEL NUMERO DE
                   LA GENTE QUE PARTIO

          Passando las cosas adelante e poniendose
          en orden las cosas del campo, fueron
          señalados todos los cargos que se deuian
          de dar sin los que ya estaban dados.
          Estos eran los capitanes de gentes
          d'armas. Los quales son los siguientes:
          Primeramente el señor duque de Termens
          con cient hombres d'armas, el qual fue
          deputado por capitan de la Iglesia. El
          señor Prospero Colona con cient hombres
          d'armas. El señor Fabricio Colona que
          fue elegido lugar teniente general del
          canpo con cient hombres d'armas. El conde
          Populo con cinquenta hombres d'armas. El
          conde de Potencia don Juan de Guevara con
          cinquenta hombres d'armas; don Juan de
          Cardona, conde de Avellino con sesenta
          hombres d'armas; el prior de Mesina con
          cinquenta hombres d'armas. Don Jeronimo
          Lloriz con cinquenta hombres d'armas.
          El capitan Pomar con cinquenta hombres
          d'armas. Diego de Quiñones con cient
          hombres d'armas que era la compañia del
          gran Capitan. Estas eran las ordenanças
          que el rey nuestro señor alli tenia e
          los capitanes que la tenian. Despues
          llegó Carauajal con quatrocientos hombres
          d'armas e seyscientos ginetes de los
          quales capitanes no nombramos ninguno
          porque en nuestro tratado ninguno dellos
          hay nombrado. Solo baste que fue la
          suma de la gente d'armas que el visrey
          lleuó mill e dozientos hombres d'armas e
          setecientos cauallos ligeros o ginetes,
          con la compaña que don Pedro de Castro
          alli tenia e los cinquenta ballesteros
          a cauallo del rey. Fue elegido capitan
          general de los cauallos ligeros el
          marques de Pescara. Fueron maestros
          de canpo el señor Alarcon e Diego de
          Cornejo. Hizo el visrey cien alauarderos
          para la guarda de su persona, de los
          quales fue capitan mossen Tallada. Fueron
          los coroneles de la infanteria onze,
          los capitanes fueron ciento e ocho, sin
          onze que el visrey hizo para su guarda
          con tres mil infantes escogidos. Los
          coroneles fueron el primero, Zamudio con
          dos mill infantes que lleuó de España,
          Arrieta, Joanes, Dondiaquito[289],
          Luxan, Bouadilla, Francisco Marques,
          Salgado, Mexia, Cornejo sobrino del
          camarero. De los capitanes no se habla
          por ser muchos, saluo de los que el
          visrey hizo, que fueron don Pedro de
          Arellano, Martin Gomez, Juan de Orvina,
          Juan de Vargas, Cristoual de Paredes,
          Christoual de Helin, Breçuela, el
          trinchante del visrey, Diego Montañes,
          Buytron, Ventelloys.

          Murio alli ante de partir Diego Montañes,
          diose su conpaña a Torres; murio Torres,
          diose su conpaña a Borregan. Assi que fue
          en suma la infanteria española que de
          Napoles salio, diez mill infantes, mill
          e dozientos hombres d'armas, setecientos
          cauallos ligeros, cinquenta continos
          criados del rey, e muchos otros hombres
          de titulo e caualleros napolitanos e
          españoles e algunos sicilianos, de los
          quales adelante señaladamente hablaremos.


             DE LOS ATAUIOS E GASTOS DEL VISREY

          Por mexor lleuar ordenado el estilo e
          manera deste campo e de la partida del
          visrey será menester primero hablar
          de la orden e atauios de su persona e
          el estado que lleuó, el que fue desta
          manera. Primeramente, como diximos, lleuó
          su señoria cien alabarderos vestidos con
          ropetas de paño verde escuro e rosado de
          grana, jubones de raso o tafetan blanco
          e morado, calças blancas e moradas, e
          gorras de grana.

          El capitan dellos que fue mossen Tallada
          lleuó sin otros atauios, dos cauallos
          d'armas para su persona atauiados con
          todo su conplimiento; el vno con vnas
          sobreuardas de raso morado cubiertas de
          chaperia de plata de unos cordones de
          san Francisco que hazian una reja, e en
          los quadros de la reja sobre el raso
          hauia dos esses de plata con vn sayon
          de terciopelo carmesi hecho a punta
          con pestañas de raso blanco; el otro
          cauallo lleuó con vnas sobre cubiertas
          de terciopelo verde e raso amarillo a
          metades cubiertas de unos escaques de
          tiras de tres en tres de la vna color en
          la otra sobre pestañas de raso blanco. El
          sayo desta manera, sin los otros atauios
          que lleuó.

          Lleuaua mas el visrey cinquenta continos
          del rey todos mancebos, hijos de
          caualleros, los quales yuan tan bien
          atauiados que ninguno lleuaua menos
          de dos cauallos de armas con todo su
          conplimiento de las personas. Lleuaua
          mas veynte moços de espuelas con ropetas
          de paño morado e jubones de terciopelo
          verde e calças de grana. Lleuaua veinte
          e quatro cauallos de su persona; ocho
          de armas, ocho estradiotas, ocho a la
          gineta, con veinte e quatro pajes en
          ellos, vestidos con ropetas de grana,
          jubones de terciopelo o de raso negro,
          gorras de grana, capas aguaderas de paño
          de Perpiñan.

          Lleuaua dozientos gastadores con su
          capitan para assentar sus tiendas.
          Lleuaua su capilla con doze cantores
          muy complida. Lleuaua sus atauales e
          trompetas ytalianas, con todos los
          conplimientos de su casa e criados
          ordinarios como se requeria. De los
          atauios de su persona solamente
          hablaremos de los que lleuaua de las
          armas, que fueron ocho para ocho
          cauallos; los otros dexaremos por
          abreuiar.

          Primeramente lleuó vnas sobreuardas e
          sayon de brocado blanco e raso carmesi
          hechos a girones, e los girones hechos a
          puntas de lo vno en lo otro con pestañas
          de raso azul. Lleuaua vnas sobreuardas e
          vn sayon de raso azul cubierto de vnos
          lazos de brocado que lo cubria todo,
          sentados sobre raso blanco. Lleuaua vnas
          sobreuardas e vn sayon de terciopelo
          carmesi e raso blanco hechos a quartos,
          e sobre los quartos de carmesi hauia
          vna rexa de fresos de oro de vn dedo
          en ancho, hecha a centellas, dentro en
          las centellas hauia vnos otros de oro
          releuados que descubrian tanto de la
          seda como era de ancho el freso. Sobre
          los quartos del raso blanco hauia vna
          rexa del mismo freso, dentro en los
          quadros hauia dos yes de oro, en cada
          vno lleuaua vnas sobre cubiertas e vn
          sayon de raso blanco con faxas anchas
          de brocado negro de pelo rico, con vna
          faxa ancha e dos faxas angostas, todo
          guarnecido. Lleuaua vnas sobreuardas de
          brocado raso e vn sayon con vnas faxas
          de dos dedos en ancho de raso carmesi
          con vn ribete negro por medio de la
          faxa, con vnas franjas angostas de
          plata de vn cabo e de otro del ribete.
          Lleuaua vnas sobreuardas e sayo de
          raso amarillo cubiertas de chaperia de
          plata como vnas medias rosquillas que
          hazian la obra como escama de pescado,
          saluo que en las cubiertas era la obra
          gruesa y en el sayo menuda. Lleuaua vnas
          sobreuardas e sayo de raso carmesi con
          vnas cortapisas muy anchas de lazos de
          cordones de oro e plata releuados, que
          sentauan sobre dos bordones de brocado
          embutidas e releuadas, bordados de los
          mismos cordones de oro muy ricos. Lleuaua
          otras sobreuardas e un sayo de brocado
          rico sobre rico que costó a ciento e
          veynte ducados la cana. De todos los
          otros atauios assi forrados como por
          forrar, e cadenas e vagilla no escreuimos
          por abreuiar, saluo dos cortinajes e
          cobertores que lleuó para dos lechos,
          vno de brocado carmesi todo, e otro de
          brocado blanco e raso carmesi. Baste que
          se supo por muchas certenidades que gastó
          sin lo que propio suyo tenia, veynte
          e dos mil ducados de oro antes que de
          Napoles partiesse, en solo el aparejo de
          su persona e casa.


           LOS ATAUIOS DE LOS CAPITANES D'ARMAS,
                   SOLO DE LAS ARMAS

          Los adereços de los capitanes solamente
          contaremos los de los cauallos de armas
          e los de sus personas para las armas, de
          los quales el primero que aqui se cuenta
          es el duque de Termens, el qual entre
          otros cauallos muchos que lleuaua vimos
          quatro atauiados señaladamente, los dos
          con dos pares de sobreuardas de brocado
          e sus sayones de lo mismo, otro con vnas
          sobreuardas de terciopelo carmesi e sayon
          con faxas de raso carmesi, el principal
          con vnas sobreuardas de terciopelo
          morado y el sayon de lo mismo, con vnos
          troncos bordados de oro de martillo muy
          releuados con vnos fuegos que salian por
          los concauos dellos, de manera que los
          troncos e las flamas henchian el campo
          de los paramentos e del sayon, con vnas
          cortapisas en lo uno y en lo otro de
          letras grandes del mismo oro bordadas en
          que blasonaua la fantesia de la inuencion.

          El señor Prospero Colona hizo seys
          atavios aunque entonces no partio. El vno
          era de carmesi vellutado, los dos eran el
          vno de brocado rico, el otro de brocado
          raso; los tres eran bordados, vno de
          terciopelo negro con vnos toros de oro en
          cada pieça o en cada quarto del sayo muy
          releuados; estaua el toro puesto sobre vn
          fuego de troncos del mismo oro de manera
          que se henchia todo el campo. Era el toro
          que dizen de Nero. En las cortapisas
          hauia bordada vna letra de letras de oro
          que dezia:

            Non es questo simil al nuestro.

          El otro atauio de raso azul con vnos
          soles en cada canton de las pieças en
          lo alto y en lo baxo, vnos espejos en
          que dauan los rayos del sol de do salian
          flamas que sembrauan los campos de las
          pieças. En las cortapisas estauan como
          en lo otro, las letras de la inuencion.
          El otro atauio e mas rico, era de raso
          carmesi con vna viña bordada por todas
          las pieças, con sus sarmientos e hojas e
          razimos maduros e por madurar, hecho todo
          de oro tirado e plata e matizes de seda
          de relieue, de manera que la obra allende
          de ser muy galana era muy rica.

          El señor Fabricio lleuó cinco cauallos de
          su persona; los dos con atauios de sedas
          de colores, el vno con vnas sobreuardas
          de sayo carmesi e brocado hecho a
          quartos, otro de brocado raso, otro de
          brocado rico.

          El marques de la Padula no hizo alli
          ningun atauio por el luto que lleuaua de
          su cuñada, pero lleuó oro de martillo
          texido escacado para vn sayo e sobre
          cubiertas e brocados para otros atauios;
          su hijo don Juan no lleuó otra cosa sino
          paño negro por el luto de su muger.

          El conde de Populo lleuó sus cauallos
          atauiados de brocados e sedas, pero su
          persona no llevaua mas que vna jornea a
          la usanza antigua; mas lleuó su sobrino
          don Antonio Cantelmo que yua por su lugar
          teniente, tres cauallos con tres atauios,
          uno de brocado, otro de raso azul e
          brocado a puntas, otro de raso azul
          chapado de vnas matas de siempre viuas
          muy releuadas.

          El conde de Potencia lleuó dos cauallos
          con sobre cubiertas e sayones de sedas
          de colores e vn otro atauio de brocado,
          y el principal de raso azul con vnas
          estrellas, en cada campo vna, que los
          rayos della henchian toda la pieça, eran
          de oro texido bordadas muy releuadas, en
          las cortapisas yua bordada la letra de la
          inuencion.

          El prior de Mesina hizo quatro atauios
          para quatro cauallos; el vno era de
          brocadelo e de brocado rico a mitades;
          otro de raso pardillo e terciopelo
          leonado a puntas; otro de terciopelo
          leonado e raso encarnado a centellas con
          vnas tiras de tafetan blanco sueltas por
          encima las costuras como vnas lazadas de
          lo mismo que las atauan a las juntas de
          los centelles. El principal atauio era
          de raso carmesi e brocado rico de pelo
          hecho a ondas a puntas. Hauia por medio
          de la tira del raso vnos fresos de oro
          que hazian la misma onda a puntas, e de
          la vna parte e de la otra dos tiras de
          margaritas de perlas. Estauan juntado el
          brocado e el raso con pestañas blancas.

          Antonio de Leyua lleuó quatro cauallos
          de su persona, atauiados, vno de raso
          naranjado e raso blanco á puntas; otro
          con vnas sobrecaidas e sazon de brocado
          e damasco blanco hecho a escaques,
          assentadas vnas tiras angostas en torno
          del escaque del brocado en el de la seda,
          e de la seda en el brocado e dos cees
          encanadas de lo vno en lo otro, bordado
          todo de cordon de oro. El principal
          cauallo con vnas sobre cubiertas de
          brocado blanco e terciopelo carmesi
          hecho assimesmo a escaques, e dos barras
          travessadas en cada escaque de lo vno en
          lo otro sentadas sobre raso blanco, e en
          las barras de brocado hauia en cada vna
          tres candeleros de plata estampados y en
          las de carmesi otros tres dorados.

          Don Jeronimo Lloriz lleuó quatro cauallos
          de su persona; vno con vnas cubiertas de
          azero, otro con sobre cubiertas e sayo
          de azeituni negro e de brocado hecho a
          puntas. Otro con sobre cubiertas e sayo
          de raso blanco e terciopelo carmesi hecho
          a centelles con vnas tiras de brocado
          de otro tirado, assentadas encima las
          costuras como vna reja, e vnos lazos
          dentro en cada centelle del mismo
          brocado, bordado todo de cordon de oro.
          El otro cauallo lleuó con vnas cubiertas
          de carmesi raso de la manera de las ricas
          del visrey.

          Aluarado lleuó tres cauallos de su
          persona; el vno con vnas sobre cubiertas
          de terciopelo negro con vnas tiras de
          raso amarillo; el otro con vnas sobre
          cubiertas e sayo de terciopelo morado e
          raso amarillo a meatades, cubierto de
          escaques de tres en tres tiras de la vna
          seda en la otra, sentadas sobre raso
          blanco. El otro con vnas sobre cubiertas
          e sayo la mitad de brocado rico e raso
          carmesi, la mitad de brocado raso e
          terciopelo carmesi, hecho todo a escaques
          con vnas cruzes de Jerusalen, de lo vno
          en lo otro, bordadas de cordon de plata.

          El capitan Pomar lleuó tres cauallos de
          su persona; vno con vnas sobre cubiertas
          e sayo de raso carmesi con vnos entornos
          de puntas de raso blanco; otro con vnas
          sobre cubiertas e sayo de raso blanco
          e terciopelo carmesi e brocado hecho a
          puntas de manera de vna venera; el otro
          con vnas sobre cubiertas de raso azul
          con vna reja de tiras de brocado con
          vnas pieças de plata estampadas, en cada
          quadro eran vnas aes goticas.

          Diego de Quiñones lleuó tres cauallos
          de su persona; el vno con vnas sobre
          cubiertas e sayo de terciopelo negro
          e raso amarillo hecho a puntas; otro
          de terciopelo morado con vnas faxas de
          brocado entorno; otro con vnas sobre
          cubiertas e sayon de brocado.

          Carauajal lleuó cinco cauallos de su
          persona adereçados los dos de brocado
          con sus sayones, dos de sedas de colores
          con sus sayos, vno con vnas sobreuardas
          e sayos de terciopelo carmesi guarnecido
          de fresos de oro, con vnas rosas de plata
          sembradas por encima.

          Los capitanes que nueuamente con
          Carauajal yuan fueron bien en orden; no
          los contamos porque en nuestro tratado no
          estan nombrados e no queremos turbar los
          nombres para los que querran sacar por
          los vnos nombres los otros.

          Rafael de Pacis se partió ante deste
          porque se fue a viuir con el papa e houo
          una conducta de setenta lanças, pero
          lleuó tres adereços fechos de Napoles
          para su persona e tres cauallos. El vno
          era vnas ricas cubiertas pintadas con vn
          braço en cada pieça que tenia vna palma
          en la mano, con vn retulo reuuelto en
          ella con vna letra que dezia:

              La primera letra desta
            tengo yo en las otras puesta.

          Para este atauio lleuó vn sayo de brocado
          negro; lleuó otro atauio de brocado con
          vnas cruzes coloradas de sant Jorge
          sembradas por encima; otro atauio lleuó
          de terciopelo negro cubierto de lazos
          de brocado sentados sobre raso blanco e
          todos los vazios llenos de vnas palmas
          pequeñas de plata a manera de batientes.

          El marques de Pescara lleuó quatro
          cauallos con cuatro adereços; los tres
          con sobreuardas e sayos de brocado; los
          dos de rico, el vno de raso. El principal
          era de raso carmesi con vnos fresos de
          oro entorneados, vna mano vno de otro
          e de freso a freso estaua cubierto el
          carmesi de hilo de oro que cubria la
          seda, saluo que de tres a tres dedos se
          ataua el oro con vn cordoncico pequeño
          fecha vna lazada e quedaua entre vno e
          otro hecho vn centelle de la seda y el
          oro hecho dos medio centelles.

          El conde Atorran Farramosca entre otros
          atauios que lleuó, el principal fue vnas
          sobreuardas e vn sayon de raso carmesi
          con vnas agudas de oro bordadas en las
          pieças, de las quales salian vnos fuegos
          que ocupauan todos los vazíos. Era tan
          rico que se cree que fuesse el atauio que
          más avía costado vno por vno.

          Su hermano Guidon Farramosca lleuó el
          principal atauio de su persona de brocado
          e terciopelo carmesi hecho a triangulos,
          con vnos triangulos del brocado en el
          carmesi; del carmesi en el brocado
          pequeños, con pestañas de raso blanco.

          Don Luys de Hiscar hizo dos atauios de su
          persona; vno de brocado de oro tirado,
          sobreuardas e sayos, otras sobreuardas
          e sayo de raso amarillo e raso blanco a
          meatades; el raso amarillo cubierto de
          una red de plata con vnos batientes de
          plata en los nudos, y en lo vazio sobre
          el raso vna cifra de plata estampada;
          sobre el raso blanco la misma red de oro
          con los batientes e pieças doradas. Pero
          este murio ante de la partida de Napoles.

          Mossen Torel hauia hecho sin otro atauio
          vnas sobreuardas e sayo de terciopelo
          carmesi e raso carmesi a meatades
          cubierto todo de vnas tortugas de plata,
          saluo que en las uardas eran grandes y en
          el sayo pequeñas; pero este tambien murio
          antes del partir e llevólo su hijo.

          El marques de Bitonto sin otros
          atauios de brocado que lleuó hizo vnas
          sobrecubiertas e vn sayo de terciopelo
          negro con vnas epigramas de oro bordadas
          por él, muy ricas.

          El prior de Roma hizo vn atauio de
          brocado azul e terciopelo carmesi hecho
          a triangulos con pestañas de raso
          blanco, sobre los triangulos de carmesi
          hauia vnas pieças de oro estampadas tan
          espessas que a penas se descubria la seda.

          Don Jeronimo Fenollet lleuó dos atauios
          vno de terciopelo morado e raso encarnado
          hecho a centellas con tiras e lazadas
          de tafetan blanco, como el del prior de
          Mesina; lleuó otras uardas de terciopelo
          negro con vna reja de fresos de oro sobre
          tafetan encarnado hecho a centelles;
          en las juntas de los fresos hauia vnas
          puntas de plata bien releuadas e vn
          batiente en cada punta; en los vazios del
          terciopelo hauia vn centelle de plata
          estampado tan grande que de terciopelo
          se descubria tanto como era el freso de
          ancho. Lleuó con ellas vn sayo de raso
          blanco e raso encarnado a meatades, con
          vnos lazos de brocado por medio de los
          girones e cortapisa sentados sobre lo
          encarnado con pestañas blancas, sobre lo
          blanco con pestañas encarnadas Hauia en
          los vazios de los lazos vnas villetas de
          plata estampadas, en lo blanco doradas,
          en lo encarnado blancas, con muchos
          batientes de la misma manera. El cuerpo
          del sayo estaua forrado de brocado muy
          rico acuchillado el raso de encima e muy
          guarnecido.

          Mossen Coruaran fue por alferez real;
          lleuó vn rico atauio bordado.

          El duque de Grauina, el duque de Trayeto,
          el marques de la Tela, el marques Gaspar
          de Toralto, el conde de Montelion
          destos no especifica la escriptura
          particularmente lo que lleuauan, porque
          segun estos otros quien quiera lo puede
          considerar e porque sus atauios eran
          de brocados e de sedas, sin manera de
          deuisas ni inuenciones.

          De Cicilia vinieron algunos caualleros;
          aqui no se nombra sino el conde de
          Golisano y el lugar teniente de Cicilia
          que se llamaua Don Juan de Veyntemilla.
          Cualquier destos caualleros napolitanos
          e cecilianos que no tenian cargos,
          fueron tan complidamente en orden, que
          ninguno lleuó menos de veynte gentiles
          hombres de cadenas de oro de su nacion.
          De manera que se estima que sin las
          mill e dozientas lanças de ordenança
          e capitanes, lleuó el visrey con los
          cincuenta continos del rey y estos
          señores e los italianos que con ellos
          yuan e muchos otros caualleros Españoles
          que viuian con el rey, e otros que de
          nueuo alli se llegaron delos otros campos
          de Francia e venecianos e del papa e de
          Ferrara, trezientos caualleros de cadenas
          de oro entre hombres de titulo e varones
          e caualleros.

          Agora hablaremos del dia qu'el virrey
          partió; las damas que en tres o quatro
          partes se juntaron, porque por su nombre
          propio las nombraremos, mas como hauemos
          hecho los caualleros, para quien quiera
          especular o escaruar por los vnos nombres
          los otros, pues que se podran hallar
          vnos por el principio de los nombres o
          titulos fengidos, otros por las deuisas e
          colores; assi que mire bien cada vno que
          no es esto nada falso ni fengido.


                    LA PARTIDA DEL VISREY

          El señor visrey partio de Napoles,
          domingo a medio dia, ocho de nouiembre,
          acompañado de todos estos caualleros e
          otros muchos principales e perlados e
          señores que en la tierra quedaron, entre
          los quales, fue el cardenal de Sorrento,
          el arzobispo de Napoles, el principe de
          Visiñano, el príncipe de Melfa, el duque
          de Ferrandino, el señor Prospero, el
          duque de Bisella, el duque de Atria, el
          conde de Soriano, el conde de Matera, el
          conde de Chariata, el conde de Trauento,
          el almirante Villamarin, el marques de
          Layno, el conde de Marco e muchos otros
          caualleros. En estos que aqui se nombran
          que quedaron hay muchos de los que en
          el tratado hallemos continuado en las
          fiestas nombradas; los quales son el
          marques de Nochito, el duque de Bisella,
          el duque de Ferrandina, el conde de
          Marco, el conde de Sarno, el conde de
          Trauento, el almirante, el cardenal don
          Carlos de Aragon.

          En las casas del principe de Salerno
          estauan las señoras reynas de Napoles
          con sus damas, doña Juana Castriote, la
          duquesa de Grauina, doña Maria Enriquez,
          doña Maria Cantelmo, doña Porfida, doña
          Angela Villaragut, doña Juana Carroz,
          doña Violante Celles, la señora Diana
          Gambacorta, la señora Maruxa, la marquesa
          de Layno, la marquesa de Toralto e otras
          muchas damas.

          En Castel Novo estaua la visreyna e su
          hermana, la condesa de Capacho muger del
          almirante, su hermana la muger de don
          Alonso de Aragon, e otras muchas señoras.

          En casa del conde de Trauento estaua
          la condessa e su hermana la condessa
          de Terranoua e sus hijas, la marquesa
          de Nochito, la condessa de Soriano, la
          condessa de Matera e otras muchas señoras.

          En casa de la señora duquesa de Milan la
          señora su hija doña Bona, la duquesa de
          Trayeto, la señora Isabel, la señora doña
          Maria de Aragon, la Griega e las otras
          damas de la señora duquesa e la condessa
          de Marco.

          En casa de la marquessa de Pescara estaua
          la marquesa, e la marquesa del Guasto,
          la marquesa de la Padula, la condessa de
          Benafra, doña Castellana muger de Antonio
          de Leyua, la marquesa de Vitonto, la
          duquesa de Franca Vila.

          En casa de madame Andriana estaua ella e
          su hija e doña Maria Dalise e las hijas
          de Cario de Fango.


            LO QUE DESPUES DE PARTIDO EL VISREY
            SE SIGUIO E LO QUE FLAMIANO HABLÓ A
           VASQUIRAN DESPIDIENDOSE DEL.--DONDE EL
           AUTOR TORNA A USAR EL ESTILO PRIMERO DE
                  LOS NOMBRES FENGIDOS.

          Las otras damas que en aquel dia houo
          no se nombran aunque fueron muchas,
          mas no hazen al proposito de nuestro
          tratado porque en él no se han hallado.
          Partido el visrey quedaron alli algunos
          caualleros por algunos negocios que les
          cumplian o satisfazian, entre los quales
          quedó Flamiano por poderse despedir de
          Vasquiran más a su plazer, él queriéndose
          partir començo a hablar con Vasquiran
          desta manera:

          Agora, Vasquiran, conozco que mi vida es
          poco o durará poco, porque dos cosas que
          viua la sostenian agora la acaben; la
          vna era tener yo esperança de ver a mi
          señora Belisena que della era señora, la
          otra era tu compañia e conuersacion que
          a los males della ponia consuelo. Pues
          agora el ausencia apartandome dos bienes
          tan grandes no puede sino encausarme dos
          mill males mayores, por donde conozco en
          mi que me acerco a la muerte, apartandome
          de ti. Una cosa te suplico, que no te
          enojes de escriuirme, por que yo sé que
          poco te durará tal fatiga. E si de mi
          fuere lo que pienso que será, ruegote
          que este amor tan grande que agora nos
          sostiene e conserua en tanto estremo de
          bien querer, que de tus entrañas no lo
          dexes amenguar ni venir a menos, como
          muchas vezes acontece, segun yo te lo he
          escripto contradiciendote; mas ante te
          suplico que en el pligo de tus lastimas
          lo envueluas, para que con aquellas, de
          mi te duelas como dellas hazes. Esto
          te pido no por darte a ti fatiga como
          dello recibiras, mas por el consuelo que
          mi alma recebira de ver la memoria que
          de mi tienes, e plega a nuestro Señor
          que en ti dé tanto consuelo e alegria
          quanto yo desseo e tú has menester. No me
          cuentes esto a pobreza de animo, porque
          parecen palabras en algo mugeriles, ante
          lo atribuye a lo qu'es razon, porque lo
          mucho que tu ausencia me lastima, la poca
          esperança que de vida tengo me lo haze
          dezir. Suplicote que en tanto que aqui
          estaras no dexes de visitar a mi señora
          Belisena, porque sola esta esperança me
          dara esfuerço para lo que me quitará
          la vida, que será poder caminar donde
          de su presencia me alexase. No quiero
          más enojarte con mis fatigas, pues que
          siempre desseé complazerte con mis
          seruicios, sino que me encomiendo a ti, e
          te encomiendo a Dios.


              RESPUESTA DE VASQUIRAN A FLAMIANO

          Todo el bien que la muerte me pudo quitar
          me quitó; todo el consuelo e descanso
          que la fortuna me podia apartar para mis
          trabajos, me apartó en tu partida, y
          esta lastima te deue bastar, Flamiano,
          viendo con tu ausencia quál me dexas,
          sin que con tal pronostico más triste me
          dexes como hazes. No son tus virtudes,
          siendo tantas, para que tus dias sean
          tan breues, porque muy fuera andaria la
          razon e la justicia de sus quicios si
          tal consintiesse. Tu viuiras e plega a
          Dios que tan contento e alegre como yo
          agora triste e descontento viuo. Lo que
          a mi memoria encomiendas, por dos cosas
          es escusado; la una por lo que he dicho,
          la otra porque si otro fuesse lo que no
          será, quien a tus dias daria fin a los
          mios daria cabo, por muchas razones que
          escusar no lo podrian; mas en esto no se
          hable más porque parece feo. Mandas me
          que a la señora Belisena visite; tambien
          es escusado mandarmelo, porque quando
          tu amistad no me obligara a hazerlo, su
          merecimiento me forçara. Lo que me pides
          que te escriua, te suplico que hagas como
          es razon. Yo me partire lo mas presto que
          pudiere para Felernisa, negociado que
          alli haya algunas cosas que me conuienen,
          trabajaré de ser muy presto contigo si
          algun graue impedimento no me lo estorua,
          lo que Dios no quiera. Entre tanto viue
          alegre como es razon, pues que vas en
          tal camino que por muchas causas a ello
          te obliga. La una yr en seruicio de la
          yglesia como todos ys. La otra en el de
          tu rey como todos deuen. La otra por que
          vas a usar de aquello para que Dios te
          hizo, qu'es el habito militar donde los
          que tales son como tú, ganan lo que tú
          mereces e ganarás. La otra e principal
          que lleuas en tu pensamiento a la señora
          Belisena e dexas tu coraçon en su poder,
          qu'esto solo basta para fazerte ganar
          quantas vitorias alcançar se podrian.
          Una cosa temo, que la gloria de verte su
          seruidor e las fuerças que su seruicio
          te ofreceran, no te pongan en mas
          peligro de lo que haurias menester. Yo
          te ruego que pues la honrra es la prenda
          deste juego, que dexes donde menester
          fuere la voluntad e te gouiernes con la
          discrecion. E assi te encomiendo a Dios
          hasta que nos veamos e siempre.


                   LA PARTIDA DE FLAMIANO

          Acauados sus razonamientos hablaron en
          otras muchas cosas todo aquel dia, hasta
          la tarde que Flamiano fue a besar las
          manos a la señora duquesa e despedirse
          della e de su señora con la vista. A la
          qual embió estas coplas que hizo por la
          partida, despues de haberse despedido.

              Poco es el mal que m'aquexa
            estando en vuestra presencia
            en respecto del que ausencia
            dentro en el alma me dexa
            y en la vida,
            porque siento en la partida
            tanta pena e tal tormento
            que no hallo a lo que siento
            ya medida
            ni me basta el suffrimiento.
              E siendo mi pena tal,
            no me quexo ni hay de quién
            que quien nunca tuvo bien
            no se ha de quexar de mal,
            ni yo lo hago
            porque con la pena pago
            aunque me sea cruel
            mi pensamiento, pues dél
            me satisfago
            con que no hay remedio en él.
              Callo porque siempre crece
            mi dolor que nunca mengua
            pues ha callado mi lengua
            lo que mi alma padece,
            con tal pena,
            mas agora me condena
            este mal deste partir
            para que os ose dezir:
            aun no suena
            que se acaba mi viuir.
              Acabase porque veros
            me mata con dessear
            y el desseo con pesar
            de verme no mereceros,
            pues presente
            de tal bien tan mal se siente
            el triste que no os verá,
            dezidme qué sentirá
            siendo ausente,
            claro esta que morirá.
              Assi que, señora mia,
            lo que siempre desseé
            fue morir en vuestra fee
            como agora se me guia,
            si mi suerte
            alcançasse con la muerte
            tanto bien en pago della
            qu'os pesasse a vos con ella,
            menos fuerte
            me seria padecella.
              Mas nunca vos hareys tal
            porque vuestro merecer
            no lo consiente hazer
            viendo que es pequeño mal
            morir por ello,
            assi que si me querello
            será, señora, de mi,
            porque nunca os mereci
            e sin merecello
            tantos males padeci.
              E podeys ser cierta desto
            qu'en veros supe juzgar
            que no se podia pagar
            tanto bien con menos qu'esto,
            de manera,
            que conocera quien quiera
            pues que se muestra tan claro
            que a muy poco mal me paro
            aunque muera
            e que no me cuesta caro.
              Assi que con la partida
            no'stá mi mal en morir
            siendo qual será la vida,
            mas consiste en el viuir,
            que si pensaua
            todo el mal que me causaua
            lo que yo no merecia,
            quanto en ella adolecia
            me sanaua
            cada vegada c'os via.
              De suerte que mi dolencia,
            me fuerça para que muera
            pues la salud no se espera
            que daua vuestra presencia,
            pues sin ella
            todo'l mal de mi querella
            no'stá más d'en el viuir
            junto con ella,
            no hauria mucho que sofrir.
              Assi que parto muriendo
            e voy viuo desseando
            la muerte que ya demando
            por no morir mas viuiendo.
            Dios me guarde
            que su venir no se tarde
            mas que abreuie su venida,
            porque ya estoy de la vida
            tan cobarde
            quanto estoy de la partida.
              De manera que tardarse
            lo poco que durará
            no es viuir pero será
            la muerte más alargarse,
            porque della
            menor mal es padecel'a
            que penando desealla
            pues el triste qu'en buscalla
            va tras ella
            descansará si la halla.
              Y de ser con ella cierto
            no puedo mucho tardar
            pues començadme a contar
            dende agora ya por muerto:
            que lo ya soy
            e no creays que dende hoy,
            porque dende el primer dia
            c'os puse en mi fantasia
            muerto estoy
            e muerta el anima mia.

          Pues embiadas estas coplas con vn paje
          suyo para que a la señora Yssiana se las
          diesse, porque de su mano a noticia de
          Belisena viniessen, Flamiano se partió
          con el marques de Persiana que avn no
          era partido, e con el prior de Albano y
          el prior de Mariana, los quales juntos
          partieron. Vasquiran salió con ellos vna
          gran pieça del camino, en la cual siempre
          con Flamiano fue hablando. Llegados
          donde despedirse deuian, Flamiano dixo
          a Vasquiran: Señor Vasquiran, esto que
          agora os quiero dezir, va fuera de todas
          las passiones e fantasias de las cosas
          de amores, ni sus vanidades, saluo que
          la verdad es esta, que despues que esta
          partida determiné nunca mi coraçon,
          dello ha podido tener contentamiento e
          alegria, ante vna intrinseca tristeça
          que del espiritu e del animo me nace e
          nunca vna hora me dexa, sin poder conocer
          causa que para ello tenga, quitadas las
          que te dixe que no son desta qualidad,
          por lo que apartarme de ti me fatiga,
          desseo y esperança de tornarte a ver
          daria consuelo e de la señora Belissena
          assi mesmo; mas creeme vna cosa e mira
          en qué hora te lo digo, que mi vida será
          muy poca porque yo me lo siento en la
          mano e verlo has que assi será. A lo qual
          Vasquiran con muchas razones satisfizo,
          apartandoselo de la memoria y en algo
          reprehendiendole, aunque en lo intrinseco
          no menos alteracion recibia qu'el otro
          publicaua. E assi se despidio Vasquiran
          del señor marques e de los dos priores
          e de otros caualleros que con ellos
          yuan, e a la fin de Flamiano con tantas
          lagrimas que ninguno podia prenunciar
          palabra al otro; ante estando vn poco
          abraçados, al vno e al otro las entrañas
          verdaderamente se les arrancaban, hasta
          que despartidos sin hablar se dieron paz,
          e assi Vasquiran e los suyos se tornó a
          Noplesano tanto lleno de tristeça que
          en todo el camino ni en aquella noche
          a ninguno habló palabra, ante la pasó
          toda trastornando por el juyzio diuersas
          cosas; venianle a la memoria sus viejas
          e frescas llagas, su nueua soledad, las
          palabras que Flamiano le hauia dicho que
          de nueuo dolor le afligian, recelando lo
          que tenia como fue.


           CUENTA EL AUCTOR LO QUE VASQUIRAN HIZO
            DESPUES DE TORNADO TODO EL TIEMPO QUE
          DURÓ HASTA QUE SUPO LA NUEUA DE LA BATALLA

          Tornado Vasquiran a Noplesano començó
          adereçar las cosas de su partida, en el
          qual tiempo cada dia yua a visitar a la
          señora duquesa e muchas vezes hablaua con
          la señora Belisena de diversas cosas,
          en especial de los caualleros que eran
          partidos. E assi a cabo de algun tiempo,
          hauida vna naue se partio. Llegado a
          Felernisa començo a poner en orden las
          cosas necessarias para partirse al campo,
          y en este tiempo siempre estuuo con mucha
          congoxa e tristeça recelando alguna mala
          nueua como despues le vino, la qual fue
          causa que diuersas uezes determinara
          partirse dissimuladamente, porque las
          palabras que Flamiano en la partida le
          habló le causauan infinitos e temerosos
          pensamientos. Pues estando assi recelando
          e su partida poniendo en orden, vna noche
          passada la semana de passion, que era
          la primera de la pascua de alegria en
          la qual fue la cruel batalla de Rauena,
          Vasquiran estando en su lecho dormiendo
          le siguio vn sueño en el qual vio todo o
          lo mas que en aquella triste jornada de
          Rauena se era seguido. Lo qual con mucha
          turbacion otro dia contó a sus criados,
          siempre diziendoles lo que temia, assi
          como fue.

          CUENTA VASQUIRAN A SUS CRIADOS LAS COSAS
               QUE LA NOCHE ANTE HAUIA SOÑADO

          Habeys de saber, hermanos, que no puedo
          menos de hazer de no descobriros vn caso
          qu'esta noche me ha seguido, como a
          fieles seruidores e buenos amigos, aunque
          las cosas de los sueños en general por
          cosas vanas son tenidas, como plega a
          Dios que esta sea. Mas como la materia
          della tan graue me sea, el recelo que
          dello tengo me haze que me parezca a la
          vista verdadera. Haueys de saber que esta
          noche estando de mis fatigas con el dolor
          mas atonito que dormido, como suelo, me
          parecio que me hallaua caminando a la
          marina de Venecia por vna llanura cerca
          de vna ciudad la qual veya cercada de
          gente que no podia ninguno conocer. E
          assi andando por vna ribera de vn rio
          arriba sintia muy gran roydo de armas
          e de artilleria en tanta manera que me
          parecia que la tierra toda se queria
          hundir e que el cielo se caya. E como
          tal roydo senti, apressuré mi andar por
          vn pequeño bosque y en poco espacio me
          vi al salido dél en vna altura e assi
          mirando el gran alarido de las vozes,
          miré allende el rio que junto me estaua,
          vi la mas cruda batalla e la mayor que
          parece hauer oydo, no solo en vna parte,
          mas en diuersas, de la qual me parecia
          que via salir muy mucha gente e meterse
          en el rio en vnas barcas e los vnos
          yuan el rio arriba e los otros el rio
          abaxo, de los quales no podia conocer
          quién ninguno dellos fuesse, saluos que
          los que yuan por el rio arriba lleuauan
          vnas cruzes coloradas en los pechos e
          los cuerpos e ropas teñidos de sangre, e
          parecia que yuan cantando e muy alegres.
          E los que yuan el rio ayuso lleuauan
          vnas cruzes blancas en los pechos e los
          cuerpos assi mesmo de sangre teñidos,
          e los rostros assi mesmo de sangre
          llorosos, e pareciame que sus barcas
          yendo el rio abaxo, que se hundian en
          el agua e ninguna parecia, ni los que
          en ellos yuan. E las otras que arriba
          caminauan me parecia que se metian por
          vna floresta la mas hermosa del mundo, e
          que todos yuan cantando e muy alegres, e
          assi desaparecian de mi uista. Estando
          assi vi venir vna gran barca con muchos
          caualleros mancebos, con la deuisa de los
          que arriba caminauan, e vilos a todos con
          vnas coronas de flores en las cabeças e
          vnos ramos en las manos, cantando muy
          alegres, e como en par de mi llegaron,
          vino la barca acostandose a la ribera del
          rio donde yo estaua, e como mas cerca
          de mi fue, conoci qu'en la proa de la
          barca venia Flamiano con muchas heridas
          en el rostro y en la persona, e vi que
          me saludó con la cabeça e no hablaua.
          Vi junto con él a su costado al conde de
          Auertino, de la misma manera dél herido.
          Vi en la delantera assentados al prior
          de Mariana e al prior Albano, e vi a
          Rosseller el pacifico e Alualader de
          Caronis e a Pomerin e a Petrequin de la
          Gruta, e vi a Guillermo de Lauro e a su
          hermano el conde de Torremuestra e mas de
          cien caualleros Españoles e de Noplesano,
          e vilos todos con muchas heridas en
          sus personas. Vi infinitas barcas de
          aquella manera, en las quales parecia que
          mucha gente conocia. E como esta barca
          principal tanto cerca de mi llegó, puseme
          al orilla del agua por entrar en ella, e
          siendo cerca de mi Flamiano, alargó la
          mano contra mi, e yo por entrar en la
          barca, pareciome hauer caydo en el agua.
          Con la qual turbacion recordé, e tan
          alterado que mas no podia ser. Assi que
          todo lo que de la noche quedaua, passé
          velando en diuersos pensamientos. Plega a
          Dios que no hayamos alguna mala nueua.


           CUENTA EL AUCTOR COMO DENDE A POCOS DIAS
          LLEGÓ FELISEL A FELERNISA CON LA NUEUA DE
                         LA BATALLA

          Passados algunos dias despues desto,
          llegó en el puerto de Felernisa vna nave
          que de Noplesano venia, por la qual
          se supieron las nueuas de la batalla
          passada. Venia en la nave Felisel,
          el qual como a Vasquiran vio, ¿quién
          podrá contar los dolorosos gemidos, los
          entrañables gritos que en su presencia
          dio, estando gran pieça sin palabra
          poderle pronunciar? Al qual con muchos
          ruegos e consolaciones, Vasquiran començo
          a rogar que se reposasse, aunque no menos
          alteracion en él hauia para oyr lo que ya
          pensaua que le podria contar que en él
          para poderselo dezir. Pues algo Felisel
          sosegado, començó en esta manera a dezir:

          Agora podras, Vasquiran, de verdad
          plañir, agora no tienes quien tu
          porfia te vença, agora el más de los
          solos te puedes llamar, agora el más
          verdaderamente lastimado, agora el más
          sin consuelo e con menos remedio; agora
          podras dezir que tus males esperança de
          bien no tienen, agora con raçon pediras
          la muerte porque en ella halles reposo,
          agora con raçon della te podras quexar,
          pues lo que recelas perder te llena e a
          ti que la pides dexa, agora tienes raçon
          de aborrecer la vida, agora conozco que
          ninguno en desdichas te es igual, agora
          puedes dezir que la fortuna teniendote
          debaxo su rueda ha parado fuera de toda
          raçon contra ti; agora comiença de
          nueuo a plañir e llorar con la muerte
          de Violina, la de tu carissimo amigo
          Flamiano, con todos quantos amigos en
          el mundo tenias, pues que la muerte
          ninguno te ha dexado. Assi que no me
          pidas más particularidades de tu mal e
          mis malas nueuas, sino que ninguno te
          queda de quien alegrarte puedas; por eso
          en general comiença de todos a dolerte e
          de ti a hauer lastima, porque ellos con
          honrrosas muertes ya repossan e tu amarga
          e triste vida viuiras desseandola. Vna
          carta te traygo de mi señor, la qual en
          mi presencia acauó de escreuir dando fin
          a su vida.


          CARTA DE FLAMIANO A VASQUIRAN ESTANDO
                       PARA MORIR

          Vasquiran, si la breuedad de mi muerte
          más largo espacio me diera, más larga te
          huuiera hecho mi carta. Pero pues la vida
          no ha tenido más lugar para partirse de
          mi, perdoname. No te escribo del caso,
          ni de como nuestra batalla passó, porque
          de muchos lo sabras, e ninguno sabe como
          fue, ni puede saber mas de lo que vió.
          Solo quiero que sepas que sin mi ninguno
          de quantos amigos tenias te queda viuo,
          salvo algunos que en prission quedan.
          Bien sé que nos ternás envidia por no
          hauerte hallado con nosotros para dexar
          nuestra compañia, como soy cierto que
          lo hizieras. Yo te lloro porque agora
          conozco que tu vida será qual publicauas.
          Ningun remedio para tu consuelo tienes
          mejor que con la discrecion esperar
          tras lastimada vida honrrosa muerte,
          donde segun comienço a sentir, creo que
          el verdadero reposo se halla. Assi que
          discreto eres, conforma tu desseo con la
          voluntad de Dios y él te dara remedio a
          tus pesares como a mi me ha hecho. De
          mi te ruego que no plangas mi muerte
          porque es la cosa de que en este mundo
          he sido más contento. Si mi ausencia te
          fuere graue, piensa en que la vida no
          es tan larga que presto no nos veamos e
          con esta esperança que de tu desseo me
          consuela, vive contento. Solo vna cosa me
          parece que a mi anima da pena queriendo
          de mí partirse e a mi cuerpo queriendo
          despedirse della, esto es que mis ojos
          no ayan podido ver a mi señora antes de
          mi fin, para que dende aqui començara a
          sentir la gloria que allá espero, pues
          que acá siempre me fallecio. Verdad
          es que siempre esperé en la muerte el
          descanso que en la vida no hallaua. E no
          alargo mas porque mi viuir se acorta,
          que a esta e a mi vida a vna dió cabo,
          encomendandote a Dios a quien mi alma
          encomiendo. Hecha en Ferrara a XVII de
          Abril. Año 1512.

          El que en la muerte mas que tú ha sido
          venturoso, tu verdadero amigo, Flamiano.
          Deo gratias.

                           FIN


                                NOTAS:

[284] Hemos copiado el título de la obra, como también el Prólogo y el
Argumento, de la edición de Venecia por Gabriel Giolito de Ferrariis,
año 1553, porque al ejemplar que de la de 1513 se conserva en la
Biblioteca Nacional faltan dos hojas al principio.

El título de la edición de Amberes por Filipo Nució, año 1576, es muy
distinto y dice así:

Question de Amor.

Lo que en este presente libro se contiene es lo siguiente:

Vna question de amor de dos enamorados, al vno era muerta su amiga; el
otro sirue sin esperança de galardón. Disputan qual de los dos sufre
mayor pena.

Entretexense en esta controuersia muchas cartas y enamorados
razonamientos.

Introduzense mas, vna caça, vn juego de cañas, vna egloga, ciertas
justas y muchos caualleros y damas con diuersos y ricos atauios, con
letras y inuenciones.

Concluye con la salida del señor Visorey de Napoles, donde los dos
enamorados al presente se hallauan para socorrer al Santo padre. Donde
se cuenta el numero de aquel lucido exercito y la contraria fortuna de
Rauena.

La mayor parte de la obra, historia verdadera.

[285] En la edición de 1513 se lee:

        Pues que entonces.

[286] En la edición de Nucio _basiliscos_.

[287] _Ahunca_ dice por error en las ediciones, pero el consonante
exige que se lea _avança_.

[288] En otras ediciones _precio_.

[289] En la edición de Nucio: _don Diaguito_.




                  CRISTOBAL DE VILLALON

                         DIALOGO

            QUE TRATA DE LAS TRANSFORMACIONES DE
                        PITÁGORAS,

            EN QUE SE ENTRUDUCE UN ZAPATERO LLAMADO
                     MICYLLO E UN GALLO

                 EN QUYA FIGURA ANDA PITÁGORAS.

                      OBRA INÉDITA




                    CAPITULO PRIMERO

          _Como el gallo despertó á su amo Micillo
          e los consejos que le da._

                     MICILLO.--GALLO.

          MICILLO.--¡Oh maldito gallo! que con
          esta tu boz ynbidiosa tan aguda Jupiter
          te destruya, porque con tus bozes
          penetrables me has despertado del
          sueño más apazible que hombre nunca
          tubo, porque yo gozaba de muy conplida
          bienabenturança, sonnando que poseya muy
          grandes riqueças ¡y que ni en la noche
          no me sea posible huyr de la pobreça!,
          clamandome tú con tu canto enojoso, pues
          segun yo conjeturo aun no es la media
          noche, agora por el gran silencio, ora
          por el gran rygor del frio que avn no me
          hace cosquillas como suele hacerme quando
          quiere amanescer, lo qual me es muy
          cyerto pronostico de la mañana; mas este,
          desventurado velador desde que se puso el
          sol bozea como si guardase el bellocyno
          dorado; yo te prometo que no te bayas sin
          castigo porque con vn palo te quebrantaré
          esa tu cabeça si amanesciere tan presto,
          porque agora mayor serbycio me arias si
          callases en esta tan esqura noche.

          GALLO.--Mi señor amo Mi[ci]llo, en
          verdad que pensaba yo que te azia muy
          agladable serbizyo si te manifestase la
          mañana con mi canto, porque levantandote
          antes del dia pudieses azer gran parte
          de tu labor. Si antes quel sol saliese
          hubieses cosidos vnos çapatos, trabajo
          más provechoso seria para ti comer, y si
          más te aplaze el dormir yo te contentaré
          callando y me haré más mudo que los
          peces de la mar; mas mira bien que aunque
          durmiendo te parescas rico no seas pobre
          quando despiertes.

          MICILLO.--¡O Jupiter! destruydor de malos
          agueros; ¡o Herqules! apartador de todo
          mal, ¿qué cosa es esta, quel tiene vmana
          boz?

          GALLO.--¿Y encantamyento te paresce,
          Micyllo, si yo asi hablo como vosotros
          ablays?

          MICILLO.--¿Pues quién más verdadero
          encantamiento? ¡o Dios soberano! apartad
          tan gran mal de mi!

          GALLO.--Por cierto tú me paresces muy
          sin letras ¡o Micillo! pues que no as
          leydo los versos de Omero, en los quales
          quenta que Xanto caballo de Archilles,
          despues de aver relinchado en medio de
          la batalla, començo a cantar en alta boz
          rezando por orden los versos e no como
          yo que ablo en prosa; mas él profetizaba
          y dezia grandes oraqulos de las cosas
          que estaban por venir, mas a ninguno
          pareszio que azia cosa misteryosa ni
          prodigiosa, ni alguno de los que le oyan
          le juzgaban por cosa mala ni dannosa,
          como tú agora azes llamando a Dios, pues
          no es maravylla que yo able boz de honbre
          siendo tan allegado de Merençio[290],
          el más parlero y eloquente orador entre
          todos los dioses y más siendo yo vuestro
          continuo conpannero, que lo puedo bien
          aprender; y si me quieres olgaré mucho de
          te dezir la causa mas principal de donde
          yo tenga lengua y boz como vosotros y
          tenga esta faqultad de ablar.

          MICILLO.--Oyrete, Gallo, con tal
          condicyon que no sea suenno lo que
          me contares, mas que me digas la muy
          berdadera ocasion que te mobio a ablar
          como onbre.

                                NOTAS:

[290] _Sic_, por Mercurio.




                       CAPITULO II


          _Como el Gallo da a entender a su amo
             Micyllo quel es Pitagoras y como fue
             trasformado en gallo y Mycillo dize vna
             fabula de quien fue el gallo._


          Pues oyeme, Micyllo, que tú oyras de mi
          vn quento muy nuevo e incleyble; que te
          ago saber queste que agora te parezco
          gallo no a mucho tienpo que fue onbre.

          MYCILLO.--En verdad yo he oydo ser esto
          ansi quel gallo fue vn paje muy privado
          del dios Mares que sienpre le aconpannó
          en los plazeres y deleytes e que vna
          noche le llevó consigo quando yba a
          dormir con Venus, y que porque tenia gran
          temor del sol y que no los viese y lo
          parlase a Vulcano, dexóle en su guarda,
          requeriendole que no se durmiese porque
          si el sol salia y los bia que lo parlarya
          a Bulcano, y dizen que tú te dormiste y
          el sol salio y que como los vido fuelo
          a dezir a su marido de Venus, y asi
          Bulcano con gran enojo vino y prendiolos
          en vna rez que fabrycó y presos llevolos
          ante los dioses, y que Mares con el gran
          enojo que hubo te bolbió en gallo y que
          agora por satisfazer a Mares quando no
          haces otro provecho alguno manifiestas
          la salida del sol con grandes clamores y
          cantos.

          GALLO.--Es la verdad todo eso que se
          cuenta, mas lo que yo agora quiero dezir
          otra cosa es; muy poco tienpo ha que yo
          fuy trasformado en gallo.

          MYCILLO.--¿Deque manera es eso ansi;
          porque lo deseo mucho saber?

          GALLO.--Dime, Micyllo, ¿oyste algun
          tienpo de vn Pitagoras sabio?

          MYCILLO.--¿Acaso dizes por vn sofista
          encantador el qual constituyó que no
          se comiesen carnes ny abas, manjar muy
          suabe, para la despedida de la mesa, y
          aquel que presvadio a los onbres que no
          ablasen por cynco años?

          GALLO.--Pues sabes tanbien como Pitágoras
          abia sido Eufurbio?

          MYCILLO.--Yo no sé mas sino que
          dizen queste Pitagoras abia sido vn
          honbre enbaydor que azia prodigios y
          encantamientos.

          GALLO.--Pues yo soy Pitagoras, por lo
          qual te ruego que no me maltrates con
          esas enjuryas, pues no conoscyste mis
          costumbres.

          MYCILLO.--Por cierto esto es mas
          milagroso ver vn gallo filosofo; pues
          declaranos, buen yjo de Menesarca, qué
          causa fue la que te mudó de onbre en
          ave, porque ny este acontecimiento es
          verisimile ni razonable creer, e ademas
          por aver visto en ti dos cosas muy ajenas
          de Pitagoras.

          GALLO.--Dime quales son.

          MYCILLO.--Lo vno es verte que eres
          parlero y bullicyoso, mandando el que por
          cynco años enteros no ablasen los onbres;
          lo otro contradize a su ley porque como
          yo no tubiese ayer que te dar de comer
          te eché vnas abas y tú las comiste con
          muy buena boluntad, por lo qual es muy
          mas necesario que mientas tu en dezir que
          seas Pitagoras; que si eres Pitagoras tú
          le has contradezido pues mandaste que se
          abya de huyr de comer las habas como la
          misma cabeça del padre.

          GALLO.--¿No has conoscido ¡oh Micillo!
          qué sea la causa de aqueste acaescimiento
          que qunple para qualquier género de bida?
          entonces quando era filosofo desechaba
          las habas; mas agora que soy gallo no las
          desecho, por serme agradable manjar; mas
          si no te fuere molesto, oyeme e dezirte
          he cómo de Pitagoras comence a ser esto
          que agora soy, anque hasta agora he sido
          transformado en otras muchas diversas
          figuras de animales; dezirtelo he lo que
          me acaescyo en cada vna por si.

          MYCILLO.--Yo te ruego me lo quentes
          porque a mi me será muy sabroso oyrte e
          tanto que si alguno me preguntare quál
          queria mas, oyrte a ti o bolver aquel
          dichoso suenno que sonnava astaqui,
          juzgarya ser yguales los tus sabrosos
          quentos con aquella sabrosa posesion de
          riquezas en que yo me sonnava estar.

          GALLO.--Tú tanbien me traes a la
          memoria lo que en el suenno biste como
          quien guarda vnas vanas ymajinaciones,
          tu fantasia te regozijas de vna vana
          felicydad.

          MYCILLO.--Mas sé cyerto que m'es tan
          dulce este suenno que nunca del me
          olvydaré ni de otra cosa más me quiero
          acordar.

          GALLO.--Por cierto que me muestras ser
          tan dulce este suenno que deseo saber qué
          fue.




                       CAPITULO III

          _Que quenta Mycyllo lo que le sucedio en
             el conbite del rico Everates._


          MYCILLO.--Yo te [lo de]seo contar porque
          me es muy sabroso dezirlo y acordarme
          dél; mas dime tú, Pitagoras, ¿quando me
          contarás estas tus transformacyones?

          GALLO.--Quando tú, Micyllo, acabares de
          contarme lo que te acontecyo en la cena y
          me dixeres tu suenno, porque te lo deseo
          saber.

          MYCILLO.--Bien te acordarás que no
          comi ayer ninguna vez en casa, porque
          topandome ayer aquel rico Eberates en
          la plaça me dixo que labado y polido me
          fuese con él a comer.

          GALLO.--Bien me aquerdo, porque yo en
          todo el dia no comi, asta que viniendo
          tu a la noche bien arto, me distes vnas
          cynco abas, por cyerto esplendida cena
          para gallo el qual en otro tiempo fue rey
          y poderoso peleador.

          MYCILLO.--Pues entonces yo me eché a
          dormir quando te di las abas; luego me
          dormi e comence a sonnar en la noche vn
          suenno mas sabroso quel vyno, netar ny
          anbrosia.

          GALLO.--Pues antes que me quentes el
          suenno ¡oh Mycyllo! me quenta todo lo
          que paso en la cena de Eberates, porque
          me plazerá ny tanpoco te pesará a ti si
          agora quisieres, contandome todo lo que
          comiste, rumiarlo como entre suennos.

          MYCILLO.--Yo pienso serte enojoso si lo
          que alli pasó te contase, mas pues tú lo
          deseas saber, yo huelgo de te lo dezir
          porque nunca asta agora he sido conbidado
          de algun ryco, ¡o Pitagora! e sabras que
          ayer rejido con buena fortuna me topé
          con Eutratas[291] y saludandole como yo
          lo tenia en costunbre, encobryame quanto
          podia por verguença que no byese my capa
          despedaçada, y dizeme el: Mycyllo, oy
          celebro el nascimiento de vna hija mia,
          he conbidado a muchas personas para comer
          e cenar; e porque me dizen que vno de los
          conbidados está enfermo e no puede venir,
          vente tú en su lugar y haz de manera
          que por ser festibal el conbite vayas
          polido e ataviado lo mejor que pudieres e
          comeras allá si acaso si aquel faltare,
          porque avn lo pone en duda. E como yo
          oí a Hencrates adorele y fume (_sic_)
          rogando a Dios todopoderoso, porque
          tubiese hefeto my felicedad, diese aquel
          henfermo en quyo lugar yo habia de oqupar
          la silla en el conbite algun frenesi o
          modorylla o dolor de costado o gotata
          (_sic_) de tal manera que le yziese
          quedar en su casa y no fuese allá. Pues
          myentras llegaba la ora de la cena yo me
          fui al baño y me labé y este tienpo se me
          yzo vn siglo o vna gran edad, mas quando
          fue el tienpo llegado voyme solycy[to]
          lo mejor que yo pude atabiado, puesta
          mi pobre capa de la parte más linpia y
          que sus agujeros menos se parescyesen;
          allegando a las puertas hallo otros
          muchos onbres, entre los quales veo
          que cuatro moços traen sentado en una
          silla aquel enfermo en quyo lugar yo era
          combidado e benia el mismo manifestando
          traer gran enfermedad, porque jemia
          muy doloroso y tosia y escopia muy
          asquerosamente; venia amaryllo e ynchado;
          era viejo de más de setenta años y dezian
          ser vn filosofo que lee en esquelas y
          aze cancyones en publyco; traya vnas
          vistiduras muy yploclitas, y como
          Archebio el medico le vio y qu'era alli
          conbidado le dixo: señor, mejor fuera que
          os quedarades en vuestra casa estando tan
          enfermo que salir agora acá; el qual
          respondio: no es razon que Daron filosofo
          quebrante a su amigo la palabra avnque
          esté enfermo de qualquiera enfermedad.
          E dixe yo: mas veo, sennor Tromopol,
          que ansi se llamava el filosofo, que
          olgara Ancrates que os muryerades en
          vuestra casa y cama en el servicyo de
          vuestros qryados que no venirle a ocupar
          el conbyte con hambrientos, y que si
          acierta aqui a salirseos el anima, que le
          paresce segun venis que no podeys mucho
          durar. El filosofo, como su yntencyon
          era padescer qualquiera muerte o ynjuria
          por comer de fiesta para satisfazer a
          su glotonia, disimuló el donayre que
          le dyxe con mucha gravedad, y estando
          en esto vino a nosotros Encrates y
          mirando por el filosofo podrydo dixo:
          buen Temospol, muchas gracias te doy
          por aver venido con esta tu enfermedad
          al conbite, puesto caso que aunque no
          binieras no se te dexara de enbiar
          todo el conbite por orden a tu posada;
          sientate e comeras; e como yo oi que
          los moços le metian adentro para le
          asentar a comer, muy triste comienzo a
          maldezir su flaca enfermedad, pues no
          le bastó a destruyr, y muy amarillo de
          afrenta de mi desventura, pues pense
          cenar mejor, dispuseme para salir de
          la sala del conbite para conplir la
          condicyon con que Encrates me abia
          conbidado, e comenceme a deleznar con
          alguna pesadunbre, mostrandome al vespede
          cada vez que bolbia la cara a mi, y
          casi con my rostro amaryllo le dezia:
          voyme a mi pesar. Tambien me enojaba más
          ver que en toda la mesa no avia sylla
          vazia para mí, porque estaban puestas
          en derredor en numero ygual con los
          conbidados; en fin como Eucrates me bio
          tan triste y me yva, alcançóme casi a
          la puerta y dixome: tu, Mycyllo, buelbe
          acá e cenarás con nosotros, y mandó a
          vn yjo suyo que se entrase a cenar con
          las mujeres y me dexase aquel lugar.
          Pues como poco antes me yva triste y
          desventurado, buelbo luego muy alegre con
          mi prospero suceso; como ninguno se quiso
          sentar junto al hanbriento filosofo por
          no le ver toser, viendo aquella sylla
          va[cia] que estava enfrente dél fuime
          ally asentar de lo qual mucho me pesó;
          luego començo la cena; ¡oh Pitagoras!
          qué opulento comer, qué fertylidad de
          manjares, qué diversidad de vinos, qué
          copiosidad de guisados, de salsas y
          especya, e quién te lo bastase a contar;
          quánto vaso de oro; plateles, copas y
          jarros eran todos de oro; los pajes muy
          dispuestos y muy bien atabyados; abia
          cantores que nunca dexaban de cantar;
          abia dibersos ynstrumentos de musica
          que azian muy diversos instrumentos de
          melodia y muchos que dançavan y bailavan
          muy gracyosamente; en suma toda la fiesta
          pasó en mucha curyosidad, sino que tenia
          yo vn contrapeso que me tercyaba el
          plazer, y era que aquel maldito viejo de
          Tresuropoles el qual con su tos y esqupir
          me ynchia tanto de asco que yo no podia
          comer si la anbre no me ayudara, y por
          otra parte no me dexaba tener atencyon
          a la musica porque me fatigava con
          disputar comigo quistiones de filosofia,
          preguntandome qué sentia de Juan de voto
          a Dios con que espantan los ninnos las
          amas que los qrian; afirmome con grandes
          juramentos que abia sido su conbidado y
          que le diera vna blanca de aquellas cynco
          que consygo suele traer, la qual dixo
          que tenia en gran veneracyon y despues
          quisome matar sobre presbadirme con mucha
          ynstancya que quando era de dia no era de
          noche y cuando era noche no era de dia.
          En estas y en otras vanidades me molia,
          hasta que llegado el fin de la cena, que
          quisiera yo ver antes su fin de aquel
          traidor por que el gozo de tanto bien me
          estorbaba. Ya as oido ¡oh Pitágoras! lo
          que en la cena pasó.

          GALLO.--Mucho me ha parescido bien tu
          buena fortuna; mas no puedo estar en
          mi, de enojado de aquel malaventurado
          filosofo e con quantas importunaciones
          estorbaba placer tan sabroso.


                                NOTAS:

[291] En Luciano el nombre del rico es Eucrates. Su imitador lo escribe
con la diversidad que se verá en el texto, si ya esta variedad de
formas no es descuido del copista.




                       CAPITULO IV


          _Que pone lo que soñaba Micillo y lo que
             da a entender del sueño; cosa de gran
             sentencia._

          MICILLO.--Pues oye agora, que no me
          seria menos gracioso contartelo. Soñaba
          yo quel rico Everates era muerto y sin
          hijo alguno que le heredase y que me
          dejaba en su testamento como hijo que le
          hubiese de heredar; y asi yo aceté la
          herencia y fui allá y comence a tomar de
          aquella plata y oro aquellas ollas que se
          acababan de sacar debajo de tierra; tenia
          alrededor de mí tanto de tesoro que no
          pensaba ser yo el que antes solia coser
          zapatos; ya cabalgaba en muy poderosos
          caballos y mulas de muy ricos jaeces y
          muy acompañado de gente me iba a pasear;
          todos me hacian gran veneracion; hacia
          muy esplendidos convites a todos mis
          amigos y deleitabame mucho en ver aquel
          servicio con vasos de oro y plata; y
          estando en estas prosperidades veniste
          con tu voz a mí despertar, que me fue mas
          enojoso que si verdaderamente todo lo
          perdiera, y deseaba soñar veinte noches a
          reo sueño tan deleitoso para mi.

          GALLO.--Deja ya, mi buen Mida, de más
          tabular del oro con esa tu insaciable
          avaricia; ciego estás, pues solamente
          pones tu bienaventuranza en la posesion
          de mucho oro y plata.

          MICILLO.--¡Oh mi buen Pitagoras!
          paréscete que seré yo solo el que lo
          suele afirmar; pues aun creo yo que
          si verdad es lo que dices que te has
          transformado en todos los estados de los
          hombres, que podrias decir quanto más
          deleite rescebias cuando del mendigar
          descapado, ó cuando poseias grandes
          riquezas y andabas vestido de oro y te
          preciabas de hacer grandes prodigalidades
          distribuyendo tu posicion y no es ahora
          nuevo consentir en el oro nuestra
          felicidad, pues abasta la esperanza de lo
          haber para dar animo al cobarde, salud al
          enfermo.




                       CAPITULO V


           _Pone á quantos peligros se ponen las
              personas por adquirir riquezas y lo que
              dello les sucede y si es lícito o no._


          MICILLO.--Dime agora quantos son los
          que menos preciada su vida y pospuesta
          la seguridad de vivir se disponen a
          salir de sus propias tierras donde son
          nacidos y criados, y desamparados sus
          padres y parientes, no estimando el
          sosiego de su anima, se ponen en el mar
          de las tempestades ciertas a mal comer
          y mal beber, a peligro de morir cada
          hora en manos de sus enemigos, para
          pasar a las Indias por adquerir las
          inciertas riquezas del oro, por gozar
          de la felicidad de lo poseer, y después
          de pasados diez años en las Indias o
          en otros semejantes lugares a quántos
          peligros se disponen por lo ganar de
          aquella gente barbara y sin fe ni sin
          ley, quanto animó con arte uno solo a
          docientos de aquellos solo por ver entre
          las piedras el oro relucir; y aun despues
          de haber pasados todos estos peligros
          plugiese a Dios fuese licita su posesion
          porque no sé yo con qué color pueden
          ellos tomar aquella gente el oro que
          poseen; y a fin si fuesen a lo cavar de
          las venas de la tierra y con su propio
          trabajo y sudor lo procurasen adquerir
          descubriendo las minas donde está, aun
          con justo título lo podrían tomar, no
          haciendo cuenta si era nescesario de lo
          tomar a su rey por estar en su territorio
          y juridicion, porque no quiero agora
          dudar si posean los reinos con razon
          ni los extraños se los puedan tomar;
          bien sé yo que por vedar ellos que se
          les predique el Evangelio de Dios les
          podemos hacer guerras y todo lo demas; en
          suma todo lo puede el dinero; las peñas
          quebranta, los rios pasan en seco; no hay
          lugar tan alto que un asno cargado de
          oro no lo suba; ¡oh, qué bienaventuranza
          es el tener que dar; qué miseria es
          el contino rescebir!; las riquezas
          conservan los amigos, allegan los
          parientes, adquieren quien de vos diga
          bien; todos le saludan, todos le llaman
          al rico señor, y si pobre es, de todos
          es desechado y aborrescido de contino;
          quel pobre os hable, ois pensando qué os
          quiere pedir; en conclusion siempre oi
          decir quel oro mandaba todas las cosas
          criadas; mas dime, Gallo, porqué te ries.

          GALLO.--Riome porque tú tambien, Micillo,
          estás en la misma necedad que'stá el
          inorante vulgo en la opinion que tienen
          los ricos; pues creeme a mi, que muy
          más trabajada y desventurada vida pasan
          ellos que vosotros, y hablo esto por
          saberlo como lo sé muy bien porque yo soy
          inspirimentado en todas las vidas de los
          hombres; en un tiempo fui rico y en otro
          pobre como ago agora; si esperas lo oirás.

          MICILLO.--Pues, por Dios, que es
          razon que tú nos cuentes como fueste
          transformado y qué has pasado en
          cualquier estado de tu vida.

          GALLO.--Pues oyeme y ten por prosupuesto
          que en toda mi vida nunca yo vi estado de
          hombre mas bienaventurado quel tuyo.

          MICILLO.--Yo te ruego que me enseñes
          mi bienaventuranza y cuenta desde qué
          fueste nascido hasta ahora que eres gallo
          y como fueste en cada uno transformado
          y qué te acaesció en cada una de tus
          transformaciones, porque necesariamente
          paresce que han de ser cosas diversas y
          notabres.




                       CAPITULO VI

          _Como cuenta que fue Euforbio y da a
             entender a su amo quél habia sido hormiga._


          GALLO.--No es necesidad que te diga agora
          cómo Apolo trujo mi ánima á la tierra
          y la invistio de cuerpo humano porque
          seria muy prolijo al contar, ni debes tú
          saber mas de que al prencipio vine á ser
          Euforbio y vine á defender los muros de
          Troya contra los griegos.

          MICILLO.--Dime ¡oh preclaro varon
          Pitagoras! qué fuí yo antes que fuese
          Micillo y si hubo en mi la misma
          conversion?

          GALLO.--Sabras que tú fueste una hormiga
          de las Indias de las que cavan oro para
          comer.

          MICILLO.--¡Oh, desdichado de mi! ¿por
          qué no traje yo acá un poco de lo que me
          sobraba allá, para salir desta miseria?
          pues dime, Gallo, en qué tengo de
          convertirme despues de que deje de ser
          Micillo?

          GALLO.--Eso yo no lo sé porque está por
          venir; mas volviendo á mi propósito, como
          al prencipio de mi ser yo fuese Euforbio
          y pelease ante los muros de Troya matóme
          Menelao y dende á poco tiempo vine á ser
          Pitágoras; por cierto vine á vevir sin
          casa ni techo donde pudiese posar hasta
          que Menesarca me la edificó.

          MICILLO.--Ruégote que me digas, ¿hacias
          vida sin comer ni beber?

          GALLO.--Por cierto no usaba de más de lo
          que al cuerpo le podia bastar.

          MICILLO.--Pues primero te ruego me digas
          lo que en Troya pasó y lo que viste
          siendo tú Euforbio, por ver si Homero
          dijo verdad.

          GALLO.--¿Cómo lo podia él saber, pues no
          lo vio? que cuando aquello pasaba era él
          camello en las Indias; una cosa quiero
          que sepas de mí; que ni Ayax Telamon fue
          tan esforzado como lo pinta Homero ni
          Helena tan hermosa porque ya muy vieja
          era, casi tanto como Hécuba, porque
          esta fue mucho antes robada de Teseo en
          Anfione; ni tampoco fue tan elegante
          Archiles (_sic_) ni tan astuto Ulises,
          que en la verdad fabula es y muy lejos de
          la verdad, como suele acaescer que las
          cosas escritas en historias y contadas en
          lejos (_sic_) tierras sean muy mayores
          en la fama y mas elegantes de lo que es
          verdad. Esto te baste de Euforbio y de
          las cosas de Troya.




                      CAPITULO VII

          _Que siendo Pitagoras lo que le acaesció._


          GALLO.--Vengo á contar lo que siendo
          Pitágoras me acaesció y porque cumple
          que digamos la verdad, yo fue en suma un
          sofista y no nescio, muy poco ejercitado
          en las buenas disciplinas, e acordé de
          me ir en Egito por disputar con los
          filosofos en sus altas ciencias, con los
          cuales deprendí los libros de la diosa
          Ceres la qual fue inventadora de la
          astrología y primera dadora de leyes, y
          despues volvime en Italia, donde comenze
          á enseñar á los latinos aquello que
          deprendí de los griegos y de tal suerte
          doctriné que me adoraban por Dios.

          MICILLO.--Ya yo he oido eso y cómo de los
          italos fueste creido; mas dime agora la
          verdad; ¿qué fue la causa que te movió
          que constituyeses ley que no comiesen
          carne ni habas ningun hombre?

          GALLO.--Aunque tengo vergüenza de lo
          decir, oirlo has, con tal condicion que
          lo calles; yo te hago saber que no fue
          causa alguna ni cosa notable ni de gran
          majestad; mas miré que si yo enseñaba
          cosas comunes y viejas al vulgo no serian
          de estimar; por tanto acordé de inventar
          cosa nueva y peregrina á los mortales
          porque más conmoviese á todos con la
          novedad de las cosas de admiracion; ansi
          yo procuré de inventar cosa que denotase
          algo, mas que fuese á todos incónita su
          interpretacion y en conjeturas hiciese
          andar á todos atónitos sin saber qué
          quería decir, como suele acaescer de los
          oráculos y profecías muy oscuras.

          MICILLO.--Dime agora, despues de que
          dejaste de ser Pitagoras, ¿en quién
          fuistes transformado y qué cuerpo
          tomaste?




                     CAPITULO VIII

          _Como siendo Pitágoras fue transformado
             en Dionisio rey de Sicilia y lo que
             por mal gobernar se sucede._


          GALLO.--Despues sucedi en el cuerpo de
          Dionisio rey de Secilia.

          MICILLO.--¿Fueste tú aquel que tuvo por
          nombre Dionisio el tirano?

          GALLO.--No ese, mas su hijo el mayor.

          MICILLO.--Pues di la verdad, que tambien
          fueste algo cruel y aun si digo mas no
          mintiré; tú ¿no mataste á tus hermanos
          y parientes poco á poco porque temías
          que te habian de privar del reino? bien
          sé que sino te llamaron el tirano fué
          porque en el nombre difirieses de tu
          padre; basta que te llamaron siracusano
          por las crueldades que heciste en los
          siracusanos; dime la verdad, que ya no
          tienes que perder.

          GALLO.--No te negaré algo de lo que pasó
          desde mi niñez, porque veas el mal reinar
          á qué estado me vino á traer. Yo fue
          el mayor entre los hijos de mi padre y
          como el reinado se adquirió por tirania
          no sucedimos los hijos herederos, sino
          trabajabamos ganar la gente del pueblo
          que nos habia de favorescer, y ansi yo
          procuré quanto á lo primero haber á pesar
          de mis hermanos los tesoros de mi padre,
          con los cuales como liberal distribuí
          por los soldados y gente de armas, que
          habia mucho tiempo que mi padre los
          tenia por pagar, y despues por atraer
          el pueblo á mi favor solté tres mil
          varones que mi padre tenia en la carcer
          muy miserablemente atados porque no le
          querian acudir con sus rentas y haciendas
          para aumentar sus tesoros y solteles el
          tributo por tres años á ellos y á todo el
          pueblo. Mas despues que fue elegido de
          los ciudadanos y comarcanos, ¡oh Micillo!
          vergüenza tengo de te lo decir.

          MICILLO.--Dimelo, no tengas vergüenza de
          lo contar á un tan amigo y compañero tuyo
          como yo.

          GALLO.--Comence luego de siguir la
          tirania y porque tenia sospecha de
          mis hermanos yo los degolle y despues
          los quemé á ellos y á mis parientes
          y aquellos mayores de la ciudad, que
          fueron mas de mill, y despues dobléles
          el tributo fingiendo guerras con las
          cercanas provincias y grandes prestamos;
          mi intencion era aumentar tesoros para
          defender mi misera vida; deleitabame
          mucho en cortar cabezas de los mayores
          y en robar haciendas de los menores;
          hacia traer ante mí aquellas riquezas;
          deleitabame en verlas; en fin, todo
          este mi deleite se me convertio en gran
          trabajo y pesar, porque como el pueblo
          se agraviase con estas sinrazones,
          conspiraron contra mi y por defenderme
          retrajeme á la fortaleza con algunos que
          me quisieron seguir. Ya estando allí
          cercado, yo aun quisiese usar de crueldad
          porque inviandome embajadores de paz los
          prendí y los maté y plugo á Dios que por
          mi maldad fue echado por fuerza de allí y
          fueme acoger con los lucrenses, que era
          una ciudad sujeta á Siracusa, y ellos me
          rescibieron muy bien como no sabian que
          yo iba huyendo; yo como hombre habituado
          á las pasadas costumbres comence á
          robar entrellos (_sic_) lucrenses las
          haciendas de los ricos, tomando las
          mujeres hermosas á sus maridos y sacando
          las encerradas doncellas que estaban
          consagradas á los templos, y robaba los
          templos de todos los aparejos de oro y
          plata que habia para los sacreficios, y
          con estas obras vinieronse los lucrenses
          á enojar de mi; ¡oh omnipotente Dios! y
          qué trabajo tenía en conservarme en la
          vida; ¡cuán temeroso estaba de morir!
          ni osaba beber en vaso, ni aun comer ni
          dormir, porque en lo uno y en lo otro
          temia que me habian de matar; ¿qué más
          quieres, sino que te doy mi fe que con
          un carbon ardiendo me cortaba la barba
          por no me fiar de la mano y navaja del
          barbero, y trabajé por enseñar el oficio
          de barbero, á unas dos hijas que yo
          tenia, porque me quemaba con el carbon
          que no lo podia ya sufrir? Despues que
          por seis años pasé estos trabajos, no me
          pudiendo sufrir los lucrenses echaronme
          por fuerza de la tierra, y sintiendo en
          paz á Siracusa volvime para ella, y como
          de ahi algunos dias yo volviese á ser
          peor me venieron á echar de la tierra
          jion (_sic_) e yo desventurado, corrido
          y afrentado, sin poderle resistir me
          fue[292] en Corintio destruido por me
          guarescer; aqui vine á vevir en mucha
          miseria demandando á mis amigos y
          enemigos por limosna el mantinimiento e
          no lo querian dar, á que vine á vevir en
          mucha miseria y tanta necesidad que no
          tenia una capa con que me defender del
          frio; en fin, yo me vi aqui en extrema
          miseria, tanto que me vine á enseñar
          mochachos á leer y escrebir porque de
          aquel salario me pudiese mantener.

          MICILLO.--Mas antes yo he oido decir
          que lo hacias por ejercitar tu crueldad
          castigando los mochachos con continas
          disciplinas, y eras tan extremadamente
          cruel que dicen de ti que en Siracusa
          una bieja de muy grandisima edad rogaba
          á los dioses continuamente por ti que
          te dejasen vivir por muchos años, y
          preguntando porqué lo hacia, pues toda
          la cibdad blasfemaba de ti, respondio
          que habia visto en su vida larga muchos
          señores tiranos en aquella ciudad y que
          de contino sucedia otro tirano peor y
          que rogaba á los dioses que tú vivieses
          mucho, porque si acaso habia de suceder
          otro tan malo y más peor, que á todos
          mandaria quemar juntamente con Siracusa.

          GALLO.--¡Oh Micillo! todo me lo has de
          decir, que no callarás algo; bien has
          visto el trabajo que tienen los hombres
          en el mundo en el reinar y regir mal las
          provincias tiranizando los subditos;
          mira el pago que los dioses me dieron
          por mi mal vivir; y si piensas que más
          descanso y contento tiene un buen rey
          que con tranquilidad y quietud gobierna
          su reino, engañaste de verdad, porque
          visto he que viven sin algun deleite ni
          placer; piensa desde los primeros justos
          gobernadores de Atenas é de toda Asia,
          Europa, Africa y hallarás que no hay
          mayor dolor en la vida de los hombres
          quel regir y gobernar. Si no, preguntalo
          á Asalon (Solon) el cual decía que
          tanto cuanto más trabajaba por ser buen
          gobernador de su republica tanto y más
          trabajo y mal añadia; pero si consideras
          tú cuán gran carga echa acuestas el que
          de republica tiene cuidado y aquel que
          bien ha de regir las cosas, piensa que
          no tiene de pensar en otra cosa en todos
          los dias de su vida, sin nunca tener
          lugar para pensar un momento en su propio
          y privado bien, con cuánta solicitud
          procura que se guarden y esten en su
          vigor y fuerza las leyes quel fundó y no
          firmó; con cuánto cuidado trabaja que los
          oficiales de su republica sean justos, no
          robadores, no coecheros ni sosacadores
          de las haciendas de los míseros de
          ciudadanos y qué continua congoja tiene,
          considerando que'stá puesto sobre el
          pueblo por propio ojo de todos con el
          cual todos se han de gobernar, como
          piloto de un gran navio en cuyo descuido
          está la perdicion de toda la mercaderia y
          junto en el flete del navio va, y tienen
          gran cuidado en ver que si en el menor
          pecado ó vicio incurre, á todo el pueblo
          lleva de si; de otra parte le combate
          su mucha libertad y su mando y señorio
          para usar del deleite de la lujuria, del
          robar para adquirir tesoros, vendiendo
          synos (_sic_) preturas y gobiernos para
          personas tiranas que le destruyan los
          vasallos é suditos, lo cual huye el
          buen principe posponiendo cualquiera
          interese; ¿pues qué soberano trabajo
          es sufrir los adúlteros y lisonjeros
          que por servirles le cantan moviendo al
          buen rey con loores que claramente ves
          que en si mismo no los hay; pues, ¿qué
          afrenta rescibe cuando le canta en sus
          versos: hice escaramuzas notables, si
          nunca entró en batalla ni pelea, y cuando
          le procura importunar trayendo á la
          memoria la genología de sus antecesores,
          de cuya gloria, él como buen rey no se
          quiere preciar, sino de su propia virtud?
          Alleganse á esto los odios, las invidias,
          las murmuraciones de los menores, de las
          guerras, disenciones y desasosiegos de
          sus reinos, que todo ha de caer sobre
          él y sobre su buena solicitud; pues
          allende desto qué trabajos se ofrecen
          en las encomiendas de las capitanias y
          de los oficios del campo, de oir las
          quejas de los miseros labradores que
          los soldados les destruyen sus mieses
          y viñas y les roban su ganado, que no
          basta mantenerlos de balde, mas que les
          toman por fuerza las mujeres y hijas y
          sin les poder defender de todo esto. ¿Di,
          Micillo, el buen rey que sintirá, con
          que sosiego podrá dormir, con qué sabor
          comer é que felicidad ó deleite piensas
          que puede tener? Pues ¿qué te contaré de
          los caballeros y escuderos y continos
          que comunican en casa del rey y llevan
          salarios en el palacio real, á los cuales
          como en el mundo no sea cosa más baja ni
          más enojosa ni desabrida ni más trabajosa
          ni aun más vil quel estado del siervo,
          ellos se precian de serlo, con decir que
          tratan y conversan con el rey y que le
          veen comer y hablar y por esto se tienen
          por los primeros; en todos los negocios
          y horas con una sola cosa son contentos,
          sin tener invidia de alguno, y tratando
          ellos la seda y el brocado y las piedras
          preciosas menos pueden y curan de todos
          los buenos estados del vevir y de la
          virtud que engrandece los nobres y este
          dejan por otros, diciendo que les sea
          cosa muy contraria el saber; en esto solo
          se tienen por bienaventurados en poder
          llamar amo al rey, en saber saludar á
          todos conforme al palacio y que tienen
          noticia de los títulos y señores que
          andan en la Corte y saben á cuál han de
          llamar ilustre, á cuál manifico, á cuál
          serenisimo señor; precianse de saber bien
          lisonjear, porque esta es la ciencia en
          que más se ha de mostrar el hombre del
          palacio. Pues si miras toda la manera de
          su vivir en qué gastan el tiempo de su
          vida, ¡oh qué confusion y qué trabajo y
          qué laberintio de eterno dolor! oyémelo
          y cree que lo dirá hombre expirimentado
          y que todo ha pasado por mi sudor hasta
          el medio día porque se fueron acostar
          cuando queria amanescer; luego mandan que
          esté aparejado un asalariado sacerdote
          que muy apriesa sacrefique a Dios junto á
          su cama á la hora de medio día y despues
          comenzanse á vestir con mucho espacio con
          todas las pesadumbres y polidezas del
          mundo y a la hora de las vísperas van á
          ver si quiere comer el Rey; ¡oh qué hacen
          en palacio! dispónense á servir á la
          mesa; á la hora que ni entra en sabor ni
          en sazon se van ellos á comer frio y mal
          guisado y luego á jugar con las rameras
          ó acompañar al Rey doquiera que fuere;
          venida la hora de la cena tornan al
          mismo trabajo y despues que á ellos les
          dan de cenar, á la media noche vuelven
          al juego y si juega el Rey ó Principe ó
          otro cualquiera que sea su señor, estan
          alli en pie hasta que harto su apetito
          de jugar se quieren ir á dormir cuando
          quiere amanescer. Pues las camas y
          posadas de la gente de palacio, ¿quién
          te las pintará? cada dia la suya y tres ó
          cuatro echados en una, unos sobre arcas
          é otros sobre cofres tumbados. En cuanto
          se debe estimar; ¡oh vida de más que
          desesperados! ¡oh Purgatorio de perpetuo
          dolor! Pues entre estos anda un género de
          hombres malaventurados que no los puedo
          callar; su nombre es truanes chucarreros,
          los cuales se precian deste nombre y se
          llaman ansi y pienso que en los decir
          su trabajo no merezco culpa si a[ca]so
          no me erré. Estos para ser estimados y
          ganar el comer se han de hacer bobos ó
          infames para sofrir cualquier afrenta
          que les quisieren hacer; precianse de
          sucios borrachos y glotones; entre sus
          gracias y donaires es descobrir sus
          partes vergonzosas y deshonestas á quien
          las quiere ver; sin ninguna vergüenza ni
          temor nombran muchas cosas sucias las
          cuales mueven al hombre á se recoger en
          si; sirven de alcahuetes para pervertir á
          las muy vergonzosas señoras y doncellas y
          casadas y aun muchas veces se desmandan
          á tentar las monjas consagradas á Dios.
          Su principal oficio es lisonjear al que
          tiene presente porque le dé y decir mal
          de la gente publicando que nunca le
          dio; y en fin de todos dicen mal porque
          otra vez tienen aquel ausente. Esta es
          su vida, este es su oficio, su trato y
          conversacion y para esto, son hábiles y
          no para mas; de tal suerte que si les
          vedase algun principe esta su manera de
          vivir por les rescatar sus ánimas, no
          sabrian de qué vivir ni en qué entender,
          porque quedarian bobos, necios, ociosos,
          holgazanes, inutiles para cualquier uso y
          razon, inorantes de algun oficio en que
          se podiesen aprovechar, en este género de
          vanidad, trabajando hechos pedazos por
          los palacios tras los unos y los otros
          confusos sin se conoscer y al fin todos
          mueren muertes viles é infames; que estos
          mismos que les hicieron mercedes los
          hacen matar porque en su malaventurado
          decir no les trató bien. Dejémoslos,
          pues pienso nuestra reprension poco les
          aprovechará; solo una cosa ¡oh Micillo!
          podemos de aqui concluir; que en la
          vida y ejercicio destos necios bobos
          malaventurados no hay cosa que tenga
          sabor de felicidad, mas gran trabajo y
          peligro y desventura para si.

          MICILLO.--¡Oh! Euforbio, ¡oh! Pitágoras,
          ¡oh! Dionisio, que no sé como te
          nombre, qué admirables cosas que me has
          contado en el trabajo de mandar reinos
          y provincias, á tanto que me has hecho
          conceder que no hay estado mas quieto
          quel mio, pues en los reyes y los que
          comunican en el palacio real donde
          paresce estar la bienaventuranza está
          tanto trabajo y desasosiego de cuerpo y
          de ánima que casi no parezcan vivir. Dime
          agora porque me place mucho saber mas;
          despues que fueste Dionisio ¿qué veniste
          á ser?


                                NOTAS:

[292] En este diálogo está usado _fue_ innumerables veces en el
sentido de _fui_.




                       CAPITULO IX

          _Que pone como fue trasformado de Dionisio
             en Epulon el rico y cuanto trabajo tiene
             uno en ser rico y lo que le sucedio._


          GALLO.--Mira, mi amo Micillo, yo no hago
          caudal en el nombre, llámame como mas
          te placerá. Sabras que despues de poco
          tiempo que fui Dionisio vine á ser un
          rico de Siria llamado Epulon el rico,
          de cuyo desasosiego y trabajo te quiero
          ahora decir. Yo fue hijo de padres muy
          ricos; yo ansi por herencia, como por
          la gran contratacion sobrepijé en el
          poseer muy mayores tesoros que ellos,
          por lo cual fue muy estimado del pueblo
          y todos me deseaban servir; hacianme
          gran veneracion con gran reverencia; no
          habia noble que en estima se me pensase
          igualar; tenia grandes vajillas de plata,
          vasos de oro para me servir en el comer;
          hacia grandes convites y banquetes á
          mis amigos por hacer gran fama de mi;
          servianse con gran aparato de pajes muy
          graciosamente ataviados los manjares;
          en mucha copiosidad aquellos potages y
          salsas en perfeccion; asalariaba grandes
          cocineros examinados en su arte que
          supiesen gran diversidad de los guisados
          como para un rey; mientras comia tenia
          gran diversidad de música, de cantores
          é instrumentos que daban mucho deleite;
          bebia las aguas destiladas y cocidas
          y los vinos puestos á infriar, muy
          acompañado de juglares y chocarreros que
          me daban á los convidados mucho placer.
          Despues de haber comido jugaba todo el
          dia grandes cantidades de moneda por me
          solazar; ataviabame muy suntuosamente;
          tenia muy poderosos cavallos; iba á caza
          de altaneria y de galgos; mas ¡ay de
          mi! que Dios sabe con qué ánimo hacia
          yo estas profanidades, que del alma me
          salia cada pequeña moneda que se gastaba,
          porque si me esforzaba á lo hacer era
          por los que á mi se allegaban por dar de
          mi buena fama, que escondido donde no me
          podian ver en mi casa con mis familiares
          y apaniguados esforzábame á pasar con
          un misero potaje de miseras lentejas
          y aunque en él no habia para todos
          poder comer, siempre andaba amarillo y
          pensativo como se me gastaba lo que con
          tanto trabajo habia adquerido yendo á
          las ferias de todo Egito e Palestina y
          aun á las de Grecia por convenir con
          los tratantes y mercaderes y con los
          deudores á quien con grandes intereses y
          usuras yo prestaba mi moneda; venia por
          los caminos y por el mar aventurando mi
          persona y hacienda á los cosarios que me
          robasen y me quitasen la vida, sufriendo
          las crueles tempestades que cada hora
          me ponian en peligro de me perder;
          no osaba dar á ningun mendigo un solo
          cornado pensando de me venir empobrecer;
          pesábame con grandisimo dolor en pensar
          que con la muerte lo habia de dejar. Si
          préstamos ó tributos se habian de dar al
          Emperador yo habia de ser el primero; si
          guerra habia en la provincia ó que Roma
          las quisiese tener yo habia de ir allá y
          aun habia de llevar lanzas á mi costa y
          mension; en todo esto pasaba en el campo
          la misera vida que pasan los soldados y
          suelen pasar en el campo de la guerra.
          Temia siempre si mi hacienda que habia
          dejado soterrada pensando que si me la
          hallaban quedaria pobre y si moria sin
          que supiesen donde estaba pesábame pensar
          que se habia de perder. Pues venido á
          mi patria y no sin congoja y dolor,
          venida la noche, cuando todos estaban
          en silencio y quietud, levantabame yo y
          abria las huesas adonde tenia el tesoro
          enterrado y en una mesa comenzabalo á
          contar y mirandolo me pesaba porque lo
          poseia, pues en conservarlo me daba tanta
          congoja y dolor, y despues de vuelto á
          la tierra no podia dormir considerando
          si estaba seguro allí, si los cofres en
          que estaba la plata y aparador los podian
          hurtar; en viendo un raton ó una mosca
          luego saltaba de la cama pensando que
          ladrones me hurtaban y robaban; voceaba
          con gran priesa y espanto y levantada mi
          gente decianme denuestos é injurias, que
          aun agora con ser gallo no los querria
          sufrir, llamabanme abariento rixoso
          miserable y que ellos mismos me robarian
          con enojo de mi misera abaricia, dezian
          que no querian serbirme y tenian mucha
          razon porque muchas noches los azia
          lebantar cinco y seys vezes que no los
          dexaba dormir: ¿Quién contaria agora,
          Micillo, por orden los sobresaltos, las
          malas comidas y bebidas que yo pasé?
          Hallarias de verdad que son los ricos
          verdaderos infelices sin algun descanso
          ni plazer porque se les va la gloria
          y el descanso por otros albañares de
          asechanzas que no se paresce, ladrillados
          por encima con lisonjas. E quánto mejor
          duerme el pobre que no el que tiene de
          guardar con solicitud lo que con trabajo
          ganó y con dolor de lo dejar. El amigo
          del pobre será berdadero y el del rico
          simulado y fingido, el pobre es amado
          por su persona y el rico por su azienda,
          nunca el rico oye verdad, todos le
          dizen lisonjas y todos les maldizen en
          ausencia por la enbidia que tienen á su
          posesion. Con gran dificultad allarás en
          el mundo un rico que no confiese que le
          será mejor estar en su mediano estado e
          en esta pobleza, porque en la berdad las
          riquezas no hazen rico sino oqupado, no
          hazen Señor, sino mayordomo, y más son
          siervos de sus riquezas y ellas mesmas
          les acarrean la muerte, quitan el plazer,
          borran las buenas costumbres; ninguna
          cosa es tan contraria del sosiego y buena
          bida quel guardar y arquerir tesoros y
          habellos de conservar. Gran trabajo es
          sobre todo ver el honbre veynte hyjos
          alredor de si de contino pregon á Dios
          que yo me aya de morir porque ellos se
          entreguen y hereden mi posesion. Pues
          sobre todos mis males te quiero contar
          los trabajos que pasé despues.




                      CAPITULO X

          _Que pone como fue casado con quatro
              mugeres y lo que le sucedió con la
              primera; cosa de notar._


          Yo fui casado con quatro mugeres mientras
          bibi, que si me oyes me maravillaré cómo
          no lloras como yo en acordarme de la mala
          vida que me dieron porque sepas que no
          hay dolor hasta en el casar; con cuatro
          mugeres fue casado é con todas deseando
          tener paz mucha nunca me faltó guerra;
          la primera con quien me casé se llamaba
          Alcybia que por ser fija de Teodosio Rey,
          menos preciaba mis palabras y tenia en
          poco mis obras y aun los dioses saben las
          palabras que me dezia en secreto, mis
          criados saben cómo me trataba en publico
          y por que bia, que procedia su desacato
          de ser mejor que yo por ser hyja de Rey.




                        CAPITULO XI

          _Como fue casado la segunda vez y lo que
                 pasó con la segunda mujer._


          Ya sabras que yo me casé la segunda
          vez con mujer que era mi ygual, que se
          llamaba Tribuña hyja de un Tribuno de
          Jerusalen y traxo á mi poder el mayor
          dote que hasta hoy se halla haver dado
          en estas partidas y pensando que por
          ser yguales en personas nos acompañaría
          la paz jamás con ella me faltó guerra
          diziéndome que guardaba lo mio sin lo
          querer comunicar y que gastaba lo suyo
          en conbytes con mujeres públicas y
          desonestas haziendo desordenados gastos,
          dandome afrentas en lo publico y amenazas
          en lo secreto, de donde nos benia tan
          cierta la discordia quando más me era
          deseada la conformidad. Queriendome dar
          los dioses entera vengança en ella,
          dieronme en ella un hyjo que despues
          de sus dias que fueron brebes heredó
          los bienes de la madre por quya muerte
          sucedieron en mi; en biendo la desgracia
          que habia tenido en las dos vezes que
          me abia casado, la vna por ser la mujer
          mejor que yo é la segunda por lo mucho
          que me dieron.




                        CAPITULO XII

          _Como se casó la tercera vez y lo que con
                        le sucedio._

          GALLO.--Proquré de casarme la tercera
          vez con una que se llamó Laureola hyja
          de Aureo Consul que ni en generacion ni
          estado era mi ygual, salbo que era la más
          apuesta dama que en toda la probincia
          se halló, la qual tomé porque siendo
          pobre y no de tan buena parte no tenia
          causa de conquistarme como las pasadas.
          Quiero dezir, amigo Micyllo, sy con las
          pasadas habia tenido trabajada bida,
          con aquella no me faltaron tragos de
          muerte, porque sintiendose tan soblimada
          en hermosura y a mi con sennales de
          vejez en la cara y con algunas canas
          y con algun desquydo della en la cama
          y sin dientes para comer, dezia cosas
          abominables contra su padre, porque
          siendo ella tan hermosa la habia casado
          con honbre tan feo, pudiendo enplearla
          en persona de mayor merescimiento y de
          menor edad con que ella pudiera mejor
          gozar su edad é hermosura; digote en
          verdad, Micillo amigo, que haziendome vna
          mannana de dormido le oí dezir estando
          en contemplacion: ¡oh! malandantes sean
          los dioses y todo esto que permiten y
          ordenan, pues ordenaron y permitieron
          que mi gentileza y hermosura se pusiese
          en poder deste monstruo, el qual piensa
          que con los bienes me paga y que con el
          buen tratamiento me contenta y con las
          palabras me satisfaze. Sy supiera en
          quanto tengo sus riquezas y el caso que
          hago de su tratamiento y lo que estimo
          sus buenas palabras, no haria bida
          conmigo, é maldita sea la donzella que se
          casa con quien no conosce porque no se
          vea engannada y lastimada segun yo agora;
          pluguiera á los dioses que me traxeran
          agora no á poder de quien tanto duerme y
          de quien tan poco bela, bueno para lo que
          le cumple, malo para lo que le conbiene,
          diestro á las malicias, torpe en las
          buenas obras. Bien penso Areo Consul,
          mi padre, que en darme este marido me
          hazia gran bien y merced; bien paresce
          que tubo mayor quydado de su probecho que
          dolor de mi daño. Si tubiera memoria de
          mi bien no me procurara tanto mal; penso
          que me casaba con él para tener descanso,
          yo pienso que jamas me faltará trabajo,
          porque quien duerme despues de haber
          dormido y no trabaja despues de haber
          holgado como este bestiglo haze ¿qué
          puedo esperar del sino que el bibira con
          su desquydo y yo morire con mi quydado? a
          él se pasa en sueños la vida y a mi se me
          trasporta en trabajos el tiempo, maldita
          sea yo quando dixe de sy; ¿por qué no
          dixe de no? porque me matara un honbre
          bibo y no me diera vida un hombre muerto;
          aunque creo que la vida que me dara
          será tal como de las otras dos mugeres
          que ha tenido; pluguiese á los dioses
          que asi como agora está se quedase y que
          nunca mas mis ojos le viesen despierto. Y
          quando vi, Micillo, que tan deshonestas
          cosas dezia hize que despertaba por no
          oyr otras peores en viendome despierto;
          lebantóse de apar de mí más enojada que
          contenta, diziendo que me levantase en
          hora mala que se me pasaba el tiempo en
          dormir, sobre lo qual benimos en tanta
          descordia que no descansé hasta que puse
          las manos en ella y de aquel enojo murio,
          de cuya muerte y no menos de la vida
          quedé con tal escarmiento que acordandome
          de aquella muger y no poniendo en olbido
          las otras propuse de hacer vida solo y no
          mal acompañado, y no queriendo olbidarme
          la rigorosa fortuna de contentarse con
          el mal pasado me dieron a Coridona por
          muger, con la qual por...




                      CAPITULO XIII

          _Como casó la quarta vez y lo que con
                  esta muger le sucedio._


          GALLO.--Y ansi no quiriendo olbidarme
          la rigurosa fortuna de contentarse con
          el mal pasado me dieron a Coridona por
          muger, con la qual por su buena fama
          casé, porque ni era hermosa ni fea,
          ni tan poco baxa de estado ni alta de
          generacion y antes pobre que rica, y si
          con ella casé no pienso, amigo Micillo,
          que lo causó el apetito de la voluntad
          ni aun el contento que me quedó de las
          mujeres pasadas, salvo por el deseo
          que tenia de haber hijos y tambien por
          la necesidad que tenia de la guarda de
          mis bienes y por otras causas que son
          legitimas para ello y tambien porque
          pensaba que no teniendo alguna cosa de
          las que las otras pasadas tenian no me
          daría la vida que las otras me daban, en
          especial siendo en todas sus operaciones
          la mejor y mas sana donzella que creo
          en el mundo se hallase; mas quiero que
          sepas, Micillo, que si me guerreó la
          primera por ser de mejor parte que yo y
          la segunda por ser el dote tan grande que
          me dio y la tercera por la gran hermosura
          que poseyó, que tambien me dio guerra
          Coridona porque muy buena se halló. La
          qual quando guerrear me queria me ponia
          delante el tratamiento que las otras
          mujeres pasadas me hazian, diciendome:
          ni vos me meresceys ni ellas fueron mis
          yguales, porque aunque en linaje la una
          me hizo ventaja y la otra en riquezas y
          la otra en hermosura, yo se la hago á
          ellas en ser muy mejor de mi persona y
          condicion que ninguna dellas, porque si
          la primera os trató con poca estima yo os
          trato con mucha, y si la segunda os pedia
          quenta en qué dispendiays sus bienes
          yo huelgo que dispendiays los vuestros;
          y si la tercera os agrabiaba con sobra
          de palabras yo os sirvo con sobra de
          buenas obras; de tal manera que apenas
          le hablaba con paciencia, quando luego
          me respondia con yra diciendome: peores
          afrentas que las pasadas mujeres habia
          menester yo que no della; que ellas me
          trataban como yo merescia; de donde venia
          que ella por mucho hablar, yo por poco
          sufrir le daba algunos castigos y venia
          en tanta diferencia con ella y en tanta
          guerra y discordia que parescia que era
          más que no las pasadas, y aun digote,
          amigo, en verdad que fueron mayores las
          que tubimos despues que engendró un hijo,
          que quisimos mucho, y aun mucho, mas á
          menudo reñiamos que antes que lo hubiese;
          lo uno por el preñado; lo otro porque se
          tenia por muy buena no osaba hablarle lo
          que me combenia por no venir con ella en
          enojo; en fin ella se murio y si más me
          durara yo me enterrara vivo, porque no me
          aquerdo estar dia sin pasion ni noche sin
          renzilla, y yo quedé della tan hostigado
          que me paresce que hace mas el hombre que
          sufre á la muy buena mujer que la mujer
          que sufre al mal varon; por que no hay
          ninguno por malo que sea que una vez en
          el dia no perdona la falta de su muger,
          ni ninguna muger por muy buena que sea
          que disimule ni enqubra la quiebra del
          baron; nunca vi cordura tan acertada como
          lo que hizo Udalio Gario en Jerusalen
          cuando fue importunado por los tribunos
          que se casase con Palestina, que porque
          no veniese el casamiento en efeto puso
          fuego a todos sus bienes y pregutado
          porqué lo hizo responde que porque queria
          mas estar pobre y solo que no rico y mal
          acompañado, porque sabia que Palestina
          era mujer loca y presuntuosa; y otra
          cosa hizo Anteo en Grecia; que por no
          sufrir las airadas palabras de Hentria
          su mujer se subio á un gran monte y hizo
          sacreficio de si mismo quemandose en un
          gran fuego; Fulsio Catulo en Asia que
          era del linaje de los partos, viendose
          descontento con Mina su mujer por la mala
          vida que con ella tenia, se subio con
          ella á la mas alta torre de sus palacios
          y diciendo, nunca plega á los dioses
          que tú, Mina, des á otro ningun varon
          mala vida, ni á mi buena otra mujer; y
          acabadas estas palabras la lanzó de la
          torre abajo no quedando él encima. Mira
          bien, Micillo, qué felicidad tienen con
          sus riquezas los ricos y qué descanso con
          las mujeres que son casadas; mira si tien
          aqui qué desear.

          MICILLO.--¡Oh! mi buen Pitágoras, cuan
          notables cosas has traido á mi noticia;
          por cierto á mi me parescen increibles
          cuando son tan admirables. Mas dime
          agora, porque rescibo gran deleite [en]
          te oir, ¿que fueste de ti despues que
          fueste Epulon el rico?




                       CAPITULO XIV

          _Como de Epulon fue transformado en asno;
               cosa de notar y gran sentencia._


          GALLO.--Oyeme, mi buen Micillo, que yo
          te satisfare; sabras que como complí
          el espacio de mi vida en el qual había
          de dejar de ser Epulon, fue llevado
          á los infiernos á ser sentenciado de
          mis costumbres y despues que con gran
          compaña de ánimas me pasó en su barca
          Aqueron, fue presentado ante las Furias
          infernales Aleto y Tesifone y los jueces
          Minos y Pluton, los quales estaban
          asentados en un tribunal cercados de
          los acusadores y en siendo empresentado
          vi ante los ojos junto todo mi mal, que
          me parescio que otra vez pasaba por él;
          y como le vi rescebí muy entrañable
          dolor, tan grande que tuviera por bien
          dejar de ser; despues que Minos me hubo
          desanimado mandó que me leyesen la
          sentencia conforme á su ley é levantóse
          un viejo calvo de gran autoridad é
          abriendo un libro dijo ansí: ley teneis
          ¡oh dioses! conforme á la qual el mismo
          se puede condenar; pues oíd; el viejo
          en alta voz leyo ansi: porque los ricos
          en el mundo mientras viven cometen
          nefandísimos pecados, robos, usuras,
          latrocinios, fuerzas, teniendo á los
          pobres en menosprecio, es determinado
          por toda nuestra infernal congregación
          que sus cuerpos padezcan penas entre
          los condenados y sus ánimas vuelvan al
          mundo á informar cuerpos de asnos, hasta
          que conforme á sus obras sea nuestra
          voluntad. Y como fuese leida esta ley,
          mandó Minos que fuese asno diez años y
          luego lo aprobo toda la congregacion y
          aulló Proserpina y ladró muy fieramente
          el can Cerbero, porque se requería esta
          solenidad porque fuese alguna cosa firme
          y enviolabre en el infierno, y como no
          pude suplicar fue sacado de allí y en
          esta oportunidad ofreciose en Egito estar
          de parto una burra de un geciano, y como
          vino á parir yo me vine á ser el asno
          primero que nasció, y desque yo me vi
          metido en cuerpo tan vil pense rebentar
          de enojo; mas como vi que era escusada
          mi pasion pues traía poco provecho el
          mucho me doler, aunque por una parte
          pense dejarme morir de hambre y no mamar
          pensandome escapar de la cruel sentencia,
          mas desque consideré que era inviolable
          ley y ya estaba determinado en el senado
          infernal y como vi que aquel egicio era
          rico que me podia bien mantener determiné
          de sufrir con paciencia mi malhadada
          suerte, pensando que podia venir á manos
          de otro en el mundo que no me tratase
          tan bien, y más que como mi amo me veia
          pequeño y bonito y el primero y que con
          grandes aullidos me apartaba de la madre
          y no queria mamar, entre tres hermanos
          mios se condolia de mi y me traia con
          gran piedad á las tetas y puestas á la
          boca me las apretaba y aunque yo no
          queria me hacia mamar por fuerza.

          MICILLO.--¡Oh! donosa transformacion de
          rey y filósofo en asno; ¿y no rescibias
          en ello enojo? porque me huelgo en te lo
          oir.

          GALLO.--Ansi como acaesce deleitarse
          el hombre recontando entre sí aquello
          que en tiempos pasados con prospero
          estado le acaesció y se regocija en
          lo contar de nuevo mill veces á sus
          amigos, representándoles qualquiera
          particularidad notable que en ello se
          ofreciere, ansi sin ninguna comparacion
          apasionan más las adversidades traidas
          á la memoria, enojan considerar de
          mucho qualquiera miseria y fatiga que
          cada cual pasó; mas yo tengo por bien
          padescer cualquiera dolor que de contarte
          mis trabajos se me puede seguir, por
          te complacer. Y ahora, Micillo, sabrás
          que como fue convalesciendo en edad con
          gran regalo como el egicio me criaba,
          esforceme á sufrir mi miseria aunque
          conosciese mi dolor, y mientra fue
          pequeño no tengo cosa que de contarte
          sea, porque con la niñez todos los
          animales pasan el mal sin sufrir.
          Inviábame con [mis] hermanos al prado y
          despues que de mamar y pascer las yerbas
          tiernas estábamos hartos, armabamos
          batallas por aquellos campos deleitosos;
          corriamos con grandes relinchos y saltos;
          ansi veniamos á juntar con los pechos é
          boca, peleabamos sin nos herir y despues
          con mucho placer volviamos á escaramuzar
          é íbamos á las viñas y mieses; con gran
          sabor hartábamos nuestros estomagos á
          nuestro querer, y si los viñadores ó
          misigeros nos prendaban, nuestro amo sin
          pasion alguna nos rescataba. Por nos
          ver borricos, que la edad nos citaba al
          trabajo, comenzonos el egicio á dar paja
          y cebada porque nos pusiese el manjar
          fuerzas y ya yo iba á llevar la comida al
          campo á los gañanes y la cebada y trigo á
          la sembrada y aun llevaba á mi amo sobre
          mi á requerir el ganado y labranzas, y
          en fin que fue ya grande para llevar
          cualquiera carga, ofrecio...




                       CAPÍTULO XV

          _Como su amo siendo asno lo vendio á los
               recueros y lo que le sucedio._


          GALLO.--Ofrecieronse unos recueros que
          llegaban á una feria aceite y miel y
          como me vieron con bueno y gordo dieron
          á mi amo lo que por mi les fue pedido, y
          comprado, porque entonces no habia carga
          para mí, fue vacío hasta la feria, que
          era unas veinte millas de ahí; y como me
          pusieron en el camino pasé adelante de
          todos y comence á caminar apriesa, y como
          mis amos me vieron contentaronse de mi y
          yo porque no me adelantase mucho acosaron
          los otros asnos de manera que tanto
          quanto yo andaba sin carga, con fuertes
          palos les hacian caminar á ellos; iban
          muy airados mis compañeros de mí porque
          les fatigaban á mi causa, y cada uno que
          me alcanzaba me mordía con grande enojo,
          y como no tenian remedio alguno para su
          trabajo esforzabanse á padescer haciendo
          conjuracion que llegados al lugar yo se
          lo pagaría. Y como continuando nuestro
          camino llegamos á donde habiamos de parar
          en la feria, echandonos á la caballeriza,
          y todos descargados unos se volcaron por
          estregar el sudor y otros tenian ojo
          á la comida para vengarse de mí; y en
          fin, despues que nuestros amos hubieron
          puesto á recado su hacienda, comenzaron
          echar á cada uno su paja é cebada, é
          desque á todos dejaron contentos en
          su pesebre y á mi tambien mi pesebre,
          fueronse á cenar, e luego juntos todos
          los otros asnos se vienen á mi pesebre
          y mordiéndome y acoceándome quitaron
          dél, y yo queriendome ir á los suyos
          volvian con gran furia y no me consentian
          llegar, á tanto que me fué nescesario
          salirme fuera de la caballeriza, y como
          había gana de comer acordeme que por
          la puerta de aquella ciudad por donde
          entramos había visto unos huertos frescos
          con muy buenas berzas verdes, y corrí
          y fue acertar por las calles allá, y
          como llegué á los huertos, desbordando
          los valladares y defensas que tenían
          hechas y entrando, comi á medida de mi
          estómago y satisfacion, y en lo mas
          sabroso de mi comer sale un egicio
          renegando con un gran varal y dame en
          estas espaldas y cabeza tantos de palos
          que no podia menearme y derrocado en el
          suelo daba en mi sin tener piedad de
          mi miseria. Estando el egicio e yo en
          esta contienda, que me parescia que no
          podia escapar de alli vivo ni se diera
          por mi vida un maravedi, llegan los
          recueros que ya me andaban á buscar,
          porque cuando yo sali no me vieron, que
          estaban comiendo, y pagan el daño hecho
          en el huerto, y sin hacer cuenta de los
          palos que hasta entonces me habia dado
          aquel malaventurado egicio, me dieron
          otros tantos para me levantarme de alli,
          asiéndome unos de la cola y otros de
          la cabeza, pensando que estaba beodo
          de algun beleño que hubiese comido. Me
          levantaron á poder de palos y aun por el
          camino me daban tantos y daguijones que
          aguijase; llegados al meson metieronme en
          el establo donde hallé á mis compañeros
          muy ufanos, y no contentos de concierto
          se tornan á mi dandome muchas coces
          y muesos, y con el trabajo pasado y
          con este yo me eché en el suelo; y no
          contentos con lo pasado no hacian sino
          pasar por cima de mi, paresciendoles que
          estaban contentos por haberse vengado
          de mi; y yo me quedé en el suelo por
          descansar; del dolor del cuerpo y de la
          cabeza no pude dormir; pues venida la
          mañana volvieron nuestros amos á nos
          echar de comer; estaban tan enojados
          los otros asnos, que no contentos no me
          dejaron llegar al peseble, y yo por no
          encorrir en otra como la pasada tuve
          paciencia y callé y quedé sin comer hasta
          el medio día que ya desenojados tuvieron
          por bien de me dejar é comí é maté mi
          hambre, é como duró la feria ese dia é
          otro convalescí en salud algo, y como
          los recueros vendieran su mercaderia
          compraron cargas iguales de trigo para
          todos, y cargados volvímonos para su
          tierra y aun como no fuese bien sano
          y con la carga no pudiese andar tanto
          como mis compañeros, alli viérades la
          gran priesa que de contino hacian de
          varearme con muchos aguijones para que
          anduviese como los otros, é yendo el
          camino pasé hasta que fuemos llegado. La
          vida de aquellos recueros desventurados
          era á mi parescer la mas misera y la mas
          trabajada de los hombres, porque nunca
          hacian sino caminar por sierras y valles
          y desiertos, por llanos y por pedriscos,
          ellos á pie, nosotros cargados, con
          tempestades, pluvias y siestas, sin
          alguna piedad de si ni de nosotros, con
          muy gran fatiga y ningun descanso; nunca
          gozan de sus casas y mujeres é hacienda,
          ni sosiego de un momento, mas contino
          trabajo y afan, como verdaderos esclavos
          alquilados por vil dinero é mandados por
          su señor; su contino mantinimiento es
          una pobre fruta ajo é cebolla y pan de
          perros, y si alguna vez se desmandaban á
          comer algun miserable tasajo en alguna
          venta, danselo guisado que yo siendo
          asno no lo querria ver y aquello tienen
          por bueno y sano. Acaescio que venimos
          en un arroyo y en un turbio cenagal
          donde caidas las cargas reniegan como
          perros y maldicen su ventura; teníamos
          yo y mis compañeros metidos los brazos
          y pies en el lodo hasta las espaldas y
          el agua que nos cobría; ¡oh miseria de
          nuestro vivir! qué trabajo era vernos sin
          remedio de nuestra salud! que mientra
          más fuerza poniamos para levantarnos más
          se nos somian los pies en el lodo hasta
          más no poder entrar ya la agua que nos
          cubria por cima; ¡oh miseria de nuestro
          vivir! ¡qué trabajo era vernos sin
          remedio de poder escapar con las vidas!
          En fin, como pudieron desliaron el trigo
          y atollando en el lodo hasta la cintura
          lo sacaron á la orilla, no les pesando
          tanto por nosotros como porque perdian
          el interés y trabajo pasado; buscaron
          unas mulas de carreta uncidas en uno,
          echaron unas sogas, por medio del cuerpo
          nos ataban y ansi las mulas nos sacaban
          arrastrando del charco. Ansi, escapados
          desta tempestuosa fragosidad, fuemos con
          todo trabajo hasta sus casas, adonde
          llegados salen unas brutas amazonas que
          tenían por mujeres y puestas las cargas
          en tierra y nos dan de comer. Estábamos
          tan fatigados que ninguno curó de comer
          ni llegar al peseble, sino arrojarnos en
          aquel establo por descansar; y como las
          mujeres supieron la fortuna acontecida,
          rasgabanse con las uñas el rostro y
          traian los hijos porque llorasen con
          ellas. Despues que por algunos dias
          hubieron llorado su dolor, como vieron
          perdido el trigo acordaron de remediar
          con vender algunos de nosotros para
          tornar á tratar, y para esto nos trujeron
          á una ciudad que estaba en los confines
          de Grecia, adonde se hacía una feria.




                       CAPÍTULO XVI

          _Cuenta como los arrieros lo vendieron á
            un húngaro y lo que allí le sucedió._


          GALLO.--Y llegados que fuemos aquella
          feria, alli se ofrecio un hombre natural
          de la isla de Rodas, que era mercader de
          bestias, y este nos compró á mi y á otros
          dos compañeros mios y luego nos pasó en
          su patria, y acaso se ofrecio un húngaro
          que tenía nescesidad de mi para ir á su
          tierra y como me hubo comprado dispuso
          de me llevar á su tierra. Este era un
          mísero labrador del campo é venido en
          un pequeño lugar de donde era natural,
          descansamos por algunos dias del trabajo
          pasado é despues hizome ir á la labranza;
          junto con otro asno que tenía me hacía
          arar todo el día y si tenía alguna pereza
          dabame muy grandes palos en los costados,
          metíame un aguijon por las ancas que me
          hacía saltar con ánimo, y yo cansado con
          su furia y gran trabajo que me daba,
          ya posponia mi salud y me determinaba
          aborrido á consentir que me matase, y era
          que como él no quisiese perder el interés
          moliame á palos y con esto se satisfacía.
          Tenia otra bellaquería, que si le
          acontecía alguno quererme ver andar,
          agora por su placer, ora por me querer
          comprar, sobía el vellaco del húngaro
          sobre mí en pelo sin albarda, porque yo
          aguijase lanzábame un clavo ó un aguijon
          por el lomo y por la espalda y cruz, que
          me hacía salir el alma; era tan grande
          mi pasion que por muchas veces me quise
          echar en un río y ahogarme alli, antes
          que no servir á un tan mal hombre; un día
          acaescio que quiso ir á sembrar cuatro
          millas de ahí y cargóme muy bien de trigo
          y sacóme delante de si, y caminando
          hacía muy gran agua y lodos en tanta
          manera que él no pudiendo andar subio
          encima del costal de trigo y comenzome
          á herir, é yo como le vi pertinaz en su
          mala costumbre dispúseme á andar lo más
          que pude, y él se descuidó y comenzose
          á dormir y quando yo le sentí dormido
          comienzo á correr por una sierra abajo,
          pedregosa y llena de picarros, á tanto
          que derroqué al húngaro y dio con la
          cabeza en una piedra, que se descalabró
          y no pudo tan bien escapar de mí que al
          tiempo que le sentí caido le dí un par de
          pernadas en aquellas espaldas, de lo cual
          yo quedé muy contento; y despues echo
          de mi el costal de trigo y aun quiebro
          la cincha de la albarda y déjola allí y
          roznando y saltando me vuelvo para casa,
          pensando haberme bien vengado de aquel
          ladron; y él corriendo sangre fue tras
          de mí por el campo y como no me alcanzó
          volviose al trigo y acordó de lo levar
          acuestas hasta la sembrada, porque estaba
          una milla de allí; yo fueme á un prado
          é dime á placer; y el húngaro desque
          hubo hecho su labor tomó la albarda
          acuestas é fuese á su casa é iba por
          los lodos cansado renegando, y llegando
          preguntó á su mujer por mi; y como ella
          no me había visto fueron al establo y
          halláronme echado, y toma el marido un
          palo grueso é descansó por dos veces en
          mis costados, que me dejó por muerto,
          diciendo que determinadamente me quería
          matar, y estaba tan enojado de mi que si
          no fuera por su mujer que se lo estorbó,
          ciertamente me matara. Tuvo Dios por bien
          que saliese de sus manos, aunque bien
          castigado, dende á pocos días.




                       CAPITULO XVII

          _Como el húngaro lo vendio á los soldados
          y lo que le acaescio con ellos._


          GALLO.--Dende á pocos días suscedio que
          unos dos mancebos se determinaron de ir
          en Alemania que al presente estaba en
          diferencia de guerra y disencion con las
          señorías de Italia y querían ir á tomar
          sueldo para defender la parcialidad que
          mejor lo pagase.

          MICILLO.--¡Oh! válame Dios, que donoso
          interes para ir á pelear; paresce
          verdaderamente á los letrados que en
          Corte del Rey toman sueldo é salarios
          de señores obligandose á los defender
          cualesquiera pleitos que se le ofrezcan,
          aunque sean sin justicia ni razon.

          GALLO.--Mas lo mismo es, porque se
          obligan de vejar con todas cautelas á
          las partes contrarias que les pidan ante
          cualquier juez.

          MICILLO.--¡Oh! poderoso Dios, qué
          seguridad de ánimas; pues di, Pitágoras,
          ¿pues qué te acaescio?

          GALLO.--Estos mancebos me compraron para
          levar su fato y dispuestos para se partir
          cargaronme todas sus ropas y fardaje, y
          por sobrecarga echaronme encima una mujer
          que sacaron de con su marido para que en
          el real ganase para ayuda de sus juegos
          y glotonería, y como asno lo hube de
          sofrir. ¡Oh! Dios inmortal, qué vida tan
          trabajada y quién lo hubiese de contar lo
          que pasaban y por el camino los robos,
          los hurtos, los desafueros que hacían á
          los venteros y caminantes, las sinrazones
          que hacían á los labradores, las
          blasfemias y reniegos, los adulterios,
          los sacrilegios, ¿quién te lo hubiese de
          decir? en un año no te acabaría de contar
          todas sus maldades y todo lo que hacían;
          enseñaban á la pobre mujer que levaban,
          cómo se había de haber con los hombres
          que se la ofreciesen en conversacion,
          cómo los habia de atraer ansi y cómo los
          había de robar y despues de despojados
          cómo se habia de descabullir dellos;
          inventaban ellos entre sí nuevas maneras
          de fieros para blasfemar y espantar
          hombres; en conclusion, ellos se iban
          emponiendo en todo género de maldad
          y bellaqueria. Llegados al ducado de
          Sajonia fueles necesario de me vender.




                      CAPÍTULO XVIII

          _Como los soldados lo vendieron á unos
          alemanes que iban á Roma y lo que cuenta
              por el camino; cosa de notar._


          GALLO.--Puesto por obra de me vender
          por alguna necesidad me compraron unos
          alemanes que á título de peregrinacion
          iban á un negocio á Roma y yo pense de
          nuevo resucitar cuando me vi escapado
          de las manos de tan mala gente porque
          me temía mucho que por su maldad había
          Dios de permitir en nosotros algun mal
          acaescimiento. En fin, con la ayuda de
          Dios comenzamos nuestro viaje, y más
          que tenía yo mucho deseo de ir á Italia
          porque despues que yo fue Pitágoras no
          había vuelto por allá y por ver las
          novedades que de allá contaban todos los
          que de allá venian, y iba muy contento
          porque ya había cristiandad y residia
          un Pontifice de toda la monarquia en
          la ciudad de Roma y todas las cosas de
          la gobernacion y templos y sacreficios
          eran mudados. Pues una mañana, ya que
          comenzaba á salir el sol, ibamos por
          una deleitosa floresta de muy hermosas
          huertas de fresca arboleda; iban por alli
          mis dos buenos amos á veces contando,
          de la manera que habían de tener en
          su negociacion en llegando á Roma,
          cómo habian de verse con el Papa en la
          expedicion de las bulas; hablaban de
          un Cardenal que tenía el cargo de los
          despachos; decian no sé que, el uno que
          llamaban abreviador; en cuanto yo pude
          colegir de la calidad del negocio alcancé
          que era una dispensacion para que se
          pudiesen casar dos grandes señores de
          aquella tierra, que no lo podian hacer
          por ser parientes dentro en el cuarto
          grado; concertaban entre sí que llegados
          á Roma y presentada su aplicacion ante
          los oficiales del papa no le habian de
          decir la calidad de las personas, si no
          solamente los nombres.

          MICILLO.--Dime, Gallo, ¿porque se fengían
          y trataban ansí?

          GALLO.--No se declaraban del todo ellos,
          mas sigun yo conosci de sus pláticas,
          creo que fue porque si dijeren al Papa
          ó á los oficiales ó aquellas personas
          con quien habian de dispensar que eran
          señores de mucha calidad y valor, les
          llevarian mas cuantía de maravedís por
          la dispensación, á tanto que decian
          que si salian con su propósito sin ser
          descubiertos que no les haria de costa
          más de cien ducados y que si supiesen la
          verdad de la calidad de las personas les
          costaría más de seis mill ducados.

          MICILLO.--¡Oh; nefandisimo género de
          simonia, que en las cosas de la Iglesia
          que va tanto interes á nuestra salud
          no haya otra mayor dificultad para las
          alcanzar si no es añadir dinero.

          GALLO.--Despues que hubieron bien
          concertado su negocio vinieron de platica
          en platica á tratar de la gran suma de
          dinero que se consumia en Roma; hablaban
          de las riquezas que tenía el Papa, de
          las posesiones de los Cardenales y de
          los tesoros que habia entre los obispos
          y oficiales que trataban este género de
          contratacion.

          MICILLO.--Mira, Gallo, avisote no hables
          de la Iglesia ni de las cosas sagradas
          de la cristiandad; ¿de qué te ríes, que
          paresce que burlas de mí?

          GALLO.--Ríome de que me acuerdo que
          llegando ellos á este paso yo iba tan
          atento á su plática que descuidado
          cai en un charco y me hinchí de lodo,
          y viniendo ansi por nuestro camino
          hubieron nos de alcanzar dos hombres
          que en su representacion parescian
          ser gente de bien, y como llegaron á
          nosotros saludaronse entre sí y dijeron
          el uno dellos: razon es que no perdamos
          vuestra compañia y conversación, pues
          Dios nos ha juntado; y apeados de sus
          cuartagos ataron los cabestros á mí y
          mandáronnos andar delante; uno de mis
          amos les preguntó que dónde era su viaje;
          respondiéronle que una ciudad de los
          confines de Italia, de la señoria del
          Papa y que venian de complir un voto que
          habian hecho por devocion, y era ir á ver
          el cuerpo de Santa Ana, madre de Nuestra
          Señora, é que la mostraban los alemanes
          en Dura, ciudad en Alemania, que por una
          pequeña limosna voluntaria concedia el
          Papa muchos años de perdon. Dijo mi amo:
          ya somos nosotros estados ahí é tenemos
          con esa señora gran devocion porque nos
          ha hecho grandes mercedes. Respondio el
          italiano: basta que sea haber trabajado
          en venirla á vesitar; mas yo no sé si
          esté aquí ó si esté mas de verdad en
          Leon de Francia, porque lo mesmo dicen
          que está alli en Nápoles, y como dicen
          muchas veces estas cosas nos hacen perder
          la devocion á los cuerpos santos, porque
          por estas diferencias les dejamos de
          hacer la veneracion debida, sospechando
          que hagamos á cuerpos que debemos
          maldecir en lugar de santificarlos.
          Respondió mi amo: verdad dices, mas luego
          sacamos cuál sea el verdadero de los
          milagros que hacen en cuerpos enfermos
          y en personas necesitadas, y tambien el
          Papa concede sus indulgencias adonde
          está persuadido por buena información
          que esté lo verdadero y veda que se
          publique lo que no fuere ansi. Dijo el
          italiano: pues decirme, señor, ¿y no
          dió tambien perdones para Francia como
          para Dura? y pues se precian en Roma de
          tener la cabeza de San Juan Bautista,
          ¿por qué se consiente que tambien se
          publique que esté en Francia en la ciudad
          de Aniañes? y si fue un prepucio el que
          circundaron á Jesu Cristo, ¿por qué se
          precian los cristianos de tener tres: uno
          en Roma, y otro en Brujes y otro en la
          ciudad de Unberes (_sic_). Con una cosa
          me consuelo, que conozca Dios mi sana
          intencion y que no sea dado á mi hacer
          bastante informacion de lo verdadero para
          evitar la idolatria; pecan los principes
          que lo consienten por sus particulares
          intereses; mas dejemos agora esto, que es
          muy larga cuestion; yo os quiero hacer
          saber que entre otras cosas notabres que
          yo vi en la iglesia de Santa Ana en Dura,
          que en un altar junto á la madre vi á
          Nuestra Señora la madre de Dios tan al
          natural de una linda mujer en una imagen
          que con todas las partes de su rostro
          y cuerpo mostraba estar viva; en sola
          una cosa me descontentó, que es en los
          vestidos que tenía, porque de creer es
          que fuese ella la más honesta que en el
          mundo nunca mujer nasció ni fue; pues
          no sé porqué la atavian los cristianos
          tan deshonestamente con unos carmesis
          y brocados cuchillados de colores y
          puestos que reprueban aun las mujeres por
          mostrarse honestas en si. Esto queria yo
          qu'el pueblo cristiano mirase sin pasion
          ni boba aficion é se piensen mas la
          servir si la pintan y la visten en hábito
          que por la reverencia que le debo quiero
          callar; con unas mangas acuchilladas y
          llenas de bocadillos y con colores de
          afeites en el rostro y con grandes pechos
          descubiertos y con camisas rayadas y
          polainas muy galanas y polidas, y dicenme
          que en España son en esto muy demasiados,
          porque les ponen unos verdugados que usan
          allá y unos rebociños en el cuello y
          otras cosas deshonestas que fuerzan á los
          hombres á pecar teniendo con las tales
          imagines poca reverencia y devocion, y
          acaesce muchas veces que si un pintor ha
          de pintar una imagen de Nuestra Señora ó
          de la Madalena, toma ejemplo de alguna
          mujer deshonesta ramera la qual tiene
          puesta delante por muestra de su labor y
          pintura; yo no digo esto de mí, porque en
          la verdad yo lo he visto. Dijo mi amo;
          en este caso solamente tienen la culpa
          los obispos porque en sus obispados no
          vesitan ni proveen estas cosas, pues nos
          va en ellas tan gran parte de nuestra
          cristianidad, no se habian de descuidar
          con sus regalos y deleites y con sus
          rentas y tesoros, los cuales habiendose
          de gastar juntamente con todas las rentas
          de toda la Iglesia, digo del Papa y de
          los Cardenales y obispos y todas las
          otras dinidades con los pobres y otras
          muchas obras de caridad, y consumenlas
          en juegos, en banquetes y fiestas y
          otros muchos deleytes del mundo, que yo
          no digo, que solo en decirlo me paresce
          seria deshonesto y sin tener memoria del
          morir ni de la estrecha cuenta que han de
          dar á Dios, porque me paresce á mi que
          pues los obispos son obligados á visitar
          cada año su obispado y no lo visitan,
          sino repelanlo, no quedando mejor que
          de antes; por el mismo caso ansí habian
          de ser obligados los Papas á visitar su
          papazgo de dos en dos años, porque de
          contino se pierden las ovejas por el
          descuido del pastor; antes son ellos
          en ocasion de perderlas y destruirlas
          desasosegandolas con guerras y tumultos,
          tiranizando en la cristiandad con mayor
          crueldad que todos los Dionisios juntos
          tiranizaron en su tiempo; por cierto
          yo querría ser dos años Papa y no mas
          porque en estos yo pornia en orden el
          Pontificado y lo haría tan ejemplo y
          regla de Cristo y de sus apóstoles
          que ninguno le viese que se quejase.
          Respondio el italiano: ¡ay, señor! por
          amor de Dios que no lleveis tal carga
          acuestas porque yo os doy mi fe que es
          la más incomportable que nunca hombres
          pudieron sufrir, ni tenga ninguno envidia
          á sus deleites ni banquetes y placeres,
          porque os doy mi fe que desde el Papa
          hasta el muy mísero sacristan viven
          en contina miseria y dolor; tomense
          para si sus placeres y pasatiempos los
          obispos si juntamente con ellos han de
          rezar por toda su familia, emitar á
          los apostoles en cuyo lugar vinieron á
          suceder y á lo qual cumplir con lo que
          denota su habito obispal; que aquella
          túnica blanca lavada, limpia, blanca, sin
          mácula hecha á ejemplo de pueblo[293];
          ¿qué sinifica la mitra con dos cuernos
          si no el cuidado que han de tener en
          declarar al pueblo ambos testamentos
          Viejo y Nuevo? qué denotan los guantes
          limpios en sus manos? la administracion
          pura de los sacramentos; ¿qué los zapatos
          que le calzan en los pies? la vigilancia
          de su gley; ¿qué la cruz é báculo que
          le dan en la mano? la Vitoria y triunfo
          de los humanos afetos; y lo mismo es al
          Cardenal; ¿no os paresce que el que
          debe tener esto de contino en su pecho
          y consideracion que tiene trabajo?
          pues alléganse á esto otros dos mill
          embarazos de la vida que á un momento
          no le dejan descansar el ánima, porque
          la trae solicita en mill cuidados que
          le menoscaban la vida: la visitacion de
          su obispado, el examen de sus curas é
          beneficiados los quales han de encargar
          la administracion de su iglesia y ánimas
          de sus feligreses; la visitacion de los
          pobres y destribucion de sus bienes;
          aquel contino despachar negocios para la
          Corte romana é imperial, aquel asestir á
          pleitos que les ponen en las dinidades
          é pensiones; ¡oh Dios inmortal! pues
          tambien tienen ellos sus prestamos y
          censuras de las quales demandan prestados
          á nunca volver; pues ¿qué trabajo tienen
          en las judicaturas de todo el día, oyendo
          quejas é pleitos de agraviados; con todos
          ha de complir, á todos ha de responder, á
          todos ha de satisfacer, á ninguno ha de
          inviar quejoso, sino á todos contentos y
          satisfechos. Pues vengamos al descanso
          y deleite del Papa; por cierto si bien
          considerase su dolor y trabajo contino,
          no hay hombre de sano juicio que un dia
          le pudiese sufrir, ni aunque se le diesen
          con toda la posesion y mando de universo
          mundo no le querria tomar por un momento;
          mas la desordenada codicia que agora
          reina en nuestras ánimas causa en todos
          tan gran ceguedad que no hay quien mire
          con ojos libres su tan trabajada carga
          é la repudie y la eche de sí; ¡oh! qué
          trabajo considerar que ya no se abscondan
          los hombres como hacian en otro tiempo
          los santos por no ser Pontífices, mas
          antes hay ya quien mucho antes que vaque
          lo negocia con sobornos inlícitos y si
          menester es con yerbas le aben (_sic_)
          antes, y que no hay uno en toda la
          cristiandad de quien se presuma que si
          se lo diesen no lo tomaria. Pues si se
          ponen á considerar que tiene el Papa las
          veces de Cristo y que está puesto en su
          lugar en el mundo y que le debe remedar y
          seguir en la pobreza, en los trabajos, en
          la dotrina, en la cruz, en el menosprecio
          del mundo, en las continas lágrimas, en
          los ayunos, en las oraciones, en los
          sospiros, en los sermones, en otras
          dos mill fatigas, decirme ¿quien le
          querrá? ¿quien le tomará? y esto no es
          nada en comparacion de lo que á esto se
          les allega: aquella guarda de tesoros;
          aquella conservacion de honras, aumentar
          las vitorias, acrecentar los oficios
          y multiplicar las dispensaciones,
          engrandecer las rentas, ensanchar las
          indulgencias, proveerse de caballos y
          mulas, de grandes familias y criados,
          que conoscer de nuevo tantos escritores,
          tantos notarios, tantos abogados, tantos
          fiscales, tantos secretarios, tantos
          caballerizos, tantos despenseros; á todos
          ha de mirar é favorescer, con todos ha de
          cumplir, á todos ha de pagar con proveer
          al uno el obispado, al otro el abadia, al
          otro el beneficio, al otro la canonjía,
          é la dinidad, por pagar sus servicios;
          pues ¿qué trabajo es el despachar cada
          día los indultos, las indulgencias,
          las compusiciones, las espetativas,
          los entredichos, las suspensiones, las
          citaciones y descomuniones? Por cierto
          que me paresce á mí que por penitencia
          no lo habia un bueno de tomar á cargo é
          ya no es tiempo sino que todos trabajen
          é rueguen por el Pontificado, porque
          ya no es tiempo que los Papas hagan
          milagros como los santos lo hacian
          antiguamente, ni ya enseñan al pueblo
          porque es trabajoso, ni declararán las
          Sagradas Escrituras porque es de maestros
          de escuelas, ni lloran porque es de
          mujeres, ni consienten en su casa pobreza
          porque es gran miseria; procuran siempre
          vencer porque es gran vileza ser vencido;
          seguir la cruz es gran infamia; huir
          cuanto pueden de la muerte porque les
          es el morir muy amargo. Pues si algunos
          soberbios papas acaesce predominar en la
          monarquia del mundo, ¡oh! Dios inmortal,
          qué trabajo incomplensible tienen en
          conservar su ruin vida con sus odios,
          enemistades é sediciones; para salir
          con su tirania hacen grandes ligas con
          soldados, con tiranos y robadores,
          los cuales les hagan espaldas y los
          favorezcan y defiendan, y para estas
          cosas echan susidios, bulas, indulgencias
          y préstamos; vereislos tan solícitos y
          tan cuidadosos en recatarse de todos,
          en no se fiar de alguno; todos le son
          enemigos y le cavilan la vida; uno le da
          el veneno; otro le procura matar porque
          suceda su patron; ¡oh! qué trabajo,
          ¡oh! qué fatiga, ¡oh! qué curiosidad
          vana, ¡oh! qué costosa vida, ¡oh! qué
          desabrida muerte, ¡oh! qué infernar
          de ánima é martirizar del cuerpo; de
          verdad os digo, señor, y creame quien
          quisiere, que no tengo mas que os decir
          sino que me quiero ser mas esto poco que
          me soy con no tener más cargo de mi, ni
          de más tengo de dar cuenta á Dios que
          ser cualquiera destos papas que agora
          se ofrecen, porque con sus trabajos é
          cuidados yo no podía mucho vivir; tómelo
          quien quisiere que ni á mi me lo dan, ni
          yo lo demando, ni yo lo querria. Como el
          italiano acabó su tragedia dijo mi amo:
          por Dios, señor, que teneis mucha razon;
          que es gran trabajo su vida; buena sin
          alguna comparacion; si la hacen mala
          porque viven siempre en sobresalto y
          desasosiego, muriendo siempre sin nunca
          vevir. Estas cosas y otras semejantes
          iban [pa]sando tiempo por aquella
          floresta y ya iba calentando el sol, por
          lo cual procuraron darse alguna priesa
          por llegar á comer á un lugar que cerca
          estaba.


          MICILLO.--Admirado me tienes ¡oh!
          fortunuoso Pitágoras con tan inumerables
          trabajos y tan bien representados que
          con mis mismos ojos me los haces ver;
          basta que me pensaba yo que esos
          grandes Pontífices se tenian la suprema
          felicidad, porque pensaba yo que los
          grandes Pontífices junto con los grandes
          tesoros y riquezas y el gran mando no
          tenian que desear otra cosa alguna. Agora
          que tengo visto su dolor paresceme que
          ellos viven en el estado mas misero de
          los mortales. Prosigue por amor de mi y
          acaba tu tragedia como mientras fueste
          asno, ¿que te sucedio?

          GALLO.--Pues llegado al lugar, lo
          primero que se proveyó en entrando en la
          posada fue dar á nosotros las bestias
          de comer; fueron luego muy llenos los
          pesebres, donde matamos nuestra hambre
          del caminar; despues se salieron ellos á
          un portal fresco donde con mucho placer
          les aparejan su comer; por estar yo lejos
          de su mesa y porque venia cansado no
          oi nada de lo que en la mesa pasó; mas
          despues que todos hubimos reposado y que
          fue caida la siesta despedieronse los
          italianos de nosotros diciendo que iban
          por otro camino á su tierra, demandada
          licencia de los compañeros, saludandose
          se fueron con Dios; nosotros tambien,
          pagada la huéspeda, comenzamos nuestro
          camino. Pierres, que ansi se llamaba
          uno de los dos mis amos dijo á Perequin
          que ansi se llamaba el otro: hermano
          Perequin, si mi juicio no me engaña en
          pronosticar...


                                NOTAS:

[293] Parece que falta algo en el manuscrito.




                       CAPITULO XIX

          _Que cuenta en pronosticar lo de los
                 agüeros; cosa de notar._


          Estoy turbado de una cierta ave que
          agora voló y vengo á conjeturar que
          nos ha de suceder en esta noche algun
          enojoso acontescimiento, por lo cual
          encomendemonos á Dios y aparejemonos
          á padescer, pues no se puede escusar.
          Perequin, se rió mucho burlando de
          Pierres; y dijo: por Dios que me
          maravillo de tí que con todo tu saber
          des crédito á liviandades tan sin razon,
          y si en agüeros crees nunca harás cosa
          buena, porque si viendo esas vanidades
          esperas á ver si aciertan ó no, agora
          por temor, agora por engaño del demonio
          puedes peligrar en tu salud, por lo cual
          te ruego que depongas de tu pecho esta
          tu errada opinion y no le des alguna fe,
          porque permitirá Dios que acaezca el
          mal pronosticado por castigar tu yerro
          y no porque de allí hubiese de suceder
          necesariamente. Respondio Pierres: más
          me maravillo yo de tí, porque me quieres
          convencer que sea arte de vanidad, pues
          en todos los acaescimientos pronosticados
          he hallado que vengan á suceder segun é
          como yo los he agüerado; y no pienses
          que lo supe de mi, que mucho trabajo
          me costó á la deprender de grandes
          sabios que me la enseñaron; y cree tú
          que tiene gran fundamento, pues todos
          los sabios antiguos mentan que tenian
          en suprema veneracion y le daban tanta
          fe como á los muy dinos oráculos de su
          Dios, pronosticaban de cosas acaescidas
          de improviso, agora en cuerpos muertos
          de animales sacrificados á sus dioses,
          agora de vuelo a graznido de las aves,
          y convenciales á lo creer las grandes
          experiencias que se les ofrecian, como
          fue lo que cuentan de Julio Cesar, qu'el
          primero día que se asentó en la silla
          imperial sacreficó un buey á Júpiter
          y abriendole fue hallado sin corazon,
          de lo qual los agüeros pronosticaron
          tristemente y le señalaron todo el mal,
          lo qual así ha sucedido, que de veinte é
          tres puñaladas fue muerto en el senado.
          Y tambien leemos que Cayo Claudio é
          Lucio Petilio cónsules sacreficaron
          como lo habian de costumbre á los
          dioses, y en matando el buey ante las
          aras le sacaron el corazon, el qual de
          improviso se corrompio de podre, por lo
          qual los agüeros venieron á pronosticar
          triste suceso en sus muertes, á los
          cuales dijeron que moririan muy breve;
          é ansi fue, que no mucho tiempo murio
          Claudio Cayo de una grave enfermedad y
          Petilio en la guerra. Como Antioco rey
          de Siria tuviese guerra con los partos
          acontecio que estando en el real hizo una
          golondrina nido en su mismo pavellon,
          de lo qual los agüeros denunciaron mal
          suceso de la batalla, y así fue, que en
          el comitimiento de los ejércitos fue
          muerto el rey Antioco y todo desbaratado
          y perdido. Otros muchos enjemplos de las
          historias notables te pudiera yo agora
          traer para corroboracion de que fue
          creida mi verdad; mas pues tu pertinacia
          me lo ha todo de destruir, aguardemos
          á lo que hubiere de acaescer. Luego le
          respondió Perequin: por hombre para
          poco me tienes si confiando en Dios no
          te convenciere á que creas sin hacerme
          algun perjuicio tus argumentos ser
          falsos y diabólico y vano el agorar; yo
          te probaré que estos sus acaescimientos
          no pueden ser causa ni ocasion para que
          dellos se pudiese pronosticar lo que
          está por venir, y porque no parezca que
          mi persuacion procede sin autoridad,
          sabras que se lee en los Proverbios del
          sapientisimo Salomon que no queramos
          ser como los hombres mintirosos que se
          mantienen de viento y dan credito á las
          aves que vuelan, porque en la verdad gran
          liviandad es seguir cosa tan incierta
          y cosa que nunca se puede saber; [de]
          sentencia de tanta autoridad se puede
          colegir la vana supersticion que está en
          esta ciencia; despues desto quiero que
          vengamos á considerar cuanta fuerza é
          sustentacion de las aves é cualesquiera
          otros brutos en el ser y obras del
          hombre; de las unas aves con su canto ó
          con su vuelo o chellido; los brutos con
          sus corporales dispusiciones de corazon
          ó bazo, para que señalen lo que nos
          ha de acaescer, y porque tú y cuantos
          nascieron mejor se pueden convencer,
          vengamos á la razon natural que muestra
          mi entencion. Á todos es notorio que los
          brutos animales tan solamente se mueven
          por un sentido aquello que de presente
          le es y solo se aplican aquello que ante
          si tienen, sin consideracion de lo que
          en ausencia les está. É ansi todas las
          aves mueven su cuerpo, alas é pies por
          solo impeto de su naturaleza, por hacer
          cualquiera ejercicio, como para hablar,
          para comer ó cantar, sin ser de otra
          parte costreñidos á ello é sin primero
          lo pensar que lo salgan hacer; pues esto
          es ansí ¿quien será tan falto de saber
          que pueda afirmar que las aves con su
          vuelo ora en la mano diestra ó siniestra
          cantan ó no, que senifica en nuestras
          obras bien ó mal? si con hambre comen
          ¿qué tienen que hacer si yo moriré? y si
          con sed beban ¿qué tiene que hacer? y
          si comiendo algo se les caiga del pico,
          ¿qué convenencia tiene con si me sucederá
          prósperamente un viaje? ¿qué razon lieva
          que los hombres veneren todas las obras
          y movimientos de los brutos y tengan
          por muy cierto que todo aquello les
          venefique que ellos de su libre albedrio
          han de hacer? por cierto gran bajeza.
          Y despues pensar que Dios onipotente
          hiciese un tan perfeto animal como es
          el hombre y de tan alto intendimiento
          que conosciese lo que estaba por
          venir por las obras de las miserabres
          avecicas y de brutos sin uso de razon,
          las quales como ellas mesmas comienzan
          á volar no saben donde van ni qué les
          pueda suceder, pues cuanto ellas en
          este caso puedan muy bien nos lo mostró
          Mosolamon indio, hombre de muy iminente
          saber é industria de la guerra, de muy
          facunda prudencia; de aqueste leemos
          que siguio á los griegos y macedones
          despues de la muerte de Alejandro, y
          como un día fuese con él al ejército é
          por el camino acaesciese que se puso
          un ave en un arbol é como los agoreros
          la viesen comenzaron agorar sobre si
          debian de pasar adelante; paró alli el
          Mosolamo como los vio en esta disputa,
          tomó el arco y mató el ave, burlando
          de la veneracion del agorar; y como el
          agorero mayor lo vio entristeciose mucho,
          é alzando Mosolamo el ave del suelo
          dijo ansi: decir porque os acelereis;
          nunca esta ave supiera lo que nos habia
          de acaescer pues de si misma no supo
          procurando por su salud, y pues inorante
          de su muerte se puso en el arbol para que
          la matase yo, mal podria saber nuestro
          mal ó bien acaescimiento; ansí que de
          todo esto se puede muy bien deducir la
          vanidad del agorar de las aves é brutos
          cualesquiera é de cualesquiera otros
          acontecimientos que se puedan ofrecer,
          como varonilmente nos lo mostró aquel
          glorioso y felice gran capitan español
          Gonzalo Hernandez de Córdoba, varon que
          despues que la fama lo conoscio solo él
          quiso, no César inmortal, porque aunque
          muerto, la eternal memoria de sus buenos
          hechos le hace revivir; fue en fin tal
          que si le alcanzaran los gentiles que
          á Aquiles y á Mares y á Palas hicieron
          sacreficio, á este sin controversia le
          adoraran todos por Dios. Leemos dél
          que estando aparejado en Nápoles para
          acometer con su ejército gran compañía de
          enemigos acaescio por mal recado se les
          prendio la polvora de la artilleria, y
          entristeciéndose toda la gente teniendolo
          por mal agüero, salió ante todos con
          gran ánimo diciendo: no desmaye nadie,
          caballeros; esforzad el corazon, que
          estas almenures (_sic_ por luminarias)
          son de nuestra vitoria; y diciendo
          esto los esforzó tanto para acometer
          que brevemente destruyó los enemigos.
          Convencido me estoy yo bastante á creer
          que todo género de agorar sea vano y de
          ninguna certedumbre, ni sé mas de que el
          demonio nos quiere engañar con hacernos
          entender que todo sea ansí como nos lo
          muestra y trabaja con toda su industria
          que suceda aquello que nos mostró ó que
          pronosticaron del vuelo del ave, ó de
          cualquiera otra cosa, y esto aunque nunca
          hubiera de acontecer, porque solamente
          le creais; y agora me temo yo, señor
          Pierres, que pirmitirá Dios que nos
          suceda el mal que vos habeis agorado, por
          castigaros el yerro que cometisteis en
          dar crédito á cosa tan vana y tan errada,
          la qual es de pura industria y engaño del
          demonio y no porque creo que hubiese ansi
          de acaescer. Pierres quedó convencido
          y atemorizado con el miedo que lo puso
          Perequin de parte de Dios porque daba
          crédito al agorar; y asi razonando fueron
          toda la tarde en esta materia hasta que
          llegamos á una aldea de pocos vecinos.

          MICILLO.--Pues, tú Pitágoras, ¿porque no
          diste en aquel arte tu parescer, que bien
          se te entendia, pues fueste discípulo de
          los magos?

          GALLO.--Porque mientras fue asno no
          pude hablar. Como fuemos llegados á la
          aldea aparejóse la cena, porque llegamos
          tarde é despues de haber cenado fuéronse
          mis amos á reposar y sosegose la casa.
          Sucedio que junto á la media noche, en
          lo mas sabroso del sueño, entran en casa
          unos ladrones y roban las arcas del
          huéspede, que era rico, y levantados
          con la presa porque no lo podian levar
          acuestas, vienen al establo y tomanme á
          mí para que mis hombros lo lieven, y como
          vieron que tenían cogido quien lo levase
          sin trabajo suyo, tornaron á hurtar,
          doblado y cargaronme de aquellos tesoros
          y buena ropa una carga que no la levaran
          dos como yo, y abiertas las puertas
          sin ser sentidos me sacaron fuera del
          lugar. Tenian su vivienda en una cueva
          que habian hecho cinco millas de aquella
          aldea y habiamos de pasar un rio para ir
          allá por un vado, y como los ladrones
          viniesen tan alegres con su priesa y
          fuese algo oscura la noche, perdieron el
          vado, y llegados al rio, confiando en que
          yo pasaría delante aguijáronme para que
          pasase y en entrando no muy lejos de la
          orilla, lancé los pies y las manos en un
          tremadal, y como el agua era alta luego
          me ahogué y la hacienda todo se perdio
          sin poder cobrar nada.




                        CAPITULO XX

          _Como fue convertido en rana y lo que le
                      sucedio de allí._


          GALLO.--Yo ahogado á la verdad no me
          pesó, por dejar tanto trabajo y mala
          compañia que me llevaba. Plugo á Dios que
          me dieron por complida la penitencia por
          las deudas de Epulon é fuí convertido
          allí en rana.

          MICILLO.--Cuentame ¡oh Pitágoras! qué
          vida hacias cuando eras rana.

          GALLO.--Muy buena, porque luego hice
          amistad con todos los géneros de peces
          que alli andaban é todos me trataban
          bien; mi comer era de las ovas del
          rio, é salida á la orilla saltando y
          holgando con mis compañeras pasciamos
          unas yerbecitas delicadas é tiernas
          que eran buenas para nuestro comer; no
          teníamos fortuna, ni fuego ni tempestad
          ni otro género de acaescimiento que nos
          perjudicase. Pasado ansi algun tiempo...




                      CAPITULO XXI

          _Como fue convertido en ramera mujer
                    llamada Clarichea._


          Pasado así algun tiempo en aquel rio fue
          convertido en Clarichea, ramera famosa.

          MICILLO.--¡Oh! qué admirable
          transformacion; de asno en rana; de rana
          en ramera galana.

          GALLO.--Pues quién bastara á te contar
          lo que siendo rana me acontecio y siendo
          ramera la solicitud que tenía, si no
          fuera por sernos ya el dia tan cercano
          para te lo contar muy por extenso, lo
          qual no me da lugar; y aquel cuidado
          que tenía de en adquerir los enamorados
          y el trabajo que sufria en conservar
          los servidores y el astucia con que los
          robaba su moneda; aquella manera de los
          despedir y aquella industria de los
          volver y el contino hastío que tenia de
          mis afeites y composturas de atavíos y
          el martirio que pasaba mi rostro y manos
          con las mudas; aquel sufrir de pelar las
          cejas, que con cada pelo que sacaba se
          me arrancaba el alma de dolor, y con los
          afeites y adobos, pues todo mi cuerpo
          con los baños y ungüentos y otras muchas
          cosas que aplaciese á todos los que me
          querian; y aquel sufrir de malas noches y
          malos días, no tengo ya fuerza para te lo
          contar por extenso. Despues...




                      CAPITULO XXII

          _Como fue convertido en gañan del campo
          como servio á un avariento y despues fue
             tornado pavon é otras muchas cosas._


          Después desto fue convertido en gañan
          del campo, adonde de contino con mucho
          trabajo sin reposo ninguno ni nunca
          entrar en poblado pasaba muy triste vida.
          Vine á servir y ser criado de un mísero
          avariento que me mataba de hambre, de lo
          cual no te doy entera cuenta lo que en
          este caso me sucedio, y fue transformado
          en pavon y agora gallo. ¡Oh! Micillo, si
          particularmente te hobiese de decir la
          vida y trabajos que he pasado en cada uno
          destos míseros estados no bastarían cien
          mill años que no hiciese sino contártelo.
          Por eso ya viene la mañana, por lo qual
          quiero concluir porque vayas al trabajo,
          porque en esperanza de tu sueño no
          moramos de hambre, que creo que desde las
          diez encomenzamos la prática sin nada nos
          estorbar y son dadas cinco horas.

          MICILLO.--Admirado me tienen los trabajos
          desta vida, ¡oh Gallo! Pues dime ahora lo
          que me prometiste, que deseo mucho saber:
          ¿cual estado te paresció mejor?

          GALLO.--Entre los brutos cuando era rana;
          entre los hombres siendo un pobre hombre
          como tú, porque tú no tienes que temer
          próspera ni adversa fortuna, ni te pueden
          perjudicar, no estás á la luz del mundo
          porque nadie te calunie; solo vives sin
          perjuicio de otro, comiendo de tu sudor
          ganado á tu placer, sin usuras ni daño de
          tu ánima; duermes sueño seguro, sin temer
          que por tu hacienda te hayan de matar ni
          robar; si hay guerra no hacen cuenta de
          tí; si préstamos ó censuras no temes que
          te ha de caber nada. En conclusion que
          bienaventurado el que vive en pobleza si
          es prudente en la saber sollevar.

          MICILLO.--¡Oh! mi buen Gallo, yo conozco
          que tienes mucha razon y pues es venido
          el día quiero ir al trabajo y por el buen
          consuelo que me has dado en tu comer
          te lo agradeceré, como por la obra lo
          verás. Quédate con Dios, que yo me voy á
          trabajar.


          FIN DEL DIALOGO DE LAS TRANSFORMACIONES




                      EL CROTALON

                          DE
                 CHRISTOPHORO GNOSOPHO

          Natural de la insula Eutrapelia, una de
                 las insulas Fortunadas.




                   PROLOGO DEL AUCTOR

                   AL LECTOR CURIOSO


          Porque cualquiera persona en cuyas manos
          cayere este nuestro trabajo (si por
          ventura fuere digno de ser de alguno
          leydo) tenga entendida la intincion
          del auctor, sepa que por ser enemigo
          de la oçiosidad, por tener esperiençia
          ser el oçio causa de toda maliçia;
          queriendose ocupar en algo que fuesse
          digno del tiempo que en ello se pudiesse
          consumir; pensó escreuir cosa que en
          apazible estilo pudiesse aprouechar. Y
          ansi imaginó como debajo de vna corteça
          apazible y de algun sabor diesse á
          entender la maliçia en que los hombres
          emplean el dia de oy su viuir. Porque
          en ningun tiempo se pueden más á la
          verdad que en el presente verificar
          aquellas palabras que escriuió Moysen
          en el Genessi[294]: «Que toda carne
          mortal tiene corrompida y errada la
          carrera y regla de su viuir». Todos
          tuerçen la ley de su obligaçion. Y
          porque tengo entendido el comun gusto
          de los hombres, que les aplaze más leer
          cosas del donayre; coplas, chançonetas y
          sonetos de placer, antes que oyr cosas
          graues, prinçipalmente si son hechas en
          reprehension, porque á ninguno aplaze
          que en sus flaquezas le digan la verdad;
          por tanto procuré darles esta manera de
          doctrinal abscondida y solapada debajo de
          façeçias, fabulas, nouelas y donayres:
          en los quales tomando sabor para leer
          vengan á aprouecharse de aquello que
          quiere mi intincion. Este estilo y orden
          tuuieron en sus obras muchos sabios
          antiguos endereçados en este mesmo fin;
          Como Ysopo y Caton, Aulo gelio, Juan
          bocacio, Juan pogio florentin; y otros
          muchos que seria largo contar. Hasta
          Aristoteles, Plutarco, Platon. Y Cristo
          enseñó con parábolas y exemplos al pueblo
          y á sus discípulos la dotrina celestial.
          El título de la obra es Crotalon[295]:
          que es vocablo griego; que en castellano
          quiere decir; _juego de sonajas, ó
          terreñuelas_, conforme á la intinçion del
          auctor.

          Contrahaze el estilo y inuençion de
          Luciano; famoso orador griego en el
          su gallo: donde hablando vn gallo con
          vn su amo çapatero llamado Miçilo
          reprehendió los viçios de su tiempo: y
          en otros muchos libros y dialogos que
          escriuió. Tambien finge el auctor ser
          sueño imitando al mesmo Luçiano que al
          mesmo dialogo del gallo llama sueño. Y
          hazelo el auctor porque en esta su obra
          pretende escreuir de diuersidad de cosas
          y sin orden: lo qual es proprio de sueño:
          porque cada vez que despierta tornandose
          á dormir sueña cosas diversas de las que
          antes soñó. Y es de notar que por no
          ser traduçion a la letra ni al sentido
          le llama contrahecho: porque solamente
          se imita el estilo. Llama a los libros
          o diversidad de dialogos, canto: porque
          es lenguage de gallo cantar. O porque
          son todos hechos al canto del gallo en
          el postrero sueño a la mañana: donde el
          estomago hace la verdadera digestion: y
          entonces los vapores que suben al çerebro
          causan los sueños: y aquellos son los que
          quedan despues. En las transformaciones
          de que en diuersos estados de hombres
          y brutos se escriuen en el proceso del
          libro imita el auctor al heroico poeta
          Ouidio en su libro del Methamorphoseos:
          donde el poeta finge muchas
          transformaciones de vestias, piedras y
          arboles en que son conuertidos los malos
          en pago de sus viçios y peruerso viuir.

          En el primero canto el auctor propone de
          lo que ha de tratar en la presente obra:
          narrando el primer nacimiento del gallo,
          y el suceso de su vida.

          En el segundo canto el auctor imita á
          Plutarco en vn dialogo que hizo entre
          Ulixes y vn griego llamado grilo: el
          qual hauia cyrçes conuertido en puerco:
          y no quiso ser buelto a la naturaleza de
          hombre, teniendo por mas feliçe el estado
          y naturaleza de puerco. En esto el auctor
          quiere dar a entender que quando los
          hombres estan ençenagados en los vicios,
          y principalmente en el de la carne son
          muy peores que brutos. Y avn hay muchas
          fieras que sin comparaçion los exceden en
          el vso de la virtud.

          En el tercero y quarto cantos el auctor
          trata vna mesma materia: porque en ellos
          imita a Luçiano en todos sus dialogos:
          en los quales siempre muerde a los
          philosophos y hombres religiosos de su
          tiempo.

          Y en el quarto canto espresamente le
          imita en el libro que hizo llamado
          Pseudomantis: en el qual descriue
          marauillosamente grandes tacañerias,
          embaymientos y engaños de vn falso
          religioso llamado Alexandro: el qual en
          Maçedonia (Traçia), Bitinia y parte de la
          Asia fingio ser propheta de esculapio,
          fingiendo dar respuestas ambiguas y
          industriosas para adquirir con el vulgo
          credito y moneda.

          En el quinto, sexto y septimo cantos el
          auctor debajo de una graciosa historia
          imita la parabola que Cristo dixo por
          san Lucas en el capitulo quinze del hijo
          prodigo. Alli se verá en agraciado estilo
          vn vicioso mancebo en poder de malas
          mugeres, bueltas las espaldas a su honra,
          a los hombres y a dios, disipar todos los
          doctes del alma que son los thesoros que
          de su padre dios heredó, y veráse tambien
          los hechizos, engaños y encantamientos
          de que las malas mugeres usan por gozar
          de sus laciuos deleites por satisfacer a
          sola su sensualidad.

          En el octauo canto por auer el auctor
          hablado en los cantos precedentes de los
          religiosos, prosigue hablando de algunos
          intereses que en daño de sus conciencias
          tienen mugeres que en titulo de religion
          estan en los monesterios dedicadas al
          culto divino[296]. Y en la fabula de las
          ranas imita a Homero.

          En el nono y decimo cantos el auctor
          imitando a Luciano en el dialogo
          llamado Toxaris en el qual trata de la
          amistad. El auctor trata de dos amigos
          fidelissimos, que en casos muy arduos
          aprobaron bien su intincion y en Roberto
          y Beatriz imita el auctor la fuerça que
          hizo la muger de Putifar a Joseph.

          En el honceno canto el auctor imitando a

          Luçiano en el libro que intitulo de
          luctus, habla de la superfluidad y
          vanidad que entre los cristianos se
          acostumbra hazer en la muerte entierro y
          sepultura, y descriuesse el entierro del
          marques del Gasto Capitan general del
          Emperador en la ytalia: cosa muy de notar.

          En el duodeçimo canto el auctor
          imitando a Luçiano en el dialogo que
          intituló Icaromenipo finge subir al
          cielo y descriue lo que allá vio
          açerca del asiento de dios, y orden y
          bienauenturança de los angeles y santos y
          de otras muchas cosas que agudamente se
          tratan del estado celestial.

          En el deçimo terçio canto prosiguiendo
          el auctor la subida del cielo finge auer
          visto en los ayres la pena que se da a
          los ingratos y hablando marauillosamente
          de la ingratitud cuenta vn admirable
          aconteçimiento digno de ser oydo en la
          materia.

          En el deçimo quarto canto el auctor
          concluye la subida del cielo: y propone
          tratar la bajada del infierno declarando
          lo que acerca del tuuieron los gentiles:
          y escriuieron sus historiadores y poetas.

          En el deçimo quinto y deçimo sexto
          cantos imitando el auctor á Luçiano en
          el libro que intituló Necromançia finge
          desçender al infierno, donde descriue
          las estancias, lugares y penas de los
          condenados.

          En el deçimo sexto canto el auctor
          en Rosicler hija del Rey de Syria
          descriue la feroçidad con que vna muger
          acomete qualquiera cosa que le venga al
          pensamiento si es lisiada de vn lasçiuo
          interes. y concluye con el desçendimiento
          del infierno imitando a Luçiano en los
          libros que varios dialogos intituló.

          En el deçimo septimo canto el autor sueña
          auerse hallado en vna missa nueua: en la
          qual descriue grandes acontecimientos que
          comunmente en semejantes lugares suelen
          passar entre sacerdotes.

          En el deçimo octauo canto el auctor sueña
          vn acontecimiento graçioso: por el qual
          muestra los grandes daños que se siguen
          por faltar la verdad del mundo dentre los
          hombres.

          En el decimo nono canto el auctor trata
          del trabajo y miseria que hay en el
          palacio y servicio de los principes y
          señores, y reprehende á todos aquellos
          que teniendo algun offiçio en que ocupar
          su vida se privan de su bienaventurada
          libertad que naturaleza les dió, y por
          vivir en vicios y profanidad se subjetan
          al servicio de algun señor[297].

          En el vigesimo y vltimo canto el auctor
          describe la muerte del gallo.


                                  NOTAS:

[294] Nota al margen: genes. cap. 6.

[295] Nota al margen. Crotalon idem est quod instrumentum musicum quo
in deorum ceremoniis vtebantur antiqui.

[296] En el códice que fué de Gayangos se añade, á modo de aclaración,
_monjas_.

[297] En el códice de Gayangos esta rúbrica está muy abreviada: «y
reprehende a aquellos que pudiendo ser señores, viviendo de algun
offiçio, se privan de su libertad».


          SIGUESSE EL «CROTALON DE CHRISTOPHORO
            GNOSOPHO:» EN EL QUAL SE CONTRAHAZE EL
            SUEÑO, O GALLO DE LUÇIANO FAMOSO ORADOR
            GRIEGO.


                        ARGUMENTO
                DEL PRIMER CANTO DEL GALLO

           _En el primer canto que se sigue el
          auctor propone lo que ha de tratar en
           la presente obra: narrando el primer
          naçimiento del gallo y el suceso de su
                         vida._


                   DIALOGO.--INTERLOCUTORES

          _MIÇILO çapatero pobre y vn GALLO suyo._

          O líbreme Dios de gallo tan maldito y tan
          bozinglero. Dios te sea aduerso en tu
          deseado mantenimiento, pues con tu ronco
          y importuno bozear me quitas y estorbas
          mi sabroso y bienauenturado sueño,
          holganza tan apazible de todas las cosas.

          Ayer en todo el dia no leuanté cabeça
          trabajando con el alesna y cerda: y avn
          con dificultad es passada la media noche
          y ya me desasosiegas en mi dormir. Calla,
          sino en verdad que te dé con esta horma
          en la cabeça; que mas prouecho me harás
          en la olla quando amanezca, que hazes ay
          bozeando.

          GALLO.--Marauillome de tu ingratitud,
          Miçilo, pues a mí que tanto prouecho
          te hago en despertarte por ser ya hora
          conveniente al trabajo, con tanta cólera
          me maldizes y blasfemas. No era eso lo
          que ayer dezias renegando de la pobreza,
          sino que querias trabajar de noche y de
          dia por auer alguna riqueza.

          MIÇILO.--O Dios inmortal, ¿qué es esto
          que oyo? ¿El gallo habla? ¿Qué mal aguero
          o monstruoso prodigio es este?

          GALLO.--¿Y deso te escandalizas, y con
          tanta turbasion te marauillas, o Miçilo?

          MIÇILO.--¿Pues, cómo y no me tengo
          de marauillar de vn tan prodigioso
          aconteçimiento? ¿Qué tengo de pensar sino
          que algun demonio habla en ti? Por lo
          qual me conuiene que te corte la cabeça,
          porque acaso en algun tiempo no me hagas
          otra mas peligrosa ylusion. ¿Huyes? ¿Por
          qué no esperas?

          GALLO.--Ten paçiençia, Miçilo, y oye lo
          que te diré: que te quiero mostrar quán
          poca razon tienes de escandalizarte, y
          avn confio que despues no te pessará
          oyrme.

          MIÇILO.--Agora siendo gallo, dime ¿tu
          quién eres?

          GALLO.--¿Nunca oyste dezir de aquel gran
          philosopho Pithagoras, y de su famosa
          opinion que tenia?

          MIÇILO.--Pocos çapateros has visto te
          entender con filosofos. A mi alo menos,
          poco me vaga para entender con ellos.

          GALLO.--Pues mira que este fué el hombre
          mas sabio que huuo en su tiempo, y este
          afirmo y tuvo por çierto que las almas
          después de criadas por Dios passauan
          de cuerpos en cuerpos. Probaua con
          gran efficaçia de argumentos: que en
          qualquiera tiempo que vn animal muere,
          está aparejado otro cuerpo en el vientre
          de alguna hembra en dispusiçion de
          reçibir alma, y que a este se passa el
          alma del que agora murió. De manera, que
          puede ser que una mesma alma auiendo sido
          criada de largo tiempo haya venido en
          infinitos cuerpos, y que agora quinientos
          años huuiese sido rey, y despues vn
          miserable azacan[298], y ansi en vn
          tiempo vn hombre sabio, y en otro vn
          neçio, y en otro rana, y en otro asno,
          cauallo o puerco. ¿Nunca tu oyste dezir
          esto?

          MIÇILO.--Por çierto, yo nunca oy cuentos
          ni musicas mas agraçiadas que aquellas
          que hazen entre si quando en mucha priesa
          se encuentran las hormas y charanbiles
          con el tranchete.

          GALLO.--Ansi parece ser eso. Porque la
          poca esperiençia que tienes de las cosas
          te es ocasion que agora te escandalizes
          de ver cosa tan comun a los que leen.

          MIÇILO.--Por çierto que me espantas de
          oyr lo que dizes.

          GALLO.--Pues dime agora, de dónde piensas
          que les viene á muchos brutos animales
          hazer cosas tan agudas y tan ingeniosas
          que avn muy enseñados hombres no bastaran
          hazerlas? ¿Qué has oydo dezir del
          elefante, del tigre, lebrel y raposa?
          ¿Que has visto hacer a vna mona, que se
          podria dezir de aqui a mañana? Ni habrá
          quien tanto te diga como yo si el tiempo
          nos diesse a ello lugar, y tú tuuieses de
          oyrlo gana y algun agradeçimiento. Porque
          te hago saber que ha mas de mil años que
          soy criado en el mundo, y despues acá
          he viuido en infinitas differençias de
          cuerpos, en cada vno de los quales me han
          aconteçido tanta diuersidad de cuentos,
          que antes nos faltaria tiempo que me
          faltasse a mi que dezir, y a ti que
          holgasses de oyr.

          MIÇILO.--O mi buen gallo, qué
          bienauenturado me seria el señorio que
          tengo sobre ti, si me quissieses tanto
          agradar que con tu dulce y sabrosa lengua
          me comunicasses alguna parte de los
          tus fortunosos aconteçimientos. Yo te
          prometo que en pago y galardon de este
          inextimable seruiçio y plazer te dé en
          amaneçiendo la raçion doblada, avnque
          sepa quitarlo de mi mantenimiento.

          GALLO.--Pues por ser tuyo te soy obligado
          agradar, y agora más por ver el premio
          reluzir.

          MIÇILO.--Pues, aguarda, ençenderé candela
          y ponermehe a trabajar. Agora comiença,
          que oyente tienes el mas obediente y
          atento que nunca a maestro oyó.

          GALLO.--O dioses y diosas, favoreced mi
          flaca y dezlenable memoria.

          MIÇILO.--¿Qué dizes? ¿Eres hereje ó
          gentil, cómo llamas á los dioses y diosas?

          GALLO.--Pues, cómo y agora sabes que
          todos los gallos somos françeses como
          el nombre nos lo dize, y que los
          françeses hazemos deso poco caudal?
          Principalmente despues que hizo liga
          con los turcos nuestro Rey, truxolos
          alli, y medio proffesamos su ley por la
          conuersaçion[299]. Pero de aqui adelante
          yo te prometo de hablar contigo en toda
          religion.

          MIÇILO.--Agora pues comiença, yo te
          ruego, y has de contar desde el primero
          dia de tu ser.

          GALLO.--Ansi lo haré; tenme atençion, yo
          te diré cosas tantas y tan admirables
          que con ningun tiempo se puedan medir,
          y sino fuese por tu mucha cordura no
          las podrias creer. Dezirte he muchos
          aconteçimientos de grande admiraçion,
          verás los honbres conuertidos en vestias,
          y las vestias conuertidas en honbres
          y con gran façilidad. Oyrás cautelas,
          astuçias, industrias, agudeças, engaños,
          mentiras y trafagos en que a la contina
          enplean los honbres su natural, verás en
          conclusion como en vn espejo lo que los
          honbres son de su natural inclinaçion,
          por donde juzgarás la gran liberalidad y
          misericordia de Dios.

          MIÇILO.--Mira, gallo, bien, que pues yo
          me confio de ti, no piensses agora con
          arrogançias y soberuia de eloquentes
          palabras burlar de mi contándome tan
          grandes mentiras que no se puedan creer,
          porque puesto caso que todo me lo hagas
          con tu eloquençia muy claro y aparente,
          auenturas ganar poco interes mintiendo
          a vn honbre tan bajo como yo, y hazer
          injuria a ese filosofo Pithagoras que
          dizes que en otro tiempo fueste y al
          respeto que todo honbre se deue á sí.
          Porque el virtuoso en el cometimiento de
          la poquedad no ha de tener tanto temor a
          los que la verán, como a la verguença que
          deue auer de si.

          GALLO.--No me marauillo, Miçilo, que
          temas oy de te confiar de mi que te
          diré verdad por auer visto una tan gran
          cosa y tan no vsada ni oyda de ti como
          ver vn gallo hablar. Pero mira bien que
          te obliga mucho, sobre todo lo que has
          dicho, a me creer, considerar que pues
          yo hablé, y para ti que no es pequeña
          muestra de deydad, a lo qual repugna el
          mentir; y ya quando no me quisieres
          considerar mas de gallo confia de mi,
          que terné respecto al premio y galardon
          que me has prometido dar en mi comer,
          porque no quiero que me acontezca contigo
          oy lo que aconteçio a aquel ambicioso
          musico Euangelista en esta çiudad. Lo
          qual por te hazer perder el temor quiero
          que oyas aqui. Tu sabras que aconteçio
          en Castilla vna gran pestelençia, (año
          de 1525 fue esta pestelençia)[300] que
          en un año entero y más fue perseguido
          todo el Reyno de gran mortandad. De
          manera que en ningun pueblo que fuesse
          de algunos vezinos se sufria viuir,
          porque no se entendia sino en enterrar
          muertos desde que amanecia hasta en gran
          pieza de la noche que se recogian los
          hombres descansar. Era la enfermedad un
          genero de postema naçida en las ingles,
          sobacos ó garganta, a la qual llamaban
          landre. De la qual siendo heridos suçedia
          vna terrible calentura, y dentro de
          veynte y cuatro horas heria la postema
          en el coraçon y era çierta la muerte.
          Conuenia huyr de conuersaçion y compañia,
          porque era mal contagioso, que luego se
          pegaua si auia ayuntamiento de gentes,
          y ansi huyan los ricos que podian de
          los grandes pueblos a las pequeñas
          aldeas que menos gente y congregaçion
          huuiesse. Y despues se defendia la
          entrada de los que viniessen de fuera
          con temor que trayendo consigo el mal
          corrompiesse y contaminasse el pueblo.
          Y ansi aconteçia que el que no salia
          temprano de la çiudad juntamente con sus
          alhajas y hazienda; si acaso saliese
          algo tarde, quando ya estaua ençendida
          la pestelencia andaua vagando por los
          campos porque no le querian acoxer en
          parte alguna, por lo qual sucedia morir
          por alli por mala prouision de hambre y
          miseria corridos y desconsolados. Y lo
          que más era de llorar, que puestos en la
          neçesidad los padres, huyan dellos los
          hijos con la mayor crueldad del mundo,
          y por el semejante huyan dellos los
          padres por escapar cada qual con la vida.
          Y suçedia que por huyr los sacerdotes
          el peligro de la pestelençia, no auia
          quien confesasse ni administrasse los
          sacramentos, de manera que todos morian
          sin ellos, y en el entierro, o quedauan
          sin sepoltura, o se echauan veynte
          personas en una. Era, en suma, la mas
          trabajada y miserable vida y infeliz que
          ninguna lengua ni pluma puede escriuir
          ni encareçer. Teniasse por conueniente
          medio, do quiera que los honbres estauan
          exerçitarse en cosas de alegria y plazer,
          en huertas, rios, fuentes, florestas,
          xardines, prados, juegos, bayles y todo
          genero de regoçijo; huyendo a la contina
          con todas sus fuerças de qualquiera
          ocasion que los pudiesse dar tristeza y
          pesar. Agora quiero te dezir vna cossa
          notable que en esta nuestra çiudad
          passó; y es que se tomó por ocupacion y
          exerçiçio salutifero y muy conueniente
          para euitar la tristeza y ocasion del
          mal hazer en todas las calles, passos, o
          lo que los antiguos llamaron palestras
          o estadios, y porque mejor me entiendas
          digo que se hazian en todas las calles
          vnos palenques que las cerrauan con vn
          seto de madera entretexida arboleda de
          flores, rosas y yeruas muy graciosas,
          quedando sola vna pequeña puerta por la
          qual al principio de la calle pudiessen
          entrar, y otra puerta al fin por donde
          pudiessen salir, y alli dentro se hazia
          vn entoldado talamo[301] o teatro para
          que se sentassen los juezes, y en cada
          calle auia vn juego particular dentro de
          aquellos palenques o palestras. En vna
          calle auia lucha, en otra esgrima, en
          otra danza y bayle; en otra se jugauan
          virlos, saltar, correr, tirar barra; y
          a todos estos juegos y exerçiçios hauia
          ricas joyas que se dauan al que mejor
          se exercitasse por premio, y ansi todos
          aqui venian a lleuar el palio, o premio
          ricamente vestidos[302] o disfraçados que
          agradaban[303] mucho a los miradores y
          adornauan la fiesta y regocijo. En vna
          calle estaua hecho vn palenque de mucho
          más rico, hermoso y apazible aparato
          que en todas las otras. Estaua hecho vn
          seto con muchos generos y diferencias
          de arboles, flores y frutas, naranjos,
          camuessos, çiruelas, guindas, claveles,
          azuçenas, alelies, rosas, violetas,
          marauillas y jazmines, y todas las frutas
          colgauan de los árboles que juzgaras
          ser allí naturalmente nacidas[304].
          Auia a vna parte del palenque vn teatro
          ricamente entoldado, y en él auia vn
          estrado: debajo de vn dosel de brocado
          estauan sentados Apolo y Orfeo prinçipes
          de la musica de bien contrahechos
          disfrazes. Tenia el vno dellos en la mano
          vna bihuela, que dezian auer sido aquella
          que hubieron los insulanos de Lesbos; que
          yua por el mar haziendo con las olas muy
          triste musica por la muerte de su señor
          Orpheo quando le despedaçaron las mujeres
          griegas, y cortada la cabeça juntamente
          con la vihuela la echaron en el Negro
          Ponto, y las aguas del mar la lleuaron
          hasta Lesbos, y los insulanos la pusieron
          en Delphos en el templo de Apolo, y de
          alli la truxieron los desta çiudad para
          esta fiesta y desafio[305]. Ansi dezian
          estos juezes que la darian por premio
          y galardon al que mejor cantasse y
          tañiesse en vna vihuela, por ser la mas
          estimada joya que en el mundo entre los
          musicos se podia auer. En aquel tiempo
          estaua en esta nuestra çiudad vn honbre
          muy ambiçioso que se llamaba Euangelista,
          el qual avnque era mançebo de edad de
          treynta años y de buena dispusiçion y
          rostro, pero era muy mayor la presunçion
          que de si tenia de passar en todo a
          todos. Este despues que obo andado todos
          los palenques y palestras, y que en
          ninguno pudo auer vitoria, ni en lucha,
          ni esgrima, ni en otro alguno de aquellos
          exerçiçios, acordó de se vestir lo mas
          rico que pudo ayudandose de ropas y joyas
          muy preçiadas suyas y de sus amigos, y
          cargando de collares y cadenas su cuello
          y onbros, y de muchos y muy estimados
          anillos sus dedos, y procuró auer vna
          vihuela con gran suma de dinero, la qual
          lleuaua las clauijas de oro, y todo el
          mastil y tapa labrada de vn taraçe de
          piedras finas de inestimable valor, y
          eran las maderas del cedro del monte
          Libano, y del ebano fino de la insula
          Meroe, juntamente con las costillas y
          cercos. Tenia por la tapa junto a la
          puente y lazo pintados del mesmo taraçe
          a Apolo y Orpheo con sus vihuelas en
          las manos de muy admirable official que
          la labró. Era la vihuela de tanto valor
          que no auia preçio en que se pudiesse
          estimar. Este como entró en el teatro,
          fue de todos muy mirado, por el rico
          aparato y atauio que traya. Estaua todo
          el teatro lleno de tapetes y estançias
          llenas de damas y caualleros que auian
          venido a ver diffinir aquella preciosa
          joya en aquella fiesta posponiendo su
          salud y su vida. Y como le mandaron los
          juezes que començase a tañer esperando
          dél que lleuaria la ventaja al mesmo
          Apolo que resuçitase. En fin, él començo
          a tañer de tal manera que a juizio
          razonable que no fuese piedra pareçeria
          no saber tocar las cuerdas mas que vn
          asno! Y cuando vino a cantar todos se
          mouieron a escarnio y risa visto que la
          cançion era muy fria y cantada sin algun
          arte, gracia, y donayre de la musica.
          Pues como los juezes le oyeron cantar y
          tañer tan sin arte y orden esperando dél
          el extremo de la musica, hiriendole con
          vn palo y con mucho baldon fue traydo por
          el teatro diciendole vn pregonero en alta
          voz grandes vituperios, y fue mandado
          por los juezes estar vilissimamente
          sentado en el suelo con mucha inominia a
          vista de todos hasta que fue sentenciado
          el juizio, y luego entro vn mançebo de
          razonable disposiçion y edad, natural de
          vna pequeña y baja aldea desta nuestra
          çiudad, pobre, mal vestido y peor
          atauiado en cabello y apuesto. Este traya
          en la mano una vihuela grosera y mal
          dolada de pino y de otro palo comun, sin
          polideza ni afeyte alguno. Tan grosero
          en su representaçion que a todos los
          que estauan en el teatro mouio a risa
          y escarnio juzgando que este tambien
          pagaria con Euangelista su atreuimiento y
          temeridad, y puesto ante los juezes les
          demandó en alta voz le oyessen, y despues
          de auer oydo a aquellos dos tan señalados
          musicos en la vihuela Torres Naruaez y
          Macotera, tan nombrados en España que
          admirablemente auian hecho su deuer y
          obligacion, mandaron los juezes que
          tañese este pobre varon, que dixo auer
          por nombre Tespin. El qual como començo
          a tañer hazia hablar las cuerdas con
          tanta exçelençia y melodia que lleuaua
          los honbres bobos, dormidos tras si; y a
          vna buelta de consonancia los despertaua
          como con vna vara. Tenia de voz vn tenor
          admirable, el qual quando començo a
          cantar no auia honbre que no saliesse
          de si, porque era la voz de admirable
          fuerça, magestad y dulçor. Cantaba en vna
          ingeniosa composicion de metro castellano
          las batallas y vitoria del Rey catolico
          Fernando sobre el Reyno y çiudad de
          Granada, y aquellos razonamientos y auiso
          que pasó con aquel antiguo moro Auenamar,
          descripçion de Alixares, alcazar y
          meschita. Los juezes dieron por Tespin
          la sentençia y vitoria, y le dieron la
          joya del premio y trihunfo, y luego
          voluiendose el pregonero á Euangelista
          que estaua miserablemente sentado en
          tierra le dixo en alta voz: ves aqui,
          o souerbio y ambiçioso Euangelista qué
          te han aprouechado tus anillos, vihuela
          dorada y ricos atauios, pues por causa
          dellos han aduertido todos los miradores
          mas a tu temeridad, locura, ambiçion y
          neçedad, quando por sola la apariençia de
          tus riquezas pensaste ganar el premio, no
          sabiendo en la verdad cantar ni tañer.
          Pues mentiste a ti y a todos pensaste
          engañar serás infame para siempre jamas
          por exemplo del mentir, lleuando el
          premio el pobre Tespin como musico de
          verdad sin aparençia ni fiçion. Esto te
          he contado, Miçilo, porque me dixiste
          que con aparato de palabras no pensasse
          dezirte grandes mentiras, yo digo que
          te prometo de no ser como este musico
          Euangelista, que quiso ganar el premio
          y joya con solo el aparato y apariencia
          de su hermosura y riqueza, con temor que
          despues no solamente me quites el comer
          que me prometes por galardon, pero avn me
          des de palos, y avn por mas te asegurar
          te hago juramento solemne al gran poder
          de dios; y,

          MIÇILO.--Calla, calla gallo,
          oyeme,--dime, y no me prometiste al
          prinçipio que hablarias conmigo en toda
          religion?

          GALLO.--Pues en qué falto de la promesa?

          MIÇILO.--En que con tanta fuerça y
          behemencia juras a dios.

          GALLO.--Pues no puedo jurar?

          MIÇILO.--Vnos clerigos santos que andan
          en esta villa nos dizen que no.

          GALLO.--Dexate desos santones. Opinion
          fue de vnos herejes llamados Manicheos
          condenada por conçilio, que dezian:
          que en ninguna manera era liçito jurar.
          Pero a mi pareçeme que es liçito imitar
          a Dios, pues el juró por si mesmo
          quando quiso hazer çierta la promessa
          a habraan. Donde dize San Pablo que no
          auia otro mayor por quien jurasse Dios,
          que lo jurara como juró por si, y en la
          sagrada escriptura a cada passo se hallan
          juramentos de profetas y santos que juran
          por vida de Dios[306], y el mesmo San
          Pablo le jura con toda su santidad, que
          dixo escriuiendo a los Galatas: si por la
          gracia somos hijos de dios, luego juro a
          dios que somos herederos. Y hazia bien,
          porque ninguno jura sino por el que más
          ama, y por el que conoçe ser mayor. Ansi
          dize el refran: quien bien le jura, bien
          le cree. Pero dexado esto, yo te prometo
          contar cosas verdaderas y de admiraçion
          con que sobrelleuando el trabajo te
          deleyte y de plazer. Pues venido al
          principio de mi ser tú sabrás que como
          te he dicho yo fue aquel gran filosofo
          Pythagoras samio hijo de Menesarra,
          honbre rico y de gran negoçio en la
          mercaderia.

          MIÇILO.--Espera, gallo, que ya me
          acuerdo, que yo he oydo dezir dese sabio
          y santo filosofo, que enseñó muchas
          buenas cosas a los de su tiempo. Agora,
          pues, dime, gallo, porque via dexando de
          ser aquel filosofo veniste a ser gallo,
          vn aue de tan poca estima y valor?

          GALLO.--Primero que viniesse a ser gallo
          fue transformado en otras diuersidades de
          animales y gentes, entre las quales he
          sido rana, y hombre bajo popular y Rey.

          MIÇILO.--Y qué Rey fueste?

          GALLO.--Yo fue Sardanapalo Rey de los
          Medos mucho antes que fuese Pithagoras.

          MIÇILO.--Agora me parece, gallo, que
          me comienças a encantar, o por mejor
          dezir a engañar, porque comienças por
          vna cosa tan repugnante y tan lejos de
          verisimilitud para poderla creer. Porque
          segun yo te he oydo y me acuerdo, ese
          filosofo Pithagoras fue el mas virtuoso
          hombre que huuo en su tiempo. El qual por
          aprender los secretos de la tierra y del
          cielo se fue a Egipto con aquellos sabios
          que alli auia en el templo que entonces
          dezian Sacerdotes de Jupiter Amon que
          vibian en las Syrtes, y de alli se vino
          a visitar los magos a Babilonia, que era
          otro genero de sabios, y al fin se voluio
          a la ytalia, donde llegado a la ciudad
          de Croton hallo que reinaua mucho alli
          la luxuria, y el deleyte, y el suntuoso
          comer y beber, de lo qual los apartó con
          su buena doctrina, y exemplo. Este hizo
          admirables leyes de templança, modestia y
          castidad, en las quales mandó que ninguno
          comiesse carne, por apartarlos de la
          luxuria, y desta manera bastó refrenarlos
          de los viçios y tambien mandaua a
          sus discipulos que por çinco años no
          hablassen, porque conoçia el buen sabio
          quantos males vengan en el mundo por
          el hablar demassiado. ¡Quan contrarias
          fueron estas dos cosas a las costumbres
          y vida de Sardanapalo Rey de los Medos,
          del qual he oydo cosas tan contrarias
          que me hazen creer que finges por burlar
          de mi! Porque he oydo dezir que fue el
          mayor gloton y luxurioso que huuo en sus
          tiempos, tanto que señalaua premios a los
          inuentores de guisados y comeres, y a
          los que de nueuo le enseñasen maneras de
          luxuriar, y ansi este infeliz suçio mando
          poner en su sepoltura estas palabras:
          aqui yaze Sardanapalo, Rey de Medos, hijo
          de Anazindaro: Come honbre, bebe y juega,
          y conociendo que eres mortal satisfaz
          tu animo de los deleytes presentes,
          porque despues no hay de que puedas con
          alegria gozar. Que ansi hize yo, y solo
          me queda que comi y harté este mi apetito
          de luxuria y deleyte, y en fin todo se
          queda acá, y yo resulto conuertido en
          poluo! Mira pues, o gallo, qué manifiesta
          contrariedad ay entre estos dos por donde
          veo yo que me estimes en poco pues tan
          claramente propones cosa tan lexos de
          verisimilitud. O parece que descuydado en
          tu fingir manifiestes la vanidad de tu
          fiçion.

          GALLO.--O quan pertinaz estás, Miçilo,
          en tu incredulidad, ya no sé con que
          juramentos ó palabras te asegure para que
          me quieras oyr. Quanto mas te admirarias
          si te dixesse, que fue yo tambien
          en vn tiempo aquel Emperador Romano
          Heliogabalo, vn tan disoluto gloton y
          vicioso en su comer.

          MIÇILO.--O valame dios si verdad es
          lo que me conto este dia passado este
          nuestro vezino Demophon, que dixo que
          lo hauia leido en vn libro que dixo
          llamarse _Selua de varia leçion_. Por
          cierto si verdad es, y no lo finge aquel
          auctor, argumento me es muy claro de lo
          que presumo de ti, porque en el viçio de
          comer y beber y luxuriar excede avn a
          Sardanapalo sin comparaçion.

          GALLO.--De pocas cosas te comienças a
          admirar, ó Miçilo y de cosas faciles de
          entender te comienças a alterar, y mueues
          dubdas y objeçiones que causan repunançia
          y perplegidad en tu entendimiento. Lo
          qual todo naçe de la poca esperiençia que
          tienes de las cosas, y principalmente
          proçede en ti esa tu confusion de no ser
          ocupado hasta aqui en la especulaçion
          de la filosofia, donde se aprende y
          sabe la naturaleza de las cosas. Donde
          si tú te hubieras exercitado supieras
          la rayz porque aborreci el deleyte y
          luxuria siendo Pythagoras, y le segui avn
          con tanto estudio siendo Heliogabalo,
          o Sardanapalo. No te fatigues agora
          por saber el prinçipio de naturaleza
          por donde proçeda esta variedad de
          inclinaçion, porque ni haze a tu
          proposito ni te haze menester, ni nos
          deuemos agora en esto ocupar. Solamente
          por te dar manera de sabor y graçia en
          el trabajar pretendo que sepas como todo
          lo fue, y lo que en cada estado passé, y
          conocerás como de sabios y neçios, ricos,
          pobres, reyes y filosofos, el mejor
          estado y mas seguro de los bayuenes de
          fortuna tienes tú, y que entre todos los
          hombres tú eres el mas feliz.

          MIÇILO.--Que yo te parezco el mas bien
          auenturado honbre de los que has visto,
          o gallo? Por çierto yo pienso que burlas
          pues no veo en mi porqué. Pero quiero
          dexar de estorbar el discurso de tu
          admirable narracion con mis perplexos
          argumentos, y bastame gozar del deleyte
          que espero reçebir de tu graçioso cuento
          para el passo de mi miserable vida sola
          y trabajada, que si como tú dizes, otro
          más misero y trabajado ay que yo en el
          mundo respecto del qual yo me puedo dezir
          bienauenturado, yo concluyo que en el
          mundo no ay que desear. Agora pues el
          tiempo se nos va, comiençame a contar
          desde que fueste Pythagoras lo que
          passaste en cada estado y naturaleza,
          porque neçesariamente en tanta diuersidad
          de formas y variedad de tiempos te
          deuyeron de aconteçer, y visto cosas y
          cuentos dignos de oyr. Agora dexadas
          otras cosas muchas aparte yo te ruego que
          me digas como te suçedio la muerte siendo
          Heliogabalo, y en qué estado y forma
          sucediste despues, y de ay me contarás tu
          vida hasta la que agora possees de gallo
          que lo deseo en particular oyr.

          GALLO.--Tú sabras, cómo ya dizes que
          oyste a Demophon, que como yo fuesse tan
          viçioso y de tan luxuriosa inclinaçion,
          siguio la muerte al mi muy más continuo
          vso de viuir. Porque de todos fue
          aborreçido por mi suçio comer y luxuriar,
          y ansi vn dia acabando en todo deleyte
          de comer y beber esplendidamente, me
          retray a vna privada a purgar mi vientre
          que con grande instançia me aquexó la
          gran repleçion de yrle a baçiar. En el
          qual lugar entraron dos mis mas pribados
          familiares, y por estar ya enhastiados
          de mis viçios y vida suçia, con mano
          armada me començaron a herir hasta que
          me mataron, y despues avn se me huvo de
          dar mi conueniente sepoltura por cumplido
          galardon, que me echaron el cuerpo en
          aquella privada donde estuve abscondido
          mucho tiempo que no me hallaron, hasta
          que fue a salir al Tibre entre las
          inmundiçias y suçiedades que uienen por
          el comun conducto de la çiudad. Y ansi
          sabras, que dexando mi cuerpo caydo
          alli, salida mi ánima se fue a lançar en
          el vientre de una fiera y muy valiente
          puerca que en los montes de Armenia
          estaua preñada de seys lechones, y yo
          vine a salir en el prímero que pario.

          MIÇILO.--O valame Dios; yo sueño lo que
          oyo? Que de honbre veniste a ser puerco,
          tan suçio y tan bruto animal? No puedo
          disimular admiraçion quando veo que
          tiene naturaleza formadas criaturas como
          tú que en esperiençia y conocimiento
          llena ventaja a mi inhabilidad tan sin
          comparacion. Ya me voy desengañando de mi
          ceguedad, y voy conociendo de tu mucho
          saber lo poco que soy. Y ansi de oy más
          me quiero someter a tu disçiplina, como
          veo que tiene tanta muestra de deidad.

          GALLO.--Y este tienes, Miçilo, por caso
          de admiracion? Pues menos podrias creer
          que aurá alguno que juntamente sea
          honbre y puerco, y avn pluguiesse a dios
          no fuesse peor y mas vil. Que avn la
          naturaleza del puerco no es la peor.

          MIÇILO.--Pues cómo y puede auer algun
          animal mas torpe y suçio que el?

          GALLO.--Preguntaselo a Grilo, noble varon
          griego, el qual boluiendo de la guerra
          de Troya passando por la ysla de Candia
          le conuertio la maga Cyrçes en puerco, y
          despues por ruego de Ulixes le quisiera
          boluer honbre, y tanta ventaja halló
          Grilo en la naturaleza de puerco, y tanta
          mejora y bondad que escogio quedarse
          ansi, y menospreçió boluerse a su natural
          patria.

          MIÇILO.--Por cierto cosas me cuentas que
          avn a los hombres de mucha esperiençia
          cansassen admiraçion, quanto más a vn
          pobre çapatero como yo.

          GALLO.--Pues porque no me tengas por
          mentiroso, y que quiero ganar opinion
          contigo contandote fabulas, sabras que
          esta historia auctorizó Plutarco el
          historiador griego de más auctoridad.

          MIÇILO.--Pues, valame dios, que bondad
          halló ese Grilo en la naturaleza de
          puerco, por la qual a nuestra naturaleza
          de hombre la prefirio?

          GALLO.--La que yo hallé.

          MIÇILO.--Eso deseo mucho saber de ti.

          GALLO.--A lo menos vna cosa trabajaré
          mostrarte como aquel que de ambas
          naturalezas por esperiençia sabra dezir.
          Que comparada la vida y inclinacion de
          muchos hombres al comun viuir de vn
          puerco, es mas perfeto con gran ventaja
          en su natural. Prinçipalmente quando de
          viçios tiene el hombre ocupada la razon.
          Y agora pues es venido el dia abre la
          tienda y yo me passearé con mis gallinas
          por la casa y corral en el entretanto
          que nos aparejas, el manjar que emos de
          comer. Y en el canto que se sigue verás
          claramente la prueba de mi intinçion.

          MIÇILO.--Sea ansi.


          _Fin del primer canto del gallo._


                               NOTAS:

[298] En el códice de Gayangos _aguadero_.

[299] En el códice de La Romana se añade, á modo de apostilla, pero
de la misma letra: «y agora que son lutheranos no diffieren de la
gentilidad».

[300] La indicación del año que parece un paréntesis está en el códice
de Gayangos, pero falta en el de La Romana.

[301] Falta la palabra _tálamo_ en el códice de La Romana.

[302] En el códice de La Romana _ataviados_.

[303] En el mismo códice _agraciaban_.

[304] En el códice de Gayangos dice sólo que «colgaban de los ramos».

[305] En la Romana «y de allí la truxieron los de esta ciudad por cosa
admirable, y la daban agora al que fuese triunfoso en esta fiesta y
desafío».

[306] Así en La Romana. En Gayangos «vive Dios».




                         ARGUMENTO
               DEL SEGUNDO CANTO DEL GALLO

          En el segundo canto que se sigue, el
            auctor imita a Plutarco en vn dialogo que
            hizo entre Ulixes y vn griego llamado
            Grilo; el qual auia Cyrçes conuertido
            en puerco. En esto el auctor quiere
            dar a entender, que quando los hombres
            estan encenagados en los viçios y
            prinçipalmente de la carne son muy peores
            que brutos, y avn ay muchas fieras que
            sin comparaçion los exceden en el vso de
            la virtud.


          GALLO.--Ya parece, Miçilo, que es hora
          conueniente para començar a vibir, dando
          gracias a dios que ha tenido por bien
          de passar la noche sin nuestro peligro,
          y traernos al dia para que con nuestra
          buena industria nos podamos todos
          mantener.

          MIÇILO.--Bendito sea dios que ansi lo
          ha permitido. Pero dime, gallo, es esta
          tu primera cancion? Porque holgaria de
          dormir vn poco más hasta que cantes
          segunda vez.

          GALLO.--No te engañes, Miçilo, que
          ya canté a la media noche como
          acostumbramos, y como estauas sepultado
          en la profundidad y dulçura del primer
          sueño, no te bastaron despertar mis
          bozes, puesto caso que trabajé por cantar
          lo mas templado y bien comedido que
          pude por no te desordenar en tu suave
          dormir. Por la fortaleza deste primer
          sueño creo yo que llamaron los antiguos
          al dormir ymagen de la muerte, y por su
          dulçura le dixeron los poetas, apazible
          holganza de los dioses. Agora ya será
          casi el dia, que no ay dos horas de la
          noche por passar, despierta que yo quiero
          prosseguir en mi obligaçion.

          MIÇILO.--Pues dizes ser essa hora yo
          me quiero leuantar al trabajo, porque
          proueyendo a nuestro remedio y hambre,
          oyrte me sera solaz. Agora di tu.

          GALLO.--En el canto passado quedé de te
          mostrar la bondad y sosiego de la vida
          de las fieras, y avn la ventaja que en
          su natural hazen a los hombres. Esto
          mostraré ser verdad en tanta manera que
          podria ser, que si alguna dellas diessen
          libertad de quedar en su ser, o venir a
          ser hombre como vos, escogeria quedar
          fiera, puerco, lobo o leon antes que
          venir a ser hombre, por ser entre todos
          los animales la especie mas trabajada
          y infeliz. Mostrarte he el órden y
          conçierto de su vibir, tanto que te
          conuenças afirmar ser en ellas verdadero
          vso de razon, por lo qual las fieras sean
          dignas de ser en mas tenidas, elegidas y
          estimadas que los hombres.

          MIÇILO.--Parece, gallo, que con tu
          eloquençia y manera de dezir me quieres
          encantar, pues te profieres a me mostrar
          vna cosa tan lexos de verdadera y natural
          razon. Temo me que en eso te atreues a
          mi presumiendo que facilmente como a
          pobre çapatero qualquiera cosa me podras
          persuadir. Agora pues desengañate de oy
          mas que confiado de mi naturaleza yo
          me profiero a te lo defender. Di, que
          me plazerá mucho oyr tus sophisticos
          argumentos.

          GALLO.--Por çierto yo espero que no
          te parezcan sophisticos, sino muy en
          demostraçion. Prinçipalmente que no me
          podras negar que yo mejor que quantos ay
          en el mundo lo sabré mostrar, pues de
          ambas naturalezas de fiera y hombre tengo
          hecha esperiencia. Pues agora pareceme
          a mi que el prinçipio de mi prueba se
          deue tomar de las virtudes, justiçia,
          fortaleza, prudençia, continençia
          y castidad, de las quales vista la
          perfeçion con que las vsan y tratan las
          fieras conoçeras claramente no ser manera
          de dezir lo que he propuesto, mas que
          es muy aueriguada verdad. Y quanto a lo
          primero quiero que me digas; si huviesse
          dos tierras, la vna de las quales sin ser
          arada, cabada ni sembrada, ni labrada,
          por sola su bondad y generosidad de buena
          naturaleza lleuasse todas las frutas,
          flores y miesses muy en abundancia? Dime,
          no loarias más a esta tal tierra, y la
          estimarias y antepornias a otra, la qual
          por ser montuosa y para solo pasto de
          cabras avn siendo arada, muy rompida,
          cabada y labrada con dificultad diesse
          fruto poco y miserable?

          MIÇILO.--Por çierto avnque toda tierra
          que da fruto avnque trabajadamente es de
          estimar, de mucho mas valor es aquella
          que sin ser cultivada, o aquella que con
          menos trabajo nos comunica su fruto.

          GALLO.--Pues de aqui se puede sacar y
          colegir como de sentençia de prudente y
          cuerdo, que ay cosas que se han de loar y
          aprobar por ser buenas, y otras por muy
          mejores se han de abraçar, amar y elegir.
          Pues ansi de esta manera verdaderamente
          y con necesidad me conçederas que avnque
          el ánima del hombre sea de gran valor,
          el ánima de la fiera es mucho más; pues
          sin ser rompida, labrada, arada ni
          cabada; quiero dezir, sin ser enseñada
          en otras escuelas ni maestros que de su
          mesma naturaleza es mas abil, presta y
          aparejada a produçir en abundançia el
          fruto de la virtud.

          MIÇILO.--Pues dime agora tú, gallo, de
          qual virtud se pudo nunca adornar el alma
          del bruto, porque pareze que contradize a
          la naturaleza de la misma virtud?

          GALLO.--Y eso me preguntas? Pues yo te
          probaré que la vsan mejor que el más
          sabio varon. Porque lo veas vengamos
          primero a la virtud de fortaleza de la
          qual vosotros, y principalmente los
          españoles entre todas las naciones,
          os gloriais y honrrais. Quan vfanos y
          por quan gloriosos os teneis quando
          os oys nombrar atreuidos saqueadores
          de çiudades, violadores de templos,
          destruidores de hermosos y sumptuosos
          edifiçios, disipadores y abrasadores
          de fertiles campos y miesses? Con los
          quales exerçiçios de engaños y cautelas
          aueis adquirido falso titulo y renombre
          entre los de vuestro tiempo de animosos
          y esforçados, y con semejantes obras os
          aueis usurpado el nombre de virtud. Pero
          no son ansi las contiendas de las fieras,
          porque si han de pelear entre si o con
          vosotros, muy sin engaños y cautelas lo
          hazen, abierta y claramente las verás
          pelear con sola confiança de su esfuerço.
          Prinçipalmente porque sus batallas no
          estan subjetas a leyes que obliguen a
          pena al que desamparare el campo en la
          pelea. Pero como por sola su naturaleza
          temen ser vencidos trabajan quanto
          pueden hasta vencer a su enemigo avn que
          no obligan el cuerpo ni sus animos a
          subjeçion ni vasallaje siendo vencidas.
          Y ansi la vençida siendo herida cayda en
          el suelo es tan grande su esfuerço que
          recoxe el animo en vna pequeña parte de
          su cuerpo y hasta que es del todo muerta
          resiste a su matador. No hay entre ellas
          los ruegos que le otorgue la vida; no
          suplicaciones lagrimas ni petiçiones de
          misericordia; ni el rendirse al vençedor
          confesandole la vitoria, como vosotros
          hazeis quando os tiene el enemigo a sus
          pies amenaçandoos degollar. Nunca tú
          viste que vn leon vençido sirua a otro
          leon vençedor, ni vn cauallo a otro,
          ni entre ellos ay temor de quedar con
          renombre de cobardes. Qualesquiera fieras
          que por engaños o cautelas fueron alguna
          vez presas en lazos por los caçadores,
          si de edad razonable son, antes se
          dexarán de hambre y de sed morir que ser
          otra vez presas y captiuas si en algun
          tiempo pudieran gozar de la libertad.
          Aunque algunas vezes aconteçe que siendo
          algunas presas siendo pequeñas se vienen
          a amansar con regalos y apazibles
          tratamientos, y ansi aconteçe darseles
          por largos tiempos en seruidumbre a
          los hombres. Pero si son presas en su
          vejez o edad razonable antes moriran que
          subjetarseles. De lo qual todo claramente
          se muestra ser las fieras naturalmente
          naçidas para ser fuertes y vsar de
          fortaleza, y que los hombres vsan contra
          verdad de titulo de fuertes que ellos
          tienen usurpado diziendo que les venga
          de su naturaleza, y avn esto façilmente
          se verá si consideramos vn prinçipio
          de philosophia que es vniuersalmente
          verdadero; y es, que lo que conuiene
          por naturaleza a vna especie conuiene a
          todos los indiuiduos y particulares igual
          y indiferentemente. Como acontece que
          conuiene a los hombres por su naturaleza
          la risa, por la qual a qualquiera honbre
          en particular conuiene reyrse. Dime
          agora, Miçilo, antes que passe adelante,
          si ay aqui alguna cosa que me puedas
          negar?

          MIÇILO.--No porque veo por esperiençia
          que no ay honbre en el mundo que no
          se rya y pueda reyr; y solo el honbre
          propiamente se rye. Pero yo no sé a que
          proposito lo dizes.

          GALLO.--Digolo porque pues esto es verdad
          y vemos que igualmente en las fieras
          en fortaleça y esfuerço no diffieren
          machos y hembras, pues igualmente son
          fuertes para se defender de sus enemigos,
          y para sufrir los trabajos neçesarios
          por defender sus hijos, o por vuscar su
          mantenimiento, que claramente pareçe
          conuenirles de su naturaleza. Porque ansi
          hallarás de la hembra tigre, que si a
          caso fue a vuscar de comer para sus hijos
          que los tenia pequeños y en el entretanto
          que se ausentó de la cueua vinieron los
          cazadores y se los lleuaron; diez y doze
          leguas sigue a su robador y hallado
          haze con él tan cruda guerra que veynte
          honbres no se le igualaran en esfuerço.
          Ni tampoco para esto aguardan favorecerse
          de sus maridos, ni con lagrimas se les
          quexan contándoles su cuyta como hazen
          vuestras hembras. Ya creo que habrás
          oydo de la puerca de Calidonia quantos
          trabajos y fatigas dio al fuerte Theseo
          con sus fuertes peleas. Que dire de
          aquel sphinge de Pheniçia y de la raposa
          telmesia? Que de aquella famosa serpiente
          que con tanto esfuerço peleó con Apolo?
          Tambien creo que tú abrás visto muchas
          leonas y osas mucho mas fuertes que los
          machos en su naturaleza. Y no se han
          como vuestras mugeres las quales quando
          vosotros estais en lo mas peligroso de
          la guerra estan ellas muy descuidadas
          de vuestro peligro sentadas al fuego, o
          en el regalo de sus camas y deleytes.
          Como aquella Reyna Clithenestra, que
          mientra su marido Agamenon estaua en
          la guerra de troya gozaua ella de los
          bessos y abraços de su adultero Egisto.
          De manera que de lo que tengo dicho
          pareçeme no ser verdad, no ser natural la
          fortaleza a los hombres, porque si ansi
          fuesse igualmente conuernia el esfuerço
          a las henbras de vuestra espeçie, y se
          hallaria como en los machos como aconteçe
          en las fieras. Ansi que podemos dezir,
          que los honbres no de su voluntad, mas
          forjados de vuestras leyes y de vuestros
          principes y mayores venis a exercitaros
          en esfuerço, porque no osais yr contra
          su mandado temiendo grandes penas. Y
          estando los honbres en el peligro más
          fragoso del mar, el que primero en la
          tenpestad se mueue no es para tomar el
          mas pesado remo y trabajar doblado; pero
          cada qual procura yr primero por escoger
          el mas ligero y dexar para los de la
          postre la mayor carga, y avn del todo
          la reusarian sino fuesse por miedo del
          castigo, o peligro en que se ven. Y ansi
          este tal no se puede dezir esforzado, ni
          este se puede gloriar ser doctado desta
          virtud, porque aquel que se defiende de
          su enemigo con miedo de reçebir la muerte
          este tal no se deue dezir magnanimo
          ni esforçado pero cobarde y temeroso.
          Desta manera aconteçe en vosotros
          llamar fortaleza lo que bien mirado con
          prudencia es verdadera cobardia. Y si
          vosotros os hallais ser mas esforçados
          que las fieras, por qué vuestros poetas y
          historiadores quando escriuen y decantan
          vuestras hazañas y hechos en la guerra os
          comparan con los leones, tigres y onzas,
          y por gran cosa dizen que igualastes en
          esfuerço con ellos? Y por el contrario
          nunca en las batallas de las fieras
          fueran en su ánimo comparadas con algun
          hombre. Pero ansi como aconteçe que
          comparamos los ligeros con los vientos,
          y a los hermosos con los angeles,
          queriendo hazer semejantes los nuestros
          con las cosas que exceden sin alguna
          medida ni tasa: ansi parece que desta
          manera comparais los honbres en vuestras
          historias en fortaleza con las fieras
          como a cosas que exceden sin comparaçion.
          Y la causa desto es, porque como la
          fortaleza sea vna virtud que consiste
          en el buen gouierno de las passiones y
          impetus del animo, el qual más sincero y
          perfecto se halla en las peleas que entre
          si tienen las fieras. Porque los hombres
          turbada la razon con la yra y la soberuia
          los ciega y desbarata tanto la colera
          que ninguna cosa hazen con libertad que
          merezca nombre de virtud. Avn con todo
          esto quiero dezir que no teneis porqué os
          quexar de naturaleza porque no os diese
          vñas, colmillos, conchas y otras armas
          naturales que dio a las fieras para su
          defensa, pues que vn entendimiento de
          que os armó para defenderos de vuestros
          enemigos le enbotais y entorpeçeis por
          vuestra culpa y negligençia.

          MIÇILO.--O gallo, quan admirable maestro
          me has sido oy de Retorica, pues con
          tanta abundançia de palabras has
          persuadido tu proposito avn en cosa tan
          seca y esteril. Forçado me has a creer
          que hayas sido en algun tiempo vno de
          los famosos philosophos que obo en las
          escuelas de athenas.

          GALLO.--Pues mira, Micilo, que por pensar
          yo que querias redarguirme lo que tengo
          dicho con algunos argumentos, o con
          algun genero de contradiçion no pasaua
          adelante en mi dezir. Y ya que veo que
          te vas conuenciendo quiero que pasemos a
          otra virtud, y luego quiero que tratemos
          de la castidad. En la qual te mostraré
          que las fieras exçeden a los hombres sin
          alguna comparaçion. Mucho se preçian
          vuestras mugeres tener de su parte por
          exemplo de castidad vna Penelope, vna
          Lucreçia Porçia, Doña Maria de Toledo,
          y doña Ysabel Reyna de Castilla; porque
          dezis que estas menospreçiauan sus vidas
          por no violar la virtud de su castidad.
          Pues yo te mostraré muchas fieras castas
          mil vezes mas que todas esas vuestras, y
          no quiero que comencemos por la castidad
          de la corneja, ni Croton, admirables
          fieras en este caso, que despues de sus
          maridos muertos guardan la viudez no
          qualquiera tiempo, pero nueue hedades
          de hombres sin ofender su castidad. Por
          lo qual neçesariamente me deues conçeder
          ser estas fieras nueue vezes mas castas
          que las vuestras mugeres que por exemplo
          teneis. Pero porque tienes entendido de
          mí, Miçilo, que soy retorico, quiero
          que procedamos en el discurso desta
          virtud segun las leyes de Retorica,
          porque por ellas espero vençerte con
          mas façilidad, Y ansi primero veamos la
          difiniçion desta virtud continençia, y
          despues deçenderemos a sus inferiores
          espeçies. Suelen dezir los philosophos,
          que la virtud de continençia es vna
          buena y çierta dispusiçion y regla de
          los deleytes, por la qual se desechan y
          huyen los malos, vedados y superfluos y
          se faboreçen y allegan los neçesarios y
          naturales en sus conuenientes tiempos.
          Quanto a lo primero vosotros los
          hombres todos los sentidos corporales
          corrompeis y deprabais con vuestros
          malos vsos y costumbres y inclinaciones,
          endereçandolos sienpre a vuestro viçioso
          deleyte y luxuria. Con los ojos todas las
          cosas que veis endereçais para vuestra
          laçiuia y cobdiçia. lo qual nosotras las
          fieras no hazemos ansi. Porque quando
          yo era hombre me holgaua y regoçijaua
          con gran deleyte viendo el oro, joyas
          y piedras preçiosas, a tanto que me
          andaua bobo y desbaneçido vn dia tras
          vn Rey o principe si anduuiesse vestido
          y adornado de jaezes y atauios de seda,
          oro, purpura y hermosos colores. Pero
          agora, como lo hacen las otras fieras,
          no estimo yo en más todo eso que al
          lodo y a otras comunes piedras que ay
          por las pedregosas y asperas syerras y
          montañas. Y ansi quando yo era puerco
          estimaua mucho más sin comparaçion hallar
          algun blando y humido cieno, o piçina
          en que me refrescasse rebolcandome.
          Pues si venimos al sentido del oler, si
          consideramos aquellos olores suaues de
          gomas, espeçias y pastillas de que andais
          siempre oliendo, regalando y afeminando
          vuestras personas. En tanta manera que
          ningun varon de vosotros viene a gozar
          de su propia muger si primero no se vnta
          con vnçiones delicadas y odoriferas, con
          las quales procurais inçitar y despertar
          en vosotros a venus. Y esto todo avn
          seria sufridero en vuestras hembras por
          daros deleyte usar de aquellos olores
          laboratorios, afeytes y vnturas; pero lo
          que peor es que lo vsais vosotros los
          varones para incitaros a luxuria. Pero
          nosotras las fieras no lo vsamos ansi,
          sino el lobo con la loba, y el leon con
          la leona, y ansi todos los machos con sus
          hembras en su genero y espeçie gozan de
          sus abraços y açessos solamente con los
          olores naturales y proprios que a sus
          cuerpos dio su naturaleza sin admistion
          de otro alguno de fuera. Quando mas ay, y
          con que ellas mas se deleytan es al olor
          que produçen de si los olorosos prados
          quando en el tiempo de su brama, que es
          quando vsan sus bodas, estan verdes
          y floridos y hermosos. Y ansi ninguna
          hembra de las nuestras tiene necesidad
          para sus ayuntamientos de afeytes ni
          vnturas para engañar y traer al macho
          de su especie. Ni los machos tienen
          neçesidad de las persuadir con palabras,
          requiebros, cautelas ni ofreçimientos.
          Pero todos ellos en su propio tiempo
          sin engaños ni intereses hazen sus
          ayuntamientos atsaydos por naturaleza
          con las dispusiçiones y concurso del
          tiempo, como los quales son inçitados y
          llamados a aquello. Y ansi este tiempo
          siendo passado, y hechas sus preñezes,
          todos se aseguran y mortiguan en su
          incentiuo deleyte, y hasta la buelta
          de aquel mesmo tiempo ninguna hembra
          cobdiçia ni consiente al macho, ni el
          macho la acomete. Ningun otro interese se
          pretende en las fieras sino el engendrar
          y todo lo guiamos y ordenamos como
          nuestra naturaleza lo dispone. Y añade
          á esto que entre las fieras en ningun
          tiempo se cobdiçia ni soliçita ni acomete
          hembra a hembra, ni macho con macho en
          açesso carnal. Pero vosotros los hombres
          no ansi, porque no os perdonais vnos a
          otros; pero muger con muger, y hombre
          con hombre contra las leyes de vuestra
          naturaleza, os juntais, y en vuestros
          carnales açessos os toman vuestros
          juezes cada dia. Ni por esto temeis la
          pena, quanto quiera que sea cruel, por
          satisfazer y cumplir uuestro deleyte
          y luxuria. En tanta manera es esto
          aborreçido de las fieras, que si vn gallo
          cometiese açesso con otro gallo, avn
          que le faltasse gallina, con los picos
          y vñas le hariamos en breue pedaços.
          Pareçe, micilo, que te bas conuençiendo
          y haciendote de mi sentencia, pues tanto
          callas sin me contradezir.

          MIÇILO.--Es tan efficaz, gallo, tu
          persuasion, que como vna cadena me llevas
          tras ti sin poder resistir.

          GALLO.--Dexemos de contar quantos varones
          han tenido sus ayuntamientos con cabras,
          ouejas y perras; y las mugeres que han
          effectuado su lexuria con gimios, asnos,
          cabrones y perros: de los quales açessos
          se han engendrado çentauros, sphinges,
          minotauros y otros admimirables monstruos
          de prodigioso aguero. Pero las fieras
          nunca vsaron ansi, como lo muestra por
          exemplo la continencia de aquel famoso
          mendesio, cabron egipcio, que siendo
          encerrado por muchas damas hermosas para
          que holgase con ellas, ofreçiéndosele
          desnudas delante, las menospreçio, y
          quando se pudo soltar se fué huyendo á
          la montaña á tener sus plazeres con las
          cabras sus semejantes. Pues quanto ves
          que son mas inferiores en la castidad
          los hombres que las fieras, ansi lo
          mesmo se podra dezir en todas las otras
          espeçies y differencias desta virtud
          de continençia.--Pues en lo que toca
          al apetito del comer es ansi, que los
          honbres todas las cosas que comen y
          beben es por deleyte y complacençia
          de la suauidad. Pero las fieras todo
          quanto gustan y comen es por neçesidad y
          fin de se mantener. Y ansi los honbres
          se engendran en sus comidas infinitos
          generos y especies de enfermedades:
          porque llenos vuestros cuerpos de
          excesiuos comeres, es neçesario que á
          la contina haya diuersidad de humores y
          ventosidades: y que por el consiguiente
          se sigan las indisposiçiones. Á las
          fieras dio naturaleza á cada vna su
          comida y manjar conueniente para su
          apetito; a los vnos la yerua, á los otros
          rayzes y frutas; y algunos ay que comen
          carne, como son lobos y leones. Pero los
          vnos no estorban ni vsurpan el manjar ni
          comida á los otros, porque el leon dexa
          la yerua á la oueja y el cieruo dexa su
          manjar al leon. Pero el honbre no perdona
          nada constreñido de su apetito, gula,
          tragazon y deleyte. Todo lo gusta, come,
          traga y engulle; pareçiéndole que solo á
          el hizo naturaleza para tragar y disipar
          todos los otros animales y cosas criadas.
          Quanto á lo primero, come las carnes sin
          tener dellas necesidad alguna que á ello
          le constriña, teniendo tantas buenas
          plantas, frutas, rayzes y yeruas muy
          frescas, salutiferas y olorosas. Y ansi
          no ay animal en el mundo que á las manos
          puedan auer que los honbres no coman. Por
          lo qual les es neçesario que para auer de
          hartar su gula tengan pelea y contienda
          con todos los animales del mundo, y que
          todos se publiquen por sus enemigos. Y
          ansi para satisfazer su vientre tragon
          á la contina tienen guerra con las aues
          del cielo y con las fieras de la tierra
          y con todos los pescados del mar; y á
          todos vuscan como con industrias y artes
          los puedan caçar y prender, y han venido
          á tanto extremo, que por se preçiar no
          perdonan ninguna criatura de su gusto
          acostumbran ya á comer las venenosas
          serpientes, culebras, anguilas, lampreas,
          que son de vna mesma especie; sapos,
          ranas, que son de vn mesmo natural, y han
          hallado para tragarlo todo vnas maneras
          de guisados con ajos, especias, clauo,
          pimienta, y açeyte en ollas y cazuelas,
          en las quales hechos çiertos conpuestos
          y mezclas se engañan los desuenturados
          pensando que les han quitado con aquellos
          coçimientos sus naturales ponçoñas y
          veneno, quedandoles avn tan gran parte
          que los bastan dar la muerte mucho antes
          que lo requiere su natural. ¿Pues qué si
          dezimos de los animales y cosas que de
          su vascosidad y podridunbre produce la
          tierra; hongos, turmas, setas, caracoles,
          galapagos, arañas, tortugas, ratones y
          topos? Y para guisar y aparejar esto
          ¿quantos maestros, libros, industrias y
          artes de cozina vsan y tienen, tan lexos
          del pensamiento de las fieras? Y despues
          con todo esto quéxanse los desuenturados
          de su naturaleza, diziendo que les dió
          cortas las vidas, y que los lleua presto
          la muerte. Y dizen que los medicos no
          entienden la enfermedad, ni saben aplicar
          la mediçina. ¡Bobos, neçios! ¿Que culpa
          tiene su naturaleza si ellos mesmos se
          corronpen y matan con tanta multitud de
          venenosas comidas y manjares? Naturaleza
          todas las cosas desea y procura conseruar
          hasta el peryodo y tiempo que al comun
          les tiene puesto _la vida_[307], y
          para esto les tiene enseñados çiertos
          remedios y mediçinas por si acaso por
          alguna ocasion heridos de algun contrario
          viniessen á enfermar. Pero es tanta la
          golosina, gula y desorden en su comer
          y mantenimiento de los hombres, que ya
          ni ay mediçina que los cure, ni medico
          que curarlos sepa ni pueda. Porque
          ya las artes naturales todas faltan
          para este tiempo: porque bastan más
          corronper y quebrar de sus vidas con sus
          comidas que puede remediar y soldar la
          philosophia y arte de naturaleza. Pero
          las fieras no hazen ansi: porque si al
          perro dió naturaleza que viba doze años
          y treçientos á la corneja: y ansi de
          todas las otras fieras: si los honbres
          no las matan, naturaleza las conserva,
          de manera que todas mueran por pura
          vejez; porque á cada vna tiene enseñada
          su propria mediçina, y cada vna se es
          á sí mesma médica. ¿Quién enseñó á los
          puercos quando enferman yrse luego á
          los charcos á comer los cangrexos con
          que luego son sanos? ¿Quién enseñó al
          galapago quando le ha mordido la vibora
          paçer el orégano y sacudir luego de si
          la ponzoña? ¿Quién enseñó á las cabras
          montesas siendo heridas del caçador comer
          de la yerua llamada dítamo, y saltarle
          luego del cuerpo la saeta? ¿y al çieruo
          en siendo herido yr huyendo á vuscar las
          fuentes de las aguas porque en vañandose
          son sanos del veneno? y á los perros
          fatigados del dolor de la cabeça, quién
          los enseñó á yr luego al prado y paçer
          yerua porque luego son sanos con ella?
          Naturaleza es la maestra de todo esto
          para conseruarlos: en tanta manera que no
          pueden morir sino por sola vejez, si la
          guerra que les da vuestra gula insaçiable
          çesasse. ¿Pues qué si hablassemos de
          las bebidas, los vinos de estrañas
          prouinçias adobados con coçimientos de
          diuersidades de espeçias, despues de
          aquellas curiosas y artifiçiales bebidas
          de aloxa y cerbeça? Y sola la fiera
          mantenida en todo regalo y deleyte sana
          y buena con el agua clara que naturaleza
          le da y le cria en las fuentes perenales
          de la concauidad de la tierra. Pues
          aquellas agudeças, industrias y vibezas
          que saben y vsan las fieras qué diras
          dellas? El perro al mandado de su señor
          salta y vayla y entra çien vezes por
          vn aro redondo que para ganar dineros
          le tiene enpuesto y enseñado el pobre
          peregrino. Los papagayos hablan vuestra
          mesma lengua, tordos y cueruos. Los
          cauallos se ponen y vaylan en los teatros
          y plazas públicas. ¿Paréçete que todo
          esto no es más argumento de vso de razon
          que de flaqueza que aya en su naturaleza?
          Por çierto _que_ no se puede dezir
          otra cosa sino que todos estos doctes
          les venga del valor y perfeçion de su
          natural; en el qual con tanta ventaja
          os exçeden las fieras á los honbres. Á
          lo qual todo sino lo quisieres llamar
          vso de razon, buen juizio, virtud de
          buen injenio y prudençia: vista aquella
          façilidad con que son enseñadas en las
          mesmas artes y agudeças que vosotros, en
          tanta manera que en las fieras parezca
          verdaderamente que nos acordamos de
          lo que por nuestra naturaleza sabemos
          quando nos lo enseñan, lo que vosotros
          no aprendeis sin grande y muy contino
          trabajo de vosotros mesmos, y de vuestros
          maestros. Pues si á esta ventaja no la
          quisieres llamar vso de razon, con tal
          que la conozcas auerla en las fieras,
          llamala como más te pluguiere. Yo á lo
          menos téngola tan conoçida, despues
          que en cuerpos de fieras entré, que me
          marauillo de la çeguedad en que muchos de
          vuestros philósophos estan; los quales
          con infinita diuersidad de argumentos
          persuaden entre vosotros á que creais y
          tengais por aueriguado, que las fieras
          sean muy más inferiores en su naturaleza
          que los hombres; diziendo y afirmando
          que ellos solamente vsan de razon; y
          _que_ por el consiguiente á ellos solos
          conuenga el exerçiçio de la virtud. Y
          ansi por esta causa llaman á las fieras
          brutos. Añaden á esto afirmando que
          solos los hombres vsen de la verdadera
          libertad; siendo por esperiençia tan
          claro el contrario. Como vemos que
          las fieras á ningunas leyes tengan
          subjeçion ni miramiento mas de a las
          de su naturaleza; porque por su buena
          inclinaçion no tuuieron de más leyes
          neçesidad. Pero vosotros los honbres por
          causa de vuestra soberuia y anbiçion,
          os subjetó vuestra naturaleza á tanta
          diuersidad de leyes, no solamente de
          Dios y de vuestros prinçipes y mayores:
          pero aueis os subjetado[308] al juizio
          y sentençia de vuestros vezinos amigos
          y parientes. En tanta manera que sin su
          pareçer no osais comer, ni beber, vestir,
          calçar, hablar ni comunicar. Finalmente
          en todas vuestras obras soys tan subjetos
          al pareçer ajeno, tan atentos a aquella
          tirana palabra y manera de dezir (que
          diran) que no puedo sino juzgar los
          hombres por el más miserable animal y más
          infeliz y descontento de todos los que en
          el mundo son criados. Agora tú, Miçilo,
          si algo desto que yo tengo alegado te
          pareçe contrario á la verdad arguye y
          propon, que yo te respondere si acaso
          no me faltasse á mí el vso de la razon
          con que solia yo en otros tiempos con
          euidente efficaçia disputar.

          MIÇILO.--¡O Gallo! quan admirado me
          tiene esa tu eloquençia, con la qual
          tan efficazmente te has esforçado á me
          persuadir esa tu opinion. Que puedo
          dezir, que nunca gallo cantó como tu oy.
          En tanta manera me tienes contento que
          no creo que ay oy en el mundo hombre más
          rico que yo pues tan gran joya como á
          ti poseo. _Pero_ de lo que me as dicho
          resulta en mi vna dificultad _y dubda_
          que deseo saber[309]: cómo anima de fiera
          bruta pueda ver y gozar de Dios?

          GALLO.--Y agora sabes que las vestias
          se pueden saluar? Ansi lo dize el Rey
          Dauid[310]: _Homines et jumenta saluabis
          Domine_. Dime qué más bruta vestia puede
          ser que el honbre ençenagado en vn viçio
          de la carne, o auariçia, o soberuia, o
          yra, o en otro qualquiera pecado? Pues
          ansi teniendo Dauid á los tales por viles
          brutos vestias ruega por ellos á Dios
          diziendo en su psalmo o cançion: _yo_,
          Señor, por quien vos sois os suplico que
          salueis honbres y vestias. Y por tal
          _vestia_ se tenia Dauid _con ser Rey_
          quando se hallaua pecador que dezia[311]:
          _Ut iumentum factus sum apud te_. Yo
          señor soy vestia en vuestro acatamiento.
          Y ansi quiero que entiendas que en todos
          mis cantos pretendo mostrarte como por
          el viçio son los honbres conuertidos en
          brutos y en peores que fieras.

          MIÇILO.--Dime agora yo te ruego, Gallo,
          dónde aprendiste esta tu admirable manera
          de dezir[312]?

          GALLO.--Yo te lo dire. Sabras que demas
          de ser asessor de Mercurio, el más
          eloquente que fue en la antigüedad, y ser
          el gallo dedicado a Esculapio, que no fue
          menos eloquente que muchos de su tienpo,
          y demas de criarme yo a la contina
          entre vosotros los honbres, quiero que
          sepas con todo esto que yo fue aquel
          philosopho Pythagoras, que fue vno de los
          mas facundos que la Greçia çelebró; y
          prinçipalmente as de tener por aueriguado
          que la mayor eloquençia se adquiere de la
          mucha esperiençia de las cosas, la qual
          he tenido yo entre todos los que en el
          mundo son de mi edad.

          MIÇILO.--Por çierto, yo me acuerdo que
          quando yo era niño oy dezir vna cosa que
          no me acordaua: que fueste vn paje muy
          querido de Mars: y que te tenia para
          que quando yua á dormir algunas noches
          con Venus muger de Vulcano le velasses
          la puerta que ninguno le viesse[313]: y
          prinçipalmente se guardaua que venida la
          mañana el sol no le viesse siendo salido:
          porque no auisasse á Vulcano. Y dezian
          que el sol te echó vna mañana vn gran
          sueño[314]: por lo qual, viendolos el
          sol juntos auisó a Vulcano, y viniendo
          donde estaua el adultero de tu amo los
          tomó juntos en vna red de hierro y los
          presentó á Jupiter _que los castigasse
          el adulterio_.--Y Mars enojado de tu
          descuido te conuertió en gallo, y agora
          de puro miedo pensando que siempre[315]
          estás en guarda _velando al adultero de
          tu amo_ cantas a la mañana, despertando a
          todos mucho antes que salga el sol[316].
          Y esto te dio Mars en pena de tu descuido
          y sueño.

          GALLO.--_Todo eso es fabula y fingimiento
          de poetas para ocupar sus versos:
          que tambien me han hecho asesor de
          Mercurio: y los antiguos me dedicaron
          á Esculapio. Pero la verdad es que yo
          fue aquel filosofo Pythagoras que fue
          vno de los mas facundos que la Greçia
          çelebró, y principalmente es de tener por
          aueriguado, que la mayor eloquencia se
          adquiere de la mucha esperiencia de las
          cosas: la qual he tenido yo entre todos
          los que en el mundo son de mi edad._

          MIÇILO.--Pues[317] dizes que fueste
          philosopho Pytagoras dime[318] algo de
          philosophos, _de su vida y costumbres_:
          porque de aqui adelante teniendo tan buen
          preceptor como á ti me pueda preçiar de
          philosopho: y philosophe entre los de mi
          çiudad y pueblo. Y muestrame como tengo
          de vsar de aquella presunçion, arogançia,
          y obstentaçion, desden y sobreçejo con
          que los philosophos tratan á los otros
          que tienen en la republica estado de
          comunidad.

          GALLO.--De todo te dire, de sus vidas y
          costumbres. Pero porque se me ofreçen
          otras cosas que dezir, mas á la memoria,
          querria eso dexarlo para despues. Pero
          por no te desgraçiar quiero te obedeçer.
          Y ansi te quiero dezir de vn poco de
          tiempo que fue clerigo: la qual es
          profesion de philosopho[319] cristiano:
          donde conjeturarás lo que en la vna y
          otra philosophia son los honbres el dia
          de oy. Y pues es venida la mañana abre
          la tienda: y en el canto que se sigue te
          dire lo demas.


          _Fin del segundo canto del gallo de
                          Luçiano._


                                NOTAS:

[307] Éstas y las demás palabras que vayan en letra bastardilla se
encuentran en el manuscrito que fué de Gayangos y faltan en el de La
Romana. Éstos irán designados en lo sucesivo con las iniciales G. y R.

[308] R., _subjado_.

[309] G., pero vna dificultad y dubda tengo en el alma, que resulta de
lo que has persuadido hasta aqui; lo qual deseo entender.

[310] R. Psalm. XXXV.

[311] Psalm. LXXII.

[312] G., porque solamente me acuerdo auer oydo quando yo era niño.

[313] G., y le despertasses venida la mañana, porque.

[314] G., de manera que los tomó juntos y truxo alli a Vulcano, el qual
los tomó como estauan, en vna red,

[315] G., aun.

[316] G., cantas ordinariamente antes que venga el dia y salga el sol.

[317] G., pero pues.

[318] G., ruegote me digas.

[319] G., clerigo.




                       ARGUMENTO
              DEL TERÇERO CANTO DEL GALLO

          En el terçero canto que se sigue el auctor
            imita á Luçiano en todos sus dialogos:
            en los quales siempre reprehende á los
            philosophos y Religiosos de su tiempo[320].


          MIÇILO.--Esme tan sabrosa tu musica, o
          gallo, que durmiendo te sueño, y imagino
          que á oyrte me llamas. Y ansi soñando
          tu cançion _tan_ suaue muchas vezes
          me despierto con deseo que mi sueño
          fuesse verdad o que siendo sueño nunca
          yo despertasse. Por lo qual agora avn
          no has tocado los primeros puntos de tu
          entonaçion quando ya me tienes sin pereza
          muy despierto con cobdiçia de oyrte: por
          tanto prosigue en tu graçiosa cançion.

          GALLO.--Neçesitado me tienes o Miçilo
          á te conplazer pues tanto te aplaze mi
          dezir. Y ansi yo procurare con todas mis
          fuerças á obedeçer tu mandado. Y pues me
          pediste te dixesse algo del estado de
          los philosophos, dexemos los antiguos
          gentiles que saber agora dellos no hará
          á tu proposito, ni a mi intinçion. Pero
          pues en los cristianos han professado y
          suçedido en su lugar los eclesiasticos
          por ser la mas incunbrada philosophia la
          euangelica: por tanto quiero hablar deste
          proposito: y dezirte de vn poco de tiempo
          que yo fue vn clerigo muy rico.

          MIÇILO.--¿Y en qué manera era esa riqueza?

          GALLO.--Serui a vn obispo desde mi niñez:
          y porque nunca me dio blanca en todo el
          tienpo que le serui hizome clerigo harto
          sin pensarlo yo: porque yo nunca estudié,
          ni lo deseé ser.

          MIÇILO.--Tal clerigo serias tú despues.

          GALLO.--La vida que despues tube te
          lo mostrará. En fin procuróme pagar
          el obispo mi amo con media dozena de
          beneffiçios curados que me dio.

          MIÇILO.--Por cierto con gran carga te
          pagó[321] odiaslos _tú_ todos tener _y
          seruir_?

          GALLO.--No que descargauame yo: porque
          luego hallaua quien me los tomaua frutos
          por pension.

          MIÇILO.--Por Dios, que era ese buen
          disimular. Para mi yo creo que si tú
          ordeñas la leche y tresquilas la lana,
          quiero dezir: que si tú gozas los
          esquilmos del ganado tú te quedas el
          mesmo pastor. O me has de confessar que
          los hurtas al que los ha de auer.

          GALLO.--Por Dios, gran theologo eres.
          No querria yo çapatero tan argutivo
          como tú. A la fe pues sabete que
          passa eso comunmente el dia de oy. Y
          ansi yo me lleué de seys beneffiçios
          curados los frutos por pension cada año
          _que montauan_ mas de treçientas mil
          marauedises. Con esto sienpre despues
          que mi amo murio vibi en Valladolid vna
          villa[322] tan suntuosa en Castilla,
          donde sienpre[323] reside la corte
          real. Y tanbien concurren alli de todas
          differençias de gentes, tierras y
          naçiones por residir alli la Cançilleria
          _audiençia principal del reyno_. Traya á
          la contina muy bien tratada mi persona
          con gran aparato de mula y moços. Y con
          este fausto tenia cabida y conuersaçion
          con todos los perlados y señores, y
          por me entretener con todos con vnos
          fingia negoçios, y con otros procuraua
          _tenerlos_ verdaderos, propios o agenos.
          En fin con todos procuraua tener que dar
          y tomar, y ansi en esta manera de vida
          passé mas de treynta años los mejores
          de mi edad sobre otros treynta que en
          seruiçio del obispo passé.

          MIÇILO.--Por cierto no me pareçe esa
          vida: sino morir.

          GALLO.--En este tienpo yo gozé de muchas
          fiestas, de muchas galas: y inuençiones.
          Era de tanta dama querido, requerido
          y tenido quanto nunca galan cortesano
          lo fue. Porque demas de ser yo muy
          auentajado y platico en la cortesania
          tenia más, que era muy liberal.

          MIÇILO.--Por Dios, bien se gastauan[324]
          los dineros de la iglesia: que dizen los
          predicadores que son hazienda de los
          pobres.

          GALLO.--Pues dizen la verdad; que porque
          la hazienda de la iglesia es de los
          clerigos se dize ser de los pobres porque
          ellos no tienen ni han de tener otra
          heredad: porque ellos suçedieron al tribu
          de Leui: á los quales no dio Dios otra
          posesion.

          MIÇILO.--Por Dios[325], Gallo, mejor
          argumentas tú que yo, y avn esa me parece
          grandissima razon para que los señores
          seglares no deuan lleuar los diezmos
          de la iglesia, pues ellos tienen sus
          mayorazgos y rentas de que se mantener.

          GALLO.--Y avn otra mayor razon ay _para
          eso_, y es: que los diezmos fueron dados
          a los sacerdotes porque rueguen a Dios
          por el pueblo, y por la administraçion de
          los[326] sacramentos. Y ansi porque[327]
          los seglares no son habiles para los
          administrar, por tanto tengo yo[328] por
          aueriguado que no pueden comer[329] los
          diezmos. Y que ansi de todos los que
          lleuaren seran obligados a restituçion.

          MIÇILO.--O valame Dios, qué praticos
          estais en lo que toca a la defensa destos
          vuestros bienes y rentas tenporales, cómo
          mostrais estar llenos de vuestra canina
          cobdiçia. ¡Si la meytad de la cuenta
          hiziessedes de las almas que teneis a
          vuestro cargo!

          GALLO.--Pues sienpre es esa vuestra
          opinion, que los seglares _no_ querriades
          que ningun clerigo tuuiesse nada, ni avn
          con que se mantener.

          MIÇILO.--Pues qué malo seria? Antes me
          pareçe que les seria muy mejor, porque
          más libremente podrian entender en
          las cosas spirituales para que fueron
          ordenados, sino se ocupassen en las
          temporales; y avn yo os prometo que si
          el pueblo os viesse que haziades lo que
          deuidades a vuestro estado, que no solo
          no os lleuassen la parte de los diezmos
          que dezis que os lleuan, pero que os
          darian mucho más. Y avn si bien miramos
          el papa, cardenales, obispos, curas y
          todos los demas de la iglesia[330], ¿cómo
          hallas que tienen tierras, çiudades y
          villas y rentas sino desta manera? Porque
          los enperadores y reyes y prinçipes
          passados vista su bondad les dauan quanto
          querian para se mantener. Y pues ansi lo
          tienen y poseen, ya que los que agora
          son se lo quitasen ¿porqué con pleytos
          y mano armada lo han de defender?[331].
          Que estan llenos los consejos reales,
          _audiençias_ y chançillerías de frayles y
          clerigos; de comendadores y religiosos.
          Que ya no ay en estos publicos _y
          generales_ juizios otros pleytos en qué
          entender sino en[332] eclesiasticos.
          Veamos ¿si a Jesucristo en cuyo lugar
          estan le quitaran la capa estando en el
          mundo, defendierala en juizio o con mano
          armada?

          GALLO.--No, pues avn la vida no defendio,
          _que antes la ofreçio de su voluntad por
          los honbres_.

          MIÇILO.--Pues por eso reniego yo de
          vosotros[333] que todos quereis[334]
          que os[335] guarden vuestros[336]
          preuillegios y exençiones; ser tenidos
          honrrados y estimados de todos, diziendo
          que estais[337] en lugar de Cristo[338]
          para lo que os[339] toca de vuestra[340]
          propria estima y opinion, y en el
          hazer vosotros[341] lo que soys[342]
          obligados, _que es_ en el recogimiento
          de vuestras[343] personas _y buena
          fama y santa ocupacion_; y _en el_
          menospreçio de las tenporales haziendas
          _y posesiones_ no diferis[344] de los
          más crueles tiranos soldados que en los
          exerçitos ay.

          GALLO.--Valame dios, quan indignado estas
          contra los eclesiasticos que los conparas
          con aquellos malos y peruersos y desuella
          caras[345].

          MIÇILO.--Por cierto avn no estoy en dos
          dedos de deziros que avn soys peores,
          porque soys mucho mas perniçiosos a toda
          la republica cristiana con vuestro mal
          exenplo.

          GALLO.--¿Por que?

          MIÇILO.--Porque aquellos no han hecho
          profesion de ministros de dios como
          vosotros, ni les damos a ellos de comer
          por tales como a vosotros, ni ay nadie
          que los quiera ni deua imitar como a
          vosotros, y por tanto con sus vidas no
          hazen tanto daño como vosotros hazeis.
          Pues dezidme ¿teneis agora por cosa
          nueua, que todo quanto los eclesiasticos
          poseeis os lo dieron por amor de dios?

          GALLO.--Ansi es verdad.

          MIÇILO.--Pues claro está que todos los
          verdaderos cristianos con tal condiçion
          poseemos estos bienes tenporales que
          estamos aparejados para dexarlos cada vez
          que vieremos cumplir a la gloria y honra
          de Jesucristo y a su iglesia y al bien de
          su cristiandad.

          GALLO.--Tú tienes razon.

          MIÇILO.--¿Pues quanto mas de veras
          lo debria de hazer el pontifiçe, el
          cardenal, el obispo y ansi todos los
          frayles y en comun toda la clereçia
          pues se lo dieron en limosna, y lo
          professan de particular profesion? Que a
          ninguno dixo Cristo: si te demandaren en
          juizio la capa, da capa y sayo? Que si
          preguntamos al clerigo que si dixo Cristo
          a él que no contendiesse en juizio sobre
          estas cosas tenporales diria que no lo
          dixo sino al frayle, y el frayle dize,
          que lo dixo a los obispos y perlados
          que representan los apostoles, y estos
          diran que no lo dixo sino al papa que
          representa en la iglesia su mesma diuina
          persona, y el pontifiçe dize que no sabe
          qué os dezis. Que a todos veo andar
          arrastrados y desasosegados de audiençia
          en audiençia, de juizio en juizio. ¿Qué
          ley sufre que vn guardian o vn prior de
          vn monesterio de San Francisco, ó de
          Santo Domingo, o de San hieronimo trayga
          vn año y diez[346] años pleyto en vna
          chançilleria sobre sacar vna casa o vna
          miserable viña _que dizen conuenirles por
          vn su frayle conuentual_?

          GALLO.--Ese tal pleyto no le trae el
          prior ni el guardian, sino la casa.

          MIÇILO.--No me digas, gallo, esas
          niñerias. Pues quién paga el procurador
          y al letrado y al escribano, y al que
          lo soliçita? y avn como cosa a ellos
          natural el pleytear tienen todos estos
          offiçiales perpetuamente asalariados. O
          dezidme, qué llaman en el monesterio la
          casa? las paredes, piedras y texados?
          Dexadme que esas cosas no son para entre
          niños, y lo que peor es y cosa muy de
          risa: que de cada dia buscais nueuos
          juezes. Agora dezis que el Rey no es
          vuestro juez, agora le quereis que os
          juzgue, y os someteis a su tribunal.
          No ay ley que os ligue ni Rey que os
          subjete; _porque soys_ gente sin Rey y
          sin ley. Que todo genero de animal hasta
          las ranas tienen Rey y le demandaron a
          Dios: y[347] vosotros los eclesiasticos
          quereis vibir libres y exentos. Y ansi
          es neçesario que quanto mas libres soys
          seays mas peruersos, y ya quando os
          sujetais a alguno dezis que ha de ser al
          pontifiçe solo; y a este quereis por juez
          porque esta muy lexos y muy ocupado; y
          cometiendo la causa vos eligereis juez
          que no os aya de matar.

          GALLO.--Tú dizes, Miçilo, la verdad. Pero
          ¿qué quieres que se haga en tales tienpos
          como estos en que estamos; que si alguno
          el dia de oy es sufrido, manso y bueno
          todos se le atreuen? cada vno piensa de
          tomarle la capa, y avn algunas vezes es
          çeuar la maliçia ajena. Quiero dezir: que
          es dar ocasion con tanta mansedunbre a
          que cada vno se atreua a tomarle lo suyo;
          y avnque sea eso virtud euangelica pero
          no sé si la podria sienpre executar el
          honbre con prudençia euangelica avnque
          más fuesse obligado a ella.

          MIÇILO.--Mira, Gallo, si fuesse vn hombre
          que tiene casa[348] hijos y muger de
          mantener, con estado, si le tomassen lo
          suyo, lo que con justo titulo posee,
          no creo que seria prudençia euangelica
          dexarlo perder. Pero tengo que este tal
          ligitimamente lo puede cobrar; y si
          puede por medios liçitos de justicia
          defenderlo. Pero vn fraile, o perlado:
          y qualquiera saçerdote que es solo: y
          no deue tener, ni tiene cuydado de más
          que de su persona, yo bien creo que
          seria obligado a exerçitar esta virtud
          euangelica.

          GALLO.--Por dios, si los clerigos por ay
          huuiessen de yr no abria honbre del mundo
          que no mofasse dellos, y todo el vulgo y
          pueblo los tuuiesse por escarnio y risa.

          MIÇILO.--Por çierto más obligados son
          todos los eclesiasticos, pontifiçe,
          perlados, frayles y clerigos a Dios,
          que no a los honbres: y más a los
          sabios que a los neçios. Gentil cosa
          es que el pontifiçe, perlados, frayles
          y eclesiasticos dexen de hazer lo que
          deuen al seruiçio de Dios y bien de sus
          conçiençias, y _buen_ exenplo de sus
          personas, y mejora de su Republica por lo
          que el vulgo vano podria juzgar. Hagan
          ellos lo que deuen y juzguen los neçios
          lo que quisieren. Ansi juzgauan de Dauid
          porque vaylaua delante del arca del
          Testamento. Ansi juzgauan de Jesucristo
          porque moria en la cruz. Ansi juzgauan a
          los apostoles porque predicauan a Cristo.
          Ansi juzgan agora a los que muy de veras
          quieren ser cristianos menospreçiando
          la vanidad del mundo: y siguiendo el
          verdadero camino de la verdad. Y quién
          ay que pueda escusar los falsos juizios
          del vulgo? Antes aquello se deue de tener
          por muy bueno lo que el vulgo condena
          por malo: y por el contrario, quereislo
          ver? A la maliçia llaman industria.
          A la auariçia y ambiçion grandeza
          de animo. Y al maldiziente honbre
          de buena conuersaçion. Al engañador
          injenioso. Al disimulador y mentiroso y
          trafagador llaman gentil cortesano. Al
          buen tranpista llaman curial. Y por el
          contrario al bueno y verdadero llaman
          simple. Y al que con humildad cristiana
          menospreçia esta vanidad del mundo y
          quiere seguir a Jesucristo dizen que se
          torna loco. Y al que reparte sus bienes
          con el que lo ha menester por amor de
          Dios dizen que es prodigo. El que no
          anda en trafagos y engaños para adquirir
          honrra y hazienda dizen que no es para
          nada. El que menospreçia las injurias por
          amor de Jesucristo dizen que es cobarde y
          honbre de poco animo[349]. Y finalmente
          conuertiendo las virtudes en viçios, y
          los viçios en virtudes, a los ruynes
          alaban y tienen por bienauenturados,
          y a los buenos y virtuosos vituperan
          llamandolos pobres y desastrados. Y
          con todo esto no tienen mala verguença
          de vsurpar el nombre de cristianos no
          teniendo señal de serlo. Pues pareçete,
          Gallo, que porque el vulgo (que es la
          muchedunbre destos desuariados que
          hazen lo semejante) juzguen mal de los
          eclesiasticos que menospreçien los bienes
          tenporales y recoxan sus spiritus en la
          imitaçion de _su maestro_ Cristo dexen de
          hazer lo que deuen? Por çierto miserable
          y desuenturado estado es ese que dizes
          que tuuiste, ¡o Gallo! Pero dexado agora
          eso, que despues bolueras a tu proposito:
          dime yo te ruego, pues todo lo sabes:
          quién fue yo antes que fuesse Miçilo? Si
          tube esas conuersiones que tú?

          GALLO.--Eso quiero yo para que me puedas
          pagar el mal que has dicho de mí.

          MIÇILO.--Que dizes entre dientes? Por qué
          no me hablas alto?

          GALLO.--Dezia que mucho holgaré de te
          conplazer en lo que me demandas: porque
          yo mejor que otro alguno te sabre dello
          dar razon. Y ansi has de creer, que
          todos passamos en cuerpos como has oydo
          de mí. Y ansi te digo que tú eras antes
          vna hormiga de la India que te mantenias
          de oro que acarreauas del çentro de la
          tierra.

          MIÇILO.--Pues desuenturado de mí, quién
          me hizo tan grande agrauio que me
          quitasse aquella vida tan bienauenturada
          en la qual me mantenia de oro, y me truxo
          a esta vida y estado infeliz, que en esta
          pobreza de hanbre me quiero finar?

          GALLO.--Tu auariçia agrande y insaçiable
          que a la contina tuuiste te hizo que de
          aquel estado viniesses a esta miseria,
          donde _con hanbre_ pagas tu pecado.
          Porque antes auias sido aquel auaro
          mercader ricacho, Menesarco, deste pueblo.

          MIÇILO.--Qué Menesarco dizes? Es aquel
          mercader a quien lleuaron la muger?

          GALLO.--Verguença tenia de te lo dezir.
          Ese mesmo fueste.

          MIÇILO.--Yo he oydo contar este
          aconteçimiento de diuersas maneras a mis
          vezinos: y por ser el caso mio deseo
          agora saber la verdad: _por tanto_
          ruegote mucho que me la cuentes.

          GALLO.--Pues me la demandas yo te la
          quiero dezir, que mejor que otro la sé.
          Y ante todas cosas sabras que tu culpa
          fue porque con todas tus fuerças tomaste
          por interes saber si tu muger te ponia
          el cuerno. Lo qual no deuen hazer los
          honbres, querer saber ni escudriñar en
          este caso mas de aquello que buenamente
          se los ofreçiere a saber.

          MIÇILO.--Pues en verdad que en ese caso
          avn menos debrian los honbres saber de lo
          que a las vezes se les trasluze y saben.

          GALLO.--Pues sabras que en este pueblo
          fue vn _hombre_ rico saçerdote y de
          gran renta: que por no le infamar no
          dire su nonbre. El qual como suele
          aconteçer en los semejantes siendo ricos
          y regalados, avnque ya casi a la vejez
          como no tuuiesse muger propria compró vna
          donzella que supo que vendia vna mala
          madre: en la qual ovo vna _muy_ graçiosa
          y muy hermosa hija. A la qual amó como a
          si _mesmo_, como es propria passion de
          clerigos: y criola en todo regalo mientra
          niña. Y quando la vio en edad razonable
          procuró de la trasegar porque no supiesse
          a la madre. Y ansi la puso en compañia
          de Religiosas y castas matronas que la
          ordenassen[350] en buenas costunbres:
          porque pareçiesse a las virtuosas y no
          tuuiesse los resabios de la madre que
          vendio por preçio la virginidad que
          era la mas valerosa joya que tubo de
          naturaleza.

          Enseñola a cantar y tañer diuersas
          differençias de instrumentos de musica:
          en lo qual fue tan auentajada que cada
          vez que su angelical voz exerçitaua
          aconpañada con vn suaue instrumento
          conuertia los hombres en piedra, o
          encantados los sacaua fuera de si, como
          leemos de la vihuela de Horpheo que a
          su sonido hazia vaylar las piedras de
          los muros de Troya. En conclusion la
          donzella se hizo de tan gran velleza,
          graçia y hermosura, en tanta manera que
          no auia mançebo en nuestra çiudad por
          de alto linaxe que fuesse que no la
          deseasse y requiriesse auer por muger.
          Y tus hados lo queriendo, vuscando su
          padre vn honbre que en virtud y riquezas
          se le igualasse te la ofreçio a ti. Y
          tú avnque te pareçio hermosa donzella
          digna de ser deseada de todo el mundo:
          como no fuesse menor tu cobdiçia de auer
          riquezas que de auer hermosura: por
          añadirte el buen clerigo la dote a tu
          voluntad la açetaste. Y luego como fueron
          hechas las bodas, como suele aconteçer
          en los semejantes casamientos que se
          hazen más por interes mundano que por
          Dios, Satanas procuró reboluerte por
          castigar tu auarienta intençion. Y ansi
          te puso vn gran pensamiento de dezir que
          tu muger no te guardaua la fe prometida
          en el matrimonio. Porque despues de ser
          por su hermosura tan deseada de todos,
          por fuerça te pareçia que deuia seguir
          la naturaleza y condiçion de su madre.
          Despues que passados algunos dias que
          se murio tu suegro, con cuya muerte se
          engrandeçio[351] tu posession avnque
          no tu contento, porque de cada dia
          creçian mas tus zelos y sospecha de la
          castidad de tu Ginebra, la qual con su
          canto, graçia y donayre humillaua el
          çielo. ¡O quantas vezes por tu sosiego
          quisieras más ser casado con vna negra
          de Guinea que no con la linda Ginebra!
          Y principalmente porque suçedio que
          Satanas despertó la soñolienta affiçion
          que estaua adormida en vno de aquellos
          mançebos, generoso y hijo de algo de
          quien fue seruida Ginebra antes que
          casasse. El qual con gran continuaçion
          tornó a la requerir y passear la calle
          soliçitandole la casa y criados. Pero a
          ella poco la mouio porque çiertamente
          te amaua a ti: y tanbien porque ella
          conoçia tu amor y cuydado[352] en la
          guardar. Pues como tú viniesses acaso
          a tener notiçia de la intinçion del
          mançebo: porque tu demasiada sospecha y
          zelos te lo descubrio: procuraste vuscar
          algun medio por donde fuesses çierto
          de su fidelidad. Y ansi tu diligençia
          y soliçitud te truxo a las manos vna
          injeniosa y aguda muger gran sabia en las
          artes magica y inuocaçion de demonios.
          La qual por tus dones se comouio a tus
          ruegos: y se ofreçio a te dezir la
          verdad de lo que en Ginebra huuiesse. Y
          ansi començando por sus artes y conjuros
          halló solamente que a ti solo tu Ginebra
          tenia fe. Pero tú çiego de tu passion
          porfiauas que amaua mas a Liçinio, que
          ansi se llamaua el mançebo. Y la maga
          avn por mas te asegurar vsó contigo de
          vna admirable pruelba. Y fue que ella
          tenia vna copa que obo dedemonio por la
          fuerça de sus encantamentos: la qual auia
          sido hecha por mano de aquella gran maga
          Morganda: la qual copa tenia tal hado:
          que estando llena de vino si beuia honbre
          al qual su muger le era herrada se le
          vertia el vino por los pechos y no beuia
          gota. Y si su muger le era casta beuia
          hasta hartar sin perder gota. De la qual
          tú beuiste hasta el cabo sin que gota se
          perdio[353]. Pero avn no te satisfaziendo
          desta prueba le demandaste que te mudasse
          en la figura y persona del mançebo
          Liçinio, que la querias acometer con
          prueba que se çertificasse mas su bondad
          _por tu seguro_; y ansi fingiendo en tu
          casa que auias de caminar çierta xornada,
          que serían[354] quinze dias de ausençia,
          la maga te mudó en forma y persona de
          Liçinio, y ella tomó[355] figura de vn su
          paje. Y tomando en tu seno muy graçiosas
          y ricas joyas que huuiste de vn platero
          te fueste para Ginebra a tu casa la qual
          avnque estaua labrando _ocupada en sus
          labores_ rodeada de sus donzellas, por
          ser salteada de tu adultero deseo fue
          turbada toda su color y agraçiado rostro.
          Y ansi con el posible desdeño y aspereça
          procuró por aquella vez apartarte de si
          dandote señas[356] de desesperaçion. Pero
          continuando algunas vezes que para ello
          hallaste oportunidad te oyo con alguna
          mas paçiençia. Y vista tu inportunidad
          y las joyas que le ofreçias: las quales
          bastan a quebrantar las diamantinas
          peñas: bastaron en ella ablandar hasta
          mostrar algún plazer en te oyr. Y de
          alli con la continuaçion de tus dadiuas
          y ruegos fue conuençida a te faboreçer
          por del todo no te desesperar. Y ansi vn
          dia que llorauas ante ella por mitigar
          tu pasion comouida de piedad te dixo:
          Yo effetuaria tu voluntad _y demanda_,
          Liçinio, si fuesse yo çierta que no lo
          supiesse nadie. Fue en ti aquella palabra
          vn rayo del çielo del qual sentiste tu
          alma trespasada. Y subitamente corrio
          por tus huesos, venas y nieruos vn yelo
          mortal que dexó en tu garganta elada la
          boz, que por gran pieza no podiste hablar.

          Y quitando a la hora la maga el velo del
          encanto de tu rostro y figura por tu
          importunidad, como vio tu Ginebra que
          tú eras Menesarco su marido, fue toda
          turbada de verguença: y quisiera antes
          ser mil vezes muerta que auer caydo en
          tan grande afrenta. Y ansi mirandote
          al rostro muy vergonçosa, solamente
          sospiraua y sollozcaua conoçiendo su
          culpa. Y tú cortado de tu demasiada
          diligençia solamente le podiste responder
          diziendo: De manera, mi Ginebra, que
          venderias por preçio mi honrra si
          hallasses comprador. Desde aquel punto
          todo el amor que te tenia le conuertio en
          venenoso aborreçimiento. Con el qual no
          se pudiendo sufrir, ni fiandose de ti, en
          viniendo la noche tomando quantas joyas
          tenia, lo mas secreto que pudo se salio
          de tu casa y se fue a vuscar al verdadero
          Liçinio cuya figura le auias representado
          tú: con el qual hizo verdaderos amores
          y liga contra ti por se satisfazer _y
          vengar_ de tu neçedad. Y ansi se fueron
          juntos gozandose por las tierras que mas
          seguras les fueron: y a ti dexaron hasta
          oy pagado y cargado de tus sospechas
          y zelos. El qual veniste a tan grande
          estremo de afrenta y congoja que en breue
          tiempo moriste[357]: y fueste conuertido
          en hormiga y despues en Miçilo venido en
          tu pobreza y miseria, hecho castigo para
          ti y exemplo para otros.

          MIÇILO.--Por cierto eso fue en mí bien
          empleado: y ansi creo que de puro temor
          que tiene desde entonçes mi alma no me
          ha sufrido casarme. Agora prosigue yo te
          ruego, Gallo, en tu transformaçion.

          GALLO.--Pues emos començado a hablar
          de los philosophos deste tiempo, luego
          tras este de quien emos tratado hasta
          aqui te quiero mostrar de otro genero de
          honbres en este estado: del qual yo por
          transformaçion partiçipé. En cuyo pecho
          y vida veras vn _admirable_ misterio o
          modo de vibir sin orden, sin prinçipio,
          sin medio y sin fin. Sin cuenta passan
          su vida, su comer, su beber, su hablar
          y su dormir. Sin dueño, sin señor, sin
          Rey. Ansi naçen, ansi viben, ansi mueren,
          que en ningun tiempo piensan que ay otra
          cosa más que naçer y morir. Ni tienen
          cuenta con çielo, ni con tierra, con
          Dios, ni con Satanas. En conclusion, es
          gente de quien se pueden dezir justamente
          aquellas palabras del _poeta_ Homero:
          Que son inutil carga de la tierra[358].
          Estos son los falsos philosophos que los
          antiguos pintaban con el libro en la mano
          al reues. Y pues pareçe que es venido el
          dia, en el canto que sigue se prosiguira.


          _Fin del terçero canto del gallo._


                                NOTAS:

[320] _Tachado_: Siguesse el terçero canto del sueño o gallo de
Luçiano, orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo
auctor.

[321] G., por cierto esa no era paga, sino agrauio y carga.

[322] G., un pueblo.

[323] G., a la contina.

[324] G., por çierto, bien gastauas.

[325] G., por çierto.

[326] G., y porque administran los.

[327] G., pues.

[328] G., queda por.

[329] G., lleuar.

[330] G., eclesiasticos.

[331] G., ¿porqué no lo han de defender con pleytos y mano armada como
lo hazen?

[332] G., de.

[333] G., de los clerigos y eclesiasticos.

[334] G., quieren.

[335] G., los.

[336] G., sus.

[337] G., estan.

[338] Jesu Cristo.

[339] G., les.

[340] G, su.

[341] G., los clerigos.

[342] G., son.

[343] G., sus

[344] G., diffieren.

[345] G., con soldados, muchos de los quales son malos, peruersos y
desuella caras.

[346] G., seys y diez años.

[347] G., y que.

[348] G., tiene casa, hijos y muger y estado que mantener.

[349] G., es un apocado, y que de cobarde y honbre de poco animo lo
haze.

[350] G., impusiessen.

[351] G., augmentó.

[352] G., conoçia el amor que la tenias y el cuydado.

[353] G., se te derramasse.

[354] G., xornada de.

[355] G., tomó la.

[356] G., muestras.

[357] G., te vino la muerte.

[358] R. Primeramente se leía: _que son carga pessada de la tierra,
sin aprovechar_. Despues se tacharon las palabras _pessada_ y _sin
aprovechar_.




                        ARGUMENTO
                DEL QUARTO CANTO DEL GALLO

          En el quarto canto que se sigue el auctor
            imita á Luçiano en el libro que hizo
            llamado Pseudomantir. En el qual
            descriue marauillosamente mil[359]
            tacañerías y embaymientos y engaños de vn
            falso religioso llamado Alexandro, que
            en muchas partes del mundo fingió ser
            propheta, dando respuestas ambiguas y
            industriosas para adquerir con el vulgo
            crédito y moneda[360].


          GALLO.--En este canto te quiero, Miçilo,
          mostrar los engaños y perdiçion de
          los hombres holgaçanes; que bueltas
          las espaldas á Dios y a su vergüença
          y conçiençia, a vanderas desplegadas
          se van tras los viçios, ceuados de un
          miserable preçio y premio con título
          apocado de limosna, por solo gozar
          debajo de aquellos sus viles habitos
          y costunbres de vna suçia y apocada
          libertad. Oyras vn genero vil de
          encantamento fingido; porque no bastan
          los injenios bajos y viles destas
          desuenturadas gentes mendigas a saber
          el verdadero encantamento, ni cosa que
          tenga título verdadero de saber: no mas
          de porque su vilissima naturaleza no es
          para conprehender cosa que tenga título
          de sçiençia, estudio y especulaçion. Son
          amançebados con el viçio y oçiosidad; y
          ansi, puesto caso que no es de aprobar
          el arte magica y encantar, digo que
          por su vileza se hazen indignos de la
          saber. Y vsando de la fingida es vista
          su ruyn intençion: que no dexan de saber
          la verdadera por virtud. Y ansi sabras,
          Miçilo, que despues de lo passado vine
          a ser hijo de vn pobre labrador que
          vibia en vna montaña, vasallo de vn
          señor muy cobdiçioso que los fatigaua
          ordinariamente con infinitos pedidos de
          inposiçiones, que vno[361] alcançaua a la
          contina al otro. En tanta manera que solo
          el hidalgo se podia en aquella tierra
          mantener, que el labrador pechero era
          neçesario morir de hanbre.

          MIÇILO.--¿Pues porque no se iba tu padre
          á vibir a otra tierra?

          GALLO.--Son tan acobardados para en eso
          los labradores, que nunca se atreuen a
          hazer mudança de la tierra donde naçen:
          porque vna legua de sus lugares les
          pareçe que son las Indias: y imaginan
          que ay alla gentes que comen los honbres
          biuos. Y por tanto muere cada vno en
          el pajar donde naçio, avnque sea de
          hanbre. Y deste padre naçimos dos hijos
          varones, de los quales yo fue el mayor,
          llamado por nonbre Alexandro. Y como
          vimos tanta miseria como passauan con
          el señor los labradores, pensauamos que
          si tomauamos offiçios que por entonçes
          nos libertassen se oluidaria nuestra
          vileza, y nuestros hijos serian tenidos
          y estimados por hydalgos y viuirian en
          libertad. Y ansi yo elegi ser saçerdote,
          que es gente sin ley; y mi hermano fue
          herrero, que _en aquella tierra_ son
          _los herreros_ exentos de los pedidos,
          pechos y velas del lugar donde siruen la
          ferreria. Y ansi yo demandé liçencia a mi
          padre para aprender a leer: _y avn se le
          hizo de mal porque le seruia de guardar
          vnos patos. y ojear los pajaros que no
          comiessen la simiente de vn linar. En
          conclusion mi padre me encomendo_[362]
          por criado y monaçino de vn capellan que
          seruia vn beneffiçio tres leguas de alli.
          ¡O Dios omnipotente, quien te dixera las
          bajezas y poquedades deste honbre! Por
          cierto si yo no huuiera tomado la mano oy
          para te contar[363] de mi y no de otros,
          yo te dixera cosas de gran donayre. Pero
          quierote hazer saber que ninguno dellos
          sabe más leer que deletrear y lo que
          escriben aslo de sacar por discreçion. En
          ninguna cosa estos capellanes muestran
          ser auentajados, sino en comer y beber:
          en lo qual no guardan tiempo ni medida
          ni razon. Con este estuue dos años que
          no me enseñó sino a mal hazer, y _mal
          dezir_, y mal pensar y mal perseuerar. A
          leer me enseñó lo que el sabia, que era
          harto poco, y á escreuir vna letra que
          no pareçia sino que era arado el papel
          con pies de escarabajos. Ya yo era buen
          moço de quinze años, y entendia que para
          yo no ser tan asno como mi amo que deuia
          de saber algun latin. Y ansi me fue á
          Zamora a estudiar alguna gramatica: donde
          llegado me presenté ante el bachiller y
          le dixe mi necesidad, y _el_ me preguntó
          si traya libro: y yo le mostré vn arte
          de gramatica que auia hurtado a mi amo,
          _que fue de los de Pastrana_ que auia
          mas de mil años que se inprimió. Y el me
          mostró en el los nominatiuos que auia de
          estudiar.

          MIÇILO.--¿De qué te mantenias?

          GALLO.--Dauame el bachiller los domingos
          vna çedula suya para vn cura, o capellan
          de vna aldea comarcana el qual me daua
          el çetre del agua bendita _los domingos_
          y andaua por todas las casas a la hora
          del comer echando a todos agua: y en
          cada casa me dauan vn pedaço de pan, con
          los quales mendrugos me mantenia en el
          estudio toda la semana. Aqui estube dos
          años: en los quales aprendi declinaciones
          y conjugaçiones: genero, preteritos y
          supinos. Y porque semejantes honbres
          que[364] yo luego nos enhastiamos de
          saber cosas buenas, y porque nuestra
          intinçion no es saber más: sino tener
          alguna noticia de las cosas y mostrar
          que emos entendido en ello quando al
          tomar de las ordenes nos quisieren
          examinar. Porque si nuestra intinçion
          fuesse saber algo perseuerariamos en el
          estudio. Pero en ordenandonos començamos
          a oluidar y damonos tan buena priesa que
          si llegamos a las ordenes neçios, dentro
          de vn mes somos confirmados asnos. Y ansi
          me sali de Çamora, donde estudiaua harto
          de mi espaçio, y por estar ya enseñado
          á mendigar con el çetre sabiame como
          miel el pedir: y por tanto me bolui a
          ello[365]. Y ansi acordé de yrme por el
          mundo en compañia de otros perdidos como
          yo, que luego nos hallamos vnos a otros.
          Y en esta compañia fue gran tiempo zarlo,
          ó espinel: y alcançe en esta arte de la
          zarleria todo lo que se pudo alcançar.

          MIÇILO.--Nunca esa arte á mi noticia
          llegó: declarate me mas.

          GALLO.--Pues quiero descubrirtelo todo de
          raiz. Tu sabras que yo tenia la persona
          de estatura creçida y andaua vestido
          en diuersas prouinçias de diuersos
          atauios, porque ninguno pudiesse con mala
          intinçion aferrar en mi. Pero mas á la
          contina traya vna vestidura de vuriel
          algo leonado obscuro, honesta, larga y
          con vna barua espesa y muy prolixa, de
          grande autoridad _y un manteo encima,
          puesto á los pechos vn boton_[366]. Otras
          vezes mudando las tierras mudaua el
          vestido: y con la mesma barua vsaua de vn
          habito que en muchas prouinçias llaman
          veguino: con vna saya y vn escapulario de
          Religioso que hazia vida en la soledad
          de la montaña; vna cayada y vn rosario
          largo, de vnas cuentas muy gruesas
          en la mano, que cada vez que la vna
          cuenta caya sobre la otra lo oyan todos
          quantos en vn gran templo estuuiessen.
          Publiqué adiuinar lo que estaua por
          venir, hallar los perdidos, reconçiliar
          enamorados, descubrir los ladrones,
          manifestar los thesoros, dar remedio
          façil á los enfermos y avn resuçitar los
          muertos. Y como de mí los honbres tenian
          noticia venian luego prostrados con
          mucha humildad a me adorar y bessar los
          pies y a ofreçerme todas sus haziendas,
          llamandome todos propheta y diçipulo _y
          sieruo_ de Dios, y luego les ponia en
          las manos vno versos que en vna tabla yo
          traya scriptos con letras de oro sobre vn
          barniz negro; que dezian de esta manera:

           _Muneribus decorare meum vatem atque
          ministrum precipio: nec opum mihi cura,
                   at maxima vatis._

          Estos versos dezia yo auermelos enbiado
          Dios con vn angel del çielo, para que
          por[367] su mandado fuesse yo de todos
          honrrado y agradeçido como ministro y
          sieruo de su diuina magestad. Hallé
          por el reyno de Portogal y Castilla
          infinitos honbres y mugeres los quales
          avnque fuessen muy ricos y de los más
          prinçipales de su republica, pero eran
          tan tímidos superstiçiosos que no alçauan
          los ojos del suelo sin escrupulizar. Eran
          tan façiles en el credito que con vna
          piedra[368] arrebuxada en unos trapos ó
          vn pergamino con vnos plomos ó sellos
          colgando, en las manos de vn hombre
          desnudo y descalço luego se arrojauan y
          humillauan al suelo, y venian adorando y
          ofreciendose a Dios sin se leuantar de
          alli hasta que el prestigioso questor
          los leuantasse con su propria mano; y
          ansi estos como me vian con aquella mi
          santidad vulpina façilmente se me rendian
          sin poder resistir. Venian á consultar
          en sus cosas _conmigo_ todo lo que
          deuian, ó querian hazer y yo les dezia,
          que lo consultaria con Dios, y que yo
          les responderia su diuina determinacion,
          y ansi a sus preguntas procuraua yo
          responder con gran miramiento porque
          no fuesse tomado en palabras por falso
          y perdiesse el credito. Sienpre daua
          las respuestas dubdosas, ó con diuersos
          entendimientos, sin nunca responder
          absolutamente a su intinçion. Como a vno
          que me preguntó; qué preçeptor daria a vn
          hijo suyo que le queria poner al estudio
          de las letras. Respondi que le diesse
          por preçeptores al Antonio de Nebrija
          y a Sancto Thomas. Dando á entender
          que le hiziesse estudiar aquellos dos
          auctores, el vno en la gramatica y el
          otro en la theología; y suçedió morirse
          el mochacho dentro de ocho dias; y como
          sus amigos burlasen del padre porque daua
          credito a mis desuarios y de mis juizios
          llamandolos falsos, respondió que muy
          bien me auia yo dicho: porque sabiendo yo
          que se auia de morir, di a entender que
          auia de tener por preçeptores aquellos
          allá. Y a otro que auia de hacer vn
          camino y temiasse de vnos enemigos que
          tenia, que me preguntó si le estaua bien
          yr aquel camino. Respondi que más seguro
          se estaua en su casa si le podia escusar;
          y caminó por burlar[369] de mi juizio,
          y sucedió que salieron sus enemigos y
          hirieronle mal. Despues como aquel juizio
          se publicó me valio muchos dineros a mi:
          porque desde allí adelante no auian de
          hazer cosa que no la viniessen comigo á
          consultar pagandomelo bien. En fin en
          esta manera dy muchos y diuersos juizios
          que te quisiera agora contar, sino fuera
          porque me queda mucho por dezir. Deziamos
          yo ser Juan de vota Dios[370].

          MIÇILO.--¿Qué hombre es ese?

          GALLO.--Este fingen los zarlos
          superstiçiosos vagabundos que era vn
          zapatero que estaua en la calle de
          amargura en Hierusalen, y que al tiempo
          que passauan a Cristo presso por aquella
          calle, salió dando golpes con vna horma
          sobre el tablero diziendo: vaya, vaya
          el hijo de María; y que Cristo le auia
          respondido: yo yré y tú quedarás para
          sienpre jamas para dar testimonio de mi;
          y para en fe desto mostraua yo vna horma
          señalada en el braço, que yo hazia con
          cierto artifiçio muy façilmente, que
          pareçia estar naturalmente empremida
          allí: y a la contina traya vn compañero
          del mesmo offiçio y perdiçion que fuesse
          mas viejo que yo, porque descubriendonos
          el vno al otro lo que en secreto y
          confession con las gentes tratauamos,
          pareçiendo vn dia el vno y otro dia el
          otro les mostrauamos tener speçie de
          divinaçion y spiritu de profeçia, lo
          qual sienpre nosotros queriamos dar á
          entender. Y haziamos se lo façilmente
          creer por variarnos cada dia en la
          representaçion; y deziales yo que en
          viendome viejo me yba a bañar al rio
          Xordan y luego boluia de edad de treynta
          y tres años que era la edad en que Cristo
          murio. Otras vezes dezia que era vn
          peregrino de Hierusalen, honbre de Dios,
          enviado por él para declarar y absoluer
          los muchos pecados que auia[371] secretos
          en el mundo, que por verguença los
          honbres no los osan descubrir ni confesar
          a ningun confessor.

          MIÇILO.--¿Pues para qué era eso?

          GALLO.--Porque luego en auiendoles hecho
          creer que yo era qualquiera destos dos
          façilmente los podia abunir a qualquiera
          cosa que los quisiesse sacar. Luego como
          los tenia en este estado començaua la
          zarleria cantandoles el espinela, que
          es vn genero de diuinança, a manera de
          dezir la buenauentura. Es vna agudeça y
          desenboltura de hablar, con la qual los
          que estamos platicos en ello sacamos
          façilmente qualesquier genero de scollos
          (que son los pecados) que nunca por
          abominables se confessaron a saçerdote.
          En començando yo a escantar con esta arte
          luego ellos se descubren.

          MIÇILO.--Yo querria saber qué genero de
          pecados son los que se descubren a ti por
          esta arte, y no al saçerdote?

          GALLO.--Hallaua mugeres que tuuieron
          açeso con sus padres, hijos y con muy
          çercanos parientes, y vnas mugeres con
          otras con instrumentos hechos para
          effectuar este viçio; y otras maneras
          que es verguença de las dezir; y hallaua
          honbres que se me confessauan auer
          cometido grandes inçestos, y con animales
          brutos, que por no infiçionar el ayre no
          te los quiero contar. Son estos pecados
          tan abominables que de pura verguença y
          miedo honbres ni mugeres no los osan fiar
          ny descubrir a sus curas ni confessores;
          y ansi aconteçe muchos[372] destos neçios
          morirse sin nunca los confessar.

          MIÇILO.--Pues de presumir es que muchos
          destos honbres y mugeres, pensando bastar
          confessarlos a ti se quedaron sin nunca á
          sacerdote los confessar.

          GALLO.--Pues ese es vn daño que trae
          consigo esta peruersa manera de vibir, el
          qual no es daño qualquiera sino de gran
          caudal.

          MIÇILO.--Querria saber de ti, qué virtud,
          o fuerça tiene esa arte que se los hazeis
          vosotros confessar, y qué palabras les
          dezis?

          GALLO.--Fuerça de virtud no es: pero
          antes industria de Sathanas. La manera de
          palabras era: que luego les dezia yo que
          por auer _aquella persona_ naçido en vn
          dia de vna gran fiesta en çinco puntos de
          Mercurio y otros çinco de Mars, por esta
          causa su ventura estaua en dos puntos de
          gran peligro, y que el vn punto era vibo,
          y el otro era muerto, y que este punto
          vibo conuenia que se cortasse, porque era
          vn gran pecado que nunca confessó, por
          el qual corria gran peligro en la vida.
          En tanta manera que si no fuera porque
          Dios le quiso guardar _por los ruegos del
          bienauenturado San Pedro, que era mucho
          su abogado ante Dios_, que muchas vezes
          le ha cometido el demonio en grandes,
          afrentas donde le quiso auer traydo a
          la muerte; y que agora era enbiado por
          Dios este su peregrino _de Hierusalen_ y
          santo profeta; que soy vno de los doze
          peregrinos que residen á la contina en
          el sancto sepulcro de Hierusalen en
          lugar de los doze apostoles de Cristo;
          _y que yo soy su abogado San Pedro_ que
          conuiene que el me le aya de descubrir _y
          confessar_ para que yo se le absuelua,
          y avn pagarle[373] por el, y asegurarle
          que no penará ni peligrará por el[374]
          _pecado_ más. Y ansi él luego me descubre
          su pecado por graue y inorme que sea; y
          prostrado por el suelo llorando me pide
          misericordia y remedio y le mande quanto
          yo quisiere que haga para ser absuelto,
          que en todo me obedeçerá y avn me dará
          quanto yo le pidiere y el tuuiere para
          su neçesidad; y ansi quando yo veo a
          la tal persona tan obediente y rendida
          digola. Pues mira, hermana, que este
          pecado se ha de absoluer con tres signos
          y tres cruzes y tres psalmos y tres misas
          solenes: las quales se han de dezir en el
          templo del Santo Sepulcro de Hierusalen,
          y que son misas de mucha costa y trabajo,
          porque las han de dezir tres cardenales
          y rebestirse con ellos al altar tres
          obispos; y hanlas de offiçiar tres
          patriarcas vestidos de pontifical, y han
          de arder alli tres çirios a cada misa,
          que pesse cada vno seys libras de cera; y
          luego dize el tal penitente:

          Pues vos mi padre y santo señor vays
          allá hazedlas dezir, y yo al presente
          daré los dineros y limosna que pudiere
          y boluiendo vos por aqui lo acabaré
          de pagar; y yo respondo: que a mi me
          conuiene forçado estar en Hierusalen la
          Semana Santa, y que en llegando se las
          haré dezir, y _ansi_ luego el penitente
          me da diez y veinte[375] ducados y
          más, _o menos_ como _cada qual_ tiene
          la facultad, y yo la doy vna señal por
          la qual quedo de _boluer_ a la visitar
          dentro de vn año o dos, sin pensarla
          mas ver; y otras vezes para auctoriçar
          esta mi mala arte digoles: que yo le
          daré parte del gran trabajo que tengo de
          reçebir en el camino que emos de hazer
          los escolares peregrinos de Hierusalen
          quando todos juntos vamos la Santa pasqua
          de Resureçion por el olio y crisma a la
          torre de Babilonia, como lo tenemos por
          costunbre y promesa traerlo nosotros
          doze para la iglesia de Dios; lo qual
          se trae en doze cauallos yendo nosotros
          a pie. Que van luego los siete y quedan
          los çinco aguardando; y aquellos siete
          que van lleuan siete ropas ricas y siete
          armas, con las quales peleamos con siete
          gigantes que guardan el _santo crisma y
          el_ olio de noche y de dia, y como son
          mas fuertes que nosotros dannos grandes
          palos y bofetadas, hasta que vienen
          del çielo siete donzellas en siete
          nubes y en su fabor siete estrellas;
          las quales peleando con los gigantes
          los vencen y ansi las damos las siete
          ropas, y nos cargan los cauallos del
          _Santo_ olio y crisma y nos venimos con
          ello á Hierusalen para que _en la Santa
          pascua de Resurreçion_ se distribuya
          por toda la cristiandad; y ansi por la
          misericordia de Dios nuestro señor, por
          esta tu limosna te haré parçionera deste
          trabajo que en este viaje tengo de lleuar
          por la iglesia de Dios; y demas desto
          porque quedes más purgada deste pecado
          me vañaré por ti en la fuente y rio
          Xordan vna vez. Y con este fingimiento
          y enbaymiento, fiçiones y engaños las
          hazia tan obedientes a mi mandado, que
          despues de auerme dado su hazienda si
          queria tenia açesso con ellas a medida de
          mi voluntad, y ellas se preçiaban auer
          tenido açesso con el profeta diçipulo
          de Dios y peregrino[376] santo de
          Hierusalen, _sieruo de Jesu-Cristo_[377].
          Y se tenian por muy dichosos los maridos
          por auer querido yo ansi bendezir a su
          muger; y ellas se piensan quedar benditas
          para sienpre jamas _con semejantes
          bendiçiones_. En estas maldades querria
          yo mucho que el mundo estuviesse auisado,
          y que no diesse lugar ninguno a se dexar
          engañar de semejantes honbres malos, pues
          todo esto es manifiesta mentira y fiçion.

          Y sé yo que al presente andan muchos
          por el mundo, los quales tienen engañada
          la mayor parte de los cristianos, y
          se debria procurar que los juezes los
          vuscassen, y hallados los castigassen
          en las vidas, porque es vna speçie de
          superstiçion y hurto el mas nefando
          que entre infieles nunca se vsó, ni
          se sufrió. Y porque veas quanta es la
          desverguença y poquedad de los semejantes
          hombres te quiero contar vn passo que
          passé, porque entiendas que los tales
          ninguna vellaqueria _ni poquedad_ dexan
          de acometer y executar. Sabras que vn dia
          yuamos tres compañeros del offiçio del
          zarlo y espinela, que andauamos vuscando
          nuestra ventura por el mundo. Y como
          llegamos acaso en vna çiudad á la hora
          del comer, nos entramos en vn bodegon,
          donde comimos y bebimos muy a pasto
          todos tres, y acordamos que se saliesse
          el vno á vuscar çierto menester, y como
          se tardasse algo fuele el otro vuscar:
          y ansi me dexaron solo a mi por gran
          pieza de tiempo, y dixome la bodegonera:
          hermano, pagad, ¿que aguardais? Respondi
          yo: aguardo aquellos compañeros que
          fueron á vuscar çierta cosa para nuestra
          necesidad; y ella me dixo: pagad que
          por demas los esperais: por neçios los
          ternia si ellos boluiessen acá; y yo le
          pregunté quanta costa estaua hecha, para
          pagarla; y ella contando á su voluntad y
          sin contradiçion dixo que quatro reales
          auiamos comido y bebido; y luego me
          leuanté de la mesa viniendome para la
          puerta de la casa mostrando vuscar la
          bolsa para la pagar, y dixela: señora
          echadme en vna copa vna vez de vino, que
          todo junto lo pagaré: y diziendo esto
          nos fuemos llegando a vn cuero de vino
          que sobre vna mesa tenia junto a la[378]
          puerta, y la buena dueña, avnque no era
          menos curial en semejantes maldades que
          yo, descuydose: y desató luego el cuero
          echando la cuerda sobre el hombro por
          tener con la vna mano el piezgo y con la
          otra la medida, y começando ella a medir
          le tomé yo la cuerda del ombro y fueme
          lo mas solapadamente que yo pude por la
          calle adelante y avnque ella me llamaua
          no le respondia: ni ella por no dexar
          el cuero desatado me vio mas hasta oy.
          Cansado ya desta miserable y trabajada
          vida fueme a ordenar para clerigo.

          MIÇILO.--¿Con que letras te yuas al
          examen?

          GALLO.--Con seys conejos y otras tantas
          perdiçes que lleué al prouisor, y ansi
          maxcando vn euangelio que me dio a leer,
          y declinando al reues vn nominatiuo me
          passó, y al escrivano que le dixo que no
          me deuia de ordenar respondio: andad que
          es pobre y no tiene de qué viuir.

          MIÇILO.--Por çierto que todo va ansi.
          Que yo conozco clerigos tan neçios y
          tan desuenturados que no les fiaria la
          tauerna del lugar. No saben sino coger
          la pitança y andar, y si les preguntais,
          ¿donde vays tan apriesa? Responde él con
          el mesmo desasosiego: a dezir misa. ¿Que
          no ay mas? Por vn miserable estipendio,
          que si no fuesse por él no la diria.

          GALLO.--La cosa que más lastimado me
          tiene el coraçon en las cosas de la
          cristiandad es esta: el poco acatamiento
          que tienen estos capellanes en el dezir
          misa. Que de todas las naçiones del mundo
          no ay ninguna que más bienes aya reçebido
          de su Dios que los cristianos: que los
          de los otros no son dioses: no los
          pueden dar nada; y con tantas merçedes
          como los ha hecho, que avn asi mesmo se
          les dio, y no ay naçion en el mundo que
          menos acatamiento tenga á su Dios que
          los cristianos: y por eso les da Dios
          enfermedades, pestelençias, hambres,
          guerras, herejes. Que en vn rincon de
          la cristiandad ay todos estos males y
          justamente los mereçen. Que como ellos
          tratan a Dios ansi los trata él a ellos
          a osadas. Que vno que para tauernero
          no es sufiçiente se haze saçerdote por
          ganar de comer: y tanbien tienen desto
          gran culpa los seglares, por el trato
          que anda de misas y varatos malos: que
          si esto no huuiesse no se ordenaria
          tanto perdido y oçioso como se ordenan
          con confiança desto. Escriben los
          historiadores por gran cosa, que vn papa
          ordenó tres saçerdotes y çinco diaconos,
          y ocho subdiaconos. Y agora no hay obispo
          de anillo que cada año no aya ordenado
          quinientos desos ydiotas y mal comedidos
          asnos. Por eso determinó la iglesia que
          los saçerdotes no se pudiessen ordenar
          sino en qvatro temporas: porque entonçes
          ayunasse el pueblo aquellos dias, y
          rogassen á Dios que les diesse buenos
          saçerdotes, y por yr en ello tanta parte
          del bien de la republica. Pues y crees tú
          que se haze esto alguna vez? Yo confio
          que nunca le passa por pensamiento mirar
          en esto a honbre de toda la cristiandad:
          ni avn creo que nunca tú oyste esto hasta
          agora.

          MIÇILO.--No por çierto.

          GALLO.--Pues sabete que es la verdad.
          Aveis de rogar a Dios que os dé buenos
          saçerdotes: porque algunos saçerdotes ay
          que no os los dio Dios, sino el demonio,
          la simonia y avariçia. Como a mí que
          en la verdad yo me ordené por auariçia
          de tener de comer: y simoniacamente me
          dieron las ordenes por seys conejos y
          otras tantas[379] perdiçes, y permitelo
          Dios, _Quia qualis populus talis est
          sacerdos_. Quiere Dios daros ruynes
          saçerdotes por los pecados del pueblo:
          porque qual es el pueblo tales son
          sus[380] sacerdotes.

          MIÇILO.--Por çierto que en quanto dizes
          has dicho verdad, y que me he holgado
          mucho en oyrte. Boluamos, pues, a donde
          dexaste: porque quiero saber tú que tal
          saçerdote heziste.

          GALLO.--Por çierto dese mesmo jaez: y
          avn peor que todos los otros de que
          emos hablado. Luego como fue saçerdote
          el primer año mostré gran santidad: y
          çertificote que yo mudé muy poquito de
          mi vida passada: pero mostraua gran
          religion: y ansi vibi dos años aqui en
          esta villa: y como _me_ viessen la bondad
          que yo representaua, que siempre andaua
          en compañía de vna trulla de clerigos
          santos que ha auido de pocos tiempos en
          ella, andando a la cortina visitando los
          hospitales y corrales donde auia[381]
          pobres, en compañía de vnas mugerçillas
          andariegas y vagarosas, _callegeras que
          no sufren estar vn momento en sus casas
          quedas, que estas con todo desassosiego_
          tratauan en la mesma santidad.

          MIÇILO.--_Mayor santidad tuuieran estando
          en sus casas en oraçion y recogimiento._

          GALLO.---De las quales[382] teniamos
          nuestras çiertas granjerias, como
          camisas, pañizuelos de narizes: y la ropa
          blanca labada cada semana: y algunas
          ollas y otros guisadillos regalados[383]
          y algunoe vizcochos y rosquillas: y como
          vian todos la bondad que representaua
          hablome vn letrado rico si queria
          enseñarle vnos niños pequeños que tenia,
          sus hijos.

          MIÇILO.--Por cierto a cuerdo lobo
          encomendaua los corderos: hydeputa y qué
          Socrates, Pythagoras o Platon: ¿y qué les
          enseñauas?

          GALLO.--Lleuaualos y trayalos del
          estudio, de casa del bachiller de la
          gramatica.

          MIÇILO.--Eso no era sino enseñarles el
          camino por donde auian de yr y venir.
          De manera que moço de çiego te pudieran
          llamar.

          GALLO.--Ansi es. Acompañaua tanbien á
          su muger á qualquiera parte que queria
          salir, lleuauala de la mano, y avn
          algunas vezes la rascaua en la palma.
          Aqui estube dos años en esta casa y de
          aqui me fue a mi tierra á seruir vn
          curazgo.

          MIÇILO.--Pues ¿porque te fueste de
          Valladolid?[384]

          GALLO.--Porque obo çierta sospecha en
          casa que me fue forçado salir de alli.

          MIÇILO.--¿Pues de que fue esa sospecha?

          GALLO.--Allegate aca y dezirtelo he a la
          oreja.

          MIÇILO.--En ese caso poco se puede fiar
          de todos vosotros.

          GALLO.--De aqui me vine á viuir á una muy
          buena aldea de buena comarca y de honbres
          muy ricos. Ofreçianme cada domingo mucho
          vino y mucho pan: y quando moria algun
          feligres toda la hazienda le comiamos
          con mucho placer en entierro y honrras:
          teniamos aquellos dias muy grandes
          papilorrios: que ansi se llaman[385]
          aquellas comidas entre nosotros, _que se
          dan en los mortuorios_.

          MIÇILO.--¡O desdichados de hijos del
          defunto si alguno quedaua: que todo se lo
          auiades de comer; _que bien heredado le
          dexauades comiendoselo todo_!

          GALLO.--Ganenlo.

          MIÇILO.--Pues y vosotros ¿porqué no lo
          ganades tanbien?

          Gallo.--Pues yo ¿a qué lo auia de ganar?
          Aquel era mi offiçio.

          MIÇILO.--Holgar.

          GALLO.--Pues y agora sabes, _quod
          sacerdotium dicit ocium_? Toda nuestra
          vida era holgar y holgar _en toda
          oçiosidad, andandonos cada dia en
          papilorrios, sin tener ninguna buena
          ocupaçion. Porque despues que vn
          capellan de aquellos ha dicho misa con
          aquel descuydo que qualquier offiçial
          entiende en su offiçio y cunplido con el
          papilorrio, no auia mas que yr a cazar._
          Por Dios que estoy bien con la costumbre
          que tienen los saçerdotes de Greçia, que
          todos trabajan en particulares offiçios:
          con los quales _bien ocupados_ ganan de
          comer para sí y para sus hijos.

          MIÇILO.--¿Pues cómo y casados son?

          GALLO.--Eso es lo mejor que ellos tienen:
          porque de alli van mejor dispuestos al
          altar que los de acá.

          MICILO.--Pues ¿porqué no te ocupauas tú
          en leer algun libro?

          GALLO.--Porque quando el hombre no es
          buen lector no le es sabrosa la lectura.
          Y despues desto no podia acabar comigo a
          ocuparme ansi.

          MIÇILO.--Pues ¿cómo te auias en el rezar?

          GALLO.--Como leya mal haziasseme gran
          trabajo rezar maitines cada dia:
          prinçipalmente a la mañana que tardaua
          tres horas en los rezar. Y yo queria
          dezir misa en amaneçiendo, porque a la
          contina me leuantaua con gran sed: y ansi
          por comer temprano dezia misa rezando
          solo prima.

          MIÇILO.--Pues ¿porqué no rezabas maytines
          antes que te acostasses?

          GALLO.--Porque siempre me acostaua las
          noches con mala dispusiçion, _y me caya
          dormido sobre la mesa_: y ansi por
          gouernarme mal en mi comer y beuer me dio
          vn dolor de costado del qual en tres dias
          me acabé, y luego mi alma fue lançada
          en vn corpezuelo de vn burro que estaua
          por naçer. Saly del vientre de mi madre
          saltando y respingando: el mas contento y
          vfano que nunca se vio animal.

          MIÇILO.--¿Y asno tueste? Poco trabajó
          naturaleza en te mudar. ¡O desventurado
          de ti! ¿y en cuyo poder?

          GALLO.--Por cierto desuenturado fue:
          que bien pagué lo que holgué en el
          sacerdoçio. Quisieron los mis tristes
          hados que cayesse en manos de vn
          brauoso[386] recuero andaluz que nunca
          hazia sino beodo renegar. ¡O Dios
          inmortal, qué carga comienço agora! Aqui
          se me dio el triste pago de mi mereçer.
          Porque luego que fue de edad para carga
          serui con la requa ele çeuadero o fatero
          de seys buenos machos que mi amo traya.
          Y lleuando a la contina casi tanta carga
          como cada vno dellos, cada vez que se
          sentia cansado subia en mi tan grande
          como yo: y queria que siempre fuesse
          delante de todos: y ansi sobre esto[387]
          me daua tantos de palos que no podia más
          llevar. Nunca le pareçia al desventurado
          que yo mereçia el comer: y ansi siempre
          entresacaua de todos los machos vna
          pobre raçion con que me hazia perder
          el deseo. Y avn de paja no me queria
          hartar. Pero vsaua yo de una cautela por
          me mantener: que luego en la noche como
          llegauamos a la posada me entraba en la
          caualleriça y echauame luego en el suelo,
          fingiendo querer descansar: y como yo a
          la contina andaua con ruyn albarda y peor
          xaquima façilmente rompia mis miserables
          ataduras: y como echauan de comer á mis
          compañeros procuraua remediarme entre
          ellos; y avn algunos dellos me dauan
          muy fuertes cozes defendiendo su pasto;
          otros auia que teniendo piedad de mi me
          dexauan comer. Pero ¡ay de mí! si aquel
          traydor de mi amo entraua en aquella
          sazon, haziamelo a palos gormar. A la
          contina caminauamos en compañia de otros
          recueros[388], porque ellos lo[389]
          acostumbrauan ansi por se ayudar en
          neçesidad y peligros que de cada dia se
          les ofreçen, para cargar y descargar. Y
          ansi vna vez yuamos por vn camino sobre
          auer llouido tres dias a rreo; y llegamos
          a vn allozar donde estaua vn grande
          atolladero por causa de vnos grandes
          llamares de agua que en todo tiempo auia
          alli; y el bellaco de mi amo por poder
          passar mejor subio sobre mi; y como yo
          no sabia el passo y yua delante de todos
          atollé y cay. ¡O desuenturado de asno!
          vierasme cubierto de lodo y agua que
          no podia sacar braço ni pie; y mi amo
          apeado en medio del barro palos y palos
          en mi. Por çierto mil vezes me quisiera
          alli ahogar; y avn te digo de verdad que
          otras tantas vezes me quise matar si
          no fuera por no caer en _el_ pecado de
          desesperaçion.

          MIÇILO.--Pues deso ¿qué se te daua á ti?

          GALLO.--Tuuiera más que pagar. Porque has
          de tener por çierto que los trabajos que
          yo padeçia en vn estado o naturaleza,
          era en penitençia de pecados que cometia
          en otra. Pues sobre todo esto verás otra
          cosa peor; que guiando tras mi vn mulo
          de aquellos que lleuaua vna gran carga
          de açeyte, y tanbien atolló _junto a
          mi_. Y tanto tuuieron que entender en
          su remedio que me dexauan a mi ahogar;
          y el vellaco de mi amo no hazia sino
          renegar de Dios. En fin entraron él y
          sus compañeros en medio del barro y
          ronpiendo los lazos y sobre carga y avn
          vn cuero de seys arrobas que no se pudo
          remediar; y ansi arrastrando sacaron el
          mulo afuera. Y despues boluieron por
          mi y a palos tirando por las orejas y
          cola me huuieron de sacar. Nunca me
          pareció que era yo inmortal sino alli,
          y pessauame mucho porque en todas las
          speçies de animales en que viui me duraua
          aquella tanto siendo la peor; y lloraua
          porque quando yo fue clerigo, rana, o
          puerco no me perpetué; y vine á viuir
          tanto en vn tan ruyn natural. Despues
          salidos a tierra todos los duelos auian
          de caer sobre mi; porque como el macho
          era vestia de valor, como le sintieron
          algo fatigado, fue de voto de todos que
          me cargassen vn rato el otro cuero que
          lleuaua el mulo y que le regalassen a él;
          proponiendo[390] entre si que llegando a
          la primera venta le tornarian a cargar;
          y yo como vi ser tal su determinaçion, y
          que no podia apelar, porque para ellos
          mesmos no me admitian[391] suplicaçion,
          por tanto callé y sufrí y mal que me
          pessó le lleué hasta que anocheçio.
          Aqui es de llorar; que si por malos de
          mis pecados me detenia algo al pasar de
          vn lodo, o de alguna aspereça, o por
          piedras, o por qualquiera otra ocasion,
          cogia aquel vellaco vna vara que lleuaua
          de doze palmos y vareauame tan cruelmente
          por barriga y ancas y por todo lo que la
          carga descubria que en todo mi cuerpo
          no dexaua lugar con salud. Por çierto
          yo llegué tal aquella noche al meson
          que rogué con gran affeto a Dios que
          me acabasse el viuir. En llegando que
          me descargaron me arrojé al suelo en
          la caualleriza, que ni tenia gana de
          comer, ni avn era yo tan bien pensado
          que me sobrase la çeuada. Pero basta
          que yo llegué tal que no sabia parte
          de mi. Tenia quebrantadas las piernas
          del cansancio, y herido todo el cuerpo
          magullado á palos; y como me hallé tan
          miserable aborreçime en tanta manera que
          estuue por desesperar. Y estando ansi tan
          desbaratado con mi passion acordé (que
          no deuiera) de probar a me libertar, y
          huyendo yrme a mis venturas, pensando que
          a açertar a libertarme ganaua descanso
          para toda mi vida; y que a salirme mal no
          podia ser mas que o caer en manos de otro
          vil, o en manos de mi amo que me tornasse
          a palear, o en manos[392] de vn lobo
          que me comiesse. Y ninguna destas cosas
          tenia por peor; y ansi como me determiné
          auiendo çenado los recueros y aparejado
          sus camas en que se acostar, y sobre su
          cansançio y vino començaron a dormir, y
          como tube gran cuydado de ver todo lo que
          passaua, lo mas seguro que pude sali por
          la puerta del meson; y como yo me vi en
          libertad, ¡o Dios soberano! quien podra
          encareçer el gozo en que se vio mi alma.
          Luego me fue al mas correr la calle que
          mas a mano tomé hasta salir del lugar;
          y por el camino que açerté comienço con
          tanta furia a correr que no auia cauallo
          que en ligereza se me pudiesse comparar.
          Que con quanto cansado venia con el cuero
          de açeyte quando al meson llegué, me
          pareçio quando de la possada sali que en
          todo deleyte auia estado aquel mes; y
          quando yo pensé que me auia alongado de
          mi amo cuatro leguas por la gran furia
          con que en dos horas corri; y como la
          noche hazia obscura por el nublo que
          tenia el çielo; echeme con gran seguro
          en vn prado á descansar, y plugo a mis
          tristes hados que en el meson obo[393]
          ocasion como me hallaron menos en la
          caualleriza; y como mi amo fue auisado me
          procuró luego seguir; porque avn no faltó
          quien me vió quando yo salí del lugar,
          y el camino que lleué. Y como caminó a
          toda furia quando amaneçio se halló junto
          a mi. ¡O valame Dios! quando yo le vy,
          quisiera tener vn arma, ó qualquier otro
          medio como[394] me matar. Pluguiera a
          Dios que luego me matara alli; y como me
          vio dixo: ¡a! don traydor, ¿pensastes os
          me yr? Agora me lo pagareis; y diziendo
          esto diome tantos de palos que no pensé
          mas viuir; y puedes creer que digo la
          verdad que en alguna manera me alegré,
          pensando que me acabaua ya, esperando
          que con la muerte me suçediera[395]
          mejor. Pero no mereçia yo tanto bien; y
          ansi me salio al reues; porque quando
          vio que me auia bien castigado subio
          en mi y corriendo como en vna posta me
          tornó al lugar con la posible furia;
          donde llegamos antes que los compañeros
          pudiessen aparejar. Y ansi sin perder
          ellos punto de xornada perdi yo la çena
          y almuerço y descanso; porque luego en
          llegando cargando a todos y a mi nos
          hizieron caminar.

          MIÇILO.--Por çierto mal te trataua ese
          honbre. Mala gente deue de ser recueros.

          GALLO.--Por Dios mala quanto se puede
          encareçer. Es el genero de honbres mas
          vil que en el mundo Dios crió; la hez,
          escoria y deshecho de todos quantos
          son. No tienen cuenta sino con beuer, y
          quanto hurtan, ganan y trapazan no es
          sino para vino, y vino y mas vino. No
          pareçe su cuerpo sino vna cuba manantial.
          Es gente que por su boca nunca professó
          ley, porque sino es lo que el padrino
          respondió por ellos al baptismo nunca
          de la ley de Cristo honbre dellos se
          acordó, ni otro sacramento reçibió.
          Porque toda su vida no entienda[396] sino
          andar con la recua nunca paran quaresma
          en su feligresia para se confesar; y si
          vienen despues de quaresma a su pueblo
          y su cura les dize que se confiessen
          muestran[397] vnas çedulas de confession
          fingidas y falsas, hechas para cumplir.
          Con esto no les verás hazer cosa por
          donde entiendas de qué ley son, porque
          sus dos mas prinçipales obras es[398]
          beber y renegar. Que quaresma ni quatro
          temporas, ni visperas de Santos, ni
          viernes no hazen differençia en el comer.
          Antes mofan de los que en aquellos dias
          hazen alguna espeçificaçion. No quiero
          hablar desta ruyn gente mas, porque
          avn mi lengua, avnque de gallo, tiene
          asco y enpacho de hablar de hombre tan
          peruerso y tan vil. Que si en sus bajezas
          me quisiesse detener, tiempo faltaria
          para dezir. Pero pues tengo intençion
          de te cantar[399] de honbres mas altos,
          de los que tiene el vulgo por nobles y
          los çelebra con solenidad, no me quiero
          detener en honbres tan sueçes, porque me
          pareçe que del tiempo que en los tales
          se gastasse se deuria restituçion. En
          fin quiero concluir con la miserable
          vida que me dió; que ella fue tal que
          en ninguna manera la pude sufrir; y
          ansi viniendo vn dia de Cordoua para
          Salamanca con vn cargo de açeyte, y yo
          traya tanbien mi parte, y no la menor,
          yo venia tan aborrido y tan desesperado
          que propuse en my determinaçion de tomar
          la muerte, ofreçida la oportunidad; y
          ansi vna mañana bajando vn porteçuelo
          que dizen de la Corchuela, deçendiendo
          sobre el rio Taxo a passar la puente
          del Cardenal, viniendo por la ladera de
          la sierra pareçese el rio de Taxo abajo
          que va por entre vnas peñas con mucho
          ruydo y braueza, que a todos quantos por
          alli passan pone espanto. Luego como vi
          aquella ocasion pense arroxarme de alli
          al rio y acabar aquella vida de tanto
          trabajo, hambre y miseria contina; y ansi
          a vna vuelta que la sierra da en que
          descubre el rio vn gran pedaço, por razon
          de auer comido con la fuerça que por alli
          lleua vna gran parte de la montaña, está
          vn despeñadero muy grande, que el que de
          alli cayere no puede parar hasta el rio.

          Suçedio que yendo yo pensando en esto
          dió mi amo vn palo a vn mulo que venia
          tras mi, y herido el mulo con algun pauor
          quiso[400] passar _ante mí_; y con la
          furia y fuerça que lleuaua encontró con
          mi flaqueza y façilmente me hizo rodar
          a mí y a mis cueros de açeyte. De tal
          manera que dando de peña en peña hecho
          pedaços llegué al rio sin sentir el dolor
          que padeçen con la demasiada agua los que
          se ahogan; y ansi acabé la más misserable
          vida y más penosa que en el mundo jamas
          se padeçió. Con protestaçion que hize mil
          vezes de ser bueno por no venir á otro
          tan gran mal.

          MIÇILO.--Deseo tenia de verte salir de
          tan gran[401] penitencia, y heme holgado
          mucho en averte oydo hasta aqui; ya
          pareçe que es venido el dia, y avn pareçe
          que ha más de media hora que salio el
          sol; y porque no perdamos la coyuntura de
          nuestro ganar de comer, calla y abriré la
          tienda, que mucho á mi sabor has cantado
          oy; y a la noche yo velaré el rato que se
          me ha passado desta mañana sin trabajar,
          y oyrte he hasta que te quieras dormir.
          Agora despierta tus gallinas y venios a
          comer.

          GALLO.--Mira, Miçilo, no te engañes en
          eso comigo, porque yo antes despertaré
          a la media noche y quedaré sin dormir
          mas, que no velaré a la prima noche.
          Pero yo haré vna cosa por te conplazer;
          que recogeré vn hora antes que anochezca
          mis gallinas, y aure dormido un sueño
          bueno quando tú acabes de çenar, y
          despertandome tú yo velaré todo lo que
          querras. Y al sabor de la historia que yo
          cantaré trabajarás tu hasta que quieras
          dormir.

          MIÇILO.--Muy bien dizes; hagasse ansi.
          Quisiera que me dixeras una cosa que
          se me oluidó de te preguntar, y es:
          quando fueste capellan de aquel curazgo
          (que cura te podriamos llamar) ¿cómo te
          sabias auer con tus ouejas? ¿cómo sabias
          gouernar tus feligreses? En fin, ¿cómo te
          auias en su gouierno y confession?[402]
          cómo te huuiste cuando eras cura con tus
          feligreses.

          GALLO.--Eso te diré yo de muy buena
          voluntad, y cantarte he otras muchas
          cosas muy graciosas, que confio holgarás
          de oyr. Porque _en el canto que se sigue_
          te cantaré[403] _de_ vn mançebo de animo
          generoso, çiego y obstinado en los deseos
          y apetito de la carne. Encantado y
          hechizado con el veleño y embaymiento de
          una maga mala muger. Çiego de la razon,
          _disipando el tesoro del buen natural que
          de su padre Dias heredó_; hasta que por
          la[404] misericordia de Dios me quiso
          alumbrar para salir de tan gran confusion
          y vestialidad.

          MIÇILO.--Pues por agora calla que llaman
          a la puerta, que deuen de venir a conprar.


         _Fin del quarto canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[359] G., las.

[360] R. (_tachado_): «Siguesse el quarto canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo auctor».

[361] G., pedidos de pechos, alcaualas y çensos y otras muchas
imposiçiones, que la vna.

[362] R., para aprender a leer; para lo qual me dio.

[363] G., prometido de solo desirte.

[364] G., como.

[365] G., no me pude del todo despegar dello.

[366] G., traya la barua larga y espesa, de grande autoridad.

[367] G., porque por.

[368] G., vn palo arrebuxado.

[369] G., burlando.

[370] G., voto á Dios.

[371] G., ay.

[372] G., muchas destas gentes neçias.

[373] G., le pagaré.

[374] G., aquel.

[375] G., diez ducados, o seys, o quatro, y algunos me dan veynte.

[376] G., hombre.

[377] G., peregrino de Hierusalen.

[378] G., vna.

[379] G., seys.

[380] G., los.

[381] G., y casas pobres.

[382] G., destas.

[383] G., y regalos.

[384] G., saliste de este pueblo?

[385] G., se llaman entre los clerigos.

[386] G., vestial.

[387] G., por lo qual.

[388] G., tragineros.

[389] G., se.

[390] G., poniendo.

[391] G., aprouechara.

[392] G., en poder.

[393] G., se ofreçio.

[394] G., con que.

[395] G., suçederia.

[396] G., entiende.

[397] G., muestranle.

[398] G., son.

[399] G., contar.

[400] G., trabajo por.

[401] G., cruel.

[402] G., que me dixeras como te huuiste, quando eras cura, con tus
feligreses. (_Falta lo restante._)

[403] G., contare.

[404] G., su diuina.




                          ARGUMENTO
                   DEL QUINTO CANTO DEL GALLO

          En el quinto, sexto y septimo cantos que
            se siguen el auctor debajo de vna
            graçiosa historia imita la parabola
            que Cristo dixo por San Lucas en el
            capitulo quince, del hijo prodigo. Verse
            ha en agraçiado estilo vn viçioso mançebo
            en poder de malas mugeres, bueltas las
            espaldas a su honrra, a los honbres y
            a Dios, disipar todos los doctes del
            alma, que son los thesoros que de su
            padre Dios heredó; y verase tambien los
            hechizos, engaños y encantamientos de que
            las malas mugeres vsan por gozar de sus
            laçivos deleytes por satisfazer a sola su
            sensualidad[405].


          MIÇILO.--Por çierto pessado tienen los
          gallos el primer sueño, pues con auerse
          entrado este gallo acostar dos horas
          antes que anocheçiesse no ha mostrado
          despertar.

          GALLO.--No pienses, Miçilo, que avnque
          no canto que duermo, porque yo despierto
          estoy aguardando a que vengas de la çena
          al trabajar[406].

          MIÇILO.--Pues ¿porqué no cantas, que yo
          huuiera ya venido?

          GALLO.--No canto porque avnque nosotros
          los gallos somos musicos de nacion,
          tenemos esta ventaja a los cantores[407]
          de allá: que nosotros tenemos tanto seso
          y cordura en nuestro canto que con el
          buen orden de nuestra musica gouernais
          vuestras obras como con muy çierto y
          reglado relox. Pero vuestros musicos
          cantan sin tiempo, orden y sazon, porque
          han de careçer de seso para bien cantar.
          Cantamos a la media noche, y esta no la
          es; y cantamos al alua por dar loores a
          Dios nuestro hazedor y criador.

          MIÇILO.--Pues ante todas cosas te ruego
          me digas: quando fueste capellan de
          aquel curazgo (que cura te podemos
          llamar) ¿como te sabias auer con tus
          ouejas? ¿Como sabias repastar tus
          feligreses? ¿Como te auias en su gouierno
          y confession? Porque no sé quien tiene
          mayor culpa, el cura proprio con[408]
          encomendar su ganado á vn honbre tan sin
          letras como tú, o tú en lo açeptar.

          GALLO.--Qué quieres que te diga a eso
          sino lo que se puede presumir de mí? En
          fin yo lo hazia como todos los otros
          pastores merçenarios, que no tenemos
          ojo ni cuenta sino al proprio interes y
          salario, obladas y pitanças de muertos;
          y quanto a las conçiençias y pecados,
          quantos[409] quiera que fuessen graues
          no les dezía más sino: no lo hagas[410]
          otra vez; y esto avnque çien vezes me
          viniessen lo mesmo a confessar; y avn
          esto era quanto a los pecados claros,
          y que ninguna dificultad tenian. Pero
          en otros pecados que requerian algun
          consejo, estudio y miramiento disimulaua
          con ellos, porque no sabia yo más
          en el juizio de aquellas causas que
          sabia quando rodé por la montaña sobre
          Texo[411]. En fin en todo me auia como
          aquel merçenario que dize Cristo en el
          Euangelio, que quando ve venir el lobo
          a su ganado huye y lo desampara. Ansi
          en qualesquiera neçesidades y afrentas
          que al feligres se le ofreçiesse[412] me
          tocaua poco a mi, y menos me daua por
          ello.

          MIÇILO.--Dime, si en vna quaresma sabias
          que algun feligres estaua en algun pecado
          mortal, de alguna enemistad o en amistad
          viçiosa de[413] alguna muger, ¿qué
          hazias? No trabajauas por hazer a los
          vnos amigos, y a los otros vuscar medios
          honestos y secretos como los apartar del
          pecado?

          GALLO.--Esos cuydados ninguna pena me
          dauan. Proprios eran del proprio pastor
          cura: viniesse a verlos y proueerlos.
          Comiasse él en cada vn año treçientos
          ducados que valia el benefficio
          paseandose por la corte, y auia yo
          de lleuar toda la carga por dos mil
          marauedis? No pareçe cosa justa.

          MIÇILO.--¡Ay de las almas que lo
          padeçian! Ya me pareçe que te auias
          obligado con aquella condiçion; que el
          cura su culpa pagara.

          GALLO.--Dexa[414] ya esto; y quiero te
          contar vn aconteçimiento que passé en un
          tiempo, en el qual juntamente siendote
          graçioso verás y conoçerás la vanidad
          desta vida, y el pago que dan sus viçios
          y deleytes. Y tambien verás el estado
          en que está el mundo, y los engaños y
          laçiuia de las peruersas y malas mugeres,
          y el fin y daño que sacan los que a sus
          suçias conuersaçiones se dan; y viniendo
          al caso sabras, que en vn tiempo yo
          fue vn muy apuesto y agraçiado mançebo
          cortesano y de buena conuersaçion, de
          natural criança y contina residençia
          en la corte de nuestro Rey. Hijo de
          vn valeroso señor de estado y casa
          real; y por no me dar más a conoçer,
          basta, que porque haze al proçeso de mi
          historia te llego a dezir, que entre
          otros preuillejios y gajes que estauan
          anejos á nuestra casa, era vna compañia
          de çien[415] lanças de las que estan
          en las guardas del Reyno, que llaman
          hombres de armas de guarniçion. Pues
          passa ansi que en el año del señor de
          mil y quinientos y veynte y dos, quando
          los françesses entraron en el Reyno
          de Nauarra con gran poder, por tener
          ausente a nuestro prinçipe, Rey y Señor,
          se juntaron todos los grandes y señores
          de Castilla; guiando por gouernador y
          capitan general el condestable Don Yñigo
          de Velasco para yr en la defensa y amparo
          y restituçion de aquel Reyno, porque se
          auian ya lançado los françesses hasta
          Logroño; y ansi por ser ya mi padre viejo
          y indispuesto me cometio y dió el poder
          de su capitania con çedula y liçençia
          del Rey; y ansi quando por los señores
          gouernadores fue mandado mouer, mandé a
          mi sota capitan y alferez que caminassen
          con su estandarte, siendo todos muy bien
          proueydos y basteçidos por nuestra reseña
          y alarde; porque yo tenia çierto negoçio
          en Logroño en que me conuenia detener le
          mandé que guiassen, y por mi carta se
          pressentassen al Señor Capitan General,
          y yo quedé allí; y despues quando tuue
          acabado el negoçio parti con vn escudero
          mio que á la contina le lleuaba para
          mi conpañia y serviçio en vn roçin; y
          luego como entramos en[416] Nauarra fue
          auisado que las mugeres en aquella tierra
          eran grandes hechizeras encantadoras,
          y que tenian pacto y comunicaçion con
          el demonio para el effecto de su arte
          y encantamiento, y ansi me auisauan
          que me guardasse y viuiesse recatado,
          porque eran poderosas en peruertir
          los honbres y avn en conuertirlos en
          vestias y piedras si querian; y avnque
          en la verdad en alguna manera me
          escandalizasse, holgué en ser auisado,
          porque la neçedad como es regoçijada
          reçibe pasatiempo con semejantes cosas;
          y tanbien porque yo de mi cogeta fue
          affiçionado a semejantes aconteçimientos.
          Por tanto yua deseoso de encontrarme
          con alguna que me encantasse, y avn yua
          de voluntad y pensamiento de trocar por
          alguna parte de aquella arte el fauor
          del prinçipe y su capitania; y caminando
          vna mañana[417] yendo reboluiendo estas
          cosas en mi pensamiento, al bajar de
          vna montaña me apeé por estender las
          piernas, y tanbien porque descansasse
          algo mi cauallo, que començaua ya algo el
          sol a calentar; y ansi como fue apeado
          tirandole de las orejas y estregandole
          el rostro di la rienda a mi escudero
          _Palomades que ansi se llamaua_,
          mandandole[418] que caminasse ante mi;
          y en esto bolui la cabeça atras y veo
          venir tras mi vn honbre en vna vestia,
          el qual en su habito y trato luego que
          llegó me pareçió ser de la tierra; por
          lo qual y por holgar yo mucho de la
          conuersaçion le aguardé, y ansi llegando
          a mi me saludó; y por el semejante se
          apeó para bajar, y luego començé a le
          preguntar por su tierra y lugar, como
          en el camino suele aconteçer y él me
          dixo que era de una aldea pequeña que
          estaua vna legua de allí; y yo trabajaua
          meterle en conuersaçion presumiendo dél
          algun encogimiento, porque como aquella
          tierra estuuiesse al presente en guerras
          tratan con nosotros con algun recato no
          se nos osando confiar. Pero en la verdad
          aquel honbre no mostró mucha cobardia,
          mas antes demasiada liberalidad. Tanto
          que de sus hablas y razones façilmente
          juzgaras ser otra cosa que honbre, porque
          ansi con su habla me embelleñó que casi
          no supe de mi, y ansi del Rey y de la
          Reyna, y de _la guerra de_ los françeses
          y castellanos venimos a hablar de la
          costumbre y bondad de la gente de la
          tierra, y el çiertamente vino a hablar
          en ello de buena voluntad. Començomela
          a loar de fertil y viçiosa, abundante
          de todo lo necesario, y yo dixe: hombre
          honrrado yo tengo entendido desta tierra
          todo el cunplimiento entre todas las
          prouinçias del mundo, y que la gente es
          de buena habilidad y injenio, _y las
          mugeres veo tanbien que son hermosas y
          de apuesta y agraçiada representacion_;
          y ansi él me replicó: por cierto, Señor,
          ansi es como sentis: y entre todas las
          otras cosas quiero que sepais que las
          mugeres, _demas de su hermosura_, son de
          admirable habilidad, en tanta manera que
          en saber exçeden a quantas en el mundo
          son. Entonçes yo le repliqué deseando
          saber de su sçiençia; importunandole me
          dixesse algo en particular de su saber; y
          él me respondió en tanta abundançia que
          toda mi atençion lleuaua puesta en lo
          que el dezia. Diziendo: señor, mandan el
          sol y obedeçe, a las estrellas fuerçan
          en su curso, y a la luna quitan y ponen
          su luz conforme a su voluntad. Añublan
          los ayres, y hazen si quieren que se
          huelle y paseen como la tierra. Al fuego
          hazen que enfrie, y al agua que queme.
          Hazense moças y en vn punto viejas, palo,
          piedra y vestia. Si les contenta vn
          honbre en su mano está gozar dellos[419]
          a su voluntad; y para tenerlos mas
          aparejados a este effecto los conuierten
          en diuersos animales entorpeçiendoles
          sus[420] sentidos y su buena naturaleza.
          Han podido tanto con su arte que ellas
          mandan y los honbres obedeçen, o les
          cuesta la vida. Porque quieren vsar de
          mucha libertad yendo de dia y de noche
          por caminos, valles y sierras a hazer
          sus encantos y a coxer sus yeruas y
          piedras, y hazer sus tratos y conçiertos.
          Lleuauame con esto tan traspuesto en si
          que ningun acuerdo tenia de mi quando
          llegamos al lugar; y cabalgando en
          nuestras vestias nos metimos[421] por el
          pueblo, y queriendo yo passar adelante
          me forçó con _grande importunidad_ y
          buena criança que quisiesse apearme en su
          posada porque seruia a vna dueña valerosa
          que acostunbra reçebir semejantes
          caualleros en su casa de buena voluntad;
          y como fuesse llegada la hora del comer
          holgué de me apear. Salionos a reçebir
          vna dueña de alta y buena dispusiçion,
          y[422] avnque representaua alguna edad
          tenia ayre y desenboltura de moça, y en
          viendome se vino para mi con vna boz y
          habla halagüeña y muy de presto dispuso
          toda la casa y aparato con tanto seruiçio
          como si fuera casa de un principe o
          poderoso señor; y quando miré por mi guia
          no la vi; porque entrando en casa se me
          desapareçió; y segun pareçe por todo
          lo que passó antes y despues no puedo
          creer sino que aquella muger tenia aquel
          demonio por familiar en hábito y figura
          de honbre. Porque segun mostró en su
          habla, trato y conuersaçion no creo otra
          cosa, sino que le tenia para enbiarle a
          caza de hombres quando para su apetito y
          recreaçion le daua la voluntad. Porque
          ansi me cazó a mi como agora oyras.
          Luego como llegamos, con mil regalos
          y ofreçimientos dispuso la comida con
          grande aparato, con toda la diligençia
          y soliçitud posible; en toda abundançia
          de frutas, flores y manjares de mucho
          gusto y sabor, y los vinos muy preçiados
          en toda suauidad, seruidos de diuersas
          dueñas y donzellas, que casi pareçian
          diferentes con cada manjar. Tubome la
          fiesta en mucho regocijo y passatiempo en
          vna sala baja que caya sobre un huerto
          de frutas y de flores muy suabes; ya me
          pareçia que por poco me quedara alli,
          sino fuera porque ansi como en sueño
          me acordé de mi _viaje y_ compañia, _y
          aconsideré_ que corria gran peligro
          mi honrra si me descuydasse; y ansi
          sospirando me leuanté en pie proponiendo
          yr con la posible furia a cunplir con
          la guerra y luego boluerme a gozar de
          aquel parayso terrenal. Y ansi la maga
          por estar muy contenta de mi buena
          dispusiçion me propuso a quedarme aquella
          noche alli; diziendo que ella no queria,
          ni tenia quanta prosperidad y aparato
          poseya sino para seruir y hospedar
          semejantes caualleros. Prinçipalmente
          por auer sido su marido vn castellano
          de gran valor, al qual amó sobre todas
          las cosas desta vida, y ansi no podia
          faltar a los caualleros castellanos,
          por representarsele qualquiera dellos
          aquellos sus primeros amores que ella a
          la contina tenia ante sus ojos presente.
          Pero como avn yo no auia perdido del
          todo mi juizio y vso de razon trabajé
          de agradeçerle con palabras acompañadas
          de mucho cumplimiento y criança la
          merçed que me hazia; con protestaçion
          que acabada la guerra yo vernia con mas
          libertad a la seruir. No le pessó mucho
          a la maga mi defensa como esperaua antes
          de la mañana satisfazerse de mi mucho a
          su voluntad; y ansi me dixo: pues señor,
          presupuesto que teneis conoçido el deseo
          que tengo de os seruir, y confiando
          que cumplireis la palabra que me dais,
          podreis hazer lo que querreis; y por
          mas os seruir os daré un criado mio que
          os guie quatro leguas de aqui, donde os
          vays a dormir con mucho solaz. Porque
          tengo alli una muy valerosa sobrina que
          tiene vn fuerte y muy hermoso castillo
          en vna muy deleytosa floresta que estará
          quatro leguas de aqui, llegando esta
          noche allí, no perdiendo xornada para
          vuestro proposito, por ser mia la guia
          y por la graçia de mi sobrina que tiene
          por costunbre[423] hospedar semejantes
          caualleros, como yo, os hospedará, y
          allí pasareis esta noche mucho a vuestro
          contento y solaz; yo le bessé las manos
          por tan gran merçed, la qual açepté; y
          luego salió el viejo que me truxo allí
          cabalgando en vn rozin y despidiendome de
          la maga[424] començamos a caminar. Fuemos
          hablando en muchos loores de su señora,
          que nunca acabaua de la engrandeçer.
          Pues dixome: Señor agora vays a este
          castillo donde vereis vna donzella que en
          hermosura y valor exçede a quantas en el
          mundo ay; y demandandole por su nonbre,
          padres y calidad de estado me dixo él:
          eso haré yo, señor, de muy buena voluntad
          _de os dezir_, porque despues desta mi
          señora a quien yo agora siruo no creo
          que ay en el mundo su igual, y a quien
          con mejor voluntad deseasse _ni deua_ yo
          seruir _por su gran valor_; y ansi Señor,
          sabed[425] que esta donzella fue hija de
          vn señor natural desta tierra, del mejor
          linaje que en ella ay, el qual se llamaua
          el gran varon; y por su hermosura y
          linaje fue demandada de muchos caualleros
          de alta guisa, ansi desta tierra como
          de Francia y Castilla, y a todos los
          menospreçió proponiendo de no casar
          con otro sino con el hijo de su rey; y
          siendo tratadas entre ellos palabras de
          matrimonio respondió el Rey de Nauarra
          que tenia desposado su hijo con la
          segunda hija del Rey de Françia, y que no
          podia faltarle la palabra. Por lo qual
          sintiendo ella afrenta no auerle salido
          çierto su deseo, por ser dama de alta
          guisa propuso de nunca se casar hasta oy;
          y ansi por auer en su linaxe dueñas muy
          hadadas que la hadaron, es ella la mas
          hadada y sabia muger que en el mundo ay.
          En tanta manera que por ser tan sabia
          en las artes la llaman en esta tierra
          la donzella Saxe hija del gran varon; y
          ansi hablando en esto fuemos a entrar en
          vna muy hermosa y agraçiada floresta de
          mucha y deleytable arboleda. Por la qual
          hablando en estas[426] y otras muchas
          cosas caminamos al pareçer dos leguas
          hasta que casi se acabó el dia. Y ansi
          casi media hora antes que se pusiesse el
          sol llegamos a vn pequeño y muy apazible
          valle donde pareçia que se augmentaua mas
          la floresta con muchos jazmines altos y
          muy graçiosos naranjos que comunicauan en
          aquel tiempo su oloroso azahar, y otras
          flores de suabe y apazible olor. En el
          medio del qual valle se mostró vn fuerte
          y graçioso[427] castillo que mostraua
          ser el parayso terrenal. Era edificado
          de muy altas y agraçiadas torres de
          muy labrada canteria. Era labrado de
          muy relumbrante marmol y de jaspes muy
          finos, _y del alabastro_ y del musayco y
          moçaraues muy perfetos _y otras piedras
          de mucha estima_[428]. Pareciome ser
          dentro de exçeso sin conparaçion más
          polido, pues de fuera auia en el tanta
          exçelençia. Y ansi fue que como llamamos
          a la puerta del castillo y por el portero
          fue conoçida mi guia fueron abiertas las
          puertas con mucha liberalidad, y entramos
          a vn ancho patio; del qual cada cuadro
          tenia seys colunas de forma jonica, de
          fino marmol, con sus arcos de la mesma
          piedra, con vnas medallas entre arco y
          arco que no les faltaua sino el alma para
          hablar. Eran las imagines de Piramo y
          Tisbe, de Philis y Demophon; de Cleopatra
          y Marco Antonio. Y ansi todas las demas
          de los enamorados de la antiguedad; y
          antes que passe adelante quiero que
          entiendas que esta donzella Saxe de que
          aqui te contaré, no era otra sino la
          vieja maga que _en el aldea_ al comer me
          hospedó. La qual como le pareçiesse que
          no se aprouechara de mi en su casa tan a
          su plazer como aqui, tenia por sus artes
          y industrias del demonio esta floresta
          y castillo y todo el seruiçio y aparato
          que oyras, para holgar con quien queria
          noches y dias como te contaré. Por el
          friso de los arcos del patio yua vna
          gruesa cadena dorada que salia releuada
          en la canteria, y vna letra que dezia:

              «Quantos van en derredor,
            son prisioneros de amor».

          Auia por todo el torno ricas imagines
          y piedras del Oriente, y auia en los
          corredores altos gruesas colunas enteras
          de diamante, no sé si verdadero o falso,
          pero oso juzgar que no auia mas bella
          cosa en el mundo. Por lo alto de la
          casa auia terrados de muy hermosos y
          agraçiados edefiçios, por los quales
          andauan lindas y hermosas damas vestidas
          de verde y de otros amorosos colores,
          con guirnaldas en las cabezas, de rosas
          y flores, dançando a la muy suaue musica
          de arpas y dulçaynas que les tañian sin
          pareçer quién. Bien puede qualquiera
          que aqui entre afirmar que fuesse aqui
          el parayso o el lugar donde el amor
          fue naçido: porque aqui ni entra, ni
          admiten en esta compañia cosa que pueda
          entristeçer, ni dar passion. No se
          vsa[429] aqui otra[430] cosa sino[431]
          juegos, plazeres, comeres, danzar, vaylar
          y motexar. Y otras vezes juntas damas y
          caualleros cantar musica muy ordenada,
          que juzgaras estar aqui los angeles _en
          contina conuersaçion y festiuidad_.
          Nunca alli entró cana, arruga, ni vejez;
          sino solamente juuentud de doze hasta
          treynta años, que se sepa comunicar en
          todo deleyte y plazer. En esta casa
          siempre es abril y mayo, porque nunca en
          todo el año el suaue y templado calor y
          fresco les falta; porque aquella diosa
          lo dispone con su arte a medida de su
          voluntad y neçesidad. Acompañanla aqui
          a la contina muy valerosas damas que
          ella tiene en su compañia de su linaxe,
          y otras por amistad, las quales atraen
          allí caualleros que vienen en seguida de
          su valor. Estos hazen la corte mas vfana
          y granosa que nunca en casa de Rey ni
          emperador tan adornada de cortesania se
          vio. Porque solamente entienden[432] en
          inuençiones de traxes, justas, danças
          y vayles; y otras a la sonbra de muy
          apazibles arboles nouelan, motejan, rien
          con gran solaz; qual demanda questiones
          y preguntas de amores; hazer sonetos,
          coplas, villançicos, y otras agudeças
          en que a la contina reçiben plazer. Por
          lo alto y por los xardines, por çima de
          chopos, fresnos, laureles y arrayanes,
          buelan calandrias, sirgueros, canarios y
          ruyseñores que con su musica hazen suaue
          melodia. Estando yo mirando toda esta
          hermosura ya medio fuera de mi, se me
          pusieron delante dos damas más de diuina
          que de humana representaçion porque tales
          pareçian en su habito, modo y gesto; que
          todas venian vestidas como de casa real.
          Trayan muy ricos requamados, joyas y
          piedras muy finas; rubies, esmeraldas,
          diamantes, balajes, zafires, jaçintos y
          de otras infinito numero que no cuento.
          Estas puestas ante mi con humilde y
          agraçiado semblante, auiendoles yo
          hecho la cortesia que a tales damas se
          les deuia, con muy cortés razonamiento
          me ofreçieron el hospedaje y seruiçio
          de aquella noche de parte de la señora
          del castillo; y yo auiendo açeptado la
          merçed con hazimiento de graçias, me
          dixeron estar me aguardando arriba; y
          ansi dexando el cauallo a mi escudero me
          guiaron por el escalera. Avn no auiamos
          acabado de subir quando vimos a la bella
          Saxe que venia por el corredor, la qual
          con aquella cortesia y semblante me
          reçibió como si yo fuera el Señor de todo
          el mundo, y ansi fue de toda aquella
          y trihunfante y agraçiada corte tan
          reuerençiado y acatado como si yo fuera
          todo el poder que los auia de mandar. Era
          aquel palaçio tan adornado y exçelente, y
          tan apuesta aquella bienauenturada[433]
          compañia que me pareçe que mi lengua la
          haze injuria en querertelo todo pintar.
          Porque era ello todo de _tanto aparato_
          y perfecçion, y mi injenio de tan poca
          eloquençia que es neçesario que baje su
          hermosura y grandeza muy sin comparaçion.
          Muchos abria a quien yo contasse esta
          historia que por su poca esperiençia les
          pareçiese[434] manera de fingir. Pero
          esfuerçome a te la pintar _a ti Miçilo_
          más en la verdad que puedo porque tengo
          entendido de tu cordura que con tu buen
          crédito debajo destas toscas y cortas
          palabras entenderas lo mucho que quiero
          sinificar. Porque ciertamente era aquella
          corte y compañia la más rica, la más
          hermosa, agraçiada y generosa que en el
          mundo nunca fue: ni lengua humana con muy
          alta y adornada eloquençia nunca podria
          encareçer, ni pluma escreuir. Era toda de
          florida y bella edad, y sola entre todas
          venia aquella mi bella diosa relumbrando
          como el sol entre _todas_ las estrellas,
          de belleza estraña. Era su persona de
          miembros tan formados quanto pudiera
          con la agudeza de su ingenio pintar
          aquel famoso Apeles con su pinçel. Los
          cabellos luengos, rubios y encrespados;
          trançados con vn cordon de oro que venia
          a hazer una injeniosa laçada sobre el
          lado derecho de donde colgaua vn joyel
          que no auia juizio que le bastasse
          estimar[435]. Traya los carrillos muy
          colorados de rosas y jazmines, y la
          frente pareçia ser de vn liso marfil;
          ancha, espaciosa, llana y conueniente,
          que el sol hazia eclipsar con su
          resplandor. Debajo de dos arcos de çejas
          negras como el fino azabache le estan
          baylando dos soles piadosos a alunbrar
          a los que los miran, que pareçia estar
          amor jugando en ellos y de alli disparar
          tiros gentiles con que visiblemente va
          matando a qualquier hombre que con ellos
          echa de ver. La nariz pequeña y afilada,
          en que naturaleza mostró su perfeçion.
          Muestrasse debajo de dos pequeños valles
          la chica boca de coral muy fino, y dentro
          della al abrir y çerrar de un labrio
          angelical se muestran dos hylos de
          perlas orientales que trae por dientes.
          Aqui se forman çelestiales palabras que
          bastan ablandar coraçones de diamante.
          Aqui se forma vn reyr tan suaue que a
          todos fuerça a obedeçer. Tenia el cuello
          redondo, luengo y sacado, y el pecho
          ancho, lleno y blanco como la nieue, y a
          cada lado puesta en él vna mançana qual
          siendo ella diosa pudiera poner en si
          para mostrar su hermosura y perfeçion.
          Todo lo demas que secreto está, como
          cuerdo puedes juzgar corresponder a lo
          que se muestra de fuera en la mesma
          proporçion. En fin en edad de catorçe
          años escogió la hermosura que naturaleza
          en vna dama pudo dar. Pues visto lo
          mucho que te he dicho de su veldad no
          te marauillarás, Miçilo, si te digo que
          de enamorado de su belleza me perdi; y
          encantado salí de mí, porque depositada
          en su mano mi libertad me rendí a lo que
          de mí quisiesse hazer.

