The Project Gutenberg eBook of Orígenes de la novela - Tomo II
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Title: Orígenes de la novela - Tomo II
Author: Marcelino Menéndez y Pelayo
Release date: September 26, 2023 [eBook #71733]
Language: Spanish
Original publication: Madrid: Casa editorial Bailly-Bailliére, 1905
Credits: Andrés V. Galia and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries)
*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK ORÍGENES DE LA NOVELA - TOMO II ***
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR
En la versión de texto sin formatear las palabras en itálicas están
indicadas con _guiones bajos_; mientras que las palabras en Versalitas
se han escrito en mayúsculas. Además, una letra precedida por el signo
“^” indica que esa letra es un superíndice. Por ejemplo ^e representa
la letra “e” en tamaño más pequeño que la escritura del resto del
texto y se encuentra ligeramente por encima de la línea de escritura.
En la obra original aparecen letras o conjunto de letras con un signo
diacrítico que muestra una línea horizontal (macrón) en la parte
superior de esas letras. Algunos de esos signos no pueden representarse
en la versión sin formatear y en consecuencia están representados con
la marca [=texto]; es decir que ese signo representa la palabra “texto”
con una línea horizontal superior sobre dicha palabra.
La obra incluye una Introducción de Menéndez y Pelayo y una segunda
parte donde se presentan obras del período analizado en este
tomo. Estas obras no sólo ilustran las temáticas elegidas por sus
autores, sino el estilo, el lenguaje, modismos propios de la época,
la ortografía e. incluso, las características de las impresiones
tipográficas de ese entonces.
El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción, para la
Introducción escrita por Menéndez y Pelayo, ha sido el de respetar
las reglas de la Real Academia Española, vigentes cuando la presente
edición de esta obra fue publicada. El lector interesado puede
consultar el Mapa de Diccionarios Académicos de la Real Academia
Española.
Para el texto citado de otros autores y las novelas incluidas en la
segunda parte, el criterio fue privilegiar que coincidiese con el texto
que figura en la imagen utilizada para llevar a cabo la transcripción.
No se han modificado evidentes errores tipográficos ni de ortografía
estimando que la intención de Menéndez y Pelayo fue de que no se
corrigieran, pues formaban parte de lo que era lo habitual en ese
período. Esta presunción está sustentada en el hecho de que el mismo
Menéndez y Pelayo introdujo correcciones aclaratorias en varias de las
notas al pie de página presentes en la obra.
El Índice ha sido reubicado al comienzo de la obra.
En la Nota [267] Menéndez y Pelayo haciendo mención de una obra de
Masuccio expresa, citando el texto de dicho autor, que: «Due cavalieri
fiorentini se innamorano de due sorelle fiorentine...».
Sin embargo, en un estudio de Giulia Depoli (Le donne di Masuccio:
agency oltre l’«anatemizzazione» e la «sublimazione»; Adi editore,
2023), se menciona lo siguiente:
«...i due cavalieri francesi Filippo de
Lincurto e Ciarlo d’Amboia, stanziati a
Firenze, si innamorano di due sorelle...»
La cubierta del libro fue modificada por el transciptor y se ha
agregado al dominio público.
* * * * *
Orígenes de la Novela
[Illustration]
Tomo II
[Illustration]
Nueva Biblioteca de Autores Españoles
bajo la dirección del
Excmo. Sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo.
Orígenes de la Novela
Tomo II
Novelas de los siglos XV y XVI, con un estudio preliminar
de
D. M. Menéndez y Pelayo
de la Real Academía Española.
Madrid
Bailly//Bailliére é Hijos, Editores
Plaza de Santa Ana, núm. 10.
1907
ÍNDICE GENERAL
PÁG.
INTRODUCCIÓN I
IX. Cuentos y novelas cortas.--Traducciones de
Boccaccio, Bandello, Giraldi Cinthio, Straparola,
Doni, Luis Guicciardini, Belleforest, etc.--_Silva
de varia lección_, de Pero Mexía, considerada
bajo el aspecto novelístico.--_Miscelánea_ de D.
Luis Zapata.--_Philosophia Vulgar_, de Juan de
Mal Lara: relaciones entre la paremiología y la
novelística.--_Sobremesa y alivio de caminantes_,
de Juan de Timoneda.--_El Patrañuelo_: estudio de
sus fuentes.--Otras colecciones de cuentos: Alonso
de Villegas, Sebastián de Horozco, Luis de Pinedo,
Garibay.--_Glosas del sermón de Aljubarrota_, atribuidas
á D. Diego Hurtado de Mendoza.--_Floresta Española_,
de Melchor de Santa Cruz.--Libros de apotegmas: Juan
Rufo.--El cuento español en Francia.--_Silva Curiosa_,
de Julián de Medrano.--_Clavellinas de recreación_, de
Ambrosio de Salazar.--_Rodomuntadas españolas._--Cuentos
portugueses, de Gonzalo Fernández Trancoso.--El
_Fabulario_, de Sebastián Mey.--_Diálogos dé apacible
entretenimiento_, de Gaspar Lucas Hidalgo.--_Noches de
invierno_, de Antonio de Eslava I
CARCEL DE AMOR, DE DIEGO DE SAN PEDRO 1
TRACTADO QVE HIZO NICOLAS NUÑEZ, SOBRE EL QVE DIEGO DE
SAN PEDRO COMPUSO DE LERIANO Y LAUREOLA, LLAMADO «CARCEL
DE AMOR» 29
SERMON ORDENADO POR DIEGO DE SANT PEDRO PORQUE DIXERON
VNAS SEÑORAS QUE LE DESSEAUAN OYR PREDICAR 37
QUESTION DE AMOR DE DOS ENAMORADOS 41
DIALOGO QUE TRATA DE LAS TRASFORMACIONES DE PITÁGORAS, EN
QUE SE ENTRUDUCE UN ZAPATERO LLAMADO MICYLLO E UN GALLO,
EN QUYA FIGURA ANDA PITÁGORAS, POR CRISTOBAL DE VILLALON.
CAPÍTULO I.--Como el gallo despertó á su amo Micillo e los
consejos que le da 99
CAPÍTULO II.--Como el Gallo da a entender a su amo
Micyllo quel es Pitagoras y como fue trasformado en gallo
y Mycillo dize vna fabula de quien fue el gallo 100
CAPÍTULO III.--Que quenta Mycyllo lo que le sucedio en el
conbite del rico Everates 100
CAPÍTULO IV.--Que pone lo que soñaba Micillo, y lo que da
a entender del sueño; cosa de gran sentencia 102
CAPÍTULO V.--Pone a quantos peligros se ponen las
personas por adquirir riquezas y lo que dello les sucede
y si es lícito o no 102
CAPÍTULO VI.--Como cuenta que fue Euforbio y da a
entender a su amo quél habia sido hormiga 103
CAPÍTULO VII.--Que siendo Pitagoras lo que le acaesció 103
CAPÍTULO VIII.--Como siendo Pitágoras fue transformado
en Dionisio rey de Sicilia y lo que por mal gobernar se
sucede 104
CAPÍTULO IX.--Que pone como fue trasformado de Dionisio
en Epulon el rico y cuanto trabajo tiene uno en ser rico
y lo que le sucedio 106
CAPÍTULO X.--Que pone como fue casado con quatro mugeres
y lo que le sucedió con la primera; cosa de notar 107
CAPÍTULO XI.--Como fue casado la segunda vez y lo que
pasó con la segunda mujer 107
CAPÍTULO XII.--Como se casó la tercera vez y lo que con
ella le sucedio 108
CAPÍTULO XIII.--Como casó la quarta vez y lo que con esta
muger le sucedio 108
CAPÍTULO XIV.--Como de Epulon fue transformado en asno;
cosa de notar y gran sentencia 109
CAPÍTULO XV.--Como su amo siendo asno lo vendio á los
recueros y lo que le sucedio 110
CAPÍTULO XVI.--Cuenta como los arrieros lo vendieron á un
húngaro y lo que allí le sucedió 111
CAPÍTULO XVII.--Como el húngaro lo vendio á los soldados
y lo que le acaescio con ellos 112
CAPÍTULO XVIII.--Como los soldados lo vendieron á unos
alemanes que iban á Roma y lo que cuenta por el camino;
cosa de notar 112
CAPÍTULO XIX.--Que cuenta en pronosticar y lo de los
agüeros; cosa de notar 115
CAPÍTULO XX.--Como fue convertido en rana y lo que le
sucedio de allí 117
CAPÍTULO XXI.--Como fue convertido en ramera mujer
llamada Clarichea 117
CAPÍTULO XXII.--Como fue convertido en gañan de campo y
como servio un avariento y después fue tornado pavón e
otras muchas cosas 118
EL CROTALON, DE CHRISTOFORO GNOSOPHO, NATURAL DE LA
ÍNSULA EUTRAPELIA, UNA DE LAS ÍNSULAS FORTUNADAS
PRÓLOGO DEL AUCTOR 119
ARGUMENTO DEL PRIMER CANTO DEL GALLO.--En el primer canto
que se sigue el auctor propone lo que ha de tratar en la
presente obra: narrando el primer naçimiento del gallo y
el suceso de su vida 121
ARGUMENTO DEL SEGUNDO CANTO DEL GALLO.--En el segundo
canto que se sigue el auctor imita á Plutarco en vn
dialogo que hizo entre Ulixes y vn griego llamado Grilo;
el qual auia Cyrçes conuertido en puerco. En esto el
auctor quiere dar a entender, que quando los hombres
estan encenagados en los viçios y prinçipalmente de la
carne son muy peores que brutos, y avn ay muchas fieras
que sin comparaçión los exceden en el vso de la virtud 126
ARGUMENTO DEL TERCERO CANTO DEL GALLO.--En el terçero
canto que se sigue el auctor imita á Luçiano en todos
sus dialogos: en los quales siempre reprehende á los
philosophos y Religiosos de su tiempo 132
ARGUMENTO DEL QUARTO CANTO DEL GALLO.--En el quarto
canto que se sigue el auctor imita á Luçiano en el libro
que hizo llamado Pseudomantis. En el qual descriue
marauillosamente mil tacañerias y embaymientos y engaños
de vn falso religioso llamado Alexandro, que en muchas
partes del mundo fingió ser propheta, dando respuestas
ambiguas y industriosas para adquerir con el vulgo
crédito y moneda 137
ARGUMENTO DEL QUINTO CANTO DEL GALLO.--En el quinto,
sexto y septimo cantos que se siguen el auctor debajo de
vna graçiosa historia imita la parabola que Cristo dixo
por San Lucas en el capitulo quince, del hijo prodigo.
Verse ha en agraçiado estilo vn viçioso mançebo en poder
de malas mugeres, bueltas las espaldas a su honrra, a los
honbres y a Dios, disipar todos los doctes del alma, que
son los thesoros que de su padre Dios heredó; y verase
también los hechizos, engaños y encantamientos de que las
malas mugeres vsan por gozar de sus laçivos deleytes por
satisfazer a sola su sensualidad 145
ARGUMENTO DEL SEXTO CANTO DEL GALLO.--En el sexto canto
que se sigue el auctor descriue por industria admirable
de vna pintura las victorias que el nuestro inuictissimo
Emperador Carlos quinto deste nombre obo en la prision
del Rey Francisco de Francia en Pauia, y la que obo en
Tunez y en la batalla que dio a Lansgraue y a Juanduque
de Saxonia y liga de herejes alemanes junto al rio Albis
en Alemania 152
ARGUMENTO DEL SÉPTIMO CANTO DEL GALLO.--En el séptimo
canto que se sigue el auctor concluyendo la parabola del
hijo prodigo finge lo que comunmente suele aconteçer en
los mançebos que aborridos de vn viçio dan en meterse
frayles; y en el fin del canto se descriue vna famosa
cortesana ramera 158
ARGUMENTO DEL OCTAUO CANTO DEL GALLO.--En el octauo canto
que se sigue el auctor se finge hauer sido monja, por
notarles algunos intereses que en daño de sus conçiençias
tienen. Concluye con una batalla de ranas en imitaçion de
Homero 166
ARGUMENTO DEL NONO CANTO DEL GALLO.--En el nono canto
que se sigue el auctor imitando a Luçiano en el dialogo
llamado Toxaris, en el qual trata de la amistad, el
auctor trata de dos amigos fidelissimos que en casos muy
arduos aprobaron bien su intinçion. Enseñase quales deuen
ser los buenos amigos 172
ARGUMENTO DEL DEÇIMO CANTO DEL GALLO.--En el deçimo canto
que se sigue el auctor prosigue lo mucho que Arnao hizo
por cobrar a Alberto despues que su muger se murio. En lo
qual mostró bien el valor de su amistad, y quales todos
los amigos deuen ser 180
ARGUMENTO DEL HONZENO CANTO DEL GALLO.--En el honzeno
canto que se sigue el auctor imitando a Luçiano en el
libro que intituló de Luctu habla de la superfluidad y
vanidad que entre los cristianos se vsa en la muerte,
entierro y sepoltura. Descriuese el entierro del marques
del Gasto, Capitan general del Emperador en la Ytalia;
cosa muy de notar 185
ARGUMENTO DEL DUODEÇIMO CANTO DEL GALLO.--En el canto
doze que se sigue el auctor imitando a Luçiano en el
dialogo que intituló Icaro Menipo, finge subir al cielo y
descriue lo mucho que vio allá 191
ARGUMENTO DEL DEÇIMOTERÇIO CANTO DEL GALLO.--En el
deçimoterçio canto que se sigue el auctor prosiguiendo
la subida del çielo descriue la pena que se da a los
ingratos 196
ARGUMENTO DEL DEÇIMO QUARTO CANTO DEL GALLO.--En el
deçimo quarto canto que se sigue el auctor concluye
con la subida del çielo y propone tratar la bajada
del infierno, _declarando muchas cosas que açerca dél
tuuieron los gentiles historiadores y poetas antiguos_ 203
ARGUMENTO DEL DEÇIMO QUINTO CANTO DEL GALLO.--En el
deçimo quinto canto que se sigue el auctor imitando
a Luçiano en el libro que intituló Necromançia finge
deçendir al infierno. Donde descriue las estançias y
lugares y penas de los condenados 209
ARGUMENTO DEL DEÇIMO SEXTO CANTO DEL GALLO.--En el deçimo
sexto canto que se sigue el auctor en Rosicler hija del
Rey de Siria descriue la feroçidad con que vna muger
acomete qualquiera cosa que le venga al pensamiento si
es lisiada de vn lasçiuo interes, y concluye con el
deçendimiento del infierno imitando a Luçiano en los
libros que de varios dialogos intituló 214
ARGUMENTO DEL DEÇIMO SEPTIMO CANTO DEL GALLO.--En el
deçimo septimo canto que se sigue el auctor imitando a
Luçiano en el dialogo llamado _Conuiuium philosophorum_,
sueña auerse hallado en vna misa nueua, en la qual
descriue grandes aconteçimientos que entre clerigos en
ella passaron 220
ARGUMENTO DEL DEÇIMO OCTAUO CANTO DEL GALLO.--En el
deçimo octauo canto o sueño que se sigue el auctor
muestra los grandes daños que en el mundo se siguen por
faltar la verdad de entre los hombres 229
ARGUMENTO DEL DEÇIMO NONO CANTO DEL GALLO.--En el deçimo
nono canto que se sigue el auctor trata del trabajo y
meseria que ay en el palaçio y seruiçio de los prinçipes
y señores, y reprehende a todos aquellos que teniendo
alguna habilidad para algún offiçio en que ocupar su
vida, se priban de su bienauenturada libertad que
naturaleza les dio, y por viuir en viçios y profanidad se
subjetan al seruiçio de algún Señor 238
ARGUMENTO DEL VIGESSIMO Y VLTIMO CANTO DEL GALLO.--En
este vigessimo canto el auctor representa a Demophon,
el qual viniendo vn dia a casa de Miçilo su vezino a le
visitar le halló triste y afligido por la muerte de su
gallo, y procurando dexarle consolado se vuelue a su
casa 245
LOS SIETE LIBROS DE LA DIANA, DE GEORGE DE MONTEMAYOR,
DIRIGIDA AL MUY ILLUSTRE SEÑOR DON JUAN DE CASTELLA DE
VILLANOUA, SEÑOR DE LAS BARONÍAS DE BICORB Y QUESA 251
LIBRO PRIMERO 252
LIBRO SEGUNDO 267
LIBRO TERÇERO 286
LIBRO CUARTO 295
LIBRO QUINTO 314
LIBRO SEXTO 325
LIBRO SÉPTIMO 331
LA DIANA ENAMORADA, CINCO LIBROS QUE PROSIGUEN LOS VII DE
JORGE DE MONTEMAYOR, POR GASPAR GIL POLO 337
LIBRO PRIMERO 338
LIBRO SEGUNDO 353
LIBRO TERCERO 363
LIBRO CUARTO 376
LIBRO QUINTO 386
EL PASTOR DE FÍLIDA, COMPUESTO POR LUIS GÁLVEZ DE MONTALVO,
GENTIL-HOMBRE CORTESANO 399
PRIMERA PARTE 401
SEGUNDA PARTE 410
TERCERA PARTE 421
CUARTA PARTE 430
QUINTA PARTE 448
SEXTA PARTE 464
SÉPTIMA PARTE 477
COLLOQUIOS SATÍRICOS, HECHOS POR ANTONIO DE TORQUEMADA,
SECRETARIO DEL YLLUSTRISSIMO SEÑOR DON ANTONIO ALFONSO
PIMENTEL, CONDE DE BENAVENTE, DIRIGIDOS AL MUY YLLUSTRE
Y MUY EXCELENTE SEÑOR DON ALONSO PIMENTEL, PRIMOGÉNITO Y
SUCESSOR EN SU CASA Y ESTADO 485
COLLOQUIO en que se tratan los daños corporales del
juego, persuadiendo á los que lo tienen por vicio que se
aparten dél, con razones muy suficientes y provechosas
para ello 488
COLLOQUIO en que se trata lo que los médicos y boticarios
están obligados á hacer para cumplir con sus oficios,
y así mesmo se ponen las faltas que hay en ellos para
daño de los enfermos, con muchos avisos necesarios y
provechosos. Divídese en dos partes: en la primera se
trata lo que toca á los boticarios, y en la segunda lo
de los médicos 499
COLLOQUIO entre dos caballeros llamados Leandro y Florian
y un pastor Amintas, en que se tratan las excelencias
y perficion de la vida pastoril para los que quieren
seguirla, probándolo con muchas razones naturales y
autoridades y ejemplos de la Sagrada Escritura y de otros
autores. Es muy provechosa para que las gentes no vivan
descontentas con su pobreza, no pongan la felicidad y
bienaventuranza en tener grandes riquezas y gozar de
grandes estados 510
COLLOQUIO que trata de la desorden que en este tiempo se
tiene en el mundo, y principalmente en la cristiandad,
en el comer y beber; con los daños que dello se siguen,
y cuán necesario sería poner remedio en ello 521
COLLOQUIO que trata de la desorden que en este tiempo
se tiene en los vestidos y cuán necesario sería poner
remedio en ello 527
COLLOQUIO que trata de la vanidad de la honra del mundo,
dividido en tres partes. En la primera se contiene
qué cosa es la verdadera honra y cómo la quel mundo
comunmente tiene por honra las más veces se podría tener
por más verdadera infamia. En la segunda se tratan las
maneras de las salutaciones antiguas y los títulos
antiguos en el escrebir, loando lo uno y lo otro y
burlando de lo que agora se usa. En la tercera se trata
una cuestión antigua y ya tratada por otros sobre cuál
sea más verdadera honra, la que se gana por el valor y
merecimiento de las personas ó la que procede en los
hombres por la dependencia de sus pasados. Es colloquio
muy provechoso para descubrir el engaño con que las
gentes están ciegas en lo que toca á la honra 531
COLLOQUIO PASTORIL en que un pastor llamado Torcuato
cuenta á otros dos pastores llamados Filonio y Grisaldo
los amores que tuvo con una pastora llamada Belisia. Va
compuesto en estilo apacible y gracioso y contiene en sí
avisos provechosos para que las gentes huyan de dexarse
vencer del Amor, tomando enxemplo en el fin que tuvieron
estos amores y el pago que dan á los que ciegamente
los siguen, como se podrá ver en el proceso deste
colloquio 548
COLLOQUIO PASTORIL en que se tratan los amores de un
pastor llamado Torcato con una pastora llamada Belisia;
el cual da cuenta dellos á otros dos pastores llamados
Filonio y Grisaldo, quexándose del agravio que recibió
de su amiga. Va partido en tres partes. La primera es
del proceso de los amores. La segunda es un sueño. En
la tercera se trata la causa que pudo haber para lo que
Belisia con Torcato hizo 549
INTRODUCCIÓN
IX
CUENTOS Y NOVELAS CORTAS.--TRADUCCIONES DE BOCCACCIO, BANDELLO,
GIRALDI CINTHIO, STRAPAROLA, DONI, LUIS GUICCIARDINI, BELLEFOREST,
ETC.--«SILVA DE VARIA LECCIÓN», DE PERO MEXÍA, CONSIDERADA BAJO EL
ASPECTO NOVELÍSTICO.--«MISCELÁNEA», DE DON LUIS ZAPATA.--«PHILOSOPHIA
VULGAR», DE JUAN DE MAL LARA: RELACIONES ENTRE LA PAREMIOLOGÍA Y
LA NOVELÍSTICA.--«SOBREMESA Y ALIVIO DE CAMINANTES», DE JUAN DE
TIMONEDA.--«EL PATRAÑUELO»: ESTUDIO DE SUS FUENTES.--OTRAS COLECCIONES
DE CUENTOS: ALONSO DE VILLEGAS, SEBASTIÁN DE HOROZCO, LUIS DE
PINEDO, GARIBAY.--«GLOSAS DEL SERMÓN DE ALJUBARROTA», ATRIBUIDAS Á
D. DIEGO HURTADO DE MENDOZA.--«FLORESTA ESPAÑOLA», DE MELCHOR DE
SANTA CRUZ.--LIBROS DE APOTEGMAS: JUAN RUFO.--EL CUENTO ESPAÑOL
EN FRANCIA.--«SILVA CURIOSA», DE JULIÁN DE MEDRANO.--«CLAVELLINAS
DE RECREACIÓN», DE AMBROSIO DE SALAZAR.--«RODOMUNTADAS
ESPAÑOLAS».--CUENTOS PORTUGUESES, DE GONZALO FERNÁNDEZ TRANCOSO.--EL
«FABULARIO», DE SEBASTIÁN MEY.--«DIÁLOGOS DE APACIBLE
ENTRETENIMIENTO»,DE GASPAR LUCAS HIDALGO.--«NOCHES DE INVIERNO»,
DE ANTONIO DE ESLAVA.
Los orígenes más remotos del cuento ó novela corta en la literatura
española hay que buscarlos en la _Disciplina Clericalis_, de Pedro
Alfonso, y en los libros de apólogos y narraciones orientales
traducidos é imitados en los siglos XIII y XIV. Más independiente
el género, con grande y verdadera originalidad en el estilo y en la
intención moral, se muestra en _El Conde Lucanor_, y episódicamente
en algunos libros de Ramón Lull y en la _Disputa del asno_, de Fr.
Anselmo de Turmeda. Pero cortada esta tradición después del Arcipreste
de Talavera, la novelística oriental y la española rudimentaria que se
había criado á sus pechos cede el puesto por más de una centuria á la
italiana. Este período de reposo y nueva preparación es el que rompió
triunfalmente Miguel de Cervantes en 1613 con la publicación de sus
_Novelas Ejemplares_, que sirvieron de pauta á todas las innumerables
que se escribieron en el siglo XVII. Entendida como debe entenderse,
es de rigurosa exactitud esta afirmación del príncipe de nuestros
ingenios: «Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana; que
las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas de
lenguas estrangeras, y estas son mias propias, no imitadas ni hurtadas;
mi ingenio las engendró y las parió mi pluma, y van creciendo en los
brazos de la estampa».
Estas lenguas extranjeras se reducen, puede decirse, al italiano. Pero
no se crea que todos, ni siquiera la mayor parte de los _novellieri_,
fuesen traducidos íntegros ó en parte á nuestra lengua. Sólo alcanzaron
esta honra Boccaccio, Bandello, Giraldi Cinthio, Straparola y algún
otro de menos cuenta. Por el número de estas versiones, que además
fueron poco reimpresas, no puede juzgarse del grado de la influencia
italiana. Era tan familiar á los españoles, que la mayor parte de los
aficionados á la lectura amena gozaba de estos libros en su lengua
original, desdeñando con razón las traducciones, que solían ser tan
incorrectas y adocenadas como las que ahora se hacen de novelas
francesas. Pero al lado de estos intérpretes, que á veces ocultaban
modestamente su nombre, había imitadores y refundidores, como los
valencianos Timoneda y Mey y el portugués Trancoso, que, tomando por
base las colecciones toscanas, manejaban más libremente los argumentos
y aun solían interpolarlos con anécdotas españolas y rasgos de nuestro
_folk-lore_. Abundan éstos, sobre todo, en las colecciones de cuentos
brevísimos y de forma casi esquemática, tales como el _Sobremesa_, del
mismo Timoneda; la _Floresta Española_, de Melchor de Santa Cruz, y los
apotegmas y dichos agudos ó chistosos que recopilaron Luis de Pinedo,
D. Juan de Arguijo y otros ingenios, con quienes ya iremos trabando
conocimiento. Son varias también las obras misceláneas que ofrecen
ocasionalmente materiales para el estudio de este género embrionario,
que por su enlace con la novelística popular despierta en gran manera
la curiosidad de los doctos. Este aspecto muy interesante tenemos que
relegarle á segundo término, porque no escribimos de la novela como
_folkloristas_, sino como literatos, ni poseemos el caudal de erudición
suficiente para comparar entre sí las narraciones orales de los
diversos pueblos. Ateniéndonos, pues, á los textos escritos, daremos
razón ante todo de las traducciones de novelas italianas hechas en
España durante los siglos XV y XVI.
Ningunas más antiguas é interesantes que las de Boccaccio, aunque
por ventura el _Decameron_ fue menos leído y citado que ninguna otra
de sus obras latinas y vulgares; menos seguramente que la _Caída de
Príncipes_, traducida en parte por el canciller Ayala antes de 1407 y
completada en 1422 por D. Alonso de Cartagena; menos que la _Fiammetta_
y el _Corbaccio_, cuya profunda influencia en nuestra novela, ya
sentimental, ya satírica, hemos procurado determinar en capítulos
anteriores; menos que el libro _De claris mulieribus_, imitado por
D. Álvaro de Luna y por tantos otros; menos que sus repertorios de
mitología y geografía antigua (_De Genealogiis Deorum_, _De montibus,
silvis, lacubas, fluminibus, stagnis et paludibus et de nominibus
maris_). De todas estas y otras obras de Boccaccio existen traducciones
castellanas ó catalanas en varios códices y ediciones, y su difusión
está atestiguada además por el uso constante que de ellas hacen
nuestros autores del siglo XV, citándolas con el mismo encarecimiento
que las de los clásicos antiguos, ó aprovechándolas muy gentilmente sin
citarlas, como hizo Bernat Metge en su _Sompni_[1].
El _Decameron_, libro reprobado por su propio autor[2] y que contiene
tantas historias deshonestas, tuvo que ser leído más en secreto y
alegado con menos frecuencia. No se encuentra imitación de ninguno de
los cuentos hasta la mitad del siglo XVI, pero todos ellos habían sido
trasladados al catalán y al castellano en la centuria anterior.
La primera novela de Boccaccio que penetró en España, pero no en
su forma original, sino en la refundición latina que había hecho el
Petrarca con el título _De obedientia ac fide uxoria_[3], fue la
última del _Decameron_, es decir, la historia de la humilde y paciente
Griselda, tan recomendable por su intención moral. Bernat Metge,
secretario del rey D. Martín de Aragón y uno de los más elegantes
y pulidos prosistas catalanes, puso en lengua vulgar aquel sabroso
aunque algo inverosímil cuento, para obsequiar con él á Madona Isabel
de Guimerá[4]. No se conoce exactamente la fecha de esta versión, que
en uno de los dos manuscritos que la contienen lleva el título de
_Historia de las bellas virtuts_, pero de seguro es anterior á 1403, en
que el mismo autor compuso su célebre _Sueño_, donde atestigua la gran
popularidad que la novela de la marquesa de Saluzzo había adquirido ya,
hasta el punto de entretener las veladas del invierno, mientras hilaban
las mujeres en torno del fuego[5].
Un arreglo ó traducción abreviada de la misma historia, tomada también
del Petrarca, y no de Boccaccio, se encuentra en un libro castellano
anónimo, _Castigos y dotrinas que un sabio dava a sus hijas_[6]. Es
breve esta versión y tan apacible y graciosa de lengua, que me parece
bien ponerla aquí, para amenizar la aridez de estos prolegómenos
bibliográficos:
«Leese en un libro de las cosas viejas que en una parte de Italia
en una tierra que se llama de los Salucios ovo un marqués sennor de
aquella tierra, el qual era muy virtuoso y muy discreto, pero no curava
de se casar, y commo ya fuese en tal hedat que devia tomar muger, sus
vasallos y cavalleros le suplicaron que se quisiese casar, porque dél
quedase fruto que heredase aquella tierra. Y tanto gelo amonestaron
que dixo que le plazía, pero que él quería escoger la muger que avia
de tomar, y que ellos le prometiesen de ser contentos con ella, los
quales dixeron que les plazía. Y dende á poco tiempo él tomó por su
muger á una donzella hija de un vasallo suyo bien pobre, pero de buen
gesto y onestas y virtuosas costumbres. Y al tiempo que la ovo de tomar
él se fué á casa de su padre, al qual preguntó si le quería dar á su
hija por muger. Y el cavallero pobre, commo se maravillase de aquello,
le rrespondió: «Sennor eres de mí y de mi hija. Faz á tu voluntad».
Y luego el marqués preguntó á la donzella si queria ser su muger, la
qual con grant vergüença le rrespondió: «Sennor, veo que soy yndigna
para me casar contigo, pero si la voluntat de Dios es aquesta y mi
ventura es tal, faz lo que te pluguiere, que yo contenta soy de lo que
mandares». El marqués le dixo que, si con él avia de casar, que parase
mientes que jamas avia de contradizir lo que él quisiese, ni mostrar
pesar por cosa que á él pluguiese ni mandase, mas que de todo ello
avia de ser plazentera, la qual le dixo que así lo faria. Y luégo el
marqués en presencia de todos los cavalleros y vasallos suyos dixo que
él queria á aquella por muger, y que todos fuesen contentos con ella
y la onrasen y sirviesen commo á su muger. Y ellos rrespondieron que
les plazía. Y luégo la mandó vestir y aderesçar commo á novia. Y en
aquel dia hizo sus bodas y sus fiestas grandes. Y bivieron despues en
uno muy alegremente. La qual sallió y se mostró tanto buena y discreta
y de tanta virtud que todos se maravillavan. Y haziendo assy su vida
el marqués y su muger, y teniendo una hija pequenna muy hermosa, el
marqués quiso provar á su muger hasta do podria llegar su obediencia
y bondat. Y dixo á su muger que sus vasallos estavan muy despagados
dél, diziendo que en ninguna manera no quedarían por sus sennores fijos
de muger de tan baxo linaje, que por esto le conplia que no toviese
más aquella hija, porque sus vasallos no se le rrevelasen, y que gelo
hazia saber porque á ella pluguiese dello; la qual le respondió que
pues era su sennor, que hiziese á su voluntad. Y el marqués dende á
poco enbió un escudero suyo á su muger á demandarle la hija, la qual,
aunque pensó que la avian de matar, pero por ser obediente no mostró
tristeza ninguna, y miróla un poco y santiguóla y besóla y dióla al
mensajero del marqués, al qual rrogó que tal manera toviesse commo no
la comiesen bestias fieras, salvo si el sennor otra cosa le mandase.
Y el marqués embió luego secretamente á su hija á Bolonna á una su
hermana que era casada con un conde dende, á la qual enbió rogar que la
criase y acostunbrase commo á su hija, sin que persona lo supiese que
lo era. Y la hermana hízolo assi. Y la muger commo quier que pensava
que su hija era muerta, jamas le dió á entender cosa ni le mostró su
cara ménos alegre que primero por no enojar á su marido. Y despues
parió un hijo muy hermoso. Y á cabo de dos annos el marqués dixo á su
muger lo que primero por la hija, y en aquella misma manera lo enbió
á su hermana que lo criase. Ni nunca por esto esta noble muger mostró
tristeza alguna ni de ál curava sino de plazer hazer á su marido. Y
commo quier que harto bastava esta espiriencia para provar el marqués
la bondat de su muger, pero á cabo de algunos annos, pensó de la provar
más y enbió por sus hijos. Y dió á entender á la muger que él se
queria casar con otra porque sus vasallos no querian que heredasen sus
hijos aquel sennorio, lo qual por cierto era por el contrario, ántes
eran muy contentos y alegres con su sennora, y se maravillavan qué se
avian hecho los hijos. Y el marqués dixo á su muger que le era tratado
casamiento con una hija de un conde, y que le era forçado de se fazer,
por ende que toviesse fuerte coraçon para lo sofrir, y que se tornase
á su casa con su dote, y diese logar á la otra que venia cerca por el
camino ya, á lo qual ella rrespondió: «Mi sennor, yo siempre tove que
entre tu grandeza y mi humildat no avia ninguna proporcion, ni jamás
me sentí digna para tu servicio, y tú me feziste digna desta tu casa,
aunque á Dios hago testigo que en mi voluntad siempre quedé sierva. Y
deste tiempo que en tanta honrra contigo estove sin mis merescimientos
do gracias á Dios y á ti. El tienpo por venir aparejada estoy con buena
voluntad de pasar por lo que me viniese y tú mandares. Y tornarme he á
la casa de mi padre á hazer mi vejez y muerte donde me crié y hize mi
ninnez, pero siempre seré honrrada biuda, pues fuy muger de tal varon.
A lo que dizes que lleve comigo mi dote, ya sabes, sennor, que no traxe
ál sino la fe, y desnuda salli de casa de mi padre y vestida de tus
pannos los quales me plaze desnudar ante ti; pero pídote por mercet
siquiera, porque el vientre en que andovieron tus hijos no paresca
desnudo al pueblo, la camisa sola me dexes llevar». Y commo quier que
al marqués le vinieron las lágrimas á los ojos mirando tanta bondat,
pero bolvió la cara. Y yda su muger á casa de su padre vistióse las
rropas que avia dexado en su casa, las quales el padre todavia guardó
rrecelando lo mismo que veya. Las duennas todas de aquella cibdat de
grant compasion acompannavanla en su casa. Y commo y allegasen cerca
de la cibdat los fijos del marqués, embió por su muger y díxole: «Ya
sabes commo viene esta doncella con quien tengo de casar, y viene con
ella un su hermano donzel pequenno y asimismo el conde mi cunnado que
los trae y otra mucha gente, y yo querria les fazer mucha onrra, y
porque tú sabes de mis costumbres y de mi voluntad, querria que tú
hizieses aparejar las cosas que son menester, y aunque no estés así
bien vestida, las otras duennas estarán al rrecibimiento dellos y tú
aderesçarás las cosas nescessarias». La qual le rrespondió: «Sennor,
de buena voluntad y con grant desseo de te conplazer faré lo que
mandares». Y luégo puso en obra lo que era nescesario. Y commo llegó
el conde con el donzel y con la donzella, luégo la virtuosa duenna la
saludó y dixo: «En ora buena venga mi sennora». Y el marqués despues
que vido á su muger andar tan solícita y tan alegre en lo que avia
mandado, le dixo ante todas: «Duenna, ¿qué vos paresce de aquesta
donzella?» Y ella rrespondió: «Por cierto, sennor, yo creo que más
hermosa que ésta no la podrías hallar, y si con ésta no te contentas,
yo creo que jamás podrás ser contento con otra. Y espero en Dios que
farás vida pacífica con ella, mas rruégote que no des á ésta las
tentaciones que á la otra, ca segun su hedat pienso que no las podrá
comportar». Y commo esto oyó el marqués, movido con grant piedad y
considerando á la grande ofensa que avia hecho á su muger y commo ella
lo avia conportado dixo: «O muy noble muger, conocida es á mí tu fé y
obediencia, y no creo que so el cielo ovo otra que tanta esperiencia
de sí mostrase. Yo no tengo ni terné otra muger sino á ti, y aquesta
que pensavas que era mi esposa, tu hija es, y lo que pensavas que avias
perdido, juntamente lo has fallado». Y commo ella esto oyó con el
grand gozo pareció sallir de seso y con lágrimas de grant plazer fué
abraçar á sus hijos. A la qual luégo fueron traydas sus rropas, y en
gran plazer y alegría pasaron algunos dias. Y despues siempre bivieron
contentos y bienaventurados. Y la grant fama y obediencia desta sennora
oy en dia tura en aquellas tierras».
La indicación del «libro de las cosas viejas» nos hace pensar que
el _Sabio_ anónimo autor de los _Castigos_ pudo valerse de alguna
compilación en que el cuento de Griselda estaba extractado. Pero, como
prueba con toda evidencia miss Bourland en su magistral monografía[7],
este texto, cualquiera que fuese, estaba tomado de la versión de
Petrarca y no de la de Boccaccio, puesto que conviene con la primera
en todos los puntos de detalle en que el imitador latino altera el
original. Por su parte, el imitador castellano no hace más que suprimir
los nombres de los personajes, omitir ó abreviar considerablemente
algunos razonamientos y convertir al padre de Griselda, que en el
original es un pobre labrador, en un caballero pobre.
Es cosa digna de notarse que en las primitivas traducciones catalana y
castellana del _Decameron_, que citaremos inmediatamente, la _Griselda_
de Boccaccio está sustituida con la del Petrarca, que sin duda se
estimaba más por estar en latín. Y del Petrarca proceden también por
vía directa ó indirecta la _Patraña 2._ª, de Timoneda; la _Comedia muy
ejemplar de la Marquesa de Saluzia_, del representante Navarro[8], que
sigue al mismo Timoneda y al _Suplemento de todas las crónicas del
mundo_[9], y hasta los romances vulgares de _Griselda_ y _Gualtero_,
que andan en pliegos de cordel todavía[10]. Sólo puede dudarse en
cuanto á la comedia de Lope de Vega _El exemplo de casadas y prueba
de la paciencia_, porque trató con mayor libertad este argumento, que
según dice él mismo andaba figurado hasta en los naipes de Francia y
Castilla. De este raro género de popularidad disfrutaron también otros
cuentos de Boccaccio. Fernando de la Torre, poeta del siglo XV, dice
en una cierta _invención_ suya _sobre el juego de los naipes_: «Ha de
ser la figura del cavallero la ystoria de Guysmonda como le envia su
padre un gentil onbre en un cavallo e le trae el coraçon de su enemigo
Rriscardo (Guiscardo), el qual con ciertas yerbas toma en una copa de
oro e muere»[11].
Todas las novelas de Boccaccio (excepto la última, que fué sustituida
con la _Historia de las bellas virtuts_, de Bernat Metge) fueron
traducidas al catalán en 1429 por autor anónimo, que residía en San
Cugat del Vallés, monje quizá de aquella célebre casa benedictina.
El precioso y solitario códice que nos ha conservado esta obra
perteneció á D. Miguel Victoriano Amer y pertenece hoy á D. Isidro
Bonsoms y Sicart, que le guarda con tantas otras joyas literarias en
su rica biblioteca de Barcelona[12]. Pronto será del dominio público
esta interesante versión, que está imprimiendo para la _Biblioteca
Hispánica_ el joven y docto catalanista D. J. Massó y Torrents. Á su
generosidad literaria debo algunas páginas de esta obra, que es no sólo
un monumento de lengua, sino una traducción verdaderamente literaria,
cosa rarísima en la Edad Media, en que las versiones solían ser calcos
groseros. Contiene no sólo las novelas, sino todas las introducciones á
las _giornate_ y á cada una de las novelas en particular, y todos los
epílogos. Omite la _ballata_ de la jornada décima, y en general todos
los versos; pero en las _jornadas_ primera, quinta, sexta y octava las
sustituye con poesías catalanas originales, que no carecen de mérito.
Muy linda es, por ejemplo, ésta, con que termina la jornada octava:
Pus que vuyt jorns stich, Senyora,
Que no us mir,
Ara es hora que me'n tolga
Lo desir.
E quant eu pas per la posada
Eu dich, Amor, qui us ha lunyada
Que no us mir?
Ara es hora que me'n tolga
Lo desir.
Yo dich, Amor, qui us ha lunyada
Lo falç marit qui m' ha reptada
Que no us mir?
Ara es hora que me'n tolga
Lo desir.
E quant eu pas per la pertida
Eu dich, Amor, qui us ha trahida
Que no us mir?
Ara es hora que me'n tolga
Lo desir.
Yo dich, Amor, qui us ha trahida
Lo falç gelos qui m' ha ferida
Que no us mir?
Ara es hora que me'n tolga
Lo desir.
Todavía es más primorosa, aunque algo liviana, la canción final de la
jornada sexta:
No puch dormir soleta no,
¿Que m' fare lassa
Si no mi spassa?
Tant mi turmenta l' amor.
Ay amich, mon dolç amich,
Somiat vos he esta nit,
¿Que m' fare lassa?
Somiat vos he esta nit
Que us tenia en mon lit,
¿Que m' fare lassa?
Ay amat, mon dolç amat,
Anit vos he somiat
¿Que m' fare lassa?
Anit vos he somiat
Que us tenia en mon braç,
¿Que m' fare lassa?
Así, por coincidencia de sentimiento ó de sensación, se repiten, á
través de los siglos, las quejas de la enamorada Safo: «ἔγω δὲ μόνα
καθεὐδω».
Es verosímil que estas composiciones sean anteriores á la traducción,
y de autor ó autores diversos, porque una de ellas, la de la jornada
primera, no es más que la primera estancia de una canción más provenzal
que catalana, que Milá ha publicado como de la Reina de Mallorca Doña
Constanza, hija de Alfonso IV de Aragón, casada en 1325[13].
Todavía es más curiosa la sustitución de los títulos ó primeras
palabras de los cantos populares que cita el desvergonzadísimo Dioneo
por otros catalanes, que á juzgar por tan pequeña muestra no debían de
ser menos picantes ni deshonestos. Por lo demás, el anónimo intérprete
no parece haber sentido escrúpulo alguno durante su tarea, y es muy
raro el caso en que cambia ó suprime algo, por ejemplo, las impías
palabras con que termina el cuento de Masetto de Lamporechio (primero
de la tercera jornada). Alguna vez intercala proverbios, entre ellos
uno aragonés (_giorn._ 7, nov. 2): «E per ço diu en Arago _sobre
cuernos cinco soeldos_».
Contemporánea y quizá anterior á esta traducción catalana, aunque muy
inferior á ella por todos respectos, fué la primitiva castellana, de
la cual hoy sólo existe un códice fragmentario en la Biblioteca del
Escorial. Pero hay memoria do otros dos por lo menos. En el inventario
de los libros de la Reina Católica, que estaban en el alcázar de
Segovia á cargo de Rodrigo de Tordesillas en 1503, figura con el número
150 «otro libro _en romance_ de mano, que son las novelas de Juan
Bocacio, con unas tablas de papel forradas en cuero colorado»[14]. Y
en el inventario, mucho más antiguo (1440), de la biblioteca del conde
de Benavente D. Rodrigo Alfonso Pimentel, publicado por Fr. Liciniano
Sáez[15], se mencionan «unos cuadernos de las cien novelas en papel
cebtí menor». No se dice expresamente que estuviesen en castellano,
pero la forma de cuadernos, que parecería impropia de un códice traído
de Italia, y la calidad del papel tan frecuente en España durante el
siglo XIV y principios del XV, y enteramente desusado después, hacen
muy verosímil que las novelas estuviesen en castellano[16]. Quizá
la circunstancia de andar en cuadernos sueltos fué causa de que se
hiciesen copias parciales como la del Escorial, y que tanto en estas
copias como en la edición completa del _Decameron_ castellano de
1496 y en todas las restantes se colocasen las novelas por un orden
enteramente caprichoso, que nada tiene que ver con el del texto
italiano.
El manuscrito del Escorial, cuya letra es de mediados del siglo XV,
tiene el siguiente encabezamiento:
«Este libro es de las ciento novelas que conpuso Juan Bocaçio de
Cercaldo, un grant poeta de Florencia, el qual libro, segun en el
prologo siguiente paresce, él fizo y enbió en especial a las nobles
dueñas de Florencia y en general a todas las señoras y dueñas de
qualquier nascion y Reyno que sea; pero en este presente libro non
estan más de la cinquenta e nueve novelas».
En realidad sólo contiene cincuenta, la mitad exacta; pero el prólogo
general está partido en diez capítulos. Desaparece la división en
jornadas y casi todo lo que no es puramente narrativo. No es fácil
adivinar el criterio con que la selección fue hecha, pero seguramente
no se detuvo el traductor por escrúpulos religiosos, puesto que
incluye la novela de Ser Ciappelleto, la del judío Abraham, la de
Frate Cipolla y otras tales, ni por razones de moralidad, puesto que
admite la de Peronella, la de Tofano, la del ruiseñor y alguna otra
que no es preciso mencionar más expresamente. Sólo el gusto personal
del refundidor, ó acaso la circunstancia de no disponer de un códice
completo, sino de algunos _cuadernos_ como los que tenía el conde de
Benavente, pueden explicar esto, lo mismo que la rara disposición en
que colocó las historias. La traducción es servilmente literal, y á
veces confusa é ininteligible por torpeza del intérprete ó por haberse
valido de un códice incorrecto y estropeado. Miss Bourland publicó
la tabla de los capítulos, pero no sé que ninguna de las novelas se
haya impreso todavía. Por mi parte, atendiendo á la antigüedad, no al
mérito de la versión, pongo en nota la 9.ª de la quinta _giornata_,
de donde tomó Lope de Vega el argumento de su comedia _El halcón de
Federico_[17].
Sabido es que la imprenta madrugó mucho en Italia para difundir la
peligrosa lectura del _Decameron_. Á una edición sin año, que se estima
como la primera, sucedieron la de Venecia, 1471; la de Mantua, 1472, y
luego otras trece por lo menos dentro del siglo XV, rarísimas todas, no
sólo á título de incunables, sino por haber ardido muchos ejemplares de
ellas en la grande hoguera que el pueblo florentino, excitado por las
predicaciones de Fr. Jerónimo Savonarola y de su compañero Fr. Domingo
da Pescia, encendió en la plaza el último día de Carnaval de 1497,
arrojando á ella todo género de pinturas y libros deshonestos.
Por extraño que parezca, ninguna de estas primitivas ediciones de las
_Cien Novelas_ sirvió de texto á la española, publicada en Sevilla en
1496 y reimpresa cuatro veces hasta mediar el siglo XVI (Toledo, 1524;
Valladolid, 1539; Medina del Campo, 1543; Valladolid, 1550)[18]. Miss
Bourland prueba, mediante una escrupulosa confrontación, que el texto
de la edición sevillana está muy estrechamente emparentado en el del
códice del Escorial para las cincuenta novelas que éste contiene. En
muchos casos son literalmente idénticos; convienen en la sustitución
de algunos nombres propios á otros del original italiano; tienen en
algunos pasajes los mismos errores de traducción, los mismos cambios y
adiciones. Coinciden también en dividir la introducción en capítulos,
aunque no exactamente los mismos. Finalmente, se asemejan en la
inaudita confusión y barullo en que presentan los cuentos, perdida
del todo la división en jornadas, y en suprimir la mayor parte de
los prólogos y epílogos que las separan, y por de contado, todos los
versos, á excepción de la _ballata_ de la décima jornada, que está en
el impreso, pero no en el manuscrito[19].
Las otras cincuenta novelas están traducidas en el mismo estilo, no
de fines, sino de principios del siglo XV, y casi de seguro por el
mismo traductor. De todo esto se infiere con mucha verosimilitud que
el _Decameron_ de Sevilla, cuyo texto es un poco menos incorrecto que
el del manuscrito escurialense, ya porque el editor lo cotejase y
enmendase con el italiano, lo cual no puedo creer, ya porque se valiese
de un códice mejor, representa aquella vieja traducción _en cuadernos_,
los cuales, trastrocados y revueltos de uno en otro poseedor ó copista,
llegaron á la extravagante mezcolanza actual, en que hasta los nombres
de los narradores aparecen cambiados en muchos casos, y se altera
el texto para justificar el nuevo enlace de las historias. Pero es
imposible que la primitiva versión estuviese dispuesta así; lo que
tenemos es un _rifacimento_, una corruptela, que tampoco puedo atribuir
al editor de 1496, porque más fácil le hubiera sido restablecer el
orden italiano de las historias que armar tan extraño embolismo.
Se limitó, sin duda, á reproducir el manuscrito que tenía, y este
manuscrito era un centón de algún lector antiguo que, perdido en el
laberinto de sus cuadernos, los zurció y remendó como pudo, sin tener
presente el original, que le hubiese salvado de tal extravío.
Dos cosas más hay que notar en esta versión, aparte de otras muchas
de que da minuciosa cuenta miss Bourland. Contiene todas las novelas
del _Decameron_, incluso las más licenciosas; únicamente suprime,
sin que pueda atinarse la causa, la novela 5.ª de la jornada 9.ª
(_Calandrino_), y la sustituye con otra novela de origen desconocido,
aunque probablemente italiano. La Griselda, como ya indicamos, no está
traducida de Boccaccio, sino de la paráfrasis latina del Petrarca.
Á pesar de sus cinco ediciones, el _Decameron_ castellano es uno de
los libros más peregrinos de cualquier literatura. Nuestra Biblioteca
Nacional no posee, y eso por reciente entrada de la librería de D.
Pascual Gayangos, más que la penúltima edición, la de Medina del Campo,
y es también la única que se conserva en el Museo Británico. En París
sólo tienen la última de 1550. Mucho más afortunada la Biblioteca
Nacional de Bruselas, posee, no sólo el único ejemplar conocido de la
edición incunable, sino también la primera de Valladolid. El precioso
volumen de Toledo no existe más que en la Biblioteca Magliabecchiana de
Florencia.
Vino á cortar el vuelo á estas ediciones la prohibición fulminada por
el Concilio de Trento contra las _Cien Novelas_, consignada en el
Índice de Paulo IV (Enero de 1559), y trasladada por nuestro inquisidor
general Valdés al suyo del mismo año. Más de cincuenta ediciones iban
publicadas hasta entonces en Italia. Sabido es que la prohibición fue
transitoria, puesto que San Pío V, á ruegos del Gran Duque Cosme de
Médicis, permitió á los académicos florentinos (llamados después de
la Crusca) que corrigiesen el _Decameron_ de modo que pudiese correr
sin escándalo en manos de los amantes de la lengua toscana. Esta
edición corregida no apareció hasta el año 1573, bajo el pontificado de
Gregorio XIII; refundición bien extraña, por cierto, en que quedaron
intactas novelas indecentísimas sólo con cambiar las abadesas y monjas
en matronas y doncellas, los frailes en nigromantes y los clérigos en
soldados. Respetamos los altos motivos que para ello hubo y nos hacemos
cargo de la diferencia de los tiempos. Esta edición, llamada de los
_Deputati_, fue considerada desde luego como texto de lengua, y á ella
se ajustan todas las de aquel siglo y los dos siguientes, salvo alguna
impresa en Holanda y las que con falso pie de imprenta se estamparon en
varias ciudades de Italia en el siglo XVIII.
La Inquisición Española, por su parte, autorizó el uso de esta
edición en el Índice de Quiroga (1583), donde sólo se prohiben las
_Cien Novelas_ siendo de las impresas antes del Concilio: «_Boccacii
Decades sive Decameron aut novellæ centum, nisi fuerint ex purgatis et
impressis ab anno 1572_», fórmula que se repite en todos los índices
posteriores[20]. Á la traducción castellana, como completa que era,
le alcanzaba de lleno la prohibición, y nadie pensó en expurgarla,
ni hacía mucha falta, porque el _Decameron_ italiano corría con tal
profusión[21] y era tan fácilmente entendido, que no se echaba muy de
menos aquella vieja traslación tan ruda y destartalada[22].
Precisamente la influencia de Boccaccio como cuentista y como mina de
asuntos dramáticos corresponde al siglo XVII más que al XVI. Antes
de la mitad de esta centuria apenas se encuentra imitación formal de
ninguna de las novelas. No es seguro que el cuento de la piedra en el
pozo, tal como se lee en el _Corvacho_ del Arcipreste de Talavera,
proceda de la novela de Tofano (4.ª de la jornada VII); una y otra
pueden tener por fuente común á Pedro Alfonso[23]. Todavía es más
incierto, á pesar de la opinión de Landau[24], que el romance del
_Conde Dirlos_, que debe de ser de origen francés como todos los
carolingios, tenga con la novela de Messer Torello (_giorn._ X, n.
9) más relación que el tema general de la vuelta del esposo, á quien
se suponía perdido ó muerto, y que llega á tiempo para impedir las
segundas bodas de su mujer. El romance carece enteramente de la parte
mágica que hay en la novela de Boccaccio y no hay nada que recuerde la
intervención de Saladino. En una versión juglaresca y muy tardía del
romance de _El Conde Claros_ añadió el refundidor Antonio de Pansac
una catástrofe trágica (el corazón del amante presentado en un plato),
tomada, según creo, del _Decameron_, ya en la novela de Ghismonda
y Guiscardo (_giorn._ IV, 1), ya en la de _Guiglielmo Rossiglione_
(Guillem de Cabestanh), que es la 9.ª de la misma jornada[25].
Escasas son también las reminiscencias en los libros de caballerías,
salvo en _Tirant lo Blanch_, que tanto difiere de los demás, no
sólo por la lengua, sino por el espíritu. Además de varias frases y
sentencias literalmente traducidas, Martorell reproduce una novela
entera (_giorn._ II, n. 4), la del mercader Landolfo Ruffolo, que
después de haber perdido todos sus haberes en un naufragio, encuentra
como tabla de salvamento una cajita llena de piedras preciosas. Hay
otras evidentes imitaciones de pormenor, que recoge con admirable
diligencia Arturo Farinelli, el primero que se ha fijado en ellas[26].
Otro libro de caballerías, excepcional también en algunas cosas, el
_Palmerín de Inglaterra_, de Francisco Moraes, contiene una imitación
de la novela de Ghismonda: «Tomó la copa en las manos, y diziendo al
corazón de Artibel palabras de mucho dolor, y diziendo muchas lástimas,
la hinchió de lágrimas»[27].
El ejemplo más singular de la influencia de Boccaccio en España es la
adaptación completa de una novela, localizándose en ciudad determinada,
enlazándose con apellidos históricos, complicándose con el hallazgo de
unos restos humanos é imponiéndose como creencia popular, viva todavía
en la mente de los españoles. Tal es el caso de la leyenda aragonesa
de los Amantes de Teruel, cuya derivación de la novela de Girolamo y
Salvestra (_giorn._ IV, 8) es incuestionable y está hoy plenamente
demostrada[28], sin que valga en contra la tradición local, de la que
no se encuentra vestigio antes de la segunda mitad del siglo XVI,
tradición que ya en 1619 impugnaba el cronista Blasco de Lanuza[29]
y que intentó reforzar con documentos apócrifos el escribano poeta
Juan Yagüe de Salas. El «papel de letra muy antigua» que él certifica
haber copiado y lleva por título _Historia de los amores de Diego Juan
Martinez de Marcilla é Isabel de Segura, año 1217_, es ficción suya,
poniendo en prosa, que ni siquiera tiene barniz de antigua excepto
al principio, lo mismo que antes había contado en su fastidiosísimo
poema publicado en 1616[30]. No por eso negamos la existencia de los
Amantes, ni siquiera es metafísicamente imposible que la realidad haya
coincidido con la poesía, pero sería preciso algún fundamento más serio
que los que Antillón deshizo con crítica inexorable, aun sin conocer la
fuente literaria de la leyenda.
Antonio de Torquemada, en sus _Coloquios Satíricos_ (1553), y Juan
de Timoneda, en su _Patrañuelo_ (1566), son los primeros cuentistas
del siglo XVI que empiezan á explotar la mina de Boccaccio. Después
de ellos, y sobre todo después del triunfo de Cervantes, que nunca
imita á Boccaccio directamente, pero que recibió de él una influencia
formal y estilística muy honda y fué apellidado por Tirso «el Boccaccio
español», los imitadores son legión. El cuadro general de las novelas,
tan apacible ó ingenioso, y al mismo tiempo tan cómodo, se repite hasta
la saciedad en _Los Cigarrales de Toledo_, del mismo Tirso; en el
_Para todos_, de Montalbán; en la _Casa del placer honesto_, de Salas
Barbadillo; en las _Tardes entretenidas_, _Jornadas alegres_, _Noches
de placer_, _Huerta de Valencia_, _Alivios de Casandra_ y _Quinta de
Laura_, de Castillo Solórzano; en las _Novelas amorosas_, de Doña María
de Zayas; en las _Navidades de Madrid_, de Doña Mariana de Carvajal; en
las _Navidades de Zaragoza_, de D. Matías de Aguirre; en las _Auroras
de Diana_, de D. Pedro de Castro y Anaya; en las _Meriendas del
ingenio_, de Andrés de Prado; en los _Gustos y digustos del Lentiscar
de Cartagena_, de Ginés Campillo, y en otras muchas colecciones de
novelas, y hasta de graves disertaciones, como los _Días de jardín_,
del Dr. Alonso Cano.
Hubo también, aunque en menor número de lo que pudiera creerse,
imitaciones de novelas sueltas, escogiendo por de contado las más
honestas y ejemplares. Matías de los Reyes, autor de pobre inventiva
y buen estilo, llevó la imitación hasta el plagio en _El Curial del
Parnaso_ y en _El Menandro_. Alguna imitación ocasional se encuentra
también en el _Teatro Popular_, de Lugo Dávila; en _El Pasajero_,
de Cristóbal Suárez de Figueroa, y en _El Criticón_, de Gracián.
Puntualizar todo esto y seguir el rastro de Boccaccio hasta en nuestros
cuentistas más oscuros es tarea ya brillantemente emprendida por miss
Bourland y que procuraremos completar cuando tratemos de cada uno de
los autores en la presente historia de la novela. Pero desde luego
afirmaremos que las historias de Boccaccio, aisladamente consideradas,
dieron mayor contingente al teatro que á la novela. De un pasaje de
Ricardo del Turia se infiere que solían aprovecharse para loas[31].
Pero también servían para argumentos de comedias. Ocho, por lo menos,
de Lope de Vega tienen este origen, entre ellas dos verdaderamente
deliciosas: _El anzuelo de Fenisa_ y _El ruiseñor de Sevilla_[32]. Pero
en esta parte no puede decirse que su influencia fuese mayor que la de
Bandello. De todos modos, lo que Boccaccio debía á España por medio
de Pedro Alfonso, quedó ampliamente compensado con lo que le debieron
nuestros mayores ingenios.
Hasta la mitad del siglo XVI no volvemos á encontrar traducciones de
novelas italianas. Apenas me atrevo á incluir entre ellas _La Zuca
del Doni en español_, publicada en Venecia, 1551, el mismo año y por
el mismo impresor que el texto original[33]. Porque propiamente la
_Zucca_ ó calabaza no es una colección de novelas, sino de anécdotas,
chistes, burlas, donaires y dichos agudos, repartidos en las varias
secciones de _cicalamenti_, _baie_, _chiacchiere_, _foglie_, _fiori_,
_frutti_[34]. El anónimo traductor, que dedicó su versión al abad
de Bibbiena y de San Juan in Venere en un ingenioso y bien parlado
prólogo, que pongo íntegro por nota, era amigo del Doni y debía de
tener algún parentesco de humor con él, porque le tradujo con verdadera
gracia, sin ceñirse demasiado á la letra. Razón tenía para desatarse
en su prólogo contra los malos traductores, haciendo especial mención
del de Boccaccio. Curiosísimo tipo literario era el Doni, escritor de
los que hoy llamaríamos excéntricos ó humoristas y que entonces se
llamaban _heteroclitos_ ó extravagantes, lleno de raras fantasías, tan
desordenado en sus escritos como en su vida, improvisador perpetuo,
cuyas obras, como él mismo dice, «se leían antes de ser escritas
y se estampaban antes de ser compuestas»; libelista cínico, digno
rival del Aretino; desalmado sicofanta, capaz de delatar como reos de
Estado á sus enemigos literarios; traficante perpetuo en dedicatorias;
aventurero con vena de loco; mediano poeta cómico, cuentista agudo
en el dialecto de Florencia y uno de los pocos que se salvaron de
la afectada imitación de Boccaccio[35]. En medio de sus caprichos y
bufonadas tiene rasgos de verdadero talento. Sus dos _Librerías_ ó
catálogos de impresos y manuscritos con observaciones críticas se
cuentan entre los más antiguos ensayos de bibliografía é historia
literaria. Y para los españoles, sus _Mundos celestes, terrestres é
infernales_[36], en que parodió la _Divina Comedia_, son curiosos,
porque presentan alguna remota analogía con los _Sueños_ inmortales de
Quevedo, aunque no puede llevarse muy lejos la comparación.
Menos importancia literaria que la _Zucca_ tienen las _Horas de
recreación_, de Luis Guicciardini, sobrino del grande historiador
Francisco. Á Luis se le conoce y estima principalmente por su
descripción de los Países Bajos, que tuvo por intérprete nada menos que
á nuestro rey Felipe IV. Á las _Horas de recreación_, que es una de
tantas colecciones de anécdotas y facecias, cupo traductor más humilde,
el impresor Vicente de Millis Godínez, que las publicó en Bilbao en
1580[37].
De todos los novelistas italianos Mateo Bandello fué el más leído y
estimado por los españoles después de Boccaccio y el que mayor número
de argumentos proporcionó á nuestros dramáticos. Lope de Vega hacía
profesión de admirarle, y en el prólogo de su novela _Las fortunas
de Diana_ parece que quiere contraponerle maliciosamente á Cervantes:
«Tambien hay libros de novelas, dellas traducidas de italianos y dellas
propias, en que no faltó gracia y estilo á Miguel Cervantes. Confieso
que son libros de grande entretenimiento, y que podrían ser ejemplares,
_como algunas de las historias trágicas del Bandelo_; pero habían de
escribirlos hombres científicos, ó por lo menos grandes cortesanos,
gente que halla en los desengaños notables sentencias y aforismos».
Aparte de estas palabras, cuya injusticia y mala fe es notoria, puesto
que Cervantes, aunque no fuese _hombre científico ni gran cortesano_,
está á cien codos sobre Bandello y á muy razonable altura sobre
todos los novelistas del mundo, el estudio de las historias trágicas
y cómicas del ingenioso dominico lombardo, superior á todos sus
coetáneos en la invención y en la variedad de situaciones, ya que no
en el estilo, fué tan provechoso para Lope como lo era simultáneamente
para Shakespeare. Uno y otro encontraron allí á Julieta y Romeo
(_Castelvines y Monteses_), y Lope de Vega, además, el prodigioso
_Castigo sin venganza_, sin contar otras obras maestras, como _El
villano en su rincón_, _La viuda valenciana_ y _Si no vieran las
mujeres_...[38]. Ya mucho antes de Lope el teatro español explotaba
esta rica mina. _La Duquesa de la Rosa_, de Alonso de la Vega, basta
para probarlo[39].
Aunque la voluminosa colección del obispo de Agen, que comprende nada
menos que doscientas catorce novelas, fuese continuamente manejada
por nuestros dramaturgos y novelistas, sólo una pequeña parte de ella
pasó á nuestra lengua, por diligencia del impresor Vicente de Millis
Godínez, antes citado, que ni siquiera se valió del original italiano,
sino de la paráfrasis francesa de Pedro Boaystau (por sobrenombre
Launay) y Francisco de Belleforest, que habían estropeado el texto con
fastidiosas é impertinentes adiciones. De estas novelas escogió Millis
catorce, las que le parecieron de mejor ejemplo, y con ellas formó un
tomo, impreso en Salamanca en 1589[40].
Los _Hecatommithi_, de Giraldi Cinthio, otra mina de asuntos trágicos
en que Shakespeare descubrió su _Otelo_ y Lope de Vega _El piadoso
veneciano_[41], tenían para nuestra censura, más rígida que la de
Italia, y aun para el gusto general de nuestra gente, la ventaja de
no ser licenciosos, sino patéticos y dramáticos, con un género de
interés que compensaba en parte su inverosimilitud y falta de gracia
en la narrativa. En 1590 imprimió en Toledo Juan Gaitán de Vozmediano
la primera parte de las dos en que se dividen estas historias, y en
el prólogo dijo: «Ya que hasta ahora se ha usado poco en España este
género de libros, por no haber comenzado á traducir los de Italia
y Francia, no sólo habrá de aquí adelante quien por su gusto los
traduzca, pero será por ventura parte el ver que se estima esto tanto
en los estrangeros, para que los naturales hagan lo que nunca han
hecho, que es componer novela. Lo cual entendido, harán mejor que todos
ellos, y más en tan venturosa edad cual la presente»[42]. Palabras que
concuerdan admirablemente con las del prólogo de Cervantes y prueban
cuánto tardaba en abrirse camino el nuevo género, tan asiduamente
cultivado después.
Las _Piacevoli Notti_, de Juan Francisco de Caravaggio, conocido por
Straparola, mucho más variadas, amenas y divertidas que los cien
cuentos de Giraldi, aunque no siempre honestas ni siempre originales
(puesto que el autor saqueó á manos llenas á los novelistas anteriores,
especialmente á Morlini), hablaban poderosamente á la imaginación
de toda casta de lectores con el empleo continuo de lo sobrenatural
y de los prestigios de la magia, asemejándose no poco á los cuentos
orientales de encantamientos y metamorfosis. Francisco Truchado, vecino
de Baeza, tradujo en buen estilo estas doce _Noches_, purgándolas de
algunas de las muchas obscenidades que contienen, y esta traducción,
impresa en Granada por René Rabut, 1583, fué repetida en Madrid, 1598,
y en Madrid, 1612, prueba inequívoca de la aceptación que lograron
estos cuentos[43].
Juntamente con los libros italianos había penetrado alguno que
otro francés, y ya hemos hecho memoria del _rifacimento_ de las
_Historias Trágicas_, de Bandello, por Boaystuau y Belleforest. No
han de confundirse con ellas, á pesar de la semejanza del título, las
_Historias prodigiosas y maravillosas de diversos successos acaecidos
en el mundo_, que compilaron los mismos Boaystuau y Belleforest y
Claudio Tesserant, y puso en lengua castellana el célebre impresor
de Sevilla Andrea Pescioni[44]. Obsérvese que casi siempre eran
tipógrafos ó editores versados en el comercio de libros y en relaciones
frecuentes con sus colegas (á las veces parientes) de Italia y Francia
los que introducían entre nosotros estas novedades de amena literatura,
desempeñando á veces, y no mal, el papel de intérpretes, aspecto muy
curioso en la actividad intelectual del siglo XVI. Andrea Pescioni,
si es suya realmente la traducción que lleva su nombre, demostró en
ella condiciones muy superiores á las de Vicente de Millis en lenguaje
y estilo. Muy difícil será encontrar galicismos en la pura y tersa
locución de las _Historias prodigiosas_, que salieron enteramente
castellanizadas de manos del traductor, imprimiéndoles el sello de
su nativa ó adoptiva lengua, como cuadraba al señorío y pujanza de
nuestro romance en aquella edad venturosa, hasta cuando le manejaban
extranjeros de origen, que no hacían profesión de letras humanas como
no fuese para traficar con ellas, y aplicaban su industria á libros
forasteros, que tampoco por la dicción eran notables, ni se encaminaban
al público más selecto. Libro de mera curiosidad y entretenimiento
es el de las _Historias_, recopilación de casos prodigiosos y
extraordinarios, de fenómenos insólitos de la naturaleza, de
supersticiones, fábulas y patrañas, escoltadas siempre con algún
testimonio clásico: «No escriviré caso fabuloso, ni historia que no
compruebe con el autoridad de algun escritor de crédito, ora sea sacro
ó profano, griego ó latino» (p. 90 vuelta). Con esta salvedad pasa
todo, ya bajo el pabellón de Eliano, Julio Obsequente, Plinio y Solino,
ya bajo la de médicos y naturalistas del siglo XVI, como Conrado
Gesnero y Jerónimo Cardano, á quien con especial predilección se cita.
Hasta la demonología neoplatónica de Miguel Psello, Porfirio, Iámblico
y Proclo logra cabida en esta compilación, llena, por lo demás, de
disertaciones ortodoxas. Hay capítulos especiales sobre los terremotos,
diluvios y grandes avenidas; sobre los cometas y otros «prodigios y
señales del cielo»; sobre las erupciones volcánicas; sobre las virtudes
y propiedades de las piedras preciosas, de las plantas y de las aguas.
Pero el fuerte de los tres autores son los monstruos: su libro, de
más de ochocientas páginas, ofrece amplio material para la historia
de las tradiciones teratológicas, desde las clásicas de Sirenas,
Tritones, Nereidas, Faunos, Sátiros y Centauros, hasta los partos
monstruosos, las criaturas dobles ligadas y conjuntas, los animales de
figura humana, los hombres que llevan al descubierto las entrañas, los
cinocéfalos, los hermafroditas, los terneros y lechones monstruosos y
otra infinidad de seres anómalos que Belleforest y sus colaboradores
dan por existentes ó nacidos en su tiempo, notando escrupulosamente la
fecha y demás circunstancias.
Aparte de estas aberraciones, contiene el libro otras cosas de interés
y de más apacible lectura: curiosas anécdotas, narradas con garbo y
bizarría. Así, en el capítulo de los amores prodigiosos (XXII de la
1.ª parte) ingiere, entre otras que llamaríamos novelas cortas, la de
la cortesana Plangon de Mileto, tomada de Ateneo, historia de refinado
y sentimental decadentismo, que presenta una rarísima competencia
de generosidad amorosa entre dos meretrices. Así, al tratar de los
convites monstruosos, añade Boaistuau á los referidos por los antiguos
y á los que consigna Platina en su libro _De honesta voluptate_, uno de
que él fue testigo en Aviñón cuando «oía allí leyes del eruditísimo y
docto varon Emilio Ferreto» (p. 96), página curiosa para la historia de
la gastronomía en la época del Renacimiento. En el largo capítulo del
entendimiento y fidelidad de los perros no olvida ni al de Montargis,
cuya historia toma de Julio César Scaligero, ni al famoso _Becerril_,
de que habla tanto Gonzalo Fernández de Oviedo en su _Historia de
Indias_.
No sólo las rarezas naturales y los casos extraños de vicios y
virtudes, sino lo sobrenatural propiamente dicho, abunda sobremanera en
estas _Historias_, cuyo único fin es sorprender y pasmar la imaginación
por todos los medios posibles. Ninguno tan eficaz como los cuentos de
aparecidos, fantasmas, visiones nocturnas, sueños fatídicos, travesuras
de malignos espíritus, duendes y trasgos; combates de huestes aéreas,
procesiones de almas en pena. De todo esto hay gran profusión, tomada
de las fuentes más diversas. Á la antigüedad pertenecen muchas (los
mancebos de Arcadia, en Valerio Máximo; la tragedia de Cleonice, en
Pausanias; el fantasma que se apareció al filósofo Atenodoro, en Plinio
el Joven). Otras son más modernas, entresacadas á veces de los _Días
Geniales_, de Alexandro de Alexandro, como la visión de Cataldo, obispo
de Tarento, que anunció las desventuras de la casa aragonesa de Nápoles
(p. 103), ó de Jerónimo Cardano, como la historia de Margarita la
milanesa y de su espíritu familiar (p. 109). Pero nada hay tan singular
en este género como un caso de telepatía que Belleforest relata, no
por información ajena, sino por haberle acontecido á él mismo (p.
361), y que no será inútil conocer hoy que este género de creencias,
supersticiones ó lo que fueren vuelven á estar en boga y se presentan
con vestidura científica:
«Algunos espíritus se han aparecido á hombres con quien en vida han
tenido amistad, y esto á manera de despedirse dellos, quando de aqueste
mundo partian. Y de aquesto yo doy fe que á mí mismo me ha acaecido, y
no fue estando dormido ni soñoliento, mas tan despierto como lo estoy
ahora que escrivo aquesto, y el caso que digo aver me acaecido, es que
un dia de la Natividad de Nuestra Señora, que es á ocho de Setiembre,
unos amigos mios e yo fuymos a holgarnos a un jardin, y siendo ya como
las once de la noche, solo me llegué a un peral para coger unas peras,
y vi que se me puso delante una figura blanca de un hombre, que excedia
la comun proporcion, el qual en el aspecto me pareció que era mi padre,
y se me llegó para abraçarme: de que yo me atemorizé, y di un grito, y
a él acudieron aquellos mis amigos para ver lo que me avia sucedido,
y aviendo me preguntado qué avia avido, les dixe lo que avia visto,
aunque ya se avia desaparecido, y que sin duda era mi padre. Mi ayo
me dixo que sin duda se devia de aver muerto, y fue assi, que murió
en aquella hora misma que se me representó, aunque estavamos lexos en
harta distancia. Aquella fue una cosa que me haze creer que la oculta
ligadura de amistad que hay en los coraçones de los que verdaderamente
se aman puede ser causa de que se representen algunas especies, ó
semejanzas de aparecimientos; y aun tambien puede ser que sean las
almas mismas de nuestros parientes ó amigos, ó sus Angeles custodes,
que yo no me puedo persuadir que sean espíritus malignos».
Son de origen español algunos de los materiales que entraron en esta
enorme compilación francesa. Á Fr. Antonio de Guevara siguen y traducen
literalmente en la historia del león de Androcles (epístola XXIV de
las _Familiares_); en la de Lamia, Laida y Flora, «tres enamoradas
antiquísimas» (ep. LIX), y en el razonamiento celebérrimo del _Villano
del Danubio_, esta vez sin indicar la fuente, que es el _Marco Aurelio_.
El obispo de Mondoñedo, con toda su retórica, no siempre de buena
calidad, tenía excelentes condiciones de narrador y hubiera brillado
en la novela corta, á juzgar por las anécdotas que suele intercalar
en sus libros, y especialmente en las _Epístolas Familiares_.
Recuérdese, por ejemplo, el precioso relato que pone en boca de un moro
viejo de Granada, testigo de la llorosa partida de Boabdil y de las
imprecaciones de su madre (ep. VI de la _Segunda Parte_).
Amplia materia suministró también á las _Historias prodigiosas_ otro
prosista español de la era de Carlos V, el _magnífico caballero_ y
cronista cesáreo Pero Mexía, compilador histórico y moralista ameno
como Guevara, pero nada semejante á él en los procedimientos de su
estilo (que es inafectado y aun desaliñado con cierto dejo de candidez
sabrosa), ni menos en la puntualidad histórica, que nuestro Fr.
Antonio afectaba despreciar, y que, por el contrario, respetó siempre
aquel docto y diligente sevillano, digno de buena memoria entre los
vulgarizadores del saber. Su _Silva de varia leccion_, publicada en
1540 y de cuyo éxito asombroso, que se sostuvo hasta mediados del siglo
XVII, dan testimonio tantas ediciones castellanas, tantas traducciones
en todas las lenguas cultas de Europa, es una de aquellas obras de
carácter enciclopédico, de que el Renacimiento gustaba tanto como la
Edad Media, y que tenía precedentes clásicos tan famosos como las
_Noches Aticas_, de Aulo Gelio; las _Saturnales_, de Macrobio; el
_Banquete de los sofistas_, de Ateneo. Los humanistas de Italia habían
comenzado á imitar este género de libros, aunque rara vez los componían
en lengua vulgar. Pero Mexía, amantísimo de la suya nativa, que procuró
engrandecer por todos caminos, siguió este nuevo y holgado sistema de
componer con especies sueltas un libro útil y deleitable. Los capítulos
se suceden en el más apacible desorden, única cosa en que el libro se
asemeja á los _Ensayos_ de Montaigne. Después de una disertación sobre
la Biblia de los Setenta, viene un discurso sobre los instintos y
propiedades maravillosas de las hormigas: «Hame parecido escribir este
libro (dice Mexía) por discursos y capítulos de diversos propósitos sin
perseverar ni guardar orden en ellos, y por esto le puse por nombre
_Silva_, porque en las silvas y bosques están las plantas y árboles sin
orden ni regla. Y aunque esta manera de escrivir sea nueva en nuestra
lengua Castellana, y creo que soy yo el primero que en ella haya tomado
esta invencion, en la Griega y Latina muy grandes autores escrivieron,
assi como fueron Ateneo... Aulo Gelio, Macrobio, y aun en nuestros
tiempos Petro Crinito, Ludovico Celio, Nicolao Leonico y otros algunos.
Y pues la lengua castellana no tiene (si bien se considera) por qué
reconozca ventaja a otra ninguna, no sé por qué no osaremos en ella
tomar las invenciones que en las otras, y tratar materias grandes, como
los italianos y otras naciones lo hazen en las suyas, pues no faltan
en España agudos y altos ingenios. Por lo qual yo, preciándome tanto
de la lengua que aprendi de mis padres como de la que me mostraron
preceptores, quise dar estas vigilias a los que no entienden los libros
latinos, y ellos principalmente quiero que me agradezcan este trabajo:
pues son los más y los que más necesidad y desseo suelen tener de saber
estas cosas. Porque yo cierto he procurado hablar de materias que no
fuessen muy comunes, ni anduviessen por el vulgo, que ellas de sí
fuessen grandes y provechosas, a lo menos a mi juyzio».
Para convencerse de lo mucho que Boaystuau, Tesserant y Belleforest
tomaron de la obra de Mexía, traducida ya al francés en 1552, no hay
más que cotejar los respectivos capítulos de las _Historias_ con
lo que en la _Silva_ se escribe «de los Tritones y Nereydas», «de
algunos hombres muy crueles», «de algunos exemplos de casados que
mucho y fielmente se amaron», «de los extraños y admirables vicios del
emperador Heliogábalo, y de sus excesos y prodigalidades increibles»,
«de las propiedades maravillosas y singulares de algunos ríos, lagos
y fuentes», «de algunas cosas maravillosas que aparecieron en cielo
y tierra» y otros puntos que sería fácil señalar. Los testimonios
alegados son los mismos, suele serlo hasta el orden y las palabras con
que se declaran y los argumentos que se traen para hacer creibles tan
desaforados portentos.
Pero la _Silva de varia lección_ es obra de plan mucho más vasto y
también más razonable que las _Historias prodigiosas_. No predomina
aquí lo extraño, lo anormal, lo increíble, ni se rinde tanto culto á la
superstición, ya popular, ya científica. En relación con su época, Pero
Mexía parece un espíritu culto y avisado, que procura guardarse de la
nimia credulidad y muestra hasta vislumbres de espíritu crítico[45].
Siempre que tiene que contar hechos muy extraordinarios se resguarda
con la autoridad ajena, y aun así osa contradecir algunas cosas de las
que escriben los antiguos. No quiere admitir, por ejemplo, aunque lo
afirmen contestes nada menos que Plinio, Eliano, Plutarco, Apuleyo y
San Isidoro, que la víbora muera en el momento en que da á luz sus
viboreznos[46]. No parece muy persuadido de la existencia de hombres
marinos y tiene por cuento de viejas la historia del pece Nicolao,
mostrando en esto mejor crítica que el P. Feijoo, que todavía en el
siglo XVIII admitía la fábula del hombre-pez de Liérganes[47]. Claro
es que no se emancipa, ni mucho menos, de la mala física de su tiempo.
Cree todavía en las propiedades ocultas y secretas de los cuerpos
naturales y adolece, sobre todo, de la superstición astrológica, que
le dió cierta extravagante fama entre sus conciudadanos, tan zumbones
y despiertos de ingenio entonces como ahora. «El _astrífero_ Mexía»
le llama, pienso que en burlas, Juan de la Cueva. Y es sabida aquella
anécdota que recogió Rodrigo Caro en sus _Claros varones en letras,
naturales de Sevilla_: «Había adivinado Pero Mexía, por la posición de
los astros de su nacimiento, que había de morir de un sereno, y andaba
siempre abrigado con uno ó dos bonetes en la cabeza debajo de la gorra
que entonces se usaba, por lo cual le llamaban _Siete bonetes_; _sed
non auguriis potuit depellere pestem_; porque estando una noche en
su aposento, sucedió á deshora un ruido grande en una casa vecina, y
saliendo sin prevención al sereno, se le ocasionó su muerte, siendo de
no muy madura edad».
Tan revuelta andaba en el siglo XVI la ciencia positiva con la
quimérica, la astrología judiciaria con la astronomía y las
matemáticas, que no es de admirar que Mexía, como Agripa y Cardano y
tantos insignes varones del Renacimiento, cayese en esta confusión
deplorable, escribiendo algunos capítulos sobre la influencia de los
siete planetas en las siete edades y partes de la vida del hombre,
sobre los días aciagos y años climatéricos, sobre el punto y signo
del Zodíaco en que estaban el sol y la luna cuando fueron creados[48]
y otras vanidades semejantes. Mexía, que era cosmógrafo de profesión
en un tiempo y en una ciudad en que no faltaban buenos cosmógrafos
prácticos, trata con mucho más tino las cuestiones hidrográficas
y meteorológicas, y en vez de aquellas ridículas historias de
monstruos que ocupan la mitad del libro de Belleforest, aquí se leen
disertaciones elementales, pero sensatas, sobre los vientos; sobre los
artificios útiles para comparar la densidad de las aguas y discernir
su pureza; sobre la redondez y ámbito de la tierra; sobre la medida de
los grados terrestres y el modo de trazar la línea meridiana, y sobre
la indispensable reforma del calendario, que tardó bastantes años en
realizarse[49]. No era Mexía un sabio, no era un investigador original;
pero tenía linda manera para exponer las curiosidades de historia
científica, por ejemplo, el problema de la corona del rey Hierón y
otros descubrimientos de Arquímedes[50] basta libertad de espíritu para
considerar como _juegos y pasatiempos de la naturaleza_ los que otros
estimaban misteriosas señales grabadas en las piedras[51].
Pero lo que predomina en la _Silva de varia lección_, como podía
esperarse de las aficiones y estudios de su autor, es la erudición
histórica, que se manifiesta de muy varios modos, bien calculados
para picar y entretener el apetito de quien lee: ya en monografías de
famosas ciudades, como Roma, Constantinopla, Jerusalén; ya en sucintas
historias de los godos, de los turcos, de los templarios, de los
güelos; ya en biografías de personajes sobresalientes en maldad ó en
heroísmo, pero que ofrecen siempre algo de pintoresco y original, como
Timón el Misántropo, Diógenes el Cínico, los siete Sabios de Grecia,
Heráclito y Demócrito, el emperador Heliogábalo, el falso profeta
Mahoma y el gran Tamorlán[52]; ya en anécdotas de toda procedencia,
como la tragedia de Alboino y Rosimunda, que toma de Paulo Diácono[53],
y la absurda pero entonces muy creída fábula de la Papisa Juana, que
procura corroborar muy cándidamente con el testimonio de Martín Polono,
Sabellico, Platina y San Antonino de Florencia[54].
El libro de Pedro Mexía interesa á la novelística, no sólo por estas
cortas narraciones, que son las más veces verdaderas leyendas, sino
por ser un copioso repertorio de ejemplos de vicios y virtudes, que el
autor compila á diestro y siniestro, de todos los autores clásicos,
especialmente de Plutarco, Valerio Máximo y Aulo Gelio[55], sin
olvidar á Plinio, de quien entresaca las anécdotas de pintores[56].
Alguno que otro episodio de la historia patria refiere también, como
la muerte súbita de los dos infantes D. Pedro y D. Juan en la entrada
que hicieron por la vega de Granada, ó el de Ruy Páez de Viedma y
Payo Rodríguez de Ávila en tiempo do Alfonso XI[57], ó las extrañas
circunstancias que, según Muntaner, intervinieron en la concepción
y nacimiento de D. Jaime el Conquistador, asunto de una novela de
Bandello y de una comedia de Lope de Vega[58].
Otros capítulos de la _Silva_ tienen carácter de arqueología
recreativa, á imitación de Polidoro Virgilio en su libro _De
inventoribus rerum_, tan explotado por todos los compiladores del
siglo XVI[59]. Pero aunque tomase mucho de Polidoro y de todos los
que le precedieron en la tarea de escribir misceláneas, Mexía se
remontaba á las fuentes casi siempre y las indica con puntualidad en
todos los puntos que he comprobado. La _Tabla_ que pone al fin no es,
como en tantos otros libros, una pedantesca añagaza. Había leído mucho
y bien, y tiene el mérito de traducir en buen castellano todas las
autoridades que alega. El círculo de sus lecturas se extendía desde
el _Quadripartito_, de Tolomeo, y los cánones astronómicos de Aben
Ragel, hasta las _Historias florentinas_ y los tratados políticos
de Maquiavelo, á quien cita y extracta en la vida de Castruccio
Castracani[60] y á quien parece haber seguido también en el relato
de la conjuración de los Pazzi[61]. Aunque el secretario de Florencia
pasaba ya por autor de sospechosa doctrina y sus obras iban á ser muy
pronto rigurosamente vedadas por el Concilio de Trento, se ve que Mexía
las manejaba sin grande escrúpulo, lo cual no es indicio del ánimo
apocado y supersticioso que le atribuyeron algunos luteranos españoles,
enojados con él por haber sido uno de los primeros que descubrieron en
Sevilla la herética pravedad envuelta en las dulces pláticas de los
doctores Egidio y Constantino[62].
Con todas sus faltas y sobras, la _Silva de varia lección_, que hoy
nos parece tan llena de vulgaridades y errores científicos[63],
representaba de tal modo el nivel medio de la cultura de la época y
ofrecía lectura tan sabrosa á toda casta de gentes, que apenas hubo
libro más afortunado que él en sus días y hasta medio siglo después.
Veintiséis ediciones castellanas (y acaso hubo más), estampadas,
no sólo en la Península, sino en Venecia, Amberes y Lyón, apenas
bastaron á satisfacer la demanda de este libro candoroso y patriarcal,
que fue adicionado desde 1555 con una quinta y sexta parte de autor
anónimo[64]. No menos éxito tuvo la _Silva_ en Francia, donde fue
traducida por Claudio Gruget en 1552 y adicionada sucesivamente por
Antonio Du Verdier y Luis Guyon, señor de la Nauche. Hasta diez y seis
ediciones de _Les divers leçons de Messie_ enumeran los bibliógrafos
y en las más de ellas figuran también sus _Diálogos_[65]. Todavía en
1675 un médico llamado Girardet se apropió descaradamente el libro de
Pero Mexía, sin citarle una sola vez ni tomarse más trabajo que cambiar
las palabras anticuadas de la traducción de Gruget[66]. En Italia las
cuatro partes de la _Silva_ fueron traducidas en 1556 por Mambrino
Roseo da Fabbriano y adicionadas después por Francisco Sansovino y
Bartolomé Dionigi.
Por medio de las traducciones latinas y francesas empezaron á ser
conocidos en Inglaterra los libros de Mexía antes de que penetrasen
en su texto original, y algunos célebres compiladores de novelas
empezaron á explotarlos. Fué uno de ellos William Painter, que en su
_Palace of pleasure_ (1566) intercaló el extraño cuento del viudo de
veinte mujeres que casó con una viuda de veintidós maridos[67]. Pero es
mucho más importante la _Forest or collection of historyes_, de Thomas
Fortescue (1571), porque en esta versión inglesa de la _Silva_, tomada
de la francesa de Gruget, encontró el terrible dramaturgo Cristóbal
Marlowe, precursor de Shakespeare, los elementos históricos que le
sirvieron para su primera tragedia _Tamburlaine_[68]. No fue ésta la
única vez que el libro del cronista sevillano hizo brotar en grandes
ingenios la chispa dramática. Lope de Vega le tenía muy estudiado, y
de él procede (para no citar otros casos) toda la erudición clásica
de que hace alarde en su comedia _Las mujeres sin hombres_ (_Las
Amazonas_)[69].
En Inglaterra prestó también buenos subsidios á los novelistas. De una
traducción italiana de la _Silva_ está enteramente sacada la colección
de once novelas de Lodge, publicada con este título: _The life and
death of William Longbeard_[70]. No sólo los cuatro libros de Mexía,
sino todo el enorme fárrago de las adiciones italianas de Sansovino
y de las francesas de Du Verdier y Guyon, encontraron cachazudo
intérprete en Thomas Milles, que las sacó á luz desde 1613 hasta 1619
(_The treasurie of ancient and moderne times_). La traducción alemana
de Lucas Boleckhofer y Juan Andrés Math es la más moderna de todas
(1668-1669) y procede del italiano[71].
Con el éxito europeo del libro de Mexía contrasta la oscuridad en que
ha yacido hasta tiempos muy modernos otra _Miscelánea_ mucho más
interesante para nosotros, por haber sido compilada con materiales
enteramente españoles y anécdotas de la vida de su propio autor, que á
cada momento entra en escena con un desenfado familiar y soldadesco que
hace sobremanera interesante su persona.
El caballero extremeño D. Luis Zapata, á quien me refiero, autor de
un perverso poema ó más bien crónica rimada del emperador Carlos
V (_Carlo famoso_), curiosa, sin embargo, ó instructiva, por los
pormenores anecdóticos que contiene y que ojalá estuviesen en
prosa[72], retrájose en su vejez, después de haber corrido mucho
mundo, á su casa de Llerena, «la mejor casa de caballero de toda
España (al decir suyo), y aun mejor que las de muchos grandes», y
entretuvo sus ocios poniendo por escrito, sin orden alguno, en prosa
inculta y desaliñada, pero muy expresiva y sabrosa, por lo mismo que
está limpia de todo amaneramiento retórico, cuanto había visto, oído
ó leído en su larga vida pasada en los campamentos y en las cortes,
filosofando sobre todo ello con buena y limpia moral, como cuadraba á
un caballero tan cuerdo y tan cristiano y tan versado en trances de
honra, por lo cual era consultor y oráculo de valientes. Resultó de
aquí uno de los libros más varios y entretenidos que darse pueden,
repertorio inagotable de dichos y anécdotas de españoles famosos del
siglo XVI, mina de curiosidades que la historia oficial no ha recogido,
y que es tanto más apreciable cuanto que no tenemos sobre los dos
grandes reinados de aquella centuria la copiosa fuente de _Relaciones
y Avisos_ que suplen el silencio ó la escasez de crónicas para los
tiempos de decadencia del poderío español y de la casa de Austria.
Para todo género de estudios literarios y de costumbres; para la
biografía de célebres ingenios, más conocidos en sus obras que en su
vida íntima[73]; para empresas y hazañas de justadores, torneadores
y alanceadores de toros; para estupendos casos de fuerza, destreza y
maña; para alardes y bizarrías de altivez y fortaleza en prósperos
y adversos casos, fieros encuentros de lanza, heroicos martirios
militares, conflictos de honra y gloria mundana, bandos y desafíos,
sutilezas corteses, donosas burlas, chistes, apodos, motes y gracejos,
proezas de grandes soldados y atildamiento nimio de galanes palacianos;
para todo lo que constituía la vida rica y expansiva de nuestra gente
en los días del Emperador y de su hijo, sin excluir el sobrenatural
cortejo de visiones, apariciones y milagros, alimento de la piedad
sencilla, ni el légamo de supersticiones diversas, mal avenidas con el
Cristianismo[74], ofrece la _Miscelánea_ de Zapata mies abundantísima y
que todavía no ha sido enteramente recogida en las trojes, á pesar de
la frecuencia con que la han citado los eruditos, desde que Pellicer
comenzó á utilizarla en sus notas al _Quijote_, y sobre todo después
que la sacó íntegramente del olvido D. Pascual Gayangos[75]. Detallar
todo lo que en los apuntes de Zapata importa á la novelística exigiría
un volumen no menor que la misma _Miscelánea_, puesto que apenas hay
capítulo que no contenga varias historietas, no inventadas á capricho,
sino fundadas en hechos reales que el autor presenció ó de que tuvo
noticia por personas dignas de crédito; lo cual no quita que muchas
veces sean inverosímiles y aun imposibles, pues no hay duda que el
bueno de D. Luis era nimiamente crédulo en sus referencias. Son, pues,
verdaderos cuentos muchos de los casos maravillosos que narra, y su
libro cae en esta parte bajo la jurisdicción de la novela elemental é
inconsciente. No sucede otro tanto con sus relatos personales, escritos
con tanta sinceridad y llaneza, y que sembrados de trecho en trecho en
su libro, le dan aspecto y carácter de verdaderas _memorias_, á las
cuales sólo falta el hilo cronológico, y por cuyas páginas atraviesan
los más preclaros varones de su tiempo. Era Zapata lector apasionado
de libros de caballerías[76] y algo se contagió su espíritu de tal
lección, puesto que en todas las cosas tiende á la hipérbole; pero
juntaba con esto un buen sentido muy castellano, que le hacía mirar
con especial aborrecimiento los embelecos de la santidad fingida[77] y
juzgar con raro tino algunos fenómenos sociales de su tiempo. Dice, por
ejemplo, hablando de la decadencia de la clase nobiliaria, á la cual
pertenecía: «El crescimiento de los reyes ha sido descrecimiento de los
grandes, digo en poder soberbio y desordenado, que cuanto á lo demás
antes han crecido en rentas y en estados, como pelándoles las alas á
los gallos dicen que engordan más, y así teniéndolos los reyes en suma
tranquilidad y paz, quitadas las alas de la soberbia, crecen en más
renta y tranquilidad... Pues demos gracias á Dios que en estos reinos
nadie puede hacer agravio ni demasía á nadie, y si la hiciese, en manos
está el cetro que hará á todos justicia igual»[78].
Era, como hoy diríamos, ardiente partidario de la ley del progreso, lo
mismo que Cristóbal de Villalón, y de ningún modo quería admitir la
superioridad de los antiguos sobre los modernos. Es curiosísimo sobre
esto su capítulo _De invenciones nuevas_: «Cuán enfadosa es la gala
que tienen algunos de quejarse del tiempo y decir que los hombres de
agora no son tan inventivos ni tan señalados, y que cada hora en esto
va empeorando! Yo quiero, pues, volver por la honra de esta nuestra
edad, y mostrar cuanto en invenciones y sotilezas al mundo de agora
somos en cargo... En las ciencias y artes hace el tiempo de agora al
antiguo grandísima ventaja... Cuanto á la pintura, dejen los antiguos
de blasonar de sus milagros, que yo pienso que como cosas nuevas las
admiraron, y creo que aquellos tan celebrados Apeles y Protógenes y
otros, a las estampas de agora de Miguel Angel, de Alberto Durero, de
Rafael de Urbino y de otros famosos modernos no pueden igualarse...
Ni en la música se aventajaron los antiguos, que en ella en nuestra
edad ha habido monstruos y milagros, que si Anfion y Orfeo traían
tras sí las fieras y árboles, háse de entender con esta alegoría que
eran fieras y plantas los que de la música de entonces, porque era
cosa nueva, se espantaban; que agora de las maravillas de este arte,
más consumada que nunca, los hombres no se admiran ni espantan. Pues
¿cuándo igualaron á las comedias y farsas de agora las frialdades de
Terencio y de Plauto?» Y aquí comienza un largo capítulo de invenciones
del Renacimiento, unas grandiosas y otras mínimas, entusiasmándose por
igual con el descubrimiento de las Indias, con la circunnavegación del
globo terráqueo, con la Imprenta y la Artillería, que con el aceite
de Aparicio, el guayaco y la zarzaparrilla, las recetas para hacer
tinta, el arte de hacer bailar los osos y el de criar gatos de Algalia.
Termina este curiosísimo trozo con la enumeración de las obras públicas
llevadas á cabo en tiempo de Felipe II, á quien da el dictado de
«príncipe republicano», que tan extraño sonará en los oídos de muchos:
«Los príncipes piadosos y _republicanos_ como el nuestro, avivan los
ingenios de los suyos, y les hacen hacer cosas admirables, y se les
debe la gloria como al capitan general de cuanto sus soldados hacen,
aderezan y liman»[79].
Alguna vez se contradice Zapata, como todos los escritores llamados
_ensayistas_ (y él lo era sin duda, aunque no fuese ningún Montaigne).
No se compadece, por ejemplo, tanto entusiasmo por las novedades de
su siglo, entre las cuales pone la introducción del verso toscano por
Boscán y Garcilaso, con otro pasaje, curiosísimo también, en que,
tratando de poesía y de poemas, dice sin ambages: «Los mejores de todos
son los romances viejos; de novedades Dios nos libre, y de leyes y
sectas nuevas y de jueces nuevos»[80]. Como casi todos los españoles
de su tiempo, vivía alta y gloriosamente satisfecho de la edad en que
le había tocado nacer, y era acérrimo enemigo de las sectas nuevas,
á lo menos en religión y en política. Ponderando el heroísmo de los
_ligueros_ en el sitio de París de 1590, que hizo levantar el príncipe
de Parma, llega hasta la elocuencia[81]. Profesa abiertamente la
doctrina del tiranicidio, y hace, como pudiera el fanático más feroz,
la apología de Jacobo Clemente: «Salió un fraile dominico de París
á matar por el servicio de Dios al tirano favorecedor de herejes; y
llegando á hablarle, le dió tres puñaladas, de que murió el rey, no de
la guerra que suele matar á hierro, á fuego, violenta y furiosamente,
mas de la mansedumbre y santidad de un religioso de Dios y su siervo,
al cual bienaventurado ataron á las colas de cuatro caballos»[82].
Para conocer ideas, costumbres, sentimientos y preocupaciones de una
época ya remota, y que, sin embargo, nos interesa más que otras muy
cercanas, libros como el de Zapata, escritos sin plan ni método,
como gárrula conversación de un viejo, son documentos inapreciables,
mayormente en nuestra literatura, donde este género de misceláneas
familiares son de hallazgo poco frecuente. La de Zapata ofrece
materia de entretenimiento por donde quiera que se la abra y es
recurso infalible para las horas de tedio, que no toleran otras
lecturas más graves. De aquel abigarrado conjunto brota una visión
histórica bastante clara de un período sorprendente. Baste lo dicho
en recomendación de este libro, que merecía una nueva edición,
convenientemente anotada, así en la parte histórica como en el
material novelístico ó novelable que contiene, y que generalmente no
se encuentra en otras compilaciones, por haber quedado inédita la de
Zapata.
Antes de llegar á las colecciones de cuentos propiamente dichas,
todavía debemos consagrar un recuerdo á la _Philosophia vulgar_ (1568),
obra por tantos títulos memorable del humanista sevillano Juan de Mal
Lara, que, á imitación de los _Adagios_ de Erasmo, en cuyas ideas
críticas estaba imbuido, emprendió comentar con rica erudición, agudo
ingenio y buen caudal de sabiduría práctica los refranes castellanos,
llegando á glosar hasta mil en la primera parte, única publicada,
de su vasta obra[83]. En ella derramó los tesoros de su cultura
grecolatina, trayendo á su propósito innumerables autoridades de poetas
antiguos puestos por él en verso castellano, de filósofos, moralistas
é historiadores; pero gustó más todavía de exornar la declaración de
cada proverbio con apólogos, cuentecillos, facecias, dichos agudos
y todo género de narraciones brevísimas, pero tan abundantes, que
con entresacarlas del tomo en folio de la _Philosophia Vulgar_
podría formarse una floresta que alternase con el _Sobremesa_ y el
_Porta-cuentos_ de Timoneda. Algunas de estas consejas son fábulas
esópicas; pero la mayor parte parecen tomadas de la tradición oral ó
inventadas adrede por el glosador para explicar el origen del refrán,
poniéndole, digámoslo así, en acción. Tres cuentos, un poco más libres
y también más extensos que los otros, están en verso y no carecen de
intención y gracejo. No son de Mal Lara, sino de un amigo suyo, que
no quiso revelar su nombre: acaso el licenciado Tamariz, de quien se
conservan inéditos otros del mismo estilo y picante sabor[84]. Pero
de los cuentos en verso prescindimos ahora, por no hacer interminable
nuestra tarea, ya tan prolija de suyo.
Mal Lara había pasado su vida enseñando las letras clásicas. ¿Quién se
atreverá á decir que le apartasen de la comprensión y estimación de la
ciencia popular, en que tanto se adelantó á su tiempo? Al contrario, de
los antiguos aprendió el valor moral é histórico de los proverbios ó
_paremías_. El mismo fenómeno observamos en otros grandes humanistas,
en Erasmo ante todo, que abrió por primera vez esta riquísima vena y
con ella renovó el estudio de la antigüedad; en el Comendador Hernán
Núñez, infatigable colector de nuestros refranes, y en Rodrigo Caro,
ilustrador de los juegos de los muchachos. Creía Mal Lara, y todo su
inestimable libro se encamina á probarlo, que
No hay arte ó ciencia en letras apartada,
Que el vulgo no la tenga decorada.
No se ha escrito programa más elocuente de _folk-lore_ que aquel
_Preámbulo_ de la _Philosophia Vulgar_, en que con tanta claridad se
discierne el carácter espontáneo y precientífico del saber del vulgo, y
se da por infalible su certeza, y se marcan las principales condiciones
de esta primera y rápida intuición del espíritu humano.
«En los primeros hombres... (dice) al fresco se pintaban las imágenes
de aquella divina sabiduría heredada de aquel retrato de Dios en el
hombre, no sin gran merced dibuxado... Se puede llamar esta sciencia,
no libro esculpido, ni trasladado, sino natural y estampado en
memorias y en ingenios humanos; y, segun dize Aristóteles, parescen
los Proverbios o Refranes ciertas reliquias de la antigua Philosophia,
que se perdió por las diversas suertes de los hombres, y quedaron
aquellas como antiguallas... No hay refrán que no sea verdadero, porque
lo que dize todo el pueblo no es de burla, como dize Hesiodo». _Libro
natural_ llama en otra parte á los refranes, que él pretende emparentar
nada menos que con la antigua sabiduría de los turdetanos. «Antes que
hubiese filósofos en Grecia tenía España fundada la antigüedad de
sus refranes... ¿Qué más probable razon habrá que lo que todos dizen
y aprueban? ¿Qué más verisimil argumento que el que por tan largos
años han aprobado tantas naciones, tantos pueblos, tantas ciudades y
villas, y lo que todos en comun, hasta los que en los campos apacientan
ovejas, saben y dan por bueno?... Es grande maravilla que se acaben los
superbos edificios, las populosas ciudades, las bárbaras Pyrámides,
los más poderosos reynos, y que la Philosophia Vulgar siempre tenga
su reino dividido en todas las provincias del mundo... En fin, el
refrán corre por todo el mundo de boca en boca, segun moneda que va de
mano en mano gran distancia de leguas, y de allá vuelve con la misma
ligereza por la circunferencia del mundo, dejando impresa la señal de
su doctrina... Son como piedras preciosas salteadas por ropas de gran
precio, que arrebatan los ojos con sus lumbres».
Coincidió con Mal Lara, no ciertamente en lo elevado de los propósitos,
ni en lo gallardo del estilo, pero sí en el procedimiento de
explicar frases y dichos proverbiales por anécdotas y chascarrillos
_a posteriori_, el célebre librero de Valencia Juan de Timoneda,
que en 1563, y quizá antes, había publicado el _Sobremesa y alivio
de caminantes_[85], colección minúscula, que, ampliada en unas
ediciones y expurgada en otras, tiene en la más completa (Valencia,
1569) dos partes: la primera con noventa y tres cuentos, la segunda
con setenta y dos, de los cuales cincuenta pertenecen al dominio de
la _paremiología_. Tanto éstos como los demás están narrados con
brevedad esquemática, sin duda para que «el discreto relatador» pudiese
amplificarlos y exornarlos á su guisa. Pero esta misma concisión y
simplicidad no carece de gracia. Véase algún ejemplo:
Cuento XL (2.ª parte). «Por qué se dijo: _perdices me manda mi padre
que coma_».
«Un padre envió su hijo á Salamanca á estudiar; mandóle que comiese de
las cosas más baratas. Y el mozo en llegando, preguntó cuánto valía una
vaca: dijéronle que diez ducados, y que una perdiz valía un real. Dijo
él entonces: segun eso, perdices me manda mi padre que coma».
Cap. XLII. «Por qué se dijo: _no hará sino cenar y partirse_».
«Concertó con un pintor un gentil-hombre que le pintase en un comedor
la cena de Cristo, y por descuido que tuvo en la pintura pintó trece
apóstoles, y para disimular su yerro, añadió al treceno insignias de
correo. Pidiendo, pues, la paga de su trabajo, y el señor rehusando
de dársela por la falta que había hecho en hacer trece apóstoles,
respondió el pintor: no reciba pena vuestra merced, que ese que está
como correo no hará sino cenar y partirse».
Cap. LXVIII. «Por qué se dijo: _sin esto no sabrás guisallas_».
«Un caballero dió á un mozo suyo vizcaino unas turmas de carnero para
que se las guisase; y á causa de ser muy ignorante, dióle un papel
por escripto cómo las habia de guisar. El vizcaino púsolas sobre un
poyo, vino un gato y llevóse las turmas; al fin, no pudiendo habellas,
teniendo el papel en las manos, dijo: ¡ah gato! poco te aprovecha
llevallas, que sin esto no sabrás guisallas».
Con ser tan microscópicos estos que Timoneda llama «apacibles y
graciosos cuentos, dichos muy facetos y exemplos acutísimos para
saberlos contar en esta buena vida», encontró manera de resumir en
algunos de ellos el argumento de novelas enteras de otros autores. Tres
del _Decamerone_ (VI, 4; VII, 7; X, 1) han sido reconocidas por miss
Bourland en El _Sobremesa_[86]. Todas están en esqueleto: la facecia
del cocinero que pretendía que las grullas no tienen más que una pata
pierde su gracia y hasta su sentido en Timoneda. Melchor de Santa Cruz,
en su _Floresta Española_, conserva mejor los rasgos esenciales del
cuento, aun abreviándole mucho[87]. El de _cornudo y apaleado_ es por
todo extremo inferior á una novela en redondillas que hay sobre el
mismo asunto en el _Romancero General_ de 1600[88]. El que salió menos
mal parado de los tres cuentos decameronianos es el de la mala estrella
del caballero Rugero; pero, así y todo, es imposible acordarse de él
después de la lindísima adaptación que hizo Antonio de Torquemada en
sus _Coloquios Satíricos_[89].
El mismo procedimiento aplica Timoneda á otros _novellieri_ italianos,
dejándolos materialmente en los huesos. Como en su tiempo no estaban
impresas las novelas de Sacchetti, ni lo fueron hasta el siglo XVIII,
es claro que no procede de la novela 67 de aquel célebre narrador
florentino el gracioso dicho siguiente, que indudablemente está tomado
de las _Facecias_ de Poggio[90]:
«Fue convidado un nescio capitan, que venia de Italia, por un señor
de Castilla á comer, y despues de comido, alabóle el señor al capitan
un pajecillo que traia, muy agudo y gran decidor de presto. Visto por
el capitan, y maravillado de la agudeza del pajecillo, dijo: «¿Vé
vuestra merced estos rapaces cuán agudos son en la mocedad? Pues sepa
que cuando grandes no hay mayores asnos en el mundo». Respondió el
pajecillo al capitan: «Mas que agudo debia de ser vuestra merced cuando
mochacho»[91].