          MIÇILO.--Por cierto no me marauillo,
          Gallo, si perdiesses el juizio por tan
          estremada hermosura, pues a mi me tiene
          encantado en solo te lo oyr.

          GALLO.--Pues andando ansi, como al lado
          me tomó, siguiendonos toda aquella
          graçiosa compañia, me yua ofreçiendo
          con palabras de toda cortesania á su
          subjeçion: proponiendo nunca querer
          ni demandar libertad, teniendo por
          aueriguado que todo el mereçer del mundo
          no podia llegar a poseer joya de tan alto
          valor; y avn juzgaua por bienanenturado
          al que residiendo en su presençia se le
          diesse sola su graçia sin mas pedir.
          Hablando en muy graçiosos requiebros,
          faboreçiendome con vnos ofreçimientos muy
          comedidos: vnas vezes por mi persona,
          otras diziendo que por quien me embiaua
          alli. Entramos a vna gran sala adornada
          de muy sumptuosa y estraña tapiçeria:
          donde al cabo della estaua vn gran
          estrado, y en el medio dél vn poco más
          alto, que mostraua alguna differencia
          que se daua algo a sentir, estaua debajo
          de un rico dosel de brocado hecho el
          asiento de la bella Saxe con muchos
          coxines, debajo del qual junto consigo
          me metio; y luego fue lleno todo el
          estrado de graçiosas damas y caualleros,
          y començando mucha musica de menestriles
          se començo vn diuino serao. Y despues que
          todos aquellos galanes huuieron dançado
          con sus damas muy a su contento y yo
          con la mia dançé, entraron en la sala
          muchos pajes con muy galanes libreas, con
          hachas en sus manos, que los guiaua vn
          maestresala que nos llamó a la çena; y
          leuantandose todos aquellos caualleros,
          tomando cada qual por la mano a su dama
          fuemos guiados por vna escalera que
          deçendia sobre vn vergel, donde estaua
          hecho vn paseo debajo de vnos corredores
          altos que cayan sobre la gran huerta;
          el qual paseo era de largo de doçientos
          pies. Eran todas las colunas de verdadero
          jaspe puestas por muy gentil y agraçiado
          órden; todas çerradas de arriba abajo
          con muy entretexidos gazmines[436] y
          rosales que dauan en aquella pieza muy
          suave olor, con lo[437] que lançauan de
          si muchos clabeles y albahacas y naranjos
          que estauan çerca de alli. Estaua vna
          mesa puesta en el medio de aquella pieza
          que era de largo çien pies, puestos
          los manteles, sillas y aparato, y ansi
          como deçendimos a lo bajo començó a
          sonar grandissimo numero y differençia
          de musica: de trompetas, cheremias,
          sacabuches, dulçaynas, flautas, cornetas
          y otras muchas differençias de sonajas
          muy graçiosas y apazibles que adornauan
          mucho la fiesta y engrandeçian la
          magestad y enchian los coraçones de mucha
          alegria y plazer. Ansi se sentaron todos
          aquellos caualleros y damas en la mesa,
          vna dama con vn cauallero por su órden;
          y luego se començo la çena a seruir,
          la qual era tan sumptuosa y opulenta
          de viandas y aparato de _oro_, plata,
          riqueza y seruiçio que no hay injenio que
          la pueda descreuir en particular.

          MIÇILO.--Alguna parte della nos falta
          agora aqui.

          GALLO.--Fueron alli seruidos en oro _y
          plata_ todos los manjares que la tierra
          produçe y los que el ayre y el mar crian,
          y los que ha inquirido por el mundo la
          ambiçion y gula de los hombres sin que
          la hambre _ni neçesidad_ lo requiriesse.
          Seruian a las manos en fuentes de cristal
          agua rosada y de azahar; y el vino en
          perlas cabadas muy grandes, y no se
          preçiauan[438] alli de beuer uinos muy
          preçiados de Castilla; pero traidos de
          Candia, de Greçia y Egipto. Eran las
          mesas de çedro coxido del Libano, y del
          çipres oloroso asentadas sobre peanas
          de marfil. Los estrados y sillas en que
          estauamos sentados al comer eran labradas
          a manera de taraçes de gemas y jaspes
          finos; los asientos y respaldares eran de
          brocado y de muy fino carmesi de Tiro.

          MIÇILO.--¡O gallo! qué sabroso me es
          este[439] tu canto: no me pareçe sino
          que poseo al presente el oro de aquel
          rico Midas y Creso, y que estoy asentado
          a las opulentas mesas del emperador
          Eliogabalo. Querria que en çien años no
          se me acabasse esta bienaventurança en
          que agora estoy. Mucho me entristeze
          la miseria en que pienso venir quando
          amanezca.

          GALLO.--Todos aquellos caualleros
          entendian con sus damas en mucho
          regoçijo y palaçio, en motejarse y en
          discantar donayres y motes y sonetos
          de amores: notandose vnos a otros de
          algunos graçiosos descuydos en las
          leyes del amor. La mi diosa puesta en
          mí su coraçon me sacaua con fabores y
          donaires á toda cortesania. Cada vez
          que me miraua, agora fuesse derecho,
          _agora_ al traues, me encantaua y me
          conuertia todo en si sacandome de mi
          natural. Sentime tan preso de su gran
          valor que no pudiendo disimular le dixe:
          ¡O señora! no más. Piedad, señora, que
          ya no sufre paçiençia que no me dé a
          merçed. Como fueron acabadas las viandas
          y alçadas las mesas, cada qual se apartó
          con su dama sobre tapetes y coxines de
          requamados de diuerso color. Donde en
          el entre tanto que se llegaua la hora
          del dormir ordenaron vn juego para su
          solaz. El qual era: que cada qual con su
          dama muy secreto y á la oreja le[440]
          preguntasse lo que más se le antoje; y
          la primera y mas prinçipal ley del juego
          es: que infalibremente se responda la
          verdad. Fue este juego gran ocasion y
          aparejo para que entre mí y mi diosa se
          declarasse[441] nuestro deseo y pena:
          porque yo le pregunté conjurandola con
          las leyes del juego, me diga en quien
          tuuiesse puesta su fe, y ella muy de
          coraçon me dixo, que en mí. Con la qual
          confession se çerró el proçeso, estando
          ella segura de mi voluntad y amor; y ansi
          conçertamos que como yo fuesse recogido
          en mi camara en el sosiego de la obscura
          noche, ella se yria para mi. Con esta
          promessa y fe se desbarató el juego de
          acuerdo de todos, y ansi pareçieron
          muchos pajes delante con hachas que con
          su lunbre quitauan las tinieblas, y
          hazian de la noche dia claro, y despues
          que con confites, canelones, alcorças
          y maçapanes y buen vino hezimos todos
          colaçion: hecha por todos vna general
          reuerençia, toda aquella graçiosa y
          exçelente corte mostrando quererme
          acompañar se despidio de mi; y hecho
          el deuido cunplimiento á la mi bella
          dama, dandonos con los ojos á entender
          la palabra que quedaua entre nos, me
          guiaron las dos damas que me metieron en
          el castillo hasta vna camara de entoldo
          y aparato çelestial, donde llegado
          aquellas dos diosas con vn agraçiado
          semblante se despidieron de mí. Dexaronme
          vn escudero y vn paje de guarda que me
          descalçó, y dexando vna vela ençendida
          en medio de la camara se fueron, y yo me
          deposité en vna cama dispuesta á todo
          deleyte y plazer, entre vnos lienços
          que pareçia auerlos hilado arañas con
          todo primor. Olia la camara á muy suabes
          pastillas: y la cama y ropa á agua de
          angeles y azahar; y quedando yo solo
          puse mi sentidos y oreja atento todo á
          si mi diosa venia. Por muy poco sonido
          que oya me alteraua todo creyendo que
          ella fuesse, y como me hallase engañado
          no hazia sino enbiar sospiros que la
          despertassen y luego de nueuo me recogia
          con nueua atençion midiendo los passos
          que de su aposento al mio podia auer.
          Consideraua cualquiera ocupaçion que la
          podia estorbar; lebantauame de la cama
          muy pasito y abria la puerta y miraua
          á todas partes si sentia algun meneo o
          bulliçio, o via alguna luz: y como no
          via cosa alguna con gran desconsuelo
          me boluia acostar. Deshaziame de zelos
          sospechando por mi poco mereçer, si
          burlandose de mí estaua en los brazos de
          otro amor, y estando yo en esta congoja
          y fatiga estaua mi diosa aparejandose
          para venir con la quietud de la noche:
          no porque tiene neçesidad de aguardar
          tiempo, pues con echar en todos vn sueño
          profundo lo podia todo asegurar. Pero
          por encareçerme á mí más el preçio de
          su valor, y la estima que de su persona
          se deuia tener, aguardaua haziendoseme
          vn poco ausente, estando siempre por su
          gran poder y saber ante mí; y quando me
          vi más desesperado siento que con vn poco
          de rumor entre la puerta y las cortinas
          me comiença pasito á llamar, y yo como
          la oy, como suele aconteçer si alguno ha
          peleado gran rato en vn hondo pielago con
          las malezas que le querian ahogar, y ansi
          afanando sale asiendose á las espadañas y
          ramas de la orilla que no se atreue ni se
          confia dellas porque se le rompen en las
          manos, y con gran trabajo mete las uñas
          en el arena por salir, ansi como yo la oy
          á mi señora y mi diosa salto de la cama
          sin sufrimiento alguno: y recogiendola en
          los[442] braços me la comienço á bessar
          y abraçar. Ella venia desnuda en vna
          delgada camisa: cubiertos sus delicados
          mienbros con vna ropa sutil de çendal,
          que como las rosas puestas en vn vidrio
          toda se trasluzia. Traya sus hermosos y
          dorados cabellos cogidos con vn graçioso
          y rico garbin, y dexando la ropa de
          acuestas, que avn para ello no le daua mi
          sufrimiento lugar, nos fuemos en vno á la
          cama. No te quiero dezir más sino que la
          lucha de Hercules y Anteo te pareçiera
          alli. Tan firmes estauamos afferrados
          como puedes imaginar de nuestro amor:
          que ninguna yedra que á planta se abraza
          podia compararse á ambos á dos. Venida la
          mañana la mi diosa se leuantó: y lo más
          secreto que pudo se fue á su aposento,
          y luego con vn su camarero me enbió vn
          vestido de recamado encarnado con vnos
          golpes sobre vn tafetan azul, tomados con
          vnas cintas y clauos de oro del mesmo
          color; y quando yo senti el palaçio estar
          de conuersaçion me leuanté y atauié y
          salí á la gran sala donde hallé vestida á
          la mi diosa de la mesma librea, que con
          amoroso donayre y semblante me reçibió;
          á la qual siguieron[443] todos aquellos
          cortesanos por saber que la hazian mucho
          plazer; y ansi cada dia mudauamos ambos
          dos y tres libreas de vna mesma deuisa y
          color á vna y otra vsança, de diuersidad
          de naciones y prouinçias; y luego todos
          nos fuemos a ver muy lindos y poderosos
          estanques, riberas, bosques, jardines que
          auia en la casa para entreternos hasta
          que fue llegada la hora del comer. La
          qual como fue llegada y el maestresala
          nos fue a llamar boluimos a la gran sala:
          donde estaua todo aparejado con la mesma
          sumptuosidad que la noche passada; y ansi
          conmençando la musica començo el seruiçio
          del comer; fuemos seruidos con la mesma
          magestad y aparato que alli estaua en
          costunbre, y despues como fue acabado el
          yantar y se leuantaron las mesas quedamos
          todos hablando con diuersas cosas, de
          damas, de amores, de fiestas, justas y
          torneos. De lo qual venimos a hablar en
          la corte del Enperador Carlos Quinto
          deste nonbre _nuestro_ Rey y señor de
          Castilla. En la qual platica me quise yo
          mostrar adelantandome entre todos por
          engrandeçer su estado y magestad, pues
          de mas de ser yo su vasallo, por lleuar
          sus gajes era mi Señor. Lo qual todos
          aquellos caualleros y damas oyeron con
          atençion y voluntad, y algunos que de su
          corte tenian notiçia proseguian comigo en
          la prueba de mi intento; y como mi diosa
          me conoçió tan puesto en aquel proposito,
          sin darme lugar a muchas palabras me
          dixo. Señor, porque de nuestra corte
          y hospedaje vayas contento, y porque
          ninguno deste parayso sale desgraçiado,
          quiero que sepas agora como en esta
          nuestra casa se honrra y se estima ese
          bienauenturado prinçipe por Rey y Señor.
          Porque nuestra progenie y deçendençia
          tenemos por derecha linea de los Reyes
          de Castilla; y por tales nos trataron
          los reyes catholicos don Fernando y doña
          Ysabel, dignos de eternal memoria; y como
          fuesse de tanto valor ese nieto suyo
          por los buenos hados que se juntaron en
          él, esta casa siempre le ha hecho gran
          veneraçion, y ansi vna visabuela mia que
          fue en esta tierra la más sabia muger
          que en ella nunca naçió en las artes
          y buen hado, se empleó mucho en saber
          los suçesos deste valeroso y inclito
          prinçipe, y ansi edificó vna sala muy
          rica en esta casa y todo lo que con sus
          artes alcançó en vna noche lo hizo pintar
          alli; y porque en ninguna cosa aquella
          visabuela mia mintió de quanto alli
          hizo a sus familiares pintar conforme
          a lo que por este feliçissimo prinçipe
          pasara, te lo mostraré hecho por muy gran
          orden doçientos años ha. Alli verás su
          buena fortuna y su buen hado de que fue
          hadado, por las grandes vatallas que en
          tiempos aduenideros vençerá, y gentes
          belicosas que traera a su subjeçion; y
          diziendo esto se leuantó de donde estaua
          sentada, y con ella yo y toda aquella
          corte de damas y caualleros que por el
          semejante lo deseauan ver, y ansi nos
          fuemos todos donde nos guió, que como
          con vna cadena nos lleuaua tras si. Y
          porque ya pareçe, Miçilo, que es tarde y
          tienes gana de dormir, porque siento que
          es ya la media noche, quiero por agora
          dexar[444] de cantar; y porque pareçe que
          nos desordenamos cantando a prima noche,
          nos boluamos a nuestra acostunbrada hora
          de nuestra cançion, que es quando el alua
          quiere romper, porque es mas conforme a
          nuestro natural; y ansi para el canto que
          se sigue quedará lo demas.

          MIÇILO.--¡O gallo! quan fuera de mi me
          has tenido con esta tu sabrosa cançion de
          comida y aparato sumptuoso; y nosotros
          no tenemos más de cada quatro habas que
          comer oy. Solamente quisiera tener el
          cargo de limpiar aquella plata y oro que
          alli se ensuçió, por gozar alguna parte
          del deleyte que reçiben estos ricos en lo
          tratar. Ruegote que no me dexes de contar
          lo que en el fin te suçedió; y agora,
          pues quieres, vamonos a dormir.


          _Fin del quinto canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[405] _Tachado_: Siguesse el quinto canto del Gallo de Luçiano, orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor prete.

[406] G., trabajo.

[407] G., musicos.

[408] G., por.

[409] G., quanto.

[410] G., hagais.

[411] G., Taxo.

[412] G., ofreçen.

[413] G., con.

[414] G., dexemos.

[415] R. (_Tachado_): quatrocientas.

[416] G., començamos a caminar por.

[417] G., montaña.

[418] G., y mandele.

[419] G., del.

[420] G., los.

[421] Lançamos.

[422] G., la qual.

[423] G., que tiene la mesma costumbre que yo en.

[424] G., buena dueña.

[425] G., os digo.

[426] G., esta.

[427] G., hermoso.

[428] G., auia musayco y muçaraues muy perfectos.

[429] G., entiende.

[430] G., en otra.

[431] G., sino en.

[432] G., se ocupan.

[433] G., juuenil.

[434] G., pareçeria.

[435] G., de inestimable valor.

[436] G., jazmines.

[437] G., el.

[438] G., contentauan.

[439] R., ese.

[440] R., se.

[441] R., declare.

[442] G., mis.

[443] G., siguiendo.




                        ARGUMENTO
                     DEL SEXTO CANTO

          En el sexto canto que se sigue el auctor
            descriue por industria admirable de vna
            pintura las victorias que el nuestro
            inuictissimo Emperador Carlos quinto
            deste nombre obo en la prision del Rey
            Francisco de Françia en Pauia, y la que
            obo en Tunez y en la batalla que dio a
            Lansgraue y a Juan duque de Saxonia y
            liga de herejes alemanes junto al rio
            Albis en Alemania[445].


          GALLO.--Si duermes, Miçilo, despierta.

          MIÇILO.--Di, gallo; que despierto estoy y
          con voluntad de oyrte.

          GALLO.--Deseo mucho oy discantar aquella
          facunda historia que alli descriuio aquel
          pintor. Porque era de tanta exçelençia,
          de tanto spiritu, y de tanta magestad;
          de tanta extrañeça el puesto y repuesto
          de todo quanto alli pintó que no ay
          lengua que pueda llegar allá. Dezian
          los antiguos que la escriptura era
          la Retorica sin lengua; y de aquella
          pintura dixeran que era la eloquençia
          hablada. Porque tanta ventaja me pareçe
          que lleuaua aquella pintura a lo que
          Demostenes, Tullio, _Esquines_, y Tito
          Liuio pudieran en aquel proposito
          orar, como lo verdadero y real lleua
          differençia y ventaja a la sonbra y
          fiçion. Veras alli los honbres vibos
          que no les faltaua sino el spiritu y
          lengua con que hablar. Si con grande
          affecto hasta agora he hablado por
          te conplazer, agora en lo que dixere
          pretendo mi interes; que es descriuiendo
          la sunptuosidad de aquella casa y el gran
          saber de aquella maga discantar el valor
          y magestad de Carlos medio Dios; porque
          sepan oy los honbres que el gallo sabe
          orar.

          MIÇILO.--Pues de mí confiado puedes estar
          que te prestaré la deuida atençion.

          GALLO.--Pues como al mouimiento de la
          mi bella Saxe toda aquella corte diuina
          se leuantó en pie, tomando yo por la
          mano a mi diosa nos fuemos a salir a vn
          corredor; y en vn cuarto dél llegamos
          a vnas grandes puertas que estauan
          çerradas, que mostrauan ser del parayso
          terrenal. Eran todas, avnque grandes,
          del hebano mareotico sin mezcla de otra
          madera; y tenia toda la clabazon de
          plata; y no porque no fuesse alli tan
          façil el oro de auer, sino porque no es
          el oro metal de tanta trabazon. Estauan
          por las puertas con grande artifiçio
          entretexidas conchas de aquel preçiado
          galapago indio, y entresembradas muchas
          esmeraldas que variaban el color. Eran
          los vnbrales y portada del marmol fino
          _y marfil_, jaspe y cornerina; y no
          solamente era destas preçiosas piedras
          lo que pareçia por los remates del
          edefiçio, pero avn auia tan grandes
          piezas que por su grandeza tenian fuerça
          bastante para que cargasse en ellas parte
          del edefiçio. La bella Saxe sacó vna
          llaue de oro que mostró traerla siempre
          consigo, porque no era aquella sala de
          confiar, por ser el secreto y vigor de
          sus artes, encanto y memoria; y como
          fueron las puertas abiertas hizieron vn
          brauo ruydo que a todos nos dió pabor.
          Pero al animo que nos dió nuestra diosa
          todos con esfuerço entramos. Era tan
          sunptuoso aquel edefiçio como el templo
          mas rico que en el mundo fue. Porque
          excedia sin comparaçion al que descriuen
          los muy eloquentes historiadores de
          Diana de Effeso y de Apolo en Delphos
          quando quieren más encareçer su hermosura
          y sumptuosidad. No pienso que diria
          mucho quando dixesse exçeder a los
          siete edefiçios que por admirables los
          llamaron los antiguos los siete milagros
          del mundo. Era el techo de artesones
          de oro maçiço, y de mozaraues cargados
          de riquezas. Tenia las vigas metidas
          en grueso canto de oro: y el marmol y
          marfil, _jaspe, oro y plata_ no tenia
          solamente la sobrehaz y cubierta del
          preçiado metal y obra rica, pero la
          coluna era entera y maçiça, que con
          su groseça y fortaleça sustentaua el
          edefiçio; y ansi auia de pedazos de
          oro y plata grandes piezas de aquellas
          entalladuras y molduras. Alli estaua
          la agata, no solo para ser vista, pero
          para creçimiento de la obra; y la
          colorada sardo está[446] alli que a todo
          daua hermosura y fortaleza; y todo el
          pabimento era enladrillado de cornerinas
          y turquesas y jacintos; yua quatro palmos
          del suelo por la pared por orla de la
          pintura vn musayco de piedras finas del
          Oriente, que desbaratauan todo juizio con
          su resplandor. Diamantes, esmeraldas,
          rubies, zafires, topazios y carbuncos;
          y luego començaba la pintura, obra de
          gran magestad; y ansi luego començo la
          mi bella Saxe a mostrarnos toda aquella
          diuinada historia, cada parte por si,
          dandonosla a entender. Dixo: veys alli
          ante todas cosas cómo viendo el Rey
          Françisco de Françia las alteraçiones que
          en Castilla leuantaron las Comunidades
          por la ausençia de su Rey, pareçiendole
          que era tiempo conueniente en aquella
          disension para tomar façilmente el Reino
          de Nauarra, enbió su exerçito. El cual
          apoderado en la çiudad de Pamplona y en
          todas las villas y castillos della han
          corrido hasta Estella y puesto çerco
          sobre la çiudad de Logroño: la cual
          çiudad como valerosa se ha defendido
          con gran daño de françeses. Agora veys
          aqui como los gouernadores de Castilla
          auiendo paçificado las disensiones del
          reyno, auiendo nueua del estado en que
          al presente está el reyno de Nauarra
          determinan todos juntos con su poder
          venir a remediar el daño hecho por
          françeses y restituir el reyno a su
          rey de Castilla que al presente estaua
          en Flandes: lo qual todo que veys ha
          doçientos años que se pintó; y quierote
          agora, señor, mostrar lo que desta tu
          guerra, a que ybas agora suçederá. Ves
          aqui como sintiendo los françeses venir
          los gouernadores de Castilla leuantan el
          çerco de Logroño, y retiranse a la çiudad
          de Pamplona por hazerse fuertes alli.
          Ves aqui como el Condestable y todos los
          otros Señores de Castilla, ordenadas
          sus batallas los siguen en el alcançe a
          la mayor furia y ardid que pueden; ansi
          ves aqui como los atajan el camino junto
          a la çiudad de Pamplona[447], donde el
          miercoles que verna, que seran quinze
          deste mes, todos con animo y esfuerço
          de valerosos prinçipes los acometen
          diziendo: España, España, Sanctiago: y
          ansi veslos aqui rotos y muertos mas
          de çinco mil _françeses_ sin peligrar
          veynte personas de Castilla. Dexote de
          mostrar las brauezas que estos capitanes
          en particular hizieron aqui conforme
          a lo que se pintó: las quales no ay
          lengua que las pueda encareçer. Entonçes
          le demandé a mi diosa liçençia para
          me hallar alli: y ella me dixo: no te
          hago, señor[448], poco seruiçio en te
          detener: porque yo he alcançado por mi
          saber el peligro en que tu persona auia
          de venir: y ansi proueyeron tus hados
          que yo te aya de saluar aqui. No quieras
          más buenauentura que poseerme a mi. Yo
          me le rendi por perpetuo basallo y juré
          de nunca me reuelar a su imperio. Y ansi
          luego prosiguio diziendo: Veys aqui cómo
          con esta vitoria quedó desenbaraçado de
          françeses todo el reyno de Nauarra, y
          los gouernadores se bueluen en Castilla
          dejando por virrey deste reyno al conde
          de Miranda. El qual va luego sobre el
          castillo de Maya y le combate con gran
          ardid, y le entra y mata a quantos dentro
          estan. Veis aqui cómo siendo Carlos
          auisado por los de su reyno la neçesidad
          que tienen de su venida y presençia,
          despedidos muchos y muy arduos negoçios
          que tenia en Alemania se embarca para
          venir en España en diez y ocho de julio
          del año de mil y quinientos y veynte y
          tres con gran pujança de armada. Veys
          aqui cómo se viene por Ingalaterra por
          visitar al rey y reyna su tia, de los
          quales será reçevido con mucha alegria,
          y le hazen muchas y muy solenes fiestas.
          Las quales acabadas y despedido de
          aquellos cristianissimos Reyes se viene
          a España aportando a la villa de Laredo,
          donde es reçibido con plazer de los
          grandes del reyno que le estaran alli
          aguardando. Veis aqui cómo viendo el Rey
          Françisco de Françia no auer salido con
          la empresa de Nauarra, y visto que el
          Prinçipe[449] de Castilla Carlos está
          ya en su reyno, determina en el año
          de mil y quinientos y veynte y quatro
          emprender vn acometimiento de mayor
          interes, y fue que acuerda con _todo su
          poder y muy_ pujante exerçito tomar el
          ducado de Milan y teniendo gente de su
          valia dentro de[450] la çiudad de Milan
          _su mesma persona estando presente_
          poner[451] çerco a la çiudad de Pauia,
          en que al presente está por teniente el
          nunca vençido capitan Antonio de Leyua
          con alguna gente española y ytaliana
          que tiene para en su defensa. Veys aqui
          cómo teniendo el rey de Françia çercada
          esta çiudad acuden a su defensa todos
          los capitanes y compañías que el Rey de
          Castilla tiene en aquella sazon por la
          Italia y Lombardia, y todos los prinçipes
          y señores que estan en su seruiçio y
          liga. Viene aqui en defensa Carlo de
          Lanaya, o Charles de Limoy que entonçes
          estara por visorrey de Napoles, y el
          marques de Pescara, y el illustrissimo
          duque de Borbon, y el duque de Traeto, y
          don Fernando de Alarcon, y Pero Antonio
          conde de Policastro; y avnque todos
          estos señores tienen aqui sus capitanes
          y compañias en alguna cantidad, no es
          tanto como la tercera[452] parte de la
          que el Rey de Françia tiene en su campo.
          Pues como el exerçito del rey de Castilla
          está aqui seys meses en que alcança todo
          el inuierno, padeçiendo gran trabajo,
          y como el Rey de Françia no acomete ni
          haze cosa de que le puedan entender su
          determinaçion, determinan los españoles
          darle la batalla por acabar de partir
          esta porfia; y veys aqui cómo auiendo el
          marques de Pescara a los diez y nueue
          de hebrero del año de mil y quinientos
          y veynte y çinco dado vn asalto en el
          campo de los françeses por probar su
          cuydado y resistençia, en el qual con dos
          mil españoles acomete a diez mil, y sin
          perder diez hombres de los suyos les mata
          mil y doçientos, y les gana vn bestion
          con ocho piezas de artilleria. Pues
          viendo esta flaqueza acuerda el virrey
          con todos aquellos señores dar la batalla
          al rey de Françia en el lugar donde está
          fortalezido; y ansi el viernes que son
          veynte y quatro dias del dicho mes de
          hebrero; vn hora antes del dia trayendo
          todos camisas sobre las armas, porque se
          conozcan en la batalla, dando alguna poca
          de gente con muchos atambores y trompetas
          al arma por la puerta del hospital de San
          Lazaro, donde estan los fosos y bestiones
          de los françeses para estorbar que los
          imperiales no entren en Pauia; y mientra
          estos hazen este ruydo, la otra gente
          rompe con çiertos injenios y instrumentos
          por algunas partes el muro del parco; y
          dan aqui como veys en sus enemigos. De
          todo esto es auisado el Rey de Françia
          por secreto que se haze, y ansi manda la
          noche antes que todos los mercaderes,
          y los que venden mantenimientos y otra
          gente inutil para la guerra salgan del
          real por dexar esenta la plaza. Los
          quales luego se ponen el campo y el
          Tesin sobre Pauia, donde el Rey tiene
          echo vn puente para passar las vituallas
          que vienen de Piamonte. De manera que
          quando los imperiales ponen en effecto su
          empresa ya el Rey de Françia con todo su
          exerçito está armado y puesto en orden
          de batalla, y no se rompe tan presto el
          muro que no se puedan muy bien conoçer
          vnos a otros en la batalla sin diuisa.
          El marques de Pescara toma consigo
          seteçientos caballos ligeros y otros
          tantos arcabuzeros españoles, y la gente
          de armas hecha dos partes lleua el virrey
          la auanguardia, y el duque de Borbon la
          batalla: y los otros caualleros ligeros
          lleua el duque de Traeto. El marques del
          Gasto lleva la infanteria española; la
          infanteria ytaliana y lançenequeneques
          se haze tres partes; la vna es cabo el
          conde de Guiarna; y de la otra es cabo
          Jorge cauallero aleman; y del otro es
          cabo otro capitan de alemanes; y ves aqui
          cómo en el punto que el muro del parco
          es derribado y los imperiales llegan a
          la plaza los suyzaros se hazen en contra
          de los alemanes y juntos combaten muy
          hermosamente de las picas, y juega con
          tanto espanto la[453] artillería, que
          todo el campo mete a temor y braueza,
          y ansí cada qual lleno de yra vusca a
          su enemigo: y reboluiendose todas las
          esquadras y batallas de gente de armas y
          cauallos ligeros, se ençiende vna cruel
          y sangrienta contienda[454] y luego del
          castillo y çiudad de Pauia, por esta
          puerta que se dize de Milan, salen en
          fabor de España quatro mil y quinientos
          infantes con sus piezas de artilleria y
          doçientos hombres de armas, y treçientos
          cauallos ligeros. Los quales todos dan
          en la gente ytaliana de los françeses,
          que está en esta parte aposentada, la
          qual façilmente fue rota y desbaratada.
          Aqui llega vn soberuio soldado, y sin
          catar reuerençia al gran Musiur de la
          Palisa le echa vna pica por la boca,
          que encontrandole con la lengua se la
          echa juntamente con la vida por el
          colodrillo. Un arcabuzero español asesta
          a Musiur el Almirante que da bozes a sus
          soldados que passen adelante: y hallando
          la pelota la boca abierta, sin hazer
          fealdad en dientes ni lengua le passa
          a la otra parte, y cae muerto luego;
          yendo Musiur de Alueñi con el braço
          alçado a[455] herir con el espada a vn
          prinçipe español, llega al mesmo tiempo
          vn _otro_ cauallero de España y cortale
          el braço por el honbro y juntamente cae
          el braço y su poseedor sin la vida.
          Musiur Buysi recogiendole con vna herida
          casi de muerte le alcançan otra que le
          acaba. El conde de Traeto arrojó[456]
          una lança a Musiur de la Tramuglia, que
          dandole por çima la vedixa le cose con
          la brida y cae muerto él y su cauallo.
          El duque de Borbon hyere de vna hacha
          de armas sobre la cabeça a Musiur el
          gran Escuir, que juntamente le echó los
          sesos y la vida fuera. Un cauallero
          ytaliano, criado de la casa del marques
          de Pescara, da una cuchillada sobre la
          zelada a Musiur de Cliete que le saltó de
          la cabeça: y acudiendo con otro golpe,
          antes que se guarde le abre hasta la
          nariz. Un soldado español esgrimiendo con
          vn montante se encontró _en la talla_
          con Musiur de Boys, y derrocando de vna
          estocada el cauallo, en cayendo en el
          suelo corta al señor la cabeça. Otro
          soldado de la mesma naçion, jugando con
          vna pica, passa de vn bote por vn lado
          al duque de Fusolca y[457] le salio el
          hierro al otro; y luego da otro golpe
          al hermano del duque de Loren en los
          pechos que le derrueca del cauallo: y
          la furia de otros cauallos que passan
          le matan hollandole. Tambien este mismo
          hiere a Musiur de Sciampaña, que venia en
          compañia destos dos prinçipes, y le haze
          igual y compañero en la muerte. Veis aqui
          cómo el Rey de Françia, viendo roto su
          campo piensa saluarse por el puente del
          Tesin; y otra mucha parte de su exerçito
          que ante él van huyendo con intençion de
          se saluar por allí: los quales todos son
          muertos a manos de los cauallos ligeros
          borgoñones, y muchos ahogados en el
          rio; porque los mercaderes y tenderos
          que el dia antes hazen salir del real,
          como ven en rota el campo de Françia, se
          passan el rio y quiebran el puente por
          asegurar que los españoles no los siguan
          y roben; y ansi suçede, que yendo el Rey
          _de Françia_ al puente por se saluar,
          a çinco millas de donde la batalla se
          dio, le encuentran en su cauallo quatro
          arcabuzeros españoles, los quales, sin
          conoçerle se le ponen delante, y le dizen
          que se rinda; y no respondiendo el Rey,
          mas queriendo passar adelante, vno de
          los arcabuzeros le da con el arcabuz vn
          golpe en la cabeça del cauallo de que
          el cauallo cae en vn foso, como aqui
          le veys caydo; y a esta sazon llega vn
          hombre de armas y dos cauallos ligeros
          del marques de Pescara: y como ven el
          cauallero ricamente atauiado y el collar
          de San Miguel al cuello quieren que los
          arcabuzeros partan con ellos la presa,
          amenaçandoles que donde no la partieren
          que les matarán el prisionero. En esto
          llegó vn criado de Musiur de Borbon,
          y como conoçe al Rey de Françia va al
          virrey que viene alli çerca y auisale
          el estado en que está el Rey; y llegado
          el virrey haze sacar al Rey debajo del
          cauallo: y demandandole si es el Rey de
          Françia y a quién se rinde, responde,
          sabiendo que aquel es el virrey, que el
          es el Rey de Françia, y que se rinde al
          Emperador; y veys aqui cómo luego le
          desarman quedando en calças y jubon,
          herido de dos pequeñas heridas, vna en
          el rostro y otra en la mano: y ansi es
          lleuado a Pauia y puesto en buena guarda
          y recado. Y el virrey luego despacha al
          comendador Peñalosa que lo haga saber en
          España al Rey[458]. El qual es reçebido
          con aquella alegria y plazer que tal
          nueua y vitoria mereçe. En compañia del
          Rey de Françia son presos el que se dize
          ser Rey de Nauarra, y Musiur el Gran
          Maestre, y Memoransi, y el vastardo de
          Sauoya, y el señor Galeazo Visconte, y el
          señor Federico de Bozoli, y Musiur San
          Pole, y Musiur de Brion, y el hermano del
          marqués de Saluzo, y Musiur la Valle, y
          Musiur Sciande, y Musiur Ambrecomte, y
          Musiur Caualero, y Musiur la Mota, y el
          thesorero del Rey, y Musiur del Escut,
          y otros muchos caualleros, prinçipes y
          grandes de Françia que veys aquí juntos
          rendidos a prision, cuyos nombres seria
          largo contaros.

          Y luego acabado de nos mostrar en aquella
          pintura esta vitoria y buenauentura del
          nuestro feliçisimo Carlos prinçipe y Rey
          de España nos passó a otro quartel, donde
          no con menos primor y perfeçion del arte
          estaua pintada la imperial coronaçion
          y trihunfo Çesarico[459] que hizo en
          Bolonia en el año de mil y quinientos y
          veynte y nueue _años_, siendo pontifice
          el papa Clemente septimo; y tanbien el
          viaje que haze luego alli en Alemaña
          por resistir al turco que viene con
          gran poder hasta Viena por destruir la
          cristiandad; y veys aqui todo su campo y
          batallas puestas apunto, y cómo le haze
          retirar.

          Y como nos obo mostrado en todo primor
          de la pintura todas estas grandezas nos
          passó a otro paño de la pared, y nos
          mostró la terçera vitoria igual a las
          passadas que obo en el reyno de Tunez
          diez años despues, que fue en el año
          de mil y quinientos y treynta y çinco;
          y ansi nos començó a dezir. Veis aqui
          cómo despues que este bienauenturado
          prinçipe huuiere hecho vn admirable
          alarde de su gente y exerçito en la
          çiudad de Barçelona sin dezir a ninguno
          donde va: veis aqui cómo vn miercoles
          nueue de Junio, estando todo el campo a
          punto de guerra y partida como conuiene,
          auiendo los tres dias antes auisado,
          manda leuantar las uelas: las quales
          son treçientas en que va la flor y prez
          de España, y con gran musica y bozeria
          mueuen soltando mucha artilleria del mar
          y tierra, que es cosa marauillosa de
          ver. Veis aqui cómo el sabado siguiente
          a las seys de la mañana llega toda la
          armada a la ysla de Çerdeña, donde hallan
          al marques del Gasto que con su armada
          y compañia les[460] está aguardando.
          Tiene consigo ocho mil alemanes y dos
          mil y quinientos españoles de los viejos
          de Ytalia; y siendo aqui reçebidos con
          muy solene salua se rehazen de todo lo
          neçesario, y luego el lunes adelante, que
          son catorçe del mes, salen del puerto
          alas seys de la mañana con prospero
          viento, guardado el orden neçesario; y
          el martes alas nueue horas de la mañana
          llegan a la vista de la Goleta, que es
          en las[461] riberas y costa de Tunez:
          puerto y castillo inexpugnable. Pues
          tomada tierra avnque con alguna defensa
          de los contrarios[462]; porque luego
          acudieron al agua gran cantidad de moros,
          turcos y genizaros, a defenderles el
          puerto. Pero jugando desde los nauios
          muy poderosa artilleria apartaron[463]
          los enemigos del puerto, tanto, que
          todos aquellos señores y prinçipes _sin
          peligro_ se pueden saltar a tierra;
          y ansi todos recogidos por aquellos
          campos con la mejor guarda y miramiento
          que pueden se aloxan hasta que todo el
          canpo es desembarcado. Despues que en
          dos dias enteros han desenbarcado armas
          y cauallos y aparejos manda su Prinçipe
          bienauenturado[464] que todos se pongan
          apunto de guerra: porque los moros los
          desasosiegan mucho, que a la contina
          estan sobre ellos escaramuçando. Veys
          aqui cómo viene a bessar las manos del
          Emperador Muley Alhazen Rey de Tunez,
          con treçientos de cauallo, y no se
          parte de aqui hasta que el Rey[465] le
          mete y apodera en su çiudad. Veis aqui
          cómo se hazen trancheas y vestiones y
          terreplenos para conbatir la Goleta:
          en los quales tardan veynte y ocho
          dias. Veis aquí muchas y muy cotidianas
          escaramuças y rebates que tienen los
          moros con los christianos a vista de
          su prinçipe: donde cada qual se señala
          con gloria eterna de buena fama. Pues
          como es acabado este vestion muy fuerte
          que aqui veis, en contra deste castillo
          de la Goleta, manda el Enperador que
          se ponga en orden de vateria; y ansi
          ponen en él treynta y seys piezas de
          artilleria gruesa, los mejores tiros de
          toda la armada, los quales asestan a las
          dos torres prinçipales del castillo;
          y en los otros vestiones y trancheas
          ponen hasta quatroçientos cañones
          gruesos y menudos, los quales asestan á
          la fortaleza y galeras que tenian[466]
          los moros en el estaño de agua que
          viene de Tunez hasta la mar. Veis aqui
          cómo estando todos apunto para dar la
          vateria haze el Emperador vn admirable
          razonamiento a todos sus capitanes y
          soldados, animandolos al acontecimiento
          y prometiendoles grandes premios. Veys
          aqui cómo miercoles que seran catorçe del
          mes de Julio, quando fue[467] venida la
          mañana el Emperador manda que se comiençe
          la vateria por la[468] mar y tierra.
          La qual es la mas fuerte y contina y
          admirable que nunca se dió en campo de
          griegos, romanos ni egipçios. Porque
          dentro de quatro horas estan deshechos
          y hundidos por tierra los muros, çercas
          y valuartes mas fuertes que tubo la
          antiguedad. Todo es aqui en breue roto y
          horadado, que ya no tienen los moros con
          que se amparar, cubrir ni defender, y
          les es neçesario salir al canpo a pelear
          como estan los de fuera. Veys aqui cómo
          a las dos horas despues de medio dia los
          soldados españoles enbian a suplicar al
          Emperador les dé liçencia para entrar
          la fuerça, porque ya no es menester
          gastar mas muniçion; ya comiençan los
          moros a salir al campo viendo poca
          defensa en su fuerça, y los españoles
          los reciben con gran animo y matandolos
          y hiriendolos lançan animosamente en
          sus muros _que ya estan_ sin _albergue_
          ni defensa, y tanta es la matança _que
          en ellos hazen_ que los hazen huyr[469]
          por el estaño adelante, donde se hahogan
          infinitos dellos. Veys aqui cómo con
          gran[470] alegria y esfuerzo ponen _los
          españoles_ las vanderas sobre los muros
          y fuerça, auiendo muerto más de treynta
          mil moros que estauan en aquella defensa
          sin morir[471] diez de los cristianos.
          Estan tan esforzados y animosos estos
          soldados españoles con esta vitoria,
          que si en esta coyuntura los tomasse
          de aqui el Emperador serian bastantes
          para façilmente vençer los exerçitos del
          Turco y gran Can y Sophi si todos estos
          poderosos prinçipes y sus fuerças se
          juntasen en vno. Porque aqui ganan la
          mas fuerte y inexpunable fuerça que en
          el mundo está en edifiçio. Ganan aqui
          treçientas piezas de artilleria gruesa
          de bronce muy hermosa, y mucha _muniçion
          de_ poluora y pelotas, flechas, lanças
          y otros infinitos generos de armas _y
          muniçion_. Tomarse ha en esta vitoria la
          mejor armada que nunca pagano perdió:
          porque estan seteçientos nauios gruesos
          y treynta y seis galeras: y la resta
          de galeotes y fustas mas de çiento. De
          aqui parte luego el Emperador otro dia
          adelante a dar combate a la çiudad por
          dar fin a esta empresa. Y suçede que le
          sale al camino Baruarroxa con çien mil
          convatientes por resistirle la entrada:
          donde con muy poca dificultad fueron
          todos desbaratados, y muerta infinita
          multitud dellos; y veys aqui cómo viendo
          el mal suçeso el Capitan Baruarroxa huye
          por se librar de las manos del Emperador
          y se acogió a la çiudad de Bona, vn
          puerto vezino alli[472] en _las riberas
          de_ Africa; y veys aqui cómo llegado el
          Emperador a la ciudad de Tunez se le
          abren las puertas sin resistençia, y le
          enbian las llaves con los mas antiguos y
          prinçipales de la çiudad ofreçiendosele
          en su obediençia. Veis aqui cómo resulta
          desta vitoria ser libres veynte mil
          cristianos que en diuersos tiempos
          auian sido presos captiuos por el mismo
          Baruarroja: los quales todos estauan en
          el alcazaua de veynte años antes presos.
          Veys aqui como hechos sus capitulos de
          conçiertos, parias y rehenes entre el
          Emperador y Rey de Tunez le pone en su
          poder la çiudad, dandole las llaues,
          mando y Señorio como de su mano; y
          despues de auerlo todo pacificado se
          embarca para Siçilia: y de alli para
          Sauoya por libertar lo que de aquel
          ducado tiene vsurpado en aquella sazon el
          Rey de Françia a su hermana la duquesa.

          Pasando mas adelante dixo: veys aqui
          cómo prosiguiendo este bienauenturado
          prinçipe en su buen hado trabaja por
          juntar conçilio en la çiudad de Trento
          en Alemania, por dar buen medio[473] en
          los herrores lutheranos que en aquella
          tierra estaran arraygados muy en daño de
          la iglesia catholica. Y veys aqui cómo
          no podiendo atraer[474] por esta via
          los prinçipes electores del imperio al
          buen proposito, determina de lleuarlos
          por fuerça de armas; y ansi el año de
          mil y quinientos y quarenta y siete,
          a veynte y quatro de Abril les da vna
          batalla de grande _ardiz_ y esfuerço:
          siendo[475] capitanes de su liga y
          confederación aquellos dos cabeças de
          su prinçipado: Lansgraue y Juan duque
          de Saxonia, a los quales vencio[476] y
          prendio junto al rio Albis en _aquella_
          batalla campal con grande ardiz[477].
          En la qual murieron[478] y son presos
          muchos señores y prinçipes[479] de
          su compañia, y avnque en los tiempos
          adelante viendo los prinçipes alemanes
          que las cosas del conçilio se ordenan en
          su destruiçion, trabajan a ser vengados
          por mano del duque Mauriçio y con fabor
          del Rey de Françia, con el qual y de su
          liga hazen vn exerçito en el año de mil
          y quinientos y çinquenta y dos y vienen
          con fuerça determinada, siendo capitan
          el duque Mauriçio por desbaratar el
          conçilio que está _en effecto_ junto en
          la çiudad de Trento: y tanbien procuran
          intentar prender al Emperador que está
          sin auiso alguno de su atreuimiento y
          desuerguença; y avnque esto verna ansi,
          pero veys aqui cómo plaze a Dios por
          ser buena la intençion y zelo deste
          bienauenturado prinçipe y buen hado,
          como no tiene algun effecto la dañada
          voluntad destos herrados herisarchas. Mas
          antes veys aqui cómo luego buelue todo
          a nuestro buen prinçipe en prosperidad,
          boluiendo a trihunfar de sus enemigos.
          Porque sus basallos y prinçipes de
          España la proueeran de gente y dinero en
          tanta abundançia que le sobren fuerças
          para todo y verna en fin a proseguir su
          conçilio: donde auida condenaçion de sus
          peruersos herrores se les dara el justo
          castigo que mereçen cabeças de tanta
          peruersidad; y despues de largos años
          effectuando en vn hijo suyo Don felipe
          sus grandes y cesareos deseos yrá a gozar
          con Dios a la gloria. Todas estas son
          xornadas en que se muestra admirablemente
          su buenauentura y hado, profetizado todo
          y diuinado doçientos años antes que cosa
          alguna destas suçedan: porque veais el
          saber desta mi abuela, y el valor y buen
          hado deste bienauenturado prinçipe y
          Señor nuestro.

          Y estando en esto vino el maestresala
          diziendo que estaua la çena aparejada,
          y ansi todos engrandeçiendo el saber
          de la maga y el injenio admirable de
          la pintura y la buenauentura y hado
          de nuestro prinçipe nos salimos de la
          sala admirados todos de la suntuosidad
          del edifiçio: la qual tornó mi diosa
          a çerrar y acompañandola por nuestra
          guia nos venimos al lugar donde a la
          çena soliamos conuenir, donde hallamos
          las mesas puestas con el mesmo aparato
          y magestad que auia en las passadas; y
          ansi començando la musica se siruio con
          aquella abundançia que se acostunbraua
          hazer: la qual çena duró hasta que
          anocheçió, y como fue acabada sentandose
          todas aquellas damas y caualleros en sus
          proprios asientos y alçadas las mesas del
          medio se representó vna comedia de amor
          con muchos y muy agraçiados entremeses,
          agudezas, inuençiones y donayres de
          grande injenio. Fue juzgada de todos
          aquellos caualleros y damas por la mas
          injeniosa cosa que nunca los humanos
          hayan visto en el arte de representaçion:
          porque despues de tener en ella passos
          y auisos admirables, fue el ornato y
          aparato todo en gran cumplimiento. Todas
          aquellas damas reçibieron gran deleyte y
          plazer con ella: porque notablemente fue
          hecha para su fabor, persuadiendo lleuar
          gran ventaja a los hombres el natural
          de las mugeres. Eran los representantes
          de tan admirable injenio que en todo te
          pareçiera ver el natural, y conuençido
          no pudieras contradezir su persuasion.
          En fin en aquella casa no se trataua
          otra cosa sino donayres y plazer: y todo
          era deleyte nuestro obrar y razonar, y
          como el mundo de su cogeta no tenga cosa
          que no cause hastio y enhado, y todo no
          enoje y harte, aunque mas los mundanos
          y viçiosos a el se den, en fin buelue
          su tiempo, y los deleytes hazen a su
          natural, y como el apetito es cosa que
          se enhada _y fastidia_ presto buelue la
          razon a se desengañar por el fabor y
          graçia de Dios. Esto quiero que veas cómo
          en mi passó; lo qual por ser ya venido el
          dia dexemos para el canto que se siguirá.


         _Fin del sexto canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[444] G., quiero que por agora dexemos.

[445] _Tachado_: Siguesse el sesto canto del gallo de Luçiano orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.

[446] G., estaua.

[447] G., antes que entren en la çiudad, estando ya junto.

[448] G., pequeño.

[449] G., Rey.

[450] G., en.

[451] G., puso.

[452] G., terçia.

[453] G., el.

[454] G., batalla.

[455] G., por.

[456] G., arroja.

[457] G., que.

[458] G., Emperador.

[459] G., Çesareo.

[460] G., los.

[461] R. (_Tachado_), puertos y.

[462] G., resistencia de los enemigos.

[463] G., apartan.

[464] G., manda el Emperador.

[465] G., este nuestro dichoso caudillo.

[466] G., tienen.

[467] G., es.

[468] G., el.

[469] G., fuerçan yr.

[470] G., grande.

[471] G., faltar.

[472] G., puerto de alli algo vezino.

[473] G., remedio.

[474] G., traer.

[475] G., trayendo ellos por.

[476] G., vençe y prende.

[477] G., batalla que les da.

[478] G., mueren.

[479] G., prinçipales.


                          ARGUMENTO
                 DEL SEPTIMO CANTO DEL GALLO

            En el septimo canto que se sigue el auctor
            concluyendo la parabola del hijo
            prodigo finge lo que comunmente suele
            aconteçer en los mançebos que aburridos
            de vn viçio dan en meterse frayles; y en
            el fin del canto se descriue vna famosa
            cortesana ramera[480].


          GALLO.--Despierta Miçilo, oye y ten
          atençion, que ya te quiero mostrar el
          fin, suçeso y remate que suelen tener
          todas las cosas desta vida: cómo
          todos los deleytes y plazeres van a la
          contina a parar en el hondo pielago del
          arrepentimiento, verás la poca dura que
          los plazeres desta vida tienen, y cómo
          quando el hombre buelve sobre si halla
          auer perdido mucho mas sin comparaçion
          que pudo ganar.

          MIÇILO.--Di, gallo; que muy atento me
          tienes a tu _graçiosa_ cançion.

          GALLO.--Pues vibiendo yo aqui en tanto
          deleyte, tanto plazer, tan amado, tan
          seruido y tan contento que pareçia que
          en el parayso no se podia el gozo y
          alegria más comunicar, de noche toda la
          passaua abraçado con mi diosa; y de dia
          yuamonos a estanques, riberas de rios
          y muy agraçiadas y suaues fuentes, a
          bosques, xardines, huertos y vergeles,
          y todo genero de deleyte, á pasear
          y solazar en el entretanto que se
          llegauan las horas del çenar y comer.
          Porque para esto tenia por su arte en
          sus huertas y tierra grandes estanques
          y lagunas en las quales juntaua todos
          quantos generos de pescados ay en el
          mar. Delfines, atunes, rodaballos,
          salmones, lampreas, sabalos, truchas,
          mulos marinos, congrios, marraxos,
          coraçinos, y otros infinitos generos
          de pescados: los quales puestos alli a
          punto echando los ançuelos o redes, los
          hazia façilmente caer para dar plazer
          a los amantes. Demas desto tenia muy
          deleytosos vosques de laureles, palmas,
          çipreses, platanos, arrayanes, çedros,
          naranjos y frescos chopos y muy poderosos
          y sombrios nogales y otras espeçies de
          arboles de gran rama y ocupaçion. Y todos
          estos estauan entretexidos y rodeados
          de rosas, jazmines, azuçenas, yedras,
          lilios y de otras muy graçiosas flores
          y olorosas que junto a vnas perenales
          y vibas fuentes hazian vnas suaues
          carçeles y unos deleytosos escondrixos
          aparejados para encubrir qualquier desman
          que entre damas y caualleros hiziesse
          el amor. Por aqui corrian muy mansos
          conejos, liebres, gamos, çieruos: que
          con manos, sin corrida, los caçaba cada
          qual. En estos plazeres y deleytes me
          tubo çiego y encantado esta maga un mes
          o dos: no teniendo acuerdo, cuenta, ni
          memoria de mi honrra y fe deuida a mi
          prinçipe y Señor, el tiempo perdido,
          mi viaje y compañia, ni de la ocasion
          que me truxo alli; y ansi vn dia entre
          otros (porque muchos dias, ni lo podia
          ni osaua haçer) me bajé solo a vn jardin
          por me solazar con alguna libertad, y de
          alli guiado no sé por qué buen destino
          que me dio, traspuesto fuera de mí,
          sin tener miramiento ni cuenta con la
          tierra, ni con el çielo, con el sereno,
          nublo, ni sol, el alma sola traspuesta
          en si mesma yua traçando en manera de
          eleuamiento y contenplaçion la ventaja
          que los deleytes del çielo tenían a los
          de por acá; y ansi passé de aquel jardin
          a vn espeso y çerrado vosque sin mirar
          por mi; y por vna angosta senda caminé
          hasta llegar a vna apazible y deleytosa
          fuente que con vn graçioso corriente
          yua haciendo vn sonido por entre las
          piedras y yernas que sacaua los honbres
          de si: y con el descuydo que llegué alli
          me arrimé a vn alto y fresco arrayan,
          el qual como los mienbros descuydados y
          algo cansados derroqué sobre el començo
          a gemir; y como quien soñando que se
          ahoga, o está en algun peligro despierta,
          ansi con gran turbaçion bolui sobre mí.
          Pero torneme a sosegar quando consideré
          estar en tierra y casa donde todas las
          cosas causan admiraçion, y el manjar en
          el plato acontece hablar; y como sobre
          el arrayan mas el cuerpo cargué, tornó
          con habla humana a se quexar diziendo:
          tente sobre ti, no seas tan cruel; y yo
          como le oy que tan claro habló leuantéme
          de sobre él y él me dixo: no temas ni te
          marauilles, Señor, que en tierra estas
          donde has visto cosas de mas espanto que
          verme hablar á mi; y yo le dixe: deesa,
          o ninpha del voscaxe, o quien quiera que
          tu seas, perdona mi mal comedimiento;
          que bien creo _que_ tienes entendido de
          mi que no he hecho cosa por te ofender.
          Que la inorançia y poca esperiençia que
          tengo de ver espiritus humanos cubiertos
          de cuerpos y corteças de árboles me
          han hecho injuriar con mis descuydados
          mienbros tu diuinidad. Ansi los buenos
          hados en plazer contino effectuen tu
          dichoso querer, y las çelestiales
          estrellas se humillen a tu voluntad, que
          me hables y comuniques tu humana boz,
          y me digas si agora o en algun tiempo
          yo puedo con algun beneffiçio purgar la
          offensa que han hecho mis miembros a tu
          diuino ser. Que yo juro por vida de mi
          amiga aquella que morir me haze, de no
          reusar trabajo en que te pueda seruir.
          Declarame quien eres y qué hazes aqui.
          Respondiome él: No soy, señor, yo deesa,
          ni ninpha del vosque; no sé cómo me
          has tan presto desconoçido, que soy tu
          escudero Palomades. Pero no me marauillo
          que no me conozcas, pues tanto tienpo ha
          que no te acuerdas de mi ni te conoçes
          a ti. Como yo oy que era mi escudero
          quedé confuso y sin ser, y ansi con
          aquella mesma confusion me le fue abraçar
          deseoso de le tener con quien a solas
          razonar, como con él solia yo tener otros
          tiempos en mi mas contina conuersaçion.
          Pero ansi abraçando ramas y hojas y
          troncos de arrayan le dixe; ¿que es esto
          mi Palomades? ¿quien te encarceló ay?
          Respondióme: mira, señor, que esta tierra
          donde estás los arboles que ves todos son
          como yo. Tal costumbre tiene la señora
          que te tiene aqui, y todas las damas y
          dueñas que en su compañia estan. Sabe que
          esta es vna maga encantadora, treslado
          y trasumpto de Venus y otras rameras
          famosas de la antigüedad. Ni pienses que
          obo otra Cyrçes, ni Morganda, ni Medea;
          porque a todas estas exçede en laçiuia y
          engaños que en el arte magica se pueden
          saber. Esta es la huespeda que bajando
          la sierra nos hospedó; y con la guia nos
          enbió á este castillo y vosque fingiendo
          nos enbiar a su sobrina la doncella Saxe.
          Pero engañonos, que ella mesma es; que
          por gozar de tu moçedad y loçana juuentud
          haze con sus artes que te parezca su
          vejez tan hermosa y moça como agora
          está. Y ansi como me dexaste en el patio
          quando entramos, aqui fue depositado en
          poder de otra vieja hechizera que con
          regalos quiso gozar de mi; y ansi la
          primera noche ençendida en su luxuria me
          descubrio todo este engaño y su dañada y
          peruersa intinçion; çiega y desuenturada
          pensando que yo nunca della me auia de
          partir. No pretenden estas maluadas sino
          hartar su laçiuia con los honbres que
          pueden auer; y luego los dexan y vuscan
          otros de quien de nueuo gozar, y hartas,
          porque los honbres no publiquen su
          torpeza por allá conuiertenlos en arboles
          y en cosas que ves por aqui; y para
          effectuar su peruersa suçiedad tienen
          demonios ministros que de çien leguas se
          los traen quando saben ser conuenientes
          para su mal proposito; y ansi viendome
          mi encantadora desgraçiado y descontento
          de sus corruptas costumbres y que andaua
          deseoso para te auisar, trabajaron
          por me apartar de ti, y avn porque no
          huyesse me conuertieron desuenturado en
          esta mata de arrayan que aqui ves, sin
          esperança de salud; y ansi han hecho a
          otros valerosos caualleros con los quales
          ya con sus artes y engaños satisfizieron
          su suçiedad, y despues los conuertieron
          en arboles aqui. Ves alli el que mandó
          la casa de Guevara conuertido en aquel
          çipres; y aquel nogal alto que está alli
          es el que mandó la casa de Lemos despues
          del de Portogal; y aquel chopo hermoso es
          el que gouernó la casa de Cenete antes
          del de Nasao. Y aquel platano que da alli
          tan gran sonbra es uno de los prinçipales
          Osorios. Aqui verás Mendoças, Pimenteles,
          Enrriques, Manrriques, Velascos, Stuñigas
          y Guzmanes; que despues de largos años
          han quedado penitençiados por aqui.
          Buelue, buelue, pues, señor, y abre
          los ojos del entendimiento; acuerdate
          de tu nobleza y linaxe. Trabaja por te
          libertar; no pierdas tan gran ocasion. No
          bueluas allá; huye de aqui. Estuue por
          gran pieza aqui confuso y enbobado, que
          no sabia qué hablar a lo que me dezia mi
          escudero Palomades; y como al fin en mí
          bolui y con los ojos del entendimiento
          aduerti sobre mí, echeme de ver; y hallé
          que en mi habito y natural era estrañado
          de mi ser. Halleme todo afeminado sin
          pareçer en mi ni semejança de varon:
          lleno de luxuria y de viçio; untado
          el rostro y las manos con vnguentos,
          colores y açeites con que las rameras
          se suelen adornar para atraer a si a la
          diuersidad de amantes, principalmente
          si en la mesma calle y vezindad ay dos
          que la vna está con la otra en porfia.
          Traya vn delicado y polido vestido que
          a su modo y plazer me auia texido la mi
          maga por más se agradar, con muy gentil
          aparato y labor. Lleuaua vn collar rico
          de muy preçiadas piedras de Oriente y
          esmaltes que de ambos hombros cuelga
          hasta el pecho; llenos de anillos los
          dedos, y dos braçaletes en cada braço
          que pareçian axorcas de muger. Traya los
          cabellos encrespados y anillados[481]
          ruçiados y vntados con aguas y açeytes
          olorosos y muy preçiados. Traya el rostro
          muy amoroso y bello, afeytado a semejanza
          de los mançebos que en Valençia se vsan
          y quieren festejar. En conclusion por
          el rostro, semblante y dispusiçion no
          huuiera honbre que me conoçiesse sino
          fuera por el nombre; tan trocado y mudado
          tenia todo mi ser. Luego como mirandome
          vital y de capitan fiero estimado me
          hallé conuertido en viçiosa y delicada
          muger, de verguença me quise morir; y
          se me cayeron las hazes en el suelo sin
          osar leuantar los ojos avn a mirar el
          sol; marchicho[482], confuso y sin saber
          qué dezir; y en verdad te digo que fue
          tanta la verguença que de mi tenia y
          el arrepentimiento y pessar que en mi
          spiritu entró que mas quisiera estar so
          tierra metido que ofreçerme a ojos de
          alguno que ansi me pudiera ver. Pensaua
          dónde yria; quién me acogeria; quien no
          se reyria y vurlaria de mi. Lastimauame
          mi honrra perdida; mis amigos que me
          aborreçerian; mis parientes que me
          huyrian. Comienço en esto tan miserable
          y cuytadamente a llorar, que en lagrimas
          me pensaua conuertir. Dezia: ¡o malditos
          y miserables[483] placeres del mundo, qué
          pago tan desuenturado dais. ¡O pluguiera
          a Dios que fuera yo a la guerra y mil
          vezes muriera yo allá antes que auer yo
          quedado en este deleyte acá! Porque con
          la muerte hubiera yo hecho la xornada
          mucho a mi honrra; y ansi quedando acá
          muero çien mil vezes de muerte vil sin
          osar pareçer. He faltado a mí, a mi
          prinçipe y señor. Por muchas vezes miré
          por el rededor de aquella fuente por ver
          si auria alguna arma, o instrumento de
          fuerça con que me poder matar; porque la
          mi maga de armas y de animo me pribó; y
          ansi con esta cuyta me bolui al arrayan
          por preguntar a mi compañero si auia
          dexado sus armas por alli, siquiera
          por poder con ellas caminar y por me
          defender si alguna de aquellas malas
          mugeres saliesse a mi; y como junto a si
          me vio començo a darme grandes bozes;
          huye, huye, señor, que ya aparejado el
          yantar anda la tu maga muy cuydadosa a te
          vuscar; y si te halla aqui sospechosa de
          tu fe tomará luego vengança cruel de ti.
          Porque esto vsan estas malauenturadas de
          mugeres por más que amen; si alguno les
          falta y hierra no fian del honbre más,
          y nunca se acaban de satisfazer; porque
          sienpre quieren muy hartas de todos
          trihunfar; y ansi alçando mis faldas
          al rededor començe con grande esfuerço
          a correr cara donde sale el sol; yua
          huyendo, sudando, cansado y caluroso,
          boluiendo a cada passo el rostro atras.
          Plugo a los mis bienauenturados hados
          que auiendo corrido dos horas, avnque
          con gran fatiga y dolor por aquel vosque
          espeso çerrado de aspereça y matorral, en
          fin, sali de la tierra de aquella mala
          muger; porque a qualquiera honbre que
          con efficaz voluntad quiere huyr de los
          viçios le ayuda luego Dios; y como fuera
          me vi, humillado de rodillas, puestas
          las manos al çielo, con animo verdadero
          demandé perdon dando infinitas graçias a
          Dios por tan soberana merçed. Senteme a
          vna fuente que vi alli; la qual avnque
          no tenia al rededor aquella deleytosa
          sombra de aquellas arboledas y rosas que
          estauan en el vosque de la encantadora,
          me dio a mi mayor deleyte y plazer, por
          ofreçerseme a mayor neçesidad; y tomando
          con las manos agua me començé á labar el
          rostro, cabeza y boca por echar de las
          venas y huesos el calor inmenso que me
          abrasaua; y ansi desnudandome de todas
          aquellas delicadas ropas y atauios me
          ayreé y refresqué, proponiendo de en
          toda mi vida más me las vestir. Arrojé
          por aquel suelo collar, oro y joyas que
          saqué de aquel Babilon; pareçiendome que
          ningun dia por mí pasó mas bienauenturado
          que aquel en que ansi me vi muerto de
          hambre y sed. Temia aquellos arreos y
          delicadeças no me tornassen otra vez a
          encantar; pareçiendome tener en si vn no
          sé que, que aun no me dexauan[484] del
          todo boluer en mi; y ansi lo mas pobre
          y sençillo que pude començe á caminar
          poniendo mil protestaçiones y juras sobre
          mí de nunca yr donde honbre me pudiesse
          conoçer; yendo por aquellos caminos y
          soledad me deparó Dios vn pastor que de
          pura piedad con pan de çenteno y agua de
          vn barril me mato hambre y sed; y por
          acabar de echar de mi del todo aquellos
          enbeleñados vestidos hize trueque con
          algunos andraxos que él me quiso dar.
          Pues con aquella pobre refeçion llegué
          ya casi que anocheçia a vn monesterio de
          frayles de San Bernardo que estaua alli
          en vn graçioso y apazible valle; donde
          apiadandome el portero, lo mejor que
          pude me albergué, y luego a la mañana
          trabajé con toda afabilidad y sabor a
          los comunicar y conuersar, pareçiendome
          a mi que de buena voluntad me quedaria
          aqui si me quisiesen reçebir. Pero como
          las guerras acabauan en aquella sazon
          en aquella tierra, pareçiendoles que
          yo huuiese sido soldado y que por no
          ser bueno venia yo ansi, no se osauan
          por algunos dias del todo fiar; pero
          por pareçerme que aquel lugar y estado
          era conveniente para mi proposito y
          neçesidad, trabajé con mucha humildad
          y bajeza a los asegurar continuando
          en ellos mi seruiçio quanto pude; y
          ansi passados algunos dias, ya que
          se començaron a fiar me obligué a
          los seruir. Barriales las claustras
          y iglesia; y tanbien seruia al comer
          en[485] la mesa de compaña porque luego
          no pude mas; y despues andando el tiempo
          pedíles el habito y como me vieron algo
          bien inclinado plugoles de me le dar con
          intinçion que fuesse para los seruir.

          MIÇILO.--De manera que te obligauas por
          sclauo de tu voluntad.

          GALLO.--Por çierto de mayor seruidunbre
          me libró Dios quando de poder de la
          maga me escapó[486]. Que lo que peor es
          que entrando los hombres alli luego se
          comiençan a peruertir. Que todos quantos
          en aquella orden ay todos entran ansi; y
          luego tienen pensamiento y esperança de
          venir a mandar.

          MIÇILO.--Buena intinçion lleuais de
          seruir a Dios.

          GALLO.--¿Pues qué piensas? Todo es ansi
          quanto en el mundo ay. Luego me dieron
          cargo de la limpieça del refitorio,
          compañero del refitolero.

          MIÇILO.--Entonces holgarte yas mucho en
          gozar de los relieues de todos los vasos
          de los frayles.

          GALLO.--Pues como yo aprobé algunos años
          en este offiçio començaron me a ordenar.
          En fin, me hizieron de misa.

          MIÇILO.--Grandes letras lleuauas.

          GALLO.--Lleuaua todas las que aquellos
          vsan entre si; y yo luego començe a
          desemboluerme y endereçar la cresta y
          fue subiendo por sus grados, que quando
          ubo vn año que fue de misa me dieron la
          porteria; y a otro año me dieron el cargo
          de zillerero.

          MIÇILO.--¿Que offiçio es esse?

          GALLO.--Proueer todo el mantenimiento de
          casa.

          MIÇILO.--Gran offiçio era ese, gallo,
          para te faltar; a osadas que no
          estuuiesses atado a nuestra pobre raçion.

          GALLO.--Entonces cobré yo en la casa
          muchos amigos: y gané mucho credito con
          todos de liberal; porque a ninguno negué
          nada de todo quanto pidiesse. Porque
          siempre trabajé que a costa ajena ninguno
          se quexasse de mi; y ansi me hizieron
          prior.

          MIÇILO.--Fuera de todas esas cosas; en lo
          que tocaua a la orden mucho trabajo se
          deue de tener.

          GALLO.--Antes te digo que no ay en el
          mundo estado donde más sin cuydado ni
          trabajo se goze lo bueno que el mundo
          tiene; si algo tiene que bueno se pueda
          dezir. Porque tres cosas que en el mundo
          se estiman las tienen alli los frayles
          mejores que las gozan todos los hombres.
          La primera es el comer ordinario; la
          segunda son los aposentos en que viben, y
          la terçera es el credito y buena opinion.
          Porque a casa de qualquiera prinçipe, o
          señor que vays, todos los honbres han
          de quedar a la puerta aguardando para
          negoçiar; y el frayle ha de entrar hasta
          la cama; y a ningun honbre dará vn señor
          vna silla, ni le sentará a su mesa sino
          vn frayle quanto quiera que sea de todo
          el monesterio el mas vil.

          MIÇILO.--Tú tienes mucha razon; y ansi me
          marauillo como ay honbre cuerdo que no se
          meta frayle.

          GALLO.--Al fin mis amigos me eligieron
          por abbad.

          MIÇILO.--¡O cómo gozarias de aquel
          su buen comer y beber y de toda su
          bienauenturança! Pero dime ¿en que te
          ocupauas siendo abbad?

          GALLO.--Era muy amigo de edificar y ansi
          hize dos arcos de piedra muy fuertes en
          la bodega; porque estaua cada dia para
          se nos hundir; y porque vn refitorio
          que teniamos bajo era frio, hize otro
          alto de muy ricos y hermosos artesones y
          molduras; y vna sala muy sunptuosa en que
          comiessen los huespedes.

          MIÇILO.--¿Pues no tenias alguna
          recreacion?

          GALLO.--Para eso tenia la casa muchas
          casas en riberas de plazer, donde auia
          muy poderosos cañales y hazeñas.

          MIÇILO.--Dime gallo ¿con los ayunos
          tienen los frayles mucho trabajo?

          GALLO.--Engañais os; porque en ninguna
          orden ay mas ayunos que vosotros teneis
          seglares[487], sino el auiento; y este
          ayuno es tal que siempre le deseamos que
          venga; porque vn mes antes y aun dos
          tenemos de recreaçion para auerle de
          ayunar. Vamonos por las granjas, riberas,
          deesas y huertas que para esto tiene
          la orden muy granjeado y adereçado; y
          despues venido el auiento a ningun frayle
          nunca mataron avnque no le ayunasse. Que
          a todo esto dizen: tal por ti qual por
          mi[488].

          MIÇILO.--El contino coro de maytines y
          otras horas no daua passion?

          GALLO.--El contino coro por pasatiempo le
          teniamos y a los maytines con vn dolor de
          cabeza que se fingiesse no van a ellos en
          vn mes. Que hombres son como vosotros acá.

          MIÇILO.--Por çierto eso es lo peor y
          lo que mas es de llorar. Pues si eso es
          ansi, que ellos son honbres como yo ¿de
          qué tienen presunçion? ¿De solo el habito
          han de presumir?

          GALLO.--Calla, Miçilo, que muchos dellos
          pueden presumir de mucha sanctidad y
          religion que en ellos ay. Que en el mundo
          de todo ha de auer; que no puede estar
          cosa en toda perfeçion.

          MIÇILO.--Espantado me tienes, Gallo, con
          lo mucho que has passado, lo mucho que
          has visto, y la mucha esperiençia que
          tienes; y prinçipalmente con este tu
          cuento[489] me has dado mucho plazer y
          admiraçion; yo te ruego no me dexes cosa
          por dezir. Dime agora ¿en qué estado y
          naturaleza viuiste después?

          GALLO.--Quiero te dezir del que más me
          acordare conforme á mi memoria; porque
          como es la nuestra mas flaca que ay en
          _el_ animal no te podre guardar orden
          en el dezir. Fue monja, fue ximio,
          fue auestruz, fue vn pobre Timon, fue
          vn perro, fue un triste y miserable
          seruidor[490], y fue vn rico mercader;
          fue Icaro Menipo el que subió al çielo y
          vió allá a Dios.

          MIÇILO.--Dese Icaro Menipo he oido mucho
          dezir, y de ti deseo saber más del,
          porque mejor que ninguno sabras la verdad.

          GALLO.--Pues mira agora de quién quieres
          que te diga, que en todo te quiero
          complazer.

          MIÇILO.--Aunque al presente vurles de
          mí ¡o ingeniossissimo gallo! con tu
          admirable y fingido cuento[491] te ruego
          me digas: luego como te desnudaste del
          cuerpo de frayle, de cúyo cuerpo te
          vestiste?

          GALLO.--El de vna muy honrrada y
          reuerenda monja; avnque vana como es el
          natural de todas las otras.

          MIÇILO.--¡O valame Dios! que conueniençia
          tienen entre si capitan, frayle y monja?
          De manera que fue tiempo en el qual tú,
          generosissimo gallo, te atauiauas y
          lauauas y ungias como muger; y tenias
          aquellas pesadunbres, purgaçiones y
          miserias que tienen todas las otras.
          Marauillome como pudiste subjetar aquella
          braueza y orgullo de animo con que
          regias la fiereza de tus soldados, a la
          cobardia y flaqueza de la mujer; y no de
          qualquiera, pero de vna tan afeminada y
          pusilanime como una monja; que demas de
          su natural, tiene profesada cobardia y
          paçiençia.

          GALLO.--¿Y deso te marauillas? Antes te
          hago saber que yo fue aquella famosa
          ramera Cleopatra egipçia hermana de aquel
          barbaro Tholomeo que hizo cortar la
          cabeça al gran Pompeo quando vençido de
          Julio Cesar _en la Farsalia_ se acogió
          á su ribera; y otro tienpo fue en Roma
          vna cortesana llamada Julia Aspassia
          mantuana en tienpo del papa Leon deçimo.
          Que en loçania y aparato exçedia a las
          cortesanas de mi tienpo; y ansi tuve
          debajo de mi dominio y subjeçion a todos
          quantos cortesanos auia en Roma desde
          el mas graue y ançiano cardenal, hasta
          el camarero de monseñor. Pues cómo te
          marauillaras si vieras el brío y desdeño
          con que solia yo a todos tratar! Pues qué
          si te dixesse los engaños, fingimientos y
          cautelas de que yo vsaua para los atraer;
          y despues quanto injeniaua para los sacar
          la moneda que era mi vltimado[492] fin.
          Solamente querria que el tienpo nos diese
          lugar a te contar quando fue vna ramera
          de Toledo en España. Que te quisiera
          contar las costunbres y vida que tuue
          desde que naci; y prinçipalmente como me
          ube con vn gentil mançebo mercader y el
          pago que le di.

          MIÇILO.--¡O mi eloquentissimo gallo! que
          ya no mi sieruo sino mi señor te puedo
          llamar, pues en tienpos[493] de tu buena
          fortuna no solamente çapateros miseros
          como yo, pero tuuiste debajo de tu mando
          reyes y Cesares de gran valor. Dime
          agora, yo te ruego, eso que propones, que
          con affecto te deseo oyr.

          GALLO.--Pues tú sabras que yo fue hija
          de vn pobre perayre en aquella çiudad de
          Toledo, que ganaua de comer pobremente
          con el trabajo contino de vnas cardas
          y peynes; que ya sabes que se hazen en
          aquella çiudad muchos paños y bonetes;
          y mi madre por el consiguiente viuia
          hylando lana; y otras vezes labando paños
          en casa de hombres ricos mercaderes y
          otros çiudadanos.

          MIÇILO.--Semejantes mujeres salen de
          tales padres: que pocas vezes se crian
          bagasas de padres nobles.

          GALLO.--Eramos vn hermano y yo pequeños,
          que él auia doze años y yo diez; ni mi
          madre nunca tubo mas; y yo era mochacha
          bonica y de buen donayre y çiertamente
          cobdiçiosa de pareçer a todos bien; y
          ansi como fue creçiendo de cada dia más
          me preçiaua de mi y me yua apegando a
          los honbres; y ansi avn en aquella poca
          edad qualquiera que podia me daua vn
          alcançe, o empellon, de qual que pellizco
          en el braço, o trauarme de la oreja
          o de la barua. De manera que pareçia
          que todos trabajauan por me madurar,
          como quien dize a pulgaradas, y yo me
          vine saboreando y tascando en aquellos
          saynetes que me sabian como miel; y ansi
          vn moço del cardenal _Fray Françisco
          Ximenez de Çisneros_, que viuia junto a
          nosotros me dio vnos zarçicos de plata
          y vnas calças y seruillas con que me
          començé a pulir y a pisar de puntillas.
          Alçaua la cofia sobre las orejas y
          traya la saya corta por mostrarlo todo;
          y ansi començé yo a gallear, andar y
          mirar con donayre, el cuello erguido,
          y no me dexaua tanbien hollar de mi
          madre; que por qualquiera cosa que me
          dixesse la haçia rostro rezongando a la
          contina y murmurando entre dientes, y
          cuando me enojaua luego la amenaçaua con
          aquel cantar diziendo: Pues bien, para
          esta; que agora veniran los soldados
          de la guerra, madre mia, y lleuarme
          han; y ansi suçedió como yo quería. Que
          en aquél tienpo determinó el cardenal
          Fray Françisco de Çisneros emprender la
          conquista de Oran en Africa, y haziendo
          gente todos me combidauan si queria
          yo yr allá, y acosaronme tanto que me
          hizieron dezir que si, y ansi aquel
          moço de casa del Cardenal dió notiçia
          de mí a vn gentil honbre de casa que
          era su amo, que se llamaua Françisco de
          Vaena que yua por Capitan; el qual sobre
          çiertas conueniençias y capitulos que
          comigo firmó, y en mi _ombligo_ selló,
          se encargó de me llenar, y porque era
          mochacha pareçiole que yria yo en el
          habito de paje con menos pesadunbre; y
          ansi me vistió muy graçiosamente sayo y
          jubon de raso de colores y calças con
          sus tafetanes, y me puso en vna muy
          graçiosa acanea, y como la partida estuuo
          a punto, dando cantonada a mis padres,
          me fue con él. Aqui te quisiera dezir
          cosas marauillosas que passauan entre
          sí los soldados, pero porque avn abrá
          tiempo y proposito quiero proseguir en
          lo que començé. Aqui supe yo mil auisos
          y donayres y gentilezas; las cuales
          aprendí porque otras muchas mugeres
          que yuan en la compañia las tratauan
          y hablauan con el alferez, sargento y
          caporal y con otros offiçiales y gentiles
          honbres delante de mí, pensando que era
          yo varon. En fin yo amaestrada deseaua
          boluer ya acá para viuir por mi y tratar
          a mi plazer con mas libertad; porque no
          podia hablar todo lo que queria en aquel
          habito que me vistió; que por ser zeloso
          el capitan no me dexaua momento de junto
          a si, y mandóme que sopena de muerte a
          ninguno descubriesse ser muger. Pues
          suçedió que en vna escaramuça que se dio
          a los moros fue mal herido el capitan,
          y mandandome quanto tenia murio; y por
          dudar el suçeso de la guerra y pensando
          que avnque los nuestros huuiessen vitoria
          y diessen la çiudad a saco más tenia
          yo ya saqueado que podia saquear, me
          determiné boluer a España antes que
          fuesse de algun soldado entendida; y
          ansi me concerté con vn mercader que
          en vna carauela lleuava de España al
          real prouision, que me huuiesse de
          passar; y ansi cogido mi fato, lo mas
          secretamente que pude me passé, y con
          la mayor priessa que pude me bolui a mi
          Toledo, donde en llegando supe que mi
          padre era muerto; y como mi madre me
          vió me reçibió con plazer, porque vió
          que yo venia razonablemente proueyda:
          que de más de las ropas de seda muchas y
          muy buenas que hube del Capitan, traya
          yo doçientos ducados que me dixo que
          tenia en vna bolsa secreta al tienpo de
          su muerte. De lo qual todo me vestí bien
          de todo genero de ropas de dama al vso
          y tiempo muy gallardas y costosas, y
          por tener ojo a ganar con aquello más.
          Hize vasquiñas, saboyanas, verdugados,
          saltaenbarca, nazarena, reboçiños,
          faldrillas, _briales_, manteos, y otras
          ropas _de paseo_, de por casa, de raso,
          de tafetan y de chamelote; y quando lo
          tube a punto nos fuemos todos tres a
          Salamanca, que ya era my hermano buen
          moço y de buena dispusiçion, y en aquella
          çiudad tomamos una buena casa en la
          calle del Prior. Donde llamandome doña
          Hieronima de Sandoual, en dos meses que
          allí estuue gané horros çien ducados
          entre estudiantes generosos y caualleros
          naturales del pueblo; y como supe que la
          corte era venida a Valladolid enbié a mi
          hermano que en vna calle de conversaçion
          me tomasse vna buena posada, y él me
          la alquiló de buen reçebimiento y
          cunplimiento en el barrio de San Miguel.
          Donde como llegamos fuemos reçebidos de
          vna huespeda honrrada con buena voluntad.
          Aqui mi madre me recató mucho de todos
          quantos auia en casa, diçiendo que ella
          era vna bibda de Salamanca, muger de vn
          cauallero defunto, y que venia en vn
          gran pleyto por sacar diez mil ducados
          que auia de auer para mi de docte, de la
          legitima de mi padre que tenia vsurpado
          un tio mío que suçedió en el mayorazgo; y
          yo ansi me recogi y me escondi con gran
          recatamiento que ninguno me pudiesse
          ver sino en açecho y asalto; y ansi la
          huespeda començo a publicar que estaua
          alli vna linda donzella, hija de vna
          viuda de Salamanca, muy rica y hermosa
          a marauilla, proçediendo con quantos
          hablaua en el cuento de mi venida y
          estado; y tanbien ayudó a lo publicar
          vna moça que para nuestro seruiçio
          tomamos; y yo en vna ventana baja de
          vna sala que salia a la calle hize vna
          muy graçiosa y vistosa zelosía, por
          donde a la contina azechaua mostrandome
          y escondiendome, dando a entender
          que a todos queria huyr y que no me
          viessen.[494] Con lo qual a todos quantos
          cortesanos passauan daua ocasion que de
          mi estado y persona procurassen saber;
          y algunas vezes parandome muy atauiada
          a vna ventana grande, con mi mirar y
          aparato, a las vezes haziendo que queria
          huyr, y a las[495] vezes queriendome
          mostrar _fingiendo algunos descuydos_,
          ponia a todos más[496] deseo de me ver.
          Andaua ya gran multitud de seruidores,
          caualleros y señores de salua enbiando
          presentes y seruiçios y ofreçimientos, y
          a todos mi madre despedia diziendo que su
          hija era donzella y que no eramos mugeres
          _de palaçio y passatiempo_, que se sufria
          herrar; que se fuessen con dios. Entre
          todos quantos en mi picaron se adelantó
          más vn mançebo mercader estrangero rico,
          gentil honbre y de gran aparato: era en
          fin como le deseaua yo. Este más que
          ninguno otro se arriscó, a se me ofrecer
          trabajando todo lo posible porque yo
          le diesse audiençia; y como la moça
          le inportunaua sobre muchos mensajes,
          musicas y seruiçios y contino pasearme
          la puerta, alcançó de mi que yo le
          huuiesse de oyr, y sobre tienpos tasados
          y aplazados le falté mas de veynte vezes
          diziendo que mi madre no lo auia de
          sauer; y en el entretanto ningun mensaje
          le reçebia que no me lo pagaua con el
          doblo: que çamarro, saboyana, pieza de
          terciopelo, joyel, sortixa: de manera que
          ya que vna noche a la hora de maytines le
          vine a hablar por entre las puertas de la
          calle sin le abrir, me auia dado joyas de
          mas de doçientos ducados. En aquella vez
          que allí le hablé yo le dixe que en la
          verdad yo era desposada con un cauallero
          en Salamanca, y que agora esperaua auer
          la sentencia de los diez mil ducados de
          mi docte, y que aguardaua a mi esposo
          que auia de venir a me uer: por lo qual
          le rogaua yo mucho que no me infamasse,
          que daria ocasion de gran mal; y el pobre
          mançebo desesperado de salud lloraua y
          maldeziase con gran cuyta, suplicandome
          puesto de rodillas en el suelo ante las
          puertas çerradas que le diesse liçençia
          como vn dia se viesse delante de mi, que
          le pareçia no desear otra beatitud; y
          yo mostrandome algo piadosa y como por
          su gran importunidad le dixe: Señor, no
          penseis ni espereis de mí, que por todos
          los tesoros del mundo haria cosa que
          menoscabasse mi _honrra_ y honestidad;
          pero eso que me pedis alcançadlo vos de
          mi señora, que podra[497] ser que lo
          haga yo. Con esta palabra se consoló en
          tanta manera que pareçió _entonces_ de
          nueuo[498] resucitar, porque entendio
          della dezirla yo con alguna parte de
          affiçion sino que ser yo donzella y niña
          me causaua tener sienpre aquel desden,
          y no me atreuer a más liberalidad;
          y ansi me despedi dexandole a la
          puerta sollozcando y sospirando, y sin
          ninguna[499] pena ni cuydado me fue a
          dormir, y porque estuuiesse mi madre
          auisada de lo que se deuia hazer le conté
          lo que la noche passó. Luego por el dia
          proueyo mi seruidor para mi casa todo lo
          que fue menester, enbiando a suplicar
          a mi madre le diesse liçençia para la
          venir a visitar, y ella le enbió a dezir
          que viniesse pero que fuesse con tanto
          auiso y miramiento que no peligrasse
          nuestra honrra, y que antes ella le
          deseaua hablar por aduertirle de lo que
          nos conuenia, y que ansi le encomendaua
          viniesse cuando fuesse anocheçido, y que
          la huespeda no le[500] sintiesse; y ansi
          él vino anocheçiendo y entró con tanto
          recatamiento como si escalara la casa del
          rey.

          MIÇILO.--Dime, gallo, ¿porqué te detenías
          tanto y hazias tantos encareçimientos?

          GALLO.--Poco sabes deste menester. Todo
          esto que yo hazia era para ençenderle
          más el apetito; para que le supiesse más
          el bocado de la manzana que le esperaua
          dar. Que avn mucho más se le encareçí
          como verás. Pues como mi madre le reçibió
          se sentó en la sala con él diziendole:
          señor, yo os he deseado hablar por
          pediros de merçed que pues publicais que
          teneis affiçion a mi hija doña María, no
          la hagais obras que sean su destruiçion.
          Porque ya creo que, señor, sabreis, y
          sino quiero os lo dezir, que yo fue muger
          de vn valeroso cauallero de Salamanca de
          los mejores Maldonados; del qual me quedó
          vn hijo y esta hija que es la lunbre de
          mys ojos; y sabed que mi marido poseyó
          vn cuento de renta mientra viuio; porque
          su padre dispuso en su testamento que le
          poseyesse él por su vida por ser mayor; y
          que siendo él muerto suçediesse el hijo
          menor, hermano de my marido[501], con
          tal condiçion que diesse a cada vno de
          los hijos que quedassen al mayor çinco
          mil ducados; _y sino se los quisiese dar
          que suçediesse en ello el hijo mayor
          adelante en su linea_; y ansi el hermano
          de mi marido se ha metido en el mayorazgo
          y no quiere dar los diez mil ducados
          que deue a mis dos hijos; y ansi ha dos
          años que pleyteo con él, donde espero
          la segunda sentençia que es final en
          esta causa, que se dará antes de diez
          dias. En cuya confiança yo desposé a mi
          hija con vn cauallero muy prinçipal de
          aquella çiudad, mandandole los diez mil
          ducados en docte porque mi hijo le[502]
          haze donaçión de los suyos si yo le diese
          agora quinientos[503] ducados, porque va
          a Rodas por la encomienda[504] de San
          Juan, y está todo el despacho hecho del
          Rey y de su informaçion. Agora, señor
          hijo, yo os he querido hablar por dos
          cosas. Lo primero suplicaros que os
          tenpleis en vuestro ruar; porque cada dia
          esperamos al esposo de doña Maria; y si
          él venido tomasse sospecha de vos seria
          tomar vn siniestro que la echassedes
          a perder; y lo segundo que os quiero
          suplicar es que hagais esta buena obra a
          doña Maria mi hija, pues todo es para su
          remedio y bien, que nos presteis estos
          quinientos[505] ducados para con que
          enbiemos mi hijo de aqui: que yo os haré
          vna cédula de os los pagar auida agora la
          sentençia y execuçion; y en lo demas mi
          hija y yo estamos aqui para os lo servir;
          que no será ella tan ingrata que visto
          el bien que la hazeis no huelgue de os
          hazer el plazer que querreis; y diciendo
          esto le tomó mi madre por la mano y me
          le metio a vna camara donde yo estaua
          con una vela rezando en vnas Horas, y
          la verdad que te diga estaua rogando al
          demonio açertase mi madre en su petiçion;
          y como le[506] vi entrar fingi alguna
          alteraçion[507], y mirando bien le reçebí
          con mi mesura; y él mostró quererme[508]
          bessar el pie, y auiendo algo hablado
          en cosas uniuersales de la corte, del
          Rey, de las damas y caualleros, traxes
          y galanes, saliendose mi madre me dexó
          sola con él. El qual se fue luego para
          mí trabajando por me bessar, pero yo me
          defendí por gran pieza hasta que mi madre
          entró y le sacó afuera diziendo que le
          queria hablar, y él se le quexó mucho de
          mi desabrimiento y desamor jurando que me
          daria toda su hazienda si le quisiesse
          complazer. Mira, Miçilo, si el detenerme
          como tú antes me reprehendias si me
          aprouechó.

          MIÇILO.--Por çierto, artifiçial maestra
          estauas ya.

          GALLO.--Pues mira mi madre como acudió,
          que luego le dixo: Señor es niña y teme
          a su esposo, y nunca en tal se vio. Ella
          me obedeçera si le mando que se meta
          en vna cama con vos. Pues echandose á
          los pies de mi madre le dixo: hazedlo
          vos, Señora, por las plagas de Dios,
          que yo os daré quanto querais, y ansi
          fueron luego entre si conçertados que
          él le daria los quinientos ducados, y
          que mi madre le hiziesse la çedula de
          se los pagar dentro de vn mes; y que
          ella hiziesse que yo dormiesse vna noche
          con él, y ansi quedó que para la noche
          siguiente se truxiessen los dineros y
          hecha la çedula me diessen en rehenes a
          mi, y ansi en ese otro dia entendimos en
          aparejar lo que se deuia de hazer. Que
          pagamos la huespeda y despedimos la casa
          diçiendo que en anocheçiendo nos auiamos
          de yr, y comprando mi hermano vn par de
          mulas le auisamos de todo lo que auia de
          hazer. Pues luego venida la noche vino
          el mercader a lo conçertado _que avn no
          se le coçia el pan_, y nos dió _luego
          los_ quinientos[509] ducados y mi madre
          le hizo la çedula a su contento[510]
          _de se los pagar dentro de vn, mes_, y
          luego se aparejó la çena _qual el nouio
          la proueyó_; la qual acabada con mucho
          contento suyo nos metió mi madre en mi
          camara y çerró por defuera, y el se
          desnudó suplicandome que me acostasse con
          él, y yo dezia llorando con lagrimas que
          no haria a mi esposo tan gran traiçion, y
          él se leuantó y asiendo de mi se mostró
          enojar a porfia[511] _conmigo_, y yo por
          ninguna fuerça le quise obedeçer, pero
          lloraua muy vivas lágrimas, y él tomando
          a requerirme por bien; y yo ni por bien
          ni por mal, y ansi auiendo pasado alguna
          parte de la noche en esta porfia oymos
          llamar a la puerta de la calle con furia,
          sintiendo gran huella de caualgaduras, y
          era mi hermano que traya las mulas en que
          auiamos de partir, y entonçes mostrando
          alteraçion dixele que estuuiesse atento.
          Estando ansi hyrio mi madre a la puerta
          de la camara con furia y entrando dixo:
          ¡ay hija! que tu esposo es venido y
          preguntando por ti sube a te[512] ver,
          y diziendo esto tomamos ambas a mi
          seruidor, y ansi en camisa con vna espada
          en la mano le hezimos salir por vna
          recamara a un corredor que para este caso
          auiamos quitado unas tablas del suelo,
          y como él entró por alli _con intinçion
          de se recoger hasta ver el suçeso_, al
          primer passo cayó en vn corral, de donde
          no podia salir por estar çerrado al
          rededor; y luego yo vestiendome de todos
          los vestidos de mi galan, que me conoçian
          ya porque en ellos me crié, y despedidos
          de la huespeda los vnos a los otros no
          nos vimos mas hasta oy. De aqui nos
          fuemos a Seuilla y a Valençia, donde hize
          lançes de grande admiraçion.

          MIÇILO.--Espantado me tienes ¡o gallo!
          con tu osadia y atreuimiento con que
          acometias semejantes hazañas. Que la
          flaqueza de ser muger no te encogia el
          animo a temer el[513] gran peligro en que
          ponias tu persona?

          GALLO.--¿Qué diçes, Miçilo, flaqueza
          y encogimiento de animo? Pues más de
          veras te espantaras de mi quando yo fue
          Cleopatra: si me vieras con quanto estado
          y magestad me presenté ante Julio Cesar
          quando vino en Egipto en seguimiento de
          Pompeo, y[514] vieras vn vanquete que le
          hize alli para le coger[515] la voluntad,
          y que si me vieras en vna vatalla que di
          a Octauiano Çesar junto al promontorio
          de Leucadia, donde estuuo la fortuna
          en punto de poner en mi poder a Roma.
          En la qual mostre bien con mi ardid y
          desemboltura varonil la voluntad y ánimo
          que tuue de vençer las vanderas Romanas
          y lleuar delante de mi trihunfo a[516]
          Çesar vençido. Todo esto quiero dexar
          para otro tiempo en que tengamos mas
          lugar; y agora quiero te dezir de quando
          fue monja, lo qual por ser ya venido el
          dia en el canto que se sigue proseguiré.


            _Fin del séptimo canto del gallo._


                             NOTAS:

[480] _Tachado_: Siguesse el septimo canto del Gallo de Luçiano orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.

[481] G., nillados.

[482] G., marchito.

[483] G., miseros.

[484] G., dexaua.

[485] G., a.

[486] G., escape.

[487] G., los seglares teneis.

[488] G., por mi qual por ti.

[489] G., esta tu historia.

[490] G., sieruo sclauo.

[491] G., canto.

[492] G., vltimo.

[493] G., tienpo.

[494] que ninguno me viesse.

[495] G., otras.

[496] G., gran.

[497] G., podría.

[498] G., muerto.

[499] G., alguna.

[500] G., lo.

[501] G., y que si al tiempo de su muerte fuesse viuo vn otro hermano
que era menor, que suçediese en el.

[502] G., la.

[503] G., quatroçientos.

[504] G., a tomar el habito.

[505] G., quatroçientos.

[506] G., la.

[507] G., algún subito espanto.

[508] G., querer bessarme.

[509] G., quatroçientos.

[510] G., a mi madre, la cual le hizo vna çedula.

[511] G., enojado porfiando.

[512] G., por te.

[513] G., tener temor al.

[514] G., si.

[515] G., ganar.




                         ARGUMENTO
                DEL OCTAUO CANTO DEL GALLO

          En el octauo canto que se sigue el
            auctor se finge hauer sido monja, por
            notarles algunos intereses que en daño
            de sus conçiençias tienen. Concluye con
            vna batalla de ranas en imitaçion de
            Homero[517].


          GALLO.--Si despertasse Miçilo holgariale
          entretener en el trabajo gustando él de
          mi cantar; porque la pobreza çiertamente
          nos fatiga tanto que con dificultad nos
          podemos mantener, y no sé si le soy ya
          algo odioso, porque algunas mañanas le
          he despertado algo más tenprano que él
          acostunbraua, por lo qual padeçiamos
          mucha más hanbre, y agora porque esta
          maçilenta loba no nos acabe de tragar
          tomóme por ocasion para atraerle al
          trabajo contarle mi vida miserable; donde
          pareçe que ha tomado hasta agora algun
          sabor, y plega a Dios que no le enhade
          mi dezir; porque avnque sea a costa de
          mi cabeza quiera él trabajar y ambos
          tengamos que comer.

          MIÇILO.--¿Qué dizes, gallo; qué hablas
          entre ti? No me has prometido de me
          despertar cada mañana, y con tu graçioso
          cantar ayudarme en mi trabajo contandome
          tu vida?

          GALLO.--Y ansi lo quiero yo, Miçilo,
          hazer; que no quiero yo por ninguna
          ocassion quebrantar la palabra que te di.

          MIÇILO.--Pues di, que colgado estoy de tu
          habla y graçioso cantar.

          GALLO.--Yo me proferi ayer de te dezir
          lo que siendo monja passé, y solo quiero
          reseruar para mí de qué orden fue, porque
          no me saques por rastro. Pero _noramala
          se diga_, quiero que sepas que este es el
          genero de gente más vano y más perdido
          y de menos seso que en el mundo ay. No
          entra en cuento de los otros estados y
          maneras de viuir; porque se preçia de
          mostrar en su habla, trato, traje, y
          conuersaçion ser vnica y particular. Lo
          que sueñan de noche tienen por reuelaçion
          de Dios, y en despertando lo ponen por
          obra como si fuesse el prinçipal preçepto
          de su ley. Dizense ser orden de religion:
          yo digo que es más confusion; y si algun
          orden tienen, es en el comer y dormir; y
          en lo que toca a religion, es todo ayre
          y libiandad, tan lexos de la verdadera
          religion de Cristo como de Hierusalen.
          No saben ni entienden sino en mantener
          parlas á las redes y loqutorio[518]. Su
          prinçipal fundamento es hazerse de los
          godos y negar su proprio y verdadero
          linaxe; y ansi luego que yo entré alli
          fue como las otras la más profana y
          ambiçiosa que nunca fue muger, y ansi
          porque mi padre era algo pobre publiqué
          que mi madre auia tenido amistad con vn
          cauallero de donde me auia auido a mí,
          y por desmentir la huella me mudé luego
          el nonbre; porque yo me llamaua antes
          Marina, como mula falsa, y entrando en el
          monesterio me llamé Vernardina, que es
          nombre estraño, y trabajé quanto pude por
          llamarme doña Bernaldina, fingiendo la
          deçendençia y genealogia de mi prosapia
          y generaçion, y para esto me faboreçio
          mucho la abbadesa; que de puro miedo
          de mi mala condiçion _y desasosiego_
          procuraua de me agradar. Acuerdome que
          vn dia vn pariente mio enbio a visitarme
          con un paje; y preguntandole la portera
          a quien vuscaua respondió _el mochacho,
          buscaua_ a Bernardina, y yo acaso estaua
          alli _junto a la puerta_; y como le oy
          sali á él con aquella ansia que tenia
          que todos me llamassen doña Bernardina
          y dixele: ¡O! los diablos te lleuen,
          trapaz, que no te cabe en esa boca vn don
          donde cabe vn pedaço de pan mayor que tú.
          De lo qual á todas quantas estauan alli
          di ocasion de reyr[519] de mi vanidad.

          MIÇILO.--Pues tu padre ¿tenia antes don?

          GALLO.--Si _tenia_: sino que le
          tenia[520] al fin del nombre.

          MIÇILO.--¿Como es eso?

          GALLO.--Llamauase Françisco remendon. Ves
          alli el don al cabo. Mi mayor ocupaçion
          era enbiar casi cada dia a llamar los
          prinçipales y mas honrrados del pueblo
          vuscando negoçios que tratar con ellos;
          y dilatabalos por los entretener, y de
          alli venia a fingir vn pariente suyo
          con el qual dezia que mi padre tubo
          gran parentesco o afinidad[521]. Desta
          manera con todos los linajes de Castilla
          mostraua tener parte; con Mendoças,
          Manriques, Ulloas, Çerda, Vaçanes. El dia
          que yo no tenia con quien librar a la red
          y loqutorio me tenia por menos que muger,
          y si la abbadesa me negasse la liçençia
          me la yba a las tocas queriendola mesar,
          y la llamaua peor de su nonbre. Dos dias
          en la semana enbiaua por el confesor
          para me _confessar_ y consolar; y desde
          que saliamos de comer hasta la noche nos
          estauamos en el confessonario tratando de
          vidas ajenas; porque no se meneaua monja
          que yo no tuviese cuenta con ella. Otra
          vez me quexaua de la abbadessa que no
          me queria dar ninguna consolaçion, que
          estaua para me desesperar, o hazer de
          mí vn hecho malo; y amenazauala con la
          visita. Aconteçiame a mí vn mes no entrar
          en el coro a las horas fingiendo estar
          enferma de xaqueca, que es enfermedad de
          señoras, y para fingir este dolor hazia
          vnos generos de birretes portogueses
          afforrados en martas, o grana fina de
          poluo[522] demandada a mis seruidores,
          y deuotos _y familiares_. Pues para
          sustentar mis locuras y intereses lebanté
          vn vando en el monesterio de los dos san
          Juanes Euangelista y Baptista, y como
          yo tube entendido que mis contrarias
          con quien yo tenia mis differençias
          y pundonores seguian al Euangelista,
          tomé yo con mis amigas la devoçion _el
          apellido_ y parcialidad del Baptista;
          no más de por contradezir. Que de otra
          manera nunca tube cuenta ni eché de ver
          quál dellos mereçia más, ni quál era
          mejor.

          MIÇILO.--¡O gran vanidad! Quánto mejor
          fuera que trabajaras por imitar a
          qualquiera dellos en virtud y costunbres!

          GALLO.--Pues quando venia el dia de
          San Juan de Junio, quanto era mi
          desasosiego y mi inquietud! Reboluia todo
          el pueblo vuscando la tapizeria para
          la iglesia, claustras y refitorio. El
          hinojo, claueles, clauellinas, halelies,
          azuzenas y albahacas puestas en mil
          maneras de basijas de mucha curiosidad;
          y otras frescas y odoriferas yerbas y
          flores, yuncos y espadañas. Aparejaua
          las pastillas, moxquete, estoraque y
          menxui, que truxiessen toda la casa en
          grande y suaue olor. Traya aplazado el
          predicador de veynte leguas; y vn año
          antes negociado, y la musica vnica y
          peregrina de muchos instrumentos de
          suabe y acordada melodia. Negoçiaua las
          bozes de cantores de todos los señores y
          iglesias cathredales y colegiales quantas
          auia en la comarca. Despues para todos
          estos aparejaua casas, camas y de comer.
          Vuscaua aues, pescados y frutas de toda
          diferençia, preçio y estima. Un mes
          antes hazia _los_ mazapanes, bizcochos,
          rosquillas, alcorzas y confituras, y
          avn mucho sebillo de manos y guantes
          adobados, para dar a vnos y a otros
          conforme a la calidad y libiandad de cada
          qual que interuenia en mi fiesta.

          MIÇILO.--Todo eso no se podia hazer sin
          gran costa. Dime ¿de dónde auias todo eso?

          GALLO.--Por auerlo grangeaua yo vn
          año antes los amigos y seruidores por
          diuersas vias y maneras. Procurando
          negoçios, dares y tomares con todo género
          de honbres. De los vnos me aprouechaua
          para que me diessen algo; y de los otros
          para que demandassen a otros[523], y
          a otros queria para que me lleuassen
          mis recados y mensajes con que vuscaua
          y adqueria lo demas. De manera que yo
          me empleaua tan toda en este caso que
          nunca me faltaua cosa que hiziesse a mi
          menester[524].

          MIÇILO.--O quán molida y quebrantada
          quedarias passada la fiesta; y más
          orgullosa, presuntuosa y profana en auer
          cunplido con tu vano interes! O quán
          miserable y desuenturada era esa tu
          ocupacion, lo que es más de llorar!

          GALLO.--Las contrarias hazian otro tanto
          por Nauidad dia de San Juan Euangelista,
          que es el terçero dia de la pasqua.

          MIÇILO.--Pareçe que tenia el demonio vn
          censo cada año sobre todas vosotras; la
          meytad pagado por las vnas por Nauidad;
          y la otra meytad a pagar por las otras
          a San Juan de Junio. ¿Qué libiandad
          tan grande era la vuestra; que siendo
          ellos en el çielo tan yguales y tan
          conformes, aya entre sus deuotas acá
          tanta desconformidad y disension? Antes
          me pareçe que como verdaderas y buenas
          religiosas deuieredes preçiaros ser mas
          deuotas del Santo quanto mas trabajauades
          en su imitaçion. Las baptistas procurar
          exçeder a las otras en el ayuno contino,
          en el vestido poco; en la penitençia y
          sanctidad, y las euangelistas procurar
          lleuar uentaja a las otras en el
          recogimiento, en la oraçion, en el
          amor que tubo a su maestro, en aquella
          virginidad santa por la qual le encomendó
          Dios[525] su madre virgen. Pero como toda
          vuestra religion era palabras y vanidad,
          ansi vuestras obras eran profanas y de
          mundo, y ansi ellas tenian tal premio y
          fin mundano. Porque si vosotras os matais
          a chapinazos sobre quál de los dos San
          Juanes fue mejor, y vosotras no teneis ni
          seguis punto de su bondad seriades como
          son dos negras esclauas de dos señoras
          que se matassen a puñadas sobre quál
          de sus amas era más hermosa; y ellas
          dos quedassen negras como un tizon. O
          como dos romeros que muy hanbrientos y
          miserables con gran enojo se matassen
          sobre quál es el más rico desta çiudad, y
          ellos quedassen muertos de hanbre sin que
          nadie[526] les dé vn pan que comer.

          GALLO.--De lo que yo senti entonçes desta
          gente tengo por opinion que naturaleza
          hizo este genero de mugeres en el mundo
          por demas; y por esta causa las echó en
          los monesterios como quien las arrima a
          vn rincon; y como ellas se ven tan fuera
          de cuenta trabajan con estas industrias
          de Sathanas darse a entender; y ansi el
          primer pensamiento que la monja conçibe
          entrando en el monesterio es que le
          tienen vsurpado el reyno y que se le
          tienen por fuerça; y que por eso la
          metieron como en prision alli, y seriale
          mas conueniente y prouechoso hazerse
          entender que aquella es casa de orates
          ó locos, donde fue lançada porque está
          sin seso desde que naçio, porque acá
          afuera no haga mal. Pues sabras, que yo
          fue enferma de vn çaratan de que en los
          pechos fue herida, de que padeçí mucha
          passion hasta que la muerte me lleuó; y
          luego mi alma fue lançada en vn cuerpo
          de vna Rana en el lago de Genesareth
          que esta en Palestina. Donde por yr tan
          acostunbrada a parlar no hazia sino
          cantar a la contina: prinçipalmente
          quando queria llouer por dar plazer al
          labrador que lo tiene por señal. En
          aquella vida viuia yo en algun contento
          por la gran libertad de que gozamos todas
          alli. Tratauanos muy bien vn benignissimo
          rey que teniamos; mantenianos el lago
          en toda paz y tranquilidad avnque algo
          contra la condiçion que yo auia tenido
          acá: pero la nueua naturaleza me mudó. No
          haziamos sino salir a la orilla al sol y
          estendernos con mucho plazer, y a su hora
          tornarnos a entrar en toda quietud; y
          como en ningun estado en esta vida falte
          miseria, tentaçion y trabajo, y creo que
          el demonio entiende en desasosegar toda
          criatura que en el mundo ay, ansi nos
          dio a nosotras vn desasosiego el mayor
          que se puede encareçer, y sabras que
          como es cosa comun, teniamos alrededor
          de nuestro lago mucha copia de ratones
          que se vienen por alli a viuir de los
          pueblos comarcanos en sus cuebas y
          choças, por viuir en más seguridad; y
          estos por ser gente de buena conuerzaçion
          hizieron con nosotras gran vezindad: y
          nosotras los tratamos a la contina muy
          bien. Suçedio que vn dia quiso (que no
          deuiera) vn hijo de su rey con algunos
          otros sus principales y vasallos passar a
          la otra parte del lago a visitar çiertos
          parientes y amigos y aliados que vibian
          allá. Y por ser muy largo el lago tenia
          gran rodeo y trabajo y avn peligro para
          passar, y comunicando su voluntad vn dia
          con çiertas ranas del lago, ellas, o por
          enojo que tuuiessen dellos, o por mala
          inclinaçion pensaron hazerles vn gran
          daño y vurla, y fue que ellas se les
          ofreçieron de los passar sin lission,
          si fiandose dellas se subian sobre sus
          lomos; que cada vna dellas tomaria
          el suyo sobre sí y ansi nadando los
          passarian a la otra parte, y que por más
          asegurar[527] atarian las colas dellos
          a las piernas traseras de las ranas,
          porque si se deleznassen del cuerpo no
          peligrassen en el agua. Ansi ellos
          confiados de su buena oferta vinieron
          hasta vnos veynte de los prinçipales
          de su vasallaje, quedando sus criados
          y familiares a la orilla mirando la
          lastimosa tragedia; y quando las ranas
          tuuieron a los señores ratones en el
          medio del lago ante los ojos de todos los
          que quedaban a la orilla se van con ellos
          a lo hondo, y zapuzandose muchas vezes
          en el agua los ahogaron a todos: y luego
          como fue auisado su Rey y los padres y
          parientes de los otros vinieron al agua a
          ver si acaso podrian remediar aquel cruel
          aconteçimiento, y como ni por ruegos, ni
          por lagrimas, ni promesas, ni amenaças no
          pudieron alcançar de nuestras ranas que
          no lleuasen aquel daño a execuçion dieron
          muy grandes bozes, llantos y alaridos,
          jurando por la grandeza del sol su padre,
          y por el valor y las entrañas de su madre
          la tierra de vengar tan gran traiçion y
          alebosia. Protestauan la injuria contra
          nuestro Rey pareçiendoles que no podia
          ser tan grande atreuimiento sino con su
          mandado y espreso fabor; y como nuestro
          Rey oyó las bozes y pesquisó la causa y
          la supo, salio de su palaçio con algunas
          ranas prinçipales que se hallaron con él,
          y por aplacar los ratones mandó con gran
          diligençia se buscassen los malhechores
          a do quiera que los pudiessen auer y los
          truxiessen ante su magestad, y avnque
          todos no se pudieron auer luego, en fin
          fueron presas alguna cantidad dellas: de
          las cuales se tomó su confesion por saber
          si algun señor particular les mandó hazer
          aquel daño; y como todas[528] confessaron
          que ellas de su propio motiuo[529] y
          maliçia lo auian hecho fueron condenadas
          a muerte, y avn se quiso dezir que alguna
          de aquellas ranas que fueron presas, por
          ser hijas de personas señaladas fueron
          secretamente sueltas y ausentadas, porque
          vntaron las manos a los juezes, y avn más
          los escriuanos en cuya mano dizen que
          está más çierto poderse hazer; y ansi
          escaparon las vidas del morir.

          MIÇILO.--Pues Dios las guardó viban
          y hagalas Dios bien. Por çierto gran
          descuydo es el que passa en el mundo el
          dia de oy: que siendo vn offiçio tan
          prinçipal y caudaloso el del escriuano,
          y tan neçesario, que sea[530] honbre de
          fidelidad para que todos viban en paz
          y quietud, consienten y permiten los
          prinçipes criar notarios y escriuanos
          hombres viles y de ruynes castas y suelo:
          los quales por pequeño interes peruierten
          el derecho y justiçia del que la ha de
          auer; y sobre todo los proueen de los
          officios mas principales y de más peligro
          en su Reyno: como es de escriuanias
          de chançillerias[531] y consejos y
          regimientos y gouiernos de su hazienda y
          republica: lo qual no se auia de hazer
          por ninguna manera, pues en ello va tan
          gran interes y peligro.

          GALLO.--Y ansi un dia de mañana como
          salio el sol fueron las condenadas
          sacadas a la ribera y pregonandolas
          vn pregonero a alta boz por alebosas,
          traydoras, matadoras, _homiçidas_ de sus
          bezinos y aliados, que las mandaua su
          Rey morir; y ansi ante gran muchedunbre
          de Ranas que salieron del lago y muchos
          ratones que lo vinieron a ver fueron
          publicamente degolladas. Pero el Rey
          Ambrocos (_que ansi se llamaua el Rey de
          los ratones_) y todos aquellos señores
          estauan retraidos en sus cuebas muy
          tristes y afligidos por la perdida de
          sus hijos; y ansi mandó su rey llamar
          a cortes, y luego fueron juntos los de
          su Consejo y grandes de su Reyno. Donde
          con grande encareçimiento de palabras
          les propuso la cruel traiçion que hauian
          cometido las ranas: y no en qualesquiera
          de su reyno, sino[532] en su mesmo
          hijo y de los prinçipales señores y
          caualleros de su tierra. Por lo qual
          avnque pudieran disimular qualquiera otra
          injuria por ser sus bezinas y aliadas,
          pero que este caso por ser tan atroz en
          la persona real y suçesor del Reyno no
          se sufria quedar sin castigo; y ansi los
          ratones indignados por las lagrimas y
          encareçimientos de su Rey se ofreçieron
          con sus personas y estado salir luego al
          campo: y que no boluerian a sus casas
          hasta satisfazer y vengar su prinçipe
          _Rey_ y señor o perder en el campo sus
          vidas. Y ansi el Rey les mandó que dentro
          de quinze dias todos saliessen al campo
          a acompañar su persona real, y mandó
          luego auisar con sus patentes, cartas y
          prouisiones a todos los ratones bezinos
          al lago, que supiessen la injuria hecha
          a su rey: y que todos so pena de muerte
          saliessen a las orillas y hiziessen el
          posible daño en las ranas que pudiessen
          auer. Luego todos aquellos señores se
          fueron a sus tierras aparejar y venir
          con sus compañías al mandado de su rey.
          Porque esto tienen los ratones que son
          muy obedientes a sus mayores; porque al
          que no lo es le despedaçan todos con los
          dientes; ni es menester para el castigo
          del tal delito que venga particular
          pesquisidor ni executor de la corte:
          que[533] luego es tal _delinquente_
          castigado entre ellos con muerte: y ansi
          no se osa ninguno desmandar. Ya nosotras
          las ranas de todo esto eramos sabidoras,
          porque no faltaron algunos de sus ratones
          que por tener con algunas de nosotras
          estrecha amistad se lo comunicasen.
          Prinçipalmente todo aquel tiempo que
          passó antes que se publicasse la guerra,
          porque hasta entonçes avn estauan en
          pie muchas de las antiguas amistades que
          auia entre vnos y otros en particular,
          y tanbien lo uiamos por esperiençia en
          nuestro daño: porque ningun dia auia
          que no pareçiessen a la costa del lago
          muchas ranas muertas, porque los ratones
          se llegauan a ellas con disimulaçion y
          con los dientes las hazian pedaços; _y
          prinçipalmente hazian esto vna compañia
          de malos soldados que de estrañas
          tierras el Rey auia traydo alli de vn
          su amigo y aliado: gente muy belicosa y
          de grande animo, que ninguna perdonauan
          que tomassen delante de si_. Ya eran tan
          grandes los[534] daños que se nos hazian
          que no se podian disimular, y dentro de
          quinze dias pareçieron ante las[535]
          riberas de Genesareth más de çien mil
          ratones, en tanta manera que el campo
          cubrian. Vino alli su[536] Rey _Ambrocos_
          con gran magestad con todo el aparato de
          tristeza y luto, protestando de no yr
          de alli sin vengar muy a su voluntad la
          muerte de su hijo; y ansi mandó dar en el
          campo vn muy brauo y sangriento pregon.
          Traya vn fiero raton por capitan general,
          al qual llamauan Lampardo el cruel: viejo
          y de maduro juizio, que toda su vida auia
          vibido en los molinos y _las_ hazeñas
          que estan en el rio Xordan y Eufrates.
          Traya debajo de su vandera en nombre de
          Ambrocos su rey quarenta mil ratones
          de grande esperiençia y valor. Venia
          alli Braquimis[537] Rey de los ratones
          que habitan toda la tierra de Samaria y
          Cana, el qual traya treynta mil. Venia
          Aplopetes, Rey de los ratones que moran
          Nazareth, Belen y Hierusalen: el cual
          traya otros treinta mil y más. Vinieron
          otros señores, prinçipes, vasallos y
          aliados del Rey Ambrocos que trayan a
          çinco mil y a diez mil. De manera que en
          breue tiempo todo el campo se cubrio.
          Como nos vimos en tanta neçesidad y
          aprieto acudimos todos a nuestro Rey
          llorando nuestra libertad perdida, al
          qual hallamos en la mesma afliçion sin
          saber cómo se remediar.

          MIÇILO.--Entonces, gallo, hallado auias
          oportunidad para executar tu belicosa
          condiçion que tenias siendo monja.

          GALLO.--Muchas mas fuerças y orgullo
          tenia yo en el monesterio para reboluer.
          No auia en todo el lago ninguna rana
          que no estuuiesse acobardada y como
          abscondida y encogida de temor, y ansi
          la nuestra reyna, mandó que todas las
          ranas sus subditas se juntassen, que se
          queria con ellas aconsejar. Las quales
          quando fueron juntas les[538] propuso el
          aflito y miseria en que estauan[539]. A
          algunas dellas les pareçio que seria
          bueno dexar aquella ribera a los ratones
          y passarse a la contraria, donde les
          pareçia que no abria quien las dañasse.
          Pero como auia alli ranas de todos los
          rededores y partes del lago dieron fe
          que no auia dónde huyr ni poder salir
          con libertad: porque por todas partes
          estauan puestos[540] gran multitud de
          ratones a punto de guerra, los quales
          procurauan dañar y matar en las ranas
          como las podian auer, no dexando alguna a
          vida. De manera que como nosotras vimos
          el ardid con que nuestros enemigos nos
          perseguian determinamos que seria bien
          salir al campo y darles una batalla:
          porque nos pareçió mejor morir, que no
          infames y encerradas y sin libertad
          cada dia padeçer. Pero lo que más nos
          afligia era el faltarnos armas con que
          pelear. Porque esta ventaja tienen de
          su naturaleza todos los animales: que a
          todos dió armas naturales naçidas consigo
          para se defender de sus enemigos y de
          aquellos que los quisiessen dañar. Al
          leon dió vñas, esfuerço y destreza. A la
          sierpe dió concha. A las aues dió vñas y
          buelo, y al cauallo herraduras y dientes
          con que se defienda, y ansi al raton dió
          vñas y dientes con que hiera, y a cada
          qual animal en su naturaleza armó; y a la
          rana, por hazernos el animal más simple
          y miserable, le dexó sin armas algunas
          con que pudiese defender de quien le
          procurasse dañar.

          MIÇILO.--A mí me parece, gallo, que en
          todo eso prouelló con gran prudencia
          naturaleza, porque como quiso criar la
          rana simple y sin perjuizio y daño, ansi
          lo crió sin enemigo que la dañasse; y
          porque alguna vez se podia ofreçer que
          con furia la acometiesse otro algún
          animal la proueyó de ligereça para nadar,
          y el salto para huyr. ¿Que culpa tiene
          naturaleza si vosotras enrruynais y
          corrompeis la sinpleza con que ella os
          crió?

          GALLO.--Tú tienes mucha razon, _porque
          en el mundo no ay animal que no aya
          corrompido con su maliçia las leyes que
          su naturaleza le dió_; y ansi por vernos
          confusas en este caso sin poder alcançar
          a sabernos dar remedio, acordose que
          nos socorriessemos del consejo y ayuda
          de çiertos generos de pescados que en
          aquel lago andauan en nuestra compañia, y
          prinçipalmenmente de vnos grandes barbos
          que alli se criauan y a estos nos fuemos
          contandoles nuestra miseria, y ellos como
          es gente muy honrrada y bien inclinada y
          trabajan vibir sin perjuizio de nadie,
          que hasta oy no se quexó dellos alguna
          naçion. Por esta causa pareçioles tan mal
          la traiçion que nuestras ranas hiçieron á
          los ratones que casi con disimulaçion se
          determinauan ver de nosotros (sic)[541]
          vengados los ratones.

          Pero ya por la estrecha y antigua
          amistad que por la contina vibienda
          entre nosotros auia nos estimaban por
          parientes y naturales, y ansi se dolieron
          de nuestra neçesidad y se proferieron a
          la remediar, ayudandonos[542] con consejo
          y fuerças; y puestos luego en esta
          determinaçion se leuantó vn baruo ançiano
          y de buen consejo y nobleza y ante todos
          propuso ansi: Honrradas dueñas[543],
          _vezinas, amigas y parientas_, a mí
          me pessa auer de seguir y faboreçer
          en esta empresa parte tan sin razon y
          justiçia: pues vosotras aueis injuriado
          y ofendido a vuestros amigos vezinos
          y comarcanos tan sin os lo mereçer;
          yo nunca pensé que vuestra simpleza
          tuuiera acometimiento de tanto doblez.
          Ni sé quien os dió lengua ni alma para
          fingir, ni manos para ansi dañar con _tan
          aleuoso_ engaño. ¿Quién no se fiara de
          vuestra flaqueza, pensando que vuestra
          humildad seria tal como la mostrais?
          Quán justo fuera faboreçer antes a[544]
          vuestro castigo que a vuestra defensa?
          Pero de oy más neçesitais nos a vivir
          con vosotras con auiso; y por venir á
          demandarnos[545] socorro; porque es la
          ley de los nobles no le negar á quantos
          afligidos le pidan, es razon que se os
          dé: y ansi es mi pareçer que ante todas
          cosas tratemos de os dar armas con que
          peleis y os defendais; porque çiertamente
          os tienen en esto gran ventaja los
          ratones en dientes y vñas. Por lo qual
          auiendolo mirado bien, es mi consejo;
          que hagais capaçetes de las caxcaras de
          huebos que se pudieren auer, que muchas
          hay en este lago, que los pescadores
          nos[546] echan por çeuo para nos pescar;
          y estas caxcaras puestas en la cabeza os
          será alguna defensa para las heridas;
          y por lanças lleuareis unos yuncos que
          ay en esta ribera, que tienen buenas
          puntas con que podais herir; que nosotros
          con nuestros dientes os los cortaremos
          quantos tengais neçesidad, y vosotras
          trabajad por os hazer diestras con estos
          yuncos como podais con destreza herir;
          aprended con la boca y manos como mejor
          os aprouecheis dellos. Saldreis al campo
          con estas armas; y si os vieredes en
          aprieto recogeros eis al agua, donde
          estara gran copia de nosotros[547] a la
          costa escondidos; y como ellos vengan
          con furia siguiendo su vitoria caeran
          en nuestras manos; y con nuestras colas
          y dientes el que en el agua entrare
          perderá la vida. De todos fue aprobado el
          consejo del buen pez, y ansi deshecha la
          consulta cada cual se fue a aprouechar
          de lo que más pudiesse auer. Las ranas
          todas nos dimos a vuscar caxcaras de
          huebos por mandado de nuestra Reina;
          y los barbos á cortar yuncos; y avnqve
          se hallaron alguna cantidad de caxcaras
          no fueron tantas que pudiessen armar a
          todas; por tanto se mandaron primero
          proueer las Señoras[548] y prinçipales
          _ranas_; y despues fueron repartidas las
          armas por vanderas y compañias. Pero
          ninguna fue sin lança, porque los barbos
          proueyeron de gran copia de yuncos; y
          ansi proueydas las vanderas y capitanias
          por aquellas Señoras[549], a mi como
          sabia la Reyna que yo era la mas diestra
          en armas de todas quantas auia en el
          lago[550], porque del monesterio yua yo
          ya diestra por la mucha costumbre en que
          estauamos a jugar de chapinazo y remeson
          por dame aca esa paja, prinçipalmente
          sobre quién soys vos, mas quién soys
          vos, quando començauamos a apurar los
          linajes. Ansi que por conoçerme a mi más
          industriada _en las armas_ que a todas
          me rogó quisiesse açeptar el offiçio
          de capitan general; y ansi ordenadas
          las esquadras que cada vna acometiesse
          a su tienpo y coyuntura; porque avn
          siendo mucha gente si va desordenada
          va perdida. Quanto mas siendo nosotras
          pocas en conparaçion de los ratones era
          más neçesario el buen orden y conçierto;
          y ansi yo me tomé a Marfisa marquesa de
          la costa de Galilea que lleuaua veynte
          mil, y a Marula duquesa de la costa de
          Tibiriades que lleuaua otras veynte mil,
          y yo que de mi costa tomé otras diez mil.
          Con estas çinquenta mil ranas las mejor
          armadas que auia en la compañia salimos
          del agua al campo. Salimos vna mañana en
          saliendo el sol con gran canto y grita.
          Quedaua la nuestra Reyna[551] con otras
          veynte mil ranas dentro en el lago para
          socorrer en la neçesidad: y con otras
          muchas señoras[552] y prinçipales del
          lago; y esto porque las ranas en sus
          batallas y guerras no consienten que sus
          reyes salgan al peligro hasta que no
          se puede escusar: que sus capitanes y
          señores hazen primeros acometimientos y
          rompimientos de la guerra; y demas de la
          gente dicha estaua vna buena compañia de
          çinco mil barbos todos escogidos y muy
          platicos en la guerra, _que se hallaron
          en las batallas que vuieron los atunes
          en tiempo de Lazaro de Tormes con los
          otros pescados_, los quales estauan
          encomendados por el Rey a Galafron[553],
          Duque de la costa de genesareth, por su
          capitan, barbo de grande esperiençia
          y ardid; ya de nuestra salida tenian
          notiçia los ratones que no se les
          pudo esconder, y estauan a punto para
          nos reçebir, y pensando nosotras ser
          ventaja acometer arremetimos con grande
          esfuerço, grita y animo, cubiertos[554]
          bien de nuestros yelmos, puestas las
          puntas de nuestras lanças en ellos[555]
          para que se lançassen por ellas, y ansi
          començamos con mucho compas y orden a
          caminar para ellos. Venia en la delantera
          de toda la compaña aquel fuerte Lampardo
          su Capitan general dando grandes saltos
          por el campo, que no pareçia sino que era
          aqueste[556] su dia, y yo con aquella
          sobra de animo que se podia comparar con
          el de vn fuerte varon sali a él, y como
          él no era auisado de aquella nuestra arma
          vinose derecho por me dañar: pero como
          le puse la punta del yunco[557] y le
          piqué saltó afuera hasta reconoçer bien
          el arma con que le heri; ya se juntaron
          las hazes de la una parte y de la otra
          donde las nuestras mostraron tratar a
          los ratones mal, porque como ellos no
          auian pensado que nosotras tuuieramos
          armas tomaron algun temor: y ansi se
          començaron a detener, y en alguna manera
          se sentia de nuestra parte ventaja:
          porque si les dieramos ocasion de nos
          temer no quisieramos más. Pero de nuevo
          Lampardo y Brachimis y Aplopetes tornaron
          a nos acometer: y como sintieron que
          nuestras lanças y armas eran de ninguna
          fuerça ni valor lançaronse por nosotras
          con façilidad. Matauan y despedaçaban
          quantas querian, en tanta manera que no
          los podimos resistir su furia, y ansi
          fue neçesario recojer el exerçito al
          lago; y los ratones con aquel animo que
          la vitoria les daua vinieron a se lançar
          por el lago adelante: donde saliendo los
          barbos dieron en ellos con tanta furia
          que hiriendo con las colas y dientes
          en breue tiempo mataron _y ahogaron_
          más de diez mil; y quiso mi ventura que
          yo quedase en la tierra por recoger mi
          gente que venia huyendo desmandada[558] a
          lançarse _sin orden_ al lago, y sucedió
          que como Lampardo me vido _en el campo_
          se vino para mí: y avnque yo le reçebi
          con algun animo no me pudo negar mi
          naturaleza de flaca rana y no exerçitada:
          por lo qual no le pudiendo resistir se
          apoderó en mí, y tropellandome con la
          furia que traya me hizo saltar el yelmo
          de la cabeça, y hincó con tanta furia los
          dientes y vñas en mí que luego espiré;
          y ansi no supe en aquella batalla lo
          que mas passó. Avnque sospecho que por
          bueno[559] que fuesse el fauor de los
          barbos no quedarian los ratones sin
          satisfazerse bastantemente.

          MIÇILO.--Por çierto gran deseo me queda
          de saber el suçeso de la batalla: porque
          no puedo yo creer que no tuuiesse[560]
          satisfazion la justiçia de Dios. Cosa
          marauillosa es, que un animal tan sin
          manos, _y ser simple y pusilanime_ tenga
          atreuimiento para ansi con tanto daño
          engañar. Vn animal tan callado, tan
          humilde, tan sin alteracion, de tanta
          religion y recogimiento acometa vn tan
          atroz y nefando insulto, speçie tan
          calificada de traiçion. ¿Quién no fiara
          dellas? A quién no engañaran con su
          fingida[561] simpleza? No en vano dizen:
          que más daño haze un rio manso, que vn
          hondo y furioso. Porque á la contina se
          vio por esperiençia estar la hondura y
          çienago en el remanso y quietud _del
          agua_. Pero sobre todo lo que me has
          contado, gallo, estoy espantado quando
          considero quán estremado animal es la
          muger. Tan presuntuoso, tan vanaglorioso,
          tan desasosegado, tan cobdiçioso de
          estima, mando y veneraçion, _aviendo
          sido criado por Dios para tanta bajeza y
          humildad: que poca differencia y ventaja
          ay entre la rana y este animal_ que no
          ay[562] muger por pobre y miserable que
          sea que no presuma de si ser mereçedora
          y poderosa para mandar y gouernar
          la monarchia del vniuerso, y que es
          pequeño el mundo para lo mucho que tiene
          entendido de si. _Çiertamente tú tienes
          mucha razon en sustentar auer toda
          criatura corrompido la carrera y regla de
          su viuir._

          GALLO.--Çiertamente tú dizes la verdad;
          que no saben tener en sus cosas templança
          ni medio; mas en todo son amigas del
          estremo.

          MIÇILO.--Hasta[563] vna monja que está
          en vn monesterio ençerrada, auiendo
          professado la humildad y menospreçio de
          los mandos y preheminencias y ventajas
          con que el mundo faboreçe a sus mas
          incumbrados naturales, y auiendo
          prometido a Dios y a la religion de
          negarse a sí y a su proprio interes; y
          que solamente hará la voluntad ajena
          _y de su perlada y mayor_, y veys con
          quanto estremo se sacude de su profesion
          y en alma y obras y pensamiento vibe
          al reues; y porque me pareçe que es
          especie de estremada vileza dezir mal
          de mugeres quiero acortar en este
          proposito[564]; porque los honbres
          honrrados antes las deuen defender _por
          ser flaco animal_[565]; que de otro
          materia se nos auia ofreçido de que
          pudieramos largo hablar. Pues, ¿qué
          si dezimos en el estremo que tienen
          en el amar y aborrecer? En el qual
          ningun inconueniente ni estoruo se le
          pone delante para dexar de effectuar
          su voluntad; y sino las obedeçeis y
          respondeis quando os llaman con igual
          amor vueluen en tanto odio y yra que se
          arriscan al mayor peligro del mundo por
          se satisfazer.

          GALLO.--Ay Miçilo, que en mentarme ese
          proposito me has lançado vn espada por
          las entrañas, porque me has acordado de
          vn amigo que por esa causa perdi[566],
          _el mayor y más fiel que nunca tuuo la
          antiguedad_. Que si mi coraçon sufriesse
          a te lo contar marauillarte yas cómo
          acordandome dello no reuiento de passion.

          MIÇILO.--Gran deseo me pones, gallo,
          de te lo oyr, y ansi te ruego que te
          esfuerçes por amor de mí a me lo contar:
          que segun me lo has encareçido deue de
          ser cosa digna de saber.

          GALLO.--Pues avnque sea a costa de mis
          ojos y coraçon yo te lo quiero contar por
          te obedeçer. Cantarte he vn amigo qual
          nunca otro como el se vio. En fin, qual
          deven los buenos amigos ser, y lo demas
          que a este proposito acompañare en el
          canto que se sigue lo oyras.


         _Fin del octauo canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[516] G., el.

[517] (_Tachado_). Siguesse el octauo canto del Gallo de Luçiano orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.

[518] G., loqutorios.

[519] G., que se riesen.

[520] pero teniale.

[521] G., fingirme pariente suyo, por rodeos de conoçimiento o afinidad
de alguno de su linaxe.

[522] G., Florençia.

[523] G., me vuscassen lo que hazia a mi menester.

[524] al cumplimiento de mi voluntad.

[525] G., Cristo.

[526] G., ninguno.

[527] G., las atarian.

[528] G., ellas.

[529] G., motu.

[530] G., este en.

[531] G., chançellerias.

[532] G., pero.

[533] G., porque.

[534] G., ya los daños eran tan grandes.

[535] G., nuestras.

[536] G., el.

[537] G., Brachimis.

[538] G., nos.

[539] G., estauamos.

[540] G., estaua puesta.

[541] G., nosotras.

[542] G., a nos faboreçer.

[543] G., Honrrada gente.

[544] G., en.

[545] G., venirnos a demandar.

[546] G., las.

[547] G., estaremos muchos de vuestros amigos.

[548] G., los señores.

[549] G., aquellos señores.

[550] G., considerando la Reyna que en toda su comarca no auia mas
sabia rana que yo ni mas esperimentada en guerra y disensiones.

[551] G., nuestro Rey.

[552] G., muchos señores.

[553] G., Estos trayan por su capitan a.

[554] G., cubiertas.

[555] G., nuestros enemigos porque.

[556] G., este.

[557] G., yunque.

[558] G., desuaratada.

[559] G., grande.

[560] G., quedasse sin bastante.

[561] G., aparente.

[562] G., y no vereis.

[563] G., Que basta.

[564] G., callar.

[565] G., Vna sola cosa no puedo dexar de dezir y encarecer: el extremo.




                        ARGUMENTO
                     DEL NONO CANTO

          En el nono canto que se sigue el auctor
            imitando a Luçiano en el dialogo
            llamado Toxaris, en el qual trata de la
            amistad, el auctor trata de dos amigos
            fidelissimos que en casos muy arduos
            aprobaron bien su intinçion. Enseñasse
            quales deuen ser los buenos amigos[567].

          GALLO.--¿Estás ya despierto, Miçilo,
          que yo a punto estoy para proseguir en
          lo que ayer quedé de te contar? Porque
          avnque sea a costa de mis entrañas y me
          dé algun dolor, oyras vna conformidad y
          fidelidad de dos amigos los mayores y mas
          verdaderos que nunca entre los hombres se
          vió. Una confiança y affiçion que dixeras
          viuir vna sola alma en dos. Vna casa,
          vna volsa, vnos criados, vn spiritu sin
          parçialidad ni diuision.

          MIÇILO.--Gran pieza de tiempo ha que
          estoy deseando que despiertes, cobdiçioso
          de te oyr. Agora di tú, que sin
          distraimiento alguno te oyre todo lo que
          querras.

          GALLO.--Pues ante todas cosas te quiero
          hazer saber que siendo yo vn tiempo
          natural frances y de Paris llamado
          Alberto de Cleph, y siendo mançebo
          mercader tube vn amigo natural de la
          mesma çiudad llamado Arnao Guillen, el
          más verdadero y el más fiel que nunca
          tubo la antiguedad. Este fue casado en la
          villa de Embers en el ducado de Brauante
          con vna donzella llamada Beatriz Deque,
          hija de honrrados padres, hermosa y de
          buen linaxe, la qual truxo consigo a
          viuir á Paris. Pues por auer sido grandes
          amigos en nuestra niñez y juuentud no
          çesó nuestra amistad por ser Arnao
          casado, mas antes se augmento y creçió
          más; y ansi porque sepas a quanto llegó
          nuestra afiçion y amor sabras que por
          tener çiertas cuentas viejas que conuenia
          desmarañarlas con çiertos mercaderes de
          Londres huimos de yr allá, y aparejado
          nuestro flete y matalotaxe dimonos a la
          vela encomendandonos a Dios; y yo era
          honbre delicado y de flaca conplexion,
          neçesitado al buen regimiento, y a mirar
          bien por mi salud. Pero Arnao era hombre
          robusto, valiente, membrudo y de muy
          fuerte natural; y luego como salimos
          del puerto a mar alta conmençoseme a
          leuantar el estomago y a bomitar con gran
          alteraçion y desasosiego de mi cuerpo,
          con gran desbaneçimiento de cabeça, y
          ansi suçedió a esto que nos sobreuino
          luego vna tan fragosa[568] y espantosa
          tempestad que pareçia que el çielo con
          todas sus fuerças nos queria destruir. ¡O
          Dios omnipotente! que en pensarlo se me
          espeluçan y enheriçan agora las plumas de
          mi cuerpo. Començosse a obscureçer con
          grandes nublados el dia que a noche muy
          çerrada semejaua. Bramaua el viento y el
          tempestuoso mar con espantosos truenos y
          temerosos relampagos: y mostrandose el
          çielo turbado con espesas plubias nos
          tenia a todos desatinados. El viento
          soberuio[569] nos çercaua[570] de todas
          partes: agora heriendo a popa, agora a
          proa, y otras vezes, lo que más desespera
          al piloto, andaua[571] rodeando la naue
          hiriendo el costado con gran furia.
          Andauan tan altas las olas que pareçian
          muy altas montañas: que con tan temerosa
          furia nos mojauan en lo mas escondido
          del nauio como si anduuieramos a pie por
          medio del mar. Cada vez que venian las
          olas a herir en el nauio tragauamos mil
          vezes la muerte desesperados de salud.
          Gritan los pilotos y grumetes, qual en
          popa, qual en proa, qual en la gauia,
          qual en el gouernalle, amarillos con la
          muerte esperada; gritan mandando lo que
          se deue hazer: pero con la brama del
          mar y vientos no se pueden vnos a otros
          oyr, ni se haze lo que se manda; las
          velas lleua ya el mar hechas andraxos y
          del mastel y antena no ay pedaço de vn
          palmo; todo saltó en rachas, y muchos
          al caer fueron mal heridos en diuersas
          partes de su cuerpo. Sobreuino ya la
          noche que hizo doblada la obscuridad,
          y por el consiguiente la tempestad más
          atroz y soberuia. Era tanto el estruendo
          que sonaua en los concauos çielos, y
          tantos los truenos que de la parte
          del septentrional polo proçedian que
          pareçia desconçertarse los exes de los
          nortes, y que el çielo se venia abajo;
          la naturaleza mesma por la parte de la
          tierra temio otra vez la confusion del
          diluuio que en tiempo de Noe pasó: porque
          los elementos pareçia auer rompido su
          concordia y limites, y que boluia aquella
          tempestuosa lluuia que en quarenta dias
          bastó cubrir toda la haz de la tierra.
          Muchas vezes el toruellino de las olas
          nos subió tan altos que viamos desde
          ençima tan gran despeñadero de mar quanto
          se ve estando las aguas serenas desde
          las altas rocas de Armenia. Pero quando
          nos bajaua el curso al valle entre ola y
          ola apenas se descubria el mastel sobre
          las ondas. De manera que vnas vezes
          tocauamos con las velas en las nubes: y
          otras vezes con el rostro del nauio en
          el arena, y el miedo era ya tanto que no
          sabia el maestro socorro alguno en su
          arte, ni sabia a quál ola se auenturasse,
          ni de quál se _asegurasse_ y guardasse.
          Porque en tal estado estauamos que la
          mesma discordia del mar nos socorria para
          que no fuessemos a lo hondo: porque en
          trastornando vna ola la nao por la vna
          parte, llegaua otra por la contraria que
          expelia la parte vençida y la leuantaua.
          De suerte que era forçado que qualquier
          viento que llegasse fuesse en su fabor
          para endereçarla; ymagina qué confusion
          hubiesse alli con el gritar, amaynar y
          cruxir, y matarse los vnos sin oyr[572]
          los otros por el grand[573] estruendo y
          ruydo del mar y vientos, y sin verse por
          la gran obscuridad que hazia en la noche.
          Pues estando el çielo y el mar en este
          estado que has oydo quiso mi ventura que
          como mi estomago fuesse indispuesto y
          alterado por el turbado mar y su calidad,
          bomitaua muy amenudo de lo intimo de las
          entrañas. Suçedió que queriendo vna vez
          con gran furia bomitar colgado algo al
          borde sobre el agua por arroxar lejos, y
          espeliendo vna ola el nauio me sacudió de
          si al mar, y avn quiso mi ventura que por
          causa de mi mala dispusiçion no estuuiese
          yo desnudo como estauan ya todos los
          otros a punto, para nadar si el nauio se
          anegasse; y como yo cay en el agua de
          cabeça fue luego sumido a lo hondo, pero
          ya casi sin alma la mesma alma me subió
          arriba y ansi llegando a lo alto començe
          a gritar y pedir socorro; y como Arnao
          andaua vuscandome por el navio y no me
          halló donde me auia dexado, miró al agua
          y plugo a Dios que me reconociesse[574]
          entre las ondas, y sin temer tenpestad,
          obscuridad ni[575] braueza de las olas
          saltó junto a mi en el agua que ya
          estaua desnudo con los otros, y luego
          animandome dixo: esfuerçate hermano
          Alberto, no ayas miedo que aqui estoy
          yo; que no pereçeras mientras la vida
          me acompañare; y como junto a mi llegó
          me leuantó con las manos trayendome
          al amor del agua y al descanso de la
          ola; lleuauannos los vientos por el mar
          acá y allá sin poderlos resistir, y la
          ola furiosa con impetu admirable nos
          arrebataua y por fuerça nos hazia apartar
          lexos el vno del otro. Pero luego boluia
          Arnao a las bozes que yo le daua, y con
          fuerças de más que honbre me tomaua
          y con amorosas palabras me esforçaua
          no le doliendo a él su propria muerte
          tanto como verme a mi çercano a la mia.
          Procurauan del nauio echarnos tablas y
          maderos con intinçion de nos remediar;
          pero no nos podiamos aprouechar dellas
          por el gran viento que las arrebataua
          de nuestras manos, y lo que más nos
          desesperaua y augmentaua nuestra miseria
          era que durasse tanto la tenpestad, y
          avn pareçia que sobre ser pasadas diez
          horas de la noche començaua. Piensa
          agora, yo te ruego Miçilo, si en el mundo
          se puede agora hallar vn tal amigo que
          en tan arduo caso, estando seguro en su
          nauio en lo más fragoso desta tan furiosa
          tenpestad, viendo en semejante neçesidad
          su compañero tan çercano a la muerte,
          con tanto peligro se arroje a la furia
          y fortuna del agua, viento y ola y a la
          oscuridad de la tenpestuosa noche. Pon,
          yo te ruego, ante tus ojos todos aquellos
          tan encareçidos peligros, que no ay
          lengua que los pueda poner en el estremo
          que tiene en la oportunidad la verdad,
          y mira cómo despreciandolo todo Arnao y
          posponiendolo, solamente estima saluar
          al compañero por tenerle tan firme amor.
          En fin plugo a Dios que trayendonos las
          olas vadeando por el mar venimos a topar
          vn grueso madero que el agua traya sobre
          si de algun nauio que deuio[576] auer
          dado al traues: y como se abrio arroxonos
          aquel madero para nos remediar[577].
          Pues ambos trabados a él con la fuerça
          que pudimos[578], que ya afloxaua algo
          la tenpestad, trabajando Arnao ponerme
          ençima, las olas amorosas nos huvieron
          de poner en el puerto ingles sin mas
          lision. Este aconçimiento te he contado,
          Micilo, porque veas si tengo razon de te
          encareçer tanto nuestra amistad: porque
          al prinçipio te propuse que eramos los
          mayores amigos que nunca el mundo tuuo en
          si. Agora avras visto si tengo razon.

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, tú dizes gran
          verdad: porque no se puede mayor prueba
          ofreçer.

          GALLO.--Pues agora quiero proçeder en mi
          intinçion, que es contarte el peligro
          que en nuestra amistad se ofreçio por
          ocasion de vna muger. Pues agora sabras
          que bueltos en Françia huuimos de yr
          a vna feria de Embers, de Junio, como
          soliamos a la contina yr, y Beatriz
          inportunó a Arnao su marido que la
          lleuasse consigo por visitar a sus padres
          que despues de las bodas no los vio; y
          ansi Arnao lo hizo por darle placer.
          Pues aparejado lo neçesario para el
          camino salimos de nuestra[579] çiudad
          _de Paris_, y por ser yo tan obligado a
          Arnao procuraua seruir a su muger todo lo
          que podia, pensando en qué le pudiesse
          yo a él pagar alguna parte de lo que le
          deuia por obligaçion, y ansi procuraua
          en esta xornada y en qualquiera cosa
          que se ofreçia, ansi en su dueña como
          en él, auerle con todas mis fuerças de
          agradar y seruir; y ansi a él le pareçia
          estar bien empleado en mí el peligro en
          que por mí se vio; y como el demonio
          siempre soliçite ocasiones para sembrar
          discordia entre hermanos, que es la cosa
          que más aborde Dios, pareçiole que haria
          a su proposito si ençendia el coraçon
          de Beatriz de laçiuo amor de mí; y ansi
          la pobre muger alterada por Sathanas
          conçibio en su pecho que todo quanto yo
          hazia por respecto de la obligaçion que
          tenia a mi bondad, conçibio ella que
          lo hazia yo lisiado de su amor, por lo
          cual pareçiendole deuer a noble piedad
          y gratitud responder con el mesmo amor,
          y avn poniendo de su parte mucho más
          de lo que por valança se podia deuer,
          pensando incurrir en gran falta a su
          nobleza y generosidad si mucho más no
          daba sin comparaçion, ansi me amó tanto
          que en todo el camino y feria de Junio
          no sufria apartar su coraçon vn punto
          de mi; y esto era con tanta passion que
          con ninguna lengua ni juizio te lo puedo
          encareçer. Porque como algunas vezes
          le mostrasse tenerla afiçion; otras
          vezes como yo hiziesse mis obras con el
          descuydo natural, haziala desbaratar y
          afligir. ¡O quantas vezes conoçi della
          tener la habla fuera de los dientes para
          me manifestar su intençion[580], y con
          los labrios tornarla a compremir por no
          se afrontar. Vuscaua lugares conuenientes
          delante de su marido y padres, ocasiones
          que no se podian escusar para me abraçar,
          tocar y palpar por se _consolar_ y
          satisfazer. Por los ojos y por el ayre
          con sospiros, con el rostro y meneos
          del cuerpo me enbiaua mensajeros de su
          pena. Pero yo disimulaua pensando que
          cansandola se acabaria su pasion: y ello
          no era ansi, pero cada dia creçia mas;
          yo reçebia grandissima pena en verme
          puesto en tanto peligro, y pensaua de
          cada dia cómo se podria remediar, y
          creyendo que sola el ausencia seria el
          remedio[581], doliame apartarme de
          la compañia de mi amigo Arnao. Por lo
          qual muchas vezes llorando amargamente
          maldezia mi ventura y a Sathanas pues a
          tanto mal auia dado ocasion; y estando
          pensando cómo me despediria, como fue
          acabada la feria acordó Arnao que nos
          boluiessemos a Paris, y ansi mandó a
          toda furia aparejar; y estando todo lo
          neçesario a punto dixome que partiesse
          yo con su dueña, que él queria quedar a
          negoçiar çierto contrato que le faltaua,
          y que le fuessemos aguardando por el
          camino, que a la segunda xornada nos
          alcançaria. Dios sabe quánta pena me
          dio oyr aquel mandado, y me pessaua no
          auer huydo antes, pensando que fuesse
          vrdimbre de Sathanas para traerme
          por fuerça a la ocasion de ofender;
          y por el contrario fue muy contenta
          Beatriz, pensando que se le aparejaua
          la oportunidad forçosa que yo no podria
          huyr; y ansi disponiendonos Arnao
          todo lo neçesario, tomando la mañana
          començamos nuestro camino; yua Beatriz
          muy alegre y regocijada lleuandome en
          su conuersaçion. Deziame[582] muchos
          donayres y gentilezas _que el amor le
          enseñaua_, debajo de los quales queria
          que yo entendiesse lo que tenia en su
          voluntad, no se atreuiendo a descubrirse
          del todo hasta verse en lugar oportuno
          que no la corriesse peligro de afrenta,
          porque le pareçia a ella que yo no
          respondia a su intinçion[583] como ella
          quisiera. Avnque algunas vezes juzgaua
          mi couardia ser por que temia descubrir
          mi trayçion, y ansi ella se desemboluia
          algunas vezes demasiadamente por me hazer
          perder el temor, y sufriasse pensando
          que aquella noche no se podria escusar
          sin que a ojos çerrados se effectuasse
          la prueba de nuestra voluntad; y ansi
          aquella xornada se cumplió con llegar ya
          casi a la noche a vna villa buena que
          se llama Bruxelas, que es en el mesmo
          ducado de Brauante. Donde llegados mandé
          que los moços diessen buen recado a las
          caualgaduras, y al huesped preuine que
          tuuiesse bien de cenar; y pareçiome
          çiertamente estar acorralado y que
          en ninguna manera podia huyr aquella
          oportunidad y ocasion, porque çierto
          senti de la dama que estaua determinada
          de me acometer, de lo qual yo demandé
          socorro a Dios; y como fue aparejada la
          çena venimos a çenar, lo qual se hizo
          con mucho regoçijo, abundancia y plazer,
          y como fue acabada la çena quedamos
          sobre la tabla hablando con el huesped y
          huespeda su muger en diuersas cosas que
          se ofreçieron de nuestra conuersaçion;
          y como fue passada alguna pieza[584] de
          la noche dixe al huesped por manera de
          cumplimiento: Señor gran merçed reçebiré,
          que porque esta Señora que comigo
          traygo es muger de vn grande amigo mio
          que me la fió, duerma con vuestra muger,
          que yo dormiré con vos. Beatriz mostró
          reçebir esto con gran pena, pero calló
          _esforçandose_ por[585] la disimular;
          y el huesped respondió: Señor, en esta
          tierra no osamos fiar nuestras mugeres de
          ninguna otra persona mas que de nosotros,
          quanto quiera que venga en habito de
          muger; porque en esta tierra suçedió vn
          admirable caso en el qual vn hijo del
          señor deste ducado de Brauante en habito
          de muger gozó de la hija del Rey de
          Ingalaterra y la truxo por suya aqui; y
          como Beatriz vió que se le aparejaua bien
          su negoçio, avnque se le dilatasse algo,
          inportunó al huesped le contasse aquella
          historia como aconteçió. Lo qual no me
          pessó a mi pensando si en el entretanto
          pudiesse amaneçer; y importunado el
          huesped ansi començó: Sabreis, señores,
          que en este ducado de Brauante fue en un
          tiempo vn bienaventurado señor, el qual
          tubo vna virtuosa y agraviada dueña por
          muger. Los quales siendo algun tiempo
          casados y conformes en amor y voluntad
          sin auer generacion, y despues en
          oraciones y ruegos que hizieron a Dios
          suçedió que vino la buena dueña a se
          empreñar y de vn parto pario dos hijos,
          el vno varon y el otro hembra, los quales
          ambos en hermosura no tenian en el mundo
          par; y ansi fueron los niños criados de
          sus padres con tanto regalo como era el
          amor que los tenian; y como fueron de
          vn parto fueron los más semejantes que
          nunca criaturas fueron[586]; en tanta
          manera que no auia hombre en el mundo que
          pudiesse poner differençia entre ellos:
          ni los mesmos padres lo sabian diçernir;
          mas en todo el tiempo se engañaron
          mientra los criauan, que por solas
          las amas los venian a conocer; y ansi
          acordaron de los llamar de vn nombre por
          ser tan semejantes en el aspecto, rostro,
          cuerpo, ayre y dispusiçion. Llamaron al
          varon Julio y a la hija Julieta. Fueron
          estremadamente amados de los padres por
          ser tan lindos y tan deseados y no tener
          más; y ansi yendo ya creçiendo en edad
          razonable, conoçiendo ya ellos mesmos su
          similitud vsauan para su pasatiempo de
          donayres y graçiosos exerçiçios por dar
          plazer a sus padres; y ansi muchas vezes
          se mudaban los vestidos tomando Julio
          el habito de Julieta; y Julieta el de
          Julio; y representandose ante sus padres
          con vn donayre gracioso reçebian[587]
          plazer como con tanta gracia se sentian
          vurlados por sus amados hijos; y ansi
          Julieta en el habito que mas le plazia
          se yua muchas vezes a solazar, agora por
          la çiudad, agora por el mar; tomando
          la compañia que más le plazia; y vn
          dia entre otros salio de su aposento
          atauiada de los vestidos de su hermano
          Julio a toda gallardia y con su espada
          ceñida: y passando por la sala tomó dos
          escuderos que alli halló y lançose por
          el mar en vn vergantin que para su solaz
          estaua a la contina aparejado, y suçedió
          que esforçandose el viento a su pesar
          fueron lleuados por el mar adelante sin
          poder resistir; y como a los que Dios
          quiere guardar ningun peligro les daña,
          avnque con gran temor y tristeza fueron
          llegados vna pieza de la noche a la
          costa de Ingalaterra y lançados por un
          seguro puerto sin saber donde estauan;
          y como sintieron la bonança y el seguro
          del puerto aunque no conoçian la tierra,
          llegandose lo más que pudieron a la
          ribera determinaron esperar alli el dia;
          y ansi, como Julieta venia triste y
          desgraçiada y desuelada por causa de la
          desusada tempestad se echó luego debajo
          del tapete a dormir, y lo mesmo hizieron
          por la plaza del vergantin los escuderos,
          y fue tan grande y de tanta grauedad
          su sueño que siendo venida gran pieza
          del dia avn no despertaron; y suçedió
          aquella mañana salir la infanta Melisa
          hija del rey de Ingalaterra a caza con
          sus monteros por la ribera del mar, y
          como mirando acaso vio dentro del agua
          el vergantin ricamente entoldado y que
          no pareçia persona que viniesse en él,
          mandó que saltassen de su gente y viessen
          quién venia alli, y luego fue auisada
          por los que dentro saltaron que en la
          plaza del vergantin estauan dos escuderos
          dormiendo, y que dentro en el tapete
          estaua el mas lindo y agraçiado mançebo
          de edad de catorce años que en el mundo
          se podia hallar. Y cobdiçiosa la infanta
          de lo ver mandó echar la puerta en tierra
          y apeandose de su palafren saltó dentro
          del vergantin, y como vio a Julieta
          dormida[588] con su espada çeñida juzgóla
          por varon y ansi como la vio tan linda y
          tan hermosa en tan conueniente edad fue
          luego enamorada della[589], y aguardando
          a que despertasse, por no la enojar,
          _estuuo por gran pieza contemplando su
          belleza y hermosura; y como despertó_ la
          saludó con gran dulçura preguntandola
          por su estado y viaje. Julieta le dixo
          ser un cauallero andante que la fortuna
          del mar le auia echado alli, y que se
          tenia por _bien açertado_ y venturoso si
          la pudiesse[590] en algo servir. Melisa
          ofreçiendosele mucho para su consuelo la
          rogó saliesse a tierra combidandola a la
          caça, diçiendo que por aquellas partes
          la auia mucha y muy buena de diuersos
          animales; y ansi como reconoçio Julieta
          el valor de la dama, y por verse en su
          tierra, holgó de la complazer, y ansi le
          fue dado vn muy hermoso palafren, en el
          qual caualgando Julieta, y Melisa en el
          suyo, se metieron con su compañia por
          la gran espesura de la montaña a vuscar
          venados[591]; y como no se podia sufrir
          la infanta Melisa por la herida de su
          llaga _que la atormentaua sin poderla
          sufrir_, procuró quanto pudo alongarse
          de su gente y monteros por probar su
          ventura, y quando con Julieta se vió
          sola entre vnos muy cerrados matorrales
          la inportunó se apeasen a beber y a
          solazar junto a vna muy graçiosa fuente
          que corria alli, y quando fueron apeadas
          _las dos graciosas damas_ començó Melisa
          a hablar a Julieta con gran piedad; y
          avnque con mucha verguença y empacho le
          fue descubriendo poco a poco su herida, y
          teniendo los ojos lançados en el suelo,
          sospirando de lo intimo del coraçon,
          yendosele vn color y veniendosele[592]
          otro le muestra perdersele la vida si
          no la socorre; y ansi como ya tiene por
          el gran fuego que la abrasa descubierta
          la mayor parte de su dolor, queriendose
          aprouechar de la oportunidad se arriscó
          a tanto que abraçando a Julieta la
          besó[593] en la boca con mucho dulçor
          y suauidad; yendo pues el huesped muy
          puesto en el proçeso de su historia
          estaua Beatriz toda tresladada en él
          pareçiendole que todo aquel cuento era
          profeçia de lo que a ella le auia de
          suçeder; y ansi como el huesped aqui
          llegó, Beatriz con vn gran sospiro me
          miró con ojos de piedad y el huesped
          proçedio sin echarlo de ver, diziendo:
          Pues como Julieta por el suçeso tiene
          entendido que Melisa la tiene por varon,
          y viendo que a su passion no la puede dar
          remedio, estando confusa y pensosa[594]
          qué camino tomaria, acordó ser muy mejor
          descubrirle ser muger como ella, antes
          que ser tomada por cauallero neçio y
          cobarde para semejantes casos de amor, y
          dixo la verdad; porque çierto era cosa de
          hombre apocado[595] reusar vna dama de
          tanta gentileza que se ofreçe con tanta
          dulçura y buena oportunidad; y asi con
          vn gentil y agraçiado modo la auisa ser
          donzella como ella, _contandola toda su
          ventura y viaje, padres y naturaleza_.
          Pero como ya la saeta de amor auia hecho
          en ella su cruel effecto, estaua ya tan
          enseñoreado en su coraçon el fuego que
          la abrasaua que le vino tarde el socorro
          y auiso que de su naturaleza le dio
          Julieta, y por esta causa no le pareçió
          menos hermoso el rostro de su amada,
          mas antes a más amarla se ençiende, y
          entre si pensaua su gran dolor por estar
          desesperada de remedio, y ansi reuentando
          toda en lagrimas vañada, por consolar
          algo su pena dezia palabras que mouian a
          Julieta a gran lastima y piedad. Maldezia
          su mal hado y ventura, pues qualquiera
          otro amor santo o deshonesto podria
          tener alguguna esperança de buen fin,
          y este no tiene sino sospiros y llorar
          con inmensa fatiga. Dezia llorando:
          si te pareçia, amor, que por estar yo
          libre _de tu saeta_ estaua muy vfana, y
          querias con algun martirio subjetarme
          a tu vandera y señorio, bastara que
          fuera por la comun manera de penar, que
          es la dama por varon: porque entonçes
          yo empleara mi coraçon por te seruir.
          Pero hasme herido de llaga muy contra
          natural, pues nunca vna dama de otra se
          enamoró: ni entre los animales ay qué
          pueda esperar vna henbra de otra en este
          caso de amor. Esto parece, amor, que has
          hecho porque en mi penar sea a todos
          manifiesto tu imperio. Porque avnque
          Semiramis se enamoró de su hijo y Mirrha
          de su padre y Pasiphe del toro, ninguno
          destos amores es tan loco como el mio:
          pues avn se sufriera si tuuiera alguna
          esperança de effetuarse mi deshonestidad
          y deseo. Pero para mi locura ¿no habría
          Dedalo que injeniasse dar algun remedio
          contra lo que naturaleza tan firmemente
          apartó? Con estas lamentaçiones se aflige
          la gentil dama mesando sus dorados
          cabellos y amortiguando su bello rostro,
          vuscando vengança de sí mesma por auer
          enprendido empresa sin esperança de algun
          fin; y Julieta lo mejor que podia se la
          consolaua auiendo gran piedad de su cuyta
          y lagrimas que afligian su belleza. Ya
          se llegaua la noche y se ponia el sol, y
          como las damas no ayan vsado dormir en la
          montaña ruega Melisa a Julieta se vaya
          con ella á su çiudad que estaua çerca: lo
          qual Julieta açetó por su consolaçion,
          y ansi se fueron juntas a la çiudad y
          entraron en el gran palaçio, donde muchas
          damas y caualleros la salieron a reçebir;
          y considerando Melisa que ningun prouecho
          reçibe en[596] tener a su Julieta en
          habito de varon la vistio de muy ricos
          briales suyos. Porque gran yerro fuera
          no reçibiendo prouecho auenturarse al
          peligro de infamia que de alli se pudiera
          seguir; y tanbien lo hizo, porque como
          en el vestido de varon la dañó quiere
          ver si en el de muger se puede remediar
          y curar su dolencia, y ansi recogiendose
          anbas en su retrete lo mas presto que
          pudo la vistio muy ricos requamados y
          joyeles con que ella se solia adornar, y
          ansi la sacó a su padre a la gran sala
          diziendo ser hija del duque de Brauante;
          que la fortuna del mar la auia traydo
          alli saliendose por él a solazar; y ansi
          el Rey encomendó mucho a su hija Melisa
          la festejasse por la consolar y luego
          se despacharon mensajeros para auisar
          al duque su padre; los duques fueron
          muy consolados por auer[597] estado en
          gran cuyta por la perdida de su hija
          Julieta, y enbiaron a dezir al Rey que
          en todo hiziesse a su voluntad. Aquella
          noche fue Julieta muy festejada de damas
          y caualleros con vn solene serao, donde
          Julieta dançó a contento de Melisa[598],
          damas y caualleros, que todos la juzgauan
          por dama de gran gallardia, hermosura
          y valor, _y sobre todas contentó a la
          infanta Melisa_; y siendo llegada la
          hora de la çena fueron seruidos con gran
          solenidad de manjar, musica y aparato; la
          qual acabada, Melisa combidó a Julieta
          a dormir; y recogidas en su camara se
          acostaron juntas en vna cama, pero con
          gran diferencia en el reposo de la noche.
          Porque Julieta duerme y Melisa sospira
          con el deseo que tiene de satisfazer
          su apetito, y si acaso vn momento la
          vençe el sueño es breue y con turbadas
          ymaginaciones, y luego sueña que el çielo
          la ha conçedido que Julieta sea buelta
          varon; y como aconteçe a algun enfermo
          si de vna gran calentura cobdiçioso de
          agua se ha dormido con gran sed, en aquel
          poquito de sueño se le pareçen quantas
          fuentes en su vida vido, ansi estando
          el spiritu de Melisa deseoso pareçiale
          que via lo que sueña; y ansi despertando
          no se confia hasta que tienta con la
          mano y ve ser vanidad su sueño, y con
          esta passion comiença la desdichada
          a hazer votos de romeria a todas las
          partes que ay[599] deuoçion porque el
          çielo huuiesse della piedad. Pero en
          vano se aflige, que poco le aprouechan
          sus promesas y oraçiones por semejantes
          fines; y ansi pasó en esta congojosa
          contienda algunos dias hasta que Julieta
          la importuna[600] que quiere boluer para
          sus padres, prometiendola que tomando
          dellos liçençia[601] boluera a la visitar
          lo más breue que ella pueda. Lo qual
          por no la desgraçiar se lo conçedió la
          infanta, _avnque_ con gran dificultad y
          pasion, confiando que Julieta cunplirá
          la[602] palabra que le da de boluer. Pues
          como fue aparejado todo lo neçesario para
          la partida la mesma Melisa le entoldó el
          vergantin de sus colores y deuisas lo
          mas ricamente que pudo, y a ella[603]
          dio muchas donas de joyas y briales[604]
          de gran _estima_ y valor; y como Julieta
          se despidió del Rey y Reina la aconpañó
          Melisa hasta el mar. La qual como alli
          fueron llegadas, llorando muy amargamente
          la abraça y bessa suplicandola con gran
          cuyta buelua si la desea que viua, y
          ansi Julieta haziendola nueuas juras y
          promesas se lançó en el vergantin; y
          leuantadas velas y continuando sus remos
          se cometio al mar, el qual en prospero
          y breue tiempo se passó. Quedaua Melisa
          a la orilla del mar puestos los ojos y
          el alma en las velas del nauio hasta que
          de vista se le perdieron, y muy triste y
          sospirando se boluio a su palaçio. Como
          Julieta llegó a sus riberas los padres
          la salieron a reçebir con grande alegria
          como si de muerta resuçitara, haziendose
          muchas fiestas y alegrias en toda su
          tierra. Muchas vezes contaua a sus padres
          la tenpestad y peligro en que en el mar
          se vio conmouiendolos a muchas lagrimas;
          y otras vezes les encareçia el buen
          tratamiento que de la infanta Melisa auia
          reçebido: su grande hermosura, graçia,
          donayre y gran valor, dando a entender
          ser digna entre todas las donzellas del
          mundo a ser amada y seruida del cauallero
          de más alteza y valor; y como Julio la
          oya tantos loores de la infanta ençendió
          su coraçon a emprender el seruiçio de
          dama de tan alta guisa. Dezia en su
          pecho: ¿en qué me podía yo mejor emplear
          que estar en su acatamiento todos los
          dias de mi vida, avnque yo no merezca
          colocarme en su coraçon? Pero a lo menos
          gloriarme he auer emprendido cosa que me
          haga entre caualleros de valor afamar;
          y ansi con esta intinçion muchas vezes
          estando solo con su hermana Julieta la
          importunaua le contasse muy por estenso y
          particular todo lo que auia passado con
          Melisa; y por le complazer le conto, cómo
          dormiendo ella en el vergantin aquella
          mañana que a Londres llegó la salteó la
          infanta Melisa; y cómo teniendola por
          varon por lleuar el vestido y espada
          ceñida se enamoró della, y tanto que
          junto a vna[605] fuente la abraçó y bessó
          dulçemente demandandola sus amores, y
          cómo le fue forçado descubrirle ser
          muger, por lo qual no podia satisfazer a
          su deseo, y cómo no se satisfizo hasta
          que la tuuo consigo en su cama muchas
          noches; y la pena y lagrimas con que
          della se despidio prometiendole con
          muchas juras de la boluer a visitar;
          y luego como su hermana Julieta contó
          a Julio su historia resuçitó en su
          coraçon vna viua y çierta esperança de
          la gozar[606] por esta via, teniendo
          por inposible auerla por otra manera, y
          ansi industriado por amor tomó auiso,
          que con el vestido y joyas de su hermana
          seria por el rostro tomado por ella.
          En fin, sin mas pensar auenturandose a
          qualquier suçeso se determinó tentar
          donde alcançaua su ventura, y ansi un dia
          demandó a Julieta le diesse el tapete
          que le dio Melisa para el vergantin
          _con la deuisa_, porque se queria salir
          a solazar; y vestido de vn rico brial
          que Melisa dio a Julieta, y cogidos
          los cabellos con vn graçioso garbin,
          adornado su rostro y cuello de muy
          estimadas[607] joyas y perlas _de_ _gran
          valor_ se lançó a manera de solazar por
          el mar, y quando se vio dentro en él,
          mandó a los que gouernauan guiassen
          para Londres, y en breue y con prospero
          tiempo llegó al puerto, y por las señas
          reconoçió[608] el lugar donde su señora
          Melisa cada dia venia por esperar a su
          hermana Julieta; y como la compañia de la
          infanta reconoçió la deuisa y orla del
          tapete que lleuaua el vergantin corrian
          a Melisa por demandar las albriçias,
          y como Melisa le vio, engañada por el
          rostro, le juzgó por Julieta reçibiendole
          con la posible alegria: porque çierto se
          le representó Julio lo que mas amaua su
          corazon, y ansi luego le aprieta entre
          sus braços, y mil vezes le bessa en la
          boca con mucha dulçura, nunca pensando
          de se satisfazer. Agora pues, podeis
          vosotros, señores, pensar si fue Julio
          passado con la misma saeta con que amor
          hirio a Melisa, y pensad en quánta
          beatitud estaua su anima quando en este
          estado se vió. Metiole en vna camara
          secreta donde estando solos con bessos
          y abraços muy dulçes se tornó de nueuo
          á satisfazer, y luego le haze traer vn
          vestido suyo muy rico a marauilla _que le
          auia labrado para se le dar si viniesse
          a visitarla, o enbiarsele_, y vistiole
          de nuevo cogiendole los cauellos con
          una redeçilla de oro: y ansi todo lo
          demas del vestido, y atauio le dispuso
          en toda gentileza y hermosura como mas
          agraçiado la pareçiesse; y la boz que
          en alguna manera le podia differençiar
          trabajó Julio por excusarla todo lo que
          pudo; y luego le llevó a la gran sala,
          donde estauan sus padres con[609] muchas
          damas y caualleros[610], los quales todos
          las[611] reçibieron con gran alegria,
          y todos le mirauan a Julio contentos
          de su belleza, pensando que fuesse
          muger, y ansi con senblante amoroso le
          hazian señas mostrandole desear seruir y
          agradar. Pues siendo ya passada alguna
          parte de la noche en grandes fiestas
          y despues de ser acabada la sunptuosa
          çena y graçioso serao, llevó la infanta
          Melisa consigo a Julio a dormir, y ansi
          quedando solos en su camara y despojados
          de todos sus paños quedaron en vna cama
          ambos sin compañia ni luz[612], y como
          Julio se vió solo y en aquel estado con
          su señora, y que de su habla no tenia
          testigo le començó ansi a dezir. No os
          marauilleis, señora mia, si tan presto
          bueluo a os visitar, avnque bien creo
          que pensastes nunca mas me ver. Si este
          dia que por mi buenauentura os vi yo
          pensara poder de vos gozar con plazer de
          ambos a dos, yo me tuuiera por el mas
          bienandante cauallero del mundo _residir
          para siempre en vuestra presençia_.
          Pero por sentir en vos pena y no os
          poder satisfazer ni bastar a os consolar
          determiné de me partir de vos, porque
          gran pena da al muy sediento la fuente
          que tiene delante si de ella por ninguna
          via puede beuer; y podeis, señora, ser
          muy çierta que no faltaua dolor en mi
          coraçon; porque menos podia yo estar sin
          vos vn hora que vos sin mí, porque de la
          mesma saeta nos hirio amor a ambos a dos;
          y ansi procuré de me partir de vos con
          deseo de vuscar remedio que satisfiziesse
          a nuestra llaga y contento. Por lo qual,
          señora, vos sabreis que yo tengo vn[613]
          abuela la muger mas hadada _y mas sabia_
          que nunca en el mundo jamas se vió, que
          la tienen los honbres en nuestra tierra
          por diosa, o ninfa; tanto es su poder
          y saber. Haze que el sol, estrellas,
          çielos y luna la obedezcan como yo os
          obedezco a vos. En conclusion, en la
          tierra, ayre y mar haze lo que solo Dios
          puede hazer. A esta me fue con lagrimas
          que mouian a gran compasion demandandola
          piedad, porque çierto sino me remediara
          façilmente pensara morir; y ella
          comouida a lastima de su Julieta dixome
          que demandasse qualquiera don, y yo
          contandola[614] la causa de mi afliçion
          la demandé que me conuertiesse varon
          por solo gozar de vos y os complazer, y
          ella con aquella liberalidad que a vna
          nieta tan çercana a la muerte se deuia
          tener me lleuó a un lago donde ella se
          baña quando sus artes quiere exerçitar,
          y alli començando a inuocar se zapuzó en
          el lago tres vezes y ruçiandome el rostro
          con el agua encantada me vi vuelta en
          varon, y como tal me conoçi quedé muy
          contento y muy marauillado que criatura
          tuuiesse tan soberano poder. Agora pues,
          señora mia, pues por vuestro contento
          yo impetré este don veysme aqui subjeto
          a vuestro mandar: hazed de mi lo que os
          pluguiere, pues yo no vine aqui a otra
          cosa sino por os seruir y complazer; y
          ansi acabando Julio de la dezir esto hizo
          que con su mano toque, y vea y tiente;
          y como aconteçe a alguno que deseando
          mucho vna cosa, quanto mas la desea mas
          desespera de la alcançar, y si despues
          la halla dubda si la posee, y mirandola
          y palpandola avn no cree que la tiene,
          ansi aconteçe a Melisa: que avnque ve,
          toca y tienta lo que tanto desea no lo
          cree hasta que lo prueba; y ansi dezia:
          si este es sueño haga Dios que nunca yo
          despierte; y ansi se abraçaron con bessos
          de gran dulçura y amor, y gozandose
          en gran suauidad con apazibles juegos
          pasaron la noche hasta que amaneçió.
          Esta su gloria estubo secreta mas de vn
          mes, y como entre poderosos no se sufre
          auer secreto alguno, entendieron que se
          les començaua a descubrir, y ansi[615]
          acordaron de se hurtar[616] y venirse en
          Brauante, por no caer en las manos del
          Rey que con cruel muerte castigara ambos
          a dos. El qual con mano armada vino a
          esta tierra por los auer; y porque el
          duque los defendió hizo tanto daño y mal
          _en esta tierra_ que..... Como el huesped
          llegaua aqui dieron a las puertas del
          meson golpes con gran furia, y como yo
          estaba tan deseoso que viniesse Arnao
          arremeti a las puertas por las abrir, y
          vile que se queria apear. Regoçijosseme
          el alma sin conparaçion y di graçias a
          Dios por hazerme tan gran merced. Senti
          en Beatriz vna tristeza mortal, porque
          çierto aquella noche esperaua ella
          hazer anatomia de mi coraçon, por ver
          qué tenia en él. Luego dimos de çenar
          a Arnao y se acostó con su muger. Otro
          dia de mañana partimos de alli con mucho
          regoçijo, avnque no mostraua Beatriz
          tanto contento, pareçiendole a ella que
          no se le auia hecho a su voluntad. En
          esta manera fuemos continuando nuestras
          xornadas hasta llegar a Paris, donde
          llegados procuró Beatriz proseguir su
          intinçion[617] y ansi en todos los
          lugares donde auia oportunidad y se podia
          ofreçer mostraua con todos los sentidos
          de su cuerpo lo que sentia su coraçon; y
          vn dia que se ofreçió entrar en casa y
          hallarla sola, como ya no podia disimular
          la llaga que la atormentaua, ençendido
          su rostro de vn vergonçoso color se
          determinó descubrir su pecho diziendo
          padeçer por mi amor: que la hiziese tanta
          graçia que no la dexasse más penar,
          porque no tenia ya fuerças para más lo
          encubrir; y yo le respondi. Señora, Arnao
          ha sido conmigo tan liberal, que despues
          de auer arriscado en el mar su vida por
          mi me ha puesto toda su hazienda y casa
          en poder, y más dispongo yo della que
          él, y sola tu persona reseruó para sí.
          ¿Cómo podria yo hazer cosa tan nefanda
          y atroz faltando a mi lealtad? y ansi
          a muchas vezes que me dixo lo mesmo le
          respondi estas palabras; y vna mañana
          suçedió que vistiendose Arnao para yr a
          negoçiar la dexó en la cama, y sin que
          ella lo sintiesse se entró Arnao en vn
          retrete junto a la cama a vn seruidor
          que estaua a la contina alli, y luego
          suçedió que entré yo preguntando por
          Arnao: y como ella me oyó pensando que
          Arnao era ya salido de casa me mandó
          con gran importunidad llegar á sí, y
          como junto a su cama me tubo apañóme de
          la capa _fuertemente_ y dixo: Alberto,
          echate aqui, no me hagas mas penar; y yo
          dexandole la capa en las manos me retiré
          fuera no lo queriendo hazer; y luego me
          sali de casa por no esperar mayor mal; y
          ella como se sintio menospreçiada començó
          a llamar sus criados a grandes bozes
          diziendo que la defendiessen de Alberto
          que la auia querido forçar; y que por
          muestra de la verdad mostraua[618] la
          capa que le auia yo dexado en las manos y
          que a las bozes auia _yo_ echado a huyr,
          y añadió: llamadme aqui a Arnao porque
          vea de quien fia su hazienda y muger. Y a
          estas sus bozes salió Arnao del retrete
          donde estaua y dixole: Calla Beatriz, que
          ya tengo visto que corre él mas peligro
          contigo que tú con él; y fue tanta la
          afrenta y confusion que ella reçibio de
          ver que todo lo auia visto Arnao que
          luego alli delante de todos sus criados
          y gente de su casa subitamente murio; y
          como el buen Arnao vio su desdicha, auer
          perdido tan afrentosamente el amigo y
          la muger acordó lo mas disimuladamente
          que pudo enterrar a ella y yrme a mi a
          vuscar, y ansi de mi peregrinaje y del
          suyo sabras en el canto que se siguirá.

             _Fin del nono canto del gallo._


                                NOTAS:

[566] G., acordado que por esa causa estuue en punto de perder vn amigo.

[567] (_Tachado_). Siguesse el nono canto del Gallo de Luçiano, orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.

[568] G., fagrosa.

[569] G., Los vientos soberuios.

[570] G., çercauan.

[571] G., andauan.

[572] G., oyrse.

[573] G., grande.

[574] G., reconoçio.

[575] G., y.

[576] G., deuia.

[577] G., nuestro socorro y remedio.

[578] G., podimos.

[579] G., la.

[580] G., intinçion.

[581] G., podria ser mediçina.

[582] G., Dezia.

[583] G., intençion.

[584] G., parte.

[585] G., a.

[586] G., naçieron.

[587] G., reçibian.

[588] G., dormiendo.

[589] G., presa de sus amores.

[590] G., podiesse.

[591] G., alguna caça.

[592] G., veniendosele.

[593] G., bessa.

[594] G., pensatiua.

[595] G., cauallero afeminado.

[596] G., de.

[597] G., porque auian.

[598] G., del Rey.

[599] G., partes de.

[600] G., importunaua.

[601] G., su liçençia dellos.

[602] G., su.

[603] G., y le.

[604] G., briales y joyeles.

[605] G., la.

[606] G., de gozar los amores de Melisa.

[607] G., ricas y hermosas.

[608] G., conoçio.

[609] G., y.

[610] G., caualleria.

[611] G., la.

[612] G., y ansi siendo despojados de todos sus paños, despidiendo su
compañia, quedaron solos en una cama ambos dos y sin luz.

[613] G., vna.

[614] G., contandole.

[615] G., por lo qual.

[616] G., salir secretamente.

[617] G., intençion.




                       ARGUMENTO
                    DEL DEÇIMO CANTO

          En el deçimo canto que se sigue el auctor
            prosigue lo mucho que _Arnao_ hizo por
            cobrar a Alberto despues que su muger se
            murio. En lo qual mostró bien el valor
            de su amistad, y quales todos los amigos
            deuen ser[619].


          GALLO.--Despierta, ¡o Miçilo! yo te
          ruego porque quiero oy entre los otros
          dias admirar con mi facundia tu humana
          capaçidad, quando veas por vn gallo
          admirablemente mostrada la grande y
          incomparable fuerça de la santa y diuina
          amistad. Verás con quanta razón dixeron
          los antiguos que en este solo don y
          virtud os quiso Dios hazer semejantes
          a si. Exemplo admirable nos dio, pues
          por esta se hizo él semejante a vos,
          vistiendo vuestra naturaleza y miserable
          ser.

          MIÇILO.--Prosigue ¡o bien auenturado[620]
          gallo, que no tengo yo menos voluntad
          de te oyr que tú de dezir, y llamote
          _generoso y_ bienauenturado pues en algun
          tiempo mereçiste tener vn amigo de tanto
          valor.

          GALLO.--Pues sabras que luego como Arnao
          enterró su Beatriz se salió de su patria
          y casa con intinçion de no boluer hasta
          me hallar y ansi le pareçió que yo me
          abria ydo para los amigos que teniamos
          en Londres y Ingalaterra para nuestras
          mercaderias; y ansi partio derecho para
          allá, donde me buscó con gran diligençia;
          y dexemosle a él que con todo el estudio
          y trabajo posible me sale a vuscar; y
          quiero te dezir de lo que suçedió en mi
          peregrinaçion; yo luego que de casa de
          Arnao sali me fue sin parar momento en
          la çiudad el más solo, el más miserable
          y aflito que nunca en el mundo se vió, y
          acordandome de lo mucho que yo deuia a
          Arnao auiendo puesto la vida por mi, como
          fuesse llamado de su muger y le dixiesse
          lo que ella fingió, que yo la auia
          querido forçar y como ella le muestre
          la capa que en las manos le dexé, tan
          bastante indiçio de mi culpa, qué dirá?
          que pensará? que juzgará? que será razon
          de dezir? Dirá luego: ¡o maluado! ¡o sin
          fe! esto te mereçí yo; o este pago te
          mereçió el peligro en que yo me puse por
          ti? ¿En qué entrañas sino fueran de un
          tigre cupiera tan gran ingratitud? Pareçe
          que vuscaste la espeçie de injuria en
          que más me pudiste lastimar, por mostrar
          más tu peruersa condiçion. Pues si su
          nobleza y su gran valor instigado del
          buen destino que anda siempre vnido con
          el estimulo de la verdad; si esta lumbre
          de Dios que nunca al virtuoso desamparó
          me quissiese en ausençia faboreçer, ¿qué
          alegará por mi parte? ¿que dirá para me
          desculpar? ¡O! si yo estuuiesse presente;
          y por tenerme tan gran affiçion deseasse
          oyr de mí alguna razon avnque fuesse
          fingida ¿qué color le podría dar yo
          quanto quiera que fuesse verdadera? ¿o
          qué fuerça ternia afirmando el contrario
          su mujer? ¿Qué podrá concluyr, sino, vete
          _infiel_, maluado, ingrato, vilissimo,
          no parezcas más ante mí? y ansí yo le
          digo agora que no presuma de mi ser yo
          de coraçon tan de piedra que en mi vida
          parezca ante él; y ansi acabadas estas
          razones enxugando algun tanto los ojos
          que yuan llenos de lagrimas, que en
          ninguna manera las podia contener ni
          agotar, me apresuré al camino. Determiné
          en my intinçion ofreçerme a los peçes del
          mar si me quisiessen comer, o rendirme
          de mi propria voluntad a cosarios turcos
          infieles que acabassen mi vida en
          perpetua mazmorra, o prision; y ansi yo
          me fue con la mayor furia que pude hasta
          Marsella, donde estauan a punto çiertas
          galeras que haçia el Rey de Françia de
          armada para yr por el mar, en las quales
          me asenté por mi sueldo, y como estuvo
          todo a punto y nos dimos a la vela, no
          huvimos salido del puerto ocho leguas
          quando vimos asomar vna grande armada,
          de la qual avnque luego no alcançamos a
          ver más de seys fustas, yendonos juntando
          más vimos hasta diez, y despues muchas
          más, y quando venimos a reconoçer la
          deuisa de la naçion hallamos que eran
          turcos; y como nos vimos tan çercados
          de nuestros enemigos y que ni podiamos,
          ni era seguro, ni honrroso huyr, avnque
          vimos que era su flota doblada que la
          nuestra nos determinamos defender; y
          ansi estando la vna flota a rostro de la
          otra y en distançia que a vn golpe de los
          remos se podian juntar, leuantamos por
          el ayre de ambas las partes tan grande
          alarido que el tropel de los remos no
          sonauan con la grita, ni las trompetas
          podiamos oyr ninguno de la pelea; y a
          este tiempo como los remos hirieron a
          vna las aguas con todas sus fuerças,
          ambas las flotas se encontraron con
          gran furia rostro con rostro, y todos
          acudimos a la popa por herir cada qual a
          su enemigo; y ansi començó tan cruda la
          vatalla que los tiros cubrian el ayre,
          y los que cayan fuera de las galeras
          cubrian el agua. Estauan vnas con otras
          tan trabadas que no pareçian las aguas,
          por estar fuertemente aferradas con
          fuertes gauilanes de hierro y cadenas,
          de manera que todos podiamos ya pelear a
          pie quedo como en campo llano. Estauamos
          tan apretados vnos con otros que ni los
          remos podian aprouechar. Estaua el mar
          cubierto de galeras que ningun tiro heria
          de lexos; pero cada qual estaua en su
          galera ahinojado alcançando a herir al
          enemigo avn con el espada. Era tanta la
          mortandad de los vnos y de los otros que
          ya la sangre en el mar hazia espuma y las
          olas andauan cubiertas de sangre quaxada,
          y cayan tantos cuerpos entre las galeras
          por el agua que nos hazian apartar avnque
          estauan fuertemente afferradas, de manera
          que nos hazian perder muchos tiros, y
          muchos cuerpos que cayan al agua medio
          muertos tornauan a sorber su sangre, y
          apañados entre dos galeras los hazian
          pedazos, y los tiros que desmentian en
          vaçio de las galeras quando llegauan
          al agua herian cuerpos que avn no eran
          muertos, que con su herida los acabauan
          de matar: porque todo el mar estaua
          lleno de entrañas de hombres que los
          reçibiessen. Aconteçieron alli cosas
          dignas de oyr y de notar, en las quales
          se mostraua la fortuna a partes donde
          queria espantosa y arriscada. Acaeçio
          a vna fusta françesa que ençendidos en
          la pelea todos los que estauan en ella
          se pusieron a vn borde dexando del todo
          vaçio el otro lado por donde no auia
          enemigos, y cargando alli el peso se
          trastornó la fusta tomando debajo todos
          los que yuan dentro, que no tuuieron
          poder para estender sus braços para
          nadar, pero[621] todos pereçian[622]
          en el mar acorralados en agua çerrada.
          Suçedió tambien que yendo nadando vn
          mançebo françes por el mar, que auiamos
          formado amistad poco auia él y yo, se
          encontraron dos fustas de rostro que
          cogiendole en medio no bastaron sus
          mienbros ni huesos, tan molidos fueron,
          a que no sonassen las fustas ambas vna
          con otra, por quedar él hecho todo
          menuzos y molido como sal. En otra
          parte de la vatalla se hundió vna galera
          françesa, y viniendose los della todos
          nadando a socorrer a otra compañera,
          con el agonia _de escapar_ de la muerte
          alçauan sus[623] braços asiendose a
          ella para subir; y los miserables de
          dentro temiendo no se hundiessen todos
          si aquellos entrauan los estoruauan que
          no llegassen y ellos[624] con el temor
          de las aguas echando mano de lo más alto
          que podian de la nao, cortauanles desde
          ençima los braços por medio, y dexandolos
          ellos colgados de la fusta que auian
          elegido para socorro cayan de sus propias
          manos, y como yuan sin braços a manera
          de troncos no se podian más sufrir sobre
          las aguas, que luego eran sorbidos. Ya
          toda nuestra gente estaua sin armas, que
          todos nuestros tiros auiamos arrojado;
          y como el furor que trayamos nos daua
          armas, vno toma el remo y rebuelue con
          él a su contrario; otro toma un pedaço
          de la galera y no le faltan fuerças para
          tirarlo; el otro trastorna los remadores
          para sacar vn vanco que poder arrojar.
          En fin, las fustas que nos sostenian
          deshaziamos para tener con qué pelear,
          o con qué nos defender. Avn hasta aqui
          te he contado el peligro sufridero; pero
          avn el daño que nos hazia el fuego con
          ninguna defensa se podia euadir ni huyr.
          Porque nos tirauan los turcos hachos
          empegados con sufre, pez, çera y resina,
          que arrojauan de si _gran_ fuego vibo,
          y como llegauan a nuestras fustas luego
          ellas lo[625] reçebian y los alimentauan
          de su mesma pez de que estauan _nuestros
          nauios_ labrados y calafeteados; y ansi
          las llamas eran tan fuertes y tan vibas
          que no bastauan las aguas del mar a las
          vençer y apagar, mas antes yua en pedaços
          ardiendo la fusta por el mar adelante
          con todo furor. De manera que los que
          yuan nadando ya no se podian socorrer de
          las tablas que yuan por el mar; porque
          visto que el fuego vibo que en ellas
          estaua ençendido los abrasaua, escogian
          antes ahogarse en las crueles hondas,
          o a lo menos gozar lo que pudiessen de
          aquella miserable vida con esperança de
          poder de alguna manera ser saluos, antes
          que faboreçerse del fuego que luego
          en llegando a la tabla los abrasaua y
          consumia. Ya inclinaua a la clara la
          vitoria y nos lleuauan a todos de corrida
          sin poderlos resistir: de manera que nos
          fue forçado rendirnos, porque ya avn no
          auia quien nos quisiesse dar la muerte,
          porque eran tantos nuestros enemigos
          que todo su ardid era prendernos sin
          poder ellos peligrar. Y ansi como nos
          entraron fuemos todos puestos en prision;
          y dexado lo que de los otros fue, de
          mí quiero dezir que fue puesto en vna
          cadena por el pescueço con otros diez, y
          puestas vnas esposas a las manos; y ansi
          nos metieron en vna[626] susota debajo
          de cubierta. Estauamos tan juntos vnos
          con otros, y tan apretados que ningun
          genero de exerçiçio humano auia lugar
          de poner en effecto sin nos ofender.
          En fin en esta manera boluieron para
          su tierra con esta presa, y llegados a
          vna gran fuerça de Grecia en la Morea
          fuemos todos sacados de las galeras y
          metidos en prision allí. Con aquella
          mesma dispusiçion de hierros y miseria
          fuemos lançados en vna honda _y horrible_
          mazmorra y carçel de vna humida y obscura
          torre, donde quando entramos fuemos
          reçebidos con gran alarido de otra gran
          multitud de presos cristianos que de gran
          tiempo estauan allí. Era aquel lugar de
          toda miseria, que en breue tiempo se
          acabauan los honbres por la dispusiçion
          del lugar, porque demas de otros daños
          grandes que tenia era grande su humidad,
          porque estauan en dos o tres lugares dél
          manaderos de agua para el seruiçio de la
          fuerça. Teniamos el cuerpo echado en la
          tierra, los pies metidos en vna viga que
          cabian çincuenta personas, y el cuello
          en la cadena, y ningun exerçiçio humano
          se auia de hazer sino en el mesmo lugar.
          De manera que solo el infiçionado olor
          que de aquella carçel salia era de tanta
          corruçion[627] que no auia juizio que en
          breue tiempo no le bastasse corrromper,
          sino al mio, que huya la muerte de mi. Ni
          yo nunca padeçi en ningun tiempo muerte
          que no fuesse de mejor suerte que aquella
          vil y miserable vida que alli passé. No
          teniamos otra recreaçion sino sacarnos
          en algunos tiempos alguna cantidad de
          nosotros a trabajar en los edifiçios y
          reparos de los muros y fuerças de la
          çiudad, y ansi saliamos cargados de
          hierros, y solo pan de çeuada, o zenteno,
          era nuestro mantenimiento[628]; y avn
          pluguiera a dios que dello alguna vez
          nos pudieramos de mediar. _Esto quiero
          que notes; que a la contina los maestros
          de las obras escogian los mejores y mas
          dispuestos trabajadores. De manera que
          conuenia esforçarnos en la mayor flaqueza
          nuestra a trabajar más que lo sufrian
          nuestras fuerças, por gozar de aquella
          miserable recreaçion. En fin comprauamos
          con nuestros seruiles trabajos aquella
          captiua libertad de algun dia que al
          trabajo nos querian elegir._ En esta
          vida, o por mejor dezir muerte, passé
          dos años, que del infierno no auia otra
          differencia sino la perpetuidad. Aqui
          auia vna sola esperança de salud, y era
          que quando se aparejaua armada, escogia
          el capitan entre nosotros los de mejor
          dispusiçion para el remo, y aquellos
          salian que él señalaua; desnudos y
          aherrojados a vn banco los ponian vn remo
          en la mano y los auisauan que remassen
          con cuydado; sino con vn pulpo o anguilla
          que traya en la mano el capitan de la
          galera los çeñia por todo el cuerpo que
          los hazia despertar al trabajo. Esta era
          la mas cierta ventura en que nos podiamos
          libertar, porque yendo aqui el suçesso
          de la batalla era de nuestro mal ó bien
          ocasion; y ansi suçedió que por mandado
          del gran turco aparejó vna gran flota
          Baruarroja para correr la Calabria y el
          reyno de Siçilia, y quisieron los mis
          hados que fuesse yo elegido con otros
          cristianos captivos para vn remo, donde
          fue puesto en aquella dispusiçion que los
          otros; y ansi pasando el mar Adriatico
          salio de Genoua Andrea Doria capitan de
          las galeras de la cristiandad[629] con
          gran pujança de armada, y dio en la flota
          turca con tan gran ardid que en breue
          tiempo la desuarató echando a lo hondo
          quatro galeras, y prendio dos, en la vna
          de las quales venia yo; y el cosario
          Baruarroja se acogio con algunas que le
          pudieron seguir. Pues suçedio que luego
          nos metieron con la presa en el puerto
          de Genoua, y como se publicó la vitoria
          por la çiudad, todos quantos en ella[630]
          auia acudieron al agua a nos ver. Agora
          oye, Miçilo, y verás como a lo que Dios
          ordena no podemos huyr.

          MIÇILO.--Dichoso gallo, dy, que muy
          atento te estoy.

          GALLO.--Pues como ya te dixe, Arnao auia
          corrido a Londres y toda Ingalaterra,
          Brauante, Flandes, Florençia, Sena,
          Veneçia, Milan, y todo el Reyno de
          Napoles _y Lombardia_ vuscandome con la
          diligençia y trabajo posible; y no me
          auiendo hallado en dos años passados
          vino a Genoua por ver si podria auer
          alguna nueua de mi, y ansi suçedió llegar
          al puerto por ver desembarcar la gente
          del armada, donde entre la otra gente
          alcançó a me uer y conoçer, de lo qual
          no reçibio poca alegria su coraçon, y
          auiendo conçebido que por causa del temor
          y empacho que dél yo ternia por ningunos
          regalos ni palabras se podria apoderar
          de mí, ni yo me confiaria dél, mas que
          en viendole echaria yo a huyr, por tanto
          penso lo que deuia de hazer para cobrar
          el amigo tan deseado; y ansi con este
          auiso lo mas diligentemente que pudo
          se fue al gouernador y justiçia de la
          çiudad, haziendole saber que en aquella
          gente que venia en las galeras tomadas a
          Baruarroja auia conoçido vn honbre que
          auia adulterado con su muger; que le
          demandaua[631] le pusiesse en prisiones
          hasta que del hecho y verdad diesse
          bastante informaçion, y fuesse castigado
          el adulterio conforme a justiçia y
          satisfecha su honrra; y estando ansi, que
          el capitan me queria libertar, llegó la
          justiçia muy acompañada de gente armada
          por me prender, y como llegó con aquel
          tropel de ruydo y armas que la[632] suele
          acompañar y apañaron con gran furia de
          mi diziendo: sed preso; yo respondi;
          ¿porqué? Ellos me dixeron[633]; allá os
          lo dirá el juez. Entonçes me pareçió que
          no estaua cansada mi triste ventura de
          me tentar, pero que començaua desde aqui
          _de nueuo_ a me perseguir. Començose
          de la gente que acompañaua la justicia
          a murmurar[634] que yo yua preso por
          adultero. Dezian todos quantos lo sabian
          mouidos de piedad; ¡o quanto te fuera
          mejor que huuieras muerto a manos de
          turcos, antes que ser traydo a poder
          de tus enemigos! ¡O soberano Dios! que
          no queda pecado sin castigo; y quando
          yo esto oía Dios sabe lo que mi anima
          sentia. Pero quierote dezir que avnque
          siempre tube confiança que la verdad
          no podia pereçer[635], yo quisiera ser
          mil vezes muerto antes que venir a los
          ojos de Arnao. Ni sabía cómo me defender
          yo; antes me determiné dexarme condenar
          porque él satisfiziesse su honrra,
          teniendo por bien enpleada la vida pues
          por él la tenia yo; y ansi dezia yo
          hablando comigo; ¡o si condenado por el
          juez fuesse yo depositado en manos del
          burrea que me cortasse la cabeça sin yo
          ver a Arnao! Con esto me pusieron en vna
          muy horrible carçel que tenia la çiudad,
          en vn lugar muy fuerte y muy escondido
          que auia para los malhechores que por
          inormes delitos eran condenados a muerte,
          y alli me cargaron de hierros teniendolo
          yo todo por consolaçion. Todos me mirauan
          con los ojos y me señalauan con el dedo
          auiendo de mí piedad: y avnque ellos
          tenian neçesidad della, mi miseria les
          hazia oluidarse de sí. En esto passé
          aquella noche con lo que auia passado del
          dia hasta que vino a visitar y proueer en
          los delitos de la carçel, y ansi en vna
          gran sala sentado en vn soberuio estrado
          y teatro de gran magestad, delante de
          gran multitud de gente que a demandar
          justiçia alli se juntó, el gouernador por
          la importunidad de Arnao mandó que me
          truxiessen delante de sí, y luego fueron
          dos porteros en cuyas manos me depositó
          el alcayde por mandado del juez, y con
          una gruesa cadena me presentaron en la
          gran sala. Tenia yo de empacho incados
          los ojos en tierra que no los osaua alçar
          por no mirar a Arnao: de lo qual todos
          quantos presentes estauan juzgauan estar
          culpado del delito que mi contrario y
          acusador me imponia. Y ansi mandando el
          gouernador a Arnao que propusiesse la
          acusaçion ansi començó. ¡O bienauenturado
          monarca por cuya rectitud y equidad es
          mantenida de justiçia y paz esta tan
          yllustre y resplandeçiente republica, y
          no sin gran conoçimiento y agradeçimiento
          de todos los subditos! Por lo qual
          sabiendo yo esto en dos años passados que
          vusco en Ingalaterra, Brauante, Flandes y
          por toda la Italia a este mi delinquente
          me tengo por dichoso por hallarle debajo
          de tu señoria y jurisdiçion, confiando
          por solo tu prudentissimo juizio ser
          restituido en mi justiçia[636] y ser
          satisfecho en mi voluntad; y por que no
          es razon que te dé pessadumbre con muchas
          palabras, ni inpida a otros el juizio,
          te hago saber que este que aqui ves que
          se llama Alberto de Clep... Y hablando
          comigo el juez me dixo: ¿vos, hermano,
          llamais os ansi? Y yo respondi: el mesmo
          soy yo. Boluio Arnao y dixo: El es o
          justissimo monarca: él es, y ninguna
          cosa de las que yo dixere puede negar.
          Pues este es vn hombre el mas ingrato y
          oluidado del bien que nunca en el mundo
          nació. Por lo qual solamente le pongo
          demanda de ser ingrato por acusaçion,
          y pido le des el castigo que mereçe su
          ingratitud, y por más le conuençer pasa
          ansi: que avnque las buenas obras no se
          deuen referir del animo liberal, porque
          sepas que no encarezco su deuda sin gran
          razon, digo que yo le amé del mas firme y
          constante amor que jamas vn hombre a otro
          amó; y porque veas que digo la verdad
          sabras que vn dia por çierto negoçio que
          nos conuenia partimos ambos de Françia
          para yr en Ingalaterra, y entrando en el
          mar nos sobreuino vna tempestad la mas
          horrenda y atroz que a nauegantes suçedió
          en el mar. En fin con la alteraçion de
          las olas y soberuia de los çielos nos
          pareció a todos que era buelto el dilubio
          de Noe. Cayó él en el agua por desgraçia
          y indispusiçion, y procurando cada qual
          por su propria salud y remedio, en la
          mas obscura y espantosa noche que nunca
          se vio me eché al agua y peleando con
          las inuençibles olas le truxe al puerto
          de salud. Suçede despues desto que tengo
          yo vna muger moça y hermosa (que nunca
          la huuiera de tener, porque no me fuera
          tan mala ocasion) y está enamorada de
          Alberto como yo lo soy, que della no es
          de marauillar, pues yo le amo mas que a
          mí; y ella persiguiendole por sus amores
          la responde él que en ninguna manera
          puede en la fe ofender a Arnao, y siendo
          por ella muchas vezes requerido vino a
          las manos con él queriendole forçar, y
          passa ansi que vna mañana yo me leuanté
          dexandola a ella en la cama y por
          limpiar mi cuerpo me lançé a vn retrete
          sin me ver ella. De manera que ella pensó
          que yo era salido de casa a negoçiar,
          y suçedio entrar por alli Alberto por
          saber de mí, y ella asegurada que no la
          viera yo le hizo con importunidad llegar
          a la cama donde estaua, y tomandole
          fuertemente por la capa le dixo: duerme
          comigo que muero por ti; y Alberto
          respondio: todas las cosas de su casa y
          hazienda fió de mí Arnao, y sola a ti
          reseruó para sí: por tanto señora, no
          puedo hazer esa tu voluntad; y él luego
          se fue que hasta oy no pareçio; y como
          ella se sintio menospreçiada y que se
          yua Alberto huyendo dexando la capa en
          las manos començo a dar grandes bozes
          llamandome a mi porque viesse o de quién
          solia yo confiar; y como del retrete
          salí, y conoçio que de todo auia yo sido
          testigo, de empacho y afrenta enmudeçio,
          y subitamente de ay a pequeño rato murio;
          y como tengo hecha bastante esperiençia
          de quién me tengo de fiar, pues mucho
          más le deuo yo a él que él a mí, sin
          comparación, pues si yo le guardé a él
          la vida, él a mí la honrra que es mucho
          más, agora, justissimo monarca, yo te
          demando que me condenes por su deudor
          y obligado a que perpetuamente le aya
          yo a él de seruir: que yo me constituyo
          por su perpetuo seruidor[637]; y si
          dixere que por auerle yo dado la vida
          en la tempestad me haze graçia de la
          libertad, a lo menos neçesitale a que
          por ese mesmo respeto me tenga en la
          vida compañia, pues por su causa perdí
          la de mi muger; y diziendo esto Arnao
          calló esperando la sentençia del juez.
          Pues como yo entendi por la proposiçion
          de Arnao que auia estado presente a lo
          que con su Beatriz passé, y que yo no
          tenia neçesidad de me desculpar, porque
          esto era lo que más lastimado y encogido
          tenia mi coraçon hasta aqui, luego alçé
          mi cabeça y lançé mis ojos en Arnao, y
          con ellos le agradeçí el reconoçimiento
          que tenia de mi fidelidad, y aguardé
          con mucha humildad y mansedumbre la
          sentençia del juez, esperando que sobre
          el seguro que yo tenia de Arnao, y con el
          que él auia mostrado de mi, ningun daño
          me podia suçeder; y ansi todos quantos
          al rededor estauan se alegraron mucho
          quando oyeron a Arnao y entendieron dél
          su buena intinçion, y que no pretendia
          en su acusaçion sino asegurarme para
          nuestra amistad y que fuesse confirmada
          y corroborada por sentençia de juez, y
          ansi todos con gran rumor encareçian vnos
          con otros la amistad y fe de Arnao y se
          ofreçian por mi que no apelaria de ningun
          mandado del juez, pues me era notorio
          el seguro de mi amigo Arnao; y haziendo
          callar el gouernador la gente se boluio
          para mí y me dixo. Di tú, Alberto ¿qué
          dizes a esto que contra ti se propone?
          ¿Es verdad?

          Respondi yo: señor, todo quanto Arnao ha
          dicho todo es conforme a verdad, y no
          auia otra cosa que yo pudiesse alegar
          para en defensa de mi persona si alguna
          culpa se me pudiera imponer sino lo que
          Arnao ha propuesto: porque hasta agora
          no padeçia yo otra confusion sino no
          saber cómo le pudiera yo persuadir la
          verdad. Lo qual de oy mas no tengo porque
          trabajar pues Arnao estuuo presente a lo
          que passé con su muger. Por lo qual tú,
          señor, puedes agora mandar, que a mi no
          me resta sino obedeçer. Luego dixo el
          juez: por çierto yo estoy marauillado de
          tan admirable amistad; en tanta manera
          que me pareçe que podeis quedar por
          exemplo de buenos amigos para los siglos
          venideros y ansi pues estais conformes y
          çiertos ser en vosotros vna sola y firme
          voluntad, justa cosa es segun mi pareçer
          que sea puesto Alberto en su libertad, y
          mando por mi sentençia que le sea dado
          por compañero perpetuo a[638] Arnao en
          premio de su sancto y vnico amor; y ansi
          me fueron luego quitados los hierros y
          me vino Arnao a abraçar dando graçias
          a Dios pues me auia podido auer, con
          protestaçion de nunca me desamparar,
          y ansi nos fuemos juntos a Paris
          perseuerando siempre en nuestra amistad
          mientra la vida nos duró.

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, admirable
          amigo te fue Arnao quando te libró del
          mar pospuesto el gran peligro a que las
          soberuias hondas amenaçaban. Pero mucho
          mayor sin comparaçion me pareçe auerlo tú
          sido a él, quando ofreçida la oportunidad
          de goçar de su graçiosa muger, por
          guardarle su honrra con tanto peligro de
          tu vida la huyste. Porque no ay animal
          tan indignado y arriscado como la muger
          si es menospreçiada quando de su voluntad
          ofreçe al varon su apetito y deleyte, y
          ansi conuierte todo su amor en verdadero
          odio deseando mil muertes al que antes
          amó como a sí; como hizo la muger de
          Putifar a Joseph.

          GALLO.--Çiertamente no teneis agora entre
          vosotros semejantes amigos en el mundo;
          porque agora no ay quien tenga fe ni
          lealtad con otro sino por grande interese
          proprio y avn con este se esfuerça hasta
          el peligro; el qual como se ofreçe buelue
          las espaldas; ya no hay de quién se pueda
          fiar la vida, muger, honrra, hazienda ni
          cosa que inporte mucho menos.

          MIÇILO.--No hay sino amigos para los
          plazeres, combites, juegos, burlas,
          donayres y viçios. Pero si se os ofreçe
          vna neçesidad antes vurlarán de vos, y os
          injuriarán que os sacaran della. Como me
          contauan este dia passado de vn Durango
          hombre muy agudo y industrioso, que en
          la uniuersidad de Alcala auia hecho vna
          vurla a vn Hieronimo su compañero _de
          camara_, que se fió del ofreçiendose
          de le sacar de vna afrenta y metiole en
          mayor; y fue que siendo ambos compañeros
          de camara y letras, suçedió que vn dia
          vinieron a visitar a Hieronimo vnos
          parientes suyos de su tierra, y fue a
          tiempo que el pobre mançebo no tenia
          dineros, como aconteçe muchas vezes
          a los estudiantes; prinçipalmente si
          son passados algunos dias que no les
          vino el recuero que les suele traer
          la prouision. Y porque los quisiera
          combidar en su posada estaua el más
          afrontado y triste hombre del mundo. Y
          como Durango su compañero le preguntó
          la causa de su afliçion como doliendose
          della, él le començó a consolar y
          esforçar prometiendole el remedio, y
          ansi le dixo: no te aflixas, Hieronimo,
          por eso, antes ve esta noche al meson
          y combidalos que vengan mañana a comer
          contigo, que yo proueere de los dineros
          neçesarios entre mis amigos; y el buen
          Hieronimo confiandose de la palabra de
          su compañero hizo lo que le mandó; y
          ansi los huespedes aceptaron, y el dia
          siguiente se leuantó Durango sin algun
          cuydado de lo prometido a Hieronimo y se
          fue a su liçion y no boluio a la possada
          hasta mediodia. Donde halló renegando a
          Hieronimo de su[639] descuydo _que auia
          tenido_; y el no respondió otra cosa
          sino que no auia podido hallar dineros
          entre todos sus amigos; que el auia
          hecho todo su poder; y estando ellos en
          esta porfia llamaron a la puerta los
          combidados, de lo qual reçibio Hieronimo
          gran turbaçion vuscando dónde poder
          huyr aquella afrenta; y luego acudio
          Durango por dar conclusion a la vurla
          por entero diziendole que se lançasse
          debajo de vna cama que estaua alli,
          y que él los despideria lo mejor que
          pudiesse cunpliendo con su honrra; y ansi
          con la turbacion que Hieronimo tenía
          le obedecio, y los huespedes subieron
          preguntando por Hieronimo, los quales
          Durango respondio: señores, él deseó
          mucho combidaros a comer avnque no tenia
          dineros, pensando hallarlos entre[640]
          sus amigos, y auiendolos vuscado, como
          no los halló, de pura verguença se ha
          lançado debajo de esta cama por no os
          ver; y ansi diziendo esto se llegó para
          la cama alçando la ropa que colgaua y le
          començo á importunar con grandes vozes
          a _Hieronimo_ que saliesse, y el pobre
          salio con la mayor afrenta que nunca
          hombre reçibio, lleno de pajas, flueco,
          heno y pluma y tierra, y por ver reyr a
          todos[641], quiso _de afrenta_ matar a su
          conpañero[642] si no le huyera. Por lo
          cual los huespedes le lleuaron consigo a
          su meson y enbiaron luego por de comer
          para todos, y trabajaron por le sosegar
          quanto pudieron.

          GALLO.--Desos amigos ay el dia de hoy;
          que antes mofarán y vurlarán de vos
          en vuestra neçesidad que procurarán
          remediarla.

          MIÇILO.--Por çierto tú dices verdad, que
          en estos tiempos no ay mejores amigos
          entre nosotros que estos; mas antes muy
          peores. Agora te ruego me digas, ¿en qué
          suçediste despues?

          GALLO.--Despues te hago saber que vine
          a naçer en la ciudad de Mexico de vna
          india natural de la tierra, en la qual
          me engendró un soldado de la compañia
          de Cortés marques del Valle, y luego en
          naciendo me suçedio morir.

          MIÇILO.--Desdichado fueste en luego
          padeçer la muerte; y tanbien por no poder
          gozar de los tesoros y riquezas que
          vienen de allá.

          GALLO.--¡O Miçilo! quan engañado estás.
          De contraria opinion fueron los griegos,
          que fueron tenidos por los mas sabios
          de aquellos tiempos; que dezian que era
          mucho mejor, o nunca naçer, o en naçiendo
          morir; yo no sé porque te aplaze mas
          el viuir; prinçipalmente vna vida tan
          miserable como la que tienes tú.

          MIÇILO.--Yo no digo que es miseria el
          morir sino por el dolor y pena grande
          que la muerte da; y ansi tengo lastima
          de ti porque tantas vezes padeçiste este
          terrible dolor, y ansi deseaua mucho
          saber de ti por ser tan esperimentado en
          el morir: ¿en qué esta su terribilidad?
          Qverria que me dixesses, qué ay en la
          muerte que temer? Qué cosa es? En qué
          está? Quién la siente? Qué es en ella lo
          que da dolor?

          GALLO.--Mira, Miçilo, que en muchas cosas
          te engañas; y en esa mucho mas.

          MIÇILO.--Pues ¿qué dicesmuerte no da
          dolor?

          GALLO.--Eso mesmo digo: lo qual si atento
          estás façilmente te lo probaré; y porque
          es venido el dia dexalo para el canto que
          se siguirá.
             _Fin del deçimo canto del Gallo._


                                NOTAS:

[618] G., tenia.

[619] (_Tachado_): Siguesse el deçimo canto del Sueño o Gallo de
Luciano, famoso orador griego, contrahecho en el castellano por el
mesmo auctor.

[620] G., generoso.

[621] G., y ansi.

[622] G., pereçieron.

[623] G., los.

[624] G., los miserables.

[625] G., los.

[626] G., la.

[627] G., corrupçion.

[628] G., siendo nuestro mas prinçipal mantenimiento solo pan de çeuada
o çenteno.

[629] G., del Emperador.

[630] G., la çiudad.

[631] G., y demandole que.

[632] G., se.

[633] G., respondieron.

[634] G., començose a murmurar de entre la gente que acompañaua la
justiçia.

[635] G., faltar.

[636] G., en mi honrra y satisfecho en mi justiçia y voluntad.

[637] G., deudor.

[638] G., de.

[639] G., por el.

[640] G., en.

[641] y como fuesse la risa de todos tan grande.

[642] G., Durango.




                         ARGUMENTO
                  DEL HONZENO CANTO[643].

          En el honzeno canto que se sigue el auctor
            imitando a Luçiano en el libro que intituló
            de Luctu habla de la superfluidad y
            vanidad que entre los cristianos se vsa en
            la muerte, entierro y sepoltura. Descriuesse
            el entierro del marques del Gasto, Capitan
            general del Emperador en la Ytalia; cosa
            de muy de notar[644].


          MIÇILO.--Ya estoy, Gallo, a punto
          aguardando para te oyr lo que me
          prometiste en el canto passado: por tanto
          comiença tú a dezir, y yo a trabajar, y
          confia de mi atençion.

          GALLO.--Por çierto no tengo yo, Miçilo,
          menos voluntad de te conplazer que tú de
          oyr; y ansi porque tengamos tiempo para
          todo vengamos a lo que me demandaste
          ayer. Que me pediste te dixesse como
          honbre experimentado algo de la muerte,
          pues por esperiençia tanto puedo yo
          dezir; y ansi ante todas cosas quiero que
          tengas por aueriguado esta conclusion;
          que en la muerte no ay qué temer.

          MIÇILO.--Pues ¿porqué la huyen todos?

          GALLO.--Porque toda cosa criada se desea
          conseruar, y ansi procura resistir su
          corruçion.

          MIÇILO.--¿Qué, no ay dolor en la muerte?

          GALLO.--No en verdad. Quiero que lo veas
          claro, y para esto quiero que sepas que
          no es otra cosa muerte sino apartamiento
          del anima y cuerpo: el qual se haze en un
          breue punto, que es como solemos dezir,
          en vn abrir y çerrar de ojo. Avn es mucho
          menos lo que llaman los philosophos
          instante: lo qual tú no puedes entender.
          Esto presupuesto quiero te preguntar;
          ¿quándo piensas que la muerte puede dar
          dolor? No dirás que le da antes que
          el alma se aparte del cuerpo; porque
          entonçes la muerte no es; y lo que no es
          no puede dar dolor. Pues tanpoco creo
          que dirás que la muerte da dolor despues
          de apartada el alma del cuerpo; porque,
          entonçes no ay subjeto que pueda el
          dolor sentir; porque entonçes el cuerpo
          muerto no puede sentir dolor; ni el alma
          apartada tiene ya porqué se doler. Pues
          muy menos dirás que en aquel punto que
          se aparta el alma del cuerpo se causa el
          gran dolor; porque en vn breue punto no
          se puede causar tan terrible dolor, ni
          se puede mucho sentir, ni mucho puede
          penar. Quanto más que esto que digo que
          es muerte, no es otra cosa sino careçer
          del alma que es la vida; y careçer (que
          los philosophos llaman pribaçion) no es
          cosa que tiene ser; es nada; pues lo
          que nada es y no tiene ser ¿cómo puede
          causar dolor? Ansi que claro está si bien
          quieres mirar, que la muerte no tiene
          qué temer, pues solo se auia de temer
          el dolor; el qual ves que no ay quien
          le pueda entonçes causar; y ansi de mí
          te sé dezir, como aquel que habla bien
          por esperiençia, que nunca la muerte me
          dio dolor; ni nunca yo la sentí. Pero
          con todo esto quiero que notes que ay
          dos maneras de muerte: vna es violenta;
          que estando sano y bueno el hombre, por
          fuerça o caso, o por violençia se la
          dan. Como si por justiçia degollassen, o
          ahorcassen vn honbre. Desta tal muerte
          bien se podra dezir que el que la padeçe
          sienta algun dolor; porque como el
          paçiente está sano y tenga todos los
          sentidos sanos y enteros es ansi que al
          passar del cuchillo por la garganta, o
          al apretar de la soga en aquel punto que
          sale el alma por causa de la herida se le
          dé pena; y no qualquiera pena, pero la
          mayor que en esta vida vn honbre pueda
          padeçer y sentir, pues es tan grande
          que le baste[645] matar. Pero ay otra
          manera de muerte que llamamos natural,
          la qual viene al honbre por alguna
          larga enfermedad y indispusiçion, o por
          la vltima vejez. Esta tal çiertamente
          no da dolor; porque como el enfermo
          se va llegando a la muerte vansele
          suçesiuamente entorpeçiendo los sentidos
          y mortificandosele todos, de manera que
          quando viene a salirsele el alma ya no
          ay sentido que pueda sentir la partida
          si algun dolor vsasse[646] causar. Que
          de otra manera ¿quien dubda sino que
          el honbre haria al tienpo del morir
          gestos, meneos y visajes en que mostrasse
          naturaleza que le diesse alguna pena
          y dolor la muerte? Mas antes has de
          tener[647] por verdad, que ansi como en
          las cosas que os perteneçen y conuienen
          de parte de vuestra naturaleza no se
          reçibe ninguna pena ni trabajo al tienpo
          que las effectuamos[648], mas antes
          _todos los animales_ nos holgamos y nos
          plaze ponerlas en obra y exerçiçio porque
          naturaleza nos dio potençias y organos
          y instrumentos conque sin pesadunbre
          alguna las pudiessemos exerçitar. Pues
          desta mesma manera como la muerte nos
          sea a todos los honbres cosa natural,
          _quiero dezir_, que los[649] conuiene
          de parte de su[650] naturaleza; porque
          _todos los honbres y animales_ nacieron
          mortales y[651], no se les puede excusar,
          ansi deues presumir, y avn creer, que
          la muerte natural no solamente no causa
          dolor, pero avn consuela y reçibe el
          alma gran plazer en se libertar y salir
          desta carçel del cuerpo y yr a vibir
          mejor vida. Porque la verdad este morir
          no es acabar sino passar desta vida a
          otra mejor, y de aqui viene a los honbres
          todo su mal y dolor al tiempo del morir,
          por careçer de fe con que deuen creer
          que esto es verdad. Porque aquellos
          bienauenturados[652] martires que con
          tanto regoçijo se ofreçian a la muerte
          ¿de dónde piensas que les venia? sino que
          tenian por mas çierto lo que creyan por
          fe de los buenos que Dios les promete,
          que los tormentos y muerte que vian
          presentes aparejados para padeçer. Que no
          ay cosa más fáçil que el morir. Ni cosa
          de más risa que veros hazer de la muerte
          caudal. Prinçipalmente siendo cristianos
          que auiades de demandarla, y venida
          tomarla con gran plazer.

          MIÇILO.--Por çierto mucho me has
          consolado, Gallo, con las verdades que
          me has persuadido; y tanto que estoy muy
          esforçado para quando a Dios pluguiere
          de me llevar desta uida: pues voy a viuir
          para sienpre jamas.

          GALLO.--Pues si esto es ansi, qué cosa
          es que vosotros siendo cristianos hagais
          tanta cuenta al tienpo de vuestra
          muerte, de acumular y juntar todas
          vuestras honrras para allí? Avn ya
          quando estais sanos y con salud, que os
          procureis honrrar no es gran marauilla,
          porque estais en el mundo y haçeis lo
          que de presente se goza dél. Pero al
          tienpo de la muerte, la rica sepoltura
          y la ponpa funeral, tanto luto, tanta
          çera, tanto clerigo, tanta cruz, tanta
          conpaña[653]; _con tanta solenidad; tanto
          acompañamiento_ de tanto noble, guardado
          el tienpo y lugar que cada qual ha de
          llenar; con aquella pausa, orden, passo
          y grauedad como si os llevassen a bodas.
          Pues todo esto ¿qué es sino memoria
          y honrra mundana? Que vean grandes
          aparatos, y lean grandes rótulos: Aqui
          yaze sepultado, etc. Que si vos sois más
          rico que otro y teniades mejor casa, bien
          consiento que tengais mejor sepoltura.
          Pero que gasteis en vuestra muerte
          grandes aparatos y hagais rica sepoltura
          diziendo que es obra muy sancta y muy
          cristiana, desengañaos, que mentis. Que
          antes es cosa de gentilidad; que con sus
          estatuas querian dexar memoria eterna.
          Hazeis gran honrra a vuestro cuerpo en
          la muerte viendo que peligra el alma de
          vuestro proximo por pobreza en la vida.
          Por Dios, Miçilo, que estoy espantado de
          ver las neçedades y bobedades que los
          honbres teneis y vsais en este caso, que
          no puedo sino aueros lastima; porque he
          yo visto muchas vezes reyrse destas cosas
          mucho los angeles y Dios. ¡O si vieras
          en el año de mil y quinientos y quarenta
          y seys quando enterraron al marques del
          Gasto, Capitan general del Emperador en
          la Ytalia!; porque vn lunes, honze dias
          _del mes_ de Abril que murió, me hallé yo
          en Milan; ¡quan de veras te rieras alli!
          Estaban los Sanctos del çielo que de risa
          querian rebentar.

          MIÇILO.--Hazme agora tanto plazer que
          pues te hallaste alli me cuentes algo de
          lo que passó.

          GALLO.--Temome Miçilo, que no acabaremos
          oy. Porque dexada la braueza de lo que en
          el testamento de su exçelençia se podia
          dezir de rey, menos te podras contener en
          lo que toca a la ponpa funeral, que no
          cabrá en diez pliegos de papel.

          MIÇILO.--Ruegote mucho que me digas algo
          de lo que passó en el entierro; porque en
          lo del testamento no te quiero fatigar.

          GALLO.--Yo te quiero conplazer. En el
          nonbre de Dios. _Murio su exçelençia el
          domingo ya casi a la noche; y luego con
          la diligençia posible se dispuso lo
          neçesario que tocaua al aparato y lutos;
          que no quedó en toda la çiudad offiçial,
          ni en gran parte de la comarca, que
          supiesse de sastreria, o de labrar çera o
          carpenteria que no tuuiesse mucho en qué
          entender toda aquella noche del domingo
          y el lunes adelante hasta la hora de las
          dos que el cuerpo de su exçelençia salio
          del palaçio para la iglesia mayor[654]._
          Primeramente yban delante la[655]
          clereçia, quinientos niños de dos en dos,
          vestidos de luto con capirotes en las
          cabezas cada vno con vna hacha ençendida
          en la mano, de çera blanca, con las armas
          de su exçelençia cosidas en los pechos.

          MIÇILO.--Quánto mejor fuera que aquella
          limosna de vestido y hacha fuera secreta
          y cosida entre Dios y el coraçon de su
          exçelençia, y el mochacho se quedara en
          casa; tuuiera en aquella hacha aquel dia
          y otros quatro qué comer.

          GALLO.--Despues destos yban çiento y diez
          cruzes grandes de madera, con çinco velas
          en cada vna hincadas en vnos clauos que
          estauan en las cruzes como se acostunbra
          en Milan en semejantes ponpas funerales.

          MIÇILO.--Deuian de llenar tantas cruzes
          porque el diablo si viene por el muerto
          más huye de muchas que de vna.

          GALLO.--Seguia luego a las cruzes el
          reuerendo cabildo[656] de la iglesia
          mayor y toda la clereçia con cruzes de
          plata y[657] todas las parrochias[658]
          _con todos sus_ capellanes, clerigos,
          frayles y monjes de todas las ordenes y
          religiones, cada vno en su grado, con
          hachas de cera blanca en las manos,
          ençendidas, de dos en dos que eran mil
          y seysçientos. A la clereçia seguia
          la guarda de cauallos ligeros de su
          exçelençia a pie con lobas de luto y
          capirotes en las cabezas[659]; cada
          vno con su lança negra y vna veleta de
          tafetan negro en cada vna, con el hierro
          en la mano, arrastrando las lanças por
          tierra; con dos tronpetas que yban
          delante con lobas de luto y capirotes
          en las cabezas. Estos tronpetas yban a
          pie con las tronpetas echadas a las
          espaldas, con vanderas negras con las
          armas de su exçelencia.

          MIÇILO.--Estos bastaran defenderle el
          cuerpo si todos los diablos del infierno
          vinieran.

          GALLO.--Bastaran si todos fueran
          españoles. Despues yba la casa de su
          exçelençia con hasta quatroçientas
          personas con lobas y capirotes en las
          cabezas, cada vno en su grado. Despues
          yba la guarda de soldados alemanes;
          lleuaua cada vno vn manto hasta tierra
          de luto, con collares encrespados, y las
          alabardas negras echadas al honbro, y con
          gorras grandes negras a la alemana.

          MIÇILO.--Agora digo más de veras que le
          bastaran defender avnque viniera Luzifer
          por capitan.

          GALLO.--Tras estos venian seys atambores
          con los mesmos mantos como[660] los
          alemanes, y caperuças a la española, de
          luto: cubiertos los atambores de velos
          negros puestos a las espaldas. Despues
          destos yban dos pajes a pie vestidos
          de terçiopelo negro, con las gorras
          caydas sobre las espaldas. El de la mano
          derecha lleuaua vna çelada cubierta de
          brocado rico de tres altos en la mano:
          y el otro lleuaua vna pica negra al
          ombro, cayda sobre las espaldas. Çerca
          destos venian dos capitanes a pie con
          lobas de luto con faldas muy largas
          rastrando y capirotes en las cabezas. El
          de la mano derecha lleuaua vna vandera
          de infanteria, de tafetan amarillo con
          las armas inperiales, y el otro lleuaua
          vn estandarte negro con las armas de
          su exçelençia doradas: y en el canpo
          vna cruz colorada a la borgoñona. Estos
          lleuauan los estandartes caydos sobre
          las espaldas, arrastrandolos[661] por
          tierra, que significaua el cargo que
          primero auia tenido de su magestad de
          general de la infanteria. Çerca destos
          yba vna persona muy honrrada con vna gran
          loba de luto y capirote en la cabeza,
          en vna mula guarneçida de luto hasta
          tierra: lleuaua vna vara negra en la
          mano, como mayordomo _mayor_[662] de su
          exçelençia. Despues deste[663] venian
          seys tronpetas a cauallo vestidos de
          negro con sus tronpetas a las espaldas y
          vanderas de tafetan negro con las armas
          de su exçelençia. Tras estos yban un rey
          de armas borgoñon a cauallo con loba y
          capirote, y ençima vna sobre vista dorada
          con las armas inperiales: el qual auia
          sido enbiado de su magestad el mesmo dia
          que fallecio su exçelençia, con cartas, a
          darle cuenta de los nueuos caualleros del
          Tuson. A este seguian çinco caualleros
          honrrados con lobas de luto y capirotes
          en las cabezas a cauallo, cubiertos los
          cauallos de paño negro hasta tierra, que
          no se veyan sino los ojos: los quales
          lleuauan los estandartes siguientes
          caydos sobre las espaldas rastrandolos
          por tierra. El primero era vn estandarte
          colorado con las armas de su exçelençia,
          puestas en vna asta negra. El segundo
          era de la mesma color, pintada nuestra
          Señora con el niño en los braços, y la
          luna debajo de sus pies. Este era señal
          de guion de gente de armas. El terçero
          estandarte era blanco pintado dentro el
          escudo de las armas del duque de Milan,
          con vna[664] aguila que abrazaua el
          escudo, en señal del gouierno del estado
          de Milan. El quarto lleuava vna vandera
          quadrada pequeña, que es el guion que su
          exçelençia lleuaua delante como general,
          y en el canpo blanco della pintado vn
          mundo con los elementos apartados: y de
          la una parte nuestra Señora pintada con
          su hijo en los braços: y de la otra parte
          el angel san Raphael y Tobias, con vn
          letrero que dezia: _Sic sita vigent_. El
          quinto lleuaua vn estandarte amarillo
          con el aguila y armas imperiales, echado
          sobre las espaldas, que es la insinia
          de capitan general del exerçito de su
          magestad. Despues destos yban ocho pajes
          vestidos de terçiopelo negro hasta tierra
          que no se veyan sino los ojos. El primero
          lleuaua vna espada dorada con vayna de
          brocado rico de tres altos sobre el
          ombro, por señal que quando el Emperador
          entró en Napoles venia delante dél el
          Marques como gran camarlengo a quien
          toca aquella çiremonia y preeminençia.
          El segundo lleuaua vn escudo en el braço
          yzquierdo con las armas de su exçelençia
          de relieues dorados en canpo negro. El
          terçero lleuaua vna lança negra en la
          mano derecha cayda sobre la espalda con
          su yerro muy polido. El quarto lleuaua
          vn almete puesto en vn vaston negro
          cubierto de brocado rico de tres altos
          en la mano derecha. El quinto lleuaua vn
          estoque dorado con su vayna de brocado
          rico de tres altos caydo sobre la
          espalda derecha, y vnas espuelas doradas
          vestidas en el braço derecho guarneçidas
          del mesmo brocado. El sesto lleuaua vn
          vaston dorado en la mano caydo sobre el
          ombro, pintadas las armas inperiales en
          señal del cargo primero de general de
          la infanteria. El septimo lleuaua otro
          baston dorado con las armas del ducado de
          Milan abraçados con el aguila inperial,
          en señal del gouierno del estado de
          Milan. El octauo y ultimo lleuaua vn
          baston cubierto de brocado rico de tres
          altos, en señal de capitan general de
          Ytalia. Seguia luego vn moço de espuelas
          con vna loba de luto hasta tierra con
          capirote en la cabeza: el qual lleuaua
          de diestro vn cauallo guarnido[665] de
          terçiopelo negro con estribos, freno y
          clauazon plateado[666]: y sobre la silla
          vna reata de terçiopelo negro, y junto
          al cauallo doze moços de espuelas con
          lobas de luto rastrando y capirotes en
          las cabezas, y el caualleriza detras;
          venia despues el cuerpo de su exçelençia
          puesto sobre vnas grandes andas, hechas
          a manera de vna gran cama cubierta[667]
          de brocado de plata de dos altos que
          colgaua çerca de vn braço de cada lado de
          las andas. Del brocado estaua pendiente
          vna gran vanda de terçiopelo carmesí de
          la que colgaua vn friso, o guarniçion
          de tafetan doble carmesí con las armas
          de su exçelençia doradas. Esta cama, o
          andas lleuauan doze caualleros vestidos
          con lobas de luto y capirote[668] en
          las cabezas, y porque el trecho es casi
          vna milla del monesterio a la iglesia
          mayor se yban mudando. El cuerpo de su
          exçelençia yba vestido con vna tunica
          o veste de raso blanco hasta en pies,
          çeñida, y ençima de la tunica vn manto
          de grana colorada con vnas bueltas
          afforradas de veros alçado sobre los
          braços. En la cabeza lleuaua vna barreta
          ducal afforrada en los mesmos veros, con
          vn friso y corona de prinçipe. Lleuaua
          al cuello el collar rico del Tuson, y al
          lado vna espada dorada con su vayna de
          brocado rico de tres altos. Este habito
          es segun la orden del offiçio del gran
          camarlengo del rey no de Napoles que su
          exçelençia tenia y ha gran tienpo que
          está en su yllustrisima casa. Lleuaua
          por cabeçera vna almohada de terçiopelo
          carmesí guarneçida de plata, y a la mano
          derecha sobre la cama o andas lleuaua
          la rosa sagrada de oro que la sanctidad
          del papa Paulo le enbio el año de mil y
          quinientos y treynta y nueue por gran don
          y publico fauor, que es vn árbol de oro
          con veynte y dos rosas.

          MIÇILO.--¿Supiste qué virtud tenia esa
          rosa sagrada porque la lleuaua al lado en
          el entierro? ¿Si era alguna indulgençia
          que su Santidad le enbió para que no
          pudiesse yr al infierno avnque muriesse
          en pecado mortal?

          GALLO.--Eso se me oluidó de preguntar.
          Çerca de las dichas andas yuan veynte
          y quatro[669] gentiles hombres muy
          honrrados de su casa con lobas[670] y
          capirotes en la cabeça[671], y vnas
          hachas grandes de çera negra en las
          manos con las armas de su exçelençia.
          Despues yua el señor marques de Pescara,
          primogenito de su exçelençia, con los
          señores don Yñigo y don Çesareo de Aualos
          los sus hermanos, y el señor prinçipe de
          Sulmona, y el señor don Aluaro de Luna,
          hijo del señor castellano de Milan, a
          quien el señor marques[672] sustituyó en
          los cargos que en este estado de Ytalia
          tenía, por ser la persona más prinçipal
          que aqui se halla. El por estar enfermo
          enbió al señor don Aluaro su hijo en su
          lugar; yban alli los comisarios generales
          de su magestad, y los gouernadores y
          alcaldes del estado, y los enbajadores
          de los potentados de Ytalia que aqui se
          hallaron, y otros prinçipes y señores que
          vinieron a honrrar el enterramiento; yban
          alli los señores del senado y magistrado,
          y los feudatarios del estado, marqueses,
          condes y caualleros, capitanes y gentiles
          honbres, todos con sus lobas de luto
          rastrando y capirotes en las espaldas.
          Toda la iglesia mayor estaua entoldada
          alrededor de paño negro con las armas de
          su exçelençia: y sobre los paños hachas
          blancas de çera muy juntas. Despues
          en medio del çimborrio de la iglesia,
          antes de entrar en el coro, estaua hecho
          vn grandissimo cadahalso o monumento,
          mayor y más hermoso y de mayor artifiçio
          que jamas se hizo a ningun prinçipe en
          estas partes, todo pintado de negro. El
          qual tenía ençima vna piramide llena
          de velones y hachas de çera blanca: y
          ençima de cada lado o haz del cadahalso
          auia ocho escudos grandes con las armas
          de su exçelençia, donde fue puesto su
          cuerpo como venia en las andas o lecho
          en que fue traydo. Sobre el qual auia vn
          dosel muy grande de terciopelo negro.
          Al rededor del cadahalso auia infinitas
          hachas, y en medio de la iglesia auia
          ocho grandes candeleros, que en España
          llaman blandones, hechos a manera de
          vasos antiguos. Eran de madera, negros,
          llenos de hachas pendientes de lo alto
          de la yglesia iguales. Estos candeleros
          con las otras hachas estauan en rededor
          de toda la iglesia. Delante del cadahalso
          estaua hecho vn talamo alto de tierra
          dos braços, y en ancho setenta braços.
          De todas partes desde el cadahalso
          hasta el altar mayor estauan asentados
          en rededor[673] todos los señores
          prinçipales que aconpañaron el funeral
          hasta ser acabados los offiçios; y todo
          el talamo era cubierto de paño negro,
          ansi lo alto como lo bajo, donde estauan
          asentados todos aquellos señores. El
          retablo del altar mayor estaua todo
          cubierto de terçiopelo negro con su
          frontal, con doze hachas muy grandes: y
          ansi mesmo los otros altares priuados
          que son muchos, con su çera conueniente.
          ¿Dime, Miçilo, qué juzgas desta honrra?

          MIÇILO.--Pareçeme que el mundo le dio
          toda la honrra que le pudo dar, y que
          aunque en la vida le honrró bien, en
          la muerte le acumuló juntas todas las
          honrras por aparençia y por existençia,
          ansi por los blasones de sus ditados _y
          insignias_ que alli yuan, como por la
          conpañia y honrra[674] que en su muerte
          se le hizo.

          GALLO.--El dia siguiente se celebró misa
          solene en el altar mayor y los offiçios
          por el anima, y en el medio de la misa se
          dixo vna muy elegante oraçion en loor de
          su exçelençia[675], a la qual estuuieron
          presentes todos los señores sobredichos
          que fueron para este auto conbidados,
          hasta que se acabaron todos los offiçios;
          y en los altares y capillas que auia en
          la iglesia se dixeron hasta quatroçientas
          missas rezadas.

          MIÇILO.--¿No hubo ay alguna missa del
          altar de San Sebastian de la Caridad de
          Valladolid que le sacara del purgatorio?

          GALLO.--Vn sacerdote enbió alli el
          pontifiçe con todo su poder para le sacar.

          MIÇILO.--¿Pues esa no bastó?

          GALLO.--Sí bastó: pero todas las otras
          missas se dixeron por magestad: _las
          quales aprouecharon a todas las animas
          del purgatorio por limosna de su
          exçelençia_. Las hachas que se gastaron
          en acompañar el cuerpo y en las honrras
          del dia siguiente llegaron a çinco mil.

          MIÇILO.--Por çierto con tantas hachas
          bien açertara vn honbre a media noche a
          yr al çielo si las obras le ayudaran.

          GALLO.--En verdad te digo que sin
          perjudicar a ningun prinçipe y capitan
          general y gouernador de los passados, no
          se acuerda ninguno de los que viuen, ni
          se halla en ningun libro, auerse hecho
          en Milan ni en el mundo obsequias más
          honrradas, conçertadas y sumptuosas.

          MIÇILO.--Mucho deseo tengo de saber si
          con esto fue al çielo su exçelençia.

          GALLO.--Pues ¡cuerpo de mi vida! ¿no
          auia de yr al çielo? _Buena honrra le
          auian hecho todas las glorias del mundo
          si le vuieran solo pagado con las de
          acá._ Ningun exçelente dexa de yr alla,
          porque San Juan Baptista es abogado de
          los exçelentes; que ansi le llaman los
          çiegos en su oraçion exçelente pregonero.
          Alla le vi yo en el çielo quando alla
          fue[676]. La gente que de la çiudad y
          comarca vino pareçió por las calles a la
          entrada del cuerpo, y que esperaua en
          la iglesia passaron de dos çientas mil
          personas, las quales mostrauan infinito
          sentimiento y dolor.

          MIÇILO.--Bien se puede eso presumir:
          prinçipalmente si estauan alli algunos
          padres y madres, hijos y parientes de
          muchos capitanes, alferez y gentiles
          honbres que él dio garrote en su camara
          quando se le antojó.

          GALLO.--Preguntenselo a Mosquera, alcayde
          de Simancas, que se le escapó por vña
          de cauallo, sobre la sentençia mental;
          y preguntenselo a Hieronimo de Leiua
          quando en Cremes le depositó en manos de
          Machacao, su maestre de campo, quando le
          degollo[677]. Pero todo esto y quanto
          en ese caso hizo fue con justiçia y
          por razon y porque muchas vezes _por
          el cargo que tenia_ conuenia _que se
          hiziesse ansi_ por excusar motin[678]
          en el canpo de su magestad. Todo esto
          ha venido a proposito de tratar al
          prinçipio de vuestra vanidad de que vsais
          en vuestros entierros. Que por ninguna
          cosa quereis caer en la cuenta, y çesar
          de tan gran hierro, quanto quiera que os
          lo dizen quantos cuerdos han escrito en
          la antiguedad y modernos. No vi mayor
          desuario que por lleuar vuestro cuerpo
          en las andas honrrado hasta la sepoltura
          dexeis a vuestro hijo desheredado y
          neçesitado a pedir y a los pobres
          _desnudos y_ hambrientos en las camas.
          Gran locura es estar el cuerpo hediendo
          _en la sepoltura_ vn estado debajo de
          tierra, hecho manjar de gusanos, y estar
          muy hufano por tener acuestas vna lancha
          que pessa çinquenta quintales dorada por
          ençima. O _estar_ ençerrados en ricas
          capillas con rejas muy fuertes, como
          locos atados hasta[679] en la muerte.
          Gran confusion es de los cristianos
          aquella palabra de verdadera religion que
          dixo Socrates philosopho gentil. Siendo
          preguntado de sus amigos quando beuia el
          veneno en la carçel, dónde queria que le
          enterrasen, respondio: echad este cuerpo
          en el campo; y diziendole que le comerian
          las aues, respondio: ponedle vn palo
          en la mano para oxearlas; y diziendole
          que siendo muerto no podria oxearlas
          respondio: pues menos sentiré si me
          comieren. Donde quiera que quisieredes me
          podeis enterrar, que no ay cosa mas façil
          ni en que menos vaya que en el sepulcro.

          MIÇILO.--Por pierto, gallo, tú tienes
          mucha razon en cuanto dizes, porque en
          este caso demasiadamente son dados los
          hombres a la vana aparençia y ambiçion y
          ponpa de fuera sin hazer cuenta de lo del
          alma, que es de lo que se deue hazer más
          caudal.

          GALLO.--Pues quán de veras dirias eso,
          Miçilo, si huuiesses subido al çielo y
          deçendida[680] al infierno como yo, y
          huuiesses visto la mofa y risa que passan
          los santos allá viendo el engaño en que
          estan los mundanos acá açerca desta ponpa
          de su morir y enterrar, y si viesses el
          pessar que tienen los dañados[681] en el
          infierno porque se les añaden graues
          penas por la vanidad de que se arrean en
          su morir. ¡O qué te podria en este caso
          contar!

          MIÇILO.--¡O mi çelestial gallo! si
          pudiesse yo tanto açerca de ti que me
          quisiesses por narraçion comunicar esa
          tu bienauenturança de que gozaste siendo
          Icaro Menipo, y cantarme[682] lo mucho
          que viste alla. Si esto impetrasse de ti
          profierome de quedar yo oy sin comer por
          darte doblada raçion.

          GALLO.--No puedo, Micilo, dexar de te
          complazer en quanto me quisieres mandar;
          y ansi te quiero dezir cosas que los
          honbres nunca vieron ni oyeron hasta
          oy. Tienes neçesidad de nueua atençion,
          porque hasta agora has oydo cosas de
          mí que tú las puedes auer visto y
          esperimentado como yo. Pero hablar del
          çielo, y de los angeles, y del mesmo
          Dios no es capaz hombre mortal para le
          comprehender mientra está aqui, sin muy
          particular priuilegio de Dios; y porque
          la xornada es grande y tengo flaca
          memoria dexame recolegir: que si tu gusto
          está dispuesto como requiere la materia
          de que emos de tratar, yo me profiero de
          hazerte bienauenturado oy, de aquella
          bienauenturança de que se goza por el
          oyr; y pues el dia pareçe ser venido
          aparejate _en tu tienda_ para[683] mañana
          y oyras _lo demas_.


         _Fin del honzeno canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[643] G., canto del Gallo.

[644] (_Tachado_): Siguesse el honzeno canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo auctor.
(_Antes se leia en vez de autor_): intérprete.

[645] G., basta.

[646] G., pudiesse.

[647] G., creer.

[648] G., effetuais.

[649] G., nos.

[650] G., nuestra.

[651] G., naçieron con naturaleza obligada a morir.

[652] G., verdaderos.

[653] G., tanto tañer de campanas.

[654] Esta relaçion es la misma que apareçe copiada en la conoçida
_Misçelanea_ de Sebastian de Horozco (Bibl. Nac. Ag. 105. fol. 167 á
169), con el título de _Memoria de la orden y forma que se tuvo en
Milan en el enterramiento del Ilustrissimo señor Marques del Gasto,
capitan general de su Magestad, y en el acompañar su cuerpo desdel
monasterio de Santo Eustorgio, de la horden de los Predicadores,
hasta la iglesia mayor, lunes diez y seis de abril mill y quinientos
y quarenta y seis años, y el dia siguiente en las onrras que alli se
hizieron_.

Indicamos las variantes de este manuscrito con la inicial H.

[655] H., toda la.

[656] H., capitulo. G. (_Tachado_), capitulo.

[657] G., de.

[658] G., perrochias.

[659] H., la cabeça.

[660] G., que. H., como.

[661] G., arrastrandolas.

[662] H., de la casa.

[663] H., de este.

[664] G., vn.

[665] H., guarnescido.

[666] G., plateada.

[667] H., cubiertas.

[668] H., capirotes.

[669] G., çinco H., quatro.

[670] H., lobas de luto.

[671] H., en las cabeças.

[672] H., marques, que aya gloria.

[673] G., derredor.

[674] G., gasto.

[675] H., del señor marques, que aya gloria.

[676] G., subi.

[677] G., Bien se puede eso presumir, avnque era comun opinion ser
honbre cruel, y que ansi mató muchos capitanes, alferez y gentiles
honbres haziendoles degollar.

[678] G., motines.

[679] G., aun.

[680] G., desçendido.

[681] G., condenados.




                        ARGUMENTO
            DEL DUODEÇIMO CANTO DEL GALLO[684]

          En el canto doze[685] que se sigue el
            auctor imitando a Luçiano en el dialogo
            que intituló Icaro Menipo, finge subir
            al cielo y descriue lo mucho que vio
            allá[686].


          GALLO.--Ayer te prometi, Miçilo,
          de tratar oy materia no qualquiera
          ni vulgar, pero la mas alta y mas
          encumbrada[687] que humano ingenio puede
          conçebir. No de la tierra ni de las
          cosas bajas y suezes de por acá: mas de
          aquellas que por su estrañeza el juizio
          humano no las basta conprehender. Tengo
          de cantar oy cómo siendo Icaro Menipo
          subi al çielo morada y habitaçion propria
          de Dios; oy tienes neçesidad de nueuo
          entendimiento y nueua atençion, porque te
          tengo oy de dezir cosas que ni nunca las
          vieron ojos, ni orejas las oyeron, ni en
          entendimiento humano pudo nunca caber lo
          que tiene allá Dios aparejado para los
          que le desean seruir. Despierta bien:
          ronpe esos ojos del alma y mirame acá,
          que quiero dezir las cosas marauillosas
          que en el çielo vi, oy, hablé y miré. La
          estançia, asiento, lugar de los Santos
          y de Dios. Dezirte he la dispusiçion,
          mouimiento, camino, distançia que tienen
          los çielos, estrellas, nubes, luna y sol
          entre sí allá. Las quales si oydas no
          creyeres, esto solo me sera gloria a mi,
          y señal de mi mayor feliçidad, pues por
          mis ojos vi, y con todos mis sentidos
          gusté cosas tan altas que a todos los
          honbres causan admiraçion, y passan a lo
          que pueden creer.

          MIÇILO.--Yo te ruego, mi gallo, que oy
          con intimo affecto te esfuerçes a me
          conplazer, porque me tienes suspenso
          de lo que has de hablar. Que avn si te
          plaze dexaré el offiçio por mostrarte
          la atençion que te tengo, pues con los
          ojos ternia los sentidos y entendimiento
          todo en ti. Espeçie me pareçeria ser de
          infidelidad si vn honbre tan bajo y tan
          suez como yo no creyesse a vn honbre
          çelestial y diuino como tú.

          GALLO.--No quiero, Miçilo, que dexes
          de trabajar: no demos ocasion a morir
          de hanbre, pues todo se puede hazer.
          Prinçipalmente quando de ti tengo
          entendido que cuelgas con tus orejas de
          mi lengua, como hizieron los françeses de
          la lengua de Hercules Ogomio admirable
          orador. Agora, pues, oyeme y sabras que
          como yo considerasse en el mundo con
          gran cuydado todas las cosas que hay
          entre los mortales, y hallasse ser todas
          dignas de risa, bajas y pereçederas, las
          riquezas, los inperios, los offiçios de
          Republica y mandos, menospreçiando todo
          esto, con gran deseo me esforçé a emplear
          mi entendimiento y affiçion en aquellas
          cosas que de su cogeta son buenas a la
          verdad; y ansi cobdiçié passar destas
          cosas tenebrosas y obscuras y volar hasta
          la naturaleza y criador de todas, y a
          este desseo me mouio y ençendio más la
          consideraçion deste que los philosophos
          llaman mundo. Porque nunca pude en
          esta vida hallar de qué manera fuesse
          hecho, ni quién le hizo: donde tubo
          principio y fin. Despues desto quando
          en particular le deçendia a contemplar
          mucho más me causaua admiraçion y dubda:
          quando via las estrellas ser arroxadas
          con gran furia por el çielo yr huyendo.
          Tanbien deseaua saber qué cosa fuesse
          el sol, y sobre todo deseaua conoçer
          los açidentes de la luna, porque me
          pareçian cosas increybles y marauillosas,
          y pensaua que algun gran secreto que no
          se podia declarar causaua en ella tanta
          mudança de espeçies, formas y figuras.
          Aquella braueza con que el rayo sale
          con aquel resplandor, tronido espantoso
          y ronpimiento de nube, y el agua, la
          nieue, el graniço enbiada[688] de lo
          alto. Pareçianme ser todas estas cosas
          difiçiles al entendimiento, en tanta
          manera que por ninguna fuerça de nuestra
          naturaleza se podian por algun honbre
          conprehender acá. Pero con todo esto
          quise saber qué era lo que destas cosas
          los nuestros philosophos sentian: porque
          oya dezir a todos, que ellos enseñauan
          toda verdad. Tanbien reçebia gran
          confusion considerando aquella sublimidad
          y alteza de los çielos: prinçipalmente
          del empireo y de su perpetuidad. El trono
          de Dios; el asiento de los santos, y la
          manera de su premiar y beatificaçion. El
          orden que ay en la muchedunbre de todos
          los coros angelicales. Pues primero
          quisse sujetarme a la disçiplina destos
          nuestros maestros, los quales no poco
          estan inchados y presumptuosos con estos
          titulos, diziendo que enhastiados de
          las cosas de la tierra volan a alcançar
          la alteza de las cosas çelestiales: lo
          qual no seria en ellos poco de estimar
          si ello fuesse ansi. Pero quando en
          aquellas comunes academias entré y miré
          todos los que en la manera de disputa y
          liçion mostrauan enseñar, entre todos
          vi el habito y rostro muy particular en
          algunos, que sin preguntar lo conoçieras
          auerse leuantado con el titulo de
          çelestiales. Porque todos los otros
          avnque platicauan profesion de saber,
          debajo de un vniuersal baptismo y fe
          trayan vn vestido no differente del
          comun. Pero estos otros mostrauan ser
          de vna particular religion, _por estar_
          vestidos de una cuculla y[689] habito
          y traxe particular, y avn entre ellos
          differian en el color; y aunque en su
          presunçion, arogançia, obstentaçion,
          desden y sobreçejo mostrassen ser los
          que yo vuscaua, quise preguntar por me
          satisfazer, y ansi me llegué a vno de
          aquellos que a aprender concurrian alli,
          y a lo que le pregunté me respondio
          señalandomelos con el dedo: estos son
          maestros de la philosophia y theologia
          natural y çelestial; y ansi con el
          deseo que lleuaua de saber, con gran
          obediençia me deposité a su disçiplina,
          proponiendo de no salir de su escuela
          hasta que huuiesse satisfecho a mi dubda
          y confusion[690]. ¡O Dios inmortal qué
          martirio passé alli!: que començando por
          vno de aquellos maestros segun el orden
          que ellos tenian entre sí, a cabo de vn
          año que me tenía quebrada la cabeça con
          solo difinir terminos cathegorematicos
          y sincathegorimaticos, analogos,
          absolutos y conotatiuos, contradiçiones
          y contrariedades, solo me hallé en vn
          laberinto de confusion. Quise adelante
          ver si en el otro auria algo más que
          gustar: y en todo vn año nunca se acabó
          de enseñar vna demostraçion: ni nunca
          colegi cosa que pudiesse entender.

          Consolauame pensando que el tiempo,
          avnque no el arte, me traeria a estado y
          preçetor que sin perdida de más edad[691]
          me llegaria[692] a mi fin; y ansi entré
          ya a oyr los prinçipios de la philosophia
          natural; y esto solo te quiero hazer
          saber: que a cabo de muchos dias solo
          me faltaua ser libre de aquella neçedad
          y ignoraba con que vine alli. Porque
          fueron tantas las opiniones y diuersidad
          de no sé que prinçipios de naturaleza:
          insecables atomos: inumerables formas;
          diuersidad de materias; ideas primeras y
          segundas intençiones; tantas questiones
          de vacuo y infinito que quanto más alli
          estaua más me enboscaua en el laberinto
          de confusion; y esto solo entre todas las
          otras cosas no podia sufrir; que como en
          ninguna cosa entre si ellos conueniessen,
          mas antes en todo se contradezian, y
          contra todo quanto affirmaban arguian,
          pero con todo esto me mandaban que los
          creyesse dezir la verdad, y cada vno
          dellos me forçaua persuadir y atraer con
          su razon.

          MIÇILO.--Cosa marauillosa me cuentas;
          que siendo esos hombres tan santos y
          religiosos y de conçiençia no sacassen
          en breue la suma de sus sçiençias,
          y solo aquello enseñassen que no se
          pudiesse contradezir. O a lo menos que
          se enseñasse lo que en suma tuuiesse más
          verdad, dexados aparte tantos argumentos
          y questiones tan inpertinentes al
          proposito de lo que se pretende saber.

          GALLO.--Pues en verdad mucho más te
          reyrias, Miçilo, si los viesses con la
          arogançia y confiança que hablan, no
          tratando cosa de verdad, ni que avn tenga
          en si sustançia ni ser. Porque como
          quiera que ellos huellan esta tierra que
          nosotros hollamos, que en esto ninguna
          ventaja nos llevan, ni en el sentido del
          viso son mas perspicaçes que nosotros,
          mas antes ay muchos dellos que casi
          estan çiegos y torpes por la vejez. Y
          con todo esto afirman ver y conoçer los
          terminos del çielo, y se atreuen a medir
          el sol, y determinar la naturaleza de la
          luna y todo lo que sobre ella está; y
          como si huuieran deçendido de las mesmas
          estrellas señalan su figura y grandeza
          de cada qual; y ellos que puede ser que
          no sepan quantas leguas ay de Valladolid
          a Cabezon, determinan la distançia que
          ay de çielo a çielo, y quantos cobdos ay
          del çielo de la luna al del sol; y ansi
          difinen la altura del ayre, y la redondez
          de la tierra, y la profundidad del mar;
          y para estas sus vanidades pintan no sé
          que çirculos, triangulos y quadrangulos,
          y hazen vnas figuras de espheras con las
          quales sueñan medir el ambitu y magnitud
          del çielo; y lo que es peor y mayor señal
          de presunçion y arogançia, que hablando
          de cosas tan inçiertas como estas, y
          que tan lexos estan de la aueriguaçion,
          no hablan palabra ni la proponen debajo
          de conjecturas, ni de maneras de dezir
          que muestren dubdar. Pero con tanta
          çertidumbre lo afirman y bozean que no
          dan lugar a que otro alguno lo pueda
          disputar ni contradezir. Pues si tratamos
          de lo alto del çielo tanto se atreuen
          los theologos deste tienpo a difinir las
          cosas reseruadas al pecho de Dios como
          si cada dia sobre el gouierno del mundo
          vniuersal comunicassen con él. Pues de
          la dispusiçion y orden de allá ninguna
          cosa dizen que no quieran[693] que sea
          aueriguada conclusion, o oraculo que de
          su mano escriuio Dios como las tablas que
          dio a Moysen. Pues como yo no pudiesse
          de la dotrina destos colegir algo que me
          sacasse de mi ignorançia, mas antes sus
          opiniones y variedades mas me confundian,
          dime a pensar qué medio abria para
          satisfazer a mi deseo, porque çierto de
          cada dia más me atormentauan. Como suele
          aconteçer al natural del honbre, que si
          alguna cosa se le antoja y en el alma le
          encaxa, quanto mas le priban della mas
          el apetito le soliçita. Prinçipalmente
          porque se me encaxó en el alma que no
          podia alcançar satisfaçion de mi deseo
          aca en el mundo si no subia al çielo y a
          la comunicaçion de los bienauenturados;
          y avnque en este pensamiento me reya de
          mi, el gran cuydado me mostró la via
          como me suçedio. Porque viendome mi
          genio (digo el angel de _mi_ guarda)
          en tanto aflito comouido por piedad y
          tanbien por se gloriar entre todos los
          otros genios auer impetrado de Dios este
          priuillejio para su clientulo, ansi
          se fue a los pies de su magestad con
          gran inportunidad diziendo que no se
          leuantaria de alli hasta que le otorgase
          vn don; le pidio liçençia para me poder
          subir a los çielos y pudiesse gozar de
          todo lo que ay allá; y como el mi genio
          era muy pribado suyo se lo concedio con
          tal que fuesse en vn breue termino y[694]
          no me quedasse allá; y ansi venido a mi,
          como me halló en aquella agonia casi
          fuera de mi juizio, sin exerçitar ningun
          sentido su officio me arrebató y volo
          comigo por los ayres arriba. ¡O soberano
          Dios! ¿por donde començaré, Micilo, lo
          mucho que se me ofreçe dezir? Quiero
          que ante todas cosas sepas que desde el
          punto que mi buen genio de la tierra me
          desapegó y començamos por los ayres a
          subir fue dotado de vna agilidad, de vna
          ligereza con que façilmente y sin sentir
          pesadunbre volaua por donde queria sin
          que alguna cosa, ni elemento, ni çielo me
          lo estoruase; fue con esto doctado de vna
          perspicaçidad y agudeça de entendimiento
          y habilidad de sentidos que juzgaua
          estar todos en su perfeçion. Porque
          quanto quiera que muy alto subiamos no
          dexaua de ver y oyr todas las cosas
          tan en particular como si estuuiera en
          aquella distançia que acá en el mundo
          estos sentidos acostunbran sentir.

          MIÇILO.--Pues yo te ruego agora, gallo,
          porque mas bienauenturada y apazible
          me sea tu narraçion, me cuentes en
          particular lo que espero de ti saber, y
          es que no sientas molestia en me notar
          aquellos secretos que proçediendo en tu
          peregrinaçion de la tierra, del mar, de
          los ayres, çielos, luna y sol y de los
          otros elementos, pudiste entender y de lo
          alto especular.

          GALLO.--Por çierto, Miçilo, bien me
          dizes. Por lo qual tú yendo comigo con
          atençion, si de algo me descuydare
          despertarme has, porque ninguna cosa
          reseruaré para mí por te conplazer.
          Penetramos todos los ayres y esphera del
          fuego sin alguna lision, y no paramos
          hasta el çielo de la luna, que es el
          çielo primero y más inferior, donde
          me asenté y començe de alli a mirar y
          contenplar todas las cosas; y lo primero
          que miré fue la tierra que me pareçio
          muy pequeña y muy menor sin conparaçion
          que la luna. Mirela muy en particular
          y holgué mucho en ver sus tres partes
          prinçipales: Europa, Assia y Africa. La
          braueza del mar, los deleitosos xardines,
          huertas, florestas, y las fuentes y
          caudalosos rios que la riegan, con sus
          apaçibles riberas. Aquellas altas y
          brauas montañas y graçiosos valles que la
          dan tanto deleyte.

          MIÇILO.--Dime, gallo, ¿cómo llaman los
          philosophos a la tierra redonda, pues
          vemos por la esperiençia ser gibosa y
          por muchas partes prolongada por la
          muchedumbre de montañas que en ella ay?

          GALLO.--No dubdes Miçilo, ser redonda
          la tierra considerada segun su total
          y natural condiçion, puesto caso que
          en algunas partes esté alterada con
          montañas y bagios de valles; porque
          esto no la quita su redondez natural; y
          ansi considera el proueymiento del sumo
          Hazedor que la fundó para el prouecho
          de los honbres. Que viendo auer en
          diuersas partes diuersos naturales y
          disposiçiones de yeruas, rayzes y arboles
          neçesarios para la conseruaçion de los
          honbres para cuyo fin los crió, dispuso
          las montañas altas para que alli con
          el demasiado calor y sequedad se crie
          vn genero de arboles y frutas que no
          naçerian en los valles hondos y sonbrios;
          y hizo los valles porque nasçiesen
          alli otros generos de frutas, mieses y
          pastos por causa de la humidad[695],
          los quales no naçerian en lo alto de la
          montaña. Arriba en la montaña, en vnas
          ay grandes mineros de metales, maderas
          preçiosas y espeçias odoriferas; yeruas
          saludables; y en otras marauillosas[696]
          vestias y otros animales de admirable
          fiereza. Abajo en el valle naçen los
          panes, pastos abundantes y gruesos[697]
          para los ganados, y los vinos muy
          preçiados, y otras muy graçiosas frutas
          y arboledas. Ves aqui como todo lo
          dispuso Dios conforme a la vtilidad del
          vniuerso, como quien él es. Esta quiso
          que fuesse inmobil como çentro y medio
          del vniuersal mundo que crió; y hizo
          que elementos y çielos reboluyessen en
          torno della para la disponer mejor. Y
          despues que en estas sus partes contenplé
          la tierra deçendí mas en particular a
          mirar la vida de los mortales, y no solo
          en comun, pero de particulares naçiones
          y çiudades, scithas, arabes, persas,
          indos, medos, partos, griegos, germanos,
          ytalos y hispanos; y despues desçendí a
          sus costunbres, leyes y vibiendas. Miré
          las ocupaçiones de todos, de los que
          nauegan, de los que van a la guerra, de
          los que labran los campos, de los que
          litigan en las audiençias _forales_,
          de las mugeres, y de todas las fieras
          y animalias[698], y finalmente todo lo
          que está sobre la tierra; y no solamente
          alcançé a ver lo que hazen en publico,
          pero avn via muy claro lo que cada qual
          haria en secreto. Via los muy vedados y
          peligrosos adulterios que se hazian en
          camaras y retretes de prinçipes y señores
          del mundo; los hurtos, homiçidios,
          sacrilegios, inçendios, trayçiones, robos
          y engaños que entre hermanos y amigos
          passauan. De los quales si te huuiesse
          dezir en particular no abria lugar para
          lo que tengo en intençion[699]. Las
          ligas, los monipodios, passiones por
          proprios intereses; las vsuras, los
          canbios y los trafagos de merchanes y
          mercaderes en las[700] ferias y mercados.

          MIÇILO.--Gran plazer me harias, gallo, si
          de todo me dixeses algo de lo mucho que
          viendolo te deleytó.

          GALLO.--Es inposible que tantas cosas
          te cuente, porque avn en mirar tanta
          variedad y muchedunbre causaua confusion.
          Pareçia aquello que cuenta Homero del
          escudo encantado de Achiles, en el qual
          pareçia la diuersidad de las cosas del
          mundo. En vna parte pareçian[701] hazerse
          bodas, en otra pleytos y juizios, en
          otra los tenplos y los que sacrifican,
          en otras batallas, y en otra plazeres
          y fiestas, y en otra los lloros de
          los defuntos. Pues piensa agora si de
          presente viessemos passar todo lo que
          aqui digo qué cosa abria semejante a
          esta confusion. No pareçia otra cosa,
          sino como si juntasses agora aqui con
          poderoso mando todos quantos musicos
          de quantos instrumentos y bozes hay
          en el mundo, juntamente con quantos
          saben de vaylar y dançar, en vn punto
          mandasses que juntos todos començassen
          su exerçiçio, y cada qual trabajasse por
          tañer y cantar aquella cançion que mas
          en su juizio estimasse, procurando con
          su boz, y instrumento sobrepujar al que
          tiene más çerca de sí. Piensa agora por
          tu vida[702], Miçilo, qué donosa sería
          esta vaylia y musica si tanbien los
          dançantes començassen a vaylar[703].

          MIÇILO.--Por çierto en todo estremo seria
          confusa y digna de risa.

          GALLO.--Pues tal es la vida de los
          honbres, conçierto ny orden entre sí.
          Cada vno piensa, trata, habla y se
          exerçita segun su condiçion particular y
          pareçer mientra en el teatro deste mundo
          dura la representaçion desta farsa; y
          despues de acabada (que se acaba con
          la muerte) todas las cosas bueluen en
          silençio y quietud; y todos desnudos
          de sus disfraçes que se vestieron[704]
          para esta representaçion quedan iguales
          y semejantes entre sí, porque se acabó
          la comedia. Que mientra estuuieron en
          el teatro todo quanto representaron era
          vurla y risa; y lo que más me mouia a
          escarnio era ver los grandes animos de
          prinçipes y Reyes contender entre sí
          y poner en campo grandes exérçitos, y
          auenturar al peligro de muerte gran
          multitud de gentes por vna pequeña
          provincia, o por vn reyno, o por vna
          çiudad; que ay diez y seys estrellas en
          el çielo, sin otras muchas que ay de
          admirable cantidad, que cada vna dellas
          es çiento y siete vezes mayor que toda
          la tierra; y toda junta la tierra es
          tan pequeña que si la mirassen de acá
          abajo fixa en el çielo no la verian, y
          escarneçerian de sí mesmos viendo por tan
          poca cosa como entre sí contienden; y lo
          que más de llorar es, el poco cuydado y
          arrisco que ponen por ganar aquel reyno
          celestial; vn reino tan grande que a vn
          solo punto del çielo corresponden diez
          mil leguas de la tierra. No me pareçia
          todo el reino de Nauarra vn paso de
          vn honbre pequeño. Alemaña no vn pie.
          Pues en toda la Ysla de Ingalaterra y
          en toda Françia no pareçia que auia que
          harar vn par de bueyes vn dia entero; y
          ansi miraua qué era lo que tanto haze
          ensoberueçer a estos ricos del mundo, y
          marauillauame porque ninguno posee tanta
          tierra como un pequeño atomo de los que
          los philosophos epicureos imaginan, que
          es la cosa más pequeña que el honbre
          puede ver. Pues quando bolui los ojos
          a la Ytalia y eché de ver la çiudad de
          Milan, que no es tan grande como vna
          lenteja; consideré con lágrimas por
          quán poca cosa tanto prinçipe y tanto
          cristiano como en vn dia se puso a
          riesgo. Pues qué diré de[705] Tunez y de
          Argel? ¿Pues qué avn de toda la Turquia?
          Pues toda la India de la Nueva España y
          Peru, y lo que nueuamente hasta salir al
          mar del Sur se nauega no pareçe ser de
          dos dedos. Pues ¿qué, si trato de las
          minas del oro y plata y metales que hay
          en el vniuerso? Por çierto todas ellas
          desde el çielo no tienen cuerpo de vna
          hormiga.

          MIÇILO.--O bienauenturado tú, gallo,
          que de tan dichosa vista gozaste. Pero
          dime, ¿qué te pareçia desde lo alto la
          muchedumbre de los honbres que andaban en
          las çiudades?

          GALLO.--Pareçian vna gran multitud de
          hormigas que tienen la cueba junto
          a vnos campos de miesses, que todas
          andan en rebuelta y çirculo, salir y
          entrar en la cueba, y la que más se
          fatiga[706] con toda su diligençia
          trae[707] vn grano de mixo, ó _cada
          vna_ medio grano de trigo; y con esta
          pobreza está _cada qual_ muy hufana,
          soberuia y contenta. Semejantes son
          los trabajos de los honbres puestos en
          comun rebuelta y çirculo en audiençias,
          en ferias, en debates y pleytos; nunca
          tener sosiego; y en fin todo es por vn
          pobre y miserable mantenimiento. Como
          todo esto obe bien considerado dixe a mi
          genio que me lleuasse adelante, porque
          ya no me sufria, anhelaua por entrar en
          el çielo empireo y ver a Dios; y ansi
          mi guia me tomó y subimos passando por
          el çielo de Mercurio al de Venus, y de
          allí passamos la casa del sol hasta la
          de Mars; y de alli subimos al çielo de
          Jupiter, y despues fuemos al de Saturno y
          al firmamento y çielo cristalino, y luego
          entramos en el çielo empireo, casa real
          de Dios.

          MIÇILO.--Antes que passes[708] adelante,
          gallo, querria que me dixesses: estos
          elementos, çielos, estrellas, luna y sol
          ¿de qué naturaleza, de qué masa son? ¿De
          qué materia son aquellos cuerpos en sí?
          que lo deseo mucho saber.

          GALLO.--Esa es la mayor bobedad que
          vuestros philosophos tienen acá; que
          dizen que todos esos cuerpos çelestiales
          son compuestos de materia y forma, como
          es cada vno de nos; y dizen muchos
          dellos que son animados; lo qual es
          deuanear[709]; por que no tienen materia
          ni composiçion. En suma, sabrás que todos
          ellos, los elementos puros, çielos,
          estrellas, luna y sol, no son otra cosa
          sino vnos cuerpos simples que Dios
          tiene formados con su infinito saber,
          por instrumentos de la administraçion y
          gouierno deste mundo inferior para el
          cumplimiento de su neçesidad. Estos no
          tienen composiçion ni admistion en sí,
          ni ay materia que se rebuelua con ellos
          estando en su perfeçion; y ansi te hago
          saber que los elementos simples y puros
          no los podeis los honbres vsar, tratar,
          ni comunicar sino os los dan con alguna
          admistion. El agua sinple y pura no la
          podriades beber sino os la mezclasse
          naturaleza con otro elemento para que
          la podais palpar y gustar; y ansi se ha
          de entender del fuego, ayre y tierra;
          que si no estuuiessen mezclados entre si
          no los podriamos comunicar. Pues ansi
          como el puro elemento no tiene materia
          ni conposiçion en sí, menos la tienen
          los çielos, estrellas, planetas, luna y
          sol. Tubo neçesidad el mundo de luz en
          el dia, y para esto formó Dios el sol.
          Tubo neçesidad de luz en la noche, y
          para esto formó luna y estrellas. Tubo
          neçesidad de ayuda para la comun naçençia
          y generaçion de las cosas y conseruaçion
          y para esto dio Dios a los planetas,
          luna y sol y otras estrellas y çielos
          virtud que en lo inferior puedan influir
          para esta neçesidad. Y passando por la
          region de Eolo, rey de los vientos, vimos
          vna gran multitud de almas colgadas por
          los cabellos en el ayre, y atadas las
          manos atras, y muchos cueruos, grajos
          y milanos que uibas las comian los
          coraçones; y entre todas estaua con muy
          notable dolor vna que con gran furia y
          crueldad la comian el coraçon y entrañas
          dos muy poderosos y hanbrientos buytres,
          y pregunté a mi genio qué gente era
          aquella. El qual me respondio que eran
          los ingratos que auian cunplido con
          sus amigos con el viento de palabras,
          pagandoles con engaño y muerte al tienpo
          de la neçesidad; y yo le inportuné me
          dixesse quién fuesse aquella desdichada
          de alma que con tanto afan padeçia entre
          todas las otras, y él me respondio que
          era Andronico, hijo del Rey de Vngria,
          el qual entre todos los honbres del
          mundo fue más ingrato a la belleza de
          Drusila, hija del Rey de Maçedonia; y
          yo rogandole mucho que me dixesse en
          que espeçie de ingratitud ofendio, se
          sentó por me complazer y ansi començó.
          Tu sabras que el Rey de Albania y Morea
          hizo gran exerçito contra el Rey de Lydia
          por çierta differençia que entre ellos
          auia sobre vnas yslas que auian juntos
          conquistado en el mar Egeo, y por tener
          el Rey de Vngria antigua liga y deuida
          amistad con el Rey de Albania le enbió
          su hijo Andronico con algun exerçito que
          le faboreçiesse, que tenia ya su real
          asentado en la Lydia, y vn dia, casi al
          puesto del sol, saliendo Andronico del
          puerto de Maçedonia en vna galera ligera
          para hazer su xornada, porque ya adelante
          auia enbiado al Rey su gente, yendo ya a
          salir del puerto casi a mar alta vio que
          andaua por el mar vn vergantin ricamente
          entoldado con la cubierta de vn requemado
          sembrado[710] de mucha pedreria que daua
          gran resplandor a los que andauan por el
          mar; y como Andronico fue auisado del
          vergantin mandó a los que yuan al remo
          que se açercassen a él, y yendose más
          açercando reconoçieron más su riqueza
          y yr damas de alta guisa alli; y asi
          Andronico como al vergantin llegó, por
          gozar de la presa mandó afferrar, y luego
          saltó en él y con muy gallardo y cortés
          semblante se representó ante las damas, y
          quando entre ellas vio a la linda Drusila
          que en el mundo no tenia par, que por
          fama tenia ya notiçia della, y supo que
          se era salida por alli a solazar con sus
          damas sin caballero alguno, se le humilló
          con gran reuerençia ofreçiendosele por
          su prisionero; y como él era mançebo y
          gentil honbre y supo ser hijo del Rey de
          Vngria, que por las armas era cauallero
          de gran nonbradia, ella se le rindio[711]
          quedando conçertados ambos que acabada
          aquella batalla donde yua bolueria a su
          seruiçio, y se trataria con su padre
          el matrimonio que agora por palabras y
          muestra de voluntad delante de aquellas
          damas otorgaron entre sí; confiando la
          donzella que su padre holgaria de lo
          que ella huuiese hecho, porque en el
          estremo la deseaua conplazer; y ansi
          dandose paz con algun sentimiento de
          sus coraçones se apartaron, y siguiendo
          Andronico su xornada, ella se boluio a su
          ciudad. Luego el dia siguiente vinieron á
          Macedonia los mas valerosos y prinçipales
          del reyno de Traçia, enbiados por su Rey,
          que estauan en vn confin y comarcanos,
          los quales venian a demandar al Rey de
          Macedonia su hija Drusila por muger para
          el hijo de su rey y señor; y lo que
          suçedió, porque ya creo que estás cansado
          de me oyr, y es venido el dia, en el
          canto que se sigue te lo diré. Por agora
          abre la tienda y comiença a vender.


        _Fin de dozeno[712] canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[682] G., contarme.

[683] G., que.

[684] Falta en el ms. R. este titulo.

[685] G., duodeçimo canto.

[686] G. (_Tachado_): Siguesse el dozeno canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor. (_Antes
se leia_) interprete.

[687] G., incumbrada.

[688] G., enbiado.

[689] G., de vn habito.

[690] Al margen de este parrafo hay en el ms. G., una nota en letra del
siglo XVI, que dice: _todo esto es lutheranismo_.

[691] R. (_Tachado_), de azeyte.

[692] R. (_Tachado_), traeria.

[693] G., quieren.

[694] G., que.

[695] G., humedad.

[696] G., fortissimas.

[697] G., graçiosos.

[698] G., animales.

[699] G., intençion.

[700] G., trapazos de.

[701] G., pareçia.

[702] G., mi amor.

[703] G., a hazer su vaylia.

[704] G., vistieron.

[705] R., que.

[706] G., las que más se fatigan.

[707] G., traen.

[708] G., passemos.

[709] G., desuariar.




                        ARGUMENTO
          DEL DEÇIMOTERÇIO CANTO DEL GALLO[713]

          En el decimoterçio canto que se sigue
            el auctor prosiguiendo la subida del
            çielo descriue la pena que se da a los
            ingratos[714].


          GALLO.--¡O malaventurados ingratos,
          aborreçidos de Dios que es suma
          gratitud!: ved el pago que Dios y el
          mundo os da. Pues ayer te dezia, Miçilo,
          cómo Drusila no auia acabado de dar su
          fe y palabra de matrimonio á Andronico,
          quando la demandó Raymundo, hijo del
          rey de Traçia, por muger. Pues agora
          sabras que ni cobdiçia de más señorio
          y reynos, ni de más riquezas, ni de
          más poder, la peruertio a que negasse
          lo prometido a su amante. Mas antes de
          cada dia penaua más por él y le parecia
          auer mucho más herrado y ser digna de
          gran pena por auerle dexado yr; y con
          esta firmeza y intinçion respondio á
          su padre descubriendole el matrimonio
          hecho, al qual no podia faltar, y como
          el padre la amaua tanto despidió los
          enbajadores diziendo que al presente
          no auia oportunidad para el effecto de
          su petiçion; y como el soberuio rey de
          Traçia se vio ansi menospreçiado, por
          ser el mas poderoso rey que auia en toda
          la Europa y por ser su hijo Raymundo muy
          agraçiado prinçipe y vnico heredero,
          y de todas las prinçesas deseado por
          marido. Pero por la gran ventaja y valor
          de la hermosura de Drusila la demandó á
          su padre por muger, y quanto más se la
          negaron más él se afiçionó a ella, y ansi
          propuso con gran yra de la conquistar
          por armas, de tal suerte que quando
          ella no pudiesse ser vençida a lo menos
          perdiesse el reyno y neçesitarla hazerlo
          por fuerça, avnque no con intinçion
          de afrontar ni injuriar su valerosa
          persona; y ansi luego se lançó en el
          reyno de Maçedonia con grande exerçito
          quemando, talando y destruyendo todo el
          estado; y la desdichada Drusila quando
          vió á su padre y hermanos con tanta
          afliçion, llorando maldezia su triste
          hado que á tal estado la auia traydo, y
          no sabia con qué más cunplir con ellos
          que con rogarles la quitassen la vida,
          pues ella era la ocasion y causa de
          aquella tenpestad, y por muchas vezes se
          determinó a se la quitar ella a sí mesma,
          sino que temia el estado miserable de
          la desesperaçion, y hazer pessar a su
          querido y amado Andronico, porque creya
          çierto[715] dél que la amaua; y ansi
          suçedió que en vna batalla campal que
          les dio Raymundo, por la gran pujança de
          esfuerço y exerçito los vençió y mató al
          rey de Maçedonia y dos hijos suyos. De
          lo qual la desdichada Drusila se sintió
          muy afligida y le fue forçado huyr del
          enemigo y su furia y recogerse en vn
          castillo que era en el fin de su reyno
          en los confines de Albania, que no tenia
          ya más que perder; y alli muy cubierta
          de luto y miseria esperaua lo que della
          Raymundo quisiesse hazer, teniendo por
          mejor y más façil perder su vida, pues
          ya la estimaua por muerte, antes que
          perder al su Andronico la fe; y estando
          ansi desconsolada, huerfana y sola sin
          algun socorro, vino nueua al reyno de
          Albania cómo[716] el rey de Lydia hauia
          vençido en batalla a su rey y tenía preso
          a Andronico, hijo del rey de Vngria; y
          como Drusila tenia toda su esperança en
          el fin de aquella batalla, pensando que
          como della saliesse vitorioso el rey de
          Albania vernia con Andronico en su fabor
          y que anbos bastarian para la restituir
          en su reyno, como ya se vió la misera sin
          alguna esperança de remedio no hazia sino
          llorar congojandose[717] amargamente,
          maldiziendo su suerte desdichada, no
          sabiendo a quién se acorrer. No tuvo la
          cuytada otra cosa de qué asir para el
          entretenimiento de su consolaçion sino
          considerar la causa tan bastante que
          tenia porque llorar, que le seria ocasion
          de morir, y ansi de acabar su dolor; y
          como Raymundo la importunaba acortandola
          de cada dia mas los terminos de su
          determinaçion, ya como muger aborrida,
          teniendo por çierto que ningun suçeso
          podria venir que peor fuesse que venir
          en manos de Raymundo siendo vibo su
          Andronico, determinó yr por el mundo a
          vuscar alguna manera como le libertar o
          morir en prision con él; y ansi se vistio
          de los vestidos de vno de sus hermanos, y
          cortandose los cabellos redondos al uso
          de los varones de la tierra se armó del
          arnes y sobre veste de su hermano sin
          ser sentida, ni comunicandolo con alguna
          persona, y un dia antes que amaneçiesse
          se salió del castillo sin ser sentida
          de las guardas de fuera, porque a las
          de dentro ella las ocupó aquella noche
          como no la pudiessen sentir; y ansi con
          la mayor furia que pudo caminó para el
          puerto, donde halló vna galera ligera
          que estaua de partida para la Lydia, en
          la qual se fletó pagando el conueniente
          salario al piloto, y con mucha bonança y
          buen tenporal hizo su viaje hasta llegar
          al puerto de su deseado fin. Consolauasse
          la desdichada en hollar la tierra que
          tenia en prision todo su bien, y quando
          llegó a la gran çiudad donde residia el
          rey teniasse por muy contenta quando via
          aquellas torres altas en que pensaua
          estar secrestado su amor, y ansi a la
          más alta y más fuerte le dezia: ¡O la
          más bienauenturada estançia que en la
          tierra ay! ¿Quién te hizo tan dichosa
          que mereciesses ser caxa y buxeta en
          que estuuiesse guardado el precioso
          joyel que adorna y conserua mi coraçon?
          ¿Quién te hizo bote en que ençerrasse
          conserua tan cordial? ¡O si los hados
          me conuertiessen agora en piedra de tan
          feliz edefiçio, porque a mi contento
          gozasse de mi desseado bien! Y diziendo
          estas y semejantes lastimas, llorando
          de sus ojos se entró en la çiudad y
          fuesse derecha al palaçio y casa del
          rey, y apeada de su cauallo se entró
          al retraimiento[718] real, y puesta de
          rodillas ante el rey le habló ansi. Muy
          alto y muy poderoso señor, a la vuestra
          alteza plega saber cómo yo soy hijo del
          rey de Polonia; y deseo de exerçitarme
          en las armas para mereçer ser colocado
          en la nonbradia de cauallero me ha hecho
          salir de mi tierra, y teniendo notiçia
          que tan auentajadamente se platican las
          armas en vuestra corte soy venido a os
          seruir. De manera que si mis obras fueren
          de cauallero, ofreçida la oportunidad
          terneme por dichoso tomar la orden de
          caualleria de tan valeloso principe
          como vos; y si en vuestro seruiçio me
          reçebis me hareis, señor, muy gran
          merçed. Estauan delante la reyna y su
          hija Sophrosina que era dama de gran
          veldad, y el hijo del rey; y como vieron
          a Drusila tan hermoso y apuesto donzel
          á todos contentó en estremo, y les
          plazió su ofrecimiento, y a Sophronisa
          (_sic_) mucho más; y despues que el
          rey su padre le agradeçió su venida y
          buena voluntad, le ofreçió todo aquel
          aprouechamiento que en su casa y reyno se
          le pudiesse dar. Sophrosina le demandó
          a su padre por su donzel y cauallero, y
          su padre se le dió: y Drusila le fue a
          bessar las manos por tan gran merced:
          Sophrosina estaua muy hufana de tener
          en su seruiçio vn tan apuesto y hermoso
          donzel, porque çiertamente ansi como en
          su habito natural de muger era la mas
          hermosa donzella que auia en el mundo,
          y con su veldad no auia cauallero que
          la viesse que no la deseasse. Ansi por
          la mesma manera en el habito de varon
          tenia aquella ventaja que toda lengua
          puede encareçer, en tanta manera que no
          auia dueña ni donzella que no deseasse
          gozar de su amor; y ansi Sophrosina dezia
          muchas veces entre sí que si fuesse a
          ella çierto que el su donzel era hijo del
          rey de Polonia, como él lo auia dicho,
          que se ternia por muy contenta casar con
          él: tan contenta estaua de su postura
          y veldad; y ansi en ninguna cosa podia
          Sophrosina agradar á Drusila que no lo
          hiziesse de coraçon. Y un día hablando
          delante de algunos caualleros y reyna
          su madre, de la batalla y de la muerte
          del rey de Albania, vinieron á hablar de
          la prision de Andronico hijo del rey de
          Vngria, y la reyna dixo que çiertamente
          seria justiçiado muy presto, porque mató
          en la batalla vn sobrino suyo hijo de
          su hermana, y que su madre no se podia
          consolar por la muerte de su hijo sino
          con auer Andronico de morir, y que para
          esto tenia ya la palabra del rey; y como
          Drusila esto oyó pensó perder la vida
          de pessar, y con mucha disimulaçion se
          puso a pensar cómo podria libertar a su
          amante avnque ella muriesse por él; y
          ansi como Sophrosina se recogió a su
          aposento pusosse Drusila de rodillas
          ante ella suplicando la hiziese vna
          merçed, haziendole saber en cómo ella
          auia conçebido gran piedad de Andronico,
          por çertificarle la reyna su señora
          que auia de morir. Que le suplicaua
          le diesse liçencia para le visitar y
          consolar porque en ninguna manera se
          podria sufrir a estar presente en la
          çiudad a le ver morir. Sophrosina como
          entendió esto haria a Drusila gran plazer
          le dió luego vn anillo muy preçiado que
          ella traya en su dedo y le dixo que se
          fuesse con él al alcayde del castillo
          y le dixesse que se le dexasse ver y
          hablar. No te puedo encareçer el goço
          que Drusila con el anillo lleuó, y como
          llego al castillo y le mostró al alcayde
          y reconoçió el anillo muy preçiado de su
          señora Sophrosina: y por lo que conoçia
          de los fabores que daua al su donzel,
          luego le hizo franco el castillo y le dió
          las llaues, y sin mas conpañia ni guarda
          le dixo que entrasse en la torre de la
          prision. Como Andronico sintió abrir las
          puertas temiose si era llegada la hora
          en que le auian de justiçiar, porque
          le pareçió desusada aquella visita, y
          estaua confusso pensando qué podia ser;
          y avnque no tenia mas prisiones que
          la fuerça de aquella torre afligiale
          mucho la soledad y el pensar la hora
          en que auia de morir; y como Drusila
          entró en la prision y reconoçío al su
          amado Andronico, avnque flaco y demudado
          todo, se le fue a abrazar y bessar en la
          boca, que no se podia contener; y como
          Andronico se sintio ansi acariçiar de
          vn mançebo en vn estado tan miserable
          como aquel, estaba confusso y turbado,
          sospechoso que le llorauan el punto de su
          muerte; y cuando ya su Drusila se le dió
          á conoçer y boluió en sí no ay lengua que
          pueda contar el plazer que tuuieron anbos
          a[719] dos. Luego le contó por estenso
          cómo auia venido alli, y cómo perdió sus
          padres, hermanos y reyno, y el estado
          en que estaua en el fabor de su señora
          Sophrosina, y la confiança y credito
          que se le daua en todo el reyno[720], y
          cómo sabia çiertamente que auia de morir
          y muy breue, sin poderlo ella remediar
          por ser muger; y que por tanto conuenia
          que luego tomando los habitos que ella
          traya, que se los dio Sophrosina, la
          dexasse con los que él tenia vestidos en
          la prision, y que él se fuesse a vuscar
          cómo la libertar. En fin, pareçiendo bien
          a anbos aquel consejo y siendo auisado
          por Drusila de muchas cosas que conuenia
          hazer antes que saliesse de la çiudad:
          cómo se auia de despedir de Sophrosina, y
          cómo auia de auer su arnes, vestiendose
          las ropas que ella lleuaua, y tomando
          el anillo, y çerrando las puertas de la
          torre se salió, y dadas las llaues al
          alcayde con mucha disimulaçion se fue al
          palaçio sin que alguno le echasse de ver
          por ser ya casi a la noche, y entrando
          a la gran sala halló a Sophrosina con
          sus padres y corte de caualleros en gran
          conuersaçion; y puesto de rodillas ante
          ella le dio el anillo; y por no dar
          Sophrosina cuenta al rey ni reyna de
          ninguna cosa no le habló en ello mas,
          pensando que estando solos sabria lo que
          con Andronico passó; y Andronico sin
          mas detenimiento se fue al aposento de
          Drusila conforme al auiso que le dio, y
          vestido su arnes y subiendo en su cauallo
          se salio la puerta de la çiudad. Esperó
          Sophrosina aquella noche si pareçia ante
          ella el su donzel, y como no le vio,
          venida la mañana le enbió a vuscar, y
          como le dixeron que la noche antes se
          auia ausentado de la çiudad penso auerlo
          hecho por piedad que tubo de Andronico
          por no le ver morir; y ansi trabajaua
          _Sophrosina_ porque se executasse la
          muerte _en Andronico_ esperando[721]
          que _luego_ bolueria _su donzel_
          sabiendo[722] auerse hecho justicia dél;
          y ansi se sufrió, y respondia al rey y
          reyna quando preguntauan por el, diziendo
          que ella le enbió vna xornada de alli
          _con vn recado_. Andronico con la mayor
          priesa que pudo caminando toda la noche
          se fue para el rey de[723] Armenia,
          porque supo que tenia gran enemistad
          con el rey de Lydia, y le dixo ser vn
          cauallero de Traçia, que auia recebido
          vn gran agrauio del rey de Lydia: que le
          suplicaua le diesse su exerçito, y que él
          le queria hacer su capitan general; que
          él le prometia darle façilmente el reyno
          de Lydia en su poder, y que solo queria
          en pago le hiziesse merced del[724]
          despojo del palacio real y prisioneros
          del castillo; y ansi conçertados caminó
          Andronico para Lydia con el rey de
          Armenia y su exerçito, y salido el rey
          de Lydia al campo con su exerçito le
          mató Andronico en la[725] batalla y le
          desuarató y[726] entró la ciudad, y tomó
          en su guarda el palaçio del rey, y se fue
          al castillo y abierta la prision sacó
          de alli a su Drusila con gran alegria y
          plazer de anbos y gran gozo de bessos
          y abrazos; y descubriendo su estado y
          ventura a quantos lo querian saber[727],
          vistio a Drusila de habitos de dama, que
          admiraua a todos su hermosura y velleza;
          y poniendo en poder del rey de Armenia á
          la reyna[728] y todo el reyno de Lydia,
          y diziendo que queria á Sophrosina para
          darsela por muger a vn hermano suyo la
          enbarcó juntamente con todo el tesoro
          del rey. No huuieron salido dos leguas
          del puerto quando se les leuanta el mar
          con tempestad muy furiosa; que[729]
          despues de dos dias aportaron a vna ysla
          sola y desierta y sin habitaçion que
          estaua en los confines de Rodas[730];
          yua Sophrosina muy miserable y cuytada
          llena de luto, y Andronico se la yua
          consolando, y como era donzella y linda
          que no auia cunplido catorce años bastó
          entre aquellos regalos y lagrimas mouer
          el coraçon de Andronico con su hermosura
          y belleza; y ansi como enhastiado de
          la su Drusila passó todo su amor en
          Sophrosina: que ya si a Drusila hablaua
          comunicaua era con simulaçion, pero no
          por voluntad; y ansi fingiendo regalar
          á Sophrosina de piedad, disimulaua su
          maliçia encubierta, porque so color
          de que la lleuaua para su hermano la
          acariçiaua para si, pareçiendole no
          ser aquella joya para desechar, y
          ansi ardiendo su coraçon con la llama
          que Sophrosina le causaua, sospiraua
          y lloraua disimulando su pena. Pues
          llegados al puerto _de la ysla_, como
          Drusila llegó cansada de las malas noches
          y dias passados[731] saltó luego en
          tierra _ya casi a la noche_, y auiendo
          çenado no queriendo Sophrosina salir del
          nauio _por su desgracia_, sacaron[732]
          al prado verde vn rico pauellon _con
          vna cama_: el[733] qual reçibió aquella
          noche los desiguales coraçones[734] de
          Andronico y Drusila _en vno_; y como la
          engañada Drusila con el cansancio se
          adormió, y el infiel de Andronico la
          sintio dormida, poco a poco sin que le
          sintiesse se leuantó de la cama[735]
          junto á la media noche y tomandola todos
          sus vestidos la dexó sola _y desnuda_
          en el lecho y se lançó en el nauio; y
          ansi mandó a su gente y marineros[736]
          que sin más detenimiento leuantassen
          vela y partiessen de alli, y con tienpo
          de bonança y prospero viento vinieron
          en breue a tomar puerto en el reyno de
          Maçedonia, algunas villas que avn estauan
          por Drusila, porque Raymundo era ydo
          a conquistar a Siçilia. La desdichada
          de Drusila como de su sueño despertó
          començó a vuscar por la cama su amante,
          estendiendo por la vna parte las piernas,
          y por la otra echaua[737] los brazos; y
          como no le halló, como furiosa y fuera de
          seso saltó del lecho desnuda en carnes _y
          sin sosiego alguno se fue a la ribera_
          adonde estaua[738] el nauio, y _como_ no
          le vio, presumiendo avn dormir y ser
          sueño aquello que via[739] se començó
          cruelmente a herir por despertar; y
          ansi arañando[740] su hermoso rostro
          que el sol obscureçía con su resplandor
          y mesando sus dorados cabellos corria
          a vna parte y a otra por la ribera
          como adiuinando su mala fortuna. Daua
          grandes bozes llamando su Andronico;
          pero no ay quien la responda por alli,
          sino de pura piedad el equo echo que
          por aquellas concauidades resuena[741].
          En grandes alaridos y miseria passó la
          desdichada aquel rato hasta que la mañana
          aclaró, y ansi como el alua començó a
          ronper, ronca de llorar, todo su rostro
          y delicados miembros despedaçados con
          las vñas, tornó de nueuo a correr la
          ribera y vio que a vna parte subia vn
          peñasco muy alto sobre el mar, en que
          con gran impetu batian las olas, y alli
          sin algun temor se subió, y mirando
          lexos, agora porque viesse yr las velas
          inchadas, o porque al deseo y ansia se
          le antojó, començó a dar bozes llamando
          a su Andronico, hiriendo con furia las
          palmas; y ansi cansada, llena de dolor,
          cayó en el suelo amorteçida; y despues
          que de gran pieza boluió en si començó
          a dezir. Di, infiel traidor, ¿por qué
          huyes de mi, que ya me tenias vençida?
          Pues tanto te amaua esta desdichada,
          ¿en qué podia dañar tus deleytes? Pues
          lleuas contigo el alma, ¿por qué no
          llenaste este cuerpo que tanta fe te ha
          tenido? ¡O perfido Andronico! ¿Este pago
          te mereçio este mi coraçon que tanto se
          enpleó en tí, que huyendo de mí con tus
          nueuos amores me dexas aqui hecha pasto
          de fieras? ¡O amor! ¿Quién será aquella
          desuenturada que sabiendo el premio que
          me das de[742] mi fe, no quiera antes que
          amar ser comida de sierpes? ¿De quien
          me quexaré? ¿De mí, porque tan presto a
          ti, Andronico, me rendí desobedeciendo
          a mi padre y recusando a Raymundo? ¿O
          quexarme he de ti, traidor fementido,
          que en pago desto me das este galardon?
          Juzguelo Dios; y pues mis obras fueron
          por la fe del matrimonio que no se
          deue violar, pues la tuya es verdadera
          trayçion arrastrado seas en campo por
          mano de tus enemigos. _¿Quien contara
          el angustia, llanto, duelo, querella y
          desauentura de tanta belleza y mujer
          desdichada? yo me marauillo cómo el çielo
          no se abrio de piedad viendo desnudos
          aquellos tan delicados miembros gloria
          de naturaleza desamparada de su amante,
          hecha manjar y presa de fieras, esperando
          su muerte futura. No puedo dezir más;
          porque me siento tal, que de pena y dolor
          reuiento._ Y[743] ansi con la gran ansia
          que la atormentaua se tornó a desmayar
          en el medio de vn prado teniendo por
          cabezera una piedra, y porque Dios nunca
          desampara a los que con buena intinçion
          son fieles, suçedio que auiendo Raymundo
          conquistado el reyno de Siçilia boluia
          vitorioso por el mar, y aportando a
          aquella ysla, aunque desierta se apeó por
          gozar del agua fresca, y andando con su
          arco y saetas por la ribera solo, por se
          solazar, vio de lexos a Drusila desnuda,
          tendida en el suelo; y como la vio,
          avnque luego le pareçió ser fiera, quando
          reconoçió ser muger vinose para ella,
          y como çerca llegó y halló ser Drusila
          enmudeçió sin poder hablar, pensando si
          por huyr dél se auia desterrado aqui
          quando a su padre le mató. De lastima
          della començó á llorar, y ella boluiendo
          en si se leuantó del suelo y muy llena de
          verguença se sentó en la piedra. Pareçia
          alli sentada como solian los antiguos
          pintar a Diana quando junto a la fuente
          está echando agua a Antheon en el rostro.
          O como pintan las tres deesas ante Paris
          en el juizio de la mançana, y quando
          trabaja encogiendose cubrir el pecho y
          el vientre descubresele mas el costado.
          Era su blancura que a la nieue vençia.
          Los ojos, pechos, mexillas, nariz, boca,
          honbros, garganta que Drusila mostraua
          se podia anteponer a quantas en el mundo
          ay de damas bellas[744]; y despues
          desçendiendo mas abajo por aquellos
          miembros secretos que por su honestidad
          trabajaua en cubrir, en el mundo no
          tenian en velleza par; y como acabaua de
          llorar pareçia su rostro como suele ser
          de primavera alguna vez el çielo, y como
          queda el sol acabando de llouer auiendo
          desconbrado todo el nublado de sobre la
          tierra; y ansi Raymundo captiuo de su
          velleza le dixo: ¿Vos no soys, mi señora,
          Drusila? Al qual ella respondió: yo soy
          la desdichada hija del rey de Maçedonia;
          y luego alli le contó por estenso todo
          lo que por Andronico su esposo pasó, y
          como viniendose para su tierra la auia
          dexado sola alli como ve. El se marauilló
          a tanta fe auer hombre que diesse tan mal
          galardon, y le dixo: pues yo, señora,
          soy vuestro fiel amante Raymundo de
          Traçia, y porque me menospreçiastes me
          atreui a os enojar; yo tengo el vuestro
          reyno de Maçedonia guardado para vos,
          juntamente con mi coraçon, y quanto yo
          tengo está a vuestro mandar; yo quiero
          tomar la empresa de vuestra satisfaçion;
          y diziendo esto saltó al nauio y tomó
          vnas preçiosas vestiduras, y solo sin
          alguna compañia se las boluió uestir,
          y la truxo al nauio, donde dandola a
          comer algunas conseruas la consoló; y
          dados a la vela la lleuó a la çiudad de
          Constantinopla donde estaua su padre, el
          qual como supo que traya a Drusila y
          mucho a su voluntad reçibio gran plazer,
          y luego Raymundo se dispuso yr a tomar
          la satisfaçion de Andronico que se auia
          lançado en algunas villas del reyno de
          Maçedonia, por ser marido de Drusila; y
          como no estaua en lugar[745] avn conoçido
          no se pudo defender, que en breue
          Raymundo le vençio, y como le hubo a las
          manos le hizo atar los pies a la cola
          de su cauallo y heriendole fuertemente
          de las espuelas le truxo por el campo
          hasta que le despedaçó _todo el cuerpo_,
          y ansi le pusieron por la justiçia de
          Dios aqui _al ayre como le ves, en pena
          de su ingratitud_; y Raymundo en plazer
          y contento de aquellos reynos se casó
          con Drusila, los quales dos se gozaron
          por muchos años en su amor, y enbiaron
          a Sophrosina para su madre a Lydia
          con mucho plazer, y despues el rey de
          Armenia, por ruegos del rey de Traçia,
          boluió el reyno de Lydia a Sophrosina y a
          su madre, _casó su hijo con Sophrosina y
          viuieron todos en prosperidad_. Ansi que
          ves aqui la pena que se da a este maluado
          por su ingratitud.

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, el cuento me
          ha sido de gran piedad, y la pena es qual
          mereçe ese traydor. Agora proçede en tu
          peregrinaçion.

          GALLO.--Luego como subimos al çielo
          empireo, que es el çielo superior,
          nos alunbró vna admirable luz que
          alegró todo el spiritu con vn nueuo y
          particular plazer, que no ay lengua ni
          avn entendimiento que se sepa declarar.
          Era este çielo firme, que en ningun
          tienpo se mueue, ni puede mouer, porque
          fue criado para eternal morada y palaçio
          real de Dios; y con él en el prinçipio
          de su creaçion fueron alli criados vna
          inumerable muchedunbre de inteligençias,
          spiritus angelicos como en lugar proprio
          y deputado para su estançia y a ellos
          natural. Como es lugar natural el agua
          para los pescados, y el ayre para las
          aues, y la tierra para los animales
          fieros y de vso de razon[746]. Este çielo
          es de imensa y inestimable luz, y de vna
          diuina claridad resplandeçiente sobre
          humano entendimiento y capaçidad. Por lo
          qual se llama Enpireo, que quiere dezir
          fuego; y no porque sea de naturaleza y
          sustançia de fuego, sino por el admirable
          resplandor y glorioso alumbramiento que
          de sí emana y proçede. Aquí está el
          lugar destinado ante la constituçion
          del mundo para silla y trono de Dios,
          y para todos los que han de reinar en
          su diuino acatamiento. La qual luz
          quanto quiera que en si sea clarissima
          y acutissima no la pueden sufrir los
          ojos de nuestra mortalidad, como los
          ojos de la lechuza que no pueden sufrir
          la luz y claridad del sol. Ni tanpoco
          esta luz bienauenturada alumbra fuera
          de aquel lugar. En conclusion es tan
          admirable esta luz y claridad que tiene a
          la luz del sol y luna, çielos y planetas
          ventaja sin conparaçion. Es tanta y
          tan inestimable la ocupaçion en que se
          arrebata el alma alli, que de ninguna
          cosa que acá tenga, ni dexa ni se acuerda
          allá. Ni más se acuerda de padre, ni
          madre, ni parientes, ni amigos, ni hijos,
          ni muger más que si nunca los huuiera
          visto. Ni piensa, ni mira, ni considera
          mal ni infortunio que les puede[747] acá
          venir. Sino solo tiene cuenta y ocupaçion
          en aquel gozo inestimable que no puede
          encareçer.

          MIÇILO.--¡O gallo! qué bienaventurada
          cosa es oyrte. No me pareçe sino que
          lo veo todo ante mi. Pues primero que
          llegues a Dios y á dezirme el estado
          de su magestad, te ruego me digas la
          disposiçion del lugar.

          GALLO.--Eran vnos canpos, vna llanura que
          los ojos del alma no los puede alcançar
          el fin. Eran campos y estauan cubiertos
          porque era casa real donde el Rey tiene
          todos sus cortesanos de sí; y mira bien
          agora, Miçilo, que en aquel lugar auia
          todas aquellas cosas que en el mundo
          son de estima, y que en el mundo pueden
          causar magestad, deleyte, hermosura,
          alegria y plazer; y otras muchas más sin
          cuento ni fin. Pero solo esto querria
          que con sola el alma entendiesses; que
          todo aquello que allá ay es de mucho más
          virtud, exçelençia, fuerça, elegançia y
          resplandor que en las que en el mundo
          ay, sin ninguna conparaçion[748]. Porque
          en fin has de considerar que aquellas
          estan en el çielo, naçieron en el
          çielo, adornan el çielo, y avn son de
          la çelestial condiçion para el seruiçio
          y acatamiento de Dios, y ansi has de
          considerar con quanta ventaja deuen
          á estas exceder. En tanta manera que
          puedes creer, o presumir que aquello es
          lo verdadero y lo que tiene vibo ser, y
          que es sonbra lo de acá, o fiçion. O que
          lo del çielo es natural, y lo del mundo
          es artifiçial y contrahecho y sin algun
          valor. Como la ventaja que ay entre[749],
          vn rubi, o[750] vn diamante hecho en
          los hornos del vidrio en[751] Venecia,
          en Cadahalso, que no ay cosa de menos
          estima; y mira avn quánta ventaja le haze
          vn natural diamante que fue naçido en las
          minas de acá; que puesto en las manos
          de vn prinçipe no se puede apreçiar ni
          estimar. Auia por comunes piedras por el
          suelo de aquellos palaçios y praderias
          esmeraldas, jaçintos, rubies, carbuncos,
          topaçios, perlas, çafires, crisotoles y
          diamantes, y por entre estas corrian muy
          graçiosas y perenales fuentes, que con
          su meneo hazian spiritual contento que
          el alma solo puede sentir. Auia demas
          destas piedras y gemas que conoçemos acá
          otras infinitas de admirable perfeçion, y
          avn deues creer que por ser naçida allá
          qualquiera piedra que por alli estaua
          çien mundos no la podrian pagar ¡tanta
          y tan admirable era su virtud! Ansi con
          este mesmo presupuesto puedes entender
          y considerar qué era el oro de alli y
          todo lo demas. Porque no es razon que me
          detenga en te encareçer la infinidad de
          cosas preçiosas y admirables que auia
          allí; la multitud de árboles que a la
          contina estan con sus flores y frutas;
          y quanto mas sabrosas, dulçes y suaues
          que nunca humana garganta gustó. Aquella
          muchedunbre de yeruas y flores; que
          jazmines, oliuetas, _alelies_, albahacas,
          rosas, azuzenas, clabellinas, ni otras
          flores de por acá dauan alli olor; porque
          las pribauan otras muchas más que auia
          sin numero por alli. En vn gran espaçio
          que por entendimiento humano no se puede
          conprehender estaua hecho vn admirable
          teatro preçiosamente entoldado, del
          medio del qual salia un trono de diuina
          magestad. Auia tanto qué ver y entender
          en Dios que al juizio y entendimiento no
          le sobró punto ni momento de tienpo para
          poder contemplar la manera del edifiçio
          y su valor. Basta que asi como quien en
          sueños se le representa vn inumerable
          cuento de cosas que en confuso las ve en
          particular, ansi mientra razonauamos los
          miradores açerca del diuino poder eché
          los ojos y alcançé á juzgar ser aquel
          trono de vna obra, de vna entalladura,
          de vn musayco, moçaraue y tareçe que
          la lengua humana le haze gran baja,
          ultraje y injuria presumirlo conparar,
          tasar o juzgar. Que aun presumo que a
          los bienauenturados spiritus les está
          secreto, reseruado solo a Dios, porque
          no hace a su bienauenturança auerlo de
          saber. En este trono estaua sentado
          Dios; de cuyo rostro salia vn diuino
          resplandor, vna deydad que hazia aquel
          lugar de tanta grandeza, magestad y
          admirable poder que a todos engendraua vn
          terrible espanto, reuerençia y pabor.

          MIÇILO.--¡Oh gallo! aqui me espanta donde
          estoy en oyrtelo representar. Pero dime
          ¿a qué parte tenia el rostro Dios?

          GALLO.--Mira, Miçilo, que en esto se
          muestra su gran poder, magestad y valor;
          que en el çielo no tiene espaldas Dios,
          porque a todas partes tiene su rostro
          entero, y en ninguna parte del çielo el
          bienauenturado está que no vea rostro a
          rostro la cara a su magestad; porque en
          este punto está toda su bienauenturança
          que se resume en solo ver a Dios; y es
          este preuillegio de tan alto primor que
          donde quiera que está el bienauenturado,
          avnque estuuiesse acaso en el infierno,
          ó en purgatorio se le comunicaua en su
          vision Dios, y en ninguna parte estaria
          que entero no le tuuiesse ante sí.

          MIÇILO.--Dime ¿allá en el çielo viades y
          oyades todo lo que se hazia y dezia acá
          en el mundo?

          GALLO.--Después que los bienauenturados
          estan en el acatamiento de Dios ni ven
          ni oyen lo que se dize y haze acá, sino
          en el mesmo Dios, mirando a su diuina
          magestad reluzen las cosas a los santos
          en él.

          MIÇILO.--Pues dime, ¿comunicales Dios
          todo quanto passa acá? ¿Ve mi padre y mi
          madre lo que yo hago agora aqui si están
          delante Dios?

          GALLO.--Mira, Miçilo, que avnque te he
          dicho que todo lo que los bienauenturados
          ven es mirando á Dios no por eso has de
          entender que les comunica Dios todas
          las cosas que passan acá. Porque no les
          comunica sino aquellas cosas de más
          alegria y más plazer y augmento de su
          gloria, y no las cosas inpertinentes que
          no les caussasse gozo su comunicaçion.
          Porque no es razonable cosa que comunique
          Dios á tu padre que tú adulteras acá,
          o reniegas y blasfemas de su poder y
          majestad. Pero alguna vez podrá ser que
          le comunique que tú eres[752] bueno,
          limosnero, deuoto y trabajador. Quiero
          te dar un exemplo porque mejor me puedas
          entender. Pongamos por caso que estamos
          agora en vn gran tenplo, y que en el
          lugar que está el retablo en el altar
          mayor estuuiesse vn poderoso y grande
          espejo de vn subtil y fino azero. El qual
          por su linpieza y polideza y perfeçion
          mostrasse a quien estuuiesse junto á él
          todo quanto passa y entra en la iglesia,
          tan en particular que aun los affectos
          del alma mostrasse de quantos entrassen
          alli. Entonçes sin mirar a los que estan
          en el tenplo, con mirar al espejo verias
          todas quantas cosas alli passan aunque se
          hiziessen en los rincones muy ascondido.
          Pero con esto pongamos que este espejo
          tuuiesse tal virtud que no te comunicasse
          otra cosa de todas quantas alli passan
          sino las que te conueniessen saber.
          Como si dixessemos que te mostrasse los
          que entran[753] alli a rezar, a llorar
          sus pecados, a dar limosna y adorar a
          Dios. Pero no te mostrasse ni viesses
          en él el[754] que entra a hurtar los
          frontales: ni los que entran a murmurar
          de su proximo: ni avn los que entran alli
          a tratar canbios y contratos yliçitos y
          profanos, porque los tales no aprouechan
          auerlos tú de saber. Pues desta manera
          deues entender que es Dios vn diuino
          espejo a los bienauenturados, que todo
          lo que passa en el mundo reluze en
          su magestad: pero solo aquello ve el
          bienauenturado que haze á su mayor bien,
          y no lo demas. Pero alguna vez aconteçe
          que es tanta la vanidad de las petiçiones
          que suben a Dios de acá que muestra Dios
          reyrse en las oyr, por ver a los mundanos
          tan neçios en su oraçion. Unos que les
          dé vn reyno, otros que se muera su padre
          para heredarle. Otros suplican a Dios que
          su muger le dexe por heredero, otros que
          le dé vengança de su hermano; y algunas
          vezes permite Dios que redunde en su
          daño la neçia petiçion. Como vn dia que
          notablemente vimos que se reya Dios, y
          mirando hallamos qué era, porque auia un
          mes que le inportunaua vna mugerzilla
          casada que le truxiesse un amigo suyo de
          la guerra, y la noche que llegó los mató
          el marido juntos a ella y a él. De aqui
          se puede colegir a quién se deue hazer la
          oraçion, y qué se deue en ellas pedir,
          porque no mueua _en ella_ a risa a Dios.
          Que pues las cosas van por via de Dios a
          los santos, y en él ven los santos lo que
          passa acá, será cordura que se haga[755]
          la oraçion a Dios.

          MIÇILO.--¿No es liçito hazer oraçion a
          los Santos, y pedirles merçed?

          GALLO.--Si, liçito es: porque me hallo
          muy pecador con mil fealdades que no
          oso pareçer ante Dios. O como ora la
          iglesia, que dize en todas sus oraçiones
          ansi[756]: Dios, por los méritos de tu
          santo N. nos haz dignos de tu graçia, y
          despues merezcamos tu gloria. ¿Y vosotros
          pensais que os quiere más algun santo
          que Dios? No por çierto; ¿ni que es mas
          misericordioso, ni que ha más conpasion
          de vos que Dios? No por çierto. Pero
          pedislo a los santos porque nunca estais
          para hablar con Dios, y porque son tales
          las cosas que pedis que aueis verguença
          de pedirlas a Dios, ni pareçer con tales
          demandas ante él, y por eso pedislas a
          ellos. Pues mirad que solo deueis de
          pedir el fin y los medios para él. El fin
          es la bienauenturança. Esta sin tasa se
          ha de pedir. Pero avn muchos se engañan
          en esto, que no saben cómo la piden: Es
          vn honbre vsurero, amançebado, homiçiano,
          enuidioso y otros mil viçios: y pide:
          Señor dadme la gloria. Por çierto que
          es mucha razon que se ria Dios de vos,
          porque pedis cosa que siendo vos tal no
          se os dará.

          MIÇILO.--Pues ¿cómo la tengo de pedir?

          GALLO.--Desta manera: _mejorando primero
          la vida, y despues dezid á Dios_:
          Señor, suplicos yo que resplandezca en
          mi vuestra gloria. Porque en el bueno
          resplandeçe la gloria de Dios; y siendolo
          vos darse os ha; y pues en los bienes
          eternos ay que saber cómo se han de
          pedir, quánto más en los medios, que
          son los bienes temporales. Que no ansi
          atreguadamente los aueis de pedir para
          que se rian[757] de vos, sino con medida,
          si cumplen como medios para vuestra
          saluaçion. ¿Que sabeis si os saluareis
          mejor con riqueza que con pobreza? ¿O
          mejor con salud que con enfermedad?

          MIÇILO.--Pues dime, gallo, pues es
          ansi[758] _como tú dices_, que ninguna
          cosa, ni petiçion va a los santos sino
          por via de Dios, y él se la representa
          a ellos, ¿porqué dize la iglesia en la
          letania: Sancte Petre, ora pro nobis?
          Sancte Paule, ora pro nobis? Porque si
          yo deseasse mucho alcançar vna merçed de
          vn señor, superflua cosa me pareçeria
          escreuir a vn su criado vna carta para
          que me fuesse buen terçero, si supiesse
          yo çierto que la carta auia de yr primero
          a las manos del señor que de su pribado.
          Porque me ponia a peligro, que no
          teniendo gana el señor de me la otorgar
          rasgasse la carta, y se me dexasse
          de hazer la merçed por solo no auer
          interçesor.

          GALLO.--Pues mira que esta ventaja tiene
          este prinçipe çelestial a todos los de
          la tierra, que por solo ver que hazeis
          tanto caudal de su criado y pribado y
          os estimais por indignos de hablar con
          su magestad, tiene por bien otorgar la
          petiçion, avn muchas vezes reteniendo
          la carta en sí. Porque a Dios bastale
          entender de vos que soys deuoto y amigo
          de su santo que ama él, y ansi por veros
          a vos deuoto de su santo[759] os otorga
          la merçed; y poco va que comunique con el
          santo que os la otorgó por amor dél, o
          por sola su voluntad.

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, mucho me has
          satisfecho a muchas cosas que deseaua
          saber hasta aqui, y avn me queda mucho
          mas. Deseo agora saber el asiento y orden
          que los ángeles y bienauenturados tienen
          en el çielo, y en qué se conoce entre
          ellos la ventaja de su bienauenturança.
          Ruegote mucho que no reuses ni huyas
          de conplazer a mi, que tan ofreçido y
          obligado me tienes a tu amistad. Pues de
          oy más no señor, sino amigo y compañero,
          y aun disçipulo me puedes llamar.

          GALLO.--No deseo, Miçilo, cosa más que
          auerte de conplacer; pero pues el dia es
          venido quedese lo que me pides para el
          canto que se seguirá[760].


        _Fin del trezeno[761] canto del gallo de Luçiano._


                                NOTAS:

[710] R. (_Tachado_), _entretexido_.

[711] R. (_Tachado_), _entretexido_.

[712] G., duodeçimo.

[713] Falta en el ms. R.

[714] (_Tachado_). Siguesse el treçeno canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor. (_Antes
se leía_), interprete.

[715] G., confiaua.

[716] G., que.

[717] G., fatigandose.

[718] G., en la sala real, donde hallando al rey, puesta de rodillas
ante él.

[719] G., dos.

[720] G., la çiudad.

[721] G., diziendo.

[722] G., como supiesse.

[723] G., se entro en el reyno de.

[724] G., en pago el.

[725] G., vna.

[726] G., y le.

[727] G., a todos.

[728] G., reyna de Lydia.

[729] G., luego como entraron en el mar les vino una tormenta muy
furiosa, por la qual.

[730] G., en el mar Egeo.

[731] G., dias del mar.

[732] G., auiendo çenado, Drusila mando sacar.

[733] G., la.

[734] R. (_Tachado_), juntos.

[735] G., deleznandose por la cama se leuantó.

[736] G., a los marineros y gente.

[737] G., echando.

[738] G., vuscando.

[739] G., lo.

[740] G., rasgando.

[741] G., que habita y resuena por aquellas concauidades.

[742] G., das a.

[743] G., pues.

[744] quantas naturaleza tiene formadas hasta agora.

[745] G., y como no era avn.

[746] G., animales, hombres y fieras.

[747] G., pueda.

[748] R. (_Nota al pie de la página_): Gregorius _super_ Job, cap.
14. Et vide Johanem Echium super Euangelium secunde dominice post
Pentecosten, homilia 4.

[749] G., de.

[750] G., o de.

[751] G., de.

[752] G., ser tu.

[753] G., entrassen.

[754] G., al.

[755] G., hazer.

[756] G., haze oraçion la iglesia, diziendo.

[757] G., se ria Dios.

[758] G., pues es ansi, gallo.

[759] G., en esta deuoçion.

[760] G., siguira.

[761] G., deçimo terçio.




                        ARGUMENTO
          DEL DEÇIMO QUARTO CANTO DEL GALLO[762]

          En el deçimo quarto canto que se sigue
            el auctor concluye con la subida del
            çielo y propone tratar la bajada del
            infierno[763] _declarando muchas cosas
            que açerca dél tuuieron los gentiles
            historiadores y poetas antiguos_.


          MIÇILO.--Ya estoy esperando, ¡o graçioso
          gallo y celestial Menipo! que con tu
          dulçe y eloquente canto satisfagas mi
          spirito tan deseoso de saber las cosas
          del çielo como de estar allá. Por lo qual
          te ruego no te sea pesadumbre auer de
          satisfazer mi alma que tanto cuelga de lo
          que la has oy de dezir.

          GALLO.--No puedo, Miçilo, negar oy tu
          petiçion, y ansi digo que si bien me
          acuerdo me pediste ayer te dixesse
          el asiento y orden que los angeles y
          bienauenturados tienen en el cielo se
          conoçe allá entre ellos la ventaja de
          su bienauenturança. Para lo qual deues
          entender que todo aquel lugar en que
          angeles y santos estan ante Dios está
          relumbrando de oro muy marauilloso
          que excede sin comparaçion al de acá,
          juntamente con el resplandor inestimable
          de que su cogeta da el çielo en que
          está, como te dixe en el canto passado;
          y este lugar está todo adornado de muy
          preciosas margaritas conuenientes a
          semejante estancia. Estan pues todos
          aquellos moradores ocupados en ver a
          Dios, del qual como de vna fuente perenal
          proçede y emana sumo goço y alegria la
          qual nunca los da hastio; pero mientra
          mas della gozan mas la desean. En esto
          está su bienauenturança y la ventaja
          conoçela en sí cada qual en la más, o
          menos comunicaçion en que se les da Dios.
          Cada vno está contento con ver a Dios,
          y ninguno tiene cuenta con la ventaja
          que otro le pueda[764] tener, porque
          alli ni ay delantera, ni lugar en que la
          preheminençia se pueda conoçer. No ay
          asientos ni sillas, porque el spiritu
          no reçibe cansançio sentado ni en pie,
          ni ocupa lugar, y do quiera que el
          bienauenturado está tiene delante y a su
          lado y junto a si a Dios, y ninguno está
          tan çerca de si mesmo como está Dios dél.
          De manera que sillas y lugares y orden y
          preheminençia del çielo no está en otra
          cosa sino en el pecho de Dios, quanto a
          su mayor o menor comunicaçion; y todo lo
          demas que vosotros en este caso por acá
          dezis es por via de metaphora, o manera
          de dezir, porque lo podais mejor entender
          en vuestra manera de hablar. En esta
          presençia vniuersal de Dios que te he
          dado a entender están en coros los santos
          ante su magestad, a los quales todos
          mi angel me guió por los ver. Estaua en
          lo mas çercano (a lo que me pareçió) al
          trono y acatamiento de Dios la madre
          benditissima del Saluador rodeada de
          aquella compañia de los viejos padres de
          la religion cristiana, doze apostoles
          y discipulos de Cristo y euangelistas,
          rodeados de angeles que con gran musica
          y melodia de diuersos instrumentos y
          admirables bozes continuan sin nunca
          çesar gloria a Dios. Siguen a estos
          grandes compañas de martires con palmas
          en las manos y vnas guirnaldas de roble
          çelestial en las cabezas, que denotaua
          su fortaleza con que sufrieron los
          martirios por Cristo. Por el semejante
          estos estauan acompañados de la mesma
          abundançia de musica, y enbelesados
          y arrebatados en la vision diuina.
          Estaua luego vna inumerable multitud
          de confessores, pontifiçes, perlados,
          saçerdotes y religiosos que en vidas
          honestas y recogidas acabaron y se fueron
          a gozar de Dios. En vn muy florido y
          ameno prado de flores muy graçiosas y de
          toda hermosura y deleyte estaua vna gran
          compaña de damas, de las quales demas de
          su veldad echauan de si vn tan admirable
          resplandor que pribara todo juizio humano
          si de beatitud no comunicara. Estas,
          sentadas en torno en aquella çelestial
          verdura, hazian gran cuenta de vna
          prniçipal guia que las entonaua y ponia
          en una musica que con altissimo orden
          loaua á Dios. Tenian todas muy graçiosas
          guirnaldas en sus cabeças, entretexidas
          rosas, violetas, jazmines, halhelies
          y de otro infinito genero de flores
          naçidas allá que no se podian marchitar
          ni corromper. Dellas tañian organos,
          dellas clauicordios, monacordios,
          clauiçimbanos _y otras diuersas sonaxas
          acompañados_[765] con vozes de gran
          suauidad. Estas, me dixo mi angel que
          era la bianauenturada Santa Ursula con
          su compañia de virgenes; porque demas de
          sus honze mil auia alli otro inumerable
          cuento dellas. Aqui conoçi las almas de
          mis padres y parientes y de otras muchas
          personas señaladas que yo acá conoçi, que
          dexo _yo_ agora de nombrar por no te ser
          importuno. A las quales conoçi por vna
          çierta manera de alumbramiento que por su
          bondad Dios me comunicó, la cual es vna
          manera de conoçerse los bienauenturados
          entre sí para su mayor gozo y gloriosa
          comunicaçion. En esta alta y soberana
          conuersaçion que tengo contado estuue
          ocho dias por preuillegio y don soberano
          de Dios.

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, mucho me has
          dicho; y tanto que humano pensamiento
          nunca tal conçibió; bien pareçe que
          has estado allá; por lo qual bien te
          podemos[766] llamar çelestial. Dime
          agora que deseo mucho saber; allá en el
          cielo ay noches y dias differentes entre
          sí?

          GALLO.--No, pero despues venido acá me
          saludauan mis amigos como ausente de
          tanto tiempo, y por la cuenta que hallé
          que contauan en el mes. Que allá todo
          es luz, claridad, alegria y plazer. No
          ay tinieblas, obscuridad ni noche donde
          está Dios que es luz y lumbre eterna a
          los que viben allá. En estos ocho dias
          vi, hablé y comuniqué con todos mis
          parientes, amigos y conocidos, y a todos
          los abracé con mucho plazer y alegria,
          y me preguntaron por los parientes y
          amigos que tenian acá, y yo los[767]
          dezia todo el bien dellos con que más los
          podia complazer y deleytar, y no era en
          mi mano dezirles cosas que los pudiesse
          entristecer, avnque de ninguna cosa
          reçibieran ellos turbaçion ya que se la
          dixera: porque allá estan tan conformes
          con la voluntad de Dios que ninguna cosa
          que acá suçeda los puede turbar, porque
          tienen entendido que proçede todo de
          Dios, porque en Dios y ellos sola ay vna
          voluntad y querer.

          MIÇILO.--Dime agora, gallo, ¿qué manera
          de habla y lenguaje vsan allá?

          GALLO.--Mira, Miçilo, que los
          bienauenturados que no tienen sus
          cuerpos allá no hablan lenguaje ni por
          boz esterior: porque esta solo se puede
          hazer y formar por miembros que como
          instrumentos dio naturaleza al cuerpo
          para se dar a entender como lengua,
          dientes y paladar. Pero las almas que no
          tienen cuerpo, cada qual queriendo puede
          comunicar y manifestar sus coçibimientos
          sin lengua a quien le plaze, tan claros
          como cada vno se puede asimesmo entender,
          y ansi Cristo y la virgen Maria y San
          Juan euangelista que tienen sus cuerpos
          allá hablan con bozes como nosotros
          hablamos aqui, y ansi será despues del
          juizio vniuersal de todos los buenos que
          tiene consigo Dios, que hablarán como
          agora nosotros quando despues del juizio
          tuuieren sus cuerpos allá. Pero en el
          entretanto con sola su alma se pueden
          entender.

          MIÇILO.--Dime más que deseo saber: ¿si
          esas almas desos bienauenturados, si
          algun tiempo vienen acá?

          GALLO.--Quando yo subi allá muchas almas
          de buenos subieron a gozar, en cuya
          compañia entramos en el çielo: pero al
          boluer ninguna vi que boluiese aca:
          porque creo que no seria cordura que
          siendo el alma del defunto libertada de
          tan cruel carçel y mazmorra como es la
          del mundo, poseyendo tanto deleyte y
          libertad allá desee ni quiera boluer acá.
          Bien es de presumir que el demonio muchas
          vezes viene al mundo haziendo[768]
          ylusiones y apariciones diziendo que
          es algun defunto por infamarle, o por
          engañar a sus parientes.

          MIÇILO.--Pues dime, gallo: ¿qué dezian
          allá en el çielo de las bulas y
          indulgençias? Que casi quieren dezir los
          theologos deste tiempo que el Papa puede
          robar el purgatorio absolutamente.

          GALLO.--Dexemos esas cosas, Miçilo,
          que no conuiene que se diga todo a ti;
          y sabe que otro lenguaje es el que se
          trata acá differente del que passa allá.
          Que muchas cosas tiene en el çielo Dios
          y haze, cuya verdad y fin reserua para
          sí, porque quiere él, y porque deue
          ansi de conuenir para el suçeso, orden
          y dispusiçion del mundo y a la grandeza
          de su magestad, y nuestra saluaçion. Por
          lo qual no deuen los hombres escudriñar
          en las cosas la causa, fin y voluntad de
          Dios, pero deuense en todo remitir a su
          infinito y eterno saber, y prinçipalmente
          en las cosas que determina y tiene la
          iglesia y ley que profesas; no inquieras
          más porque es ocasion de herrar; y
          boluiendo al proçeso de mi peregrinaçion
          sabras que como huuimos andado todas
          las estançias y choros de angeles y
          sanctos me tomó el ángel de mi guia
          por la mano y me dixo: vn gran don te
          otorga Dios como a señalado amigo suyo,
          el qual deues estimar con las gracias
          que te ha hecho hasta aqui; y es que te
          quiere comunicar vna vision de grandes
          y admirables cosas que estan por venir;
          y diziendo esto llegamos á vn templo de
          admirable magestad, el qual sobre la
          puerta prinçipal tenia vna letra que a
          quantos la leyan mostraua dezir. Este es
          el templo de propheçia y diuinaçion. Era
          por defuera adornado de toda hermosura,
          edificado de jaspes muy claros, de ambar
          y veril transparente más que vidrio muy
          preçioso. Era tan admirable su resplandor
          que turbaua la vista; y como entramos
          dentro y vi tanta magestad no me pude
          contener sin me derrocar a los pies de
          mi angel queriendole adorar, y él me
          leuantó diziendome: no hagas tal cosa,
          que soy criatura como tú. Leuantate y
          adora al criador y hazedor de todo esto,
          que tan gran merçed te conçedio. Era
          fundado y adornado por dentro este diuino
          templo de muchas piedras preçiosas:
          de zafires, calçedonias, esmeraldas,
          jaçintos, rubies, carbuncos, topacios,
          perlas, crisotoles, diamantes, sardo
          y veril; y luego se me representó en
          diuina vision todo el poder de la tierra
          quanto del oriente al poniente, medio
          dia y septentrion se puede imaginar, y
          estando ansi atento por ver lo que se me
          mostraua vi deçendir de lo alto de los
          montes Ripheos a las llanuras de Traçia
          vna grande y disforme vestia llena de
          cuernos y cabeças, con cuyo siluo y
          veneno tenia corrompida y contaminada la
          mayor parte del mundo: arabes, egiçios,
          syros y persas: hasta Trasiluania y
          Bohemia: teutonicos, anglos y galicos
          pueblos. Esta trae cabalgando sobre sí
          vn monstruoso serpiente que la guia y
          ampara, adornado de mil colores y nombres
          de gran soberuia, y estos juntos son
          criados para examen, prueba y toque
          de los verdaderos fieles y secaçes de
          Dios, y será el estado y señorio desta
          fiera más estendido por causa de las
          cobdiçias y disensiones y intereses
          de los principes de la tierra, porque
          ocupados en ellos tiene mas lugar sin
          auer quien le aya de resistir. Lleuaua
          este serpiente en su cabeça vna gran
          corona adornada de muchas piedras
          preçiosas, y vestido de purpura y de muy
          ricos jaezes, y en la mano un çeptro
          imperial con el qual amenaça subjetar
          todo el uniuerso. Lleuaua en vna divisa
          y estandarte vna letra de gran soberuia
          que dize. Ego regno a Gange et Indo vsque
          in omnes fines terre. Que quiere dezir.
          Yo reino desde[769] los rios Ganges y
          Indus hasta los fines de la tierra.
          Lleuaua las manos y ropas teñidas de
          sangre de fieles, y dauale a beuer en
          vasos de oro y de plata a sus gentes por
          más las encrueleçer. Entonçes sonaron
          truenos, grandes terremotos y relampagos
          que ponian gran temor y espanto, que
          pareçia desolarse el trono y templo y
          venir todo al suelo, y tan grande que
          nunca los hombres vieron cosas de tan
          grande admiraçion, y fue tanta que yo
          cay atonito y espantado a los pies de
          mi angel. El qual leuantandome por la
          mano me dixo. ¿De qué te espantas y te
          marauillas? Pues mira con gran atencion,
          que aunque este monstruo y vestia tiene
          agora gran soberuia muy presto caerá; y
          no lo acabó de dezir quando mirando vi
          salir de las montañas hespericas vn gran
          leon coronado y de gran magestad que con
          su bramido juntó gran muchedumbre de
          fieras generosas y brauas que estan sobre
          la tierra, las cuales juntas vinieron
          contra el fiero serpiente resistiendo su
          furia; y a otro bramido que el fuerte
          leon dio juntó en los valles teutonicos
          todos los viejos fieles que auia en la
          tierra; por cuya sentençia (aunque con
          alguna dilaçion) fue condenada la vestia
          y sus secaçes á muerte cruel, y ansi vi
          que a deshora dio vn terrible trueno que
          toda la tierra tenbló, y deçendiendo de
          la gran montaña vn espantoso y admirable
          fuego los abrasa todos conuertiendolos
          en zeniza y pauesa. En tanta manera que
          en breue tiempo ni pareçió vestia ni
          secaz, ni avn rastro de auer sido alli;
          y ansi todo cumplido vi deçendir de la
          alta montaña gran compaña de angeles que
          cantando con gran melodia subieron a los
          çielos al leon, donde le coronó Dios y
          le asentó para sienpre jamas junto á sí;
          y acabada la vision me mandó Dios llamar
          ante su tribunal y que propussiese la
          causa porque auia subido allá, porque
          cualquiera cosa que yo pidiesse se me
          haria la razonable satisfazion.

          MIÇILO.--Querria que antes que pasasses
          adelante me declarasses esa tu vision
          o propheçia. ¿Quién se entiende por la
          vestia que deçendio de aquellas montañas,
          monstruo y leon?

          GALLO.--La interpretaçion deste enigma
          no es para ti: a los que toca se les
          dará. Vamos adelante que me queda mucho
          por dezir. Como ante Dios fue puesto me
          humillé de rodillas ante su tribunal
          y luego propuse ansi. Sacra y diuina
          magestad, omnipotente Dios. Porque no
          ay quien no enmudezca viendo vuestra
          incomparable çelsitud, querria, señor,
          demandaros de merçed, que de alguno de
          vuestros cortesanos más acostunbrados a
          hablar ante vuestra grandeza mandassedes
          leer esta petiçion; la qual estendiendo
          la mano mostré; y luego salio alli
          delante el euangelista San Juan, que creo
          que lo tenia por offiçio, y ansi en alta
          voz començó.

          Sacra y diuina magestad, omnipotente
          Dios. Vuestro Icaromenipo, griego de
          naçion, la más humilde criatura que en
          el mundo teneis, besso vuestro sacro
          tribunal y suplico a vuestra divina
          magestad tenga por bien de saber, en como
          el vuestro mundo está en necesidad que
          le remedieis mientra no tuuieredes por
          bien de le destruir llegado el juizio
          vniuersal; el tiempo del qual esta segun
          nuestra fe reseruado a vuestro diuino
          saber. Soy venido de parte de todos
          aquellos que en el mundo tenemos deseos
          de alcanzar la vuestra alta sabiduria
          y especular con nuestro miserable
          injenio los secretos incumbrados de
          nuestra naturaleza. Para lo qual sabra
          vuestra magestad, que avnque de noche
          y de dia por grandes cuentos de años
          no hagamos sino trabajar estudiando,
          no se puede por ningun injenio quanto
          quiera que sea perpicaçissimo alcançar
          alguna parte por pequeña que sea en
          estas buenas letras, artes y sçiençias.
          Porque han salido agora en el mundo vn
          genero de hombres somnoliento, dormilon
          imaginatiuo, rixoso, vanaglorioso,
          lleno de ambiçion y soberuia, y estos
          con gran presunçion de sí mesmos hanse
          dotado de grandes títulos de maestros
          philosophos y theologos, diziendo que
          ellos solos saben y entienden en todas
          las sçiençias y artes la suma verdad;
          riendose a la contina de todo quanto
          hablan, dizen, comunican, tratan, visten
          la otra gente del comun. Diziendo que
          todos deuanean y estan locos, sino ellos
          solos que tienen y alcançan la regla y
          verdad del vivir; y venidos al enseñar de
          sus sçiençias, muestran segun pareçe,
          querernos confundir[770]. Porque han
          inuentado vnos no sé qué géneros de
          setas y opiniones que nos lançan en
          toda confusion. Unos se llaman reales y
          otros nominales. Que dexado aparte las
          niñerias y arguçias de sophistas[771],
          actos sinchategorematicos, y reglas
          de instar del Maestro Enzinas y los
          sophismas de Gaspar Lax y las sumulas de
          Zelaya y Coroneles que absolutamente,
          señor, deueis mandar destruir, y que
          ellos y sus auctores no salgan mas a
          luz. En la philosophia es verguença
          de dezir la diuersidad de prinçipios
          naturales que ponen; insecables atomos,
          inumerables formas, diuersidad de
          materias, ydeas. Tantas questiones de
          vacuo y infinito que no estan debajo
          de numero conque se puedan contar. En
          la theologia ya no ay sino relaçiones,
          segundas intinçiones, entia rationis;
          cosas que solamente tienen ser en el
          entendimiento y imaginaçion[772]; en fin
          cosas que no tienen ser. Es venido el
          negoçio a tal estado que ya diuididas
          estas gentes en quadrillas, glosan y
          declaran segun sus dos opiniones real y
          nominal, vuestra sagrada Escriptura y
          Ley; y segun tengo visto, Señor, en esta
          xornada que he hecho acá, que en todo
          devanean y sueñan, sin nunca despertar;
          y esto, sagrada magestad, suçede en gran
          confusion de los que nos damos al estudio
          de las sçiençias[773]. En lo qual creo
          que entiende Sathanas por la perdiçion y
          daño del comun. En esto pues suplicamos
          a vuestra sagrada magestad proueais que
          Luçifer mande a Sathanas que sobresea y
          no se entremeta en causar tan gran mal,
          y los auctores se prendan destas setas,
          y se les mande tener perpetuo silençio,
          y que sus libros y scripturas en que
          estan sus barbaras opiniones las mandeis
          quemar y destruir, que no parezcan más; y
          pedimos en todo se nos sea hecha entera
          justiçia. Para la qual imploramos el
          soberano poder de vuestra diuina magestad.

          Luego como la petiçion fue leyda proueyo
          Dios que yo y el mi angel fuessemos
          por el infierno y notificassemos a
          Luzifer lo hiziesse ansi como se
          pedia por mí, y mandó que se lleuasse
          luego de alli al mundo al consejo de
          la Inquisiçion y que lo cumpliessen
          y hiziessen cunplir conforme a la
          petiçion[774]. El qual aucto luego
          escriuio San Juan en las espaldas de la
          peticion, y la refrendó y rubricó de
          su mano como por Dios omnipotonte fue
          proueydo; y luego abraçando a todos
          nuestros amigos y parientes y conoçidos,
          despidiendonos[775] de todos ellos nos
          salimos del çielo para nos bajar, y
          quando nos fueron abiertas las puertas
          de los çielos para salir hallamos junto
          a ellas infinita multitud de almas que
          con grandes fuerças y inportunidad nos
          estorbauan, que ellas por entrar no nos
          dexauan salir; hasta que un angel con
          gran poder, furia y magestad las apartó
          de alli, y yo pregunté a mi angel qué
          gente era aquella que estaua aqui, que
          con tanto deseo y inportunidad hazian por
          entrar y no las abrian; y el me respondio
          que eran las almas de los que en el mundo
          tienen toda la vida buenos deseos de
          hazer bien, hazer obras de virtud, hazer
          penitençia y recogerse en lugares santos
          y buenos con deseo de se saluar y en toda
          su vida no passan de alli ni hazen más
          que prometer y mostrar que desean hazer
          mucho bien sin nunca començar, ni avn se
          aparejar a padeçer. A estos tales danles
          la gloria en la mesma forma, porque los
          ponen a la puerta del parayso con el
          mesmo deseo de entrar, y aqui tienen la
          mayor pena que se puede imaginar: porque
          tanto quanto mucho desearon hazer bien
          sin nunca lo començar tanto mucho más en
          infinito sin comparaçion les atormenta
          el deseo de entrar sin nunca los querer
          abrir; y en el tormento deste deseo
          prouee Dios de su gran justiçia y poder,
          porque en esta manera los quiere castigar
          para siempre jamas abrasandoles con el
          fuego de la justiçia diuina. Pues como
          del çielo salimos lleuóme mi angel y guia
          por un camino sin huella ni sendero y
          avn sin señal de auer pisado ni caminado
          por él alguno, de que me marauillé,
          y preguntele qual fuesse la causa de
          aquella esterilidad y respondiome que
          no se continuaua mucho despues que
          Cristo passó por alli quando resuçitó,
          y la compaña de los santos padres que
          entonçes sacó del limbo. Aunque tanbien
          le passan los angeles que se bueluen
          al çielo dexando despues de la muerte
          sus clientulos _y encomendados_ allá.
          Repliquele yo: ¿dime angel, el purgatorio
          no está a esta parte? Respondiome: si
          está: pero avn los que de ay passan son
          tan pocos que no le bastan trillar ni
          asenderar. Por çierto mucho deseo he
          tenido, Miçilo, de llegar hasta aqui.

          MIÇILO.--En verdad yo lo deseaua mucho
          más, porque espero que con tu injeniosa
          eloquençia me has de hazer presente a
          cosas espantosas y de grande admiraçion
          que deseamos acá los honbres saber.
          Espero de ti que harás verdadera
          narraçion como de çierta esperiençia,
          y no de cosas fabulosas y mentirosas
          que los poetas y hombres prestigiosos
          acostumbran fingir por nos lo _más_
          encareçer.

          GALLO.--Mucho me obligas ¡o Miçilo!
          a te complazer quando veo en ti la
          confianza que tienes dezirte yo verdad;
          y ansi protesto por la deydad angélica
          que en esta xornada me acompañó de no
          te contar cosa que salga de lo que
          realmente vi y mi guia me mostró, porque
          no me atreuere a hazer tan alto spiritu
          testigo de falsedad y fiçion. Contarte
          he el sitio y dispusiçion del lugar:
          penas, tormentos, furias, carçeles,
          mazmorras, fuego y atormentadores que a
          la contina atormentan alli. En conclusion
          descriuirte he la suma y puesto del
          estado infernal, con aquellas mesmas
          sombras, espantos, miedos, tristezas,
          gritos, lloros, llantos y miseria[776]
          que los condenados padeçen allí, y
          trabajaré por te lo pintar y proponer con
          tanta esaxeraçion y orden de palabras que
          te haré las cosas tan presentes aqui como
          las tube yo estando allá. Pero primero
          quiero que sepas que no ay allá aquel
          Pluton, Proserpina, Æaco y Cançerbero,
          ni Minos, ni Rhadamanto[777], juezes
          infernales. Ni las lagunas ni rios que
          los poetas antiguos fingieron con su
          infidelidad: Flegeton, Coçiton, Sthigie
          y Letheo. No los campos Eliseos de
          deleyte differentes de los de miseria.
          Ni la varca de Acheron que passe[778]
          las almas a la otra riuera. Ni ay para
          qué vestir los muertos acá porque no
          parezcan allá las almas desnudas ante los
          juezes, como lo hazian aquellos antiguos:
          pues siempre que fueran a los sepulcros
          hallaran sus defuntos vestidos como los
          enterraron. Ni tampoco es menester poner
          a los muertos en la boca aquella moneda
          que otros vsauan poner porque luego los
          passasse Acheron en su varca, pues era
          mejor que no lleuando moneda no los
          passara en ningun tiempo y se boluieran
          para siempre acá. O que si las monedas
          que algunos defuntos lleuauan no corrian
          ni las conoçian allá por ser de lexas
          prouinçias, como aconteçe las monedas de
          vnos reynos no valer en otros, neçesario
          seria entonçes no los passar, lo qual
          seria auentajado partido a muchos[779]
          que ally en el infierno vi. Todo esto,
          Miçilo, cree que es mentira y fiçion de
          fabulosos poetas y historiadores de la
          falsa gentilidad, los quales con sus
          dulçes y apazibles versos han hecho
          creer á sus vanos secaçes y lectores.
          Avnque quiero que sepas que esto que
          estos poetas fingieron no careçe del
          todo de misterio algo dello, porque
          avnque todo fue fiçion, dieron debajo de
          aquellas fabulas y poesias a entender
          gran parte de la verdad, grandes y muy
          admirables secretos y misterios que
          en el meollo y en lo interior querian
          sentir. Con esto procurauan introduçir
          las virtudes y desterrar los viçios
          encareçiendo y pintando los tormentos,
          penas, temores, espantos que los malos y
          peruersos padeçen en el infierno por su
          maldad; y ansi dixeron ser el infierno
          en aquellas partes de Syçilia, por causa
          de aquel monte ardiente que está alli
          llamado Ethna[780] que por ser el fuego
          tan espantoso y la syma tan horrenda les
          dio ocasion a fingir que fuesse aquella
          vna puerta del infierno; y tanbien porque
          junto a este monte Ethna _y syma_ dizen
          los historiadores que Pluton, rey de
          aquella tierra, hurtó a Proserpina hija
          de Çeres que siendo niña donzella andaua
          por aquellos deleytosos prados a coxer
          flores. Ansi con estos sus nombres y
          vocablos de lugares, rios y lagunas que
          fingian auer en el infierno significauan
          y dauan a entender las penas, dolores y
          tormentos que se dan a las almas por sus
          culpas allá. Ansi fingian que Acheron
          (que significa pribaçion de gozo) passa
          las almas por aquella laguna llamada
          Stigie, que significa tristeza perpetua.
          En esto dan a entender que desde el punto
          que las almas de los condenados entran
          en el infierno son pribados[781] de gozo
          y consolaçion spiritual y puestos en
          tristeza perpetua. _Este es el primero
          y prinçipal atormentador de aquel, en
          contrario del estado felicissimo de la
          gloria que es contina alegria y plazer._
          Tanbien fingen que está adelante el rio
          Flegeton que significa ardor y fuego,
          dando a entender el fuego perpetuo
          conque entrando en el infierno son
          atormentadas las almas por instrumento y
          execuçion de la justiçia diuina; fingen
          más que adelante está el rio Letheo,
          que significa oluido, al qual llegan a
          beber todas las almas que entran allá,
          diçiendo que luego son pribadas de la
          memoria de todas las cosas que le pueda
          dar consolaçion. Y dizen que todos estos
          rios van a parar en la gran laguna
          Coçiton, que significa derribamiento
          perpetuo, dando a entender la suma de la
          miseria de los malauenturados que son
          perpetuamente derribados y atormentados;
          avnque prinçipalmente significa el
          derribamiento de los soberuios. Tanbien
          dizen que este varquero Acheron hubo tres
          hijas en su muger la noche obscura y
          çiega; las quales se llaman Aletho, que
          significa inquietud, y Thesifone, que
          significa vengadora de muerte, y Megera,
          que significa odio cruel. Las quales
          tres hijas dizen que son tres furias, o
          demonios infernales, atormentadoras[782]
          de los condenados. En esto quisieron
          _dezir y_ dar a entender y descreuir
          la guerra que cada alma consigo tiene
          entrando allí, y en estas tres hermanas
          se descriuen los males que trae consigo
          la guerra que son odio, vengança de
          muerte y inquietud; que son tres cosas
          que más atormentan en el infierno[783]
          y avn acá en el mundo es la cosa de mas
          daño y mal, porque demas de aquellos
          trabajos y miserias que consigo trae la
          guerra, que por ser todos los hombres
          que la siguen y en ella entienden el más
          peruerso y bajo genero de hombres que en
          el mundo ay, por tanto a la contina la
          siguen robos, inçendios, latroçinios,
          adulterios, inçestos, sacrilegios,
          juegos y continuas blasfemias; y demas
          del espanto que causa en el soltar de
          las lombardas y artilleria, el relinchar
          de los cauallos, la fiereza con que se
          acometen los hombres con enemiga sed y
          deseo de se matar; de manera que si en
          aquel encuentro mueren van perdidos con
          Luzifer. Demas de todos estos males que
          siguen a la guerra ay otro mayor que es
          anexo a su natural, que es el desasosiego
          comun. Que toda aquella prouinçia donde
          al presente está la guerra tiene alterado
          los spiritus; que ni se vsan los ofiçios,
          ni se exerçitan los sacrifiçios; çesan
          las labranças del campo, y los tratos de
          la republica; pierdese la honestidad y
          verguença. Acometense infinitas injurias
          y desafueros y no es tiempo de hazer a
          ninguno justiçia. En conclusion es la
          guerra vna furia infernal que se lança en
          los coraçones humanos que los priba de
          razon; porque con razon y sin furia no se
          puede pelear. Esto quisieron entender y
          significar algunos de aquellos antiguos
          en aquellas sus fiçiones; y todo lo demas
          es poetico y fabuloso _y fingido_ para
          cumplir sus metros y poesías; y otros
          ritos gentilicos como vestir los muertos
          y ponerles dineros[784] en la boca y
          ofreçerles viandas que ellos coman[785]
          _allá_ en el infierno, todo esto es
          mentira y vanidad de gentiles _herrados
          por el demonio que los engañaua_; lo
          qual[786] todo tiene[787] reprobado la
          cristiana religion conforme a la verdad
          que te contaré y oyras como yo lo vi, si
          me tienes atençion; y porque el dia es
          venido dexemoslo para el canto que se
          seguira.


          _Fin del deçimo cuarto canto del Gallo._


                                NOTAS:

[762] Falta en R.

[763] R. (_Tachado_): Siguesse el deçimo quarto canto del sueño o gallo
de Luçiano, famoso orador griego, contrahecho en el castellano por el
mesmo auctor.

[764] G., puede.

[765] G., acompañadas.

[766] G., podremos.

[767] G., les.

[768] G., y haze.

[769] G., de.

[770] G., antes nos trabajan confundir que enseñar.

[771] G., sophismas.

[772] G., verdaderas imaginaçiones.

[773] G., a tal estado que ya se glosa y declara vuestra Scriptura
y Ley segun dos opiniones, nominal y real; y segun pareçe esta
multiplicaçion de cosas todo redunda en confusion de los injenios que á
estas buenas sçiençias se dan.

[774] G., como yo lo demande.

[775] G., despidiendome.

[776] G., miserias.

[777] G., Rhodamante.

[778] G., passa.

[779] G., muchas.

[780] G., Ethena.

[781] G., pribadas.

[782] G., atormentadores.

[783] G., cosas que a la contina residen en el alma que está en el
infierno.

[784] G., monedas.

[785] G., diziendo que las comen.

[786] G., y ansi.

[787] G., lo tiene.




                         ARGUMENTO
                DEL DEÇIMO QUINTO CANTO[788].

          En el déçimo quinto canto que se sigue el
            auctor imitando a Luçiano en el libro que
            intituló Necromançia finge deçendir al
            infierno. Donde descriue las estançias y
            lugares y penas de los condenados[789].


          GALLO.--Despierta, Miçilo, y tenme
          atençion, y contarte he oy cosas que a
          toda oreja pongan espanto. No cosas que
          oí fingidas por hombres que con arte
          lo acostumbran hazer, pero dezirte he
          aquellas que vi, comuniqué y con mis pies
          hollé; y vi a hombres padeçer con graue
          dolor.

          MIÇILO.--Di gallo, que atento me ternas.

          GALLO.--Faborezcame oy mi[790] memoria
          Dios que no me falte para dezir lo
          mucho que su magestad tiene alli para
          muestra de su justiçia y gran poder,
          porque siquiera los malos por temor
          çesen de ofender. Pues viniendo al
          principio, por no dexar cosa por dezir
          sabras, que desde lo alto del çielo ya
          deçendiendo a la tierra vimos unas brauas
          y espantosas montañas en muy grandes y
          asperos desiertos, que segun tube cuenta
          con las dispusiçiones del sol, çielo
          y tierra, era la seca Lybya en tierra
          de los garamantas, donde estaua aquel
          antiguo oraculo de Jupiter Amon, la mesa
          del sol y fuente de Tantalo. Donde viben
          los satyros, ægipanes, himatopodes, y
          psillos, monstruosas figuras de hombres y
          animales. Pues como aqui llegamos sin se
          nos abrir puerta ni ver abertura, sin que
          syerra ni montaña nos hiziesse estorbo
          nos fuemos lançando por aquellas alturas
          y aspereças, lugares obscuros y sombrios.
          Como aconteçe si alguna vez vamos por
          vna montuosa deesa çerrada de altos y
          espesos castaños, robles y ençinas. Sy
          aconteçe caminar al puesto de vna nublosa
          luna, quando la obscura noche quita los
          colores a las cosas. En este tiempo que
          a cada passo y sonido de los mesmos pies
          resuena y retumba el solitario monte y
          se espeluzan y enheriçan los cabellos,
          començe a caminar en seguimiento de mi
          guia. Estauan por aqui a las entradas
          gran multitud de estançias y aposentos de
          furias y miserias, y porque el mi angel
          se me yua muy adelante sin parar, a gran
          corrida le rogue se parase y me mostrasse
          en particular todas aquellas moradas.
          Luego entramos en vnos palaçios hechos
          en la concauidad de aquella aspera peña,
          lugubres y de gran obscuridad. En lo
          mas hondo y retraydo desta casa auiendo
          pasado por muchas y muy desbaratadas
          camaras y aposentos asomamos la cabeça
          a vn retrete, y a la parte de vn rincon,
          a la muy quebrada y casi no visible luz,
          como a claridad de vna candela que desde
          que començo a arder no se despabiló y
          se queria ya apagar, ansi[791] vimos
          estar sentada a vn rincon vna muy rota y
          desarrapada muger; esta era el lloro y
          tristeza miserable. Estaua sentada en el
          suelo puesto el cobdo sobre sus rodillas,
          la mano debajo de la barba y mexilla.
          Vimosla muy pensatiua y miserable por
          gran pieza sin se menear; y como al meneo
          de nuestros pies miró alcançé a la ver
          vn rostro amarillo, flaco y desgraçiado.
          Los ojos hundidos y mexillas que hazian
          mas larga la nariz, y de rato en rato
          daua vn sospiro de lo intimo[792] del
          coraçon, con tanta fuerça y afliçion que
          pareçia ser hecho artifiçial para solo
          atormentar almas con las entristeçer.
          Es este gemido de tanta efficaçia que
          traspasa y hiera el alma entrando alli; y
          con tanta fuerça que le trae cada momento
          a punto de desesperaçion; y esta es la
          primera miseria que atormenta y hiere las
          almas de los dañados[793] y es tan gran
          mal que sin otro alguno bastaua vengar
          la justiçia de Dios. Tiene tanta fuerça
          esta miserable muger en los que entran
          alli que avn contra nuestro preuillegio
          començaba con nosotros a obrar y empeçer.
          Pero el mi angel lo remedió con su deydad
          y pasando adelante vimos en otro retrete
          donde estauan los miserables cuydados
          crueles verdugos de sus dueños, que nunca
          hazen sino comer del alma donde estan
          hasta la consumir, como gusano que roe al
          madero el coraçon. Aqui moran las tristes
          enfermedades y la miserable y trabajosa
          vejez toda arrugada, flaca, fea y de
          todos aborreçida. Aqui habita el miedo
          enemigo de la sangre vital, que luego
          la acorrala y de su presençia la haze
          huyr. Aqui reside la hambre que fuerça
          los hombres al mal, y la torpe pobreza,
          de crueles y espantosos aspectos anbas
          a dos. Aqui se nos mostró el trabajo
          quebrantado molido sin poderse tener.
          Vimos luego aqui al sueño, primo hermano
          de Antropos, aquella cruel dueña, y la
          muerte mesma se nos mostro luego alli
          con vna guadaña en la mano, cobdiçiosa
          de segar. Estauan luego adelante las
          dos hermanas del desasosiego; guerra y
          mortal discordia. Por aqui nos salieron a
          reçebir infinitos monstruos que estauan
          arroxados por alli; çentauros, sphinges,
          satyros y chimeras; gorgones, harpias
          sombras y lernas; y estando ansi mirando
          todas estas miserables furias infernales
          que era çiertamente cosa espantosa de
          ver sus puestos y figuras monstruosas,
          sentimos venir vn gran tropel y ruydo
          como que se auia soltado vna gran presa
          que estuuiesse hecha de muchos dias de
          algun caudaloso braço de mar. Sonaua
          vna gran huella de pies, murmuraçion de
          lenguas de diuersas naçiones, y como más
          se nos yuan çercando sentiamos grandes
          lloros y gemidos, y açercandosenos más
          entendiamos grandes blasfemias[794] de
          españoles, alemanes, françeses, ingleses
          y ytalianos; y como sentimos que se nos
          yuan más llegando y que començauan ya a
          entrar por donde nosotros estauamos me
          apañó mi ángel por el braço y me apartó
          a vn rincon por darles lugar a passar;
          que venia tan gran multitud de almas que
          no se podian contar, y quanto topauan lo
          lleuauan de tropel; y preguntando qué
          gente era aquella nos dixeron que el
          Enperador Carlos auia dado vna batalla
          campal al Duque de Gueldres, en la qual
          le auia desuaratado el exerçito y preso
          al Duque, y que en ella auia muerto de
          ambas las partes toda aquella gente que
          yua alli.

          MIÇILO.--Pues ¿cómo, gallo, todos fueron
          al infierno quantos murieron en aquella
          vatalla? Pues liçita era aquella guerra,
          a lo menos de parte del Emperador.

          GALLO.--Mira, Miçilo, que ya que esa
          guerra no fuesse liçita segun ley
          euangelica. basta serlo de auctoridad
          eclesiastica para que se pueda entre
          principes cristianos proseguir; porque
          con este titulo ayuda para ellas con
          indulgençias su sanctidad. Pero mira que
          no todos los que mueren en la guerra van
          al infierno _por morir en ella_, pues
          muchos buenos y justos soldados andan
          en ella; ni van al infierno por causa
          de ser injusta la guerra[795] porque
          saber la verdad de su justiçia no está
          a cuenta de los soldados, sino de los
          prinçipes que la mueuen; los vnos por
          la dar y los otros por se defender y
          prinçipalmente si la mueue el supremo
          prinçipe siempre se presume ser justa.
          Pero sabe que los soldados que mueren
          en la guerra van prinçipalmente al
          infierno porque en vniuersal los toma la
          muerte en pecados que los lleuan allá.
          En juegos, blasfemias, hurtos, ninguna
          guarda en los preçeptos de la iglesia,
          ni religion. Enemistades, yras, enojos,
          pasiones, luxurias, robos, sacrilegios
          y adulterios; y ansi duró este tropel
          de gente más de seys meses continos
          que no hazian a toda furia sino entrar
          porque dezian que entonçes el Emperador
          prosiguio la guerra entrando por Françia
          con gran mortandad y rigor hasta llegar a
          vna çiudad que llaman Troya muy prinçipal
          en aquel reyno, y por otra parte entraua
          el rey de Yngalaterra con grande exerçito
          desolando a Françia sin auer piedad de
          ninguna criatura que en su poder pudiesse
          auer. Marauillado estaua yo pensando
          dónde podia caber tanta gente, y entrando
          adelante vimos vna entrada a manera de
          puerta que pareçia differençiar el lugar.
          Oyamos dentro gran ruydo de cadenas,
          bozes, lagrimas, sospiros y sollozcos que
          mostrauan gran miseria. Pregunté a mi
          ángel que lugar era aquel. Respondiome
          ser el purgatorio, donde se acaban de
          purgar los buenos para subir despues
          a gozar de Dios; y tanbien yo alçé la
          cabeça y leí ser aquello verdad en vna
          letra que estaua sobre la puerta; y por
          no nos detener determinamos de pasar
          adelante, y en esto suçedio que llegaron
          donde estauamos vn demonio y vn angel
          que trayan vn alma; que segun pareçe el
          angel era su guarda y el demonio era su
          acusador, como cada vno de vosotros tiene
          en este mundo mientras vibis; y como
          llegaron donde estauamos paróse un poco
          el su angel con el mío como a preguntarle
          donde venía; el qual nos respondio que a
          traer éste su clientulo al purgatorio,
          que auia sesenta años que le guardaua en
          el mundo; y en el entretanto arrebató
          el demonio de aquella anima y corriendo
          por vn campo adelante la lleuaua camino
          del infierno, y como el alma conoçio por
          la letra que la passaua del purgatorio
          començó a dar vozes a su angel que la
          defendiesse; y ansi fue presto su angel
          y alcançandolos tubo reçio della y
          conuenieron ante nosotros como en juizio.
          Dezia el demonio que la auia de lleuar al
          infierno porque no mostraua preuillegio
          de auctoridad[796] para la dexar en
          el purgatorio, y el alma mostró vna
          fraternidad que traya, sellada y firmada
          del General de San Françisco; el demonio
          respondio que no la conoçia ni la queria
          obedeçer; luego, llorando, alegó el alma
          tener la Bulla de la Cruzada, sino que se
          le oluidó en casa vna caxa de Bullas que
          tenía en su camara, y rogo que le dexasse
          boluer por ellas; y mi angel los procuró
          conçertar diziendo que se quedasse alli
          en rehenes el alma mientras el angel de
          su guarda boluia al mundo por la Bulla;
          y ansi boluio, pero tardóse tanto en
          buscarla que nos descuydamos y el demonio
          cogio del alma y lleuósela, que nunca mas
          la vimos[797]. Prinçipalmente porque la
          probó que la mayor parte de la vida hauia
          sido viçioso, comedor, gloton y disipador
          de hazienda y tiempo, y distraydo de la
          Ley de Dios; y a esto la conuençio a
          consentir. Pero por el contrario alegaron
          el alma y su angel por su parte que
          aunque todo esto fuesse verdad, pero que
          a la contina tubo cuenta con Dios y con
          su conçiençia, confessando a los tiempos
          deuidos sus pecados y haziendo penitençia
          dellos, y[798] ansi lo auia hecho en el
          diçeso y salida de la vida reçibiendo
          todos los sacramentos de la iglesia,
          teniendo gran confiança en la passion de
          Cristo con gran arrepentimiento de sus
          culpas; y ansi fue concluydo por mi angel
          serles perdonadas por Dios, y que solo
          quedaua obligada a alguna pena temporal
          del purgatorio; y ansi la dexó alli,
          y nosotros luego començamos a caminar
          por vnos campos llanos muy grandes
          quanto nuestros ojos y vista se podia
          estender[799].

          MIÇILO.--Pues dime, gallo, ¿no dizes que
          estaua todo obscuro y en tinieblas? ¿De
          dónde teniades luz para ver?

          GALLO.--Obscuro es todo aquel lugar a
          solos los condenados por la justiçia de
          Dios; pero para los otros todos prouee
          Dios alli de luz, porque do quiera que
          está el justo tiene bastante claridad
          para perspicaçissimamente ver; y desde
          lexos començamos a oyr la grita y miseria
          de las almas, el ruido de los hyerros
          y cadenas, los golpes y furia de los
          atormentadores, el sonido y tascar del
          fuego, humo y çentellas que de aquellos
          lugares de miseria salian. Era tan grande
          y tan temerosa la desuentura de aquel
          lugar que mil vezes me arrepenti de venir
          alli, y quisiera dexar de presentar la
          petiçion, sino que el angel me esforço
          y no me quiso boluer. Ya se desparçian
          por aquellos campos (aun[800] lexos del
          lugar de las penas) tantas quadrillas
          de demonios tan feos y de tanto espanto
          que avn del preuillegio que lleuauamos
          no me osaua fiar temiendo si auia de
          quedar yo alli; y vna vez se llegó vn
          demonio a me trauar, ¡o dios inmortal
          en quanta confusion me vi! que casi
          perdi el ser, y prinçipalmente quando
          tornaua aquel demonio que embió al angel
          por la Bulla...[801] Es tan suçia, tan
          contagiosa, tan hidionda su conuersaçion,
          y alança de si tanta confusion y mal,
          que me pareçe que vna de las prinçipales
          penas y males de aquel lugar es su
          compañia y conuersaçion. Porque ansi como
          en el çielo aquellas almas benditas de
          su naturaleza hasta el mesmo suelo que
          hollamos, y el ayre que corre por alli
          consuela, alegra, aplaze y os anima y
          esfuerça para vibir en toda suauidad,
          ansi por el contrario acá estos[802]
          demonios de su natural, el lugar y el
          todo lo que alli veys tiene toda tristeza
          y desconsolaçion; y tanta que no la
          podeis sufrir, porque todo está alli
          criado, endereçado y puesto para tormento
          y castigo, para satisfazer la justiçia
          de Dios despues que el pecador la injurió
          traspasando[803] su ley.

          MIÇILO.--¿No ay puerta que guarde estas
          almas aqui?

          GALLO.--No tiene neçesidad de puerta
          porque para cada alma ay veynte mil
          demonios que no se les puede yr, ni nunca
          momento estan sin las atormentar. El vno
          las dexa y el otro las toma: de manera
          que nunca çesan para siempre jamas: ni
          ellos se pueden cansar, ni ellos pueden
          morir, sino siempre padesçer. Ansi
          llegamos a vn rio admirable, espantoso
          y de gran caudal, que corria con gran
          furia vn licor negro que a paracer
          y juizio nuestro era pez y çufre, y
          este ardia vn fuego el mas fuerte y
          efficaz que nunca se vio, o que Dios
          crió. Calentaua a gran distançia y avn
          a infinita a los condenados a él sin
          le poder resistir ni sufrir sin mortal
          passion. Corria de oriente a poniente
          sin çesar. En este auia imnumerable
          cuento de almas que nunca faltan alli; y
          pregunté al mi angel qué rio era aquel
          tan espantoso y él me respondió que era
          el que los antiguos llamaron Flegeton,
          en el qual entran todas las almas que
          entran en el infierno, porque este es
          el fuego que tiene fuerça en las almas,
          por ser instrumento de la justiçia de
          Dios. Este fuego las abrasa y quema do
          quiera que estan para siempre jamas.
          Ninguna alma puede passar adelante sin
          entrar por él, porque no tiene puente
          ni varca; y si el alma quisiese bolar
          la quemaria aquel fuego las alas y
          caeria en él. Por las riberas deste rio
          estan infinitos coxixos, sierpos[804],
          culebras, coquodrillos, aspides,
          escorpiones, alacranes, emorrhoys,
          chersidros, chelidros, cencris, amodites,
          çerastas, scithalas, y la seca dipsas;
          anphisibena sierpe de dos cabeças, y
          natrix, y jaculos que con las alas
          volan gran distançia. Estan aqui las
          sierpes phareas, porphiro, pester, seps
          y el vasilisco. Tambien estan aqui
          dragones y otros ponçoñosos animales;
          porque si acaso aconteçe salirse alguna
          alma del rio pensando respirar por la
          ribera con algun alibio y consolaçion
          luego son heridas destas venenosas
          serpientes y coxixos que las hazen
          padeçer doblado tormento y mal; y ansi
          de algunos que salieron te quiero contar
          su arrepentimiento. Aconteçio salir a
          la ribera delante de nosotros vn viejo
          capitan español que conoçimos tu y yo. El
          qual açertó a pisar vna dipsas, _sierpe
          cruel_, y ella buelta la cabeça le
          picó, y luego en un momento se estendió
          por todo él la ponçoña de vn fuego que
          le roya los tuetanos y vn calor que
          le corrompia las entrañas, y aquella
          pestelençia le chupaua el rededor del
          coraçon y partes vitales, y le quemaua
          el paladar y lengua con vna sed imensa
          y sin comparaçion, que en todo su ser no
          auia dexado punto de humor que sudar,
          ni lagrima con que llorasse, que todo
          se lo auia ya la ponçoña resoluido; y
          ansi como furioso corria por los campos
          a vuscar las lagunas que en las entrañas
          le pedia el ardiente veneno. Pero avnque
          se fuera al rio Tanais y al Rodano y al
          Po, y al Nilo, Indus, Eufrates, Danubio
          y Xordan no le mataran todos estos rios
          vn punto insensible de su ardiente sed,
          y ansi desesperado de hallar aguas se
          boluio a zapuzar en su rio de donde
          salio. Pregunté que pecado auia causado
          tal genero de tormento y respondiome mi
          angel que este auia sido en el mundo
          el mas insaçiable y viçioso vebedor de
          vino que nunca en el vniuerso se vio, y
          que por tanto le[805] atormentauan[806]
          ansi. Dende a poco açerto a salir a la
          ribera, otra alma, y vna serpiente[807]
          pequeña llamada seps le picó en la
          pantorrilla, y avnque en picando saltó
          afuera, luego se le abrio en torno de la
          picadura vna boca que mostraua el hueso
          por donde auia sido la mordedura, todo
          nadando en podre, y ansi se le resoluio
          y derritio la pantorrilla, morçillos y
          muslos destilando del vientre vna podre
          negra, y reuentole la tela en que el
          vientre y entestinos estan y cayeron con
          las entrañas. En fin las ataduras da
          los neruios y contextura de los huesos
          y el arca del pecho, y todo lo que está
          ascondido en derredor de las vitales
          partes, y toda la compostura del hombre
          fue abierta con[808] aquella peste; y
          todo lo que hay natural en el honbre se
          dexaua bien ver, que no pareçia sino vna
          muerte pintada; sino que miramos que
          con estar todo deshecho y conuertido en
          podre nunca acabó de morir, pero ansi
          fue tomado ante nosotros por vn demonio
          y fue arroxado por los ayres en Fleton.
          Esta me dixo mi angel que era el alma de
          vna dueña muy delicada y regalada que
          con vnturas curiosas y odoriferas curaua
          su cuerpo y adelgaçaua sus cueros, y que
          con semejantes tormentos son fatigados
          los que en tales exerçiçios se ocupan
          en el mundo para satisfazer la laçiuia
          de su carne. Desde ay a poco salio del
          rio otra alma que como escapada de vna
          prision o tormento muy brauo yua por el
          campo huyendo pensando poderse librar, y
          acaso le picó vna sierpe llamada pester
          y al momento paró y se le ençendió el
          rostro como fuego y se començó toda a
          inchar que en breue tiempo vino a estar
          tan redonda qne ningun miembro mostraua
          su forma ni façion, sino toda ella se
          hizo redonda como vna pelota y mucho
          mayor de estatura que ella vino alli,
          y por cima desta inchaçon por todas
          partes le salian vnas gotas de sudor
          de vna espuma dañada que la ponzoña le
          hacia votar, y ella estaua allá dentro
          zabullida en su cuerpo que le tenia
          dentro del pellejo abscondida como a
          caracol, y estaua dentro en sí heruiendo
          como vna olla de agua puesta a vn gran
          fuego; ansi la heruia aquella ençendida
          ponçoña dentro en las entrañas, hasta que
          subiendo en demasia la creçiente de la
          hinchaçon, dando un gran sonido a manera
          de trueno reuentó, saliendole aquella
          pestelençial podre por muchas partes con
          tan fuerte hidiondez que por ninguna
          via se podia sufrir; y luego llegó vn
          demonio atormentador que la cogio por una
          pierna y la boluio por el ayre arrojar
          en el medio del rio. Esta nos dixo aquel
          demonio ser el alma de vn muy inchado y
          soberuio juez que con tirania trauajaua
          tropellar a todos en el mundo sin hazer a
          alguno justizia, pero a todos hazia[809]
          agrauio y sin razon. A otra alma que
          yua huyendo del fuego y prision mordio
          vna serpiente llamada hemorrois en vn
          braço y luego subitamente saltó dél al
          suelo y quedó toda el alma acreuillada
          de agujeros pequeños y muy juntos por
          los quales la ponçoña les salia enbuelta
          en sangre; de manera que por todos los
          poros le manaua con gran continuaçion y
          las lagrimas que por los ojos le salia
          era de aquella emponçoñada de sangre; y
          por las narizes y boca le salia vn grande
          arroyo sin nunca çesar. Todas las venas
          se abrieron y subitamente se desangró, y
          con gemidos muy doloridos pareçia morir
          sin poder acabar; y ansi tomandola vn
          demonio sobre sus espaldas se lançó al
          fuego con él. Esta era vn alma de vn
          medico que en el mundo con gran descuydo
          sin estudio ni consideraçion vsaua de
          la mediçina por solo adquirir honrra y
          riquezas con peligro de los que a sus
          manos venian; _prinçipalmente vsaua de la
          sangria con peligro de los paçientes sin
          miramiento alguno_. Luego fue mordida por
          vna serpiente llamada aspide vna alma de
          vn soliçito cambiador despierto y vibo
          para atesorar, la qual en siendo mordida
          se adormeçio de vn sueño mortal[810] y
          luego cayo en el suelo. Aun le pareçia
          a la desuenturada alma auer açertado
          en alguna suerte que la pudiesse dar
          algun momento de descanso, pues el
          punto que dormiesse podria no sentir,
          y ansi no padeçer; y avn juzgamos que
          le era buen trueque, pues no auiendo
          dormido con sosiego en el mundo por
          adquerir riquezas venia a dormir aqui.
          Pero engañose; porque llegó a ella vn
          demonio atormentador que a su pesar la
          despertó, porque tanto quanto más el
          veneno del aspide la adormeçia el demonio
          la despertaua con vn agudo[811] aguijon
          de tres puntas de azero. En esto padeçio
          la desuenturada alma por gran pieza el
          más cruel y desgraçiado tormento que con
          ninguna lengua humana se puede encareçer;
          porque con ningun genero de muerte ni
          tormento se puede comparar. Estando pues
          mirando esta tragedia cruel llegó al rio
          vna gran multitud de almas que querian
          pasar, las quales todas venian hermosas,
          agraçiadas y bien dispuestas al pareçer,
          y miré que cada vna dellas lleuaua vn
          ramillete en la mano quál de enzina, quál
          de castaño, roble y çipres; yo pregunté
          a mi angel qué compañia era aquella de
          almas que estauan alli, porque me pareçio
          ser para el infierno de demasiado solaz.
          El me respondio, que todas eran almas de
          mançebas de clerigos; yo le pregunté,
          ¿ques qué significan aquellos ramilletes
          que lleuan en las manos, pues en ellas
          no denotan la virginidad?; y él me
          respondio que desde la primitiua iglesia
          auian sido las mançebas de los abbades
          mulas del diablo para acarrear leña para
          atizar el fuego del infierno; y que por
          ser entonçes pocas avnque trayan grandes
          cargas no lo podian abastar, y agora les
          mandauan que lleuasse cada vna vn solo
          ramillete con el qual por ser tantas
          bastauan proueer con gran ventaja lo que
          antes no se podia con mucho basteçer;
          y ansi las arrebataron sus demonios
          atormentadores y las metieron en el rio
          Flegeton. En fin, mi angel me tomó por
          vn braço y façilmente me pasó de la otra
          parte de la ribera, y plugo a Dios que
          avnque era gran distançia fue sin alguna
          lision; y çierto el mi angel acerto a me
          passar sin me lo dezir, porque presumo de
          mi que no quisiera passar allá. Porque
          segun lo que vimos antes que passassemos
          pareçiome que no me atreuiera a passar;
          pero el mi angel lo hizo bien. Pusome en
          vn gran campo. ¡O dios inmortal! ¿que te
          diré? ¿Por donde començaré? ¿Que vi? ¿Que
          senti? Mi angel ¿que me mostró? ¿Duermes
          acaso, Miçilo? Agora te ruego me prestes
          _tú_ atençion.

          MIÇILO.--¡Oh gallo! quán engañado estás
          conmigo pues me preguntas si duermo.
          Cosas me cuentas que aun con ser picado
          del aspide vn puro flematico no podria
          dormir. Despierto estoy y con gran
          atençión. Porque es tan grande el espanto
          y miedo que me han metido en el cuerpo
          esas visiones, sierpes, demonios, penas,
          tormentos que viste alli que si me
          viesses abrias de mí piedad. Enheriçados
          los cabellos, fria toda la sangre, sin
          pulso y sin pestañear. En fin, estoy tal
          que de temor he çesado del trabajo; por
          tanto dy, que ansi te quiero oyr.

          GALLO.--Porque ya casi viene la mañana
          oye, que solo proporne lo que adelante
          oyras. Pareçiome como en aquel gran
          campo me apeé vn poderoso y estendido
          real, qual me acuerdo auerle visto por
          Xerses Rey de persas en la segunda
          expediçion que hizo contra athenienses
          despues de muerto su padre Dario. En el
          qual exerçito juntó vn millon y çien
          mil hombres. En aquel dia que Xerxes se
          subio en vna alta montaña por ver su
          exerçito que estaua por vn gran llano
          tendido por chozas, ramadas, tiendas y
          pabellones, que a vna parte auia fuegos,
          a otra humos, a otra comian y bebian los
          honbres, y a otra se matauan. En fin,
          espantado el mesmo Xerxes de ver tanta
          multitud lloró considerando que dentro
          de çien años ninguno auia de quedar de
          aquella multitud. Ansi me pareçió Miçilo,
          ser aquel campo del infierno, donde auia
          vna inimaginable distançia, en la qual
          vagaua inumerable cantidad de demonios
          y almas. Auia vn ruydo, vna grita, vna
          confusion que no sé a qué te la pueda
          comparar, porque en el mundo nunca tal se
          vio. Auia llamas, fuegos, humos, golpes
          de espada, de segures y hachas. Sonido
          de grillos y cadenas, lagrimas, lloros y
          bozes. ¡O Dios inmortal! quando aqui me
          ví, no sé con qué palabras te lo pueda
          encareçer; ¡tanta era la confusion y
          espanto! En fin no me osaua soltar vn
          momento de la mano del my angel, porque
          del mesmo suelo que ollaua tenia temor.
          Auia horcas de diuersas maneras en que
          estauan almas, vnas colgadas por los
          pies, otras por la cabeça, otras por
          medio del cuerpo, otras por los cabellos.
          Auia hoyas muy hondas llenas de culebras,
          sierpes, lagartos, sapos, alacranes,
          aspides y otros animales ponzoñosos,
          donde los demonios echauan grandes
          cantidades de almas. Otros nadauan por
          rios y lagunas de pez, azufre y resina,
          ardiendo sin se hundir ni nunca poder
          llegar a la orilla; y en otras lagunas de
          fuego eran echadas otras que en cayendo
          se hundian sin más las poder ver; lo qual
          prouenia de la grauedad de los pecados
          de parte de sus çircunstançias. En otros
          lugares se dauan tormentos muy crueles de
          agua de toca, de garrote y de cordel, y a
          otras atormentauan leuantandolas atadas
          por las muñecas atras y subidas con
          fuertes cordeles por carrillos y poleas
          en lo alto, colgadas vnas grandes pessas
          de hierro de los pies, y soltandolas
          con furia venian a caer sin llegar al
          suelo. De manera que aquel gran pesso
          las descoyuntaua todos los miembros
          con grandissimo dolor. A otras hazian
          cabalgar en cauallos de arambre, que
          en lo huero del cuerpo estauan llenos
          de fuego que los abrasaua hasta las
          entrañas, que los hazian renegar de sus
          padres, y del[812] dia en que naçieron
          y fueron engendrados[813]. Estauan
          infinitas almas de mugeres bagabundas
          luxuriosas y viçiosas, atadas a vnos
          palos y troços de arboles y açotadas
          por demonios _con pulpos, anguillas y
          culebras_, abiertas a açotes hasta las
          entrañas, gimiendo miserablemente[814];
          almas de rufianes, ladrones y soldados
          atados por los pies a fieros cauallos,
          potros y yeguas sin rienda ninguna eran
          lleuadas arrastrando con gran furia por
          montañas y sierras de grandes pedregales
          y aspereças. A las almas de los blasfemos
          renegadores sacauan las lenguas por el
          colodrillo y luego alli delante dellos
          se las picauan en vnos taxones con vnas
          agudas segures y ansi se las hazian
          comer y que las maxcassen y comiessen
          moliendolas entre sus dientes con graue
          dolor. Las almas de los vanos lisonjeros
          de prinçipes y señores, y de truhanes
          y chocarreros las trayan los demonios
          gran pieza por el ayre jugando con ellos
          a la pelota sin dexarlas sosegar vn
          momento, y despues las arrojauan en lo
          más hondo de aquellas ardientes lagunas.
          Estaua tan admirado de uer la[815]
          espantosa tragedia y miseria infernal
          que casi andaua fuera de mi, y ansi con
          vn descuydo notable, que de mí mesmo no
          tenia acuerdo ni atençion, me senté en vn
          trozo de vn arbol seco y chamuscado que
          estaua alli, y ansi como descargué mis
          miembros como hombre algo cansado gimio
          el madero mostrando que por mi causa auia
          reçebido afliçion y dixo: tente sobre tí,
          que harta miseria tengo yo; y como lo oy
          espeluçaronseme los cabellos quedando
          robado del calor natural, temiendo que
          algun demonio subitamente me queria
          sorber, y ansi apartandome afuera por me
          purgar de alguna culpa si en mi huuiesse
          le dixe: diosa, o deydad infernal, quien
          quiera que tú seas perdona mi ignorançia,
          que por poco auiso he faltado a tu
          deuida veneraçion. Dime, yo te suplico,
          quién seas, que con digna penitençia
          te satisfaré; y si eres alma miserable
          hablame con seguridad, que yo no soy
          furia que a tu miseria deseo añadir; y
          ella dando vn gemido de lo intimo del
          coraçon dixo: yo soy el alma de Rosicler
          de Syria, la más infeliz y malhadada
          donzella que nunca en el mundo fue, pues
          por amar a quien me engendró me fue a
          mi mesma tan cruel que peno aqui con
          açerrimo dolor para siempre jamas. Mi
          angel la importunó nos dixesse la pena
          que padeçia alli, y ella con gran fatiga
          prosiguio. Y porque el dia es ya venido,
          en el canto y mañana que se sigue oyras
          lo demas.


          _Fin del deçimo quinto canto del gallo._


                               NOTAS:

[788] G., canto del gallo.

[789] R. (_Tachado_). Siguesse el deçimo quinto canto del sueño o gallo
de Luçiano, famoso orador griego. Contrahecho en el castellano por el
mesmo auctor.

[790] G., oy la.

[791] G., aqui.

[792] R. (_Tachado_) hondo.

[793] G., condenados.

[794] G., entendiamos grandes blasfemias de.

[795] R. (_Nota Marginal_). Augustinus _Contra Faustum herecticum_,
lib. 22, cap. 74.

[796] G., no auia razon.

[797] Este parrafo se halla tachado en el manuscrito y de tal manera
que nos ha costado sumo trabajo el leerlo.

[798] G., y que.

[799] Este párrafo está escrito al margen del anterior.

[800] G., aunque avn estauamos.

[801] Siguen tres ó cuatro palabras tachadas é ilegibles.

[802] G., en el infierno los.

[803] G., que passo el pecador su ley.

[804] G., sierpes.

[805] G., se.

[806] G., atormentaua.

[807] G., sierpe.

[808] G., de.

[809] G., tropellaua haziendoles.

[810] G., profundo sueño.

[811] G., cruel.

[812] G., maldiziendolos juntamente con el.

[813] G., en que fueron engendrados y naçidos.

[814] G., hasta abrirles las entrañas gimiendo miseramente.

[815] G., tan.




                         ARGUMENTO
              DEL DEÇIMO SEXTO CANTO DEL GALLO

          En el deçimo sexto canto que se sigue el
            auctor en Rosicler hija del Rey de Siria
            descriue la feroçidad con que vna muger
            acomete qualquiera cosa que le venga al
            pensamiento si es lisiada de vn lasçiuo
            interes, y concluye con el deçendimiento
            del infierno imitando a Luçiano en los
            libros que de varios dialogos intituló.


          GALLO.--¿Qué has, Miçilo, que tales vozes
          das? Despierta y sosiega tu coraçon, que
          pareçe que estás alterado.

          MIÇILO.--¡O gallo! en quanta congoja y
          afliçion me vi, y de quanta misericordia
          has vsado comigo en me despertar; porque
          soñaua que era lleuado por todos esos
          lugares espantosos de penas y tormentos
          que propusiste en el canto de ayer, y
          soñaua que por la gran actiuidad y fuerça
          que tiene aquel açerrimo y espantoso
          calor con que abrasa el fuego infernal
          era imposible entrar alli alguno sin se
          contaminar, ahumar, chamuscar o quemar;
          y ansi en sueño me vi en vn gran campo
          tan rodeado de llama que el resuelgo me
          faltaua, que por vn momento que tardaras
          se me acabara el vibir.

          GALLO.--Pues oye agora y verás quanta
          differençia ay de verlo a soñarlo; como
          de lo fingido, sonbra a lo verdadero
          y real; verás con quanta façilidad se
          ofende Dios mientras viben los malos
          aqui, y con quanto rigor se satisfaze la
          suma justiçia despues. Verás la maliçia
          humana quan en el estremo se colocó en
          el sexo femenil, y los homiçianos y
          inçestuosos en el rigor que van a pagar;
          y venidos pues donde dexamos el canto
          de ayer, si bien me acuerdo te dixe que
          por inportunidad de mi angel proponia
          Rosicler la pena que padeçia alli, y
          ansi la desdichada nos dixo: Sabreis que
          este es el lugar donde son atormentadas
          las almas miserables de los auarientos
          vsureros, cambiadores, renoueros,
          negoçiadores, que a tuerto y a derecho no
          hazen sino llegar gran suma de dineros
          para satisfazer su insaçiable cobdiçia, y
          cada dia son traydas aqui estas y otras
          muchas almas de otros diuersos generos de
          pecadores, las quales con gran tormento
          son aqui picadas tan menudas como sal con
          vnas hachas y segures sobre mi cuerpo
          como sobre vn taxon. Bien puedes[816]
          pensar el dolor que me hazen cada vez que
          hieren sobre mi. Dinos agora la causa
          de tu[817] mal, dixe yo; porque segun
          he oydo dezir, descansan los afligidos
          dando parte a otros de su passion;
          prinçipalmente si presumen que en alguna
          manera los que oyen[818] sienten su mal.
          Respondiome la desuenturada alma: ¡Ay!
          que a las infernales almas es al reues,
          porque despues que entramos aqui, cada
          momento se nos ofreçe a la memoria, la
          culpa y causa de nuestra infeliçidad
          con que nos atormenta más Dios. Pero
          por os complazer yo os lo quiero dezir
          avnque augmenta las llagas y renueuase
          el dolor recontando la causa del mal.
          Pero el mal no se puede augmentar a quien
          tiene el supremo que se puede padeçer,
          como yo. Pues sabed que yo fue hija de
          Narçiso, rey de Damasco y de toda la
          Syria, prinçipalmente de aquella prospera
          y deleytosa prouinçia decapolitana,
          que ansi se llama por las diez ricas
          ciudades y antiquissimas que en ella
          ay. Damasco, Philadelphea, Scitoplis,
          Gadara, Hypodron, Pella, Galasa, Gamala
          y Jope; yo era por marauilla en el
          estremo hermosa donzella y deseada de
          todos los poderosos prinçipes del mundo
          y a todos los menospreçié porque mis
          tristes hados lo permitiendo y mi infeliz
          suerte lo ayudando fue presa de amores
          de Narçiso mi padre, que en hermosura y
          dispusiçion no auia en el mundo varon
          de su par, y por serle yo vnica hija y
          heredera me amaua más que a si de amor
          paterno. Pero por mi desuenturada suerte
          todos quantos plazeres y regalos me
          hazia era para en daño y miseria mia,
          porque todos redundauan en augmento de
          mi maliçia. Agora os quiero contar hasta
          dónde llegó mi mal[819]. Sabreis que
          por tener yo fama de tan agraçiada[820]
          donzella vino a la corte de mi padre
          vn graçioso y valiente cauallero hijo
          del Rey de Scoçia con voluntad de se
          casar comigo si lo tuuiesse yo por bien,
          y trabajar por su esfuerço y buenos
          hechos mereçerme la voluntad. El qual
          como me vio fue de nueuas y fuertes
          cadenas preso, y ençendido de nueuo amor
          de mí, por lo qual procuró con todas
          sus fuerças por mí seruir y agradar
          exerçitandose en señalados hechos en las
          armas; y ansi mi padre por ennobleçer
          su corte y exerçitar su caualleria a la
          contina tenia justas y torneos echando
          vando por todas las tierras del mundo
          que viniessen los caualleros andantes
          y de nombradia a verse en las armas
          lo que valia cada qual, y como Dares
          (que ansi se llamaua el prinçipe de
          Scoçia) me seruia y pretendia ganarme
          por sus señalados hechos a la contina se
          auentajaua a todos quantos a la corte y
          fiestas venian, dando mucha honrra a mi
          padre y enobleçiendole y afamandole su
          casa por el mucho valor de su persona.
          De manera que demas de estar contento mi
          padre de Dares, demas de ser hijo del
          rey de Scoçia, por sus grandes hechos
          y ardid en las armas deseaua que yo le
          quisiesse por marido y que fuesse comigo
          su suçesor. Pero como yo tenía puesto mi
          coraçon tan asentado en Narçiso mi padre,
          los hechos de Dares y su gentileza, ni
          ser hijo de Rey no me mouia la voluntad
          a le estimar, más[821] me era ocasion de
          aborreçerle con coraje deseando que en
          las justas y torneos le suçediesse peor;
          y ansi muchas vezes le eché quadrillas
          de caualleros y puestos doblados que le
          acometiessen con furia para le auer de
          matar, y buenauentura, ardid y esfuerço
          hazia sobrepujar a todos en armas y
          valentia, de manera que a la contina
          salia de la contienda _vitorioso_ y
          vençedor; y en todo esto reçebia mi padre
          infinito pessar por verme tan desgraçiada
          y tan desabrida con Dares, trabajando
          con palabras de me le encomendar cada
          y quando se ofreçia la oportunidad en
          sala ante caualleros quando se razonaua
          del suçeso del torneo, o justa de aquel
          dia; y yo tenía tan situado mi amor en
          mi padre en tanta manera que quando me
          persuadia con palabras que faboreçiesse a
          Dares me atrauesaua[822] cruelmente las
          entrañas con mortal rauia, pensando que
          procuraua echarme a otro por aborreçerme
          él, y teniame por desdichada y indigna
          de su amor, pues a quien tanto le amaua
          mostraua tan cruel estremo de ingratitud;
          y ansi vn dia entre otros muchos conçebí
          en mi pecho tanta desesperaçion que
          sospirando con gran ansia de lo profundo
          del alma me fue[823] de la sala de la
          presençia de mi padre determinada de me
          matar, y çiertamente lo hiziera sino que
          mi padre sintiendome alterada se fue tras
          mí _a mi_ aposento y mostrando de mí gran
          pessar me mandó echar en vna cama donde
          con bessos muy dulçes por entonçes me
          dexó algo sosegado el coraçon; y Dares
          con liçençia de mi padre y fabor suyo
          mostraua quanto podia amarme y tenerme en
          lo intimo de sus entrañas soliçitandome
          a la contina con los ojos, sospiros,
          alma y muestras que él más podia, y con
          sus cartas y criados manifestaua lo que
          dentro el alma sentia; y quanto más él
          lo publicaua tanto yo más le daua a
          entender el aborreçimiento y odio que le
          tenía, y él por me conuençer trabajaua
          a la contina mucho más, haziendo a mi
          padre muchos seruiçios de gran afrenta
          y peligro, porque con el exerçito de mi
          padre dentro de vn año ganó a Syliçia y a
          Caria y a Pamphilia, Tarso y Comagena y
          me lo dio todo _a mi_ añadiendo _lo_ al
          estado y señorio de mi padre. Pero todo
          esto le aprouechó poco, porque pidiendome
          a mi padre que me diesse por su muger
          le respondio que sabria mi voluntad, y
          como mi padre me hablasse le respondí
          con muchas lagrimas, que no me queria
          casar, y que si él me forçaua como padre
          le asseguraua que otro dia veria el fin
          de mi vida; y como mi padre le declaró
          mi voluntad a Dares se le encaxó en
          el pensamiento que mi padre no tenía
          voluntad de darmele por su muger, porque
          tenía por çierto serle yo tan obediente
          hija que si él me lo mandasse lo haria, y
          ansi sin más esperar se despidio jurando
          con gran solenidad de se satisfazer con
          gran pessar y verguença de mi padre, y
          ansi se fue en Scoçia y dentro de breue
          tiempo truxo gran exerçito sobre la
          çiudad de Damasco y region decapolitana
          y en tanta manera nos conquistó que
          dexandole todo el reyno nos fue forçado
          recogernos en la çiudad de Jope que sola
          nos auia de todo el señorio dexado. Aqui
          nos puso en tanto aprieto y neçesidad que
          no teniamos ya qué comer, ni esperança de
          salud, y yo siempre pertinaz en el odio
          y aborreçimiento que dél auia conçebido,
          y mi padre llorando a la contina mi
          obstinaçion y mal destino; como el amor
          paterno le constreñia padeçia por no me
          contradezir, y por verle que lloraua cada
          dia con gran afliçion[824] su miseria y
          abatimiento me derroqué en vna peruersa y
          obstinada determinaçion: asegurar a Dares
          en su real y cortarle la cabeça; y ansi
          trabajé sosegar a mi padre con palabras
          diziendo que yo le queria hazer plazer
          y salir a Dares al real y darmele por
          muger, y si me menospreçiasse ofreçermele
          por su sierua, o mançeba amiga; y ansi
          venida la noche adorné mi cuerpo y rostro
          de los más preçiosos paños y joyas que
          tenía, y con vna sola criada de quien me
          confié me fue al real de Dares, y como
          llegué a las guardas y me conoçieron me
          reçibieron con gran reuerençia y con
          presteça lo hizieron saber a su señor
          teniendo por muy çierto que seria muy
          alegre con tales nueuas. Porque desta
          conquista no pretendia alcançar otra
          empresa ni interes más que _auerme por
          muger_ a mi, porque estaua a esta causa
          el más afligido que nunca en el mundo
          se vio; y como Dares supo que yo venia
          a él al real[825] se leuantó muy presto
          de vna silla donde estaua razonando
          con sus capitanes y prinçipales de su
          exerçito y me salio a reçebir a la puerta
          de su tienda y pabellon acompañado de
          todos aquellos varones que estauan
          con él y como a mí llegó me dixo: ¿De
          manera señora que por fuerça[826] has de
          tener piedad? ya yo no te la deuo: y yo
          respondi: pues yo te la vengo a demandar
          contra la dureça y obstinaçion de mi
          padre: porque sabiendo que ya no tenemos
          en quién esperar, ya que él por ser
          viejo tiene aborreçida la vida quierola
          gozar yo. Que esto por mi voluntad ya
          fuera muchos dias ha hecho, sino que las
          donzellas tenemos obligaçion a obedeçer.
          Entonçes todos aquellos caualleros y
          prinçipes que alli estauan como me vieron
          se espantaron de mi hermosura, juzgando
          por dichoso a Dares si de tal donzella
          era poseedor, y dezian entre si que a
          qualquiera peligro se podian los honbres
          arriscar por me auer, y con esto se
          boluian a mi diziendo: cuerdamente has
          hecho, señora, pues ansi has comprado la
          vida con tu venida, porque agora no te
          puede negar su fabor el nuestro prinçipe;
          y con esto rendido Dares de mi beldad
          me lançó en sus retretes y _secretas_
          estancias donde se confirmó en su fe con
          palabras que descubrian su afiçion. Pues
          con esperança que tenía que esta noche
          tomara la posession y gozo de su tan
          deseado bien mandó aparejar sus preçiados
          estrados y mandó disponer con mucha
          abundançia el comer y beber con que[827]
          hizo vn sumptuoso conbite aquella noche a
          todos aquellos sus prinçipes y capitanes.
          De manera que con aquel regoçijo que
          todos tenían bebieron demasiado, y
          tambien por çierta confeçion que yo
          lleuaua que con la bebida la mezclé se
          desbarató que se dormia en tanta manera
          que de sueño no se podia contener; y ansi
          mandó que se fuessen todos a su sosiego
          y nos dexassen solos sin pensamiento de
          más guerra, pues ya se le auia la fuerça
          y homenaje rendido; y ansi como yo le
          senti tan _vencido y_ fuera de su juizio
          _por el effecto del vino_, y tan confiado
          de mí, ayudada de mi donzella (_que
          solas auiamos quedado con él_) le tomé
          su espada _de la çinta_ y le corté _con
          ella_ la cabeça; y como era el primer
          sueño en todos los del real, todas las
          guardas estauan dormidas y sin cuydado
          por auer todos comunicado aquella noche
          el vino en abundançia. Ansi lançando la
          cabeça de Dares en vna caxa que alli
          hallamos dexando el vaso que dentro
          tenía, que era el en que agoraua Dares,
          nos salimos por medio del real sin que de
          ninguno fuessemos sentidas y nos fuemos
          para la nuestra çiudad de Jope. Donde
          siendo reçebida de mi padre y haziendole
          saber mi atreuimiento le pessó, y por ser
          ya hecho se proueyo a lo que se deuia de
          hazer. Que luego se mandó poner a punto
          toda la gente de la çiudad y fue puesta
          al muro la cabeça de Dares en vna lança,
          y luego como amaneçio se dio con furia en
          el real, que todos dormian sin cuydado
          pensando que por mí estauan hechas pazes
          perpetuas, y ansi en breue tiempo fueron
          todos los capitanes y prinçipales del
          exerçito puestos a cuchillo, y la otra
          gente que desperto procuró con huyda
          ponerse en saluo. Pues como mi padre
          tubo destruydos sus enemigos y cobrado
          su reyno quiso se aconsejar comigo qué
          debria de hazer, y como yo desdichada
          tenía determinada mi maliçia y a la
          contina creçia en mi peruersa obstinaçion
          sacauale de qualquiera determinaçion
          que conçibiesse de me casar, teniendo
          esperança de effectuar con él mi
          inçestuosa voluntad, y ya no dando lugar
          a más dilaçion me determiné vna noche en
          el mayor silençio, estando mi padre en su
          lecho sosegado y dormido, aseguradas las
          guardas de su persona que le entraua a
          visitar como hija a su padre, entré a su
          lecho pensando lançarme en él, confiada
          que quando despertando me hallasse con él
          abraçada holgaria con mi conuersaçion,
          y ansi como junto a su cama me despojé
          de todos mis paños, como començe a
          andar con la ropa de la cama para me
          lançar desperto con furia y sospechando
          estar en poder de sus enemigos tomó su
          espada y antes que yo tuuiesse lugar de
          manifestarmele me hirio tan fieramente
          que me sacó la vida, y ansi en pena
          del effectuado homiçidio y del deseado
          inçesto fue trayda aqui donde padezco la
          pena que aueis oydo para siempre jamas.
          Quando acabó Rosicler su tragedia yo
          quedé marauillado de ver tan hazañosos
          acometimientos en pecho femenil; y luego
          vimos llegar gran compaña de demonios
          que trayan muchas almas atormentar
          en aquel taxon, y preguntando qué
          almas eran respondieron ser Luthero,
          Zuinglio, Osiander, Regio, Bulzero,
          Rotenaclzer, Oecolampadio, Phelipe
          Melampto, heresiarcas en Alemania, con
          otra gran compaña de sus secaçes. Los
          quales fueron tomados por los demonios y
          puestos sobre Rosicler, y con vnas hachas
          y segures los picaron alli tan menudos
          como sal, y ellos siempre doliendose
          y gimiendo entre sí; y despues de muy
          picados y molidos los echauan en vnas
          gran calderas de pez, azufre y resina que
          con gran furia heruia[828] en grandes
          fuegos, y alli se tornauan a juntar con
          aquel cocimiento y asomauan por çima las
          cabeças con gran dolor forçando a salir,
          y los demonios tenian en las manos vnas
          vallestas de garrucho y asestando a los
          herir al soltar se zapuzauan en la pez
          _feruiente_, y algunos heridos con graue
          dolor se quexauan y tornauan a salir con
          las saetas lançadas por el rostro, y los
          demonios los tornauan otra y otra vez
          a herir, y algunos salian que de nueuo
          boluian al tormento en diuersas otras
          maneras, y ansi se procedia con ellos
          para siempre sin fin.

          MIÇILO.--Agora, gallo, muy marauillado
          estoy de ver como se despedaçauan estas
          almas, pues los cuerpos que podian ser
          despedaçados estauan sepultados en
          Alemaña y las almas solas alli.

          GALLO.--Pues ese es mayor género de
          tormento: que el alma en el infierno
          padezca sola los mesmos tormentos que el
          cuerpo pueda padeçer, lo qual ordena y
          haze la justiçia de Dios para su mayor
          puniçion. Pasando adelante por estos
          espantosos y sombrios campos vimos
          infinitas estançias de diuersos tormentos
          de pontifiçes, cardenales, patriarcas,
          arçobispos, obispos, perlados, curas y
          rectores eclesiásticos que auian passado
          en el mundo las vidas en herror y
          deleyte. En otros miserables y apartados
          lugares auia gemidos y lloros de reyes,
          prinçipes y señores _injustos y tiranos_;
          vnos asados en parrillas, otros en
          asadores y otros cruelmente despedaçados.
          Aqui vimos a aquel desasosegado
          aleman[829] Juan, Duque de Saxonia,
          enemigo de la paz, en contina guerra
          y contienda, y llegueme a él y dixele
          (por que allá en el infierno no se tiene
          respecto a ninguno.) ¡O cristianissimo!
          ¿acá estás? El me respondio _con vn gran
          sospiro_; como lo ves, ¿Menipo? yo me
          marauillo, porque cristiano quiere dezir
          el que sigue a Cristo; y cristianissimo,
          el que más le sigue de todos. Pues si el
          que más sigue a Cristo está acá, ¿quanto
          más el que le siguiere[830] como quiera?
          y él sospirando me respondio. Y yo le
          dixe: O Menipo que allá en el mundo
          compranse los buenos nombres y titulos
          por dinero, y despues poseense con gran
          falsedad. Pluguiera a Dios que yo fuera
          el más pobre hombre del mundo, y que por
          algun infortunio yo perdiera todo mi
          reyno y forçado viniera a mendigar, antes
          que venir aqui. Luego adelante vi aquel
          mi grande amigo Calidemes griego, el
          qual como llegué le dixe. ¿Acá estás tu
          tanbien, Callidemes? y él me respondió:
          si, Menipo como ves; y yo le dixe: dime
          por mi amor quál fue la causa de tu
          muerte; y él luego me començó a dezir: ya
          sabes, Menipo, que yo tenia gran amistad
          y conuersacion con aquel gran rico
          Theodoro natural de Corintho, al qual
          serui y obedeçi porque como él era viejo
          y rico, y sin heredero auia prometido
          dexarme por suçesor, y como en vna
          enfermedad hizo testamento deseaua que
          se muriesse: pero vino a conualeçer, de
          lo que me pessó, y asi conçerteme con el
          paje que nos daua a beber que le echasse
          en el vaso de su bebida vn veneno que le
          di: y _mandele_ que se lo[831] diesse á
          beber quando lo demandasse prometiendole
          hazerle heredero juntamente comigo; y vn
          dia que comimos de vanquete y festiuidad
          como demandó á beber Theodoro y dixo que
          me diessen luego a mí, suçedio que tomó
          el paje por hierro el vaso mío con que
          yo auia de beber y diosele al viejo y
          a mí diome que bebiesse el que estaua
          aparejado con veneno para el viejo, y
          luego como yo le bebi, porque con la sed
          bebi las hezes del suelo no pensando que
          el moço se podia engañar, y yo luego
          cay en el suelo muerto, y el viejo bibe
          agora muy alegre; y como yo le oya este
          aconteçimiento reyme del suçeso como
          hazes agora tú. De lo qual Calidemes se
          afrontó y me dixo. ¿Ansi ries y vurlas
          del amigo, Menipo? yo le respondí ¡O
          Calidemes! ¿y ese aconteçimiento es para
          no reyr? ¿Pudose nunca a hombre dar pago
          tan justo como se dio a tí? Pero dime, el
          viejo Theodoro ¿qué dixo cuando te vio
          caer? El me respondio: marauillose quando
          ansi subito me vio morir, pero quando
          del paje supo el caso de hierro del
          vaso, tambien el se rió; yo le dixe: por
          çierto bien hizo, porque si aguardaras vn
          poco, ello se viniera a hazer conforme
          a tu deseo, y ansi pensando auentajarte
          atajastes el vibir y heredar. Y estando
          en esto luego llegó a hablarme Chyron, mi
          grande amigo, aquel que fue tenido por
          medio dios por su gran saber. Al qual
          en llegando le abraçé marauillandome,
          porque pense que le dexaua vibo acá,
          y él me dixo: ¿de qué te marauillas,
          Menipo? yo le dixe: de verte tan presto
          acá, que no pense que eras muerto. Dime
          Chiron ¿cómo fue tan subita tu muerte?
          y él me respondio: yo me maté porque
          tenia aborreçida la vida. Dixele: mucho
          deseo tengo de saber qué mal hallaste en
          la vida pues solo tú aborreçes lo que
          todos aman y grangean, y él me respondio:
          pues esto has de saber, Menipo, que
          avnque todo el popular vulgo tenga la
          vida del mundo por muy buena yo no la
          tengo simplemente por tal, mas antes la
          tengo por variable y de mucha miseria.
          Porque como yo tanto vibiesse en el
          mundo vsando tanto tiempo de las mesmas
          cosas, del sol, de la noche, del comer,
          del beber, del dormir, del desnudar,
          del vestir; oyr cada dia las mesmas
          horas del relox por orden reçiproco,
          inportunauan mis orejas en tanta manera
          que ya la aborreçia; y enhastiado de
          tanta frecuençia por hallarme cansado
          me quise acabar pensando venirme acá a
          descansar de tan inconportable trabajo.
          Porque en la verdad yo hallo que el
          deleyte ni descanso no consiste en gozar
          perpetuamente de las mesmas cosas, pero
          conuiene en tiempos vsar de la diuersidad
          y mudança dellas; yo le repliqué[832]
          pues dime ¡o sabio Chiron, ¿sientes te
          mejorado en esta vida que tienes en
          el infierno? El me respondio: avnque
          no mejore[833] no me tengo por muy
          agrauiado, Menipo, porque si acá reçibe
          tormento y pena el alma no me era menor
          tormento la importunidad que me daua
          el cuerpo por la necesidad que tenía
          de regalarle y sobrellenarle allá, y
          esta ventaja ay acá: la igualdad en que
          vibimos todos. Porque no ay pena a que
          se iguale la obligaçion que se tiene
          en el mundo a tenerse respecto entre
          sí los hombres. A los parientes, á los
          amigos, a los bezinos, a los perlados,
          a los prinçipes, reyes y señores. En
          conclusión, vniuersalmente vnos a otros.
          Acá siempre estamos en un ser, libertados
          de aquellas pesadumbres de allá. Y yo
          le dixe: mira, Chiron, pues eres sabio
          no te contradigas en lo que vna vez
          dixeres, porque es gran descuydo. Porque
          si tú dizes que dexaste el mundo porque
          te daua hastio vsar a la contina de las
          mesmas cosas, mucho más te enhastiarás
          aqui pues en las mesmas has de estar para
          siempre _jamas_. Respondiome: ansi lo veo
          yo agora por experiençia que me engañé,
          Menipo. Pero ya ¿qué quieres que haga?
          Y como le vi vençido por no le dar más
          miseria con mi importunidad le dixe: solo
          esto quiero, Chiron, que vibas contento
          con la suerte que posees, y en aquello
          prestes paçiençia que sin mayor mal
          euitar no se puede; y ansi desapareçio de
          ante mí aquella alma. Estauan por alli
          religiosos apostatas, falsos prophetas y
          diuinadores, zarlos, questores, y otra
          gran trulla de gente perdida. Estauan
          letrados, abogados, juezes, escribanos y
          offiçiales de audiençias y chançellerias.
          Vimos tanto que no ay juizio que te lo
          baste descreuir en particular. Basta que
          cuanto yo puedo te sé dezir que va tanta
          differençia de lo oyr a lo ver, como de
          la apariençia a la existençia; como de
          lo vibo a lo pintado; como de la sombra
          a lo real. En fin, quiero dezir, que con
          todas las fuerças humanas no se puede
          pintar con la lengua, ni encareçer tanto
          el dolor y miseria que padeçen alli los
          dañados[834] que en cantidad de vna muy
          pequeña hormiga, o grano de mixo se pueda
          sentir por ningun entendimiento quanto
          quiera que tenga la posible atençion.
          Sé dezir, que quando me huuiere mucho
          fatigado por dezir más no abré dicho vna
          minima parte de lo infinito que alli
          ay; y ansi vimos a deshora en vna alta
          roca vn alto y muy fuerte castillo de
          doblado muro que con gran continaçion
          no hazia sino ahumar,[835], donde nos
          dixeron habitar Luzifer, y ansi guiamos
          para allá; no hazian[836] demonios sino
          entrar y salir, que no pareçia sino casa
          de vna chançiller audiencia[837], ó de
          vniuersal contrataçion. Porque era tanta
          la multitud y concurso de demonios y
          almas que con gran dificultad podimos
          romper. Entramos vnas puertas de fino
          diamante a vn gran patio, donde en el
          fin de una gran distançia estaua vn
          gran trono que me pareçio ser edificado
          del fuerte y inuiolable marmol, donde
          estaua sentado Luzifer. Era vn gran
          demonio que en cantidad era muy mayor,
          más terrible, más feo y más espantoso que
          todos los otros sin comparaçion. Tenía
          vn gran çeptro de oro en la mano, y en
          la cabeça vna poderosa corona inperial,
          y todos le tenian gran obediençia. Pero
          tenía muy gruesas cadenas que con muy
          fuertes candados le atauan y amarrauan
          en la fuerça de aquel marmol del teatro
          donde estaua sentado, que mostraua en
          ningun tiempo se poder mouer de alli.
          Dizen que estos candados le echó Cristo
          quando entró aqui por los sanctos
          padres al tiempo de su resurreçion, y
          que entonçes le limitó el poder, porque
          antes de la muerte de Cristo todo el
          vniuerso tenía vsurpado Luzifer y a
          todos los hombres lleuaua al infierno
          para siempre jamas. Puestos alli ante
          el juez infernal auia tanta grita,
          tantas quexas, tantas demandas que no
          sabia a quál oyr: porque es aquel lugar
          natural vibienda de la confusion. Pero
          el Luzifer los mandó callar y dixeron
          unos ançianos: Señor, ya sabeis como
          está éste vuestro infierno muy cargado
          de presos que ya en él no pueden cauer,
          y la mayor fatiga que tenemos es con la
          gran muchedumbre de ricos canbiadores,
          vsureros; mercaderes, merchanes y
          renoueros, trapazeros que acá estan, que
          cada dia emos de atormentar: tanto que
          ya no lo podemos cumplir. Porque no ay
          genero de pecadores de que más vengan
          acá despues que crió Dios el mundo. Que
          ya sabeis que estos no se pueden saluar
          como Cristo lo auctorizó diziendo ser
          tan posible su saluaçion como es posible
          entrar vn camello por el ojo de vn aguja,
          que es harta inposibilidad. De manera
          que por esta sentençia desde que Dios
          crió el mundo hasta agora no viene otra
          gente más comun aca, y principalmente
          como en este caso de los ricos el mundo
          va de peor en peor, de cada dia vernan
          más. Porque agora vemos por experiençia
          que la cobdiçia de los hombres es en el
          mundo de cada dia mayor, y mayor sed por
          enrriquezer. Porque agora se casa vn
          _mançebo_ çiudadano con mil ducados de
          docte, y viste y adorna a su muger con
          todos ellos, y luego toma las mejores
          casas que ay en su pueblo con la meytad
          de çenso por se acreditar, y haziendo
          entender que es rico con aquellas casas
          y familia, moços y mulas luego se haze
          canbiador de ferias, y con esto come y
          juega mejor, y luego no se ha de hallar
          la mercaderia sino en su casa: porque
          fiado, ó mohatrado, o cohechado, o
          relançado él lo ha de tener por tener con
          todos que entender, dar y tomar.

          El ruan, la holanda, el angeo, la
          tapizeria y otras cosas quantas de
          mercaderia son, todas las ha de tener
          como quiera que a su casa puedan venir.
          En fin por negoçiar, por trapazar,
          por trampear todo lo ha de tener con
          cobdiçia que tiene de ser rico y ser
          estimado ante todos los otros. De manera
          que hallareis vn hombre solo que no ay
          mercaderia que no trate con esta sola
          intinçion; y ansi ninguno se escapa que
          no venga acá, y por yr el negoçio en
          esta manera puede venir tienpo que no
          podamos caber en el infierno, ni aya
          demonios que los basten atormentar.
          Porque cada qual quanto quiera que
          sea vilissimo xornalero cavador se
          presume enobleçer[838] con negoçios.
          Porque de cada dia se augmentan las
          vsuras, los cambios, las merchanerias,
          trampas, y engaños, trapazando ferias y
          alargandolas. En fin, señor, es grande su
          cobdiçia, en tanta manera que han hallado
          y inuentado maneras para se condenar que
          nosotros no las podemos entender. Por
          lo qual, señor, deueis suplicar a Dios
          os ensanche el infierno, o enbiadlos al
          mundo a purgar. Como Luzifer huuo[839]
          bien oydo este caso açerca del negoçio
          de los desuenturados ricos, considerando
          bien el hecho como conuenia publicó vna
          sentençia por la qual en effecto mandó
          que todas las almas de los ricos que de
          quatro mil años a esta parte estauan en
          el infierno fuessen lançadas en cuerpos
          de asnos y saliessen al mundo a servir
          a honbres pobres; y luego por esta
          sentençia fueron tomadas por los demonios
          infinito número de almas y lleuadas por
          diuersas prouinçias del mundo. En la
          Asia a los indos, hybernios, hyrcanos,
          batrianos, parthos, carmanios, persas,
          medos, babilones, Armenios, sauromatas,
          masagetas, capadoçes, frigios, lydos,
          syros y arabes. En Africa fueron
          lleuadas a los Egipçios, trogloditas,
          garamantes, etiopes, carthaginenses,
          numidianos[840] y masilienses. Y despues
          en toda la Europa fueron lleuadas a
          los sçithas, traçes, getas, maçedones,
          corinthos, albanos, sclauones, rosios,
          daçes, vngaros, tudescos, germanos,
          anglos, ytalos, galos y hyspanos. Y
          todas aquellas almas fueron lançadas en
          cuerpos de asnos y dadas en possession
          de pauperrissimos aguaderos, azacanes,
          recueros, tragineros y xornaleros
          miserables, los quales todos con muchos
          palos y poco mantenimiento los atormentan
          con graue carga, miseria y dolor; y luego
          como Luzifer huuo despachado este negoçio
          mirando por nosotros quiso proueer en
          nuestra petiçion. La qual leyda la
          bessó y puso sobre su cabeça, y mandó
          a Sathanas ansi la obedeçiesse como le
          era mandado por Dios; y como huuimos
          negoçiado despedimonos del Luzifer, y
          él mandó a Asmodel que era vn demonio
          ançiano y muy gran su pribado y familiar
          que nos sacasse del infierno sin rodeo
          alguno y nos pusiesse en el mundo donde
          residia entonçes el Consejo real. Lo
          qual hizo con gran diligençia, que al
          presente residia en Valladolid. Y vn
          dia de mañana procuramos presentar la
          petiçion en el Consejo de la Inquisiçion
          de su magestad y vista por los del
          Consejo nos respondieron que se veria y
          proueeria lo neçesario y que conueniesse;
          y andando por algunos de aquellos señores
          por hablarlos en sus casas nos dezian
          que era escusado esperar prouision,
          porque hallauan que si quitassen estas
          superfluidades de las sçiençias no se
          podria el mundo conseruar, porque los
          sabios y maestros no ternian que enseñar,
          y por el consiguiente no podrian ganar de
          comer.

          MIÇILO.--_Espantado estoy de ver quanto
          mejor obedeçen los diablos que los
          hombres._

          GALLO.--Y ansi[841] como vimos que yua la
          cosa tan a la larga lo dexamos de seguir,
          y el mi angel como me hubo guiado en toda
          esta xornada me dixo: mira, Menipo, yo he
          hecho este camino por tu contenplacion,
          por quitarte de pena; que bien sabía yo
          en lo que auia de parar. Agora te quiero
          dezir la suma de mi intinçion. Sabe que
          el mejor y más seguro estado de los
          hombres en el mundo es de los ydiotas,
          simples populares que passan la vida con
          prudençia. Por lo qual dexate de oy más
          de gastar tienpo en la vana consideracion
          de las cosas altas y que suben de tu
          entendimiento, y dexa de inquirir con
          especulaçion los fines y prinçipios
          y causas de las cosas. Menospreçia
          y aborreçe estos vanos y cautelosos
          sylogismos que no son otra cosa sino
          vurla y vanidad sin prouecho alguno, como
          lo has visto por esperiençia en esta
          xornada y peregrinaje; y de aqui adelante
          solamente sigue aquel genero de vida que
          te tenga en las cosas que de presente
          posees lo mejor ordenado que a las leyes
          de virtud puedas; y como sin demasiada
          curiosidad ni soliçitud en alegria y
          plazer puedas vibir más sosegado y
          contento; y ansi el mi angel me dexó y
          yo desperte como de vn graue y profundo
          sueño[842] espantado de lo mucho que auia
          visto como te lo he narrado por el orden
          que has oydo y yo mejor he podido.

          MIÇILO.--¡O gallo! Dios te lo agradezca
          el plazer y honrra que me has hecho
          en[843] tu feliçissima narraçion. De
          oy más no quiero otro maestro, otro
          philosopho, ni[844] otro sabio consejero
          que a tí para passar el discurso de la
          vida que me queda, y ruegote que no
          me dexes, que juntos passaremos aqui
          nuestra vida; que segun me dizes es la
          más segura, segun tengo entendido por tu
          esperiençia[845].

          GALLO.--Ya te he contado, Miçilo,
          hasta agora mi dichosa y admirable
          peregrinaçion, en la qual por su espanto
          y terribilidad te he tenido suspenso y
          algo desasosegado, segun he hechado de
          ver[846]; por lo qual de oy más te quiero
          contar cosas graçiosas y suaues, con
          que en donayre y plazer passes mejor el
          trabajo del dia. Ofreçesseme; quiero te
          contar agora vn suaue y graçioso conbite;
          vna opulenta y admirable copiosidad de
          vna missa nueua, en que siendo clerigo
          en vn tiempo me hallé. Dezirte he tanto
          regocijo de aquellos clerigos, tanto
          canto, tanto vayle, tanta alegría que no
          se puede encareçer más; y despues dezirte
          he vna fragosa y arriscada tragedia que
          calentando el vino las orejas de los
          abbades suçedio. Confio que con esto
          soldarás el espanto en que te he puesto
          hasta aqui. Agora abre la tienda, que en
          el canto que se sigue lo prosiguire.


          _Fin del deçimo sexto canto del gallo._


                                NOTAS:

[816] G., podeis.

[817] G., tanto.

[818] G., oyeren.

[819] G., mi desuentura.

[820] G., graçiosa.

[821] G., antes.

[822] G., atormentaua.

[823] G., salí.

[824] G., verle tan amargamente llorar su.

[825] G., estaua en su real.

[826] G., forçada.

[827] G., y.

[828] G., hauian.

[829] G., Françisco françes.

[830] G., que no.

[831] G., le.

[832] G., respondi.

[833] G., mejorado.

[834] G., condenados.

[835] G., ahumana.

[836] G., frequentauan mucho los.

[837] G., chançelleria.

[838] G., adelantarse a otros enobleçiendose.

[839] G., ouo.

[840] G., numidas.

[841] G., Pues.

[842] sueño muy profundo.

[843] G., con.

[844] G., más.




                        ARGUMENTO
            DEL DEÇIMO SEPTIMO CANTO DEL GALLO

          En el deçimo septimo canto que se sigue
            el auctor imitando a Luçiano en el
            dialogo llamado _Conuiuiun
            philosophorum_, sueña auerse hallado
            en vna misa nueua, en la qual descriue
            grandes aconteçimientos que entre
            clerigos en ella passaron[847].


          MIÇILO.--Despierta, gallo, que pareçe
          ser hora para que con tu promesa me
          restituyas en mi pristina alegria, porque
          el peregrino y nueuo proçeso y manera
          de dezir de tu prodigiosa narraçion
          infernal me tiene tan espantado que
          por ninguna contraria manera de dezir
          pienso poder boluer en mí para oyr y
          hablar con mi primera libertad; y es
          ansi qve aunque por su admiraçion el
          cuento mueue a atençion contina hazesse
          más estimar quando se considera el
          credito que se deue a tu ser por auer
          sido çelestial. Porque no pareçe ni se
          puede dezir que solo me le has contado
          por darme deletaçion, como hazen los
          fabulosos inuentores de mentiras en
          las prestigiosas y monstruosas[848]
          narraçiones que escriuen solo por agradar
          y dar a los lectores _oçiosos_ con que el
          tiempo se pueda entretener[849] _aunque
          sea con vana ocupaçion_. Porque me dizen
          que han sido muchos philosophos auctores
          _de semejantes obras_; como Cthesias y
          Jamblico[850]; de los quales el vno ha
          escripto cosas admirables de las Indias;
          y el otro del mar oçeano[851] sin que
          ninguno dellos huuiesse visto, ni en
          algun auctor leydo cosa de las que cada
          qual dellos escriuió. Pero fue tan grande
          su eloquençia y admirable manera de dezir
          que quanto quiera que manifiestamente
          escriuian[852] fiçion, por escreuir en
          aquel estilo hizieron graçiosa y estimada
          su obra. Otros dizen que ha hauido que
          con ingenio espantoso han contado de si
          grandes viajes y peregrinaciones, fiereza
          de vestias y diuersidad de tierras y
          costunbres de hombres, _sin auer ninguna
          cosa de las que descriuen en el mundo_,
          que[853] por la dulçura de hablar[854]
          los han tenido en veneraçion. Como aquel
          ingenioso inuentor[855] Homero escriuió
          de su Ulixes auer visto animales, y
          gigantes monstruosos Poliphemos con solo
          vn ojo _en la frente_ que se tragauan
          los hombres enteros y vibos; y esto sin
          los auer engendrado hasta oy naturaleza.
          Desto estoy bien seguro yo que _tú_ no
          imitas a estos en tu passada historia,
          porque no es de presumir que infames los
          çelicolas como tú con[856] mentirosa
          narraçion. Por tanto despierta y prosigue
          que yo te oyré. Cuentame aquella
          sangrienta batalla, aquel suçeso canpal
          que ayer me propusiste[857] dezir, pues
          de tu promesa no te puedes excusar.

          GALLO.--Por çierto Miçilo, mucho estoy
          arrepentido en auerte propuesto esa
          sacrilega tragedia, pues en ella hago
          ser publicos los desatinos tan excesiuos
          que el vinático furor causó en aquellos
          religiosos juizios y habito saçerdotal,
          lo qual más conuenia ser callado y
          sepultado en el profundo del oluido por
          auer aconteçido en personas que auian
          de ser exemplo de templança, prudençia
          y honestidad: antes que ser yo agora
          relactor de las deshonestas y desuariadas
          furias que passaron entre su beber. Mal
          pareçe dar yo ocasion con mi lengua a
          que auiendo tú plazer te rias y mofes
          de aquella consagrada caterua que está
          en la tierra en lugar de la diuina
          magestad[858]. De manera que si yo me
          huuiere flaca y friamente en el persuadir
          y demostrar este aconteçimiento corro
          peligro en mi persona de tiuio orador; y
          quando por el contrario en el encareçer y
          esaxerar me mostrare eloquente será para
          más augmentar tu risa y mofa, haziendo
          en mayor infamia de aquella religiosa
          gente. Por tanto mira, Miçilo, si es más
          conueniente a hombre bien acostumbrado
          como tú dexar de inportunarme que te
          cuente semejantes aconteçimientos; porque
          a mí me pareçe ser obligado a los callar.

          MIÇILO.--¡O gallo! quiero que sepas que
          quanto más niegas mi petiçion tanto más
          augmentas en mí el deseo de te lo oyr.
          Por lo qual proçediendo en la costumbre
          de nuestra buena conuersaçion y tu
          graçioso dezir podras començando luego
          ganar el tienpo que se podria con la
          dilaçion perder.

          GALLO.--Agora, pues ansi quieres y tanto
          me importunas yo te quiero obedeçer: pero
          con vna condiçion, que con juramento te
          tengo de ligar á ella; y es que no se ha
          de[859] publicar fuera de aqui.

          MIÇILO.--Agora comiença, que yo lo
          prometo, que no sea[860] más publico
          por mí, ni seré causa que otro lo sepa.
          Dime por orden todas las cosas: qué fue
          la causa[861] de la cena[862]: y qué
          personas fueron alli en el combite, y que
          passó en el suçeso.

          GALLO.--Pues començando por el prinçipio
          sabras que la causa fue vna misa nueua:
          porque Aristeneto cambiador, hombre rico,
          tiene[863] vn hijo que se llama[864]
          Zenon: hombre estudioso y sabio, como
          sabes, el qual[865] por tener ya edad
          conueniente para elegir estado vino a
          cantar misa y para esto el padre de
          su parte combidó todos sus parientes,
          vezinos y amigos, juntamente con sus
          mugeres, y Zenon[866] misa cantano de la
          suya[867] llamó a todos sus preceptores
          _que auian sido de las sçiençias_,
          gramatica, logica, philosophia y
          theologia, y despues _con estos_ combidó
          a todos los curas y benefiçiados _casi_
          desta çiudad que eran en gran copia[868]
          y con estos auia dos religiosos de cada
          orden.

          MIÇILO.--Yo nunca vi conpañia de tanto
          santidad.

          GALLO.--Pues viniendo al proçeso del
          aconteçimiento[869] sabras que el dia
          señalado que fue vn domingo primero
          de mayo, que es el mes más apacible y
          graçioso a todos,[870] conuenimos luego
          por la mañana todos los combidados a
          casa de Aristeneto para acompañar a
          Zenon hasta el templo; fuemos con gran
          çelebridad[871] de cançion de clerigos,
          y gran musica de instrumentos, laud, de
          arco, rabel, vihuela, psalterio, y otras
          agraciadas sonajas que tañian hombres
          que para semejantes autos se suelen
          alquilar. Quando fue acabada aquella
          diuina celebraçion _de la missa_, con
          el orador que _con ingenio_ discantó
          el merito y grandeça de la dignidad, y
          ofreçimos todos al misa cantano, nos
          boluimos[872] juntos _con la mesma
          musica_ a casa de Aristeneto. Donde
          despedidos aquellos que solo fueron
          conbidados para el acompañamiento, se
          llegó Aristineto a mi y a la oreja me
          dixo que me quedasse a comer allá[873]
          _con él_. Dios sabe quanto me holgué,
          porque çierto que sobraua en mi casa la
          raçion; prinçipalmente porque despues que
          en el templo ofreçi no fue mucho lo que
          en la bolsa me quedó. Fuemos lançados
          todos a vn gran palaçio muy adornado y
          dispuesto para el conbite. En el qual
          auia dos messas a la larga de la sala,
          la vna que yua a la vna pared, y otra
          por otra. En la frontera de la sala yua
          vna[874] messa como cabeçera de las otras
          dos, en la qual se sento en el medio
          Zenon[875] tomando a su mano derecha a su
          padre Aristeneto; y a la izquierda[876]
          estaua su padrino que era aquel Cleodemo,
          antiguo y honrado varon que fue cura del
          abogado de las estrenas[877] San Julian.

          MIÇILO.--¡O qué monarcha y prinçipe de
          saçerdotes me has contado!

          GALLO.--A los lados ocupauan esta
          mesa de la cabeçera, a la vna mano el
          guardian y compañero de San Françisco
          y á la otra el Prior de Sancto Domingo
          con vn[878] conpañero de grande[879]
          auctoridad. En la mesa de la mano derecha
          se sentaron[880] por orden los maestros
          de Zenon y clereçia que fuemos[881]
          muchos en numero; y a la otra mano se
          sentaron los casados, cada qual con su
          muger; _y quando fuemos todos sentados_
          començaronse las mesas a seruir _con
          grande abundançia de frutas del tiempo_.

          MIÇILO.--¿Pues entre los dos perlados de
          San Françisco y Sancto Domingo no uvo
          differençia sobre la mano a que cada
          qual se auia de sentar.

          GALLO.--Mucho antes se consultó con
          ellos y diffinió. Entre los dos curas de
          Sanctesidro y San Miguel uvo un poco de
          contienda; porque preferiendo Aristeneto
          en el asiento el de Sanctesidro al de San
          Miguel por su mayor antiguedad[882] se
          leuantó en pie el de San Miguel porque
          era preçeptor de Gramática y presumia de
          philosopho y dixo: sy _a ti_, Aristeneto,
          te pareçe que el cura de Sanctesidro se
          ha de preferir a mí, engañaste; y por
          no lo consentir me voy y os dexo libre
          el combite. Porque avnque él sea viejo
          por dos razones se me deue _a mí_ la
          uentaja, pues dize Salomon que canas muy
          antiguas son[883] en el hombre el saber
          _quanto quiera que sea moço_, y ansi
          tomó por la mano su mochacho y començó a
          fingir querer caminar y luego el cura de
          Sanctesidro dixo: nunca plega a Dios que
          por mí dexes de te holgar; y apartandose
          afuera le hizo lugar en la delantera y él
          se sentó[884] atrás.

          MIÇILO.--Conuenieron presto _esos dos_
          por gozar.

          GALLO.--Fue a todos ocasion de gran risa,
          y no se podiendo[885] sufrir Zenothemo
          maestro de Philosophia[886] dixo en alta
          voz ser aquello exemplo de _la_ figura
          Antiptosis isteron proteron[887] de lo
          qual todos aduertiendo se rieron mas[888].

          MIÇILO.--Pues entre los casados ¿no se
          ofrecio cosa que pudiesses notar?

          GALLO.--Los casados solamente tenian ojo
          y atençion en aquellos hombres sabios
          y religiosos, su ambiçion, su puesto,
          hablar, beber y comer y conuersaçion; en
          fin, todos aquellos seglares se fingian
          tener cuenta con el plato, pero más la
          tenian con lo que entre los clerigos
          passaua[889]. Porque como todos al
          prinçipio començamos a comer de aquellos
          sabrosos y bien aparejados manjares,
          todos mirauamos al cura de San Miguel
          que todo quanto delante le seruian lo
          daua al mochacho que tenía junto[890] a
          si, pensando que ninguno lo via, y el
          mochacho lo echaua en vna talega. El
          comia con insaçiable agonia y lançaua en
          los pechos y fatriguera medias limas y
          naranjas, y algunas guindas que andauan
          rodando[891] por la messa.

          Daua a mochacho piernas de perdiz y
          de pato; pedaços de vaca y de carnero,
          y algunos suelos de pasteles[892] y
          pedaços de pan y torta. Diole pañizuelo,
          la copa en que bebia; hasta el cuchillo
          y el salero _le dio_. Desto reyan todos
          los casados y sus mugeres, que les
          era muy gran pasatiempo. Estando pues
          todos ocupados en esto con gran solaz
          y deleyte, porque ya auia llegado de
          mano en mano hasta la mesa de Aristeneto
          y _missa cantano_ que mucho se reyan
          dello, suçedio que entró por la puerta
          de la sala Alçidamas cura de San
          Nicolas, sin ser llamado, y puesto en
          medio de todos[893] el rostro a Zenon
          y a Aristeneto su padre dixo: señores,
          perdonadme que no vengo más temprano a
          vuestro plazer porque agora disiendo
          la misa mayor a mis perrochanos,
          saliendo[894] a ofreçer _en mi iglesia_
          me dixo vn feligres mio que haciades esta
          fiesta; y ansi luego me apresuré, que
          no tardé en lo que restaua de la misa
          vn momento; que casi no me vagaua[895]
          desnudarme la casulia por venir a
          honrraros por ser tan vuestro amigo;
          que los tales no emos de aguardar á
          ser combidados, pero sin ser llamados
          vengamos[896] de los primeros.

          MIÇILO.--Por çierto cosa digna de risa me
          cuentas.

          GALLO.--Cada qual le començó a dezir su
          donayre dando a entender su desuerguença;
          pero él lo disimuló por gozar del
          combite; porque luego acudió Aristeneto
          encareçiendo su buena amistad y acusando
          su descuydo y el de su hijo pues de
          combidarle se auian oluidado, y ansi le
          mandó dar vna silla y que se sentasse
          en aquellas mesas junto[897] aquellos
          hombres reuerendos y honrrados[898].
          Alçidamas era vn mançebo grande,
          membrudo, robusto y de grandes fuerças;
          y ansi como le pussieron delante la
          silla arroxandola[899] lexos _de sí_ que
          casi la quebrara[900] y diera con ella
          al cura de Santispiritus y dixo que las
          dueñas y hombres regalados se auian de
          sentar a comer en silla, que[901] vn
          hombre moço y robusto como él, que por
          alli queria comer passeandose; y que si
          acaso se cansasse, que él se sentaria en
          aquella tierra sobre su capa. Respondiole
          Aristeneto: anssi sea pues te plaze.
          _Todo esto hazia Alçidamas mostrando
          querer regoçijar la fiesta y dar plazer
          a los combidados pensando él de si mesmo
          ser graçioso fingiendose loco y beodo_;
          y ansi Alçidamas rodeó[902] en pie[903]
          todas las mesas mirando por los mejores
          manjares, como lo hazen los musicos
          chocarreros en los combites de fiesta.
          Ansi comia Alçidamas donde más le plazia
          si via cosa que bien le pareçiesse a
          su apetito, mezclandose con aquellos
          que seruian las copas y manjares, y
          como a las vezes se aprouechasse de las
          copas que estauan llenas en la messa, y
          otras[904] vezes de las que passauan en
          el seruicio, hallauase beber doblado;
          y ansi con el vino demasiado començó
          a _más_ salir de sí. Dezia maliçias y
          atreuimientos en todos los que en el
          combite estauan. A Hermon, cura de Sancto
          Thome dixo que a cabo de su vejez echasse
          la mançeba de casa que tenía diez años
          auia so color de moça; y a Eucrito, cura
          de San Dionisio, dixo que si pensaua
          lleuar al otro mundo los çien ducados
          que tenía dados a Aristeneto a cambio.
          Mofaua de aquellas copas de plata,
          mesas, sillas, tapiçes y grande aparato
          llamando a Aristeneto el gran[905]
          vsurero; engrandeçiale con maliçia su
          grande injenio y industria pues por su
          buena soliçitud tenía por el cambio[906]
          tan grande hazienda y riquezas auiendo
          sido poco antes muy pobre. Y Aristeneto
          ya mohino y afrontado _que lastimauan
          los donayres_ mandó a dos criados suyos
          que le tomassen y echassen fuera de casa
          y çerrassen las puertas porque no los
          afrontasse más. Pero como Alçidamas lo
          sintio apartóse a vn lado y con vn vanco
          que estaua vaçio juró que le quebraria
          en la cabeça del que llegasse; y ansi
          de consejo de todos fue que agora le
          dexassen, esperando tiempo más oportuno
          para hazer la pressa neçesaria. Pero de
          cada momento se fue empeorando, diziendo
          injurias a los frayles, y despues
          passando a los casados _los afrontaua_
          vituperandolos[907] en sus mugeres; dijo
          delante del rico Menedemo a su muger
          que quién le auia dado más faldrillas,
          Demócrito, cambiador, su amigo, ó
          Menedemo su marido. De lo qual la dama se
          afrontó mucho, y Menedemo reçibio grande
          injuria; y ansi Aristeneto, pensandolo
          remediar y que le haria su amigo mandole
          dar muy bien a beber, por que pensó que
          ansi no le afrontaria más y por esta
          causa mandó a vn criado suyo[908] que
          tomasse vna gran copa de vino añejo y
          muy puro y se la diesse, no pensando que
          fuera ocasion de mayor mal, como fue.
          Pero tomando Alçidamas el vaso con ambas
          manos porque era grande se boluio con él
          a la mesa de los casados y en alta voz
          dijo, que todos con silençio le quisieron
          oyr: señora Magençia, muger de nuestro
          huesped Aristeneto, y madre de Zenon
          nuestro misa cantano: yo bebo a ty, y
          mirad, señora, que aueis de beber otro
          tanto del vaso que yo bebiere so pena
          que no lo cunpliendo no ayas más hijo;
          y si lo cumplieres, por la bendiçion de
          mi San Nicholas, auras un hijo fuerte
          gentil hombre sabio como yo; y alçando la
          copa bebió della casi vn azumbre y luego
          estendiendo el braço la daua a Magençia
          diziendo que si no bebia que caeria en la
          maldiçion, y Magençia encogiendose con
          gran verguença reusó el vaso con algun
          miedo que Alçidamas no la afrontasse;
          y los combidados temiendole hizieron
          por apartarle afuera; pero él juró por
          sus ordenes que si no daua vn fiador
          que bebiesse por ella, que se lo auia
          de derramar acuestas; y el cura de San
          Miguel que era vn gran bebedor dando a
          entender que lo hazia mouido de piedad,
          dijo que él queria beber por ella, y
          ansi tomando el vaso en sus manos bebio
          vn terrible golpe que a juizio de todos
          igualó[909]. Pero Alçidamas que estaua ya
          sentado en el suelo recostada la cabeça
          sobre el braço derecho dixo a grandes
          vozes: mostradme el vaso, que quiero ver
          si cunplio conforme a su obligaçion. Y
          leuantandose en pies todos los pechos
          y zarahuelles desabrochados, de manera
          que casi todo estaua desnudo, que se
          le pareçian las partes vergonçosas,
          _y perdido el bonete de la cabeça_,
          tomó el vaso en sus manos y afirmando
          con juramento que no auia cunplido el
          fiador amagó para mojar con el vino
          que quedaua a Magençia, y el[910] cura
          de San Miguel pareçiendole que estaua
          obligado a responder saltó por çima las
          mesas, dexadas sus lobas y pantufos, y
          tomando[911] por los cabellos a Alçidamas
          le hizo[912] por fuerça boluer para sy,
          y Alçidamas hirio de vn tan fiero golpe
          con el vaso al cura de San Miguel que
          dandole en la frente hizo vn arroyo de
          sangre y de vino mezclado que todos nos
          pensamos anegar. Luego vierades las
          hazes de ambas partes rebueltas, _porque
          los vnos faboreçiendo a Alçidamas, y
          los otros al cura de San Miguel que no
          auia quien los pudiesse apartar_. Porque
          contra Alçidamas se leuantaron Hermon,
          cura de Sancto Thomé, y Eucrito cura de
          San Dionisio porque estauan injuriados
          de las afrentas que les auia dicho, y
          tanbien Eustochio cura de San Martin por
          que le auia dicho Alçidamas que si auia
          acabado de jugar el asegur y afilador que
          su padre le dexó de la carneçeria; y ansi
          estos se leuantaron lleuando los manteles
          tras si; y en favor de Alçidamas se
          leuantaron el cura de San Juan y el cura
          de Sancta Marina y el cura de San Pedro y
          el sacristan de San Miguel.

          MIÇILO.--¿Qué, tanbien estaua allí el
          sacristan de San Miguel? yo seguro que no
          faltassen uozes.

          GALLO.--Alli vino con grande
          importunidad; que en vna silla le
          truxieron porque estaua enfermo[913].
          Reboluyeronse todos trabados por los
          cabellos que no pareçia sino la pelea
          de los andabatas. Digo de aquellos que
          entran en el palenque a se matar sin
          poderse vnos a otros ver. Andauan los
          xarros, los saleros, las syllas y vancos
          arroxados[914] de la vna parte a la otra
          tan espesos que cubrian el sol[915]. En
          fin se leuantaron Aristeneto y el padrino
          Cleodemo, y el prior y el guardian, y
          en conclusion todos aquellos maestros y
          sabios, y de la otra parte los casados,
          avnque estauan confusos de ver lo que
          passaua. Los quales todos metiendose en
          el medio los apartaron y pusieron en
          paz, y lleuaron luego a curar al cura
          de San Miguel, _porque Alçidamas le
          descalabró mal quando con la copa le
          dio_. Luego Alçidamas se tendio en el
          suelo que pareçia a Hercules como le
          pintan los antiguos en el monte Pholo
          acabando de pelear con aquella brauosa
          hydria, sierpe famosa, y muy sosegados,
          ygualadas las mesas se tornaron todos
          a sentar y luego a Zenothemo maestro
          de la gramatica començó a cantar vna
          ensalada de[916] romançe y de latin que
          neçesitaua a çerrar las damas los ojos
          y avn las orejas tanbien[917], _por no
          ver peruertida la grauedad de tanto
          maestro_. Pero como es costumbre en los
          tales lugares en el proçeso de la comida
          cantar los clerigos semejantes donayres a
          su misa cantano, no pareçe que les hazia
          asco aquel lenguaje a sus paladares:
          porque si[918] vno _lo_ començaua suçio,
          el otro lo ensuçiaua mas; y ansi acabando
          Zenothemo su cançion prosiguió el cura de
          Sanctesidro con toda su vejez vn cantar
          que no ay lengua tan desuergonçada que
          fuera de alli le pueda referir.

          MIÇILO.--_Maldita sea costumbre tan
          mala y tan corrupta y deshonesta, y tan
          indigna de bocas y lenguas de hombres que
          han de mostrar la regla del buen hablar y
          viuir. No se deurian en esto los perlados
          descuydar._

          GALLO.--En esto[919] auia en la sala
          mucha paz, porque ya Alçidamas se començo
          a dormir, y por las partes inferiores
          y superiores començo a roncar con gran
          furor. Entonçes dixo el prior: _salua
          res est_; y de consejo de todos fue que
          le atassen pies y manos por poder passar
          su fiesta más en paz, y ansi se leuantó
          Dionico maestro de capilla de la iglesia
          mayor con otros seys cantores que estauan
          alli, los quales todos puestos en calças
          y jubon le ataron[920] fuertemente las
          manos y pies con vn cordel.

          MIÇILO.--Nunca de cantores se pudo tan
          buen consejo esperar.

          GALLO.--Ni por esto Alçidamas despertó.
          Dionico con sus seys compañeros quedando
          ansi en medio de las mesas desnudos
          como estauan[921] començaron a cantar y
          vailar: cantauan cantares del mesmo jaez
          y peor, y despues çelebraron la fiesta
          que dizen de los matachines, hazian
          puestos y visajes tan desuergonçados y
          suçios que avn acordandome _agora_ estoy
          por bomitar. Porque en el proçeso de
          su dança se desnudó el maestro Dionico
          hasta quedar en carnes y vinieron los
          compañeros a poner sus bocas, rostros
          y manos en partes y lugares que por
          reuerençia del saçerdoçio de que eran
          todos señalados no lo quiero dezir, y avn
          no me querria acordar. Pues como estos
          acabaron su suçia y deshonesta[922]
          fiesta se fueron a sentar cada qual en
          su lugar: y començaron de nueuo[923] el
          comer y beber, _que avn no se auia dado
          fin_ porque de nueuo los començaron a
          seruir.

          MIÇILO.--Dime por tu vida[924] gallo:
          desto todo que estos clerigos hazian, que
          sentian y dezian[925] los casados?

          GALLO.--Todos dexaron[926] de comer
          y mirauan en los clerigos con gran
          atençion. Las dueñas con sus pañizuelos
          fingiendose limpiar del[927] sudor
          cubrian su rostro no queriendo de empacho
          ver aquellas suçias desuerguenças que en
          juglares fueran notable deshonestidad.
          Estando en esto que todos comian y
          callauan[928] entró vn mochacho en medio
          de la sala, y saludando con el bonete en
          la mano a Aristeneto en alta boz le dixo:
          Señor Aristeneto, mi amo Etemocles, cura
          de Sancto Eugenio me mandó que delante
          de todos quantos estan en este combite
          te lyesse este carta que te embia: por
          tanto mira si me das liçençia. Aunque
          Aristineto pensó si sería bueno tomar la
          carta al mochacho y despues leerla, en
          fin de consejo de todos aquellos varones
          graues que estauan a los lados se le dio
          liçençia para la leer, _y prinçipalmente
          porque todos la deseauamos oyr_; y ansi
          el mochacho en alta voz, callando todos,
          començó.


            CARTA DE ETEMOCLES A ARISTENETO[929]

          Muy noble Aristeneto. Este tu Etemocles
          antiguo capellan y padre de confession,
          como a hijo muy querido, te enbian
          a saludar, y no quiero que tengas
          presunçion que por esto que te escriuo
          y a tal tiempo sea yo muy cobdiçioso de
          combites, porque de mi vida pasada, y
          de otras vezes que ya me has combidado
          ternas entendida mi templada condiçion,
          y tanbien lo tienen mucho antes bien
          conoçido de mi otros muy más ricos que
          tú que de cada dia me combidan a sus
          çenas y comidas, y las reuso porque sé
          bien los desmanes y desbarates que en
          semejantes congregaçiones y lugares se
          suelen ofreçer. Pero agora mueuome a te
          escreuir porque como me has hecho la
          afrenta publica, y en ese lugar donde
          estás, es mucha razon que publicamente y
          en ese lugar _donde estás_ me aya[930]
          de satisfazer. A todos es notorio,
          señor Aristeneto, ser yo tu confesor
          desde que agora diez años te quisiste
          morir. Que publico fue en esta çiudad
          que yo solo hallandote vsurero publico
          cambiador, porque no te negassen la
          sepoltura sagrada como a tal, te hize
          prestar cauçion, y pregonar publicamente
          que porque estauas en el articulo de
          morir viniessen a tu casa todos quantos
          a tu hazienda por canbios, o intereses
          vsurarios tuuiessen hazion _y derecho_,
          que tú se lo querias restituir; y como
          éste fuesse tan famoso consejo y vnico
          para tu salud fue por todos devulgado por
          consejo de mí[931] que era tu confessor,
          y despues que tú tornaste a conualeçer
          corri peligro en[932] mi honrra por verte
          todos a boluer a canbiar, diziendo tener
          la culpa yo[933]; y esto todo sufrí y
          passé por conseruar tu buena amistad, y
          es publico que yo solo contra todo el
          comun sustenté, que en nonbre y como
          criado de otro podias vsurar no vsurando
          por tí; y agora sobre todas estas mis
          industrias[934] y publica amistad has
          procurado en tu combite nueuos amigos,
          de hombres que avnque mil vezes les[935]
          des de comer no auenturarán por tí sus
          conçiençias como yo. Sino pregunta
          al prior y al guardian y a los otros
          letrados y curas que tienes ay, cómo te
          sabran sustentar, _cómo se puede sufrir_,
          sin ser publico vsurero ser _en ferias_,
          _ni avn en la çiudad_ cambiador? Pues
          bien sabes que esto yo lo he defendido al
          perlado por ti. Pues acuerdate que tienes
          tú publicado en esta çiudad, que tienes
          veynte mil ducados por mí; porque[936]
          confessandome tú que los auias ganado con
          çinquenta mil marauedis que tu suegro
          en dote te dio, lo[937] poseyas tú por
          solo no te los mandar yo restituir, _lo
          qual todo era injuriarme a_ mí; pues,
          ¿pareçete que con[938] todas estas cosas
          me das buen pago de nuestra publica
          amistad? Pareçeme a mi que no; porque en
          fin no han de pensar sino que en mí ay
          meritos de tu ingratitud, y por tanto te
          pido que pues publicamente me afrentas
          sin darte yo a ello causa, publicamente
          me hagas la satisfaçion, _todos_ quantos
          tienes en ese[939] combite me buelue[940]
          en mi honrra; sino de aqui protesto que
          ni ante Dios ni ante los hombres en mi
          vida te lo perdonaré. Al mochacho mandé
          que aunque le des torta, o xarro de
          vino, o capon, o perdiz, o pernil de
          tozino no le[941] tome, so pena que le
          dare de cozes y se lo haré boluer, porque
          no pienses satisfazer con tan pocas cosas
          tan grande injuria como me has hecho. Ni
          tanpoco te puedes escusar diziendo que te
          oluidaste por auer mucho _tiempo_ que no
          me viste, pues ayer te hablé dos vezes;
          vna a tu puerta pasando yo, y otra en
          el templo de Sanctiago donde yo fue a
          dezir[942] misa y tu fueste a oyrla[943].
          No alargo más por no ser molesto con
          larga carta a los que procuras ser
          graçioso con tu combite, del qual salgas
          tan prospero como yo satisfecho de mi
          injuria.--VALE.

          Como el mochacho ouo leydo la carta se
          la demandó Aristeneto y le dixo: anda
          y dy á tu señor Etemocles que ansi lo
          haré como me lo enbia a mandar: y ansi
          se fue el mochacho quedando la carta en
          Aristeneto, la qual le demandé para leer,
          _que la deseaua ver_ porque á mi pareçer
          es la más donosa que yo nunca ví. Estando
          todos murmurando[944] sobre la carta cada
          qual segun su ingenio, los vnos[945] la
          loauan de aguda maliçiosa; otros dezian
          ser neçia; otros acusauan a Etemocles
          de hombre gloton, por se afrontar por
          no le auer combidado a comer. En fin,
          estando todos ocupados en esta diuersidad
          de juizios, aunque la mayor parte y de
          los mas cuerdos fue que fue escripta
          con animo de afrontar a Aristeneto,
          estando todos ansi entró en la sala
          vno de aquellos chocarreros que para
          semejantes cenas y combites se suelen
          alquilar, disfraçado de xoglar, y con vn
          laud en la mano entró con vn puesto tan
          graçioso que a todos hizo reyr, y con
          admirable[946] industria comencó a dar a
          todos plazer. Representó ingeniosamente
          en portogues el sermon de la batalla de
          Aljubarrota[947], en el qual dixo cosas
          muy graçiosas y agudas con la proçesion
          del Cuerpo de Dios. Despues que este
          ouo representado su habilidad se salio
          y entró otro que por el semejante traya
          otra differençia de agraçiado disfraz
          y en la mano vn laud y alliante todos
          representó vn graçioso coloquio en cuatro
          lenguas: ytaliana, española, françesa
          y portuguesa; en el qual con grandes
          donayres y entremeses mostró vn tema
          que propuso provar: que los ytalianos
          pareçen sabios y sonlo; y los españoles
          pareçen sabios y no lo son; y los
          franceses pareçen locos y no lo son; y
          los portugueses pareçen locos y sonlo.
          Fue juzgado por todos por ingeniosa esta
          representacion por orden, començando
          del misa cantano, padre y padrino, no
          perdonando frayles, clerigos ni casados;
          y aunque a vnos era graçioso y apazible
          a otros fue en esto molesto y enojoso
          y aun injurioso. De lo qual reyendo
          algunos[948] donayres se començaron entre
          sí a alborotar en tanta manera que dieron
          ocasion a que despertase Alçidamas de
          su sueño y elevamiento profundo, y como
          desperto y él se echó de ver atado, y
          vio que el xoglar se reya con todos y
          todos dél[949], dixo con vna boz muy
          horrenda lo que dixo aquel Syleno;
          Soluite me; y ansi el xoglar dexando
          en el suelo su[950] laud entendió en
          le[951] desatar, y como Alcidamas se vio
          desatado arrebató[952] del laud antes
          que el xoglar le pudiese tomar, y dale
          tan gran golpe sobre la cabeça con él
          que bolandole en infinitas pieças dio
          con el xoglar en el suelo sin juizio ni
          acuerdo de sí, y con el mastil y trastes
          que en la mano le quedó como vio que sus
          tres enemigos se reyan arrebató dél,
          Ermon, Eucrito y Eustochio curas antiguos
          y muy honrrados dio a cada vno su palo
          que a todos descalabró mal, y de aqui
          partio para la mesa principal y hirio al
          guardian y prior, y ya eran levantados
          los amigos de los tres heridos que se
          venian para Alçidamas a se vengar; y de
          la otra parte el xoglar que bolviendo en
          sí tomó un palo que halló a vn rincon
          y haziendo campo por entre todos viene
          rostro a rostro con Alçidamas tirandose
          muy fuertes golpes ambos a dos. Vieras
          un consagrado saçerdote cura dar y
          reçibir palos de un xoglar; cosa por
          çierto digna de lagrimas; y porque todos
          estavan injuriados, qual del vno, qual
          del otro, no auia quien entre ellos se
          quisiesse meter, ni avn osauan[953] por
          no tener armas con que los despartir;
          _tanta era la furia con que se herian
          y andauan trauados_. Arrojauanles los
          manteles, sillas, vancos, vasijas. Vieras
          vna batalla tan sangrienta y trabada qual
          de la Pharsalica[954], puedes imaginar.
          Las mugeres y niños dando gritos echaron
          a la calle a huyr, por lo qual alterado
          todo el pueblo acudieron[955] a los
          socorrer. Despartidos todos hallamos que
          estando trabados Alçidamas con el xoglar
          le auia rompido la boca y descalabrado
          con el laud[956]: pero el xoglar arrancó
          a Alçidamas con la vna mano vn gran
          pedaço de vna oreja y con la otra mano le
          arrancaua la nariz. De todos los otros
          curas, no quedó hombre sin sangrienta
          herida particular, qual en la cabeça,
          qual en el rostro, qual en otra parte de
          su cuerpo, y siendo todos presos por el
          eclesiastico juez se sentenció ninguno
          auer incurrido en irregularidad, porque
          aueriguó ninguno estar en su libre poder
          y juizio. Pues plazio a Dios que echados
          fuera de la sala todos los heridos,
          porque todos fueron embiados a sus casas
          a se curar y luego quedó sosegado todo
          el campo. Que esto tiene de bueno esta
          gente saçerdotal: que tan presto como
          la colera o fuego los ençiende y se
          enojan, tan presto son desenojados: y
          cualquiera persona que se meta en medio
          los hará amigos: por que dizen que no
          puede en ellos durar enemistad porque
          ganan de comer en officio que no sufre
          enemigo; que es dezir misa. Y ansi el
          sacerdote cuando ryñe, no tiene más que
          el primer golpe, del qual sino hiere,
          sed seguro que no tirará más. Pero como
          no estaua avn asentado lo bebido y cada
          momento bebian más tenian avn los animos
          prestos y aparejados por qualquiera
          oportunidad a batalla. Y ansi Cleodemo
          que estaua al lado de su ahijado Zenon
          boluiendo a la carta de Etemocles, porque
          sintio afrontado a Aristeneto, y avn
          a aquellos religiosos que junto a sí
          tenía dixo: ¿Qué os parece señores de la
          elegançia de Etemocles en su escrivir
          piensa que no entendemos su intinçion
          y dónde va a parar su eloquençia. Por
          çierto sy Aristeneto le embiasse agora
          vna gallina[957] y vn xarro de vino
          con que le matasse la[958] hambre yo
          le asegurasse su[959] amistad. En esto
          Zenothemides _que era_ cura de San
          Leandro que tenía la perrocha junto a
          la de Sancto Eugenio respondio por su
          vezino Etemocles, y dixo: por cierto,
          Cleodemo, mal miras lo que dizes, pues
          sabes bien que a Etemocles no le falta
          muy bien de comer y beber, y que no tiene
          neçesidad de la raçion de Aristeneto
          como tú. Dixo Aristeneto: _señores no
          riñais_, _ni tomeis passion_: por cierto
          la carta fue muy buena, elegante, que
          muestra bien ser de letrado[960], yo me
          conozco culpado, y[961] protesto purgar
          mi pecado satisfaziendo a mi acreedor.
          Dixo Cleodemo; por cierto poca obligacion
          tiene Zenothemides de responder aqui por
          Etimoclides, pues si aqui se le huuiesse
          hecho injuria en lo que yo he dicho auria
          muchos que respondiessen por él; y no me
          marauillo que responda Zenothemides por
          él, pues ambos tienen hecho concierto de
          no enterrar los feligreses muertos[962]
          sin que primero le enbien prenda por
          el tañer y sacar la cruz. Respondio
          Zenothemides; por çierto peor es lo que
          tú hazes, Cleodemo, que los tienes en
          la carçel hasta que te hayan de pagar
          _quexandote al juez_; y diziendo esto se
          leuantó de la mesa donde estaua sentado
          y se vino para él; _y_ Cleodemo tenía
          la copa en la mano que queria beber,
          y dixole: Zenothemides, en esa arte
          es más çierto, Cleodemo, que morirás
          _tú_ que no piloto en el mar; que ansi
          tienes tú çinquenta cofradias en esta
          çiudad que en todo el año no vas a tu
          casa a comer. Y como Cleodemo tuuo a
          Zenothemides junto a sí le arrojó todo
          el vino acuestas, que todo el rostro y
          cuerpo le inchó dél; luego Zenothemides
          rompiendo por la mesa tomó a Cleodemo por
          los vestidos y sobrepelliz y le truxo al
          suelo sin le poder ninguno quitar. No
          pareçia sino garza debajo del halcon.
          Daua el desuenturado grandes vozes
          diziendo: que me mata, que me ahoga;
          valeme Aristeneto y Zenon; y aquellos
          religiosos se le quitaron, que le mataua;
          y cuando debajo salio no tenía pluma, ni
          aun hueso en su lugar. El rostro todo
          arañado y un ojo casi fuera, del qual
          se sintio muy lastimado y fué neçesario
          que luego le llevassen a su casa á se
          proueer, y hizieron que Zenothemides se
          fuese tanbien, pensando que la Justiçia
          acudiera alli. Pues purgada la casa de
          todos aquellos arriscados y belicosos
          curas, porque todos fueron de tres
          recuentros heridos y sacados del canpo,
          como te he contado...[963].

          MIÇILO.--_¿No supiste si el perlado
          los castigó? Porque çierto en vn tan
          desuaratado aconteçimiemto auia con
          grandes penas de proueer._

          GALLO.--_Supe que ese otro dia los auia
          el vicario lleuado a la carçel todos
          y que se sentençió que ninguno auia
          incurrido en irregularidad, porque se
          aueriguó ninguno estar en su juizio y
          libre poder. Pero fin a cada vno dellos
          condenó qual en seys ducados, y a otros
          a diez para la camara del obispo que la
          tenía necesidad de se trastejar._

          MIÇILO.--_¡O qué cosa tan justa fue!_

          GALLO.--Pues quedando la otra gente
          del combite ansi muy confusos y
          marauillados[964] de ver su poco sosiego
          y templança y mal exemplo[965], _todos
          los seglares se salieron cada qual con
          su muger sin saludar al huesped ni ser
          sentidos de alguno_. _Luego_ Dionico
          maestro de capilla y todos sus compañeros
          pensaron entender en algun recoçijo[966]
          por boluer la fiesta a su deuido lugar,
          y como la comida fue acabada y el misa
          cantano echó[967] la bendiçion _y oraçion
          de la messa_, llegó[968] Dionico[969]
          con la mano llena de tizne de vna sarten
          y entiznó[970] todo el rostro del
          misacantano que no le quedo cosa blanca,
          y como no tenía padrino le tomaron por
          fuerça y le sacaron[971] de casa a la
          puerta donde estaua el medio pueblo
          que era llegado al ruydo y vozes de la
          batalla pasada y vistieronle vn costal
          abierto por el suelo que se acabaua de
          vaçiar de[972] harina, y salio Dionico
          á la calle en alta voz diziendo: _Ecce
          homo._ Todos prosiguiendo gran grito y
          mofa le tirauan trapos suçios y puños
          del çieno que estaua en la calle, que me
          hicieron llorar.

          MIÇILO.--Por cierto con mucha razon[973].

          GALLO.--Pues ansi le subieron en vn asno
          y le lleuaron con gran denuesto por toda
          la ciudad[974].

          MIÇILO.--Pues en el entretanto, ¿qué
          hazias tú?[975].

          GALLO.--En el entretanto que estas cosas
          passauan, que te tengo contado, estaua
          yo entre mí pensando otras muchas[976].
          Lo primero que consideraua era que aquel
          nueuo vngido por saçerdote representaua
          al verdadero Cristo Saçerdote eterno
          segun el orden de Melchisedech, y alli en
          aquel mal tratamiento se me representó
          todo el que _Cristo_ padeçio por mí en
          sus vituperios, injurias y tormentos; en
          tanta manera que no me pude contener sin
          llorar, y doliame mucho porque era tanta
          la çeguedad de aquellos vanos saçerdotes
          que sin templança alguna proseguian en
          aquella vanidad con tanta disoluçion,
          perdida la magestad y reuerençia deuida
          a tan alta dignidad y representaçion de
          nuestro Dios, y para alguna consolaçion
          mia pense ser aquello como vexamen de
          doctor; porque aquel nueuo saçerdote no
          se ensoberuezca por ser de nueuo admitido
          a tan çelestial[977] dignidad y despues
          desto consideraua en todo lo que en la
          comida auia proçedido entre aquellos
          que tenian el titulo y preheminençia
          en la auctoridad y sçiençias[978]
          pensando que no ay cosa mas preçiosa
          en las letras[979] que procurar el que
          las estudia componer la vida con ellas,
          porque no veo cosa más comun en el vulgo
          que los que de la virtud más parlan estar
          más lexos del hecho; y despues veniame a
          la memoria quan corruptos estan en las
          costumbres los que tienen obligaçion a
          dar buen exemplo. Consideraua quanto
          philosopho, religioso, cura y saçerdote
          estaua alli, tan distraydos en el
          recogimiento, que si los vnos hazian
          vajezas los otros las dezian muy mayores,
          y tanto que ya no podia echar toda la
          culpa al vino y comida quando oy y ley
          lo que estando ayuno escriuio Etimocles.
          Pareçiome en alguna manera aquella
          carta a lo que fabulosamene cuentan los
          poetas de la diosa Eride: que por no ser
          combidada a las bodas del rey Peleo hechó
          en medio de las mesas aquella mançana que
          despues fue causa de aquella brauissima y
          memorable contienda troyana. Enfin todas
          las cosas me pareçian que estauan alli
          al reues, porque via alli una mesa de
          feligreses, casados ydiotas populares,
          callando y comiendo con mucho orden y
          tenplança, que ni con el vino hablauan,
          ni en el puesto ni meneo mostrauan algun
          descuydo deshonesto, y solamente se reyan
          de aquellos que hasta entonçes por solo
          el hábito, estado y opinion venerauan
          honrrauan y obedeçian pensando que en
          si fuessen de algun valor y preçio: y
          agora se acusan por verdaderos ydiotas
          engañados, pues ven por experiençia
          desto sus desmanes, su poco recogimiento
          y poca vergüença. Quando los ven tan
          desordenados, descomedidos en su comer
          y beber, tan infames y disolutos en sus
          injurias, con tantas vozes y grita por
          tan façiles y ligeras ocasiones venir
          á las manos y cabello; y sobre todo me
          admiraua ver aquel monstruo de naturaleza
          Alcidamas cura de San Nicholas tan
          desbaratado en su vibir y costumbres,
          obras, conuersaçion, que nos dexó
          confusos y admirados a quantos estauamos
          alli. Sin empacho ninguno de las dueñas
          hazia cosas de su cuerpo y partes
          vergonçosas, y dezia de su lengua que avn
          avria empacho de lo dezir y hazer vn muy
          profano joglar.

          MIÇILO.--Por çierto que me has admirado,
          gallo, con tu tan horrenda historia, o
          por mejor dezir, atroz tragedia. ¡Quán
          comun cosa es faltar los hombres de su
          mayor obligaçion! Supliquemos a nuesto
          Señor los haga tan buenos que no herremos
          en los imitar, _y merezçan con su ofiçio
          inpetrar graçia de nuestro Señor para sí,
          y para nos, y auisemos de oy más a todos
          los perlados que pues en la iglesia son
          pastores deste ganado no permitan que en
          los tales auctos y çelebridades de misas
          nueuas aya estos ayuntamientos, porque
          vengan a tanto desman_.

          GALLO.--Ya, Miçilo, quiero dexar
          guerras y contiendas y heridas y
          muertes de honbres con las cuales te
          he escandalizado hasta aqui, y quiero
          que _agora_ oyas la más alta y más
          feliçissima nauegaçion que nunca a
          honbres aconteçio. En fin oyras vna
          admirable ventura que te quiero contar,
          la qual juntamente con el prospero suçeso
          te dara tanto deleyte que holgarás
          grandemente de le[980] oyr; y pues es ya
          venido el dia abre la tienda, que en el
          canto que se sigue lo oyras.


          _Fin del deçimo septimo canto del gallo._


                                NOTAS:

[845] G., segun tengo entendido por tu esperimentada narraçion es la
mejor y más segura.

[846] me ha pareçido.

[847] G., que comunmente en semejantes lugares suelen passar

[848] G., monstruosas y prodigiosas.

[849] G., puedan entretener el tiempo.

[850] R., Jambulo.

[851] R., de oçeano.

[852] G., escriuan.

[853] G., y.

[854] G., del dezir.

[855] G., poeta.

[856] G., con tu.

[857] G., prometiste.

[858] G., en ello hago ser publico el desorden y poca templança con
que esta gente consagrada toma semejantes ayuntamientos; los quales
les auian de ser vedados por sus perlados y juezes, y a estos querria
yo ser destos relactor, porque lo podrian remediar, antes que no a tí;
porque en contartelo solo doy ocasion con mi lengua a que auiendo tú
plazer, te rias y mofes de aquella consagrada caterua qne está en la
tierra en lugar de la diuina magestad.

[859] G., que jures de no lo.

[860] G., será.

[861] G., el fundamento.

[862] G., fiesta.

[863] G., tenía.

[864] G., llamaua.

[865] G., que no se si le conoçiste. Este mançebo.

[866] G., y el.

[867] G., de su parte.

[868] G., eran muchos.

[869] G., de la historia.

[870] G., del año.

[871] G., solenidad.

[872] G., boluimonos.

[873] G., alli.

[874] G., auia otra.

[875] G., el missa cantano.

[876] G., otra mano.

[877] G., de San Julian.

[878] G., su.

[879] G., gran.

[880] G., se sento.

[881] G., fueron.

[882] G., por ser más viejo.

[883] G., que la sçiençia son canas en el hombre.

[884] G., asentó.

[885] G., asento.

[886] Y luego dixo.

[887] G., de la Gramatica.

[888] R. (_Nota marginal_) Gramatica. _Figura antiptosis est casus pro
casu posi._

[889] G., notandolos de ambiçiosos, glotones y de poco sosiego:
fingiendose todos tener cuenta con el plato, pero más la tenian con lo
que entre los clerigos pasaua.

[890] G., tras.

[891] G., que rodauan.

[892] G., pastel.

[893] G., de la sala.

[894] G., agora, como sali.

[895] G., apresuré por acabar presto lo misa, que avu no me sufria.

[896] G., ser.

[897] G., entre.

[898] R. (_Tachado_) has de saber que.

[899] G., la arroxo.

[900] G., quebro.

[901] G., y no.

[902] G., rodeaua.

[903] G., por todas.

[904] G., a las.

[905] G., grande.

[906] G., prestando y cambiando auia adquerido.

[907] G, y vituperaua.

[908] G., mugeres; y ansi, pensandolo remediar Aristeneto dandole muy
bien a beber y que con esto le haria su amigo, ansi mando.

[909] G., y en alta voz, que todos con silençio le oyeron, hablando
con la muger de Aristeneto, madre de misa cantano: señora Magençia
(que ansi se llamaua) yo bebo a tí; y mira que has de beber otro tanto
del vaso como yo bebiere, so pena que no lo beuiendo se arroxe lo que
quedare sobre ty; y alçando la copa bebio della casi vn azumbre y luego
la mando tornar a enchir, y estendiendo el braço la dio a Magençia,
diziendola que sino beuia incurreria en la pena puesta y que la abrá
de executar; y Magençia encogiendose con gran verguença, diziendo
que no acostumbraua beuer, reusó el vaso con miedo que Alçidamas no
la afrontasse; y teniendo lo mesmo los combidados trabajaron por le
apartar fuera, pero él juró por sus ordenes que sino daua vn fiador que
beuiesse por ella que se lo auia de derramar acuestas; y el cura de San
Miguel, que alcançaua buena parte deste menester se leuantó y dando a
entender que lo hazia por defender a la señora huespeda y empedir que
no la afrontasse Alçidamas, pues este se leuantó de su lugar y saliendo
en el medio de la sala dixo a Alçidamas: dame acá la copa, que yo
quiero cumplir por la señora Magençia; y ansi tomando el vaso en sus
manos beuio vn terrible golpe, que a juizio de todos igualó.

[910] G., amago determinado de arrojar sobre Magençia lo que en el vaso
quedó, pero el cura.

[911] G., tomó.

[912] G., y hizole.

[913] G., y Eustochio, cura de San Martin, porque a todos auia
injuriado con sus donayres; y por el contrario, en fabor de Alçidamas,
por ser sus vezinos y amigos viejos se leuantaron el sacristan de San
Miguel y el cura de San Juan y el cura de San Pedro y el cura de Santa
Marina.

MIÇILO.--Que, alli vino el cura de San Pedro? no faltarian gargajos y
importunidad en su vejez.

GALLO.--Alli vino con asco y desgraçia de todos; que en vna silla le
truxieron porque estaua muy enfermo.

[914] G., arroxadas.

[915] G., como graniço.

[916] G., en.

[917] G., a que las damas çerrassen las orejas y avn los ojos.

[918] G., y ansi a este tono si.

[919] G., este tiempo.

[920] G., con vna cuerda.

[921] G., de la sala, començaron.

[922] G., de sautoriçada.

[923] G., y proçedio el.

[924] G., por mi amor.

[925] G., hazian.

[926] G., dexauan.

[927] G., limpiarse el.

[928] G., suçias maneras de festejar, porque avn viles joglares se
desdeñarian tratarlas, por no perder credito con el auditorio. Estando
en esto que todos callauan.

[929] Falta este epígrafe en el ms.

[930] G., ayas.

[931] G., mio.

[932] G., fue infamado con peligro y jatura de mi honrra.

[933] G., que tenía.

[934] G., injurias.

[935] G., los.

[936] diziendo tú a todos que.

[937] G., los.

[938] G., en.

[939] G., ay estan en tu.

[940] G., bueluas.

[941] G., lo.

[942] G., dixe.

[943] G., la oyste.

[944] G., començaron todos a murmurar.

[945] G., vnos dezian que era aguda, a lo menos los amigos de
Etemocles, y dezian que era muy sabiamiente escripta, que bien pareçia
ser de letrado. Los contrarios dezian que no era muy cuerda y acusauan
a Etemocles de hombre gloton y dezian que la auia escripto como
afrontado por no le aver combidado a la fiesta y comida. Estando...

[946] G., graciosa.

[947] G., representó ingeniosamente la proçesion que hacen los
portugueses el dia de Corpus Cristi y predicó el sermon que ellos
suelen predicar el dia que celebran la batalla del Aljubarrota.

[948] G., despues tañendo con su laud començó en copla de repente a
motejar a todos quantos estauan en la mesa, sin perjudicar ni afrontar
a ninguno, y reyendo donayres.

[949] G., con el.

[950] G., dexando el.

[951] G., procuró por le.

[952] G., tomo.

[953] G., osasse.

[954] G., y cruel como de la Farsalia.

[955] G., acudio.

[956] G., y que el xoglar auia dado a Alçidamas con el palo vn gran
golpe que le descalabró mal. De manera que todos aquellos curas fueron
por el semejante heridos, qual en la cabeça, qual en el rostro; por lo
qual fue neçesario que todos los lleuassen a sus posadas a los curar.
Pues echada toda aquella gente arriscada fuera de la sala, se alçaron
las mesas y se tornaron los que quedaron a sosegar. Pero como el diablo
nunca sosiega de meter mal y dar ocasion a que suçeda siempre peor,
suçedio que Cleodemo, padrino, boluiendo a la carta de Etemocles,
porque sintio afrontado a Aristeneto y avn a aquellos religiosos que
junto a si tenía, dixo: ¿qué os parecede las elegantes razones de
Etemocles?

[957] G., torta.

[958] G., el.

[959] G., la.

[960] G., que la carta venia elegante muy cuerdamente escripto y como
de letrado.

[961] G., por lo qual.

[962] G., principalmente porque en lo que yo he dicho ninguna injuria
le hize, pues de todos es conoçido Etimoclides bien de quantos aqui
estan, y no me marauillo que responda por él, pues ambos tienen hecho
liga y monipodio en el trato de sus feligreses, y ansi an jurado ambos
a dos de no enterrar a ninguno en su feligresia.

[963] G., le dio con la copa de vino en el rostro, que le enuistio
todo del, y luego Zenotemides tomó a Cleodemo por la sobrepelliz y le
truxo al suelo y hizole dar con el rostro y cabeça en vn vanco, de que
mal le descalabró. En fin los frayles y misa cantano y los demas los
apartaron, y fue neçesario que Cleodemo se fuesse luego a su casa a
curar, y tambien Zenothemides se fue. Pues purgada la casa de todos
aquellos arriscados y belicosos capitanes, porque todos fueron de tres
recuentros heridos y sacados del campo, como te he contado...

[964] G., enbobeçidos.

[965] G., ver en gente de tanto exemplo tanto desman.

[966] G., pensaron que hazer.

[967] G., como fue echada.

[968] G., llegosse.

[969] G., Dionico al misa cantano.

[970] G., entiznole.

[971] G., y llenaronle fuera de.

[972] G., del.

[973] G., homo. MISÇILO. Propriamente lo pudo dezir.

[974] G., todo el lugar.

[975] G., Dime, gallo, en el entretanto que estas cosas pasauan, ¿que
pensauas tú?

[976] G., cosas se çelebrauan pensaua yo otras muchas.

[977] G., alta.

[978] G., letras.

[979] G., ellas.




                          ARGUMENTO
             DEL DEÇIMO OCTAUO CANTO DEL GALLO

          En el deçimo octauo canto o sueño que se
            sigue el auctor muestra los grandes daños
            que en el mundo se siguen por faltar la
            verdad[981] de entre los hombres.


          MIÇILO.--_Pues por tu buena ventura,
          gallo, o Pithagoras, o como más te
          quisieres llamar, de todas las cosas
          tienes esperiençia que en el çielo y en
          la tierra pueden aconteçer agora: yo
          deseo mucho_ de ti saber me declares vna
          admirable dubda que grauemente atormenta
          mi spiritu sin poder hallar quién me
          satisfaga con bastante respuesta. ¿De
          dónde prouiene en algunos vna insaçiable
          cobdiçia de mentir en quanto hablan, en
          tanta manera que a sí mesmos con sumo
          deleyte se saborean, como sepan que todo
          es vanidad quanto dizen, y con suma
          efficaçia tienen en atençion los animos
          de los oyentes?

          GALLO.--Muchas cosas son ¡o Micilo! las
          que fuerçan algunas vezes los hombres
          a mentir. Como es en los belicosos y
          hombres de guerra se tiene por ardid
          saber con mentira engañar al enemigo,
          como en esta arte fue muy sagaz y
          industrioso Ulises; y tanbien lo vsan
          los cobdiçiosos de riquezas y honrras
          mundanas por vender sus mercaderias y
          auentajarse en sus contrataçiones. Pero
          avnque todo esto sea ansi te ruego me
          digas la ocasion que a saberlo te mueue?

          MIÇILO.--Todo eso se sufre que me has
          dicho por ofreçerse en esos casos
          intereses que a mentir os[982] mueue.
          Pero donde no se les ofreçe interes de
          más que satisfazer[983] su apetito, ¿de
          dónde les viene la inclinaçion a tan
          nefando y odioso viçio? Que ay hombres
          que en ninguna cosa ponen más arte,
          cuydado y industria que en mentir sin
          algun interes como al presente te quiero
          contar. Bien conoçes a Demophon nuestro
          vezino.

          GALLO.--¿Es este rico que está en nuestra
          vezindad?

          MIÇILO.--Ese mesmo. Ya sabes que abrá
          ocho dias que se le murio su muger. Pues
          a esta causa por ser mi vezino y amigo
          que sienpre me combidó a sus çenas y
          çelebridades, quisele yr la noche passada
          a visitar y consolar en su viudez.

          GALLO.--Antes auias de dezir[984] a le
          dar la buena pro haga.

          MIÇILO.--Pues auianme dicho que con el
          gran pessar que tenía de la muerte de su
          muger estaua enfermo, y ansi le hallé
          en la cama muy afligido y llorando, y
          como yo entré y le saludé me reçibio con
          alguna liberalidad mandandome sentar en
          vna silla que tenía muy cerca de sí,
          y despues que le vbe dicho aquellas
          palabras que se suelen dezir en el comun:
          señor, pessame de la muerte de vuestra
          muger y de vuestro mal; començele a
          inportunar me dixesse qué era la causa
          que de nueuo le hazia verter lagrimas
          auiendo ya algunos dias que se le auia
          muerto la muger. A lo qual me respondio,
          que no se le ofreçia cosa que más nueua
          le fuesse que auersele muerto _la muger_,
          su compañera la que él tanto amó[985]
          en esta vida y de que tanto se deuia
          perpetuamente acordar[986], y dixome que
          estando alli en su cama solo _la noche
          passada_ en consideraçion de la[987]
          soledad _y miseria_ que le quedaua sin
          su[988] amada Feliçia, que ansi se
          llamaua su muger, pessandole mucho por
          auerla desgraçiado[989] poco antes de
          su muerte[990], porque rogandole ella
          que le renouasse çiertas joyas de oro y
          faldrillas que ella tenía de[991] otro
          tiempo, no lo auia hecho, y que estando
          muy apesarado pensando en esto, _por no
          le auer complazido le apareçio_ Feliçia
          increpandoles porque auiendole sido en
          todo muy cunplido y liberal, auia sido
          muy corto en lo que más hazia[992] a su
          honrra, porque en su entierro y obsequias
          no la auian acompañado el cabildo mayor
          y cantores con musica, y porque no la
          auian tañido las campanas con solenidad,
          que llaman enpino, y que la lleuaron al
          tenplo en vnas comunes andas auiendola de
          lleuar en ataud; y otras cosas dixo del
          paño que ençima de si lleuaua[993], si
          era de brocado, luto o seda. Lo qual todo
          pareçiendome _muy_ grandes disparates
          y liuiandades me reí diziendo que se
          consolasse mucho, que buen remedio tenía
          tornando de nueuo a hazer las obsequias;
          y por pareçerle que yo no lo creya lo
          trabajó apoyar con grandes juramentos, y
          por que via que mientra él más juraua yo
          menos le creya, se leuantó en camisa de
          la cama y se abajó inclinado de rodillas
          en el suelo señalándome con el dedo las
          señales de sus pies que alli auia dexado
          y imprimido, y estaua todo el suelo tan
          llano y tan igual que no se hallara vn
          cabello de differençia aunque tuuierades
          ojos de linçe; y ansi por me persuadir su
          sueño se tornó a la cama donde sentado y
          mandándose encorporar de[994] almohadas
          _que le tuuiessen_ proçedio en cosas tan
          monstruosas y tan sin orden _acerca de su
          sueño y vision, y en loor de su mujer_
          que no huviera[995] en el mundo tan vano
          juizio que las creyera[996], hasta que
          quebrada la cabeça de le oyr[997] me
          despedi _dél_ y me vine[998] acostar.

          GALLO.--Verdad es ¡o, Miçilo! que esas
          cosas que Demophon _ay_ te conto no son
          de creer de razonable juizio, porque
          ya te he dicho lo que en la buelta de
          las almas de los defuntos ay[999]. Pero
          mira bien no incurras tú en vn genero
          de incredulidad que tienen algunos
          hombres, que ninguna cosa les dizen por
          façil y comun que sea que la quieran
          creer; pero marauillandose de todo, se
          espantan y santiguan y todo dizen que
          es mentira y monstruosidad. Lo qual
          _todo_ es argumento de poca esperiençia
          y saber. Porque como no han visto nada,
          ni han leydo nada, qualquiera cosa que
          de nueuo vean les pareçe ser hecho[1000]
          por arte de encantamiento o embaymiento,
          y por el semejante, qualquiera cosa
          que de nueuo oyan y[1001] les digan se
          encogen, espantan y admiran, y tienen por
          aueriguado que la fingen siendo mentira
          por vurlar dellos y los engañar. Pero
          los sabios, los que todo lo han visto,
          los que todo lo han leydo, todo lo
          menospreçian, todo lo tienen en poco, y
          ansi passando adelante lo rien _y_ mofan
          _y_ tachan y reprehenden, mostrando auer
          ellos visto mucho más sin comparaçion.
          Ansi agora tú considera que no es peor
          estremo, no creer nada, que creerlo todo,
          y piensa que ninguna cosa puede imaginar
          el entendimiento humano que no pueda
          ser, y que marauilla es que todo lo que
          puede ser, sea de hecho ya y acontezca.
          Pues ansi agora yo, Miçilo, me temo si
          no quieres creer cosa de quantas hasta
          agora te he dicho, y pienses y sospeches
          que todo ha sido mentira y fingido por te
          dar passamiento, y ansi creo que menos
          creras vn admirable aconteçimiento que
          agora te queria contar, porque junto con
          lo que hasta aqui te he contado exçede en
          admiraçion sin comparaçion alguna a lo
          que Demophon tu vezino te persuadio auer
          visto.

          MIÇILO.--Mira, gallo, _que_ entendido
          tengo que todas las cosas verdaderas
          que se dizen si bien se quieren mirar
          muestran en sí vna verisimilitud que
          fuerçan al entendimiento humano a las
          creer; porque luego representan y reluze
          en ellas aquella deidad de la verdad que
          tienen en sí, y después desto tiene gran
          fuerça la auctoridad del que las dize,
          en tanta manera que avn la mesma mentira
          es tenida por verdad. Ansi que por todas
          estas razones soy forçado a que lo que
          tú dixeres te aya yo de creer; por lo
          qual, di, yo te ruego, con seguridad
          y confiança, que ninguna cosa que tú
          dixeres dubdaré, prinçipalmente que no ay
          marauilla alguna que me marauille despues
          que vi a tí siendo gallo hablar nuestra
          lengua; por lo qual me persuades a creer
          que tengas alguna deydad de beatitud, y
          que por esta no podras mentir.

          GALLO.--Por cierto yo queria çesar ¡o
          Miçilo! de mi narraçion por auerla
          interrumpido con alguna señal de dubda.
          Dexaras en verdad de gozar de la más alta
          y más feliçissima historia que _nunca_
          hasta agora ingenio de historiador
          ha[1002] escripto, y prinçipalmente por
          narrartela yo que soy el que la passé.
          Pero por la seguridad que al credito
          y fe me tienes dada quiero proçeder,
          porque no quiero pribarte del gusto y
          deleyte admirable que en oyrla gozarás, y
          verás despues que la ayas oydo de quanto
          sabor te pribarás si por ignorar antes
          lo que era menos preçiaras de lo oyr,
          y conoçerás quanto amigo te soy y buen
          apaniguado y familiar, pues no estimando
          la injuria que me hazias con tu dubdar
          te comunico tan gran beatitud. Por tanto
          prestame atençion, que oy verás quan
          elegante rectorico soy. Tú sabras, que en
          vn tiempo siendo mançebo y cobdiçioso de
          ver, vino nueua en Castilla que se auian
          ganado en las partes oçidentales aquellas
          grandes tierras de la Nueua España[1003]
          que nueuamente ganó aquel animoso marques
          del Valle, Cortés, y por satisfazer en
          alguna manera el insaçiable animo de
          mi deseo que tenía de ver tierras y
          cosas nueuas determinéme de enbarcar, y
          auenturarme a esta nauegaçion, y ansi
          en este mesmo deseo me fue para la
          çiudad y ysla de Caliz donde se hazia
          el flete mas conueniente y natural para
          semejante xornada; y llegado alli[1004]
          hallé diez conpañeros que con el mesmo
          affecto y voluntad eran venidos alli,
          y como en aquella çiudad venian muchos
          de aquella nueua tierra y nos dezian
          cosas de admiraçion, creçianos mas el
          apetito de caminar. Deziannos el natural
          de las gentes, las costumbres, atauio
          y dispusiçion; la diuersidad de los
          animales, aues, frutas y mantenimientos
          y tierra. Era tan admirable lo que
          nos dezian juntamente con lo que nos
          mostrauan los que de allá venian que
          no nos podiamos contener[1005], y ansi
          juntandonos veynte compañeros todos
          mançebos y de vna edad, hecho pacto entre
          nosotros inuiolable de nunca nos faltar,
          y çelebradas las çerimonias de la[1006]
          amistad con juramento solene fletamos vn
          nauio vezcayno velero y ligero, todos
          de bolsa comun, y con prospero tiempo
          partimos vn dia del puerto, encomendados
          a Dios, y ansi nos continuó siete dias
          siguientes hasta que se nos descubrieron
          las yslas fortunadas que llaman de
          Canaria. Donde tomado refresco[1007]
          despues de vista la tierra, con prospero
          tiempo[1008] tornamos a salir de alli y
          caminando por el mar al terçero dia _de
          nuestro camino_ dos horas salido el sol
          haziendo claro y sereno el çielo dixeron
          los pilotos ver vna ysla de la qual no
          tenian notiçia ni la podian conoçer, de
          que estauan admirados y confusos por no
          se saber determinar, poniendonos en gran
          temor ansi a deshora, admirauanse más
          turbados de ver que la ysla caminaua más
          veniendo ella azia[1009] nosotros que
          caminauamos nosotros para ella. En fin en
          breue tiempo nos venimos tanto juntando
          que venimos a conoçer que aquella que
          antes nos pareçia ysla era vn fiero
          y terrible animal. Conoçimos ser vna
          vallena de grandeza increyble, que en
          sola la frente con un pedaço del çerro
          que se nos descubria sobre las aguas del
          mar juzgauamos auer quatro millas. Venia
          contra nosotros abierta la boca soplando
          muy fiera y espantosamente que a diez
          millas haçia retener el nauio con la
          furia de la ola que ella arroxaua de sí;
          de manera que viniendo ella de la parte
          del poniente, y caminando nosotros con
          prospero leuante nos forçaua calmar, y
          avn boluer atras el camino. Venia desde
          lexos espumando y turbando el mar con
          gran alteraçion; ya que estuuimos más
          çerca que alcançauamos[1010] a verla
          más en particular pareçiansele los
          dientes tan terribles cada vno como vna
          montaña[1011] de hechura de _grandes_
          palas; blancos como el fino marfil.
          Venimos adelante a juzgar por la grandeza
          que se nos mostró sobre las aguas, ser
          de longura de dos mil leguas. Pues como
          nos vimos ya en sus manos y que no le
          podiamos huyr[1012] començamonos a
          abraçar entre los compañeros, y a darnos
          las manos con grandes lagrimas y alarido,
          porque viamos el fin de nuestra vida y
          compañia estar en aquel punto sin remedio
          alguno, y ansi dando ella un terrible
          empujon por el agua adelante y abriendo
          la boca nos tragó tan sin embaraço _ni
          estorbo_ de dientes ni paladar que sin
          tocar en parte alguna con gauia, velas,
          xarçia y muniçion _y obras muertas_
          fuemos colados y sorbidos por la garganta
          de aquel monstruoso pez sin lision alguna
          del nauio hasta llegar a lo muy espaçioso
          del estomago, donde auia vnos campos en
          que cupieran otras veynte mil; y como
          el nauio encalló quedamos espantados
          de tan admirable suçeso sin pensar qué
          podia ser, y avnque luego estuuimos algo
          obscuros porque cerró el paladar para
          nos tragar, pero despues que nos tuuo
          dentro y se sosego traya abierta la boca
          a la contina, de manera que por alli nos
          entraua bastante luz, y con el ayre de su
          contino resolgar nos entretenia el viuir
          a mucho descanso y plazer. Pareçiome que
          ya que no quiso mi ventura que yo fuesse
          á las Indias por ver allá, que era esta
          conuenible comutaçion, pues fortuna nos
          forçaua en aquella carçel a ver y gustar
          de admirables cosas que te contaré; y
          mirando alrededor vimos muy grandes y
          espaciosos campos de frescas fuentes
          y arboledas de diuersas y muy suaves
          flores y frutas, y ansi todos saltamos
          en tierra por gustar y ver aquellas
          estançias tan admirables. Començamos a
          comer de aquellas frutas y a beuer de
          aquellas aguas alegres y delicadas[1013]
          que nos fue muy suaue refeçion. Estauan
          por alli infinitos pedaços de hombres,
          piernas, calaberas y huesos, y muchas
          espinas y costillas de terribles peçes
          y[1014] pescados, y otros enteros que
          nos empidian el andar. Auia tablas,
          maderos de nauios, ancoras, gauias,
          masteles, xarçia, artilleria y muniçion,
          que tragaua aquella fiera vestia por se
          mantener[1015]. Pero salidos adelante
          de aquella entrada a vn grande espaçio
          que alcançamos a ver desde vn alto
          monte más de quinientas leguas de donde
          atalayamos[1016] grandes llanos y campos
          muy fertiles, abundantes y hermosos. Auia
          muchas aues muy hermosas y graçiosas, _de
          diuersos colores adornadas en sus plumas
          que eran de graçioso parecer_. _Auia_
          aguilas, garças, papagayos, sirgueros,
          ruyseñores y otras differençias espeçies
          y generos de[1017] aues de mucha
          hermosura. Pues proueyendo que algunos
          compañeros que[1018] quedasen en[1019] la
          guarda del nauio, les sacamos fuego del
          pedernal y dexamos les mantenimiento de
          aquellos manjares y carnes que trayamos
          de nuestra prouision y matalotaje; y
          ansi escogidos algunos compañeros nos
          salimos a descubrir la tierra[1020].
          Discurriendo pues por aquella deleytosos
          y fertilissimos campos[1021] al fin
          de dos dias, casi al puesto del sol,
          desçendiendo de vna alta montaña a vn
          valle de mucha arboleda, llegamos a vn
          rio que con mucha abundançia y frequençia
          corria vino muy suave; tan hondo y tan
          caudaloso que por muchas partes podian
          nauegar muy gruesos nauios. Del qual
          començamos a beuer y a gustar, y algunos
          de nuestros compañeros se començaron de
          la beuida a vençer y se nos quedauan
          dormidos por alli que no los podiamos
          lleuar. Todas las riberas de aquel suaue
          y graçioso rio estan[1022] llenas de muy
          grandes y fertilissimas çepas cargadas
          de muy copiosas vides _con sus_ pampanos
          y raçimos muy sabrosos y de gran gusto;
          de que[1023] començamos a cortar y
          comer; y tenian algunas de aquellas çepas
          figura y imagen de mugeres que hablando
          en nuestra lengua natural nos convidauan
          con agraçiadas palabras a comer dellas,
          prometiendonos mucho dulçor. Pero a todos
          aquellos que conuençidos de sus ruegos
          y halagos llegauan a gustar de su fruto
          los dormian y prendian alli, que no eran
          libres para se mouer y las dexar, ni
          los podiamos arrancar de alli. Destas,
          de su frecuente emanar[1024] destilaua
          vn continuo liquor que hazia yr al rio
          muy caudaloso. Aqui en esta ribera
          hallamos vn padron de piedra de dos
          estados alto sobre la tierra, en la qual
          estauan vnas letras griegas escriptas
          que mostrauan ser de gran antiguedad,
          que nos significauan[1025] auer sido
          este el peregrinaje de Bacho. Passado
          este graçioso rio por algunas partes que
          se podia vadear, y subida vna pequeña
          cuesta que ponia differençia entre este
          valle de Bacho, desçendimos á otro no
          menos deleyte[1026] y _de gran_ sabor.
          De cuyo gusto y dulçor nos pareçia beuer
          aquella beuida que dezian los hombres
          _antiguos_ ser de los dioses por su
          grande y admirable gusto, que llamauan
          nectar[1027] y ambrosía. Este tenia vna
          prodigiosa virtud de su naturaleza; que
          si alguno escapado del rio de Bacho
          pudiesse llegar a beuer deste licor era
          marauillosamente consolado y sano de su
          embriaguez, y era restituido en su entero
          y primero juizio, y avn mejorado sin
          comparaçion. Aqui beuimos hasta hartar,
          y boluimos por los compañeros y quál a
          braço, quál acuestas y quál por su pie
          los traymos[1028] alli, y sanos caminamos
          con mucho plazer. No lexos desta suaue
          y salutifera ribera vimos salir humo,
          y mirando más con atençion vimos que
          se descubrian vnas caserias pobres y
          pajizas, de lo qual nos alegramos mucho
          por uer si habitaua por alli alguna gente
          como nosotros con que en aquella prision
          y mazmorra nos pudiessemos entender
          y consolar. Porque en la verdad nos
          pareçia ser aquello vna cosa fantaseada,
          o de sueño, o que por el rasgo nos la
          descriuia algun delicado[1029] pintor.
          Pues con esta agonia que por muchos dias
          nos hazia andar sin comer y[1030] beuer
          sin nos defatigar, llegamos çerca de
          aquellas casas, y luego en la entrada
          hallamos vna vieja de edad increyble,
          porque en rostro, meneo y color lo
          monstró ser ansi. Estaua sentada entre
          dos muy perenales fuentes, de la vna
          de las quales manaua vn muy abundante
          caño de miel, y de la otra mano corria
          otro caño muy fertil y gruesso de leche
          muy cristalino. Las quales dos fuentes
          bajadas a un vallico que estaua junto
          alli se juntauan[1031] y hazian ambas
          el[1032] un rio caudal. Estaua la dueña
          ançiana con vna vara en la mano, con
          la qual con gran descuydo heria en la
          fuente que tenia a su mano derecha que
          corria leche, y a cada golpe hazia vnas
          campanillas, las cuales corriendo por el
          arroyo adelante se hazian muy hermosos
          requesones, nazulas, natas y quesos como
          ruedas de molino. Los quales todos quando
          llegauan por el arroyo abajo donde se
          juntauan con[1033] la fuente del miel
          se hazian de tanto gusto y sabor que no
          se puede encareçer. Auia en este rio
          peçes de diuersas formas que sabian a
          la[1034] miel y leche; y como nosotros
          la vimos espantamonos por pareçernos
          vna prodigiosa vision y ella por el
          semejante en vernos _como_ vista subita
          y no acostumbrada se paró. Pues quando
          boluimos en nosotros, y con esfuerço
          cobramos el huelgo que con el espanto
          auiamos perdido, la saludamos con mucha
          humildad, dubdosos si nos entendiesse la
          manera de nuestra lengua, y ella luego
          con apazible semblante dando a entender
          que nos conoçia por conaturales en patria
          y[1035] naturaleza nos correspondio
          con la mesma salutaçion, y luego nos
          preguntó; dezid hijos[1036] ¿quien
          soys vosotros? ¿Acaso soys naçidos del
          mar o soys naturales de la tierra como
          nosotras? A la qual yo respondi: señora,
          nosotros hombres somos, naçidos en la
          tierra, y agora çerrados por infortunio
          en el mar, encarçelados por nuestra
          desuentura en esta monstruosa vestia,
          dubdosos donde nuestra ventura nos
          lleuará; y avnque nos pareçe que viuimos,
          creemos que somos muertos; y agora
          salimos por estos campos por ver quien
          habitaua por aqui, y ha querido Dios que
          os encontrassemos para nos consolar, y
          que viesemos no ser nosotros solos los
          encarçelados aqui; y ya que nuestra buena
          uentura acá nos aportó, comunicanos tu
          buena naturaleza y quál hado te metio
          aqui[1037]; y si de alguna parte de
          diuinidad eres comunicada prophetizanos
          nuestra buena, o mala uentura: porque
          preuenidos nos haga menor mal. Respondió
          la buena dueña: ninguna cosa os diré
          hasta que en mi casa entreis, porque
          veo que venis fatigados. Sentaros eis
          y comereis, que vna hija mia donzella
          hermosa que aqui tengo os lo guisará y
          aparejará; y como eramos todos moços y
          nos habló de hija donzella y de comer,
          todos nos regoçijamos en el coraçon, y
          ansi entrando dixo la buena vieja[1038]
          con vna boz algo alta quanto bastaua
          su natural: hija, sal acá, apareja a
          esta buena gente de comer. Luego como
          entramos y nos sentamos en vnos poyos
          que estauan por alli salio vna donzella
          de la más bella hermosura y dispusiçion
          que nunca naturaleza humana crió. La
          qual avnque debajo de paños y vestidos
          pobres y desarrapados representaua
          çelestial diuinidad[1039], porque por
          los ojos, rostro, boca y frente echaua
          vn resplandor que a mirarla no nos
          podiamos sufrir, porque nos heria con
          vnos rayos de mayor fuerça que los del
          sol y[1040] como tocaua[1041] el alma
          eramos ansi como pauesa abrasados: y
          rendidos nos prostramos a la adorar. Pero
          ella haziendonos muestra con la mano,
          con vna diuina magestad nos apartaua
          de si, y mandandonos asentar con vna
          presta diligençia nos puso vbas y _otras_
          frutas muchas y muy suaues, y de vnos muy
          sabrosos peçes; de que perdido[1042] el
          miedo que por la reuerençia teniamos a
          tan alta magestad comimos y beuimos de vn
          preçioso vino quanto nos fue menester; y
          despues que se leuantó la mesa y la vieja
          nos vio sosegados començo a regoçijarnos
          y a demandarnos le contassemos nuestro
          camino y suçeso; y yo como vi que todos
          mis conpañeros callauan y me dexauan
          la mano en el hablar la conté muy por
          orden[1043] nuestro deseo y cobdiçia con
          que viuiamos muchos años en la tierra,
          y nuestra junta y conjuraçion hasta el
          estado en que estauamos alli, y despues
          le dixe; agora tú, madre bienauenturada,
          te suplicamos nos digas si es sueño esto
          que vemos; quién soys vosotras y cómo
          entrastes aqui. Ella nos dixo con vna
          alhagueña humildad que de contentarnos
          tenía deseo[1044]. O huespedes y hijos
          amados, todos pareçe que traemos[1045] la
          mesma fortuna, pues por juizio y voluntad
          de Dios somos laçados aqui, avnque por
          differentes[1046] ocasiones como oyreis.
          Sabed que yo soy la bondad si la aueis
          oydo dezir por allá; que me crió Dios en
          la eternidad de su sér, y esta mi hija
          es la verdad que yo engendré, hermosa,
          graçiosa, apazible y afable, parienta muy
          cercana del mesmo Dios, que de su cogeta
          a ninguno desgraçió[1047], ni desabrio
          si primero me quisiessen[1048] a mi.
          Embionos Dios del çielo al mundo siendo
          naçidas allá, y todos los que me reçeuian
          a mí no la podian a ella desechar, pero
          amada y querida la abraçauan[1049], como
          a sí, y ansi moramos entre los primeros
          hombres en las casas de los prinçipes
          y reyes y señores que con nosotras
          gouernauan y regian sus republicas en
          paz, quietud y prosperidad. Ni auia
          maliçia, cobdiçia, ni poquedad que a
          engaño tuuiesse muestra. Andauamos muy
          regaladas, sobrelleuadas y tenidas
          de los hombres; el que más nos podia
          hospedar y tener[1050] en su casa se
          tenía por más rico, más poderoso y
          más valeroso. Andauamos vestidas y
          adornadas de preciosas joyas y muy alto
          brocado. No entrauamos en casa donde
          no nos diessen[1051] de comer y beuer
          hasta hartar, y pessauales porque no
          reçibiamos más; tanto era su buen deseo
          de nos tener. Topauamos cada dia a la
          riqueza y _a la_ mentira por las calles
          por los lodos arrastradas, baldonadas
          y escarneçidas; que todos los hombres
          por la mayor parte por nuestra deuocion
          y amistad las gritauan y corrian y las
          echauan de su conuersaçion y compañia
          como a enemigas de su contento y
          prosperidad. De lo qual estas dos
          falsarias y malas compañeras reçebian
          grande injuria y vituperio, y con rabia
          muy canina vuscauan los medios posibles
          para se satisfazer. Juntauanse cada
          dia en consulta _ambas_ y echauanse a
          pensar y tratar qualesquiera caminos
          faboreçiendose de muchos amigos que avn
          trayan entre los hombres encubiertos
          y solapados que no osauan pareçer de
          verguença de nuestros amigos. Estas
          malditas bastaron en tiempo a juntar gran
          parte de gentes que por industria de la
          cobdiçia[1052] los persuadieron yr a
          descubrir aquellas tierras de las Indias,
          Nueva España, Florida y Perú, _donde
          vosotros dezis que yuades caminando,
          de donde tanto tesoro salio_. Y estas
          se las enseñaron y guiaron, dandoles
          despues industria ayuda y fabor como
          pudiessen en estas tierras traer grandes
          tesoros[1053] de oro y de plata y joyas
          preçiosas que estauan tenidas en menos
          preçio allá[1054]. _Estas peruersas
          dueñas los forçaron a aquel trabajo_
          teniendo por aueriguado que estos tesoros
          les serian bastante medio para entretener
          su opinion y desarraigarnos del comun
          conçibimiento de los honbres, en que
          estauamos nosotras enseñoreadas hasta
          alli[1055]; y ansi fue, que como fueron
          aquellos honbres que ellas enbiaron en
          aquellas partes y començaran a enbiar
          tesoros de grande admiraçion, luego
          començaron todos a gustar y a tener[1056]
          _grandes rentas y hazienda_, y ansi
          andando estas dos falsas hermanas _con
          aquella parienta casi_ de casa en casa
          les hizieron a todos entender que no auia
          otra nobleza, ni otra feliçidad, ni otra
          bondad sino tener[1057], y que el que
          no tenía riqueza[1058] en su casa[1059]
          era ruyn y vil, y ansi se fueron todos
          corrompiendo y depravando en tanta
          manera que no se hablaua ni se trataua
          otra cosa en particular ni en comun; ya
          desdichadas de nosotras no teniamos donde
          entrar[1060] ni de quién nos faborezer.
          Ninguno nos conoçia, _ni_ amparaua, ni
          reçebia, y ansi andauamos a sombra de
          texados aguardando a que fuesse de noche
          para salir a reconoçer amigos, no osando
          salir de dia, porque nos auian auisado
          algunos que andauan estas dos traydoras
          vuscandonos con gran conpañia para nos
          afrontar do quiera que nos topassen;
          prinçipalmente si fuesse en lugar solo
          y sin testigos; y ansi nosotras madre y
          hija nos fuemos a quexar a los señores
          del Consejo Real del Emperador, diziendo
          que estas falsarias se auian entremetido
          en la republica muy en daño y corruptela
          della, y porque a la sazon estauan
          consultando açerca de remediar la gran
          carestia que auia en todas las cosas
          del reyno les mostramos _con argumentos
          muy claros y infalibles_, como era
          la[1061] causa auernos echado todos de
          si, _la bondad y verdad madre y hija_,
          y auerse entremetido estas dos[1062]
          peruersas hermanas riqueza y mentira,
          _y la cobdiçia_ las quales dos si se
          tornaua a expeler[1063] nos ofreçiamos _y
          obligauamos_ de boluer todas las cosas
          a su primero valor y antiguo, y que en
          otra manera auia de yr[1064] de peor en
          peor, y nos quexamos que nos amenaçauan
          que nos auian de matar; porque ansi
          eramos auisadas, que con sus amigos y
          aliados que eran ya muchos nos andauan
          a vuscar[1065] procurando de nos auer;
          y los Señores del Consejo nos oyeron
          muy bien y se apiadaron de nuestra
          miseria y fortuna y nos mandaron dar
          carta de amparo y dixeron que diessemos
          informaçion cómo aquellas nos andauan a
          vuscar para nos afrontar y que harian
          justizia; y con esto nos salimos del
          Consejo, y yendo por vna ronda pensando
          yr más seguras por no nos encontrar con
          nuestras enemigas[1066], fuemos espiadas
          y salen a nosotras en medio de aquella
          ronda y tomannos por los cabellos a
          ambas a dos y traxieronnos por el polvo
          y lodo gran rato arrastrando y dieronnos
          todos quantos en su compañia lleuauan
          muchas coçes, puñadas y bofetadas, y
          por ruyn se tenía el que por lo menos
          no lleuaua vn pedaço de la ropa en las
          manos. En fin nos dexaron con pensamiento
          que no podiamos viuir[1067], y ansi
          como de sus manos nos vimos sueltas,
          cogiendo nuestros andrajos, cubriendonos
          lo más honestamente que pudimos nos
          salimos de la çiudad, no curando de
          informar á justiçias, temiendonos que
          en el entretanto que informauamos nos
          tornarian a encontrar, y nos acabarian
          aquellas maluadas las vidas; y ansi
          pensando que como en aquellas tierras
          de la Nueua España[1068] quedauan sin
          aquellos tesoros, y las gentes eran
          simples y nueuas en la religion, que
          nos acogerian allá; enuarcamos en vna
          nao, y agora pareçenos que porque[1069]
          no nos quiere reçebir[1070] nos ha
          tomado en si el mar, y ha echado esta
          vestia que tragandonos nos tenga presas
          aqui rotas y despedaçadas como veys.
          Maravillados[1071] deste aconteçimiento
          las pregunté como era posible ser en
          tan breue tienpo desanparadas de sus
          amigos que en toda la çiudad ni en otros
          pueblos comarcanos no hallassen de quién
          se amparar y socorrer. A lo qual la
          hija sospirando, como acordandose de la
          fatiga y miseria en que en aquel tienpo
          se vióO huesped dichoso! si el coraçon
          me sufriesse a te contar en particular
          la prueba que de nuestros amigos hize,
          admirarte has de ver las fuerças que
          tuuieron aquellas maluadas: temome que
          acordandome de tan grande injuria fenezca
          yo oy. Tu sabras que entre todos mis
          amigos yo tenia vn sabio y ançiano juez,
          el qual engañado por estas maluadas y
          aborreçiendome a mi, por augmentar en
          gran cantidad su hacienda torçia de cada
          dia las leyes, peruertiendo todo el
          derecho canonico y çeuil; y porque vn
          dia se lo dixe, dandome un enpujon por
          me echar de si me metio la vara por vn
          ojo que casi me lo sacó: y mi madre me
          le restituyó a su lugar[1072]; y porque
          a vn escriuano que estaua[1073] ante
          él la dixe que passaua el arançel me
          respondio que sino reçibiesse más por las
          escripturas de lo que disponian los Reyes
          que[1074] no ganaria para çapatos, ni avn
          para pan; y porque le dixe que porqué
          interlineaua los contratos, enojandose me
          tiró con la pluma vn tildon por el rostro
          que me hizo esta señal que ves aqui que
          tardó vn mes en se me sanar; y de alli me
          fue a casa de vn mercader y demandéle me
          diesse vn poco de paño de que me vestir,
          y él luego me lo puso en el mostrador, en
          el qual, avnque de mi naturaleza yo tenía
          ojos más perspicaces que de linçe, no
          le podia ver, y rogandole que me diesse
          vn poco de más luz se enojó. Demandéle
          el preçio rogandole _que_ tuuiesse
          respecto a nuestra amistad, y luego me
          mostró vn papel que con gran juramento
          juró[1075] ser aquel el verdadero valor
          y coste que le tenía, y que por nuestra
          amistad lo pagasse por alli; y yo afirmé
          ser aquellos lexos de mí, y porque no
          me entendio esta palabra que le dixe me
          preguntó qué dezia. Al qual ya repliqué
          que aquel creya yo ser el coste, cargando
          cada vara de aquel paño quantas gallinas
          y pasteles, vino, puterías y juegos y
          desordenes en la feria y por el camino
          auian él y sus criados pasado quando
          fueron por ello[1076].

          MIÇILO.--Y lo mesmo es en todos quantos
          offiçios ay en la republica; que no hay
          quien supla las costas comer y beber,
          juegos y puterias de los offiçiales, _en
          la feria y do quiera que estan; y halo de
          pagar el que dellos va a comprar_.

          GALLO.--De lo qual reçibio tanta injuria
          y yra que tomando de vna vara con que
          medir en la tienda me dio vn palo en
          esta[1077] cabeça que me descalabró
          muy[1078] mal, y despues tendida en
          el suelo me dio más de mil; que si no
          fuera por gentes que passaron[1079] que
          me libraron de sus manos me acabara
          la vida con su rabiosa furia; con que
          avn juraua que se lo auia de pagar si
          me pudiesse auer, por lo qual no osé
          aportar mas allá[1080]. De alli me lleuó
          mi madre a vn çirujano, al qual rogo
          con gran piedad que me curasse y él le
          dixo que mirasse que le auia de pagar,
          porque la cura seria larga y tenia
          hijos y muger que mantener, y porque
          no teniamos qué le dar, mi madre me lo
          vntó con un poco de açeyte rosado, y en
          dos dias se me sanó. Fueme por todos
          aquellos que hasta entonçes yo auia
          tenido en mi familiaridad, y hallé los
          tan mudados que ya casi no los conoçia
          sino por el nonbre, porque auia muchos
          que yo tenia en mi amistad _que eran_
          armeros, malleros, lançeros, espeçieros,
          y en otros generos de offiçios llanos y
          humildes contentos con poco, que no se
          queria apartar del regaço de mi madre y
          mio, _vnidos comigo_; los quales agora
          aquellas dos falsas hermanas[1081] los
          tenian encantados, locos, soberuios y muy
          fuera de sí, muy sublimados en grandes
          riquezas de canbios y mercaderias y
          _puestos ya_ en _grandes_ honrras de
          regimientos _con hidalguias fingidas y
          compuestas_ ocupados en exerçicios de
          caualleros, de[1082] justas y juegos de
          cañas, _gastando con gran prodigalidad
          la hazienda y sudor de los pobres
          miserables_. _Estos_ en tanta manera se
          estrañaron de mí que no los osé hablar,
          porque acaso ayrados no me hiriessen y
          uituperassen como auian hecho los otros:
          y porque pareçe que los eclesiásticos
          auian de permaneçer en la verdadera
          religion y que me acogerian me fue a
          la iglesia mayor donde concurren los
          clerigos y saçerdotes[1083] donde solia
          yo tener muchos amigos; y andando por
          ella a vuscar clerigos no hallé sino
          grandes cuadrillas y compañias de monas
          o ximios que me espantaron. Los quales
          con sus roquetes, sobrepellizes y capas
          de coro andauan por alli cantando
          en derredor[1084]. Marauillauame de
          uer[1085] vnos tan graçiosos animalejos
          criados en la montaña imitar[1086] todos
          _los offiçios y_ exerçiçios de saçerdotes
          tan al proprio y natural _a lo menos_ en
          lo exterior; y viniendo a mirarlos debajo
          de aquellos vestidos eclesiasticos _y
          ornamentos benditos_ descubrian el vello,
          golosina, latroçinio, cocar y mofar,
          rustiçidad y fiereza que tienen puestos
          en su libertad en el campo[1087].

          Acordéme auer leydo de aquel rey
          de Egipto, de quien escriuen los
          historiadores[1088] que quiso enseñar a
          dançar vna quadrilla de ximios y monas,
          vestidos todos de grana, por ser animal
          que más contra haze los exerçiçios del
          honbre; y andando vn dia metidos todos
          en su dança, que las traya el maestro
          ante el Rey, se allegó a lo ver vn
          philosopho y echó vnas nuezes en medio
          del corro y dança; y como conoçieron
          los ximios ser la fruta y golosina,
          desanparando el teatro, maestro y Rey,
          se dieron a tomar de la fruta[1089] y
          mordiendo y arañando a todos los que en
          el espectaculo estavan, rasgando sus
          vestidos echaron a huyr _a la montaña_,
          y avn yo no lo pude creer que aquellos
          eran verdaderos ximios y monas si no
          me llegara a vno que representó mas
          sanctidad y dignidad al qual tentandole
          con la tenta en lo interior, rogandole
          que pues era saçerdote y me pareçia más
          religioso, me dixesse vna missa por mis
          defuntos, y pusele la pitança en la
          mano, y él muy hinchado me dio con el
          dinero en los ojos diziendo que él no
          dezia misa, que era vn arçediano, que no
          queria mi pitança; que sin dezir misa en
          todo el año passaua y se mantenia él y
          vna gran trulla de honbres y mugeres que
          traya en su casa[1090]; y como yo le oy
          aquello no pude disimular tan barbaro
          genero de ypocresia y soberuia, viendo
          que siendo mona representara vna persona
          tan digna y tan reuerenda en la iglesia
          de Dios[1091]. Acordeme de aquel asno
          cumano, el qual viendose vn dia vestido
          de vna piel de leon, queria pareçer leon
          asombrando con grandes roznidos a todos,
          hasta que vino vno de aquellos cumanos
          que con vn gran leño nudoso le hirio tan
          fuertemente que reprehendiendole con
          palabras le desengañó y le hizo[1092]
          entender que era asno y no leon, y ansi
          le abajó su soberuia y locura; y ansi yo
          no me pude contener que no le dixesse:
          Pues señor ¿el arçedianazgo depone el
          saçerdoçio que no podeis[1093] dezir
          missa? y él se enojó tanto que me conuino
          huyr de la iglesia, porque ya miraua por
          sus criados que me hiriessen. En estos y
          semejantes cuentos nos estuuimos gran
          parte del dia hasta que su madre le
          mandó que no proçediesse adelante porque
          reçebia dello mucha pena; y yo enamorado
          della me ofreçí a su perpetuo seruiçio
          pareçiendome que en el mundo no auia cosa
          más perfeta que desear, y ansi pense si
          querria, por viuir en aquella soledad y
          prision darseme por muger; _pero no me
          atreui hasta mirarlo mejor_. Salimonos
          luego[1094] todos en su compañia por
          aquellos campos, fuentes y praderias
          por tomar solaz, porque eran aquellas
          estançias llenas de todo gusto y deleyte.
          No auia por alli planta alguna que no
          fuesse de dulçura admirable por ser
          regadas por aquellas dos fuentes de leche
          y miel. En esta conuersaçion y compañia
          nos tuuieron muchos dias muy a nuestro
          contento, y acordandonos de nuestros
          conpañeros que dexamos en el nauio
          pensamos que sería bueno yrlos a vuscar
          y traerlos a aquella deleytosa estançia,
          porque gozassen de tanta gloria, y ansi
          demandando licençia a la madre y hija
          guiandonos como por señas _al camino_
          boluimos por los visitar, prometiendo
          boluernos luego para ellas[1095] y ansi
          començamos a caminar, y passando aquellos
          dulçes y sabrosos rios venimos al de
          Bacho, el qual passado[1096] por los
          vados, hallamos ya casi por moradores
          naturales a nuestros conpañeros, casados
          con aquellas çepas que dixe estar por
          aquellas riberas, que tenian figura y
          natural de mugeres: de las quales no los
          podimos desapegar sin gran dificultad y
          trabajo, porque los tenian ya cogidos
          con gran affiçion. Pero con gran cuydado
          trabajamos despegarlos de alli, y porque
          nos temimos no poderlos llevar a la
          casa de la verdad, por pensar que no
          açertariamos[1097] acordamos probar a
          salir de aquella carçel mazmorra[1098],
          pensando que si saliesemos con ello seria
          vna cosa admirable: y que terniamos más
          que dezir[1099] que de las Indias _si
          allá fueramos_, ni de los siete milagros
          del mundo; y ansi pense vna industria
          que çierto nos valio, y fue que yo hize
          poner a punto de nauegar todo el nauio,
          xarçia y obras muertas _y compañeros_,
          y hize luego enbarcar todo lo neçesario
          para caminar, y quando todo estuuo a
          punto hezimos ingenios con que llegamos
          el nauio hasta meterle por la garganta de
          la vallena, y como la juntamos al pecho
          que le ocupamos la entrada al paladar nos
          lançamos todos en el nauio, y con fuertes
          arpones, lanças, picas y alabardas
          començamos a herirle[1100] en la
          garganta, y como aconteçe a qualquiera
          de nosotros si tiene en la garganta
          alguna espina que acaso tragó de algun
          pez que le fatiga, que comiença de toser
          por la arrancar, y ansi la vallena quanto
          más la heriamos[1101] más se afligia con
          toser, y a cada tos nos echaua çinquenta
          leguas por la garganta adelante, porque
          çierto reçebia gran congoja y fatiga que
          no podia sosegar, y tanto continuó su
          toser que nos lançó por la boca a fuera
          muy lexos de si sin algun daño ni lision;
          y como escarmentada y temerosa del
          passado tormento y pena huyó de nosotros
          pensando auer escapado de vn gran mal; y
          ansi dando todos muchas graçias a Dios
          guiamos por boluer a nuestra España
          deseosos de desengañar a todos que se ha
          ydo la verdad huyendo de la tierra: por
          lo qual no te marauilles, Miçilo, sino te
          la dixo tu vezino Demophon, y avn si no
          la vieres ni oyeres en el mundo de oy más.

          MIÇILO.--¡O soberano Dios, qué me has
          contado oy! ¡Que es posible, gallo, que
          está oy el mundo sin la verdad!

          GALLO.--Como oyes me aconteçió.

          MIÇILO.--Por cierto cosa es de
          admiraçion: y me pareçe que si el mundo
          está algun tiempo ansi, en breue se
          destruira y se acabará de perder. Por
          tanto supliquemos con lagrimas de grande
          affecto a Dios nos quiera restituir en
          tan soberano bien de que somos pribados
          hasta aqui; y agora, pues es venido el
          dia, dexa lo demas para el canto que se
          siguirá.


          _Fin del déçimo octauo canto del gallo._


                                NOTAS:

[980] G., lo.

[981] G., verdad del mundo.

[982] G., les.

[983] G., saber.

[984] G., Mas propiamente dixeras.

[985] G., amaua.

[986] G., que perpetuamente se deuia acordar della.

[987] G., su.

[988] G., y de su amada.

[989] por vna desgraçia que le auia hecho.

[990] G., antes que murio, y es que.

[991] G., hechas a.

[992] G., tocaua.

[993] G., que las andas cubria.

[994] G., con.

[995] G., aura.

[996] G., crea.

[997] G., de sus vanidades.

[998] G., a acostar.

[999] G., te dixe lo que ay en la verdad açerca de las animas de los
defuntos.

[1000] G., hecha.

[1001] G., que.

[1002] ingeniosissimos historiadores han.

[1003] G., las Indias, Mexico, Nueua España y Peru.

[1004] G., donde llegando.

[1005] G., sufrir.

[1006] G., nuestra.

[1007] nuestro fresco.

[1008] G., viento.

[1009] R. (_Tachado_) cara.

[1010] G., alcançamos.

[1011] de terrible grandeza.

[1012] G., euadir.

[1013] G., sabrosas y delicadas aguas.

[1014] G., hombres, espinas y huesos de.

[1015] G., artilleria, hombres y otros muchos animales que tragaua por
se mantener.

[1016] G., vimos.

[1017] G., graçiosas aues.

[1018] G., se.

[1019] G., a.

[1020] y dexandoles la neçesaria prouision, la mayor cantidad de
nosotros fuemos de acuerdo que fuessemos a descubrir la tierra por la
reconoçer.

[1021] G., deleytosa y fertilissima tierra.

[1022] G., estauan.

[1023] G., los quales.

[1024] G., manar.

[1025] G., que dezian.

[1026] G., deleytoso.

[1027] G., a la qual llamaron del netar.

[1028] trauximos.

[1029] G., ingenioso.

[1030] G., ni.

[1031] G., mezclauan.

[1032] G., vn.

[1033] G., se mezclaua la.

[1034] G., tenian sabor del.

[1035] G., por de vna naturaleza.

[1036] G., hijos, ¿quál ventura os ha traydo en esta tierra, o quál
hado o suerte os ençerro en esta carçel y mazmorra?

[1037] G., señora, no sabemos hasta agora dezir si nuestra buena o mala
fortuna nos ha traydo aqui, que avn no emos bien reconoçido el bien o
mal que en esta tierra ay; solo sabemos ser tragados en el mar por vn
fiero y espantoso pez, donde lançados creemos que somos muertos, y para
esperiençia o mas çertidumbre desto, nos salimos por estos campos por
ver quién habitaua por aqui; y ha querido Dios que os encontrassemos y
esperamos que sera para nuestra consolaçion, pues vemos no ser nosotros
solos los encarçelados aqui. Agora querriamos de ti, señora, saber
quién eres; que hazes aqui; si eres naçida del mar o si eres natural de
la tierra como nosotros.

[1038] G., vieja en su casa, dixo.

[1039] G., dignidad.

[1040] G., que.

[1041] tocauan.

[1042] G., diendo.

[1043] G., estenso.

[1044] G., que de contentarnos mostraua tener deseo, dixo:

[1045] G., tenemos.

[1046] G., diuersas.

[1047] G, de sagrado.

[1048] G., quisiesen.

[1049] G., amauan.

[1050] G., tenia.

[1051] G., diessen abundantemente.

[1052] de vna dueña parienta suya que se llama la cobdiçia.

[1053] G., piezas y cargas.

[1054] G., que de los de aquella tierra estauan menospreçiadas y
holladas, reconoçiendo su poco valor.

[1055] G., conçebimiento nuestra amistad con la qual estauamos nosotras
enseñoreadas en la mayor parte de la gente hasta alli.

[1056] G., poseer.

[1057] G., ser rico vn hombre.

[1058] G., poseya.

[1059] G., a la riqueza.

[1060] G., nos acoger.

[1061] G., ser la.

[1062] G., y auer estas.

[1063] G., las quales si se remediauan y se echauan fuera.

[1064] G., verian como neçesariamente yrian las cosas.

[1065] G., vuscando.

[1066] G., nuestros enemigos.

[1067] G., y salteadas en medio de aquella ronda, y saliendo a nosotras
nos tomaron por los cabellos a ambas y truxieronnos por el poluo y
lodo gran rato arrastrando, y dieronnos todos quantos en su compañía
lleuauan muchas coçes, puñadas y bofetadas, que por ruyn se tenía el
que por lo menos no lleuaua en las manos vn buen golpe de cabellos ó vn
pedaço de la ropa que vestiamos. En fin nos dexaron con pensamiento que
no podiamos mucho viuir.

[1068] G., de Indias nueuas.

[1069] G., pues.

[1070] G., sufrir.

[1071] G., Y marauillandonos todos.

[1072] G., torno adereçar.

[1073] escreuia.

[1074] G., si por la tassa del arançel en la paga de los derechos se
huuiese de seguir.

[1075] G., afirmo.

[1076] G., auian hecho él y sus criados en la feria y por el camino de
yr y venir allá.

[1077] G., la.

[1078] G., hirió.

[1079] G., que si no me socorrieran las gentes que pasauan.

[1080] G., y quedó jurando que si me tomaua en algun lugar o boluia más
alli, que me acabaria; y ansí yo nunca más bolui allá.

[1081] G., aquellas falsarias.

[1082] G., en.

[1083] G, los saçerdotes y cleriçia.

[1084] G., andauan paseandose por alli, y otros cantando en el coro.

[1085] G. Marauillauame que.

[1086] G, imitassen.

[1087] G., tienen en la montaña.

[1088] G., escriue Luçiano.

[1089] G., ximios o monas, y para esto los vistio todos de grana, y
andando vn dia metidos en el teatro en su dança con vn maestro de aquel
exerçiçio al qual los encomendó, se allegó a lo ver vn philosopho que
conoçia bien el natural de aquel animalexo y echóles vnas nuezes en el
medio del corro donde andauan dançando, y los ximios como conoçieron
ser nuezes, fruta apropriada a su golosina, desamparando el teatro,
corro y maestro se dieron a tomar de la fruta.

[1090] G., no dezia missa en todo el año, y que se mantenia él y vna
gran familia que tenía, de la renta de su dignidad.

[1091] G., _añade_: que dezian ser arçediano.

[1092] G., haziendole.

[1093] G., podais.

[1094] y ansi nos salimos.

[1095] G., a su compañia.

[1096] G., passando.

[1097] G., no açertar a la casa de la verdad.

[1098] G., prision y carçel.

[1099] G., contar.

[1100] G., herirla.

[1101] G., nosotros la dauamos.




                          ARGUMENTO
               DEL DEÇIMO NONO CANTO[1102]

          En el deçimo nono canto que se sigue el
            auctor trata del trabajo y meseria que ay
            en el palaçio y seruiçio de los prinçipes
            y señores, y reprehende a todos aquellos
            que teniendo alguna habilidad para
            algun offiçio en que ocupar su vida, se
            priban de su bienauenturada libertad que
            naturaleza les dio, y por viuir en viçios
            y profanidad se subjetan al seruiçio de
            algun Señor.


                      GALLO. MIÇILO.

          GALLO.--Muchas son las cosas, o ¡Miçilo!
          que en breue te he narrado, en diuersos
          estados de la vida aconteçidas. Caydas
          y leuantamientos, yerros, engaños de
          todas las condiçiones de los hombres, las
          quales como honbre esperimentado te lo
          he con palabras trabajado pintar, tanto
          que en algunos aconteçimientos te ha
          pareçido estar presente, por te conplazer
          y agradar, y _por_ hazer el trabajo de
          tu vida que con tu flaqueza se pudiese
          compadeçer; y ya querria que me dixesses
          qué te pareçe de quanto te he mostrado,
          quanto sea verdad el tema de mi dezir que
          tomé por fundamento para te probar quanto
          esté corrompida la regla y orden de vibir
          en los honbres y quan torçido vaya todo
          el comun. Deseo agora de ti saber quál
          es el estado que en el mundo te pareçe
          más contento y más feliz, y de dónde se
          podria dezir que mi thema, fundamento y
          proposiçion tenga menos cabida y de que
          no se pueda de todo en todo verificar.
          Habla, yo te ruego, tu pareçer: porque
          si por falta de esperiençia te pareçiere
          a ti que de algun estado no se pueda con
          justa razon dezir, yo trabajaré como bien
          esperimentado de te desengañar; y quiero
          que oy passemos en nuestra conuersaçion
          mostrandote que ya en el mundo no aya
          estado ni lugar que no esté deprabado, y
          en que el honbre pueda parar sin peligro
          y corroto de su viuir.

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, yo puedo con
          gran razon gloriarme de mi feliçidad,
          pues entre todos los mortales alcançé
          tenerte a ti en mi familiar conuersaçion,
          lo qual tengo por pronostico de
          mi futura beatitud. No puedo sino
          engrandeçer tu gran liberalidad, de la
          qual has comigo vsado hasta aqui, y me
          admira tu esperiençia y gran saber, y
          prinçipalmente aquella eloquençia con
          que tantas y tan diuersas cosas me has
          narrado; en tanta manera que a todas me
          has hecho tan presente como si passaran
          por mí. He visto muy bastantemente la
          verdad de tu thema y proposiçion, en que
          propusiste probar todos los honbres tener
          engaño y en ningun estado auer rectitud.
          Preguntasme agora te diga qué dubda o
          perplegidad aya en mi spiritu de que me
          puedas satisfazer. Çiertamente te quiero
          confesar vn pensamiento notable que tuue
          desde mi juuentud; y; avn agora no estoy
          libre dél; y es que siempre me admiró el
          estado de los ricos y poderosos prinçipes
          y señores del mundo; no solamente
          estimandolos en mi coraçon a ellos por
          bienauenturados como a poseedores y
          señores de aquellas riquezas, aparatos
          y familias que poseyan[1103], pero aun
          me tuuiera por bienauenturado si como
          ministro y criado de alguno de aquellos
          mereçiera yo frequentar su familiaridad,
          seruiçio y conuersaçion. Porque aunque
          no estuuiera yo en el punto de la
          bienauenturança que ellos tienen como
          poseedores y señores, a lo menos me
          contentara si por criado y apaniguado yo
          pudiera gozar de aquella poca feliçidad
          y contento que dan aquellos aparatos
          y riquezas a solo el que los ve; y lo
          mesmo tengo agora, en tanta manera, que
          si me faltasses a me entretener la vida
          miserable que padezco me yria para allá,
          prinçipalmente viendome tan perseguido
          de pobreza que me pareçe muchas vezes,
          que viuir en ella no es vibir, pero muy
          miserable muerte[1104], y me ternia por
          muy contento si la muerte me quisiesse
          lleuar antes que passar en pobreza acá.

          GALLO.--Admirado me has, ¡o Miçilo!
          quando auiendote mostrado hasta agora
          tanta diuersidad de cosas y los grandes
          infortunios que esten anejos y como
          naturales a todos los estados de los
          honbres, a solo el de los ricos tienes
          inclinada la afiçion, a los quales
          el trabajo es tan natural; y más me
          marauillo quando quexandote de tu estado
          feliçissimo diçes que por huyr de la
          pobreza ternias por bien trocar tu
          libertad y nobleza de señor en que agora
          estás por la seruidumbre y captiuerio a
          que se someten los que viuen de salario
          y merçed de algun rico señor; yo condeno
          este tu deseo y pensamiento por el mas
          herrado y miserable que en el mundo ay,
          y ansi confio que tu mesmo te juzgaras
          por tal quando me acabes de oyr. Porque
          en la verdad yo en otro tiempo fue desa
          tu opinion, y por experiençia lo gusté
          y me subjeté a esa miseria; y te hago
          saber, por el Criador, que acordarme
          agora de lo que en aquel estado padeçí
          se me vienen las lagrimas a los ojos,
          y de tristeza se me aflixe el coraçon,
          como de acordarme[1105] de auerme visto
          en vna muy triste y profunda carçel,
          donde todos los dias y noches aherrojado
          en grandes prisiones, en lo obscuro
          y muy hondo de vna torre, amarrrado
          de garganta, de manos y pies passé
          en lagrimas y dolor; ansi aborrezco
          acordarme de aquel tienpo que como sieruo
          subjete a señor mi libertad; que se me
          espeluçan los cabellos, y me tienblan
          los mienbros como si me acordasse agora
          de vna gran tenpestad en que en el
          golfo de Ingalaterra, y otra que en el
          archipielago de Greçia en otro tienpo
          passé. Quando me acuerdo de aquella
          contrariedad de los vientos que de todas
          partes nos herian el nauio, el mastel y
          antena roto y las velas echadas al mar,
          ya sin remo ni gouernalle ni juizio que
          lo pudiesse regir. Vernos subir vna vez
          por vna ola que por una gran montaña
          de agua nos lleuaua a las estrellas,
          y despues desçendir a los abismos, y
          façilmente boluernos a cubrir de agua
          otra ola que venia por sobre puente y
          plaza del nauio como si ya sorbido el
          caxco nadaramos a pie por el mar. ¡Hay!
          que no lo puedo dezir sin sospiro;
          quando me acuerdo vernos yr con toda la
          furia que los vientos nos podian lleuar
          a enuestir con el nauio en vna muy
          alta roca que parecia fuera del agua,
          y por comiseraçion de Dios incharse
          tanto el mar, que cubierta la roca de
          agua fuemos lleuados por çima en gran
          cantidad sin alcançar a picar el nauio
          en ella. Por lo qual, ¡o Miçilo! porque
          no te puedas quexar en algun tienpo de
          mí, que te fue mal amigo y consejero,
          y que viendote inclinado a ese yerro y
          opinion no aconsejé bien descubriendote
          el veneno que en este miserable çeuo
          está ascondido, y el daño que despues
          de tragado el ançuelo tiene en sí la
          meluca y bocado que alli deseais comer.
          Mas antes quiero que teniendo el manxar
          en la boca bomites la sangre con el
          dolor antes que prendiendo la punta en
          el paladar miserablemente arroxes la
          vida[1106]. Antes que vengas en este
          peligro te quiero amonestar como amigo,
          descubriendote la perdiçion[1107] que
          en este miserable estado de sieruo está
          ascondido porque en ningun tienpo te
          puedas quexar de mí: y si lo que yo te
          dixere no fuere verdad, si lo probar
          quisieres, entonçes dirás con justa razon
          que soy el más fabuloso mentiroso que en
          el mundo ay, y no te fies otra vez de mí;
          y todo lo que en este proposito dixere
          quiero dezir prinçipalmente por ti,
          Miçilo, por satisfaçer a tu perplegidad;
          y despves quiero que tanbien entiendan
          por si todos quantos en el mundo son,
          los quales son dotados de naturaleza de
          alguna habilidad para aprender, o que
          saben ya algun arte mechanica, la qual
          tomada por officio cotidiano, trabajando
          a la contina se puedan mantener. O
          aquellos que en alguna manera se les
          comunicó por su buen natural alguna
          sçiençia, gramatica, rectorica, o
          philosophia. Estos tales mereçian ser
          escupidos y negados de su naturaleza
          si dexando el exerçiçio y ocupaçion
          destas sus sçiençias y artes que para
          la conseruaçion de su bienauenturada
          libertad les dio, si repudiada y echada
          de si se lançan en las casas de los
          prinçipes y ricos honbres a seruir por
          salario, preçio, xornal y merçed. Con
          solos aquellos no quiero al presente
          hablar que el vulgo llama truhanes,
          chocarreros, que tienen por offiçio
          lisonjear para sacar el preçio miserable.
          Que estos tales son locos, neçios,
          bobos: y porque sé que en los tales ha
          de aprouechar poco[1108] mi amonestaçion
          dexarlos he, pues naturaleza los dexó
          privados del sumo bien, que es de juiçio
          y razon con que pudiessen diçernir la
          verdad, y ansi pues ella los dexó por la
          hez y escoria de los honbres que crió, no
          la quiero con mi buen consejo al presente
          repugnar ni contradezir, corrrigiendo lo
          que ella a su proposito formó; y tanbien
          porque estos tales son tan inutiles y
          tan sin habilidad que si les quitassemos
          por alguna manera este su modo de viuir
          no restaua sino abrirles el sepulcro
          en que los enterrar; y ansi ellos por
          esta causa no les es alguna culpa ni
          injuria si afrontados y vituperados de
          sus señores sufren sin sentir con tal que
          les paguen su xornal vilissimo y interes.
          Viniendo pues al proposito de nuestra
          intinçion, harto pienso que haré oy,
          Miçilo, si con mi elocuençia destruyere
          aquellas fuertes razones que tienen a ti
          y a los semejantes _secaçes_, peruertida
          y conuençida vuestra intinçion; porque
          neçesariamente han de ser de doblada
          efficaçia las mias, pues a las vuestras
          tengo de echar de la posession y
          fortaleza en que estauan señoreadas hasta
          aqui, y deuo mostrar ser flacas y de
          ningun valor y que de aqui adelante no
          tengais los tales con qué os escusar,
          encubrir y defender. Quanto a lo primero
          dizes tú, Miçilo, ser tan brauo enemigo
          la pobreza en el animo generoso, que por
          no le poder sufrir te quieres acoger a
          los palaçios y casas de los poderosos y
          ricos honbres, en cuya seruidunbre te
          piensas enrriquezer viuiendo por merçed,
          preçio, y xornal. ¿Dizes esto, Miçilo?

          MIÇILO.--Eso digo, gallo, ser ansi; y no
          solo yo, pero quantos honbres en el mundo
          ay.

          GALLO.--Por çierto, Miçilo, ya que tienes
          aborreçida la pobreza en tanta manera que
          más querrias morir que en ella vibir;
          yo no hallo quanto remedio os sea para
          huyr della lançaros a la seruidunbre
          del palaçio, ni me fatigaria mucho en
          persuadir a los que esa vida seguis por
          remedio de vuestra neçesidad el valor y
          estima en que la propria libertad se deue
          tener. Pero si yo veo por experiençia que
          el palaçio no es a los tales menesterosos
          sino como vn xaraue, o flaca mediçina
          que algun medico da al enfermo por
          entretenerle en la vida quedando sienpre
          el fuego y furia[1109] de la enfermedad
          en su vigor, ansi que yo no podré apobrar
          vuestra opinion[1110]. ¿Si sienpre con
          el palaçio queda la pobreza, sienpre la
          neçesidad del reçebir, sienpre la ocasion
          del pedir y tomar? Si avn en aquel estado
          del palaçio nada ay _entonces_ que se
          guarde, ninguna que sobre, ninguna que
          se reserue, pero todo lo que se da y
          que se reçibe, _todo_ es menester para
          el ordinario gasto y avn sienpre falta
          y nunca la neçesidad suple lo que se
          reçibe[1111], por mejor se deuria tener,
          Miçilo, aueros quedado en vuestra pobreza
          con esperança que algun dia os alegrara
          la prospera fortuna, que no auer venido
          a estado y causas en que la pobreza se
          conserua y cria, y avn augmenta como _es_
          en la vida que por remedio escogeis. En
          verdad que el que viuiendo en seruidunbre
          le pareçe huyr la pobreza no puedo sino
          afirmar que grandemente a sí mesmo
          se engaña, pues _sienpre_ veo al tal
          menesteroso y miserable y en neçesidad de
          pedir, y que le den.

          MIÇILO.--Yo quiero, gallo, responder
          por mí y por aquellos que la neçesidad
          los trae a este vibir, con los quales
          comunicando muchas vezes con mucho gusto
          y plazer me solian dezir los fundamentos
          y razones con que apoyauan y defendian
          su opinion, que a muchos oy dezir que
          seguian aquella vida del palaçio porque a
          lo menos en ella no se temia la pobreza,
          pues que conforme a la costumbre de
          otros muchos honbres trabajauan auer su
          cotidiano mantenimiento de su industria
          y natural soliçitud, porque ya venidos a
          la vejez, quando las fuerças faltan por
          flaqueza o enfermedad, esperan tener alli
          en qué se poder mantener.

          GALLO.--Pues veamos agora si esos dizen
          la verdad. Mas antes me pareçe que con
          mucho mayor trabajo ganan esos tales el
          mantenimiento que quantos en el mundo
          son. Porque lo que alli se gana hase
          de alcançar con ruegos; lo qual es más
          caro que todo el trabajo, sudor y preçio
          conque en el mundo se pueda comprar.
          Quanto más que avn quieren los señores
          que se trabaje y se sude el salario; y
          de cada dia se les augmentan dos mil
          negoçios y ocupaçiones[1112] para el
          cunplimiento de las[1113] quales no
          basta al honbre la natural salud y buena
          dispusiçion para los acabar[1114]; por
          lo qual es neçesario venir a enfermedad
          y flaqueza y cuando los señores[1115]
          sienten a sus criados que por su
          indispusiçion no los pueden seruir y
          abastar a sus negoçios los despiden de su
          seruiçio, casa y familia[1116]. De manera
          que claramente ves ser engañados por
          esa razon, pues les acarreó el palaçio
          más miseria, enfermedad y trabajo,
          lleuauan[1117] quando a él fueron.

          MIÇILO.--Pues dime agora _tú_ gallo;
          _pues_ no te pareçe que los miseros como
          yo sin culpa podrian elegir y seguir
          aquella vida por gozar (siquiera) de
          aquel deleyte y contentamiento que da
          vibir en aquellas anchas y espaçiosas
          casas, habitaçion y morada de los dioses
          y de sola persona real? enhastiados y
          mohinos destas nuestras miserables y
          ahumadas choças que más son pozilgas
          de puercos que casas y habitaçion
          de honbres; y ansi mouidos[1118]
          someternos a su seruiçio, avnque no
          se goze alli de más que de la vista
          de aquellos marauillosos tesoros que
          estan en aquellos suntuosos aparadores
          de oro[1119] y de plata, bagillas y
          tapetes y otras admirables riquezas
          que entretienen al honbre con sola la
          vista en deleyte y contentamiento, y avn
          comiendo y beuiendo en ellos, casi en
          esperança de los comer y tragar?

          GALLO.--Esto es, Miçilo, lo verdadero
          que primero se auia de dezir, que
          es causa prinçipal que mueue a los
          semejantes honbres a trocar su libertad
          por seruidumbre, que es la cobdiçia y
          ambiçion de solo gustar y ver las cosas
          profanas, demasiadas y superfluas;
          y no el ir a vuscar (como primero
          deçiades) lo neçesario y conueniente a
          vuestra miseria[1120], pues eso mejor
          se halla[1121] en vuestras choças y
          pobres[1122] casas aunque vaçias[1123]
          de tesoro, pero ricas por libertad, y
          esas esperanças que dezis que prometen
          los señores con la conuersaçion de su
          generosidad, digo que son esperanças
          vanas, y de semejante condiçion que
          las promesas con que el amante mançebo
          entretiene a su amiga, que nunca le falta
          vna esperança que la dar de algun suçeso,
          o herençia que le ha de venir, porque la
          vanidad de su amor, no piensa poderla
          conseruar sino con la vana esperança
          de que algun tienpo[1124] ha de tener
          grandes tesoros que la dar, y ansi ambos
          dos confiados de aquella vanidad llegan
          a la vejez mantenidos de solo el deleyte
          que aquella vana esperança les dio,
          abiertas las bocas hasta el morir, y se
          tienen estos por muy satisfechos porque
          gozaron de vn contentamiento que les
          entretubo el viuir, avnque con trabajo
          y miseria. Desta manera se an los que
          viben en el palaçio, y avn _es_ de mejor
          condiçion la esperança destos miseros
          amantes que la de que se sustentan los
          que viuen de salario y merçed, porque
          aquellos permaneçen en su señorio y
          libertad, y estos no. Son como los
          compañeros de Ulixes, que transformados
          por Cyrçes en puercos rebolcandose en
          el suçio çieno estimauan en más gozar
          de aquel presente deleyte y miserable
          contentamiento que ser bueltos a su
          humano natural.

          MIÇILO.--¿Y no te pareçe, gallo, que es
          gran feliçidad y cosa de gran[1125]
          estima y valor tener a la contina
          comunicaçion y familiaridad con ylustres,
          generosos prinçipes y señores, aunque del
          palaçio no se sacasse otro bien ni otro
          prouecho, ni otro interes?

          GALLO.--Ha, ha, ha.

          MIÇILO.--¿Y de qué te ries, gallo?

          GALLO.--Porque nunca oí cosa más digna
          de reyr. Porque yo no ternia por cosa
          más vana que comunicar y asistir al
          Rey más prinçipal que en el mundo ay,
          si otro interes no se sacasse de alli:
          ¿pues no me sería igual trabajo en la
          vida que auer de guardar tanto tienpo
          aquel respeto, aquel sosiego y asiento,
          miramiento y seueridad que se deue tener
          ante la presençia y acatamiento de la
          gran magestad del Rey? Agora, pues que
          emos tratado de las causas que les
          traygan a estos a vibir en tal estado
          de seruidunbre[1126], vengamos agora a
          tratar los trabajos, afrentas y injurias
          que padeçen para ser por los señores
          elegidos en su seruiçio, y para ser
          preferidos a otros que estan oppuestos
          con el mesmo deseo al mesmo salario; y
          tanbien veremos lo que padeçen en el
          proçeso de aquella miserable vida, y
          al[1127] fin en que acaban[1128]. Quanto
          a lo primero es neçesario que si has
          de entrar a viuir con algun señor, que
          vn dia y otro vayas y vengas con gran
          continuaçion su casa, y que nunca te
          apartes de sus vmbrales y puerta, aunque
          te tengan por enojoso y importuno, y
          aunque con el rostro y con el dedo te lo
          den a ententer, y aunque te den con la
          puerta en los ojos no te has de enojar,
          mas antes has de disimular, y comprar
          con dineros al portero la memoria de
          tu[1129] nonbre, y que al llegar a la
          puerta no le seas importuno. Demas desto
          es nesçesario que te vistas de nueuo con
          más sumptuosidad y costa que lo sufren
          tus fuerças conforme a la magestad[1130]
          del señor que pretendes[1131] seruir.
          Para lo qual conuiene que, o vendas
          tu hazienda[1132], o te empeñes para
          delante pagar del salario[1133] si al
          presente no tienes qué vender, y con
          esto has de vestirte del color y corte
          que sepas que más vsas o le aplaze al
          señor[1134] porque en cosa ninguna no
          discrepes ni passes su voluntad, y
          tanbien has de mirar que le acompañes
          con gran cordura do quiera que fuere,
          y que mires si has de yr adelante, o
          detrás: en que lugar, o mano. Si has de
          yr entre los prinçipales, o con la trulla
          y comunidad de familia por hazer pompa
          y aparato de gente; y con todo esto has
          de sufrir con paçiençia aunque passen
          muchos dias sin que _tu amo_ te quiera
          mirar a la cara, ni echarte de ver, y
          si alguna vez fueres tan dichoso que te
          quisiere mirar, si te llamare y te dixere
          qualquiera cosa que él quisiere, o se
          le viniere a la boca, entonçes verás te
          cubrir de vn gran sudor, y tomarte vna
          gran congoja, que se te çiegan los ojos
          de vna súbita turbaçion, prinçipalmente
          quando ves los que estan al rededor que
          se ryen viendo tu perplegidad y que mudo
          no sabes qué dezir. En tanta manera
          que a vna cosa que acaso te pregunta
          respondes vn gran disparate por verte
          cortado, lleno de empacho[1135]. Y a
          este embaraço de naturaleza llaman los
          virtuosos que delante estan verguença, y
          los desuergonçados lo llaman temor[1136]
          y los maliçiosos dizen que es neçedad
          y poca esperençia; y tú, miserable,
          quando has salido tan mal desta primera
          conuersaçion de tu señor quedas tan
          mohino y acobardado que de descontento te
          aborreçes, y despues de auerte fatigado
          muchos dias y _auer_ passado muchas
          noches sin sueño con cuydado de asentar
          y salir con tu intinçion y quando ya has
          padeçido mil tormentos y aflicçiones,
          injurias y afrentas, y no por alcançar
          vn reyno en posesion, o vna çiudad,
          sino solamente vn pobre salario de
          çinco mil marauedis, ya que algun buen
          hado te faboreçio, al cabo de muchos
          dias vienen a informarse de ti y de tu
          habilidad[1137], y esta esperiençia que
          de tu persona[1138] se haze no pienses
          que le es poca vfaneza y presunçion
          al[1139] señor, porque le es gran gloria
          quererse seruir[1140] de honbres cuerdos
          y habiles[1141] para qualquiera cosa
          que se les encomiende; y avn te has
          de aparejar que han de hazer examen y
          informaçion de tu vida y costunbres.
          ¡O desuenturado de ti! que congojas te
          toman quando piensas si por maliçia de
          vn ruyn vezino que quiera informar de ti
          vna ruyn cosa, o que quando moço passó
          por ti alguna liuiana flaqueza, y por
          no te ver auentajado, por tener enuidia
          de tus padres, o linaje informa mal de
          ti, por lo qual estás en ventura, de ser
          desechado y excluido; y tanbien como
          acaso tengas algun opositor que pretenda
          lo que tú y te contradiga, es neçesario
          que con toda su diligencia rodee todas
          las cabas y muros por donde pueda
          contraminar y abatir tu fortaleza.

          Este tal ha de examinarte la vida y
          descubrirte lo que esté muy oculto
          y enterrado por la antigüedad del
          tienpo[1142] y sabida alguna falta, o
          miseria, ha de procurar con toda su
          industria porque el Señor lo sepa. Que
          tengo por mayor el daño que resulta
          en tu persona saber el señor tu falta
          verdadera, o impuesta, que no el prouecho
          que podra resultar de seruirse de ti
          todos los dias de su vida. Considera
          ¡o Miçilo! al pobre ya viejo y barbado
          traerle en examen _su cordura_, _su
          linaje_, _costunbres y ser_; de lo que ha
          estudiado, qué sabe, qué ha aprendido;
          y si estaua en opinion de sabio hasta
          agora, y con ello cunplia, agora ha de
          mostrar lo que tiene verdadero. Agora,
          pues, pongamos que todo te suçeda bien
          y conforme a tu voluntad. Mostraste
          tu discreçion y habilidad[1143] y tus
          amigos, vezinos y parientes todos te
          faboreçieron y informaron de ti bien. El
          señor te reçibio; la muger te açepto;
          y al mayordomo despensero y ofiçiales
          y a toda la casa plugo con tu venida.
          En fin vençiste. ¡O bienauenturado
          vençedor[1144] de vna gran vitoria!;
          mereçes ser coronado como a trihunfador
          de vna antigua Olinpia[1145], o que
          por ti se ganó el reyno de Napoles o
          pusiste sobre el muro la vandera en la
          Goleta. Razon es que reçibas el premio
          y corona igual á tus méritos, trabajos
          y fatigas. Que de aqui adelante vibas
          descansado, comas y bebas sin trabajo
          de la abundançia del señor, y como
          suelen dezir, de oy más duermas a
          pierna tendida. Mas ante todo esto es
          al reues. Porque de oy más no has de
          sosegar a comer ni a beber. No te ha
          de vagar, dormir ni pensar vn momento
          con oçio en tus proprias miserias[1146]
          y neçesidades; porque sienpre has de
          asistir a tu señor, a tu señora, hijos
          y familia. Sienpre despierto, sienpre
          con cuydado, sienpre soliçito de agradar
          más a tu señor, y quando todo esto
          huuieres hecho con gran cuydado, trabajo
          y soliçitud te podrá dezir tu señor que
          heziste lo que eras obligado, que para
          esto te cogio por su salario y merçed,
          porque si mal siruieras te despidiera y
          no te pagara, porque él no te cogio para
          holgar. En fin mil cuydados, trabajos
          y pasiones, desgraçias y mohinas te
          suçederan de cada dia en esta vida
          de palaçio; las quales no solamente
          no podra sufrir vn libre y generoso
          coraçon exerçitado en vna[1147] virtuosa
          ocupaçion, o estudio de buenas letras,
          pero aun no es de sufrir de alguno
          que por pereza, cobdiçia y ambiçion
          desee comunicar aquellas grandeças y
          sumptuosidades agenas que de si no le
          dan algun otro interes más que[1148]
          verlas con admiraçion sin poderlas
          poseer. Agora quiero que consideres la
          manera que tienen estos señores para
          señalar el salario que te han de dar en
          cada vn año por tu seruiçio. El procura
          que sea a tienpo y a coyuntura y con
          palabras y maneras que sean tan poco que
          _si puede_ casi le siruas de valde, y
          pasa ansi que ya despues de algunos dias
          que te tiene asegurado y que a todos tus
          parientes y amigos y a todo el pueblo
          has dado a entender que le sirues ya,
          quando ya siente que te tiene metido
          en la red y muestras estar contento y
          hufano y que preçias de le seruir, vn dia
          señalado, despues de comer hazete llamar
          delante de[1149] su muger y de algunos
          amigos iguales a él en edad, auariçia y
          condiçion, y estando sentado en su[1150]
          silla como en teatro, o tribunal,
          limpiandose con vna paja los dientes
          _hablando_ con gran grauedad y seueridad
          te comiença a dezir. Bien has entendido,
          amigo mio, la buena voluntad que emos
          tenido a tu persona, pues teniendote
          respeto te preferimos en nuestra compañia
          y seruiçio a otros muchos que se nos
          ofreçieron y pudieramos reçebir. Desto,
          pues, has visto por esperiençia la verdad
          no es menester agora referirlo aqui, y
          ansi por el semejante tienes visto el
          tratamiento, orden y ventajas que en
          estos dias has tenido en nuestra casa
          y familiaridad. Agora, pues, resta que
          tengas cuenta con nuestra llaneza, poco
          fausto, que conforme a la pobreza de
          nuestra renta viuimos recogidos, humildes
          como çiudadanos en ordinario comun. De
          la mesma manera querria que subjetasses
          el entendimiento a viuir con la mesma
          humildad, y te contentasses con aquello
          poco que por ti podemos hazer del salario
          comun[1151], teniendo antes respeto al
          contentamiento que tu persona terna de
          seruirme a mí, por[1152] nuestra buena
          condiçion, trato y familiaridad; y
          tambien con las merçedes, prouechos y
          fabores que andando el tienpo te podemos
          hazer. Pero razon es que se te señale
          alguna cantidad de salario y merçed, y
          quiero que sea lo que te pareçiere a
          ti. Di lo que te pareçera, porque por
          poco no te querria desgraçiar. Esto todo
          que tu señor te ha dicho te pareçe tan
          gran llaneza y fabor que de valde estás
          por le seruir, y ansi enmudeçes vista
          su liberalidad; y porque no ve que no
          quieres dezir tu pareçer soys conçertados
          que lo mande vno de aquellos que estan
          alli viejos, auarientos, semejantes y
          criados de la moçedad con él. Luego el
          terçero te comiença a encareçer la buena
          fortuna que has auido en alcançar a
          seruir tan valeroso señor. El qual por
          sus meritos y generosidad todos quantos
          en la çiudad ay le desean seruir y tú te
          puedes tener por glorioso, pues todos
          quedan enuidiosos[1153] deseando tu mesmo
          bien; avnque[1154] los fabores y merçedes
          que te puede cada dia hazer son bastantes
          para pagar qualquiera seruiçio sin alguna
          comparaçion, porque parezca que so color
          y titulo del salario te pueda[1155]
          mandar, reçibe agora çinco mil maravedis
          en cada vn año con tu raçion; y no hagas
          caudal desto que en señal de açeptarte
          por criado te lo da para vnas calças y
          vn jubon, con protestaçion que no parará
          aqui, porque más te reçibe a titulo
          de merçed, debajo del qual te espera
          pagar; y tú confuso sin poder hablar lo
          dexas ansi, arrepentido mil vezes de
          auer venido a le seruir, pues pensaste
          a trueque de tu liberdad remediar con
          vn razonable salario _toda_ tu pobreza
          y neçesidades con las quales te quedas
          como hasta aqui, y avn te ves en peligro
          que te salgan más. Sy dizes que te den
          más, no te aprouechará y dezirte han
          que tienes ojo a solo el interes y
          que no tienes confiança ni respeto al
          señor; y avnque ves claro tu daño no te
          atreues[1156] despedir, porque todos
          diran que no tienes sosiego ni eres
          para seruir vn señor ni para le sufrir;
          y si dixeres el poco salario que te
          daua, injuriaste, porque diran que no
          tenias meritos para más. Mira batalla
          tan miserable y tan infeliz. ¿Que harás?
          Neçesitaste a mayor neçesidad; pues por
          fuerça has de seruir confiado solo de la
          vana esperança de merçed, y la mayor es
          la que piensa la que te haze en se seruir
          de ti, porque todos estos señores tienen
          por el prinçipal articulo de su fe, que
          los hizo tan valerosos su naturaleza,
          tan altos, de tanta manifiçençia y
          generosidad que el soberano poder afirman
          tenersele[1157] vsurpado. Es tanta su
          presunçion que les paraece que para solos
          ellos y para sus hijos y desçendientes
          es poco lo que en el mundo ay, y que
          todos los otros honbres que en el mundo
          viben son estiercol, y que les basta
          solo pan que tengan qué comer, y el sol
          que los quiera alunbrar, y la tierra que
          los quiera tener sobre sí; y teniendo
          ellos diez y veynte[1158] cuentos de
          renta y más, no les pareçe vn marauedi:
          y si hablan de vn clerigo que tiene vn
          beneffiçio que le renta çien ducados,
          o mil, santiguanse con admiraçion: y
          preguntan a quien se lo dize si aquel
          beneffiçio tiene pie de altar; qué puede
          valer; y muy de veras tienen por opinion
          que para ellos solos hizo naturaleza
          el feysan, el francolin, el abutarda,
          _gallina_ y perdiz y todas las otras aues
          preçiadas, y tienen muy por çierto que
          todo hombre es indigno de lo comer. Es,
          en conclusion, tanta su[1159] soberuia
          y ambiçion _destos_ que tienen por muy
          aueriguado que todo honbre les deue a
          ellos salario por quererse dellos seruir;
          ya que has visto como eligen los hombres
          a su proposito, oye agora cómo se han
          contigo en el discurso de tu seruiçio.
          Todas sus promesas verás al reues, porque
          luego se van hartando y enhadando de ti,
          y te van mostrando con su desgraçia y
          desabrimiento que no te quieren ver, _y_
          procuran dartelo a entender en el mirar
          y hablar y en todo el tratamiento de
          tu persona. Dizen que veniste tarde al
          palaçio y que no sabes seruir y que no
          ay otro hombre del palaçio sino el que
          vino a él de su niñez. Si tiene la mujer
          o hija moça y hermosa, y tú eres moço y
          gentil hombre tiene de ti zelos, y vibe
          sobre auiso recatandose de ti: mirate a
          las manos, a los ojos, a los pies. Mandan
          al mayordomo que te diga vn dia que no
          entres en la sala y comunicaçion del
          señor, y otro dia _te_ dize que ya no
          comas en la mesa de arriba, que te bajes
          abajo al tinelo a comer, y si porfias
          por no te injuriar mandan al paje que
          no te dé silla en que te asientes, y
          tu tragas destas injurias dos mil por
          no dar al vulgo mala opinion de ti.
          ¡Quanta mohina y pesadumbre reçibes en
          verte ansi tratar! y ves la nobleza de
          tu libertad trocada por vn vil salario
          y merçed. Verte llamar cada hora criado
          y sieruo de tu señor. ¿Qué sentira tu
          alma quando te vieres tratar como a
          más vil esclauo que dineros costó? Que
          criado y sieruo te han de llamar; y no
          te puedes consolar con otra cosa sino
          con que no naçiste esclauo, y que cada
          dia te puedes libertar si quisieres,
          sino que no lo osas hazer porque ya
          elegiste por vida el seruir, y quando
          ya el mundo y tu mal hado te ven ya
          desabrido y medio desesperado, o por
          manera de piedad, o por te entretener y
          prendarte para mayor dolor, date vn çevo
          muy delicado, vna dieta cordial como a
          honbre que está para morir, y suçede que
          se van los señores vn dia a holgar a vna
          huerta, o romeria, mandan aparejar la
          litera en que vaya la señora y auisan a
          toda la gente que esté a punto, que han
          todos de caualgar; _y_ quando está a
          cauallo el señor y la señora está en la
          litera, mandate la señora a gran priesa
          llamar. ¿Que sentira tu alma quando
          llega el paje con aquel fabor? Estás en
          tu cauallo enjaezado a toda gallardia
          y cortesania, y luego partes con vna
          braua furia por ver tu señora qué te
          quiere mandar[1160]. Y ella haziendose
          toda pedaços de delicadeça y magestad te
          comiença a dezir: Miçilo, ven acá; mira
          que me hagas vna graçia, vn soberano
          seruiçio y plazer. Haslo de hazer con
          buena voluntad, porque tengo entendido de
          tu buena diligençia y buena inclinaçion
          que a ti solo puedo encomendar vna cosa
          tan amada de mi[1161], y de ti solo se
          puede fiar. Bien has visto quanto _yo_
          amo a la mi armenica perrica graçiosa;
          está la miserable preñada y muy çercana
          al parto, por lo qual no podre sufrir que
          ella se quede acá. No la oso fiar[1162]
          destos mal comedidos criados que avn de
          mi persona no tienen cuydado, quanto
          menos se presume que ternan de la
          perrilla, avnque saben que la amo como a
          mí. Ruegote mucho que la traigas en tus
          manos delante de ti con el mayor sosiego
          que el cauallo pudieres lleuar, porque
          la cuytada no reçiba algun daño en su
          preñez; y luego el buen Miçilo reçibe
          la perrilla encomendada a su cargo de
          lleuar, porque casi lloraua su señora
          por se la encomendar, que nunca a las
          tales se les ofreçe fabor que suba de
          aqui. ¡Qué cosa tan de reyr será ver
          vn escudero gallardo, graçioso, o a vn
          honbre honrrado de barba larga y grauedad
          lleuar por medio de la çiudad vna perrica
          miserable delante de sí, que le ha de
          mear y ensuçiar sin echarlo él de ver! y
          con todo esto quando se apean y la señora
          demanda su armenica no le faltará alguna
          liuiana desgraçia que te poner por no te
          agradeçer el trabajo y afrenta que por
          ella pasaste. Dime agora, Miçilo, ¿quál
          hombre ay en el mundo por desuenturado
          y miserable que sea, que por ningun
          interes de riqueza ni tesoro que se le
          prometa, ni por gozar de grandes deleytes
          que a su imaginaçion se le antojen auer
          en la vida del palaçio, trueque la
          libertad, bien tan nunca bastantemente
          estimado de los sabios, que dizen que
          no ay tesoro con que se pueda comparar;
          y viban en estos trabajos, vanidades,
          vurlerias y verdaderas niñerias del mundo
          en seruidumbre y captiuerio miserable?
          ¡Quál será, si de seso totalmente no
          está pribado, y mira sienpre con ojos de
          alinde las cosas, con que todas se las
          hazen muy mayores sin comparaçion? ¿Quién
          es aquel que teniendo algun offiçio, o
          arte mecanica, avnque sea de vn pobre
          çapatero como tú, que no quiera más con
          su natural y propria libertad con que
          naçio ser señor y quitar y poner en su
          casa conforme a su voluntad, dormir,
          comer, trabajar y holgar quando querra,
          antes que a voluntad agena viuir y
          obedeçer?

          MIÇILO.--Por çierto, gallo, conuençido
          me tienes a tu opinion por la efficaçia
          de tu persuadir, y ansi digo de hoy más
          que quiero más vibir en mi pobreza con
          libertad que en los trabajos y miserias
          del ageno seruiçio viuir por merçed.
          Pero pareçe que aquellos solos seran de
          escusar, a los quales la naturaleza puso
          ya en edad razonable y no les dio offiçio
          en que se ocupar para se mantener. Estos
          tales no pareçe que seran dignos de
          reprehension si por no padeçer pobreza y
          miseria quieren seruir.

          GALLO.--Miçilo, engañaste; porque esos
          muchos más son dignos de reprehension,
          pues naturaleza dio a los honbres muchas
          artes y offiçios en que se puedan
          ocupar, y a ninguno dexó naturaleza sin
          habilidad para los poder aprender; y
          por su oçio, negligençia y viçio quedan
          torpes y neçios y indignos de gozar del
          tesoro inestimable de la libertad; del
          qual creo que naturaleza en pena de su
          negligençia los privó; y ansi mereçen
          ser con vn garrote vivamente castigados
          como menospreçiadores del soberano bien.
          Pues mira agora, Miçilo, sobre todo, el
          fin que los tales han. Que quando han
          consumido y empleado en esta suez y vil
          trato _la flor de_ su edad, ya que estan
          casi en la vejez, quando se les ha de dar
          algun galardon, quando pareçe que han de
          descansar, que tienen ya los miembros por
          el seruiçio contino inhabiles para el
          trabajo; quando tienen obligados a sus
          señores a alguna merçed, no les falta vna
          brizna, vna miserable ocasion para le
          despegar de sí. Dize que por tener grande
          edad le perdio el respeto que le deuia
          como a señor. O que le trata mal sus
          hijos; o que quiere mandar más que él; y
          si eres moço leuantate que te le quieres
          echar con la hija, o con la muger; o que
          te hallaron hablando con vna donzella de
          casa en vn rincon. De manera que nunca
          les falta con que infame y miserablemente
          los echar, y avn sin el salario que
          siruio, y donde penso el desuenturado del
          sieruo que auia proueydo a la pobreza y
          neçesidad en que pudiera venir se ofreçio
          de su voluntad a la causa y ocasion de
          muy mayor, pues echado de aquellas agenas
          casas viene forçado al hospital. Alli
          viejos los tales y enfermos y miserables
          los dan de comer y beber y sepoltura por
          limosna y amor de Dios. Resta agora,
          Miçilo, que quieras considerar como
          cuerdo y auisado animo todo lo que te
          he representado aqui, porque todo lo
          esperimenté y passó por mí. No çeues ni
          engañes tu entendimiento con la vanidad
          de las cosas desta vida, que talmente
          suelen engañar, y mira bien que Dios y
          naturaleza a todos crian y produçen con
          habilidad y estado de poder gozar de
          lo bueno que ella crió, si por nuestro
          apetito, oçio y miseria no lo venimos a
          perder, y de aqui adelante contentate con
          el estado que tienes, que no es çierto
          digno de menospreçiar.

          MIÇILO.--¡O gallo bienauenturado! que
          bienauenturado me has hecho oy, pues
          me has auisado de tan gran bien; yo te
          prometo nunca serte ingrato a benefiçio
          de tanto valor. Solo te ruego no me
          quieras desamparar que no podre viuir sin
          ti; y porque es venido el dia huelga,
          que quiero abrir la tienda por vender
          algun par de çapatos de que nos podamos
          mantener oy.


          _Fin del deçimo nono canto del gallo._


                                NOTAS:

[1102] G., canto del gallo.

[1103] G., poseen.

[1104] G., morir.

[1105] G., acordarsseme.

[1106] G., el daño que despues de tragado el çeuo en el anzuelo está, y
teniendo la meluca en la boca para la tragar no te la hago echar fuera
antes que prendiendo la punta en tu paladar bomites la sangre y vida
con dolor.

[1107] G., el veneno.

[1108] G., no ha de aprouechar mi.

[1109] G., fuerça.

[1110] G., ¿como podre yo aprobar vuestra opinion?

[1111] G., se suple.

[1112] G., pleytos.

[1113] G., los.

[1114] G., poder soliçitar.

[1115] G., los sienten.

[1116] G., y casa.

[1117] G., trabajo, y por el consiguiente más miseria y enfermedad que
lleuan.

[1118] G., deuen desear aquella vida, por solo el deleyte y
contentamiento que da vibir en aquellas anchas y espaçiosas casas,
habitaçion de dioses y de sola persona Real y inçitados de aquellas
grandes esperanças que prometen aquellos poderosos señores con su real
y generosa conuersaçion.

[1119] G., por gozar solamente de aquellos marauillosos tesoros,
aparadores de oro.

[1120] G., al cunplimiento de vuestra neçesidad.

[1121] G., hallara.

[1122] G., propias.

[1123] G., pobres.

[1124] G., día.

[1125] G., grande.

[1126] G., en tal vida.

[1127] G., a la.

[1128] G., acaben.

[1129] G., porque se acuerde de tu.

[1130] G., dignidad.

[1131] G., que vas a.

[1132] G., patrimonio.

[1133] G., seruiçio.

[1134] G., a tu amo.

[1135] G., que te aconteçe que preguntandote el señor que hombre fue el
rey Tholomeo, respondas tu que fue hermano y marido de Clopatra; o otra
cosa que va muy lexos de la intinçion de tu señor.

[1136] G., dizen que es temor.

[1137] G., de tu habilidad, persona y linaje.

[1138] G., y esta pesquisa que de ti.

[1139] G., a tu.

[1140] G., que digan que se sirue.

[1141] G., sabios y cuerdos.

[1142] G., oculto y sonoliento.

[1143] G., tu saber, cordura y discreçion.

[1144] G., trihunfador.

[1145] G., mereçes, no de roble o arrayan como los otros en la Olimpia.

[1146] G., cosas.

[1147] G., alguna.

[1148] G., de.

[1149] G., ante.

[1150] G., vna gran.

[1151] G., quanto a grandes salarios.

[1152] G., con.

[1153] G., inuidiosos.

[1154] G., pues.

[1155] G., puede.

[1156] G., osas.

[1157] G., les tienen.

[1158] G., çinquenta.

[1159] G., la.

[1160] G., que te manda tu señora.

[1161] G., que yo tanto amo.

[1162] G., confiar.




                        ARGUMENTO
               DEL VIGESSIMO Y VLTIMO CANTO

          En este vigessimo canto el auctor
            representa a Demophon, el qual viniendo
            vn dia a casa de Miçilo su vezino a le
            visitar le halló triste y afligido por la
            muerte de su gallo, y procurando dexarle
            consolado se vuelue a su casa.


                     DEMOPHON. MIÇILO.

          DEMOPHON.--¡O Miçilo! vezino y amigo
          mio, ¿qué es la causa que ansi te
          tiene atormentado por cuydado y
          miserable aconteçimiento? veote triste,
          flaco, amarillo con representaçion de
          philosopho, el rostro lançado en la
          tierra, pasearte por este lugar obscuro
          dexado tu contino offiçio de çapateria
          en que tan a la contina te solias ocupar
          con eterno trabajo, ¿consumes agora el
          tiempo en sospiros? Nuestra igual edad,
          vezindad y amistad te obliga a fiar de mí
          tus tan miserables cuydados; porque ya
          que no esperes de mí que cunpliese tus
          faltas ayudarte he con consejo; y si todo
          esto no estimares, bastarte ha saber que
          mitiga mucho el dolor comunicar la pena,
          prinçipalmente contandose a quien en
          alguna manera por propria la sienta. ¿Qué
          es de tu belleza y alegria, desemboltura
          y comunicaçion con que a todos tus amigos
          y vezinos te solias dar de noche y de
          dia en çenas y combites y fuera dellos?
          ya son pasados muchos dias que te veo
          recogido en soledad en tu casa que ni me
          quieres ver ni hablar, ni visitar como
          solias.

          MIÇILO.--¡O mi Demophon! mi muy caro
          hermano y amigo. Solo esto quiero que
          como tal amigo de mí sepas, que no sin
          gran razon en mí ay tan gran muestra
          de mal. Prinçipalmente quando tienes
          de mí bien entendido que no qualquiera
          cosa haze en mí tan notable mudança,
          pues has visto en mí auer disimulado
          en varios tienpos notables toques de
          fortuna y infortunios tan graues que a
          muy esforçados varones huuieran puesto
          en ruyna, y yo con igual rostro los he
          sabido passar. Avnque comunmente se suele
          dezir que al pobre no ay infortunio, que
          aunque esto sea ansi verdad no dexamos
          de sentir en nuestro estado humilde lo
          que al anima le da a entender su natural.
          Ansi que tengo por çierto, Demophon, que
          no ay igual dolor de perdida ni miseria
          que con gran distançia se compare con el
          mio.

          DEMOPHON.--Mientras más me le has
          encareçido más me has augmentado la
          piedad y miseria que tengo de tu mal;
          de donde naçe en mí mayor deseo de lo
          saber. Por tanto no reserues en tu pecho
          tesoro tan perjudiçial, que no hay peor
          espeçie de auariçia que de dolor. Por
          çierto en poco cargo eres a naturaleza
          pues pribandote del oro y riquezas,
          de pasiones y miserias fue contigo
          tan liberal que en abundançia te las
          comunicó. Dime porqué ansi te dueles, que
          no podré consentir lo passes con silençio
          y disimulaçion.

          MIÇILO.--Quiero que ante todas las cosas
          sepas, ¡o Demophon! que no es la que me
          fatiga falta de dineros para que con
          tus tesoros me ayas de remediar, ni de
          salud para que con medicos me la ayas
          de restituir. Ni tanpoco me aflixo por
          mengua que me hagan las tus vasijas, ni
          aparatos y arreos de tapetes y alhajas
          con que en abundançia te sueles seruir.
          Pero faltame de mi casa vn amigo, vn
          conpañero de mis miserias y trabajos
          y tan igual que era otro yo; con el
          qual poseya yo todos los tesoros y
          riquezas que en el mundo ay; faltame, en
          conclusion, vna cosa, Demophon, que con
          ningun poder ni fuerças tuyas la puedes
          suplir: por lo qual me escuso de te la
          dezir, y a ti de la saber.

          DEMOPHON.--No en vano suelen dezir, que
          al pobre es proprio el filisofar, como
          agora tú; yo no creo que has aprendido
          esa retorica en las scuelas de Athenas,
          con que agora de nueuo me encareçes tu
          dolor: ni sé qué maestro has tenido della
          de poco acá.

          MIÇILO.--Ese maestro se me murio, cuya
          muerte es causa de mi dolor.

          DEMOPHON.--¿Quien fue?[1163].

          MIÇILO.--Sabras, amigo, que yo tenia vn
          gallo que por mi casa andaua estos dias
          en conpañia destas mis pocas gallinas
          que las albergaua y recogia y defendia
          como verdadero marido y varon. Suçedio
          que este dia de carnestolendas que passó,
          vnas mugeres desta nuestra vezindad, con
          temeraria libertad, habiendo solamente
          cuenta, y pareçiendoles que era el dia
          priuillegiado me entraron mi casa estando
          yo ausente, que cautelosamente aguardaron
          que fuesse ansi, y tomaron mi gallo y
          lleuaronle al campo, y con gran grita
          y alarido le corrieron arroxandosele
          las vnas a las otras: y como quien
          dize[1164], daca el gallo, toma el gallo,
          les quedauan las plumas en la mano. En
          fin fue pelado y desnudo de su adornado
          y hermoso vestido; y no contentas con
          esto, rendiendosele el desuenturado
          sin poderles huyr, confiandose de su
          inoçençia: pensando que no pasara
          adelante su tirania y[1165] crueldad,
          subjetandoseles con humildad, pensando
          que por esta via las pudiera conuençer y
          se les pudiera escapar, sacaron de sus
          estuches cuchillos, y sin tener respecto
          alguno a su inoçençia le cortaron su
          dorada y hermosa çeruiz, y de comun
          acuerdo hiçieron çena opulenta dél.

          DEMOPHON.--Pues ¿por faltarte vn gallo te
          afliges tanto que estás por desesperar?
          Calla que yo lo quiero remediar con
          embiarte otro gallo criado en mi casa,
          que creo que hará tanta ventaja al tuyo
          quanta haze mi despensa a la tuya para le
          mantener.

          MIÇILO.--¡O Demophon! quanto viues
          engañado en pensar que mi gallo perdido
          con qualquiera otro gallo se podria
          satisfazer.

          DEMOPHON.--¿Pues qué tenia más?

          MIÇILO.--Oyeme, que te quiero hazer
          saber que no sin causa me has hallado
          philosopho rectorico oy.

          DEMOPHON.--Dimelo.

          MIÇILO.--Sabras que aquel gallo era
          Pythagoras el philosopho, eloquentissimo
          varon, si le has oydo dezir.

          DEMOPHON.--Pythagoras, muchas vezes le
          oy dezir. Pero dime ¿cómo quieres que
          entienda que el gallo era Pythagoras: que
          me pones en confusion?

          MIÇILO.--Porque si oyste dezir de aquel
          sapientissimo philosopho, tambien oyrias
          dezir de su opinion.

          DEMOPHON.--¿Quál fue?

          MIÇILO.--Este afirmó que las animas
          passauan de vn cuerpo a otro. De manera
          que dixo que muriendo vno de nosotros
          luego desanparando nuestra alma este
          nuestro cuerpo en que vibio se passa
          a otro cuerpo de nueuo a viuir: y no
          sienpre a cuerpo de honbre. Pero aconteçe
          que el que agora fue rey passar[1166] a
          cuerpo de vn puerco, vaca ó leon, como
          sus hados y suçeso[1167] lo permiten, sin
          el alma lo poder evitar; y ansi el alma
          de Pythagoras despues aca que naçio auia
          viuido en diuersos cuerpos, y agora viuia
          en el cuerpo de aquel gallo que tenia yo
          aqui.

          DEMOPHON.--Esa manera de dezir ya la
          oy que la afirmaua él. Pero era un
          mentiroso, prestigioso y embaydor,
          y tanbien como el era efficaz en el
          persuadir y aquella gente de su tienpo
          era sinple y ruda, façilmente les hazia
          creer qualquiera cosa que él quisiesse
          soñar.

          MIÇILO.--Çierto es yo que ansi como lo
          dezia era verdad.

          DEMOPHON.--¿Como ansi?

          MIÇILO.--Porque en aquel gallo me habló y
          me mostró en muchos dias ser él.

          DEMOPHON.--¿Que te habló? Cosa me cuentas
          digna de admiraçion. En tanta manera me
          marauillo de[1168] lo que dices por cosa
          nueua que sino huuiera conoçido tu bondad
          y sinçera condiçion pensara yo agora
          que estauas fuera de seso y que como
          loco deuaneas. O que teniendome en poco
          pensauas con semejantes sueños vurlar de
          mí. Pero por Dios te conjuro ¡o Miçilo!
          y por nuestra amistad, la qual por ser
          antigua entre nos[1169] tiene muestra de
          deydad, me digas muy en particular todo
          lo que en la verdad es.

          MIÇILO.--¡O Demophon! que sin lagrimas no
          te lo puedo dezir, porque sé yo solo lo
          mucho que perdi. Auianme tanto faboreçido
          los hados que no creo que en el mundo
          haya sido honbre tan feliz como yo.
          Pero pareçeme que este fabor fue para
          escarneçer de mí, pues me comunicaron
          tan gran bien con tanta breuedad, que
          no parece sino que como anguila se me
          deleznó. Solamente me pareçe que entendí
          mientra le tuue en le apretar en el
          puño para le poseer, y quando pense que
          le tenía con alguna seguridad se me
          fue. Tanbien sospecho que los hados me
          quisieron tentar si cabia en mí tanto
          bien, y por mi mala suerte no fue dél
          mereçedor; y porque veas si tengo razon
          de lo encareçer, sabras que en él tenía
          yo toda la consolaçion y bienauenturança
          que en el mundo se podia tener. Con él
          pasaua yo mis trabajos de noche y _de_
          dia: no auia cosa que yo quisiesse saber
          o auer que no se me diesse a medida de
          mi voluntad. El me mostró la vida de
          todos quantos en el mundo ay: lo bueno y
          malo que tiene la vida del rey _y_ del
          çiudadano, del cauallero, del mercader
          y del labrador. El me mostró quanto en
          _el_ çielo y el infierno ay, porque me
          mostró a Dios y todo lo que gozan los
          bienauenturados allá. En conclusion ¡o
          Demophon! yo perdi vn tesoro que ningun
          poderoso señor en el mundo más no pudo
          poseer.

          DEMOPHON.--Por çierto tengo, ¡o Miçilo!
          sentir con mucha razon el gran mal que
          te han hecho esas mugeres en pribarte de
          tanto bien, quando queriendo satisfazer
          a sus vanos apetitos, çelebrando
          sus lasçiuas y adulteras fiestas no
          perdonan cosa dedicada ni reseruada por
          ningun varon, con tanto que executen
          su voluntad. No miraron que tú no eras
          honbre con quien tal dia se suelen
          festejar, y que por tu edad no entras en
          cuenta de los que çelebran semejantes
          fiestas. Que los moços ricos subjetos al
          tirano y lasçiuo[1170] amor, enpleados en
          las contentar no les pueden negar cosa
          que haga a su querer, y ansi por[1171]
          los entretener les demandan en tales dias
          cosas curiosas, en el cumplimiento de
          las quales conoçen ellas su mayor y más
          fiel enamorado y seruidor; y ansi agora
          dandoles a entender que para su laçiuia
          no los han menester en el tienpo que
          entra[1172] de la quaresma, mostrando
          gran voluntad de se contener pelan
          aquellos gallos en lugar de la juuentud;
          mostrando menospreçiar su gallardia por
          ser tienpo santo el que entra, y que no
          se quieren dellos en este tienpo seruir;
          y ansi, burlando dellos, pelan aquellos
          gallos en su lugar, dando a entender que
          los tengan en poco, pues pelados de toda
          su pluma y hazienda en el tienpo pasado
          que les fue disimulado el luxuriar,
          ya, recogiendose a la santidad, los
          dexan[1173]; ¡o animal tirano y ingrato
          a todo bien!; que en todas sus obras se
          preçian mostrar su mala condiçion. _¿Y
          no vian que tú no estauas en edad para
          vurlar de ti?_

          MIÇILO.--Y avn por conocer yo bien esa
          verdad ni me casé, ni las quise ver; y
          avn no me puedo escapar de su tirania,
          que escripto me dizen que está que no
          ay honbre a quien no alcançe siquiera
          la sombra de su veneno y maldiçion.
          Solamente me lastima pensar que ya que
          me auian de herir no fue de llaga que
          se pudiesse remediar. Quitaronme mi
          consejero, mi consuelo y mi bien. Avn
          pluguiesse a Dios que en este tienpo
          tan santo se recogiessen de veras y sin
          alguna fiçion[1174] tratassen de veras
          la virtud. Ayunar, no beber, ni comer
          con tanta disoluçion, no se afeytar, ni
          vestirse tan profanamente, ni vurlar,
          ni mofar como en otro qualquiera tienpo
          comun[1175]. Pero vemos que sin alguna
          rienda viben el dia de quaresma como
          qualquiera otro. Son sus fiestas las que
          aborreçe Dios, porque no son sino para le
          ofender.

          DEMOPHON.--Por çierto, Miçilo, espantado
          estoy de ver la vurla destas vanas
          mugeres; con quantas inuençiones[1176]
          passan su tienpo, y quantas astuçias
          vsan para sacar dineros de sus amantes.
          Prinçipalmente en estos pueblos grandes
          de villas y çiudades; porque estas cosas
          no las saben los aldeanos[1177], ni
          ha llegado del todo la maliçia humana
          por allá. Por çierto cosas ay de gran
          donayre que se inuentan en estos
          pueblos grandes[1178]; con las quales
          _los inuentores dellas_ entretienen sus
          cosas, y hazen sus hechos[1179] por su
          proprio fin de cada qual y interes;
          _por çierto que me tienen de cada dia
          en más admiraçion_. Prinçipalmente en
          este pueblo donde ay tanta concurrencia
          de gentes, o por causa de corte Real
          o por[1180] chançelleria; porque la
          diuersidad de estrangeros haze dar en
          cosas, y inuentar donayres que confunden
          el ingenio auerlas solamente de notar.
          Quantas maneras de santidades fingidas,
          romerias, bendiçiones y peregrinaçiones.
          Tanto hospital, colejios de santos y
          santas; casas de niños _y_ niñas é
          _hospitales de_ viejos. Tanta cofradia
          de disçiplinantes _de la cruz y de la
          pasion_, y proçesiones. Tanto pedigueño
          de limosnas, que más son los que
          piden que son los pobres que lo[1181]
          quieren[1182] reçebir.

          MIÇILO.--Por çierto, Demophon, tú tienes
          mucha razon y vna de las cosas de que
          yo estoy más confuso es de ver que en
          este nuestro lugar, siendo tan noble y
          el más prinçipal de nuestra Castilla,
          donde[1183] ay más letrados y honbres más
          agudos en la conuersaçion y cosas del
          mundo y cortesanía, y en estas flaquezas
          y engaños que se ofreçen[1184], son todos
          en vn común más façilmente arroxados
          y derrocados que en todos quantos en
          otros pueblos ay; y avn engañados para
          lo aprobar, auctorizar y seguir[1185].
          Que se atreua vn honbre a entrar aqui en
          este pueblo donde está la flor de cordura
          y agudeça y discreçion, y que debajo de
          vn habito religioso engañe a todo estado
          eclesiastico y seglar, diziendo que hará
          boluer los rios atras, y hará cuaxar el
          mar, y que forçará los demonios que en
          los infiernos estan, y que hará[1186]
          parir quantas[1187] mugeres son, quanto
          quiera que de su naturaleza sean
          esteriles y que no puedan conçebir[1188],
          y que en esto vengan a caer todos los
          más prinçipales y generosos prinçipes
          y señores, y se le vengan a rendir
          quantas dueñas y donzellas viben en este
          lugar[1189]. Que se sufra vibir en este
          pueblo vn honbre que debajo de nonbre
          de Juan de Dios, no se le çierre puerta
          de ningun Señor ni letrado, ni se le
          niegue cosa alguna que quiera demandar,
          y después le quemen públicamente por
          sometico engañador. _Pues, ¿no se ha
          disimulado tanbien un clerigo que auia
          sido primero frayle veynte años, al qual
          por tener muestra de gran santidad le fue
          encargado aquel colegio de niñas? tal sea
          su salud qual dellas cuenta dio._ ¿En que
          está esto, amigo?

          DEMOPHON.--A tu gallo quisiera yo, Miçilo
          que lo huuieras preguntado antes que a mí
          porque él te supiera mejor satisfazer.
          Pero para mi bien creo que en alguna
          manera deuo de açertar; que creo que
          de los grandes pecados que ay en este
          lugar[1190] viene esta comun confusion,
          o çeguedad. _Que_ como no hay en este
          pueblo más prinçipal ni más comun que
          pecados y ofensas de Dios; pleytos,
          hurtos, vsuras, mohatras, juegos,
          blasfemias, symonias, trapazas y engaños,
          y despues desto una puteria general, la
          qual ni tiene punto, suelo, ni fin. Que
          ni se reserua dia, ni fiesta, quaresma,
          ni _avn_ Semana Santa ni pasqua en que
          se çese[1191] de exerçitar como offiçio
          conueniente a la republica, permitido
          y aprobado por neçesario en la ley, en
          pena deste mal nos çiega Dios nuestros
          entendimientos, orejas y ojos, para que
          auisandonos no entendamos, y oyendo no
          oyamos, y con ojos[1192] seamos como
          çiegos que palpamos la pared. En tanta
          manera somos traydos en çeguedad que
          estamos rendidos al engaño muy antes que
          se ofrezca el engañador. Hanos hecho
          Dios escarnio, mofa y risa a los muy
          chicos[1193] niños de _muy_ tierna edad.
          ¿En qué lugar por pequeño que sea se
          consentira, o disimulará lo mucho, ni lo
          muy poco que se disimula y sufre aqui?
          ¿Dónde hay tanto juez sin justiçia como
          aqui? ¿Dónde tanto letrado sin letras
          como aqui? ¿Dónde tanto executor sin que
          se castigue[1194] la maldad? ¿Dónde tanto
          escribano, ni más comun el borron? Que
          no ay honbre de gouierno en este pueblo
          que trate más que su proprio interes,
          y como más se auentajará. Por esto
          permite Dios que vengan vnos zarlos, o
          falsos prophetas que con embaymientos,
          aparençias y falsas demostraçiones nos
          hagan entender qualquiera cosa que nos
          quieran fingir. Y lo que peor es, que
          quiere Dios que despues sintamos más la
          risa que el interes en que nos engañó.

          MIÇILO.--Pues avn no pienses, Demophon,
          que la vanidad y perdiçion destas
          liuianas mugeres se le ha de passar a
          Dios sin castigo; que yo te oso afirmar
          por cosa muy çierta y que no faltará. Que
          por ver Dios su disoluçion, desemboltura,
          desuerguença y poco recogimiento que en
          ellas en este tiempo ay; visto que ansi
          virgines como casadas, viudas y solteras,
          todas por vn comun viben muy sueltas y
          _muy_ disolutas en su mirar, andar y
          meneo, muy curiosas, _y que por la calle
          van con vn curioso passo en su andar_,
          descubierta su[1195] cabeça y cabello con
          grandes y deshonestas crenchas; muy alto
          y estirado el cuello, guiñando con los
          ojos a todos quantos topan[1196] haziendo
          con sus cuerpos lasçivos meneos. Por
          esta su comun deshonestidad sey çierto
          que verna tienpo en el qual ha de hazer
          Dios vn gran castigo en ellas; pelarse
          han de todos sus cabellos, haciendolas
          a todas caluas[1197]; y será tienpo en
          que les quitará Dios todos sus joyeles,
          sortixas, manillas, zarzillos, collares,
          medallas, axorcas y apretadores de
          cabeça. Quitarles ha los[1198] partidores
          de crenchas, tenaçicas, salsericas,
          redomillas y platericos[1199] de colores,
          y todo genero de afeytes, sahumerios,
          guantes adouados, sebos y vnturas
          de manos y otros olores. Alfileres,
          agujas y prendederos. Quitarles ha las
          camisas muy delgadas, y los manteos,
          vasquiñas, briales, saboyanas, nazarenas
          y reboçinos, y en lugar de aquellos sus
          cabellos encrespados y enrrifados les
          dara pelambre y caluez, y en lugar de
          aquellos apretadores y xoyeles que les
          cuelgan de la frente les dara dolor de
          cabeça, y por çinta de caderas de oro muy
          esmaltadas y labradas, les dara sogas de
          muy aspero esparto con que se çiñan y
          aprieten; y por aquellos sus muy curiosos
          y sumptuosos atauios de su cuerpo les
          dara siliçio; y desta manera hará Dios
          que lloren su lasçiuia y desorden, y
          que de su luxuria y deshonestidad hagan
          graue penitençia. Entonçes no aura
          quien las quiera por su hidiondez y
          miseria; en tanto que siete mugeres se
          encomendarán a vn varon y él de todas
          huyrá menospreçiandolas y aborreçiendolas
          como de gran mal.

          DEMOPHON.--Gran esperiençia tengo ser
          todo lo que dizes verdad; por lo qual
          verna este mal por justo castigo[1200]
          de Dios; y tanbien tienen los varones
          su parte de culpa, y avn notable, por
          darles tanta libertad para vsar ellas mal
          destas cosas, y avn de si mesmas sin les
          yr a la mano; por lo qual permite Dios
          que ellos viban injuriados y infames por
          ellas. Que avn ellos no tienen modo ni
          rienda en su viuir, teniendo respeto a
          su estado y fuerças de cada qual[1201].
          Que todos passan y se quieren adelantar
          a la calidad de su persona[1202] y
          deçendençia de linaxe, en el traxe, comer
          y beber y manera de familia y seruiçio y
          porque nos entendamos quiero deçendir a
          particular. Que se hallará vn escriuano
          vil de casta y jaez, que quiere justar,
          correr sortixa y jugar cañas y otros
          exerçiçios de caualleros en conpañia de
          los más poderosos y generosos de toda
          la Corte[1203] y acerça de su offiçio
          (al[1204] qual indignamente subio) no
          sabe más tratar, ni dar razon que el
          asno que está roznando en el prado.
          Pareçeme que vna de las cosas que
          nuestro Rey, prinçipe y señor auia de
          proueer en esta su republica sería de
          un particular varon de gran seueridad,
          el qual fuesse çensor general de todas
          las vidas y costunbres de los honbres de
          la republica, _como lo fue aquel Caton
          famoso çensor en la republica romana_,
          y a la contina se procurasse informar
          de la vida y costunbres de cada vno; y
          quando supiesse de alguno por alguna
          informaçion, de su desorden y mal viuir,
          hasta _ser informado_ de su casa, trato y
          conuersaçion de su muger, familia, comer
          y beber, entonçes le auia de enbiar a
          llamar a su casa y corregirle de palabras
          asperas y vergonçosas, poniendole tasa
          y orden y modo de viuir; y sino se
          quisiesse enmendar le enbiasse[1205]
          desterrado de la republica como hombre
          que la infamaua y daua ocasion que por
          su mal viuir entre los estrangeros se
          tuuiesse de nuestra republica deprabada
          opinion; y ansí por el semejante el tal
          juez y censor fuesse cada dia passando
          las calles de la çiudad mirando con gran
          atençion el traxe del vno, el oçio del
          otro, la ocupaçion y habla y conuersaçion
          _de todos en particular y general_; y a
          la contina entendiesse en los arrendar,
          enmendar y corregir, porque çiertamente
          del hierro y falta del particular viene
          la infamia de[1206] todo el comun; y
          ansi por el consiguiente viene a tenerse
          en el vniuerso por infame y corrompida
          vna naçion. Todo está ya deprabado y
          corrompido, Miçilo; y ya no lleua este
          mal otro remedio, sino que enbie Dios
          vna general destruiçion del mundo como
          hizo por el diluvio en el tienpo de Noe
          y renouando el honbre darsele ha de
          nuevo la manera y costumbres y[1207]
          viuir; porque los que agoro estan
          nesçesariamente han de yr de mal en peor;
          y solamente te ruego, Miçilo, por nuestra
          buena y antigua amistad, que por este
          triste suçeso tuyo, ni por otra cosa que
          de aduersa fortuna te venga no llores, ni
          te aflixas más, porque arguye y muestra
          poca cordura en[1208] vn tan honrrado
          hombre como tú, pues en morirte tú se
          auentura más, y la falta que el gallo
          hizo a tu buena compañia y consolaçion
          la procuraré yo suplir con mi hazienda,
          fuerças y cotidiana conuersaçion. De la
          qual espero adquirir yo gran interes,
          pues vn buen vezino y amigo con ningun
          tesoro del mundo se puede comparar.

          MIÇILO.--Por çierto gran consuelo me ha
          sido al presente tu venida ¡o Demophon!
          de la qual si pribado fuera por mi
          miserable suerte y fortuna yo pensara en
          breue pereçer[1209]. Pero ya lo que me
          queda de la vida quiero tomar a ti por
          patron; al qual trabajaré regraçiar en
          quanto podre, porque espero que la falta
          del gallo se me recompensará con tu buena
          conuersaçion, y aun confio que tus buenas
          obras se auentajarán en tanta manera que
          me forçarán de oy más a le oluidar.

          DEMOPHON.--Mucho te agradezco ¡o Miçilo!
          el respeto que tienes a mi persona,
          pues ansi conçedes con agradeçimiento
          mi petiçion. Y pues es hora ya de nos
          recoger queda en paz.

          MIÇILO.--Y tú, Demophon, ve con Dios.


          FIN DEL CROTALON DE CHRISTOPHORO GNOSOPHO
           Y DE LOS INGENIOSOS SUEÑOS DEL GALLO DE
                 LUCIANO FAMOSO ORADOR GRIEGO


                                NOTAS:

[1163] G., es.

[1164] G., suelen dezir.

[1165] G., tirana.

[1166] G., passa.

[1167] G., susçeso.

[1168] G., me admira.

[1169] G., nosotros.

[1170] G., al liuiano.

[1171] G., para.

[1172] G., por entrar el tienpo.

[1173] G., gallardía de oy más; y tanbien pelando aquellos gallos
muestran a los mançebos tenerlos en poco, pues pelados de todas sus
plumas y hazienda en el tienpo passado, agora fingiendo recogimiento y
santidad, dizen que no los han menester.

[1174] G., fingir nada.

[1175] profanamente, y viuir con tanta disoluçion como en otro
qualquiera tienpo del año.

[1176] G., maneras de inuençion.

[1177] G., por los pueblos pequeños.

[1178] G., que se inuentan de cada dia.

[1179] G., su hecho.

[1180] G., o de.

[1181] G., la.

[1182] G., quieran.

[1183] G., prinçipal que ay en el reyno, pues de contino reside en él
la Corte, y a esta causa ay en él.

[1184] G., estas cosas.

[1185] G., arroxados y avn engañados que todos quantos otros pueblos ay.

[1186] G., profieresse de hazer.

[1187] G., las.

[1188] G., parir.

[1189] G., y mandan a sus mujeres y parientas se vayan para el zarlo
embaydor, para que haga dellas lo que querra.

[1190] G., pueblo.

[1191] G., dexe.

[1192] G., y viendo.

[1193] G., pequeño.

[1194] G., execute.

[1195] G., la.

[1196] G., encuentran en la calle.

[1197] G., y sera que hara que se pelen de todos sus cabellos y que se
hagan todas caluas.

[1198] G., sus.

[1199] G., platelicos.

[1200] G., pago.

[1201] Viuir en su estado y fuerças de cada qual siendo casados.

[1202] G., sus personas.

[1203] G., çiudad.

[1204] G., en el.

[1205] G., fuesse.

[1206] G., en.

[1207] G., de.

[1208] G., de.

[1209] G., feneçer.




               LOS SIETE LIBROS DE LA DIANA
                 DE GEORGE DE MONTEMAYOR

          DIRIGIDA AL MUY ILLUSTRE SEÑOR DON JUAN
              DE CASTILLA DE VILLANOUA,

          SEÑOR DE LAS BARONÍAS DE BICORB Y QUESA


                        EPÍSTOLA

          AL MUY ILLUSTRE SEÑOR DON JUAN DE
            CASTELLA DE BILLANOUA, SEÑOR DE LAS
            BARONÍAS DE BICORB Y QUESA, DE GEORGE DE
            MONTEMAYOR.


          Aunque no fuera antigua esta costumbre,
          muy illustre Señor, de dirigir los
          autores sus obras a persona de cuyo valor
          ellas lo recibiessen, lo mucho que V.
          M. meresce assi por su antigua casa, y
          esclarecido linaje, como por la gran
          suerte y valor de su persona, me mouiera
          á mí y con muy gran causa a hazer esto.
          Y puesto caso que el baxo estilo de la
          obra, e el poco merescimiento del autor
          della, no se auia de estender a tanto,
          como es dirigirlo á V. M., tampoco
          tuuiera otro remedio, sino este, para
          ser en algo tenida. Porque las piedras
          preciosas no reciben tanto valor del
          nombre que tienen, pudiendo ser falsas y
          contrahechas, como de la persona en cuyas
          manos estén. Supplico á vuestra merced
          debaxo de su amparo y correction recoja
          este libro assi como el estrangero autor
          della recogido: pues que sus fuerças no
          pueden con otra cosa seruir a vuestra
          merced. Cuya uida y estado nuestro Señor
          por muchos años acresciente.


                      AL DICHO SEÑOR

                Mecena fue de aquel Maron famoso
              particular señor y amigo caro,
              de Homero, (aunque finado) el belicoso
              Alexandro, gozó su ingenio raro:
              Y así el de Villanoua generoso
              del lusitano autor ha sido amparo,
              haciendo que un ingenio baxo y falto
              hasta las nubes suba, y muy más alto.


               DE DON GASPAR DE ROMANI, AL AUTOR


                          _Soneto._

                Si de Madama Laura la memoria
              Petrarca para siempre ha leuantado
              y a Homero assi de lauro ha coronado
              escribir de los griegos la uictoria:
                Si los Reyes tambien para más gloria
              vemos que de contino han procurado
              que aquello que en la uida han conquistado
              en muerte se renueve con su historia,
                Con mas razon serás, ¡o, excelente
              Diana!, por hermosa celebrada,
              que quantas en el mundo hermosas fueron.
                Pues nadie meresció ser alabada,
              de quien asi el laurel tan justamente
              merezca más que quantos escriuieron.


            HIERÓNYMO SANT PERE, Á GEORGE DE MONTEMAYOR


                            _Soneto._

                Parnaso monte, sacro y celebrado:
              museo de Poetas deleytoso,
              venido a parangon con el famoso
              paresceme que estás desconsolado.
                --Estoylo, y con razon; pues se han passado
              las Musas, y su toro glorioso,
              á este que es mayor monte dichoso,
              en quien mi fama, y gloria se han mudado.
                Dichosa fué en extremo su Diana,
              pues para ser del orbe más mirada
              mostró en el monte excelso su grandeza.
                Allí vive en su loa soberana,
              por todo el uniuerso celebrada,
              gozando celsitud, que es más que alteza.


                       ARGVMENTO DESTE LIBRO

          En los campos de la principal y antigua
          ciudad de Leon, riberas del rio Ezla,
          huuo una pastora llamada Diana, cuya
          hermosura fué extremadissima sobre todas
          las de su tiempo. Esta quiso y fue
          querida en extremo de un pastor llamado
          Sireno: en cuyos amores hubo toda la
          limpieza, y honestidad possible. Y en el
          mismo tiempo, la quiso más que si, otro
          pastor llamado Syluano, el qual fué de
          la pastora tan aborrecido, que no auia
          cosa en la uida á quien peor quisiesse.
          Sucedió pues, que como Sireno fuesse
          forçadamente fuera del reyno, a cosas
          que su partida no podía escusarse, y
          la pastora quedase muy triste por su
          ausencia, los tiempos y el coraçon de
          Diana se mudaron; y ella se casó con otro
          pastor llamado Delio, poniendo en oluido
          el que tanto auia querido. El qual,
          viniendo despues de un año de ausencia,
          con gran desseo de ver á su pastora, supo
          antes que llegasse como era ya casada.
          Y de aqui comiença el primero libro,
          y en los demás hallaran muy diuersas
          historias, de casos que verdaderamente
          han succedido, aunque van disfraçados
          debaxo de nombres y estilo pastoril[1210].




                       LIBRO PRIMERO

            DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR

          Baxaua de las montañas de Leon el
          oluidado Sireno, á quien amor, la
          fortuna, el tiempo, tratauan de manera,
          que del menor mal que en tan triste
          uida padescía, no se esperaua menos que
          perdella. Ya no lloraua el desuenturado
          pastor el mal que la ausencia le
          prometia, ni los temores de oluido le
          importunauan, porque vía cumplidas las
          prophecías de su recelo, tan en perjuyzio
          suyo, que ya no tenía más infortunios con
          que amenazalle. Pues llegando el pastor
          a los verdes y deleitosos prados, que
          el caudaloso rio Ezla con sus aguas va
          regando, le vino a la memoria el gran
          contentamiento de que en algun tiempo
          allí gozado auia: siendo tan señor de
          su libertad, como entonces subjecto a
          quien sin causa lo tenía sepultado en
          las tinieblas de su oluido. Consideraua
          aquel dichoso tiempo que por aquellos
          prados, y hermosa ribera apascentaua su
          ganado, poniendo los ojos en solo el
          interesse que de traelle bien apascentado
          se le seguía, y las horas que le sobrauan
          gastaua el pastor en solo gozar del
          suaue olor de las doradas flores, al
          tiempo que la primauera, con las alegres
          nueuas del uerano, se esparze por el
          uniuerso; tomando a uezes su rabel,
          que muy polido en un çurron siempre
          traíaces una çampoña, al son de la qual
          componía los dulces versos con que de
          las pastoras de toda aquella comarca
          era loado. No se metia el pastor en la
          consideracion de los malos, o buenos
          successos de la fortuna, ni en la mudança
          y uariacion de los tiempos; no le passaua
          por el pensamiento la diligencia, y
          codicias del ambicioso cortesano, ni
          la confiança y presuncion de la Diana
          celebrada por solo el uoto y parescer de
          sus apassionados: tampoco le daua pena
          la hinchaçon, y descuydo del orgulloso
          priuado. En el campo se crió, en el campo
          apascentaua su ganado, y ansi no salian
          del campo sus pensamientos, hasta que
          el crudo amor tomó aquella possession
          de su libertad, que él suele tomar de
          los que más libres se imaginan. Venia
          pues el triste Sireno los ojos hechos
          fuentes, el rostro mudado, y el coraçon
          tan hecho a sufrir desuenturas, que si la
          fortuna le quisiera dar algun contento
          fuera menester buscar otro coraçon nueuo
          para recebille. El uestido era de un
          sayal tan aspero como su uentura, un
          cayado en la mano, un çurron del brazo
          yzquierdo colgando. Arrimose al pie
          de un haya, començo a tender sus ojos
          por la hermosa ribera, hasta que llegó
          con ellos al lugar donde primero auia
          uisto la hermosura, gracia, honestidad
          de la pastora Diana, aquella en quien
          naturaleza sumó todas las perfeciones,
          que por muchas partes auia repartido. Lo
          que su coraçon sintio imaginelo aquel que
          en algun tiempo se halló metido entre
          memorias tristes. No pudo el desuenturado
          pastor poner silencio á las lagrimas,
          ni escusar los sospiros que del alma le
          salian. Y boluiendo los ojos al cielo,
          començo a dezir desta manera: ¡Ay,
          memoria mia! enemiga de mi descanso, no
          os ocuparades mejor en hazer me oluidar
          desgustos presentes, que en ponerme
          delante los ojos contentos passados? ¿Qué
          dezis, memoria? Que en este prado vi á mi
          señora Diana. Que en el comence a sentir
          lo que no acabaré de llorar. Que junto a
          aquella clara fuente, cercada de altos
          y verdes sauces, con muchas lagrimas
          algunas vezes me juraua, que no auia cosa
          en la vida, ni noluntad de padres, ni
          persuasion de hermanos, ni importunidad
          de parientes que de su pensamiento
          le[1211] apartasse. Y que quando esto
          dezia, salian por aquellos hermosos ojos
          vnas lagrimas, como orientales perlas,
          que parescian testigos de lo que en
          el coraçon le quedaua, mandandome só
          pena de ser tenido por hombre de baxo
          entendimiento, que creyesse lo que tantas
          vezes me dezia. Pues espera vn poco,
          memoria, ya que me aueis puesto delante
          los fundamentos de mi desuentura (que
          tales fueron ellos, pues el bien que
          entonces passé, fué principio del mal que
          ahora padezco) no se os oluiden, para
          templar me este descontento, de poner me
          delante los ojos vno a vno, los trabajos,
          los desassossiegos, los temores, los
          recelos, las sospechas, los celos, las
          desconfianças, que aun en el mejor
          estado no dexan al que verdaderamente
          ama. ¡Ay, memoria, memoria, destruydora
          de mi descanso! ¡quan cierto está
          responder me, qu'el mayor trabajo que
          en estas consideraciones se passaua,
          era muy pequeño, en comparacion del
          contentamiento que a trueque dél recebia;
          Vos, memoria, teneis mucha razon, y lo
          peor dello es tenella tan grande. Y
          estando en esto, sacó del seno un papel,
          donde tenia embueltos vnos cordones de
          seda verde y cabellos[1212] y poniéndolos
          sobre la verde yerua, con muchas
          lagrimas sacó su rabel, no tan loçano
          como lo traía al tiempo que de Diana
          era fauorescido, y començo a cantar lo
          siguiente:

                ¡Cabellos, quanta mudança
              he visto despues que os vi
              y quan mal paresce ahí
              esta color de esperança!
              Bien pensaua yo cabe ellos
              (aunque con algun temor)
              que no fuera otro pastor
              digno de verse cabe ellos.
                ¡Ay, cabellos, quantos dias
              la mi Diana miraua,
              si os traya, ó si os dexaua,
              y otras cien mil niñerias!
              Y quantas vezes llorando
              ¡ay!, lagrimas engañosas,
              pedia celos, de cosas
              de que yo estaua burlando.
                Los ojos que me matauan,
              dezid, dorados cabellos,
              ¿que culpa tuue en creellos,
              pues ellos me assegurauan?
              ¿No vistes vos que algun dia,
              mil lagrimas derramaua
              hasta que yo le juraua,
              que sus palabras creya?
                ¿Quien vió tanta hermosura
              en tan mudable subjecto?
              y en amador tan perfecto,
              quien vio tanta desuentura?
              Oh, cabellos ¿no os correys,
              por venir de ado venistes,
              viendo me como me vistes
              en uerme como me veys?
                Sobre el arena sentada
              de aquel rio la ui yo
              do con el dedo escriuió:
              antes muerta, que mudada.
              Mira el amor lo que ordena,
              que os uiene hazer creer
              cosas dichas por mujer,
              y escritas en el arena.

          No acabara tan presto Sireno el triste
          canto, si las lagrimas no le fueran a
          la mano, tal estaua como aquel a quien
          fortuna tenia atajados todos los caminos
          de su remedio. Dexó caer su rabel, toma
          los dorados cabellos, bueluelos a su
          lugar, diziendo: ¡Ay, prendas de la más
          hermosa, y desleal pastora, que humanos
          ojos pudieron ver! Quan a vuestro saluo
          me aueis engañado. ¡Ay, que no puedo
          dexar de veros, estando todo mi mal en
          aueros visto! Y quando del çurron sacó la
          mano, acaso topó con una carta, que en
          tiempo de su prosperidad Diana le auia
          embiado; y como lo vio, con vn ardiente
          sospiro que del alma le salia, dixo: ¡Ay,
          carta, carta, abrasada te vea, por mano
          de quien mejor lo pueda hazer que yo,
          pues jamas en cosa mia pude hazer lo que
          quisiesse; malhaya quien ahora te leyere!
          Mas ¿quien podra hazerlo? Y descogiendola
          vio que dezia:


                 CARTA DE DIANA A SIRENO

          Sireno mio, quan mal suffriria tus
          palabras, quien no pensasse que amor
          te las hazia dezir! Dizes me que no te
          quiero quanto deuo, no sé en que lo uees,
          ni entiendo cómo te pueda querer mas.
          Mira que ya no es tiempo de no creerme,
          pues vees que lo que te quiero me fuerça
          a creer lo que de tu pensamiento me
          dizes. Muchas vezes imagino que assi como
          piensas que no te quiero, queriendote
          mas que a mi, assi deues pensar que me
          quieres teniendo me aborrescida. Mira,
          Sireno, que'l tiempo lo ha hecho mejor
          contigo, de lo que al principio de
          nuestros amores sospechaste, y quedando
          mi honra a saluo, la qual te deue todo lo
          del mundo, no auria cosa en él, que por
          ti no hiziesse. Suplicote quanto puedo,
          que no te metas entre zelos y sospechas,
          que ya sabes quan pocos escapan de sus
          manos con la uida, la qual te dé Dios con
          el contento que yo te desseo.

          ¿Carta es esta, dixo Sireno sospirando,
          para pensar que pudiera entrar oluido
          en el coraçon donde tales palabras
          salieron? ¿Y palabras son estas para
          passallas por la memoria, al tiempo que
          quien las dixo, no la tiene de mí? ¡Ay,
          triste, con quanto contentamiento acabé
          de leer esta carta, quando mi señora me
          la embió, y quantas vezes en aquella
          hora misma la bolui a leer. Mas págola
          ahora con las setenas: y no se suffria
          menos, sino venir de vn extremo a otro:
          que mal contado le seria a la fortuna,
          dexar de hazer comigo, lo que con todos
          haze. A este tiempo por vna cuesta abaxo,
          que del aldea venia al verde prado, vio
          Sireno venir vn pastor su passo a passo,
          parandose a cada trecho, vnas vezes
          mirando el cielo, otras el verde prado
          y hermosa ribera, que desde lo alto
          descubria: cosa que mas le augmentaua
          su tristeza, viendo el lugar que fue
          principio de su desuentura: Sireno
          le conoscio, y dixo buelto el rostro
          hazia la parte de donde venia: ¿Ay,
          desuenturado pastor, aunque no tanto como
          yo, en qué han parado las competencias
          que comigo trayas por los amores de
          Diana? y los disfauores que aquella cruel
          te hazia, poniendolos a mi cuenta? Mas si
          tú entendieras que tal havia de ser la
          summa, quánto mayor merced hallaras que
          la fortuna te hazia, en sustentarte en un
          infelice estado, que a mí en derribarme
          dél, a tiempo que menos lo temia? A este
          tiempo el desamado Syluano tomó vna
          çampoña, y tañendo vn rato, cantaua con
          gran tristezza estos versos:

                Amador soy, mas nunca fuy amado;
              quise bien, y querré, no soy querido;
              fatigas passo, y nunca las he dado;
              sospiros di, mas nunca fuy oydo:
              quexarme quise, y no fuy escuchado,
              huyr quise de amor, quedé corrido;
              de solo oluido, no podré quexarme,
              porque aun no se acordaron de oluidarme.
                Yo hago a todo mal solo vn semblante,
              jamas estuue oy triste, ayer contento,
              no miro atras, ni temo yr adelante;
              vn rostro hago al mal, o al bien que siento.
              Tan fuera voy de mi, como el dançante,
              que haze a qualquier son mouimiento,
              y ansí me gritan todos como a loco;
              pero segun estoy aun esto es poco.
                La noche a vn amador le es enojosa,
              quando del dia atiende bien alguno:
              y el otro de la noche espera cosa
              qu'el dia le haze largo y importuno;
              con lo que vn hombre cansa, otro reposa,
              tras su desseo camina cada vno,
              mas yo siempre llorando el dia espero:
              y en viendo el dia, por la noche muero.
                Quexarme yo de amor, es escusado:
              pinta en el agua, o da bozes al viento:
              busca remedio en quien jamas le ha dado
              que al fin venga a dexalle sin descuento.
              Llegaos a él a ser aconsejado,
              dirá os un disparate y otros ciento.
              Pues quién es este amor? Es una sciencia
              que no la alcança estudio ni experiencia.
                Ama a mi señora a su Sireno;
              dexaua a mí, quiça que lo acertaua:
              yo triste a mi pesar, tenia por bueno,
              lo que enla vida y alma me tocaua.
              A estar mi cielo algun dia sereno,
              quexara yo de amor si le añublaua,
              mas ningun bien diré que me ha quitado,
              ved cómo quitará lo que no ha dado.
                No es cosa amor, que aquel que no lo tiene
              hallará feria a do pueda comprallo,
              ni cosa que en llamandola, se uiene,
              ni que le hallareys, yendo á buscallo:
              Que si de uos no nace, no conuiene
              pensar que ha de nascer de procurallo:
              y pues que jamas puede amor forçarse,
              no tiene el desamado que quexarse.

          No estaua ocioso Sireno, al tiempo
          que Syluano estos versos cantaua, que
          con sospiros respondia a los vltimos
          accentos de sus palabras, y con lagrimas
          solennizaua lo que dellas entendia. El
          desamado pastor, despues que vuo acabado
          de cantar, se començo a tomar cuenta
          de la poca que consigo tenia: y como
          por su señora Diana auia oluidado todo
          el hato y rebaño, y esto era lo menos.
          Consideraua que sus seruicios eran sin
          esperanza de galardon, cosa que a quien
          tuuiera menos firmeza, pudiera facilmente
          atajar el camino de sus amores. Mas era
          tanta su constancia que puesto en medio
          de todas las causas que tenia de oluidar
          a quien no se acordaua dél, se salia tan
          a su saluo dellas, y tan sin perjuyzio
          del amor que a su pastora tenia, que
          sin miedo alguno cometia qualquiera
          imaginación[1213] que en daño de su fe le
          sobreuiniesse. Pues como viό Sireno junto
          a la fuente, quedó espantado de velle tan
          triste, no porque ignorasse la causa de
          su tristeza, mas porque le paresció, que
          si él huuiera rescebido el mas pequeño
          fauor que Sireno algun tiempo rescibio
          de Diana, aquel contentamiento bastara
          para toda la uida tenelle. Llegó se a
          él, y abraçandose los dos, con muchas
          lagrimas se boluieron a sentar encima
          de la menuda yerba: y Syluano començo á
          hablar desta manera: ¡Ay, Sireno, causa
          de toda mi desuentura, o del poco remedio
          della, nunca Dios quiera que yo de la
          tuya reciba uengança, que quando muy a mi
          saluo pudiesse hacello no permitiria el
          amor que a mi señora Diana tengo, que yo
          no fuesse contra aquel en quien ella con
          tanta voluntad lo puso. Si tus trabajos
          no me duelen, nunca en los mios haya fin:
          si luego que Diana se quiso desposar,
          no se me acordo que su desposorio y tu
          muerte auian de ser a vn tiempo, nunca
          en otro mejor me vea que este en que
          aora estoy. Pensar deues, Sireno, que te
          queria yo mal, porque Diana te queria
          bien y que los fauores que ella te hazia
          eran parte para que yo te desamasse:
          Pues no era de tan baxos quilates mi fe,
          que no siguiesse a mi señora, no solo
          en quererla, sino en querer todo lo que
          ella quisiesse. Pesarme de tu fatiga,
          no tienes porque agradescermelo: porque
          estoy tan hecho a pesares que aun de
          bienes mios me pesaria, cuanto más de
          males agenos.

          No causó[1214] poca admiracion a Sireno
          las palabras del pastor Syluano; y ansi
          estuuo un poco suspenso, espantado de
          tan gran suffrimiento y de la qualidad
          del amor que a su pastora tenia. Y
          boluiendo en si, le respondio[1215]. Por
          ventura, Syluano, has nascido tú para
          exemplo de los que no sabemos suffrir
          las aduersidades que la fortuna delante
          nos pone? O acaso te ha dado naturaleza
          tanto animo en ellas que no solo baste
          para suffrir las tuyas, mas que aun
          ayudes a sobrelleuar las agenas? Veo que
          estás tan conforme con tu suerte, que no
          te prometiendo esperança de remedio, no
          sabes pedille mas de lo que te da. Yo te
          digo, Syluano, que en ti muestra bien
          el tiempo, que cada dia va descubriendo
          nouedades muy agenas de la imaginacion
          de los hombres. O quánta más embidia te
          deue tener este sin ventura pastor, en
          verte suffrir tus males, que tú podrias
          tenelle a él al tiempo que le veias gozar
          sus bienes. ¿Viste los fauores que me
          hazia? Viste la blandura de palabras,
          con que me manifestaua sus amores? Viste
          como lleuar el ganado al rio, sacar los
          corderos al soto, traer las ouejas por la
          siesta a la sombra destos alisos, jamas
          sin mi compañia supo hazello? Pues nunca
          yo vea el remedio de mi mal, si de Diana
          esperé, ni desseé, cosa que contra su
          honrra fuesse, y si por la ymaginacion
          me pasaua, era tanta su hermosura, su
          valor, su honestidad, y la limpieza del
          amor que me tenia, que me quitauan del
          pensamiento qualquiera cosa que en daño
          de su bondad imaginaua[1216]. Esto creo
          yo por cierto, dixo Syluano sospirando:
          porque lo mesmo podré affirmar de mi. Y
          creo que no vuiera nadie que en Diana
          pusiera los ojos, que osara dessear otra
          cosa, sino verla y conuersarla. Aunque
          no sé si hermosura tan grande, en algun
          pensamiento, no tan subiecto como el
          nuestro, hiziera algun excesso, y mas
          si como yo un dia la vi, acertara de
          vella, que estaua sentada contigo, junto
          a aquel arroyo, peinando sus cabellos de
          oro: y tú estauas teniendo el espejo, en
          que de quando en quando se miraua. Mas
          no sabiades los dos, que os estaua yo
          acechando deste aquellas matas altas,
          que estan junto a las dos enzinas: y aun
          se me acuerda de los uersos que tú le
          cantaste, sobre auerle tenido el espejo
          en quanto se peinaua. Cómo los vuiste
          a las manos, dixo Sireno? Syluano le
          respondió: El otro dia siguiente hallé
          aqui vn papel, en que estauan escritos,
          y los leí, y aun los encomende a la
          memoria. Y luego vino Diana por aqui
          llorando, por auellos perdido, y me
          preguntó por ellos; y no fue pequeño
          contentamiento para mí, ver en mi señora
          lagrimas que pudiesse[1217] remediar.
          Acuerdome, que aquella fue la primera
          vez que de su boca oí palabra sin yra,
          y mira quan necessitado estaua de su
          fabor[1218], que de decirme ella que me
          agradecía darle lo que buscaba, hize tan
          grandes reliquias[1219] que mas de un año
          de grandisimos males desconte por aquella
          sola palabra, que traya alguna apariencia
          de bien. Por tu uida, dixo Sireno, que
          digas los uersos, que dizes que yo le
          canté, pues los tomaste de coro. Soy
          contento, dixo Syluano, de esta manera
          dezian.

                De merced tan extremada
              ninguna deuda me queda,
              pues en la misma moneda,
              señora, quedays pagada.
              Que si gozé estando alli
              viendo delante de mi
              rostro, y oyos soberanos:
              vos tambien viendo en mis manos
              lo que en vuestros ojos vi.
                Y esto no os parezca mal,
              que de vuestra hermosura
              vistes sola la figura,
              y yo vi lo natural.
              Vn pensamiento extremado,
              jamas de amor subjetado,
              mejor uee, que no el captiuo,
              aunque el uno uea lo biuo,
              y el otro lo debuxado.

          Qvando esto acabó Sireno de oyr, dixo
          contra Syluano: plega a Dios, pastor, que
          el amor me dé esperança de algun bien
          impossible, si ay cosa en la vida con que
          yo mas facilmente la passasse que con tu
          conuersacion, y si agora en estremo no
          me pesa que Diana te aya sido tan cruel,
          que siquiera no mostrasse agradecimiento
          a tan leales seruicios, y a tan verdadero
          amor como en ellos has mostrado. Syluano
          le respondio sospirando. Con poco me
          contentara yo, si mi fortuna quisiera; y
          bien pudiera Diana, sin offender á lo que
          a su honra, y a tu fe deuia darme algun
          contentamiento, mas no tan solo huyó
          siempre de darmele, mas aun de hazer cosa
          por donde imaginasse que yo algun tiempo
          podria tenelle. Dezia yo muchas vezes
          entre mí: Aora esta fiera endurescida
          no se enojaria algun dia con Sireno, de
          manera que por vengarse dél, fingiesse
          favorescerme a mi? Que vn hombre tan
          desconsolado, y falto de fauores, aun
          fingidos los ternia por buenos. Pues
          quando desta tierra te partiste, pense
          verdaderamente, que el remedio de mi
          mal me estaua llamando a la puerta, y
          que el oluido era la cosa más cierta,
          que despues de la ausencia se esperaua,
          y más en coraçon de muger. Pero quando
          despues vi las lagrimas de Diana, el no
          reposar en la aldea, el amar la soledad,
          los continuos sospiros, Dios sabe lo que
          senti. Que puesto caso que yo sabia ser
          el tiempo vn medico muy aprouado para el
          mal que la ausencia suele causar, vna
          sola hora de tristeza no quisiera yo que
          por mi señora passara, aunque della se
          me siguieran a mí cien mil de alegria.
          Algunos dias, despues que te fuyste,
          la vi junto a la dehesa del monte,
          arrimada a vna enzina, de pechos sobre
          su cayado, y desta manera estuuo gran
          pieça antes que me viesse. Despues alçó
          los ojos, y las lagrimas le estoruaron
          verme. Deuia ella entonces imaginar en
          su triste soledad, y en el mal que tu
          ausencia le hazia sentir, pero de ay a
          vn poco (no sin lagrimas, acompañadas
          de tristes sospiros) sacó vna çampoña,
          que en el çurron traya; y la començo a
          tocar tan dulcemente, que el valle, el
          monte, el rio, las aues enamoradas, y
          aun las sierras de aquel espesso bosque
          quedaron suspensas, y dexando la çampoña
          al son que ella auia tañido, començo esta
          cancion:


                          _Cancion._
                Ojos que ya no veys quien os miraua,
              (quando erades espejo en que se via)
              qué cosa podreys ver que os dé contento?
              Prado florido y verde, do algun dia
              por el mi dulce amigo yo esperaua,
              llorad comigo el graue mal que siento.
                Aqui me declaró su pensamiento,
              oyle yo cuytada,
              mas que serpiente ayrada,
              llamandole mil vezes atreuido.
              Y el triste alli tendido[1220],
              paresce que es ahora, y que lo veo,
              y aun esse es mi desseo,
              ¡ay si lo viesse yo, ay tiempo bueno!
              ribera vmbrosa, qué es del mi Sireno?
                Aquella es la ribera, este es el prado,
              de alli parece el soto y valle vmbroso,
              que yo con mi rebaño repastaua.
              Veys el arroyo dulce y sonoroso,
              a do pascia la siesta mi ganado
              quando el mi dulce amigo aqui moraua.
                Debaxo aquella haya verde estaua,
              y veys alli el otero
              a do le vi primero,
              y a do me vio: dichoso fue aquel dia,
              si la desdicha mia,
              vn tiempo tan dichoso no acabara.
              O haya, o fuente clara,
              todo está aquí, mas no por quien yo peno.
              Ribera vmbrosa, qu'es de mi Sireno?
                Aqui tengo un retrato que me engaña,
              pues veo a mi pastor quando lo veo,
              aunque en mi alma está mejor sacado:
              Quando de verle llega el gran desseo
              de quien el tiempo luego desengaña,
              a aquella fuente voy, que está en el prado,
                Arrimolo a aquel sauze y a su lado
              me assiento (ay amor ciego)
              al agua miro luego,
              y veo a mí y a él, tomo la via
              quando él aqui viuia.
              Esta inuencion vn rato me sustenta,
              despues caygo[1221] en la cuenta
              y dize el coraçon, de ansias lleno:
              ribera vmbrosa, qu'es d'el mi Sireno?
                Otras vezes le hablo, y no responde
              y pienso que de mí se esta vengando,
              porque algun tiempo no le respondia,
              Mas digole yo triste assi llorando:
              hablad, Sireno, pues estays adonde
              jamas ymaginó mi fantasia.
              No veys, dezi, que estays n'el alma mia?
              Y él todavia callado
              y estarse alli a mi lado:
              en mi seso le ruego que me hable:
              ¡qué engaño tan notable
              pedir a una pintura lengua o seso!
              ¡ay tiempo, que en un peso
              está mi alma y en poder ageno!
              ribera umbrosa, qu'es del mi Sireno?
                No puedo jamas yr con mi ganado,
              quando se pone el sol, a nuestra aldea,
              ni desde ella uenir a la majada,
              Sino por donde, aunque no quiera, uea
              la choça de mi bien tan desseado,
              ya por el suelo toda derribada:
              Allí me assiento un poco y descuidada
              do ouejas y corderos,
              hasta que los uaqueros
              me dan bozes diziendo: ha pastora,
              en que piensas aora,
              y el ganado pasciendo por los trigos?
              mis ojos son testigos
              por quien la yerua crece al ualle ameno;
              ribera umbrosa, qu'es d'el mi Sireno?
                Razon fuera, Sireno, que hizieras
              a tu opinion más fuerça en la partida
              pues que sin ella te entregué la mia:
              ¿Mas yo de quién me quexo? ¡ay, perdida!
              ¿pudiera alguno hazer que no partieras
              si el hado o la fortuna lo queria?

                No fue la culpa tuya ni podria
              creer que tú hiziesses
              cosa con que offendiesses
              a este amor tan llano y tan sencillo,
              ni quiero presumillo,
              aunque aya muchas muestras y señales;
              los hados desiguales
              me an anublado vn cielo muy sereno;
              ribera vmbrosa, qu'es del mi Sireno?
                Cancion mira que vays adonde digo,
              mas quedate comigo,
              que puede ser te lleue la fortuna
              a parte do te llamen importuna.

          Acabado[1222] Syluano la amorosa cancion
          de Diana, dixo a Sireno (que como fuera
          de si estaua oyendo los uersos que
          despues de su partida la pastora auia
          cantado): quando esta cancion cantaua
          la hermosa Diana, en mis lagrimas
          pudieran ver si yo sentia las que ella
          por tu causa derramaua: pues que no
          queriendo yo della entender que la auia
          entendido, dissimulando lo mejor que
          pude (que no fue poco podello hazer)
          llegueme adonde estaua. Sireno entonces
          le atajó diziendo: Ten punto, Syluano;
          ¿que vn coraçon, que tales cosas sentia
          pudo mudar fe? O constancia, o firmeza,
          y quantas pocas uezes hazeis assiento
          sobre coraçon de hembra, que quanto mas
          subiecta está á quereros, tanto mas
          propuesta[1223] para oluidaros. Y bien
          creya yo que en todas las mugeres auia
          esta falta, mas en mi señora Diana,
          jamas pensé que naturaleza auia dexado
          cosa buena por hazer. Prosiguiendo pues
          Syluano por su historia adelante, le
          dixo: Como yo me llegase más adonde
          Diana estaua, vi que ponia los ojos en
          la clara fuente, adonde prosiguiendo
          su acostumbrado officio, començó a
          dezir. Ay ojos y quanto más presto se
          os acabaran las lagrimas que la ocasion
          de derramabas; ay mi Sireno, plega a
          Dios que antes que el desabrido inuierno
          desnude el verde prado de frescas y
          olorosas flores, y el ualle ameno de la
          menuda yerua, y los arboles sombrios
          de su uerde hoja, uean estos ojos tu
          presencia tan desseada de mi anima, como
          de la tuya deuo ser aborrecida. A este
          punto alçó el diuino rostro, y me uido:
          trabajó por disimular el triste llanto,
          mas no lo pudo hazer, de manera que las
          lagrimas no atajassen el passo a su
          disimulacion. Leuantose a mi, diziendo:
          Sientate aqui, Syluano, que asaz vengado
          estás, y a costa mia. Bien paga esta
          desdichada lo que dizes que a su causa
          sientes si es uerdad que es ella la
          causa. Es possible, Diana, (le respondi)
          que eso me quedaua por oyr? En fin, no me
          engaño en dezir, que nasci para cada dia
          discubrir nueuos generos de tormentos, y
          tú para hazerme más sinrazones, de las
          que en tu pensamiento pueden caber. Aora
          dudas ser tú la causa de mi mal? Si tú
          no eres la causa d'el, quién, sospechas
          que mereciesse tan gran amor? O qué
          coraçon auria en el mundo si no fuesse el
          suyo, a quien mis lagrimas no vuiessen
          ablandado? E a esto añadi otras muchas
          cosas, de que ya no tengo memoria. Mas
          la cruel enemiga de mi descanso, atajó
          mis razones, diziendo: Mira, Syluano, si
          otra vez tu lengua se atreue a tratar de
          cosa tuya y a dexar de hablarme en el mi
          Sireno, a tu plazer te dexaré gozar de la
          clara fuente donde estamos sentado. Y tú
          no sabes que toda cosa que en mi pastor
          no tratare, me es aborrescible y enojosa?
          y que a la persona que quiere bien, todo
          el tiempo que gasta en oyr cosa fuera de
          sus amores le parece mal empleado? Yo
          entonces, de miedo que mis palabras no
          fuessen causa de perder el descanso que
          su vista me offrescia, puse silencio en
          ellas, y estuue alli vn gran rato gozando
          de ver aquella hermosura sobrehumana,
          hasta que la noche se dexó venir (con
          mayor presteza de lo que yo quisiera) y
          de alli nos fuymos los dos con nuestros
          ganados al aldea. Sireno sospirando,
          le dixo: grandes cosas me has contado
          (Syluano) y todas en daño mio; desdichado
          de mí, quán presto vine a esperimentar la
          poca constancia que en las mugeres ay.
          Por lo que los deuo me pesa. No quisiera
          yo, pastor, que en algun tiempo se oyere
          dezir, que en vn vaso, donde tan gran
          hermosura y discrecion juntó naturaleza,
          hubiera tan mala mixtura, como es la
          inconstancia que comigo ha usado. Y lo
          que más me llega al alma, es que el
          tiempo le a de dar a entender lo mal que
          comigo lo ha hecho: lo qual no puede ser
          sino a costa de su descanso. ¿Cómo le
          ua de contentamiento despues de casada?
          Syluano le respondió: dizenme algunos que
          le ua mal, y no me espanto, porque como
          sabes, Delio su esposo, aunque es rico de
          los bienes de fortuna, no lo es de los de
          naturaleza, que en esto de la disposicion
          ya ves quan mal le va. Pues de otras
          cosas de que los pastores nos preciamos,
          como son tañer, cantar, luchar, jugar al
          cayado, baylar con las mozas el Domingo,
          paresce que Delio no ha nascido para más
          que mirallo. Aora pastor (dixo Sireno)
          toma tu rabel y yo tomaré mi çampoña,
          que no ay mal que con la musica no se
          passe, ni tristeza que con ella no se
          acresciente. Y templando los dos pastores
          sus instrumentos con mucha gracia y
          suauidad començaron a cantar lo siguiente.


                            SYLVANO
                Sireno, en qué pensauas, que mirandote
              estaua desde el soto, y condoliendome
              de uer con el dolor qu'estás quexandote?

                Yo dexo mi ganado alli, atendiendome,
              que en quanto el claro sol no ua encubriendose
              bien puedo estar contigo entreteniendome.
                Tu mal me di[1224] pastor, que el mal diziendose
              se passa a menos costa, que callandolo,
              y la tristeza en fin va despidiendose.
                Mi mal contaria yo, pero contandolo,
              se me acrecienta, y más en acordarseme
              de quan en vano, ay triste, estoy llorandolo.
                La vida a mi pesar veo alargarseme,
              mi triste coraçon no ay consolarmele,
              y vn desusado mal veo acercarseme.
                De quien medio esperé, vino a quitarmele,
              mas nunca le esperé, porque esperandole,
              pudiera con razon dexar de darmele.
                Andaua mi passion sollicitandole,
              con medios no importunos, sino licitos,
              y andaua el crudo amor ella estoruandole,
                Mis tristes pensamientos muy solicitos
              de vna á otra parte reboluiendose,
              huyendo en toda cosa el ser illicitos,
                pedian a Diana, que pudiendose
              dar medio en tanto mal, y sin causartele
              se diesse: y fuesse vn triste entreteniendose.
                Pues qué hizieras, di, si en vez de dartele
              te le quitare? ay triste, que pensandolo,
              callar querria mi mal, y no contartele.
                Pero despues (Sireno) ymaginandolo
              vna pastora inuoco hermosissima,
              y ansi va a costa mia en fin passandolo.


                              SIRENO

                Syluano mio, vna afeccion rarissima,
              vna verdad que ciega luego en viendola,
              vn seso, y discrecion excelentissima:
                con una dulce habla, que en oyendola,
              las duras peñas mueue enterneciendolas,
              qué sentiria un amador perdiendola?
                Mis ouejuelas miro, y pienso en viendolas
              quantas uezes la uía repastandolas
              y con las suias propias recogiendolas.
                Y quantas uezes la topé lleuandolas,
              al rio por la siesta, a do sentandose,
              con gran cuidado estaua alli contandolas?
                Despues si estaua sola, destocandose,
              vieras el claro sol embidiosissimo
              de sus cabellos, y ella alli peinandose,
                Pues (o Syluano amigo mio carissimo)
              quantas uezes de subito encontrandome
              se le encendia aquel rostro hermosissimo.
                Y con qué gracia estaua preguntandome
              que como auia tardado, y aun riñiendome
              y si esso m'enfadaua halagandome.
                Pues quantos dias la hallé atendiendome
              en esta clara fuente, y yo buscandola
              por aquel soto espesso, y deshaziendome,
                Cómo qualquier trabajo en encontrandola
              de ouejas y corderos, lo oluidauamos
              hablando ella comigo, y yo mirandola.
                Otras uezes (Syluano) concertauamos
              la çampoña y rabel con que tañiamos,
              y mis uersos entonce alli cantauamos.
                Despues la flecha y arco apercebiamos
              y otras uezes la red, y ella siguiendome
              jamas sin caça a nuestra aldea boluiamos.
                Assi fortuna anduuo entreteniendome
              que para mayor mal yua guardandome,
              el qual no terná fin, sino muriendome.


                             SYLUANO

                Sireno, el crudo amor que lastimandome
              jamas cansó, no impide el acordarseme
              de tanto mal, y muero en acordandome.
                Miré a Diana, y ui luego abreuiarseme
              el plazer y contento, en solo uiendola,
              y a mi pesar la uida ui alargarseme,
                O quantas uezes la hallé perdiendola,
              y quantas uezes la perdi hallandola,
              y yo callar, suffrir, morir sirviéndola[1225]?
                La uida perdí yo, quando topandola
              miraua aquellos ojos, que ayradissimos
              boluia contra mí luego en hablandola.
                Mas quando los cabellos hermosissimos
              descogia y peinaua, no sintiendome
              se me boluian los males sabrosissimos.
                Y la cruel Diana en conosciendome
              boluia como fiera, que encrespandose
              arremete al leon, y deshaziendome.
                Vn tiempo la esperança, ansi burlandome
              mantuuo el coraçon entreteniendole,
              mas el mismo despues desengañandome,
              burló del esperar, y fue perdiendole.

          No mucho despues que los pastores dieron
          fin al triste canto, uieron salir dentro
          el arboleda que junto al rio estaña,
          una pastora tañendo con una çampoña, y
          cantando con tanta gracia y suauidad
          como tristeza: la qual encobria gran
          parte de su hermosura (que no era poca)
          y preguntó Sireno, como quien auia mucho
          que no repastaua por aquel valle, quién
          fuesse[1226]. Syluano le respondió: esta
          es una hermosa pastora, que de pocos
          dias acá apascienta por estos prados,
          muy quexosa de amor, y segun dize con
          mucha razon, aunque otros quieren dezir,
          que ha mucho tiempo que se burla con el
          desengaño. Por uentura, dixo Sireno, está
          en su mano el desengañarse? Si, respondió
          Syluano, porque no puedo yo creer, que ay
          muger en la uida, que tanto quiera que la
          fuerça del amor le estorue entender si es
          querida, o no.

          De contraria opinion soy. De contraria
          (dixo Syluano) pues no te irás alabando,
          que bien caro te cuesta auerte fiado en
          las palabras de Diana, pero no te doy
          culpa, que ansi como no ay a quien no
          uença su hermosura, assi no aurá a quien
          sus palabras no engañen. ¿Cómo puedes tú
          saber esso, pues ella jamas te engañó
          con palabras, ni con obras? Verdad es
          (dixo Syluano) que siempre fuy della
          desengañado, mas yo osaria jurar (por lo
          que despues acá ha sucedido) que jamas me
          desengañó a mi, sino por engañarte a ti.
          Pero dexemos esto, y oyamos esta pastora
          que es gran amiga de Diana, y segun lo
          que de su gracia y discreccion me dizen,
          bien meresce ser oyda. A este tiempo
          llegaua la hermosa pastora junto a la
          fuente, cantando este soneto.


                           _Soneto._

                Ya he uisto yo a mis ojos más contento
              y he uisto mas alegre el alma mia,
              triste de la que enfada do algun dia
              con su uista causó contentamiento.
                Mas como esta fortuna en un momento
              os corta la rayz del alegria,
              lo mismo que ay de vn es, a un ser solia,
              ay de un gran plazer a un gran tormento.
                Tomaos allá con tiempos, con mudanças,
              tomaos con mouimientos desuariados,
              vereys el coraçon quan libre os queda.
                Entonces me fiaré yo en esperanças,
              quando los casos tenga sojuzgados
              y echado un clauo al exe de la rueda.

          Despues que la pastora acabó de cantar
          se uino derecha a la fuente adonde los
          pastores estauan, y entretanto que uenia,
          dixo Syluano (medio riendo) no hagas
          sino hazer caso de aquellas palabras,
          y acceptar por testigo el ardiente
          sospiro con que dió fin a su cantar.
          Desso no dudes (respondió Sireno) que
          tan presto yo la quisiera bien como
          aunque me pese creyera todo lo que ello
          me quisiera dezir. Pues estando ellos en
          esto llegó Seluagia, y quando conoscio
          a los pastores, muy cortesemente los
          saludó, diziendo: Qué hazeys, o desamados
          pastores, en este verde y deleytoso
          prado? No dizes mal, hermosa Seluagia,
          en preguntar qué hazemos (dixo Syluano)
          hazemos tan poco para lo que deuiamos
          hazer, que jamas podremos concluyr cosa
          que el amor nos haga dessear? No te
          espantes desso, dixo Seluagia, que cosas
          ay que antes que se acaben, acaban ellas
          a quien las dessea. Syluano respondio:
          a lo menos si hombre pone su descanso
          en manos de muger, primero se acabará
          la uida, que con ella se acabe cosa con
          que se espere recebille. Desdichadas
          destas mugeres (dixo Seluagia) que tan
          mal tratadas son de uuestras palabras.
          Mas destos hombres (respondio Syluano)
          que tanto peor lo son de uuestras obras.
          Puede ser cosa más baxa, ni de menor
          ualor, que por la cosa más liuiana del
          mundo, olvideys uosotras a quien más amor
          ayais tenido? Pues ausentaos algun dia
          de quien bien quereys, que a la buelta
          aureys menester negociar de nueuo. Dos
          cosas siento, dixo Seluagia, de lo que
          dizes, que uerdaderamente me espantan,
          la vna, es que ueo en tu lengua al reues
          de lo que de tu condicion tuue entendido
          siempre, porque imaginaua yo quando oya
          hablar en tus amores, que eras en ellos
          vn Fenix, y que ninguno de quantos hasta
          oy an querido bien, pudieron llegar al
          estremo que tú as tenido, en querer
          a una pastora que yo conosco, causas
          harto sufficientes para no tratar mal
          de mugeres, si la malicia no fuera más
          que los amores. La segunda es que hablas
          en cosa que no entiendes, porque hablar
          en oluido, quien jamas tuuo esperiencia
          dél, más se deue atribuir a locura que a
          otra cosa. Si Diana jamas se acordo de
          ti, cómo puedes tú quexarte de su oluido?
          A ambas cosas, dixo Syluano, pienso
          responderte, si no te cansas en oyrme.
          Plega a Dios que jamas me uea con más
          contento del que aora tengo, si nadie,
          por más exemplo que me trayga puede
          encarecer el poder que sobre mi alma
          tiene aquella desagradescida, y desleal
          pastora (que tú conoces, y yo no quisiera
          conocer) pero quanto mayor es el amor
          que le tengo, tanto más me pesa, que en
          ella aya cosa que pueda ser reprehendida;
          porque ay está Sireno, que fue más
          fauorescido de Diana que todos los del
          mundo lo an sido de sus señoras y lo ha
          oluidado de la manera que todos sabemos.
          A lo que dizes, que no puedo hablar
          en mal, de que no tengo esperiencia,
          bueno seria que el medico no supiesse
          tratar de mal que él no uuiesse tenido,
          y de otra cosa, Seluagia te quiero
          satisfazer, no pienses que quiero mal a
          las mugeres, que no ay cosa en la uida a
          quien más dessee seruir: mas en pago de
          querer bien, soy tratado mal, y de aqui
          nasce dezillo yo, de quien es su gloria
          causarmele. Sireno que auia rato que
          callaua, dixo contra Seluagia. Pastora,
          si me oyesses, no pornias culpa a mi
          competidor (o hablando mas propriamente,
          a mi charo amigo Syluano) dime, por
          qué causa soys tan mouibles, que en un
          punto derribais a un pastor de lo más
          alto de su uentura, a lo más baxo de su
          miseria? Pero sabeys a qué lo atribuyo?
          a que no teneys uerdadero conoscimiento
          de lo que traeys entre manos; tratays
          de amor, no soys capazes de entendelle,
          ved cómo sabreys aueniros con el. Yo te
          dixo Sireno (dixo Seluagia) que la causa
          porque las pastoras oluidamos, no es
          otra, sino la misma porque de uosotros
          somos oluidadas. Son cosas que el amor
          haze y deshaze: cosas que los tiempos
          y los lugares las mueuen o las[1227]
          ponen silencio: mas no por defecto del
          entendimiento de las mugeres, de las
          quales ha auido en el mundo infinitas que
          pudieran enseñar a uiuir a los hombres,
          y aun los enseñaran a amar, si fuera el
          amor cosa que pudiera enseñarse. Mas
          con todo esto, creyo que no ay mas baxo
          estado en la uida, que el de las mugeres:
          porque si os hablan bien, pensays que
          estan muertas de amores; si no os hablan,
          creeys que de alteradas y fantasticas
          lo hazen; si el recogimiento que tienen
          no haze a nuestro proposito, teneys lo
          por hypocresia: no tienen desemboltura
          que no os parezca demasiada: si callan,
          dezis que son necias, si hablan, que son
          pesadas: y que no ay quien las suffra,
          si os quieren todo lo del mundo, creeys
          que de malas lo hazen, si os oluidan,
          y se apartan de las occasiones de ser
          enfamadas, dezis que de inconstantes y
          poco firmes en un proposito. Assi que no
          está en más pareceros la muger buena,
          o mala, que en acertar ella a no salir
          jamas de lo que pide uuestra inclinacion.
          Hermosa Seluagia (dixo Sireno) si todas
          tuuiessen ese entendimiento y biueza de
          ingenio, bien creo yo que jamas darian
          occasion a que nosotros pudiessemos
          quexarnos de sus descuydos. Mas para que
          sepamos la razon que tienes de agrauiarte
          de amor, ansi Dios te de el consuelo
          que para tan graue mal es menester, que
          nos cuentes la hystoria de tus amores,
          y todo lo que en ellos hasta aora te ha
          succedido (que de los nuestros sabes más
          de lo que nosotros te sabremos dezir) por
          uer si las cosas que en él as passado te
          dan licencia para hablar en ellos tan
          sueltamente. Que cierto tus palabras dan
          a entender ser tú la más esperimentada en
          ellos, que otra jamas aya sido. Seluagia
          le respondio: si yo no fuere (Sireno)
          la más esperimentada, seré la más mal
          tratada que nunca nadie penso ser, y la
          que con más razon se puede quexar de
          sus desuariados effectos, cosa harto
          sufficiente para poder hablar en él. Y
          porque entiendas por lo que passé, lo que
          siento de esta endiablada passion, poned
          un poco uuestras desuenturas en mano del
          silencio, y contaros he las maiores que
          jamas aueys oydo.

          En el ualeroso y inexpugnable reino de
          los Lusitanos, ay dos caudalosos rios
          que cansados de regar la mayor parte de
          nuestra España, no muy lexos el vno del
          otro entran en el mar Oceano, en medio
          de los quales ay muchas y muy antiguas
          poblaciones, a causa de la fertilidad
          de la tierra ser tan grande, que en
          el uniuerso no ay otra alguna que se
          yguale. La uida desta prouincia es tan
          remota y apartada de cosas que puedan
          inquietar el pensamiento, que si no es
          quando Venus, por manos del ciego hijo,
          se quiere mostrar poderosa, no ay quien
          entienda en más que en sustentar una
          vida quieta, con sufficiente mediania,
          en las cosas que para passalla son
          menester. Los ingenios de los hombres
          son aparejados para passar la uida con
          assaz contento, y la hermosura de las
          mugeres para quitalla al que mas confiado
          biuiere. Ay muchas casas por entre las
          florestas sombrias, y deleytosos ualles:
          el termino de los quales siendo proueydo
          de rocio del soberano cielo, y cultiuado
          con industria de los habitadores dellas,
          el gracioso uerano tiene cuydado de
          offrecerles el fruto de su trabajo, y
          socorrerles a las necessidades de la
          uida humana. Yo uiuia en una aldea que
          está junto al caudaloso Duero (que es
          vno de los dos rios que os tengo dicho)
          adonde está el suntuosissimo templo de
          la diosa Minerua, que en ciertos tiempos
          del año es uisitado de todas o las más
          pastoras y pastores que en aquella
          prouincia biuen. Començando un dia, antes
          de la celebre fiesta a solemnizalla
          las pastoras y nymphas, con cantos y
          hymnos muy suaues, y los pastores con
          desafios de correr, saltar, luchar, y
          tirar la barra, poniendo por premio para
          el que uictorioso saliere, quales una
          guirnalda de uerde yedra, quales una
          dulce çampoña, o flauta, ó un cayado de
          nudoso fresno, y otras cosas de que los
          pastores se precian. Llegando pues el dia
          en que la fiesta se celebraua, yo con
          otras pastoras amigas mias: dexando los
          seruiles, y baxos paños, y uistiendonos
          de los mejores que teniamos, nos fuymos
          el dia antes de la fiesta determinadas de
          uerlas aquella noche en el templo, como
          otros años lo soliamos hazer. Estando
          pues como digo en compañia de estas
          amigas mias, uimos entrar por la puerta,
          una compañia de hermosas pastoras, a
          quien algunos pastores acompañauan: los
          quales dexandolas dentro, y auiendo
          hecho su deuida oracion, se salieron
          al hermoso ualle, por que la orden de
          aquella prouincia era que ningun pastor
          pudiesse entrar en el templo, más que a
          dar la obediencia, y se boluiesse luego
          a salir, hasta que el dia siguiente
          pudiessen todos entrar a participar
          de las cerimonias y sacrificios que
          entonces hazian. Y la causa desto era,
          porque las pastoras y Nimphas quedassen
          solas y sin ocasion de entender en
          otra cosa, sino celebrar la fiesta
          regozijandose vnas con otras, cosas que
          otros muchos años solian hazer, y los
          pastores fuera del templo en vn uerde
          prado que alli estaua, al resplandor de
          la nocturna Diana. Pues auiendo entrado
          los pastores que digo en el suntuoso
          templo, despues de hechas sus oraciones
          y de haber offrescido sus offrendas
          delante del altar, junto a nosotros se
          assentaron. Y quiso mi uentura que
          junto a mi se sentasse una dellas para
          que yo fuesse desuenturada todos los
          dias que su memoria me durasse[1228].
          Las pastoras venian disfraçadas, los
          rostros cubiertos con unos uelos blancos
          y presos en sus chapeletes de menuda
          paja subtilissimamente labrados con
          muchas guarniciones de lo mismo tan
          bien hechas y entretexidas, que de oro
          no les lleuara uentaja. Pues estando
          yo mirando la que junto a mi se auia
          sentado, ui que no quitaua los ojos de
          los mios, y quando yo la miraua, abaxava
          ella los suyos fingiendome quererme uer
          sin que yo mirasse en ello. Yo desseaua
          en estremo saber quién era, por que
          si hablasse comigo, no cayesse yo en
          algun yerro a causa de no conocella.
          Y todauia todas las uezes que yo me
          descuydaua, la pastora no quitaua los
          ojos de mí, y tanto que mil uezes
          estime por hablalla[1229], enamorada de
          unos hermosos ojos que ella solamente
          tenia descubiertos. Pues estando yo con
          toda la atencion possible, sacó la más
          hermosa y la más delicada mano, que yo
          despues acá he uisto, y tomandome la
          mia, me la estuuo mirando un poco. Yo
          que estaua más enamorada della de lo
          que se podria dezir, le dixe: Hermosa y
          graciosa pastora, no es sola essa mano,
          la que aora está aparejada para seruiros,
          mas tambien lo está el coraçon, y el
          pensamiento de cuya ella es. Ysmenia (que
          assi se llamaua aquella que fue causa de
          toda la inquietud de mis pensamientos)
          teniendo ya imaginado hazerme la burla
          que adelante oireys, me respondio muy
          baxo, que nadie lo oyesse: graciosa
          pastora, soy yo tan uuestra, que como tal
          me atreui a hazer lo que hize, suplicoos
          que no os escandalizeys, porque en uiendo
          uuestro hermoso rostro, no tuue más
          poder en mi. Yo entonces muy contenta
          me llegué más a ella, y le dixe (medio
          riendo). ¿Cómo puede ser, pastora, que
          siendo uos tan hermosa os enamoreys de
          otra que tanto le falta para serlo, y
          más siendo muger como uos? Ay pastora,
          respondió ella, que el amor que menos
          uezes se acaba es este, y el que más
          consienten passar los hados, sin que las
          bueltas de fortuna ni las mudanças del
          tiempo les vayan a la mano. Yo entonces
          respondi: si la naturaleza de mi estado
          me enseñara a responder a tan discretas
          palabras, no me lo estoruara el desseo
          que de seruiros tengo: mas creeme,
          hermosa pastora, que el proposito de ser
          uuestra, la muerte no será parte para
          quitarmele. Y despues desto los abraços
          fueron tantos, los amores que la vna
          á la otra nos deziamos, y de mi parte
          tan uerdaderos, que ni teniamos cuenta
          con los cantares de las pastoras, ni
          mirauamos las danças de las Nymphas, ni
          otros regozijos que en el templo se
          hazia[1230]. A este tiempo importunaua
          yo a Ysmenia que me dixesse su nombre, y
          se quitasse el reboço, de lo qual ella
          con gran dissimulacion se escusaua y con
          grandissima astucia mudaua proposito. Mas
          siendo ya passada media noche, y estando
          yo con el mayor desseo del mundo de verle
          el rostro, y saber cómo se llamaua, y de
          adónde era, comence a quexarme d'ella,
          y a dezir que no era possible que el
          amor que me tenia fuesse tan grande,
          como con sus palabras me manifestaua:
          pues auiendole yo dicho mi nombre, me
          encubria el suyo, y que cómo podia yo
          biuir, queriendola como la queria, si
          no supiesse a quién queria, o adónde
          auia de saber nueuas de mis amores? E
          otras cosas dichas tan de veras que las
          lagrimas me ayudaron a mouer el coraçon
          de la cautelosa Ysmenia, de manera que
          ella se leuantó: y tomandome por la mano
          me apartó hazia una parte, donde no auia
          quien impedir nos pudiesse y començo a
          dezirme estas palabras (fingiendo que
          del alma le salian). Hermosa pastora,
          nascida para inquietud de un espiritu,
          que hasta aora ha biuido tan esento
          quanto ha sido possible, quien podra
          dexar de dezirte lo que pides auiendote
          hecho señora de su libertad? Desdichado
          de mí, que la mudança del habito te tiene
          engañada aunque el engaño ya resulta
          en daño mio. El reboço que quieres que
          yo quite, ues lo aqui donde lo quito,
          dezirte he mi nombre, no te haze mucho al
          caso, pues aunque yo no quiera me uerás
          mas uezes de las que tú podras suffrir.
          Y diziendo esto, y quitandose el reboço,
          vieron mis ojos un rostro que aunque
          el aspecto fuesse un poco uaronil, su
          hermosura era tan grande que me espantó.
          E prosiguiendo Ysmenia su plática, dixo:
          y por que, pastora, sepas el mal que tu
          hermosura me ha hecho, y que las palabras
          que entre las dos como de burlas han
          passado son de ueras: sabe que yo soy
          hombre y no muger, como antes pensauas.
          Estas pastoras que aqui uees por reyrte
          comigo (que son todas mis parientas) me
          han uestido desta manera que de otra no
          pudiera quedar en el templo, a causa de
          la orden que en esto se tiene. Quando yo
          hube entendido lo que Ysmenia me auia
          dicho, y le ui como digo en el rostro, no
          aquella blandura, ni en los ojos aquel
          reposo que las donzellas por la mayor
          parte solemos tener, crey que era uerdad
          lo que me dezia, y quedé tan[1231] fuera
          de mi, que no supe qué respondelle.
          Todauia contemplaua aquella hermosura
          tan estremada, miraua aquellas palabras
          que me dezia con tanta dissimulacion
          (que jamas supo nadie hazer cierto de
          lo fingido como aquella cautelosa y
          cruel pastora). Vime aquella hora tan
          presa de sus amores, y tan contenta de
          entender que ella lo estaua de mi, que
          no sabria encarecello, y puesto caso
          que de semejante passion hasta aquel
          punto no tuuiesse experiencia (causa
          harto sufficiente para no saber dezilla)
          todavia esforzandome lo mejor que pude
          la hablé desta manera: Hermosa pastora,
          que para hazerme quedar sin libertad, o
          para lo que la fortuna se sabe, tomaste
          el habito de aquella que el de amor a
          causa tuya ha professado, bastara el tuyo
          mismo para uencerme sin que con mis armas
          proprias me vieras rendido. Mas quién
          podra huir de lo que la Fortuna le tiene
          solicitado? Dichosa me pudiera llamar
          si uuieras hecho de industria lo que a
          caso hiziste: porque a mudarte el habito
          natural, para solo verme y dezirme lo que
          desseauas, atribuyeralo yo a merecimiento
          mio y a grande afeccion tuya, mas ver que
          la intencion fue otra aunque el efecto
          aya sido el que tenemos delante, me haze
          estar no tan contenta como lo estuuiera,
          a ser de la manera que digo. Y no te
          espantes, ni te pese deste tan gran
          desseo: por que no ay mayor señal de una
          persona, querer todo lo que puede, que
          dessear ser querida de aquel a quien ha
          entregado toda su libertad. De lo que tú
          me as oydo podras sacar, qual me tiene
          tu uista. Plegue a Dios que vses tambien
          del poder que sobre mi as tomado, que
          pueda yo sustentar el tenerme por muy
          dichosa hasta la fin de nuestros amores,
          los quales de mi parte, no lo ternán en
          quanto la uida me durare. La cautelosa
          Ysmenia me supo tambien responder a lo
          que dixe, y fingir las palabras que para
          nuestra conuersacion eran necessarias,
          que nadie pudiera huyr del engaño en que
          yo cay, si la fortuna de tan difficultoso
          laberinto con el hilo de prudencia no
          le sacara. Y assi estuuimos hasta que
          amanescio, hablando en lo que podria
          imaginar, quien por estos desuariados
          casos de amor ha passado. Dixome que su
          nombre era Alanio, su tierra Gallia,
          tres millas de nuestra aldea: quedamos
          concertados de uernos muchas uezes. La
          mañana se uino, y las dos nos apartamos
          con más abraços, y lagrimas, y sospiros
          de lo que aora sabré dezir. Ella se
          partio de mi, y boluiendo atras la cabeça
          por uerla, y por uer si me miraua, ui
          que se yua medio riendo, mas crey que
          los ojos me auian engañado. Fuese con
          la compañia que auia traydo, mas yo
          bolui con mucha más porque lleuaua en la
          imaginacion los ojos del fingido Alanio,
          las palabras con que su vano[1232] amor
          me auia manifestado, los abraços que dél
          auia recebido, y el crudo mal de que
          hasta entonces no tenia experiencia.
          Aora aueys de saber, pastores, que esta
          falsa y cautelosa Ysmenia tenia un primo,
          que se llamaua Alanio, a quien ella más
          que a si queria: porque en el rostro,
          y ojos, y todo lo demas se le parecia,
          tanto que si no fueran los dos de genero
          differente, no uuiera quien no juzgara
          el uno por el otro. Y era tanto el amor
          que le tenia que quando yo a ella en
          el templo le pregunté su mismo nombre,
          auiendome de dezir nombre de pastor, el
          primero que me supo nombrar fue Alanio:
          porque no ay cosa más cierta, que en las
          cosas súbitas encontrarse la lengua con
          lo que está en el coraçon. El pastor la
          queria bien mas no tanto como ella a él.
          Pues quando las pastoras salieron del
          templo para boluerse a su aldea, Ysmenia
          se halló con Alanio su primo, y él por
          usar de la cortesia que a tan grande amor
          como el de Ysmenia era deuida, dexando
          la compañia de los mancebos de su aldea,
          determinó de acompañarla (como lo hizo)
          de que no poco contentamiento recibio
          Ysmenia, y por darsele a él en alguna
          cosa, sin mirar lo que hazia, le contó lo
          que comigo auia passado, diziendoselo muy
          particularmente, y con grandissima risa
          de los dos, que tambien le dixo, como yo
          quedaua, pensando que ella fuesse hombre,
          muy presa de sus amores. Alanio quando
          aquello oyo, dissimuló lo mejor que él
          pudo, diziendo que auia sido grandissimo
          donayre. Y sacandole todo lo que comigo
          auia passado que no faltó cosa, llegaron
          a su aldea. E de ay a ocho dias (que para
          mí fueron ocho mil años) el traydor de
          Alanio (que assi lo puedo llamar con más
          razon que él ha tenido de oluidarme), se
          uino a mi lugar, y se puso en parte donde
          yo pudiesse uerle, al tiempo que passaua
          con otras zagalas a la fuente que cerca
          del lugar estaua. E como yo lo uiese,
          fue tanto el contentamiento que recibi,
          que no se puede encarescer, pensando que
          era el mismo que en habito de pastora
          auia hablado en el templo. E luego yo
          le hize señas que se uiniesse hazia la
          fuente a donde yo yua y no fue menester
          mucho para entendellas. El se uino, y
          allí estuuimos, hablando todo lo que el
          tiempo nos dio lugar: y el amor quedó
          (a lo menos de mi parte) tan confiado
          que aunque el engaño se descubriera,
          (como de ay a poco dias se descubrio)
          no fuera parte para apartarme de mi
          pensamiento. Alanio tambien creo que me
          queria bien, y que desde aquella hora,
          quedó preso de mis amores, pero no lo
          mostró por la obra tanto como deuia. Assi
          que algunos dias se trataron nuestros
          amores con el mayor secreto que pudimos,
          pero no fue tan grande, que la cautelosa
          Ysmenia no lo supiesse: y uiendo qne
          ella tenia la culpa, no solo en auerme
          engañado, mas aun en auer dado causa a
          que Alanio descubriendole lo que passaua,
          me amasse a mi, y pusiesse a ella en
          oluido, estuuo para perder el seso, mas
          consolose con parezelle, que en sabiendo
          yo la uerdad, al punto oluidaria. Y
          engañauase en ello, que despues le quise
          mucho más, y con muy mayor obligacion.
          Pues determinada Ysmenia de deshazer el
          engaño, que por su mal auiame hecho, me
          escriuio esta carta:


              CARTA DE YSMENIA PARA SELUAGIA

          Seluagia, si a los que nos quieren
          tenemos obligacion de quererlos, no ay
          cosa en la uida a quien más deua que
          a ti, pero si las que son causa que
          seamos oluidadas deuen ser aborrescidas,
          a tu discrecion lo dexo. Querria te
          poner alguna culpa, de auer puesto los
          ojos en el mi Alanio, mas ¿qué hare
          desdichada, que toda la culpa tengo yo
          de mi desuentura? Por mi mal te ui. ¡O
          Seluagia! bien pudiera yo escusar lo que
          passé contigo, mas en fin desembolturas
          demasiadas las menos uezes succeden bien.
          Por reyr una hora con el mi Alanio,
          contandole lo que auia passado, lloraré
          toda mi uida, si tú no te dueles d'ella.
          Suplicote quanto puedo, que baste este
          desengaño, para que Alanio sea de ti
          oluidado, y esta pastora restituyda en lo
          que pudieres, que no podras poco, si amor
          te da lugar a hazer lo que suplico.

          Quando yo esta carta ui, ya Alanio me
          auia desengañado de la burla que Ysmenia
          me auia hecho, pero no me auia contado
          los amores que entre los dos auia, de
          lo qual yo no hize mucho caso, porque
          estaua tan confiada en el amor que
          mostraua tenerme, que no creyera jamas,
          que pensamientos passados, ni por venir,
          podrian ser parte para que él me dexasse.
          Y porque Ysmenia no me tuuiesse por
          descomedida, respondi a su carta desta
          manera:


              CARTA DE SELUAGIA PARA YSMENIA

          No sé, hermosa Ysmenia, si me quexe
          de ti, o si te dé gracias, por auerme
          puesto en tal pensamiento, ni creo sabria
          determinar quál destas cosas hazer, hasta
          que el successo de mis amores me lo
          aconseje. Por vna parte me duele tu mal,
          por otra veo que tú saliste al camino
          a recebille. Libre estaua Seluagia al
          tiempo que en el templo la engañaste,
          y aora está subiecta a la uoluntad de
          aquel a quien tú quesiste entregalla.
          Dizesme que dexe de querer a Alanio:
          con lo que tú en esse caso harias,
          puedo responderte. Vna cosa me duele
          en estremo, y os uer que tienes mal de
          que no puedes quexarte, el qual da muy
          mayor pena a quien lo padesce. Considero
          aquellos ojos con que me uiste, y aquel
          rostro que despues de muy importunada
          me monstraste, y pesame que cosa tan
          parescida al mi Alanio, padezca tan
          estraño descontento. Mira qué remedio
          este para poder auello en tu mal. Por
          la liberalidad que comigo has usado en
          darme la más preciosa joya que tenias,
          te beso las manos. Dios quiera que en
          algo te pueda seruir. Si uieres allá el
          mi Alanio, dile la razon que tiene de
          quererme; que ya él sabe la que tiene de
          oluidarte. Y Dios te dé el contentamiento
          que desseas, con que no sea a costa del
          que yo recibo en uerme tan bien empleada.

          No pudo Ysmenia acabar de leer esta
          carta, porque al medio della, fueron
          tantos los sospiros y lagrimas que por
          sus ojos derramaua, que penso perder
          la uida llorando. Trabajaua quanto
          podia porque Alanio dexasse de querer,
          y buscaua para esto tantos remedios,
          como él para apartarse donde pudiesse
          uerla. No porque la queria mal, mas por
          parecelle que con esto me pagaua algo de
          lo mucho que me deuia. Todos los dias que
          en este proposito biuio, no vuo alguno
          que yo dexasse de uerle: porque el camino
          que de su lugar al mio auia jamas dexaua
          de ser por él passado. Todos trabajos
          tenia en poco, si con ellos le parescia
          que yo tomaua contento. Ysmenia los dias
          que por él preguntaua, y le dezian que
          estaua en mi aldea, no tenia paciencia
          para suffrillo. E con todo esto no auia
          cosa que más contento le diesse, que
          hablalle en él. Pues como la necessidad
          sea tan ingeniosa que uenga a sacar
          remedios donde nadie penso hallarlos,
          la desamada Ysmenia se auenturó a tomar
          uno, qual pluguiera a Dios, que por el
          pensamiento no le passara, y fue fingir
          que queria bien a otro pastor llamado
          Montano, de quien mucho tiempo auia sido
          requerida. Y era el pastor con quien
          Alanio peor estaua: y como lo determinó,
          assi lo puso por obra por uer si con esta
          subita mudança podria atraer a Alanio a
          lo que desseaua, porque no ay cosa que
          las personas tengan por segura, aunque
          la tengan en poco, que si de subito
          la pierden, no les llegue al alma el
          perdella. Pues como uiesse Montano que
          su señora Ysmenia tenia por bien de
          corresponder al amor que él tanto tiempo
          le auia tenido, ya oyreys[1233] lo que
          sintiria. Fue tanto el gozo que recibio,
          tantos los seruicios, que le hizo, tantos
          los trabajos en que por causa suya se
          puso, que fueron parte juntamente con
          las sin razones que Alanio le auia
          hecho, para que saliesse uerdadero, lo
          que fingiendo la pastora auia començado;
          y puso Ysmenia su amor en el pastor
          Montano con tanta firmeza, que ya no
          auia cosa a quien más quisiesse que a
          él, ni que menos deseasse uer que al mi
          Alanio. Y esto le dio ella a entender
          lo mas presto que pudo, paresciendole,
          que en ello se vengaua de su oluido, y
          de auer puesto en mí el pensamiento.
          Alanio aunque sintio en estremo el ver
          a Ysmenia perdida por pastor con quien
          él tan mal estaua, era tanto el amor
          que me tenia, que no daua a entenderlo
          quanto ello era. Mas andando algunos
          dias, y considerando que él era causa de
          que su enemigo fuesse tan favorescido
          de Ysmenia, y que la pastora ya huía de
          uelle (muriendose no mucho antes quando
          no le ueia) estuuo para perder el seso
          por enojo, y determinó de estorbar esta
          buena fortuna de Montano. Para lo qual
          començo nueuamente de mirar a Ysmenia,
          y de no uenir a uerme tan publico como
          solia ni faltar tantas uezes en su aldea,
          porque Ysmenia no lo supiesse. Los amores
          entre ella y Montano yuan muy adelante,
          y los mios con el mi Alanio, se quedauan
          atras todo lo que podian, no de mi parte,
          pues sola la muerte podria apartarme
          de mi proposito, mas de la suya, que
          jamas pense uer cosa tan mudable. Porque
          como estaua tan encendido en colera con
          Montano, la qual no podia ser executada,
          sino con amor en la su Ysmenia, y para
          esto las uenidas a mi aldea era gran
          impedimiento, y como el estar ausente de
          mi, le causasse oluido, y la presencia
          de la su Ysmenia grandissimo amor, el
          boluio a su pensamiento primero, y yo
          quedé burlada del mio. Mas con todos
          los seruicios que a Ysmenia hazia, los
          recados que le embiaua, las quexas que
          formaua della, jamas la pudo mouer de
          su proposito, ni uuo cosa que fuesse
          parte para hazelle perder un punto d'el
          amor que a Montano tenia. Pues estando
          yo perdida por Alanio, Alanio por
          Ysmenia, Ysmenia por Montano, succedio
          que a mi padre se le offresciessen
          ciertos negocios sobre las dehesas del
          Estremo, con Phileno, padre del pastor
          Montano; para lo qual los dos uinieron
          muchas uezes a mi aldea, y en tiempo
          que Montano, o por los sobrados fauores
          que Ysmenia le hazia (que en algunos
          hombres de baxo espiritu causan fastidio)
          o porque tambien tenia celos de las
          diligencias de Alanio, andaua ya un poco
          frio en sus amores. Finalmente que él me
          uio traer mis ouejas a la majada, y en
          uiendome començo a quererme, de manera
          (segun lo que cada dia yua moustrando)
          que ni yo a Alanio, ni Alanio a Ysmenia,
          ni Ysmenia a él, no era possible tener
          mayor afection. Ved qué estraño embuste
          de amor. Si por uentura Ysmenia yua al
          campo, Alanio tras ella, si Montano yua
          al ganado, Ysmenia tras él, si yo andaua
          al monte con mis ouejas, Montano tras
          mi. Si yo sabia que Alanio estaua en un
          bosque donde solia repastar, allá me
          yua tras el. Era la más nueua cosa del
          mundo oyr cómo dezia Alanio sospirando,
          ¡ay Ysmenia!, y cómo Ysmenia dezia ¡ay
          Seluagia!, y cómo Seluagia dezia ¡ay
          Montano! y cómo Montano dezia ¡ay mi
          Alanio! Succedio que un dia nos juntamos
          los quatro en una floresta, que en medio
          de los dos lugares auia, y la causa fue,
          que Ysmenia auia ydo a uisitar unas
          pastoras amigas suyas, que cerca de
          alli morauan; y quando Alanio lo supo,
          forçado de su mudable pensamiento, se fue
          en busca della, y la halló junto a un
          arroyo, peinando sus dorados cabellos. Yo
          siendo auisada por un pastor, mi uecino,
          que Alanio yua a la floresta del ualle
          (que assi se llamaua) tomando delante de
          mí unas cabras que en un corral junto a
          mi casa estauan encerradas, por no yr sin
          alguna occasion, me fuy donde mi desseo
          me encaminaua, y le hallé a él llorando
          su desuentura, y a la pastora riendose
          de sus escusadas lagrimas, y burlando de
          sus ardientes sospiros. Quando Ysmenia me
          uio, no poco se holgo comigo, aunque yo
          no con ella; mas antes le puse delante
          las razones que tenia para agrauiarme del
          engaño passado; de las quales ella supo
          escusarse tan discretamente, que pensando
          yo que me deuia la satisfaction de tantos
          trabajos, me dio con sus bien ordenadas
          razones a entender, que yo era la que le
          estaua obligada, porque si ella me auia
          hecho una burla, yo me auia satisfecho
          tan bien que no tan solamente le auia
          quitado a Alanio, su primo, a quien ella
          auia querido mas que a si, mas que aun
          tan aora tambien le traya al su Montano
          muy fuera de lo que solia ser. En esto
          llegó Montano, que de una pastora amiga
          mia, llamada Solisa, auia sido auisada
          que con mis cabras uenia a la floresta
          del ualle. E quando alli los quatro
          discordantes amadores nos hallamos, no
          se puede dezir lo que sentíamos, porque
          cada uno miraua a quien no queria que le
          mirasse. Y preguntaua al mi Alanio la
          causa de su oluido; él pedia misericordía
          a la cautelosa Ysmenia, Ysmenia quexauase
          de la tibieza de Montano; Montano de la
          crueldad de Seluagia. Pues estando de
          la manera que oys, cada uno perdido por
          quien no le queria, Alanio al son de su
          rabel començo a cantar lo siguiente:

                No más, nympha cruel: ya estas vengada,
              no prueues tu furor en un rendido:
              la culpa a costa mia está pagada.
              Ablanda ya esse pecho endurescido,
              y resuscita un alma sepultada
              en la tiniebla escura de tu oluido;
              que no cabe en tu ser, ualor y suerte,
              que un pastor como yo pueda offenderte.
                Si la ouejuela siempre ua huyendo
              de su pastor, colerico y ayrado,
              y con temor acá, y allá corriendo,
              a su pesar se alexa del ganado;
              mas ya que no la siguen, conosciendo
              que es más peligro auerse assi alexado,
              balando buelue al hato temerosa,
              será no recebilla justa cosa.
                Leuanta ya essos ojos que algun dia,
              Ysmenia, por mirarme leuantauas,
              la libertad me buelue que era mia,
              y un blando coraçon que me entregauas.
              Mira (Nympha) que entonces no sentia
              aquel senzillo amor que me mostrauas,
              ya triste lo conozco y pienso en ello,
              aunque ha llegado tarde el conoscello.
                ¿Cómo que fue possible, di, enemiga,
              que siendo tú muy más que yo culpada,
              con titulo cruel, con nueua liga,
              mudasses fe tan pura y estremada?
              ¿Qué hado, Ysmenia, es este que te obliga
              a amar do no es possible ser amada?
              Perdona, mi señora, ya esta culpa,
              pues la occasion que diste me desculpa.
                ¿Qué honra ganas, di, de auer uengado
              vn yerro a causa tuya cometido?
              ¿qué excesso hize yo, que no he pagado,
              qué tengo por suffrir, que no he suffrido?
              ¿Qué animo cruel, qué pecho ayrado,
              qué coraçon de fiera endurescido,
              tan insuffrible mal no ablandaria,
              sino el de la cruel pastora mia?
                Si como yo he sentido las razones,
              que tienes, o has tenido de oluidarme:
              las penas, los trabajos, las passiones,
              el no querer oyrme, ni aun mirarme,
              llegasses a sentir las occasiones,
              que sin buscallas yo, quissiste darme:
              ni tú ternias que darme más tormento,
              ni aun yo más que pagar mi atreuimiento.

          Ansi acabó mi Alanio el suaue canto y aun
          yo quisiera que entonces se me acabara
          la uida, y con mucha razon, porque no
          podria llegar a más la desuentura, que
          a uer yo delante mis ojos aquel que más
          que a mí queria, tan perdido por otra, y
          tan oluidado de mí. Mas como yo en estas
          desuenturas no fuese sola, dissimulé por
          entonces, y tambien porque la hermosa
          Ysmenia, puestos los ojos en el su
          Montano, començaua a cantar lo siguiente:

                ¡Qvan fuera estoy de pensar
              en lágrimas escusadas,
              siendo tan aparejadas
              las presentes, para dar
              muy poco por las passadas!
                Que si algun tiempo trataua
              de amores de alguna suerte,
              no pude en ello offenderte,
              porque entonces m'ensayaua,
              Montano, para quererte.
                Enseñauame a querer,
              suffria no ser querida:
              sospechaua quan rendida,
              Montano, te auia de ser,
              y quan mal agradescida.
                Ensayéme como digo,
              a suffrir el mal de amor:
              desengañese el pastor
              que compitiere contigo,
              porque en balde es su dolor.
                Nadie se quexe de mi,
              si me quiso, y no es querido;
              que yo jamas he podido
              querer otro sino a ti,
              y aun fuera tiempo perdido.
                Y si algun tiempo miré,
              miraua, pero no uia;
              que yo, pastor, no podia
              dar a ninguno mi fe,
              pues para ti la tenia.
                Vayan sospiros a cuentos,
              bueluanse los ojos fuentes,
              resusciten accidentes:
              que passados pensamientos
              no dañarán los presentes.
                Vaya el mal por donde va,
              y el bien por donde quisiere:
              que yo yre por donde fuere,
              pues ni el mal m'espantará,
              ni aun la muerte si uiniere.

          Vengado me auia Ysmenia del cruel y
          desleal Alanio, si en el amor que yo le
          tenia cupiera algun desseo de vengança,
          mas no tardó mucho Alanio en castigar
          a Ysmenia, poniendo los ojos en mí, y
          cantando este antiguo cantar.

                Amor loco ¡ay amor loco!
              yo por uos, y uos por otro.
                Ser yo loco, es manifiesto:
              por uos ¿quien no lo será?
              que mayor locura está
              en no ser loco por esto;
              mas con todo no es honesto
              que ande loco,
              por quien es loca por otro.
                Ya que uiendoos, no me ueys,
              y moris porque no muero,
              comed aora a mi que os quiero
              con salsa del que quereys
              y con esto me hareys
              ser tan loco,
              como uos loca por otro.

          Qvando acabó de cantar esta postrera
          copla, la estraña agonia en que todos
          estauamos no pudo estoruar que muy
          de gana no nos riessemos, en uer que
          Montano queria que engañasse yo el gusto
          de miralle, con salsa de su competidor
          Alanio, como si en mi pensamiento cupiera
          dejarse engañar con apariencias de otra
          cosa. A essa hora comence yo con gran
          confiança a tocar mi çampoña, cantando
          la cancion que oyreys; porque a lo menos
          en ella pensaua mostrar (como lo mostre)
          quanto mejor me auia yo auido en los
          amores, que ninguno de los que alli
          estauan.

                Pves no puedo descansar
              a trueque de ser culpada,
              guardeme Dios de oluidar,
              más que de ser oluidada.
                No solo donde ay oluido
              no ay amor ni puede auello,
              mas donde ay sospecha dello
              no ay querer, sino fingido.
                Muy grande mal es amar,
              do esperança es escusada;
              mas guardeos Dios de oluidar,
              que es ayre ser oluidada.
                Si yo quiero, ¿por que quiero,
              para dexar de querer?
              ¿que más honrra puede ser,
              que morir del mal que muero?
                El biuir para oluidar,
              es uida tan afrentada,
              que me está mejor amar,
              hasta morir de oluidada.