Tampoco se deriva de la novela 198 de Sacchetti, pero sí de la 43 de
Girolamo Morlini «_De caeco qui amissos aureos suo astu recuperavit_»,
el cuento 59 de la segunda parte del _Alivio de Caminantes_:
«Escondió un ciego cierta cantidad de dineros al pie de un árbol en un
campo, el cual era de un labrador riquísimo. Un dia yendo á visitallos,
hallólos menos. Imaginando que el labrador los hubiese tomado, fuése á
él mesmo, y díjole: «Señor, como me paresceis hombre de bien querria
que me diésedes un consejo, y es: que yo tengo cierta cantidad de
dinero escondida en un lugar bien seguro; agora tengo otra tanta, no
sé si la esconda donde tengo los otros ó en otra parte». Respondió el
labrador: «En verdad que yo no mudaria lugar, si tan seguro es ese como
vos decís». «Así lo pienso de hacer», dijo el ciego; y despedidos, el
labrador tornó la cantidad que le habia tomado en el mesmo lugar, por
coger los otros. Vueltos, el ciego cogió sus dineros que ya perdidos
tenía, muy alegre, diciendo: «Nunca más perro al molino». De aquesta
manera quedó escarmentado»[92].
En suma (y para no hacerme pesado en el examen de tan ligeras y fugaces
producciones), el _Sobremesa y alivio de caminantes_, según uso
inmemorial de los autores de florestas y misceláneas, está compilado
de todas partes. En Bandello (parte 3.ª, nov. 41) salteó el cuento del
caballero de los muchos apellidos, que no encuentra posada libre para
tanta gente: en las _Epístolas familiares_, de Fr. Antonio de Guevara,
varios ejemplos de filósofos antiguos y las consabidas historietas de
Lamia, Laida y Flora, que eran la quintaesencia del gusto mundano para
los lindos y galancetes de entonces.
Preceden á los cuentos de Timoneda[93] en las ediciones de Medina
del Campo, 1563, y Alcalá, 1576, doce «de otro autor llamado Juan
Aragonés, que sancta gloria haya», persona de quien no tenemos más
noticia. Es lástima que estos cuentecillos sean tan pocos, porque
tienen carácter más nacional que los de Timoneda. Dos de ellos son
dichos agudos del célebre poeta Garci Sánchez de Badajoz, natural de
Écija; tres se refieren á cierto juglar ó truhán del Rey Católico,
llamado Velasquillo, digno predecesor de D. Francesillo de Zúñiga. Pero
otros están tomados del fondo común de la novelística, como el cuento
del codicioso burlado, que tiene mucha analogía con la novela 195 de
Sacchetti[94], con la fábula 3.ª de la Séptima Noche de Straparola, con
la balada inglesa _Sir Cleges_ y otros textos que enumera el doctísimo
Félix Liebrecht[95], uno de los fundadores de la novelística comparada.
«Solía un villano muy gracioso llevar á un rey muchos presentes de
poco valor, y el rey holgábase mucho, por cuanto le decía muchos
donaires. Acaesció que una vez que el villano tomó unas truchas, y
llevólas (como solía) á presentar al rey, el portero de la sala real,
pensando que el rey haría mercedes al villano, por haber parte le
dijo: «No te tengo de dejar entrar si no me das la mitad de lo que el
rey te mandare dar». El villano le dijo que le placia de muy buena
voluntad, y así entró y presentó las truchas al rey. Holgóse con el
presente, y más con las gracias que el villano le dijo; y muy contento,
le dijo que le demandase mercedes. Entonces el villano dijo que no
quería otras mercedes sino que su alteza le mandase dar quinientos
azotes. Espantado el rey de lo que le pedía, le dijo que cuál era la
causa por que aquello le demandaba. Respondió el villano: «Señor, el
portero de vuestra alteza me ha demandado la mitad de las mercedes, y
no hallo otra mejor para que á él le quepan doscientos azotes». Cayóle
tanto en gracia al rey que luego le hizo mercedes, y al portero mandó
castigar»[96].
Dos ó tres de los cuentos del _Sobremesa_ están en catalán, ó si se
quiere en dialecto vulgar de Valencia. Acaso hubiera algunos más en
otra colección rarísima de Timoneda, _El Buen aviso y portacuentos_
(1564), que Salvá poseyó[97], pero de la cual no hemos logrado
hasta ahora más noticias que las contenidas en el _Catálogo_ de su
biblioteca: «El libro primero, intitulado _Buen Aviso_, contiene
setenta y un cuentos del mismo género que los del _Sobremesa_, con la
diferencia de que la sentencia ó dicho agudo y gracioso, y á veces
una especie de moraleja de la historieta, van puestas en cinco ó seis
versos. El libro segundo, ó sea el _Porta cuentos_, comprende ciento
cuatro de éstos, de igual clase, pero no tienen nada metrificado».
Algunos han confundido esta colección con el _Sobremesa_, pero el
mismo Timoneda las distinguió perfectamente en la _Epístola al benigno
lector_ que va al principio de la edición de 1564 de _El Buen Aviso_:
«En dias pasados imprimí primera y segunda parte del _Sobremesa y
alivio de caminantes_, y como este tratado haya sido muy acepto á
muchos amigos y señores mios, me convencieron que imprimiese el libro
presente llamado _Buen aviso y Porta cuentos_, á donde van encerrados y
puestos extraños y muy facetos dichos». Parece, sin embargo, que ambas
colecciones fueron refundidas en una sola (_Recreación y pasatiempo de
caminantes_), de la cual tuvo el mismo Salvá un ejemplar sin principio
ni fin, y por tanto sin señas de impresión. La segunda y tercera parte
de este librillo comprendían las anécdotas del _Buen Aviso_, con
numerosas variantes y muchas supresiones[98].
Timoneda, cuyo nombre va unido á todos los géneros de nuestra
literatura popular ó popularizada, á los romances, al teatro sagrado
y profano, á la poesía lírica en hojas volantes, no se contentó
con ensayar el cuento en la forma infantil y ruda del _Sobremesa_
y del _Buen Aviso_. Á mayores alturas quiso elevarse en su famoso
_Patrañuelo_ (¿1566?), formando la primera colección española de
novelas escritas á imitación de las de Italia, tomando de ellas el
argumento y los principales pormenores, pero volviendo á contarlas en
una prosa familiar, sencilla, animada y no desagradable. En lo que no
hizo bien fue en darse por autor original de historias que ciertamente
no había inventado, diciendo en la _Epístola al amantísimo lector_:
«No te des á entender que lo que en el presente libro se contiene sea
todo verdad, que _lo más es fingido y compuesto de nuestro poco saber
y bajo entendimiento_; y por más aviso, el nombre dél te manifiesta
clara y distintamente lo que puede ser; porque _Patrañuelo_ se
deriva de patraña, y patraña no es otra cosa sino una fingida traza
tan lindamente amplificada y compuesta que paresce que trae alguna
apariencia de verdad».
Infiérese del mismo prólogo qué todavía el nombre de _novelas_ no había
prevalecido en España, á pesar del ejemplo del traductor de Boccaccio y
algún otro rarísimo: «Y así, semejantes marañas las intitula mi lengua
natural valenciana _Rondalles_, y la toscana _Novelas_, que quiere
decir: Tú, trabajador, pues _no velas_, yo te desvelaré con algunos
graciosos y _asesados_ cuentos, con tal que los sepas contar como aquí
van relatados, para que no pierdan aquel asiento y lustre y gracia con
que fueron compuestos»[99].
No pasan de veintidós las _patrañas_ de Timoneda, y á excepción de una
sola, que puede ser original[100] y vale muy poco, todas tienen fuente
conocida, que descubrió antes que nadie Liebrecht en sus adiciones á
la traducción alemana de la _History of fiction_ de Dunlop[101]. Estas
fuentes son tan varias, que recorriendo una por una las patrañas puede
hacerse en tan corto espacio un curso completo de novelística.
El padre de la historia entre los griegos, padre también de la
narración novelesca en prosa, por tantas y tan encantadoras leyendas
como recogió en sus libros, pudo suministrar á la _patraña diez y seis_
el relato de la fabulosa infancia de Ciro (_Clio_, 107-123). Pero es
seguro que Timoneda no le tomó de Herodoto, sino de Justino, que trae
la misma narración, aunque abreviada y con variantes, en el libro I
de su epítome de Trogo Pompeyo, traducido al castellano en 1540 por
Jorge de Bustamante. Algún detalle, que no está en Herodoto y sí en
aquel compendiador[102], y la falta de muchos otros que se leen en el
historiador griego, pero no en Justino, prueban con toda evidencia
esta derivación. Por el contrario, Lope de Vega, en su notable comedia
_Contra valor no hay desdicha_, tomó la historia de Herodoto por base
principal de su poema, sin excluir alguna circunstancia sacada de
Justino[103].
Del gran repertorio del siglo XIV, _Gesta Romanorum_, cuyo rastro
se encuentra en todas las literaturas de Europa, proceden mediata
ó inmediatamente las patrañas 5.ª y 11.ª, que corresponden á los
capítulos 81 y 153 del _Gesta_. Trátase en el primero cierta repugnante
y fabulosa historia del nacimiento é infancia del Papa San Gregorio
Magno, á quien se suponía hijo incestuoso de dos hermanos[104],
arrojado al mar, donde le encontró un pescador, y criado y adoctrinado
por un abad. Esta bárbara leyenda, que, como otras muchas de su clase,
tenía el sano propósito de mostrar patente la misericordia divina, aun
con los más desaforados pecadores (puesto que Gregorio viene á ser
providencial instrumento de la salvación de su madre), parece ser de
origen alemán: á lo menos un poeta de aquella nación, _Hartmann von der
Aue_, que vivía en el siglo XIII, fue el primero que la consignó por
escrito en un poema de 3.752 versos, que sirvió de base á un libro de
cordel muy difundido en los países teutónicos, _San Gregorio sobre la
piedra_. Los antiguos poemas ingleses _Sir Degore_ y _Sir Eglamour of
Artois_ tienen análogo argumento y en ellos fundó Horacio Walpole su
tragedia _The mysterious mother_. En francés existe una antigua vida de
San Gregorio en verso, publicada por Lazarche (Tours, 1857), que repite
la misma fábula[105]; y no debía de ser ignorada en España, puesto que
encontramos una reminiscencia de ella al principio de la leyenda del
abad Juan de Montemayor, que ha llegado hasta nuestros días en la forma
de libro de cordel[106]. Para suavizar el cuento de San Gregorio, que
ya comenzaba á ser intolerable en el siglo XVI, borró Timoneda en el
protagonista la aureola de santidad y la dignidad de Papa, dejándole
reducido á un Gregorio cualquiera.
La _Patraña oncena_, que es la más larga de todas y quizá la mejor
escrita, contiene la novela de Apolonio de Tiro en redacción análoga
á la del _Gesta_, pero acaso independiente de este libro[107]. Son
tantos y tan varios los que contienen aquella famosa historia bizantina
de aventuras y naufragios, cuyo original griego se ha perdido, pero
del cual resta una traducción latina muy difundida en los tiempos
medios, que no es fácil atinar con la fuente directa de Timoneda.
La suponemos italiana, puesto que de Italia proceden casi todos sus
cuentos. De fijo no tenía la menor noticia del _Libre d'Apollonio_,
una de las más antiguas muestras de nuestra poesía narrativa en el
género erudito del _mester de clerecía_. Las semejanzas que pueden
encontrarse nacen de la comunidad del argumento, y no de la lectura
del vetusto poema, que yacía tan olvidado como todos los de su clase
en un solitario códice, no desenterrado hasta el siglo XIX[108]. No
puede negarse que el primitivo y rudo poeta castellano entendió mejor
que Timoneda el verdadero carácter de aquel libro de caballerías del
mundo clásico decadente, en que no es el esfuerzo bélico, sino el
ingenio, la prudencia y la retórica las cualidades que principalmente
dominan en sus héroes, menos emprendedores y hazañosos que pacientes,
discretos y sufridos. En la escena capital del reconocimiento de
Apolonio y su hija llega á una poesía de sentimiento que no alcanza
jamás el compilador del _Patrañuelo_; y el tipo de la hija de Apolonio,
transformada en la juglaresa Tarsiana, tiene más vida y más colorido
español que la Politania de Timoneda. Prescindiendo de esta comparación
(que no toda resultaría en ventaja del poeta más antiguo), la novela
del librero valenciano es muy agradable, con mejor plan y traza que
las otras suyas, con un grado de elaboración artística superior.
Para amenizarla intercala varias poesías, un soneto y una octava
al modo italiano, una canción octosilábica y un romance, en que la
_truhanilla_, para darse á conocer á su padre Apolonio, hace el resumen
de su triste historia:
En tierra fuí engendrada,--de dentro la mar nascida,
Y en mi triste nacimiento--mi madre fué fallescida.
Echáronla en la mar--en un ataud metida,
Con ricas ropas, corona,--como reina esclarecida...
Versos que recuerdan otros de Jorge de Montemayor (_Diana_, libro V),
imitados á su vez de Bernaldim Ribeiro:
Cuando yo triste nací,--luego nací desdichada,
Luego los hados mostraron--mi suerte desventurada.
El sol escondió sus rayos,--la luna quedó eclipsada,
Murió mi madre en pariendo,--moza, hermosa y mal lograda...
Nada hay que añadir á lo que con minuciosa y sagaz crítica expone
miss Bourland[109] sobre las tres patrañas imitadas de tres novelas
de Boccaccio. En la historia de Griselda, que es la _patraña_ 2.ª,
prefiere Timoneda, como casi todos los imitadores, la refundición
latina del Petrarca, traduciéndola á veces á la letra, pero
introduciendo algunas modificaciones para hacer menos brutal la
conducta del protagonista. La patraña 15.ª corresponde, aunque con
variantes caprichosas, á la novela 9.ª de la segunda jornada del
_Decameron_, célebre por haber servido de base al _Cymbelino_ de
Shakespeare. Timoneda dice al acabar su relato: «Deste cuento pasado
hay hecha comedia, que se llama _Eufemia_». Si se refiere á la comedia
de Lope de Rueda (y no conocemos ninguna otra con el mismo título), la
indicación no es enteramente exacta, porque la comedia y la novela sólo
tienen de común la estratagema usada por el calumniador para ganar la
apuesta, fingiendo haber logrado los favores de la inocente mujer de su
amigo.
Timoneda había recorrido en toda su extensión la varia y rica galería
de los _novellieri_ italianos, comenzando por los más antiguos. Ya
dijimos que no conocía á Franco Sacchetti, pero puso á contribución
á otro cuentista de la segunda mitad del siglo XIV, Ser Giovanni
Florentino. Las dos últimas _patrañas_ de la colección valenciana
corresponden á la novela 2.ª de la jornada 23 y á la 1.ª de la jornada
10 del _Pecorone_[110]. Ni una ni otra eran tampoco originales del
autor italiano, si es que existe verdadera originalidad en esta clase
de libros. El primero de esos cuentos reproduce el antiquísimo tema
_folklórico_ de la madrastra que requiere de amores á su entenado
y viendo rechazada su incestuosa pasión le calumnia y procura
envenenarle[111]. La patraña 21 tiene por fuente remotísima la
narración poética francesa _Florence de Rome_, que ya á fines del siglo
XIV ó principios del XV había recibido vestidura castellana en el
_Cuento muy fermoso del emperador Ottas et de la infanta Florencia su
hija et del buen caballero Esmere_[112]. Pero la fuente inmediata para
Timoneda no fue otra que el _Pecorone_, alterando los nombres, según su
costumbre[113].
Dos _novellieri_ del siglo XV, ambos extraordinariamente licenciosos,
Masuccio Salernitano y Sabadino degli Arienti, suministran á la
compilación que vamos examinando dos anécdotas insignificantes, pero
que á lo menos están limpias de aquel defecto[114].
No puede decirse lo mismo de la _patraña_ octava, que es el
escandalosísimo episodio de Jocondo y el rey Astolfo (tan semejante al
cuento proemial de _Las Mil y Una Noches_) que Timoneda tomó del canto
28 del _Orlando Furioso_, sin mitigar en nada la crudeza con que lo
había presentado el Ariosto.
Mateo Bandello, el mayor de los novelistas de la península itálica
después de Boccaccio, no podía quedar olvidado en el ameno mosaico que
iba labrando con piedrecillas italianas nuestro ingenioso mercader de
libros. Dos patrañas tienen su origen en la vasta colección del obispo
de Agen. En la 19 encontramos una imitación libre y muy abreviada de
la novela 22 de la Primera Parte[115] (Amores de Felicia, Lionata y
Timbreo de Cardona), sugerida en parte por el episodio de Ariodante y
Ginebra, en el canto V del _Orlando Furioso_, como éste lo fué por un
episodio análogo de _Tirante el Blanco_[116]. Á su vez la novela de
Bandello es fuente común de otra de Giraldi Cintillo, del cuento de
Timoneda y de la comedia de Shakespeare _Much ado about nothing_[117].
No tiene menos curiosidad para la historia de la poesía romántica la
_Patraña sétima_. «De este cuento pasado hay hecha comedia, llamada de
la Duquesa de la Rosa». Esta comedia existe y es la más notable de las
tres que nos quedan del famoso representante Alonso de la Vega. Pero
ni la novela está tomada de la comedia ni la comedia de la novela.
Alonso de la Vega y Juan de Timoneda tuvieron un mismo modelo, que es
la novela 44, parte 2.ª de las de Bandello, titulada _Amore di Don
Giovanni di Mendoza e della Duchessa di Savoja, con varii e mirabili
accidenti che v' intervengono_. Bandello pone esta narración en boca
de su amigo el noble milanés Filipo Baldo, que decía habérsela oído á
un caballero español cuando anduvo por estos reinos[118], y en efecto,
tiene semejanza con otras leyendas caballerescas españolas de origen
ó aclimatadas muy de antiguo en nuestra literatura[119]. El relato de
Bandello es muy largo y recargado de peripecias, las cuales en parte
suprimen y en parte abrevian sus imitadores. Uno y otro cambian el
nombre de Don Juan de Mendoza, acaso porque no les pareció conveniente
hacer intervenir un apellido español de los más históricos en un asunto
de pura invención. Timoneda le llamó el Conde de Astre y Alonso de la
Vega el infante Dulcelirio de Castilla. Para borrar todas las huellas
históricas, llamaron entrambos duquesa de la Rosa á la de Saboya. Uno
y otro convienen en suponerla hija del rey de Dinamarca, y no hermana
del rey de Inglaterra, como en Bandello. De los nombres de la novela
de éste Timoneda conservó únicamente el de Apiano y Alonso de la Vega
ninguno.
Timoneda hizo un pobrísimo extracto de la rica novela de Bandello:
omitiendo el viaje de la hermana de Don Juan de Mendoza á Italia, la
fingida enfermedad de la duquesa y la intervención del médico, dejó
casi sin explicación el viaje á Santiago; suprimió en el desenlace el
reconocimiento por medio del anillo y en cuatro líneas secas despachó
el incidente tan dramático de la confesión. En cambio, añade de su
cosecha una impertinente carta de los embajadores de la duquesa de la
Rosa al rey de Dinamarca.
Alonso de la Vega, que dió en esta obra pruebas de verdadero
talento, dispuso la acción mucho mejor que Timoneda y que el mismo
Bandello[120]. No cae en el absurdo, apenas tolerable en los cuentos
orientales, de hacer que la duquesa se enamore locamente de un
caballero á quien no había visto en la vida y sólo conocía por fama,
y emprenda la más desatinada peregrinación para buscarle. Su pasión
no es ni una insensata veleidad romántica, como en Timoneda, ni un
brutal capricho fisiológico, como en Bandello, que la hace adúltera de
intención, estropeando el tipo con su habitual cinismo. Es el casto
recuerdo de un inocente amor juvenil que no empaña la intachable pureza
de la esposa fiel á sus deberes. Si emprende el viaje á Santiago es
para implorar del Apóstol la curación de sus dolencias. Su romería es
un acto de piedad, el cumplimiento de un voto; no es una farsa torpe
y liviana como en Bandello, preparada de concierto con el médico,
valiéndose de sacrílegas supercherías. Cuando la heroína de Alonso de
la Vega encuentra en Burgos al infante Dulcelirio, ni él ni ella se dan
á conocer; sus almas se comunican en silencio cuando el infante deja
caer en la copa que ofrece á la duquesa el anillo que había recibido
de ella al despedirse de la corte de su padre en días ya lejanos. La
nobleza, la elevación moral de esta escena, honra mucho á quien fué
capaz de concebirla en la infancia del arte.
Como Timoneda y Alonso de la Vega, aunque con méritos desiguales,
coinciden en varias alteraciones del relato de Bandello, hay lugar para
la suposición, apuntada recientemente por D. Ramón Menéndez Pidal[121],
de un texto intermedio entre Bandello y los dos autores españoles.
Otras dos patrañas, la 1.ª y la 13.ª, reproducen también argumentos de
comedias, según expresa declaración del autor; pero estas comedias,
una de las cuales existe todavía, eran seguramente de origen novelesco
é italiano. De la _Feliciana_ no queda más noticia que la que da
Timoneda. La _Tolomea_ es la primera de las tres que se conocen
de Alonso de la Vega, y sin duda una de las farsas más groseras y
desatinadas que en tiempo alguno se han visto sobre las tablas. Su
autor se dió toda la maña posible para estropear un cuento que ya en
su origen era vulgar y repugnante. No pudo sacarle del _Patrañuelo_,
obra impresa después de su muerte y donde está citada su comedia, de la
cual se toman literalmente varias frases. Hay que suponer, por tanto,
un modelo italiano, que no ha sido descubierto hasta ahora. Los dos
resortes principales de la comedia, el trueque de niños en la cuna
y el incesto de hermanos (no lo eran realmente Argentina y Tolomeo,
pero por tales se tenían), pertenece al fondo común de los cuentos
populares[122].
La _patraña cuarta_, aunque de antiquísimo origen oriental, fué
localizada en Roma por la fantasía de la Edad Media y forma parte de
la arqueología fabulosa de aquella ciudad. «Para entendimiento de la
presente patraña es de saber que hay en Roma, dentro de los muros
della, al pie del monte Aventino, una piedra á modo de molino grande
que en medio della tiene una cara casi la media de león y la media de
hombre, con una boca abierta, la cual hoy en dia se llama la piedra de
la verdad... la cual tenía tal propiedad, que los que iban á jurar para
hacer alguna salva ó satisfacción de lo que les inculpaban, metían la
mano en la boca, y si no decían verdad de lo que les era interrogado,
el ídolo ó piedra cerraba la boca y les apretaba la mano de tal manera,
que era imposible poderla sacar hasta que confesaban el delito en que
habían caido; y si no tenían culpa, ninguna fuerza les hacía la piedra,
y ansí eran salvos y sueltos del crimen que les era impuesto, y con
gran triunfo les volvían su fama y libertad».
Esta piedra, que parece haber sido un mascarón de fuente, se ve
todavía en el pórtico de la iglesia de _Santa María in Cosmedino_ y
conserva el nombre de _Bocca della Verità_, que se da también á la
plaza contigua. Ya en los _Mirabilia urbis Romae_, primer texto que la
menciona, está considerada como la boca de un oráculo. Pero la fantasía
avanzó más, haciendo entrar esta antigualla en el ciclo de las leyendas
virgilianas. El poeta Virgilio, tenido entonces por encantador y mago,
había labrado aquella efigie con el principal objeto de probar la
lealtad conyugal y apretar los dedos á las adúlteras que osasen prestar
falso juramento. Una de ellas logró esquivar la prueba, haciendo que
su oculto amante se fingiese loco y la abrazase en el camino, con lo
cual pudo jurar sobre seguro que sólo su marido y aquel loco la habían
tenido en los brazos; Virgilio, que lleno de malicia contra el sexo
femenino había imaginado aquel artificio mágico para descubrir sus
astucias, tuvo que confesar que las mujeres sabían más que él y podían
dar lecciones á todos los nigromantes juntos.
Este cuento, como casi todos los que tratan de «engaños de mujeres»,
fue primitivamente indio; se encuentra en el _Çukasaptati_ ó libro del
Papagayo y en una colección tibetana ó mongólica citada por Benfey.
El mundo clásico conoció también una anécdota muy semejante, pero sin
intervención del elemento amoroso, que es común al relato oriental
y á la leyenda virgiliana. Comparetti, que ilustra doctamente esta
leyenda en su obra acerca de Virgilio en la Edad Media, cita á este
propósito un texto de Macrobio (_Sat._ I, 6, 30). La atribución á
Virgilio se encuentra por primera vez, según el mismo filólogo, en
una poesía alemana anónima del siglo XIV; pero hay muchos textos
posteriores, en que para nada suena el nombre del poeta latino[123].
Uno de ellos es el cuento de Timoneda, cuyo original verdadero no ha
sido determinado hasta ahora, ya que no puede serlo ninguna de las dos
novelas italianas que Liebrecht apuntó. La fábula 2.ª de la cuarta
_Noche_ de Straparola[124] no pasa en Roma, sino en Atenas, y carece de
todos los detalles arqueológicos relativos á la _Bocca della Verità_,
los cuales Timoneda conservó escrupulosamente. Además, y esto prueba la
independencia de las dos versiones, no hay en la de Straparola rastro
de dos circunstancias capitales en la de Timoneda: la intervención del
nigromante Paludio y la herida en un pie que finge la mujer adúltera
para que venga su amante á sostenerla, no en traza y ademán de loco,
sino en hábito de villano. De la novela 98 de Celio Malespini no hay
que hacer cuenta, puesto que la primera edición que se cita de las
_Ducento Novelle_ de este autor es de 1609, y por tanto muy posterior
al _Patrañuelo_[125].
Tampoco creo que la _patraña_ 17 venga en línea recta de la 68 de las
_Cento Novelle Antiche_, porque esta novela es una de las diez y ocho
que aparecieron por primera vez en la edición de 1572, dirigida por
Vincenzo Borghini[126], seis años después de haber sido aprobado para
la impresión el librillo de Timoneda. Más verosímil es que éste la
tomase del capítulo final (283) del _Gesta Romanorum_[127]. Pero son
tan numerosos los libros profanos y devotos que contienen la ejemplar
historia del calumniador que ardió en el horno encendido para el
inocente, que es casi superflua esta averiguación, y todavía lo sería
más insistir en una leyenda tan famosa y universalmente divulgada, que
se remonta al _Somadeva_ y á los cuentos de _Los Siete Visires_ (sin
contar otras versiones en árabe, en bengalí y en turco), que tiene en
la Edad Media tantos paradigmas, desde el _fabliau_ francés del rey que
quiso hacer quemar al hijo de su senescal, hasta nuestra leyenda del
paje de Santa Isabel de Portugal, cantada ya por Alfonso el Sabio[128],
y que, después de pasar por infinitas transformaciones, todavía prestó
argumento á Schiller para su bella balada _Fridolin_, imitada de una
novela de Restif de la Bretonne.
Lo que sí advertiremos es que el cuento de Timoneda, lo mismo que la
versión catalana del siglo XV, servilmente traducida del _fabliau_
francés[129], pertenecen á la primitiva forma de la leyenda oriental;
que es también la más grosera y menos poética, en que el acusado no lo
es de adulterio, como en las posteriores, sino de haber dicho que el
rey tenía lepra ó mal aliento[130].
La _patraña catorcena_ es el cuento generalmente conocido en la
literatura _folklórica_ con el título de _El Rey Juan y el Abad
de Cantorbey_. No creo, por la razón cronológica ya expuesta, que
Timoneda le tomase de la novela 4.ª de Sacchetti[131], que es mucho
más complicada por cierto, ni tampoco del canto 8.º del _Orlandino_
de Teófilo Folengo, donde hay un episodio semejante. Este cuento
vive en la tradición oral, y de ella hubo de sacarle inmediatamente
Timoneda, por lo cual tiene más gracia y frescura y al mismo tiempo
más precisión esquemática que otros suyos, zurcidos laboriosamente con
imitaciones literarias. Todos hemos oído este cuento en la infancia y
en nuestros días le ha vuelto á escribir Trueba con el título de _La
Gramática parda_[132]. En Cataluña la solución de las tres preguntas
se atribuye al Rector de Vallfogona, que carga allí con la paternidad
de todos los chistes, como Quevedo en Castilla. Quiero transcribir la
versión de Timoneda, no sólo por ser la más antigua de las publicadas
en España y quizá la más fiel al dato tradicional, sino para dar una
muestra de su estilo como cuentista, más sabroso que limado.
«Queriendo cierto rey quitar el abadía á un muy honrado abad y darla
á otro por ciertos revolvedores, llamóle y díxole: «Reverendo padre,
porque soy informado que no sois tan docto cual conviene y el estado
vuestro requiere, por pacificación de mi reino y descargo de mi
consciencia, os quiero preguntar tres preguntas, las cuales, si por
vos me son declaradas, hareis dos cosas: la una que queden mentirosas
las personas que tal os han levantado; la otra que os confirmaré
para toda vuestra vida el abadía, y si no, habréis de perdonar». Á
lo cual respondió el abad: «Diga vuestra alteza, que yo haré toda
mi posibilidad de habellas de declarar». «Pues sus, dijo el rey. La
primera que quiero que me declareis es que me digais yo cuánto valgo;
y la segunda, que adonde está el medio del mundo, y la tercera, qué es
lo que yo pienso. Y porque no penseis que os quiero apremiar que me las
declareis de improviso, andad, que un mes os doy de tiempo para pensar
en ello».
«Vuelto el abad á su monesterio, por más que miró sus libros y diversos
autores, por jamás halló para las tres preguntas respuesta ninguna que
suficiente fuese. Con esta imaginación, como fuese por el monesterio
argumentando entre sí mismo muy elevado, díjole un dia su cocinero:
«¿Qué es lo que tiene su paternidad»? Celándoselo el abad, tomó á
replicar el cocinero diciendo: «No dexe de decírmelo, señor, porque
á veces debajo de ruin capa yace buen bebedor, y las piedras chicas
suelen mover las grandes carretas». Tanto se lo importunó, que se lo
hubo de decir. Dicho, dixo el cocinero: «Vuestra paternidad haga una
cosa, y es que me preste sus ropas, y raparéme esta barba, y como le
parezco algun tanto y vaya de par de noche en la presencia del rey, no
se dará á cato del engaño; así que teniéndome por su paternidad, yo le
prometo de sacarle deste trabajo, á fe de quien soy».
«Concediéndoselo el abad, vistió el cocinero de sus ropas, y con
su criado detrás, con toda aquella cerimonia que convenía, vino en
presencia del rey. El rey, como le vido, hízole sentar cabe de sí
diciendo: «Pues ¿qué hay de nuevo, abad?» Respondió el cocinero: «Vengo
delante de vuestra alteza para satisfacer por mi honra». «¿Así? dijo
el rey: veamos qué respuesta traéis á mis tres preguntas». Respondió
el cocinero: «Primeramente á lo que me preguntó vuestra alteza que
cuánto valía, digo que vale veinte y nueve dineros, porque Cristo
valió treinta. Lo segundo, que donde está el medio mundo, es a do
tiene su alteza los piés; la causa que como sea redondo como bola,
adonde pusieren el pié es el medio dél; y esto no se me puede negar. Lo
tercero que dice vuestra alteza, que diga qué es lo que piensa, es que
cree hablar con el abad, y está hablando con su cocinero». Admirado el
rey desto, dixo: «Qué, ¿éso pasa en verdad»? Respondió: «Sí, señor, que
soy su cocinero, que para semejantes preguntas era yo suficiente, y no
mi señor el abad». Viendo el rey la osadía y viveza del cocinero, no
sólo le confirmó la abadía para todos los dias de su vida, pero hízole
infinitas mercedes al cocinero».
Sobre el argumento de la _patraña_ 12.ª versa una de las piezas que
Timoneda publicó en su rarísima _Turiana: Paso de dos ciegos y un mozo
muy gracioso para la noche de Navidad_[133]. Timoneda fué editor de
estas obras, pero no consta con certeza que todas salieran de su pluma.
De cualquier modo, el _Paso_ estaba escrito en 1563, antes que el
cuentecillo de _El Patrañuelo_, al cual aventaja mucho en desenfado y
chiste. Con ser tan breves el _paso_ y la patraña, todavía es verosímil
que procedan de alguna floresta cómica anterior[134].
Aunque Timoneda no sea precursor inmediato de Cervantes, puesto que
entre el _Patrañuelo_ y las _Novelas Ejemplares_ se encuentran, por
lo menos, cuatro colecciones de alguna importancia, todas, excepto la
portuguesa de Troncoso, pertenecen á los primeros años del siglo XVII,
por lo cual, antes de tratar de ellas, debo decir dos palabras de los
libros de anécdotas y chistes, análogos al _Sobremesa_, que escasean
menos, si bien no todos llegaron á imprimirse y algunos han perecido
sin dejar rastro.
Tal acontece con dos _libros de cuentos varios_ que D. Tomás Tamayo de
Vargas cita en su _Junta de libros la mayor que España ha visto en su
lengua_, de donde pasó la noticia á Nicolás Antonio. Fueron sus autores
dos clarísimos ingenios toledanos: Alonso de Villegas y Sebastián
de Horozco, aventajado el primero en géneros tan distintos como la
prosa picaresca de la _Comedia Selvagia_ y la narración hagiográfica
del _Flos Sanctorum_; poeta el segundo de festivo y picante humor
en sus versos de burlas, incipiente dramaturgo en representaciones,
entremeses y coloquios que tienen más de profano que de sagrado;
narrador fácil y ameno de sucesos de su tiempo; colector incansable
de memorias históricas y de proverbios; ingenioso moralista con
puntas de satírico en sus glosas. Las particulares condiciones de
estos autores, dotados uno y otro de la facultad narrativa en grado
no vulgar, hace muy sensible la pérdida de sus cuentos, irreparable
quizá para Alonso de Villegas, que entregado á graves y religiosos
pensamientos en su edad madura, probablemente haría desaparecer estos
livianos ensayos de su mocedad, así como pretendió con ahinco, aunque
sin fruto, destruir todos los ejemplares de su _Selvagia_, comedia
del género do las Celestinas[135]. Pero no pueden presumirse tales
escrúpulos en Sebastián de Horozco, que en su _Cancionero_ tantas veces
traspasa la raya del decoro, y que toda su vida cultivó asiduamente
la literatura profana. Conservemos la esperanza de que algún día
desentierre cualquier afortunado investigador su _Libro de cuentos_;
del modo que han ido apareciendo sus copiosas relaciones históricas,
su _Recopilación de refranes y adagios comunes y vulgares de España_,
que no en vano llamó «la mayor y más copiosa que hasta ahora se ha
hecho», puesto que, aun incompleta como está, comprende más de ocho
mil; y su _Teatro universal de proverbios_, glosados en verso, donde
se encuentran incidentalmente algunos «cuentos graciosos y fábulas
moralizadas», siguiendo el camino abierto por Juan de Mal Lara, pero
con la novedad de la forma métrica[136].
En su entretenido libro _Sales Españolas_ ha recopilado el docto
bibliotecario D. Antonio Paz y Melia, á quien tantos obsequios del
mismo género deben nuestras letras, varias pequeñas colecciones de
cuentos, inéditas hasta el presente. Una de las más antiguas es la
que lleva el título latino de _Liber facetiarum et similitudinum
Ludovici di Pinedo et amicorum_, aunque esté en castellano todo el
contexto[137]. Las _facecias_ de Pinedo, como las de Poggio, parecen,
en efecto, compuestas, no por una sola persona, sino por una tertulia
ó reunión de amigos de buen humor, comensales acaso de D. Diego de
Mendoza ó formados en su escuela, según conjetura el editor, citando
palabras textuales de una carta de aquel grande hombre, que han pasado
á uno de los cuentos[138].
De todos modos, la colección debió de ser formada en los primeros años
del reinado de Felipe II, pues no alude á ningún suceso posterior á
aquella fecha. El recopilador era, al parecer, castellano viejo ó había
hecho, á lo menos, larga residencia en tierra de Campos, porque se
muestra particularmente enterado de aquella comarca. _El Libro chistes_
es anterior sin disputa al _Sobremesa_ de Timoneda y tiene la ventaja
de no contener más que anécdotas españolas, salvo un pequeño apólogo de
la Verdad y unos problemas de aritmética recreativa. Y estas anécdotas
se refieren casi siempre á los personajes más famosos del tiempo de los
Reyes Católicos y del Emperador, lo cual da verdadero interés histórico
á esta floresta. No creo que Melchor de Santa Cruz la aprovechase,
porque tienen muy pocos cuentos comunes, y aun éstos referidos con
muy diversas palabras. Pero los personajes de uno y otro cuentista
suelen ser los mismos, sin duda porque dejaron en Castilla tradicional
reputación de sentenciosos y agudos, de burlones ó de extravagantes:
el médico Villalobos, el duque de Nájera, el Almirante de Castilla, el
poeta Garci Sánchez de Badajoz, que por una amorosa pasión adoleció del
seso. Por ser breves, citaré, sin particular elección, algunos de estos
cuentecillos, para dar idea de los restantes.
Sobre el saladísimo médico Villalobos hay varios, y en casi todos
se alude á su condición de judío converso, que él mismo convertía
en materia de chistes, como es de ver á cada momento en sus cartas
á los más encopetados personajes, á quienes trataba con tan cruda
familiaridad. Los dichos que se le atribuyen están conformes con el
humor libre y desgarrado de sus escritos.
«El Dr. Villalobos tenía un acemilero mozo y vano, porque decía ser
de la Montaña y hidalgo. El dicho Doctor, por probarle, le dijo un
día: «Ven acá, hulano; yo te querría casar con una hija mía, si tú lo
tovieses por bien». El acemilero respondió: «En verdad, señor, que
yo lo hiciese por haceros placer; mas ¿con qué cara tengo de volver
á mi tierra sabiendo mis parientes que soy casado con vuestra hija?»
Villalobos le respondió: «Por cierto tú haces bien, como hombre que
tiene sangre en el ojo; mas yo te certifico que no entiendo ésta tu
honra, ni aun la mía».
«Dijo el Duque de Alba D. Fadrique al doctor Villalobos: «Parésceme,
señor doctor, que sois muy gran albeitar». Respondió el doctor: «Tiene
V. S.ª razón, pues curo á un tan gran asno».
«El doctor Villalobos, estando la corte en Toledo, entró en una iglesia
á oir misa y púsose á rezar en un altar de la Quinta Angustia, y á la
sazon que él estaba rezando, pasó por junto á él una señora de Toledo
que se llama Doña Ana de Castilla, y como le vió, comienza á decir:
«Quitadme de cabo este judío que mató á mi marido», porque le había
curado en una enfermedad de la que murió. Un mozo llegóse al Doctor
Villalobos muy de prisa, y díjole: «Señor, por amor de Dios, que vays
que está mi padre muy malo, á verle». Respondió el doctor Villalobos:
«Hermano, ¿vos no veis aquella que va allí vituperándome y llamándome
judío porque maté á su marido?» Y señalando al altar: «Y ésta que está
aquí llorando y cabizbaja porque dice que le maté su hijo, ¿y queréis
vos que vaya ahora á matar á vuestro padre?».
El Duque de Nájera, á quien se refiere la curiosa anécdota que voy
á transcribir, no es el primero y más famoso de su título, D. Pedro
Manrique de Lara, á quien por excelencia llamaron _el Fuerte_, sino un
nieto suyo que heredó el ingenio más bien que la fortaleza caballeresca
de su terrible abuelo. La anécdota es curiosa para la historia
literaria, porque prueba el temor que infundía en su tiempo la pluma
maldiciente y venal de Pedro Aretino.
«El Duque de Nájera y el Conde de Benavente tienen estrecha amistad
entre sí, y el Conde do Benavente, aunque no es hombre sabio ni leído,
ha dado, sólo por curiosidad, en hacer librería, y no ha oído decir
de libro nuevo cuando lo marca y le pone en su librería. El Duque de
Nájera, por hacerle una burla, estando con él en Benavente, acordó de
hacerla desta manera: que hace una carta fingida con una memoria de
libros nunca oídos ni vistos ni que se verán, los cuales enviaba Pedro
Aretino, italiano residente en Venecia, el cual, por ser tan mordaz
y satírico, tiene salario del Pontífice, Emperador, Rey de Francia y
otros Príncipes y grandes, y en llegando al tiempo de la paga, si no
viene luego, hace una sátira ó comedia ó otra obra que sepa á esto
contra el tal.
«Esta carta y memoria de libros venía por mano de un mercader de
Burgos, en la cual carta decía que en recompensa de tan buena obra como
á Su Señoría había hecho Pedro Aretino, que sería bien enviarle algun
presente, pues ya sabía quién era y cuán maldiciente. La carta se dió
al Conde y la memoria, y como la leyese y no entendiese la facultad de
los libros, ni aun el autor, mostróla al Duque como á hombre más leído
y visto, el cual comienza á ensalzar la excelencia de las obras, y que
luego ponga por obra de gratificar tan buen beneficio á Pedro Aretino,
que es muy justo. El Conde le preguntó que qué le parescia se le debía
enviar. El Duque respondió que cosa de camisas ricas, lençuelos,
toallas, guantes aderezados y cosas de conserva y otras cosas de este
jaez. En fin, el Duque señalaba lo que más á su propósito hacía, como
quien se había de aprovechar de ello más que Pedro Aretino. El Conde
puso luego por la obra el hacer del presente, que tardaron más de un
mes la Condesa y sus damas y monasterios y otras partes, y hecho todo,
enviólo á hacer saber al Duque, y dase órden que se lleve á Burgos,
para que desde allí se encamine á Barcelona y á Venecia, y trayan los
libros de la memoria; la cual órden dió después mejor el Duque, que
lo hizo encaminar á su casa y recámara. Y andando el tiempo, vínolo á
saber el Conde, y estuvo el más congoxado y desabrido del mundo con la
burla del Duque, esperando sazón para hacerle otra para satisfaccion de
la recibida».
Aun en libros de tan frívola apariencia como éste pueden encontrarse
á veces curiosidades históricas. Lo es, por ejemplo, el siguiente
cuentecillo, que prueba la persistencia de los bandos de la Edad Media
en las provincias septentrionales de España hasta bien entrado el siglo
XVI.
«En un lugar de la Montaña que llaman Lluena hay un clérigo que es cura
del lugar, que llaman Andrés Diaz, el cual es Gil, y tiene tan gran
enemistad con los Negretes como el diablo con la cruz. Estando un dia
diciendo misa á unos novios que se velaban, de los principales, y como
fuese domingo y se volviese á echar las fiestas, y viese entre los que
habían venido á las bodas algunos Negretes, dijo: «Señores, yo querría
echar las fiestas; mas vi los diablos y hánseme olvidado». Y sin más,
volvióse y acabó la misa; y al echar del agua bendita, no la quiso
echar á los Negretes solos, diciendo en lugar de _aqua benedicta_:
«Diablos fuera».
Con los nombres famosos de Suero de Quiñones y D. Enrique de Villena
y las tradiciones relativas á la magia de éste se enlaza la siguiente
conseja:
«Contaba Velasco de Quiñones que Suero de Quiñones, el que guardó el
paso de Orbigo por defender que él era el más esforzado, y Pedro de
Quiñones y Diego, sus hermanos, sabio y gentil hombre, rogó á D.
Enrique de Villena le mostrase al demonio. Negábase el de Villena;
pero al cabo, vencido por sus ruegos, invitó un día á comer á Suero,
sirviéndoles de maestresala el demonio. Era tan gentil hombre, y tan
bien tractado y puesto lo que traia, que Suero le envidiaba y decia
á su hermano que era más gentil hombre que cuantos hasta allí viera.
Acabada la comida, preguntó enojado á D. Enrique quién era aquel
maestresala. D. Enrique se reía. Entró el maestresala en la cámara
donde se habia retraído, y arrimóse á una pared con gran continencia, y
preguntó otra vez quién era. Sonrióse D. Enrique y dijo: «El demonio».
Volvió Suero á mirarle, y como le vió, puestas las manos sobre los
ojos, á grandes voces dijo: «¡Ay Jesús, ay Jesús!» Y dió consigo en
tierra por baso de una mesa, de donde le levantaron acontecido. ¡Qué
hiciera á verlo en su terrible y abominable figura!».
En un libro de pasatiempo y chistes no podía faltar alguno á costa de
los portugueses. Hay varios en la floresta de Pinedo, entre los cuales
elijo por menos insulso el siguiente:
«Hacían en un lugar la remembranza del prendimiento de Jesucristo,
y como acaso fuesen por una calle y llevase la cruz á cuestas, y le
fuesen dando de empujones y de palos y puñadas, pasaba un portugués á
caballo, y como lo vió apeóse, y poniendo mano á la espada, comenzó
á dar en los sayones de veras, los cuales, viendo la burla mala,
huyeron todos. El portugués dijo: «¡Corpo de Deus con esta ruyn gente
castellana!» Y vuelto al Cristo con enojo, le dijo: «E vos, home de
bien, ¿por qué vos dejais cada año prender?».
Pero la obra maestra de este género de pullas, cultivado recíprocamente
por castellanos y portugueses, y que ha contribuido más de lo que
parece á fomentar la inquina y mala voluntad entre los pueblos
peninsulares[139], son las célebres _Glosas al Sermón de Aljubarrota_,
atribuidas en manuscritos del siglo XVI á D. Diego Hurtado de Mendoza,
como otros varios papeles de donaire, algunos evidentemente apócrifos.
No responderé yo tampoco de la atribución de estas _glosas_, puesto
que en ellas mismas se dice que el autor era italiano[140], si bien
esto pudo ponerse para disimular, siendo por otra parte tan castizo el
picante y espeso sabor de este opúsculo. Además, el autor, quien quiera
que fuese, supone haber oído el sermón en Lisboa el año de 1545[141] y
precisamente durante todo aquel año estuvo D. Diego de embajador en
el Concilio de Trento. Todas estas circunstancias hacen muy sospechosa
la autenticidad de esta sátira, aunque no menoscaben su indisputable
gracejo.
El tal sermón de circunstancias, lleno de hipérboles y fanfarronadas,
en conmemoración del triunfo del Maestre de Avís contra D. Juan I
de Castilla, sirve de texto ó de pretexto á una copiosa antología
de chascarrillos, anécdotas, dicharachos extravagantes, apodos,
motes y pesadas zumbas, no todas contra portugueses, aunque éstos
lleven la peor parte. El principal objeto del autor es hacer reir, y
ciertamente lo consigue, pero ni él ni sus lectores debían de ser muy
escrupulosos en cuanto á las fuentes de la risa. Algún cuento hay en
estas glosas, el del portugués Ruy de Melo, verbigracia, que por lo
cínico y brutal estaría mejor entre las del _Cancionero de Burlas_;
otros, sin llegar á tanto, son nauseabundos y mal olientes; pero hay
algunos indisputablemente graciosos, sin mezcla de grosería; los hay
hasta delicados, como el del huésped aragonés y el castellano, rivales
en cortesía y gentileza[142]; y hay, finalmente (y es lo que da más
precio á este género de silvas y florestas), hechos y dichos curiosos
de la tradición nacional. Baste citar el _ejemplo_ siguiente, que tiene
cierta fiereza épica:
«Sólo quiero decir aquí de un gallego que se decía Alvaro Gonzalez de
Ribadeneyra, que estando en la cama para morir, los hijos, con deseo de
poner en cobro el alma de su padre, fueron á la cama y preguntáronle
si en las diferencias pasadas del obispo de Lugo y las que tuvo con
otros señores, si tenía algo mal ganado que lo declarase, que ellos lo
restituirían; por tanto, que dijese el título que á la hacienda dejaba
y tenía. Lo cual, como oyese el viejo, mandó ensillar un caballo,
y levantóse como mejor pudo, y subióse en él, y tomando una lanza,
puso las piernas al caballo y envistió á la pared y quebró la lanza
en piezas, y volviendo á sus hijos, dijo: «El título con que os dejo
ganada la hacienda y honra ha sido éste; si lo supiéredes sustentar,
para vosotros será el provecho, y si no, quedad para ruines». Y
volvióse á la cama, y murió».
No nos detendremos en el cuaderno de los _Cuentos de Garibay_ que posee
la Academia de la Historia[143], porque la mayor parte de estos cuentos
pasaron casi literalmente á la _Floresta Española_ de Melchor de Santa
Cruz. Si el recopilador de ellos fué, como creemos, el historiador
guipuzcoano del mismo apellido, que pasó en Toledo la última parte de
su vida, allí mismo pudo disfrutar Santa Cruz su pequeña colección
manuscrita é incorporarla en la suya, más rica y metódica que ninguna
de las precedentes y de las posteriores.
Poco sabemos de las circunstancias personales de este benemérito
escritor, salvo que era natural de la villa de Dueñas en Castilla
la Vieja y vecino de la ciudad de Toledo. Su condición debía de ser
humilde y cortos sus estudios, puesto que dice en el prólogo de sus
_Cien Tratados_: «Mi principal intento fué solamente escribir para los
que _no saben leer más de romance, como yo_, y no para los doctos». Y
dedicando al Rey D. Felipe el Prudente la segunda parte de dicha obra,
da á entender otra vez que toda su lectura era de libros en lengua
vulgar: «El sosiego tan grande y dichosa paz que en los bienaventurados
tiempos de Vuestra Magestad hay, son causa que florezcan en ellos todas
las buenas artes y honestos ejercicios; y que no solamente los hombres
doctos, mas _los ignorantes como yo_, se ocupen en cosas ingeniosas y
eruditas, cada uno conforme á su posibilidad. Yo, poderosísimo señor,
he sido siempre aficionado a gastar el tiempo en leer buenos libros,
_principal_ los morales que en nuestra lengua yo he podido haber (que
no han sido pocos), de donde he sacado estas sentencias».
Todos sus trabajos pertenecen, en efecto, á la literatura vulgar y
paremiológica. Los _Cien Tratados_[144] son una colección de máximas
y sentencias morales en tercetos ó ternarios de versos octosílabos,
imitando hasta en el metro los _Trezientos Proverbios, Consejos y
avisos muy provechosos para discurso de nuestra humana vida_ del
abogado valenciano D. Pedro Luis Sauz[145]. Del mismo modo, la
_Floresta_, cuya primera edición es de 1574[146], fué indudablemente
sugerida por el _Sobremesa_ de Timoneda. Pero el plan de Santa Cruz es
más vasto y envuelve un conato de clasificación seguido con bastante
regularidad, que hace fácil el manejo de su librillo.
Aunque Melchor de Santa Cruz da á entender que no sabía más lengua
que la propia, no le creo enteramente forastero en la italiana, de
tan fácil inteligencia para todo español, y me parece muy verosímil,
aunque no he tenido ocasión de comprobarlo, que conociese y aprovechara
las colecciones de _Facezie, motti, buffonerie et burle_ del Piovano
Arlotto, del Gonella y del Barlacchia: las _Facezie et motti arguti
di alcuni eccellentissimi ingegni_ de Ludovicico Domenichi (1547);
las _Hore di recreazione_ de Ludovico Guicciardini, no traducidas en
aquella fecha al castellano, y algunas otras ligeras producciones de
la misma índole que la _Floresta_. Y aun suponiendo que no las hubiese
visto en su original, las conocía indirectamente á través de Timoneda,
sin contar con los chistes que se hubiesen incorporado en la tradición
oral. Pero estos cuentos son fáciles de distinguir del fondo indígena
de la _Floresta_, cuyo verdadero carácter señala perfectamente el autor
en su dedicatoria á D. Juan de Austria.
«En tanta multitud de libros como cada dia se imprimen y en tan
diversas é ingeniosas invenciones, que con la fertilidad de los buenos
ingenios de nuestra nacion se inventan, me pareció se habían olvidado
de una no ménos agradable que importante para quien es curioso y
aficionado á las cosas propias de la patria, y es la recopilacion de
sentencias y dichos notables de españoles. Los cuales, como no tengan
ménos agudeza, ni ménos peso o gravedad que los que en libros antiguos
están escriptos, antes en parte, como luego diré, creo que son mejores,
estoy maravillado qué ha sido la causa que no haya habido quien en
esto hasta ahora se haya ocupado. Yo, aunque _hombre de ningunas
letras_ y de poco ingenio, así por intercesión de algunos amigos, que
conocieron que tenia inclinación á esto, como por la naturaleza, que
de esta antigua y noble ciudad de Toledo tengo[147], donde todo el
primor y elegancia del buen decir florece, me he atrevido á tomar esta
empresa. Y la dificultad que en escribir estos dichos hay es la que se
tiene en hallar moneda de buen metal y subida de quilates. Porque así
como aquella es más estimada que debaxo de menos materia contiene más
valor, así aquellos son más excelentes dichos los que en pocas palabras
tienen encerradas muchas y notables sentencias. Porque unos han de ser
graves y entendidos: otros agudos y maliciosos; otros agradables y
apacibles; otros donosos para mover á risa; otros que lo tengan todo, y
otros hay metaforizados, y que toda su gracia consiste en la semejanza
de las cosas que se apropia, de las quales el que no tiene noticia le
parece que es el dicho frio, y que no tiene donayre, siendo muy al
contrario para el que entiende. Otros tienen su sal en las diversas
significaciones de un mismo vocablo; y para esto es menester que así
el que lo escribe, como el que lo lee, tenga ingenio para sentirlo y
juicio para considerarlo...