          Acabada mi cancion, las lagrimas de los
          pastores fueron tantas, especialmente
          las de la hermosa pastora Ysmenia, que
          por fuerça me hizieron participar de
          su tristeza, cosa que yo pudiera bien
          escusar, pues no se me podia atribuir
          culpa alguna de mi gran desuentura (como
          todos los que alli estauan, sabian muy
          bien). Luego a la ora nos fuymos cada
          uno a su lugar, porque no era cosa que a
          nuestra honestidad conuenia estar a horas
          tan sospechosas fuera dél. E al otro dia
          mi padre sin dezirme la causa, me sacó
          de nuestra aldea, y me ha traydo a la
          nuestra, en casa de Albania mi tia, y su
          hermana, que uosotros muy bien conoceys,
          donde estoy algunos dias ha, sin saber
          qué aya sido la causa de mi destierro.
          Despues acá entendi, que Montano se
          auia casado con Ysmenia, y que Alanio
          se pensaua casar con otra hermana suya,
          llamada Syluia. Plega a Dios que ya que
          no fue mi uentura podelle yo gozar, que
          con la nueua esposa se goce, como yo
          desseo (que no seria poco) porque el amor
          que yo le tengo, no suffre menos, sino
          dessealle todo el contento del mundo.
          Acabado de dezir esto la hermosa Seluagia
          començo a derramar muchas lagrimas: y los
          pastores le ayudaron a ello por ser un
          officio de que tenian gran esperiencia.
          E despues auer gastado algun tiempo en
          esto, Sireno le dixo: hermosa Seluagia,
          grandissimo es tu mal, pero por muy mayor
          tengo tu discrecion. Toma exemplo en
          males agenos, si quieres sobrelleuar los
          tuyos; y porque ya se haze tarde, nos
          uamos a la aldea, y mañana se passe la
          fiesta junto a esta clara fuente donde
          todos nos juntarémos. Sea assi como lo
          dizes (dixo Seluagia) mas porque aya de
          aqui al lugar algun entretenimiento, cada
          uno cante una cancion, segun el estado en
          que le tienen sus amores. Los pastores
          respondieron que diera ella principio
          con la suya: lo qual Seluagia començo a
          hazer, yendose todos su passo a passo
          hazia la aldea.

                Zagal, quien podra passar
              uida tan triste y amarga,
              que para biuir es larga,
              y corta para llorar?
                Gasto sospiros en uano,
              perdida la confiança:
              siento que está mi esperança
              con la candela en la mano.
                ¡Que tiempo para esperar
              que esperança tan amarga,
              donde la uida es tan larga,
              quan corta para llorar!
                Este mal en que me ueo,
              yo le merezco ¡ay perdida!
              pues uengo a poner la uida
              en las manos del desseo.
                Jamas cesse el lamentar[1234];
              que aunque la uida se alarga,
              no es para biuir tan larga
              quan corta para llorar.

          Con un ardiente sospiro, que del alma
          le salia, acabó Seluagia su cancion,
          diziendo: Desuenturada de la que se uee
          sepultada entre celos y desconfianças,
          que en fin le pornan la uida a tal
          recaudo, como dellos se espera. Luego el
          oluidado Sireno començo a cantar al son
          de su rabel esta cancion:

                Ojos tristes, no lloreys,
              y si llorades pensad,
              que no os dixeron verdad,
              y quiça descansareys.
                Pues que la imaginacion
              haze causa en todo estado,
              pensá que aun soys bien amado,
              y teneys menos passion:
                Si algun descanso quereys,
              mis ojos, imaginad,
              que no os dixeron uerdad,
              y quiça descansareys.
                Pensad que soys tan querido,
              como algun tiempo lo fuystes.
              Mas no es remedio de tristes
              imaginar lo que ha sido.
                Pues ¿qué remedio terneys,
              ojos? alguno pensad,
              si no lo pensays, llorad:
              o acabá, y descansareys.

          Despues que con muchas lagrimas el
          triste pastor Sireno acabó su cancion,
          el desamado Syluano desta manera dio
          principio a la suya.

                Perderse por ti la uida,
              zagala, será forçado,
              mas no que pierda el cuydado
              despues de auerla perdida.
                Mal que con muerte se cura
              muy cerca tiene el remedio,
              mas no aquel que tiene el medio
              en manos de la uentura.
                E si este mal con la uida
              no puede ser acabado
              qué aprouecha a un desdichado
              uerla ganada, o perdida?
                Todo es uno para mi
              esperança, o no tenella:
              que si oy me muero por uella
              mañana porque la ui.
                Regalara yo la uida,
              para dar fin al cuydado,
              si a mi me fuera otorgado,
              perdella en siendo perdida.

          Desta manera se fueron los dos pastores
          en compañia de Seluagia, dexando
          concertado de uerse el dia siguiente en
          el mismo lugar; y aqui haze fin el primer
          libro de la hermosa Diana.


            _Fin del primer libro de la Diana._


                                NOTAS:

[1210] En la edición de Milán, «_debaxo de nombres pastorales_».

[1211] _Le_ en la edición de Venecia, 1585, y en otras. _La_ en la
rarísima de Milán.

[1212] _Y qué cabellos_, añade, á modo de paréntesis, la de Milán.

[1213] Así en la edición de Milán. _Ignorancia_ en la de Venecia.

[1214] M., _causaron_.

[1215] M., desta manera.

[1216] M., _imaginasse_.

[1217] M., _que yo pudiesse_.

[1218] M., _de favores_.

[1219] Todo esto falta en la edición de Venecia, y se ha tomado de la
de Milán.

[1220] M., _rendido_.

[1221] M., _cayo_.

[1222] M., _acabando_.

[1223] M., _prompta está_.

[1224] Así en M. La de Venecia y otras dicen _en mirar mi pastor_, lo
cual no hace sentido.

[1225] M., así. V., _sintiéndola_,

[1226] M., _fuesse_.

[1227] _Les_ en la edición de Milán.

[1228] M., _turasse_.

[1229] M., _hablelle_.

[1230] M., _hazían_.

[1231] V., _quedara_.

[1232] Falta el _vano_ en la edición de Venecia y otras. Está en la de
Milán.

[1233] M., _veis_.

[1234] M., _Mas no cese el lamentar_.




                      LIBRO SEGUNDO
           DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR


          Los pastores ya, que por los campos del
          caudaloso Ezla apascentauan sus ganados,
          se començauan a mostrar cada uno con su
          rebaño por la orilla de sus cristallinas
          aguas tomando el pastor, antes que el
          sol saliesse, y aduirtiendo el mejor
          lugar, para despues passar la calurosa
          fiesta, quando la hermosa pastora
          Seluagia por la cuesta que de la aldea
          baxaua al espesso bosque, uenia trayendo
          delante de si sus mansas ouejuelas, y
          despues de auellas metido entre los
          arboles baxos y espessos, de que alli
          auia mucha abundancia, y uerlas ocupadas
          en alcançar las más baxuelas ramas,
          satisfaziendo el hambre que trayan, la
          pastora se fue derecha a la fuente de
          los alisos, donde el dia antes, con los
          dos pastores auia passado la siesta.
          E como uio el lugar tan aparejado
          para tristes imaginaciones, se quiso
          aprouechar del tiempo, sentandose cabe
          la fuente, cuya agua con la de sus ojos
          acrescentaua. Y despues de auer gran
          rato imaginado, començo a dezir: ¿Por
          uentura, Alanio, eres tú aquel, cuyos
          ojos nunca ante los mios ui enxutos de
          lagrimas? ¿Eres tú el que tantas uezes
          a mis pies ui tendido, pidiendome con
          razones amorosas, la clemencia que yo
          por mi mal usé contigo? ¿Dime pastor (y
          el mas falso que se puede imaginar en
          la uida) es uerdad que me querias, para
          cansarte tan presto de quererme? Deuias
          imaginar, que no estaua en más oluidarte
          yo, que en saber que era de ti oluidada:
          que officio es de hombres, que no tratan
          los amores, como deuen tratarse, pensar
          que lo mismo podran acabar sus damas
          consigo, que ellos an acabado. Aunque
          otros uienen a tomallo por remedio, para
          que en ellas se acresciente el amor.
          Y otros porque los celos, que las mas
          uezes fingen, uengan a subjectar a sus
          damas: de manera que no sepan, ni puedan
          poner los ojos en otra parte, y los más
          uienen poco a poco a manifestar todo lo
          que de antes fingian, por donde muy más
          claramente descubren su deslealtad. E
          uienen todos estos estremos a resultar
          en daño de las tristes, que sin mirar
          los fines de las cosas, nos uenimos a
          afficionar, para jamas dexar de quereros,
          ni uosotros de pagarnoslo tan mal, como
          tú me pagas lo que te quise y quiero.
          Assi que qual destos ayas sido, no puedo
          entendello. E no te espantes, que en los
          casos de desamor entienda poco, quien en
          los de amor está tan exercitada. Siempre
          me mostraste gran honestidad en tus
          palabras, por donde nunca menos esperé
          de tus obras. Pense que un amor, en el
          qual me dauas a entender que tu desseo
          no se estendia a querer de mí más que
          quererme, jamas tuuiera fin; porque si
          a otra parte encaminaras tus desseos no
          sospechara firmeza en tus amores. ¡Ay
          triste de mí! que por temprano que uine a
          entenderte, ha sido para mí tarde. Venid
          nos acá, mi çampoña, y passare con uos el
          tiempo, que si yo con sola uos lo uuiera
          pasado, fuera de mayor contento para mí;
          y tomando su çampoña, començo a cantar la
          siguiente cancion:

                Aguas que de lo alto desta sierra,
              baxays con tal ruydo al hondo ualle
              porqué no imaginays la que del alma
              destilan siempre mis cansados ojos,
              y que es la causa, el infelice tiempo,
              en que fortuna me robo mi gloria?
                Amor me dió esperança de tal gloria,
              que no ay pastora alguna en esta sierra,
              que assi pensasse de alabar el tiempo
              pero despues me puso en este ualle
              de lagrimas, a do lloran mis ojos
              no uer lo que estan viendo los del alma.
                ¿En tanta soledad, qué haze un alma
              que en fin llegó a saber que cosa es gloria?
              ¿o a donde boluere mis tristes ojos,
              si el prado, el bosque, el monte, el soto y sierra
              el arboleda y fuentes deste ualle
              no hazen oluidar tan dulce tiempo?
                ¿Quien nunca imaginó que fuera el tiempo
              verdugo tan cruel para mi alma?
              ¿o qué fortuna me apartó de un ualle,
              que toda cosa en el me daua gloria?
              hasta el hambriento lobo, que a la sierra
              subia, era agradable ante mis ojos.
                ¿Mas qué podran, fortuna, uer los ojos,
              que ueian su pastor en algun tiempo
              baxar con sus corderos, de una sierra,
              cuya memoria siempre está en mi alma?
              ¡o fortuna enemiga de mi gloria!
              ¡cómo me cansa este enfadoso ualle!
                ¿Mas cuando tan ameno y fresco valle,
              no es agradable a mis cansados ojos,
              ni en él puedo hallar contento, gloria,
              ni espero ya tenelle en algun tiempo?
              ued en qué estremo deue estar mi alma:
              ¡o quien boluiese á aquella dulce sierra!
                ¡O alta sierra, ameno y fresco ualle
              do descansó mi alma, y estos ojos!
              dezid: uerme he algun tiempo, en tanta gloria.

          A este tiempo Syluano estaua con su
          ganado entre unos myrthos que cerca de
          la fuente auia, metido en sus tristes
          imaginaciones; y quando la boz de
          Seluagia oyó, despierta como de un sueño,
          y muy atento estuuo a los uersos que
          cantaua. Pues como este pastor fuesse tan
          mal tratado de amor, y tan desfauorecido
          de Diana, mil uezes la passion le hazia
          salir de seso, de manera, que oy se daua
          en dezir mal de amor, mañana en alaballe,
          un dia en estar ledo, y otro en estar más
          triste que todos los tristes; oy en dezir
          mal de mugeres, mañana en encarecellas
          sobre todas las cosas. Y ansi biuia el
          triste una uida, que seria gran trabajo
          dalla a entender; y más a personas
          libres. Pues auiendo oydo el dulce canto
          de Seluagia, y salido de sus tristes
          imaginaciones, tomó su rabel, y començo a
          cantar lo siguiente:

                Cansado esta de oyrme el claro rio,
              el ualle y soto tengo importunados:
              y estan de oir mis quexas ¡o amor mio!
              alisos, hayas, olmos ya cansados:
              inuierno, primauera, otoño, estio,
              con lagrimas regando estos collados,
              estoy a causa tuya, o cruda fiera,
              ¿no auria en esta boca vn nó, si quiera?
                De libre me heziste ser catiuo,
              de hombre de razon, quien no la siente,
              quesiste me hazer de muerto, biuo,
              y alli de biuo muerto encontinente:
              De afable me heziste ser esquiuo:
              de conuersable, aborrescer la gente:
              solia tener ojos, y estoy ciego,
              hombre de carne fuy, ya soy de fuego.
                ¿Qué es esto coraçon, no estays cansado?
              ¿aun ay más que llorar? ¿dezi, ojos mios?
              mi alma, ¿no bastaua el mal passado?
              lagrimas, ¿aun hazeys crecer los ríos?
              entendimiento, ¿vos no estays turbado?
              sentido, ¿no os turbaron sus desuios?
              ¿pues cómo entiendo, lloro, veo y siento,
              si todo lo ha gastado ya el tormento?
                ¿Quién hizo a mi pastora ¡ay, perdido!
              aquel cabello de oro, y no dorado,
              el rostro de cristal tan escogido,
              la boca de un rubi muy estremado,
              el cuello de alabastro, y el sentido
              muy más que otra ninguna leuantado?
              ¿por qué su coraçon no hizo ante
              de cera, que de marmol y diamante?
                Vn dia estoy conforme a mi fortuna,
              y al mal que me ha causado mi Diana,
              el otro el mal me afflige y importuna,
              cruel la llamo fiera, y inhumana,
              y assi no hay en mi mal orden alguna,
              lo que oy affirmo, niegolo mañana:
              todo es assi, y passo assi una uida,
              que presto uean mis ojos consumida.

          Cuando la hermosa Seluagia en la boz
          conoscio al pastor Syluano, se fue luego
          a él, y recebiendose los dos con palabras
          de grande amistad, se assentaron a la
          sombra de un espesso myrtho, que en medio
          dexaba vn pequeño pradezuelo[1235] más
          agradable por las hermosas y doradas
          flores de que él estaua matizado, de lo
          que sus tristes pensamientos pudieran
          dessear. Y Syluano començó a hablar desta
          manera: No sin grandissima compassion
          se deue considerar, hermosa Seluagia,
          la diuersidad de tantos y tan desusados
          infortunios, como succeden a los tristes
          que queremos bien. Mas entre todos ellos
          ninguno me paresce que tanto se deue
          temer, como aquel que succede despues de
          auerse uisto la persona en un[1236] buen
          estado. Y esto como tú ayer me dezias,
          nunca llegué a sabello por experiencia.
          Mas como la uida que passo es tan
          agena de descanso, y tan entregada a
          tristezas, infinitas uezes estoy buscando
          inuenciones para engañar el gusto. Para
          lo qual me uengo a imaginar muy querido
          de mi señora, y sin abrir mano desta
          imaginacion me estoy todo lo que puedo,
          pero despues que llego a la uerdad de
          mi estado, quedo tan confuso que no
          sé decillo; porque sin yo querello,
          me uiene a faltar la paciencia. Y
          pues la imaginacion no es cosa que se
          pueda suffrir, ued qué haria la uerdad?
          Seluagia le respondió: Quisiera yo,
          Syluano, estar libre desta passion, para
          saber hablar en ella, como en tal materia
          seria menester. Que no quieras mayor
          señal de ser el amor mucho, o poco, la
          passion pequeña o grande, que oilla dezir
          al que la siente. Porque nunca passion
          bien sentida, pudo ser bien manifestada
          con la lengua del que la padesce.
          Ansi que estando yo tan subjecta a mi
          desuentura, y tan quexosa de la sin razon
          que Alanio me haze, no podré dezir lo
          mucho que dello siento. A tu discrecion
          lo dexo, como a cosa de que me puedo
          muy bien fiar. Syluano dixo sospirando.
          Aora yo, Seluagia, no sé qué diga, ni
          qué remedio podria auer en nuestro mal.
          ¿Tú por dicha sabes alguno? Seluagia
          respondió, ¿y como aora lo sé? Sabes qué
          remedio, pastor? Dexar de querer. ¿Y esso
          podrias tú acabarlo[1237] contigo? (dixo
          Syluano). Como la fortuna, o el tiempo
          lo ordenasse (respondio Seluagia). Aora
          te digo (dixo Syluano muy admirado) que
          no te haria agrauio en no auer manzilla
          de tu mal, porque amor que está subjecto
          al tiempo, y a la fortuna, no puede ser
          tanto que dé trabajo a quien lo padece.
          Seluagia le respondió. ¿Y podrias tú,
          pastor, negarme, que sería possible auer
          fin en tus amores, o por muerte, o por
          ausencia, o por ser fauorescido en otra
          parte, y tenido en más tus seruicios?
          No me quiero (dixo Syluano) hazer tan
          hypocrita en amor, que no entienda lo
          que me dizes ser possible, mas no en mí.
          Y mal aya el amador que aunque a otros
          uea succederles, y la manera que me
          dizes, tuuiere tan poca constancia en los
          amores, que piense poderle a él succeder
          cosa tan contraria a su fe. Yo muger soy
          (dixo Seluagia) y en mí uerás, si quiero,
          todo lo que se puede querer. Pero no me
          estorua esto imaginar, que en todas las
          cosas podria auer fin, por más firmes que
          sean porque officio es del tiempo, y de
          la fortuna andar en estos mouimientos tan
          ligeros, como ellos lo han sido siempre;
          y no pienses, pastor, que me haze dezir
          esto el pensamiento de oluidar aquel que
          tan sin causa me tiene oluidada, sino lo
          que desta passion tengo esperimentado.
          A este tiempo oyeron un pastor, que por
          el prado adelante uenia cantando, y
          luego fue conocido[1238] ser el oluidado
          Sireno, el qual uenia al son de su rabel
          cantando estos uersos:

                Andad mis pensamientos do algun dia
              os yuades de vos muy confiados,
              vereys horas y tiempos ya mudados,
              vereys que uuestro bien passó: solia.
                Vereys que en el espejo a do me uia
              y en el lugar do fuystes estimados,
              se mira por mi suerte y tristes hados
              aquel que ni aun pensallo merescia.
                Vereys tambien cómo entregué la uida
              a quien sin causa alguna la desecha,
              y aunque es ya sin remedio el graue daño
                dezilde (si podeis) á la partida
              que allá prophetizaua mi sospecha,
              lo que ha cumplido acá su desengaño.

          Despues que Sireno puso fin a su canto,
          uido como hazia el uenia la hermosa
          Seluagia, y el pastor Syluano, de que
          no recibio pequeño contentamiento, y
          despues de auerse recebido, determinaron
          yrse a la fuente de los alisos, donde
          el dia antes auian estado. Y primero
          que allá llegassen (dixo Syluano).
          Escucha, Seluagia, ¿no oyes cantar? Sí
          oigo (dixo Seluagia) y aun paresce mas
          de una boz. ¿Adonde será? (dixo Sireno).
          Paresceme (respondió Seluagia) que es
          en el prado de los laureles por donde
          passa el arroyo que corre desta clara
          fuente. Bien será que nos lleguemos
          allá, y de manera que no nos sientan
          los que cantan, porque no interrumpamos
          la musica. Vamos (dixo Seluagia) y
          assi su passo a passo se fueron hazia
          aquella parte donde las bozes se oyan:
          y escondiendose entre unos arboles, que
          estauan junto al arroyo: uieron sobre las
          doradas flores assentadas tres nimphas,
          tan hermosas, que parescia auer en ellas
          dado la naturaleza clara muestra de lo
          que puede. Venian uestidas de unas ropas
          blancas labradas por encima de follajes
          de oro: sus cabellos, que los rayos del
          sol oscurescian, rebueltos a la cabeça,
          y tomados con sendos hilos de orientales
          perlas, con que encima de la crystallina
          frente se hazia una lazada, y en medio
          della estaua una aguila de oro, que entre
          las vñas tenia un muy hermoso diamante.
          Todas tres de concierto tañian sus
          instrumentos tan suauemente, que junto
          con las diuinas bozes no parescieron sino
          musica celestial, y la primera cosa que
          cantaron, fue este villancico:

                Contentamientos de amor
              que tan cansados llegays,
              si uenis ¿para que os uays?
                Aun no acabays de uenir
              despues de muy desseados,
              cuando estays determinados
              de madrugar y partyr,
              si tan presto os aueys d'yr,
              y tan triste me dexays,
              placeres, no me ueays.
                Los contentos huyo dellos,
              pues no me uienen a uer
              más que por darme a entender
              lo que se pierde en perdellos,
              y pues ya no quiero uellos,
              descontentos, no os partays,
              pues bolueys despues que os uays.

          Despues que uuieron cantado, dixo la una,
          que Dorida se llamaua: Cinthia[1239], ¿es
          esta la ribera adonde un pastor llamado
          Sireno anduuo perdido por la hermosa
          pastora Diana? La otra le respondio:
          esta sin duda debe ser: porque junto
          a vna fuente, que está cerca de este
          prado, me dizen que fue la despedida
          de los dos digna de ser para siempre
          celebrada, segun las amorosas razones
          que entre ellos passaron. Cuando Sireno
          esto oyó quedó fuera si en uer que las
          tres nimphas tuuiessen noticia de sus
          desuenturas. Y prosiguiendo Cinthia
          dixo: Y en esta misma ribera ay otras
          muy hermosas pastoras y otros pastores
          enamorados, adonde el amor ha mostrado
          grandissimos effectos, y algunos muy
          al contrario de lo que se esperaua. La
          tercera, que Polidora se llamaua, le
          respondio: cosa es essa de que yo no me
          espantaria, porque no ay successo en amor
          por auieso que sea, que ponga espanto
          a los que por estas cosas han passado.
          Mas dime, Dorida, ¿cómo sabes tú de essa
          despedida? Selo (dixo Dorida) porque al
          tiempo que se despidieron junto a la
          fuente que digo lo oyó Celio, que desde
          encima de un roble les estaria acechando,
          y la puso toda al pie de la letra en
          uerso, de la misma manera que ella passó;
          por esso si me escuchays, al son de mi
          instrumento pienso cantalla. Cinthia le
          respondio: hermosa Dorida, los hados te
          sean fauorables, como nos es alegre tu
          gracia y hermosura, y no menos sera oyrte
          cantar cosa tanto para saber. Y tomando
          Doria su harpa, començo a cantar desta
          manera:


                   _Canto de la nimpha._
                Ivnto a una uerde ribera,
              de arboleda singular,
              donde para se alegrar
              otro que mas libre fuera,
              hallara tiempo y lugar:
              Sireno, un triste pastor,
              recogia su ganado,
              tan de ueras lastimado
              quanto burlando el amor
              descansa el enamorado.
                Este pastor se moria
              por amores de Diana,
              una pastora loçana
              que en hermosura excedia
              la naturaleza humana,
              la qual jamas tuuo cosa
              que en si no fuese estremada,
              pues ni pudo ser llamada
              discreta, por no hermosa:
              ni hermosa por no auisada.
                No era desfauorecido,
              que a serlo quiça pudiera
              con el uso que tuuiera,
              suffrir despues de partido,
              lo que de absencia sintiera:
              Que el coraçon desusado,
              de suffrir pena, o tormento,
              si no sobra entendimiento,
              qualquier pequeño cuydado
              le cautiua el suffrimiento.
                Cabe un rio caudaloso,
              Ezla por nombre llamado,
              andaua el pastor cuytado
              de absencia muy temeroso,
              repastando su ganado:
              Y a su pastora aguardando
              está con graue passion,
              que estaua aquella sazon
              su ganado apacentando
              en los montes de Leon.
                Estaua el triste pastor
              en quanto no parescia,
              imaginando aquel dia
              en que el falso dios de Amor
              dio principio a su alegria:
              Y dize viendose tal:
              el bien que el amor me ha dado
              ymagino yo cuytado,
              porque este cercano mal
              lo sienta despues doblado.
                El sol por ser sobre tarde
              con su fuego no le offende,
              mas el que de amor depende,
              y en el su coraçon arde
              mayores llamas enciende.
              La passion lo combidaua,
              la arboleda le mouia,
              el rio parar hazia,
              el ruyseñor ayudaua
              a estos uersos que dezia.

                _Cancion de Sireno._
                Al partir llama partida
              el que no sabe de amor,
              mas yo le llamo un dolor
              que se acaba con la uida.
                Y quiera Dios que yo pueda
              esta uida sustentar,
              hasta que llegue al lugar
              donde el coraçon me queda;
              porque el pensar en partida
              me pone tan gran pauor
              que a la fuerça del dolor
              no podra esperar la uida.
                Esto Sireno cantaua
              y con su rabel tañia,
              tan ageno de alegria,
              quel llorar non le dejaua
              pronunciar lo que dezia.
              Y por no caer en mengua
              si le estorua su passion,
              accento, o pronunciacion,
              lo que empezaua la lengua
              acabaua el coraçon.
                Ya despues que vuo cantado,
              Diana vió que venia
              tan hermosa, que vestia
              de nueua color el prado,
              donde sus ojos ponia.
              Su rostro como vna flor,
              y tan triste que es locura
              pensar que humana criatura
              juzgue qual era mayor,
              la tristeza o hermosura.
                Muchas uezes se paraua
              bueltos los ojos al suelo,
              y con tan gran desconsuelo
              otras uezes los alçaua
              que los incaua en el cielo:
              Diziendo con más dolor,
              que cabe en entendimiento:
              pues el bien trae tal descuento,
              de oy más bien puedes, amor,
              guardar tu contentamiento.
                La causa de sus enojos
              muy claro alli la mostraua;
              si lagrimas derramaua
              preguntenlo a aquellos ojos
              con que a Sireno mataua.
              Si su amor era sin par,
              su ualor no lo encubria,
              y si la absencia temia
              pregúntelo a este cantar
              que con lagrimas dezia:

                  _Cancion de Diana_
                No me diste, o crudo amor
              el bien que tuue en presencia,
              sino porque el mal de absencia
              me parezca muy mayor.
                Das descanso, das reposo,
              no por dar contentamiento,
              mas porque esté el suffrimiento
              algunos tiempos ocioso.
              Ved qué inuenciones de amor
              darme contento en presencia,
              porque no tenga en absencia
              reparo contra el dolor.
                Siendo Diana llegada
              donde sus amores uio,
              hablar quiso y no habló[1240],
              y el triste no dixo nada,
              aunque el hablar cometio:
               Quanto auia que hablar,
              en los ojos lo mostrauan,
              mostrando lo que callauan,
              con aquel blando mirar
              con que otras uezes hablauan.
                Ambos juntos se sentaron,
              debaxo un myrtho florido,
              cada uno de otro uencido
              por las manos se tomaron,
              casi fuera de sentido:
              Porque el plazer de mirarse,
              y el pensar presto no uerse,
              los hazen enternescerse
              de manera que a hablarse,
              ninguno pudo atreuerse,
                Otras uezes se topauan
              en esta uerde ribera,
              pero muy de otra manera
              el toparse celebrauan,
              que esta que fue la postrera:
              Estraño effecto de amor
              verse dos que se querian,
              todo quanto ellos podian
              y recebir mas dolor,
              que al tiempo que no se uian.
                Via Sireno llegar
              el graue dolor de absencia,
              ni alli le basta paciencia,
              ni alcança para hablar
              de sus lagrimas licençia.
              A su pastora miraua,
              su pastora mira a él,
              y con un dolor cruel
              la habló, mas no hablaua
              que el dolor habla por él.
                ¿Ay, Diana, quien dixera,
              que quando yo más penara
              que ninguno imaginara,
              en la hora que te uiera
              mi alma no descansara?
              ¿En qué tiempo y qué sazon,
              creyera (señora mia)
              que alguna cosa podria
              causarme mayor passion
              que tu presencia alegria?
                ¿Quién pensara que estos ojos
              algun tiempo me mirassen,
              que, señora, no atajassen,
              todos los males y enojos
              que mis males me causassen?
              Mira, señora, mi suerte,
              si ha traydo buen rodeo;
              que si antes mi desseo
              me hizo morir por uerte,
              ya muero porque te veo.
                Y no es por falta de amarte,
              pues nadie estuuo tan firme,
              mas por porque suelo uenirme
              a estos prados a mirarte,
              y aora uengo a despedirme:
              Oy diera por no te uer,
              aunque no tengo otra uida,
              esta alma de ti uencida
              solo por entretener
              el dolor de la partida.
                Pastora, dame licencia
              que diga que mi cuydado
              sientes en el mismo grado,
              que no es mucho en tu presencia
              mostrarme tan confiado.
              Pues Diana, si es asi,
              ¿cómo puedo yo partirme?
              ¿o tú cómo dexas yrme?
              ¿o cómo uengo yo aqui
              sin empacho a despedirme?
                Ay Dios, ay pastora mia,
              ¿cómo no ay razon que das
              para de ti me quexar?
              ¿y cómo tú cada dia
              la ternás de me oluidar?
              No me hazes tú partir
              esto tambien lo dire,
              menos lo haze mi fe:
              y si quisiesse dezir
              quien lo haze: no lo sé.
                Lleno de lagrimas tristes,
              y a menudo sospirando
              estaua el pastor hablando
              estas palabras que oystes,
              y ella las oye llorando:
              a responder se offrescio,
              mil uezes lo cometia,
              mas de triste no podia
              y por ella respondio
              el amor que le tenía.
                A tiempo estoy, o Sireno,
              que dire mas que quisiera:
              que aun que mi mal s'entendiera
              tuuiera, pastor, por bueno,
              el callarlo, si pudiera.
              Mas ay de mí desdichada,
              uengo a tiempo a descubrillo,
              que ni aprovecha dezillo
              para escusar mi jornada,
              ni para yo despidillo.
                ¿Porqué te uas, di, pastor,
              porqué me quieres dexar
              donde el tiempo y el lugar,
              y el gozo de nuestro amor,
              no se me podra oluidar?
              ¿Que sentiré, desdichada,
              llegando a este ualle ameno,
              cuando diga: ¡ah tiempo bueno,
              aqui estuue yo sentada,
              hablando con mi Sireno!
                Mira si será tristeza,
              no uerte, y uer este prado,
              de arboles tan adornado,
              y mi nombre en su corteza,
              por tus manos señalado:
              o si aurá igual dolor,
              que el lugar adó me uiste,
              uerle tan solo, y tan triste,
              donde con tan gran temor
              tu pena me descubriste.
                Si esso duro coraçon
              se ablanda para llorar
              ¿no se podria ablandar
              para uer la sin razon,
              que hazes en me dexar?
              Oh, no llores, mi pastor,
              que son lagrimas en uano;
              y no esta el seso muy sano
              de aquel que llora el dolor,
              si el remedio está en su mano.
                Perdoname, mi Sireno,
              si te offendo en lo que digo,
              dexa me hablar contigo
              en aqueste valle ameno,
              do no me dexas comigo.
              Que no quiero ni aun burlando
              uerme apartada de ti:
              ¿No te uayas, quieres, di?
              duelate ora uer llorando
              los ojos con que te ui».
                Volvio Sireno a hablar,
              dixo: ya deues sentir
              si yo me quisiera yr,
              mas tú me mandas quedar,
              y mi uentura partir.
              Viendo tu gran hermosura,
              estoy, señora, obligado,
              a obedecer te de grado;
              mas triste, que a mi uentura
              he de obedeçer forçado.
                Es la partida forçada,
              pero no por causa mia,
              que qualquier bien dexaria
              por uerte en esta majada,
              do ui el fin de mi alegria.
              Mi amo aquel gran pastor,
              es quien me haze partir,
              a quien presto uea uenir
              tan lastimado de amor,
              como yo me siento yr.
                Oxala estuuiera aora,
              porque tú fueras seruida,
              en mi mano mi partida
              como en la tuya, señora,
              está mi muerte y mi uida.
              Mas creeme que es muy en uano,
              segun contino me siento
              passarte por pensamiento
              que pueda estar en mi mano,
              cosa que me dé contento.
                Bien podria yo dexar
              mi rebaño y mi pastor,
              y buscar otro señor:
              mas si el fin voy a mirar
              no conuiene a nuestro amor:
              Que dexan lo este rebaño,
              y tomando otro qualquiera,
              dime tú de que manera
              podré uenir sin tu daño
              por esta uerde ribera:
                Si la fuerça desta llama
              me detiene, es argumento
              que pongo en ti el pensamiento:
              y uengo a uender tu fama,
              señora, por mi contento.
              Si dizen que mi querer
              en ti lo puedo emplear,
              a ti te uiene a dañar
              ¿que yo qué puedo perder?
              ¿o tú qué puedes ganar?
                La pastora a esta sazon
              respondió con gran dolor:
              Para dexarme, pastor,
              ¿cómo has hallado razon,
              pues que no la ay en amor?
              Mala señal es hallarse,
              pues vemos por esperiencia,
              que aquel que sabe en presencia
              dar desculpa de absentarse,
              sabra suffrir el absencia.
                Ay triste, que pues te uas,
              no sé qué será de ti,
              ni sé que será de mi,
              ni si allá te acordaras,
              que me uiste o que te ui?
              Ni sé si recibo engaño,
              en auerte descubierto
              este dolor que me ha muerto:
              mas lo que fuere en mi daño,
              esto sera lo más cierto.
                No te duelan mis enojos,
              vete, pastor, a embarcar,
              passa de presto la mar,
              pues que por la de mis ojos
              tan presto puedes passar.
              Guardete Dios de tormenta,
              Sireno mi dulce amigo,
              y tenga siempre contigo
              la fortuna mejor cuenta,
              que tú la tienes comigo.
                Muero en uer que se despiden
              mis ojos de su alegria,
              y es tan grande el agonia
              que estas lagrimas me impiden
              dezirte lo que queria.
              Estos mis ojos, zagal,
              antes que cerrados sean
              ruego yo a Dios que te uean;
              que aunque tú causas su mal
              ellos no te lo dessean.
                Respondió: señora mia,
              nunca viene solo vn mal,
              y vn dolor aunque mortal
              siempre tiene compañia,
              con otro mas principal.
              Y assi uerme yo partir
              de tu vista y de mi uida,
              no es pena tan desmedida,
              como verte a ti sentir
              tan de veras mi partida.
                Mas si yo acaso oluidare
              los ojos en que me vi,
              oluidese Dios de mi,
              o si en cosa imaginare,
              mi señora, si no en ti.
              Y si agena hermosura
              causare en mí mouimiento,
              por vna hora de contento
              me trayga mi desuentura
              cien mil años de tormento.
                E si mudare mi fe
              por otro nueuo cuydado,
              cayga del mejor estado
              que la fortuna me dé
              en el más desesperado.
              No me encargues la venida,
              muy dulce señora mia,
              porque assaz de mal sería
              tener vo en algo la uida
              fuera de tu compañia.
                Respondiole: oh mi Sireno,
              si algun tiempo te oluidare,
              las yeruas que yo pisare
              por aqueste ualle ameno
              se sequen quando passare.
              Y si el pensamiento mio
              en otra parte pusiere,
              suplico a Dios que si fuere
              con mis ouejas al rio
              se seque quando me uiere.
                Toma, pastor, vn cordon
              que hize de mis cabellos,
              porque se te acuerde en uellos
              que tomaste possession
              de mi coraçon y dellos.
              Y este anillo as de lleuar
              do estan dos manos asidas,
              que aunque se acaben las uidas,
              no se pueden apartar
              dos almas que estan vnidas.
                Y él dixo: que te dexar
              no tengo, si este cayado
              y este mi rabel preciado,
              con que tañer y cantar
              me uias por este prado:
              Al son dél, pastora mia,
              te cantaua mis canciones,
              contando tus perfecciones,
              y lo que de amor sentia
              en dulces lamentaciones.
                Ambos a dos se abraçaron,
              y esta fue la uez primera,
              y pienso fue la postrera
              porque los tiempos mudaron
              el amor de otra manera.
              E aunque a Diana le dio
              pena rauiosa y mortal
              la ausencia de su zagal,
              en ella misma halló
              el remedio de su mal.

          Acabó la hermosa Dorida el suaue canto,
          dexando admiradas á Cinthia y Polidora
          en uer que una pastora fuesse vaso donde
          amor tan encendido pudiesse caber. Pero
          tambien lo quedaron de imaginar cómo el
          tiempo auia curado su mal, paresciendo
          en la despedida sin remedio. Pues el
          sin uentura Sireno en quanto la pastora
          con el dulce canto manifestaua sus
          antiguas cuytas y sospiros, no dexaua
          de darlos tan a menudo, que Seluagia y
          Syluano eran poca parte para consolalle,
          porque no menos lastimado estaua
          entonces, que al tiempo que por él avian
          passado. Y espantose mucho de uer que
          tan particularmente se supiesse lo que
          con Diana passado auia. Pues no menos
          admiradas estaban Seluagia, y Syluano, de
          la gracia con que Dorida cantaua y tañia.
          A este tiempo las hermosas nimphas,
          tomando cada una su instrumento, se yuan
          por el uerde prado adelante, bien fuera
          de sospecha de podelles acaecer lo que
          aora oyreys. E fue, que auiendose alexado
          muy poco de adonde los pastores estauan,
          salieron de entre unas retamas altas, a
          mano derecha del bosque, tres saluages,
          de extraña grandeza y fealdad. Venían
          armados de coseletes y celadas de cuero
          de tigre. Eran de tan fea catadura, que
          ponian espanto, los coseletes trayan por
          braçales unas bocas de serpientes, por
          donde sacauan los braços que gruessos
          y uellosos parescian, y las celadas
          uenian a hazer encima de la frente unas
          espantables cabeças de leones, lo demas
          trayan desnudo, cubierto de espesso y
          largo uello, unos bastones herrados de
          muy agudas puntas de azero. Al cuello
          trayan sus arcos, y flechas, los escudos
          eran de unas conchas de pescado muy
          fuerte. E con una increyble ligereza
          arremeten a ellas diziendo: a tiempo
          estays, o ingratas y desamoradas Nimphas,
          que os obligaua la fuerça a lo que el
          amor no os ha podido obligar, que no era
          justo que la fortuna hiziesse tan grande
          agrauio á nuestros captiuos coraçones
          como era dilatalles tanto su remedio. En
          fin tenemos en la mano el galardon de
          los sospiros, con que a causa uuestra,
          importunauamos las aues, y animales
          de la escura y encantada selua donde
          habitamos, y de las ardientes lagrimas
          con que haziamos crescer el impetuoso,
          y turbio rio que sus temerosos campos
          ua regando. E pues para que quedeys con
          las uidas, no teneys otro remedio, sino
          dalle, a nuestro mal, no deys lugar a que
          nuestras crueles manos tomen uengança de
          la que de nuestros affligidos coraçones
          aueys tomado. Las nimphas con el subito
          sobresalto, quedaron tan fuera de si, que
          no supieron responder a las soberuias
          palabras que oyan, sino con lagrimas.
          Mas la hermosa Dorida, que más en si
          estaua que las otras, respondió: Nunca
          yo pense que el amor pudiera traer a tal
          estremo a un amante, que viniesse a las
          manos con la persona amada. Costumbre
          es de couardes tomar armas contra las
          mugeres: y en un campo donde no hay
          quien por nosotras puede responder,
          sino es nuestra razon. Mas de una cosa
          (ó crueles) podeys estar seguros, y
          es, que nuestras amenazas no nos harán
          perder un punto de lo que a nuestra
          honestidad deuemos, y que más facilmente
          os dexaremos la uida en las manos, que
          la honra. Dorida (dixo uno dellos) a
          quien de mal tratarnos ha tenido poca
          razon no es menester escuchalle alguna. E
          sacando el cordel al arco que al cuello
          traya, le tomó sus hermosas manos, y muy
          descomedidamente se las ató, y lo mismo
          hizieron sus compañeros a Cinthia y a
          Polidora. Los dos pastores y la pastora
          Seluagia, que atonitos estauan de lo que
          los saluages hazian, uiendo la crueldad
          con que a las hermosas nimphas tratauan,
          y no pudiendo suffrillo, determinaron
          de morir o defendellas. E sacando todos
          tres sus hondas proueydos sus zurrones
          de piedras salieron al uerde prado, y
          comiençan a tirar a los saluages, con
          tanta maña y esfuerço, como si en ello
          les fuera la uida. E pensando occupar a
          los saluages, de manera que en quanto
          ellos se defendian, las nimphas se
          pusiessen en saluo, les dauan la mayor
          priessa que podian, mas los saluages
          recelosos de lo que los pastores
          imaginauan, quedando el uno en guarda
          de las prisioneras, los dos procurauan
          herirlos ganando tierra. Pero las piedras
          eran tantas, y tan espessas, que se
          lo defendian. De manera que en quanto
          las piedras los duraron, los saluages
          lo passaban mal, pero como despues los
          pastores se occuparon en baxarse por
          ellas, los saluages se les allegauan
          con sus pesados alfanges en las manos,
          tanto que ya ellos estauan sin esperança
          de remedio. Mas no tardó mucho que de
          entre la espessura del bosque, junto a la
          fuente donde cantauan, salio una pastora
          de tan grande hermosura y disposicion,
          que los que la uieron quedaron admirados.
          Su arco tenia colgado del braço yzquierdo
          y vna aljaua de saetas al hombro, en las
          manos un baston de syluestre enzina,
          en el cabo del qual auia una muy larga
          punta de azero. Pues como assi uiesse
          las tres Nimphas, la contienda entre los
          dos saluages, y los pastores, que ya no
          esperauan, sino la muerte, poniendo con
          gran presteza vna aguda saeta en su arco,
          con tan grandissima fuerza y destreza la
          despidio, que al uno de los saluages se
          la dexó escondida en el duro pecho. De
          manera que la de amor, que el coraçon
          le traspassaua, perdio su fuerça, y el
          saluage la uida a bueltas della. Y no
          fue perezosa en poner otra saeta en su
          arco, ni menos diestra en tiralla, pues
          fue de manera, que acabó con ella las
          passiones enamoradas del segundo saluage,
          como las del primero auia acabado. Y
          queriendo tirar al tercero, que en
          guarda de las tres Nimphas estaua, no
          pudo tan presto hazello, que él no se
          uiniesse a juntar con ella, queriendo la
          herir con su pesado alfange. La hermosa
          pastora alçó el baston, y como el golpe
          descargasse sobre las barras del fino
          azero que tenia, el alfange fue hecho
          dos pedaços: y la hermosa pastora le dio
          tan gran golpe con su baston, por encima
          de la cabeça, que le hizo arrodillar y
          yuntandole[1241] con la azerada punta a
          los ojos, con tan gran fuerça le apreto,
          que por medio de los sesos se lo passó a
          la otra parte: y el feroz saluage dando
          vn espantable grito, cayó muerto en el
          suelo. Las nimphas viendose libres de tan
          gran fuerça, y los pastores y pastora de
          la muerte de la qual muy cerca estauan:
          y viendo cómo por el gran esfuerço de
          aquella pastora, ansi vnos como otros
          auian escapado, no podian juzgarla por
          cosa humana. A esta hora, llegandose
          la gran pastora a ellas, las començo
          a desatar las manos, diziendoles: No
          merescian menos pena que la que tienen,
          o hermosas nimphas, quien tan lindas
          manos osaua atar, que mas son ellas para
          atar coraçones, que para ser atadas. Mal
          ayan hombres tan soberuios, y de tan
          mal conoscimiento, mas ellos, señoras,
          tienen su pago, y yo tambien le tengo
          en aueros hecho este pequeño seruicio,
          y en auer llegado a tiempo que a tan
          gran sin razon pudiesse dar remedio,
          aunque a estos animosos pastores, y
          hermosa pastora, no en menos se deue
          tener lo que an hecho, pero ellos y yo
          estamos muy bien pagados, aunque en ello
          perdieramos la vida, pues por tal causa
          se auenturaua. Las nimphas quedaron tan
          admiradas de su hermosura y discrecion,
          como del esfuerço que en su defensa
          auia mostrado. E Dorida con un gracioso
          semblante le respondió: Por cierto,
          hermosa pastora, si vos segun el animo
          y valentia que oy mostrastes no soys
          hija del fiero Marte, segun la hermosura
          lo deueys ser de la deesa Venus, y del
          hermoso Adonis, y si de ninguno destos,
          no podeys dexallo de ser de la discreta
          Minerua, que tan gran discretion no puede
          proceder de otra parte, aunque lo mas
          cierto deue ser aueros dado naturaleza
          lo principal de todos ellos. E para tan
          nueua y tan grande merced, como es la
          que auemos recebido, nueuos y grandes
          auian de ser los seruicios con que deuia
          ser satisfecha. Mas podria ser que algun
          tiempo se osfresciesse ocasion, en que
          se conosciesse la voluntad que de seruir
          tan señalada merced tenemos. E porque
          paresce que estays cansada, vamos a la
          fuente de los alisos, que está junto
          al bosque, y alli descansareys. Vamos
          señora (dixo la pastora) que no tanto
          por descansar del trabajo del cuerpo,
          lo desseo, quanto por hablar en otro,
          en que consiste el descanso de mi anima
          y todo mi contentamiento. Esse se os
          procurará aqui con toda la diligentia
          possible (dixo Polidora) porque no aya
          a quien con mas razon procurar se deua.
          Pues la hermosa Cinthia se boluio a los
          pastores, diziendo: Hermosa pastora, y
          animosos pastores, la deuda, y obligacion
          en que nos aueys puesto, ya la veys,
          plega a dios que algun tiempo la podamos
          satisfazer, segun que es nuestro desseo.
          Seluagia respondió: A estos dos pastores,
          se deuen, hermosas nimphas, essas
          offertas, que yo no hize mas de dessear
          la libertad, que tanta razon era que
          todo el mundo desseasse. Entonces (dixo
          Polidora): ¿Es este el pastor Sireno tan
          querido algun tiempo, como aora oluidado
          de la hermosa Diana: y esse otro su
          competidor Syluano? Si (dixo Seluagia).
          Mucho me huelgo (dixo Polidora) que
          seays personas a quien podamos en algo
          satisfazer lo que por nosotras aueys
          hecho. Dorida muy espantada dixo: ¿qué
          cierto es éste Sireno? Muy contenta estoy
          en hallarte, y en auerme tú dado ocasion
          a que yo busque a tu mal algun remedio,
          que no será poco. Ni aun para tanto mal
          bastaria siendo poco, dixo Sireno. Aora
          vamos a la fuente (dixo Polidora) que
          allá hablaremos mas largo. Llegados que
          fueron a la fuente lleuando las nimphas
          en medio a la pastora se assentaron
          entorno della; y los pastores a peticion
          de las nimphas se fueron a la aldea a
          buscar de comer, porque era ya tarde, y
          todos lo auian menester. Pues quedando
          las tres nimphas solas con la pastora,
          la hermosa Dorida començó a hablar desta
          manera.

          Esforçada y hermosa pastora, es cosa para
          nosotras tan estraña ver una persona
          de tanto ualor y suerte, en estos
          ualles y bosques apartados del concurso
          de las gentes, como para ti será uer
          tres Nimphas solas, y sin compañia que
          defendellas pueda de semejantes fuerças.
          Pues para que podamos saber de ti lo que
          tanto desseamos, forçado será merçello
          primero con dezir quien somos: y para
          esto sabras, esforçada pastora, que
          esta Nimpha se llama Dorida, y aquella
          Cinthia, y yo Polidora: viuimos en la
          selua de Diana, adonde habita la sabia
          Felicia, cuyo offiçio es dar remedio
          a passiones enamoradas: y veniendo
          nosotros de visitar a una Nimpha su
          parienta, que biue desta otra parte de
          los puertos Galiçianos, llegamos á este
          valle vmbroso y ameno. E paresçiendonos
          el lugar conueniente para passar la
          calorosa siesta, a la sombra de estos
          alisos y verdes lauros, embidiosas de
          la harmonia que este impetuoso arroyo
          por medio del verde prado lleua, tomando
          nuestros instrumentos, quisimos imitada,
          e nuestra ventura, o por mejor dezir, su
          desuentura, quiso que estos saluages,
          que segun ellos dezian, muchos dias ha
          que de nuestros amores estauan presos,
          vinieron a caso por aqui. Y auiendo
          muchas vezes sido importunadas de sus
          bestiales razones, que nuestro amor les
          otorgassemos, y viendo ellos que por
          ninguna uia les dauamos esperança de
          remedio, se determinaron poner el negoçio
          a las manos, y hallando nos aqui solas,
          hizieron lo que vistes al tiempo que con
          vuestro socorro fuimos libres. La pastora
          que oyó lo que la hermosa Dolida auia
          dicho, las lagrimas dieron testimonio de
          lo que su affligido coraçon sentia, y
          boluiendose a las Nimphas, les començo a
          hablar desta manera:

          No es amor de manera (hermosas Nimphas de
          la casta diosa) que pueda el que lo tiene
          tener respecto a la razon, ni la razon
          es parte para que un enamorado coraçon
          dexe el camino por do sus fieros destinos
          le guiaren. Y que esto sea uerdad, en
          la mano tenemos la experiençia, que
          puesto caso que fuessedes amadas destos
          saluages fieros, y el derecho del buen
          amor no daua lugar a que fuessedes
          dellos offendidas, por otra parte, vino
          aquella desorden con que sus varios
          effectos haze, a dar tal industria, que
          los mismos que os auian de seruir, vos
          offendiessen. E porque sepays que no
          me muero solamente por lo que en este
          valle os ha succedido, os dire lo que
          no pense dezir, sino a quien entregué
          mi libertad, si el tiempo, o la fortuna
          dieren lugar a que mis ojos le vean, y
          entonçes vereys, cómo en la escuela de
          mis desuenturas deprendi a hablar en los
          malos successos de amor, y en lo que este
          traydor haze en los tristes coraçones
          que subjectos le estan. Sabreys pues,
          hermosas Nimphas, que mi naturaleza
          es la gran Vandalia, provincia no muy
          remota desta adonde estamos, nascida en
          una ciudad llamada Soldina: mi madre
          se llamó Delia, y mi padre Andronio,
          en linaje y bienes de fortuna los más
          prinçipales de toda aquella prouinçia.
          Acaescio pues que como mi madre auiendo
          muchos años que era casada, no tuuiesse
          hijos (y a causa desto biuiesse tan
          descontenta, que no tuuiesse un dia de
          descanso) con lagrimas y sospiros cada
          hora importunaua el çielo, y haziendo
          mil ofrendas y sacrifiçios, suplicaua a
          Dios le diesse lo que tanto desseaua, el
          qual fue seruido, vistos sus continuos
          ruegos y oraçiones, que siendo ya passada
          la mayor parte de su edad, se hiziesse
          preñada. El alegria que dello reçibio
          juzguelo quien despues de muy deseeada
          una cosa, la uentura se la pone en las
          manos. E no menos partiçipó mi padre
          Andronio deste contentamiento porque lo
          tuuo tan grande, que seria impossible
          podelle encarescer. Era Delia mi señora
          affiçionada a leer historias antiguas,
          en tanto estremo, que si enfermedades, o
          negoçios de grande importançia no se lo
          estoruauan, jamas passaua el tiempo en
          otra cosa. E acaescio que estando, como
          digo, preñada, y hallandose una noche
          mal dispuesta, rogo a mi padre que le
          leyesse alguna cosa, para que occupando
          ella el pensamiento, no sintiesse el
          mal que la fatigaua. Mi padre que en
          otra cosa no entendia, sino en dalle
          todo el contentamiento possible, le
          començo a leer aquella hystoria de
          Paris, quando las tres Deas[1242] se
          pusieron a juyzio delante dél, sobre
          la mançana de la discordia. Pues como
          mi madre tuuiesse que Paris auia dado
          aquella sentençia apassionadamente, y
          no como deuia, dixo que sin duda él no
          auia mirado bien la razon de la diosa
          de las batallas, porque preçediendo las
          armas a todas las otras qualidades, era
          justa cosa que se le diesse. Mi señor
          respondio que la mançana se auia de dar
          a la más hermosa, y que Venus lo era
          más que otra ninguna, por lo qual Paris
          auia sentençiado muy bien, si despues
          no le succediera mal. A esto respondio
          mi madre, que puesto caso que en la
          mançana estuuiesse escrito se diesse a
          la más hermosa, que esta hermosura no
          se entendia corporal, sino del ánima:
          y que pues la fortaleza era una de las
          cosas que más hermosura le dauan, y
          el exerçiçio de las armas era un acto
          exterior desta virtud, que a la diosa de
          las batallas le deuia de dar la mançana,
          si Paris juzgara como hombre prudente
          y desapassionado. Assi que, hermosas
          Nimphas, en esta porfia estuuieron gran
          rato de la noche, cada uno alegando las
          razones más a su proposito que podia.
          Estando en esto, uino el sueño a uençer
          a quien las razones de su marido no
          pudieron. De manera que estando muy
          metida en su disputa, se dexó dormir. Mi
          padre entonçes se fue a su aposento, y a
          mi señora le paresçio, estando durmiendo,
          que la diosa Venus venia a ella, con un
          rostro tan ayrado, como hermoso, y le
          dezia: Delia, no sé quien te ha mouido
          ser tan contraria de quien jamas lo ha
          sido tuya. Si memoria tuuiesses del
          tiempo que del amor de Andronio tu marido
          fuyste presa, no me pagarias tan mal lo
          mucho que me deues: pero no quedarás sin
          galardon; yo te hago saber que pariras
          vn hijo y vna hija, cuyo parto no te
          costará menos que la vida, y a ellos
          costará el contentamiento lo que en mi
          daño as hablado: porque te çertifico que
          seran los más desdichados en amores,
          que hasta su tiempo se ayan uisto. E
          dicho esto, desaparesçio, y luego se
          le figuró a mi señora madre que venia
          a ella la diosa Pallas, y con rostro
          muy alegre le dezia: Discreta y dichosa
          Delia, ¿con qué te podré pagar lo que en
          mi fauor contra la opinion de tu marido
          esta noche has alegado, sino con azerte
          saber, que pariras vn hijo y vna hija
          los mas venturosos en armas que hasta
          su tiempo aya auido? Dicho esto luego
          desaparescio, despertando mi madre con
          el mayor sobresalto del mundo: y de ay a
          un mes, poco más o menos pario a mi, y a
          otro hermano mio, y ella murio de parto,
          y mi padre del grandissimo pesar que
          vuo murio de ay a pocos dias. E porque
          sepays (hermosas Nimphas) el estremo en
          que amor me ha puesto, sabed que siendo
          yo muger de la qualidad que aueys oydo,
          mi desuentura me ha forçado que dexe
          mi habito natural, y mi libertad, y el
          debito que a mi honrra deuo, por quien
          por ventura pensará que la pierdo, en
          ser de mí bien amado. Ved qué cosa tan
          escusada para vna muger ser dichosa en
          las armas, como si para ellas se vuiessen
          hecho. Deuia ser porque yo (hermosas
          Nimphas) les pudiesse hazer este pequeño
          seruiçio, contra aquellos peruersos; que
          no lo tengo en menos que si la fortuna me
          començasse a satisfazer algun agrauio de
          los muchos que me ha hecho.

          Tan espantadas quedaron las Nimphas
          de lo que oyan, que no le pudieron
          responder, ni repreguntar cosas de
          las que la hermosa pastora dezia. Y
          prosiguiendo en su historia, les dixo:
          Pues como mi hermano y yo nos criassemos
          en un monasterio de monjas, donde vna
          tia mia era abadessa, hasta ser de edad
          de doze años, y auiendolos cumplidos,
          nos sacassen de alli: A él lleuaron a
          la corte del magnanimo y inuencible
          Rey de los Lusitanos (cuya fama, y
          increyble bondad tan esparzida está por
          el vniuerso) a donde, siendo en edad de
          tomar armas, le succedieron por ellas
          cosas tan auentajadas y de tan gran
          esfuerço, como tristes y desuenturadas
          por los amores. E con todo esso fue mi
          hermano tan amado de aquel inuictissimo
          Rey, que nunca jamás le consintio salir
          de su corte. La desdichada de mí, que
          para mayores desuenturas me guardauan
          mis hados, fue[1243] lleuada en casa de
          vna aguela mia (que no deuiera, pues fue
          causa de biuir con tan gran tristeza,
          qual nunca muger padescio). Y porque
          (hermosas Nimphas) no ay cosa que no
          me sea forçado dezirosla, ansi por la
          grand uirtud, de que vuestra estremada
          hermosura da testimonio, como porque el
          alma me da que aueys de ser gran parte de
          mi consuelo: sabed que como yo estuuiesse
          en casa de mi aguela, y fuesse ya de
          quasi diezisiete años, se enamoró de mí
          un cauallero que no biuia tan lexos de
          nuestra posada que desde un terrado que
          en la suya auia no se viesse un jardin
          adonde yo passaua lar tardes del uerano.
          Pues como de alli el desagradescido Felis
          uiesse a la desdichada Felismena (que
          este es el nombre de la triste que sus
          desuenturas está contando) se enamoró de
          mí, o se fingio enamorado. No sé quál me
          crea, pero sé que quien menos en este
          estado creyere más acertará. Muchos dias
          fueron los que Felis gastó en darme a
          entender su pena: y muchos más gasté yo
          en no darme por hallada que él por mi
          la padesciesse: y no sé cómo el amor
          tardó tanto en hazerme fuerça que le
          quisiesse; deuio tardar, para despues
          uenir con mayor impetu. Pues como yo por
          señales, y por passeos, y por musicas,
          y torneos, que delante de mi puerta
          muchas uezes se hazian, no mostrasse
          entender que de mi amor estaua preso,
          aunque desde el primero dia lo entendi:
          determinó de escriuirme. Y hablando con
          una criada mia, a quien muchas uezes
          auia hablado, y aun con muchas dadiuas
          ganado la noluntad, le dio una carta
          para mí. Pues uer las saluas que Rosina
          (que assi la llamauan) me hizo primero
          que me la diesse, los juramentos que me
          juró, las cautelosas palabras que me
          dixo, porque no me enojasse, cierto fue
          cosa de espanto. E con todo esso se la
          bolui arrojar a los ojos, diziendo: Si no
          mirasse a quien soy, y lo que se podria
          dezir, esse rostro que tan poca uerguença
          tiene, yo le haria señalar, de manera que
          fuesse entre todos conoscido. Mas porque
          es la primera uez, basta lo hecho, y
          auisaros que os guardeys de la segunda.
          Paresceme que estoy aora viendo (dezia la
          hermosa Felismena) cómo aquella traydora
          de Rosina supo callar, dissimulando
          lo que de mi enojo sentio: porque la
          vierades (o hermosas Nimphas) fingir vna
          risa tan dissimulada, diziendo: Iesus,
          señora, yo para que ryessemos con ella la
          di a nuestra merçed, que no para que se
          enojasse dessa manera: Que plega a Dios,
          si mi intençion ha sido dalle enojo, que
          Dios me le dé el mayor que hija de madre
          aya tenido. Y a esto añadio otras muchas
          palabras, como ella las sabia dezir, para
          amansar el enojo que yo de las suyas
          auia reçebido: y tomando su carta, se me
          quitó delante. Yo despues de passado esso
          començe de imaginar en lo que alli podria
          uenir, y tras esto, paresce que el amor
          me yua poniendo desseo de ver la carta;
          pero tambien la verguença estoruaua a
          tornalla a pedir a mi criada, auiendo
          passado con ella lo que os he contado.
          Y assi passé aquel dia hasta la noche
          en muchas variedades de pensamientos.
          Y quando Rosina entró a desnudarme;
          al tiempo que me queria acostar. Dios
          sabe, si yo quisiera que me boluiera
          a importunar, sobre que reçibiesse la
          carta: mas nunca me quiso hablar, ni
          por pensamiento en ella. Yo por ver
          si saliendole al camino, aprouecharia
          algo, le dixe: ¿ansi, Rosina, que el
          señor Felis sin mirar más, se atreue
          a escreuirme? Ella muy secamente me
          respondio: Señora, son cosas que el amor
          trae consigo: suplico a vuestra merçed me
          perdone, que si yo pensara que en ello
          le enojaua, antes me sacara los ojos.
          Qual yo en entonçes quedé, Dios lo sabe:
          pero con todo esso dissimulé, y me dexó
          quedar aquella noche con mi deseo, y con
          la ocasion de no dormir. Y assi fue,
          uerdaderamente ella fue para mi la mas
          trabajosa y larga, que hasta entonces
          auia passado. Pues uiniendo el dia: y más
          tarde de lo que yo quisiera, la discreta
          Rosina entró a darme de uestir, y se dexó
          adrede caer la carta en el suelo. Y como
          la vi le dixe: ¿qué es esto que cayó ay?
          Muestralo aca. No es nada, señora, dixo
          ella. Ora muestralo aca, dixe yo, no me
          enojes o dime lo que es. Iesus, señora,
          dixo ella, ¿para qué lo quiere uer? la
          carta de ayer es. No es por çierto, dixe
          yo, muestrala acá por ver si mientes.
          Aun yo no lo vue dicho, quando ella me
          la puso en las manos, diziendo: mal me
          haga Dios si es otra cosa. Yo aunque la
          conoci muy bien, dixe: en verdad que no
          es esta, que yo la conozco, y de algun
          tu enamorado deue ser: yo quiero leella,
          por ver las neçedades que te escriue;
          abriendola vi que dezia desta manera:

          Señora: siempre imaginé que vuestra
          discreçion me quitara el miedo de
          escreuiros, entendiendo sin carta lo que
          os quiero: mas ella misma ha sabido tan
          bien dissimular, que alli estuuo el daño,
          donde pense que el remedio estuuiesse. Si
          como quien soys juzgays mi atreuimiento,
          bien sé que no tengo vna hora de vida:
          pero si lo tomays segun lo que amor suele
          hazer, no trocaré por ella mi esperança.
          Suplicoos, señora, no os enoje mi carta,
          ni me pongays culpa por el escreuiros,
          hasta que experimenteys si puedo dexar de
          hazerlo. Y que me tengais en possession
          de vuestro, pues todo lo que puede ser de
          mí, está en vuestras manos, las quales
          beso mil bezes.

          Pues como yo viesse la carta de mi don
          Felis, o porque la leí en tiempo que
          mostraua en ella quererme más que a si,
          o porque de parte de esta ánima cansada
          auia disposiçion para imprimirse en
          ella el amor de quien me escreuia: yo
          començe a querelle bien, y por mi mal yo
          lo començe, pues auia de ser causa de
          tanta desuentura. E luego pidiendo perdon
          a Rosina de lo que antes auia passado,
          como quien menester la auia para lo de
          adelante: y encomendandole el secreto de
          mis amores, bolui otra vez a leer la
          carta, parando a cada palabra un poco,
          y bien poco deuio de ser, pues yo tan
          presto me determiné, aunque ya no estaua
          en mi mano, el no determinarme: y tomando
          papel y tinta, le respondi desta manera.

          No tengas en tan poco, don Felis, mi
          honra que con palabras fingidas pienses
          perjudicalla. Bien sé quien eres y vales,
          y aun creo que desto te aurá nascido el
          atreuerte, y no de la fuerça que dizes
          que el amor te ha hecho. E si es ansi
          como me afirma mi sospecha, tan en vano
          es su trabajo, como tu valor y suerte,
          si piensas hazerme yr contra lo que a la
          mia deuo. Suplicote que mires quán pocas
          uezes succeden bien las cosas que debaxo
          de cautela se comiençan, y que no es de
          cauallero entendellas de una manera, y
          dezillas de otra. Dizesme que te tengo
          en possession de cosa mia. Soy tan mal
          condiçionada que aun de la esperiençia
          de las cosas no me fio quanto más de tus
          palabras. Mas con todo esto tengo en
          mucho lo que en la tuya me dizes, que
          bien me basta ser desconfiada, sin ser
          tambien desagradescida.

          Esta carta le embié que no deuiera, pues
          fue occasion de todo mi mal, porque luego
          començo a cobrar osadia para me declarar
          más sus pensamientos, y a tener ocasion
          para me pedir que le hablasse: en fin
          (hermosas Nimphas) que algunos dias se
          gastaron en demandas, y en respuestas,
          en los quales el falso amor hazia en mí
          su acostumbrado offiçio: pues cada hora
          tomaua más possession desta desdichada.
          Los torneos se tornaron[1244] a renouar,
          las musicas de noche jamas cessauan, las
          cartas, los amores nunca dexauan de yr de
          una parte a otra, y ansi passó casi un
          año: al cabo del qual, yo me vi tan presa
          de sus amores, que no fui parte para
          dexar de manifestalle mi pensamiento,
          cosa que él desseaua mas que a su propia
          uida. Quiso pues mi desuentura, que
          al tiempo en que nuestros amores más
          ençendidos andauan, su padre lo supiesse,
          y quien se lo dixo se lo supo encarescer
          de manera, que temiendo no se casasse
          conmigo, lo embió a la corte de la gran
          princessa Augusta Cesarina, diziendo
          que no era justo que un cauallero moço
          y de linage tan prinçipal, gastasse la
          moçedad en casa de su padre, donde no se
          podian aprender sino los viçios de que
          la ociosidad es maestra. El se partio
          tan triste, que su mucha tristeza le
          estoruó auisarme de su partida, yo quedé
          tal quando lo supe, qual puede imaginar
          quien algun tiempo se vio tan presa de
          amor, como yo por mi desdicha lo estoy.
          Dezir yo aora la vida que passaua en su
          ausencia, la tristeza, los sospiros, las
          lagrimas, que por estos cansados ojos
          cada dia derramaua no sé si podré:
          que pena es la mia, que aun dezir no se
          puede, ved cómo podra suffrirse: Pues
          estando yo en medio de mi desuentura,
          y de las ansias que la ausencia de don
          Felis me hazia sentir, paresciendome que
          mi mal era sin remedio, y que despues
          que en la corte se viesse, a causa
          de otras damas de más hermosura, y
          qualidad, tambien de la ausençia que es
          capital enemiga del amor, yo auia de ser
          oluidada: determiné auenturarme a hazer
          lo que nunca muger penso. Y fue vestirme
          en habito de hombre, y yrme a la corte,
          por ver aquel en cuya vista estaua toda
          mi esperança, y como lo pense, ansi lo
          puse por obra, no dandome el amor lugar
          a que mirasse lo que a mí propria deuia.
          Para lo qual no me faltó industria,
          porque con ayuda de vna grandissima amiga
          mia y thesorera de mis secretos que me
          compró los vestidos que yo le mandé, y
          un cauallo en que me fuesse, me parti de
          mi tierra, y aun de mi reputacion (pues
          no puedo creer que jamas pueda cobralla)
          assi me fue derecha a la corte, passando
          por el camino cosas que si el tiempo me
          diera lugar para contallas, no fueran
          poco gustosas de oyr. Veynte dias tardé
          en llegar, en cabo de los quales llegando
          donde desseaua, me fuy a posar vna casa
          la más apartada de conuersaçion que yo
          pude. Y el grande desseo que lleuaua de
          ver aquel destruydor de mi alegria, no
          me dexaua imaginar en otra cosa, sino en
          cómo, o de dónde podia velle. Preguntar
          por él a mi huesped no osaua, porque
          quiça no se descubriesse mi venida.
          Ni tampoco me parescia bien yr yo a
          buscalle: porque no me succediesse alguna
          desdicha, a causa de ser conoscida. En
          esta confusion passé todo aquel dia
          hasta la noche, la qual cada hora se me
          hazia un año. Y siendo poco más de media
          noche, el huesped llamó a la puerta de mi
          aposento, y me dixo que si queria gozar
          de una musica que en la calle se daua,
          que me leuantasse de presto, y abriesse
          una ventana. Lo que yo hize luego, y
          parandome en ella, oí en la calle vn
          page de don Felis, que se llamaua Fabio
          (el qual luego en la habla conosçi) cómo
          dezia a otros que con el yuan: Ahora,
          señores, es tiempo, que la dama está en
          el corredor sobre la huerta tomando el
          frescor de la noche. E no lo vuo dicho,
          quando començaron a tocar tres cornetas y
          un sacabuche, con tan gran concierto, que
          parescia una musica celestial. E luego
          començo una boz cantando a mi parescer lo
          mejor que nadie podria pensar. E aunque
          estuue suspensa en oyr a Fabio, en aquel
          tiempo ocurrieron muchas imaginaciones,
          todas contrarias a mi descanso, no dexé
          de aduertir a lo que se cantaua, porque
          no lo hazian de manera que cosa alguna
          impidiesse el gusto que de oyllo se
          reçebia, y lo que se cantó primero, fue
          este romance:

                Oydme, señora mia,
              si acaso os duele mi mal,
              y aunque no os duela el oylle,
              no me dexeys de escuchar;
              dadme este breue descanso
              porque me fuerçe a penar:
              ¿no os doleys de mis sospiros,
              ni os enternesce el llorar,
              ni cosa mia os da pena
              ni la pensays remedyar?
              ¿Hasta quando mi señora,
              tanto mal ha de durar?
              no está el remedio en la muerte,
              sino en vuestra voluntad,
              que los males que ella cura,
              ligeros son de passar:
              no os fatigan mis fatigas
              ni os esperan fatigar:
              de uoluntad tan essenta
              ¿qué medio se ha de esperar
              y esse coraçon de piedra
              cómo lo podré ablandar?
              Bolued, señora, estos ojos
              que en el mundo no ay su par.
              Mas no los boluays ayrados
              si no me quereys matar,
              aunque de una y de otra suerte
              matays con solo mirar.

          Despues que con el primero concierto de
          musica vuieron cantado este romance, oí
          tañer vna dulçayna, y vna harpa, y la boz
          del mi don Felis. El contento que me dio
          el oylle, no ay quién lo pueda imaginar:
          porque se me figuró que lo estaua oyendo
          en aquel dichoso tiempo de nuestros
          amores. Pero despues que se desengañó la
          imaginacion, viendo que la musica se daua
          a otra, y no a mí, sabe Dios si quisiera
          más passar por la muerte. Y con un ansia
          que el anima me arrancaua, pregunté
          al huesped, si sabía a quién aquella
          musica se daua. El me respondio, que no
          podia pensar a quien se diesse, aunque
          en aquel barrio biuian muchas damas y
          muy principales. Y quando vi que no me
          daua razon de lo que preguntaua, bolui
          a oyr el mi don Felis, el qual entonçes
          començaba al son de una harpa que muy
          dulçemente tañia a cantar este soneto:


                           _Soneto._

                Gastando fue el amor mis tristes años
              en vanas esperanças, y escusadas:
              fortuna de mis lagrimas cansadas,
              exemplos puso al mundo muy estraños.
                El tiempo como autor de desengaños,
              tal rastro dexa en él de mis pisadas
              que no aurá confianças engañadas,
              ni quien de oy más se quexe de sus daños.
                Aquella a quien amé quanto deuia,
              enseña a conoscer en sus amores,
              lo que entender no pude hasta aora,
                Y yo digo gritando noche y dia:
              ¿no veys que os desengaña, o amadores,
              amor, fortuna, el tiempo, y mi señora?

          Acabado de cantar este soneto, pararon vn
          poco tañiendo quatro vihuelas de arco,
          y un clauicordio tan concertadamente,
          que no sé si en el mundo pudiera auer
          cosa más para oyr, ni que mayor contento
          diera, a quien la tristeza no tuuiera tan
          sojuzgada como a mí: y luego començaron
          quatro bozes muy acordadas a cantar esta
          cançion:


                       _Cancion._

                No me quexo yo del daño
              que tu uista me causó,
              quexome porque llegó
              a mal tiempo el desengaño.
              Iamas ui peor estado,
              que es el no atreuer ni osar,
              y entre el callar y hablar,
              verse un hombre sepultado:
              y ansi no quexo del daño,
              por ser tú quien lo causó,
              sino por ver que llegó
              a mal tiempo el desengaño.
              Siempre me temo saber
              qualquiera cosa encubierta
              porque sé que la más cierta,
              más mi contraria ha de ser:
              y en sabella no está el daño,
              pero sela a tiempo yo
              que nunca jamas siruio
              de remedio, el desengaño.

          Acabada esta cançion, començaron a sonar
          muchas diuersidades de instrumentos, y
          bozes muy excellentes conçertadas con
          ello, con tanta suauidad, que no dexaran
          de dar grandissimo contentamiento a
          quien no estuuiera tan fuera dél como
          yo. La musica se acabó muy cerca del
          alua, trabajé de ver a mi don Felis, mas
          la escuridad de la noche me lo estoruó.
          Y viendo cómo eran ydos, me volvi a
          acostar, llorando mi desuentura, que no
          era poco de llorar, viendo que aquel
          que más queria me tenia tan oluidada,
          como sus musicas dauan testimonio. Y
          siendo ya hora de leuantarme, sin otra
          consideraçion, me sali de casa, y me fuy
          derecha al gran palaçio de la princessa,
          adonde me paresçio que podria uer lo que
          tanto desseaua, determinando de llamarme
          Valerio si mi nombre me preguntassen.
          Pues llegando yo a una plaça, que delante
          del palaçio auia, començe a mirar las
          ventanas y corredores, donde ui muchas
          damas tan hermosas, que ni yo sabria aora
          encaresçello, ni entonces supe más que
          espantarme de su gran hermosura, y de
          los atauios de joyas, y inuençiones de
          uestidos y tocados que trayan. Por la
          plaça se passeauan muchos caualleros muy
          ricamente vestidos, y en muy hermosos
          cauallos, mirando cada vno a aquella
          parte donde tenia el pensamiento. Dios
          sabe si quisiera yo uer por alli a mi
          don Felis, y que sus amores fueran en
          aquel çelebrado palaçio, porque a lo
          menos estuuiera yo segura de que él
          jamas alcançara otro gualardon de sus
          seruiçios sino mirar y ser mirado: y
          algunas uezes hablar a la dama a quien
          siruiesse, delante de cien mil ojos, que
          no dan lugar a más que esto. Mas quiso
          mi uentura, que sus amores fuessen en
          parte donde no se pudiesse tener esta
          seguridad. Pues estando yo junto a la
          puerta del gran palaçio, vi vn page de
          don Felis, llamado Fabio, que yo muy
          bien conoscia: el qual entró muy de
          priessa en el gran palaçio, y hablando
          con el portero que a la segunda puerta
          estaua, se boluio por el mismo camino.
          Yo sospeché que avia uenido a saber
          si era hora que don Felis uiniesse á
          algún negoçio de los que de su padre en
          la corte tenía: y que no podria dexar
          de uenir presto por alli. Y estando
          yo imaginando la gran alegria que con
          su uista se me aparejaua, le vi venir
          muy acompañado de criados, todos muy
          ricamente vestidos, con una librea de
          un paño de color de çielo, y faxas de
          terçiopelo amarillo, bordadas por ençima
          de cordonzillo de plata, las plumas
          azules y blancas y amarillas. El mi
          don Felis traya calças de terçiopelo
          blanco recamadas, y aforradas en tela de
          oro azul: el jubon era de raso blanco,
          recamado de oro cañutillo, y vna cuera
          de terçiopelo de las mismas colores y
          recamo, una ropilla suelta de terçiopelo
          negro, bordada de oro y aforrada en
          raso azul raspado, espada, daga, y
          talabarte de oro, una gorra muy bien
          adereçada de vnas estrellas de oro, y en
          medio de cada vna engastado un grano de
          aliofar gruesso, las plumas eran azules,
          amarillas y blancas, en todo el uestido
          traya sembrados muchos botones de perlas:
          venia en un hermoso cauallo rucio rodado,
          con unas guarniçiones azules y de oro,
          y mucho aliofar. Pues quando yo assi le
          vi, quedé tan suspensa en velle, y tan
          fuera de mí con la subita alegria, que no
          sé cómo lo sepa dezir. Verdad es, que no
          pude dexar de dar con las lagrimas de mis
          ojos alguna muestra de lo que su vista
          me hazia sentir: pero la verguença de
          los que alli estauan, me lo estoruó por
          entonçes. Pues como don Felis llegando a
          palaçio, se apeasse y subiesse por vna
          escalera, por donde yuan al aposento de
          la gran prinçessa, yo llegué a donde sus
          criados estauan, y viendo entre ellos
          a Fabio, que era el que de antes auia
          visto, le aparté, diziendole: Señor,
          ¿quién es este cauallero que aqui se
          apeó, porque me paresce mucho a otro
          que yo he visto bien lexos de aqui?
          Fabio entonces me respondio: Tan nueuo
          soys en la corte, que no conosceys a don
          Felis? Pues no creo yo que ay cauallero
          en ella tan conoscido. No dudo desso, le
          respondi, más yo dire quán nueuo soy en
          la corte, que ayer fue el primer dia que
          en ella entré. Luego no hay que culparos,
          dixo Fabio: sabed que este cauallero se
          llama Don Felis, natural de Vandalia, y
          tiene su casa en la antigua Soldina, está
          en esta corte en negoçios suyos y de su
          padre. Yo entonçes le dixe: suplicoos
          me digais porqué trae la librea destas
          colores. Si la causa no fuera tan publica
          y lo callara (dixo Fabio) mas porque no
          ay persona que no lo sepa, ni llegareys
          a nadie que no os lo pueda dezir, creo
          que no dexo de hazer lo que deuo en
          deziroslo. Sabed que él sirue aqui a
          una dama que se llama Çelia, y por esto
          trae librea de azul, que es color de
          çielo, y lo blanco y amarillo que son
          colores de la misma dama. Quando esto
          le oí, ya sabreys quál quedaria, mas
          dissimulando mi desuentura le respondi.
          Por çierto esta dama le deue mucho, pues
          no se contenta con traer sus colores,
          mas aun su nombre proprio quiere traer
          por librea, hermosa deue de ser. Sí es
          por çierto, dixo Fabio, aunque harto más
          lo era otra a quien él en nuestra tierra
          seruya, y aun era más fauorescido de
          ella que desta lo es. Mas esta uellaca
          de ausençia deshaze las cosas quo hombre
          piensa que estan mas firmes. Quando yo
          esto le oy, fueme forçado tener cuenta
          con las lagrimas: que a no tenella, no
          pudiera Fabio dexar de sospechar alguna
          cosa, que a mí no estuuiere bien.

          Y luego el page me preguntó, cuyo era,
          y mi nombre, y adonde era mi tierra.
          Al qual yo respondi, que mi tierra era
          Vandalia, mi nombre Valerio, y que hasta
          entonpes no biuia con nadie. Pues desta
          manera (dixo él) todos somos de una
          tierra, y aun podriamos ser de una casa,
          si uos quisiessedes: porque don Felis
          mi señor, me mandó que le buscasse un
          page. Por esso si uos quereys seruirle,
          uedlo. Que comer, y beuer, uestir, y
          quatro reales para jugar, no os faltarán:
          pues moças, como unas reynas, aylas en
          nuestra calle: y uos que soys gentil
          hombre, no aurá ninguna que no se pierda
          por uos. Y aun sé yo que una criada de
          un canonigo uiejo harto bonita, que para
          que fuessemos los dos bien proveydos
          de pañizuelos y torreznos, y uino de
          sant Martin, no auriades menester más,
          que de seruirla. Quando yo esto le oy,
          no pude dexar de reyrme en uer quan
          naturales palabras de page eran las que
          me dezia. Y porque me paresçio, que
          ninguna cosa me conuenia más para mi
          descanso que lo que Fabio me aconsejaua,
          le respondi: Yo a la uerdad, no tenia
          determinado de seruir a nadie: mas ya
          que la fortuna me ha traydo a tiempo,
          que no puedo hazer otra cosa paresceme
          que lo mejor sera biuir con nuestro
          Señor: porque deue ser cauallero más
          afable y amigo de sus criados, que otros.
          Mal lo sabeys, me respondió Fabio. Y os
          prometo, a fe de hijo dalgo (porque lo
          soy: que mi padre es de los Cachopines
          de Laredo) que tiene don Felis mi señor
          de las mejores condiçiones que aueys
          uisto en nuestra uida, y que nos haze
          el mejor tratamiento, que nadie haze a
          sus pages, si no fuessen estos negros
          amores, que nos hazen passear mas de lo
          que querriamos, y dormir menos de lo
          que hemos menester, no auria tal señor.
          Finalmente (hermosas Nimphas) que Fabio
          habló a su señor don Felis en saliendo: y
          él mandó que aquella tarde me fuesse a su
          posada: yo me fuy, y él me reçibió por su
          page, haziendome el mejor tratamiento del
          mundo, y ansi estuue algunos dias, uiendo
          lleuar y traer recaudos de una parte a
          otra: cosa que era para mí sacarme el
          alma, y perder cada hora la paçiençia.
          Passado un mes, uino don Felis a estar
          tambien conmigo, que abiertamente me
          descubrió sus amores, y me dixo desd'el
          principio dellos, hasta el estado en que
          entonces estauan, encargandome el secreto
          de lo que en ellos passaua, diziendome
          cómo auia sido bien tratado della al
          principio, y que despues se auia cansado
          de fauorescelle. Y la causa dello auia
          sido, que no sabia quien le auia dicho
          de unos amores que él auia tenido en su
          tierra, y que los amores que con ella
          tenia, no era sino por entretenerse, en
          quanto los negocios que en corte hazia no
          se acabauan. Y no ay duda (me dezia el
          mismo don Felis) sino que yo los començe,
          como ella dize, mas agora Dios sabe si
          ay cosa en la uida a quien tanto quiera.
          Quando yo esto le oy dezir, ya sentireys,
          hermosas Nimphas, lo que podria sentir.
          Mas con toda la dissimulaçion possible
          respondi: Mejor fuera, señor, que la
          dama se quexara con causa, y que esso
          fuera ansi, porque si essa otra a quien
          antes seruiades, no os meresçio que la
          oluidassedes, grandissimo agrauio le
          hazeys. Don Felis me respondio: no me da
          el amor que yo a mi Celia tengo lugar
          para entendello ansi, mas antes me pareçe
          que me le hize muy mayor en auer puesto
          el amor primero en otra parte, que en
          ella. Dessos agrauios (le respondi) bien
          sé quién se lleua lo peor. Y sacando el
          desleal una carta del seno, que aquella
          hora auia reçebido de su señora, me la
          leyó (pensando que me hazia mucha fiesta)
          la qual dezia desta manera:


                CARTA DE ÇELIA A DON FELIS

          «Nvnca cosa que yo sospechasse de
          nuestros amores, dio tan lexos de la
          uerdad queme diesse occasion de no creer
          más vezes a mi sospecha, que uuestra
          disculpa, y si en esto os hago agrauio,
          ponedlo a cuenta de uuestro descuydo,
          que bien pudierades negar los amores
          passados, y no dar occasion a que por
          uuestra confession os condenasse. Dezis
          que fuy causa que oluidassedes los amores
          primeros: consolaos con que no faltará
          otra que lo sea de los segundos. Y
          asseguraos, señor don Felis, porque os
          certifico, que no ay cosa que peor esté
          a un cauallero, que hallar en qualquier
          dama occasion de perderse por ella. Y no
          dire más, porque en males sin remedio, el
          no procurarselo es la mejor».

          Despues que uuo acabado de leer la
          carta, me dixo, ¿qué te parescen,
          Valerio, estas palabras? Paresceme, le
          respondi, que se muestran en ellas tus
          obras. Acaba, dixo don Felis. Señor, le
          respondi yo, parescer me han segun ellas
          os parescieren, porque las palabras de
          los que quieren bien, nadie las sabe
          tan bien juzgar como ellos mismos. Mas
          lo que yo siento de la carta, es que
          essa dama quisiera ser la primera, a
          la qual no deue la fortuna tratalla de
          manera que nadie pueda auer embidia de
          su estado. Pues ¿qué me aconsejarias?
          dixo don Felis. Si tu mal suffre consejo
          (le respondi yo) parescer me hya que
          pensamiento no se diuidiesse en esta
          segunda passion, pues a la primera se
          deue tanto. Don Felis me respondió
          (sospirando y dandome vna palmada en el
          ombro), o Valerio, qué discreto eres.
          Quán buen consejo me das, si yo pudiesse
          tomalle. Entremosnos a comer, que en
          acabando, quiero que lleues una carta mia
          a la señora Çelia, y uerás si meresçe que
          a trueque de pensar en ella, se oluide
          otro qualquier pensamiento. Palabras
          fueron estas que a Felismena llegaron
          al alma: mas como tenía delante sus
          ojos aquel a quien mas que a sí quería,
          solamente miralle era el remedio de la
          pena que qualquiera destas cosas me hazia
          sentir. Despues que uuimos comido, don
          Felis me llamó, y haziendome grandissimo
          cargo de lo que deuia, por auerme dado
          parte de su mal, y auer puesto el remedio
          en mis manos, me rogó le lleuasse una
          carta, que escrita le tenía, la qual él
          primero me leyó, y dezia desta manera:


               CARTA DE DON FELIS PARA ÇELIA

          «Dexase tan bien entender el pensamiento
          que busca ocasiones para oluidar a
          quien dessea, que sin trabajar mucho la
          imaginaçion, se uiene en conoscimiento
          dello. No me tengas en tanto, señora,
          que busque remedio para desculparte de
          lo que conmigo piensas usar, pues nunca
          yo llegué a ualer tanto contigo, que
          en menores cosas quesiesse hazello. Yo
          confessé que auia querido bien, porque
          el amor quando es uerdadero, no sufre
          cosa encubierta, y tú pones por occasion
          de oluidarme, lo que auia de ser de
          quererme. No me puedo dar a entender que
          te tienes en tan poco, que creas de mí
          poderte oluidar, por ninguna cosa que
          sea, o aya sido: mas antes me escriues
          otra cosa de lo que de mí sé tienes
          experimentado. De todas las cosas que en
          perjuizio de lo que te quiero imaginas,
          me assegura mi pensamiento, el qual
          bastará ser mal gualardonado, sin ser
          tambien mal agradescido».

          Despues que don Felis me leyó la carta
          que a su dama tenía escrita, me preguntó
          si la respuesta me parescia conforme a
          las palabras que la señora Çelia le auia
          dicho en la suya, y que si auia algo
          en ella qué emendar. A lo qual yo le
          respondi: No creo, señor, que es menester
          hazer la emienda a essa carta, ni a la
          dama a quien se embia, sino a la que en
          ella offendes. Digo esto, porque soy tan
          affiçionado a los amores primeros que
          en esta uida he tenido, que no auria
          en ella cosa que me hiziesse mudar el
          pensamiento. La mayor razon tienes del
          mundo (dixo don Felis). Si yo pudiesse
          acabar comigo otra cosa de lo que hago:
          mas qué quieres, si la absençia enfrió
          esse amor, y ençendio este otro? Desta
          manera (respondi yo) con razon se puede
          llamar engañada aquella a quien primero
          quesiste, porque amor sobre que ausencia
          tiene poder, ni es amor, ni nadie me
          podra dar a entender que lo aya sido.
          Esto dezia yo con más dissimulaçion
          de lo que podria: porque sentia tanto
          verme oluidada de quien tanta razon
          tenía de quererme, y yo tanto queria,
          que hazia más de lo que nadie piensa,
          en no darme a entender. E tomando la
          carta, y informandome de lo que auia de
          hazer me fuy en casa de la señora Çelia,
          ymaginando el estado triste a que mis
          amores me auian traydo, pues yo mismo me
          hazia la guerra, siendome forçado ser
          intercessora de cosa tan contraria a mi
          contentamiento.

          Pues llegando en casa de Çelia, y
          hallando vn page suyo a la puerta, le
          pregunté, si podia hablar a su señora. Y
          el page informado de mí cuyo era, le dixo
          a Çelia, alabandole mucho mi hermosura y
          disposiçion, y diziendole que nueuamente
          don Felis me auia reçebido. La señora
          Çelia le dixo: Pues a hombre reçebido
          de nueuo descubre luego don Felis sus
          pensamientos, alguna grande occasion
          deue auer para ello. Dile que entre y
          sepamos lo que quiere. Yo entré luego
          donde la enemiga de mi bien estaua: y
          con el acatamiento debido le besé las
          manos y le puse en ellas la carta de don
          Felis. La señora Çelia la tomó y puso los
          ojos en mí, de manera que yo le senti la
          alteraçion que mi uista le auia causado:
          porque ella estuuo tan fuera de sí, que
          palabra no me dixo por entonçes. Pero
          despues boluiendo un poco sobre sí, me
          dixo. ¿Que uentura te ha traydo a esta
          corte, para que don Felis la tuuiesse
          tan buena, como es tenerte por criado?
          Señora (le respondi yo) la uentura que a
          esta corte me ha traydo, no puede dexar
          de ser muy mejor de lo que nunca pense,
          pues ha sido causa que yo uiesse tan
          gran perfeçion y hermosura, como la que
          delante mis ojos tengo: y si antes me
          dolian las ansias, los sospiros y los
          continuos desassosiegos de don Felis mi
          señor, agora que he uisto la causa de
          su mal, se me ha conuertido en embidia
          la manzilla que dél tenía. Mas si es
          uerdad, hermosa señora, que mi uenida
          te es agradable, suplicote por lo que
          deues al grande amor que él te tiene,
          que tu respuesta tambien lo sea. No ay
          cosa (me respondio Çelia) que yo dexe de
          hazer por ti, aunque estaua determinada
          de no querer bien a quien ha dexado otra
          por mí. Que grandissima discreçion es
          saber la persona aprouecharse de casos
          agenos, para poderse ualer en los suyos.
          Y entonçes le respondi: No creas, señora,
          que auria cosa en la uida porque don
          Felis te oluidasse. E si ha oluidado a
          otra dama por causa tuya, no te espantes,
          que tu hermosura y discreçion es tanta,
          y la de la otra dama tan poca, que no
          ay para qué imaginar, que por auerla
          oluidado a causa tuya te oluidara a ti
          a causa de otra. ¿Y cómo (dixo Çelia)
          conosciste tú a Felismena, la dama a
          quien tu señor en su tierra seruia? Si
          conosci (dixe yo) aunque no tan bien como
          fuera neçesario, para escusar tantas
          desuenturas. Verdad es que era uezina de
          la casa de mi padre, pero uisto tu gran
          hermosura, acompañada de tanta gracia y
          discreçion, no ay porque culpar a don
          Felis, de auer oluidado los primeros
          amores. A esto me respondio Çelia
          ledamente y riendo. Presto has aprendido
          de tu amor a saber lisongear. A saber
          te bien seruir (le respondi) querria yo
          aprender, que adonde tanta causa hay para
          lo que se dize no puede caber lisonja.
          La señora Çelia tornó muy de ueras a
          preguntarme, le dixesse, qué cosa era
          Felismena. A lo qual yo le respondi.
          Quanto a su hermosura, algunos ay que la
          tienen por muy hermosa: mas a mí jamás me
          lo paresció. Porque la principal parte
          que para serlo es menester, muchos dias
          ha que le falta. ¿Que parte es essa?
          preguntó Çelia. Es el contentamiento
          (dixe yo) porque nunca adonde él no
          está puede auer perfecta hermosura.
          La mayor razon del mundo tienes (dixo
          ella) mas yo he uisto algunas damas, que
          les está tambien el estar tristes, y a
          otras el estar enojadas, que es cosa
          estraña: y uerdaderamente que el enojo,
          y la tristeza las haze más hermosas de
          lo que son. Y entonçes le respondi.
          Desdichada de hermosura, que ha de tener
          por maestro el enojo, o la tristeza; a
          mí poco se me entiende de estas cosas,
          pero la dama que ha menester industrias,
          mouimientos, o passiones para parecer
          bien, ni la tengo por hermosa, ni hay
          para qué contarla entre las que lo son.
          Muy gran razon tienes (dixo la señora
          Çelia) y no aura cosa, en que no la
          tengas, segun eres discreto. Caro me
          cuesta (respondi yo) tenelle en tantas
          cosas. Suplicote, señora, respondas la
          carta, porque tambien la tenga don Felis
          mi señor de reçebir este contentamiento
          por mi mano. Soy contenta (me dixo Çelia)
          mas primero me has de dezir, cómo está
          Felismena en esto de la discreçion,
          ¿es muy auisada? Yo entonçes respondi.
          Nunca muger ha sido más avisada que
          ella, porque ha muchos dias que grandes
          desuenturas le auisan[1245], mas nunca
          ella se auisa, que si ansi como ha sido
          auisada ella se auisasse, no auria uenido
          a ser tan contraria a sí misma. Hablas
          tan discretamente en todas las cosas
          (dixo Çelia) que ninguna haria de mejor
          gana, que estarte oyendo siempre. Mas
          antes (le respondi yo) no deuen ser,
          señora, mis razones, maniar para tan
          subtil entendimiento como el tuyo: y
          esto solo creo que es lo que no entiendo
          mal. No aurá cosa (respondio Çelia)
          que dexes de entender más, porque no
          gastes tan mal el tiempo en alabarme,
          como tu amo en seruirme, quiero leer la
          carta, y dezirte lo que as de dezir: y
          descogiendola, començo a leerla entre
          sí, estando yo muy atenta en quanto
          la leya, a los mouimientos que hazia
          con el rostro (que las más uezes dan a
          entender lo que el coraçon siente). Y
          auiendola acauado de leer, me dixo: Dí a
          tu señor: que quien tambien sabe dezir
          lo que siente, que no deue sentillo tan
          bien como lo dize. E llegandose a mí, me
          dixo (la boz algo más baxa): y esto por
          amor de ti, Valerio, que no porque yo lo
          deua a lo que quiero a don Felis, porque
          ueas que eres tú el que le fauoresces. Y
          aun de ahi nascio todo mi mal, dixe yo
          entre mí. Y besandole las manos, por la
          merçed que me hazia, me fuy a don Felis
          con la respuesta, que no pequeña alegria
          reçibió con ella. Cosa que a mí era otra
          muerte, y muchas vezes dezia yo entre mí
          (quando a casa lleuaua, o traya algun
          recaudo), ¡o desdichada de ti, Felismena,
          que con tus proprias armas te vengas a
          sacar el alma! ¡Y que uengas a grangear
          fauores, para quien tan poco caso hizo
          de los tuyos! Y assi passaua la uida,
          con tan graue tormento que si con la
          uista del mi don Felis no se remediara,
          no pudiera dexar de perdella. Más de dos
          meses me encubrio Çelia lo que me queria,
          aunque no de manera que no viniesse a
          entendello, de que no reçebi poco aliuio
          para el mal que tan importunamente me
          seguia, por parescerme que sería bastante
          causa para que don Felis no fuesse
          querido, y que podria ser le acaesciesse
          como a muchos, que fuerça de disfauores
          los derriba de su pensamiento. Mas no le
          acaescio assi, a don Felis, porque quanto
          más entendia que su dama le oluidaua,
          tanto mayores ansias le sacauan el alma.
          Y assi biuia la más triste vida que nadie
          podria imaginar: de la qual no me lleuaua
          yo la menor parte. Y para remedio desto,
          sacaua la triste de Felismena, a fuerça
          de braços, los fauores de la señora Çelia
          poniendolos ella todas las uezes que por
          mí se los embiaua, a mi cuenta. E si caso
          por otro criado suyo le embiaua algun
          recaudo, era tan mal reçebido, que ya
          estaua sobre el auiso de no embiar otro
          allá, sino a mí: por tener entendido
          lo mal que le succedia, siendo de otra
          manera: y a mí Dios sabe si me costaba
          lagrimas, porque fueron tantas las que yo
          delante de Çelia derramé, suplicandole
          no tratasse mal a quien tanto le queria,
          que bastara esto para que don Felis me
          tuuiera la maior obligaçion, que nunca
          hombre tuuo a muger. A Çelia le llegauan
          al alma mis lagrimas, assi porque yo las
          derramaua, como por parescelle que si
          yo la quisiera lo que a su amor deuia,
          no sollicitara con tanta diligençia
          fauores para otro: y assi lo dezia ella
          muchas ueces con una ansia, que parescia
          que el alma se le queria despedir. Yo
          biuia en la mayor confusion del mundo
          porque tenía entendido que sino mostraua
          quererla como a mí me ponia a riesgo
          que Çelia boluiesse a los amores de don
          Felis; y que boluiendo a ellos, los mios
          no podrian auer buen fin: y si tambien
          fingia estar perdida por ella, sería
          causa que ella desfauoresciesse al mi
          don Felis, de manera que a fuerça de
          disfauores perdiesse el contentamiento,
          y tras él la uida. Y por estoruar la
          menor cosa destas, diera yo cien mil de
          las mias, si tantas tuuiera. Deste modo
          se passaron muchos dias, que le seruia
          de tercera, a grandissima costa de mi
          contentamiento, al cabo de los quales
          los amores de los dos yuan de mal en
          peor, porque era tanto lo que Çelia me
          queria, que la gran fuerça de amor la
          hizo que perdiesse algo de aquello que
          deuia a sí misma. Y un dia despues de
          auer lleuado y traydo muchos recaudos,
          y de auerle yo fingido algunos, por no
          uer triste a quien tanto queria, estando
          supplicando a la señora Çelia con todo
          el acatamiento possible, que se doliesse
          de tan triste uida, como don Felis a
          causa suya passaua, y que mirasse que
          en fauorescelle, yua contra lo que a si
          misma deuia, lo qual yo hazia por uerle
          tal que no se esperaua otra cosa sino la
          muerte, del gran mal que su pensamiento
          le hazia sentir. Ella con lagrimas en los
          ojos, y con muchos sospiros me respondio:
          Desdichada de mí, o Valerio, que en fin
          acabo de entender quan engañada biuo
          contigo. No creya yo hasta agora, que me
          pedias fauores para tu señor, sino por
          gozar de mi uista el tiempo que gastauas
          en pedirmelos. Mas ya conozco, que los
          pides de ueras, y que pues gustas de
          que yo agora le trate bien, sin duda no
          deues quererme. O quán mal me pagas, lo
          que yo te quiero, y lo que por ti dexo
          de querer. Plega a Dios, que el tiempo
          me uengue de ti, pues el amor no ha sido
          parte para ello. Que no puedo yo creer
          que la fortuna me sea tan contraria, que
          no te dé el pago de no auella conoçido. E
          di a tu señor don Felis, que si biua me
          quiere uer, que no me uea, y tú, traydor
          enemigo de mi descanso, no parezcas más
          delante destos cansados ojos: pues sus
          lagrimas no han sido parte para darte a
          entender lo mucho que me deues. Y con
          esto se me quitó delante con tantas
          lagrimas, que las mias no fueron parte
          para detenella: porque con grandissima
          priessa se metio en un aposento, y
          cerrando tras si la puerta, ni bastó
          llamar, suplicandole con mis amorosas
          palabras, que me abriesse, y tomasse de
          mí la satisfaçion que fuesse seruida, ni
          dezille otras muchas cosas, en que se
          mostraua la poca razon que auia tenido de
          enojarse, para que quisiesse abrirme. Mas
          antes desde allá dentro me dixo (con una
          furia estraña): ingrato y desagradecido
          Valerio, el más que mis ojos pensaron
          uer, no me ueas, no me hables: que no hay
          satisfaçion para tan grande desamor, ni
          quiero otro remedio para el mal que me
          heziste, sino la muerte, la qual yo con
          mis proprias manos tomaré, en satisfaçion
          de la que tú mereçes. Y yo uiendo esto,
          me uine a casa del mi don Felis, con más
          tristeza de la que pude dissimular: y le
          dixe, que no auia podido hablar a Çelia,
          por çierta uisita en que estaua occupada.
          Mas otro dia de mañana supimos, y aun se
          supo en toda la çiudad, que aquella noche
          le auia tomado un desmayo con que auia
          dado el alma, que no poco espanto puso
          en toda la corte. Pues lo que don Felis
          sintio su muerte y quanto llegó al alma,
          no se puede dezir, ni ay entendimiento
          humano que alcançallo pueda: porque
          las cosas que dezia, las lastimas, las
          lagrimas, los ardientes sospiros eran
          sinumero. Pues de mí no digo nada, porque
          de una parte la desastrada muerte de
          Çelia me llegaua al alma, y de otra las
          lachrimas de don Felis me traspassauan
          el coraçon. Aunque esto no fue nada,
          segun lo que despues senti, porque como
          don Felis supo su muerte, la misma noche
          desparesció de casa, sin que criado suyo
          ni otra persona supiesse dél. Ya ueys,
          hermosas Nimphas, lo que yo sentiria:
          pluguiera a Dios que yo fuera la muerta,
          y no me sucediera tan gran desdicha, que
          cansada deuia estar la fortuna de las
          de hasta alli. Pues como no bastasse
          la diligençia que en saber del mi don
          Felis se puso (que no fue pequeña), yo
          determiné ponerme en este habito en que
          me ueys: en el qual ha mas de dos años,
          que he andado buscandole por muchas
          partes, y mi fortuna me ha estoruado
          hallarle, aunque no le deuo poco, pues
          me ha traydo a tiempo, que este pequeño
          seruicio pudiesse hazeros. Y creedme
          (hermosas Nimphas) que lo tengo (despues
          de la vida de aquel en quien puse toda mi
          esperança) por el mayor contento que en
          ella pudiera reçebir.

          Quando las Nimphas acabaron de oyr a la
          hermosa Felismena, y entendieron que
          era muger tan principal, y que el amor
          le auia hecho dexar su habito natural,
          y tomar el de pastora, quedaron tan
          espantadas de su firmeza, como del
          gran poder de aquel tirano, que tan
          absolutamente se haze seruir de tantas
          libertades. E no pequeña lastima tuuieron
          de uer las lagrimas y los ardientes
          sospiros con que la hermosa donzella
          solenizaua la historia de sus amores.
          Pues Dorida, a quien más auia llegado
          al alma el mal de Felismena, y más
          affiçionada le estaua que a persona a
          quien toda su uida uuiesse conuersado,
          tomó la mano de respondelle, y començó
          a hablar desta manera: ¿Qué haremos,
          hermosa señora, a los golpes de la
          fortuna qué casa fuerte aurá adonde
          la persona pueda estar segura de las
          mudanças del tiempo? ¿Qué arnes ay tan
          fuerte, y de tan fino açero, que pueda
          a nadie defender de las fuerças deste
          tirano, que tan injustamente llaman
          amor? ¿Y qué coraçon ay, aunque más
          duro sea que marmol, que un pensamiento
          enamorado no le ablande? No es por çierto
          essa hermosura, no es esse ualor, no
          es essa discreçion, para que merezca
          ser oluidada de quien una uez pueda
          uerla: pero estamos a tiempo[1246], que
          merescer la cosa es principal parte para
          no alcançalla. Y es el crudo amor de
          condiçion tan estraña, que reparte sus
          contentamientos sin orden ni conçierto
          alguno: y alli da mayores cosas donde
          en menos son estimadas: medecina podria
          ser para tantos males, como son los de
          que este tirano es causa, la discreçion
          y ualor de la persona que los padesce.
          Pero ¿a quién la dexa tan libre, que le
          pueda aprouechar para remedio? ¿o quién
          podra tanto consigo en semejante passion,
          que en causas agenas sepa dar consejo,
          quanto más tomalle en las suyas proprias?
          Mas con todo eso, hermosa señora, te
          suplico pongas delante los ojos quién
          eres, que si las personas de tanta suerte
          y valor como tú no bastaren a suffrir sus
          aduersidades, ¿cómo las podrian suffrir
          las que no lo son? Y demas desto, de
          parte destas Nimphas, y de la mia, te
          suplico en nuestra compañia, te uayas,
          en casa de la gran sabia Feliçia, que no
          es tan lexos de aquí, que mañana a estas
          horas no estemos alli[1247]. Adonde tengo
          por aueriguado, que hallarás grandissimo
          remedio para estas angustias como lo
          han hallado muchas personas, que no lo
          merescian. De mas su sciencia, a la qual
          persona humana en nuestros tiempos no se
          halla que pueda ygualar su condiçion,
          y su bondad no menos la engrandesce, y
          haze que todas las del mundo, desseen
          su compañia. Felismena respondio: No sé
          (hermosas Nimphas) quién a tan graue
          mal puede dar remedio, si no fuesse el
          proprio que lo causa. Mas con todo esso
          no dexare de hazer uuestro mandado, que
          pues uuestra compañia es para mi pena tan
          gran aliuio, injusta cosa sería desechar
          el consuelo en tiempo que tanto lo he
          menester. No me espanto yo, dixo Çinthia,
          sino cómo don Felis, en el tiempo que le
          seruias, no te conoció en esse hermoso
          rostro, y en la gracia, y el mirar de
          tan hermosos ojos. Felismena entonces
          respondio: tan apartada tenia la memoria
          de lo que en mí auia uisto, y tan puesto
          en lo que ueya en su señora Çelia, que
          no auia lugar para esse conoscimiento.
          Y estando en esto, oyeron cantar los
          pastores que en compañia de la discreta
          Seluagia yuan por una cuesta abaxo los
          mas antiguos cantares que cada uno sabia,
          o que su mal le inspiraua, y cada qual
          buscaua el uillancico que más hazia a
          su proposito, y el primero que començo
          a cantar fue Syluano, el qual cantó lo
          siguiente:

                Desdeñado soy de amor,
              guardeos Dios de tal dolor.
                Soy del amor desdeñado
              de fortuna perseguido;
              ni temo uerme perdido,
              ni aun espero ser ganado:
              un cuydado a otro cuydado
              me añade siempre el amor,
              guardeos Dios de tal dolor.
                En quexas me entretenia,
              ued qué triste passatiempo:
              ymaginaua que un tiempo,
              tras otros tiempos uenia:
              mas la desuentura mia
              mudóle en otro peor,
              guardeos Dios de tal dolor.

          Seluagia que no tenia menos amor, o menos
          presumpçion de tenelle al su Alanio, que
          Syluano a la hermosa Diana, tan poco
          se tenia por menos agrauiada, por la
          mudança que en sus amores auia hecho, que
          Syluano en auer tanto perseuerado en su
          daño; mudando el primero verso, a este
          villançico pastoril, antiguo, lo començó
          a cantar aplicandolo a su proposito desta
          manera:

                Di, ¿quién te ha hecho pastora
              sin gasajo y sin plazer,
              que tú alegre solias ser?
                Memoria del bien passado
              en medio del mal presente,
              ay del alma que lo siente,
              si está mucho en tal estado:
              despues que el tiempo ha mudado
              a vn pastor por me ofender,
              jamás he visto el plazer.

          A Sireno bastara la cançion de Seluagia,
          para dar a entender su mal, si ella
          y Syluano, se lo consintieran: mas
          persuadiendole que él tambien eligiesse
          alguno de los cantares que más a su
          proposito huuiese oydo, començo a cantar
          lo siguiente:

                Oluidastesme señora,
              mucho mas os quiero agora.
                Sin ventura yo oluidado
              me veo, no sé por qué,
              ved a quien distes la fe,
              y de quien la aueys quitado,
              El no os ama, siendo amado,
              yo desamado, señora,
              mucho más os quiero agora.
                Paresceme que estoy uiendo
              los ojos en que me ui,
              y uos por no uerme assi,
              el rostro estays escondiendo,
              y que yo os estoy diziendo:
              alça los ojos, señora,
              que muy mas os quiero agora.

          Las Nimphas estuuieron muy atentas a
          las cançiones de los pastores, y con
          gran contentamiento de oyllos: mas a
          la hermosa pastora no le dexaron los
          sospiros estar oçiosa en quanto los
          pastores cantauan. Llegado que fueron a
          la fuente, y hecho su deuido acatamiento,
          pusieron sobre la yerua la mesa, y lo que
          del aldea auian traydo, y se assentaron
          luego a comer, aquellos a quien sus
          pensamientos les dauan lugar, y los que
          no, importunados de los que más libres se
          sentian, lo uuieron de hazer. E despues
          de auer comido, Polidora dixo ansi:
          Desamados pastores (si es licito llamaros
          el nombre que a uuestro pesar la fortuna
          os ha puesto) el remedio de uuestro mal
          está en manos de la discreta Feliçia, a
          la qual dio naturaleza lo que a nosotras
          ha negado. E pues ueys lo que os importa
          yr a uisitarla, pidoos de parte destas
          Nimphas, a quien este dia tanto seruiçio
          aueys hecho, que no rehuseys nuestra
          compañia, pues no de otra manera podeis
          reçebir el premio de uuestro trabajo:
          que lo mismo hará esta pastora, la qual
          no menos que uosotros lo ha menester. E
          tú, Sireno, que de un tiempo tan dichoso,
          a otro tan desdichado te ha traydo la
          fortuna, no te desconsueles: que si
          tu dama tuuiese tan çerca el remedio
          de la mala uida que tiene, como tú de
          lo que ella te haze passar, no seria
          pequeño aliuio para los desgustos y
          desabrimientos que yo sé que passan cada
          dia. Sireno respondió: Hermosa Polidora,
          ninguna cosa da la hora de agora mayor
          descontento, que auerse Diana uengado de
          mí, tan a costa suya, porque amar ella a
          quien no le tiene en lo que meresce, y
          estar por fuerça en su compañia, ueys lo
          que le deue costar; y buscar yo remedio
          a mi mal, hazerlo ía, si el tiempo, o
          la fortuna, me lo permetiessen, mas ueo
          que todos los caminos son tomados y no
          sé por donde tú y estas Nimphas pensays
          lleuarme a buscarle[1248]. Pero sea como
          fuere nosotros os seguiremos, y creo
          que Syluano y Seluegia harán lo mismo,
          si no son de tan mal conoscimiento, que
          no entiendan la merçed que a ellos y
          a mí se nos haze. Y remitiendose los
          pastores a lo que Sireno auia respondido,
          y encomendando sus ganados a otros, que
          no muy lexos estauan de alli, hasta la
          buelta, se fueron todos juntos por donde
          las tres Nimphas los guyauan.


                   _Fin del segundo libro._


                                NOTAS:

[1235] M., _pradecillo_.

[1236] Falta el un en la edición de Milán.

[1237] M., _acaballo_.

[1238] _Dellos_ añade la edición de Milán.

[1239] M., _Hermana Cinthia_.

[1240] M., _quiso hablar, mas no habló_.

[1241] M., _apuntándole_.

[1242] M. _Deesas_.

[1243] M., _fui_.

[1244] M., _volvieron_.

[1245] M., _la avisan_.

[1246] M., _en tiempo_.

[1247] M., _allá_.




                       LIBRO TERÇERO
           DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR


          Con muy gran contentamiento caminauan
          las hermosas Nimphas con su compañia por
          medio de un espesso bosque, y ya que el
          sol se queria poner, salieron a un muy
          hermoso ualle, por medio del qual yua un
          impetuoso arroyo, de una parte y otra
          adornado de muy espessos salces y alisos,
          entre los quales auia otros muchos
          generos de arboles más pequeños, que
          enredandose a los mayores, entretexendose
          las doradas flores de los unos por entre
          las uerdes ramas de los otros, dauan con
          su uista gran contentamiento. Las Nimphas
          y pastores tomaron una senda que por
          entre el arroyo y la hermosa arboleda se
          hazia, y no anduuieron mucho espaçio,
          quando llegaron a un uerde prado muy
          espaçioso, a donde estaua un muy hermoso
          estanque de agua: del qual proçedia el
          arroyo que por el ualle con gran[1249]
          impetu corria. En medio del estanque
          estaua una pequeña isleta adonde auia
          algunos arboles por entre los quales se
          deuisaua una choça de pastores: alrededor
          della andaua un rebaño de ouejas,
          pasciendo la uerde yerua. Pues como a las
          Nimphas paresciesse aquel lugar aparejado
          para passar la noche que ya muy cerca
          venía, por unas piedras que del prado a
          la isleta estauan por medio del estanque
          puestas en orden, passaron todas, y
          se fueron derechas a la choça, que en
          la isleta parescia. Y como Polidora,
          entrando primero dentro, se adelantasse
          un poco, aun no huuo entrado, quando con
          gran priessa boluio a salir, y boluiendo
          el rostro a su compañia, puso un dedo
          ençima de su hermosa boca, haziendoles
          señas que entrassen sin ruido. Como
          aquello uiessen las Nimphas y los
          pastores, con el menes rumor que pudieron
          entraron en la choça: y mirando a una
          parte y a otra, uieron a un rincon un
          lecho, no de otra cosa sino de los ramos
          de aquellos salces, que en torno de la
          choça estauan, y de la uerde yerua, que
          junto al estanque se criaua. Ençima de la
          qual uieron una pastora durmiendo, cuya
          hermosura no menos admiraçion les puso,
          que si la hermosa Diana uieran delante
          de sus ojos. Tenia una saya azul clara,
          un jubon de una tela tan delicada, que
          mostraua la perfeçion y compas del blanco
          pecho, porque el sayuelo que del mesmo
          color de la saya era, le tenia suelto, de
          manera que aquel graçioso buelto se podia
          bien diuisar. Tenía los cabellos, que
          más ruuios que el sol parescian sueltos
          y sin orden alguna. Mas nunca orden
          tanto adornó hermosura, como la desorden
          que ellos tenian, y con el descuydo del
          sueño, el blanco pie descalço, fuera de
          la saya se le parescia, mas no tanto
          que a los ojos de los que lo mirauan
          paresciesse deshonesto. Y segun parescia
          por muchas lagrimas, que aun durmiendo
          por sus hermosas mexillas derramaua, no
          le deuia el sueño impedir sus tristes
          imaginaciones. Las Nimphas y pastores
          estauan tan admirados de su hermosura y
          de la tristeza que en ella conoscian,
          que no sabian qué se dezir, si no
          derramar lagrimas de piedad de las que
          á la hermosa pastora ueyan derramar. La
          qual estando ellos mirando, se boluio
          hazia un lado, diziendo con un sospiro
          que del alma la salia: ¡ay desdichada de
          ti, Belisa, que no está tu mal en otra
          cosa, sino en ualer tan poco tu uida,
          que con ella no puedes pagar las que por
          causa tuya son perdidas! Y luego con tan
          grande sobresalto despertó, que paresció
          tener el fin de sus dias presente, mas
          como uiesse las tres Nimphas, y las
          hermosas dos pastoras, juntamente con
          los dos pastores, quedó tan espantada,
          que estuuo un rato sin bolver en sí,
          boluiendo a mirallos, sin dexar de
          derramar muchas lagrimas, ni poner
          silençio a los ardientes sospiros que
          del lastimado coraçon embiaua, començo a
          hablar desta manera. Muy gran consuelo
          sería para tan desconsolado coraçon como
          este mio, estar segura de que nadie con
          palabras, ni con obras pretendiesse
          darmele, porque la gran razon, ¡o
          hermosas Nimphas! que tengo de biuir tan
          embuelta en tristezas, como biuo, ha
          puesto enemistad entre mí y el consuelo
          de mi mal. De manera que si pensasse en
          algun tiempo tenelle, yo misma me daria
          la muerte. Y no os espanteys preuenirme
          yo deste remedio, pues no ay otro para
          que me dexe de agrauiar del sobresalto
          que reçebi en ueros en esta choça (lugar
          aparejado no para otra cosa, sino para
          llorar males sin remedio), y esto sea
          auiso, para que qualquiera que a su
          tormento le esperare, se salga dél:
          porque infortunios de amor le tienen
          cerrado, de manera que jamás dexan entrar
          aqui alguna esperança de consuelo.

          Mas ¿qué uentura ha guiado tan hermosa
          compañia do jamás se uio cosa que diese
          contento? ¿Quién pensays que haze
          cresçer la uerde yerua desta isla, y
          acresçentar las aguas que la çercan,
          si no mis lagrimas? ¿Quién pensays que
          menea los arboles deste hermoso ualle,
          sino la boz de mis sospiros tristes,
          que inchando el ayre, hazen aquello que
          él por sí no haria? ¿Porqué pensays que
          cantan los dulçes paxaros por entre las
          matas, quando el dorado Phebo está en
          toda su fuerça, sino para ayudar a llorar
          mis desuenturas? ¿A qué pensays que las
          temerosas fieras salen al uerde prado,
          sino a oyr mis continuas quexas? ¡Ay
          hermosas Nimphas! no quiera Dios que os
          aya traydo a este lugar uuestra fortuna
          para lo que yo uine a él, porque çierto
          paresce (segun lo que en él passó), no
          auelle hecho naturaleza para otra cosa,
          sino para que en él passen su triste
          uida los incurables de amor. Por esso si
          alguna de uosotras lo es, no passe más
          adelante: y vayase presto de aqui: que no
          sería mucho que la naturaleza del lugar
          le hiciesse fuerça. Con tantas lagrimas
          dezia esto la hermosa pastora, que no
          auia ninguno de los que alli estauan, que
          las suyas detener pudiesse. Todos estauan
          espantados de uer el spiritu que con el
          rostro y mouimientos daua a lo que dezia,
          que çierto bien pareçian sus palabras
          salidas del alma: y no se suffria menos
          que esto, porque el triste successo de
          sus amores, quitaua la sospecha de ser
          fingido lo que mostraua. Y la hermosa
          Dorida le habló desta manera: Hermosa
          pastora, ¿qué causa ha sido la que tu
          gran hermosura ha puesto en tal estremo?
          ¿Qué mal tan estraño te pudo hazer amor,
          que aya sido parte para tantas lagrimas
          acompañadas de tan triste y tan sola
          uida, como en este lugar deues hazer?
          Mas ¿qué pregunto yo? Pues en uerte
          quexosa de amor, me dizes más de lo que
          yo preguntarte puedo. Quesiste assegurar
          quando aqui entramos, de que nadie te
          consolasse: no te pongo culpa, officio
          es de personas tristes, no solamente
          aborrecer al consuelo, mas aun a quien
          piensa que por alguna uia pueda darsele.
          Dezir que yo podria darle a tu mal, ¿que
          aprouecha si él mismo no te da liçençia
          que me creas? Dezir que te aproueches de
          tu juyzio y discreçion bien sé que no le
          tienes tan libre, que puedas hazello.
          Pues ¿qué podría yo hazer para darte
          algun aliuio, si tu determinaçion me
          ha de salir al encuentro? De una cosa
          puedes estar çertificada, y es que no
          auria remedio en la uida, para que la
          tuya no fuesse tan triste, que yo dexase
          de dartele, si en mi mano fuesse. Y si
          esta uoluntad alguna cosa meresçe, yo
          te pido de parte de los que presentes
          están, y de la mia, la causa de tu mal
          nos cuentes, porque algunos de los que en
          mi compañia uienen, estan con tan gran
          neçessidad de remedio, y os tiene amor
          en tanto estrecho, que si la fortuna
          no los socorre, no sé que sera de sus
          uidas. La pastora que de esta manera uio
          hablar a Dorida, saliendose de la choça,
          y tomandola por la mano la lleuó cerca
          de una fuente que en un uerde pradezillo
          estaua, no muy apartado de alli, y las
          Nimphas y los pastores se fueron tras
          ellas, y juntos se assentaron en torno a
          la fuente, auiendo el dorado Phebo dado
          fin a su xornada, y la nocturna Diana
          principio a la suya, con tanta claridad
          como si el medio día fuera. Y estando
          de la manera que aueys oydo, la hermosa
          pastora le començó a dezir lo que oyreys.

          Al tienpo (o hermosas Ninphas de la
          casta Diosa) que yo estaua libre de
          amor, oy dezir vna cosa que despues me
          desengañó la experiencia (hallandola muy
          al reues de lo que me certificauan).
          Dezian me que no auia mal que dezillo
          no fuese algun aliuio para el que lo
          padezia, y hallo que no ay cosa que más
          mi desuentura acresciente, que pasalla
          por la memoria y contalla a quien libre
          della se vee. Porque si yo otra cosa
          entendiese, no me atreueria a contaros
          la historia de mis males. Pero pues que
          es verdad, que contarosla no será causa
          alguna de consuelo á mi desconsuelo que
          son las dos cosas, que de mí son mas
          aborresçidas, estad atentas, y oyreys el
          mas desastrado caso que jamas en amor
          ha succedido. No muy lexos deste valle,
          hazia la parte donde el sol se pone, está
          vna aldea en medio de vna floresta, cerca
          de dos rios que con sus aguas riegan
          los arboles amenos cuya espressura es
          tanta que desde vna casa a la otra no se
          paresce. Cada vna dellas tiene su termino
          redondo, adonde los jardines en verano
          se visten de olorosas flores, de mas de
          la abundancia de la ortaliza, que alli
          la naturaleza produze, ayudada de la
          industria de los que en la gran España
          llaman Libres, por el antiguedad de sus
          casas y linages. En este lugar nasció
          la desdichada Belisa (que este nonbre
          saqué de la pila, adonde pluguiera a
          Dios dexara el anima). Aqui pues biuia
          vn pastor de los principales en hazienda
          y linage, que en toda esta prouincia se
          hallaua, cuyo nombre era Arsenio, el
          qual fue casado con una zagala la más
          hermosa de su tiempo: mas la presurosa
          muerte (o porque los hados lo permitieron
          o por euitar otros males que su hermosura
          pudiera causar) le cortó el hilo de la
          uida, pocos años despues de casada. Fue
          tanto lo que Arsenio sintió la muerte de
          su amada Florida que estuuo muy cerca
          de perder la uida: pero consolauase con
          un hijo que le quedara llamado Arsileo,
          cuya hermosura fue tanta que conpetia
          con la de Florida su madre. Y con todo,
          este Arsenio biuia la más sola y triste
          uida que nadie podria imaginar. Pues
          uiendo su hijo ya en edad conuenible para
          ponelle en algun exerçiçio uirtuoso,
          teniendo entendido que la ociosidad
          en los moços es maestra de uicios, y
          enemiga de virtud determinó embialle a
          la academia Salmantina con intençion
          que se exerçitasse en aprender lo que a
          los hombres sube a mayor grado que de
          hombres, y asi lo puso por obra. Pues
          siendo ya quinze años pasados que su
          muger era muerta, saliendo yo un dia
          con otras uezinas a un mercado, que en
          nuestro lugar se hazia, el desdichado de
          Arsenio me uio, por su mal, y aun por
          el mio, y de su desdichado hijo. Esta
          uista causó en él tan grande amor, como
          de alli adelante se paresció. Y esto me
          dió él a entender muchas uezes, porque
          ahora en el campo yendo a lleuar de comer
          a los pastores, aora yendo con mis paños
          al rio, aora por agua a la fuente, se
          hazia encontradizo conmigo. Yo que de
          amores aquel tiempo sabia poco, aunque
          por oydas alcançasse alguna cosa de sus
          desuariados effectos, unas uezes hazia
          que no lo entendia, otras uezes lo echaua
          en burlas, otras me enojaua de uello tan
          importuno. Mas ni mis palabras bastauan a
          defenderme dél, ni el grande amor que él
          tenía le daua lugar a dexar de seguirme.
          Y desta manera se passaron más de quatro
          años, que ni él dexaua su porfia, ni yo
          podia acabar conmigo de dalle el mas
          pequeño fauor de la uida. A este tiempo
          uino el desdichado de su hijo Arsileo del
          estudio, el qual entre otras ciencias que
          auia estudiado, auia florescido de tal
          manera en la poesia y en la musica, que a
          todos los de su tiempo hazia uentaja.

          Su padre se alegró tanto con él que no
          ay quien lo pueda encarecer (y con gran
          razon) porque Arsileo era tal, que no
          solo de su padre que como a hijo deuia
          amalle, mas de todos los del mundo
          merescia ser amado. Y as si en nuestro
          lugar era tan querido de los principales
          dél y del comun, que no se trataua entre
          ellos sino de la discrecion, gracia,
          gentileza, y otras buenas partes de que
          su mocedad era adornada. Arsenio se
          encubria de su hijo, de manera que por
          ninguna uia pudiesse entender sus amores,
          y aunque Arsileo algun dia le viese
          triste, nunca echó de uer la causa, mas
          antes pensaua que eran reliquias que de
          la muerte de su madre le auian quedado.
          Pues desseando Arsenio (como su hijo
          fuese tan excelente Poeta) de aver de su
          mano vna carta para embiarme, y por hazer
          lo de manera que él no sintiese para
          quien era, tomó por remedio descubrirse a
          un grande amigo suyo natural de nuestro
          pueblo, llamado Argasto, rogandole muy
          encaresçidamente como cosa que para si
          auia menester, pidiese a su hijo Arsileo
          una carta hecha de su mano, y que le
          dixese que era para embiar lexos de alli
          a una pastora a quien seruia, y no le
          quería aceptar por suyo. Y asi le dixo
          otras cosas que en la carta auia de dezir
          de las que más hazian a su proposito.
          Argasto puso tan buena diligencia en
          lo que le rogó, que huuo de Arsileo la
          carta, importunado de sus ruegos, de la
          misma manera que el otro pastor se la
          pidió. Pues como Arsenio le uiese muy
          al proposito de lo que él deseaua, tuuo
          manera cómo uiniese a mis manos, y por
          ciertos medios que de su parte huuo, yo
          la recebi (aunque contra mi uoluntad) y
          vi que dezia desta manera.


                   CARTA DE ARSENIO
                Pastora, cuya uentura
              Dios quiera que sea tal,
              que no uenga a emplear mal
              tanta gracia y hermosura,
              y cuyos mansos corderos,
              y ovejuelas almagradas
              veas crecer a manadas
              por cima destos oteros.
                Oye a un pastor desdichado,
              tan enemigo de si,
              quanto en perderse por ti,
              se halla bien empleado;
              buelue tus sordos oydos,
              ablanda tu condiçion,
              y pon ya esse coraçon
              en manos de los sentidos.
                Buelue esos crueles ojos
              a este pastor desdichado,
              descuydate del ganado,
              piensa un poco en mis enojos,
              haz ora algun mouimiento,
              y dexa el pensar en ál,
              no de remediar mi mal,
              mas de uer como lo siento.
                ¡Quantas uezes has venido,
              al campo con tu ganado,
              y quantas uezes al prado,
              los corderos has traydo!
              Que no te diga el dolor,
              que por ti me buelue loco,
              mas ualeme esto tan poco,
              que encubrillo es lo mejor.
                ¿Con qué palabras dire,
              lo que por tu causa siento,
              o con qué conosçimiento
              se conosçera mi fe?
              ¿qué sentido bastará,
              aunque yo mejor lo diga,
              para sentir la fatiga
              que a tu causa amor me da?
                ¿Porqué te escondes de mi,
              pues conosces claramente,
              que estoy quando estoy presente,
              muy más absente de ti?
              quanto a mi por suspenderme,
              estando adonde tú estes,
              quanto a ti porque me uees,
              y estás muy lexos de uerme.
                Sabesme tan bien mostrar
              quando engañarme pretendes,
              al reues de lo que entiendes,
              que al fin me dexo engañar:
              mira sy hay que querer más,
              o ay de amor más fundamento,
              que biuir mi entendimiento
              con lo que a entender le das.
                Mira este estremo en que estoy,
              uiendo mi bien tan dudoso,
              que uengo a ser embidioso
              de cosas menos que yo:
              al aue que lleua el uiento,
              al pesce en la tempestad,
              por sola su libertad
              dare yo mi entendimiento.
                Veo mil tiempos mudados,
              cada dia hay nouedades,
              mudanse las voluntades,
              rebiuen los oluidados,
              en toda cosa hay mudança,
              y en ti no la vi jamás,
              y en esto solo uerás
              quan en balde es mi esperança.
                Passauas el otro dia
              por el monte repastando,
              sospiré imaginando,
              que en ello no te offendia:
              al sospiro, alçó un cordero
              la cabeça, lastimado:
              y arrojastele el cayado,
              ved qué coraçon de azero.
                ¿No podrias, te pregunto,
              tras mil años de matarme,
              solo un dia remediarme,
              o si es mucho, un solo punto?
              hazlo por uer como prueuo,
              o por uer si con fauores
              trato mejor los amores,
              despues matame de nueuo.
                Desseo mudar estado,
              no de amor a desamor,
              mas de dolor a dolor,
              y todo en un mismo grado:
              y aunque fuesse de una suerte
              el mal, quanto a la substançia,
              que en sola la circunstançia
              fuesse más, o menos fuerte.
                Que podria ser señora,
              que vna circunstançia nueua
              te diesse de amor más prueua,
              que te he dado hasta agora,
              y a quien no le duele vn mal,
              ni ablanda un firme querer,
              podria quiça doler
              otro que no fuesse tal.
                Vas al rio, uas al prado,
              y otras uezes a la fuente,
              yo pienso muy diligente,
              si es ya yda, o si ha tornado,
              si se enojará si voy,
              si se burlará si quedo,
              como me lo estorba el miedo,
              ved el estremo en que estoy.
                A Siluia tu gran amiga
              vó a buscar medio mortal,
              por si a dicha de mi mal,
              le has dicho algo, me lo diga:
              mas como no habla en ti,
              digo que esta cruda fiera,
              no dize a su compañera,
              ninguna cosa de mí.
                Otras uezes açechando
              de noche te ueo estar,
              con gracia muy singular
              mil cantarçillos cantando:
              pero buscas los peores,
              pues los oyo uno a uno,
              y jamás te oyo ninguno
              que trate cosa de amores.
                Vite estar el otro dia
              hablando con Madalena,
              contauate ella su pena,
              oxala fuera la mia:
              pense que de su dolor,
              consolaras a la triste,
              y riendo le respondiste:
              es burla, no hay mal de amor,
                Tú la dexaste llorando,
              yo llegueme luego alli,
              quexoseme ella de ti:
              respondile sospirando:
              no te espantes desta fiera,
              porque no está su plazer
              en solo ella no querer,
              sino en que ninguna quiera.
                Otras uezes te ueo yo
              hablar con otras zagalas,
              todo es en fiestas y galas,
              en quien bien o mal bayló,
              fulano tiene buen ayre,
              fulano es çapateador,
              si te tocan en amor
              echaslo luego en donayre.
                Pues guarte, y biue contento,
              que de amor y de uentura
              no hay cosa menos segura,
              que el coraçon más exempto:
              y podria ser ansi
              que el crudo amor te entregasse,
              a pastor que te tratasse
              como me tratas a mí.
                Mas no quiera Dios que sea,
              si ha de ser a costa tuya,
              y mi uida se destruya
              primero que en tal te uea:
              que un coraçon que en mi pecho
              está ardiendo en fuego estraño,
              más temor tiene a tu daño,
              que respecto a tu prouecho.

          Con grandisimas muestras de tristeza,
          y de coraçon muy de ueras lastimado,
          relataua la pastora a Belisa la carta de
          Arsenio, ó por mejor dezir, de Arsileo
          su hijo: parando en muchos uersos y
          diziendo algunos dellos dos uezes: y a
          otros boluiendo los ojos al çielo, con
          una ansia que parescia que el coraçon
          se le arrancaua. Y prosiguiendo la
          historia triste de sus amores, les dezia:
          Esta carta (o hermosas Nimphas) fue
          principio de todo el mal del triste que
          la compuso, y fin de todo el descanso de
          la desdichada a quien se escriuió. Porque
          auiendola yo leydo, por çierta diligençia
          que en mi sospecha me hizo poner,
          entendi que la carta auia proçedido más
          del entendimiento del hijo, que de la
          afficion del padre. Y porque el tiempo se
          llegaua en que el amor me auia de tomar
          cuenta de la poca que hasta entonçes de
          sus effectos auia hecho, o porque en
          fin hauia de ser, yo me senti un poco
          más blanda que de antes: y no tan poco
          que no diese lugar a que amor tomasse
          possession de mi libertad. Y fue la mayor
          nouedad que jamás nadie uio en amores lo
          que este tyrano hizo en mí, pues no tan
          solamente me hizo amar a Arsileo, mas aun
          a Arsenio su padre. Verdades que al padre
          amaua yo por pagarle en esto el amor
          que me tenía, y al hijo por entregalle
          mi libertad, como desde aquella hora se
          la entregué. De manera que al uno amaua
          por no ser ingrata, y al otro por no ser
          más en mi mano. Pues como Arsenio me
          sintiesse algo más blanda (cosa que él
          tantos dias auia que desseaua), no huuo
          cosa en la uida que no la hiziesse por
          darme contento: porque los presentes eran
          tantos, las joyas y otras muchas cosas,
          que a mí pesaua uerme puesta en tanta
          obligaçion. Con cada cosa que me embiaua,
          uenia un recaudo tan enamorado, como él
          lo estaua. Yo le respondia no mostrandole
          señales de gran amor, ni tan poco me
          mostraua tan esquiua como solia. Mas el
          amor de Arsileo cada dia se arraigaua mas
          en mi coraçon, y de manera me occupaua
          los sentidos, que no dexaua en mi anima
          lugar ocioso. Succedió, pues, que una
          noche del uerano, estando en conuersaçion
          Arsenio y Arsileo con algunos uezinos
          suyos debaxo de un fresno muy grande,
          que en vna plaçuela estaua de frente de
          mi posada, començo Arsenio a loar mucho
          el tañer y cantar de su hijo Arsileo,
          por dar occasion a que los que con él
          estauan le rogassen que embiasse por una
          harpa a casa, y que alli tañesse, porque
          estaua en parte que yo por fuerça auia de
          gozar de la musica. Y como él lo penso,
          assi le uino a sucçeder, porque siendo
          de los presentes importunado, embiaron
          por la harpa y la musica se començo.
          Quando yo oí a Arsileo y senti la melodia
          con que tañia, la soberana gracia con
          que cantaua, luego estuue al cabo de lo
          que podia ser: entendiendo que su padre
          me queria dar musica, y enamorarme con
          las gracias del hijo. Y dixe entre mí:
          ¡Ay, Arsenio, que no menos te engañas
          en mandar a tu hijo que cante, para que
          yo le oyga, que embiarme carta escrita
          de su mano! A lo menos si lo que dello
          te ha de succeder, tú supiesses, bien
          podrias amonestar de oy más a todos los
          enamorados, que ninguno fuesse osado de
          enamorar a su dama con graçias agenas:
          porque algunas uezes, suele acontesçer
          enamorarse más la dama del que tiene
          la graçia, que del que se aprouecha de
          ella, no siendo suya. A este tiempo el
          mi Arsileo, con una graçia nunca oyda,
          començó a cantar estos uersos:


                            _Soneto._

                En este claro sol que resplandesçe
              en esta perfeçion[1250] sobre natura,
              en esa alma gentil, esa figura
              que alegra nuestra edad, y la enrriqueze
              hay luz que ziega, rostro que enmudeçe,
              pequeña piedad, gran hermosura,
              palabras blandas, condiçion muy dura,
              mirar que alegra y vista que entristeçe.
                Por eso estoy, señora, retirado,
              por eso temo ver lo que deseo,
              por eso paso el tiempo en contemplarte.
                Estraño caso, efecto no pensado,
              que vea el maior bien quando te veo,
              y tema el mayor mal si vo a mirarte.

          Despues que huuo cantado el soneto que os
          he dicho, comenzó a cantar esta cançion,
          con graçia tan estremada, que a todos
          los que lo oian, tenia suspensos, y a la
          triste de mí más presa de sus amores que
          nunca nadie lo estuvo.

                Alçé los ojos por veros,
              baxelos despues que os vi,
              porque no ay passar de alli,
              ni otro bien sino quereros.
                ¿Que más gloria que miraros,
              si os entiende el que os miró?
              Porque nadie os entendió
              que canse de contemplaros.
                Y aunque no pueda entenderos,
              como yo no os entendi,
              estará fuera de sí,
              quando no muera por veros.
                Si mi pluma otras loaua
              ensayose en lo menor,
              pues todas son borrador
              de lo que en vos trasladaua.
                Y si antes de quereros,
              por otra alguna escreui,
              creed que no es porque la ui,
              mas porque esperaua ueros.
                Mostrose en vos tan subtil
              naturaleza y tan diestra,
              que una sola façion vuestra
              hará hermosas çien mil.
                La que llega a pareceros
              en lo menos que en vos vi,
              ni puede pasar de alli
              ni el que os mira sin quereros.
                Quien ve qual os hizo Dios,
              y uee otra mui hermosa,
              parece que vee una cosa,
              que en algo quiso ser vos.
                Mas si os vee como ha de veros
              y como señora os vi,
              no hay comparaçion alli,
              ni gloria, sino quereros.

          No fue solo esto lo que Arsileo aquella
          noche al son de su harpa cantó. Asi
          como Orfeo al tiempo que fue en demanda
          de su ninfa Euridice, con el suabe
          canto enterneçia las furias infernales,
          suspendiendo por gran espacio la pena de
          los dañados[1251]: asi el mal logrado
          mançebo Arsileo, suspendia, y ablandaua,
          no solamente los coraçones de los
          que presentes estauan, mas aun a la
          desdichada Belisa, que desde una açotea
          alta de mi posada le estaua con grande
          atencion[1252] oyendo. Y assi agradaua al
          çielo, estrellas y a la clara luna, que
          entonçes en su uigor y fuerça estaua, que
          en qualquiera parte que yo entonçes ponia
          los ojos, pareçe que me amonestaua que le
          quisiesse más que a mi uida. Mas no era
          menester amonestarmelo nadie, porque si
          yo entonçes de todo el mundo fuera señora
          me parescia muy poco para ser suya. Y
          desde alli, propuse de tenelle encubierta
          esta uoluntad lo menos que yo pudiesse.
          Toda aquella noche estuue pensando el
          modo que ternia en descubrille mi mal,
          de suerte que la uerguença no reçibiesse
          daño, aunque quando este no hallara, no
          me estoruara el de la muerte. Y como
          quando ella ha de uenir, las occasiones
          tengan tan gran cuydado de quitar los
          medios que podrian impedilla, el otro dia
          adelante, con otras donzellas mis uezinas
          me fue forçado yr a un bosque espesso,
          en medio del qual auia una clara fuente,
          adonde las mas de las siestas lleuauamos
          las uacas, assi porque alli pasciessen,
          como para que uenida la sabrosa y fresca
          tarde cogiessemos la leche de aquel dia
          siguiente, con que las mantecas, natas y
          quesos se auian de hazer. Pues estando
          yo y mis compañeras assentadas en torno
          de la fuente, y nuestras vacas echadas a
          la sombra de los vmbrosos y siluestres
          arboles de aquel soto, lamiendo los
          pequeñuelos bezerrillos, que juntos a
          ellas estauan tendidos, una de aquellas
          amigas mias (bien descuydada del amor
          que entonçes a mí me hazia la guerra) me
          importunó, so pena de jamás ser hecha
          cosa de que yo gustasse, que tuuiese por
          bien de entretener el tiempo cantando
          vna cançion. Poco me valieron escusas,
          ni dezilles que los tiempos y ocasiones
          no eran todos vnos, para que dexasse de
          hazer lo que con tan grande instançia me
          rogauan, y al son de vna çampoña, que la
          vna dellas començó a tañer, yo triste
          començe a cantar estos versos:

                Passaua amor su arco desarmado
              los ojos baxos, blando y muy modesto,
              dexauame ya atras muy descuydado.
                Quán poco espaçio pude gozar esto;
              fortuna de embidiosa dixo luego:
              teneos amor, ¿porque passays tan presto?
                Boluió de presto a mi aquel niño çiego,
              muy enojado en verse reprendido:
              que no ay reprehension, do está su fuego.
                Estaua çiego amor, mas bien me vido:
              tan çiego le vea yo, que a nadie vea,
              que ansi çegó mi alma y mi sentido.
                Vengada me vea yo de quien dessea
              a todos tanto mal que no consiente
              vn solo coraçon que libre sea.
                El arco armó el traydor muy breuemente,
              no me tiró con xara enerbolada,
              que luego puso en él su flecha ardiente.
                Tomome la fortuna desarmada,
              que nunca suele amor hazer su hecho,
              sino en la más essenta y descuydada.
                Rompió con su saeta un duro pecho,
              rompió una libertad jamás subiecta,
              quedé tendida, y él muy satisfecho.
                ¡Ay uida libre, sola, y muy quieta!
              ¡Ay prado visto con tan libres ojos!
              ¡Mal aya amor, su arco y su saeta!
                Seguid amor, seguilde sus antojos,
              venid de gran descuido a vn gran cuydado,
              passad de un gran descanso, a mil enojos.
                Vereys quál queda un coraçon cuytado:
              que no ha mucho que estuuo sin sospecha
              de ser de un tal tyrano sojuzgado.
                Ay alma mia en lagrimas desecha,
              sabed suffrir, pues que mirar supistes:
              mas si fortuna quiso, ¿qué aprouecha?
                Ay tristes ojos, si el llamaros tristes
              no offende en cosa alguna el que mirastes,
              ¿do está mi libertad, do la pusistes?
                Ay prados, bosques, seluas que criastes
              tan libre coraçon como era el mio,
              ¿porqué tan grande[1253] mal no le estoruastes?
                ¡O apresurado arroyo, y claro rio,
              adonde beuer suele mi ganado
              inuierno, primauera, otoño, estio!
                ¿Porqué me has puesto, di, a tan mal recado,
              pues solo en ti ponia mis amores,
              y en este ualle ameno y uerde prado?
                Aqui burlaua yo de mil pastores,
              que burlarán de mi, quando supieren,
              que a esperimentar comienço sus dolores.
                No son males de amor los que me hieren,
              que a ser de solo amor, passallos hia,
              como otros mil que en fin de amores mueren.
                Fortuna es quien me aflige y me desuia
              los medios, los caminos y ocasiones,
              para poder mostrar la pena mia.
                ¿Cómo podra, quien causa mis passiones,
              si no las sabe dar remedio a ellas?
              Mas no ay amor do faltan sinrazones.
                A quanto mal fortuna, trae aquellas
              que haze amar, pues no ay quien no le enfade
              ni mar, ni tierra, luna, sol, ni estrellas.
                Sino a quien ama, no ay cosa que agrade,
              todo es assi, y assi fuy yo mezquina,
              a quien el tiempo estorua y persuade.
                Cessad mis uersos ya, que amor se indigna
              en uer quán presto dél me estoy quexando,
              y pido ya en mis males mediçina.
                Quexad, mas ha de ser de quando en quando,
              aora callad uos, pues ueys que callo,
              y quando veys que amor se ua enfadando,
              cessad, que no es remedio el enfadallo.

          A las Nimphas y pastores parescieron
          muy bien los versos de la pastora
          Belisa, la qual con muchas lagrimas
          dezia, prosiguiendo la historia de sus
          males: Mas no estaua muy lexos de alli
          Arsileo quando yo estos uersos cantaua,
          que auiendo aquel dia salido a caça,
          y estando en lo más espeso del bosque
          passando la siesta, paresçe que nos
          oyó, y como hombre affiçionado a la
          musica, se fue su passo a passo entre
          una espesura de arboles, que junto a la
          fuente estauan: porque de alli mejor
          nos pudiesse oyr. Pues auiendo çessado
          nuestra musica, él se uino a la fuente,
          cosa de que no poco sobresalto reçebi. Y
          esto no es de marauillar, porque de la
          misma manera se sobresalta vn coraçon
          enamorado, con un subito contentamiento,
          que con una tristeza no pensada. El se
          llegó donde estauamos sentadas, y nos
          saludó con todo el comedimiento possible,
          y con toda la buena criança que se puede
          imaginar: que uerdaderamente (hermosas
          Nimphas) quando me paro a pensar la
          discreçion, graçia y gentileza del sin
          uentura Arsileo, no me paresçe que fueron
          sus hados y mi fortuna causa de que la
          muerte me lo quitasse tan presto delante
          los ojos, mas antes fue no meresçer el
          mundo gozar más tiempo de un moço a quien
          la naturaleza auia dotado de tantas y tan
          buenas partes. Despues que como digo,
          nos uuo saludado, y tuuo liçençia de
          nosotras, la qual muy comedidamente nos
          pidio, para passar la siesta en nuestra
          compañia, puso los ojos en mí (que no
          deuiera) y quedó tan preso de mis amores
          como despues se paresçio en las señales
          con que manifestaua su mal. Desdichada
          de mí que no uue menester yo de miralle
          para querelle, que tan presa de sus
          amores estaua antes que le uiesse como él
          estuuo despues de auerme uisto. Mas con
          todo esso, alçé los ojos para miralle,
          al tiempo que alçaua los suyos para
          uerme, cosa que cada uno quisiera dexar
          de auer hecho: yo porque la uerguença
          me castigó, y él porque el temor no le
          dexó sin castigo. Y para dissimular su
          nuevo mal, començó a hablarme en cosas
          bien diferentes de las que él me quisiera
          dezir, yo le respondi a algunas dellas,
          pero más cuidado tenía yo entonçes de
          mirar, si en los mouimientos del rostro,
          o en la blandura de las palabras mostraua
          señales de amor, que en respondelle á
          lo que me preguntaua. Ansi desseaua
          yo entonçes uelle sospirar, por me
          confirmar en mi sospecha: como si no
          le quisiera más que a mi. Y al fin no
          desseaua uer en él alguna señal que no
          la uiesse. Pues lo que con la lengua
          alli no me pudo dezir, con los ojos me
          lo dió bien a entender. Estando en esto
          las dos pastoras que conmigo estauan, se
          leuantaron a ordeñar sus vacas: yo les
          rogué que me escusassen el trabajo con
          las mias: porque no me sentia buena. Y no
          fue menester rogarselo más, ni a Arsileo
          mayor occasion para dezirme su mal: y no
          sé si se engañó, imaginando la occasion,
          porque yo queria estar sin compañia,
          pero sé que determinó de aprouecharse
          de ella. Las pastoras andauan occupadas
          con sus vacas, atandoles sus mansos
          bezerrillos a los pies, y dexandose ellas
          engañar de la industria humana, como
          Arsileo tanbien nueuamente preso de amor
          se dexaua ligar de manera que otro que
          la pressurosa muerte, no pudiera dalle
          libertad. Pues uiendo yo claramente,
          que quatro o cinco uezes auia cometido
          el hablar, y le auia salido en uano su
          comedimiento: porque el miedo de enojarme
          se le auia puesto delante, quise hablarle
          en otro proposito, aunque no tan lexos
          del suyo, que no pudiesse sin salir
          dél, dezirme lo que desseaua. Y assi le
          dixe: Arsileo, ¿hallaste bien en esta
          tierra? que segun en la que hasta agora
          has estado, aurá sido el entretenimiento
          y conuersaçion differente del nuestro:
          estraño te deues hallar en ella. El
          entonçes me respondió: no tengo tanto
          poder en mí, ni tiene tanta libertad mi
          entendimiento, que pueda responder a essa
          pregunta. Y mudandole el proposito, por
          mostralle el camino con las occasiones le
          bolui a dezir: an me dicho, que ay por
          allá muy hermosas pastoras, y si esto es
          ansi, quán mal te deuemos parescer las
          de por acá. De mal conoscimiento sería
          (respondió Arsileo) si tal confessasse:
          que puesto caso, que allá las ay tan
          hermosas como te han dicho, acá las ay
          tan auentajadas, como yo las he uisto.
          Lisonja es essa en todo el mundo (dixe
          yo medio riendo) mas con todo esto, no
          me pesa que las naturales estén tan
          adelante en tu opinion, por ser yo una
          dellas. Arsileo respondió: y aun essa
          sería harto bastante causa, quando otra
          no uuiesse, para dezir lo que digo. Assi
          que de palabra en palabra, me uino a
          dezir lo que desseaua oylle, aunque por
          entonçes no quise darselo a entender, mas
          antes le rogué, que atajasse el paso a
          su pensamiento. Pero reçelosa que estas
          palabras no fuesen causa de resfriarse
          en el amor (como muchas uezes acaesce
          que el desfauorescer en los principios
          de los amores, es atajar los passos a
          los que comiençan a querer bien) bolui a
          templar el desabrimiento de mi respuesta,
          diziendole: Y si fuere tanto el amor
          (o Arsileo) que no te dé lugar a dexar
          de quererme, en lo secreto: porque de
          los hombres de semejante discreçion que
          la tuya, es tenello aun en las cosas
          que poco importan. Y no te digo esto,
          porque de una, ni de otra manera te ha
          de aprouechar de más que de quedarte yo
          en obligaçion, si mi consejo en este
          caso tomares. Esto dezia la lengua, mas
          otra cosa dezian los ojos con que yo
          le miraua, y echando algun sospiro que
          sin mi liçençia daua testimonio de lo
          que yo sentia, lo qual entendiera muy
          bien Arsileo, si el amor le diera lugar.
          Desta manera nos despedimos, y despues
          me habló muchas uezes, y me escriuio
          muchas cartas, y vi muchos sonetos de
          su mano, y aun las más de las noches me
          dezia cantando, al son de su harpa, lo
          que yo llorando le escuchaua. Finalmente
          que venimos cada vno a estar bien
          çertificados del amor que el vno al otro
          tenía. A este tiempo, su padre Arsenio me
          importunaua de manera con sus recaudos y
          presentes, que yo no sabia el medio que
          tuuiesse para defenderme dél. Y era la
          más estraña cosa que se vió jamás: pues
          ansi como se yua más acrescentando el
          amor con el hijo, assi con el padre se
          yua más estendiendo el affiçion, aunque
          no era todo de vn metal. Y esto no me
          daua lugar a desfauorescelle, ni a dexar
          de reçebir sus recaudos. Pues viuiendo yo
          con todo el contentamiento del mundo, y
          viendome tan de veras amada de Arsileo,
          a quien yo tanto queria, paresçe que
          la fortuna determinó de dar fin a mis
          amores, con el más desdichado sucçesso,
          que jamás en ellos se ha visto, y fue
          desta manera: que auiendo yo conçertado
          de hablar con mi Arsileo vna noche, que
          bien noche fue ella para mí: pues nunca
          supe despues acá, qué cosa era dia,
          concertamos que él entrase en una huerta
          de mi padre, y yo desde vna ventana de mi
          aposento, que caya enfrente de vn moral,
          donde él se podia subir por estar más
          çerca, nos hablariamos: ¡ay desdichada
          de mí, que no acabo de entender a qué
          proposito le puse en este peligro, pues
          todos los dias, aora en el campo, aora en
          el rio. aora en el soto, llevando a él
          mis vacas, aora al tiempo que las traya a
          la majada, me pudiera él muy bien hablar,
          y me hablaua los más de los dias. Mi
          desuentura fue causa que la fortuna se
          pagasse del contento, que hasta entonçes
          me auia dado, con hazerme que toda la
          uida biuiesse sin él. Pues uenida la hora
          del conçierto y del fin de sus dias, y
          principio de mi desconsuelo, vino Arsileo
          al tiempo, y al lugar conçertado, y
          estando los dos hablando, en lo que puede
          considerar quien algun tiempo ha querido
          bien, el desuenturado de Arsenio su
          padre, las más de las noches me rondaua
          la calle (que aun si esto se me acordara,
          mas quitomelo mi desdicha de la memoria,
          no le consintiera yo ponerse en tal
          peligro); pero asi se me oluidó, como si
          yo no lo supiera. Al fin que él acertó a
          venir aquella hora por alli, y sin que
          nosotros pudiessemos velle, ni oylle,
          nos vió él, y conosçio ser yo la que a
          la ventana estaua, mas no entendió que
          era su hijo el que estaua en el moral,
          ni aun pudo sospechar quien fuesse, que
          esta fue la causa prinçipal de su mal
          successo. Y fue tan grande su enojo, que
          sin sentido alguno se fue a su posada,
          y armando una ballesta, y poniendola
          vna saeta muy llena de venenosa yerua,
          se uino al lugar do estauamos, y supo
          tan bien açertar a su hijo, como sino
          lo fuera. Porque la saeta le dio en el
          coraçon, y luego cayó muerto del árbol
          abaxo, diziendo: ¡Ay Belisa, quán poco
          lugar me da la fortuna para seruirte,
          como yo desseaua! Y aun esto no pudo
          acabar de dezir. El desdichado padre que
          con estas palabras conosció ser homiçida
          de Arsileo su hijo, dixo con una boz
          como de hombre desesperado: ¡Desdichado
          de mí, si eres mi hijo Arsileo que en
          la boz no paresçes otro! Y como llegasse
          a él, y con la luna que en el rostro le
          daua le deuisasse bien y le hallase que
          auia espirado, dixo: O cruel Belisa,
          pues que el sin ventura mi hijo, por tu
          causa, de mis manos ha sido muerto, no
          es justo que el desuenturado padre quede
          con la vida. Y sacando su misma espada,
          se dio por el coraçon de manera que en
          un punto fue muerto. O desdichado caso,
          o cosa jamás oida ni vista. ¡O escandalo
          grande para los oydos, que mi desdichada
          historia oyeren, o desuenturada Belisa,
          que tal pudieron uer tus ojos, y no tomar
          el camino que padre y hijo por tu causa
          tomaron! No paresciera mal tu sangre
          mixturada con la de aquellos que tanto
          desseauan seruirte. Pues como yo mezquina
          ui el desauenturado caso, sin más pensar,
          como muger sin sentido, me sali de casa
          de mis padres, y me uine importunando con
          quexas al alto çielo, y inflamando el
          ayre con sospiros, a este triste lugar
          (quexandome de mi fortuna, maldiziendo la
          muerte que tan en breue me auia enseñado
          a sufrir sus tiros) adonde ha seys meses
          que estoy sin auer uisto, ni hablado
          con persona alguna, ni procurado uerla.
          Acabando la hermosa Belisa de contar su
          infelice historia, començo a llorar tan
          amargamente, que ninguno de los que alli
          estauan, pudieron dexar de ayudarle con
          sus lagrimas. Y ella prosiguiendo dezia:
          Esta es (hermosas Nimphas) la triste
          historia de mis amores, y del desdichado
          sucçesso dellos, ved si este mal es
          de los que el tiempo puede curar? ¡Ay
          Arsileo, quantas vezes temi, sin pensar
          lo que temia! mas quien a su temor no
          quiere creer, no se espante, quando vea
          lo que ha temido, que bien sabia yo que
          no podiades dexar de encontraros, y que
          mi alegria no auia de durar más que hasta
          que su padre Arsenio sintiesse nuestros
          amores. Pluguiera a Dios que assi fuera
          que el mayor mal que por esso me pudiera
          hazer fuera desterrarte: y mal que con
          el tiempo se cura, con poca difficultad
          puede suffrirse. ¡Ay Arsenio, que no me
          estorua la muerte de tu hijo dolerme de
          la tuya, que el amor que continuo me
          monstraste, la bondad y limpieza con
          que me quisiste, las malas noches que a
          causa mia passaste, no suffre menos si no
          dolerme de tu desastrado fin: que esta es
          la hora que yo fuera casada contigo, si
          tu hijo a esta tierra no uiniera! Dezir
          yo que entonçes no te queria bien seria
          engañar el mundo, que en fin no hay muger
          que entienda que es uerdaderamente amada,
          que no quiera poco o mucho, aunque de
          otra manera lo dé a entender: ay lengua
          mia, callad que más aueys dicho de lo que
          os an preguntado. ¡O hermosas Nimphas!
          perdonad si os he sido importuna, que
          tan grande desuentura como la mia no
          se puede contar con pocas palabras.
          En quanto la pastora contaua lo que
          aueys oydo, Sireno, Syluano, Seluagia,
          y la hermosa Felismena, y aun las tres
          Nimphas fueron poca parte para oylla
          sin lagrimas: aunque las Nimphas, como
          las que de amor no auian sido tocadas,
          sintieron como mugeres su mal, mas no
          las circunstançias dél. Pues la hermosa
          Dorida uiendo que la desconsolada pastora
          no cesaua el amargo llanto, la començo a
          hablar diziendo: Cessen, hermosa Belisa,
          tus lagrimas, pues uees el poco remedio
          dellas: mira que dos ojos no bastan a
          llorar tan graue mal. Mas qué dolor
          puede auer, que no se acabe, o acabe al
          mismo que lo padesçe? Y no me tengas por
          tan loca que piense consolarte, mas a
          lo menos podria mostrarte el camino por
          donde pudiesse algun poco aliuiar tu
          pena. Y para esto te ruego, que uengas en
          nuestra compañia, ansi porque no es cosa
          justa que tan mal gastes la uida, porque
          adonde te lleuaremos podras escoger la
          que quisieres, y no aurá persona, que
          estorualla pueda. La pastora respondió:
          lugar me pareçia este harto conveniente
          para llorar mi mal y acabar en él la
          uida: la qual si el tiempo no me haze
          más agrauios de los hechos, no deue
          ser muy larga. Mas ya que tu uoluntad
          es essa, no determino de salir della
          en solo un punto: y de oy mas podeis
          (hermosas Nimphas) usar de la mia, segun
          a las uuestras les paresçiere. Mucho le
          agradesçieron todos auelles conçedido de
          irse en su compañia. Y porque ya eran
          más de tres horas de la noche aunque la
          luna era tan clara, que no echauan memos
          el dia çenaron de lo que en sus çurrones
          los pastores trayan, y despues de haber
          çenado, cada vno escogió el lugar de que
          más se contentó, passar lo que de la
          noche les quedaua. La qual los enamorados
          passaron con más lagrimas que sueño, y
          los que no eran reposaron del cansançio
          del dia.


                  _Fin del terçero libro._


                                NOTAS:

[1248] M., _buscalle_.

[1249] M., _grande_.

[1250] M., _perficion_.

[1251] V., _daños_.

[1252] V., _atreuimiento_.

[1253] M., _grave_.




                       LIBRO CUARTO
           DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR


          Ya la estrella del alua començaua a dar
          su acostumbrado resplandor, y con su luz
          los dulçes ruyseñores embiauan a las
          nuues el suaue canto, quando las tres
          Nimphas con su enamorada compañia, se
          partieron de la isleta, donde Belisa su
          triste uida passaua. La qual aunque fuese
          más consolada en conuersaçion de las
          pastoras y pastores enamorados, todauia
          le apremiaba el mal de manera que no
          hallaua remedio, para dexar de sentillo.
          Cada pastor le contaua su mal, las
          pastoras le dauan cuenta de sus amores,
          por uer si seria parte para ablandar su
          pena. Mas todo consuelo es escusado,
          quando los males son sin remedio. La
          dama disimulada yua tan contenta de la
          hermosura y buena graçia de Belisa, que
          no se hartaua de preguntalle cosas,
          aunque Belisa se hartaua de responderle
          a ellas. Y era tanta la conuersaçion
          de las dos, que casi ponia embidia a
          los pastores y pastoras. Mas no uuieron
          andado mucho, quando llegaron a un
          espesso bosque tan lleno de syluestres
          y espessos arboles, que a no ser de las
          tres Nimphas guiadas, no pudieran dexar
          de perderse en él. Ellas yuan delante
          por una muy angosta[1254] senda, por
          donde no podian yr dos personas juntas.
          Y auiendo ydo quanto media legua por
          la espessura del bosque, salieron a un
          muy grande, y espaçioso llano en medio
          de dos caudalosos rios, ambos çercados
          de muy alta y uerde arboleda. En medio
          dél paresçia una gran casa de tan altos
          y soberuios edifiçios, que ponian gran
          contentamiento a los que los mirauan,
          porque los chapiteles que por ençima de
          los arboles sobrepujauan, dauan de si
          tan gran resplandor, que pareçian hechos
          de un finissimo cristal. Antes que al
          gran palaçio llegassen, uieron salir dél
          muchas Nimphas de tan gran hermosura,
          que sería impossible podello dezir.
          Todas uenian[1255] uestidas de telillas
          blancas delicadas, texidas con plata y
          oro sotilissimamente, sus guirnaldas de
          flores sobre los dorados cabellos que
          sueltos trayan. Detras dellas uenia una
          dueña, que segun la grauedad y arte de su
          persona, parescia muger de grandissimo
          respecto, uestida de raso negro, arrimada
          a una Nimpha muy más hermosa que todas.
          Quando nuestras Nhimpas llegaron, fueron
          de las otras reçebidas, con muchos
          abraços, y con gran contentamiento. Como
          la dueña llegasse, las tres Nimphas le
          besaron con grandissima humildad las
          manos, y ella las reçibio, mostrando muy
          gran contento de su uenida. Y antes que
          las Nimphas le dixessen cosa de las que
          auian passado, la sábia Felicia (que
          asi se llamaua la dueña) dixo contra
          Felismena: hermosa pastora, lo que por
          estas tres Nimphas aueys hecho no se
          puede pagar con menos que con tenerme
          obligada siempre a ser en vuestro fauor:
          que no será poco, segun menester lo
          aueys, y pues yo sin estar informada
          de nadie, sé quien soys, y adonde os
          lleuan uuestros pensamientos, contodo
          lo que hasta agora os ha sucçedido, ya
          entendereys si os puedo aprouechar en
          algo. Pues tened animo firme, que si yo
          biuo vos uereys lo que desseays, y aunque
          ayays passado algunos trabajos, no ay
          cosa que sin ellos alcançar se pueda.
          La hermosa Felismena se marauilló de
          las palabras de Feliçia, y queriendo
          dalle las graçias que a tan gran promesa
          se deuian, respondio: Dyscreta señora
          mía (pues en fin lo aueys de ser de mi
          remedio) quando de mi parte no haya
          mereçimiento donde pueda caber la merçed
          que pensays hazerme, poned los ojos en lo
          que a vos misma deueys, y yo quedaré sin
          deuda, y uos muy bien pagada. Para tan
          grande mereçimiento como el vuestro (dixo
          Feliçia), y tan extremada hermosura, como
          naturaleza os ha conçedido, todo lo que
          por uos se puede hazer es poco. La dama
          se abaxó entonçes por besalle las manos,
          y Feliçia la abraçó con grandissimo
          amor, y boluiendose a los pastores y
          pastoras, les dixo: animosos pastores y
          discretas pastoras, no tengays miedo a la
          perseuerençia de nuestros males, pues yo
          tengo cuenta con el remedio dellos. Las
          pastoras y pastores le besaron las manos,
          y todos juntos se fueron al sumptuoso
          palaçio, delante del qual estaua una gran
          plaça çercada de altos açipreses todos
          puestos muy por orden, y toda la plaça
          era enlosada con losas de alabastro y
          marmol negro, a manera de axedrez. En
          medio della auia una fuente de marmol
          jaspeado, sobre quatro muy grandes leones
          de bronçe. En medio de la fuente estaua
          una columna de jaspe, sobre la qual
          quatro Nimphas de marmol blanco tenian
          sus assientos. Los braços tenian alçados
          en alto, y en las manos sendos uasos
          hechos a la romana. De los quales por
          vnas bocas de leones que en ellos auia,
          echauan agua. La portada del Palacio era
          de marmol serrado con todas las basas,
          y chapiteles de las columnas dorados. Y
          ansi mismo las vestiduras de las imagenes
          que en ellos auia. Toda la casa paresçia
          hecha de reluziente jaspe con muchas
          almenas, y en ellas esculpidas algunas
          figuras de Emperadores, y matronas
          Romanas, y otras untiguallas semejantes.
          Eran todas las ventanas cada vna de dos
          arcos, las çerraduras y clavazon de
          plata, todas las puertas de cedro. La
          casa era quadrada, y a cada canto auia
          una muy alta, y artifiçiosa torre. En
          llegando la aportada, se pararon a mirar
          su estraña hechura, y las imagenes que
          en ella auia, que más parescia obra de
          naturaleza que de arte, ni aun industria
          humana, entre las quales auia dos Nimphas
          de plata, que ençima de los chapiteles
          de las columnas estauan, y cada una de
          su parte tenian una tabla de alambre,
          con unas letras de oro, que dezian desta
          manera:

                Qvien entra, mire bien como ha biuido
              y el don de castidad, si le ha guardado,
              y la que quiere bien, o le ha querido,
              mire si a causa de otro se ha mudado,
              y si la fe primera no ha perdido,
              y aquel primer amor ha conseruado,
              entrar puede en el templo de Diana,
              cuya virtud y graçia es sobrehumana.

          Qvando esto vuo oydo la hermosa Felismena
          dixo contra las pastoras Beliza y
          Selvagia. Bien seguras me paresçe que
          podemos entrar en este sumptuoso palaçio
          de yr contra las leyes que aquel letrero
          nos pone. Sireno se atrauessó, diziendo:
          esso no pudiera hazer la hermosa Diana
          según ha ydo contra ellas, y aun contra
          todas las que el buen amor manda guardar.
          Feliçia dixo: no te congoxes, pastor, que
          antes de muchos dias te espantarás de
          auerte congoxado tanto por essa causa.
          Y trauados de las manos, se entraron
          en el aposento de la sábia Feliçia que
          muy ricamente estaua adereçado de paños
          de oro y seda de grandissimo ualor. Y
          luego que fueron entradas, la çena se
          aparejó, las mesas fueron puestas, y
          cada uno por su orden se sentaron junto
          a la gran sábia pastora. Felismena y las
          Nimphas tomaron entre sí a los pastores
          y pastoras: cuya conuersaçion les era en
          extremo agradable. Alli las ricas mesas
          eran de fino çedro, y los assientos de
          marfil, con paños de brocado; muchas
          taças y copas hechas de diuersas formas y
          todas de grandissimo preçio, las unas de
          uidrio artifiçiosamente labrado, otras de
          fino cristal, con los pies y asas de oro:
          otras de plata, y entre ellas engastadas
          piedras preçiosas de grandissimo ualor.
          Fueron seruidos de tanta diuersidad y
          abundançia de manjares, que es impossible
          podello dezir. Despues de alçadas las
          mesas entraron tres Nhimphas por la
          sala, una de las quales tañia un laud,
          otra una harpa, y la otra un salterio.
          Venian todas tocando sus instrumentos,
          con tan grande conçierto y melodia, que
          los presentes estauan como fuera de sí.
          Pusieronse a una parte de la sala, y los
          pastores y pastoras, importunados de
          las tres Nimphas, y rogados de la sábia
          Feliçia, se pusieron a la otra parte con
          sus rabeles y una çampoña, que Seluagia
          muy dulçemente tañia, y las Nimphas
          comenzaron a cantar esta cançion, y los
          pastores a respondelles de la manera que
          oyreys.


                         _Nimphas._

                Amor y fortuna,
              autores de trabajo y sin razones,
              más altas que la luna,
              pornan las affiçiones,
              y en esse mismo extremo la passiones.

                         _Pastores._

                No es menos desdichado
              aquel que jamas tuuo mal de amores,
              que el más enamorado,
              faltandole favores,
              pues los que sufren más, son los mejores.

                          _Nimphas._

                Si el mal de amor no fuera,
              contrario a la razon, como lo uemos,
              quiça que os lo creyera;
              mas uiendo sus extremos
              dichosa las que dél huyr podemos.


                          _Pastores._

                Lo más dificultoso
              cometen las personas animosas,
              y lo que está dudoso,
              las fuerças generosas,
              que no es honra acabar pequeñas cosas.


                           _Nimphas._

                Bien uee el enamorado,
              que el crudo amor no está en cometimientos,
              no en animo esforçado;
              está en unos tormentos,
              do los que penan más son más contentos.


                          _Pastores._

                Si algun contentamiento
              del graue mal de amor se nos recresçe,
              no es malo el pensamiento
              que a su passion se ofresce,
              mas antes es mejor quien más padesce.


                           _Nimphas._

                El más feliçe estado,
              en que pone el amor al que bien ama,
              en fin trae vn cuydado,
              que al seruidor, o dama
              ençiende allá en secreto uiua llama.
                Y el más fauoreçido,
              en un momento no es el que solia;
              que el disfauor, y oluido,
              el qual ya no temia
              silençio ponen luego en su alegria.


                          _Pastores._

                Caer de un buen estado,
              es una graue pena y importuna,
              mas no es amor culpado,
              la culpa es de fortuna,
              que no sabe exçeptar persona alguna.
                Si amor promete uida,
              injusta es esta muerte en que nos mete:
              si muerte conosçida,
              ningun yerro comete,
              que en fin nos uiene a dar lo que promete.


                            _Nimphas._

                Al fiero amor disculpan
              los que se hallan dél más sojuzgados,
              y a los esentos culpan,
              mas destos dos estados
              qualquiera escogera al de los culpados.


                           _Pastores._

                El libre y el captiuo
              hablar solo un lenguaje es escusado,
              uereys que el muerto, el biuo,
              amado, o desamado,
              cada uno habla (en fin) segun su estado.

          La sábia Feliçia, y la pastora Felismena,
          estuuieron muy atentas a la musica de las
          Nimphas y pastores, y ansi mismo a las
          opiniones que cada uno mostraua tener,
          y riendose Feliçia contra Felismena, le
          dixo al oydo. ¿Quién creera, hermosa
          pastora, que las más destas palabras
          no os an tocado en el alma? Y ella con
          mucha le respondió: han sido las palabras
          tales, que al alma a quien no tocaren, no
          deue estar tan tocada de amor, como la
          mia. Feliçia entonçes (alçando un poco
          la boz) le dixo: En estos cassos de amor
          tengo yo una regla, que siempre la he
          hallado muy uerdadera, y es, que el animo
          generoso, el entendimiento delicado, en
          esto del querer bien lleua grandissima
          uentaja, al que no lo es. Porque como el
          amor sea uirtud, y la uirtud siempre haga
          assiento en el mejor lugar, está claro,
          que las personas de suerte serán muy
          mejor enamoradas, que aquellas a quien
          esta falte. Los pastores y pastoras,
          se sintieron de lo que Feliçia dixo,
          y a Syluano le paresçio no dexalla
          sin respuesta y assi le dixo: ¿En qué
          consiste, señora, ser el animo generosa y
          el entendimiento delicado? Feliçia (que
          entendio a donde tiraua la pregunta del
          pastor) por no descontentarle respondio:
          no está en otra cosa sino en la propria
          uirtud del hombre, como es en tener el
          juyzio viuo, el pensamiento inclinado a
          cosas altas, y otras uirtudes que nasçen
          con ellos mismos. Satisfecho estoy (dixo
          Syluano) y tambien lo deuen estar estos
          pastores, porque imaginauamos que tomauas
          (o discreta Feliçia) el ualor y uirtud
          de más atras de la persona misma, digolo
          porque asaz desfauorescido de los bienes
          de naturaleza está el que los va a buscar
          en sus passados. Todas las pastoras y
          pastores mostraron gran contentamiento
          de lo que Syluano auia respondido: y
          las Nymphas se rieron mucho, de cómo
          los pastores se yuan corriendo de la
          proposiçion de la sábia Feliçia, la qual
          tomando a Felismena por la mano, la
          metio en vna camara sola, adonde era su
          aposento. Y despues de hauer passado con
          ella muchas cosas, le dio grandissima
          esperança de conseguir su desseo, y el
          virtuoso fin de sus amores, con alcançar
          por marido a don Felis. Aunque tambien le
          dixo, que esto no podia ser sin primero
          passar por algunos trabajos, los quales
          la dama tenia muy en poco, viendo el
          galardon que dellos esperaua. Feliçia
          le dixo que los vestidos de pastora se
          quitasse por entonçes, hasta que fuesse
          tiempo deboluer a ellos; y llamando a
          las tres Nimphas que en su compañia
          auian venido, hizo que la vistiessen en
          su trage natural. No fueron las Nimphas
          perezosas en hazello, ni Felismena
          desobediente a lo que Feliçia le mandó.
          Y tomandose de las manos, se entraron
          en vna recamara, a vna parte de la
          qual estaua vna puerta, y abriendo la
          hermosa Dorida, baxaron por vna escalera
          de alabastro, a vna hermosa sala, que
          en medio della auia vn estanque de vna
          clarissima agua, adonde todas aquellas
          Nimphas se bañauan. Y desnudandose assi
          ellas como Felismena se bañaron; y
          peinaron despues sus hermosos cabellos,
          y se subieron a la recamara de la sábia
          Feliçia, adonde despues de auerse vestido
          las Nimphas, vistieron ellas mismas a
          Felismena, vna ropa, y basquiña de fina
          grana: recamada de oro de cañutillo y
          aljofar, y vna cuera, y mangas de tela de
          plata emprensada: en la basquiña y ropa,
          auia sembrados a trechos vnos plumages
          de oro, en las puntas de los quales auia
          muy gruessas perlas. Y tomandole los
          cabellos con vna çinta encarnada, se los
          reboluieron a la cabeça, poniendole un
          escofion de redezilla de oro muy subtil
          y en cada lazo de la red assentado con
          gran artifiçio vn finissimo rubí, en dos
          guedellas de cabellos, que los lados
          de la cristalina frente adornauan, le
          fueron puestos dos joyeles, engastados en
          ellos muy hermosas esmeraldas y zafires
          de grandissimo preçio. Y de cada vno
          colgauan tres perlas orientales, hechas
          a manera de vellotas. Las arracadas eran
          dos nauezillas de esmeraldas, con todas
          las xarçias de cristal. Al cuello le
          pusieron un collar de oro fino, hecho
          a manera de culebra enroscada, que de
          la boca tenía colgada una aguila, que
          entre las vñas tenía un rubí grande
          de infinito preçio. Quando las tres
          Nimphas de aquella suerte la uieron,
          quedaron admiradas de su hermosura,
          luego salieron con ella a la sala, donde
          las otras Nimphas y pastores estauan, y
          como hasta entonçes fuesse tenida por
          pastora, quedaron tan admirados, que
          no sabian qué dezir. La sábia Feliçia
          mandó luego a sus Nimphas, que lleuasen
          a la hermosa Felismena y a su compañia,
          a uer la casa y templo adonde estauan,
          lo qual fue luego puesto por obra, y la
          sábia Feliçia se quedó en su aposento.
          Pues tomando Polidora y Cinthia, en
          medio a Felismena, y las otras Nimphas
          a los pastores y pastoras, que por su
          discreçion eran dellas muy estimados se
          salieron en un gran patio: cuyos arcos
          y columnas eran de marmol jaspeado, y
          las basas y chapiteles de alabastro, con
          muchos follages a la romana dorados en
          algunas partes, todas las paredes eran
          labradas de obra mosayca: las columnas
          estaban assentadas sobre Leones, Orças,
          Tigres de arambre, y tan al biuo, que
          parescia, que querian arremeter a los
          que alli entrauan: En medio del patio
          auia un padron ochauado de bronzo,
          tan alto como diez codos, ençima del
          qual estaua armado de todas armas a
          la manera antigua, el fiero Marte, a
          quien los gentiles llamauan el dios de
          las batallas. En este padron con gran
          artifiçio estauan figurados los superbos
          esquadrones romanos a una parte y a
          otra los Cartagineses, delante el vno
          estaua el brauo Hanibal, y del otro el
          valeroso Sçipion Africano, que primero
          que la edad y los años le acompañassen,
          naturaleza mostró en él gran exemplo de
          uirtud, y esfuerço. A la otra parte,
          estaua el gran Marco Furio Camillo
          conbatiendo en el alto Capitolio por
          poner en libertad a la patria, de donde
          él hauia sido desterrado. Alli estaua
          Horaçio, Muçio Sceuola, el venturoso
          Consul Marco Varron, César, Pompeyo, con
          el magno Alexandro, y todos aquellos que
          por las armas acabaron grandes hechos,
          con letreros en que se declarauan sus
          nombres, y las cosas en que cada vno más
          se auia señalado. Un poco más arriba
          destos estaua vn cauallero armado de
          todas armas, con vna espada desnuda en la
          mano, muchas cabeças de moros debaxo de
          sus pies, con vn letrero que dezia:

                Soy el Cid honra de España,
              si alguno pudo ser más,
              en mis obras lo veras.

          Al otra parte, estaua otro cauallero
          Español, armado de la misma manera,
          alçada la sobre vista y con este letrero:

                El conde fuy primero de Castilla,
              Fernan Gonzalez, alto y señalado,
              soy honra y prez de la española silla
              pues con mis hechos tanto la he ensalçado.
              Mi gran virtud sabra muy bien dezilla
              la fama que la vio, pues ha juzgado
              mis altos hechos, dignos de memoria,
              como os dira la Castellana historia.

          Junto á este estaua otro cauallero de
          gran disposiçion y esfuerços, segun en su
          aspecto lo mostraua, armado en blanco,
          y por las armas sembrados muchos Leones
          y Castillos, en el rostro mostraua una
          çierta braueza, que casi ponia pauor en
          los que lo mirauan, y el letrero dezia
          ansi:

                Bernardo del Carpio soy,
              espanto de los paganos,
              honra y prez de los christianos,
              pues que de mi esfuerço doy
              tal exemplo con mis manos:
              fama, no es bien que las calles
              mis hazañas singulares,
              y si acaso las callares,
              pregunten a Ronçesualles,
              qué fue de los doze pares.

          A la otra parte estava vn valeroso
          capitan, armado de vnas armas doradas,
          con seys vandas sangrientas por en medio
          del escudo, y por otra parte muchas
          vanderas, y vn rey preso con vna cadena,
          cuyo letrero dezia desta manera:

                Mis grandes hechos veran
              los que no los han sabido
              en que solo he meresçido,
              nombre de gran capitan,
              y tuue tan gran renombre
              en nuestras tierras y extrañas,
              que se tienen mis hazañas
              por mayores que mi nombre.

          Iunto a este valeroso capitan, estaua vn
          cauallero armado en blanco, y por las
          armas sembradas muchas estrellas, y de la
          otra parte vn Rey con tres flordelises en
          su escudo, delante del qual él rasgaua
          ciertos papeles y vn letrero que dezia:

                Soy Fonseca cuya historia
              en Europa es tan sabida,
              que aunque se acabó la uida,
              no se acaba la memoria.
              Fuy seruidor de my Rey,
              a mi patria tuue amor,
              jamas dexé por temor
              de guardar aquella ley,
              que el sieruo deue al señor.

          En otro quadro del padron, estaua vn
          cauallero armado, y por las armas
          sembrados mucho escudos pequeños de oro,
          el qual en el ualor de su persona daua
          bien a entender el alta sangre de a do
          proçedia: los ojos puestos en otros
          muchos caualleros de su antiguo linaje,
          el letrero que a sus pies tenía dezia
          desta manera:

                Don Luys de Vilanoua soy llamado
              del gran marques de Trans he proçedido,
              mi antiguedad, valor muy señalado,
              en Françia, Italia, España es conosçido,
              Bicorbe antigua casa es el estado,
              que la fortuna aora ha conçedido
              a un corazon tan alto, y sin segundo,
              que poco es para él mandar el mundo.

          Despues de auer particularmente mirado el
          padron, estos y otros muchos caualleros,
          que en él estauan esculpidos, entraron
          en vna rica sala, lo alto de la qual era
          todo de marfil, marauillosamente labrado:
          las paredes de alabastro, y en ellas
          esculpidas muchas historias antiguas, tan
          al natural, que verdaderamente paresçia
          que Lucreçia acabaua alli de darse la
          muerte, y que la cautelosa Medea deshazia
          su tela en la isla de Ithaca, y que la
          ilustre Romana se entregaua a la parca,
          por no ofender su honestidad, con la
          vista del horrible monstruo, y que la
          muger de Mauseolo estaua con grandissima
          agonia, entendiendo en que el sepulchro
          de su marido fuesse contado por vna de
          las siete marauillas del mundo. Y otras
          muchas historias y exemplos de mugeres
          castissimas, y dignas de ser su fama por
          todo el mundo esparzida, porque no tan
          solamente a alguna dellas paresçia auer
          con su uida dado muy claro exemplo de
          castidad, mas otras que con la muerte
          dieron muy grande testimonio de su
          limpieza: entre las quales estaua la
          grande española Coronel, que quiso mas
          entregarse al fuego, que dexarse vençer
          de un deshonesto apetito. Después de auer
          visto cada vna las figuras, y uarias
          historias, que por las paredes de la
          sala estauan, entraron en otra quadra
          más adentro, que segun su riqueza les
          paresçio que todo lo que auian visto era
          ayre en su comparaçion: porque todas las
          paredes eran cubiertas de oro fino, y el
          pauimiento de piedras preçiosas, entorno
          de la rica quadra estauan muchas figuras
          de damas españolas, y de otras naçiones,
          y en lo muy alto la diosa Diana, de la
          misma estatura que ella era, hecha de
          metal Corinthio, con ropas de caçadora,
          engastadas por ellas muchas piedras y
          perlas de grandissimo valor, con su
          arco en la mano, e su aljaua al cuello,
          rodeada de Nimphas más hermosas que el
          sol. En tan grande admiraçion puso a los
          pastores y pastoras, las cosas que alli
          veyan, que no sabian qué dezir: porque la
          riqueza de la casa era tan grande, las
          figuras que alli estauan tan naturales,
          el artifiçio de la quadra, y la orden
          que las damas que alli auia retratadas
          tenian, que no les paresçia poderse
          imaginar en el mundo cosa más perfecta.
          A una parte de la quadra estauan quatro
          laureles de oro esmaltados de uerde,
          tan naturales que los del campo no lo
          eran mas: y junto a ellos una pequeña
          fuente toda de fina plata: en medio de
          la qual estaua una Nimpha de oro, que
          por los hermosos pechos, vna agua muy
          clara echaua, y junto a la fuente sentado
          el çelebrado Orpheo, encantado de la
          edad que era al tiempo que su Euridiçe
          fué del importuno Aristeo requerida:
          tenía vestida vna cuera de tela de plata
          guarnesçida de perlas, las mangas le
          llegauan a medio braço solamente, y
          de alli adelante desnudos; tenia vnas
          calças hechas a la antigua, cortadas en
          la rodilla de tela de plata, sembradas en
          ellas vnas çitharas de oro, los cabellos
          eran largos y muy dorados sobre los
          quales tenía una muy hermosa guirnalda
          de laurel. En llegando a él las hermosas
          Nimphas, comenzó a tañer en una harpa que
          en las manos tenía, muy dulçemente, de
          manera que los que lo oyan, estauan tan
          agenos de si, que a nadie se le acordaua
          de cosa que por el uuiesse passado.
          Felismena se sento en un estrado, que en
          la hermosa quadra estaua todo cubierto
          de paños de brocado, y las Nimphas y
          pastoras entorno della, los pastores se
          arrimaron a la clara fuente. De la misma
          manera estauan todos oyendo al çelebrado
          Orpheo, que al tiempo que en la tierra
          de los Ciconios cantaua, quando Cipariso
          fue conuertido en Cipres y Atis en Pino.
          Luego començo el enamorado Orpheo al son
          de su harpa a cantar dulçemente, que no
          hay sabello dezir. Y boluiendo el rostro
          a la hermosa Felismena, dio prinçipio a
          los uersos siguientes:


                        CANTO DE ORPHEO
                Escucha, o Felismena, el dulçe canto
              de Orpheo, cuyo amor tan alto ha sido:
              suspende tu dolor, Seluagia, en tanto
              que canta tu amador de amor vençido;
              oluida ya, Belisa, el triste llanto,
              oyd a un triste (o Nimphas) que ha perdido
              sus ojos por mirar, y vos pastores
              dexad un poco estar el mal de amores.
              No quiero yo cantar, ni Dios lo quiera,
              aquel proçesso largo de mis males,
              ni quando yo cantaua de manera,
              que a mi traya las plantas y animales:
              ni quando a Pluton ui, que no deuiera,
              y suspendi las penas infernales,
              ni como bolui el rostro á mi señora,
              cuyo tormento aun biue hasta agora.
                Mas cantaré con boz suaue y pura,
              la grande perfeçion, la graçia estraña,
              el ser, valor, beldad sobre natura,
              de las que oy dan valor illustre a España:
              mirad pues, Nimphas, ya la hermosura
              de nuestra gran Diana y su compaña;
              que alli está el fin, alli vereys la suma
              de lo que contar puede lengua y pluma.
                Los ojos leuantad, mirando aquella
              que en la suprema silla está sentada,
              el sçeptro, y la corona junto a ella,
              y de otra parte la fortuna ayrada:
              esta es la luz de España, y clara estrella,
              con cuya absençia está tan eclipsada:
              su nombre (o Nimphas) es doña Maria
              gran Reyna, de Bohemia, de Austria Vngria.
                La otra junta a ella es doña Ioana,
              de Portugal Prinçesa, y de Castilla
              infanta, a quien quitó fortuna insana,
              el seçptro, la corona, y alta silla,
              y a quien la muerte fue tan inhumana,
              que aun ella assi se espanta y marauilla,
              de ver quan presto ensagrento sus manos
              en quien fue espejo y luz de Lusitanos.
                Mirad, Nimphas, la gran doña Maria,
              de Portugal infanta soberana,
              cuya hermosura y graçia sube oy dia
              a do llegar no puede vista humana:
              mirad que aunque fortuna alli porfia
              la vence el gran valor que della mana,
              y no son parte el hado, tiempo, y muerte,
              para vençer su grand bondad y suerte.
                Aquellas dos que tiene alli a su lado,
              y el resplandor del sol han suspendido,
              las mangas de oro, sayas de brocado,
              de perlas y esmeraldas guarnesçido:
              cabellos de oro fino, crespo ondado,
              sobre los hombros suelto y esparzido,
              son hijas del infante Lusitano,
              Duarte valeroso y gran Christiano.
                Aquellas dos Duquesas señaladas
              por luz de hermosura en nuestra España,
              que alli veys tan al biuo debuxadas
              con vna perfeçion, y graçia estraña,
              de Najara y de Sessa son llamadas,
              de quien la gran Diana se acompaña,
              por su bondad, valor y hermosura,
              saber, y discreçion sobre natura.
                ¿Ueys vn valor, no vista en otra alguna,
              ueys vna perfeçion jamas oyda,
              ueys una discreçion, qual fue ninguna,
              de hermosura y graçia guarnescida?
              ¿ueys la que está domando a la fortuna
              y a su pesar la tiene alli rendida?
              la gran doña Leonor Manuel se llama,
              de Lusitania luz que al orbe inflama.
                Doña Luisa Carrillo, que en España
              la sangre de Mendoça ha esclareçido:
              de cuya hermosura y graçia extraña,
              el mismo amor, de amor está uençido,
              es la que a nuestra Dea ansi acompaña
              que de la uista nunca la ha perdido:
              de honestas y hermosas claro exemplo,
              espejo y clara luz de nuestro templo.
                ¿Ueys una perfeçion tan acabada
              de quien la misma fama está embidiosa?
              ¿ueys una hermosura más fundada
              en graçia y discreçion que en otra cosa,
              que con razon obliga a ser amada
              porque es lo menos de ella el ser hermosa?
              es doña Eufrasia de Guzman su nombre,
              digna de inmortal fama y gran renombre.
                Aquella hermosura peregrina
              no uista en otra alguna sino en ella,
              que a qualquier seso apremia y desatina,
              y no hay poder de amor que apremie el della,
              de carmesí uestida y muy más fina
              de su rostro el color que no el de aquella,
              doña Maria de Aragon se llama,
              en quien se ocupará de oy más la fama.
                ¿Sabeys quién es aquella que señala
              Diana, y nos la muestra con la mano,
              que en graçia y discreçion a ella yguala,
              y sobrepuja a todo ingenio humano,
              y aun ygualarla en arte, en ser y en gala,
              sería (segun es) trabajo en uano?
              doña Ysabel Manrique y de Padilla,
              que al fiero Marte uenze y marauilla.
                Doña Maria Manuel y doña Ioana
              Osorio, son las dos que estays mirando
              cuya hermosura y graçia sobre humana,
              al mismo Amor de amor está matando:
              y esta nuestra gran Dea muy vfana,
              de ueer a tales dos de nuestro uando,
              loallas, segun son es escusado:
              la fama y la razon ternan cuydado.
                Aquellas dos hermanas tan nombradas
              cada una es una sola y sin segundo,
              su hermosura y graçias extremadas,
              son oy en dia un sol que alumbra el mundo,
              al biuo me paresçen trasladadas,
              de la que a buscar fuy hasta el profundo:
              doña Beatriz Sarmiento y Castro es una
              con la hermosa hermana qual ninguna.
                El claro sol que ueys resplandeçiendo
              y acá, y allá sus rayos ya mostrando,
              la que del mal de amor se está riendo,
              del arco, aljaua y flechas no curando,
              cuyo diurno rostro está diziendo,
              muy más que yo sabré dezir loando,
              doña Ioana es de Çarate, en quien vemos
              de hermosura y graçia los extremos.
                Doña Anna Osorio y Castro está cabe ella
              de gran valor y graçia acompañada,
              ni dexa entre las bellas de ser bella,
              ni en toda perfeçion muy señalada,
              mas su infelize hado vsó con ella
              de una crueldad no vista ni pensada,
              porque al ualor, linaje y hermosura
              no fuesse ygual la suerte, y la uentura.
                Aquella hermosura guarnecida
              de honestidad, y graçia sobre humana,
              que con razon y causa fue escogida
              por honra y prez del templo de Diana,
              contino uençedora, y no uençida
              su nombre (o Nimphas) es doña Iuliana,
              de aquel gran Duque nieta y Condestable,
              de quien yo callaré, la fama hable[1256].
                Mirad de la otra parte la hermosura
              de las illustres damas de Valençia,
              a quien mi pluma ya de oy mas procura
              perpetuar su fama y su excelençia:
              aqui, fuente Helicona, el agua pura
              otorga, y tú, Minerua, enpresta sçiençia,
              para saber dezir quién son aquellas
              que no hay cosa que ver despues de vellas.
                Las cuatro estrellas ved resplandesçientes
              de quien la fama tal ualor pregona
              de tres insignes reynos desçendientes,
              y de la antigua casa de Cardona,
              de la vna parte Duques exçelentes,
              de otra el trono, el sçeptro, y la corona,
              del de Segorbe hijas, cuya fama
              del Borea al Austro, al Euro se derrama.
                La luz del orbe con la flor de España,
              el fin de la beldad y hermosura,
              el coraçon real que le acompaña,
              el ser, valor, bondad sobre natura,
              aquel mirar que en verlo desengaña,
              de no poder llegar alli criatura:
              doña Anna de Aragon se nombra y llama,
              a do por el amor, cansó la fama.
                Doña Beatrix su hermana junto della
              vereys, si tanta luz podeys miralla:
              quien no podré alabar, es sola ella,
              pues no ay podello hazer, sin agrauialla:
              a aquel pintor que tanto hizo en ella,
              le queda el cargo de poder loalla,
              que a do no llega entendimiento humano
              llegar mi flaco ingenio, es muy en vano.
                Doña Françisca d'Aragon quisiera
              mostraros, pero siempre está escondida:
              su vista soberana es de manera,
              que a nadie que la vee dexa con vida:
              por esso no paresçe. ¡Oh quién pudiera
              mostraros esta luz, que al mundo oluida,
              porque el pintor que tanto hizo en ella,
              los passos le atajó de meresçella.
                A doña Madalena estays mirando
              hermana de las tres que os he mostrado,
              miralda bien, uereys que está robando
              a quien la mira, y biue descuydado:
              su grande hermosura amenazando
              está, y el fiero amor el arco armado,
              porque no pueda nadie, ni aun miralla,
              que no le rinda o mate sin batalla.
                Aquellos dos luzeros que a porfia
              acá, y allá sus rayos uan mostrando,
              y a la exçelente casa de Gandia,
              por tan insigne y alta señalando,
              su hermosura y suerte sube oy dia
              muy más que nadie sube imaginando:
              ¿quién uee tal Margareta y Madalena,
              que tema del amor la horrible pena?
                Quereys, hermosas Nimphas, uer la cosa,
              que el seso más admira y desatina?
              mirá una Nimplia más que el sol hermosa,
              pues quién es ella, o él jamas se atina:
              el nombre desta fenix tán famosa,
              es en Valençia doña Cathalina
              Milan, y en todo el mundo es oy llamada
              la más discreta, hermosa y señalada.
                Alçad los ojos, y vereis de frente
              del caudaloso rio y su ribera,
              peynando sus cabellos, la exçelente
              doña Maria Pexon y Çanoguera
              cuya hermosura y gracia es euidente,
              y en discreçion la prima y la primera:
              mirad los ojos, rostro cristallino,
              y aquí puede hazer fin uuestro camino.
                Las dos mirad que están sobrepujando,
              a toda discreçion y entendimiento,
              y entre las más hermosas señalando
              se uan, por solo vn par, sin par ni cuento,
              los ojos que las miran sojuzgando:
              pues nadie las miró que biua essento:
              ¡ued qué dira quien alabar promete
              las dos Beatrizes, Vique y Fenollete!
                Al tiempo que se puso alli Diana,
              con su diuino rostro y excelente
              salió un luzero, luego una mañana
              de Mayo muy serena y refulgente:
              sus ojos matan y su uista sana,
              despunta alli el amor su flecha ardiente,
              su hermosura hable, y testifique
              ser sola y sin ygual doña Anna Vique.
                Bolued, Nimphas, uereys doña Teodora
              Carroz, que del valor y hermosura
              la haze el tiempo reyna y gran señora
              de toda discreçion y graçia pura:
              qualquiera cosa suya os enamora,
              ninguna cosa nuestra os assegura,
              para tomar tan grande atreuimiento,
              como es poner en ella el pensamiento.
                Doña Angela de Borja contemplando
              uereys que está (pastores) en Diana,
              y en ella la gran dea está mirando
              la graçia y hermosura soberana:
              Cupido alli a sus pies está llorando,
              y la hermosa Nimpha muy ufana,
              en uer delante della estar rendido
              aquel tyrano fuerte y tan temido.
                De aquella illustre cepa Çanoguera,
              salio una flor tan extremada y pura,
              que siendo de su edad la primauera,
              ninguna se le yguala en hermosura:
              de su excelente madre es heredera,
              en todo quanto pudo dar natura,
              y assi doña Hieronyma ha llegado
              en graçia y disceçion al sumo grado.
                ¿Quereys quedar (o Nimphas) admiradas,
              y uer lo que a ninguna dió uentura:
              quereys al puro extremo uer llegados
              ualor, saber, bondad y hermosura?
              mirad doña Veronica Marradas,
              pues solo uerla os dize y assegura
              que todo sobra, y nada falta en ella,
              sino es quien pueda (o piense) meresçella.
                Doña Luysa Penarroja uemos
              en hermosura y graçia más que humana,
              en toda cosa llega los estremos,
              y a toda hermosura uençe y gana:
              no quiere el crudo amor que la miremos
              y quien la uió, si no la uee, no sana:
              aunque despues de uista el crudo fuego
              en su vigor y fuerça buelue luego.
                Ya ueo, Nimphas, que mirays aquella
              en quien estoy continuo contemplando,
              los ojos se os yran por fuerça a ella,
              que aun los del mismo amor está robando:
              mirad la hermosura que ay en ella,
              mas ued que no çegueys quiçá mirando
              a doña Ioana de Cardona, estrella
              que el mismo amor está rendido a ella.
                Aquella hermosura no pensada
              que ueys, si uerla cabe en nuestro uaso:
              aquella cuya suerte fue estremada
              pues no teme fortuna, tiempo o caso,
              aquella discreçion tan leuantada,
              aquella que es mi musa y mi parnaso:
              Ioanna Anna, es Catalana, fin y cabo
              de lo que en todas por estremo alabo.
                Cabe ella está un estremo no uicioso,
              mas en uirtud muy alto y estremado,
              disposiçion gentil, rostro hermoso,
              cabellos de oro, y cuello delicado,
              mirar que alegra, mouimiento ayroso,
              juyzio claro y nombre señalado,
              doña Angela Fernando, aquien natura
              conforme al nombre dio la hermosura.
                Vereys cabe ella doña Mariana,
              que de ygualalle nadie está segura;
              miralda junto a la exçelente hermana,
              uereys en poca edad gran hermosura,
              uereys con ella nuestra edad ufana,
              uereys en pocos años gran cordura,
              uereys que son las dos el cabo y summa
              de quanto dezir puede lengua y pluma.
                Las dos hermanas Borjas escogidas,
              Hippolita, Ysabel, que estays mirando,
              de graçia y perfeçion tan guarnesçidas,
              que al sol su resplandor está çegando,
              miraldas y uereys de quantas uidas
              su hermosura siempre ua triumphando:
              mirá los ojos, rostro, y los cabellos,
              que el oro queda atras y passan ellos.
                Mirad doña Maria Çanoguera,
              la qual de Catarroja es oy señora,
              cuya hermosura y graçia es de manera,
              que a toda cosa uençe y la enamora:
              su fama resplandeçe por do quiera
              y su uirtud la ensalça cada hora,
              pues no ay qué dessear despues de uella,
              ¿quién la podrá loar sin offendella?
                Doña Ysabel de Borja está defrente
              y al fin y perfeçion de toda cosa,
              mira la graçia, el ser, y la exçelente
              color más biua que purpurea rosa,
              mirad que es de uirtud y graçia fuente,
              y nuestro siglo illustre en toda cosa:
              al cabo está de todas su figura,
              por cabo y fin de graçia y hermosura.
                La que esparzidos tiene sus cabellos
              con hilo de oro fino atras tomados,
              y aquel diuino rostro, que él y ellos
              a tantos coraçones trae domados,
              el cuello de marfil, los ojos bellos,
              honestos, baxos, uerdes, y rasgados,
              doña Ioana Milan por nombre tiene,
              en quien la uista pára y se mantiene,
                Aquella que alli ueys, en quien natura
              mostró su sçiençia ser marauillosa,
              pues no ay pasar de alli en hermosura,
              no ay más que dessear a una hermosa:
              cuyo ualor, saber, y gran cordura
              leuantarán su fama en toda cosa,
              doña Mençia se nombra Fenollete,
              a quien se rinde amor y se somete.

          La cançion del çelebrado Orpheo, fue tan
          agradable a los oydos de Felismena, y de
          todos los que la oyan, que assi los tenia
          suspensos, como si por ninguno de ellos
          uuiera passado más de lo que presente
          tenian. Pues auiendo muy particularmente
          mirado el rico aposento, con todas las
          cosas que en él auia que uer, salieron
          las Nymphas por una puerta de la gran
          sala, y por otra de la sala a un hermoso
          jardin, cuya uista no menos admiraçion
          les causó que lo que hasta alli auian
          uisto, entre cuyos arboles y hermosas
          flores auia muchos sepulchros de nimphas
          y damas, las quales auian con gran
          limpieça conseruado la castidad deuida
          a la castissima diosa. Estauan todos
          los sepulchros coronados de enredosa
          yedra, otros de olorosos arrayhanes,
          otros de uerde laurel. De más desto auia
          en el hermoso jardin muchas fuentes de
          alabastro, otras de marmol jaspeado, y
          de metal, debaxo de parrales, que por
          ençima de artifiçiosos arcos estendian
          todas sus ramas, los myrthos hazian
          cuatro paredes almenadas, y por ençima de
          las almenas, paresçian muchas flores de
          jazmin, madreselua, y otras muy apazibles
          a la uista. En medio del jardin estaua
          una piedra negra, sobre quatro pilares de
          metal, y en medio de ella un sepulchro de
          jaspe, que quatro Nimphas de alabastro
          en las manos sostenian, entorno dél
          estauan muchos blandones, y candeleros
          de fina plata, muy bien labrados, y en
          ellos hachas blancas ardiendo. En torno
          de la capilla auia algunos bultos de
          caualleros, otros de marmol jaspeado, y
          de otras diferentes materias. Mostrauan
          estas figuras tan gran tristeza en el
          rostro, que la pusieron en el coraçon de
          la hermosa Felismena, y de todos los que
          el sepulchro veyan. Pues mirandolo muy
          particularmente, vieron que a los pies
          dél, en una tabla de metal que una muerte
          tenía en las manos, estaua este letrero:

                Aqui reposa doña Catalina
              de Aragon y Sarmiento cuya fama,
              al alto çielo llega, y se auezina,
              y desde el Borea al Austro se derrama:
              matéla, siendo muerte, tan ayna,
              por muchos que ella ha muerto, siendo dama,
              acá está el cuerpo, el alma allá en el çielo,
              que no la meresçio gozar el suelo.

          Despues de leydo el Epigramma, vieron
          cómo en lo alto del sepulchro estaua vna
          aguda de marmol negro, con vna tabla de
          oro en las vñas, y en ella estos uersos.

                Qual quedaria (o muerte) el alto çielo
              sin el dorado Apollo y su Diana
              sin hombre, ni animal el baxo suelo,
              sin norte el marinero en mar insana,
              sin flor, ni yerua el campo y sin consuelo,
              sin el roçio d'aljofar la mañana,
              assi quedó el ualor, la hermosura,
              sin la que yaze en esta sepultura.

          Quando estos dos letreros vuieron leydo,
          y Belisa entendido por ellos quién
          era la hermosa Nimpha que alli estaua
          sepultada, y lo mucho que nuestra España
          auia perdido en perdella, acordandosele
          de la temprana muerte del su Arsileo, no
          pudo dexar de dezir con muchas lagrimas:
          Ay muerte, quán fuera estoy de pensar,
          que me as de consolar con males agenos!
          Dueleme en estremo lo poco que se gozó
          tan gran ualor y hermosura como esta
          Nimpha me dizien que tenía, porque ni
          estaua presa de amor, ni nadie meresçio
          que ella lo estuuiesse. Que si otra
          cossa entendiera, por tan dichosa la
          tuuiera yo en morirse, como a mí por
          desdichada en uer, o cruda muerte, quan
          poco caso hazes de mi: pues lleuandome
          todo mi bien, me dexas, no para más, que
          para sentir esta falta. O mi Arsileo, o
          disçreçion jamás oyda, o el más claro
          ingenio que naturaleza pudo dar. ¿Qué
          ojos pudieron uerte, qué animo pudo
          suffrir tu desastrado fin? O Arsenio,
          Arsenio, Arsenio quan poco pudiste
          suffrir la muerte del desastrado hijo,
          teniendo más ocasion de suffrirla que yo?
          ¿Por qué (cruel Arsenio) no quesiste que
          yo partiçipasse de dos muertes, que por
          estoruar la que menos me dolia, diera
          yo çien mil vidas, si tantas tuuiera? A
          Dios, bienauenturada Nimpha, lustre y
          honrra de la real casa de Aragon, Dios
          dé gloria a tu anima, y saque la mia de
          entre tantas desuenturas. Despues Belisa
          vuo dicho estas palabras, y despues de
          auer uisto otras muchas sepulturas,
          muy riquissimamente labradas, salieron
          por una puerta falsa que en el jardin
          estaua, al verde prado: adonde hallaron
          a la sabia Feliçia, que sola se andaua
          recreando: la qual los reçibio con muy
          buen semblante. Y en quanto se hazia hora
          de çenar, se fueron a vna gran alameda,
          que çerca de alli estaua, lugar donde las
          Nimphas del sumptuoso templo, algunos
          dias salian a recrearse. Y sentados en
          un pradezillo, çercado de uerdes salzes,
          començaron a hablar vnos con otros:
          cada vno en la cosa que más contento le
          daua. La sábia Feliçia llamó junto a
          si al pastor Sireno, y a Felismena. La
          Nimpha Dorida, se puso con Syluano hazia
          vna parte del verde prado, y las dos
          pastoras, Seluagia, y Belisa, con las
          más[1257] hermosas Nimphas, Cinthia y
          Polydora, se apartaron haçia otra parte:
          de manera que aunque no estauan vnos
          muy lexos de los otros, podian muy bien
          hablar, sin que estoruasse vno lo que el
          otro dezia. Pues queriendo Sireno, que la
          platica, y conuersaçion se conformasse
          con el tiempo y lugar, y tambien con
          la persona a quien hablaua, començo a
          hablar desta manera: No me paresçe fuera
          de proposito, señora Feliçia, preguntar
          yo una cosa que jamás pude llegar al
          cabo del conosçimiento della: y es esta:
          Affirman todos los que algo entienden,
          que el uerdadero amor nasçe de la razon:
          y si esto es ansi, quál es la causa
          porque no hay cosa mas desenfrenada en
          el mundo, ni que menos se dexe gouernar
          por ella? Feliçia le respondió: Assi
          como essa pregunta es más que de pastor:
          assi era neçessario que fuesse más que
          muger la que a ella respondiesse, mas con
          lo poco que yo alcanço, no me paresçe
          que porque el amor tenga por madre a la
          razon, se ha de pensar que él se limite,
          ni gouierne por ella. Antes has de
          presuponer, que despues que la razon del
          conosçimiento lo ha engendrado las menos
          uezes quiere que lo[1258] gouierne. Y es
          de tal manera desenfrenado, que las más
          de las ueces uiene en daño y perjuyzio
          del amante, pues por la mayor parte, los
          que bien aman, se uienen a desamar a si
          mismos, que es contra razon, y derecho de
          naturaleza. Y esta es la causa, porque
          le pintan çiego, y falto de toda razon.
          Y como su madre Venus tiene los ojos
          hermosos, ansi él dessea siempre lo más
          hermoso. Pintanlo desnudo, porque el buen
          amor, ni puede dissimularse con la razon,
          ni encubrirse con la prudençia. Pintanle
          con alas, porque ueloçissimamente entra
          en el anima del amante: y quanto más
          perfecto es, con tanto mayor ueloçidad y
          enagenamiento de si mismo, va a buscar
          la persona amada: por lo qual dezia
          Euripides, que el amante biuia en el
          cuerpo del amado. Pintanlo ansi mismo
          flechando su arco, porque tira derecho
          al coraçon, como a proprio blanco, y
          tambien porque la llaga de amor, es como
          la que haze la saeta, o flecha en la
          entrada, y profunda en lo intrinseco del
          que ama. Es esta llaga difficil de uer,
          mala de curar, y muy tardia en el sanar.
          De manera, Sireno, que no deue admirarte,
          aunque el perfecto amor sea hijo de
          razon, que no se gouierne por ella,
          porque no hay cosa que despues de nasçida
          menos corresponda al origen de adonde
          nasçio. Algunos dizen, que no es otra
          la differençia entre el amor uiçioso,
          y el que no lo es, sino que el uno se
          gouierna por razon, y el otro no se dexa
          gouernar por ella, y engañanse: porque
          aquel exçesso, y impetu no es más propio
          del amor deshonesto, que del honesto:
          antes es vna propriedad de qualquier
          genero de amor: saluo que el uno haze la
          uirtud mayor y en el otro acresçienta
          mas el uiçio. Quién puede negar que en
          el amor que uerdaderamente se honesta,
          no se hallen marauillosos y exçessiuos
          effectos? Preguntenlo a muchos que por
          solo el amor de Dios no hizieron cuenta
          de sus personas, ni estimaron por él
          perder la uida (aunque sabido el premio
          que por ello se esperaua, no dauan mucho)
          pues quántos han procurado consumir sus
          personas, y acabar sus uidas, inflamados
          del amor de la uirtud, de alcançar fama
          gloriosa? Cosa que la razon ordinaria no
          permite, antes guia qualquiera effecto,
          de manera que la uida pueda honestamente
          conseruarse. Pues quántos exemplos te
          podria yo traer de muchos que por solo
          el amor de sus amigos, perdieron la uida,
          y todo lo más que con ella se pierde:
          Dexemos este amor, boluamos al amor del
          hombre con la muger. Has de saber, que
          si el amor que el amador tiene a su
          dama (aunque inflamado en desenfrenada
          affiçion) nasçe de la razon, y del
          uerdadero conosçimiento y juyzio: que
          por solas sus uirtudes la juyzgue digna
          de ser amada: que este tal amor (a mi
          paresçer, y no me engaño) no es illiçito,
          ni deshonesto, porque todo el amor desta
          manera, no tira a otro fin, sino a querer
          la persona por ella misma, sin esperar
          otro interesse ni galardon de sus amores.
          Ansi que esto es lo que me paresçe que
          se puede responder a lo que en este caso
          me has preguntado. Sireno entonces le
          respondio: Yo estoy, discreta señora,
          satisfecho de lo que desseaua entender,
          y ansi creo que lo estare (segun tu
          claro juyzio) de todo lo que quisiera
          saber de ti: aunque otro entendimiento
          era menester más abundante que el mio,
          para alcançar lo mucho que tus palabras
          comprehenden. Syluano, que con Polidora
          estaua hablando, dezia: Marauillosa cosa
          es (hermosa Nimpha) ver lo que sufre vn
          triste coraçon, que a los trançes de amor
          está subjecto, porque el menor mal que
          haze, es quitarnos el juyzio, perder la
          memoria de toda cosa, y henchir la de
          solo él: buelue ageno de si todo hombre,
          y proprio de la persona amada. Pues qué
          hará el desuenturado, que se vee enemigo
          de plazer, amigo de soledad, lleno de
          passiones, çercado de temores, turbado de
          spiritu, martyrizado del seso, sustentado
          de esperança, fatigado de pensamientos,
          affligido de molestias, traspassado de
          çelos, lleno perpetuamente de sospiros,
          enojos, y agrauios que jamás le faltan?
          Y lo que más me marauillo es que siendo
          este amor tan intolerable y estremado en
          crueldad, no quiera el spiritu apartarse
          dél ni lo procure: mas antes tenga por
          enemigo a quien se lo aconseja. Bien está
          todo (dixo Polidora) pero yo sé muy bien
          que por la mayor parte los que aman,
          tienen más de palabras que de passiones.
          Señal es essa (dixo Syluano) que no las
          sabes sentir, pues no las puedes creer,
          y bien paresçe que no has sido tocado
          deste mal, ni plega a Dios que lo seas:
          el qual ninguno lo puede creer, ni la
          calidad, y multitud de los males que dél
          proçeden, sino el que partiçipa dellos.
          ¿Cómo que piensas tú (hermosa Nimpha)
          que hallandose continuamente el amante
          confusa la razon, occupada la memoria,
          enagenada la fantasia y el sentido
          del exçessiuo amor fatigado, quedará
          la lengua tan libre que pueda fingir
          pasiones, ni mostrar otra cosa de lo que
          siente? Pues no te engañes en esso, que
          yo te digo que es muy al reues de lo que
          tú lo imaginas. Vesme aqui donde estoy
          que verdaderamente ninguna cosa ay en
          mi, que se pueda gouernar por razon, ni
          aun la podrá auer en quien tan ageno
          estuuiere de su libertad como yo: porque
          todas las subiectiones corporales dexan
          libre (a lo menos) la voluntad, mas la
          subjection de amor es tal, que la primera
          cosa que haze, es tomaros possesion
          della, y quieres tú, pastora, que forme
          quexas, y finja sospiros, el que desta
          manera se vee tratado? Bien paresçe en
          fin que estás libre de amor, como yo
          poco ha te dezia. Polidora le respondio:
          yo conozco, Syluano, que los que aman,
          reçiben muchos trabajos, y affliçiones,
          todo el tiempo que no alcançan lo que
          dessean: pero despues de conseguida la
          cosa desseada, se les buelue en descanso
          y contentamiento. De manera que todos
          los males que passan, más proceden del
          desseo, que de amor que tengan a lo que
          dessean. Bien paresçe que hablas en
          mal que no tienes experimentado (dixo
          Syluano) porque el amor de aquellos
          amantes cuyas penas çessan despues de
          auer alcançado lo que dessean, no proçede
          su amor de la razon, sino de un apetito
          baxo y deshonesto. Seluagia, Belisa y la
          hermosa Ciuthia, estauan tratando, quál
          era la razon, porque en absencia las más
          de las uezes se resfriaua el amor. Belisa
          no podia creer que por nadie passasse
          tan gran deslealtad, diziendo: que pues
          siendo muerto el su Arsileo, y estando
          bien segura de no uerle más, le tenía el
          mismo amor que quando biuia, que ¿cómo
          era possible, ni se podia suffrir, que
          nadie oluidasse en absençia los amores,
          que algun tiempo esperasse ver? La Nimpha
          Ciuthia le respondio: no podré, Belisa,
          responderte con tanta sufiçiençia como
          por uentura la materia lo requeria, por
          ser cosa que no se puede esperar del
          ingenio de vna Nimpha como yo. Mas lo
          que a mi me paresçe es que quando uno se
          parte de la presençia de quien quiere
          bien la memoria le queda por ojos: pues
          solamente con ella uee lo que dessea.
          Esta memoria tiene cargo de representar
          al entendimiento lo que contiene en sí,
          y del entenderse la persona que ama,
          uiene la uoluntad, que es la terçera
          potentia del ánima, a engendrar el desseo
          mediante el qual tiene el ausente pena
          por uer aquel que quiere bien. De manera
          que todos estos effectos se deriuan de
          la memoria, como de una fuente, donde
          nasçe el prinçipio del desseo. Pues aueys
          de saber aora, hermosas pastoras, que
          como la memoria sea una cosa, que cuanto
          más va, más pierde su fuerça y uigor
          oluidandose de lo que le entregaron los
          ojos: ansi tanbien lo pierden las otras
          potençias, cuyas obras en ella tenian
          su prinçipio, de la misma manera que a
          los rios se les acabaria su corriente,
          si dexassen de manar las fuentes adonde
          nasçen. Y si como esto se entiende en el
          que parte se entendiera tambien en el
          que queda. Y pensar tú, hermosa pastora,
          que el tiempo no curaria tu mal, si
          dexasses el remedio dél en manos de la
          sábia Feliçia, será muy gran engaño:
          porque ninguno ay, a quien ella no dé
          remedio, y en el de amores más que en
          todos los otros. La sábia Feliçia, que
          aunque estaua algo apartada, oyó lo que
          Cinthia dixo, le respondio: No seria
          pequeña crueldad poner yo el remedio, de
          quien tanto lo ha menester, en manos de
          medio tan espacioso, como es el tiempo.
          Que puesto caso que algunas uezes no lo
          sea, en fin, las enfermedades grandes, si
          otro remedio no tienen sino el suyo, se
          an de gastar tan despaçio que primero que
          se acaben, se acabe la uida de quien las
          tiene. Y porque mañana pienso entender
          en lo que toca al remedio de la hermosa
          Felismena, y de toda su compañia, y los
          rayos del dorado Apollo paresce que uan
          ya dando fin a su jornada, será bien que
          nosotros lo demos a nuestra platica,
          y nos uamos a mi aposento, que ya la
          çena pienso que nos está aguardando. Y
          ansi se fueron en casa de la gran sábia
          Feliçia, donde hallaron ya las mesas
          puestas, debaxo de unos uerdes parrales
          que estauan en un jardin que en la casa
          auia.[1259] Y acabando de çenar, la sábia
          Feliçia rogo a Felismena que contasse
          alguna cosa, ora fuesse hystoria, o
          algun acresçimiento, que en la prouinçia
          de Vandalia uuiesse sucçedido. Lo qual
          Felismena hizo, y con muy gentil graçia
          començo a contar lo presente:

          En tiempo del ualeroso infante don
          Fernando, que despues fue Rey de Aragon,
          uuo un cauallero en España llamado
          Rodrigo de Naruaez: cuya uirtud y
          esfuerço fue tan grande, que ansi en la
          guerra, como en la paz alcançó nonbre muy
          prinçipal entre todos los de su tienpo,
          y señaladamente se mostró quando el
          dicho señor infante ganó de poder de los
          moros la çiudad de Antequera: dando a
          entender en muchas empresas y hechos de
          armas que en esta guerra sucçedieron, un
          animo muy entero, vn coraçon inuençible,
          y una liberalidad, mediante la qual el
          buen capitan no solo es estimado de su
          gente: mas aun la agena haze suya. A cuya
          causa meresçio que despues de ganada
          aquella tierra en recompensa (aunque
          desygual a sus exçelentes hechos) se
          le dio la alcaydia y defensa della. Y
          junto a esto, se le dió tambien la de
          Alora, donde estuuo lo más del tiempo,
          con çinquenta hidalgos escogidos a
          sueldo del rey, para defensa y seguridad
          de la fuerça. Los quales con el buen
          gouierno de su capitan emprendian muy
          ualerosas empresas en defençion de la
          fe christiana, saliendo con mucha honra
          dellas, y perpetuando su fama con los
          señalados hechos que en ellos hazian.
          Pues como sus animos fuessen tan enemigos
          de la oçiosidad, y el exerçiçio de las
          armas fuese tan acçepto al coraçon del
          ualeroso Alcayde, vna noche del uerano,
          cuya claridad y frescura de un blando
          viento combidaua a no dexar de gozalla,
          el Alcayde con nueue de sus caualleros,
          porque los demas quedassen en guarda de
          la fuerça armados a punto de guerra, se
          salieron de Alora, por uer si los moros
          sus fronteros se descuydauan, y confiados
          en ser de noche, passauan por algun
          camino, de los que çerca de la villa
          estauan. Pues yendo los nueue caualleros
          y su capitan ualeroso con todo el secreto
          possible, y con muy gran cuydado de
          no ser sentidos, llegaron a donde el
          camino por do yua se repartia en dos, y
          despues de tener su consejo, acordaron de
          repartirse çinco por cada uno, con tal
          orden que si los unos se uiessen en algun
          aprieto, tocando una corneta, serian
          socorridos de los otros. Y desta manera
          el Alcayde, y los quatro dellos echaron a
          la vna mano, y los otros çinco a la otra,
          los quales yendo por el camino, hablando
          en diuersas cosas y desseando cada vno
          dellos hallar en qué emplear su persona,
          y señalarse, como cada dia acostunbrauan
          hazer, oyeron no muy lexos de si vna boz
          de hombre que suauissimamente cantaua,
          y de quando en quando daua vn suspiro,
          que del alma le salia, en el qual daua
          muy bien a entender que alguna passion
          enamorada le occupaua el pensamiento.
          Los caualleros que esto oyeron, se meten
          entre un arboleda que cerca del camino
          auia, y como la luna fuesse tan clara
          que el dia no lo era más, uieron uenir
          por el camino donde ellos yuan un moro
          tan gentil hombre y bien tallado, que
          su persona daua bien a entender que
          deuia ser de gran linaje y esfuerço:
          uenia en un gran cauallo ruoçio rodado,
          uestida una marlota y albornoz de damasco
          carmesi, con rapaçejos de oro, y las
          labores dél çercadas de cordonçillos
          de plata. Traya en la cinta un hermoso
          alfanje con muchas borlas de seda y oro,
          en la cabeça una toca Tunezi de seda y
          algodon listada de oro y rapaçejos de lo
          mismo, la qual dandole muchas bueltas
          por la cabeça le seruia de ornamento y
          defensa de su persona. Traya una adarga
          en el braço yzquierdo muy grande, y en la
          derecha mano vna lança de dos hierros.
          Con tan gentil ayre, y continente uenia
          el enamorado moro, que no se podia más
          dessear, y aduertiendo a la cançion que
          dezia, oyeron que el romançe (aunque en
          arabigo le dixesse) era este:

                En Cartama me he criado,
              nasçi en Granada primero,
              mas fuy de Alora frontero,
              y en Coyn enamorado.
                Aunque en Granada nasçi,
              y en Cartama me crié,
              en Coyn tengo mi fe,
              con la libertad que di,
              alli biuo adonde muero,
              y estoy do está mi cuydado,
              y de Alora soy frontero,
              y en Coyn enamorado.

          Los cinco caualleros que quiça de
          las passiones enamoradas tenian poca
          experiençia, o ya que la tuuiessen,
          tenian más ojo al interesse que tan
          buena presa les prometia, que a la
          enamorada cançion del moro, saliendo de
          la emboscada, dieron con gran impetu
          sobre él; mas el valiente moro que en
          semejantes cosas era esperimentado
          (aunque entonces el amor fuesse señor de
          sus pensamientos) no dexó de boluer sobre
          sí con mucho animo, y con la lança en la
          mano, comiença a escaramuçar con todos
          los çinco christianos, a los quales muy
          en breue dió a conosçer que no era menos
          ualiente que enamorado. Algunos dizen que
          uinieron a él uno a uno, pero los que
          han llegado al cabo con la uerdad desta
          historia, no dizen sino que fueron todos
          juntos, y es razonable cosa de creer que
          para prendelle yrian todos, y que quando
          uiessen que se defendia, se apartarian
          los quatro. Como quiera que sea, él los
          puso en tanta neçessidad que derribando
          los tres, los otros dos cometian con
          grandissimo animo, y no era menester
          poco segun el ualiente aduersario
          que tenían, porque puesto caso que
          anduuiesse herido en un muslo, aunque no
          de herida peligrosa, no era su esfuerço
          de manera que aun las heridas mortales
          le pudiessen espantar, pues auiendo
          perdido su lança, puso las piernas al
          cauallo, haziendo muestra de huyr: los
          dos caualleros lo seguian, y él buelue
          a passar entrellos como un rayo, y en
          llegando a donde estaua uno de los tres
          quél auia derribado, se dexó colgar del
          cauallo, y tomando la lança se boluio a
          endereçar con gran ligereza en la silla.
          A esta hora, vno de los dos escuderos
          tocó el cuerno, y él se vino a ellos, y
          los traya de manera que si aquella hora
          el ualeroso Alcayde no llegara, lleuaran
          el camino de los tres compañeros que en
          el campo estauan tendidos. Pues como el
          Alcayde llegó, y vido que ualerosamente
          el moro se combatia tuuolo en mucho, y
          desseó en extremo prouarse con él, y
          muy cortesemente le dixo: Por çierto,
          cauallero, no es vuestra valentia y
          esfuerço de manera que no se gane mucha
          honra en uenceros, y si esta la fortuna
          me otorgasse no ternia mas que pedille:
          mas aunque sé el peligro a que me pongo
          con quien tan bien se sabe defender, no
          dexaré de hazello, pues que ya en el
          acometello no puede dexar de ganarse
          mucho. Y diziendo esto, hizo apartar los
          suyos, poniendose el vençido por premio
          del uencedor. Apartados que fueron,
          la escaramuça entre los dos ualientes
          caualleros se començo. El ualeroso
          Naruaez desseaua la victoria, porque
          la valentia del Moro le acresçentaua
          la gloria que con ella esperaua. El
          esforçado Moro, no menos que el Alcayde
          la desseaua, y no con otro fin, sino
          de conseguir el de su esperança. Y
          ansi andauan los dos tan ligeros en el
          herirse y tan osados en acometerse, que
          si el cansancio passado y la herida que
          el Moro tenía no se lo estoruara, con
          dificultad uuiera el Alcayde victoria
          de aquel hecho. Mas esto, y el no poder
          menearse su cauallo, muy claramente se
          la prometian, y no porque en el Moro se
          conosçiesse punto de couardia, mas como
          uio que sola esta batalla le yua la vida,
          la qual él trocara por el contentamiento
          que la fortuna entonçes le negaua, se
          esforço quanto pudo, y poniendose sobre
          los estriuos, dió al Alcayde vna gran
          lançada por ençima del adarga. El qual
          reçebido aquel golpe, le respondio con
          otro en el braço derecho, y atreuiendose
          en sus fuerças si a braços uiniessen,
          arremetió con él, y con tanta fuerça le
          abraçó que sacandolo de la silla, dió con
          él en tierra diziendo: Cauallero, date
          por mí uençido, si más no estimas serlo,
          que la vida en mis manos tienes. Matarme
          (respondio el Moro) está en tu mano como
          dizes, pero no me hará tanto mal la
          fortuna que pueda ser vençido, sino de
          quien mucho ha que me he dexado vençer, y
          este solo contento me queda de la prision
          a que mi desdicha me ha traydo. No miró
          el Alcayde, tanto en las palabras del
          moro, que por entonçes le preguntasse a
          qué fin las dezia, mas vsando de aquella
          clemençia que el uençedor ualeroso suele
          usar con el desamparado de la fortuna,
          lo ayudó a leuantar, y el mismo le
          apretó las llagas, las quales no eran
          tan grandes que le estoruassen a subir
          en su cauallo, y assi todos juntos con
          la presa tomaron el camino de Alora.
          El Alcayde lleuaua siempre en el moro
          puestos los ojos, paresçiendole de gentil
          talle y disposiçion, acordauase de lo
          que le auia uisto hazer, paresçiale
          demasiada tristeza la que lleuaua para
          un animo tan grande, y porque tambien se
          iuntauan a esto algunos sospiros, que
          dauan a entender más pena de la que se
          podia pensar que cupiera en honbre tan
          ualiente, y queriendose informar mejor
          de la causa desto le dixo: Cauallero,
          mira que el prisionero que en la prision
          pierde el animo, auentura el derecho de
          la libertad, y que en las cosas de la
          guerra, se an de reçebir las aduersas con
          tan buen rostro, que se merezca por esta
          grandeza de animo gozar de las prosperas,
          y no me paresçe que estos sospiros
          corresponden al ualor y esfuerço que tu
          persona ha mostrado, ni las heridas son
          tan grandes, que se auentura la uida, la
          qual no has mostrado tener en tanto, que
          por la honra no dexasses de oluidalla.
          Pues si otra ocasion te da tristeza,
          dimela, que por la fe de cauallero te
          juro, que use contigo de tanta amistad
          que jamas te puedas quexar de auermelo
          dixo. El moro oyendo las palabras del
          Alcayde, las quales arguyan un animo
          grande y magnanimo, y la offerta que
          le auia hecho de ayudallo, paresciole
          discreçion muy grande no encubrille la
          causa de su mal, pues sus palabras le
          dauan tan grande esperança de remedio,
          y alçando el rostro que con el peso de
          la tristeza lo lleuaua inclinado, le
          dixo: ¿Cómo te llamas cauallero, que
          tanto esfuerço me pones y sentimiento
          muestras tener de mi mal? Esto no te
          negaré yo, dixo el Alcayde, a mi me
          llaman Rodrigo de Naruaez, soy Alcayde
          de Alora y Antequera: tengo aquellas
          dos fuerças por el Rey de Castilla mi
          señor. Quando el moro le oyó esto, con
          un semblante algo más alegre que hasta
          alli, le dixo: En extremo me huelgo,
          que mi mala fortuna traya un descuento
          tan bueno, como es auerme puesto en tus
          manos, de cuyo esfuerço y uirtud muchos
          dias ha que soy informado, y aunque más
          cara me costasse la experiençia, no
          me puedo agrauiar, pues como digo, me
          desagrauia uerme en poder de una persona
          tan prinçipal. Y porque ser uençido de
          ti me obliga a tenerme en mucho, y que
          de mí no se entienda flaqueza sin tan
          gran occasion que no sea en mi mano dexar
          de tenella, suplicote por quien eres
          que mandes apartar tus caualleros, para
          que entiendas que no el dolor de las
          heridas, ni la pena de uerme preso, es
          causa de mi tristeza. El Alcayde oyendo
          estas razones al moro tuuolo en mucho,
          y porque en extremo desseaua informarse
          de su sospecha, mandó a sus caualleros
          que fuessen algo delante, y quedando
          solos los dos, el moro sacando del alma
          un profundo sospiro, dixo desta manera:
          Valeroso Alcayde, si la experiençia de
          tu gran uirtud no me la uuiese el tienpo
          puesto delante los ojos, muy escusadas
          serian las palabras que tu uoluntad me
          fuerça a dezir, ni la cuenta que te
          pienso dar de mi uida, que cada hora es
          çercada de mil desassosiegos y sospechas;
          la menor de las quales te paresçera
          peor que mil muertes. Mas como de una
          parte me assegure lo que digo, y de la
          otra que eres cauallero y que o auras
          oydo, ó avrá passado por ti semeiante
          passion que la mia, quiero que sepas que
          a mi me llaman Abindarraez el moço, a
          differençia de un tio mio, hermano de mi
          padre, que tiene el mesmo apellido. Soy
          de los abençerrajes de Granada, en cuya
          desuentura aprendi a ser desdichado,
          y porque sepas quál fue la suya, y de
          ay uengas a entender lo que se puede
          esperar de la mia: sabras que uuo en
          Granada un linaje de caualleros llamados
          abençerrajes; sus hechos y sus personas
          ansi en esfuerço para la guerra, como
          en prudençia para la paz, y gouierno
          de nuestra republica eran el espejo
          de aquel reyno. Los uiejos eran del
          consejo del Rey, los moços exerçitauan
          sus personas en actos de caualleria
          siruiendo a las damas y mostrando en sí
          la gentileza y ualor de sus personas.
          Eran muy amados de la gente popular,
          y no mal quistos entre la prinçipal,
          aunque en todas las buenas partes que
          un cauallero deue tener se auentajassen
          a todos los otros. Eran muy estimados
          del Rey, nunca cometieron cosa en la
          guerra ni el consejo, que la experiençia
          no correspondiesse a lo que dellos se
          esperaua, en tanto grado era loada su
          ualentia, libertad y gentileza, que se
          trajo por exemplo, uo auer abençerraje
          couarde, escasso, ni de mala disposiçion.
          Eran maestros de los trajes, de las
          inuençiones, la cortesia y seruiçio de
          las damas andaua en ellos en su uerdadero
          punto, nunca abençerraje siruio dama de
          quien no fuesse fauoresçido, ni dama
          se tuuo por digna deste nombre que no
          tuuiesse abençerraje por seruidor. Pues
          estando ellos en esta prosperidad y
          honra y en la reputaçion que se puede
          dessear, uino la fortuna embidiosa del
          descanso y contentamiento de los hombres,
          a deriballos de aquel estado, en el
          más triste y desdichado que se puede
          imaginar, cuyo prinçipio fue auer el Rey
          hecho çierto agrauio a dos abençerrajes,
          por donde les leuantaron que ellos con
          otros diez caualleros de su linaje se
          auian conjurado de matar al Rey y diuidir
          el reyno entre si, por uengarse de la
          injuria alli reçibida. Esta conjuraçion,
          ora fuesse uerdadera, o que ya fuesse
          falsa, fue descubierta antes que se
          pusiesse en execuçion, y fueron presos
          y cortadas las cabeças a todos, antes
          que uiniesse a notiçia del pueblo, el
          qual sin duda se alçara, no consintiendo
          en esta justiçia. Lleuandolos pues a
          iustiçiar, era cosa estrañissima uer los
          llantos de los unos, las endechas de
          los otros, que de conpassion de estos
          caualleros por toda la çiudad se hazian.
          Todos corrian al Rey, comprauanle la
          misericordia con grandes summas de oro y
          plata, mas la seueridad fue tanta, que
          no dio lugar a la clemençia. Y como esto
          el pueblo uio, los començo a llorar de
          nueuo; llorauan los caualleros con quien
          solian acompañarse, llorauan las damas, a
          quien seruian; lloraua toda la çiudad la
          honra y autoridad que tales çiudadadanos
          le dauan. Las bozes y alaridos eran
          tantos que paresçian hundirse. El Rey
          que a todas estas lagrimas y sentimiento
          çerraua los oydos, mandó que se
          executasse la sentençia, y de todo aquel
          linaje no quedó hombre que no fuesse
          degollado aquel dia, saluo mi padre y
          un tio mio, los quales se halló que no
          auian sido en esta conjuraçion. Resultó
          más deste miserable caso, derriballes las
          casas, apregonallos el Rey por traydores,
          confiscalles sus heredades y tierras,
          y que ningun abençerraje más pudiesse
          biuir en Granada, saluo mi padre y mi
          tio, con condiçion que si tuuiessen
          hijos, a los uarones embiassen luego en
          nasçiendo a criar fuera de la çiudad,
          para que nunca boluiessen a ella; y que
          si fuessen henbras, que siendo de edad,
          las casassen fuera del reyno. Quando
          el Alcayde oyo el estraño cuento de
          Abindarraez y las palabras con que se
          quexaua de su desdicha, no pudo tener sus
          lagrimas, que con ellas no mostrasse el
          sentimiento que de tan desastrado caso
          deuia sentirse. Y boluiendose al moro,
          le dixo: Por çierto, Abindarraez, tú
          tienes grandissima occasion de sentir la
          gran cayda de tu linaje, del qual yo no
          puedo creer que se pusiesseen hazer tan
          grande trayçion, y quando otra prueua no
          tuuiesse, sino proçeder della un honbre
          tan señalado como tú, bastaria para
          yo creer que no podria caber en ellos
          maldad. Esta opinion que tienes de mí,
          respondio el moro, Alá te la pague, y él
          es testigo que la que generalmente se
          tiene de la bondad de mis passados, es
          essa misma. Pues como yo nasçiesse al
          mundo con la misma uentura de los mios,
          me embiaron (por no quebrar el edicto
          del Rey) a criar a una fortaleza que
          fue de christianos, llamada Cartama,
          encomendandome al Alcayde della, con
          quien mi padre tenía antigua amistad,
          hombre de gran calidad en el reyno, y de
          grandissima uerdad y riqueza: y la mayor
          que tenia era una hija, la qual es el
          mayor bien que yo en esta uida tengo. Y
          Alá me la quite si yo en algun tiempo
          tuuiere sin ella otra cosa que me dé
          contento. Con esta me crié desde niño,
          porque tambien ella lo era, debaxo de un
          engaño, el qual era pensar que eramos
          ambos hermanos, porque como tales nos
          tratauamos y por tales nos teniamos, y
          su padre como a sus hijos nos criaua. El
          amor que yo tenia a la hermosa Xarifa
          (que assi se llama esta señora que lo es
          de mi libertad) no sería muy grande si yo
          supiesse dezillo; basta auerme traydo a
          tienpo que mil uidas diera por gozar de
          su uista solo vn momento. Yua cresçiendo
          la edad, pero mucho más cresçia el amor,
          y tanto que ya paresçia de otro metal
          que no de parentesco. Acuerdome que un
          dia estando Xarifa en la huerta de los
          jazmines conponiendo su hermosa cabeça,
          mirela espantado de su gran hermosura, no
          sé cómo me peso de que fuesse mi hermana.
          Y no aguardando más, fueme a ella, y con
          los braços abiertos, ansi como me uio,
          me salió a reçebir, y sentandome en la
          fuente iunto a ella, me dixo: Hermano,
          ¿cómo me dexaste tanto tienpo sola? Yo le
          respondia: Señora mia, gran rato ha que
          os busco: y nunca hallé quien me dixesse
          do estauades hasta que mi coraçon me lo
          dixo: mas dezidme agora, ¿qué çertedad
          teneys uos de que somos hermanos? Yo no
          otra (dixo ella) más del grande amor
          que os tengo, y uer que hermanos nos
          llaman todos y que mi padre nos trata a
          los dos como a hijos. Y si no fueramos
          hermanos (dixe yo) quisierades me tanto?
          ¿No ueys (dixo ella) que a no lo ser,
          no nos dexarian andar siempre juntos y
          solos, como nos dexan? Pues si este bien
          nos auian de quitar (dixe yo) más uale
          el que me tengo. Entonces encendiosele
          el hermoso rostro, y me dixo: ¿Qué
          pierdes tu en que seamos hermanos?
          Pierdo a mi y a uos (dixe yo). No te
          entiendo (dixo ella), mas a mí paresçeme
          que ser hermanos nos obliga a amarnos
          naturalmente. A mí (dixe yo) sola uuestra
          hermosura me obliga á quereros, que esta
          hermandad antes me resfria algunas uezes;
          y con esto abaxando mis ojos de empacho
          de lo que dixe, uila en las aguas de la
          fuente tan al proprio como ella era, de
          suerte que a do quiera que boluia la
          cabeça, hallaua su ymagen y trasunto,
          y la uia uerdadera transladada en mis
          entrañas. Dezia yo entonçes entre mí: Si
          me ahogassen aora en esta fuente a do
          ueo a mi señora, quánto más desculpado
          moriria yo que Narciso; y si ella me
          amasse como yo la amo, qué dichoso sería
          yo. Y si la fortuna permitiesse biuir
          siempre juntos, qué sabrosa uida sería la
          mia! Estas palabras dezia yo a mi mesmo,
          y pesárame que otro me las oyera. Y
          diziendo esto lebanteme, y boluiendo las
          manos hazia vnos jazmines, de que aquella
          fuente estaua rodeada, mezclandolos con
          arrayanes hize vna hermosa guirnalda, y
          poniendomela sobre mi cabeça, me bolui
          coronado y vençido; entonçes ella puso
          los ojos en mí más dulçemente al pareçer,
          y quitandome la guirnalda la puso sobre
          su cabeça, pareçiendo en aquel punto más
          hermosa que Venus, y boluiendo el rostro
          hazia mí, me dixo: ¿Qué te pareçe de
          mí, Abindarraez? Yo la dixe: Pareçeme
          que acabays de vençer a todo el mundo,
          y que os coronan por reyna y señora
          dél. Leuantandose me tomó de la mano,
          diciendome: Si esso fuera, hermano, no
          perdierades uos nada. Yo sin la responder
          la segui hasta que salimos de la huerta.
          De ahi algunos dias, ya que al crudo amor
          le pareçio que tardaua mucho en acabar de
          darme el desengaño de lo que pensaua que
          auia de ser de mí, y el tiempo queriendo
          descubrir la çelada, venimos a saber
          que el parentesco entre nosotros era
          ninguno, y asi quedó la afiçion en su
          verdadero punto. Todo mi contentamiento
          estaua en ella: mi alma tan cortada a
          medida de la suya, que todo lo que en su
          rostro no auia, me pareçia feo, escusado
          y sin prouecho en el mundo. Ya a este
          tiempo, nuestros pasatiempos eran muy
          diferentes de los pasados: ya la mirava
          con reçelo de ser sentido: ya tenia zelo
          del sol que la tocaba, y aun mirandome
          con el mismo contento que hasta alli
          me auia mirado, a mí no me lo pareçia,
          porque la desconfianza propia es la cosa
          más çierta en vn coraçon enamorado.
          Suçedio que estando ella vn dia junto
          a la clara fuente de los jazmines, yo
          llegué, y comenzando a hablar con ella
          no me pareçio que su habla y contenencia
          se conformaua con lo pasado. Rogome que
          cantasse, porque era vna cosa que ella
          muchas vezes holgaua de oyr: y estaua yo
          aquella ora tan desconfiado de mí que no
          creí que me mandaua cantar porque holgase
          de oyrme, sino por entretenerme en
          aquello, de manera que me faltase tiempo
          para deçille mi mal. Yo que no estudiaua
          en otra cosa, sino en hazer lo que mi
          señora Xarifa mandaua, comenze en lengua
          arabiga a cantar esta cançion, en la qual
          la di a entender toda la crueldad que
          della sospechaua:

                Si hebras de oro son vuestros cabellos,
              a cuia sombra estan los claros ojos,
              dos soles cuyo çielo es vuestra frente;
              faltó rubí para hazer la boca,
              faltó el christal para el hermoso cuello,
              faltó diamante para el blanco pecho.
                Bien es el coraçon qual es el pecho,
              pues flecha de metal de los cabellos,
              iamas os haze que boluays el cuello,
              ni que deis contento con los ojos:
              pues esperad vn sí de aquella boca
              de quien miró jamas con leda frente.
                ¿Hay más hermosa y desabrida frente
              para tan duro y tan hermoso pecho?
              ¿Hay tan diuina y tan airada boca?
              ¿tan ricos y auarientos ay cabellos?
              ¿quién vio crueles tan serenos ojos
              y tan sin mouimiento el dulce cuello?
                El crudo amor me tiene el lazo al cuello,
              mudada y sin color la triste frente,
              muy cerca de cerrarse estan mis ojos:
              el coraçon se mueue acá en el pecho,
              medroso y erizado está el cabello,
              y nunca oyó palabra desa boca.
                O más hermosa y más perfecta boca
              que yo sabré dezir: o liso cuello,
              o rayos de aquel sol que no cabellos,
              o christalina cara, o bella frente,
              o blanco ygual y diamantino pecho,
              ¿quando he de uer clemencia en esos ojos?
                Ya siento el nó en el boluer los ojos,
              oid si afirma pues la dulce boca,
              mirad si está en su ser el duro pecho,
              y cómo acá y allá menea el cuello,
              sentid el ceño en la hermosa frente;
              pues ¿qué podre esperar de los cabellos?
                Si saben dezir no el cuello y pecho,
              si niega ya la frente y los cabellos,
              ¿los ojos qué haran y hermosa boca?

          Pudieron tanto estas palabras que siendo
          ayudadas del amor de aquella a quien se
          dezian, yo ui derramar vnas lagrimas que
          me enternecieron el alma, de manera que
          no sabre dezir si fue maior el contento
          de uer tan uerdadero testimonio del amor
          de mi señora o la pena que reçibi de la
          ocasion de derramallas. Y llamandome me
          hizo sentar junto a si, y me comenzo a
          hablar desta manera: Abindarraez, si el
          amor a que estoy obligada (despues que me
          satisfize de tu pensamiento) es pequeño
          o de manera que no pueda acauarse con la
          uida, yo espero que antes que dejemos
          solo el lugar donde estamos, mis palabras
          te lo den a entender. No te quiero poner
          culpa de lo que las desconfianzas te
          hazen sentir, porque sé que es tan çierta
          cosa tenellas que no ay en amor cosa que
          más lo sea. Mas para remedio de esto y
          de la tristeza, que yo tenía en uerme
          en algun tiempo apartada de tí; de oy
          más te puedes tener por tan Señor de mi
          libertad, como lo serás no queriendo
          rehusar el vinculo de matrimonio,
          lo qual ante todas cosas impide mi
          honestidad y el grande amor que tengo.
          Yo que estas palabras oi, haçiendomelas
          esperar amor muy de otra manera, fue
          tanta mi alegria que sino fue hincar los
          hinojos en tierra besandole sus hermosas
          manos, no supe hazer otra cosa. Debajo
          de esta palabra viví algunos dias con
          maior contentamiento del que yo aora
          sabre dezir: quiso la ventura envidiosa
          de nuestra alegre vida quitarnos este
          dulce y alegre contentamiento, y fue
          desta manera: que el Rey de Granada por
          mejorar en cargo al Alcayde de Cartama,
          embiole a mandar que luego dexasse la
          fortaleza, y se fuesse en Coyn, que es
          aquel lugar frontero del uuestro, y me
          dexasse a mí en Cartama en poder del
          Alcayde que alli viniesse. Sabida esta
          tan desastrada nueua por mi señora y
          por mí, juzgad vos si en algun tiempo
          fuesses enamorado, lo que podriamos
          sentir. Juntamonos en un lugar secreto a
          llorar nuestra perdida y apartamiento.
          Yo la llamaua señora mia, mi bien solo,
          y otros diuersos nombres quel amor me
          mostraua. Deziale llorando: apartandose
          nuestra hermosura de mi, ¿tendreys alguna
          uez memoria deste uuestro captiuo? Aqui
          las lagrimas y sospiros atajauan las
          palabras, y yo esforçandome para dezir
          más, dezia algunas razones turbadas,
          de que no me acuerdo: porque mi señora
          lleuó mi memoria tras si. ¿Pues quién
          podra dezir lo que mi señora sentía
          deste apartamiento, y lo que a mi hazian
          sentir las lagrimas que por esta
          causa derramaua? Palabras me dixo ella
          entonçes que la menor dellas bastaua
          para dar en qué entender al sentimiento
          toda la uida. Y no te las quiero dezir
          (ualeroso Alcayde), porque si tu pecho no
          ha sido tocado de amor, te paresçerían
          impossibles; y si lo ha sido, ueriades
          que quien las oyesse, no podra quedar
          con la uida. Baste que el fin dellas
          fue dezirme que en auiendo occasion, o
          por enfermedad de su padre, o ausençia,
          ella me embiaria a llamar para que
          vuiesse effecto lo que entre nos dos
          fue conçertado. Con esta promessa mi
          coraçon se assossego algo, y besé las
          manos por la merçed que me prometia.
          Ellos se partieron luego otro dia, yo me
          quedé como quien camina por vnas asperas
          y fragosas montañas, y passandosele el
          sol, queda en muy escuras tinieblas:
          començe a sentir su ausençia asperamente,
          buscando todos los falsos remedios contra
          ella. Miraua las uentanas donde se solia
          poner, la camara en que dormia, el jardin
          donde reposaua y tenía la siesta, las
          aguas donde se bañaua, andaua todas sus
          estancias, y en todas ellas hallaua vna
          cierta representaçion de mis fatigas.
          Verdad es que la esperança que ma dio de
          llamarme me sostenia, y con ella engañaua
          parte de mis trabajos. Y aunque algunas
          uezes de uer tanto dilatar mi desseo, me
          causaua más pena, y holgara de que me
          dexaran del todo desesperado, porque la
          desesperacion fatiga hasta que se tiene
          por cierta, mas la esperança hasta que
          se cumple, el desseo. Quiso mi buena
          suerte que oy por la mañana mi señora me
          cumplio su palabra, embiandome, a llamar,
          con vna criada suya, de quien como de sí
          fiaua, porque su padre era partido para
          Granada, llamado del Rey, para dar buelta
          luego. Yo resusçitado con esta improuisa
          y dichosa nueua, aperçibime luego para
          caminar. Y dexando venir la noche por
          salir más secreto y encubierto, puseme
          en el habito que me encontraste el más
          gallardo que pude, por mejor mostrar a mi
          señora la vfania y alegria de mi coraçon.
          Por çierto no creyera yo que bastaran
          dos caualleros juntos a tenerme campo,
          porque traya a mi señora comigo, y si
          tú me vençiste no fue por esfuerço, que
          no fue possible, sino que mi suerte tan
          corta o la determinaçion del çielo, quiso
          atajarme tan supremo bien. Pues considera
          agora en el fin de mis palabras el bien
          que perdi y el mal que posseo. Yo yua de
          Cartama a Coyn breue jornada, aunque el
          desseo la alargaua mucho, el más vfano
          abencerraje que nunca se uio, yua llamado
          de mi señora, a uer a mi señora, a gozar
          de mi señora. Veo me agora herido,
          captiuo y en poder de aquel que no sé
          lo que hará de mí: y lo que más siento
          es que el término y coyuntura de mi
          bien se acabó esta noche. Dexame pues,
          christiano, consolar entre mis sospiros.
          Dexame desahogar mi lastimado pecho,
          regando mis ojos con lagrimas, y no
          juzgues esto a flaqueza, que fuera harto
          mayor tener animo para poder suffrir (sin
          hazer lo que hago) en tan desastrado y
          riguroso trançe. Al alma le llegaron al
          ualeroso Naruaez las palabras del moro,
          y no poco espanto reçibio del estraño
          sucçesso de sus amores. Y paresçiendole
          que para su negoçio, ninguna cosa podia
          dañar más que la dilaçion, le dixo a
          Abindarraez: quiero que ueas que puede
          más mi uirtud que tu mala fortuna, y si
          me prometes de boluer a mi prision dentro
          del terçero dia, yo te dare libertad para
          que sigas tu començado camino, porque me
          pesaria atajarte tan buena empresa. El
          abençerraje que aquesto oyó quiso echarse
          a sus pies, y dixole: Alcayde de Alora,
          si vos hazeys esso, a mi dareys la vida,
          y uos aureys hecho la mayor gentileza de
          coraçon que nunca nadie hizo: de mí tomad
          la seguridad que quisieredes por lo que
          me pedis, que yo cumplire con uos lo que
          assentare. Entonces Rodrigo de Naruaez
          llamó a sus compañeros, y dixoles:
          Señores, fiad de mí este prisionero,
          que yo salgo por fiador de su rescate.
          Ellos dixeron que ordenasse a su noluntad
          de todo, que de lo que él hiziesse
          serian muy contentos. Luego el Alcayde
          tomando la mano derecha a Abençerraje,
          le dixo: Vos prometeys como cauallero de
          uenir a mi castillo de Alora, a ser mi
          prisionero dentro del terçero dia? El le
          dixo: sí prometo: pues yd con la buena
          uentura; y si para nuestro camino teneys
          neçessidad de mi persona, o de otra cosa
          alguna, tambien se hará. El moro se lo
          agradesçio mucho, y tomó vn cauallo quel
          Alcayde le dió, porque el suyo quedó de
          la refriega passada herido, y ya yua muy
          cansado y fatigado de la mucha sangre
          que con el trabajo del camino le salia.
          Y buelta la rienda se fue camino de Coyn
          a mucha priessa. Rodrigo de Naruaez y
          sus compañeros se boluieron a Alora,
          hablando en la valentia y buenas maneras
          del abençerraje. No tardó mucho el moro,
          segun la priessa que lleuaua, en llegar
          a la fortaleza de Coyn, donde yendose
          derecho como le era mandado, la rodeó
          toda, hasta que halló una puerta falsa
          que en ella auia: y con toda su priessa
          y gana de entrar por ella, se detuuo
          un poco alli hasta reconosçer todo el
          campo por uer si auia de qué guardarse:
          y ya que uio todo sossegado tocó con el
          cuento de la lança a la puerta, porque
          aquella era la señal que le auia dado la
          dueña que le fue a llamar; luego ella
          misma le abrio, y le dixo: Señor mio,
          uuestra tardança nos ha puesto en gran
          sobresalto, mi señora ha gran rato que
          os espera, apeaos y subid a donde ella
          está. El se apeó de su cauallo, y le puso
          en un lugar secreto que allí halló, y
          arrimando la lança a una pared con su
          adarga y çimitarra, lleuandole la dueña
          por la mano, lo mas passo que pudieron,
          por no ser conosçidos de la gente del
          castillo, se subieron por una escalera
          hasta el aposento de la hermosa Xarifa.
          Ella que auia sentido ya su uenida, con
          la mayor alegria del mundo lo salió a
          reçebir, y ambos con mucho regozijo y
          sobresalto se abraçaron sin hablarse
          palabra del sobrado contentamiento, hasta
          que ya tornaron en si. Y ella le dixo:
          ¿En qué os aueys detenido, señor mio,
          tanto que uuestra mucha tardança me ha
          puesto en grande fatiga y confusion?
          Señora mia (dixo él) uos sabeys bien que
          por mi negligencia no aurá sido, mas no
          siempre sucçeden las cosas como hombre
          dessea, assi que si me he tardado, bien
          podeys creer que no ha sido más en mi
          mano. Ella atajandole su platica, le
          tomó por la mano, y metiendole en un
          rico aposento se sentaron sobre una
          cama que en él auia, y le dixo: He
          querido, Abindarraez, que ueays en qué
          manera cumplen las captiuas de amor sus
          palabras, porque desde el dia que uos la
          di por prenda de mi coraçon, he buscado
          aparejos para quitarosla. Yo os mandé
          uenir a este castillo para que seays
          mi prisionero como yo lo soy uuestra.
          He os traydo aqui para hazeros señor
          de mi y de la hazienda de mi padre,
          debaxo de nombre de esposo, que de otra
          manera ni mi estado, ni uuestra lealtad
          lo consentiria. Bien sé yo que esto
          será contra la uoluntad de mi padre,
          que como no tiene conosçimiento de
          uuestro ualor tanto como yo, quisiera
          darme marido más rico, más yo uuestra
          persona y el conosçimiento que tendreys
          con ella tengo por la mayor riqueza del
          mundo. Y diziendo esto baxó la cabeça,
          mostrando vn çierto y nueuo empacho de
          auerse descubierto y declarado tanto. El
          moro la tomó en sus braços, y besandole
          muchas uezes las manos, por la merçed
          que le hazia, dixole: Señora de mi
          alma, en pago de tanto bien como me
          offreçeys no tengo qué daros de nueuo,
          porque todo soy uuestro, solo os doy
          esta prenda en señal, que os reçibo
          por mi señora y esposa: y con esto
          podeys perder el empacho y verguença
          que cobrastes quando uos me reçebistes
          a mi. Ella hizo lo mismo, y con esto
          se acostaron en su cama, donde con la
          nueua experiençia ençendieron el fuego
          de sus coraçones. En aquella empresa
          passaron muy amorosas palabras y obras
          que son más para contemplaçion que no
          para escriptura. Al moro estando en
          tan gran alegria, subitamente vino vn
          muy profundo pensamiento, y dexando
          lleuarse del, parose muy triste, tanto
          que la hermosa Xarifa lo sentio, y
          de uer tan subita nouedad, quedó muy
          turbada. Y estando attenta, sintiole dar
          vn muy profundo y aquexado sospiro,
          reboluiendo el cuerpo a todas partes.
          No podiendo la dama suffrir tan grande
          offensa de su hermosura y lealtad,
          paresçiendo que en aquello se offendia
          grandemente, leuantandose un poco sobre
          la cama, con voz alegre y sossegada,
          aunque algo turbada, le dixo: ¿Qué es
          esto, Abindarraez? paresçe que te has
          entristeçido con mi alegria, y yo te oy
          sospirar, y dar solloços reboluiendo el
          coraçon y cuerpo a muchas partes. Pues
          si yo soy todo tu bien y contentamiento,
          cómo no me has dicho por quién sospiras,
          y si no lo soy, porqué me engañaste? si
          as hallado en mi persona alguna falta de
          menor gusto que imaginauas, pon los ojos
          en mi uoluntad que basta encubrir muchas.
          Si sirues otra dama dime quien es para
          que yo la sirua, y si tienes otra fatiga
          de que yo no soy offendida, dimela, que
          yo morire o te sacaré della. Y trauando
          dél con un impetu y fuerça de amor le
          boluio. El entonces confuso y auergonçado
          de lo que auia hecho, paresçiendole
          que no declararse sería darle occasion
          de gran sospecha, con un apassionado
          sospiro le dixo: Esperança mía, si yo
          no os quisiera más que a mí, no uniera
          hecho semejante sentimiento, porque el
          pensar, que comigo traya, suffriera con
          buen animo, quando yua por mi solo, más
          aora que me obliga a apartarme de uos,
          no tengo fuerças para sufrillo, y porque
          no esteys más suspensa sin auer porqué,
          quiero deziros lo que passa. Y luego le
          conto todo su hecho, sin que la faltasse
          nada, y en fin de sus razones le dixo con
          hartas lagrimas: De suerte, señora, que
          uuestro captiuo lo es tambien del Alcayde
          de Alora; yo no siento la pena de la
          prision, que uos enseñastes a mi coraçon
          a suffrir, mas biuir sin uos tendria
          por la misma muerte. Y ansi uereys que
          mis sospiros se causan más de sobra de
          lealtad, que de falta della. Y con esto,
          se tornó a poner tan pensatiuo y triste,
          como ante que començasse a dezirlo. Ella
          entonçes con un semblante alegre le dixo:
          No os congoxeys, Abindarraez, que yo tomo
          a mi cargo el remedio de vuestra fatiga
          porque esto a mí me toca, quanto mas que
          pues es uerdad que qualquier prisionero
          que aya dado la palabra de boluer a la
          prision cumplira con embiar el rescate
          que se le puede pedir, ponelde uos mismo
          el nombre que quisieredes, que yo tengo
          las llaues de todos los cofres y riquezas
          que mi padre tiene, y yo las pondre todas
          en uuestro poder, embiad de todo ello lo
          que os paresçiere. Rodrigo de Naruaez es
          buen cavallero y os dió vna vez libertad,
          y le fiastes el presente negoçio, por
          lo qual le obliga aora a usar de mayor
          uirtud. Yo creo se contentará con esto,
          pues teniendoos en su poder ha de hazer
          por fuerça lo mismo de rescataros por
          lo que él pidiere. El abençerraje le
          respondio: Bien paresçe, señora, que
          el amor que me teneys no da lugar que
          me aconsejeys bien, que çierto no caere
          yo en tan gran yerro como éste, porque
          si quando me uenia a uerme solo con uos
          estaua obligado a cumplir mi palabra,
          agora que soy uuestro se entiende más
          obligaçion. Yo mismo boluere a Alora y me
          pondre en las manos del Alcayde della,
          y tras hazer yo lo que deuo, haga la
          fortuna lo que quisiere. Pues nunca Dios
          quiera, dixo Xarifa, que yendo uos a ser
          preso, yo quede libre, pues no lo soy:
          yo quiero acompañaros en esta jornada;
          que ni el amor que os tengo, ni el miedo
          que he cobrado a mi padre de auelle
          offendido, me consentiran hazer otra
          cosa. El moro llorando de contentamiento
          la abraço y le dixo: Siempre vays, alma
          mia, acresçentandome las merçedes,
          hagase lo que uos quereys, que assi lo
          quiero yo. Con este acuerdo antes que
          fuesse de dia se leuantaron, y proueydas
          algunas cosas al viaje neçessarias,
          partieron muy secretamente para Alora.
          Ya amenesçia, y por no ser conosçida,
          lleuaua el rostro cubierto. Con la gran
          priessa que lleuauan llegaron en muy
          breue tiempo a Alora, y yendose derechos
          al castillo, como a la puerta tocaron,
          fue luego abierta por las guardas, que ya
          tenian notiçia de lo passado. El ualeroso
          Alcayde los reçibio con mucha cortesia, y
          saliendo a la puerta Abindarraez, tomando
          a su esposa por la mano, se fue a él y le
          dixo: Mira, Rodrigo, de Naruaez, si te
          cumplo bien mi palabra, pues te prometi
          de boluer un preso, y te traygo dos, que
          uno bastaua para uençer muchos. Ves aqui
          mi señora: juzga si he padesçido con
          justa causa, reçibenos por tuyos, que yo
          fio mi persona y su honra de tus manos.
          El Alcayde holgo mucho, y dixo a la dama:
          Señora, yo no sé de uosotros quál uençio
          al otro: mas yo deuo mucho a entrambos.
          Venid y reposareys en nuestra casa, y
          tenedla de aqui adelante por tal, pues
          lo es su dueño. Con esto se fueron a su
          aposento, y de ay a poco comieron, porque
          uenian cansados. El Alcayde preguntó al
          moro qué tal uenia de sus llagas. Paresçe
          (dixo el) que con el camino las tengo
          harto enconadas y con dolor. La hermosa
          Xarifa muy alterada desto, dixo: ¿Qué es
          esto, señor, llagas teneys uos que yo
          no sepa? Dixo el: Quien escapó de las
          uuestras en poco tendra todas las otras.
          Verdad es que de la escaramuça de la
          noche saqué dos pequeñas heridas, y el
          trabajo del camino y el no auerme curado
          me ha hecho algun daño, pero todo es
          poco. Bueno sera que os acosteys (dixo
          el Alcayde) y vendra un cyrujano que yo
          tengo aqui en el castillo y curaros ha.
          Luego la hermosa Xarifa le hizo desnudar,
          todauia alterada, pero con harto sossiego
          y reposo en su rostro, por no le dar pena
          mostrando que la tenía. El cyrujano uino,
          y mirandole las heridas dixo: Que como
          auian sido en soslayo no eran peligrosas,
          ni tardarian en sanar mucho, y con çierto
          remedio que luego le hizo, le mitigó el
          dolor, y de ay a quatro dias como le
          curaua con tanto cuydado estuuo sano.
          Acabando un dia de comer, el abençerraje
          dixo al Alcayde estas palabras: Rodrigo
          de Naruaez (segun eres discreto) por la
          manera de nuestra uenida aurás entendido
          lo demas, yo tengo esperança que este
          negoçio que aora tan dañado está se ha
          de remediar por tus manos. Esta es la
          hermosa Xarifa de quien te dixe es mi
          señora y esposa, no quiso quedar en Coyn
          de miedo de su padre, porque aunque él no
          sabe lo que ha passado, todauia se temio
          que este caso auia de ser descubierto. Su
          padre está aora con el Rey de Granada, y
          yo sé que el Rey te ama por tu esfuerço y
          uirtud aunque eres christiano. Suplicote
          alcançes dél que nos perdone auerse hecho
          esto sin su liçençia y sin que él lo
          supiesse: pues ya la fortuna lo rodeó
          y traxo por este camino. El Alcayde le
          dixo: Consolaos, señores, que yo os
          prometo como hijo dalgo, de hazer quanto
          pudiere sobre este negoçio, y con esto
          mandó traer papel y tinta, y determinó de
          escreuir una carta al Rey de Granada, que
          en uerdaderas y pocas palabras le dixesse
          el caso, la qual dezia assi:

          Muy poderoso Rey de Granada, el
          Alcayde de Alora Rodrigo de Naruaez
          tu servidor besa tus reales manos, y
          digo que Abindarraez Abençerraje, que
          se crió en Cartama auiendo nasçido en
          Granada, estando en poder del Alcayde
          de la dicha fortaleza, se enamoró de la
          hermosa Xarifa su hija. Despues tú por
          hazer merced al Alcayde, le passaste á
          Coyn. Los enamorados por assegurarse
          se desposaron entre sí; y llamado el
          Abençerraje por el ausençia del padre
          della que contigo tienes, fue a su
          fortaleza, yo le encontre en el camino,
          y en çierta escaramuça que con él tuue
          en que se mostró muy valiente, esforçado
          y animoso, le gané por mi prisionero, y
          contandome su caso, apiadado y conmouido
          de sus ruegos, le hize libre por dos
          dias, él fue y se vió con su esposa,
          de suerte que en la jornada cobró a su
          esposa y perdio la libertad. Pues uiendo
          ella que el Abençerraje boluio a mi
          prision, quiso uenir con él, y assi estan
          aora los dos en mi poder. Suplico te no
          te offenda el nombre de Abençerraje, pues
          éste y su padre fueron sin culpa de la
          coniuraçion contra tu Real persona hecha,
          y en testimonio dello biuen ellos agora.
          A tu Alteza humildemente suplico el
          remedio destos tristes amantes se reparta
          entre ti y mí, yo perdonare su rescate
          dél, y libremente le soltaré, y manda
          tú al padre della, pues es tu vassallo,
          que a ella la perdone, y a él reçiba por
          hijo, porque en ello allende de hazerme a
          mí singular merçed, harás aquello que de
          tu uirtud y grandeza se espera.

          Con esta carta despachó vno de sus
          escuderos. El cual llegando hasta el Rey,
          se la dio, él la tomó, y sabiendo cuya
          era, holgo mucho, porque a este solo
          christiano amaua por su ualor y persona,
          y en leyendola, boluio el rostro, y
          uio al Alcayde de Coyn, y tomandole a
          parte, le dio la carta, diziendole: lee
          esta carta, y él la leyo, y en uer lo
          que passaua, reçibio gran alteraçion.
          El Rey dixo: No te congoxes, aunque
          tengas causa; que ninguna cosa me pedira
          el Alcayde de Alora, que pudiendo la
          hazer, no la haga, y ansi te mando uayas
          sin dilaçion a Alora, y perdones a tus
          hijos, y los lleues luego á tu casa,
          que en pago deste seruiçio yo te haré
          siempre merçedes. El Moro lo sintio en
          el alma, más uiendo que no podia passar
          del mandado de su Rey, boluiendo de
          buen continente, y sacando fuerças de
          flaqueza, como mejor pudo, dixo que ansi
          lo haria. Partiose lo más presto que pudo
          el Alcayde de Coyn, y llegó a Alora, a
          donde ya por el escudero se sabía lo que
          passaua, y fue muy bien reçebido. El
          Abençerraje y su hija paresçieron ante
          él con harta uerguença, y le besaron las
          manos, e los reçibio muy bien, y les
          dixo: No se trate de cosas passadas; el
          Rey me mandó hiziesse esto, yo os perdono
          el aueros casado, sin que lo supiesse yo;
          que en lo demás, hija, nos escogistes
          mejor marido que yo os lo supiera dar.
          Rodrigo de Naruaez holgo mucho de uer lo
          que passaua, y les hazia muchas fiestas
          y banquetes. Vn dia acabando de comer,
          les dixo: Yo tengo en tanto auer sido
          alguna parte para que este negoçio esté
          en tan buen estado, que ninguna cosa me
          pudiera hazer más alegre, y ansi digo
          que sola la honra de aueros tenido por
          mis prisioneros, quiero por el rescate
          desta prisión: vos, Abindarraez, sois
          libre, y para ello teneys liçençia de
          yros donde os pluguiere, cada y cuando
          que quisieredes. El se lo agradesçio
          mucho, y ansi se adereçaron para partir
          otro dia, acompañandolos Rodrigo de
          Naruaez, salieron de Alora, y llegaron a
          Coyn donde se hizieron grandes fiestas y
          regozijos a los desposados, las quales
          fiestas pasadas, tomando los un dia a
          parte el padre, les dixo estas palabras:
          Hijos, agora que sois señores de mi
          hazienda, y estais en sosiego, razon
          es que cumplays con lo que deueys al
          Alcayde de Alora, que no por auer usado
          con uosotros de tanta uirtud y gentileza,
          es razon pierda el derecho de vuestro
          rescate, antes se le deue (si bien se
          mira) muy mayor, yo os quiero dar quatro
          mil doblas zaenes, embiadselas, y tenedle
          desde aqui adelante, pues lo meresçe,
          por amigo, aunque entre él y uosotros
          sean las leyes diferentes. El Abençerraje
          se lo agradesçio mucho, y tomandolas,
          las embió a Rodrigo de Naruaez, metidas
          dentro de un mediano y rico coffre, y
          por no mostrarse de su parte corto y
          desagradecido, juntamente le embió seys
          muy hermosos y enjaezados cauallos, con
          seys adargas y lanças, cuyos hierros y
          recatones eran de fino oro. La hermosa
          Xarifa le escriuio una muy dulce y
          amorosa carta, agradesçiendole mucho lo
          que por ella auia hecho. Y no queriendo
          mostrarse menos liberal y agradesçida
          que los demas, le embió una caxa de
          açipres muy olorosa, y dentro en ella
          mucha y muy preçiosa ropa blanca para
          su persona. El Alcayde ualeroso tomó
          el presente, y agradesçiendolo mucho
          a quien se lo embiaua, repartio luego
          los cauallos y adargas y lanças por los
          hidalgos que le acompañaron la noche
          de la escaramuça, tomando uno para sí,
          el que más le contentó, y la caxa de
          açipres, con lo que la hermosa Xarifa
          le auia embiado, y boluiendo las quatro
          mil doblas al mensajero, le dixo: Deçid
          a la señora Xarifa, que yo recibo las
          doblas en rescate de su marido, y a ella
          le siruo con ellas para ayuda de los
          gastos de su boda, porque por sola su
          amistad trocaré todos los intereses del
          mundo, y que tenga esta casa por tan suya
          como lo es de su marido. El mensajero se
          boluio a Coyn, donde fue bien reçibido,
          y muy loada la liberalidad del magnanimo
          capitan, cuyo linaje dura hasta aora, en
          Antequera, correspondiendo con magnificos
          hechos al origen donde proçeden. Acabada
          la historia, la sábia Feliçia alabó mucho
          la graçia, y buenas palabras con que la
          hermosa Felismena la auia contado, y lo
          mismo hizieron las que estaban presentes,
          las cuales tomando liçençia de la sábia
          se fueron a reposar.


                    _Fin del cuarto libro._


                                NOTAS:

[1254] V., _angusta_.

[1255] M., _venir_.

[1256] En la edición de Milán se intercalan aquí las cuatro octavas
siguientes:

            A Plania Lampuñana más hermosa
          que l' hermosura misma, y más perfeta,
          mirad, pastores, y vereis la cosa
          que más animos rinde y los subjeta.
          Mirad por una parte quán graçiosa,
          por otra ved quán grave y quán discreta:
          y vereis de las partes hecho un todo,
          que a todas las del mundo exçede el modo.
            Aquella clara luz que rresplandeçe
          de modo que el sol huye y se le esconde,
          doña Artemisa es sola, qu'engrandeçe
          la insigne y alta cosa de Vizconde.
          La flor de Italia es ella y quien mereçe
          estar adonde está: que bien rresponde
          linaje a hermosura y gentileza
          y a quanto pudo dar naturaleza
            Mirad Barbara Estanga, a quien s'inclina
          no solo Amor, sino Minerva y Marte,
          donde hay tanta beldad que s'imagina
          que solo paró alli natura y arte:
          su discreçion, su platica divina
          para escreuilla soi muy poca parte:
          ni bastan las çien lenguas de la fama
          para saber loar tan alta dama.
            ¿Quién es aquella fénis do ha mostrado
          su fuerza y su poder naturaleza?
          ¿Quién es la que hoy al mundo ha despojado
          de gran valor, virtud, bondad, grandeza?
          ¿Quién es esta, dezid, do se han sumido
          la hermosura, graçia y gentileza?
          Doña Luisa de Lugo y de Mendoza
          a quien la poca edad no haze moza.

[1257] Falta el _más_ en la edición de Milán.

[1258] _Le_ en la edición de Milán.

[1259] En la edición de Milán termina aquí el libro 4.º con estas
palabras: «Y acabando de çenar, y tomando liçençia de la sabia Feliçia,
se fué cada uno al aposento que aparejado le estaba».

Falta, por consiguiente, toda la historia de Abindarráez, que es
adición, hecha en ediciones posteriores á la muerte de Jorge de
Montemayor.




                       LIBRO QUINTO
           DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR


          Otro dia por la mañana, la sábia
          Felicia leuantó, y se fue al aposento
          de Felismena, la cual halló acabandose
          de vestir, no con pocas lagrimas,
          paresçiendole cada hora de las que alli
          estaua mil años. Y tomandola por la mano,
          se salieron a vn corredor que estaua
          sobre el jardin, adonde la noche antes
          hauian çenado, y hauiendole preguntado la
          causa de sus lagrimas, y consolandola con
          dalle esperança que sus trabajos aurian
          el fin que ella deseaua, le dixo: Ninguna
          cosa hay oy en la vida más aparejada
          para quitalla a quien quiere bien, que
          quitalle con esperanças inçiertas el
          remedio de su mal: porque no ay hora,
          en quanto desta manera biue, que no le
          parezca tan espaçiosa quanto las de
          la vida son apressuradas. Y porque mi
          desseo es, que el nuestro se cumpla, y
          despues de algunos trabajos, consigays
          el descanso que la fortuna os tiene
          prometido, uos partireys desta uuestra
          casa, en el mismo habito en que veniades,
          quando a mis Nimphas defendistes de
          la fuerça que los fieros saluages les
          querian hazer. Y tened entendido, que
          todas las vezes que mi aiuda y fauor os
          fuera neçessario, lo hallareys sin que
          ayays menester embiarmelo a pedir: assi
          que (hermosa Felismena) vuestra partida
          sea luego, y confiad en Dios que vuestro
          desseo aurá buen fin: porque si yo de
          otra suerte lo entendiera, bien podeys
          creer, que no me faltarán otros remedios
          para hazeros mudar el pensamiento, como
          a algunas personas lo he hecho. Muy
          grande alegria reçibio Felismena, de
          las palabras, que la sábia Feliçia le
          dixo, a las quales respondio: No puedo
          alcançar (discreta señora) con qué
          palabras podria encaresçer, ni con qué
          obras podria seruir la merçed que de vos
          reçibo. Dios me llegue a tiempo en que la
          experiençia os dé a entender mi desseo.
          Lo que mandays pondre yo luego por obra,
          lo cual no puede dexar de suçederme muy
          bien: siguiendo el consejo de quien para
          todas las cosas sabe dallo tan bueno. La
          sabia Feliçia la abraçó, diziendo: yo
          espero en Dios, hermosa Felismena, de
          veros en esta casa con más alegria de la
          que lleuais. Y porque los dos pastores
          y pastoras nos estan esperando, razon
          será que vaya a dalles el remedio que
          tanto an menester. Y saliendose ambas a
          dos a vna sala hallaron a Syluano, y a
          Sireno, y a Belisa, y a Seluagia, que
          esperandolos estauan, y la sábia Feliçia
          dixo a Felismena: Entretened (hermosa
          señora) nuestra compañia entre tanto que
          yo uengo: y entrandole en un aposento, no
          tardó mucho en salir, con dos uasos en
          las manos de fino cristal con los pies de
          oro esmaltados, y llegandose a Sireno, le
          dixo: Oluidado pastor, si en tus males
          uuiera otro remedio, si no este, yo te
          lo[1260] buscara con toda diligençia
          possible, pero ya que no puedes gozar de
          aquella que tanto te quiso, sin muerte
          agena, y está este en mano de solo Dios,
          es menester que reçibas otro remedio
          para no dessear cosa que es imposible
          alcançalla. Y tú, hermosa Seluagia, y
          desamado Syluano, tomad esse uaso, en
          el qual hallareys grandissimo remedio
          para el mal passado, y prinçipio para
          grandissimo contento: del qual uosotros
          estays bien descuydados. Y tomando el
          uaso, que tenía en la mano yzquierda, le
          puso en la mano a Sireno, y mandó que
          lo beuiesse, y Sireno lo hizo luego,
          y Seluagia y Syluano beuieron ambos
          el otro: y en este punto cayeron todos
          tres en el suelo adormidos, de que no
          poco se espantó Felismena, y la hermosa
          Belisa, que alli estaua, a la qual dixo
          la sábia Feliçia: no te desconsueles (o
          Belisa) que aun yo espero de uerte tan
          consolada como la que más lo estouiere.
          Y hasta que la uentura se canse de
          negarte el remedio que para tan graue
          mal as menester, yo quiero que quedes
          en mi conpañia. La pastora le quiso
          besar las manos por ello, Feliçia no
          lo consintio: mas antes la abraçó,
          mostrandole mucho amor. Felismena estaua
          espantada del sueño de los pastores,
          y dixo a Feliçia: paresçe me, señora,
          que si el descanso destos pastores está
          en dormir, ellos lo hazen de manera,
          que biuiran los más descansados del
          mundo. Feliçia le respondio: No os
          espanteys desso: porque el agua que
          ellos beuieron, tiene tal fuerça ansi la
          una, como la otra, que todo el tiempo
          que yo quisiere, dormiran, sin que
          baste ninguna persona a despertallos. Y
          para que ueays si esto es ansi, prouá
          a llamarlo. Felismena llegó entonces a
          Syluano, y tirándole por vn braço, le
          començo a dar grandes bozes, las quales
          aprouecharon tanto, como si las diera
          a un muerto: y lo mismo le auino con
          Sireno y Seluagia, de lo que Felismena
          quedó assaz marauillada. Feliçia le dixo:
          pues más os marauillareys despues que se
          despierten, porque uereys una cosa la más
          estraña que nunca imaginastes; y porque
          me paresçe que el agua deue auer obrado
          lo que es menester, yo quiero despertar,
          y estad atenta, porque oyreys marauillas.
          Y sacando un libro de la manga, se llegó
          a Sireno: y en tocandole con él sobre la
          cabeça, el pastor se leuantó luego en pie
          con todo su juyzio, y Feliçia le dixo:
          Dime, Sireno, si acaso uiesses la hermosa
          Diana con su esposo, y estar los dos con
          todo el contentamiento del mundo riendose
          de los amores que tú con ella auias
          tenido, qué harias? Sireno respondio: Por
          çierto señora, ninguna pena me darian,
          antes les ayudaria a reyr de mis locuras
          passadas. Feliçia le replicó: ¿y si acaso
          ella fuera ahora soltera y se quisiera
          casar con Syluano y no contigo, qué
          hiziera? Sireno le respondio: yo mismo
          fuera el que tratara de conçertallo. ¿Qué
          os parece (dixo Feliçia contra Felismena)
          si el agua sabe desatar los nudos, que
          este peruerso de amor haze? Felismena
          respondio: jamas, pudiera creer yo, que
          la sçiençia de una persona humana pudiera
          llegar a tanto como esto. Y boluiendo á
          Sireno, le dixo: ¿qué es esto, Sireno?
          Pues las lagrimas y sospiros con que
          manifestauas tu mal, tan presto se an
          acabado? Sireno le respondio: pues que
          los amores se acabaron, no es mucho
          que se acabase lo que ellos me hazian
          hazer. Felismena le boluio a dezir: ¿y
          que es possible, Sireno, que ya no
          quieres bien más a Diana? El mismo bien
          le quiero (dixo Sireno) que os quiero a
          uos, y a otra qualquiera persona, que
          no me aya offendido. Y viendo Feliçia
          quán espantada estaua Felismena de la
          subita mudança de Sireno, le dixo:
          Con esta mediçina curara yo, hermosa
          Felismena, vuestro mal, y el vuestro,
          pastora Belisa, si la fortuna, no
          os tuuiera guardadas para muy mayor
          contentamiento de lo que fuera ueros
          en nuestra libertad. Y para que ueays
          quán differentemente ha obrado en
          Syluano y en Seluagia la mediçina
          bien será despertarlos, pues basta lo
          que han dormido. Y poniendo el libro
          sobre la cabeça a Siluano se leuantó,
          diziendo: ¡O hermosa Seluagia, quán gran
          locura ha sido, auer empleado en otra
          parte el pensamiento despues que mis
          ojos te uieron! ¿Qué es esso Syluano,
          dixo Feliçia, teniendo tan presto el
          pensamiento en tu pastora Diana, tan
          subitamente le pones ahora en Seluagia?
          Syluano le respondio: Discreta señora,
          como el nauio anda perdido por la mar sin
          poder tomar puerto seguro, ansi anduuo mi
          pensamiento en los amores de Diana todo
          el tiempo que la quise bien, mas agora he
          llegado a un puerto, donde plega a Dios
          que sea tan bien recebido, como el amor
          que yo le tengo lo meresçe. Felismena
          quedó tan espantada del segundo genero
          de mudança que uio en Syluano, como del
          primero que en Sireno auia uisto, y
          dixole riendo: pues qué hazes, que no
          despiertas a Seluagia, que mal podra oyr
          tu pena una pastora que duerme? Siluano
          entonces tirandole del braço le començo
          a dezir a grandes bozes: Despierta,
          hermosa Seluagia, pues despertaste mi
          pensamiento del sueño de las ignorancias
          passadas. Dichoso yo, pues la fortuna me
          ha puesto en el mayor estado que se podia
          dessear: ¿qué es esto, no me oyes, o no
          quieres responderme? Cata que no suffre
          el amor que te tengo, no ser oydo. O
          Seluagia, no duermas tanto, ni permitas
          que tu sueño sea causa que el de la
          muerte dé fin á mis dias. Y viendo que
          no aprouechaua nada llamarla, començo a
          derramar lagrimas en tan gran abundançia,
          que los presentes no pudieron dexar de
          ayudalle, mas Feliçia dixo: Syluano
          amigo, no te afflijas, que yo haré que
          responda Seluagia, y que la respuesta sea
          tal, como tú desseas; y tomandole por la
          mano, le metio en un aposento, y le dixo:
          No salgas de ay, hasta que te llame.
          Y luego boluio a do Seluagia estaua,
          y tocandola con el libro despertó,
          como los demas auian hecho. Feliçia le
          dixo: Pastora, muy descuydada duermes.
          Seluagia respondio: Señora, qué es del
          mi Syluano? no estaua él junto conmigo?
          Ay Dios, quién me lo lleuó de aqui? Si
          boluiera? Y Feliçia le dixo. Escucha,
          Seluagia, que paresçe que desatinas: as
          de saber que el tu querido Alanio está
          a la puerta, y dize que ha andado por
          muchas partes perdido, en busca tuya, y
          trae liçençia de su padre para casarse
          contigo. Essa liçençia (dixo Seluagia)
          le aprouechará a él muy poco, pues no
          la tiene de mi pensamiento. Syluano
          qué es dél? Adonde está? Pues como el
          pastor Syluano oyó hablar a Seluagia, no
          pudo suffrir sin salir luego á la sala
          donde estaua, y mirandose los dos con
          mucho amor, lo confirmaron tan grande
          entre sí, que sola la muerte bastó para
          acaballo, de que no poco contentamiento
          reçibio Sireno, y Felismena, y aun la
          pastora Belisa. Feliçia les dixo: Razon
          será, pastores y hermosa pastora, que
          os boluays a vuestros ganados, y tened
          entendido que mi fauor jamas os podra
          faltar, y el fin de vuestros amores
          será quando por matrimonio cada uno
          se ayunte con quien dessea. Yo terné
          cuydado de auisaros, quando sea tiempo,
          y vos (hermosa Felismena) aparejaos
          para la partida, porque mañana cumple
          que partays de aqui. En esto entraron
          todas las Nimphas por la puerta de la
          sala, las cuales ya sabian el remedio
          que la sábia Feliçia auia puesto en
          el mal de los pastores: de lo cual
          reçibieron grandissimo plazer, mayormente
          Dorida, Cinthia, y Polidora: por auer
          sido ellas la principal ocasion de su
          contentamiento. Los dos nueuos enamorados
          no entendian en otra cosa, sino en
          mirarse uno a otro, con tanta afecçion
          y blandura como si uuiera mil años que
          vuieran dado prinçipio a sus amores. Y
          aquel dia estuuieron alli todos, con
          grandissimo contentamiento, hasta que
          otro dia de mañana, despidiendose los
          dos pastores, y pastora, de la sábia
          Feliçia, y de Felismena, y de Belisa, y
          assi mismo de todas aquellas Nimphas,
          se boluieron con grandissima alegria
          a su aldea, donde aquel mismo dia
          llegaron. Y la hermosa Felismena que
          ya aquel dia se auia uestido en trage
          de pastora, despidiendose de la sábia
          Feliçia, y siendo muy particularmente
          auisada de lo que auia de hazer, con
          muchas lagrimas la abraçó, y acompañada
          de todas aquellas Nimphas, se salieron
          al gran patio, que delante de la puerta
          estaua, y abraçando a cada vna por
          si, se partio por el camino donde la
          guiaron. No yua sola Felismena este
          camino, ni aun sus imaginaciones la
          dauan lugar a que lo fuesse, pensando
          yua en lo que la sábia Feliçia le auia
          dicho, y por otra parte considerando
          la poca ventura que hasta alli auia
          tenido en sus amores, le hazia dudar de
          su descanso. Con esta contrariedad de
          pensamientos yua lidiando, los quales
          aun que por vna parte la cansauan, por
          otra la entretenian, de manera que no
          sentia la soledad del camino. No vuo
          andado mucho por en medio de vn hermoso
          valle, quando a la cayda del Sol, vio
          de lexos vna choça de pastores, que
          entre vnas enzinas estaua a la entrada
          de vn bosque, y persuadida de la hambre,
          se fue hazia ella, y tambien porque la
          fiesta començaua de manera que le seria
          forçado passalla debaxo de aquellos
          arboles. Llegado a la choça, oyó que vn
          pastor dezia a vna pastora que cerca
          dél estaua assentada: No me mandes,
          Amarilida, que cante, pues entiendes
          la rayon que tengo de llorar todos los
          dias que el alma no desampare estos
          cansados miembros; que puesto caso que
          la musica es tanta parte para hacer
          acresçentar la tristeza del triste,
          como la alegria del que más contento
          biue, no es mi mal de suerte, que pueda
          ser disminuydo, ni accresçentado, con
          ninguna industria humana. Aqui tienes
          tu çampoña, tañe, canta, pastora, que
          muy bien lo puedes hazer: pues que[1261]
          tienes el coraçon libre y la voluntad
          essenta de las subiecçiones de amor. La
          pastora le respondio: no seas, Arsileo,
          auariento de lo que la naturaleza con
          tan larga mano te ha conçedido: pues
          quien te lo pide sabra complazerte en lo
          que tú quisieres pedille. Canta si es
          possible aquella cançion que a petiçion
          de Argasto heziste, en nombre de tu
          padre Arsenio, quando ambos seruiades
          a la hermosa pastora Belisa. El pastor
          le respondio: Estraña condiçion es
          la tuya (o Amarilida) que siempre me
          pides que haga lo que menos contento
          me da. ¿Qué haré que por fuerça he de
          complazerte, y no por fuerça, que assaz
          de mal aconsejado seria quien de su
          voluntad no te siruiesse? Mas ya sabes
          cómo mi fortuna me va a la mano, todas
          las vezes que algun aliuio quiero tomar:
          o Amarilida, viendo la razon que tengo
          de estar contino llorando me mandas
          cantar? Por qué quieres ofender a las
          ocasiones de mi tristeza? Plega a Dios
          que nunca mi mal vengas a sentillo en
          causa tuya propia, porque tan a tu costa
          no te informe la fortuna de mi pena. Ya
          sabes que perdi a Belisa, ya sabes que
          biuo sin esperanza de cobralla: por qué
          me mandas cantar? Mas no quiero que me
          tengas por descomedido, que no es de mi
          condiçion serlo con las pastoras á quien
          todos estamos obligados a complazer. Y
          tomando un rabel, que çerca de sí tenía,
          le començo a templar, para hazer lo que
          la pastora le mandaua. Felismena que
          açechando estaua oyó muy bien lo que
          el pastor y pastora passauan: quando
          vio que hablauan en Arsenio y Arsileo,
          seruidores de la pastora Belisa, a los
          cuales tenía por muertos, segun lo que
          Belisa auia contado a ella, y a las
          Nimphas y pastores, quando en la cabaña
          de la isleta la hallaron, uerdaderamente
          penso lo que veya ser alguna vision, o
          cosa de sueño. Y estando atenta, uio como
          el pastor començo a tocar el rabel tan
          diuinamente, que paresçia cosa del cielo:
          y auiendo tañido vn poco, con vna boz
          más angelica, que de hombre humano, dio
          prinçipio a esta cançion:

                ¡Ay vanas esperanças, quantos dias
              anduue hecho sieruo de vn engaño,
              y quán en vano mis cansados ojos
              con lagrimas regaron este valle!
              pagado me an amor y la fortuna,
              pagado me an, no sé de qué me quexo.
                Gran mal deuo passar, pues yo me quexo,
              que hechos á sufrir estan mis ojos
              los trances del amor, y la fortuna:
              ¿sabeys de quien me agrauio? de un engaño
              de una cruel pastora deste valle,
              do puse por mi mal mis tristes ojos.
                Con todo mucho deuo yo a mis ojos,
              aunque con el dolor dellos me quexo,
              pues ui por causa suya en este valle,
              la cosa más hermosa que en mis dias,
              jamas pense mirar, y no me engaño:
              preguntenlo al amor y la fortuna.
                Aunque por otra parte la fortuna,
              el tiempo, la ocasion, los tristes ojos,
              el no estar reçeloso del engaño,
              causaron todo el mal de que me quexo:
              y ansi pienso acabar mis tristes dias,
              contando mis passiones a este valle.
                Si el rio, el soto, el monte, el prado, el valle,
              la tierra, el cielo, el hado, la fortuna,
              las horas, los momentos, años, dias,
              el alma, el coraçon, tambien los ojos,
              agrauian mi dolor, quando me quexo,
              ¿por qué dizes pastora que me engaño?
                Bien sé que me engañé, más no es engaño,
              porque de auer yo uisto en este ualle
              tu estraña perfecçion, jamas me quexo,
              sino de ver que quiso la fortuna
              dar a entender a mis cansados ojos,
              que allá uernia el remedio tras los dias.
                Y son pasados años, meses, dias,
              sobre esta confiança y claro engaño:
              cansados de llorar mis tristes ojos,
              cansado de escucharme el soto, el valle,
              y al cabo me responde la fortuna,
              burlandose del mal de que me quexo.
                ¿Mas o triste pastor, de qué me quexo,
              si no es de no acabarse ya mis dias?
              ¿por dicha era mi esclaua la fortuna?
              ¿halo ella do pagar, si yo me engaño?
              ¿no anduuo libre, essento en este ualle?
              ¿quién me mandaua a mi alçar los ojos?
                ¿Mas quién podra tambien domar sus ojos
              o cómo biuire si no me quexo,
              del mal que amor me hizo en este ualle?
              mal aya un mal que dura tantos dias,
              mas no podra tardar, si no me engaño,
              que muerte no dé fin a mi fortuna.
                Venir suele bonanças tras fortuna,
              mas ya nunca veran jamas mis ojos:
              ni aun pienso caer en este engaño,
              bien basta ya el primero de quien quexo,
              y quexaré, pastora, quantos dias
              durare la memoria deste ualle.
                Si el mismo dia, pastora, que en el ualle
              dio causa que te uiesse mi fortuna,
              llegara el fin de mis cansados dias,
              o al menos uiera esquiuos essos ojos:
              çessara la razon con que me quexo,
              y no pudiera yo llamarme a engaño.
                Mas tú determinando hazerme engaño
              quando me uiste luego en este ualle,
              mostrauaste benigna, ved si quexo
              contra razon de amor, y de fortuna;
              despues no sé por qué buelues tus ojos,
              cansarte deuen ya mis tristes dias.
                Cançion de amor, y de fortuna quexo:
              y pues duró vn engaño tantos dias,
              regad ojos, regad el soto, el ualle.

          Esto cantó el pastor con muchas
          lagrimas, y la pastora lo oyó con grande
          contentamiento de uer la graçia con que
          tañia y cantaua: mas el pastor despues
          que dio fin a su cançion, soltando el
          rabel de las manos, dixo contra la
          pastora: ¿Estás contenta, Amarilida, que
          por solo tu contentamiento, me hagas
          hazer cosa que tan fuera del mio es?
          Plega a Dios (o Alteo) la fortuna te
          trayga al punto a que yo por tu causa
          he uenido: para que sientas el cargo en
          que te soy por el mal que me hiziste. O
          Belisa, quién ay en el mundo, que más
          te deua que yo? Dios me trayga a tiempo
          que mis ojos gozen de ver tu hermosura,
          y los tuyos vean si soy en conosçimiento
          de lo que les deuo. Esto dezia el pastor
          con tantas lagrimas que no vuiera coraçon
          por duro que fuera, que no se ablandara.
          Oyendole la pastora, le dixo: Pues que ya
          (Arsileo) me has contado el prinçipio de
          tus amores, y cómo Arsenio tu padre fue
          la prinçipal causa de que tu quisiesses
          bien á Belisa, porque siruiendola él, se
          aprouechaua de tus cartas y cançiones, y
          aun de tu musica (cosa que él pudiera muy
          bien escusar) te ruego me cuentes cómo
          la perdiste. Cosa es essa (le respondio
          el pastor) que yo querria pocas vezes
          contar, mas ya que es tu condiçion mandar
          me hazer y dezir aquello en que más pena
          recibo, escucha, que en breues palabras
          te lo dire. Auia en mi lugar vn hombre
          llamado Alfeo, que entre nosotros tuuo
          siempre fama de grandissimo nigromante,
          el qual quería bien a Belisa primero
          que mi padre la començasse a seruir, y
          ella no tan solamente no podia velle,
          mas aun si le hablauan en él, no auia
          cosa que más pena le diesse. Pues como
          éste supiesse un conçierto que entre mí
          y Belisa auia, de ylla a hablar desde
          ençima de vn moral, que en una huerta
          suya estaua, el diabolico Alfeo hizo
          a dos espiritus que tomasse el uno la
          forma de mi padre Arsenio, y el otro la
          mia, y que fuesse el que tomó mi forma
          al conçierto, y el que tomó la de mi
          padre uiniesse alli, y le tirasse con
          una ballesta, fingiendo que era otro, y
          que uiniesse él luego, como que lo auia
          conosçido, y se matase de pena de auer
          muerto a su hijo, a fin de que la pastora
          Belisa se diesse la muerte, uiendo muerto
          a mi padre y a mí, o a lo menos hiziesse
          lo que hizo. Esto hazia el traydor de
          Alfeo, por lo mucho que le pesaua de
          saber lo que Belisa me queria, y lo poco
          que se le daua por él. Pues como esto
          ansi fue hecho, y a Belisa le paresçiese
          que mi padre y yo fuessemos muertos, de
          la forma que he contado, desesperada se
          salio de casa, y se fue donde hasta agora
          no se ha sabido della. Esto me conto la
          pastora Armida, y yo uerdaderamente lo
          creo, por lo que despues acá ha suçedido.
          Felismena que entendio lo que el pastor
          auia dicho, quedó en extremo marauillada,
          paresçiendole que lo que dezia lleuaua
          camino de ser assí, y por las señales
          que en él vio vino en conosçimiento de
          ser aquel Arsileo, seruidor de Belisa,
          al qual ella tenía por muerto, y dixo
          entre si: No sería razon que la fortuna
          diesse contento ninguno a la persona,
          que lo negasse a vn pastor que tambien
          lo mereçe, y lo ha menester. A lo menos,
          no partiré yo deste lugar, sin darsele
          tan grande, como lo reçebira con las
          nueuas de su pastora. Y llegandose a
          la puerta de la choça, dixo contra
          Amarilida: Hermosa pastora, a vna sin
          ventura que ha perdido el camino, y aun
          la esperança de cobralle, no le dierades
          licencia para que passasse la fiesta
          en este vuestro aposento? La pastora
          quando la vio, quedó tan espantada de
          ver su hermosura, y gentil disposiçion,
          que no supo respondelle: empero Arsileo
          le dixo: por çierto, pastora, no falta
          otra cosa para hazer lo que por vos es
          pedido, sino la posada no ser tal como
          vos la meresceys, pero si desta manera
          soys seruida, entrá que no aura cosa que
          por seruiros no se haga. Felismena le
          respondió: Esas palabras (Arsileo) bien
          paresçen tuyas, mas el contento que yo en
          pago dellas te dexaré, me dé Dios a mí en
          lo que tanto ha que desseo. Y diziendo
          esto, se entró en la choça, y el pastor
          y la pastora se leuantaron, haziendole
          mucha cortesia, y boluiendose a sentar
          todos, Arsileo le dixo: por ventura,
          pastora, ha os ha dicho alguno mi nombre,
          o aueys me uisto en alguna parte antes de
          aora? Felismena le respondió: Arsileo,
          más sé de ti de lo que piensas, aunque
          estés en trage de pastor, muy fuera de
          como yo te ui, quando en la academia
          Salamantina estudiauas. Si alguna cosa
          ay que comer, mandamela dar, porque
          despues te dire vna cosa que tú muchos
          dias ha que desseas saber. Esso haré yo
          de muy buena gana (dixo Arsileo) porque
          ningun seruiçio se os puede hazer, que
          no quepa en vuestro meresçimiento. Y
          descolgando Amarilida y Arsileo sendos
          çurrones, dieron de comer a Felismena,
          de aquello que para sí tenian. Y despues
          que vuo acabado, deseando Felismena de
          alegrar a aquel que con tanta tristeza
          biuia, le empeço a hablar desta manera:
          No ay en la vida (o Arsileo) cosa que
          en más se deua tener, que la firmeza,
          y más en coraçon de muger adonde las
          menos vezes suele hallarse, mas tambien
          hallo otra cosa, que las más vezes son
          los hombres causa de la poca constançia
          que con ellos se tiene. Digo esto, por
          lo mucho que tú deues a vna pastora que
          yo conozco, la qual si agora supiesse
          que eres biuo, no creo que auria cosa en
          la uida que mayor contento le diesse. Y
          entonçes, le començo a contar por orden
          todo lo que auia passado, desde que
          mató los tres saluages, hasta que uino
          en casa de la sábia Felicia. En la qual
          cuenta, Arsileo oyo nueuas de la cosa
          que más queria, con todo lo que con ella
          auian passado las Nimphas, al tiempo
          que la hallaron durmiendo en la isleta
          del estanque, como atras aueys oydo, y
          lo que sintio de saber que la fe que su
          pastora le tenía jamas su coraçon auia
          desamparado, y el lugar cierto donde la
          auia de hallar, fue su contentamiento
          tan fuera de medida, que estuuo en poco
          de ponelle a peligro la vida. Y dixo
          contra Felismena: ¿qué palabras bastarian
          (hermosa pastora) para encaresçer la
          gran merçed que de vos he reçebido, o
          qué obras para poderos la seruir? Plega
          a Dios que el contentamiento, que vos me
          aueys dado, os dé él en todas las cosas
          que vuestro coraçon dessea. O mi señora
          Belisa, que es posible, que tan presto
          he yo de ver aquellos ojos, que tan gran
          poder en mí tuuieron? Y que despues de
          tantos trabajos me auia de sucçeder tan
          soberano descanso? Y diziendo esto con
          muchas lagrimas tomaua las manos de
          Felismena, y se las besana. Y la pastora
          Amarilida hazia lo mesmo, diziendo:
          verdaderamente (hermosa pastora) vos
          aueys alegrado vn coraçon el más triste
          que yo he pensado ver, y el que menos
          meresçia estarlo. Seys meses ha, que
          Arsileo biue en esta cabaña la más triste
          vida que nadie puede pensar. Y vnas
          pastoras que por estos prados repastan
          sus ganados (de cuya compañía yo soy)
          algunas uezes le entrauamos a ver y a
          consolar, si su mal sufriera consuelo.
          Felismena le respondio: no es el mal de
          que está doliente, de manera que pueda
          reçebir consuelo de otro, sino es de la
          causa dél o de quien le dé las nueuas que
          yo aora le he dado. Tan buenas son para
          mí, hermosa pastora (le dixo Arsileo) que
          me han renouado un coraçon enuegeçido en
          pesares. A Felismena se le entrenesçio el
          coraçon tanto de uer las palabras que el
          pastor dezia, y de las lagrimas, que de
          contento lloraua, quanto con las suyas
          dió testimonio, y desta manera estuuieron
          alli toda la tarde, hasta que la fiesta
          fue toda passada, que despidiendose
          Arsileo de las dos pastoras, se partio
          con mucho contento, para el templo de
          Diana, por donde Felismena le auia guiado.

          Syluano y Seluagia con aquel contento que
          suelen tener los que gozan despues de
          larga ausençia de la vista de sus amores,
          caminauan hazia el deleytoso prado,
          donde sus ganados andauan pasçiendo,
          en compañia del pastor Sireno; el qual
          aunque yua ageno del contentamiento que
          en ellos ueya, tambien lo yua de la pena
          que la falta dél suele causar. Porque
          ni él pensaua en querer bien ni se le
          daua nada en no ser querido. Syluano
          le dezia: Todas las uezes que te miro
          (amigo Sireno) me paresçe que ya no eres
          el que solias: mas antes creo que te has
          mudado, juntamente con los pensamientos.
          Por una parte casi tengo piedad de ti,
          y por otra, no me pesa de verte tan
          descuydado de las desuenturas de amor.
          ¿Por qué parte (dixo Sireno) tienes
          de mí manzilla? Syluano le respondio.
          Porque me paresçe, que estar vn hombre
          sin querer, ni ser querido, es el más
          enfadoso estado, que puede ser en la
          vida. No ha muchos dias (dixo Sireno)
          que tú entendias esto muy al reues,
          plega a Dios que en este mal estado me
          sustente a mí la fortuna, y a ti en el
          contento que reçibes con la vista de
          Seluagia. Que puesto caso, que se puede
          auer embidia de amar, y ser amado de
          tan hermosa pastora: yo te aseguro que
          la fortuna no se descuyde de templaros
          el contento que reçebis con vuestros
          amores. Seluagia dixo entonces: no será
          tanto el mal que ella con sus desuariados
          sucçesos nos puede hazer, quanto es el
          bien de verme tan bien empleada. Sireno
          le respondió: Ah Seluagia, que yo me
          he visto tambien querido quanto nadie
          puede verse, y tan sin pensamiento de
          ver fin a mis amores, como vosotros lo
          estays aora: Mas nadie haga cuenta sin
          la fortuna, ni fundamento sin considerar
          las mudanças de los tiempos. Mucho deuo
          a la sábia Feliçia, Dios se lo pague,
          que nunca yo pense poder contar mi mal
          en tiempo que tan poco lo sintiesse. En
          mayor deuda le soy yo (dixo Seluagia)
          pues fue causa que quisiesse bien a
          quien yo jamas dexe de uer delante mis
          ojos. Syluano dixo boluiendo los suyos
          hazia ella: essa deuda, esperança mia,
          yo soy el que con más razon la deuia
          pagar, a ser cosa que con la vida pagar
          se pudiera. Essa os dé Dios, mi bien
          (dixo Seluagia) porque sin ella la mia
          sería muy escusada. Sireno viendo las
          amorosas palabras que se dezian, medio
          riendo les dixo: No me paresçe mal que
          cada uno se sepa pagar tan bien que ni
          quiera quedar en deuda, ni que le deuan,
          y aun lo que me paresçe, es que segun las
          palabras que unos a otros dezis, sin yo
          ser el terçero, sabriades tratar nuestros
          amores. En estas y otras razones passauan
          los nueuos enamorados y el descuydado
          Sireno el trabajo de su camino, al qual
          dieron fin al tiempo que el sol se queria
          poner, y antes que llegassen a la fuente
          de los Alisos, oyeron vna boz de una
          pastora, que dulçemente cantaua: la qual
          fue luego conosçida, porque Syluano en
          oyendola, les dixo: Sin duda es Diana,
          la que junto a la fuente de los Alisos
          canta. Seluagia respondio: Verdaderamente
          aquella es, metamonos entre los myrthos,
          junto a ella, porque mejor podamos oylla.
          Sireno les dixo: Sea como nosotros
          ordenaredes, aunque tiempo fue que me
          diera mayor contento su musica, y aun su
          vista que no agora. Y entrandose todos
          tres por entre los espesos myrthos, ya
          que el sol se queria poner, vieron junto
          a la fuente a la hermosa Diana, con tan
          grande hermosura, que como si nunca la
          vuieran visto, ansi quedaron admirados:
          tenía sueltos sus hermosos cabellos, y
          tomadas atras con una çinta encarnada,
          que por medio de la cabeça los repartia.
          Los ojos puestos en el suelo y otras
          vezes en la clara fuente, y limpiando
          algunas lagrimas, que de quando en quando
          le corrian, cantaua este romançe.

                Quando yo triste nasçi,
              luego nasçi desdichada:
              luego los hados monstraron
              mi suerte desuenturada,
              el sol escondió sus rayos,
              la luna quedó eclipsada,
              murio mi madre en pariendo,
              moça hermosa, y mal lograda:
              el ama que me dio leche,
              jamas tuuo dicha en nada,
              ni menos la tune yo,
              soltera ni desposada.
              Quise bien, y fuy querida:
              oluidé, y fuy oluydada:
              esto causó vn casamiento,
              que a mí me tiene cansada.
              Casara yo con la tierra,
              no me viera sepultada
              entre tanta desuentura
              que no puede ser contada.
              Moça me casó mi padre,
              de su obediençia forçada:
              puse a Sireno en oluido
              que la fe me tenía dada,
              pago tan bien mi descuydo
              qual no fue cosa pagada.
              Celos me hazen la guerra,
              sin ser en ellos culpada:
              con çelos uoy al ganado,
              con çelos a la majada,
              y con çelos me leuanto
              contino a la madrugada:
              con çelos como a su mesa,
              y en su cama só acostada,
              si le pido de que ha çelos,
              no sabe responder nada;
              jamas tiene el rostro alegre,
              siempre la cara inclinada,
              los ojos por los rincones,
              la habla triste y turbada,
              ¡cómo biuira la triste
              que se uee tan mal casada!

          A tiempo pudiera tomar a Sireno el triste
          canto de Diana, con las lagrimas que
          derramaua cantando y la tristeza de que
          su rostro daua testimonio, que al pastor
          pusieran en riesgo de perder la uida,
          sin ser nadie parte para remedialle,
          mas como ya su coraçon estaua libre de
          tan peligrosa prision, ningun contento
          reçibio con la uista de Diana, ni pena
          con sus tristes lamentaçiones. Pues el
          pastor Syluano, no tenía a su paresçer
          porque pesalle de ningun mal que a Diana
          sucçediesse; visto como ella jamas se
          auia dolido de lo que a su causa auia
          passado. Sola Seluagia le ayudó con
          lagrimas, temerosa de su fortuna. Y dixo
          contra Sireno. Ninguna perfecçion, ni
          hermosura puede dar la naturaleza, que
          con Diana largamente no la aya repartido:
          porque su hermosura no creo yo que tiene
          par, su graçia, su discreçion, con todas
          las otras partes que una pastora deue
          tener. Nadie le haze uentaja, sola una
          cosa le faltó, de que yo siempre le vue
          miedo, y esto es la ventura: pues no
          quiso dalle compañia con que pudiesse
          passar la uida, con el descanso que
          ella meresçe. Sireno respondio: quien
          a tantos le ha quitado, justa cosa es
          que no le tenga. Y no digo esto, porque
          no me pese del mal desta pastora, sino
          por la grandissima causa que tengo
          de dessearsele. No digas esso (dixo
          Seluagia) que yo no puedo creer que
          Diana te aya ofendido en cosa alguna.
          ¿Qué offensa te hizo ella en casarse,
          siendo cosa que estaua en la uoluntad de
          su padre, y deudos, más quen la tuya? Y
          despues de casada, qué pudo hazer por lo
          que tocaua a su honra, sino oluidarte?
          cierto, Sireno, para quexarte de Diana
          más legitimas causas auia de auer que
          las que hasta aora emos uisto, Siluano
          dixo: Por cierto, Sireno, Seluagia tiene
          tanta razon en lo que dize que nadie
          con ella se lo puede contradizir. Y si
          alguno con causa se puede quexar de su
          ingratitud, yo soy: que la quise todo
          lo que se puede querer, y tuuo tan mal
          conosçimiento, como fue el tratamiento
          que vistes que siempre me hazia.
          Seluagia respondio, poniendo en él unos
          amorosos ojos, y dixo: Pues no erades
          uos mi pastor para ser mal tratado, que
          ninguna pastora ay en el mundo, que no
          gane mucho en que uos la querays. A este
          tiempo Diana sintio que çerca della
          hablauan, porque los pastores se auian
          descuydado algo de hablar, de manera que
          ella no les oyesse: y leuantandose en
          pie miró entre los myrthos y conosçio
          los pastores y pastora que entre ellos
          estaba asentada. Los quales uiendo que
          auian sido uistos, se unieron a ella,
          y la resçibieron con mucha cortesia, y
          ella a ellos, con muy gran comedimiento,
          preguntandoles adonde auian estado. A
          lo qual, ellos respondieron con otras
          palabras, y otros mouimientos de rostro,
          de lo que respondian a lo que ella solia
          preguntalles: cosa tan nueua para Diana,
          que puesto caso que los amores de ninguno
          dellos le diessen pena, en fin le pesó de
          uerlos tan otros de lo que solian; y más
          quando entendio en los ojos de Syluano
          el contentamiento que los de Seluagia le
          dauan, y porque era ya hora de recogerse,
          y el ganado tomaua su acostumbrado
          camino hazia el aldea, ellos se fueron
          tras él: y la hermosa Diana dixo contra
          Sireno: muchos dias ha (pastor) que por
          este valle no te he visto: más ha (dixo
          Sireno) que a mí me yua la vida que no
          me viesse quien tan mala me la ha dado,
          mas en fin no da poco contento hablar en
          la fortuna passada el que ya se halla en
          seguro puerto. En seguro te paresçe, dixo
          Diana, el estado en que agora biues? No
          deue ser muy peligroso (dixo Sireno),
          pues yo oso hablar delante de ti desta
          manera. Diana respondio: nunca yo me
          acuerdo verte por mí tan perdido, que
          tu lengua no tuuiesse la libertad que
          aora tiene. Sireno le respondio: tan
          discreta eres en imaginar esso, como en
          todas las otras cosas. Por qué causa?
          (dixo Diana) Porque no ay otro remedio,
          dixo Sireno, para que tú no sientas lo
          que perdiste en mí, sino pensar que
          no te quería yo tanto que mi lengua
          dexasse de tener la libertad que dizes.
          Mas con todo esso plega a Dios (hermosa
          Diana) que siempre te dé tanto contento
          quanto en algun tiempo me quesiste, que
          puesto caso que ya nuestros amores sean
          passados, las reliquias que en el alma
          me han quedado bastan para dessearte yo
          todo el contentamiento posible. Cada
          palabra dessas para Diana era arrojalle
          vna lança, que Dios sabe si quisiera
          ella más yr oyendo quexas, que creyendo
          libertades, y aunque ella respondia
          a todas las cosas, que los pastores
          le dezian, con çierto descuydo, y se
          aprouechaua de toda su discreçion para no
          dalles á entender que le pesaua de uer
          los tan libres, todavia se entendia muy
          bien el descontento que sus palabras le
          dauan. Y hablando en estas y otras cosas,
          llegaron al aldea, a tiempo que de todo
          punto el sol auia escondido sus rayos, y
          despidiendose unos de otros, se fueron a
          sus posadas.

          Pues boluiendo a Arsileo, el qual con
          grandissimo contentamiento, y desseo de
          uer a[1262] su pastora, caminaua hazia
          el bosque donde el templo de la diosa
          Diana estaua, llegó junto a vn arroyo,
          que çerca del sumptuoso templo por entre
          unos uerdes alisos corria, a la sonbra
          de los quales se asento, esperando que
          uiniesse por alli alguna persona, con
          quien hiziesse saber a Belisa de su
          uenida, porque le paresçia peligroso
          dalle algun sobresalto, teniendolo ella
          por muerto. Por otra parte el ardiente
          desseo que tenía de uerla no le daba
          lugar a ningun reposo. Estando el pastor
          consultando consigo mismo el consejo que
          tomaria, uio uenir hazia si una Nimpha
          de admirable hermosura, con un arco en
          la mano, y una aljaua al cuello: mirando
          a una y a otra parte, si auia alguna
          caça en qué emplear una aguda saeta, que
          en el arco traya puesta. Y quando uio
          al pastor se fue derecha a él, y él se
          leuantó, y le hizo el acatamiento que a
          tan hermosa Nimpha deuia hazerse. Y de la
          misma manera fue della reçibido, porque
          ésta era la hermosa Polidora, una de
          las tres que Felismena, y los pastores
          libraron del poder de los saluages, y muy
          affiçionada a la pastora Belisa. Pues
          boluiendose ambos assentar sobre la uerde
          yerua, Polidora le preguntó de qué tierra
          era, y la causa de su uenida. A lo qual
          Arsileo respondio: Hermosa Nimpha, la
          tierra donde yo nasçi me ha tratado de
          manera, que paresçe que me hago agrauio
          en llamarla mía, aunque por otra parte le
          deuo más de lo que yo sabria encaresçer.
          Y para que yo te diga la causa que tuuo
          la fortuna de traerme a este lugar, sería
          menester que primero me dixesses, si eres
          de la compañia de la sábia Feliçia, en
          cuya casa me dizen que está la hermosa
          pastora Belisa (causa de mi destierro) y
          de toda la tristeza que la ausençia me
          ha hecho suffrir. Polidora respondio:
          de la compañia de la sábia Feliçia soy
          y la mayor amiga dessa pastora que has
          nombrado que ella en la uida puede tener,
          y para que tambien me tengas en la
          misma posession, si aprouechasse algo,
          aconsejarte hya, que siendo posible
          oluidalla, que lo hiziesses. Porque tan
          imposible es remedio de tu mal, como del
          que ella padesçe, pues la dura tierra
          come ya aquel de quien con tanta razon
          lo esperaua. Arsileo le respondio:
          Será por uentura esse que dizes que la
          tierra come, su seruidor Arsileo? Si por
          çierto, dixo Polidora, esse mismo es el
          que ella quiso más que a sí, el que con
          más razon podemos llamar desdichado,
          despues de ti, pues tienes puesto el
          pensamiento en lugar donde el remedio
          es imposible. Que puesto caso que jamas
          fuy enamorada, yo tengo por aueriguado,
          que no es tan grande mal la muerte, como
          el que deue padesçer la persona que
          ama a quien tiene la uoluntad empleada
          en otra parte. Arsileo le respondio:
          Bien creo, hermosa Nimpha, que segun la
          constançia y bondad de Belisa, no será
          parte la muerte para que ella ponga el
          pensamiento en otra cosa, y que no aurá
          nadie en el mundo que de su pensamiento
          le quitasse. Y en ser esto ansi, consiste
          toda mi bienauenturança. ¿Cómo, pastor
          (le dixo Polidora) queriendola tú de la
          manera que dizes, está tu feliçidad en
          que ella tenga en otra parte tan firme
          el pensamiento? Essa es nueua manera de
          amor, que yo hasta agora no he oydo.
          Arsileo le respondio: para que no te
          marauilles, hermosa Nimpha, de mis
          palabras, ni de la suerte del amor que
          a mi señora Belisa tengo, está un poco
          atenta, y contarte he lo que tú jamas
          pensaste oyr, aunque el prinçipio dello
          te deue auer contado essa tu amiga y
          señora de mi coraçon. Y luego le conto
          desdel prinçipio de sus amores, hasta el
          engaño de Alfeo con los encantamientos
          que hizo, y todo lo demas que destos
          amores hasta entonçes auia sucçedido, de
          la manera que atras lo he contado, lo
          qual contaua el pastor, aora con lagrimas
          cansadas de traer a la memoria sus
          desuenturas pasadas, aora con sospiros
          que del alma le salian, imaginando lo que
          en aquellos passos su señora Belisa podia
          sentir. Y con las palabras y mouimientos
          del rostro, daua tan grande spirito a lo
          que dezia, que a la Nimpha Polidora puso
          en grande admiraçion, mas quando entendio
          que aquel era uerdaderamente Arsileo, el
          contento que desto reçibio, no se atreuia
          dallo a entender con palabras, ni aun
          le paresçia que podria hazer más que
          sentillo. Ved qué se podia esperar de la
          desconsolada Belisa, quando lo supiesse!
          Pues poniendo los ojos en Arsileo, no sin
          lagrimas de grandissimo contentamiento
          le dixo: Quisiera yo (Arsileo) tener
          tu discreçion y claridad de ingenio
          para darte a entender lo que siento del
          allegre sucçesso que a mi Belisa le ha
          soliçitado la fortuna, porque de otra
          manera sería escusado pensar yo que tan
          baxo ingenio como el mio, podria dallo a
          entender. Siempre yo tuue creydo que en
          algun tiempo la tristeza de mi Belisa se
          auia de boluer en grandissima alegria,
          porque su hermosura y discreçion,
          juntamente con la grandissima fe que
          siempre te ha tenido, no meresçia menos.
          Mas por otra parte tuue temor que la
          fortuna no tuuiesse cuenta con dalle
          lo que yo tanto le desseaua. Porque su
          condiçion es, las más de las uezes, traer
          los sucçessos muy al reues del desseo
          de los que quieren bien. Dichoso te
          puedes llamar, Arsileo, pues mereçiste
          ser querido en la vida, de manera que
          en la muerte no pudiesses ser oluidado.
          Y porque no se sufre dilatar mucho tan
          gran contentamiento a vn coraçon que
          tan neçessitado dél está, dame liçençia
          para que yo vaya a dar tan buenas nueuas
          a tu pastora, como son las de tu vida
          y su desengaño. Y no te vayas deste
          lugar, hasta que yo buelua con la persona
          que tú más deseas ver, y con más razon
          te lo meresçe. Arsileo le respondio:
          hermosa Nimpha, de tan gran discreçion
          y hermosura como la tuya, no se puede
          esperar sino todo el contento del mundo.
          Y pues tanto desseas darmele, haz en
          ello tu voluntad, que por ella me pienso
          regir, ansi en esto, como en lo de más
          que sucçediere. Y despidiendose vno de
          otro, Polidora se partio a dar la nueua
          a Belisa, y Arsileo la quedó esperando a
          la sombra de aquellos alisos; el qual por
          entretener el tiempo en algo, como suelen
          hazer las personas que esperan alguna
          cosa que gran contento les dé, sacó su
          rabel, y començo a cantar desta manera.

                Ya dan buelta el amor y la fortuna,
              y vna esperança muerta, o desmayada
              la esfuerça cada vno,[1263] y la assegura.

                Ya dexan infortunios la posada
              de vn coraçon en fuego consumido,
              y una alegria viene no pensada.

                Ya quita el alma al luto, y el sentido
              la posada apareja a la alegria,
              poniendo en el pesar eterno oluido.

                Qualquiera mal de aquellos que solia
              passar quando reynaua mi tormento,
              y en fuego del ausençia me ençendia.

                A todos da fortuna tal descuento,
              que no fue tanto mal del mal passado,
              quanto es el bien, del bien que agora siento.

                Bolued, mi coraçon sobresaltado
              de mil desassosiegos, mil enojos:
              sabed gozar si quiera un buen estado.

                Dexad vuestro llorar, cansados ojos,
              que presto gozareys de uer aquella,
              por quien gozó el amor de mis despojos.

                Sentidos que buscays mi clara estrella,
              embiando acá y allá los pensamientos,
              a uer lo que sentis delante della?

                A fuera soledad y los tormentos,
              sentidos a su causa, y dexen desto
              mis fatigados miembros muy essentos.

                O tiempo no te pares, passa presto,
              fortuna, no le estorues su uenida:
              ay Dios? que aun me quedó por passar esto?

                Ven mi pastora dulçe, que la uida
              que tú pensaste que era ya acabada,
              está para seruirte aperçebida.

                No uienes, mi pastora desseada?
              ay Dios, si la ha topado, o se ha perdido
              en esta selua de arboles poblada?

                O si esta Nimpha que de aqui se ha ydo
              quiça que se oluidó de yr a buscalla:
              más no, tal voluntad no suffre oluido.

                Tú sola eres pastora adonde halla
              mi alma su descanso y su alegria,
              por qué no vienes presto a asseguralla?

                ¿No vees como se ua passando el dia,
              y si se passa acaso sin yo verte,
              yo boluere al tormento que solia,
              y tú de veras llorarás mi suerte?

          Quando Polidora se partió de Arsileo,
          no muy lexos de alli topó a la pastora
          Belisa, que en compañia de las dos
          Nimphas, Cinthia y Polidora, se andaua
          recreando por el espesso bosque; y
          como ellas la viessen venir con grande
          priesa, no dexaron de alborotarse
          paresçiendoles que yua huyendo de alguna
          cosa de que ellas tambien les cumpliesse
          de[1264] huyr. Ya que uuo llegado vn
          poco más cerca, la alegria que en su
          hermoso rostro uieron las asseguró,
          y llegando a ellas, se fue derecha a
          la pastora Belisa, y abraçandola, con
          grandissimo gozo y contentamiento le
          dixo: Este abraço (hermosa pastora) si
          uos supiessedes de qué parte uiene, con
          mayor contento le reçibiriades del que
          aora teneys. Belisa le respondio: de
          ninguna parte (hermosa Nimpha) él puede
          uenir, que yo en tanto le tenga, como
          es de la vuestra, que la parte de que
          yo lo pudiera tener en más, ya no es
          en el mundo, ni aun yo deuria querer
          biuir, faltandome todo el contento que
          la uida me podia dar. Essa uida espero
          yo en Dios, dixo Polidora, que uos de
          aqui adelante terneys con más alegria de
          la que podeys pensar. Y sentemonos a la
          sombra deste uerde aliso, que grandes
          cosas traygo que deçiros. Belisa y las
          Nimphas se assentaron, tomando en medio
          a Polidora, la qual dixo a Belisa: Dime,
          hermosa pastora, tienes tú por çierta la
          muerte de Arsenio y Arsileo? Belisa le
          respondio, sin poder tener las lagrimas:
          Tengola por tan çierta, como quien con
          sus mismos ojos la uio, uno atrauessado
          con una saeta, y al otro matarse con
          su misma espada. Y qué dirias (dixo
          Polidora) a quien te dixesse, que estos
          dos que tú uiste muertos, son biuos, y
          sanos, como tú lo eres? Respondiera yo a
          quien esso me dixesse (dixo Belisa) que
          ternía desseo de renouar mis lagrimas,
          trayendomelos a la memoria, o que
          gustaua de burlarse de mis trabajos.
          Bien segura estoy (dixo Polidora) que tú
          esso pienses de mí pues sabes que me han
          dolido más que a ninguna persona que tú
          lo ayas contado. Mas dime, quién es un
          pastor de tu tierra, que se llama Alfeo?
          Belisa respondio: El mayor hechizero y
          encantador que ay en nuestra Europa:
          y aun algun tiempo, se preçiaua él de
          seruirme. Es hombre (hermosa Nimpha)
          que todo su trato y conuersaçion es con
          los demonios a los quales él haze tomar
          la forma que quiere. De tal manera que
          muchas uezes pensays que con vna persona
          a quien conosçeys, estays hablando, y
          vos hablays con el demonio a que él haze
          tomar aquella figura. Pues has de saber,
          hermosa pastora, dixo Polidora, que esse
          mismo Alfeo con sus hechizerias, ha
          dado causa al engaño en que hasta agora
          has biuido, y a las infinitas lagrimas
          que por esta causa has llorado porque
          sabiendo él que Arsileo te auia de
          hablar aquella noche que entre uosotros
          estaua conçertado, hizo que dos spiritus
          tomassen las figuras de Arsileo y de su
          padre, y queriendote Arsileo hablar,
          passasse delante de ti lo que uiste.
          Porque paresçiendote que eran muertos,
          desesperasses, o a lo menos, hiziesses
          lo que heziste. Quando Belisa oyo lo
          que la hermosa Polidora le auia dicho,
          quedó tan fuera de sí, que por vn rato
          no supo respondelle; pero boluiendo en
          si, le dixo, Grandes cosas, hermosa
          Nimpha, me has contado, si mi tristeza
          no me estoruasse creellas. Por lo que
          dizes que me quieres, te suplico que me
          digas de quién has sabido, que los dos
          que yo vi delante de mis ojos muertos,
          no eran Arsenio y Arsileo? De quién?
          (dixo Polidora) del mismo Arsileo. Cómo
          Arsileo? Respondió Belisa. Que es posible
          que el mi Arsileo está biuo? y en parte
          que te lo pudiesse contar? Yo te diré
          quán posible es, dixo Polidora, que si
          uienes comigo, antes que lleguemos a
          aquellas tres hayas, que delante de los
          ojos tienes, te lo mostraré. Ay Dios,
          dixo Belisa, qué es esto que oyo? Que
          es verdad, que está alli todo mi bien?
          Pues qué hazes (hermosa Nimpha) que no me
          lleuas a uerle? No cumples con el amor
          que dizes siempre me as tenido. Esto
          dezia la hermosa pastora, con vna mal
          segura alegria, con vna dudosa esperança
          de lo que tanto deseaua, mas leuantandose
          Polidora, y tomandola por la mano,
          juntamente con las Nimphas Cinthia, y
          Dorida, que de plazer no cabian en ver
          el buen suçesso de Belisa, se fueron
          hazia el arrroyo, donde Arsileo estaua.
          Y antes que allá llegassen, vn templado
          ayre, que de la parte de donde estaua
          Arsileo venia, les hirio con la dulçe
          boz del enamorado pastor en los oydos,
          el qual aun a este tiempo no auia dexado
          la musica: mas antes començó de nueuo a
          cantar esta mote antiguo, con la glosa
          que el mismo alli a su proposito hizo.


                    VENTURA, UEN Y DURA

                         _Glosa._

                Qué tiempos, que mouimientos,
              qué caminos tan estraños,
              qué engaños, qué desengaños,
              qué grandes contentamientos
              nasçieron de tantos daños:
              todo lo sufre vna fe
              y un buen amor lo assegura,
              y pues que mi desuentura,
              ya de enfadada se fue,
              ven, ventura, uen y dura.
                Sueles, ventura, mouerte
              con ligero mouimiento,
              y si en darme este contento
              no ymaginas tener fuerte,
              más me uale mi tormento;
              que si te vas al partir,
              falta el seso y la cordura:
              mas si para estar segura
              te determinas venir,
              ven, ventura, uen y dura.
                Si es en uano mi uenida,
              si acaso biuo engañado,
              que todo teme vn cuytado,
              no fuera perder la uida
              consejo más açertado?
              o temor, eres estraño,
              siempre el mal se te figura,
              mas ya que en tal hermosura
              no puede caber engaño,
              ven, ventura, uen y dura[1265].

          Qvando Belisa oyó la musica de su
          Arsileo, tan gran alegría llegó a su
          coraçon, que sería imposible sabello
          dezir, y acabando de todo punto de
          dexar la tristeza que el alma le tenía
          occupada, de adonde procedia su hermoso
          rostro no mostrar aquella hermosura de
          que la naturaleza tanta parte le auia
          dado, ni aquel ayre y graçia, causa
          prinçipal de los sospiros del su Arsileo,
          dixo con vna tan nueua graçia y hermosura
          que las Nimphas dexó admiradas: Esta sin
          duda es la boz del mi Arsileo, si es
          verdad, que no me engaño en llamarle mío.
          Quando el pastor vio delante de sus ojos
          la causa de todos sus males passados, fue
          tan grande el contentamiento que reçibió,
          que los sentidos, no siendo parte para
          conprehendelle en aquel punto, se le
          turbaron de manera que por entonçes no
          pudo hablar. Las Nimphas sintiendo lo
          que en Arsileo auio causado la vista de
          su pastora, se llegaron a él a tiempo
          que suspendiendo el pastor por vn poco
          lo que el contentamiento presente le
          causaua, con muchas lagrimas dezia: O
          pastora Belisa, con qué palabras podré yo
          encaresçer la satisfacçion que la fortuna
          me ha hecho de tantos y tan desusados
          trabajos, como a causa tuya, he passado?
          O quién me dara un coraçon nueuo, y no
          tan hecho a pesares como el mío, para
          reçebir vn gozo tan estremado, como el
          que tu uista me causa? O fortuna, ni yo
          tengo más que te pedir, ni tú tienes más
          que darme. Sola una cosa te pido. Ya que
          tienes por costumbre, no dar a nadie
          ningun contento estremado, sin dalle
          algun disgusto en cuenta dél, que con
          pequeña tristeza, y de cosa que duela
          poco, me sea templada la gran fuerça de
          la alegria, que en este dia me diste: O
          hermosas Nimphas, ¿en cuyo poder auia
          de estar tan gran thesoro, sino en el
          vuestro, adonde pudiera él estar mejor
          empleado? Alegrense vuestros coraçones
          con el gran contentamiento, que el mio
          resçibe: que si algun tiempo quesistes
          bien, no os paresçerá demasiado. O
          hermosa pastora, por qué no me hablas?
          ha te pesado por ventura de ver al tu
          Arsileo? ha turbado tu lengua, el pesar
          de auello uisto, o el contentamiento de
          velle? Respondeme, porque no sufre lo
          que te quiero yo estar dudoso de cosa
          tuya? La pastora entonçes le respondio:
          muy poco sería el contento de verte (o
          Arsileo) si yo con palabras pudiesse
          dezillo. Contentate con saber el extremo
          en que tu fingida muerte me puso, y por
          él verás la gran alegria en que tu vida
          me pone. Y viniendole a la pastora, al
          postrero punto destas palabras, las
          lagrimas a los ojos, calló lo mas que
          dezir quisiera: a las quales las Nimphas
          enternesçidas de las blandas palabras que
          los dos amantes se dezian, les ayudaron.
          Y porque la noche se les açercaua, se
          fueron todos juntos hazia la casa de
          Feliçia, contandose vno a otro lo que
          hasta alli auian passado. Belisa preguntó
          a Arsileo por su padre Arsenio: y el
          respondio que en sabiendo que ella era
          desaparesçida, se auia recogido en una
          heredad suya, que está en el camino, a
          do biue con toda la quietud posible, por
          auer puesto todas las cosas del mundo
          en oluido, de que Belisa en extremo se
          holgó, y assi llegaron en casa de la
          sábia Feliçia donde fueron muy bien
          reçebidos. Y Belisa le besó muchas vezes
          las manos, diziendo que ella auia sido
          causa de su buen suçesso, y lo mismo hizo
          Arsileo, a quien Feliçia mostro gran
          voluntad de hazer siempre por él lo que
          en ella fuesse.


                   _Fin del quinto libro._


                                NOTAS:

[1260] _Le_ en la edición de Milán.

[1261] Falta el _que_ en la edición de Milán.

[1262] Falta el _á_ en la edición de Milán.

[1263] _Cada cual_, en la edición de Milán.

[1264] Falta el _de_ en la edición de Milán.

[1265] En la edición de Milán, siempre _tura_ en vez de _dura_.




                       LIBRO SEXTO
           DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR


          Despues que Arsileo se partio, quedó
          Felismena con Amarilida la pastora que
          con él estaua, pidiendose vna a otra
          cuenta de sus vidas, cosa muy natural de
          las que en semejantes partes se hallan. Y
          estando Felismena contando a la pastora
          la causa de su venida, llegó a la choça
          vn pastor de muy gentil disposiçion y
          arte: aunque la tristeza paresçia que
          le traya encubierta gran parte della.
          Quando Amarilida le vio, con la mayor
          presteza que pudo se leuantó para yrse,
          mas Felismena la trauó de la saya,
          sospechando lo que podia ser, y le dixo:
          No sería justo (hermosa pastora) que
          esse agrauio reçebiesse de ti, quien
          tanto desseo tiene de seruirte, como
          yo. Mas como ella porfiasse de yrse de
          alli, el pastor con muchas lagrimas
          dezia: Amarilida, no quiero que teniendo
          respecto a lo que me haze suffrir, te
          duelas deste desuenturado pastor, sino
          que tengas cuenta con tu gran valor y
          hermosura, y con que no ay cosa en la
          uida que peor esté a una pastora de tu
          qualidad, que tratar mal a quien tanto
          la[1266] quiere. Mira, Amarilida mia,
          estos cansados ojos, que tantas lagrimas
          han derramado, y uerás la razon que los
          tuyos tienen de no mostrarse ayrados
          contra este sin uentura pastor. ¡Ay que
          me huyes por no uer la razon que tienes
          de aguardarme! Espera, Amarilida, oyeme
          lo que digo, y siquiera no me respondas.
          ¿Qué te cuesta oyr a quien tanto le ha
          costado uerte? Y boluiendose a Felismena
          con muchas lagrimas le pedia que no le
          dexasse yr: la qual importunaua con
          muy blandas palabras a la pastora, que
          no tratasse tan mal a quien mostraua
          quererla más que a sí: y que le
          escuchasse pues en ello auenturaua tan
          poco. Mas Amarilida respondio: Hermosa
          pastora, no me mandeys oyr a quien dé
          más credito a sus pensamientos que a
          mis palabras. Cata que este que delante
          de ti está, es uno de los desconfiados
          pastores, que se sabe, y de los que mayor
          trabajo dan a las pastoras que quieren
          bien. Filemon dixo contra Felismena:
          Yo quiero (hermosa pastora) que seas
          el juez entre mi y Amarilida, y si yo
          tengo culpa del enojo que comigo tiene,
          quiero perder la vida. E si ella la
          tuuiera, no quiero otra cosa, sino que
          en paga desto, conozca lo que me deue.
          De perder tú la vida (dixo Amarilida)
          yo estoy bien segura, porque ni a ti te
          quieres tanto mal, que lo hagas, ni a mí
          tanto bien, que por mi causa te pongas
          en auentura de perder la vida. Mas yo
          agora quiero, que esta hermosa pastora
          juzgue, vista mi razon y la tuya, quál
          es más digno de culpa entre los dos.
          Sea assi (diso Felismena) y sentemonos
          al pie desta verde haya, junto al prado
          florido que delante los ojos tenemos,
          porque quiero ver la razon, que cada vno
          tiene, de quexarse del otro. Despues
          que todos se vuieron assentado sobre la
          uerde yerua, Filemon començo a hablar
          desta manera: Hermosa pastora, confiado
          estoy, que si acaso has sido tocada de
          amores, conoçeras la poca razon que
          Amarilida tiene de quexarse de mí y de
          sentir tan mal de la fe que le tengo,
          que venga a ymaginar lo que nadie de su
          pastor imaginó. Has de saber, hermosa
          pastora, que quando yo nasçi, y aun
          ante mucho que nasçiesse, los hados me
          destinaron para que amasse esta hermosa
          pastora que delante mis tristes y tus
          hermosos ojos está, y a esta causa he
          respondido con el effecto de tal manera,
          que no creo que ay amor como el mio,
          ni ingratitud como la suya. Sucçedio,
          pues, que seruiendola desde mi niñez, lo
          mejor que yo he sabido, aurá como çinco
          o seis meses, que mi desuentura aportó
          por aqui a vn pastor llamado Arsileo, el
          qual buscaua vna pastora, que se llama
          Belisa, que por çierto mal suçesso,
          anda por estos bosques desterrada. Y
          como fuesse tanta su tristeza, sucçedio
          que esta cruel pastora que aqui veys,
          o por mançilla que tuuo dél, o por la
          poca que tiene de mí, o por lo que ella
          se sabe, jamas la he podido apartar
          de su compañia. Y si acaso le hablaua
          en ello paresçia que me queria matar,
          porque aquellos ojos que alli veys, no
          causan menos espanto, quando miran,
          estando ayrados, que alegria, quando
          estan serenos. Pues como yo estuuiesse
          tan occupado, el coraçon de grandissimo
          amor, el alma de vna affeçion[1267] jamas
          oyda, el entendimiento de los mayores
          çelos, que nunca nadie tuuo, quexauame a
          Arsileo con sospiros, y a la tierra con
          amargo llanto: mostrando la sin razon que
          Amarilida me hazia. Ha le causado tan
          grande aborresçimiento auer yo imaginado
          cosa contra su honestidad que por
          vengarse de mi, ha perseuerado en ello
          hasta aora, y no tan solamente haze esto,
          mas en viendome delante sus ojos, se va
          huyendo como la medrosa çierua de los
          hambrientos lebreles. Ansi que por lo que
          deues a ti misma, te pido que juzgues,
          si es bastante la causa que tiene de
          aborresçerme y si mi culpa es tan graue,
          que merezca por ella ser aborresçido.
          Acabado Filemon de dar cuenta de su mal,
          y de la sin razon que su Amarilida le
          hazia, la pastora Amarilida començo a
          hablar desta manera: Hermosa pastora,
          auerme Filemon, que ahi está, querido
          bien (a lo menos auerlo mostrado) sus
          seruicios an sido tales, que me sería
          mal contado dezir otra cosa; pero si yo
          tambien he desechado, por causa suya, el
          seruiçio de otros muchos pastores, que
          por estos valles repastan sus ganados, y
          zagales a quien naturaleza no ha dotado
          de menos graçia que a otros, el mismo
          puede dezillo. Porque las muchas uezes
          que yo he sido requestada, y las que he
          tenido la firmeza que a su fe deuia,
          no creo que ha sido muy lexos de su
          presençia, mas no auia de ser esto parte
          para que él me tuuiesse tan en poco que
          ymaginasse de mí cosa contra lo que a mí
          misma soy obligada; porque si es ansi, y
          él lo sabe, que a muchos que por mí se
          perdian, yo he desechado por amor dél,
          ¿cómo auia yo de desechar a él por otro?
          ¿O pensaua en él, o en mis amores? Cien
          mil uezes me ha Filemon açechado, no
          perdiendo pisada, de las que el pastor
          Arsileo y yo dauamos por este hermoso
          ualle, mas él mismo diga si algun dia oyó
          que Arsileo me dixesse cosa que supiesse
          a amores, o si yo le respondia alguna que
          lo paresçiesse ¿Qué dia me vio hablar
          Filemon con Arsileo, que entendiesse de
          mis palabras otra cosa, que consolalle de
          tan graue mal como padesçia? Pues si esto
          auia de ser causa que sospechasse mal de
          su pastora, ¿quién mejor puede juzgarlo
          que él mismo? Mira, hermosa Nimpha, quan
          entregado estaua a sospechas falsas y
          dudosas ymaginaçiones, que jamas mis
          palabras pudieron satisfazelle, ni acabar
          con él que dexasse de ausentarse deste
          ualle, pensando él que con ausençia daria
          fin a mis dias, y engañose, porque antes
          me paresçe que lo dio al contentamiento
          de los suyos. Y lo bueno es que aun no
          se contentaua Filemon de tener çelos
          de mí, que tan libre estaua como tú,
          hermosa pastora, aurás entendido, más
          aun lo publicaua en todas las fiestas,
          bayles, luchas, que entre los pastores
          desta sierra se hazian. Y esto ya tú
          conosçes, si uenia en mayor daño de
          mi honra que de su contentamiento. En
          fin, él se ausentó de mi presençia, y
          pues tomó por mediçina de su mal cosa
          que más se lo ha acresçentado, no me
          culpe si me he sabido mejor aprouechar
          del remedio de lo que él ha sabido
          tomalle. Y pues tú, hermosa pastora,
          as uisto el contento que yo reçebi, en
          que dixesses al desconsolado Arsileo
          nueuas de su pastora, y que yo misma fuy
          la que le importuné que luego fuesse a
          buscalla, claro está que no podia auer
          entre los dos cosa de que pudiessemos
          ser tan mal juzgados, como este pastor
          inconsideradamente nos ha juzgado. Ansi
          que esta es la causa de yo me auer
          resfriado del amor que a Filemon tenía,
          y de no me querer más poner a peligro de
          sus falsas sospechas, pues me ha traydo
          mi buena dicha a tiempo, que sin forçarme
          a mí misma, pudiesse muy bien hazello.
          Despues que Amarilida vuo mostrado la
          poca razon que el pastor auia tenido
          de dar credito a sus ymaginaçiones y
          la libertad en que el tienpo le auia
          puesto (cosa muy natural de coraçones
          essentos), el pastor le respondio desta
          manera: No niego yo (Amarilida) que
          tu bondad y discreçion no basta para
          desculparte de qualquiera sospecha. ¿Mas
          quieres tú por uentura hazer nouedades en
          amores, y ser inuentora de otros nueuos
          effectos de los que hasta agora auemos
          uisto? ¿Quándo quiso bien vn amador,
          que qualquiera occasion de çelos, por
          pequeña que fuesse, no le atormentasse
          el alma, quanto más siendo tan grande
          como la que tú con larga conuersaçion y
          amistad de Arsileo me ha dado? ¿Piensas
          tú, Amarilida, que para los çelos son
          menester çertidumbres? Pues engañaste,
          que las sospechas son las prinçipales
          causas de tenellos. Creer yo que querias
          bien a Arsileo por via de amores, no
          era mucho, pues el publicallo yo, tan
          poco era de manera que tu honra quedasse
          offendida: quanto más que la fuerça
          de amor era tan grande, que me hazia
          publicar el mal de que me temia. Y puesto
          caso que tu bondad me assegurasse, quando
          a hurto de mis sospechas la consideraua,
          todavia tenía temor de lo que me podia
          suçeder, si la conuersaçion yua delante.
          Quanto a lo que dizes que yo me ausenté,
          no lo hize por darte pena, sino por uer
          si en la mia podria auer algun remedio,
          no uiendo delante mis ojos a quien tan
          grande me la daua, y tambien porque mis
          importunidades no te la causassen. Pues
          si en buscar remedio para tan graue mal,
          fuy contra lo que te deuia: ¿qué más pena
          que la que tu ausençia me hizo sentir?
          ¿O qué más muestra de amor que no ser
          ella causa de oluidarte? ¿Y qué mayor
          señal del poco que comigo tenias, que
          auelle tú perdido de todo punto con mi
          ausençia? Si dizes que jamas quisiste
          bien a Arsileo, aun esso me da a mi mayor
          causa de quexarme, pues por cosa en que
          tan poco te yua, dexauas a quien tanto
          te desseaua seruir. Ansi que tanto mayor
          quexa tengo de ti, quanto menos fue el
          amor que a Arsileo has tenido. Estas son
          (Amarilida) las razones, y otras muchas
          que no digo, que en mi fauor puedo traer:
          las quales no quiero que me ualgan, pues
          en caso de amores suelen ualer tan poco.
          Solamente te pido que tu çlemençia y
          la fe que sienpre te he tenido, esten,
          pastora, de mi parte, porque si ésta
          me falta, ni en mis males podra auer
          fin, ni medio en tu condiçion. Y con
          esto el pastor dio fin a sus palabras,
          y prinçipio a tantas lagrimas, que
          bastaron juntamente con los ruegos, y
          sentençia que en este caso Felismena dio,
          para que el duro coraçon de Amarilida
          se ablandasse, y el enamorado pastor
          boluiesse en graçia de su pastora: de lo
          qual quedó tan contento, como nunca jamas
          lo estuuo, y aun Amarilida no poco gozosa
          de auer mostrado quán engañado estaua
          Filemon en las sospechas que della tenía.
          Y despues de auer passado alli aquel
          dia con muy gran contentamiento de los
          dos confederados amadores, y con mayor
          desassosiego de la hermosa Felismena,
          ella otro dia por la mañana se partio
          dellos, despues de muy grandes abraços, y
          prometimientos de procurar siempre la una
          de saber del buen sucçesso de la otra.

          Pues Sireno muy libre del amor, y
          Seluagia y Syluano muy más enamorados que
          nunca, la hermosa Diana muy descontenta
          del triste sucçesso de su camino, passaua
          la uida apasçentando su ganado por la
          ribera del caudaloso Ezla: adonde muchas
          uezes, topandose unos a otros, hablauan
          en lo que mayor contento les daua. Y
          estando un dia la discreta Seluagia con
          el su Syluano junto a la fuente de los
          alisos, llegó acaso la pastora Diana, que
          uenia en busca de un cordero que de la
          manada se le auia huydo, el qual Syluano
          tenía atado a un myrtho, porque quando
          alli llegaron, le halló beuiendo en la
          clara fuente, y por la marca conosçio
          ser de la hermosa Diana. Pues siendo,
          como digo, llegada y resçebida de los
          dos nueuos amantes, con gran cortesia se
          assento entre la uerde yerua, arrimada a
          uno de los alisos que la fuente rodeauan,
          y despues de auer hablado en muchas
          cosas, le dixo Syluano: ¿Cómo (hermosa
          Diana) no nos preguntas por Sireno? Diana
          entonces le respondio: Como no querria
          tratar de cosas passadas, por lo mucho
          que me fatigan las presentes: tienpo
          fue que preguntar yo por él le diera
          más contento, y aun a mí el hablalle,
          de lo que a ninguno de los dos aora
          nos dara, mas el tienpo cura infinitas
          cosas que a la persona le paresçen sin
          remedio. Y si esto assi no entendiesse,
          ya no auria Diana en el mundo, segun los
          desgustos y pesadumbres que cada dia se
          me offreçen. No querra Dios tanto mal
          al mundo (respondio Seluagia), que le
          quite tan grande hermosura como la tuya.
          Essa no le faltará en quanto tú biuieres
          (dixo Diana) y adonde está tu graçia y
          gentileza muy poco se perderia en mí.
          Sino miralo por el tu Syluano, que jamas
          pensé yo que él me oluidara por otra
          pastora alguna, y en fin me ha dado de
          mano por amor de ti. Esto dezia Diana,
          con una risa muy graçiosa, aunque no se
          reya destas cosas tanto, ni tan de gana,
          como ellos pensauan. Que puesto caso
          que ella uuiesse querido a Sireno más
          que a su uida, y a Syluano le uuiesse
          aborresçido, más le pesaua del oluido de
          Syluano, por ser causado de otra, de cuya
          vista estaua cada dia gozando con gran
          contentamiento de sus amores, que del
          oluido de Sireno, a quien no mouia ningun
          pensamiento nueuo. Quando Syluano oyó
          lo que Diana auia dicho, le respondio:
          Oluidarte yo, Diana, seria escusado,
          porque no es tu hermosura y ualor de los
          que oluidarse pueden. Verdad es que yo
          soy de la mi Seluagia: porque de más de
          auer en ella muchas partes, que hazello
          me obligan, no tuuo en menos su suerte,
          por ser amada de aquél a quien tú en tan
          poco tuuiste. Dexemos esso (dixo Diana)
          que tú estás muy bien empleado, y yo no
          lo miré bien, en no quererte como tu
          amor me lo meresçia. Si algun contento
          en algun tienpo desseaste darme, ruegote
          todo quanto puedo que tú y la hermosa
          Seluagia canteys alguna cançion por
          entretener la fiesta: que me paresçe
          que comiença de manera que será forçado
          passalla debaxo de estos alisos, gustando
          del ruydo de la clara fuente, el qual no
          ayudará poco a la suavidad de vuestro
          canto. No se hizieron de rogar los nueuos
          amadores, aunque la hermosa Seluagia no
          gustó mucho de la platica que Diana con
          Syluano auia tenido. Mas porque en la
          cançion pensó satisfazer al son de la
          çampoña que Diana tañía, començaron los
          dos a cantar desta manera:

                Zagal alegre te ueo,
              y tu fe firme y segura.
              --Cortome amor la uentura
              a medida del desseo.
                ¿Qué desseaste alcançar,
              que tal contento te diesse?
              --Querer a quien me quisiesse,
              que no hay más que dessear.
                Essa gloria en que te ueo,
              tienes la por muy segura.
              --No me la ha dado uentura
              para burlar al desseo.
                ¿En quanto estuuiese firme[1268],
              moririas sospirando?
              --De oyllo dezir burlando
              estoy ya para morirme.
                ¿Mudarias (aunque feo)
              viendo mayor hermosura?
              --No porque sería locura
              pedirme más el desseo.
                ¿Tienesme tan grande amor,
              como en tus palabras siento?
              --Esso a tu meresçimiento
              lo preguntarás mejor.
                Algunas uezes lo creo,
              y otras no estoy muy segura.
              --Solo en eso la uentura
              haze offensa a mi desseo.
                Finge que de otra zagala
              te enamoras más hermosa.
              --No me mandes hazer cosa,
              que aun para fingida es mala.
                Muy más firmeza te ueo,
              pastor, que a mi hermosura.
              --Y a mí muy mayor uentura
              que jamas cupo en desseo.

          A este tiempo baxaua Sireno del aldea, á
          la fuente de los alisos, con grandissimo
          desseo de topar a Seluagia, o a Syluano.
          Porque ninguna cosa por entonçes le daua
          más contento que la conuersaçion de
          los dos nueuos enamorados. Y paseando
          por la memoria los amores de Diana, no
          dexaua de causalle soledad el tiempo
          que la auia querido, no porque entonçes
          le diesse pena su amor, mas porque en
          todo tienpo la memoria de un buen estado
          causa soledad al que le ha perdido.
          Y antes que llegasse a la fuente, en
          medio del uerde prado, que de myrthos
          y laureles rodeado estaua, halló las
          ouejas de Diana, que solas por entre los
          arboles andauan pasçiendo, so el amparo
          de los brauos mastines. Y como el pastor
          se parasse a mirallas, ymaginando el
          tienpo en que le auian dado más en que
          entender que las suyas proprias; los
          mastines con gran furia se uinieron a
          él, mas como llegassen y dellos fuesse
          conosçido, meneando las colas y baxando
          los pescueços que de agudas puntas de
          azero estauan rodeados, se le echaron
          a los pies, y otros se empinauan con
          el mayor regozijo del mundo. Pues las
          ouejas no menos sentimiento hizieron,
          porque la borrega mayor, con su rustico
          çençerro, se uino al pastor, y todas
          las otras guiadas por ella, o por el
          conosçimiento de Sireno, le çercaron
          alrededor, cosa que él no pudo uer sin
          lagrimas, acordandosele que en compañía
          de la hermosa pastora Diana auia
          repastado aquel rebaño. Y uiendo que en
          los animales sobraua el conosçimiento que
          en su señora auia faltado, cosa fue ésta,
          que si la fuerça del agua que la sabia
          Feliçia le auia dado, no le uuiera hecho
          oluidar los amores, quiça no uuiera cosa
          en el mundo que le estoruara boluer a
          ellos. Mas uiendose çercado de las ouejas
          de Diana, y de los pensamientos que la
          memoria della ante los ojos le ponia,
          començo a cantar esta cançion al son de
          su loçano rabel.

                Passados contentamientos
              ¿qué quereys?
              dexadme, no me canseys.

                Memoria, ¿quereys oyrme?
              los dias, las noches buenas,
              paguelos con las setenas,
              no teneys más que pedirme,
              todo se acabó en partirme,
              como ueys,
              dexadme, no me canseys.

                Campo uerde, ualle vmbroso,
              donde algun tiempo gozé,
              ved lo que despues passé,
              y dexadme en mi reposo:
              si estoy con razon medroso,
              ya lo ueys,
              dexadme, no me canseys.

                Vi mudado un coraçon,
              cansado de assegurarme,
              fue forçado aprouecharme,
              del tiempo, y de la occasion;
              memoria do no ay passion,
              ¿qué quereys?
              dexadme, no me canseys.

                Corderos y ouejas mias,
              pues algun tiempo lo fuistes,
              las horas lentas o tristes
              passaronse con los dias,
              no hagays las alegrias
              que soleys,
              pues ya no me engañareys.

                Si uenis por me turbar,
              si uenis por consolar,
              ya no hay mal que consolar:
              si uenis por me matar,
              bien podeys,
              matadme y acabareys.

          Despues que Sireno vuo cantado, en
          la boz fue conosçido de la hermosa
          pastora Diana y de los dos enamorados,
          Seluagia y Syluano. Ellos le dieron
          bozes, diziendo que si pensaua passar
          la fiesta en el campo, que alli estaua
          la sabrosa fuente de los alisos, y la
          hermosa pastora Diana, que no seria mal
          entretenimiento para passalla. Sireno
          le respondio que por fuerça auia de
          esperar todo el dia en el campo, hasta
          que fuesse hora de boluer con el ganado
          a su aldea, y viniendose adonde el
          pastor y pastoras estauan, se sentaron
          en torno de la clara fuente, como otras
          uezes solian. Diana, cuya uida era tan
          triste qual puede ymaginar quien uiesse
          una pastora la más hermosa y discreta
          que entonces se sabia, tan fuera de su
          gusto casada, siempre andaua buscando
          entretenimientos para passar la uida
          hurtando el cuerpo a sus imaginaçiones.
          Pues estando los dos pastores hablando
          en algunas cosas tocantes al pasto de
          los ganados y al aprouechamiento dellos,
          Diana les rompio el hilo de su platica,
          diziendo contra Syluano: Buena cosa es,
          pastor, que estando delante la hermosa
          Seluagia trates de otra cosa, sino de
          encaresçer su hermosura y el gran amor
          que te tiene: dexa el campo, y los
          corderos, los malos, o buenos sucçessos
          del tiempo y fortuna, y goza, pastor, de
          la buena que has tenido, en ser amado
          de tan hermosa pastora, que adonde el
          contentamiento del spirito es razon que
          sea tan grande, poco al caso hazen los
          bienes de fortuna. Siluano entonces le
          respondio: Lo mucho que yo, Diana, te
          deuo, nadie lo sabría encaresçer, como
          ello es, sino quien huuiese entendido la
          razon que tengo de conoçer esta deuda,
          pues no tan solo me enseñaste a querer
          bien, mas aun aora me guyas y muestras
          vsar del contentamiento que mis amores
          me dan. Infinita es la razon que tienes
          de mandarme que no trate de otra cosa,
          estando mi señora delante, sino del
          contento que su vista me causa, y assi
          prometo de hacello, en quanto el alma no
          se despidiere destos cansados miembros.
          Mas de una cosa estoy espantado, y es
          de ver como el tu Sireno buelue a otra
          parte los ojos, quando hablas; paresçe,
          que no le agradan tus palabras, ni se
          satisfaçe de lo que respondes. No le
          pongas culpa (dixo Diana) que hombres
          descuydados y enemigos de lo que a si
          mismos deuen, esso y más harán. ¿Enemigo
          de lo que a mí mismo deuo? (respondia
          Sireno). Si yo jamas lo fuy, la muerte
          me dé la pena de mi yerro. Buena manera
          es essa de desculparte. ¡Desculparme
          yo, Sireno (dixo Diana) si la primera
          culpa contra ti no tengo por cometer,
          jamas me vea con más contento, que el
          que agora tengo! Bueno es que me pongas
          tú culpa por auerme casado, teniendo
          padres. Mas bueno es (dixo Sireno) que
          casasses teniendo amor. ¿Y qué parte
          (dixo Diana) era el amor, adonde estaua
          la obediencia que a los padres se deuia?
          ¿Mas qué parte (respondio Sireno) eran
          los padres, la obediençia, los tiempos,
          ni los malos ó fauorables sucçessos de
          la fortuna, para sobrepujar vn amor tan
          verdadero, como antes de mi partida me
          mostraste? Ah Diana, Diana, que nunca yo
          pense que vuiera cosa en la uida que vna
          fe tan grande pudiera quebrar: quanto
          más, Diana, que bien te pudieras casar,
          y no olvidar a quien tanto te queria.
          Mas mirandolo desapassionadamente, muy
          mejor fue para mí ya que te casauas, el
          oluidarme. ¿Por qué razon (dixo Diana?)
          Porque no ay (respondio Sireno) peor
          estado que es querer vn pastor á una
          pastora casada: ni cosa que más haga
          perder el seso, al que uerdadero amor
          le tiene. Y la razon dello es, que como
          todos sabemos, la principal passion, que
          a un amador atormenta, despues del desseo
          de su dama son los çelos. Pues qué te
          paresçe, que será para un desdichado que
          quiere bien, saber que su pastora está
          en braços de su uelado, y él llorando en
          la calle su desuentura: Y no para aqui
          el trabajo, mas en ser un mal que no os
          podeys quexar dél, porque en la hora
          que os quexaredes, os ternan por loco,
          o desatinado. Cosa la más contraria al
          descanso que puede ser: que ya cuando
          los çelos son de otro pastor que la
          sirua, en quexar de los fauores que le
          haze y en oyr desculpas, passays la
          vida, mas este otro mal es de manera
          que en un punto la perdereys, sino
          teneys cuenta con uuestro desseo. Diana
          entonçes respondio: Dexa essas razones,
          Sireno, que ninguna neçesidad tienes de
          querer, ni ser querido. A trueque de no
          tenella de querer (dixo Sireno) me alegro
          en no tenella de ser querido. Estraña
          libertad es la tuya (dixo Diana). Mas
          lo fue tu oluido (respondio Sireno),
          si miras bien en las palabras que a la
          partida me dixiste, mas como dizes,
          dexemos de hablar en cosas passadas,
          y agradezcamos al tiempo y a la sábia
          Feliçia las presentes, y tú, Syluano,
          toma tu flauta y templemos mi rabel con
          ella, y cantaremos algunos versos: aunque
          coraçon tan libre como el mio, ¿qué
          podra cantar, que dé contento a quien
          no le tiene? Para esto yo te dare buen
          remedio, dixo Syluano. Hagamos cuenta
          que estamos los dos de la manera que
          esta pastora nos traya al tiempo que por
          este prado esparzimos nuestras quexas. A
          todos paresçio bien lo que Syluano dezia,
          aunque Seluagia no estaua muy bien en
          ello, mas por no dar a entender çelos
          donde tan gran amor amor conosçia, calló
          por entonçes y los pastores començaron a
          cantar desta manera:


                        SYLUANO Y SIRENO

                Si lagrimas no pueden ablandarte,
              (cruel pastora) ¿qué hara mi canto,
              pues nunca cosa mia vi agradarte?
                ¿Qué coraçon aurá que suffra tanto,
              que vengas a tomar en burla y risa,
              vn mal que al mundo admira y causa espanto?
                ¡Ay çiego entendimiento, que te auisa
              amor, el tiempo y tantos desengaños,
              y siempre el pensamiento de una guisa!
                Ah pastora cruel, ¿en tantos daños,
              en tantas cuytas, tantas sin razones
              me quieres ver gastar mis tristes años?
                De vn coraçon que es tuyo, ¿ansi dispones?
              vn alma que te di, ¿ansi la tratas,
              que sea el menor mal suffrir passiones?


                             SIRENO

                Vn ñudo ataste amor, que no desatas,
              es çiego, y çiego tú, y yo más çiego,
              y çiega aquella por quien tú me matas.
                Ni yo me vi perder vida y sossiego:
              ni ella vee que muero a causa suya,
              ni tú, que estó abrasado en biuo fuego.
                ¿Qué quieres crudo amor, que me destruya
              Diana con ausençia? pues concluye
              con que la vida y suerte se concluya.
                El alegria tarda, el tiempo huye,
              muere esperança, biue el pensamiento,
              amor lo abreuia, alarga y lo destruye.
                Verguença me es hablar en un tormento
              que aunque me aflija, canse y duela tanto,
              ya no podria sin él biuir contento.


                            SYLUANO

                O alma, no dexeys el triste llanto,
              y vos cansados ojos,
              no os canse derramar lagrimas tristes:
              llorad pues uer supistes
              la causa prinçipal de mis enojos.


                            SIRENO

                La causa prinçipal de mis enojos,
              cruel pastora mia,
              algun tiempo lo fue de mi contento:
              ay triste pensamiento,
              quan poco tiempo dura vna alegria.


                            SYLUANO

                Quan poco tiempo dura vna alegria
              y aquella dulce risa,
              con que fortuna acaso os ha mirado:
              todo es bien empleado
              en quien auisa el tiempo y no se auisa.


                            SIRENO

                En quien auisa el tiempo y no se auisa,
              haze el amor su hecho,
              mas ¿quién podra en sus casos auisarse,
              o quién desengañarse?
              ay pastora cruel, ay duro pecho.


                            SYLUANO

                Ay pastora cruel, ay duro pecho,
              cuya dureza estraña
              no es menos que la graçia y hermosura,
              y que mi desuentura,
              ¡quán a mi costa el mal me desengaña!


                            SYLUANO

                Pastora mia, más blanca y colorada
              que blancas[1269] rosas por abril cogidas,
              y más resplandesçiente,
              que el sol, que de oriente
              por la mañana assoma a tu majada
              ¿cómo podré biuir si tú me oluidas?
              no seas mi pastora rigurosa,
              que no está bien crueldad a vna hermosa.


                            SIRENO

                Diana mia, más resplandesçiente,
              que esmeralda, y diamante a la vislumbre,
              cuyos hermosos ojos
              son fin de mis enojos,
              si a dicha los rebuelues mansamente,
              assi con tu ganado llegues a la cumbre
              de mi majada gordo y mejorado,
              que no trates tan mal a vn desdichado.


                            SYLUANO

                Pastora mia, quando tus cabellos
              a los rayos del sol estás peynando,
              no vees que lo escuresçes,
              y a mi me ensoberuesçes
              que desde acá me estoy mirando en ellos,
              perdiendo ora esperança, ora ganando?
              assi gozes, pastora, esa hermosura,
              que des vn medio en tanta desuentura.


                            SIRENO

                Diana cuyo nombre en esta sierra
              los fieros animales trae domados,
              y cuya hermosura,
              sojuzga a la ventura,
              y al crudo amor no teme y haze guerra
              sin temor de occasiones, tiempo, hados,
              assi gozes tú tu hato y tu majada,
              que de mi mal no biuas descuydada.


                            SYLUANO

                La fiesta, mi Sireno, es ya passada,
              los pastores se uan a su manida,
              y la cigarra calla de cansada.
                No tardará la noche, que escondida
              está, mientra que Phebo en nuestro cielo
              su lumbre acá y allá trae esparzida.
                Pues antes que tendida por el suelo
              veas la escura sombra, y que cantando
              de ençima deste aliso está el mochuelo,
                Nuestro ganado vamos allegando,
              y todo junto alli lo lleuaremos,
              a do Diana nos está esperando.


                            SIRENO

                Syluano mio, vn poco aqui esperemos,
              pues aun del todo el sol no es acabado
              y todo el dia por nuestro le tenemos.
                Tiempo ay para nosotros, y el ganado
              tiempo ay para lleualle al claro rio,
              pues oy ha de dormir por este prado;
              y aqui cesse, pastor, el cantar mio.

          En quanto los pastores cantauan, estaua
          la pastora Diana con el rostro sobre
          la mano, cuya manga cayendose un poco,
          descubria la blancura de un braço, que a
          la de la nieue escuresçia, tenía los ojos
          inclinados hacia el suelo, derramando
          por ellos vnas espaçiosas lagrimas, las
          quales dauan a entender de su pena más
          de lo que ella quisiera dezir: y en
          acabando los pastores de cantar con vn
          sospiro, en compañia del qual paresçia
          auersele salido el alma se leuantó, y sin
          despedirse dellos, se fue por el valle
          abaxo, entrançando sus dorados cabellos,
          cuyo tocado se le quedó preso en vn ramo
          al tiempo que se leuantó. Y si con la
          poca manzilla que Diana de los pastores
          auia tenido, ellos no templaran la mucha
          que della tuuieron, no bastara el coraçon
          de ninguno de los dos a podello suffrir.
          Y ansi, unos con otros, se fueron a
          recoger sus ouejas, que desmandadas
          andauan, saltando por el verde prado.


                   _Fin del sexto libro._


                                NOTAS:

[1266] _Le_ en la edición de Milán.

[1267] _Afición_ en la edición de Milán.

[1268] M., _Si yo no estuviese firme_.

[1269] _Ambas_, por errata patente, en la edición de Milán y en otras.




                      LIBRO SEPTIMO
          DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR


          Despues que Felismena vuo puesto fin en
          las differençias de la pastora Amarilida
          y el pastor Filemon, y lo dexó con
          proposito de jamas hazer el vno cosa de
          que otro tuuiese occasion de quexarse,
          despedida dellos, se fue por el valle
          abaxo por el qual anduuo muchos dias,
          sin hallar nueua que algun contento le
          diesse, y como todauia lleuaua esperança
          en las palabras de la sábia Feliçia, no
          dexaua de passalle por el pensamiento,
          que despues de tantos trabajos se auia
          de cansar la fortuna de perseguilla. Y
          estas ymaginaçiones la sustentauan en
          la grauissima pena de su desseo. Pues
          yendo vna mañana por en medio de vn
          bosque, al salir de vna assomada que
          por ençima de vna alta sierra paresçia,
          vio delante si vn verde y amenissimo
          campo, de tanta grandeza, que con la
          vista no se le podia alcançar el cabo,
          el qual doze millas adelante, yua a
          fenesçer en la falda de vnas montañas,
          que quasi no se paresçian: por medio
          del deleytoso campo corria vn caudaloso
          rio, el qual hazia vna muy graçiosa
          ribera, en muchas partes poblada de
          salzes, y verdes alisos, y otros diuersos
          arboles: y en otras dexaua descubiertas
          las cristalinas aguas recogiendose a
          vna parte vn grande y espaçioso arenal
          que de lexos más adornaua la hermosa
          ribera. Las mieses que por todo el campo
          paresçian sembradas, muy çerca estauan
          de dar el desseado fruto, y a esta causa
          con la fertilidad de la tierra estauan
          muy cresçidos, y meneados de vn templado
          viento hazian vnos verdes, claros, y
          obscuros, cosa que a los ojos daua muy
          gran contento. De ancho tenía bien el
          deleytoso y apazible prado tres millas en
          partes, y en otras poco más, y en ninguna
          auia menos desto. Pues baxando la hermosa
          pastora por su camino abaxo, vino a dar
          en vn bosque muy grande de verdes alisos,
          y azebuches assaz poblado, por enmedio
          muchas casas tan sumptuosamente labradas,
          que en gran admiraçion le pusieron. Y
          de subito fue a dar con los ojos en vna
          muy hermosa çiudad, que desde lo alto de
          vna sierra que de frente estaua, con sus
          hermosos edifiçios, venia hasta tocar
          con el muro en el caudaloso rio que por
          medio del campo passaua. Por ençima del
          qual estaua la más sumptuosa y admirable
          puente, que en el vniuerso se podia
          hallar. Las casas y edifiçios de aquella
          çiudad insigne eran tan altos, y con tan
          gran artifiçio labrados, que paresçia
          auer la industria humana mostrado su
          poder. Entre ellos auia muchas torres y
          piramides, que de altos se leuantauan a
          las nuues. Los tenplos eran muchos, y
          muy sumptuosos, las casas fuertes, los
          superbos muros, los brauos baluartes,
          dauan gran lustre a la grande y antigua
          poblaçion, la qual desde alli se diuisaba
          toda. La pastora quedó admirada de ver lo
          que delante los ojos tenía, y de hallarse
          tan çerca de poblado, que era la cosa que
          con gran cuydado huya[1270]. Y con todo
          esso se assento vn poco a la sombra de vn
          oliuo, y mirando muy particularmente, lo
          que aueys oydo, viendo aquella populosa
          çiudad, le vino a la memoria la gran
          Soldina su patria y naturaleza, de
          adonde los amores de don Felis la trayan
          desterrada: lo qual fue ocasion para no
          poder passar sin lagrimas, porque la
          memoria del bien perdido, pocas vezes
          dexa de dar ocasion a ellas. Dexado pues
          la hermosa pastora aquel lugar, y la
          çiudad a mano derecha, se fue su passo a
          passo por vna senda que junto al río yua,
          hazia la parte, donde sus cristallinas
          aguas con vn manso y agradable ruydo, se
          yban a meter en el mar Oçeano. Y auiendo
          caminado seys millas por la graçiosa
          ribera adelante, vio dos pastoras, que
          al pie de vn roble a la orilla del rio
          passauan la fiesta: las quales aunque
          en la hermosura tuuiessen vna razonable
          mediania, en la graçia y donayre auia vn
          estremo grandissimo: el color del rostro
          moreno, y graçioso: los cabellos no muy
          ruuios, los ojos negros: gentil ayre y
          graçioso en el mirar: sobre las cabeças
          tenian sendas guirnaldas de verde yedra,
          por entre las hojas entretexidas muchas
          rosas y flores. La manera del vestido
          le paresçio differente del que hasta
          entonçes auia visto. Pues leuantandose
          la vna con grande priessa a echar vna
          manada de ouejas, de vn linar adonde se
          auian entrado, y la otra llegado a dar
          a beuer a vn rebaño de cabras al claro
          rio se boluieron a la sombra del vmbroso
          fresno. Felismena que entre vnos juncales
          muy altos se auia metido, tan çerca de
          las pastoras, que pudiesse oyr lo que
          entre ellas passaua, sintio que la lengua
          era Portuguesa, y entendio que el reyno
          en que estaua, era Lusitania, porque la
          una de las pastoras dezia con graçia muy
          estremada en su misma lengua a la otra,
          tomandose de las manos: Ay Duarda, quan
          poca razon tienes de no querer a quien
          te quiere más que a si: quánto mejor te
          estaria, no traer mal a vn pensamiento
          tan occupado en tus cosas. Pesame que
          a tan hermosa pastora la falte piedad,
          para quien en tanta neçesidad está della.
          La otra, que algo más libre paresçia,
          con çierto desden, y vn dar de mano,
          (cosa muy natural de personas libres),
          respondia: ¿quieres que te diga, Armia?
          si yo me fiare otra uez de quien tan mal
          me pagó el amor que le tuue, no terná
          él la culpa del mal que a mi desseo me
          sucçediere. No me pongas delante los ojos
          seruiçios que esse pastor algun tiempo
          me aya hecho, ni me digas ninguna razon
          de las que él se da para mouerme, porque
          ya passó el tiempo en que sus razones le
          ualian. Él me prometio de casarse comigo,
          y se casó con otra. ¿Qué quiere aora? ¿o
          qué me pide esse enemigo de mi descanso?
          ¿dize que pues su muger es finada, que
          me case con él? No querra Dios que yo a
          mí misma me haga tan gran engaño: dexalo
          estar, Armia, dexalo: que si él a mi me
          dessea tanto como dize, esse desseo me
          dara uengança dél. La otra le explicaua
          con palabras muy blandas, juntando su
          rostro con el de la essenta Duarda, con
          muy estrechos abrazos: ay pastora, y
          cómo te está bien todo quanto dizes;
          nunca desseé ser hombre, sino aora para
          quererte más que a mí. Mas dime, Duarda
          ¿porqué has tú de querer, que Danteo
          biua tan triste vida? El dize que la
          razon con que dél te quexas, essa misma
          tiene para su disculpa. Porque antes de
          que se casasse, estando contigo vn dia
          junto al soto de Fremoselle te dixo:
          Duarda, mi padre quiere casarme, ¿qué te
          paresçe que haga? y que tú respondiste
          muy sacudidamente: ¿Cómo, Danteo, tan
          vieja soy yo o tan grande poder tengo
          en ti, que me pidas paresçer y liçençia
          para tus casamientos? Bien puedes hazer
          lo que tu voluntad y la de tu padre te
          obligare, porque lo mismo haré yo: y
          que esto fue dicho con vna manera tan
          estraña de lo que solia como si nunca
          te vuiera passado por el pensamiento
          quererle bien. Duarda le respondio:
          ¿Armia, eso le llamas tú disculpa? Si no
          te tuuiera tan conosçida, en este punto
          perdia tu discreçion grandissimo credito
          comigo. ¿Qué auia yo de responder a vn
          pastor que publicaua que no auia cosa
          en el mundo, en quien sus ojos pussiese
          sino en mí?, quanto más, que no es
          Danteo tan ignorante que no entendiesse
          en el rostro y arte con que yo esso lo
          respondi, que no era aquello lo que
          yo quesiera respondelle. ¡Qué donayre
          tan grande fue toparme el vn dia antes
          que esso passasse junto a la fuente, y
          dezirme con muchas lagrimas: porqué,
          Duarda, eres tan ingrata a lo que te
          desseo, que no te quieres casar comigo,
          a hurto de tus padres: pues sabes que el
          tiempo les ha de curar el enojo que desso
          reçibieren? Yo entonçes le respondi:
          contentate, Danteo, con que yo soy tuya,
          y jamas podré ser de otro, por cosa que
          me sucçeda. Y pues yo me contento con la
          palabra que de ser mi esposo me as dado,
          no quieras que a trueque de esperar un
          poco de tiempo más, haga vna cosa que
          tan mal nos está; y despedirse él de
          mi con estas palabras, y al otro dia
          dezirme que su padre le queria casar, y
          que le diesse liçençia: y no contento
          con esto, casarse dentro de tres dias.
          Paresçe te pues, Armia, que es ésta algo
          suffiçiente causa, para yo vsar de la
          libertad, que con tanto trabajo de mi
          pensamiento tengo ganada? Estas cosas
          (respondio la otra) façilmente se dizen y
          se passan entre personas que se quieren
          bien, mas no se han de lleuar por esto
          tan a cabo, como las lleuas. Las que se
          dizen (Armia) tienes razon, mas las que
          se hazen, ya tú lo vees, si llegan al
          alma de las que queremos bien. En fin,
          Danteo se casó, pesame mucho que se le
          lograsse poco tan hermosaa pastora: y
          mucho más de ver que no ha vn mes que
          la enterró, y ya començan a dar bueltas
          sobre él pensamientos nueuos. Armia le
          respondia: Matóla Dios: porque en fin
          Danteo era tuyo, y no podria ser de otra.
          Pues si esso es ansi (respondio Duarda)
          que quien es de vna persona, no puede ser
          de otra, yo la hora de aora me hallo mia,
          y no puedo ser de Danteo. Y dexemos cosa
          tan escusada como gastar el tiempo en
          esto. Mejor será que se gaste en cantar
          vna cançion, y luego las dos en su misma
          lengua, con mucha gracia, començaron a
          cantar lo siguiente:

                Os tempos se mudarão
              a vida se acabará:
              mas a fe sempre estara,
              onde meus olhos estão.

                Os dias, y os momentos,
              as horas, con suas mudanças,
              inmigas son desperanças,
              y amigas de pensamentos:
              os pensamentos estão
              a esperança acabará,
              a fe, me não deixará
              por honrra do coraçon.

                He causa de muytos danos
              duuidosa confiança
              que a vida sen esperança
              ja não teme desenganos,
              os tempos se vem e vão,
              a vida se acabará,
              mas a fe não quererá,
              hazer me esta semrazão.

          Acabada esta cançion, Felismena salio del
          lugar a donde estaua escondida y se llegó
          adonde las pastoras estauan, las quales
          espantadas de su graçia y hermosura, se
          llegaron a ella, y la reçibieron con
          muy estrechos abraços, preguntandole
          de que tierra era y de adonde uenia. A
          lo qual la hermosa Felismena no sabia
          responder, mas antes con muchas lagrimas
          les preguntaua, qué tierra era aquella
          en que morauan. Porque de la suya
          la lengua daua testimonio ser de la
          prouinçia de Vandalia, y que por çierta
          desdicha uenia desterrada de su tierra.
          Las pastoras portuguesas con muchas
          lagrimas la consolauan, doliendose de su
          destierro, cosa muy natural de aquella
          naçion, y mucho más de los habitadores
          de aquella prouinçia. Y preguntandoles
          Felismena, qué çiudad era aquella que
          auia dexado hazia la parte donde el rio,
          con sus cristallinas aguas apressurando
          su camino, con gran impetu uenia, y que
          tambien desseaua saber, qué castillo era
          aquel que sobre aquel monte mayor que
          todos estaua edificado y otras cosas
          semejantes. Y una de aquellas, que Duarda
          se llamaua, le respondio, que la çiudad
          se llamaua Coymbra, vna de las más
          insignes y prinçipales de aquel reyno, y
          aun de toda la Europa, ansi por la tierra
          comarcana a ella, la qual aquel caudaloso
          rio, que Mondego tenía por nombre, con
          sus cristalinas aguas regaua. Y que todos
          aquellos campos que con gran impetu
          yua discurriendo, se llamauan el campo
          de Mondego, y el castillo que delante
          los ojos tenian, era la luz de nuestra
          España. Y que este nombre le conuenia
          más que el suyo proprio, pues en medio
          de la infidelidad del Mahometico Rey
          Marsilio, que tantos años le auia tenido
          çercado, se auia sustentado, de manera
          que siempre auia salido uençedor, y jamas
          uençido, y que el nombre que tenía en
          lengua Portuguesa era Montemor o uelho,
          adonde la uirtud, el ingenio, ualor, y
          esfuerço, auian quedado por tropheo de
          las hazañas, que los habitadores dél,
          en aquel tiempo auian hecho; y que las
          damas que en él auia, y los caualleros
          que lo habitauan, floresçian oy en todas
          las uirtudes que ymaginar se podian. Y
          assi le conto la pastora otras muchas
          cosas de la fertilidad de la tierra, de
          la antiguedad de los edifiçios, de la
          riqueza de los moradores, de la hermosura
          y discreçion de los Nimphas y pastores,
          que por la comarca del inexpunable
          castillo habitauan, cosas que a Felismena
          pusieron en gran admiraçion, y rogandole
          las pastoras que comiesse (porque no
          deuia uenir con poca necessidad dello)
          tuuo por bien de acçeptallo. Y en quanto
          Felismena comia de lo que las pastoras
          le dieron, la vian derramar algunas
          lagrimas, de que ellas en estremo se
          dolian. Y queriendole pedir la causa,
          se lo estoruó la boz de un pastor,
          que muy dulçemente al son de un rabel
          cantaua, el qual fue luego conosçido de
          las dos pastoras, porque aquel era el
          pastor Danteo, por quien Armia terçiaua
          con la graçiosa Duarda. La qual con
          muchas lagrimas, dixo a Felismena:
          Hermosa pastora, aunque el manjar es de
          pastoras, la comida es de Prinçesa: qué
          mal pensaste tú, quando aqui uenias, que
          auias de comer con musica! Felismena
          entonçes le respondio: No auria en el
          mundo (graçiosa pastora) musica más
          agradable para mí, que vuestra uista y
          conuersaçion, y esto me daria a mí mayor
          ocasion para tenerme por Prinçesa, que no
          la musica que dezis. Duarda respondio:
          Más auia de ualer que yo quien esso
          meresçiesse, y más subido de quilate auia
          de ser su entendimiento para entendello,
          mas lo que fuere parte del desseo,
          hallarse ha en mí cumplidamente. Armia
          dixo contra Duarda: Ay Duarda, cómo eres
          discreta, y quanto más lo serias si no
          fuesses cruel. ¿Hay cosa en el mundo
          como esta que por no oyr a aquel pastor
          que está cantando sus desuenturas, está
          metiendo palabras en medio, y occupando
          en otra cosa el entendimiento? Felismena
          entendiendo quién podia ser el pastor en
          las palabras de Armia, las hizo estar
          atentas, y oylle, el qual cantaua al son
          de su instrumento esta cançion, en su
          misma lengua.

                Sospiros, minha lembrança
              não quer, porque uos não uades
              que o mal que fazem saudades
              se cure com esperança.

                A esperança não me ual,
              polla causa en que se tem,
              nem promete tanto bem,
              quanto a saudade faz mal;
              mas amor, desconfiança,
              me deron tal qualidade,
              que nem me mata saudade,
              nem me da uida esperança.

                Errarão se se queyxarem
              os olhos con que eu olhey,
              porque eu não me queyxarey,
              en quanto os seus me lembraren,
              nem poderá auer mudança,
              jamas en minha uontade,
              ora me mate saudade,
              ora me deyxe esperança.

          A la pastora Felismena supieron mejor las
          palabras del pastor, que el combite de
          las pastoras, por que más le pareçia que
          la cançion se auia hecho para quexarse
          de su mal, que para lamentar el ageno.
          Y dixo, quando le acabó de oyr. ¡Ay,
          pastor, que uerdaderamente paresçe que
          aprendiste en mis males, a quexarte de
          los tuyos! Desdichada de mí, que no ueo
          ni oyo cosa, que no ponga delante la
          razon que tengo, de no dessear la uida,
          mas no quiera Dios que yo la pierda,
          hasta que mis ojos vean la causa de
          sus ardientes lagrimas. Armia dixo a
          Felismena: Paresçeos (hermosa pastora)
          que aquellas palabras meresçen ser oydas,
          y que el coraçon de adonde ellas salen
          se deue tener en más de lo que esta
          pastora lo tiene? No trates, Armia (dixo
          Duarda) de sus palabras, trata de sus
          obras, que por ellas se ha de juzgar el
          pensamiento del que las haze. Si tú te
          enamoras de cançiones, y te paresçen
          bien sonetos hechos con cuydado de dezir
          buenas razones, desengañate que son la
          cosa de que yo menos gusto reçibo, y por
          la que menos me çertifico, del amor que
          se me tiene. Felismena dixo entonçes
          fauoresçiendo la razon de Duarda: Mira,
          Armia, muchos males se escusarian, y
          muy grandes desdichas no uernian en
          effecto, si nosotras dexassemos de dar
          credito a palabras bien ordenadas, y
          razones compuestas de coraçones libres,
          porque en ninguna cosa ellos muestran
          tanto serlo, como en saber dezir por
          orden un mal, que quando es uerdadero,
          no ay cosa más fuera della. Desdichada
          de mí, que no supe yo aprouecharme deste
          consejo. A este tiempo, llegó el pastor
          Portugues, donde las pastoras estauan, y
          dixo contra Duarda, en su misma lengua:
          A pastora, se as lagrimas destes olhos,
          y as magoas deste coração, são pouca
          parte para abrandar a dureza, com que
          sou tratado, não quero de ti mays, senão
          que minha conpanhia por estos campos
          te não o seja importuna, ne os tristes
          uersos que meu mal junto a esta hermosa
          ribeira me faz cantar, te den occasião
          denfadamento. Passa, hermosa pastora, a
          sesta a sombra destes salguyeros, que ho
          teu pastor te leuará as cabras a o rio,
          y estará a o terreyro do sol, en quanto
          ellas nas cristalinas agoas se banharen.
          Pentea, hermosa pastora, os teus cabellos
          douro iunto a aquella clara fonte donde
          uen ho ribeyro que çerca este fremoso
          prado, que eu irey en tanto em tanto a
          repastar teu gado, y ter y conta com que
          as ouelhas não o entren nas searas que
          ao longo desta ribeyra estão. Desejo
          que não tomes traballho en cousa nenhua,
          nen eu descanso em quanto em cousas
          tuas não trabalhar. Si isto te paresçe
          pouco amor, dize tú en que te poderey
          mostrar ho bem que te quero: que nao ha
          amor final da pessoa dizer uerdade, en
          qualquer cousa que diz, que offreçerse
          ha esperiençia dela. La pastora Duarda
          entonçes respondio: Danteo, se he uerdade
          que ay amor no mundo, eu ho tiue contigo,
          e tan grande como tú sabes, jamays nenhun
          pastor de quantos apascentão seus gados
          pollos campos de Mondego, e beben as
          suas claras agoas, alcançou de mí nem
          hua so palabra conque tiuesses occasião
          de queyxarte de Duarda, nem do amor
          que te ella sempre mostrou, a ninguen
          tuas lagrimas, e ardentes sospiros mays
          magoarão que a mi, ho dia que te meus
          olhos não uiam, jamays se leuantauan a
          covsa que lhes desse gosto. As uacas que
          tú guardauas erão mays que minhas, muytas
          mays uezes (reçeosa que as guardas deste
          deleytoso campo lhes nam impedissem ho
          pasto) me punha eu desde aquelle outeyro,
          por uer se pareçião do que minhas ouelhas
          erão por mi apasçentadas, nem postas em
          parte onde sem sobresalto pasçessen as
          eruas desta fermosa ribeyra: isto me
          danaua a mí tanto en mostrarme sojeyta,
          como a ti em haçerte comfiado. Bem sey
          que de minha sogeicão naçeu tua confiança
          y de tua confiança hazer o que fizeste.
          Tu te casaste con Andresa, cuja alma
          este en gloria, ¿qué cousa he esta, que
          algum tempo não pidi a Deos, antes lhe
          pidi uingança dela, y de ti? eu passe y
          despoys de uosso casamento, o que tú e
          outros muytos saben, quis minha fortuna
          que a tua me não desse pena. Deyxa me
          goxar de minha liberdade, y não esperes
          que comigo poderas ganhar o que por
          culpa tua perdeste. Acabando la pastora
          la terrible respuesta que aueys oydo, y
          queriendo Felismena meterse en medio de
          la differençia de los dos, oyeron a una
          parte del prado muy gran ruydo, y golpes
          como de caualleros que se conbatian: y
          todos con muy gran priessa se fueron a
          la parte donde se oyan, por uer qué cosa
          fuesse. Y uieron en una isleta que el rio
          con una buelta hazia, tres caualleros que
          con uno solo se combatían: y aunque se
          defendia ualientemente, dando a entender
          su esfuerço y ualentia, con todo esso
          los tres le dauan tanto qué hazer, que
          la ponian en neçessidad de aprouecharse
          de toda su fuerça. La batalla se hazia a
          pie, y los cauallos estauan arrendados a
          unos pequeños arboles que alli auia. Y a
          este tiempo ya el cauallero solo tenía
          uno de los tres tendido en el suelo, de
          un golpe de espada, con el qual le acabó
          la uida: pero los otros dos, que muy
          ualientes eran, le trayan ya tal, que no
          se esperaua otra cosa sino la muerte.
          La pastora Felismena, que uio aquel
          cauallero en tan gran peligro, y que si
          no le socorriesse, no podria escapar con
          la uida, quiso poner la suya a riesgo
          de perdella, por hazer lo que en aquel
          caso era obligada, y poniendo una aguda
          saeta en su arco, dixo contra uno dellos:
          Teneos afuera, caualleros, que no es de
          personas que deste nombre se preçian,
          aprouecharse de sus enemigos con uentaja
          tan conosçida. Y apuntandole a la uista
          de la çelada, le acertó con tanta fuerça,
          que entrandole por los ojos passó de la
          otra parte, de manera que aquel uino
          muerto al suelo. Quando el caualllero
          solo uio muerto a uno de sus contrarios,
          arremetio al terçero con tanto esfuerço,
          como si entonçes començara su batalla,
          pero Felismena le quitó de trabajo,
          poniendo otra flecha en su arco, con la
          qual, no parando en las armas, le entró
          por debaxo de la tetilla yzquierda, y
          le atrauesso el coraçon de manera que
          el cauallero lleuó el camino de sus
          compañeros. Quando los pastores vieron lo
          que Felismena auia hecho, y el cauallero
          vio de dos tiros matar dos caualleros tan
          valientes, ansi vnos como otros quedaron
          en extremo admirados. Pues quitandose el
          cauallero el yelmo, y llegandose a ella,
          le dixo: Hermosa pastora, con qué podre
          yo pagaros tan grande merced, como la que
          de vos he reçibido en este dia, si no en
          tener conosçida esta deuda para nunca
          jamas perdella del pensamiento? Quando
          Felismena vio el rostro del cauallero,
          y lo conosçio, quedó tan fuera de si,
          que de turbada casi no le supo hablar:
          mas boluiendo en si, le respondio: Ay
          don Felis, que no es ésta la primera
          deuda en que tú me estás, y no puedo yo
          creer, que ternás della el conosçimiento
          que dizes, sino el que de otras muy
          majores has tenido. Mira a qué tiempo me
          ha traydo mi fortuna y tu desamor, que
          quien solia en la çiudad ser seruida de
          ti con torneos y iustas, y otras cosas
          con que me engañauas (o con que yo me
          dexaua engañar) anda aora desterrada de
          su tierra y de su libertad, por auer tú
          querido vsar de la tuya.

          Si esto no te trae a conosçimiento de lo
          que me deues, acuerdate que vn año te
          estuue siruiendo de page, en la corte de
          la prinçesa Çesarina: y aun de terçero
          contra mí misma, sin jamas descubrirte
          mi pensamiento, por solo dar remedio
          al mal que el tuyo te hazia sentir. O
          quantas vezes te alcançé los fauores de
          Celia tu señora, a gran costa de mis
          lagrimas! Y no lo tengas en mucho, que
          quando estas no bastaran, la vida diera
          yo a trueque de remediar la mala que tus
          amores te dauan. Si no estás saneado de
          lo mucho que te he querido, mira las
          cosas que la fuerza del amor me ha hecho
          hazer. Yo me sali de mi tierra, yo te
          vine a seruir, y a dolerme del mal que
          suffrias, y a suffrir el agrauio que yo
          en esto reçebia: y a trueque de darte
          contento, no tenía en nada biuir la más
          triste vida que nadie vivio. En trage
          de dama te he querido, como nunca nadie
          quiso, en habito de page te serui, en la
          cosa más contraria a mi descanso, que
          se puede ymaginar: y aun aora en trage
          de pastora vine a hazerte este pequeño
          seruiçio. Ya no me queda más que hazer,
          sino es sacrificar la vida a tu desamor,
          si te pareçe que deuo hacello, y que tú
          no te has de acordar de lo mucho que te
          he querido, y quiero: la espada tienes
          en la mano, no quieras que otro tome en
          mí la vengança de lo que te merezco.
          Quando el cauallero oyó las palabras de
          Felismena, y conoçio todo lo que dixo,
          auer sido ansi: el coraçon se le cubrio,
          de ver las sin razones que con ella auia
          vsado: de manera, que esto y la mucha
          sangre que de las heridas se le yua,
          fueron causa de vn subito desmayo cayendo
          a los pies de la hermosa Felismena, como
          muerto. La qual con la mayor pena que
          ymaginarse puede, tomandole la cabeça en
          su regaço, con muchas lagrimas que sobre
          el rostro de su cauallero destilaua,
          començo a dezir: ¿qué es esto, fortuna?
          ¿es llegado el fin de mi uida, junto con
          la del mi don Felis? Ay don Felis, causa
          de todo mi mal, si no bastan las muchas
          lagrimas que por tu causa he derramado,
          y las que sobre tu rostro derramo, para
          que bueluas en ti: qué remedio terna
          esta desdichada, para que el gozo de
          uerte no se le buelua en ocasion de
          desesperarse? Ay mi don Felis, despierta
          si es sueño el que tienes, aunque no me
          espantaria si no lo hiziesses, pues jamas
          cosas mias te le hizieron perder. Y en
          estas y otras lamentaçiones estaua la
          hermosa Felismena, y las otras pastoras
          Portuguesas le ayudauan quando por las
          piedras que pasauan a la isla, vieron
          uenir una hermosa Ninpha, con un uaso de
          oro, y otro de plata en las manos, la
          qual luego de Felismena fue conosçida, y
          le dixo: Ay Dorida, quién auia de ser,
          la que a tal tiempo socorriesse a esta
          desdichada, sino tú? Llegate acá, hermosa
          Nimpha, y uerás puesta la causa de todos
          mis trabajos en el mayor que es possible
          tenerse. Dorida entonçes le respondio:
          Para estos tiempos es el animo, y no
          te fatigues, hermosa Felismena, que
          el fin de tus trabajos es llegado, y
          el prinçipio de tu contentamiento; y
          diziendo esto, le echó sobre el rostro
          de una odorifera agua, que en el uaso de
          plata traya, la qual le hizo boluer en
          todo su acuerdo, y le dixo: Cauallero, si
          quereys cobrar la vida, y dalla a quien
          tan mala, a causa vuestra, la ha passado,
          beued del agua deste uaso. Y tomando don
          Felis el uaso de oro entre las manos,
          beuio gran parte del agua que en él
          venía. Y como vuo un poco reposado con
          ella, se sintio tan sano de las heridas
          que los tres caualleros le auian hecho,
          y de la que amor, a causa de la señora
          Çelia, le auia dado, que no sentia más
          la pena que cada uno dellas le podian
          causar que si nunca las uuiera tenido.
          Y de tal manera se boluio a renouar el
          amor de Felismena, que en ningun tiempo
          le paresçio auer estado tan biuo como
          entonçes: y sentandose ençima de la verde
          yerua, tomó las manos a su pastora, y
          besandoselas muchas uezes, dezia: Ay,
          Felismena, quán poco haria yo en dar la
          uida a trueque de lo que te deuo: que
          pues por ti la tengo, muy poco hago en
          darte lo que es tuyo. Con qué ojos podra
          mirar tu hermosura, el que faltandole
          el conosçimiento, de lo que te deuia,
          osó ponellos en otra parte? Qué palabras
          bastarian para disculparme, de lo que
          contra ti he cometido? Desdichado de
          mí, si tu condiçion no es en mi fauor,
          porque ni bastara satisfaçion, para tan
          gran yerro, ni razon, para disculparme
          de la grande que tienes de oluidarme?
          Verdad es, que yo quise bien a Çelia
          y te oluidé: mas no de manera, que de
          la memoria se me passasse tu valor y
          hermosura. Y lo bueno es, que no sé a
          quién ponga á parte de la culpa que se
          me puede attribuyr, porque si quiero
          ponella a la poca edad que entonçes
          tenía, pues la tuue para quererte, no me
          auia de faltar para estar firme en la
          fe que te deuia. Si a la hermosura de
          Çelia, muy clara está la ventaja que a
          ella, y a todas las del mundo tienes. Si
          a la mudança de los tiempos, esse auia
          de ser el toque donde mi firmeza auia
          de mostrar su valor. Si a la traydora
          de ausencia, tan poco paresçe bastante
          disculpa, pues el desseo de verte, auia
          estado ausente de sustentar tu imagen
          en mi memoria. Mira, Felismena, quán
          confiado estoy en tu bondad y clemençia,
          que sin miedo te oso poner delante las
          causas que tienes de no perdonarme. Mas
          qué haré para que me perdones, o para
          que despues de perdonado, crea que estás
          satisfecha? Vna cosa me duele más que
          quantas en el mundo me pueden dar pena, y
          es, ver que puesto caso que el amor que
          me has tenido, y tienes, te haga perdonar
          tantos yerros, ninguna vez alçaré los
          ojos a mirarte que no me lleguen al alma
          los agrauios que de mí has recibido. La
          pastora Felismena que uio a don Felis
          tan arrepentido, y tan buelto a su
          primero pensamiento, con muchas lagrimas
          le dezia, que ella le perdonaua, pues
          no suffria menos el amor que siempre
          le auia tenido: y que ansi pensara no
          perdonalle, no se vuiera por su causa
          puesto a tantos trabajos, y otras cosas
          muchas con que don Felis quedó confirmado
          en el primer amor. La hermosa Nimpha
          Dorida, se llegó al cauallero, y despues
          de auer passado entre los dos muchas
          palabras y grandes offresçimientos de
          parte de la sábia Feliçia, le suplicó,
          que él, y la hermosa Felismena se fuessen
          con ella al tenplo de la Diana, donde
          los quedaua esperando con grandissimo
          desseo de verlos. Don Felis lo conçedio:
          y despedido de las pastoras Portuguesas
          (que en extremo estauan espantadas, de
          lo que auian visto) y del affligido
          pastor Danteo, tomando los cauallos
          de los caualleros muertos, las quales
          sobre tomar a Danteo el suyo, le auian
          puesto en tanto aprieto, se fueron por su
          camino adelante, contando Felismena a don
          Felis con muy gran contento lo que auia
          passado, despues que no le auia visto,
          de lo qual él se espantó estrañamente,
          y espeçialmente de la muerte de los
          tres saluages, y de la casa de la sábia
          Feliçia y suçesso de los pastores y
          pastoras, y todo lo más que en este
          libro se ha contado. Y no poco espanto
          lleuaua don Felis, en ver que su señora
          Felismena le vuiesse seruido tantos dias
          de page, y que de puro diuertido en el
          entendimiento, no la auia conosçido, y
          por otra parte, era tanta su alegria, de
          verse de su señora bien amado, que no
          podia encubrillo. Pues caminando por sus
          jornadas, llegaron al templo de Diana,
          donde la sábia Feliçia los esperaua,
          y ansi mismo los pastores Arsileo, y
          Belisa, y Syluano, y Seluagia, que pocos
          dias auia que eran alli venidos. Fueron
          reçebidos con muy gran contento de todos,
          espeçialmente la hermosa Felismena, que
          por su bondad, y hermosura de todos
          era tenida en gran possession. Alli
          fueron todos desposados con las que bien
          querian, con gran regoçijo, y fiesta de
          todas las Nimphas, y de la sábia Feliçia,
          a la qual no ayudó poco Sireno en su
          venida, aunque della se le siguio lo
          que en la segunda parte deste libro se
          contará, juntamente con el sucçesso del
          pastor, y pastora Portuguesa, Danteo y
          Duarda.


          FIN DE LOS SIETE LIBROS DE LA DIANA DE
                   GEORGE DE MONTEMAYOR


                                NOTAS:

[1270] M., _de que con mayor cuidado andaua huyendo_.




                     LA DIANA ENAMORADA

          CINCO LIBROS QUE PROSIGUEN LOS VII DE
                         MONTEMAYOR

                     POR GASPAR GIL POLO


          A LA MUY ILUSTRE SEÑORA DOÑA HIERONYMA DE
            CASTRO Y BOLEA, &. GASPAR GIL POLO.


          Tanto le importa á este libro tener de su
          parte el nombre y favor de V. S., que de
          otra manera no me atreviera á publicarle,
          ni aun á escribirle. Porque según es poco
          mi caudal, y mucha la malicia de los
          detractores, sin el amparo de V. S. no
          me tuviera por seguro. Suplico á V. S.
          reciba y tenga por suya esta obra, que
          aunque es servicio de poca importancia,
          habido respecto al buen ánimo con que se
          le ofresce y á la voluntad con que libros
          semejantes por Reyes y grandes señores
          fueron recebidos, no se ha de tener por
          grande mi atrevimiento en hacer presente
          desta miseria, mayormente dándome
          esfuerzo para ello la esperanza que tengo
          en la nobleza, benignidad y perfecciones
          de V. S. que para ser contadas requieren
          mayor espíritu y más oportuno lugar.
          El cual, si por algún tiempo me fuese
          concedido, en cosa ninguna tan justamente
          habría de emplearse como en la alabanza
          y servicio de V. S. Cuya muy ilustre
          persona y casa nuestro Señor guarde y
          prospere con mucho aumento. De Valencia á
          nueve de Hebrero M. D. LXIV.


          A LA ILUSTRISSIMA Y EXCELENTISSIMA SEÑORA
            MIA LUISA DE LORENA, PRINCESA DE CONTI.


          En un siglo tal como el que agora
          posseemos, en el cual el trato es tan
          doblado, y tan lleno de todas miserias,
          ¿quién se podrá escapar de las mordaces
          y perniciosas lenguas, que todo su
          ejercicio es buscar tachas en lo más
          apurado; sirviéndose de las colores más
          falsas y engañosas, sin acordarse de los
          ya passados, á los cuales la virtud
          les dió el nombre de dorados, porque se
          admitía en ellos cualquiera trabajo,
          recibiendo las intenciones, y perdonando
          á los talentos, como dones que Dios
          reparte á su voluntad? De manera, señora
          mia, que yo como persona tan necessitada
          dellos, y en este siglo, buscando
          amparo, me subí en el teatro deste
          mundo, y queriéndome arrojar en él, me
          determiné entregarme en unas manos que me
          defendiessen de las injurias del tiempo.
          Y assi volviendo los ojos por una y otra
          parte, por ver á quien me encomendaría
          para que me librasse de las lenguas
          murmuradoras de los mal intencionados
          espíritus, y no viendo alma ni cuerpo más
          propio que el de V. E. para este efecto,
          siendo persona que á todo el mundo
          enamora, con justa y debida razón se le
          debe la más enamorada Diana encomendar,
          echándome en el abrigo dessas tan
          ilustríssimas partes, con la confianza
          de que recibirá la voluntad de la mano
          del curioso que ha tomado el trabajo de
          tornarme á poner á luz, por mandamiento
          de personas que hallaron la traza y
          el estilo muy curioso, y que se iba á
          escurecer del todo, por no se hallar ya
          este tratado en el mundo. Ea, señora mía,
          abra esos brazos, y enciérreme en esse
          pecho, como tan insigne y inexpugnable
          fortaleza, en la qual vivirá mi alma de
          todos los ya dichos espíritus malinos
          descuidada y defendida con solo el saber
          que V. E. es su protectora; y con tal
          confianza vivirá rogando á Dios por la
          conservación de la persona Ilustrissima
          de V. E. que viva un millón de años,
          amparando á las que se le encomiendan, y
          particularmente á los del sexo que tiene
          aún su particular consideración.

          La muy humilde servidora de V. E. que le
          besa los pies,

                              _Diana Enamorada._


              DE DON ALONSO GIRÓN Y DE REBOLLEDO


                          _Soneto._

                        LECTOR. DIANA.

              Buen libro, Diana. En todo extremo es bueno.
                ¿Qué sientes dél? Placer de andar penada.
                ¿Y qué es la pena? Amar cosa olvidada.
                ¿Y el gozo? Ver por cuya industria peno.
              ¿Es Jorge ó Perez? No, que es muy terreno
                amarme á mí. ¿Qué cosa hay más alzada?
                Hacerme GASPAR GIL enamorada,
                que lo estoy ya más dél que de Syreno.
              ¿En qué tuvo primor? En verso y prosa.
                ¿Quién juzga eso? Ingenios delicados.
                ¿Tanta luz da? Alumbra todo el suelo.
              ¿Cuál quedará su patria? Muy dichosa.
                ¿Y los poetas todos? Afrentados.
                ¿Y él cómo se dirá? POLO del cielo.


                    SONETO DE HIERONYMO SAMPER

              De fieras armas la inmortal historia
                cessa por celebrar simples pastores;
                canta GASPAR GIL POLO sus amores,
                y en ello no consigue menos gloria.
              A Marte da querellas la victoria,
                por ver que calla POLO sus loores,
                fama y honor á Palas dan clamores,
                viendo que da á Diana tal memoria.
              Dejad, númenes sacros, tal querella;
                que Apolo ha prometido á su Diana
                poeta el más famoso é importante:
              Y dióle al gran GIL POLO, que por ella
                con grave estilo y gracia soberana
                dulce canción en las veredas cante.


                     DE MIGUEL JUAN TÁRREGA

                            _Soneto._

              Con la tuba Meonia y Mantuana
                su canto GASPAR GIL había acordado
                con tal furor, que el son ya era llegado
                desde el Indico Gange hasta la Tana.
              Mandóle en esto Apolo que á Diana,
                dejando el canto de Mavorte airado,
                cantasse al son que Píndaro ha cantado:
                tanto le es dulce el nombre de su hermana.
              Y ansi le dió la lira, en que él tañía
                siendo pastor de Admeto, y alegrando
                los prados y aguas del dichoso Amphryso.
              Y el sacro nombre Apolo á POLO dando,
                con usado favor dar honra quiso
                al que mayor renombre merescía.

                HERNANDO BONAVIDA, CIUDADANO VALENCIANO

                             _Al lector._

              Ovidio á su Corynna celebraba
                con los sabrosos versos que escribía,
                dos mil hermosos cantos componía
                Propercio que á su Cynthia sublimaba.
              Con las dulces canciones que cantaba,
                á su Laura Petrarca engrandescía,
                y destos cada cual con lo que hacía
                al famoso laurel al fin llegaba.
              A lauro el Lusitano ha ya llegado
                á Diana pintando muy ufana,
                mas POLO de otra suerte os la ha pintado:
              Aquí veréis una obra sobrehumana,
                y cuán bien el laurel POLO ha ganado,
                pues Proserpina es la otra, ésta Diana.




                      LIBRO PRIMERO
                   DE DIANA ENAMORADA


          Después que el apassionado Syreno con la
          virtud del poderoso liquor fué de las
          manos de Cupido por la sabia Felicia
          libertado, obrando Amor sus acostumbradas
          hazañas, hirió de nuevo el corazón de
          la descuidada DIANA, despertando en
          ella los olvidados amores, para que de
          un libre estuviesse captiva, y por un
          essento viviesse atormentada. Y lo que
          mayor pena le dió fué pensar que el
          descuido que tuvo de Syreno había sido
          ocasión de tal olvido, y era causa del
          aborrescimiento. Deste dolor y de otros
          muchos estaba tan combatida, que ni el
          yugo del matrimonio, ni el freno de la
          vergüenza fueron bastantes á detener la
          furia de su amor, ni remediar la aspereza
          de su tormento, sino que sus lamentables
          voces esparciendo, y dolorosas lágrimas
          derramando, las duras peñas y fieras
          alimañas enternescía. Pues hallándose un
          día acaso en la fuente de los alisos,
          en el tiempo del estío, á la hora que
          el sol se acercaba al medio día, y
          acordándose del contento que allí en
          compañía del amado Syreno muchas veces
          había recebido, cotejando los deleites
          del tiempo passado con las fatigas del
          presente; y conosciendo la culpa que
          ella en su tormento tenía, concibió su
          corazón tan angustiada tristeza, y vino
          su alma en tan peligroso desmayo, que
          pensó que entonces la deseada muerte
          diera fin á sus trabajos. Pero después
          que el ánimo cobró algún tanto su vigor,
          fué tan grande la fuerza de su passión,
          y el ímpetu, con que amor reinaba en
          sus entrañas, que le forzó publicar su
          tormento á las simples avecillas, que de
          los floridos ramos la escuchaban, á los
          verdes árboles, que de su congoja paresce
          que se dolían, y á la clara fuente, que
          el ruido de sus cristalinas aguas con el
          son de sus cantares acordaba. Y assí con
          una suave zampoña cantó desta manera:

              Mi sufrimiento cansado
                del mal importuno y fiero,
                á tal extremo ha llegado,
                que publicar mi cuidado
                me es el remedio postrero.
              Siéntase el bravo dolor,
                y trabajosa agonía
                de la que muere de amor,
                y olvidada de un pastor
                que de olvidado moría.

              ¡Ay, que el mal que ha consumido
                la alma que apenas sostengo,
                nasce del passado olvido,
                y la culpa que he tenido
                causó la pena que tengo!
              Y de gran dolor reviento,
                viendo que al que agora quiero,
                le di entonces tal tormento,
                que sintió lo que yo siento
                y murió como yo muero.

              Y cuando de mi crüeza
                se acuerda mi corazón,
                le causa mayor tristeza
                el pesar de mi tibieza,
                que el dolor de mi passión.
              Porque si mi desamor
                no tuviera culpa alguna
                en el presente dolor,
                diera quejas del Amor
                é inculpara la Fortuna.

              Mas mi corazón esquivo
                tiene culpa más notable,
                pues no vió de muy altivo,
                que Amor era vengativo
                y la Fortuna mudable.
              Pero nunca hizo venganza
                Amor, que de tantas suertes
                deshiciese una esperanza,
                ni Fortuna hizo mudanza
                de una vida á tantas muertes.

              ¡Ay, Syreno, cuán vengado
                estás en mi desventura,
                pues después que me has dejado,
                no hay remedio á mi cuidado,
                ni consuelo á mi tristura!
              Que según solías verme
                desdeñosa en solo verte,
                tanto huelgas de ofenderme,
                que ni tú podrás quererme,
                ni yo dejar de quererte.

              Véote andar tan essento,
                que no te ruego, pastor,
                remedies el mal que siento,
                mas que engañes mi tormento
                con un fingido favor.
              Y aunque mis males pensando,
                no pretendas remediallos,
                vuelve tus ojos, mirando
                los míos, que están llorando,
                pues tú no quieres mirallos.

              Mira mi mucho quebranto,
                y mi poca confianza
                para tener entre tanto
                no compassión de mi llanto,
                mas placer de tu venganza.
              Que aunque no podré ablandarte,
                ni para excusar mi muerte
                serán mis lágrimas parte,
                quiero morir por amarte
                y no vivir sin quererte.

          No diera fin tan presto la enamorada
          Diana á su deleitosa música, si de
          una pastora, que tras unos jarales la
          había escuchado, no fuera de improviso
          estorbada. Porque viendo la pastora,
          detuvo la suave voz, rompiendo el hilo
          de su canto, y haciendo obra en ella
          la natural vergüenza, le pesó muy de
          veras que su canción fuesse escuchada,
          ni su pena conoscida, mayormente
          viendo aquella pastora ser extranjera,
          y por aquellas partes nunca vista.
          Mas ella, que de lejos la suavissima
          voz oyendo, á escuchar tan delicada
          melodía secretamente se había llegado,
          entendiendo la causa del doloroso canto,
          hizo de su extremadíssima hermosura
          tan improvisa y alegre muestra, como
          suele hacer la nocturna luna, que con
          sus lumbrosos rayos vence y traspassa
          la espessura de los escuros ñublados.
          Y viendo que Diana había quedado algo
          turbada con su vista, con gesto muy
          alegre le dijo estas palabras:--Hermosa
          pastora, grande perjuicio hice al
          contento que tenía con oirte, en venir
          tan sin propósito á estorbarte. Pero la
          culpa desto la tiene el deseo que tengo
          de conoscerte, y voluntad de dar algún
          alivio al mal de que tan dolorosamente
          te lamentas; al cual, aunque dicen que
          es excusado buscalle consuelo, con
          voluntad libre y razón desapassionada se
          le puede dar suficientemente remedio.
          No dissimules conmigo tu pena, ni te
          pese que sepa tu nombre y tu tormento,
          que no haré por esso menos cuenta de
          tu perfición, ni juzgaré por menor tu
          merescimiento.

          Oyendo DIANA estas palabras estuvo un
          rato sin responder, teniendo los ojos
          empleados en la hermosura de aquella
          pastora, y el entendimiento dudoso
          sobre qué respondería á sus grandes
          ofrescimientos y amorosas palabras; y al
          fin respondió de esta manera: Pastora de
          nueva y aventajada gentileza, si el gran
          contento que de tu vista recibo, y el
          descanso que me ofrescen tus palabras,
          hallara en mi corazón algún aparejo de
          confianza, creo que fueras bastante á
          dar algún remedio á mi fatiga, y no
          dudara yo de publicarte mi pena. Mas es
          mi mal de tal calidad, que en comenzar á
          fatigarme, tomo las llaves de mi corazón
          y cierro las puertas al remedio. Sabe
          que yo me llamo DIANA, por estos campos
          harto conoscida; conténtate con saber
          mi nombre, y no te cures de saber mi
          pena: pues no aprovechará para más de
          lastimarte, viendo mi tierna juventud
          en tanta fatiga y trabajo. Este es el
          engaño, dijo la pastora, de los que
          se hacen esclavos del Amor, que en
          comenzalle á servir, son tan suyos, que
          ni quieren ser libres, ni les paresce
          possible tener libertad. Tu mal bien sé
          que es amar, según de tu canción entendí,
          en la cual enfermedad yo tengo grande
          experiencia. He sido muchos años captiva,
          y agora me veo libre; anduve ciega, y
          agora atino al camino de la verdad; passé
          en el mar de amor peligrosas agonías y
          tormentos, y agora estoy gozando del
          seguro y sosegado puerto; y aunque más
          grande sea tu pena, era tan grande la
          mía. Y pues para ella tuve remedio, no
          despidas de tu casa la esperanza, no
          cierres los ojos á la verdad ni los oídos
          á mis palabras. Palabras serán, dijo
          DIANA, las que gastarán en remediar el
          Amor, cuyas obras no tienen remedio con
          palabras. Mas con todo querría saber tu
          nombre, y la ocasión que hacia nuestros
          campos te ha encaminado, y holgaré tanto
          en sabello, que suspenderé por un rato mi
          comenzado llanto, cosa que importa tanto
          para el alivio de mi pena. Mi nombre es
          ALCIDA, dijo la pastora, pero lo demás
          que me preguntas no me sufre contallo la
          compassión que tengo de tu voluntaria
          dolencia, sin que primero recibas mis
          provechosos, aunque para ti desabridos
          remedios. Cualquier consuelo, dijo DIANA,
          me será agradable, por venir de tu mano,
          con que no sea quitar el amor de mi
          corazón: porque no saldrá de allí, sin
          llevar consigo á pedazos mis entrañas.
          Y aunque pudiesse, no quedaría sin él,
          por no dejar de querer al que siendo
          olvidado, tomó de mi crueldad tan presta
          y sobrada venganza. Dijo entonces ALCIDA:
          Mayor confianza me das agora de tu salud,
          pues dices que lo que agora quieres, en
          otro tiempo lo has aborrescido, porque
          ya sabrás el camino del olvido, y ternás
          la voluntad vezada al aborrescimiento.
          Cuánto más que entre los dos extremos
          de amar y aborrescer está el medio,
          el cual tú debes elegir. DIANA á esto
          replicó: Bien me contenta tu consejo,
          pastora, pero no me paresce muy seguro.
          Porque si yo de aborrescer he venido á
          amar, más fácilmente lo hiciera si mi
          voluntad estuviera en medio del amor y
          aborrescimiento, pues teniéndome más
          cerca, con mayor fuerza me venciera el
          poderoso Cupido. A esto respondió ALCIDA:
          No hagas tan gran honra á quien tan poco
          la meresce, nombrando poderoso al que tan
          fácilmente queda vencido, especialmente
          de los que eligen el medio que tengo
          dicho: porque en él consiste la virtud,
          y donde ella está, quedan los corazones
          contra el Amor fuertes y constantes. Dijo
          entonces DIANA: Crueles, duros, ásperos
          y rebeldes dirás mejor, pues pretenden
          contradecir á su naturaleza, y resistir
          á la invencible fuerza de Cupido. Mas
          séanlo cuanto quisieren, que á la fin
          no se van alabando de la rebeldía, ni
          les aprovecha defenderse con la dureza.
          Porque el poder del amor vence la más
          segura defensa, y traspassa el más
          fuerte impedimento. De cuyas hazañas y
          maravillas en este mesmo lugar cantó un
          día mi querido Syreno, en el tiempo que
          fué para mí tan dulce, como me es agora
          amarga su memoria. Y bien me acuerdo de
          su canción, y aun de cuantas entonces
          cantaba, porque he procurado que no se me
          olvidassen, por lo que me importa tener
          en la memoria las cosas de Syreno. Mas
          esta que trata de las proezas del Amor,
          dice:


                            _Soneto._

              Que el poderoso Amor sin vista acierte
                del corazón la más interna parte;
                que siendo niño venza al fiero Marte,
                haciendo que enredado se despierte.
              Que sus llamas me hielen de tal suerte,
                que un vil temor del alma no se aparte,
                que vuele hasta la aérea y summa parte,
                y por la tierra y mar se muestre fuerte.
              Que esté el que el bravo Amor hiere ó captiva
                vivo en el mal, y en la prisión contento,
                proezas son que causan grande espanto.
              Y el alma, que en mayores penas viva,
                si piensa estas hazañas, entretanto
                no sentirá el rigor de su tormento.

          Bien encarescidas están, dijo ALCIDA,
          las fuerzas del amor; pero más creyera
          yo á Syreno, si después de haber
          publicado por tan grandes las furias de
          las flechas de Cupido, él no hubiesse
          hallado reparo contra ellas, y después
          de haber encarescido la estrechura de
          sus cadenas, él no hubiesse tenido forma
          para tener libertad. Y ansí me maravillo
          que creas tan de ligero al que con las
          obras contradice á las palabras. Porque
          harto claro está que semejantes canciones
          son maneras de hablar, y sobrados
          encarescimientos, con que los enamorados
          venden por muy peligrosos sus males, pues
          tan ligeramente se vuelven de captivos
          libres y vienen de un amor ardiente á un
          olvido descuidado. Y si sienten passiones
          los enamorados, provienen de su mesma
          voluntad, y no del amor: el cual no es
          sino una cosa imaginada por los hombres,
          que ni está en cielo, ni en tierra, sino
          en el corazón del que la quiere. Y si
          algún poder tiene, es porque los hombres
          mesmos dejan vencerse voluntariamente,
          ofresciéndole sus corazones, y poniendo
          en sus manos la propia libertad. Mas
          porque el Soneto de Syreno no quede sin
          respuesta, oye otro que paresce que se
          hizo en competencia dél, y oíle yo mucho
          tiempo ha en los campos de Sebetho á un
          pastor nombrado Aurelio; y si bien me
          acuerdo decía así:


                            _Soneto._

              No es ciego Amor, mas yo lo soy, que guío
                mi voluntad camino del tormento;
                no es niño Amor, mas yo que en un momento
                espero y tengo miedo, lloro y río.
              Nombrar llamas de Amor es desvarío,
                su fuego es el ardiente y vivo intento,
                sus alas son mi altivo pensamiento
                y la esperanza vana en que me fío.
              No tiene Amor cadenas, ni saëtas,
                para prender y herir libres y sanos,
                que en él no hay más poder del que le damos.
              Porque es Amor mentira de poetas,
                sueño de locos, ídolo de vanos:
                mirad qué negro Dios el que adoramos.

          ¿Parescete, DIANA, que debe fiarse un
          entendimiento como el tuyo en cosas
          de aire, y que hay razón para adorar
          tan de veras á cosa tan de burlas como
          el Dios de Amor? El cual es fingido
          por vanos entendimientos, seguido de
          deshonestas voluntades, y conservado en
          las memorias de los hombres ociosos y
          desocupados. Estos son los que le dieron
          al Amor el nombre tan celebrado que
          por el mundo tiene. Porque viendo que
          los hombres por querer bien padescían
          tantos males, sobresaltos, temores,
          cuidados, recelos, mudanzas y otras
          infinitas passiones, acordaron de buscar
          alguna causa principal y universal, de
          la cual como de una fuente nasciessen
          todos estos efectos. Y assí inventaron
          el nombre de Amor, llamándole Dios,
          porque era de las gentes tan temido y
          reverenciado. Y pintáronle de manera
          que cuando veen su figura tienen razón
          de aborrescer sus obras. Pintáronle
          muchacho, porque los hombres en él no
          se fíen; ciego, porque no le sigan;
          armado, porque le teman; con llamas,
          porque no se le lleguen, y con alas,
          para que por vano le conozcan. No has de
          entender, pastora, que la fuerza que al
          Amor los hombres conceden, y el poderío
          que le atribuyen, sea ni pueda ser suyo:
          antes has de pensar que cuanto más su
          poder y valor encarescen, más nuestras
          flaquezas y poquedades manifiestan.
          Porque decir que el Amor es fuerte, es
          decir que nuestra voluntad es floja,
          pues permite ser por él tan fácilmente
          vencida; decir que el Amor tira con
          poderosa furia venenosas y mortales
          saetas, es decir que nuestro corazón
          es descuidado, pues se ofresce tan
          voluntariamente á recebirlas; decir que
          el Amor nuestras almas tan estrechamente
          captiva, es decir que en nosotras hay
          falta de juicio, pues al primer combate
          nos rendimos, y aun á veces sin ser
          combatidos, damos á nuestro enemigo la
          libertad. Y en fin, todas las hazañas
          que se cuentan del Amor no son otra cosa
          sino nuestras miserias y flojedades.
          Y puesto caso que las tales proezas
          fuesen suyas, ellas son de tal calidad
          que no merescen alabanza. ¿Qué grandeza
          es captivar los que no se defienden,
          qué braveza acometer los flacos, qué
          valentía herir los descuidados, qué
          fortaleza matar los rendidos, qué honra
          desasossegar los alegres, qué hazaña
          perseguir los malaventurados? Por cierto,
          hermosa pastora, los que quieren tanto
          engrandescer este Cupido, y los que tan
          á su costa le sirven, debieran por su
          honra dalle otras alabanzas; porque con
          todas estas el mejor nombre que gana es
          de cobarde en los acometimientos, cruel
          en las obras, vano en las intenciones,
          liberal de trabajos y escaso de
          gualardones. Y aunque todos estos nombres
          son infames, peores son los que le dan
          sus mesmos aficionados, nombrándole
          fuego, furor y muerte; y al amar
          llamando arder, destruirse, consumirse y
          enloquecerse; y á sí mesmos nombrándose
          ciegos, míseros, captivos, furiosos,
          consumidos y inflamados. De aquí viene
          que todos generalmente dan quejas del
          Amor, nombrándole tirano, traidor, duro,
          fiero y despiadado. Todos los versos
          de los amadores están llenos de dolor,
          compuestos con suspiros, borrados con
          lágrimas y cantados con agonía. Allí
          veréis las sospechas, allí los temores,
          allí las desconfianzas, allí los recelos,
          allí los cuidados y allí mil géneros de
          penas. No se habla allí sino de muertes,
          cadenas, flechas, venenos, llamas, y
          otras cosas que no sirven sino para dar
          tormento, cuando se emplean, y temor,
          cuando se nombran. Mal estaba con estos
          nombres Herbanio, pastor señalado en la
          Andalucía, cuando en la corteza de un
          álamo, sirviéndole de pluma un agudo
          punzón, delante de mí escribió este


                            _Soneto._

              Quien libre está, no viva descuidado,
                que en un instante puede estar captivo,
                y el corazón helado y más esquivo
                tema de estar en llamas abrasado.
              Con la alma del soberbio y elevado
                tan áspero es Amor y vengativo,
                que quien sin él presume de estar vivo,
                por él con muerte queda atormentado.
              Amor, que á ser captivo me condenas,
                Amor que enciendes fuegos tan mortales,
                tú que mi vida afliges y maltratas:
              Maldigo dende agora tus cadenas,
                tus llamas y tus flechas, con las cuales
                me prendes, me consumes y me matas.
          Pues venga agora al soneto de tu Syreno
          á darme á entender que la imaginación
          de las hazañas del Amor basta á vencer
          la furia del tormento: porque si las
          hazañas son matar, herir, cegar, abrasar,
          consumir, captivar y atormentar, no me
          hará creer que imaginar cosas de pena
          alivie la fatiga, antes ha de dar mayores
          fuerzas á la passión, para que siendo
          más imaginada, dure más en el corazón,
          y con mayor aspereza le atormente. Y si
          es verdad lo que cantó Syreno, mucho me
          maravillo que él, recibiendo, según dice,
          en este pensamiento tan aventajado gusto,
          tan fácilmente le haya trocado con tan
          cruel olvido como agora tiene, no sólo
          de las hazañas de Cupido, pero de tu
          hermosura, que no debiera por cosa del
          mundo ser olvidada.

          Apenas había dicho Alcida de su razón las
          últimas palabras, que DIANA, alzando los
          ojos, porque estaba con algún recelo,
          vió de lejos á su esposo Delio, que
          bajaba por la halda de un montecillo,
          encaminándose para la fuente de los
          alisos, donde ellas estaban. Y ansi,
          atajando las razones de Alcida, le dijo:
          No más, no más, pastora, que tiempo habrá
          después para escuchar lo restante y
          para responder á tus flojos y aparentes
          argumentos. Cata allá que mi esposo Delio
          desciende por aquel collado, y se viene
          para nosotras; menester será que, por
          dissimular lo que aquí se trataba, al son
          de nuestros instrumentos comencemos á
          cantar, porque cuando llegue se contente
          de nuestro ejercicio. Y ansí, tomando
          ALCIDA su cítara y DIANA su zampoña,
          cantaron desta manera:


                      _Rimas provenzales._

                            ALCIDA

              Mientras el sol sus rayos muy ardientes
                con tal furia y rigor al mundo envía,
                que de Nymphas la casta compañía
                por los sombríos mora y por las fuentes.
                Y la cigarra el canto replicando,
                se está quejando,
                pastora canta,
                con gracia tanta,
                que enternescido
                de haberte oído,
                el poderoso cielo de su grado
                fresco licor envíe al seco prado.


                             DIANA

              Mientras está el mayor de los planetas
                en medio del oriente y del ocaso,
                y al labrador en descubierto raso
                más rigurosas tira sus saetas.
                Al dulce murmurar de la corriente
                de aquesta fuente,
                mueve tal canto,
                que cause espanto,
                y de contentos
                los bravos vientos,
                el ímpetu furioso refrenando,
                vengan con manso espíritu soplando.


                            ALCIDA

              Corrientes aguas, puras, cristalinas,
                que haciendo todo el año primavera,
                hermoseáis la próspera ribera
                con lirios y trepadas clavellinas,
                el bravo ardor de Phebo no escaliente
                tan fresca fuente,
                ni de ganado
                sea enturbiado
                licor tan claro,
                sabroso y raro,
                ni del amante triste el lloro infame
                sobre tan lindas aguas se derrame.


                            DIANA

              Verde y florido prado, en do natura
                mostró la variedad de sus colores
                con los matices de árboles y flores,
                que hacen en ti hermosíssima pintura.
                En ti los verdes ramos sean essentos
                 de bravos vientos;
                medres, crezcas
                en hierbas frescas,
                nunca abrasadas
                con las heladas,
                ni dañe á tan hermoso y fértil suelo
                el gran furor del iracundo cielo.


                            ALCIDA

              Aquí de los bullicios y tempesta
                de las soberbias cortes apartados,
                los corazones viven reposados,
                en sosegada paz y alegre fiesta,
                á veces recostados al sombrío
                á par del río,
                do dan las aves
                cantos suaves,
                las tiernas flores
                finos olores,
                y siempre con un orden soberano
                se ríe el prado, el bosque, el monte, el llano.


                            DIANA

              Aquí el ruido que hace el manso viento,
                en los floridos ramos sacudiendo,
                deleita más que el popular estruendo
                de un numeroso y grande ayuntamiento,
                adonde las superbas majestades
                son vanidades:
                las grandes fiestas,
                grandes tempestas;
                los pundonores,
                ciegos errores,
                y es el hablar contrario y diferente
                de lo que el corazón y el alma siente.


                            ALCIDA

              No tiende aquí ambición lazos y redes,
                ni la avaricia va tras los ducados,
                no aspira aquí la gente á los estados,
                ni hambrea las privanzas y mercedes:
                libres están de trampas y passiones
                los corazones;
                todo es llaneza,
                bondad, simpleza,
                poca malicia,
                cierta justicia;
                y hacer vivir la gente en alegría
                concorde paz y honesta medianía.


                            DIANA

              No va por nuevo mundo y nuevos mares
                el simple pastorcillo navegando,
                ni en apartadas Indias va contando
                de leguas y monedas mil millares.
                El pobre tan contento al campo viene
                con lo que tiene,
                como el que cuenta
                sobrada renta,
                y en vida escasa
                alegre passa,
                como el que en montes ha gruesas manadas,
                y ara de fértil campo mil yugadas.

          Sintió de lejos DELIO la voz de su
          esposa Diana, y como oyó que otra voz
          lo respondía, tuvo mucho cuidado de
          llegar presto, por ver quién estaba en
          compañía de Diana. Y ansi, corca de la
          fuente, puesto detrás un grande arrayán,
          escuchó lo que cantaban, buscando adrede
          ocasiones para sus acostumbrados celos.
          Mas cuando entendió que las canciones
          eran diferentes de lo que él con su
          sospecha presumía, estuvo muy contento.
          Pero todavía la ansia que tenía de
          conoscer la que estaba con su esposa le
          hizo que llegasse á las pastoras, de
          las cuales fué cortésmente saludado, y
          de su esposa con un angélico semblante
          recebido. Y sentado cabe ellas, ALCIDA
          le dijo: Delio, en gran cargo soy á la
          fortuna, pues no sólo me hizo ver la
          belleza de Diana, mas conoscer al que
          ella tuvo por merescedor de tanto bien, y
          al que entregó la libertad: que según es
          ella sabia, se ha de tener por extremado
          lo que escoge. Mas espántome de ver que
          tengas tan poca cuenta con la mucha
          que contigo tuvo Diana en elegirte por
          marido, que sufras que vaya tan sólo un
          passo sin tu compañía, y dejes que un
          solo momento se aparte de tus ojos. Bien
          sé que ella mora siempre en tu corazón;
          mas el amor que tú le debes á Diana no
          ha de ser tan poco que te contentes con
          tener en el alma su figura, pudiendo
          también tener ante los ojos su gentileza.
          Entonces DIANA, porque Delio respondiendo
          no se pusiesse en peligro de publicar
          el poco aviso y cordura que tenía, tomó
          la mano por él y dijo: No tiene Delio
          razón de estar tan contento de tenerme
          por esposa, como tú muestras estar por
          haberme conoscido, ni de tenerme tan
          presente que se olvide de sus granjas y
          ganados, pues importan más que el deleite
          que de ver la belleza que falsamente
          me atribuyes se pudiera tomar. Dijo
          entonces ALCIDA: No perjudiques, Diana,
          tan adrede á tu gentileza, ni hagas tan
          grande agravio al parescer que el mundo
          tiene de ti, qué no paresce mal en una
          hermosa el estimarse, ni le da el nombre
          de altiva moderadamente conoscerse. Y
          tú, Delio, tente por el más dichoso
          del mundo, y goza bien el favor que la
          Fortuna te hizo, pues ni dió ni tiene
          que dar cosa que iguale con ser esposo
          de Diana. Atentamente escuchó DELIO las
          palabras de ALCIDA, y en tanto que habló,
          la estuvo siempre mirando, tanto que á
          la fin de sus dulces y avisadas razones
          se halló tan preso de sus amores, que de
          atónito y pasmado no tuvo palabras con
          qué respondelle, sino que con un ardiente
          suspiro dió señal de la nueva herida
          que Cupido había hecho en sus entrañas.
          A este tiempo sintieron una voz, cuya
          suavidad los deleitó maravillosamente.
          Paráronse atentos á escuchalla, y
          volviendo los ojos hacia donde resonaba,
          vieron un pastor que muy fatigado venía
          hacia la fuente á guisa de congojado
          caminante, cantando desta manera:


                        _Soneto._

              No puede darme Amor mayor tormento,
                ni la Fortuna hacer mayor mudanza;
                no hay alma con tan poca confianza,
                ni corazón en penas tan contento.
              Hácelo Amor, que esfuerza el flaco aliento,
                porque baste á sufrir mi malandanza,
                y no deja morir con la esperanza
                la vida, la aflicción ni el sufrimiento.
              ¡Ay, vano corazón! ¡Ay, ojos tristes!
                ¿por qué en tan largo tiempo y tanta pena
                nunca se acaba el llanto ni la vida?
              ¡Ay, lástimas! ¿no os basta lo que hecistes?
                Amor ¿por qué no aflojas mi cadena,
                si en tanta libertad dejaste Alcida?.

          Apenas acabó ALCIDA de oir la canción del
          pastor, que conosciendo quién era, toda
          temblando, con grande priessa se levantó,
          antes que él llegasse, rogándoles á
          Delio y Diana que no dijessen que ella
          había estado allí, porque le importaba
          la vida no ser hallada ni conoscida por
          aquel pastor, que como la misma muerte
          aborrescía. Ellos le ofrescieron hacello
          ansi, pesándoles en extremo de su presta
          y no pensada partida. Alcida, á más
          andar, metiéndose por un bosque muy
          espesso que junto á la fuente estaba,
          caminó con tanta presteza y recelo como
          si de una cruel y hambrienta tigre
          fuera perseguida. Poco después llegó
          el pastor tan cansado y afligido, que
          pareció la Fortuna, doliéndose dél,
          habelle ofrescido aquella clara fuente y
          la compañía de Diana para algún alivio
          de su pena. Porque como en tan calorosa
          siesta, tras el cansancio del fatigoso
          camino, vido la amenidad del lugar, el
          sombrío de los árboles, la verdura de las
          hierbas, la lindeza de la fuente y la
          hermosura de Diana, le paresció reposar
          un rato aunque la importancia de lo que
          buscaba y el deseo con que tras ello
          se perdía no daban lugar á descanso ni
          entretenimiento. DIANA entonces le hizo
          las gracias y cortesías que conforme á
          los celos de Delio, que presente estaba,
          se podían hacer, y tuvo grande cuenta con
          el extranjero pastor, assí porque en su
          manera le paresció tener merescimiento,
          como porque le vido lastimado del mal
          que ella tenía. El pastor hizo grande
          caso de los favores de Diana, teniéndose
          por muy dichoso de haber hallado tan
          buena aventura. Estando en esto, mirando
          Diana en torno de sí, no vió á su esposo
          Delio, porque enamorado, como dijimos,
          de Alcida, en tanto que Diana estaba
          descuidada, empleándose en acariciar el
          nuevo pastor, se fué tras la fugitiva
          pastora, metiéndose por el mesmo camino
          con intención determinada de seguilla,
          aunque fuesse á la otra parte del
          mundo. Atónita quedó Diana de ver que
          faltasse tan improvisamente su esposo,
          y assi dió muchas voces repitiendo el
          nombre de Delio. Mas no aprovechó para
          que él desde el bosque respondiesse, ni
          dejasse de proseguir su camino, sino
          que con grandíssima priessa caminando,
          entendía en alcanzar la amada Alcida. De
          manera que Diana, viendo que Delio no
          parescía, mostró estar muy afligida por
          ello, haciendo tales sentimientos, que
          el pastor por consolarla le dijo: No te
          vea yo, hermosa pastora, tan sin razón
          afligida, ni des crédito á tu sospecha
          en tan gran perjuicio de tu descanso.
          Porque el pastor que tú buscas no ha
          tanto que falta que debas tenerte por
          desamparada. Sosiégate un poco, que
          podrá ser que estando tú divertida,
          convidado del sombrío de los amenos
          alisos y de la frescura del viento, que
          los está blandamente meneando, haya
          querido mudar asiento, sin que nosotros
          lo viéssemos, porque temía quizá no le
          contradijéssemos; ó por ventura le ha
          tanto pesado de mi venida, y tuviera por
          tan enojosa mi compañía, que ha escogido
          otro lugar donde sin ella pueda pasar
          alegremente la siesta.

          A esto respondió DIANA: Gracioso pastor,
          para conoscer el mal que maltrata
          tu vida, basta oir las palabras que
          publica tu lengua. Bien muestras
          estar del Amor atormentado, y vezado
          á engañar las amorosas sospechas con
          vanas imaginaciones. Porque costumbre
          es de los amadores dar á entender á sus
          pensamientos cosas falsas é impossibles,
          para hacer que no dén crédito á las
          ciertas y verdaderas. Semejantes
          consuelos, pastor, aprovechan más para
          señalar en ti el pesar de mi congoja que
          para remediar mi pena. Porque yo sé muy
          bien que mi esposo Delio va siguiendo
          una hermosíssima pastora, que de aquí
          se partió, y según la afición con que
          estando aquí la miraba y los suspiros
          que del alma le salían, yo que sé cuán
          determinadamente suele emprender cuanto
          le passa por el pensamiento, tengo
          por cierto que no dejará de seguir la
          pastora, aunque piense en toda su vida
          no volver ante mis ojos. Y lo que más
          me atormenta es conoscer la dura y
          desamorada condición de aquella pastora,
          porque tiene un alma tan enemiga del
          amor, que desprecia la más extremada
          beldad y no hace caso del valor más
          aventajado. Al triste pastor en este
          punto paresció que una mortal saeta
          le travesó el corazón, y dijo: ¡Ay de
          mí, desdichado amante! ¿con cuánta más
          razón se han de doler de mí las almas
          que no fueren de piedra, pues por el
          mundo busco la más cruel, la más áspera
          y despiadada doncella que se puede
          hallar? Duélete de veras, pastora, de tu
          esposo, que si la que él busca tiene tal
          condición como ésta, corre gran peligro
          su vida de perderse. Oyendo DIANA estas
          palabras, acabó de conoscer su mal, y
          vió claramente que la pastora, que en
          ver este pastor tan prestamente huyó,
          era la que él por todas las partes del
          mundo había buscado. Y era ansí, porque
          ella huyendo dél, por no ser descubierta
          ni conoscida, había tomado hábito de
          pastora. Mas dissimuló por entonces con
          el pastor, y no quiso decille nada de
          esto, por cumplir con la palabra que á
          Alcida había dado al tiempo de partirse.
          Y también porque vió que ella gran
          rato había que era partida, corriendo
          con tanta presteza por aquel bosque
          espessíssimo, que fuera impossible
          alcanzalla. Y publicar al pastor esto,
          no sirviera para más de dalle mayor
          pena. Porque aquello fatiga más, cuando
          no se alcanza, que dió alguna esperanza
          de ser habido. Pero como DIANA deseasse
          conoscellos y saber la causa de los
          amores dél y del aborrescimiento della,
          le dijo: Consuela, pastor, tu llanto, y
          cuéntame la causa dél; que por alivio
          desta congoja holgaré de saber quién eres
          y oir el processo de tus males; porque
          por la conmemoración dellos te ha de ser
          agradable, si eres verdadero amante, como
          creo. El entonces no se hizo mucho de
          rogar, antes, sentándose entrambos junto
          á la fuente, habló de esta manera:

          No es mi mal de tal calidad que á toda
          suerte de gentes se pueda contar; mas la
          opinión que tengo de tu merescimiento y
          el valor que tu hermosura me publica me
          fuerzan á contarte abiertamente mi vida,
          si vida se puede llamar la que de grado
          trocaría con la muerte.

          Sabe, pastora, que mi nombre es Marcelio,
          y mi estado muy diferente de lo que mi
          hábito señala. Porque fuí nascido en la
          ciudad Soldina, principal en la provincia
          Vandalia, de padres esclarecidos en
          linaje y abundantes de riquezas. En
          mi tierna edad fuí llevado á la corte
          del rey de lusitanos, y allí criado
          y querido, no sólo de los señores
          principales della, mas aun del mismo
          rey, tanto que nunca consintió que me
          partiesse de su corte, hasta que me
          encargó la gente de guerra que tenía en
          la costa de Africa. Allí estuve mucho
          tiempo capitán de las villas y fortalezas
          que él tiene en aquella costa, teniendo
          mi proprio assiento en la villa de Ceuta,
          donde fué el principio de mi desventura.
          Allí, por mi mal, había un noble y
          señalado caballero, nombrado Eugerio,
          que tenía cargo por el rey del gobierno
          de la villa, al cual Dios, allende de
          dalle nobleza y bienes de fortuna,
          le hizo merced de un hijo nombrado
          Polydoro, valeroso en todo extremo, y
          dos hijas llamadas Alcida y Clenarda,
          aventajadas en hermosura. Clenarda
          en tirar arco era diestríssima, pero
          Alcida, que era la mayor, en belleza la
          sobrepujaba. Esta de tal manera enamoró
          mi corazón, que ha podido causarme la
          desesperada vida que passo y la cruda
          muerte que cada día llamo y espero. Su
          padre tenía tanta cuenta con ella, que
          pocas veces consentía que se partiesse
          delante sus ojos. Y esto impedía que
          yo no le pudiesse hacer saber lo mucho
          que la quería. Sino que las veces que
          tenía ventura de vella, con un mirar
          apassionado y suspiros que salían de
          mi pecho sin licencia de mi voluntad,
          le publicaba mi pena. Tuve manera de
          escrebille una carta, y no perdiendo la
          ocasión que me concedió la fortuna, le
          hice una letra que decía ansí:


                CARTA DE MARCELIO PARA ALCIDA

          La honesta majestad y el grave tiento,
            modestia vergonzosa, y la cordura,
            el sossegado y gran recogimiento,
          Y otras virtudes mil, que la hermosura,
            que en todo el mundo os da nombre famoso,
            encumbran á la más suprema altura,
          En passo tan estrecho y peligroso
            mi corazón han puesto, hermosa Alcida,
            que en nada puedo hallar cierto reposo.
          Lo mesmo que á quereros me convida,
            el alma ansí refrena, que quisiera
            callar, aunque es á costa de la vida.
          ¿Cuál hombre duro vido la manera
            conque mirando echáis rayos ardientes,
            que no enmudezca allí y callando muera?
          ¿Quién las bellezas raras y excelentes
            vido de más quilate y mayor cuenta
            que todas las passadas y presentes,
          Que en la alma un nuevo amor luego no sienta,
            tal que la causa dél le atierre tanto
            que solamente hablar no le consienta?
          Tanto callando sufro, que me espanto
            que no esté de congoja el pecho abierto
            y el corazón deshecho en triste llanto.
          Esme impossible el gozo, el dolor cierto,
            la pena firme, vana la esperanza:
            vivo sin bien, y el mal me tiene muerto.
          En mí mesmo de mí tomo venganza,
            y lo que más deseo, menos viene,
            y aquello que más huyo, más me alcanza.
          Aguardo lo que menos me conviene,
            y no admito consuelo á mi tristura,
            gozando del dolor que el alma tiene.
          Mi vida y mi deleite tanto dura
            cuanto dura el pensar la gran distancia
            que hay de mí á tal gracia y hermosura.
          Porque concibo en la alma una arrogancia
            de ver que en tal lugar supe emplealla,
            que el corazón esfuerzo y doy constancia.
          Pero contra mí mueve tal batalla
            vuestro gentil y angélico semblante,
            que no podrán mil vidas esperalla.
          Mas no hay tan gran peligro que me espante,
            ni tan fragoso y áspero camino,
            que me estorbe de andar siempre adelante.
          Siguiendo voy mi proprio desatino,
            voy tras la pena y busco lo que daña,
            y ofrezco al llanto el ánimo mezquino.
          Perpetuo gozo alegra y acompaña
           mi vida, que penando está en sossiego,
            y siente en los dolores gloria extraña.
          La pena me es deleite, el llanto juego,
            descanso el suspirar, gloria la muerte,
            las llagas sanidad, reposo el fuego.
          Cosa no veo jamás que no despierte
            y avive en mí la furia del tormento,
            pero recibo en él dichosa suerte.
          Estos males, señora, por vos siento,
            destas passiones vivo atormentado
            con la fatiga igual al sufrimiento.
          Pues muévaos á piedad un desdichado,
            que ofresce á vuestro amor la propia vida,
            pues no pide su mal ser remediado,
            mas sólo ser su pena conoscida.


          Esta fué la carta que le escribí, y
          si ella fuera tan bien hecha como fué
          venturosa, no trocara mi habilidad por la
          de Homero. Llegó á las manos de Alcida,
          y aunque de mis razones quedó alterada,
          y de mi atrevimiento ofendida; pero al
          fin, tener noticia de mi pena hizo,
          según después entendí, en su corazón
          mayor efecto de lo que yo de mi desdicha
          confiaba. Comencé á señalarme su amante,
          haciendo justas, torneos, libreas,
          galas, invenciones, versos y motes por
          su servicio, durando en esta pena por
          espacio de algunos años. Al fin de los
          cuales Eugerio me tuvo por merescedor
          de ser su yerno, y por intercessión de
          algunos principales hombres de la tierra
          me ofresció su hija Alcida por mujer.
          Tratamos que los desposorios se hiciesen
          en la ciudad de Lisbona, porque el rey de
          lusitanos en ellos estuviesse presente;
          y assí, despachando un correo con toda
          diligencia, dimos cuenta al rey de este
          casamiento, y le suplicamos que nos
          diesse licencia para que, encomendando
          nuestros cargos á personas de confianza,
          fuéssemos allá á solemnizarlo. Luego
          por toda la ciudad y lugares apartados
          y vecinos se extendió la fama de mi
          casamiento, y causó tan general placer,
          como á tan hermosa dama como Alcida y a
          tan fiel amante como yo se debía. Hasta
          aquí llegó mi bienaventuranza, hasta aquí
          me encumbró la fortuna, para después
          abatirme en la profundidad de miserias
          en que me hallo. ¡Oh, transitorio bien,
          mudable contento; oh, deleite variable;
          oh, inconstante firmeza de las cosas
          mundanas! ¿Qué más pude recibir de lo
          que recibí y qué más puedo padescer de
          lo que padezco? No me mandes, pastora,
          que importune tus oídos con más larga
          historia, ni que lastime tus entrañas
          con mis desastres. Conténtate agora con
          saber mi passado contentamiento, y no
          quieras saber mi presente dolor, porque
          está cierta que ha de enfadarte mi
          prolijidad y de alterarte mi desgracia. A
          lo cual respondió DIANA: Deja, Marcelio,
          semejantes excusas, que no quise yo saber
          los sucessos de tu vida para gozar sólo
          de tus placeres, sin entristecerme de
          tus pesares, antes quiero dellos toda la
          parte que cabrá en mi congojado corazón.
          ¡Ay, hermosa pastora, dijo MARCELIO, cuán
          contento quedaría si la voluntad que te
          tengo no me forzasse á complacerte en
          cosa de tanto dolor! Y lo que más me
          pesa es que mis desgracias son tales que
          han de lastimar tu corazón cuando las
          sepas, que la pena que he de recebir
          en contallas no la tengo en tanto que
          no la sufriesse de grado á trueco de
          contentarte. Pero yo te veo tan deseosa
          de sabellas, que me será forzado causarte
          tristeza, por no agraviar tu voluntad.
          Pues has de saber, pastora, que después
          que fué concertado mi desventurado
          casamiento, venida ya la licencia del
          rey, el padre Eugerio, que viudo era, el
          hijo Polydoro, las dos hijas Alcida y
          Clenarda y el desdichado Marcelio, que
          su dolor te está contando, encomendados
          los cargos que por el rey teníamos á
          personas de confianza, nos embarcamos en
          el puerto de Ceuta, para ir por mar á la
          noble Lisbona á celebrar, como dije, en
          presencia del rey el matrimonio.

          El contento que todos llevábamos nos
          hizo tan ciegos, que en el más peligroso
          tiempo del año no tuvimos miedo á las
          tempestuosas ondas que entonces suelen
          hincharse, ni á los furiosos vientos, que
          en tales meses acostumbran embravecerse;
          sino que, encomendando la frágil nave
          á la inconstante fortuna, nos metimos
          en el peligroso mar, descuidados de
          sus continuas mudanzas é innumerables
          infortunios. Mas poco tiempo passó que
          la fortuna castigó nuestro atrevimiento,
          porque antes que la noche llegasse, el
          piloto descubrió manifiestas señales de
          la venidera tempestad. Comenzaron los
          espessos ñublados á cubrir el cielo,
          empezaron á murmurar las airadas ondas,
          los vientos á soplar por contrarias
          y diferentes partes. ¡Ay, tristes y
          peligrosas señales! dijo el turbado y
          temeroso piloto; ¡ay, desdichada nave,
          qué desgracia se te apareja, si Dios por
          su bondad no te socorre! Diciendo esto
          vino un ímpetu y furia tan grande de
          viento, que en las extendidas velas y en
          todo el cuerpo de la nave sacudiendo,
          la puso en tan gran peligro, que no fué
          bastante el gobernalle para regirla, sino
          que, siguiendo el poderoso furor, iba
          donde la fuerza de las ondas y vientos la
          impelía. Acabó poco á poco á descararse
          la tempestad, las furiosas ondas
          cubiertas de blanca espuma comienzan á
          ensoberbecerse. Estaba el cielo abundante
          lluvia derramando, furibundos rayos
          arrojando y con espantosos truenos
          el mundo estremesciendo. Sentíase
          un espantable ruido de las sacudidas
          maromas, y movían gran terror las
          lamentables voces de los navegantes
          y marineros. Los vientos por todas
          partes la nave combatían, las ondas con
          terribles golpes en ella sacudiendo,
          las más enteras y mejor clavadas tablas
          hendían y desbarataban. A veces el
          soberbio mar hasta el cielo nos levantaba
          y luego hasta los abismos nos despeñaba,
          y á veces espantosamente abriéndose,
          las más profundas arenas nos descubría.
          Los hombres y mujeres á una y otra
          parte corriendo, su desventurada muerte
          dilatando, unos entrañables suspiros
          esparcían, otros piadosos votos ofrescían
          y otros dolorosas lágrimas derramaban. El
          piloto con tan brava fortuna atemorizado,
          vencido su saber de la perseverancia y
          braveza de la tempestad, no sabía ni
          podía regir el gobernalle. Ignoraba la
          naturaleza y origen de los vientos, y
          en un mesmo punto mil cosas diferentes
          ordenaba. Los marineros, con la agonía
          de la cercana muerte turbados, no sabían
          ejecutar lo mandado, ni con tantas voces
          y ruido podían oir el mandamiento y
          orden del ronco y congojado piloto. Unos
          amainan la vela, otros vuelven la antena,
          otros añudan las rompidas cuerdas, otros
          remiendan las despedazadas tablas,
          otros el mar en el mar vacian, otros al
          timón socorren, y en fin todos procuran
          defender la miserable nave del inevitable
          perdimiento. Mas no valió la diligencia,
          ni aprovecharon los votos y lágrimas
          para ablandar el bravo Neptuno. Antes
          cuanto más se iba acercando la noche, más
          cargaron los vientos y más se ensañaron
          las tempestades.

          Venida ya la tenebrosa noche, y no
          amansándose la fortuna, el padre EUGERIO,
          desconfiado de remedio, con el rostro
          temeroso y alterado, á sus hijos y
          yerno mirando, tenía tanta agonía de
          la muerte que habíamos de passar, que
          tanto nos dolía su congoja como nuestra
          desventura. Mas el lloroso viejo,
          rodeado de trabajos, con lamentable
          voz y tristes lágrimas decía de esta
          manera: ¡Ay, mudable Fortuna, enemiga
          del humano contento, tan gran desdicha
          le tenías guardada á mi triste vejez!
          ¡Oh, bienaventurados los que en juveniles
          años mueren, lidiando en las sangrientas
          batallas, pues no llegando á la cansada
          edad no vienen á peligro de llorar los
          desastres y muertes de sus amados hijos!
          ¡Oh, fuerte mal; oh, triste sucesso!
          ¿Quién jamás murió tan dolorosamente como
          yo, que esperando consolar mi muerte
          con dejar en el mundo quien conserve
          mi memoria y mi linaje, he de morir en
          compañía de los que habían de solemnizar
          mis obsequias? Oh, queridos hijos,
          ¿quién me dijera á mí, que mi vida y la
          vuestra se habían de acabar á un mesmo
          tiempo y habían de tener fin con una
          misma desventura? Querría, hijos míos,
          consolaros; mas ¿qué puede deciros un
          triste padre, en cuyo corazon hay tanta
          abundancia de dolor y tan grande falta
          de consuelo? Mas consolaos, hijos; armad
          vuestras almas de sufrimiento, y dejad á
          mi cuenta toda la tristeza, pues allende
          de morir una vez por mí, he de sufrir
          tantas muertes cuantas vosotros habéis de
          passar. Esto decía el congojado padre con
          tantas lágrimas y sollozos, que apenas
          podía hablar, abrazando los unos y los
          otros por despedida, antes que llegasse
          la hora del perdimiento. Pues contarte
          yo agora las lágrimas de Alcida, y el
          dolor que por ella yo tenía, sería una
          empresa grande y de mucha dificultad.
          Sólo una cosa quiero decirte: que lo que
          más me atormentaba, era pensar que la
          vida que yo tenía ofrescida á su servicio
          hubiesse de perderse juntamente con la
          suya. En tanto la perdida y maltratada
          nave con el ímpetu y furia de los bravos
          ponientes, que por el estrecho passo
          que de Gibraltar se nombra rabiosamente
          soplaban, corriendo con más ligereza
          de la que á nuestra salud convenía,
          conbatida por la poderosa Fortuna
          por espacio de toda la noche y en el
          siguiente día, sin poder ser regida con
          la destreza de los marineros, anduvo
          muchas leguas por el espacioso mar
          Mediterráneo, por donde la fuerza de los
          vientos la encaminaba.

          El otro día después paresció la Fortuna
          querer amansarse; pero volviendo luego
          á la acostumbrada braveza, nos puso en
          tanta necessidad que no esperábamos una
          hora de vida. En fin, nos combatió tan
          brava tempestad, que la nave, compelida
          de un fuerte torbellino, que le dió por
          el izquierdo lado, estuvo en tan gran
          peligro de trastornarse, que tuvo ya
          el bordo metido en el agua. Yo que vi
          el peligro manifiesto, desciñéndome la
          espada, porque no fuesse embarazo, y
          abrazándome con Alcida, salté con ella
          en el batel de la nave. Clenarda, que
          era doncella muy suelta, siguiéndonos,
          hizo lo mesmo, no dejando en la nave su
          arco y aljaba, que más que cualesquier
          tesoros estimaba. Polydoro abrazándose
          con su padre, quiso con él saltar en
          el batel como nosotros; mas el piloto
          de la nave y un otro marinero fueron
          los primeros á saltar, y al tiempo que
          Polydoro con el viejo Eugerio quiso salir
          de la nave, viniendo por la parte diestra
          una borrasca, apartó tanto el batel de la
          nave, que los tristes hubieron de quedar
          en ella, y de allí á poco rato no la
          vimos, ni sabemos della, sino que tengo
          por cierto que por las crueles ondas fué
          tragada, ó dando al través en la costa
          de España, miserablemente fué perdida.
          Quedando, pues, Alcida, Clenarda y yo
          en el pequeño esquife, guiados con la
          industria del piloto y de otro marinero,
          anduvimos errando por espacio de un día
          y de una noche, aguardando de punto en
          punto la muerte, sin esperanza de remedio
          y sin saber la parte donde estábamos.
          Pero en la mañana siguiente nos hallamos
          muy cerca de la tierra, y dimos al través
          en ella. Los dos marineros, que muy
          diestros eran en nadar, no sólo salieron
          á nado á la deseada tierra, pero nos
          sacaron á todos, llevándonos á seguro
          salvamiento. Después que estuvimos fuera
          de las aguas, amarraron los marineros el
          batel á la ribera, y reconosciendo la
          tierra donde habiamos llegado, hallaron
          que era la isla Formentera, y quedaron
          muy espantados de las muchas millas que
          en tan poco tiempo habiamos corrido.
          Mas ellos tenían tan larga y cierta
          experiencia de las maravillas que suelen
          hacer las bravas tempestades, que no se
          espantaron mucho del discurso de nuestra
          navegación. Hallámonos seguros de la
          Fortuna, pero tan tristes de la pérdida
          de Eugerio y Polydoro, tan mal tratados
          del trabajo y tan fatigados de hambre,
          que no teníamos forma de alegrarnos de la
          cobrada vida.

          Dejo agora de contarte los llantos y
          extremos de Alcida y Clenarda por haber
          perdido el padre y hermano, por passar
          adelante la historia del desdichado
          sucesso que me acontesció en esta
          solitaria isla; porque después que en
          ella fuí librado de la crueldad de la
          Fortuna, me fué el Amor tan enemigo,
          que paresció pesarle de ver mi vida
          libre de la tempestad, y quiso que al
          tiempo que por más seguro me tuviesse,
          entonces con nueva y más grave pena
          fuesse atormentado. Hirió el maligno Amor
          el corazón del piloto, que Bartofano se
          decía, y le hizo tan enamorado de la
          hermosura de Clenarda, su hermana de
          Alcida, que por salir con su intento
          olvidó la ley de amicicia y fidelidad,
          imaginando y efectuando una extraña
          traición. Y fué assí, que después de las
          lágrimas y lamentos que las dos hermanas
          hicieron, acontesció que Alcida, cansada
          de la passada fatiga, se recostó sobre
          la arena, y vencida del importuno sueño
          se durmió. Estando en esto le dije yo al
          piloto: Bartofano amigo, si no buscamos
          qué comer, ó por nuestra desdicha no
          lo hallamos, podemos hacer cuenta que
          no habernos salvado la vida, sino que
          habernos mudado manera de muerte. Por
          esso querría, si te place, que tú y tu
          compañero fuéssedes al primer lugar
          que en la isla se os ofresciere para
          buscar qué comer. Respondió BARTOFANO:
          Harto hizo la Fortuna, señor Marcelio,
          en llevarnos á tierra, aunque sea
          despoblada. Desengáñate de hallar qué
          comer aquí, porque la tierra es desierta
          y de gentes no habitada. Mas yo diré
          un remedio para que no perezcamos de
          hambre. ¿Ves aquella isleta que está de
          frente, cerca de donde estamos? Allí hay
          gran abundancia de venados, conejos,
          liebres y otra caza, tanto que van por
          ella grandes rebaños de silvestres
          animales. Allí también hay una ermita,
          cuyo ermitaño tiene ordinariamente harina
          y pan. Mi parescer es que Clenarda, cuya
          destreza en tirar arco te es manifiesta,
          passe con el batel á la isla para matar
          alguna caza, pues el arco y flechas no
          le faltan, que mi compañero y yo la
          llevaremos allá; y tú, Marcelio, queda
          en compañía de Alcida, que será posible
          que antes que se despierte volvamos con
          abundancia de fresca y sabrosa provisión.

          Muy bien nos paresció á Clenarda y á mí
          el consejo de Bartofano, no cayendo en
          la alevosía que tenía fabricada. Mas
          nunca quiso Clenarda passar á la isleta
          sin mi compañía, porque no osaba fiarse
          en los marineros. Y aunque yo me excusé
          de ir con ella, diciendo que no era bien
          dejar á Alcida sola y durmiendo en tan
          solitaria tierra, me respondió que, pues
          el espacio de mar era muy poco, la caza
          de la isla mucha y el mar algún tanto
          tranquilo, porque en estar nosotros en
          tierra había mostrado amansarse, podíamos
          ir, cazar y volver antes que Alcida,
          que muchas noches había que no había
          dormido, se despertasse. En fin; tantas
          razones me hizo que, olvidado de lo que
          más me convenía, sin más pensar en ello,
          determiné acompañada, de lo cual le pesó
          harto á Bartofano, porque no quería sino
          á Clenarda sola, para mejor efectuar su
          engaño. Mas no le faltó al traidor forma
          para poner por obra la alevosía: porque
          dejada Alcida durmiendo, metidos todos
          en el esquife, nos echamos á la mar, y
          antes de llegar á la isleta, estando yo
          descuidado y sin armas, porque todas las
          había dejado en la nave, cuando salté de
          ella por salvar la vida, fuí de los dos
          marineros assaltado, y sin poderme valer,
          preso y maniatado.

          Clenarda, viendo la traición, quiso de
          dolor echarse en el mar; mas por el
          piloto fué detenida antes; apartándola
          á una parte del esquife, en secreto le
          dijo: No tomes pena de lo hecho, hermosa
          dama, y sossiega tu corazón, que todo
          se hace por tu servicio. Has de saber,
          señora, que éste Marcelio, cuando
          llegamos á la isla desierta, me habló
          secretamente y me rogó que te aconsejase
          que passasses para cazar á la isla, y
          cuando estuviéssemos en mar, encaminasse
          la proa hacia Levante, señalándome que
          estaba enamorado de ti y quería dejar
          en la isla á tu hermana, por gozar de
          ti á su placer y sin impedimento. Y
          aquel no querer acompañarte era por
          dissimulación y por encubrir su maldad.
          Mas yo, que veo el valor de tu hermosura,
          por no perjudicar á tu merescimiento,
          en el punto que había de hacerte la
          traición, he determinado serte leal y he
          atado á Marcelio, como has visto, con
          determinación de dejarle ansí á la ribera
          de una isla que cerca de aquí está y
          volver después contigo adonde dejamos á
          Alcida. Esta razón te doy de lo hecho;
          mira tú agora lo que determinas.

          Oyendo esto Clenarda, creyó muy de veras
          la mentira del traidor, y túvome una ira
          mortal, y fué contenta que yo fuesse
          llevado donde Bartofano dijo. Mirábame
          con un gesto airado, y de rabia no podía
          hablarme palabra, sino que en lo íntimo
          de su corazón se gozaba de la venganza
          que de mí se había de tomar, sin nunca
          advertir el engaño que se le hacía.
          Conoscí yo en Clenarda que no le pesaba
          de mi prisión, y ansí le dije: ¿Qué es
          esto, hermana? ¿tan poca pena te paresce
          la mía y la tuya que tan presto hicieron
          fin tus llantos? ¿Quizá tienes confianza
          de verme presto libre para tomar venganza
          de estos traidores? Ella entonces, brava
          como leona, me dijo que mi prisión era
          porque había pretendido dejar á Alcida y
          llevarme á ella, y lo demás que el otro
          le había falsamente recitado. Oyendo
          esto sentí más dolor que nunca, y ya
          que no pude poner las manos en aquellos
          malvados, los traté con injuriosas
          palabras; y á ella le di tal razón, que
          conosció ser aquella una grande traición,
          nascida del amor de Bartofano. Hizo
          Clenarda tan gran lamento, cuando cayó
          en la cuenta del engaño, que las duras
          piedras ablandara; mas no enternesció
          aquellos duros corazones.

          Considera tú agora que el pequeño batel
          por las espaciosas ondas caminando largo
          trecho con gran velocidad habría corrido,
          cuando la desdichada Alcida despertándose
          sola se vido, y desamparada volvió los
          ojos al mar y no vido el esquife; buscó
          gran parte de la ribera, y no halló
          persona. Puedes pensar, pastora, lo que
          debió sentir en este punto. Imagina las
          lágrimas que derramó, piensa agora los
          extremos que hizo, considera las veces
          que quiso echarse en el mar y contempla
          las veces que repitió mi nombre. Mas
          ya estábamos tan lejos, que no oíamos
          sus voces, sino que vimos que con una
          toca blanca, dando vueltas en el aire
          con ella, nos incitaba para la vuelta.
          Mas no lo consintió la traición de
          Bartofano. Antes con gran presteza
          caminando, llegamos á la isla de Ibiza,
          donde desembarcamos, y á mí me dejaron
          en la ribera amarrado á una anchora que
          en tierra estaba. Acudieron allí algunos
          marineros conoscidos de Bartofano, y
          tales como él, y por más que Clenarda les
          encomendó su honestidad, no aprovechó
          para que mirassen por ella, sino que
          dieron al traidor suficiente provisión, y
          con ella se volvió á embarcar en compañía
          de Clenarda, que á su pesar hubo de
          seguille, y después acá nunca más los he
          visto, ni sabido dellos.

          Quedé yo allí hambriento y atado de pies
          y manos. Pero lo que más me atormentaba,
          era la necessidad y pena de Alcida, que
          en la Formentera sola quedaba, que la
          mía luego fué remediada. Porque á mis
          voces vinieron muchos marineros, que
          siendo más piadosos y hombres de bien
          que los otros, me dieron qué comiesse.
          E importunados por mí, armaron un
          bergantín, donde puestas algunas viandas
          y armas se embarcaron en mi compañía, y
          no passó mucho tiempo que el velocíssimo
          navío llegó á la Formentera, donde Alcida
          había quedado. Mas por mucho que en ella
          busqué y di voces, no la pude hallar ni
          descubrir. Pensé que se había echado en
          el mar desesperada ó de las silvestres
          fieras había sido comida. Mas buscando y
          escudriñando los llanos, riberas, peñas,
          cuevas y los más secretos rincones de la
          isla, en un pedazo de peña hecho á manera
          de padrón hallé unas letras escriptas con
          punta de acerado cuchillo, que decían:


                          _Soneto._

              Arenoso, desierto y seco prado,
                tú, que escuchaste el son de mi lamento,
                hinchado mar, mudable y fiero viento,
                con mis suspiros tristes alterado.
              Duro peñasco, en do escripto y pintado
                perpetuamente queda mi tormento,
                dad cierta relación de lo que siento,
                pues que Marcelio sola me ha dejado.
              Llevó mi hermana, á mí puso en olvido,
                y pues su fe, su vela y mi esperanza
                al viento encomendó, sedme testigos,
              Que más no quiero amar hombre nascido,
                por no entrar en un mar do no hay bonanza,
                ni pelear con tantos enemigos.

          No quiero encarescerte, pastora, la
          herida que yo sentí en el alma cuando
          leí las letras, conosciendo por ellas
          que por ajena alevosía y por los malos
          sucessos de Fortuna quedaba desamado,
          porque quiero dejarla á tu discreción.
          Pero no queriendo vida rodeada de tantos
          trabajos, quise con una espada traspassar
          el miserable pecho, y assí lo hiciera
          si de aquellos marineros con obras y
          palabras no fuera estorbado. Volviéronme
          casi muerto en el bergantín, y
          condescendiendo con mis importunaciones,
          me llevaron por sus jornadas camino de
          Italia, hasta que me desembarcaron en el
          puerto de Gayeta, del reino de Nápoles,
          donde preguntando á cuantos hallaba por
          Alcida, y dando las señas della, vine á
          ser informado por unos pastores que había
          llegado allí con una nave española, que
          passando por la Formentera, hallándola
          sola, la recogió, y que por esconderse de
          mí se había puesto en hábito de pastora.
          Entonces yo, por mejor buscarla, me
          vestí también como pastor, rodeando y
          escudriñando todo aquel reino, y nunca
          hallé rastro della hasta que me dijeron
          que huyendo de mí, y sabiendo que tenía
          della información, con una nave genovesa
          había passado en España. Embarquéme luego
          en su seguimiento, y llegué acá á España,
          y he buscado la mayor parte della, sin
          hallar persona que me diesse nuevas desta
          cruel, que con tanta congoja busco. Esta
          es, hermosa pastora, la tragedia de mi
          vida, esta es la causa de mi muerte, este
          es el processo de mis males. Y si en tan
          pesado cuento hay alguna prolijidad, la
          culpa es tuya, pues para contarle por ti
          fuí importunado. Lo que te ruego agora
          es que no quieras dar remedio á mi mal,
          ni consuelo á mi fatiga, ni estorbar las
          lágrimas que con tan justa razón á mi
          pena son debidas.

          Acabando estas razones comenzó Marcelio
          á hacer tan doloroso llanto y suspirar
          tan amargamente, que era gran lástima
          de vello. Quiso Diana darle nuevas de
          su Alcida, porque poco había que en su
          compañía estaba, pero por cumplir con la
          palabra que había dado de no decillo,
          y también porque vió que le había de
          atormentar más, dándole noticia de la
          que en tal extremo le aborrescía, por
          esso no curó de decille más de que se
          consolasse y tuviesse mucha confianza,
          porque ella esperaba velle antes de mucho
          muy contento con la vista de su dama.
          Porque si era verdad, como creía, que
          iba Alcida entre los pastores y pastoras
          de España, no se le podía esconder, y
          que ella la haría buscar por las más
          extrañas y escondidas partes della.
          Mucho le agradesció Marcelio á Diana
          tales ofrescimientos, y encargándole
          mucho mirasse por su vida, haciendo lo
          que ofrescido le había, quiso despedirse
          della, diciendo que passados algunos días
          pensaba volver allí, para informarse
          de lo que habría sabido de Alcida;
          pero Diana le detuvo, y le dijo: No
          seré yo tan enemiga de mi contento que
          consienta que te apartes de mi compañía.
          Antes, pues de mi esposo Delio me veo
          desamparada, como tú de tu Alcida,
          querría, si te place, que comiesses
          algunos bocados, porque muestras haberlo
          menester, y después desto, pues las
          sombras de los árboles se van haciendo
          mayores, nos fuéssemos á mi aldea, donde
          con el descanso que el continuo dolor
          nos permitirá, passaremos la noche, y
          luego en la mañana iremos al templo de
          la casta Diana, do tiene su assiento la
          sabia Felicia, cuya sabiduría dará algun
          remedio á nuestra passión. Y porque mejor
          puedas gozar de los rústicos tratos
          y simples llanezas de los pastores y
          pastoras de nuestros campos, será bien
          que no mudes el hábito de pastor que
          traes, ni des á nadie á entender quién
          eres, sino que te nombres, vistas y
          trates como pastor.

          Marcelio, contento de hacer lo que
          Diana dijo, comió alguna vianda que
          ella sacó de su zurrón, y mató la sed
          con el agua de la fuente, lo que le era
          muy necessario, por no haber en todo el
          día comido ni reposado, y luego tomaron
          el camino de la aldea. Mas poco trecho
          habían andado, cuando en un espesso
          bosquecillo, que algún tanto apartado
          estaba del camino, oyeron resonar voces
          de pastores, que al son de sus zampoñas
          suavemente cantaban; y como Diana era
          muy amiga de música, rogó á Marcelio
          que se llegassen allá. Estando ya junto
          al bosquecillo, conosció Diana que los
          pastores eran Tauriso y Berardo, que por
          ella penados andaban, y tenían costumbre
          de andar siempre de compañía y cantar en
          competencia. Y ansí Diana y Marcelio,
          no entrando donde los pastores estaban,
          sino puestos tras unos robledales, en
          parte donde podían oir la suavidad de la
          música, sin ser vistos de los pastores,
          escucharon sus cantares. Y ellos, aunque
          no sabían que estaba tan cerca la que
          era causa de su canto, adevinando cuasi
          con los ánimos que su enemiga les estaba
          oyendo, requebrando las pastoriles voces,
          y haciendo con ellas delicados passos y
          diferencias, cantaban desta manera:


                         TAURISO

          Pues ya se esconde el sol tras las montañas,
            dejad el pasto, ovejas, escuchando
            las voces roncas, ásperas y extrañas
            que estoy sin tiento ni orden derramando.
            Oid cómo las míseras entrañas
            se están en vivas llamas abrasando
            con el ardor que enciende en la alma insana
            la angélica hermosura de Diana.


                         BERARDO

          Antes que el sol, dejando el hemisphero,
           caer permita en hierbas el rocío,
           tú, simple oveja, y tú, manso cordero,
           prestad grata atención al canto mío.
           No cantaré el ardor terrible y fiero,
           mas el mortal temor helado y frío,
           con que enfrena y corrige el alma insana
           la angélica hermosura de Diana.


                         TAURISO

          Cuando imagina el triste pensamiento
            la perfección tan rara y escogida,
            la alma se enciende assí, que claro siento
            ir siempre deshaciéndose la vida.
            Amor esfuerza el débil sufrimiento,
            y aviva la esperanza consumida,
            para que dure en mí el ardiente fuego,
            que no me otorga un hora de sossiego.


                         BERARDO

          Cuando me paro á ver mi bajo estado
            y el alta perfección de mi pastora,
            se arriedra el corazón amedrentado
            y un frío hielo en la alma triste mora.
            Amor quiere que viva confiado,
            y estoilo alguna vez, pero á deshora
            al vil temor me vuelvo tan sujeto,
            que un hora de salud no me prometo.


                         TAURISO

          Tan mala vez la luz ardiente veo
            de aquellas dos claríssimas estrellas,
            la gracia, el continente y el asseo,
            con que Diana es reina entre las bellas,
            que en un solo momento mi deseo
            se enciende en estos rayos y centellas,
            sin esperar remedio al fuego extraño
            que me consume y causa extremo daño.


                         BERARDO

          Tan mala vez las delicadas manos
            de aquel marfil para mil muertes hechas,
            y aquellos ojos claros soberanos
            tiran al corazón mortales flechas,
            que quedan de los golpes inhumanos
            mis fuerzas pocas, flacas y deshechas,
            y tan pasmado, flojo y débil quedo,
            que vence á mi deseo el triste miedo.


                         TAURISO

          ¿Viste jamás un rayo poderoso,
            cuyo furor el roble antiguo hiende?
            Tan fuerte, tan terrible y riguroso
            es el ardor que la alma triste enciende.
            ¿Viste el poder de un río pressuroso,
            que de un peñasco altíssimo desciende?
            Tan brava, tan soberbia y alterada
            Diana me paresce estando airada.
                Mas no aprovecha nada
            para que el vil temor me dé tristeza,
            pues cuanto más peligros, más firmeza.


                         BERARDO

          ¿Viste la nieve en haldas de una sierra
            con los solares rayos derretida?
            Ansí deshecha y puesta por la tierra
            al rayo de mi estrella está mi vida.
            ¿Viste en alguna fiera y cruda guerra
            algún simple pastor puesto en huida?
            Con no menos temor vivo cuitado,
            de mis ovejas proprias olvidado.
                Y en este miedo helado
            merezco más, y vivo más contento,
            que en el ardiente y loco atrevimiento.


                         TAURISO

          Berardo, el mal que siento es de tal arte,
            que en todo tiempo y parte me consume,
            el alma no presume ni se atreve;
            mas como puede y debe comedida
            le da la propria vida al niño ciego,
            y en encendido fuego alegre vive,
            y como allí recibe gran consuelo,
            no hay cosa de que pueda haber recelo.


                         BERARDO

          Tauriso, el alto cielo hizo tan bella
            esta Diana estrella, que en la tierra
            con luz clara destierra mis tinieblas,
            las más escuras nieblas apartando;
            que si la estoy mirando embelesado,
            vencido y espantado, triste y ciego
            los ojos bajo luego, de manera
            que no puedo, aunque quiera, aventurarme
            á ver, pedir, dolerme ni quejarme.


                         TAURISO

          Jamás quiso escucharme
            esta pastora mía,
            mas persevera siempre en la dureza,
            y en siempre maltratarme
            continua su porfía.
            ¡Ay, cruda pena; ay, fiera gentileza!
            Mas es tal la firmeza
            que esfuerza mi cuidado,
            que vivo más seguro
            que está un peñasco duro
            contra el rabioso viento y mar airado,
            y cuanto más vencido,
            doy más ardor al ánimo encendido.


                         BERARDO

          No tiene el ancho suelo
            lobos tan poderosos
            cuya braveza miedo pueda hacerme,
            y de un simple recelo,
            en casos amorosos,
            como cobarde vil vengo á perderme.
            No puedo defenderme
            de un miedo que en mi pecho
            gobierna, manda y rige;
            que el alma mucho aflige
            y el cuerpo tiene ya medio deshecho.
            ¡Ay, crudo amor; ay, fiero!
            ¿con pena tan mortal cómo no muero?


                         TAURISO

          Junto á la clara fuente,
            sentada con su esposo
            la pérfida Diana estaba un día,
            y yo á mi mal presente
            tras un jaral umbroso,
            muriendo de dolor de lo que vía:
            él nada le decía,
            mas con mano grossera
            trabó la delicada
            á torno fabricada,
            y estuvo un rato assí, que no debiera;
            y yo tal cosa viendo,
            de ira mortal y fiera envidia ardiendo.


                         BERARDO

          Un día al campo vino
            aserenando al cielo
            la luz de perfectíssimas mujeres,
            las hebras de oro fino
            cubiertas con un velo,
            prendido con dorados alfileres;
            mil juegos y placeres
            passaba con su esposo;
            yo tras un mirto estaba,
            y vi que él alargaba
            la mano al blanco velo, y el hermoso
            cabello quedó suelto,
            y yo de vello en triste miedo envuelto.

          En acabando los pastores de cantar,
          comenzaron á recoger su ganado, que por
          el bosque derramado andaba. Y viniendo
          hacia donde Marcelio y Diana estaban,
          fué forzado habellos de ver, porque no
          tuvieron forma de esconderse aunque
          mucho lo trabajaron. Gran contento
          recibieron de tan alegre y no pensada
          vista. Y aunque Berardo quedó con ella
          atemorizado, el ardiente Tauriso con
          ver la causa de su pena encendió más
          su deseo. Saludaron cortésmente las
          pastoras, rogándoles que, pues la Fortuna
          allí los había encaminado, se fuessen
          todos de compañía hacia la aldea. Diana
          no quiso ser descortés, porque no lo
          acostumbraba, más fué contenta de hacello
          ansí. De modo que Tauriso y Berardo
          encargaron á otros pastores que con
          ellos estaban que los recogidos ganados
          hacia la aldea poco á poco llevassen, y
          ellos, en compañía de Marcelio y Diana,
          adelantándose, tomaron el camino. Rogóle
          Tauriso á Diana que á la canción que él
          diría respondiesse; ella dijo que era
          contenta, y ansí cantaron esta canción:

              TAURISO. Zagala, ¿por qué razón
                       no me miras, di, enemiga?

              DIANA.   Porque los ojos fatiga
                       lo que ofende al corazón.

              TAURISO. ¿Qué pastora hay en la vida
                       que se ofenda de mirar?

              DIANA.   La que pretende passar
                       sin querer ni ser querida.

              TAURISO. No hay tan duro corazón
                       que un alma tanto persiga.

              DIANA.   Ni hay pastor que contradiga
                       tan adrede á la razón.

              TAURISO. ¿Cómo es esto que no tuerza
                       el amor tu crueldad?

              DIANA.   Porque amor es voluntad,
                       y en la voluntad no hay fuerza.

              TAURISO. Mira que tienes razón
                       de remediar mi fatiga.

              DIANA.   Esa mesma á mí me obliga
                       á guardar mi corazón.

              TAURISO. ¿Por qué me das tal tormento
                       y qué guardas tu hermosura?

              DIANA.   Porque tú el seso y cordura
                       llamas aborrescimiento.

              TAURISO. Será porque sin razón
                       tu braveza me castiga.

              DIANA.   Antes porque de fatiga
                       defiendo mi corazón.

              TAURISO. Cata que no soy tan feo
                       como te cuidas, pastora.

              DIANA.   Conténtate por agora
                       con que digo que te creo.

              TAURISO. ¿Después de darme passión
                       me escarnesces, di, enemiga?

              DIANA.   Si otro quieres que te diga,
                       pides más de la razón.

          En extremo contentó la canción de Tauriso
          y Diana, y aunque Tauriso por ella sintió
          las crudas respuestas de su pastora, y
          con ellas grande pena, quedó tan alegre
          con que ella le había respondido, que
          olvidó el dolor que de la crueldad de
          sus palabras pudiera rescebir. A este
          tiempo el temeroso BERARDO, esforzando
          el corazón, hincando sus ojos en los de
          Diana á guisa de congojado cisne, que
          cercano á su postrimería, junto á las
          claras fuentes va suavemente cantando,
          levantó la debil y medrosa voz, que con
          gran pena del sobresaltado pecho le
          salía, y al son de su zampoña cantó ansí:

              Tenga fin mi triste vida,
                pues, por mucho que lloré,
                no es mi pena agradescida
                ni dan crédito á mi fe.

              Estoy en tan triste estado,
                que tomara por partido
                de ser mal galardonado
                solo que fuera creído.

              Mas aunque pene mi vida,
                y en mi mal constante esté,
                no es mi pena agradescida
                ni dan crédito á mi fe.

          Después de haber dicho Berardo su
          canción, pusieron los dos pastores los
          ojos en Marcelio, y como era hombre
          no conoscido, no osaban decille que
          cantasse. Pero, en fin, el atrevido
          Tauriso le rogó les dijesse su nombre,
          y si era possible dijesse alguna
          canción, porque lo uno y lo otro les
          sería muy agradable. Y él, sin dalles
          otra respuesta, volviéndose á Diana, y
          señalándole que su zampoña tocasse, quiso
          con una canción contentallos de entrambas
          las cosas. Y después de dado un suspiro,
          dijo ansí:

              Tal estoy después que vi
                la crueldad de mi pastora,
                que ni sé quién soy agora
                ni lo que será de mí.

              Sé muy bien que, si hombre fuera,
                el dolor me hubiera muerto,
                y si piedra, está muy cierto
                que el llorar me deshiciera.

              Llámanme Marcelio á mi,
                pero soy de una pastora,
                que ni sé quién soy agora
                ni lo que será de mí.

          Ya la luz del sol comenzaba á dar lugar
          á las tinieblas, y estaban las aldeas
          con los domésticos fuegos humeando,
          cuando los pastores y pastoras, estando
          muy cerca de su lugar, dieron fin á sus
          cantares. Llegaron todos á sus casas
          contentos de la passada conversación,
          pero Diana no hallaba sossiego,
          mayormente cuando supo que no estaba
          en la aldea su querido Syreno. Dejó á
          Marcelio aposentado en casa de Melibeo,
          primo de Delio, donde fué hospedado con
          mucha cortesía, y ella, viniendo á su
          casa, convocados sus parientes y los de
          su esposo, les dió razón de cómo Delio la
          había dejado en la fuente de los alisos,
          yendo tras una extranjera pastora. Sobre
          ello mostró hacer grandes llantos y
          sentimientos, y al cabo de todos ellos
          les dijo que su determinación era ir
          luego por la mañana al templo de Diana,
          por saber de la sabia Felicia nuevas de
          su esposo. Todos fueron muy contentos
          de su voluntad, y para el cumplimiento
          della le ofrescieron su favor; y ella,
          pues supo que en el templo de Diana
          hallaría su Syreno, quedó muy alegre
          del concierto, y con la esperanza del
          venidero placer dió aquella noche á su
          cuerpo algún reposo, y tuvo en el corazón
          un no acostumbrado sossiego.


                 _Fin del libro primero._




                      LIBRO SEGUNDO
                    DE DIANA ENAMORADA


          Es el injusto Amor tan bravo y poderoso,
          que de cuanto hay en el mundo se
          aprovecha para su crueldad, y las cosas
          de más valor le favorescen en sus
          empresas. Especialmente la Fortuna le da
          tanto favor con sus mudanzas, cuanto él
          ha menester para dar graves tormentos.
          Claro está lo que digo en el desastre
          de Marcelio, pues la Fortuna ordenó
          tal acontescimiento, que de su esposa
          Alcida forzado hubo de dar crédito á
          una sospecha tal que, aunque falsa,
          tenía muy cierto ó á lo menos aparente
          fundamento; y dello se siguió aborrescer
          á su esposo, que más que á su vida la
          quería, y en nada le había ofendido. De
          aquí se puede colegir cuán cierta ha de
          ser una presunción, para que un hombre
          sabio le deba dar entera fe: pues ésta,
          que tenía muestras de certidumbre, era
          tan ajena de verdad. Pero ya que el Amor
          y Fortuna trataron tan mal á Marcelio,
          una cosa tuvo que agradescelles, y fué
          que el Amor hirió el corazón de Diana, y
          Fortuna hizo que Marcelio en la fuente la
          hallasse, para que entrambos fuessen á
          la casa de Felicia y el triste passasse
          sus penas en agradable compañía. Pues
          llegado el tiempo qué la rubicunda
          Aurora con su dorado gesto ahuyentaba
          las nocturnas estrellas, y las aves con
          suave canto anunciaban el cercano día,
          la enamorada Diana, fatigada ya de la
          prolija noche, se levantó para emprender
          el camino deseado. Y encargadas ya sus
          ovejas á la pastora Polyntia, salió de su
          aldea acompañada de su rústica zampoña,
          engañadora de trabajos, y proveído el
          zurrón de algunos mantenimientos, bajó
          por una cuesta, que de la aldea á un
          espesso bosque descendía, y á la fin
          della se paró sentada debajo unos alisos,
          esperando que Marcelio, su compañero,
          viniesse, según que con él la noche antes
          lo había concertado. Mas en tanto que
          no venía, se puso á tañer su zampoña y
          cantar esta


                       _Canción._

              Madruga un poco, luz del claro día,
                con apacible y blanda mansedumbre,
                para engañar un alma entristescida.
              Extiende, hermoso Apolo, aquella lumbre,
                que á los desiertos campos da alegría,
                y á las muy secas plantas fuerza y vida.
              En ésta amena silva, que convida
                á muy dulce reposo,
                verás de un congojoso
                dolor mi corazón atormentado,
                por verse ansí olvidado
                de quien mil quejas daba de mi olvido:
                la culpa es de Cupido,
                que aposta quita y da aborrescimiento,
                do ve que ha de causar mayor tormento.

              ¿Qué fiera no enternesce un triste canto?
                ¿y qué piedra no ablandan los gemidos
                que suele dar un fatigado pecho?
              ¿Qué tigres ó leones conducidos
                no fueran á piedad oyendo el llanto
                que quasi tiene mi ánimo deshecho?
              Sólo á Syreno cuento sin provecho
                mi triste desventura,
                que della tanto cura
                como el furioso viento en mar insano
                las lágrimas que en vano
                derrama el congojado marinero,
                pues cuanto más le ruega, más es fiero.

              No ha sido fino amor, Syreno mío,
                el que por estos campos me mostrabas,
                pues un descuido mío ansí le ofende.
              ¿Acuérdaste, traidor, lo que jurabas
                sentado en este bosque y junto al río?
                ¿pues tu dureza agora qué pretende?
              ¿No bastará que el simple olvido emiende
                con un amor sobrado,
                y tal, que si al passado
                olvido no aventaja de gran parte
                (pues más no puedo amarte,
                ni con mayor ardor satisfacerte)
                por remedio tomar quiero la muerte?

              Mas viva yo en tal pena, pues la siento
                por ti, que haces menor toda tristura,
                aunque más dañe el ánima mezquina.
              Porque tener presente tu figura
                da gusto aventajado al pensamiento
                de quien por ti penando en ti imagina.
              Mas tú á mi ruego ardiente un poco inclina
                el corazón altivo,
                pues ves que en penas vivo
                con un solo deseo sostenida,
                de oir de ti en mi vida
                siquiera un no en aquello que más quiero.
                ¿Mas qué se ha de esperar de hombre tan fiero?

              ¿Cómo agradesces, dime, los favores
                de aquel tiempo passado que tenías
                mas blando el corazón, duro Syreno,
                cuando, traidor, por causa mía hacías
                morir de pura envidia mil pastores.
                ¡Ay, tiempo de alegría! ¡Ay, tiempo bueno!
                Será testigo el valle y prado ameno,
                á do de blancas rosas
                y flores olorosas
                guirnalda á tu cabeza componía,
                do á veces añadía
                por sólo contentarte algún cabello:
                que muero de dolor pensando en ello.
              Agora andas essento aborresciendo
                la que por ti en tal pena se consume:
                pues guarte de las mañas de Cupido.
              Que el corazón soberbio, que presume
                del bravo amor estarse defendiendo,
                cuanto más armas hace, es más vencido.
              Yo ruego que tan preso y tan herido
                estés como me veo.
                Mas siempre á mi deseo
                no desear el bien le es buen aviso,
                pues cuantas cosas quiso,
                por más que tierra y cielos importuna,
                se las negó el Amor y la Fortuna.
              Canción, en algún pino ó dura encina
                no quise señalarte,
                mas antes entregarte
                al sordo campo y al mudable viento:
                porque de mi tormento
                se pierda la noticia y la memoria,
                pues ya perdida está mi vida y gloria.

          La delicada voz y gentil gracia de la
          hermosa Diana hacía muy clara ventaja á
          las habilidades de su tiempo: pero más
          espanto daba ver las agudezas con que
          matizaba sus cantares, porque eran tales,
          que parescían salidas de la avisada
          corte. Mas esto no ha de maravillar tanto
          los hombres que lo tengan por impossible:
          pues está claro que es bastante el Amor
          para hacer hablar á los más simples
          pastores avisos más encumbrados,
          mayormente si halla aparejo de
          entendimiento vivo é ingenio despierto,
          que en las pastoriles cabañas nunca
          faltan. Pues estando ya la enamorada
          pastora al fin de su canción, al tiempo
          que el claro sol ya comenzaba á dorar
          las cumbres de los más altos collados,
          el desamado Marcelio, de la pastoril
          posada despedido para venir al lugar que
          con Diana tenía concertado, descendió la
          cuesta á cuyo pie ella sentada estaba.
          Vióle ella de lejos, y calló su voz,
          porque no entendiesse la causa de su
          mal. Cuando MARCELIO llegó donde Diana
          le esperaba, le dijo: Hermosa pastora,
          el claro día de hoy, que con la luz de
          tu gesto amaneció más resplandeciente,
          sea tan alegre para ti como fuera triste
          para mí si no le hubiesse de passar en
          tu compañía. Corrido estoy en verdad de
          ver que mi tardanza haya sido causa que
          recibiesses pesadumbre con esperarme;
          pero no será este el primer yerro que le
          has de perdonar á mi descuido, en tanto
          que tratarás conmigo. Sobrado sería el
          perdón, dijo DIANA, donde el yerro falta:
          la culpa no la tiene tu descuido, sino
          mi cuidado, pues me hizo levantar antes
          de hora y venir acá, donde hasta agora
          he passado el tiempo, á veces cantando y
          á veces imaginando, y en fin entendiendo
          en los tratos que á un angustiado
          espíritu pertenescen. Mas no hace tiempo
          de deternos aquí, que aunque el camino
          hasta el templo de Diana es poco, el
          deseo que tenemos de llegar allá es
          mucho. Y allende de esto me paresce que
          conviene, en tanto que el sol envía más
          mitigados los rayos y no son tan fuertes
          sus ardores, adelantar el camino, para
          después, á la hora de la siesta, en algún
          lugar fresco y sombrío tener buen rato de
          sossiego. Dicho esto, tomaron entrambos
          el camino, travesando aquel espesso
          bosque, y por alivio del camino cantaban
          deste modo:


                         MARCELIO

          Mudable y fiero Amor, que mi ventura
            pusiste en la alta cumbre,
            do no llega mortal merescimiento.
          Mostraste bien tu natural costumbre,
            quitando mi tristura,
            para doblarla y dar mayor tormento.
          Dejaras descontento
            el corazón: que menos daño fuera
            vivir en pena fiera
            que recebir un gozo no pensado,
            con tan penosas lástimas borrado.


                          DIANA

          No te debe espantar que de tal suerte
            el niño poderoso
            tras un deleite envíe dos mil penas.
          Que á nadie prometió firme reposo,
            sino terrible muerte,
            llantos, congojas, lágrimas, cadenas.
          En Libya las arenas,
            ni en el hermoso Abril las tierras flores
            no igualan los dolores
            con que rompe el Amor un blando pecho,
            y aun no queda con ello satisfecho.


                         MARCELIO

          Antes del amoroso pensamiento
            ya tuve conoscidas
            las mañas con que Amor captiva y mata.
          Mas él no sólo aflige nuestras vidas,
            mas el conoscimiento
            de los vivos juicios arrebata.
          Y el alma ansí maltrata,
            que tarde y mal y por incierta vía
            allega una alegría,
            y por dos mil caminos los pesares
            sobre el perdido cargan á millares.


                          DIANA

          Si son tan manifiestos los engaños
            con que el Amor nos prende,
            ¿por qué á ser presa el alma se presenta?
          Si el blando corazón no se defiende
            de los terribles daños,
            ¿por qué después se queja y se lamenta?
          Razón es que consienta
            y sufra los dolores de Cupido
            aquel que ha consentido
            al corazón la flecha y la cadena:
            que el mal no puede darnos sino pena.

          Esta canción y otras cantaron, al cabo
          de las cuales estuvieron ya fuera del
          bosque, y comenzaron á caminar por un
          florido y deleitoso prado. Entonces
          dijo DIANA estas palabras: Cosas son
          maravillosas las que la industria de
          los hombres en las pobladas ciudades ha
          inventado, pero más espauto dan las que
          la naturaleza en los solitarios campos
          ha producido. ¿A quién no admira la
          frescura deste sombroso bosque? ¿quién
          no se espanta de la lindeza de este
          espacioso prado? Pues ver los matices de
          las libreadas flores, y oir el concierto
          de las cantadoras aves, es cosa de tanto
          contento que no iguala con ello de
          gran parte la pompa y abundancia de la
          más celebrada corte. Ciertamente, dijo
          MARCELIO, en esta alegre soledad hay gran
          aparejo de contentamiento, mayormente
          para los libres, pues les es licito gozar
          á su voluntad de tan admirables dulzuras
          y entretenimientos. Y tengo por muy
          cierto que si el Amor, que agora, morando
          en estos desiertos, me es tan enemigo,
          me diera en la villa donde yo estaba la
          mitad del dolor que agora siento, mi vida
          no osara esperado, pues no pudiera con
          semejantes deleites amansar la braveza
          del tormento. A esto no respondió DIANA
          palabra, sino que, puesta la blanca mano
          delante sus ojos, sosteniendo con ella la
          dorada cabeza, estuvo gran rato pensosa,
          dando de cuando en cuando muy angustiados
          suspiros, y á cabo de gran pieza dijo
          ansí: ¡Ay de mí, pastora desdichada!
          ¿qué remedio será bastante á consolar
          mi mal, si los que quitan á los otros
          gran parte del tormento acarrean más
          ardiente dolor? No tengo ya sufrimiento
          para encubrir mi pena, Marcelio; mas ya
          que la fuerza del dolor me constriñe
          á publicarla, una cosa le agradezco,
          que me fuerza á decirla en tiempo y en
          parte en que tú solo estés presente,
          pues por tus generosas costumbres y por
          la experiencia que tienes de semejante
          mal, no tendrás por sobrada mi locura,
          principalmente sabiendo la causa della.
          Yo estoy maltratada del mal que te
          atormenta, y no olvidada como tú de un
          pastor llamado Syreno, del cual que en
          otro tiempo fuí querida. Mas la Fortuna,
          que pervierte los humanos intentos, quiso
          que, obedesciendo más á mi padre que á
          mi voluntad, dejasse de casarme con él,
          y á mi pesar me hiciesse esclava de un
          marido que, cuando otro mal no tuviera
          con él sino el que causan sus continuos é
          importunados celos, bastaba para matarme.
          Mas yo me tuviera por contenta de sufrir
          las sospechas de Delio con que viera
          la preferencia de Syreno, el cual creo
          que por no verme, tomando de mi forzado
          casamiento ocasión para olvidarme, se
          apartó de nuestra aldea, y está, según
          he sabido, en el templo de Diana, donde
          nosotros imos. De aquí puedes imaginar
          cuál puedo estar, fatigada de los celos
          del marido y atormentada con la ausencia
          del amado. Dijo entonces MARCELIO:
          Graciosa pastora, lastimado quedo de
          saber tu dolor y corrido de no haberle
          hasta agora sabido. Nunca yo me vea con
          el deseado contento sino querría verle
          tanto en tu alma como en la mía. Mas,
          pues sabes cuán generales son las flechas
          del Amor, y cuán poca cuenta tienen con
          los más fuertes, libres y más honestos
          corazones, no tengas afrenta de publicar
          sus llagas, pues no quedará por ellas
          tu nombre denostado, sino en mucho más
          tenido. Lo que á mí me consuela es
          saber que el tormento que de los celos
          del marido recibías, el cual suele dar
          á veces mayor pena que la ausencia de
          la cosa amada, te dejará algún rato
          descansar, en tanto que Delio, siguiendo
          la fugitiva pastora, estará apartado
          de tu compañía. Goza, pues, del tiempo
          y acasión que te concede la fortuna, y
          alégrate, que no será poco alivio para
          ti passar la ausencia de Syreno libre de
          la importunidad del celoso marido. No
          tengo yo, dijo DIANA, por tan dañosos los
          celos, que si como son de Delio fueran
          de Syreno, no los sufriera con sólo
          imaginar que tenían fundamento en amor.
          Porque cierto está que quien ama huelga
          de ser amado, y ha de tener los celos
          de la cosa amada por muy buenos, pues
          son claras señales de amor, nascen dél
          y siempre van con él acompañados. De mí
          á lo menos te puedo decir que nunca me
          tuve por tan enamorada como cuando me vi
          celosa, y nunca me vi celosa sino estando
          enamorada. A lo cual replicó MARCELIO:
          Nunca pensé que la pastoril llaneza
          fuesse bastante á formar tan avisadas
          razones como las tuyas en cuestión tan
          dificultosa como es ésta. Y de aquí vengo
          á condenar por yerro muy reprobado decir,
          como muchos afirman, que en solas las
          ciudades y cortes está la viveza de los
          ingenios, pues la hallé también entre
          las espessuras de los bosques, y en
          las rústicas é inartificiosas cabañas.
          Pero con todo, quiero contradecir á tu
          parescer, con el cual heciste los celos
          tan ciertos mensajeros y compañeros
          del amor, como si no pudiesse estar
          en parte donde ellos no estén. Porque
          puesto que hay pocos enamorados que no
          sean celosos, no por eso se ha de decir
          que el enamorado que no lo fuere no
          sea más perfecto y verdadero amador.
          Antes muestra en ello el valor, fuerza y
          quilate de su deseo, pues está limpio y
          sin la escoria de frenéticas sospechas.
          Tal estaba yo en el tiempo venturoso,
          y me preciaba tanto dello, que con mis
          versos lo iba publicando, y una vez entre
          las otras, que mostró Alcida maravillarse
          de verme enamorado y libre de celos, le
          escribí sobre ello este


                         _Soneto._

              Dicen que Amor juró que no estaria
                sin los mortales celos un momento,
                y la Belleza nunca hacer assiento,
                do no tenga Soberbia en compañía.
              Dos furias son, que el bravo infierno envía,
                bastantes á enturbiar todo contento:
                la una el bien de amor vuelve en tormento,
                la otra de piedad la alma desvía.
              Perjuro fué el Amor y la Hermosura
                en mí y en vos, haciendo venturosa
                y singular la suerte de mi estado.
              Porque después que vi vuestra figura,
                ni vos fuistes altiva, siendo hermosa,
                ni yo celoso, siendo enamorado.

          Fué tal el contento que tuvo mi Alcida
          cuando le dije este soneto, entendiendo
          por él la fineza de mi voluntad, que
          mil veces se le cantaba, sabiendo
          que con ello le era muy agradable. Y
          verdaderamente, pastora, tengo por muy
          grande engaño, que un monstruo tan
          horrendo como los celos se tenga por
          cosa buena, con decir que son señales de
          amor y que no están sino en el corazón
          enamorado. Porque á essa cuenta podremos
          decir que la calentura es buena, pues es
          señal de vida y nunca está sino en el
          cuerpo vivo. Pero lo uno y lo otro son
          manifiestos errores, pues no dan menor
          pesadumbre los celos que la fiebre.
          Porque son pestilencia de las almas,
          frenesía de los pensamientos, rabia
          que los cuerpos debilita, ira que el
          espíritu consume, temor que los ánimos
          acobarda y furia que las voluntades
          enloquesce. Mas para que juzgues ser
          los celos cosa abominable, imagina la
          causa dellos, y hallarás que no es otra
          sino un apocado temor de lo que no es
          ni será, un vil menosprecio del propio
          merescimiento y una sospecha mortal,
          que pone en duda la fe y la bondad de
          la cosa querida. No pueden, pastora,
          con palabras encarescerse las penas
          de los celos, porque son tales, que
          sobrepujan de gran parte los tormentos
          que acompañan el amor. Porque en fin,
          todos, sino él, pueden y suelen parar
          en admirables dulzuras y contentos, que
          ansí como la fatigosa sed en el tiempo
          caloroso hace parescer más sabrosas las
          frescas aguas, y el trabajo y sobresalto
          de la guerra hace que tengamos en mucho
          el sossiego de la paz, ansí los dolores
          de Cupido sirven para mayor placer en la
          hora que se rescibe un pequeño favor, y
          cuando quiera que se goze de un simple
          contentamiento. Mas estos rabiosos celos
          esparcen tal veneno en los corazones, que
          corrompe y gasta cuantos deleites se le
          llegan. A este propósito, me acuerdo que
          yo oí contar un día á un excelente músico
          en Lisbona delante del Rey de Portugal un
          soneto que decía ansi:

              Quando la brava ausencia un alma hiere,
                se ceba, imaginando el pensamiento,
                que el bien, que está más lejos, más contento
                el corazón hará cuando viniere.
              Remedio hay al dolor de quien tuviere
                en esperanza puesto el fundamento;
                que al fin tiene algún premio del tormento,
                o al menos en su amor contento muere.
              Mil penas con un gozo se descuentan,
                y mil reproches ásperos se vengan
                con sólo ver la angélica hermosura.
              Mas cuando celos la ánima atormentan,
                aunque después mil bienes sobrevengan,
                se tornan rabia, pena y amargura.

          ¡Oh, cuán verdadero parescer! ¡Oh, cuán
          cierta opinión es ésta! Porque á la
          verdad, esta pestilencia de los celos
          no deja en el alma parte sana donde
          pueda recogerse una alegría. No hay en
          amor contento, cuando no hay esperanza,
          y no la habrá, en tanto que los celos
          están de por medio. No hay placer que
          dellos esté seguro, no hay deleite que
          con ellos no se gaste y no hay dolor
          que con ellos no nos fatigue. Y llega á
          tanto la rabia y furor de los venenosos
          celos, que el corazón, donde ellos están,
          recibe pesadumbre en escuchar alabanzas
          de la cosa amada, y no querría que las
          perfecciones que él estima fuessen de
          nadie vistas ni conocidas, haciendo
          en ello gran perjuicio al valor de la
          gentileza que le tiene captivo. Y no
          sólo el celoso vive en este dolor, mas á
          la que bien quiere le da tan continua y
          trabajosa pena, que no le diera tanta, si
          fuera su capital enemigo. Porque claro
          está que un marido celoso como el tuyo,
          antes querria que su mujer fuesse la mas
          fea y abominable del mundo, que no que
          fuesse vista ni alabada por los hombres,
          aunque sean honestos y moderados. ¿Qué
          fatiga es para la mujer ver su honestidad
          agraviada con una vana sospecha? ¿qué
          pena le es estar sin razón en los más
          secretos rincones encerrada? ¿qué dolor
          ser ordinariamente con palabras pesadas,
          y aun á veces con obras combatida? Si
          ella está alegre, el marido la tiene por
          deshonesta; si está triste, imagina que
          se enoja de verle; si está pensando,
          la tiene por sospechosa; si le mira,
          paresce que le engaña; si no le mira,
          piensa que le aborresce; si le hace
          caricias, piensa que las finge; si está
          grave y honesta, cree que le desecha;
          si rie, la tiene por desenvuelta; si
          suspira, la tiene por mala, y en fin, en
          cuántas cosas se meten estos celos, las
          convierten en dolor, aunque de suyo sean
          agradables. Por donde está muy claro que
          no tiene el mundo pena que iguale con
          esta, ni salieron del infierno Harpías
          que más ensucien y corrompan los sabrosos
          manjares del alma enamorada. Pues no
          tengas en poco, Diana, tener ausente el
          celoso Delio, que no importa poco para
          passar más ligeramente las penas del
          Amor. A esto DIANA respondió: Yo vengo á
          conoscer que esta passión, que has tan al
          vivo dibujado, es disforme y espantosa,
          y que no meresce estar en los amorosos
          ánimos, y creo que esta pena era la
          que Delio tenía. Mas quiero que sepas
          que semejante dolencia no pretendí yo
          defenderla, ni jamás estuvo en mí: pues
          nunca tuve pesar del valor de Syreno, ni
          fuí atormentada de semejantes passiones y
          locuras, como las que tú me has contado,
          mas sólo tuve miedo de ser por otra
          desechada. Y no me engañó de mucho este
          recelo, pues he probado tan á costa mía
          el olvido de Syreno. Esse miedo, dijo
          MARCELIO, no tiene nombre de celos, antes
          es ordinario en los buenos amadores.
          Porque averiguado está que lo que yo amo,
          lo estimo y tengo por bueno y merescedor
          de tal amor, y siendo ello tal, he de
          tener miedo que otro no conozca su bondad
          y merescimiento, y no lo ame como yo. Y
          ansí el amador está metido en medio del
          temor y la esperanza. Lo que el uno le
          niega, la otra se lo promete; cuando el
          uno le acobarda, la otra le esfuerza;
          y en fin las llagas que hace el temor
          se curan con la esperanza, durando esta
          reñida pelea hasta que la una parte de
          las dos queda vencida, y si acontesce
          vencer el temor á la esperanza, queda el
          amador celoso, y si la esperanza vence al
          temor, queda alegre y bien afortunado.
          Mas yo en el tiempo de mi ventura tuve
          siempre una esperanza tan fuerte, que
          no sólo el temor no la venció, pero
          nunca osó acometella, y ansi recibía con
          ella tan grandes gustos, que á trueque
          dellos no me pesaba recebir los continuos
          dolores; y fuí tan agradescida á la que
          mi esperanza en tanta firmeza sostenía,
          que no había pena que viniesse de su
          mano que no la tuviesse por alegría. Sus
          reproches tenía por favores, sus desdenes
          por caricias y sus airadas respuestas por
          corteses prometimientos.

          Estas y otras razones passaron Diana
          y Marcelio prosiguiendo su camino.
          Acabado de travessar aquel prado en
          muy dulce conversación, y subiendo
          una pequeña cuesta, entraron por un
          ameno bosquecillo, donde los espessos
          alisos hacían muy apacible sombrío.
          Allí sintieron una suave voz que de una
          dulce lira acompañada resonaba con
          extraña melodía, y parándose á escuchar,
          conocieron que era voz de una pastora que
          cantaba ansí:


                         _Soneto._

              Cuantas estrellas tieue el alto cielo
                fueron en ordenar mi desventura,
                y en la tierra no hay prado ni verdura
                que pueda en mi dolor darme consuelo.
              Amor subjecto al miedo, en puro hielo
                convierte el alma triste ¡ay, pena dura!
                que á quien fué tan contraria la ventura,
                vivir no puede un hora sin recelo.
              La culpa de mi pena es justo darte
                á ti, Montano, á ti mis quejas digo,
                alma cruel, do no hay piedad alguna.
              Porque si tú estuvieras de mi parte,
                no me espantara á mí serme enemigo
                el cielo, tierra, Amor y la Fortuna.

          Después de haber la pastora suavemente
          cantado, soltando la rienda al amargo y
          doloroso llanto, derramó tanta abundancia
          de lágrimas y dió tan tristes gemidos,
          que por ellos y por las palabras que
          dijo, conoscíeron ser la causa de su
          dolor un engaño cruel de su sospechoso
          marido. Pero por certificarse mejor de
          quién era y de la causa de su passión,
          entraron donde ella estaba y la hallaron
          metida en un sombrío que la espessura
          de los ramos había compuesto, assentada
          sobre la menuda hierba junto á una alegre
          fuentecilla, que de entre unas matas
          graciosamente saliendo por gran parte
          del bosquecillo, por diversos caminos
          iba corriendo. Saludáronla con mucha
          cortesía, y ella aunque tuvo pesar que
          impidiessen su llanto, pero juzgando por
          la vista ser pastores de merescimiento,
          no recibió mucha pena, esperando con
          ellos tener agradable compañía, y ansí
          les dijo: Después que de mi cruel esposo
          fuí sin razón desamparada, no me acuerdo,
          pastores, haber recebido contento que
          de gran parte iguale con el que tuve de
          veros. Tanto que, aunque el continuo
          dolor me obliga á hacer perpetuo llanto,
          lo dejaré por agora un rato, para
          gozar de vuestra apacible y discreta
          conversación. A esto respondió MARCELIO:
          Nunca yo vea consolado mi tormento, si
          no me pesa tanto del tuyo, como se puede
          encarescer, y lo mesmo puedes creer de la
          hermosa Diana, que ves en mi compañía.
          Oyendo entonces la pastora el nombre
          de Diana, corriendo con grande alegría
          la abrazó, haciéndole mil caricias y
          fiestas, porque mucho tiempo había que
          deseaba conoscella, por la relación que
          tenía de su hermosura y discreción. Diana
          estuvo espantada de verse acariciada de
          una pastora no conoscida; mas todavía
          le respondía con iguales cortesías, y
          deseando saber quién era, le dijo: Los
          aventajados favores que me heciste,
          juntamente con la lástima que tengo de
          tu mal, hacen que desee conoscerte; por
          esso decláranos, pastora, tu nombre, y
          cuéntanos tu pena, que después de contada
          verás nuestros corazones ayudarte á
          pasalla y nuestros ojos á lamentar por
          ella. La pastora entonces se escusó con
          sus graciosas palabras de emprender el
          cuento de su desdicha; pero en fin,
          importunada se volvió á sentar sobre la
          hierba, y comenzó assí:

          Por relación de la pastora Selvagia,
          que era natural de mi aldea, y en la
          tuya, hermosa Diana, está casada con el
          pastor Sylvano, creo que serás informada
          del nombre de la desdichada ISMENIA,
          que su desventura te está contando. Yo
          tengo por cierto que ella en tu aldea
          contó largamente cómo yo en el templo
          de Minerva, en el reyno de Lusitanos,
          arrebozada la engañé, y cómo con mi
          proprio engaño quedé burlada. Habrá
          contado también cómo por vengarme del
          traydor Alanio, que enamorado della á mí
          me había puesto en olvido, fingí querer
          bien á Montano, su mortal enemigo, y cómo
          este fingido amor, con el conoscimiento
          que tuve de su perfección, salió tan
          verdadero, que á causa dél estoy en las
          fatigas de que me quejo. Pues passando
          adelante en la historia de mi vida,
          sabréis que como el padre de Montano,
          nombrado Fileno, viniesse algunas veces
          á casa de mi padre, á causa de ciertos
          negocios que tenía con él sobre una
          compañía de ganados, y me viesse allí,
          aunque era algo viejo, se enamoró de mí
          de tal suerte, que andaba hecho loco.
          Mil veces me importunaba, cada día sus
          dolores me decía; mas nada le aprovechó
          para que le quisiesse escuchar, ni tener
          cuenta con sus palabras. Porque aunque
          tuviera más perfección y menos años de
          los que tenía, no olvidara yo por él
          á su hijo Montano, cuyo amor me tenía
          captiva. No sabía el viejo el amor que
          Montano me tenía, porque le era hijo tan
          obediente y temeroso, que escusó todo lo
          possible que no tuviesse noticia dello,
          temiendo ser por él con ásperas palabras
          castigado. Ni tampoco sabía Montano la
          locura de su padre, porque él por mejor
          castigar y reprender los errores del
          hijo se guardaba mucho de mostrar que
          tenía semejantes y aun mayores faltas.
          Pero nunca dejaba el enamorado viejo de
          fatigarme con sus importunaciones que
          le quisiesse tomar por marido. Decíame
          dos mil requiebros, hacíame grandes
          ofrescimientos, prometíame muchos
          vestidos y joyas y enviábame muchas
          cartas, pretendiendo con ello vencer
          mi propósito y ablandar mi condición.
          Era pastor que en su tiempo había sido
          señalado en todas las habilidades
          pastoriles, muy bien hablado, avisado
          y entendido. Y porque mejor lo creáis,
          quiero deciros una carta que una vez
          me escribió, la cual, aunque no mudó mi
          intención, me contentó en estremo, y
          decía ansí:


                CARTA DE FILENO Á ISMENIA

          Pastora, el amor fué parte
            que por su pena decirte,
            tenga culpa en escrebirte
            quien no la tiene en amarte.
          Mas si á ti fuere molesta
            mi carta, ten por muy cierto
            que á mí me tiene ya muerto
            el temor de la respuesta.

          Mil veces cuenta te di
            del tormento que me das,
            y no me pagas con más
            de con burlarte de mí.
          Te ríes á boca llena
            de verme amando morir,
            yo alegre en verte reir,
            aunque ríes de mi pena.

          Y ansí el mal, en que me hallo,
            pienso, quando miro en ello,
            que porque huelgas de vello,
            no has querido remediallo.
          Pero mal remedio veo,
            y esperarle será en vano,
            pues mi vida está en tu mano
            y mi muerte en tu deseo.

          Vite estar, pastora, un día
            cabe el Duero caudaloso,
            dando con el gesto hermoso
            á todo el campo alegría.
          Sobre el cayado inclinada
            en la campaña desierta,
            con la cerviz descubierta
            y hasta el codo remangada.

          Pues decir que un corazón,
            puesto que de mármol fuera,
            no te amara, si te viera,
            es simpleza y sinrazón.
          Por esso en ver tu valor,
            sin tener descanso un poco,
            vine á ser de amores loco
            y á ser muerto de dolor.

          Si dices que ando perdido,
            siendo enamorado y viejo,
            deja de darme consejo,
            que yo remedio te pido.
          Porque tanto en bien quererte
            no pretendo haber errado,
            como en haberme tardado
            tanto tiempo á conoscerte.

          Muy bien sé que viejo estó,
            pero á más mal me condena
            ver que no tenga mi pena
            tantos años como yo.
          Porque quisiera quererte
            dende el día que nascí,
            como después que te vi
            he de amarte hasta la muerte.

          No te espante verme cano,
            que á nadie es justo quitar
            el merescido lugar,
            por ser venido temprano.
          Y aunque mi valor excedes,
            no paresce buen consejo
            que por ser soldado viejo
            pierda un hombre las mercedes.

          Los edificios humanos,
            cuantos más modernos son,
            no tienen comparación
            con los antiguos Romanos.
          Y en las cosas de primor,
            gala, asseo y valentía,
            suelen decir cada día:
            lo passado es lo mejor.

          No me dió amor su tristeza
            hasta agora, porque vió
            que en un viejo, como yo,
            suele haber mayor firmeza.
          Firme estoy, desconocida,
            para siempre te querer,
            y viejo para no ser
            querido en toda mi vida.

          Los mancebos que más quieren,
            falsos y doblados van,
            porque más vivos están,
            cuando más dicen que mueren.
          Y su mudable afición,
            es segura libertad,
            es gala, y no voluntad,
            es costumbre, y no passión.

          No hayas miedo que yo sea
            como el mancebo amador,
            que en recebir un favor
            lo sabe toda la aldea.
          Que aunque reciba trescientos
            he de ser en los amores
            tan piedra en callar favores
            como en padescer tormentos.

          Mas según te veo estar
             puesta en hacerme morir,
            mucho habrá para sufrir
            y poco para callar.
          Que el mayor favor que aquí,
            pastora, pretendo hacer,
            es morir por no tener
            mayores quejas de ti.

          Tiempo, amigo de dolores,
            sólo á ti quiero inculparte,
            pues quien tiene en ti más parte
            menos vale en los amores.
          Tarde amé cosa tan bella,
            y es muy justo que pues yo
            no nascí, cuando nasció,
            en dolor muera por ella.

          Si yo en tu tiempo viniera,
            pastora, no me faltara
            conque á ti te contentara
            y aun favores recibiera.
          Que en apacible tañer,
            y en el gracioso bailar
            los mejores del lugar
            tomaban mi parescer.

          Pues en cantar no me espanto
            de Amphion el escogido,
            pues mejores que él han sido
            confundidos con mi canto.
          Aro muy grande comarca,
            y en montes proprios y extraños
            pascen muy grandes rebaños
            almagrados de mi marca.

          ¿Mas qué vale, ¡ay, cruda suerte!
            lo que es, ni lo que ha sido
            al sepultado en olvido
            y entregado á dura muerte?
          Pero valga para hacer
            más blanda tu condición,
            viendo que tu perfección
            al fin dejará de ser.

          Dura estás como las peñas,
            mas quizá en la vieja edad
            no tendrás la libertad
            conque agora me desdeñas.
          Porque, toma tal venganza
            de vosotras el Amor,
            que entonces os da dolor
            cuando os falta la esperanza.

          Estas y otras muchas cartas y canciones
          me envió, las cuales, si tanto me
          movieran como me contentaban, él se
          tuuiera por dichoso y yo quedara mal
          casada. Mas ninguna cosa era bastante
          á borrar de mi corazón la imagen del
          amado Montano, el cual, según mostraba,
          respondió á mi voluntad con iguales obras
          y palabras. En esta alegre vida passamos
          algunos años, hasta que nos paresció
          dar cumplimiento á nuestro descanso con
          honesto y casto matrimonio. Y aunque
          quiso Montano antes de casar conmigo dar
          razón dello á su padre, por lo que como
          buen hijo tenía obligación de hacer;
          pero como yo le dije que su padre no
          venía bien en ello, á causa de la locura
          que tenía de casarse conmigo, por esso,
          teniendo más cuenta con el contento de su
          vida que con la obediencia de su padre,
          sin dalle razón, cerró mi desdichado
          matrimonio. Esto se hizo con voluntad
          de mi padre, en cuya casa se hicieron
          por ello grandes fiestas, bailes, juegos
          y tan grandes regocijos, que fueron
          nombrados por todas las aldeas vecinas y
          apartadas. Cuando el enamorado viejo supo
          que su propio hijo le había salteado sus
          amores, se volvió tan frenético contra él
          y contra mí, que á entrambos aborresció
          como la misma muerte, y nunca más nos
          quiso ver. Por otra parte, una pastora de
          aquella aldea, nombrada Felisarda, que
          moría de amores de Montano, la cual él,
          por quererme bien á mí, y por ser ella
          no muy joven ni bien acondicionada, la
          había desechado, cuando vido á Montano
          casado conmigo, vino á perderse de dolor.
          De manera que con nuestro casamiento
          nos ganamos dos mortales enemigos. El
          maldito viejo, por tener ocasión de
          desheredar el hijo, determinó casarse
          con mujer hermosa y joven á fin de haber
          hijos en ella. Mas aunque era muy rico,
          de todas las pastoras de mi lugar fué
          desdeñado, si no fué de Felisarda, que
          por tener oportunidad y manera de gozar
          deshonestamente de mi Montano, cuyos
          amores tenía frescos en la memoria,
          se casó con el viejo Fileno. Casada
          ya con él, entendió luego por muchas
          formas en requerir mi esposo Montano por
          medio de una criada nombrada Silveria,
          enviándole á decir que si condescendía
          á su voluntad le alcanzaría perdón de
          su padre, y haciéndole otros muchos y
          muy grandes ofrescimientos. Mas nada
          pudo bastar á corromper su ánimo ni
          á pervertir su intención. Pues como
          Felisarda se viese tan menospreciada,
          vino á tenerle á Montano una ira mortal,
          y trabajó luego en indignar más á su
          padre contra él, y no contenta con esto,
          imaginó una traición muy grande. Con
          promessas, fiestas, dádivas y grandes
          caricias, pervirtió de tal manera el
          ánimo de Silveria, que fué contenta de
          hacer cuanto ella le mandasse, aunque
          fuesse contra Montano, con quien ella
          tenía mucha cuenta, por el tiempo que
          había servido en casa de su padre. Las
          dos secretamente concertaron lo que se
          había de hacer y el punto que había
          de ejecutarse; y luego salió un día
          Silveria de la aldea, y viniendo á una
          floresta orilla de Duero, donde Montano
          apascentaba sus ovejas, le habló muy
          secretamente, y muy turbada, como quien
          trata un caso muy importante, le dijo:
          ¡Ay, Montano amigo! cuán sabio fuiste
          en despreciar los amores de tu maligna
          madrastra, que aunque yo á ellos te
          movía, era por pura importunación. Mas
          agora que sé lo que passa, no será ella
          bastante para hacerme mensajera de sus
          deshonestidades. Yo he sabido della
          algunas cosas que tocan en lo vivo, y
          tales que si tú las supiesses, aunque tu
          padre es contigo tan cruel, no dejarías
          de poner la vida por su honra. No te
          digo más en esto, porque sé que eres tan
          discreto y avisado, que no son menester
          contigo muchas palabras ni razones.
          Montano á esto quedó atónito y tuvo
          sospecha de alguna deshonestidad de
          su madrastra. Pero por ser claramente
          informado, rogó á SILVERIA le contasse
          abiertamente lo que sabía. Ella se hizo
          de rogar, mostrando no querer descubrir
          cosa tan secreta, pero al fin, declarando
          lo que Montano le preguntaba, y lo que
          ella mesma decirle quería, le explicó
          una fabricada y bien compuesta mentira,
          diciendo deste modo: Por ser cosa que
          tanto importa á tu honra y á la de
          Fileno, mi amo, saber lo que yo sé, te
          lo diré muy claramente, confiando que á
          nadie dirás que yo he descubierto este
          secreto. Has de saber que Felisarda tu
          madrastra hace traición á tu padre con
          un pastor, cuyo nombre no te diré, pues
          está en tu mano conoscerle. Porque si
          quisieres venir esta noche, y entrar
          por donde yo te guiare, hallarás la
          traidora con el adúltero en casa del
          mesmo Fileno. Ansí lo tienen concertado,
          porque Fileno ha de ir esta tarde á
          dormir en su majada por negocios que allí
          se le ofrescen, y no ha de volver hasta
          mañana á medio día. Por esso apercíbete
          muy bien, y ven á las once de la noche
          conmigo, que yo te entraré en parte donde
          podrás fácilmente hacer lo que conviene
          á la honra de tu padre, y aun por medio
          desto alcanzar que te perdone. Esto dijo
          Silveria tan encarescidamente y con tanta
          dissimulación, que Montano determinó de
          ponerse en cualquier peligro, por tomar
          venganza de quien tal deshonra hacía á
          Fileno, su padre. Y ansí la traidora
          Silveria contenta del engaño que de
          consejo de Felisarda había urdido, se
          volvió á su casa, donde dió razón á
          Felisarda, su señora, de lo que dejaba
          concertado. Ya la escura noche había
          extendido su tenebroso velo, cuando
          venido Montano á la aldea tomó un puñal,
          que heredó del pastor Palemón, su tío,
          y al punto de las once se fué á casa de
          Fileno, su padre, donde SILVERIA ya le
          estaba esperando, como estaba ordenado.
          ¡Oh, traición nunca vista! ¡Oh, maldad
          nunca pensada! Tomóle ella por la mano,
          y subiendo muy queda una escalera,
          le llevó á una puerta de una cámara,
          donde Fileno, su padre, y su madrastra
          Felisarda estaban acostados, y cuando
          le tuvo allí, le dijo: Agora estás,
          Montano, en el lugar donde has de señalar
          el ánimo y esfuerzo que semejante caso
          requiere; entra en essa cámara, que en
          ella hallarás tu madrastra acostada con
          el adúltero. Dicho esto, se fue de allí
          huyendo á más andar. Montano engañado de
          la alevosia de Silveria, dando crédito
          á sus palabras, esforzando el ánimo y
          sacando el puñal de la vaina, con un
          empujón abriendo la puerta de la cámara,
          mostrando una furia extraña, entró en
          ella diciendo á grandes voces: ¡Aquí has
          de morir, traidor, á mis manos, aquí te
          han de hacer mal provecho los amores
          de Felisarda! Y diciendo esto furioso
          y turbado, sin conoscer quién era el
          hombre que estaba en la cama, pensando
          herir al adúltero, alzó el brazo para
          dar de puñaladas á su padre. Mas quiso
          la ventura que el viejo con la lumbre
          que allí tenía, conosciendo su hijo, y
          pensando que por habelle con palabra y
          obras tan mal tratado, le quería matar,
          alzándose presto de la cama, con las
          manos plegadas le dijo: ¡Oh, hijo mío!
          ¿qué crueldad te mueve á ser verdugo de
          tu padre? vuelve en tu seso, por Dios,
          y no derrames agora mi sangre, ni des
          fin á mi vida; que si yo contigo usé
          de algunas asperezas, aquí de rodillas
          te pido perdón por todas ellas, con
          propósito de ser para contigo de hoy
          adelante el más blando y benigno padre de
          todo el mundo. Montano entonces, cuando
          conosció el engaño que se le había hecho
          y el peligro en que había venido de dar
          muerte á su mesmo padre, se quedó allí
          tan pasmado, que el ánimo y los brazos
          se le cayeron y el puñal se le salió de
          las manos sin sentirlo. De atónito no
          pudo ni supo hablar palabra, sino que
          corrido y confuso se salió de la cámara;
          íbase también de la casa aterrado de la
          traición que Silveria le había hecho
          y de la que él hiciera, si no fuera
          tan venturoso. FELISARDA, como estaba
          advertida de lo que había de suceder, en
          ver entrar á Montano, saltó de la cama y
          se metió en otra cámara que estaba más
          adentro, y cerrando tras sí la puerta,
          se asseguró de la furia de su alnado.
          Mas cuando se vió fuera del peligro,
          por estar Montano fuera de la casa,
          volviendo donde Fileno temblando aún
          del pasado peligro estaba, incitando el
          padre contra el hijo, y levantándome á mí
          falso testimonio, á grandes voces decía
          ansí: Bien conoscerás agora, Fileno, el
          hijo que tienes, y sabrás si es verdad
          lo que yo de sus malas inclinaciones
          muchas veces te dije. ¡Oh, cruel, oh
          traidor Montano! ¿cómo el cielo no te
          confunde? ¿cómo la tierra no te traga?
          ¿cómo las fieras no te despedazan? ¿cómo
          los hombres no te persiguen? Maldito sea
          tu casamiento, maldita tu desobediencia,
          malditos tus amores, maldita tu Ismenia,
          pues te ha traido á usar de tan bestial
          crueza y á cometer tan horrendo pecado.
          ¿No castigaste, traidor, al pastor
          Alanio, que con tu mujer Ismenia á pesar
          y deshonra tuya deshonestamente trata, y
          á quien ella quiere más que á ti, y has
          querido dar muerte á tu padre, que con tu
          vida y honra ha tenido tanta cuenta? ¿Por
          haberte aconsejado le has querido matar?
          ¡Ay, triste padre! ¡ay, desdichadas
          canas! ¡ay, angustiada senectud! ¿qué
          yerro tan grande cometiste, para que
          quisiesse matarte tu proprio hijo?
          ¿aquel que tú engendraste, aquel que tú
          regalaste, aquel por quien mil trabajos
          padesciste? Esfuerza agora tu corazón,
          cesse agora el amor paternal, dése
          lugar á la justicia, hágase el debido
          castigo; que si quien hizo tan nefanda
          crueldad no recibe la merescida pena,
          los desobedientes hijos no quedarán
          atemorizados, y el tuyo, con efecto,
          vendrá después de pocos días á darte de
          su mano cumplida muerte. El congojado
          FILENO, con el pecho sobresaltado y
          temeroso, oyendo las voces de su mujer
          y considerando la traición del hijo,
          rescibió tan grande enojo, que, tomando
          el puñal que á Montano, como dije, se le
          había caído, luego en la mañana saliendo
          á la plaza, convocó la justicia y los
          principales hombres de la aldea, y cuando
          fueron todos juntos, con muchas lágrimas
          y sollozos les dijo desta manera: A Dios
          pongo por testigo, señalados pastores,
          que me lastima y aflige tanto lo que
          quiero deciros, que tengo miedo que el
          alma no se me salga tras habello dicho.
          No me tenga nadie por cruel, porque saco
          á la plaza las maldades de mi hijo; que
          por ser ellas tan extrañas y no tener
          remedio para castigarlas, os quiero
          dar razón dellas, porque veáis lo que
          conviene hacer para darle á él la justa
          pena y á los otros hijos provechoso
          ejemplo. Muy bien sabéis con qué regalos
          le crié, con qué amor le traté, qué
          habilidades le enseñé, qué trabajos por
          él padescí, qué consejos le di, con
          cuánta blandura le castigué. Casóse á mi
          pesar con la pastora Ismenia, y porque
          dello le reprendí, en lugar de vengarse
          del pastor Alanio, que con la dicha
          Ismenia, su mujer, como toda la aldea
          sabe, trata deshonestamente, volvió su
          furia contra mí y me ha querido dar la
          muerte. La noche passada tuvo maneras
          para entrar en la cámara, donde yo con
          mi Felisarda dormía, y con este puñal
          desnudo quiso matarme, y lo hiciera,
          sino que Dios le cortó las fuerzas y
          le atajó el poder de tal manera, que
          medio tonto y pasmado se fué de allí
          sin efectuar su dañado intento, dejando
          el puñal en mi cámara. Esto es lo que
          verdaderamente passa, como mejor de mi
          querida mujer podréis ser informados.
          Mas porque tengo por muy cierto que
          Montano, mi hijo, no hubiera cometido tal
          traición contra su padre, si de su mujer
          Ismenia no fuera aconsejado, os ruego
          que miréis lo que en esto so debe hacer,
          para que mi hijo de su atrevimiento
          quede castigado, y la falsa Ismenia,
          ansí por el consejo que dió á su marido,
          como por la deshonestidad y amores que
          tiene con Alanio, resciba digna pena.
          Aún no había Fileno acabado su razón,
          cuando se movió entre la gente tan gran
          alboroto, que paresció hundirse toda la
          aldea. Alteráronse los ánimos de todos
          los pastores y pastoras, y concibieron
          ira mortal contra Montano. Unos decían
          que fuesse apedreado, otros que en
          la mayor profundidad de Duero fuesse
          echado, otros que á las hambrientas
          fieras fuesse entregado, y en fin, no
          hubo allí persona que contra él no
          se embravesciesse. Moviólos también
          mucho á todos lo que Fileno de mi vida
          falsamente les había dicho; pero tanta
          ira tenían por el negocio de Montano,
          que no pensaron mucho en el mío. Cuando
          Montano supo la relación que su padre
          públicamente había hecho y el alboroto y
          conjuración que contra él había movido,
          cayó en grande desesperación. Y allende
          desto sabiendo lo que su padre delante
          de todos contra mí había dicho, rescibió
          tanto dolor, que más grave no se puede
          imaginar. De aquí nasció todo mi mal,
          esta fué la causa de mi perdición y aquí
          tuvieron principio mis dolores. Porque
          mi querido Montano, como sabía que yo en
          otro tienpo había amado y sido querida
          de Alanio, sabiendo que muchas veces
          reviven y se renuevan los muertos y
          olvidados amores, y viendo que Alanio, á
          quien yo por él había aborrescido, andaba
          siempre enamorado de mí, haciéndome
          importunas fiestas, sospechó por todo
          esto que lo que su padre Fileno había
          dicho era verdad, y cuanto más imaginó
          en ello, más lo tuvo por cierto. Tanto
          que bravo y desesperado, ansí por el
          engaño que de Silveria había recebido
          como por el que sospechaba que yo le
          había hecho, se fué de la aldea y nunca
          más ha parescido. Yo que supe de su
          partida y la causa della por relación de
          algunos pastores amigos suyos, á quien
          él había dado larga cuenta de todo, me
          salí del aldea por buscarle, y mientras
          viva no pararé hasta hallar mi dulce
          esposo, para darle mi disculpa, aunque
          sepa después morir á sus manos. Mucho ha
          que ando peregrinando en esta demanda,
          y por más que en todas las principales
          aldeas y cabañas de pastores he buscado,
          jamás la fortuna me ha dado noticia de
          mi Montano. La mayor ventura que en este
          viaje he tenido fué, que dos días después
          que partí de mi aldea hallé en un valle
          la traidora Silveria, que sabiendo el
          voluntario destierro de Montano, iba
          siguiéndole, por descubrirle la traición
          que le había hecho y pedirle perdón por
          ella, arrepentida de haber cometido tan
          horrenda alevosía. Pero hasta entonces
          no le había hallado, y como á mí me
          vido, me contó abiertamente cómo había
          passado el negocio, y fué para mí gran
          descanso saber la manera con que se nos
          había hecho la traición. Quise dalle la
          muerte con mis manos, aunque flaca mujer,
          pero dejé de hacerlo, porque sólo ella
          podía remediar mi mal declarando su misma
          maldad. Roguéle con gran priessa fuesse
          á buscar á mi amado Montano para dalle
          noticia de todo el hecho, y despedíme
          della para buscarle yo por otro camino.
          Llegué hoy á este bosque, donde convidada
          de la amenidad y frescura del lugar,
          hice assiento para tener la siesta; y
          pues la fortuna acá por mi consuelo os
          ha guiado, yo le agradezco mucho este
          favor, y á vosotros os ruego, que pues
          es ya casi medio día, si possible es,
          me hagáis parte de vuestra graciosa
          compañía, mientras durare el ardor del
          sol, que en semejante tiempo se muestra
          riguroso. Diana y Marcelio holgaron
          en extremo de escuchar la historia de
          Ismenia y saber la causa de su pena.
          Agradesciéronle mucho la cuenta que
          les había dado de su vida, y diéronle
          algunas razones para consuelo de su mal,
          prometiéndole el possible favor para su
          remedio. Rogáronle también que fuesse
          con ellos á la casa de la sabia Felicia,
          porque allí sería possible hallar alguna
          suerte de consolación. Fueron assí mesmo
          de parescer de reposar allí, en tanto
          que durarían los calores de la siesta,
          como Ismenia había dicho. Pero como Diana
          era muy plática en aquella tierra, y
          sabía los bosques, fuentes, florestas,
          lugares amenos y sombríos della, les
          dijo que otro lugar había más ameno y
          deleitoso que aquel, que no estaba muy
          lejos, y que fuessen allá, pues aún no
          era llegado el medio día. De manera que
          levantándose todos, caminaron un poco
          espacio, y luego llegaron á una floresta
          donde Diana los guió; y era la más
          deleitosa, la más sombría y agradable que
          en los más celebrados montes y campañas
          de la pastoral Arcadia puede haber. Había
          en ella muy hermosos alisos, sauces y
          otros árboles, que por las orillas de
          las cristalinas fuentes, y por todas
          partes con el fresco y suave airecillo
          blandamente movidas, deleitosamente
          murmuraban. Allí de la concertada
          harmonía de las aves, que por los verdes
          ramos bulliciosamente saltaban, el aire,
          tan dulcemente resonaba, que los ánimos,
          con un suave regalo, enternescia. Estaba
          sembrada toda de una verde y menuda
          hierba, entre la cual se levantaban
          hermosas y variadas flores, que con
          diversos matices el campo dibujando, con
          suave olor el más congojado espíritu
          recreaban. Allí solían los cazadores
          hallar manadas enteras de temerosos
          ciervos, de cabras montesinas y de otros
          animales, con cuya prisión y muerte se
          toma alegre pasatiempo. Entraron en
          esta floresta siguiendo todos á Diana,
          que iba primera y se adelantó un poco
          para buscar una espessura de árboles,
          que ella para su esposo en aquel lugar
          tenía señalada, donde muchas veces solía
          recrearse. No habían andado mucho, cuando
          Diana llegando cerca del lugar que ella
          tenía por el más ameno de todos, y
          donde quería que tuviessen la siesta,
          puesto el dedo sobre los labios, señaló
          á Marcelio y á Ismenia que viniessen
          á espacio y sin hacer ruido. La causa
          era, porque había oído dentro aquella
          espessura cantos de pastores. En la voz
          le parescieron Tauriso y Berardo, que
          por ella entrambos penados andaban, como
          está dicho. Pero por sabello más cierto,
          llegándose más cerca un poco por entre
          unos acebos y lantiscos, estuvo acechando
          por conoscellos, y vido que eran ellos y
          que tenían allí en su compañía una muy
          hermosa dama, y un preciado caballero,
          los cuales, aunque parescían estar algo
          congojados y mal tratados del camino,
          pero todavía en el gesto y disposición
          descubrían su valor. Después de haber
          visto los que allí estaban, se apartó,
          por no ser vista. En esto llegaron
          Marcelio é Ismenia, y todos juntos se
          sentaron tras unos jarales, donde no
          podían ser vistos y podían oir distincta
          y claramente el cantar de los pastores,
          cuyas voces, por toda la floresta
          resonando, movían concertada melodía,
          como oiréis en el siguiente libro.


                _Fin del libro segundo._




                     LIBRO TERCERO
                   DE DIANA ENAMORADA


          La traición y maldad de una ofendida y
          maliciosa mujer suele emprender cosas tan
          crueles y abominables, que no hay ánimo
          del más bravo y arriscado varón que no
          dudasse de hacerlas y no temblase de solo
          pensarlas. Y lo peor es que la Fortuna es
          tan amiga de mudar los buenos estados,
          que les da á ellas cumplido favor en
          sus empresas; pues sabe que todas se
          encaminan á mover extrañas novedades y
          revueltas, y vienen á ser causa de mil
          tristezas y tormentos. Gran crueldad fue
          la de Felisarda en ser causa que un padre
          con tan justa, aunque engañosa causa,
          aborresciesse su propio hijo, y que un
          marido con tan vana y aparente sospecha
          desechasse su querida mujer, pero mayor
          fue la ventura que tuvo en salir con su
          fiero y malicioso intento. No sirva esto
          para que nadie tenga de las mujeres mal
          parescer, si no para que viva cada cual
          recatado, guardándose de las semejantes
          á Felisarda, que serán muy pocas; pues
          muchas dellas son dechado del mundo y luz
          de vida, cuya fe, discreción y honestidad
          meresce ser con los más celebrados
          uersos alabada. De lo cual da claríssima
          prueba Diana y Ismenia, pastoras de
          señalada hermosura y discreción, cuya
          historia publica manifiestamente sus
          alabanzas. Pues prosiguiendo en el
          discurso della, sabréis que cuando
          Marcelio y ellas estuvieron tras los
          jarales assentadas, oyeron que Tauriso y
          Berardo cantaban desta manera:


                  _Terços esdruccioles._

                         BERARDO

          Tauriso, el fresco viento, que alegrándonos
            murmura entre los árboles altíssimos,
            la vista y los oídos deleitándonos;
          Las chozas y sombríos ameníssimos;
            las cristalinas fuentes, que abundancia
            derraman de licores sabrosíssimos;
          La colorada flor, cuya fragrancia
            á despedir bastara la tristicia,
            que hace al corazón más fiera instancia:
          No vencen la braveza y la malicia
            del crudo rey, tan áspero y mortífero,
            cuyo castigo es pura sin justicia.
          Ningún remedio ha sido salutífero
            á mi dolor, pues siempre enbraveciéndose
            está el veneno y tóxico pestífero.


                         TAURISO

          Al que en amores anda consumiéndose,
            nada le alegrará: porque fatígale
            tal mal, que en el dolor vive muriéndose.
          Amor le da más penas, y castígale,
            cuando en deleites anda recreándose,
            porque él á suspirar contino oblígale.
          Las veces que está un ánima alegrándose,
            le ofresce allí un dolor, cuya memoria
            hace que luego vuelva á estar quejándose.
          Amor quiere gozar de su victoria,
            y al hombre que venció, mátale ó préndele,
            pensando en ello haber famosa gloria.
          El preso á la fortuna entrega, y véndele
            al gran dolor, que siempre está matándole,
            y al que arde en más ardiente llama enciéndele.


                         BERARDO

          El sano vuelve enfermo, maltratándole,
            y el corazón alegre hace tristíssimo,
            matando el vivo, el libre captivándole.
          Pues, alma, ya que sabes cuán bravíssimo
            es este niño Amor, sufre y conténtate
            con verte puesta en un lugar altíssimo.
          Rescibe los dolores, y preséntate
            al daño que estuviere amenazándote,
            goza del mal y en el dolor susténtate.
          Porque cuanto más fueres procurándote
            medio para salir de tu miseria,
            irás más en los lazos enredándote.


                         TAURISO

          En mí halla Cupido más materia
            para su honor, que en cuantos lamentándose
            guardan ganado en una y otra Hesperia.
          Siempre mis males andan aumentándose,
            de lágrimas derramo mayor copia
            que Biblis cuando en fuente iba tornándose.
          Extraño me es el bien, la pena propia,
            Diana, quiero ver, y en vella muérome,
            junto al tesoro estó, y muero de inopia.
          Si estoy delante della, peno y quiérome
            morir de sobresalto y de cuidado,
            y cuando estoy ausente, desespérome.


                         BERARDO

          Murmura el bosque y ríe el verde prado,
            y cantan los parleros ruiseñores;
            mas yo en dos mil tristezas sepultado.


                         TAURISO

          Espiran suave olor las tiernas flores,
            la hierba reverdesce al campo ameno;
            mas yo viviendo en ásperos dolores.


                         BERARDO

          El grave mal de mí me tiene ajeno,
            tanto que no soy bueno
            para tener diez versos de cabeza.


                         TAURISO

          Mi lengua en el cantar siempre tropieza,
            por esso, amigo, empieza,
            algún cantar de aquellos escogidos,
            los cuales estorbados con gemidos,
            con lloro entrerompidos,
            te hicieron de pastores alabado.


                         BERARDO

          En el cantar contigo acompañado,
            iré muy descansado;
            respóndeme. Mas no sé qué me cante.


                         TAURISO

          Di la que dice: _Estrella radiante_,
            ó la de: _O triste amante_,
            ó aquella: _No sé como se decía_,
            que la cantaste un día
            bailando con Diana en el aldea.


                         BERARDO

          No hay tigre ni leona que no sea
            á compassión movida
            de mi fatiga extraña y peligrosa;
            mas no la fiera hermosa,
            fiera devoradora de mi vida.


                         TAURISO

          Fiera devoradora de mi vida,
            ¿quién si no tú estuviera
            con la dureza igual á la hermosura?
            y en tanta desventura
            ¿cómo es possible, ay triste, que no muera?


                         BERARDO

         ¿Cómo es possible, ay triste, que no muera?
           dos mil veces muriendo;
           ¿mas cómo he de morir viendo á Diana?
           El alma tengo insana:
           cuanto más trato Amor, menos le entiendo.


                         TAURISO

         Cuanto más trato Amor, menos le entiendo,
           que al que le sirve mata,
           y al que huyendo va de su cadena,
           con redoblada pena
           las míseras entrañas le maltrata.


                         BERARDO

          Pastora, á quien el alto cielo ha dado
            beldad más que á las rosas coloradas,
            más linda que en Abril el verde prado,
            do están las florecidas matizadas,
            ansí prospere el cielo tu ganado,
            y tus ovejas crezcan á manadas,
            que á mí, que á causa tuya gimo y muero,
            no me muestres el gesto airado y fiero.


                         TAURISO

         Pastora soberana, que mirando
           los campos y florestas asserenas,
           la nieve en la blancura aventajando
           y en la beldad las frescas azucenas,
           ansí tus campos vayan mejorando,
           y dellos cojan fruto á manos llenas,
           que mires á un pastor, que en solo verte
           piensa alcanzar muy venturosa suerte.

          A este tiempo el caballero y la dama, que
          los cantares de los pastores escuchaban,
          con gran cortesía atajaron su canto,
          y les hicieron muchas gracias por el
          deleite y recreación que con tan suave
          y deleitoso música les habían dado. Y
          después desto el caballero vuelto á la
          dama le dijo: ¿Oiste jamás, hermana,
          en las soberbias ciudades música que
          tanto contente al oído y tanto deleite
          el ánimo como la destos pastores?
          Verdaderamente, dijo ella, más me
          satisfacen esos rústicos y pastoriles
          cantos de una simple llaneza acompañados,
          que en los palacios de reyes y señores
          las delicadas voces con arte curiosa
          compuestas y con nuevas invenciones y
          variedades requebradas. Y cuando yo tengo
          por mejor esta melodía que aquélla, se
          puede creer que lo es, porque tengo el
          oido hecho á las mejores músicas que
          en ciudad del mundo ni corte de rey
          pudiessen hacerse. Que en aquel buen
          tiempo que Marcelio servía á nuestra
          hermana Alcida, cantaba algunas noches
          en la calle al son de una vihuela tan
          dulcemente, que si Orpheo hacía tan
          apacible música, no me espanto que
          las fieras conmoviesse, y que la cara
          Eurydice de averno escurissimo sacasse.
          ¡Ay! Marcelio, ¿dónde estás agora? ¡Ay!
          ¿dónde estás, Alcida? Ay desdichada de
          mí, que siempre la fortuna me trae á la
          memoria cosas de dolor, en el tiempo que
          me ve gozar de un simple passatiempo!
          Oyó Marcelio, que con las dos pastoras
          tras las matas estaba, las razones del
          caballero y de la dama, y como entendió
          que le nombraron á él y á Alcida, se
          alteró. No se fió de sus mesmos oídos,
          y estuvo imaginando si era quizá otro
          Marcelio y Alcida los que nombraban.
          Levantóse presto de donde assentado
          estaba, y por salir de duda, llegándose
          más, y acechando por entre las matas,
          conosció que el caballero y la dama
          eran Polydoro y Clenarda, hermanos de
          Alcida. Corrió súbitamente á ellos, y
          con los brazos abiertos y lágrimas en
          los ojos, agora á Polydoro, agora á
          Clenarda abrazando, estuvo gran rato,
          que el interno dolor no le dejaba hablar
          palabra. Los dos hermanos, espantados
          desta novedad, no sabían qué les había
          acontescido. Y como MARCELIO iba en
          hábito de pastor, nunca le conoscieron,
          hasta que, dándole lugar los sollozos,
          y habida licencia de las lágrimas, les
          dijo: ¡Oh, hermanos de mi corazón, no
          tengo en nada mi desventura, pues he sido
          dichoso en veros! ¿Cómo Alcida no está
          en vuestra compañía? ¿Está por ventura
          escondida en alguna espesura deste
          bosque? Sepa yo nuevas della, si vosotros
          las sabéis; remediad por Dios esta mi
          pena, y satisfaced á mi deseo. En esto
          lo dos hermanos conoscieron á Marcelio,
          y abrazados con él, llorando de placer
          y dolor, le decían: ¡Oh venturoso día!
          ¡oh bien nunca pensado! ¡oh hermano de
          nuestra alma! ¿qué desastre tan bravo ha
          sido causa que tú no goces de la compañía
          de Alcida ni nosotros de su vista? ¿por
          qué con tan nuevo traje te dissimulas?
          ¡Ay áspera fortuna! en fin no hay en
          ningún bien cumplido contentamiento.
          Por otra parte, Diana é Ismenia, visto
          que tan arrebatadamente Marcelio había
          entrado donde cantaban los pastores,
          fueron allá tras él, y halláronle
          passando con Polydoro y Clenarda la
          plática que habeis oído. Cuando Tauriso
          y Berardo vieron á Diana, no se puede
          encarescer el gozo que recibieron de
          tan improvisa vista. Y ansi TAURISO,
          señalando con el gesto y palabras la
          alegría del corazón, le dijo: Grande
          favor es este de la Fortuna, hermosa
          Diana, que la que huye siempre de nuestra
          compañía, por casos y succesos nunca
          imaginados venga tantas veces donde
          nosotros estamos. No es causa dello la
          Fortuna, señalados pastores, dijo DIANA,
          sino ser vosotros en el cantar y tañer
          tan ejercitados, que no hay lugar de
          recreación donde no os hagáis sentir
          vuestras canciones. Pero pues aquí llegué
          sin saber de vosotros, y el sol toca
          ya la raya del medio día, me holgaré
          de tener en este deleitoso lugar la
          siesta en vuestra compañía, que aunque
          me importa llegar con tiempo á la casa
          de Felicia, tendré por bien de detenerme
          aquí con vosotros, por gozar de la fresca
          vereda y escuchar vuestra deleitosa
          música. Por esso aparejaos á cantar y
          tañer, y á toda suerte de regocijo,
          que no será bien que falte semejante
          placer en tan principal ajuntamiento. Y
          vosotros, generosos caballeros y dama,
          poned fin por agora á vuestras lágrimas,
          que tiempo ternéis para contaros las
          vidas los unos á los otros y para doleros
          ó alegraros de los malos ó buenos
          sucessos de fortuna. A todos paresció
          muy bien lo dicho por Diana, y ansí en
          torno de una clara fuente sobre la menuda
          hierba se assentaron. Era el lugar el más
          apacible de aquel bosque y aun de cuantos
          en el famoso Parthenio, celebrado con la
          clara zampoña del Neapolitano Syncero
          pueden hallarse. Había en él un espacio
          casi que cuadrado, que tuviera como
          hasta cuarenta passos por cada parte,
          rodeado de muchedumbre de espessíssimos
          árboles, tanto que, á la manera de un
          cercado castillo, á los que allá iban á
          recrearse no se les concedía la entrada
          sino por sola una parte. Estaba sembrado
          este lugar de verdes hierbas y olorosas
          flores, de los pies de ganados no pisadas
          ni con sus dientes descomedidamente
          tocadas. En medio estaba una limpia
          y claríssima fuente, que del pie de
          un antiquíssimo roble saliendo, en un
          lugar hondo y cuadrado, no con maestra
          mano fabricado, mas por la provida
          naturaleza allí para tal efecto puesto,
          se recogía: haciendo allí la abundancia
          de las aguas un gracioso ajuntamiento,
          que los pastores le nombraban la fuente
          bella. Eran las orillas desta fuente
          de una piedra blanca tan igual, que no
          creyera nadie que con artificiosa mano no
          estuviesse fabricada, si no desengañaran
          la vista las naturales piedras allí
          nascidas, y tan fijas en el suelo como
          en los ásperos montes de fragosas peñas
          y duríssimos pedernales. El agua que de
          aquella abundantíssima fuente sobresalía,
          por dos estrechas canales derramándose,
          las hierbas vecinas y árboles cercanos
          regaba, dándoles continua fertilidad y
          vida y sosteniéndolas en muy apacible y
          graciosíssima verdura. Por estas lindezas
          que tenía esta hermosa fuente, era de
          los pastores y pastoras tan visitada,
          que nunca en ella faltaban pastoriles
          regocijos. Pero teníanla los pastores en
          tanta veneración y cuenta, que viniendo
          á ella dejaban fuera sus ganados, por
          no consentir que las claras y sabrosas
          aguas fuessen enturbiadas, ni el ameno
          pradecillo de las mal miradas ovejas
          hollado ni apascentado. En torno desta
          fuente, como dije, todos se asentaron,
          y sacando de los zurrones la necessaria
          provissión, comieron con más sabor que
          los grandes señores la muchedumbre y
          variedad de curiosos manjares. Al fin de
          la cual comida, como Marcelio por una
          parte y Polydoro por otra deseaban por
          extremo darse y tomarse cuenta de sus
          vidas, MARCELIO fue primero á hablar,
          y dijo: Razón será, hermanos, que yo
          sepa algo de lo que os ha sucedido
          después que no me vistes, que como os
          veo del padre Eugerio y de la hermana
          Alcida desacompañados, tengo el corazón
          alterado, por no saber la causa dello. A
          lo cual respondió POLYDORO:

          Porque me parece que este lugar queda
          muy perjudicado con que se traten en él
          cosas de dolor, y no es razón que estos
          pastores con oir nuestras desdichas
          queden ofendidos, te contaré con las
          menos palabras que será possible las
          muchas y muy malas obras que de la
          fortuna habemos recebido. Después que
          por sacar al fatigado Eugerio de la
          peligrosa nave, esperando buena ocasión
          para saltar en el batel, de los marineros
          fuí estorbado, y juntamente con el
          temeroso padre á mi pesar hube de quedar
          en ella, estaba el triste viejo con tanta
          angustia, como se puede esperar de un
          amoroso padre, que al fin de su vejez ve
          en tal peligro su vida y la de sus amados
          hijos. No tenía cuenta con los golpes que
          las bravas ondas daban en la nave, ni
          con la furia que los iracundos vientos
          por todas partes le combatían, sino
          que, mirando el pequeño batel donde tú,
          Marcelio, con Alcida y Clenarda estabas,
          que á cada movimiento de las inconstantes
          aguas en la mayor profundidad dellas
          parescía trastornarse, cuanto más lo vía
          de la nave alejándose, le desapegaba el
          corazón de las entrañas. Y cuando os
          perdió de vista, estuvo en peligro de
          perder la vida. La nave siguiendo la
          braveza de la Fortuna, fué errando por el
          mar por espacio de cinco días, después
          que nos despartimos; al cabo de los
          cuales, al tiempo que el sol estaba cerca
          del occaso, nos vimos cerca de tierra.
          Con cuya vista se regocijaron mucho los
          marineros, tanto por haber cobrado la
          perdida confianza, como por conoscer
          la parte donde iba la nave encaminada.
          Porque era la más deleitosa tierra, y más
          abundante de todas maneras de placer, de
          cuantas el sol con sus rayos escalienta,
          tanto que uno de los marineros sacando de
          una arca un rabel, con que solía en la
          pesadumbre de los prolijos y peligrosos
          viajes deleitarse, se puso á tañer y
          cantar ansi:


                         _Soneto._

              Recoge á los que aflige el mar airado,
                oh, VALENTINO, oh, venturoso suelo
                donde jamás se cuaja el duro hielo
                ni de Febo el trabajo acostumbrado.
              Dichoso el que seguro y sin recelo
                de ser en fieras ondas anegado,
                goza de la belleza de tu prado
                y del favor de tu benigno cielo.
              Con más fatiga el mar surca la nave
                que el labrador cansado tus barbechos:
                ¡oh tierra¡, antes que el mar se ensoberbezca,
              Recoge á los perdidos y deshechos,
                para que cuando en TURIA yo me lave
                estas malditas aguas aborrezca.

          Por este cantar del marinero entendimos
          que la ribera que íbamos á tomar era
          del reino de VALENCIA, tierra por todas
          las partes del mundo celebrada. Pero en
          tanto que este canto se dijo, la nave,
          impelida de un poderoso viento, se llegó
          tanto á la tierra que si el esquife no
          nos faltara pudiéramos saltar en ella.
          Mas de lejos por unos pescadores fuímos
          devisados, los cuales viendo nuestras
          velas perdidas, el árbol caído á la una
          parte, las cuerdas destrozadas y los
          castillos hechos pedazos, conoscieron
          nuestra necessidad. Por lo cual algunos
          dellos, metiéndose en un barco de los
          que para su ordinario ejercicio en la
          ribera tenían amarrados, se vinieron
          para nosotros, y con grande amor y no
          poco trabajo nos sacaron de la nave á
          todos los que en ella veníamos. Fué
          tanto el gozo que recebimos, cuanto se
          puede y debe imaginar. A los marineros
          que en su barco tan amorosamente y sin
          ser rogados nos habían recogido, Eugerio
          y yo les dimos las gracias, y hecimos
          los ofrescimientos que á tan singular
          beneficio se debían. Mas ellos, como
          hombres de su natural piadosos y de
          entrañas simples y benignas, no curaban
          de nuestros agradescimientos, antes no
          queriendo recebirlos, nos dijo el uno
          dellos: No nos agradezcáis, señores, esta
          obra á nosotros, sino á la obligación
          que tenemos á socorrer necessidades y
          al buen ánimo y voluntad que nos fuerza
          á tales hechos. Y tened por cierto que
          toda hora que se nos ofresciere semejante
          ocasión como ésta haremos lo mesmo,
          aunque peligren nuestras vidas. Porque
          esta mañana nos sucedió un caso, que
          á no haber hecho otro tal como agora
          hecimos, nos pesara después hasta la
          muerte. El caso fué que al despuntar
          del día salimos de nuestras chozas con
          nuestras redes y ordinarios aparejos
          para entrar á pescar, y antes que
          llegassemos á la ribera vimos el cielo
          escurescido; sentimos el mar alterado y
          el viento embravescido, y dos veces nos
          quisimos volver del camino desconfiados
          de podernos encomendar á las peligrosas
          ondas en tan malicioso tiempo. Pero
          paresció á algunos de nosotros que era
          conveniente llegar á la ribera para ver
          en qué pararía la braveza del mar, y
          para esperar si tras la rigurosa fortuna
          sucedería, como suele, alguna súbita
          bonanza. Al tiempo que llegamos allá
          vimos un batel lidiando con las bravas
          ondas, sin vela, árbol ni remos, y puesto
          en el peligro en que vosotros os habéis
          visto. Movidos á compassión, metimos en
          el mar uno de aquellos barcos muy bien
          apercebido, y saltando de presto en él,
          sin temor de la fortuna, fuímos hacia
          el batel que en tal peligro estaba, y á
          cabo de poco rato llegamos á él. Cuando
          estuvimos tan cerca dél que pudimos
          conoscer los que en él estaban, vimos una
          doncella, cuyo nombre no sabré decirte,
          que con lágrimas en los ojos se dolía,
          con los brazos abiertos nos esperaba
          y con palabras dolorosas nos decía:
          Ay hermanos, ruégoos que me libréis
          del peligro de la Fortuna; pero más os
          suplico que me saquéis de poder deste
          traydor, que conmigo viene, que contra
          toda razón me tiene captiva, y á pura
          fuerza quiere maltratar mi honestidad.
          Oyendo esto, con toda la possible
          diligencia, y no sin mucho peligro, los
          sacamos de su batel, y metidos en nuestro
          barco los llevamos á tierra. Contónos
          ella la traición que á ella y una hermana
          y cuñado suyo se les había hecho, que
          seria larga de contar. Tenémosla en
          compañía de nuestras mujeres, libre de
          la malicia y deshonestidad de los dos
          marineros que con ella venían, y á ellos
          los metimos en una cárcel de un lugar
          que está vecino, donde antes de muchos
          días serán debidamente castigados. Pues
          habiéndonos acontescido esto, ¿quién
          de nosotros dejará de aventurarse á
          semejantes peligros por recobrar los
          perdidos y hacer bien á los maltratados?
          Cuando Eugerio oyó decir esto al marinero
          le dió un salto el corazón, y pensó si
          era esta doncella alguna de sus hijas. Lo
          mesmo me passó á mí por el pensamiento;
          pero á entrambos nos consolaba pensar que
          presto habíamos de saber si era verdadera
          nuestra presunción. En tanto el pescador
          nos contó este sucesso, el barco, movido
          con la fuerza de los remos, caminó de
          manera que llegamos á poder desembarcar.
          Saltaron aquellos pescadores con los
          pies descalzos en el agua, y sobre sus
          hombros nos sacaron á la deseada tierra.
          Cuando estuvimos en tierra, conosciendo
          que teníamos necessidad de reposo,
          uno dellos, que más anciano parescía,
          travando á mi padre por la mano, y
          haciendo señal á mí y á los otros que le
          siguiéssemos, tomó el camino de su choza,
          que no muy lejos estaba, para darnos en
          ella el refresco y sossiego necessario.
          Siendo llegados allá, sentimos dentro
          cantos de mujeres, y no entráramos allá
          antes de oir y entender dende afuera sus
          canciones si el trabajo que llevábamos
          nos consintiera detenernos para
          escucharlas. Pero Eugerio y yo no vimos
          la hora de entrar allá por ver quién era
          la doncella que libre de la tempestad y
          de las manos del traidor allí tenían.
          Entramos en la casa de improviso, y en
          vernos luego dejaron sus cantares las
          turbadas mujeres; y eran ellas la mujer
          del pescador y dos hermosas hijas que
          cantando suavemente hacían las ñudosas
          redes con que los descuidados peces
          se cautivan, y en medio dellas estaba
          la doncella, que luego fué conoscida,
          porque era mi hermana Clenarda, que
          está presente. Lo que en esta ventura
          sentimos, y lo que ella sintió, querría
          que ella mesma lo dijesse, porque yo no
          me atrevo á tan gran empresa. Allí fueron
          las lágrimas, allí los gemidos, allí los
          placeres revueltos con las penas, allí
          los dulzores mezclados con las amarguras
          y allí las obras y palabras que puede
          juzgar una persona de discreción. Al
          fin de lo cual mi padre, vuelto á las
          hijas del pescador les dijo: Hermosas
          doncellas, siendo verdad que yo vine
          aquí para descansar de mis trabajos, no
          es razón que mi venida estorbe vuestros
          regocijos y canciones, pues ellas solas
          serían bastantes para darme consolación.
          Essa no te faltará, dijo el pescador, en
          tanto que estuvieres en mi casa: á lo
          menos yo procuraré de dártela por las
          maneras possibles. Piensa agora en tomar
          refresco, que la música no faltará á su
          tiempo. Su mujer en esto nos sacó para
          comer algunas viandas, y mientras en ello
          estábamos ocupados, la una de aquellas
          doncellas, que se nombraba Nerea, cantó
          esta canción:


                  _Canción de Nerea._
              En el campo venturoso,
                donde con clara corriente
                Guadalavïar hermoso,
                dejando el suelo abundoso,
                da tributo al mar potente,
              Galatea desdeñosa,
                del dolor que á Lycio daña
                iba alegre y bulliciosa
                por la ribera arenosa,
                que el mar con sus ondas baña.

              Entre la arena cogiendo
                conchas y piedras pintadas,
                muchos cantares diciendo,
                con el son del ronco estruendo
                de las ondas alteradas,
              Junto al agua se ponía,
                y las ondas aguardaba,
                y en verlas llegar huía,
                pero á veces no podía
                y el blanco pie se mojaba.

              Lycio, al cual en sufrimiento
                amador ninguno iguala,
                suspendió allí su tormento
                mientras miraba el contento
                de su polida zagala.
              Mas cotejando su mal
                con el gozo que ella había,
                el fatigado zagal
                con voz amarga y mortal
                desta manera decía:

              Nympha hermosa, no te vea
                jugar con el mar horrendo,
                y aunque más placer te sea,
                huye del mar, Galatea,
                como estás de Lycio huyendo.
              Deja agora de jugar,
                que me es dolor importuno;
                no me hagas más penar,
                que en verte cerca del mar
                tengo celos de Neptuno.

              Causa mi triste cuidado,
                que á mi pensamiento crea,
                porque ya está averiguado
                que si no es tu enamorado
                lo será cuando te vea.
              Y está cierto, porque Amor
                sabe desde que me hirió
                que para pena mayor
                me falta un competidor
                más poderoso que yo.

              Deja la seca ribera
                do está el agua infructuosa,
                guarda que no salga afuera
                alguna marina fiera
                enroscada y escamosa.
              Huye ya, y mira que siento
                por ti dolores sobrados,
                porque con doble tormento
                celos me da tu contento
                y tu peligro cuidados.

              En verte regocijada
                celos me hacen acordar
                de Europa Nympha preciada,
                del toro blanco engañada
                en la ribera del mar.
              Y el ordinario cuidado
                hace que piense contino
                de aquel desdeñoso alnado
                orilla el mar arrastrado,
                visto aquel monstruo marino.

              Mas no veo en tí temor
                de congoja y pena tanta;
                que bien sé por mi dolor,
                que á quien no teme el Amor,
                ningún peligro le espanta.
              Guarte, pues, de un gran cuidado;
                que el vengativo Cupido
                viéndose menospreciado,
                lo que no hace de grado
                suele hacerlo de ofendido.

              Ven conmigo al bosque ameno,
                y al apacible sombrío
                de olorosas flores lleno,
                do en el día más sereno
                no es enojoso el Estío.
              Si el agua te es placentera,
                hay allí fuente tan bella,
                que para ser la primera
                entre todas, sólo espera
                que tú te laves en ella.

              En aqueste raso suelo
                á guardar tu hermosa cara
                no basta sombrero, ó velo;
                que estando al abierto cielo,
                el sol morena te para.
              No encuentras dulces contentos,
                sino el espantoso estruendo,
                con que los bravosos vientos
                con soberbios movimientos
                van las aguas revolviendo.

              Y tras la fortuna fiera
                son las vistas más suaves
                ver llegar á la ribera
                la destrozada madera
                de las anegadas naves.
              Ven á la dulce floresta,
                do natura no fué escasa,
                donde haciendo alegre fiesta,
                la más calurosa siesta
                con más deleite se passa.

              Huye los soberbios mares,
                ven, verás como cantamos
                tan deleitosos cantares,
                que los más duros pesares
                suspendemos y engañamos.
              Y aunque quien passa dolores,
                Amor le fuerza á cantarlos,
                yo haré que los pastores
                no digan cantos de amores,
                porque huelgues de escucharlos.

              Allí por bosques y prados
                podrás leer todas horas
                en mil robles señalados
                los nombres más celebrados
                de las Nymphas y pastoras.
              Mas seráte cosa triste
                ver tu nombre allí pintado,
                en saber que escrita fuiste
                por el que siempre tuviste
                de tu memoria borrado.

              Y aunque mucho estás airada,
                no creo yo que te assombre
                tanto el verte allí pintada,
                como el ver que eres amada
                del que allí escribió tu nombre.
              No ser querida y amar
                fuera triste desplacer,
                más ¿qué tormento ó pesar
                te puede, Nympha, causar
                ser querida y no querer?

              Mas desprecia cuanto quieras
                á tu pastor, Galatea,
                sólo que en essas riberas
                cerca de las ondas fieras
                con mis ojos no te vea.
              ¿Qué passatiempo mejor
                orilla el mar puede hallarse
                que escuchar el ruiseñor,
                coger la olorosa flor
                y en clara fuente lavarse?

              Pluguiera á Dios que gozaras
                de nuestro campo y ribera,
                y porque más lo preciaras,
                ojala tú lo probaras,
                antes que yo lo dijera.
              Porque cuanto alabo aquí,
                de su crédito le quito,
                pues el contentarme á mí,
                bastará para que á tí
                no te venga en apetito.

              Lycio mucho más le hablara,
                y tenía más que hablalle,
                si ella no se lo estorbara,
                que con desdeñosa cara
                al triste dice que calle.
              Volvió á sus juegos la fiera,
                y á sus llantos el pastor,
                y de la misma manera
                ella queda en la ribera
                y él en su mismo dolor.

          El canto de la hermosa doncella y nuestra
          cena se acabó á un mesmo tiempo; la
          cual fenescida, preguntamos á Clenarda
          de lo que le había sucedido después
          que nos departimos, y ella nos contó la
          maldad de Bartofano, la necessidad de
          Alcida, su prisión y su cautividad, y
          en fin, todo lo que tú muy largamente
          sabes. Lloramos amargamente nuestras
          desventuras; oídas las cuales, nos dijo
          el pescador muchas palabras de consuelo,
          y especialmente nos dijo cómo en esta
          parte estaba la sabia Felicia, cuya
          sabiduría bastaba á remediar nuestra
          desgracia, dándonos noticia de Alcida y
          de ti, que en esto venía á parar nuestro
          deseo. Y ansí passando allí aquella
          noche lo mejor que pudimos, luego por la
          mañana, dejados allí los marineros que en
          la nave con nosotros habían venido, nos
          partimos solos los tres, y por nuestras
          jornadas llegamos al templo de Diana,
          donde la sapientíssima Felicia tiene su
          morada. Vimos su maravilloso templo,
          los ameníssimos jardines, el sumptuoso
          palacio, conoscimos la sabiduría de la
          prudentísima dueña y otras cosas que nos
          han dado tal admiración, que aun agora
          no tenemos aliento para contallas. Allí
          vimos las hermosíssimas Nymphas, que
          son ejemplo de castidad; allí muchos
          caballeros y damas, pastores y pastoras,
          y particularmente un pastor nombrado
          Syreno, al cual todos tenían en mucha
          cuenta. A éste y á los demás la sabia
          había dado diversos remedios en sus
          amores y necessidades. Mas á nosotros
          en la nuestra hasta agora el que nos ha
          dado es hacer quedar á nuestro padre
          Eugerio en su compañía y á nosotros
          mandarnos venir hacia estas partes, y
          que no volviéssemos hasta hallarnos
          más contentos. Y según el gozo que de
          tu vista recebimos, me paresce que ya
          habrá ocasión para la vuelta, mayormente
          dejando allí nuestro padre solo y
          desconsolado. Bien sé que buscarle su
          Alcida importa mucho para su descanso:
          pero ya que la fortuna en tantos días no
          nos ha dado noticia della, será bien que
          no le hagamos á nuestro padre carescer
          tanto tiempo de nuestra compañía. Después
          que Polydoro dió fin á sus razones,
          quedaron todos admirados de tan tristes
          desventuras, y Marcelio después de haber
          llorado por Alcida, brevíssimamente contó
          á Polydoro y Clenarda lo que después que
          no había visto, le había acontescido.
          Diana é Ismenia, cuando acabaron de oir
          á Polydoro, desearon llegar más presto á
          la casa de Felicia: la una porque supo
          cierto que Syreno estaba allí, y la otra
          porque, oyendo tales alabanzas de la
          sabia, concibió esperanza de haber de
          su mano algún remedio. Con este deseo
          que tenían, aunque fué la intención
          de DIANA recrearse en aquel deleitoso
          lugar algunas horas, mudó de parescer,
          estimando más la vista de Syreno que
          la lindeza y frescura del bosque. Y
          por esso, levantada en pie, dijo á
          Tauriso y Berardo: Gozad, pastores, de
          la suavidad y deleite desta ameníssima
          vereda, porque el cuidado que tenemos de
          ir al templo de Diana no nos consiente
          detenernos aquí más. Harto nos pesa
          dejar un aposento tan agradable y una
          tan buena compañía; pero somos forzados
          á seguir nuestra ventura. ¿Tan cruda
          serás pastora, dijo TAURISO, que tan
          presto te ausentes de nuestros ojos y tan
          poco nos dejes gozar de tus palabras?
          MARCELIO entonces dijo á Diana: Razón
          los acompaña á estos pastores, hermosa
          zagala; razón es que tan justa demanda
          se les conceda: que su fe constante y
          amor verdadero merece que les otorgues un
          rato de tu conversación en este apacible
          lugar, mayormente habiendo bastantíssimo
          tiempo para llegar al templo antes que
          el sol esconda su lumbre. Todos fueron
          deste parescer, y por esso Diana no
          quiso más contradecirles, sino que,
          sentándose donde antes estaba, mostró
          querer complacer en todo á tan principal
          ajuntamiento. ISMENIA entonces dijo á
          Berardo y Tauriso: Pastores, pues la
          hermosa Diana no os niega su vista, no es
          justo que vosotros nos neguéis vuestras
          canciones. Cantad, enamorados zagales,
          pues en ello mostráis tan señalada
          destreza y tan verdadero amor, que por lo
          uno sois en todas partes alabados y con
          lo otro movéis á piedad los corazones.
          Todos sino el de Diana, dijo BERARDO; y
          comenzó á llorar, y Diana á sonreír. Lo
          cual visto por el pastor, al son de su
          zampoña, con lágrimas en sus ojos, cantó
          glossando una canción que dice:

              _Las tristes lágrimas mías
                en piedras hacen señal
                y en vos nunca, por mi mal._

                         _Glossa._
              Vuestra rara gentileza
                no se ofende con serviros,
                pues mi mal no os da tristeza
                ni jamás vuestra dureza
                dió lugar á mis suspiros.
              No fueron con mis porfías
                vuestras entrañas mudadas,
                aunque veis noches y días
                con gran dolor derramadas
                _las tristes lágrimas mías_.

              Fuerte es vuestra condición,
                que en acabarme porfía,
                y más fuerte el corazón,
                que viviendo en tal passión
                no le mata la agonía.
              Que si un rato afloja un mal,
                aunque sea de los mayores,
                no da pena tan mortal;
                mas los continos dolores
                _en piedras hacen señal_.

              Amor es un sentimiento
                blando, dulce y regalado;
                vos causáis el mal que siento,
                que Amor sólo da tormento
                al que vive desamado.
              Y ésta es mi pena mortal,
                que el Amor, después que os ví,
                como cosa natural,
                por mi bien siempre está en mí,
                _y en vos nunca, por mi mal_.

          Contentó mucho á DIANA la canción de
          Berardo; pero viendo que en ella hacía
          más duro su corazón que las piedras,
          quiso volver por su honra, y dijo: Donosa
          cosa es, por mi vida, nombrar dura
          recogida y tratar de cruel la que guarda
          su honestidad. Ojala, pastor, no tuviera
          más tristeza mi alma que dureza mi
          corazón. ¡Mas, ay dolor, que la fortuna
          me cautivó con tan celoso marido, que
          fuí forzada muchas veces en los montes y
          campos ser descortés con los pastores,
          por no tener en mi casa amarga vida! Y
          con todo esto el ñudo del matrimonio y la
          razón me obligan á buscar el rústico y
          mal acondicionado marido, aunque espere
          innumerables trabajos de su enojosa
          compañía. A este tiempo, TAURISO, con
          la ocasión de las quejas que Diana daba
          de su casamiento, comenzó á tocar su
          zampoña y á cantar hablando con el Amor,
          y glossando la canción que dice:


                         _Canción._

              _La bella mal maridada,
                de las más lindas que ví,
                si has de tomar amores,
                vida no dejes á mí._


                         _Glossa._

              Amor, cata que es locura
                padescer, que en las mujeres
                de aventajada hermosura
                pueda hacer la desventura
                más que tú siendo quien eres.
              Porque estando á tu poder
                la belleza encomendada,
                te deshonras, á mi ver,
                en sufrir que venga á ser
                _la bella mal maridada_.

              Haces mal, pues se mostró
                beldad ser tu amiga entera,
                porque siempre al que la vió,
                á causa tuya le dió
                el dolor que no le diera.
              Y ansí mi constancia y fe
                y la pena que está en mí,
                por haber visto no fué,
                mas por ser la que miré
                _de las más lindas que ví_.

              Amor, das á tantos muerte,
                que pues matar es tu bien,
                algún día espero verte,
                que á ti mismo has de ofenderte,
                porque no tendrás á quién.
              ¡Oh qué bien parescerás
                herido de tus dolores!
                cautivo tuyo serás,
                que á ti mismo tomarás,
                _si has de tomar amores_.

              Entonces dolor doblado
                podrás dar á las personas,
                y quedarás excusado
                de haberme á mí maltratado,
                pues á ti no te perdonas.
              Y si quiero reprehenderte,
                dirás, volviendo por ti,
                razón forzarte y moverte,
                que á ti mismo dando muerte,
                _vida no dejes á mi_.

          El cantar de Tauriso paresció muy bien
          á todos, y en particular á Ismenia. Que
          aunque la canción, por hablar de mal
          casadas, era de Diana, la glossa della,
          por tener quejas del Amor, era común
          á cuantos dél estaban atormentados. Y
          por esso Ismenia, como aquélla que daba
          alguna culpa á Cupido de su pena, no sólo
          le contentaron las quejas que dél hizo
          Tauriso; mas ella, al mesmo propósito, al
          son de la lira, dijo este soneto, que le
          solía cantar Montano en el tiempo que por
          ella penaba:


                         _Soneto._

              Sin que ninguna cosa te levante,
                Amor, que de perderme has sido parte,
                haré que tu crueldad en toda parte
                se suene de Poniente hasta Levante.
              Aunque más sople el Abrego ó Levante,
                mi nave de aquel golfo no se parte,
                do tu poder furioso le abre y parte,
                sin que en ella un suspiro se levante.
              Si vuelvo el rostro estando en el tormento,
                tu furia allí enflaquesce mi deseo,
                y tu fuerza mis fuerzas cansa y corta;
              Jamás al puerto iré, ni lo deseo,
                y ha tanto que esta pena me atormenta,
                que un mal tan largo hará mi vida corta.

          No tardó mucho Marcelio á respondelle con
          otro soneto hecho al mismo propósito y de
          la misma suerte, salvo que las quejas que
          daba no eran sólo del Amor, pero de la
          Fortuna y de sí mismo.


                         _Soneto._

              Voy tras la muerte sorda passo á passo,
                siguiéndola por campo, valle y sierra,
                y al bien ansi el camino se me cierra,
                que no hay por donde guíe un sólo passo.
              Pensando el mal que de contino passo,
                una navaja aguda, y cruda sierra
                de modo el corazón me parte y sierra,
                que de la vida dudo en este passo.
              La Diosa, cuyo ser contino rueda,
                y Amor que ora consuela, ora fatiga,
                son contra mí, y aun yo mismo me daño.
              Fortuna en no mudar su varia rueda,
                y Amor y yo, cresciendo mi fatiga,
                sin darme tiempo á lamentar mi daño.

          El deseo que tenía Diana de ir á la casa
          de Felicia no le sufría detenerse allí
          más, ni esperar otros cantares, sino que
          acabando Marcelio su canción se levantó.
          Lo mismo hicieron Ismenia, Clenarda y
          Marcelio, conosciendo ser aquella la
          voluntad de Diana, aunque sabían que
          la casa de Felicia estaba muy cerca, y
          había sobrado tiempo para llegar á ella
          antes de la noche. Despedidos de Tauriso
          y Berardo, salieron de la fuente bella
          por la misma parte por donde habían
          entrado, y caminando por el bosque su
          passo á passo, gozando de las gentilezas
          y deleites que en él había, á cabo de
          rato salieron dél, y comenzaron á andar
          por un ancho y espacioso llano, alegre
          para la vista. Pensaron entonces con
          qué darían regocijo á sus ánimos, en
          tanto que duraba aquel camino, y cada
          uno dijo sobre ello su parescer. Pero
          MARCELIO, como estaba siempre con la
          imagen de su Alcida en el pensamiento,
          de ninguna cosa más holgaba que de mirar
          los gestos y escuchar las palabras de
          Polydoro y Clenarda. Y ansí por gozar
          á su placer deste contento, dijo: No
          creo yo, pastoras, que todos vuestros
          regocijos igualen con el que podéis
          haber si Clenarda os cuenta alguna cosa
          de las que en los campos y riberas de
          Guadalaviar ha visto. Yo passé por allí
          andando en mi peregrinación, pero no pude
          á mi voluntad gozar de aquellos deleites,
          por no tenerle yo en mi corazón. Pero,
          pues para llegar á donde imos tenemos
          de tiempo largas dos horas, y el camino
          es de media, podremos ir á espacio,
          y ella nos dirá algo de lo mucho que
          de aquella ameníssima tierra se puede
          contar. Diana y Ismenia á esto mostraron
          alegres gestos, señalando tener contento
          de oirlo, y aunque Diana moría por llegar
          temprano al templo, por no mostrar en
          ello sobrada passión hubo de acomodarse á
          la voluntad de todos. CLENARDA entonces,
          rogada por Marcelio, prosiguiendo su
          camino, desta manera comenzó á hablar:

          Aunque decir yo con mal orden y rústicas
          palabras las extrañezas y beldades
          de la Valentina tierra será agraviar
          sus merescimientos y ofender vuestros
          oídos, quiero deciros algo della, por
          no perjudicar á vuestras voluntades. No
          contaré particularmente la fertilidad del
          abundoso suelo, la amenidad de la siempre
          florida campaña, la belleza de los más
          encumbrados montes, los sombríos de las
          verdes silvas, la suavidad de las claras
          fuentes, la melodía de las cantadoras
          aves, la frescura de los suaves vientos,
          la riqueza de los provechosos ganados,
          la hermosura de los poblados lugares,
          la blandura de las amigables gentes, la
          extrañeza de los sumptuosos templos, ni
          otras muchas cosas con que es aquella
          tierra celebrada, pues para ello es
          menester más largo tiempo y más esforzado
          aliento. Pero porque de la cosa más
          importante de aquella tierra seáis
          informados, os contaré lo que al famoso
          TURIA, río principal en aquellos campos
          le oí cantar. Venimos un día Polydoro
          y yo á su ribera para preguntar á los
          pastores della el camino del templo de
          Diana y casa de Felicia, porque ellos
          son los que en aquella tierra le saben,
          y llegando á una cabaña de vaqueros, los
          hallamos que deleitosamente cantaban.
          Preguntámosles lo que deseábamos saber,
          y ellos con mucho amor nos informaron
          largamente de todo, y después nos dijeron
          que, pues á tan buena sazón habíamos
          llegado, no dejássemos de gozar de un
          suavíssimo canto que el famoso TURIA
          había de hacer no muy lejos de allí
          antes de media hora. Contentos fuimos de
          ser presentes á tan deleitoso regocijo,
          y nos aguardamos para ir con ellos.
          Passado un rato en su compañía, partimos
          caminando riberas del río arriba, hasta
          que llegamos á una espaciosa campaña,
          donde vimos un grande ajuntamiento de
          Nymphas, pastores y pastoras, que todos
          aguardaban que el famoso TURIA comenzasse
          su canto. No mucho después vimos al viejo
          TURIA salir de una profundíssima cueva,
          en su mano una urna, ó vaso muy grande
          y bien labrado, su cabeza coronada con
          hojas de roble de laurel, los brazos
          vellosos, la barba limosa y encanescida.
          Y sentándose en el suelo, reclinado sobre
          la urna, y derramando della abundancia de
          claríssimas aguas, levantando la ronca y
          congojada voz, cantó desta manera:


                     _Canto de Turia._

              Regad el venturoso y fértil suelo,
                corrientes aguas, puras y abundosas,
                dad á las hierbas y árboles consuelo,
                y frescas sostened flores y rosas;
                y ansí con el favor del alto cielo
                tendré yo mis riberas tan hermosas,
                que grande envidia habrán de mi corona
                el Pado, el Mincio, el Rhódano y Garona.

              Mientras andáis el curso apressurando,
                torciendo acá y allá vuestro camino,
                el Valentino suelo hermoseando
                con el licor sabroso y cristalino,
                mi flaco aliento y débil esforzando,
                quiero con el espíritu adevino
                cantar la alegre y próspera ventura
                que el cielo á vuestros campos assegura.

              Oidme, claras Nimphas y pastores,
                que sois hasta la Arcadia celebrados:
                no cantaré las coloradas flores,
                la deleitosa fuente y verdes prados,
                bosques sombríos, dulces ruiseñores,
                valles amenos, montes encumbrados,
                mas los varones célebres y extraños
                que aquí serán después de largos años.

              De aquí los dos pastores estoy viendo
                CALIXTO y ALEXANDRE, cuya fama,
                la de los grandes Césares venciendo,
                desde el Atlante al Mauro se derrama:
                á cuya vida el cielo respondiendo,
                con una suerte altíssima los llama,
                para guardar del báratro profundo
                cuanto ganado pasce en todo el mundo.

              De cuya ilustre cepa veo nascido
                aquél varón de pecho adamantino,
                por valerosas armas conoscido,
                CESAR romano y Duque valentino,
                valiente corazón, nunca vencido,
                al cual le aguarda un hado tan malino,
                que aquél raro valor y ánimo fuerte
                tendrá fin con sangrienta y cruda muerte.

              La mesma ha de acabar en un momento
                al HUGO, resplandor de los MONCADAS,
                dejando ya con fuerte atrevimiento
                las mauritanas gentes subjectadas:
                ha de morir por CARLOS muy contento,
                después de haber vencido mil jornadas,
                y pelear con poderosa mano
                con el francés y bárbaro africano.

              Mas no miréis la gente embravescida
                con el furor del iracundo Marte:
                mirad la luz que aquí veréis nascida,
                luz de saber, prudencia, genio y arte;
                tanto en el mundo todo esclarescida,
                que ilustrará la más oscura parte:
                VIVES, qué vivirá, mientras al suelo
                lumbre ha de dar el gran señor de Delo.

              Cuyo saber altíssímo heredando
                el HONORATO JUAN, subirá tanto,
                que á un alto rey las letras enseñando,
                dará á las sacras Musas grande espanto;
                parésceme que ya le está adornando
                el obispal cayado y sacro manto:
                ojalá un mayoral tan excelente
                sus greyes en mis campos apasciente.

              Cuasi en el mesmo tiempo ha de mostrarse
                NÚÑEZ, que en la doctrina en tiernos años
                al grande Stagyrita ha de igualarse,
                y ha de ser luz de patrios y de extraños:
                no sentiréis Demósthenes loarse
                orando él. ¡Más, ay, ciegos engaños!
                ¡ay, patria ingrata, á causa tuya siento
                que orillas de Ebro ha de mudar su assiento!

              ¿Quién os dirá la excelsa melodía,
                con que las dulces voces levantando,
                resonarán por la ribera mía
                poëtas mil? Ya estoy de aquí mirando
                que Apolo sus favores les envía,
                porque con alto espíritu cantando,
                hagan que el nombre de este fértil suelo
                del uno al otro polo extienda el vuelo.

              Ya veo al gran varón que celebrado
                será con clara fama en toda parte,
                que en verso al rojo Apolo está igualado
                y en armas está al par del fiero Marte:
                AUSÍAS MARCH, que á tí, florido _Prado_,
                _Amor_, _Virtud_ y _Muerte_ ha de cantarte,
                llevando por honrosa y justa empresa
                dar fama á la honestíssima _Teresa_.

              Bien mostrará ser hijo del famoso
                y grande PEDRO MARCH, que en paz y en guerra,
                docto en el verso, en armas poderoso,
                dilatará la fama de su tierra;
                cuyo linaje ilustre y valeroso,
                donde valor claríssimo se encierra,
                dará un JÁIME y ARNAU, grandes poëtas,
                á quien son favorables los planetas.

              JORGE DEL REY con verso aventajado
                ha de dar honra á toda mi ribera,
                y siendo por mis Nimphas coronado
                resonará su nombre por do quiera;
                el revolver del cielo apressurado
                propicio le será de tal manera,
                que Italia de su verso terná espanto
                y ha de morir de envidia de su canto.

              Ya veo, FRANCI OLIVER, que el cielo hieres
                con voz que hasta las nubes te levanta,
                y á ti también, claríssimo FIGUERES,
                en cuyo verso habrá lindeza tanta;
                y á tí, MARTÍN GARCÍA, que no mueres,
                por más que tu hilo Lachesis quebranta;
                INNOCENT DE CUBELLS, también te veo
                que en versos satisfaces mi deseo.

              Aquí tendréis un gran varón, pastores,
                que con virtud de hierbas escondidas
                presto remediará vuestros dolores
                y enmendará con versos vuestras vidas:
                pues, Nimphas, esparcid hierbas y flores
                al grande JAIME ROIG agradescidas,
                coronad con laurel, serpillo y apio
                el gran siervo de Apolo y de Esculapio.

              Y al gran NARCIS VIÑOLES, que pregona
                su gran valor con levantada rima,
                tejed de verde lauro una corona,
                haciendo al mundo pública su estima;
                tejed otra á la altíssima persona,
                que el verso subirá á la excelsa cima,
                y ha de igualar al amador de Laura,
                CRESPI celebradíssimo VALLDAURA.

              Parésceme que veo un excelente
                CONDE, que el claro nombre de su OLIVA
                hará que entre la extraña y patria gente,
                mientras que mundo habrá, florezca y viva;
                su hermoso verso irá resplandesciente
                con la perfecta lumbre, que deriva
                del encendido ardor de sus _Centellas_,
                que en luz competirán con las estrellas.

              Nimphas, haced del resto, cuando el cielo
                con JUAN FERNÁNDEZ os hará dichosas,
                lugar no quede en todo aqueste suelo,
                do no sembréis los lirios y las rosas;
                y tú, ligera Fama, alarga el vuelo,
                emplea aquí tus fuerzas poderosas,
                y dale aquel renombre soberano
                que diste al celebrado Mantuano.

              Mirando estoy aquel poëta raro
                JAIME GAZULL, que en rima valentina
                muestra el valor del vivo ingenio y claro
                que á las más altas nubes se avecina;
                y el FENOLLAR que á Tityro acomparo,
                mi consagrado espíritu adevina,
                que resonando aquí su dulce verso
                se escuchará par todo el universo.

              Con abundosos cantos del PINEDA
                resonarán también estas riberas,
                con cuyos versos Pan vencido queda,
                y amansan su rigor las tigres fieras;
                hará que su famoso nombre pueda
                subir á las altíssimas espheras:
                por éste mayor honra haber espero,
                que la soberbia Smyrna por Homero.

              La suavidad, la gracia y el assiento
                mirad con que el gravíssimo VICENTE
                FERRANDIS mostrará el supremo aliento,
                siendo en sus claros tiempos excelente:
                pondrá freno á su furia el bravo viento,
                y detendrán mis aguas su corriente
                oyendo al son armónico y suave
                de su gracioso verso, excelso y grave.

              El cielo y la razón no han consentido,
                que hable con mi estilo humilde y llano
                del escuadrón intacto y elegido
                para tener oficio sobrehumano,
                FERNAN, SANS, VALDELLOS y el escogido
                CORDERO, y BLASCO ingenio soberano,
                GACET, lumbres más claras que la Aurora,
                de quien mi canto calla por agora.

              Cuando en el grande BORJA, de Montesa
                Maestre tan magnánimo imagino,
                que en versos y en cualquier excelsa empresa
                ha de mostrar valor alto y divino,
                parésceme que más importa y pesa
                mi buena suerte y próspero destino,
                que cuanta fama el Tíber ha tenido,
                por ser allí el gran Rómulo nascido.

              A ti del mismo padre y mismo nombre
                y misma sangre altíssima engendrado,
                claríssimo DON JUAN, cuyo renombre
                será en Parnasso y Pindo celebrado,
                pues ánimo no habrá que no se assombre
                de ver tu verso al cielo levantado;
                las Musas de su mano en Helicona
                te están aparejando la corona.

              Con sus héroes el gran pueblo Romano
                no estuvo tan soberbio y poderoso,
                cuanto ha de estar mi fértil suelo ufano,
                cuando el magno AGUILÓN me hará dichoso,
                que en guerra y paz consejo soberano,
                verso subtil, y esfuerzo valeroso,
                le han de encumbrar en el supremo estado
                donde Maron ni Fabio no han llegado.

              Al SERAPHIN CENTELLAS voy mirando,
                que el canto altivo y militar destreza
                á la región etérea sublimando,
                al verso añadirá la fortaleza,
                y en un extremo tal se irá mostrando
                su habilidad, su esfuerzo y su nobleza,
                que ya comienza en mí el dulce contento
                de su valor y gran merescimiento.

              A DON LUIS MILLÁN recelo y temo
                que no podré alabar como deseo,
                que en música estará en tan alto extremo,
                que el mundo le dirá segundo Orpheo;
                tendrá estado famoso, y tan supremo,
                en las heroicas rimas, que no creo
                que han de poder nombrársele delante
                Cino Pistoya y Guido Cavalcante.

              A tí, que alcanzarás tan larga parte
                del agua poderosa de Pegaso,
                á quien de poesía el estandarte
                darán las moradoras de Parnasso,
                noble FALCÓN, no quiero aquí alabarte,
                porque de ti la fama hará tal caso,
                que ha de tener particular cuidado
                que desde el Indo al Mauro estés nombrado.

              SEMPER loando el ínclito imperante
                Carlos, gran rey, tan grave canto mueve,
                que aunque la fama al cielo le levante,
                será poco á lo mucho que le debe;
                veréis que ha de passar tan adelante
                con el favor de las hermanas nueve,
                que hará con famosíssimo renombre
                que Hesiodo en sus tiempos no se nombre.

              Al que romanas leyes declarando,
                y delicados versos componiendo,
                irá al sabio Licurgo aventajando
                y al veronés poeta antecediendo,
                ya desde aquí le estoy pronosticando
                gran fama en todo el mundo, porque entiendo
                que cuando de OLIVER se hará memoria
                ha de callar antigua y nueva historia.

              Nymphas, vuestra ventura conosciendo,
                haced de interno gozo mil señales,
                que casi ya mi espíritu está viendo
                que aquí están dos varones principales:
                el uno militar, y el otro haciendo
                cobrar salud á míseros mortales,
                SIURANA y el ARDÉVOL, que levantan
                al cielo el verso altíssimo que cantan.

              ¿Queréis ver un juicio agudo y cierto
                un general saber, un grave tiento?
                ¿queréis mirar un ánimo despierto,
                un sossegado y claro entendimiento?
                ¿queréis ver un poético concierto,
                que en fieras mueve blando sentimiento?
                PHELIPPE CATALÁN mirad, que tiene
                posessión de la fuente de Hipocrene.

              Veréis aquí un ingenio levantado,
                que gran fama ha de dar al campo nuestro,
                de soberano espíritu dotado,
                y en toda habilidad experto y diestro,
                el PELLICER, doctísimo letrado,
                y en los poemas único maestro,
                en quien han de tener grado excessivo
                grave saber y entendimiento vivo.

              Mirad aquel, en quien pondrá su assiento
                la rara y general sabiduría;
                con este Orpheo muestra estar contento,
                y Apolo influjo altíssimo le envía;
                dale Minerva grave entendimiento,
                Marte nobleza, esfuerzo y gallardía:
                hablo del ROMANÍ, que ornado viene
                de todo lo mejor que el mundo tiene.

              Dos soles nascerán en mis riberas
                mostrando tanta luz como el del cielo;
                habrá en un año muchas primaveras,
                dando atavío hermoso el fértil suelo,
                no se verán mis sotos y praderas
                cubiertos de intractable y duro hielo,
                oyéndose en mi selva ó mi vereda
                los versos de VADILLO y de PINEDA.

              Los metros de ARTIEDA y de CLEMENTE
                tales serán en años juveniles,
                que los de quien presume de excelente,
                vendrán á parescer bajos y viles:
                ambos tendrán entre la sabia gente
                ingenios sossegados y subtiles,
                y prometernos han sus tiernas flores
                fructos entre los buenos los mejores.

              La fuente que á Parnasso hace famoso
                será á JUAN PÉREZ tanto favorable,
                que de la Tana al Gange caudaloso
                por siglos mil tendrá nombre admirable;
                ha de enfrenarse el viento pressuroso,
                y detenerse ha el agua deleznable,
                mostrando allí maravilloso espanto
                la vez que escucharán su grave canto.

              Aquel, á quien de drecho le es debido
                por su destreza un nombre señalado,
                de mis sagradas Nymphas conoscido,
                de todos mis pastores alabado,
                hará un metro sublime y escogido,
                entre los más perfectos estimado:
                este será ALMUDÉVAR, cuyo vuelo
                ha de llegar hasta el supremo cielo.

              En lengua patria hará clara la historia
                de Nápoles el célebre ESPINOSA,
                después de eternizada la memoria
                de los _Centellas_, casa generosa,
                con tan excelso estilo, que la gloria,
                que le dará la fama poderosa,
                hará que este poeta sin segundo
                se ha de nombrar allá en el nuevo mundo.

              Recibo un regalado sentimiento
                en la alma de alegría enternescida,
                tan sólo imaginando el gran contento
                que me ha de dar el sabio BONAVIDA:
                tan gran saber, tan grave entendimiento
                tendrá la gente atónita y vencida,
                y el verso tan sentido y elegante
                se oirá desde Poniente hasta Levante.

              Tendréis un DON ALFONSO, que el renombre
                de ilustres REBOLLEDOS dilatando,
                en todo el universo irá su nombre
                sobre Maron famoso levantando;
                mostrará no tener ingenio de hombre,
                antes con verso altíssimo cantando,
                parescerá del cielo haber robado
                la arte subtil y espíritu elevado.

              Por fin deste apacible y dulce canto,
                y extremo fin de general destreza,
                os doy aquel, con quien extraño espanto
                al mundo ha de causar naturaleza;
                nunca podrá alabarse un valor tanto,
                tan rara habilidad, gracia, nobleza,
                bondad, disposición, sabiduría,
                fe, discreción, modestia y valentía.

              Este es ALDANA, el único Monarca,
                que junto ordena versos y soldados,
                que en cuanto el ancho mar ciñe y abarca,
                con gran razón los hombres señalados
                en gran duda pondrán, si él es Petrarca
                ó si Petrarcha es él, maravillados
                de ver que donde reina el fiero Marte,
                tenga el facundo Apolo tanta parte.

              Tras éste no hay persona á quien yo pueda
                con mis versos dar honra esclarescida,
                que estando junto á Phebo, luego queda
                la más lumbrosa estrella escurecida,
                y allende desto el corto tiempo veda
                á todos dar la gloria merescida.
                Adiós, adiós, que todo lo restante
                os lo diré la otra vez que cante.

          Este fué el canto del río TURIA, al cual
          estuvieron muy atentos los pastores y
          Nymphas, ansí por su dulzura y suavidad,
          como por los señalados hombres que en él
          á la tierra de VALENCIA se prometían.
          Muchas otras cosas os podría contar, que
          en aquellos dichosos campos he visto;
          pero la pesadumbre que de mi prolijidad
          habéis recibido, no me da lugar á ello.
          Quedaron Marcelio y las pastoras con gran
          maravilla de lo que Clenarda les había
          contado, pero cuando llegó á la fin de su
          razón, vieron que estaban muy cerca del
          templo de Diana y comenzaron á descubrir
          sus altos chapiteles, que por encima de
          los árboles sobrepujaban. Mas antes que
          al gran palacio llegassen, vieron por
          aquel llano cogiendo flores una hermosa
          Nympha, cuyo nombre, y lo que de su vista
          sucedió, sabréis en el libro que se sigue.


               _Fin del libro tercero._




                     LIBRO CUARTO
                  DE DIANA ENAMORADA


          Grandes son las quejas que los hombres
          dan ordinariamente de la Fortuna; pero
          no serían tantas ni tan ásperas si se
          tuviesse cuenta con los bienes que muchas
          veces nos vienen de sus mudanzas. El que
          estando en ruin estado huelga que la
          fortuna se mude, no tiene mucha razón de
          increparla y afrentarla con el nombre de
          mudable cuando algún contrario sucesso
          le acontesce. Mas pues ella en el bien
          y en el mal tiene por tan natural la
          inconstancia, lo que toca al hombre
          prudente es no vivir confiado en la
          possessión de los bienes ni desesperado
          en el sufrimiento de los males: antes
          vivir con tanta prudencia que se passen
          los deleites como cosa que no ha de
          durar, y los tormentos como cosa que
          puede ser fenescida. De semejantes
          hombres tiene Dios particular cuidado,
          como del triste y congojado Marcelio,
          librándole de su necessidad por medio
          de la sapientíssima Felicia, la cual,
          como con su espíritu adevinasse que
          Marcelio, Diana y los otros venían á su
          casa, hizo de manera que aquella hermosa
          Nympha saliesse en aquel llano para que
          les diesse ciertas nuevas y sucediessen
          cosas que con su extraña sabiduría vió
          que mucho convenían. Pues como Marcelio
          y los demás llegassen donde la Nympha
          estaba, saludáronla con mucha cortesía,
          y ella les respondió con la misma.
          Preguntóles para dónde caminaban, y
          dijéronle que para el templo de Diana.
          Entonces ARETHEA, que este era el nombre
          de la Nympha, les dijo: Según en vuestra
          manera mostráis tener mucho valor, no
          podrá dejar Felicia, cuya Nympha soy, de
          holgar con vuestra compañía. Y pues ya
          el sol está cercano del occaso, volveré
          con vosotros allá, donde seréis recebidos
          con la fiesta possible. Ellos le
          agradescieron mucho las amorosas ofertas,
          y juntamente con ella caminaron hacia
          el templo. Grande esperanza recibieron
          de las palabras desta Nympha, y aunque
          Polydoro y Clenarda habían estado en
          la casa de Felicia, no la conoscían ni
          se acordaban habella visto. Esto era
          por la muchedumbre de Nymphas que tenía
          la sabia, las cuales obedesciendo su
          mandado entendían en diversos hechos
          en diferentes partes. Por esso le
          preguntaron su nombre, y ella dijo que
          se llamaba ARETHEA. Diana le preguntó
          qué había de nuevo en aquellas partes,
          y ella respondió: Lo que más nuevo hay
          por acá es que habrá dos horas que llegó
          á la casa de Felicia una dama en hábito
          de pastora, que vista por un hombre
          anciano que allí hay fué conoscida por
          su hija, y como había mucho tiempo que
          andaba perdida por el mundo, fué tanto
          el gozo que recibió, que ha redundado
          en cuantos están en aquella casa. El
          nombre del viejo, si bien me acuerdo,
          es EUGERIO, y el de la hija ALCIDA.
          MARCELIO oyendo esto quedó tal como un
          discreto puede presumir, y dijo: ¡Oh
          venturosos trabajos los que alcanzan
          fin con tan próspera ventura! ¡Ay, ay!
          y queriendo passar adelante se le añudó
          el corazón y se le travó la lengua,
          cayendo en el suelo desmayado. Diana,
          Ismenia y Clenarda, sentándose cabe él,
          le esforzaron y le dijeron palabras para
          dalle ánimo. Y ansí tornando luego en sí,
          se levantó. No se holgaron poco Polydoro
          y Clenarda con semejante nueva, viendo
          que sus desventuras con la venida de
          su hermana Alcida habían de acabarse;
          y Diana y Ismenia también recibieron
          grande alegría, assí por la que sus
          compañeros tenían, como por la que ellas
          esperaban de mano de la que sabía hacer
          tales maravillas. DIANA, por saber algo
          de Syreno, á la Nympha preguntó assí:
          Nympha hermosa, gran confianza me distes
          de contento con decirme el que hay en
          el palacio de Felicia por la venida de
          Alcida, pero más cumplido le recibiré si
          me contáis los pastores más señalados
          que en ella están. Respondió entonces
          ARETHEA: Muchos pastores hallaréis allí
          de singular merescimiento; pero los
          que agora se me acuerdan son Sylvano y
          Selvagia, Arsileo y Belisa, y un pastor,
          el más principal de todos, llamado
          Syreno, de cuyas habilidades hace Felicia
          mucho caso; mas tiene un ánimo tan
          enemigo de Amor, que á cuantos están
          allí tiene maravillados. De la mesma
          condición es Alcida, tanto que después
          que ella ha llegado, los dos no se han
          partido, tratando del olvido y platicando
          cosas de desamor. Y ansí tengo por muy
          cierto que Felicia los hizo venir á su
          casa para casallos, pues son entrambos
          de un mesmo parescer, y están sus ánimos
          en las condiciones tan avenidos, que
          aunque él es pastor y ella dama, puede
          Felicia añadirle á él más valor del que
          tiene, dándole muchíssima riqueza y
          sabiduría, que es la verdadera nobleza.
          Y prosiguiendo su razon ARETHEA, vuelta
          á Marcelio dijo: Por esso tú, pastor,
          pues ves tu bien en peligro de venir á
          manos ajenas, no te detengas un punto,
          que si llegas á tiempo podrás hurtarle la
          ventura á Syreno. Diana, después de haber
          oído estas palabras, sintió bravíssima
          pena, y la señalara con voces y lágrimas
          si la vergüenza y la honestidad no se
          lo impidieran. El mesmo dolor, y por la
          mesma causa, sintió Marcelio, y quedó
          dél tan atormentado que pensó morirse,
          haciendo grandíssimos extremos: de manera
          que un mesmo cuchillo travessó los
          corazones de Marcelio y Diana, y un mesmo
          recelo les fatigó las almas. Marcelio
          temía el casamiento de Alcida con Syreno
          y Diana el de Syreno con Alcida. La
          hermosa Nympha bien conocía á Marcelio y
          Diana y todos los demás; pero por orden
          sapientíssima, que Felicia les había
          dado, había dissimulado con ellos y había
          dicho una verdad, para darle á Marcelio
          una no pensada alegría, y una mentira
          para más avivar su deseo y el de Diana,
          y para que con esta amargura después
          les fuessen más dulces los placeres que
          allí habían de recebir. Llegados ya á
          una plaza ancha y hermosíssima, que está
          delante la puerta de aquel palacio,
          vieron salir por ella una venerable
          dueña con una saya de terciopelo negro,
          tocada con unos largos y blancos velos,
          acompañada de tres hermosíssimas Nymphas,
          representando una honestíssima Sibila.
          Esta era la sabia Felicia, y las Nymphas
          eran Dorida, Cynthia y Polydora. Llegando
          ARETHEA delante su señora, avisada
          primero su compañía cómo aquélla era
          Felicia, se le arrodilló á sus pies y
          le besó las manos, y lo mesmo hicieron
          todos. Mostró FELICIA tener gran contento
          de su venida, y con gesto muy alegre
          les dijo: Preciados caballeros, dama y
          pastoras señaladas, aunque es muy grande
          el placer que tengo de vuestra llegada,
          no será menor el que recibiréis de mi
          vista. Mas porque venís algo fatigados
          id á tomar descanso y olvidad vuestro
          tormento, pues lo primero no podrá
          faltaros en mi casa y lo segundo con mi
          poderoso saber será presto remediado.
          Mostraron todos allí muchas señales y
          palabras de agradescimiento, y al fin
          dellas se despidieron de Felicia. Hizo la
          sabia que Polydoro y Clenarda quedassen
          allí diciendo tener que hablar con ellos;
          y los demás, guiados por Arethea, se
          fueron á un aposento del rico palacio,
          donde fueron aquella noche festejados
          y proveídos de lo que convenía para su
          descanso. Era esta casa tan sumptuosa
          y magnífica, tenía tanta riqueza, era
          poblada de tantos jardines, que no hay
          cosa que de gran parte se le pueda
          comparar. Mas no quiero detenerme en
          contar particularmente su hermosura y
          riqueza, pues largamente fué contada
          en la primera parte. Sólo quiero decir
          que Marcelio, Diana y Ismenia fueron
          aposentados en dos piezas del palacio
          entapizadas con paños de oro y seda
          ricamente labrados, cosa no acostumbrada
          para las simples pastoras. Fueron allí
          proveídos de una abundante y delicada
          cena, servidos con vasos de oro y de
          cristal, y al tiempo de dormir se
          acostaron en tales camas, que aunque los
          cuerpos de sus penas y cansancios venían
          fatigados, la blandura y limpiezas dellas
          y la esperanza que Felicia les había dado
          les convidó á dulce y reposado sueño.
          Por otra parte, Felicia en compañía
          de sus tres Nymphas, y de Polydoro y
          Clenarda; y avisándoles que no dijessen
          nada de la venida de Marcelio, Diana é
          Ismenia, fué á un ameníssimo jardín,
          donde vieron que en un corredor Eugerio
          con su hija Alcida estaba passeando. Don
          Félix y Felismena, Syreno, Sylvano y
          Selvagia, Arsileo y Belisa y otro pastor
          estaban más apartados sentados en torno
          de una fuente. Estaba aún Alcida con los
          mismos vestidos de pastora con que aquel
          día había llegado, pero luego por sus
          hermanos fué conoscida. La alegría que
          todos tres hermanos recibieron de verse
          juntos, y la que el padre tuvo de ver
          á sí y á ellos con tanto contento, el
          gozo con que se abrazaron, las lágrimas
          que vertieron, las razones que passaron
          y las preguntas que se hicieron, no se
          pueden con palabras declarar. Grandes
          fiestas hizo Alcida á los hermanos, pero
          muchas más á Polydoro que á Clenarda,
          por la presumpción que tenía que con
          Marcelio se había ido, dejándola en la
          desierta isla, como habéis oído. Pero
          queriendo FELICIA aclarar estos errores
          y dar fin á tantas desdichas, habló
          ansí: Hermosa Alcida, por más que la
          fortuna con desventuras muy grandes se
          ha mostrado tu enemiga, no negarás que
          con el contento que agora tienes, de
          todas sus injurias no estés cumplidamente
          vengada. Y porque el engaño, que hasta
          agora tuviste, aborresciendo sin razón
          á tu Marcelio, si vives más en él, es
          bastante para alterar tu corazón y darle
          mucho desabrimiento, será menester que de
          tu error y sospecha quedes desengañada.
          Lo que de Marcelio presumes es al revés
          de lo que piensas: porque dejarte allí
          en la isla no fué culpa suya, sino de
          un traidor y de la fortuna. La cual,
          por satisfacer el daño que te hizo, te
          ha encaminado á mí, en cuya boca no
          hallarás cosa ajena de verdad. Todo
          lo que acerca desto passa, tu hermana
          Clenarda largamente lo dirá; oye su razón
          y da crédito á sus palabras, que por mí
          te juro que cuantas cosas sobre ello te
          contará serán certíssimas y verdaderas.
          Comenzó entonces Clenarda á contar el
          caso como había passado, desculpando á
          Marcelio y á sí, recitando largamente la
          grande traición y maldad de Bartofano
          y todo lo demás que está contado. Oído
          lo cual, Alcida quedó muy satisfecha, y
          junto con el engaño salió de su corazón
          el aborrescimiento. Y tanto por estar
          fuera del error passado como por la obra
          que las poderosas palabras de Felicia
          hacían en su alma, comenzó á despertarse
          en ella el adormido amor y avivarse el
          sepultado fuego, y como tal le dijo á
          Felicia: Sabia señora, bien conozco el
          yerro mío y la merced que me heciste en
          librarme dél, pero si yo desengañada amo
          á Marcelio, estando él ausente como está,
          no tendré el cumplimiento de alegría
          que de tu mano espero, antes recibiré
          tan extremada pena, que para el remedio
          della será menester que me hagas nuevos
          favores. Respondió á esto FELICIA:
          Buena señal es de amor tener miedo de la
          ausencia; pero ésta no tardará mucho,
          pues yo tomé á cargo tu salud. El sol
          ya sus rayos ha escondido, y es hora de
          recogerse; vete con tu padre y hermanos
          á reposar, que mañana hablaremos en lo
          demás. Dicho esto se salió del jardín, y
          lo mesmo hicieron Eugerio y sus hijas,
          yendo á los aposentos del palacio que
          Felicia les tenía señalados, que estaban
          apartados de los de Marcelio y sus
          compañeras. Quedaron un rato Don Félix y
          Felismena, los otros pastores y pastoras
          en torno de la fuente; pero luego se
          fueron á cenar dejando concertado de
          volver allí al día siguiente, una hora
          antes del día, para gozar de la frescura
          de la mañana. Pues como la esperanza del
          placer les hiciesse passar la noche con
          cuidado, todos madrugaron tanto que antes
          de la hora concertada acudieron con sus
          instrumentos á la fuente. Eugerio, con
          el hijo y hijas, avisado de la música,
          madrugó, y fué también allá. Comenzaron
          á tañer, cantar y mover grandes juegos
          y bullicios á la lumbre de la Luna, que
          con lleno y resplandeciente gesto los
          alumbraba como si fuera día. Marcelio,
          Diana y Ismenia dormían en dos aposentos,
          el uno al lado del otro, cuyas ventanas
          daban en el jardín. Y aunque por ellas
          no podían ver la fuente, á causa de
          unos espessos y altos álamos que lo
          estorbaban, pero podían oir lo que en
          torno della se hablaba. Pues como al
          bullicio, regocijo y cantares de los
          pastores Ismenia recordasse, despertó
          á Diana, y luego Diana dando golpes en
          la pared que los dos aposentos dividía,
          despertó á Marcelio, y todos se asomaron
          á las ventanas, donde estuvieron sin ser
          vistos ni conoscidos. Marcelio se paró á
          escuchar si por ventura sentiría la voz
          de Alcida. Diana estaba muy atenta por
          oir la de Syreno. Sola Ismenia no tenía
          confianza de oir á Montano, pues no sabía
          que allí estuviesse. Pero ella tuvo más
          ventura, porque á la sazón un pastor al
          son de su zampoña cantaba deste modo:


                            _Sextina._

              La hermosa, rubicunda y fresca Aurora
                ha de venir tras la importuna noche;
                sucede á la tiniebla el claro día,
                las Nymphas salirán al verde prado,
                y el aire sonará el suave canto,
                y dulce son de cantadoras aves.

              Yo soy menos dichoso que las aves
                que saludando están la alegre Aurora,
                mostrando allí regocijado canto;
                que al alba triste estoy como la noche,
                ó esté desierto ó muy florido el prado,
                ó esté ñubloso ó muy sereno el día.

              En hora desdichada y triste día
                tan muerto fuí, que no podrán las aves,
                que en la mañana alegran monte y prado,
                ni el rutilante gesto de la Aurora
                de mi alma desterrar la escura noche,
                ni de mi pecho el lamentable canto.

              Mi voz no mudará su triste canto,
                ni para mí jamás será de día;
                antes me perderé en perpetua noche,
                aunque más canten las parleras aves
                y más madrugue la purpúrea Aurora
                para alumbrar y hacer fecundo el prado.

              ¡Ay, enfadosa huerta! ¡Ay, triste prado!
                pues la que oir no puede este mi canto,
                y con rara beldad vence la Aurora,
                no alumbra con su gesto vuestro día;
                no me canséis ¡ay! importunas aves,
                porque sin ella vuestra Aurora es noche.

              En la quieta y sossegada noche,
                cuando en poblado, monte, valle y prado
                reposan los mortales y las aves,
                esfuerzo más el congojoso canto,
                haciendo lloro igual la noche y día,
                en la tarde, en la siesta y en la Aurora.

              Sola una Aurora ha de vencer mi noche,
                y si algún día ilustrará este prado,
                darme ha contento el canto de las aves.

          Luego Ismenia, que por la ventana estuvo
          escuchando, conosció que el que cantaba
          era su esposo Montano, y recibió tanto
          gozo de oirle, como dolor en sentir lo
          que cantaba. Porque presumió que la
          pena de que en su canción decía estar
          atormentado era por otra y no por ella.
          Pero luego quedó desengañada, porque
          oyó que en acabando de cantar MONTANO
          dió un suspiro, y dijo: ¡Ay, fatigado
          corazón, cuán mal te fué en dar crédito
          á tu sospecha y cuán justamente padesces
          los males que tu misma liviandad te ha
          procurado! ¡Ay, mi querida Ismenia,
          cuánto mejor fuera para mí que tu sobrado
          amor no te forzara á buscarme por el
          mundo, para que cuando yo, conoscido
          mi error, á la aldea volviera, en ella
          te hallara! ¡Ay, engañosa Sylveria,
          cuán mala obra heciste al que de su
          niñez te las hizo tan buenas! Mas yo te
          agradesciera el desengaño que después
          me diste declarándome la verdad, si no
          llegara tan tarde, que no aprovecha sino
          para mayor pena. ISMENIA, oído esto,
          se tuvo por bienaventurada, y recibió
          tanto gozo que no se puede imaginar. Las
          lágrimas le salieron por los ojos de
          placer, y como aquélla que vió cercana
          la fin de sus fatigas, dijo: Ciertamente
          ha llegado el tiempo de mi ventura,
          verdaderamente esta casa es hecha para
          remedio de penados. Marcelio y Diana
          se holgaron en extremo de la alegría
          de Ismenia, y tuvieron esperanza de la
          suya. Quería Ismenia en todo caso salir
          de su aposento y bajar al jardín, y al
          tiempo que Marcelio y Diana la detenían,
          paresciéndoles que debía esperar la
          voluntad de Felicia, oyeron nuevos cantos
          en la fuente, y conosció Diana que eran
          de Syreno; Ismenia y todos se sosegaron,
          por no estorbar á Diana el oir la voz de
          su amado, y sintieron que decía ansí:


                         SYRENO

              Goce el amador contento
                de verse favorescido;
                yo con libre pensamiento
                de ver ya puesto en olvido
                todo el passado tormento.

              Que tras mucho padescer,
                los favores de mujer
                tan tarde solemos vellos,
                que el mayor de todos ellos
                es no haberlos menester.

              A Diana regraciad,
                ojos, todo el bien que os vino;
                vida os dió su crueldad,
                su desdén abrió el camino
                para vuestra libertad.

              Que si penando por ella
                fuera tres veces más bella,
                y en todo extremo me amara,
                tan contento no quedara
                como estoy de no querella.

              Vea yo, Diana, en tí
                un dolor sin esperanza,
                hiérate el Amor ansí,
                que yo en ti tenga venganza
                de la que tomaste en mí.

              Porque sería tan fiero
                á tu dolor lastimero,
                que si allí á mis pies tendida
                me demandasses la vida,
                te diría que no quiero.

              Dios ordene que, pastora,
                tú me busques, yo me asconda
                tú digas: «Mírame agora»,
                y que yo entonces responda:
                «Zagala, vete en buena hora».

              Tú digas: «Yo estoy penando
                y tú me vas desechando,
                ¿qué novedad es aquesta?»
                y yo te dé por respuesta
                irme y dejarte llorando.

              Si lo dudas, yo te ofrezco
                que esto y aún peor haré
                que por ti ya no padezco,
                porque tanto no te amé
                cuanto agora te aborrezco.

              Y es bien que te eche en olvido
                quien por ti tan loco ha sido,
                que de haberte tanto amado,
                estuvo entonces penado
                y agora queda corrido.

              Porque los casos de amores
                tienen tan triste ventura,
                que es mejor á los pastores
                gozar libertad segura
                que aguardar vanos favores.

              ¡Oh Diana, si me oyesses
                para que claro entendiesses
                lo que siente el alma mía!
                que mejor te lo diría,
                cuando presente estuviesses.

              Pero mejor será estarte
                en lugar de mí apartado,
                porque perderé gran parte
                del placer de estar vengado
                con el pesar de mirarte.

              No te vea yo en mis días,
                porque á las entrañas mías
                les será dolor más fiero
                verte cuando no te quiero
                que cuando no me querías.

          Acontecióle á Diana como á los que
          acechan su mesmo mal, pues de oir los
          reproches y determinaciones de Syreno
          sintió tanto dolor, que no me hallo
          bastante para contarle, y tengo por mejor
          dejarle al juicio de los discretos.
          Basta saber que pensó perder la vida
          y fué menester que Ismenia y Marcelio
          la consolassen y esforzassen con las
          razones que á tan encarecida pena eran
          suficientes; y una dellas fué decirle
          que no era tan poca la sabiduría de
          Felicia, en cuya casa estaban, que á
          mayores males no hubiesen dado remedio,
          según en Ismenia desdeñada de Montano
          poco antes se había mostrado. Con lo cual
          Diana un tanto se consoló. Estando en
          estas pláticas, comenzando ya la dorada
          Aurora á descubrirse, entró por aquella
          cámara la Nympha ARETHEA, y con gesto muy
          apacible les dijo: Preciados caballeros
          y hermosas pastoras, tan buenos y
          venturosos días tengáis como á vuestro
          merescimiento son debidos. La sabia
          Felicia me envía acá para que sepa si os
          hallasteis esta noche con más contento
          del acostumbrado y para que vengáis
          comigo al ameno jardín, donde tiene que
          hablaros. Mas conviene que tú, Marcelio,
          dejes el hábito de pastor, y te vistas
          estas ropas que aquí te traigo, á tu
          estado pertenecientes. No esperó ISMENIA
          que Marcelio respondiesse de placer de la
          buena nueva, sino que dijo: Los buenos y
          alegres días, venturosa Nympha, que con
          tu vista nos diste, Dios por nosotros te
          lo pague, pues nosotros no bastamos á
          satisfacer por tanta deuda. El contento
          que de nosotros quieres saber, con sólo
          estar en esta casa sería muy grande,
          cuanto más que habernos sido esta mañana
          en ella tan dichosos, que yo he cobrado
          vida y Marcelio y Diana esperanza de
          tenella. Mas porque á la voluntad de tan
          sabia señora como Felicia en todo se
          obedezca, vamos al jardín donde dices, y
          ordene Felicia de nosotros á su contento.
          Tomó entonces Arethea de las manos de
          otra Nimpha que con ella venía las ropas
          que Marcelio había de ponerse, y de su
          mano le ayudó á vestirlas, y eran tan
          ricas y tan guarnecidas de oro y piedras
          preciosas, que tenían infinito valor.
          Salieron de aquella cuadra, y siguiendo
          todos á Arethea, por una puerta del
          palacio entraron al jardín. Estaba este
          vergel por la una parte cerrado con la
          corriente de un caudaloso rio; tenía á
          la otra parte los sumptuosos edificios
          de la casa de Felicia, y las otras dos
          partes unas paredes almenadas cubiertas
          de jazmín, madreselva y otras hierbas
          y flores agradables á la vista. Pero
          de la amenidad deste lugar se trató
          abundantemente en el cuarto libro de
          la primera parte. Pues como entrassen
          en él, vieron que Sylvano y Selvagia,
          apartados de los otros pastores, estaban
          en un pradecillo que junto á la puerta
          estaba. Allí Arethea se despidió de
          ellos, diciéndoles que aguardassen allí
          á Felicia, porque ella había de volver
          al palacio para dalle razón de lo que
          por su mandado había hecho. Sylvano y
          Selvagia, que allí estaban, conoscieron
          luego á Diana y se maravillaron de
          vella. Conosció también Selvagia á
          Ismenia, que era de su mismo lugar, y
          ansí se hicieron grandes fiestas y se
          dieron muchos abrazos, alegres de verse
          en tan venturoso lugar, después de tan
          largo tiempo. SELVAGIA entonces con
          faz regocijada les dijo: Bien venida
          sea la bella Diana, cuyo desamor dió
          ocasión para que Sylvano fuesse mío, y
          bien llegada la hermosa Ismenia, que
          con su engaño me causó tanta pena, que
          por remedio della vine aquí, donde la
          troqué con un feliz estado. ¿Qué buena
          ventura aquí os ha encaminado? La que
          recebimos, dijo DIANA, de tu vista, y
          la que esperamos de la mano de Felicia.
          ¡Oh, dichosa pastora, cuán alegre estoy
          del contento que ganaste! Hágate Dios
          de tan próspera fortuna, que goces de él
          por muchíssimos años. Marcelio en estas
          razones no se travesó porque á Sylvano y
          Selvagia no conoscía. Pero en tanto que
          los pastores estaban entendiendo en sus
          pláticas y cortesías, estuvo mirando un
          caballero y una dama que, travados de las
          manos, con mucho regocijo por un corredor
          del jardín iban passeando. Contentóse
          de la dama, y le dió el espíritu que
          otras veces la había visto. Pero por
          salir de duda, llegándose á Sylvano
          le dijo: Aunque sea descomedimiento
          estorbar vuestra alegre conversación,
          querría, pastor, que me dijesses, quién
          son el caballero y dama que por allí
          passean. Aquellos son, dijo SYLVANO,
          Don Felix y Felixmena, marido y mujer.
          A la hora MARCELIO, oído el nombre de
          Felixmena, se alteró y dijo: Dime, ¿cúya
          hija es Felixmena? ¿y dónde nasció? si
          acaso lo sabes, porque de Don Felix no
          tengo mucho cuidado. Muchas veces le oí
          contar, respondió SYLVANO, que su tierra
          era Soldina, ciudad de la provincia
          Vandalia, su padre Andronio y su madre
          Delia. Mas haced placer de decirme quién
          sois y por qué causa me haceis semejante
          pregunta. Mi nombre, respondió MARCELIO,
          y todo lo demás lo sabrás después. Pero
          por me hacer merced, que, pues tienes
          conoscencia con esse Felix y Felixmena,
          les digas que me den licencia para
          hablarles, porque quiero preguntarles
          una cosa de que pueda resultar mucho
          bien y alegría para todos. Pláceme, dijo
          SYLVANO, y luego se fué para Don Felix y
          Felixmena, y les dijo que aquél caballero
          que allí estaba quería, si no les era
          enojoso, tratar con ellos ciertas cosas.
          No se detuvieron un punto, sino que
          vinieron donde Marcelio estaba. Después
          de hechas las debidas cortesías, dijo
          MARCELIO, hablando contra Felixmena:
          Hermosa dama, á este pastor pregunté
          si sabía tu tierra y tus padres, y me
          dijo lo que acerca dello por tu relación
          sabe; y porque conozco un hombre que es
          natural de la misma ciudad, que, si no
          me engaño, es hijo de un caballero cuyo
          nombre se paresce al de tu padre, te
          suplico me digas si tienes algún hermano
          y cómo se nombra, porque quizás es éste
          que yo conozco. A esto FELIXMENA dió un
          suspiro y dijo: ¡Ay, preciado caballero,
          cómo me tocó en el alma tu pregunta!
          Has de saber que yo tuve un hermano,
          que él y yo nascimos de un mesmo parto.
          Siendo de edad de doce años, le envió
          mi padre Andronio á la corte del rey de
          lusitanos, donde estuvo muchos años.
          Esto es lo que yo sé dél, y lo que una
          vez conté á Sylvano y Selvagia, que son
          presentes en la fuente de los alisos,
          después que libré unas Nymphas y maté
          ciertos salvajes en el prado de los
          laureles. Después acá no he sabido otra
          cosa dél sino que el rey le envió por
          capitán en la costa de Africa, y como yo
          tanto tiempo ha que ando por el mundo,
          siguiendo mis desventuras, no sé si es
          muerto ni vivo. MARCELIO entonces no pudo
          detenerse más, sino que dijo: Muerto he
          sido hasta agora, hermana Felixmena, por
          haber carescido de tu vista, y vivo de
          hoy en adelante, pues he sido venturoso
          de verte. Y diciendo esto, estrecha
          y amorosamente la abrazó. Felixmena,
          reconosciendo el gesto de Marcelio,
          vió que era aquel mesmo que ella desde
          su niñez tenía pintado en la memoria,
          y cayó luego en la cuenta que era su
          proprio hermano. Fué grande el regocijo
          que passó entre los hermanos y cuñado, y
          grande el placer que sintieron Sylvano
          y las pastoras de verlos tan contentos.
          Allí se dijeron amorosas palabras, allí
          se derramaron tristes lágrimas, allí
          se hicieron muchas preguntas, allí se
          prometieron esperanzas, allí se hicieron
          determinaciones, y se hablaron y hicieron
          cosas de mucho descanso. Gastaron en
          esto larga una hora, y aun era poco,
          según lo mucho que después de tan larga
          ausencia tenían que tratar. Mas para
          mejor y con más sossiego entender en
          ello, se assentaron en aquel pradecillo,
          bajo de unos sauces, cuyos entretejidos
          ramos hacían estanza sombría y deleitosa,
          defendiéndolos del radiante sol, que
          ya con algún ardor assomaba por el
          hemispherio.

          En tanto que Marcelio, Don Felix,
          Felixmena, Sylvano y las pastoras
          entendían en lo que tengo dicho, al
          otro cabo del jardín, junto á la fuente
          estaban, como tengo dicho, Eugerio,
          Polydoro, Alcida y Clenarda. Alcida aquél
          día había dejado las ropas de pastora
          por mandato de Felicia, vistiéndose
          adrezándose ricamente con los vestidos y
          joyeles que para ello le mandó dar. Pues
          como allí estuviessen también Syreno,
          Montano, Arsileo y Belisa cantando y
          regocijándose, holgaban mucho Eugerio y
          sus hijos de escucharlos. Y lo que más
          les contentó fué una canción que Syreno
          y Arsileo cantaron el uno contra y el
          otro en favor de Cupido. Porque cantaron
          con más voluntad, con esperanza de una
          copa de cristal que Eugerio al que mejor
          paresciese había prometido. Y ansí Syreno
          al son de su zampoña, y Arsileo de un
          rabel, comenzaron deste modo:


                         SYRENO

              Ojos, que estáis ya libres del tormento,
                con que mi estrella pudo enbelesaros,
                ¡oh, alegre! ¡oh, sossegado pensamiento!
                ¡oh, esquivo corazón!, quiero avisaros,
                que pues le dió á Diana descontento
                veros, pensar en vos y bien amaros,
                vuestro consejo tengo por muy sano
                de no mirar, pensar ni amar en vano.


                        ARSILEO

              Ojos, que mayor lumbre habéis ganado
                mirando el sol que alumbra en vuestro día,
                pensamiento en mil bienes ocupado,
                corazón, aposento de alegría:
                sino quisiera verme, ni pensado
                hubiera en me querer, Belisa mía,
                tuviera por dichosa y alta suerte
                mirar, pensar y amar hasta la muerte.

          Ya quería Syreno replicar á la respuesta
          de Arsileo, cuando EUGERIO le atajó y
          dijo: Pastores, pues habéis de recebir
          el premio de mi mano, razón será que el
          cantar sea de la suerte que á mi más me
          contenta. Canta tú primero, Syreno, todos
          los versos que tu Musa te dictare, y
          luego tú, Arsileo, dirás otros tantos ó
          los que te paresciere. Plácenos, dijeron,
          y Syreno comenzó assí:


                         SYRENO

              Alégrenos la hermosa primavera,
                vístase el campo de olorosas flores,
                y reverdezca el valle, el bosque y el prado.
              Las reses enriquezcan los pastores,
                el lobo hambriento crudamente muera,
                y medre y multiplíquese el ganado.
              El río apressurado
                lleve abundancia siempre de agua clara;
                y tú, Fortuna avara,
                vuelve el rostro de crudo y variable
                muy firme y favorable;
                y tú, que los espíritus engañas,
                maligno Amor, no aquejes mis entrañas.

              Deja vivir la pastoril llaneza
                en la quietud de los desiertos prados,
                y en el placer de la silvestre vida.
              Descansen los pastores descuidados,
                y no pruebes tu furia y fortaleza
                en la alma simple, flaca y desvalida.
              Tu llama esté encendida
                en las soberbias cortes, y entre gentes
                bravosas y valientes;
                y para que gozando un dulce olvido,
                descanso muy cumplido
                me den los valles, montes y campañas,
                maligno Amor, no aquejes mis entrañas.

              ¿En que ley hallas tú que esté sujeto
                á tu cadena un libre entendimiento
                y á tu crueldad una alma descansada?
              ¿En quien más huye tu áspero tormento,
                haces, inicuo Amor, más crudo efecto?
                ¡oh, sinrazón jamás acostumbrada!
              ¡Oh, crüeldad sobrada!
                ¿No bastaría, Amor, ser poderoso,
                sin ser tan riguroso?
                ¿no basta ser señor, sino tirano?
                ¡Oh, niño ciego y vano!
                ¿por qué bravo te muestras y te ensañas,
                con quien te da su vida y sus entrañas.

              Recibe engaño y torpemente yerra
                quien Dios te nombra, siendo cruda llama,
                ardiente, embravescida y furiosa.
              Y tengo por más simple el que te llama
                hijo de aquella Venus, que en la tierra
                fue blanda, regalada y amorosa.
              Y á ser probada cosa
                que ella pariesse un hijo tan malino,
                yo digo y determino
                que en la ocasión y causa de los males
                entrambos sois iguales:
                ella, pues te parió con tales mañas,
                y tú, pues tanto aquejas las entrañas.

              Las mansas ovejuelas van huyendo
                los carniceros lobos, que pretenden
                sus carnes engordar con pasto ajeno.
              Las benignas palomas se defienden
                y se recogen todas en oyendo
                el bravo son del espantoso trueno.
              El bosque y prado ameno,
                si el cielo el agua clara no le envía,
                la pide á gran porfía,
                y á su contrario cada cual resiste;
                sólo el amante triste
                sufre su furia y ásperas hazañas,
                y deja que deshagas sus entrañas.

              Una passión que no puede encubrirse,
                ni puede con palabras declararse,
                y un alma entre temor y amor metida.
                Un siempre lamentar sin consolarse,
                un siempre arder, y nunca consumirse,
                y estar muriendo, y no acabar la vida.
              Una passión crescida,
                que passa el que bien ama estando ausente,
                y aquel dolor ardiente,
                que dan los tristes celos y temores,
                estos son los favores,
                Amor, con que las vidas acompañas,
                perdiendo y consumiendo las entrañas.

          Arsileo, acabada la canción de Syreno,
          comenzó á tañer su rabel, y después
          de haber tañido un rato, respondiendo
          particularmente á cada estanza de su
          competidor, cantó desta suerte:


                              ARSILEO

              Mil meses dure el tiempo que colora,
                matiza y pinta el seco y triste mundo,
                renazcan hierbas, hojas, frutas, flores.
              El suelo estéril hágase fecundo.
                Ecco, que en las espessas sylvas mora,
                responda á mil cantares de pastores.
              Revivan los amores,
                que el enojoso hibierno ha sepultado;
                y porque en tal estado
                mi alma tenga toda cumplimiento
                de gozo y de contento,
                pues las fatigas ásperas engañas,
                benigno Amor, no dejes mis entrañas.

              No presumáis, pastores, de gozaros
                con cantos, flores, ríos, primaveras,
                si no está el pecho blando y amoroso.
              ¿A quién cantáis canciones placenteras?
                ¿á qué sirve de flores coronaros?
                ¿cómo os agrada el río caudaloso
                ni el tiempo deleitoso?
              Yo á mi pastora canto mis amores,
                y le presento flores,
                y assentando par della en la ribera
                gozo la primavera,
                y pues son tus dulzuras tan extrañas,
                benigno Amor, no dejes mis entrañas.

              La sabia antigüedad Dios te ha nombrado,
                viendo que con supremo poderío
                siempre ejecutas hechos milagrosos.
              Por ti está un corazón ardiente y frío,
                por ti se muda el torpe en avisado,
                por ti los flacos tornan animosos.
              Los dioses poderosos
                en aves y alimañas convertidos,
                y reyes sometidos
                á la fueza de un gesto y de unos ojos,
                han sido los despojos
                de tus proezas é ínclitas hazañas,
                con que conquistas todas las entrañas.

              Vivía en otro tiempo en gran torpeza
                con simple y adormido entendimiento,
                en codiciosos tratos ocupado.
              Del dulce amor no tuve sentimiento
                ni en gracia, habilidad y gentileza,
                era de las pastoras alabado.
              Agora coronado
                estoy de mil victorias alcanzadas
                en luchas esforzadas,
                en tiros de la honda muy certeros,
                y en cantos placenteros,
                después que tú ennoblesces y acompañas,
                benigno Amor, mi vida y mis entrañas.

              ¿Qué mayor gozo puede recebirse,
                que estar la voluntad de amor cautiva
                y á él los corazones sometidos?
              Que aunque algunos ratos se reciba
                algún simple disgusto, ha de sufrirse
                á vueltas de mil bienes escogidos.
              Si viven afligidos
                los tristes sin ventura enamorados
                de estar atormentados,
                echen la culpa al Tiempo y la Fortuna,
                y no den queja alguna
                contra ti, Amor, que con benignas mañas
                tiernas y blandas haces las entrañas.

              Mirad un gesto hermoso, y lindos ojos,
                que imitan dos claríssimas estrellas:
                que al alma envían lumbre esclarescida.
              El contemplar la perfección de aquellas
                manos, que dan destierro á los enojos,
                de quien en ellas puso gloria y vida.
              Y la alegría crescida,
                que siente el que bien ama y es amado,
                y aquel gozo sobrado
                de tener mi pastora muy contenta,
                lo tengo en tanta cuenta,
                que aunque á veces te arrecias y te ensañas,
                Amor, huelgo que estés en mis entrañas.

          A todos generalmente fueron muy
          agradables las canciones de los pastores.
          Pero viniendo Eugerio á dar el prez al
          que mejor había cantado, no supo tan
          presto determinarse. Apartó á una parte
          á Montano para tomar su voto, y lo que
          á Montano le paresció fué, que tan bien
          había cantado el uno como el otro. Vuelto
          entonces EUGERIO á Syreno y Arsileo, les
          dijo: Habilíssimos pastores, mi parescer
          es que fuisteis iguales en la destreza
          y sin igual en todas estas partes, y
          aunque el antiguo Palemón resuscitasse,
          no hallaría mejoría entre vuestras
          habilidades. Tú, Syreno, eres digno
          de la copa de cristal, y tú también,
          Arsileo, la meresces. De manera que
          sería haceros agravio, señalar á nadie
          vencedor ni vencido. Pues resolviéndome
          con el parescer de Montano, digo que tú,
          Syreno, tomes la copa cristalina, y á tí,
          Arsileo, te doy esta otra de Calcedonia,
          que no vale menos. A entrambos os doy
          copas de un mesmo valor, entrambas de
          la vajilla de Felicia, y á mí por su
          liberalidad presentadas. Los pastores
          quedaron muy satisfechos del prudente
          juicio y de los ricos premios del liberal
          Eugerio, y por ello le hicieron muchas
          gracias. A esta sazón ALCIDA, acordándose
          del tiempo passado, dijo: Si el error,
          que tanto tiempo me ha engañado, hasta
          agora durara, no consintiera yo que
          Arsileo llevara premio igual con el de
          Syreno. Mas agora que estoy libre dél, y
          captiva del amor de Marcelio mi esposo,
          por la pena que me da su ausencia, estoy
          bien con lo que cantó Syreno, y por el
          deleite que espero alabo la canción de
          Arsileo. ¡Mas ay, descuidado Syreno!
          guarda no sean las quejas que tienes de
          Diana semejantes á las que tuve yo de
          Marcelio, porque no te pese, como á mí,
          del aborrescimiento. Sonrióse á esto
          Syreno, y dijo: ¿Qué más justas quejas se
          pueden tener de una pastora que después
          de haberme dejado tomar un desastrado
          por marido? Respondió entonces ALCIDA:
          Harto desastrado ha sido él, después que
          á mí me vido, y porque viene á propósito,
          quiero contarte lo que ayer, estorbada
          por Felicia, no pude decirte, cuando
          hablábamos en las cosas de Diana. Y esto
          á fin que deseches el olvido, sabiendo
          la desventura que mi desamor le causó
          al malaventurado Delio. Ya te dije cómo
          estuve hablando y cantando con Diana en
          la fuente de los alisos, y cómo llegó
          allí el celoso Delio, y luego tras él, en
          hábito de pastor, el congojado Marcelio,
          de cuya vista quedé tan alterada, que
          di á huir por una selva. Lo que después
          me acontesció fué, que cuando llegué á
          la otra parte del bosque, sentí de muy
          lejos una voz que decía muchas veces:
          _Alcida_, _Alcida_, _espera_, _espera_.
          Pensé yo que era Marcelio, que me seguía,
          y por no ser alcanzada, con más ligera
          corrida iba huyendo. Pero por lo que
          después sucedió, supe que era Delio,
          marido de Diana, que tras mi corriendo
          venía. Porque, como yo de haber corrido
          mucho, viniesse á cansarme, hube de ir
          tan á espacio, que llegó en vista de
          mí. Conoscíle y paréme, para ver lo
          que quería, no pensando la causa de su
          venida, y él, cuando me estuvo delante,
          fatigado del camino y turbado de su
          congoja, no pudo hablarme palabra. Al
          fin, con torpes y desbaratadas razones
          me dijo que estaba enamorado de mí, y
          que le quisiesse bien, y no sé qué otras
          cosas me dijo, que mostraron su poco
          caudal. Yo reíme dél, á decir la verdad,
          y con las razones que supe decirle,
          procuré de consolarle, y hacerle olvidar
          su locura, pero nada aprovechó, porque
          cuanto más le dije, más loco estaba. Por
          mi fe te juro, pastor, que no vi hombre
          tan perdido de amores en toda mi vida.
          Pues como yo prosiguiesse mi camino, y
          él siempre me siguiesse, llegamos juntos
          á una aldea que una legua de la suya
          estaba, y como allí viesse mi aspereza,
          y le desamparasse del todo la esperanza,
          de puro enojo adolesció. Fué hospedado
          allí por un pastor que le conoscía, el
          cual luego en la mañana dió aviso á su
          madre de su enfermedad. Vino la madre de
          Delio con gran congoja y mucha presteza,
          y halló su hijo que estaba abrasándose
          con una ardentíssima calentura. Hizo
          muchos llantos, y le importunó le dijesse
          la causa de su dolencia; pero nunca
          quiso dar otra respuesta, sino llorar y
          suspirar. La amorosa madre con muchas
          lágrimas le decia: ¡Oh, hijo mío! ¿qué
          desdicha es ésta? no me encubras tus
          secretos, mira que soy tu madre, y aun
          podrá ser que sepa de ellos algo. Tu
          esposa me contó anoche que en la fuente
          de los alisos la dejaste, yendo tras no
          sé qué pastora: dime si nasce de aquí tu
          mal, no tengas empacho de decirlo; mira
          que no puede bien curarse la enfermedad,
          si no se sabe la causa della. ¡O triste
          Diana! tú partiste hoy para el templo de
          Felicia por saber nuevas de tu marido y
          él estaba más cerca de tu lugar, y aun
          más enfermo de lo que pensabas. Cuando
          Delio oyó las palabras de su madre, no
          respondió palabra, sino que dió un gran
          suspiro, y de entonces se dobló su dolor;
          porque antes sólo el amor le aquejaba, y
          entonces fué de amor y celos atormentado.
          Porque como él supiesse que tú, Syreno,
          estabas aquí en casa de Felicia, oyendo
          que Diana era venida acá, temiendo que
          no reviviessen los amores passados, vino
          en tanta phrenesía, y se le arreció el
          mal de tal manera, que combatido de dos
          bravíssimos tormentos, con un desmayo
          acabó la vida, con mucho dolor de su
          triste madre, parientes y amigos. Yo
          cierto me dolí dél, por haber sido causa
          de su muerte, pero no pude hacer más, por
          lo que á mi contento y honra convenía.
          Sola una cosa mucho me pesa, y es que,
          ya que no le hice buenas obras, no le di
          á lo menos buenas palabras, porque por
          ventura no viniera en tal extremo. En
          fin yo me vine acá, dejando muerto al
          triste, y á sus parientes llorando, sin
          saber la causa de su dolencia. Esto te
          dije á propósito del daño que hace un
          bravo olvido, y también para que sepas
          la viudez de tu Diana, y pienses si te
          conviene mudar intento, pues ella mudó
          el estado. Pero espantóme que, según la
          madre de Delio dixo, Diana partió ayer
          para acá, y no veo que haya llegado.
          Atento estuvo Syreno á las palabras de
          Alcida, y como supo la muerte de Delio,
          se le alteró el corazón. Allí hizo gran
          obra el poder de la sabia Felicia, que
          aunque allí no estaba, con poderosas
          hierbas y palabras, y por muchos otros
          medios procuró que Syreno comenzasse á
          tener afición á Diana. Y no fué gran
          maravilla, porque los influjos de las
          celestes estrellas tanto á ello le
          inclinaban, que paresció no ser nascido
          Syreno sino para Diana ni Diana sino para
          Syreno.

          Estaba la sapientíssima Felicia en su
          riquíssimo palacio, rodeada de sus castas
          Nymphas obrando con poderosos versos lo
          que á la salud y remedio de todos estos
          amantes convenía. Y como vió desde allí
          con su sabiduría que ya los engañados
          Montano y Alcida habían conoscido su
          error, y el esquivo Syreno se había
          ablandado, conosció ser ya tiempo de
          rematar los largos errores y trabajos de
          sus huéspedes con alegres y no pensados
          regocijos. Saliendo de la sumptuosa casa
          en compañía de Dorida, Cyntia, Polydora y
          otras muchas Nymphas, vino al ameníssimo
          jardín, donde los caballeros, damas,
          pastores y pastoras estaban. Los primeros
          que allí vió fueron Marcelio, Don Felix,
          Felixmena, Sylvano, Selvagia, Diana é
          Ismenia, que á la una parte del vergel
          en el pradecillo, como dije, junto á la
          puerta principal estaban assentados. En
          ver llegar á la venerable dueña todos se
          levantaron y le besaron las manos, donde
          tenían puesta su esperanza. Hízoles ella
          benigno recogimiento, y señalóles que
          la siguiessen, y ellos lo hicieron de
          voluntad. Felicia, seguida de la amorosa
          compañía, travesado todo el jardín, que
          grandíssimo era, vino á la otra parte
          dél, á la fuente donde Eugerio, Polydoro,
          Alcida, Clenarda, Syreno, Arsileo,
          Belisa y Montano estaban. Alzáronse
          todos en pie por honra de la sabia
          matrona; y cuando Alcida vió á Marcelio,
          Syreno á Diana y Montano á Ismenia, se
          quedaron atónitos, y les paresció sueño
          ó encantamiento, no dando crédito á sus
          mesmos ojos. La sabia, mandando á todos
          que se assentassen, mostrando querer
          hablar cosas importantes, sentada en
          medio de todos ellos en un escaño de
          marfil habló desta manera: Señalado y
          hermoso ajuntamiento, llegada es la hora
          que determino daros á todos de mi mano
          el deseado contentamiento, pues á esse
          fin por diferentes medios y caminos
          os hice venir á mi casa. Todos estáis
          aquí juntos, donde mejor podré tratar
          lo que á vuestra vida satisface. Por
          esso, yo os ruego que os contentéis
          de mi voluntad y obedezcáis á mis
          palabras. Tú, Alcida, quedaste de tu
          sospecha desengañada por relación de
          tu hermana Clenarda. Conoscido tenía
          que, después que desechaste aquel cruel
          aborrescimiento, sentías mucho estar
          ausente de Marcelio. Ofrescite que esta
          ausencia no sería larga, y ha sido tan
          corta, que al tiempo que della te me
          quejabas, estaba ya Marcelio en mi casa.
          Agora le tienes delante tan firme en su
          primera voluntad, que si á ti placerá, y
          á tu padre y hermanos les estará bien, se
          tendrá por dichoso de efectuar contigo el
          prometido casamiento; el cual, allende
          que por ser de tan principales personas
          ha de dar grande regocijo, le dará más
          cumplido á causa de la hermana Felixmena,
          que Marcelio después de tantos años
          halló en mi casa. Tú, Montano, de la
          mesma Sylveria, que te engañó, quedaste
          avisado de tu error. Llorabas por haber
          perdido tu mujer Ismenia; agora viene á
          vivir en tu compañía, y á dar consuelo
          á tu congoja, después que por toda
          España con grandes peligros y trabajos
          te ha buscado. Falta agora que te dé
          remedio, hermosa Diana. Mas para ello
          quiero primero avisarte de lo que Syreno
          y algunos destos pastores por relación
          de Alcida saben, aunque sea cuento que
          ha de lastimar tu corazón. Tu marido
          Delio, hermosa pastora, como plugo á
          las inexorables Parcas, acabó sus días.
          Bien conozco que tienes alguna razón
          de lamentar por él, pero en fin todos
          los hombres están obligados á pagar ese
          tributo, y lo que es tan común no debe á
          nadie notablemente fatigar. No llores,
          hermosa Diana, que me rompes las entrañas
          en verte derramar essas dolorosas
          lágrimas: enjuga agora tus ojos, y
          consuela agora tu dolor. No vistas ropas
          de luto ni hagas sobrado sentimiento,
          porque en esta casa no se sufre largo
          ni demasiado llanto, y también porque
          mejor ventura de la que tenías te tiene
          el cielo guardada. Y pues á lo hecho no
          se puede dar remedio, á tu prudencia
          toca agora olvidar lo passado y á mi
          poder conviene dar orden en lo presente.
          Aquí está tu amador antiguo Syreno, cuyo
          corazón por arte mía, y por la razón
          que á ello le obliga, está tan blando y
          mudado de la passada rebeldía como es
          menester para que sea contento de casarse
          contigo. Lo que te ruego es que obedezcas
          á mi voluntad, en cosa que tanto te
          conviene: porque, aunque parezca hacer
          agravio al marido muerto casarse tan
          prestamente, por ser cosa de mi decreto
          y autoridad, no será tenida por mala. Y
          tú, Syreno, pues comenzaste á dar lugar
          en tu corazón al loable y honesto amor,
          acaba ya de entregarle tus entrañas, y
          efectúese este alegre y bien afortunado
          casamiento, al cumplimiento del cual son
          todas las estrellas favorables. Todos
          los restantes que en este deleitoso
          jardín tenéis aparejo de contentamiento,
          alegrad vuestros ánimos, moved
          regocijados juegos, tañed los concertados
          instrumentos, entonad apacibles cantares
          y entended en agradables conversaciones,
          por honra y memoria destos alegres
          desengaños y venturosos casamientos.
          Acabada la razón de la sabia Felicia,
          todos fueron muy contentos de hacer su
          mandado, paresciéndoles bien su voluntad
          y maravillándose de su sabiduría.
          Montano tomó por la mano á su mujer
          Ismenia, juzgándose entrambos dichosos
          y bienaventurados; y entre Marcelio
          y Alcida y Syreno y Diana fué al
          instante solemnizado el honesto y casto
          matrimonio, con la firmeza y ceremonia
          debida.

          Los demás, alegres de los felices
          acontescimientos, movieron grandes
          cantos. Entre los cuales ARSILEO, por la
          voluntad que á Syreno tenía, y por la
          amistad que había entre los dos, al son
          de su rabel cantó en memoria del nuevo
          casamiento de Syreno lo siguiente:


                       _Versos franceses._

              De flores matizadas se vista el verde prado,
                retumbe el hueco bosque de voces deleitosas,
                olor tengan más fino las coloradas rosas,
                floridos ramos mueva el viento sossegado.
              El río apressurado
                sus aguas acresciente,
                y pues tan libre queda la fatigada gente
                del congojoso llanto,
                moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.

              Destierre los ñublados el prefulgente día,
                despida el alma triste los ásperos dolores,
                esfuercen más sus voces los dulces ruiseñores,
              Y pues por nueva vía
                con firme casamiento,
                de un desamor muy crudo se saca un gran contento,
                vosotras entre tanto
                moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.

              ¿Quién puede hacer mudarnos la voluntad constante,
                y hacer que la alma trueque su firme presupuesto?
                ¿quién puede hacer que amemos aborrescido gesto
                y el corazón esquivo hacer dichoso amante?
              ¿Quién puede á su talante
                mandar nuestras entrañas,
                sino la gran Felicia, que obrado ha más hazañas,
                que la Thebana Manto?
                moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.

              Casados venturosos, el poderoso cielo
                derrame en vuestros campos influjo favorable,
                y con dobladas crías en número admirable
                vuestros ganados crezcan cubriendo su ancho suelo.
              No os dañe el crudo hielo
                los tiernos chivaticos,
                y tal cantidad de oro os haga entrambos ricos,
                que no sepáis el cuánto;
                moved, hermosas Nymphas, regozijado canto.

              Tengáis de dulce gozo bastante cumplimiento
                con la progenie hermosa que os salga parecida,
                más que el antiguo Néstor tengáis larga la vida,
                y en ella nunca os pueda faltar contentamiento;
              Moviendo tal concento
                por campos encinales,
                que ablande duras peñas y á fieros animales
                cause crescido espanto:
                moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.

              Remeden vuestras voces las aves amorosas,
                los ventecicos suaves os hagan dulce fiesta,
                alégrese con veros el campo y la floresta,
                y os vengan á las manos las flores olorosas.
              Los lirios y las rosas,
                jazmín y flor de Gnido,
                la madreselva hermosa y el arrayán florido,
                narcisso y amaranto;
                moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.

              Concorde paz os tenga contentos muchos años,
                sin ser de la rabiosa sospecha atormentados,
                y en el estado alegre viváis tan reposados,
                que no os cause recelo Fortuna y sus engaños.
              En montes más extraños
                tengáis nombre famoso;
                mas porque el ronco pecho tan flaco y temeroso
                repose agora un cuanto,
                dad fin, hermosas Nymphas, al deleitoso canto.

          Al tiempo que Arsileo acabó su canción
          se movió tan general regocijo, que los
          más angustiados corazones alegrara.
          Comenzaron las deleitosas canciones
          á resonar por toda la huerta, los
          concertados instrumentos levantaron
          suave armonía, y aun parescía que los
          floridos árboles, el caudaloso río, la
          amena fuente y las cantadoras aves, de
          aquella fiesta se alegraban. Después que
          buen rato se hubieron empleado en esto,
          paresciéndole á Felicia ser hora de
          comer, mandó que allí á la fuente, donde
          estaban, se trajesse la comida. Luego
          las ninfas obedesciéndole proveyeron
          lo necesario, y puestas las mesas y
          aparadores á la sombra de aquellos
          árboles, sentados todos conforme al
          orden de Felicia, comieron, servidos de
          sabrosas y delicadas viandas en vasos
          de muchíssimo valor. Acabada la comida,
          tornando al comenzado placer, hicieron
          las fiestas y juegos que en el siguiente
          libro se dirán.


                 _Fin del libro cuarto._




                     LIBRO QUINTO
                  DE DIANA ENAMORADA


          Tan contentos estaban estos amantes en el
          dichoso estado, viéndose cada cual con
          la deseada compañía, que los trabajos
          del tiempo passado tenían olvidados. Mas
          los que desde aparte miramos las penas
          que les costó su contentamiento, los
          peligros en que se vieron y los desatinos
          que hicieron y dijeron antes de llegar á
          él, es razón que vamos advertidos de no
          meternos en semejantes penas, aunque más
          cierto fuesse tras ellas el descanso,
          cuanto más siendo tan incierto y dudoso,
          que por uno que tuvo tal ventura se
          hallan mil cuyos cargos y fatigosos
          trabajos con desesperada muerte fueron
          galardonados. Pero dejado esto aparte,
          vengamos á tratar de las fiestas que por
          los cosamientos y desengaños en el jardín
          de Felicia se hicieron, aunque no será
          possible contarlas todas en particular.
          Felicia, á cuyo mandamiento estaban todos
          obedientes, y en cuya voluntad estaba el
          orden y concierto de la fiesta, quiso
          que el primer regocijo fuesse bailar
          los pastores y pastoras al son de las
          canciones por ellos mesmos cantadas. Y
          ansí, sentada con Eugenio, Polydoro,
          Clenarda, Marcelio, Alcida, D. Felix y
          Felixmena, declaró á los pastores su
          voluntad. Levantáronse á la hora todos,
          y tomando Syreno a Diana por la mano,
          Sylvano á Selvagia, Montano á Ismenia y
          Arsileo á Belisa, concertaron un baile
          más gracioso que cuantos las hermosas
          Dryadas ó Napeas, sueltas al viento
          las rubias madejas del oro finísimo de
          Arabia, en las ameníssimas florestas
          suelen hacer. No se detuvieron mucho en
          cortesías sobre quién cantaría primero,
          porque como Syreno, que era principal en
          aquella fiesta, estuviesse algo corrido
          del descuido que hasta entonces tuvo de
          Diana, y el empacho dello le hubiesse
          impedido el desculparse, quiso cantando
          decirle á Diana lo que la vergüenza le
          había consentido razonar. Por esso sin
          más aguardar, respondiéndole los otros,
          según la costumbre, cantó ansí:


                         _Canción._

              Morir debiera sin verte,
                hermosíssima pastora,
                pues que osé tan sola un hora
                estar vivo y no quererte.

              De un dichoso amor gozara,
                dejado el tormento aparte,
                si en acordarme de amarte
                de mi olvido me olvidara.
              Que de morirme y perderte
                tengo recelo, pastora,
                pues que osé tan sola un hora
                estar vivo y no quererte.

          En diferente parescer estaba Diana.
          Porque como aquel antiguo olvido que
          tuvo de Syreno con un ardentíssimo amor
          le había cumplidamente satisfecho, y de
          sus passadas fatigas se vió sobradamente
          pagada, no tenía ya por qué de sus
          descuidos se lamentasse; antes hallando
          su corazón abastado del possible
          contentamiento y libre de toda pena,
          mostrando su alegría é increpando el
          cuidado de Syreno, le respondió con esta
          canción:


                         _Canción._

              La alma de alegría salte;
                que en tener mi bien presente
                no hay descanso que me falte,
                ni dolor que me atormente.

              No pienso en viejos cuidados;
                que agravia nuestros amores
                tener presentes dolores
                por los olvidos passados.
              Alma, de tu dicha valte;
                que con bien tan excelente
                no hay descanso que te falte,
                ni dolor que te atormente.

          En tanto que Diana dijo su canción,
          llegó á la fuente una pastora de
          extremadíssima hermosura, que en aquella
          hora á la casa de Felicia había venido,
          é informada que la sabia estaba en el
          jardín, por verla y hablarla, allí había
          venido. Llegada donde Felicia estaba,
          arrodillada delante della, le pidió la
          mano para se la besar, y después le
          dijo: Perdonar se me debe, sabia señora,
          el atrevimiento de entrar aquí sin tu
          licencia, considerando el deseo que tenía
          de verte y la necesidad que tengo de
          tu sabiduría. Traigo una fatiga en el
          corazón, cuyo remedio está en tu mano;
          mas el darte cuenta della lo guardo para
          mejor ocasión, porque en semejante tiempo
          y lugar es descomedimiento tratar cosas
          de tristeza. Estaba aún MELISEA, que este
          era el nombre de la pastora, delante
          Felicia arrodillada, cuando vido por un
          corredor de la huerta venir un pastor
          hacia la fuente, y en verle dijo: Esta
          es otra pesadumbre, señora, tan molesta
          y enojosa, que para librarme della no
          menos he menester vuestros favores. En
          esto el pastor, que NARCISSO se decía,
          llegó en presencia de Felicia y de
          aquellos caballeros y damas, y hecho
          el debido acatamiento, comenzó á dar
          quejas á Felicia de la pastora Melisea,
          que presente tenía, diciendo cómo por
          ella estaba atormentado, sin haber
          de su boca tan solamente una benigna
          respuesta. Tanto que de muy lejos hasta
          allí había venido en su seguimiento, sin
          poder ablandar su rebelde y desdeñoso
          corazón. Hizo FELICIA levantar á Melisea,
          y atajando semejantes contenciones: No
          es tiempo, dijo, de escuchar largas
          historias; por agora, tú, Melisea, da
          á Narcisso la mano, y entrad entrambos
          en aquella danza, que en lo demás á
          su tiempo se pondrá remedio. No quiso
          la pastora contradecir al mandamiento
          de la sabia, sino que en compañía de
          Narcisso se puso á bailar juntamente con
          las otras pastoras. A este tiempo la
          venturosa ISMENIA, que para cantar estaba
          apercebida, dando con el gesto señal del
          interno contentamiento que tenía después
          de tan largos cuidados, cantó desta
          suerte:


                         _Canción._

              Tan alegres sentimientos
                recibo, que no me espanto,
                si cuesta dos mil tormentos
                un placer que vale tanto.

              Yo aguardé, y el bien tardó,
                mas cuando el alma le alcanza,
                con su deleite pagó
                mi aguardar y su tardanza.
              Vengan las penas á cuentos,
                no hago caso del llanto,
                si me dan por mil tormentos
                un placer que vale tanto.

          Ismenia, al tiempo que cantaba, y aun
          antes y después, cuasi nunca partió los
          ojos de su querido Montano. Pero él como
          estaba algo afrentado del engaño en que
          tanto tiempo, con tal agravio de su
          esposa había vivido, no osaba mirarla
          sino á hurto al dar de la vuelta en la
          danza, estando ella de manera que no
          podía mirarle, y esto porque algunas
          veces, que había probado mirarla en el
          gesto, confundido con la vergüenza que
          le tenía y vencido de la luz de aquellos
          radiantes ojos, que con afición de
          contino le miraban, le era forzoso bajar
          los suyos al suelo. Y como en ello vió
          que tanto perdía, dejando de ver á la
          que tenía por su descanso, tomando esto
          por ocasión, encaminando su cantar á la
          querida Ismenia, desta manera dijo:


                         _Canción._

              Vuelve agora en otra parte,
                zagala, tus ojos bellos;
                que si me miras con ellos
                es excusado mirarte.

              Con tus dos soles me tiras
                rayos claros de tal suerte,
                que, aunque vivo en solo verte,
                me matas cuando me miras.
              Ojos, que son de tal arte,
                guardados has de tenellos:
                que si me miras con ellos,
                es excusado mirarte.

              Como nieve al sol caliente,
                como á flechas el terrero,
                como niebla al viento fiero,
                como cera al fuego ardiente:
              Ansi se consume y parte
                la alma en ver tus ojos bellos:
                pues si me miras con ellos,
                es excusado mirarte.

              ¡Ved qué sabe hacer amor,
                y la Fortuna qué ordena!
                que un galardón de mi pena
                acresciente mi dolor.
              A darme vida son parte
                essos ojos sólo en vellos:
                mas si me miras con ellos,
                es excusado mirarte.

          MELISEA, que harto contra su voluntad
          con el desamado Narciso hasta entonces
          había bailado, quiso de tal pesadumbre
          vengarse con una desamorada canción, y á
          propósito de las penas y muertes en que
          el pastor decía cada día estar á causa
          suya, burlándose de todo ello, cantó ansí:


                         _Canción._

              Zagal, vuelve sobre ti;
                que por excusar dolor
                no quiero matar de amor,
                ni que Amor me mate á mí.

              Pues yo viviré sin verte,
                tú por amarme no mueras,
                que ni quiero que me quieras
                ni determino quererte.

              Que pues tú dices que ansi
                se muere el triste amador,
                ni quiero matar de amor
                ni que Amor me mate á mi.

          No mediana pena recibió Narcisso con
          el crudo cantar de su querida, pero
          esforzándose con la esperanza que Felicia
          le había dado de su bien, y animándose
          con la constancia y fortaleza del
          enamorado corazón, le respondió añadiendo
          dos coplas á una canción antigua que
          decía:

              _Si os pesa de ser querida,
                yo no puedo no os querer,
                pesar habréis de tener,
                mientras yo tuviere vida._

              Sufrid que pueda quejarme,
                pues que sufro un tal tormento,
                ó cumplid vuestro contento
                con acabar de matarme.
              Que según sois descreída,
                y os ofende mi querer,
                _pesar habréis de tener,
                mientras yo tuviere vida_.

              Si pudiendo conosceros,
                pudiera dejar de amaros,
                quisiera, por no enojaros,
                poder dejar de quereros.
              Mas pues vos seréis querida,
                mientras yo podré querer,
                _pesar habréis de tener,
                mientras yo tuviere vida_.

          Tan puesta estaba MELISEA en su crueldad,
          que apenas había Narcisso dicho las
          postreras palabras de su canción, cuando
          antes que otro cantasse, desta manera
          replicó:


                         _Canción._

              Mal consejo me parescs,
                enamorado zagal,
                que á ti mismo quieres mal,
                por amar quien te aborresce.

              Para ti debes guardar
                esse corazón tan triste,
                pues aquella á quien le diste,
                jamás le quiso tomar.
              A quien no te favoresce,
                no la sigas, piensa en ál,
                y á ti no te quieras mal,
                por querer quien te aborresce.

          No consintió NARCISSO que la canción de
          Melisea quedasse sin respuesta, y ansí
          con gentil gracia cantó, haciendo nuevas
          coplas á un viejo cantar que dice:

              _Después que mal me quesistes
                nunca más me quise bien,
                por no querer bien á quien
                vos, señora, aborrescistes._

              Si cuando os miré no os viera,
                ó cuando os vi no os amara,
                ni yo muriendo viviera,
                ni viviendo os enojara.
              Mas bien es que angustias tristes
                penosa vida me den,
                que cualquier mal le está bien
                al que vos mal le quesistes.

              Sepultado en vuestro olvido
                tengo la muerte presente,
                de mí mesmo aborrescido
                y de vos y de la gente.
              Siempre contento me vistes
                con vuestro airado desdén,
                aunque nunca tuve bien
                _después que mal me quesistes_.

          Tanto contento dió á todos la porfía de
          Narcisso y Melisea, que aumentara mucho
          en el regocijo de la boda si no quedara
          templado con el pesar que tuvieron de
          la crueldad que ella mostraba y con la
          lástima que les causó la pena que él
          padescía. Después que Narcisso dió fin
          á su cantar, todos volvieron los ojos á
          Melisea, esperando si replicaría. Pero
          calló, no porque le faltassen canciones
          crueles y ásperas con que lastimar el
          miserable enamorado, ni porque dejasse de
          tener voluntad para decirlas; más, según
          creo, por no ser enojosa á toda aquella
          compañía. Selvagia y Belisa fueron
          rogadas que cantassen, pero excusáronse,
          diciendo que no estaban para ello. Bueno
          sería, dijo DIANA, que saliéssedes de la
          fiesta sin pagar el escote. Esso, dijo
          FELIXMENA, no se debe consentir, por lo
          que nos importa escuchar tan delicadas
          voces. No queremos, dijeron ellas, dejar
          de serviros en esta solemnidad con lo que
          supiéremos hacer, que será harto poco;
          pero perdonadnos el cantar, que en lo
          demás haremos lo possible. Por mi parte,
          dijo ALCIDA, no permitiré que dejéis
          de cantar ó que otros por vosotras lo
          hagan. ¿Quién mejor, dijeron ellas, que
          Sylvano y Arsileo, nuestros maridos? Bien
          dicen las pastoras, respondió MARCELIO,
          y aun sería mejor que ambos cantassen
          una sola canción, el uno cantando y el
          otro respondiendo, porque á ellos les
          será menos trabajoso y á nosotros muy
          agradable. Mostraron todos que holgarían
          mucho de semejante manera de canción, por
          saber que en ella se mostraba la viveza
          de los ingenios en preguntar y responder.
          Y ansí SYLVANO y ARSILEO, haciendo señal
          de ser contentos, volviendo á proseguir
          la danza, cantaron desta suerte:


                         _Canción._

              SYLVANO. Pastor, mal te está el callar:
                       canta y dinos tu alegría.

              ARSILEO. Mi placer poco sería
                       si se pudiesse contar.

              SYLVANO. Aunque tu ventura es tanta,
                       dinos de ella alguna parte.

              ARSILEO. En empresas de tal arte
                       comenzar es lo que espanta.

              SYLVANO. Acaba ya de contar
                       la causa de tu alegría.

              ARSILEO. ¿De que modo acabaría
                       quien no basta á comenzar?

              SYLVANO. No es razón que se consienta
                       tu deleite estar callado.

              ARSILEO. La alma, que sola ha penado,
                       ella sola el gozo sienta.

              SYLVANO. Si no se viene á tratar
                       no se goza una alegría.

              ARSILEO. Si ella es tal como la mía
                       no se dejará contar.

              SYLVANO. ¿Cómo en esse corazón
                       cabe un gozo tan crescido?

              ARSILEO. Téngole donde he tenido
                       mi tan sobrada passión.

              SYLVANO. Donde hay bien no puede estar
                       escondido todavía.

              ARSILEO. Cuando es mayor la alegría
                       menos se deja contar.

              SYLVANO. Ya yo he visto que tu canto
                       tu alegría publicaba.

              ARSILEO. Decía que alegre estaba,
                       pero no cómo ni cuánto.

              SYLVANO. Ella se hace publicar,
                       cuando es mucha una alegría.

              ARSILEO. Antes muy poca sería
                       si se pudiesse contar.

          Otra copla querían decir los pastores
          en esta canción, cuando una compañía
          de Nymphas, por orden de Felicia,
          llegó á la fuente, y cada cual con su
          instrumento tañendo movían un extraño
          y deleitoso estruendo. Una tañía su
          laúd, otra un harpa, otra con una flauta
          hacía maravilloso contrapunto, otra
          con la delicada pluma las cuerdas de
          la cítara hacía retiñir, otras las de
          la lira con las resinosas cerdas hacía
          resonar, otras con los albogues y chapas
          hacían en el aire delicadas mudanzas,
          levantando allí tan alegre música que
          dejó los que presentes estaban atónitos
          y maravillados. Iban estas Nymphas
          vestidas á maravilla, cada cual de
          su color, las madejas de los dorados
          cabellos encomendadas al viento, sobre
          sus cabezas puestas hermosas coronas de
          rosas y flores atadas y envueltas con
          hilo de oro y plata. Los pastores, en
          ver este hermosíssimo coro, dejando la
          danza comenzada, se sentaron, atentos
          á la admirable melodía y concierto
          de los varios y suaves instrumentos.
          Los cuales algunas veces de dulces y
          delicadas voces acompañados causaban
          extraño deleite. Salieron luego de través
          seis Nymphas vestidas de raso carmesí,
          guarnecido de follajes de oro y plata,
          puestos sus cabellos en torno de la
          cabeza, cogidos con unas redes anchas de
          hilo de oro de Arabia, llevando ricos
          prendedores de rubines y esmeraldas,
          de los cuales sobre sus frentes caían
          unos diamantes de extremadíssimo
          valor. Calzaban colorados borzeguines,
          subtilmente sobredorados, con sus arcos
          en las manos, colgando de sus hombros
          las aljabas. Desta manera hicieron una
          danza al son que los instrumentos hacían,
          con tan gentil orden que era cosa de
          espantar. Estando ellas en esto, salió
          un hermosíssimo ciervo blanco, variado
          con unas manchas negras puestas á cierto
          espacio, haciendo una graciosa pintura.
          Los cuernos parescían de oro, muy altos
          y partidos en muchos ramos. En fin, era
          tal como Felicia le supo fingir para
          darles regocijo. A la hora, visto el
          ciervo, las Nymphas le tomaron en medio,
          y danzando continuamente, sin perder
          el son de los instrumentos, con gran
          concierto comenzaron á tirarle, y él con
          el mesmo orden, después de salidas las
          flechas de los arcos, á una y otra parte
          moviéndose, con muy diestros y graciosos
          saltos se apartaba. Pero después que buen
          rato passaron en este juego, el ciervo
          dió á huir por aquellos corredores. Las
          Nymphas yendo tras él, y siguiéndole
          hasta salir con él de la huerta, movieron
          un regocijado alarido, al cual ayudaron
          las otras Nymphas y pastoras con sus
          voces, tomando desta danza un singular
          contentamiento. Y en esto las Nymphas
          dieron fin á su música. La sabia FELICIA,
          porque en aquellos placeres no faltasse
          lición provechosa para el orden de la
          vida, probando si habían entendido lo que
          aquella danza había querido significar,
          dijo Diana: Graciosa pastora, ¿sabrásme
          decir lo que por aquella caza del hermoso
          ciervo se ha de entender? No soy tan
          sabia, respondió ella, que sepa atinar
          tu subtilidades ni declarar tus enigmas.
          Pues yo quiero, dijo FELICIA, publicarte
          lo que debajo de aquella invención se
          contiene. El ciervo es el humano corazón,
          hermoso con los delicados pensamientos
          y rico con el sossegado contentamiento.
          Ofréscese á las humanas inclinaciones,
          que le tiran mortales saetas; pero con la
          discreción, apartándose á diversas partes
          y entendiendo en honestos ejercicios,
          ha de procurar de defenderse de tan
          dañosos tiros. Y cuando dellos es muy
          perseguido ha de huir á más andar y
          podrá desta manera salvarse; aunque
          las humanas inclinaciones, que tales
          flechas le tiraban, irán tras él y nunca
          dejarán de acompañarle hasta salir de
          la huerta desta vida. ¿Cómo había yo,
          dijo DIANA, de entender tan dificultoso
          y moral enigma si las preguntas en que
          las pastoras nos ejercitamos, aunque
          fuessen muy llanas y fáciles, nunca las
          supe adevinar? No te amengues tanto,
          dijo SELVAGIA, que lo contrario he visto
          en ti, pues ninguna vi qne te fuesse
          dificultosa. A tiempo estamos, dijo
          FELICIA, que lo podremos probar, y no
          será de menos deleite esta fiesta que las
          otras. Diga cada cual de vosotros una
          pregunta, que yo sé que Diana las sabrá
          todas declarar. A todos les paresció muy
          bien, sino á Diana, que no estaba tan
          confiada de sí que se atreviesse á cosa
          de tanta dificultad; pero por obedescer á
          Felicia y complacer á Syreno, que mostró
          haber de tomar dello placer, fué contenta
          de emprender el cargo que se le había
          impuesto. SYLVANO, que en decir preguntas
          tenía mucha destreza, fué el que hizo
          la primera, diciendo: Bien sé, pastora,
          que las cosas escondidas tu viveza las
          descubre, y las cosas encumbradas tu
          habilidad las alcanza; pero no dejaré de
          preguntarte, porque tu respuesta ha de
          manifestar tu ingenio delicado. Por esso
          dime qué quiere decir esto:


                       _Pregunta._

              Junto á un pastor estaba una doncella,
                tan flaca como un palo al sol secado,
                su cuerpo de ojos muchos rodeado,
                con lengua que jamás pudo movella.
              A lo alto y bajo el viento vi traella,
                mas de una parte nunca se ha mudado,
                vino á besarla el triste enamorado
                y ella movió tristíssima querella.
              Cuanto más le atapó el pastor la boca,
                más voces da porque la gente acuda,
                y abriendo está sus ojos y cerrando.
              Ved qué costó forzar zagala muda,
                que al punto que el pastor la besa ó toca,
                él queda enmudecido y ella hablando.

          Esta pregunta, dijo DIANA, aunque es
          buena, no me dará mucho trabajo, porque
          á ti mesmo te la oí decir un día en la
          fuente de los alisos, y no sabiendo
          ninguna de las pastoras que allí
          estábamos adevinar lo que ella quería
          decir, nos la declaraste diciendo que la
          _doncella_ era la _zampoña_ ó _flauta_
          tañida por un pastor. Y aplicaste todas
          las partes de la pregunta á los efectos
          que en tal música comúnmente acontescen.
          Riéronse todos de la poca memoria de
          Sylvano y de la mucha de Diana; pero
          SYLVANO, por desculparse y vengarse
          del corrimiento, sonriéndose dijo: No
          os maravilléis de mi desacuerdo, pues
          este olvido no paresce tan mal como el
          de Diana ni es tan dañoso como el de
          Syreno. Vengado estás, dijo SYRENO, pero
          más lo estuvieras si nuestros olvidos
          no hubiessen parado en tan perfecto amor
          y en tan venturoso estado. No haya más,
          dijo SELVAGIA, que todo está bien hecho.
          Y tú, Diana, respóndeme á lo que quiero
          preguntar, que yo quiero probar á ver si
          hablaré más escuro lenguaje que Sylvano.
          La pregunta que quiero hacerte dice:


                       _Pregunta._

              Vide un soto levantado
                sobre los aires un día,
                el cual, con sangre regado,
                con gran ansia cultivado
                muchas hierbas producía.
              De allí un manojo arrancando,
                y sólo con él tocando
                una sabia y cuerda gente,
                la dejé cabe una puente
                sin dolores lamentando.

          Vuelta á la hora DIANA, á su esposo dijo:
          ¿No te acuerdas, Syreno, haber oído esta
          pregunta la noche que estuvimos en casa
          de Iranio mi tío? ¿no tienes memoria cómo
          la dijo allí Maroncio, hijo de Fernaso?
          Bien me acuerdo que la dijo, respondio
          SYRENO, pero no de lo que significaba.
          Pues yo, dijo DIANA, tengo dello memoria:
          decía que el _soto_ es la _cola del
          caballo_, de donde se sacan las cerdas,
          con que las cuerdas del rabel tocadas dan
          voces, aunque ningunos dolores padescen.
          SELVAGIA dijo que era ansí y que el mesmo
          Maroncio, autor de la pregunta, se la
          había dado como muy señalada aunque había
          de mejores. Muchas hay más delicadas,
          dijo BELISA, y una dellas es la que yo
          diré agora. Por esso apercíbete, Diana,
          que desta vez no escapas de vencida. Ella
          dice deste modo:


                       _Pregunta._

              ¿Cuál es el ave ligera
                que está siempre en un lugar,
                y anda siempre caminando,
                penetra y entra do quiera,
                de un vuelo passa la mar,
                las nubes sobrepujando?
              Ansi vella no podemos,
                y quien la está descubriendo,
                sabio queda en sola un hora;
                mas tal vez la conoscemos,
                las paredes solas viendo
                de la casa donde mora.

          Más desdichada, dijo DIANA, ha sido
          tu pregunta que las passadas, Belisa,
          pues no declarara ninguna dellas si no
          las hubiera otras veces oído, y la que
          dijiste, en ser por mí escuchada luego
          fué entendida. Hácelo, creo yo, ser ella
          tan clara, que á cualquier ingenio se
          manifestará. Porque harto es evidente que
          por el _ave_, que tú dices, se entiende
          el _pensamiento_, que vuela con tanta
          ligereza y no es visto de nadie, sino
          conoscido y conjeturado por las señales
          del gesto y cuerpo donde habita. Yo me
          doy por vencida, dijo BELISA, y no tengo
          más que decir sino que me rindo á tu
          discreción y me someto á tu voluntad.
          Yo te vengaré, dijo ISMENIA, que sé un
          enigma que á los más avisados pastores
          ha puesto en trabajo; yo quiero decirle,
          y verás cómo haré que no sea Diana tan
          venturosa con él como con los otros; y
          vuelta á Diana dijo:


                       _Pregunta._

              Decí, ¿cuál es el maestro
                que su dueño le es criado,
                está como loco atado,
                sin habilidades diestro
                y sin doctrina letrado?
              Cuando cerca le tenía,
                sin oille le entendía,
                y tan sabio se mostraba,
                que palabra no me hablaba
                y mil cosas me decía.

          Yo me tuviera por dichosa, dijo DIANA,
          de quedar vencida de ti, amada Ismenia;
          mas pues lo soy en la hermosura y en
          las demás perfeciones, no me dará agora
          mucha alabanza vencer el propósito que
          tuviste de enlazarme con tu pregunta. Dos
          años habrá que un médico de la ciudad de
          León vino á curar á mi padre de cierta
          enfermedad, y como un día tuviesse en
          las manos un libro, tomésele yo y púseme
          á leerle. Y viniéndome á la memoria los
          provechos que se sacan de los _libros_,
          le dije que me parescían maestros mudos,
          que sin hablar eran entendidos. Y él á
          este propósito me dijo esta pregunta,
          donde algunas extrañezas y excelencias
          de los libros están particularmente
          notadas. Con toda verdad, dijo ISMENIA,
          no hay quien pueda vencerte, á lo menos
          las pastoras no tendremos ánimo para
          passar más adelante en la pelea; no sé yo
          estas damas si tendrán armas que puedan
          derribarte. ALCIDA, que hasta entonces
          había callado, gozando de oir y ver las
          músicas, danzas y juegos, y de mirar
          y hablar á su querido Marcelio, quiso
          también travessar en aquel juego, y dijo:
          Pues las pastoras has rendido, Diana,
          no es razón que nosotras quedemos en
          salvo. Bien sé que no menos adivinarás
          mi pregunta que las otras, pero quiero
          decirla porque será possible que
          contente. Díjomela un patrón de una nave,
          cuando yo navegaba de Nápoles á España, y
          la encomendé á la memoria, por parescerme
          no muy mala, y dice desta suerte:


                       _Pregunta._

              ¿Quién jamás caballo vido
                que, por extraña manera,
                sin jamás haber comido,
                con el viento sostenido,
                se le iguale en la carrera?
              Obra muy grandes hazañas,
                y en sus corridas extrañas
                va arrastrando el duro pecho,
                sus riendas, por más provecho,
                metidas en sus entrañas.