«En lo que toca al estilo y propiedad con que se debe escribir, una
cosa no me puede dejar de favorecer; y es el lugar donde lo escribo,
cuya autoridad en las cosas que toca al comun hablar es tanta, que
las leyes del Reino disponen que cuando en alguna parte se dudare de
algun vocablo castellano, lo determine el hombre toledano que alli
se hallare[148]. Lo cual por justas causas se mandó juntamente: la
primera porque esta ciudad está en el centro de toda España, donde es
necesario que, como en el corazon se producen más subtiles espíritus,
por la sangre más delicada que allí se envía, así también en el pueblo
que es el corazon de alguna region está la habla y la conversacion más
aprobada que en otra parte de aquel reino.
«La segunda, por estar lejos del mar, no hay ocasion, por causa del
puerto, á que gentes extrangeras hayan de hacer mucha morada en él; de
donde se sigue corrupcion de la lengua, y aun tambien de las costumbres.
«La tercera, por la habilidad y buen ingenio de los moradores que en
ella hay; los cuales, o porque el aire con que respiran es delgado, o
porque el clima y constelacion les ayuda, o porque ha sido lugar donde
los Reyes han residido, están tan despiertos para notar cualquiera
impropiedad que se hable, que no es menester se descuide el que con
ellos quisiere tratar desto...».
Es libro curiosísimo, en efecto, como texto de lengua; pero debe
consultarse en las ediciones del siglo XVI, pues en las posteriores,
especialmente en las dos del siglo XVIII, se modernizó algo el
lenguaje, además de haberse suprimido ó cercenado varios cuentos que
parecieron libres ó irreverentes, á pesar de la cuerda prevención que
hacía el mismo Santa Cruz en estos versos:
De aquesta Floresta, discreto lector,
Donde hay tanta copia de rosas y flores,
De mucha virtud, olor y colores,
Escoja el que es sabio de aquí lo mejor.
Las de linda vista y de buen sabor
Sirvan de salsa á las virtuosas,
Y no de manjar, si fueren viciosas,
Pues para esto las sembró el autor.
Las partes de la _Floresta_, que fueron diez en la primera edición
toledana y once en la de Alcalá, 1576, llegaron definitivamente á doce,
distribuidas por el orden siguiente:
«Primera Parte: Capítulo I. De Sumos Pontífices.--Cap. II. De
Cardinales.--Capítulo III. De Arzobispos.--Cap. IV. De Obispos.--Cap.
V. De Clérigos.--Cap. VI. De Frayles.
«Segunda Parte: Capítulo I. De Reyes.--Cap. II. De caballeros.--Cap.
III. De capitanes y soldados.--Cap. IV. De aposentadores.--Cap. V. De
truhanes.--Cap. VI. De pajes.
«Tercera Parte: Capítulo I. De responder con la misma palabra.--Cap.
II. De responder con la copulativa antigua.--Cap. III. De gracia
doblada.--Cap. IV. De dos significaciones.--Cap. V. De responder al
nombre propio.--Cap. VI. De enmiendas y declaraciones de letras.
«Cuarta parte: Capítulo I. De jueces.--Cap. II. De letrados.--Cap. III.
De escribanos.--Cap. IV. De alguaciles.--Cap. V. De hurtos.--Cap. VI.
De justiciados.--Capítulo VII. De médicos y cirujanos.--Cap. VIII. De
estudiantes.
«Quinta parte: Capítulo I. De vizcaynos.--Cap. II. De mercaderes.--Cap.
III. De oficiales.--Cap. IV. De labradores.--Cap. V. De pobres.--Cap.
VI. De moros.
«Sexta parte: Capítulo I. De amores.--Cap. II. De músicos.--Cap. III.
De locos.--Cap. IV. De casamientos.--Cap. V. De sobrescriptos.--Cap.
VI. De cortesía.--Cap. VII. De juegos.--Cap. VIII. De mesa.
«Séptima parte: Capítulo I. De dichos graciosos.--Cap. II. De
apodos.--Cap. III. De motejar de linaje.--Cap. IV. De motejar de
loco.--Cap. V. De motejar de necio.--Capítulo VI. De motejar de
bestia.--Cap. VII. De motejar de escaso.--Cap. VIII. De motejar de
narices.
«Octava parte: Capítulo I. De ciegos.--Cap. II. De chicos.--Cap. III.
De largos.--Cap. IV. De gordos.--Cap. V. De flacos.--Cap. VI. De
corcobados.--Cap. VII. De cojos.
«Nona parte: Capítulo I. De burlas y dislates.--Cap. II. De
fieros.--Cap. III. De camino.--Cap. IV. De mar y agua.--Cap. V. De
retos y desafíos.--Cap. VI. De apodos de algunos pueblos de España y de
otras naciones.
«Décima parte: De dichos extravagantes.
«Undécima parte: Capítulo I. De dichos avisados de mujeres.--Cap. II.
De dichos graciosos de mujeres.--Cap. III. De dichos á mujeres.--Cap.
IV. De mujeres feas.--Cap. V. De viudas.
«Duodécima parte: Capítulo I. De niños.--Cap. II. De viejos.--Cap. III.
De enfermos».
En una colección tan vasta de apotegmas no puede menos de haber
muchos enteramente insulsos, como aquél que tanto hacía reir á Lope
de Vega: «Hallé una vez en un librito gracioso que llaman _Floresta
Española_ una sentencia que había dicho un cierto conde: «Que Vizcaya
era pobre de pan y rica de manzanas», y tenía puesto á la margen algun
hombre de buen gusto, cuyo había sido el libro: «Sí diría», que me
pareció notable donayre»[149]. Pero no por eso ha de menospreciarse el
trabajo del buen Santacruz; del cual pueden sacarse varios géneros
de diversión y provecho. Sirve, no sólo para el estudio comparativo
y genealógico de los cuentos populares, que allí están presentados
con lapidaria concisión, sino para ver en juego, como en un libro
de ejercicios gramaticales, muchas agudezas y primores de la lengua
castellana en su mejor tiempo, registrados por un hombre no muy culto,
pero limpio de toda influencia erudita, y que no á los doctos, sino
al vulgo, encaminaba sus tareas. Además de este interés lingüístico
y _folklórico_, que es sin duda el principal, tiene la _Floresta_ el
mérito de haber recogido una porción de dichos, más ó menos auténticos,
de españoles célebres, que nos dan á conocer muy al vivo su carácter, ó
por lo menos la idea que de ellos se formaban sus contemporáneos. Por
donde quiera está sembrado el libro de curiosos rasgos de costumbres,
tanto más dignos de atención cuanto que fueron recogidos sin ningún
propósito grave, y no aderezados ni aliñados en forma novelística. Las
anécdotas relativas al doctor Villalobos y al famoso truhán de Carlos
V. D. Francesillo de Zúñiga, que tantas y tan sabrosas intimidades de
la corte del Emperador consignó en su Crónica burlesca[150], completan
la impresión que aquel extraño documento deja. Del arzobispo D. Alonso
Carrillo, del canónigo de Toledo Diego López de Avala, del cronista
Hernando del Pulgar, y aun del Gran Capitán y de los cardenales Mendoza
y Cisneros, hay en este librillo anécdotas interesantes. Aun para
tiempos más antiguos puede ser útil consultar á veces la _Floresta_.
Por no haberlo hecho los que hemos tratado de las leyendas relativas al
rey Don Pedro, hemos retrasado hasta el siglo XVII la primera noticia
del caso del zapatero y el prebendado, que ya Melchor de Santa Cruz
refirió en estos términos:
«Un arcediano de la Iglesia de Sevilla mató á un zapatero de la misma
ciudad, y un hijo suyo fué á pedir justicia; y condenóle el juez de
la Iglesia en que no dixese Misa un año. Dende á pocos dias el Rey
D. Pedro vino á Sevilla, y el hijo del muerto se fué al Rey, y le
dixo cómo el arcediano de Sevilla había muerto á su padre. El rey le
preguntó si habia pedido justicia. El le contó el caso como pasaba.
El Rey le dixo: «¿Serás tú hombre para matarle, pues no te hacen
justicia?» Respondió: «Sí, señor». «Pues hazlo así», dixo el Rey. Esto
era víspera de la fiesta del Córpus Christi. Y el dia siguiente, como
el Arcediano iba en la procesion cerca del Rey, dióle dos puñaladas,
y cayó muerto. Prendióle la justicia, y mandó el Rey que lo truxesen
ante él. Y preguntóle, ¿por qué habia muerto á aquel hombre? El mozo
dixo: «Señor, porque mató á mi padre, y aunque pedí justicia, no me la
hicieron». El juez de la Iglesia, que cerca estaba, respondió por sí
que se la había hecho, y muy cumplida. El Rey quiso saber la justicia
que se le habia hecho. El juez respondió que le habia condenado que en
un año no dixese Misa. El Rey dixo á su alcalde: «Soltad este hombre, y
yo le condeno que en un año no cosa zapatos»[151].
Es también la _Floresta_ el más antiguo libro impreso en que recuerdo
haber leído la leyenda heroica de Pedro González de Mendoza, el que
dicen que prestó su caballo á D. Juan I para salvarse en la batalla de
Aljubarrota[152]. Por cierto que las últimas palabras de este relato
sencillo tienen más energía poética que el afectado y contrahecho
romance de Hurtado de Velarde _Si el caballo vos han muerto_. «Le tomó
en su caballo y le sacó de la batalla (dice Melchor de Santa Cruz); y
de que le hubo puesto en salvo, queriendo volver, el Rey en ninguna
manera lo consentia. Mas se volvió diciendo: “No quiera Dios que las
mujeres de Guadalaxara digan que saqué á sus maridos de sus casas vivos
y los dexo muertos y me vuelvo”».
Entre las muchas anécdotas relativas á Gonzalo Fernández de Córdoba es
notable por su delicadeza moral la siguiente:
«El Gran Capitan pasaba muchas veces por la puerta de dos doncellas,
hijas de un pobre escudero, de las quales mostraba estaba aficionado,
porque en extremo eran hermosas. Entendiéndolo el padre de ellas,
pareciéndole que seria buena ocasión para remediar su necesidad,
fuése al Gran Capitán, y suplicó le proveyese de algún cargo fuera
de la ciudad, en que se ocupase. Entendiendo el Gran Capitán que lo
hacia por dexar la casa desocupada, para que si él quisiese pudiese
entrar libremente, le preguntó: “¿Qué gente dexais en vuestra casa?※
Respondió: “Señor, dos hijas doncellas ”. Díxole: “Esperad aquí, que os
sacaré la provisión”; y entró en una cámara, y sacó dos pañizuelos, y
en cada uno de ellos mil ducados, y dióselos, diciendo: “Veis aquí la
provision, casad luego con esto que va ahi vuestras hijas; y en lo que
toca á vos, yo tendré cuidado de proveeros”».
La _Floresta_ ha prestado abundante material á todo género de obras
literarias. Sus chistes y cuentecillos pasaron al teatro y á la
conversación, y hoy mismo se repiten muchos de ellos ó se estampan en
periódicos y almanaques, sin que nadie se cuide de su procedencia. Su
brevedad sentenciosa contribuyó mucho á que se grabasen en la memoria,
y grandes ingenios no los desdeñaron. Aquel sabido romance de Quevedo,
que termina con los famosos versos:
Arrojar la cara importa,
Que el espejo no hay por qué,
tiene su origen en este chascarrillo de la _Floresta_ (Parte 12.ª):
«Una vieja hallóse un espejo en un muladar, y como se miró en él y se
vió tal, echando la culpa al espejo, le arrojó diciendo: “Y aun por ser
tal, estás en tal parte”».
Y aquel picaño soneto, excelente en su línea, que algunos han atribuido
sin fundamento á Góngora y otros al licenciado Porras de la Cámara:
Casó de un Arzobispo el despensero...
no es más que la traducción en forma métrica y lengua libre de este
cuentecillo de burlas, que tal como está en la _Floresta_ (Parte
undécima, capítulo III), no puede escandalizar á nadie, aunque bien se
trasluce la malicia:
«Un criado de un obispo habia mucho tiempo que no habia visto á su
mujer, y dióle el obispo licencia que fuesse á su casa. El Maestresala,
el Mayordomo y el Veedor, burlándose con él, que eran muy amigos,
rogáronle que en su nombre diese á su mujer la primera noche que
llegase un abrazo por cada uno. El se lo prometió, y como fué á su
casa, cumplió la palabra. Contándole el caso cómo lo habia prometido,
preguntó la mujer si tenia más criados el obispo; respondió el marido:
Si, señora; mas los otros no me dieron encomiendas».
Abundan en la _Floresta_ los insulsos juegos de palabras, pero hay
también cuentos de profunda intención satírica. Mucho antes que el
licenciado Luque Fajardo, en su curiosísimo libro _Fiel desengaño
contra la ociosidad y los juegos_, nos refiriese la ejemplar historia
de los _Beatos de la Cabrilla_[153], había contado otra enteramente
análoga Melchor de Santa Cruz (cuarta parte, cap. V):
«Un capitan de una quadrilla de ladrones, que andaban á asaltear,
disculpábase que no habia guerra y no sabia otro oficio. Tenia
costumbre que todo lo que robaba partia por medio con aquel á quien le
tomaba. Robando á un pobre hombre, que no trahia mas de siete reales,
le dixo: “Hermano, de éstos me pertenecen á mí no más de tres y medio;
llevaos vos los otros tres y medio. Mas ¿cómo haremos, que no hay medio
real que os volver?” El pobre hombre, que no veía la hora de verse
escapado de sus manos, dixo: “Señor, llevaos en buen hora los quatro,
pues no hay trueque”. Respondió el capitán:“Hermano, con lo mio me haga
Dios merced”».
Con detención hemos tratado de un libro tan vulgar y corriente como
la _Floresta_, no sólo por ser el más rico en contenido de los de su
clase, sino también por el éxito persistente que obtuvo, del cual
testifican veintidós ediciones por lo menos durante los siglos XVI y
XVII. Todavía en el siglo XVIII la remozó, añadiéndola dos volúmenes,
Francisco Asensio, uno de aquellos ingenios plebeyos y algo ramplones,
pero castizos y simpáticos, que en la poesía festiva, en el entremés y
en la farsa, en la pintura satírica de costumbres, conservaban, aunque
muy degeneradas, las tradiciones de la centuria anterior, á despecho de
la tiesa rigidez de los _reformadores del buen gusto_. En Francia, la
_Floresta_ fué traducida íntegramente por un Mr. de Pissevin en 1600;
reimpresa varias veces en ediciones bilingües, desde 1614; abreviada y
saqueada por Ambrosio de Salazar y otros maestros de lengua castellana.
Hubo, finalmente, una traducción alemana, no completa, publicada en
Tubinga en 1630.
Por más que Melchor de Santa Cruz fuese hombre del pueblo y extraño
al cultivo de las humanidades, el título mismo de _apotegmas_ que
dio á las sentencias por él recogidas prueba que le eran familiares
los libros clásicos del mismo género que ya de tiempo atrás hablaban
en lengua castellana, especialmente los _Apotegmas_ de Plutarco,
traducidos del griego en 1533 por el secretario Diego Gracián[154];
la _Vida y excelentes dichos de los más sabios philosophos que hubo
en este mundo_, de Hernando Díaz[155], y la copiosa colección de
_Apotegmas_ de reyes, príncipes, capitanes, filósofos y oradores de la
antigüedad que recogió Erasmo de Roterdam y pusieron en nuestro romance
Juan de Jarava y el bachiller Francisco Thamara en 1549[156].
Tampoco fué Melchor de Santa Cruz, á pesar de lo que insinúa en su
prólogo, el primero que, á imitación de estas colecciones clásicas,
recopilase sentencias y dichos de españoles ilustres. Ya en 1527 el
bachiller Juan de Molina, que tanto hizo gemir las prensas de Valencia
con traducciones de todo género de libros religiosos y profanos, había
dado á luz el _Libro de los dichos y hechos del Rey Don Alonso_,
quinto de este nombre en la casa de Aragón, conquistador del reino de
Nápoles y gran mecenas de los humanistas de la península itálica que
le apellidaron el Magnánimo[157]. No fué ésta la única, aunque sí la
más divulgada versión de los cuatro libros de Antonio Panormita, _De
dictis et factis Alphonsi, regis Aragonum et Neapolis_[158], que no es
propiamente una historia de Alfonso V, sino una colección de anécdotas
que pintan muy al vivo su carácter y su corte. Unido al _De dictis
factisque_ del Panormita va casi siempre el _Commentarius_ de Eneas
Silvio, obispo de Siena cuando le escribió y luego Papa con el nombre
de Pío II[159].
Un solo personaje español del tiempo de los Reyes Católicos logró
honores semejantes, aunque otros los mereciesen más que él. Fue el
primer duque de Nájera, don Pedro Manrique de Lara, tipo arrogante de
gran señor, en su doble condición de bravo guerrero y de moralista
sentencioso y algo excéntrico. Un anónimo recopiló sus hazañas
valerosas y dichos discretos[160]; y apenas hubo floresta del siglo
XVI en que no se consignase algún rasgo, ya de su mal humor, ya de su
picante ingenio.
Al siglo XVII muy entrado pertenece el libro, en todos conceptos
vulgarísimo, _Dichos y hechos del señor rey don Felipe segundo el
prudente_[161], que recopiló con mejor voluntad que discernimiento el
cura de Sacedón, Baltasar Porreño, autor también de otros _Dichos y
hechos de Felipe III_, mucho menos conocidos porque sólo una vez, y muy
tardíamente, fueron impresos.
Son casi desconocidos en nuestra literatura aquellos libros comúnmente
llamados _anas_ (_Menagiana_, _Scaligerana_, _Bolaeana_, etc.), de
que hubo plaga en Francia y Holanda durante el siglo XVII y que, á
vueltas de muchas anécdotas apócrifas ó caprichosamente atribuídas al
personaje que da nombre al libro, suelen contener mil curiosos detalles
de historia política y literaria. El carácter español se presta poco á
este género de crónica menuda. Pero no faltaron autores, y entre ellos
alguno bien ilustre, que hiciesen colección de sus propios apotegmas. Á
este género puede reducirse _El Licenciado Vidriera de Cervantes_[162],
donde la sencillísima fábula novelesca sirve de pretexto para
intercalar las sentencias de aquel cuerdo loco, así como Luciano había
puesto las suyas en boca del cínico Demonacte.
De Cervantes al jurado cordobés Juan Rufo, infeliz cantor de D. Juan de
Austria, es grande la distancia á pesar de la simpática benevolencia
con que el primero habló del segundo en el famoso escrutinio de los
libros del hidalgo manchego. Pero no le juzguemos por la _Austriada_,
sino por _Las seyscientas apotegmas_ que publicó en 1596[163] y por
los versos que las acompañan, entre los cuales están la interesante
leyenda de _Los Comendadores_, el poemita humorístico de la _muerte
del ratón_, la loa ó _alabanza de la comedia_, precursora de las de
Agustín de Rojas, y sobre todo la _Carta á su hijo_, que tiene pasajes
bellísimos de ingenuidad y gracia sentenciosa. Juan Rufo, que tan
desacordadamente se empeñó en embocar la trompa épica, era un ingenio
fino y discreto, nacido para dar forma elegante y concisa á las máximas
morales que le había sugerido la experiencia de la vida más bien que el
trato de los libros. Sus _apotegmas_ en prosa testifican esto mismo,
y cuando se forme la colección, que todavía no existe, de nuestros
moralistas prácticos y lacónicos, merecerán honroso lugar en ella. Sólo
incidentalmente tocan á nuestro propósito, puesto que suelen ser breves
anécdotas selladas con un dicho agudo. Entre los contemporáneos de
Rufo tuvieron mucho aplauso, aun antes de ser impresos, y el agustino
Fr. Basilio de León (sobrino de Fr. Luis y heredero de su doctrina)
los recomendó en estos encarecidos términos: «Llegó á mis manos, antes
que se imprimiesse, el libro de las Apotegmas del Iurado Iuan Rufo;
con el qual verdaderamente me juzgué rico, pues lo que enriqueze al
entendimiento, es del hombre riqueza verdadera. Y hay tanta, no sólo en
todo el libro (que no es poco, segun salen muchos á luz, grandes en las
hojas y en las cosas pequeños), sino lo que es más, en qualquiera parte
dél, por pequeña que sea, que con razon puede juzgarse por muy grande,
porque la pureza de las palabras, la elegancia dellas, junto con la
armonía que hazen las unas con las otras, es de tanta estimacion en mis
ojos quanto deseada en los que escriven. Allegose a esto la agudeza de
los dichos, el sentido y la gravedad que tienen, la philosophia y el
particular discurso que descubren. De manera que al que dice bien y
tan bien como el autor deste libro, se le puede dar justissimamente un
nuevo y admirable nombre de maravillosa eloquencia: pues los que hablan
mal son innumerables, y él se aventaja á muchos de los que bien se han
esplicado. El aver enxerido en el donayre y dulzura de las palabras, lo
que es amargo para las dañadas costumbres, nacio de particular juyzio
y de prudencia. Como el otro que á una dama á quien, ó por miedo, ó
por melindre, espantava el hierro del barbero, la sangró disfraçandole
astutamente con la esponja. En fin, no entiendo que avrá ninguno de
buen gusto que no le tenga, y muy grande, con este libro, y Córdova
no menor _gozo_, viendo cifrado en su dueño todo lo que en sus claros
hijos luze repartido».
Hemos visto que el título de _Apotegmas_ había sido introducido por los
traductores de Plutarco y Erasmo. Creemos que Juan Rufo fue el primero
que le aplicó á una colección original, dando la razón de ello: «El
nombre de _Apotegmas_ es griego, como lo son muchos vocablos recebidos
ya en nuestra lengua; trúxole á ella, con la autoridad de grandes
escritores, la necessidad que avia deste término, porque significa
breve y aguda sentencia, dicho y respuesta; sentido que con menos
palabras no se puede explicar».
Para dar idea del carácter de este curioso librito, citaré sin
particular elección unos cuantos apotegmas, procurando que no sean
de los que ya copió Gallardo, aunque no siempre podrá evitarse la
repetición, porque aquel incomparable bibliógrafo tenía particular
talento para extraer la flor de cuanto libro viejo caía en sus manos.
«Oyendo cantar algunos romances de poetas enamorados, con relacion
especial de sus desseos y pensamientos, y aun de sus obras, dixo
(Rufo): Locos están estos hombres, pues se confiesan a gritos». (Fol.
4.)
«Un año despues que estuvo oleado, le dixo un amigo, viéndole bueno:
Harto mejor estays de lo que os vi aora un año. R. Mucha más salud
tenía entonces, pues tenia más un año de vida». (Fol. 6 vuelto.)
«Mirando á una fea, martyr de enrubios, afeytes, mudas, y de vestirse y
ataviarse costosamente, y con estraña curiosidad, dixo que las feas son
como los hongos, que no se pueden comer si no en virtud de estar bien
guisados, y con todo son ruyn vianda». (F. 7.)
«Preguntóle un viejo de sesenta años si se teñiria la canas, y R. No
borreis en una hora lo que Dios ha escrito en sesenta años». (Fol. 7
vuelto.)
«El agua encañada, quanto baxa sube, y la palabra de Dios entra por los
oydos, y penetra hasta el corazon, si sale dél». (Fol. 9.)
«Contava un cavallero una merienda que ciertos frayles tuvieron en
un jardin del susodicho; y que tras la abundancia de la vianda, y
diferencias de vinos que huvo, fue notable el gusto y alegria de todos
aquellos reverendos. Y dezia tambien que uno dellos (devoto y compuesto
religioso) se puso de industria á pescar en un estanque, por escusar la
behetria de los demas. Oydo lo qual, dixo: no se podra dezir por esse:
no sabe lo que se pesca». (Fol. 13.)
«El duque de Osuna, D. Pedro Giron, tenia á la hora de su muerte junto
á sí una gran fuente de plata, llena de nieve y engastados en ella
algunos vasos de agua, y dixo el Condestable de Castilla, su yerno:
Ningun consuelo hay para el Duque igual á tener aquella nieve cerca de
sí. R. Quiere morir en Sierra Nevada, porque no le pregunten por D.
Alonso de Aguilar»[164]. (Fol. 15.)
«Huvo disciplinas en Madrid por la falta de agua; y como era en el
mes de Mayo y hazia calor, no salian hasta que anochezia. De manera
que toda la tarde no cabian las calles por donde avian de pasar los
disciplinantes, de damas y gente de á cavallo; y andavan los passeos
tan en forma, como si algun grande regocijo fuera la causa de aquel
concurso. Visto lo qual, al salir los penitentes, dixo que parecia
entremes á lo divino en comedia deshonesta». (Fol. 18.)
«Tratándose del Cid, y de sus grandes proezas, dixo, que fue
catredatico (sic) de valentia, pues enseñó á ser esforçado á Martin
Pelaez»[165]. (Fol. 19.)
«El hombre que más largas narices tuvo en su tiempo, dezia otro amigo
suyo, que venia de Burgos á Madrid seis dias avia, y que le esperava
dentro de una hora. No puede ser, le respondió Iuan Rufo, pues no han
llegado sus narices». (Fol. 22.)
«Estando un carpintero labrando, aunque toscamente, los palos para
hazer una horca, y otro vezino suyo murmurando de la obra del artífice,
los puso en paz diziendo, que los palos de la horca son puntales de la
republica».
«Sentia ásperamente un gentil hombre el hacerse viejo, y corriase de
verse algo cano, como si fuera delito vergonzoso. Y como fuesse su
amigo, y le viesse que en cierta conversacion dava señales desto, lo
dixo para consuelo y reprehension, los versos que se siguen:
Si quando el seso florece
Vemos que el hombre encanece:
Las canas deven de ser
Flores que brota el saber
En quien no las aborrece».
(Fol. 24 vuelto.)
«Sin duda este tiempo florece de poetas que hacen romances, y músicos
que les dan sonadas: lo uno y lo otro con notable gracia y aviso. Pues
como es casi ordinario amoldar los músicos los tonos con la primera
copla de cada romance, dixo á uno de los poetas que mejor los componen
que escusase en el principio afecto ni estrañeza particular, si en todo
el romance no pudiesse continualla; porque de no hazello resulta que el
primer cuarteto se lleva el mayorazgo de la propiedad de la sonada, y
dexa pobres á todos los demas». (Fol. 26 vuelto.)
«Considerados los desasossiegos, escándalos y peligros, gastos de
hazienda y menoscabos de salud, que proceden de amorosos devaneos, dixo
que los passatiempos del Amor son como el tesoro de los alquimistas,
que costándoles mucho tiempo y trabajo, gastan el oro que tienen por el
que después no sacan». (Fol. 67.)
«Alabando algunos justissimamente la rara habilidad del doctor
Salinas[166], canónigo de Segovia, dixo que era Salinas de gracia y
donaire, con ingenio de açucar». (Fol. 74.)
«El (autor) y un amigo suyo, que le solia reprehender porque no
componia la segunda parte de la _Austriada_, passaron por donde estava
un paxarillo destos que suben la comida y la bevida con el pico, entre
otros que estavan enjaulados. Y como todos cantassen, y aquel no, dixo:
Veys aqui un retrato del silencio de mi pluma, porque no soy paxaro
enjaulado, sino aquel que está con la cadena al cuello. Preguntado por
qué, dixo estos versos:
Para el hombre que no es rico
Cadena es el matrimonio,
Y tormento del demonio
Sustentarse por su pico».
(Fol. 94.)
«De quinientos ducados que el Rey le hizo de merced por su libro de
la Austriada, fue gastando en el sustento de su casa hasta que no le
quedaban sino cincuenta, los quales se puso á jugar[167]. Y preguntado
por qué hazia aquel excesso, R. Para que las reliquias de mis soldados
vençan, ó mueran peleando, antes que el largo cerco los acabe de
consumir». (Fol. 99 vuelto.)
«Como hay mujeres feas, que siendo ricas se dan á entender que á poder
de atavios han de suplir con curiosidad los defectos de naturaleza: de
la misma manera piensan algunos que por ser estudiosos y leydos, han de
salir buenos poetas, siendo cosa, si no del todo agena de sus ingenios,
á lo menos cuesta arriba y llena de aspereza. Y para más confirmacion
deste engaño, nunca les faltan aficionados que los desvanezcan. Pues
como un hombre que era apassionadissimo de un poeta por accidente,
defendiesse sus Mussas con dezir que era hombre que sabia, le dixo: No
es todo uno ser maestro de capilla y tener buena voz». (Fol. 135.)
«Vivía en la corte un pintor[168] que ganava de comer largamente á
hazer retratos, y era el mejor pie de altar para su ganancia una
caxa que traya con quarenta ó cincuenta retratos pequeños de las más
hermosas señoras de Castilla, cuyos traslados le pagavan muy bien, unos
por aficion y otros por sola curiosidad. Este le mostró un dia todo
aquel tabaque de rosas, y le confessó los muchos que le pedian copias
dellas. R. Soys el rufian más famoso del mundo, pues ganays de comer
con cincuenta mujeres». (Fol. 136.)
«Armándose en Flandes D. Lope de Acuña, para un hecho de armas, algo de
priessa, dixo á dos criados que le ayudavan á armar que le pussiessen
mejor la celada: la qual como fuesse Borgoñona, y al cerralla le
huviessen cogido una oreja, le dava mucho fastidio. Los criados le
respondieron una, y dos, y más vezes, que no yva sino muy en su lugar.
Y como las ocasiones no lo davan para detenerse mucho, entró assi en la
refriega, que fué sangrienta. Y desarmándose despues D. Lope, como se
le saliesse la una oreja assida á la celada, en vez de enojarse, dixo
con mucha mansedumbre á los que le armaron: ¿No os dezia yo que yva mal
puesta la celada?» (Fol. 148.)
«Acabando de leer unos papeles suyos, le dixo uno de los oyentes: No
sé por qué no os proveen en un corregimiento de los buenos de España;
mas a fe que si en algo errárades, y yo fuera presidente, que os avia
de _echar á galeras, pues no podiades hazello de ignorancia_. R.
Rigurosissimo andays conmigo, pues antes que acepte el cargo me tomays
la residencia»[169]. (Fol. 155.)
«Desde que el señor don Iuan murio, que le hazia mucha merced, nunca
tuvo sucesso que fuesse de hombre bien afortunado, y tanto que era ya
como proverbio su mala dicha. Estando, pues, un dia con dolor en un
pie, diziéndole su doctor que era gota, respondió:
Aunque pobre y en pelota,
Mal de ricos me importuna,
Porque al mar de mi fortuna
No le faltasse una gota».
(Fol. 156.)
«Tan fácil y proprio dixo que seria á los prelados gastar todas sus
rentas en hazer bien, como al sol el dar luz y calentar». (Fol. 163.)
«Siendo su hijo de once años, le sucedió una noche quedársele dormido
en dos ó tres sitios muy desacomodados; por lo qual dixo uno que lo
avia notado: Este niño halla cama donde quiera, y deve de ser de bronce
ó trae lana en las costillas. R.
Qué más bronce
Que años once,
Y qué más lana
Que no pensar en mañana».
(Fol. 189 vuelto)[170].
Los apotegmas no son seiscientos, sino que llegan á setecientos, como
expresa el mismo Rufo en una advertencia final. Á ésta como á casi
todas las colecciones de sentencias, aforismos y dichos agudos cuadra
de lleno la sentencia de Marcial sobre sus propios epigramas _sunt
bona, sunt quædam mediocria, sunt mala plura_. Pero aunque muchos
puedan desecharse por ser insulsos juegos de vocablos, queda en los
restantes bastante materia curiosa, ya para ilustrar las costumbres de
la época, ya para conocer el carácter de su autor, poeta repentista,
decidor discreto y que, como todos los ingenios de su clase, tenía
que brillar más en la conversación que en los escritos. Él mismo lo
reconoce ingenuamente: «Importunándole que repitiesse los dichos de que
se acordasse, dixo que no se podia hazer sin perderse por lo menos la
hechura, como quien vende oro viejo: pues quando el oro del buen dicho
se estuviesse entero, era la hechura la ocasion en que se dixo, el no
esperarse entonces la admiracion que causó. Y que en fin, fuera de su
primer lugar eran piedras desengastadas, que luzen mucho menos. O como
pelota de dos botes, que por bien que se toque no se ganan quinze».
Tuvo Juan Rufo un imitador dentro de su propia casa en su hijo el
pintor y poeta cordobés D. Luis Rufo, cuyos _quinientos apotegmas_ (en
rigor 455) ha exhumado en nuestros tiempos el erudito Sr. Sbarbi[171].
Pero la fecha de este libro, dedicado al Príncipe D. Baltasar Carlos
(n. 1629, m. 1646), le saca fuera de los límites cronológicos del
presente estudio, donde por la misma razón tampoco pueden figurar los
donosos _Cuentos que notó D. Juan de Arguijo_, entre los cuales se
leen algunas agudezas del Maestro Farfán, agustiniano[172].
Volviendo ahora la vista fuera de las fronteras patrias, debemos hacer
mérito de algunas misceláneas de varia recreación impresas en Francia
para uso de los estudiosos de la lengua castellana, cuando nadie,
«ni varón ni mujer dejaba de aprenderla», según testifica Cervantes
en el _Persiles_ (Libro III, cap. XIII). Una porción de aventureros
españoles, á veces notables escritores, como el autor de _La
desordenada codicia de los bienes ajenos_ y el segundo continuador del
_Lazarillo de Tormes_, vivían de enseñarla ó publicaban allí sus obras
de imaginación. Otros, que no llegaban á tanto, se limitaban á los
rudimentos de la disciplina gramatical, hacían pequeños vocabularios,
manuales de conversación, centones y rapsodias, en que había muy poco
de su cosecha. Á este género pertenecen las obras de Julián de Medrano
y de Ambrosio de Salazar.
Julián ó Julio Iñiguez de Medrano, puesto que de ambos modos se titula
en su libro, era un caballero navarro que, después de haber rodado por
muchas tierras de España y de ambas Indias, aprendiendo, según dice,
«los más raros y curiosos secretos de natura», vivía «en la ermita del
Bois de Vincennes», al servicio de la Reina Margarita de Valois. Á
estos viajes suyos aluden en términos muy pomposos los panegiristas que
en varias lenguas celebraron su libro, comenzando por el poeta regio
Juan Daurat ó Dorat (_Ioannes Auratus_):
Julius ecce Medrana novus velut alter Ulysses,
A variis populis, a varioque mari,
Gemmarum omne genus, genus omne reportat et auri:
Thesaurus nunquam quantus Ulyssis erit.
La verdad es que de tales tesoros da muy pobre muestra su _Silva
Curiosa_, cuya primera y rarísima edición es de 1587[173]. De los siete
libros que la portada anuncia, sólo figura en el volumen el primero,
que lleva el título de «dichos sentidos y motes breves de amor». Los
otros seis hubieron de quedarse inéditos, ó quizá en la mente de
su autor, puesto que parecen meros títulos puestos para excitar la
curiosidad. El segundo debía tratar de «las yerbas y sus más raras
virtudes»; el tercero, de las piedras preciosas; el cuarto, de los
animales; el quinto, de los peces; el sexto, de las «aves celestes
y terrestres»; el séptimo «descubre los más ocultos secretos de las
muieres, y les ofrece las más delicadas recetas». Ni del tratado de los
cosméticos, ni de la historia natural recreativa que aquí se prometen,
ha quedado ningún rastro, pues aunque lleva el nombre de Julio Iñiguez
de Medrano cierta rarísima _Historia del Can_, _del Caballo_, _Oso_,
_Lobo_, _Ciervo y del Elefante_, que se dice impresa en París, en
1583, este libro no es más que un ejemplar, con los preliminares
reimpresos, del libro _Del can y del caballo_ que había publicado en
Valladolid el protonotario Luis Pérez en 1568, sin que para nada se
hable del oso ni de los demás animales citados en la portada[174]. La
superchería que Medrano usó apropiándose este libro para obsequiar con
él, no desinteresadamente sin duda, al Duque de Epernon, da la medida
de su probidad literaria, que acaba de confirmarse con la lectura de
la _Silva_, especie de cajón de sastre, con algunos retales buenos,
salteados en ajenas vestiduras. No sería difícil perseguir el origen
de las «letras y motes», de las preguntas, proverbios y sentencias
morales; pero limitándonos á lo que salta á la vista en cuanto se
recorren algunas páginas de la _Silva_, vemos que Medrano estampa su
nombre al principio de un trozo conocidísimo de Cristóbal de Castillejo
en su _Diálogo de las condiciones de las mujeres_ y da por suyo de
igual modo aquel soneto burlesco atribuido á D. Diego de Mendoza y que
realmente es de Fray Melchor de la Serna:
Dentro de un santo templo un hombre honrado...
Tales ejemplos hacen sospechar de la legítima paternidad de sus versos.
Y lo mismo sucede con la prosa. Casi todos los «dichos sentidos, agudas
respuestas, cuentos muy graciosos y recreativos, y epitafios curiosos»
que recoge en la segunda parte de la _Silva_, habían figurado antes en
otras florestas, especialmente en el _Sobremesa_ de Timoneda, del cual
copia literalmente nada menos que cuarenta cuentos, con otros cinco de
Juan Aragonés[175].
Hay, sin embargo, en el libro dos narraciones tan mal forjadas y
escritas, que sin gran escrúpulo pueden atribuirse al mismo Julián de
Medrano. Una es cierta novela pastoril de _Coridón y Silvia_; y aun en
ella intercaló versos ajenos, como la canción de Francisco de Figueroa:
Sale la aurora, de su fértil manto
Rosas suaves esparciendo y flores...
La otra, que tiene algún interés para la historia de las supersticiones
populares, es un largo cuento de hechicerías y artes mágicas, que el
autor supone haber presenciado yendo en romería á Santiago de Galicia.
No es inverosímil que Lope de Vega, que lo leía todo y de todo sacaba
provecho para su teatro, hubiese encontrado entre los ejemplos de la
_Silva Curiosa_ el argumento de su comedia _Lo que ha de ser_, aunque
al fin de ella alega «las crónicas africanas».
Dice así el cuentecillo de la _Silva_, que no tengo por original,
aunque hasta ahora no puedo determinar su fuente:
«Un caballero de alta sangre, fué curioso de saber lo que las
influencias ó inclinaciones de los cuerpos celestiales prometian á un
hijo suyo que él tenia caro como su propia vida, y así hizo sacar el
juicio de la vida del mancebo (que era ya hombrecito) á un astrólogo
el más famoso de aquella tierra; el cual halló por su sciencia que el
mozo era amenazado y corría un grandísimo peligro, en el año siguiente,
de recibir muerte por una fiera cruel, la cual él nombró y (pasando
los límites de su arte) dijo sería un leon; y que el peligro era tan
mortal, que si este caballero no defendia la caza á su hijo por todo
aquel año, y no le ponia en algun castillo donde estuviese encerrado
y muy bien guardado hasta que el año pasase, que él tenia por cosa
imposible que este mancebo escapase al peligro de muerte. El padre,
deseando en todo y por todo seguir el consejo del astrólogo (en quien
él creia como en un oráculo verísimo), privando á su hijo del ejercicio
que él más amaba, que era la caza, lo encerró en una casa de placer que
tenia en el campo, y dejándole muy buenas guardas, y otras personas
que le diesen todo el pasatiempo posible, los defendió á todos, so
pena de la vida, que no dejasen salir á su hijo un solo paso fuera de
la puerta del castillo. Pasando esta vida el pobre mancebo en aquella
cárcel tristísima, viéndose privado de su libertad, dice la historia
que un dia, paseándose dentro de su cámara, la cual estaba ricamente
adornada y guarnecida de tapiceria muy hermosa, se puso á contemplar
las diversas figuras de hombres y animales que en ella estaban, y
viendo entre ellos un leon figurado, principió á enojarse con él como
si vivo estuviera, diciendo: «¡Oh fiera cruel y maldita! Por ti me veo
aqui privado de los más dulces ejercicios de mi vida; por ti me han
encerrado en esta prision enojosa». Y arremetiendo con cólera contra
esta figura, le dió con el puño cerrado un golpe con toda la fuerza de
su brazo; y su desventura fué tal que detrás de la tapiceria habia un
clavo que salia de un madero ó tabla que alli estaba, con el cual dando
el golpe se atravesó un dedo; y aunque el mal no parecía muy grave al
principio, fué tal todavía, que por haber tocado á un nervio, en un
extremo tan sensible como es el dedo, engendró al pobre mancebo un
dolor tan grande, acompañado de una calentura continua, que le causó la
muerte»[176].
César Oudín, el mejor maestro de lengua castellana que tuvieron los
franceses en todo el siglo XVII y el más antiguo de los traductores
del _Quijote_ en cualquier lengua, hizo en 1608 una reimpresión de
la _Silva_, añadiendo al fin, sin nombre de autor, la novela de _El
Curioso Impertinente_, que aquel mismo año publicaba en texto español
y francés Nicolás Baudouin[177]. Por cierto que esta segunda edición
de la _Silva_ dió pretexto á un erudito del siglo XVIII para acusar á
Cervantes de haber plagiado ¡á Medrano! Habiendo caído en manos del
escolapio D. Pedro Estala un ejemplar de la _Silva_ de 1608, donde
está la novela, dedujo con imperdonable ligereza que también estaría
en la de 1583, y echó á volar la especie de que Cervantes la había
tomado de allí, «no creyendo haber inconveniente ó persuadido á que no
se le descubriría el hurto, si así debe llamarse». Á esta calumniosa
necedad, divulgada en 1787, se opuso, con la lógica del buen sentido,
D. Tomás Antonio Sánchez, aun sin haber visto la primera edición de la
_Silva_, de la cual sólo tuvo conocimiento por un amigo suyo residente
en París[178].
Compilaciones del mismo género que la _Silva_ son algunos de los
numerosos libros que publicó en Francia Ambrosio de Salazar, aventurero
murciano que después de haber militado en las guerras de la Liga,
hallándose sin amparo ni fortuna, _despedazado y roto_, como él dice,
se dedicó en Ruán á enseñar la lengua de Castilla, llegando á ser
maestro é intérprete de Su Majestad Cristianísima. La vida y las
obras de Salazar han sido perfectamente expuestas por A. Morel-Fatio
en una monografía tan sólida como agradable, que agrupa en torno de
aquel curioso personaje todas las noticias que pueden apetecerse sobre
el estudio del español en Francia durante el reinado de Luis XIII y
sobre las controversias entre los maestros de gramática indígenas y
forasteros. Remitiendo á mis lectores á tan excelente trabajo[179],
hablaré sólo de aquellos opúsculos de Salazar que tienen algún derecho
para figurar entre las colecciones de cuentos, aunque su fin inmediato
fuese ofrecer textos de lengua familiar á los franceses.
Tenemos, en primer lugar, _Las Clavellinas de Recreacion, donde se
contienen sentencias, avisos, exemplos y Historias muy agradables
para todo genero de personas desseosas de leer cosas curiosas, en dos
lenguas, Francesa y Castellana_; obrita impresa dos veces en Ruán, 1614
y 1622, y reimpresa en Bruselas, 1625[180]. Es un ramillete bastante
pobre y sin ningún género de originalidad, utilizando las colecciones
anteriores, especialmente la de Santa Cruz, con algunas anécdotas de
origen italiano y otras tomadas de los autores clásicos, especialmente
de Valerio Máximo. _Las Horas de Recreación_ de Guicciardini, el
_Galateo Español_ de Lucas Gracián Dantisco (del cual hablaré más
adelante), pueden contarse también entre las fuentes de este libro,
poco estimable á pesar de su rareza[181].
Más interés ofrece, y es sin duda el más útil de los libros de Salazar,
á lo menos por los datos que consigna sobre la pronunciación de su
tiempo y por las frases que recopila, ó interpreta, su _Espejo General
de la Gramática en diálogos_, obra bilingüe publicada en Ruán en 1614
y de cuyo éxito testifican varias reimpresiones en aquella ciudad
normanda y en París[182]. Este _Espejo_, que dió ocasión á una agria y
curiosa polémica entre su autor y César Oudín, no es propiamente una
gramática ni un vocabulario, aunque de ambas cosas participa, sino un
método práctico y ameno para enseñar la lengua castellana en cortísimo
tiempo, ya que no en _siete_ lecciones, como pudiera inferirse de la
portada. La forma del coloquio _escolar_, aplicado primeramente á las
lenguas clásicas, y que no se desdeñaron de cultivar Erasmo y Luis
Vives, degeneró en manos de los maestros de lenguas modernas, hasta
convertirse en el pedestre _manual de conversación_ de nuestros días.
Y todavía en este género la degradación fue lenta: los _Diálogos
familiares_ que llevan el nombre de Juan de Luna, aunque no todos
le pertenecen, tienen mucha gracia y picante sabor; son verdaderos
diálogos de costumbres que pueden leerse por sí mismos, prescindiendo
del fin pedagógico con que fueron trazados. Los de Salazar, escritor
muy incorrecto en la lengua propia, y supongo que peor en la francesa,
valen mucho menos por su estilo y tienen además la desventaja de
mezclar la exposición gramatical directa, aunque en dosis homeopáticas,
con el diálogo propiamente dicho. De éste pueden entresacarse (como
previene el autor) algunas «historias graciosas y sentencias muy
de notar»; por ejemplo, una biografía anecdótica del negro Juan
Latino, que Morel-Fatio ha reproducido y comenta agradablemente en su
estudio[183].
No importa á nuestro propósito, aunque el título induciría á creerlo,
el _Libro de flores diversas y curiosas en tres tratados_ (París,
1619), en que lo único curioso son algunos modelos de estilo epistolar,
sobre el cual poseemos otros formularios más antiguos, castizos ó
importantes, como el de Gaspar de Texeda. Salazar había pensado llenar
con cuentos la tercera parte de su libro; pero viendo que ocupaban
muchas hojas y que su librero no podía sufragar tanto gasto, guardó
los cuentos para mejor ocasión y los reemplazó con un diálogo entre un
caballero y una dama[184].
Podemos suponer que estos cuentos serían los mismos que en número de
ochenta y tres publicó en 1632, formando la segunda parte de sus
_Secretos de la gramática española_, que ciertamente no aclaran ningún
misterio filológico. La parte teórica es todavía más elemental que
en el _Espejo_, y la parte práctica, los ejercicios de lectura como
diríamos hoy, están sacados, casi en su totalidad, de la _Floresta
Española_ de Melchor de Santa Cruz, según honrada confesión del propio
autor: «Lo que me ha movido á hacer imprimir estos quentos ha sido
porque veya que un librito que andava por aqui no so podia hallar,
aunque es verdad que primero vino de España. Despues se imprimio en
Brucelas (sic) en las dos lenguas, y aun creo que se ha impreso aqui en
París, y he visto que lo han siempre estimado del todo. Este librito se
llama _Floresta española de apoystemas_ (sic) _y dichos graciosos_, del
qual y de algunos otros he sacado este tratadillo»[185].
Salazar, que multiplicaba en apariencia más que en realidad las que
apenas podemos llamar sus obras, con cuyo producto, seguramente
mezquino, iba sosteniendo su trabajada vejez, formó con estos mismos
cuentos un _Libro Curioso, lleno de recreacion y contento_, que es
uno de los tres _Tratados propios para los que dessean saber lengua
española_ (París, 1643), donde también pueden leerse dos diálogos,
no sé á punto fijo si suyos ó ajenos, «entre dos comadres amigas
familiares, la una se llama Margarita y la otra Luciana».
Mencionaremos, finalmente, el _Thesoro de diversa licion_ (París,
1636), cuyo título parece sugerido por la _Silva de varia leccion_
de Pedro Mejía, que le proporcionó la mayor parte de sus materiales,
puesto que no creo que Salazar acudiese personalmente á Eliano, Plinio,
Dioscórides y otros antiguos á quien se remite[186]. El _Thesoro_ viene
á ser una enciclopedia microscópica de geografía ó historia natural,
pero lleva al fin una serie de _Historias verdaderas sucedidas por
algunos animales_, que entran de lleno en la literatura novelística.
Algunas son tan vulgares y sabidas como la del león de Androcles,
pero hay también cuentos españoles que tienen interés _folklórico_.
Todos deben de encontrarse en otros libros, pero hoy por hoy no
puedo determinar cuáles. La historia del prodigioso perro que tenía
un maestro de capilla de Palencia en tiempo de Carlos V se lee en
el _Libro del Can y del Caballo_ del protonotario Luis Pérez[187],
pero con notables variantes. La leyenda genealógica de los Porceles
de Murcia, que sirvió á Lope de Vega para su comedia del mismo
título[188], se encuentra referida en Salazar á Barcelona, y acaso
sea allí más antigua, puesto que en Provenza hallamos la misma leyenda
aplicada á los _Pourcelet_, marqueses de Maiano (Maillane), poderosos
señores en la villa de Arlés, cuyo apellido sonó mucho en las Cruzadas,
en la guerra de los Albigenses, en las Vísperas Sicilianas y en otros
muchos sucesos, y de la cual es verosímil que procediesen el Guarner
Porcel, el Porcelín Porcel y el Orrigo Porcel, que asistieron con
D. Jaime á la conquista de Murcia, y están inscritos en el libro de
repartimiento de aquella ciudad, puesto que el blasón de ambos linajes
ostenta nueve lechoncillos[189].
Más curiosa todavía es otra leyenda catalana sobre la casa de Marcús,
que Ambrosio de Salazar nos refiere en estos términos:
«En la decendencia de los Marcuses, linage principal de Cataluña, se
lee una Historia de una Cabra y un Cabrito, que aunque fué sueño tubo
un estraño effecto, que un Hidalgo llamado Marcus, por desgracias y
vandos de sus antecessores, vino á una grande pobreza y necessidad,
tanto que lo hazia andar muy afligido y cuydadoso pensando cómo podria
echar de sí tan pesada carga. Y con tales pensamientos sucedió, que
durmiendo soñó un sueño que si dexava su tierra y se yva á Francia,
en una Puente que está junto á la Ciudad de Narbona hallaria un gran
Thesoro. El qual despertando estubo pensando si aquello era sueño ó
fantasía. Por entonces no quiso dar credito al sueño, pero bolviendo
otras dos vezes al mesmo sueño determinó yr allá, y provar sueño y
ventura. Estando pues en la dicha Puente un dia entre otros muchos
acaeció que otro hidalgo de aquella ciudad, por la mañana y a la tarde
se salia por aquella Puente passeando; y como notasse y viesse cada dia
aquel Estrangero, y que por mucho que él madrugase ya lo hallava ally,
y por tarde que bolviesse tambien, determinó preguntarle la causa, como
de hecho se lo preguntó, rogándoselo muy encarecidamente.
«El hidalgo catalan después de bien importunado respondió diciendo:
«Aveis de saber, señor, que un Sueño me ha traydo aqui, y es éste: que
si me venia a esta Puente avia de hallar en ella un muy grande Thesoro,
y esto lo soñé muchas vezes». El Francés burlándose del Cathalan y de
su sueño respondió riendo: «Bueno estuviera yo que dexara mi patria y
casa por un sueño que soñé los dias passados, y era, que si me yva á la
Ciudad de Barcelona en casa de uno que se llama Marcus, hallaria debajo
una escalera un grandíssimo y famoso Thesoro»; el hidalgo catalan, que
era el mesmo Marcus, como oyó el sueño del Francés y su reprehensión,
se despidió dél sin dársele á conocer y se bolvió á su casa. Luego que
llegó començó en secreto á cavar debajo su escalera considerando que
podria aver algun mysterio en aquellos sueños, y á pocos dias ahondó
cavando tanto que vino á descubrir un gran cofre de hierro enterrado
ally, dentro del qual halló una Cabra muy grande y un cabrito de oro
maciço, que se creyó que avian sido idolos del tiempo de los Gentiles.
Con las quales dos pieças, aviendo pagado el quinto, salió de miseria,
y fué rico toda su vida él y los suyos: y instituyó cinco capellanias
con sus rentas, que estan aun oy dia en la ciudad de Barcelona»[190].
No todos los librillos bilingües de anécdotas y chistes publicados en
Francia á fines del siglo XVI y principios del XVII tenían el útil é
inofensivo objeto de enseñar prácticamente la lengua. Había también
verdaderas diatribas, libelos y caricaturas en que se desahogaba el
odio engendrado por una guerra ya secular y por la preponderancia
de nuestras armas. Á este género pertenecen las colecciones de
fanfarronadas y _fieros_ en que alternan los dichos estupendos de
soldados y rufianes. Escribían ó compilaban estos libros algunos
franceses medianamente conocedores de nuestra lengua, como Nicolás
Baudoin, autor de las _Rodomuntadas castellanas, recopiladas de
diversos autores y mayormente del capitán Escardón Bonbardón_, que
en sustancia son el mismo libro que las _Rodomuntadas castellanas,
recopiladas de los commentarios de los muy aspantosos_ (sic),
_terribles e invincibles capitanes Metamoros_ (sic), _Crocodrillo y
Rajabroqueles_[191]. Y en algunos casos también cultivaron este ramo
de industria literaria españoles refugiados por causas políticas ó
religiosas, como el judío Francisco de Cáceres, autor de los _Nuevos
fieros españoles_[192].