          Un rato estuvo DIANA pensando, oída esta
          pregunta y hecho el discurso que para
          declararla era menester, y consideradas
          las partes della, al fin resolviéndose,
          dijo: Razón era, hermosa dama, que de tu
          mano quedasse yo vencida, y que quien se
          rinde á tu gentileza se rindiesse á tu
          discreción, y por ella se tuviesse por
          dichosa. Si por el _caballo_ de tu enigma
          no se entiende la _nave_, yo confiesso
          que no la sé declarar. Harto más vencida
          quedo yo, dijo ALCIDA, de tu respuesta
          que tú de mi pregunta, pues confessando
          no saber entendella subtilmente la
          declaraste. De ventura he acertado, dijo
          DIANA, y no de saber, que á buen tino
          dije aquello, y no por pensar que en
          ello acertaba. Cualquier acertamiento,
          dijo ALCIDA, se ha de esperar de tan
          buen juicio; pero yo quiero que adevines
          á mi hermana Clenarda un enigma que
          sabe, que no me paresce malo: no sé si
          agora se le acordará. Y luego vuelta
          á Clenarda le dijo: Hazle, hermana, á
          esta avisada pastora aquella demanda
          que en nuestra ciudad heciste un día,
          si te acuerdas, á Berintio y Clomenio,
          nuestros primos, estando en casa de
          Elisonia en conversación. Soy contenta,
          dijo CLENARDA, que memoria tengo della, y
          tenía intención de decilla, y dice deste
          modo:


                       _Pregunta._

              Decidme, señores, ¿cuál ave volando
                tres codos en alto jamás se levanta,
                con pies más de treinta subiendo y bajando,
                con alas sin plumas el aire azotando,
                ni come, ni bebe, ni grita, ni canta;
              Del áspera muerte vecina allegada,
                con piedras que arroja, nos hiere y maltrata,
                amiga es de gente captiva y malvada,
                y á muertes y robos contino vezada,
                esconde en las aguas la gente que mata?

          DIANA entonces dijo: Esta pregunta no
          la adivinara yo si no hubiera oído la
          declaración della á un pastor de mi
          aldea que había navegado. No sé si tengo
          dello memoria, mas parésceme que dijo
          que por ella se entendía la _galera_,
          que estando en medio de las peligrosas
          aguas, está vecina de la muerte, y á ella
          y robos está vezada, echando los muertos
          en el mar. Por los _pies_ me dijo que se
          entendían los _remos_, por las _alas_ las
          _velas_ y por las _piedras_ que tira las
          _pelotas_ de artillería. En fin, dijo
          CLENARDA, que todas habíamos de decir
          por un igual, porque nadie se fuesse
          alabando. Con toda verdad, Diana, que tu
          extremado saber me tiene extrañamente
          maravillada, y no veo premio que á tan
          gran merescimiento sea bastante, sino el
          que tienes en ser mujer de Syreno. Estas
          y otras pláticas y cortesías passaron,
          cuando Felicia, que de ver el aviso,
          la gala, la crianza y comedimiento de
          Diana espantada había quedado, sacó de
          su dedo un riquíssimo anillo con una
          piedra de gran valor, que ordinariamente
          traía, y dándosele en premio de su
          destreza, le dijo: Este servirá por
          señal de lo que por ti entiendo hacer:
          guárdale muy bien, que á su tiempo hará
          notable provecho. Muchas gracias hizo
          Diana á Felicia por la merced, y por
          ella le besó las manos, y lo mesmo hizo
          SYRENO. El cual acabadas las cortesías
          y agradescimientos dijo: Una cosa he
          notado en las preguntas que aquí se han
          propuesto, que la mayor parte dellas han
          dicho las pastoras y damas, y los hombres
          se han tanto enmudescido, que claramente
          han mostrado que en cosas delicadas no
          tienen tanto voto como las mujeres. D.
          FELIX entonces burlando dijo: No te
          maravilles que en agudeza nos lleven
          ventaja, pues en las demás perfecciones
          las excedemos. No pudo sufrir BELISA la
          burla de Don Felix, pensando por ventura
          que lo decía de veras, y volviendo por
          las mujeres dijo: Queremos nosotras,
          Don Felix, ser aventajadas, y en ello
          mostramos nuestro valor, subjetándonos
          de grado á la voluntad y saber de los
          hombres. Pero no faltan mujeres que
          puedan estar á parangón con los más
          señalados varones: que aunque el oro
          esté escondido ó no conoscido, no deja
          de tener su valor. Pero la verdad tiene
          tanta fuerza, que nuestras alabanzas
          os las hace publicar á vosotros, que
          mostráis ser nuestros enemigos. No
          estaba en tu opinión Florisia, pastora
          de grande sabiduría y habilidad, que un
          día en mi aldea, en unas bodas, donde
          había muchedumbre de pastores y pastoras,
          que de los vecinos y apartados lugares
          para la fiesta se habían allegado, al
          son de un rabel y unas chapas, que dos
          pastores diestramente tañían, cantó una
          canción en defensión y alabanza de las
          mujeres, que no sólo á ellas, pero á
          los hombres, de los cuales allí decía
          harto mal, sobradamente contentó. Y si
          mucho porfías en tu parescer, no será
          mucho decírtela, por derribarte de tu
          falsa opinión. Rieron todos del enojo
          que Belisa había mostrado, y en ello
          passaron algunos donaires. Al fin el
          viejo Eugerio y el hijo POLYDORO, porque
          no se perdiesse la ocasión de gozar
          de tan buena música, como de Belisa
          se esperaba, le dixeron: Pastora, la
          alabanza y defensa á las mujeres les es
          justamente debida, y á nosotros el oilla
          con tu delicada voz suavemente recitada.
          Pláceme, dijo BELISA, aunque hay cosas
          ásperas contra los hombres, pero quiera
          Dios que de todas las coplas me acuerde;
          mas comenzaré á decir que yo confío
          que, cantándolas, el mesmo verso me las
          reducirá á la memoria. Luego ARSILEO,
          viendo su BELISA apercibida para cantar,
          comenzó á tañer el rabel, á cuyo son ella
          recitó el cantar oído á Florisia, que
          decía desta manera:


                 _Canto de Florisia._

              Salga fuera el verso airado
                con una furia espantosa,
                muéstrese el pecho esforzado,
                el espíritu indignado
                y la lengua rigurosa.
              Porque la gente bestial,
                que, parlando á su sabor,
                de mujeres dice mal,
                á escuchar venga otro tal
                y, si es possible, peor.

              Tú, que el vano pressumir
                tienes ya de tu cosecha,
                hombre vezado á mentir,
                ¿qué mal puedes tú decir
                de bien que tanto aprovecha?
              Mas de mal harto crescido
                la mujer ocasión fué,
                dando al mundo el descreído,
                que tras de habelle parido
                se rebela sin por qué.

              Que si á luz no la sacara,
                tuviera menos enojos,
                porque ansí no la infamara,
                y en fin cuervo no criara
                que le sacasse los ojos.
              ¿Qué varón ha padescido,
                aunque sea un tierno padre,
                las passiones que ha sentido
                la mujer por el marido
                y por el hijo la madre?

              ¡Ved las madres con qué amores,
                qué regalos, qué blanduras
                tratan los hijos traidores,
                que les pagan sus dolores
                con dobladas amarguras!
              ¡Qué recelos, qué cuidados
                tienen por los crudos hijos;
                qué pena en verlos penados,
                y en ver sus buenos estados,
                qué cumplidos regocijos!

              ¡Qué gran congoja les da
                si el marido un daño tiene,
                y si en irse puesto está,
                qué dolor cuando se va,
                qué pesar cuando no viene!
              Mas los hombres engañosos
                no agradescen nuestros duelos:
                antes son tan maliciosos,
                que á cuidados amorosos
                les ponen nombre de celos.

              Y es que como los malvados
                al falso amor de costumbre
                están contino vezados,
                ser muy de veras amados
                les paresce pesadumbre.
              Y cierto, pues por amarlos
                denostadas nos sentimos,
                mejor nos fuera olvidarlos,
                ó en dejarlos de mirarlos,
                no acordarnos si los vimos.

              Pero donoso es de ver
                que el de más mala manera,
                en no estar una mujer
                toda hecha á su placer,
                le dice traidora y fiera.
              Luego veréis ser nombradas
                desdeñosas las modestas
                y las castas mal criadas,
                soberbias las recatadas
                y crueles las honestas.

              Ojalá á todas cuadraran
                essos deshonrados nombres,
                que si ningunas amaran,
                tantas dellas no quedaran
                engañadas de los hombres.
              Que muestran perder la vida,
                si algo no pueden haber,
                pero luego en ser habida
                la cosa vista ó querida,
                no hay memoria de querer.

              Fíngense tristes cansados
                de estar tanto tiempo vivos,
                encarescen sus cuidados,
                nómbranse desventurados,
                ciegos, heridos, captivos.
              Hacen de sus ojos mares,
                nombran llamas sus tormentos,
                cuentan largos sus pesares,
                los suspiros á millares
                y las lágrimas á cuentos.

              Ya se figuran rendidos,
                ya se fingen valerosos,
                ya señores, ya vencidos,
                alegres estando heridos
                y en la cárcel venturosos.
              Maldicen sus buenas suertes,
                menosprecian el vivir;
                y en fin, ellos son tan fuertes,
                que passan doscientas muertes
                y no acaban de morir.

              Dan y cobran, sanan, hieren
                la alma, el cuerpo, el corazón,
                gozan, penan, viven, mueren,
                y en cuanto dicen y quieren
                hay extraña confusión.
              Y por esso cuando amor
                me mostraba Melibeo,
                contábame su dolor,
                yo respondía: Pastor,
                ni te entiendo ni te creo.

              Hombres, ved cuán justamente
                el quereros se difiere,
                pues consejo es de prudente
                no dar crédito al que miente
                ni querer al que no quiere.
              Pues de hoy más no nos digáis
                fieras, crudas y homicidas;
                que no es bien que alegres vais,
                ni que ricos os hagáis
                con nuestras honras y vidas.

              Porque si acaso os miró
                la más honesta doncella,
                ó afablemente os habló,
                dice el hombre que la vió:
                Desvergonzada es aquélla.
              Y ansí la pastora y dama
                de cualquier modo padesce,
                pues vuestra lengua la llama
                desvergonzada, si os ama,
                y cruel, si os aborresce.

              Peor es que nos tenéis
                por tan malditas y fuertes,
                que en cuantos males habéis,
                culpa á nosotras ponéis
                de los desastres y muertes.
              Vienen por vuestra simpleza
                y no por nuestra hermosura,
                que á Troya causó tristeza,
                no de Helena la belleza,
                mas de Paris la locura.

              ¿Pues por qué de deshonestas
                fieramente nos tratáis,
                si vosotros con las fiestas
                importunas y molestas
                reposar no nos dejáis?
              Que á nuestras honras y estados
                no habéis respetos algunos,
                dissolutos, mal mirados,
                cuando más desengañados,
                entonces más importunos.

              Y venís todos á ser
                pesados de tal manera,
                que queréis que la mujer
                por vos se venga á perder
                y que os quiera aunque no quiera.
              Ansí conquistáis las vidas
                de las mujeres que fueron
                más buenas y recogidas:
                de modo que las perdidas
                por vosotros se perdieron.

              ¿Mas con qué versos diré
                las extrañas perfecciones?
                de qué modo alabaré
                la constancia, amor y fe
                que está en nuestros corazones?
              Muestran quilates subidos
                las que amor tan fino tratan,
                que los llantos y gemidos
                por los difuntos maridos
                con propria muerte rematan.

              Y si Hippólyto en bondad
                fué persona soberana,
                por otra parte mirad
                muerta por la castidad
                Lucrecia, noble romana.
              Es valor cual fué ninguno
                que aquel mancebo gentil
                desprecie el ruego importuno,
                mas Hippólyto fué uno
                y Lucrecias hay dos mil.

              Puesta aparte la belleza
                en las cosas de doctrina,
                á probar nuestra viveza
                basta y sobra la destreza
                de aquella Sapho y Corina.
              Y ansí los hombres letrados
                con engañosa cautela,
                soberbios en sus estados,
                por no ser aventajados
                nos destierran de la escuela.

              Y si autores han contado
                de mujeres algún mal,
                no descresce nuestro estado,
                pues los mesmos han hablado
                de los hombres otro tal.
              Y esto poca alteración
                causa en nuestros meresceres,
                que forzado es de razon
                que en lo que escribe un varón
                se diga mal de mujeres.

              Pero allí mesmo hallaréis
                mujeres muy excelentes,
                y si mirar lo queréis,
                muchas honestas veréis
                fieles, sabias y valientes.
              Ellas el mundo hermosean
                con discreción y belleza,
                ellas los ojos recrean,
                ellas el gozo acarrean
                y destierran la tristeza.

              Por ellas honra tenéis,
                hombres de malas entrañas,
                por ellas versos hacéis
                y por ellas entendéis
                en las valientes hazañas.
              Luego los que os empleáis
                en buscar vidas ajenas,
                si de mujeres tratáis,
                por una mala que halláis
                no infaméis á tantas buenas.

              Y si no os pueden vencer
                tantas que hay castas y bellas,
                mirad una que ha de ser
                tal que sola ha de tener
                cuanto alcanzan todas ellas.
              Los más perfectos varones
                sobrepujados los veo
                de las muchas perfecciones
                que della en pocas razones
                un día Proteo.

              Diciendo: En el suelo ibero,
                en una edad fortunada
                ha de nascer un lucero,
                por quien Cynthia ver espero
                en la lumbre aventajada.
              Y será una dama tal,
                que volverá el mundo ufano,
                su casta ilustre y real
                haciendo más principal
                que la suya el africano.

              Alégrese el mundo ya,
                y esté advertido todo hombre
                que de aquesta que vendrá
                CASTRO el linaje será,
                DOÑA HIERONYMA el nombre.
              Con BOLEA ha de tener
                acabada perfección,
                siendo encumbrada mujer
                del gran vicecanciller
                de los reinos de Aragón.

              Viendo estos dos, no presuma
                Roma igualar con Iberia,
                mas de envidia se consuma
                de ver que él excede á Numa
                y ella vale más que Egeria.
              Vencerá á Porcia en bondad,
                á Cornelia en discreción,
                á Livia en la dignidad,
                á Sulpicia en castidad
                y en belleza á cuantas son.

              Esto Proteo decía
                y Eco á su voz replicaba;
                la tierra y mar parecía
                recebir nueva alegría
                de la dicha que esperaba.
              Pues de hoy más la gente fiera
                deje vanos pareceres,
                pues cuando tantas no hubiera,
                ésta sola engrandesciera
                el valor de las mujeres.

          Parescieron muy bien las alabanzas y
          defensas de las mujeres y la gracia con
          que por Belisa fueron cantadas, de lo
          cual Don Felix quedó convencido, Belisa
          contenta y Arsileo muy ufano. Todos los
          hombres que allí estaban confessaron
          que era verdad cuanto en la canción
          estaba dicho en favor de las mujeres, no
          otorgando lo que en ella había contra los
          varones, especialmente lo que apuntaba
          de los engaños, cautelas y fingidas
          penas: antes dijeron ser ordinariamente
          más firme su fe y más encarescido su
          dolor de lo que publicaban. Lo que más á
          Arsileo contentó fué lo de la respuesta
          de Florisia á Melibeo, tanto por ser ella
          muy donosa y avisada, como porque algunas
          veces había oído á Belisa una canción
          hecha sobre ella, de la cual mucho se
          agradaba. Por lo cual le rogó que en tan
          alegre día, para contento de tan noble
          gente, la cantasse, y ella, como no sabía
          contradecir á su querido Arsileo, aunque
          cansada del passado cantar, al mesmo son
          la dijo, y era esta:


                         _Canción._

              Contando está Melibeo
                á Florisia su dolor,
                y ella responde: _Pastor,
                ni te entiendo ni te creo._

              El dice: Pastora mía,
                mira con qué pena muero,
                que de grado sufro y quiero
                el dolor que no querría.
              Arde y muérese el deseo,
                tengo esperanza y temor.
                Ella responde: _Pastor,
                ni te entiendo ni te creo._

              El dice: El triste cuidado
                tan agradable me ha sido,
                que cuanto más padescido,
                entonces más deseado.
              Premio ninguno deseo,
                y estoy sirviendo al Amor.
                Ella responde: _Pastor,
                ni te entiendo ni te creo._

              El dice: La dura muerte
                deseara si no fuera
                por la pena que me diera
                dejar, pastora, de verte.
              Pero triste, si te veo,
                padezco muerte mayor.
                Ella responde: _Pastor,
                ni te entiendo ni te creo._

              El dice: Muero en mirarte
                y en no verte estoy penando;
                cuando más te voy buscando
                más temor tengo de hallarte.
              Como el antiguo Proteo
                mudo figura y color.
                Ella responde: _Pastor,
                ni te entiendo ni te creo._

              El dice: Haber no pretendo
                más bien del que la alma alcanza,
                porque aun con la esperanza
                me paresce que te ofendo.
              Que mil deleites posseo
                en tener por ti un dolor.
                Ella responde: _Pastor,
                ni te entiendo ni te creo._

          En tanto que Belisa cantó sus dos
          cantares, Felicia había mandado á una
          Nympha lo que había de hacer para que
          allí se moviesse una alegre fiesta, y
          ella lo supo tan bien ejecutar, que
          al punto que acababa la pastora de
          cantar se sintieron en el río grandes
          voces y alaridos, mezclados con el
          ruido de las aguas. Vueltos todos hacia
          allá, y llegándose á la ribera, vieron
          venir río abajo doce barcas en dos
          escuadras, pintadas de muchos colores
          y muy ricamente aderezadas: las seis
          traían las velas de tornasol blanco
          carmesí, y en las popas sus estandartes
          de lo mesmo, y las otras seis velas y
          banderas de damasco morado, con bandas
          amarillas. Traían los remos hermosamente
          sobredorados y venían de rosas y flores
          cubiertas y adornadas. En cada una dellas
          había seis Nymphas vestidas con aljubas,
          es á saber: las de la una escuadra
          de terciopelo carmesí con franjas de
          plata, y las de la otra de terciopelo
          morado, con guarniciones de oro; sus
          brazos arregazados, mostrando una manga
          justa de tela de oro y plata, sus
          escudos embrazados á manera de valientes
          Amazonas. Los remeros eran unos salvajes
          coronados de rosas, amarrados á los
          bancos con cadenas de plata. Levantóse
          en ellos un gran estruendo de clarines,
          chirimías, cornetas y otras suertes de
          música, á cuyo son entraron dos á dos río
          abajo con un concierto que causaba grande
          admiración. Después desto se partieron
          en dos escuadrones, y salió de cada uno
          dellos un barco, quedando los otros á una
          parte. En cada cual de estos dos barcos
          venía un salvaje vestido de los colores
          de su parte, puestos los pies sobre la
          proa, llevando un escudo que le cubría
          de los pies á la cabeza, y en la mano
          derecha una lanza pintada de colores.
          Amainaron entrambos las velas, y á fuerza
          de remos arremetieron el uno contra el
          otro con furia muy grande. Movióse grande
          alarido de las Nymphas y salvajes, y de
          los que con sus voces los favorescían.
          Los remeros emplearon allí todas sus
          fuerzas, procurando los unos y los otros
          llevar mayor ímpetu y hacer más poderoso
          encuentro. Y viniéndose á encontrar los
          salvajes con las lanzas en los escudos,
          era cosa de gran deleite lo que les
          acaescía. Porque no tenían tantas fuerzas
          ni destreza, que con la furia con que los
          barcos corrían y con los golpes de las
          lanzas quedassen en pie, sino que unas
          veces caían dentro de los bajeles y otras
          en el río. Con esto allí se movía la
          risa, el regocijo y la música, que nunca
          cessaba. Los justadores la vez que caían
          en el agua iban nadando, y siendo de las
          Nymphas de su parcialidad recogidos,
          volvían otra vez á justar, y cayendo de
          nuevo, multiplicaron el regocijo. Al
          fin el barco de carmesí vino con tanta
          furia y su justador tuvo tanta destreza,
          que quedó en pie, derribando en el río
          á su contrario. A lo cual las Nymphas
          de su escuadrón levantaron tal vocería
          y dispararon tan extraña música, que
          las adversarias quedaron algo corridas,
          y señaladamente un SALVAJE robusto y
          soberbio, que afrentado y muy feroz dijo:
          ¿Es possible que en nuestra compañía haya
          hombre de tan poca habilidad y fuerza que
          no pueda resistir á golpes tan ligeros?
          Quitadme, Nymphas, esta cadena, y sirva
          en mi lugar por remero quien ha sido tan
          flojo justador, veréis cómo os dejaré á
          vosotras vencedoras y á las contrarias
          muy corridas. Dicho esto, librado por
          una hermosa Nympha de la cadena, con un
          bravo denuedo tomó la lanza y el escudo,
          y púsose en pie sobre la proa. A la
          hora los salvajes con valerosos ánimos
          comenzaron á remar, y las Nymphas á mover
          grande vocería. El contrario barco vino
          con el mesmo ímpetu, pero su salvaje
          no hubo menester emplear la lanza para
          quedar vencedor, porque el justador,
          que tanto había braveado, antes que se
          encontrassen, con la furia que su barco
          llevaba, no pudo ni supo tenerse en pie,
          sino que con su lanza y escudo cayó en el
          agua, dando claro ejemplo de que los más
          soberbios y presumptuosos caen en mayores
          faltas. Las Nympas le recogieron, que
          iba nadando, aunque no lo merescía. Pero
          los cinco barcos de morado que aparte
          estaban, viendo su compañero vencido, á
          manera de afrentados todos arremetieron.
          Los otros cinco de carmesí hicieron
          lo mesmo, y comenzaron las Nymphas á
          tirar muchedumbre de pelotas de cera
          blanca y colorada, huecas y llenas de
          aguas olorosas, levantando tal grita
          y peleando con tal orden y concierto,
          que figuraron allí una reñida batalla,
          como si verdaderamente lo fuera. Al
          fin de la cual los barcos de la devisa
          morada mostraron quedar rendidos, y las
          contrarias Nymphas saltaron en ellos á
          manera de vencedoras, y luego con la
          mesma música vinieron á la ribera, y
          desembarcaron las vencedoras y vencidas
          con los captivos salvajes, haciendo de
          su beldad muy alegre muestra. Passado
          esto, Felicia se volvió á la fuente
          donde antes estaba, y Eugerio y la otra
          compañía, siguiéndola, hicieron lo mesmo.
          Al tiempo que vinieron á ella, hallaron
          un pastor que en tanto que había durado
          la justa había entrado en la huerta y se
          había sentado junto al agua. Parescióles
          á todos muy gracioso, y especialmente á
          FELICIA, que ya le conoscía, y ansí le
          dijo: A mejor tiempo no pudieras venir,
          Turiano, para remedio de tu pena y para
          augmento desta alegría. En lo que toca á
          tu dolor, después se tratará, mas para
          lo demás conviene que publiques cuanto
          aproveche tu cantar. Ya veo que tienes
          el rabel fuera del zurrón, paresciendo
          querer complacer á esta hermosa compañía;
          canta algo de tu Elvinia, que dello
          quedarás bien satisfecho. Espantado quedó
          el pastor que Felicia le nombrasse á él
          y á su zagala, y que á su pena alivio
          prometiesse; pero pensando pagarle más
          tales ofrescimientos con hacer su mandado
          que con gratificarlos de palabras,
          estando todos assentados y atentos, se
          puso á tañer su rabel y á cantar lo
          siguiente:


                    _Rimas provenzales._

              Cuando con mil colores devisado
                viene el verano en el ameno suelo,
                el campo hermoso está, sereno el cielo,
                rico el pastor y próspero el ganado.
              Philomena por árboles floridos
                da sus gemidos:
                hay fuentes bellas,
                y en torno dellas,
                cantos suaves
                de Nymphas y aves.
                Mas si Elvinia de allí sus ojos parte,
                habrá contino hibierno en toda parte.

              Cuando el helado Cierzo de hermosura
                despoja hierbas, árboles y flores,
                el canto dejan ya los ruiseñores
                y queda el yermo campo sin verdura.
              Mil horas son más largas que los días
                las noches frías,
                espessa niebla
                con la tiniebla
                escura y triste
                el aire viste.
                Mas salga Elvinia al campo, y por doquiera
                renovará la alegre primavera.

              Si alguna vez envía el cielo airado
                el temeroso rayo ó bravo trueno,
                está el pastor de todo amparo ajeno,
                triste, medroso, atónito y turbado.
              Y si granizo ó dura piedra arroja,
                la fruta y hoja
                gasta y destruye,
                el pastor huye
                á passo largo,
                triste y amargo.
                Mas salga Elvinia al campo, y su belleza
                desterrará el recelo y la tristeza.

              Y si acaso tañendo estó ó cantando
                á sombra de olmos ó altos valladares,
                y están con dulce acento á mis cantares
                la mirla y la calandria replicando;
              Cuando suave expira el fresco viento,
                cuando el contento
                más soberano
                me tiene ufano,
                libre de miedo,
                lozano y ledo:
                si assoma Elvinia airada, assí me espanto,
                que el rayo ardiente no me atierra tanto.

              Si Delia en perseguir silvestres fieras,
                con muy castos cuidados ocupada
                va de su hermosa escuadra acompañada,
                buscando sotos, campos y riberas;
              Napeas y Hamadriadas hermosas
                con frescas rosas
                le van delante,
                está triunfante
                con lo que tiene;
                pero si viene
                al bosque donde caza Elvinia mía,
                parecerá menor su lozanía.

              Y cuando aquellos miembros delicados
                se lavan en la fuente esclarescida,
                si allí Cyntia estuviera, de corrida
                los ojos abajara avergonzados.
              Porque en la agua de aquella transparente
                y clara fuente
                el mármol fino
                y peregrino
                con beldad rara
                se figurara,
                y al atrevido Acteon, si la viera,
                no en ciervo, pero en mármol convertiera.

              Canción, quiero mil veces replicarte
                en toda parte,
                por ver si el canto
                amansa un tanto
                mi clara estrella,
                tan cruda y bella.
                Dichoso yo si tal ventura hubiesse
                que Elvinia se ablandasse ó yo muriesse.

          No se puede encarescer lo que les agradó
          la voz y gracia del zagal, porque él
          cantó de manera, y era tan hermoso, que
          paresció ser Apolo, que otra vez había
          venido á ser pastor, porque otro ninguno
          juzgaron suficiente á tanta belleza y
          habilidad. MONTANO, maravillado desto,
          le dijo: Grande obligación tiene,
          zagal, la pastora Elvinia, de quien
          tan subtilmente has cantado, no sólo
          por lo que gana en ser querida de tan
          gracioso pastor como tú eres, pero en
          ser sus bellezas y habilidades con tan
          delicadas comparaciones en tus versos
          encarescidas. Pero siendo ella amada
          de ti, se ha de imaginar que ha de
          tener última y extremada perfección, y
          una de las cosas que más para ello la
          ayudarán, será la destreza y ejercicio
          de la caza, en la cual con Diana la
          igualaste, porque es una de las cosas
          que más belleza y gracia añaden á las
          Nymphas y pastoras. Un zagal conoscí yo
          en mi aldea, y aun Ismenia y Selvagio
          también le conoscen, que, enamorado de
          una pastora nombrada Argía, de ninguna
          gentileza suya más captivo estaba que
          de una singular destreza que tenía en
          tirar un arco, con que las fieras y aves
          con agudas y ciertas flechas enclavaba.
          Por lo cual el pastor, nombrado Olympio,
          cantaba algunas veces un soneto sobre
          la destreza, la hermosura y crueldad de
          aquella zagala, formando entre ella y la
          Diosa Diana y Cupido un desafío de tirar
          arco, cosa harto graciosa y delicada, y
          por contentarme mucho le tomé de cabeza.
          A esto salio CLENARDA diciendo: Razón
          será, pues, que tengamos parte de esse
          contento con oirle. A lo menos á mí no
          me puede ser cosa más agradable que
          oirtele cantar, siquiera por la devoción
          que tengo al ejercicio de tirar arco.
          Pláceme, dijo MONTANO, si con ello no he
          de ser enojoso. No puede, dijo POLYDORO,
          causar enojo lo que con tan gran contento
          será escuchado. Tocando entonces MONTANO
          un rabel, cantó el soneto de Olympio, que
          decía:


                         _Soneto._

              Probaron en el campo su destreza
                Diana, Amor y la pastora mía,
                flechas tirando á un árbol, que tenía
                pintado un corazón en la corteza.
              Allí apostó Diana su belleza,
                su arco Amor, su libertad Argía,
                la cual mostró en tirar más gallardía,
                mejor tino, denuedo y gentileza.
              Y ansí ganó á Diana la hermosura,
                las armas á Cupido, y ha quedado
                tan bella y tan cruel desta victoria,
              Que á mis cansados ojos su figura,
                y el arco fiero al corazon cuitado
                quitó la libertad, la vida y gloria.

          Fué muy agradable á todos este soneto,
          y más la suavidad con que por Montano
          fué cantado. Después de consideradas en
          particular todas sus partes, y passadas
          algunas pláticas sobre la materia dél,
          FELICIA, viendo que la noche se acercaba,
          paresciéndole que para aquel día sus
          huéspedes quedaban asaz regocijados,
          haciendo señal de querer hablar, hizo que
          la gente, dejado el bullicio y fiesta,
          con ánimo atento se sossegasse, y estando
          todos en reposado silencio, con su
          acostumbrada gravedad habló ansí:

          Por muy averiguado tengo, caballeros
          y damas, pastores y pastoras de gran
          merescimiento, que después que á mi casa
          venísteis, no podréis de mis favores
          ni de los servicios de mis Nymphas en
          ninguna manera quejaros. Pero fué tanto
          el deseo que tuve de complaceros y el
          contento que recibo en que semejantes
          personas le tengan por mi causa, que
          me paresce que, aunque más hiciera, no
          igualara de gran parte lo mucho que
          merescéis. Solos quedan entre vosotros
          descontentos Narcisso con la aspereza
          de Melisea y Turiano con la de Elvinia.
          A los cuales por agora les bastará
          consolarse con la esperanza; pues mi
          palabra, que no suele mentir, por la
          forma que más les conviene, presta y
          cumplida salud ciertamente les promete. A
          Eugerio veo alegre con el hijo, hijas y
          yerno, y tiene razón de estallo, despues
          que á causa dellos se ha visto en tantos
          peligros y ha sufrido tan fatigosas penas
          y cuidados.

          Acabadas las razones de Felicia, el viejo
          Eugerio quedó espantado de tal sabiduría,
          y los demás satisfechos de tan saludable
          reprensión, sacando della provechoso
          fruto para vivir de allí adelante muy
          recatados. Y levantándose todos de
          entorno la fuente, siguiendo á la sabia,
          salieron del jardín, yendo al palacio á
          retirarse en sus aposentos, aparejando
          los ánimos á las fiestas del venidero
          día. Las cuales y lo que de Narcisso,
          Turiano, Tauriso y Berardo acontesció,
          juntamente con la historia de Danteo y
          Duardo, portugueses, que aquí por algunos
          respetos no se escribe, y otras cosas
          de gusto y de provecho, están tratadas
          en la otra parte deste libro, que antes
          de muchos días, placiendo á Dios, será
          impressa.


                FIN DE LA DIANA ENAMORADA
                   DE GASPAR GIL POLO




                   EL PASTOR DE FILIDA

                      COMPUESTO POR
                 LUIS GÁLVEZ DE MONTALVO

                 GENTIL-HOMBRE CORTESANO


          CARTA DEDICATORIA DEL AUTOR AL MUY
            ILUSTRE SEÑOR DON ENRIQUE DE MENDOZA Y
            ARAGÓN

          Considerando que desde el tiempo
          que U. S. se criaba en casa de sus
          excelentíssimos abuelos, aquel gran Duque
          del Infantado, tan digno deste nombre,
          y aquella gran señora, digna hija del
          Infante Fortuna, siempre U. S. fué amador
          de la virtud; y siempre, desde aquella
          edad tierna, ha ido resplandeciendo en
          su pecho la gloriosa llama de su sangre,
          hasta ser el mayor testimonio della, de
          dó nace ser U. S. entre los suyos el más
          virtuoso de los ricos y el más rico de
          los virtuosos, con aquel don del cielo
          que por mayor premio el mundo puede dar:
          amado de grandes y menores, y de todos
          conocidas las excelencias con que fué
          criado, sin que rabia de tiempo ni rigor
          de envidia lo puedan negar ni deshacer.
          Entre los venturosos que á U. S. conocen
          y tratan, he sido yo uno, y estimo que de
          los más, porque deseando servir á U. S.
          se cumplió mi deseo, y assi dejé mi casa
          y otras muy señaladas, dó fui rogado que
          viviesse, y vine á ésta, donde holgaré de
          morir, y donde mi mayor trabajo es estar
          ocioso, contento y honrado, como criado
          de U. S. Y assi, á ratos entretenido
          en mi antiguo ejercicio de la divina
          alteza de la Poesía, donde son tantos
          los llamados y tan pocos los escogidos,
          he compuesto EL PASTOR DE FILIDA, libro
          humilde y pequeño, digníssimo de su
          nombre, de aquel favor con que U. S.
          suele amparar á los necessitados dél,
          en lo cual fiado se le ofrezco, rudo y
          mal ataviado, como viene de las SELVAS,
          para que U. S. le despierte y componga
          de su mano, que cuanto es soberbio en
          pensamientos, es humilde en voluntad;
          y sabrá conocer la merced que se le
          hiciere, sin miedo de que nadie le ose
          enojar; y yo que le envío, me atreveré á
          trocar su zampoña en trompeta heroica,
          que cante el bien que el mundo de U.
          S. tiene y espera: cuya muy ilustre
          persona y estado nuestro Señor guarde y
          acreciente, como todo el mundo desea. De
          Madrid, y Febrero 20 de 1582.

          Las muy ilustres manos de U. S. besa su
          criado

                           _Gálvez de Montalvo._


                   EL AUTOR AL LIBRO

                Pastor de mis pensamientos,
              guardador de mis cuidados,
              si quieres trocar los prados
              por soberbios aposentos,
              seráte fuerza volar
              sin alas con que subir,
              y habréme de lastimar,
              de mí, por verte partir;
              de ti, por verte quedar.
                Dejarás la gravedad;
              no me parezcas en esto;
              también será deshonesto
              que pierdas mi autoridad.
              Si te vieres en aprieto,
              mostraréte á ser bastante
              para quedar sin defeto,
              sei con el necio arrogante
              y humilde con el discreto.
                Cuando entre damas te vieres,
              honestas, sabias, hermosas,
              encubrirás cuantas cosas
              contra su opinion tuvieres;
              mas si te catan los senos
              y en sus orejas dissuenas,
              diles, con ojos serenos,
              que si todas fueran buenas
              las buenas valdrían menos.
                No llevas capas, ni ornatos
              de Parnassos, ni Helicones,
              que por mis pobres rincones
              apenas tenías zapatos.
              Y si los Faunos acaso
              por los montes te encontraren,
              passa quedo, habla passo;
              que donde ellos agradaren
              harán de ti poco caso.
                No te quiero yo obligar
              á hablar de mí por tassa;
              que lo que passa ó no passa,
              ya sé que lo has de contar;
              y si causares porfía
              con lo que te enseño yo,
              bajarás la fantasía,
              y di que el que te enseñó
              quizá menos lo entendía.
                Si te aprobaren los más,
              no te mueva hichazón,
              que la perfeta eleción
              en los menos la verás;
              pero si los pocos ves
              contar tus hechos por vanos,
              no pretendas tu interés,
              ni te cures de las manos,
              que más te valdrán los pies.
                Para derramar tus obras,
              no tomes larga carrera:
              si agradas, vas tras do quiera,
              si enfadas, do quiera sobras.
              Donde tus prendas están
              no temas los enemigos,
              y si te ves en afán
              acógete á mis amigos,
              que éstos no te faltarán.
                No quiero negarte aquí,
              que _otro gallo me cantara_
              si á mí se me aconsejara
              lo que te aconsejo á ti;
              lo que sé te significo,
              haz lo que será cordura,
              no puedo dejarte rico;
              mas si tuvieres ventura,
              podrás valer por tu pico.
                Bien conviene que recuerden
              los Hados á te ayudar,
              si te tienes de ganar
              por lo que tantos se pierden,
              podría ser que muriesses
              como han hecho más de dos;
              ó tantos siglos viviesses,
              que hoy pidiesses por Dios,
              y tú mañana lo diesses.
                Si se rompiere la hebra
              de mi nombre y de tu vida,
              la hechura irá perdida,
              como vidrio que se quiebra.
              Y pues de vivir honrado
              te partes tan sospechoso,
              no debes juzgar tu estado
              por larga vida dichoso,
              ni por corta desdichado.
                Mas ¡ay! que me llevas cuanto
              me tenía enriquecido,
              que como lo he padecido
              por fuerza lo estimo en tanto,
              y otras prendas que no cuento,
              que parece poco seso
              mezclarlas en este intento;
              mas van para contrapeso,
              porque no te lleve el viento.
                Ora cantes, ora llores,
              ora provoques á risa,
              siempre será tu _devisa_:
              LA CAUSA DE MIS DOLORES.
              Este es el blasón que quiero,
              y dél quiero que presumas;
              y en lo demás te requiero,
              que te faltarán las plumas
              si te picas de altanero.


                         CENSURA

          Por comissión de los Señores del Consejo
          de su Majestad, he visto este libro,
          cuyo título es EL PASTOR DE FILIDA,
          compuesto por Luis Gálvez de Montalvo, en
          prosa y verso castellano; y habiéndole
          passado con atención, me parece no sólo
          digno de salir á luz, en conformidad de
          la pretensión de su autor, más aun que
          me parece, por su pureza, propiedad,
          facilidad y dulzura, por la novedad
          de las invenciones, por la orden y
          disposición con que las trata, ser
          estimado por uno de los más aceptos que
          hasta ahora en este género han salido á
          juicio del mundo; y aunque la materia,
          siendo pastoril y amorosa, parece que de
          suyo requiere humildad y llaneza, no le
          ha costado tan poco guardar el decoro que
          en ella se pide, que no haya hecho por
          igual el estilo y acomodarle al propósito
          que se sigue, guardando las partes á
          él necessarias, todo lo que, con mucho
          estudio, de un aventajado ingenio se
          puede esperar: y assí, libre de pasión,
          me parece que se le debe conceder la
          licencia que pide. En Madrid á dos de
          Junio de 1581.

                               _Pedro Laínez._




                      PRIMERA PARTE
                  DEL PASTOR DE FILIDA


          Cuando de más apuestos y lucidos pastores
          florecía el Tajo, morada antigua de las
          sagradas Musas, vino á su celebrada
          ribera el caudaloso Mendino, nieto
          del gran rabadán Mendiano, con cuya
          llegada el claro río ensoberbeció sus
          corrientes: los altos montes de luz y
          gloria se vistieron; el fértil campo
          renovó su casi perdida hermosura, pues
          los pastores dél, incitados de aquella
          sobrenatural virtud, de manera siguieron
          sus pisadas que, envidioso Ebro,
          confuso Tormes, Pisuerga y Guadalquivir
          admirados, inclinaron sus cabezas, y las
          hinchadas urnas manaron con un silencio
          admirable: sólo el felice Tajo resonaba,
          y lo mejor de su son era Mendino, cuya
          ausencia sintió de suerte Henares, su
          nativo río, que con sus ojos acrecentó
          tributo á las arenas de oro. Bien le
          fué menester al gallardo pastor, para
          no sentir la ausencia de su caríssimo
          hermano, hallar en esta ribera al
          gentil Castalio, su primo, al caudaloso
          Cardenio, al galán Coridón, con otros
          muchos valerosos pastores y rabadanes,
          deudos y amigos de los suyos, con quien
          passaba dulce y agradable vida Mendino,
          en quien todos hallaban tan cumplida
          satisfación, que como olvidados de sus
          propias cabañas, sitios y albergues, los
          de Mendino estaban siempre acompañados
          de la mayor nobleza de la pastoría: de
          allí salían á los continuos juegos, y
          allí volvían por los debidos premios;
          allí se componían las perdidas amistades
          y por allí pasaban los bienes y males de
          Amor, cuáles pesada y cuáles ligeramente:
          sólo Mendino entre todos era tan señor
          de sí en sus tratos, que si todos no le
          amaran, todos le fueran envidiosos; mas
          ¿quién gozará perseverancia en tanto bien
          contra las fuerzas del tiempo, si donde
          unas no bastan otras sobran? Curiosamente
          Mendino, guiado de los pastores de la
          nueva ribera, vido las más hermosas
          pastoras y ninfas de ella: la gracia
          y gallardía de Filena y Nise, la gran
          hermosura de Pradelia y Clori, la sin
          igual discreción de Nerea, acostumbrada
          á vencer en versos á los más celebrados
          poetas del Tajo; el dulcíssimo canto de
          Belisa, acompañado de igual valor, y
          otras muchas, que no quedaban atrás, no
          bastaron á que la libertad de Mendino
          no passase por muchos días adelante,
          hasta llegar el plazo de su deuda, que
          fué en un día del florido Abril, entre
          los salces del río, donde, retirados de
          los silvestres juegos los más validos
          pastores y las pastoras de más beldad,
          Elisa entre ellas fué señalada para
          venganza de Amor, á quien Mendino rindió
          las fuerzas y la voluntad á un punto.
          Era Elisa de antigua y clara generación,
          de hermosura y gracia sin igual, de
          edad tierna y de maduro juicio, amada
          de muchos, mas de ninguno pagada, y
          aun el saber esto fué causa en Mendino
          de detenerse en descubrir su fuego,
          que, como las plantas con los años,
          iba con las horas creciendo, hasta que
          el sufrimiento rompió, y las secretas
          llamas resplandecieron por mil diversas
          partes, ora en placer, ora en tristeza;
          cuándo concertando fiestas públicas,
          donde á todos los pastores se aventajaba,
          y cuándo en profundas melancolías
          retirándose, aunque lo más ordinario
          era, olvidado del hato y los amigos,
          buscar los lugares donde Elisa estaba,
          no inocente, aunque dissimulada, de la
          afición de Mendino, el cual, entre temor
          y esperanza, determinó decirle su mal,
          y faltándole aliento en la presencia,
          tomó por medio escribirle, no en versos
          propios ni ajenos, ni con palabras de
          artificio y cuidado, sino con pura
          llaneza del corazón, en razones humildes
          como éstas:


                         MENDINO

          «Elisa: Si el conoceros ha sido causa
          para desconocerme, podrálo ser también
          de mi disculpa en esta osadía, que os
          certifico que no lo es decir mis males,
          sino un dolor, de que debéis doleros
          como causa dél, y no le tuviera por tal
          si le mereciera; pero verme indigno del
          daño me quita la esperanza del remedio
          y me acobarda de suerte al descubrirle,
          que holgaría que este papel perdiesse el
          camino, por que no nos perdamos los dos:
          que esto es muy cierto, si vos, como sola
          señora mía, no volvéis en todo por mí,
          revolviendo á vuestro valor y hermosura,
          de cuya fuerza fuera impossible
          resistirme, cuanto más librarme. En fin;
          peno, y no hay para mí lugar de alivio,
          sino vuestra voluntad, que, como yo la
          sepa, será la medida de mi deseo, del
          cual, pues antes que á vos he hecho
          testigos á las piedras y á las plantas,
          no es razón que también antes que vos se
          duelan de quien ama la muerte por amaros».

          Este papel llegó á las manos de Elisa
          por las de un zagal de Mendino, que en
          la cabaña de la hermosa pastora tenía
          entrada. No fué Sirio (que assí el
          zagal se llamaba) mal recibido, antes,
          passando Elisa muchas veces los ojos
          por la carta, passaron por su pecho mil
          consideraciones tiernas, que con cada
          una iba perdiendo de la entereza de
          su corazón, que siempre fué desdeñoso
          y grave, y vuelta á Sirio, le dixo:
          _Dile, zagal, á Mendino, que si éstas
          son verdades, el tiempo lo dirá por él._
          Con esto el zagalejo volvió á Mendino,
          y Mendino tan en sí, como de muerte á
          vida. Primero alabó su pensamiento y la
          hora de su determinación, y ofreció
          de nuevo la libertad á Elisa, y luego
          estudió los passos de su jornada con
          más cuidado y menos demostraciones, que
          es muy de buen enamorado, más recatado
          á más favor. No dejó la compañía de
          los amigos y deudos, ni se apartó de
          los ratos de exercicio público, aunque
          todos eran pesados para él, pero con una
          templada dissimulación buscaba los de su
          contento, y acompañaba al viejo Sileno,
          venerable padre de la hermosa pastora;
          y muchas veces en su compañía, y en la
          de Galafrón y Barcino, Mireno y Liardo,
          los tres deudos y el uno apasionado de
          Elisa, passaban los días por la espessura
          del monte ó por las sombras del llano,
          á gran placer de todos, que sin más
          industria de su natural condición, de
          buenos y malos era amado, y en cualquier
          lugar se le daba el primero; mas en el
          pecho de Elisa no había segundo, ni el
          pastor quería otro bien sino éste, ni
          ya ella podía detenerse en allanarse,
          ni Amor en favorecer sus intentos, y
          assí todo era verdad, todo amor y todo
          llaneza sin estorbo, que los mismos
          deudos y aficionados de Elisa entretenían
          á Mendino y le llevaban á las cabañas de
          Sileno; y el mismo Sileno, sin esquivarse
          de que acompañasse á la cara hija por
          la soledad de los campos y las fuentes;
          y todo se podía fiar de la bondad de
          Mendino y del valor de Elisa, aunque no
          en la opinión de Filis, hermosa ninfa del
          Tajo, que, amando secretamente á Mendino,
          sin osar descubrirle su intención,
          combatida de amor y celos, muchas veces
          los buscaba, y con fingida amistad
          acompañándolos, escudriñaba sus pechos,
          sin entender el pastor que Filis le amaba
          ni Elisa que le aborrecía. Pues como un
          dia, entre otros, Elisa, Filis y Clori,
          Mendino, Galafrón y Castalio, se hallasen
          juntos á la sombra y frescura de un manso
          arroyo, habiendo passado gran rato en
          dulces pláticas y razones, ya que el sol
          iba igualando los campos y los sotos,
          Galafrón, incitado de los demás pastores,
          sacó la lira y la acompañó cantando:


                       GALAFRÓN

                Pastora, tus ojos bellos,
              mi cielo puedo llamallos,
              pues en llegando á mirallos
              se me passa el alma á ellos.
                Ojos cuya perfección
              desprecia humanos despojos,
              los ojos los llamen ojos,
              que el alma sabe quién son.
                Pastora, la fuerza dellos
              por espejo hace estimallos,
              pues viene junto el mirallos
              y el passarse el alma á ellos.
                Muchas cosas dan señal
              desta verdad sin recelo,
              que tus ojos son del cielo
              y su poder celestial.
                Pastora, pues sólo vellos
              fuerza el corazón á amallos,
              y la gloria de mirallos
              á passarse el alma á ellos.

          Elisa fué en quien menos Galafrón puso
          los ojos mientras duró su canto, y aun
          ella la que menos estuvo en él: pero
          todos conocieron el recato del pastor
          y el desdén de la pastora, y no osando
          alabarle á él por ella ni hablarle á ella
          en él, todos callaban, hasta que Mendino,
          al son de un rabel, con esta canción
          rompió el silencio:


                         MENDINO

                Si tanto gana, pastora,
              quien mira tus ojos bellos,
              ¿qué hará el mirado dellos?
                Entre mirarse y mirar,
              la ventaja es conocida,
              como de buscar la vida
              á venir ella á buscar.
              No le queda qué hallar
              á aquel que merece vellos,
              sino ser mirado dellos.
                Aunque en su luz sin igual
              no puede haber competencia,
              por oficio hay diferencia
              de más y menos caudal;
              que si el medio principal
              del deseo es conocellos,
              el fin ser mirado dellos.

          Este breve cantar, dilatado con dulce
          son y agradable harmonía, escuchó Elisa
          con rostro alegre y grave, y los demás
          con mucha atención y gusto: y ya que el
          gentil Castalio, las manos en el rabel y
          los ojos en la bella Clori, acrecentarle
          quería, vieron venir al arroyo los dos
          apuestos pastores Bruno y Turino, éste
          nuevamente cautivo y aquél escapado del
          Amor, siendo verdad que poco antes fué
          Bruno el amante y Turino el descuidado;
          pero á todo bastó la hermosura y aspereza
          de Filis, esta misma Filis que á Mendino
          secretamente amaba. Pues como agora los
          dos pastores llegaron, y vieron la causa,
          uno de su presente y otro de su passado
          daño, ambos destos pastores admitidos, y
          ambos dellos mismos rogados, ambos las
          manos en las liras, desta arte Bruno y
          assí Turino cantaron:


                          BRUNO

                Id, mis cuidados, de rigor vestidos
              por los peñascos de dureza llenos,
              que allí aun seréis por ásperos tenidos.


                         TURINO

                Veníos á mí, llenad entrambos senos
              de cuerpo y alma, que el que os busca y llama,
              cuando sois más, os tiene por más buenos.


                          BRUNO

                Bien gana gloria, bien consigue fama,
              quien por amar á solo su enemigo
              de sí se olvida y su salud desama.


                         TURINO

                Al cielo, Filis, quiero por testigo,
              Filis hermosa, que me importa amarte
              cuando procuro no estar mal conmigo.


                          BRUNO

                Miedos á una, celos á otra parte;
              vayan y vengan fáciles antojos,
              en cuyo gusto el alma tenga parte.


                         TURINO

                Si para mí nacieron los enojos,
              ¿cómo podré no sujetar el cuello
              al yugo amado sobre entrambos ojos?


                          BRUNO

                Ya que te ves colgado de un cabello
              y tu esperanza encomendada al viento,
              ¿qué piensas ver en recompensa dello?


                         TURINO

                Cuando no vea más de mi tormento
              y aquel valor que es ocasión del daño,
              es paga justa de mi perdimiento.


                          BRUNO

                Mira y verás tu engaño,
              que tu garganta con placer desnuda;
              y el presto desengaño
              el duro lazo al tierno cuello añuda,
              la leña pone luego,
              y tu fe misma está soplando el fuego.


                         TURINO

                Los claros ojos miro
              de quien el alma, vida ó muerte quiere;
              que allí sólo respiro,
              donde el dolor con más rigor me hiere,
              y aquella hermosura
              es el Abril de mi mayor frescura.


                          BRUNO

                ¡Oh desdén de perfeción,
              hágate el mundo un soberano templo,
              y el fiel corazón
              se ponga allí en mi muerte por ejemplo;
              y con él sean colgadas
              estas cadenas, rotas de apretadas!


                         TURINO

                A ti va mi destino,
              Amor; por tuyas todas mis prisiones,
              que en el agro camino,
              en que á tu gusto mis pisadas pones,
              más aliviado ando
              cuando las llevo por tu honor rastrando.


                          BRUNO

          Vive penando entre cuidados tristes.


                         TURINO

          Cuenta tus chistes entre los pastores.


                          BRUNO

          Bebe dolores, sudarás fatigas.


                         TURINO

          Come tus migas, vivirás contento.


                          BRUNO

          Haz en el viento muros y castillos.


                         TURINO

          Haz tú á los grillos jaulas de la avena.


                         BRUNO

          Siembra en la arena, perderás cuidado.


                         TURINO

          Y sin perderle quedaré pagado.

          Si la hermosa Filis no fuera tan graciosa
          y tan discreta, no pudiérase cansar
          destas canciones, porque igualmente el
          cautivo y el exento la enfadaban; mas
          viendo que los demás con tanto deleite
          los oían, la pastora hizo lo mismo hasta
          el fin, que como los pastores se metieron
          en cuestión de firmezas y mudanzas,
          ella se volvió á Elisa, y á poco rato,
          despedidas de los pastores, se entraron
          por la espessura de los árboles con poco
          gusto de todos, y menos de Mendino, que
          las quisiera seguir, pero no pudo, que
          Galafrón por diversa parte le llevó
          hablando, y cuando le vido en soledad
          favorable á su intención, primero alabó
          la hermosura y discreción de Filis, el
          caudal y suerte, y sobre todo el trato
          tan lleno de bondad y llaneza; después
          le aconsejó que pussiesse en ella el
          pensamiento, pues en otra ninguna estaría
          tan bien ocupado. Ni le pareció al cortés
          Mendino despreciar alguna destas cosas,
          pero menos le salió al empleo, y como
          no era esto lo que Galafrón buscaba,
          declaróse más, y dijo que él sabía que le
          amaba Filis. Mendino hizo la estimación
          debida, y tras largas razones, á más
          ver se despidieron los dos y guiaron á
          sus ganados, que en el amparo de nobles
          mayorales y pastores los tenían. Graciosa
          cosa que Filis hizo el mismo oficio con
          Elisa, pidiéndole que amasse á Galafrón,
          pues su valor y su fe lo merecían; de dó
          se deja entender que Galafrón y Filis
          estaban de concierto, y aunque Galafrón
          á Mendino y Filis á Elisa se encargaron
          el secreto, no por esso Mendino y Elisa
          le guardaron; y bueno fuera que los dos
          se celaran ningun propio acaecimiento,
          ésta fuera la falta, que si en essotro
          la hubo quedóse en quien entendió que
          entre Mendino y Elisa podía, habiendo
          sola una alma, haber más de un corazón.
          Discreta era Elisa, y viendo que Filis,
          enamorada y celosa, los podría dañar,
          aconsejó á Mendino que con aparencias
          la entretuviesse, y serviría de más
          seguridad y secreto en sus veras. Lo
          mismo quiso Mendino que Elisa hiciesse
          con Galafrón, y el ponerse assí por obra
          fué causa en ellos de mayor deleite,
          porque las horas que los dos verdaderos
          amantes se hurtaban de todos para solos
          verse y conversarse, con toda aquella
          bondad que dos almas desnudas lo pudieran
          hacer, no era la peor parte el contarse
          lo que á él con Filis y á ella con
          Galafrón les sucedía. Ved si Mendino y
          Elisa vivirían contentos: pues Galafrón
          y Filis también lo estaban, hasta que
          no faltó quien lo viniesse á turbar en
          todos. Murió Padelio, noble y próspero
          rabadán, y vino al Tajo á heredar sus
          rebaños Palideo, su hermano, mancebo
          sabio y galán, y quitando los ojos de
          la herencia, los puso en la belleza de
          Elisa, con tanta solicitud y ardimiento,
          que de día en sus cabañas, con el viejo
          Sileno, que su grande amigo era, y
          de noche cercándolas con sus propios
          pastores, jamás faltaba: esto á gran
          costa y pesar de Mendino, y no menos de
          Elisa, porque, estorbadas las horas de
          su contento, los dos andaban tan sin él,
          que fácilmente se les echaba de ver, y
          lo peor fué que Sileno, con sospecha ó
          aviso, se receló de entrambos. Creció
          el cuidado en Mendino, y perdiendo el
          respeto á su recato, los días velaba y
          las noches no dormía. Y no es possible
          menos á quien ama en competencia, aunque
          verdaderamente se vea triunfando de
          su enemigo. Desta diligencia, Padileo,
          celoso, acrecentó la suya, y Galafrón y
          Filis vieron su perdición: que en los
          tiempos adversos nadie sabe fingir.
          Nublados fueron éstos que en Padileo
          tronaron, en Mendino y Elisa turbaron
          la luz, y en los ojos de Galafrón y
          Filis llovieron, y no por esso cesaron:
          pues viéndose Elisa en tanto dolor y á
          su querido amante, confusa y triste y
          imposibilitada de poderle consolar, quiso
          hacerlo por escrito, y con el zagal Sirio
          le envió una letra que decía:


                          ELISA

                Es el papel en que escribo
              el corazón que os he dado;
              y el estilo mal limado,
              el mismo mal en que vivo;
              el agotado licor
              de mis entrañas la tinta;
              y la pluma que le pinta,
              es con la que vuela Amor.
                Recebid esta embajada,
              á vos sola dirigida,
              de una libertad perdida
              y una voluntad ganada,
              aunque por aqueste modo
              pagados vamos los dos,
              pues que hallo en solo vos
              todo lo que pierdo en todo.
                Viviendo sola y ausente
              de mi propia compañía,
              agravio al alma sería
              preguntarle lo que siente.
              Si á descubrirlo me ofrezco,
              en vano me cansaré,
              pues se ha de entender por fe
              ó por mí que lo padezco.
                Estas montañas á una
              testigos firmes me son
              que lo es más mi corazón
              á los golpes de Fortuna.
              Y este noble humilde techo,
              que de albergaros fué dino,
              sabe que sólo Mendino
              puede caber en mi pecho.
                Moradas de hombres y fieras
              conocen esta verdad,
              que mi mucha voluntad
              no se extiende á menos veras.
              Y si vos de aqueste intento
              lo cierto queréis sentir,
              sin alma podré vivir
              con vuestro conocimiento.
                Si no escucháis el dolor,
              tenelde de verme así,
              con tal que me deis á mí
              el vuestro todo, pastor;
              mas no me contenta, no,
              haceros tal demasía,
              más á cuento nos vendría
              pagar por entrambos yo.
                Si por ventura estimáis
              más mi fe que vuestro gusto,
              á tiempo estamos, que es justo
              que mostréis lo que me amáis:
              pues puedo y quiero juraros,
              así me vala el quereros,
              que cuanto pierdo de veros
              lo voy cobrando en amaros.
                El que dañarnos pretende,
              aqueste cargo nos echa,
              si en estorbar se aprovecha,
              que en aprovechar se ofende:
              y no me juzguéis culpada
              en su vana pretensión,
              pues sola vuestra opinión
              me hace á mí deseada.
                El vela noches y días,
              con enojo suyo y nuestro,
              mas yo os ofrezco por vuestro
              el fruto de sus porfías:
              él verá, por más que haga,
              el poco rastro que deja,
              y siendo suya la queja,
              veréis vos vuestra la paga.
                Imposible me es quererle,
              y aun no dexar él de amarme,
              que cansarále el cansarme
              más que á mí el aborrecerle.
              Su bien y su mal igualo,
              y por ponerle más freno,
              ni le encenderé con bueno,
              ni le indignaré con malo.
                Si estos medios no son tales,
              dadme vos otros mejores,
              que aunque me los deis peores,
              me serán los más cabales.
              Esto es lo que Amor me enseña,
              y lo que compro barato,
              siendo de cera en el trato
              y en la firmeza de peña.
                Ausencias, muertes, debates,
              adversidades y antojos,
              son el toque en que á los ojos
              muestra la fe sus quilates.
              Los suyos os mostrará
              la mía con tal excesso,
              que la tomaréis sin peso
              y después no os pesará.
                Y pues tan claro veréis
              que es mi fe tan viva y cierta,
              porque no parezca muerta,
              mandadla obrar y veréis
              cómo atropella al momento
              honra y vida sin temor,
              porque no hay vida ni honor
              fuera de vuestro contento.
                Andando á solas un poco
              ayer, sin vos y sin mí,
              en un álamo leí:
              _nunca mucho costó poco_;
              mas yo, que sé cómo lucho,
              con deseo y con trabajo
              borrélo y puse debajo:
              _nunca mucho costó mucho_.
                En el mar seguro y manso
              se anega el desconfiado;
              y al que espera ser premiado
              cualquier trabajo es descanso;
              con la esperanza de gloria
              no puede haber mucha pena,
              que el que vence en la cadena,
              mayor hace la victoria.
                Hay un muro en mi vergel,
              á la parte de la fuente,
              y un resquicio suficiente,
              para hablarnos por él,
              dó podrás venir seguro,
              entre el norte y el lucero,
              que allí, pastor, os espero,
              y en Dios, de veros sin muro.

          Aunque no fuera deseado, fuera de mucho
          contento en Mendino el papel de Elisa,
          pues viniendo á tan buen tiempo, fácil
          es de entender cómo sería recebido y
          cómo celebrado. Quisiera el pastor poder
          mostrar su alegría sin que fuera tan á
          costa suya; pero cerrándola dentro de su
          corazón, se dispuso á la siguiente noche
          que apenas vido el silencio della, cuando
          mudado el vestido, con un grueso bastón
          de encina con que acostumbrado estaba
          Mendino á despartir los toros en la pelea
          y á derribar los ossos en los montes,
          se salió de su cabaña, y rodeando la de
          Elisa, con atento oído y pies sordos
          llegó al muro señalado, donde ya la
          pastora le esperaba y le avisó que aun no
          era tiempo para hablarle de espacio, que
          entretanto se fuese y tornase acompañado,
          porque Padileo no pudiese como á solo
          ofenderle ni como á ocupado hallarle. A
          esto Mendino obedeció, y aunque pudiera
          buscar á su buen primo Castalio, ó al
          galán Coridón, su leal amigo, que con
          mucho gusto de Elisa era consabidor
          deste caso, no quiso más compañía que á
          Siralvo, uno de sus mayorales, de quien
          fiaba mucho y más podía. Juntos se fueron
          á aquel secreto lugar, y quedando Siralvo
          á la entrada dél, de donde todas las
          del campo descubría, Mendiano por entre
          el muro y las peñas, lugar estrecho y
          sombrío, llegó al resquicio, y sentado
          sobre la húmida hierba esperó, y no
          mucho, que presto vino la hermosa Elisa,
          que con su luz esclareció la noche y
          con su habla puso el día en el alma de
          Mendino. Allí hubo razones tiernas y
          turbadas; allí lágrimas y risas, ruegos
          y promesas, y sobre todo Amor que lo
          sazonaba. No fué sola esta vez la que
          Mendino y Elisa por aquella parte se
          hablaron; pero no todas Mendino llevó
          á Siralvo que le acompañasse, porque
          sabía que el humilde pastor no lo era en
          pensamientos. Andaba furiosamente herido
          de los amores de FILIDA, FILIDA que por
          lo menos en hermosura era llamada sin
          par y en suerte no la tenía; y como los
          días con la ocupación del ganado y el
          recelo de Vandalio y sus pastores (á
          donde FILIDA estaba) no le daban lugar á
          procurar verla ni oirla, iba las noches
          y descansaba á vista de sus cabañas, y
          algunas veces veía á la misma FILIDA,
          que en compañía de sus pastoras salía
          á buscar la frescura de las fuentes, y
          entre los árboles cantaba, y haciéndose
          encontrado con ellas, no se esquivaba
          FILIDA de oirle ni de entender que le
          amaba, que bien sabía de Florela, pastora
          suya, con quien Siralvo comunicaba su
          mal, y de cuantos más al pastor conocían,
          que cabía en su virtud su deseo. Esto
          entendía Mendino, y lastimoso de
          estorbarle, muchas noches se iba solo
          á hablar á la hermosa Elisa, entre las
          cuales una el sospechoso Padileo le
          acechó y le vido, y fué por mejor que,
          celoso y desconfiado, sin decir la causa
          de su movimiento, pidió luego por mujer
          á la hermosa y discreta Albanisa, viuda
          del próspero Mendineo, hija del generoso
          rabadán Coriano, que en la ribera del
          Henares vivía, y allí desde las antiguas
          cabañas de su padre apacentaba en la
          fértil ribera 1.000 vacas, 10.000 ovejas
          criaderas y otras tantas cabras en el
          monte al gobierno de su mayoral Montano,
          padre de Siralvo, pastor de Mendino.
          Esta famosa empresa consiguió Padileo,
          y en conformidad de los deudos de una y
          otra parte, partió del Tajo, acompañado
          de los mejores rabadanes dél, y el mismo
          Mendino, que muy deudo y amigo era de la
          gentil Albanisa, y desposado y contento,
          con el mayor gassajo y fiesta que jamás
          se vido entre pastores, volvió del
          Henares con la cara esposa, enriqueciendo
          de beldad y valor el Tajo y su ribera;
          desta suerte quedó contento Mendino
          y pagado Padileo, y Elisa, pagada y
          contenta; y como de nuevo comenzó Mendino
          en sus amores, y forzosamente á fingir
          con Filis y Elisa con Galafrón, que no
          les importaba menos que el sossiego,
          y sin más industria dellos, el viejo
          Sileno asseguró su pecho, y el trato como
          primero y con más deleite tornó en todos
          y los placeres y fiestas lo mismo, porque
          para cualquier género de ejercicio había
          en la ribera bastantíssima compañía:
          en fuerza y maña, Mendino, Castalio,
          Cardenio y Coridón; en la divina alteza
          de la poesía, Arciolo, Tirsi, Campiano
          y Siralvo; en la música y canto, con la
          hermosa Belisa, Salio, Matunto, Filardo
          y Arsiano, aunque á la sazón Filardo,
          enamorado de la pastora Filena y celoso
          de Pradelio, andaba retirado, con mucho
          disgusto de todos, que nadie probaba su
          amistad que no le amasse por su nobleza
          y trato; pero de muchas bellas pastoras
          favorecido, amaba á sola Filena y sola
          ella le aborrecía, siendo verdad que
          otro tiempo le estimaba; pero cansóse
          el Amor, como otras veces suele, y con
          todo esso Filardo, tan cortés y leal que
          se escondía á aquejarse, y en la mayor
          soledad encubría sus celos; solos estaban
          Coridon y Mendino junto á una fuente,
          que al pie de una vieja noguera manaba,
          cubierta por la parte del Oriente de
          una alta roca, que alargando la mañana
          gozaban de más frescura y secreto, cuando
          por un estrecho sendero vieron venir á
          Filardo, buscando la soledad para sus
          quejas, y al mismo tiempo fueron dél
          sentidos; y viendo ocupado el lugar que
          él buscaba, quiso volverse, pero los dos
          no lo consintieron, antes Mendino le rogó
          que llegasse, y llegado, Coridón le pidió
          que tañesse, y tañendo ambos le incitaron
          al canto, que, comedido y afable, no se
          pudo excusar, ni aquí su canción, que fué
          ésta:


                        FILARDO

                Vuestra beldad, vuestro valor, pastora,
              contrarios son al que su fuerza trata,
              que si la hermosura le enamora,
              la gravedad de la ocasión le mata;
              los contentos del alma que os adora,
              el temor los persigue y desbarata,
              lucha mi amor y mi desconfianza,
              crece el deseo y mengua la esperanza.
                Los venturosos ojos del que os mira,
              os juzgan por regalo del tormento,
              y el alma triste que por vos suspira,
              por rabia y perdición del pensamiento;
              essa beldad que al corazón admira,
              esse rigor que atierra el sufrimiento,
              poniéndonos el seso en su balanza,
              sube el deseo y baja la esperanza.
                Aunque me vi llegado al fin de amaros,
              ningún medio hallé de enterneceros,
              que como fué forzoso el desearos,
              lo fué el desconfiar de mereceros;
              el que goza la gloria de miraros
              y padece el dolor de conoceros,
              conocerá cuán poco bien se alcanza,
              rey el deseo, esclava la esperanza.
                Si propia obligación de hermosura
              es mansedumbre al alma que la estima,
              y al fuerte do razón más assegura,
              tantos peligros voluntad arrima,
              vaya para menguada mi ventura,
              pues lo más sano della me lastima;
              mas si holgáis de ver mi mala andanza,
              viva el deseo y muera la esperanza.
                Bien muestra Amor su mano poderosa,
              pero no justiciera en mi cuidado,
              atando una esperanza tan medrosa
              al yugo de un deseo tan osado,
              que en cuanto aquél pretende, puede y osa,
              ella desmedra, teme y cae al lado,
              que mal podrán hacer buena alianza
              fuerte el deseo y débil la esperanza.
                La tierna planta que, de flores llena,
              el bravo viento coge sin abrigo,
              bate sus ramas y en su seno suena,
              llévala y torna, y vuélvela consigo,
              siembra la flor ó al hielo la condena,
              piérdese el fruto, triunfa el enemigo;
              sin más reparo y con mayor pujanza
              persigue mi deseo á mi esperanza.

          Cantó Filardo, y Mendino quedó de su
          canción muy lastimoso. Coridón no, que
          estaba ausente de su bien, y cuantos
          males no eran de ausencia le parecían
          fáciles de sufrir. Cada uno siente su
          dolor, y el de Filardo no era de olvidar
          que era de olvido, y ahora, después de
          haber alabado su cantar tan igual en
          la voz y el arte, los tres pastores se
          metieron en largas pláticas de diversas
          cosas, y la última fué la ciencia de la
          Astrología, que grandes maestros della
          había en el Tajo; allí estaba el grave
          Erión, de quien después trataremos; el
          antiguo Salcino, el templado Micanio,
          con otros muchos de igual prueba; mas
          entre todos, Filardo alabó el gran saber
          de Sincero, y la llaneza y claridad con
          que oía y daba sus respuestas: por esto
          le dió gran gana á Mendino de verse con
          Sincero, que muchos días había deseado
          saber á dónde llegaba el arte destos
          magos; y como Filardo dijo que sabía
          su morada, los tres se concertaron de
          buscarle el día siguiente, antes que el
          Sol estorbasse su camino, con lo cual
          tomaron el de sus cabañas, donde cada uno
          á su modo passó el día y la noche, y ya
          que el alba y el cuidado del concierto
          desterraron el sueño, Coridón y Filardo
          buscaron á Mendino, cuando él salía de
          sus cabañas á buscarlos, y escogiendo la
          vía más breve y menos agra passaron el
          monte, y á dos millas que por selvas y
          valles anduvieron, en lo más secreto de
          un espesso soto hallaron un edificio de
          natura, á manera de roca, en una peña
          viva, cercado de dos brazas de fosso de
          agua clara hasta la mitad de la hondura;
          aquí quiso Filardo merecer la entrada,
          y sentado sobre la hierba sacó la lira,
          á cuyo son con este soneto despertó á
          Sincero:


                        FILARDO

                Si me hallasse en Indias de contento,
              y descubriesse su mayor tesoro
              en el lugar donde tristeza ó lloro
              jamás hubiessen destemplado el viento;
                Donde la voluntad y el pensamiento
              guardassen siempre al gusto su decoro,
              sin ti estaría, sin ti que sola adoro,
              pobre, encogido, amargo y descontento.
                ¿Pues qué haré donde contino suenan
              agüeros tristes de presente daño,
              propio lugar de miserable suerte;
                Y adonde mis amigos me condenan,
              y es el cuchillo falsedad y engaño,
              y tú el verdugo que me das la muerte?

          Con el postrero acento de Filardo abrió
          el mago una pequeña puerta, y con aspecto
          grave y afables razones los saludó y
          convidó á su cueva. Pues como fuesse
          aquello á lo que venían, fácilmente
          acetaron, y por una tabla que el mago
          tenía en el fosso, que sería de quince
          pies en largo, hecha á la propia medida,
          passaron allá y entraron en aquel lugar
          inculto, donde lo que hay menos que ver
          es el dueño. Aquí en estas peñas cavadas
          solo vivo y solo valgo, y aunque no á
          todos comunico mi pecho, bien sé, nobles
          pastores, que sois dignos de amor y
          reverencia; mas vos, Coridón ausente, y
          vos, Filardo olvidado, perdonaréis por
          ahora, y vos, Mendino, oid quién sois
          y lo que de vos ha sido y será, que
          dichoso es el hombre que sabe sus daños
          para hacerles reparo y sus bienes para
          alegrarse en ellos; y viendo que Mendino
          le prestaba atención, en estas palabras
          soltó su voz el mago:


                         SINCERO

                Cuando natura con atenta mano,
              viendo el Sér soberano de do viene,
              el ser que el hombre tiene y es dechado,
              dó está representado, y junto todo,
              quiso con nuevo modo hacer prueba
              maravillosa y nueva, no del pecho,
              cuyo poder y hecho á todo excede,
              pero de cuánto puede y cuánto es buena
              capacidad terrena en fortaleza,
              en gracia, en gentileza, en cortesía,
              en gala, en gallardía, en arte, en ciencia,
              en ingenio, en prudencia y en conceto,
              en virtud y respeto, y finalmente,
              en cuanto propiamente acá en el suelo
              una muestra del cielo sea possible,
              con la voz apacible, el rostro grave,
              como aquella que sabe cuanto muestra
              su poderosa diestra y sola abarca,
              invocando á la Parca cuidadosa,
              «Obra tan generosa se te ofrece,
              le dice, que parece menosprecio
              hacer caudal y precio de otra alguna
              de cuantas con la luna se renuevan,
              ó con el sol se ceban y fatigan,
              ó á la sombra mitigan su trabajo;
              tus hombros pon debajo de mi manto,
              obrador sacrosanto de tu ciencia,
              y con tal diligencia luego busca
              aquel copo que ofusca lo más dino,
              que después del Austrino al mundo es solo;
              de los rayos de Apolo está vestido
              de beldad, guarnecido de limpieza,
              allí acaba y empieza lo infinito,
              es AVE el sobrescrito sin segundo,
              á cuyo nombre el mundo se alboroza,
              de MENDOZA, y MENDOZA sólo suena
              donde la luz serena nos alegra,
              y á do la sombra negra nos espanta;
              agora te adelanta en el estilo,
              y del copo tal hilo saca y tuerce,
              que por más que se esfuerce en obra y pueda,
              mi mano nunca exceda en otra á ésta».
              Dijo Natura, y presta al mandamiento,
              Lachesis, con contento y regocijo,
              sacó del escondrijo de Natura
              aquella estambre pura, aquel tesoro,
              ciñó la rueca de oro, de oro el huso,
              y como se dispuso al exercicio,
              la mano en el oficio, assí á la hora
              la voz clara sonora á los loores:
              «Oid los moradores de la tierra
              cuánta gloria se encierra en esta vida,
              que hilo por medida más que humana;
              aquí se cobra y gana el bien passado,
              que del siglo dorado fué perdido
              este bien, escogido por amparo
              de bondad y reparo de los daños
              que el tiempo en sus engaños nos ofrezca;
              porque aquí resplandezca la luz muerta,
              la verdad halla puerta y la mentira
              cuchillo que la admira y nos consuela,
              y la virtud espuela, el vicio freno,
              en quien lo menos bueno al mundo espante:
              crece, gentil INFANTE, ENRIQUE crece,
              que FORTUNA te ofrece tanta parte,
              no que pueda pagarte con sus dones,
              pero con ocasiones, de tal suerte,
              que el que quiera ofenderte ó lo intentare,
              si á tu ojo apuntare el suyo saque
              y su cólera aplaque con su daño;
              del propio y del extraño serás visto,
              y de todos bien quisto, INFANTE mío;
              mas ¡ay! que el desvarío del tirano
              mundo cruel, temprano te amenaza,
              tan áspero fin traza á tus contentos,
              que tendrás los tormentos por consuelo;
              cuando el Amor del suelo lo más raro
              te diere menos caro, hará trato
              que tendrás por barato desta fiesta
              lo que la vida cuesta; mas entiende
              que si el Hado pretende darte asalto,
              y que te halles falto de la gloria,
              do estará tu memoria, el cielo mismo
              te infundirá un abismo de cordura,
              con que la desventura se mitigue,
              que aunque muerte te obligue, cuando á hecho
              rompa el ínclito pecho de tu padre,
              de claro aguelo y madre á sentimiento,
              y el duro acaecimiento que te espera
              de que á tus ojos muera la luz bella,
              de aquella, digo, aquella que nacida
              será tu misma vida muertos ellos,
              serás la Fénix dellos; crece ahora,
              que ya la tierra llora por tenerte,
              por tratarte y por verte y será presto».
                Dijo Lachesis esto, y yo te digo,
              que tú eres buen testigo en lo que ha sido,
              y si en lo no venido no reposas,
              esfuérzate en las cosas que te ofenden,
              que en el tiempo se entienden las verdades
              y el franco pecho en las adversidades.

          Ganoso anduvo Mendino de oir á Sincero,
          y valiérale más no haberlo hecho, porque
          una vez le oyó y mil se arrepintió de
          haberle oído. Imprimióse una imagen de
          muerte en su corazón, que si juntamente
          en él no estuviera la de Elisa, cayera
          sin duda en el postrer desmayo. Cruel
          fué Sincero con Mendino en afirmarle lo
          que fuera possible ser tan falso como
          verdadero, mas pocos hay que encubran su
          saber, aunque el mostrarlo sea á costa
          del amigo. Tal quedó el pastor, que no
          fué poco poderse despedir del mago, que
          con ofertas y abrazos salió con ellos
          hasta passar el soto, donde se quedó,
          y ellos volvieron á la ribera, que al
          parecer de Mendino ya no era lugar de
          contento, sino de profundo dolor, con
          quien anduvo luchando muchos días por
          no poderle excusar y por hacerlo de que
          Elisa lo sintiesse. ¡Oh cuántas veces el
          leal amador mostró placer en el rostro,
          que en el alma era rabia y ponzoña, y
          cuántas veces su risa fué rayo, que
          penetraba su pecho y aun los mismos
          ratos de la presencia de Elisa, que en
          muerte y afrenta le fueran consuelo, le
          eran allí desesperación, y así no tenía
          gusto sin acibar ni trabajo con alivio!
          «¿Es possible, decía, que la celestial
          belleza de Elisa ha de faltar á mis
          ojos, y que muerta Elisa yo podré vivir,
          y mis esperanzas juntas con Elisa se
          harán polvo que lleve el viento? Primero
          ruego á la deidad donde todo se termina
          que mude en mí la sentencia, y si no,
          yo me la doy, Elisa, que ya que no sea
          poderoso para que no mueras, serélo á
          lo monos para no vivir». Estas y tales
          razones decía Mendino á solas con la
          boca, y acompañado con el corazón, y
          Elisa, inocente destos daños, siempre
          se ocupaba en agradarle y engañar á
          Galafrón, como Mendino á Filis. Tres
          veces se vistió el Tajo de verdura, y
          otras tantas se despojó della, en tanto
          que Elisa sin sobresalto, y Mendino
          siempre con él, gozaron de la mayor fe
          y amor que jamás cupo en dos corazones
          humanos, y al principio del tercero
          invierno, cuando el fresno de hoja y
          el campo de hermosura, juntamente se
          despojó de vida el corazón de Mendino no
          olvidado, no celoso ni ausente menos que
          del alma, porque adoleció Elisa de grave
          enfermedad é inútiles los remedios de
          la tierra, aquella alma pura, buscando
          los celestiales, desamparó aquel velo de
          tan soberana natural belleza, dejando
          un dolor universal sobre la haz del
          mundo y una ventaja de todo en el pecho
          del sin ventura pastor, que aun para
          quejarse no le quedó licencia, solo
          por la soledad de los montes buscaba á
          Elisa, y en lágrimas sacaba su corazón
          por los ojos; allí, con aquellas peñas
          endurecidas, comunicaba su terneza, y en
          ellas mismas ponía sentimiento. Con él
          lloraron SIRALVO, Castalio y Coridón. Con
          él lloraron los montes y los ríos; con él
          las ninfas y pastoras, mas nadie sentía
          que él lloraba. Gran pérdida fué aquélla,
          y grande el dolor de ser perdida, y
          muchos los que perdieron. Esto se pudo
          ver por las majadas de Sileno, donde no
          quedó pastor que no llorasse y gimiese,
          y desamparando las cubiertas cabañas,
          passaban la nieve y el granizo por los
          montes las noches, y por los yermos los
          días, mayormente en el lugar do fué Elisa
          sepultada, en una gran piedra coronada
          de una alta pirámide, á la sombra de
          algunos árboles, y á la frescura de
          algunas fuentes, todos los rabadanes,
          pastoras y ninfas de más estima cubrieron
          sus frentes con dolor y bañaron con
          lágrimas sus mejillas en compañía del
          anciano padre, donde Mendino, que más
          sentía, era quien menos lo mostraba,
          por el decoro de Elisa y el estorbo de
          Filis, y así apartado, donde de nadie
          podía ser visto ni oído, satisfacía á
          su voluntad en lágrimas sin medida y en
          quexas sin consuelo; y cuando el bravo
          dolor le daba alguna licencia, cantaba en
          vez de llorar, y peor era su canto que si
          llorara, que cuando el triste canta, más
          llora, y más MENDINO, que desta suerte
          cantaba:


                        MENDINO

                Yéndote, señora mía,
              queda en tu lugar la muerte,
              que mal vivirá sin verte
              el que por verte vivía;
              pero viendo
              que renaciste muriendo,
              muero yo con alegría.
                En la temprana partida
              vieja Fénix pareciste,
              pues tu vida escarneciste
              por escoger nueva vida:
              sentiste la mejoría,
              y en sintiéndola volaste,
              mas ay de aquel que dejaste
              triste, perdido y sin guía;
              y entendiendo
              que te cobraste muriendo,
              se pierde con alegría.
                El árbol fértil y bueno
              no da su fruto con brío
              hasta que es de su natío
              mudado en mejor terreno;
              por esto, señora mía,
              en el jardín soberano
              te traspuso aquella mano
              que acá sembrado te había;
              y entendiendo
              que allí se goza viviendo,
              muero aquí con alegría.
                Bien sé, Elisa, que convino,
              y te fué forzoso y llano
              quitarte el vestido humano
              para ponerte el divino;
              mas quien contigo vestía
              su alma, di, ¿qué hará,
              ó qué consuelo tendrá
              quien sólo en ti le tenía,
              si no es viendo
              que tú te vistes muriendo
              de celestial alegría?
                En esta ausencia mortal
              tiene el consuelo desdén,
              no porque te fuiste al bien,
              mas porque quedé en el mal;
              y es tan fiera la osadía
              de mi rabiosa memoria,
              que con el bien de tu gloria
              el mal de ausencia porfía;
              pero viendo
              que el mal venciste muriendo,
              al fin vence el alegría.
                Es la gloria de tu suerte
              la fuerza de mi cadena,
              porque no cesse mi pena
              con la presurosa muerte,
              que ésta no me convenía;
              mas entonces lo hiciera
              cuando mil vidas tuviera
              que derramar cada día;
              pues sabiendo
              la que ganaste muriendo,
              las diera con alegría.
                Vi tu muerte tan perdido,
              que no sentí pena della,
              porque de sólo temella
              quedé fuera de sentido;
              ya mi mal, pastora mía,
              da la rienda al sentimiento;
              siempre crece tu contento
              y el rigor de mi agonía;
              pero viendo
              que estás gozosa viviendo,
              mi tristeza es alegría.

          Así pasaba Mendino su congojosa vida,
          huyendo de los lugares donde de Elisa se
          trataba, honrándola ó llorándola, porque
          para ella y para él era este recato de
          grande importancia, y así se entretenía
          en sus cabañas con el vaquero Coridón
          ó con Castalio su primo lo más del
          tiempo, y esto porque en amor no falte
          su costumbre, que es haber siempre quien
          de nuevo llore; Cardenio, enamorado de
          Clori, perdió el respeto á Castalio,
          que más que á sí la quería, y la pidió
          en casamiento, y el generoso padre de
          ella, viendo la igualdad de los dos ricos
          pastores en edad y suerte, y que ambos le
          pedían y ambos eran dignos, y á Castalio
          heredero y á Cardenio heredado, dió la
          palabra á Cardenio y dejó á Castalio, de
          manera que estuvo mil veces por darse la
          muerte. En estos trances tan dolorosos
          se pasó lo restante del invierno. No
          os he dicho nada de Galafrón, siendo
          mucho lo que hay que decir; mas presto
          celebraremos el sepulcro de Elisa, donde
          serán sus lágrimas las mejores, porque
          allí faltarán las de Mendino; y ahora
          veréis que llega á la ribera un galán
          cortesano en hábito de pastor; Alfeo se
          llama, y con dolor viene: tratemos dél,
          en tanto que de Mendino y Castalio sus
          recientes daños no nos dan lugar: que tal
          vendrá, que los hallemos más tratables,
          pues

                El mal que el tiempo hace,
              el tiempo le suele curar.




                     SEGUNDA PARTE
                  DEL PASTOR DE FILIDA


          En tanto que el generoso Alfeo siguió
          las pomposas Cortes tan satisfecho de
          su habitación, que le parecía tiempo
          perdido el que en otra parte se gastaba,
          mayormente el de aquellos que de las
          ciudades y villas, retirados á las
          humildes aldeas, vivían entre aquella
          soledad acompañada de murmuración, y
          aquella compañía desierta de consejo,
          no es de maravillar que así amasse el
          trato cortesano: porque criado en él y
          aficionado á las artes, hallaba allí del
          mundo lo mejor; ayudábale á gozarlo ser
          rico y liberal, gentil, cortés, discreto
          y bien nacido, amado de todos, y sobre
          todo, señor de su voluntad. Pero después
          que vió la hermosura de Andria, que era
          sin igual, y probó su condición, tan
          fácil al mal y al bien, que en breves
          días, enamorado y creído, sintió el
          favor de su parte, medida de su deseo,
          y en más breves la ponzoña secreta de
          su dulzor, juzgó enemigos al cielo y á
          la tierra, llamó la muerte, aborreció
          la vida, estragó su pecho hasta quedar
          tan trocado de sí, que á sí mismo no se
          conocía, y tan enemigo del lugar, que á
          otra cosa que infierno no le comparaba.
          Huyó dél, corrido de sus amigos,
          desesperado de su contento y atónito de
          su perdición; buscó la ausencia, con
          deseo de que en ella le viniese la muerte
          sin que la despiadada Andria supiese
          de su muerte ni de su vida. Así como
          iba trocada su fortuna, así lo iba su
          traje: camisa cruda llevaba y sayo pardo
          vaquero, caperuza de faldas y calzón de
          lienzo, polaina tosca y zapato gruesso,
          é intencionado de encubrir su suerte y
          guardar cabras y ovejas en la ribera
          del Tajo, donde al silencio de la noche
          enderezó sus pasos, sin más compañía que
          su dolor y cuidado, que casi con alas del
          viento apresuraban su jornada, llegó á su
          verde ribera al punto que el sol con la
          primera lumbre ahuyentaba las postreras
          sombras de la noche. Era el tiempo que
          la deleitosa primavera, desechando las
          flores de sus plantas, casi apenas el
          deseado fruto entre las tiernas hojas
          descubría. Y á las aves de la noche por
          las cavernas encerrándose, las del día
          (desamparados los nidos) dulcíssimos
          cantares acordaban. Ya el rústico
          Arsindo, desde un alto peñasco que sobre
          el Tajo pendía, tocaba una sonora bocina,
          á que de todas partes de la ribera le
          comenzaron á responder con flautas,
          chapas, adufres y otros instrumentos
          pastorales, donde Alfeo entendió ser día
          entre ellos de gran solemnidad y fiesta,
          y acrecentando su pena, se entró por la
          espesura de unos tarayes, y recostado
          en la tierra junto á un pequeño arroyo
          que del Tajo salía, los ojos en él y el
          pensamiento en Andria, al son del agua y
          al compás de sus suspiros comenzó á decir:


                          ALFEO

                Apartado de la vida
              pago, viniendo á morir,
              con la pena del partir
              la culpa de la partida;
              culpa que (si bien se apura)
              procede en tal ocasión,
              no por falta de razón,
              mas por mengua de ventura.
                Húyome de vos agora,
              aunque decirlo es afrenta,
              mas si vos quedáis contenta,
              iré pagado, señora;
              sin derramar más querellas,
              que en su mayor fundamento
              las ha de llevar el viento
              y á mí la vida tras ellas.
                Partíme de vos sin veros,
              porque no puedan decirme
              que fué possible partirme
              y no lo fué enterneceros;
              excusaré, mal mi grado,
              el juzgar en la partida
              á vos por desconocida
              y á mí por desesperado.
                No hay fortuna que assegure
              aquel que de vos se parte,
              ni tiempo, razón ni arte
              que por su salud procure;
              y así á tan amarga suerte
              no buscaré resistencia,
              pues vos disteis la sentencia,
              yo ejecutaré mi muerte.
                No crece en esta jornada
              la pena como el quereros,
              que no es mayor mal no veros
              que veros contino airada;
              y pues iguala á la ausencia
              lo que padezco presente,
              no podrá llamarme ausente
              quien no me lloró en presencia.
                Yo me huyo, y no me quejo,
              porque no vengo conmigo,
              perdonadme que os lo digo
              por galardón de que os dejo;
              y si os mostráredes servida
              en partirme desta suerte,
              podré decir que la muerte
              me valió más que la vida.
                Coged el fruto que ofrece
              mi partida en mis enojos,
              pues quita de vuestros ojos
              lo que vuestra alma aborrece;
              quedad satisfecha así,
              que aunque soy el agraviado,
              triunfaré como vengado
              si sé vengaros de mí.
                De este bien desconfiando,
              mis males agradeciendo,
              vuestro desdén conociendo,
              de la vida no curando,
              tal me voy á tierra extraña
              á volverme en tierra poca
              con vuestro nombre en la boca
              y en el alma vuestra saña.

          Bien pensó Alfeo que se quexaba á solas,
          ignorando que á su siniestro lado, á la
          caída del río, al fin de la espesura,
          estaba la cabaña de la pastora Finea,
          discreta y bella serrana, la cual,
          recordando á la bocina de Arsindo, fué
          herida de las palabras del afligido
          amante; mientras las cuales duraron, dejó
          el humilde lecho, calzó abarcas de limpio
          cuero con cordones de fina lana, vistió
          su cuerpo gentil de saya parda oscura
          con saino baxo y camisa blanca gayada,
          cogió sus cabellos, y cubriéndolos con
          un ancho y alto tocado á fuer de la
          serranía, salió al lugar donde Alfeo
          estaba con más semejanza de muerto que
          de vivo. Y aunque la graciosa Finea
          había bien entendido de sus palabras
          la causa de su dolor, dissimulando le
          dijo: ¿Duermes, pastor? No duermo, dixo
          Alfeo. ¿Pues por qué, dixo Finea, dejas
          passar el río tu manada, que cuando
          della no cures, del daño que puede hacer
          deberías tener cuidado? No tengo cosa,
          dixo Alfeo, que á nadie pueda dañar, sin
          haberla en el mundo que á mí no me dañe.
          Según esso, dixo Finea, tú eres el más
          desdichado de los hombres, pues ninguno
          lo es tanto que no halle quien dél se
          duela. Y sin duda ya yo lo hago de ti,
          porque me pareces enamorado y forastero.
          En lo uno y lo otro, dixo Alfeo, has
          acertado; sólo yerras en tener compassión
          de mí, y así te ruego no la tengas si no
          eres amiga de tiempo muy perdido. ¿Qué
          sabes, dixo Finea, si puedes pagarme
          en mi moneda? ¿Eres acaso, dixo Alfeo,
          enamorada y forastera? Esso, dixo Finea,
          puedes tú ver, sin preguntarlo, en mi
          traje por una parte y en mi piedad por
          otra. Pero dime, pastor, así triunfes de
          tus enojos, ¿quién eres, de dónde y á
          qué eres venido, que tu hábito me dice
          uno y tu persona me descubre otro? No
          creas nada, dixo Alfeo, que aquí estoy
          yo que te desengañaré de todo, pues no
          puedo ser ingrato al cargo que en tan
          breves razones me has echado: suplícote
          primero me digas qué es la causa del
          ruido que esta mañana (al parecer del
          sol) sonó en la ribera. La causa, dixo
          Finea, de las voces é instrumentos que
          has oído es una junta casi general de
          los pastores desta ribera que hoy se
          hace en lugar señalado, por recordación
          de la difunta Elisa, hija del caudaloso
          rabadán Sileno, cuyas cenizas serán cada
          año en este mismo día celebradas. Por
          esto subió el rústico Arsindo á avisar
          con su ronca bocina desde las altas
          peñas, y toda la pastoral compañía desde
          sus moradas le respondieron, á cuyo son
          recordé yo y oí tus quexas, y estimo
          en lo que es razón la voluntad con que
          te ofreces á darme cuenta de ti; pero
          el detenimiento en este lugar podría
          ser peligroso, porque el sitio de Elisa
          es más de una milla distante de donde
          estamos, y la obligación de entrar yo á
          tiempo, forzosa, y sin duda no hay pastor
          ni pastora que no vaya caminando, así que
          en el camino podré saber lo que tanto
          deseo, y tú mandar lo que ya quisieres de
          tu gusto, que responderé á él con toda
          la obligación que me has hecho. Pastora,
          dixo Alfeo, yo no debo hacer essa jornada
          si no es porque tú lo quieras, y así te
          acompañaré hasta donde fueres contenta,
          que para mí no tiene más un lugar que
          otro, salvo los de la soledad á que mi
          mala fortuna me tiene tan obligado.
          Sígueme, pastor, dixo Finea, y saliendo
          de entre los tarayes se entraron por una
          senda estrecha y deleitosa, entre olmos y
          salces, y á poco espacio, antes que nada
          pudiessen tratar, sobrevino á la parte
          del río una banda de apuestos pastores y
          hermosas pastoras, y entre ellos Licio,
          pastor de mucha estima, desfavorecido y
          celoso de Silvia, una de las pastoras
          que allí iban. Fuéles forzoso á los dos,
          Alfeo y Finea, seguir su compañía, que
          sin esquivarse del nuevo pastor, iban en
          dulces pláticas entreteniéndose, y á la
          mitad del camino Finea pidió á Ergasto
          que tañese y á Licio que cantasse, á cuyo
          ruego Ergasto sacó la flauta, y á su son
          Licio comenzó á cantar de aquesta suerte:


                         LICIO

                ¿De qué sirve, ojos serenos,
              que no me miréis jamás?
              De que yo padezca más,
              mas no de que os quiera menos.
                Si el que con gusto moría,
              queréis que rabiando muera,
              aunque mudéis la manera,
              firme está la fantasía:
              de ira y gracia llenos
              dais por un mismo compás
              el mal de menos á más
              y el favor de más á menos.
                Si imagináis que dexarme
              tan sin ley y sin razón
              en mí ha de ser ocasión
              para desaficionarme;
              pues no bastan ser ajenos,
              industrias son por demás,
              antes el deseo es más
              cuando la esperanza es menos.
                Podéis con desabrimiento
              quitarme el verme y el veros,
              mas no que por conoceros
              no me agrade mi tormento;
              ser tan hermosos y buenos
              que lo dexáis todo atrás,
              esto en mí siempre fué más
              y lo demás todo menos.
                Si por matar al amigo
              no podéis ser alabados,
              y os queréis ver disculpados
              con todo el mundo y conmigo;
              cuando huya de sus senos
              el alma triste además,
              miradme, y no pido más,
              mas tampoco pido menos.

          Todos, sino Silvia, oyeron atentamente la
          tierna canción del angustiado Licio; pero
          ella, que de costumbre tenía esquivarse
          con él en todo, mientras duró se
          entretuvo con Dinarda en plática de poca
          importancia, según pareció por lo que
          Dinarda hizo, que pidiendo á Ergasto que
          no cessase y á Licio que le respondiesse,
          Ergasto empezó á tañer, y ella á cantar,
          y Licio á responder desta manera:


                     DINARDA Y LICIO

                --¿Si Silvia se te desvía,
              más la sigues?--Hago bien.
              --Morirás por ello.--Amén;
              quizá la contentaría.
                --Pon más consideración
              en tan confusa aspereza,
              que te lleva tu firmeza
              carrera de perdición;
              ¿cuando más males te envía
              más te humillas?--Hago bien.
              --Tú te destruyes.--Amén;
              que esso es lo que yo querría.
                --No abras con tal error
              tu mal soldada herida,
              que si es mala la caída,
              la recaída es peor;
              mira que es gran niñería,
              no escarmentar.--Hago bien.
              --¿Y si te pierdes?--Amén;
              que poco se perdería.
                --De tantos males y enojos
              ¿qué nuevas esperas buenas,
              si tu afición y tus penas
              son culpas ante sus ojos?
              ¿A la que te desafía
              te avassallas?--Hago bien.
              --Veráse vengada.--Amén;
              que entonces yo triunfaría.
                --Eres juez tan cruel
              en sentenciar tu processo
              que, ó se te ha enjugado el seso
              ó no naciste con él;
              lo que en tu frente se cría,
              ¿es locura?--Hago bien.
              --¿Y si te atassen?--Amén;
              que por cuerdo quedaría.

          O por oir Silvia á Dinarda, ó porque el
          cantar la movió á más atención que el
          primero, mientras duró estuvo puestos los
          ojos en los pastores que cantaban. Mas
          ya que vió que era acabado, con rostro
          grave y hermoso, vuelta á la pastora
          le dixo: Volvamos, Dinarda, á nuestro
          cuento, que aunque el día es largo, para
          esso faltará lugar y para essotro no,
          que llegados al valle todos cantaremos.
          Esso creo yo, dixo Uranio (pastor de
          pocas palabras, pero de mucho aviso),
          mas será la diferencia que cantaréis
          en la rama y Licio en la red. Si yo la
          hice, dixo Silvia, en ella muera. ¿Pues
          quién la hizo? dixo Licio. Tú, pastor,
          dixo Silvia; si alguna hay, aunque tu
          desassossiego no es prisión, sin duda,
          sino temor de venganza de las más
          conocidas sinrazones que jamás contra
          mujer se han hecho. ¿Quién las hizo? dixo
          Licio. Tú, dixo Silvia, que en medio de
          una tierníssima voluntad mía, donde eras
          solo señor, moviste en pago tus pies y tu
          lengua contra mí. Si tú primero, dixo
          Licio, me quitaste el seso, no fué mucho
          que yo hiciesse locuras. ¿Pues tengo yo
          culpa, dixo Silvia, á tus desvariadas
          sospechas? Desso, dixo Licio, tú eres
          testigo, pero sey juez, que yo huelgo de
          ser el condenado. Sola una cosa, dixo
          Silvia, quiero preguntarte: ¿Qué te
          movió á desterrar á Celio de la ribera?
          Esso, dixo el pastor, fué concierto de
          nuestra contienda que el que quedasse
          vencido no pudiesse, por término de un
          año, apacentar en la ribera del Tajo:
          condición fué sacada por su boca y
          desafío hecho por su mano, y pena por
          que yo passara (aunque á mi pesar) si
          él me venciera. Y oxalá Licio fuera el
          vencido, con que el cielo me ayudara con
          la más mínima parte del sentimiento que
          por Celio tienes. Mira, pastor, dixo
          Silvia con rostro más altivo y tierno;
          vuelve á Celio á su cabaña, y de mí y de
          la mía no te acuerdes jamás, y agradece
          mucho que me humillo á enseñarte cómo
          podrás tenerme menos agraviada. Sí,
          agradezco á ti y al cielo, dixo Licio;
          y llamando á Ergasto, á passo largo se
          entraron por una senda que á mano derecha
          estaba, quedando los demás pastores
          muy agradecidos del noble respeto del
          pastor y del buen proceder de la pastora.
          Pero viéndola casi forzada á llorar, no
          quisieron enternecerla; antes, vuelto
          Uranio al nuevo pastor Alfeo, con gran
          cortesía le preguntó su nombre y su
          venida. Mi nombre, dixo el pastor, es
          Alfeo; mi venida, de passo, y serlo
          ha más si os soy inconveniente. Esso
          estuviera á mi cargo, dixo la serrana
          Finea. Y volviendo á los demás les
          asseguró que Alfeo era muy digno de su
          compañía y trato. Y en estos agradables
          razonamientos llegaron á una hermosa y
          gran floresta que á la entrada del valle
          de Elisa estaba, y donde había orden de
          irse aguardando los pastores hasta que
          juntos entrassen al sagrado valle. Y assí
          agora hallaron muchos, divididos por los
          arroyos y fuentes, tejiendo guirnaldas,
          juntando ramos de diversas flores y
          algunos tañendo y cantando con gran
          harmonía y arte, que allí estaban Sasio,
          Filardo y Arsiano, y la pastora Belisa,
          hija del doctíssimo lusitanio Coelio, los
          cuatro más aventajados en música y canto
          que en las españolas riberas se hallaban.
          Ayudábales el mucho estudio, suaves
          voces v discreción y donaire, aunque en
          suavidad y harmonía Belisa los dejaba
          atrás. Cantando estaba Arsiano cuando
          nuestros pastores llegaron; pero á poco
          rato, Belisa, ayudada de Sasio, al son de
          la lira con gran dulzura comenzó á cantar
          aquestos versos:


                         BELISA

                Entre hierbas fresquíssimas floridas,
              un cendal por los ojos rodeado,
              juntos los pies, las alas escondidas,
                Suelta la aljava, el arco floxo al lado,
              durmiendo estaba con descuido y gana
              el pequeñuelo dios de Amor echado.
                Llevaba en el frescor de la mañana
              FILIDA sus ovejas, que las flores
              iban barriendo con la blanca lana.
                No sonaban zampoñas de pastores,
              iba cantando (cuando vió dormido
              al mismo Amor) qué cosa es mal de amores.
                No conoció quién era, aunque le vido,
              porque nunca sintió su pena grave,
              mas llegó á conocerle sin ruido.
                Miróle y dixo con su voz suave:
              ¿Hombre y ciego y con alas? No eres hombre.
              ¿Ave con solas alas? No eres ave.
                Si te pusiste aquí porque me assombre
              con tu nueva facción, por no hacello
              quiero saber de ti cuál es tu nombre.
                Una trenza texió de su cabello
              y atóle, y recordando el Amor luego,
              se vió cautiva della y preso en ello.
                FILIDA dixo: Dime, alado ciego,
              cómo te llamas. Respondió riendo:
              Furor causado de tu gran sossiego.
                FILIDA le responde: No te entiendo.
              Y dice Amor: Mi nombre es tu belleza,
              con cuya luz la misma nieve enciendo.
                Yo soy Amor, si quieres más certeza,
              ves allí el arco, ves allí la aljaba,
              tiéntalos y verás su fortaleza.
                FILIDA dice: El tiempo que me amaba
              el que solo obligada me tenía
              al yugo que atajó la muerte brava,
                Cuatro coronas el Amor traía,
              no era arquero, no era amor alado,
              ni ciego como tú, que bien veía.
                Tú vienes con dos jaras adornado,
              una ligera y otra muy pesada,
              y el efeto por dicha más pesado.
                Dícele humilde Amor: Essa dorada,
              de sólo bien querer está sangrienta,
              y essa de plomo, en desamor bañada.
                Sin quebrar la pesada te contenta
              puedes, pues para el hombre que te viere
              es imposible que su fuerza sienta;
                Mas cuanto tu beldad acá viviere,
              por fuerza essotra vivirá segura,
              que cuando de mi aljaba se perdiere,
              la hallaré en tu gracia y hermosura.

          La mucha arte, la gran harmonía del
          vario son que la pastora Belisa á sus
          versos iba dando, fué de manera que no
          quedó pastor ni pastora que por una y
          otra parte no la rodeassen. Y al fin de
          su cantar, como maravillados de oirla
          y no menos satisfechos de mirarla, no
          se movían de aquel lugar, deseosos que
          tornasse á su agradable canto. Pero á
          esta hora ya la floresta estaba llena
          de la más noble y lucida gente que
          jamás se ha visto entre pastores. Y el
          viejo Sileno, con largo sayo y retorcido
          bastón, la barba al cinto, cana como
          la limpia nieve, y sobre su arrugada
          frente una corona de funeral ciprés,
          salió del valle acompañado de los cuatro
          escogidos y gallardos pastores Mireno y
          Liardo, Galafrón y Barcino, en discreción
          y gentileza iguales, y en caudal y
          estimación lo mismo. Traían de varios
          pellicos sus vestiduras, con dardos
          gruessos de fresno de puntas de luciente
          acero en sus manos, sus cabellos limpios
          y peinados, cubiertos con guirnaldas
          de verde yedra, á cuya entrada todo
          el pastoral concurso prestó un atento
          silencio. Y después que Sileno con sus
          cuatro pastores hubo pasado y visto por
          todas partes la floresta, vuelto al
          encerrado valle mandó que Arsindo tocasse
          en él su bocina, cuyo son apenas fué oído
          cuando por una sola entrada que el valle
          tenía se trasladó en él toda la gente
          que en la floresta estaba. Dispuesto
          era el lugar para la gran fiesta que se
          ordenaba. Tenía de ancho media milla y
          una en largo. Guardábale de ambos lados
          un espesso y alto monte de gruessos
          robles y viejas encinas, por entre los
          cuales baxaban muchos arroyos de agua
          clara, que unos hacían estanques en el
          fresco valle y otros por las cavernas
          sumiéndose, acrecentaban su deleite
          y hermosura. No faltaban en el llano
          fuentes puríssimas que, como de cristal,
          bañaban los troncos á las diversas y
          hermosas plantas. Estaba entre ellas una
          alta pirámide de rico mármol, casi toda
          cubierta de nativa yedra y de compuestos
          ramos; aquí con gran reverencia fueron
          llegando pastoras y pastores sin quedar
          ninguno que no dejasse en el devoto
          sepulcro verde ramo ó florida guirnalda.
          Y apartados por orden, sentándose sobre
          la menuda hierba, Alfesibeo, caudaloso
          rabadán, de edad madura y de presencia
          gentil, subiendo con el viejo Sileno,
          Galafrón y Barcino, Mireno y Liardo á un
          ramoso y alto assiento que á un lado de
          la pira estaba, tomó la templada lira, y
          no impedido de las aves del cielo, pero
          ayudado de los suaves vientos y oído de
          los atentos pastores, comenzó á cantar
          esta piadosa elegía.


                       ALFESIBEO

                Pues el suave sentido y dulce canto
              perdió la causa, en testimonio desto
              comenzad, Musas, vuestro amargo llanto.
                Presentes sean al dolor funesto
              Beldad, Fortuna, Amor, Gracia y Prudencia,
              en veste negra y dolorido gesto.
                Llore Beldad la sin igual violencia
              de la muerte cruel, acerba y dura
              de quien le daba vida y excelencia.
                Fortuna ofrezca suma desventura,
              pues quien la pudo dar al mundo buena
              guarda su luz en esta pira oscura.
                Amor derrame en abundante vena
              su sentimiento, pues la cruda muerte
              á fin eterno su poder condena.
                La Gracia, viuda de mezquina suerte,
              pues la fuente perdió de do manaba,
              la de sus ojos crezca en mal tan fuerte.
                Prudencia llore su deidad, esclava
              de la Parca cruel, pues juntamente
              con las demás su breve curso acaba.
                Y todos ellos mi cantar doliente
              acompañen con lágrimas, en tanto
              que diere luz al mundo el rojo Oriente.
                Sin igual es la causa del quebranto,
              débelo ser también en sentimiento;
              proseguid, Musas, vuestro amargo llanto.
                Yace á la sombra deste encerramiento,
              oscuro y negro, reverente y pío,
              la misma Idea de merecimiento.
                Mi voz cansada, en monte, en valle, en río
              Elisa, Elisa en triste son resuena
              y acoge el cielo el tierno acento mío.
                General es la pérdida y la pena,
              general es el afligido lloro,
              general la sentencia que condena.
                En lo más alto del Castalio coro,
              las nueve Hermanas con estrecho luto
              cubren la luz de sus cabellos de oro.
                Allánanse á pagar este tributo
              los que en mil lastimosas ocasiones
              han conservado siempre el rostro enjuto.
                Dolopes fieros, duros Mirmidones,
              los soldados de Ulises inclementes
              ablandaran aquí sus corazones.
                No es maravilla que unas y otras gentes
              tomen el triste oficio por costumbre,
              haciendo agora de sus ojos fuentes.
                Que el Sol, subido en la más alta cumbre,
              envuelto en nubes de mortal tristeza,
              tiene eclipsada su serena lumbre.
                Y el fértil suelo lleno de aspereza,
              de seco invierno con estéril manto,
              llora también la celestial belleza.
                Y que llore ó no llore, el duro canto
              que sus miembros bellíssimos encierra,
              bañadle, oh Musas, con amargo llanto.
                Fría piedra, estrecha pira, poca tierra,
              que encerráis juntamente cuanta gloria
              de nuestras almas el dolor destierra.
                De la Muerte cruel fué la vitoria;
              vuestros son los raríssimos despojos,
              nuestro será el dolor y la memoria.
                La clara luz de los serenos ojos,
              el semblante gentil, el aire digno
              de producir y refrenar antojos,
                La blanca mano, el rostro cristalino,
              la boca de rubín, ebúrneo cuello,
              frente de nieve, trenzas de oro fino,
                Beldad que puso á la beldad el sello;
              ¿dónde está, pira oscura, piedra fría,
              tu poca tierra? Danos cuenta dello.
                Tierra dichosa en cuanto el cielo cría,
              dichoso en cuanto tú, Neptuno, bañas,
              y en cuanto mira el portador del día.
                De Atlante en las altíssimas montañas,
              en lo hondo del Gange sólo suenes
              y bañen venas de oro sus entrañas.
                Que las perlas y el oro no son bienes
              que con gran parte deban igualarse
              á la menor que en tu custodia tienes.
                Montes y mares vengan á humillarse
              á ti, Pira; á ti, Piedra; á ti, Tirrheno,
              en quien tanta beldad quiso encerrarse.
                Guarda, sepulcro, en tu dichoso seno
              la que guardó en el suyo todo cuanto
              se conoce en el mundo amable y bueno.
                Y si oprimidas de piedad ó espanto
              el dolor os suspende, al mismo punto
              volved, oh Musas, al amargo llanto.
                Si debe ser en todos tan á punto
              el dolor, la tristeza, el descontento,
              ¿qué hará en quien lo paga todo junto?
                Padre Sileno, el alto entendimiento
              socorra en tan justíssima querella
              y en ocasión de tanto sentimiento.
                Limpiad los ojos y veréis aquélla
              libre de nuestras graves ligaduras,
              alma pura, gentil, beata y bella,
                Entre las almas gloriosas puras
              que, escarneciendo nuestros desatinos,
              van de esperanza y de temor seguras;
                Y si gozaba acá con los más dignos
              pareceres humanos tanta estima,
              lo mismo hace allá con los divinos.
                Nadie, Pastor, se espantará que oprima
              vuestro sentido tan pesada carga
              y esse dolor que en general lastima.
                Pero por esso os dió, con mano larga,
              juicio el cielo, con que la vitoria
              dulce gocéis de la contienda amarga;
                Y cuando os diere assalto la memoria
              de la ocasión de vuestro bien passado,
              volvedla luego á su presente gloria.
                Yo sé que su provecho, ponderado
              con vuestro daño, y aunque no os lo quite,
              comportable hará vuestro cuidado.
                En el dolor que la razón permite,
              si no tomáis por vuestra su ganancia,
              pérdida fué que no terná desquite.
                En público lugar, en sola estancia,
              el tiempo aplicaréis con celo santo
              á consideración tan de importancia.
                Y después que digáis al mundo cuanto
              supierdes de dolor y de consuelo,
              dexen las Musas el amargo llanto,
                Suba el incienso al cristalino cielo;
              los versos píos, las ofrendas santas
              hinchan de honor y de socorro el suelo;
                Júntense ahora en esta pira cuantas
              nobles, piadosas y diversas gentes
              hoy tienes á la sombra de tus plantas.
                Cercanos deudos, próximos parientes,
              que desto fuiste tan enriquecida
              como de otros bienes excelentes,
                Y junta la progenie esclarecida,
              templos se hagan á tu nombre ilustre,
              que pueda Fama eternizar su vida.
                De siglo en siglo irán, de lustre en lustre,
              contigo allí mil ínclitos varones,
              sin que fortuna ó tiempo los deslustre.
                Y entre sus gloriossísimos blasones,
              otro se les añada por su parte
              de tus virtudes y admirables dones.
                Las venas cessarán de ingenio y arte,
              mas no podrá jamás faltar, yo fío,
              la voluntad perpetua de alabarte.
                Los hombres con respeto y señorío,
              á tu nombre pondrán de tiempo en tiempo
              mil epitafios, y primero el mío:
                Aquí se hace tierra; aquí contemplo
              la más perfecta y singular criatura
              que fué en su muerte de bondad ejemplo,
              siendo en su vida sol de hermosura.

          Fué escuchado Alfesibeo de toda la
          agradable compañía con un grave silencio,
          interrumpido á ratos con terníssimos
          suspiros. Pero ya que hubo dado fin á
          sus versos, el venerable Sileno le tomó
          la lira con que los tañía, y colgándola
          de la ancha rama que de una gran encina
          sobre ellos pendía, mandó que Arsindo
          tocasse nueva señal, á cuya bocina los
          pastores y pastoras se fueron dividiendo
          por el ameno valle, y sobre humildes
          mesas, cuál del cortado tronco y cuál de
          la fresca y menuda hierba, gustaron las
          rústicas viandas que traían. Lo mismo
          hicieron el viejo Sileno y los gallardos
          cuatro pastores que le acompañaban con el
          rabadán Alfesibeo, y todos seis al cabo
          de su breve comida, que fué al pie de una
          fuente que salía de una viva peña poco
          distante de la alta pira, enderezaron
          á la parte que la pastora Belisa de
          los más hábiles y nobles pastores de
          nuestro Tajo estaba acompañada, y con
          gran cortesía les pidieron que mudassen
          lugar, porque la fuente de la peña estaba
          más fresca y el sitio más acomodado. No
          gastaron mucho tiempo en ruegos, que al
          punto Sileno fué obedecido, y tras los
          llamados fueron otros muchos, deseosos
          de gozar tan buen entretenimiento, y
          entre ellos Alfeo y Finea, que, vistos de
          Sileno, por el conocimiento de la gentil
          serrana y la pastora del nuevo pastor,
          particularmente les hizo lugar entre sí y
          la pastora Belisa. A esta hora Pradelio,
          pastor mozo, robusto, de más bondad que
          hacienda, llegó cansado y solo por la
          parte que Sileno estaba, y disculpando
          su tardanza fué de todos bien recebido,
          pero más de la pastora Filena, cuya
          hermosura y gracia traía robadas mil
          secretas intenciones, sin poderse guardar
          en esto la cara amigos á amigos. Bien
          conoció Belisa el contento de Filena
          en la llegada del pastor, porque sabía
          que con gran bondad y ternura le amaba,
          y porque la vido mezclar de fina rosa
          el cristal de su cara con una alegría
          conocida y honesta, y volviéndose á ella,
          por ayudarla á dissimular, le dijo:
          Cantemos juntas, pastora. Canta tú, dijo
          Filena, que es lo que Sileno y los demás
          aguardan. Como mis cantares, dixo Belisa,
          no nacen de propia ocasión, siempre he
          menester quien me los acuerde. Esso
          haré yo, dixo Arsindo: canta, pastora,
          aquel que ayer dijiste en la ribera, que
          si no fuere á tu propósito será al de
          todos, que esso tiene lo que por sí es
          tan bueno. Con lo cual Belisa, templando
          el rabel de seis cuerdas, dixo con gran
          dulzura aquesta letra:


                         BELISA

                Ojos que cuesta el reposo
              volver á mirar con ellos,
              _más valiera no tenellos_.
                Ojos que saben prenderme,
              pero nunca rescatarme,
              osados á aventurarme,
              cobardes á socorrerme;
              pues no estiman el perderme
              en el menor gusto dellos,
              _más valiera no tenellos_.
                Ojos de tan malas mañas
              que, estando por veladores,
              dan passo como traidores
              á las banderas extrañas,
              hasta las mismas entrañas
              que en llanto salen por ellos,
              _más valiera no tenellos_.
                Ojos con quien miro y veo
              que aquí consiste mi daño,
              y si dicen que me engaño
              muero, y digo que lo creo;
              pues llevan tras el deseo
              la razón por los cabellos,
              _más valiera no tenellos_.
                Ojos que, cuanto se piensa
              en los males que se ofrecen,
              por su deleite escarnecen,
              sin dar otra recompensa;
              pues recibe el alma ofensa
              si quiero vengarme dellos,
              _más valiera no tenellos_.

          No pudo tanto la pastora Finea, mientras
          duró el suave cantar de Belisa, que no
          volviesse sus muy suaves ojos muchas
          veces á los de Pradelio, que atentamente
          la miraban. Pero Filardo, que cada vez
          que la pastora lo hacía, como de agudo
          hierro sentia traspassar su corazón con
          la rabia de los celos y la fuerza del
          amor, turbó su rostro y cubrióse de
          sudor su frente, y sin aguardar á que
          le rogassen, pidió á Sasio que tocasse
          la lira, y acompañole, desta arte
          lamentándose:


                       FILARDO

                Los que consiguen favores
              por sus servicios fieles,
              busquen alegres vergeles
              para gozar sus dulzores;
              yo por los sepulcros feos
              buscaré los infernales,
              que éstos fueran mis iguales
              si sintieran mis deseos.
                Quien, mirando mi dolor,
              burlare de mi cuidado,
              de mí será perdonado
              si no sabe que es Amor;
              y porque mi parecer
              no tenga de hoy más por juego,
              meta la mano en mi fuego,
              mudará de parecer.
                Hay mil montes de passión
              delante de mi consuelo,
              y ha cerrado el passo el cielo
              con un mar de confusión.
              En navegación tan fuerte
              descanso no le procuro,
              que en el puerto más seguro
              está escondida la muerte.
                A veces, por me acabar,
              vienen á mis sentimientos
              tan á tropel los tormentos,
              que se estorban al entrar;
              y en batalla tan reñida
              por mi mano les es dada,
              con tal condición la entrada
              que no pidan la salida.
                Lo que pudiera ayudarme,
              esso viene á combatirme,
              por ver si me halla firme,
              para más y más dañarme:
              mi cadena, es mi vitoria;
              mi fe, mi condenación;
              mi cuchillo, mi razón;
              mi verdugo, mi memoria.

          Más cantara Filardo si pudiera, mas la
          passión que le forzó á hacerlo le forzó
          á dexarlo: bañando los ojos y passando á
          priesa la mano por su rostro, se levantó
          de donde estaba, dando con su ida á todos
          ocasión de mucho pesar, que asaz amigos
          de estima tenía Filardo. Pradelio desto
          no hizo sentimiento; pero la pastora
          Filena, por dissimular el suyo, vuelta
          al nuevo pastor Alfeo, le pidió que no
          gastasse más tiempo en escuchar, antes
          pagasse lo que había oído. Á este ruego
          acudió Belisa y ayudó Finea, y aunque
          Alfeo, poco ganoso de obedecer, no quiso
          parecer menos cortés á las primeras
          vistas, antes pidió á Finea que tocasse
          la zampoña, y ella á Sasio la lira; y
          assí, al pastoral son de los dos acordes
          instrumentos, cantó con gran dulzura
          estas querellas:


                          ALFEO

                Si el dessabrido y rústico aldeano,
              en quien Amor no luce ni parece,
              por ajena ocasión hace jornada
                Y por un solo acogimiento humano
              suele cobrar amor á la posada,
              y al despedirse della se enternece;
                Con razón se entristece
              el alma sola amarga,
              que con mano tan larga
                Regalada se vió en su pensamiento,
              al inhumano, y triste apartamiento,
              de su sombra, y abrigo:
              y no es razón que esté sin ti conmigo.
                Sale de Oriente con ligero passo
              Febo, vistiendo el cielo de alegría,
              comunicando al mundo su grandeza;
                Mas apenas le alberga el frío Ocaso,
              cuando se ve una sombra, una tristeza
              de negra noche temerosa y fria.
                Desta arte el alma mía
              del Sol de hermosura,
              gozó la luz más pura
                Que se puede mirar con vista humana,
              y desta arte es ya noche su mañana,
              y desta arte, en su ausencia,
              es de tiniebla y muerte la sentencia.
                La verde hierba que el arroyo baña,
              la tierra, el aire, el sol, la favorecen;
              mas si le falta el agua, assí se muda,
                Que el viento fresco la inficiona y daña,
              quémala el Sol, la tierra no le ayuda,
              y su verdor y su virtud fenecen.
                Desta suerte perecen
              gracia, salud y vida,
              estando despedida
                De tu presencia el alma que te adora;
              porque sin este solo bien, señora,
              cualquiera que se ofrezca
              es mal y daño, con que más padezca.
                Levanta el diestro artífice seguro
              sobre muro y colunas su artificio,
              que quiere competir con las estrellas;
                Mas si quebranta el tiempo el fuerte muro
              ó rompe el peso las colunas bellas,
              también ha de faltar el edificio.
                Yo, que de tu servicio,
              y de mi bien y gloria
              máquinas de vitoria
                Sobre tu voluntad iba subiendo,
              esta ilustre coluna falleciendo,
              tu servicio y mi suerte
              cairán por tierra en manos de la Muerte.
                En tanto que el favor, y la privanza
              siente el siervo leal del Rey benino,
              su lozanía y su contento suena;
                Mas si después en esto ve mudanza,
              por su mal hado ó por industria ajena,
              corrido y triste le veréis contino:
                Oh menguado destino,
              mira cual he quedado,
              solo, desamparado
                De aquel favor y tiempo venturoso,
              que entre las gentes ando vergonzoso,
              cabizbajo y con miedo
              que me señalen todos con el dedo.
                Canción de mi despecho,
              si llanto y no canción quieres llamarte,
              aquí podrás por mi amistad quedarte,
              que en desventura tanta
              bien se puede llamar loco el que canta.

          Los tiernos afectos, la mucha harmonía,
          las amorosas palabras del afligido Alfeo
          se hicieron sentir generalmente, de
          suerte que, acabado el dulce canto, por
          gran rato unos con otros encarecieron,
          cuál los afectos, cuál la harmonía y cuál
          las palabras. Pero Belisa, que de todo
          quedó pagada, todo lo encareció mientras
          duraba, y después de acabado, primero con
          el semblante y después con mil discretas
          razones, que ayudaron á confirmar en
          todos la buena opinión de Alfeo. Pero él,
          agradecido á sus favores, no podía en lo
          interior tomar contentamiento. A esta
          hora Sileno ordenó que la música cessase
          y se diesse lugar á otro entretenimiento
          de los usados entre pastores, porque no
          solamente las almas se recreasen en aquel
          exercicio, que en efecto no era para
          todos; y assí, señalando premios para la
          lucha, ofreció al más fuerte un cayado
          de acebo guarnecido de estaño, tallado
          de buril de despojos de caza, y por la
          una parte un gran cuchillo secreto, que
          tocando á una llave salía y tocando
          á otra se tornaba á esconder, obra
          ingeniosa del valiente Alcimedonte; y si
          este dón era para el más fuerte, para
          el más mañoso había otro tal, un arco
          era de palo indio, con la empuñadura de
          luciente plata y esmalte fino, cuerda de
          seda, aljaba labrada y seis ligeros tiros
          de diversas puntas, con plumas variadas,
          blancas, encarnadas y verdes; premios que
          movieron, por ser tales, los ánimos más
          exentos de amor, que los enamorados no
          han menester quien los mueva. Hízose á la
          hora una ancha plaza de toda la general
          compañía, con gran concierto y orden, y á
          poco rato que esperaron, en medio dellos
          se puso Colín, pastor de cabras, más
          robusto que bien proporcionado, en el
          cuello y brazos desnudo, camisa muy justa
          y zarefuelle estrecho y medias de lienzo
          sin zapatos. No le dexó mucho sossegar
          Barcino, rico ovejero y competidor suyo
          en amores, que con el mismo hábito le
          salió delante, y sin aguardar más señal,
          se fueron el uno para el otro, cada cual
          intencionado de hurtar el cuerpo al
          contrario, y assí sucedió que casi desta
          vez no se tocaron. Pero queriéndolo ambos
          enmendar la segunda, con tal maña se
          acometieron, y con tal fuerza se hicieron
          presa, que ambos arrodillaron. Era el
          perder ó el ganar á la primera caída,
          y el conocimiento del vencido estar en
          tierra y su contrario ambas rodillas sin
          tocar al suelo; y como agora assí se
          vieron, cada cual procurando que el otro
          no se levantasse, anduvieron gran rato
          volteando por la hierba, sin conocerse
          ventaja, hasta que Colín, inadvertido,
          se cogió la una pierna debajo de la
          otra, y al revolver el cuerpo se torció
          la rodilla de manera que, olvidado del
          premio y de Dinarda que le miraba,
          quexándose se dejó tender en tierra, y
          Barcino sobre él comenzó á pedir vitoria.
          La grita de los pastores, unos con gusto
          y otros con pesar, hicieron mayor la
          honra del uno y el corrimiento del otro.

          Luego salió Damón, mozo membrudo, aunque
          de poca edad, gran amigo de Colín, pero
          presto le hizo compañía y alguna parte de
          consuelo.

          Los dos vencidos pastores tenían á
          Barcino más animoso y á los circunstantes
          menos determinados. Y assí de la segunda
          lucha le dexaron algún tanto de lugar
          para que descansasse; pero Pradelio, que,
          ardido en amores, los ojos en la pastora
          Filena, con gran atención veía mirar á
          los otros que luchaban, pareciéndole que
          le hurtaba á su corazón cualquier vuelta
          que con sus ojos daba en otra parte, á
          la hora, sin más prevención de quitarse
          el gabán y el cinto, se presentó con
          gentil cuerpo y donaire al vitorioso
          Barcino, que ya le esperaba. Asiéronse
          por los brazos igualmente, y aunque la
          fuerza de Barcino era aventajada, la
          maña de Pradelio no era menos, y cuanto
          el uno de la fuerza del uno, el otro
          de la maña del otro se debían recelar.
          Y assí, andando en torno gran espacio,
          sin dar el uno lugar al otro para sus
          fuerzas ni el otro al otro para sus
          mañas, ya sus venas estaban tan gruesas
          que parecían querer reventar, y el
          sudor de sus frentes les quitaba la
          vista; pisaban sobre la verde hierba,
          inconveniente grande para Barcino por no
          poder restribar en ella como quisiera,
          pero no para Pradelio, que tenía en esso
          la confianza. Y assí, viendo á Barcino
          que con gran furia venía sobre él,
          hurtándole el cuerpo, tuvo muy cerca la
          vitoria; mas el fuerte pastor, proveyendo
          al daño, tan fuertemente tuvo á Pradelio
          por los brazos, que juntos llegaron á
          tierra y juntos se levantaron, juntos se
          tornaron á apercibir y juntos gimieron
          como dos bravos toros en pelea. Ya la
          gente estaba admirada de la terrible y
          peligrosa lucha, y lastimosos los dos
          pastores; pero ellos, más animosos que
          al principio, iban buscando sus presas,
          cuando Sileno, puesto en medio, les
          atajó su porfía, con aprobación de toda
          la compañía, mayormente de las pastoras
          Dinarda y Filena. Y á Barcino le fué dado
          el cayado gentil, y á Pradelio el galán
          arco, y á Colín y á Damón licencia para
          tenerles envidia.

          Quedó Sileno nuevamente deseoso de ver
          á los demás ejercitarse en saltar ó
          correr ó tirar á la barra. Gran turba
          de pastores se levantó para estos
          ejercicios, pero con diferentes intentos:
          porque Uranio y Folco, Frónimo y Tirseo,
          se apercibieron para la carrera; Elpino,
          Bruno y Silveo para la barra; Delio,
          Lidonio y Florino para el salto. Cupo la
          primera suerte de ejercicio á los cuatro
          corredores, que sin ningún detenimiento
          se despojaron de sus vestidos, salvo de
          las camisas y zarafuelles, sin medias
          ni zapatos. Puso Sileno al cabo de la
          carrera, que era en una parte del valle,
          sin tropiezo ni hierba, cuatro premios.
          El primero, y menos bueno, un rabel
          de tres cuerdas, de oloroso ciprés de
          Candía; el segundo, y mejor, un zurrón
          de seda y lana, labrado con gran arte;
          el tercero, y mejor que el segundo, un
          espejo de acero, guarnecido en palo de
          serval; el cuarto, y mejor que todos,
          un puñal de monte, por la una parte de
          corte vivo y por la otra sierra muy
          fuerte, con vaina verde y empuñadura de
          cuerno de ciervo, trabado con correas
          blancas de venado. En esta forma: el
          rabel colgaba de un olmo; y adelante ocho
          pasos, el zurrón, de un salce; y otros
          ocho adelante, el espejo, de un mirto; y
          doce más el puñal, de un enebro. Y hecha
          calle vistosíssima de todos los pastores
          y pastoras, ya que los cuatro corredores
          estaban los pies izquierdos adelante y
          los derechos casi en las puntas, haciendo
          Arsindo señal, el son de su bocina fué
          como el de la cuerda de sacudido arco,
          y los pastores no otra cosa parecieron
          que ligeras saetas por el aire. Fáltame
          por decir lo más gustoso: como Sildeo,
          pastor de claro entendimiento, aunque de
          pies perezosos, vido el orden con que
          los premios estaban, barruntó luego lo
          que había de suceder, y alzó al viento
          las luengas haldas del sayo y púsose con
          los cuatro, que en ligereza excedían al
          viento, y juntamente con ellos empezó á
          medir sus passos por la carrera, y toda
          la gente que lo miraba á reirse de su
          osadía; pero como los cuatro passaron
          tan adelante, y los ojos de todos iban
          tras ellos, Sildeo pudo correr á sus
          anchuras sin ser más mirado ni reído.
          Que cosa fué ver á Folco del primer
          vuelo tan aventajado, que á la mitad de
          la carrera todos juzgaron el puñal por
          suyo; pero Fronimo, corrido, criando
          alas de su afrenta, con dos cuerpos se
          le puso delante. Uranio iba tras Folco,
          y Tirseo tras Uranio, cuando Fronimo,
          vanaglorioso de su ventaja y codicioso de
          la vitoria, ó tropezó en la tierra ó en
          sus piernas, que súbito pareció tendido
          en la carrera, y Folco sobre él, que no
          pudo apartase sin caer. Uranio y Tirseo
          se vieron señores del campo, y la grita
          y ruido de la gente, que les debiera
          animar, parece que los desalentó, de
          modo que los dos caídos, levantándose, y
          ellos dos entorpeciéndose, todos cuatro
          llegaron casi juntos á los premios, y
          todos cuatro, despreciándose del rabel,
          passaron al zurrón, y desde allí al
          espejo, y adelante al puñal, que en un
          instante alargaron los brazos á tomarle.
          Bien se contentara Sildeo (que tras ellos
          iba) con el rabel, pero viéndolos que,
          asidos del puñal, reciamente porfiaban,
          passó hasta el espejo y tomóle, y baxó
          al zurrón y púsosele al cuello y desde
          allí al rabel, y pudo hacerlo porque el
          concierto era que, comenzando de premio
          mayor, pudiessen de allí tomar los
          menores que hallasen. Sildeo, risueño y
          gritado de la gente, enderezó los passos
          á Sileno, y los cuatro pastores asidos
          de su puñal, cuál por la vaina, cuál
          por el puño y cuáles por los correas,
          hicieron lo mismo. No pudo Uranio (aunque
          quisiera) desnudar el cuchillo, porque
          tenía un secreto que le cerraba; pero
          Sileno, presto en atajar su contienda,
          tomó á su cargo el puñal y dióle á
          Sildeo para que él le diesse á quien
          le agradasse. Discreto y gracioso era
          Sildeo, y como se vió hecho juez de todo,
          les dixo desta manera: Estos premios se
          pusieron para el corredor que primero los
          viesse en su poder; yo los veo en el mío
          sin que nadie me tocasse á los tres en la
          carrera, y sin que ninguno de vosotros
          haya tenido el cuarto libremente como
          yo, y assí, por derecho y condición son
          todos los cuatro míos, y así lo juzgo.
          No solos los amigos de Sildeo rieron
          de la graciosa sentencia, pero á los
          mismos pretensores hizo mucho donaire,
          y Sileno la confirmó como bien dada, y
          mandó á Valleto, zagal suyo, que diesse
          á los cuatro pastores, el siguiente
          día, cada dos gruesos carneros de los
          mejores del rebaño, con que quedaron
          los circunstantes muy contentos y los
          pastores muy pagados.

          Y mientras muchos se estaban culpando
          de no haber tenido el aviso de Sildeo,
          Delio, Lidonio y Florino pidieron lugar
          para los saltos, y Elpino, Bruno y Silveo
          para la barra, y aunque quisiera Sileno
          dársele, viendo que del día estaba
          gastada la mayor parte, y aquellos
          ejercicios (aunque de mucha estima) no
          eran de tanta recreación, acordó que
          se ingeniasen en pruebas de fuerza y
          ligereza, cada cual como supiesse ó
          bastasse, prometiendo á todos dignos
          premios de su exercicio. Prueba haré
          yo, dixo Bruno, que no la hará otro
          pastor de la ribera. Hazla, dixo Elpino;
          veamos dónde llega tu soberbia. Agora
          lo veréis, dixo Bruno, y haciéndose
          atar por las muñecas con dos cuerdas de
          torcido cáñamo dió el un cabo á Elpino
          y el otro á Silveo, y tomando en cada
          mano una manzana, tirad, les dixo, cada
          uno por su parte, veréis si salgo con mi
          intención. Con tanta fuerza tiraban los
          dos pastores, que parecía quererle abrir
          por los pechos; pero Bruno, recogiendo
          sus fuerzas, haciendo piernas, apretando
          los dientes, á pesar de entrambos puso
          las manzanas en la boca. No hubo entre
          todos quien á otro tanto se atreviesse.
          Pero Lidonio, que deseaba mostrarse en
          algo aquel día, viendo presente á la
          hermosa Silvia (digo aquélla que á la
          ida del valle toparon Alfeo y Finea con
          la pastora Dinarda), alegre de verla
          sin los dos competidores Licio y Celio,
          le pidió licencia para ejercitarse en
          su nombre, y ella, que de nada tenia
          gusto, le dixo que hiciese el suyo; esto
          tuvo Lidonio por gran favor, y animado
          con él, mientras que Delio y Florino,
          haciendo vueltas galanas y dificultosas
          por el suelo y por el aire, entretenían
          la gente, envió por perchas altas y
          delgadas á un huerto suyo, que cerca del
          valle estaba, y puesto en medio de la
          gente, las afirmó en tierra derechas sin
          hincarlas, y con ambas manos, sin otra
          ayuda, comenzó á subir por ellas con
          grande facilidad, hasta poner los brazos
          sobre lo alto, y arrimándolas al cuerpo
          sin otra ligadura, ni afirmar los pies
          en nada, se comenzó á pasear por entre
          los que le miraban, y después de ser bien
          visto, se dexó deslizar por ellas hasta
          el suelo. Prueba fué que agradó y admiró
          á todos en general.

          Mas viendo que el luchador Pradelio
          tomaba el puesto para hacer nueva prueba,
          todos volvieron á él atentamente, y el
          mancebo gentil, tendiéndose en tierra
          de espaldas, los brazos abiertos, sobre
          la una mano se puso un pastor de pies y
          sobre la otra otro, asiéndose los dos
          de las manos para afirmarse. Pradelio
          levantó en alto los brazos con ellos y
          estuvo assí un rato, y luego se sentó
          en tierra con la misma carga, tras lo
          cual se levantó en pie, y trayendo á
          los pastores tres ó cuatro vueltas en
          el aire, se fué sentando y tendiendo y
          baxando los brazos hasta dexarlos donde
          los había tomado. ¡Oh, cómo fué prueba
          esta del esfuezo y maña de Pradelio y
          cómo contentó á todos los pastores y
          pastoras que la vieron! El gusto de
          Filena para después se quede, y aun las
          pruebas por ahora, porque Sileno bien
          siente que no es razón de exercitarse
          tanto con tanta fatiga, y así, premiando
          á todos con mucha voluntad y franqueza,
          mandó tornar á componer las rústicas
          mesas con regaladas viandas, de donde
          brevemente todos se levantaron, y
          siguiendo á Sileno, Galafrón y Barcino,
          Mireno y Liardo y el rabadán Alfesibeo
          enderezaron á la devota pirámide; y allí
          Galafrón, tierno y verdadero amante de la
          difunta Elisa, la una rodilla en tierra,
          al son de la flauta de Barcino, que de la
          misma arte la tocaba, cantó estos versos
          tristes y amorosos:


                       GALAFRÓN

                Elisa, que un tiempo fuiste
              descanso de los enojos
              con sólo volver los ojos
              á los que en llanto volviste,
              la furia perpetua y triste
              de nuestras continuas quexas
              no es tanto porque nos dexas
              como por ver que te fuiste.
                Porque, Elisa, aunque dexarnos
              sea lo mismo que irte,
              sintiendo el mal de partirte
              no se entiende el de quedarnos;
              y sólo en representarnos
              la memoria que te has ido,
              no queda libre el sentido
              para de otro mal quexarnos.
                Mas, dime: ¿en prisión tan grave
              por qué nos dexas con ceño,
              como cautivos sin dueño,
              donde esperanza no cabe?
              ¿qué nueva vendrá suave
              á nuestra prisión y pena,
              si, cerrada la cadena,
              el cielo rompe la llave?
                Algún alivio tenemos
              en ausencia tan amarga,
              y es que no puede ser larga,
              aunque ya larga la vemos;
              otra rienda hallaremos
              que más enfrene al tormento,
              y es que vives en contento
              ya que nosotros penemos.
                Tengo aquí, pastora cara,
              una canción que decías,
              con cuyos versos cubrías
              de mis lágrimas mi cara,
              y aunque de dulzura avara
              y más que la muerte fiera,
              si yo agora te la oyera
              bien piadosa la juzgara.
                De suerte nos igualaste,
              que contra el competidor
              nuestra venganza mayor
              era ver que le miraste:
              bien seguros nos dexaste
              de memorias de contento,
              porque aun de darnos tormento,
              señora, no te preciaste.
                Por nuestra afición abrojos
              nos diste, en lugar de palma,
              y nunca sintió tu alma
              lo que hicieron tus ojos;
              nuestros más ricos despojos
              llevaste sin pretendellos,
              y este es el mal, que, á querellos,
              gloria fueran los enojos.
                Baxe ya tu luz preciosa
              del alto cielo á la tierra,
              y venga á hacernos guerra
              si no quisiere piadosa,
              por el mármol do reposa
              tu ceniza sepultada,
              que de mi diestra cuitada
              fué pruebecilla amorosa.
                Vaya lexos la alegría
              de nuestro monte y ribera,
              cuanto se teme y se espera
              pare en la ventura mía;
              fálteme el postrero día
              una común sepultura,
              que si yo busqué ventura,
              por ti sola la quería.
                Húyame el contentamiento,
              nada me preste favor,
              conviértaseme en dolor
              cualquier causa de contento,
              déme el cielo sólo aliento
              para conocer mi mengua,
              no quiera llegar la lengua
              do no alcanza el sentimiento.
                Bien puede, Elisa, subir
              atrás el corriente río,
              y el más importuno frío
              nuevas flores producir;
              mas no podrán permitir
              tiempo, fortuna ó estrella
              que cesse nuestra querella
              hasta que cesse el vivir.

          En tanto que Galafrón cantaba desta
          suerte, muchas de las pastoras habían
          traído blancos tabaques de hierbas y
          rosas de la florestas y en un punto,
          sobre sus luengos cabellos poniendo
          artificiosas guirnaldas, alrededor de
          la alta pira, presas por las manos sus
          anchas mangas, de blanco lienzo colgando,
          mientras cantaban, iban en sossegado
          corro, y acabado el cantar, vueltas
          las unas á las otras con gran donaire
          bailaban. Ya en esto, el gran planeta
          parecía, que, agradecido de la solene
          fiesta, quería dejar libre sombra para
          que los pastores buscassen sus moradas, y
          al trasponer del monte, su rostro alegre
          y bello (recogiendo la lumbre de sus
          rayos) desde el Ocaso arrojó una viva y
          templada claridad, que, bordando de fina
          plata y luciente oro las varias nubes,
          dejó nuestro cielo hermosíssimo. Y luego
          las pastoras, trocando las guirnaldas de
          sus frentes con las que en el sepulcro
          estaban, y los pastores ramos con ramos,
          todos juntos comenzaron á seguir al viejo
          Sileno hasta la salida del valle, que
          allí con alegre rostro y dulces abrazos
          se despidió (uno por uno) de todos, y
          dejando con él sus cuatro pastores y el
          rabadán Alfesibeo, se comenzaron por las
          sendas y caminos á dividir desde la verde
          floresta.




                     TERCERA PARTE
                  DEL PASTOR DE FILIDA


          Alegremente vinieron nuestros pastores al
          fresco valle de la celebrada Elisa, y no
          menos se dividieron al salir dél, porque
          no quedó senda, atajo ni camino donde no
          sonassen voces acordadas, liras, rabeles,
          flautas y otros alegres instrumentos;
          solos Finea y Alfeo, como solos entraron
          por la vereda de los salces, camino
          poco usado, por ser áspero y estrecho,
          al principio dél dixo Finea: ¿Qué te
          ha parecido, Alfeo, de los pastores
          del Tajo? Tan bien, dixo Alfeo, que no
          te lo sabré decir: su gala es mucha;
          discreción y cortesía, grande, y lo que
          es habilidad y mesura, aventajado á
          cuanto he visto. Paréceme que de España
          lo mejor se recoge en estas selvas. Esso
          puedes creer, dixo Finea, que aunque lo
          natural dellas es bueno, todos essos
          ricos pastores que hoy has visto y essas
          pastoras de tanta gracia y hermosura,
          cuál es del Ebro, cuál del Tormes,
          Pisuerga, Henares, Guadiana, y algunos de
          donde, mudando nuestro Tajo el nombre,
          se llama _Tejo_; pero como el sitio
          es tan acomodado á la crianza de los
          ganados, á la labor de la tierra y á la
          recreación de la gente, muchos que aquí
          vienen por poco, se quedan por mucho,
          como á mí me ha sucedido y á ti creo que
          será otro tanto. No hará, pastora, dixo
          Alfeo, que aunque entiendo que no me
          estaba mal, véome impossibilitado para
          ello. ¿Qué podría yo hacer aquí, ó en qué
          entretendría el tiempo que no pareciesse
          feo á todos? Yo te lo diré, dixo Finea:
          lo que yo hago, ó lo que hace SIRALVO,
          forastero pastor que aqui habita. Yo
          compré ovejas y cabras conforme á mi
          poco caudal, y con pocos zagales las
          apaciento. SIRALVO, aunque pudo hacer
          otro tanto, gustó de entrar á soldada con
          el rabadán Mendino, por poder mudar lugar
          cuando gusto ó comodidad le viniesse,
          sin tener cosa que se lo estorbasse.
          ¿Quién es esse SIRALVO? dixo Alfeo. Es
          un noble pastor, dixo Finea, de tu misma
          edad, honesto y de llaníssimo trato:
          amado generalmente de los pastores y
          pastoras de más y menos suerte, aunque
          hasta agora no se sabe de las suya más
          de lo que muestran sus respetos, que
          son buenos, y sus exercicios, de mucha
          virtud. ¿Cómo vería yo á SIRALVO? dixo
          Alfeo. Bien fácilmente, dixo Finea;
          porque las cabañas de MENDINO están muy
          cerca de aquí, y SIRALVO por maravilla
          sale dellas, y más agora que está su
          radabán ausente y él no podrá apartarse
          del ganado. Assí hayas ventura, dixo
          Alfeo, que vamos allá. Vamos, pastor,
          dixo Finea; y volviendo el camino
          sobre la mano derecha, mientras Alfeo,
          agradeciendo á la serrana su voluntad y
          trabajo, ella nuevamente con amor se le
          ofrecia, llegaron á la fuente de MENDINO,
          que poca distancia de las cabañas estaba,
          y á un lado della, cerca del arroyo,
          oyeron una flauta, que al son del agua y
          de los inquietos árboles acordadamente
          sonaba. Aquella flauta, dixo Finea, es
          de SIRALVO, y si él canta, á buen tiempo
          hemos venido, que no es menos músico
          el pastor que enamorado, aunque él, no
          preciado desto, siempre busca la soledad
          para cantar sus versos. Oyámosle, dixo
          Alfeo, que no es possible que el aparejo
          tan conforme á su condición no le incite.
          Y con esto, sentándose los dos junto á la
          fuente casi á un punto, SIRALVO, dejando
          la zampoña, comenzó á cantar aquestas
          rimas:


                        SIRALVO

                Ojos á gloria de mis ojos hechos,
              beldad inmensa en ojos abreviada,
              rayos que heláis los más ardientes pechos,
              hielos que derretís la nieve helada,
              mares mansos de amor, bravos estrechos,
              amigos, enemigos en celada,
              volveos á mí, pues sólo con mirarme
              podéis verme y oirme y ayudarme.
                Si me miráis, veréis en mí, primero,
              cuanto con Vos Amor hace y deshace;
              si me escucháis, oiréis decir que muero,
              y que es la vida que me satisface;
              si me ayudáis, lo que pretendo y quiero,
              que es alabaros, fácil se me hace;
              en tan altas empressas alumbradme,
              mis ojos, vedme, oídme y ayudadme.
                Siendo verdad que el alma que me ampara
              es sólo un rayo dessa luz pendiente,
              cuando no me miráis, es cosa clara
              que estoy del alma con que vivo ausente;
              mas no tan presto á la marchita cara
              vuelve la vuestra, soles de mi oriente,
              cuando, el espíritu mío renovado,
              quedo vivo, contento y mejorado.
                La causa fuistes de mi devaneo,
              y podéis serlo de mi buena andanza,
              que si á vuestra beldad cansa el deseo,
              vuestra color ofrece la esperanza,
              esmeraldas preciosas, donde veo
              más perfeción que el ser humano alcanza,
              viva mi alma entre essas dos serenas
              lumbres divinas, de vitorias llenas.
                ¡Cuánto mejor en vuestra compañía
              que con la lira ó con el tierno canto,
              pudiera Orfeo, el malhadado día,
              robar la esposa al reino del quebranto!
              pues la amorosa ardiente ánima mía,
              al resplandor de vuestro viso santo
              suspende tantas penas infernales,
              Ojos verdes, rasgados, celestiales.
                ¿Sois celestiales, soberanos ojos?
              Si que lo sois, aunque os alberga el suelo,
              pues solas almas son vuestros despojos,
              almas que os buscan como á propio cielo;
              fundó el Amor sus gustos, sus enojos,
              estableció su pena y su consuelo,
              dejó las armas frágiles de tierra,
              y escogió vuestra luz en paz y en guerra.
                Estrellas, nortes, soles, que á la diestra
              del Sol salís, por soles verdaderos,
              si en cuanto el lugar cielo al mundo muestra,
              no hay cosa que merezca pareceros,
              ¿quién verá sola una pestaña vuestra
              que presuma, aun con muerte, mereceros?
              Bástale á aquel que os ve, si os conociere,
              morir, y ver que por miraros muere.
                Pues los que os miran quedan condenados
              á arder de amores si miráis piadosos
              y á rabia eterna si volvéis airados,
              ved si los que abrasáis son venturosos;
              yo que con pensamientos inflamados,
              Ojos, os miro, y con deseos rabiosos,
              ó rabie, ó arda, ó muera, ó viva, al menos
              no dejéis de mirarme, Ojos serenos.
                Al revolver de vuestra luz serena,
              se alegran monte y valle, llano y cumbre;
              la triste noche de tinieblas llena,
              halla su día en vuestra clara lumbre,
              sois, Ojos, vida y muerte, gloria y pena;
              el bien es natural; el mal, costumbre:
              no más, Ojos, no más, que es agraviaros,
              sola el alma os alabe, con amaros.

          No tocó SIRALVO al fin de la postrera
          estancia la flauta, como á las demás
          había hecho, pero rematóla con un
          terníssimo suspiro, y Alfeo y Finea, que
          con mucho gusto le habían escuchado,
          dexando la fuente se llegaron á él,
          saludándole con muy corteses palabras.
          ¿Qué caso, dixo Siralvo, te trae, Finea,
          por esta parte tan á deshora? Buscarte,
          SIRALVO, dixo la graciosa serrana. Aquí
          me hallarás muy á tu voluntad, dixo
          SIRALVO, y levantándose del suelo,
          echando al hombro el zurrón, todos tres
          se fueron llegando á la fresca fuente,
          y allí sentados, preguntó quién era el
          pastor que con ella venía. No dió lugar
          Finea á que Alfeo respondiesse; mas
          ella lo hizo de arte que SIRALVO, muy
          contento de su venida y deseoso de saber
          su suerte, se le ofreció en lazo estrecho
          de amistad, á que Alfeo bastantemente
          correspondió en voluntad y razones. No
          se contentó Finea con esto, pero pidió á
          SIRALVO que diesse orden en acomodar á
          Alfeo. Aquí estaban, dixo SIRALVO, mil
          ovejas del gran rabadán Paciolo, que
          las guardaba Liardo, y ahora está con
          Sileno; este rebaño tiene cuatro zagales
          diligentes, cabaña nueva, instrumentos
          muy cumplidos, dehesa propia en que
          se apacienta y abrevaderos y corrales
          para él solo; estaba á mi cargo buscar
          un mayoral que le gobierne, y si Alfeo
          le quiere tomar al suyo, en cuanto yo
          le pudiere descuidar lo haré, con las
          mismas veras que lo ofrezco. Finea y
          Alfeo acetaron con grande agradecimiento
          la voluntad y obra de Siralvo; y
          contentíssima desto, le pareció á la
          serrana irse á su cabaña, y á los dos
          pastores hacerle compañía, y sin valer
          excusas, que ella dió para desviarles
          aquel cuidado, los tres comenzaron á
          caminar por la espessura, y la pastora
          á contar á Siralvo lo que en el valle
          de Elisa había passado, cuando Filardo,
          competidor de Pradelio, hacia ella venía
          cantando, con una voz llena de melodía y
          tristeza, y por no ser causa de que lo
          dexasse, apartándose entre los árboles
          con gran silencio, oyeron esta canción
          que no con menos espacio iba diciendo:


                        FILARDO

                No por sospiros que deis,
              corazón, descanso espero;
              pero dé el alma el postrero,
              y ella y Vos descansaréis.
                Estando la vida tal
              de su tiempo bueno ausente,
              que ser vida es acidente,
              y cansarme es natural,
              corazón, no alcanzaréis
              con sospiros lo que quiero;
              pero dé el alma el postrero,
              y ella y Vos descansaréis.
                El rato que sospiráis,
              descansárades siquiera,
              cuando la vida no fuera
              el fuego en que os abrasáis;
              dad sospiros, y veréis
              que el mejor es más ligero;
              pero dé el alma el postrero,
              y ella y Vos descansaréis.
                Un solo rayo os abrasa,
              mas sus lugares son dos:
              las llamas tocan en vos,
              y en el alma está la brasa;
              con sospiros la encendéis,
              y el sospiro verdadero
              es dar al alma el postrero,
              y ella y Vos descansaréis.
                No quiero yo, corazón,
              quitaros el sospirar,
              que sospiro podéis dar
              que os valga por galardón;
              si con sospiros movéis
              la voluntad por quien muero,
              sin dar el alma el postrero,
              ella y Vos descansaréis.

          No estaba muy confiado de merecer Filardo
          tanto bien (como sus versos decían), se
          ablandasse por tiempo la causa de su
          dolor, y assí el presente fué tanto, que,
          sin poder animarse, con los postreros
          acentos cayó en tierra. Siralvo con gran
          lástima y amor se le presentó, diciendo:
          ¿Qué es esto, Filardo mío, qué congoxa te
          mueve á tanto extremo? ¿Qué ha de ser,
          dixo Filardo, sino lo que siempre suele?
          ¿ó qué fatiga me puede descomponer, sino
          la que Filena me quisiere dar? ¿ó qué
          rato podré vivir sin que ella guste de
          atormentarme? ¡Maldita sea la hora en
          que nací para amalla, y maldito sea el
          hombre que nace para amar! Puesto estoy,
          Siralvo, en el profundo de las miserias
          de Amor, sin haber cosa de donde espere
          consuelo. Levántate amigo, dixo Siralvo,
          que aunque yo creo que tendrás razón, de
          tu propio humor eres congojoso; vente con
          nosotros, y dime tu pena, quizá no será
          tanta la causa como te parece. Como tú
          quizá, dijo Filardo, estás favorecido,
          parécete poco el mal ajeno. En cada
          jornada, dixo Siralvo, hay su legua de
          mal camino; pero menester es resistencia,
          si ha de haber perseverancia. Si Filena
          se descuidó en algo contigo, ya pensarás
          que el mundo es acabado: no la fatigues
          con quejas continuas, aunque la razón
          te sobre; no la pidas celos, aunque
          te arranquen el corazón, que la mujer
          apretada siempre desliza por donde peor
          nos está. Haz lo mismo que Pradelio, que
          donde quiera que la ve llega risueño y
          regocijado, y pone en fiesta á cuantos
          allí están, inventando juegos y danzas,
          y cualquier cosa que la pastorcilla haga
          alaba por buena. Créeme, que la primera
          fuerza que con mujeres se ha de probar
          es bien parecer, y un hombre marchito y
          trashojado viene á ofendellas, hasta ser
          demonio en su presencia. Basta pastor,
          dijo Filardo, hablas como sano en fin, y
          tus medicinas no son para el doliente:
          haga Filena conmigo lo que hace con
          Pradelio, verás cuál ando yo y cuál anda
          él. Mas, si desde que entró en el valle
          de Elisa hasta la salida, jamás dél
          partió los ojos ni los volvió á mirarme:
          ¿qué quieres que sienta? ¿ó qué sintieras
          tú si como yo la amaras? Doliérame, dixo
          Siralvo, mas á las veces una sinrazón
          notable suele desapassionar al más
          enamorado. Y aun indignar, dixo Filardo
          mas pássase essa ira en un momento y
          queda el triste que ama hecho un centro
          de dolores, donde creo que nunca la
          muerte viene por fuerza de los males,
          sino por contradición del que la teme,
          que á mí que la deseo, tan necessitado
          de su favor, niégamele; y niéguemele si
          quiere, que si nací para esto, yo no lo
          puedo excusar. ¿Qué ves, ingrata, en
          Pradelio más que en mí, sino lo que tú
          le das? ¿ó qué en mí menos que en él,
          sino lo que tú me quitas? Ayer pagada
          de mis servicios, y hoy de mi muerte,
          buen galardón lleva el que desea servir;
          tómate cuenta de lo que haces, y volverás
          por tí misma, si no olvidas del todo, á
          lo que te obliga tu propio valor. Passó
          Filardo, y dixo Finea: Assí veas á Filena
          tan de tu parte como deseas, que no te
          aflijas; mas saca la lira y canta un
          poco, y entretendrás tu dolor y nuestro
          camino. Gracia tienes, serrana, dixo
          el pastor: ¿cantar me mandas de gusto,
          viéndome morir? Pues haz como el cisne,
          dixo Finea, y lo que has de lamentar
          sea cantando, que no enternecerán menos
          tus querellas. Por castigarte de lo que
          pides, dixo Filardo, quiero cantar,
          serrana; y sacando la lira, con tres mil
          sospiros, en son triste, pero artificioso
          y suave, comenzó á decir Filardo:


                        FILARDO

                Si á tanto llega el dolor
              de sospechas y recelos,
              no le llame nadie celos,
              sino rabia del amor.
                Dolor, que siempre está verde,
              aunque vos más os sequéis,
              y á donde quiera que estéis,
              veis presente á quien os muerde;
              mal que para su rigor
              se conjuran hoy los cielos,
              no le llame nadie celos,
              sino rabia del amor.
                Pues derriba una sospecha
              la vida más poderosa,
              y una presunción celosa
              deja una gloria deshecha,
              y á fuerza de su furor
              se aborrecen los consuelos,
              no la llame nadie celos,
              sino rabia del amor.
                No valen fuerzas ni mañas
              contra mal tan inhumano,
              porque el hambriento gusano
              que se ceba en las entrañas,
              allí vierte á su sabor
              sus centellas y sus hielos;
              no le llame nadie celos,
              sino rabia del amor.
                Si deste diente tocado
              debe un corazón rabiar,
              nadie lo podrá juzgar
              sino aquél que lo ha probado;
              yo que en medio del favor
              gusté tan enormes duelos,
              no puedo llamarlos celos,
              sino rabia del amor.

          Quien tal pide que tal pague, dixo
          Filardo al fin de su canción. Veis aquí,
          pastora, cuál estoy, y cuál está la
          lira, y cuál el canto. Assí estuviera tu
          corazón, dixo Finea, que, como cantas
          sin gusto, no te satisfaces á tí como
          á nosotros. Pues assí te ha parecido
          el pastor, págamelo en otro tanto, y
          di alguna canción de las que suele
          decir Filena, que, aunque poco ganoso
          de hacerlo ni excusarlo, quiero ver si
          hay en el mundo orejas que se muevan á
          mi ruego. Las mías, dixo Finea, prestas
          estarán á oirte y á obedecerte: toca
          la lira, que á tu son quiero cantar.
          No andaba tras esso, dixo Filardo;
          mas hágase lo que quieres. Tocando el
          instrumento, la serrana le acompañó
          diciendo assí:


                         FINEA

                Del Amor y sus favores,
              lo mejor
              es no tratar con Amor.
                Esme el cielo buen testigo,
              del cual voy tras mi deseo,
              do con mil muertes peleo,
              teniendo un solo enemigo,
              no durarán lo que digo,
              y aún peor
              los que tratan con Amor.
                Verán su fé y su razón
              escrita en letras de fuego,
              y verán que su sossiego
              es campo de altercación;
              verán que su galardón,
              el mejor
              no tiene señal de Amor.

          Juntamente llegó Finea al fin de su
          canción y á la puerta de su cabaña,
          donde halló á Dinarda y á Silvia que
          la esperaba, y allí despidiéndose los
          pastores con gran cortesía. Filardo, á
          ruego de Silvia, se quedó con ellas, y
          Alfeo y SIRALVO tornaron por su camino.
          No querría, dixo SIRALVO, cansarte con
          preguntas ni congojarte con mi deseo;
          pero no dexaré de decirte que holgara
          en extremo de saber quién y de dónde
          eres. Las alabanzas que de ti me dió la
          serrana, tu persona las confirma todas,
          y lo que tengo visto, bien basta para
          procurar tu amistad; pero ya sabes que
          entre amigos no es justo haber nada
          encubierto: préndote mi fe, que no te
          arrepientas jamás de lo que conmigo
          comunicares. Esso creo yo muy bien, dixo
          Alfeo, pero sabe que es mucho lo que
          hay que saber de mí, y si más hubiera,
          más supieras, que tu bondad, SIRALVO,
          á esto y más me obliga. Tú sabrás que
          este hábito no es mío: pluguiera al
          cielo que desde mi nacimiento lo fuera,
          excusara las mayores desventuras que
          jamás han passado por hombre de mi
          suerte. Caballero soy, natural desta
          vecina Mantua, que por toda ella se ve el
          blasón de mi verdadero apellido, y más
          sabrás que pago en breves días con las
          setenas lo que muchos gocé de libertad
          y contento. No renuevas mi mal con tu
          pregunta, que siempre se está presente,
          ni me aflige tu voluntad, que bien
          enseñado estoy á no seguir la mía; mas
          porque temo cansarte con mi cuento largo
          y pesado, te suplico cuando lo estés me
          avises, que llevándolo en dos veces,
          quizá te bastará la fuerza y á mí el
          ánimo. Ser tú quien dices, dixo Siralvo,
          bien claro lo muestras, y conocer yo
          la merced que me haces, no lo dudes; y
          menos que es imposible cansarme de oir
          tus casos; mas yo sé, Alfeo, que el día
          ha sido hoy largo para tí, y será razón
          dar á la noche su parte hasta el alba, y
          entonces, habiendo tú reposado, podrás
          cumplir la promessa y oirme un rato,
          quizá seré ocasión de alivio á tu mal.
          No espero menos de ti, dixo Alfeo; y en
          estas y en otras agradables pláticas
          llegaron á las cabañas de _Mendino_,
          donde Alfeo fué albergado, y _Siralvo_,
          sin que él ni nadie lo sintiesse, tomó
          el camino de las huertas del rabadán
          _Vandalio_, donde FILIDA estaba, y á esta
          hora SIRALVO con seguridad podía buscarla
          para oirla ó verla desde aparte. Poco
          tardó en llegar el enamorado pastor,
          pero rato había que la hermosíssima
          FILIDA reposaba. Triste y despechado
          se halló Siralvo por su tardanza, y
          sentándose al pie de un olmo, junto al
          ancho y rico albergo, se dejó transportar
          en un profundo pensamiento, de manera
          que, sin sentirlo él, fué sentido,
          recordando con sus sospiros á Florela,
          hermosa y discreta pastora de la casa
          de Vandalio, y tan amada de FILIDA, que
          en su mismo aposento se albergaba; bien
          conocía los sospiros de Siralvo, y muchas
          veces deseó que FILIDA los sintiesse y
          admitiesse la voluntad del pastor, allí
          donde infinitas y de grande estima eran
          despreciadas. Dexó el lecho Florela, y
          mal vestida salió donde halló á Siralvo,
          que vuelto en sí se levantaba para irse.
          ¿Qué venida es ésta? dixo Florela. La
          mía no sé, dixo Siralvo; pero la tuya mi
          remedio será, porque te certifico que
          estaba á punto de acabarme. Consuélame,
          pues siempre lo haces, y no hay quien
          pueda hacerlo sino tú. Deja el pesar,
          dixo Florela, que si esta noche vinieras
          á la hora que sueles, pudieras ver y
          oir á FILIDA en el lugar que estamos.
          Buena manera, dixo Siralvo, es essa de
          consuelo. ¡Maldita sea mi tardanza, que
          soy el más desazonado de los hombres!
          Bien le bastaría al que ama una pequeña
          sepultura donde passasse el tiempo que
          resta de sus contentos, para que cuidados
          ajenos no le estorbassen los suyos.
          Vinieron á mi cabaña Filardo y Finea, y
          otro pastor forastero, y cuando dellos me
          pude librar, hallo la pérdida que ves.
          Descongójate, dixo la pastora, que por
          lo menos sabrá FILIDA tu sentimiento, y
          vente conmigo, que tengo grandes cosas
          que contarte, y este lugar no me parece
          muy seguro, que poco ha andaban por aquí
          pastores de _Vandalio_ buscando unos
          mastines. Vamos donde quisieres, dixo
          Siralvo, y siguiendo á Florela entraron
          por un camino estrecho que dividía dos
          huertos, y entre las ramas que de ellos
          salían, que casi el camino cegaban, los
          dos se sentaron, y la pastora comenzó
          diciendo: ¿Qué tanto amas á FILIDA,
          Siralvo? Á esse grado, dixo el pastor, no
          llegó mi propio sentimiento. ¿De manera,
          dixo la pastora, que te parece mucho lo
          que la amas? Sí, mientras no la veo, dixo
          _Siralvo_; que llegado á miralla no me
          parece possible amarla lo que se le debe.
          ¿Pues quién te ataja la voluntad, dixo
          Florela, para no pagar essa obligación?
          Un corazón de hombre, dixo Siralvo, con
          que la amo, impossibilitado á pagar
          deuda tan superior. Mucho me agrada tu
          fe, dixo Florela, y ten cierto que toda
          la debes como la pagas, que aunque te
          parezca que FILIDA guarda su punto más
          que las otras mujeres, pues es la mejor
          de todas, no hay exceso en esto, y al fin
          sólo has bastado en lo que nadie ha sido
          parte: no se desgusta de que la veas,
          y allánase á leer tus versos y oir tus
          querellas cuando tú se las das, á yo por
          ti. Ves aquí una carta de Carpino que le
          envió con Silvia, y no la quiso leer ni
          recebir, y yo por mostrártela se la tomé
          á Silvia. No me encarezcas, dixo Siralvo,
          mi buena fortuna, que para conocer el
          bien que tengo no es menester que le
          pierda: yo lo sé en más cosas de las que
          tú me dices. Pésame que hayas tomado esse
          papel, que no pensará Carpino que le
          quieres para tu gusto, sino para el de
          FILIDA. En esta respuesta lo verá, dixo
          Florela, y sacando la carta, fácilmente á
          la luna vió _Siralvo_ que decía:


                       CARTA

            Vive Amor, dulce señora,
          y vivirá en mi cuidado,
          al natural retratado,
          del que en nuestros ojos mora,
          que holgara de callar
          si pudiera, mas no puedo;
          con Amor sin culpa quedo,
          con vos lo querría quedar.
            Vuestra hermosura vi,
          y luego mi muerte en ella,
          que cualquiera parte della
          tocó al arma contra mí;
          ojos, frente, manos, boca,
          que al ser humano excedéis,
          tate, dije, no os juntéis
          tantos á empresa tan poca.
            Prendiéronme juntamente,
          sin mostrar desto desdén:
          vuestra voluntad también
          se quiso hallar presente;
          viendo que merecimiento
          faltaba de parte mía,
          puse yo lo que tenía,
          que fué mi consentimiento.
            Á la sazón que el Amor
          me prendió desta manera,
          la montaña y la ribera
          sin hoja estaba y sin flor,
          y cuando os llegué á mirar,
          mostróme Amor de su mano
          el más felice verano
          que el cielo puede mostrar.
            Mas apenas fué llegada
          vuestra ausencia fiera y cruda,
          cuando mi verano muda
          su fuerza en sazón helada;
          y assí será hasta ver
          la luz dessos claros ojos,
          que entonces estos abrojos
          flores tornarán á ser.
            Pues, esmeraldas divinas,
          lumbre generosa y alma,
          desterrad ya de mi alma
          tan rigurosas espinas,
          que aunque ella siempre os adora,
          y veros en sí merece,
          sabed que se compadece
          deste cuerpo donde mora.
            Llevó mis passos ventura,
          pensándome despeñar,
          y heme venido á hallar
          en minas de hermosura;
          tan soberana riqueza,
          tesoros tan extremados,
          no permitáis que, hallados,
          se me tornen en pobreza.
            Por ventura á mis razones,
          aunque ciertas desmandadas,
          vuestras orejas, usadas
          á más agradables sones,
          tomarán alteración,
          y la púrpura y la nieve
          que en nuestras mejillas llueve,
          crecerán por mi ocasión.
            Señora, no lo hagáis,
          reid y burlad de mí;
          haced cuenta que nací
          para que vos os riáis;
          mas no, pastora, no sea
          tomada en burla la fe
          que en vuestra beldad juré
          y en mi alma se recrea.
            No hay en mí cosa valida
          que os ponga en obligación
          de estimar esta afición
          que estimo en más que la vida:
          loaros es ofenderos;
          serviros, ¿quién llega allí?
          y si os quiero más que á mí,
          ya voy pagado en quereros.
            Ninguna cosa he hallado
          que merecer pueda dar
          de desearos mirar,
          si no es haberos mirado;
          porque aquel conocimiento
          de vuestro sumo valor,
          es la dignidad mayor
          que cabe en merecimiento.
            Ya veis que fuistes nacida
          por milagro de natura;
          sedlo también de ventura,
          y hacelde en mi humilde vida,
          y vénganse luego á mí
          los más bien afortunados;
          volverán desconsolados,
          muertos de envidia de mí.
            ¿Qué nos enseña en la tierra
          el cielo por sobrescrito
          de aquel poder que, infinito,
          todo lo abarca y encierra?
          ¿qué pinta imaginación?
          ¿qué descubre ingenio ó arte
          que llegue á la menor parte
          de vuestra gran perfeción?
            Juntáronse tierra y cielo
          á poneros sus señales;
          con las dotes celestiales
          y las mejores del suelo
          hizoos tan perfeta Dios,
          que lo que es menos espanta,
          y á mí dé ventura tanta,
          que venga á morir por vos.
            Yo sé que, si lo que os quiero
          acertara á encarecer,
          os pudiera enternecer
          aunque fuérades de acero;
          mas de lo poco que muestro
          podéis ver mi mucho amor,
          y que con ira ó favor
          me firmaré: _Siempre vuestro_.

          Enamorado está Carpino dixo Siralvo al
          fin de la carta, y, para decir verdad,
          no me hace muy buen gusto. Siempre
          vosotros, dixo Filena, querríades que la
          que amáis no pareciesse bien á nadie. Mal
          recado tendría yo, dixo SIRALVO, si esso
          quisiesse; que á la belleza de FILIDA
          los cielos se enamoran, los hombres
          se admiran y pienso que las fieras se
          amansan. ¡Oh, Florela, qué excesivas
          ventajas puso Dios en ella sobre cuantas
          viven! Pues la condición, Siralvo, dixo
          Florela, yo te prometo que no es menos
          buena que su hermosura; tiene una falta,
          que no es discreta, á lo menos como las
          otras mujeres, porque su entendimiento
          es de varón muy maduro y muy probado,
          aquella profundidad en las virtudes y en
          las artes, aquella constancia de pecho á
          las dos caras de fortuna. ¿Y la gracia,
          pastora? dixo Siralvo. No me hables en
          esso, dixo Florela, que con ser yo mujer,
          me veo con ella mil veces alcanzada de
          amores; su limpieza y aseo, liberalidad y
          trato, ¿dónde se hallará? Amala, Siralvo,
          y ámela el mundo, que no hay en él cosa
          tan puesta en razón. Mas dime, ¿qué papel
          era el que le emviastes anoche, que no
          me acordé de pedirsele? Florela, dixo
          Siralvo, era un retrato en versos que yo
          le hice. Dímele, pastor, dixo Florela,
          que aun podría yo pagártele en otro
          de pintura suyo, que hizo el lusitano
          Coelio, padre de Belisa: mira si será
          extremado. También lo será la paga, dixo
          SIRALVO, y por que no la excuses, oye el
          que yo hice, que el uno y el otro sé yo
          que cuando á FILIDA no se parezca, menos
          habrá quién se parezca á ellos, pues de
          tan rico dechado no saldrá labor que en
          otra pueda hallarse.


                         SIRALVO

                Ya que me faltan para dibuxaros
              pincel divino y mano soberana,
              y no la presunción de retrataros,
              con mal cortada péñola liviana,
              de mis entrañas quiero trasladaros,
              donde os pintó el Amor, con tanta gana,
              que, por no ser á su primor ingrato,
              se quedó por alcaide del retrato.
                Ricas madexas de inmortal tesoro,
              cadenas vivas, cuyos lazos bellos
              no se preciaron de imitar al oro,
              porque apenas el oro es sombra dellos:
              luz y alegría que en tinieblas lloro,
              ébano fino, tales sois, cabellos,
              que aunque mil muertes muera quien os mira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Campo agradable, cielo milagroso,
              hermosa frente, en cuyo señorío
              goza la vista un Mayo deleitoso
              y el corazón un riguroso Estío;
              nieve, blanco jazmín, marfil precioso,
              fuego, espina cruel, espejo mío,
              pues la beldad en vos de sí se admira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Ojos, de aquella eterna luz maestra
              de donde mana estotra luz visible,
              que la noche y el día, el cielo muestra,
              de aquélla fuistes hechos, y es possible
              ser verde el rayo de la lumbre vuestra:
              para hacer vuestro poder sufrible,
              ora miréis con mansedumbre ó ira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Si distinto elemento el primor fuera
              de la tierra, del agua, el aire, el fuego,
              bella nariz, vos fuérades su esfera,
              pues doquiera que estéis se halla luego
              centro de la belleza verdadera,
              donde la perfeción goza sossiego
              y en quien naturaleza se remira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Sale la esposa de Titón bordando
              de leche y sangre el ancho y limpio cielo;
              van por monte y por sierra matizando
              oro y aljófar, rosa y lirio el suelo,
              vuestra labor, mejillas, imitando,
              que, llenas de beldal y de consuelo,
              dicen las Gracias puestas á la mira:
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Puede humana invención, en breve y poca
              materia, dibujar parte por parte
              el cielo todo, soberano boca;
              mas no de vos la más pequeña parte,
              ámbar, perlas, rubí, cristal de roca,
              que confudido habeis ingenio y arte;
              espíritu que por tal gloria respira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Cuello gentil, coluna limpia y pura
              por quien Amor un Hércules tornado,
              por fin del Mundo y de la hermosura
              sobre esse monte ilustre os ha plantado
              pues en vos se remata la ventura,
              y en vos sólo el deseo está amarrado,
              aunque esperanza á vuelo se retira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Jardín nevado, cuyo tierno fruto
              dos pomas son de plata no tocada,
              do las almas golosas á pie enjuto
              para nunca salir hallan entrada,
              que el crudo Amor, como hortelano astuto,
              allí se acoge y prende allí en celada;
              si á tal prisión de vuestro grado aspira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Hermosa mano, rigurosa y dina
              de atar las del Amor en lazo estrecho,
              á cuya fuerza la mayor se inclina
              y el más exento y libre paga pecho:
              pues veros es bastante medicina
              del corazón, por vos mil partes hecho,
              siendo la mano con que Amor nos tira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.
                Donaire, gala, discreción, sujeto,
              secretos solo al alma revelados,
              quién fuera tan dichoso y tan discreto
              que os viera encarecidos gozados;
              ya que tan alto don no me prometo,
              ni me conceden tanto bien los Hados,
              pues todo el ser del mundo en vos espira,
              _dichosa el alma que por vos sospira_.

          ¡Oh, cómo está el retrato boníssimo!,
          dixo Florela; y sacando de la manga una
          cajuela de marfil, aquí está, prosiguio,
          el que hizo el lusitano: una ventaja hace
          el tuyo á éste, que se puede oir sin
          verse; más otra hace éste al tuyo, que se
          puede conocer sin oirse. Tómale, pastor;
          que en nadie del mundo estará más seguro
          que en ti, y yo sé que FILIDA holgará
          de que tú le tengas. A la fe, Florela,
          dixo SIRALVO, como ella sabe que tengo el
          original en el alma, no se recelará de
          que traya el traslado en el seno. Essa
          es la verdadera, dixo Florela; mas ya
          ves, si alguno te lo viesse, cómo sería
          caso peligroso. Descuida, pastora, dixo
          Siralvo, y abriendo la caja, vido á la
          luna su sol. Por gran rato estuvo elevado
          en él, y cuando su turbación le dió
          lugar, assí dixo, puestos en él los ojos:


                         SIRALVO

                Divino rostro, en quien está sellado
              el postrer punto del primor del suelo,
              pues de aquel, en quien tanto puso el cielo,
              tanto el pincel humano ha trasladado.
                Rostro divino, fuiste retratado
              del que Natura fabricó de hielo,
              ó del que amor, passando el mortal velo,
              con vivo fuego en mí dejó estampado.
                Divino rostro, el alma que encendiste,
              y los ojos que helaste en tu figura,
              por ti responden y por ellos creo;
                Rostro divino, que de entrambos fuiste
              sacado, en condición y en hermosura,
              pues tiemblo y ardo el punto que te veo.

          Lo que hace un buen sujeto, dixo Florela;
          no me ha contentado menos el Soneto que
          las Estancias; escríbemele, Siralvo,
          en estas memorias que son de FILIDA
          y quiero que le vea. Assí lo hizo el
          pastor, y pareciéndoles que ya la noche
          tenía muy vecina la mañana, con gran
          amor se despidieron. La pastora volvió
          al aposento de FILIDA, y el pastor á la
          cabaña donde quedó Alfeo, y hallándole
          dormido, se puso junto á él á esperar
          que recordasse, donde el Sueño, parece
          que agraviado de lo poco que dél curaba,
          llegó con gran silencio y le bañó el
          rostro de un licor suavíssimo, con
          que Siralvo quedó por gran espacio
          trasportado, hasta que Alfeo recordó, y
          á su movimiento Siralvo dexó el sueño
          y el lugar, y saliendo á la puerta del
          albergue halló el Sol extendido por el
          monte y su ganado por la dehesa, y antes
          que la calor se lo impidiesse, dió vuelta
          á las demás cabañas, y dexando orden en
          todas, para todo, volvió á la suya, donde
          ya Alfeo levantado le esperaba; allí
          passaron dulces y agradables pláticas, y
          después de haber visitado los zurrones,
          se bajaron á la fuente, acomodado y
          fresco lugar para su propósito, donde
          sin dar lugar Alfeo á que Siralvo le
          preguntasse, desta manera comenzó su
          Cuento:


                          ALFEO

          Sabe el cielo, Andria, que cuantas
          señales doy de vivo son para mí nueva
          muerte, después que de mi vida y de tu
          fe tan mala cuenta diste: pues mira
          si el quexarme de ti será mi gusto, ó
          cómo lo excusaré contra el poder de tu
          crueldad. Yo soy el mismo que levantaste
          y desvaneciste, y tú eres sola quien
          me pudo hacer bien ó mal, sin haber en
          la tierra otra parte de dó venir me
          pudiesse; ya tu bien no le quiero, que
          sé cuán poco dura; tu mal me basta para
          que hartes en mí tu condición terrible.
          Yo fuí, Siralvo mío, el primero de los
          dichosos, y soy de los desdichados el
          postrero, porque jamás vendrá desdicha
          como la mía. Vime hasta la edad de
          veinte años tan señor de mí, que jamás
          mis cuidados salían de mi contento,
          no porque viviesse tan sencillamente
          que no procurasse parecer bien y ser
          querido, pero con una libertad sobre
          todo, que jamás Amor ni Fortuna me dieron
          mala comida. Era mi estancia en la
          Corte, y mis entretenimientos, amigos,
          caballos y caza, música y libros, á
          que principalmente era inclinado: las
          liviandades del mundo passaban por mí
          sin dejar señal ninguna; pero cansado
          Amor de mis burlas y Fortuna de mis
          veras, armáronme un poderoso lazo en la
          hermosura de Andria, por lo menos, donde
          tropecé y caí de manera que nunca me he
          levantado. Es Andria de clara generación
          y caudalosos parientes, de hermosura sin
          igual, de habilidad raríssima, moza de
          dieciocho años y de más ligero corazón
          que la hoja al viento. ¡Oh qué mal viene,
          Andria, lo uno con lo otro! Ya que era
          forzoso tener algo para mostrarnos que
          eres del suelo, no fuera tan contra
          nuestras almas y vidas; quitara el cielo
          del fino oro de tu cabeza, del cristal
          puro de tu frente, de la inmensa luz
          de tus ojos, del vivo rubín de tus
          labios; hiciera menos buenas las perlas
          de tu boca; descompusiera la rosa y el
          jazmín de tus mexillas; de essa gracia y
          habilidad tan altas cercenara un poco y
          un mucho pudiera, y quedar tú bastante
          á prender y nunca soltar; mas no quiso,
          pastor, sino que probasse yo lo que
          pruebo. No se mostró esquiva Andria á
          mis deseos, ni gasté mucho tiempo en
          procurar sus favores, ni cuando vinieron
          los sentí como solía otros muchos de que
          sin trabajo había triunfado. Vime en un
          punto cautivo, de manera que contento ni
          gusto, si de Andria no venía, me podía
          recrear. Retiréme de mis amigos y deudos,
          dejé la caza y los libros, fundé todo mi
          deleite en los papeles de Andria y en
          visitar su calle y en verla las horas
          hurtadas que ella me concedía. No fué
          menos lo que Andria sentía por mí ni
          lo que menos me dañó; porque retirada
          de cuanto le solía dar contento, fué
          notada en su casa y más en las ajenas,
          y muchos, prendados de su amor (hombres
          de suerte y caudal), procuraron saber la
          causa de su novedad, y á pocos lances
          la hallaron en mí. Luego comenzaron las
          assechanzas, los chismes y las mentiras,
          cartas falsas contra Andria, amenazas
          contra mí. Día me amaneció en que mil
          veces deseé la muerte, porque Andria,
          apretada de amigos y parientes, se
          enfriaba conmigo en verme y escribirme,
          y yo á cada cosa más encendido por ella,
          viendo levantarse montes de estorbos
          contra mi contento, no hallaba remedio de
          valerme; ya las horas de verla y de oirla
          estaban impossibilitadas; sus Letras,
          pocas y de estilo caído; forzado deste
          dolor, con su licencia me ausenté de mi
          casa, y caminando por los passos de la
          muerte, Andria me hizo buscar y me volvió
          á la passada vida, atropellando cuantos
          estorbos é inconvenientes se ofrecían;
          pero todo esto para más mal, porque
          en medio desta felicidad comenzaron
          de uno y otro lado á combatirme celos
          y sospechas. ¡Oh crueles enemigos del
          alma y de la vida! ¿de qué servían aquí
          mis quejas? De indignarla conmigo y de
          sufrir mil agravios para volver en su
          gracia, de no dormir assechando, de
          no hablar viendo y de no ver llorando
          mis desventuras. ¡Oh, cuántas veces me
          despedí del cielo, y vuelto á los abismos
          invoqué los infernales! y en medio deste
          furor llamaba á Andria y con un breve
          papel de su mano quedaba sossegado mi
          corazón, hasta que ocasión nueva tornaba
          á verter en mis venas la cruel ponzoña
          de los celos. Día hubo que, después de
          haberme jurado con gran ternura y amor
          que solo en la tierra me amaba y todo
          lo demás que hacía era fingido y de
          ningún efeto, estando yo alentándome en
          mi casa y contradiciendo lo que veían
          mis ojos y oían mis oídos, me envió á
          pedir cuantos papeles tenía suyos y otras
          prendecillas de su mano que yo estimaba
          más que á mi corazón, y partiéndoseme en
          mil partes, le obedecí sin réplica, y á
          la noche, cuando me disponía al sueño de
          la muerte, me tornó mis caras prendas,
          culpándose de su ímpetu. Mil veces la
          indigné con lo que le solía agradar, y
          otras mil la injurié honrándola; y no
          es, Siralvo, esto lo peor que por mí ha
          passado: mis trabajos y mis celos con
          verme en su memoria se aliviaban; pero
          cansóse de todo y olvidóse de su honra
          y de mi fe, y juntó en mi pecho todas
          las penas del infierno, dolor, espanto
          y desesperación; halléme sin ella y sin
          mí, porque lo procuré remediar y no pude:
          busqué medios lícitos, no me bastaron;
          hice supersticiones, no me valieron;
          llamé la muerte, no me oyó; dolíme del
          alma, y por esso no me privé de la
          vida; determinéme á mudar lugar; mira,
          SIRALVO, qué huésped te ha venido, para
          tu recreación, tan importante. Ereslo
          tanto, dixo SIRALVO, que no te lo sabré
          encarecer. Lastimado me ha mucho tu mal,
          mas no es possible que la sinrazón de
          Andria no pare en gran consuelo tuyo.
          Afrenta es amar á tan varia mujer. ¿De
          qué sirve ahí la hermosura y discreción,
          alto linaje y los favores colmados, si
          todo es sin proporción de bondad? Yo
          sé de mi corazón que sabe amar á veces
          más de lo que le está bien, pero en tu
          causa mejor supiera valerse que el tuyo.
          No te quiero aconsejar que la olvides,
          que esto no será en tu mano; ni que te
          alegres, porque nadie es tan señor de sus
          tristezas que, cuando vienen, las pueda
          tomar ó dexar: sólo encargo que no se
          aparten de tu memoria los agravios que
          Andria te hubiere hecho y la fe con que
          siempre la amaste, y cuando su hermosura
          te salteare, acuérdate que della procedió
          el mal que has passado y pasas. Si
          quieres proseguir con tu disfraz y tomar
          el rebaño del gran Paciolo, no te será
          contrario el ejercicio para tu mal, y si
          quieres estarte en mi cabaña, della y de
          mí podrás hacer á tu gusto. Todo cuanto
          dices me le da muy grande, dixo Alfeo, y
          por ahora contigo me quiero estar, que
          entiendo que has de ser el solo consuelo
          de mis daños; mas no se gaste toda
          nuestra plática en tristeza y desventura,
          alégrala con algo de tu parte, debajo de
          fé, que te será guardada con la mayor del
          mundo. Gran cosa me pides, dixo SIRALVO;
          pero, pues en essas se han de ver los
          amigos, óyeme, Alfeo:


                         SIRALVO

          Tú sabes que yo no soy natural desta
          ribera; mis bisabuelos en la de Adaja
          apacentaron, y allí hallaron y dejaron
          claras y antiquísimas insignias de su
          nombre, son las alas de un águila de
          plata sobre color de cielo, que de
          inmemorial es blasón suyo. Mis abuelos
          y padres, trasladados al Henares, me
          criaron en su ribera, y de allí yo, por
          favorable estrella, bebo las aguas del
          Tajo. Bien habrás oído nombrar á FILIDA,
          aquella en cuya hermosura y bondad,
          como en claríssimo espejo, resplandece
          la virtud de sus mayores, y sabrás que
          dexó las aguas de su pequeño río, anchas
          y felicíssimas por su nacimiento, y
          engrandeció con su presencia las del
          dorado Tajo en los ricos albergues de
          Vandalio, donde por deudo vive la sola
          señora de mi voluntad; que á lugar tan
          alto volaron mis pensamientos, y en él
          permanecen sin despeñarse. ¿Quién hay,
          dixo Alfeo, que la ignore? ¿en qué Corte
          ó Ciudad, en qué montaña ó camino no se
          celebra la sin par FILIDA? ¿Pero dime,
          pastor, ella sabe que la amas? Sí sabe,
          dixo SIRALVO, que pues he comenzado á
          descubrirme contigo (cosa que jamás
          pensé), no quiero dejar nada para otro
          día. ¿Y dime, dixo Alfeo, estima tu
          voluntad? No soy, dixo SIRALVO, tan
          desvanecido que quiera tanto como eso:
          basta que no se ofenda de que la ame,
          para morir contento por su amor. Alguno
          ha tenido fuerza en la tierra para
          espantarla toda, y no ventura para que
          allí se admita su voluntad; pues ¿quién
          presumirá ganar aquella plaza? Sola
          podría mi fe, por su grandeza; yo la amo
          sobre todas las riquezas que Dios ha
          criado, y ella sabe dónde llega mi amor,
          y no fuera FILIDA quien es si despreciara
          esta obra fabricada de su mismo poder.
          No es locura mi intención, aunque en mil
          cosas lo parezca, ni fuera desvalor suyo
          valerla, pues sola se puede ser digna de
          esta gloria, y como la mía no la puede
          haber en lo terreno, digo que no le
          pido á FILIDA que me ame, pero que vivo
          contentíssimo con que no se desguste de
          mi amor. No pienses, Alfeo, que por vivir
          en los campos donde, en buena razón, la
          malicia debería ser menos, lo debe ser el
          recato. Grandes son mis inconvenientes,
          grandes mis peligros y grandes mis
          enemigos, de los que, en competencia,
          miran la beldad de FILIDA; no me peno
          mucho, aunque ellos lo son en caudal y
          en suerte, sin haber en el mundo otros
          mejores; pero yo sé cómo vuelven desta
          empresa los pastores de Vandalio; éstos
          son grandes contrarios á mis contentos,
          pues por ellos pierdo el verla muchas
          veces, siendo su dulcíssima presencia
          principio y fin de mis deseos. Ves aquí
          mi suerte, y ves aquí mi vida, y ves
          aquí la voluntad que te tengo, pues tan
          abiertamente te he manifestado lo más
          íntimo de mi pecho. Plega al cielo, dixo
          Alfeo, de conservar tu vida sin que la
          sin par FILIDA de tu bien se canse. El
          mismo, dixo SIRALVO, alegre la tuya, de
          suerte que de la ingrata Andria te veas
          con entera satisfacción; y ahora, por
          mi contento, cantemos un poco, Alfeo,
          que por el tuyo se hará luego lo que
          ordenares. Y sacando la lira, SIRALVO
          comenzó á cantar y Alfeo á responder:


                         SIRALVO

                ¡Oh, más hermosa á mis ojos
              que el florido mes de Abril;
              más agradable y gentil,
              que la rosa en los abrojos;
              más lozana
              que parra fértil temprana;
              más clara y resplandeciente
              que al parecer del Oriente
              la mañana!

                          ALFEO

                ¡Oh, más contraria á mi vida
              que el pedrisco á las espigas;
              más que las viejas ortigas
              intratable y dessabrida;
              más pujante
              que herida penetrante;
              más soberbia que el pavón;
              más dura de corazón
              que el diamante!

                         SIRALVO

                ¡Más dulce y apetitosa
              que la manzana primera;
              más graciosa y placentera
              que la fuente bulliciosa;
              más serena
              que la luna clara y llena;
              más blanca y más colorada
              que clavelina esmaltada
              de azucena!

                          ALFEO
                ¡Más fuerte que envejecida
              montaña, al mar contrapuesta;
              más fiera que en la floresta
              la brava ossa herida;
              más exenta
              que fortuna; más violenta
              que rayo del cielo airado;
              más sorda que el mar turbado
              con tormenta!

                         SIRALVO
                ¡Más alegre sobre grave
              que sol tras la tempestad;
              y de mayor suavidad
              que el viento fresco y suave;
              más que goma
              tierna y blanda; cuando assoma,
              más vigilante y artera
              que la grulla, y más sincera
              que paloma!

                          ALFEO
                ¡Más fugaz que la corriente
              entre la menuda hierba,
              y más veloz que la cierva
              que los cazadores siente;
              más helada
              que la nieve soterrada
              en los senos de la tierra;
              más áspera que la sierra
              no labrada!

                         SIRALVO

                ¡FILIDA, tu gran beldad,
              porque agraviada no quede,
              ser comparada no puede
              sino sola á tu beldad;
              ser tan buena,
              por ley y razón se ordena,
              y en razón ni ley no siento
              quien tenga merecimiento
              de tu pena!

                          ALFEO

                ¡Andria, contra mí se esmalta
              cuanta virtud hay en tí,
              donde sólo para mí
              lo que sobra es lo que falta,
              y porfías;
              si te sigo, te desvías,
              persíguesme si me guardo,
              y cuando yo más me ardo
              más te enfrías!

          Prosiguiendo en su canción, los dos
          pastores quedaron tendidos sobre la
          menuda hierba, suspensos, oyendo la
          diversidad de aves que cantaban junto
          á sus oídos, el manso arroyo que de la
          fuente salía, á cuyo son, las manos en
          las mejillas, se adurmieron. Duerman,
          dejémoslos, que en siendo hora, no les
          faltarán amigos que los recuerden, y
          cuando no lo hagan, cuidados tienen ellos
          que lo sabrán hacer.




                      CUARTA PARTE
                  DEL PASTOR DE FILIDA


          Possible será que una sola beldad rija y
          dispense en los amores, pero dificultoso
          me parece, porque no sólo sus efetos en
          nosotros son contrarios, sino también en
          sí mismo; poder diviso es sin duda, y sí
          lo es, ¿cómo permanece? ¿hay por ventura
          quien haya determinado esta contienda?
          Quiza sí; pero cada uno aprobará conforme
          á su voluntad, de do se deja entender que
          en cada pecho nace y gobierna quien le
          condena ó le absuelve, y este señor allí
          mengua ó crece, como le viene la gana ó
          halla nuestro sujeto. Grande es Amor,
          grande sobre el poder humano; mas no se
          entienda que este grande Amor es aquel
          crimen del mundo injusto; que desde que
          la malicia tocó en su materia baja y
          vil el cendrado oro de la edad dichosa,
          juntamente Amor se desterró del concurso
          de las gentes, y buscó la soledad de
          las selvas, contento de habitar con
          los sencillos pastores, dejando en los
          anchos poblados (desde los más humildes
          techos hasta los resplandecientes de
          oro y plata) una ponzoña incurable,
          vengadora de sus injurias, que hasta hoy
          permanece; luego ya se determina que en
          las selvas vive Amor, y en los poblados
          su ira y saña. Yo sin ninguna duda lo
          creo, que puesto caso que de las incultas
          plantas apenas la esperanza y el miedo
          se desvían, cualquier efeto suyo puede
          fundarse en razón, que menos ó más se
          contradice su fuerza allí donde el Amor
          se sigue con vanagloria, y es la beldad
          estimada en menos que el arreo, y la
          voluntad se hace precio, los celos son
          invidias y pundonores, la perseverancia
          tema y los servicios engaños. Imaginario
          es el Amor, venganza justa del cielo,
          triste del que con él mora y infinito
          el número de los tristes, porque los
          más moran con él. Allá se avengan y no
          permita el cielo que llegue su infición
          y daño á las silvestres cabañas, donde
          al menos nadie finge, el celoso no es
          traidor, ni el olvidado enemigo, el
          querido no es engañado, ni el cohecho
          hace bien ni mal. No dudo yo que en
          la mayor Babilonia permita Amor algún
          pecho lleno de fe y lealtad, y entre la
          soledad de los campos alguna intención
          dañada, para confusión de aquéllos y
          ventaja de estotros; mas pocos son, y
          tan pocos que por milagro se puede topar
          con ellos. Bien probarán los pastores
          del Tajo con su intención la mía, y bien
          me acuerdo que el enamorado Filardo,
          la noche antes quedó en la cabaña de
          Fidea, con Silvia y Dinarda; pues agora
          sabed que, recogidas las tres pastoras
          después de largas y dulces pláticas, el
          celoso amante, vencido del dolor que
          le atormentaba, buscó á Pradelio y con
          palabras graves y corteses le llevó á la
          falda de un collado, lugar solo y propio
          para su intención. No se receló Pradelio
          de Filardo porque sabía que era noble de
          corazón y de trato llano y seguro, ni
          Filardo jamás pensó ofenderle, porque de
          nada le tenía culpa, y junto con esso le
          conocía por bastante para su defensa.
          Golpeándole iba á Filardo el corazón,
          y mil veces en el camino escogiera no
          haberse determinado, pero ya que no se
          vino en tiempo de volver atrás, lo más
          sereno que pudo soltó la voz y díxole:
          ¿Qué has entendido siempre de mi amistad,
          pastor? Hasta ahora, dijo Pradelio, no
          la he probado, pero entiendo que á mí ni
          á nadie la puedes hacer mala. No cierto,
          dixo Filardo, pero si esso es assí, ¿por
          qué me haces tanto daño? ¿Daño? dixo
          Pradelio; no sé cómo. Yo te lo diré, dixo
          Filardo. ¿No sabes, Pastor, que yo amo á
          Filena más que á mí, y que fuí la causa
          de que tú la conociesses, y después que
          ella te conoce nunca más ha vuelto los
          ojos á mirarme, y yo muero sin remedio,
          porque sin ella me es imposible vivir?
          Pues yo, pastor, dixo Pradelio, ¿qué
          puedo hacer que bien te esté? Mucho,
          dixo Filardo; con no verla, quitarás la
          ocasión de mi tormento. ¿Qué es la causa,
          dixo Pradelio, que huelgas de verla
          tú? Amarla como la amo, dixo Filardo.
          Pues si esso te obliga, dixo Pradelio,
          la misma obligación tengo yo; y si te
          parece que tú me la diste á conocer,
          quiérote desengañar, que antes que tú la
          conociesses la amaba yo. Basta decirlo
          tú, dixo Filardo, para que yo lo crea,
          Y aun para ser verdad, dixo Pradelio,
          y esto nadie mejor que Filena lo puede
          saber; si tienes tanta parte con ella,
          que te lo diga. Por gran amiga la tengo
          de aclarar dudas, y si no estás tan
          adelante, no te penes, Filardo, que es
          la vida breve y inhumanidad gastarla en
          pesadumbres. Pastor, dixo Filardo, yo no
          vengo por consejos, que valen baratos y
          cómpranse muy caros. Tú te resumes en
          no hacerme el gusto que te pido: Filena
          haga el suyo, que quizá pararás en lo que
          yo pararé. Sin duda, dixo Pradelio, tú
          fuiste muy favorecido de Filena. Como tú
          lo eres, dixo Filardo. ¿Pues qué se puede
          hacer? dixo Pradelio. A las mujeres,
          y más á las que tanto valen, amarlas
          es lo más justo, y el tiempo del favor
          estimarle con el alma: y si esto faltare,
          como el buen labrador cultivar de nuevo,
          que tierras son que tras los cardos
          suelen dar el fruto. Mientras tú la
          gozas, dixo Filardo, poca esperanza dél
          me puede á mí quedar. Y á mí poco miedo,
          dixo Pradelio, mientras que tú la deseas.
          Filena, aunque moza y poco cursada en
          esto, es de tan claro entendimiento y de
          bondad tan natural, que lo que contigo
          hizo y contigo hace, sólo le sale de
          una condición afable y llana, con que
          generalmente trata sus amigos, sino que
          los hombres burlados de aquella llaneza,
          aficionados á su hermosura, al punto
          armamos torres de viento y arrojamos la
          presunción por donde jamás ha passado
          su pensamiento. Yo asseguro que si te
          entendió que no era tu trato con ella tan
          llano como el suyo contigo, essa fué la
          causa de sus desdenes, y lo mismo haría
          conmigo si me desviasse del camino que
          ella lleva. Gracias te doy, pastor, dixo
          Filardo, con la buena conclusión de tus
          bienes y mis males. Si yo no hubiera
          arado con Filena, maestro quedaba para
          saberlo hacer. Yo nací antes que tú,
          Pradelio, y moriré primero; vive en paz
          con tus favores, que eres digno y muy
          digno de gozarlos. En estas pláticas se
          les passó la noche á los pastores, y
          ya que el alba rompía, Finea y las dos
          pastoras, desamparando el lecho, guiaron
          á la cabaña de Filena, por complacer á
          Silvia que iba intencionada de valer con
          ella á Filardo en todo lo que pudiesse.
          Pues como toparon á los dos pastores,
          Dinarda les pidió compañía y todos cinco
          caminaron; pero no le parecio á Finea
          que fuessen ociosos, y vuelta á Filardo
          encarecidamente le pidió que cantasse y
          á Pradelio que tañesse. El lo hará todo,
          dixo Pradelio. Si haré, dixo Filardo, que
          _quien consigo discorda, con ninguno se
          podrá templar_.


                         FILARDO

                Cuando el Amor, con poderosa mano,
              prendió mi pensamiento,
              prometióme salud, paz y alegria;
              fiéme del tirano,
              y si ve mi contento,
              por diverso camino se desvía;
              no espere más, Amor, quien de ti fía.
                ¡Oh, mala rabia te atraviesse el pecho,
              porque sientas un poco
              de lo que siente el que por tí se huía,
              tu voluntad despecho,
              tu entendimiento loco,
              y tu memoria como está la mía,
              y vengárase, Amor, quien de ti fía!
                ¿Qué ley del cielo ó tierra puedes darnos,
              que obliguen nuestras penas
              á más de padecer en su porfía?
              mas quieres obligarnos;
              nuevos fueros ordenas,
              que llamemos reposo la agonía.
              ¡Oh, desdichado, Amor, quien de ti fía!
                ¿Hemos por dicha visto de tu casa
              salir algún pagado,
              como salen quexosos cada día?
              ¡Oh, mano al bien escassa!
              ¡oh, mal aconsejado
              el que se alegra con tu compañía,
              y más, Amor, aquel que de ti fía!
                Pone en sulcar las ondas confianza,
              en seca arena siembra,
              coger el viento en ancha red confía,
              quien funda su esperanza,
              en corazón de hembra,
              qué es tu templo, tu cetro y monarquía.
              ¿Qué fruto espera, Amor, quien de ti fía?
                El que de libre se te hace esclavo,
              en tus leyes professo,
              morir mejor partido le sería,
              pues queda al cabo, al cabo,
              pobre, enfermo, sin seso,
              y arrepentidos los de su valía;
              en esto para, Amor, quien de ti fía.

          Buena ha estado la lisonja, dixo Silvia;
          si dessa manera sobornas á todos los
          que has menester, yo los doy por
          desapassionados de tu gusto. Pastora,
          dixo Filardo, quien me hiciesse á mí
          mudar estas canciones, bien poderosa
          sería. Yo sé que cualquiera entiende
          cuán digno es de perdón el forzado. Cante
          Pradelio, que como le hacen otro son,
          podrá llevar otros tenores. Esso no se
          excusa, dixo Dinarda, y tomando á Filardo
          la lira la dió á Pradelio, el cual ansí
          obedeció á la pastora, sin poner excusa:


                        PRADELIO

                El tiempo que holgares,
              Filena, en ver mis ojos de agua llenos,
              ó los tuyos alzares
              en mi favor serenos,
              el ganado y la vida tendré en menos.
                Viendo de dónde viene
              el bien ó el mal que tu beldad me ha hecho,
              obligado me tiene
              con un constante pecho
              á agradecer el daño y provecho.
                Tu alta gentileza,
              tu valor, tu saber, amé primero,
              subíme á más alteza
              de un querer verdadero,
              ámote mucho y mucho más te quiero.
                El quererte y amarte
              proceden de mirarte y conocerte,
              cada cual por su parte;
              el amarte es por suerte,
              pero por albedrío el bien quererte.
                Mis llamas, mis prisiones,
              son los jardines donde me recreo;
              tus gustos, tus razones,
              espejo en que me veo,
              y en tu contento vive mi deseo.
                Á ser sólo dotada,
              como otras, de caduca hermosura,
              quizá fueras amada
              de la misma hechura;
              mas tu beldad de todo me asegura.
                Ansí ciega y assombra
              mi gran amor, que á todos escurece,
              y el mundo es una sombra,
              y cuanto en él parece
              del sol que en mis entrañas resplandece.
                Págame en mi moneda
              mi amor (si tanto amor puede pagarse),
              ó á lo menos no pueda
              con pesares aguarse
              la fe más pura que podrá hallarse.
                No son estos recelos
              por no entender mi hado venturoso,
              y tampoco son celos
              de indicio sospechoso:
              sólo mi valor me trae medroso.
                Tú, mi dulce señora,
              primera causa de mi buena andanza,
              por la fe que en mí mora,
              si en la tuya hay mudanza,
              haz que socorra engaño á mi esperanza.

          Entre otras cosas que los hombres tienen
          malas, dixo Dinarda, ésta es una: que
          desde la hora que comienzan á amar, desde
          essa misma comienzan á temer. Yo te
          asseguro, dixo Filardo, que si es agravio
          temellas, también lo es amallas, porque
          verdaderamente _el que no teme no ama_,
          que bien lo dice aquel soneto de Siralvo,
          ¿hasle oido, Silvia? No, Filardo, dixo
          la pastora. Pues yo te lo quiero decir,
          dixo Filardo. Y yo oirle, dixo Silvia,
          que aunque me tienes enojada, no tanto
          que no te quiera escuchar. Tú sabes, dixo
          Filardo, la obligación que tienes á mi
          voluntad, y ahora óyeme el soneto.


                         FILARDO

                Poco precia el caudal de sus intentos
              el que no piensa en el contrario estado;
              el capitán que duerme descuidado
              poco estima su vida y sus intentos.
                El que no teme á los contrarios vientos,
              pocos tesoros ha del mar fiado;
              pocos rastros y bueyes fatigado
              el que no mira al cielo por momentos.
                Poco ha probado á la fortuna el loco
              que en su privanza no temiere un hora
              que se atraviesse invidia en la carrera;
                Finalmente de mí y por mí, señora,
              creed que el amador que teme poco,
              poco ama, poco goza y poco espera.

          En cuanto dixo Silvia: será para FILIDA
          el soneto. Sólo esto me descontenta de
          SIRALVO, ser tan demasiado altanero: en
          el Henares á Albana, en el Tajo á FILIDA;
          á otra vez que se enamore será de Juno
          ó Venus. Amigo es de mejorarse, dixo
          Dinarda, que aunque Albana no es de menos
          suerte y de más hacienda, FILIDA es muy
          aventajada en hermosura y discreción.
          Pues yo sé quién la pide en casamiento,
          dixo Finea; y si se ha de casar no tomará
          otra cosa que mejor le esté. FILIDA,
          dixo Dinarda, no lo hará de su voluntad;
          y si la apremia, dejará los deudos y se
          consagrará á Diana, y si considera lo
          que con tanta razón puede, que es no
          haber hombre que la merezca, hará muy
          discretamente. Unas coplas sé yo, dixo
          Pradelio, que hizo _Siralvo_ á su DESEO,
          aprobadas por dos claríssimos ingenios:
          uno el culto _Tirsi_, que de _Engaños y
          Desengaños de Amor_ va alumbrando nuestra
          nación española, como singular maestro
          dellos, y otro el celebrado _Arciolo_,
          que con tan heroica vena canta del
          _Arauco_ los famosos hechos y vitorias.
          Esso tienen las _coplas_, dixo Silvia,
          que por parecer de uno aplacen á muchos;
          pero si a mí no me agradan, poco me mueve
          que grandes poetas las alaben, que por
          la mayor parte gustan de cosas que no
          son buenas para nada. ¿Qué poesía ó
          ficción puede llegar á una _copla_ de
          la _Propaladia_, de ALECIO y FILENO, de
          las _Audiencias de Amor_, que todos son
          verdaderamente ingenios de mucha estima,
          y los demás, ni ellos se entienden
          ni quien se la da? ¿Y los dos de un
          nombre, dijo Pradelio, el _Cordobés_
          y el _Toledano_, y el claro espejo de
          la poesía que cantó _Tiempo turbado y
          perdido_? No falta, dixo Filardo, quien
          los murmure, y aun al que por mayoría es
          llamado el _Poeta Castellano_, porque
          hasta ahí llega la ciencia de los que á
          sola su opinión lo entienden. Esta es
          la mía, dixo Silvia; dínos las coplas,
          Pradelio, que para mí no quiero mejor
          _Tirsi_ ni _Arciolo_ que mi gusto; con lo
          cual, sacándolas el pastor del seno, las
          leyó, y decían:


                        PRADELIO

                Si no te he dicho, DESEO,
              en la estimación que estás,
              sabe que te tengo en más
              que á los ojos con que veo;
              y no es demasiada fiesta,
              que una prenda tan valida,
              no es mucho que sea tenida
              en lo menos que me cuesta.
                Aunque tú quedaste en calma
              sin viento que te contraste,
              bien sabes que me anegaste
              la luz del cuerpo y del alma,
              y visto parte por parte,
              pues solo suples la falta,
              de todo lo que me falta,
              por todo debo estimarte.
                Yo voy ciego, y voy sin guía,
              por la mar de mis enojos,
              y tú das lumbre á mis ojos
              más que el sol á medio día;
              no puede imaginación
              engastar perla de Oriente
              que esté tan resplandeciente
              como tú en mi corazón.
                Voy á remo navegando,
              es la imán mi voluntad,
              y sola tu claridad
              el norte que va mirando
              el débil barquillo abierto,
              sin merecimiento en él,
              y en el naufragio cruel
              eres mi seguro puerto.
                No espero jamás bonanza
              en la vida ni en la muerte,
              mas bástame á mí tenerte
              en lugar de la esperanza;
              bien sé que en ti se turbó
              el sossiego más sereno,
              mas no hay ninguno tan bueno
              por quien te trocase yo.
                Vengan penas desiguales,
              y por caudillo desdén,
              que sola serás mi bien,
              aunque les pese á mis males.
              Tú, en la esperanza más dura,
              tú sola, en el día malo,
              tienes de ser mi regalo,
              mi consuelo y mi blandura.
                ¿No fuiste engendrado, dime,
              de aquellos ojos beninos
              por quien quedarán indinos
              los que el mundo en más estime?
              Y en mi pecho concebido,
              y en la vida alimentado,
              hijo que tanto ha costado,
              ¿no es razón que sea querido?
                Juzguen el justo caudal
              que hago de ti por vicio;
              digan que en este edificio
              eres arena sin cal;
              llamen tu hecho arrogancia,
              sin esperanza á do fueres,
              que yo que entiendo quién eres
              confessaré tu importancia.
                ¡Oh, cuánto me has de costar
              en cuanto no me acabares!
              mas cuanto más me costares,
              tanto más te he de estimar;
              los daños de aquesta historia,
              bravos son considerados;
              vistos no, que van mezclados
              contigo, que eres mi gloria.
                El rato que considero
              la gracia, la gentileza,
              la discreción, la belleza,
              por quien á tus manos muero,
              no sólo el dolor terrible
              passo sin dificultad,
              pero con facilidad
              te sufro en ser impossible.
                Quizá dirán devaneas
              muchos que saben de Amor.
              ¿Qué es cosa y cosa, amador,
              deseas ó no deseas?
              Responderles he que sí
              y que el mal que Amor me hace,
              de mi desventura nace,
              y el bien y el honor, de ti.
                Pues, ilustre DESEO mío,
              ¿quién te torcerá el camino,
              si veniste por destino,
              y vences por albedrío?
              Eres una dulce pena,
              eres un contento esquivo,
              eres la ley en que vivo,
              y en la que Amor me condena.

          Las coplas me han contentado, dixo
          Silvia, porque son del arte que yo las
          quiero; tienen llaneza y juntamente
          gravedad. En mil obras de poetas he
          leído á Caribdis y Scila y Atlante y el
          humido Neptuno, cosa bien poco importante
          en amores, y que se dexa entender que
          no le sobran conceptos al que se acoge
          á los ajenos. Mas ahora, ¿qué hará
          Siralvo? ¿Es su cabaña aquélla? Sí, dixo
          Pradelio, vamos por allí, que él holgará
          de hacernos compañía. Qué fresca es,
          dixo Finea, esta Fuente de Mendino; pues
          allí me parece que duermen dos pastores
          y, sin duda, son Alfeo y Siralvo. Sí
          son, dixo Finea; y llegando más cerca,
          al ruido los dos pastores recordaron,
          y saludándose alegremente determinaron
          de seguir á Silvia, y ella, que en
          extremo era graciosa y discreta, los fué
          entreteniendo hasta llegar á la cabaña de
          Filena, donde la hallaron vestida de una
          grana fina, con pellico azul de palmilla,
          pespuntado de pardo y lazadas verdes;
          camisa labrada de blanco y negro, y el
          cabello, en cinta leonada, trenzado con
          ella; estaba Florela vestida de verde
          claro, saya y pellico; el cabello cogido
          en una redecilla de oro, y un cayado en
          la mano. Con la llegada de los pastores
          creció su hermosura y gentileza, y tras
          breves pláticas supieron que la sin par
          FILIDA iba al templo de Pan, Dios de
          los pastores, y enviaba por Filena, y
          tendría mucho gusto de que todos fuessen
          allá, porque estaría sola con Belisa,
          la vieja Celia, Campiano y Mandronio,
          doctíssimos maestros del ganado. Con
          esta seguridad tomaron el camino del
          templo, donde en breve espacio passaron
          grandes cosas. Siralvo supo de Florela
          cómo trataban de casar á FILIDA, y
          FILIDA estaba tan congojada de ver á
          sus deudos determinados, que se pensaba
          ir con Diana sin ninguna duda, y porque
          la tenían la noche antes no se lo había
          dicho, mas ya estaba declarado por la
          una parte y por la otra. Este fué agudo
          puñal para el corazón de Siralvo, y
          mucho más holgara de verla casada que
          con Diana en los montes, donde el verla
          y oirla sería con mayor dificultad; pero
          certificado de que era su gusto hacerlo,
          se consoló con Florela cuanto pudo. Por
          otra parte, Silvia y Filena trataron de
          la causa de Filardo y Pradelio, y sin
          valerle á Silvia sus ruegos ni razones,
          Filardo quedó excluído y Silvia corrida
          y triste; llamó al pastor y á Dinarda, y
          despidiéndose los tres se volvieron, á
          gran pesar de Filardo y á mayor placer
          de Pradelio, porque tuvo lugar de irse
          con la pastora Filena solo á su voluntad
          platicando. Finea y Alfeo no se hicieron
          mala compañía; porque si él se desterró
          enamorado y desfavorecido, ella hizo
          otro tanto; un mismo dolor los afligía,
          y una misma razón los debiera consolar;
          mas agora, de todos seis sólo Pradelio y
          Finea, contentos, llegaron al templo del
          semicabro Pan, donde fueron de la sin
          par FILIDA y los que con ella estaban
          favorablemente recebidos, y sacando la
          anciana Celia preciosas conservas, por
          ruego de FILIDA, los pastores comieron
          del desusado manjar y bebieron del agua
          fresca que en el jardín del templo había;
          luego anduvieron por él mirando y, entre
          otras cosas, hallaron, de sutil mano y
          pincel, la bella Siringa convertida en
          caña, y el silvestre amante juntando con
          cera los nuevos cañutos. Adelante, en
          una gran tabla, estaban, por letras y
          números, las leyes pastorales, el tiempo
          de desquilar, el modo de untar la roña,
          el talle del mastín, la forma del cayado,
          el arte de hacer el queso, manteca y
          otras muchas menudencias más y menos
          importantes; y por si alguno se acordasse
          que el silvestre Dios fué de Hércules,
          por amores de Deyanira, despeñado, quiso
          el pintor que se viesse la fuerza de su
          despeñador, y assi puso alrededor del
          templo sus espantosas hazañas.

          Primero, en su concepción, Júpiter, su
          padre, trasformado en Amphitrión, marido
          de su madre Alcumena.

          Después, en su nacimiento, la madrastra
          Juno hecha pobre vejezuela y con hechizos
          estorbando el peligroso parto; pero
          después, con la astucia de Agalante, está
          nacido el poderoso Hércules en compañía
          del no menos valeroso hermano, hijo de su
          padrasto Amphitrión.

          Después desto se veían los muchachos
          solos, en sendas cunas; el de Amphitrión
          llorando, de dos culebras enviadas, de
          la venenosa Juno; pero Hércules, que
          de soberano poder era ayudado, asiendo
          con sus tiernas manecillas las fieras
          culebras, las tenía ahogadas.

          Tras esto estaba, cuando llevó vivo á
          Euristheo el fiero puerco de Arcadia
          del monte Erimantho, donde estaba (por
          maldición de Diana) destruyendo los
          campos y labores, y matando cuanta gente
          hallaba ó le buscaba por la fama de su
          fuerza.

          Luego se veía la Selva Nemea, y el gentil
          mancebo por ella, siguiendo al fiero
          León, al cual, alcanzado, rompía con sus
          manos las fuertes quijadas, y después
          desollándole se cubría de su duríssima
          piel.

          Assí vestido, estaba más adelante en la
          Laguna Lernea, llena por sus anchas islas
          de juncos y cañaverales, peleando con la
          fiera Sierpe Hidra; más viendo que si le
          cortaba una cabeza, por sola aquella le
          nacían siete, después que con la espada
          la tajaba el duro cuello, sobre la misma
          herida ligeramente le pegaba un hacha de
          vivo fuego.

          Aunque esto se veía vivamente retratado,
          no parecía menos bien la lucha suya y del
          gran Anteo, al cual, como Hércules vido
          que dejándose caer sobre la Tierra (cuyo
          hijo era), cobraba dobladas fuerzas en
          sus brazos, con los suyos le apretaba de
          manera que, quitándole el alma, le hacía
          extender el cuerpo, desasido de su bravo
          y fuerte vencedor.

          Adelante estaba, en el Occeano de Africa,
          matando el fiero Dragón de la Huerta
          de Atlante. Y después victorioso con
          las Manzanas de oro. Tras esto, en el
          monte Aventino, viendo que el ladrón
          Caco, hijo de Vulcano y Venus, le había
          hurtado sus vacas, le estaba poniendo
          fuego á su fuerte cueva, donde con lumbre
          y humo le procuraba dar la muerte: y al
          fin salido della, echando por su boca y
          oídos grandes llamas, procuraba en vano
          defenderse; pero el valeroso Alcides,
          teniéndole en el suelo, sin ninguna
          piedad le ahogaba.

          Luego sustentando el Cielo con sus
          hombros.

          Después, amarrando al Can Cerbero y
          sacándole á él y á Proserpina robados,
          dejaba herido á Plutón, Dios de los
          Infiernos. No con menos agonía peleaba
          con el de las Aguas Acheloo, al cual
          habiendo vencido en su propia figura de
          gigante, y después de Dragón, cuando le
          ve hecho Toro, con risa le abate, y quita
          el Cuerno de su frente.

          Tras esta lucha estaba la Cierva en
          Menalo, con sus pies de metal y cuernos
          de oro, á quien con gran trabajo Hércules
          mataba triunfante con los ricos despojos
          de su empresa.

          Assimismo desterraba las Harpías, por
          voluntad del Rey Fineo.

          Luego, más trabajosamente, dividía los
          altos montes de Calpe y Abila, por donde
          el fiero mar estrechamente passasse.

          Más allí se mostraba con las pesadas
          colunas en sus hombros.

          Tras esto, en la ribera del mar, libraba
          á Hesiona, hija de Laomedón, matando la
          fiera que para su comida la buscaba.

          Después, á aquel que, por voluntad de
          los Dioses, en el monte Cáucaso, viendo
          comer sus hígados de una cruel águila,
          brevemente criaba otros donde el mismo
          tormento se le diesse.

          Más adelante estaba cuando la gente
          Pigmea, al pie del monte, le quiso matar
          viéndole dormido.

          Y cuándo llevó los pueblos franceses
          atados á su lengua.

          Y cuándo al que con sangre humana
          engordaba sus caballos dió el mismo
          castigo, haciéndole manjar dellos.

          Y cuándo en las bodas mató los
          Sagitarios: veíase el Centauro Nesso
          muerto con sus saetas, al tiempo que al
          passar el río Eveno le llevaba á Deyanira.

          Llegado, pues, al fin desta historia, se
          veía lastimosamente, casi en venganza
          de la quebrantada pierna del Dios
          Pan, cuándo la celosa mujer, con la
          engañosa camisa que el Centauro le dió,
          pensando remediar su mal, fué causa
          de mayor daño, porque, vistiéndosela
          el ausente marido, con la furia del
          pestífero veneno que en sí tenía se
          le pegó á las carnes, y abrasándole
          los tuétanos y entrañas, el sinventura
          Hércules, fuera de su sentido, vertía
          los humildes sacrificios, derribaba los
          templos y arrancaba los duros troncos, y
          procurando desnudarse, despedazaba sus
          mismas carnes, descubriendo los propios
          huessos y nervios por donde, como de gran
          hoguera, salía un espesso humo, y él,
          mirando á los cielos con amargo rostro,
          á ratos de su crueldad parecía que se
          quexaba, y otros pedía socorro á tan
          insufrible y dolorosa muerte, á veces
          que, sin sentido, destruyendo sus carnes,
          se tendía en tierra y callaba.

          Estaba sobre un altar, en medio del
          templo, el vestido, el cayado y la lira
          de Apolo, aquel mismo apero con que moró
          en las selvas, y por las altas colunas
          sembrados infinitos despojos de pastores
          y fieras, cayados y zampoñas, cabezas de
          los lobos y pies de águilas, versos y
          prosas que no poca hermosura acrecentaban
          al grandioso templo. Pero Siralvo, que en
          FILIDA veía el de su alma, pocas señas
          pudiera dar de lo que aquél tenía; y
          ella, que no dudaba los efectos de su
          valor, no lo hacía en volver la luz de
          sus hermosos ojos al enamorado pastor,
          robándole nuevamente, á cada vuelta, el
          alma, y dejándole cada vez nueva vida con
          que viviesse. En tanto que esto passaba,
          Sasio y Arsiano vinieron allí por orden
          de Mandronio, y viendo junto cuanto
          en la música podía desearse, amén de
          Filardo y Matunto, que si no eran más no
          eran menos, acordaron de entrarse en el
          jardín del templo, que, aunque pequeño,
          era lleno de frescura y deleite. Nunca
          Vertuno tuvo los suyos compuestos con
          tanta destreza como éste lo estaba sin
          arte; las flores y hierbas, las aguas
          y las aves que en él moraban, todo era
          extremadamente bueno. Pues como dentro
          se vieron, Florela, que tiernamente á
          su señora amaba, mirando su hermosura
          y la habilidad de los pastores con la
          comodidad del tiempo y del lugar, pidió
          encarecidamente que, tomando el sujeto
          de la beldad de FILIDA, cantassen; deseo
          fué el de Florela que todos le tenían,
          y tocando el principio de la empresa á
          la gentil Belisa, desta manera comenzó
          su canto, y desta fueron por su orden
          prosiguiendo:


                         BELISA

                Las ondas quiere sulcar,
              el agua en red oprimir,
              el fuego quiere medir
              y el viento quiere pesar
              el que pretende loar,
              Filida, vuestra figura,
              siendo el comenzar locura
              é impossible el acabar.

                        ARSIANO

                Lazos de amor son aquellos
              do Amor tiene su prisión,
              pues sin dar en corazón
              nunca hace tiro dellos;
              hablo de vuestros cabellos,
              por cuya gran excelencia
              el sol no tiene licencia
              sin deslumbrarse de vellos.

                         FINEA

                El lugar esclarecido
              sobre los dos claros ojos,
              de mil sangrientos despojos
              á costa ajena teñido,
              es duro campo corrido
              de la Muerte y del Amor,
              donde él es el vencedor
              y ella el premio del vencido.

                         ALFEO

                Soles sois con que alumbráis,
              rayos con que derretís,
              saetas con que herís,
              licor con que remediáis
              los ojos con que miráis,
              en quien se mira el Amor,
              ó para hablar mejor,
              los ojos con que matáis.

                        FLORELA

                Vuestras mejillas, sembradas
              de las insignias del dia,
              florestas son de alegría
              de la eterna trasladadas,
              donde no por las heladas
              ni por las muchas calores
              faltan de contino flores
              divinamente mezcladas.

                         SASIO

                El alinde que divide
              las dos florestas reales,
              con frescuras celestiales
              los rayos del sol despide;
              á la misma invidia impide
              su proporción aguileña,
              y aunque es medida pequeña,
              al Amor inmenso mide.

                        FILENA

                Vuestra boca no es coral
              ni vuestros dientes aljófar,
              que el aljófar es azófar
              y el coral bajo metal;
              mas es puerta principal
              fabricada dal primor,
              archivo do tiene Amor
              todo su bien ó su mal.

                       PRADELIO

                La coluna generosa
              deste edificio tan claro,
              más que del mármol de Paro,
              más que blanca poderosa
              es la garganta graciosa,
              fuente rica de dulzor,
              donde la fuerza de Amor
              segura y libre reposa.

                         CELIA

                Vuestro pecho no hay braveza
              que no se amanse con él,
              ni hay quien pensando en él
              no esforzasse su flaqueza,
              á quien dió naturaleza,
              por mezclar gracia y rigor,
              de la leche la color
              y del hierro la dureza.

                       CAMPIANO

                Lo que falta por contar,
              después de la blanca mano,
              á quien el sentido humano
              es imposible loar,
              no quiero en ello hablar;
              que aunque la fe, como diestra,
              tan altos bienes nos muestra,
              son más para contemplar.

                       MANDRONIO

                Vuestra discreción loara,
              á no haber considerado,
              que como quedo agraviado
              el cuerpo, al alma agraviara;
              á Vos sola es cosa clara
              que concede la razón,
              que hiráis al corazón
              cuando amaguéis á la cara.

                        SIRALVO

                Yo no me hallo bastante
              á proseguir este intento
              bien, hasta que el pensamiento
              se pierda por arrogante,
              Razón diga y Amor cante
              y lleve la Fe el compás,
              donde queda más atrás
              quien passa más adelante.

          No acabaran tan presto los pastores si
          la bella FILIDA, que, con una gravedad
          suavíssima, estuvo escuchando sus loores,
          y acrecentando la causa dellos en su
          soberano semblante, no los atajara,
          tomando á Belisa la lira, y obligada de
          su liberal condición, vuelta á SIRALVO
          le dixo: Pastor, yo quiero cantar una
          glossa tuya, de una canción ajena á que
          soy muy aficionada, porque me la dió
          Florela y porque la glosa lo merece. Bien
          basta tu afición, dixo SIRALVO, para su
          merecimiento, y la merced que nos haces
          para que todo el mundo quede invidioso
          de nuestra ventura; y con esto FILIDA,
          alegrando tierra y cielo, comenzó á tañer
          y cantar, y los pastores á suspenderse
          oyéndola.


                         FILIDA

                       _Canción._

                Mi alma tenéisla vos,
              y yo á vos en lugar della,
              ¿á quién da más gloria Dios?
              á ella sin mí con vos
              ó á ella con vos y sin ella?


                       _Glossa._

                Aquel venturoso día
              que Amor, con industria y arte,
              me robó cuanto tenía,
              fué tanta su cortesía,
              que os dió la más noble parte,
              y como solo mi oficio
              es contentar á los dos,
              por principal ejercicio
              mi cuerpo está en su servicio,
              _mi alma tenéisla vos_.
                Bien galardonado voy
              si sirvo como cautivo,
              pues cuando en la cuenta estoy,
              hallo que es lo que recibo
              mucho más que lo que doy;
              en gran deuda me dejáis,
              no quedaréis sin querella,
              pues por favor ordenáis
              que vos mi alma tengáis
              _y yo á vos en lugar della_.
                En la gloria que se ven,
              han movido gran cuestión
              cuerpo y alma sobre quién
              consigue más alto bien,
              y entrambos tienen razón.
              El alma dice que allá
              está contino con vos;
              el cuerpo que os tiene acá:
              ¿quién, señora, juzgará
              _á quién da más gloria Dios_?
                Firmes en su diferencia,
              cada cual lleva victoria,
              sin que se dé la sentencia,
              porque es tal la competencia,
              que acrecienta más la gloria,
              y como se ven en calma
              en este pleito los dos,
              que no importa, dice el alma,
              que ya se le dió la palma
              _á ella sin mí con vos_.
                Aquí comienza á juraros
              el cuerpo que la dejó
              por poder mejor gozaros,
              y concluyendo en amaros,
              la duda en pie se quedó.
              Mas dixo Amor que él saldría,
              cerrados los ojos della,
              porque en vuestra compañía,
              á mi alma escogería,
              _ó á mí con vos y sin ella_.

          Callaron las aves, cessó el viento,
          paró la fuente, y pienso que el sol se
          olvidó de su camino, mientras la sin par
          FILIDA cantó estos versos, y acabados,
          con un donaire igual á su hermosura,
          volvió la lira á Belisa, como corrida de
          haber cantado; pero los pastores, que
          de su llaneza como de su beldad estaban
          cautivos, vueltos unos á otros alabaron
          la hora en que el cielo había juntado en
          FILIDA cuanto bien por el mundo repartía.
          Esso no, dixo Florela, que lo que en
          FILIDA hay no se halla en el mundo junto
          ni repartido. Passo, pastores, dixo
          FILIDA, que me afrento mucho de oirme
          loar, y no quiero que en mí cesse la
          música: gusto tanto de canciones viejas
          bien glossadas, que esso me hizo cantar,
          y cierto es la cosa en que el poeta
          muestra mayor ingenio. Una muy nueva
          sé yo, dixo Siralvo, y diréla con tu
          licencia. Para esso, pastor, dixo FILIDA,
          tú la tienes, y más si es tuya. Primero,
          dixo SIRALVO, que te diga el dueño,
          quiero decirla y saber lo que te parece.


                        SIRALVO

                En mi pensamiento crecen
              mis esperanzas y viven;
              en el alma se conciben
              y en ella misma fenecen.


                       _Glossa._

                Porque en el mal que me hiere
              perpetua pena reciba,
              el Amor ordena y quiere
              que en mi pensamiento viva
              lo que en mi ventura muere;
              pues si alguna vez se ofrecen,
              ó de lejos aparecen
              esperanzas de mi bando,
              en vuestra gracia menguando,
              _en mi pensamiento crecen_.
                ¿Do llegará mi tormento?
              Pues por caminos tan agros
              do no llegó entendimiento,
              suben á hacer milagros.
              Ventura y mi pensamiento,
              en ello gloria reciben,
              y en libertad se aperciben
              á morir desesperadas
              y en él están sepultadas
              _mis esperanzas y viven_.
                Aunque falsas, lisonjeras,
              mil veces vengo á pensar
              que deben ser verdaderas,
              viéndolas en el lugar
              do suelen estar las veras,
              y aunque por milagro aviven,
              en parte inmortal se escriben;
              que como su vanidad
              se engendra en la voluntad,
              _en el alma se conciben_.
                En noble parte nacidas,
              en noble parte criadas,
              nobles aunque van perdidas,
              noblemente comenzadas
              y en nobleza concluídas;
              al pensamiento obedecen,
              y en su prisión resplandecen
              y su natural guardaron,
              que en el alma comenzaron
              _y en ella misma fenecen_.

          A todos contentó la glossa de Siralvo,
          y más á FILIDA, que vió en sí la causa
          della, y pareciéndole hora de que los
          pastores descansassen, mandó á Florela
          por señas lo que había de hacer, y al
          punto se puso en medio de todos una mesa
          ancha, limpia y abundante de dulces y
          regaladas viandas, que del albergue de
          Vandalio habían traído, y sin esquivarse
          FILIDA de comer con los pastores,
          todos juntos lo hicieron, salvo Finea
          y Alfeo, que de secreta mano se habían
          sentido trabar los corazones, y entre
          el viejo dolor y el nuevo, estaban con
          una suspensión en los espíritus, que
          sin poderse ellos entender, fácilmente
          los entendieron todos. ¡Oh grande y
          poderoso Amor! ¿será possible que Alfeo,
          muriendo ayer por Andria, bellísima
          cortesana, hoy se enamore de la serrana
          Finea? Verlo he menester para creerlo,
          que Finea de Alfeo, menos maravilla me
          hace, porque, aunque rústica y criada
          en aspereza, es muy discreta y hermosa,
          y Alfeo excessivamente aventajado al
          pastor de quien ella era despreciada.
          Si nuevamente estos dos se aman, cosa
          es que no se podrá encubrir: alcemos
          las mesas, levántense los pastores y
          queden solas FILIDA y Celia en el fresco
          jardín; que los demás en el templo
          podrán passar la siesta, donde hallarán
          á Filardo, que, á excusa de Silvia, se
          volvió tras ellos, y aunque había gran
          rato que allí estaba, no quiso entrar
          al jardín, antes, saliendo á la ribera,
          por un pequeño resquicio del muro estuvo
          mirando y oyendo lo que passaba, y cuando
          sintió que los pastores al templo salían,
          adelantóse y entró primero. Filena y
          Pradelio holgaron poco de verle, pero
          _Campiano_ íntimo amigo suyo, con gran
          caricia le recibió y assí luego los dos
          se apartaron, y por otra parte Florela
          y Siralvo, Pradelio y Filena, Belisa y
          Mandronio, Sasio y Arsiano, á un lado
          del templo se pusieron á concertar
          alguna fiesta, para entretener aquella
          tarde á la hermosa FILIDA, y la mejor
          les pareció representarle la EGLOGA
          de Delio y Liria y Fanio, pastores de
          aquesta ribera, que con sus casos habían
          dado mil veces materia á los poetas.
          Belisa tomó la persona de Liria; Sasio,
          la de Delio, y la de Fanio, Arsiano, y
          mientras en baja voz estaban ensayándose,
          Alfeo y Finea en algo se ocuparon:
          sentados los vió _Siralvo_ á una parte
          del templo, hablando menos palabras
          que solían, demudados de su color
          natural. No pudo tanto consigo que no se
          llegasse á ellos, y antes que nada les
          preguntasse, Alfeo le dixo, cuanto los
          pudiera preguntar: Siralvo mío, por tres
          partes me siento combatir y por todas
          tres vencer: las sinrazones de Andria
          contrastan mi afición, tus consejos me
          mudan la voluntad, la beldad de Finea
          me cautiva. A mí me enamora todo, dixo
          Siralvo; ¿pero á ti, serrana, qué te
          parece? ¿Qué estás hablando por mí? dixo
          Finea. ¿Pues qué haremos, dixo Siralvo,
          de Andria y Orindo? Lo que ellos hicieron
          de nosotros, dixo Alfeo, y con esto se
          dieron las manos de no faltarse jamás,
          tomando al Dios de los pastores por
          testigo; y llenos de contento y placer se
          fueron con los que ensayando se estaban.
          Campiano y Filardo siempre se estuvieron
          apartados, y bien se le echó de ver al
          pastor el mal que por Filena sufria, pues
          sin bastar su dolor ni el menosprecio
          con que le dejaba, se iba tras ella, sin
          poderse refrenar en sus deseos. No tomó
          la sin par FILIDA mucho tiempo de reposo,
          antes, sintiendo que los pastores en el
          templo esperaban que los llamasse, mandó
          á Celia que lo hiciesse, y assí fueron
          todos al jardín, salvo Belisa, Sasio y
          Arsiano, que se quedaron para entrar
          representando, y después que todos se
          sentaron, por orden de FILIDA, los tres
          que habían quedado, entraron por la suya,
          como aquí veremos.


                         EGLOGA

               _Fanio._--_Delio._--_Liria._


                         LIRIA

                Floridos campos, llenos de belleza,
              en cuya hermosura, sitio y traza,
              gran estudio mostró Naturaleza.
                En vosotros se halla espessa caza
              de aves, bestias y animales fieras,
              y tanta flor y fruto, que embaraza.
                En vosotros, majadas y praderas,
              donde se ven ganados abundosos
              y en medio los inviernos, primaveras.
                No faltan los pastores querellosos,
              que forman al Amor quexas sin cuento,
              y otros, regocijados, venturosos.
                Unos, al ejercicio dan su intento,
              cuál corre, salta, tira, lucha ó canta,
              cuál en los huertos pone su contento.
                Aquél enxiere, siembra, poda ó planta,
              otros con su ganado se recrean,
              viendo desde las sombras copia tanta.
                Mira los cabritillos que pelean,
              y después á sus madres van buscando,
              que con ubres pesadas los desean.
                Allí ve sus zagales ordeñando;
              allí las cabras que la nueva hoja
              no con poca codicia van buscando.
                Una al agua parece que se arroja,
              otra en lo mas espesso está mordiendo,
              que el rigor de la zarza no la enoja.
                Luego ve la ovejuela, que paciendo,
              apoca simplemente lo que halla,
              lo más dificultoso no queriendo.
                Y si Orión se mueve á dar batalla,
              permite que el pastor pueda avisarse
              y con flacos ingenios mitigalla.
                Veréis á los carneros alegrarse;
              veréis las hormiguillas polvorosas,
              ciegas, unas con otras encontrarse.
                Las ánades bañarse presurosas,
              y lamerse al revés el buey el pelo,
              y pacer las becerras más golosas.
                Cuervos, grajas, cornejas para el cielo
              suben y bajan luego con ruido,
              y tornan para arriba con su vuelo.
                Oyese en las lagunas el sonido
              de las cantoras ranas en más grado
              que en el sereno tiempo le han tenido.
                Vese de blancas aves ayuntado
              más número que suele en valle ó sierra,
              y el cabrío dormir más apretado.
                Escarba la ovejuela por la tierra,
              y la golondrinilla á la corriente,
              con pobres alas hace flaca guerra.
                Al fin esto se passa brevemente,
              y en tanto, en la abrigada cabañuela,
              arropado el pastor poco lo siente.
                Después que nieva, que ventisca y hiela,
              el nuevo sol su claridad extiende,
              con que el mundo afligido se consuela.
                Después, cuando á bañarse al mar deciende,
              hallándose en la noche escura y fiera,
              con las anchas hogueras se defiende.
                Todo se acaba en dulce primavera
              después que, fenecida esta contienda,
              llena de paz el cielo la ribera.
                Y contra el sol, en monte, en valle, en senda,
              los árboles, ó en selva ó bosque ameno,
              no sufren que su lumbre al suelo ofenda.
                Con el frescor de su confuso seno,
              la altiva haya y el ciprés frisado,
              con cuerpo assaz de duro fruto lleno;
                El laurel siempre verde, preservado
              de la ira del cielo, y el espino
              de más puntas que hojas adornado.
                Con su rebelde fruto ayuda el pino,
              aguda hoja y enredado saco,
              del pacífico olivo de contino.
                No se precia, entre todos, de más flaco,
              ni el olmo que á las nubes se avecina,
              con la planta gentil del libre Baco.
                Allí se extiende la robusta encina,
              con sus antiguos brazos y el precioso
              cidro, que á todos su cabeza inclina.
                Y el pobo y el castaño, alto, ñudoso,
              con las soberbias frentes acopadas,
              uno en corteza feo, otro hermoso.
                Las ricas palmas de hojas espinadas,
              triunfante premio de gloriosa estima,
              con los racimos de oro coronadas.
                La que defiende con la espessa cima
              que no caliente Febo el agua clara,
              en pago, el agua al tronco se le arrima.
                No se podrá decir que le es avara,
              que si el agua no pierde, el tronco gana,
              ella le da frescor cuando él la ampara.
                Siembra el manzano la postrer manzana,
              siembra el racimo la noguera fría,
              el jazmín nieve y el madroño grana.
                ¿Hay mas beldad que ver la pradería
              estrellada con flores de las plantas,
              que van mostrando el fruto y la alegría?
                Donde, con profundíssimas gargantas,
              las tiernas avecillas estudiosas
              están de señalar cuales y cuántas.
                Allí veréis pastoras más hermosas
              (no con maestra mano ataviadas),
              que las damas en Cortes populosas.
                Allí veréis las fuentes no tocadas
              distilando, no agua al viso humano,
              mas el cristal de piedras variadas.
                Allí veréis el prado abierto y llano,
              donde los pastorcillos su centella
              descubren al Amor, furioso, insano.
                Este, de su pastora se querella;
              aquél de sí, por que miró la suya;
              el otro, más grossero, se loa della.
                No hay quien por defeto se lo arguya,
              ni quien de rico ponga sobrecejo,
              ni quien á los menores dexe y huya.
                En el prado se oye el rabelejo,
              la zampoña resuena en la floresta,
              en la majada juegan chueca ó rejo.
                Pues qué ¿venido el día de la fiesta,
              hay gusto igual que ver á los pastores
              haciendo á las pastoras su requesta?
                Uno presenta el ramo de las flores,
              y cuando llega, el rostro demudado,
              otro dice suavíssimos amores.
                Uno llora, y se muestra desamado;
              otro ríe, y se muestra bien querido;
              otro calla, y se muestra descuidado.
                El uno baila, el otro está tendido;
              el uno lucha, el otro corre y salta,
              el otro motejado va corrido.
                En esta dulce vida, ¿qué nos falta?
              y más á mí que trato los pastores,
              y cazo el bosque hondo y la sierra alta,
                Con arco, perchas, redes y ventores,
              ni basta al ave el vuelo presuroso,
              ni se me van los ciervos corredores.
                Este sabuesso era un perezoso,
              y ya es mejor que todos: halo hecho
              que, como mal usado, era medroso.
                Tiene buen espinazo y muy buen pecho
              y mejor boca: ¡oh pan bien empleado!
              toma, Melampo, y éntrete en provecho.
                Quiérome ya sentar, que estoy cansado;
              ¡oh seco tronco, que otro tiempo fuiste
              fresno umbroso, de Ninfas visitado!
                Aquí verás el galardón que hubiste,
              pues te faltó la tierra, el agua, el cielo,
              después que este lugar ennobleciste.
                Assí passan los hombres en el suelo;
              después que han dado al mundo hermosura,
              viene la muerte con escuro velo.
                Ya me acuerdo de ver una figura
              que estaba en tu cogollo dibujada,
              de la que un tiempo me causó tristura.
                Estaba un día sola aquí sentada;
              ¡cuán descuidado iba yo de ella,
              cuando la vi, no menos descuidada!
                Puse los ojos y la vida en ella,
              y queriendo decirla mis dolores,
              huyó de mí, como yo ahora della.
                Por cierto grande mal son los amores,
              pues al que en ellos es más venturoso,
              no le faltan sospechas y temores.
                Igual es vivir hombre en su reposo.
              ¿Quién es aquel pastor tan fatigado?
              Debe de ser Florelo ó Vulneroso.
                La barba y el cabello rebuxado,
              la frente baxa, la color torcida.
              ¡Qué claras señas trae de enamorado!
                ¿Es por ventura Fanio? ¡Qué perdida
              tengo la vista! Fanio me parece.
              ¡Oh Fanio, buena sea tu venida!

                         FANIO

                Amado DELIO, el cielo que te ofrece
              tanta paz y sossiego, no se canse,
              que solo es bien aquel que permanece.

                         DELIO

                Aquesse mismo, FANIO mío, amanse
              el cuidado cruel que te atormenta,
              de suerte que tu corazón descanse.
                He desseado que me diesses cuenta,
              pues que la debes dar de tus pesares
              á quien contigo, como tú, lo sienta.
                Y quiero, FANIO, por lo que tratares
              perder la fe y el crédito contigo,
              cuando en poder ajeno lo hallares.
                Sabe que al que me ofrezco por amigo,
              la hacienda pospuesta y aun la vida,
              hasta el altar me hallará consigo.

                        FANIO

          DELIO, tu voluntad no merecida no es
          menester mostrarla con palabras, pues en
          obras está tan conocida. Pero después
          que tus orejas abras, más lastimosas
          á escuchar mi duelo en un lenguaje de
          pastor de cabras, Ni á ti podrá servirte
          de recelo, pues ya tienes sobradas
          prevenciones, ni á mí de altivo en tanto
          desconsuelo. Y no son de manera mis
          passiones que se puedan contar tan de
          camino, que aunque sobra razón, faltan
          razones.


                         DELIO

                Conmigo te han sobrado de contino,
              entendiendo que la hay para encubrirme
              lo que por más que calles adivino.
                Y aunque me ves en porfiar tan firme,
              sabe que poco más que yo barrunto
              de tu importancia puedes descubrirme.
                Y pues me ves en todo tan á punto
              para mostrarme amigo verdadero,
              no me dilates lo que te pregunto.
                Cuéntame tus passiones, compañero,
              cata que un fuego fácil encubierto
              suele romper por el templado acero.


                         FANIO

                Oh, caro amigo mío, y cuán más cierto
              será hacer mis llagas muy mayores,
              queriéndote contar mi desconcierto.
                Porque siendo mis daños por amores,
              tú pretendes saber, contra derecho,
              más que la que ha causado mis dolores.
                Salga el nombre de LIRIA de mí pecho
              y toque á tus orejas con mi daño,
              ya que no puede ser por mí provecho.
                No me quexo de engaño ó desengaño,
              de ingratitud, de celos ni de olvido,
              quéxome de otro mal nuevo y extraño.
                Quéxome del Amor, que me ha herido;
              abrióme el corazón, cerró la boca,
              ató la lengua, desató el sentido.
                Y cuanto más la rabia al alma toca,
              la paciencia y firmeza van creciendo
              y la virtud de espíritu se apoca.
                De tal manera, que me veo muriendo,
              sin osarlo decir á quien podría
              sola dar el remedio que pretendo.


                         DELIO

                Amigo FANIO, aquessa tu porfía
              tiene de desvarío una gran parte,
              aunque perdones mi descortesía.
                Díme, ¿por qué razón debes guardarte
              de descubrir tu llaga á quien la hace?
              ¿ó cómo sin saberla ha de curarte?


                         FANIO

                Porque de LIRIA más me satisface
              que me mate su amor que su ira y saña,
              y en esta duda el buen callar me aplace.


                         DELIO

                No tengo á LIRIA yo por tan extraña,
              ni entiendo que hay mujer que el ser querida
              le pudiesse causar ira tamaña.
                Cierto desdeño ó cierta despedida,
              cuál que torcer de rostro ó cuál que enfado,
              y cada cosa de éstas muy fingida.
                Aquesto yo lo creo, FANIO amado;
              empero el ser amada, no hay ninguna
              que no lo tenga por dichoso hado.
                Y si, como me cuentas, te importuna
              aquesse mal y tienes aparejo,
              no calles más pesar de tu fortuna.
                Tú no te acuerdas del proverbio viejo:
              _que no oye Dios al que se hace mudo,
              ni da ventura al que no ha consejo_.


                         FANIO

                Pues dame tú la industria, que soy rudo,
              grossero y corto, y en un mismo grado
              mi razonar y mi remedio dudo.
                Bien que llevando LIRIA su ganado
              por mi dehesa, junto con el mío,
              me preguntó si soy enamorado.
                Y el otro día estando junto al río
              llorando solo, en medio de la siesta,
              LIRIA llevaba al monte su cabrío.
              Y díxome: Pastor, ¿qué cosa es ésta?
              y yo turbado, sin osar miralla,
              volvíle en un suspiro la respuesta.
                Mas ya estoy resumido de buscalla,
              y decirle por cifra lo que siento,
              al menos matárame el enojalla.
                De cualquier suerte acaba mi tormento,
              con muerte, si la enojo, ó con la vida,
              si mi amor y mi fe le dan contento.
                Veremos esta empresa concluída,
              venceré mi temor con mi deseo,
              _la vitoria, ó ganada ó bien perdida_.
                ¿Oyes cantar? _D._ Si oyo. _F._ A lo que creo,
              LIRIA es aquélla. _D._ Eslo, _F._ Al valle viene.
              ¡Ay, que te busco y tiemblo si te veo!
                Ascóndete de mí, que no conviene,
              si tengo de hablarle, que te vea.


                         DELIO

                Ascóndeme, pastor; Amor ordene
              que tu mal sienta y tus cuidados crea.


                         LIRIA

                El pecho generoso,
              que tiene por incierto
              serle possible, al más enamorado
              ser pagado, y quejoso
              vivir estando muerto,
              y verse en medio de la llama helado;
              cuán bienaventurado
              le llamará el extraño,
              y en cuánta desventura
              juzgará al que procura
              hacerse con sus manos este daño,
              y por su devaneo
              á la razón esclava del Deseo.
                Memoria clara y pura,
              voluntad concertada,
              consiente al alma el corazón exento;
              no viene su dulzura
              con acíbar mezclada,
              ni en medio del placer ama el tormento
              sano el entendimiento,
              que deja el Amor luego
              más que la nieve frío,
              pero el franco albedrío
              y el acuerdo enemigo, á sangre y fuego;
              y en tan dañosa guerra,
              sin fe, sin ley, sin luz de cielo ó tierra.
                Promessas mentirosas,
              mercedes mal libradas
              son tu tesoro, Amor, aunque no quieras;
              las veras, peligrosas;
              las burlas, muy pesadas;
              huyan de mí tus burlas y tus veras,
              que sanes ó que hieras,
              que des gloria ó tormento,
              seas cruel ó humano,
              eres al fin tirano,
              y el mal es mal y el bien sin fundamento;
              no sepa á mi morada
              yugo tan duro, carga tan pesada.
                Corran vientos suaves,
              suene la fuente pura,
              píntese el campo de diversas flores,
              canten las diestras aves,
              nazca nueva verdura,
              que estos son mis dulcíssimos amores;
              mis cuidados mayores
              el ganadillo manso,
              sin varios pensamientos
              ó vanos cumplimientos
              que me turben las horas del descanso,
              ni me place ni duele
              que ajeno corazón se abrase ó hiele.


                         FANIO

                Por essa culpa, FANIO, ¿qué merece
              LIRIA? _L._ Lo que padece; pues, penando,
              quiere morir callando. _F._ Gran engaño
              recibes en mi daño. ¿Tú no sientes
              que las flechas ardientes amorosas
              vienen siempre forzosas? Si de grado
              tomara yo el cuidado, bien hicieras
              si me reprendieras y culparas.


                         LIRIA

                Déxame, que á las claras te condenas:
              pudo Amor darte penas y matarte,
              y no debes quexarte, pues que pudo;
              de ti, que has sido mudo y vergonzoso,
              debes estar quexoso. ¿De qué suerte
              remediará tu suerte y pena grave
              quien no la ve ni sabe? _F._ ¡Ay, LIRIA mía!
              que yo bien lo diría, pero temo
              que el fuego en que me quemo se acreciente.


                         LIRIA

                Pues, ¿tan poquito siente de piadosa
              quien tu pena furiosa ensoberbece?


                         FANIO

                Mas antes me parece, y aun lo creo,
              que tan divino arreo no es posible
              en condición terrible estar fundado;
              pero considerado aunque esto sea,
              no es justo que yo vea mi bajeza,
              y aquella gentileza soberana,
              y que sufra de gana mis dolores
              sin pretender favores. _L._ Grande parte
              ha de ser humillarte, á lo que creo,
              para que tu deseo se mitigue,
              porque Amor más persigue al más hinchado,
              que está muy confiado que merece,
              que al otro que padece, y de contino
              se cuenta por indino; pero cierto,
              tú no guardas concierto en lo que haces:
              ¿no se sabe que paces las dehessas,
              con mil ovejas gruessas abundosas
              y mil cabras golosas y cien vacas?
              ¿No se sabe que aplacas los estíos
              y refrenas los fríos con tu apero,
              y tienes un vaquero y diez zagales?
              Todos estos parrales muy podados,
              que tienes olvidados, ¿no son tuyos?
              Pues estos huertos, ¿cuyos te parecen?
              Todo el fruto te ofrecen; pues si digo
              del cielo, ¿cuán amigo se te muestra,
              tecuánto la maestra alma Natura
              y dió de hermosura, fuerza y maña?
              ¿Hay ave ó alimaña que no matas?
              ¿Hay pastor que no abatas en el prado?
              ¿Hate alguno dejado en la carrera?
              Pues en la lucha fiero ó en el canto,
              ¿hay quién con otro tanto se te iguale?
              Pues esso todo vale en los amores,
              porque de los dolores no se sabe
              si es su accidente grave ó si es liviano.
              Todo lo tienes llano. _F._ ¿Qué aprovecha
              tener la casa hecha y abastada,
              si en la ánima cuitada no hay reposo?

                         LIRIA

                Vivir tú doloroso, ¿qué te vale,
              si aquella de quien sale no lo entiende?
              Tu cortedad defiende tu remedio.

                         FANIO

              ¿Parécete buen medio que lo diga?


                         LIRIA

               Antes es ya fatiga amonestarte.


                         FANIO

               Pues, ¿tienes de enojarte si lo digo?


                         LIRIA

                FANIO, ¿hablas conmigo ó desvarías?
              ¿Pensabas que tenías y mirabas
              presente á quien amabas? _F._ Sí pensaba
              y en nada me engañaba. _L._ No te entiendo,
              aunque bien comprehendo que el amante
              tiene siempre delante á la que ama,
              y allí le habla y llama en sus passiones.


                         FANIO

              No glosses mis razones. _L._ Pues, ¿qué
              quieres?


                         FANIO

                Hacer lo que quisieres, aunque quiero
              preguntarte primero: ¿si mis males
              y congojas mortales me vinieran
              por ti y de ti nacieran, y el cuidado
              te fuera declarado, ¿te enojaras?


                         LIRIA

                Si no lo preguntaras, te prometo
              que fueras más discreto. Tú bien sientes
              los rostros diferentes de natura
              en una compostura de facciones;
              pues, en las condiciones, es al tanto,
              aunque no debe tanto ser piadosa,
              á mi ver, la hermosa que la fea,
              que en serlo hermosea su fiereza.


                         FANIO

                ¡Ay, cuánta es tu belleza! _L._ Assí que digo,
              que no debes conmigo assegurarte,
              pues sé certificarte que en tal caso,
              aquello que yo passo por contento
              puede ser descontento á tu pastora,
              y no imagino agora por qué vía
              con la voluntad mía quiés regirte.


                         FANIO

                Porque puedo decirte que, en belleza,
              en gracia y gentileza, eres trassunto,
              sin discrepar un punto, á quien me pena.


                         LIRIA

                ¿Es por dicha SILENA tu parienta?
              Si es ella, no se sienta entre la gente,
              que eres tan su pariente como mío;
              pueda más tu albedrío que tu estrella.


                         FANIO

                ¡Ay, LIRIA, que no es ella! ¿Y aún te excusas
              y de decir rehusas el sujeto
              que en semejante aprieto mostrarías?


                         LIRIA

                Horas me tomarías si lo digo,
              que como fiel amigo te tratasse;
              y horas que me enojasse, que aun no siento
              mi propio movimiento. _F._ Dessa suerte
              más me vale la muerte y encubrillo,
              que al tiempo de decillo verla airada.


                         LIRIA

                Bien puede ser quitada tu congoxa,
              si aquella que te enoja me mostrasses
              y en mis manos fiasses tu remedio.


                         FANIO

                Dessas espero el medio que conviene.


                         LIRIA

                ¿Es mi amiga quien tiene tu alegría?


                         FANIO

                Si tanto fuera mía, en tal fortuna,
              poca quexa ó ninguna se tuviera.


                         LIRIA

                Pues di dessa manera mal tan duro,
              que, por mi fe, te juro de hablalla
              y á tu amor incitada. _F._ Que me place;
              á mí me satisface tu promessa,
              aunque en la alma me pesa de probarte;
              y antes quiero mostrarte aquesta carta,
              que con angustia harta tengo escrita,
              para aquella que quita mi contento;
              jamás mi pensamiento fué adivino,
              que fueras, papel, dino de hallarte
              donde pudo llegarte mi osadía:
              leedle, LIRIA mía, parte á parte.


                         CARTA

                La libertad ganada,
              porque en tan buena empresa va perdida;
              la voluntad prendada,
              el alma enriquecida,
              viéndose en su servicio de partida,
                Indignas de llamarte,
              sin tu licencia, el nombre de señora,
              vienen á suplicarte
              que se la des ahora,
              y cada cual se llamará deudora.
                Recibe por cautivas
              las que este nombre en su sepulcro escriben;
              verás, si no te esquivas
              y tal merced reciben,
              cómo en mí solo mueren, en ti viven.
                Inclina á mis cansadas
              razones tus orejas, por ventura;
              no sean despreciadas
              en afición tan pura
              las mismas obras de tu hermosura.
                Al fin mi fe y mi pena,
              pues de ti nacen, tuyo será el cargo,
              y aquí cesse la vena
              de estilo tan amargo,
              corto en hablarte y en pedirte largo.


                         LIRIA

                La carta está tan buena que, aunque pruebe
              de mil maneras, no sabré loalla,
              porque es, en fin, compendiosa y breve.


                         FANIO

                ¿Parécete que puedo aventuralla?


                         LIRIA

              Paréceme que pierdes de ventura
              lo que te detuvieres en cerralla.


                         FANIO

                ¿Parécete que llegará segura
              de que puedan culparme de arrogante?


                         LIRIA

              Paréceme un retrato de mesura.


                         FANIO

                ¿Al fin me juzgas verdadero amante?


                         LIRIA

              Y que mereces ser galardonado.


                         FANIO

              Quiera Dios que assí digas adelante.


                         LIRIA

                Pero ya que la carta me has mostrado,
              dime, ¿quién fue la causa de hacella?
              Pues sé la pena, sepa quién la ha dado.


                         FANIO

                En cinco partecillas que hay en ella,
              pedrás saber el todo que pretendo,
              si adivinares el secreto della.


                         LIRIA

                Tórnamelo á decir, que no lo entiendo.


                         FANIO

              De cada cinco estancias ve tomando
              la primer letra y velas componiendo:
                Porque estas cinco letras ayuntando,
              por el orden que digo, fácilmente
              el nombre de mi alma irás formando.


                         LIRIA

                No te he entendido verdaderamente,
              ¿acaso dice LERIA? _F._ Con dos ies
              no puede pronunciar _Leria_ el leyente.


                         LIRIA

                ¿Dice por dicha _Libia_? _F._ No porfíes,
              ¿con erre _Libia_? Buen descuido es esse.


                         LIRIA

              Pues menester será que tú me guíes.


                         FANIO

                Habrélo de hacer, aunque me pese,
              que LIRIA dice. _L. Siria._ ¿Pues entiendes
              que no lo sé decir si lo leyesse?


                         FANIO

                Pues, _Siria_, digo yo, ¿por qué me vendes
              descuidos, cuando el alma me has robado,
              y con falsa ignorancia te defiendes?
                ¿Dónde te vas, pastora? _L._ A mi ganado.


                         FANIO

              Mira, pastora, tente. _L._ ¿Qué locura
              es ésta que tan presto te ha tomado?
                ¿Estás loco, pastor? _F._ Que no hay cordura
              en quien no la perdiesse, contemplando
              mi amor y tu desdén y hermosura.


                         LIRIA

                Déjame, ¿qué pretendes? _F._ Que llorando
              me veas fenecer. _L._ Deja mi mano.


                         FANIO

              Y tú mi alma, que la estás matando.


                         LIRIA

                ¡Oh solitario valle! ¡oh campo llano!
              ¿Habrá quien lastimoso me defienda
              deste pastor perdido, deste insano?


                         FANIO

                Escucha, LIRIA, ya solté la rienda
              á lo osadía para detenerte,
              no bastará aunque Júpiter descienda.


                         LIRIA

                ¿Qué quieres? _F._ Quiero en todo obedecerte,
              si no es ahora en esta fácil cosa,
              que estés presente al passo de mi muerte.


                         LIRIA

                Otra podrás buscas más animosa.


                         FANIO

              Pues para dar la muerte eres osada,
              para verme morir no seas medrosa.


                         LIRIA

                Suéltame, FANIO. _F._ Ya serías soltada,
              por no enojarte, si tuviesse cierto
              que escucharías un rato sossegada.


                         LIRIA

                Suéltame, que no aprietas como muerto.


                         FANIO

              Asido á las aldabas de la vida,
              pensar muerte prenderme es desconcierto.


                         LIRIA

                Suelta ya. _F._ Sí haré; mas sei servida
              de me escuchar. _L._ Como no fuesses largo.


                         FANIO

              Esso, tu voluntad será medida.
                Y si te pareciere que me alargo,
              mándame tú callar, y verás luego
              cómo procuro en todo echarte cargo.
                Ser contigo atrevido no lo niego;
              mas ¿qué derecho guardará el forzado
              ó cómo no cairá sin luz el ciego?


                         LIRIA

                Esso me agrada, llámate culpado,
              y yo te escucharé de buena gana.


                         FANIO

              Y aun si quieres me doy por condenado.
                Mira esta parra fértil tan lozana,
              cómo por este olmo infrutuoso
              se abraza, y lo que él gana y ella gana.
                El con ella se muestra más hermoso,
              y ella sin él cayera por el suelo,
              do no fuera su fruto provechoso.
                La flor desamparada quema el hielo,
              no hay cosa sola en la Naturaleza,
              y lo que no aprovecha no es del cielo.
                Goza con tiempo de tu gentileza,
              que el día passado no puede cobrarse,
              ni como rosa torna la belleza.
                Cuando un estado tiene de tomarse,
              hallando la ocasión que es conveniente,
              ¿qué sirve ó qué aprovecha dilatarse?
                No te niego yo, LIRIA, que al presente
              podrías escoger otro que fuesse
              en bondad y en hacienda preminente;
                Mas si tomasses á quien más valiesse
              que yo, yo juraré que no hallases
              otro que más ni tanto te quisiesse.
                Demás desto, pastora, si mirasses
              mi edad y mi hacienda y mis respetos,
              podría ser que no me despreciasses.
                Y sobre todo, mira los efetos
              que en mí hacen tu gracia y hermosura,
              que bastan á suplir muchos defetos.


                         LIRIA

                Basta, pastor; que Dios te dé ventura;
              yo te agradezco amor tan verdadero,
              y escúchame otro poco, por mesura.
                ¿Qué sabes tú si por ventura quiero
              y amo otro pastor, de tal manera
              que, como tú por mí, por él me muero;
                Y le tengo una fe tan verdadera,
              que aunque la vida su afición me cueste,
              ha de ser la primera y la postrera?
                ¿Qué es esto, FANIO? ¿qué desmayo es éste?
              ¿háceslo adrede? No, que estás muy frío.
              ¿Hay algún Dios que su favor te preste?
                Recuerda, FANIO. ¡Oh Ninfas deste río,
              venidme á socorrer un caro amigo,
              porque no me castigue el error mío!
                Recuerda ya, los Dioses sean contigo,
              mira que lo que dije fué burlando,
              y ahora es verdadero lo que digo.


                         FANIO

                ¿Yo muero, ó vivo, ó veo, ó estoy soñando?
              ¿qué ha sido, LIRIA? _L._ A lo que entiendo,
              ibaste con el sueño transportando;
                Que como yo te estaba persuadiendo
              que te dejasses de tan vana empresa,
              con el placer quedástete durmiendo.


                         FANIO

                Más que esso, LIRIA, á lo que entiendo pesa:
              paréceme que me ponías un caso
              donde el extremo de miserias cesa.


                         LIRIA

                De esso, pastor, no hagas mucho caso,
              si le haces de mí, porque son cosas,
              que en efeto las digo y no las passo.
                Mas porque son razones peligrosas,
              estas que aquí passamos, quiero irme,
              que bien bastan dos horas para ociosas.


                         FANIO

                Yo de ti y de la vida despedirme,
              que aqueste lazo acabará mis días
              si como tú se me mostrare firme.


                         LIRIA

                Mira, pastor, no hagas niñerías,
              que para verme y aun para hablarme
              no faltará lugar más de dos días.


                         FANIO

                Esso, pastora mía, ¿es engañarme?


                         LIRIA

              Es gran llaneza. _F._ Y aunque no lo sea,
              bien bastará para resucitarme.


                         LIRIA

                Fanio, lo que yo digo se me crea,
              y forzada me voy de aquí tan presto,
              adiós. _F._ El haga que otra vez te vea.
                Publicar tanto bien, ¿seráme honesto,
              ó á poderlo callar, seré bastante?
              ¿A quién iré que me aconseje en esto?


                         DELIO

                Tu verdadero amigo está delante.


                         FANIO

              ¡Oh, caro Delio mío, y cómo atas
              mi voluntad con lazos de diamante!
                ¿Fuístete ó hasme oído? _D._ Mal me tratas.
              ¿Irme tenía viéndote en tal punto?


                         FANIO

              ¿Pues dónde estabas? _D._ Entre aquellas matas.
                Con tu desmayo me quedé difunto,
              pero decirte mi placer no puedo
              viendo á Liria en valerte tan á punto.
                Bien quisiera salir, mas tuve miedo
              de darte sobresalto ó descontento,
              y entre pena y placer me estuve quedo.


                         FANIO

                ¿Pues hizo en mi desmayo sentimiento?


                         DELIO

              Tú como transportado no lo viste;
              mas cree de mí, que la verdad te cuento,
                Que se mostró tan alterada y triste,
              que comenzó á pedir al cielo ayuda,
              y mesuróse cuando en ti volviste.
                Sabe disimular, como es sesuda,
              mas de quererte como tú la quieres,
              no tengo yo (ni tú la tengas) duda.


                         FANIO

                Ya yo sé, DELIO, que á doquier que fueres,
              ó tus consejos fueren admitidos,
              no faltarán contentos y placeres.


                         DELIO

                Essos tengas de LIRIA muy cumplidos,
              aunque en lo que quedaste aquí hablando
              cuando se fué, ofendiste á mis oídos.
                No sé qué te decías, no bastando
              á cerrar en tu pecho la alegría,
              ora el callar, ora el hablar dudando.
                Pues mira qué consejo te daría,
              que, en lo que toca á Amor, antes rebientes
              que confieses agora que es de día.
                Bien pareces sencillo, pues no sientes
              cuánto debe excusar el hombre sabio
              la envidia y la malicia de las gentes.
                Al que te arrima dulcemente el labio
              no le fíes el dedo, que á tu costa
              podrá ser que conozcas su resabio.
                Porque la fe del mundo es tan angosta,
              tan ancha y prolongada la malicia,
              que la virtud escapa por la posta.
                Aquel que te hiciere más caricia,
              si te escudriña con industria el pecho,
              cree que tu mal y no tu bien codicia.
                Los bienes que el Amor te hubiere hecho,
              Fanio, tesoros son de duen de casa,
              cállalos, y entrarante en buen provecho.
               Y aquel refrán, que tan valido passa,
              _que pierde el bien si no es comunicado_,
              no atraviesse las puertas de tu casa.
                Calla con el amigo más fundado,
              que en prisión, en discordia ó en ausencia,
              no te arrepentirás de haber callado.
                Sabe que es general esta dolencia,
              entre la gente moza respetarse
              amigo á amigo sólo en la presencia.
                Que ya hemos visto alguno, por fiarse
              de un gran amigo, hecha su jornada,
              pensar que es todo un tiempo, y engañarse.
                Y alguno vi con suerte confiada,
              lleno de vanagloria en sus favores,
              después hallarse un nido con no nada.
                Y cuando la ocasión destos temores
              cessasse (que impossible me parece),
              por ley han de callar los amadores.
                Y en lo que ahora de tu bien se ofrece,
              no te descuides, menos te apressures,
              que lo extremado apenas permanece.
                ¿Qué me respondes, FANIO? _F._ Que no cures,
              de decir más, que poco daño temo
              con tal que tú por mi salud procures.
                Demás que siempre huigo yo el extremo,
              y callo bien, como si fuesse un canto,
              y de mi hermano en mi afición blasfemo.


                         DELIO

                Cumple que assí lo hagas; y con tanto
              me voy, que tengo lejos el abrigo,
              y desdobla la noche apriessa el manto.
                Y porque pienso luego dar conmigo
              en el monte de pino, á las paranzas,
              quédate en paz. _F._ Y vaya Dios contigo.


                         DELIO

                Allá te avén con vanas esperanzas,
              que aunque se muestra tu fortuna mansa,
              quizá te arrastrarán tus confianzas.


                         FANIO

                Delio me espanta cómo no descansa,
              si topa con quien ha de respetarle,
              que habla tanto, que, aunque bueno, cansa;
              ya yo lo estaba casi de escucharle.

          Con tales afectos representaron los
          discretos pastores, que á los oyentes no
          les parecía representación, sino propio
          caso, y aunque agradó á todos, á FILIDA
          mucho más, porque sabía más por entero
          aquella historia. Liria era su amiga y
          Fanio y Delio muy conocidos de todos, y
          assí, estuvo con gran atención desde el
          principio hasta el cabo; que le hizo gran
          donaire verlos despedir murmurándose, y
          agradeciendo á los pastores la curiosidad
          con que la entretenían, pidió á Sasio que
          rematasse la fiesta, el cual, las manos
          en la lira y el pensamiento en Silvera,
          pastora gentil, á quien nuevamente amaba,
          cantó con gran dulzura aquestos versos
          suaves:


                         SASIO

                Esto que traigo en mi pecho
              no puede ser sino amor,
              pues me siento en su rigor
              agraviado y satisfecho;
              yo oso en la cobardía
              y en el osar me acobardo;
              ¿qué me guardo,
              si la nieve que me enfría
              es el fuego en que me ardo?
                Guárdome de tal manera
              que me guardo del contento,
              pues la causa del tormento
              fué mi ventura primera.
              Ampárome con mi ofensa
              porque sé que aunque más pene,
              me conviene
              no hacer jamás defensa
              sino al bien que sin vos viene.
                En la empresa comenzada
              no puede faltarme gloria,
              pues la primera vitoria
              de mí la tengo alcanzada;
              que aunque la pena contina
              mi juicio desconcierte,
              es de suerte
              que estimo por medicina
              lo que me causa la muerte.
                En tan rabioso combate
              bien se verá á lo que vengo,
              pues por vencimiento tengo
              ser vencido y sin rescate;
              porque, pastora, quedé
              en lugar donde bonanza
              no se alcanza,
              que en los brazos de la fe
              se desmaya la esperanza.
                El que más se guarda y mira,
              más en vano se defiende,
              pues vuestra terneza prende
              y ejecuta vuesta ira,
              y pasa tan adelante,
              que entiendo en el daño fiero
              de que muero,
              que sois hecha de diamante
              ó pensáis que sois de acero.
                Trayo comigo guardado
              licor para mi herida,
              un sufrimiento á medida
              de vuestro rigor cortado,
              que aunque en el alma me daña,
              prestando á vuestra aspereza
              fortaleza,
              crecer puede vuestra saña,
              mas no mengnar mi firmeza.

          El suave son de la lira, la dulzura de
          la voz, la harmonía de los versos fué
          tal, que echó el sello á todo lo passado,
          y habiendo FILIDA hecho traer de sus
          cabañas una curiosa caxa de ébano fino,
          allí en presencia de todos la abrió, y
          sacando della ricas cucharas de marfil,
          cuchillos de Damasco, peines de box y
          medallas de limpio cristal, con gran amor
          lo repartió de su mano, y los pastores,
          con gran alegría recibieron sus dones,
          salvo Filardo que no había cosa que le
          pudiesse alegrar, y assí él solo triste
          y todos los demás contentos, salieron á
          la ribera con la hermosa FILIDA, y por la
          orilla del cristalino Tajo se anduvieron
          recreando. ¡Oh, quién supiera decir lo
          que aquellos árboles oyeron! porque
          Siralvo y Florela gran rato estuvieron
          solos; Finea y Alfelio lo mismo; Pradelio
          y Filena, por el consiguiente. Pues Sasio
          y Arsiano, Campiano y Mandronio, bien
          tuvieron que hacer en consolar á Filardo,
          y la sin par FILIDA, como señora de todo,
          todo lo miraba y todo lo regía; hasta que
          el sol traspuesto forzó á todos á hacer
          otro tanto. Á FILIDA acompañaron los dos
          maestros del ganado y sus pastoras, Celia
          y Florela, y á Filena los demás, porque
          assí FILIDA lo ordenó; sólo Filardo,
          viendo cuán poco allí granjeaba, por
          diferente parte tomó el camino de su
          cabaña; y sólo yo, fatigado deste cuento,
          un rato determino descansar, y si hay
          otro que también lo esté, podrá hacer lo
          mismo.




                     QUINTA PARTE
                 DEL PASTOR DE FILIDA


          No es possible que á todos agrade el
          campo, los árboles y las hierbas; mas ya
          sabemos que las selvas fueron dignas de
          resonar en las orejas de los cónsules:
          la diferencia es salir el son de la
          zampoña de Titiro ó de la mía; mas esto
          tiene su descuento, que de más y menos
          se ordena el mundo, tan aína hallaremos
          quien oya el tamboril de Baco como la
          lira de Apolo. Haré una cosa dificultosa
          para mí, pero fácil para todos, que será
          passar en silencio lo que nos queda del
          florido Abril y del rico y deleitoso
          Mayo, donde nuestros pastores entre sus
          bienes y sus males con Fortuna y Amor,
          perdiendo y ganando, passaron cosas
          dignas de más cuenta que la que yo agora
          hago. Porque Pradelio y Filena en este
          tiempo, entre mucho dulzor, hallaron
          mucho acíbar, el pastor celoso y perdido
          y la pastora apremiada y confusa. Fanio y
          Finea fueron creciendo en las voluntades,
          hasta hacerse de dos almas una. Ergasto
          y Licio trujeron á Celio, y hallaron
          á Silvia enamorada, no se puede decir
          de quién, que cuando se sepa, será un
          notable hechizo de Amor; y lo que sin
          lágrimas no podré contar, aquella sin
          par nacida, principio y fin de la humana
          hermosura (que por estos nombres bien
          puede entenderse el suyo), oprimida de su
          bondad natural y del conocimiento de su
          valor, dexó los bienes, negó los deudos
          y despreció la libertad, consagróse á
          la casta Diana y llevóse tras sí á los
          montes la riqueza y hermosura de los
          campos: pues al cuitado pastor que más
          que á sí la amaba, nada nuevo la pudo
          llevar; porque el alma dada se la tenía,
          pero dexóle en lugar de su dulcíssima
          presencia una noche de eterno dolor y
          llanto en que ocupado passaba la mezquina
          vida. No buscaba los montes, porque no
          osaba; no seguía la ribera, porque le
          afligía; lo más del tiempo, solo en su
          cabaña entre memorias crueles, esperaba
          la muerte, y si alguna vez salía, no
          por la sombra de los árboles ni por
          la frescura de las fuentes, pero por
          riscos y collados, donde el sol de Junio
          abrasaba la desierta arena, sobre ella
          tendido llamaba en vano á la hermosa
          FILIDA, y entre estas lamentaciones, un
          día, sentado sobre el tronco seco de un
          acebo, repentinamente sacó el rabel que
          estaba tan olvidado, y los ojos tiernos
          y helados, que se pudiera juzgar que no
          veía, desta manera acompañó sus lágrimas:


                      SIRALVO

                FILIDA ilustre, más que el sol hermosa,
              sol de mi alma, sin razón ausente
              destos húmidos ojos anublados,
              ¿cuándo veré la cristalina fuente?
              ¿Cuándo el jazmín? ¿Cuándo el color de rosa
              con los dos claros ojos eclipsados?
              ¿Cuándo piensas romper estos nublados
              y mostrarnos el día,
              FILIDA, dulce mía?
              Si en algún tiempo á los desconsolados
              mancilla hubiste, tenla de mi pena;
              cesse tan triste ausencia,
              que en tu presencia la fatiga es buena.

                FILIDA, tú te fuiste, que de otra arte
              estar ausentes no fuera possible,
              porque nunca de ti yo me apartara.
              Que ni acidentes de dolor terrible
              ni peligros de muerte fueran parte
              para partirme de tu dulce cara.
              Ven, no te muestres á mi amor avara;
              que si gusto te diera,
              FILIDA, si bien fuera,
              entre tigres de Hircania te buscara;
              mi mal me hace que á mi bien no acierte,
              y estando tú escondida,
              busco la vida y topo con la muerte.

                FILIDA, mira con quién vivo ausente;
              mira de quién estoy acompañado
              y lo que saco de su compañía.
              La esperanza ligera, el mal pesado,
              el bien passado con el mal presente
              y el interés morir en mi porfía;
              mas si yo viesse un venturoso día
              en que tu rostro viesse,
              FILIDA, aunque muriesse
              ¡por cuán vivo y dichoso me tendría!
              Mas ay de mí, que temo más que espero:
              temo que si hay tardanza,
              esta esperanza morirá primero.

                FILIDA, cuantas lágrimas envío,
              no son ya tanto porque no te veo
              cuanto porque jamás espero verte;
              no sé si tiene culpa mi desseo,
              bien sé que tiene pena, y yo lo fío,
              que al que espera salud, no hay dolor fuerte;
              ¿qué juzgarías que perdí en perderte?
              Perdí la misma vida,
              FILIDA mía querida,
              que en tu ausencia no es vida, sino muerte;
              perdí los ojos, que sin ti los niego,
              y negarlos conviene,
              pues quien los tiene y no te mira es ciego.

                FILIDA, tal quedé de ti apartado
              cual sin el alma el cuerpo, ó cual la nave
              sin marinero, ó cual sin sol el día;
              muriendo aprendo, ciencia harto grave,
              á conocer un buen y un mal estado,
              y cuánto va de un es á un ser solía;
              edificando estoy de noche y día
              labores sin cimiento:
              FILIDA el argumento;
              y el oficial mi vana fantasía;
              mas en siendo la torre levantada
              trazada á mi deseo,
              luego la veo por tierra derribada.

                FILIDA mía, consuelo de mi alma,
              más agradable que la luz serena
              y muy más que la misma vida cara,
              ¿dónde suena tu canto de sirena?
              ¿Quién goza tu amistad sincera y alma?
              ¿Dónde se mira tu hermosa cara?
              ¡Oh! cuán de veras me ha costado cara
              la lumbre de los ojos,
              FILIDA, que mis ojos
              de espaldas ven el bien, el mal de cara,
              la triste vida que posseo me culpa,
              y ella misma me pena:
              sufra la pena quien causó la culpa.

              FILIDA, en tanto que el sereno Apolo
              ciñe nuestro horizonte, y entre tanto
              que le da cuna el húmido Neptuno,
              mis ojos, no en reposo, mas en llanto,
              su oficio es llorar solo, y como solo
              á solas estas rocas importuno,
              excúsome que sepa ya ninguno
              vida tan trabajosa.
              FILIDA mía hermosa,
              si contasse mis males de uno en uno,
              corta sería la vida, el tiempo, el modo,
              corto el entendimiento,
              que mi tormento no se entiende todo.

              FILIDA, viva ó muera, llore ó ría
              ó trabaje ó repose, ó duerma ó vele,
              ora tema, ora espere y dude y crea,
              ha de estar firme lo que siempre suele,
              firme el querer y firme la porfía
              del que mirarte y no otro bien desea.
              Escrito está en mi alma, allí se lea,
              tu nombre y mi deseo.
              FILIDA, allí te veo,
              mas haz que con mis ojos hoy te vea;
              míralos viudos, tristes y enlutados,
              coronados de nieblas,
              con las tinieblas por Amor casados.

                Ya falta aliento al espíritu cansado
              que vencen las passiones,
              FILIDA, y las razones
              con mi seca ventura se han helado;
              muero, y si quieres que contento muera,
              doquier que estés, señora,
              acoge agora mi razón postrera.

          Apenas Siralvo puso fin á su afligida
          canción, cuando, llamado de un súbito
          ruido, volvió los ojos al monte, y
          por la falda dél vido venir un ligero
          ciervo herido de dos saetas en el lado
          izquierdo, sangrientas las blancas
          plumas, y tan veloz en su carrera, que
          sólo el viento se le podía comparar, y
          á poco rato que entró por la espessura
          del bosque, por las pisadas que él había
          traído llegaron dos gallardas cazadoras,
          que con presuroso vuelo le venían
          siguiendo. Descalzos traían los blancos
          pies y desnudos los hermosos brazos;
          sueltos los cabellos que, como fino oro,
          al viento se esparcían; blanco cendal y
          tela de fina plata cubrían sus gentiles
          cuerpos, las aljabas abiertas y los
          arcos colgando. Pues ahora, sabed que la
          una destas era Florela, que juntamente
          con FILIDA seguía los montes de Diana,
          y como vido á Siralvo, casi forzada de
          amor y compassión le dixo: Pastor, ¿has
          visto por aquí un ciervo herido que poco
          ha baxaba de la altura deste monte? Sí
          he visto, respondió Siralvo lleno de
          turbación de ver quién se lo preguntaba.
          Pues guíanos, pastor, dixo la cazadora,
          que las saetas que lleva nuestras son
          y tuya será parte de los despojos.
          No respondió Siralvo, pero atónito y
          contento tomó la senda del bosque,
          obligándolas á correr más que solían, y
          después que gran rato anduvieron por la
          espessura, á un lado oyeron bramar el
          ciervo, y acercándose á él se hallaron
          cerca de una fuente, que al pie de un
          pino salía, asiendo de la hierba sobre
          el agua. Prestamente, Siralvo le asió
          por los anchos cuernos y con el puñal
          le cortó las piernas, con que quedó
          tendido al pie del árbol. Las cazadoras,
          contentas con la presa, pidieron á
          Siralvo que le quitasse los cuernos y
          los pusiesse en lo alto del pino en
          tanto que ellas se alentaban de la larga
          carrera. Poco tardó Siralvo en hacer esto
          y menos Florela en hablarle cuando á la
          compañera vió dormida. Siralvo mío, le
          dixo, ¿qué buena suerte te ha traído por
          donde yo te topasse? Esa, dixo Siralvo,
          mía sola la puedes llamar, si siendo tan
          buena puede ser de quien tan mala como yo
          la tiene. Esso me enoja, dixo Florela;
          viva FILIDA y contenta; tú en su gracia,
          ¿cómo puedes quexarte de tu suerte?
          Desde ahora, dixo Siralvo, mal contado
          me sería que sé de ti tales nuevas; pero
          ausente de su hermosura y ignorante de
          su contento, desesperado del mío, ¿cómo
          juzgas, Florela, que yo podría estar?
          Como tú dices, respondió la cazadora;
          pero porque á ti y á FILIDA no ofendas,
          te certifico dos cosas: la una, su gusto,
          y la otra, tu favor; mira si es razón
          que basten contra tus melancolías y
          vuelvas al tiempo de tus deleites, pues
          que nunca ha habido mudanza en la causa
          dellos, ya que en el estado la haya.
          ¿Esso te parece poco, dixo Siralvo, una
          privación continua de ver su beldad como
          solía? Pues sabe que aunque los ojos del
          ánima nunca de FILIDA se apartan, éstos
          que la vieron y no la ven bastantes
          enemigos son para aguar mis consuelos.
          ¿Y si yo hago, dixo Florela, que la
          veas? Harías conmigo, dixo Siralvo, más
          que el cielo, pues lo que él me niega
          tú me lo dabas. Pues alégrate, pastor,
          dixo Florela, y vete en buen hora, que
          me importa quedar aquí; mira qué quieres
          que le diga á FILIDA, que de la misma
          arte se lo diré. Dile, Florela, dixo el
          pastor, que aquella misma vida que en
          virtud de sus ojos se sustentaba, está
          ahora en su ausencia. ¿Qué más le diré?
          dixo Florela. Dile más, dixo Siralvo,
          que se fué y me dexó; y basta, que ella
          sabe más de lo que tú y yo le podemos
          decir. Lo que ves en mi cara le podrás
          contar, y el bien que me hubiere de hacer
          sea á tiempo que aproveche, porque me
          llama la muerte muy aprissa, y aunque
          ahora por ti entretendré la vida, si
          tardas en confirmarla no sé qué será
          de mí. Pierde cuidado, pastor, dixo
          Florela, que yo le tendré como verás;
          con lo cual Siralvo se partió della, y
          por pensar mejor en su sucesso, entró
          por lo más espesso del bosque, entre
          temor y esperanza, lleno de turbación,
          y sentándose en aquella soledad sombría
          oyó un sospiro tan tierno que le juzgó
          por proprio suyo. ¡Oh, sospiros míos,
          dixo Siralvo, si será possible que algún
          día lleguéis á las orejas de Filida, y
          vosotros, tristes ojos, veáis en los
          suyos vuestra lumbre verdadera! Resuma el
          cielo en este solo bien cuantos pensare
          hacerme, Aqui Siralvo quedó suspenso
          consigo, y á poco rato oyó otro sospiro
          muy más tierno, y volviendo los ojos á la
          parte donde había salido, por entre la
          espessura de sus ramas vió un bulto que
          no determinó si de pastor ó de pastora
          fuesse, y levantándose en pie, lo más
          quedo que pudo se fué acercando hasta
          llegar donde vido, el cuerpo en la tierra
          y en la mano la mexilla, una pastora, en
          tanto extremo hermosa, que si no hubiera
          visto la hermosura de FILIDA, aquélla
          estimara por la primera del mundo. Su
          vestidura humilde era y el apero humilde,
          pero su suerte tan extraordinaria, que
          Siralvo quedó admirado. Sus cabellos,
          cogidos en ellos mismos, despreciaban
          al sol y al oro; el color de su rostro,
          vestido de leche y sangre, con una
          ternura que representaba el alba cuando
          nace; sus ojos eran negros, rasgados, con
          las pestañas y cejas del color mismo;
          la boca y dientes excedían al rubí y á
          las finas perlas orientales. Tan nueva
          cosa le pareció á Siralvo, que sacó el
          retrato de la sin par FILIDA; mas en
          viéndole, arrepentido de haberle opuesto
          á beldad humana, le tornó á cubrir, y
          representándose á la pastora le dixo:
          Si supiesses al tiempo que me llego á
          ti, verías lo que has podido conmigo. De
          tu tiempo, dixo la pastora, poco puedo
          yo saber; del mío te sé decir que es el
          peor que nunca tuve. Si tu congoja, dixo
          Siralvo, es tal que un pastor con sus
          fuerzas pueda remediarla, dímela, gentil
          pastora, que assí halle yo quien por mí
          vuelva como tú hallarás á mí. ¿Qué te
          mueve, dixo la pastora, á tanta cortesía
          con quien no conoces? Paréceme, dixo el
          pastor, que es mucho lo que mereces.
          Mejor le diré yo, dixo la pastora, que
          es ser tú noble de corazón y quizá
          haberte visto en necessidad como me veo.
          Essa deseo saber, dixo Siralvo. Por
          ahora, dixo la pastora, no es possible;
          pero yo voy barruntando que tú y los
          demás pastores destas selvas y riberas
          seréis testigos deste mal y no podréis
          remediarle. Bien podrá ser, dixo Siralvo;
          pero yo ganoso estoy de servirte, y si
          me pruebas, hallarme has muy á punto.
          Soy contenta, dixo la pastora. ¿Conoces
          á Alfeo, un pastor nuevo de esta ribera?
          Sí conozco, dixo Siralvo. Pues búscale,
          dixo la pastora, y dile que no tengo aquí
          más armas de un cayado y un zurrón, y que
          si todavía me teme, se traya consigo á
          la serrana Finea que le quite el miedo.
          A la hora entendió Siralvo quién era,
          mas no quiso hacer demostración, y sin
          más detenerse, tomando aquello á su
          cargo, dió la vuelta á su cabaña, donde
          ya Alfeo le estaba aguardando, triste y
          pensativo, lleno de dolor. Siralvo, pues,
          aunque confuso, contento iba y animado
          en las palabras de Florela; mas ahora
          sin tratar nada de sí: pastor, le dixo,
          ¿qué congoja es ésta en que te hallo? La
          mayor, dixo Alfeo, que me pudiera venir.
          Sabe que Andria, en hábito de pastora,
          es venida á buscarme y está en el bosque
          del pino. ¿Cómo lo sabes, dixo Siralvo?
          ¿Cómo? dixo Alfeo. Como me ha enviado á
          llamar. También yo lo sé, dixo Siralvo, y
          te trayo un recado suyo, porque pasando
          yo por el bosque encontré con ella y
          preguntándole quién era no me lo quiso
          decir, pero rogóme que te dixesse que
          estaba sola, sin más armas que el cayado
          y el zurrón, y que si assí la temías,
          llevasses contigo á Finea que te quitasse
          el miedo. Luego conocí quién era y te
          vine á dar aviso. Harto hemos menester
          ahora, dixo Alfeo, para no errarlo; á
          ti te basta tu mal sin ponerte á los
          ajenos; yo estoy necessitado de consejo
          y de favor, y no sé adonde lo halle.
          Pastor, dixo Siralvo, no creas que mis
          passiones han de estorbarme el buscar
          remedio á las tuyas; yo quiero volver
          á Andria y saber della lo que quiere,
          y conforme á su intención podremos
          apercebir la nuestra para lo que mejor
          te estuviere. Muy bien me parece, dixo
          Alfeo, y quedándose en la cabaña tornó
          Siralvo al bosque, y por presto que
          llegó, halló con ella á Arsiano, que
          era con el que primero había topado y
          había enviado á llamar á Alfeo, y como
          volvió tan turbado de la nueva, volvió
          luego á la pastora á darle cuenta de lo
          que passaba; por parte llegó Siralvo
          que los dos no le vieron, y gran rato
          estuvo escondido oyendo sus razones. Ella
          le dixo que era una pastora de Jarama,
          que se llamaba Amarantha, y por cierta
          adversidad era allí venida, y Alfeo era
          un pastor que le estaba muy obligado, y
          se admiraba que en el Tajo se hubiera
          hecho tan descortés que no viniesse
          llamándole. Arsiano le decía que Alfeo no
          se osaba apartar de la serrana Finea, y
          que ninguna cosa querría ella mandar que
          no la hiciesse él tan bien y mejor que
          Alfeo. A esto la pastora replicaba que
          ninguna importancia al presente tenía,
          sino verse con Alfeo en parte donde nadie
          lo pudiesse juzgar; que se le truxesse
          allí si quería dexarla muy obligada.
          Arsiano parece que, pesaroso de apartarse
          della, tornó con aquel recado, y Siralvo
          que la vió sola llegó con el suyo; pero
          el mismo despacho tuvo que Arsiano, y
          assí volvió á su cabaña, donde llamaron
          á Finea y le dieron cuenta de lo que
          passaba. Su parecer, entre mil temores,
          fue que Alfeo se escondiesse algunos días
          y se echasse fama que se había ido, para
          que Andria también se fuesse á buscarle;
          y cuando Arsiano volvió certificáronle
          que Alfeo, en sabiendo la venida de la
          pastora Amarantha, se había despedido
          dellos y ídose no sabían adónde. Con esto
          volvió Arsiano á la pastora, y ella, que
          amaba y era mala de engañar, posponiendo
          el crédito al enojo, con Arsiano se
          vino á la ribera donde, vista su gran
          hermosura, no quedó pastor ni pastora que
          no se le ofreciesse, y ella, agradecida
          á todos, escogió la cabaña de Dinarda,
          por consejo de Arsiano, que estaba herido
          de su beldad, sin bastar su cordura para
          dissimularlo, y assí la noche siguiente,
          cubierto de la capa del silencio, tomó
          la flauta, y puesto donde Amarantha le
          pudiesse oir, con estos versos acompañó
          su instrumento:


                       ARSIANO

                Si sabéis poco de amores,
              corazón,
              agoras veréis quién son.
                Esta empresa á que os pusistes,
              confiado en no sé qué,
              es la que os hará á la fe
              saber para qué nacistes;
              no os espanten nuevas tristes,
              corazón,
              pues vos les dais ocasión.
                Llevaréis la hermosura,
              que os ofende, por amparo,
              pues este solo reparo
              os promete y asegura
              que no os faltará ventura,
              corazón,
              aunque os falte galardón.

          No tan presto Arsiano diera fin á su
          canción si no sintiera venir por la parte
          del río un gran tropel de pastores, y
          escondióse entre lo más espesso de los
          árboles; esperó lo que sería, y vido
          llegar al lugar mismo donde él antes
          estaba á Sasio con su lira, á Ergasto
          con la flauta y á Fronimo con el rabel,
          y templando los instrumentos, después de
          haber tañido un rato, al mismo son Liardo
          comenzó á cantar aquestos versos, tomando
          principio desta canción ajena:

                        LIARDO

                Donde sobra el merecer,
              aunque se pierda la vida
              bien perdida no es perdida.
                Tal ganancia hay que desplace
              y tal perder que es ganar,
              que á todo suele bastar
              la forma con que se hace;
              de tal arte satisface
              nuestro valor á mi vida,
              _que perdida no es perdida_.
                La vanagloria de verme
              morir en vuestro servicio
              será el mayor beneficio
              que el vivir puede hacerme;
              para pagar el valerme
              quiero yo poner la vida,
              _do perdida no es perdida_.
                De lo que el Amor ha hecho
              no puedo llamarme á engaño,
              que si fué en la vida el daño,
              en la muerte está el provecho;
              si de trance tan estrecho
              se aparta y libra la vida,
              _es perdida y más perdida_.
                Ser la vida despreciada
              si en la muerte no se cobra,
              bien se conoce que es obra
              sobrenatural causada;
              á vos sola es otorgada
              tal potestad en la vida,
              _si es perdida ó no es perdida_.

          Mal se les hace esta noche á los nuevos
          amantes su propósito, que si Arsiano
          fué impedido, á la primera canción de
          Liardo, Liardo lo fué de la misma suerte,
          porque apercibiéndose para la segunda,
          de la parte del soto comenzó á sonar
          una flauta y tamborino, y esperando
          quien fuesse llegó Damón, que era el que
          tañía, y con él Barcino y Colin, grandes
          apassionados de Dinarda. Poco se les dió
          que los demás pastores estuviessen junto
          á la cabaña, antes llegándose á ellos,
          Barcino los desafió á bailar, y Fronimo
          (que no era menos presumido) salió al
          desafío, y aunque al principio comenzaron
          á nombrar grandes precios en su apuesta,
          al cabo acordaron que se bailasse la
          honra. Pusieron por juez á Sasio, y
          aguardando que passasse una nube que les
          impedía la luna, apenas mostró su cara
          clara y redonda cuando Fronimo comenzó
          un admirable zapateado, que el tamborino
          tenía que hacer en alcanzalle: acabó con
          una vuelta muy alta y zapateta en el
          aire que fué solenizada de todos; y á la
          hora Barcino, que ya tenía las haldas en
          cinta y las mangas á los codos, entró
          con gentil compas bailando, y á poco
          rato comenzó unas zapatetas salpicadas;
          luego fué apresurando el son con mudanzas
          muchas y muy nuevas, y cuando quiso
          acabar tomó un boleo en el aire con mayor
          fuerza que maña de arte, que por caer de
          pies cayó de cabeza. Su dolor y el polvo
          y la risa de los pastores fué causa de
          correrse Barcino, de manera que si Sasio
          no le animara se alborotara la fiesta,
          y pidiéndole que juzgasse les dixo que
          sabían que el premio era la honra, y
          el uno la había hallado en el aire y
          el otro en el polvo, que pues assí era
          toda la del mundo, ambos quedaban muy
          honrados. A este tiempo ya Arsiano se
          había mezclado con ellos, cansando de
          estar escondido, y viéndose juntos Sasio
          y él, unas veces ellos cantando y otras
          Damón tañendo, passaron la mayor parte
          de la noche. ¿Deseó saber si Amarantha y
          Dinarda los oían? Sí, sin duda, porque
          Dinarda acostumbrada estaba á oirlos; y
          Amarantha, aunque triste, no por esso
          sería desconversable. Idos los pastores,
          las dos volvieron á sus consejas, que
          desde el principio de la noche las
          tenían comenzadas: su resolución fué que
          Amarantha se viesse con Finea y á Arsiano
          se le encomendasse que buscase á Alfeo
          donde quiera que estuviesse. Con esto
          (saliendo de la cabaña) vieron los más
          altos montes coronados del vecino sol,
          y oyeron las aves del día saludando la
          nueva mañana. Todo para Amarantha era
          tristeza y desconsuelo, y no sé si igual
          la gana de hallar á Alfeo y de ver á
          Finea. En fin, los dos, sin más compañía,
          enderezaron á su cabaña, donde la
          hallaron no tan alegre como otras veces
          pudieran; pero dissimulando lo más que
          pudo, las recibió con gracioso semblante.
          Era discreta Finea y no menos hermosa, y
          assí se lo pareció á Amarantha, y le dixo
          en viéndola: Muy hermosa eres, serrana.
          Al menos muy serrana, dixo Finea. La
          condición, dixo Amarantha, no sé yo si
          lo es, mas la cara de sierra. Lo uno y
          lo otro, dixo Finea, fué criado entre las
          peñas do apenas las aves hacen nidos. ¿Y
          quién te truxo acá? dixo Amarantha. Quien
          te podría llevar allá, dixo Finea. De
          esso me guardaré yo, dixo Amantha; pero
          dime, serrana, ¿dónde está Alfeo? Como
          es grande, dixo Finea, para traerle en
          la manga, no te lo sabré decir. A estar
          de gana, dixo Amarantha, gustara de la
          respuesta; pero dime, serrana, ¿sabes
          cómo es Alfeo fugitivo? No, dixo Finea;
          pero sé que la causa de serlo le podría
          desculpar. Essa, dixo Amarantha, yo te
          la diré: testigo me es el cielo que no
          se la dí; porque si dexé de acudir á su
          contento no fué por falta de voluntad,
          sino por más no poder: y cuando pude
          ya no le hallé, y agora cansada de
          esperarle, olvidé honra y vida, y, como
          ves, le vengo á buscar: pues no será
          razón que tú me usurpes mi contento.
          Yo, dixo Finea, muy poca parte soy para
          esso; hombre es Alfeo que sabrá dar
          cuenta de sí y tú mujer que acertarás á
          tomársela; quiérate él pagar las deudas
          que publicas, que yo os serviré de balde
          á entrambos. Por más cierto tengo, dixo
          Amarantha, serviros yo á los dos; pero
          ya que no te hallas parte para lo que
          he dicho, seilo siquiera para que yo
          le hable. Haz tú lo que yo hago, dixo
          Finea, cuando quiero verle, y no habrás
          menester rogar á nadie. ¿Qué haces? dixo
          Amarantha. Búscole, dixo Finea, hasta
          que lo hallo. Yo estimo en mucho el
          consejo, dixo Amarantha, y assí le pienso
          tomar; adiós, serrana. Adiós, pastora,
          dixo Finea, y quedándose en su cabaña,
          ellas guiaron á la de Siralvo, donde
          entendieron hallar á Alfeo; pero como
          allá llegaron, Siralvo muy cortésmente
          las recibió y les dió la entrada franca,
          para que se assegurassen de que no estaba
          allí. Ya en esto iba el veneno creciendo
          en el pecho de Amarantha, porque estaba
          muy fiada que en viéndola Alfeo sería
          lo que ella quisiesse; y como veía que
          este medio le iba faltando, la paciencia
          también le faltó, y vuelta á la cabaña
          con Dinarda, soltó la rienda al llanto y
          al dolor, sin ser parte Dinarda para su
          consuelo, ni la continuación de muchos
          caudalosos pastores que, vencidos de su
          beldad, de mil maneras procuraban su
          contento. Assí passaron algunos días
          sin que Alfeo saliesse donde ella le
          pudiesse ver; pero pareciéndole que el
          encerramiento iba muy largo, determinó
          de salir con licencia de Finea, que
          aunque temerosa de la hermosura de
          Amarantha, pudo más la confianza de su
          amador. Muchas veces Amarantha y Alfeo
          se toparon y estuvieron á razones solos
          y acompañados; pero siempre Finea llevo
          la mejor parte, y no por esso Amarantha
          cessaba en su porfía. ¡Oh cuántas veces
          se arrepintió de su mal término passado,
          y cuántas quisiera que se abriera
          la tierra y la tragara! Tal andaba
          Amarantha, que muchas veces se quiso dar
          la muerte, y tal andaba Arsiano por su
          amor, que á sólo ella se podía comparar:
          que aunque otros muchos comenzaron,
          ninguno con las veras que él prosiguió.
          Yo le vi una vez (entre otras) solo
          con ella en la ribera, tan desmayado y
          perdido que quise llegar á darle ayuda,
          pero cuando volvió en sí, viendo los ojos
          de la hermosa pastora que (en nombre de
          Alfeo) vertían abundantes lágrimas, sacó
          la flauta y al son della con gran ternura
          les dixo:


                       ARSIANO

                Ojos bellos, no lloréis,
              si mi muerte no buscáis,
              pues de mi alma sacáis
              las lágrimas que vertéis.
                Esse licor que brotando,
              de vuestra lumbre serena,
              va la rosa y azucena
              del claro rostro bañando,
              ojos bellos, no penséis
              que es agua que derramáis,
              sino sangre que sacáis
              de esta alma que allá tenéis.
                Ya que el ajeno provecho
              me hace á mí daño tanto,
              al menos templad el llanto,
              ya que vivís en mi pecho;
              si no con él sacaréis
              las entrañas donde estáis,
              pues dellas mismas sacáis
              _las lágrimas que vertéis_.
                De aquestas gotas que veo,
              la más pequeña que sale,
              si se compara, más vale
              que todo vuestro deseo.
              Ya yo veo que tenéis
              pena de lo que lloráis
              y culpa, pues derramáis
              lágrimas que no debéis.
                Ojos llenos de alegría,
              entended que no es razón
              que otro lleve el galardón,
              de la fe, que es sola mía;
              agraviad, si vos queréis,
              al alma que enamoráis,
              mas mirad que si lloráis,
              alma y vida acabaréis.

          Palabras eran éstas con que Amarantha
          se pudiera enternecer si no tuviera
          toda su ternura sujeta á tan diferente
          causa; mas ahora no hicieron en ella
          más que en los peñascos duros. ¡Oh,
          gran tirano de la humana libertad! ¿Es
          possible que, siendo Amor, permitas que
          uno muera deseando lo que otro desecha,
          y que sea tan flaco el hombre que no
          sólo se rinda, pero te dé lazos con
          que le ates, armas con que le hieras y
          veneno con que le atosigues las heridas?
          Rómpase el cielo y caya una ley que borre
          todas las tuyas; no venga escrita, que
          perecerá, sino de mano oculta se imprima
          en tu voluntad, para que con solo un
          ñudo ates dos corazones, y cuando se
          rompiere, ambos se suelten, que quedar
          uno riendo y otro llorando no es reliquia
          de amistad, sino de mortal desafío; mas,
          ¿cuándo podrá cumplirse este deseo? Assí
          te hallamos y assí te dexaremos, Amor.
          Bien poco ha que vimos á Alfeo morir por
          Andria, á Finea por Orindo, Silvia por
          Celio, Filardo por Filena, y á Filena y
          Pradelio amándose tan contentos. Pues
          mirad del arte que están ahora: Alfeo y
          Finea se aman, y Andria llora: Silvia y
          Filardo, amigos; Celio olvidado; Pradelio
          y FILENA combatidos de irreparable
          tempestad, donde la fe de Filena y la
          ventura de Pradelio, con el agua á la
          boca, miserablemente se van anegando.
          Llevó el cruel destino á la cabaña de
          Filena á Mireno, rico y galán pastor,
          en fuerte punto para Pradelio, porque
          enamorado della y continuando su morada,
          y persuadido de Lirania, deudo suyo, y de
          la persona y hacienda de Mireno, Pradelio
          iba á mal andar, y cada día peor, pero
          con un corazón valeroso dissimulaba su
          mal. Pues como llegasse el día que se
          celebraba la fiesta de la casta Diana,
          donde se habían de juntar los pastores
          de la ribera y las ninfas de los montes,
          ríos y selvas, Pradelio la noche antes,
          solo al pie de un roble, estaba enajenado
          de sí, cuando un buho puesto sobre el
          árbol, con su canto llenó de amargura el
          pecho del pastor, y queriéndose alentar
          cantando, los grillos no le daban lugar;
          y no eran grillos, que en el temblor
          de la voz los hubiera conocido, y si
          alacranes fueran, en el silbo breve lo
          pudiera entender, y si abejarrones,
          en el ruido prolongado; donde creyó
          Pradelio que el son estaba en sus
          oídos, y retirado á su cabaña, llegaron
          sus mastines mordidos de los lobos, y
          calentando sus zagales aceites para
          curarlos, la cabaña se comenzó á quemar.
          En reparar estos daños se passó la noche,
          aunque el principal no tenía reparo. Y
          ya que aparecía la hermosa mañana, más
          benigno el cielo, oyó Pradelio el son
          de dos suaves instrumentos acordados,
          una lira y un rabel, y atentamente
          escuchando, conoció ser los pastores
          Bruno y Turino, que á poco rato que
          tañeron, sobre estas dos letras ajenas
          comenzaron assí á cantar á su propósito:


                        TURINO

                Sembré el Amor de mi mano,
              pensando haber galardón,
              y cogí de cada grano
              mil manojos de passión.
                Aré con el pensamiento
              y sembré con fe sincera
              semillas que no debiera,
              llevar la lluvia ni el viento;
              reguélo invierno y verano
              con agua del corazón,
              _y cogí de cada grano
              mil manojos de passión_.
                Era la tierra morena,
              que el buen fruto suele dar,
              y cuando quise segar
              halléla de abrojos llena;
              probéla á escardar en vano,
              y bajé la presunción,
              _y cogí de cada grano
              mil manojos de passión_.
                Torné de nuevo á rompella,
              por ver si me aprovechaba,
              y cuando el fruto assomaba,
              vino borrasca sobre ella,
              que quiso el Tiempo tirano
              que no llegasse á sazón,
              _y cogí de cada grano
              mil manojos de passión_.
                Aunque ella vaya faltando,
              no ha de faltar la labor,
              que como buen labrador,
              pienso morir trabajando;
              todo se me hace llano
              por tan valida intención,
              _aunque me dé cada grano
              mil manojos de passión_.

                         BRUNO

                Con Amor, niño rapaz,
              _ni burlando ni de veras
              os pongáis á partir peras_
              si queréis la pascua en paz.
                Por verle niño pensáis
              que está la vitoria llana,
              burláis dél entre semana,
              mas la fiesta lo pagáis.
              Convertíseos ha el solaz
              en fatigas lastimeras.
              _Sobre el partir de las peras
              perderéis sossiego y paz._
                Yo me vi que Amor andaba
              tras robarme la intención,
              y mirando la ocasión
              dél y della me burlaba;
              fué mi confianza el haz
              donde encendió sus hogueras,
              _el fuego el partir las peras
              y la ceniza mi paz_.
                Prometióme sus contentos,
              y al fin vencióme el cruel,
              y fuí perdido tras él.
              Cuando me daba tormentos,
              llamóme y fuí pertinaz
              á las demandas primeras,
              _una vez partimos peras
              y mil me quitó la paz_.
                Ya que estoy desengañado
              tan á propia costa mía,
              su tristeza ó su alegría
              no se arrime á mi cuidado;
              para las burlas capaz,
              inútil para las veras,
              _otro le compre sus peras,
              que yo más quiero paz_.

          Tanta fué la dulzura con que los pastores
          dixeron sus cantares, que Pradelio
          suspendió un poco su tristeza, y con
          pesar de que tan presto acabassen, salió
          á ellos y con mucha cortesía, sentándose
          entre los dos, les pidió que tornassen
          á su canto, y ellos, con no menos amor,
          se lo otorgaron, y con otras dos letras
          viejas tornaron á su intención, como
          primero.


                        TURINO

                ¿En qué puedo ya esperar,
              pues á mis terribles daños
              no los cura el passar años
              ni mudanza de lugar?
                Para el dolor, que camina
              con mayor furia y poder,
              tiempo ó lugar suelen ser
              la más cierta medicina;
              todo ha venido á faltar,
              en el rigor de mis daños,
              porque crecen con los años
              sin respeto de lugar.
                Siendo el tiempo mi enemigo,
              ¿cómo querrá defenderme?
              ¿Qué lugar ha de valerme,
              si me llevo el mal conmigo?
              Bien puedo desesperar
              de remedio de mis daños,
              aunque gastasse mil años
              en mudanza de lugar.
                No hay tan cierta perdición
              como la que es natural,
              ni enemigo más mortal
              que el que está en el corazón;
              pues, ¿qué tiempo ha de bastar
              para reparar mis daños,
              si son propios de mis años
              y es el alma su lugar?
                No está en el lugar la pena
              ni tiene el tiempo la culpa;
              mi ventura los desculpa,
              y ella misma me condena;
              la voluntad ha de estar
              enterneciendo mis daños,
              pues aunque passen más años,
              serán siempre en un lugar.

                         BRUNO

                No me alegran los placeres
              ni me entristece el pesar,
              porque se suelen mudar.
                Los gustos en su venida
              tengo por cosa passada,
              porque es siempre su llegada
              víspera de su partida,
              y en la gloria más cumplida
              menos se puede fiar,
              _porque se suele mudar_.
                Puede el pesar consolarme
              cuando viene más terrible,
              porque sé que es impossible
              no acabarse ó acabarme,
              y aunque más piense matarme
              no pienso desesperar,
              _parque se suele mudar_.

          En la perseverancia del tiempo, verdad
          cantó Turino, que después que él amaba
          á Filis, el tercer planeta cuatro veces
          había rodeado el quinto cielo, y en
          la mudanza del lugar lo mismo, porque
          después, si os acordáis, que estos dos
          pastores otra vez cantaron en compañía
          de Elisa, Filis y Galafrón, Mendino y
          Castalio, á la orilla de un arroyo,
          Turino, con despecho y dolor se ausentó
          de la ribera: pero viendo que el mal no
          cesaba aún y el remedio se hacía más
          impossible, volviosse al Tajo y allí
          passaba su vida amargamente, siempre en
          compañía de Bruno, que aunque eran tan
          diversos en aquella opinión, en todas
          las demás se conformaban, y por la
          mayor parte los hallaban por la soledad
          de los campos ó los montes, huyendo
          Turino de cansar á Filis y temiendo
          Bruno hallar otra que la pareciesse,
          pues agora, como la mañana se declaró,
          Pradelio, forzado de ir á la fiesta
          de Diana, con agradables razones se
          despidió destos amigos, y confuso y
          lastimoso, considerando el mal que
          tenía entre manos, tomó el camino por
          una fresca arboleda de pobos y chopos
          y otras plantas, donde las mañanas
          muchos paxarillos solían, dulcemente
          cantando, alegrar á quien passaba; mas
          entonces, en señal de descontento, sin
          parecer ave que blanca fuesse; las verdes
          ramas, que de unos con otros árboles
          solían apaciblemente abrazarse, estaban
          apartadas y sin hoja, de suerte que el
          sol pudiera hallar entrada y con sus
          rayos calentar las aguas de un manso
          arroyo, que desde el Tajo por entre ellos
          corría, todo en señal de la desventura
          de Pradelio, el cual, assí caminando,
          oyó cantar á la celosa Amarantha, cuya
          dulzura enamoraba el cielo y parecía que
          con tal deleite se iba clarificando;
          mas ella que vió al pastor, vergonzosa
          y turbada, dexó colgar al cuello la
          zampoña con que á ratos tañía, y assí á
          un tiempo cessó su son y su canto; pero
          Pradelio, necessitando de entretener su
          mal de cualquier suerte, llegándose á
          ella, le dixo: Hermosa Amarantha, assí el
          cielo te haga tan venturosa como gentil
          y discreta, que no cesse tu comenzado
          canto; antes tornando á él muestres
          tu grande amor y la mudanza de Alfeo,
          porque ya todos sabían los casos destos
          pastores, y ella, vencida del dolor, sin
          guardar la ley de su respeto, como un
          pastor aficionado usaba de libertad en
          sus querellas, y assí Pradelio se atrevió
          á pedirle que cantasse á propósito desta
          historia, y ella, que no era menos
          cortés que enamorada, sin más ruego
          comenzó á tocar su zampoña, tras cuyo son
          suavemente dixo assí sus males:


                      AMARANTHA

                Agua corriente serena,
              que desde el Castalio coro
              vienes descubriendo el oro
              de entre la menuda arena,
              y haces con la requesta
              del verde y florido atajo,
              parecer que está debajo
              una agradable floresta.
                Más bella y regocijada
              en otras aguas me vi;
              ya no me conozco aquí
              según me hallo trocada,
              y assí no pienso ponerme
              á mirar en ti mi arreo,
              pues cual era no me veo
              y cual soy no quiero verme.
                De mi parte estaba Amor
              cuando me dexó mortal,
              no vive más el leal
              de lo que quiere el traidor;
              vendióseme por amigo,
              fuéme señalando gloria
              y hizo de mi vitoria
              triunfo para mi enemigo.
                No quiero bien ni esperanza
              de quien á mi costa sé
              que tuvo en menos mi fe
              que el gusto de su mudanza;
              pero en tanto mal me place
              que se goce en mi tormento,
              si puede tener contento
              quien lo que no debe hace.
                Contigo hablo, alevoso
              Amor, que si tal no fueras,
              de mis ojos te escondieras
              de ti mismo vergonzoso;
              mas en daño tan sin par
              claro se deja entender,
              que el que lo pudo hacer
              lo sabrá dissimular.
                Querrás quizá condenarme,
              que merezco mi passión;
              pues sabes bien la razón,
              consiénteme disculparme:
              quise amar y ser amada,
              pero fortuna ordenó
              que la fe que me sobró
              me tenga ya condenada.
                ¿Quién juzgará las centellas,
              dime, Alfeo, en que vivías,
              viendo ya las brasas mías
              y á ti tan helado en ellas?
              Tempestad fué tu dolor,
              menos que en agua la sal,
              pues no quedó de tu mal
              cosa que parezca Amor.
                Dime qué hice contigo,
              ó lo que quieres que haga,
              pues en lugar de la paga
              me das tan duro castigo.
              Tu voluntad se me cierra
              cuando me ves que me allano;
              ¿tu corazón es serrano
              que assí se inclina á la sierra?
                No tengo celos de ti,
              ni tu desamor se crea
              que es por amar á Finea,
              mas por desamarme á mí;
              quejarme della no quiero
              porque tú me vengarás,
              que presto la dexarás
              si no te dexa primero.
                ¡Mas, ay, que un tigre sospecho
              que en mis entrañas se cría,
              que las rasga y las desvía
              y las arranca del pecho,
              y un gusano perezoso
              carcome mi corazón,
              y yo canto al triste son
              de su diente ponzoñoso!
                Y confieso que algún día
              me sobró la confianza,
              mas si no hice mudanza
              perdonárseme debía;
              muera quien quiera morir,
              y como lloro llorar,
              que en esto suele parar
              el demasiado reir.
                Sólo aquel proverbio quiero
              por consuelo en mi quebranto,
              pues en tan contino llanto
              le hallo tan verdadero:
              las abejuelas, de flor
              jamás tuvieron hartura,
              ni el ganado de verdura,
              ni de lágrimas Amor.

          Los tiernos metros de la pastora
          Amarantha no sólo á Pradelio dieron
          contento, pero á otros muchos que le
          escucharon, y por no atajalla, apartados
          del manso arroyo por entre las plantas
          se iban deteniendo; al fin de los
          cuales llegaron á la falda de un fresco
          montecillo, donde el sitio de Diana
          comenzaba. Y en él vieron al pastor Alfeo
          que, en compañía de otros caminaba al
          templo de la diosa; aquí quedó la vencida
          Amarantha casi muerta, sin alzar los
          ojos de la tierra dixo: Mucho quisiera,
          pastor, acompañarte y dar á Diana los
          debidos loores, pero ya ves cuán mal se
          me ha ordenado; pues yo no puedo vivir
          donde Alfeo estuviere, aunque él sea mi
          propia vida y contento; mira si mi dolor
          es grave y mi ventura ligera, pues temo
          lo que deseo, y siendo aquella presencia
          la cosa que yo más amo, tantas veces
          la excuso cuantas puedo, como el que
          huyesse la luz, medroso de ser abrasado
          della; porque, mi buen Pradelio, cuando
          el amador no es desamado debe seguir
          contino lo que ama; pero después que
          conoce el adverso odio y enemiga, debe
          siempre excusar de dar fastidio, porque
          es llana cosa que entonces son las
          gracias grosserías, la beldad fiereza y
          la luz tiniebla; assí que el aborrecido
          por donde mas gana es buen callar y
          retraimiento, que nunca mejor me hallo
          que cuando sola llorando de mí misma
          me querello; por eso te ruego que,
          dexándome, te vas, y si á Alfeo de mi mal
          hablares, antes le cuentes mancillas que
          proezas, que aquellas creerá y á estotras
          dará la poca fe que siempre ha dado. Esto
          decía Amarantha con tantas lágrimas, que
          para ayudarla Pradelio, sólo bastara
          cualquier movimiento de su lengua, y
          assí, forzado desto, sin más respuesta
          que mirarla tiernamente, se partió della
          tan enemigo de nueva compañía, que
          dexando el camino derecho entró per una
          angosta senda que más de una milla se
          alargaba, y por ella apresurándose vino á
          rodear el templo que estaba en un valle
          escondido, no edificado de cedros ni de
          cipreses, pero de sólo laureles y fresca
          murta y no cortados; pero assí desde sus
          troncos, los ramos entretejidos y las
          hojas añudadas que por ninguna parte
          podía el sol entrar, salvo por la que
          con artificio se apartaban. En medio dél
          estaba la imagen de la hermosa Diana,
          de mármol resplandeciente; caían sus
          cabellos hasta la cinta, y en las blancas
          manos su arco y saetas con la pendiente
          aljaba, todo de fina plata, cristal y
          oro; estaba cercada de bultos de castas
          ninfas con las mismas armas de cazadoras:
          unas desnudas, sólo cubiertas con sus
          luengos cabellos; otras entre flores,
          tendidas, como fatigadas del presuroso
          curso, y otras vestidas de ricos paños,
          hinchendo de contentamiento el sacro
          templo, en el cual por un lado y otro
          había clavados muchos despojos, cabezas
          de jabalís, cuernos de ciervos, redes,
          arcos, cepos y otros instrumentos de la
          generosa caza; tenía dos altas puertas
          de maravilloso artificio abiertas, y
          cerrábanse con dos laureles que, puestos
          en dos vasos grandes de tierra cocida, y
          allí bastantemente cultivados, se podían
          quitar y poner cuando importaba. No era
          este templo aquel que en la provincia de
          Jonia estaba sobre su fiera Laguna, con
          ciento y veinte y siete colunas de rico
          mármol, parte dellas con esculturas,
          parte lisas como el bruñido acero, sobre
          las cuales todo el maderamiento era de
          labrado cedro y las puertas de oloroso
          ciprés, de anchura de doscientos y veinte
          pies y de longura cuatrocientos y veinte
          y cinco y de alto cada coluna ciento y
          veinte, hecho por las manos de Tesifón
          y Chersifón en doscientos y veinte años
          de trabajo. Pero creo que si el nuestro
          vieran las fuertes Amazonas se excusaran
          de hacer aquél, y el maldito Herostrato
          no se moviera á quemarle como el otro.
          Dejémosle y hablemos del presente, el
          cual, en el ancho pedestal de la bella
          Diana tenía, de menuda talla, las otras
          seis maravillas de la tierra.

          Primero, el espantoso edificio de Babel,
          hecho ó verdaderamente reparado por la
          antigua Semíramis; en una parte del cual
          se veía el anchuroso campo, lleno de
          agradables frescuras, y de la otra parte
          herían las claras ondas del río Eufrates,
          acrecentando belleza á las puentes,
          alcázares, huertos y jardines que, sobre
          arcos, en los muros estaban edificados.

          Tras esto estaba el fiero colosso ó
          estatua de Rhodas, que, aunque no pudo
          tallarse de setenta codos en alto como él
          era, á lo menos mostraban las facciones
          deste traslado claramente la grandeza de
          su original; y para mayor muestra muchos
          hombres de menor figura, puestos á sus
          lados, procuraban abrazar solo uno de sus
          dedos, pero menos podían que los vivos,
          en tiempo que este colosso se sostuvo en
          alto.

          Después, entre la ciudad de Menfis y la
          isla del Nilo, Delta, estaba la excelsa
          pirámide que, comenzando en cuadro, subía
          su punta en increible altura de mármoles
          de Arabia; no tenía cada piedra como
          ella treinta pies, pero cercábanla con
          extraña viveza los trescientos y setenta
          mil hombres que tardaron veinte años en
          hacerla.

          Luego el ancho y alto sepulcro que la
          honesta Arthemisa hizo para su caro
          marido, rey de Caria, que aunque no pudo
          dársele en circuito los cuatrocientos y
          seis pies, y en alto los veinte y cinco
          codos que él tenía, al menos diéronsele
          sus treinta y seis colunas de extraño
          artificio y riqueza, sembrando por todo
          él piezas de mucho valor y hermosura, y
          abriéndole con anchurosos arcos al Norte
          y al Mediodía, que era su propio asiento.
          Pero hacia la parte del Oriente estaba
          su artífice Escopas, de su propia labor
          maravillado, y á la del Septentrión
          Brias tendido como cansado de su larga
          y trabajosa jornada, y á la de Mediodía
          Timotheo con grande alegría; pero á la de
          Poniente Leocares como esperando la paga
          de su trabajo, junto á la viuda animosa
          que, más ocupada en su largo planto, sin
          respuesta la detiene, acaso por no ser la
          obra conforme á su voluntad acabada.

          Más la provincia de Acaya en el Olimpo,
          entre las ciudades Elis y Pisa, y allí el
          simulacro ó figura de marfil de Júpiter,
          del artífice Fidias, de riqueza y arte
          incomparable y no con menos retratado.

          Seguíanse otra vez los huertos pensiles
          de la alta Babilonia, y con ellos,
          frontera á las bocas del Nilo, de
          albíssima piedra cercada de agua, la alta
          y muy costosa Torre de Faros, en cuya
          altura se mostraban muchas y grandes
          lumbres dando guía á los presurosos
          navíos que por la ancha mar iban á tomar
          puerto.

          No faltaba el obelisco de Semíramis, á
          manera de pirámide, salvo que era todo de
          una pieza, y en él por números señalados
          sus ciento y cincuenta pies en alto, y
          noventa y seis en circuito, como de los
          montes de Armenia fué sacado. Todo lo
          cual estaba en el último cuadro por la
          variedad de los que dello tratan, pero
          no estaba el antiguo templo de la Diosa,
          por no ofender al presente que con tanto
          cumplimiento suplía.

          Acababan aquí las esculturas, las
          pinturas no, que sobre la una puerta
          estaba la ínsula Delfos, donde Latona,
          retraída de la fiera serpiente, se veía
          en el parto de la amada Diana, al fin del
          cual la misma hija ayudaba á la madre en
          el nacimiento de su hermano Apolo; el
          cual nacido se mostraba de tan perfetos
          matices, que verdaderamente se juzgara
          que él daba la luz al templo.

          No era menos agradable el cuadro de la
          segunda puerta, donde la misma Diana,
          metida en su fresca y reservada fuente,
          había tornado ciervo al sin ventura
          Acteón, al cual sus propios lebreles
          rabiosamente despedazaban; y lo que más
          era de mirar del sutil artífice, que
          habiendo pintada una cabeza de perro
          ferocíssima se pintó temeroso junto
          á ella, queriendo honestamente loar
          la viveza de su pintura. Aquí entró
          Pradelio lleno de pesar, y viendo que la
          gente aun no era entrada, imaginó que
          estuviesse en la floresta, y assí se
          fué allá, que muy cerca estaba, donde
          con estudiosa y abundante mano parecía
          que la maestra Natura hubiesse querido
          señalarse. Eran las flores rojas, blancas
          y amarillas casi como rubís y diamantes
          entre el oro, y pienso que la esmeralda
          no llegasse á la fineza de la hierba;
          estaba en medio de la hermosa estancia
          una pura fuente de relevado cimiento,
          assí alrededor cercada de hierba y hoja
          que por ninguna parte se veía. Salía de
          allí un arroyo claro cercado de muchas
          plantas donde las varias aves seguras
          volando andaban de una en otra parte, sin
          faltar algunas que suavemente cantassen,
          no impidiendo al manso susurro que entre
          claveles y sándalos las abejuelas hacían.
          Halló Pradelio de la una parte de este
          arroyo que más ancha y llana era todos
          los pastores que buscaba esperando á
          las bellas ninfas que, nacidas en las
          aguas, en las selvas y en los montes,
          vivían en los secretos jardines y
          reservados lugares del sagrado templo.
          Y lo primero que el pastor vido fué á
          Mireno, que en compañía de Filena andaba
          cogiendo de las bellas flores. Sintió
          traspassar su corazón de rigurosa espina,
          y esforzándose cuanto pudo, se llegó á
          Siralvo y Filardo que estaban cerca de
          la fuente. Bien conocieron el dolor con
          que llegaba, y por no acrecentársele
          callaron. Y á poco rato que assí
          estuvieron, el gallardo Coridón, vaquero
          de valor y estima, rendido y ausente de
          la beldad de Fenisa y incitado de Sasio,
          comenzó á cantar al son de su lira esta
          sestina:


                        CORIDÓN

                Faltó la luz de tus hermosos ojos,
              dulce Fenisa, á los de mi alma triste,
              y assí quedaron en eterna noche,
              sin buscar otro alivio de su pena,
              sino la muerte que les fuera vida;
              ¿mas cuándo les vendrá tan dulce día?
                Si aquesta cuenta rematasse un día
              cerrando ya mis afligidos ojos
              para principio de otra nueva vida,
              y pudiesse salir el alma triste
              desta prisión mortal de infernal pena,
              el sol saldría en medio de la noche.
                Razón sería tras tan larga noche,
              que apareciesse en el Oriente el día,
              que no son dinos de llevar la pena,
              pues que no fué la culpa de mis ojos,
              el yerro fué de la ventura triste,
              que siempre yerra á costa de mi vida.
                Cómo podrá passar mi enferma vida
              con la pesada carga de la noche,
              que si es consuelo del doliente triste
              la esperanza de ver el nuevo día,
              ninguna tienen mis cansados ojos
              que les pueda aliviar su grave pena.
                Dure la ausencia, dóblese la pena
              que á todo he de pagar con una vida,
              no veré los despechos de mis ojos,
              ni andaré tropezando por la noche,
              ni tendré envidia de quien goza el día,
              ni mancilla de mí, pues volví triste.
                Por cuán más venturoso tengo al triste,
              que le acaba la furia de su pena,
              que al doliente, á quien va de día en día
              atormentando la mezquina vida,
              el vivir cesse ó cesse ya la noche:
              ó véante ó no vean estos ojos.
                Que no son ojos en tu ausencia triste,
              son dura noche, son eterna pena,
              pues en la vida no gozaron día.

          Apenas dio Coridón fin á su canto,
          cuando se oyó resonar gran número de
          instrumentos, albogues, flautas, liras,
          cítaras, y cornamusas, que con suave
          harmonía se iban llegando á la floresta,
          y mirando los pastores á aquella parte
          vieron entrar sesenta ninfas, veinte
          del río, veinte del monte y veinte de
          las selvas; todas venían vestidas de
          sus propias telas de oro y seda, pero
          las unas traían guirnaldas de flores en
          sus frentes; las otras luengos ramos
          levantados, y los cabellos sueltos; las
          otras cogidos en varios velos y redes,
          y las aljabas á los hombros, los brazos
          desnudos y los arcos en las manos; tanta
          fué la hermosura de las Ninfas, que los
          pastores admirados, no sabían apartar los
          ojos dellas; no viniera allí la simpar
          FILIDA si no fuera por reparar la vida
          de su amante, que ya sabía de Florela
          en el estado que SIRALVO estaba. Entró,
          pues, en la floresta tan aventajada á
          las demás, que no sólo á ellas, mas á la
          misma Diana, parecía que despreciasse.
          Brotó el suelo nuevas flores, el cielo
          mejor luz, la fuente más agua y los
          suaves vientos, arrogantes entre tanta
          beldad, desdeñándose de herir en los
          verdes ramos, entre las vestiduras
          de las ninfas, y los cabellos de sus
          cabezas mezclándose, hicieron graciosos
          y agradables juegos. Pues SIRALVO, que
          atentamente miraba los ojos de FILIDA,
          y su alma en ellos, no es possible
          encarecer su sentimiento, ni es poca
          prueba de la hermosura de las pastoras
          no haber parecido mal entre las ninfas.
          No se detuvieron mucho en la floresta,
          antes llamando luego á los pastores,
          entraron al sagrado templo, donde quince
          en quince hicieron cuatro corros y los
          tres danzando y el uno tañendo, fueron
          dejando sus insignias sobre el altar: las
          del río sus guirnaldas, las de las selvas
          sus ramos y las de los montes, arcos y
          saetas. Con esto remitieron la oración
          al viejo Sileno, que entre ellos iba, y
          con aquel aspecto grave y gentil, vuelto
          al de la triforme Diana, primeramente
          alabó su excessiva belleza, y después
          con humildad le pidió perdón si algunas
          veces violaron los montes con la misma
          sangre de las fieras á ella consagradas,
          ó si acaso cansados de la propia caza,
          torpemente, el curso della maldixeron,
          y assimismo de otros errores y culpas,
          en que el frágil juicio suele caer; pero
          después de todo le rogó los librasse de
          las venenosas redes de los solícitos
          lisonjeros y falsos halagüeños, con
          la fuerza de los carnales apetitos,
          destruidores de devoción y salud; antes
          prestándoles de su cumplido favor, les
          diesse resistencia contra todo mal,
          contra todo daño y contra toda malicia.
          Y con esto, callando él, la música
          tornó á sonar, y las ninfas á la orden
          de sus corros, en que por gran espacio
          se ocuparon, hasta que pareciéndoles
          hora del reposo, tomando por orden sus
          insignias, tornaron á la floresta, y
          mezcladas con los pastores, se fueron
          repartiendo por las sombras, donde no
          faltaron rústicas y delicadas viandas,
          y algunos que durmiessen, y alguno que
          velasse. No os he contado la ventura de
          Siralvo: pues sabed que al salir del
          templo estuvo gran rato con Florela,
          que de parte de FILIDA le certificó que
          holgaba de su vida, y de la suya le avisó
          que se templasse en miralla, porque nunca
          aparencias sirvieron sino de dañar. Con
          esto volvió Siralvo tan contento que
          en sí mismo no cabía, y mientras todos
          reposaban, él á la sombra de un fresno
          en voz baxa estuvo recitando al silencio
          unos versos que hizo al principio de la
          ausencia, cuando entre temor y esperanza
          andaba el sufrimiento de partida; quien
          gustare de oirlos, podrá llegarse al
          pastor, en tanto que las ninfas duermen
          y quien no, passe por ellos y hallarálas
          despiertas.


                        SIRALVO

                ¡Oh tú, descanso del cansado curso
              desta agra vida, á mi pesar, tan larga,
              oye un momento en suma su discurso!
                Y si mi boca más que hiel amarga
              no te acertare á pronunciar dulzuras,
              esso la culpa y esso la descarga.
                Presentes sean mis entrañas puras,
              mi limpio corazón, mi sano pecho,
              atlantes firmes de mis desventuras.
                Y tú, que con tus manos tienes hecho
              el grave monte que su fuerza oprime,
              no hagas cierto lo que yo sospecho.
                Ya que tan grave mal no te lastime,
              pues eres dél la causa, no la niegues,
              porque, siquiera, á padecer me anime.
                Amor te obliga que á razón te llegues,
              y aun ella quiere que su fuerza entiendas:
              no lo será, que con su lumbre ciegues.
                ¡Oh, es necesario que el rigor suspendas
              de los duros peñascos, do no hallan
              las aves nidos ni las bestias sendas!
                Los perversos contrarios que batallan
              por acabarme en desigual pelea
              mientras te hablo, mira cómo callan.
                Vieron mis ojos celestial idea
              de gracia y discreción, tu soberana
              beldad, que sola sin igual passea,
                Desde la parte donde la lozana
              aurora tierna de su luz hermosa,
              abre á las gentes la primer ventana,
                Hasta el ocaso á do la trabajosa
              muestra, dada del sol, en premio justo,
              en los brazos de Dórida reposa;
                Y desde aquella do el ardor injusto
              la habitación de su morada evita,
              enflaqueciendo al Etíope adusto,
                Hasta las fuentes donde el duro Scita
              mata la sed y el inclemente Arturo
              cuajando el mar, el curso al agua quita.
                Y por essa beldad misma te juro
              que, con ser en el mundo la primera,
              es la menor que tiene en ti seguro,
                La deleitosa y fértil primavera
              de juventud, el sin igual tesoro
              de esse rostro, do Amor teme y espera;
                La mansedumbre y gravedad que adoro;
              los cabellos que el ébano bruñido
              han imitado, despreciando el oro;
                El cristal de la frente, el encendido
              rosicler puro ó púrpura de Oriente,
              sobre los blancos lirios esparcido;
                Las finas perlas, el coral ardiente,
              con las dos celestiales esmeraldas,
              beldad que loor humano no consiente,
                Aunque de preciosíssimas guirnaldas
              ciñen al sol y á Amor las francas sienes,
              son las menores rosas de tus faldas.
                Essotras plantas, que en el alma tienes,
              que tocando en el cielo con sus ramas,
              nos dan por fruto incomparables bienes;
                Essos ricos tesoros que derramas
              del pecho ilustre en abundancia tanta,
              que á los deseos más remotos llamas;
                Esse juicio, que á la tierra espanta;
              esse donaire, que enamora el cielo;
              esse valor, que á todos adelanta;
                Essas y otras grandezas con que el suelo
              tienes tan rico y tan enriquecida
              el alma que te adora de consuelo,
                Dejando aparte ahora el ser nacida
              sobre las ilustríssimas llamada
              y entre las más honestas escogida;
                Y con ser de fortuna acompañada,
              porque Himeneo al gusto te ofendía,
              quisiste ser á Delia dedicada.
                Aquestos bienes, que tu alma cría,
              impressos en mi alma, y aun aquellos
              de carne y sangre, en carne y sangre mía.
                Llevo el yugo de Amor sobre dos cuellos,
              que si no fuera más que de diamante,
              fuera rompido á cada pa so dellos.
                Cuando el cuello del cuerpo va delante
              queda atrás el del alma, y cuando él passa,
              cae el del cuerpo, y no hay quien le levante.
                El uno quiere retirarse á casa,
              llamado de la sombra y del reposo;
              el otro al yermo, donde el sol abrasa;
                El cuerpo está sediento, trabajoso;
              el alma harta de sossiego llena,
              ¿quién compondrá combate tan furioso?
                De suerte que, derecha la melena,
              cuerpo y alma caminen, con templanza,
              por la carrera para entrambos buena.
                Y si hallaren muerta la esperanza,
              y á la fe siempre viva que la llora,
              juntos alaben á la confianza.
                ¿Mas, quién pondrá tan alta paz, señora,
              entre dos enemigos tan contrarios,
              _que con lo que uno sana otro empeora_?
                Estos combates son tan ordinarios,
              que los dones del alma escarnecidos
              me son también mortales adversarios.
                Los deleites del cuerpo no cumplidos,
              los del alma turbados con engaños
              y los inconvenientes tan unidos.
                Bien sé que el solo medio destos daños
              fuera apartarse deste cuerpo esta alma,
              poniendo fin á mis cansados años.
                Aquella fuera generosa y alma
              vida del cuerpo cuando en tierra vuelto,
              libre dejara al spíritu la palma.
                Que como es el autor del mal revuelto,
              y el alma está bañada en sus zozobras,
              la vida es furia de enemigo suelta.
                ¡Oh tú, que á todas las potencias sobras
              de bien y mal, tu pederosa mano
              estampe en mí la fuerza de tus obras!
                Que deste trance y cautiverio insano,
              desta tristeza, deste mal terrible,
              podrás dejarme libre, alegre y sano.
                A tí sola ha dejado Amor posible
              que aquesta piedra de mi gran cuidado
              hagas, sobre esta roca, inconmovible.
                Y estas navajas, con que el tierno lado
              abre la rueda de mis fantasías,
              sean rotas, y mi cuerpo desatado.
                Y esta águila infernal, que tantos días,
              me halla en este monte de sospechas,
              no sepa más á las entrañas mías.
                Y estas plantas y frutas tan ahechas
              á burlar por momentos al deseo,
              dejen mi sed y hambre satisfechas.
                Mil continos estorbos ya los veo,
              y otros más de creer dificultosos,
              por mi corta ventura más los creo.
                Ojos abiertos, pechos enconosos,
              tu gran beldad, mis ricas intenciones,
              cercadas de legiones de envidiosos.
                Bien imagino yo que si te pones
              á querer tropellar dificultades,
              irás segura en carros de leones.
                Bien tienes entendidas mis verdades,
              y que en mí son llanezas conocidas
              las que en mil otros son curiosidades.
                Bien sabes que quisiera tantas vidas
              cuantos momentos vivo por contallas,
              por muy ganadas, en tu Amor perdidas.
                Y bien sé yo que en mi rudeza hallas
              iugenio soberano para amarte,
              y sabes que te escucho aun cuando callas.
                Entiendes que me huyo por buscarte,
              y alguna vez tan sin piedad me dexas,
              que pierdo la esperanza de hallarte.
                Conoces claramente que mis quexas
              llevan puro dolor sin artificio,
              y con descuido mi cuidado aquexas.
                Mis ojos ven que el principal oficio
              que, sustentando el cuerpo, al alma honra,
              es, no faltar los dos de tu servicio.
                Y ven los tuyos, vueltos á mi honra,
              que el rato que sin ellos me imagino,
              tengo el alma y la vida por deshonra.
                Alguna vez creciendo el desatino,
              á fuerza del pestífero veneno
              matarme ó despeñarme determino.
                Acoge ¡oh mar! en tu sagrado seno
              esta barquilla, que á tu golfo embiste,
              porque se alabe de algún día sereno.
                Essos divinos Nortes, que escogiste,
              de la primera inacessible lumbre,
              para alegrar al navegante triste,
                Muéstrense en essa soberana cumbre,
              hincha la vela el viento favorable
              contra la calma desta pesadumbre.
                Deje el cuidado el remo incomportable,
              y estotras jarcias de trabajos llenas,
              tórnense en ejercicio saludable.
                Cántenme tus dulcíssimas sirenas,
              que vencida del sueño mi barquilla,
              y á voluntad la sangre de mis venas,
                Si tu Neptuno á mi favor se humilla
              aumentarás tus obras y mi suerte,
              librando en tan heroica maravilla
              á quien te ofrece el alma de la muerte.