En estos librejos pueden distinguirse dos elementos, el _rufianesco_
y el _soldadesco_, ambos de auténtica aunque degenerada tradición
literaria. Venía el primero de las _Celestinas_, comenzando por el
_Centurio_ y el _Traso_ de la primera, siguiendo por el _Pandulfo_ de
la segunda, por el _Brumandilón_ de la tercera, por el Escalión de la
_Comedia Selvagia_, para no mencionar otras. En casi todas aparece el
tipo del rufián cobarde y jactancioso, acrecentándose de una en otra
los _fieros_, desgarros, juramentos, porvidas y blasfemias que salen de
sus vinosas bocas. Algo mitigado ó adecentado el tipo pasó á las tablas
del teatro popular con Lope de Rueda, que sobresalía en representar
esta figura cómica, la cual repite tres veces por lo menos en la parte
que conocemos de su repertorio. El gusto del siglo XVII no la toleraba
ya, y puede decirse que Lope de Vega la enterró definitivamente en _El
Rufián Castrucho_.
No puede confundirse con el rufián, reñidor de fingidas pendencias y
valiente de embeleco, el soldado fanfarrón, el _miles gloriosus_, cuya
primera aparición en nuestra escena data de la _Comedia Soldadesca_ de
Torres Naharro. Este nuevo personaje, aunque tiene á veces puntas y
collares rufianescos y pocos escrúpulos en lo que no toca á su oficio
de las armas, suele ser un soldado de verdad, curtido en campañas
sangrientas, y que sólo resulta cómico por lo desgarrado y jactancioso
de su lenguaje. Así le comprendió mejor que nadie Brantôme en el libro,
mucho más admirativo que malicioso, de sus _Rodomantades Espaignolles_,
donde bajo un título común se reúnen dichos de arrogancia heroica, con
bravatas pomposas ó hipérboles desaforadas. El libro de Brantôme más
que satírico es festivo, y en lo que tiene de serio fué dictado por
la más cordial simpatía y la admiración más sincera. El panegírico
que hace del soldado español no ha sido superado nunca. Era un
españolizante fervoroso; cada infante de nuestros tercios le parecía
un príncipe, y á los ingenios de nuestra gente, cuando quieren darse
á las letras y no á las armas, los encontraba «raros, excelentes,
admirables, profundos y sutiles». Sus escritos están atestados de
palabras castellanas, por lo general bien transcritas, y él mismo nos
da testimonio de que la mayor parte de los franceses de su tiempo
sabían hablar ó por lo menos entendían nuestra lengua. No sólo le
encantaba en los españoles la bravura, el garbo, la bizarría, sino
esas mismas fierezas y baladronadas que recopila «belles paroles
profferées à l'improviste», que satisfacen su gusto gascón y no hacen
más que acrecentar su entusiasmo por esta nación «brave bravasche et
vallereuse, et fort prompte d'esprit». Síguese de aquí que aunque
Brantôme fuese el inventor del género de las _Rodomontadas_, y el
primero que las coleccionó en un libro que no puede llamarse bilingüe,
puesto que las conserva en su lengua original sin traducción[193], lo
hizo sin la intención aviesa, siniestra y odiosa con que otros las
extractaron y acrecentaron en tiempo de Luis XIII.
Hora es de que tornemos los ojos á nuestra Península, y abandonando
por el momento los libros de anécdotas y chistes, nos fijemos más
particularmente en las colecciones de cuentos y narraciones breves que
en escaso número aparecen después de Timoneda y antes de Cervantes.
Una de estas colecciones está en lengua portuguesa, y si no es la
primera de su género en toda España, como pensó Manuel do Faria[194],
es seguramente la primera en Portugal, tierra fertilísima en variantes
de cuentos populares que la erudita diligencia de nuestros vecinos
va recopilando[195], y no enteramente desprovista de manifestaciones
literarias de este género durante los tiempos medios, aunque ninguna de
ellas alcance la importancia del _Calila y Sendebar_ castellanos, de
las obras de D. Juan Manuel ó de los libros catalanes de Ramón Lull y
Turmeda[196].
El primer cuentista portugués con fin y propósito de tal es
contemporáneo de Timoneda, pero publicó su colección después del
_Patrañuelo_. Llamábase Gonzalo Fernandes Trancoso, era natural del
pueblo de su nombre en la provincia de Beira, maestro de letras humanas
en Lisboa, lo cual explica las tendencias retóricas de su estilo,
y persona de condición bastante oscura, apenas mencionado por sus
contemporáneos. Aparte de los cuentos, no se cita más trabajo suyo que
un opúsculo de las «fiestas movibles» (_Festas mudaveis_), dedicado en
1570 al Arzobispo de Lisboa.
Á semejanza de Boccaccio, á quien la peste de Florencia dió ocasión y
cuadro para enfilar las historias del _Decameron_, Trancoso fué movido
á buscar algún solaz en la composición de las suyas con el terrible
motivo de la llamada _peste grande_ de Lisboa en 1569, á la cual hay
varias referencias en su libro. En el cuento 9.º de la 2.ª parte,
dice: «Assi a exemplo deste Marquez, _todos os que este anuo de mil e
quinhentos e sessenta e nove_, nesta peste perdemos mulheres, filhos
e fazenda, nos esfoçaremos e nāo nos entristeçamos tanto, que caiamos
em caso de desesperação sem comer e sem paciencia, dando occasião a
nossa morte». Trancoso hizo la descripción de esta peste, no en un
proemio como el novelista florentino, sino en una _Carta_ que dirigió
á la Reina Doña Catalina, viuda de D. Juan III y Regente del Reino. En
esta carta, que sólo se halla en la primera y rarísima edición de los
_Contos_ de 1575 y fué omitida malamente en las posteriores, refiere
Trancoso haber perdido en aquella calamidad á su mujer, á su hija, de
veinticuatro años, y á dos hijos, uno estudiante y otro niño de coro.
Agobiado por el peso de tantas desdichas, ni siquiera llegó á completar
el número de cuentos que se había propuesto escribir. De ellos publicó
dos partes, que en junto contienen veintiocho capítulos. Una tercera
parte póstuma, dada á luz por su hijo Antonio Fernandes, añade otros
diez.
Con el deseo de exagerar la antigüedad de los _Contos e historias de
proveito e exemplo_, supone Teófilo Braga que Trancoso había comenzado
á escribirlos en 1544[197]. Pero el texto que alega no confirma esta
conjetura, puesto que en él habla Trancoso de dicho año como de tiempo
pasado: «e elle levaba consigo duzentos e vinte reales de prata, _que
era isto o anno de 1544, que havia quasi tudo reales_». Me parece
evidente que Trancoso no se refiere aquí al año en que él escribía,
sino al año en que pasa la acción de su novela. Tampoco hay el menor
indicio de que la Primera Parte se imprimiese suelta antes de 1575, en
que apareció juntamente con la Segunda, reimprimiéndose ambas en 1585 y
1589. La tercera es de 1596[198]. No cabe duda, pues, de la prioridad
de Timoneda, cuyas _Patrañas_ estaban impresas desde 1566, tres años
antes de la peste de Lisboa. No creo, sin embargo, que Trancoso las
utilizase mucho. Las grandes semejanzas que el libro valenciano y el
portugués tienen en la narración de Griselda quizá puedan explicarse
por una lección italiana común, algo distinta de las de Boccaccio y
Petrarca.
Trancoso adaptó al portugués varios cuentos italianos de Boccaccio,
Bandello, Straparola y Giraldi Cinthio, pero lo que caracteriza su
colección y la da más valor _folklórico_ que á la de Timoneda es el
haber acudido con frecuencia á la fuente de la tradición oral. La
intención didáctica y moralizadora predomina en estos cuentos, y
algunos pueden calificarse de ejemplos piadosos, como el «del ermitaño
y el salteador de caminos», que inculca la necesidad del concurso de
las buenas obras para la justificación, aunque sin el profundo sentido
teológico que admiramos en la parábola dramática de _El Condenado por
desconfiado_, ni la variedad y riqueza de su acción, cuyas raíces se
esconden en antiquísimos temas populares. Otros enuncian sencillas
lecciones de economía doméstica y de buenas costumbres, recomendando
con especial encarecimiento la honestidad y recato en las doncellas y
la fidelidad conyugal, lo cual no deja de contrastar con la ligereza de
los _novellieri_ italianos, y aun de Timoneda, su imitador. El tono de
la coleccioncita portuguesa es constantemente grave y decoroso, y aun
en esto revela sus afinidades con la genuina poesía popular, que nunca
es inmoral de caso pensado, aunque sea muchas veces libre y desnuda en
la dicción.
El origen popular de algunos de estos relatos se comprueba también por
los refranes y estribillos, que les sirven de motivo ó conclusión,
v. gr.: «A moça virtuosa--Deus a esposa» (cont. III); «minha mãe,
calçotes» (cont. X), y otros dichos que son tradicionales todavía en
Oporto y en la región del Miño.
Algunas de las anécdotas recogidas por Trancoso son meramente dichos
agudos y sentenciosos que corrían de boca en boca, y no todos pueden
ser calificados de portugueses. Así el conocido rasgo clásico de la
vajilla mandada romper por Cotys, rey de Tracia, que aquí se encuentra
aplicado á un rey de España. La fuente remota pero indisputable de esta
anécdota, que pasó á tantos centones, es Plutarco en sus _Apotegmas_,
que andaban traducidos al castellano desde 1533. Es verosímil, además,
que Trancoso manejase la _Floresta Española_ de Melchor de Santa Cruz,
impresa un año antes que los _Contos_, pues sólo así se explica la
identidad casi literal de ambos textos en algunas anécdotas y dichos de
personajes castellanos. Puede compararse, por ejemplo, el cuento 8.º de
la _Parte Primeira_ del portugués con éste, que figura en el capítulo
III de la colección del toledano:
«Un contador de este Arzobispo (D. Alonso Carrillo) le dixo que era
tan grande el gasto de su casa, que ningún término hallaba cómo se
pudiese sustentar con la renta que tenia. Dixo el Arzobispo: «¿Pues
qué medio te parece que se tenga?» Respondió el Contador: «Que despida
Vuestra Señoria aquellos de quien no tiene necesidad». Mandóle el
Arzobispo que diese un memorial de los que le sobraban, y de los que
se habian de quedar. El Contador puso primero aquellos que le parecian
á él más necesarios y en otra memoria los que no eran menester. El
Arzobispo tuvo manera como le diese el memorial delante de los más de
sus criados, y leyéndole, dixo: «Estos queden, que yo los he menester;
esotros ellos me han menester á mí»[199].
También pertenece á la historia castellana este dicho del Marqués
de Priego, viendo asolada una de sus fortalezas por mandado del Rey
Católico: «Bendito y alabado sea Dios que me dió paredes en que
descargase la ira del Rey». (Cont. IX, parte 1.ª de Trancoso.)
Llegando á los cuentos propiamente dichos, á las narraciones algo más
extensas, que pueden calificarse de novelas cortas, es patente que
el autor portugués las recibió casi siempre de la tradición oral, y
no de los textos literarios. Por eso y por su relativa antigüedad
merecen singular aprecio sus versiones, aun tratándose de temas muy
conocidos, como el «del Rey Juan y el abad de Cantorbery» (que aquí es
un comendador llamado _D. Simón_), ó el de «la prueba de las naranjas»,
ó el de «los tres consejos», parábola de indiscutible origen oriental,
que difiere profundamente de todas las demás variantes conocidas y
ofrece una peripecia análoga á la leyenda del paje de la Reina Santa
Isabel[200].
Todavía tienen más hondas raíces en el subsuelo misterioso de la
tradición primitiva, común á los pueblos y razas más diversas, otros
cuentos de Trancoso, por ejemplo, el de la reina virtuosa y la envidia
de sus hermanas, que la acusan de parir diversos monstruos, con los
cuales ellas suplantan las criaturas que la inocente heroína va dando á
luz. Innumerables son los paradigmas de esta conseja en la literatura
oral de todos los países, como puede verse en los eruditísimos trabajos
de Reinhold Köhler y de Estanislao Prato[201], que recopilan á
este propósito cuentos italianos, franceses, alemanes, irlandeses,
escandinavos, húngaros, eslavos, griegos modernos, en número enorme.
Sin salir de nuestra Península, la encontramos en Andalucía, en
Portugal, en Cataluña, y ni siquiera falta una versión vasca recogida
por Webster[202]. La novelística literaria ofrece este tema con igual
profusión en _Las Mil y una noches_, en Straparola (n. 4, fáb. III); en
la _Posilecheata_ del obispo Pompeyo Sarnelli, publicada por Imbriani
(cuento tercero); en Mad. D'Aulnoy, _La Princesse Belle-Etoile et le
prince Chévi_. Carlos Gozzi le transportó al teatro en su célebre
_fiaba filosofica «L'Augellino belverde»_, y D. Juan Valera le
rejuveneció para el gusto español con la suave y cándida malicia de
su deleitable prosa. Un nexo misterioso pero indudable, ya reconocido
por Grimm, enlaza este cuento con el del caballero del Cisne y con
las poéticas tradiciones relativas á Lohengrin. Tan extraordinaria
y persistente difusión indica un simbolismo primitivo, no fácil de
rastrear, sin embargo, aun por la comparación de las versiones más
antiguas. La de Trancoso conserva cierta sencillez relativa, y no
está muy alejada de las que Leite de Vasconcellos y Teófilo Braga han
recogido de boca del pueblo portugués en nuestros días.
Persisten del mismo modo en la viva voz del vulgo el cuento del _real
bien ganado_ que conduce á un piadoso labriego al hallazgo de una
piedra preciosa, y el de «quien todo lo quiere, todo lo pierde»,
fundado en una estratagema jurídica que altera el valor de las
palabras. Y aunque todavía no se hayan registrado versiones populares
de otras consejas, puede traslucirse el mismo origen en la de «la buena
suegra», que tanto contrasta con el odioso papel que generalmente se
atribuye á las suegras en cuentos y romances, y que en su desarrollo
ofrece una situación análoga á la astucia empleada en la comedia de
Shakespeare _All's well that ends well_, cuyo argumento está tomado,
como se sabe, del cuento decameroniano de Giletta de Narbona (n. 9,
giorn. III). Obsérvese que Trancoso conocía también á Boccaccio, pero
en este caso no le imita, sino que coincide con él.
De _El Conde Lucanor_ no creemos que tuviese conocimiento, puesto que
la edición de Argote es del mismo año que la primera de los _Contos_;
pero en ambas colecciones es casi idéntico el ejemplo moral que sirve
para probar la piadosa máxima: «Bendito sea Dios, ca pues él lo fizo,
esto es lo mejor»; salvo que en Trancoso queda reducido á la condición
de médico el resignado protagonista de la pierna quebrada, que en
la anécdota recogida por D. Juan Manuel tiene un nombre ilustre: D.
Rodrigo Meléndez de Valdés, «caballero mucho honrado del reino de
Leon». Los nombres y circunstancias históricas es lo primero que se
borra en la tradición y en el canto popular.
El cuento «del hallazgo de la bolsa» se halla con circunstancias
diversas en Sercambi, en Giraldi Cinthio y en Timoneda[203]; pero la
versión de Trancoso parece independiente y popular, como lo es también
el cuento de «los dos hermanos», que en alguna de sus peripecias (el
pleito sobre la cola de la bestia, transportado por Timoneda á la
_patraña_ sexta y no olvidado por Cervantes en _La Ilustre Fregona_),
pertenece al vastísimo ciclo de ficciones del «justo juez», que Benfey
y Köhler han estudiado minuciosamente comparando versiones rusas,
tibetanas, indias y germánicas.
La parte de invención personal en los cuentos de Trancoso debe de ser
muy exigua, aun en los casos en que no puede señalarse derivación
directa. Nadie le creerá capaz de haber inventado un cuento tan
genuinamente popular como el «del falso príncipe y el verdadero»,
puesto que son _folklóricos_ todos sus elementos: la fuerza de la
sangre, que se revela por la valentía y arrojo en el verdadero
príncipe, y por la cobardía en el falso é intruso, y el casamiento del
héroe con una princesa, que permanece encantada durante cierto tiempo,
en forma de vieja decrépita. Cuando Trancoso intenta novelar de propia
minerva, lo cual raras veces le acontece, cae en lugares comunes y
se arrastra lánguidamente. Tal le sucede en el cuento del hijo de un
mercader, que en recompensa de su piedad llegó á ser rey de Inglaterra
(cuento II de la 2.ª parte). Trancoso parece haberle compaginado con
reminiscencias de libros caballerescos, especialmente del _Oliveros
de Castilla_. Es una nueva versión del tema del muerto agradecido.
Los agradecidos son aquí dos santos, cuyas reliquias había rescatado
en Berbería el héroe de la novela, y que con cuerpos fantásticos le
acompañan en su viaje y le hacen salir vencedor de las justas en que
conquista la mano de la princesa de Inglaterra.
Los cuentos de Trancoso en que debe admitirse imitación literaria son
los menos. De Boccaccio trasladó, no sólo la _Griselda_, sino también
la historia de los fieles amigos Tito y Gisipo (_Decameron_, giorn.
X, n. 8), transportando la acción á Lisboa y Coimbra. De Bandello, la
novela XV de la Parte 2.ª, en que se relata aquel acto de justicia
del Duque Alejandro de Médicis, que sirve de argumento á la comedia
de Lope de Vega _La Quinta de Florencia_[204]. De las _Noches_ de
Straparola tomó, recortándola mucho, la _primera_ novela, que persuade
la conveniencia de guardar secreto, especialmente con las mujeres,
y de ser obediente á los consejos de los padres. El cuento está muy
abreviado, pero no empeorado, por Trancoso, y el artificio de simular
muerto un neblí ó halcón predilecto del Marqués de Monferrato, para dar
ocasión á que la mujer imprudente y ofendida delate á su marido y ponga
en grave riesgo su vida, es nota característica de ambas versiones,
y las separa de otras muchas[205], comenzando por la del _Gesta
Romanorum_[206].
Giraldi Cinthio suministró á la colección portuguesa dos novelas,
es á saber, la quinta de la primera década, en que el homicida, cuya
cabeza ha sido pregonada, viene á ponerse en manos de la justicia para
salvar de la miseria á su mujer é hijos con el precio ofrecido á quien
le entregue muerto ó vivo[207]; y la primera de la década segunda,
cuyo argumento en Trancoso, que sólo ha cambiado los nombres, es el
siguiente: Aurelia, princesa de Castilla, promete su mano al que le
traiga la cabeza del que asesinó á su novio Pompeyo. El incógnito
matador Felicio, que había cometido su crimen por amor á Aurelia,
vuelve del destierro con nombre supuesto, y después de prestar á la
Princesa grandes servicios en la guerra contra el Rey de Aragón su
despechado pretendiente, pone su vida en manos de la dama, la cual, no
sólo le perdona, sino que se casa con él, cumpliendo lo prometido[208].
En la primera de estas leyendas fundó Lope de Vega su comedia _El
Piadoso Veneciano_.
Si á esta media docena de novelas añadimos el conocido apólogo del
codicioso y el envidioso, que puede leerse en muchos libros de
ejemplos, pero que Trancoso, como maestro de latinidad que era, tomó
probablemente de la fábula 22 de Aviano, que es el texto más antiguo
en que se encuentra[209], tendremos apurado casi todo lo que en su
libro tiene visos de erudición y es fruto de sus lecturas, no muchas ni
variadas, á juzgar por la muestra. Ni estas imitaciones ocasionales,
ni el fárrago de moralidades impertinentes y frías que abruman los
cuentos, bastan para borrar el sello hondamente popular de este libro,
que no sólo por la calidad de sus materiales, sino por su estilo fácil,
expresivo y gracioso, es singular en la literatura portuguesa del siglo
XVI, donde aparece sin precedentes ni imitadores. Los eruditos pudieron
desdeñarle; pero el pueblo siguió leyéndole con devoción hasta fines
del siglo XVIII, en que todavía le cita un poeta tan culto y clásico
como Filinto Elysio: «os _Contos de Trancoso_, do tempo de nossos
avoengos». Filinto se complacía en recordarlos y no desdeñaba tampoco
(caso raro en su tiempo) los de tradición oral, «contos que ouvi contar
ha mais de setenta e dois annos», como las _Tres Cidras do Amor_, _João
Ratão_ y la _Princesa Doninha_. «Com o titulo da _Gata Borralheira_,
contava minha mãe a historia de _Cendrillon_. E nunca minha mãe soube
francez»[210].
El cuento literario medró muy poco en Portugal después de Trancoso.
Si alguno se halla es meramente á título de ejemplo moral en libros
ascéticos ó de materia predicable, como el _Baculo pastoral de Flores
de Exemplos_ de Francisco Saraiva de Sousa (1657), el _Estimulo
pratico_, la _Nova floresta de varios Apophtegmas_ y otras obras del
P. Manuel Bernardes, ó en ciertas misceláneas eruditas del siglo
XVIII, como la _Academia Universal de varia erudição_ del P. Manuel
Consciencia, y las _Horas de Recreio nas ferias de maiores estudos_
del P. Juan Bautista de Castro (1770). Sólo los estudios _folklóricos_
de nuestros días han hecho reverdecer esta frondosa rama de la
tradición galaico-lusitana, cuya importancia, literaria por lo menos,
ya sospechaba un preclaro ingenio de principios del siglo XVII, que
intentó antes que otro alguno reducir á reglas y preceptos el arte
infantil de los contadores, dándonos de paso una teoría del género y
una indicación de sus principales temas. Me refiero al curioso libro de
Francisco Rodríguez Lobo _Corte na aldea e noites de inverno_, de que
más detenidamente he de tratar en otra parte de los presentes estudios,
puesto que por la fecha de su primera edición (1619) es ya posterior
á las _Novelas_ de Cervantes. Pero no quiero omitir aquí la mención
de los dos curiosísimos diálogos décimo y undécimo, en que presenta
dos tipos contrapuestos de narración, una al modo italiano (_Historia
de los amores de Aleramo y Adelasia--Historia de los amores de
Manfredo y Eurice_), otro al modo popular «con más bordones y muletas
que tiene una casa de romería, sin que falten términos de viejas y
remedios de los que usan los descuidados». Con este motivo establece
una distinción Rodríguez Lobo entre los _cuentos_ y las _historias_
(sinónimo aquí de las _novelle_ toscanas), donde puede campear mejor
«la buena descripción de las personas, relación de los acontecimientos,
razón de los tiempos y lugares, y una plática por parte de algunas
de las figuras que mueva más á compasión y piedad, que esto hace
doblar después la alegría del buen suceso», en suma todos los recursos
patéticos y toda la elegancia retórica de Boccaccio y sus discípulos.
«Esta diferencia me parece que se debe hacer de los cuentos y de las
historias, que aquéllas piden más palabras que éstos, y dan mayor lugar
al ornato y concierto de las razones, llevándolas de manera que vayan
aficionando el deseo de los oyentes, y los _cuentos_ no quieren tanta
retórica, porque lo principal en que consisten está en la gracia del
que habla y en la que tiene de suyo la cosa que se cuenta».
«Son estos cuentos de tres maneras: unos fundados en descuidos y
desatientos, otros en mera ignorancia, otros en engaño y sutileza. Los
primeros y segundos tienen más gracia y provocan más á risa y constan
de menos razones, porque solamente se cuenta el caso, diciendo el
cortesano con gracia propia los yerros ajenos. Los terceros sufren más
palabras, porque debe el que cuenta referir cómo se hubo el discreto
con otro que lo era menos ó que en la ocasión quedó más engañado...».
De todos ellos pone Rodríguez Lobo multiplicados ejemplos y continúa
enumerando otras variedades: «Demás destos tres órdenes de cuentos
de que tengo hablado hay otros muy graciosos y galanos, que por ser
de descuidos de personas en quien había en todas las cosas de haber
mayor cuidado, no son dignos de entrar en regla ni de ser traídos por
ejemplo. Lo general es que el desatiento ó la ignorancia, donde menos
se espera, tiene mayor gracia. Después de los cuentos graciosos se
siguen otros de sutileza, como son hurtos, engaños de guerra, otros
de miedos, fantasmas, esfuerzo, libertad, desprecio, largueza y otros
semejantes, que obligan más á espanto que á alegría, y puesto que se
deben todos contar con el mismo término y lenguaje, se deben en ellos
usar palabras más graves que risueñas».
Trata finalmente de los dichos sentenciosos, agudos y picantes, dando
discretas reglas sobre la oportunidad y sazón en que han de ser
empleados: «Los cuentos y dichos galanes deben ser en la conversación
como los pasamanos y guarniciones en los vestidos, que no parezca que
cortaron la seda para ellos, sino que cayeron bien, y salieron con
el color de la seda ó del paño sobre que los pusieron; porque hay
algunos que quieren traer su cuento á fuerza de remos, cuando no les
dan viento los oyentes, y aunque con otras cosas les corten el hilo,
vuelven á la tela, y lo hacen comer recalentado, quitándole el gusto
y gracia que pudiera tener si cayera á caso y á propósito, que es
cuando se habla en la materia de que se trata ó cuando se contó otro
semejante. Y si conviene mucha advertencia y decoro para decirlos,
otra mayor se requiere para oirlos, porque hay muchos tan presurosos
del cuento ó dicho que saben, que en oyéndolo comenzar á otro, se le
adelantan ó le van ayudando á versos como si fuera salmo; lo cual me
parece notable yerro, porque puesto que le parezca á uno que contará
aquello mismo que oye con más gracia y mejor término, no se ha de
fiar de sí, ni sobre esa certeza querer mejorarse del que lo cuenta,
antes oirle y festejarle con el mismo aplauso como si fuera la primera
vez que lo oyese, porque muchas veces es prudencia fingir en algunas
cosas ignorancia... Tampoco soy de opinión que si un hombre supiese
muchos cuentos ó dichos de la materia en que se habla, que los saque
todos á plaza, como jugador que sacó la runfla de algún metal, sino
que deje lugar á los demás, y no quiera ganar el de todos ni hacer la
conversación consigo solo»[211].
De estos «cuentos galantes, dichos graciosos y apodos risueños»
proponía Rodríguez Lobo que se formase «un nuevo _Alivio de
caminantes_, con mejor traza que el primero». Es la única colección
que cita de las anteriores á su tiempo, aunque no debía de serle
ignorada la _Floresta Española_, que es más copiosa y de «mejor traza».
Aunque Rodríguez Lobo imita en cierto modo el plan de _El Cortesano_
de Castiglione, donde también hay preceptos y modelos de cuentos y
chistes, sus advertencias recaen, como se ve, sobre el cuento popular
é indígena de su país, y prueban el mucho lugar que en nuestras
costumbres peninsulares tenía este ingenioso deporte, aunque rara vez
pasase á los libros.
Algunos seguían componiéndose, sin embargo, en lengua castellana.
El más curioso salió de las prensas de Valencia, lo mismo que el
_Patrañuelo_, y su autor pertenecía á una familia de ilustres
tipógrafos y editores, de origen flamenco, que constituyen al mismo
tiempo una dinastía de humanistas[212]. Aunque Sebastián Mey no alcanzó
tanta fama como otros de su sangre, especialmente su doctísimo padre
Felipe Mey, poeta y traductor de Ovidio, filólogo y profesor de Griego
en la Universidad de Valencia, y hombre, en fin, que mereció tener
por mecenas al grande arzobispo de Tarragona Antonio Agustín, es
indudable, por el único libro suyo que conocemos, que tenía condiciones
de prosista muy superiores á las de Timoneda, y que nadie, entre los
escasos cuentistas de aquella Edad, le supera en garbo y soltura
narrativa. La extraordinaria rareza de su _Fabulario_[213], del cual
sólo conocemos dos ejemplares, uno en la Biblioteca Nacional de Madrid
y otro en la de París, ha podido hacer creer que era meramente un libro
de fábulas esópicas. Es cierto que las contiene en bastante número,
pero hay, entre los cincuenta y siete capítulos de que se compone,
otros cuentos y anécdotas de procedencia muy diversa y algunos ensayos
de novela corta á la manera italiana, por lo cual ofrece interés la
indagación de sus fuentes, sobre las cuales acaba de publicar un
interesante trabajo el joven erudito norteamericano Milton A. Buchanan,
de las Universidades de Toronto y Chicago[214].
Exacto es al pie de la letra lo que dice Sebastián Mey en el prólogo
de su _Fabulario_: «Tiene muchas fábulas y cuentos nuevos que no están
en los otros (libros), y los que hay viejos están aquí por diferente
estilo». Aun los mismos apólogos clásicos, que toma casi siempre de
la antigua colección esópica[215], están remozados por él con estilo
original y con la libertad propia de los verdaderos fabulistas.
Hubiera podido escribir sus apólogos en verso, y no sin elegancia, como
lo prueban los dísticos endecasílabos con que expresa la moralidad
de la fábula, á ejemplo, sin duda, de D. Juan Manuel, puesto que la
compilación de _Exemplos_ de Clemente Sánchez de Vercial debía de serle
desconocida. Con buen acuerdo prefirió la prosa. Interrumpida como
estaba después del Arcipreste de Hita la tradición de la fábula en
verso, hubiera tenido que forjarse un molde nuevo de estilo y dicción,
como felizmente lo intentó Bartolomé Leonardo de Argensola en las pocas
fábulas que á imitación de Horacio intercala en sus epístolas, y como
lo lograron, cultivando el género más de propósito, Samaniego é Iriarte
en el siglo XVIII, y creemos que la pericia técnica de Sebastián Mey
no alcanzaba á tanto. Pero en la sabrosísima prosa de su tiempo, y con
puntas de intención satírica á veces, desarrolla, de un modo vivo y
pintoresco, aun los temas más gastados. Sirva de ejemplo la fábula de
_El lobo, la raposa y el asno_:
«Teniendo hambre la raposa y el lobo, se llegaron hazia los arrabales
de una aldea, por ver si hallarian alguna cosa a mal recado, y toparon
con un asno bien gordo y lucido, que estava paciendo en un prado; pero
temiendose que por estar tan cerca de poblado corrian peligro si alli
esecutavan en él su designio, acordaron de ver si con buenas razones
podrian apartarle de alli, por donde acercando a él la raposa, le habló
de esta suerte: «Borriquillo, borriquillo, que norabuena esteys, y os
haga buen provecho la yervecica; bien pensays vos que no os conozco,
sabed pues que no he tenido yo en esta vida mayor amiga que vuestra
madre. Oh, qué honradaza era: no havia entre las dos pan partido. Agora
venimos de parte de un tio vuestro, que detras de aquel monte tiene
su morada, en unas praderias que no las hay en el mundo tales: alli
podreys dezir que hay buena yerba, que aqui todo es miseria. El nos ha
embiado para que os notifiquemos cómo casa una hija, y quiere que os
halleys vos en las bodas. Por esta cuesta arriba podemos ir juntos;
que yo sé un atajo por donde acortaremos gran rato de camino». El
asno, aunque tosco y boçal, era por estremo malicioso; y en viéndolos
imaginó hazerles alguna burla; por esto no huyó, sino que se estuvo
quedo y sosegado, sin mostrar tenerles miedo. Pero quando huvo oido
a la raposa, aunque tuvo todo lo que dezia por mentira, mostró mucho
contento, y començó a quexarse de su amo, diziendo cómo dias havia le
huviera dexado, si no que le devia su soldada; y para no pagarle,
de dia en dia le traia en palabras, y que finalmente solo havia
podido alcançar dél que le hiziese una obligacion de pagarle dentro
de cierto tiempo, que pues no podia por entonces cobrar, a lo menos
queria informarse de un letrado, si era bastante aquella escritura,
la qual tenia en la uña del pie, para tener segura su deuda. Bolviose
la raposa entonces al lobo (que ya ella se temió de algun temporal)
y le preguntó si sus letras podian suplir en semejante menester.
Pero él no entendiéndola de grosero, muerto porque le tuviesen por
letrado, respondió muy hinchado que havia estudiado Leyes en Salamanca,
y rebuelto muchas vezes a Bartulo y Bartuloto y aun á Galeno, y se
preciava de ser muy buen jurista y sofistico, y estava tan platico en
los negocios, y tan al cabo de todo, que no daria ventaja en la plaça
a otro ninguno que mejores sangrias hiziese; por el tanto amostrase la
escritura, y se pusiese en sus manos, que le ofrecia ser su avogado
para quando huviese de cobrar el dinero, y hazer que le pagasen tambien
las costas, y que le empeñava sobre ello su palabra; que tuviese buena
esperança. Levantó el asno entonces el pie, diziendole que leyese. Y
quando el lobo estava mas divertido en buscar la escritura, le asentó
con entrambos piés un par de coces en el caxco, que por poco le hiziera
saltar los sesos. En fin, el golpe fue tal, que perdido del todo
el sentido, cayó el triste lobo en el suelo como muerto. La raposa
entonces dándose una palmada en la frente, dixo assi: «Oh! cómo es
verdadero aquel refran antiguo, que tan grandes asnos hay con letras
como sin letras». Y en diziendo esto, echó a huir cada qual por su
cabo, ella para la montaña y el asno para el aldea».
Compárese esta linda adaptación con el texto castellano del siglo XV,
mandado traducir por el Infante de Aragón D. Enrique (Fábula 1.ª entre
las _extravagantes_ del «_Isopo_»), y se comprenderá lo que habían
adelantado la lengua y el arte de la narración durante un siglo. Con no
menos originalidad de detalle, picante y donosa, están tratadas otras
fábulas de la misma colección, donde ya estaban interpoladas, además
de las esópicas, algunas de las que Mey sacó de Aviano, v. gr.: la _de
fure et parvo_: «del mozo llorante y del ladrón». Un muchacho engaña á
un ladrón, haciéndole creer que se le ha caído una jarra de plata en un
pozo. El ladrón, vencido de la codicia, se arroja al pozo, despojándose
antes de sus vestidos, que el muchacho le roba, dejándole burlado. En
la colección de Mey tiene el número 5.º y esta moraleja:
Al que engañado á todo el mundo ofende,
Quien menos piensa, alguna vez le vende.
De las fábulas de animales es fácil el tránsito á otros apólogos no
menos sencillos, y por lo general de la misma procedencia clásica, en
que intervienen, principal ó exclusivamente, personajes racionales, por
ejemplo: «La Enferma de los ojos y el Médico»,[216] El avariento[217],
«El padre y los hijos», todas ellas de origen esópico. Baste como
muestra el último:
«Un labrador, estando ya para morir, hizo llamar delante sí a sus
hijos; a los quales habló desta suerte: «Pues se sirve Dios de que en
esta dolencia tenga mi vida fin, quiero, hijos mios, revelaros lo que
hasta aora os he tenido encubierto, y es que tengo enterrado en la viña
un tesoro de grandissimo valor. Es menester que pongays diligencia
en cavarla, si quereys hallarle», y sin declararles más partió desta
vida. Los hijos, despues de haver concluido con el entierro del padre,
fueron a la viña, y por espacio de muchos dias nunca entendieron sino
en cavarla, quando en una, quando en otra parte, pero jamás hallaron
lo que no havia en ella: bien es verdad que por haberla cavado tanto,
dió sin comparacion más fruto aquel año que solia dar antes en muchos.
Viendo entonces el hermano mayor quánto se habian aprovechado, dixo a
los otros: «Verdaderamente aora entiendo por la esperiencia, hermanos,
que el tesoro de la viña de nuestro padre es nuestro trabajo.
En esta vida la mejor herencia
Es aplicar trabajo y diligencia»[218].
Las relaciones novelísticas de Sebastián Mey con las colecciones de
la Edad Media no son tan fáciles de establecer como las que tiene con
Esopo y Aviano. De D. Juan Manuel no parece haber imitado más que un
cuento, el del molinero, su hijo y el asno. Con _Calila y Dimna_ tiene
comunes dos: _El Amigo Desleal_, que es el apólogo «de los mures que
comieron fierro»[219], y _El Mentiroso burlado_; pero ni uno ni otro
proceden de la primitiva versión castellana derivada del árabe, ni del
_Exemplario contra los engaños y peligros del mundo_, traducido del
_Directorium vitae humanae_ de Juan de Capua, sino de alguna de las
imitaciones italianas, probablemente de la de Firenzuola: _Discorsi
degli animali_, de quien toma literalmente alguna frase[220]. Por ser
tan raro el texto de Mey le reproduzco aquí, para que se compare con el
italiano, que puede consultarse fácilmente en ediciones modernas:
Fábula XXVIII. _El hombre verdadero y el mentiroso_:
«Ivan caminando dos compañeros, entrambos de una tierra y conocidos:
el uno de ellos hombre amigo de verdad y sin doblez alguna, y el otro
mentiroso y fingido. Acaeció, pues, que a un mismo tiempo viendo en
el suelo un talegoncico, fueron entrambos a echarle mano, y hallaron
que estava lleno de doblones y de reales de a ocho. Quando estuvieron
cerca de la ciudad donde bivian, dixo el hombre de bien: “Partamos
este dinero, para que pueda cada uno hazer de su parte lo que le
diere gusto”. El otro, que era bellaco, le respondio: “Por ventura si
nos viesen con tanto dinero, seria dar alguna sospecha, y aun quiça
nos porniamos en peligro de que nos le robasen, porque no falta en
la ciudad quien tiene cuenta con las bolsas agenas. Pareceme que
seria lo mejor tomar alguna pequeña quantia por agora, y enterrar
lo demas en lugar secreto, y quando se nos ofreciere despues haver
menester dineros, vernemos entramos juntos a sacarlos, y con esto
nos quitaremos por aora de inconvenientes”. El hombre bueno, o si se
sufre llamarle bovo, pues no cayó en la malicia ni engaño del otro,
pretendiendo que su intencion era buena, facilmente vino en ello,
y tomando entonces alguna quantidad cada uno dellos, enterraron lo
demas a la raiz de un arbol que alli juntico estava, habiendo tenido
mucha cuenta con que ninguno los mirase; y muy contentos y alegres
se bolvieron de alli a sus casas. Pero el engañoso compañero venido
el siguiente dia, puso en ejecucion su pensamiento, y bolviendo
secretamente al sobredicho lugar, sin que persona del mundo tuviese
aliento dello, quando el otro estava más descuydado, se llevó el
talegoncico con todo el dinero a su casa. Pocos dias despues el buen
hombre y simple con el vellaco y malicioso, le dixo: “Paréceme que ya
será hora que saquemos de alli y repartamos aquellos dineros, porque
yo he comprado una viña, y tengo de pagarla, y tambien he de acudir
a otros menesteres que se me ofrecen». El otro le respondio: «Yo
ando tambien en compra de una heredad, y havia salido con intento de
buscaros por esta ocasion”. “No ha sido poca ventura toparnos (replicó
el compañero), para poder luego, ir juntos”, como tenian concertado.
“Que vamos en buen hora” (dixo el otro), y sin gastar más razones
se pusieron en camino. Llegados al arbol donde le avian enterrado,
por bien que cavaron alrededor, como no tuvo remedio de hallarle, no
haviendo señal de dinero; el mal hombre que le havia robado, començó a
hazer ademanes y gestos de loco, y grandes estremos y quexas diciendo:
“No hay el dia de hoy fe ni verdad en los hombres: el que pensays
que os es mas amigo, esse os venderá mejor. De quién podremos fiar
hoy en el mundo? ah traydor, vellaco, esto me teniades guardado?
quién ha podido robar este dinero sino tu? ninguno havia que supiese
dél”. Aquel simplezillo que tenia más razon de poderse quexar y de
dolerse, por verse despedido en un punto de toda su esperanza, por el
contrario se vio necesitado a dar satisfacion y desculparse, y con
grandes juramentos protestava que no sabia en el robo arte ni parte,
aunque le aprovechaba poco, porque mostrandose más indignado el otro y
dando mayores bozes dezia: “No pienses que te saldras sin pagarlo: la
justicia, la justicia lo ha de saber, y darte el castigo que merece tu
maldad”. Replicando el otro que estava inocente de semejante delito,
se fueron gritando y riñendo delante el juez, el qual tras haver
los dos altercado en su presencia grande rato, preguntó si estava
presente alguno quando escondian el dinero? Aquel tacaño, mostrando más
confiança que si fuera un santo, al momento respondio: “Señor, sí, un
testigo havia que no sabe mentir, el qual es el mismo arbol entre cuyas
raizes el dinero estava enterrado. Este por voluntad de Dios dirá toda
la verdad como ha pasado, para que se vea la falsedad deste hombre,
y sea la justicia ensalçada”. El juez entonces (que quiera que lo
moviese) ordenó de hallarse las partes en el dicho lugar el siguiente
dia, para determinar alli la causa, y asi por un ministro les hizo
mandato so graves penas, que hirviesen de comparecer y presentarse,
dando primero, como lo hicieron, buena seguridad. Pareciole muy a su
proposito esta deliberacion del juez al malhechor, pretendiendo que
cierto embuste que iva tramando, ternia por semejante via efeto. Por
donde bolviendose a su casa, y llamando a su padre, le dixo assi:
“Padre muy amado, un secreto quiero descubriros, que os he tenido hasta
agora encubierto, por parecerme que assi con venia hazerse... Haveys
de saber que yo propio he robado el tesoro que demando a mi compañero
por justicia, para poder sustentaros a vos y a mi familia con más
comodidad. Dense a Dios las gracias y a mi buena industria, que ya
está el negocio en punto que solo con ayudar vos un poquito, será sin
réplica ninguna nuestro». Y contóles todo lo que havia passado, y lo
que havia provehido el juez, a lo qual añadió: «Lo que al presente os
ruego, es que vays esta noche a esconderos en el hueco de aquel arbol:
porque facilmente podreys entrar por la parte de arriba, y estar dentro
muy a placer, sin que puedan veros, porque el arbol es grueso y lo
tengo yo muy bien notado. Y quando el juez interrogare, disimulando
entonces vos la boz que parezca de algun espiritu, respondereys de
la manera que conviene”. El mal viejo que havia criado a su hijo tal
qual era él, se convencio de presto de sus razones, y sin temerse
de peligro alguno, aquella noche se escondio dentro el árbol. Vino
alli el juez el dia siguiente con los dos litigantes, y otros muchos
que le acompañavan, y habiendo debatido buen rato sobre el negocio,
al cabo preguntó en alta voz quién habia robado el tesoro. El ruin
viejo, en tono extraordinario y con boz horrible, dixo que aquel buen
hombre. Fue cosa esta que causó al juez y a los presentes increible
admiracion, y estuvieron suspensos un rato sin hablar, al cabo del qual
dixo el juez: “Bendito sea el Señor, que con milagro tan manifiesto ha
querido mostrar quanta fuerça tiene la verdad. Para que desto quede
perpetua memoria, como es razon, quiero de todo punto apurarlo. Porque
me acuerdo que antiguamente havia Nimfas en los arboles, verdad sea
que nunca yo habia dado credito a cosas semejantes, sino que lo tenia
todo por patrañas y fabulas de poetas. Mas agora no sé qué dezirme,
haviendo aqui en presencia de tantos testigos oido hablar a este arbol.
En estremo me holgaria saber si es Nimfa o espiritu, y ver qué talle
tiene, y si es de aquella hermosura encarecida por los poetas. Pues
caso que fuese una cosa destas, poco mal podriamos nosotros hazerle por
ninguna via”. Dicho esto mandó amontonar al pie del arbol leños secos
que havia por alli hartos, y ponerles fuego. ¿Quién podrá declarar quál
se paró el pobre viejo, quando començó el tronco a calentarse, y el
humo a ahogarle? Sólo sé dezir que se puso entonces con bozes muy altas
a gritar: “Misericordia, misericordia; que me abraso, que me ahogo, que
me quemo”. Lo qual visto por el juez, y que no havia sido el milagro
por virtud Divina, ni por haber Nimfa en el arbol, haziendole sacar de
alli medio ahogado, y castigandole a él y a su hijo, segun merecian,
mandó que le truxesssen alli todo el dinero, y entregósele al buen
hombre, que tan injustamente havian ellos infamado. Assi quedó premiada
la verdad y la mentira castigada.
La verdad finalmente prevalece,
Y la mentira con su autor perece».
Aunque el cuento en _Calila y Dimna_[221] no sea tan seco y esquemático
como otros muchos, lo es bastante para que no lamentemos el aliño con
que Firenzuola y Mey remediaron su aridez, haciendo correr por él la
savia de un fácil y gracioso diálogo. Y no me parece que la versión del
segundo, aunque inspirada por la del primero, sea inferior á ella, á
pesar de la amena y exquisita elegancia del monje de Vallumbrosa.
Sebastián Mey, aun en los raros casos en que traduce fielmente algún
original conocido, procura darle color local, introduciendo nombres
españoles de personas y lugares. Tal acontece en el cuento 53, «La
Prueba de bien querer», que es una paráfrasis amplificada de la facecia
116 de Poggio «De viro quae suae uxori mortuum se ostendit»[222]. En el
cuento latino la escena pasa en Montevarchio, y el protagonista es un
cierto hortelano, «hortulanus quidam». Mey castellaniza la anécdota en
estos graciosos términos:
«Anton Gonçalez Gallego era hombre que se bivia muy a plazer en la
villa de Torrejon; tenia una mujeraça de mediano talle, y de una
condicionaça muy buena, de manera que aunque él era un poquito reñidor,
ella siempre le abonançava, porque no le entrava a ella el enojo de los
dientes adentro; y assi eran presto apaziguados. Acaeció que bolviendo
él un dia de labrar, halló que la mujer havia ido al rio a lavar los
paños, por donde se recostó sobre un poyo, esperando a que viniese, y
como ella tardase, començó a divertir en pensamientos, y entre otros le
acudió en quanta paz bivia con su muger, y dezia en su imaginativa: «La
causa está en ella, y en el amor que me tiene, porque hartas ocasiones
le doy yo con mi reñir, pero quiéreme tanto que todo lo disimula con
muy gran cordura a trueco de tenerme contento. Pues si yo me muriese,
qué haria ella? Creo que se moriria de tristeza. ¡O quién se hallase
alli para ver los estremos que haria, y las palabras lastimeras que
echaria de aquella su boca! pues en verdad que lo he de provar, y
asegurarme dello por la vista». Sintiendo en esto que la muger venia,
se tendia en el suelo como un muerto. Ella entró, y mirandole de cerca,
y provando a levantarle, como él no hazia movimiento, y le vio sin
resuello, creyó verdaderamente que era muerto, pero venia con hambre
y no sabia resolverse en si comeria primero o lloraria la muerte del
marido. En fin, constreñida de la mucha gana que traia, determinó comer
primero. Y poniendo sobre las brasas parte de un recuesto de tocino
que tenia alli colgado, se le comió en dos palabras sin bever por no
se detener tanto. Despues tomó un jarro, y comenzó a baxar por la
escalera, con intencion de ir a la bodega por vino; mas he aqui donde
llega de improviso una vezina a buscar lumbre. Ella que la sintio,
dexa de presto el jarro, y como que huviese espirado entonces el
marido, comienza a mover gran llanto y a lamentar su muerte. Todo el
barrio acudió a los gritos, hombres y mugeres; y espantados de muerte
tan repentina (porque estava él tendido con los ojos cerrados, y sin
resollar de manera que parecia verdaderamente muerto), consolavanla lo
mejor que podian. Finalmente quando a él le parecio que se havia ya
satisfecho de lo que tanto deseava ver, y que huvo tomado un poco de
gusto con aquel alboroto; quando más la muger lamentava diciendo: «Ay
marido mio de mi coraçon, desdichado ha sido el dia y la hora en que
pierdo yo todo mi bien, pero yo soy la desdichada, faltandome quien
solia ser mi amparo; ya no terné quien se duela de mí, y me consuele
en mis trabajos y fatigas; qué haré yo sin vos agora, desventurada de
mí?» El entonces, abriendo supitamente los ojos, respondio: «Ay muger
mia de mis entrañas, qué haveys de hazer? sino que pues haveys comido,
baxeys a bever a la bodega». Entonces todos los que estavan presentes,
trocando la tristeza en regocijo, dispararon en reir: y más despues
quando el marido les contó el intento de la burla, y como le havia
salido.
Tal se penso de veras ser amado,
Y burlando quedó desengañado».
En las _Facecias_ de Poggio se halla también (con el número 60 «De eo
qui uxorem in flumine peremptam quaerebat») la sabida anécdota que Mey
volvió á contar con el título de _La mujer ahogada y su marido_ (fábula
XVIII). Pero no es seguro que la tomase de allí, siendo tantos los
libros que la contienen. Aun sin salir de nuestra literatura, podía
encontrarla en el Arcipreste de Talavera, en el _Sobremesa_ de Timoneda
y en otros varios autores. Tanto la versión de Timoneda, como la de
Poggio, son secas y esquemáticas; no así la de Mey, que amplificando
galanamente, según su costumbre, traslada el cuento «á la orilla de
Henares» y con cuatro rasgos de vida española saca de la abstracción
del apólogo las figurillas vivas de Marina Gil, «lavandera de los
estudiantes y muy hábil en su oficio»; del buen Pero Alonso, su marido,
y de su compadre Anton Royz.
El mismo procedimiento usa en otros cuentos, que parecerían
indígenas, por el sabor del terruño que tienen, si no supiésemos
que son adaptaciones de otros italianos. Así el de «El Dotor y
el Capitan» (fáb. X), que según ha descubierto el Sr. Milton A.
Buchanan, es la misma historia de «Il capitano Piero da Nepi» y «M.
Paolo dell'Ottanaio», inserta en el _Diporto de' viandanti_ de
Cristoforo Zabata[223], obrilla análoga, aun en el título, al _Alivio
de Caminantes_ de Timoneda; pero que no le sirvió de modelo, sino
al revés, puesto que es posterior en bastantes años. Es, en cambio,
anterior á Mey, y no puede dudarse de la imitación, aunque muy
disimulada.
«Llegaron juntos a comer a una venta el Dotor Calderon, famoso en
Medicina, y el Capitan Olmedo. Tuvieron a la mesa perdizes, y comian
en un plato. Pero el Capitan en columbrando las pechugas y los mejores
bocados, torciendo a su proposito la platica, y tomando lo mejor,
dezia: «Con este bocado me ahogue, señor Dotor, si no le digo verdad».
Disimuló el Dotor dos o tres vezes, pero a la quarta, pareciendole
algo pesada la burla, al tiempo que alargava el Capitan la mano,
diziendo «con este bocado me ahogue», sin dexarle acabar de dezir,
cogió con la una mano el plato y con la otra el bocado a que tirava el
Capitan, diziendole: «No jure, señor Capitan, no jure, que sin jurar
le creo. Y si de aqui adelante quisiere jurar, sea que le derribe el
primer arcabuzazo que los enemigos tiraren, porque es juramento más
conveniente a un capitan y soldado viejo como vuesamerced». Desta
manera le enseñó al Capitan a tener el término debido.
Alguna vez suele quedar burlado
El que con otros es desvergonzado».
Un ejemplo de adaptación italiana mucho más directa, en algunos
puntos casi literal y donde no se cambian ni el lugar de la escena
ni el nombre de los personajes, tenemos en la fábula LV _El médico y
su mujer_, cuya fuente inmediata, descubierta igualmente por el Sr.
Buchanan, es la _novela_ 2.ª de la cuarta _jornada_ de Sansovino[224],
la cual á su vez procede de las _Cento novelle antiche_ (núm. 46), y
debe de ser de origen provenzal, puesto que parece encontrarse una
alusión á ella en estos versos del trovador Pedro Cardenal:
Tals cuja aver filh de s' esposa
Que no i a re plus que cel de Tolosa[225].
El cuento es algo libre y de picante sabor, pero precisamente por ser
el único de su género en el _Fabulario_, creo que no debo omitirle,
persuadido de que el donaire con que está contado le hará pasar sin
ceño de los eruditos, únicos para quienes se imprimen libros como éste.
«Huvo en Tolosa un medico de mucha fama llamado Antonio de Gervas,
hombre rico y poderoso en aquellos tiempos. Este deseando mucho tener
hijos, casó con una sobrina del Governador de aquella ciudad[226],
y celebradas las bodas con grande fiesta y aparato, segun convenia
a personas de tanta honrra, se llevó la novia a su casa con mucho
regocijo, y no pasaron dos meses que la señora su muger parió una hija.
Visto esto por el Medico, no hizo sentimiento, ni mostró darse por
ello pena; antes viendo a la muger afligida, la consolava, trabajando
por persuadirle con muchos argumentos fundados en la ciencia de su
arte, que aquella mochacha segun razon podia ser suya, y con amoroso
semblante y buenas palabras hizo de manera que la muger se sosegó,
honrrandola él mucho en todo el tiempo del parto y proveyendola en
abundancia de todo quanto era necesario para su salud. Pero despues
que la muger convaleció, y se levantó de la cama, le dixo el Medico
un dia: «Señora, yo os he honrrado y servido desde que estays conmigo
quanto me ha sido posible. Por amor de mí os suplico que os bolvays
a casa de vuestro padre, y os esteys alli de aqui adelante, que yo
miraré por vuestra hija y la haré criar con mucha honrra». Oido esto
por la muger, quedó como fuera de sí; pero tomando esfuerço, començó
a dolerse de su desventura, y a dezir que no era honesto, ni parecia
bien que la echase de aquella manera fuera de casa. Mas no queriendo
el Medico, por bien que ella hizo y dixo, mudar de parecer, vinieron a
terminos las cosas que huvo de mezclarse el Governador entendiendo que
el Medico en todo caso queria divorcio con la sobrina, y assi embió
por él. Venido el Medico, y hecho el devido acatamiento, el governador
(que era hombre de mucha autoridad) le habló largamente sobre el
negocio, diciendole que en los casos que tocan a la honrra, conviene
mirar mucho a los inconvenientes que se pueden seguir, y es menester
que se tenga mucha cuenta con que no tenga que dezir la gente, porque
la honrra es cosa muy delicada y la mancha que cae una vez sobre ella
por maravilla despues hay remedio de poder quitarla. Tentó juntamente
de amedrentarle con algunas amenazas. Pero quando huvo hablado a su
plazer, le respondió el Medico: «Señor, yo me casé con vuestra sobrina
creyendo que mi hacienda bastaria para sustentar a mi familia, y mi
_presupuesto_ era que cada año havia de tener un hijo no más, pero
haviendo parido mi muger a cabo de dos meses, no estoy yo tan abastado,
si cada dos meses ha de tener el suyo, que pueda criarlos, ni darles de
comer; y para vos no seria honrra ninguna que viniese a pobreza vuestro
linage. Y assi os pido por merced, que la deys a hombre que sea más
rico que yo, para que pariendo tan amenudo, pueda criar y dexar ricos
todos sus hijos, y a vos no os venga desonrra por ello». El Governador,
que era discreto y sagaz, oyendo esto, quedó confuso, y replicóle que
tenia razon en lo que dezia, y con esto le despidió.
La hazienda que entre pocos es riqueza,
Repartida entre muchos es pobreza».
No en todos los casos parece tan obvio el origen literario del cuento,
por ser muy vulgar la anécdota y no presentar en el texto de Mey ningún
rasgo que arguya parentesco directo con otras versiones. Tal sucede con
la fábula LVI _El convidado acudido_, que figura, aunque con distintos
accesorios, en el cuadernillo manuscrito de los _Cuentos de Garibay_ y
en la _Floresta Española_[227]. Cotejando la versión de Mey que pongo
á continuación con la de Santa Cruz, que va por nota, se palpará la
diferencia entre el estilo conciso y agudo del toledano y la manera más
pintoresca, verbosa y festiva del impresor de Valencia.
«Francisco Quintañon vezino de Bilbao, combidó, segun acostumbrava cada
año, el dia del Santo de su nombre, en el qual havia nacido, a algunos
amigos. Los quales truxeron al combite a Luis Loçano, estudiante,
hombre gracioso, bien entrañado, y que si le llamavan a un combite, no
dezia de no, y por caer aquel año en Viernes el combite, hubo de ser
de pescado. A lo qual proveyó el Quintañon en abundancia y muy bueno.
Sentados a la mesa, dieron a cada uno su porcion de vesugos, congrios
y otros pescados tales. Sólo a Loçano le dieron sardinas, y no sé qué
pescadillos menudos, por ventura por no haver sido de los llamados,
sino que le havian traido. Como él vio aquella menudencia en su plato,
en lugar de comer como hazian los otros, tomava cada pescadillo, y
llegavasele al oido, y bolviale despues al plato. Reparando en aquello
los combidados, y preguntandole por qué hazia aquéllo? respondio:
«Havrá seys años, que pasando un hermano mio a Flandes, y muriendo
en el viaje, echaron su cuerpo en el mar; y nunca he podido saber
dónde vino a parar, y si tuvo su cuerpo sepultura o no, y por eso se
lo preguntava a estos pececillos, si por dicha lo sabian. Todos me
responden en conformidad que no saben tal, porque en ese tiempo no
havian ellos aun nacido: que se lo pregunte a esos otros pescados
mayores que hay en la mesa, porque sin duda me daran relacion». Los
combidados lo echaron en risa, entendiendo la causa porque lo dezia;
y Quintañon, echando a los moços la culpa que lo havrian hecho por
descuydo, mandó traerle un plato de lo mejor que havia.
Si en un combite fueres encogido,
Serás tambien sin duda mal servido».
Otra anécdota mucho más conocida que la anterior es la de _El truhan
y el asno_. En el estudio del Sr. Buchanan pueden verse útiles
indicaciones bibliográficas sobre las transmigraciones de esta
_facecia_, que se repite en el Esopo de Waldis, en el libro alemán
_Til Eulenspiegel_, en los Cuentos de Buenaventura Des Periers y en
otras muchas partes. Entre nosotros anda en la tradición oral, pero
no conozco texto literario anterior al de Mey, que es muy donoso por
cierto.
«Delante del Duque de Bayona tomava el ayo un dia licion a los pages,
entre los quales havia uno de tan duro ingenio, que no podian entrarle
las letras en la cabeça. De lo qual se quexava el ayo, diziendo que
havia seys meses que le enseñava y no sabia aun deletrear. Hallandose
un truhan presente dixo: «Pues a un asno enseñaré yo en seys meses
a leer». Oyendolo el Duque, le dixo: «Pues yo te apostaré que no lo
enseñas ni en doze». Porfiando él que sí, dixo el Duque: «Pues sabes
cómo te va? que me has de dar en un año un asno que sepa leer, so pena
que si no lo hazes, has de recebir quatrocientos açotes publicamente
del verdugo, y si lo hazes y ganas, te haya yo de dar quatro mil
ducados; por eso mira en lo que te has puesto por parlar». Pesole al
truhan de haber hablado; pero en fin vista la deliberacion del Duque,
procuró despavilar el ingenio, y ver si tenia remedio de librarse
del castigo. Mercó primeramente un asnillo pequeño muy luzio y bien
tratado, y pusole delante un librazo; mas por bien que le bramava a las
orejas A. b. c. no havia remedio más que si lo dixera a una piedra, por
donde viendo que esto era por demas, imaginó de hazer otra cosa. Puesto
sobre una mesa el dicho libro delante del asno, echavale unos quantos
granos de cevada sobre una de las hojas y otros tantos sobre la otra
hoja siguiente, y sobre la tercera tambien. Despues de haverse comido
el asno los granos de la hoja primera, tenia el truhan con la mano la
hoja buen rato, y despues dexavale que con el hozico se bolviese; y
a la otra hoja hazia lo mismo. Poco a poco habituó al asno a que sin
echarle cevada hiziese tambien aquello. Y quando le tuvo bien impuesto
(que fue antes del año) avisó al Duque cómo ya su asno sabia leer: que
le señalase dia en que por sus ojos viese la prueva. Aunque lo tuvo el
Duque por imposible, y que saldria con algun donayre, con todo eso le
señaló dia, venido el qual, fue traido el asno a palacio, y en medio de
una quadra muy entoldada, haviendo acudido muchisima gente, pusieron
sobre una mesa un grandisimo libro: el qual començó el asno a cartear
de la manera que havia acostumbrado, estando un rato de la una hoja a
la otra mirando el libro. Y desta manera se entretuvo un grande rato.
El Duque dixo entonces al truhan: «Cómo lee tu asno? tú has perdido».
«Antes he ganado (respondio el truhan) porque todo el mundo vee como
lee. Y yo emprendí de enseñarle a leer solamente y no de hablar. Yo
he cumplido ya con mi obligacion, y lo protesto assi, requiriendo y
llamando por testigos a todos los que estan presentes, para que me
hagan fe de aquesto. Si hallare vuestra Excelencia quien le enseñe a
hablar, entonces podrá oirle claramente leer, y si acaso huviere quien
tal emprenda, seguramente puede ofrecerle vuestra Excelencia doze mil
ducados, porque si sale con ello, los merecerá muy bien por su trabajo
y habilidad». A todos les pareció que dezia bien el truhan, y el mismo
Duque teniendose por convencido, mandó darle los quatro mil ducados que
le havian ofrecido.
Como tengas paciencia y perseveres,
Saldras con cualquier cosa que emprendieres».
Algunos cuentecillos de Mey, como otros de Timoneda, son explicación ó
comentario de algún dicho proverbial. Esta frase, por ejemplo, _Parece
á lo del raton que no sabe sino un agujero_, se comprueba con los dos
ejemplos del pintor de retablos que no sabía hacer más efigie que la de
San Antonio, y con ella, ó con dos del mismo Santo, pensaba satisfacer
á quien le pedía la de San Cristóbal; y el del músico que no sabía
cantar más letrilla que la de «La mañana de San Juan--al punto que
alboreaba»[228].
El color local da frescura é interés á las más triviales anécdotas del
_Fabulario_. Mey huye siempre de lo abstracto y de lo impersonal. Así,
el pintor de retablos no es un pintor cualquiera, sino «Mase Rodrigo
pintor que vivia en Toledo cabe la puerta de Visagra», y el cantor es
«Juan Pie de Palo, privado de la vista corporal». Una curiosa alusión
al héroe del libro de Cervantes realza la fábula XX, cuadrito muy
agradable, en que la vanidad del hidalgo y la torpeza de su criado
producen el mismo efecto cómico que las astucias de Caleb, el viejo
servidor del hidalgo arruinado, en la novela de Walter-Scott _The Bride
of Lammermoor_.
«Luis Campuzo, de tierra de la Mancha, _y pariente de D. Quijote,
aunque blasonara de hidalgo de secutoria_, no acompañavan el poder y
hazienda a la magnanima grandeça que en su coraçon reynava; mas si
con las obras no podia, con las palabras procurava de abultar las
cosas, de manera que fuesen al mundo manifiestas y tuviesen que hablar
dél. Era amigo de comer de bueno, aunque no de combidar a nadie; y
para que dello tambien se tuviesse noticia, hijos y mujer ayudavan a
pregonarlo, diziendole quando estava en conversacion con otros hidalgos
que las gallinas o perdices estaban ya asadas, que entrase a cenar.
Quando hijos y mujer se olvidavan, él tenia cuidado de preguntarlo
en presencia de ellos a un criado: que como de ordinario los mudava,
no podia tenerlos habituados a su condicion y humor. Haviendo pues
asentado Arguixo con él, segun acostumbraba con otros, le preguntó á
vozes en presencia de sus amigos: “Qué tenemos para cenar, hermano
Arguixo?” El otro sin malicia ninguna respondio: “Señor, una perdiz”,
y bolviendo el otro dia con semejante demanda, quando le dixo: “Qué
hay esta noche de cenar?” el otro respondio: “Señor, un palomino”.
Por donde haviendole reñido el amo y dado una manezica sobre que no
se sabia honrar ni hazer tener, concluyó con enseñarle de qué manera
havia de responderle de alli adelante, diziendole: “Mirad, quando de
aqui adelante os interrogare yo sobre el cenar, haveys de responder
por el numero plural, aunque no haya sino una cosa; como si hay una
perdiz, direys: perdizes, perdizes; si un pollo: pollos, pollos;
si un palomino: palominos, palominos, y assi de todo lo demás”. Ni
al criado se le olvidó la licion, ni dexó él passar la ocasion de
executarla, porque venida la tarde, antes que la junta de los hidalgos
se deshiziese, queriendose honrrar como solia, en presencia dellos,
a bozes preguntó: “¿Qué hay que cenar esta noche, Arguixo?” “Vacas,
señor, vacas”, respondio él: de que rieron los hidalgos; pero el amo
indignado, bolviendose al moço, dixo: “Este vellaco es tan grosero,
que no entiende aun que no hay regla sin excepcion”. “¿Qué culpa tengo
yo, replicó él, si vos no me enseñastes más Gramatica?” Y haviendole
despedido el amo sobre el caso, fue causa que se vino a divulgar el
chiste de sus grandezas.
Quien más se entera de lo que conviene,
Sin pensarlo a quedar burlado viene».
Con la misma candorosa malicia están sazonados otros cuentos, en que
ya no puedo detenerme, como el de _El mentiroso burlado_[229], el de
_Los labradores codiciosos_[230], el de _El cura de Torrejon_[231]
y sobre todo el de _La porfía de los recien casados_[232], que con
gusto reimprimiría á no habérseme adelantado Mr. Buchanan. Es el
mejor _specimen_ que puede darse del gracejo picaresco y de la viveza
expresiva y familiar de su prosa, dotes que hubieran hecho de Mey un
excelente novelista satírico de la escuela del autor de _El Lazarillo_,
si no hubiese encerrado constantemente su actividad en un cauce tan
estrecho como el de la fábula y el proverbio moral. Su intención
pedagógica no podía ser más honrada y cristiana, y bien lo prueba el
piadoso _ejemplo_[233] con que su libro termina; pero es lástima que
no hubiese tenido más ambición en cuanto á la extensión y forma de sus
narraciones y al desarrollo de la psicología de sus personajes.
Dos veces ensayó, sin embargo, la novela italiana; pero en el género
de amores y aventuras, que era el menos adecuado á las condiciones de
su ingenio observador y festivo. La primera de estas dos narraciones
relativamente largas, _El Emperador y su hijo_[234], tiene alguna
remota analogía con la anécdota clásica de Antíoco y Selenco, y en
ciertos detalles recuerda también la novela de Bandello que dió
argumento para el asombroso drama de Lope _El castigo sin venganza_,
pero va por distinto rumbo y es mucho más complicada. El anciano
Emperador de Trapisonda concierta casarse con Florisena, hija del rey
de Natolia, enamorado de su beldad por un retrato que había visto de
ella. El rey de Natolia, á trueco de tener yerno tan poderoso, no
repara en la desproporción de edad, puesto que él pasaba de los sesenta
y ella no llegaba á los veinte. El Emperador envía á desposarse en
nombre suyo y á traer la novia á su hijo Arminto, gentil mozo en la
flor de su edad, del cual se enamora locamente la princesa, llegando á
declararle su pasión por señas inequívocas y finalmente requiriéndole
de amores. Él, aunque prendado de su hermosura, rechaza con horror
la idea de hacer tal ofensa á su padre, y huye desde entonces cuanto
puede del trato y conversación con la princesa. Frenética ella escribe
al Emperador, quejándose del desvío y rustiqueza de su hijo, y el
Emperador le ordena ser obediente y respetuoso con su madrastra;
pero los deseos de la mala mujer siguen estrellándose en la virtuosa
resistencia del joven. Emprenden finalmente su viaje á la corte, y en
el camino la princesa logra, mediante una estratagema, atraer al joven
una noche á su aposento, y rechazada otra vez por él, sale diciendo á
voces que la había deshonrado. Conducidos á la presencia del Emperador,
el príncipe nada quiere decir en defensa propia, y cuando estaba á
punto de ser condenado á muerte, la Emperatriz reclama el privilegio
de dar la sentencia, haciendo jurar solemnemente al Emperador que
pasará por lo que ella ordene. «Felisena entonces dixo: «La verdad es
que mi padre no me dió deste casamiento más razon de que me casava
con el Emperador de Trapisonda, sin dezirme de qué edad era, ni otras
circunstancias; y en viendo yo al Principe crei que él era mi marido, y
le cobré voluntad y amor de muger y no de madre: ni mi edad ni la suya
lo requieren, y desde aquella hora nunca he parado hasta que al cabo
le forzé a cumplir mi voluntad, de manera que yo le hice a él fuerça y
no él a mí: yo me desposé con él, y siempre con intencion de que era
verdadero esposo y no prestado. Siendo pues ya muger del hijo, no puedo
en manera ninguna serlo del padre, pero quando no huviera nada desto,
supuesto que ha de ser el casamiento voluntario y libre, y no forçoso,
digo que a mi señor el Emperador le serviré yo de rodillas como hija
y nuera, pero no como muger. Si es otra su voluntad, yo me bolveré a
casa del Rey mi padre, y biuda esperaré á lo que Dios querrá disponer
de mí». Los sabios del Consejo y todos los que estaban presentes
interceden con el Emperador para que cumpla su juramento y renuncie á
la mano de la princesa en favor de su hijo. Hay en este cuento, como
queda dicho y de su simple exposición se infiere, algunos detalles
comunes con el de Parisina, tal como le trataron Bandello y Lope; pero
el desenlace no es trágico, sino alegre y placentero, aunque no lo
fuese para el burlado Emperador de Trapisonda. Esto sin contar con la
inocencia del príncipe y otros rasgos que hacen enteramente diversas
ambas historias. También la de Mey es de corte italiano, aunque no
puedo determinar ahora de cuál de los _novellieri_ está tomada ni Mr.
Buchanan lo ha averiguado tampoco.
En cambio, se debe á este erudito investigador el haber determinado
con toda precisión la fuente de otra historia de Mey, _El caballero
leal a su señor_ (fáb. XLIX), que es un arreglo ó adaptación de la
quincuagésima y última de Masuccio Salernitano[235], con ligeras
variantes, entre ellas el nombre de Pero López de Ayala cambiado en
Rodrigo y el de su hijo _Aries_ ó Arias en Fadrique. El cuento parece
de origen español, como otros de Masuccio, el cual lo da por caso
auténtico, aprendido de un noble ultramontano[236]; los afectos de
honra y lealtad que en él dominan son idénticos á los que campean en
nuestras comedias heroicas, aunque fuera del título ninguna semejanza
se encuentra entre la comedia de Lope _El Leal Criado_ y este cuento
de Mey, que pongo aquí por última muestra de su estilo en un género
enteramente diverso de los anteriores:
«Muchos años ha que en la ciudad de Toledo huvo un cavallero llamado
Rodrigo Lopez, tenido por hombre de mucha honrra y de buena hazienda.
Tenia éste dos hijas, y un hijo sólo llamado Fadrique, moço virtuoso
y muy gentil hombre; pero preciavase de valiente, y pegavasele de
aqui algun resabio de altivez. Platicando éste y haziendo camarada
con otros cavalleros de su edad, acaeció que una noche se halló en
una quistion con otros a causa de uno de sus compañeros: en la qual
como los contrarios fuesen mayor número, y esto fuese para él causa
de indignacion, y con ella le creciese el denuedo, tuvose de manera
que mató a uno dellos. Y porque el muerto era de muy principal linage,
temiendo de la justicia, determinó de ausentarse y buscar por el mundo
su ventura. Lo qual comunicó con su padre, y le pidió licencia, y su
bendicion. El padre se la dio con lagrimas, y le aconsejó cómo se havia
de regir, y juntamente le proveyó de dineros y de criados, y le dio
dos cavallos. En aquel tiempo tenia el rey de Francia guerra contra
Inglaterra, por lo cual determinado de servirle, fue al campo del Rey,
y como su ventura quiso, asentó por hombre de armas con el Conde de
Armiñac, que era general del exército y pariente del Rey. Viniendo
despues las ocasiones, se començó a señalar, y a dar muestras de su
valor, haziendo maravillosas proezas assi en las batallas de campaña
como en las baterias de castillos y ciudades, de manera que assi entre
los Franceses como entre los enemigos no se hablava sino de sus hazañas
y valentia. Esto fue causa de ganarse la voluntad y gracia del General,
y de que le hiziese grandisimos favores; y como siempre le alabava, y
encarecia sus hechos en presencia del Rey, pagado el Rey de su valor le
quiso para su servicio; y le hizo su Gentilhombre, y cavallero mejor
del Campo, señalandole plaça de grandisima ventaja, y era el primero
del Consejo de Guerra; y en fin hazia tanto caso dél, que le parecia
que sin su Fadrique no se podia dar efeto a cosa de importancia.
Pero venido el ivierno retiró el Rey su Campo, y con la flor de sus
cavalleros, llevando entre ellos a Fadrique, se bolvió a Paris. Llegado
alli, por dar plazer al pueblo y por las Vitorias alcançadas quiso
hazer una fiesta: a la qual mandó que combidasen a los varones más
señalados, y a las mas principales damas del reyno. Entre las damas que
acudieron a esta fiesta, que fueron en gran número, vino una hija del
Conde de Armiñac, a maravilla hermosa. Dado pues principio a la fiesta
con general contento de todos, y señalandose mucho en ella Fadrique en
los torneos, y en los otros exercicios de Cavalleria, la hija del Conde
puso los ojos en él, y por lo que habia oido de sus proezas, como por
lo que con sus ojos vio, vino a quedar dél muy enamorada; y con mirarle
muy a menudo, y con otros ademanes le manifestó su amor, de manera que
Fadrique se dio acato dello; pero siendo de su inclinacion virtuoso, y
acordandose de los beneficios que havia recevido del Conde su padre,
hizo como quien no lo entendia, y passavalo en disimulacion. Pero la
donzella que le ama va de coraçón, estava por esto medio desesperada, y
hazia estremos de loca. Y con esta turbacion le pasó por el pensamiento
escrivirle una carta; y poniendolo en efeto, le pintó en ella su
aficion y pena con tanto encarecimiento y con tan lastimeras razones,
que bastara a ablandar el coraçón de una fiera; y llamando un criado de
quien fiava, y encargandole el secreto, le mandó que llevase a Fadrique
aquella carta. El criado receloso de que no fuese alguna cosa que
perjudicase a la honrra della, y temiendo del daño que a él se le podia
seguir, en lugar de llevar a Fadrique la carta, se la llevó al Conde su
señor. El qual leida la carta, y visto el intento de su hija, pensó de
poder dar con la cabeça por las paredes; imaginava si la mataria, o si
la cerraria en una prision para toda su vida; pero reportado un poco,
hizo deliberacion de provar a Fadrique, y ver cómo lo tomava. Y con
este presupuesto bolvió a cerrar la carta, y mandó al criado que muy
cautelosamente se la diese a Fadrique de parte de su hija, y cobrase
respuesta dél. El criado se la llevó, y Fadrique entendido cúya era,
la recibió algo mustiamente; su respuesta era en suma, que le suplicava
se quitase aquella locura de la cabeça; que la desigualdad era entre
los dos tanta, que no podian juntarse por via legitima, siendo él un
pobre cavallero; ella hija de señor tan principal, y que a qualquier
desgracia y trabajo, aunque fuese perder la vida, se sugetaria él
primero que ni en obra ni en pensamiento imaginase de ofender al Conde
su señor, de quien tantas mercedes havia recebido; que si no podia
vencer del todo su deseo, le moderase alomenos, y no diese de sí qué
dezir; que la fortuna con el tiempo lo podia remediar, entibiandosele
a ella o mudandosele como convenia la voluntad; o dandole a él tanta
ventura, que por sus servicios haziendole nuevas mercedes el Rey le
subiese a mayor grado: que entonces podria ser que viniese bien su
padre, y en tal caso seria para él merced grandisima; pero que sin su
consentimiento ni por el presente ni jamas tuviese esperança de lo que
pretendia dél. Esto contenia su respuesta. Y despues de haver cerrado
muy bien la carta, se la dio al criado para que la llevase a su señora.
Él se la llevó al Conde, como él propio se lo havia ordenado. El Conde
la leyó; y fue parte aquella carta no solo para que se le mitigasse el
enojo contra la hija, pero para que con nueva deliberacion se fuese
luego al Rey, y le contase todo quanto havia pasado, hasta mostrarle
las cartas, y le manifestase lo que havia determinado de hazer. Oido
el Rey todo esto, no se maravilló de la donzella, antes la desculpó,
sabiendo quanta fuerça tiene naturaleza en semejantes casos: pero
quedó atonito de la modestia y constancia del cavallero, y de aqui se
le dobló la voluntad y aficion que le tenia. Y discurriendo con el
Conde sobre la orden que se havia de tener, le mandó que pusiese por
obra, y diese cumplimiento a lo que havia deliberado: que en lo que a
su parte tocava, él le ofrecia de hazerlo como pertenecia a su Real
persona, y assi lo cumplió. Con esto mandaron llamar a Fadrique, y el
Conde muy alegre en presencia del Rey le dio a su hija por mujer. Y el
dia siguiente haviendo el Rey llamado a su palacio a los Grandes que
havia en Corte, los hizo desposar. Quién podria contar el contento que
la dama recibió, viendo que le davan por marido aquel por quien havia
estado tan apasionada, y sin esperanza de alcançarle? Fadrique quedó
tambien muy contento. Las fiestas que se hizieron a sus bodas fueron
muy grandes, y ellos bivieron con mucha paz y quietud acompañados sus
largos años.
Si a tu señor guardares lealtad,
Confia que ternás prosperidad».
La extraordinaria rareza del libro y la variedad é importancia de su
contenido nos han hecho dilatar tanto en las noticias y extractos
del _Fabularlo_, del cual dió una idea harto inexacta Puibusque, uno
de los pocos escritores que le mencionan; puesto que ni las fábulas
están «literalmente traducidas de Fedro» (cuyos apólogos, no impresos
hasta 1596 y de uso poco frecuente en las escuelas de España antes
del siglo XVIII, no es seguro que Sebastián Mey conociese), sino que
están libremente imitadas de Esopo y Aviano; ni mucho menos constan
«de versos fáciles y puros», pues no hay más versos en toda la obra
que los dísticos con que termina cada uno de los capítulos. De los
cuentos, sí, juzgó rectamente Puibusque: «son ingeniosos y entretenidos
(dice), exhalan un fuerte olor del terruño y no carecen de intención
filosófica»[237].
Notable contraste ofrece con la tendencia moral y didáctica del
_Fabulario_ otro libro muy popular á principios del siglo XVII, y
tejido de cuentos en su mayor parte. Su autor, Gaspar Lucas Hidalgo,
vecino de la villa de Madrid, de quien no tenemos más noticia que
su nombre, le tituló _Diálogos de apacible entretenimiento_, y no
llevaba otro propósito que hacer una obra de puro pasatiempo, tan
amena y regocijada y de tan descompuesta y franca alegría como un
sarao de Carnestolendas, que por contraste picante colocó en la más
grave y austera de las ciudades castellanas, en Burgos. Dos honrados
matrimonios y un truhán de oficio llamado Castañeda son los únicos
interlocutores de estos tres diálogos, que se desarrollan en las tres
noches de Antruejo, y que serían sabrosísimos por la gracia y ligereza
de su estilo si la sal fuese menos espesa y el chiste un poco más
culto. Pero las opiniones sobre el decoro del lenguaje y la calidad
de las sales cómicas cambian tanto según los tiempos, que el censor
Tomás Gracián Dantisco, al aprobar este libro en 1603, no temió decir
que «emendado como va el original, no tiene cosa que ofenda; antes por
su buen estilo, curiosidades y donayres permitidos para pasatiempo
y recreacion, se podrá dar al autor el privilegio y licencia que
suplica». No sabemos lo que se enmendaría, pero en el texto impreso
quedaron verdaderas enormidades, que indican la manga ancha del censor.
No porque haya ningún cuento positivamente torpe y obsceno, como sucede
á menudo en las colecciones italianas, sino por lo desvergonzadísimo
de la expresión en muchos de ellos, y sobre todo por las inmundicias
_escatológicas_ en que el autor se complace con especial fruición.
Su libro es de los más sucios y groseros que existen en castellano;
pero lo es con gracia, con verdadera gracia, que recuerda el _Buscón_,
de Quevedo, siquiera sea en los peores capítulos, más bien que la
sistemática y desaliñada procacidad del _Quijote_ de Avellaneda. Á
un paladar delicado no puede menos de repugnar semejante literatura,
que en grandes ingenios, como el de nuestro D. Francisco ó el de
Rabelais, sólo se tolera episódicamente, y al cual no dejó de pagar
tributo Molière en sus farsas satíricas contra los médicos. Si por el
tono de los coloquios de Gaspar Lucas Hidalgo hubiéramos de juzgar de
lo que era la conversación de la clase media de su tiempo, á la cual
pertenecen los personajes que pone en escena, formaríamos singular idea
de la cultura de aquellas damas, calificadas de honestísimas, que en
su casa autorizaban tales saraos y recitaban en ellos tales cuentos y
chascarrillos. Y sin embargo, la conclusión sería precipitada, porque
aquella sociedad de tan libres formas era en el fondo más morigerada
que la nuestra, y reservando la gravedad para las cosas graves, no
temía llegar hasta los últimos límites de la expansión en materia de
burlas y donaires.
Por de pronto, los _Diálogos de apacible entretenimiento_ no
escandalizaron á nadie. Desde 1605 á 1618 se hicieron á lo menos ocho
ediciones[238], y si más tarde los llevó la Inquisición á su Índice,
fue de seguro por la irreverencia, verdaderamente intolerable aun
suponiéndola exenta de mfuecia, con que en ellos se trata de cosas
y personas eclesiásticas, por los cuentos de predicadores, por la
parodia del rezo de las viejas, por las aplicaciones bajas y profanas
de algunos textos de la Sagrada Escritura, por las indecentes burlas
del sacristán y el cura de Ribilla y otros pasajes análogos. Aunque
Gaspar Lucas Hidalgo escribía en los primeros años del siglo XVII,
se ve que su gusto se había formado con los escritores más libres y
desenfadados del tiempo del Emperador, tales como el médico Villalobos
y el humanista autor del «Crótalon».
En cambio no creo que hubiese frecuentado mucho la lectura de las
novelas italianas, como da á entender Ticknor. El cuadro de sus
_Diálogos_, es decir, la reunión de algunas personas en día de fiesta
para divertirse juntas y contar historias, es ciertamente italiano,
pero las costumbres que describe son de todo punto castizas y el
libro no contiene verdaderas novelas, sino cuentecillos muy breves,
ocurrencias chistosas y varios papeles de donaire y curiosidad,
intercalados más ó menos oportunamente.
Son, pues, los _Diálogos de apacible entretenimiento_ una especie de
miscelánea ó floresta cómica; pero como predominan extraordinariamente
los cuentos, aquí y no en otra parte debe hacerse mención de ella.
Escribiendo con el único fin de hacer reir, ni siquiera aspiró Gaspar
Lucas Hidalgo al lauro de la originalidad. Algunos de los capítulos más
extensos de su obrita estaban escritos ya, aunque no exactamente en la
misma forma. «La invención y letras» con que los roperos de Salamanca
recibieron á los Reyes D. Felipe III y Doña Margarita cuando visitaron
aquella ciudad en junio de 1600 pertenece al género de las relaciones
que solían imprimirse sueltas. El papel de los _gallos_, ó sea vejamen
universitario en el grado de un Padre Maestro Cornejo, de la Orden
Carmelitana, celebrado en aquellas insignes escuelas con asistencia
de dichos Reyes, es seguramente auténtico y puede darse como tipo de
estos desenfados claustrales que solían ser pesadísimas bromas para
el graduando, obligado á soportar á pie firme los vituperios y burlas
de sus compañeros, como aguantaba el triunfador romano los cánticos
insolentes de los soldados que rodeaban su carro[239]. De otro vejamen
ó _actus gallicus_ que todavía se conserva[240] está arrancado este
chistoso cuento (Diálogo 1.º, cap. I): «Yo me acuerdo que estando
en un grado de maestro en Teología de la Universidad de Salamanca,
uno de aquellos maestros, como es costumbre, iba galleando á cierto
personaje, algo tosco en su talle y aun en sus razones, y hablando con
los circunstantes dijo desta suerte: «Sepan vuesas mercedes que el
señor Fulano tenía, siendo mozo, una imagen de cuando Cristo entraba
en Jerusalem sobre el jumento, y cada día, de rodillas delante desta
imagen, decía esta oración:
¡Oh, asno que á Dios lleváis,
Ojalá yo fuera vos!
Suplícoos, Señor, me hagáis
Como ese asno en que vais.
Y dicen que le oyó Dios».
La «Historia fantástica» (Diálogo 3.º, cap. IV) es imitación de la
_Carta Monstruo Satírico_, publicada por Mussafia conforme á un
manuscrito de la Biblioteca Imperial de Viena[241], y se reduce á una
insulsa combinación de palabras de doble sentido. El _monstruo_ tenía
alma de cántaro, cabeza de proceso, un ojo de puente y otro de aguja;
la una mano de papel y la otra de almirez, etc. Este juguete de mal
gusto tuvo varias imitaciones, entre ellas la novela de _El caballero
invisible_, compuesta en equívocos burlescos, que suele andar con las
cinco novelas de _las vocales_ y es digna de alternar con ellas.
El capítulo tan libre como donoso que trata «de las excelencias de
las bubas» (discurso 3.º), es en el fondo la misma cosa que cierta
«Paradoja en loor de las bubas, y que es razon que todos las procuren
y estimen», escrita en 1569 por autor anónimo, que algunos creen ser
Cristóbal Mosquera de Figueroa[242]. Es cierto que Gaspar Lucas Hidalgo
la mejoró mucho, suprimiendo digresiones que sólo interesan á la
historia de la medicina, y dando más viveza y animación al conjunto,
pero el plan y los argumentos de ambas obrillas son casi los mismos.
Á esta literatura _médico-humorística_ y al gran maestro de ella,
Francisco de Villalobos, debía de ser muy aficionado el maleante autor
de los _Diálogos de apacible entretenimiento_, puesto que le imita
á menudo; y el cuento desvergonzadísimo de las ayudas administradas
al comendador Rute, de Ecija, por la dueña Benavides (Diálogo 2.º,
capítulo III), viene á ser una repetición, por todo extremo inferior,
de la grotesca escena que pasó entre el doctor Villalobos y el Conde
de Benavente, y que aquel físico entreverado de juglar perpetuó, para
solaz del Duque de Alba, en el libro de sus _Problemas_. Aquel diálogo
bufonesco, que puede considerarse como una especie de entremés ó farsa,
agradó tanto á los contemporáneos, á pesar de lo poco limpio del
asunto, en que entonces se reparaba menos, que los varones más graves
se hicieron lenguas en su alabanza. El arzobispo de Santiago, D. Alonso
de Fonseca, escribía al autor: «Pocos dias ha que el señor don Gomez me
mostró un diálogo vuestro, en que muy claramente vi que nuestra lengua
castellana excede á todas las otras en la gracia y dulzura de la buena
conversacion de los hombres, porque en pocas palabras comprehendistes
tantas diferencias de donaires, tan sabrosos motes, tantas delicias,
tantas flores, tan agradables demandas y respuestas, tan sabias
locuras, tantas locas veras, que son para dar alegría al más triste
hombre del mundo». La popularidad del diálogo de Villalobos continuaba
en el siglo XVII, y si hemos de creer lo que se dice en un antiguo
inventario, el mismo Velázquez empleó sus pinceles en representar tan
sucia historia[243].
Entre los innumerables cuentecillos, no todos de ayudas y purgas
afortunadamente, que Gaspar Lucas Hidalgo recogió en su librejo, hay
algunos que se encuentran también en otros autores, como el que sirve
de tema al conocido soneto:
Dentro de un santo templo un hombre honrado...
que Sedano atribuyó á D. Diego de Mendoza, y que en alguna copia
antigua he visto á nombre de Fr. Melchor de la Serna, monje benedictino
de San Vicente de Salamanca, autor de las obras de burlas más
desvergonzadas que se conocen en nuestro Parnaso. Uno se encuentra
también en _El Buscón_, de Quevedo (capítulo segundo), no impreso hasta
1626, pero que, á juzgar por sus alusiones, debía de estar escrito
muchos años antes, en 1607 lo más tarde. No creo, sin embargo, que
Hidalgo le tomase de Quevedo ni Quevedo de Hidalgo. El cuento de éste
es como sigue: «Otro efeto de palabras mal entendidas me acuerdo que
sucedió á unos muchachos de este barrio que dieron en perseguir á un
hombre llamado Ponce Manrique, llamándole Poncio Pilato por las calles;
el cual, como se fuera á quejar al maestro en cuya escuela andaban los
muchachos, el maestro los azotó muy bien, mandándoles que no dijesen
más desde ahí adelante Poncio Pilato, sino Ponce Manrique. Á tiempo que
ya los querían soltar de la escuela, comenzaron á decir en voz alta la
dotrina christiana, y cuando llegaban á decir: Y padeció so el poder
de Poncio Pilato, dijeron: «Y padeció so el poder de Ponce Manrique»
(Diálogo 3.º, cap. IV).
Fácil sería, si la materia lo mereciese, registrar las _florestas_
españolas y las colecciones de _facecias_ italianas, para investigar
los paradigmas que seguramente tendrán algunos de los cuentecillos de
Hidalgo. Pero me parece que casi todos proceden, no de los libros,
sino de la tradición oral, recogida por él principalmente en Burgos,
donde acaso habría nacido, y donde es verosímil que escribiese su
libro, puesto que todas las alusiones son á la capital de Castilla la
Vieja y ninguna á Madrid, de la cual se dice vecino. Suelen todos los
autores de cuentos citar con especial predilección á un personaje real
ó ficticio, pero de seguro tradicional, á quien atribuyen los dichos
más picantes y felices. El _famoso decidor_ á quien continuamente alega
Gaspar Lucas Hidalgo es «Colmenares, un tabernero muy rico que hubo en
esta ciudad, de lindo humor y dichos agudos».
De una y otra cosa era rico el autor de los diálogos, y aun tenía
ciertas puntas de poeta. El romance en que el truhán Castañeda describe
la algazara y bullicio de las Carnestolendas recuerda aquella viveza
como de azogue que tiene el _baile de la chacona_ cantado por Cervantes
en un romance análogo.
Los que con tanta ligereza suelen notar de pesados nuestros antiguos
libros de entretenimiento, no pondrán semejante tacha á estos
_Diálogos_, que si de algo pecan es de ligeros en demasía. El autor,
creyendo sin duda que el frío de tres noches de febrero en Burgos no
podía combatirse sino con estimulantes enérgicos, abusó del vino añejo
de la taberna de Colmenares, y espolvoreó sus platos de Antruejo con
acre mostaza. Pero el recio paladar de los lectores de entonces no hizo
melindre alguno á tal banquete, y la idea del libro gustó tanto, que á
imitación suya se escribieron otros con más decoro y mejor traza, pero
con menos llaneza y con gracia más rebuscada, como _Tiempo de Regocijo
y Carnestolendas de Madrid_, de D. Alonso del Castillo Solórzano
(1627); _Carnestolendas de Zaragoza en sus tres días_, por el Maestro
Antolínez de Piedrabuena (1661), y _Carnestolendas de Cádiz_, por D.
Alonso Chirino Bermúdez (1639).
Así como en Gaspar Lucas Hidalgo comienza el género de los _Saraos
de Carnestolendas_, así en el libro del navarro Antonio de Eslava,
natural de Sangüesa, aparece por primera vez el cuadro novelesco de
las _Noches de Invierno_, que iba á ser no menos abundante en la
literatura del siglo XVII[244]. Por lo demás, á esto se reduce la
semejanza entre ambos autores, no menos lejanos entre sí por el estilo
que por la materia de sus relatos. Hidalgo es un modelo en la narración
festiva, aunque sea trivial, baladí y no pocas veces inmundo lo que
cuenta. Eslava, cuyos argumentos suelen ser interesantes, es uno de los
autores más toscos y desaliñados que pueden encontrarse en una época
en que casi todo el mundo escribía bien, unos por estudio, otros por
instinto. Tienen, sin embargo, las _Noches de invierno_ gran curiosidad
bibliográfica, ya por el remoto origen de algunas de sus fábulas, ya
por la extraordinaria fortuna que alguna de ellas, original al parecer,
ha tenido en el orbe literario, prestando elementos á una de las
creaciones de Shakespeare.
Todo en el libro de Eslava anuncia su filiación italiana; nadie diría
que fue compuesto en Navarra. La escena se abre en el muelle de
Venecia: háblase ante todo de la pérdida de un navío procedente de
la isla de Candía y del incendio de un galeón de Pompeyo Colonna en
Messina. Los cuatro ancianos que entretienen las noches de invierno
asando castañas, bebiendo vino de malvasía y contando aventuras
portentosas, se llaman Silvio, Albanio, Torcato y Fabricio. Ninguna de
las historias es de asunto español, y las dos que trae pertenecientes
al ciclo carolingio tampoco están tomadas de textos franceses, sino de
una compilación italiana bien conocida y popular, _I Reali di Francia_.
El capítulo X, «do se cuenta el nacimiento de Carlo Magno, Rey de
Francia», es una curiosa versión del tema novelesco de _Berta de los
grandes pies_, es decir, de la sustitución fraudulenta de una esposa á
otra, cuento de _folk-lore_ universal, puesto que se ha recogido una
variante de él hasta entre los zulús del África Meridional[245]. Como
todas las leyendas de su clase, ésta ha sido objeto de interpretaciones
míticas. Gaston París quiere ver en ella un símbolo de la esposa del
sol, cautiva ó desconocida durante el invierno, pero que recobra sus
derechos y majestad en la primavera[246]. Sea de esto lo que fuere,
la Edad Media convirtió el mito en leyenda épica y le enlazó, aunque
tardíamente, con el gran ciclo de Carlo Magno, suponiendo que Berta,
madre del Emperador, suplantada durante cierto tiempo por una sierva
que fue madre de dos bastardos, había sido reconocida al fin por su
esposo Pipino, á consecuencia de un defecto de conformación que tenía
en los dedos de los pies. Esta leyenda no tiene de histórico más que
el nombre de la heroína, y sin recurrir al ya desacreditado mito
solar, nos inclinamos á creer con León Gautier[247] que es una de las
muchas variedades del tipo de la esposa inocente, calumniada y por fin
rehabilitada, que tanto abunda en los cuentos populares, y al cual
pertenecen las aventuras de la reina Sibila y de santa Genoveva de
Brabante.
En una memoria admirable, á pesar del tiempo que ha transcurrido
desde 1833, estudió comparativamente Fernando Wolf[248] las leyendas
relativas á la madre de Carlomagno, sin olvidar el texto de Eslava.
Los eruditos posteriores han acrecentado el catálogo de las versiones,
haciéndolas llegar al número de trece, pero sustancialmente no
modifican las conclusiones de aquel excelente trabajo. No hay texto
en prosa anterior al de la Crónica de Saintonge, que es de principios
del siglo XIII. Los poemas más antiguos que la consignan son uno
franco-itálico de principios del mismo siglo (_Berta de li gran pié_),
que forma parte de una compilación manuscrita de la biblioteca de San
Marcos de Venecia, adaptación ó refundición de otro poema francés
perdido, y el mucho más célebre de Adenet li Roi, _Roman de Berte aus
grans piés_, compuesto por los años de 1275 y que tuvo la suerte no muy
merecida de ser la primera canción de gesta francesa que lograse los
honores de la imprenta[249].
Con este relato del trovero Adenet ó Adenès se conforma en sustancia
el de nuestra _Gran Conquista de Ultramar_, mandada traducir por D.
Sancho IV el Bravo sobre un texto francés que seguramente estaba en
prosa, pero que reproducía el argumento de varios poemas y narraciones
caballerescas de diversos ciclos. Las variantes de detalle indican que
esta narración era distinta de la de Adenet, y acaso más antigua y
distinta asimismo de la versión italiana. No es del caso transcribir
tan prolija historia, pero conviene dar alguna idea para que se compare
esta versión todavía tan poética con la infelicísima rapsodia de Eslava.
La leyenda de Berta, como todas las restantes, ha penetrado en la _Gran
Conquista de Ultramar_ por vía genealógica. En el capítulo XLIII del
libro II se dice, hablando de uno de los cruzados: «Aquel hombre era
muy hidalgo é venía del linaje de Mayugot, de París, el que asó el
pavon con Carlos Maynete, e dio en el rostro a uno de sus hermanos de
aquellos que eran hijos de la sierva que fuera hija del ama de Berta,
que tomara por mujer Pipino, el rey de Francia».
Suponen los textos franceses que los padres de Berta, Flores y
Blancaflor, eran reyes de Hungría. La _Conquista de Ultramar_ los trae
á España y los hace reyes de Almería. La narración está muy abreviada
en lo que toca al casamiento del rey Pipino y á las astucias de la
sierva, que era hija del ama de Berta. «Por ende el ama, su madre,
hizo prender á Berta en lugar de su hija, diciendo que quisiera matar
a su señora, e hizola condenar a muerte; asi que el ama mesma la dio a
dos escuderos que la fuesen a matar a una floresta do el rey cazaba;
e mandóles que trajiesen el corazon della; e ellos, con gran lástima
que della hobieron, non la quisieron matar; mas ataronla a un arbol en
camisa, e en cabello, e dejaronla estar asi, e sacaron el corazon á un
can que traian e levaronlo al ama traidora en lugar de su fija; e desta
manera creyo el ama que era muerta su señora, e que quedaba su hija por
reina de la tierra».
Después de este seco resumen, la narración se anima, y la influencia,
aunque remota, del texto poético se siente al referir las aventuras de
Berta en el bosque.
«Mas nuestro Señor Dios non quiso que tan gran traicion como esta
fuese mucho adelante, é como son sus juicios fuertes ó maravillosos
de conoscer á los hombres, buscó manera extraña porque este mal se
desficiese; é quiso así, que aquella noche mesma que los escuderos
levaron á Berta al monte é la ataron al árbol, así como de suso vistes,
que el montanero del rey Pepino, que guardaba aquel monte, posaba cerca
de aquel lugar do la infanta Berta estaba atada, é cuando oyó las
grandes voces que daba, como aquella que estaba en punto de muerte,
que era en el mes de enero, ó que no tenia otra cosa vestida sino la
camisa, é sin esto, que estaba atada muy fuertemente al árbol, fué
corriendo hácia aquella parte; é cuando la vió espantóse, creyendo que
era fantasma ó otra cosa mala; pero cuando la oyó nombrar á nuestro
Señor é á Santa María, entendió que era mujer cuitada, é llegóse á ella
é preguntóle qué cosa era ó qué había. É ella respúsole que era mujer
mezquina, é que estaba en aquel martirio por sus pecados; é él díxole
que no la desataría fasta que le contase todo su fecho por que estaba
así; é ella contógelo todo; é él entonce hobo muy gran piedad della, é
desatóla luego, é levóla á aquellas casas del Rey en que él moraba, que
eran en aquella montaña, é mandó á su mujer é á dos hijas muy hermosas,
que eran de la edad della, que le hiciesen mucha honra ó mucho placer,
ó mandóles que dixesen que era su hija, é vestióla como á ellas, é
castigó á las mozas que nunca la llamasen sino hermana. É aconteció
así, que después bien de tres años fué el rey Pepino á cazar aquella
montaña. É después que hobo corrido monte, fué á aquellas sus casas, é
dióle aquel su hombre muy bien de comer de muchos manjares. É ante que
quitasen los manteles, hizo á su mujer é aquellas tres doncellas, que
él llamaba hijas, que le levasen fruta; é ellas supiéronlo hacer tan
apuestamente, que el Rey fué muy contento. É paróles mientes, é violas
muy hermosas á todas tres, mas parescióle mejor Berta que las otras;
ca en aquella sazon la más hermosa mujer era que hobiese en ninguna
parte del mundo. É cuando la hobo así parado mientes un gran rato,
hizo llamar al montanero, é preguntóle si eran todas tres sus hijas,
é él dixo que sí. É cuando fué la noche, él fué á dormir á vna cámara
apartada de sus caballeros, é mandó á aquel montanero que le trajese
aquella su hija, é él hízolo así. É Pepino hóbola esa noche é empreñóla
de un hijo, é aquel fué Cárlos Maynete el Bueno. É el rey Pepino,
cuando se hobo de ir, dióle de sus dones, é hizo mucha mesura á aquella
dueña, que creía que era hija del montanero, é mandó á su padre que
gela guardase muy bien, pero en manera que fuese muy secreto».
Prosigue narrando la _Crónica de Ultramar_ cómo Blancaflor, madre de
la verdadera Berta, descubrió la superchería del ama y de su hija,
sirviendo de último signo de reconocimiento el pequeño defecto de
los pies, que en _La Gran Conquista_ está más especificado que en el
poema de Adenet. «É Berta no habia otra fealdad sino los dos dedos que
había en los piés de medio, que eran cerrados[250]. É por ende, cuando
Blancaflor trabó dellos, vió ciertamente que no era aquella su hija, é
con gran pesar que hobo, tornóse así como mujer fuera de seso, é tomóla
por los cabellos, é sacóla de la cama fuera, é comenzóla de herir muy
de recio á azotes é á puñadas, diciendo á grandes voces: «¡Ay Flores,
mi señor, qué buena hija habernos perdido, é qué gran traicion nos ha
hecho el rey Pepino é la su corte, que teníamos por las más leales
cosas del mundo; así que á la su verdad enviamos nuestra hija, é agora
hánnosla muerta, é la sierva, hija de su ama, metieron en su lugar!».
Confesada por el ama la traición, y querellándose acerbamente
Blancaflor de la muerte de su hija, el Rey hace buscar á los escuderos
que habían sido encargados del crimen, y por ellos y por el _montanero_
viene á descubrirse la verdad del caso y la existencia de la verdadera
Berta, que de su ayuntamiento con el Rey tenía ya un hijo de seis años,
el futuro Carlo Magno. En el poema de Adenès, la aventura amorosa de
Pipino es posterior al descubrimiento del fraude, y efecto de este
mismo descubrimiento, siendo ésta la principal diferencia entre ambos
textos. El traductor castellano sólo puso de su cosecha la donación que
Blancaflor hizo á su nieto Carlos «del reino de Córdoba é de Almería
é toda la otra tierra que había nombre España». Pero esta donación
no llegó á tener cumplimiento porque «luego hobo desacuerdo entre
los de la tierra, de manera que non la pudieron defender; é con este
desacuerdo que hobo entre ellos, ganáronla los reyes moros, que eran
del linaje de Abenhumaya».[251]
La historia de Berta se presenta muy ampliada y enriquecida con
accesorios novelescos en la gran compilación italiana _I Reali di
Francia_, cuyo autor Andrea da Barberino, nacido en 1370, vivía aún en
1431[252]. El sexto libro de esta obra tan popular todavía en Italia
como lo es entre nosotros la traducción del _Fierabrás_ (vulgarmente
llamada _Historia de Carlomagno_), trata en diez y siete capítulos de
las aventuras de Berta y del nacimiento de Carlos. Pío Rajna supone
que el autor conocía el poema de Adenet, pero las diferencias son de
bastante bulto y Gastón París se inclinaba á negarlo. Los nombres
no son ni los de Adenet ni los del compilador franco-itálico del
manuscrito de Venecia. Los motivos de las aventuras son diferentes
también, y algunos rasgos parecen de grande antigüedad, como el
de la concepción de Carlos Magno en un carro, lo cual antes de él
se había dicho de Carlos Martel (_Iste fuit in carro natus_) y es
acaso expresión simbólica de un nacimiento ilegítimo[253]. En lo
que convienen _I Reali_ y el manuscrito de Venecia es en la idea
genealógica de emparentar á la pérfida sierva con los traidores
de la casa de Maganza. Estas invenciones cíclicas sirvieron á los
compiladores de decadencia para establecer cierto lazo ficticio entre
sus interminables fábulas. La de Berta, en tiempo de Adenet, corría
todavía aislada, pues no hay rastro en él de semejante parentesco.
La versión de _I Reali_ fué la que adoptó, echándola á perder en su
maldita prosa, Antonio de Eslava, é introduciendo en ella algunas
variantes arbitrarias é infelices, que desfiguran y envilecen el
carácter de la heroína, y complican inútilmente el relato de sus
aventuras con circunstancias ociosas y ridículas. Pipino se casa en
terceras nupcias con Berta, siendo ya muy viejo y «casi impotente para
el acto de la generación.[254] Para buscar novia entre las doncellas
de cualquier linaje ó estado, abre en París una especie de certamen de
hermosura, señalando á cada dama mil escudos de oro «para el excesivo
gasto que hiciesen en venir á las fiestas y juntas reales que con este
motivo se celebran. «Allí tuviera harto que hazer el juyzio de Paris si
avia de juzgar quál era más hermosa... Y entre éstas vino la hija del
Conde de Melgaria, llamada Verta, la del gran pie, hermana de Dudon Rey
de Aquitania: llamávase assi, por respecto que tenía el un pie mayor
que el otro, en mucho estremo; mas dexada esta desproporcion aparte,
era la más hermosa y dispuesta criatura de todas las Damas».
Eslava describe prolijamente su traje y atavío, cometiendo los más
chistosos anacronismos é incongruencias. Baste decir que, entre
otras cosas, llevaba «por ayron y garzota un _cupidillo_ misturado
de olorosas pastillas, de tal suerte que despedía de sí un olor
suavísimo». El viejo Emperador, como era natural, se enamora de
ella en cuanto la vé, mas «ella estava algo picada de Dudon de Lis,
Almirante de Francia, mozo galan y dispuesto, que en las fiestas se
avia mostrado como valiente cavallero». Este mismo Dudon de Lis es el
que va en nombre del Emperador á pedir la novia, á desposarse con ella
por poderes y acompañarla á Francia. «En este camino se urdió y tramó
una de las más fraudulentas marañas que jamás habrán oydo, y fué que
la nueva Emperatriz traya consigo una donzella secretaria suya, hija
de la casa de Maganza, la qual en la edad y en el talle y hermosura le
parecía tanto que los Cortesanos de su Corte se engañaran muchas veces,
si no fuera el desengaño la diferencia de los costosísimos vestidos que
llevaba la Emperatriz; y esta se llamaba Fiameta, y era tan querida y
amada de la hermosa Verta, que con ella y con otra no comunicava sus
íntimos secretos».
Y aquí comienza la más absurda perversión que Eslava hizo en la
leyenda, pues es la misma Berta la que, enamorada de Dudon de Lis y
poco satisfecha con «el decrépito viejo» que la espera, sugiere á
su doncella la estratagema de que la suplante en el lecho nupcial,
haciéndose ella pasar por secretaria, para poder de este modo casarse
con el almirante[255]. Préstase á todo la falsa Fiameta (nombre de
Boccaccio muy inoportunamente sustituido al de _Elisetta_ que tiene
en _I Reali_ y _Aliste_ en el poema de Adenès); pero temerosa de que
el engaño llegue á descubrirse y ella deje de ser Emperatriz, se
decide á trabajar por cuenta propia y á deshacerse de Berta, después
de consumada la superchería. La orden de matarla, el abandono en el
bosque, la acogida que encuentra en la cabaña del montero del rey,
el descubrimiento de la falsa Berta por la madre de la verdadera,
la cacería del Rey y su aventura, amorosa, no difieren mucho de los
datos de la leyenda antigua, pero están torpemente viciados con la
grosera inverosimilitud de prestarse tan de buen grado la liviana Berta
á los deseos de aquel mismo viejo decrépito que tanto la repugnaba
antes[256]. El final de la historia concuerda enteramente con el texto
de _I Reali_, incluso la disparatadísima etimología que da al nombre
de Carlo Magno: «Y assi mandó á Lipulo el Emperador que antes que los
monteros cazadores llegasen á aquel asignado lugar, le hiziessen una
cama en el campo orillas del rio Magno, en un carro que allí estava,
por el excessivo calor que hazia, y por estar algo lexos del estruendo
y vozes de tanto tumulto de gente, ...y assi fué cubierto el carro de
muchas y frescas ramas, aviendo servido de acarrear piedra y leña.