          Aunque SIRALVO en sus versos iba
          mezclando tristeza, su corazón contento
          estaba; pero como pocas veces hallaremos
          un alegre sin un triste, Pradelio, que
          menos dormía, le fué buscando entre todos
          y le dió cuenta de la poca que ya Filena
          tenía con él, antes le era tan contraria,
          que á sus mismos ojos no se hartaba de
          favorecer á Mireno, y hablándole él, no
          le había respondido. Esto decía con tanto
          dolor y enojo, que casi quería reventar,
          y mientras SIRALVO procuraba consolarse,
          ya los pastores y Ninfas, viendo passada
          la hora ardiente de la siesta, iban
          buscando la clara fuente y el manso
          arroyo. A una parte del agua llegaron las
          tres más hermosas del gremio de Diana:
          era la una FILIDA, diosa en los montes;
          la otra Filis, deesa en las selvas; la
          otra Clori, Ninfa en el río; con ellas
          estaban Silvia y Filardo y Filena
          y Mireno, entreteniéndose en dulces
          pláticas y suaves canciones; también
          llegaron _Siralvo_ y _Pradelio_, uno de
          placer y otro de pesar incitados, y no
          faltaron los dos caudalosos y apuestos
          rabadanes _Cardenio_ y _Mendino_. Gran
          cosa se había juntado si Pradelio no
          llegara: porque de once, solo él dejaba
          de estar contento; y mirando la sin par
          FILIDA la agradable compañía, escogió
          al triste para que cantasse; mas viendo
          SIRALVO que no estaba para cantares, le
          disculpó con FILIDA, y rogó á Filardo
          que lo hiciesse; el cual, los ojos en la
          graciosa Silvia, tocó la lira, y comenzó
          á cantar assí al son della:


                        FILARDO

                Tus ojos, tus cabellos, tu belleza,
              soles son, lazos de oro, gloria mía,
              que ofuscan, atan, visten de alegría,
              el alma, el cuello, la mayor tristeza.
                Fuego, no siente el alma tu aspereza;
              yugo, no teme el cuello tu porfía;
              que bastante reparo y osadía
              concede Amor en tanta gentileza.
                Rabia, que por mis venas te derramas;
              oro, que á servidumbre me condenas;
              beldad, por quien la vida se assegura,
                Pues soy un nuevo Fénix en las llamas,
              y hallo libertad en las cadenas,
              amo y bendigo tanta hermosura.

          En extremo contentó á todos el soneto
          de Filardo, pero más á Silvia y menos á
          Mireno, que invidioso de verla tan loada,
          sin que nadie le rogasse, sacó el rabel
          y vuelto á Filena, presumió de igualarla
          deste modo:


                       MIRENO

                Sale la Aurora, de su luz vertiendo
              las mismas perlas que el Oriente cría;
              vase llenando el cielo de alegría,
              vase la tierra de beldad vistiendo.
                Las claras fuentes y los ríos corriendo,
              las plantas esmaltándose á porfía,
              las avecillas saludando el día,
              con harmonía la nueva luz hiriendo.
                Y esta Aurora gentil, y este adornado
              mundo de los tesoros ricos, caros,
              que el cielo ofrece, con que al hombre admira,
                Es miseria y tristeza, comparado
              á la belleza de tus ojos claros,
              cuando los alzas á mirar sin ira.

          Ya le pareció á Pradelio que perdía
          de su punto si á vuelta de aquellos
          sentimientos dulces no sonaba el amargo
          suyo, y pidiendo á SIRALVO que tocasse la
          zampoña, los ojos y el color mudado, la
          acompañó diciendo:


                       PRADELIO

                Mientras la lumbre de tus claros ojos
              estuvo en el Oriente de mi gloria,
              entendimiento, voluntad, memoria
              ofrecieron al alma mil despojos.
                Mas después que, siguiendo tus antojos,
              á gente extraña fue su luz notoria,
              es mi rico tesoro pobre escoria,
              mis blandos gustos ásperos enojos.
                Vuelva ya el rayo á su lugar usado;
              pero no vuelva, que una vez partido,
              no puede ser que no haya sido ajeno.
                Mas ¡ay! sol de mi alma deseado,
              vuelve á mis ojos, que una vez venido,
              mi turbio día tornarás sereno.

          A este _soneto_ hizo Filena tan mal
          semblante, que Pradelio se arrepintió
          de haber cantado y aun de ser nacido;
          pero las Ninfas, que con gran gusto oían
          sus contiendas, pidieron que cantassen
          las pastoras. Ellas respondieron que
          aun faltaban pastores por cantar, y en
          haciéndolo ellos, ellas lo harían. Agradó
          á Clori la respuesta y tomando á Filena
          la lira, la dió á MENDINO, el cual, los
          ojos en Filis, dixo, sin más excusa:


                        MENDINO

                Ponen, Filis, en cuestión
              mi corazón y mis ojos,
              cuál goza de más despojos,
              los ojos ó el corazón.
                Los ojos dicen que os vieron,
              y de vuestro grado os ven,
              y que del presente bien
              la primera causa fueron,
              prueba en la misma razón
              el corazón á los ojos;
              ¿que gozarán más despojos
              _los ojos ó el corazón_?
                Poco importa más testigo,
              dicen los ojos que á ti;
              dice el corazón, ni á mí,
              de lo que tengo conmigo;
              no les niega su razón,
              el corazón á los ojos,
              no le nieguen sus despojos
              _los ojos al corazón_.
                Su contienda es por demás,
              pues todos llevan vitoria,
              estando llenos de gloria,
              sin que á nadie quepa más;
              mas viva la presunción
              del corazón y los ojos,
              por ser de quien son despojos
              _los ojos y el corazón_.
                Son estos competidores
              flacos, aunque liberales,
              que en efeto son mortales
              y hanlo de ser sus favores;
              si pone el alma el bastón
              entre corazón y ojos,
              verán eternos despojos
              _los ojos y el corazón_.

          Contenta quedó Filis de la _canción_
          de Mendino, de manera que no lo pudo
          dissimular, y por pagar á Clori en
          su moneda, tomó la lira y diósela á
          Cardenio, el cual, aunque menos músico
          que enamorado, assí enmendó lo uno con lo
          otro:


                       CARDENIO

                Por mirar vuestros cabellos
              quitóse la venda Amor,
              y estúvierale mejor
              dar otro ñudo y no vellos.
                Quítesela no entendiendo
              lo que le podía venir,
              valiérale más vivir
              deseando que muriendo,
              pues fué de los lazos bellos
              atado con tal rigor,
              que se le tornó dolor
              toda la gloria de vellos.
                Entenderá desta suerte
              que fué grande devaneo
              dar armas á su deseo
              con que le diesse la muerte.
              Voluntad de conocellos
              fuera su pena mayor,
              mirad si será peor
              perder la vida por ellos.
                Hizo sus ojos testigos
              de tan alto merecer,
              y dió su mismo poder
              vitoria á sus enemigos;
              que si con estos cabellos
              quitó mil vidas Amor,
              vengáranse en su dolor
              los que padecen por vellos.
                Quiso ver con qué prendía
              y sus redes le prendieron,
              y á herirle se volvieron
              las flechas con que hería.
              Quedar cautivo de aquellos
              cabellos fué gran honor,
              pero fuérale mejor
              olvidallos y no vellos.

          Cuando Cardenio acabó su _canción_, ya
          SIRALVO tenía la zampoña en la mano, y
          mientras las Ninfas alabaron el passado
          _canto_, leyó él en los ojos de FILIDA el
          presente:


                        SIRALVO

                FILIDA, tus ojos bellos
              el que se atreve á mirallos,
              muy más fácil que alaballos
              le será morir por ellos.
              Ante ellos calla el primor,
              ríndese la fortaleza,
              porque mata su belleza
              y ciega su resplandor.
                Son ojos verdes, rasgados,
              en el revolver suaves,
              apacibles sobre graves,
              mañosos y descuidados.
              Con ira ó con mansedumbre,
              de suerte alegran el suelo,
              que fijados en el cielo
              no diera el sol tanta lumbre.
                Amor, que suele ocupar
              todo cuanto el mundo encierra,
              señoreando la tierra,
              tiranizando la mar,
              para llevar más despojos,
              sin tener contradición,
              hizo su casa y prisión
              en essos hermosos ojos.
                Allí canta y dice: Yo
              ciego fui, que no lo niego,
              pero venturoso ciego,
              que tales ojos halló,
              que aunque es vuestra la vitoria
              en dárosla fui tan diestro,
              que siendo cautivo vuestro
              sois mis ojos y mi gloria.
                El tiempo que me juzgaban
              por ciego, quíselo ser,
              porque no era razón ver
              si estos ojos me faltaban;
              será ahora con hallaros,
              esta ley establecida:
              que lo pague con la vida
              quien se atreviere á miraros.
                Y con esto, placentero
              dice á su madre mil chistes:
              el arquillo que me distes
              tomáosle, que no le quiero;
              pues triunfo siendo rendido
              de aquestas dos cejas bellas,
              haré yo dos arcos dellas
              que al vuestro dejen corrido.
                Estas saetas que veis,
              la de plomo y la dorada,
              como herencia renunciada,
              buscad á quien se las deis,
              porque yo de aqui adelante
              podré con estas pestañas,
              atravessar las entrañas
              á mil pechos de diamante.
                Hielo que dexa temblando,
              fuego que la nieve enciende,
              gracia que cautiva y prende,
              ira que mata rabiando;
              con otros mil señoríos
              y poderes que alcanzáis
              vosotros me los prestáis,
              dulcíssimos ojos míos.
                Cuando de aquestos blasones
              el niño Amor presumía,
              cielo y tierra parecía
              que aprobaban sus razones,
              y él dos mil juegos haciendo
              entre las luces serenas,
              de su pecho, á manos llenas,
              amores iba lloviendo.
                Yo que supe aventurarme
              á vellos y á conocer
              no todo su merecer
              mas lo que basta á matarme,
              tengo por muy llano ahora
              lo que en la tierra se suena,
              que no hay Amor ni hay cadena,
              mas hay tus ojos, señora.

          No cesara con esto el cantar de los
          pastores, porque Silva y Filena también
          cantaran, si las Ninfas no oyeran señal
          en el templo que las forzaba á ir allá
          y assí, con gran amor despedidas de los
          pastores, por no serles permitido ir esta
          vez con ellas, por el mismo orden que
          primero, volvieron á visitar á la casta
          Diana, y los pastores y pastoras, que
          eran muchos y en diferentes ejercicios
          repartidos, dejando la floresta, unos
          con placer y otros con pesar tomaron
          el camino de sus ganados. _Cardenio_,
          MENDINO y su mayoral SIRALVO, tales iban
          como aquellos que se apartaban de su
          propia vida y contento. Filardo, Alfeo
          y Mireno, éstos sí que llevaban consigo
          todo su bien y descanso, pero el más
          contento de todos era Sasio, que supo
          allí que Silvera era venida al Tajo; y
          el más triste de los tristes Pradelio,
          que á rienda suelta Filena no sólo le
          negaba sus favores, pero, olvidada de
          la estimación que le debía, le iba
          escarneciendo. Tal llegó Pradelio á la
          ribera, que sus enemigos se pudieran
          lastimar, y viendo que la causa estaba
          tan lejos de hacerlo, determinó partirse
          y dejarse el ganado perdido, como él lo
          iba, y aquella misma noche, sin dar parte
          á amigos ni parientes, solo, sin guía,
          dexó los campos del Tajo con intención
          de pasar á las islas de Occidente,
          donde tarde ó nunca se pudiesse saber
          de sus sucessos, y para testigo de su
          apartamiento, llegando á la cabaña de
          Filena, en la corteza de un álamo que
          junto á ella estaba, dexó escrita esta
          piadosa despedida:


                       PRADELIO

                Ya que de tu presencia,
              cruel y hermossísima pastora,
              parto por tu sentencia,
              la desdichada hora
              que con tanta razón el alma llora;
                Queriendo ya partirme
              de cuanto me solía dar contento,
              habré de despedirme,
              dando, en tanto tormento,
              mis esperanzas y mi lengua al viento.
                Adiós, ribera verde,
              do muestra el cielo eterna primavera;
              que el que se va y te pierde,
              su partida tuviera
              por muy mejor si de la vida fuera.
                Adiós, serenas fuentes,
              donde me vi tan rico de despojos,
              que si quedáis ausentes,
              presentes mis enojos
              me dan otras dos fuentes de mis ojos.
                Adiós, hermosas plantas,
              adonde dejo el rostro soberano,
              con excelencias tantas,
              que todo el siglo humano
              celebrará las obras de mi mano.
                Adiós, aguas del Tajo
              y Ninfas dél, que en el albergue usado
              sentiréis mi trabajo,
              pues el cantar passado
              en tristeza y en llanto se ha trocado.
                Adiós, laurel y hiedra,
              que fregando uno en otro os encendía.
              Adiós, acero y piedra,
              de do también salía
              el fuego que ya va en el alma mía.
                Adiós, ganado mío,
              que ya fui por tu nombre conocido,
              mas ya por desvarío
              del hado endurecido
              tu nombre pierdo, pues que voy perdido.
                Adiós, bastón de acebo,
              que conducir solías mis ganados,
              pues los que agora llevo
              de penas y cuidados,
              de Fortuna y Amor serán guardados.
                Adiós, mastines fieros,
              bastantes á vencer con vuestras mañas
              los lobos carniceros,
              antes que yo las sañas
              de aquella que se ceba en mis entrañas.
                Adiós, espejo escaso,
              donde sólo se ve lo pobre y viejo,
              pues fuera duro caso
              mirarse el sobrecejo,
              faltando al alma su más claro espejo.
                Adiós, cabaña triste,
              que en el tiempo passado más copiosa
              de gozo y gloria fuiste;
              ya, sola y enfadosa,
              sierpes te habitarán, que no otra cosa.
                Adiós, horas passadas;
              testigo es aquel tiempo de vitoria,
              que si debilitadas
              perdistes ya mi gloria,
              no os perderá por esso mi memoria.
                Adiós, aves del cielo,
              que no puedo imitar vuestra costumbre.
              Adiós, el Dios de Delo,
              que tu sagrada lumbre
              fuera de aquí no quiero que me alumbre.
                Adiós, adiós, pastores,
              adiós, nobleza de la pastoría,
              que sin otros dolores
              turbará mi alegría
              dejar vuestra agradable compañía.
                Adiós, luz de mi vida,
              Filena ingrata; en tan mortal quebranto
              cesse mi despedida,
              porque el dolor es tanto
              que se impide la lengua con el llanto.




                      SEXTA PARTE
                  DEL PASTOR DE FILIDA


          Possible cosa será que mientras yo
          canto las amorosas églogas que sobre
          las aguas del Tajo resonaron, algún
          curioso me pregunte: Entre estos amores
          y desdenes, lágrimas y canciones, ¿cómo
          por montes y prados tan poco balan
          cabras, ladran perros, aullan lobos?
          ¿dónde pacen las ovejas? ¿á qué hora se
          ordeñan? ¿quién les unta la roña? ¿cómo
          se regalan las paridas? Y finalmente
          todas las importancias del ganado. A
          esso digo que como todos se incluyen en
          el nombre pastoral, los rabadanes tenían
          mayorales, los mayorales pastores y los
          pastores zagales, que bastantemente los
          descuidaban. El segundo objeto podrá ser
          el lenguaje de mis versos. También darán
          mis pastores mi disculpa con que todos
          ellos saben que el ánimo del amado mejor
          se mueve con los conceptos del amador que
          con el viento las hojas de los árboles.
          La tercera duda podrá ser si es lícito
          donde también parecen los amores escritos
          en los troncos de las plantas, que
          también haya cartas y papeles: cosa tan
          desusada entre los silvestres pastores.
          Aquí respondo que el viejo Sileno merece
          el premio ó la pena, que como vido el
          trabajo con que se escribía en las
          cortezas, invidioso de las ciudades hizo
          molino en el Tajo donde convirtió el
          lienzo en delgado papel, y de las pieles
          del ganado hizo el raso pergamino, y
          con las agallas del roble y goma del
          ciruelo y la carcoma del pino hizo la
          tinta, y cortó las plumas de las aves:
          cosa á que los más pastores fácilmente
          se inclinaron. Desta arte podría ser que
          respondiese á cuanto se me culpasse;
          mas ya que yo no lo hago, no faltará en
          la necessidad algún discreto y benigno
          que vuelva por el ausente. Confiado
          en lo cual prosigo que la ausencia de
          _Pradelio_ se sintió generalmente en el
          Tajo, porque era bueno el pastor para las
          veras y las burlas; bastante para amigo y
          enemigo, hombre de verdad y virtud y de
          nunca vista confianza; pero sobre todos
          lo sintió SIRALVO, que en muchas cosas
          le tenía probado. Lloraron sus nobles
          padres Vilorio y Pradelia; cubrieron sus
          cabellos de oro las dos hermosas hermanas
          ARMIA y VIANA, y la misma Filena, causa
          de la partida, bañó sus ojos en llanto
          en presencia del nuevo amor Mireno.
          Tal fuerza tiene la razón, que el que
          la niega con la boca con el alma la
          confiesa. Guíe el cielo á Pradelio, que
          donde quiera que vaya amigos hallará y
          patria quizás más favorable que la suya;
          y vueltos á los que quedan, sabed que
          los dos caudalosos rabadanes _Mendino_ y
          _Cardenio_ y el pastor _Siralvo_ quedaron
          desta siesta de Diana tan desaficionados
          de los campos, tan enemigos de sus chozas
          y tan sin gusto de sus rebaños, que á
          pocos días ordenaron desampararlo todo
          y buscar sólo su contento; y entrando
          en acuerdo sobre el orden que tendrían,
          á Cardenio le pareció que en el bosque
          del Pino hacia la falda del monte se
          edificasse un albergue ancho y cubierto
          de rama, donde, apartados del concurso de
          la ribera, pudiessen expender las horas á
          su gusto. No le pareció á Mendino que el
          lugar era seguro para esto, antes sería
          fácilmente barruntado su propósito, por
          ser aquella parte visitada muchas veces
          de las Ninfas; á lo cual dixo Siralvo
          desta suerte: Yendo por el cerrado valle
          de los fresnos hacia las fuentes del
          Obrego como dos millas de allí, acabado
          el valle entre dos antiguos allozares,
          mana una fuente abundantíssima, y á poco
          trecho se deja bajar por la aspereza de
          unos riscos de caída extraña, donde por
          tortuosas sendas fácilmente puede irse
          tras el agua, la cual en el camino va
          cogiendo otras cuarenta fuentes perenales
          que juntas con extraño ruido van por
          entre aquellas peñas quebrantándose, y
          llegando á topar el otro risco soberbias
          le pretenden contrastar; mas viéndose
          detenidas, llenas de blanca espuma,
          tuercen por aquella hondura cavernosa
          como á buscar el centro de la tierra;
          á pocos pasos en lo más estrecho está
          una puente natural por donde las aguas
          passando, casi corridas de verse assí
          oprimir, hacen doblado estruendo, y al
          fin de la puente hay una angosta senda
          que, dando vuelta á la parte del risco,
          en aquella soledad descubre al Mediodía
          un verde pradecillo de muchas fuentes
          pero de pocas plantas, y entre ellas de
          viva piedra cavada está la cueva del
          Mago Erión, albergue ancho y obrado con
          suma curiosidad. Este es el solo lugar
          que os conviene, porque el secreto dél
          es grande y el apartamiento no es mucho.
          ¿Qué podréis allá pedir que no halléis?
          Todo está lleno de caza y de frescura,
          y aunque es visitado continuamente de
          las bellas Ninfas, no es lugar común á
          todos como el bosque del Pino, pues la
          compañía de Erión seros ha muy agradable.
          Éste sabe en los cielos desde la más
          mínima estrella hasta el mayor planeta
          su movimiento y virtud; en los aires sus
          calidades y en las aves dél y alimañas
          de la tierra lo mismo; en la mar tiene
          fuerza de enfrenar sus olas y levantar
          tempestades hasta poner sobre las aguas
          las arenas: la división de las almas
          irracionales y la virtud de la inmortal
          con profundíssimo saber. Pues llegando á
          los abismos las tres Furias á su canto,
          Alecto tiembla, Tesifón gime y Megera
          se humilla; Plutón le obedece y los
          dañados salen á la menor de sus voces.
          Pues de las penas de amor, sin hierba
          ni piedra, con sólo su canto hace que
          ame el amado ó aborrezca el aborrecido;
          y si le viene la gana vuelto en lobo se
          va á los montes, y hecho águila á los
          aires, tornado pez entra por las aguas,
          y convertido en árbol se aparece en los
          desiertos; no tiene Dios desde las aguas
          del cielo á las ínfimas del olvido cosa
          que no conozca por nombre y naturaleza;
          no es de condición áspera ni de trato
          oculto; allí recibe á quien le busca y
          remedia á quien le halla. Aquí podemos
          irnos que en probarlo se pierde poco,
          y yo sé que el ser bien recebidos está
          cierto. _Cardenio_, como de la ribera
          había estado tanto tiempo ausente, quedó
          admirado del gran saber del nuevo Erión;
          pero Mendino, que dél y de su estancia
          tenía mucha noticia, aunque pudiera desde
          el Mago Sincero estar escarmentado,
          fácilmente dando crédito á sus loores,
          determinó que le buscassen el siguiente
          día por poner aquél en cobro lo que les
          importaba dexar, que fué fácilmente
          hecho, y recogiéndose á las cabañas de
          Mendino, pusieron orden en la cena, que
          fué de mucho gusto, y al fin della no
          faltó quien se le acrecentasse, porque
          vinieron _Batto_ y _Silvano_, pastores
          conocidíssimos, ambos mozos y ambos de
          grande habilidad, á buscar juez á ciertas
          dudas que _Batto_ sentía de versos
          de _Silvano_; y el juicio de SIRALVO
          fué que si todos los poetas fuessen
          calumniados, pocos escaparían de algún
          objeto; y colérico Silvano, en un momento
          puso mil á Batto, y de razón en razón
          se desafiaron á cantar en presencia de
          aquellos pastores, pero pareciéndoles la
          noche blanda y el aire suave, se salieron
          juntos á tomarle y oirlos á la fresca
          fuente: donde sentados sacaron la lira y
          el rabel, á cuyo son assí cantó _Silvano_
          y assí fué _Batto_ respondiendo:


                        SILVANO

                Dime que Dios te dé para un pellico,
              ¿por qué traes tan mal vestido, Batto,
              presumiendo tu padre de tan rico?

                         BATTO

                Porque el pastor de mi nobleza y trato
              no ha menester buscarlo en el apero,
              que una cosa es el hombre y otra el hato.
                Mas dime, esse capote dominguero
              ¿quién te le dió? ¿Quizá porque cantasses
              en tanto que comía el compañero?

                        SILVANO

                Si á quien yo le canté tú le bailasses,
              yo sé, por más que de rico te alabes,
              si te diesse otro á ti, que le tomasses.
                Mas ¿por qué culpas tales y tan graves
              de Lisio traes sus RIMAS desmandadas,
              de lengua en lengua que ninguna sabes?

                        BATTO

                Calla y sabrás: ¿no ves cuán aprobadas
              del mundo son las mías y la alteza
              de mis LÍRICAS ODAS imitadas?
                Tú tienes por tesoro tu pobreza,
              y si lo es, está tan escondido
              que para descubrirle no hay destreza.

                       SILVANO

                Pastor liviano, ¿qué libro has leído
              que de ti pueda nadie hacer caso,
              si no estuviesse fuera de sentido?
                El franco Apolo fué contigo escaso,
              y por hacerte de sus paniaguados,
              no te echarán á palos del Parnasso.

                        BATTO

                Desso darán mis versos levantados
              el testimonio y de mi poesía
              sin ser como los tuyos acabados.
                En diciendo _fineza_ y _hidalguía_,
              _regalo_, _gusto y entretenimiento_,
              _diosa_, _bizarro trato y gallardía_.

                       SILVANO

                ¡Oh, qué donoso desvanecimiento!
              Dessos vocablos uso, Batto mío,
              porque son tiernos y me dan contento,
                Pero las partes por do yo los guío,
              son tan diversas todas y tan buenas,
              que ellas lo dicen, que yo no porfío.

                        BATTO

                ¿Sabes lo que nos dicen? Que van llenas
              de muy bajas razones su camino,
              y si algunas se escapan son ajenas,
                Y no hurtáis, SILVANO, del latino,
              del griego ó del francés ó del romano,
              sino de mí y del otro su vecino.

                       SILVANO

                Si tu trompa tomassen en la mano,
              que la de Lisio apenas lo hiciste,
              ¿qué son harías, cabrerizo hermano?
                Para vaciarla el sueño no perdiste,
              para cambiarla sí, que no hallaste
              otro tanto metal como fundiste.

                        BATTO

                ¡Basta! que tú en la tuya granjeaste
              de crédito y honor ancho tesoro;
              mas dime si en mis RIMAS encontraste
                La copla ajena entera sin decoro,
              _ó espuelas barnizadas de gineta,
              con jaez carmesí y estribos de oro_.

                       SILVANO

                Descubriréte á la primera treta
              tu lengua sin artículos, defeto
              digno de castigar por nueva seta.
                Tu nombre es PIEDRA TOQUE y en efeto,
              usando descubrir otros metales,
              el miserable tuyo te es secreto.

                        BATTO

                ¡Oh tú, que con irónicas señales,
              cansas los sabios, frunces los misérrimos,
              viviendo por pensión de los mortales!

                       SIRALVO

                Pastores, dos poetas celebérrimos
              no han de tratarse assí, que es caso ilícito
              motejarse en lenguajes tan acérrimos.
                Ni á vosotros, amigos, os es lícito,
              ni á mi sufrirlo, y es razón legítima,
              que ande el juez en esto más solícito.
                La honra al bueno es cordial epítima,
              y los nobles conócense en la plática,
              dándose el uno por el otro en vítima.
                Aquí, donde la hierba es aromática,
              con el sonido de la fuente harmónica,
              al claro rayo de la luz scenática,
                Suene SILVANO, nuestra lira jónica,
              Batto rosponda el rabelejo dórico
              y duerma el JOVIO con su dota CRÓNICA.
                Cada cual es poeta y es histórico,
              y cada cual es cómico y es trágico,
              y aun cada cual gramático y retórico.
                Pero dexado, en un cantar selvático,
              si aquí resuena Lúcida y Tirrena,
              más mueve un tierno son que un canto mágico.

                       SILVANO

                En hora buena, pero con tal pato
              si pierde BATTO, que esté llano y cierto,
              que por concierto deste desafío,
              ha de ser mío su rabel de pino;
              y si benino Apolo se le allana,
              y en él se humana para que me gane,
              que yo me allane y sin desdén ó ira
              le dé mi lira de ciprés y sándalos.

                        BATTO

                No hagas más escándalos, satírico,
              ni presumas de lírico y bucólico;
              con algún melancólico lunático
              te precias tú de plático en poética;
              que esté su lira ética y él ético,
              que mi rabel poético odorífero
              no entrará en tan pestífero catálogo
              ni en tal falso diálogo ni cántico.

                       SIRALVO

                Si estilo nigromántico bastasse
              á poder sossegar vuestra contienda,
              tened por cierto que lo procurasse,
                O callad ambos ó tened la rienda,
              ó poned premios ó cantad sin ellos,
              pero ninguno en su cantar se ofenda.

                       SILVANO

                Dos chivos tengo, y huelgo de ponellos,
              para abreviar en el presente caso,
              contento de ganallos ó perdellos.

                        BATTO

                Pues yo tengo, SIRALVO, un rico vaso
              que á mi opinión es de ponerse dino
              con las riquezas del soberbio Crasso.
                El pie de haya, el tapador de pino,
              de cedro el cuerpo y de manera el arte,
              que excede el precio del metal más fino.
                Dédalo le labró parte por parte,
              tallando en él del uno al otro polo,
              cuanto el cielo y el sol mira y reparte.
                Y cuando en tanta hermosura violo,
              fuese por Delfos, y passando á Anfriso,
              dióle al santo pastor el rubio Apolo.
                Y cuando al carro trasponerse quiso
              el retor de la luz, dejó el ganado
              y aqueste vaso con mayor aviso,
                Á las Ninfas del Tajo encomendado;
              y ellas después le dieron á SILVANA,
              de quien mi padre fué pastor preciado.
                Ella á él y él á mí; mas si me gana
              SILVANO, ahora quiero que le lleve.

                       SIRALVO

              Y yo juzgaros con entera gana.
                BATTO á pagar y á no reñir se atreve,
              y tú, SILVANO mío, bien te acuerdas
              que has prometido lo que aquí se debe.
                Pues fregad la resina por las cerdas,
              muestren las claras voces su dulzura
              al dulce son de las templadas cuerdas.
                Sentémonos ahora en la verdura;
              cantad ahora que se va colmando
              de flor el prado, el soto de frescura.
                Ahora están los árboles mostrando,
              como de nuevo, un año fertilíssimo,
              los ganados y gentes alegrando.
                Ahora viene el ancho río puríssimo,
              no le turban las nieves, que el lozano
              salce se ve en su seno profundíssimo.
                Descubrid vuestro ingenio mano á mano,
              cada cual cante con estilo nuevo,
              comience BATTO, seguirá SILVANO,
              diréis á veces, gozaráse Febo.

                        BATTO

                ¡Oh, rico cielo, cuya eterna orden
              es claro ejemplo del poder divino,
              haz que mis versos y tu honor concorden!

                       SILVANO

                Para que deste premio sea yo dino
              en mis enamorados pensamientos,
              muéstrame, Amor, la luz de tu camino.

                        BATTO

                Lleven los frescos y suaves vientos
              mis dulces versos á la cuarta esfera,
              pues ama el mismo Apolo mis acentos.

                       SILVANO

                Dichoso yo si Lúcida estuviera
              tras estos verdes ramos escuchando,
              y oyéndose nombrar me respondiera.

                        BATTO

                Pues no me canso de vivir penando,
              la que me está matando,
              debría templar un poco de mi pena.
                Ablándate, dulcíssima Tirrena,
              que siendo en todo buena,
              no es justo que te falte el ser piadosa.

                       SILVANO

                Pues cuando te me muestras amorosa,
              Lúcida mía hermosa,
              muy humilde te soy, seime benina.
                Regala, diosa, esta ánima mezquina,
              que mi fineza es dina
              de que tu gallardía me entretenga.

                        BATTO

                Si quiere Amor que mi vivir sostenga,
              de Tirrena me venga
              el remedio, que es malo de otra parte.
                Mira que de mi pecho no se parte,
              Tirrena, por amarte,
              un Etna fiero, un Mongibelo ardiente.

                       SILVANO

                Si yo dijesse la que mi alma siente,
              cuando me hallo ausente,
              de tu grande beldad, Lúcida mía,
                Etnas y Mongibelos helaría,
              porque su llama es fría,
              con la que abrasa el pecho de SILVANO.

                        BATTO

                Cuando en mi corazón metió la mano,
              sin dejarme entendello,
              robóme Amor la libertad con ella,
              dejando en lugar della
              el duro yugo que me oprime el cuello.

                       SILVANO

                El duro yugo que me oprime el cuello,
              por blando le he tenido
              llevado del dulzor de mi deseo,
              por quien de Amor me veo
              menos pagado y más agradecido.

                        BATTO

                Menos pagado y más agradecido,
              Amor quiere que muera,
              quiéralo él, que yo también lo quiero,
              y veráse, si muero,
              cuánto mi fe, pastora, es verdadera.

                       SILVANO

                Cuánto mi fe, pastora, es verdadera
              es falsa mi esperanza,
              porque mejor entrambas me deshagan,
              y aunque ellas no la hagan,
              nunca mi corazón hará mudanza.

                        BATTO

                Tirrena mía, más blanca que azucena,
              más colorada que purpúrea rosa,
              más dura y más helada
              que blanca y colorada;
              si no te precias de aliviar mi pena,
              hazlo al menos de ser tan poderosa,
              que queriendo tus ojos acabarme,
              con ellos mismos puedas remediarme.

                       SILVANO

                Lúcida mía, en cuya hermosura
              están juntas la vida con la muerte,
              el miedo y la esperanza,
              tempestad y bonanza,
              sin duda á aquél que de tu Amor no cura
              darás vida, esperanza y buena suerte,
              pues por amarte, Lúcida, me han dado
              la muerte el miedo y el adverso hado.

                        BATTO

                ¿Di, quién, recién nacido
              de un animal doméstico preciado,
              del todo está crecido,
              de padre sensitivo fué engendrado,
              mas nació sin sentido
              y en esto su natura ha confirmado;
              después, materna cura,
              muda su sér, su nombre y su figura?

                       SILVANO

                Di tu, ¿quién en dulzura
              nace, y en siendo della dividida,
              la llega su ventura
              á otra cosa, que teniendo vida
              muere ella y si procura
              vivir, queda la otra apetecida,
              haciendo su concierto,
              del muerto vivo y del vivo muerto?

                        BATTO

                El canto se ha passado querellándonos,
              de aquellas inhumanas que, ofendiéndonos,
              quedan sin culpa con el mal pagándonos.

                       SILVANO

                Al principio pensé que, defendiéndonos,
              tan solos nuestros premios procuráramos,
              menos desseo y más passión venciéndonos.

                       SIRALVO

                Pastores, mucho más os escucháramos,
              aunque en razones no sabré mostrároslo,
              porque de oiros nunca nos cansáramos.
                Ponerme yo en mis RIMAS á loároslo,
              por más que lo procure desvelándome,
              no será más possible que premiároslo.

                        BATTO

                Pues yo, SIRALVO, pienso, que premiándome,
              saldrás de aquessa deuda conociéndote,
              y en tu saber y mi razón fiándome.

                       SILVANO

                Yo no pienso cansarte persuadiéndote
              á lo que tú, SIRALVO mío, obligástete,
              y la justicia clara está pidiéndote.

                       SIRALVO

                BATTO, de tal manera señalástete,
              de suerte tus cantares compusístelos,
              que de tu mano con tu loor premiástete.
                Y tú, SILVANO, tanto enriquecístelos
              tus conceptos de amor, que deste premio
              como de cosa humilde desviástelos.
                Por esto sin gastar largo proemio,
              firmen las nueve musas mi sentencia,
              pues sois entrambos de su ilustre gremio.
                Iguales sois en música y en ciencia,
              iguales sois en arte, en voz, en gracia,
              assí yo os imitara en elocuencia,
              como en cantar vosotros al de Thracia.

          Bien confiado estaba cada cual destos
          pastores en su vitoria, porque á la
          verdad les cupo mucho al repartir de la
          arrogancia, pero el punto de honrados,
          que lo eran en extremo, venció en ellos,
          y pasaron afablemente por la sentencia de
          _Siralvo_, la cual aprobaron _Mendino_
          y _Cardenio_, y juntos se retiraron á
          las cabañas, porque el aire comenzó
          á correr menos fresco y en el cielo
          parecieron unas nubecillas, que cubrían
          la claridad de la Luna, entre relámpagos,
          aunque pequeños, muy espesos, y ya con
          desapacibilidad estaban en descubierto;
          no pareció, después de recogidos, que
          Batto y Silvano quedasen cansados, porque
          nueva, aunque amigablemente, sacaron
          contiendas, muy dignas de su habilidad,
          recitando versos propios y ajenos: Batto
          loando el italiano, Silvano el español,
          y cuando Batto decía un _soneto_ lleno
          de musas, Silvano una _glossa_ llena de
          amores, y no quitándole su virtud al
          hendecasílabo, todos allí se inclinaron
          al castellano, porque puesto caso que
          la autoridad de un _soneto_ es grande y
          digno de toda la estimación que le puede
          dar el más apassionado, el artificio
          y gracia de una COPLA, hecha de igual
          ingenio, los mismos Toscanos la alaban
          sumamente y no se entiende, que les falta
          gravedad á nuestras RIMAS, si la tiene
          el que las hace, porque siempre, ó por
          la mayor parte, las coplas se parecen á
          su dueño. Y allí dixo _Mendino_ algunas
          de su quinto abuelo, el gran pastor de
          _Santillana_, que pudieran frisar con
          las de _Titiro_ y _Sincero_. ¿Y quién
          duda, dixo SIRALVO, que lo uno ó lo otro
          pueda ser malo ó bueno? Yo sé decir, que
          igualmente me tienen inclinado; pero
          conozco que á nuestra lengua le está
          mejor el propio, aliende de que las leyes
          del ajeno las veo muy mal guardadas,
          cuando suena el agudo que atormenta
          como instrumento destemplado; cuando se
          reiteran los consonantes, que es como dar
          otavas en las músicas; la ortografía,
          el remate de las _canciones_, pocos son
          los que lo guardan, pues un _soneto_
          que entra en mil epítetos y sale sin
          conceto ninguno, y tiénese por esencia
          que sea escuro y toque fábula, y andarse
          ha un poeta desvanecido para hurtar un
          amanecimiento ó traspuesta del Sol del
          latino ó del griego, que aunque el imitar
          es bueno, el hurtar nadie lo apruebe,
          que en fin cuesta poco; pues que tras un
          vocablo exquisito ó nuevo, al gusto de
          decirle, le encajarán donde nunca venga,
          y de aquí viene que muchos buenos modos
          de decir, por tiempo se dejan de los
          discretos, estragados de los necios hasta
          desterrallos con enfado de su prolija
          repetición. Hora yo quiero deciros un
          _soneto_ mío á propósito de que he de
          seguir siempre la llaneza, que aunque
          alguna vez me salgo della, por cumplir
          con todos, no me descuido mucho fuera de
          mi estilo.


                       SIRALVO

                Si para ser poeta hace al caso
              hablar de musas ó del dulce riso,
              por mi descargo de conciencia aviso
              que haga de mí el mundo poco caso.
                Esto que me sucede á cada passo,
              si quien quise me quiso ó no me quiso,
              esto tengo en mis versos por más liso
              que andar por Helicón ó por Parnasso.
                Si Domenga me miente ó me desmiente,
              ¿qué me harán los Faunos y Silvanos,
              ó el curso del arroyo cristalino?
                Todos son nombres flacos y livianos,
              que á juicio de sabia y cuerda gente,
              lo fino es: _pan por pan_, _vino por vino_.

          Á todos agradó el _soneto_ de SIRALVO,
          pero Batto, que era de contraria opinión,
          dijo otros suyos, haciéndose en alguno,
          _Roca contrapuesta al mar_, y en alguno,
          _Nave combatida de sus bravas ondas_,
          y aún en alguno, _Vencedor de leones
          y pastor de inumerables ganados_;
          en estas impertinencias se passó la
          mayor parte de la noche, y cargando el
          sueño, _Batto_ y SIRALVO cortésmente
          se despidieron, y MENDINO y CARDENIO
          quedaron con mucho agradecimiento, y
          SIRALVO pagadíssimo de la habilidad de
          entrambos, con lo cual se entregaron al
          reposo, que aunque necesitado dél, fué
          breve, porque apenas cogió Titán los
          postreros abrazos de la tierna esposa,
          y la estrella del Alba pidió albricias
          del alegre día, y en los verdes ramos,
          cargados del maduro fruto, las avecillas
          comenzaron á moverse, cuando _Mendino_
          de sus gallardos miembros sacudió el
          sueño, y libres de aquella imagen de
          la muerte, salió del lecho y sacó á
          _Cardenio_ y _Siralvo_, y todos tres
          dexando bastantes pastores y zagales, se
          pusieron en camino para buscar al sabio
          Erión, y á pocos pasos oyeron el son de
          una melodiosa zampoña, el cual llevando
          sus ojos á la parte donde resonaba,
          vieron venir por entre los sombríos
          ramos uno que en hermosura de rostro
          y gallardía de miembros más cortesano
          mancebo que rústico pastor representaba;
          eran sus luengos cabellos más rubios
          que el fino ámbar, su rostro blanco y
          hermoso, bien medido, cuyas facciones,
          debajo de templada severidad, contenían
          en sí una agradable alegría. Traía un
          sayo de diferentes colores gironado, mas
          todo era de pieles finíssimas de bestias
          y reses, unas de menuda lana y otras de
          delicado pelo, por cuyas mangas abiertas
          y golpeadas salían los brazos cubiertos
          de blanco cendal, con zarafuelles del
          mismo lienzo, que hasta la rodilla le
          llegaban, donde se prendía la calza de
          sutil estambre. Bien descuidado venía de
          ser visto y assí hacía extremos extraños
          aunque no feos, entre los cuales fué el
          uno quebrar furiosamente la zampoña con
          que las cercanas selvas resonaban; pero
          después, como arrepentido ó constreñido
          de necesidad, se llegó á un verde sauce,
          donde con un pequeño cuchillo comenzó
          á labrar otra, sentado sobre la fresca
          hierba, y allí las manos en su oficio y
          los ojos en el cielo comenzó á decir:

          «¡Oh Cielo, que adornado de claro Sol y
          de agradable Luna, más te me muestras
          hermoso que benigno, si después de tu
          ira sueles oir las voces de los que
          con dolor te llaman, oye agora las
          querellas deste á quien todo bien y
          contentamiento es ajeno! Cierto yo creo
          que la causa de tanta pena y fatiga, de
          tanto mal y cuidado, de sólo imaginarlo
          no se acuerde; la cual cosa, si cierto
          es verdad, no sé cómo te baste dureza,
          no sé, ¡oh alto Cielo! cómo te baste
          justicia para no remediar tan fiero daño,
          aplacando aquélla que con su rostro los
          ojos míos alegrar solía, mi alma con
          sus palabras confortaba, mi corazón con
          su belleza atraía domado, no como agora
          al yugo del desamor y olvido, pero á la
          sabrosa cadena de su templada voluntad.
          Cierto yo no sé quién de aquí adelante
          me sea agradable, ni quién remedie mis
          daños, ni dé alivio á la carga de mi mal,
          si la que más amo y es la causa dél, tan
          olvidado le tiene, y tú, cielo sordo, tan
          descuidado estás de esta memoria. ¡Ay,
          Arsia mía, causa principal, contigo me
          vi alegre en dulces pláticas, contigo en
          deleite cazando por los altos montes,
          contigo dichoso visitando los sacros
          templos; ya sin ti por pequeña ocasión
          me veo triste, lleno de dolor y miseria;
          sin ti me veo mezquino, siempre llorando,
          solo y sin voluntad de compañía; ¡ay
          cuántas veces contigo coroné los toros,
          reduje y estreché los ganados con el son
          de mi zampoña y tu lira, al cual unos de
          pacer olvidados escuchaban y otros de
          placer conmovidos rumiaban las tiernas
          y matutinas hierbas! ¡y cuántas veces
          sin ti, olvidado el hato por los riscos
          y solitarios valles, me lamento, donde
          mis ojos te dan ríos, ríos te dan mis
          ojos; y mi triste zampoña te canta, entre
          mis justas querellas, alguna parte de
          tus más justos olores; de manera que ya
          los árboles á tu suave nombre con sus
          hojas me responden, y yo enseñaré á las
          bestias que con sus bramidos, al son dél,
          muestren temor y humildad, escribiendo
          por estos olmos, por estas hayas, por
          estos pinos, tu crueldad y mi pena, tu
          beldad y mi firmeza; de manera que en
          largos tiempos dure tu memoria, y de
          temor sea tu nombre reverenciado, sin que
          jamás la fama de tu valor y mi dolor se
          acabe!».

          Apenas el sin ventura había llegado á
          los postreros acentos de su querellosa
          plática, cuando repentinamente, sin
          poder los pastores avisarse, le vieron
          caído en tierra, y queriendo llegar á
          socorrelle, les fué forzado dexarle por
          no impedir á una Ninfa que lastimosa á él
          vieron llegar, cuya hermosura juzgaron
          digna de las palabras del desmayado
          amante; mas ella llorosa y con angustiado
          rostro vertió sobre el pastor abundantes
          lágrimas, y después con ardientes
          sospiros le decía:

          «¡Oh, Livio, Livio, más hermoso que el
          sol, más gracioso que el alba y más
          suave que el aura! Tú solo, desde tu
          nacimiento, fuiste agradable á mis ojos,
          tú sólo fuiste dulce á mi alma, tú solo
          deleitoso á mis sentidos, mas tú solo
          injusto á mis orejas. ¡Oh, Livio, Livio,
          amarga fueque tu voluntad violaste;
          contentáraste con lo mucho que te
          amaba; miraras la amistad que te hacía,
          pues bastara á entretener cualquier
          ardiente deseo; mas ¡ay! que ni bastó
          mi honestidad á refrenar tu apetito ni
          mi respeto á mudar tu intención, y assí
          con ambas cosas me injuriaste y con tu
          valor me tienes en tu cadena: conténtate
          con que si penas, peno; si amas, amo, y
          si me sigues, huyo de mi mismo contento
          y alegría, y no quieras más mal de lo
          passado, y agora, pues con mi vista
          te arrodillaste y con mis lágrimas
          recuerdas, quédate á Dios, que no es
          justo que veas á quien con el corazón
          amas y con los hechos aborreces!».

          En esto la hermosa Ninfa, temerosa del
          pastor que en su acuerdo volvía, comenzó
          á apresurar los passos por la espessura;
          mas el pastor, que con sobresalto en sí
          volvió, mirando á una y á otra parte se
          levantó del suelo y la comenzó á seguir
          repitiendo su nombre muchas veces: de la
          cual cosa nuestros pastores extrañamente
          admirados, quisieron ver el fin de
          aquella historia, y siguiéronlos á passo
          largo sin detenerse más de una milla,
          que no los perdieron de vista hasta la
          traspuesta de un monte, que como tragados
          de la tierra se desaparecieron; y casi
          corridos de no haberlos alcanzado,
          baxaron de la cumbre y no se dexaron
          andar por un valle espacioso donde á
          partes yermo y á partes plantado estaba
          lleno de frescura y deleite. Llamábase
          éste el valle del Venero, porque casi
          en medio de él estaba una fresquíssima
          fuente rodeada de olmos y salces. Aquí
          guiaron nuestros pastores con intención
          de reposar un rato en ella y aliviar del
          peso á los zurrones comiendo de lo que
          dentro traían; mas esto no pudo ser como
          pensaron, que á poca distancia antes que
          llegassen, ya que á sus oídos tocaba el
          rumor de la agradable corriente, toparon
          á Carpino que les salió al encuentro,
          rico y noble rabadán, de poca edad y de
          muchos casos, amigo de Amor pero más de
          su libertad, y assí á cada cosa acudía
          con un mismo cuidado; éste les dijo que
          se detuviessen si no querían turbar á
          cinco Ninfas que en la fuente reposaban,
          y él había esperado si alguna desmandada
          viniesse por allí con intenciún de
          hablarle; mas ellas, después de largas
          pláticas se habían quedado dormidas,
          y que á la otra parte del valle á la
          entrada de la selva tenían sus redes
          armadas y otra Ninfa que las estaba
          guardando; al razonar de Carpino, ó caso
          que ellas lo oyessen, ó que el cuidado
          les quitasse el sueño, comenzaron á
          hablar, y los pastores, por oirlas, se
          entraron con gran silencio entre las
          matas, donde fácilmente las conocieron
          y se vieron llenos de contentamiento.
          Por lo menos eran la sin par FILIDA,
          la discreta Filis, la gallarda Clori,
          la hermosa y agradable Albanisa y la
          graciosa y bella Pradelia, entre las
          cuales FILIDA, sacando la lira por su
          ruego casi divinamente tocada, y pienso
          que de los divinos espíritus atentamente
          oída, cantó esta letra antigua con estas
          coplas de su raro ingenio:


                        _Letra._

                         FILIDA

                Enjuga, Filis, tus ojos,
              que el tiempo podrá curar
              lo que no tú con llorar.


                        _Coplas._

                Si piensas que son las penas
              con el llorar redimidas,
              más lágrimas hay vertidas
              que tiene la mar arenas;
              y pues ellas no son buenas,
              al tiempo debes llamar,
              _que puede más que llorar_.
                Si acaso el llorar bastara
              á aliviar nuestros quebrantos,
              yo que sufro y callo tantos,
              hasta secarme llorara.
              Pero pues es cosa clara,
              que no tiene de bastar,
              _¿para qué sirve llorar?_
                No hay peligro tan ligero
              que con llorar se asegure,
              _ni mal que el tiempo no cure_,
              por desvariado y fiero;
              el reparo verdadero
              el tiempo te le ha de dar,
              _que no, Filis, el llorar_.
                Si es fuego que Amor emprende,
              no le mata el agua, no,
              que como en la mar nació
              con el llorar más se enciende;
              pues mi consejo te ofende,
              toma el tiempo en su lugar,
              _valdráte más que llorar_.

          Esta _canción_ fué solenizando FILIDA
          con su gracia, las Ninfas con sus loores
          y los pastores con su silencio, pero
          _Filis_ con sus sospiros, y al fin della,
          con ellos y este _soneto_ acompañó la
          lira:


                         FILIS

                Pues la contraria estrella de mi vida
              no hace cosa que no sepa á muerte,
              tenga piedad de mi dolor la muerte,
              poniendo fin á tan cansada vida,
                Tal ha sido el discurso de la vida,
              que mil vidas daré por una muerte;
              quizás satisfaré con esta muerte
              á quien siempre ofendí con esta vida.
                Siempre fueron contrarias vida y muerte,
              que va la muerte á quien querría la vida,
              que está la vida en quien desea la muerte.
                Yo que soy enemiga de la vida,
              líbrame della, perezosa muerte,
              antes que muera á manos de tal vida.

          Acabó _Filis_ su cantar, mas no
          cessaron sus sospiros, á la cual Clori
          piadosamente dixo: Desde ayer te veo
          llorosa, Filis, y no te he preguntado la
          causa; pero pues Filida te ha procurado
          consolar, dime qué nueva passión te
          aflige para que yo también lo haga. A
          esto respondió FILIS: «No es nuevo tener
          yo que llorar, ni dolerte tú de mis
          pesares; mas ahora son de manera que los
          extraños lo pueden hacer, cuanto más
          FILIDA y tú á quien yo tanto amo. El
          descuido de Mendino me tiene llena de
          sospechas, y nunca el alma me dice cosa
          que me engañe». Palabras fueron estas que
          hicieron temblar el corazón de alguna que
          allí estaba y por muy amada de Mendino
          se tenía; turbó el color de su rostro y
          atravesó razones que descubrieron más
          su sentimiento, lo cual mirando Clori
          con gracioso semblante dixo: Todos los
          hombres son mudables, y á la verdad menos
          nosotras nos dexamos olvidar, pero yo muy
          disculpada estoy en haber dexado Castalio
          por Cardenio, pues hice la voluntad de
          su padre y el mío, y aun mi negocio y el
          suyo: pésame que _Mendino_ te dé ocasión
          de quexarte aunque ya tú le conoces; bien
          sabes á quién amó en el _Henares_, y en
          apartándose en lo que se entretuvo, y
          que apenas murió Elisa, cuando se ocupó
          en otras partes, que antes de llegar á
          ti tuvo muchas leguas de mal camino. A
          esto dixo Filis: ¡Oh, Clori, qué engaño
          tan grande es pensar que tenga Mendino
          olvidado su primer amor! Más vivo está
          en su alma que nunca estuvo; con esta
          carga le tomé, Ninfa; y de otras muertas
          y vivas antes de mí, poco me penó, que
          es _agua passada_: cosas nuevas son
          las que escuecen y lo harán hasta la
          muerte. Esso me admira, dixo Clori;
          luego cuando trata MENDINO, ¿pasatiempo y
          burla es? Tenlo por cierto, dixo la bella
          Albanisa; que yo soy bastante testigo
          de sus veras y sé que con nadie las
          puede tener, porque las consagró á buen
          lugar. Su hado lo sea, dixo Pradelia,
          que el contento general sería. A esto
          Filis quiso responder, mas fué impedida
          de Florela, que estaba en guarda de las
          redes, y como vido llena la selva de
          aves que se venían á recoger del sol,
          presurosa le vino á avisar, y ellas sin
          detenerse dejaron la plática y la fuente
          y siguieron á Florela. Los pastores, que
          ni palabra ni afecto habían perdido, cuál
          confuso y cuál contento se fueron con el
          mismo secreto siguiéndolas por entre las
          plantas; hasta que, sin avisarse, toparon
          con una de las redes, teñida en verde
          perfetíssimo, que de dos altos chopos
          hasta la tierra pendía. A un lado estaba
          una alta peña cubierta con las copas
          de árboles, donde los cuatro pastores
          subiéndose sin ser vistos, descubrían la
          selva: vieron las hermosas Ninfas, que,
          puestas en ala, con largos ramos en las
          manos comenzaron á sacudir las plantas,
          trayendo cada una las aves hacia sus
          redes, que, espantadas del ruido, de
          rama en rama venían hasta dar en ellas.
          No á cuarto de hora que desta suerte
          fatigaron la selva, sus anchas redes
          se sembraron de más de cien maneras de
          aves, desde el simple ruiseñor hasta la
          astuta corneja. Y á este tiempo, passando
          Ergasto por la selva, sentado sobre el
          asnillo, las Ninfas le llamaron para que
          las ayudasse á desprender, las redes:
          ésta tomaron los pastores por propicia
          ocasión, y decendiendo á las Ninfas,
          alegremente fueron dellas recibidos. Allí
          vió _Siralvo_ todo su bien; Cardenio todo
          su gusto, porque era general con Ninfas
          y pastoras; pero _Mendino_, que había
          oído hablar tan profundamente de sí, con
          más recato gozó de aquella buena suerte;
          y todos juntos llegándose á las redes,
          baxó SIRALVO las de FILIDA, Cardenio las
          de Clori, Mendino las de Albanisa, que
          era su deudo y verdadero amigo; Carpino
          las de Filis y Ergasto las de Pradelia, y
          echándolas sobre el asnillo, á Florela se
          le encomendó que las llevasse al monte,
          y en tanto que tornaba acordaron de
          volverse juntos á la fuente. ¡Oh, amadas
          Ninfas; oh, pastores míos! ¿quién podrá
          decir lo que allí passastes? ¿Quién viera
          á _Siralvo_ ardiendo en su castíssimo
          amor, donde jamás sintió brizna de
          humano deseo; á Cardenio tan enriquecido
          de despojos; á Carpino tan inclinado
          á todas, y á _Mendino_ de todas tan
          juzgado, que sola Albanisa le defendía?
          No se descuidó Cardenio en decir cómo los
          tres iban buscando la cueva de Erión,
          con intención de habitar en ella, ni las
          Ninfas contradijeron su propósito, antes
          le aprobaron; y al fin de sus razones
          FILIDA pidió á SIRALVO que cantasse, y
          él, que quizá lo tenía más gana, sacó la
          lira, á cuyo son dixo mirando los ojos de
          la hermosa Ninfa:


                       SIRALVO

                Ojos llenos de consuelo,
              si vuestra luz me faltasse,
              fálteme él, si no esquivasse
              los míos de la del cielo;
              quien de vuestro mírar tierno
              gozó la gloria algún día,
              fuera della, ¿qué vería
              que no le fuesse un infierno?
                Van el daño y el provecho
              tan juntos en esta historia,
              que vuestra sola memoria
              fabrica un cielo en mi pecho;
              pero si el helado miedo
              de perderos llega allí,
              ¿quién dará señas de mí?
              Hable Amor, que yo no puedo.
                No será poca osadía
              tenerla Amor en hablar,
              que yo le he visto temblar
              á vuestra luz más de un día;
              él me ofende y yo le ofendo
              si nuestras causas callamos,
              ojos, hablemos entramos,
              él temblando y yo muriendo.
                Vos sabéis que no hay quien huya
              de essos rayos vencedores,
              y él sabe que sois señores
              de mi alma y de la suya;
              yo sé que si me dexáis
              llevará Muerte la palma,
              pues tanto tengo en el alma,
              ojos, cuando me miráis.
                Cuando miráis producís
              mayos de contentamiento,
              y á cualquier apartamiento
              inviernos los convertís,
              y en la sequedad mayor,
              como tornéis á mirar,
              el más marchito lugar
              vuelve de vuestro color.
                Teniendo tales maestros,
              tal espíritu quisiera,
              que quien mis loores oyera
              conociera que eran vuestros;
              mas si en la intención se gana,
              en el efecto se yerra:
              mal podrá pincel de tierra
              sacar labor soberana.
                A la gloria de miraros
              sólo iguala el bien de veros,
              y á la pena de perderos
              el dolor de no hallaros;
              el punto que os puedo ver
              es el que tiene el deseo,
              y si no os veo, no veo;
              ved si hay más que encarecer.
                Aunque mi alma sustenta
              vuestra luz en mis enojos,
              la sed de veros, mis ojos,
              con miraros se acrecienta;
              y ¿qué señal más segura,
              qué razón más conocida
              de estar sin alma y sin vida,
              que haber en veros hartura?
                Sois grandezas peregrinas,
              sois milagros inmortales,
              sois tesoros celestiales,
              sois invenciones divinas,
              sois señales de bonanza,
              sois muertes de los enojos,
              sois ídolos de mis ojos,
              sois ojos de mi esperanza.

          Por más agradable tuviéramos á Florela,
          á ser esta vez menos diligente, porque
          no hizo más de llegar al monte y en
          lugar señalado dejar en guarda la caza
          y volverse con el asnillo de Ergasto
          á llamar á las ninfas que la fuessen
          á repartir. Llegó cuando _Siralvo_
          acababa su _canción_, y acabóseles á
          todos el contento, porque á la hora,
          dejando sentimiento en el lugar cuanto
          más en los corazones, que más que á sí
          las amaban, las ninfas se despidieron;
          también el galán Carpino se fué por su
          parte, Ergasto por la suya; Cardenio,
          Mendino y Siralvo atravessaron por sendas
          y veredas al valle de los Fresnos, y á
          la misma hora de medio día bajaron los
          riscos y passaron á la morada de Erión,
          donde le hallaron curando con hierbas
          á un miserable pastor que, siguiendo á
          una ninfa á quien amaba y se huía, con
          rabia y dolor se había despeñado, y sus
          amigos lleváronle al mago sin sentido.
          Luego conocieron los pastores que era
          el mismo que ellos venían siguiendo, y
          después de saludar á Erión y ser dél
          alegremente recebidos, ayudaron allí
          en lo que pudieron, hasta que Livio,
          que si os acordáis assí le llamó la
          ninfa, volvió en sí, y haciéndole beber
          de un precioso licor, quedó totalmente
          reparado y arrepentido, que tal fuerza
          puso Díos en el saber humano. Con esto
          Mendino apartó al mago y le dixo cómo los
          tres venían por algunos días á habitar
          su morada, de que Erión recibió mucho
          contento, y despidiendo á Livio y á sus
          compañeros, entró con los tres por los
          secretos de su cueva, que, para no la
          agraviar, era de realíssima fábrica,
          pero toda debajo de tierra, con anchas
          lumbres que en vivas peñas se abrían á
          una parte del risco, donde jamás humano
          pie llegaba. No sé yo si esto fuesse por
          fuerza de encantamiento ó verdadero
          edificio, pero sé que su riqueza era
          sin par. Primero entraron á una ancha y
          larga sala de blanco estuco, donde, en
          concavidades embebidas, estaban de mármol
          los romanos Césares, unos con bastones y
          otros con espadas en sus manos, y en los
          pedestales abreviados versos griegos y
          latinos, que ni negaban á Julio César sus
          vitorias ni callaban á Heliogábalo sus
          vicios. El techo desta sala era todo de
          unos pendientes racimos de oro y plata,
          que por sí pudieran clarificar el alto
          aposento, en medio del cual estaba una
          mesa redonda de precioso cedro sobre tres
          pies de brasil, diestramente estriados, y
          alrededor los assientos eran de olorosa
          sabina. Aquí pienso que el mago adivinó
          la necessidad, porque los hizo sentar y
          sacó fresquíssima manteca y pan, que en
          blancura le excedía, sin faltar precioso
          vino, que con el agua saltaba de los
          curiosos vasos, y habiendo satisfecho
          á esta necessidad, entraron á otros
          aposentos (aunque no tan grandes), de
          mucha más riqueza. Admirados quedaron los
          pastores de que en las entrañas de los
          riscos pudiesse haber tan maravillosa
          labor, pero á poco rato perdieron la
          admiración desto, y la hallaron mayor
          en un fresco jardín que sólo el cielo y
          ellos le veían, donde la abundancia de
          fuentes, árboles y hierbas, la harmonía
          de las diversas aves y la fragancia de
          las flores, representaban un paraíso
          celestial; á la una parte del cual estaba
          una lonja larga de cien passos y ancha de
          veinte, cubierta de la misma labor de la
          primera sala. Era el suelo de ladrillo
          esmaltado, que por ninguna parte se
          le veía juntura; á una mano era pared
          cerrada y á otra abierta, sobre colunas
          de un hermoso jaspe natural; por todas
          partes se veía llena de varias figuras
          que, de divino pincel, con la naturaleza
          competían, y en la cabecera se levantaba,
          sobre diez grados de pórfido, un suntuoso
          altar, cubierto de ricos doseles de oro
          y plata, y en él la imagen de la ligera
          Fama, cubierta de abiertos ojos y bocas,
          lenguas y plumas, con la sonora trompa
          en sus labios; tenía á sus lados muchos
          retratos de damas de tan excesiva gracia
          y hermosura, que todo lo demás juzgaron
          por poco y de poca estima. Aquí Erión los
          hizo sentar en ricas sillas de marfil,
          y él con ellos, al son de una suave
          baldosa, assí les dixo, puestos los ojos
          en la inmensa beldad de las figuras:


                         ERIÓN

              Desde los Etíopes abrasados
              hasta los senos del helado Scita,
              fueron nueve varones consagrados
              á la diosa gentil que al alma imita;
              _los nueve de la Fama_ son llamados,
              y lo serán en cuanto el que se quita
              y se pone en Oriente para el suelo,
              no se cansare de habitar el cielo.
                Agora cuanta gloria se derrama
              por todo el orbe, nuestra Iberia encierra
              en otras lumbres de la eterna Fama,
              por quien sus infinitas nunca cierra;
              recuperaron con su nueva llama
              aquella antigua que admiró la tierra,
              para que, como entonces de varones,
              muestre de hoy más de hembras sus blasones.
                Estas cuatro primeras son aquellas
              que á nuestro cristianíssimo monarca
              han prosperado las grandezas dellas
              más que cuanto su fuerte diestra abarca;
              después que el mundo vió su fruto en ellas,
              segó las flores la violenta Parca.
              _Luso_, _Galia_, _Alemania_ con _Bretaña_
              lloran, y Iberia el rostro en llanto baña.
                Tras ellas la _Princesa_ valerosa,
              aquella sola de mil reinos dina,
              á quien fué poco nombre el de hermosa,
              no siendo demasiado el de divina;
              á cuya sombra la virtud reposa
              y á cuya llama la del sol se inclina,
              ínclita y poderosa _doña Juana_,
              por todo el mundo gloria _Lusitana_.
                Las dos infantas que en el ancho suelo
              con sus rayos claríssimos deslumbran
              como dos nortes en que estriba el cielo,
              como dos soles que la tierra alumbran,
              son las que á fuerza de su inmenso vuelo
              el soberano nombre de _Austria_ encumbran,
              bella _Isabel_ y _Catarina_ bella,
              ésta sin par y sin igual aquélla.
                De claríssimos dones adornadas
              luego veréis las damas escogidas
              que, al soberano gremio consagradas,
              rinden las voluntades y las vidas;
              ni de pincel humano retratadas,
              ni de pluma mortal encarecidas,
              jamás pudieron ver ojos mortales
              otras que en algo pareciessen tales.
                Aquel rayo puríssimo que assoma,
              como el sol tras el alba en cielo claro,
              es _doña Ana Manrique_, de quien toma
              la bondad suerte y el valor amparo;
              la siguiente es _doña María Coloma_,
              que en hermosura y en ingenio raro,
              en gracia y discreción y fama clara
              su nombre sube y nuestra vida para.
                Hoy la beldad con el saber concuerda[1271],
              hoy el valor en grado milagroso,
              en otras dos que cada cual acuerda
              la largueza del cielo poderoso;
              ésta de _Bobadilla_ y de la _Cerda_,
              con estotra de _Castro_ y de _Moscoso_,
              una _Mencía_ y otra _Mariana_:
              ésta el lucero y ésta la mañana.
                _Doña María_ de _Aragón_ parece
              esclareciendo al mundo su belleza;
              su valor con su gracia resplandece,
              su saber frisa con su gentileza,
              y la que nuestra patria ensoberbece,
              y á Lusitania pone en tanta alteza
              con cuantos bienes comunica el cielo,
              es la bella _Guiomar_, gloria de _Melo_.
                La más gentil, discreta y valerosa,
              la de más natural merecimiento,
              será _doña María_, en quien reposa
              el real nombre de _Manuel_ contento;
              y esta _Beatriz_, tan bella y tan graciosa,
              que excede á todo humano entendimiento,
              luz de _Bolea_, diga el que la viere:
              Quien á tus manos muere, ¿qué más quiere?
                _Doña Luisa_ y _doña Madalena_
              de _Lasso_ y _Borja_, el triunfo que más pessa,
              vida de la beldad, de amor cadena,
              de la virtud la más heroica empressa,
              que cada cual con su valor condena
              á la fama inmortal que nunca cessa,
              ni cessará eu su nombre eternamente:
              veislas allí, si su beldad consiente.
                Aquel cuerpo gentil, aquel sereno,
              rostro que veis, aquel pecho bastante,
              es de _doña Francisca_, por ser bueno
              _Manrique_, porque va tan adelante;
              y aquellas dos, que no hay valor ajeno
              que se pueda llamar más importante,
              son _doña Claudia_ y _Jasincur_, adonde
              con el deseo la gloria corresponde.
                De _Diatristán_ el nombre esclarecido,
              en _Ana_ y en _Hipólita_ se arrima,
              y en ellas vemos el deseo cumplido
              de cuantos buscan de beldad la cima;
              su mucho aviso, su valor crecido,
              de suerte se conoce, assí se estima,
              que vista humana no se halla dina
              para mirar tal dama y tal Menina.
                _Doña Juana Manrique_ viene luego,
              _doña Isabel_ de _Haro_ en compañía,
              y _doña Juana Enríquez_, por quien niego
              que haya otras gracias ni otra gallardía;
              por estas tres espera el Amor ciego
              quitar la venda y conocer el día,
              que esta estrella, este norte, este lucero,
              serán prisión de más de un prisionero.
                Aquesta es la claríssima compaña
              que el invicto _Felipe_ escoge y tiene
              con los soles puríssimos de España,
              y cuanto el cielo con su luz mantiene;
              de lo que el Tajo riega, el Ebro baña,
              mostraros otras lumbres me conviene,
              que donde aquestas son fueron criadas,
              y otras no menos dinas y estimadas.
                La que con gracia y discreción ayuda
              á su mucha beldad, con ser tan bella,
              que si estuviera su beldad desnuda,
              gracia y saber halláramos en ella,
              _doña Luisa Enríquez_ es sin duda;
              _duquesa_ es del _Infantado_, aquella
              en quien el cielo por igual derrama
              hermosura, linaje y clara fama.
                Desta rama esta flor maravillosa,
              de aqueste cielo aquesta luz fulgente,
              deste todo esta parte gloriosa,
              de aquesta mar aquesta viva fuente;
              bella, discreta, sabia, generosa,
              es gloria y ser de inumerable gente,
              dice _doña Ana_ de _Mendoza_ el mundo,
              y el Infantado queda sin segundo.
                Aquellas dos duquesas de un linaje,
              entrambas de _Mendoza_, entrambas _Anas_,
              á quien dan dos _Medinas_ homenaje,
              de _Sidonia_ y _Ruiseco_, más humanas
              rinden las alabanzas vassallaje,
              á sus altas virtudes soberanas,
              _Mendoza_ y _Silva_, en sangre y en ejemplo
              de valor y beldad el mismo templo.
                _Doña Isabel_, gentil, discreta y bella,
              de _Aragón_ y _Mendoza_, allí se muestra
              _marquesa_ de la _Guardia_, en quien se sella
              todo el ser y valor que el mundo muestra;
              ¿qué bien da el cielo que no viva en ella?
              ¿qué virtud hay que allí no tenga muestra?
              Diga el nombre quién es, que lo que vale,
              no hay acá nombre que á tal nombre iguale.
                Mirad las dos de igual valor, _doña Ana_
              y _doña Elvira_, cada cual corona
              de cuanto bien del cielo al mundo mana,
              como la fama sin cessar entona,
              _Enríquez_ y _Mendoza_, por quien gana
              tal nombre _Villafranca_ y tal _Cardona_,
              que de su suerte y triunfo incomparables
              quedarán en el mundo inestimables.
                Humane un rayo de su rostro claro
              en mi pecho, si quiere ser loada,
              aquélla que en virtud é ingenio raro
              es sobre las perfetas acabada:
              ser _condesa_ de _Andrada_ y ser amparo
              de Apolo, es alabanza no fundada;
              ser _doña Catarina_, ésta lo sea
              de _Zúñiga_ y del cielo viva idea.
                Veis las dos nueras del segundo Marte,
              y de la sin igual en las nacidas,
              á quien el cielo ha dado tanta parte,
              que son por gloria suya conocidas:
              la una dellas en la _Albana_ parte,
              y la otra en _Navarra_ obedecidas,
              son _María_ y _Brianda_ y su memoria,
              de _Toledo_ y _Viamonte_ honor y gloria.
                Aquella viva luz en quien se avisa
              para alumbrar el claro sol de Oriente,
              que entre sus ojos lleva por devisa
              la gracia y la prudencia juntamente,
              será la sin igual _doña Luisa_
              de _Manrique_ y de _Lara_ procediente,
              _duquesa_ de _Maqueda_, y más segura
              reina y señora de la hermosura.
                Aquella que los ánimos recuerda
              á buscar alabanza más que humana,
              á donde, si es possible que se pierda,
              hallaréis la beldad, pues della mana,
              la gloria de _Mendoza_ y de la _Cerda_,
              es la sabia y honesta _doña Juana_,
              por quien la gracia y el valor se humilla
              y se enriquece el nombre de _Padilla_.
                Aquella en quien natura hizo[1272] prueba
              de su poder, y el cielo y la fortuna,
              _doña Isabel_ riqueza de la _Cueva_,
              _duquesa_ es de la felice _Ossuna_;
              y el claro sol que nuestros ojos lleva
              á contemplar sus partes de una en una,
              es _doña Mariana Enríquez_, bella,
              fénix del mundo, para no ofendella.
                La que con sus virtudes reverbera
              en su misma beldad, luz sin medida,
              es _doña Guiomar Pardo_ de _Tavera_,
              en quien valor y discreción se anida;
              y la que levantando su bandera
              es á las más bastantes preferida,
              es _doña Inés_ de _Zúñiga_, en quien cabe
              cuanto la fama de más gloria sabe.
                Veis aquella _condesa_ generosa
              de _Aguilar_, á quien Amor respeta,
              entre las muy hermosas más hermosa
              y entre las muy discretas más discreta,
              que de virtud y gracia milagrosa
              tocar la vemos una y otra meta,
              _doña Luisa_ de _Cárdenas_ se llama,
              gloria del mundo y vida de la fama.
                Ved el portento que produjo el suelo
              donde natura mayor gloria halle,
              _Madalena_ gentil, que el cortés cielo
              _Cortés_ le plugo su consorte dalle,
              _Cortés_ levanta de _Guzmán_ el vuelo,
              _Guzmán_ resuena en el felice _Valle_,
              porque el descubridor del Nuevo Mundo
              goce del nuevo triunfo sin segundo.
                Aquella de valor tan soberano
              que es agravio loarla en hermosura,
              aunque natura, con atenta mano
              se quiso engrandecer en su figura,
              en quien linaje y fama es claro, y llano
              poner su raya en la suprema altura,
              _condesa_ de _Chinchón_; mas es el eco,
              que lo cabal es _doña Inés Pacheco_.
                _Doña Juana_ y _doña Ana_, son aquéllas
              de la _Cueva_ y la _Lama_, madre y hija,
              _Medina Celi_ y _Cogolludo_ en ellas
              tienen el bien que al mundo regocija:
              hermosura y valor que están en ellas,
              sin que halle la invidia que corrija,
              fama y linaje deste bien blasonan
              y las virtudes dellas se coronan.
                Aquella fortaleza sin reparo,
              aquella hermosura sobre modo,
              aquella discreción, aquel don raro
              de dones, y el de gracia sobre todo,
              del tronco de _Padilla_, lo más claro
              de las reliquias del linaje godo,
              en quien del mundo lo mejor se muestra,
              es _marquesa_ de _Auñón_ y gloria nuestra.
                Aquélla es la _princesa_ por quien suena
              la temerosa trompa tan segura,
              y dice _doña Porcia Madalena_,
              por quien _Asculi_ goza tal ventura;
              y aquella que el nublado sol serena
              y el claro ofusca con su hermosura,
              tal que en _Barajas_ vencerá la fama,
              _doña Mencía_ de _Cárdenas_ se llama.
                Otra más dulce y más templada cuerda,
              otra voz más sonora y no del suelo,
              cante á _doña María_ de la _Cerda_,
              que en la _Puebla_ podrá poblar un cielo;
              y pues el son con el nivel concuerda,
              que escucha atento el gran señor de _Delo_,
              y la voz oye y la harmonía siente,
              _doña Isabel_ de _Leiva_ es la siguiente.
                Aquella que entre todas raya hace
              en valor, en saber y en gentileza,
              que de _Mendoza_ y de la _Cerda_ nace,
              y de _Leiva_ quien goza su belleza;
              por quien la Fama tanto satisface,
              que con lo llano sin buscar destreza,
              hace que el suelo _Mariana_ diga
              y que el deseo tras otro bien no siga.
                La que á los ojos con beldad admira,
              y á los juicios con saber recrea,
              _Denia_ la ofrece, espérala _Altamira_,
              y quien la goza más, más la desea;
              _doña Leonor_ de _Rojas_, con quien tira
              Amor sus flechas y su brazo emplea,
              Fama se esfuerza, pero no la paga,
              porque no hay cosa en que su prueba haga.
                Veréis las dos de _Castro_, á quien Fortuna
              impossible es que al merecer iguale,
              son _Juana_, á quien jamás llegó ninguna;
              _Francisca_, que entre todas tanto vale,
              que el claro sol y la hermosa luna
              de _Mendoza_ y _Pizarro_ en ellas sale,
              _Juana_ y _Francisca Puñonrostro_ canta
              y el mundo al son los ánimos levanta.
                Hermanas son y bien se les parece
              en valor y beldad y cortesía
              las dos, do más el nombre resplandece
              de _Zapata_, que el sol á medio día,
              son _Jerónima_ y _Juana_, en quien ofrece
              el cielo cuanto por milagro cría,
              _Rubí_ se engasta de su esmalte puro,
              _Puertocarrero_ el puerto ve seguro.
                En el discurso de la grave lista
              id con nuevo recato apercebidos,
              que la belleza ofuscará la vista
              y el valor y el saber á los sentidos:
              la _condesa_ mirad de _Alba_ de _Lista_,
              veréis en ella los deseos cumplidos,
              que cuanto el mundo considera y sabe,
              _doña María_ de _Urrea_ es en quien cabe.
                Aquella viva lumbre, decendiente
              de _Mendoza_, _Velasco_ se apellida,
              _Juana Gentil_, en quien _Ramírez_ siente
              bondad y gracia y triunfo sin medida;
              es _doña Juana Cuello_ la siguiente,
              donde tal suerte y tal valor se anida,
              tal beldad, tal saber, tal gentileza,
              que empereza la Fama su grandeza.
                Si queréis ver de discreción la suma,
              si queréis de valor ver el extremo,
              de hermosura el fin, donde la pluma
              se ha de abrasar y al pensamiento temo,
              golfo de bienes que, aunque más presuma,
              no correrá el deseo á vela y remo,
              volved, veréis las cuatro lumbres bellas,
              y lo más que diré, lo menos dellas.
                _Brianda_, _Andrea_ serán, _Teresa_ y _Ana_,
              nortes del mundo y más de nuestra Iberia,
              por quien gozan vitoria más que humana
              _Béjar_, _Gibraleón_, _Arcos_ y _Feria_;
              _Guzmán_, _Sarmiento_, _Zúñiga_, que llana
              hacen la palma nuestra y dan materia
              á la Fama, que haga formas tales,
              que durarán por siglos inmortales.
                Gracia, bondad, valor, beldad, prudencia,
              linaje, fama y otras celestiales
              partes se ven en firme competencia,
              para quedar en un lugar iguales:
              es _Mariana_ quien les da excelencia,
              la gloria de _Bazán_, por quien son tales
              y á quien la casa de _Coruña_ llama,
              para más nombre, gloria, triunfo y fama.
                Entre estas maravillas singulares
              _doña María Pimentel_ se mira,
              valerosa _condesa_ de _Olivares_,
              en quien el valor mismo se remira;
              y aquella preferida en mil lugares,
              _doña Luisa Faxardo_ es quien admira
              á la natura, y _Medellín_, dichoso
              por ella, al mundo dexará invidioso.
                Aquella gracia y discreción que iguala
              á la beldad, con ser en tanto grado,
              que lo menos que vemos tiende el ala
              sobre lo más perfecto y acabado,
              miradla bien, que es _doña Inés_ de _Ayala_,
              sin poder ser de otra aquel traslado,
              aquel extremo de amistad y vida,
              de antigua y clara sangre producida.
                Mirad, veréis á la gentil _doña Ana
              Félix_, felicidad de nuestra era;
              es _condesa_ de _Ricla_, es quien allana
              al siglo el nombre de la edad primera;
              y aquella que se muestra más que humana
              en valor, suerte y gracia verdadera,
              _doña Guiomar_ de _Saa_, será su historia
              luz de _Vanegas_, de _Espinosa_ gloria.
                En _Tavara_ y _Cerralvo_ contemplamos
              nueva luz, que los ánimos assombre,
              con estas dos bellezas que juzgamos,
              engrandeciendo de _Toledo_ el nombre:
              si ofuscada la vista retiramos,
              veremos otro sol de tal renombre,
              que el de _Guzmán_ adelantado queda,
              por quien compite con el cielo _Uceda_.
                Allí se muestra en rostro grave y ledo
              aquella admiración de los vivientes,
              honor de _Enríquez_, gloria de _Acevedo_,
              siendo _condesa_ sin igual de _Fuentes_;
              y aquella (si en tan poco tanto puedo
              que, dexadas sus partes excelentes,
              diga su nombre) es _doña Catarina_
              de _Carrillo_ y _Pacheco_ la más dina.
                Mirad las dos de extraña maravilla
              en valor, en saber y en hermosura:
              la una de _Escobedo_, otra de _Arcilla_,
              gloria y honor, y más de la natura,
              _María_ y _Catarina_, á quien se humilla
              todo lo digno de alabanza pura,
              ambas por albedrío y por estrella,
              aquésta de _Bazán_, de _Hoyo_ aquélla.
                Llegue _doña María_ de _Peralta_,
              en quien se alegra y enriquece el suelo;
              _doña Angela_ de _Tarsis_, do se esmalta
              más viva luz que la que muestra el cielo;
              _doña Isabel Chacón_ aquí no falta,
              que faltara la gloria y el consuelo;
              tres tales son que, para no agraviallas,
              gastar debía tres siglos en loallas.
                Vamos á aquella de la antigua cepa
              de _Córdova_, sin par _doña María_,
              es _marquesa_ de _Estepa_, y con Estepa,
              serlo de un mundo entero merecía;
              y á ti en quien no es possible que más quepa
              suerte, valor, beldad y gallardía,
              del tronco de _Velasco_, _Mariana_,
              por quien el de _Alvarado_ tanto gana.
                Las tres hermanas que en mirar se goza
              con atención el regidor de Oriente,
              veislas aquí cómo las muestra _Poza_,
              y cómo _Aranda_, y cómo _Avilafuente_;
              en ellas el real nombre se alboroza
              de _Enríquez_, y un misterio nuevo siente,
              que aunque no es nuevo en él el bien cumplido,
              eslo en el mundo el que ellas han tenido.
                De _Castro_ y de _Moscoso_ llana hacen
              dos _Teresas_ la luz, y al sol escaso,
              por quien _Mendoza_ y _Vargas_ satisfacen
              sin haber cosa que más haga al caso,
              con _doña Mariana_ más aplacen,
              por quien _Mendoza_, enriqueciendo á _Lasso_,
              se alegra el Tajo, y su feliz corriente
              dirá _Lasso_ y _Mendoza_ eternamente.
                Las dos hermanas en quien cupo tanto,
              que en lengua humana su loor no cabe,
              son _Blanca_ y _Catarina_, y son espanto
              de quien lo menos de sus partes sabe,
              el claro nombre de la _Cerda_, en tanto
              abre su lumbre y éstas son la llave
              con su gracia y virtud resplandecientes,
              una de _Denia_ y otra de _Cifuentes_.
                Aquella que, aunque el sol más se le acerque,
              es impossible que á su luz parezca,
              y por más vueltas con que el cielo cerque,
              no hallará quien tanto loor merezca,
              es la gentil _duquesa_ de _Alburquerque_,
              por quien después que todo el bien parezca,
              recobrarse podrá en la antigua _Cueva_,
              que ha de ser siempre milagrosa y nueva.
                De singulares dones mejorada
              se ve _doña María_ de _Padilla_,
              del mundo por valor _Adelantada_,
              siéndolo por estado de _Castilla_;
              y la que fué de tal beldad dotada,
              que la misma belleza se le humilla,
              _doña Juana_ de _Acuña_, en quien se halla
              tanto, que más la alaba el que más calla.
                La de _Velada_ y la del _Carpio_ vienen,
              aquésta de _Toledo_, ésta de _Haro_,
              y ambas del cielo en lo que en sí contienen
              de beldad y valor é ingenio raro;
              junto con ellas á su lado tienen
              á la que no fué el cielo más avaro,
              es señora de _Pinto_, y es aquella
              luz de _Carrillo_ y de _Faxardo_ estrella.
                No nos encubre la alta _Catarina_
              de _Mendoza_ su aspecto valeroso,
              _marquesa_ de _Mondéjar_, sola dina
              de hacer nuestro siglo venturoso;
              ni aquella de bondad tan peregrina
              del nombre de _Velasco_ generoso,
              que desde _Peñafiel_ hinche la tierra
              de cuanto bien y gloria el mundo encierra.
                La que al sol mira en medio de su esfera,
              y el sol se ofusca al resplandor jocundo,
              es _doña Ana_ del _Aguila_, do espera
              _Ciudad Rodrigo_, y goza el bien del mundo;
              quise cantar aquesta luz primera,
              al cabo de este templo sin segundo,
              ya que en el orden no hay otro remedio
              para igualar principio y fin y medio.

          Dixo el mago Erión; y vuelto á los tres
          pastores, que con sumo contento le
          escuchaban, recibió dellos las debidas
          gracias, y tornando del fresco jardín,
          les señaló aposentos en que habitassen
          y familiares suyos que los sirviessen;
          donde gozaban sin medida su deleite,
          cuándo con las diosas de los montes,
          siguiendo las fieras, cuándo con las
          deesas de las selvas, cazando las aves,
          y cuándo con las ninfas del sagrado río,
          apartando el oro de entre la menuda
          arena; vida dulce, más fácil de ser
          invidiada que imitada, donde era la razón
          señora, el deseo cautivo, el gusto honor,
          el honor regalo, Amor ardía y el respeto
          no se helaba; bien se puede aquí esperar
          firmeza, que donde falta virtud, difícil
          es la perseverancia. Y ahora volvamos á
          la ribera, donde, con su bien ó su mal,
          quedaron nuestros pastores esperándonos.


                                NOTAS:

[1271] En la primera edición se lee _acuerda_, repitiendo el consonante
Mayans enmendó bien _concuerda_.

[1272] Así en la primera edición. En la de Mayans, _hace_.




                     SÉPTIMA PARTE
                  DEL PASTOR DE FILIDA


          Si en la llaneza y soledad de los campos
          se lloran celos y se padece olvido, ¿de
          qué más se puede Amor culpar, en la pompa
          de las Cortes y en el tráfago de las
          ciudades, de la mentira y engaño de un
          corazón que, dividido en mil partes, sin
          reparar en ninguna, á todas se vende por
          entero? ¿Y de la miseria del amador, que
          á trueco de no ser olvidado, le es fácil
          passar callando por más mal que sospechas
          y recelos, donde claro se ve cuánto mayor
          sea el dolor del olvido que la passión
          celosa? Celosos he visto yo sin miedo
          de ser olvidados, y jamás vi olvidado
          que no viviesse celoso; ausencia calle
          con celos; celo y ausencia con olvido;
          que si el ausente carece de su contento,
          puédele buscar, y el celoso si le halla,
          es en poder ajeno; y el olvidado ausente
          está, y con más violencia, y celoso y
          con menos reparo; pero todo esto no
          puede compararse, Amor, á la injusticia
          de un engaño, que mientras uno con
          lealtad y fe sirva y ame, sea pagado con
          fingida voluntad y agradecida esta paga.
          Mas, ¿quién me aparta á tan insufrible
          consideración? Vuélvame la verdad de mis
          pastores á la agradable ribera, donde
          ya que como humanos hagan mudanza, no
          como dañados harán engaños. Vimos venir
          á _Sasio_ del templo de Diana, tan
          contento de la venida de _Silvera_ como
          si tuviera muchas y grandes seguridades
          de su Amor; mas sucedióle lo que suele
          á los confiados, que la pastorcilla
          gentil, no estimando en nada haberla él
          hospedado en la ribera de _Pisuerga_
          y agasajádola con su música y canto
          tantas veces, y alabádola en tiernas y
          numerosas _rimas_, y menos la afición que
          de presente le mostraba, puso los ojos
          en el prendado Arsiano; empleo que á la
          verdad pudiera tener Sasio por venganza,
          si su mucho amor la consintiera, porque
          más que nunca Arsiano amaba á la hermosa
          Amarantha; y de aquí vino que Sasio y
          Arsiano adolecieron á un tiempo, con el
          contino cuidado, con el celoso dolor,
          con las noches malas y los peores días,
          y en muy breves Sasio murió, dexando un
          general sentimiento por cuantas aguas
          riegan nuestra España, especial en los
          pastores y hermosas hijas del sagrado
          Tajo; y pienso que las nueve musas y
          el mismo Apolo sintieron esta pérdida.
          ¡Oh, gran padre de la Música, sin duda
          callabas cuando te llamó la muerte! Tú,
          con tu voz divina, mil veces alegraste
          los tristes y aliviaste los dolores
          ajenos, digno fué tu acento de resonar
          en los cielos y de mover las peñas en
          la tierra. ¿Cómo ahora no lo haces en
          la que te cubre? Vengan, Sasio, de las
          remotas naciones los hombres raros á
          llorar tu muerte, y de la propia, llore
          Filardo, lloren Arsiano y Matunto, y tu
          traslado Belisa, en quien nos queda tu
          mayor herencia y nuestro mayor consuelo.
          Fué puesto Sasio poco distante de su
          cabaña, en un mármol cavado, negro como
          el ébano de Oriente, cubierto de otro,
          blanco como la nieve de la sierra, y
          en muchas plantas que alrededor tenía
          se escribieron diversos epitafios en
          sus loores; mas entre todos el famoso
          _Tirsi_, cuyas _rimas_ tantas veces
          Sasio solía cantar, en el tronco de un
          olmo, que con sus ramas cubría el ancho
          sepulcro, escribió estos versos de su
          mano:


                   DE TIRSI Á SASIO

                Yace á la sombra deste duro canto
              el que le enterneciera, si cantara;
              dexando al mundo su silencio en llanto,
              dexó el velo mortal el Alma cara;
              mas no pudieran Muerte y Amor tanto,
              si el cielo para sí no le invidiara,
              Amor y Muerte dan; recibe el cielo,
              el don es, Sasio, y quien le llora el suelo.

          Entre las lágrimas justas destos amigos
          pastores, nació otra justíssima ambición
          y codicia para heredar la lira del
          segundo Orfeo: los opositores fueron
          Filardo y Matunto, Belisa y Arsiano,
          que aunque enfermo y sin gusto, dexó el
          lecho y se animó á esta empresa. Pusieron
          por jueces al venerable _Sileno_, al
          celebrado ARCIOLO, al famoso TIRSI,
          que todos tres sabían la dignidad de
          los cuatro pretendientes, y aun esto
          fué causa de no determinarse, antes
          remitieron el juicio y la lira á las
          ninfas del río: ellas la tuvieron un
          día en su poder y la cubrieron de una
          rica funda de oro y seda, hecha por
          las hermosas manos de Arethusa; y assí
          adornada la enviaron á las deesas de las
          selvas, donde estuvieron tres días, entre
          olorosas flores y hierbas, y hecho un
          carro triunfal, cubierto de hiedra y de
          frescas ramas, tirado de los dos blancos
          becerros, fué llevada en él á las diosas
          de los montes, y allí se consagró á
          FILIDA, en cuyo poder, de conformidad de
          ninfas y pastores, quedó aquel don caro
          del cielo, y con mayor fuerza que antes
          mueve á los animales y las gentes por la
          grandeza de su poseedora. Pero la lástima
          universal de Sasio y el general aplauso
          de su muerte, ¿por ventura movieron el
          pecho de Silvera? Esso no; que moría por
          Arsiano, y mientras un contento huye, mal
          puede haber otra cosa que lastime. Juntos
          estaban un día gran número de pastores
          y pastoras, caído el sol, gozando de la
          frescura de un verde pradecillo y del
          templado viento que soplaba, donde Alfeo
          los ojos en Finea, Andria los suyos en
          Alfeo, los de Arsiano en Andria y los
          de Silvera en Arsiano, Andria rompió el
          silencio y dixo al son de la zampoña de
          Silvera:


                         ANDRIA

                Suele en el bosque espesso el animoso
              mozo gallardo, que con el agudo
              venablo fuerte ha penetrado el crudo
              pecho del tigre, del león ó el osso,
                Mirarle en tierra muerto, sanguinoso,
              y recrearse viendo lo que pudo;
              y á las veces, dexándole desnudo,
              la piel á cuestas irse victorioso.
                ¿No he sido digna yo de tanta cuenta
              como las fieras, que la muerte suya
              baña de invidia mis cansados ojos;
                Pues tienes el matarme por afrenta,
              y estimas en tan poco mis despojos,
              que te ofende mi alma porque es tuya?

          Acostumbrado estaba Alfeo á oir estas
          mancillas y Arsiano á sentirlas por los
          dos, pero no por esso menguaba punto de
          su Amor, y como ahora vido que, callando
          Silvera, Filardo tañía, dixo assí,
          puestos los ojos en la fingida Amarantha:


                       ARSIANO

                Mientras el más ocioso pensamiento
              del bravo mozo, con soberbio pecho,
              levanta de su honra ó su provecho
              hasta las nubes machinas de viento,
                Las vitorias allí de ciento en ciento,
              la plata, el oro se le viene al lecho,
              y alargando la mano á lo que ha hecho,
              se ve de rico pobre en un momento.
                Dejando yo estas torres de vitoria,
              de triunfos, de riquezas, de despojos,
              suelo fingir, pastora, por lo menos,
                Que me miras de grado con tus ojos,
              mas despiértame luego la memoria,
              y quedo con los míos de agua llenos.

          No dió lugar Silvera á que Filardo
          dexasse la zampoña, que al punto que
          Arsiano acabó su soneto, vuelta á él,
          comenzó desta manera el suyo:


                       SILVERA

                Toma del hondo del abismo el fuego,
              la rabia y ansia de los condenados;
              el descontento de los agraviados:
              de los tiranos el desasossiego.
                Ponlo en el alma donde el Amor ciego
              puso tu merecer y mis cuidados,
              y porque sean mis males confirmados
              cessen mis ojos de mirarte luego.
                Que de tu voluntad escarnecido,
              aqueste Amor que sólo me asegura
              prisión, afrenta y muerte de tu mano,
                No sólo no de lo que siempre ha sido
              podrá quitar un punto, un tilde, un grano,
              pero hará mi fe más firme y pura.

          Estos pastores cantaban y otros menos
          afligidos, aunque todos enamorados, se
          estaban ejercitando en grandes pruebas,
          cuando entre todos llegó un pastor
          robusto con un cayado, dejó un sayo
          tosco, sin pliegues, hasta los pies, y
          en el brazo izquierdo un zurrón de lana,
          cinto ancho de piel de cabra y caperuza
          baja de buriel. Serrano era el traje y el
          color del rostro más; pero la postura y
          brío tan gentil, que suspendió á todos su
          llegada, y en lugar de cortesía, soltando
          el cayado y zurrón, desafió á tirar,
          saltar y correr á cuantos allí estaban.
          Muchos salieron á estos desafíos, mas
          á ninguno le estuvo bien, assí á los
          que saltaron y corrieron, como á los
          que tiraron la barra, y entre ellos no
          quedó el menos corrido Alfeo, sino el
          más deseoso de saber quién fuesse. Y si
          con este cuidado mirara á la serrana
          Finea, conociera fácilmente ser el
          pastor Orindo, por cuyo desdén ella
          andaba desterrada, que la turbación de
          su rostro bien claro se lo dixera; pero
          seguro desto pensó que era su mudanza
          porque aquel serrano le había vencido,
          y llegándose á ella le dixo: Finea mía,
          en esto y en todo es fácil que todos me
          venzan, mas en amarte ninguno. A esto
          Finea le hizo señas que callasse, que
          vido venir á Orindo á donde estaban, el
          cual, tras breve salutación le dixo:
          Finea, ¿hallaste mejor en lo llano que en
          la sierra? ¿Quién eres tú, dixo Finea,
          que quieres saber esso de mí? Si tú no lo
          sabes, dixo Orindo, menos lo quiero yo
          saber, pero certifícote que soy Orindo.
          Ya te conozco, dixo la serrana, y sin
          más hablar se levantó y dexólos; no hizo
          señal Orindo de seguirla ni Alfeo de
          sentimiento, aunque le tuvo en medio del
          corazón, y ya que la noche cerraba se fué
          á buscarla á su cabaña, donde amargamente
          la halló llorando, y queriéndola alegrar
          no pudo. Muchos días passó Finea desta
          suerte, y muchos Orindo la seguía, y
          otros muchos Alfeo confuso no sabía si
          perdía ó si ganaba, hasta que viniendo
          un día _Siralvo_ á la ribera, que muchos
          acostumbraba venir á visitar las cabañas
          de Mendino y los pastores que curaban su
          ganado, Alfeo le rogó que hablase con
          Finea y supiesse della la causa de sus
          lágrimas, porque si era pesar de ver á
          Orindo, él le echaría fácilmente de la
          ribera, y si era voluntad de volverse
          con él, no era razón desviárselo.
          _Siralvo_ lo tomó á su cargo, y á pocos
          lances sintió de Finea que andaba
          cruelmente combatida y su salud á mucho
          riesgo. Orindo era de su misma suerte,
          y Alfeo no, de manera que, estándole
          bien casarse con Orindo, á Alfeo no le
          convenía casarse con ella; su destierro
          había sido por desdén de Orindo, y ya
          venía humilde á su disculpa: Orindo era
          su amor primero; Alfeo, segundo; por
          otra parte, amaba á Alfeo y se veía dél
          amada, y en él había tantos quilates de
          valor y merecimiento, que antes ella se
          debía dejar morir que hacer cosa en que
          le ofendiesse; acordábase de la venida
          de Amarantha y que su mucha hermosura y
          afición no habían sido parte para torcer
          su voluntad. Estas consideraciones y
          otras muchas en la discreta Finea eran
          ponzoña que penetraba su pecho; pero
          _Siralvo_, que verdaderamente á los dos
          amaba, valiéndose de toda su industria
          echó el resto de su diligencia y pudo
          tanto, que en dos días que se detuvo en
          la ribera trocó las lágrimas de aquellos
          pastores en súbito placer y contento; de
          manera que Orindo y Finea tornaron á su
          primera amistad, Alfeo y la encubierta
          Andria á la suya, y Arsiano, vencido
          de la razón, volvió sus pensamientos á
          Silvera, que tan tiernamente le amaba;
          con intención Finea y Orindo de volverse
          á la sierra, Alfeo y Amarantha á la
          olvidada corte, Arsiano y Silvera de
          habitar el Tajo. No quedó en sus campos
          pastor que de tanto bien no se alegrase,
          y junta la mayor nobleza de la pastoría,
          concertaron celebrar estos conciertos
          hechos por mano de Amor con alguna fiesta
          en memoria dellos, y sabiendo ya que
          Alfeo era cortesano, quisieron que la
          fiesta fuese á su imitación. Propuso
          Elpino que se enramassen carros y en
          ellos saliessen invenciones y disfraces
          con músicas y letras, cada uno á su
          albedrío. Ergasto dixo que se cerrase
          una gran plaza de estacada y dentro
          se corriessen bravos toros con horcas
          y lanzas; pero Sileno dixo: Yo tengo
          yeguas que en velocidad passan al viento,
          MENDINO y _Cardenio_ lo mismo y holgarán
          de dallas para el caso; hágase una fiesta
          de mucho primor que en las ciudades suele
          usarse y sea correr una sortija, donde
          se puede ver la destreza y ánimo de cada
          uno. Esta proposición de Sileno agradó
          á todos, y de conformidad hicieron
          mantenedor á Liardo, y acompañado á
          Licio, y juez á Sileno, y á la hora se
          escribió un cartel señalando lugar para
          el cuarto día, desde la mitad dél hasta
          puesto el sol, donde, allende de los
          precios que ellos quisiessen correr, al
          más galán se le daría un espejo en que
          viesse su gala; al de mejor invención, un
          dardo con que la defendiese; á la mejor
          lanza, un cayado para otro día; á la
          mejor letra, las plumas de un pavón, y
          al más certero, una guirnalda de robre,
          por vencedor, y al que cayesse, un vaso
          grande en que pudiesse beber. Venida la
          noche, por toda la ribera se encendieron
          muchas hogueras, y el buen Sileno con
          toda la compañía, principalmente Mireno,
          Liardo, Galafrón, Barcino, Alfeo,
          Orindo, Arsiano, Colin, Ergasto, Elpino,
          Licio, Celio, Uranio, Filardo y SIRALVO,
          salieron por la ribera en yeguas de dos
          en dos con largas teas encendidas en las
          manos, corriendo por todas partes con
          mucho contento de cuantos lo miraban;
          porque unos se veían ir por la cumbre del
          monte, otros por los campos rasos, otros
          por entre la espessura de los sotos, y
          aun algunos arrojar las hierbas en el
          Tajo y pasarle á nado reverberando sus
          lumbres en el agua; después al son de
          la bocina de Arsindo se juntaron en un
          ancho prado que, á una parte sin hierba
          y llano y á otra lleno de altas peñas,
          era sitio para la fiesta principal muy
          acomodado y allí fijaron su cartel en
          el tronco de una haya, y con gran orden
          acompañando al viejo Sileno se volvió
          cada cual á su cabaña, excepto SIRALVO,
          que fué á despedirse de Arsiano, Orindo
          y Alfeo y de las hermosíssimas Andria,
          Finea y Silvera, prometiéndoles hallarse
          allí el cuarto día, con lo cual guió
          á la morada de Erión, donde Mendino y
          Cardenio le aguardaban maravillados de su
          tardanza; allí les contó el pastor lo que
          pasaba en la ribera, y cómo los pastores
          della les pedían sus yeguas y Sileno
          daba las suyas; no lo excusaron MENDINO
          y _Cardenio_, antes por su orden volvió
          SIRALVO á darlas el tercero día, y ellos
          también se determinaron de ver aquella
          fiesta tan nueva entre pastores; pero
          primero quisieron avisar á las amadas
          ninfas, y pudiéronlo fácilmente hacer
          porque hallaron á Florela en el monte,
          esperando que un ruiseñor se recogiese
          al nido para llevarle á FILIDA, que
          aquella noche se había agradado mucho de
          su canto; para este efeto la acompañaron
          los dos gallardos pastores, y tomando
          Mendino el ruiseñor se le dió á Florela
          y le dijo lo que en la ribera pasaba, y
          que en todo caso FILIDA y Filis y Clori
          no perdiesen de ver aquella fiesta,
          porque con la esperanza de verlos él y
          _Cardenio_ y _Siralvo_ estarían allá;
          con esto Florela se encumbró al monte
          y los pastores se bajaron con el Mago,
          que ya la mesa puesta los esperaba.
          Costumbre tenía Erión de tomar el
          instrumento sobre comida para recrear
          juntamente los cuerpos y los ánimos;
          assí esta vez en siendo acabada tomó un
          coro, que divinamente le tañía, á cuyo
          son los pastores se transportaron, y
          al fin dél, alabando al docto Mago, y
          tomando su licencia se salieron con los
          arcos por el monte, deseosos de toparse
          con las Ninfas, mas no les fué posible,
          porque como ellas tuvieron aviso de la
          fiesta, juntáronse Filida y Filis, Clori
          y Pradelia, Nerea y Albanisa, Arethusa y
          Colonia, y fueron al templo de la casta
          Diana por licencia para ir á la ribera;
          assí gastaron el día, y _Mendino_ y
          _Cardenio_ buscándolas en vano, y ya que
          bajaban á la cueva, mataron dos corzos
          en la falda del risco; á la hora, con
          Siralvo, que era venido á certificarles
          la fiesta, los enviaron á Sileno, porque
          supieron que los había menester el
          siguiente día; y ellos en amaneciendo
          dejaron la cueva y fueron á sus cabañas,
          donde le hallaron poniendo orden en todo.
          Era muy de ver á cada parte los sitios
          de los pastores donde tenían sus yeguas
          y ordenaban sus invenciones, cada uno en
          soledad con los de su cabaña, sin que
          de otra nadie los ocupase; y sabiendo
          Sileno de Florela, que vino delante,
          cómo las Ninfas venían, mando hacer tres
          enramadas, una para él y los precios,
          otra para las Ninfas y otra para las
          pastoras. En estos apercebimientos,
          pastores y Ninfas y la hora de la fiesta
          llegaron juntas; á cada cual puso Sileno
          en su sitio, y tomando el cartel subió
          al suyo con Mendino y Cardenio y los
          festejados Alfeo, Arsiano y Orindo. Sin
          duda eran estos los más apuestos pastores
          del Tajo, y éstas las más hermosas
          pastoras del mundo. A las Ninfas no
          alabe lengua humana, porque ellas no lo
          parecían; invidioso Febo se puso tras las
          pardas nubes, y assí passó el día todo
          sin dar fastidio con sus rayos; soberbia
          la tierra se alegró de arte que compitió
          con el cielo, pues los pastores que tan
          mejor lo sentían, celébrenlo con mirarlo
          si ojos mortales bastan á tanto bien; y
          ahora digamos cómo llegó el mantenedor
          Liardo vestido de un paño azul finíssimo,
          sayo largo vaquero y caperuza de falda,
          camisa labrada de blanco y negro con
          mangas anchas, atadas sobre los codos,
          con listones morados, zarafuelle y medias
          de lana parda y verde, zapato de vaca,
          que le servía de estribo y espuela, en
          una yegua castaña acostumbrada á volver
          los toros á las dehesas; el freno era
          un cabestro de cerdas con una lazada
          revuelta por los colmillos, y la silla
          una piel de tigre de varias colores, y
          presentándose á Sileno fué su _letra_:

                Si no gano manteniendo
              más que en mantener la fe,
              pocos precios ganaré.

          Licio, su acompañado, salió de la misma
          suerte, excepto que el vestido era
          leonado, la yegua baya y por silla su
          gabán doblado, y la _letra_:

                El que con la fe ha perdido
              la esperanza,
              ¿que ganará con la lanza?

          Celio cogió de los campos gran diversidad
          de flores y hierbas, y con el jugo
          dellas y agua de goma pintó la yegua y
          la lanza y su vestidura, que era de un
          blanco lienzo todo á bandas, de más de
          diez colores; pero la que caía sobre el
          corazón era negra, y la _letra_:

                Las alegres son ajenas,
              mas las tristes propias son,
              y más las del corazón.

          Puso por precio una bolsa de lana parda
          con cerraderos verdes, y contra ella
          señaló Sileno unas castañetas de ébano
          con cordones de seda; luego al son de
          la bocina de Arsindo y de un atabal de
          dos corchos, que Piron tañía, tomaron
          lanzas, y á las dos que corrieron no hubo
          ventaja, pero á las terceras Liardo llevó
          la sortija y Celio la cuerda: recibió
          Liardo sus precios y diólos á la hermosa
          Andria, que á quien él quisiera no podía;
          y vuelto al lugar, llegó Uranio, vestida
          la piel entera de un osso que él había
          muerto, y en la cabeza de la yegua,
          hecha de cartones, otra de sierpe, que
          la cubria, y en la anca una gran cola de
          la misma invención; la lanza cubierta de
          pellejos de culebras, de arte que parecía
          verdaderamente un osso; sobre una sierpe
          con una gran culebra en la mano, decía su
          _letra_:

                Pero la que sigo es
              al revés.

          Puso por precio un cuerno de hierba
          ballestera, y Sileno un carcax con seis
          saetas, y licencia para hacer un arco el
          que ganasse. Corrieron sus lanzas Licio
          y Uranio, y las cinco fueron con tanta
          gallardía, que á todos dieron contento;
          pero á la sexta, como la yegua de Uranio
          llevaba la cabeza cubierta, tropezó y dió
          con el osso una gran caída: perdió el
          precio, pero diósele un vaso de agua, y
          tornando á subir algo corrido se puso á
          un cabo.

          Luego entró Siralvo en una yegua overa,
          vestido de caza, de una tela blanca y
          verde, por toda ella sembrada de FF y SS;
          de las FF salian unos lazos que en muchos
          ñudos enredaban á las SS, y la _letra_:

                De ti nacieron los lazos,
              y de mí
              la gana de verme anssí.

          Puso por precio doce cintas de colores,
          con cabos blancos, y Sileno dos cenogiles
          de lo mismo. Corrieron Liardo y SIRALVO,
          sin haber ventaja entre ellos; pero como
          ya dos aventureros habían perdido, quiso
          Sileno animar á los demás, y juntamente
          hacer lisonja á MENDINO y dióle el precio
          á SIRALVO: el cual, mirando á quién
          pudiesse darle, vido llegar á la enramada
          de las ninfas un pastor muy flaco,
          vestido de un largo sayo de buriel, en un
          rocín que casi se le veían los huessos, y
          á las ancas traía otro pastor en hábito
          de vieja, ambos con máscaras feíssimas; y
          llegándose á ellos, les dió los cenogiles
          y las cintas.

          Los cuales á la hora los presentaron
          á Sileno y pidieron campo. Sileno se
          lo atorgó, y señaló contra sus precios
          una bola de acero bruñida, que servía
          bastantemente de espejo, y llegados al
          puesto, el pastor disfrazado quiso suplir
          la falta que había de padrinos en esta
          fiesta, y hasta la media carrera le
          llevaba la vieja la lanza: allí la tomaba
          él y en corriendo se la tornaba á dar;
          la gracia de las lanzas era muy conforme
          al talle, y la risa de las ninfas y
          pastores no cessaba; al fin, por pagalles
          el contento, Licio pidió al juez que les
          diesse los precios, y preguntándoles las
          ninfas si traían letra, sacó la vieja un
          papel y diósele. Entre los pastores no se
          supo lo que decía, entre ellas, basta que
          fué bien solenizado con risa y colores en
          algunas.

          Aquí llegó Filardo en una yegua alazana
          de hermoso talle; traía vestido sobre
          jubón y zarafuelles blancos, sayo y
          calzones de grana fina, caperuza verde,
          y en ella un manojo de espinas, y con un
          ramo de oliva, que salía de entre ellas,
          y la _letra_:

                Mi guerra produxo espinas,
              mas Amor
              mi paz les puso por flor.

          Dió por premio un caramillo de siete
          puntos, y contra él Sileno una flauta de
          trece. Corrió Liardo la primera lanza, en
          que llevó la sortija. Siguióle Filardo
          de la misma arte; á la segunda, Liardo
          tocó en ella y derribóla; lo mismo hizo
          Filardo, y á la tercera Liardo no llevó
          tal lanza como las passadas; pero Filardo
          la aventajó á todas, y assí Sileno le
          dió el precio, y él á Silvia, que con el
          deseo le tenía comprado.

          A la hora oyeron gran ruido de
          instrumentos y voces, y vieron llegar
          una ancha cuba, sobre secretas rodajas,
          tirada con cuerdas de cuatro máscaras,
          con rostros de gimios y pies de
          sátiros; venía enramada toda, y encima
          un pastor sentado, con carátula ancha
          y risueña, los brazos desnudos, los
          pechos descubiertos, y en su cabeza una
          guirnalda de pámpanos llenos de uvas y
          hojas, en una mano una copa y en otra
          un odre; alrededor dél, con las mismas
          coronas y alegria, venían muchos hombres
          y muchachos, que torciendo llaves,
          del vientre de la cuba sacaban vino,
          henchían vasos y derramaban los unos
          sobre los otros. No faltaba quien también
          tañesse chapas, albogues, bandurrias
          y churumbelas y otros instrumentos
          más placenteros que músicos; todos
          generalmente se alegraron con la buena
          venida del fingido Baco, y llegando á
          Sileno le dió esta _letra_:

                El que de mí se desvía,
              á sí y á mi madre enfía.

          Puso por precio un vaso grande de vidrio
          sembrado de verde pimpinela. Sileno
          señaló un caracol muy hermoso que podía
          servir de vaso y de bocina; con esto
          Baco y Licio fueron al puesto. La lanza
          de Baco era hecha de luengos sarmientos
          juntos y añudados con sus mismas hojas.
          No quiso Licio correr primero por el
          respeto del alegre rey; y en un punto,
          al son de los envinados instrumentos, la
          gran cuba fué llevada con grandíssima
          velocidad, y sin hacer calada ni cosa
          fea, Baco llevó la sortija, y lo mismo
          hizo la segunda y la tercera lanza; y
          aunque Licio corrió bien, quedóse en
          todas muy atrás. Tornaron á sonar los
          instrumentos, y la bocina de Arsindo y
          el atabal de Pirón, y con gran aplauso y
          contento se le dió á Baco el caracol, con
          lo cual hizo lugar á Galafrón, que entró
          en una yegua cebruna, cubierto de hierba
          tan compuesta y espessa, que por ninguna
          parte se veía otra vestidura; la cual
          lanza teñida del mismo color, y un sol de
          flores en la caperuza con esta _letra_:

                Mi sol fué la flor de abril,
              mi contento la verdura
              y el invierno mi ventura.

          Puso por precio un cinto de becerro
          bayo, tachonado de nuevo latón, con
          su escarcela plegada, y Sileno unas
          carlancas de cuero de ante, herradas con
          puntas de acero, importantíssimo reparo
          del mastín contra los noturnos lobos
          robadores del ganado. Corrió Liardo la
          primera lanza con mucha destreza, y
          Galafrón con mucha más; á la segunda
          se aventajó Liardo, y á la tercera
          anduvieron tan iguales, que SIRENO,
          _Mendino_ y _Cardenio_ no se supieron
          determinar; pero queriendo Sileno igualar
          á entrambos, trocó los precios, dando
          á Galafrón las carlancas y á Liardo
          el cinto, con que quedaron contentos,
          y más Silvera, á quien ambas joyas se
          presentaron.

          Gran rato después desto estuvieron Liardo
          y Licio esperando aventureros, y ya casi
          admirados de la tardanza, vieron venir
          un gran castillo almenado, con extraño
          ruido de cohetes, que por todas partes
          salían, invención que, á ser de noche,
          sin duda pareciera la mejor, porque era
          todo ensetado de mimbres torcidos y
          cubiertos de lienzos pintados de color
          de piedra, y dentro los pastores de
          Mireno, por secretos lazos le llevaban; y
          llegando á los jueces, abriéndose de una
          parte una ancha puerta, por ella salió
          Mireno en una yegua melada, pisadora,
          vestido de un sayo corto, gironado á
          colores, caperuza y calzón de lo mismo,
          zarafuelle y camisa de varias sedas y
          lana, con una argolla al cuello y esta
          _letra_:

              Por hado y por albedrío.

          Puso por precio una hermosa caja de
          cucharas, labradas con gran primor, y
          Sileno otra de ricos cuchillos, limados
          no con menos. Corrió Licio mejor que
          nunca su primera lanza; mas bien le hizo
          menester, que la de Mireno fué con gran
          gala y destreza; la aegunda no menos;
          pero á la tercera, Licio se embarazó y
          perdióla. Mireno, más animado, remató con
          llevar la sortija y el premio, el cual
          fué luego á manos de la hermosa FILIDA.

          Poco después entró Ergasto, en una yegua
          tordilla, vestido al modo de serrano, un
          sayo pardo de pliegues, largo de faldas,
          escotado de cuello, mangas abiertas de
          alto á baxo con cintas blancas, calzón
          de polaina, y sobre una gran cabellera
          postiza, la caperuza vaquera sembrada de
          cucharas y peines, y en lo alto della una
          mata de retama en flor, con esta _letra_:

                Tales son, Amor, tus flores
              que, del olor engañado,
              el gusto queda burlado.

          Quitó un peine de su caperuza, y púsole
          por precio, y Sileno unas tijeras grandes
          lucias de desquilar. Liardo fué en las
          dos lanzas primeras desgraciado, y en la
          tercera muy gracioso; pero como Ergasto
          en todas anduvo bien y igual, diósele el
          precio de que hizo presente á la serrana
          Finea, y ella le recibió con rostro
          afable.

          Iba ya el sol tan cerca de ponerse, que
          á poco más que Barcino tardara no fuera
          de efecto su venida; mas él llegó á
          tiempo en una hermosa yegua rucia rodada,
          vestido un galán pellico y calzón de
          armiño, sombrero en su cabeza, alto y
          ancho, de la misma piel, con zarafuelle y
          camisa de igual blancura, y su _letra_:

                En quererte,
              y tan en blanco mi suerte.

          Puso por precio un ramillete de rosas
          blancas, y Sileno un vidrio do se
          pudiessen conservar en agua. Corrió Licio
          la primera lanza, y llevó la sortija;
          Barcino tras él hizo otro tanto sin haber
          mejoría en la destreza, y volviendo á la
          segunda, mientras Lucio corría, y todos
          se ocupaban en mirarle, Barcino, sin
          dejar la yegua, se quitó el hábito de
          pastor y quedó hecho salvaje, cubierto de
          largo vello de pies á cabeza, de suerte
          que no fuera conocido á no serlo tanto
          la yegua. Estas segundas lanzas también
          fueron buenas; y de la misma suerte,
          mientras Licio corrió la tercera menos
          bien que las otras, Barcino tornó á dejar
          la piel de salvaje, y quedó vestido de un
          cuero plateado en forma de arnés desde
          el escarpe hasta la celada: iba todo él
          y la lanza bañado en agua ardiente, y en
          medio de la carrera, cuando la gente con
          más atención le miraba, con fuego secreto
          se hizo arder todo el cuerpo, hasta la
          armella de la lanza, de manera que no
          se pudo tener con ella cuenta, mas ella
          la dió tan buena de sí que se llevó la
          sortija. Mucho placer hubieron ninfas y
          pastores de la invención de Barcino, y
          dándole Sileno el precio, él le dió á
          Dinarda.

          Con esto, viendo ya que el sol era
          traspuesto, Sileno pidió á Mendino que
          diesse los _premios_ del _cartel_; y
          llegando todos á la enramada, _Mendino_,
          con muchos loores, encareció su fiesta, y
          á Barcino dió el dardo que era el premio
          de la invención; á Mireno el espejo, que
          era el de gala; á Uranio confirmó el vaso
          de agua que se le dió tan á mejor tiempo;
          á Baco, que se supo que era _Elpino_,
          cayado por mejor lanza; y á Liardo la
          corona, por vencedor, y las plumas del
          pavón que eran para la _letra_, remitió
          á las ninfas que las habían leído todas,
          y ellas con mucho gusto las dieron á la
          vieja.

          Bien quisieran los jueces que hubiera
          premios para cumplir con todos, y
          alabando á Aquel que sólo todo lo cumple,
          dejaron las enramadas, y ninfas y
          pastores siguieron al buen Sileno, que en
          su cabaña estaba aparejada la cena, donde
          passaron cosas de no menos gusto y donde
          se vido junta toda la bondad y nobleza
          humana, y donde quedaron en silencio
          hasta que más docta zampoña los cante ó
          menos ruda mano los celebre.


                    DEL AUTOR Á SU LIBRO


                         _Soneto._

                Por más que el viejo segador usado
              la hoz extienda por la mies amiga,
              no puede tanto que de alguna espiga
              no se quede el rastrojo acompañado.
                Aunque el corvo arador con más cuidado
              los bueyes rija y el arado siga,
              no le hace tan diestro su fatiga
              que no vaya algún sulco desviado.
                Y tú, PASTOR, que con tan pobre apero,
              de los humildes campos te retiras,
              lleno de faltas, sin enmienda alguna,
                Si te llamaren rústico y grosero,
              tendrás paciencia, pues, si bien lo miras,
              aquesta es mi disculpa y tu fortuna.


                    DE PEDRO DE MENDOZA


                         _Soneto._

                Este PASTOR en quien el cielo quiso
              resumir el primor de los pastores,
              que aunque son de los campos sus primores,
              do vive Amor no ha de faltar aviso.
                Por tal PASTOR se vuelve paraíso
              la ribera, caudal de amor y amores:
              por tal PASTOR merecen más loores
              los pastores del Tajo que el de Anfriso.
                ¡Oh tú sola, sin par FILIDA bella,
              y tú, PASTOR, gentil que su renombre
              tomaste por triunfo verdadero,
                Ella es digna por ti, más tú por ella,
              ella de ser del Tajo eterno nombre
              y tú de sus pastores el primero!


                 DE DIEGO MESSIA DE LASSARTE


                         _Soneto._

                Agradar al discreto, al más mirado,
              al necio, al maldiciente, al envidioso,
              medir los gustos de cortés curioso,
              ¿cómo podrá un PASTOR con su cayado?
                En su querido albergue del ganado
              trate y cuide, si el pasto le es dañoso,
              de FILIDA su bien, sólo cuidoso,
              y de otro fin ajeno y descuidado.
                Pastor, este es oficio de pastores:
              pero quien os leyere, dirá al punto
              que sois un nuevo cortesano Apolo.
                Con fama tal, del uno al otro polo,
              viviréis agradando á todos, junto
              discretos, envidiosos, detractores.


               DE DON LORENZO SUÁREZ DE MENDOZA


                          _Soneto._

          PASTOR, si estáis de serlo tan ufano,
          ¿cómo en las cortes os habéis metido?
          y si sois cortesano conocido, ¿para
          qué es bueno el traje de villano? Si
          tocáis el rabel con ruda mano, ¿cómo
          sale de cíthara el sonido? y si sois con
          los árboles nacido, ¿quién os mostró
          el lenguaje ciudadano? PASTOR, quiero
          deciros lo que siento, después de
          descifrar vuestros primores y de llegar
          con vos casi á las manos, Que FILIDA os
          ha dado ser y aliento para ser el mejor
          de los pastores y el más discreto de los
          cortesanos.


                   DE GREGORIO DE GODOY


                         _Soneto._

                PASTOR, que por ovejas ha escogido
              dulces cuidados, altos pensamientos,
              aunque la leche y queso sean tormentos,
              sola firmeza su cayado ha sido.
                No es mucho que, cansado del exido,
              se venga á los ilustres aposentos,
              que es agradable y sonlo sus intentos,
              y es bien morir á donde fué nacido.
                Por él puede decirse sin defecto
              que _so el sayal hay al_, pues si queremos
              apartarle el rebozo con cuidado,
                 Un GÁLVEZ DE MONTALVO hallaremos,
              tan hidalgo y galán como discreto
              y tan discreto como enamorado.


              DE DON FRANCISCO LASSO DE MENDOZA,
                      SEÑOR DE JUNQUERA


                         _Soneto._

                Si al claro ilustre son que con victoria
              tan célebre robó al olvido y muerte
              los hechos grandes de aquel griego fuerte
              tuvo Alejandro envidia tan notoria,
                Tuviérala mayor á la alta gloria
              de los pastores que do el Tajo vierte
              habitan, pues les da el cielo por suerte
              quien alce á más grandeza su memoria.
                Y á ti, Tajo mayor, que por tu arena
              dorada al Histro y Ganges igualabas,
              mas ya tu nombre cielo y tierra llena.
                Perlas, oro y rubís es cuanto lavas,
              pues MONTALVO, con rica heroica vena,
              te enriquece del bien que no alcanzabas.


                   DEL DOCTOR CAMPUZANO


                         _Soneto._

                Hallar del Nilo la primera fuente
              procuraba Nerón con gran trabajo.
              ¡Oh! quién me descubriesse la del Tajo,
              avenida de amor, rica corriente.
                El Pindo debe ser en Oriente,
              de allí desciende por su falda abaxo,
              dejemos sus rodeos, quel ataxo
              más breve es esperarle en Occidente.
                ¿Dónde está esto, PASTOR? quiero gustalle;
              aquí es el agua dulce, aquí se cría
              aquel licor del monte soberano.
                Este solo PASTOR basta á loalle,
              y á tal PASTOR ninguno bastaría,
              y ansí lo dejo por trabajo vano.


                   FIN DEL PASTOR DE FILIDA




                    COLLOQUIOS SATÍRICOS

                         HECHOS POR
                   ANTONIO DE TORQUEMADA

             SECRETARIO DEL YLLUSTRISSIMO SEÑOR
                DON ANTONIO ALFONSO PIMENTEL,
                    CONDE DE BENAVENTE

                        DIRIGIDOS

            AL MUY YLLUSTRE Y MUY EXCELENTE SEÑOR
                    DON ALONSO PIMENTEL
          PRIMOGÉNITO Y SUCESSOR EN SU CASA Y ESTADO

          _A continuación se detallan las materias
          que se tractan en estos siete colloquios._


          _Colloquio primero_, en que se tratan
          los daños corporales del juego y aun
          espirituales, persuadiendo á los que lo
          tienen por vicio que se aparten dél, con
          razones muy sufficientes y provechosas
          para ello, en que hallarán todas quantas
          cautelas y engaños que los malos
          jugadores usan y se aprovechan dellas en
          todo género de juegos.

          El _segundo colloquio_ trataos y
          boticarios están obligados á hazer para
          cumplir con sus officios y conciencias.
          Assí mesmo se ponen las faltas que ay
          en ellos para daño de los enfermos,
          declarando las faltas y hierros que
          hazen, con muchos avisos necesarios y
          provechosos; divídense en dos partes: en
          la primera se trata lo que toca á los
          boticarios; en la segunda, lo de los
          médicos.

          _Colloquio tercero_, en que se tratan
          las excelencias y perfición de la vida
          pastoril para los que quieran seguirla,
          provándolo con muchas razones naturales
          y auctoridades y exemplos de la Sagrada
          Escriptura, y de otros autores. Es muy
          provechoso para que las gentes no vivan
          descontentas con la pobreza, ni pongan
          la felicidad y bienaventuranza en tener
          grandes riquezas y gozar de grandes
          estados.

          _Colloquio cuarto_, que trata de la
          desorden que en este tiempo se tiene
          en el mundo, y principalmente en la
          christiandad, en el comer y beber, con
          los daños que dello se siguen y quán
          necessario sería poner remedio en ello.

          _Colloquio quinto_, que trata de la
          desorden que en este tiempo se tiene en
          los vestidos, y quán necessario sería
          poner remedio en ello.

          _Colloquio sexto_, que trata de la honrra
          del mundo, dividido en tres partes: En
          la primera se contiene qué cosa es la
          verdadera honrra, y cómo la que el mundo
          comúnmente tiene por honrra las más vezes
          se podría tener por más verdadera infamia.

          En la segunda se tratan las maneras de
          las salutaciones antiguas y los títulos
          antiguos en el escrevir loando lo uno y
          lo otro y burlando de lo que agora se usa.

          En la tercera se trata una quistión
          antigua y ya tratada por otros, sobre
          quál sea más verdadera honrra, la que se
          gana por el valor y merecimiento de las
          personas ó la que procede de los hombres
          por la decendencia de sus passados. Es
          colloquio muy provechoso para descubrir
          el engaño con que las gentes están ciegas
          en lo que toca á la honrra.

          _Colloquio sétimo._ Pastoril en que un
          pastor llamado Torcato cuenta á otros dos
          pastores llamados Filonio y Brisaldo los
          amores que tubo con una pastora llamada
          Belisia. Va compuesto en estilo apacible
          y gracioso; y contiene en sí avisos
          provechosos para que las gentes huyan de
          dexarse vencer del amor, tomando enxemplo
          en el fin que tuvieron estos amores, y
          el pago que dan á los que ciegamente los
          siguen, como se podrá ver en el proceso
          deste colloquio.

                    _Fin de la tabla._


          Yo el maestro Alexio Venegas he leydo
          todo este libro, y lo que dél me
          paresce es que los colloquios satíricos
          son dignos de ser impressos para que
          vengan en las manos de todos, porque
          son muy avisadamente escritos y son muy
          provechosos, con que no se dexen algunas
          corresciones, que aunque son pocas,
          algunas son sustanciales.

          Del coloquio pastoril digo que el
          estilo sabe no solamente de pastores,
          más aun de muy leydos ciudadanos, en
          el que aunque ay algunos avisos contra
          el amor, especialmente en la tercera
          parte ay muchas celadas, que enseñan á
          amar á los ignorantes, por donde no se
          les debría dar arte para osar emprender
          lo que ignorancia no emprendería, mas
          si se hubiese de imprimir vaia con las
          enmiendas que en él se hizieron.

                          _Alexio Venegas._


                      EL PRÍNCIPE

          Por quanto por parte de vos Antonio
          de Torquemada, criado del conde de
          Benavente, nos ha sido hecha relación
          que vos habéis hecho en prosa castellana
          unos colloquios satíricos con un
          colloquio pastoril al cabo, suplicándonos
          y pidiéndonos por merced que teniendo
          consideración al trabajo que en componer
          la dicha obra habeys tenido os diéssemos
          licencia y mandássemos que vos ó la
          persona ó personas que vuestro poder
          oviessen y no otras algunas puedan
          imprimir ni vender los dichos colloquios
          en estos reynos y señoríos de la corona
          de Castilla ni traellos á vender de
          fuera dellos ó como la nuestra merced
          fuere, y porque habiéndose visto los
          dichos colloquios por nuestro mandado
          paresció que de imprimirlos no se siguía
          ningún incombiniente, por la presente
          os damos licencia y facultad y mandamos
          que vos ó la persona ó personas que
          vuestro poder ubieren y no otras algunas
          puedan imprimir ni vender ni impriman
          ni vendan los dichos colloquios en los
          dichos reynos, señoríos de Castilla ni
          traellos de fuera dellos por tiempo de
          diez años primeros siguientes, que se
          cuenten desdel día de la fecha desta
          mi cédula en adelante, so pena que la
          persona ó personas que sin tener vuestro
          poder para ello lo imprimieren ó hizieren
          imprimir y lo vendieren ó hizieren vender
          pierdan toda la impresión que hizieren
          ó vendieren y los moldes y aparejos con
          que lo hizieren, y más incurra cada
          uno en pena de treynta mil maravedís
          por cada vez que lo contrario hiziere,
          la qual dicha pena se reparta en esta
          manera: la tercia parte para la persona
          que lo acusare, y la otra tercia parte
          para el juez que lo sentenciare, y la
          otra tercia parte para nuestra cámara
          y fisco, y mandamos que cada pliego de
          molde de la dicha obra se venda al
          precio que por los del Consejo de Su
          Majestad fuere tasado, y mandamos á
          los del dicho Consejo de Su Majestad,
          presidentes y oydores de sus audiencias,
          alcaldes, alguaziles de la casa corte y
          chancillerías y á todos los corregidores,
          assistentes, gobernadores, alcaldes,
          alguaziles, prebostes, merinos y otras
          muchas justicias y juezes qualesquier
          destos nuestros reynos y señoríos que
          guarden y cumplan, y hagan guardar y
          cumplir esta nuestra cédula y contra lo
          en ella contenido, no vayan, ni passen,
          ni consientan hir ni passar en tiempo
          alguno ni por alguna manera so pena de la
          nuestra merced y de diez mil maravedís
          para la nuestra cámara á cada uno que
          lo contrario hiziere. Fecho en Segovia
          á diez de abril de mil y quinientos y
          cinquenta y dos años.

                                _Yo el Principe._
           _Por mandado de Su Alteza, Iuan Vázquez._


          AL MUY EXCELENTE SEÑOR DON ALONSO
            PIMENTEL, PRIMOGENITO SUCESSOR EN EL
            ESTADO DE BENAVENTE, ETC., MI SEÑOR.


          Doctrina es común de todos los filósofos,
          muy excelente señor, que aquello que se
          trata en la niñez y tierna edad de los
          hombres es lo que más se imprime en ell
          alma y hace aposento en la condición,
          quedando como el sello en la cera, que
          muestra las armas señaladas en ella
          como en él estaban esculpidas, y assí
          todos los que desean que sus hijos sean
          bien enseñados, habrían de procurar que
          la primera conversación fuesse tal que
          della pudiessen tomar buenos enxemplos y
          aprender buenas costumbres, porque esta
          era ley que los atenienses guardaban en
          su república de tal manera, que muchas
          veces si los padres eran viciosos, les
          quitaban los hijos de su poder para
          que no se estragassen y corrompiesen
          con sus vicios. La conversación,
          vuestra excelencia la tiene tal en sus
          illustríssimos padres, que todo el
          mundo con muy justa razón los puede
          tener ante sus ojos por perfectíssimo
          dechado de virtudes. Y porque el tiempo
          que vuestra excelencia se hallase en
          ociosidad della, en ninguna cosa mejor
          puede emplearlo que en leer los libros
          que hay escritos, de adonde se pueden
          sacar buenos exemplos y doctrina, los
          cuales, aprendidos en la edad de siete
          años que vuestra excelencia tiene, hacen
          raices en el alma para todo el tiempo de
          la vida, tomé yo atrevimiento para poner
          en sus manos estos colloquios en que se
          reprehenden algunos vicios y se da á
          entender el daño que sigue dellos, para
          que si alguna vez viniesen disfrazados
          puedan mejor conoscerse, y sepa vuestra
          excelencia apartarlos de sí y de sus
          repúblicas cuando nuestro señor fuese
          servido que venga á tener el gobierno
          dellas. Y á los que les paresciere
          que yo hago yerro en sacar á luz una
          obrecilla que no tiene mayor bien que
          estar debajo del amparo y favor que para
          ello ha tomado, responderles he con lo
          que Sant Pablo dice: que todas las cosas
          que están escritas se escribieron para
          nuestra doctrina, y assí podrán inmitar
          lo bueno que dixese y huir de lo que
          vieren que es malo; pues mi intención ha
          sido buena para no ser mal juzgada porque
          todo en fin es acertar á servir á vuestra
          excelencia como lo hago agora en servicio
          del conde mi señor y de la condesa mi
          señora, á quien nuestro Señor dé tan
          larga vida y con tan gran prosperidad
          como sus humildes criados deseamos, para
          que con ella pueda aumentar su señorío y
          estado y dexar á vuestra excelencia por
          sucessor en ellos, como lo merece.

          Menor y más obediente criado de vuestra
          excelencia que sus excelentes manos besa.


          ANTONIO SÁNCHEZ IOLI EN LOOR DEL AUTOR

                Mi lengua muy torpe, mi muy ruda pluma,
              mi poco saber, mi grande deseo
              agora conviene que largo resuma
              en loor de persona, que con mayor suma
              de lo que diré merece su arreo.
                El grande tesoro de[1273] acerva Siqueo
              no se compara con este minero,
              el oro y la plata parece muy feo
              delante de aqueste á quien claro veo
              Minerva lo tiene por su tesorero.
                Las minas ó venas que hobo en España
              de oros y platas y de otros metales,
              al grande poder por fuerza y por maña
              que tenía adquerido, que era cosa extraña,
              de grandes haciendas y ricos caudales.
                Si el rey Hispan fundó cosas reales
              y hizo otros hechos en ella famosos,
              ya casi que vemos por tierra los tales;
              pero aun que faltaron, por ser terrenales,
              ya han adquirido otros más frutuosos.
                El oro y la plata al fin, fin, fué tierra,
              y asina se halló sin trabajo poner
              las minas que ora hay, Tritona las cierra;
              no se abren á nadie sino á pura guerra
              que el que las quisiere con si ha de traer.
                En esto está firme España y su ser,
              toda bordada de sublimes ciencias
              que están en personas de mucho valer,
              y de los que hay, podremos creer
              vos sois el uno de más preeminencias.
                Y no os doy aquellas que os debría de dar
              según que se debe á su merecimiento,
              que sería manera de nunca acabar
              un imprincipio de siempre contar
              y al cabo que falte la suma y el cuento.
                Porque habéis fundado tan hondo secreto
              de dichos subtiles, avisos y cosas,
              que cualquier curioso de noble talento
              si los nota bien verá lo que siento
              ser digno de fama y honrra gloriosas.
                Todos los vicios que están embaucados
              de aquellos que piensan apenas se engañan
              reciban v noten los vuestros dechados,
              que allí entenderán como andan burlados,
              verán si coligen los bienes qne apañan.
                E los que otros puntos también amarañan
              mirando muy bien lo que va apuntando
              á sí mesmos cierto temen que se dañan;
              de donde sucede que muchos se ensañan
              á Dios maldiciendo no habiendo pecado.

                           _Vale, autor charissime._


          EL IMPRESOR Á LOS LECTORES SOBRE LA
            CORRECCIÓN DE LOS LIBROS

          Es costumbre tan usada en cualquiera que
          lee un libro, si halla algunos defetos
          ó mentiras ó letras mal puestas ó unas
          por otras, que luego echan la culpa al
          impresor que lo imprimió, sin saber si
          aciertan ó si no, que como ya tiene esta
          fama no habrá nadie que se la quite,
          y para desengañar los que así echan
          la culpa á los impresores determiné
          avisarles declarándoles la manera que
          se tiene en las correcciones; y habéis
          de saber que en cualquier emplenta hay
          un corretor asalariado para que corrija
          todos los libros que se imprimen, y éste
          ha de tener cuidado de corregir todas
          las faltas que halla en el original y
          que se hacen en la emplenta, y así, si
          algunos defetos se hacen, son á cargo del
          corretor y no del impresor, y así ninguno
          se debe de maravillar por las faltas que
          halla, porque por sí mesmo puede juzgar
          á los corretores: estáis escribiendo una
          carta á donde tenéis todo vuestro juicio
          y memoria y entendimiento, á donde no
          tenéis más con quien entender sino con
          el papel y la pluma y tinta, y después
          de escrita, tornándola á leer halláis en
          ella harto que tornar á enmendar, y aun
          tomarla á trastadas, cuanto más donde
          hay tantas menudencias de letra que no
          basta juicio humano para hacer que en lo
          que se imprime no lleve defetos; porque
          por mí lo he visto passar dos y tres
          veces y aun cuatro una prueba, y si me
          tomasen juramento juraría que no hay en
          ella qué corregir, y tornarla á leer y
          hallar en ella algunas mentiras ó letras
          mal puestas, y aun algunos que me han
          dado obras á imprimir, y ellos mismos son
          corretores de sus obras, y decirme que
          en sus obras no han de llevar sola una
          mentira, y al cabo de impresa la obra
          tornarla á pasar el autor y hallar tantas
          que estaban espantados; assí que se pasan
          los ojos y no basta nadie á hacer que
          no lleve defetos, aunque más mirar y
          diligencia tengan.


                                NOTAS:

[1273] Parece que ha de ser _que_.




                         COLLOQUIO

          En que se tratan los daños corporales del
            juego, persuadiendo á los que lo tienen
            por vicio que se aparten dél, con razones
            muy suficientes y provechosas para ello.


                      INTERLOCUTORES

            _Luis._--_Antonio._--_Bernardo._

          LUIS.--Verdaderamente, señor Antonio,
          aunque la profesión ú orden de vida que
          los hombres toman para sustentarse, á lo
          más sea muy áspera y trabajosa, cuando
          los bienes de fortuna no bastan para
          poder vivir con ellos conforme á la
          calidad de sus personas, todas me parecen
          tolerables y que con mayor paciencia se
          pueden sufrir los trabajos que acarrean
          pudiéndose passar sin venir á perder su
          propia libertad, compelidos y apremiados
          á venderla por dineros, haciéndose
          esclavos y muchas veces por muy pocos,
          siendo esta libertad tan sin precio que
          dice Ovidio della que no se vende bien
          por todo el oro del mundo.

          ANTONIO.--Antigua querella es esta de
          todos los que viven con señores, y
          los más dellos tienen poca razón de
          agraviarse, porque demás de llevarles
          sus dineros y sustentarse con hacienda
          ajena, hay otras ganancias que obligan
          á dissimularlas con sobras de la falta
          de libertad, porque se ganan los favores
          en las necesidades, el socorro en los
          trabajos, el valor y merecimiento en las
          personas, que si bien lo consideráis,
          á muchos tenéis mucho respeto por ser
          criados de los señores que decís, que no
          lo siendo hacíades poco caso dellos.

          LUIS.--Es muy gran verdad lo que habéis
          dicho, pero todavía parece gran bien
          vivir los hombres libres si tienen
          posibilidad de hacerlo.

          ANTONIO.--Pocos hay que la tengan que no
          la hagan, y los que no lo hacen es porque
          pretendan otras cosas que no tienen en
          menos que la riqueza.

          LUIS.--¿Qué cosas son esas?

          ANTONIO.--De lo que he dicho lo
          pudiésedes haber inferido. La honra, la
          autoridad, la preminencia, el acatamiento
          que se les hace, el respeto que se les
          tiene por causa de los señores con quien
          viven, y no quiero daros exemplos desto
          porque serían perjudiciales, pues no
          puedo decir que se les da todo esto por
          causa ajena sin mostrar que por la suya
          no lo merecían.

          LUIS.--Bien sería todo ello si no viniese
          tan cargado de inconvenientes que apenas
          puede el provecho y honra con ellos,
          porque si hacéis algún delito ó cosa
          por donde merezcáis ser castigado en
          tierra del señor con quien vivís, mayor
          es el rigor que se usa con vos que en
          otra parte ninguna; porque dicen que
          con el castigo de su criado dan mayor
          exemplo á sus súbditos, y assí estáis
          con obligación de vivir más recatado y
          con mayor aviso. Y lo que peor es que,
          conociendo esto los vasallos, tienen
          en poco á los criados de los señores,
          desacatándose con ellos y tratándolos
          con poco respeto, y éstos porque saben
          que los han de sufrir, y que por no dar
          ocasión á que el señor se enoje con ellos
          y aun por ventura los despida, sufren
          muchas veces más de lo que sería justo.

          ANTONIO.--Los señores que esso permiten
          no pueden excusarse de culpa mientras
          así lo hicieren, pues es ley universal
          de naturaleza que haya unas personas
          preferidas á otras, y los que quieren tan
          grande igualdad en sus tierras, yerro
          es manifiesto que hacen. Pero debéis
          engañaros, que si algunas veces los
          señores muestran querer esa igualdad no
          es para más de quitar la ocasión á los
          criados que no se ensoberbezcan ni traten
          ásperamente á los vasallos, pensando que
          con servirles tienen libertad para ello.

          LUIS.--No sé lo que tenga por peor; una
          cosa quiero que me confeséis.

          ANTONIO.--¿Qué cosa?

          LUIS.--Que no conoscen los señores el
          buen servicio que tienen.

          ANTONIO.--¿Cómo es eso?

          LUIS.--Yo os lo diré. Porque nunca
          supieron ser mal servidos: tiene uno
          de nosotros un mozo ó dos ó tres, que
          á cada paso que les decimos ó mandamos
          alguna cosa fuera de su voluntad se
          agravian en nuestra presencia y nos dicen
          palabras sueltas y libres, y muchas veces
          se desvergüenzan á responder que no
          quieren hacer lo que se les manda, y aun
          algunas con palabras iguales. Y todo esto
          sufrimos y passamos y disimulamos, que no
          es menester poca paciencia para ello.

          ANTONIO.--¿Y qué es la causa que la
          tenemos?

          LUIS.--Servirnos nosotros de gente ruin,
          desvergonzada y desenfrenada, y que se
          les da poco vivir hoy con uno y mañana
          con otro. Y si no hallan amos, pedirlo
          por Dios ó tomar cordel y ser ganapanes.
          Y si nosotros los despedimos, no hallamos
          otros mejores, y por ventura serían de
          peor condición; pero los señores que se
          sirven de hombres que tienen y temen
          la honra, no pasan por este trabajo,
          que con ser buenos y hijos de buenos,
          demás de no hacer vileza, procuran tener
          contento siempre al señor con quien
          viven, sufriendo sus desabrimientos, sus
          importunidades y sus condiciones, que
          son muchas veces fuera de todos términos
          de razón, porque saben que han de salir
          con todo lo que quieren, sin que sus
          criados se lo contradigan ni dexen de
          cumplir lo que les manda, sea bueno ó
          malo, justo ó injusto, ¿y qué pensáis que
          lo hace? La vergüenza y la virtud que
          tienen; de manera que la mayor ventaja
          que nos hacen los príncipes y señores es
          servirse de buenos y hijos de buenos y
          que procuran hacer y sufrir como buenos,
          y nosotros somos servidos de gente ruin y
          de ruines costumbres y inclinaciones. Así
          que si aquellos á quien servimos mirasen
          y pusiessen ante sus ojos una cosa tan
          áspera y terrible como es que negamos
          nuestra propia inclinación y voluntad por
          seguir la ajena; y muchas veces tan fuera
          de razón y de propósito parecerles ya
          poca recompensa el salario por grande que
          fuesse, y holgarían de disimular algunas
          flaquezas, si en nosotros las hubiese, en
          lo que toca á su servicio, y juntamente
          con esto caerían en la cuenta de la
          obligación que tienen de hacer merced á
          los que bien y con trabajo les sirven.

          ANTONIO.--Ese es el mayor que los
          servidores padescen, á lo menos aquellos
          que, como habéis dicho, son criados de
          grandes señores y príncipes, porque no
          sirven tanto por el galardón y premio
          que les dan de su salario y partido,
          como por la esperanza que tienen de ser
          remunerados en beneficios y mercedes. Y
          muchas veces les pasa la vida bebiendo
          los vientos como camaleones y cebándose
          en esperanzas vanas, sin sacar más fruto
          ni provecho de hallarse burlados.

          LUIS.--No tienen de esso los señores toda
          la culpa.

          ANTONIO.--¿Cómo no? Pues los servidores
          ¿hacen por su parte lo que son obligados?

          LUIS.--Yo os lo diré: mucho está en ser
          unos venturosos y más bien afortunados
          que otros, digo cuanto á la opinión de
          algunos, que la verdad católica no lo
          consiente; mas prosiguiendo en alguna
          manera la vulgar opinión, para que mejor
          lo entendáis, quiero deciros en breves
          palabras que cuando niño me acuerdo que
          me contaron. Un rey que hubo en los
          tiempos antiguos, cuyo nombre no tengo
          memoria, tuvo un criado que le sirvió
          muchos años con aquel cuidado y fidelidad
          que tenía obligación, y viéndose ya en
          la vejez y que otros muchos que habían
          servido tanto tiempo ni tan bien como
          él habían recebido grandes premios y
          mercedes por sus servicios, y que él sólo
          nunca había sido galardonado ni el rey
          le había hecho merced ninguna, acordó de
          irse á su tierra y passar la vida que le
          quedaba en granjear un poco de hacienda
          que tenía. Para esto pidió licencia y se
          partió, y el rey le mandó dar una mula
          en que fuesse, considerando que nunca
          había dado nada á aquel criado suyo, y
          que teniendo razón de agraviarse se iba
          sin haberle dicho ninguna palabra. Y para
          experimentar más su paciencia invió otro
          criado suyo que, haciéndose encontradizo
          con él, fuese en su compañía dos ó tres
          jornadas y procurase entender si se tenía
          por agraviado. El criado lo hizo así, y
          por mucho que hizo nunca pudo saber lo
          que sentía, más de que passando por un
          arroyo la mula se paró á orinar en él y
          dándole con las espuelas dixo: Arre allá,
          mula, de la condición de su dueño, que
          da donde no ha de dar. Y passando de la
          otra parte aquel criado del rey que le
          seguía, sacó una cédula suya por la cual
          mandaba que se volviesse y lo hizo luego;
          y puesto en la presencia del rey, el cual
          estaba informado de lo que había dicho,
          le preguntó la causa que le había movido
          decir aquello. El criado le respondió
          diciendo: Yo, señor, os he servido mucho
          tiempo lo mejor y más lealmente que he
          podido; nunca me habéis hecho merced
          ninguna, y á otros que no os han servido
          les habéis hecho muchas y muy grandes
          mercedes, siendo más ricos y que tenían
          menos necesidad que yo, y así dixe que
          la mula era de vuestra condición, que
          daba donde no había de dar, pues daba
          agua al agua, que no la había menester,
          y dexaba de darla donde había necesidad
          della, que era en la tierra. El rey le
          respondió: ¿Piensas que tengo yo toda la
          culpa? La mayor parte tiene tu ventura;
          no quiero decir dicha ó desdicha,
          porque, de verdad, estos son nombres
          vanos, mas digo ventura, tu negligencia
          y mal acertamiento fuera de razón y
          oportunidad; porque lo creas quiero
          que hagas la experiencia dello. Y assí
          lo metió en una cámara y le mostró dos
          arcas iguales y igualmente aderezadas,
          diciéndole: la una está llena de moneda
          y joyas de oro y plata, y la otra de
          arena: escoge una de ellas, que aquélla
          llevarás. El criado, después de haberlas
          mirado muy bien, escogió la de la arena,
          y entonces el rey le dixo: Bien has visto
          que la fortuna te hace el agravio también
          como yo; pero yo quiero poder esta vez
          más que la fortuna, y assí le dió la otra
          arca rica, con que fué bienaventurado.

          ANTONIO.--Entendido he lo que ahí queréis
          inferir, y lo que yo querría es que de la
          misma manera hiciesen conmigo, que no soy
          más dichoso que esse.

          LUIS.--Todavía quiero decir que los
          criados tenemos la culpa de que los
          señores se descuiden de hacernos merced,
          porque nosotros les damos mucha ocasión
          para ello.

          ANTONIO.--¿Cómo es esso?

          LUIS.--Yo os lo diré. ¿Paréceos que es
          bien lo que los criados por la mayor
          parte hacen, que es agraviarse siempre de
          aquellos á quienes sirven diciendo mal
          y blasfemar dellos públicamente y donde
          quiera que se hallan, como si fuessen
          sus mortales enemigos, porque no les dan
          cuanto tienen y porque no les hacen cada
          día mercedes como si de fuero se las
          debiesen?

          ANTONIO.--No alabo yo á los que esso
          hacen y es la mayor falta que puede
          haber en los servidores, si reciben la
          justa recompensa de su servicio en el
          partido y en otras cosas; pero así como
          digo esto de los que se agravian sin
          razón, quiero salvar á los que la tienen
          con aquel exemplo de Philipo, rey de
          Macedonia, el cual tuvo un criado llamado
          Nicanor, de quien fué muy bien servido,
          y como no recibía el galardón conforme á
          sus servicios, comenzó á desenfrenar la
          lengua y á decir mal del rey, tan libre y
          sueltamente donde quiera que se hallaba,
          que unos privados de Philipo que le
          oyeron se lo fueron á decir; agraviando
          el negocio y pareciéndoles que no
          cumplían con menos, le inducían á que le
          castigase gravemente y le desterrase de
          su reino. El rey dixo que él haría en él
          lo que convenía, y de ahí á tres ó cuatro
          días hizo muy grandes y crecidas mercedes
          á Nicanor. Y passado muy poco tiempo
          tornó á preguntar á aquellos criados
          suyos si porfiaba Nicanor en decir
          todavía tantos males dél como solía.
          Ellos le respondieron que antes decía y
          publicaba tantos bienes que los tenía
          maravillados de su mudanza. Y el rey les
          dixo entonces: Agora veréis que no tenía
          el sólo la culpa, sino yo, pues era en mi
          mano hacer que dixese bien ó mal de mí y
          no lo había remediado hasta agora.

          ANTONIO.--Ya no son essos tiempos, ni se
          usa agora esa manera de remedios, aunque
          no hay menos obligación que entonces para
          que los señores tengan más cuenta con
          su familia y con los que mayor trabajo
          pasan en su servicio, para que mejor
          sean remunerados. Pero dexando esta
          materia, ¿no veis cuál viene Bernardo
          tan pensativo y triste que apenas puede
          moverse, la color mudada y levantando los
          ojos al cielo como si tuviesse que tratar
          con las nubes?

          LUIS.--No trate con Dios de decir alguna
          blasfemia entre dientes, que á lo que yo
          entiendo, el que daba poco ha jugado y
          debe haber perdido lo que tenía.

          ANTONIO.--¡Ah, gentil hombre, por acá es
          el camino si no vais huyendo de nosotros!

          BERNARDO.--Antes vengo mejor guiado de lo
          que pensaba, pues he venido á hallar tan
          buena conversación para pasar el día.

          ANTONIO.--Mejor viva yo que no
          quisiérades vos más que durara lo que
          habéis dexado y que vuestra bolsa os
          prestara más aparejo. Pero vos hacéis con
          el juego lo que ella hace con vos, que le
          dexáis cuando ella dexa de daros dineros,
          y assí creo que debe de haberos acaecido
          agora.

          BERNARDO.--¿En qué lo veis?

          ANTONIO.--Vuestro gesto lo dice y el
          semblante que traéis muestra que habéis
          perdido lo que teníades.

          BERNARDO.--Pluguiera á Dios que no fuera
          más de esso, y de lo que me pesa es que
          no sólo perdí lo que tenía, pero también
          lo de mis amigos, que treinta ducados me
          prestaron y tampoco me dexaron blanca
          dellos.

          LUIS.--¿Pues por qué dexaste de jugar?
          Quizá os desquitárades.

          BERNARDO.--Porque no hallé quien me
          prestase más dineros.

          ANTONIO.--Yo lo creo bien, que si el
          juego no os dexa á vos, no le dexaréis
          vos á él. ¿Y quién os lo ganó?

          BERNARDO.--Ruiz y Guevara me trataron
          como os digo.

          ANTONIO.--¿Y por haber perdido habéis de
          mostrar essa tristeza? Péssame ya que
          nadie os lo sintiesse por lo que toca á
          vuestra honra. Ya yo os he visto perder
          mayor cantidad y no por eso dexasteis de
          quedar muy alegre y contento.

          BERNARDO.--No serán pocas veces las
          que esso me ha acaecido, pero entonces
          quedárame con qué poder tornar á jugar,
          y assí no sentía tanto la pérdida, y
          agora ha días que el juego me tiene
          fatigado, y no solamente he perdido
          cuanto tengo, pero también el crédito.
          Porque ya no hallo quien me preste un
          ducado, y los que agora me prestaron
          fué porque les debía más dineros, y
          quisieron aventurallos porque si ganasse
          se los pagasse todos. Y también empeñé mi
          palabra que lo uno y lo otro les pagaría
          dentro de tercero día, lo cual puedo tan
          bien cumplir como volar de aquí al cielo.

          LUIS.--Essa es la mayor pérdida. Porque
          con ello perdéis la autoridad, la fe que
          habéis dado, y por ventura perderéis
          los amigos, que de tales se os volverán
          enemigos no cumpliendo con ellos lo que
          habéis quedado.

          BERNARDO.--Ninguno se obliga á lo
          imposible, y si no lo tengo, como suelen
          decir, el rey me hace franco; cuando
          pudiere les pagaré y en tanto tengan
          paciencia, pues yo la tengo, no me
          quedando qué jugar, y lo peor es que
          gastar, ni con qué remediarme.

          ANTONIO.--Muy mala razón es essa, señor
          Bernardo, y por lo mucho que os quiero no
          querría que la dixérades fuera de entre
          nosotros porque seríades mal juzgado. Y
          pues que tantas veces tenéis experiencia
          de los males y daños y desasosiegos
          que el juego trae consigo, debríades
          moderaros en jugar, y aun lo mejor sería
          dexarlo del todo, pues habéis visto la
          ganancia que sacáis de andaros jugando
          toda la vida, que en fin no la podéis
          sacar mejor que todos la sacan, la cual
          es acabaros de perder del todo si no
          ponéis remedio en lo porvenir, pues
          tenéis tiempo para hacerlo.

          BERNARDO.--Por Dios que me parece,
          señor Antonio, que queréis contrahacer
          al raposo, que se vestía en hábito de
          frayre para predicar á las gallinas;
          nunca vi yo rufián que después de haber
          dexado el oficio por faltarle las fuerzas
          y aparejos para seguirle trayendo un
          rosario muy largo de agallones, y aun á
          las veces el hábito de hermitaño, mejor
          supiese hacer del hipócrita y dar á
          entender á las gentes ser un sancto sin
          pecado, que vos lo hacéis agora conmigo
          como si no tuviese noticias de vuestra
          vida ni os hubiese conocido hasta agora.
          Después que habéis jugado lo vuestro y
          lo de vuestros amigos, y que lo habéis
          tenido por oficio toda vuestra vida,
          pensáis de hacerme entender que es muy
          mala cosa el juego. Muy gran traición le
          haréis siendo vos de los mayores amigos
          y privados que él ha tenido y tiene,
          tratarle tan mal en ausencia; pero á fe
          que ó él podrá poco ó se vengará de vos
          en algún tiempo.

          ANTONIO.--Ya le voy yo perdiendo el
          miedo, aunque no puedo negaros no ser
          verdad todo lo que habéis dicho, assí
          dejásedes vos su amistad como yo la
          he dexado. Por que he conocido sus
          traiciones y falsedades, sus trapazas y
          sus engaños. He visto esto, hele cobrado
          odio y enemistad y tan ruin voluntad,
          que de muy grande amigo le he hecho muy
          grande enemigo.

          BERNARDO.--Ora ya que poco trabajo sería
          menester para que retornasen á hacer las
          amistades.

          ANTONIO.--Bien me tenéis entendido,
          si vos queréis tener paciencia para
          escucharme un cuarto de hora como la
          tenéis para jugar cincuenta días y
          noches, yo os mostraré lo que siento del
          juego y de los que siguen su blandeza
          para que entendáis cuál lexos estoy de
          tornar á caer en este piélago, y por
          ventura podrá aprovecharos á vos tanto
          que, aunque no sea muy á vuestro salvo,
          no dexéis de saliros á buen tiempo deste
          laberinto en que andáis tan perdido.

          BERNARDO.--Mirad, señor Antonio; si me
          queréis predicar los males y daños del
          juego y el peligro de la conciencia
          de los que juegan, en mi posada tengo
          un librillo que se llama _Remedio de
          jugadores_, que trata esta materia muy
          copiosamente; si habéis de decirme lo
          mismo que en él he leído, bien podéis
          desde agora excusaros de tomar esse
          trabajo.

          ANTONIO.--¿Y no os ha aprovechado ninguna
          cosa lo que aquel frayre os aconseja?

          BERNARDO.--No, porque con ver que no
          hacía al propósito de mi voluntad, por
          un oído me entraba y por otro me salía;
          porque estoy determinado de no ser sancto
          como él me quiere hacer.

          ANTONIO.--Pues si no os aprovechó lo quél
          como buen frayre y muy buen teólogo os
          ha dicho, por ventura os aprovechará
          lo que yo como tahur y como hombre que
          he traído á cuestas los atabales os
          dixesse, porque serán diferentes cosas
          y conocidas por pura expiriencia, por
          haber passado las más dellas por mí y
          haber visto las otras en otras gentes,
          y también os quiero decir que no han
          passado menos por vos. Y pues esse
          frayre trata lo que principalmente toca
          al ánima y á la conciencia, yo trataré
          agora de los males y persecuciones que
          el cuerpo recibe por el juego, aunque al
          cabo también diré lo uno como lo otro.
          Lo primero que tiene el juego es quitar
          á los hombres el buen conocimiento, para
          que no entiendan lo que hacen, que si lo
          entendiesen él quedaría perdido del todo,
          porque no habría quien le siguiesse, ni
          aun quien le conociesse, y assí usa deste
          ardid y de otros muchos, principalmente
          de dar algunos alegrones de ganancias,
          para después se le restituya todo con
          doblada pérdida, de las cuales la mayor
          de todas es la del tiempo mal empleado.
          Porque si San Bernardo dice que todas
          las horas que se duermen se han de
          quitar y descontar de la vida, ¿qué
          mayor sueño que el del juego, donde
          todos los sentidos están tan atentos,
          la memoria de otras cosas tan olvidada
          y el juicio tan fuera de sí mesmo, para
          entender cuál es bueno ni cuál es malo,
          que, como todos sabemos, muchas veces
          estamos como beodos, porque conociendo la
          ventura contraria, los naipes y suertes
          dellos, en favor de los que juegan con
          nosotros, de manera que casi claramente
          nos dicen que hemos de perder, la beodez
          del juego nos detiene y nos adormece,
          de manera que no despertamos hasta
          acabársenos la moneda, y entonces caemos
          en la cuenta de nuestro daño, cuando ya
          no tiene remedio? Verdaderamente, señor
          Bernardo, podéis creer que los que juegan
          no viven, y que, teniéndolo por oficio,
          su vida es como sueño, porque cuando
          comen no toman gusto en los manjares,
          pensando en lo que han perdido y cómo
          se desquitarán, y si han ganado cómo
          acabarán de ganar cuantos dineros hay
          en el mundo, y tan embelesados están en
          esto, que acaesce muchas veces acabando
          de comer preguntarles lo que han comido y
          no saber decirlo, ni acordarse dello; y
          con el bocado en la boca van á buscar con
          quien jueguen, y si á su posada vienen
          jugadores, primero están los dados ó
          los naipes en la mesa que se alcen los
          manteles; y muchas veces les acaesce
          comenzar á jugar y pasarse aquel día
          y después la noche y ser otro día sin
          haberse levantado de un lugar. Esta bien
          se puede decir que no es vida, pues se
          passa el tiempo sin vivirlo, y de aquí
          nascen muchos inconvenientes porque dexan
          los hombres de entender en lo que toca
          á las haciendas y al aprovechamiento de
          sus casas: pierden el cuidado de las
          mujeres y de los hijos y de lo que es
          menester proveer para ellos, y tienen
          en poco la salud de los cuerpos; porque
          de la desorden del juego suceden muchas
          enfermedades, que de estar tantas horas
          y tanto tiempo sentados sin hacer
          ejercicio, ni movimiento, no se gastan
          los manjares que se comen, y vienen á
          corromperse y á engendrar malos humores.
          Y demás desto, el que pierde porque no
          se levante el otro con la ganancia,
          y el que gana porque no se le passe
          la dicha ó ventura que tiene, aunque
          tengan necesidad de cumplir con lo que
          es forzoso con sus cuerpos, se detienen
          y fuerzan á estar quedos, y desto viene
          muchas veces la cólica pasión, la
          estrangurria, la disuria, mal de hijada
          y otras pasiones diferentes destas, y
          aun muchas veces tras ellas la muerte.
          Porque si estos trabajos del juego ó
          se pasan ó pueden mejor tolerarse en
          verano, veréis hombres en el ivierno que
          con estar fuego y brasas en las piezas
          donde juegan, están tan descuidados y
          embebecidos en los juegos, que cuando los
          dexan y se levantan tienen las piernas
          casi entomidas con el frío, el cual con
          la humidad les ha penetrado los huesos,
          y cuando se van á sus camas no pueden
          calentar en toda la noche, y cuando
          esto se continúa se vienen á follecer y
          padecer mill trabajos, poniendo la culpa
          dellos á otras ocasiones muy diferentes
          y no al juego, por no perder la amistad
          que con él tienen. Pues las cabezas de
          los que juegan desta manera, ¿no padescen
          detrimento, que los más se levantan con
          muy grande dolor dellas, y otros tan
          desvanecidos, que después que se levantan
          de jugar no se pueden tener en los pies?
          Tras esto viene que los que han ganado
          mucho muestren con grandes señales de
          regocijo la alegría que llevan consigo,
          y los que han perdido, una incomparable
          tristeza, teniendo la color mudada, los
          ojos baxos, el gesto turbado, dándonos
          tristes y muy profundos suspiros, todo
          en mengua y afrenta y ignominia suya,
          no sintiendo los desventurados lo que
          se platica, lo que se dice y murmura
          dellos y de su poquedad y desventura.
          Porque los que assí sienten la pérdida no
          debían aventurarla por la ganancia, por
          no mostrar tan gran flaqueza en lo uno
          como en lo otro. Otros cuando juegan, si
          están perdiendo se congoxan y trasudan;
          vereislos limpiar el sudor cien veces,
          ya dexan las capas, ya las gorras, ya
          se afloxan los vestidos hasta mostrar
          las camisas, porque la congoxa de la
          pérdida les ahoga y quita el huelgo, y
          así hacen diversos meneos y visajes como
          si estuviesen locos. De manera que dan
          qué mirar y qué reir y burlar á los que
          están presentes. Cada cosa que viene
          les embaraza; de cada uno que entra se
          amotinan; cada palabra que oyen juzgan
          que es en su perjuicio, y en fin, no hay
          cosa que no les saque de paciencia, y
          pluguiese á Dios que parassen en esto,
          y no en perderlo del todo, offendiendo
          á Dios con las lenguas é blasfemar, que
          aunque todos no lo hacen en público,
          pocos hay que en secreto no hablen con
          Dios muy enojados, y unas veces con el
          pensamiento y otras veces entre dientes
          le dicen lo que se les antoja, con
          palabras desacatadas, tratando entre
          sí muchas y diversas herejías, que por
          cada una dellas merecían ser gravemente
          castigados en el alma y en el cuerpo.

          LUIS.--Ya esso es salir de lo que cuando
          comenzasteis esta materia prometisteis:
          pues dexados los daños del cuerpo,
          comenzáis á tratar los del alma.

          ANTONIO.--No es posible menos para que
          vaya bien enhilado; pues tornando á lo
          que decía, después que se van jugando
          los dineros y las haciendas, los que
          los llevan se aprovechan dellos como
          de dineros de trasgos. Hay algunos
          tan avarientos y tan codiciosos del
          juego, que no gastarán en sus casas un
          real aunque hayan ganado cien ducados,
          porque no les falte para jugar, teniendo
          aquello por suma felicidad, y con esto
          tornan á jugar otro día, perdiendo lo
          que ganaron sin quedarles ninguna cosa;
          otros hay contrarios desta opinión, que
          cuando han ganado les parece que hallaron
          aquella hacienda en la calle, y assí la
          gastan y destruyen comiendo demasiada
          y curiosamente, y haciendo gastos
          excesivos, de manera que se les cae por
          entre los dedos, y después cuando tornan
          á jugar y pierden, páganlo de sus propias
          haciendas, padeciendo ellos y sus mujeres
          y hijos y familia.

          LUIS.--Para esso yo os podré decir lo que
          pocos días ha yo mismo ví, que un amigo
          mío ganó en tres ó cuatro veces hasta
          ochenta ducados, y de hoy á tres días,
          jugando sobre su palabra, le ganaron
          los veinte dellos; y fué para mí muy
          congoxado, rogándome que se los buscase
          sobre unas prendas, porque no los tenía.
          Y yo le pregunté qué había hecho de los
          que ganara. Y queriendo echar cuenta y
          averiguar en qué los había gastado, jamás
          pudo llegar al término dellos, y jurábame
          que más daño recebiría en pagar aquellos
          veinte que provecho con los ochenta que
          había ganado.

          ANTONIO.--Todas las ganancias de los
          tahures son desa manera, y después,
          cuando no tienen qué jugar, su officio es
          andar pidiendo emprestado de los unos y
          de los otros, envergonzándose con muchos
          que no les dan los dineros. Y si bien
          se considerase cuán grande affrenta es
          ésta para un hombre que se tiene en algo,
          bastaría quitarle del juego de manera
          que lo aborreciese perpetuamente. Veréis
          demás desto andar las prendas suyas y de
          sus amigos de casa en casa empeñadas
          y (lo que es peor) los vestidos de las
          mujeres empeñados y vendidos, que muchas
          veces no les dexan con qué salir de
          casa, y cuando no hay más que jugar (y
          aunque lo haya), si han perdido en alguna
          cantidad, muchos quieren que los de su
          casa padezcan los desatinos que ellos han
          hecho, buscando ocasiones para reñir, y
          el descontento y desabrimiento que traen
          consigo, hanlo de pagar las mujeres, los
          hijos y los criados, reñendo con ellos,
          dándoles y maltratándoles sin causa; de
          suerte que parece que el juego los dexó
          locos ó desatinados, y assí andan dando
          voces por casa como beodos ó gente sin
          juicio, y después están en sus camas
          pensando en la pérdida, no duermen sueño,
          sino dan vueltas á una parte y á otra,
          sospirar y gemir y andar vacilando, con
          el sentido sin reposo alguno. Y si el
          cansancio los vence, para que duerman
          algún poco, luego despiertan con el
          sobresalto de la pérdida; de manera que
          una noche mala de las que assí llevan
          habían de estimar en más los hombres de
          buen conocimiento que toda la ganancia
          que el juego puede darles en la vida, y
          despegarse de su vicio tan ponzoñoso. Y
          cuando esto no bastasse, debría bastar
          lo que saben que han de sufrir los que
          tienen por oficio andar siempre jugando.
          Pintadme los caballeros, ó muy valientes,
          ó personas que estiman en mucho la honra
          de cualquiera suerte que sean; han de
          sufrir injurias y afrentas por muchas
          vías y maneras, porque la codicia de
          la ganancia les hace jugar con gente
          vil y de baja suerte, y el juego es
          de tal condición que los hace á todos
          iguales. Y assí los inferiores quieren
          tratar á los otros igualmente, porque
          si pierden quieren que les sufran y si
          ganan súfrenlos porque no se levanten
          con la ganancia. Y cuando un hombre ruin
          ha dicho una injuria á un hombre honrado
          y le reprende porque se la ha sufrido,
          responde éste con pasión, y á los que
          pierden todos les han de sufrir, y mayor
          mengua es tomarme yo con aquél. De manera
          que anda la honra entre los que juegan
          debajo de los pies, y si hay algunos que
          son recatados y no sufren (como dicen)
          cosquillas, son muy pocos, y aun essos
          no todas veces salen desto tan bien como
          querrían.

          BERNARDO.--No habéis dicho cosa que no
          sea muy verdadera, y por eso he sufrido
          escucharos. Proseguid vuestra plática,
          que hasta el cabo della me tendréis muy
          atento.

          ANTONIO.--Huelgo que toméis gusto de
          lo que digo, y más holgaría de que os
          aprovechásedes dello. Pues escuchad,
          que no he acabado de decir todo lo que
          siento. ¿Tenéis por pequeño trabajo el
          andar buscando por las calles y de casa
          en casa quien juegue, rogando al uno,
          fatigando al otro, haciendo plegarias,
          conjurándolos como á espirituados? Y
          como en los juegos se prestan unos á
          otros dineros, y la principal causa
          porque otra vez se los presten al que los
          da, cuando no hay aparejo para pagarlos,
          andan los hombres corridos, affrentados
          de faltar sus palabras y promesas, y assí
          se esconden muchas veces de aquellos á
          quien son deudores, y si los ven venir
          por una calle ellos huyen por la otra,
          y si van á alguna casa á donde están
          no entran en ella. Y aun no solamente
          hacen esto los que no tienen aparejo
          para pagar, que muchos traen consigo los
          dineros y tienen en poco esta vergüenza,
          y disimulan porque no les falte para
          jugar. No es este el mayor mal, que otros
          hay muy mayores. Los hombres casados dan
          muchas veces ocasión á que sus mujeres,
          viviendo mal, hagan desatinos y los
          amengüen, lo que no harían por ventura
          no teniendo tan buen aparejo. Porque
          como saben que los maridos juegan noches
          y días y que no han de entender lo que
          ellas hacen, porque todo su cuidado es
          en el juego, toman mayor licencia con la
          libertad y con el tiempo que les sobra
          para sus pasatiempos deshonestos. Y demás
          desto suceden los debates y rencillas
          que hay sobre el juego. Que aunque, como
          he dicho, se suffran muchas injurias,
          son tantas y tantas veces, que algunas
          dellas vienen á parar en sangre y en
          muertes, como por experiencia se ha
          visto; de allí suceden pasiones, desafíos
          y desasosiegos, y quedan los hombres
          afrentados muchas veces sin poder tomar
          satisfacción ni venganza de los que los
          afrentaron. Sin esto veréis una pasión
          y flaqueza muy grande en muchos de los
          que pierden ó qué son las plegarias, las
          rogativas, las amenazas, los conjuros que
          hacen á los que se levantan del juego
          para que tornen á jugar con ellos para
          que dexen de ser jurados, porque este
          nombre les ponen ó que se han metido
          frailes. Desta suerte passan la vida
          los tahures noches y días con estos
          inconvenientes y otros más dañosos.
          Porque muchos dellos, cuando les faltan
          los dineros, procuran haberlos por todas
          las vías illícitas que pueden, y vienen á
          hurtar y robar y hacer insultos los hijos
          á los padres, los criados á los señores,
          y cuando de esta manera no pueden, lo
          roban de sobre el altar si lo hallan; y
          assí algunos lo vienen á pagar en las
          horcas, y aun si no lo pagan también las
          ánimas, no son tan mal librados. Y si
          el juego es tan malo generalmente para
          todos, los que sirven y son criados de
          señores tienen mayor obligación de huir
          y apartarse dél, porque si tienen y les
          dan cargos en que trayan hacienda entre
          manos, ó se han de aprovechar della para
          el juego ó ya que no lo hagan, siempre
          han de tener á sus amos sospechosos y
          recatados de que se aprovechan y hurtan
          para jugar, y sobre esto les dicen mil
          malicias y mil lástimas, que por ninguna
          cosa habían de dar ocasión á ellas; y si
          no tratan ni traen entre manos cosa de
          que pueda aprovecharse ni hacer menos,
          sirven muy mal, hacen mil faltas, cuando
          son menester no los hallan, cuando los
          buscan no parecen, cuando han de servir
          están embarazados, si topan con ellos
          ruegan á los que los llaman que digan que
          no los hallaron, y si les paresce que no
          pueden hacer menos de ir, van murmurando,
          blasfemando, perdiendo la paciencia con
          todos, diciendo mil injurias en ausencia
          á sus amos, y, finalmente, nadie puede
          servir bien jugando; y de mi consejo,
          quien jugare no sirva ó quien sirviere no
          juegue.

          BERNARDO.--Decidme, señor Antonio, ¿por
          qué no tomáis esse consejo para vos como
          lo dais á los otros?

          ANTONIO.--Bien habéis dicho si no lo
          hubiese tomado, y no me acuséis ahora,
          pero acusadme de aquí adelante si me
          viérades hacer menos de lo que digo, que
          aunque haya sido tarde, todavía (como
          dice el proverbio) vale más que nunca;
          y porque no se me olvide lo que tengo
          que decir, tornando al propósito, no veo
          seguirse provecho ninguno del juego, y
          que se siguen los daños que he dicho,
          y tantos, que si todos se hubiessen de
          decir, sería para nunca acabar. Pero no
          quiero parar aquí, aunque os parezca
          que soy largo, porque no es de callar
          el trabajo que tienen los que se han
          de andar guardando de los chocarreros,
          que los que lo son ya tienen perdida
          la vergüenza á Dios y al mundo. Y como
          por la mayor parte hacen mayor mal los
          ladrones secretos que los públicos,
          assí éstos hacen grandísimo daño en
          las repúblicas, porque hurtan y roban
          secretamente las haciendas ajenas, no se
          guardando las gentes dellos; y para mí
          por tan gran hurto lo tengo, que á los
          que assí llevan los dineros mal ganados,
          con muy gran justicia les podrían poner
          á la hora una soga á la garganta y
          colgarlos sin piedad de la horca. Esta es
          una manera de hurtar sotil, ingeniosa,
          delicada, encubierta, engañosa y
          traidora, digna de muy gran castigo; y no
          veo que jamás se castiga, que las ferias
          están siempre llenas de ellos, en los
          pueblos se hallarán á cada passo, y, en
          fin, las justicias se han muy remisamente
          en no castigar un delito tan dañoso y
          perjudicial como éste; que con razón
          podrían acriminarlo tanto en algunos, que
          de allí tomasen ejemplo los otros para
          apartarse de tan mal trato y officio, los
          cuales, por no verse en este peligro,
          debrían tomar otra manera de vida, y los
          tahures, por no andar siempre recatados y
          recelándose (como los que tienen enemigos
          y se guardan de traición), sería bien que
          se apartasen de este vicio del juego,
          porque es uno de los grandes trabajos
          que se pueden tener; pero hacen como
          los beodos, que, sabiendo que el vino
          les hace mal, lo buscan y procuran, sin
          recelarse del daño que reciben en beberlo.

          LUIS.--¿No nos diríades qué son los
          delitos que cometen y cómo los hacen,
          pues que generalmente tanto mal decís
          dellos?

          ANTONIO.--Deciros lo he, pero no
          particularmente, porque sería imposible
          acabar de contar sus maldades y
          traiciones, pero todavía contaré algunas
          dellas, assí para que sepáis que tengo
          razón en lo que digo como para que
          tengáis aviso en conocerlos. Aunque
          ellos fingen y disimulan y tienen tales
          astucias y mañas que dificultosamente
          podréis entender su manera de vida. Los
          más destos andan muy bien aderezados,
          con muy buenos atavíos y en tal hábito,
          que los que no los conozcan los juzgan
          por hombres honrados y que no presumirán
          dellos que harán vileza ninguna. Cuando
          van nuevamente á estar, ó por mejor
          decir, á jugar en algún pueblo, buscan
          formas y maneras para entrar donde
          juegan, entremeterse en conversación
          con los jugadores, y después que son
          admitidos al juego, si se conocen dos
          deste oficio luego se juntan, y si el
          uno juega, el otro está mirando á los
          contrarios. Si el juego es de primera
          tienen escritas ciertas señas con que dan
          á entender al compañero que el contrario
          que envida va á primera, otras para
          cuando va á flux, y otras y otras para
          cuando tiene tantos ó tantos puntos,
          de manera que juega por ambos juegos.
          Y estas señas son tan encubiertas, que
          nadie puede entendérselas, porque ó
          ponen la mano en la barba, ó se rascan
          en la cabeza, ó alzan los ojos al cielo,
          ó hacen que bostezan y otras cosas
          semejantes, que por cada una dellas
          entienden lo que entre ellos está
          concertado. Algunos traen un espejo
          consigo, y cuando están detrás lo ponen
          cuando es menester de manera que sólo su
          compañero puede verlo, y ver en él las
          cartas que tienen los que juegan para
          envidar ó saber si los envites que les
          hacen son falsos ó verdaderos. Esto mesmo
          hacen en el tres, dos y as y en los otros
          juegos desta calidad. Si juegan entrambos
          en un juego con otros, ayúdanse de
          manera que se entiendan la carta que han
          menester, y el uno la da al otro, porque
          las conocen todas, ó á lo menos de qué
          manjar es cada una dellas.

          LUIS.--Cosa recia decís creer si los
          naipes vienen nuevos á la mesa cuando
          comienza el juego, que no sé yo como los
          pueden conocer tan presto.

          ANTONIO.--Yo os lo diré para que
          lo entendáis. Algunos dellos están
          concertados con otros tenderos tan buenos
          como ellos, que por alguna parte de la
          ganancia que les dan huelgan de ser
          también participantes de la bellaquería,
          y en casa destos ponen tres y cuatro
          docenas de barajas de naipes que tienen
          sus flores encubiertas, y cuando quieren
          jugar dan orden que vayan allí á
          comprarlas, y assí juegan con ellos sin
          sospecha, siendo tan falsos como podréis
          entender.

          BERNARDO.--Declaradnos qué cosas son
          estas flores, que yo hasta agora no las
          entiendo.

          ANTONIO.--Estad atento, que yo os
          desengañaré. Toman los naipes y con una
          pluma muy delicada dan su punto con tinta
          tan subtil y delicado que si no es quien
          lo supiere parece imposible caer en la
          cuenta del engaño; á los de un manjar
          danlo en una parte, y de los otros á
          cada uno en la suya diferentemente para
          conocerlos. Y cuando estas señales parece
          que no se pueden tan bien encubrir, con
          una punta de tijera ó cuchillo ó con una
          aguja ó alfiler muy agudo los señalan tan
          delicada y encubiertamente que apenas
          los ojos los descubren. Y si los naipes
          no son destos, á la primera vuelta que
          dan con ellos están todos señalados,
          que con las uñas suplen la falta de los
          cuchillos; de manera que assí roban los
          dineros de todos los que con ellos se
          ponen á jugar sin que lo sientan, y aun
          algunas veces se dan tan buena maña, que
          toman para sí los mesmos naipes que están
          descubiertos. Otros, cuando se descartan,
          echan un naipe encima de los otros, y
          si lo han menester lo toman con toda la
          gentileza del mundo sin ser vistos ni
          sentidos.

          BERNARDO.--No puedo yo entender lo que
          les puede aprovechar tener los naipes
          señalados, pues que en fin han de tomar
          los que en suerte les venieren.

          ANTONIO.--No estáis bien en la cuenta; lo
          primero de que se aprovechan es conocer
          por las señales cuántas cartas tiene
          el contrario de un manjar, y lo otro
          que, aunque venga en baxo, á segunda ó
          tercera carta, la que ellos han menester,
          la sacan del medio y tienen tan gran
          sutileza que, habiéndola de dar por
          suerte al otro, la toman para sí, y para
          esto siempre, cuando tienen los naipes,
          al sacar de uno dexan tres ó cuatro
          tendidos, que no juntan con los otros,
          porque si los tienen bien juntos no
          pueden tan bien conocer las señales. Y
          si tienen necesidad de la primera carta,
          dan á los otros tres y cuatro de las
          otras, y guardan y toman aquéllas para
          su juego ó para el de su compañero si
          son dos los que juegan de concierto. Y
          esto llaman salvar las cartas, y entre
          ellos se dice ir á salvatierra; mirad si
          es esta ventaja para robar el mundo que
          se jugase, no los entendiendo. Deciros
          he lo que á mí me sucedió estando en la
          isla de Cerdeña cinco ó seis compañeros
          que allí quedamos aislados por espacio
          de dos meses. Estaba entre nosotros un
          reverendo canónigo de más de sesenta
          años, que trataba en este oficio más
          que en rezar sus horas. Y jugando con
          nosotros con estas ventajas, ganónos
          el dinero que llevábamos para nuestro
          camino, y á mí, que presumía de gran
          jugador de ganapierde, me descubría á
          cada mano las primeras seis cartas que
          tomaba ó yo le daba, y con todo esto me
          ganó cuanto tenía, porque yo vía las seis
          y él me conocía las mías todas nueve. De
          manera que el negocio vino á términos
          que nos prestó dineros para llegar á
          Roma, á donde íbamos, sobre las cédulas
          de cambio que llevábamos. Llegado á
          Roma, acertamos á posar juntos ambos en
          una casa, y descuidándose un día este
          reverendo padre de cerrar bien una puerta
          de su cámara, yo la abrí y entré sin que
          él me sintiese, y estaba tan embebido
          haciendo una flor, más sutil que las
          que he contado, que por un buen rato no
          me sintió, y cuando me hubo visto, bien
          podréis creer que no se holgaría conmigo,
          y quísome deshacer el negocio con
          buenas palabras y burlas. Yo dissimulé
          también con él, porque me pareció que
          me convenía. Y en saliéndose de casa
          abrí su cámara y cogíle un mazo de bulas
          que habían costado á despachar más de
          doscientos ducados, y puestas en cobro,
          delante de todos los de la casa le dixe,
          cuando las halló menos, que yo las tenía
          y que si no me volvía lo que me había mal
          ganado que no se las daría. El me amenazó
          que se quejaría al auditor de la cámara,
          y yo le respondí que yo iría primero á
          informarle de lo que pasaba. El bueno del
          canónigo, por no verse más afrontado, se
          concertó conmigo, entendiendo algunos
          amigos entre nosotros, y me dió cuarenta
          ducados y me aseguró con una cédula otros
          treinta, aunque él me había ganado más de
          ciento.

          LUIS.--¿Y acabólos de pagar?

          ANTONIO.--No, y deciros he el por qué.
          Yo jugaba un día en un juego de primera
          en que había harta cantidad de dineros,
          y estando metidos los restos de tres, un
          arcediano que tenía los naipes en las
          manos había tenido su resto á una primera
          de dos treses y una figura, y con ser
          de los mayores chocarreros que había en
          Roma, quiso salvar una carta, porque
          con la otra que venía hacía primera.
          Este canónigo viejo estaba tras él, y
          entendiéndolo, porque un ladrón mal puede
          hurtar á otro, hízome de señas que lo
          remediase. Yo caí luego en la cuenta, y
          púsele la mano en los naipes haciéndole
          tomar. El canónigo, vueltos á la posada,
          tanto se apiadó conmigo por la buena obra
          que me hizo, que le hube de volver su
          cédula, aunque después cuando jugaba y
          ganaba me iba pagando parte de la deuda,
          con que no me la quedó á deber toda.
          Sin esto que he dicho, hay otras mil
          formas y maneras de malos jugadores; hay
          hombres de tan sotiles manos, que sin
          sentirlo juntan cinco ó seis cartas ó más
          de un manjar, á lo cual llaman hacer
          empanadilla ó albardilla, y poniéndolas
          encima, siempre barajan por el medio,
          porque no se deshagan. Y cuando sale la
          una, saben que vienen las otras tras
          ella, y conforme á esto os envidan ó
          tienen los envites con esperanza de
          la carta que les ha de venir de aquel
          manjar. Algunos chocarreros hay que se
          hacen mancos y que no pueden barajar,
          porque así los ponen mejor á su voluntad.
          ¿Queréis más, sino que hay vellacos tan
          diestros en esto que jugando al tres, dos
          y as, si os descuidáis un poco os darían
          las más veces tres figuras y tomarán para
          sí un seis, cinco y tría, ó otro risco
          con que os quiten las ganancias? Y en el
          juego que agora se usa de la ganapierde,
          si se juntan dos de concierto son para
          destruir á todos cuantos jugaren con
          ellos, porque todas las veces que el uno
          está rey, el otro se carga, se deja dar
          bolo sin que se pueda entender, haciendo
          muy del enojado con los otros compañeros
          porque no la metieron ó porque jugaron
          por donde se cargase, y después él y el
          otro parten las ganancias. Pues los que
          esto hacen ¿qué no harán en los otros
          juegos?

          BERNARDO.--Bien entendido todo lo que
          habéis dicho; pero el juego de la
          dobladilla, que es el que más agoran
          usan, casi ha desterrado á la primera y
          á los otros, y este es un juego tan á la
          balda, que no hay lugar en él de hacer
          tantas maldades y bellaquerías.

          ANTONIO.--Engañaisos, que si yo tuviese
          agora los dineros que se han ganado á
          ella mal ganados, más rico sería que un
          Cosme de Médicis; veréis á esta gente
          que digo hacer y urdir y componer en
          este juego veinte trascartones cuando
          los naipes les entran en las manos,
          poniendo juntos todos los encuentros que
          pueden, para que si por ventura viniesen
          no pierdan sino una ó dos suertes, y si
          acaesce alzar el contrario por una carta
          antes, viene luego su suerte y comenzan
          á contar subiendo lo que pueden, de
          manera que aventuran á perder poco y á
          ganar mucho. Otros hay que si pueden
          haber los naipes antes que jueguen, ó
          si son de los que he dicho, que tienen
          concertados con los que los venden ó
          con el dueño de las casas donde juegan,
          ponen entre ellos algunos naipes mayores
          ó más anchos que los otros alguna cosa,
          assí como cuatro reyes, cuatro cincos ó
          cuatro sotas, los unos son mayores por
          los lados y los otros por los cantos, y
          cuando no pueden hacer esto doblan algún
          naipe de manera que no assiente bien y
          acierten á alzar por él, y á estos naipes
          llaman el guión ó la maestra. Y cabe los
          que son mayores ó doblados ponen siempre
          y procuran juntar los otros como ellos,
          que si es as ponen los ases y si es seis
          ponen los seises, para que cuando alzasen
          por ellos, como lo hacen, venga cerca su
          suerte.

          LUIS.--Poco les puede aprovechar esso, si
          los naipes se barajan bien, porque todas
          essas cosas se deshacen.

          ANTONIO.--Vos tenéis razón, que muchas
          veces con el barajar no tiene efecto su
          malicia, pero tan á menudo procuran esta
          ventaja que algunas suertes les salen
          como ellos procuran, y por pocas que sean
          bastan para destruir á su contrario,
          porque como tienen este conocimiento de
          la suerte que viene, cuando sienten que
          no es la suya, procuran que se salga y
          hacen veinte partidos hasta asegurarla.
          Y aun algunos hay que pasan la suerte
          de sus contrarios, á lo menos cuando
          los tienen picados, que están ya medio
          ciegos y para esto tienen mill formas y
          maneras exquisitas. Y no para en esto
          el negocio, que hay algunos chocarreros
          de los que se conciertan que yendo por
          ambos la moneda que juegan, el uno arma
          con dineros al contrario de la cuarta
          ó quinta parte, porque perdiendo allí
          gana acullá la mitad del dinero. Son
          tantas estas traiciones y bellaquerías,
          que es imposible acabarlas de decir ni
          entender, porque como estudian en ellas
          los que las usan, cada día inventan cosas
          nuevas en esta arte, como los otros
          oficiales que buscan nuevos primores en
          sus oficios, y si dos que se conciertan
          toman á uno en medio, no le dejan cera en
          el oído, siendo dos al mohíno. Y á los
          que no entienden ni saben estas cosas,
          esta buena gante los llama guillotes y
          bisofios. Y dexando los naipes, vengamos
          á los dados, que no hay menos que decir
          en ellos. Hay muchos hombres tan diestros
          en jugarlos, que todas las veces que se
          hallan con suerte menor, como es siete,
          ocho ó nueve puntos, hincan un dado de
          manera que le hacen que caya siempre de
          as, para que los otros corran sobre él, y
          cuando la suerte es doce ó de ahí arriba
          hincan otro dado de seis, de manera
          que las más veces aseguran su suerte;
          y esto quieren defender que no es mal
          jugar, sino saber bien jugar y tener
          mejor habilidad y destreza en el juego
          que los otros. Algunos hay tan hábiles,
          que hincan dos dados desta manera, y de
          otros dicen que todos tres; pero yo no lo
          creo ni lo tengo por posible si no los
          estuviesen componiendo en las manos; y si
          esto hiciesen habían de estar ciegos los
          que juegan con ellos. Y todo es sufridero
          para con otras tacañerías que se usan,
          y la mayor de todas es cuando meten
          dados cargados, que llaman brochas, los
          cuales hacen de esta manera: que á los
          que llaman de mayor, por la parte del as
          hacen un agujero hueco y allí meten un
          poco de azogue, que es muy pesado, y á
          los de menor donde están los seis puntos;
          y después tapan el agujero, que es muy
          sutil, y encima pintan uno ó dos puntos
          para que no se vean, y estos dados llevan
          los chocarreros escondidos, y cuando
          tienen una suerte de doce ó trece ó
          catorce puntos, echan los dados de manera
          que se les caya alguno en el suelo, y
          haciendo que se baxan por él, sacan otro
          de los de mayor, que meten en su lugar, y
          como está cargado en el as, cae siempre
          para abaxo y el seis para arriba; y de
          la mesma manera hacen cuando tienen por
          suerte siete ú ocho puntos, que meten un
          dado cargado en el seis porque vaya el as
          para arriba, yendo el seis para abaxo, y
          si es menester meten dos dados de esta
          suerte cargados de mayor, y cuando tienen
          suerte de doce ó de trece, alárganse en
          el parar y en el decir, de arte que, no
          siendo entendidos, todo el dinero es
          suyo. Otros dados hay que llaman falsos,
          que son mal pintados porque tienen dos
          ases y fáltales el seis, ó tienen dos
          seises, faltándoles el as, y conforme á
          la suerte que echan y á la necesidad que
          tienen, se aprovechan dellos metiéndolos
          en el juego tan bien como las brochas.
          Y cuando juegan á las tablas no penséis
          que se descuidan los hombres desta
          professión, que lo mesmo hacen con los
          dados, y verdaderamente yo tengo por malo
          y dañoso también este juego, assí por
          jugarse con dados, como por ser trabajoso
          y mohino. Á todos los otros juegos podéis
          levantaros y os toman en una petrera;
          habéis de esperar á que se acabe el
          juego, perdiendo á cada mano y cada vez
          que echáis los dados sabiendo que se echa
          para perder y no para ganar, y assí es el
          juego más aparejado de todos para perder
          la paciencia, porque es menester esperar
          á que el juego ó el dinero se acaben.
          Y aunque yo no os he dicho de diez
          partes la una de los males y trabajos y
          fatigas y persecuciones y desasosiegos y
          afrentas, menguas y deshonras y infamia
          que se siguen del juego, de lo dicho
          podréis collegir cuán perjudicial es,
          assí para la salud como para la hacienda
          y la honra de las gentes que lo siguen;
          porque pocos hay que jueguen, por ricos
          y caballeros y grandes señores que sean,
          que no les pese de perder, y muchos
          destos se acodician á jugar mal por
          ganar, y assí veréis muchas personas de
          muy gran autoridad, y de quien apenas se
          podría creer, que hacen malos juegos, por
          la buena estima y reputación en que están
          tenidos que, apremiados de la conciencia,
          restituyen dineros mal ganados, de los
          cuales yo conozco algunos que lo han
          hecho.

          BERNARDO.--¿De manera que queréis
          condenar á todos los juegos del mundo y
          no dejar ninguno para recreación de la
          vida y para poder pasar la ociosidad del
          tiempo?

          ANTONIO.--No digo yo tal cosa, que otros
          juegos hay lícitos, assí como birlos,
          pelota y axedrez y los semejantes á
          éstos, y esto se entiende jugando pocos
          dineros y que se tome más por recreación
          que no por vía de vicio y exercicio
          continuo, de manera que por ellos dexen
          de entender las gentes en lo que les
          conviene, que si esto se hace ya dexan
          de ser buenos y honestos y se convierten
          en la naturaleza de los que habemos
          reprobado, y aun de tal manera se podrían
          usar los juegos de naipes y dados que no
          pudiesen tener reprensión; pero hay pocos
          que no comiencen por poco que si tienen
          aparejo no vengan á picarse y á perder ó
          ganar en mucha cantidad, y por esto tengo
          por mejor dexarlos del todo. Y si queréis
          que concluya, todo lo dicho es poco y
          casi nada, porque son trabajos y premios
          y galardones del mundo. Lo que toca á la
          ánima y á la conciencia es lo que hace
          al caso, y lo que más debríamos temer
          y ponérsenos delante de los ojos, para
          no solamente dexar de jugar, pero para
          acordarnos de jamás tener memoria dello;
          y si no hobiera prometido de no pasar más
          adelante en esta materia, todavía dixera
          algo que aprovechara; pero assí quiero
          dexarlo para cuando tengáis más voluntad
          de oir lo que sobre esto puedo deciros.

          BERNARDO.--Agora que habéis comenzado,
          queremos que no quede nada por decir,
          y estáis obligado á hacerlo, pues de
          tan buena gana os escuchamos y estamos
          atentos al discurso de vuestra plática.

          ANTONIO.--Pues que assí es, yo lo diré
          tan brevemente cuanto he sido largo
          en lo pasado; porque en esto no podré
          decir cosa nueva, ni que dexe de estar
          escrita por muchos doctores, canonistas
          y legistas y teólogos que desmenuzan y
          apuran esta materia de las restituciones
          declarando los decretos y leyes en ella,
          altercando cuestiones y determinando la
          verdad dellas, hasta dexarlo todo en
          limpio; y quien quisiese satisfacerse y
          verlo todo á la clara, lea á Santo Tomás
          y á Grabiel, y al Antonio, arzobispo
          de Florencia, al Cayetano, que éstos
          sin otros muchos le dirán lo cierto, y
          porque no dexéis de llevar alguna cosa
          en suma de que podáis aprovecharos, digo
          que todos les que ganan en los juegos
          con naipes ó dados falsos ó con otro
          cualquier género de las chocarrerías y
          traiciones que he dicho, están obligados
          á restituirlo, so pena de irse al
          infierno, conforme á lo que dice San
          Agustín: _Non dimittitur peccatum,
          nisi restituatur ablatum._ Pues lo que
          assí se gana, tomado y hurtado es,
          siendo encubierto, como si fuese robo
          manifiesto. Anssí mesmo, todo lo que
          se gana á personas que lo que juegan
          no es suyo, ni pueden disponer dello
          sin licencia de otra persona, así como
          los criados que juegan los dineros ó
          haciendas de sus amos, los esclavos que
          juegan las de sus señores, los hijos
          que para esto toman las haciendas á sus
          padres, los que tienen curadores y por
          falta de edad no pueden disponer de
          sus haciendas, y también los que ganan
          dineros á otros que saben que los han
          ganado mal y están (antes que los juegen)
          obligados á la restitución dellos. Lo que
          se gana á personas simples y á enfermos
          necesitados, lo que se gana atrayendo á
          uno por fuerza ó por engaño ó por grandes
          persuaciones á que juegue, todo esto
          obliga á restitución; y en otros muchos
          casos que dexo de decir, en que hay la
          mesma obligación, el cómo y cuándo y en
          qué manera se haya de restituir, déxolo
          para que lo veáis en los doctores que os
          he dicho, y también porque los confesores
          os avisarán de ello, aunque lo mejor
          sería no tener en este casso necesidad
          de sus consejos. Solamente quiero agora
          que consideréis, señores, entre vosotros,
          pues sois tahures y habéis conversado
          y tratado con tahures, ¿cuántos habéis
          visto tan limpios y tan recatados que
          tengan advertencia á estas cosas, sino,
          bien ó mal, juegan con quien quiera,
          trayan dineros suyos ó sean cuyos fuesen,
          sean libres ó siervos, padres ó hijos,
          bobos ó sabios, los dineros que traen
          mal habidos? Por cierto pocos ó ninguno
          hay que dexen de hacer á cualesquiera
          dineros destos, y procurar de ganarlos de
          la manera que pudieren, alegando que no
          están obligados á la especulación destas
          cosas, ni á saberlas; sabiendo que la
          ignorancia no excusa el pecado y que San
          Pablo dice (_Ad. Cor._, XIII): _Ignorans
          ignorabitur_. Y si queréis que os diga
          lo que siento verdaderamente de los que
          esto hacen, se puede presumir que no son
          verdaderos cristianos, ni sienten bien de
          la fe, porque más adoran á los naipes que
          á Dios, más quieren los dados qué todos
          los santos, que por jurar no oyen misa ni
          sermón los días de fiestas, por el juego
          pierden todos los otros oficios divinos,
          y se estarán una semana sin entrar en
          la iglesia; si hacen alguna oración ó
          devoción es por ganar; las cuentas que
          traen y lo que por ellas rezan es echar
          cuentas cómo ganarán las haciendas á
          sus prójimos. Si pierden es abominable
          cosa su decir mal á Dios y blasfemar,
          y si lo dexan de decir en público, es
          porque temen más el castigo del cuerpo
          que el del alma y el del mundo más quel
          del infierno. Así que siendo cristianos
          usan tan mal de la cristiandad, que roban
          las haciendas ajenas y se aprovechan
          dellas, pierden el tiempo y muchas
          veces pagan de sus haciendas lo que han
          ganado de las otras, de los que viven
          de la manera que ellos, quedando todos
          debaxo de la obligación de restituirlas.
          ¿Qué diremos sin esto de los que buscan
          supersticiones y hechicerías para ganar
          con ellas diciendo que tienen virtud para
          ello? Y assí unos traen consigo nóminas
          con nombres no conoscidos, ó por mejor
          decir de demonios, otros traen sogas de
          ahorcados, otros las redecillas ó camisas
          en que nacen vestidos los niños, algunos
          traen mandrágulas y otras mil suciedades
          y abominaciones. Por cierto éstos tienen
          en tan poco sus ánimas, que las darán
          á trueque de ganar cuatro reales por
          ellas. Pues decidme, señor Bernardo,
          ¿qué os parece cómo es bueno el juego
          para el cuerpo y para el alma? ¿y qué
          provechos son tan grandes los que dél se
          sacan? ¿No es bien dexar su amistad y
          trato y conversación á cualquier tiempo
          que sea, pues que debaxo los halagos y
          placeres y deleites que dél se siguen
          hay tantos y tan grandes desabrimientos,
          tantas afrentas y menguas, tan terribles
          desasosiegos, tanta turbación y peligros,
          principalmente para la salvación de
          nuestras almas? Mirad bien en ello y
          consideraldo todo, que aunque nosotros
          como malos cristianos no tuviésemos
          atención al daño y perjuicio de nuestras
          conciencias, la habríamos de tener á que
          ningún contentamiento ni descanso de el
          juego hay que después no se vuelva en
          doblado trabajo y tristeza; y nunca dió
          ganancia que no se pagase con doblada
          pérdida; y en fin, es siempre mayor el
          dolor que se causa del perder que la
          alegría que trae consigo el ganar; y no
          aleguéis á dos ó tres ó cuatro personas
          que por ventura sabéis que se hayan hecho
          ricos por el juego, que éstos son como
          una golondrina en el invierno, porque
          por ellos veréis mill millones de gentes
          perdidas y abatidas por haber perdido
          cuanto tenían. Dicho os he mi parecer y
          dado os he consejo, como pienso tomarlo
          para mí, y el que estoy obligado á daros
          como vuestro amigo; si os pareciere bien,
          seguilde, y si no vuestro será el daño,
          que á mí no me cabrá dello más de pesarme
          de ver que os quedáis tan ciegos como
          hasta aquí habéis estado.

          BERNARDO.--No penséis, señor Antonio, que
          no he caído en la cuenta de todo lo que
          habéis dicho; porque vuestras palabras me
          han alumbrado el juicio y destapado los
          ojos del entendimiento, que tenía ciegos,
          y con firme propósito y determinación
          quedo desde agora de no jugar en mi vida,
          y si jugare, á lo menos de manera que me
          puedan llamar tahur por ello, que pues
          decís que pasar el tiempo entre amigos
          es algunas veces lícito, no se ganando
          tantos dineros que el que los perdiese
          reciba daño por ello, cuando alguna vez
          me desmandase será á esto y no á más.

          ANTONIO.--Y aun eso no ha de ser muy
          continuo, porque, si muchas veces se
          hiciese, de pasatiempo se volvería en
          vicio, y si pudiésedes acabar con vos
          de dexar de todo punto el juego, sería
          lo más seguro; pero no quiero agora
          apretaros tanto que con ello quiebre este
          lance que os he armado y prisión en que
          de vuestra voluntad os vais metido.

          LUIS.--Pues en pago de vuestra buena
          intención, señor Bernardo, y porque me
          prometáis de seguir lo que agora tenéis
          determinado, os quiero prestar los
          treinta ducados que quedasteis debiendo,
          para que, pagándolos, cumpláis con
          vuestra fe y palabra.

          BERNARDO.--Muy gran merced es la que me
          hacéis, y de los primeros que vinieren á
          mí poder seréis muy bien pagado dellos.

          ANTONIO.--Con esto nos podremos ir, que
          platicando se nos ha passado el día y yo
          tengo mucho que hacer.

          LUIS.--Pues comenzad á caminar, que
          nosotros os acompañaremos hasta dexaros
          en vuestra posada.

                         _Finis._




                        COLLOQUIO

          En que se trata lo que los médicos y
            boticarios están obligados á hacer para
            cumplir con sus oficios, y así mesmo se
            ponen las faltas que hay en ellos para
            daño de los enfermos, con muchos avisos
            necesarios y provechosos. Divídese en dos
            partes: en la primera se trata lo que
            toca á los boticarios, y en la segunda lo
            de los médicos.


                     INTERLOCUTORES

            Médico, _Licenciado Lerma_. Boticario,
              _Dionisio_.--Enfermo, _D. Gaspar._
                    Caballero, _Pimentel_.


          LERMA.--Dios dé salud á vuestra merced,
          mi señor D. Gaspar.

          D. GASPAR.--Así haga á vuestra merced
          para que en tiempo tan necesario no me
          olvide tanto como hoy lo ha hecho; que si
          no fuera con la buena conversación del
          señor Pimentel, que me ha entretenido,
          muy largo se me hubiera hecho el día,
          y aun con el señor Dionisio no he
          holgado poco, porque tiene gran cuidado
          de visitarme, y cuando los médicos se
          descuidan, es bien que los boticarios
          (como uno de sus miembros) vengan á
          cumplir sus faltas con los enfermos.

          LERMA.--Buena manera es essa de reñir
          conmigo una falta que hago por no poder
          hacer menos; y no la hiciera sino con
          dexar á vuesa merced esta mañana en tan
          buena disposición, que creo que debe
          estar ya sin calentura.

          D. GASPAR.--Mejor viva yo que estoy sin
          ella.

          LERMA.--Muéstreme vuestra merced el
          pulso. En verdad que no es tanta que se
          pueda decir calentura, y de aquí á mañana
          yo sé cierto que no habrá ninguna.

          D. GASPAR.--Menos cuenta tengo con
          ella que con este dolor que siento en
          el hígado, porque yo os digo, señor
          licenciado, que me atormenta tanto, que
          le temo, y esto es lo principal para que
          yo querría que me buscásedes remedio.

          PIMENTEL.--A lo que yo siento, más debe
          proceder el accidente de la calentura
          del mal que hay en el hígado que no el
          mal ó dolor del hígado de la calentura,
          y pocas veces el señor Gaspar estará sin
          ella hasta que esté remediada la causa
          principal de á donde se sigue el daño.

          LERMA.--Vuestra merced dice gran verdad,
          pero, según esto, Dionisio no ha hecho
          el emplasto de melliloto que yo dexé
          ordenado, ni vuestra merced lo debe tener
          puesto.

          DIONISIO.--Así es verdad.

          LERMA.--¿Pues por qué no se hizo?

          DIONISIO.--Porque no ha tantas horas que
          vuestra merced lo ordenó que no se pueda
          haber sufrido sin él, como se han pasado
          tantos días que el señor don Gaspar
          lo hubiera de haber tenido con otros
          beneficios que se le pudieran haber hecho
          antes de ahora.

          LERMA.--¿Y qué descuidos parece á vos que
          se ha tenido en esso?

          DIONISIO.--Yo no he visto que hayan
          precedido los remedios universales á los
          particulares que agora se hacen; pues no
          se han hecho las evacuaciones conforme á
          las reglas de medicina, las cuales han
          de preceder á las unciones y emplastos,
          según la doctrina de Ipocras en sus
          aforismos.

          LERMA.--No es malo que queráis vos
          haceros dotor en Medicina sin saber letra
          della y que os parezca que estoy yo
          obligado á sufrir vuestra desvergüenza de
          enmendarme la cura que yo hago. ¿Sabéis
          vos por ventura la intención principal
          que yo he llevado en ella, y si ha habido
          otros accidentes más principales y que
          tienen más necesidad de remediarse?

          DIONISIO.--Lo que yo sé es que no está
          toda la fuerza en el emplasto para sanar
          el hígado.

          LERMA.--Si no tuviera respeto á estos
          señores que están presentes, yo os
          respondiera como vos merecíades; pero
          assí no quiero deciros más de que
          atendáis á hacer bien lo que toca á
          vuestro oficio, y no haréis poco.

          DIONISIO.--Vuestra merced se ha
          apasionado sin razón, y en lo que toca á
          mi oficio, yo lo hago de manera que no
          hay de qué reprehenderme.

          LERMA.--¿Qué podéis vos hacer más que
          los otros boticarios, pues en fin sois
          boticario como ellos?

          DIONISIO.--¿Y qué suelen hacer los
          boticarios que no sea muy bien hecho?

          LERMA.--Por vuestra honra quiero
          callarlo, y aun por la de los médicos,
          pues lo sabemos y no lo remediamos.

          DIONISIO.--Si vuestra merced lo dixese,
          no faltará para ello respuesta; pues no
          es justo que en esse caso paguen justos
          por pecadores.

          PIMENTEL.--Lo que aquí se dixere no
          saldrá desta puerta afuera, y con
          esta condición, y con que sea sin
          ningún enojo, el señor don Gaspar y
          yo recebiremos muy gran merced en
          que se trate algo desta materia para
          satisfacerme de algunas cosas que me han
          puesto duda y sospecha de que algunos
          boticarios no cumplen con el mundo y con
          Dios lo que son obligados.

          LERMA.--Ningún engaño recibe vuestra
          merced en esso, y plega á Dios que no
          sean todos los que esso hacen, y pues que
          aqui puede pasar, menester es que todas
          sean verdades las que se dixeren.

          DIONISIO.--Diga vuestra merced lo que
          quisiere, que ninguna pena recebirá dello
          con tal que yo sea también oído antes
          que la cuestión se determine, pues estos
          señores han de ser jueces della.

          D. GASPAR.--Razón tiene Dionisio en lo
          que pide.

          LERMA.--Yo soy contento de que, cuando
          sea tiempo, pueda replicar y alegar de
          su derecho. Y porque vuestras mercedes
          entiendan que no me muevo sin razón á lo
          que he dicho, sepan que las condiciones
          que han de tener los boticarios escriben
          muchos autores, y quien particularmente
          las trata, es Saladino en la primera
          parte de su obra; y porque referir todo
          lo que dice sería confusión y prolijidad,
          diré algunas cosas dellas. Y lo primero
          es que el boticario ha de ser de muy
          buen ingenio, hombre sin vicios, sabio
          y experimentado en su oficio; no ha de
          ser avariento, ni deseoso de adquirir
          hacienda; sobre todo ha de ser muy
          fiel para que no haga cosa contra su
          conciencia, ni por su parecer, sino con
          consejo de médico docto, y que en el
          precio de las medicinas sea convenible.
          Estas son cosas tan necesarias, que
          obligan tanto al boticario á guardarlas
          y cumplirlas, que no lo haciendo, no es
          poco el daño ni pocos los inconvenientes
          que dello se siguen á los enfermos; pero
          yo he hablado sin perjuicio de los buenos
          boticarios (que son tan pocos, que apenas
          se hallará uno entre ciento), diré lo que
          cerca desto hacen. Lo primero en lo que
          toca á ser hombre sabio y experimentado
          en su oficio no tienen ellos toda la
          culpa, que la mayor parte se puede dar
          á los protomédicos porque examinan y
          dan por hábiles y suficientes á muchos
          que ni saben ni entienden qué cosa son
          medicinas, ni tienen experiencia dellas
          ni conocimiento para alcanzar cuál es una
          ni cuál es otra, sino que si van á la
          feria á comprar sus drogas, no solamente
          se engañan en distinguir y apartar lo
          malo de lo bueno, pero muchas veces
          toman uno por otro sin conocerlo, porque
          ignoran la condición y calidades que han
          de tener para ser aquella medicina que
          piensan; y por no se mostrar ignorantes,
          quieren más dexarse engañar de los que
          los venden que tomar consejo con quien
          podría desengañarlos para que no errasen.

          PIMENTEL.--Pues, ¿por qué los
          protomédicos hacen una cosa tan fuera de
          razón como essa?

          LERMA.--O por no perder el interese de
          los derechos que los pagan ó porque
          reciben servicios con que se obligan
          á hacer lo que no deben, y sin esto
          aprovechan mucho los favores de personas
          señaladas ó de algunos amigos á quien
          estiman en más que á las conciencias, y
          así veréis que muchos vienen examinados y
          con su carta de examen muy bien escrita
          y iluminada, que podrían con más justa
          razón traer una albarda que usar el
          oficio. Y con poner sus boticas muy
          compuestas con cajas doradas y botes
          pintados, y las redomas con unos rétulos
          muy grandes, á muchas gentes hacen
          entender que es oro todo lo que reluce,
          y que vayan á tomar medicinas á sus
          tiendas, que aprovechan más para enfermar
          con ellas los sanos que para dar salud á
          los enfermos.

          D. GASPAR.--En esto también me parece
          que tienen la culpa los médicos como los
          boticarios, pues lo saben y lo permiten.

          LERMA.--Yo no quiero excusar á los que
          esso hacen.

          DIONISIO.--Ni podría vuesa merced hacerlo
          aunque quisiese, pero yo lo guardo todo
          para mi respuesta, porque no quiero
          quebrar el hilo satírico que vuestra
          merced lleva tan bien ordenado.

          LERMA.--Bien es que lo hagáis así, que
          también, como ya he dicho, os oiré yo lo
          que en favor vuestro y de los boticarios
          alegásedes. Y tornando al propósito, digo
          que es cosa recia la desorden que en esto
          se tiene, que en una cosa que va la salud
          y vida de los hombres, no se ponga mayor
          diligencia en conocer á los que pueden
          tratar dello.

          PIMENTEL.--¿Y qué se podría hacer para
          remediarlo?

          LERMA.--No dar el oficio de los
          protomédicos á hombres que hubiesen de
          llevar derechos ni dineros algunos á los
          que examinaren, porque así cesaría la
          codicia y no los cegaría el interés que
          se les sigue. Y demás desto habíanlos de
          buscar personas muy santas, temerosas de
          Dios y de sus conciencias, para que no
          permitiesen que ninguno tratasse en esta
          arte que no la entendiese y supiese muy
          bien lo que hacía.

          D. GASTAR.--Harto buena gobernación
          sería essa, y aun bien necesaria, si
          se hiciesse lo que decís, y aun las
          justicias y regimientos de los pueblos
          habían de entender en remediar esta
          falta, cuando saben que un boticario
          no es bastante, por el daño que dello
          se sigue á la república; pero pasad
          adelante en tanto que esto se remedia.

          LERMA.--Es tanta la iñorancia desta
          gente de quien hablamos, que en lo que
          decían saber más es en lo que menos
          saben, porque la principal parte que han
          de tener es en el conocimiento de las
          hierbas y plantas y raíces y piedras;
          notorio está que la mayor fuerza de la
          medicina consiste en ellas, y tanto que,
          según dice Rasis en el segundo de los
          anforismos, trayéndolo por auctoridad
          de aquel gran filósofo Hermes, si se
          conociesen bien las propiedades y
          virtudes de las hierbas y plantas,
          curarían los médicos con solas ellas,
          de manera que pareciese que curaban
          con arte mágica; pues si esto es assí,
          al médico conviene ordenar y á los
          boticarios poner en efeto lo que ellos
          ordenassen, lo cual pueden muy mal hacer
          si no conocen destintamente las plantas
          y las hierbas y las raíces y piedras,
          y aun las condiciones y propiedades
          dellas. ¡Oh cuántos y cuántos boticarios
          de los buenos se engañan en tener unas
          hierbas por otras, y en no conocer y
          entender muchas dellas! ¿Que harán los
          que no lo son? ¿Y esto de donde pensáis
          que procede? De que no saben gramática
          para entender los libros que tratan
          dellas, ó si la saben, porque les falta
          la experiencia, que ni nunca las han
          buscado ni visto, y cuando las buscan,
          hallan algunas que se parecen unas á
          otras en las hojas, en el tamaño y en
          las flores y en el olor, y por ventura
          son tan distintas y diferentes en las
          propiedades, que la una mata y la otra
          sana, y los mezquinos de los enfermos
          han de estar sujetos á la simpleza de un
          boticario, si acierta ó no acierta, y no
          solamente los enfermos, pero los médicos,
          que desto y de otras muchas cosas nos
          ponen la culpa, sin tenerla.

          D. GASPAR.--¿Y qué pueden hacer para esso
          los protomédicos?

          LERMA.--Yo lo diré. Que al que
          examinasen, no había de ser ni en un día,
          ni en ocho, ni aun en quince, y también
          le habían de examinar de la teórica como
          de la prática, y de la experiencia como
          de la ciencia; mostrándole mucha cantidad
          de hierbas juntas, á lo menos de las que
          más le traen en uso, para que apartasen
          las unas de las otras, y las nombrassen
          por sus nombres y dixesen los efectos
          que tienen y en qué pueden servir en las
          medicinas, pues tienen á Dioscórides y
          á Plinio y á Leonardo Susio, y á otros
          muchos que tan buena noticia les dan
          de todas ellas, si ellos las hubiesen
          buscado y tratado para conocerlas.
          Pero el mal es que nunca las buscan
          sino cuando tienen necesidad dellas, y
          por esto caen en tantos yerros, y tan
          perjudiciales como aquí he dicho. Lo
          mismo habían de hacer en las piedras y
          raíces y gomas y licores, y en todas las
          otras medicinas; y dexando los pecados
          que hacen en esto por iñorancia, líbrenos
          Dios de los boticarios que no tienen
          respeto sino adquirir y ganar haciendas,
          que la avaricia y codicia les hace dejar
          de usar fielmente sus oficios, porque
          éstos son aquellos de quien dice Jacobo
          Silvio en el proemio de su obra que hizo
          de las cosas que tocan á este arte, que
          se pueden llamar carniceros y verdugos
          los boticarios que no saben ni usan bien
          su obligación, porque de lo que aprovecha
          es de matar los hombres sin ningún
          respeto ni piedad. Verdaderamente, si no
          tienen conciencia y fidelidad, y si han
          ya perdido el temor de Dios por el de los
          dineros, no hay cosa más cruel que sus
          manos, más sin piedad que su intención
          ni más abominable que sus hechos, porque
          no dan medicina que sea buena, ni que
          haga buena operación. Lo que los médicos
          hacen, ellos lo dañan, ellos destruyen
          la buena cura. Y porque más claramente
          se entienda quiero decir algunas
          particularidades, pues que para decirlas
          todas sería menester muy largo tiempo.
          Tienen por flor una cosa que diré, y es
          que cuando un médico quiere recentar una
          purga ó píldoras, ó otra cosa, y pide las
          medicinas que entran en ella para verlas,
          suele decir: ¿Tenéis buen reubarbo ó
          buen agárico? Mostradlo acá. Y entonces
          el boticario saca tres ó cuatro pedazos
          que no valen dos maravedises, y entre
          ellos uno que es muy bueno, y antes que
          el médico hable le dice: Señor, todo el
          reubarbo es tal que no hay más que pedir;
          pero este boleto dél es el mejor del
          mundo, y por tal me ha costado á tanto
          precio; dél se podrá gastar en esta purga
          lo que vuesa merced mandare. El médico
          le dice: Pues echad dél una dracma, ó
          media dracma como ves que es menester; y
          en volviendo las espaldas, el boticario
          guarda aquello bueno y echa de lo malo,
          de manera que con un pedazo bueno vende
          cuanto reubarbo tiene que no vale nada,
          porque después que lo muele y se echa en
          la purga, mal se puede ver si era de lo
          uno ó de lo otro.

          D. GASPAR.--Si no se pudiera ver, á lo
          menos podráse sentir en la disposición y
          salud del enfermo, pues no hará tan buena
          operación lo malo como lo bueno.

          LERMA.--Lo mesmo que digo hacen en la
          escamonea, en el acíbar y en todas las
          otras medicinas desta suerte.

          PIMENTEL.--¿Y en la cañafístola hay algún
          engaño desos?

          LERMA.--Si sueltan la rienda al deseo
          de la ganancia, no hay medicina en sus
          tiendas con que no puedan engañar á las
          gentes, y en la cañafístola hay lo que
          dice. Si se receuta dos onzas della y es
          la cañafístola de la buena, sácale la
          pulpa necesaria, y si es de la mala y
          seca, todo el peso tiene la caña, y la
          pulpa no es casi nada ni hace operación
          ninguna, y para engañar á los médicos ó á
          los que la compran, meten la cañafístola
          en las cuevas y lugares muy húmedos
          porque parezca mejor y pese más, y así
          los enfermos con la cañafístola que les
          ha de aprovechar como medicina benedita,
          toman la mitad de humedad que no obra de
          otra cosa sino de destruir la salud y el
          cuerpo.

          PIMENTEL.--Y en las otras medicinas
          simples ¿qué pueden ó suelen hacer los
          boticarios?

          LERMA.--Lo uno no conocerlas cuando
          las compran ó cogen del campo ó de los
          huertos en que nacen; y lo otro, si las
          conocen, no entender cuáles sean las
          mejores ni las peores para usar dellas, y
          lo que peor es, que hay tantos boticarios
          tan necios y iñorantes, que no saben
          gramática ni entienden los nombres de las
          medicinas en latín, y cuando les dan las
          receutas, por no mostrar su iñorancia,
          dexan de echar aquella medicina simple en
          el compuesto, y por ventura es la que en
          todas más hace al caso; y éstos tienen á
          Mesue y á la declaración de los fraires,
          y Antonio Musa y Jacobo Silvio, y otros
          cien libros muy bien encuadernados que
          no sirven de más que de auctorizar su
          botica, estando obligados á entenderlos
          tan bien como los médicos mismos. Y para
          que vuestras mercedes entiendan lo que
          pasa, yo sé boticario que, receutando
          un médico en su casa cierta medicina en
          que hubo necesidad de poner media onza
          de simiente de psilio, él no lo entendió
          ni supo qué cosa era, y para salir de
          la duda que tenía fuesse á casa de otro
          boticario y preguntóle si tenía psilio.
          El otro le respondió que sí. Pues dadme
          media onza dél y ved lo que me habéis de
          llevar por ella. El otro boticario, que
          era astuto y avisado, entendió luego el
          negocio y díxole: No os la puedo dar un
          maravedí menos de un ducado, porque por
          dos ducados compré la onza, y no os hago
          poca cortesía en dárosla sin ganancia.
          Pues que assí es, dixo el que compraba,
          veis aquí el ducado y dádmela. El otro lo
          tomó y le dió en un papel la media onza
          de psilio, y cuando lo hubo descogido y
          mirado, vio que era zaragatona y dixo:
          ¿Qué me dais aquí, que esta zaragatona
          es? Assí es verdad, dixo el otro que se
          le había dado. Pues por cosa que vale un
          maravedí, dixo él, ¿me lleváis un ducado?
          Sí, respondió el que le había vendido,
          que yo no os vendí la zaragatona, sino
          el nombre, que no lo sabíades, y el
          aviso para un boticario como vos vale
          más que diez ducados. Y aunque sobre
          esto hubieron barajas y fueron ante
          la justicia, se quedó con el ducado y
          reyéndose todos del boticario nescio que
          se lo había dado.

          D. GASPAR.--Por cierto él lo merecía bien
          por lo que hizo.

          LERMA.--No es menos de oir lo que agora
          diré, y pasa así de verdad; que queriendo
          hacer un boticario el collirio blanco de
          Rasis que aprovecha para el mal de los
          ojos, viό que al cabo de las medicinas
          que habían de entrar en él estaba
          escrito _tere sigilatim_, que quiere
          decir que las moliese cada una por sí,
          y él entendió que le mandaba echar una
          medicina que se llamaba tierra sellada,
          y teniendo todo junto para revolverlo,
          llegó otro boticario, y conociendo la
          tierra sellada, díxole: ¿Qué es esto que
          hacéis? En el collirio de Rasis no entra
          esta medicina. Y el que lo hacía porfiaba
          que sí y que así estaba en la receuta
          del collirio. Sobre porfía lo fueron
          á ver, donde el boticario que había
          llegado de fuera, conociendo la causa
          de su yerro, le desengañó, mostrándole
          lo que quería decir _tere sigilatim_, y
          así le hizo quitar la tierra sellada,
          y lo que en ello iba era que todas las
          medicinas de aquel collirio son frías, y
          ésta era cálida y de tal condición, que
          bastaba para quebrar los ojos en lugar de
          sanarlos. Otras muchas cosas pasan cada
          día desta mesma manera, porque boticarios
          hay que, siendo el espodio de Galeno, y
          de los griegos Tucia, y el de Avicena y
          los árabes raíces de cañas quemadas, y el
          que nosotros comúnmente usamos dientes
          de elefantes, que es verdadero marfil,
          ellos hacen otro nuevo espodio echando
          los huesos y canillas, y aun plega á Dios
          que no sean de la primera bestia quo
          hallasen muerta, y con esto les parece
          que tienen cumplido con lo que deben. Y
          cuando vienen á hacer algún compuesto
          en que entren muchas medicinas, algunas
          dellas les faltan, otras están dañadas,
          otras secas y que les falta la virtud y
          no dexan de echarlas sin tener respeto á
          que: _improbitas unius simplicis totam
          compositionem viciat_.

          D. GASPAR.--No entendemos muy bien latín;
          vuestra merced lo diga en romance.

          LERMA.--Digo que la maldad de una
          medicina simple, cuando se junta con
          otras, destruye y hace que no valga
          nada toda la composición. Pues si esto
          es assí, qué hará en la composición de
          los xarabes, y purgas, y píldoras, que
          alteran y descomponen los cuerpos humanos
          y más adonde entran medicinas furiosas,
          recias y venenosas, que se desvelan los
          médicos por no errar en la cuantía y en
          el peso y medida, y los boticarios, yendo
          envidada la vida de un hombre en acertar
          ó en errar, no se les da dos maravedís
          que sea más ni menos ni que obren bien
          que mal. Su atención y intención es de
          ganar, y sea como fuere, que la culpa ha
          de ser del médico y no del boticario.

          D. GASPAR.--Esso es en las purgas; pero
          en los xarabes ¿qué hacen que no sea bien
          hecho?

          LERMA.--Antes creo que no hay xarabe
          que se haga bien en las boticas de los
          hombres desta suerte que he dicho, porque
          ó no tienen los zumos tan buenos como
          son menester y tan perfectos como han
          de ser, ni los echan en la cantidad que
          el xarabe ha de llevar; y en el azúcar
          tienen una alquimia que siempre compran
          y traen el más vellaco y más sucio que
          hallan, porque con ser para xarabes,
          parésceles que es pecado gastar azúcar
          bueno y limpio. Y entre diez xarabes no
          hallaréis los dos que tengan el punto
          necesario.

          PIMENTEL.--En esso parece que no va
          tanto, aunque lo mejor sería que todo
          fuese perfecto.

          LERNA.--En las píldoras hay también
          las mesmas faltas que en las purgas, y
          aun otras que parecen mayores, porque
          demás de lo que he dicho, hay una massa
          de píldoras que se quieren gastar en
          haciéndose, y otras que duran cuatro
          meses, y otras seis y ocho y un año y
          más, pero cuando passan de su tiempo
          sécanse y pierden la virtud y fuerza las
          medicinas que allí están incorporadas,
          y assí no son para aprovechar; y los
          boticarios avarientos, por no perder el
          intereses que dellas se les ha de seguir,
          ni gastar en hacer otras de nuevo, ¿qué
          pensáis que hacen? Visitan las cajas
          donde tienen las píldoras y miran un
          rétulo ó cédula que tienen dentro dellas
          en que está puesta la hecha del año, mes
          y día, y si es pasado el tiempo quitan
          aquella cédula y ponen otra, por la
          cual parece que no ha dos meses que se
          hicieron, habiendo por ventura más de
          un año que estaban hechas, estando ya
          perdidas y corrompidas; y assí engañan
          al médico que las pide y receuta, y al
          enfermo que con ellas se cura; y donde
          han de hacer evacuar los humores si
          estuviesen en su perfición, no tienen
          fuerza más de para alterarlos y moverlos
          más de lo que están, en grandísimo daño y
          perjuicio de los enfermos y de su salud
          y vida. Pues en las aguas que venden,
          ¿no hay engaños? Muchas veces al medio
          año acaban todas cuantas han destilado
          y hinchen las redomas de agua de la
          fuente ó del río, y lo que les costó
          una blanca hacen della tres ó cuatro
          ducados, y jamás pedirán cosa ninguna
          en su botica que digan que no la tienen
          ó por gran maravilla; y dan unas cosas
          por otras, diciendo que tienen la misma
          propiedad y que hacen el mismo efecto, y
          á esto llaman ellos dar _quid pro quo_,
          mudando las medicinas sin la voluntad y
          consentimiento de los médicos, por no
          dexar de vender y hacer dineros. Y por
          ventura no halló el licenciado Monardis
          tantas medicinas en un diálogo que hizo
          que se podiesen poner unas por otras
          cuantas hallan los boticarios porque los
          que traxeren dineros á sus tiendas no
          se vuelvan con ellos. En los aceites,
          si se les van acabando, con poco que
          tenga el cántaro ó la redoma, la tornan
          á henchir encima del que se vende en la
          plaza; y assí me dixeron á mí de uno
          que vendió un gran cántaro de aceite
          rosado no teniendo sino un poco en el
          hondón, sobre el cual tornólo á henchir,
          y revolviéndolo todo, quedóle un poquito
          de olor con que lo pudo vender, afirmando
          que era el mejor del mundo. Y en los
          ingüentos también pecan, ó por iñorancia
          ó por malicia, que pocas veces salen
          en su perfición. Lo mesmo hacen en los
          polvos, y finalmente, no hay medicina
          ninguna que no hagan de manera que
          justamente se pudiese condenar por falsa
          si se pudiesen averiguar los simples que
          echan en la composición, á lo menos si
          son costosos ó dificultosos de haber ó de
          conocerse. Si mandaren á estos boticarios
          hacer una buena triaca, muchos de ellos
          no conocerían la mitad de las medicinas
          simples que entran en ella, y plega á
          Dios que conozcan las de la confeción
          de Hamech, que son menos y más usadas,
          y las que entran en otras confeciones
          desta suerte. La triaca de esmeraldas que
          venden no creo más en ella que en Mahoma,
          si no la viese hacer por los ojos, y por
          más cierto tendría que echan esmeraldas
          contrahechas de alquimia ó de vidrio ó
          de unas que vienen de las Indias, que de
          las finas; y por mi consejo nadie las
          tomaría, ni daría á quien bien quisiese,
          si no la hubiese visto cuando se hacía
          ó si no fuesse de mano de boticario de
          quien estuviese tan saneado que no se
          tuviere duda de su conciencia y virtud.

          D. GASPAR.--Harto ha dicho vuesa merced,
          señor licenciado, para que estemos más
          avisados y advertidos de lo que los
          boticarios pueden hacer; pero no es
          posible que todos pequen tan á rienda
          suelta.

          LERMA.--No digo yo que todos, porque
          haría injuria á algunos buenos que hay
          entre ellos, aunque no sean muchos, y los
          que son malos es, ó porque son simples y
          iñorantes, ó porque son malos cristianos
          y tienen poco temor de Dios, ó porque
          son pobres, que la pobreza es ocasión de
          grandes males.

          PIMENTEL.--Pues, ¿qué remedio se podría
          poner en este desconcierto que bastase
          para estorbar tan gran daño como los
          malos boticarios hacen?

          LERMA.--El primero ya yo le he dicho,
          que no habían de permitir que ninguno
          usase el oficio que no fuese muy docto
          y muy experimentado; y lo principal que
          ha de tener es ser muy buen gramático,
          para entender los libros de su arte, muy
          estudioso y curioso de saber y aprender
          todos los primores que hay en ella, y sin
          esto, se requiere que hayan estudiado
          alguna medicina para que sepan mejor lo
          que hacen. Los boticarios que son buenos
          muchas veces aprovechan de advertir á los
          médicos en algunos descuidos y yerros que
          hacen, y no holgaría yo poco de que todos
          los boticarios con quien tratase fuesen
          tan suficientes que supiesen hacer esto.

          D. GASPAR.--¿Pues por qué os enojasteis
          de que Dionisio dixo poco ha que la cura
          del hígado no iba por los términos que
          convenía?

          LERMA.--No me enojé yo porque me lo
          dixese, sino porque me lo dixo en
          público, y no ha de ser por vía de
          reprensión sino de consejo, y en esto no
          me negará él que tengo razón; y, aunque
          no lo quisiera decir en su presencia,
          sería mal que vuesas mercedes pensasen
          que ninguna cosa de las que he dicho aquí
          toca en su honor, porque yo certifico que
          ninguna falta tiene para que no sea uno
          de los mejores boticarios que hay en el
          reino y de quien más sin sospecha puedan
          confiarse los enfermos y los médicos que
          los curaren.

          PIMENTEL.--Bien me parece que después
          de descalabrado le untéis la cabeza;
          yo fiador que, á lo que creo, no os
          vais, señor licenciado, sin respuesta,
          que no sin causa os ha escuchado sin
          contradeciros en nada. Pero pasad
          adelante y decidnos otros remedios.

          LERMA.--No habían de ser los boticarios
          pobres, sino que también les habían de
          pedir si tenían patrimonio de donde
          ayudarse á sustentar, como hacen á los
          clérigos cuando van á ordenarse; que
          recia cosa sería fiarse de un hombre
          pobre muchos dineros sin contarlos, y
          sin pensar que se aprovecharía del los
          en sus necesidades, podiendo hacerlo,
          y lo mesmo de un boticario con pobreza
          las medicinas, sin pensar que procurase
          remediarla con ellas; y por esto hay
          autores que dicen que en un tiempo se
          tuvo en Roma tanta cuenta con este
          oficio, que las medicinas estaban
          depositadas en ciertas personas de gran
          confianza; que llevaban salario por ello,
          y que allí iban los médicos á tomarlas
          y los boticarios las gastaban así como
          las llevaban, sin que en ello, ni por
          iñorancia ni por descuido, pudiese haber
          yerro ninguno. El otro remedio que se
          podría tener es en las visitas que les
          hacen, para las cuales, habiendo buena
          gobernación, había de haber visitadores
          generales que no entendiesen en otra
          cosa, y éstos habían de estar proveidos
          en cada provincia y pagados del dinero
          público, de manera que no se les siguiese
          interés particular ni les cupiese parte
          de la pena ni de otra cosa, para que más
          sin afición ni pasión pudiesen juzgar,
          y que los que no hallasen suficientes
          los inhabilitasen y privasen del oficio
          sin tener advertencia á la honra ó bien
          particular de uno en perjuicio y daño de
          toda la república.

          PIMENTEL.--Bien sería esso, si se
          hallasen personas de quien se pudiese
          tener tan buena confianza, y el rey, con
          otros cuidados que tiene mayores, no
          puede tener tan particular cuenta con
          este negocio.

          LERMA.--Pues habríala de tener él ó los
          que tienen cargo de la gobernación de sus
          reinos, como lo tienen con examinar á uno
          que ha de ser escribano real, que quieren
          que sepa hacer bien una escritura en que
          va la hacienda de un hombre; y sería
          más justo que procurasen de que también
          fuesen bien hechas las medicinas en que
          va la salud y vida de los hombres, porque
          no son pocos los que mueren por culpa
          dellos. Y conforme á este parecer es lo
          que dice Jacobo Silvio hablando desta
          gente que digo: Dios haga y provea que
          la justicia real alguna vez tenga cuenta
          con los que primero usan esta arte que la
          hayan entendido, siendo á los cuerpos de
          los hombres tan saludable cuando bien se
          hace y tan dañosa cuando iñorantemente se
          trata. Y, finalmente, habrían de tener
          los boticarios fieles que les mirasen las
          medicinas y se las tasasen en precios
          convenibles, averiguando la costa que
          tienen y dándoles ganancia con que se
          pudiesen sustentar, aunque fuese más de
          la que agora llevan, pues las medicinas
          serían mejores y de más valor; porque
          si las que agora venden son buenas, yo
          digo que las venden muy baratas, y si son
          malas, en cualquiera precio, aunque den
          dinero por que las lleven, son tan caras
          que ninguna mercaduría hay que tanto lo
          sea.

          PIMENTEL.--Pues, decidme, señor
          licenciado: ¿de que aprovecha el visitar
          las boticas cuando los regimientos de los
          pueblos traen boticarios de fuera para
          hacerlo?

          LERMA.--Algún fruto hace, aunque
          poco, porque si los médicos se hallan
          presentes, como siempre lo están, es
          para ayudar á los boticarios, y ellos
          que habían de acusar sus defetos se
          los encubren, porque son sus amigos, y
          cuando les preguntan alguna cosa que no
          saben, responden por ellos, tomándoles la
          palabra de la boca, y también defienden
          algunas cosas cuesta arriba, y con otras
          disimulan todos ellos; y aun plega Dios
          que no haya algunas que ni los unos ni
          los otros no las entiendan. Y sobre esto,
          no hay botica tan bien visitada que si
          veniesse otro día alguno que entendiese
          bien el oficio no hallase cosas nuevas
          que reprender y enmendar. Y cuando ya se
          viene á dar la sentencia, nunca faltan
          amigos y favores que con buena maña
          bastan para procurar con solicitud que
          sea muy moderada; y de ciento que podrían
          privar, no hallaréis dos inhabilitados,
          y ya que lo sean luego hay mil remedios
          para que la sentencia no se execute y
          tornen á usar sus oficios contra justicia
          y conciencia suya y de los que se lo
          permiten y consienten. Dios ponga remedio
          en esto, que harta necesidad hay de que
          lo provea de su mano.


          _Fin de la primera parte del colloquio de
                  los médicos y boticarios._




                  COMIENZA LA SEGUNDA PARTE

          del colloquio, en la cual se trata lo que
                      toca á los médicos.


                        INTERLOCUTORES

                _Los mesmos que en la primera._

          DIONISIO.--Hasta agora, señor licenciado,
          no me ha faltado atención para oir ni
          paciencia para escuchar todo lo que
          vuesa merced ha querido decir de los
          boticarios, y, verdaderamente, no sería
          justo que por hacer buenos á los que son
          buenos yo quiero que también lo sean
          los malos, pues en todas las artes y
          oficios que se usan en el mundo hay de
          los unos y de los otros, y que los haya
          en este oficio y arte de boticario no es
          maravilla, aunque yo confieso que tienen
          toda la obligación que vuestra merced ha
          dicho y que es muy mayor la culpa que se
          les puede dar. Porque va poco en que un
          platero yerre una vasija, y un sastre
          una ropa, y un pintor una imagen, y va
          mucho en que un boticario y un médico
          yerren la cura de un hombre en que le va
          la salud y la vida; el uno por falta de
          las medicinas y el otro por faltarle la
          ciencia y la experiencia de manera que no
          lo sepa curar. Que hay pocos boticarios
          en España que sepan lo que han de saber
          y lo que se requiere para no errar, no
          puedo negarlo, y que hay también muchos
          que, sabiéndolo, pecan con malicia y que
          la codicia se antepone en ellos á la
          conciencia, también lo creo, y aun lo sé,
          porque lo he visto estando tratando en
          las casas y tiendas de muchos boticarios,
          donde pasan cosas extrañas y tan
          desordenadas que me han espantado, y sin
          duda los malos boticarios, de cualquier
          manera que sea, son cruel pestilencia
          para los pueblos, y yo confiesso que no
          hay cosa más justa que remediarlo si
          fuesse posible; y porque no puedan decir
          los culpados que en mi se cumple el
          proverbio ¿quién es tu enemigo? hombre
          de tu oficio, no quiero extenderme á
          más, que por ventura pndiera decir otros
          muchos y mayores secretos de las maldades
          que hacen que no han venido á noticia
          del señor licenciado. Pero con todo esto
          no quiero que se dé toda la culpa á los
          boticarios en muchas cosas que tienen la
          mayor parte los médicos, aun á las veces
          es toda, y así las autoridades que vuesa
          merced ha alegado de Jacobo Silvio contra
          los malos boticarios, si tiene memoria
          dello, también las dice contra los que
          no son buenos médicos, porque en aquel
          proemio contra los unos y los otros va
          hablando.

          LERMA.--Creo que decís la verdad, pero
          poco es lo que vos ni nadie podrá decir
          contra los médicos en comparación de lo
          que yo he dicho y se podría decir contra
          los boticarios.

          DIONISIO.--Si vuesa merced quiere tener
          sufrimiento para oirlo, no le parecerá
          sino mucho; que no es menor el daño ni
          perjuicio que hacen en la república,
          ni habría menos razón para que los
          desconciertos que dellos se siguen se
          remediasen.

          LERMA.--Decid lo que quisiéredes, que
          quiero que estos señores no digan que no
          cumplo mi palabra.

          PIMENTEL.--Ni aun sería justo que se
          dexase de cumplir, y vos, señor Dionisio,
          decid lo que os pareciere, pues que el
          señor licenciado no tiene tanta priesa
          que no pueda detenerse otro tanto para
          escucharos como se ha detenido para hacer
          verdadero lo que al principio propuso
          contra los boticarios.

          LERMA.--Forzado me sería hacer lo que
          vuestras mercedes mandan, aunque en
          verdad que hago alguna falta á dos ó tres
          enfermos que tengo de visitar.

          D. GASPAR.--Tiempo habrá para todo,
          que si la plática se dexase en estos
          términos, era quedar pleito pendiente, y
          lo mejor será que luego se determine.

          DIONISIO.--Aunque yo tenía harto en que
          alargarme, procuraré ser breve diciendo
          en suma lo que cerca desto entiendo, pues
          no será necesario más de apuntarlo para
          que vuestras mercedes lo entiendan y
          estén al cabo de todo. Y digo lo primero
          que lo que Ipocras dice de los que no
          son buenos médicos en el libro que se
          llama _Introductorio_ son las palabras
          siguientes: Muy semejantes son éstos á
          los que se introducen en las tragedias,
          porque tienen la figura y vestidos y
          atavíos y aun la presencia de médicos de
          la misma manera que los hipócritas, y
          así hay muchos médicos de nombre y que
          lo sean en las obras son muy pocos. Pues
          Ipocras evangelista de los médicos es
          llamado, y podemos tener por cierto que
          en ninguna cosa de lo que cerca desto
          dice recibe engaño, y pluguiese á Dios
          que en nuestros tiempos no acertase tan
          de veras como acierta en esto que ha
          dicho, porque así no habría los daños y
          grandes inconvenientes que para la salud
          de los enfermos se siguen por falta de
          los buenos médicos.

          LERMA.--Assí es como vos decís, señor
          Dionisio; pero decime: ¿quiénes son essos
          malos médicos, que yo á todos los tengo
          por buenos?

          DIONISIO.--Antes son tan pocos los
          buenos médicos, que apenas hay ninguno
          que no sea malo, como vuesa merced ha
          dicho de los boticarios, y por no gastar
          palabras, quiérome ir declarando más
          particularmente, para que nos entendamos,
          de las condiciones que se requieren para
          que un médico cumpla con Dios y con el
          mundo. La primera, que sea hombre justo,
          temeroso de Dios y de su conciencia,
          conforme á lo que Salomón dice (_Eccl._,
          I): El principio de la sabiduría es el
          temor que á Dios se tiene; porque el que
          no llevare su fundamento sobre esto, no
          podrá hacer las curas suficientes ni que
          aprovechen á los enfermos, y así dice
          Galeno: Aquel cuyo juicio fuere débil
          y cuya ánima fuere mala, no aprenderá
          aquello que se enseña en esta ciencia, y
          esto es porque su fin no es de aprovechar
          á su prójimo con ella, sino á sí mismo.
          No sé yo qué temor de Dios tienen los
          médicos que curan sin tener la ciencia y
          experiencia y las otras cosas necessarias
          y convinientes para que curen, y si
          éstas les faltan, y faltándoles con la
          codicia de la ganancia se ponen á curar
          no sabiendo lo que hacen, no solamente
          pecan, pero dañan su ánima; de manera
          que no podrán aprender lo que son
          obligados á saber, como Galeno les ha
          dicho, ni tampoco puede ser piadoso ni
          misericordioso el médico que cura las
          enfermedades que no conoce, ni sabe, ni
          entiende; antes es muy gran crueldad
          y inhumanidad la que usan, pues que,
          ó por ganar dineros ó por no confesar
          su iñorancia, ponen los enfermos en el
          peligro de la muerte y no guardan lo que
          Rasis dice, trayéndolo por autoridad de
          un gran médico judío, que los médicos han
          de ser muy piadosos con los enfermos,
          para que con mayor cuidado y diligencia
          curen dellos.

          LERMA.--¿Pues cómo sabéis vos que los
          médicos no tienen suficiencia y habilidad
          que se requiere para curar, de manera
          que no cumplan con lo que deben á su
          conciencia?

          DIONISIO.--Ya yo he dicho que no son
          todos los médicos, sino que hablo con la
          mayor parte dellos, y si vuesa merced
          quiere que le declare lo que sabe
          muy mejor que yo lo entiendo, quiero
          aclararme más para que estos señores lo
          entiendan. Cruel cosa y fuera de todo
          término de razones la que se consiente
          y permite á los médicos que después que
          se van á estudiar á las universidades,
          con tres ó cuatro años que han oido de
          medicina presumen luego de ponerse á
          curar, ó por mejor decir á matar los
          enfermos. Y con tres maravedís de ciencia
          quieren ganar en un año quinientos
          ducados, porque su intención es á sola
          ganancia, no teniendo atención á lo que
          Ipocras dice en su juramento, que siempre
          su principal intención será en curar á
          los enfermos, sin tener respecto á lo que
          por ello se ha de ganar.

          LERMA.--Mal podéis vos juzgar las
          intenciones de los médicos.

          DIONISIO.--Antes muy bien se pueden
          juzgar de las obras que hacen, porque si
          el médico es necio de su natural, mal
          acertará en el remedio de la vida de un
          hombre, donde tan gran discreción se
          requiere, y si es sabio, ha de saber que
          con tan poca ciencia no ha de presumir de
          hacer lo que otros con mucha no pueden
          ni saben, y con este conocimiento está
          obligado á no curar hasta que pueda
          tener mejor constanza de sí, y si no
          lo hacen, claro está que la codicia de
          la ganancia les hace poner en aventura
          la salud y vida de los hombres en si
          aciertan ó no aciertan en la cura que
          hacen.

          D. GASPAR.--Pues si esso es así, ¿cuándo
          han de comenzar á curar los médicos?

          DIONISIO.--Cuando tuvieren la ciencia
          suficiente y la práctica que se requiere
          para ponerla en obra.

          D. GASPAR.--No os entiendo lo que queréis
          decir.

          DIONISIO.--Digo, que no solamente un
          médico ha de tener muy gran ciencia y
          saber muy bien los preceptos y reglas de
          medicina, sino que también ha de tener
          muy larga y conocida experiencia de las
          enfermedades y de la manera y orden
          que han de tener en curarse. Porque el
          principal fundamento está en conocerlas,
          y esta experiencia requiere muy largo
          tiempo, conforme á lo que Ipocras dice:
          La vida de los hombres es muy breve y la
          arte es muy luenga; el tiempo es agudo y
          la experiencia engañosa. Si esto es así
          verdad, ¿qué experiencia pueden tener los
          que ayer salieron del estudio, ni los que
          ha un año, ni dos, ni seis que curan, á
          lo menos si las curas que hacen son con
          sólo su parecer y por su albedrío?

          PIMENTEL.--Muy poca ó ninguna, y cuando
          viniera á tenerla, habrían ya muerto más
          hombres que sanado enfermos.

          D. GASPAR.--¿Pues qué han de hacer los
          médicos para no errar?

          DIONISIO.--Lo que dice el señor
          licenciado de los boticarios: que es,
          tratar mucho tiempo su oficio antes que
          comiencen á usar dél por su actoridad,
          y primero que se atrevan á hacer una
          experiencia la han de haber visto muchas
          veces, ó á lo menos otra semejante; y
          esto ha de ser curando mucho tiempo
          los médicos mancebos en compañía de
          los viejos experimentados, lo que no
          hace ninguno, porque con la leche en
          los labios de lo que han estudiado,
          les parece que son bastantes á curar
          cualquiera enfermedad por sí solos, y si
          la ganancia no estuviese de por medio,
          todavía se humillarían á lo que son
          obligados; porque no basta que den muy
          buena razón de lo que les preguntassen
          si no lo saben obrar, conforme á lo
          que dice Avicena: Que no basta en la
          medicina la razón sin la experiencia ni
          la experiencia sin la razón, porque ambas
          son menester y han de andar juntas la una
          con la otra.

          PIMENTEL.--¿Pues qué han de hacer los
          médicos en tanto que no pudiesen ganar de
          comer? Que según esso primero llegarán
          á viejos que justamente puedan llevar
          alguna ganancia.

          DIONISIO.--Que coman de sus patrimonios,
          y si no lo tienen, que lo procuren por
          otra vía, que no ha de ser su ganancia
          tan á costa y perjuicio de las repúblicas
          que sean los médicos peor pestilencia y
          más crueles verdugos que los boticarios,
          como el señor licenciado ha dicho,
          pues que están obligados á cumplir el
          juramento que su evangelista juró en
          nombre de todos ellos.

          LERMA.--Bien sería si los médicos de
          agora que fuesen como los de los tiempos
          pasados que esso escribieron, que
          hablaban á su seguro y sin necesidad
          de ganar de comer por su trabajo, que
          Ipocras, señor fué de la isla de Coo y
          tan rico y poderoso, que no quiso las
          riquezas de un potentísimo rey que se las
          ofrecía por que le fuese á curar de una
          enfermedad, ni después temió sus amenazas
          porque no quiso hacerlo. Avicena,
          príncipe fué del reino de Córdoba.
          Hamech, hijo fué de un rey, y así otros
          muchos médicos que se podrían decir
          semejantes á éstos; pero los que agora
          aprendemos esta arte es para sustentarnos
          con ella y no para mostrarnos sabios y
          ganar honra solamente, como ellos.

          DIONISIO.--Yo no quito que del trabajo
          se saque el premio para sustentarse
          los médicos; pero querría que con
          mayor cuidado procurasen que yo no
          tuviese razón en lo que digo, porque
          verdaderamente por lo menos habrían
          de haber visto curar y tratar las
          enfermedades cinco ó seis años antes que
          tuviesen licencia de curar por si solos:
          porque sabe un médico dar razón de las
          alteraciones que ha de haber en un pulso
          para que un enfermo tenga calentura, y
          cuando le toma el pulso no lo conoce por
          falta de experiencia, y muchas veces
          desta manera vemos que curando dos
          médicos á un enfermo, el uno dice que
          tiene calentura y el otro que está sin
          ella, y así mesmo yerran diversas veces,
          teniendo unas enfermedades por otras; y
          cuando Galeno, siendo tan excelentísimo
          médico, confiesa de sí mesmo haberse
          engañado una vez que teniendo mal de
          cólico y muy gran dolor pensó que le
          procedía de tener piedra en los reñones,
          haciendo diferentes remedios de los que
          para aquella enfermedad eran necesarios,
          ¿qué harán estos médicos de quien yo
          digo, y más no teniendo las enfermedades
          en sus mesmos cuerpos para sentirlas,
          sino en los ajenos, donde por la mayor
          parte juzgan por adivinanzas? Y el no
          conocer bien los médicos las enfermedades
          que son tan diversas y diferentes es
          causa de venir á morir muchos de los que
          las tienen, que siendo curados dellas
          con los remedios que se les suelen hacer
          no perderían las vidas; y sin esto, ¿qué
          menos obligación tienen los médicos que
          los boticarios á conocer si las medicinas
          son buenas ó malas, y escoger las mejores
          cuando mandan hacer una purga ó unas
          píldoras ó otra cosa semejante, para que
          los boticarios no los engañen, que así
          la culpa es de los unos y de los otros?
          Por cierto cosa es para reir ver algunos
          médicos de los nuevos, y aun de los
          viejos, ir á nuestras boticas y pedir que
          les mostremos las medicinas y tomar las
          peores por las mejores, y algunas veces
          unas por otras, y el xarabe que está
          bueno dicen que está malo, y el que está
          malo alaban por bueno, tanto que muchas
          veces nos burlamos dellos, mostrándoles
          una cosa por otra sin que lo conozcan.
          Y no para en esto la fiesta, sino que
          hay médicos que recetan disparates, y
          cosas que bastarían á matar á los sanos,
          cuanto más é los enfermos, y tienen
          necesidad las boticarios de remediarlo,
          por no ser participantes en la culpa,
          que si las medicinas obran bien, quieren
          ellos llevarlas gracias, y si mal,
          que nos den á nosotros por culpados.
          También hacen otra cosa perjudicial á
          sus conciencias y honras, y es que se
          aficionan á unos boticarios más que á
          otros para darles provecho, no teniendo
          respecto á lo que saben y entienden,
          ni al aparejo que tienen, sino á los
          servicios que les hacen, porque les
          dan parte de las ganancias; y aunque
          no sea tan descubiertamente, en fin,
          aprovéchanse dellos en las haciendas y en
          las personas, y el boticario que no les
          sirviere y anduviere bailando delante,
          poca medra tiene con ellos; y de aquí
          nace que pocas veces los médicos son
          amigos de los buenos boticarios, porque
          confiando en su saber y bondad y en el
          buen aparejo de medicinas que hay en
          sus tiendas, no les quieren tener aquel
          respecto que ellos desean y procuran, y
          con esto no medran mucho con la ganancia
          que les dan, porque se la quitan cuando
          pueden.

          PIMENTEL.--Si todos los boticarios les
          dan el trato que vos agora les dais, poca
          razón tendrán de serles amigos; pero
          pasad adelante, porque me parece que os
          queda más que decir.

          DIONISIO.--No sería poco si se hubiese
          de decir todo; pero todavía quiero
          pasar más larga la carrera, que yo me
          iré abreviando por no cansar á vuesas
          mercedes. Por cierto, cosa es de notar, y
          aun de burlar, ver á los médicos ponerse
          en los portales de sus casas, esperando
          por las mañanas que les traigan las
          orinas de los lugares comarcanos donde
          viven, que las unas son tomadas cuatro
          horas ha y otras seis, y algunas por
          ventura de una noche ó de todo un día
          vienen mazadas y botadas, que no parecen
          sino lodo, y así las están mirando
          como si estuviesen para conocerse las
          enfermedades por ellas, habiendo de
          estar la orina tomada por lo más de una
          hora y reposada en el orinal para que no
          esté revuelto el hipostasis, y con esto
          cumplen los pobres simples, para que les
          den dineros por ello, y si á un médico
          destos le llaman para cien enfermos,
          á todos irá á visitar y á curarlos de
          cualquiera enfermedades que tengan, no
          teniendo tiempo de estudiar para los
          seis dellos, ni para acabar de entender
          lo que curan y los remedios necesarios,
          y así andan ciegos y desatinados en lo
          que es necesario tener el mayor concierto
          y tino del mundo, fuera de la salvación
          del ánima, porque no han de confiar de
          lo que han estudiado ni de lo que tienen
          en sus memorias, sino de ver de nuevo
          cada día y cada hora cómo se ha de curar
          la enfermedad que tienen entre manos y
          qué remedios se le han de aplicar para
          sanarla.

          PIMENTEL.--No me parece que tenéis tanta
          razón en lo que decís que no podáis
          engañaros, porque los médicos viejos que
          han visto y estudiado mucho, con lo que
          saben pueden curar sin tornar á ver los
          libros tantas veces como vos decís.

          DIONISIO.--A los que eso hicieren,
          acaescerles ha como á los predicadores,
          que siendo grandes teólogos, presumen
          de hacer algunos sermones sin estudiar
          los primeros, y por una vez que aciertan
          á llevarlos bien ordenados, diez veces
          se pierden, de manera que luego se
          les conoce que lo que predican es sin
          estudio, y cuando yerran, es ésta la
          disculpa que tienen; así los médicos
          que quieren curar las enfermedades sin
          estudiar de nuevo para cada una dellas,
          por una que aciertan, errarán muchas,
          para acabar la vida de aquellos que se
          ponen en sus manos por alargarla.

          D. GASPAR.--Todas estas faltas se suplen
          con la discreción y buen natural de un
          médico, y muchas veces aprovecha más
          con ello que con la arte ni con cuanta
          medicina han estudiado.

          DIONISIO.--No digo yo menos que esso,
          y vuestra merced me ha quitado de
          trabajo en echarlo en el corro, para
          que aquí se declare; pero diga vuestra
          merced ¿cuántos médicos hay hoy con las
          propiedades y condiciones que cerca de
          eso se requieren? Pluguiese á Dios que
          antes les faltase parte de la ciencia
          que no el buen natural y el juicio
          claro, reposado y assentado, porque
          teniéndolo, con él suplirían muchas
          faltas, juzgando con discreción en
          algunas cosas, que sólo ella bastaría;
          porque la buena estimativa, como dice
          Averroes, sola hace bueno al médico. Lo
          mismo tiene Halirodoan y Galeno en el
          primero de los días críticos, y conforme
          á esto Damasceno: el ingenio natural del
          médico con pequeño fundamento ayuda á la
          naturaleza, y el que es defetuoso hace
          el effeto contrario. Pues siendo esto
          assí, como estos autores dicen, ¿qué
          podrán hacer muchos médicos alterados,
          locos, desasosegados, elevados y, lo que
          peor es de todo, muy grandes necios?
          Por cierto, en los tales como éstos yo
          tengo en muy poco la ciencia que tienen,
          porque no sabrán usar della por mucha
          que tengan, ni aprovechar á los que
          tuvieren necesidad de su ayuda. Porque
          los unos dellos todo lo que saben
          lo tienen en el pico de las lenguas,
          alegando textos y autoridades á montones
          sobre cada cosa que se trata, sabiendo
          entenderla para tratarla y no para usar
          della. Otros que les parece que todo su
          saber consiste en sustentar opiniones
          contrarias de los otros médicos; y
          en fin si les preguntasen dónde está
          el bazo ó el hígado, apenas sabrían
          mostrarlo, porque, como he dicho, no lo
          han tratado ni tienen experiencia dello.
          Y estos tales son como unos marineros
          que saben aritmética, cosmografía y
          astrología, y dan buena razón de todo lo
          que les preguntan cerca de la arte de
          marear, y les pusiessen un timón de una
          nave en las manos, presto la pondrían
          en trabajo y peligro de anegarse, por
          no saber gobernarla y guiarla, y así
          como se hiciese pedazos en las peñas ó
          se encallase en algunos vaxios, para
          no poder salir de la arena, porque no
          conocen la tierra, ni saben los puertos
          donde acogerse, ni los lugares seguros
          donde echar áncoras hasta que pase la
          tempestad y tormenta. Y así los médicos
          que no han visto las enfermedades ni
          las han curado otras veces, no saben
          guiarlas á puerto seguro, ni sacarlas
          de los peligros desta mar del mundo en
          que navegamos, y dan con los enfermos
          al través; de suerte que en lugar de
          sacarlos á puerto de salvación, los
          llevan al de perdición de su salud y
          vida; y de estas cosas muchas remedia el
          buen entendimiento, y el buen natural
          y claro juicio y la buena estimativa á
          donde la hay, aunque esto todo juntamente
          con las letras necesarias pocas veces
          y en pocos médicos se halla, y éstos
          pierden la bondad que tienen por el fin
          que pretenden de las riquezas, que la
          codicia les hace desordenarse de manera
          que no atienden tanto á hacer con su
          habilidad cuanto á sacar el provecho que
          pueden della, y así hacen mil descuidos
          y desatinos, proveyendo lo que conviene
          á las enfermedades sin haber estudiado
          sobre ellas, no mirando lo que dice
          Galeno: Que conviene al médico ser muy
          estudioso para que no diga ni provea
          alguna cosa en la enfermedad que curare
          absolutamente y sin haberla primero bien
          mirado. Al médico que esto hiciese no le
          acaecería lo que á mí me han contado de
          uno que mirando cierta enfermedad de un
          hombre dixo que con muy gran brevedad la
          curaría, y el enfermo, que lo deseaba,
          oyendo esto dióle mayor priesa al médico.
          Por abreviar, mandóle que, así como había
          de tomar para purgarse cuatro ó cinco
          xarabes que digestiesen el humor, que se
          trajesen todos juntos y que los tomase
          de una vez, pareciéndole que por ser la
          mesma cantidad haría el mesmo efeto que
          si se tomaran en cinco días; y así le dió
          luego la purga, la cual nunca le salió
          del cuerpo, porque se murió con ella, lo
          cual por ventura no pasara si el tiempo
          ayudara á los xarabes repartidos, que en
          cinco días tuvieron el humor digesto
          para poder hacer la evacuación que por
          falta de éste no se hizo. Y porque ya
          me parece que me voy alargando, quiero
          resumirme con que el día de hoy hay
          pocos médicos que verdaderamente lo
          sean, y muchos que tienen los nombres
          de médicos que no lo son, porque tienen
          el nombre sólo, sin las obras; y no hay
          menos necesidad de que en esto se pusiese
          remedio que en lo de los boticarios,
          no dexando curar sino á las personas
          que fuesen suficientes para ello y que
          tuviesen todas las partes y condiciones
          que se requieren para no matar á los
          enfermos en lugar de sanarlos.

          PIMENTEL.--Conforme á eso, ¿queríades que
          los médicos fuesen tan perfetos que todas
          sus obras fuesen sin reprehensión?

          DIONISIO.--Yo querría lo que Galeno dice
          que conviene á los médicos (así como
          antiguamente está dicho) ser semejantes á
          los ángeles, para que no yerren en lo que
          hicieren.

          D. GASPAR.--Mucha medicina habéis
          estudiado, á lo que parece, señor
          Dionisio, pues tantas autoridades y de
          tantos autores traéis para probar vuestra
          intención contra los médicos.

          LERMA.--Aquellas tiénenlas estudiadas
          y recopiladas muchos, días ha, para
          satisfacerse de los médicos que dixeren
          alguna cosa de los boticarios, aunque
          no puedo dexar de confesar que Dionisio
          tiene tanta habilidad que basta para más
          que esto, y en todo lo que ha dicho dice
          muy gran verdad y tiene razón, porque son
          todas cosas convenientes y necesarias;
          y verdaderamente es mucho el daño que
          hacen los médicos que no son suficientes
          ni tienen la habilidad que se requiere
          para usar bien sus oficios, de las
          cuales es la mayor la arte y después la
          experiencia, y con ellas se ha de juntar
          el buen natural, la discreción y la buena
          estimativa para conocer y juzgar y obrar
          con la calidad y cantidad, y guardar los
          tiempos, las condiciones, diferenciando
          con el buen juicio la manera que se ha
          de tener en las curas, que requieren
          diversas formas y maneras para ser
          curadas; y conforme á esto, los médicos,
          para ser buenos médicos, si fuese cosa
          que se pudiese hacer, habrían de ver
          curar cuando mozos y curar cuando viejos
          y experimentados.

          PIMENTEL.--Lo que yo infiero de lo que
          ha dicho Dionisio y de lo que vos, señor
          licenciado, decís, hartos más son los
          que enferman y mueren por la iñorancia
          ó malicia de los médicos y boticarios
          que los que sanan con las curas que les
          hacen y medicinas que reciben. Y así lo
          que dice Salomón, que el Señor altísimo
          crió de la tierra la medicina y el varón
          prudente no la aborrecerá, entiéndolo yo
          por la buena medicina; pero por lo que
          se ha platicado, pocas medicinas tienen
          buenas los boticarios, y tan pocas son
          las que ordenan bien los médicos; y así
          lo mejor sería que las gentes se curasen
          todas como yo he visto á los mismos
          médicos cuando están enfermos, y á sus
          mujeres y hijos cuando están malos.

          LERMA.--¿Y qué diferencia ha visto vuesa
          merced hacer?

          PIMENTEL.--Yo os la diré luego. Cuando
          un médico está malo, jamás le veréis
          comer ni tener dieta, á lo menos tan
          estrecha como la mandan á los otros
          enfermos; no comen lentejas, ni acelgas
          cocidas, ni manzanas asadas, sino muy
          buenos caldos de aves y parte dellas con
          otras cosas sustanciales. Beben siempre,
          aunque tengan calentura, un poco de vino
          aguado, y no del peor que pueden haber.
          No permiten sangrarse ni purgarse, si
          la necesidad no es tan grande que vean
          al ojo la muerte; á sus mujeres y hijos
          cúranlos tan atentadamente, que siempre
          dicen que dexan obrar á la naturaleza,
          y nunca les dan purgas ni les hacen
          sangrías, sino son en enfermedades
          agudas y peligrosas. Pero si uno de
          nosotros está un poco mal dispuesto ó
          tiene calentura, por poca que sea, luego
          receutan xarabes y purgas y mandan sacar
          cien onzas de sangre, con que recibe
          el cuerpo más daño que provecho puede
          recoger en toda su vida de los médicos.

          LERMA.--La culpa desto tiene la común
          opinión del vulgo, porque si un médico
          va á visitar tres ó cuatro veces á un
          enfermo y no provee luego en hacer
          remedios, tiénenle por iñorante y
          murmuran dél, diciendo que no sabe curar
          ni hace cosa buena en medicina, y si no
          les mandan comer dietas y estrecharse,
          parésceles que aquello es para nunca
          sanarlos; y por otra parte, desmándanse á
          comer mil cosas dañosas, y muchas veces
          por esta causa estrechamos la licencia,
          que bien sabemos que hay pocos enfermos
          que no la tomen mayor que nosotros se
          la damos, y acaece á muchos venirles
          la muerte por ello. Y á la verdad, los
          médicos habrían siempre de mandar lo
          que se ha de hacer puntualmente, y los
          enfermos cumplirlo sin salir dello; y lo
          que nosotros hacemos con nuestras mujeres
          y hijos es porque osamos aventurarlas, y
          si la cura fuere más á la larga, nuestro
          ha de ser el trabajo.

          D. GASTAR.--Si los médicos teniendo mayor
          afición y voluntad para procurar la salud
          á sus mujeres é hijos hacen eso con
          ellos, lo mismo querría yo que hiciessen
          conmigo.

          LERMA.--Vuesa merced, que lo entiende
          y tiene discreción para ello, holgaría
          de que se tuviese esa orden en sus
          enfermedades; pero las otras gentes, á
          los médicos que luego receutan y sangran
          y purgan y hacen otras cosas semejantes
          y experiencias malas ó buenas, tiénenlos
          por grandes médicos y con ello cobran
          fama y reputación entre las gentes.

          PIMENTEL.--Entre las gentes necias
          será esto; pero no es buena razón,
          señor licenciado, que miren los médicos
          ninguna cosa desas para dexar de cumplir
          con lo que son obligados á Dios y á
          sus conciencias, y al bien general y
          particular de sus repúblicas; y habrían
          siempre de tener cuenta con la necesidad
          de los enfermos, y no con el juicio
          de las gentes; y cuenta con curar las
          enfermedades de manera que de los
          remedios que aplican para sanar las unas
          no se engendrasen otras mayores, y cuenta
          con que la han de dar á Dios si usan bien
          ó mal sus oficios, y desta manera nunca
          errarán en lo que hicieren ni tendrán de
          qué ser reprendidos ni acusados. Pero
          ¿quién hay que haga esto?

          LERMA.--Algunos habrá, si vuessa merced
          manda no llevarlos á todos por un rasero.

          PIMENTEL.--Si los hay yo no los veo, y
          reniego del mejor de vosotros, como dixo
          el que araba con los lobos.

          LERMA.--Vámonos, señor Dionisio, que
          basta lo que el uno al otro nos hemos
          dicho sin esperar la cólera del señor
          Pimentel, que yo le veo en términos de
          ponernos á todos muy presto del lodo.

          PIMENTEL.--Eso será por no esperarse á
          oir las verdades.

          DIONISIO.--¿No bastan las que nosotros
          hemos tratado sin que vuessa merced
          quiera traer cosas nuevas? Y si han de
          ser para echarnos de aquí por fuerza,
          mejor será que nos vamos antes que oyamos
          con que nos pese.

          LERMA.--Aunque yo quisiese detenerme,
          no puedo hacerlo. Vuessa merced, señor
          Gaspar, está mejor, loado Dios, y para
          el dolor del hígado se aplicarán luego
          los remedios necesarios. Yo me voy por la
          botica de Dionisio, donde dexaré dada la
          orden en lo que se hubiese de hacer. No
          se beba otra agua sino la de doradilla,
          y con tanto, beso las manos á vuesas
          mercedes.

          D. GASPAR.--No sea esta visitación para
          olvidarme tanto como estos días.

          DIONISIO.--No será, porque yo tendré
          cuidado de ponerlo al señor licenciado
          para que venga muchas veces.

          D. GASPAR.--A vos, señor Dionisio, os
          pido yo por merced que vengáis, que no
          huelgo menos con vuessa visitación que
          con la de cuantos médicos hay en el mundo.

          DIONISIO.--Yo lo haré así, y agora
          vuestras mercedes me perdonen, que el
          licenciado lleva priesa y quiero seguirle
          porque no se agravie, y aun podrá ser que
          sospeche que todavía quedamos murmurando.

          PIMENTEL.--No sería pecado mortal si
          la murmuración fuesse tan verdadera y
          provechosa como las passadas.


                          _Finis._




                         COLLOQUIO

          Entre dos caballeros llamados Leandro y
            Florián y un pastor Amintas, en que se
            tratan las excelencias y perfición de
            la vida pastoril para los que quieren
            seguirla, probándolo con muchas razones
            naturales y autoridades y ejemplos de la
            Sagrada Escritura y de otros autores. Es
            muy provechosa para que las gentes no
            vivan descontentas con su pobreza, no
            pongan la felicidad y bienaventuranza en
            tener grandes riquezas y gozar de grandes
            estados.


                       INTERLOCUTORES

            _Leandro._--_Florián._--_Amintas._

          LEANDRO.--Paréceme, señor Florián, que no
          es buen camino el que llevamos; porque
          agora que pensábamos salir al cabo deste
          monte, entramos en la mayor espesura, y
          según veo no se nos apareja buena noche,
          pues será excusado salir tan presto
          de este laberinto donde andamos dando
          vueltas á una parte y á otra, sin hallar
          salida.

          FLORIÁN.--Culpa es nuestra, pues
          quessimos que nos anocheciese en
          tierra tan montañosa, y cuanto más
          anduviéremos será mayor el yerro no
          sabiendo á qué parte vamos. Lo mejor
          será que nos metamos en una mata destas
          y desenfrenando los caballos para que
          puedan pacer, passemos lo que nos queda
          de la noche durmiendo, que venido el día
          presto podremos aportar á poblado.

          LEANDRO.--Bien decís; pero á mí me parece
          que oigo ladrar algunos mastines, y sin
          duda debe de estar cerca alguna majada de
          pastores.

          FLORIÁN.--Decís la verdad, que yo también
          los he oído; por aquí podremos ir, que el
          monte está menos espeso.

          LEANDRO.--No sería malo hallar alguna
          cosa que comer, porque yo os doy mi fe
          que no voy menos muerto de hambre que si
          hubiesse tres días que no hubiesse comido
          bocado.

          FLORIÁN.--A mí la sed me fatiga, aunque
          no lo había dicho; pero una noche como
          quiera puede pasarse.

          LEANDRO.--Mejor sería passarla bien que
          mal, si pudiéssemos, y no hemos traído
          mal tino, que veis allí está fuego hecho
          y un pastor no poco enzamarrado; pero
          doy al diablo estos perros que assí nos
          fatigan como si veniéssemos á hurtalles
          el ganado.

          AMINTAS.--Torna aquí, Manchado, que mala
          rabia te mate y lobos te despedacen;
          torna aquí; dolos yo á la mala ventura,
          que no saben ladrar sino cuando no es
          menester.

          LEANDRO.--Buenas noches, hermano mío.

          AMINTAS.--Salud buena os dé Dios. ¿Qué
          venida es ésta por aquí á tal hora?

          FLORIÁN.--Mi fe, hermano, no venimos por
          nuestra voluntad, sino por haber perdido
          el camino, que toda esta noche hemos
          andado perdidos por este monte, hasta
          agora que contigo hemos topado, que no ha
          sido pequeña dicha.

          AMINTAS.--Esa yo la he tenido en
          haber llegado á mi majada personas
          tan honradas, y más y más si en ella
          quisiéredes ser mis huéspedes por esta
          noche, pues que á cualquiera parte que
          queráis caminar, el pueblo más cercano
          está de aquí dos leguas; y con la grande
          escuridad que hace, dificultosamente
          podréis atinar allá, aunque yo quisiese
          poneros en el camino.

          LEANDRO.--Desa manera forzado será
          aceptar tu buena voluntad y ofrecimiento;
          pero dinos, ¿por ventura tienes alguna
          cosa que comamos, que lo que nos dieres
          te será todo muy bien pagado?

          AMINTAS.--No ha de faltar, si queréis
          contentaros con la miseria de que vivimos
          los pobres pastores. Desenfrenad los
          caballos para que puedan pacer, pues hay
          hierba en abundancia que suplirá la falta
          de la cebada, que para vosotros pan hay
          con un pedazo de cecina y esta liebre que
          mis mastines por gran aventura mataron,
          para la cual tenía encendido el fuego
          que veis, y assí está ya aparejada, y en
          lugar del buen vino que solemos beber en
          vuestra tierra, habréis de pasaros con
          agua que agora poco ha he traido de una
          clara y sabrosa fuente.

          LEANDRO.--Dios te dé buena ventura, que
          más nos hartará tu buena voluntad y
          gracia que todos los manjares y vinos
          del mundo, y pues que así es, comencemos
          á comer, que en verdad yo estaba medio
          desmayado con pensar que esta noche la
          habíamos de pasar como camaleones.

          FLORIÁN.--Nunca Dios hizo á quien
          desamparase, y yo os prometo que me
          sabe mejor lo que como y bebo que si
          estuviéssemos en el mejor banquete que se
          hace en la corte.

          AMINTAS.--El buen gusto hácelo el buen
          apetito y la hambre, que es la cosa que
          mayor sabor pone á los manjares, y así
          agora no podrá saberos mal el pan de
          centeno de mi convite que tan buenos
          bocados os veo dar en él como si fuesse
          de trigo y de lo muy escogido, blanco y
          regalado.

          FLORIÁN.--Así me ayuda Dios que hasta
          agora yo no había mirado si era de trigo
          ó de centeno, porque me sabe tan bien,
          que no tengo cuidado sino de hartarme.

          AMINTAS.--Si queréis, señores, leche
          migada, aquí la tengo en este cacharro
          nuevo; bien podéis comer sin asco, que yo
          os digo está bien limpio.

          LEANDRO.--Está tan sabrosa y tan dulce
          que ninguna cosa me ha sabido mejor en mi
          vida. Comed della, señor Florián, que por
          ventura nunca mejor la comistes.

          FLORIÁN.--Assí es la verdad, pero no
          comamos tanta que nos pueda hacer daño.

          LEANDRO.--Bien habéis dicho, que yo ya
          estoy satisfecho.

          FLORIÁN.--Y yo muy bien harto. Dios dé
          mucha salud á quien tan bien nos ha
          convidado.

          AMINTAS.--Assí haga, señores, á vosotros,
          aunque no tenéis de qué darme gracias, si
          no es por la voluntad, que, conforme á
          ella, de otra manera fuérades convidados.

          LEANDRO.--Dime, hermano mío, ¿cómo es tu
          nombre?

          AMINTAS.--Amintas, señor, me llamo, á
          vuestro servicio. Mas decidme, ¿para qué
          lo preguntáis?

          LEANDRO.--Lo uno para saber de quién
          hemos recebido tan buena obra, y que
          cuando se ofreciere tiempo podamos
          galardonarte della, y lo otro para
          poderte mejor decir algunas cosas que
          después que aquí estamos me han pasado
          por el pensamiento.

          AMINTAS.--Cuando alguna buena obra se
          hace, ella misma trae consigo el galardón
          en ser bien hecha, assí que yo me doy
          por bien pagado si en algo he podido
          serviros. En lo demás, decid, señor, lo
          que quisiéredes, que bien aparejado me
          hallaréis para oiros.

          LEANDRO.--Pues tan buen aparejo hallo en
          ti, hermano Amintas, para escucharme,
          quiérote decir lo que estoy considerando,
          y no me tengas á mal mis razones, porque
          en el fin dellas conocerás que todas irán
          enderezadas en provecho y honra tuya;
          y cuando así no fuere, bien podré yo
          engañarme, pero mi intención será buena,
          pues quiero darte en todo el consejo que
          yo para mí mesmo tomaría, aunque por ello
          me puedas dar la viga que dicen que está
          aparejada para quien lo da á quien se lo
          pide.

          AMINTAS.--Aquellos que son aconsejados
          mal ó bien, tienen una gran ventaja, y
          es que no son forzados, antes quedan en
          su libertad para escoger lo que mejor
          les está y les pareciere; que de otra
          manera no sería consejo, sino mandamiento
          forzoso; así que los que aconsejan, no
          solamente bien, pero aunque sea mal, han
          de ser con atención oídos, porque si
          el consejo es bueno pueden y deben los
          hombres aprovecharse dél, y si es malo
          toman las gentes mayor aviso para huir
          el peligro que consigo trae; aunque para
          esto yo confieso que hay necesidad de
          muy gran discreción, porque muchas veces
          las gentes simples son engañadas con el
          consejo de los maliciosos.

          LEANDRO.--Tienes tanta razón en lo que
          dices y tan buenas razones en lo que
          hablas, y con tan polido y gentil estilo
          te muestras en tu plática tan prudente,
          que sólo esto me mueve á decirte mi
          parecer cerca de lo que debrías hacer
          de ti y de tu vida; que según siento
          traes tan mal empleada en la soledad de
          estos desiertos y montes, y en la braveza
          destas montañas, á donde aun las bestias
          fieras parece que de mala voluntad
          habitarían. Y para que mejor, hermano
          mío Amintas, puedas entenderme, yo he
          considerado que, siendo tú un mancebo al
          parecer de veintiuno á veintidós años,
          con muy buena disposición en el cuerpo
          y tan hermoso de rostro que andando
          tratado de otra manera pocos ó ninguno
          habría que te hiciesen ventaja, assí en
          gentileza como en hermosura, teniendo
          otras gracias que, según lo que de ti
          hemos visto y conocido no deben faltarte,
          y sobre todo un buen natural y juicio
          claro, dotado de gran discreción, con
          sutil y delicado entendimiento, que
          lo empleas tan mal todo ello, que con
          razón podrías ser reprendido de los que
          te conocen y sienten que podrías tener
          mayores y mejores pensamientos que no
          los que muestras andando tras el ganado,
          en hábito tan humilde que nunca serás ni
          podrás ser más de lo que agora paresces,
          que es ser pastor como los otros
          pastores. Y contentándote con la pobreza
          y desventura que todos tienen, sin
          pretender de pasar más adelante ni venir
          á ser más estimado y temido, habiendo
          en ti tanta habilidad y suficiencia,
          á lo que hemos visto y conocido, que
          más pareces hombre disfrazado que no
          criado en el hábito que traes. Así que,
          amigo Amintas, lo que todas las gentes
          pretenden, que es el valor de la persona
          y las riquezas, por donde vienen á ser
          más estimados y tenidos, tú también
          lo habías de pretender y procurar, no
          teniendo tan gran descuido para lo que
          te cumple, que si tú quieres ponerte en
          mudar el hábito y manera de vivir en que
          agora andas, yo fiador que ni te falten
          aparejos para venir poco á poco á poner
          tu persona en otra manera de vida con que
          puedas vivir más honrado y contento que
          agora lo estás, aunque á ti te parezca al
          contrario de lo que digo.

          FLORIÁN.--Todas las mudanzas son
          trabajosas, y aunque sean de mal en
          bien ó de bien en mejor se hacen con
          dificultad, porque la costumbre se
          convierte en otra naturaleza, y assí debe
          de ser en Amintas, que aunque conozca que
          vuestro consejo, señor Leandro, es bueno
          y provechoso, con estar tan acostumbrado,
          y por ventura toda su vida, en el oficio
          que agora tiene, dificultosamente querrá
          dexarlo, que si él quisiesse todos le
          ayudaríamos para disponer de sí, mudando
          el hábito y procurando remediarse por
          otra vía más aventajada y honrosamente.

          AMINTAS.--Conocido he, señores, la
          intención con que me habéis dicho lo que
          de mi vida os parece, y que el consejo
          que me dais es como de personas que
          deseáis mi bien y lo procuraríades
          cuando en vuestra mano estuviese, y pues
          no os lo puedo servir con las otras según
          mi pobreza, agradecéroslo he siempre con
          mi voluntad. Pero muy engañados estáis
          en lo que de mí habéis juzgado, porque
          yo voy por otro camino muy diferente
          del que á vosotros os parece que siga,
          y no debéis maravillaros mirando lo
          que comúnmente se dice: que cuantas
          cabezas hay, tantos son los pareceres
          y juicios diferentes. Vosotros fundáis
          vuestra opinión en aquello que tenéis
          por mejor y más bien acertado, porque
          así está concebido y determinado en
          vuestro entendimiento, y á mí pónenseme
          delante otras razones tan fuertes en lo
          contrario, que no me dexan determinar
          en dexar la vida que tengo, ni en que
          tenga por mejor otra ninguna de las
          que las gentes tienen; y si no fuesse
          por no cansaros y haceros perder el
          sueño, que os será más provechoso, yo
          las diría, para que viésedes que no me
          faltan razones, si por ventura con ellas
          me engaño, para querer ser pastor, como
          lo soy, y no tener en nada todo lo que
          el mundo para valer más me pueda poner
          delante.

          LEANDRO.--No podrás, Amintas, darnos
          mejor noche que será con oirlas, que
          el sueño no nos hace falta, y pues que
          descansamos recostados en esta verde
          frescura, por amor de mí te ruego que
          prosigas hasta el cabo de tu plática,
          que de muy buena gana escucharemos,
          para poder entender qué causas pueden
          á ti moverte, fuera de la simpleza que
          los otros pastores tienen, para tener
          y estimar en mucho la vida que todos
          tenemos en poco, huyendo della con todo
          nuestro poder y fuerzas, y que tú por tu
          voluntad quieras seguirla, mostrando tan
          gran contentamiento con ella.

          AMINTAS.--Pues que assí lo tenéis por
          bien, escuchadme, que yo las diré y con
          la mayor brevedad que pudiere, para que
          si os parecieren torpes y mal fundadas,
          como salidas de un entendimiento torpe
          y grosero, no recibáis cansancio en
          escucharlas, que los pastores á veces
          pueden leer cosas que los ciudadanos,
          impedidos de sus tratos y conversaciones,
          por ventura no leen, por donde recogeré
          en mi memoria algunas cosas de las que en
          este yermo á mis solas he leído acerca
          deste propósito de que hablamos.

          FLORIÁN.--Antes te ruego que las digas
          sin dexar ninguna cosa de lo que te
          pareciere que hace al propósito, para que
          mejor las entendamos.

          AMINTAS.--Todas las cosas como las hace y
          produce la naturaleza desnudas y con sólo
          el ser que de su sustancia tienen son de
          mayor perfición que cuando los accidentes
          son adquiridos y postizos, porque parece
          que la causa de tener necesidad dellos
          arguye aquella cosa ser imperfecta y
          querría ser ayudada con ponerlos en sí,
          para la imperfección que en sí sienten.
          Y porque mejor me podáis entender,
          decidme, señores, ¿qué ventaja hace
          una cosa viva, aunque sea fea y tenga
          muchos defetos para parecer bien, á la
          mesma cosa pintada, aunque el pintor se
          esmere en hacerla y procure contrahacer
          naturalmente á la viva? Y así mesmo ¿qué
          ventaja tan grande la de la hermosura
          igual al parecer en dos mujeres, si
          la una la tiene suya sin poner cosa
          ninguna y la otra la tiene postiza y
          con afeites y otras cosas que la ayuden
          á estar hermosa? Pues si tomáis las
          hierbas y flores que nacen en los campos
          de diversos colores y matices, ¿cuánta
          mayor perfición muestran en sí que las
          que están pintadas y contrahechas? Y
          dexando aparte la suavidad de los olores,
          y la virtud con que están criadas, en el
          parecer les hacen ventaja muy conocida.

          Pareceros ha, señores, que estas
          comparaciones van sin propósito hasta que
          entendáis el fin para que las he dicho,
          el cual es mostraros que cuanto las cosas
          están más cerca y allegadas á lo que
          manda y muestra querer la naturaleza,
          tanto se podrían decir que tienen mayor
          bondad y que son más perfetas, y con la
          perfición más dignas de ser queridas y
          seguidas de las gentes. Todo esto he
          dicho para mostraros que, siendo la vida
          pastoril, por muchas causas y razones
          que para ello hay, más allegada á la que
          la naturaleza quiso como por principal
          intento y voluntad que los hombres
          seguiéssemos, que os parezca también que
          los que la siguen y se contentan con ella
          no solamente no hacen yerro ninguno, pero
          que no por esso es razón que sean tenidos
          en menos que los otros hombres que siguen
          y andan embebidos en las riquezas y en
          los deleites y en las pompas y honores,
          que todas son vanidades del mundo.

          LEANDRO.--No me parece mal fundamento el
          que has tomado; pero yo no veo razón que
          baste á probar cómo quiso la naturaleza
          más que los hombres anduviesen guardando
          ganado que no que entendiesen en los
          otros tratos y negociaciones que se
          acostumbran en el mundo.

          AMINTAS.--No digo yo que la naturaleza
          lo quiso de manera que no dexase lugar
          para que pudiésemos entender en otras
          cosas; pero que parece que esto nos puso
          delante como cosa más principal, y assí
          lo podréis entender por lo que agora
          diré. Cuando nuestro señor Dios tuvo por
          bien de criar el mundo y en él á nuestros
          primeros padres á su imagen y semejanza,
          fué con aquella llaneza y simplicidad que
          se requería para estar en su servicio,
          hasta que comieron del fruto vedado, por
          el cual fueron echados del Paraíso; y
          como por el pecado cometido les fuese
          dado mandamiento, por maldición, que
          comiesen del sudor de sus manos, hallaron
          para sustentarse las hierbas y las
          raíces en los campos, las frutas en los
          árboles, las aguas en las fuentes y ríos
          y las semientes puestas, así verdes como
          maduras, en las mesmas hierbas; todo
          esto, después que una vez lo hallaban,
          no huía ni se apartaba dellos; pero los
          ganados, de cuya leche y lo que de ella
          se hace, también habían de comer, aunque
          no comían la carne para mantenerse, en
          descuidándose se iban por unas partes
          y por otras, de manera que les era
          trabajoso el andarlos buscando, y assí
          les fué forzado, juntando algunos rebaños
          dellos, hacerse ellos mesmos guardas y
          pastores, obedeciendo á la naturaleza que
          parecía mandarles, y aun forzarles, á
          que lo hiciesen para que mejor pudiesen
          sustentarse. Y assí en teniendo hijos los
          pusieron en el mesmo cuidado; pues que el
          oficio de Abel fué guardar los ganados,
          y el de Caín ser labrador de las hierbas
          y simientes que entonces producía la
          tierra; y conforme á esto se puede creer
          que en aquella edad primera y dorada los
          mejores bienes y mayores riquezas que
          los hombres tenían eran los ganados, de
          que se sustentaban á sí y á sus hijos
          y familias, gozando de los despojos de
          la lana, leche y queso y manteca, y aun
          haciendo vestidos de los pelejos dellos,
          porque entonces no procuraba la malicia
          humana las nuevas invenciones de los
          vestidos y atavíos que agora se usan,
          ni conocían el oro ni la plata, sino
          por unos metales muy buenos de que se
          aprovechaban en las cosas necesarias y
          no para hacer moneda, que fué la mayor
          perdición que pudo venir al mundo, no
          por el dinero, que, por ser como un
          fiador de las cosas vendibles, excusa de
          muchos males que habría sin él, mas por
          la cobdicia que vino al mundo junto con
          el dinero. Y el valor que tuvo el dinero
          cuando se hizo fué porque en él estaba
          esculpida la figura de oveja ó cabra ó de
          otra res de ganado, ó porque la primera
          moneda que hubo fué hecha y esculpida
          la señal en el cuero de los ganados, y
          por la una causa ó por la otra en latín
          se llamó _pecunia_, que quiere decir
          cosa de ganado, de manera que los que
          más y menos valían, todos debían de ser
          guardas y pastores de sus ganados. Y aun
          después de aquel universal diluvio, como
          parece por aquel gran patriarca Abraham,
          que, siendo un hombre tan poderoso, su
          principal patrimonio eran los rebaños
          de los ganados, los cuales él vía y
          visitaba de contino, y aun por aventura
          también guardaba, como parece cuando
          estaba á la puerta de su casa que se le
          parecieron tres ángeles en figura de
          hombres mancebos que le denunciaron que
          Sara, su mujer, en su senectud pariría,
          y queriendo tenerlos por convidados, él
          mesmo fue al ganado y trajo una ternera,
          con que les hizo el convite. Y así mesmo
          cuando hizo el concierto y confederación
          con Abimelec y Michol, para confirmar
          la amistad le dió parte de los ganados
          que tenía. También su hijo Isaac, cuando
          los de Palestina, pareciéndoles que se
          hacía más rico y poderoso que ellos, le
          mandaron salir de la tierra, las mayores
          riquezas que llevó fueron sus ganados,
          y haciendo pozos en muchas partes para
          que las reses no pereciesen con la
          sed, tuvo contienda sobre el agua con
          los pastores de Gerare. Y cuando aquel
          gran patriarca Jacob fué á la tierra de
          Oriente y allegó á la casa de Labán, su
          tío, primero halló á su hija Rachel que,
          siendo pastora, apacentaba los ganados
          de su padre, por la cual y por el engaño
          que le fué hecho con su hermana Lia,
          servió catorce años, y cuando se despedía
          de Labán, su suegro, para volverse á su
          tierra, siendo por él molestado que no
          se fuesse, hizo concierto con Jacob que
          porque tornase á ser pastor y guarda de
          sus ganados le daría todas las ovejas
          y cabras que de allí adelante naciesen
          manchadas y de diversos colores. Lo
          mesmo sabemos todos de los hijos de
          Jacob, que también fueron pastores como
          su padre, y el menor dellos, que fué
          José, les llevaba de comer al campo
          donde andaban con el ganado que Jacob
          tenía. Del pacientísimo Job es bien
          notorio que, siendo el más rico hombre
          de toda la provincia donde habitaba, sus
          principales riquezas eran los ganados
          de todas suertes, así como ovejas y
          cabras, bueyes, asnos y camellos, con los
          cuales andaban sus criados y sus mesmos
          hijos, no se desdeñando de ser guardas
          y pastores dellos. Moisés, caudillo del
          pueblo de Israel, y por cuyo consejo fué
          librado del poder de Faraón, pastor era y
          apacentando andaba el ganado de su suegro
          Jetro cuando Dios se le apareció en la
          zarza que ardía y no se quemaba. Saúl,
          cuando fué ungido rey, andaba buscando
          unos asnos de su padre que se le habían
          perdido, lo cual era señal que él era el
          que tenía cuidado de guardarlos. Del real
          profeta y grande amigo de Dios, el rey
          David, notorio y muy claro es á todos que
          siempre andaba en el campo apacentando
          el ganado de su padre, y que de allí lo
          escogió Dios para que gobernase y regiese
          el pueblo de Israel. Y sin estos que
          he dicho, hubo otros muchos patriarcas
          y profetas y varones muy señalados, no
          solamente entre los judíos, pero también
          entre otras naciones y maneras de gentes
          que á mí se me olvidan y de quien no
          hacen mención las escrituras y corónicas
          que fueron pastores, no lo teniendo en
          menos que cualquiera otro de los oficios
          y manera de vivir que las otras gentes
          seguían, porque, como he dicho, entonces
          no había las vanidades, las pompas, las
          presunciones, los pensamientos altivos y
          soberbios que hay agora, ni los bollicios
          y sutilezas de los ingenios, todos
          endrezados á subir y valer más como
          quiera que sea, lícita ó ilícitamente,
          desdeñándose las gentes de todo aquello
          que solían hacer y seguir los antiguos y
          personas señaladas en vida y en dotrina,
          de quien están obligados tomar enxemplo
          siguiendo sus pisadas, haciendo lo que
          ellos hacían.

          LEANDRO.--No tienes razón, Amintas, en
          parecerte que essas razones sean tan
          bastantes que obliguen á todas las gentes
          para que, desando todos los otros oficios
          y maneras de vivir, se vuelvan á ser
          labradores ó pastores, como tú querrías
          que lo fuessen.

          AMINTAS.--Menos razón tenéis vos, señor,
          en pareceros que no hace bien ningún
          hombre que tenga buen entendimiento,
          con otras gracias, en seguir la vida
          pastoril, pues con tantas razones á mí
          me estábades persuadiendo para que,
          pareciéndome tenerla mal empleada, la
          desamparase.

          FLORIÁN.--Por cierto, Amintas, tú has
          dicho y alegado, defendiendo tu opinión,
          buenas razones y enxemplos; si hubiese
          agora algunos de los pastores de los que
          había en aquellos tiempos que supiesen y
          entendiesen tan bien lo que les convenía
          para con Dios, para con las gentes; pero
          pocos se hallarán de tu manara, que ya no
          hay en ellos aquella simplicidad santa,
          ni la sabiduría llena de bondad, ni las
          obras, para que merezcan tener aquella
          familiaridad con Dios, por la cual eran
          dél visitados y ayudados de su gracia,
          con que venían á ser estimados y tenidos
          en mucho, como tú lo has dicho.

          AMINTAS.--¿Sabéis qué puedo responderos
          á esso? Lo que un pastor á un obispo,
          que reprendiéndole de cierta cosa en
          que había pecado, le decía que los
          pastores de los tiempos pasados todos
          eran santos y buenos y amigos de Dios,
          y que por esso Dios los quería bien y
          hacía tantos milagros por ellos, y así
          como á santos y amigos suyos se les
          aparecieron los ángeles á denunciarles
          el nacimiento de Christo y fueron los
          primeros que le adoraron y ofrecieron
          dones; y que los pastores deste tiempo
          eran muy mal inclinados y simples, y que
          toda su simpleza era inclinada á mal
          fin y á hacer con ella malas obras. Y
          el pastor le respondió: También, señor,
          en este tiempo, cuando moría algún
          obispo ó perlado se tañían las campanas
          de suyo, y ahora, cuando las quieren
          tañer, no bastan cien brazos y manos
          á moverlas. Mayor obligación tenéis
          los obispos y los curas de ánimas, los
          cardenales y patriarcas y aun el papa, de
          no hacer cosa mala ni de que poder ser
          reprendidos, pues sois más verdaderos
          pastores que nosotros y habéis de dar
          cuenta á Dios de mayores y mejores
          rebaños de ganados, so pena de pagar con
          vuestra ánima lo que por vuestra culpa
          se perdiere; que nosotros, si algún
          mal ó daño hacemos, á muy pocos daña,
          y principalmente es para nosotros, que
          pagamos de nuestras haciendas ó soldadas
          las reses que se nos perdieren; pero los
          perlados inficionan sus ovejas con el
          mal enxemplo de su vida y excesos; y en
          fin, todos somos pastores y todos hacemos
          mal lo que somos obligados, y así tiene
          agora Dios tan poca cuenta y familiaridad
          con los obispos y con los otros perlados
          y curas de ánimas como con los pastores
          que andan con el ganado en el campo. Y
          la verdadera reprensión que me habéis de
          dar es con el buen enxemplo y dotrina de
          vuestra vida, para que yo me avergüence y
          confunda cuando no hiciere lo mismo que
          vos hiciéredes.

          LEANDRO.--Avisado pastor era esse, y bien
          conozco yo que no solamente los obispos
          y los otros perlados y pontífices son
          pastores y tienen la obligación que has
          dicho, pero que desa manera también se
          pueden llamar pastores los emperadores,
          reyes y príncipes, y los otros grandes
          señores y todos aquellos que tienen
          vasallos y súbditos con cargo de
          gobernarlos.

          AMINTAS.--Pues si todos estos son
          pastores como yo soy pastor, harto mejor
          vida es la mía que no la suya; porque
          los unos han de tener cuidado de las
          ánimas y los otros de los cuerpos de
          muchas gentes, gobernándolos con muy
          gran rectitud y justicia, y cuando dexan
          de hacerlo por voluntad ó negligencia
          ó descuido, es grandíssima la pena que
          tienen, que no pagan con menos que con la
          condenación de sus ánimas; y yo, aunque
          se me pierda un carnero, ó me lleve el
          lobo una oveja, ó me coma un cabrito, con
          pagarlo á mi amo le satisfago y quedo sin
          pena ninguna; así que no tengo por buen
          consejo dexar de ser pastor de rebaños de
          bueyes y vacas, y ovejas y cabras, en que
          tan poco se aventura, y procurar de serlo
          (como vosotros me aconsejáis) de hombres
          y mujeres, poniendo en mayor condición
          la salvación de mi ánima de la que agora
          tengo.

          LEANDRO.--Muy bien me parece, Amintas,
          lo que dices si bastasse para hacerme
          entender del todo lo que al principio
          dixiste.

          AMINTAS.--¿Y qué dixe?

          LEANDRO.--Que la vida pastoril era más
          conforme á la manera en que la naturaleza
          quería que viviesen las gentes que no
          ninguna de las otras.

          AMINTAS.--Ya me acuerdo, y lo que por
          medio se ha tratado me embarazó á seguir
          la plática comenzada; pero tornando al
          propósito, digo que la naturaleza hizo y
          crió todas aquellas cosas que le pareció
          que no solamente bastaban para socorrer
          á la necesidad de todos los animales,
          pero también á la de los hombres; y á
          todas las puso en gran perfición, que si
          quisiésemos usar y aprovecharnos dellas,
          sin otro ningún artificio, por ventura
          las hallaríamos muy más provechosas, y
          serían causa de alargarnos la salud y
          la vida mucho más tiempo; porque cuando
          los hombres comían por pan las frutas de
          los árboles, las hierbas, las simientes
          y raíces y los otros mantenimientos sin
          hacer las mezclas que agoran hacen, no
          se les acababa la vida tan presto, y
          así veréis que los ciudadanos y ricos
          que no viven con otro cuidado si no de
          procurar de poner artificiosamente otro
          diferente sabor en los manjares del que
          consigo tienen, que no siguen la orden de
          naturaleza como la seguimos los pastores,
          los cuales nos contentamos con comer las
          cosas que he dicho, y el pan de centeno
          tenemos por curiosidad para nosotros;
          cuando hallamos algunas frutas montesinas
          ó algunas hierbas comederas y también
          algunas raíces sabrosas, deleitámonos
          en comerlas. Si matamos alguna liebre
          ó conejo con nuestros cayados, ó si
          tomamos con lazos y redes que armamos
          algunas aves, no las estimamos en tanto
          que se nos dé mucho por comerlas, por la
          costumbre que tenemos de contentarnos con
          lo que ordinariamente comemos, porque
          nunca nos falta esto que digo, con
          abundancia de leche y queso y manteca
          y cuajada que nos dan las cabras y las
          ovejas; y cuando la sed nos acosa,
          buscamos las fuentes de las montañas, y
          llegándonos á ellas, miramos cómo salen
          aquellos chorros de agua á borbollones
          por medio de las venas de la tierra, y á
          donde vemos que la arena está más limpia
          y dorada, con unas pedrecillas pequeñas
          que con la claridad transparente de la
          agua están reluciendo, allí nos echamos
          de bruces y nos hartamos. Y si esto
          no queremos hacer, con nuestras manos
          encorvadas tomamos el agua y la traemos
          á la boca, no tomando menos gusto en
          beber por este vaso natural y de que nos
          poseyó naturaleza, que si bebiésemos
          por los más ricos de oro y plata que
          tuvieron los reyes Creso y Mida, como se
          cuenta en las historias. Cierto, poco
          cuidado tenemos de los buenos vinos y
          sidras y cervezas y alojas, ni de los
          otros brebajes que se hacen, porque el no
          verlos ni tratarlos nos quita la codicia
          dellos y de los manjares sabrosos y
          delicados; y el gusto, como está hecho
          á comer y beber lo que digo, parécele
          que no hay cosa que mejor sabor tenga.
          Y, verdaderamente, muchos de nosotros,
          comiendo algunas veces de las cosas que
          no acostumbramos, por buenas que sean,
          nos revuelven los estómagos y nos hacen
          mucho daño; assí que no sentimos falta
          dellas, ni las procuramos, antes nos
          reimos y burlamos de ver á las otras
          gentes con un error y cuidado tan grande,
          y con una solicitud tan extraña en tener
          muchas cosas bien aderezadas y muchos
          manjares bien adobados para hartarse
          dellos, los cuales, pasando por tantas
          manos tan envueltos y revueltos, no
          pueden ir con aquella limpieza que lo
          que nosotros comemos, aunque á todos os
          parezca al contrario desto. Y dejando
          lo que toca al comer y beber, muy gran
          ventaja es la que haga la vida pastoril
          á la de todas las otras gentes, en la
          quietud y reposo, viviendo con mayor
          sosiego, más apartados de cuidados y de
          todas las zozobras que el mundo suele
          dar á los que le siguen; las cuales son
          tan grandes y tan pesadas cargas, que
          si las gentes quisiesen vivir por la
          orden natural, habían de procurar por
          todas las vías que pudiesen de huirlas
          y apartarse dellas; pero no viven sino
          contra todo lo que quiere la naturaleza,
          buscando riquezas, procurando señoríos,
          adquiriendo haciendas, usurpando rentas,
          y todo esto para vivir desasosegados y
          con trabajos, con revueltas y con grandes
          persecuciones y fatigas. Los que somos
          pastores, el mayor cuidado que tenemos es
          de dormir muy descansadamente; muy pocas
          cosas nos hacen perder el sueño si no
          estamos en alguna parte donde tengamos
          temor á los lobos. A donde quiera que
          vamos hallamos muy buena cama, que es
          la tierra, en la cual nos acostamos sin
          hallar menos los colchones y cabezales
          blandos, ni las sábanas delgadas y mantas
          de lana fina. Ponemos una piedra ó terrón
          por cabecera, y muchas veces se nos passa
          así una noche entera sin que despertemos;
          y de mí os digo, que cuando me pongo á
          pensar que la tierra es la verdadera cama
          en que nuestros cuerpos han de reposar
          después que la ánima los desampare, tan
          largo tiempo como será hasta que seamos
          llamados para el universal juicio, que me
          maravillo cómo por tan pocos días y tan
          breve vida ninguno quiere hacer mudanza
          ni tener otra cama. Y si dixéredes que se
          hace por el daño que recebiría la salud
          con la humedad de la tierra, la costumbre
          es la que quita estos inconvenientes, que
          los pastores por la mayor parte viven
          muy sanos y con pocas enfermedades, y si
          las tenemos, no tan recias y trabajosas
          como los que viven con regalos y
          delicadezas. Y también os sé decir que
          los vestidos que traemos, aunque no son
          tan costosos, no son de menos provecho
          que los de los ciudadanos, porque después
          de andar muy bien arropados, traemos
          encima las zamarras y pellicos en el
          invierno, con el pelo adentro, que nos
          pone mucho calor, y en verano afuera,
          porque la lana nos defiende del sol y
          el pellejo es para nosotros templado;
          sentimos muy poco los grandes fríos y
          los grandes calores, porque ya el cuerpo
          está curtido y acostumbrado á sufrirlos y
          passarlos sin trabajo, de manera que no
          nos espantan las nieves ni las heladas,
          porque cuando algo nos fatiga, eslabón y
          pedernal traemos en los zurrones, y la
          leña siempre está cerca, y cuando hace
          muy grandes calores y siestas, nunca
          falta una cueva ó choza ó la sombra
          de algún árbol que nos defiende de la
          fuerza del sol; y en el campo pocas veces
          falta algún viento fresco con que mejor
          puede pasarse; y assí, muy contentos y
          regocijados, cuando algunos pastores nos
          juntamos en uno, tañiendo nuestras gaitas
          y chirumbelas y rabeles nos holgamos
          y passamos el tiempo muy regocijados,
          dando saltos y haciendo bailes y danzas
          y otros muchos juegos de placer; y
          cuando yo quedo solo de día, ando con
          gran atención mirando por mi ganado y
          procurándole buenos pastos para la noche,
          en la cual sin ningún sobresalto me echo
          y duermo, como dicen, á sueño suelto; y
          si despierto antes del día, limpiando
          los ojos los levanto al cielo, y mirando
          aquellas labores con que los planetas y
          estrellas lo pintan, estoy contemplando
          muchas cosas, principalmente en Dios que
          los hizo y después en la gloria que en
          ellos se espera. Y con esto acuérdaseme
          de los filósofos y astrólogos que quieren
          medir los cielos y la grandeza del sol
          y el tamaño de la luna, la propiedad de
          cada una de las estrellas, y riome dellos
          y del contentamiento que tienen con su
          ciencia, pareciéndoles tan cierta que
          no pueden errar en ninguna cosa; porque
          á mi me parece que aunque acierten en
          muchas dellas, es tanto lo que queda por
          saber, que casi es nada lo que saben,
          y que mucho de lo que ellos tienen por
          cierto y averiguado, lo debrían tener
          por dudoso y aun por falso, y que sólo
          aquello se puede tener por muy verdadero
          que por la verdad y certidumbre de
          nuestra santísima fe estamos obligados
          á creer sin duda alguna. Y de aquí
          métome en otras contemplaciones que me
          levantan los pensamientos á mayores
          cosas que las del mundo, y que aquellas
          que vosotros, señores, me aconsejáis
          y querríades que las emplease. Cuando
          viene la mañana, alégrome con la luz;
          estoy mirando el lucero que viene como
          guia del resplandeciente sol, miro cómo
          se está descubriendo poco á poco, cómo
          tiende sus claros rayos sobre la haz de
          la tierra. Levántome luego en pie sin
          tener trabajo de vestírme, como no lo
          tuve de desnudarme, y bendigo y alabo á
          Dios con ver que muchas veces el campo,
          que á la noche estaba seco y limpio, á la
          mañana comienza á reverdecer saliendo los
          gromecitos pequeños de la hierba, la cual
          (estándola yo mirando) va creciendo, y de
          ahí á pocos días veo salir las flores y
          las rosas de diversos colores y matices,
          con una hermosura y olor tan suave, que
          parece cosa celestial. Oyo los cantos de
          las aves á las mañanas y á las tardes,
          que también con su dulce harmonía parecen
          música del cielo, y, en fin, veo pocas
          cosas que me den enojo y pocas que me
          desasosieguen; como no veo lo que pasa
          en el mundo, tampoco lo codicio, ni me
          parece que me falta nada, y hartas veces
          con el sobrado placer ando alrededor del
          ganado tañendo con mi chirumbela, dando
          saltos, que quien me viese pensaría que
          estoy fuera de juicio, aunque yo cuando
          esto hago pienso que tengo más seso y
          estoy más cuerdo que nunca.

          LEANDRO.--Según esso, hermano Amintas,
          más amigo eres de la vida contemplativa
          que no de la activa, y no te puedo negar
          que no tienes razón en ello, pues por la
          boca de Christo se declaró y averiguó
          tener mayor perfición; mas para hacer
          lo que tú dices, si yo no me engaño, lo
          mejor sería ser flayre.

          AMINTAS.--En esso cada uno hace lo que
          Dios le da de gracia, que yo por agora
          no quiero perder la libertad, sino
          hacer con ella lo que pudiere, para que
          Dios sea servido, que yo confiesso que,
          no teniendo respecto sino al servicio
          de Dios, es más perfecta vida la de
          los flayres; pero si queremos gozar
          juntamente de la libertad del mundo,
          buena es la de los pastores, y no es
          por fuerza que se han de salvar todos
          los flayres ni condenarse los que no lo
          fuesen.

          LEANDRO.--No tienen tan buen aparejo
          para salvarse los pastores como ellos,
          porque cada día dicen ó ven misa, rezan
          sus horas y hacen otras devociones y
          sacrificios que vosotros no podéis hacer.

          AMINTAS.--Yo no comparo la vida de
          flayres y pastores para hacerlas iguales,
          que bien conozco la ventaja por las
          causas que he dicho, pero tengo la vida
          de los pastores por mejor que la de los
          otros hombres que siguen los oficios y
          tratos del mundo. Y lo que yo pretendo
          que entendais de mis razones no es sino
          la poca razón que tenéis en persuadirme
          que dexe esta manera de vivir y que siga
          cualquiera de las otras que á vosotros os
          parece mejores, no lo siendo.

          FLORIÁN.--¿Parécete á ti que es bien oir
          missa tan de tarde en tarde, confessaros
          mal y por mal cabo, oir tan pocos
          sermones, saber tan mal las cosas que
          tocan á la fe y tener tan poca noticia
          de las cosas y precetos ordenados por la
          Iglesia?

          AMINTAS.--Harto peor es saberlo y no
          usar dello como conviene, que aunque
          dicen que la iñorancia no excusa el
          pecado, como no se puede negar, á lo
          menos quita la gravedad del pecado,
          porque más gravemente peca el que comete
          un pecado sabiendo que lo es, que no el
          que iñorantemente peca sin saber lo que
          hace, y el pastor que no cumpliere con
          el preceto divino y de la Iglesia en
          lo de la confessión, no le meto yo en
          la cuenta de los pastores de quien he
          hablado, ni tampoco el que dexase de oir
          missa podiendo hacerlo, aunque los santos
          padres del desierto y los ermitaños con
          la contemplación suplían las faltas que
          hacían en esto, porque Sanct Antón y
          San Pablo y otro muy gran número dellos
          estuvieron muchos años y tiempos donde ni
          vían missa, ni oían sermón, ni estaban
          al rezar de las horas; pero no por
          esso dexaron de salvarse y venir á ser
          santos y canonizados; assí que no por la
          falta que en lo que he dicho hecieren
          los pastores dexarán de tener por otras
          muchas vías aparejo para su salvación.

          LEANDRO.--Bien me parece lo que dices,
          pero no me podrás negar que no vivís
          todos los pastores apocados y abatidos
          y sin tener parte en el mundo, y no
          porque la tuviéredes dexaríades de ser
          tan buenos y aun por ventura mejores de
          lo que sois; contentándoos con la vida
          solitaria, viviendo más como bestias
          salvajes que no como hombres que usan
          de la razón, con que sobrepujaron por
          excelencia á todos los otros animales.

          AMINTAS.--No paséis, señor, más adelante,
          que estáis muy engañado en todo lo que
          habéis dicho; porque dexando aparte que
          á mí me paresce que lo que nosotros
          hacemos es usar de la razón, y que lo
          que las gentes hacen en los tráfagos y
          baratar, en la presunción de la honra,
          en procurar preminencias y estados, es
          todo muy gran desatino y locura, quiero
          responderos á lo que habéis dicho que el
          mundo nos tiene como á cosa superflua y
          olvidada, y esto sería si no se hubiese
          el mundo acordado de muchos pastores y
          aun casi reconosciendo algunas veces
          tener necessidad dellos; porque como en
          el principio de nuestra plática os dixe,
          Moisés, caudillo y capitán fue del pueblo
          de Israel, y para serlo salió detrás del
          ganado que guardaba; lo mesmo sucedió
          al rey David. Pero ya que queráis decir
          que á estos Dios los eligió por su mano,
          yo os diré otros muchos que de pobres
          pastores subieron á tener muy grandes
          y poderosos estados y reinos algunos,
          porque por su virtud fueron llamados
          para ellos, y otros que de sí mesmos los
          procuraron, dándose tan buena maña que
          hobieron y alcanzaron.

          FLORIÁN.--Por tu vida que nos los digas,
          porque yo no sé ninguno y holgaré mucho
          de saberlo.

          AMINTAS.--Á mí me place, que también
          lo he leído en historias. Los primeros
          que yo sé son Rómulo y Remo, que siendo
          criados por aquel pastor Faustulo que los
          halló echados á la ribera de una laguna,
          y por su mujer llamada Loba, después que
          iban creciendo les ayudaban á guardar
          sus ganados, y de allí vinieron á ser
          fundadores de la ciudad de Roma. Paris,
          hijo del rey Priamo, pastor fué mucho
          tiempo, y así lo era cuando la contienda
          de las tres diosas sobre la manzana de la
          discordia, y después por el robo de Elena
          fué causa de la destrucción de Troya.
          Apolo, por haber sido en la muerte de
          los cícoples, vino á ser pastor y guardó
          los ganados de Admeto, rey de Tesalia,
          y después vino á ser contado entre los
          dioses celestiales. Giges, rey de Persia,
          pastor fué primero, y hallando una piedra
          con la cual se hacía invisible todas las
          veces que quería, vino á tener amores
          con la reina, y matando al rey se casó
          con ella, y se dió tan buena maña que se
          quedó con el reino. Primislao, rey de
          Bohemia, primero anduvo apacentando vacas
          y yeguas que tuviese la gobernación del
          reino. Justino, emperador que tuvo el
          imperio antes de Justiniano, no solamente
          en su juventud fué pastor de vacas y
          yeguas, pero también dicen dél que fué
          mucho tiempo guarda de los puercos de
          un lugar donde vivía. Viriato, que fué
          príncipe y gobernó mucho tiempo el reino
          de los portugueses, deffendiéndolo muy
          esforzadamente del poder de los romanos,
          primero fué pastor y después cazador,
          y de allí vino á hacerse tan poderoso.
          Tulio Ostilio, rey de los romanos, cuando
          era mozo anduvo mucho tiempo en el
          campo apacentando las ovejas. Aquel tan
          poderoso y nombrado rey Ciro, estando en
          poder de Mitrídates y de su mujer llamada
          Espaco (pastores que lo criaron cuando
          por mandado de Astiages fué puesto á las
          bestias fieras que lo comiesen), muchas
          veces les ayudó á guardar los ganados.
          Licasto y Parrasio fueron gobernadores
          y reyes de Arcadia, los cuales habiendo
          sido echados en el campo cuando nacieron
          por su madre Filonomia y criados por
          un pastor llamado Teliso, le ayudaron,
          primero que la fortuna les ensalzase,
          á guardar los rebaños de los ganados
          con que andaban por los montes. El papa
          Sixto, primero deste nombre, hijo fué de
          un pastor y criado en el oficio de su
          padre, y no por esso dexó de alcanzar
          el pontificado. El gran Taborlán, rey
          de los citas, que casi fué en nuestros
          tiempos, el primer oficio que tuvo fué
          guardar los puercos, y después ser
          pastor de ganados, y de allí vino á
          ser entre los más poderosos reyes del
          mundo, y en ser famoso capitán muchos lo
          quisieron comparar al gran Alejandro,
          rey de Macedonia. También se dice que
          el primero Sofi, antes que viniese á
          ganar el señorío que agora tienen sus
          descendientes, guardaba ovejas y cabras
          en una montaña donde fue criado. Y porque
          viene al propósito, quiero contaros lo
          que sucedió á dos hermanas pastoras,
          hijas de un hombre que hacía carbón, lo
          cual me dixeron á mí por cosa muy cierta
          y verdadera, y assí lo tengo también por
          verdad.

          FLORIÁN.--No será malo tener en qué pasar
          la noche, porque como estamos desvelados
          con la plática comenzada, yo fiador que
          aunque la dexásemos no nos venciese el
          sueño tan presto.

          AMINTAS.--Pues escuchadme, que yo creo
          que es historia que holgaréis de oirla.
          Un rey de Francia, de cuyo nombre no
          tengo memoria, era en gran manera amigo
          de andar á caza y de montear venados
          y jubalís y otras bestias fieras; y
          como la tuviese por ejercicio y un día
          estando puesto en una parada se le fuese
          su venado della sin poderlo herir, fué
          tanta la codicia que le tomó de matarle,
          que encima de un muy hermoso caballo y
          muy ligero que tenía comenzó á seguirle
          sin tener atención á otra cosa. La
          tierra era muy montañosa y la espesura
          de los montes muy grande, y cuando el
          rey con los lebreles que le seguían vino
          á matar el venado, había corrido tan
          larga tierra, que estaba muy lejos de
          donde había dexado sus cazadores; y en
          fin, cebando los perros en la presa, y
          haciendo todas las otras muestras de gran
          cazador, sobrevino la noche muy cerrada
          y escura, y como hubiese venido dando
          vueltas á una parte y á otra, y también
          la escuridad le desatinase, cuando pensó
          que volvía donde sus cazadores tenían
          puestas sus armadas, se metió mucho más
          adentro en la montaña, y esto fué causa
          de que no pudiesse oir las bocinas que
          sus criados buscándole por unas partes
          y por otras tañían, y que ellos tampoco
          pudiesen oir la suya. Viéndose el rey
          perdido y soplando un viento cierzo que
          le hacía haber muy grande frío, aquella
          noche deseaba hallar alguna parte donde
          albergarse pudiese, y acaso oyendo los
          ladridos de unos mastines y yéndose al
          tino dellos, halló dos mozas pastoras
          que guardaban la una un rebaño de cabras
          y la otra de bueyes y vacas, y como les
          preguntase si por allí cerca había algún
          poblado, ellas le respondieron que por
          todas partes estaba tan lejos que no
          podría allegar ni atinar allá en toda la
          noche. El rey mostró congojarse con esta
          nueva, y sentiéndolo las pastoras, le
          dixeron que si él quería irse con ellas,
          que por aquella noche se podría acoger en
          casa de su padre, el cual era un hombre
          carbonero, que por causa de su oficio y
          para mejor poderlo hacer se había venido
          á vivir en aquella montaña. El rey les
          respondió que no solamente quería, pero
          que se lo rogaba; y assí llevando de sí
          los hatos del ganado, se fueron todos
          tres á la casa, que muy cerca estaba, y
          entrando dentro, el carbonero y su mujer
          (que muy buena gente eran) acogieron al
          rey con muy buena voluntad; el que le
          dió á entender con buena disimulación
          que era uno de los cazadores que con
          el rey había salido á caza, y que por
          venir en seguimiento de un venado se
          había perdido de los otros cazadores; y
          apeándose del caballo y queriéndolo meter
          en una caballeriza donde estaban los
          asnos del carbonero, antes tomándoselo
          con muy gentil gracia y desenvoltura lo
          ataron y echaron mucho feno y cebada de
          que su padre estaba bien proveído, y
          entre tanto la mujer hizo un fuego muy
          grande para que el rey se calentase,
          y sentándose á él con el carbonero, se
          estuvieron hablando en algunas cosas, en
          tanto que las hijas aderezaron la cena lo
          mejor que pudieron, porque en casa tenían
          buen aparejo de aves, de caza y de otras
          cosas de que siempre estaban proveídos;
          y puesta la mesa con mucha limpieza,
          conforme al aposento donde se hallaban,
          la una pastora cortaba lo que se ponía en
          ella y la otra proveía en todo lo que más
          era necesario. El rey las estaba mirando
          y diciendo entre sí que, puestas en otro
          hábito, parecerían á maravilla hermosas,
          y por poder disimular mejor quién era, al
          asentarse porfió mucho con el carbonero
          que tuviese la cabezera de mesa y el
          mejor lugar cabe el fuego; pero el
          carbonero fue tan bien comedido, que no
          lo quiso hacer. Después, estando cenando,
          cuando las hijas ponían el primero plato,
          el rey se hacía de rogar queriendo que el
          carbonero fuesse primero servido, y assí
          porfiando la segunda vez sobre ello, el
          carbonero le dixo: Mirad, señor, cuando
          estuviéredes en vuestra casa, mandad y
          obedeceros han, y agora que estáis en la
          mía, habéis de obedescer lo que os mandan
          y hacerlo sin tanta porfía. El rey se rió
          desto y dixo: En verdad que vos tenéis
          mucha razón y yo lo haré assí de aquí
          adelante, y si alguna vez vos fuéredes
          mi huésped, acuérdeseos que quedáis
          obligado á hacer lo mesmo. Con esto
          cenaron con mucho regocijo y contento
          de todos, y acabada la cena, luego se
          puso en orden una cama bien limpia y
          mollida, en que el rey (aunque vestido)
          dormió lo que quedaba de la noche y muy
          sosegadamente con el cansancio que traía;
          y á la mañana levantándose, halló que las
          pastoras le habían ya piensado el caballo
          y le estaban aparejando una perdiz que
          almorzase, la cual el rey comió, por ver
          la buena voluntad con que se le daban, y
          cuando se quiso partir, hallándose sin
          dineros, sacó un anillo del dedo con una
          piedra de muy gran valor y dándola al
          carbonero le dixo: Huésped amigo, pésame
          de no tener dineros con que satisfaceros
          la honra que en vuestra casa me habéis
          hecho; pero en tanto que yo puedo mejor
          agradecéroslo, tomad este anillo, que
          mucho mayor valor tiene del que parece.
          El carbonero no lo quiso tomar, antes
          mostrándose agraviado dello le dixo:
          Señor, yo no os he hecho cortesía para
          ser con dineros pagado della, antes vos
          me habéis hecho merced en querer serviros
          de mi pobreza; algún día podrá ser que yo
          llegue con necesidad á vuestra casa, y
          por ventura me favoreceréis vos mejor de
          lo que agora habéis sido de mí socorrido,
          que los hombres se topan con los hombres
          y no los montes con los montes. Pues que
          así queréis, dixo el rey, ha de ser con
          una condición, y es que me prometáis, la
          primera vez que fuéredes á la ciudad,
          de verme y visitarme en mi posada. Eso
          haré, dixo el carbonero, de muy buena
          voluntad, que de aquí á seis días he de
          ir á vender dos carros de carbón que
          tengo hechos; mas no sabré yo á dónde
          hallaros si agora no me lo decís, para
          que sepa á dónde os he de buscar. En
          palacio me habéis de hallar, dixo el
          rey, que allí tengo mi aposento, y para
          que no podáis errarme, tened cuenta de
          que vais un poco antes de medio día, que
          yo tendré también aviso de mirar por
          vos, y si por ventura no me viéredes tan
          presto, esperadme en los corredores, que
          yo saldré allí sin falta. Assí lo haré,
          dixo el carbonero; y con esto se volvió
          el rey á los suyos, que toda la noche
          habían andado perdidos en su busca. El
          carbonero para el día que había quedado
          tomó sus dos carros de carbón y se fué á
          la ciudad con ellos, y vendiéndolos de
          mañana, tuvo cuenta con lo que el cazador
          le había mandado, y antes de medio día se
          fué á palacio, y no mirando si burlaban
          dél ó no, se subió á los corredores, y
          el rey, que tenía avisados á los de su
          guarda para que le hiciesen saber cuando
          viniese, habiéndoles dicho las señas para
          que le conociesen, luego que supo que era
          venido, salió de su cámara, y acompañado
          de muchos señores y caballeros. Y como
          el carbonero viera salir tanta gente,
          quisiera esconderse; pero el rey mandó
          que le detuviesen, y yéndose hacia él, el
          carbonero miraba si conocería al cazador
          que había estado en su casa, para que
          no le consintiese hacer mal, porque ya
          estaba atemorizado y se había arrepentido
          de haber venido allí, y mirando á unos y
          á otros, puestos los ojos en él, conoció
          que era el rey el que había tenido por
          huésped, y entonces él no quisiera haber
          venido por ninguna cosa del mundo. El rey
          conociendo su turbación fué para él y le
          abrazó. El carbonero se echó á sus pies y
          se los besaba diciendo: Señor, perdonadme
          que no os conocí cuando estuvisteis en
          mi casa. El rey le dixo: Buen hombre,
          vos me hecistes en ella tanta cortesía
          como si me conociérades, y assí quiero
          yo que la recibáis vos en la mía, pues
          que lo habéis tan bien merescido. Y con
          esto, alzándolo y tomándolo por la mano,
          lo llevó consigo, contando á todos lo
          que con él le había acaescido, y assí
          lo llevó á la capilla donde se decía
          la missa y le hizo sentar cabe sí para
          oirla, y después de dicha, pediendo
          que le diesen de comer, hizo poner al
          carbonero en una silla á la cabecera de
          su mesa, y mandóle que se assentase en
          ella. El carbonero lo rehusaba; pero
          vista la determinación del rey, lo hubo
          de hacer, y venido el maestresala, el
          rey le mandó que le diese agua á manos
          primero que á él. El carbonero comenzó
          á excusarse y á porfiar por no mostrar
          las manos, que debian de venir de la
          mesma color del carbón que había vendido.
          El rey estonces hizo que se enojaba y
          díxole: Mirad, buen hombre, no queráis
          vos mandar más en vuestra casa que yo
          en la mía, y pues que allá me mandasteis
          y yo os obedecí, también quiero que
          cumpláis vos agora lo que yo mandare, que
          ya yo os dixe que se os acordase para
          cuando fuéredes mi huésped, como yo lo
          fui vuestro. El carbonero, acordándose de
          lo que había pasado, no osó contradecir á
          la voluntad del rey, el cual en toda la
          comida quiso que fuese servido primero,
          y después que se alzó la mesa, delante
          de todos le dixo: amigo mío, justo será
          que yo os pague, y del galardón del
          buen servicio que me hícistes y porque
          yo no sé lo que más os agradará y con
          qué estaréis más contento, vos me pedid
          merced en lo que quisiéredes, que yo
          os la haré con muy buena voluntad. El
          carbonero estuvo pensando un poco, y
          no siendo tan discreto en esto como en
          el buen acogimiento que había hecho el
          rey, le dixo: Lo que yo, señor, querría,
          y en lo que vuestra alteza me hará muy
          gran merced, es que de aquí adelante
          los carboneros en este reino no paguen
          derechos ningunos y sean francos del
          carbón que vendieren, que yo tendré mucho
          que por mi causa reciban esta buena obra,
          y que siempre tengan memoria de mí por
          el beneficio que les hago. Todos los que
          allí estaban se reyeron de lo que el
          carbonero había pedido, teniendo antes
          por cierto que pediera alguna cosa de
          muy gran valor y para sí solo, porque de
          aquello poco era el aprovechamiento que
          le venía. Y el rey reyéndose también le
          dixo: Vos me habéis demandado la merced
          conforme á vuestro estado y á quien sois,
          pero no por esso me quitáis la obligación
          para dexarla de hacer como quien yo soy.
          La merced de essa franquicia yo os la
          hago á vos y á todos los carboneros de
          aquí adelante, y también quiero daros con
          qué viváis honradamente. Vuestras hijas
          me hicieron mucho servicio y con gran
          voluntad, y porque creo que deben tener
          mayores y mejores pensamientos que vos,
          quiero que conforme á ellos lleven el
          galardón, y assí yo inviaré luego recaudo
          para que vengan á mi palacio; haced que
          á la hora se pongan en camino. Y con
          esto mandó aparejar mucha gente y muchos
          aderezos con que las hizo traer muy
          honradamente, como si fueran hijas de uno
          de los grandes de su corte. La reina, por
          respeto del rey que lo quiso, les hizo
          tan buen tratamiento que ninguna cosa las
          diferenciaba de las damas de su casa,
          porque en ellas hallaba aparejo para todo
          el bien que se les hacía, y assí andando
          el tiempo, con estar tan favorecidas y
          con muy gran dote que les dieron, las
          casaron con dos caballeros de los más
          principales del reino, porque ellas eran
          muy hermosas y muy bien entendidas, que
          no fue poca parte para su buena dicha,
          y en Francia dicen que el día de hoy
          hay dos linajes que descienden de estas
          dos pastoras y son de los principales
          del reino, sin que ninguno de sus
          descendientes se deshonren ni afrenten
          de haberlas tenido por antecesoras, antes
          lo confiesan y se precian dello por el
          merecimiento que por su virtud estas dos
          hermanas tuvieron. Y no penséis, señores,
          que lo que os he dicho no sea verdad, que
          yo os digo que lo hallaréis muy cierto
          cuando mejor quisiéredes informaros dello.

          LEANDRO.--Yo no quiero tenerlo por
          evangelio, pero lleva razón para creerse,
          porque yo he oído decir por cosa muy
          cierta que los carboneros no pagan
          derecho ni tributo ninguno del carbón que
          venden en el reino de Francia, y essa que
          tú dices debe ser la causa dello.

          FLORIÁN.--También yo he oído decir lo
          mesmo y parte de lo que aquí Amintas ha
          contado.

          AMINTAS.--Tornando al propósito
          comenzado, ya veis por estos ejemplos
          cómo de los pastores y pastoras se
          acuerda Dios muchas veces para hacerles
          merced; porque sin estos que he dicho,
          podiera decir otros muchos que, aunque
          no vinieron á ser reyes ni emperadores,
          subieron á otros estados y dignidades en
          que vivieron muy ricos y estimados y con
          muy gran aparato y honra; pero paréceme
          que bastan para que, señores, sepáis que
          Dios principalmente, y la opportunidad y
          el tiempo como despenseros de sus bienes,
          también se acuerdan de los pastores como
          de las otras gentes. Y no digo esto para
          que yo á los que assí han tenido mandos
          y gobiernos y grandes riquezas les tenga
          ninguna envidia, ni malicia, que maldita
          aquélla en mí reina; pero tampoco digo
          que si se me ofreciese otro mayor bien
          que ser pastor y me veniese (como suelen
          decir) de mano besada y sin trabajo, lo
          rehusaría ni dexaría de tomarlo, mas no
          porque dexe de estar y vivir muy contento
          con la vida que tengo, llena de tanta
          quietud y reposo, fuera de la ocasión de
          los vicios, quitada de todas contiendas
          y baratas, apartada de muchos cuidados
          y desasosiegos. Maldito el temor tengo
          de que me ha de faltar qué coma, porque
          cuando hubiere esterilidad del pan, las
          hierbas y raíces y frutas me bastan,
          que pocas ó muchas, nunca el campo dexa
          de darlas. Tampoco dexaré de dormir
          con pensar que me han de hacer mal los
          ladrones, que cuando más daño me hacen
          es tomarme lo que trayo en el zurrón y
          algún cabrito ó cordero del rebaño, que
          todo vale poco dinero. De los lobos me
          guarde Dios, que éstos, si me descuido,
          hacen muy gran destrozo; pero yo traigo
          muy buenos mastines y procuro siempre de
          poner tan buen cobro, que pocas veces
          hallan en mis rebaños aparejo para matar
          la hambre.

          LEANDRO.--Paréceme, Amintas, que tú
          podrías decir lo que un filósofo, que
          todos tus bienes los traes contigo, y
          verdaderamente en todo lo que dices te
          has mostrado tan filósofo, que yo no
          sé qué responderte, sino que si mucho
          tiempo conversase contigo, creo que
          bastarías para hacerme mudar de propósito
          y que, dexando la vida que tengo, me
          tornase también pastor como tú lo eres.

          FLORIÁN.--A mí muy bien me parece lo que
          dice y de muy buena gana lo he escuchado:
          pero en fin, determinado estoy de dormir
          en buena cama en cuanto podiere, y comer
          buenos manjares y beber buenos vinos y
          andar muy bien vestido y procurar buenas
          conversaciones para pasar el tiempo, sin
          cuidar de las filosofías de Amintas ni
          de sus contemplaciones, que la vida de
          los hombres es muy breve y lo mejor y más
          bien acertado, á mi parecer, es pasarla
          con las menos zozobras y trabajos que los
          hombres podieren.

          AMINTAS.--Sabed, señor, que la buena cama
          es aquella donde los hombres duermen á
          su sabor sin tener quien les estorve el
          sueño, y los buenos manjares aquellos que
          hartan el estómago y dan contentamiento
          al gusto, y los buenos vinos los que
          matan la sed sin hacer daño á la salud.
          Los buenos vestidos, los que tapan el
          cuerpo y son amparo de la calor y del
          frío, y la buena conversación la que se
          tiene sin perjuicio del prójimo, y muy
          mejor la que se tiene en la contemplación
          con los ángeles y con los santos,
          teniendo siempre los pensamientos puestos
          en el cielo. Y esta es la verdadera
          filosofía y ciencia que todos debríamos
          aprender y saber para jamás olvidarnos
          della. Cuando yo duermo en el suelo
          duro no despierto en toda una noche,
          despertando ciento los que duermen en los
          colchones blandos y sábanas delgadas.
          El pan de centeno con una cebolla ó con
          un tassajo de cecina me sabe mejor que
          saben las perdices y gallinas y capones
          á los que no saben comer otra cosa. La
          agua dulce y clara de las fuentes y
          arroyos para mí tiene mejor sabor que los
          mejores vinos del mundo, porque el gusto
          está acostumbrado á beberla sin tener
          memoria del sabor ni de la diferencia
          que tiene en los sabores del vino. Mi
          jubón y mi capisayo y mi pellico que
          trayo encima son tan calientes y me
          quitan mejor el frío que á los señores
          las ropas de martas que traen de Rosia.
          La conversación, cuando la quiero, con
          otros pastores nunca falta, que cada hora
          podemos juntarnos, y si no en los lugares
          comarcanos la tenemos. Y en fin, esto que
          hacemos los pastores todo es con harto
          menos trabajo y peligro que lo que hacen
          los ciudadanos, y si á vosotros, señores,
          os parece otra cosa y que la vida que
          tenéis es mejor que la nuestra, seguilda,
          que así haré yo la mía, y desta manera
          podemos decir que cada loco con su tema.

          LEANDRO.--No te veo yo, Amintas, tan
          loco que no seas muy cuerdo, y tan
          cuerdo que pluguiese á Dios que, assí
          como me satisfacen tus razones, podiesse
          acabar conmigo de seguirlas, y más si
          fuese con las condiciones que tú aquí
          has dicho; pero assí es el mundo, que
          Dios provee para todas las cosas con
          el remedio necesario y quiere que las
          gentes tengan pareceres diferentes y
          diversos, y que no quieran seguir todos
          una manera de vida, y aun no es este el
          menor de sus secretos si contemplamos
          cómo para todos los oficios hay hombres
          que los quieran, viendo que uno que
          tiene habilidad para platero quiere ser
          herrero, y otro que podría ser pintor
          huelga de ser embarrador, y el que tiene
          suficiencia para ser sastre toma el
          oficio de ganapán, y el que tiene aparejo
          para ser mercader quiere usar el oficio
          de tejedor, y esto todo procede de la
          voluntad y providencia del que crió todas
          las cosas, dando quien las quiera y las
          siga y tenga afición con ellas. Assí
          que no todos podemos ser señores, ni
          caballeros, ni ciudadanos, ni oficiales,
          ni flayres, ni pastores, sino que unos
          han de seguir una manera de vivir y otros
          otra; y pues que assí es, tú, Amintas, si
          estás contento con la vida pastoril, como
          aquí lo has mostrado, yerro sería que la
          dexases, y nosotros, pues lo estamos con
          la que tenemos, también la seguiremos.
          Plega á Dios que le sirvamos todos con
          ella. Y pues que ya el día se viene
          acercando y el lucero se nos muestra
          dando manifiesta señal de su venida,
          será bien que nos vamos, y tú, hermano
          mío Amintas, conócenos desde agora para
          tenernos por verdaderos amigos, que, si
          place á Dios, algún día te podremos pagar
          la honra que esta noche nos has hecho.
          Y porque con la espesura de los árboles
          no podremos acertar el camino, por tu fe
          que nos guíes por donde hemos de ir á la
          ciudad, que también el trabajo que en
          esto tomares te será galardonado.

          AMINTAS.--A mí me place de muy buena
          voluntad; por aquí podremos ir mejor,
          y en bajando aquel valle hallaréis un
          camino abierto y ancho; por él os iréis
          sin tomar á una parte ni á otra, que
          no lo podréis errar; y porque dexo el
          ganado solo no voy hasta allá; por tanto,
          perdonadme y Dios vaya con vosotros os
          guíe.

          FLORIÁN.--Ese quede contigo y te haga
          bienaventurado.


                         _Finis._




                        COLLOQUIO

          Que trata de la desorden que en este
            tiempo se tiene en el mundo, y
            principalmente en la cristiandad, en el
            comer y beber: con los daños que dello
            se siguen, y cuán necesario sería poner
            remedio en ello.


                      INTERLOCUTORES

           _Licenciado Velázquez._--_Salazar._
                   _Quiñones._--_Ruiz._

          RUIZ.--¿A dónde bueno, señor Quiñones?

          QUIÑONES.--Hacia el monasterio de San
          Jerónimo, á gozar un rato del fresco de
          la tarde y de la buena conversación del
          licenciado Velázquez; porque él y Salazar
          ha poco que iban para allá cabalgando, y
          yo mandé luego aderezar mi caballo para
          salir á buscarlos.

          RUIZ.--Si vuesa merced me lo paga,
          acompañarle he yo, porque no vaya solo.

          QUIÑONES.--Antes merezco que se me pague
          á mí el buen aviso, que no veo adonde
          mejor se pueda pasar el día.

          RUIZ.--En fin, lo habré de hacer aunque
          pensaba dar una vuelta por cierta parte
          que me convenía.

          QUIÑONES.--Tiempo habrá para todo, que
          agora no está para perderse la frescura
          del campo. Por este camino creo que
          iremos más ciertos de encontrar con ellos.

          RUIZ.--Antes me parece que son aquéllos
          que vienen entre las viñas; aquí podremos
          esperarlos si vuesa merced manda.

          QUIÑONES.--Bien será, porque nos vamos
          paseando hacia la ribera del río.

          LICENCIADO.--Paréceme, señor Quiñones,
          que por cumplir vuesa merced mejor su
          palabra, ha traído al señor Ruiz en su
          compañía.

          QUIÑONES.--De temor lo he hecho; como
          vuestras mercedes eran dos, pudieran
          estar de concierto contra mí, y he
          querido traer quien me ayude si quisiesen
          acometerme.

          SALAZAR.--Sea por lo que fuere, que á lo
          menos tendremos una hora ó dos de buena
          recreación paseándonos por este campo,
          que la tarde hace aparejada para ello.

          QUIÑONES.--Y aun es bien menester para ir
          á cenar de buena gana, que yo, como el
          conde tuvo huéspedes, quedéme á comer en
          palacio, y fueron tantos los platos que
          se sirvieron y de tan buenos manjares,
          que traigo el estómago estragado de lo
          mucho que he comido.

          LICENCIADO.--El mayor yerro que pueden
          hacer los hombres es comer más de aquello
          que puede gastar la virtud y calor
          natural; porque, según doctrina de todos
          los médicos, la indigestión y corrución
          de los manjares que della se sigue es
          origen de todas las enfermedades, y assí
          dice el Sabio en el capítulo XXXVII del
          _Eclesiástico_: No quieras ser deseoso
          en las comidas que hicieres, ni comas
          de todos los manjares, porque en la
          muchedumbre dellos hay siempre enfermedad.

          SALAZAR.--Pues en verdad que lo que en
          nuestros tiempos más se usa es no tener
          atención á ningún daño que del mucho
          comer puede seguir, sino al gusto que
          dello se recibe.

          LICENCIADO.--¿Y pareceos, señor Salazar,
          que es pequeño mal esse? Yo os digo que
          si los hombres que aman su salud y desean
          alargar la vida conociessen y entendiesen
          los inconvenientes que del mucho comer
          tienen por contrarios, que por ventura
          ayunarían muchas veces, aunque no fuese
          para servir á Dios, sino para su solo
          provecho.

          SALAZAR.--Yo creo que hay muchas personas
          que, aunque lo entienden, no dexan por
          eso de comer á su voluntad, porque el
          aparejo les da ocasión á querer cumplir
          tanto con el apetito como con la salud,
          y si no dígame vuesa merced ¿qué había
          de hacer el señor Quiñones si puesto á
          la mesa le servían tantos y tan diversos
          platos? ¿No fuera necedad dexar de comer
          de todos, siquiera para saber si eran
          buenos ó malos y hacer lo que todos los
          otros que allí estaban hacían?

          LICENCIADO.--Antes fuera muy gran
          discreción tener sufrimiento para que el
          aparejo de la gula no le diera causa de
          vencerse della.