En él se acostó el cansado Emperador, con su legítima mujer aunque
no conocida... Desta hermosa Berta nació Carlo Magno, sucesor del
Emperador Pipino su padre: llamóse assi porque fué engendrado (como
dicho tengo) en un carro, orillas del rio Magno, y assi se llamó Carro
Magno, aunque agora se llama Carlo Magno».
Esta rapsodia, que aun prescindiendo de lo adocenado de su estilo es
claro testimonio de la degeneración del sentido épico en los que ya
sin comprenderlas repetían las leyendas de la Edad Media, tuvo tan
escandalosa fortuna, que volviendo en el siglo XVIII á Francia, donde
estas narraciones estaban completamente olvidadas con haber tenido allí
su cuna, ocupó en 1777 las páginas de la _Bibliothèque Universelle
des Romans_, y á favor de esta célebre compilación, se difundió por
toda Europa, que entonces volvió á enterarse (¡y de qué manera!) de
los infortunios de la pobre Berta, tan calumniada por el refundidor
español. Pero como no hay mal que por bien no venga, acaso esta
caricatura sirvió para despertar la curiosidad de los investigadores,
y hacer que se remontasen á las fuentes primitivas de esta narración
poética.
Otro tanto aconteció con la historia «_del nacimiento de Roldán y sus
niñerías_», que llena el capítulo octavo de la «Segunda noche» de
Eslava, y cuya fuente indudable es también el libro de _I Reali_.
Los personajes de esta leyenda son carolingios, pero los primeros
textos en que aparece consignada no son franceses, sino franco-itálicos
y de época bastante tardía. Los italianos la reclaman por suya, y
quizá nosotros podamos alegar algún derecho preferente. Ante todo,
se ha de advertir que la más antigua poesía épica nada supo de estas
mocedades de Roldán. Siempre se le tuvo por hijo de una hermana de
Carlomagno, á quien unos llaman Gisela ó Gisla y otros Berta, pero
no había conformidad en cuanto al nombre del padre, que en unos
textos es el duque Milón de Angers y en otros el mismo Carlomagno,
á quien la bárbara y grosera fantasía de algunos juglares atribuyó
trato incestuoso con su propia hermana. Pero en ninguno de los
poemas franceses conocidos hasta ahora hay nada que se parezca á la
narración italiana de los amores de Milón y Berta y de la infancia de
_Orlandino_. Además la acción pasa en Italia y se enlaza con recuerdos
de localidades italianas.
Pero es el caso que esta historia de ilegitimidad de Roldán, nacido de
los amores del conde Milón de Angers ó de Anglante con Berta, hermana
de Carlomagno, es idéntica en el fondo á nuestra leyenda épica de
Bernardo del Carpio, nacido del furtivo enlace del conde de Saldaña
y de la infanta doña Jimena. La analogía se extiende también á las
empresas juveniles atribuidas á Roldán y á Bernardo. La relación entre
ambas ficciones poéticas es tan grande que no se le ocultó á Lope
de Vega, el cual trató dramáticamente ambos asuntos, repitiéndose
en algunas situaciones y estableciendo en su comedia _La Mocedad de
Roldán_ un paralelo en forma entre ambos héroes.
Reconocido el parentesco entre las dos historias, lo primero que se
ocurre (y así opinó Gastón París) es que la de Roldán habrá servido de
modelo á la de Bernardo. Pero es el caso que los datos cronológicos
no favorecen esta conjetura. El más antiguo texto de las _Enfances
Roland_ no se remonta más allá del siglo XIII, y para entonces nuestra
fábula de Bernardo, no sólo estaba enteramente formada, sino que
se había incorporado en la historia, admitiéndola los más severos
cronistas latinos, como don Lucas de Tuy y el arzobispo don Rodrigo;
andaba revuelta con hechos y nombres realmente históricos, y había
adquirido un carácter épico y nacional que nunca parece haber logrado
el tardío cuento italiano. Tres caminos pueden tomarse para explicar la
coincidencia. O se admite la hipótesis de un poema francés perdido que
contase los amores de Milón y Berta, hipótesis muy poco plausible, no
sólo por falta de pruebas, sino por la contradicción que este relato
envuelve con todos los poemas conocidos. O se supone la transmisión
de nuestra leyenda de Bernardo á Francia, y de Francia á Italia; caso
improbable, pero no imposible, puesto que también puede suponerse en
el _Maynete_ y hay que admitirla en el _Anseis de Cartago_ y acaso en
el _Hernaut de Belaunde_. O preferimos creer que estas _mocedades_ no
fueron al principio las de Bernardo ni las de Roldán, sino un lugar
común de novelística popular, un cuento que se aplicó á varios héroes
en diversos tiempos y países. La misma infancia de Ciro, tal como la
cuenta Herodoto, pertenece al mismo ciclo de ficciones, que no faltará
quien explique por el socorrido mito solar ú otro procedimiento análogo.
Todos los textos de las mocedades de Roldán fueron escritos en Italia,
como queda dicho. El más antiguo es el poema en decasílabos épicos,
compuesto en un francés italianizado, es decir, en la jerga mixta que
usaban los juglares bilingües del Norte de Italia. Forma parte del
mismo manuscrito de la biblioteca de San Marcos de Venecia en que
figuran _Berta_ y el _Karleto_. En este relato Milón es un senescal de
Carlomagno, y los perseguidos amantes se refugian en Lombardía, pasando
por los caminos todo género de penalidades: hambre, sed, asalto de
bandidos; hasta que Berta, desfallecida y con los pies ensangrentados,
se deja caer á la margen de una fuente, cerca de Imola, donde da á luz
á Roldán que, por su nacimiento, queda convertido en héroe italiano.
Milón, para sustentar á Berta y á su hijo, se hace leñador. Roldán
se cría en los bosques de Sutri y adquiere fuerzas hercúleas. Su
madre tiene en sueños la visión de su gloria futura. Pasa por Sutri
Carlomagno, volviendo triunfante de Roma, y entre los que acuden en
tropel á recibir al Emperador y su hueste llama la atención de Carlos
un niño muy robusto y hermoso, que venía por capitán de otros treinta.
El Emperador le acaricia, le da de comer, y el niño reserva una parte
de ración para sus padres. Esta ternura filial, unida al noble y fiero
aspecto del muchacho, que «tenía ojos de león, de dragón marino ó de
halcón», conmueve al viejo Namo, prudente consejero del Emperador, y
al Emperador mismo, quien manda seguir los pasos de Roldán hasta la
cueva en que vivían sus padres. El primer movimiento, al reconocer
á su hija y al seductor, es de terrible indignación, hasta el punto
de sacar el cuchillo contra ellos; pero Roldán, cachorro de león, se
precipita sobre su abuelo y le desarma, apretándole tan fuertemente la
mano que le hace saltar sangre de las uñas. Esta brutalidad encantadora
reconcilia á Carlos con su nieto, y le hace prorrumpir en estas
palabras: «será el halcón de la cristiandad». Todo se arregla del mejor
modo posible, y el juglar termina su narración con este gracioso rasgo:
«Mientras estas cosas pasaban, volvía los ojos el niño Roldán á una y
otra parte de la sala á ver si la mesa estaba ya puesta»[257].
En _I Reali di Francia_ encontramos más complicación de elementos
novelescos. Para seducir á Berta, Milón entra en palacio disfrazado de
mujer. El embarazo de Berta se descubre pronto, y Carlos la encierra
en una prisión, de donde su marido la saca, protegiendo la fuga el
consejero Namo. La aventura de los ladrones está suprimida en _I
Reali_. El itinerario no es enteramente el mismo. Falta el sueño
profético de la madre. En cambio, pertenecen á la novela en prosa, y
pueden creerse inventadas por su autor (si es que no las tomó de otro
poema desconocido), las peleas de los mozuelos de Sutri, en que Roldán
ensaya sus primeras armas, y la infeliz idea de hacer desaparecer á
Milón en busca de aventuras, desamparando á la seducida princesa con
el fruto de sus amores. Esta variante, imaginada, según parece, para
enlazar este asunto con el de la _Canción de Aspramonte_ y atribuir á
Milón grandes empresas en Oriente, persistió por desgracia en todos
los textos sucesivos, viciando por completo el relato y estropeando el
desenlace.
La prosa de los _Reali di Francia_ fué puesta en octavas reales por
un anónimo poeta florentino del siglo XV y por otro del XVI, que
apenas hizo más que refundir al anterior. Las juveniles hazañas de
Roldán dieron asunto á Ludovico Dolce para uno de los varios poemas
caballerescos que compuso á imitación del Ariosto: _Le prime imprese
del conte Orlando_ (1572); pero de los 25 cantos de que este poema
consta, sólo los cuatro primeros tienen que ver con la leyenda antigua,
siguiendo con bastante fidelidad el texto de _I Reali_[258]. El poema
de Dolce fué traducido en prosa castellana[259] por el regidor de
Valladolid Pero López Henriquez de Calatayud (1594). Y de este mismo
poema ó del texto en prosa tomó argumento Lope de Vega para _La Mocedad
de Roldán_[260], interesante y ameno poema dramático, que sería la
mejor de las obras compuestas sobre este argumento si no le arrebatase
la palma la noble y gentil balada de Luis Uhland _Der Klein Roland_.
Posteriores á la comedia de Lope, que ya estaba escrita en 1604,
son las _Noches de_ _Eslava_, cuyo relato, comparado con el de los
_Reali_, ofrece bastantes amplificaciones y detalles, debidos sin duda
al capricho del imitador y á su retórica perversa.
Enamorado Milón de Berta «con mucho secreto se vistió de hábito de
viuda, y lo pudo bien hazer, por ser muy mozo y sin barba, y con cierta
ocasión de unas guarniciones de oro, fué á palacio, al cuarto donde
ella estaba, y las guardias entendiendo ser muger, le dieron entrada...
y no solamente fué esto una vez, mas muchas, con el disfrazado
hábito de viuda, entraba á gozar de la belleza de Berta, engañando
á los vigilantes guardias, de tal suerte que la hermosa Berta de la
desenvuelta viuda quedó preñada». Indignación de Carlomagno; largo y
empalagoso discurso de Berta, solicitando perdón y misericordia «pues
se modera la culpa con no haber hecho cosa con Milón de Anglante que
no fuese consumación de matrimonio, y debaxo juramento y palabra
de esposo». La acongojada dama se acuerda muy oportunamente de la
clemencia de Nerva y Teodosio y de la crueldad de Calígula; pero
su hermano, que parece más dispuesto á imitar al último que á los
primeros, la contesta con otro razonamiento no menos erudito, en que
salen á relucir Agripina y el Emperador Claudio, la cortesana Tais y
el incendio de Persépolis, Lais de Corinto, Pasiphae, Semíramis y el
tirano Hermias, á quien cambia el sexo, convirtiéndole en _amiga_ de
Aristóteles. En vista de todo lo cual la condena á muerte, encerrándola
por de pronto en «el más alto alcázar de Palacio». Pero al tiempo que
«el dios Morfeo esparcía su vaporoso licor entre las gentes», fué Milón
de Anglante con ocultos amigos, y con largas y gruesas cuerdas apearon
del alto alcázar á Berta, y fueron huyendo solos los dos verdaderos
amantes... y en este ínterin, ya el claro lucero daba señales del
alba, y en la espaciosa plaza de París andaban solícitos los obreros
«haziendo el funesto cadahalso, adonde se habia de poner en execucion
la rigurosa sentencia».
Carlomagno envía pregones á todas las ciudades, villas y lugares de
su reino, ofreciendo 100.000 escudos de oro á quien entregue á los
fugitivos. «Y como llegase á oídos del desdichado Milón de Anglante,
andaba con su amada Berta silvestre, incógnito y temeroso; caminando
por ásperos montes y profundos valles, pedregosos caminos y abrojosos
senderos; vadeando rápidos y presurosos ríos; durmiendo sobre duras
rayces de los toscos y silvestres árboles, teniendo por lecho sus
frondosas ramas; los que estaban acostumbrados á pasear y á dormir
en entoldados palacios, arropados de cebellinas ropas, comiendo
costosísimos y delicados manjares, ignorantes de la inclemencia de
los elementos... y assi padeciendo infinitos trabajos, salieron de
todo el Reyno de Francia y entraron en el de Italia... Mas sintiéndose
ella agravada de su preñez y con dolores del parto, se quedaron en el
campo, en una oscura cueva, lexos una milla de la ciudad de Sena en la
Toscana... Y á la mañana, al tiempo que el hijo de Latona restauraba
la robada color al mustio campo, salió de la cueva Milón de Anglante á
buscar por las campestres granjas algun mantenimiento, ropas y pañales
para poder cubrir la criatura». Durante esta ausencia de su marido,
Berta «parió con mucha facilidad un niño muy proporcionado y hermoso,
el cual, así como nació del vientre de su madre, fué rodando con el
cuerpo por la cueva, por estar algo cuesta abaxo». Por eso su padre,
que llegó dos horas después, le llamó _Rodando_ (sic), y «de allí fué
corrompido el nombre y lo llaman Orlando».
Hasta aquí las variantes son pocas, pero luego se lanza la fantasía
del autor con desenfrenado vuelo. Milón perece ahogado al cruzar un
río, y Eslava no nos perdona la lamentación de Berta, que se compara
sucesivamente con Dido abandonada por Eneas, con Cleopatra después
de la muerte de Marco Antonio, con Olimpia engañada por el infiel
Vireno. Hay que leer este trozo para comprender hasta qué punto la mala
retórica puede estropear las más bellas invenciones del genio popular.
Lo que sigue es todavía peor: el sueño profético de Berta pareció, sin
duda, al novelista, muy tímida cosa, y le sustituye con la aparición
de una espantable sierpe, que resulta ser una princesa encantada
hacía dos mil años por las malas artes del mágico Malagis, el cual
la había enseñado «el curso de los cielos móviles, y la influencia y
_constelacion_ de todas las estrellas, y por ellas los futuros sucesos
y la intrínseca virtud de las hierbas, y otra infinidad de secretos
naturales».
Contrastan estas ridículas invenciones con el fondo de la narración,
que en sustancia es la de los _Reali_, sin omitir los pormenores más
característicos, por ejemplo, la confección del vestido de Orlando con
paño de cuatro colores: «Y así un dia los mochachos de Sena, viéndolo
casi desnudo, incitados del mucho amor que le tenían, se concertaron
de vestirle entre todos, y para eso los de una parroquia ó quartel le
compraron un pedazo de paño negro, y los de las otras tres parroquias ó
quarteles otros tres pedazos de diferentes colores, y así le hizieron
un vestido largo de los cuatro colores, y en memoria desto se llamaba
Orlando del Quartel; y no se contentaba con sólo esto, antes más se
hacía dar cierta cantidad de moneda cada dia, que bastase á sustentar
á su madre, pues era tanto el amor y temor que le tenían, que hurtaban
los dineros los mochachos á sus padres para dárselos á trueque de
tenerlo de su bando».
La narración prosigue limpia é interesante en el lance capital de
la mesa de Carlomagno. «Estando, pues, en Sena, en su real palacio,
acudian á él á su tiempo muchos pobres por la limosna ordinaria de
los Reyes, y entre ellos el niño Orlando... el qual como un dia
llegase tarde... se subió á palacio, y con mucha disimulacion y
atrevimiento entró en el aposento donde el Emperador estaba comiendo,
y con lento paso se allegó á la mesa y asió de un plato de cierta
vianda, y se salió muy disimulado, como si nadie lo hubiera visto, y
así el Emperador gustó tanto de la osadía del mochacho, que mandó á
sus caballeros le dexasen ir y no se lo quitasen; y así fué con él
á su madre muy contento y pensando hacerla rica... El segundo dia,
engolosinado del primero, apenas se soltó de los brazos de su madre,
cuando fué luego á Sena y al palacio del Emperador y llegó á tiempo
que el Emperador estaba comiendo, y entrando en su aposento, nadie
le estorbó la entrada habiendo visto que el Emperador gustó dél la
primera vez, y fuese allegando poco á poco á su mesa, y el Emperador,
disimulando, quiso ver el ánimo del mochacho, y al tiempo que el
mochacho quiso asir de una rica fuente de oro, el Emperador echó una
grande voz, entendiéndole atemorizar con ella; mas el travieso de
Orlando, con ánimo increible le asió con una mano de la cana barba y
con la otra tomó la fuente, y dixo al Emperador con semblante airado:
«No bastan voces de Reyes á espantarme», y fuese, con la fuente, de
palacio; mandando el Emperador le siguiesen cuatro caballeros, sin
hacerle daño, hasta do parase, y supiesen quién era».
La escena del reconocimiento está dilatada con largas y pedantescas
oraciones, donde se cita á Tucídides y otros clásicos; todo lo cual
hace singular contraste con la brutalidad de Carlomagno, que da á su
hermana un _puntillazo_ y la derriba por el suelo, provocando así
la justa cólera de Orlando. Al fin de la novela vuelve el autor á
extraviarse, regalándonos la estrafalaria descripción de un encantado
palacio del Piamonte, donde residía cada seis meses, recobrando su
forma natural, la hermosísima doncella condenada por maligno nigromante
á pasar en forma de sierpe la otra mitad del año. ¿Quién no ve aquí
una reminiscencia de la _Melusina_ de Juan de Arras, traducida ya al
castellano en el siglo XV?[261].
Si las dos novelas de Antonio de Eslava que hasta ahora llevamos
examinadas despiertan la curiosidad del crítico como degenerada
expresión del ideal caballeresco ya fenecido, un género de interés
muy distinto se liga al capítulo 4.º de la _Primera noche_, en que
el doctor Garnett y otros eruditos ingleses modernos han creído ver
el germen del drama fantástico de Shakespeare _La Tempestad_, que
es como el testamento poético del gran dramaturgo[262]. Ya antiguos
comentadores, como Malone, habían insinuado la especie de una novela
española utilizada por Shakespeare en esta ocasión, pero seguramente
habían errado la pista fijándose en _Aurelio é Isabela_, ó sea en
la _Historia de Grisel y Mirabella_ de Juan de Flores, que ninguna
relación tiene con tal argumento. Más razonable ha sido buscarle en
la historia que Antonio de Eslava escribió de «la soberbia del Rey
Niciphoro y incendio de sus naves, y la Arte Magica del Rey Dardano».
Como esta fábula no ha entrado todavía en la común noticia, por ser tan
raro el libro que la contiene, procede dar aquí alguna idea de ella.
El Emperador de Grecia Nicéforo, hombre altivo, soberbio y arrogante,
exigió del Rey Dárdano de Bulgaria su vecino que le hiciese donación
de sus estados para uno de sus hijos. Dárdano, que sólo tenía una
hija llamada Serafina, se resistió á tal pretensión, á menos que
Nicéforo consintiese en la boda de su primogénito con esta princesa. El
arrogante Nicéforo no quiso avenirse á ello, é hizo cruda guerra al de
Bulgaria, despojándole de su reino por fuerza de armas. «Bien pudiera
el sabio Rey Dardano vencer á Niciphoro si quisiera usar del Arte
Magica, porque en aquella era no avia mayor nigromántico que él, sino
que tenía ofrecido al Altissimo de no aprovecharse della para ofensa de
Dios ni daño de tercero... Y assi viéndose fuera de su patria y reynos,
desamparado de sus exercitos, y de los cavalleros y nobles dél, y ageno
de sus inestimables riquezas, desterrado de los lisonjeros amigos, sin
auxilio ni favor de nadie, se ausentó con su amada hija...».
Retírase, pues, con ella á un espeso bosque, y después de hacer un
largo y filosófico razonamiento sobre la inconstancia y vanidad de
las cosas del mundo, la declara su propósito de apartarse del trato y
compañía de los hombres, fabricando con su arte mágica «un sumptuoso y
rico palacio, debaxo del hondo abismo del mar, adonde acabemos y demos
fin á esta caduca y corta vida, y adonde estemos con mayor quietud
y regalo que en la fertil tierra». Préstase de mejor ó peor grado
Serafina, con ser tan bella y moza, á lo que de ella exige su padre, el
cual confirma con tremendos juramentos «al eterno Caos» su resolución
de huir «de la humana contratacion de este mundo».
«Y andando en estas razones, llegaron á la orilla del mar, adonde
halló una bien compuesta barca, en la qual entraron, asiendo el viejo
rey los anchos remos, y rompiendo con ellos la violencia de sus olas,
se metió dentro del Adriático golfo, y estando en él, pasó la ligera
barca, sacudiendo á las aguas con una pequeña vara, por la qual virtud
abrió el mar sus senos á una parte y otra, haziendo con sus aguas dos
fuertes muros, por donde baxó la barca á los hondos suelos del mar,
tomando puerto en un admirable palacio, fabricado en aquellos hondos
abismos, tan excelente y sumptuoso quanto Rey ni Principe ha tenido en
este mundo». Hago gracia á mis lectores de la absurda descripción de
este palacio, pero lo que no puede ni debe omitirse es que la hermosa
Serafina era «con arte mágica servida de muchas Sirenas, Nereydes,
Driadas y Ninfas marinas, que con _suaves y divinas musicas_ suspendian
á los oyentes».
Así pasaron dos años, pero, á pesar de tantos cánticos, músicas y
regalos, algo echaba de menos la bella Serafina, y un día se atrevió á
confesárselo al rey Dárdano: «Si en todas las cosas hay, amado padre,
un efecto del amor natural, no es mucho, ni de admirar, que en esta
vuestra solitaria hija obre los mismos efectos el mismo amor. Por
algo deshonesta me tendreys con estas agudas razones, mas fuerçame a
dezirlas el verme sin esperança alguna de humana conversacion, metida
y encarcelada en estos hondos abismos; y assi os pido y suplico, ya
que permitís que muera y fenezca mi joventud en estos vuestros Magicos
Palacios, que me deys conforme a mi estado y edad un varon illustre por
marido». El viejo rey Dárdano, vencido de las eficaces razones de su
hija, promete casarla conforme á su dignidad y estado.
Entretanto había partido de esta vida el altivo emperador Nicéforo,
conquistador del reino de Bulgaria, dejando por sucesor á su hijo menor
Juliano, muy semejante á él en la aspereza y soberbia de su condición,
y desheredando al mayor, llamado Valentiniano, mozo de benigno carácter
y mansas costumbres. El cual, viéndose desposeído de los estados
paternos, fue á pedir auxilio al emperador de Constantinopla. «Y para
más disimular su intento, se partió solo, y arribó á un canal del mar
Adriático, á buscar embarcacion para proseguir su intento, y solamente
halló una ligera barca, que de un pesado viejo era regida y governada,
que le ofreció le pondria con mucha brevedad do pretendia».
«Y sabreys, señores, que el dicho barquero era el viejo Rey Dardano,
que quando tuvo al Principe Valentiniano dentro en el ancho golfo,
hirió con su pequeña _vara_ las saladas aguas, y luego se dividieron,
haziendo dos fuertes murallas, y descendió el espantado Principe al
Magico Palacio, el qual admirado de ver tan excelente fábrica quedó
muy contento de verse allí; y el Rey Dárdano le informó quién era,
y el respecto porque alli habitava, y luego que vido á la Infanta
Serafina, quedó tan preso de su amor, que tuvo á mucha dicha el aver
baxado aquellos hondos abismos del mar, y pidiola con muchos ruegos al
Rey su padre por su legítima esposa y mujer, que del viejo padre luego
le fue concedida su justa demanda, y con grande regocijo y alboroço,
se hicieron las Reales bodas por arte Mágica: pues vinieron á ellas
mágicamente muchos Principes y Reyes, con hermosissimas Damas, que
residian en todas las islas del mar Occeano».
Celebrándose estaban las mágicas bodas cuando estalló de pronto una
furiosa tempestad. «Començaron las olas del mar á ensoberbecerse,
incitadas de un furioso Nordueste: túrbase el cielo en un punto de muy
obscuras y gruesas nubes; pelean contrarios vientos, de tal suerte que
arranca y rompe los gruessos masteles, las carruchas y gruessas gumenas
rechinan, los governalles se pierden, al cielo suben las proas, las
popas baxan al centro, las jarcias todas se rompen, las nubes disparan
piedras, fuego, rayos y relampagos. Tragava las hambrientas olas la
mayor parte de los navios; la infinidad de rayos que cayeron abrasaron
los que restaron, excepto cuatro en los quales yva el nuevo Emperador
Juliano y su nueva esposa, y algunos Príncipes Griegos y Romanos, que
con éstos quiso el cielo mostrarse piadoso. Davan los navios sumergidos
del agua, y abrasados del fuego, en los hondos abismos del mar,
inquietando con su estruendo á los que estavan en el mágico palacio».
Entonces el rey Dárdano subió sobre las aguas «descubriéndose hasta
la cinta, mostrando una antigua y venerable persona, con sus canas
y largos cabellos, assi en la cabeça como en la barba, y vuelto á
las naves que avian quedado, adonde yvan el Emperador y Príncipes,
encendidos los ojos en rabiosa cólera», les increpó por su ambición y
soberbia que les llevaba á inquietar los senos del mar después de haber
fatigado y estragado la tierra, y anunció á Juliano que no sería muy
duradero su tiránico y usurpado imperio. «Y acabado que huvo el rey
Dardano de hazer su parlamento, se zambulló, sin aguardar respuesta, en
las amargas aguas del mar, quedando el Emperador Juliano de pechos en
la dorada popa de su nave, acompañado de la nueva Emperatriz su mujer,
y de algunos Príncipes que con él se avian embarcado».
Cumplióse á poco tiempo el vaticinio, muriendo el emperador apenas
había llegado á la ciudad de Delcia donde tenía su corte. El rey
Dárdano, sabedor de la catástrofe por sus artes mágicas, deshace su
encantado palacio, se embarca con su yerno y su hija y los pone en
quieta y pacífica posesión del imperio de Constantinopla. Pero para no
quebrantar su juramento de no habitar nunca en tierra, manda labrar en
el puerto un palacio de madera flotante sobre cinco navios, y en él
pasa sus últimos años.
Las semejanzas de este argumento con el de _The Tempest_ son tan
obvias que parece difícil dejar de admitir una imitación directa. El
rey Dárdano es Próspero, su hija Serafina es Miranda, Valentiniano
es Fernando. Lo mismo el rey de Bulgaria que el duque de Milán han
sido desposeídos de sus estados por la deslealtad y la ambición. Uno
y otro son doctos en las artes mágicas, y disponen de los elementos
á su albedrío. El encantado y submarino palacio del uno difiere poco
de la isla también encantada del otro, poblada de espíritus aéreos y
resonante de música divina. La vara es el símbolo del mágico poder con
que Dárdano lo mismo que Próspero obra sus maravillas. Valentiniano es
el esposo que Dárdano destina para su hija y que atrae á su palacio á
bordo del mágico esquife, como Próspero atrae á su isla á Fernando por
medio de la tempestad para someterle á las duras pruebas que le hacen
digno de la mano de Miranda.
Éste es sin duda el esquema de la obra shakespiriana, pero ¡cuán lejos
está de la obra misma! Todo lo que tiene de profundo y simbólico,
todo lo que tiene de musical y etéreo, es creación propia del genio
de Shakespeare, que nunca se mostró tan admirablemente lírico
como en esta prodigiosa fantasía, la cual, por su misma vaguedad,
sumerge el espíritu en inefable arrobamiento. Ninguna de las sutiles
interpretaciones que de ella se han dado puede agotar su riquísimo
contenido poético. Ariel, el genio de la poesía, sonoro y luminoso,
emancipado por fin de la servidumbre utilitaria; Caliban, el monstruo
terrible y grotesco, ya se le considere como símbolo de la plebe, ya de
la bestia humana en estado salvaje, que no es humanidad primitiva sino
humanidad degenerada; Gonzalo, el dulce utopista; Miranda, graciosa
encarnación del más ingenuo y virginal amor; Próspero, el gran educador
de sí propio y de los demás, el nigromante sereno y benévolo, irónico
y dulce, artífice de su destino y de los ajenos, harto conocedor de
la vida para no estimarla en más de lo que vale, harto generoso para
derramar el bien sobre amigos y enemigos, antes de romper la vara de
sus prestigios y consagrarse á la meditación de la muerte: toda esta
galería de criaturas inmortales, que no dejan de parecer muy vivas
aunque estén como veladas entre los vapores de un sueño, claro es que
no las encontró Shakespeare ni en la pobre rapsodia de Eslava, ni en
la relación del descubrimiento de las islas Bermudas, ni en el pasaje
de Montaigne sobre la vida salvaje, ni en las demás fuentes que se han
indicado, entre las cuales no debemos omitir el _Espejo de Príncipes
y Caballeros_, más comúnmente llamado _El Caballero del Febo_, en que
recientemente se ha fijado un erudito norteamericano[263].
Pero de todos estos orígenes, el más probable hasta ahora, y también
el más importante, son las _Noches de Invierno_, puesto que contienen,
aunque sólo en germen, datos que son fundamentales en la acción de la
pieza. Á los eruditos ingleses toca explicar cómo un libro no de mucha
fama publicado en España en 1609 pudo llegar tan pronto á conocimiento
de Shakespeare, puesto que _La Tempestad_ fué representada lo más tarde
en 1613. Traducción inglesa no se conoce que yo sepa, pero cada día va
pareciendo más verosímil que Shakespeare tenía conocimiento de nuestra
lengua. Ni la _Diana_ de Jorge de Montemayor estaba publicada en inglés
cuando se representaron _Los dos hidalgos de Verona_, ni lo estaban los
libros de Feliciano de Silva cuando apareció el disfrazado pastor D.
Florisel en el _Cuento de Invierno_[264].
No creo necesario detenerme en las restantes novelas de Eslava, que
son por todo extremo inferiores á las citadas. Muy ingeniosa sería, si
estuviese mejor contada, la de la _Fuente del desengaño_, cuyas aguas
tenían la virtud de retratar la persona ó cosa más amada de quien en
ellas se miraba. Y no son únicamente los interesantes enamorados de
la fábula los que se ven sujetos á tal percance, sino el mismo Rey, á
cuyo lado se ve una hechicera feísima, que con sus artes diabólicas le
tenía sorbido el seso, y los mismos jueces que allí ven descubiertas
sus secretas imperfecciones. «Al lado de uno que viudo era, una rolliza
moza de cántaro, que parecía que con él quería agotar la fuente, en
venganza de su afrenta; y al lado de otros muchíssimos libros abiertos
en quienes tenia puesta toda su afición; y al lado de otros tres
talegos abiertos, llenos de doblones, como aquel que tenia puesto su
amor y pensamiento en ellos, y que muchas vezes juzgava por el dinero
injustamente: de suerte que hallándose cada uno culpado, se rieron unos
de otros, dándose entre ellos muchos y discretos motes y vexámenes».
Esta fuente nada tiene que ver con el ingenioso pero no sobrenatural
modo de que se vale el pastor Charino de la _Arcadia_ de Sannazaro para
hacer la declaración amorosa á su zagala; tema de novelística popular
que también encontramos en el _Heptameron_ de la reina de Navarra,
donde la declaración se hace por medio de un espejo. En cambio el
cuento de Eslava está enlazado con otra serie de ficciones, en que ya
por una copa, ya por un espejo mágico, ya por un manto encantado, se
prueba la virtud femenina ó se descubren ocultos deslices.
Los demás capítulos de las _Noches de invierno_ apenas merecen citarse.
Un esclavo cristiano, que «con doce trompas de fuego sulphureo y de
alquitrán» hace volar todas las galeras turcas; una nuera que para
vengarse de su suegro le da á comer en una empanada los restos de su
nieto; dos hermanos que sin conocerse lidian en público palenque; una
princesa falsamente acusada, víctima de los mismos ardides que la reina
Sevilla, son los héroes de estas mal concertadas rapsodias que apenas
pueden calificarse de originales, puesto que están compaginadas con
reminiscencias de todas partes. La historia del rey Clodomiro, por
ejemplo, no es más que una variante, echada á perder, de la hermosa
leyenda del Emperador Joviniano (cap. LIX del _Gesta Romanorum_),
sustituido por su ángel custodio, que toma su figura y sus vestiduras
regias mientras él anda por el mundo haciendo penitencia de su soberbia
y tiranía. En Eslava, toda la poesía mística de la leyenda desaparece,
pues no es un ángel quien hace la transformación, sino un viejo y
ridículo nigromante.
Además de las novelas contiene el libro, de todas suertes curiosísimo,
del poeta de Sangüesa varias digresiones históricas y morales, una
apología del sexo femenino y una fábula alegórica del nacimiento de la
reina Telus de Tartaria, que dice traducida de lengua flamenca, citando
como autor de ella á Juan de Vespure, de quien no tengo la menor
noticia.
Tal es, salvo omisión involuntaria[265], el pobre caudal de la novela
corta durante más de una centuria; y ciertamente que maravilla tal
esterilidad si se compara con la pujanza y lozanía que iba á mostrar
este género durante todo el siglo XVII, llegando á ser uno de los
más ricos del arte nacional. No faltan elementos indígenas en las
colecciones que quedan reseñadas, pero lo que en ellas predomina es
el gusto italiano. Y aun pudieran multiplicarse las pruebas de esta
imitación, mostrando cómo se infiltra y penetra hasta en las obras de
temple más castizo y que son sin duda emanación genuina del ingenio
peninsular. Así, el capítulo del buldero, uno de los más atrevidos
del _Lazarillo de Tormes_, tiene su germen en un cuento de Masuccio
Salernitano[266]. Así, las novelas románticas intercaladas en el
_Guzmán de Alfarache_, la de _Dorido y Clorinia_, la de _Bonifacio y
Dorotea_, la de _Don Luis de Castro_ y _Don Rodrigo de Montalvo_, están
enteramente en la manera de los _novellieri italianos_, y la última de
ellas procede también de Masuccio[267]. Así, la _Diana_ de Jorge de
Montemayor, que en su fondo debe más al bucolismo galaico-portugués que
á la _Arcadia_ de Sannazaro, se engalana con la historia de los amores
de D. Félix y Felismena, imitada de Bandello[268].
Novelas del mismo corte y origen se encuentran por incidencia en otros
libros, cuya materia principal no es novelesca, especialmente en
los manuales de cortesía y buena crianza, imitados ó traducidos del
italiano. Prescindiendo por ahora del _Cortesano_ de Boscán, que es
pura traducción, aunque admirable, y que tendrá más adecuado lugar en
otro capítulo de la presente historia, donde estudiaremos los diálogos
que pintan aspectos varios de la vida social, no podemos omitir la
ingeniosa refundición que del _Galateo_ de Messer Giovanni Della Casa
hizo Lucas Gracián Dantisco en su _Galateo Español_ (1599), libro de
los más populares, como lo acreditan sus numerosas ediciones[269]. El
autor nos ofrece á un tiempo la teoría y la práctica _de las novelas y
cuentos_, dándonos curioso _specimen_ de la conversación de su época.
«Allende de las cosas dichas, procure el gentil hombre que se pone
á contar algun cuento ó fábula, que sea tal que no tenga palabras
desonestas, ni cosas suzias, ni tan puercas que puedan causar asco
á quien le oye, pues se pueden dezir por rodeos y términos limpios
y honestos, sin nombrar claramente cosas semejantes; especialmente
si en el auditorio hubiesse mugeres, porque alli se deve tener más
tiento, y ser la maraña del tal cuento clara, y con tal artificio
que vaya cevando el gusto hasta que con el remate y paradero de la
novela queden satisfechos sin duda. Y tales pueden ser las novelas y
cuentos que allende del entretenimiento y gusto, saquen dellas buenos
exemplos y moralidades; como hazian los antiguos fabuladores, que tan
artificiosamente hablaron (como leemos en sus obras), y á su imitacion
deve procurar el que cuenta las fábulas y consejas, o otro cualquier
razonamiento, de yr hablando sin repetir muchas vezes una misma
palabra sin necesidad (que es lo que llaman bordon) y mientras pudiere
no confundir los oyentes, ni trabajalles la memoria, excusando toda
escuridad, especialmente de muchos nombres»[270].
Como muestra del modo de contar que tenía por más apacible, trae la
ingeniosa _Novela del gran Soldán con los amores de la linda Axa y el
Príncipe de Nápoles_. Esta novela es seguramente de origen italiano,
y en Castilla había pasado ya al teatro, según nos informa Gracián
Dantisco. «Y pues en todas los cosas deste tratado procuramos traer
comparaciones y exemplos al proposito, en este que se nos ofrece
pondremos un cuento del cual, por aver parecido bien á unos discretos
cómicos, se hizo una hermosa tragicomedia»[271].
Lucas Gracián Dantisco, que no es un mero traductor, sino que procura
acomodar el _Galateo_ toscano á las costumbres españolas, nos da
suficiente testimonio de que el ejercicio de novelar alternativamente
varias personas en saraos y tertulias era ya cosa corriente en su
tiempo. «Deve tambien el que acaba de contar qualquiera cuento o novela
como ésta, aunque sepa muchas, y le oygan de buena gana, dar lugar á
que _cada qual diga la suya_, y no enviciarse tanto en esto que le
tengan por pesado o importuno; no combidando siempre a dezillas, pues
principalmente sirven para henchir con ellas el tiempo ocioso»[272].
Hemos seguido paso á paso esta incipiente literatura, sin desdeñar
lo más menudo de ella, aun exponiéndonos al dictado de _micrófilo_,
para que se comprenda qué prodigio fueron las _Novelas Ejemplares_ de
Cervantes, surgiendo de improviso como sol de verdad y de poesía entre
tanta confusión y tanta niebla. La novela caballeresca, la novela
pastoril, la novela dramática, la novela picaresca, habían nacido
perfectas y adultas en el _Amadís_, en la _Diana_, en la _Celestina_,
en el _Lazarillo de Tormes_, sus primeros y nunca superados tipos. Pero
la novela corta, el género de que simultáneamente fueron precursores
D. Juan Manuel y Boccaccio, no había producido en nuestra literatura
del siglo XVI narración alguna que pueda entrar en competencia con la
más endeble de las novelas de Cervantes: con el embrollo romántico de
_Las dos doncellas_, ó con el empalagoso _Amante Liberal_, que no deja
de llevar, sin embargo, la garra del león, no tanto en el apóstrofe
retórico á las ruinas de la desdichada Nicosia como en la primorosa
miniatura de aquel «mancebo galan, atildado, de blancas manos y rizos
cabellos, de voz meliflua y amorosas palabras, y finalmente todo hecho
de ámbar y de alfeñique, guarnecido de telas y adornado de brocados.
¡Y qué abismos hay que salvar desde estas imperfectas obras hasta el
encanto de _La Gitanilla_, poética idealización de la vida nómada, ó la
sentenciosa agudeza de _El Licenciado Vidriera_, ó el brío picaresco de
_La Ilustre Fregona_, ó el interés dramático de _La Señora Cornelia_
y de _La Fuerza de la Sangre_, ó la picante malicia de _El Casamiento
Engañoso_, ó la profunda ironía y la sal lucianesca del _Coloquio de
los Perros_, ó la plenitud ardiente de vida que redime y ennoblece
para el arte las truhanescas escenas de _Rinconete y Cortadillo_!
Obras de regia estirpe son las novelas de Cervantes, y con razón dijo
Federico Schlegel que quien no gustase de ellas y no las encontrase
divinas jamás podría entender ni apreciar debidamente el _Quijote_. Una
autoridad literaria más grande que la suya y que ninguna otra de los
tiempos modernos, Goëthe, escribiendo á Schiller en 17 de diciembre
de 1795, precisamente cuando más ocupado andaba en la composición de
_Wilhelm Meister_, las había ensalzado como un verdadero tesoro de
deleite y de enseñanza, regocijándose de encontrar practicados en el
autor español los mismos principios de arte que á él le guiaban en
sus propias creaciones, con ser éstas tan laboriosas y aquéllas tan
espontáneas. ¡Divina espontaneidad la del genio que al forjarse su
propia estética adivina y columbra la estética del porvenir![273].
M. MENÉNDEZ Y PELAYO.
_Santander, Enero de 1907._
NOTAS:
[1] Con erudición verdaderamente admirable, no sólo por lo extensa,
sino por lo minuciosa y segura, y con agudeza y sagacidad crítica
todavía más raras que su erudición, discurre sobre todos estos puntos
Arturo Farinelli en su reciente opúsculo _Note sul Boccaccio in Ispagna
nell' Età Media_, Braunschweig, 1906 (tirada aparte del _Archiv für das
studium der neuren Sprachen und Literaturen_, de L. Herrigs), al cual
debe añadirse su estudio sobre el _Corbaccio_ en la España medioeval,
publicado en la _Miscelánea Mussafia_. Creo que entre los hispanistas
que hoy viven nadie ha avanzado tanto como Farinelli en el estudio
comparativo de las letras españolas con las extranjeras, especialmente
con la italiana y la alemana. Sus monografías son un tesoro, todavía no
bastante apreciado en España, y la rica materia que contienen hubiera
bastado á un escritor menos docto y conciso para escribir voluminosos
libros.
[2] Así resulta de su célebre carta á Mainardo Cavalcanti, mariscal del
reino de Sicilia, descubierta en la biblioteca de Siena y publicada por
Tiraboschi (_Storia della letteratura italiana_, t. V, pág. 844, ed. de
Milán, 1823): «Sane quod inclitas mulieres tuas domesticas meas legere
permiseris, non laudo; quin imo quæso per fidem tuam, ne feceris...
Cave igitur iterum meo monitu precibusque, ne feceris... Et si decori
dominarum tuarum parcere non vis, parce saltem honori meo, si adeo me
diligis, ut lacrimas in passionibus meis effundas. Existimabunt enim
legentes me spurgidum, lenonem, incestuosum senem, impurum hominem,
turpiloquum, maledicum, et aliorum scelerum avidum relatorem. Non enim
ubique est qui in excusationem meam consurgens dicat: juvenis scripsit,
et majoris coactus imperio».
Hugo Fóscolo, en su precioso _Discorso sul testo del Decamerone_
(_Prose Letterarie_, t. III, ed. de Florencia, 1850), supone con
probabilidad que el mismo Boccaccio llegó á destruir el original
autógrafo de su libro, lo cual explica la incorrección de las copias.
[3] Es cosa digna de repararse que el Petrarca, con ser tan amigo de
Boccaccio, no recibió de su parte el _Decameron_ ni le vio más que por
casualidad, ni elogió en él otra cosa que esta novela y la descripción
de la peste: «Librum tuum, quem nostro materno eloquio, ut opinor, olim
juvenis edididisti, nescio quidem unde vel qualiter ad me delatum vidi».
Sin duda por haberse omitido la epístola proemial en algunas copias fue
tenida la Griselda entre muchos humanistas por composición original
del Petrarca, pero no creo que incurriesen en tal error Bernat Metge,
tan versado en las obras de Boccaccio, ni Chaucer, que la imita en uno
de los _Canterbury Tales_. Pero la verdad es que procedieron como si
ignoraran el verdadero autor de la fábula.
[4] Hizo una elegantísima edición de este tratado D. Mariano Aguiló
en su _Bibliotheca d' obretes singulars del bon temps de nostra
lengua materna estampades en letra lemosina_ (Barcelona, librería de
Verdaguer). La portada dice así:
_Historia de Valter e de la pacient Griselda escrita en llatí per
Francesch Petrarcha: e arromançada per Bernat Metge. Estampada en
Barcelona per n' Evarist Villastres en l' any M.DCCC.Lxxxiij._
Dos códices tuvo presentes el Sr. Aguiló: uno de la Biblioteca
Universitaria de Barcelona, y otro, al parecer más antiguo, que él
poseía, comprado en Cádiz al bibliófilo D. Joaquín Rubio. En este
segundo códice, el título era _Istoria de Valter é de Griselda,
composta por Bernat Metge, la qual racita Petrarcha poheta laureat en
les obres del qual io he singular afeccio_.
Hay tres romances modernos escritos sobre el texto de la novela de
Metge: _Historia de Griselda la qual lo marques Valter prengué per
muller essent una humil pastoreta e isqué lo més singular exemple de
la obediencia que tota dona casada deu tenir a son marit_ (Barcelona,
1895). Lleva las iniciales A. B. T. (Antonio Bulbena y Tusell).
[5] «La pasciencia, fortitut e amor conjugal de Griselda, la istoria
de la qual fon per mi de lati en nostra lengua vulgar transportada,
callare, car tant es notoria que ya la reciten per enganar les nits en
les vetles e com filen en ivern entorn del foch».
[6] Manuscrito de la Biblioteca Escurialense (a-IV-5), dado á luz por
Herman Knust en un tomo de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, _Dos
obras didácticas y dos leyendas_... Madrid, 1878. Vid. pp. 260-265.
[7] _Boccaccio and the Decameron in castilian and catalan literature.
Thesis presented to the faculty of Bryn Mawr College for the degree of
doctor of philosophy by Caroline Brown Bourland_, 1905.
(Tirada aparte de la _Revue Hispanique_, t. XII).
Tesis semejantes á ésta convendría que apareciesen de vez en cuando en
las universidades españolas. La joven doctora norteamericana examina y
describe con todo rigor bibliográfico los códices y ediciones españolas
del _Decameron_ y busca luego el rastro de Boccaccio en nuestra
novelística y dramaturgia de los siglos XV, XVI y XVII, analizando una
por una, y en todos sus detalles, las imitaciones de cada cuento. Es un
trabajo de investigación y de crítica digno de las mayores alabanzas.
Para no repetir lo que allí está inmejorablemente dicho, abreviaré
mucho la parte concerniente á Boccaccio en estas páginas.]
[8] Ha sido reimpresa por miss Bourland en el tomo IX de la _Revue
Hispanique_, conforme al único ejemplar conocido de 1603.
[9] También ha reimpreso (_ib._) la señorita Bourland este texto,
tomado de la _Suma de todas las crónicas del mundo_ (Valencia, 1510),
traducción hecha por Narcis Viñoles del _Suplementum Chronicorum_, de
Foresti.
[10] Ns. 1273, 1274 y 1275 del _Romancero_ de Durán.
[11] Nota comunicada á miss Bourland por D. Ramón Menéndez Pidal. La
composición de Fernando de la Torre está en un códice de la Biblioteca
de Palacio.
[12] Una detallada é interesante descripción de este códice puede verse
en el estudio de miss Bourland. Para mi objeto basta con la siguiente
nota, que me comunicaron los señores Bonsoms y Massó y Torrents antes
que la erudita señora diese á luz su trabajo:
«Es un manuscrito en papel que conserva su encuadernación antigua, con
señales de los clavos y cierres; en un tejuelo de papel pegado se lee:
_Las Cien... manuscriptas catalan_. La medida general de la página es
de 295 × 216 milímetros. La foliación, que va de 1 á CCCxxiij, empieza
en la 1.ª novela de la 1.ª jornada, con las palabras _Covinent cosa
es mols cares dones_. Contiene entero el Decameron, que termina en el
folio CCCxxxiij de esta manera:
«_E vosaltres gracioses dones ab la sua gracia romaniu en pau recordant
vos de mi si d'alguna cosa de aquestes que haureu legides per ventura
vos ajudau._
«_Fo acabada la present translacio dimarts que comptaven V dies del
mes d'Abril en l'any de la fructificant Incarnacio del fill de deu
M.CCCC.xxviiij, en la vila de Sant Cugat de Valles._
«_Aci feneix la deena e derrera Jornada del libre appellat De_ (sic)
_Cameron, nominat lo Princep Galeot, en altra manera Lo cento novella_.
«Los folios preliminares contienen el proemio y la introducción,
de manera que está completa la obra de Boccaccio. De los folios
preliminares, útiles, aparecen recortados la mayor parte y alterado
su orden 8 ff. blancos (el último de los cuales lleva alguna
anotación ajena al texto) + 5 ff. de _Taula_ á 2 columnas + 2 ff. de
_introducció_ + 2 ff. blancos + 9 ff. de _proemi_ y _introducció_.
«Hay letra de dos manos distintas, como si los redactores se hubiesen
partido el trabajo. La primera es más hermosa, aunque no cuidada.
Escribe á renglón seguido y caligrafía alguna inicial, alternando
las tintas roja y azul: comprende la introducción, el proemio y el
texto hasta el folio CLxxxii (novela 8.ª de la 5.ª jornada). La
segunda mano escribe á dos columnas, y comprende todo el resto del
manuscrito incluso la suscripción final; es más corrida y no tiene
inicial ninguna. Todo el manuscrito carece de epígrafes en tinta roja,
habiéndose dejado en blanco el espacio correspondiente».
[13] _Obras completas de D. Manuel Milá y Fontanals_, t. III, p. 457.
[14] _Memorias de la Real Academia de la Historia_, t. IV, p. 460.
[15] _Demostracion histórica del verdadero valor de todas las monedas
que corrían en Castilla durante el reynado del señor don Enrique III_
(Madrid, 1796, pp. 374-379).
[16] Cf. Miss Bourland: «If the manuscript of the library of Benavente
was in Spanish, the papel cebti menor on which it was written, would
show that the _Decameron_ was translated into spanish, at least in
part, during the fourteenth or at the very drawn of the fifteenth
century». (Pág. 24.)