          SALAZAR.--Pues si eso es assí, ¿para
          qué se hacen y aderezan tantos y tan
          diferentes manjares en las casas de los
          grandes señores y aun en las que no
          lo son, sino para que los que sientan
          á sus mesas los coman y se harten con
          ellos, pues que para este propósito se
          aparejaron?

          LICENCIADO.--Así es la verdad; pero lo
          mejor sería que no los aparejasen ni los
          hubiesen.

          RUIZ.--Contraria opinión es esta de
          la común, porque todos los hombres
          generalmente querrían comer y beber lo
          mejor que pudiesen.

          LICENCIADO.--Si comiendo bien, digo de
          buenas cosas, no comiesen más de aquello
          que les basta para sustentarse, no es
          muy mala opinión la que decís; pero por
          la mayor parte nacen della la desorden y
          vienen los hombres con el aparejo á comer
          más de lo necesario, sin sentirlo, y assí
          sin sentirse se recrece dello el daño,
          y cuando ya se siente, muchas veces no
          puede remediarse, y aun algunas cuesta
          tan caro, que suele perderse por ello la
          vida.

          SALAZAR.--Pues lo que con todas essas
          condiciones el día de hoy más se usa en
          esta tierra es comer y beber sin temor, y
          después venga lo que viniere.

          LICENCIADO.--También se usa morirse las
          gentes muy más presto de lo que solían en
          otros tiempos.

          SALAZAR.--¿Y es por ventura el comer la
          causa?

          LICENCIADO.--Sí, por la mayor parte, y
          si queréis escuchar la razón, yo os la
          diré para que lo entendáis notoriamente.
          En los tiempos antiguos que los hombres
          vivían con mayor simplicidad que agora,
          y contentándose con lo que la naturaleza
          les aparejaba para su mantenimiento,
          sin andar buscando otras nuevas formas
          de composiciones en los manjares que
          comían, vivían los hombres muy largos
          tiempos, como á todos es notorio la larga
          vida de Adán, nuestro primero padre, de
          Matusalén y de otros muchos, los cuales
          se contentaban con comer solas las frutas
          silvestras, y principalmente debían de
          ser bellotas y castañas, y otras desta
          manera, porque después del diluvio de
          Noé que ya habían pasado muy largos
          tiempos, las gentes comían esto mesmo y
          se sustentaban con ello, principalmente
          los de la provincia de Arcadia. Los
          atenienses su mantenimiento eran higos
          secos. El de los caramanos, dátiles. El
          de los meotides, mijo. El de los persas,
          mastuerzo. Los de Tirinto comían peras
          silvestres, y assí otras naciones se
          mantenían de otras diferentes frutas y
          raíces, de las cuales dicen que era la
          principal la de una hierba que llamamos
          grama, hasta que vino aquella mujer
          llamada Ceres, que andando buscando las
          simientes de las hierbas que eran buenas
          para comer, halló la simiente del trigo
          y la manera que había de tener para
          hacerse pan della, y por esta causa fue
          adorada por diosa entre los gentiles.
          Y cuando los antiguos comían algunas
          carnes no andaban buscando que fuesen
          sabrosas ni delicadas, ni buscaban de
          darles otro nuevo sabor con las salsas y
          aparejos que agora se les hacen. Y así
          cuenta Homero que Alcinoo, rey de los
          feaces, teniendo por huésped á Ulises y
          por convidados á todos los principales
          de su reino, para el banquete que les
          hizo mandó matar doce ovejas y ocho
          puercos y dos bueyes, que estonces debían
          ser los más preciados manjares que se
          usaban; y en este tiempo también tenían
          los hombres muy larga la vida, y como
          comenzaron á inventar manjares nuevos y
          compuestos, así comenzaron á debilitar
          y enflaquecer con ellos los estómagos,
          porque la diversidad de los sabores que
          hallaban en ellos les hacía comer más
          de lo que podían gastar los estómagos.
          Y así dice Galeno que del tiempo de
          Hipócrates hasta el suyo, la naturaleza
          estaba debilitada en los hombres, y el
          tiempo de Galeno acá también lo deben
          de estar mucho más, pues siempre vemos
          que van en disminución de los años de la
          vida, y que viven agora menos que solían;
          pero la culpa que ponemos á la naturaleza
          no es suya, sino de nuestra desorden,
          porque si tuviéssemos mayor concierto y
          templanza en el comer y beber, nuestra
          vida generalmente sería muy más larga.
          Y así lo dice Hipócrates en el libro
          sexto de _Las enfermedades populares_:
          El concierto de nuestra salud en esto
          consiste que comamos con tanta templanza
          que nunca nos hartemos de los manjares;
          y si en algún tiempo hubo desorden y
          desconcierto es en el de agora, que
          cuando me pongo á pensarlo de ver las
          invenciones que las gentes han procurado,
          todo en daño de sus vidas, como si las
          tuviesen por enemigas y su intención no
          fuese otra sino de acabarlas muy presto.

          QUIÑONES.--No es mala materia ni poco
          provechosa lo que se trata, si el señor
          licenciado la lleva adelante así como la
          ha comenzado.

          LICENCIADO.--Si vuestras mercedes huelgan
          de oirla, yo me iré declarando más
          particularmente, aunque no aproveche
          para más de que entendamos el yerro que
          hacemos, porque verdaderamente es muy
          grande, y tan grande, que yo no he visto
          mayor desatino que el que agora se ha
          introducido en el mundo, á lo menos en la
          christiandad, que en las otras naciones
          de gentes son más templadas y viven más
          moderadamente. Solían en nuestra España
          comer las personas ricas y los caballeros
          un poco de carnero assado y cocido, y
          cuando comían una gallina ó una perdiz
          era por muy gran fiesta. Los señores y
          grandes comían una ave cocida y otra
          assada, y si querían con esto comer otras
          cosas, eran frutas y manjares simples.
          Agora ya no se entiende en sus casas
          de los señores sino en hacer provisión
          de cosas exquisitas, y si con esto se
          contentasen, no habría tanto de qué
          maravillarnos; pero es cosa de ver los
          platillos, los potajes, las frutas de
          sartén, las tortadas en que van mezcladas
          cien cosas tan diferentes las unas de las
          otras, que la diversidad y contrariedad
          dellas las hace que en nuestro estómago
          estén peleando para la digestión. Y es
          tanto lo que en esto se gasta, que á mi
          juicio ha encarecido las especias, la
          manteca, la miel y la azúcar, porque
          todo va cargado dello, y como comen á la
          flamenca, con cada servicio que llevan va
          un plato destos para los hombres golosos,
          y con no tocarse algunas veces en ellos,
          tienen mayor costa que toda la comida. Y
          comer de todos estos manjares diferentes
          (aunque cada uno dellos sea simple) sería
          muy dañoso, cuanto más siendo los más
          dellos compuestos, que muchos hay dellos
          que llevan encorporadas diez y doce y
          veinte cosas juntas, no mirando lo que
          Plinio dice contra ello en el undécimo
          capítulo de la _Natural Historia_, cuyas
          palabras son: El manjar simple para
          los hombres es muy provechoso, y el
          ayuntamiento de manjares es pestilencia,
          y más dañoso que pestilencia cuando los
          manjares son adobados. Y lo peor de todo
          es que, muchos, cuando se sientan á la
          mesa y aun casi todos, como es cosa
          natural, luego procuran satisfacer á la
          hambre que llevan y comen hasta hartarse
          de lo primero que les ponen delante,
          y pudiéndose levantar y sustentar con
          ello conservando su salud y vida, como
          después vienen otras cosas nuevas y que
          despiertan en la golosina el apetito,
          aunque no hagan sino probar de cada uno
          un bocado, hacen tan gran replición en
          el estómago, que no pueden gastarse,
          y desasosiegan y dan trabajo al que
          las ha comido. Y esto es lo que dice
          Galeno en el tercer libro de _Régimen_:
          Que la diversidad de las cosas que se
          comen, cuando no son semejantes en
          sus virtudes, hacen en el estómago
          desasosiego. Y en otra parte: Las cosas
          compuestas de muchas sustancias son de
          muy más fácil corrupción que las simples
          y compuestas de pocas; pero todo esto no
          basta para que las gentes se concierten
          en el comer, porque con ver los hombres
          plebeyos la desorden que los que pueden
          y tienen mayores haciendas y más aparejo
          hacen, toman argumento para comer y
          gastar más de lo que tienen, y en esto
          está tan estragada la razón y tan perdida
          la buena regla, que hay muchos que, no
          teniendo sino dos reales, aquello dan por
          una trucha ó por una gallina, que comen
          aquel día sin mirar á lo de adelante,
          y todo cuanto ganan lo echan en comer,
          sin guardar un maravedí, y, después, si
          caen enfermos ó se han de morir de hambre
          ó han de hacer que pidan por Dios para
          ellos, y esto tienen en menos que dejar
          de probar todas cuantas cosas buenas y
          preciosas vienen á venderse, cuesten lo
          que costaren.

          RUIZ.--No se puede negar todo lo que
          vuestra merced dice ser assí; pero muchas
          cosas hay que, aunque se conozca en
          ellas el yerro, no hay orden para que
          pueda remediarse, como es esto del comer
          desordenado de la gente común, porque no
          se les puede ir á la mano en ello, sino
          que han de hacer lo que quisieren, como
          coman de sus haciendas y no de las ajenas.

          LICENCIADO.--Bien se parece que no ha
          leído vuestra merced algunos autores
          que tratan de una ley que los romanos
          hicieron y se guardó mucho tiempo en
          Roma, y principalmente lo cuenta Macrobio
          en el tercero libro de las _Saturnales_.

          RUIZ.--¿Y qué ley era essa?

          LICENCIADO.--Una ley que mandaba por
          ella que todos comiesen públicamente en
          los portales de sus casas y que hubiesse
          por los barrios repetidos veedores que
          andaban de casa en casa mirando si alguno
          comía más curiosamente ó suntuosamente
          de lo que convenía á su estado, y luego
          eran castigados por esto, y si por acaso
          lo querían comer en ascondido, no podían,
          porque no osaban comprarlo, temiendo
          ser acusados de quien lo viese, y aun
          por ventura de quien lo vendía; y como
          estonces se cumplía esta ley, también
          se podía hacer agora, y aun en algunas
          partes se guarda alguna cosa della,
          porque dicen que en Francia los villanos
          no pueden comer gallina ninguna, ni los
          perniles de los tocinos, si no fuesse con
          mucha necesidad.

          QUIÑONES.--Bien lejos estamos de que en
          España se hagan essas leyes ni se guarden
          tampoco, y hablar en ello es predicar en
          desierto.

          LICENCIADO.--Yo no lo digo porque se ha
          de hacer, sino porque sería justo que
          se hiciese; y lo que más principalmente
          convendría es que los caballeros y
          señores y grandes se moderasen en sus
          gastos excesivos, y que ellos mismos,
          juntándose, hiciesen entre sí mesmos
          una ley, ó que nuestro emperador lo
          hiciese, de que en ningún banquete
          ni comida suntuosa se sirviesen sino
          tantos platos tasados; porque después
          que un hombre come de cuatro manjares
          ó cinco, el estómago está satisfecho
          y todo lo lo demás es superfluo, que
          no aprovecha para otra cosa sino para
          estragar los estómagos y disminuir la
          salud y las haciendas, y tan disminuídas,
          que de aquí viene que solían hacer más
          los señores y mantenerse más gentes y
          criados con cuatro cuentos de renta que
          agora con doce, y entonces ahorraban
          dineros para sus necesidades, y estaban
          ricos y prósperos, y agora siempre andan
          empeñados y alcanzados, y todo esto se
          gasta en comer y en beber, principalmente
          si tienen huéspedes, si andan en corte,
          que han de hacer plato, porque entonces
          tienen por mayor grandeza lo que sobra
          y se pierde y se gasta bien gastado. Y
          verdaderamente esta es la principal causa
          de sus necesidades, que de andar los
          señores ó un caballero en la corte un
          año ó dos haciendo estos gastos vienen
          á ponerse en necesidad, que con estar
          otros cuatro en sus casas ahorrando y
          estrechándose no pueden salir della y
          muchas veces en su vida. Y el mayor daño
          de todos es que lo mesmo quiere hacer
          un señor de dos cuentos de renta que de
          quince, y también quiere que sirvan á su
          mesa veinte y treinta platos diferentes,
          como si no gastasen en ello dineros.

          QUIÑONES.--Poco es para lo que agora se
          usa, que ya en un banquete no se sufre
          dar de ochenta ó cien platos abajo,
          y aun averiguado es y notorio que ha
          poco tiempo que en un banquete que hizo
          un señor eclesiástico se sirvieron
          setecientos platos, y si no fuera tan
          público, no osara decirlo por parecer
          cosa fuera de término.

          RUIZ.--Mal cumple ese y todos los
          otros señores eclesiásticos lo que son
          obligados conforme aquel decreto que
          dice que los bienes de los clérigos son
          bienes de los pobres, porque después de
          gastado lo necesario para sí y para su
          familia, todo lo demás tiene obligación
          de gastarlo con ellos, so pena de ir
          al infierno como quien hurta hacienda
          ajena, pues hacen esos banquetes á los
          ricos, y sin necesidad, quitándolo á la
          gente pobre y necesitada. Pero todos me
          parece que van igualmente desordenados,
          sin tener atención ninguna sino á comer y
          beber á su voluntad.

          LICENCIADO.--Bien conforma esso con
          lo que Valerio Máximo dice de la
          costumbre que se solía tener en el
          comer antiguamente, lo cual trata por
          estas palabras en el segundo libro de
          _Las instituciones antiguas_: Hubo en
          los tiempos pasados, en los antiguos,
          grandísima sencilleza y templanza en
          el comer, lo cual es demostración muy
          cierta de su moderación y continencia,
          porque no comían manjares los cuales
          por su demasía hubiesen vergüenza de
          que todos los viesen. Estaban en tanta
          manera los hombres de mayor autoridad
          en sus pueblos continientes, que lo que
          más ordinariamente comían eran poleadas
          ó puchas, y con ellas se contentaban.
          Y en el mismo capítulo y libro torna á
          decir: La templanza en el comer y beber
          era como verdadera madre de su salud,
          y enemiga de los manjares superfinos y
          apartada de toda abundancia de vinos y
          de todo uso demasiado de destemplanza.
          Agora me parece que todo es ya al
          contrario de lo que Valerio ha dicho,
          como si toda la bienaventuranza de la
          vida consistiese en el comer y beber
          destempladamente, y muy pocos hay que
          no pecan en este vicio si no son los
          que no tienen ni pueden más, que destos
          Dios sabe su buena voluntad. Y deste
          comer mucho y beber demasiado se siguen
          grandes daños é inconvenientes que todos
          ayudan á destruir y desconcertar la vida,
          como lo trata Hipócrates en el libro _De
          afectionibus_, Acaccio Antiocheno en
          el tercero libro _Tetrablibii_, y esto
          procede de que no puede el estómago con
          los muchos manjares, ni con la diversidad
          ni abundancia dellos para gastarlos y
          digirirlos. Y así dice el filósofo en
          el quinto capítulo del tercero libro
          _De partibus animalium_: Es verdad que
          el calor natural no gasta ni digiere
          lo que se come demasiado, no porque él
          sea pequeño, sino porque comemos más de
          lo que es necesario para sustentarnos;
          pero nosotros no tenemos atención á
          esto, sino á ser unos epicuros, teniendo
          este vicio por suma felicidad; y es la
          desorden tan grande, que si hoy hubiese
          quien tornase á sustentar esta opinión
          epicúrea de nuevo, no faltaran gentes
          que con muy gran afición y voluntad la
          siguiessen. Y dejando lo del comer, qué
          destemplanza tan grande es la del vino,
          que ya que en muchos no se muestra la
          beodez y desatinos que del demasiado
          beber proceden, á lo menos veremos la
          curiosidad en buscar vinos de olor y
          sabor exquisitos, no teniendo en nada la
          costa que se hace por estar proveídos
          dellos, aunque éste no le tengo por gran
          vicio cuando la templanza anda de por
          medio, de manera que no beban demasiado
          ni reciban daño en su salud por lo que
          bebieren.

          SALAZAR.--Paréceme que el señor
          licenciado de teólogo se ha vuelto
          médico; pero bien es que los hombres
          sean estudiosos, de manera que puedan
          hablar en todas las materias que se
          propusiesen, que quien lo viere alegar
          tantas autoridades á su popósito,
          parecerle ha que no ha estudiado más
          teología que medicina, y con todo esto no
          quiero que se vaya alabando que no halla
          contradicción en todos nosotros para lo
          que ha dicho, porque yo quiero agora
          decir que no hará poco cuando le hubiera
          dado buena salida.

          LICENCIADO.--Haré lo que pudiere, pues
          que hasta agora no me ha obligado á más
          que á esto.

          SALAZAR.--Ni yo quiero más tampoco,
          y para que mejor nos entendamos, lo
          principal que vuesa merced ha dado y
          sobre lo que más ha fundado su intención
          es la templanza de los antiguos en el
          comer y beber, y hay tantas cosas que
          alegar contra esto, que creo que algunas
          se ofreceran á mi memoria. Y la primera
          es la destemplanza del gran Alejandro en
          los convites, que con ella vino á matar
          á Clito, su familiar y muy privado, y
          después en Babilonia se estaban haciendo
          banquetes y fiestas cuando le dieron la
          ponzoña con que le mataron. Sin esto, á
          todos es notorio cuán destemplado fué
          el emperador Nerón, que muchas veces
          duraban los banquetes desde un día á la
          hora que él y sus convidados se sentaban
          á la mesa hasta otro día á la mesma
          hora. De Heliogábalo todos saben los
          grandes y excesivos gastos que hacía en
          procurar manjares preciosos y delicados
          y costosos, tanto que algunos quieren
          decir que hacía buscar papagallos que de
          los sesos dellos pudiesen hacer salsa
          que bastara para muchos convidados que
          con él comían. No es menos lo que se
          dice del emperador Galba, y de Joviniano
          escribe Bautista Ignacio que, comió
          tanto en una cena, que por no gastarlo
          se murió. Otro tanto dice Eufesio de
          Domicio Afro, y el banquete que Marco
          Antonio hizo á Cleopatra todos lo saben,
          y el que ella le tornó á hacer, que
          porque fuese más costoso deshizo en
          vinagre una perla de tan grande estima
          que no le podían poner precio, y con él
          se hizo una salsa de que comió Marco
          Antonio. También es autor Flavio Vopisco,
          que uno llamado Phiago comía cien panes
          y una ternera y un puerco á un comer,
          aunque parece esto cosa que se creerá
          de mala gana. Eracides, griego, era tan
          gran comedor, que convidaba á los que
          querían comer con él á cualquiera hora
          del día por tornar á comer con ellos
          muchas veces. De los pueblos de Asia
          y de los asirios, muchos escriben que
          no entendían sino en comer y beber, y
          que en esto ponían su bienaventuranza;
          y lo que más se puede notar de todo es
          lo que escribe Julio César en el libro
          llamado _Anticatones_, que Marco Catón
          uticense, con todas las virtudes que dél
          se cuentan, era tan destemplado en el
          comer y beber, que muchas veces pasaba
          toda una noche sin dormir por estar en
          los banquetes. Quinto Ortensio, orador,
          fué el primero que hizo en Roma que los
          pavos se comiessen, y Sergio Orata, según
          dice Plinio, inventó estanques en el
          lago bayano por tener en él las ostras
          para vender á la gula de los romanos, y
          Lúculo rasgó una montaña sobre Nápoles á
          grandísima costa para hacer un estanque
          para tener pescado con que satisfacer
          su gula. Y porque me parece que bastan
          los ejemplos que he traído, oígan vuesas
          mercedes las palabras de Macrobio en el
          libro tercero de las _Saturnales_, las
          cuales son éstas: Quién negará haber sido
          grandíssima y indómita gula entre los
          antiguos, los cuales de mar tan largo
          traían instrumentos á su desorden, como
          son las lampreas que echaban en los
          estanques, y sin éstas, hay muchas cosas
          y autoridades que podrían hacer al caso
          para probar que los antiguos no tuvieron
          la templanza que el señor licenciado ha
          dicho; pero si él me satisface á esto, yo
          me daré por satisfecho en todo lo demás
          que pudiere alegar.

          LICENCIADO.--En trabajo me ha puesto
          el señor Salazar, porque no tienen tan
          poca fuerza sus argumentos y razones que
          no será dificultosa la respuesta; pero
          yo espero en Dios de darle tan buena
          salida que le contente y confiesse ser
          verdad lo que yo he dicho. Y digo que
          es assí, que también entre los antiguos
          hubo algunos golosos y desordenados,
          tanto y más que agora lo son, y que se
          hacían los banquetes y gastos excesivos
          en muy gran cantidad; pero esta desorden
          no era general como agora lo es, sino
          particular, y de manera que generalmente
          parecía mal á todos, porque no hay ciudad
          tan bien ordenada donde no haya algunos
          delitos, ni campo de soldados tan bien
          concertado que no haya en él algunos
          revoltosos, ni aun monasterio, si es
          de muchos frayles, que no esté en él
          algún desasosegado, y así no es mucho
          que entre tan gran multitud de gentes
          como en los tiempos antiguos había en
          el mundo, hubiese algunos dados á la
          desorden de la gula, así como el señor
          Salazar lo ha dicho, que de creer es que
          aún serán muchos más de los que dice;
          pero éstos, en comparación de los otros
          que usaban de la templanza, es como una
          estrella para todas las que hay en el
          cielo, y una golondrina, como suelen
          decir, no hace verano, ni diez granos
          de neguilla en un muelo de trigo no son
          causa de que se haga mal pan, ni es justo
          que por tan pocos golosos condenemos á
          muchos templados; y la mayor señal de
          que lo eran es que luego se conocían
          entre ellos los que se desmandaban en
          el comer y beber demasiadamente. Y los
          poetas y oradores tratando de este vicio
          lo traían por exemplo para que los que
          después dellos viniesen, pensando que
          las gentes habían siempre de permanecer
          en la templanza que ellos comúnmente
          guardaban; pero agora en nuestros tiempos
          así podríamos notar un hombre templado
          y tenerlo en mucho, como si viésemos
          alguna cosa muy nueva, y los que lo
          son es porque no pueden más, que la
          gula y la curiosidad del comer está tan
          desenfrenada en todos, que es cosa para
          espantar á los que bien lo consideraren,
          y lo que peor es que los pobres y los
          que poco pueden muchas veces son más
          golosos y destemplados que los ricos,
          y no se contentan con un manjar ni con
          dos ni con tres, que querrían comer
          cincuenta si pudiessen. Y entre los
          antiguos no debían ser menos cinco que
          agora ciento, porque así dice Juvenal
          en la primera sátira reprendiendo este
          vicio: ¿Quién hubo entre los antiguos que
          en los convites secretos comiesse siete
          manjares? Como si dixese: Gran desorden
          es la que agora hay en Roma, pues que
          hay banquetes en que se sirven siete
          platos diferentes, lo cual nunca se hizo
          entre los antiguos. Y pues que Juvenal en
          su tiempo reprendía este desconcierto,
          ¿qué hiciera en el nuestro viendo los
          grandes desconciertos que ya vienen en
          dar en locura? En que, como he dicho, no
          sería poco necesario el remedio, como lo
          pusieron los atenienses con los criados
          y hijos de uno que se llamaba Nosipio,
          que porque supieron que comía y bebía
          demasiadamente, mandaron que no comiesen
          con él, porque no quedasen avezados á
          aquella mala costumbre. Agora hombres
          hay que comen mucho; pero si lo pide su
          estómago, no son tanto de reprenderle
          como los que quieren comer de muchos y
          diferentes manjares, adobados con mucha
          diversidad de cosas, entre las cuales
          unas son calientes, otras son frías, unas
          templadas y otras sin ninguna templanza;
          unas son duras y pessadas y otras son
          fáciles de gastar, de manera que la
          virtud del estómago se embaraza con ellas
          y no puede recebir tanto provecho que no
          será mayor el daño para no sé conservar
          la salud ni la vida. Y torno á decir
          que teniendo atención á la moderación y
          buena regla que los antiguos tenían en
          sus comidas, que todos agora se habrían
          de moderar en ellas, y principalmente los
          grandes señores, á lo menos en no hacer
          gastos superfluos y sin provecho, que
          después que se sirven lo que se pueden
          comer, y hasta sin hacer falta, no han de
          querer que se sirva lo demás para sólo el
          humo de la autoridad y de la grandeza,
          pues se conoce el poco provecho y el gran
          daño que se recibe. Y aun el mundo y la
          gente conocen dél tiene muy gran razón
          de agraviarse, porque esto es causa de
          que los mantenimientos se hayan subido en
          precios tan excesivos, porque saben que
          hay muchos que los compren y gasten y que
          han de hallar por ellos lo que pidieren
          y quisieren llevar. Y en verdad que no
          sería mal hecho que en esto se pusiese
          algún remedio y se hiciesse alguna ley
          en que se diese orden para remediarlo.
          Y porque me he divertido de lo que
          queda con el señor Salazar, que fué
          satisfacerle á sus objeciones, quiero
          saber si queda satisfecho con lo que he
          respondido, porque á no lo estar, yo me
          conformaré con su buen parecer y juicio.

          SALAZAR.--No faltará qué poder replicar,
          pero yo sé que vuesa merced me satisfará
          tan bien á ello como á lo pasado, y assí
          lo quiero dexar, aunque no fuera malo que
          con reprender la desorden y destemplanza
          de las comidas se hubiera dicho algo de
          la que se tiene en el tiempo dellas,
          porque también se estima por grandeza
          no tener orden ni concierto en esto,
          haciendo del día noche y de la noche día,
          y caando han de comer á las diez del día
          comen á las dos de la tarde, y si han de
          cenar á las seis de la tarde cenan á las
          once y á las doce de la noche, assí que
          es una confusión y desatino la que ellos
          tienen por orden y concierto.

          RUIZ.--Bien entendida está ya esta
          materia, porque el señor licenciado la ha
          tratado tan bien en tan pocas palabras,
          que queda poco por decir de lo dicho, y
          paréceme que no habrá menos que tratar de
          la desorden que se tiene en los vestidos
          y gastos que en ellos se hacen, porque
          no tienen menos destruído el mundo ni es
          menos el yerro que las gentes cometen en
          este desatino.

          LICENCIADO.--Essa es materia más larga
          y para tratarse más despacio que el que
          agora tenemos, porque la noche se viene
          acercando y el sereno, con el frescor
          del río, podría hacernos daño si más nos
          detuviésemos, y si vuestras mercedes
          mandasen, será bien que nos vamos.

          QUIÑONES.--También el señor licenciado se
          ha querido en esto mostrar médico como
          en lo pasado, y pues es su consejo tan
          bueno, justo será que lo sigamos.

          RUIZ.--Por entre las huertas podremos ir,
          por no volver por donde venimos.

          SALAZAR.--Guíe vuestra merced delante,
          que todos le seguiremos.


                         _Finis._




                        COLLOQUIO

          Que trata de la desorden que en este
            tiempo se tiene en los vestidos y cuán
            necesario sería poner remedio en ello.


                      INTERLOCUTORES

          _Sarmiento._--_Escobar._--_Herrera._

          HERRERA.--¿No veis, señor Sarmiento,
          qué galán y costoso viene Escobar? Por
          Dios, que me espanto de verle cada día
          salir con un vestido de su manera, que
          si tuviera un cuento de renta no podría
          hacer más de lo que hace.

          SARMIENTO.--Passo que, según es
          delicado, si nos oye pensará que estamos
          murmurando dél.

          HERRERA.--Y aunque lo hiciésemos sería
          pagarle de lo que merece, porque jamás
          sabe hacer otra cosa de todos cuantos hay
          en el mundo.

          SARMIENTO.--No le arriendo la ganancia,
          pues ha de pagar su ánima lo que pecare
          su lengua.

          ESCOBAR.--¿Qué ociosidad es esta tan
          grande? ¿Por ventura tenéis, señores,
          tomado el paso á las damas, que hoy andan
          en visitaciones, para gozar de verlas y
          juzgarlas? Pues á fe que no tarden en
          venir dos dellas, que no son de las más
          feas del pueblo.

          HERRERA.--Antes estamos para juzgar los
          galanes, y vos sois el primero, porque
          venís tan galán que dais á entender á
          todos en miraros.

          ESCOBAR.--¿Y qué gala halláis que es ésta?

          HERRERA.--Si essa no lo es, ¿cuál queréis
          que lo sea? En verdad que me parece á mí
          que bastaría para un gran señor, cuanto
          más para un pobre caballero como vos.
          No fuera bien que os contentárades con
          tafetanes en esas calzas, sino que por
          fuerza había de ser telilla de oro, y aun
          no de la de Milán?

          ESCOBAR.--Hícelo porque dice mejor con el
          terciopelo blanco.

          HERRERA.--Pues, la guarnición de capa
          y sayo, ¿no es costosa? Yo fiador que
          con lo que ella costó se pudieran hacer
          bien dos sayos y dos capas, sin que la
          capa está toda aforrada en felpa para
          el fresco que hace, y la hechura, según
          lleva la obra, no debió de ser muy barata.

          ESCOBAR.--No fué muy cara; en ocho
          ducados sayo y capa.

          HERRERA.--Loado Dios que ocho ducados os
          parecen poco. Agora acabo de confirmar lo
          que muchas veces he pensado, que una de
          las cosas, y aun la más principal, que el
          día de hoy trae la gente pobre y perdida,
          sin alcanzar con qué poder sustentarse,
          es la costa grande de los vestidos, los
          cuales empobrecen harto más dulcemente
          que no los edificios. Y esta manera de
          empobrecer no la puedo yo llamar por otro
          nombre sino locura.

          ESCOBAR.--De essa manera todo el mundo es
          loco, pues no hay ninguno que podiendo no
          quisiese andar muy bien vestido.

          HERRERA.--Confieso que, generalmente, es
          assí; pero muchos hay que no entran entre
          los que decís.

          ESCOBAR.--Essos hacerlo han de
          desventurados y mezquinos y que tienen en
          poco la honra, porque una de las cosas
          con que los hombres andan más honrados es
          con andar muy bien aderezados y vestidos.

          HERRERA.--Bien habéis dicho, si en ello
          no hubiese extremos, los cuales son muy
          odiosos en cualquiera cosa, y más en ésta
          que forzosamente, tarde ó temprano, se ha
          de dar señal de un extremo á otro.

          ESCOBAR.--Yo os declaro que hasta agora
          no os he entendido.

          HERRERA.--Pues yo haré que me entendáis
          muy presto. Digo, que los hombres habrían
          siempre de tener respeto á su posibilidad
          y mirar lo de adelante, conformándose
          y contentándose con lo que puedan para
          no caer de aquello en que una vez se
          pusieren, y si lo sustentaren, que sea
          con no padecer trabajo por otra vía.
          Que muy bien puede un hombre vestirse
          de terciopelos, rasos y gastar ciento
          ó doscientos ducados si los tiene, y
          acabados aquellos vestidos, como no tenga
          con qué comprar otros, viene á caer de un
          extremo en otro, que es harto peor que si
          al principio se contentara con un sayo y
          una capa de paño, sin hacer tanta costa,
          de manera que se hallan los hombres sin
          la hacienda que gastaron y no pueden
          sustentar la honra que por ello decís que
          se les sigue.

          ESCOBAR.--Muy gran seso sería esse si los
          mancebos hubiesen de contemplar essas
          cosas.

          HERRERA.--No pongo yo menos culpa á los
          viejos que á los mozos, porque también en
          esto andan desordenados, aunque no sea
          tanto como ellos.

          ESCOBAR.--Por vuestra vida, señor
          Herrera, que dexéis estar el mundo como
          lo hallasteis y como siempre fue, porque
          excusado será que por vuestro parecer
          haya mudanza ni las gentes dexen de
          vestirse costosamente como lo hacen.

          HERRERA.--Engañado estáis, señor Escobar,
          ni yo, aunque no soy muy viejo, hallé
          en los vestidos el mundo como agora
          le vemos, ni fué siempre lo que agora
          parece; antes hace en esto tantas
          mudanzas, y más en nuestros tiempos, que
          ya es confusión pensar en ello.

          ESCOBAR.--Yo no las creo.

          HERRERA.--Es porque tenéis los
          pensamientos embarazados, y será bien
          que yo os diga algunas para que os
          desengañéis y para que veáis si se puede
          condenar las de agora por una desatinada
          locura.

          ESCOBAR.--Pues en verdad que yo huelgo de
          oiros de muy buena voluntad, y lo mismo
          hace, por amor de mí, el señor Sarmiento,
          que harto tiempo y espacio tenemos para
          todo.

          HERRERA.--No ha muchos tiempos que, en
          España, andaban vestidas las gentes
          tan llanamente que no traía un señor
          de diez cuentos de renta lo que agora
          trae un escudero de quinientos ducados
          de hacienda, porque estonces no había
          un sayo entero de terciopelo, y el que
          tenía un jubón, no hacía poco, que éste
          era el hábito que estonces se usaba,
          trayendo los sayos sin mangas para que
          se pareciesse, y algunos traían solas
          las mangas con un collar postizo de
          terciopelo que subía encima del sayo para
          que se pareciese. Y otros no ponían en
          las mangas más de las puntas, que eran
          cuatro ó cinco dedos de ancho, que por
          mucha gala sacaban fuera de las mangas
          del sayo para que se pareciesse. El
          hábito de encima eran capas castellanas
          como agora se usan, ó capuces cerrados
          de la manera que los traen muchos
          portugueses, y por guarnición un rebete
          de terciopelo tan angosto que apenas
          podía cobrir la orilla. Los sayos eran
          largos y con girones; el que se vestía
          de Londres no pensaba que andaba poco
          costoso; traíanlos escotados como camisas
          de mujeres, y una puerta muy pequeña
          delante de los pechos puesta con cuatro
          cintas ó agujetas y los musiquís de las
          mangas muy anchos.

          SARMIENTO.--Bien extremado está esto
          de lo de agora, porque lo que estonces
          echaban en las faldas y en las mangas
          echan agora en los collares, que hacen
          que suban encima de los cocotes y ande el
          pescuezo metido en ellos de manera que
          parecen los que los traen mastines con
          carrancas.

          HERRERA.--No quiero yo altercar cuál es
          mejor uso en los trajes, el de entonces
          ó el de agora; pero solamente quiero que
          entendáis que el de estonces era muy á la
          llana y el de este tiempo muy curioso, y
          cuanto al parecer bien, aquello que se
          usa es lo que bien parece, y si se usase
          traer los zapatos de lana y las gorras
          de cuero, á nadie le parecería mal; pero
          dexando esto, el hábito de encima era
          un capuz cerrado y el que lo traía de
          contray de Valencia no pensaba que era
          poco costoso, y había de ser muy rico
          para traerlo, y las calzas todas eran
          llanas, que no sabían qué cosa era otra
          hechura nueva; usábanse estos bonetes que
          agora se traen castellanos y unas medias
          gorras con la vuelta alzada ó caída
          atrás, y gorras de grana grandes con unos
          tafetanes de colores por debajo de la
          barba.

          ESCOBAR.--Debían de ser como las que
          agora se pintan en las mantas francesas.

          HERRERA.--Decís la verdad, y aun hoy
          veréis muchos trajes antiguos destos que
          digo. Los señores por fiesta se vestían
          de grana colorada ó morada, y era tan
          grande la templanza que se solía tener
          en los vestidos, que andando yo buscando
          unas escrituras de las de la casa de un
          señor deste reino, vi entre ellas una
          carta que el rey escrebía á uno de sus
          pasados, por la cual le rogaba y mandaba
          que se llegase á la corte, que para el
          gasto que se hiciese le ymbiaba once mil
          maravedís de ayuda de costa, y que lo que
          le encargaba era que en ninguna dejase de
          llevar él su jubón de puntas y collar de
          brocado.

          SARMIENTO.--Gentil antigualla es essa
          para lo que agora usamos; cierto pocas
          acémilas debían de ser menester en este
          tiempo para llevar las recámaras de los
          señores.

          HERRERA.--Lo que no llevaban de recámara
          llevaban en la mucha y muy lucida
          gente de que andaban acompañados, que
          parecía harto mejor que los cofres en
          las acémilas, cargados de plata y de
          oro y de vestidos demasiados, y no por
          esso dejaban de ir bien proveídos de
          lo necesario para la calidad de sus
          personas. Y con esto traían también los
          señores una ropa de martas que era la
          cosa de más estima que estonces había,
          y agora así Dios me salve que la he yo
          visto traer á mercaderes y personas
          que no valían otro tanto su hacienda
          como el valor que tiene la ropa. Pero
          esto no lo tengo en tanto como ver
          que hoy ha cuarenta años si vían á un
          pobre hombre con un sayo de terciopelo
          por rico que fuese, le miraban como á
          cosa nueva y desordenada, y en este
          tiempo hasta los mozos y criados de
          los caballos y aun los oficiales no lo
          tienen en más que á un sayo pardo, y
          pluguiese á Dios que se contentasen con
          andar vestidos de terciopelo y de las
          otras maneras de sedas llanamente, que
          lo que mayor daño hace es las hechuras,
          las invenciones nuevas y costosas que
          muchas veces cuesta más lo acessorio que
          lo principal, según las cosas que piden
          los sastres y oficiales de seda para
          pespuntar, para hacer los torcidos, los
          caireles, los grandujados, dando golpes
          y cuchilladas en lo sano, deshilando y
          desflorando, echando pasamanos, cordones
          y trenzas, botones, alamares; y lo que
          peor es, que cuando un hombre piensa
          que está vestido para diez años, no es
          pasado uno cuando viene otro uso nuevo
          que luego le pone en cuidado, y lo que
          estaba muy bien hecho se torna á deshacer
          y remendar, quitando y poniendo; y
          aun muchas veces no aprovecha toda la
          industria que se pone, sino que se ha de
          tornar á hacer de nuevo, de manera que
          los usos é invenciones nuevas de cada
          día desasosiegan las gentes y acaban
          las haciendas, porque somos tan locos,
          que ninguno hay que se conforme con lo
          que puede, sino que el que tiene veinte
          ducados los quiere también echar en un
          sayo y en una capa, como el que tiene
          dos mil, y no ha sido esto poca parte
          para encarecer los paños y sedas hasta
          venir al precio que agora piden y tienen,
          que si no hubiese quien los comprase,
          gastándolos, tan mal gastados, ellos
          vendrían á valer harto más barato de lo
          que valen.

          SARMIENTO.--Una cosa no puedo yo
          acabar de entender, y es que cuanto
          más encarecen los paños y sedas y van
          subiendo en precio, tanto se desordenan
          más las gentes y procuran andar mejor
          vestidos y más costosos.

          HERRERA.--Hacen como los hombres beodos,
          que cuando hay mayor carestía de vino
          les crece más el apetito del beber, y
          no tienen el real cuando lo ofrecen en
          la taberna, aunque no les quede otro
          ninguno; y pluguiese á Dios que lo mismo
          hiciésemos nosotros yendo con los dineros
          en casa de los mercaderes, pero no
          hacemos sino sacar fiado tan sin medida
          como si nunca se hubiese de pagar, y por
          esto sube cada vara tres ó cuatro reales
          en precio, y el pagar es muchas veces
          con essecuciones, de manera que por la
          mayor parte viene á ser más el daño y las
          costas que se pagan que lo principal que
          se debe, y sin tener respecto á ninguna
          cosa destas no dejan de andar todos
          desmedidos y desconcertados. Y de lo
          que á mí me toma gana de reir es de ver
          que los oficiales y los hombres comunes
          andan tan aderezados y puestos en orden
          que no se diferencian en el hábito de
          los caballeros y poderosos, y topándolos
          en la calle quien no los conozca, muchas
          veces juzgará que cada uno dellos tiene
          un cuento de renta.

          SARMIENTO.--Sabéis, señor Herrera, que
          veo que esta desorden y desconcierto que
          decís de los vestidos solamente la hay
          entre los cristianos. Y aun no entre
          todos, porque dexando aparte los que
          viven fuera del conocimiento y sujeción
          de la madre Iglesia romana, aun de los
          que le son subjetos hay muchos que no
          tienen esta curiosidad, como son los
          húngaros, los escoceses y otras gentes
          que andan con hábitos humildes y poco
          costosos; y lo que á mí me parece que
          me da mayor causa de murmurar es ver
          la templanza de los infieles, moros,
          turcos y gentiles. Porque á los moros
          y turcos, que son los que confinan con
          la christiandad y de quien más noticia
          tenemos, vemos que andan todos con
          hábitos y aderezos casi comunes, y los
          que son más ricos y poderosos, cuando más
          se quieren diferenciar en los vestidos,
          ponen una almalafa ó capuz cerrado de
          grana colorada ó de otro paño de color,
          con unos borceguíes de buen cuero. Todos
          ellos traen zarahuelles sin gastar
          sus haciendas en muslos de calzas, ni
          en guarniciones, ni en otras cosas
          semejantes, que son las que consumen
          las haciendas. Y esta orden guardan los
          señores y los servidores, los ricos y
          los pobres, porque los buenos y que algo
          pueden, quieren que tomen enxemplo dellos
          los inferiores para no desconcertarse, y
          no por esso dexan de conoscer los que más
          valen, porque los otros les reconocen la
          superioridad que sobre ellos tienen mejor
          que nosotros hacemos. Porque no hay en el
          mundo tanta soberbia ni tanta presunción
          y exención como en los christianos, y en
          esto de los vestidos mucho más, porque
          tan bien los quieren traer el oficial
          como el caballero y el criado como el
          señor, de manera que todo va desbaratado
          y sin ninguna orden ni concierto, el que
          no falta entre las otras generaciones
          de gentes de quien tengamos noticia de
          vista ó de oídas ó por escritura, porque
          lo mesmo leemos de todos los antiguos
          que se moderaban en gran manera en los
          vestidos y aderezos de sus personas.

          ESCOBAR.--Pues no se os ha acordado de
          hablar en les aderezos del camino, que no
          me parece que habría poco que decir sobre
          ello.

          HERRERA.--Tenéis razón, porque casi todos
          son disparates, y si lo queréis ver,
          decidme, ¿puede ser mayor disparate en
          el mundo que andar un hombre comúnmente
          vestido de paño procurando que un sayo y
          una capa le dure diez años, y cuando va
          de camino lleva terciopelos y rasos, y
          los chapeos con cordones de oro y plata,
          para que lo destruya todo el aire y el
          polvo y la agua y los lodos, y muchas
          veces un vestido destos que les cuesta
          cuanto tienen, cuando han servido en un
          camino están tales que no pueden servir
          en otros? Y á mi parecer mejor sería
          mudar bissiesto y que los buenos vestidos
          serviesen de rua, y los que no lo fuesen
          de camino.

          ESCOBAR.--Cesse un poco esta plática
          y mirad cuáles vienen la señora doña
          Petronila y la señora doña Juana de
          Arellano que parecen dos serafines
          en hermosura, pues poco vienen bien
          aderezadas; yo fiador que pasa de
          quinientos ducados de valor lo que trae
          sobre sí doña Petronila.

          HERRERA.--También puedo yo fiar que no
          vale otro tanto la hacienda que su marido
          tiene, y así conoceréis la razón que yo
          tengo en lo que he dicho, porque si el
          desconcierto del vestir de los hombres
          es muy grande, el de las mujeres es
          intolerable.

          ESCOBAR.--Dexaldes pasar, que podrían
          oiros.

          HERRERA.--Poco va ni viene que me oyan,
          que no soy servidor de ninguna dellas, y
          assí estaré libre para decir la verdad,
          que quieren parecer fuera de sus casas
          unas reinas y morir dentro dellas con
          sus maridos y hijos de hambre. No sé que
          paciencia es la que basta á los hombres
          que se casan en cumplir con los atavíos
          de las mujeres tan costosos y fuera dé
          términos, que en otros tiempos la que
          tenía una buena saya y un buen manto
          pensaba que no le faltaba ninguna cosa;
          y assí los antiguos romanos pusieron por
          ley y estatuto que ninguna romana pudiese
          tener más de un vestido de su persona,
          y por cierta ayuda que hicieron á la
          república dando las joyas de oro para una
          gran necesidad, entre otros beneficios
          que les hicieron en remuneración desto,
          fué el mayor darles licencia que cada una
          pudiese tener dos vestidos. Agora no se
          contentan con seis, ni con diez, ni con
          veinte, que hasta que no quede hacienda
          ninguna, toda querrían que se consumiese
          en vestidos. Unas piden saboyanas,
          otras galeras, sayños, saltanbarcas,
          mantellinas, sayas con mangas de punta
          que tienen más paño ó seda que la misma
          saya, y otras cincuenta diferencias de
          ropas, unas cerradas y otras abiertas,
          de paño y de seda de diferentes colores,
          con las guarniciones tan anchas y tan
          costosas, que tienen más costa que la
          mesma ropa en que están puestas; las
          verdugadas y las vasquiñas que traen á
          cada día y en baxo de las otras ropas
          y sayas más cuestan agora que en otro
          tiempo lo que se solía dar á una mujer
          cuando se casaba, por rica que fuese. Y
          dexando los vestidos, en las invenciones
          de los tocados ¿habría poco que decir
          si hombre quisiese? Así Dios me salve
          que en pensarlo aborrezco sus trajes,
          sus redecillas, sus lados huecos, sus
          cabellos encrespados, sus pinjantes, sus
          pinos de oro, sus piezas de martillos,
          sus escosiones, sus beatillas y trapillos
          por desdén echados tras las orejas, con
          que piensan que parecen más hermosas; y
          de lo que me toma gana de reir muy de
          veras, es que lo mesmo quiere traer la
          mujer de un hombre común que la de un
          caballero que sea rico, todas quieren ser
          iguales y todas dan mala vida y trabajosa
          á sus maridos si no las igualan con las
          otras aunque sean muy mejores y más ricas
          que ellas.

          SARMIENTO.--Por eso hicieron bien los
          ginoveses pocos tiempos ha, que viendo
          cuán gran polilla y destryción para su
          hacienda eran los gastos excesivos y
          trajes de las mujeres, hicieron en su
          república un estatuto y ley general (la
          cual no sé si agora se guarda), y por
          ella pusieron el remedio necesario, el
          cual fué que ninguna mujer podiese traer
          ropa de seda ni de paño fino, sino de
          otros paños comunes, y solamente les
          dexaron lo que echan por cobertura sobre
          la cabeza cuando hace gran sol ó cuando
          llueve, que son dos varas de alguna
          manera de seda, así como se corta de la
          pieza, sin otra hechura ninguna.

          ESCOBAR.--En eso, agravio parece que
          recebían las principales, pues no les
          dexaban en qué diferenciarse de las otras.

          HERRERA.--Pluguiese á Dios que el mesmo
          agravio hiciesen á las principales de
          España, que bien se sufriría tan poco
          mal por que se ordenase tan gran bien,
          cuanto más que en todo se podría poner
          buen remedio, y que la ley se hiciese de
          manera que fuese justa, y que hubiese
          algunas particularidades en que se
          diferenciasen las que más pueden y valen
          de las otras mujeres comunes.

          SARMIENTO.--Esso sería poner confusión
          entre ellas, porque no habría mujer que
          con dos maravedís no pensase que podía
          traer lo que una condesa; lo mejor sería
          que ellas se comediesen y hiciessen lo
          que las romanas agora hacen, y es que
          todas andan vestidas de paño negro,
          sin guarnición ni gala ninguna, en que
          muestran su gran honestidad y bondad; no
          traen sobre si oro, ni perlas, ni otras
          cosas con que parezca acrecentar en su
          hermosura artificialmente; los mantos
          son unos lienzos blancos en que hay
          poca diferencia, que es de ser unos más
          delgados que otros. Todo su fin es andar
          honestas y sin traer sobre sí cosa que
          pueda dañar á su honestidad, y si algunas
          tienen algún vestido rico, diferenciado
          deste, no lo visten sino cuando hay
          algunas fiestas grandes, algunos
          ayuntamientos de muchas romanas en que
          quieren mostrarse. Y sin esto si fuese
          decir los ritos y costumbres de otras
          naciones en el vestir de las mujeres,
          todas enderezadas á buen fin, sería
          nunca acabar; pero en nuestra España la
          curiosidad de las mujeres es tan grande,
          sus importunidades son tantas, sus
          desatinos en el vestir tan fuera de tino,
          que no hay quien las sufra, y en fin,
          todas hacen como las monas, que todo lo
          que ven que hacen y traen sus vecinas,
          quieren que passe por ellas, no mirando á
          la razón ni á la calidad y possibilidad
          de las otras, porque su fin no es sino
          de vestirse tan bien y mejor y más
          costosamente que todas, vaya por donde
          fuere y venga por donde viniere.

          HERRERA.--¡Guay de los pobres maridos que
          lo han de sufrir y cumplir!

          ESCOBAR.--No cabrían en sus casas si
          quisiesen hacer otra cosa.

          SARMIENTO.--Assí es, y particularmente
          mal podría remediarse este desconcierto;
          pero en general, remedio tendría si las
          gentes quisiesen.

          HERRERA.--¿Qué remedio?

          SARMIENTO.--Yo os lo diré. Que se
          heciesen leyes y pramáticas sobre ello,
          diferenciando los estados y dando á
          cada una qué ropas y de qué manera las
          podiese traer, y si no quesiesen tener
          respeto á las personas, que se tuviesen
          á las haciendas, y que no permitiesen
          que quisiesen andar tan bien vestidos el
          hombre y la mujer que tienen doscientos
          ducados de hacienda como el que tiene dos
          mill, como el que tiene tres cuentos,
          porque de aquí nace la perdición, de
          que dan á uno quinientos ducados en
          casamiento y muchas veces los echa todos
          en vestidos sobre sí y su mujer, y
          después se ven en necesidad y trabajos
          sin poder remediarse. Y la pena que se
          pusiese en las leyes que sobre esto se
          hiciesen, habría de ser la mayor parte
          para el que denunciase de los vestidos,
          porque los pobres con la codicia no
          dejarían de denunciar de quienquiera
          que fuese, y assí las penas serían
          mejor esecutadas, y esta sería buena
          gobernación, que con ella se remediaría
          muy gran parte de la perdición del
          reino, que según veo trocadas y mudadas
          las cosas de el ser que solían, yo me
          maravillo cómo las gentes se sustentan
          ni pueden vivir con estos desconciertos
          que agora se usan.

          HERRERA.--Nosotros no bastamos para
          concertarlos, y lo que más en ello se
          hablase es excusado; lo mejor será
          dexarlos y andar con el tiempo, que
          aosadas, que él haga presto mudanza de lo
          que agora se usa.

          ESCOBAR.--Plega á Dios que no sea de mal
          en peor.

          SARMIENTO.--Quien más viviere más cosas
          verá, y en fin, otros vendrán que digan
          que los usos de agora eran los mejores
          del mundo; y con esto nos vamos, que yo
          tengo un poco que hacer. Dios quede con
          vuestras mercedes.

          HERRERA.--Y á vuestra merced no olvide.


                         _Finis._




                        COLLOQUIO

          Que trata de la vanidad de la honra
            del mundo, dividido en tres partes: En
            la primera se contiene qué cosa es la
            verdedera honra y cómo la quel mundo
            comúnmente tiene por honra las más
            veces se podría tener por más verdadera
            infamia. En la segunda se tratan las
            maneras de las salutaciones antiguas y
            los títulos antiguos en el escrebir,
            loando lo uno y lo otro y burlando de
            lo que agora se usa. En la tercera se
            trata una cuestión antigua y ya tratada
            por otros sobre cuál sea más verdadera
            honra, la que se gana por el valor y
            merecimiento de las personas ó la que
            procede en los hombres por la dependencia
            de sus pasados. Es colloquio muy
            provechoso para descubrir el engaño con
            que las gentes están ciegas en lo que
            toca á la honra.


                    INTERLOCUTORES

          _Albanio._--_Antonio._--_Jerónimo._

          ALBANIO.--Deleitable cosa es, sin duda,
          Jerónimo mío, ver la frescura deste
          jardín tan hermoso y la verdura, tan
          apacible á los ojos, mezclada con las
          diversas colores de las flores y rosas
          que en ella produce la natura, con la
          voluntad de Aquél que todas las cosas
          hace, las cuales no solamente sirven al
          contentamiento que la vista con ellas
          recibe, sino que con la suavidad de
          su olor nos hacen alzar los juicios
          á la contemplación de mayores cosas,
          considerando qué tal será lo del cielo
          cuando en la tierra hallamos lo que en
          tan gran admiración nos pone.

          JERÓNIMO.--En gran manera me contenta
          todo lo que veo, y principalmente esta
          calle plantada de chopos, por tan gran
          concierto, que no sale el uno del otro
          con ser tan larga, siendo todos ellos
          tan altos y veniéndose á juntar las
          puntas los unos con los otros, como si
          la naturaleza quisiera usar de todo su
          poder hurtando la fuerza del sol para que
          con menos pena y trabajo se pueda andar
          por ella, teniendo mayor oportunidad
          para tender los ojos por tan grande
          arboleda como por una parte y por otra
          paresce, habiendo en algunas partes tan
          grandes espesuras que no lo puedo ver
          sin venirme á la memoria las deleitosas
          moradas y hermosas estancias de las que
          los poetas llaman ninfas, y las florestas
          de los faunos y sátiros de la ciega y
          antigua gentilidad estimados por dioses.
          Si su diosa Diana agora estuviera en el
          mundo, no hallara más amenas y deleitosas
          las florestas y bosques á donde andaba
          cazando.

          ALBANIO.--No lo digáis de burla, que de
          veras podréis creerlo, porque dentro
          deste cercado no faltará á quien poder
          tirar con su arco ni en qué emplear las
          saetas de su aljaba; pero todo lo que
          habéis visto es poco con lo que veréis
          entrando por esta puerta. Y, lo primero,
          mirad esta hermosa casa y morada, no
          menos suntuosa que bien fabricada para el
          propósito que fué hecha, y la deleitosa
          y bien ordenada compostura deste
          deleitoso jardín, que es como ánima del
          que allá fuera habemos visto; qué orden
          de calles, qué plantas y hierbas tan
          olorosas, qué sombras con sus descansos
          y asientos á donde pueden gozarse, á lo
          cual pone mayor contentamiento y alegría
          la grandeza y suntuosidad del estanque
          lleno de tantos géneros de pescados y tan
          crescidos que cuasi lo podréis juzgar por
          otro mar Caspio.

          JERÓNIMO.--Así lo parece con las barcas
          y navíos, á los cuales no falta sino la
          grandeza.

          ALBANIO.--Son conformes á la navegación
          que tienen, que es muy corta y de poco
          peligro.

          JERÓNIMO.--Lo que más me aplace es la
          dulce harmonía destos ruiseñores, que con
          la excelente suavidad de su música me
          tienen elevado tanto, que sin dubda no he
          visto más deleitoso lugar en el mundo.
          Pero, decidme: ¿por dónde sale el agua
          que vimos venir al estanque cerca de la
          puerta por donde entramos?

          ALBANIO.--Allí donde está aquel chapitel
          veréis una fuentecilla artificial por
          donde corre y sale de la otra parte,
          tomando la corriente por un valle más
          espeso de arboleda que ninguna floresta,
          en el cual se consume, recibiéndola en
          sí la tierra para depedirla por otros
          respiraderos, sin saber á dónde va á dar,
          aunque á lo que se cree no puede ir á
          parar sino en el caudaloso río que de la
          otra parte tan cerca de las paredes del
          jardín tiene su corriente.

          JERÓNIMO.--¿Quién es aquel que de la otra
          parte del estanque anda passeándose tan
          embelesado y contemplativo que, á lo que
          paresce, hasta agora ni nos ha visto ni
          oído?

          ALBANIO.--Antonio, nuestro grande
          amigo, es, si yo no me engaño. Mejor
          conversación se nos apareja de la que
          pensamos.

          JERÓNIMO.--En algún profundo pensamiento
          anda metido, y entre sí se está riyendo
          no con poca gana.

          ALBANIO.--¿Qué es esto, señor Antonio,
          que tan de mañana nos habéis hurtado el
          gozo deste hermoso jardín?

          ANTONIO.--La ociosidad hace buscar
          algunas cosas en que pasar el tiempo,
          y yo, no teniendo en qué emplearlo, me
          he venido aquí adonde hay tanto para
          todos, que la mayor falta que veo es
          venir tan pocos á gozarlo. Y así, con la
          soledad que tenía, distraído en otros
          pensamientos, con el juicio no gozaba
          tanto de lo que presente tenía.

          ALBANIO.--Así me parece que os había
          agora acaecido, porque de lo que
          pensárades os estábades reyendo con tanta
          voluntad, que por poco nos provocárades
          también á nosotros á risa.

          ANTONIO.--Estaba pensando en las
          opiniones de aquellos dos filósofos,
          Heráclito y Demócrito, y por no llorar,
          como hacía Heráclito, acordé reirme con
          Demócrito.

          JERÓNIMO.--¿Y qué era la causa de la risa?

          ANTONIO.--Ver la vanidad del mundo en una
          cosa que, por no ser tenido por loco, no
          me atrevería á decirlo.

          ALBANIO.--Tampoco hubiérades de decir
          esso para no ponernos en mayor agonía de
          saberla, y pues que forzosamente habréis
          de venir á declararos, mejor será que
          por vuestra voluntad lo digáis, que
          ninguna excusa podrá valeros para quedar
          (como suelen decir) preñado con vuestras
          razones.

          ANTONIO.--Con una condición os lo diré,
          y es, que por lo que dixere no me
          tengáis por desatinado, ó á lo menos
          no me condenéis hasta oir mi justicia,
          que pues tenemos tiempo y el lugar
          es oportuno, podréisme decir vuestro
          parecer, oyendo también el mío, que
          después todos podremos ser los jueces
          para determinar la causa. Estaba pensando
          en la vanidad de la honra mundana y en el
          engaño que todos rescibimos en desearla
          y procurarla, y cuán mal entendemos qué
          cosa es honra para usar della conforme á
          lo que en sí es, y, en fin, con cuánta
          mengua y deshonra procuramos honrarnos
          todos los mortales, teniendo tan grande
          obligación para huir dello, como lo podrá
          ver cualquiera que con claro juicio
          procurare entender el engaño desta honra
          fingida y engañosa.

          ALBANIO.--Por cierto, señor Antonio,
          blasfemia es esta que (según la opinión
          general de las gentes) dificultosamente
          puede oirse con paciencia. Porque yo no
          veo en el mundo cosa que en más se deba
          tener, preciar y estimar que la honra, de
          la cual dice el filósofo que es el mayor
          bien de todos los bienes exteriores, y
          assí todos la buscamos y anteponemos á
          los otros bienes mundanos, y la tenemos
          por la más subida y más próspera
          felicidad y riqueza de todas las que en
          esta vida pueden alcanzarse para vivir
          en ella. Porque por ella estiman las
          gentes todos los otros bienes en poco:
          el dulce amor de los hijos, la afición
          de sus mujeres, el sosiego de sus casas
          y patrias, y, finalmente, tienen en poco
          las vidas, ofresciéndolas á cada paso
          por la honra, y vos sólo en dos palabras
          procuráis destruirla y desterrarla de
          entre los hombres como á cosa abominable
          y digna de ser aborrecida. No hay hombre
          tan justo que la desechase, como podréis
          ver por lo que dice Esaias: Mi honra
          no la daré á otro. Sant Pablo, en el
          capítulo nono de la primera epístola á
          los de Corintho, dice: Más me conviene
          morir, que no que alguno deshaga mi
          gloria; y los hijos del Zebedeo, por
          la honra principalmente echaron á su
          madre que pidiese á Christo el asiento
          de la mano derecha para el uno y el de
          la siniestra para el otro. Y sin estos,
          otros muchos enxemplos podría traeros
          para confundir vuestra opinión tan
          contraria de la común en la estimación y
          precio de la honra, y autorizarlo con lo
          que dice el Sabio en los _Proverbios_: No
          des tu honra á gentes ajenas.

          ANTONIO.--No cumplís, señor Albanio,
          la condición con que se comenzó esta
          materia, pues sin oirme me dais por
          condenado. Yo confieso todo lo que
          habéis dicho ser assí, y lo que os
          ruego es que me oigáis, porque veréis
          cómo debaxo dello está el engaño
          manifiestamente encubierto, y para que
          mejor lo entendáis, escuchadme con
          atención, no dexando de replicar á los
          tiempos necessarios, que á todo pienso
          satisfaceros.

          JERÓNIMO.--Justo es que assí lo hagamos y
          que escuchemos cómo funda su razón, que
          según las dificultades que en ella hallo,
          tengo deseo de ver la conclusión que
          tendrá.

          ANTONIO.--Pues hemos de tratar de la
          honra, para que mejor nos entendamos, es
          menester saber primero qué cosa es honra.

          ALBANIO.--Según el filósofo, no es otra
          cosa sino premio de la virtud.

          ANTONIO.--Es tan contrario lo que agora
          se usa de lo que el filósofo dice y otros
          muchos autores que tratan desta materia,
          como veréis por lo que adelante diré,
          que vosotros vendréis á confesar sin
          tormento ser verdad todo lo que he dicho,
          porque conforme á esa definición hemos
          de considerar de una ó de dos maneras la
          honra. La una es como christianos, y si
          lo somos tan de veras como es razón que
          lo seamos, mayor obligación tenemos á
          nuestra fe que á nuestra honra.

          JERÓNIMO.--Ninguno puede negarlo.

          ANTONIO.---¿Pues qué cosa hay hoy en
          el mundo tan contraria á la verdadera
          fe de christiano como es la honra
          tomándola, no conforme á la difinición
          del filósofo, sino como nosotros della
          sentimos, porque así la más verdadera
          difinición será presunción y soberbia
          y vanagloria del mundo, y della dice
          Christo por el evangelio de San Juan:
          ¿Cómo podréis creer los que andáis
          buscando la honra entre vosotros y no
          buscáis la que de solo Dios procede?
          Esta nuestra sanctíssima fe es fundada
          en verdadera humildad christiana, y la
          honra, como he dicho, es una vana y
          soberbia presunción, y desta manera mal
          puede compadecerse, porque todos los que
          quieren y procuran y buscan honra, van
          fuera del camino que deben siguir los que
          son christianos; y así me parece que es
          más sutil red y el más delicado lazo y
          encubierto que el demonio nos arma para
          guiarnos por el camino de perdición. ¿Y
          qué pensáis que es la causa? El deseo
          que tiene que nos perdamos por la mesma
          razón que él fué perdido. Cosa es por
          cierto para que todos nos espantemos y
          nos ponga en gran admiración, ver la
          fuerza que tiene esta ambición de la
          honra, que no solamente tenemos en poco y
          menospreciamos los hijos y las mujeres,
          los parientes, las haciendas, las vidas,
          pero que no haga más cuenta de las
          ánimas, teniéndolas en menos que si no
          las tuviésemos, ni esperanza ninguna de
          salvarlas, buscándola y procurándola por
          diferentes vías que lo hacían los hijos
          del Zebedeo y otras personas justas,
          las cuales buscaban la verdadera honra
          aunque erraban los verdaderos medios de
          la virtud, puesto que no querían ser
          honrados y estimados por las riquezas ni
          hazañas preñadas de la vanagloria mundana.

          JERÓNIMO.--Conforme á eso, parésceme que
          queréis condenar los notables hechos
          y dignos de perpetua memoria que los
          romanos, los griegos, los cartagineses
          y otras naciones hicieron, ofreciendo
          las vidas de su propia voluntad, como
          hicieron los Decios, Mucio Scévola y
          otros que por la prolixidad dexo de decir.

          ANTONIO.--Si essos pensaran que por
          ello podían perder sus ánimas, yo los
          condenara; pero así no quiero hacerlo
          cuanto á este artículo, porque no tenían
          sino á la honra y á la fama que ganaban,
          teniendo por cierto, conforme á su fe
          que ellos tenían, que lo que hacían
          era también para ganar la gloria del
          otro mundo, como la tenían en éste por
          cierto; y esta es la segunda manera de
          honra, la cual en su manera está fundada
          y tiene cimiento sobre la virtud, pues
          que conforme á su ley, las cosas que
          hacían eran lícitas y en provecho suyo
          ó de sus repúblicas ó de otras personas
          particulares. Pero los que somos
          christianos todo lo hemos de tener y
          creer al contrario, porque la honra que
          perdemos en este mundo estando en medio
          la humildad y el amor de Christo y temor
          de ofenderle, es para acrescentar más en
          la honra de nuestras ánimas, aunque hay
          pocos que hagan esto que digo.

          ALBANIO.--¿Y quién son esos pocos?

          ANTONIO.--A la verdad el día de hoy mejor
          dixera que ninguno. El mundo cuanto
          á esto está perdido y estragado sin
          sabor ni gusto de la gloria del cielo;
          todo lo tiene en la pompa y vanagloria
          deste mundo. ¿Quereislo ver? Si hacen
          á un hombre una injuria y le ruegan é
          importunan que perdone al que se la hizo,
          aunque se lo pidan por Dios y le pongan
          por tercero, luego pone por inconveniente
          para no hacerlo: ¿cómo podré yo cumplir
          con mi honra? No mirando á que siendo
          christianos están obligados á seguir la
          voluntad de Christo, el cual quiere que
          cuando nos dieren una bofetada pasemos
          el otro carrillo estando aparejado para
          rescibir otra, sin que por ello nos
          airemos ni tengamos odio con nuestro
          prójimo. Si alguno ha levantado un falso
          testimonio en perjuicio de la buena fama
          ó de la hacienda y por ventura de la
          vida de alguna persona, por lo que su
          conciencia le manda que se desdiga luego,
          pone por contrapeso la honra y hace que
          pese más que la conciencia y que el alma,
          y así el premio que había de llevar de
          la virtud por la buena obra que hacía en
          perdonar ó en restituir la fama, en lo
          cual ganaba honra, quiere perderle con
          parescerles que con ello la pierde por
          hacer lo que debe, quedando en los claros
          juicios con mayor vituperio por haber
          dexado de hacerlo que su conciencia y
          la virtud le obligaba. Absolvió Christo
          á la mujer adúltera, y paresce que por
          este enxemplo ninguno puede justamente
          condenarla, pero los maridos que hallan
          sus mujeres en adulterio, y muchas veces
          por sola sospecha, no les perdonan la
          vida.

          JERÓNIMO.--Pues ¿por qué por las leyes
          humanas se permite que la mujer que fuere
          hallada en adulterio muera por ello?

          ANTONIO.--Las leyes no mandan sino que
          se entregue y ponga en poder del marido,
          para que haga della á su voluntad. El
          cual si quisiere matarla, usando oficio
          de verdugo, puede hacerlo sin pena alguna
          cuanto al marido; pero cuanto á Dios
          no lo puede hacer con buena conciencia
          sin pecar mortalmente, pues lo hace con
          executar su saña tomando venganza del
          daño que hicieron en su honra; y si se
          permite este poder en los maridos, es por
          embarazar la flaqueza de las mujeres para
          que no sea este delito tan ordinario como
          sería de otra manera. Y no pára en esto
          esta negra deshonra, que por muy menores
          ofensas se procuran las venganzas por
          casi todos, y es tan ordinario en todas
          maneras de gentes, que ansí los sabios
          como los necios, los ricos como los
          pobres, los señores como los súbditos,
          todos quieren y procuran y con todas
          fuerzas andan buscando esta honra como
          la más dulce cosa á su gusto de todas las
          del mundo, de tal manera que si se toca
          alguno dellos en cosa que le parezca que
          queda ofendida su honra, apenas hallaréis
          en él otra cosa de christiano sino el
          nombre, y si no puede satisfacerse ó
          vengarse, el deseo de la venganza muy
          tarde ó nunca se pierde. Los que no
          saben qué cosa es honra, ni tienen vaso
          en que quepa, estiman y tienen en mucho
          esta honra falsa y fingida. Si no, mirad
          qué honra puede tener un ganapán ó una
          mujer que públicamente vende su cuerpo
          por pocos dineros, que á estos tales
          oiréis hablar en su honra y estimarla
          en tanto, que cuando pienso en ello no
          puedo dexar de reirme como de vanidad tan
          grande; y no tengo en nada esto cuando me
          pongo á contemplar que no perdona esta
          pestilencial carcoma de las conciencias
          á ningún género de gentes de cualquier
          estado y condición que sean, hasta venir
          á dar en las personas que en el mundo
          tenemos por dechado, de quien todos hemos
          de tomar enxemplo, porque los religiosos
          que, allende aquella general profesión
          que todos los christianos en el sancto
          bautismo hecimos, que es renunciar al
          demonio y á todas sus pompas mundanas,
          tienen otra particular obligación de
          humildad por razón del estado que tienen,
          con la cual se obligan á resplandecer
          entre todos los otros estados, pues
          están puestos entre nosotros por luz
          nuestra, son muchas veces tocados del
          apetito y deseo desta honra, y ansí la
          procuran con la mejor diligencia que
          ellos pueden, donde no pocas veces dan
          de sí qué decir al mundo, á quien habían
          de dar á entender que todo esso tenían
          ya aborrecido y echado á un rincón como
          cosa dañosa para el fin que su sancto
          estado pretende; de donde algunas veces
          nacen entre ellos, ó podrían nascer,
          rencillas, discordias, discusiones y
          desasosiegos que en alguna manera podrían
          escurecer aquella claridad y resplandor
          de la doctrina y sanctidad que su sancto
          estado publica y profesa, lo cual ya veis
          que á la clara es contra la humildad
          que debrían tener, conforme á lo que
          profesaron y á la orden y regla de vivir
          que han tomado.

          JERÓNIMO.--Conforme á esso no guardan
          entre sí aquel precepto divino que dice:
          el que mayor fuese entre vosotros se haga
          como menor; porque desta manera todos
          huirían de ser mayores, pues que dello no
          les cabría otra cosa sino el trabajo.

          ANTONIO.--Verdaderamente, los que más
          perfectamente viven, según la religión
          christiana, son ellos, y por esto
          conoceréis cuán grande es el poder de la
          vanidad de la honra, pues no perdona á
          los más perfectos.

          JERÓNIMO.--No me espanto deso, porque en
          esta vida es cosa muy dificultosa hallar
          hombre que no tenga faltas, y como los
          flaires sean hombres, no es maravilla
          que tengan algunas, especialmente este
          apetito desta honra que es tan natural
          al hombre, que me parece que no haya
          habido ninguno que no la haya procurado.
          Porque aun los discípulos de Jesu Christo
          contendían entre sí cuál había de ser el
          mayor entre ellos, cuanto más los flaires
          que, sin hacerles ninguna injuria,
          podemos decir que no son tan sanctos
          como los discípulos de Jesu Christo que
          aquello trataban. Pero quiero, señor
          Antonio, que me saquéis de una duda que
          desta vuestra sentencia me queda y es:
          ¿por qué habéis puesto enxemplo más en
          los flaires que en otro género de gente?

          ANTONIO.--Yo os lo diré. Porque si
          á ellos, que son comúnmente los más
          perfectos y más sanctos y amigos del
          servicio de Dios, no perdona esta
          pestilencial enfermedad de la honra
          mundana y no verdadera, de aquí podréis
          considerar qué hará en todos los otros,
          en los cuales podéis comenzar por los
          príncipes y señores y considerar la
          soberbia con que quieren que sea estimada
          y reverenciada su grandeza, con títulos
          y cerimonias exquisitas y nuevas que
          inventan cada día para ser tenidos
          por otro linaje de hombres, hechos de
          diferente materia que sus súbditos y
          servidores que tienen. Los caballeros y
          personas ricas quieren hacer lo mesmo,
          y así discurriendo por todos los demás,
          veréis á cada uno, en el estado en que
          vive, tener una presunción luciferina en
          el cuerpo, pues si las justicias hubiesen
          de hacer justicia de sí mesmos, no se
          hallarían menos culpados que los otros,
          porque debajo del mando que tienen y el
          poder que se les ha dado, la principal
          paga que pretenden es que todo el mundo
          los estime y tenga en tanto cuasi como
          al mesmo príncipe ó señor que los ha
          puesto y dado el cargo, y si les paresce
          que alguno los estima en poco, necesidad
          tiene de guardarse ó no venir á sus manos.

          ALBANIO.--Justo es que los que tienen
          semejantes cargos de gobierno sean más
          acatados que los otros.

          ANTONIO.--No niego yo que no sea justo
          que así se haga; pero no por la vía que
          los más dellos quieren, vanagloriándose
          dello y queriéndolo por su propia
          autoridad y por lo que toca á sus
          personas, y no por la autoridad de su
          oficio. Y dexando éstos, si queremos
          tomar entre manos á los perlados y
          dignidades de la Iglesia de Christo, á
          lo menos por la mayor parte, ninguna
          otra cosa se hallará en ellos sino una
          ambición de honra haciendo el fundamento
          en la soberbia, de lo cual es suficiente
          argumento ver que ninguno se contenta
          con lo que tiene, aunque baste para
          vivir tan honradamente y aún más que lo
          requiere la calidad de sus personas, y
          assí, todos sus pensamientos, sus mañas
          y diligencias son para procurar otros
          mayores estados.

          ALBANIO.--¿Y qué queréis que se siga de
          esso?

          ANTONIO.--Que pues no se contentan con
          lo que les basta, y quieren tener más
          numerosos servidores, hacer grandezas
          en banquetes y fiestas y otras cosas
          fuera de su hábito, que todo esto es
          para ser más estimados que los otros con
          quien de antes eran iguales, y assí se
          engríen con una pompa y vanagloria como
          si no fuesen siervos de Christo sino de
          Lucifer, y este es el fin y paradero
          que los más dellos tienen. Puede tanto
          y tiene tan grandes fuerzas esta red
          del demonio, que á los predicadores que
          están en los púlpitos dando voces contra
          los vicios no perdona este vicio de la
          honra y vanagloria cuando ven que son con
          atención oídos y de mucha gente seguidos
          en sus sermones y alabados de lo que
          dicen, y así se están vanagloriando entre
          sí mesmos con el contento que reciben de
          pensar que aciertan en el saber predicar.

          JERÓNIMO.--Juicio temerario es este;
          ¿cómo podéis vos saber lo que ellos de sí
          mesmos sienten?

          ANTONIO.--Júzgolo porque no creo que hay
          agora más perfectos predicadores en vida
          que lo fué San Bernardo, el cual estando
          un día predicando le tomó la tentación
          y vanagloria que digo, y volviendo á
          conoscer que era illusión del demonio
          estuvo para bajarse del púlpito, pero al
          fin tornó á proseguir el sermón diciendo
          al demonio que lo tentaba: Ni por ti
          comencé á predicar ni por ti lo dejaré.
          En fin, os quiero decir que veo pocos
          hombres en el mundo tan justos que si
          les tocáis en la honra, y no digo de
          veras, sino tan livianamente, que sin
          perjuicio suyo podrían disimularlo, que
          no se alteren y se pongan en cólera para
          satisfacerse, y están todos tan recatados
          para esto, que la mayor atención que
          tienen los mayores es á mirar el respeto
          que se les tiene y el acatamiento que les
          guardan, y los menores el tratamiento
          que les hacen, y los iguales, si alguno
          quiere anteponerse á otro para no perder
          punto en las palabras ni en las obras.
          Y medio mal sería que esto pasase
          entre los iguales, que ya en nuestros
          tiempos, si una persona que tenga valor
          y méritos para poderlo hacer trata á
          otra inferior llanamente y llamándole
          vos, ó presume de responderle como
          dicen por los mesmos consonantes, ó si
          no lo hacen van murmurando dél todo lo
          posible. Y no solamente hay esto entre
          los hombres comunes y que saben poco,
          que entre los señores hay también esta
          vanidad y trabajo, que el uno se agravia
          porque no le llaman señoría y el otro
          porque no le llaman merced; otros,
          porque en el escribir no le trataron
          igualmente, y un señor de dos cuentos
          de renta quiere que uno de veinte no
          gane con él punto de honra. Pues las
          mujeres ¿están fuera desta vanidad y
          locura? Si bien lo consideramos, pocas
          hallaréis fuera della, con muy mayores
          puntos, quexas y agravios que tienen los
          hombres. La cosa que, el día de hoy,
          más se trata, la mercadería que más se
          estima, es la honra, y no por cierto la
          verdadera honra, que ha de ser ganada con
          obras buenas y virtuosas, sino la que
          se compra con vicios y con haciendas y
          dineros, aunque no sean bien adquiridos.
          ¡Oh cuántos hay en el mundo que estando
          pobres no eran para ser estimados más
          que el más vil del mundo, y después
          que bien ó mal se ven ricos, tienen su
          archiduque en el cuerpo, no solamente
          para querer ser bien tratados, sino para
          querer tratar y estimar en poco á los que
          por la virtud tienen mayor merecimiento
          que ellos! Si vemos á un hombre pobre,
          tratámosle con palabras pobres y desnudas
          de favor y auctoridad; si después la
          fortuna le ayuda á ser rico, luego le
          acatamos y reverenciamos como á superior;
          no miramos á las personas, ni á la virtud
          que tienen, sino á la hacienda que poseen.

          JERÓNIMO.--Si esa hacienda la adquirieron
          con obras virtuosas, ¿no es justo que por
          ella sean estimados?

          ANTONIO.--Sí, por cierto; pero el mayor
          respeto que se ha de tener es á la
          virtud y bondad que para adquirirlas
          tuvieron, por la cual yo he visto algunos
          amenguados y afrontados, que usando
          desta virtud gastaron sus patrimonios
          y haciendas en obras dignas de loor, y
          como todos tengamos en el mundo poco
          conoscimiento de la honra, á éstos que
          la merecen, como los veamos pobres,
          les estimamos en poco; así que los
          ricos entre nosotros son los honrados,
          y aunque en ausencia murmuramos
          dellos, en presencia les hacemos muy
          grande acatamiento; y la causa es que,
          como todos andemos tras las riquezas
          procurándolas y buscándolas, pensamos
          siempre podernos aprovechar de las que
          aquellos tienen, los cuales van tan
          huecos y hinchados por las calles, que
          quitándoles las gorras ó bonetes otros
          que por la virtud son muy mejores que
          ellos, abaxándolos hasta el suelo con muy
          gran reverencia, ellos apenas ponen las
          manos en las suyas, y en las palabras y
          respuestas también muestran la vanidad
          que de las riquezas se ha engendrado en
          ellos. ¡Oh vanidad y ceguedad del mundo!
          que yo sin duda creo que esta honra es
          por quien dixo el Sabio: Vanidad de
          vanidades y todas las cosas son vanidad.
          La cual tan poco perdona los muertos
          como á los vivos, que á las obsequias y
          sacrificios que hacemos por las almas
          llamamos honras, como si los defunctos
          tuviesen necesidad de ser honrados con
          esta manera de pompa mundana; y lo que
          peor es que muchos de los que mueren han
          hecho sus honras en vida llamándolas por
          este nombre, tanto para honrarse en ellas
          como para el provecho que han de recibir
          sus ánimas. Es tanta la rabia y furor de
          los mortales por adquirir y ganar honra
          unos con otros, que jamás piensan en otra
          cosa, y harto buen pensamiento sería si
          lo hiciesen para que se ganase la honra
          verdadera. Lo que tienen por muy gran
          discreción y saber es aventajarse con
          otros en palabras afectadas y en obras de
          viva la gala, y cuanto se gana en lo uno
          ó en lo otro entre hombres que presumen
          de la honra, ¿qué desasosiego de cuerpo y
          de ánima nace dello? Porque si es tierra
          libre, luego veréis los carteles, los
          desafíos, los gastos excesivos, pidiendo
          campo á los reyes ó á los señores que
          pueden darlo; de manera que para venir á
          combatir han perdido el tiempo, consumido
          la hacienda, padescido trabajo, y muchas
          veces los que quieren satisfacerse quedan
          con mayor deshonra, por quedar vencidos.
          Y lo que peor es que el que lo queda, por
          no haber sido muerto en la contienda,
          pierde la honra en la opinión de los
          parientes, de los amigos y conoscidos,
          que todos quisieran que perdiera antes
          la vida y aun la ánima que la honra
          como cobarde y temeroso. Y es el yerro
          desto tan grande, que si muere (con ir
          al infierno) los que le hacen se precian
          dello y les paresce que en esto no han
          perdido su honra. Y si es en parte donde
          no se da campo á los que lo piden, ¡qué
          desasosiego es tan grande el que traen
          en tanto que dura la enemistad, qué
          solicitud y trabajo insoportable por la
          satisfacción y venganza! Y muchas veces
          se pasan en este odio un año, dos años
          y diez años, y otros hasta la muerte, y
          algunos se van con la injuria y con deseo
          de vengarla á la sepultura.

          JERÓNIMO.--Bien ciertos van éstos de la
          salvación, quiero decir de la condenación
          de su ánima; poco más me diera que
          murieran siendo turcos y gentiles, y aun
          en parte menos, porque no dieran cuenta
          del sancto baptismo que no hubieran
          recibido.

          ALBANIO.--Decidme, señor Antonio, ¿hay
          alguna cosa que pueda ó tenga mayor
          fuerza que la honra?

          ANTONIO.--El interesse es algunas veces
          de mayor poder, aunque no en los hombres
          de presunción y que se estiman en algo,
          y si por ventura en éstos se siente esta
          flaqueza, pierden el valor que tienen
          para con los que tienen presunción de la
          honra, y luego son dellos menospreciados.

          ALBANIO.--¿Y cual tenéis vos por peor, el
          que sigue el interés ó la vanagloria?

          ANTONIO.--Si el interese es bien
          adquirido, por mejor lo tengo, porque con
          él pueden venir á hacer buenas obras y
          usar de virtud, lo que no se puede hacer
          con la honra vana sin el interese.

          ALBANIO.--Pues decidnos en conclusión,
          ¿qué es lo que queréis inferir de todo
          lo que habéis alegado contra la honra,
          que según habéis estado satírico, creo
          que ha de ser más áspero que todo lo
          antecedente. ¿De manera que queréis
          desterrar la honra del mundo para que no
          se tenga noticia della?

          ANTONIO.--Si tenéis memoria de todo lo
          que he dicho, por ello entenderéis que yo
          nunca he dicho mal de la que es verdadera
          honra, conforme á la diffinición
          della y al verdadero entendimiento en
          que habemos de tomalla, y si á los
          virtuosos, los sabios, los que tienen
          dignidades ó officios públicos honrados,
          los esforzados, los magníficos, los
          liberales, los que hicieron notables
          hechos, los que viven justa y sanctamente
          también merescen esta honra y acatamiento
          que el mundo suele hacer como ya arriba
          dixe y lo dice Sancto Tomás. Y es razón
          que sean honrados y estimados de los
          otros, y la honra que ellos procuran por
          esta via, justa y sancta es, y nosotros
          estamos obligados á dársela. Pero si la
          quieren y piden con soberbia, queriendo
          forzarnos á que se la demos, ya pierden
          en esto el merecimiento que tenían por
          los méritos que en ellos había.

          JERÓNIMO.--Desa manera ninguno habrá que
          pueda forzar á otro á que le reverencie y
          acate.

          ANTONIO.--No es regla tan general ni la
          toméis tan por el cabo, que el padre
          puede forzar á los hijos, los hermanos
          mayores á los menores, y más si les
          llevan mucha edad, los señores á los
          vasallos y á los criados, los perlados
          á los súbditos; pero esto ha de ser con
          celo de hacerlos ser virtuosos y que
          hagan lo que deben, y no con parescerles
          que les puedan hacer esta fuerza por
          solo su merecimiento, porque assí ya
          va mezclada con ella la soberbia y
          vanagloria, y en lugar de merescer por
          ello, serán condenados en justicia.

          JERÓNIMO.--Al fin lo que entiendo de
          vuestras razones es que la verdadera
          honra es la que damos unos á otros, sin
          procurarla los que la reciben; porque
          las obras virtuosas que hicieron las
          obraron por sola virtud y sin ambición ni
          codicia de la honra, y que cualquiera que
          procurare tomarla por sí mesmo, aunque
          la merezca, esto solo basta para que la
          pierda.

          ANTONIO.--En breves palabras habéis
          resumido todos mis argumentos; ahí se
          concluye todo cuanto he dicho, siendo
          tan contrario de la común opinión de
          todos los que hoy viven en el mundo. Y
          lo que he hablado entre vosotros, como
          verdaderos amigos, no lo osaría decir
          en público, porque algunos no querrían
          escucharme, otros me tendrían por loco,
          otros dirían que estas cosas eran
          herejías políticas contra la policía, y
          otros necedades; no porque diesen causa
          ni razón para ello, ni para confundir las
          que digo aunque no son gran parte las que
          se podrían decir, lo que harían es irse
          burlando dellas y reyéndose de quien las
          dice, aunque á la verdad esto es decir
          verdades, y verdaderamente lo que se ha
          de sentir de la honra que tan fuera nos
          trae del camino de nuestra salvación.
          Y porque ya se va haciendo tarde y por
          ventura el conde habrá preguntado por mí,
          es bien que nos vamos, aunque algunas
          cosas quedarán por decir, de que creo que
          no recibiérades poco gusto.

          JERÓNIMO.--Ya que no las digáis agora,
          yo pienso persuadiros que las digáis
          hallándoos desocupado, porque quiero
          entender todo lo que más hay que tratar
          desta honra verdadera y fingida, porque
          si alguna vez platicare esta materia con
          mis amigos, vaya avisado de manera que
          sin temor pueda meterme á hablar en ella,
          como dicen, á rienda suelta.

          ALBANIO.--No quedo yo menos codicioso que
          Jerónimo, y assí pienso molestaros hasta
          quedar satisfecho.

          ANTONIO.--Pues que así lo queréis, mañana
          á la hora de hoy volveremos á este mesmo
          lugar, que yo holgaré de serviros con
          daros á sentir lo que siento. Y no nos
          detengamos más, porque yo podría hacer
          falta á esta hora.


                COMIENZA LA SEGUNDA PARTE

          Del colloquio de la honra, que trata
            de las salutaciones antiguas y de los
            títulos y cortesías que se usaban en el
            escrebir, loando lo que se usaba en aquel
            tiempo, como bueno, y burlando de lo que
            agora se usa, como malo.


                     INTERLOCUTORES

          _Albanio._--_Antonio._--_Jerónimo._

          ALBANIO.--Á buena hora llegamos, que
          aquél es Antonio, que agora llega á la
          puerta del jardín. No ha faltado punto de
          su palabra.

          JERÓNIMO.--Paréceme que, dexando la calle
          principal de los chopos, se va por otro
          camino rodeando.

          ALBANIO.--El rodeo es tan sabroso que
          no se siente, porque toda esta arboleda
          que veis es de muy hermosas y diferentes
          frutas, las cuales no tienen otra guarda
          más de estar aparejadas para los que
          quisieren aprovecharse y gustar dellas.
          Toda esta espesura que miráis produce
          fructo en muy gran abundancia, y los
          más de los árboles que están en este
          tan hondo valle son provechosos. Mirad
          qué dos calles estas que parescen dos
          caminos hechos en alguna cerrada y muy
          espesa floresta, y de la mesma manera va
          otra calle por la otra parte. Por cierto
          deleitosa y muy suave cosa es gozar en
          las frescas mañanas deste caloroso tiempo
          de tan grande y agradable frescura como
          aquí se muestra.

          JERÓNIMO.--¿Qué puerta grande es ésta que
          aquí vemos?

          ALBANIO.--Una puerta trasera por donde se
          entra al jardín, y es la mesma que vimos
          cabe la fuentecilla, cerca del estanque.

          JERÓNIMO.--Agora entiendo lo que decís;
          porque lo he visto, pero no veo á
          Antonio. ¿Dónde se podrá haber escondido?

          ALBANIO.--Acá en la huerta de los olivos,
          que poco ha era otro laberinto fabricado
          por otra mano de Dédalo.

          JERÓNIMO.--¿Por qué lo deshicieron?

          ALBANIO.--Porque no hallaron al minotauro
          que en él estuviese encerrado.

          JERÓNIMO.--Bueno estoy yo entre un
          filósofo y un poeta. Cada día podré
          aprender cosas nuevas.

          ALBANIO y JERÓNIMO.--Buenos días, señor
          Antonio.

          ANTONIO.--Seáis, señores, bien venidos,
          que con temor estaba de vuestra tardanza.
          Parésceme que no solamente llegamos á un
          tiempo, pero que todos venimos con una
          intención: vosotros de oir el fin de lo
          que ayer aquí tratamos, y yo de decir lo
          que dello siento, á lo cual me habéis
          dado mayor ocasión con la salutación
          que me hecistes y con la que yo os he
          respondido, que para los que agora
          quieren ser honrados fuera una manera
          de afrenta saludarlos, á su parecer,
          tan bajamente. Y cuando esto contemplo,
          parésceme que no puedo dejar de seguir
          la opinión de Demócrito de reirme de su
          ceguedad é locura. ¡Oh mundo confuso,
          ciego y sin entendimiento, pues amas
          y quieres y buscas y procuras todo lo
          que es en perjuicio de ti mesmo! Si no
          entendemos lo que hacemos, es muy grande
          la ceguera y iñorancia, por la cual no
          se puede excusar el peccado; y si lo
          entendemos y no lo remediamos, viendo
          el yerro que hacemos, ninguna excusa
          nos basta; y declarándome más, digo que
          solían en otros tiempos saludarse las
          gentes con bendiciones y rogando á Dios,
          diciendo: Dios os dé buenos días; Dios
          os dé mucha salud; Dios os guarde; Dios
          os tenga de su mano; manténgaos Dios;
          y agora, en lugar desto y de holgarnos
          de que así nos saluden, sentímonos
          afrentados de semejantes salutaciones, y
          teniéndolas por baxeza nos despreciamos
          dellas. ¿Puede ser mayor vanidad y locura
          que no querer que nadie ruegue á Dios
          que nos dé buenos días ni noches, ni que
          nos dé salud, ni que guarde, mantenga,
          y que en lugar dello nos deleitemos con
          un besa las manos á vuestra merced? Que
          si bien consideramos lo que decimos, es
          muy gran necedad decirlo, mintiendo á
          cada paso, pues que nunca las besamos,
          ni besaríamos, aunque aquel á quien
          saludamos lo quisiese. Por cierto cosa
          justa sería que agora nos contentásemos
          nosotros con lo que en los tiempos
          pasados se satisfacían los emperadores,
          los reyes y príncipes, que con esta
          palabra «á ver» se contentaban, porque
          quiere decir tanto como Dios os salve;
          y como paresce por las corόnicas
          antiguas y verdaderas, á los reyes de
          Castilla aún no ha mucho tiempo que les
          decían: «manténgaos Dios» por la mejor
          salutación del mundo. Agora, dexadas las
          nuevas formas y maneras de salutaciones
          que cada día para ellos se inventan
          y buscan, nosotros no nos queremos
          contentar con lo que ellos dexaron, y
          es tan ordinaria esta necedad de decir
          que besamos las manos, que á todos
          comprende generalmente, y dexando las
          manos venimos á los pies, de manera que
          no paramos en ellos ni aun pararemos en
          la tierra que pisan, y, en fin, no hay
          hombre que se los descalce para que se
          los besen, y todo se va en palabras vanas
          y mentirosas, sin concierto y sin razón.

          ALBANIO.--Como caballo desenfrenado
          me paresce que os vais corriendo sin
          estropezar, por hallar la carrera muy
          llana. Decidme: al emperador, á los
          reyes, á los señores, á los obispos, á
          los perlados, ¿no les besan también las
          manos de hecho como de dicho? Y al Summo
          Pontífice, ¿no le besan los pies? Luego
          mejor podrían decir los que lo hacen que
          no hacerlo.

          ANTONIO.--Antes á esos, como vos decís,
          se besan sin que se digan, y oblíganos
          la razón por la superioridad que sobre
          nosotros tienen, y cuando no lo podemos
          hacer por la obra, publicámoslo en las
          palabras, como lo haríamos pudiendo. Mas
          acá entre nosotros, cuando uno dice á
          otro que le besa las manos, ¿besárselas
          ya si se las diese?

          ALBANIO.--No por cierto, antes le
          tendrían por nescio y descomedido si
          le pediese que cumpliese por obra las
          palabras.

          ANTONIO.--Pues ¿para qué mentimos? ¿Para
          qué publicamos lo que no hacemos? ¿Y
          para qué queremos oir lisonjas y no
          salutaciones provechosas? ¿Qué provecho
          me viene á mí de que otro me diga que me
          besa las manos y los pies?

          JERÓNIMO.--Yo os lo diré, que en decirlo
          parescerá recognosceros superioridad y
          estimaros en más que á sí, teniéndose en
          menos por teneros á vos en más.

          ANTONIO.--Mejor dixérades por ser pagado
          en lo mesmo, que si uno dice que os besa
          las manos, no digo siendo más, sino
          siendo menos, no siendo la diferencia
          del uno al otro en muy gran cuantidad,
          si no le respondéis de la mesma manera,
          luego hace del agraviado y lo muestra en
          las palabras y obras si es necesario,
          buscando rodeos y formas para igualarse y
          para no tener más respeto ni acatamiento
          del que se les tuviere; y, en fin, todos
          se andan á responder, como dicen, por
          los consonantes, y el oficial en esto
          quiere ser igual con el hidalgo diciendo
          que no le debe nada, y el hidalgo con el
          caballero, y el caballero con el gran
          señor, y todo esto porque es tan grande
          la codicia y ambición de la honra, que
          no hay ninguno que no querría merecer
          la mayor parte, y no la meresciendo,
          hurtarla ó robarla por fuerza, como á
          cosa muy codiciosa. Y tornando á lo
          pasado, es muy mal trueque y cambio el
          que habemos hecho del saludar antiguo
          al que agora usamos. Por menosprecio
          decimos á uno: en hora buena vais,
          vengáis en buena hora, guárdeos Dios, y
          si no es á nuestros criados ó á personas
          tan baxas y humildes que no tienen
          cuenta con ello, no osaríamos decirlo,
          siendo tanto mejor y más provechoso que
          lo que decimos á otros, cuanto podrá
          entender cualquiera que bien quisiese
          considerarlo. Gran falta es la que hay
          de médicos evangélicos para curar tan
          general pestilencia, la cual está ya
          tan corrompida y inficcionada, que sólo
          Dios basta para el remedio della; antes
          va el mundo tan de mal en peor, que si
          viviésemos muchos tiempos veríamos otras
          diferentes novedades, con que tendríamos
          por bueno lo de agora.

          ALBANIO.--Por ventura con el tiempo
          vendrá el mundo á conoscer lo bueno que
          ha dexado, y dexará lo malo que agora se
          usa, porque muchas cosas se usan que se
          pierden, y después el tiempo las vuelve
          al primer estado. Pero ¿no me diréis de
          que os estáis reyendo?

          ANTONIO.--De otra vanidad tan grande
          como la pasada; y también me río de mí
          mesmo, que no dexaría de picar en ella
          conosciendo que es locura, como lo hacían
          todos los otros del mundo.

          JERÓNIMO.--Pues luego no pongáis culpa á
          los otros, que el que quiere en alguna
          cosa reprehender á su próximo ha de estar
          en ella disculpado.

          ANTONIO.--Con una razón podré
          disculparme: que á lo menos conozco y
          siento el yerro que hago.

          ALBANIO.--Esso sólo basta para teneros
          por más culpado; porque si vos
          conosciendo que erráis no os apartáis
          del yerro, menos razón tendrán los que,
          errando, tienen por cierto que aciertan,
          y así el primero á quien habéis de
          reprehender es á vos mesmo y conoscer que
          estoy dignamente debajo de la bandera
          desta locura.

          ANTONIO.--No sé cuál tenga por mayor
          yerro, seguir común opinión y parescer
          de todos ó quererme yo solo extremarme
          para ser notado de todo el mundo, y assí
          pienso por agora no me apartar de la
          compañía donde entran buenos y malos,
          sabios y necios; y por no teneros más
          suspensos, digo que es cosa para mirar y
          contemplar los títulos y cortesías que
          se usan en el escrebir. Solían en los
          tiempos antiguos llamar á un emperador
          ó un rey escribiéndole, por la mayor
          cortesía que podían decir, «vuestra
          merced», y cuando lo decían era con
          haberle dicho cient veces un «vos» muy
          seco y desnudo. Después, por muy gran
          cosa le vinieron á llamar «señoría», y
          agora ya no les basta «alteza», que otros
          títulos nuevos y exquisitos se procuran,
          subiendo tan cerca de la divinidad que
          no están á un salto del cielo; y en los
          emperadores y reyes podríase sufrir, por
          la dignidad que tienen y principalmente
          por la que representan, pero comenzando
          abaxo por los inferiores veréis cosas
          notables. A los mesmos reyes que he
          dicho, en las cartas ó peticiones ó
          escrituras solían poner noble ó muy noble
          rey, muy virtuoso señor. Agora no hay
          hombre que, si se estima en algo, no
          quiera ser noble ni virtuoso.

          JERÓNIMO.--Eso debe de ser porque hay
          poca virtud y nobleza en el mundo, que
          todo se ha subido al cielo. Pero decidme,
          ¿qué es lo que quieren ser?

          ANTONIO.--Magníficos ó muy magníficos,
          aunque en Valencia y Cataluña se tiene
          por más ser noble que magnífico;
          mas andan á uso de acá los que no
          siendo nobles se precian de título
          de magníficos, y muchos de los que
          lo quieren, maldita la liberalidad
          que usaron, ni grandeza hicieron, y
          por ventura son los mayores míseros y
          desventurados que hay en el mundo.

          ALBANIO.--¿Luego quieren que mientan como
          los otros que dicen que besan los pies ó
          las manos?

          ANTONIO.--Eso mesmo es lo que procuran,
          y si usasen alguna liberalidad ó
          magnificencia con quien se lo llama y
          escribe, tendría razón para ello. Y
          dexando á éstos, que es la gente que
          presume y tiene algún ser para ello y
          para poderse estimar, los señores y
          grandes á quien solían escrebir, por
          título, muy sublimado, muy magnífico,
          agora ya lo tienen por tan baxo que se
          afrentan y deshonran dello.

          JERÓNIMO.--Tienen razón, porque se han
          dado á no hacer ya merced ninguna,
          y lo que peor es, que se precian
          dello, y así quieren dexar este título
          para los señores pasados que usaron
          magnificencias, y ellos tomar otros
          nuevos y que más les convengan.

          ANTONIO.--Llámanse ilustres y muy
          ilustres y illustrísimos.

          ALBANIO.--No puedo entender qué quieren
          decir esos nombres.

          ANTONIO.--Lo que ellos quieren que
          diga es que son muy claros, muy
          resplandecientes en linaje y en obras.

          ALBANIO.--Bien es que lo quieran los que
          lo son; pero los que no lo fueren, poca
          razón tienen de quererlo y usurpar los
          títulos ajenos; y lo que me paresce mal
          es que los perlados, que vemos ser hijos
          de humildes padres y labradores y que se
          hicieron con ser venturosos del polvo de
          la tierra, se agravien si no les llaman
          illustres y muy illustres, dexando los
          títulos que más les convienen.

          ANTONIO.--Yo os diré la causa y la razón
          que tienen para ello, la cual es que,
          como los solían llamar muy reverendos
          ó reverendísimos, que quiere decir
          tanto como dignos de ser acatados y
          reverenciados, y ellos por el linaje y
          obras no lo sean, no quieren que mintamos
          tanto, teniendo por menor mentira que
          los llamemos illustres, y ya que sea tan
          grande, quieren el título que les paresce
          ser más honrado cuanto á la vanidad del
          mundo, y en fin, esto durará muy pocos
          días, que ya, como todos los hijos de
          señores y de otras personas señaladas
          quieren y procuran el illustre y muy
          illustre, otros nuevos títulos hemos de
          buscar para los otros.

          JERÓNIMO.--Ya los hay, porque ya en
          España se comienza á usar el excelente,
          muy excelente, sereníssimo, y en lugar de
          señoría se llama «excelencia».

          ANTONIO.--Decís verdad, que no me
          acordaba, aunque esos títulos no están
          bien confirmados; pero yo fiador que los
          que vivieren muchos años vean que de la
          excelencia suben á la alteza.

          JERÓNIMO.--¿Y qué quedará para los reyes?

          ANTONIO.--No faltará algo de nuevo, y
          por ventura volverán á dar vuelta al
          mundo y se tornar á llamar virtuosos y
          nobles, y por alteza nobleza; y esto
          sería acertamiento, que todo esto otro
          son vanidades y necedades, y lo que pior
          es, que todos cuantos las escrebimos,
          las damos firmadas de nuestros nombres.
          Assí lo hacen también los señores que,
          escrebiendo á los inferiores dellos, á
          unos llaman parientes, á otros parientes
          señores, y á otros nombres de parentesco,
          sin haber entre ellos ninguno, ante los
          quieren hacer sus parientes porque se
          tenga en ellos por grandeza llamarlos
          parientes, por ser más cosa magnífica
          el dar que el recibir, siendo tan gran
          mentira y tan manifiesta, y no piensan
          que es peccado venial mentir á cada paso,
          y no tienen cuenta con que no es lícito
          el mentir, ni aun por salvar la vida del
          hombre.

          JERÓNIMO.--No llaman á todos parientes ni
          primos, que algunos llaman singulares ó
          especiales amigos.

          ANTONIO.--También mienten en esto,
          porque, según dice Tulio en el _De
          amicicia_: La amistad ha de ser entre los
          iguales, y como no lo sean, aquel á quien
          escriben no puede ser su amigo singular.
          ¿Queréislo ver? Si el criado ó el vasallo
          llamase al señor amigo, permitirlo
          ia? No por cierto, y assí no se puede
          llamar amistad la que hay entre ellos;
          y si no es amistad, no se pueden llamar
          propiamente amigos.

          ALBANIO.--De essa manera ¿no dexáis
          título ninguno con que los señores puedan
          escribir á los criados y vasallos y otros
          inferiores?

          ANTONIO.--No faltan títulos si ellos
          quieren escribirlos, y más propios que
          los escriben. A los criados escribirles:
          á mi criado, á mi fiel criado, á mi
          humilde criado, á mi buen criado Fulano.
          A los que no lo son: al honrado, al
          virtuoso, al muy virtuoso, y otras
          maneras que hay de escribir; que no
          parezcan desatinos, y de los malos usos
          que en él se han introducido que tendrán
          por mayor desatino este que digo.

          JERÓNIMO.--No tengáis dubda desso.

          ANTONIO.--Como quiera que sea diga yo
          la verdad en tiempo y lugar, y el mundo
          diga y haga lo que quisiere, y porque no
          paremos aquí, os quiero decir otra cosa
          no poco digna de reirse como desatino y
          ceguera, que á mí me tiene admirado que
          las gentes no la destierren del mundo
          como á simpleza, que los brutos animales
          (si bastase su capacidad á entenderla),
          burlarían de nosotros y della.

          JERÓNIMO.--¿Y qué cosa es essa?

          ANTONIO.--La que agora se usa en los
          estornudos, que como sabéis es aquella
          tan espantable y terrible pestilencia
          que hubo en la ciudad de Roma siendo
          pontífice San Gregorio, cuando las gentes
          estornudaban, se caían luego muertos, y
          assí los que los vían estornudar decían:
          Dios os ayude, como á personas que se
          les acababa la vida, y de aquí quedó en
          uso, que después á todos los que vían
          estornudar los que se hallaban presentes
          les ayudaban con estas buenas palabras;
          pero agora, en lugar desto, cuando alguna
          persona á quien seamos obligados á tener
          algún respeto estornuda, y aunque sea
          igual de nosotros, le quitamos las gorras
          hasta el suelo, y si tienen alguna más
          calidad, hacemos juntamente una muy gran
          reverencia, ó por mejor decir necedad,
          pues que no sirve de nada para el
          propósito, ni hay causa ni razón para que
          se haga.

          JERÓNIMO.--A lo menos servirá para que
          vos burléis della, y por cierto muy
          justamente, porque esta es una de las
          mayores simplezas y necedades del mundo,
          y mayor porque caen en ella los que
          presumen de más sabios, que los simples
          labradores y otras gentes de más poco
          valor están en lo más cierto, pues que
          dexando de hacer las reverencias se dicen
          unos á otros: Dios os ayude; palabras
          dignas de que los señores y príncipes
          no se desdeñasen de oirlas, antes están
          obligados á mandar á los criados y
          súbditos que con ellas los reverencien y
          acaten cuando estornudaren.

          ANTONIO.--Así habrá de pasar esta necedad
          como otras muchas, porque el uso della
          se ha convertido en ley que se guarda
          generalmente en todas partes, aunque le
          queda sólo el remedio de su invencion,
          que ya sabéis que al nombre de Jesús
          se debe toda reverencia, y es cierto
          que cuando estornuda el que le quería
          ayudar pronunciaba el nombre de Jesús,
          y juntamente pronunciándole, quitaba
          la gorra y hacía la reverencia por
          reverencia de tan alto nombre; quedóse
          la reverencia y dejóse de pronunciar
          el nombre, y los señores reciben, no
          sin gran culpa, para sí la reverencia
          debida al diviníssimo nombre de Jesús, á
          quien toda rodilla en el cielo y en la
          tierra y en los abismos se debe humillar.
          Digo, pues, que el remedio sería que se
          usase pronunciar el nombre de Jesús, que
          valiese al que estornuda, y entonces la
          reverencia quedaría para el nombre y no
          la usurparía el que no quisiese ser ídolo
          terrenal y hacerle un emperador entre
          manos.

          ALBANIO.--Por cierto, señor Antonio, que
          me parece que habéis dado en el blanco;
          mas veo que no os habéis acordado en este
          artículo de los flayres.

          ANTONIO.--No pecan tan á rienda suelta en
          esto, pero todavía tienen su punta, y los
          que algo presumen les pesa si les llaman
          vuestra reverencia, porque les paresce
          que en esto les hacen iguales á todos.

          JERÓNIMO.--¿Pues cómo quieren que les
          llamen?

          ANTONIO.--Vuestra paternidad ó vuessa
          merced, como á los seglares.

          ALBANIO.--No entiendo cómo sea esso, que
          para hacer mercedes temporales todos los
          flaires son pobres, por donde les está
          mejor decirles padre fray Fulano que el
          señor; ¿por qué quieren ser más llamados
          señores que padres y no resciben con
          buena voluntad el nombre de padres amando
          la paternidad?

          ANTONIO.--Así es, porque como siendo
          flaires no dexen de ser hombres, aunque
          no sea en todo en parte, siguen el camino
          de los otros hombres en este artículo
          de la cortesía; pero, al fin, del mal
          en ellos hay lo menos y pluguiesse á
          Dios que nosotros fuésemos como ellos,
          que por malos que los extraordinarios
          dellos sean, en la bondad nos hacen mucha
          ventaja.

          ALBANIO.--Bien me paresce que después de
          descalabrados les lavéis la cabeza.

          ANTONIO.--No os maravilléis, que he
          comenzado á decir verdades, y para
          concluir con ellas en esta materia que
          tratamos, digo que considerando bien las
          de las salutaciones y cortesías con los
          títulos que se usan en el hablar y en el
          escribir, es todo un gran desatino, una
          ceguedad, una confusión, un genero de
          mentiras sabrosas al gusto de los que las
          oyen, y así no solamente no hay quien
          las reprenda, pero todos las aman y las
          quieren y procuran de hallarlas diciendo
          lisonjas para que se las digan á ellos,
          y todo para rescibir mayor honra en la
          honra que no lo es, antes verdaderamente
          deshonra, pues en ello no hay virtud,
          ni género de virtud, ni nobleza; y bien
          mirado, se podrían mejor decir las causas
          torpes y feas y dignas de reprehensión
          para que los que las hacen, y por medio
          dellas quieren rescebir honra, se puedan
          tener por afrentados y deshonrados.

          ALBANIO.--Parésceme qué, conforme á esso,
          no queréis dejar honra ninguna en el
          mundo, porque no habiendo quién busque y
          procure la honra por el camino que vos
          decís, habráse deshecho la honra y no
          quedaría sino sólo en nombre.

          ANTONIO.--Engañaios, señor Albanio, que
          no digo yo que haya algunos, aunque no
          son muchos, que tengan honra y la hayan
          ganado por la virtud y por las obras
          virtuosas que han hecho sin mezcla de
          las otras cosas que la destruyen y la
          deshacen, y á estos tales hemos de tener
          por dignos de ser honrados y acatados,
          y aunque ellos no quieran la honra, se
          la hemos nosotros de dar. Porque cuanto
          más huyeren y se apartaren de querer la
          vanagloria mundana, se dan á sí mesmos
          mayor merecimiento para que nosotros les
          demos la verdadera honra que merescen.

          ALBANIO.--¿Sabéis, señor Antonio, que me
          paresce que hiláis tan delgado esta tela
          que se romperá fácilmente, porque todo
          lo que decís es una verdad desnuda, y
          conosciéndola vos tan bien y dándonosla
          á conoscer no usáis della como la
          platicáis? Mirad qué harán los que no lo
          entienden y piensan que aciertan en lo
          que hacen.

          ANTONIO.--No os maravilléis deso, porque
          me voy al hilo de la gente, que si tomase
          nueva manera de hablar ó de escribir,
          tendríanme por torpe y necio y mal
          comedido, y por ventura de los amigos
          haría enemigos, los cuales no juzgarían
          mi intención sino mis palabras, y como
          ayer dixe, esto he tratado con vosotros
          como con verdaderos amigos y personas
          que lo entendéis, aunque no bastemos á
          poner remedio en estos desatinos. Pero
          el tiempo, en que todas las cosas se
          hacen y deshacen, truecan y mudan y se
          acaban, por ventura traerá otro tiempo en
          que á todos sea común lo que aquí hemos
          tratado particularmente. Otras cosas se
          pudieran tratar que agora por ser tarde
          quiero dexarlas para cuando tengamos más
          espacio, porque yo tengo necesidad de ir
          á despachar cierto negocio.

          ALBANIO.--¿Qué es lo que más puede
          quedar de lo dicho para que la honra
          que se piensa y tiene por tal quede más
          puesta del lodo?

          ANTONIO.--Una cuestión antigua y tratada
          por muchos; sobre cuál tiene mayor y
          mejor honra, el que la ha ganado por
          el valor y merecimiento de su persona
          ó el que la tiene y le viene por la
          dependencia de sus pasados.

          JERÓNIMO.--Delicada materia es esa,
          y como decís que requiere más tiempo
          para altercarla, y por saber si tenéis
          otras nuevas razones sin las que sobre
          ello están dichas, tengo deseo de oir
          hablar en ello, y así os tomo la palabra
          para que mañana á una hora del día
          estemos aquí todos tres, que yo quiero
          que no sea como estos dos días, porque
          tendré proveído el almuerzo para que
          mejor podamos pasar el calor cuando nos
          volvamos á nuestras posadas.

          ALBANIO.--Muy bien habéis dicho si así lo
          hacéis, porque nos hemos venido dos veces
          muy descuidados madrugando tan de mañana,
          y no será mala fruta de postre acabar de
          entender lo que el señor Antonio dirá
          sobre esta cuestión, que yo aseguro que
          no faltarán cosas nuevas.

          ANTONIO.--A mí me place que vengamos por
          ser convidados del señor Jerónimo, que en
          lo demás poco podré decir que no esté ya
          dicho; bastará referir y traer lo mejor y
          más delicado dello á la memoria, poniendo
          yo de mi casa lo que me paresciere. Y
          agora comencemos á ir por esta calle de
          árboles tan sombría.

          JERÓNIMO.--No me holgara poco que assí
          fuéramos siempre encubiertos de arboleda
          hasta palacio, porque el sol va muy alto
          y la calor comienza á picar; bien será
          darnos prisa.


                      TERCERA PARTE

          Del colloquio de la honra, que trata
            una cuestión antigua: de cuál es más
            verdadera honra y se ha de estimar en
            más, la que viene y procede en las gentes
            por dependencia de sus antepasados ó la
            que es ganada y adquirida por el valor y
            merecimiento de las personas.


                     INTERLOCUTORES

           _Albanio._--_Antonio._--_Jerónimo._

          ALBANIO.--Pues que Jerónimo tan bien ha
          cumplido su promesa habiéndonos convidado
          y dado el almuerzo de tan delicados y
          suaves manjares, que yo no he comido en
          mi vida cosa que más me satisfaciese,
          vos, señor Antonio, cumplid lo que nos
          prometistes en proseguir la materia
          comenzada de la honra, que no nos dará
          menos gusto, pues no falta apetito en el
          entendimiento para ver el remate de la
          plática en que quedamos cuando de aquí
          ayer nos apartamos.

          ANTONIO.--Por mejor tuviera que con
          descuidaros no me obligárades á meter
          en tan hondo piélago, en el cual han
          nadado otros muchos con mayores fuerzas
          y discreción sin haber podido hallar
          vado, quedando confusa la determinación
          para lo que cada uno quisiere juzgar, y
          lo que yo haré en ello será deciros por
          una parte y por otra algunas razones
          que yo no las he oído. Vosotros podréis
          seguir las que mejor os parecieren y más
          cuadraren á vuestro entendimiento, que
          os haré determinar lo que hasta agora no
          está determinado, habiendo tantos que
          defienden la una y la otra opinión.

          JERÓNIMO.--Luego, ¿materia es ésta que se
          haya tratado otras veces?

          ANTONIO.--Muchos la han tocado, aunque
          los que han dado sentencia en ella no
          son creídos, porque cada uno con pasión
          defendía lo que le tocaba. Entre los
          cuales son los principales Salustio y
          Marco Tulio, que después de se perseguir
          con las obras, con las palabras quisieron
          escurecer y abatir cada uno la honra del
          otro. Salustio alegaba ser Tulio nascido
          de baxa y escura gente y de padres
          humildes y de poco valor, y que por
          esto había de ser menospreciado, Tulio
          contradecía diciendo que la virtud de
          sus obras le habían traído al estado que
          tenía, y que por esto era dino de mayor
          honra que los que la habían heredado de
          sus pasados; y sobre esto escribieron el
          uno contra el otro, como en sus libros
          agora parece.

          ALBANIO.--¿Y vos á cuál dellos estáis
          más aficionado? Porque siempre en juegos
          y batallas y en otras cosas semejantes,
          los hombres se afficionan á una de las
          partes, aunque no las conozcan, y esto
          sin saber por qué más de que la natural
          inclinación les mueve en ello la voluntad.

          ANTONIO.--A mí siempre me parecieron bien
          las cosas de Tulio.

          ALBANIO.--Pues yo quiero tomar y
          defender la parte de Salustio, porque
          defendiendo el uno y contradiciendo el
          otro, más fácilmente podremos venir en el
          conocimiento de la verdad.

          ANTONIO.--Mucho huelgo que me aliviéis
          del trabajo, y pues que assí es, decidme:
          ¿qué os paresce de la opinión de Salustio
          con los que siguiendo su bandera la
          defienden?

          ALBANIO.--Lo que me parece es que la
          más verdadera honra y la que más se
          debe estimar y tener en mucho es la que
          viene por antigüedad de nobleza y la que
          redunda en nosotros de los antepasados,
          nuestros progenitores. Porque, como es
          notorio, todas las cosas se apuran y
          perficionan con el tiempo, en el cual
          lo que es bueno lo hace venir á mayor
          perfición de bondad, como se podrá ver
          por muchos ejemplos que se pueden traer
          á este propósito. Vemos que el plomo ó
          el estaño, según la opinión de algunos,
          con el tiempo se apura y perficiona, de
          manera que muchas veces se vuelve en
          plata fina, y el oro, con el tiempo,
          sube á tener más quilates. Las frutas
          que de su natural nascen amargas y
          desabridas, si están en buenos árboles,
          el tiempo las hace venir á ser dulces y
          sabrosas, tomando con él otra perfición
          de la que tuvieron al principio cuando el
          árbol, desamparado de la flor, comenzó
          á mostrar lo que debaxo della tenía
          encubierto. También vemos que el agua
          que no es buena ni sale de fuentes que
          no sean buenas, por el contrario, con
          el tiempo se corrompe más presto, y los
          vinos que no son buenos, porque las cepas
          de adonde fueron cogidos no eran buenas
          ó estaban plantadas en mala tierra, con
          el tiempo se destruyen más fácilmente
          que los otros, tomando diferentes gustos
          malos y desabridos; de lo cual se puede
          inferir que es más difícil corromperse
          lo bueno por antigüedad que lo que es
          por accidente, y que lo que no es bueno
          por naturaleza, que el tiempo no lo haga
          bueno, antes le ayuda á seguir su natural
          y acrecienta lo malo que en él hay para
          que sea y aparezca más malo cuanto más
          el tiempo se alargare y pasare por ello.
          Y así los hombres que tienen la nobleza
          por sus pasados y con la costumbre y
          antigüedad se convierte en ellos en otra
          naturaleza, el tiempo la perficiona, de
          manera que la que se tiene y se adquiere
          de nuevo no puede llegar á tener aquella
          perfición, y así no se deben estimar ni
          tener en tanto á los hombros que por
          sus personas han adquerido honra como á
          los que por sus pasados la adquirieron
          heredándola por sucesión para que sea más
          perfecta. Así mesmo estimamos en más la
          virtud que nasce y cresce con un hombre
          que de su nacimiento ha sido virtuoso,
          que no la que tiene un hombre que toda
          la vida ha sido malo y entonces comienza
          á ser bueno. Porque el malo estropezará
          y caerá más presto en la antigua
          costumbre, y el bueno, que siempre ha
          sido bueno, dificultosamente puede
          ser malo, y aunque lo sea, detendráse
          poco en el mal, tornando luego á usar
          la bondad que siempre ha usado y con
          que ha sido nacido. De aquí podremos
          inferir cuánto más puede y cuánto mayor
          fuerza tiene la virtud y nobleza que
          viene por antigüedad y dependencia de
          los antepasados, engendrada de las
          obras grandes y virtuosas que hicieron,
          que no la que de nuevo se gana, porque
          ansí, como con facilidad se ha ganado,
          fácilmente puede perderse, y conforme
          á esto, mayor honra se debe y en más
          deben ser estimados los que heredaron la
          virtud y la honra que aquellos que por
          sus personas y merecimientos la ganaron.
          Y cuando viéramos que sus descendientes
          siguen las mismas hazañas y procuran el
          mesmo merecimiento que aquél que fué
          principio dellas, cuanto más á la larga
          fuere la dependencia, tanto es razón de
          tener en más y dar mayor honra á los
          que dellos descendieron. Demás destas
          razones, notorio es á todos, por ser
          común opinión de todas las gentes, que se
          ha de tener y estimar más saber conservar
          lo ganado que no ganarlo y adquirirlo de
          nuevo; siendo esto así, mayor virtud y
          excelencia es, descendiendo de un antiguo
          y estimado linaje, conservar la honra dél
          y no dar ocasión á perderla que no hacer
          y principiar linaje de nuevo. En fin, que
          los que heredaron la virtud y nobleza
          por la antigüedad parece ser natural, y
          en los que la han ganado de nuevo, cosa
          postiza y colgada por hilo tan delgado
          que fácilmente podrá quebrarse.

          JERÓNIMO.--Buenos fundamentos son,
          Albanio, los que habéis traído para
          defender vuestra intención; oyamos lo que
          dice Antonio contra ellos, que yo quiero
          ser juez desta cuestión, aunque será para
          mí solo, pues vosotros no habéis puesto
          en mi mano la determinación dello.

          ANTONIO.--Por cierto, Albanio,
          delicadamente habéis tratado esta materia
          con agudas y delicadas razones, que
          parece no tener contradición; pero lo
          mejor que supiere os responderé á ellas
          y diré las que se me ofrecieren para que
          conozcáis el engaño que en las vuestras
          hay. Verdaderamente, el tiempo es el que
          hace y deshace las cosas, da principio y
          fin á los que lo pueden tener y con él
          puede ganarse la honra, y con el mesmo
          tiempo podrá tornar á perderse. No es
          cosa tan natural del tiempo ayudar á lo
          bueno que sea más perfecto en bondad y
          á lo malo para que sea más malo, que
          muchas veces no veamos effetos contrarios
          destos, como de vuestras mesmas razones
          podría colegirse, que las frutas amargas
          y con mal sabor con el tiempo se tornan
          dulces y de buen gusto, y las silvestres
          y campesinas, trasplantadas y bien
          curadas, se perficionan y vienen á ser
          tan buenas y mejores que las otras
          criadas en los apacibles jardines. Las
          aguas que se corrompen y vienen á tener
          muy mal olor y sabor sin que se puedan
          gustar, vemos que muchas dellas tornan
          después más sabrosas y en mayor perficion
          que antes tenían. La experiencia desto se
          ve en la agua del río Tíber, y assí ha
          habido en Roma agua cogida de cincuenta
          y sesenta años, que después de haberse
          corrompido y estado estragada y hedionda
          tornó en tan gran perfición, que no la
          tenían en menos que si fuera otro tanto
          bálsamo. Lo mesmo acaesció en muchas
          cisternas donde la agua llovediza se
          detiene muchos tiempos. Vemos también
          sin esto que muchas cosas de su natural
          muy perfectas y buenas, el tiempo no
          solamente las corrompe, pero con él
          se destruyen y deshacen del todo.
          Perfectíssimo metal es el oro, pero
          tratándolo se gasta y consume; las perlas
          y piedras preciosas se gastan y pierden
          la perfición que tenían, y assí todo se
          corrompe y acaba. ¿Qué cosa puede ser más
          recia que el acero y el orín lo come y
          deshace? Y desta manera, la honra antigua
          y de tiempos pasados, si no se conserva y
          aumenta, se desminuye y viene á volverse
          en nada, y algunas veces en un algo que
          es peor que nada, porque se convierte en
          infamia y deshonra; pero á esto diréis
          vos que ya habéis alegado que tan grande
          y mayor hazaña es conservar lo ganado
          como ganarlo y adquirirlo de nuevo, y
          los que vienen descendientes de antiguo
          y claro linaje, si no hacen cosas dinas
          de infamia y viven conservando la honra
          que sus pasados tuvieron sin perderla,
          que á estos tales se debe dinamente mayor
          honra que á los que por sí mesmos y por
          sus obras la merecen. Yo confieso que
          esta razón parece no tener contradición
          ninguna, si para ello hubiese una cosa
          que se nos pasa por alto y desimulamos
          porque no hace á nuestro propósito, y
          es que en la conservación de la honra
          ha de haber trabajo y contrariedad y
          no menos que en la de aquel que por su
          persona la ha adquirido. Si vos me dais
          que dos caballeros que sean iguales en
          renta y en personas y desiguales en
          linajes, y el que es de escuro y bajo
          linaje lo ha ganado por hazañas valerosas
          y el otro teniéndola lo ha conservado,
          defendiéndolo de enemigos, poniendo la
          vida por sustentarlos, no permitiendo
          que por otros mayores, de mucho poder,
          le fuese hecho agravio, en este caso
          yo digo que tendré por más honrado al
          que conservó y defendió la hacienda
          y honra de su linaje; pero si no hay
          contradición ninguna y el que ha heredado
          el mayorazgo lo está gozando sin trabajo,
          holgando á su sabor, no lo quiero hacer
          ni tener por tan honrado como al que
          por el valor de su persona tuvo tanto
          merecimiento que pudo venir á ganarlo. Y
          assí, los antiguos romanos, que sabían
          bien dar la honra á quien la merecía,
          tenían dos templos, el uno llamado
          templo del Trabajo y el otro templo
          de la Honra, y con grandes estatutos
          y penas estaba prohibido que ninguno
          entrase en el templo de la Honra sin que
          primero hubiese entrado en el templo del
          Trabajo, dando por esto á entender que
          no es verdadera la honra que sin trabajo
          se gana; y así no se puede decir que
          conservan la honra de sus progenitores
          los que sin trabajo se hallan en ella y
          la gozan sin contradición alguna, salvo
          si estos tales dan muestras y señales de
          tan gran ánimo y valor, juntamente con la
          virtud, que claramente se conozca dellos
          que tendrían ánimo para las adversidades
          y fortaleza para resistirlas y discreción
          para conquistarlas, y, finalmente, que
          serían bastantes para la conservación
          de la honra y gloria de sus pasados. Y
          para esto, yo os ruego que me digáis: si
          vos tuviéredes en un huerto vuestro un
          espino que diese muy hermosas flores, y
          después dellas muy sabrosas manzanas, y
          un peral que diese muy hermosas peras,
          ¿á cuál dellos estimaríades en más y
          tendríades por árbol más preciado?

          ALBANIO.--Notorio es que, como á cosa
          nueva y que hacía más de lo que en sí
          era, tendríamos el espino, porque del
          peral es cosa natural dar las peras y del
          espino es cosa monstruosa y que excede
          á la naturaleza, y así todo el mundo
          querría verlo por cosa nueva y digna de
          admiración, y no habría nadie que no
          holgase de llevar algún ramo ó raíz para
          plantar y poner en sus heredades.

          ANTONIO.--Y después que de esse espino
          se hubiesen producido tantos espinos que
          ya no se tuviese por nuevo el haberlos,
          ¿tendríades en tanto á uno dellos como
          tuvistes al primero?

          ALBANIO.--Buena está de dar la respuesta:
          que no.

          ANTONIO.--Pues lo mesmo es en los
          hombres, que cuando es el primero el
          que comienza á dar la nueva fruta de
          virtudes y hazañas, tenémosle, y es
          razón que le estimemos en más que á los
          sucesores, y así siempre el primero y que
          da principio al linaje es digno de mayor
          honra que los que dél proceden, aunque
          se igualen en la virtud y fortaleza.
          Demás desto, quiero traer á mi propósito
          una razón muy común y que, siendo muy
          mirada, concluye á los que, queriendo
          conformarse con la razón, no están
          pertinaces en lo contrario por lo que
          les toca, y es que, como sabéis, todos
          somos hijos de un padre y de una madre,
          que fueron Adán y Eva. Destos procedemos
          por diversas vías: unos se engrandecieron
          y hicieron reyes y señores por virtud
          y fortaleza y con hazañas dignas de
          memoria; otros, con adquerir riquezas
          con las cuales compraron sus señoríos;
          otros vinieron á subir en grandes estados
          con crueldades y tiranías, y así vimos
          al grande Alexandre, en su vida señor
          casi de todo el mundo y en su muerte
          repartirse su señorío en diversos reinos,
          de los cuales fueron reyes unos por una
          vía y otros por otras de las que he
          dicho. Desta manera sucedió el señorío y
          monarchía del imperio romano; lo mesmo
          en el de los partos y asirios y en otros
          diversos, en los cuales hemos visto
          subir unos y abaxar otros, abatirse los
          unos y engrandecerse los otros. Viniendo
          á particularizar más, lo mesmo se vió
          también en los particulares; así que
          hemos visto fenecerse y acabarse muchos
          linajes y comenzarse y principiar otros,
          y de los que se acabaron no habrá ninguno
          que no diga que el que mayor gloria
          alcanzó y el que mayor honra mereció fué
          el que hizo el principio dél, digo el que
          dió principio con virtudes y hazañas, que
          si el linaje se principió por alguna vía
          no lícita, estonces esta gloria se ha
          de dar al primero sucesor que lo mereció
          por su virtud y fortaleza; y así siempre
          merece más y tiene mayor fuerza el tronco
          que las ramas.

          JERÓNIMO.--¿De manera que, según lo que
          decís, el testamento que hizo Adán fué
          dexar á todos sus descendientes por
          herederos, para que el que más pudiese
          tomar y usurpar fuese suyo?

          ANTONIO.--Assí fuera si no dexara
          juntamente la razón y la justicia con que
          nos gobernásemos; pero éstas en algunas
          partes tienen poca fuerza, á lo menos
          para con los poderosos, los cuales no
          quieren que valga razón con ellos más de
          lo que vale su voluntad.

          ALBANIO.--¿Y qué es lo que queréis
          concluir de lo que habéis dicho?

          ANTONIO.--Lo que concluyo es que todos
          somos hijos de un padre y de una
          madre, todos sucesores de Adán, todos
          somos igualmente sus herederos en la
          tierra, pues no mejoró á ninguno ni hay
          escritura que dello dé testimonio; de
          lo que nos hemos de preciar es de la
          virtud, para que por ella merezcamos ser
          más estimados, y no poner delante de
          la virtud la antigüedad y nobleza del
          linaje, y muy menos cuando nosotros no
          somos tales que nos podemos igualar con
          los antepasados, porque, como dice Sant
          Agustín, no ha de seguir la virtud á la
          honra y á la gloria, sino ellas han de
          seguir á la virtud. Y en otra parte: No
          se ha de amar y procurar la honra, sino
          la virtud y hazañas por donde se merece;
          y, en fin, una cosa han de considerar los
          que presumen de ensoberbecerse y hacer
          el principal fundamento en su linaje
          para su valor y estimación, y es lo que
          dice Séneca: Que no hay esclavo ninguno,
          que si se pudiese saber quiénes fueron
          aquellos de quien procede, comenzando de
          muchos tiempos atrás, que no se hallase
          por línea recta venir de sangre de reyes
          ó de príncipes poderosos, y que así no
          hay rey que no venga y sea descendiente
          de sangre de esclavos, que, según las
          vueltas del mundo, la confusión que en él
          ha habido, las veces que se ha revuelto,
          las mudanzas que ha hecho, los reinos y
          estados que se han trocado tantas y tan
          diversas veces, podemos creer con justa
          causa ser muy verdadero el dicho de
          Séneca. Y pensando en él debríamos perder
          la soberbia que tenemos, presumiendo con
          los linajes, y tener en mayor estima y
          hacer más acatamiento á los que con sus
          obras hacen principio á su linaje; que no
          hay razón para que queramos heredar los
          mayorazgos y no las virtudes de aquellos
          que los ganaron con ellas, y gozar de
          lo que ellos gozaron por la prosperidad
          de las riquezas y no porque tengamos el
          mismo valor en las personas. No dirá uno:
          «soy virtuoso ó soy bueno»; sino: «soy de
          los godos, ó soy de tal ó de tal linaje,
          descendiendo de tal casta ó de tal
          parentela»; y no miran lo que dice Ovidio
          en el libro XIII de su _Metamorphoseos_:

             _Et genus, et proavos, et quæ non
          fecimus ipsi, Vix ea nostra voco._

          JERÓNIMO.--Yo no he estudiado gramática
          para entender eso.

          ANTONIO.--Quiere decir, que el linaje
          y los agüelos y las cosas que ellos
          hicieron mal puede uno decir que son
          suyas, ni preciarse dellas, pues él no
          las hizo. Y lo mesmo dice otro poeta, que
          no tengo memoria quién es, aunque se me
          acuerdan sus versos que son éstos:

            _Sanguine ab etrusco quid refert ducere
          nomen Cum friget et virtus cumque relicta jacet._

          Que quiere decir: ¿qué hace al caso
          traer el nombre y descendencia de la
          sangre de los toscanos, como la virtud
          se haya resfriado y habiéndola dexado
          éste desamparada? Por cierto si los
          hombres tuviesen buena consideración no
          habrían de decir: «mis pasados fueron
          virtuosos y buenos y por esto me precio
          dellos», sino: «yo soy bueno y virtuoso
          como mis passados lo fueron, y primero
          me quiero preciar de mí y después de
          mis progenitores», que más excelente
          cosa es dar principio á un linaje que no
          irlo prosiguiendo, si no fuese con las
          condiciones que he dicho. Y si lo queréis
          ver, por ejemplo, decidme: en las órdenes
          de Santo Domingo y San Francisco y otros
          sanctos que las instituyeron, ¿á quien
          estimaréis en más, á los mesmos sanctos
          que las ordenaron y dieron principio ó á
          los religiosos que las guardan y cumplen
          con toda sinceridad y pureza? Por cierto
          mucho se debe á los religiosos, pero no
          habrá nadie que con razón pueda decir
          que no se deba mayor honra á los mesmos
          sanctos, porque fueron causa y principio
          del bien de todos los otros. Y si queréis
          decir que por esto se entiende que hemos
          de tener en más al que da principio á
          un linaje que no á los sucesores, pero
          que no por esto ha de ser más honrado
          que los que proceden de otros linajes
          más antiguos, responderos he yo que más
          estimo á San Francisco que al mejor
          fraile de la orden de Santo Domingo, y en
          más á Sant Benito que al mejor fraile de
          la orden de San Bernardo, y así en todas
          las otras órdenes, no porque cada uno
          de los frailes no pudiessen igualar en
          bondad y en santidad con los santos que
          he dicho, sino porque no fueron principio
          ni dieron principio á las órdenes,
          como lo hacen los que comienzan y dan
          principio á los linajes; así que con esto
          alcanzaréis lo que se ha de sentir desta
          materia que altercamos. En fin, en justa
          razón y verdadera filosofía, el mundo en
          esto está tan ciego como en lo demás,
          y la causa es que, como hay pocos que
          puedan alcanzar y tener el valor de sus
          personas por la virtud y bondad, y muchos
          que se pueden preciar de sus antepasados,
          pueden más en esta guerra los muchos
          que los pocos, y no curando de razón ni
          justicia, ni queriendo escuchar las que
          los otros tienen, defienden su partido á
          puñadas y forzosamente.

          JERÓNIMO.--Confórmanse en esso con el
          desafuero de Mahoma, el cual mandó que
          su ley se defendiese con armas y no con
          razones, y esto es claro que lo hizo
          por la poca razón que hay en ella para
          defenderse.

          ALBANIO.--No niego yo, señor Antonio,
          que vuestras razones no vayan muy bien
          fundadas; pero tengo por recia cosa que
          queréis con ellas abatir y deshacer la
          nobleza de la sangre confirmada por
          tantos descendientes como vemos que hay
          en los linajes antiguos, en los cuales,
          aunque el primero haya hecho el principio
          y se le haya dado por ello la gloria
          y honra que merece, no por eso son de
          menos merecimientos los que siguieron sus
          pisadas, á los cuales, si por ventura se
          les offreciera cosa en que poder mostrar
          su valor, no lo hicieran menos, y pudiera
          ser que se mostraran más valerosos. Y
          assí lo que vois hacéis es juzgar sin oir
          las partes y sin tener información ni
          averiguación de la justicia que tienen.

          ANTONIO.--Essa información y experiencia
          no estoy yo obligado á hacerla, ni
          ninguno, para juzgar lo que exteriormente
          parece; los que quisieren ser remunerados
          con el premio de la honra, la han de
          hacer de sí mesmos y dar testimonio
          dello con las obras que hicieren, porque
          sería tomar cuidado de cosas ajenas sin
          que á nosotros nos fuese encargado. Los
          que pretenden la ganancia pretendan
          el trabajo y hacernos ciertos de que
          la merecen, que si esa consideración
          hubiésemos de tener, muchos hombres de
          bajos y humildes estados hay que si se
          les ofreciesen casos en que mostrar el
          valor de sus ánimos y el esfuerzo de sus
          corazones, no deberían en ellos nada á
          los que más presumen. Assí que yo quiero
          tener en más á los que hacen grandes
          hazañas que á los que las podrían hacer
          no las haciendo; que también podría cada
          uno de nosotros ser un rey y no lo somos,
          y no por esso nos tienen en tanto como á
          los reyes.

          ALBANIO.--Todo lo que habéis dicho me
          parece bien si el decreto de San Gregorio
          no sonase lo contrario, en el cual
          declara que ha de ser más estimado y
          honrado el hijo del bueno que es bueno
          que no el que por su persona tiene este
          merecimiento, y la razón para que esto
          sea así es de tan gran fuerza, que yo
          no le hallo contradicción ninguna ni
          argumento que pueda desbaratarla, la cual
          os quiero poner en término que me podáis
          responder á ella si hallareis qué poder
          decir para confundirla.

          ANTONIO.--Proponed, que yo iré
          respondiendo como supiere, aunque, según
          la habéis encarecido, desde agora me
          puedo dar por concluso; pero todavía
          tengo creído que no faltará respuesta, y
          mejor de la que vos pensáis.

          ALBANIO.--Decidme: si un religioso reza
          sus horas canónicas con mucho cuidado
          y devoción, y un seglar hace lo mismo
          y en la misma igualdad, ¿cuál de ellos
          merecerá mayor premio y será digno de más
          gloria?

          ANTONIO.--Paréceme que el religioso,
          porque assí como tendría mayor pena
          y mayor castigo no cumpliendo con la
          obligación que tiene sobre sí, assí es
          justo que se le dé mayor premio por
          hacerlo que es obligado; que de otra
          manera sería notorio agravio el que
          recibiese, y como Dios sea juez tan
          justo, quiere que sean iguales en la
          gloria y en la pena, para que el que
          fuere digno de más crecida pena también
          lo sea para llevar más crescida la gloria.

          ALBANIO.--Lo cierto habéis respondido, y
          de vuestra respuesta sale la razón que
          he dicho, y así me responded á lo que
          diré: ¿cuál es digno de mayor infamia,
          uno que es de muy buen linaje y hace
          alguna vileza ó cosa fea de que pueda
          ser reprehendido, ó uno que ha alcanzado
          valor por su sola persona y comete la
          misma vileza haciendo lo que no debe?

          ANTONIO.--El que ha ganado el
          merecimiento y valor por su persona.

          ALBANIO.--Pues ¿cómo puede ser esso,
          que vos mesmo os contradecís, porque
          esta razón tiene la mesma fuerza que la
          pasada? Claro es y notorio á todos que
          mayor obligación tiene un bueno á obrar
          cosas buenas y virtuosas que uno que no
          lo es tanto, digo en la calidad y linaje,
          y así por esta obligación que tiene sobre
          sí merece mayor premio y honra en ser
          bueno siguiendo la virtud de sus pasados,
          que no el que es de bajo y oscuro linaje;
          porque éste no está tan obligado á usar
          de aquella bondad, y así como al bueno
          se le ha de dar mayor premio por esto,
          es digno de mayor infamia si se desvía
          del camino que fundó el que dió principio
          á su linaje y siguieron los que dél han
          procedido, y si es digno de mayor infamia
          faltando á su obligación, justo será que
          se le dé mayor honra sin contradicción
          ninguna.

          ANTONIO.--Hermosa y fuerte razón es la
          que, señor Albanio, habéis traído, y
          argumento muy aparente, aunque no dexa de
          tener respuesta bastante, porque, como
          suelen decir, debaxo de la buena razón
          á veces está el engaño, y asi lo está
          debaxo desto que vos habéis dicho cuando
          quisiéredes bien entenderlo, porque yo
          no niego que al que es de buen linaje y
          hijo de buenos padres se le debe mayor
          honra, siendo bueno, que al que es de
          humilde linaje aunque sea bueno; pero
          esto se entiende cuando son igualmente
          buenos, que bien podría ser bueno el que
          es de buen linaje y tener mayor bondad
          el que es de más bajo estado; y en este
          caso todavía me afirmo en que es digno
          de mayor honra el que mayor bondad
          tuviere; esto podréis mejor entender
          por lo que agora diré. Notorio es que
          muchos romanos de oscuros y bajos linajes
          hicieron hechos tan valerosos que por
          ellos merecieron ser recebidos en Roma
          con muy honrados y sumptuosos triunfos,
          y á algunos dellos se les pusieron
          públicas estatuas en los lugares públicos
          y fueron tenidos y estimados como dioses
          que decian, héroes entre los hombres.
          No faltaban juntamente en Roma algunos
          hombres de antiguos y claros linajes,
          muy virtuosos y sin mancilla que les
          pudiese embarazar la honra; pero con no
          igualar en los hechos, ni en la fortaleza
          y virtud del ánimo con los otros, no se
          igualaban con ellos en la honra que se
          les hacía, antes eran tenidos y estimados
          en menos. El rey David, pastor fué que
          guardaba ganado, y en su tiempo muchos
          varones sanctos y virtuosos hubo que
          descendían de sangre de reyes, á los
          que no les faltaba virtud ni fortaleza;
          pero con no igualarse en ellas ni en las
          hazañas tan valerosas, principalmente
          cuando mató á Golias, no fueron tan
          honrados ni tan estimados de las gentes
          como lo fué el rey David. Y así podría
          traeros otros diversos exemplos, los
          cuales dexo por la prolixidad y porque
          entre nosotros lo vemos cada día; que
          dos hijos de un padre y de una madre
          igualmente buenos, si á algunos dellos
          por permisión y voluntad de Dios ayuda y
          le favorece la industria en poder acabar
          y salir con hechos más hazañosos, le
          tenemos y estimamos por más honrado que
          al otro.

          JERÓNIMO.--Desa manera al acaecimiento se
          ha de atribuir la honra de los hombres y
          en él está darla á los unos y quitarla á
          los otros.

          ANTONIO.--Principalmente se ha de
          atribuir á Dios, pues todas las cossas se
          gobiernan por su summo poder y voluntad.
          Pero con esto permite que algunos
          sean más bien empleados que otros, y
          así cuando unos se ensalzan, otros se
          humillan y abaten, que no pueden estar
          todos en una igualdad. Y así resolviendo
          me digo, que cuando dos hombres, el uno
          de buen linaje y el otro de no tan bueno,
          fueren igualmente buenos, que ha de ser
          preferido y antepuesto en la honra el de
          buen linaje al otro, y si no son iguales,
          siendo mejor en virtud y fortaleza el
          que es inferior en linaje ha de ser más
          estimado y preferido; y conforme á esto
          se ha de entender el decreto sobredicho,
          porque la razón que habéis dicho de que
          merece mayor pena el bueno, haciendo lo
          que no debe, que el que no es tal como
          él, yo os lo confieso que así es digno de
          mayor gloria. Pero (como en lo que arriba
          he dicho bien á la clara yo he probado)
          el que tiene más virtud y valor, aunque
          sea desigual en linaje, ya se ha hecho
          tan bueno con ello como el otro, y aun
          mejor. Y así está ya puesto debajo de
          la mesma obligación de usar la virtud y
          bondad, y obligado á la mesma pena. Lo
          que entenderéis por un ejemplo que diré:
          Si un fraile ha que es fraile cuarenta
          años, y otro no ha más de uno que hizo
          proffesión, ¿no estará éste obligado á
          los preceptos de la orden como el otro?
          ¿y no pecará igualmente?

          ALBANIO.--Aunque en parte le relevaría no
          estar tan habituado á las observancias
          de la orden; pero si no es pecado por
          inorancia, eso no puede negarse.

          ANTONIO.--Pues lo mesmo es en lo que
          tratamos; que cuando uno se ensalza y
          engrandece con virtudes y hazañas, hace
          profesión en la orden de la honra, de
          manera que tan obligado queda á guardar
          los preceptos della y conservarla como
          aquel que de antiguo tiempo tiene
          esta obligación, pues que á todos nos
          obliga la naturaleza igualmente á ser
          virtuosos, no quiero decir en un mesmo
          grado, sino que nos obliga á todos sin
          excetar alguno, dexando la puerta abierta
          para que sea vicioso, y á lo mesmo la
          verdadera ley christiana que tenemos y
          seguimos nos obliga juntamente á todos, y
          desta manera, si bien lo consideramos, no
          tenemos por qué decir que es más obligado
          á sustentar la honra de sus antepasados
          uno que desciende de claro y antiguo
          linaje que uno que por si mesmo la ha
          ganado de nuevo.

          ALBANIO.--En fin, la común opinión es
          contraria de lo que decís, porque tienen
          en tanto una antigua y clara sangre,
          que el que della participa, siempre es
          juzgado digno de mayor honra.

          ANTONIO.--No entendemos qué cosa es
          ser buena y clara la sangre, pues ya
          conocemos qué cosa es ser antigua. Por
          cierto á muchos juzgamos de buena sangre
          que la tienen inficionada y corrompida de
          malos humores, y dexando de ser sangre
          se vuelve en ponzoña que, bebiéndola,
          bastaría á matar á cualquier hombre,
          y algunos labradores hay viles y que
          no sabiendo apenas quiénes fueron sus
          padres tienen una sangre tan buena y tan
          pura que ninguna mácula hay en ella.
          Esta manera de decir de buena sangre
          es desatino y un impropio hablar. Pero
          dexando esto, yo estoy espantado de las
          confusiones, novedades, desatinos que
          cada día vemos en el mundo acerca desto
          de los linajes; pluguiesse á Dios que
          tuviesse yo tantos ducados de renta en su
          servicio para no vivir pobre, como hoy
          hay hidalgos, pecheros y villanos que no
          pechan, que en esto hay algunos que se
          saben dar tan buena maña, que gozan del
          privilegio que no tienen, y otros hay
          tan apocados y tan pobres, que no son
          bastantes á defender su hidalguía cuando
          los empadronan, y assí la pierden para
          sí y para sus descendientes. Y assí hemos
          visto dos hermanos de padre y madre ser
          el uno hidalgo y pechar el otro, y ser el
          uno caballero y el otro no alcanzar á ser
          hidalgo. Algunos de los que son hidalgos
          no hallan testigos que juren de padre y
          agüelo, como la ley lo manda; otros que
          no lo son, hallan cien testigos falsos
          que por poco interese juran. Y assí anda
          todo revuelto y averiguada mal la verdad
          en este caso.

          JERÓNIMO.--Así es, señor Antonio, como
          vos lo decís, que muchas veces lo he
          considerado y aun visto por experiencia.
          Pero decidme, ¿qué diferencia hay entre
          hidalgo y caballero, que yo no lo alcanzo?

          ANTONIO.--Yo os la diré. En los tiempos
          antiguos, los reyes hacían hidalgos
          algunos por servicios que les hacían ó
          por otros méritos que en ellos hallaban;
          á otros armaban caballeros, que era mayor
          dignidad, porque gozaban de más y mejores
          essenciones; pero esto se entendía en sus
          vidas, porque después sus descendientes
          no gozaban de más de ser hidalgos. Los
          que eran caballeros se obligaban á
          cumplir ciertas cosas cuando recebían
          la orden de caballería, como aun agora
          parece por algunas historias antiguas, y
          en los libros de historias fingidas, que
          tomaron exemplo de lo verdadero, se trata
          más copiosamente, y por esta causa eran
          en más estimados. Agora no se usa aquella
          orden de caballería, y así hay muy pocos
          caballeros á los cuales nuestro emperador
          ha dado este previlegio ó por sus
          virtudes ó por otros respetos, y con ser
          la mayor dignidad de todas en la milicia,
          puede tanto la malicia de las gentes,
          que si antes que hubiessen la orden de
          caballería no eran de buen linaje, los
          llaman por despreciados caballeros pardos
          ó hidalgos de privilegio, paresciéndoles
          que por ser en ellos más antigua la
          hidalguía tiene mayor valor, y dexando
          de guardar en esto la verdadera orden
          que se ha de tener. A los hidalgos ricos
          llaman caballeros, y á lo que creo es
          porque tienen más posibilidad para andar
          á caballo, que yo no veo otra causa que
          baste, porque tan hidalgo es un hidalgo
          que no tiene un maravedí de hacienda como
          un señor que tiene veinte cuentos de
          renta, si, como he dicho, no es armado
          caballero; y hay tan pocos caballeros
          en Castilla, que aunque el rey ha dicho
          algunos, no sería muy dificultoso el
          número dellos, y con todo esto no veréis
          otra cosa, ni oiréis entre los que
          presumen sino á fe de caballero, yo os
          prometo como caballero, sin que tengan
          más parte con ser caballeros que quien
          nunca lo fué ni lo soñó ser, ó diremos
          que toman este nombre en muy ancho
          significado porque el vulgo tiene por
          caballero que es hombre rico que anda á
          caballo. Desta manera son todas las otras
          cosas que tocan á esto de la honra, que
          ningún concierto ni orden hay en ellas,
          sino que cada uno juzga y defiende como
          le parece y como más hace á su apetito.

          ALBANIO.--¿Sabéis, Antonio, qué veo?
          Que cuando comenzamos esta materia
          prometisteis de no sentenciar en ella, y
          á lo que he visto, por más que sentenciar
          tengo vuestras palabras, pues ningún
          lugar habéis dejado con ellas para ser
          más estimados los herederos de la honra
          que los que por sí la ganaron, y no os
          veo tan desapasionado en esto que queráis
          volver atrás de lo que habéis dicho en
          ninguna cosa.

          ANTONIO.--Yo digo lo que siento, y no
          por esso dejo de pensar que habrá otros
          que lo sientan differentemente y de
          manera que tengan otras muchas razones
          contrarias para contradecir lo que he
          dicho, y así me pongo debaxo de la
          correción de los que más sabios fueren
          y mejor lo entendieren; pero esto ha
          de ser no les yendo en ello su propio
          interese, que desta manera podrán ser
          buenos jueces, como vemos que lo fué
          Salustio que cuando competía con Marco
          Tulio, porque le iba su propia pasión,
          fué del parecer vulgar, mas cuando habló
          desapasionado y como filósofo moral en la
          batalla que escrebió del rey Ingurta dice
          asi:

             _Quanto vita majorum plæclarior est,
           tanto posterorum socordia flagitior est._

          que quiere decir: cuanto la vida de los
          antepasados fué más illustre, tanto
          la pereza de los descendientes es más
          culpada.

          Y pues que ya hemos dicho brevemente todo
          lo que alcanza á nuestros claros juicios,
          y yo he cumplido lo que quedé mejor que
          he sabido, justo será que nos vamos, que
          ya el sol tiene tanta fuerza que no basta
          el frescor de la verdura para resistirla.

          JERÓNIMO.--Es ya casi medio día y con el
          gusto de la cuestión no hemos sentido ir
          el tiempo. Caminemos, porque no hagamos
          falta, que ya el conde habrá demandado la
          comida.


                         _Finis._




                   COLLOQUIO PASTORIL

          En que un pastor llamado Torcuato cuenta
            á otros dos pastores llamados Filonio
            y Grisaldo los amores que tuvo con una
            pastora llamada Belisia. Va compuesto en
            estilo apacible y gracioso y contiene
            en sí avisos provechosos para que las
            gentes huyan de dexarse vencer del Amor,
            tomando enxemplo en el fin que tuvieron
            estos amores y el pago que dan á los que
            ciegamente los siguen, como se podrá ver
            en el proceso deste colloquio.


          Á LOS LECTORES DICE LAS CAUSAS QUE LE
            MOVIERON Á PONER ESTE COLLOQUIO CON LOS
            PASSADOS.

          Bien cierto estoy que no faltarán
          diferentes juicios para juzgar esta obra,
          como los hay para todas las otras que
          se escriben, y que aunque haya algunos
          á quien les parezca bien, habrá otros
          que tendrán otro parecer diferente y
          murmurarán diciendo que no fué bien
          acertado mezclar con los colloquios de
          veras uno de burlas, como es el que se
          sigue, y que yo debiera excusarlo assí,
          y quiero decir los motivos que para ello
          tuve y me parecieron bastantes, en los
          cuales pude acertar y también he podido
          engañarme, que creo que habrá assimesmo
          en esto diversos pareceres como en lo
          pasado. Lo primero que me movió, fué
          que, dirigiendo este libro al Sr. D.
          Alonso Pimentel, y estando su señoría
          en edad tan tierna, cuando viniese á
          leer cosas más pesadas que apacibles,
          como son las que se tratan en estos
          colloquios, que por ventura se enfadaría
          dellas, y convenía hallar en qué mudar
          el gusto para tomar más sabor en lo que
          se leyese, y así quise poner por fruta
          de postre la que también podrá servir en
          el medio cuando entre manjar y manjar
          quisiere gustar della; y demás desto, no
          dexa de tener en sí este colloquio muy
          buenos enxemplos y dotrina, pues se podrá
          entender por él el fin que se sigue de
          los amores que se siguen con vanidad,
          y cuán poca firmeza se suele hallar en
          ellos. También en la segunda y tercera
          parte se hallarán algunas cosas que,
          considerándolas, se sacará dellas muy
          gran provecho, pues tienen más sentido
          en sí del que en la letra parece; y sin
          estas causas que he dado, parecióme que
          podría yo hacer lo que otros autores muy
          graves hicieron sin ser reprehendidos por
          ello, y que tenía escudo y amparo en su
          enxemplo contra las lenguas de los que de
          mí por esta causa murmurar quisiessen.

          El primero es el poeta Virgilio, que con
          los libros de _La Eneida_, siendo obra
          tan calificada, no le pareció mal poner
          las _Bucólicas_, que tratan cosas de
          amores, y los _Parvos_, que son todos
          de burlas y juegos. El poeta Ovidio
          también mezcló con sus obras el de _Arte
          amandi_ y el de _Remedio amoris_. Eneas
          Silvio, que después se llamó el papa Pío,
          escribió cosas muy encarecidas y con
          ellas los _Amores de Eurialo Franco_ y
          _Lucrecia Senesa_. Luciano, autor griego,
          con los colloquios de veras mezcló
          algunos de burlas y donaires, y también
          puso con ellos los libros en que escribe
          el _Mundo nuevo de la luna_, fingiendo
          que hay en ella ciudades y poblaciones de
          gentes y otras cosas que van pareciendo
          disparates. Petrarca muchas obras
          escribió en que se mostró muy gran
          teólogo y letrado, y no por esto dexó
          de poner entre ellas la que hizo sobre
          los amores que tuvo con madona Laura, y
          así yo pude escribir el colloquio que se
          sigue con los pasados, teniendo por mi
          parte tantos autores con quien defenderme
          de lo que fuere acusado. Y si estas
          razones y excusas no bastaren, bastará
          una, y es que á los que les pareciere
          mal no lo lean y hagan cuenta que aquí
          se acabaron los colloquios, que para mí
          basta solamente que á quien van dirigidos
          se satisfaga de mi intención, la cual ha
          sido de acertar á servir en esto y en
          todo lo que más pudiere hacerlo, como soy
          obligado.

                                   _Torquemada._




                    COLLOQUIO PASTORIL

          En que se tratan los amores de un pastor
            llamado Torcato con una pastora llamada
            Belisia: el cual da cuenta dellos á otros
            dos pastores llamados Filonio y Grisaldo,
            quexándose del agravio que recibió de
            su amiga. Va partido en tres partes. La
            primera es del proceso de los amores. La
            segunda es un sueño. En la tercera se
            trata la causa que pudo haber para lo que
            Belisia con Torcato hizo.


                     INTERLOCUTORES

          _Grisaldo._--_Torcato._--_Filonio._

          FILONIO.--¿Qué te parece, Grisaldo, de
          las regocijadas y apacibles fiestas que
          en estos desposorios de Silveida en
          nuestro lugar hemos tenido, y con cuánto
          contento de todos se ha regocijado?
          Que si bien miras en ello, no se han
          visto en nuestros tiempos bodas que con
          mayor solemnidad se festejasen, ni en
          que tantos zagales tan bien adrezados
          ni tantas zagalas tan hermosas y bien
          ataviadas y compuestas se hayan en uno
          juntado.

          GRISALDO.--Razón tienes, Filonio, en lo
          que dices, aunque yo no venga del todo
          contento, por algunos agravios que en
          ellas se han recibido, que á mi ver han
          sido en perjuicio de algunos compañeros
          nuestros, que con justa causa podrán
          quedar sentidos de la sinrazón que
          recibieron. Y porque no eres de tan torpe
          entendimiento que tu juicio no baste para
          haber conocido lo que digo, dime, así
          goces muchos años los amores de Micenia
          y puedas romper en su servicio el jubón
          colorado y sayo verde con la caperuza
          azul y zaragüelles que para los días de
          fiesta tienes guardados, ¿no fué mal
          juzgada la lucha entre Palemón y Melibeo
          dándose la ventaja á quien no la tenía y
          poniendo la guirnalda á quien no la había
          merecido; que si tuviste atención no fué
          pequeña ventaja la que tuvo el que dieron
          por vencido al que por vencedor señalaron?

          FILONIO.--Verdaderamente, hermano
          Grisaldo, bien desengañado estaba yo de
          que el juicio fué hecho más con afición
          que no con razón ni justicia; porque
          puesto caso que Palemón sobrepujase en
          fuerzas á Melibeo, no por eso se le
          debía atribuir la victoria, pues nunca
          le dió caída en que ambos no pareciesen
          juntamente en el suelo, y demás desto,
          si bien miraste la destreza de Melibeo
          en echar los traspiés, el aviso en armar
          las zancadillas, la buena maña en dar los
          vaivenes, juzgarás que no había zagal en
          todas estas aldeas que en esto pudiese
          sobrepujarlo; y cuando Palemón con sus
          fuertes brazos en alto lo levantaba,
          así como dicen que Hércules hizo al
          poderoso Anteo, al caer estaba Melibeo
          tan mañoso que, apenas con sus espaldas
          tocaba la tierra, cuando en un punto
          tenía á Palemón debaxo de sí, que quien
          quiera que le viera más dignamente le
          juzgara por victorioso que por vencido.
          Pero ¿qué quieres que hiciese el buen
          pastor Quiral, puesto por juez, que
          por complacer á su amada Floria le era
          forzado que, con justicia ó sin ella,
          diese la sentencia por Palemón su hermano?

          GRISALDO.--Si al amor pones de por
          medio, pocas cosas justas dexarán de
          tornar injustamente hechas. Y dexando la
          lucha, no fué menos de ver el juego de
          la chueca, que tan reñido fué por todas
          partes, en el cual se mostró bien la
          desenvoltura y ligereza de los zagales,
          que en todo un día no pudieron acabar de
          ganarse el precio que para los vencedores
          estaba puesto; ni en la corrida del bollo
          se acabó de determinar cuál de los tres
          que llegaron á la par lo había tocado
          más presto que los otros, y en otras dos
          veces que tomaron á correr, parecía que
          siempre con igualdad habían llegado.

          FILONIO.--Bien parece que con faltar
          Torcato en estos regocijos y fiestas,
          todos los pastores y mancebos aldeanos
          pueden tener presunción que cuando él
          presente se hallaba, ninguno había que
          con gran parte en fuerzas y maña le
          igualase; todas las joyas y preseas eran
          suyas, porque mejor que todos lo merecía
          y en tirar á mano ó con una honda, en
          saltar y bailar á todos sobrepujaba,
          en tañer y cantar con flauta, rabel
          y cherumbela, otro segundo dios Pan
          parecía. No había zagala hermosa en toda
          la comarca que por él no se perdiese;
          todas deseaban que las amase, y, en fin,
          de todas las cosas de buen pastor á todos
          los otros pastores era preferido; mas
          agora yo no puedo entender qué enfermedad
          le trae tan fatigado y abatido, tan
          diferente del que ser solía, que apenas
          le conozco cuando le veo su gesto, que en
          color blanca con las mejillas coloradas
          á la blanca leche cubierta de algunas
          hojas de olorosos claveles semejaba,
          agora flaco, amarillo, con ojos sumidos,
          más figura de la mesma muerte que de
          hombre que tiene vida me parece; su
          tañer y cantar todo se ha convertido
          en lloros y tristezas; sus placeres y
          regocijos en suspiros y gemidos; su dulce
          conversación en una soledad tan triste
          que siempre anda huyendo de aquellos que
          lo podrían hacer compañía. En verdad te
          digo, Grisaldo, que las veces que con él
          me hallo, en verle cual le veo, con gran
          lástima que le tengo, me pesa de haberle
          encontrado, viendo el poco remedio que á
          sus males puedo darle.

          GRISALDO.--Mal se puede remediar el
          mal que no se conoce; pero bien sería
          procurar de saberlo dél, si como amigo
          quisiesse manifestarnos lo que siente.

          FILONIO.--Muchas veces se lo he
          preguntado, y lo que entiendo es que él
          no entiende su mal, ó si lo conoce, no
          ha querido declararse conmigo; pero lo
          que yo solo no he podido, podría ser
          que entrambos como amigos podiésemos
          acabarlo. Y si su dolencia es tal que
          por alguna manera podiese ser curada,
          justo será que á cualquiera trabajo nos
          pongamos para que un zagal de tanta
          estima y tan amigo y compañero de todos
          no acabe tan presto sus días, trayendo la
          vida tan aborrida.

          GRISALDO.--¿Pues sabes tú por ventura
          dónde hallarlo podiésemos? que assí goce
          yo de mi amada Lidia, no procure con
          menor cuidado su salud que la mía propia.

          FILONIO.--No tiene estancia tan cierta
          que no somos dudosos de encontrarle,
          porque siempre se aparta por los xarales
          más espesos y algunas veces en los
          valles sombríos, y en las cuevas escuras
          se encierra, donde sus gemidos, sus
          lamentaciones y querellas no puedan ser
          oídas; pero lo más cierto será hallarle á
          la fuente del olivo, que está enmedio de
          la espesura del bosque de Diana, porque
          muchas veces arrimado á aquel árbol lo
          he visto tañer y cantar estando puesto
          debaxo de la sombra y oteando de allí su
          ganado, el cual se puede decir que anda
          sin dueño, según el descuido del que lo
          apacienta.

          GRISALDO.--Pues sigue, Filonio, el
          camino, que cerca estamos del lugar
          donde dices. Y para que menos cansancio
          sintamos, podremos ir cantando una
          canción que pocos días ha cantaba Lidia
          á la vuelta que hacia del campo para la
          aldea trayendo á sestear sus ovejas.

          FILONIO.--Comienza tú á decirla, que yo
          te ayudaré lo mejor que supiere.


                      GRISALDO

                En el campo nacen flores
              y en el alma los amores.
                El alma siente el dolor
              del zagal enamorado,
              y en el alma está el amor
              y el alma siente el cuidado;
              assí como anda el ganado
              en este campo de flores,
              siente el alma los amores.

          FILONIO.--Calla, Grisaldo, no cantemos:
          que á Torcato veo adonde te dixe,
          y tendido en aquella verde yerba,
          recostado sobre el brazo derecho, la
          mano puesta en su mexilla, mostrando
          en el semblante la tristeza de que
          continuamente anda acompañado, y á lo
          que parece hablando está entre sí. Por
          ventura antes que nos vea podremos oir
          alguna cosa por donde podamos entender la
          causa de su mal.

          GRISALDO.--Muy bien dices; pues no nos ha
          sentido, acerquémonos más, porque mejor
          podamos oirle.

          TORCATO.--¡Oh, claro sol, que con los
          resplandecientes rayos de la imagen
          de tu memoria alumbras los ojos de mi
          entendimiento, para que en ausencia
          te tenga presente, contemplando la
          mucha razón que tengo para lo poco que
          padezco! ¿Por qué permites eclipsar
          con la crueldad de tu olvido la luz
          de que mi ánima goza, poniéndola en
          medio de la escuridad de las tinieblas
          infernales, pues no tengo por menores
          ni menos crueles mis penas que las que
          en el infierno se padecen? ¡Oh, ánima
          de tantos tormentos rodeada! ¿cómo con
          ser inmortal los recibes en ti para
          que el cuerpo con el fuego en que tú
          te abrasas se acabe de convertir en
          ceniza? Si el uso de alguna libertad en
          ti ha quedado, sea para dexar recebir
          tanta parte de tus fatigas al miserable
          cuerpo que con ellas pueda acabar la
          desventurada vida en que se vee. ¡Oh,
          desventurado Torcato, que tú mesmo no
          sabes ni entiendes lo que quieres, porque
          si con la muerte das fin á los trabajos
          corporales no confiesas que quedarán
          en tu ánima inmortal perpetuamente! Y
          si han de quedar en ella, ¿no es mejor
          que viviendo se los ayude á padecer tu
          cuerpo en pago de la gloria que con los
          favores pasados de tu Belisia le fue
          en algún tiempo comunicada? ¡Oh, cruel
          Belisia, que ninguna cosa pido, ni
          desseo, ni quiero, que no sea desatino,
          sino es solamente quererte con aquel
          verdadero amor y aficción que tan mal
          galardonado me ha sido! Ando huyendo de
          la vida por contentarte y pienso que no
          te hago servicio con procurar mi muerte,
          porque mayor contentamiento recibes con
          hacer de mí sacrificio cada día y cada
          hora que el que recebirías en verme de
          una vez sacrificado del todo, porque no
          te quedaría en quién poder executar tu
          inhumana crueldad, como agora en el tu
          sin ventura Torcato lo haces; bien sé
          que ninguna cosa ha de bastar á moverte
          tu corazón duro para que él de mí se
          compadezca; pero no por esso te dexaré de
          manifestar en mis versos parte de lo que
          este siervo tuyo, Torcato, en el alma y
          en el cuerpo padece. Escuchadme, cruel
          Belisia, que aunque de mí estés ausente,
          si ante tus ojos me tienes presente, como
          yo siempre te tengo, no podrás dexar de
          oir mis dolorosas voces, que enderezadas
          á ti hendirán con mis sospiros el aire,
          para que puedan venir á herir en tus
          oídos sordos mis tristes querellas.

          FILONIO.--Espantado me tienen las
          palabras de Torcato, y no puedo ser
          pequeño el mal que tan sin sentir lo
          tiene que no nos haya sentido; pero
          esperemos á ver si con lo que dixere
          podremos entender más particularmente su
          dolencia, pues que de lo que ha dicho se
          conoce ser los amores de alguna zagala
          llamada Belisia.

          GRISALDO.--Lo que yo entiendo es que no
          he entendido nada, porque van sus razones
          tan llenas de philosofías que no dexan
          entenderse; no sé yo cómo Torcato las ha
          podido aprender andando tras el ganado.
          Mas escuchemos, porque habiendo templado
          el rabel, comienza á tañer y cantar con
          muy dulce armonía.


                       TORCATO

                ¡Oh, triste vida de tristezas llena,
              vida sin esperanza de alegría,
              vida que no tienes hora buena,
              vida que morirás con tu porfía,
              vida que no eres vida, sino pena,
              tal pena que sin ella moriría
              quien sin penar algún tiempo se viese,
              si el bien que está en la pena conociese!
                Más aceda que el acebo al gusto triste,
              más amarga que el acíbar desdeñosa,
              ningún sabor jamás dulce me diste
              que no tornase en vida trabajosa;
              aquel bien que en un tiempo me quesiste
              se ha convertido en pena tan rabiosa,
              que de mí mismo huyo y de mí he miedo
              y de mí ando huyendo, aunque no puedo.
                Sabrosa la memoria que en ausencia
              te pone ante mis ojos tan presente,
              que cuando en mí conozco tu presencia,
              mi alma está en la gloria estando ausente,
              mas luego mis sentidos dan sentencia
              contra mi dulce agonía, que consiente
              tenerte puesta en mi entendimiento
              con gloria, pues tu gloria es dar tormento.
                ¡Oh, quién no fuese el que es, porque no siendo
              no sentiría lo que el alma siente!;
              mi ánima está triste, y padeciendo;
              mi voluntad, ques tuya, lo consiente;
              si alguna vez de mí me estoy doliendo
              con gran dolor, es tal que se arrepiente;
              porque el dolor que causa tu memoria
              no se dexa sentir con tanta gloria.
                Mis voces lleva el viento, y mis gemidos
              rompen con mis clamores l'aire tierno,
              y en el alto cielo son más presto oídos,
              también en lo profundo del infierno;
              que tú quieres que se abran tus oídos
              á oir mi doloroso mal y eterno;
              si llamo no respondes, y si callo
              ningún remedio á mis fatigas hallo.
                 También llamo la muerte y no responde,
              que sorda está á mi llanto doloroso;
              si la quiero buscar, yo no sé á dónde,
              y ansí tengo el vivir siempre forzoso;
              si llamo á la alegría, se me asconde;
              respóndeme el trabajo sin reposo,
              y en todo cuanto busco algún contento,
              dolor, tristeza y llanto es lo que siento.


                 TORNA Á HABLAR TORCATO

          ¡Oh, desventurado Torcato! ¿á quién
          dices tus fatigas? ¿á quién cuentas tus
          tormentos? ¿á quién publicas tus lástimas
          y angustias? Mira que estás solo; ninguno
          te oye en esta soledad; ninguno dará
          testimonio de tus lágrimas, si no son
          las ninfas desta clara y cristalina
          fuente y las hayas y robles altos y
          las encinas, que no sabrán entender lo
          que tú entiendes. Das voces al viento,
          llamas sin que haya quien te responda,
          si no es sola Eco que, resonando de
          las concavidades destos montes, de ti
          se duele, sin poder poner remedio á tu
          pasión. ¡Ay de mí, que no puedo acabar de
          morir, porque con la muerte no se acaban
          mis tormentos; tampoco tengo fuerzas para
          sustentar la miserable vida, la cual
          no tiene más del nombre sólo, porque
          verdaderamente está tan muerta que yo no
          sé cómo me viva! ¡Ay de mí, que muero y
          no veo quién pueda valerme!

          GRISALDO.--¡Filonio, Filonio; mira que
          se ha desmayado Torcato! Socorrámosle
          presto, que, perdiendo la color, su
          gesto ha quedado con aquel parecer que
          tienen aquellos que llevan á meter en la
          sepoltura.

          FILONIO.--¡Oh, mal afortunado pastor,
          y qué desventura tan grande! ¿Qué mal
          puede ser el tuyo que en tal extremo
          te haya puesto? Trae, Grisaldo, en tus
          manos del agua de aquella fuente, en
          tanto que yo sustento su cabeza en mi
          regazo; ven presto y dale con ella con
          toda furia en el gesto, para que con la
          fuerza de la frialdad y del miedo los
          espiritus vitales que dél van huyendo
          tornen á revivir y á cobrar las fuerzas
          que perdidas tenía; tórnale á dar otra
          vez con ella.

          GRISALDO.--¡Ya vuelve, ya vuelve en
          su acuerdo! Acaba de abrir los ojos,
          Torcato, y vuelve en ti, que no estás tan
          solo como piensas.

          TORCATO.--El cuerpo puede tener compañía;
          pero el alma, que no está conmigo, no
          tiene otra sino la de aquella fiera y
          desapiadada Belisia, que contino della
          anda huyendo.

          FILONIO.--Déxate deso, Torcato, agora que
          ningún provecho traen á tu salud esos
          pensamientos.

          TORCATO.--¿Y qué salud puedo yo tener
          sin ellos, que no fuese mayor emfermedad
          que la que agora padezco? Pero decidme:
          ansí Dios os dé aquella alegría que á mí
          me falta, ¿que ventura os ha traído por
          aquí á tal tiempo, que no es poco alivio
          para mí ver que en tan gran necesidad
          me hayáis socorrido, para poder mejor
          pasar el trabajo en que me he visto; que
          bien sé que la muerte, con todas estas
          amenazas, no tiene tan gran amistad
          conmigo que quiera tan presto contarme
          entre los que ya siguen su bandera?

          FILONIO.--La causa de nuestra venida
          ha sido la lástima que de ti y de tu
          dolencia tenemos; y el cuidado nos puso
          en camino, buscándote donde te hemos
          hallado, para procurar como amigo que
          vuelvas al ser primero que tenías,
          porque según la mudanza que en tus
          condiciones has hecho, ya no eres aquel
          Torcato que solías; mudo estás de todo
          punto, y créeme, como á verdadero amigo
          que soy tuyo, que los males que no son
          comunicados no hallan tan presto el
          remedio necesario, porque el que los
          padece, con la pasión está ciego para ver
          ni hallar el camino por donde pueda salir
          dellos; así que, amigo Torcato, páganos
          la amistad que tenemos con decirnos la
          causa de tu dolor más particularmente
          de lo cual hemos entendido, pues ya no
          puedes encubrir que no proceda de amores
          y de pastora que se llame Belisia, á
          la cual no conocemos, por no haber tal
          pastora ni zagala en nuestro lugar, ni
          que de este nombre se llame.

          GRISALDO.--No dudes, Torcato, en hacer lo
          que Filonio te ruega, pues la affición
          con que te lo pedimos y la voluntad
          con que, siendo en nuestra mano, lo
          remediaremos, merecen que no nos niegues
          ninguna cosa de lo que por ti pasa; que
          si conviene tenerlo secreto, seguro
          podrás estar que á ti mesmo lo dices,
          porque los verdaderos amigos una mesma
          cosa son para sentir y estimar las cosas
          de sus amigos, haciéndolas propias suyas,
          así para saberlas encubrir y callar como
          para remediarlas si pueden.

          TORCATO.--Conocido he todo lo que
          me habéis dicho, y aunque yo estaba
          determinado de no descubrir mi rabioso
          dolor á persona del mundo, obligado quedo
          con vuestras buenas obras y razones á que
          como amigos entendáis la causa que tengo
          para la triste vida que padezco. Y no
          porque piense que ha de aprovecharme, si
          no fuere para el descanso que recibiré
          cuando viere que de mis tribulaciones y
          fatigas os doléis, las cuales moverán á
          cualquier corazón de piedra dura á que
          de mí se duela y compadezca. No quiero
          encomendaros el secreto, pues me lo
          habéis offrecido, que nunca por mí vaya
          poco en que todo el mundo lo sepa. Es
          tanto el amor que tengo á esta pastora
          Belisia, que no querría que ninguno
          viniesse á saber el desamor y ingratitud
          que conmigo ha usado, para ponerme en el
          extremo que me tiene.

          FILONIO.--Bien puedes decir, Torcato,
          todo lo que quisieres, debaxo del seguro
          que Grisaldo por ambos te ha dado.

          TORCATO.--Ora, pues, estad atentos, que
          yo quiero comenzar desde el principio de
          mis amores y gozar del alivio que reciben
          los que cuentan sus trabajos á las
          personas que saben que se han de doler
          dellos.


          COMIENZA TORCATO Á CONTAR EL PROCESO DE
             SUS AMORES CON LA PASTORA BELISIA

          En aquel apacible y sereno tiempo,
          cuando los campos y prados en medio del
          frescor de su verdura están adornados
          con la hermosura de las flores y rosas
          de diversas colores, que la naturaleza
          con perfectos y lindos matices produce,
          brotando los árboles y plantas las
          hojas y sabrosas frutas, que con gran
          alegría regocijan los corazones de los
          que gozarlas después de maduras esperan,
          estaba yo el año passado con no menor
          regocijo de ver el fruto que mis ovejas
          y cabras habían brotado, gozando de ver
          los mansos corderos mamando la sabrosa
          leche de las tetas de sus madres y á los
          ligeros cabritos dando saltos y retozando
          los unos con los otros; los becerros y
          terneros apacentándose con la verde y
          abundante yerba que en todas partes les
          sobraba, de manera que todo lo que miraba
          me causaba alegría, con todo lo que veía
          me regocijaba, todo lo que sentía me daba
          contento, cantando y tañendo con mi rabel
          y chirumbela passaba la más sabrosa y
          alegre vida que contar ni deciros puedo.

          Muchas veces, cuando tañer me sentían los
          zagales y pastores que en los lugares
          cercanos sus ganados apacentaban,
          dexándolos con sola la guarda de los
          mastines, se venían á bailar y danzar con
          grandes desafíos y apuestas, poniéndome
          á mí por juez de todo lo que entre ellos
          passaba; y después que á sus majadas se
          volvían, gozaba yo solo de quedar tendido
          sobre la verde yerba, donde vencido
          del sabroso sueño sin ningún cuidado
          dormía, y cuando despierto me hallaba,
          contemplando en la luz y resplandor que
          la luna de sí daba, en la claridad de los
          planetas y estrellas, y en la hermosura
          de los cielos y en otras cosas semejantes
          passaba el tiempo, y levantándome daba
          vuelta á la redonda de mi ganado y más
          cuando los perros ladraban, con temor
          de los lobos, porque ningún daño les
          hiciessen.

          Y después de esto, pensando entre mí, me
          reía de los requiebros y de las palabras
          amorosas que los pastores enamorados
          á las pastoras decían, gozando yo de
          aquella libertad con que á todos los
          escuchaba, y con esta sabrosa y dulce
          vida, en que con tan gran contentamiento
          vivía, pasé hasta que la fuerza grande
          del sol y la sequedad del verano fueron
          causa que las yerbas de esta tierra
          llana se marchitassen y pusiesen al
          ganado en necesidad de subirse á las
          altas sierras, como en todos los años
          acostumbraban hacerlo; y ansí, juntos
          los pastores, llevando un mayoral
          entre nosotros, que en la sierra nos
          gobernase, nos fuimos á ella. Y como de
          muchas partes otros pastores y pastoras
          también allí sus ganados apacentassen, mi
          ventura, ó por mejor decir desventura,
          traxo entre las otras á esa inhumana y
          cruel pastora, llamada Belisia, cuyas
          gracias y hermosura así aplacieron á mis
          ojos, que con atención la miraban, que
          teniéndolos puestos en ella tan firmes
          y tan constantes en su obstinado mirar,
          como si cerrar, ni abrir, ni mudar no los
          pudiera, dieron lugar con su descuidado
          embovescimiento que por ellos entrase
          tan delicada y sabrosamente la dulce
          ponzoña de Amor, que cuando comencé á
          sentirla ya mi corazón estaba tan lleno
          della que, buscando mi libertad, la vi
          tan lexos de mí ir huyendo, con tan
          presurosa ligera velocidad, que por
          mucha diligencia que puse en alcanzarla,
          sintiendo el daño que esperaba por mi
          descuido, jamás pude hacerlo, antes quedé
          del todo sin esperanza de cobrarla,
          porque volviendo á mirar á quien tan sin
          sentido robádomela había, vi que sus
          hermosos ojos, mirándome, contra mí se
          mostraban algo airados, y parecióme casi
          conocer en ellos, por las señales que
          mi mismo deseo interpretaba, decirme:
          ¿De qué te dueles, Torcato? ¿Por ventura
          has empleado tan mal tus pensamientos
          que no estén mejor que merecen? Yo con
          grande humildad, entre mí respondiendo,
          le dije: Perdonadme, dulce ánima mía, que
          yo conozco ser verdad lo que dices, y en
          pago de ello protesto servirte todos los
          días que viviere con aquel verdadero amor
          y affición que á tan gentil y graciosa
          zagala se debe.

          Y ansí, dándole á entender, con mirarla
          todas las veces que podίa, lo que
          era vedado á mi lengua, por no poder
          manifestar en presencia de los que entre
          nosotros estaban el fuego que en mis
          entrañas comenzaba á engendrarse, para
          convertirlas poco á poco en ceniza,
          encontrándonos con la vista (porque ella,
          casi conociendo lo que yo sentίa, también
          me miraba), le daba á conocer que,
          dexando de ser mía, más verdaderamente
          estaba cautivo de su beldad y bien
          parecer. Y mudando el semblante, que
          siempre solίa estar acompañado de
          alegrίa, en una dulce tristeza, también
          comencé á trocar mi condición, de manera
          que todos conocían la novedad que en mí
          había.

          Y todo mi deseo y cuidado no era otro
          sino poder hablar á la mi Belisia, y
          que mi lengua le pudiese manifestar lo
          que sentía el corazón, para dar con
          esto algún alivio á mi tormento; y
          porque mejor se pudiese encubrir mi
          pensamiento, determiné en lo público
          mostrar otros amores, con los cuales
          fengidos encubriese los verdaderos, para
          que de ninguno fuesen sentidos, y así
          me mostré aficionado y con voluntad de
          servir á una pastora llamada Aurelia,
          que muchas veces andaba en compañía de
          la mi Belisia, y conversaba con mucha
          familiaridad y grande amistad con ella.
          Y andando buscando tiempo y oportunidad
          para que mi deseo se cumpliese, hallaba
          tantos embarazos de por medio, que no era
          pequeña la fatiga que mi ánima con ellos
          sentía. Y habiéndose juntado un día de
          fiesta algunos pastores y pastoras en la
          majada de sus padres de la mi Belisia,
          después de haber algún rato bailado al
          son que yo con mi chirumbela les hacía,
          me rogaron que cantase algunos versos de
          los que solía decir otras veces, y sin
          esperar á que más me lo dixesen, puestos
          los ojos con la mejor disimulación que
          pude á donde la afición los guiaba, dando
          primero un pequeño sospiro, al cual la
          vergüenza de los que presentes estaban
          detuvo en mi pecho, para que del todo
          salir no pudiese, comencé á decir:

                Extremos que con fuerza así extremada
              dais pena á mis sentidos tan sin tiento,
              teniendo al alma triste, fatigada,
                Causáisme de continuo un tal tormento
              que mi alma lo quiere y lo asegura,
              porque viene mezclado con contento.
                Si acaso vez alguna se figura
              á mi pena cruel que se fenece,
              ella misma el penar siempre procura.
                Cuando el cuidado triste en mí más crece,
              mayor contento siento y mayor gloria,
              porque el mismo cuidado la merece.
                De mal y bien tan llena mi memoria
              está, que la razón no determina
              cuál dellos lleva el triunfo de vitoria.
                Con este extremo tal que desatina,
              mi esperanza y mi vida van buscando
              el medio[1274] que tras él siempre camina.
                Y si grandes peligros van pasando,
              ninguno les empece ni fatiga;
              de todos ellos salen escapando.
                El agua no les daña, porque amiga
              á mis lágrimas tristes se ha mostrado,
              pues que ellas dan camino en que las siga.
                El fuego no las quema, que abrasado
              de otro fuego mayor siempre me siente,
              y assí passan por él muy sin cuidado.
                También mi sospirar nunca consiente
              que el viento les fatigue ni dé pena,
              si aquel de mis sospiros no está ausente.
                Amor con mi ventura así lo ordena,
              para mostrar en mí su gran potencia,
              porque á perpetua pena me condena.
                Dada está contra mí cruel sentencia,
              que no pueda morir, ni yo matarme
              ni sanar pueda desta gran dolencia.
                Sólo Amor puede con fuerza acabarme
              si me falta el consuelo y esperanza
              de aquella que el consuelo pueda darme.

          Con mucha atención estuvieron
          escuchándome todos los que allí estaban,
          y principalmente aquella hermosa Belisia,
          conociendo que salían mis palabras
          forzadas de la pasión que mi ánima por
          ella sentía, y tornando al regocijo
          primero de los bailes y danzas, oímos
          muy grandes voces de pastores y ladridos
          de mastines y perros, que seguían un
          lobo que de entre el ganado un cordero
          llevaba, al cual todos los de la
          compañía, deseosos de aquella provechosa
          caza, comenzaron á seguir con gran grita
          y alaridos, acossando los perros para que
          con mayor voluntad al lobo siguiesen,
          y como todos con grande atención lo
          fuesen mirando y siguiendo, sólo yo
          miraba en lo que más me convenía, que
          era en la mi querida Belisia, la cual,
          no sé si por no poder más correr, ó con
          la lástima que de mí tenía, por darme
          lugar á que con manifestársela recibiese
          algún descanso, se quedó harto zaguera;
          y yo, deteniéndome de la mesma manera,
          hasta que ambos emparejamos juntos, con
          la color mudada y la voz temblando, que
          casi formar las palabras no podía, así le
          comencé á decir:


           DESCUBRE TORCATO SUS AMORES Á BELISIA

          «Aquel amor, cuyas fuerzas poderosas á
          ninguno perdonan, Belisia mía, en mí
          las ha executado con tan gran fuerza,
          que forzosamente me ha rendido y hecho
          poner las armas de mi libertad en tus
          manos, haciéndome cautivo de tu angélica
          belleza, porque como del resplandeciente
          sol la luna y estrellas resciben la
          claridad que en ellas se muestra, no
          teniendo de sí mesmas otra ninguna con
          que manifestársenos puedan, así mis
          sentidos, que la vida tienen prestada
          por el tiempo que tú dársela quisieres,
          recibiéndola de ti, te pagan el tributo
          del conocimiento que desto te deben,
          poniéndose en tu presencia con aquella
          humildad que más piensan aprovecharles,
          para que de mi atribulado corazón te
          duelas. ¡Ay de mí, Belisia, que si
          como siento el trabajo de mi rabioso
          dolor sentiese no ser de ti conocido,
          imposible sería sustentar la vida con
          el bravo y contino tormento que padece!
          Bien sé que, aunque no te he hasta agora
          manifestado la crueldad de mi pena, ni
          la causa de mi tristeza, ni el extremo
          en que tu hermosura me ha puesto, en mis
          ojos lo habrás conocido, los cuales,
          habiendo querido mostrarse amigos de
          mi lengua, y viéndola hasta agora que
          estando muda ha callado, como no pueden
          formar las palabras que la lengua diría,
          con lágrimas dan señal de la fatiga que
          el corazón siente; lo que te suplico es
          que de mi terrible mal hayas lástima,
          ayudándome con algún remedio que pueda
          aliviarlo, pues que, faltándome tu favor,
          del todo sería imposible sustentar la
          vida, y si esto hacer no quisieres, á lo
          menos que muestres que recibirás contento
          con mi muerte; porque no está en más de
          que tú lo quieras para que yo no pueda
          vivir más sola una hora en el mundo».

          Acabando de decir esto, mis ojos regaban
          la tierra con tanta abundancia de
          lágrimas, que yo mesmo me maravillaba,
          pareciéndome que del todo me había de
          convertir en ellas, y mis sospiros
          parecía que rompían mis entrañas con
          la fuerza que salían para alentar el
          corazón, que en el golfo de mi pasión se
          ahogaba, y temblando con el temor que de
          la respuesta de Belisia esperaba, la vi
          que, mirando con el gesto algo alegre y
          risueño, me decía:

          «Bien pensé, Torcato, que no llegara
          á tanto tu atrevimiento que assí tan
          claramente osases manifestarme lo que
          sientes, pues que no has conocido de
          mí ser amiga de oir ni entender cosa
          que á mi honra y fama en alguna manera
          dañar pueda; y no tengas en poco haberte
          escuchado lo que muchos días ha que de
          ti he conoscido, aunque más quisiera no
          conocerlo; porque ni tú te vieras en el
          trabajo que publicas, ni yo lo tuviera
          en pensar que por mi causa lo padeces; y
          digo que lo pienso, porque no sé cómo te
          crea habiendo publicado tus amores con
          Aurelia, de la cual entiendo que como
          á su vida te quiere y ama; si lo que
          dices es para engañarme, confiando en la
          simplicidad de pastora que en mí sientes,
          engañado vives, que con dificultad podrás
          hacerlo, y si no el tiempo descubrirá tu
          secreto y á mí me dirá lo que hacer debo;
          por agora te baste que, si me amas como
          lo muestras, te lo agradezco, y fuera
          deste agradecimiento en la voluntad, no
          me pidas otra cosa que no pueda, sin
          perjuicio mío y de mi honestidad, en
          ningún tiempo hacerla».

          Tal quedé con la respuesta de la mi
          Belisia como los que en la profundidad
          de la mar con gran tormenta navegan,
          inciertos del fin que han de haber en
          su jornada peligrosa, porque lo que por
          una parte en sus razones me concedía,
          que era licencia para quererla, por otra
          me la negaba para que más la serviesse;
          y lo que más pena me dió era los celos
          que de Anrelia me pedía, siendo yo tan
          verdadero testigo de su engaño; y para
          desengañarla del mal pensamiento que
          tenía, le dixe: «Harto bien es para mí,
          señora mía, que conozcas que la afición
          que te muestro y el verdadero amor que
          tengo no es fingido; y así quiero que
          también me creas que ningún engaño en él
          está encubierto, sino es el que recibe
          Aurelia si piensa que yo la quiero,
          habiendo subjetado mi voluntad á la suya
          de manera que no quede por esta parte
          libre del todo para amarte y quererte
          como te quiero».

          «Pues ¿por qué tienes tan engañosas
          muestras para con ella, me dixo Belisia,
          que yo la he lástima si es así?».

          «Si tú me dices del engaño que recibe,
          mayor la habrías de tener de mí, le
          respondí yo, por la causa que tengo para
          engañarla, que no es otra sino que mi
          pensamiento no sea entendido, por no
          poner en peligro el aparejo que pienso
          hallar algunas veces para hablarte
          y servirte conforme á mi deseo; que
          bien sabes, mi Belisia, la sospechosa
          condición de tu madre, y que si esto no
          tuviese creído, que con mayor cuidado te
          guardaría de mí que agora lo hace, de
          manera que pocas veces ó ninguna pudieses
          oir en presencia lo que en ausencia por
          ti mi ánima siente».

          «El tiempo dirá lo que en todo se ha
          de hacer, me dixo Belisia; bástete por
          agora el favor que de mí has recebido en
          haberte escuchado, lo que jamás pensé
          hacer con ninguno; y porque la gente
          maliciosa no pueda pensar alguna cosa
          de lo que hablamos, apártate de mí,
          porque ya vuelven cerca los que solos nos
          dexaron, y lo mejor será que no te vean».

          Yo, viendo la razón que tenía, con
          un suspiro que mis entrañas llevaba
          envueltas en medio de sí, le dixe:
          «Adiós, ánima mía y descanso mío, hasta
          que yo pueda volver á buscarme á donde
          agora yo quedo más enteramente que no
          voy conmigo». «Dios te guíe, respondió
          Belisia, assí como yo lo deseo.»

          Diciendo esto, cada uno de nosotros se
          fué por su parte, viendo venir á todos
          los pastores y pastoras que al lobo
          habían seguido, con tan grande estruendo
          y alaridos y voces que todos los valles
          cercanos resonaban con ellas; era la
          grita y vocería de regocijo por haber
          muerto el lobo, el cual traían con sus
          manos arrastrando, y era tan grande que
          pocos mayores se habían visto en aquella
          montaña. Y como yo con el mesmo regocijo
          me llegase á verlo, Aurelia, que con
          Belisia me había visto hablando, tomando
          alguna sospecha de lo que podía ser,
          casi pediéndome celos, me dixo: «Alegre
          te veo, Torcato, y con mayor contento
          que estos días passados te vía; mucho ha
          podido la buena conversación de Belisia,
          pues tan presto te ha mudado de lo que
          ser solías».

          Yo entendiendo sus palabras y el fin con
          que las decía, le respondí: «Engañada
          estás, Aurelia, si de mí ni de Belisia
          piensas ninguna cosa que en tu perjuicio
          sea; presto te muestras desconfiada,
          sabiendo que por ambas partes puedes
          estar muy segura, pesarmería si pensase
          que lo sientes así como lo dices». Ella,
          reyéndose, me dixo: «Estoy burlando
          contigo, que aunque de ti pudiese pensar
          mal, no lo pensaría de Belisia, porque
          está mejor acreditada conmigo».

          Y con esto, tornando al regocijo que con
          el lobo se tenía, llegamos á las majadas,
          y en un prado que en medio dellas se
          hacía se comenzó la fiesta de bailes y
          danzas, que no con poco placer y alegría
          tuvo hasta la noche, la cual yo pasé
          más contento que las pasadas, por haber
          podido manifestar á la mi Belisia la
          presunción de mis pensamientos, que no me
          parecía haber hecho poco, según lo mucho
          que lo deseaba. Y con esto se pasaron
          algunos días, que el tiempo no dió lugar
          á que más pudiese á solas hablarla; lo
          que procuraba con gran diligencia era
          que por señales conociese lo que mi
          ánima sentía, y aunque éstas eran tan
          disimuladas que parecía imposible que
          ninguna persona entenderlas podiese,
          había quedado Aurelia con tanta sospecha
          de lo pasado, que jamás de nosotros los
          ojos quitaba, y entendiendo algunas
          veces lo que hacía y diciéndome algunas
          palabras maliciosas sobre ello, yo lo
          mejor que podía disimulaba con ello,
          haciéndola estar dudosa, porque lo que
          por una parte sospechaba, por otra no
          lo creía; mas con todo esto vivía tan
          recatada y celosa, que una sola hora
          jamás de la compañía de Belisia se
          apartaba, y así, era el mayor estorbo y
          embarazo que yo hallaba para mi deseo.
          Muchas veces estando ambas solas y yo
          solo con ellas, pasábamos graciosas
          burlas y donaires envueltos en algunas
          malicias; pero no por eso dexaba de pasar
          mi disimulación adelante, por lo mucho
          que á mi y á Belisia nos importaba.
          Desta manera andaba esperando tiempo
          y oportunidad para tornar á hablarla,
          porque la afición y pasión que en mí
          sentia crecer cada hora, tan ásperamente
          me atormentaban, que en ninguna cosa
          hallaba descanso ni sosiego.

          Y andando con esta cuidadosa congoxa,
          vino un día de fiesta para todos los
          pastores y zagalas, no poco regocijado,
          porque queriendo cumplir un voto ó
          promesa que de correr toros tenían,
          comenzaron á cercar un corro con muchas
          talanqueras y palenques á la redonda,
          con que de la braveza y ferocidad de los
          toros pudiesen defenderse, y en ellas
          todas las mujeres y hombres para ver
          se pusieron, si no eran aquellos que
          su ligereza y velocidad en el correr
          mostrar querían, de los cuales los más
          eran zagales y pastores enamorados, que
          con garrochas y invenciones puestas en
          ellas, paseándose por el corro con muchos
          ademanes y meneos mostraban su gentileza,
          y en saliendo los toros las emplearon en
          ellos cada uno lo mejor que supo y pudo
          hacerlo. Y ansí se comenzó la grita y
          estruendo de los silbos, las voces, el
          correr para una parte y para otra, el
          huir, el asconderse, el saltar y trepar,
          por excusar el peligro con que se podían
          ver con una bestia fiera.

          Todos los que miraban estaban muy atentos
          y embebecidos con esto; sólo yo aquí en
          el amoroso fuego abrasaba, sin tener
          atención á ninguna cosa destas, como si
          presente no me hallara; tenía los ojos
          puestos donde mi corazón los guiaba, de
          manera que de mirar á Belisia no podía
          apartarlos, á la cual no hallé tan
          descuidada que, doliéndose de mí, algunas
          veces no me mirase, y movida con alguna
          piedad y lástima que de mí tuvo, hallando
          cierta ocasión para poderlo hacer sin
          sospecha, se vino á donde yo estaba y se
          puso á mi lado, sin que ninguna persona
          estuviese entre nosotros, y con una
          graciosa risa me habló diciendo:

          «Bien fuera, Torcato, que como los otros
          zagales salieras al corro para mostrar
          con ellos el valor de tu persona, y que
          no estuvieses tú mirando el peligro á
          que se ponen por servir en ello á sus
          enamoradas y amigas tan á tu salvo, que á
          lo menos estarás bien seguro de no venir
          á caer en los cuernos de los toros».

          «¡Ay, dulce ánima mía, le respondí yo,
          cuánto mayor es el peligro en que cada
          hora me veo de no caer en tu desgracia,
          que para mí es harto más temerosa que
          no la braveza y ferocidad de los toros;
          y quien tan peligrosa contienda tiene
          consigo, no es justo meterse en otra,
          donde tan poco provecho puede sacarse,
          cuanto más que juzgando el dolor de
          las heridas de las garrochas por las
          que yo en el alma siento, tiradas con
          la hermosa vista de tus ojos con tan
          poderosa fuerza que las puntas de los
          clavos tienen llagado el corazón y puesto
          en el estrecho de la muerte, mal podía
          tirárselas ni hacer mal ni daño á quien
          ninguno me hace, antes tan gran bien
          cuanto pueda encarecerlo, pues son causa
          de que yo dé algún alivio y descanso á
          mi tormento, con que tu entiendas que un
          punto jamás sin él me hallo. Y créeme,
          mi Belisia, que ya mis fuerzas no bastan
          para sufrir la pena rabiosa que me está
          consumiendo la vida; de manera que muy
          presto dará señales de tu crueldad y de
          mi muerte, si no es socorrida con aquella
          paga que mi verdadero amor te merece».

          «No tienes razón, Torcato, me respondió,
          de aquexarte tanto ni de agraviarte de
          mí, pues hago más de lo que puedo y debo
          para darte contento, el cual yo te deseo;
          assí los hados prósperamente me den la
          ventura que yo querría, que si no desease
          complacerte no hobiera venido á hablarte,
          dexando la compañía de las zagalas
          con quien estaba; y porque no puedan
          agraviarse de lo que he hecho, á Dios te
          queda, que yo me vuelvo para ellas».

          Con esto se fué la luz de mis ojos,
          dexándome tal que pocas señas podría dar
          de los toros que se corrieron; y cuanto
          mayor contentamiento me quedó con oir
          sus amorosas razones, tanto crecia en
          mí más el deseo cada hora de tornarla á
          hablar si pudiese; y asi anduve algunos
          días, que el poco aparejo que el tiempo
          me daba y el estorbo que la presencia
          de Aurelia me hacia me quitaron que no
          gozasse de persuadir á Belisia que de
          mis mortales cuitas se doliese, habiendo
          lástima de quien las padecía; lo que
          hacía era dar quexas al viento, echar mis
          sospiros en el aire, derramar lágrimas
          sin que ninguno las viese; pintaba con
          mi cañibete en los árboles que hallaba
          el nombre de la mi Belisia, y en la
          cabeza de un cayado que tengo tan buena
          maña me dí, que contrahice su gesto,
          casi tan natural como yo en el alma lo
          tengo pintado. Con esto me consolaba, no
          queriendo que á nadie fuesse descubierta
          la causa de mi pena, y algunas veces con
          mi rabel tañia y cantaba, componiendo
          versos, entre los cuales hice un día unos
          que, por parecerme al propósito de lo que
          os he contado, los quiero decir, para que
          los oyáis.

          FILONIO.--Antes, Torcato, si te place,
          en pago de la atención con que te
          escuchamos, y de la lástima que de ti
          tenemos, te ruego que cantados nos los
          digas, que después podrás acabar de
          contarnos lo que has comenzado, que no es
          tan poco el gusto que con ello recibo,
          que aunque tú quisieses dexarlo yo lo
          consintiría.

          TORCATO.--Pues assí lo queréis, soy
          contento de complaceros, que el rabel
          tengo templado y luego quiero comenzarlos:

                Los árboles y plantas con sus flores
              se muestran apacibles y olorosos;
              los campos, matizados con colores
              que pintan su belleza, están hermosos;
              los animales brutos con amores
              andan regocijados y gozosos;
              yo solo estoy penando y pensativo
              con ver que Amor se muestra tan esquivo.
                Los montes y los bosques, que el invierno
              con las nieves y fríos tiene helados,
              producen muchas hojas y gobierno
              á las aves y bestias y ganados;
              por todas partes sale el gromo tierno,
              de que se vieron antes despojados,
              y en mi engendró el Amor nuevo cuidado
              con ver que del olvido estaba helado.
                Los páxaros con cantos y armonía
              regocijan el tiempo del verano,
              publican con sus voces la alegría
              que tiene cada uno muy ufano;
              á mí me tiene tal mi fantasía,
              que no hallo consejo que sea sano,
              mi canto son aullidos, temerosos
              sospiros y gemidos dolorosos.
                Cuando quiero alegrarme, sin contento,
              de verme con sabores y esperanzas,
              combate á mi alegría un gran tormento,
              diciendo que no tenga confianza,
              que todos los favores lleva el viento
              cuando el bien que se espera no se alcanza,
              y es causa de mayor mal y fatiga
              sentir que la esperanza es mi enemiga.
                La esperanza me alegra cuando espero
              la gloria que mi pena ha merecido;
              mas luego me fatigo y peno y muero
              en ver que en balde espero, y afligido
              con mi dolor rabioso desespero,
              viendo que la esperanza se ha huido,
              volviendo alguna vez para engañarme,
              pues no tiene otro fin sino matarme.

          GRISALDO.--Encarescido has tu pena,
          Torcato, de manera que gran sinrazón
          te hiciera Belisia en no tener lástima
          della; y porque estoy con agonía de
          saber el fin que tus amores tan penados
          tuvieron, te ruego que prosigas el cuento
          dellos, que con los muchos pastos que el
          ganado tiene adonde agora anda, seguros
          estaremos de que no se irá á meter en los
          panes ni en los cotos, para que pueda ser
          prendado por nuestro descuido.

          TORCATO.--Pues que así lo quieres,
          escuchadme, para que sepáis en qué
          pararon y conozcáis la razón que me
          sobra para el sentimiento que tengo, que
          con justa causa juzgaréis ser menos del
          que debería tener de la paga tan cruel
          con que el Amor y mi Belisia me han
          pagado. Después que muchos días anduve
          con la fatiga que me causaba no poder
          tornar á hablar en mi trabajosa cuita,
          con la causa della suplicándole por el
          remedio para poder mejor pasarla, vine
          á ponerme con el pensamiento y cuidado
          en tal estrecho de la vida, que ni podía
          comer tanto que sustentarme pudiese ni
          cerrar mis ojos de manera que se pudiese
          decir que dormía; así que la falta del
          mantenimiento y del sueño pusieron á
          mi afligida vida en tal estrecho, que
          contino me parecía ver ante mis ojos la
          muerte.

          Y aunque todos vían claramente mi mal,
          ninguno lo acababa de entender, si no era
          la mi Belisia, la cual, doliéndose del, á
          lo que estonces pareció, con una zagala
          que consigo tenía y de quien se fiaba,
          me envió á decir lo mucho que de mi mal
          le pesaba, y que si yo su contentamiento
          deseaba y quería, que ella me rogaba que
          no me afligiese tanto y que me contentase
          con saber que me quería y tenía tanto
          amor, que verme á mí tan penado le daba
          á ella tan gran pena, que si yo bien
          lo supiese holgaría de hacerle placer
          en esto que me rogaba. Tan gran fuerza
          tuvieron para conmigo estas amorosas
          razones, que no menos que de muerte á
          vida me resucitaron. Y después de haber
          dado las gracias lo mejor que supe á
          la pastora que la embaxada me traía, le
          rogué que por respuesta della me llevase
          una carta á Belisia, porque no podría
          tener memoria para decirle todo lo que
          yo le respondiese. Y respondiéndome que
          por amor de mí lo haría, la escribí luego
          y se la di para que la llevasse; y ansí
          se volvió con ella, dexándome á mí más
          contento de lo que me había hallado; y
          porque quiero que veáis el traslado, el
          cual tengo en este mi zurrón, lo sacaré y
          leeré, que dice desta manera:


                 CARTA DE TORCATO Á BELISIA

          «No quiero negar, Belisia mía, que no es
          mayor la merced y favor que de ti recibo
          que las mis rabiosas cuitas y crueles
          tormentos merecer agora ni en ningún
          tiempo te pueden; no porque de tu parte
          ni de la mía haya habido falta ninguna,
          sino porque no pueden igualar, por
          mayores y más crecidos que sean, al mucho
          merecimiento tuyo; y todo esto no basta
          para que en lugar de menguarse no crezcan
          más cada hora, porque conociendo, por la
          gloria que con tu consuelo he recibido,
          la diferencia que hay de la que me has
          dado á la que darme podrías si como á
          siervo tuvo me fuese permitido que del
          todo gozarla pudiese, no siento el gusto
          de la una contemplando en la otra, con
          que tan bienaventurado y dichoso sobre
          todo los del mundo me harías. Conozco ser
          el más bien afortunado pastor que entre
          los pastores ha nacido, por tener señales
          tan manifiestas de estar mi verdadero
          amor y deseo admitidos en tu gracia;
          pero también quiero que conozcas que
          soy el más penado y afligido que entre
          todos ellos podría hallarse, hasta que
          gozarla pueda con aquella libertad que
          desea esta ánima mía, más tuya que mía. Y
          en tanto que la compasión y lástima que
          de mí muestras en las palabras no me la
          certificaras con las obras, en lugar de
          disminuir mi mal, lo acrecentaras cada
          hora, porque los consuelos fingidos al
          corazón afligido son causa de doblar el
          sentimiento de su pena; créeme, dulce
          ánima mía, que es tan hondo el piélago
          de persecuciones en que mi cuidado me
          trae navegando, que si tú no me socorres
          con darme la mano de tus verdaderos
          favores, yo corro peligro de quedar
          anegado para siempre, porque ya voy
          perdiendo las fuerzas, y el esfuerzo me
          falta, el aliento se me acaba, y estoy
          puesto en el último extremo de la vida,
          la cual no me pesa que se acabe, sino
          por no poderte servir con ella, teniendo
          muchas vidas, para que cada día pudieses
          hacer sacrificio de una dellas, hasta
          acabarlas, en pago de la importunidad
          que con manifestarte mis rabiosas ansias
          y fatigas tantas veces de mí recibes. Y
          porque agora no la recibas mayor con oir
          mis lástimas, acabo con suplicarte que
          de mí quieras dolerte, poniéndome con tu
          favor en la mayor gloria que entre todas
          las del mundo darse puede».

          Después de inviada esta carta, Belisia
          por señas me dió á entender haberla
          recibido. De que no poco contento
          estuve algunos días, pareciéndome que
          siempre se ofrecían cosas que me ponían
          mayor esperanza, y así con ella andaba
          entreteniendo y disimulando el dolor que
          continuamente mi ánimo atormentaba, y no
          pasó mucho tiempo que Belisia no me envió
          una breve respuesta de la que le había
          escrito, que es ésta que aquí trayo y
          dice desta manera:


                CARTA DE BELISIA Á TORCATO

          «Ninguna razón, Torcato, tienes de
          agraviarte de mí, pues que hasta agora
          ninguna causa hay con que justamente
          puedas hacerlo. Si me amas, yo te amo; y
          si me quieres, yo te quiero; si me deseas
          hacerme placer, yo deseo darte todo el
          contentamiento que pudiese; y pues que
          en esto puedes estar satisfecho de mi
          voluntad, debrías contentarte con ella y
          no pedirme las obras que sin perjuicio
          de mi honestidad no pueden hacerse. Lo
          que con grande affición te ruego es
          que me ames con el verdadero amor que
          yo te tengo, y no con amores ilícitos
          y dañosos, porque mi voluntad nunca se
          ha podido inclinar á consentirlos; y si
          con los favores que yo te pudiere dar
          desta manera te contentare, jamás por
          mí te serán negados; y los que fuera
          dellos me pidieres, no pienso darlos en
          tanto que mi propósito no se mudare, el
          cual, poniendo á la razón de por medio,
          no dexará de estar firme en esto que te
          digo. Aunque no puedo negarte que nunca
          supe qué cosa era verdadero amor, si no
          es el que de mí para contigo he conocido;
          y así querría conocer el tuyo, dando
          alivio á la pena que en ti sientes, la
          cual me da á mi poca fatiga, ni me tiene
          puesta en poco cuidado de verte sin ella,
          conociendo que á mi causa la recibes.»

          Ningún alivio me dieron las razones
          desta carta, más del que recibí con el
          favor que Belisia me daba en escribirme,
          ni tampoco perdí del todo la esperanza
          por lo que en ella me decía, conociendo
          la condición de las mujeres y que,
          haciendo guerra contra el Amor, se ha
          de combatir procurando ir ganando las
          entradas y salidas de su fortaleza
          poco á poco. Y como no pudiese hallar
          lugar para hablar con ella, si no era
          en público y delante de mucha gente, le
          torné á escrebir otras cartas, á las
          cuales siempre me respondió con unas
          razones tan dudosas, que ni podía tomar
          de ellas verdadera esperanza ni tampoco
          perderla del todo. Así andaba confuso,
          cargado de pensamientos y cuidados, y
          el mayor que tenía era procurar que mis
          ojos pudiessen contemplar en presencia
          de Belisia la causa de su mal, y esto
          buscaba todas las ocasiones y achaques
          que podía; el mayor trabajo, ó uno
          de los mayores, era la disimulación
          fingida que traía con Aurelia, en la
          cual conocía siempre algún recelo
          sospechoso de lo que verdaderamente
          pasaba, sin poder averiguar la verdad,
          porque andaba recatado para que ninguna
          persona del mundo entenderme pudiese.
          Desta manera se pasaron algunos días,
          hasta que la ventura quiso que la mi
          Belisia de una muy grave enfermedad se
          hallase fatigada; que como á mi noticia
          viniese, ninguna adversidad en el
          mundo pudiera venirme que en tan gran
          confusión y fatiga me pusiera; y así
          mayor esfuerzo que el mío era necesario
          para poder passarla, y desmayando el
          corazón y las fuerzas, quedé con esta
          triste nueva hecho un hombre de piedra,
          sin sentido, de manera que ni oía lo
          que me hablaban ni respondía á lo que
          me decían; tenía el juicio alterado y
          todo lo que hacía y decía desatinaba,
          porque el Amor mostraba estonces contra
          mí todo su poder, y como los que andaban
          embelesados con algún espanto por haber
          visto visiones ó fantasmas, así anduve
          yo hasta que, siendo Belisia sabidora
          dello, con alguna lástima buscó aparejo
          para que yo pudiese entrar á verla
          donde estaba, que para mí, después de
          su salud, ninguna cosa pudiera darme
          mayor alivio y consuelo; y assí puesto
          delante su lecho, viendo en su hermoso
          gesto las señales del mal que tenía, que
          eran amarillez y flaqueza, le dixe: «No
          sé cómo pudo tener fuerza el mal donde
          tan gran bien se encierra; y ten por
          cierto, dulce ánima y señora mía, que más
          verdaderamente lo siento yo en el alma
          que tú lo puedes sentir en el cuerpo; y
          en tanto que lo tuvieres enfermo, poca
          salud puedo yo tener, pues toda la que
          en mí hay, por ti y por tu esperanza la
          tengo. ¡Ay de mí, Belisia mía, que me
          sobra el sentimiento y me faltan las
          palabras para poderte encarecer lo que
          siento! Pluguiesse á Dios que con todo el
          mal que la fortuna puede darme pudiese
          merecer de verte á ti sin el que padeces,
          que todo se me hacía poco por el menor
          bien que venirte pudiese, para que por
          mi causa lo gozases; y si por decir lo
          que querría y deseo dixese desatinos,
          no me pongas, señora mía, culpa, que el
          dolor de verte á ti tal me hace que no
          pueda atinar en ninguna cosa que diga ni
          haga; y así te suplico tú mesma guíes mi
          lengua como eres señora de la voluntad,
          para que mejor puedas entenderme lo que
          ella por sí sóla como muda delante de ti
          manifestar no te puede».

          Diciendo esto, mis lágrimas daban señal
          muy manifiesta de que era más lo que
          quedaba encubierto en mi corazón que lo
          que la torpeza de mi lengua publicaba.
          Y Belisia, viéndome tal, me dixo:
          «Satisfecha estoy, Torcato, de todo lo
          que me dices, y cada día me vas obligando
          más con ver la verdadera fe que conmigo
          tienes, de la cual no eres tan mal pagado
          que no halles en mí mucha parte della
          para agradecerte y pagarte la affición
          con que conozco que de ti soy amada. Mi
          mal me ha dado hasta agora fatiga; mas
          ya se me va aliviando, de manera que
          tengo esperanza de verme presto buena del
          todo; y si en tanto que del lecho no me
          levantare pudieres alguna vez visitarme,
          no dexes de hacerlo, que aunque no se
          puede hacer en secreto, como hoy lo
          has hecho, ocasiones habrá para que
          públicamente puedas verme y hablarme,
          que para mí no será pequeño alivio, pues
          no puedo negarte que no recibo gran
          consolación con tu vista, y mayor que de
          ninguno de los que visitarme pueden».

          Diciendo esto, tomando mis grosseras
          manos con las suyas delicadas y hermosas,
          me las apretó con ellas, dándome á
          entender que no era fingido lo que me
          decía, sino que sus palabras procedían de
          verdadero amor y voluntad que tenía.

          Yo, con este favor transportado en una
          gloria comparada, en mi entendimiento,
          á la mayor que en la tierra se puede
          recebir, después de aquella que los
          bienaventurados reciben en el cielo,
          cobré un poco de más esfuerzo y osadía,
          mezclados con un temor que me embarazaba
          para no saber en qué determinarme; pero
          al fin, vencido de mi mesmo deseo,
          junté mi boca con la de mi Belisia,
          hallándome con tan gran bien subido en
          un contentamiento tan glorioso, que casi
          estaba para desconocerme, pensando que
          era impossible que tan gran gloria se
          pudiese hallar en el mundo para quien
          con tantos trabajos y penas infernales
          contino andaba padeciendo; y no sabiendo
          si por mi atrevimiento de mí quedaba
          enojada, le dixe:

          «Perdonadme, señora mía, si algún agravio
          de mí has recebido, el cual no era yo
          parte para hacerlo si el Amor no me
          forzara sin poder resistirle, y aunque yo
          no tengo toda la culpa, aparejado estoy
          para sufrir toda la pena que por haberte
          ofendido te merezco».

          Belisia, sintiéndome confuso y afligido,
          me respondió: «La causa de tu yerro,
          Torcato, trae consigo el perdón que
          me pides; bien fuera que esperaras mi
          licencia, pero pues tú la has tomado,
          yo habré de tenerlo por bueno, que no
          veo otro remedio para quedar satisfecha
          de lo que conmigo has hecho». Yo, que
          tanto miraba lo que me daba á entender
          en su hermoso gesto como lo que en sus
          palabras me decía, la vi quedar alegre y
          sonriéndose, con que cobré mayor ánimo
          y esfuerzo para tornar á gozar de lo
          que me había consentido; y estando desta
          manera, con un gozo y contentamiento
          incomparable, que yo jamás quisiera que
          se acabara, fueme forzado, para no ser
          sentido, que me saliese, y abrazando y
          besando á la mi Belisia, le dixe: «Aquel
          consuelo y alegría con que, señora, me
          envías quede contigo, para que con ella
          tengas la salud que yo te deseo, la cual
          plegue á Dios que te dé á ti, pasando en
          mí la dolencia que te aflige, para que en
          mí se junte todo el mal que tú tienes y
          en ti todo el bien que yo tengo y tener
          puedo».

          «Dios vaya contigo, respondió Belisia,
          que mi mal no es tanto que no piense
          levantarme muy presto del lecho, y así
          holgaría dello por el contentamiento tuyo
          como por la salud que me deseas».

          Con esto me salí templando la gloria de
          lo que por mí había pasado con la pena
          de verme tan presto sin ella; y con ver
          á Belisia en poco tiempo fuera de su
          enfermedad se me alivió la pasión que por
          esta causa muy congojoso y fatigado me
          traía. Con estos favores que sustentaban
          mi esperanza y con el deseo que se
          contentaba hasta haberla gozado, pasaba
          la vida en la soledad de los desiertos
          campos y deshabitados montes, con una
          alegre tristeza, y tal que yo no la
          entendía; porque cuando se ponía ante mis
          ojos la razón que para estar triste se
          me mostraba, la alegría, muy agraviada,
          decía que por fuerza y por sola mi
          voluntad era de mí desechada, pues sentía
          ser amado con el verdadero amor que yo
          amaba y pagado de lo que mis mortales
          ansias y cuitas merecían.

          ¡Oh, cuántos y cuán diversos pensamientos
          eran los que combatían mi entendimiento,
          sin que pudiese quedar de ninguno dellos
          vencido, por las razones contrarias
          que por cada parte hallaba! Y, en
          fin, siempre me parecía inclinar á
          la tristeza, que con mayores y más
          sufficientes razones y pruebas me
          combatía, assí admirando el fin tan
          áspero, cruel y engañoso con que de la mi
          Belisia he sido tratado, que al estado y
          punto de la muerte en que me habéis visto
          me ha traído.

          Andando desta manera, dando sus vueltas
          acostumbradas el movible tiempo, estando
          ya Belisia fuera de la enfermedad y
          vuelta á lo que de antes solía, parecíame
          ser requestada de algunos zagales
          polidos, que confiando en su apostura
          y vencidos de la gracia y hermosura de
          Belisia, daban señales manifiestas del
          amor que los aquexaba, serviéndola en
          lo que podían y festejándola con bailes
          y danzas; y de día y de noche, tañendo
          flautas y chirumbelas, con músicas
          de rabeles muy acordados, procuraban
          agradarla con alboradas, cantando versos
          muy bien compuestos y canciones bien
          ordenadas. Lo cual todo para mí era muy
          grande aflición y tormento, y mayor lo
          fuera si la mi Belisia no me confiara
          diciéndome que todas estas cosas le eran
          enojosas y que no tenía de qué recelarme
          ni vivir con cuidado, porque ninguno en
          el mundo, por mayor valor que tuviese,
          llevaría della jamás los favores que á mí
          me había dado; y assí me traxo vacilando
          de mi ventura algunas veces, con grandes
          sinsabores y sobresaltos de disfavor, y
          otras con alguna manera de esperanza,
          aunque siempre dudosa, porque Belisia me
          daba á entender que no por affición sino
          por lástima era lo que conmigo hacía, y
          que yo no tenía más que esperar de lo
          passado, y que con ello pensaba haber
          offendido á lo que á sí mesma se debía.

          Y yo, aquexado con la tristeza que
          estas cosas me causaban, andaba siempre
          buscando aparejo para persuadirla á que
          de mis fatigas se doliese, y así un día
          que mi ventura quiso que en el campo
          entre unos espesos árboles la hallase
          sentada, apartada de la compañía de las
          otras pastoras y mirando cómo su ganado
          por los verdes y floridos prados se
          apacentaba, llegándome á ella con la
          voz temerosa y temblándole, comencé á
          decir: «Ya, hermosa Belisia mía, mi ánima
          no puede con mis fatigas ni el cuerpo
          con el trabajo de mis cuidados, ni todo
          junto con el tormento que padezco en ver
          que de mí no te dueles para satisfacer
          al deseo con la gloria de gozar tan
          excelentes gracias y hermosura; porque
          los favores que me das y la merced que
          con tus palabras me haces, y el amor y
          voluntad que me muestras, todo es para
          acrecentar en mí el dolor, poniéndome en
          mayor agonía, como á los que, estando con
          gran calentura y rabiosa sed con ella, si
          les muestran alguna vasija de agua clara
          y dulce sin poder beber della, muy más
          sedientos y fatigados los dexa, y pues
          que conoces que mis palabras no pueden
          acabar de manifestarte lo que mi corazón
          siente, en mis ojos podrás conocer
          cuánto es mayor mi fatiga y congoxa y
          cuánta ventaja hace el dolor y pasión
          encerrada en mi pecho al que publica mi
          lengua, que para poder decirlo delante
          de ti se me enmudece; por el verdadero
          amor que te tengo, por la affición y
          fidelidad con que te amo, te conjuro y
          requiero que no uses conmigo de crueldad,
          dexándome acabar la vida, pues con la
          muerte ningún servicio te hago, que si
          con ella lo recibieses, en poco tendría
          que se sacrificasse por tu voluntad, sin
          dilatarlo por la mía solo una hora».

          En medio de estas palabras eran tantos
          mis sospiros y sollozos, que me
          impidieron lo que más pudiera decirle. Y
          Belisia, mirándome con los ojos húmedos
          de la compasión y lástima que de mí
          tuvo, me comenzó á decir: «Vencido han,
          Torcato, tus lágrimas á mi determinación
          y propósito; mudado has mi voluntad para
          hacer contigo lo que jamás pensé hacer
          con ningún hombre del mundo, porque
          el verdadero amor que en ti conozco
          me fuerza á que te pague con amarte y
          quererte, procurando darte el descanso
          y alivio que fuere en mi mano; y no
          digo el que desseas, porque, aunque yo
          quisiese, no sería verdadero amor el que
          tú me tienes si me quisieres poner en el
          peligro que de ello podría seguirse. Y si
          de ti tengo seguridad que en ninguna cosa
          procurarás offenderme, yo holgaré de que
          de noche me veas á donde con más libertad
          puedas hablarme y gozar de aquellos
          favores que yo sin dañar del todo á mi
          honestidad y bondad pudiere darte».

          Tan gran contentamiento me dió esta nueva
          de alegría, que para mí ninguna pudiera
          ser mayor en la vida para resucitar la
          vida que muerta andaba, que tomándole sus
          hermosas manos, se las besé muchas veces,
          bañándolas con otras lágrimas alegres que
          mi corazón con el nuevo descanso por mis
          ojos destilaba. Y después lo mejor que
          supe di las gracias de tan gran merced y
          beneficio y le supliqué que no dilatase
          tan gran bien como me hacía; y ella me
          señaló tercero día, diciéndome que, por
          quitar la ocasión de alguna sospecha, me
          fuese, lo cual yo hice luego tan alegre,
          que á mí mesmo por el bien que esperaba
          no me conocía; y llegando con muy gran
          regocijo á donde los otros zagales y
          pastores estaban, y la mi Belisia por
          otra parte, comenzamos todos, en tanto
          que el ganado pacía, á hacer muchos
          juegos con que nos solazamos, y después,
          rogándome que con mi flauta les hiciese
          algunos sones, bailaron hasta que de
          cansados tornaron á sentarse. Y yo, que
          la alegría me tenía otro del que solía
          ser, comencé á cantar estos versos, que
          agora quiero deciros:

                Alegre tiempo, sereno y claro día
              en que el sol resplandeciente se ha mostrado,
              no dexes parecer algún nublado
              que pueda oscurecer nuestra alegría;
              el campo con sus flores se cubría,
              las yerbas con verdura se mostraban,
              las rosas de sí olor suave daban
              y la fruta estando en flor se descubría,
              y el zagal enamorado,
              aunque más ande penado
              su gran dolor y tormento despedía.
                Huyendo se va el pesar de este rebaño,
              donde el placer en tal día se ha sentido;
              el trabajo y el dolor se han escondido
              de manera que no pueden hacer daño;
              el regocijo y contento es ya tamaño
              en pastores y pastoras de esta sierra
              que ningún trabajo pueda darles guerra,
              por ser el día mejor de todo el año;
              y los zagales polidos
              que de amor están heridos
              hoy no pueden recelar algún engaño.
                Las cabras con sus cabritos retozaban;
              las ovejas y corderos van saltando;
              las terneras van corriendo y saltos dando,
              y este día con placer regocijaban;
              los páxaros con dulzura voces daban,
              mostrando en su dulce canto estar contentos;
              los animales que andan muy hambrientos
              en los pastos abundosos se hartaban;
              los zagales con amores
              hoy no sienten sus dolores
              contemplando los favores que llevaban.

          Acabando de cantar nos partimos los unos
          de los otros, y yo, esperando la tercera
          noche por mí tan deseada, unas veces
          reñía con el tiempo, pareciéndome que
          contra mi ventura se alegraba, y otras le
          rogaba que, apresurando su curso, diese
          lugar para que se cumpliese mi deseo;
          y pasando en estas consideraciones,
          Belisia me dió aviso de la manera que
          había de tener para entrar á donde ella
          me esperaría, y no siendo yo perezoso,
          sin faltar un punto y sin ser de ninguno
          sentido me vine á hablar solo con ella
          sola, pareciéndome que, dexando de
          estar en la tierra, gozaba de la gloria
          del cielo; pero Belisia, antes que yo
          palabra ninguna pudiese hablarle, más
          de besar sus hermosas manos, que para
          mi boca eran el más precioso manjar
          que gustar en el mundo podía, me dixo:
          «Mira, Torcato, que, confiando yo en el
          grande y verdadero amor que me muestras
          y tengo por cierto que me tienes, me he
          osado poner en tus manos, no para que
          de mí pienses aprovecharte de manera
          que fueses causa de ponerme en fatiga,
          procurando quitarme el mayor bien de
          que la naturaleza me ha dotado, porque
          entonces no sería amistad la tuya para
          conmigo, antes te juzgaría por el mayor
          enemigo de todos los que tener puedo, y
          aunque yo inconsideradamente te diese
          lugar para cumplir lo que deseas,
          obligado estás tanto á mi honra como á
          tu contentamiento. Bien sé que no tengo
          fuerzas para poder resistir las tuyas
          si quisieses; pero tú eres el que has
          de forzarte á ti mismo, contentándote
          con lo que fuera desto yo pudiere hacer
          para aliviarte de la pena con que estos
          días te he visto andar tan fatigado,
          porque si otra cosa hicieses gozarías
          breve tiempo de tu voluntad, poniéndome
          á mí en el peligro de la vida y á ti de
          perderme para siempre». Con muy gran
          tristeza estuve escuchando estas razones;
          pero pensando que el tiempo, que todas
          las cosas trueca y muda, podría hacer
          en esto lo mesmo, me hizo recibirlo con
          paciencia respondiéndole: «Dulce ánima y
          señora mía, yo no tengo, no puedo tener
          otra voluntad sino la tuya, y aunque con
          tan duro freno quieras gobernarme, yo lo
          pasaré todo en paciencia, gozando de la
          merced que me haces, y con la condición
          que tú hacérmela quisieres; no tengas
          recelo de mis fuerzas para contigo,
          que la mayor fuerza de todas es tu
          mandamiento, que por mí en ninguna manera
          puede dexar de ser obedecido». Hablando
          en esto y en otras muchas cosas pasamos
          toda aquella noche, estando yo siempre
          abrazado con la mi Belisia, y las más
          veces la una boca con la otra, gozando
          della y de sus hermosas manos, sin que
          otra cosa yo intentase ni ella me lo
          prometiese, y acercándose la mañana harto
          más presto de lo que yo quisiera, fueme
          forzado salirme, pasando entre nosotros
          al despedirnos muchas cosas con que cada
          uno procuraba dar á entender al otro el
          amor que le tenía.

          Y tornándome yo á mi ganado, anduve
          muchos días contento y ufano con una
          sabrosa y agradable vida, aunque no era
          cumplida mi gloria del todo, porque
          algunas veces que con importunidad y
          casi forzada Belisia me hacía la merced
          pasada de verme y hablarme á solas de
          noche y de día, era con las condiciones
          que la primera vez lo había consentido;
          pero tanto podía el Amor para conmigo,
          que tenía en más cualquier enojo, por
          muy pequeño, que Belisia á mi causa
          recibiese que todo el tormento y trabajo
          que yo recibía con el buen comedimiento,
          el cual tengo agora por cierto que fué
          la causa de todo mi daño. Desta manera
          anduvimos muchos días, passando el tiempo
          con entretenimientos aplacibles, buscando
          siempre lugares oportunos para que unas
          veces descansasen los ojos y otras las
          lenguas, publicando lo que los corazones
          sentían y procurando darnos todo el
          contento que podíamos, sin passar jamás
          aquella ley que me estaba puesta, la que
          para mí no tenía menos fuerza que si con
          quebrarla hubiera de perder la vida.

          Y como las cosas no pueden estar siempre
          en su ser, passándose este tiempo comenzó
          á acercarse aquel en que nos era forzado
          hacer mudanza, porque la aspereza del
          viento cierzo, acarreando las heladas y
          nieves, y el viento ábrego hinchiendo el
          cielo de nubes, que con grandes avenidas
          de aguas nos amenazaban, nos pusieron á
          todos en cuidado de baxar los ganados á
          la tierra llana. Y como esta nueva fatiga
          tuviese acongoxada mi ánima, comenzándose
          á mostrar en mi gesto la tristeza grande
          de que comenzaba á andar acompañado,
          sintiéndolo Belisia me dixo:

          ¿Qué nuevo cuidado es éste, Torcato?
          Jamás te tengo de ver tan alegre que no
          sea más parte la tristeza para hacer
          huir de ti la alegría. Flaco andas y
          amarillo, de que á mí muy de veras me
          pesa, porque el Amor no consiente que
          yo pueda ver en ti tal experiencia sin
          que te haya de consentir lo mesmo que tú
          sientes; y assí, holgaría de que no te
          fatigasses, pues nos es forzado passar
          las cosas como la ventura las ordena,
          debrías contentarte con haber conocido mi
          voluntad y obras, sin querer con el fin
          dellas ponerme en aquella turbación que
          sólo mi muerte tendría por remedio».

          «No es eso, le respondí yo, mi Belisia,
          lo que agora me atormenta y desatina
          para andar como me ves, que con la vida
          que tengo más verdaderamente podría ser
          contado entre los muertos. Mi nuevo
          cuidado nace de ver que se allega para
          mí el día más temeroso que podría haber
          después de aquel universal juicio;
          porque assí como los que estonces fueren
          condenados carecerán de la gloria que los
          bienaventurados gozan en el cielo, assí
          me falta á mí la mayor de que gozo ni
          podría gozar sin tu vista en la tierra.
          Si alguna cosa me puede dar alivio será
          verte á ti, ánima mía, con alguna parte
          del sentimiento que yo tengo, para que
          conozcas que, ya que me aparto de tu
          presencia, no me apartaré de tu memoria
          ni de tu gracia, que son dos cosas que
          pueden sustentarme la vida que anda por
          acabarse muy presto».

          «Desso puedes estar cierto, respondió
          Belisia, que no será menos lo que yo
          sentiré que lo que tú sientas; pero
          menester es que tengamos paciencia
          á donde no vemos otro remedio.» Con
          esto nos apartamos, y todas las veces
          que después nos podimos ver fueron
          para tratar esta materia, preveniendo
          el trabajo y apercibiéndonos contra
          la fatiga; porque, á tomarnos
          desapercibidos, ninguna paciencia bastara
          según lo que de mí conocía y lo que
          Belisia me mostraba, la cual con sus
          palabras siempre procuraba consolarme
          mostrándome una fe tan verdadera, que yo
          jamás pensé que me faltara; y bien fué
          menester estonces, porque verdaderamente
          creo que sin ella en aquella partida
          también se partiera el ánima de mi cuerpo.

          Y venido el día señalado, que á entrambos
          nos puso casi deffuntos en la sepoltura,
          no fué poco poder en él sustentar la vida
          que no se acabase del todo ó no mostrar
          tan claramente que todo el mundo lo
          conociera cuán difficultosamente podía
          sufrirse una prueba tan áspera como el
          Amor en nosotros ambos hacía. Yo traía
          mis ojos hinchados por arreventar con las
          lágrimas; un nudo hecho en mi garganta
          que apenas hablar me dexaba; tenía las
          fuerzas tan perdidas, que con difficultad
          moverme podía, y en fin, andaba tal, que
          no tenía otro remedio sino mostrarme muy
          enfermo, para que nadie podiesse conocer
          mi verdadera dolencia.

          Ya cierto en este tiempo lo que Belisia
          hacía no parecía fingido, que las señales
          y muestras que daba eran de verdadero
          amor y agradecimiento.

          Y así aquella noche antes que nos
          partiésemos se dió tan buena maña y la
          ventura nos favoresció á entrambos de
          manera, que nos dió lugar para pasar
          mucha parte della juntos, y puesto yo en
          su presencia le decía: «No sé, señora
          mía, cómo podrá este cuerpo vivir ausente
          de ti, que eres más ánima suya que la
          que consigo trae; de una cosa podrás
          estar cierta, que la que yo tengo queda
          contigo, y que conmigo va sólo mi cuerpo
          con el deseo de que siempre andará
          acompañado, no teniendo otra vida sino la
          esperanza de tornar á verte y servirte,
          pues yo no puedo emplearme en otra cosa
          ninguna que fuera desto pueda darme
          contentamiento».

          Diciendo estas palabras, mis lágrimas
          eran tantas, mis sollozos y sospiros eran
          tan grandes, que no me dexaron pasar
          adelante. Y Belisia, viéndome casi sin
          aliento, ayudándome con la mesma congoxa
          que yo tenía, mezclaba sus lágrimas con
          las mías, porque los ojos de entrambos
          estaban hechos manantiales fuentes, y
          dando un profundo sospiro me respondió:

          «Nunca pensé, Torcato, que á tal extremo
          me traxera la affición y verdadero amor
          que para contigo dexé aposentar en mis
          entrañas, el cual me tiene tal que no sé
          cuándo podré tener una hora de alegría
          viéndome ausente de ti, aunque nunca te
          apartaré de mi pensamiento porque ya no
          soy parte para hacerlo si quisiese, ni
          tengo la libertad pasada con que hacerlo
          en otro tiempo pudiera. Y así el tiempo
          que no te viere, estaré desamparada y
          sola, como viuda y triste y desconsolada,
          sin esperanza de bien ninguno, hasta que
          mis ojos puedan tornar á ver la luz que
          agora pierden en perder de poder mirarte
          para su descanso, como hasta agora
          hacían».

          Con esto, juntando una boca con otra,
          llorando la cercana partida, pudo tanto
          el dolor en el tierno corazón de Belisia,
          que no pudiendo socorrerle con sus
          flacas fuerzas, le tomó en mis brazos
          un desmayo que sin sentido ninguno la
          dexó, y pareciéndome que la muerte le
          ponía asechanzas, rodeando por todas
          partes para hallar manera cómo sin vida
          la dexasse, á mí me tenía casi sin ella,
          estando con una pasión tan crecida y un
          dolor tan áspero y fiero, que agora en
          pensarlo me espanto cómo pude sufrir una
          experiencia tan fuerte y poderosa, la
          cual me puso en tal extremo, que por más
          muerto me contaba que la mi Belisia; y no
          hallando otro remedio con que socorrerla
          pudiesse, la abundancia de mis lágrimas
          socorrieron á la falta de la agua para
          echarle en su hermoso gesto, las cuales,
          despidiéndolas mis ojos por mis mejillas
          y cayendo en él, fueron causa para que
          más presto en sí volviese diciendo:

          «No fuera pequeño descanso, Torcato, si
          en tus brazos se feneciera la vida que
          de aquí adelante se pasará con tanta
          tristeza y tan desventurada muerte; mejor
          fuera que me dexaras morir que buscarme
          remedio que tan caro me costará todo el
          tiempo que viviere».

          «No quiera Dios, mi señora, le respondí
          yo, que tu muerte sea primero que la mía,
          ni á mí me venga tan gran mal que yo
          ver ni saberla pueda. No me pesa de que
          sientas el tormento de nuestra partida,
          porque por el tuyo conozcas el que yo
          siento, y acordándote dél hayas lástima
          de mí, como de tu verdadero siervo,
          aunque no querría que tu sentimiento
          fuesse tanto que no pudiesse encubrirlo
          y pasarlo sin que con señales de tanto
          dolor lo manifiestes. Y pues ningún
          otro remedio nos puede valer en esta
          adversidad sino la paciencia, suplícote,
          ánima mía, y por el verdadero amor que me
          tienes y yo te tengo te conjuro que tú
          la tengas hasta que yo busque y procure
          cómo los tiempos se muden y truequen,
          para hallar otro descanso del que agora
          tenemos, que yo no pienso perder la
          esperanza estando tan conformes las
          voluntades».

          «Yo lo haré, me respondió, como lo
          dices, ó á lo menos procuraré hacerlo, y
          pues la noche se nos acaba y el día se
          nos muestra en enemigo para apartarnos
          forzosamente, forzado será que tú te
          vayas. Y porque no tengo prenda mía que
          pueda darte para que de mí te acuerdes,
          con este cordón de mi camisa quiero ligar
          tu mano derecha, con la cual me diste tu
          fe, porque no puedas mudarte ni trazarla
          sin que te venga á la memoria la injuria
          que haces á quien tan verdadera la tiene
          y tendrá siempre contigo, que jamás
          hallarás en ella mudanza».

          «Ya poca necesidad hay, le dixe yo, de
          prendarme con ninguna cosa más que con
          aquel amor que tan gran fuerza tiene que
          ninguna prosperidad ni adversidad bastará
          para quebrar su firmeza. Y pues yo voy
          tan prendado, queda, señora, segura que
          yo el mayor consuelo que llevo es pensar
          que voy seguro de que nuestras voluntades
          es una mesma voluntad, sin haber entre
          ellas differencia».

          Con estas palabras nos abrazamos, y
          acompañados el uno y el otro de lágrimas
          y sospiros nos apartamos, yendo yo tan
          cargado de cuidados y fatigas, que no
          me acordaba de otra cosa, y así entre
          dos luces me torné al ganado, sin que de
          ninguno de los pastores que cerca estaban
          fuesse sentido. Y venido el día, puestos
          todos á punto, nos partimos; pero antes
          en lo público estando todos juntos,
          Belisia y yo con los ojos nos dábamos á
          entender lo que los corazones en esta
          partida sentían, y no fué poco poderlo
          encubrir de manera que los que estaban
          presentes no lo conociessen. Assí nos
          apartamos, yendo los unos por una parte y
          los otros por la otra; y si yo quissiese
          contar ni encarecer el sentimiento que
          llevaba, imposible sería que mi lengua
          podiese decirlo, porque yo iba tan fuera
          de mi juicio, que ni entendía lo que
          me hablaban ni oía lo que me decían,
          porque todos mis pensamientos y sentidos
          llevaba ocupados en la contemplación de
          mi desventura teniendo el retrato de la
          mi Belisia en el alma de tal manera que
          los ojos espirituales, que mirándola
          estaban siempre, también ocupaban á los
          corporales para que en otra cosa ocupar
          no se pudiesen; llegados que fuimos á
          nuestra aldea, muchos días anduve con
          esta triste vida buscando la soledad de
          los desiertos y montes deshabitados,
          trayendo mis ganados por los riscos y
          peñascos, huyendo de los otros pastores y
          de cualquiera otra compañía que apartarme
          del pensamiento de la mi Belisia pudiese,
          porque sola esta era mi gloria y en solo
          esto hallaba descanso y alivio; muchas
          veces á voces la llamaba, llevándolas en
          vano el viento sin ser oídas, y otras
          estaba hablando con ella contándole mis
          passiones y trabajos, como si presente la
          tuviera; pero después, hallándome burlado
          de ver cuán lexos de mí estaba apartada,
          tornaba á mis principiadas quexas conmigo
          solo, de las cuales hacía muchos días
          testigo á esta clara fuente donde agora
          estamos, porque sola ella las oía. Y
          andando con este cuidado, determiné de
          escrebirla una carta dándole cuenta de
          mi vida y rogándole que me enviase algún
          consuelo con que sustentarla pudiesse; lo
          cual ella hizo con muy amorosas razones,
          de manera que en mi salud y contento
          se pareció la alegría que con ella
          había recebido. Passado algún tiempo,
          la ventura me descubrió cierto negocio
          y ocasión con que lícitamente pude ir
          á la aldea donde sus padres habitaban;
          y llegado sin haber sentido cansancio
          ninguno en el camino, con la agonía
          que llevaba, aunque la mi Belisia me
          recibió con alegre semblante y palabras
          amorosas, el corazón, que pocas veces
          suele engañarse, me daba á entender
          que no hallaba en ella aquella fuerza
          de affición con que otras veces eran
          dichas, antes me las representaba con una
          tibieza que por una parte me espantaba y
          ponía temor y por otra no la creía. Pero
          al fin, dándome audiencia en secreto,
          con alguna importunidad que me puso en
          mayor sospecha y parecióme hallarla con
          alguna más libertad que solía, aunque no
          de manera que pudiese tener razón que
          por estonces bastase para agraviarme, y
          habiéndome detenido tanto espacio cuanto
          el negocio requería, el cual yo dilaté
          todo lo que pude, fueme forzado volverme,
          dexando el ánima con ella y llevando
          conmigo solo el cuerpo y el cuidado que
          me acompañaba, porque ya yo iba algún
          tanto sospechoso, adivinando el mal que
          esperaba de las señales encubiertas, que
          hacían á mi atribulado corazón adivino,
          y assí entreteniéndome algún tiempo la
          esperanza confiando en la fe que había
          en un tiempo conocido y en las promesas
          que con tan gran hervor y voluntad se
          me habían hecho, determiné de tornar á
          descubrir tierra, y para ello le escribí
          una carta, la cual le envié con mensajero
          cierto, y si queréis oirla, decírosla he,
          porque la tengo en la memoria de la mesma
          manera que fué escrita.

          GRISALDO.--Antes te lo rogamos que lo
          hagas; pero bien será, si te parece,
          Torcato, que primero, por ser passada
          tanta parte del día, comamos algún bocado
          si en tu hatero traes aparejo para ello,
          que ya la hambre me acusa y á Filonio
          creo que le debe tener fatigado.

          FILONIO.--Antes os hago ciertos que casi
          de hambre y de sed estoy desmayado;
          porque ayuno me vine esta mañana, y
          como no me sustento en amores, de la
          manera que Torcato lo hace, hasme dado,
          Grisaldo, la vida con tu buen aviso de
          acordarlo á tan buen tiempo.

          TORCATO.--Yo confiesso que no ha sido
          pequeño mi descuido en no convidaros,
          y aunque no esté tan bien aparejado
          como vosotros lo merecéis y como lo
          estuviera si fuera avisado de vuestra
          venida, todavía no faltará qué comáis,
          que aquí tengo un pedazo de cecina de
          venado que mis mastines este invierno,
          por estar herido en una pierna, mataron;
          también hallaréis parte de un buen queso
          y cebolletas y ajos verdes, y el pan,
          aunque es de centeno, tan bien sazonado
          que no habrá ninguno de trigo que mejor
          sabor tenga.

          FILONIO.--Yo traigo conmigo la salsa
          de San Bernardo para que todo me haga
          buen gusto; pero bien será, Torcato,
          que también tú nos ayudes, porque sin
          comer ni beber mal pueden los hombres
          sustentarse, y, como suelen decir, todos
          los duelos con pan son buenos.

          TORCATO.--Quiero hacer lo que me dices,
          que no es poca mi flaqueza ni la
          necesidad que tengo de socorrerla.

          GRISALDO.--En mi vida no comí cosa
          que mejor me supiese; ¡oh qué sabroso
          está todo y qué bueno! que aunque nos
          esperaras no estuviera más á punto,
          ni nos pudieras hacer convite que más
          agradable nos fuera.

          FILONIO.--Dame, Torcato, el barril, que
          no es menor mi sed que mi hambre, y
          quiero que se corra todo junto.

          TORCATO.--Vedlo aquí; y aunque yo no
          lo he probado, por muy buen vino me lo
          dieron.

          GRISALDO.--Passo, Filonio, que no lo has
          de acabar todo, que á dos vaivenes como
          ese apenas nos dexarías una gota.

          FILONIO.--No había bebido tres tragos
          cuando ya te matabas; ¿no miras que tiene
          el cuello muy angosto y que sale tan
          destilado que casi no le he tomado el
          gusto?

          TORCATO.--Bebe, Grisaldo, que no faltará
          vino, porque acabado esse barril otro
          está en aquel zurrón, con que podréis
          tornar á rehacer la chanza.

          GRISALDO.--¡Oh, qué singular vino, mal
          año para el de San Martín ni Madrigal,
          que ninguna ventaja le hacen!

          FILONIO.--Por tu fe, Grisaldo, que
          ordeñes aquella cabra negra que tan
          llenas trae las tetas de leche como si
          el cabrito no hubiera hoy mamado; que
          pues hay barreños y cuchares en que la
          comamos, no vendrá á mal tiempo para
          tomarla por fruta de postre.

          GRISALDO.--Bien has dicho; harta tiene
          para todos, aunque, según tú tienes las
          migas hechas, no parece que te bastaría
          toda la que traen las cabras y ovejas del
          rebaño.

          FILONIO.--No las hago todas para mí, que
          muy bien podrán repartirse, y assí haz tu
          de la leche; bien está, para mí no eches
          más.

          TORCATO.--Pues harta tenemos yo y
          Grisaldo en la que queda.

          GRISALDO.--Dios te dé muchos días de
          vida, Torcato, que así nos has socorrido.

          FILONIO.--El barril vuelva á visitarnos,
          que la hambre ya la maté como ella me
          mataba.

          GRISALDO.--Toma y bebe á tu placer;
          paréceme que no hay sacristán que mejor
          ponga las campanas en pino.

          FILONIO.--De ti lo aprendí cuando fueste
          monacino, que solías hacer de la mesma
          manera á las vinajeras antes que se
          desnudase el clérigo que había dicho la
          misa.

          GRISALDO.--Hora sus, pues estamos hartos.
          ¡Dios loado! recoge, Torcato, lo que
          queda, que no dexará de aprovechar para
          otro día.

          TORCATO.--Bien me parece que seas en tus
          cosas tan bien proveído; y pues todo está
          ya guardado, ved qué es lo que más os
          agrada que hagamos.

          FILONIO.--¿Qué es lo que hemos de hacer
          sino que nos digas la carta que á Belisia
          escribiste, con todo lo demás que sobre
          tus amores tan penados te hubiere
          sucedido?

          TORCATO.--Por dos cosas quisiera dexarlo
          en el estado que habéis oído: la una
          era por pensar que con mi largo cuento
          os tenía enfadados, y la otra porque no
          podré decir cosa que no os dé sinsabor
          y enojo, entendiendo cuán contrario fue
          de aquí adelante el fin de mi porfía á
          lo que de razón hubiera de serlo, según
          los buenos prencipios con que el Amor me
          había favorescido; y para que entendáis
          cuán poderosamente executó contra mí sus
          inhumanas fuerzas, escuchadme la carta,
          que después os diré lo demás:


                CARTA DE TORCATO Á BELISIA

                «Mi mano está temblando, ánima mía;
              mi lengua se enmudece contemplando
              lo mucho que el dolor decir podría.

                Tantas cosas se están representando
              juntas con gran porfía de escrebirse,
              que yo las dexo á todas porfiando.

                Porque en mi alma pueden bien sentirse;
              mas mostrar cómo están es excusado,
              pues nunca acabarían de decirse.

                Su confusión me tiene fatigado,
              aunque lo que me da mayor fatiga
              es verme estar de ti tan apartado.

                Mi poca libertad es mi enemiga,
              pues quiere que te escriba mis pasiones
              sin estar yo presente que las diga.

                No me falta razón; mas las razones
              con que entiendas mi mal yo no las hallo
              si tu en mi torpe lengua no las pones.

                Mis cuitas y trabajos, porque callo,
              me dan mayor fatiga y más cuidado,
              y el remedio se alexa en procurallo.

                No sé qué me hacer, desventurado,
              que todo me aborresce en no tenerte
              presente ante mis ojos y á mi lado.

                En todo cuanto veo hallo la muerte,
              todo placer me daña y da tormento,
              todo me da pesar si no es quererte.

                Los campos que solían dar contento
              con los montes y bosques á mis ojos,
              estrechos son agora al pensamiento.

                Las ovejas y cabras, que despojos
              de lana y queso y leche dan contino,
              en lugar de esto me causan mil enojos.

                No hay monte, valle ó prado, ni camino
              donde halle holganza ni reposo,
              que en todos me aborrezco y pierdo el tino.

                A las fuentes me llego temeroso,
              por no hallar en ellas mi figura
              que en verme cuál estoy mirar no me oso.

                Ell alma tiene en mí la hermosura
              con tenerte á ti en sí representada,
              que el cuerpo casi está en la sepoltura.

                La vida trayo á muerte condenada
              si tú no revocares la sentencia
              que mi pena cruel ya tiene dada.

                Porque no pasarla en tu presencia
              no es pena, mas es muerte muy rabiosa,
              ó que me da fatiga con tu ausencia.

                En esta vida triste y trabajosa
              paso mis tristes días padeciendo,
              teniendo á mi esperanza algo dudosa.

                Las noches, si las paso, es no durmiendo;
              los días sin comer, gemidos dando,
              y en verme que estoy vivo no me entiendo.

                Susténtase mi vida contemplando
              cuán bien está empleado mi tormento,
              y por algún favor tuyo esperando
              con que pasarlo pueda más contento».

          Inviada esta carta, Belisia la recibió,
          según supe, mostrando poca voluntad, y
          pidiéndole la respuesta de ella, como
          ya las velas de su voluntad y affición
          estuviessen puestas en calma, ó por
          ventura vueltas á otro nuevo viento
          con que navegaban, no la quiso dar por
          escrito, sino que con gran desabrimiento
          de palabras me invió á decir que no
          curase más de escrebirla ni importunarla,
          porque su determinación era de despedir
          de su memoria todas las cosas passadas,
          las cuales estaban ya fuera de ella, y
          que si alguna vez se acordaba de ellas
          era para pesarle, y que estuviesse cierto
          de que jamás haría conmigo otra cosa de
          lo que me decía, y que tendría por muy
          enojosa persecución la que yo le diese
          si quissiese proseguir en mi porfía
          más adelante, de la cual no sacaría
          ningún fruto, si no era ponerla en
          mayor cuidado, para que de mí y de mis
          importunidades con gran diligencia se
          guardasse.

          Venido el mensajero, el cual yo esperaba
          con alegres nuevas para mi descanso, y
          recibiendo en lugar dellas esta desabrida
          respuesta, ya podéis sentir lo que
          mi ánima sentiría, que muchas veces
          estuve por desamparar la compañía de mi
          atormentado cuerpo para procurar por su
          parte algún alivio de sus passiones;
          pero no habiendo acabado de perder del
          todo la esperanza, y pensando que este
          nuevo accidente podría presto hacer otra
          mudanza, quise sustentar la vida para
          poder ver con ella la razón que Belisia
          me daba, mostrando la que tenía para
          tratarme con tanta crueldad y aspereza.

          Y comenzando á mostrar en mi gesto la
          tristeza que me acompañaba, desechando
          de mí toda alegría, andaba cargado de
          cuidados y pensamientos, no sabiendo
          qué decir ni qué hacer que aprovecharme
          pudiesse; no dormía ni reposaba; mi
          comer, era tan poco que difficultosamente
          podía sustentarme; la flaqueza y la falta
          del sueño, que me traían casi fuera de mi
          juicio.

          Y lo que mayor pena me daba era que á
          ninguno osaba descubrirla, ni con nadie
          la comunicaba para recibir algún alivio.
          Anduve ansí muchos días, más muerto que
          vivo, y pensando que Belisia por ventura
          lo había hecho por probarme para saber de
          mí si estaba firme con la fe que siempre
          le había mostrado, determiné de tomar el
          camino para su aldea, lo cual puse luego
          por obra; y llegando allá ninguna manera
          ni diligencia bastó para que Belisia
          oirme ni escucharme quisiesse, á lo menos
          en secreto como solía, que en lo público
          no podía decirle nada que á nuestros
          amores tocasse, y con tal disimulación
          me inviaba como si jamás entre mí y ella
          ninguna cosa hubiera pasado; estaba
          tan seca de razones y tan estéril de
          palabras, que, en verlo, mil veces estuve
          por desesperarme.

          Y, en fin, queriendo tornar á probar
          mi ventura, me determiné de escribirle
          otra carta, encaresciéndole mi pena y
          passión todo lo que pude, pensando que
          aprovecharía para que dello se doliesse,
          y la carta era ésta, porque aquí tengo el
          traslado della:


               CARTA DE TORCATO Á BELISIA

          «Los golpes de los azadones, Belisia
          mía, que cavan en mi sepoltura, con su
          temeroso son ensordecen mis oídos; y el
          clamor de las campanas, con su estruendo
          espantoso, no me dexan oir cosa que para
          mi salud aprovechase. La tristeza de los
          que con verme tan al cabo de mi vida
          se duelen de mí, me tiene tan triste,
          que ni ellos bastan á consolarme ni yo
          estoy ya para recebir algún consuelo.
          En tal extremo me tienes puesto, que lo
          que con mayor verdad puede pronunciar
          mi lengua es que me han rodeado los
          dolores de la muerte y los peligros del
          infierno me han hallado. Desventurado de
          mí, que vivo para que no se acaben mis
          tormentos muriendo, y muero por acabar
          de morir si pudiesse. Mas ha querido mi
          desventura que mi pena rabiosa tenga
          mayores fuerzas que la muerte, la cual,
          viéndome tan muerto en la vida no procura
          matarme, antes, espantada de verme cual
          estoy, va huyendo de mí con temor de
          que no sea yo otra muerte más poderosa
          que pueda matarla á ella, y cuando
          la crueldad viene en su compañía con
          intención de ayudarla, para acabarme,
          movida á compasión de mí se pone á llorar
          conmigo mis fatigas; y tú, más cruel que
          la misma crueldad, te deleitas y recibes
          contentamiento en verme metido en este
          piélago de persecuciones. Bien creo que,
          si alguno se puede llamar infierno,
          fuera de aquel en que los condenados
          perpetuamente padecen, que será éste
          en que agora yo me veo, que según son
          semejantes mis penas á las suyas, la
          mayor diferencia que me parece que hay
          es que ellos sin redención penarán para
          siempre y tú podrías restituirme y
          ponerme en la cumbre de la gloria de tu
          gracia, viéndome yo con algún favor de
          manera que pensasen ser restituido en
          ella, y no tan desfavorecido como con
          respuestas tan desabridas me he hallado.
          Pero ¿de qué me agravio que, si bien lo
          miro todo, poca razón tengo de quexarme,
          pues que todo el amor está en mí para
          contigo, sin dexar ninguno ni parte dél
          para que tú lo puedas tener conmigo?
          Yo tengo la fe tan entera, la amistad
          tan cumplida, la ley tan verdadera, que
          todo esto se queda en mí y tú estás
          tan libre y exenta, que para lo que
          aprovecharán mis agravios será para que
          te rías dellos con aquella libertad que
          has mostrado, teniéndome á mí en una
          prisión y cautiverio perpetuo; lo que
          siento que me puede quedar de lo passado
          es la contemplación de una tristeza
          dulce, trayendo á mi memoria aquellas
          palabras de «tiempo bueno, que dicen, fue
          tiempo y horas ufanas, en que mis días
          gozaron, aunque en ellas se sembraron
          las simientes de mis canas; yo me vi
          ser bien amado, mi deseo en alta cima
          contemplar en lo passado; la memoria me
          lastima»; el tiempo, Belisia mía, me da
          bien el pago de no haber sabido gozarlo,
          y con verme cual me veo lo tengo por
          mejor que haber passado un punto de lo
          que por tu voluntad mostrabas y querías;
          cuando quiero quexarme de mí mesmo, la
          razón riñe conmigo, diciendo que no me
          quexe del buen comedimiento que tuve,
          pues que consigo tiene el galardón y
          contigo queda la culpa de la ingratitud
          y desconocimiento de lo mucho que me
          debes. Si el tiempo fuera más largo no me
          maravillara tanto de ver esta mudanza,
          aunque ninguna cosa había de bastar para
          hacerla; pero siendo tan breve, paréceme
          que aquel amor que me mostraste, aquel
          sentimiento que vi para verme á mí
          siempre sin libertad ninguna, aquella
          fe que estonces se me puso delante tan
          verdadera, aquellas lágrimas con que
          parecía sellarse la affición y voluntad
          que se mostraba, que todo estaba colgado
          de un hilo tan delgado que sólo el viento
          bastó para quebrarlo. Cuando me acuerdo
          de algunas cosas que por mí pasaron,
          paréceme imposible lo que veo, por que no
          eran prendas de tan poca fuerza que tan
          presto habían de olvidarse, y assí ando
          con el juicio desatinado, buscando cuál
          podría ser la causa; porque en mí no ha
          habido falta sino de los servicios, y
          ésta no creo que bastaría, pues no sufre
          pensarse que tú me habrías de tener amor
          ni affición por solo interese; por otra
          parte, combate una sospecha celosa, á
          la cual no quiero dar crédito, porque
          siempre cuanto á esto has estado bien
          acreditada para conmigo. Bien sé que te
          irás enojada con carta tan larga, pues
          se leerá ya sin gusto habiéndolo perdido
          de todas las cosas que tocan á quien la
          escribe, y si soy porfiado, suplícote,
          señora mía, me perdones, que lo hago con
          determinación de no enojarte más con
          otras, porque en esto quiero que conozcas
          el deservicio que será, teniendo en
          menos mi fatiga y tormento que no darte
          á ti pesadumbre con serte más importuno;
          viviré los pocos días y tristes que
          tuviere con aquella fe que de mí se ha
          conocido y con la voluntad y affición
          que siempre he mostrado, y con el dolor
          y trabajo que por galardón de todo esto
          has querido darme, con el cual quedo, y
          con aquel verdadero deseo de servirte,
          que no se acabará en tanto que no se
          acabare la vida que tú has querido que
          tan miserablemente muera en el tiempo que
          viviere».

          Y inviada esta carta, supe que había
          venido á sus manos y no con pequeña
          diligencia, que para ello se puso,
          porque yo con gran difficultad quería
          oir ni ver cosa que á mí me tocasse, y
          viendo que no quería responder, aunque
          por otra cosa no esperé algunos días,
          me vine harto desconsolado y affligido,
          pero todavía con alguna esperanza, que
          del todo no me había desamparado, porque
          pensaba que por ventura Belisia lo hacía
          por probarme, ó que le habían dicho de
          mí alguna cosa que, sabiendo después no
          ser verdadera, le haría arrepentirse de
          la aspereza y inhumanidad con que me
          trataba. Y pasados algunos días, no sé
          si por estorbar que yo no le diese más
          importunidad con palabras ni cartas, ó
          si por ventura holgó de desesperarme
          del todo, me escribió una carta breve,
          que más verdaderamente se pudiera decir
          sentencia de mi muerte, la cual decía
          desta manera:


                 CARTA DE BELISIA Á TORCATO

          «Tus cartas, Torcato, y tus
          importunidades me son tan enojosas que
          me fuerzan á escrebirte para que de mí
          lo entiendas y acabes de conocer mi
          voluntad, la cual está tan diferente
          de lo que solía, que lo que estonces
          me agradaba es la cosa que más agora
          aborrezco, y de lo passado estoy tan
          arrepentida que no puedo consolarme en
          tanto que te viere determinado en tu
          porfía sin provecho; si en algún tiempo
          me tuviste verdadero amor, el mío no
          era fingido, y con él te pagué lo que
          merecías, y como las cosas no pueden
          permanecer siempre en un ser, antes
          se truecan y mudan cada hora, no te
          maravillarás con mucha razón de ver que
          en mí haya habido esta mudanza, para
          lo cual no he tenido otra ocasión sino
          parecerme que era cosa que me convenía
          para tornar á cobrar el sosiego que por
          tu causa he tenido mucho tiempo perdido;
          lo que te ruego es que si, como siempre
          mostraste, deseas contentarme, que
          olvides las cosas passadas, echándolas
          fuera de tu memoria como si jamás no
          hubieran sido, y si no pudieres hacerlo
          será necesario que te hagas fuerza y
          que procures de ponerte en aquella
          libertad con que yo quedo, y si todavía
          te acordares de algunas dellas, podrás
          hacer cuenta que pasaron en sueños sin
          ser verdaderas, y assí como á cosa de
          sueño las olvida, que por lo mucho que
          te quise y aun agora te quiero, te doy
          el consejo que para mí he tomado, el
          cual holgaría que siguieses, pues todo
          lo demás será acrecentar en la pena que
          publicas, sin aprovecharte más de para
          trabajar en vano y darme á mí fatiga para
          que con justa razón y causa pueda tenerme
          por agraviada, ¡ay! porque esta será la
          postrera mía; también estarás cierto de
          que no recibiré ninguna tuya, y así te
          aviso que no te pongas en desasosegarme
          más con ella, pues será perder el tiempo
          y el trabajo que en ello se pusiere. Y
          fuera desto, yo te deseo el mesmo bien
          y alegría que tú me deseas, con el cual
          plega á Dios que, habiéndome olvidado,
          tan presto te veas cuanto yo verte, sin
          ninguna memoria de mí, para mayor bien
          mío y tuyo, he deseado».

          Las palabras desta carta alteraron tanto
          mi juicio, que á muchas veces me hallé
          sin él para desesperarme, y deseaba que
          la tierra dentro de sí vivo me sumiese
          ó que por otro algún acaecimiento ó
          desastre se me acabase la vida, y cierto
          yo me tornara del todo loco, si la razón
          que conmigo peleaba no me venciera; pero
          con todo esto no podía acabar de hallarme
          en ninguna compañía que pudiese apartarme
          de mi pensamiento, el cual jamás en
          otra cosa se ocupaba, y andando como
          habéis visto por los montes é desiertos
          deshabitados y por las montañas más
          ásperas, muchas veces era causa de que
          mi ganado padeciese, y de lástima dél
          me venía adonde mejores pastos hallaba;
          y adonde yo más descanso tenía era en
          este florido bosque, por causa desta
          hermosa fuente, en el cual dando voces
          y gemidos, sin ser de ninguno entendido
          mi mal, un día tendido en el mesmo lugar
          donde estamos, sobre la verde yerba
          deste prado, creciendo en mí la pasión
          por estar considerando el agravio que el
          Amor y la mi Belisia me hacían, dando un
          profundo sospiro, que parescía llevar
          consigo mis entrañas, comencé á decir
          desta manera:


                  EXCLAMACIÓN DE TORCATO

          ¿A quién enderezaré mis clamores y
          gemidos, que con alguna lástima procure
          socorrerme? ¿A quién rogaré que escuche
          mi doloroso llanto, para que, oyéndolo,
          de mi rabioso mal se compadezca? ¿A
          quién publicaré mis rabiosas cuitas y
          fatigas, para que, con entenderlas, me
          procure dar algún consuelo? Hienda mis
          dolorosas voces el aire, rompiendo las
          embarazosas nubes, y pasando aquella
          región del fuego, menor que el que á mí
          me abrasa, preséntense en los soberanos
          cielos pidiendo la ayuda y socorro que
          en la tierra me ha faltado, en la cual
          no hay cosa que contra mí no se muestre
          enemiga. Todas me son contrarias. Todas
          me amenazan con la muerte. Todas me la
          procuran, sin que ninguna dellas pueda
          dármela, por no me dar el descanso que
          con ella recibiría.

          ¡Oh, Fortuna cruel, mudable, ciega,
          mentirosa, traidora, engañosa, sin
          ninguna fe, inconstante, perversa,
          maliciosa y sobre todo la mayor enemiga
          del bien que los mortales tener
          pueden! Porque tú mesma, que se lo
          das forzada y por no poder hacer otra
          cosa, después con todas tus fuerzas
          procuras quitárselo, pareciéndote que
          cuanto mayor mal hicieres á los que con
          algún bien tienes en parte satisfechos,
          quitándoselo muestras ser mayor poder el
          tuyo, el cual jamás conocen las gentes
          en la prosperidad hasta que con mayor
          adversidad y tribulaciones no están
          amenazados, para que no puedan gozarla,
          teniendo siempre temor de tu inconstancia
          y condición sin ninguna firmeza. Dime,
          tirana, perversa, perseguidora de
          aquellos á quien sientes tener algún
          contento, arrepintiéndote de habérselo
          dado, ¿para qué me pusiste en la cumbre
          del mi deseo? ¿para qué me favoreciste?
          ¿para qué me quesiste poner ante mis ojos
          la gloria que podías darme en la vida, si
          con quitármela tan presto me habías de
          dexar en tantas y tan escuras tinieblas,
          negándome la esperanza de poderla gozar
          en ningún tiempo?

          ¡Oh, baxa tierra fementida, que jamás das
          cosa que prometes, jamás cumples cosa que
          digas, siempre son al revés tus obras
          de las señales que muestras! ¿con qué
          palabras podré encarecer el agravio que
          de ti recibo, pues al tiempo que pensaba
          llegar á la cumbre de tu rueda con tantas
          angustias y trabajos me has derrocado
          della, poniéndome en el centro de los
          abismos?

          ¡Oh, cruel enemiga de todo mi bien,
          ocasión de todo mi mal! ¿qué te han
          merecido las obras y deseos de un
          pobre pastor para que contra él tan
          poderosamente quisieses mostrarte airada,
          executando tu dañosa condición, llena de
          mortal ponzoña contra mí, persiguiéndome
          hasta ponerme en el más mísero estado de
          todos los nacidos? ¡Oh, verdugo cruel de
          aquellos á quien, cumpliendo sus deseos,
          has hecho dichosos, porque siempre en la
          mayor prosperidad les armas los lazos
          de las mayores adversidades! No quiero
          maravillarme de que conmigo hayas hecho
          lo mesmo, pues que, con ser propio
          officio tuyo, heciste lo que hacer sueles
          con todos los mortales, y assí, dexándote
          para quien eres, será bien dexarte hacer
          y cumplir tu voluntad buscando algunas
          fuerzas más poderosas que las tuyas para
          que de tu falso poder puedan librarme.


                     _A la Muerte._

          ¡Oh, Muerte, dichosa para mí si, oyendo
          mis llantos, mis sospiros y gemidos
          dolorosos, quisieses socorrerme, para
          hacer dichoso con tu acelerada venida
          al más desdichado y sin ventura pastor
          de todos los pastores! Tú que sola eres
          socorro de los afflegidos cuerpos, tú
          que sueles consolar á los que más han
          menester tu consuelo, y tú que das alivio
          á los que con necesidad te lo piden,
          ayúdame, socórreme, no me niegues tu
          favor en tiempo que la muerte que me
          darías sería más verdadera vida que la
          que agora, muriendo con ella, sostiene
          este miserable cuerpo cercado de tantas
          angustias y tribulaciones; usa agora
          conmigo de aquella piedad que sueles
          tener de los que con necesidad te llaman;
          respóndeme, pues que te llamo; recíbeme
          en tu compañía, pues que te busco; no
          me niegues lo que te pido, ni dexes de
          executar en mí tu officio, pues yo tan
          de veras lo quiero y lo desseo; no seas
          contra mí tan cruel como la Fortuna lo
          ha sido, porque la herida de la flecha
          de tu arco poderoso no me dará dolor,
          ni yo huiré mi cuerpo para recibirla,
          antes con muy gran contentamiento estaré
          esperándola, conosciendo el bien que
          con ella rescibo. Más agradable me será
          la sepoltura que me dieres que los
          verdes campos y prados y las deleitosas
          florestas en que la Fortuna tan contra
          mi voluntad me trae; tú sola serás mi
          descanso y mi reposo, y contigo fenecerán
          todas mis penas, mis ansias y mis
          trabajos. ¿Para qué tardas tanto? ¿cómo
          no vienes? ¿cómo no me socorres? ¡También
          me quexaré de ti! ¡También publicaré que
          me haces agravio! Mira que es crueldad
          la que conmigo usas, y tanto será mayor
          cuanto más te detuvieres en hacer lo
          que te ruego, que ya el cuerpo querría
          verse sin la compañía de mi alma y el
          alma anda huyendo de la de mi cuerpo y no
          espera sino tu voluntad y tu mandamiento.
          No dilates más tu venida, para quien
          con tanto desseo y con tan gran agonía
          la está esperando para alivio de sus
          rabiosos tormentos y passiones.


                      _Al Tiempo._

          Y tú, Tiempo, que con tu ligero
          movimiento se hacen y deshacen todas las
          cosas, poniendo las alas que en ti tienen
          principio, ¿por qué me haces agravio
          en no poner fin á la terrible pasión y
          á las rabiosas cuitas que contigo me
          cercaron? ¿por qué te muestras tan largo
          con ellas? Abrevia tu veloz corrida,
          haciendo conmigo la mudanza que sueles,
          pues el más verdadero officio que tienes
          es no dexar cosa ninguna estar mucho
          tiempo en un ser, y assí como para mi
          mal tan presto te mudaste, haciéndote de
          bueno malo, de alegre triste, de dichoso
          desaventurado, podrías si quisieses
          convertir al contrario tus obras, para
          que yo no pudiese con tanta razón mostrar
          el agravio que de ti tengo por el daño
          que de ti rescibo, siendo el mayor de
          todos cuantos hacerme pudieras. ¡Oh,
          Tiempo, que un tiempo para mí fuiste
          dulce, alegre, sereno y claro, el más
          apacible y lleno de deleites de cuantos
          tiempos por mí, no por otro ninguno, han
          passado! ¿por qué te has tornado tan
          presto triste y amargo y tan escuro que
          mis ojos no pueden ver ni mirar si no
          son tinieblas más escuras y espantables
          que las de la mesma muerte? ¡Oh, tiempo
          bueno, que por mí como sombra pasaste,
          no dexando más de la memoria para
          mayor tribulación del que en ti piensa
          continuamente! ¿cómo te trocaste en
          malo y tan malo que ninguno para este
          desventurado pastor á quien has dexado
          tan sin esperanza puede haber en el mundo
          que peor sea?


                      _A Belisia._

          Y tú, vida de la vida que conmigo contra
          mi voluntad vive, ¿qué razón podrás dar
          de ti que pueda excusarte de la más
          ingrata, inhumana, cruel y despiadada
          pastora de todas las nacidas? Mira que
          el amor verdadero con otro amor se paga,
          y tú con un extraño y fiero desamor
          quieres que yo quede pagado de lo mucho
          que te quise y quiero, y de lo que he
          padecido y padezco por tu causa. ¿Es
          este el galardón de mi rabiosa pena, la
          lástima que mostrabas de mis angustias,
          la affición con que mostrabas dolerte mis
          lágrimas? ¡Oh, Belisia, Belisia! escucha
          mis versos y entiende lo que por ellos
          te digo, para que tú mesma te conozcas y
          sientas la razón que yo tengo para sentir
          mi agravio de tu crueldad, que por ello
          quiero publicar lo que contra mí haces,
          para que otros se guarden de no caer en
          el pozo de desventuras en que por tu
          causa estoy metido. Escucha, Belisia,
          que mi voz, triste como de cisne que
          con ella solemniza su muerte, ayudada
          con las cuerdas de mi rabel, que otras
          veces en versos que loaban tu beldad,
          gracias y hermosura se empleaban, dirán
          agora lo que de ti y tus condiciones he
          conocido, las cuales has descubierto
          contra un pobre pastor que, atado de pies
          y de manos, y, lo que peor es, ciega la
          voluntad y libertad, flacas fuerzas halla
          en sí para poderlas resistir.

                Las Furias infernales temorosas,
              que al son de mis querellas han venido,
              de mi mal espantable muy medrosas
              al centro del abismo se han huido;
              las Parcas, que al vivir son enojosas,
              de acortarme tal vida se han tenido;
              tú sola me procuras mal eterno,
              más que rabiosa Furia del infierno.
                Los ángeles que fueron condenados
              y en diablos espantables convertidos,
              de mi rabioso mal muy espantados,
              escuchan mis clamores y gemidos,
              paréceles ser poco atormentados
              mirando mis tormentos tan crecidos,
              y tú, cruel más que leona fiera,
              no quieres contentarte sin que muera.
                Ninguno por justicia condenado
              que tenga ya la soga á la garganta,
              con esperar la muerte fatigado,
              jamás se viera estar con pena tanta;
              tu ingratitud me tiene en tal estado
              que cosa más del mundo no me espanta,
              pues te precias y quieres dar la muerte
              á quien no quiere vida sin quererte.
                Los tigres y leones muy furiosos,
              los osos y las onzas muy ligeras,
              los lobos muy crueles y rabiosos,
              las bestias que se cuentan por más fieras,
              siendo animales brutos muy medrosos
              de mí se van huyendo muy de veras;
              tú sola, que mi sangre estás bebiendo,
              de mi rabioso mal te estás reyendo.
                ¿Qué víbora ó serpiente ponzoñosa,
              qué basilisco fiero ó qué dragón,
              qué áspide cruel muy enconosa,
              qué bravo cocodrilo y sin razón
              podrán tener tu condición dañosa
              ni tu duro y sangriento corazón?
              ¡Oh, corazón cruel, áspero y fuerte,
              que lo que más te aplace es dar la muerte!
                ¿Qué corazón de acero ó de diamante
              puede ser que no ablande mi fatiga?
              Y tú, en tu crueldad firme y constante,
              con más rabia te muestras mi enemiga.
              No hay nadie que lo sepa á quien no espante,
              que no conozca y sienta y que no diga
              que tu desamor fiero assí te agrada
              como á sangrienta loba encarnizada.

          Acabando de cantar estos versos, con
          la ayuda que mis lágrimas hacían para
          solemnizarlos y con la fatiga que mi
          espíritu padecía pensando en las cosas
          que por mí pasaban, de cansado venció á
          mis ojos un pesado sueño que sin poder
          resistirlo dexó todos mis miembros
          sepultados en el olvido que consigo traer
          suele; sola mi memoria estaba velando, y
          de tal manera me representaba durmiendo
          las cosas pasadas como si presentes las
          tuviera; pero descuidándose un poco,
          venció la imaginación, la cual en sueños
          me puso delante lo que agora contaros
          quiero, que más verdaderamente me pareció
          haberlo visto pasando por mí derecho que
          no haberlo soñado ni que fingidamente se
          me representasse.


                       PARTE SEGUNDA
                 CUENTA TORCATO EL SUEÑO

          Parecíame que lo que en la fantasía
          se me representaba mis ojos lo vían
          palpablemente, y que sin saber de qué
          manera ni por quién era llevado, en muy
          breve tiempo caminaba muy grande espacio
          y cantidad de tierra, discurriendo por
          diversas provincias y regiones con una
          velocidad tan arrebatada que mis pies
          apenas tocaban la pesada tierra, y
          habiendo hecho fin á mi tan larga jornada
          con algún cansancio del trabajoso camino,
          me hallé en un muy verde y florido prado,
          con tanta diversidad de hermosas flores
          y rosas, que con diversos colores al
          suelo matizaban, dando de sí un olor muy
          perfecto y suave, del cual mi fatigado
          cuerpo era recrecido que del todo me
          sentí vuelto en mis corporales fuerzas,
          y echando los ojos alrededor de donde
          estaba, vi cosas que me pusieron tan
          grande espanto y admiración, que aun
          agora en volverlas á mi memoria para
          contarlas me espantan y tienen confuso,
          pareciéndome que apenas sabré decirlas.
          Era este hermoso y aplacible prado todo
          alrededor cercado de unas florestas muy
          espesas y deleitosas en los ojos que
          las miraban, porque demás de ser los
          árboles muy altos, verdes y floridos,
          y todos puestos con muy gran orden y
          concierto, estaban cargados de muchas y
          diversas frutas maduras, y en tan gran
          perfición, que sólo en verlas ponía gran
          deleite y contentamiento á mis ojos que
          las miraban, viendo que las hojas con
          un manso y amoroso viento se andaban
          meneando á una parte y á otra, haciendo
          un sordo ruido agradable á mis oídos,
          y sus sombras, con que la fuerza de la
          calor del sol hurtaban, me ponían en
          agonía de gozarlas cuando con mi ganado á
          sestear me venía; andaban por ellas muy
          gran cantidad de diversos animales bravos
          y mansos, envueltos los unos con los
          otros, sin hacerse daño ninguno.

          Y en las cimas de los árboles estaban
          sentados grande abundancia de aves y
          páxaros de diversos colores y raleas,
          grandes y pequeños, los cuales con sus
          arpadas y differentes lenguas cantando
          hacían una música y armonía tan acordada
          que yo jamás quisiera dexar de oirla si
          permitido me fuera; y después revolando
          todos por el aire, trocando sus lugares,
          tornaban como de principio á proseguir en
          la suavidad de su canto.

          Estaban estas florestas cercadas de una
          muy alta montaña, que por todas partes
          igualmente parecía levantarse, llevando
          por sí tendidos en gran cantidad los
          montes y florestas, hasta que en el
          remate della se hacía un muro tan alto,
          que parecían comunicar con las nubes
          las almenas que con muy gran orden
          y concierto estaban edificadas. Era
          este muro triangulado, y de un ángulo
          á otro de diferentes colores; porque
          la una parte estaba hecha de unas
          piedras coloradas, que en la fineza
          parecía ser muy verdaderos rubís; en
          medio desta pared estaba edificado un
          castillo, assimesmo de las mesmas
          piedras, entretexidas con otras verdes
          y azules, enlazadas con unos remates
          de oro que hacían una tan excelente
          obra que más divina que humana parecía,
          porque con los rayos del sol que en él
          daban, resplandeciendo, apenas de mis
          ojos mirarse consentía. Estaba tan bien
          torreado y fortalecido con tantos cubos y
          barbacanas, que cualquiera que lo viera,
          demás de su gran riqueza, lo juzgara por
          un castillo de fortaleza inespugnable.
          Tenía encima del arco de la puerta
          principal una letra que decía: «Morada
          de la Fortuna, á quien por permissión
          divina muchas de las cosas corporales son
          subjetas».

          La otra pared del otro ángulo que cabe
          éste estaba era toda hecha de una piedra
          tan negra y escura, que ninguna lo podía
          ser más en el mundo; y de la mesma manera
          en el medio della estaba edeficado un
          castillo, que en mirarlo ponía gran
          tristeza y temor. Tenía también unas
          letras blancas que claramente se dexaban
          leer, las cuales decían: «Reposo de la
          Muerte, de adonde executaba sus poderosas
          fuerzas contra todos los mortales».

          La otra pared era de un christalino muro
          transparente, en que como en un espejo
          muy claro todas las cosas que había
          en el mundo, así las pasadas como las
          presentes, se podían mirar y ver, con una
          noticia confusa de las venideras. Tenía
          en el medio otro castillo de tan claro
          cristal que, con reverberar en él los
          rayos resplandecientes del sol, quitaban
          la luz á mis ojos, que contemplando
          estaban una obra de tan gran perfición;
          pero no tanto que por ello dexase el ver
          unas letras que de un muy fino rosicler
          estaban en la mesma puerta esculpidas,
          que decían: «Aquí habita el Tiempo, que
          todas las cosas que se hacen en sí las
          acaba y consume».

          En el medio deste circuito estaba
          edificado otro castillo, que era en el
          hermoso y verde prado cerca de adonde
          yo me hallaba, el cual me puso en mayor
          admiración y espanto que todo lo que
          había visto, porque demás de la gran
          fortaleza de su edificio era cercado
          de una muy ancha y tan honda cava, que
          casi parecía llegar á los abismos. Las
          paredes eran hechas de unas piedras
          amarillas, y todas pintadas de pincel,
          y otras de talla con figuras que gran
          lástima ponían en mi corazón, que
          contemplándolas estaba, porque allí se
          vían muchas bestias fieras, que con gran
          crueldad despedazaban los cuerpos humanos
          de muchos hombres y mujeres; otras que
          después de despedazados, satisfaciendo
          su rabiosa hambre, á bocados los estaban
          comiendo. Había también muchos hombres
          que por casos desastrados mataban á
          otros, y otros que sin ocasión ninguna,
          por sólo su voluntad, eran causa de
          muchas muertes; allí se mostraban
          muchos padres que dieron la muerte á sus
          hijos y muchos hijos que mataron á sus
          padres. Había también muchas maneras
          y invenciones de tormentos con que
          muchas personas morían, que contarlos
          particularmente sería para no acabar tan
          presto de decirlos. Tenía unas letras
          entretalladas de color leonado que
          decían: «Aposento de la Crueldad, que
          toda compasión, amor y lástima aborrece
          como la mayor enemiga suya».

          Tan maravillado me tenía la novedad
          destas cosas que mirando estaba, que
          juzgando aquel circuito por otro nuevo
          mundo, y con voluntad de salirme dél
          si pudiesse, tendí la vista por todas
          partes para ver si hallaría alguna salida
          adonde mi camino enderezase, que sin
          temer el trabajo á la hora lo comenzara,
          porque todas las cosas que allí había
          para dar contentamiento, con la soledad
          me causaban tristeza, deseando verme
          con mi ganado en libertad de poderlo
          menear de unos pastos buenos en otros
          mejores y volverme con él á la aldea
          cuando á la voluntad me viniera; y no
          hallando remedio para que mi deseo se
          cumpliese, tomando á la paciencia y
          sufrimiento por escudo y compañía para
          todo lo que sucederme pudiese, me fuí á
          una fuente que cerca de mí había visto,
          la cual estando cubierta de un cielo
          azul, relevado todo con muy hermosas
          labores de oro, que cuatro pilares
          de pórfido, labrados con follajes al
          romano, sostenían, despedía de sí un gran
          chorro de agua que, discurriendo por
          las limpias y blancas piedras y menuda
          arena, pusieran sed á cualquiera que no
          la tuviera, convidando para que della
          bebiesen con hacer compañía á las ninfas
          que de aquella hermosa fuente debían
          gozar el mayor tiempo del año; y assí,
          lavando mis manos y gesto, limpiándolo
          del polvo y sudor que en el camino tan
          largo había cogido, echado de bruces y
          otras veces juntando mis manos y tomando
          con ellas el agua, por no tener otra
          vasija, no hacía sino beber; pero cuantas
          más veces bebía, tanto la sed en mayor
          grado me fatigaba, creciéndome más cada
          hora con cuidado de la mi Belisia, que el
          agua me parecía convertirse en llamas de
          fuego dentro de mi abrasado y encendido
          pecho, y maravillado desta novedad me
          acordaba de la fuente del olivo, donde
          agora estamos, deseando poder beber
          desta dulce agua y sabrosa con que el
          ardor matar pudiese que tanta fatiga
          me daba; y estando con este deseo muy
          congojado, comencé á oír un estruendo
          y ruido tan grande, que atronando mis
          oídos me tenían casi fuera de mi juicio,
          y volviendo los ojos para ver lo que
          podía causarlo, vi que el castillo de
          la Fortuna se había abierto por medio,
          dexando un gran trecho descubierto,
          del que salía un carro tan grande, que
          mayor que el mesmo castillo parecía;
          de los pretiles y almenas comenzaron á
          disparar grandes truenos de artillería,
          y tras ellos una música tan acordada de
          menestriles altos con otros muchos y
          diversos instrumentos, que más parecía
          cosa del cielo que no que en la tierra
          pudiese oirse; y aunque no me faltaba
          atención para escucharla, mis ojos se
          empleaban en mirar aquel poderoso carro,
          con las maravillas que en él vía que
          venían, que no sé si seré bastante para
          poder contar algunas dellas, pues que
          todo sería imposible á mi pequeño juicio
          hacerlo. El carro era todo de muy fino
          oro, con muchas labores extremadas hechas
          de piedras preciosas, en las cuales
          había grande abundancia de diamantes,
          esmeraldas y rubís y carbunclos, sin
          otras de más baxa suerte. Las ruedas eran
          doce, todas de un blanco marfil, asimesmo
          con muchas labores de oro y piedras
          preciosas, labradas con una arte tan
          sutil y delicada que no hubiera pintor
          en el mundo que así supiera hacerlo.
          Venían uncidos veinte y cuatro unicornios
          blancos y muy grandes y poderosos, que lo
          traían; encima del carro estaba hecho un
          trono muy alto con doce gradas, que por
          cada parte lo cercaban, todas cubiertas
          con un muy rico brocado bandeado con
          una tela de plata, con unas lazadas
          de perlas, que lo uno con lo otro
          entretexía; encima del trono estaba una
          silla toda de fino diamante, con los
          remates de unos carbunclos que daban
          de sí tan gran claridad y resplandor
          que no hiciera falta la luz con que el
          día les ayudaba, porque en medio de la
          noche pudiera todo muy claramente verse.
          En esta silla venía sentada una mujer,
          cuya majestad sobrepuja á la de todas
          las cosas visibles; sus vestidos eran
          de inestimable valor y de manera que
          sería imposible poder contar la manera
          y riqueza dellos; traía en su compañía
          cuatro doncellas; las dos que de una
          excelente hermosura eran dotadas venían
          muy pobremente aderezadas, los vestidos
          todos rotos, que por muchas partes sus
          carnes se parecían; estaban echadas en
          el suelo. Y aquella mujer, á quien ya
          yo por las señales había conocido ser
          la Fortuna, tenía sus pies encima de
          sus cervices, fatigándolas, sin que
          pudiesen hacer otra cosa sino mostrar con
          muchas lágrimas y sospiros el agravio
          que padecían; traían consigo sus nombres
          escritos, que decían: el de la una,
          «Razón», y el de la otra, «Justicia».
          Las otras dos doncellas, vestidas de
          la mesma librea de la Fortuna, como
          privadas suyas, tenían los gestos muy
          feos y aborrecibles para quien bien los
          entendiesse, conociendo el daño de sus
          obras; traían en las manos dos estoques
          desnudos, con que á la Razón y á la
          Justicia amenazaban, y en medio de sus
          pechos dos rótulos que decían: el de la
          una, «Antojo», y el de la otra, «Libre
          voluntad». Con grande espanto me tenían
          estas cosas; pero mayor me lo ponía el
          gesto de la Fortuna, que algunas veces
          muy risueño y halagüeño se mostraba y
          otras tan espantable y medroso que apenas
          mirarse consentía. Estaba en esto con
          tan poca firmeza, que en una hora mill
          veces se mudaba; pero lo que en mayor
          admiración me puso fué ver una rueda que
          la Fortuna traía, volviendo sin cesar
          con sus manos el exe della; y comenzando
          los unicornios á mover el carro hacia
          adonde yo estaba tendido junto á la
          fuente, cuanto más á mí se acercaba
          tanto mayor me iba pareciendo la rueda,
          en la cual se mostraban tan grandes y
          admirables misterios, que ningún juicio
          humano sin haberlos visto es bastante
          á comprenderlos en su entendimiento;
          porque en ella se vían subir y baxar tan
          gran número de gentes, assí hombres como
          mujeres, con tantos trajes y atavíos
          diferentes los unos de los otros, que
          ningún estado grande ni pequeño desde el
          principio del mundo en él ha habido que
          allí no se conociese, con las personas
          que dél próspera ó desdichadamente habían
          gozado, y como cuerpos fantásticos y
          incorpóreos los unos baxaban y los otros
          subían sin hacerse impedimiento ninguno;
          muchos dellos estaban en la cumbre más
          alta desta rueda, y por más veloce que el
          curso della anduviese, jamás se mudaban,
          aunque éstos eran muy pocos; otros iban
          subiendo poniendo todas sus fuerzas,
          pero hallaban la rueda tan deleznable
          que ninguna cosa le aprovechaba su
          diligencia, y otros venían cabeza abaxo,
          agraviándose de la súpita caída, con que
          vían derrocarse; pero la Fortuna, dándose
          poco por ello, no dexaba de proseguir
          en su comenzado officio. Yo que estaba
          mirando con grande atención lo que en la
          rueda se me mostraba, vime á mí mesmo que
          debaxo della estaba tendido, gemiendo por
          la grande caída con que Fortuna me había
          derribado; y con dolor de verme tan mal
          tratado, comencé á mirar la Fortuna con
          unos ojos piadosos y llenos de lágrimas,
          queriéndole mover con ellas á que de
          mis trabajos se compadeciese. Y á este
          tiempo, cesando la música del castillo
          y parando los unicornios el carro, la
          Fortuna, mirándome con el gesto algo
          airado y con una voz para mí desabrida,
          por lo que sus palabras mostraron, con
          una gran majestad me comenzó á decir
          desta manera:


               _La Fortuna contra Torcato._

          «Mayor razón hubieras, Torcato, de tener
          para agraviarte de mí, como ha poco
          hacías, tratándome tan desenfrenadamente
          con tu descomedida lengua, que fuera
          mejor darte yo el pago que merecías con
          mis obras que no satisfacerte con mis
          palabras; aunque si quisieres quitar
          de ti la pasión con que has querido
          juzgarme no será pequeño el castigo tuyo
          haciéndote venir en conocimiento de que
          tú solo tienes la culpa que á mí has
          querido ponerme sin tenerla, pues no
          podrás decir ni mostrar causa ninguna de
          tus agravios que no sea testigo contra
          ti mesmo para condenarte justamente; y
          si no dime: ¿De qué te quejas, de qué
          te agravias, por qué das voces, por
          qué procuras infamarme con denuestos y
          injurias tan desatinadas? ¿Por ventura
          has recibido de mí hasta agora, en el
          estado que estás, sino muy grandes
          beneficios, muy grandes favores y muy
          buenas obras, las cuales por no hacer
          al propósito de la causa de tus quexas
          quiero excusar de decirlas? Veniendo
          á lo principal, que es la congoxa y
          tormento que agora te aflige y tiene
          tan desatinado que estando fuera de
          ti quieres culparme del mal que nunca
          te hice, antes todo el bien que pude
          hacerte conforme á tu desseo, que era de
          que Belisia te quisiese y amasse como
          tú á ella hacías, lo cual viste por
          experiencia manifiesta, y muchos días
          estando firme en su propósito, de manera
          que por ello me loabas y mill bienes de
          mi decías, dándome gracias por el estado
          en que te tenía, que para ti era el más
          dichoso y bienaventurado que poseía
          ninguno de tus iguales, es verdad que yo
          volví la rueda, abaxando tu felicidad,
          trocando tu contentamiento y consentiendo
          en tu caida; pero no fué tanto por mi
          voluntad como por tu descuido, pues
          dexaste de tomar prendas con que tu
          gozo se conservara y el Amor venciera
          de la libertad que en la tu Belisia has
          conoscido.

          Bien sabes tú que mi propio officio es
          no ser constante ni firme en ninguna
          cosa, como poco ha lo manifestabas.
          Si lo sabías, ¿por qué no te armabas
          contra mí? ¿por qué no tomabas defensa
          contra mi condición? Tenías en las manos
          el escudo para recibir mis golpes y
          perdístelo, consentiéndolo tú mesmo en
          ello; pues quéxate de ti y no de mí,
          que ninguna culpa te tengo, y quéxate
          de tu Belisia, que por su voluntad y no
          forzada se metió en essa fortaleza de
          la Crueldad, de la cual te hacen ambas
          la guerra para destruirte, que aunque
          yo soy parte para tu remedio, menester
          es su consentimiento, el cual habrías
          tu de procurar lo mejor que pudiesses,
          y no estarte haciendo exclamaciones sin
          provecho ninguno para el alivio de tu
          pena. No te desesperes, pues sabes que
          todas las cosas se truecan y mudan,
          y cuando no hallares piedad en la tu
          Belisia, por ventura hallarás mudanza en
          tus deseos, paresciéndote que, aunque los
          hayas tan bien empleado, te estará mejor
          verte y hallarte después sin ellos. Y
          porque lo dicho basta para satisfacerte
          del engaño que en agraviarte de mí
          recebías, no quiero decirte más de que
          no te ensalces con la prosperidad ni con
          la adversidad dexes abatirte; siempre
          osadía y esfuerzo, que son las armas con
          que yo puedo ser vencida, y si usare
          de mis acostumbradas mañas haciendo mi
          officio, no te maravilles, ni me culpes,
          ni me maltrates con palabras tan ásperas
          y enojosas, que al fin soy mandada y
          tengo superior á quien obedezco, y por su
          voluntad me rijo y gobierno. De Belisia
          te agravia, que si ella quiere bien puede
          forzarme para que no te falte mi favor,
          aunque yo no quiera, pues tu ventura está
          en su voluntad, la cual está al presente
          más libre que ésta que vees venir en mi
          compañía».

          Acabando de decir esto, los unicornios
          con la mesma solemnidad y aparato que
          habían traído el carro comienzan á
          dar la vuelta con tanta presteza, que
          aunque á mí no me faltaban palabras y
          razones para poder responder á lo que la
          Fortuna me había dicho, no tuve lugar
          para hacerlo como quisiera, porque
          antes que yo pudiese abrir mi boca para
          comenzarlas, ya estaba dentro en su
          castillo, siendo recebida con aquella
          dulce armonía de música que al salir la
          había acompañado; y siendo cerrado el
          castillo de la manera que antes estaba,
          el sol comenzó á escurecerse, y el
          día, con muchos nublados escuros que
          sobrevenieron, perdía gran parte de su
          claridad. Comenzaron luego á sonar de
          las nubes grandes truenos, y á mostrarse
          muchos y muy espesos relámpagos que en
          medio de la escuridad con el resplandor
          de su luz fatigaban á mis temerosos ojos,
          de manera que en cualquiera corazón es
          forzado miedo. Y así, estando no poco
          medroso con lo que se me representaba,
          vi que el castillo que en el muro negro
          estaba edificado se abría de la mesma
          suerte que el de la Fortuna había hecho,
          quedando en el medio dél muy grande
          espacio descubierto, en el cual se
          me mostró una tan fiera y espantable
          visión, que aun agora en pensarlo los
          cabellos tengo erizados y el cuerpo
          respeluzado; y porque sepáis si tengo
          razón para encarecerlo de esta manera,
          quiero deciros particularmente la forma
          de su venida. Estaba un carro tan grande
          y mayor que aquel en que había venido
          la Fortuna, aunque en el parecer harto
          diferentes el uno del otro; porque éste
          era hecho de una madera muy negra, sin
          otra pintura ninguna, con doce ruedas
          grandes de la mesma suerte, á las
          cuales estaban uncidos veinte y cuatro
          elefantes, cuya grandeza jamás fué vista
          en el mundo, estando por su compás dos
          de ellos entre cada rueda de un lado y
          de otro, que todo el carro rodeaban, y
          en el medio dél estaba un trono hecho,
          cercado de gradas por todas partes, y
          encima una tumba grande como las que se
          ponen en las sepolturas; lo uno y lo
          otro cubierto todo de un paño negro
          de luto. En la delantera de este carro
          venían tres mujeres muy desemejadas,
          flacas y amarillas, los ojos sumidos, los
          dientes cubiertos de tierra, tanto que
          más muertas que vivas parecían; traían en
          sus manos sendas trompas, con que venían
          haciendo un son tan triste y doloroso,
          que atronando mis oídos parecía oir aquel
          de las trompetas con que los muertos
          serán llamados el día del juicio; y
          estándolas mirando no con pequeño temor,
          vi que traían sus nombres escritos, que
          decían: «Vejez», «Dolor», «Enfermedad».
          Tras éstas venían otras tres, sentadas
          junto á la tumba, de las cuales la una
          tenía una rueca y la otra con un huso
          estaba hilando, y la tercera con unas
          tijeras muchas y diversas veces cortaba
          el hilo, sin cesar jamás ninguna de ellas
          de proseguir en su officio, por el cual
          y por lo que ya yo muchas veces había
          oído conocí ser las tres Parcas: Atropos,
          Cloto y Lachesis; y después que bien las
          hube mirado, puse los ojos en una figura
          que encima de la tumba venía sentada,
          tan terrible y espantable de mirar que
          muchas veces se me cerraban los ojos por
          no verla; porque con muy gran miedo y
          temor de ver una fantasma tan temerosa y
          aborrescible, comenzó á temblar todo mi
          cuerpo y los sentidos á desfallecerme y
          dexarme casi sin vida. Tomóme un sudor
          muy frío y congoxoso, como suelen tomar
          aquellos que están muy cerca de las
          sepolturas para ser metidos en ellas;
          pero tomando algún esfuerzo para que el
          desmayo del todo no me venciese, alzando
          algunas veces y no con pequeña fuerza
          la vista, vi que era toda compuesta de
          huesos sin carne ninguna; por entre
          todos ellos andaban bullendo muy gran
          cantidad de gusanos; en lugar de los
          ojos no traía sino unos hondos agujeros;
          venía con un arco y una flecha en la una
          mano y con una arma que llaman guadaña
          en la otra. Cuando se meneaba, todos los
          huesos se le descomponían, y cuando los
          elefantes andando con el carro más hacia
          mí se acercaban, mayor espanto me ponía;
          ninguna cosa viva de las que en el campo
          y en el aire poco antes se mostraban
          dexó de desaparecer en el miedo de su
          presencia, y cierto si yo pudiera huir
          fuera de aquel circuito de buen grado lo
          hiciera; pero así esperando muy espantado
          hasta que el carro estuvo cerca de mí y
          los elefantes se hubieron parado, vi que
          aquella fiera y temerosa voz me comenzó á
          decir de esta manera:


                _La Muerte contra Torcato._

          «Si no me conoces, Torcato, yo soy
          aquella Muerte que poco ha en tus
          exclamaciones con muy grande afición
          llamabas y pedías; y no temas que vengo
          para matarte, sino para que por mis
          razones conozcas la poca razón que tienes
          en mostrarte agraviado con la vida,
          pues que con ella estás en la pena que
          tu cobardía y descuido merecieron, para
          ponerte en la desventura y miseria con
          que agora vives tan penado; y por la
          culpa que en esto tuviste en la vida
          estás condenado á que viviendo padezcas
          la pena que tan justamente has merecido,
          lo cual es justo que sufras con mayor
          paciencia de la que muestras. Y si te
          parece que de mí recibes agravio en
          no matarte, ¿para qué te quexas de la
          vida que tienes, llamándola verdadera
          muerte? Porque hallándote muerto por mi
          mano habrías de decir que te daba más
          verdadera vida, y no puedo yo dexarte de
          confessar que tú viviendo estás muerto,
          y que es mayor y más cruda la muerte que
          recibes que la que yo con todo mi poder
          darte podría; pero la vida desta muerte y
          la muerte de tu vida están en las manos
          de tu Belisia, de la cual te quexa y
          agravia más que de mí, pues que entrando
          en este circuito de nuestra morada, y
          dexando la compañía de los que estamos en
          ella, se ha entrado en el castillo de la
          Crueldad y hecho en él su aposento, de
          adonde te persigue y fatiga y te hace tan
          cruel guerra como ya la Fortuna estando
          contigo te dixo; y allí se ha hecho tan
          fuerte y poderosa que, temiendo mi poder,
          se ha puesto en competencia conmigo para
          contigo, paresciéndole que es en su
          mano darte la muerte ó la vida, y que
          en esto por agora yo tengo obligación
          forzosa á seguir su voluntad, aunque yo
          no sigo sino la mía, dexándote vivo para
          que procures el remedio con vencerla
          ó con ponerte en la libertad sin que
          agora vives, que no es pequeño género
          de muerte para los que sin ella passan
          la vida; y pues que la razón está por
          mi parte y tú no tienes causa bastante
          para poder estar de mí quexoso, no te
          aflixas ni congoxes pediéndome ayuda y
          socorro hasta que yo por mi voluntad
          quiera dártelo, el cual jamás te será tan
          agradable como te ha parescido, porque si
          agora con sólo visitarte puse tan gran
          espanto y temor como en tu descolorido
          gesto se parece, y si hallaras aparejo
          para huir no me vieras ni me esperaras,
          ¿qué hicieras si en mi compañía quisiera
          luego llevarte? Créeme, Torcato, que
          ninguno me llama con tan gran voluntad,
          aunque mayores adversidades y trabajos le
          persigan, que no se espante y le pese muy
          de veras cuando siente mi venida, y que
          no quisiesse huir cien mill leguas de mí
          si pudiesse. Y pues que con lo que te he
          dicho quedo contigo desculpada, no quiero
          decirte más sino que sufras pacientemente
          el vivir hasta que sea cumplido el curso
          de la vida que por el soberano Hacedor de
          todas las cosas te está prometido».

          Acabando la Muerte de decir estas cosas,
          sin esperar la respuesta dellas, de que
          á mí no me pesó, por verla fuera de mi
          presencia, se volvieron los elefantes
          con el carro, yendo aquellas mujeres
          proseguiendo aquella infernal y temerosa
          música de las trompetas, que por no
          oirla puse mis manos encima de mis
          oídos, y siendo entrado el carro en el
          castillo, se tornó á cerrar de la manera
          que de antes estaba, dexándome á mí
          tal que apenas ninguno de mis sentidos
          me acompañaba; y huyendo los ñublados
          y cesando la tempestad, el día tornó
          tan claro y sereno como de antes había
          estado; las aves y animales que con
          espanto y temor estuvieron ascondidos,
          volviendo á regocijarse, mostraban muy
          grande alegría por hallarse fuera de
          aquel temeroso peligro. Y yo, tornando
          poco á poco á cobrar las fuerzas y
          aliento que perdido tenía, comencé á oir
          una música de voces tan dulce y apacible
          que me paresció ser imposible que fuesse
          cosa de la tierra, sino que los ángeles
          hubiessen venido de los altos cielos á
          mostrarme en ella parte de la gloria que
          los bienaventurados poseían.

          Salían estas voces del castillo del
          Tiempo, el cual luego se abrió como
          los passados, y del medio dél salió
          otro carro bien diferente de los otros
          que había visto, porque era muy menor
          que ellos, y hecho todo de una piedra
          transparente, que como un espejo
          christalino por todas partes relucía.
          Estaban uncidos á él seis griffos con
          unas alas muy grandes, que con muy gran
          velocidad lo levantaban tan alto, que
          en un instante paresció sobrepujar á
          las altas nubes; y batiéndolas con tan
          gran ímpetu y furor que el aire que con
          ellas hacían se sentía á donde yo estaba,
          anduvieron revolando por el aire todo
          aquel circuito á la redonda, y hecho esto
          se baxaron, poniendo el carro tan cerca
          de mí como los otros habían estado. Los
          griffos eran en las plumas de varias
          y diferentes colores, haciendo por sí
          labores tan extrañas como las que los
          hermosos pavos en sus crecidas colas
          tener suelen; las ataduras de sus cuellos
          eran torzales muy gruesos de oro fino. En
          medio del carro vi que venía un hombre
          tan viejo y arrugado que parecía ser
          compuesto de raíces de árboles. La barba
          y cabellos tenía todos tan blancos como
          la blanca nieve y tan largos que pasaban
          de la cintura; su vestido era de una tela
          blanca que todo le cubría, y en la mano
          traía un báculo con que sustentaba sus
          cansados miembros. Estaba temblando, de
          la manera que un solo punto jamás le vi
          estar firme, y con unas pequeñas alas
          que de los hombros le salían se hacía
          continuo viento, con que ayudaba al
          movimiento que en sí sin cesar tenía en
          todo su cuerpo; traía asida con la otra
          mano una doncella vestida con muy ricos y
          preciosos atavíos, pero venía destocada y
          sobre su gesto le caían un manojo de muy
          rubios y hermosos cabellos, de manera que
          casi se lo cubrían, y de la media cabeza
          atrás tresquilada, sin cabello ninguno.
          Mirábame con los ojos algo airados, como
          si de mí algún enojo tuviesse; traía su
          nombre escrito en los pechos que decía:
          «Occasión», y en baxo una letra, que fue
          por mí leída, vi que decía desta manera:

                «El que pudiere alcanzarme
              y asirme destos cabellos,
              procure de no dexarme,
              porque si me suelta dellos
              muy tarde podrá hallarme».

          Yo que casi atónito todas estas cosas
          estaba mirando, vi que aquel tan anciano
          viejo con una voz sonorosa y temblando
          comenzó á decir:


                _El Tiempo contra Torcato._

          «Ya me debes, Torcato, haber conocido,
          pues que teniéndome presente con la
          tristeza que muestras, me tuviste en
          lo passado con no menor alegría y me
          tendrás en lo porvenir como la divina
          Majestad por quien todos somos regidos
          y gobernados lo ordenare y quisiere.
          Poco ha que de mí, que soy el Tiempo,
          te agraviabas con grandes querellas,
          poniéndome la culpa que tú tienes, y
          queriendo que contigo tuviesse la firmeza
          que con ninguno de los mortales he
          tenido. Mi propio officio es, como en mí
          puedes ver, no estar jamás un instante
          firme, y assí como soy mudable, assí
          en mí se mudan todas las cosas, unas
          de buenas en malas y otras de malas en
          buenas, y que lo mesmo passasse por ti
          no debe espantarte, ni por ello pienses
          que tienes razón de estar mal conmigo
          ni decirme las razones agraviadas que
          con tanto enojo poco ha que de mi
          decías. De ti mesmo podrás agraviarte
          más justamente, pues no supiste ayudarte
          de mí cuando yo puse en tus manos esta
          doncella que conmigo trayo, que es la
          ocasión que te di poniéndote en lugares
          y tiempos que te pudieras aprovechar de
          la tu Belisia, de la cual no quesiste
          gozar, antes con tu floxedad temerosa
          perdiste los cabellos que en tu mano á
          mi intercesión tenías, dexándola que te
          volviese las espaldas, poniéndote en
          trabaxo de seguirla en vano, porque con
          estar tresquilada por detrás, aunque
          agora le eches la mano no podrás asirla
          ni tenerla, y será menester que tengas
          paciencia ó trayas compañía con que
          puedas ayudarte para vencerla. Y ésta
          solamente es la de tu Belisia, la cual
          está en la fortaleza de la Crueldad,
          tan armada y tan fuerte contra ti, que
          no sé qué diligencia podrá bastar para
          que quiera ayudarte á tornarla á poner
          en tu favor como ya tú la tuvistes.
          ¿No has oído aquel común refrán de la
          gente que dice: _Quien tiempo tiene y
          tiempo atiende, etc.?_ En ti lo habrás
          conocido ser muy verdadero, y assí no de
          mí sino de ti te quexa y agravia, que
          pocas veces se cobra el bien perdido si
          no es con el affán y trabajo que basta á
          comprarlo muy caro, y tanto está en ti
          y en tu buena diligencia que yo vuelva
          á parecerte el que solía, como en mí,
          que sin tener respeto á ninguna cosa no
          hago sino passar mi jornada disponiendo
          de las cosas según el aparejo que en
          ellas hallo, y pues ya has conocido mi
          condición y tienes experiencia de lo
          passado, aparéjate para lo porvenir, que
          harta parte serás para vencerme y mudarme
          si te dieres tan buena maña que puedas
          volver á la tu Belisia de tu bando,
          sacándola del castillo de la Crueldad,
          donde muy esforzada con su fortaleza está
          metida agora».

          Acabando el Tiempo de decir esto, los
          griffos comenzaron á menear con gran
          fuerza y velocidad sus alas levantado
          el carro con gran ligereza, y en muy
          breve espacio volvieron á ponerlo en
          el castillo, el cual se cerró como
          los otros, cesando la música de voces
          que hasta allí se habían oído, y en
          lugar dellas comencé á oir otras muy
          tristes y dolorosas, unos clamores y
          gemidos como de gente apasionada y que
          algunos tormentos grandes padescían; sus
          suspiros, rompiendo el aire, parecían
          llegar al cielo y oirse en él con quexas
          de tan gran lástima, que en cualquiera
          corazón la pusieran. Todo esto sonaba en
          el castillo de la Crueldad, el cual se
          abrió luego como los otros, y del medio
          dél vi que salía otro carro pequeño de
          color leonado, sin otra pintura ninguna;
          las ruedas, que seis eran, venían
          historiadas de la manera que el castillo
          estaba; traía uncidos este carro doce
          dragones muy espantables, que por sus
          crueles bocas echaban llamas de fuego;
          las alas, levantadas y temerosas, eran
          enroscadas y vueltas para arriba; su
          vista era muy fiera y temerosa; entre
          cada rueda de una parte y de otra venían
          dos dellos, guiando desta manera el
          carro, encima del cual venía asentada en
          una silla, que al parecer era hecha de
          muy ardientes brasas, una mujer con un
          semblante y gesto tan fiero y espantable,
          que me puso harto mayor temor que los
          dragones me lo habían puesto; sus
          vestidos estaban todos ensangrentados,
          y en la una mano tenía una espada
          desnuda y con la otra á la mi Belisia,
          la cual venía con todo el regocijo y
          contentamiento del mundo, mostrándose
          muy alegre y ufana por estar en compañía
          para ella tan apacible. Venían en la
          delantera del carro tres mujeres vestidas
          de la mesma manera que la Crueldad,
          pero con los ojos tristes y dolorosos,
          vertiendo lágrimas en abundancia, sus
          manos puestas en la mexilla, mostrando
          en su tristeza venir forzadas y contra
          su voluntad; sus nombres, que escritos
          traían, eran: «Tribulación», «Angustia»
          y «Desesperación». Delante destas estaba
          un hombre sentado, amarillo y flaco y
          tan pensativo que yo le juzgué más por
          muerto que vivo; su nombre era «Cuidado».
          Con esta compañía llegó á mí la mi
          Belisia, reyéndose de verme cuál estaba,
          y saliendo ella y la Crueldad del carro
          saltando con el placer que mostraban,
          se acercaron á mí, que atónito de lo
          que vía, ninguna palabra podía formar
          mi lengua, antes hecho mudo estaba sin
          poderlos hablar ni menearme de adonde
          estaba, y llegándose más cerca la
          Crueldad, me comenzó á decir:


                _La Crueldad contra Torcato._

          «Poco te aprovecha, Torcato, llamar en
          tu defensa á la Fortuna y á la Muerte
          y al Tiempo, pues ninguno dellos te ha
          podido socorrer ni valer de mis poderosas
          fuerzas ayudándome de las de tu Belisia,
          la cual tiene por bien que contra ti las
          execute, para mostrarte cuán caro cuesta
          el amor que no se sabe conservar con
          prendas tan verdaderas que basten para
          forzar la libertad y voluntad, dexándolas
          subjetas de manera que no hallen camino
          ninguno que pueda guiarlas para meterse
          en mi castillo, como Belisia agora con
          ellas ha hecho. Y pues de mi nombre
          podrás conocer qué tales pueden ser mis
          obras, no te espantarás que con ellas
          quiera complacer á Belisia, á quien
          tan obligada estoy por no tener piedad
          ninguna para contigo, que es la mayor
          enemiga que yo en este mundo tenga».

          Diciendo esto, Belisia se llegó á mí y
          con sus manos me comenzó á rasgar el
          capisayo y jubón y camisa que sobre mis
          pechos tenía, dexándolos descubiertos; y
          aunque yo conocía que todo esto era para
          daño mío, no podía dexar de holgarme en
          gran manera que Belisia me tocase con sus
          manos en mis carnes, recebiendo con ello
          algún descanso; pero luego la Crueldad,
          abriendo con su espada mi lado siniestro,
          comenzó con Belisia á beber la sangre que
          por la herida salía, y metiendo por ella
          sus manos, sacaron mi corazón, dándome
          tan áspero y terrible dolor, que aun
          agora en pensarlo me desmayo, y ambas
          con muy gran ferocidad y agonía daban en
          él con sus dientes muy grandes bocados,
          como si de rabiosa hambre estuvieran
          atormentadas, y después que desta manera
          lo estuvieron despedazando, Belisia,
          holgándosse y reyéndose de verme cuál
          estaba, comenzó á decirme:


                 _Belisia contra Torcato._

          «Porque no digas, Torcato, que en pago
          del amor que me has tenido y tienes
          no te dexo compañía que en la soledad
          con que quedas te acompañen, contigo
          quedarán estas cuatro personas, que jamás
          se apartarán de ti, y son las que en
          este carro has visto que con nosotras
          vinieron».

          Y diciendo esto, me vi rodeado de la
          Tribulación, Angustia, Desesperación
          y Cuidado; y Belisia y la Crueldad,
          tornando á subir en el carro, se metieron
          en el castillo con gran contentamiento de
          lo que contra mí habían hecho.

          A esta hora, con los cuatro compañeros
          que cercado sin desamparar me tenían,
          sentí alzarme de tierra, y de la mesma
          manera que había sido traído en aquel
          lugar tan extraño fui llevado en el aire,
          passando por mucha tierra deshabitada y
          por grandes ciudades y poblaciones de
          extrañas provincias y gentes, por muy
          espessos montes y muy altas montañas,
          hasta venir á hallarme donde tendido
          estaba con el pesado sueño que todas
          estas cosas en sí me había mostrado,
          y recordando y abriendo mis ojos,
          pareciéndome que verdaderamente y no en
          sueños por mí hubiese pasado todo lo que
          he dicho, echeles alrededor, mirando por
          la compañía que conmigo había traído,
          á la cual no pude ver pero sentíla que
          había aposentado en mis entrañas y en
          mi ánima, á donde aun agora la siento y
          sentiré en tanto que la vida me durare.

          Este fué, Filonio y Grisaldo, el fin de
          mi sueño, y este ha sido el fin que han
          tenido los amores de la mi cruel Belisia.
          Este ha sido el pago que por el amor
          que le he tenido y tengo me ha dado.
          Si me sobra la razón para estar triste
          y con el trabajo que me habéis visto;
          si con justa causa me ando quexando á
          vosotros pongo por jueces, pues no podéis
          dexar de confessarme que mi mal es sin
          remedio, faltándome la esperanza, y que
          hago agravio á la vida en sustentarla y
          tenerla, pues que con acabarse acabaría
          de verme cual me veo; y cierto para mí
          el menor mal de todos sería la muerte,
          que en sueños y despierto huye de mí
          para no darme la vida que con ella
          recibiría. Como á verdaderos amigos os he
          descubierto el secreto de mis entrañas y
          os he dicho la verdad de todo lo que por
          mí ha pasado; si como tales me podéis dar
          algún consejo para aliviar mi tormento,
          pues quitarlo del todo es impossible,
          yo os ruego, y por la amistad que entre
          nosotros hay os conjuro que lo hagáis,
          porque teniendo el juicio más libre
          estará con mayor claridad que no el mío
          para mirar y ver lo que más me conviene
          hacer y de qué manera, para alivio de mis
          trabajos, pueda recibir algún descanso.


                _Fin de la segunda parte._


               COMIENZA LA TERCERA PARTE

          En que se cuentan las razones que podría
            haber para que Belisia olvidase los
            amores de Torcato; hay en ella algunos
            avisos provechosos.


          FILONIO.--Grandes son las cosas,
          Torcato, que por ti en estos tus amores
          han passado. No puedo dexar de haberte
          muy gran lástima, aunque tú mesmo has
          tenido la culpa de todo tu daño, según
          de tus razones se puede haber atendido;
          pero muy bien has hecho en no encubrir
          ninguna cosa, porque los enfermos que á
          los médicos no dan particular cuenta de
          sus enfermedades, mal pueden ser curados
          dellas; y assí, para que yo y Grisaldo
          con nuestros pobres juicios podamos
          decirte lo que te conviene y darte el
          consejo que mejor nos parezca para que
          tu trabajo y passión reciban algún
          alivio, convenía que tan enteramente nos
          hubiesses informado como con tu larga
          relación lo heciste. Y lo primero que
          quiero decir es que las mujeres de su
          naturaleza son movibles y insconstantes y
          sin ninguna firmeza en sus hechos, tanto
          que cuando con mayor affición y voluntad
          las vieres puestas en alguna cosa, has
          de pensar y tener por averiguado que
          se mudarán más presto que las hojas
          suelen menearse en los árboles, y que
          poco viento basta para llevarlas á donde
          quisiere; y assí todos los auctores que
          escriben dellas lo dicen, y Salomón las
          compara al mesmo viento en sus mudanzas.
          Belisia era mujer, y en naturaleza y
          condición no diferente de las otras,
          y assí no me maravillo que haya hecho
          lo que las otras hacen, que hacen
          mudanza, pues esta es la más principal
          condición que tiene la ausencia, y de
          aquí nace aquel común proverbio que
          dixe: _Cuan lexos de ojos, tan lexos de
          corazón_. Si tú estuvieras presente, el
          amor se conservara, porque la continua
          conversación es causa de acrescentarlo,
          y la ausencia de disminuirlo, como por
          experiencia lo has conocido.

          TORCATO.--Antes en mí he visto al
          contrario, porque ninguna cosa por estar
          ausente ha mudado mi voluntad, que si
          juntamente con la de Belisia se mudara no
          tuviera de qué agraviarme.

          FILONIO.--Yo fiador, si no se ha mudado,
          que ella se mude, si no tomas tú por
          punto de honra estar tan firme en ella
          que procures permanecer en tu desatino.

          TORCATO.--¿Qué llamas desatino? que yo
          por muy atinado me tengo en lo que hago,
          pues una voluntad tan bien empleada no
          debe tan presto mudarse.

          FILONIO.--Bien digo yo que tú mesmo no
          quieres dar lugar á tu propia salud.
          ¿Por ventura puedes estar más desatinado
          que en querer á quien no te quiere, y
          en amar á quien no te ama, y en llamar
          á quien no te responde y seguir á quien
          anda huyendo de ti, y en tener tan
          verdadera fe con quien ninguna tiene
          contigo? Esto digo que son desatinos
          y locuras, que los hombres debrían
          desechar de sus pensamientos y fantasías,
          sacudiéndose dellos para ponerse en
          libertad y conocer con ella lo que
          les conviene; porque á los que están
          aficionados, el Amor los tiene ciegos
          y sin juicio, ni entienden, ni ven, ni
          conocen lo que les está bien ni mal, como
          agora tú haces en parecerte que es bien
          perseverar en los amores de Belisia,
          conociendo della que ninguna fe, ni ley,
          ni amor tiene contigo, y que si alguna te
          mostró en algún tiempo no era verdadera
          sino fengida para engañarte, y si lo fué,
          que era tan poca que cualquiera causa
          por pequeña que fuese bastó para que te
          olvidase, no se acordando del amor tan
          verdadero que tenía y mostraba.

          TORCATO.--Lo que mayor pena me da es no
          saber essa causa, para juzgar si tuvo
          razón en lo que conmigo ha usado.

          GRISALDO.--Ninguna habría que á ti te
          pareciese bastante porque no te pudiese
          condenar por ella á ti mesmo.

          TORCATO.--No estoy tan fuera de razón que
          me quitase el buen juicio, aunque fuesse
          contra mí, pues no es menos el amor que
          tengo á la mi Belisia; pero no veo cosa
          que bastase para el desamor que muestra
          tenerme, que por mi parte no ha habido
          falta ninguna para la mudanza que ha
          hecho.

          FILONIO.--Si por tu parte no la ha
          habido, por la suya había tantas que
          basten para quitarla de culpa cuanto á ti
          te parecerá tener la mayor por ellas.

          TORCATO.--Por tu fe, Filonio, que tú me
          las digas, pues yo no las alcanzo ni
          entiendo.

          FILONIO.--Ya yo te dixe que la primera
          de todas es ser mujer, á quien es propio
          y natural no permanecer en un ser mucho
          tiempo, y si alguna cosa las detiene más
          de lo que por su voluntad lo harían, es
          el interese de los servicios, los cuales
          tú no heciste, según has confessado,
          y assímesmo tú me has confessado que
          conociste ser servida y secuestrada de
          otros pastores y zagales, que con grande
          agonía procuraban ganarle su voluntad,
          y estando tú presente tuvieras mucho
          que hacer en entretenerla para no ser
          vencida, mira cómo podrás hacerlo estando
          ausente tanto tiempo, que por ventura
          tendrá ya perdida de ti la memoria como
          si nunca te hubiera conocido.

          TORCATO.--Propiedad es de las mujeres la
          que me has dicho; pero no confesaré yo
          de Belisia esse pecado, que porque en mí
          conociese el grande y verdadero amor que
          le tenía y por él me diese los favores
          que os he contado, los cuales casi
          fueron sin perjuicio de su honestidad,
          no por esso podré pensar que me dexasse
          de querer á mí por poner el amor en otro
          ninguno, pues sería difficultoso hallar
          otro que tanto la quisiese para forzarla
          á que se mudasse con ponerme á mí en
          olvido.

          FILONIO.--Esso todo es á tu parecer; pero
          otros hallarás muy diferentes, porque
          estando sin pasión conocen mejor que tú
          la condición y calidad de las mujeres, no
          haciendo á ninguna dellas tan casta como
          tu quieres que lo sea tu Belisia.

          TORCATO.--Yo por casta la tengo á ella y
          á todas las mujeres, si las lenguas malas
          y testimonieras de los hombres dexasen
          de morderlas con testimonios falsos y
          levantados, como si las tuviésemos por
          mortales enemigas.

          FILONIO.--Bien puede ser assí como tu
          dices; pero escúchame lo que acaesció en
          el reino de Egipto, por donde conocerás
          el engaño que te tiene ciego para tener
          por tan cierto lo que has dicho.

          TORCATO.--Alguna fábula ó hablilla
          querrás contarme de las que suelen contar
          las viejas tras el fuego.

          FILONIO.--Antes te digo que es cosa muy
          cierta y verdadera, porque la escriben
          y cuentan notables varones y auctores á
          quien se da muy gran crédito: Diódoro,
          Herodoto (_Libro II_). «Y fué que uno
          llamado Ferón, hijo de un rey de Egipto
          que llamaron Sofis, tuvo una recia y muy
          grande enfermedad, de la cual vino á
          quedar del todo ciego, que fué para él la
          mayor persecución y trabajo que le podía
          venir en el mundo, tanto que no la tenía
          en menos que la muerte, y haciendo por
          su parte todas las diligencias possibles
          para saber si podría tornar á cobrar la
          vista que tenía perdida, y no hallando en
          los médicos consejo que le aprovechasse,
          acordó de consultar con grandes
          sacrificios los oráculos de sus dioses,
          los cuales le dieron por respuesta que
          después que hubiesse sacrificado con
          gran devoción á un dios que estonces era
          reverenciado y servido en la ciudad de
          Eliópoli, porque decían ellos que hacía
          grandes milagros en aquel tiempo, que
          pussiese los ojos en una mujer tan casta
          que no hubiese tenido pendencia sino con
          solo su marido, y que luego sería sano
          del mal que en ellos tenía. Ferón cumplió
          luego lo que los dioses le dixeron sin
          faltar nada, y teniendo confianza en su
          propia mujer, trayéndola delante de sí
          para cobrar por ella la salud que le
          faltaba, quedó como de antes sin ver
          ninguna cosa, y luego hizo traer todas
          las principales mujeres del reino de
          Egipto, las cuales no le aprovecharon
          más de lo que su mujer había hecho, y
          viéndose por esto affligido y fatigado,
          perdiendo del todo la esperanza de cobrar
          la vista, comenzó á probar de poner los
          ojos en todas las mujeres comunes, sin
          que le aprovechase, hasta que le traxeron
          una mujer de un hortelano, y poniéndolos
          en ella, tornó luego á ver de la manera
          que antes, como si no hubiera tenido
          mal ninguno, y haciendo quemar por esto
          á su mujer con otras muchas de las más
          principales, se casó con ésta, aunque no
          faltaron maliciosos que dixeron que en
          aquel mesmo día que la habían traído se
          había casado con el hortelano, y que si
          esperaban á otro día, por ventura Ferón
          no viera ni tuviera la salud tan deseada,
          porque no turara en ella la castidad
          tanto tiempo».

          TORCATO.--Si en Egipto había en este
          tiempo falta de buenas mujeres, ¿por
          ventura no la hubiera en otras partes
          donde hay tanta abundancia dellas que
          para cada hombre que haya bueno se
          hallarán mil que le hagan ventaja?

          FILONIO.--Esas que tú dices yo no
          las veo, porque si hablan en algunas
          partes de mujeres que tuvieron en mucho
          su castidad, luego veréis que traen
          por exemplo y dechado de todas ellas
          á Lucrecia y Virginea, romanas, y á
          Penélope, griega, y á otras semejantes,
          y si todas son tales como éstas fueron,
          poco tienen que loarse de su bondad para
          que las tengan por castas.

          TORCATO.--¿Y qué defeto hallas tú que
          hubo en la bondad desas?

          FILONIO.--De Lucrecia yo te lo diré:
          si cuando Tarquino la quiso forzar,
          poniéndole el puñal á los pechos, ella
          consintiera que le diera con él y la
          matara antes que su castidad fuera
          violada, yo la tuviera verdaderamente por
          casta; pero después que consentió en que
          compliesse con ella su voluntad, aunque
          fuesse forzada, para cumplir con su
          marido Collatino y aun para cumplir con
          el mundo y alcanzar aquella fama después
          de su muerte que todos los gentiles
          procuraban, se mató públicamente, así
          mesmo preveniendo á la muerte que por
          ventura Collatino le diera cuando
          tuviera noticia de lo que había pasado,
          cuanto más que no hay nadie que sepa si
          ella consentió en el adulterio por su
          voluntad, y arrepentida de haberlo hecho,
          ó temiendo las causas que he dicho,
          quiso remediarlo todo con la muerte; y
          no pienses que yo por solo mi parecer
          la condeno, que muchos hay que dicen lo
          mesmo, y un flaire en nuestra aldea me
          dixo que Sant Agustín trataba della como
          de mujer que no había dado de sí tan buen
          exemplo que se hubiesse de tener en mucho
          la castidad que había mostrado.

          TORCATO.--Paréceme que, según la
          enemistad que muestras con la bondad de
          las mujeres, que no corres menos peligro
          con ellas que aquel su grande enemigo
          Torrella; pero, ¿de Penélope qué tienes
          que decir; que, según yo he oído, todos
          los libros griegos y latinos están llenos
          de sus alabanzas, loándola de casta y
          recogida, assí en el tiempo que su marido
          Ulises estuvo en la guerra de Troya y
          anduvo peregrinando por el mundo como en
          todo lo demás de su vida?

          FILONIO.--Assí es como tú dices; pero
          entre estos autores que escribieron della
          algunos hubo que dixeron muy al revés,
          porque no faltó quien ha escrito que,
          estando Ulises ausente, Penélope usaba
          de su cuerpo como pública ramera, y otro
          autor que dixo que Pan, dios de los
          pastores, fué hijo suyo y de Mercurio, y
          que por saber esto Ulises hizo divorcio
          con ella y se fué á vivir á la ínsola
          Cortina; y otros muchos que hablando de
          su vida trataron della como de mujer
          que había vivido deshonestamente y que
          no solamente tuvo por hijo al dios Pan,
          sino á otros muchos de diferentes padres,
          hechos en adulterio; y si Virginea
          fué muerta por no consentir en la
          desenfrenada voluntad de aquel varón de
          los diez que entonces gobernaban á Roma,
          que por tan exquisitas y desvergonzadas
          formas y maneras procuraba gozar el amor
          ilícito y deshonesto que con ella tenía,
          fué porque su padre hizo sacrificio de
          la hija por no recebir la afrenta que
          viviendo le estaba aparejada, que si á
          la voluntad de Virginea lo dexaran, por
          ventura excusara la muerte con dexarse
          corromper su honestidad antes que recebir
          las puñaladas que le fueron dadas por su
          padre; así que no estés, Torcato, tan
          confiado de la tu Belisia que no puedas
          presumir que por haber puesto sus amores
          y voluntad en otra persona haya dexado
          los que contigo tenía, porque esto es lo
          que yo por más cierto tengo.

          TORCATO.--Y yo por más incierto, porque
          no me podrás inducir con tus enxemplos
          que pueda creerlo; porque ya que fuese
          verdad lo que has dicho, ¿cuántas mujeres
          ha habido y hay en el mundo tan castas
          que ninguna mancilla se puede poner en
          su bondad? Y si no mira lo que hizo
          la reina Dido por no querer consentir
          en los amores del rey Yarvas, ni que
          después de la muerte de su marido Sicheo
          hubiese quien pudiesse triunfar de su
          honestidad, y así escogió por mejor dexar
          hacer ceniza su cuerpo en el ardiente
          fuego que no dar lugar á que otro ninguno
          pudiese gozar de lo que él había gozado;
          aunque el poeta Virgilio, no sé por qué
          causa ó razón inducido, quiso poner en
          su bondad y buena fama la mancilla que
          puso, diciendo que había tenido amores
          con Eneas, siendo falsedad averiguada,
          porque Dido fué mucho tiempo antes que
          Eneas, saliendo de Troya, anduviesse
          peregrinando por el mundo; y sin tratar
          de las mujeres antiguas, ¿cuántas
          en nuestros tiempos se sojuzgan al
          incomparable trabajo de las religiones,
          haciendo sacrificio de la vida hasta la
          muerte, y otras que han tenido por mejor
          que sus cuerpos fueran despedazados que
          no consentir en que por su voluntad la
          castidad fuesse en ellas violada? Sola
          Susana bastaba para quitar las lenguas
          de los maldicientes, viendo con cuánta
          firmeza procuró guardarla de aquellos
          viejos que procuraban aprovecharse della,
          teniendo por mejor ser por su falso
          testimonio condenada á la muerte que
          consentir en sus torpes desseos. Y sin
          ésta, te podría decir otras muchas que
          bastan en nuestros tiempos á defenderse
          de la importunidad de los hombres, sin
          dexarse jamás vencer para que su castidad
          corra peligro, ni ellas se puedan dexar
          de llamar mujeres castas; y para que
          mejor entiendas la ventaja que en esto
          hacen las mujeres á los hombres, mira
          lo que se usa en muchas partes y entre
          muchas naciones de gentes idólatras, que
          en muriendo los maridos se matan y se
          entierran, ó se queman con ellos, por su
          propia voluntad, y mostrando muy gran
          contentamiento en huir de los peligros en
          que quedaría su honestidad siendo viudas,
          y no verás hombre ninguno que haga lo
          mesmo aunque se le mueran cien mujeres;
          y ten por cierto que muchas habría en la
          christiandad que seguirían esta mesma
          orden si el temor de la perdición de sus
          ánimas no se lo vedase.

          FILONIO.--En cargo te son las mujeres,
          que assí quieres defender contra la
          común opinión de todo el mundo ser
          hechas de otra differente condición y
          costumbres de las que tienen y en ellas
          se conocen; continuamente todos cuantos
          han escrito, cuando vienen á hablar en
          ellas, no hallan palabras que basten á
          contar sus vicios y torpezas; los libros
          están llenos dello, y no solamente
          los proffanos, pero también los de la
          Sagrada Escriptura, y si no pregúntalo
          á Salomón y verás con cuán encarescidas
          palabras las pone muchas veces del lodo,
          tratándolas como ellas lo merecen. Y en
          un libro que yo oí una vez leer decía
          que la mujer nunca era buena sino una
          vez en la vida, y que ésta era la hora
          que se moría, y que era mejor cuando más
          presto se muriese; y con estas palabras
          consolaba un amigo á otro porque su mujer
          se le había muerto.

          TORCATO.--Bastaría que alguna mujer
          te hubiesse á ti tratado como á mí me
          ha hecho Belisia para que tanto mal
          me dixeses della y de todas las otras
          mujeres; pero no quiera Dios que yo con
          pasión me ciegue para decirlo, ni para
          consentir que tú pienses que tienes razón
          en lo que dices. Y lo primero que quiero
          preguntarte es quiénes son esos que
          escribieron los libros que has dicho.

          FILONIO.--¿Quiénes han de ser sino
          hombres muy sabios y avisados que las
          tienen bien conocidas?

          TORCATO.--Bien se parece que son hombres,
          que si fueran mujeres harto más tuvieran
          que poder decir y escribir y con mayor
          verdad de los hombres que no los hombres
          dellas, porque verdaderamente muy mayores
          y más torpes y más comunes son los vicios
          en los hombres que en las mujeres, y
          nosotros, que las notamos y acusamos de
          parleras y desenfrenadas en sus lenguas,
          somos los que las infamamos diciendo
          tantos males dellas, que debríamos de
          tener vergüenza de que nuestras palabras
          saliessen por nuestras bocas tan
          perjudiciales contra personas de quien
          tantos bienes recebimos; y aunque haya
          algunas malas entre ellas, yo fiador
          que no sean tantas como los hombres,
          y nosotros mesmos somos la principal
          causa de sus males, importunándolas y
          fatigándolas con promesas, con engaños,
          con lisonjas y con persuasiones que
          bastarían á mover las piedras, cuanto más
          á mujeres, para que algunas veces vengan
          á dar en algunos yerros; y ellas jamás
          nos importunan ni fatigan requiriéndonos,
          y molestándonos con desvergüenza, antes
          tienen por mejor callando passar sus
          trabajos, que no dar á entender lo que
          por ventura con su flaqueza les piden sus
          apetitos. Y los que escribieron contra
          ellas no fué contra las buenas, sino
          contra las malas, y lo que dixeron de las
          unas, siendo pocas, no se ha de entender
          de las otras, que son muchas; así que
          sería mejor que todos nosotros nos
          empleásemos en decir bien de quien tantos
          bienes habemos recebido y recebimos
          cada día, y no mal de quien ninguno nos
          merece; y si alguna nos diere causa,
          con algunos desatinos, á que podamos
          decir mal della, sea particularmente
          para reñirla y castigarla con palabras y
          obras, siendo necessario, y no queramos
          que paguen las justas por las peccadoras
          y las que no tienen culpa por las que
          merecen el castigo; que lo que fuera
          desto se hiciere ó dixere, será mal dicho
          y mal hecho, y los vituperios y infamias
          y deshonras quedarán en aquellos que las
          dixeren, queriendo por una mujer mala
          hacer á todo el género de las mujeres
          malas, siendo por la mayor parte buenas
          y tan buenas que plugiesse á Dios que
          no fuéssemos nosotros peores que ellas;
          y concluyendo digo que yo no tengo
          la sospecha que dices de que Belisia
          por haber tomado amores con otro haya
          dexado los míos, y primero lo habré
          visto por los ojos que lo confirme en el
          pensamiento.

          FILONIO.--Paréceme, Torcato, que hablar
          alguna cosa en perjuicio de Belisia es
          tocarte á ti en el alma, y pues que con
          tanta afición y tan apassionadamente
          defiendes lo que le toca, yo no te veo
          otro remedio para salir deste piélago
          en que estás metido sino esperar á que
          el tiempo vaya consumiendo el agua
          poco á poco hasta que te halles en
          seco, y entonces juzgarás las cosas muy
          diferentemente de lo que agora lo haces.

          GRISALDO.--Con estas pláticas se nos ha
          pasado el día, y pues que ya, Torcato,
          has descansado con decirnos tu fatiga y
          nosotros quedamos obligados á procurar
          tu remedio y consuelo en todo lo que
          pudiéremos hacerlo, aunque sea contra tu
          parecer y voluntad, procura de dexar la
          compañía de la soledad con que andas,
          porque con la conversación no tiene tanto
          lugar la tristeza que sin sentirlo te
          consumirá la vida, y agora todos nos
          vamos al lugar, donde los regocijos
          de las bodas de Silveyda no serán aún
          acabados, y podremos llegar á tiempo que
          gocemos alguna parte dellos.

          TORCATO.--Haced lo que os pareciere, que
          determinado estoy á forzarme y seguir
          vuestro consejo.

          FILONIO.--Pues ¡alto! ¡sus! caminemos,
          y para que menos sintamos el camino,
          vamos cantando alguna cosa con que
          tomemos placer, que, según veo, bien será
          menester para que Torcato deseche parte
          de la tristeza con que anda.

          TORCATO.--Yo quiero comenzar unos versos
          que hice en este desierto, al propósito
          de lo que mi corazón siente; vosotros me
          ayudad, para que mejor pueda cantarlos.

          GRISALDO.--Comienza á decirlos, que así
          lo haremos.


                    TODOS TRES PASTORES

                Montes, sierras y collados, que entendido
              habéis mi pena rabiosa y mis dolores,
              escuchando mis fatigas y querellas
              que al alto cielo han subido,
              rompiendo con mis clamores
              las estrellas,
                Doleos de mis trabajos y fatiga;
              llorad conmigo mis ansias y mis males;
              moveos á compasión de mi tormento,
              pues la dulce mi enemiga
              quiere sean mortales
              los que siento.
                Los ríos desta montaña, con las fuentes,
              testigos de mis fatigas y cuidados,
              cansados ya de me ver con mis enojos,
              detengan hoy sus corrientes,
              dando lágrimas parados
              á mis ojos.
                Tú, Eco, que estás contino resonando,
              de mis llantos grande amiga y compañera,
              llevando mis tristes voces por los vientos,
              no dexes de ir publicando
              cómo me acusan, que muera
              mis tormentos.
                Y tú, mi ganado triste y afligido,
              con pastor tan sin ventura y desdichado,
              que alredor deste acebo andas paciendo,
              aquí te estarás tendido
              tomando en ti mi cuidado,
              y padesciendo.
                Soledad muy agradable, y compañía
              á mis tristes pensamientos y memoria,
              con la cual siempre descansa mi tristeza,
              no dexes de ser mi guía,
              porque sienta en ti su gloria
              mi firmeza.
                Belisia, si mis clamores han herido
              tus oídos, yo te ruego que escucharlos
              quieras con lástima alguna y compasión
              de verme tan afligido,
              y no quieras ataparlos
              sin razón.
                Porque si no remediares mi dolor,
              á mí me basta que sepas que padezco,
              con entera libertad, y así lo quiero,
              con muy verdadero amor,
              pues á la muerte me ofrezco
              y por ti muero.


                          _Fin._


          Á LOOR Y HONRA DE SEÑOR JESUCHRISTO Y DE
              SU BENDITA MADRE SANTA MARÍA,

          NUESTRO AMPARO Y GUÍA, FUERON IMPRESSOS
            LOS SIETE COLLOQUIOS EN LA CIUDAD DE
                       MONDOÑEDO


            EN CASA DE AGUSTÍN DE PAZ, IMPRESSOR

          ACABÓSE Á XXV DÍAS DEL MES DE OCTUBRE DEL
                       AÑO DE MDLIII


                                NOTAS:

[1274] _Remedio_ dice la edición de Mondoñedo, añadiendo una sílaba al
verso.


        Tetuán de Chamartín.--Imp. de Bailly-Baillière é hijos.




        
            *** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK ORÍGENES DE LA NOVELA  - TOMO II ***
        

    

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