[17] _Capítulo Xlv de como Fadrique ama e non es amado e en cortesia
despendiendo se consume el qual non auiendo mas de un falcon a la dona
suya lo dio._
Devedes pues saber que Copo de Burgesi Dominique el qual fue en la
nuestra çibdat, por ventura aun es, ombre de grand reverençia e
abtoridad, e de los nuestros por costumbres e por virtud mucho mas
que por nobleza de sangre caro e dino de eterna fama, e seyendo ya de
años lleno espesas vegadas de las cosas pasadas con sus vezinos e con
otros se deleytava de rrazonar, la qual cosa el con mejor e mas orden
e con mayor memoria apostado de fablar que otro ombre sopo fazer. Era
usado de dezir entre las otras sus bellas cosas que en Florençia fue
ya un mançebo llamado Fadrique e fijo de Miçer Felipo Albergin en obra
de armas e en cortesia preçiado sobre otro ombre donzel de Toscana
e quel, asi como á los mas de los gentiles ombres contesçe, de una
gentil dona llamada Madona Jovena se enamoró, en sus tiempos tenida de
las mas bellas donas e de las mas graçiosas que en Florençia fuesen
e por quel amor della conquistar podiese justava e facia de armas
e fazia fiestas e dava lo suyo syn algund detenimiento, mas ella,
non menos onesta de bella, de aquestas cosas por ella fechas nin de
aquel se curava que lo fazia. Despendiendo pues Fadrique allende de
todo su poder mucho, en ninguna cosa conquietando, asi como de ligero
contesçe las riquezas menguaron e el quedó pobre syn otra cosa serle
quedado salvo un solo pequeño heredamiento de las rrentas del qual
muy estrechamente bevia, e allende de aquesto un solo falcon de los
mejores del mundo le avia quedado. Por que amando mas que nunca, no
paresçiendole mas çibdadano ser como deseava, a los campos allá donde
el su pobre heredamiento era se fue a estar e aqui quando podia caçando
e syn alguna cosa rrequerir padescientemente la pobreza comportava. Ora
acaesçio que seyendo asi Fadrique e veniendo al estremo el marido de
madona Jovena enfermó e veyendose á la muerte venir fizo testamento e
seyendo muy rico en ella dexó su heredero a un su fijo ya grandezillo
e despues de aquesto aviendo mucho amada a Madona Jovena a ella, sy
contesçiese aquel fijo syn legitimo heredero muriese, su heredera
sola estableçio, e muriese (_sic_). Quedada pues biuda Madona Jovena,
como usança es de las nuestras donas, el año adelante con aqueste su
fijo se fue a un condado en una su posesion asaz vezina aquella de
Fadrique, por lo qual contesçio que aqueste moçuelo a amistar con
Fadrique e deleytarse con aves e con canes e aviendo muchas vegadas
visto el falcon de Fadrique bolar, est[r]aña mente plaziendole, fuerte
deseava de averlo, mas despues non osava demandarlo veyendo a el ser
tanto caro, e asi estando la cosa contesçio quel mançebo enfermó, de
que la dolorosa madre mucho temerosa como aquella que mas no tenia e
lo amava quanto mas se podia fijo amar, (e) todo el dia estandole en
derredor non quedava de conortarlo espesas vegadas e le preguntava si
alguna cosa era la qual desease, rogandole mucho que gelo dixiese que
por çierto sy posible fuese trabajaria de averlo. El moçuelo oydas
muchas vegadas aquestas profiertas dixo: madre mia, sy vos fazedes
que yo aya el falcon de Fadrique, yo me creo prestamente guarir; la
dona oyendo aquesto algund tanto estovo e començo a pensar aquello que
fazer devia: ella sabia que Fadrique luenga mente la avia amado e que
jamas un solo mirar della non avia avido, porque dezia como enbiaré yo
o yre a demandarle aqueste falcon que por lo que yo oygo es el mejor
falcon que ombres viesen e allende desto le mantiene en el mundo? E
como yre yo nin sere en desconortar un ombre gentil como este al qual
ningund otro deleyte le es quedado e que aqueste le quiera tomar? E
asi fecho pensamiento ocupada, aunque ella fuese çierta de averlo sy
lo demandase, syn saber que avia de dezir non respondio al fijo, mas
ultima mente tanto la vençio el amor del fijo que ella consigo dispuso
de conçertarlo como quiera que acaesçiese de non enbiar, mas ir ella
mesma por el e traerlo, e respondiole: fijo mio conortate e piensa de
guaresçer e aver fuerça, que yo te prometo que la primera cosa que
yo fare de mañana sera yr por el asy que te lo traere. El moçuelo de
aquesto alegre el dia mesmo mostro alguna mejoria; la dona de mañana
seguiente tomada una muger en conpañia por manera de deporte se fue
a la pequeña casa de Fadrique e fizolo llamar, e el por que non era
tiempo non era ydo aquel dia a caçar e era en un su huerto e fazia sus
çiertas lavores aparejar, el qual oyendo que Madona Jovena lo llamava a
la puerta, maravillandose fuerte alegre corrio allá, la qual veyendolo
venir, con una feminil plazenteria fuele delante aviendola ya Fadrique
reverente mente saludado, dixo: bien este Fadrique (_faltan algunas
palabras entre el fin de un folio y comienzo de otro_) e mas que non
te fuere menester, e el satisfazimiento es tal que yo entiendo con
esta mi conpañia en uno amigable mente contigo comer esta mañana. A
la qual Fadrique omil mente respondio: señora, ningund don jamas me
rrecuerdo aver resçibido de vos salvo tanto de bien que sy yo alguna
cosa vali, por el vuestro amor e valor que valido vos he ha seydo e
por çierto esta vuestra liberal venida me es mucho mas cara que non
seria sy comienço fuese a mi dado a espender quanto en lo pasado he ya
espendido, avnque a pobre huesped seades venida. E asi dicho alegre
mente dentro en casa la rreççibio e en un su huerto la llevó, e alli,
non aviendo quien le fazer tener conpañia, dixo: señora, pues que
aqui non es otrie, aquesta mujer deste labrador vos terrna conpañia
en tanto que yo vaya a facer poner la mesa. E el aunque la su pobreza
fuese estrema non se era tanto vista quanto nesçesario le fazia, ca
el avia fuera de orden despendido sus rriquezas, mas aquesta mañana
fallando ninguna cosa de que podiese a la dueña onrrar por amor de la
qual el a infinitos ombres onrrados avia fecho fuera de razon, congoxos
entre sy mesmo maldiziendo la fortuna, como ombre fuera de sy fuese
agora acá agora allá corriendo, nin dineros nin prenda fallandose e
seyendo la ora tarde e el deseo grande de mucho onrrar la gentil dona
e non queriendo a otro mas al su labrador rrequerir, vido al su buen
falcon en la su sala sobre el alcandara porque non aviendo otra cosa a
que acorrerse tomolo e fallandolo grueso penso aquel ser digna vianda
de tal dueña e por tanto syn mas pensar tirole la cabeça e a una su
moça presta mente lo fizo pelar e poner en un asador asaz diligente
mente. E puesta la mesa con unos manteles muy blancos de los quales
algunos avia, con alegre cara torrno a la dueña en su huerto e el
comer que fazer se podia dexolo aparejado. Entanto la dueña con su
compañera levantandose fue á la mesa e syn saber que se comia en uno
con Fadrique, el qual con muy grand fee la conbidara, comieron el buen
falcon e levantados de la mesa ella algund tanto con plazibles rrazones
conel estava e paresçiendole a la dueña tiempo de dezir aquello por
que era alli venida, asy benina mente con Fadrique començo a fablar:
Fadrique, recordandote tu de la preterita vida [e] de la mi onestidad
la qual por ventura tu as rreputado a dureza e crueldad yo non dubdo
ninguna cosa que tu te devas maravillar de la mi presup(ri)çion
sentiendo aquello por que prinçipal mente aqui venida so; mas si fijos
ovieses avido por los quales podieses conosçer de quanta fuerça sea el
amor que a ellos se ha, paresçeme ser çierta que en parte me averias
por escusada; mas como tu non los tengas, yo que uno he, non puedo por
ende las leyes comunes de las madres fuyr, las quales fuerças seguir
conveniendome, convieneme allende del plazo tuyo e allende de toda
razon, quererte demandar un don el qual yo se que grave mente as caro
e es razon ca ninguno otro deleyte nin ninguna consolaçion dexada ha a
ti la tu estraña fortuna, e aqueste don es el falcon tuyo del qual el
niño mio es tanto pagado que sy yo non gelo lievo temo que lo agravie
tanto en la enfermedat que tiene que despues le sigua cosa por la qual
lo pierda. E por esto yo te rruego non por el amor que tu me as al
qual tu de ninguna cosa eras tenido mas por la alta nobleza la cual en
usar cortesya eres mayor que ninguno otro mostrando que te deva plazer
de darmelo por que yo por este don pueda dezir de aver resçebido en
vida mi fijo e por ende avertelo he sienpre obligado. Fadrique oyendo
aquello que la dona le demandava e sentiendo que servir non le podia
por que a comer gelo avia dado, començo en presençia a llorar ante
que alguna palabra respondiese. La dueña veyendo el grand llanto quel
fazia, penso que del dolor de ver de sy partirle el buen falcon veniese
mas que de otras cosas quasy fue por dezir que non lo queria; mas
despues del llanto rrespondiendo Fadrique dixo asy: señora, despues
que a Dios plogo que en vos posiese mi amor en asaz me ha reputado la
fortuna contraria e some della dolido, mas todas son seydas ligeras
en respeto de aquello que ella me faze al presente por que con ella
jamas paz aver non devo pensando que vos aqui a la mi pobre casa
venida seades donde en tanto que rico fue venir desdeñastes, e de mi
un pequeño don queredes e ella me aya asi fecho quedar que vos lo non
puedo dar, e porque esto ser non puede vos dire breve mente: como yo
oy vy que vuestra merced comigo comer queria, aviendo rreguardado a
vuestra exçelençia e a vuestro valor reputé digna e conuenible cosa
que con mas cara vianda segund la mi posibilidad yo vos deviese onrrar
que con aquello que general mente por las otras presonas non se usa,
porque rrecordandome del falcon que me demandades e de la su bondad,
ser digno manjar de vos lo reputé e desta manera a el asado avedes
comido el qual yo por bien empleado rreputé, mas veyendo agora que en
otra manera lo deseavades me es asy grande duelo pues servir non vos
puedo que jamas paz non puedo dar. E esto dicho las plumas e los pies e
el pico le fizo en testimonio lançar delante, la qual cosa veyendo la
dona e oyendo primero lo retraxo por dar a comer a dona tan excelente
falcon e despues la grande nobleza de su coraçon la qual la pobreza,
non avia podido nin podia contrastar (e) mucho entre sy mesma lo loo.
Despues de quedada fuera de la esperança de aver el falcon por la salud
del fijo (e) entrada en pensamiento e rregraçiando mucho a Fadrique el
honor fecho e la su buena voluntad, toda malenconia en sy se partió e
torrnó al fijo, el qual por la malenconia quel falcon aver non podia e
por la enfermedad que mucho aquesto le deviese aver traydo non pasaron
muchos dias que con grand dolor de la madre de aquesta vida pasó, la
qual despues que llena de lagrimas e de amargura rrefrigerada algund
tanto, e seyendo muy rica quedada e aun(a) moça, muchas vegada[s] fue
de los hermanos costreñida a torrnar a casar. La qual aun que querido
non lo oviese mas veyendose aquexada e rrecordandose del valor de
Fadrique e de la su manifiçençia ultima, esto es de aver muerto un asi
maravilloso falcon por onrrar a ella, dixo a los hermanos: pues que
asy vos plaze que yo case aunque toda via de muy buena voluntad si vos
ploguiese syn maridar me estaría, mas sy a vosotros mas plaze que yo
marido tome por çierto yo jamas non tomaré ninguno sy non he a Fadrique
de Harbegin. De lo qual los hermanos faziendo burla dixieron: hermana,
qué es esto que tu dizes, como quieres tu aquel que non ha cosa del
mundo? A los quales ella rrespondio: hermanos mios, yo se bien que asi
es como vos otros dezides, mas yo quiero antes ombre que aya menester
riquezas que rriquezas que ayan menester ombre. Los hermanos oyendo el
coraçon e voluntad della e conosçiendo que Fadrique era ombre de mucho
bien aunque pobre, asi como ella queria a el con todas sus rriquezas
la dieron. El qual asy fecho la dona a quien tanto el amava por muger
avida e allende de aquesto verse muy rico en alegría con ella mejor e
mas sabio termino tovo e los años suyos acabó.
(Debo a mi querido amigo D. Ramón Menéndez Pidal la copia de esta
novela).
[18] _Las C no║velas de Juā Vocacio_ (portada en grandes letras
monacales).
(Al fin): _Aqui se acaban las Ciento novellas de Miçer juan bocacio,
poeta eloquete. Impreessas en la muy noble y muy leal cibdad de
Seuilla: por Meynardo ungut alemano y Stanislao polono cōpañeros. En
el año de nro. señor Mill quatrociētos noventa y seys: a ocho dias del
mes de noviembre._ (N.° 54 de la _Bibliografía ibérica del siglo XV_ de
Haebler.)
2.ª ed.
_Las C novelas de micer Juan Vocacio Florentino poeta eloquente. En
las quales se hallarā notables exemplos y muy elegante estilo. Agora
nuevamente ympressas corregidas y emendadas de muchos vocablos y
palabras viciosas._
(Al fin): _Aqui se acaban las cient novellas... Fueron impressas en la
Imperial cibdad de Tolledo, por Juan de Villaquiran impresor de libros.
A costa de Cosme damian. Acabose a viij del mes de Noviembre: Año del
nascimiento de nuestro Salvador y Redemptor Jesu Christo de mill y
quinientos y XX.iiij._
3.ª ed.
_Las cient novellas_...
(Colofon)... _Fueron impressas en la muy noble y leal villa de
valladolid. Acabose a veynte y quatro dias del mes de Março. Año de
nuestro Salvador y redemptor Jesu Christo de Mill y Quinientos y
treynta y nueve años._
4.ª ed.
_Las cient novellas_...
(Colofon)... _Fueron impressas en la muy noble villa de Median (sic)
del Campo: por Pedro de Castro impresor: a costa de Juā de espinosa
mercader de libros. A onze dias del mes de agosto de M. y D. XL. iij
años._
Además de los ejemplares citados en el texto, existe uno en la
Biblioteca Imperial de Viena.
5.ª ed.
_Las cient novellas_...
(Colofon)... _Aquí se acaban las cient nouellas de Micer Juan bocacio
poeta eloquente. Fueron impressas en la muy noble villa de Valladolid:
en casa de Juan de Villaquiran impresor de libros: a costa de Juan
espinosa. Acabosse a quinze dias del mes de Deziembre. Año de mil y
quinientos y cinquenta años._
Como muestra del estilo de esta traducción puede verse la novela del
_Fermoso escarnio de Tofano_ (4.ª de la jornada 7.ª, numerada 72 por
el traductor) que ha reimpreso el Sr. Farinelli (_Note_ pp. 105-107)
conforme al texto de la edicion de Burgos. El códice escurialense
termina precisamente con esta novela: «De como madona Guita, muger de
Cofano, pensando que oviese embriagado a su marido fue a casa de su
amante e alla fasta la media noche estovo, e de como Cofano cerro la
puerta por de dentro, e como torno su muger que non la quiso abrir. Et
de l' arte que ella fizo».
[19] Ed. de Medina del Campo, fol. CLXXIV vuelto:
Parte te, amor, y vete al mi señor
Y cuenta le las penas que sostengo
Y como por su causa á muerte vengo
Callando mi querer por gran temor...
(Está en la Novela XCV «de como una donzella se enamoro en Palermo del
rey don Pedro de Aragon, y como cayo en grande enfermedad por aquella
causa y como despues el rey la galardono muy bien».)
[20] Vid. la colección de Reusch _Die Indices Librorum Prohibitorum
des sechszehnten Jahrhunderts_ (tom. 176 de la Sociedad Literaria
de Stuttgart), p. 394. El _Decameron_ está puesto entre los libros
latinos. Entre los que se prohiben en romance están las novelas de Juan
Boccaccio (p. 437).
[21] En nuestras bibliotecas, aun en las menos conocidas, suelen
encontrarse raros ejemplares del _Decameron_. En la de las Escuelas
Pías de San Fernando (Madrid) recuerdo haber visto, hace años, la
auténtica de Florencia de 1527, que es una de las más apreciadas y de
las que han alcanzado precios más exorbitantes en las ventas.
[22] El _Decameron_ fue mirado siempre con indulgencia aun por los
varones más graves de nuestro siglo XVI. En un curioso dictamen que
redactó como secretario del Santo Oficio sobre prohibición de libros,
decía el gran historiador Jerónimo de Zurita: «En las novelas de Juan
Bocatio hay algunas muy deshonestas, y por esto será bien que se vede
la translacion dellas en romance sino fuese espurgándolas, _porque
las más dellas son ingeniosissimas y muy eloquentes_. (_Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos_, 1903, t. VII, pp. 220 y ss.)
[23] Sobre las imitaciones que Boccaccio hizo de Pedro Alfonso debe
consultarse un erudito y reciente trabajo de Letterio di Francia,
_Alcune novelle del Decameron illustrate nelle fonti_. (_Giornale
Storico della letteratura italiana_, t. XLIV, p. 23 y ss.)
[24] _Die Quellen des Dekameron, von Dr. Marcus Landau_ (2.ª ed.);
Stuttgart, 1884, p. 203.
Cf. mi _Tratado de los romances viejos_, t. II, pp. 425-426.
[25] Vid. _Tratado de los romances viejos_, t. II, p. 404. Corríjase la
errata _giornata terza_ en vez de _quarta_.
[26] El mismo Farinelli (p. 99) ha sorprendido en la otra novela
catalana del siglo XV _Curial y Guelfa_ una cita muy detallada de
la novela de Ghismonda y Guiscardo: «Recordats vos, senyora, de les
paraules que dix Guismunda de Tancredi a son pare sobre lo fet de
Guiscart, e de la descripcio de noblesa?...».
En la _Comedia de la Gloria de amor_ del comendador Rocaberti, en el
_Inferno dos namorados_ del portugués Duarte de Brito, y en otras
composiciones análogas, figuran Ghismonda y Guiscardo entre las parejas
enamoradas de trágica nombradía.
Á la celebridad de esta novela contribuyó mucho la traducción latina de
Leonardo Bruni de Arezzo (Leonardo Aretino), cuyos escritos eran tan
familiares á nuestros humanistas.
[27] Para esta imitación vid. el libro de miss Bourland, pp. 95-97.
[28] Véase principalmente el articulo de D. Emilio Cotarelo _Sobre el
origen y desarrollo de la leyenda de Los Amantes de Teruel_ (_Revista
de Archivos, Bibliotecas y Museos_, n. 5, mayo de 1903, pp. 343-377).
Miss Bourland, cuya tesis se publicó en 1905, llega por su parte á las
mismas conclusiones.
Á la numerosa serie de obras poéticas relativas á la historia de _Los
Amantes_ debe añadirse, y es una de las más antiguas, la _Silva sexta_
del poeta latino de Calatayud Antonio Serón (nacido en 1512). Falta,
en el tomo de sus versos que publicó D. Ignacio de Asso en Amsterdam
(_Antonii Seronis Bilbilitani Carmina_, 1781), pero está en otras
muchas composiciones suyas inéditas en el mismo códice de la Biblioteca
Nacional que sirvió á Asso para hacer su selección. Las noticias de la
vida de Serón alcanzan hasta 1567.
[29] «No quiero tratar aquí de lo que se dice del suceso tan sonado y
tan contado de Marcilla y Segura, que aunque no lo tengo por impossible
creo certissimamente ser fabuloso, pues no hay escritor de autoridad y
classico, ni aquellos Anales tantas veces citados con ser particulares
de las cosas de Teruel, ni otro Auctor alguno que dello haga mención;
si bien algunos Poetas le han tomado por sujeto de sus versos, los
quales creo que si hallaran en Archivos alguna cosa desto ó si en las
ruynas de la parroquial de San Pedro de Teruel (queriéndole reedificar)
se huviera hallado sepultura de marmol con inscripcion de estos
Amantes, no lo callaran».
(_Historias eclesiásticas y seculares de Aragón_... Tomo II. Zaragoza,
1619, lib. III, cap. 14.)
[30] Vid. _Noticias históricas sobre Los Amantes de Teruel por D.
Isidoro de Antillón_. Madrid, imp. de Fuentenebro, 1806. Este folleto,
tan convincente y bien razonado como todos los escritos históricos de
su autor, nada perdió de su fuerza con el hallazgo de otra «escritura
pública», fabricación del mismo Yagüe, que publicó en 1842 D. Esteban
Gabarda en su _Historia de los Amantes de Teruel_.
[31] Miss Bourland recuerda oportunamente este pasaje de Ricardo de
Turia en la loa que precede á su comedia _La burladora burlada_:
La diversidad de asuntos
Que en las loas han tomado
Para pediros silencio
Nuestros Terencios y Plautos,
Ya contando alguna hazaña
De César ó de Alejandro,
Ya refiriendo novelas
Del Ferrarés ó el Bocacio...
El _Ferrarés_ debe de ser Giraldi Cinthio. Un precioso ejemplo de este
género de _loas_ tenemos en la que precede á _La Rueda de la Fortuna_,
del doctor Mira de Amescua, donde está referido aquel mismo cuento de
Bandello que fue germen de la admirable comedia de Lope _El villano en
su rincón_.
[32] Las restantes son: _El llegar en ocasión_, _La discreta
enamorada_, _El servir con mala estrella_, _La boda entre dos maridos_,
_El exemplo de casadas_.
[33] _La | Zucca | del | Doni | En Spañol._
(Al fin): _In Venetia | Per Francesco | Marcolini | Il Mese d' Ottobre
| MDLI_.
8.º 166 pp. y 5 hs. sin foliar de índice. Con diez y seis grabados en
madera.
(Dedicatoria): _La Zuca del Doni de lengua Thoscana en Castellano_.
«Al Illustre Señor Juan Bautista de Divicii, Abbad de Bibiena y de San
Juan in Venere.
«Entre las virtudes (Illustre Señor) que a un hombre hazen perfeto
y acabado, una y muy principal, es el agradecimiento; porque por él
venimos á caber con todos, ganamos nuevas amistades, conservamos las
viejas, y de los enemigos hazemos amigos. Tiene tanta fuerza esta
virtud, que á los hombres cobardes haze muy osados en el dar, á los que
reciven regocijados en el pagar y á los avaros liberales. Buena cosa es
ser agradecido, y malísima ser ingrato...
«Siendo yo, pues, deudor por tantas partes á V. m. no he querido ser
de los que pagan luego (ó por mejor dezir), no he podido serlo, ni
tan poco de los que tardan en pagar, por no ser tachado de hombre
desconocido, ansi queriendo yo tener el medio, por no errar: suscedió
que estando con el Doni (hombre como V. m. sabe, agudo) venimos a
hablar de la Zucca, que él no ha muchos dias hizo estampar: roguele
que me embiase una, porque no havia provado calabaças este año;
él lo hizo como amigo, agradóme la materia o argumento del libro
(que sin dubda para entretener una conversacion un rato, es de los
buenos que he leido). Encarecisele tanto al Señor Conde Fortunato de
Martinengo, que él como deseoso de saber nuestro lenguaje, allende de
ser tan aficionado a la nacion española, me rogó con gran instancia
le traduxese, poniendo me delante la utilidad y probecho que de alli
redundaria á muchos que carescen de la lengua Italiana. Conoscida su
voluntad (aunque querria mas escreuir de mio si supiese que traduzirlo
de otros) le otorgué lo que me pidió; acordéme despues, que para
hombre que podia poco, este era el tiempo, lugar y coyuntura donde
podria mostrar la voluntad que tengo de servir a V. m. pagando en
parte lo que en todo no puedo, y así determiné dedicarle este pequeño
trabajo del traslado de la Zucca, dado que el original el Doni no le
haya consagrado a ninguno. Porque de mas de mostrar que reconozco la
deuda, la obra vaya más segura y amparada debaxo la sombra y favor
de V. m. y asi le suplico la reciva en servicio: que yo soy cierto
que le agradará, confiado de su ingenio y buen natural, y si no le
contentare, será más por el nombre que por lo que la calabaça contiene.
Está llena de muchas y provechosas sentencias, de muy buenos exemplos,
de sabrosos donaires, de apacibles chistes, de ingeniosas agudezas,
de gustosas boverias, de graciosos descuidos, de bien entendidos
motes, de dichos y prestezas bien dignas de ser sabidas, de manera que
por ella se puede decir: «so el sayal hay al». Lo que se ve paresce
cosa de burla, y de lo que no se paresce todo ó la maior parte es de
veras. Es un repertorio de tiempos, una red varredera que todos los
estados, oficios, edades recoge en sí. Finalmente es un Sileno de
Alcibiades, a todos avisa, con todos habla, de suerte que asi grandes
como pequeños, ricos y pobres, doctos y ignorantes, señores y los que
no lo son, viejos y moços, y en conclusion desde el Papa hasta el
que no tiene capa, sin sacar ninguno, pueden sacar desta Zuca tanto
çumo que salgan llenos, y la calabaça no quede menguada. Una cosa
quiero advertir a quien este librillo leerá, que la Zucca en el vulgar
italiano tiene tanta fuerza, que a penas se puede traduzir en otra
lengua con tanta. La razon es porque cada lengua tiene sus particulares
maneras de hablar, de manera que lo que suena bien en una, volviendo
lo en otra, palabra por palabra, suena mal. Como paresce por muchos
libros traduzidos en esta lengua de italiano, y en los que de latin y
griego se traduzen en castellano; pero, como el romance nuestro sea
tan conforme al Toscano, por ser tan allegado al latin, aunque en algo
difieran, no en todo. No dexo de confesar que la lengua Toscana no sea
muy abundante, rica y llena de probervios, chistes y otras sentenciosas
invenciones de hablar: las quales en nuestro castellano ninguna fuerza
tendrian. Como si dixesemos de uno que quieren ahorcar «han mandado los
alcaldes que le lleven a Fuligno». Esta palabra tiene dos sentidos, o
que le mandan yr a una ciudad, que se llama _Fuligno_, ó que le mandan
ahorcar _fune_, quiero dezir soga ó cordel, _ligno_, leño ó madero;
quien quisiere darle esta fuerza en castellano, temia bien qué hazer;
de manera que es menester que en algunas partes tomemos el sentido, y
lo volvamos en otras palabras, y no queramos ir atados a la letra como
los judios. Por lo qual han hecho muchos errores algunos interpretes.
Es averiguado (como paresce) que ni ellos entendian los originales, ni
sus traslados los que los leen, antes sé dezir que quedan embelesados,
paresciendoles que leen cosas encantadas y sin pies ni cabeça, a cuya
causa vienen a ser tenidos en poco los authores por aquellos que los
leen mal traduzidos, en otra lengua peregrina, allende que confunden
con palabras groseras el sentido que el author pretende y hazen una
disonancia tan grande, que despertarian la risa al más grave y saturno,
y sacarian de sus casillas al más sufrido que se hallase. Por éstos
se podría dezir: Habló el Buey y dixo mu. Quien quisiere experimentar
lo dicho lea la traducion del Boccacio y del Plutarco, Quinto Curcio
y otros muchos authores, de los quales por no ser prolíxo no hago
memoria. Algunas veces solia yo leer (estando en Hespaña) el Boccacio,
pero sin duda las más no acertava la entrada, y si acaso atinava, me
perdia por el libro, sin saber salir, digo que en una hora dava veinte
tropeçones, que bastavan confundir el ingenio de Platon. He usado
(Illustre señor) destos preámbulos y corolarios para venir a este
punto. Conviene a saber que mi intencion no ha sido en la traducion
deste libro llegarme mucho a la letra, porque la letra mata, mas antes
al spiritu, que da vida, sino es quando fuere menester. Desta manera,
yo fiador, que la calabaça no salga vana, ni los que la gustaren
vuelvan desagradados, ni mal contentos ó confusos. Pero dirá alguno:
«en fin es calabaça»; yo lo confieso, pero no por eso se ha de dexar de
comer de ella, que ni ella comida hará mal estomago ni el nombre ha de
poner miedo a ninguno. Escrito está que infinito es el número de las
calabaças, y segun mi opinion no hay hombre que no lo sea, pero esta es
la diferencia, que unos disimulan más que otros, y aun veemos muchas
vezes que en la sobrehaz algunos parescen y son tenidos por calabaças y
no lo son del todo, aunque (como he dicho) lo sean en algo. Todas las
cosas perfectas no son estimadas por de fuera. Naturaleza es tan sabia
y discreta que puso la virtud dellas debaxo de muchas llaves. Como
paresce en los cielos y en la tierra: en la qual veemos que los arboles
tienen su virtud ascondida, y asimesmo el oro, y los otros metales.
¿Qué diremos de las piedras preciosas, que se hazen en la mar? Pues lo
mesmo podremos dezir que acaesce entre los hombres: que los más sabios
tienen su prudencia más ascondida, aunque en lo exterior sean tenidos
por livianos. A éstos soy cierto que no les dará hastío la corteza de
la calabaça, antes se holgarán de tocarla, porque saben que leyendola
gozarán de los secretos interiores que debaxo de la corteça, o por
mexor dezir del nombre de calabaça están encerrados. Reciva pues V.
m. este pequeño presente de la Zucca, o calabaça, que por haberla el
Doni cortado fresca con el rocío de la mañana, temo que de mis manos
no salga seca y sin çumo. Verdad es que he trabajado de conservarla en
aquella frescura (ya que no he podido mejorarla) que el Doni la cortó
de su propio jardín. Ella va a buena coyuntura: e que segun me paresce
agora es tiempo de las calabaças en esta tierra, aunque en otras sea
en Setiembre. Pienso que tomará V. m. tanto gusto que perdonará parte
de la deuda en que estoy, y acceptará el presente en servicio... De
Venecia a XXV de Setiembre MD.LI».
[34] Gran parte de los chistes ó _cicalamentos_, _baias_ y _chacheras_
del Doni (nombres que el traductor conserva) están fundados en
proverbios ó tienden á dar su explicación, por lo cual figura este
libro en la erudita _Monografía sobre los refranes, adagios_, etc.,
del Sr. D. José María Sbarbi (1891), donde pueden verse reproducidos
algunos de estos cuentecillos (pp. 392-393). Entre ellos está el
siguiente, que á los bibliófilos nos puede servir de defensa cuando
parece que nos detenemos en libros de poco momento.
«No me paresce cosa justa (me dixo el Bice) que en vuestra _Librería_
hagais memoria de algunos authores de poca manera y poco credito; pero
yo le dixe: las plantas parescen bien en un jardín, porque aunque ellas
no valgan nada, a lo menos hazen sombra en el verano. Siempre debriamos
discurrir por las cosas deste mundo, por que tales cuales son siempre
aprovechan para algo, por lo qual suelen dezir las viejas: «No hay cosa
mala que no aproveche para algo».
[35] Con las novelas esparcidas en las varias obras del Doni (que
además hizo una imitación del _Calila_ y _Dimna_) intitulándola
_Filosofia Morale_ (Venecia, 1552), formó una pequeña colección el
erudito Bartolomé Gamba, á quien tanto debe la bibliografía de la
novelística italiana (Venecia, 1815). Otra edición algo más amplia de
estas novelas selectas hizo en Luca, 1852, Salvador Bongi, reimpresa
con otros opúsculos del Doni en la _Biblioteca Rara_ de Daelli: _Le
Novelle di Antonfrancesco Doni, già pubblicate da Salvatore Bongi,
nuova edizione, diligentemente rivista e corretta. Con l'aggiunta
della Mula e della Chiave, dicerie, e dello «Stufajolo», commedia, del
medesimo Doni._ Milán, Daelli, 1863.
[36] _Mondi celesti, terrestri, e infernali, de gli Accademici
Pellegrini. Composti dal Doni; Mondo piccolo, grande, misto, risibile,
imaginato, de' Pazzi, e Massimo, Inferno de gli scolari, de'
malmaritati, delle puttane e ruffiani, soldati e capitani poltroni,
Dottor_ (sic) _cattivi, legisti, artisti, de gli usurai, de' poeti e
compositori ignoranti. In Venetia. Appresso Domenico Farri. MD.LXXV_
(1575).
[37] _Horas de recreacion, recogidas por Ludovico Guicciardino,
noble ciudadano de Florencia. Traducidas de lengua Toscana. En que
se hallaran dichos, hechos y exemplos de personas señaladas, con
aplicacion de diversas fabulas de que se puede sacar mucha doctrina._
(Escudo del impresor.) _Con Licencia y Privilegio Real. En Bilbao, por
Mathias Mares, Impressor d' el señorio de Vizcaya. Año de 1586._ 8.º,
208 pp.
Censura de Lucas Gracián Dantisco: «Por mandado de los señores d' el
Real Consejo he visto este libro intitulado _Horas de Recreacion_ de
Ludovico Guicciardino, traduzidas de Italiano en Español, y le he
conferido con su original impresso en Venecia, y hallo que no tiene
cosa contra la fe, ni contra buenas costumbres, ni deshonesta, antes
para que vaya mas casta la letura le he testado algunas cosas que van
señaladas, y emendado otras, sin las quales lo demas puede passar, por
ser lectura apacible, y al fin son todos apotegmas y dichos gustosos,
y de buen exemplo para la vida humana, y puestas en un breve y
compendioso tratado... (Madrid, 4 de Julio de 1584.)
Licencia á _Juan de Millis Godinez impresor_ (hijo de Vicente) para
imprimir las _Horas de Recreacion, las quales el avia hecho traduzir_.
(Madrid, 17 de Julio de 1584.)
Dedicatoria: «A la muy illustre señora dona Ginesa de Torrecilla, muger
d' el muy Ilustre señor Licenciado Duarte de Acuña, Corregidor d' el
señorio de Vizcaya, Vicente de Millis Godinez, traductor de esta obra».
No hay duda que esta edición es la primera, por lo que dice en la
dedicatoria: «y pareciéndome que para sacarle _esta primera vez á luz
en nuestra lengua vulgar_ tenia necessidad assi él como yo de salir
debaxo d' el amparo de quien las lenguas de los maldicientes estuviesen
arrendadas, lo quise hazer assi, por lo cual le dedico y le ofrezco á
V. m.».
Es libro raro como todos los impresos en Bilbao en el siglo XVI.
Sobre la familia de los Millis, que tanta importancia tiene en nuestros
anales tipográficos, ha recogido curiosas noticias D. Cristóbal
Pérez Pastor en su excelente monografía sobre _La Imprenta en Medina
del Campo_ (Madrid, 1895). Eran oriundos de Tridino, en Italia, y
estuvieron dedicados al trato y comercio de libros en Lyón y Medina
del Campo simultáneamente. Guillermo de Millis, el que podemos llamar
patriarca de la dinastía española, empieza á figurar en Medina como
librero en 1530, como editor en 1540 y como impresor en 1555. Hijo
suyo fué Vicente de Millis, librero é impresor como su padre, aunque
con imprenta pobre y decadente, que fué embargada por deudas en 1572.
Tal contratiempo le obligó á trasladarse á Salamanca, donde trabajó
en la imprenta de los hermanos Juntas, á quienes debió de seguir á
Madrid en 1576. Allí parece que mejoró algo de fortuna, imprimiendo por
cuenta propia algunos libros. Presumía de cierta literatura, puesto
que además de las obras de Guicciardino y Bandello llevan su nombre
_Los ocho libros de los inventores de las cosas_ de Polidoro Virgilio,
pero lo que hizo fué apropiarse casi literalmente la traducción que
Francisco Thamara había hecho del mismo tratado (Amberes, 1550)
expurgándola algo. De la que tiene el nombre de Millis no he manejado
edición anterior á la de Medina del Campo de 1599, pero de sus mismos
preliminares resulta que estaba traducida desde 1584. El privilegio de
esta obra, lo mismo que el de las _Horas de Recreación_, está dado á
favor de _Juan Millis Godinez impressor_, que por lo visto disfrutaba
de situación más bonancible que su padre. Aparece como impresor en
Salamanca, en Valladolid y en Medina del Campo hasta 1614. Á la misma
familia perteneció el acaudalado librero de Medina Jerónimo de Millis,
editor del _Inventario_ de Antonio de Villegas en 1577.
[38] Añádanse _La mayor victoria_, _El mayordomo de la Duquesa de
Amalfi_, _Los bandos de Sena_, _La quinta de Florencia_, _El desdén
vengado_, _El perseguido_ y alguna otra.
[39] Una de las más apreciables ediciones de las novelas de Bandello
fue hecha por un español italianizado, Alfonso de Ulloa, editor y
traductor ambidextro. _Il primo volume del Bandello novamente corretto
et illustrato dal Sig. Alfonso Ulloa. In Venetia, appresso Camillo
Franceschini MDLVI_, 4.º. Del mismo año son los volúmenes segundo y
tercero.
[40] _Historias tragicas exemplares sacados de las obras del Bandello
Verones. Nueuamente traduzidas de las que en lengua Francesa adornaron
Pierres Bouistau, y Francisco de Belleforet. Contienense en este libro
catorze historias notables, repartidas por capitulos. Año 1589. Con
Privilegio Real. En Salamāca, por Pedro Lasso impressor. A costa de
Iuan de Millis Godinez._ 8.º, 10 hs. prls. sin foliar, y 373 pp.
Tasa-Summa del Privilegio: «a Juan de Millis Godinez, vezino de
Medina del Campo, para que por tiempo de diez años... él y no otra
ninguna persona pueda hazer imprimir la primera parte de las Historias
Trágicas»... (18 de Setiembre de 1584). Aprobación de Juan de Olave:
«no hallo en él cosa que offenda a la religión catholica, ni mal
sonante, antes muchos y muy buenos exemplos y moralidad, fuera de
algunas maneras de hablar algo desenvueltas que en la lengua Francesa
(donde está mas estendido) deven permitirse, y en la nuestra no suenan
bien, y assi las he testado, y emendado otras».
_A. D. Martin Idiaquez, Secretario del Consejo de Estado del Rey
nuestro señor_ (dedicatoria):
«Considerando pues el Bandello, natural de Verona (N del A.: Es error:
Bandello nació en Castelnuovo en el Piamonte, y por su educación fué
lombardo.), author grave, el fruto, y riquezas que se pueden grangear
de la historia... recogio muchas y muy notables, unas acontecidas en
nuestra edad y otras poco antes, queriendo en esto imitar a algunos
que tuvieron por mejor escrevir lo succedido en su tiempo, y debaxo
de Principes que vieron, que volver a referir los hechos antiguos.
Lo qual haze con toda llaneza y fidelidad, sin procurar afeytes ni
colores rethoricos, que nos encubran la verdad de los succesos; y
destas escogi catorce, que me parecieron a proposito para industriar y
disciplinar la juventud de nuestro tiempo en actos de virtud, y apartar
sus pensamientos de vicios y peccados, y parecio me traduzirlas en la
forma y estilo que estan en la lengua Francesa, porque en ella Pierres
Bovistau y Francisco de Belleforest las pusieron con más adorno, y en
estilo muy dulce y sabroso, añadiendo a cada una un sumario con que las
hazen más agradables y bien recebidas de todos»... (De Salamanca, en
ocho de Julio 1589).
_Al lector_... «Me pareció no seria razon que la nuestra (lengua)
careciesse de cosa de que se le podia seguir tanto fruto, mayormente
que no hay ninguna vulgar en que no anden, y assi las recogi, añidiendo
o quitando cosas superfluas, y que en el Español no son tan honestas
como devieran, attento que la Francesa tiene algunas solturas que acá
no suenan bien. Hallarse han mudadas sentencias por este respeto, y las
historias puestas en capitulos porque la letura larga no canse»...
_Erratas.--Tabla de las Historias que se contienen en esta obra._
Historia primera. «De como Eduardo tercero Rey de Ingalaterra se
enamoró de la Condesa de Salberic, y como despues de averla seguido por
muchas vias se vino á casar con ella».
H. 2.ª «De Mahometo Emperador Turco, tan enamorado de una griega, que
se olvidaba de los negocios del imperio, tanto que se conjuraron sus
vassallos para quitarle el estado. Y cómo advertido mandó juntar los
Baxas y principales de su corte, y en su presencia él mismo le cortó la
cabeça, por evitar la conjuracion».
H. 3.ª «De dos enamorados, que el uno se mató con veneno y el otro
murió de pesar de ver muerto al otro». (Es la historia de Julieta y
Romeo.)
H. 4.ª «De una dama piamontesa, que aviendola tomado su marido en
adulterio la castigó cruelmente».
H. 5.ª «De como un cavallero valenciano, enamorado de una donzella,
hija de un official particular, como no pudiesse gozarla sino por via
de matrimonio, se casó con ella, y despues con otra su igual, de que
indinada la primera se vengó cruelmente del dicho cavallero».
H. 6.ª «De como una Duquesa de Saboya fue accusada falsamente de
adulterio por el Conde de Pancaller su vassallo. Y como siendo
condenada a muerte fue librada por el combate de don Juan de Mendoça
caballero español. Y como despues de muchos successos se vinieron los
dos á casar».
H. 7.ª «De Aleran de Saxonia y de Adelasia hija del Emperador Otton
tercero. Su huyda a Italia, y como fueron conocidos y las casas que en
Italia decienden dellos».
H. 8.ª «De una dama, la qual fue accusada de adulterio, y puesta y
echada para pasto y manjar de los leones, y como fue librada, y su
innocencia conocida, y el accusador llevó la pena que estava aparejada
para ella».
H. 9.ª «De la crueldad de Pandora, dama milanesa, contra el propio
fruto de su vientre, por verse desamparada de quien le avia engendrado».
H. 10.ª «En que se cuenta la barbara crueldad de un cavallero Albanes,
que estando en lo último de su vida mató a su muger, temiendo que
él muerto gozaria otro de su hermosura, que era estremada. Y como
queriendo tener compañia a su muger, se mató en acabandola de matar a
ella».
H. 11.ª «De un Marques de Ferrara que sin respeto del amor paternal
hizo degollar a su propio hijo, porque le halló en adulterio con su
madrastra, a la qual hizo tambien cortar la cabeça en la cárcel». (Es
el argumento de _Parisina_ y de _El Castigo sin venganza_.)
H. 12.ª «En que se cuenta un hecho generoso y notable de Alexandro de
Medicis, primero Duque de Florencia; contra un cavallero privado suyo,
que aviendo corrompido la hija de un pobre molinero, se la hizo tomar
por esposa; y que la dotasse ricamente».
H. 13.ª «De Mengublo Lercaro genovés; el qual vengó justamente en el
Emperador de Trapisonda el agravio que avia recebido en su corte. Y
la modestia de que usó con el que le avia offendido, teniendole en su
poder».
H. 14.ª «En que se cuenta como el señor de Virle, estuvo mudo tres
años; por mandado de una dama a quien servia, y como al cabo se vengó
de su termino».
Las dedicatorias de cada una de las novelas, parte esencialísima de la
obra de Bandello, que manifiestan el carácter histórico de la mayor
parte de sus relatos, faltan en esta versión, como en la de Belleforest.
[41] De Giraldi procede tambien otra comedia de Lope, _Servir a señor
discreto_.
[42] _Primera parte de las Cien Novelas de M. Ivan Baptista Giraldo
Cinthio: donde se hallaran varios discursos de entretenimiento,
doctrina moral y politica, y sentencias, y avisos notables. Traducidas
de su lengua Toscana, por Luys Gaytan de Vozmediano. Dirigidas á don
Pedro Lasso de la Vega, señor de las villas de Cuerva y Batres y los
Arcos._ (Escudo del Mecenas). _Impresso en Toledo por Pedro Rodriguez,
1590. A costa de Iulian Martinez, mercader de libros._
Las señas de la impresión se repiten al fin.
4.º, 288 hs.
Privilegio al traductor, vecino de Toledo, por ocho
años.--Dedicatoria.--Prólogo al lector.--Aprobación de Tomás Gracián
Dantisco.--Canción del Maestro Cristóbal de Toledo.--Estancias
del Maestro Valdivielso.--Soneto del Licenciado Luis de la
Cruz.--Texto.--Tabla sin foliar.--Nota final.
Esta traducción comprende sólo la introducción y las dos primeras
décadas: en total treinta cuentos ó _exemplos_, como el traductor los
llama. No abarca, por consiguiente, toda la primera parte italiana,
que llega hasta la quinta década inclusive. Algunos pasajes están
expurgados y una de las novelas sustituida con otra de Sansovino. Los
versos entretejidos en la prosa se traducen en verso.
Copiaré lo más sustancial del _prólogo al lector_, porque contiene
varias especies útiles, y el libro es muy raro:
«Lo mesmo entiendo que debio de considerar Juan Baptista Giraldo
Cinthio, quando quiso componer esta obra, el qual viendo que si
escrevia historia sola como la que hizo de Ferrara, no grangearia
sino las voluntades de aquellos pocos que le son afficionados, y si
cosas de Poesia, como el Hercules en estancias, algunas tragedias,
y muchos sonetos y canciones que compuso, no gustarian dello sino
los que naturalmente se inclinan a leerlo, quiso escrevir estas cien
Novelas, con que entendio agradar generalmente a todos. A los amigos
de historia verdadera con la que pone esparcida por toda la obra, a
los afficionados a Philosophia con el Dialogo de Amor que sirve de
introducion en esta primera parte, y los tres dialogos de la vida civil
que estan al principio de la segunda, a los que tratan de Poesia con
las canciones que dan fin a las Decadas, y a los que gustan de cuentos
fabulosos con ciento y diez que cuentan las personas que para esto
introduce, pues en todos ellos debe de haver muy pocos verdaderos,
puesto que muy conformes a verdad y a razon, exemplares y honestos.
Honestos digo, respecto de los que andan en su lengua, que para lo que
en la nuestra se usa no lo son tanto que se permitieran imprimir sin
hacer lo que se ha hecho, que fue quitarles lo que notablemente era
lascivo y deshonesto. Para lo qual uvo necessidad de quitar clausulas
enteras, y aun toda una novela, que es la segunda de la primera
Decada, en cuyo lugar puse la del Maestro que enseña a amar, tomada de
las ciento que recopiló el Sansovino. Esto y otras cosas semejantes
hallará quitadas y mudadas el que confiriere la traduzion con el
original, especialmente el Saco de Roma que se quitó por evitar algunos
inconvenientes que pudieran seguirse de imprimirle. No quise poner en
esta primera parte mas de veynte novelas, y la introducion con sus diez
exemplos, viendo que hazen bastante volumen para un libro como este que
por ser para todos ha de ser acomodado en el precio y en el tamaño.
Moviome a sacarle a luz el ser de gusto y entretenimiento, y ver que no
ay en nuestra lengua cosa deste subjeto que sea de importancia, pues
son de harto poca los que llaman _entretenimientos de damas y galanes_,
y pesavame que a falta de otros mejores los tomasse en las manos quien
alcançó a ver las Novelas de Juan Bocacio que un tiempo anduvieron
traduzidas, pues va de uno a otro lo que de oro terso y pulido a hierro
tosco y mal labrado. Aora tambien han salido algunas de las historias
trágicas traduzidas de frances, que son parte de las Novelas del
Vandelo autor italiano, y no han parecido mal. A cuya causa entiendo
que ya que hasta aora se ha usado poco en España este género de libros,
por no aver començado a traduzir los de Italia y Francia, no solo avrá
de aqui adelante quien por su gusto los traduzga, pero será por ventura
parte el ver que se estima esto tanto en los estrangeros, para que los
naturales hagan lo que nunca han hecho, que es componer Novelas. Lo
qual entiendo harán mejor que todos ellos, y mas en tan venturosa edad
qual la presente, en que como vemos tiene nuestra España, no un sabio
solo como los Hebreos a Salomon, ni dos como los Romanos, conviene
a saber Caton y Lelio, ni siete como los Griegos, cuyos nombres son
tan notorios, sino millares dellos cada ciudad que la illustran y
enriquezen. Entretanto yo que he dado principio a la traduzion de esta
obra del Giraldo la yre prosiguiendo hasta el fin, si viere que se
recibe con el gusto y aplauso que el ingenio de su auctor pide, y mi
trabajo y voluntad merecen».
[43] _Primera y segunda parte del honesto y agradable entretenimiento
de damas y galanes, compuesto por Ivan Francisco Carvacho, Cavallero
Napolitano. Traduzido de lengua Toscana, en la nuestra vulgar, por
Francisco Truchado, vezino de la ciudad de Baeça. Con Privilegio. En
Madrid, por Luys Sanchez: Año M.D.XCVIII. A costa de Miguel Martinez,
mercader de libros._
8.º, 8 hs. prls. 287 pp.
Tassa.--Erratas.--Privilegio.--Dedicatoria.--Al discreto y prudente
lector: «No os maravilleis, amigo Lector, si á caso huvieredes leydo
otra vez en lengua Toscana este agradable entretenimiento, y agora le
hallasedes en algunas partes (no del sentido) diferente: lo que hize
por la necessidad que en tales ocasiones se deve usar, pues bien sabeis
la diferencia que hay entre la libertad Italiana y la nuestra, lo qual
entiendo será instrumento para que de mí se diga que por emendar faltas
y defetos agenos saco en público los mios; por tanto (prudentissimo
Letor) suplico os los corrijays, y amigablemente emendeys, porque mi
voluntad y deseo fue de acertar con la verdadera sentencia, y ponerlo
en estilo más puro y casto que me fue possible, y que vos escardando
estas peregrinas plantas, cogiessedes dellas sus morales y virtuosas
flores, sin hazer caso de cosas que sólo sirven al gusto. Atrevime
tambien a hermosear este honesto entretenimiento de damas y galanes,
con estos ultimos y agenos versos de divino juyzio compuestos. Y
usar de diferente sentido, no menos gustoso y apacible que el suyo
propio, porque assi convino, como en la segunda parte deste honesto
entretenimiento vereys».
(Estos versos, que por lo visto no pertenecen á Truchado, y son por
cierto detestables, sirven para sustituir á los enigmas del original,
que ofrecen casi siempre un sentido licencioso.)
Soneto de Juan Doncel.
No tengo ni he visto más que el primer tomo de esta edición.
--_Primera parte del honesto y agradable entretenimiento_... (ut
supra). _Con licencia. En Pamplona, en casa de Nicolás de Assiayn,
Impressor del Reyno de Navarra. Año 1612. A costa de Iuan de Bonilla,
Mercader de libros._
8.º, 203 pp.
Aprobación de Fr. Baltasar de Azevedo, de la Orden de San Agustin (4
de Septiembre de 1612).--Erratas.--Licencia y Tassa.--_Al discreto y
prudente lector_ (prólogo).--Soneto de Gil de Cabrera.
--_Segunda parte_... Pamplona, Nicolás de Assiayn, 1612.
8.º, 4 hs. prls., 203 foliadas y una en que se repiten las señas de la
edición. Los preliminares son idénticos, salvo el soneto, que es aquí
el de Juan Doncel y no el de Gil de Cabrera.
[44] Es muy verosímil que las _Historias prodigiosas_ se imprimiesen
por primera vez en Sevilla, donde tenía su establecimiento tipográfico
Andrea Pescioni. Pero no encuentro noticia alguna de esta edición, y
sólo he manejado las dos siguientes:
--_Historias prodigiosas y maravillosas de diversos svcessos acaescidos
en el mundo. Escriptas en lengua Francesa, por Pedro Bouistau, Claudio
Tesserant, y Francisco Belleforest. Traducidos en romance Castellano,
por Andrea Pescioni, vezino de Seuilla. Dirigidas al muy Illustre
señor Licenciado Pero Diaz de Tudanca, del Consejo de su Magestad, y
Alcalde en la su casa y Corte. Con Privilegio. En Medina del Campo.
Por Francisco del Canto. A costa de Benito Boyer, mercader de libros.
MD.LXXXVI._
8.º, 391 folios.
Aprobación de Tomás Gracián Dantisco (Madrid, 10 de Noviembre
de 1585).--Privilegio á Andrea Pescioni por seis años (Monzón,
29 de Noviembre 1585).--Dedicatoria.--_Al cristiano lector_
(prólogo).--Texto-Tabla de capítulos.--Tabla alfabética de todas las
cosas más señaladas.--Catálogo de los autores citados.--Fe de erratas.
--_Historias prodigiosas_... _Con licencia. En Madrid, por Luis
Sanchez. Año 1603. A costa de Bautista Lopez, mercader de libros._
8.º, 8 hs. prls., 402 pp. dobles y 5 hs. más sin foliar para la tabla.
Tasa (Valladolid, 19 de Julio 1613).
Aprobación de Gracián Dantisco.--Erratas.--Licencia (Valladolid, 15 de
Mayo de 1603).--Dedicatoria y prólogo, lo mismo que en la primera, de
la cual ésta es copia exacta.
En el prólogo dice Pescioni:
«Algunos años ha que vi la primera parte de aquestas _Historias
Prodigiosas_, que en lengua Francesa escrivio el docto y ilustre varon
Pedro Bouaistau, señor de Launai, y me parecio obra que merecia estar
escrita en los coraçones de los fieles: porque con singular erudicion,
y con vivos y maravillosos exemplos nos enseña y dotrina; y luego me
dio voluntad de traduzirla y por entonces no pude poner en execucion mi
desseo, porque hallé que aquel libro estava imperfeto y defetuoso de
algunas hojas, de que avia tenido culpa la ignorancia de alguno, que
por no aver conocido aquella joya se las avia quitado, para desflorarla
de algunas pinturas y retratos que en el principio de cada capitulo
tenia, que la curiosidad del autor avia fecho retratar, para con mayor
facilidad representar a los ojos de los letores las Historias y casos
que en ellas se contenian: de que recibi no pequeño desgusto, y procuré
que de Francia me fuesse traydo otro de aquellos libros, y se passaron
muchos meses antes que huviesse podido conseguir mi intento; pero con
la mucha diligencia y cuydado que en ello puse, le consegui, y aun
aventajadamente, porque me fue traydo el original de que he sacado
aquesta mi traducion, que no sólo lo fue de aquella obra que tanto
avia deseado, mas aun tuvo añadidas otras tres partes que tratan del
mismo sugeto, que han escrito dos eruditos varones, quales son Claudio
Tesserant y Francisco Belleforest...
«En el traduzir no he guardado el rigor de la letra, porque como cada
lengua tenga su frasis, no tiene el de la una buena consonancia en la
otra; sólo he procurado no apartarme del sentido que tuvieron los que
lo escrivieron, y aun en aquesto he excedido en algunos particulares
casos, porque dizen algunas cosas que en aquesta lengua no fueran
bien recebidas, y por la misma causa he cercenado algunas dellas.
Tambien he dilatado otras algunas, por hazerlas más inteligibles,
que estavan cortas, porque el original las suple con los retratos de
las figuras que en él estan debuxadas, y en esta traducion no se han
podido estampar _por la carestia assi del artifice como de la obra.
Assimismo he encubierto y dissimulado algunos nombres de personas que
en el discurso de aquesta obra se citan, por no ser catolicos_, que mi
intento ha sido que no haya cosa con que las orejas de los pios puedan
ser ofendidas: aunque bien se conoce que el mismo intento tuvieron los
autores originarios de aquestas historias, _mas en su natural patria
les es concedido más libertad, debaxo de ser catolicos_»...
Al fin añadió el traductor tres _historias_ de su cosecha:
Cap. I: «De un monstruo que el año de mil y quinientos y cincuenta y
cuatro nacio en la villa de Medina del Campo».
Cap. II: «De un monstruo que el año 1563 nacio en Jaen». (Esta
historia, verdaderamente monstruosa, de un sacerdote sacrílego recuerda
la manera de los cuentos anticlericales que Fr. Anselmo de Turmeda
intercaló en su _Disputa del Asno_.)
Cap. III: «De un prodigio que el año 1579 se vio en Vizcaya, cerca de
la villa de Bermeo».
Además intercala en el texto alguno que otro párrafo suyo, por ejemplo
éste (fol. 54 de la edición de Madrid), al tratar de ciertos peces
voladores:
«Uno de aquestos mismos pescados monstruosos, ó particular especie
de voladores, he visto yo el traductor de aqueste libro en el museo
de Gonçalo Argote de Molina, ilustre cavallero de aquesta ciudad de
Sevilla y veynteiquatro de ella, provincial de la Santa Hermandad de
la provincia del Andaluzia, que tiene de muchos libros raros y otras
varias curiosidades; el qual despues presentó a Mateo Vazquez de Leca,
secretario de la Magestad del Catolico Rey don Felipe nuestro señor,
único protector de los virtuosos».
Ocasionalmente traduce algunos versos de Virgilio, Horacio y Lucano, y
también algunos de Ronsard (pp. 254, 255, 384, 395), de _Boyssiero_ (p.
388) y de otro poeta francés (en lengua latina) cuyo nombre no expresa
(p. 292). Estas versiones no son inelegantes, como puede juzgarse por
estas dos cortísimas muestras del «famoso poeta Pedro Ronsardo, en
algunos de sus graves versos que escribió, abundosos de admirables
sentencias»:
El valeroso padre siempre engendra
Al hijo imitador de su grandeza,
Y assi por solo el nombre de la raza
Es el joven caballo apetecido,
Y el podenco sagaz sigue al venado
Sólo imitando a sus progenitores,
Que es cosa natural el heredarse
De los padres los vicios y virtudes.
* * * * *
Los malos acarrean en la tierra
Pestes, hambres, trabajos y tormentos,
Y causan en el aire mil rumores,
Para con el estruendo amedrentarnos,
Y vezes hay nos fingen a la vista
Dos Soles, o la Luna escura y negra,
Y hazen que las nubes lluevan sangre,
Y que horrendos prodigios se nos muestren.
Andrea Pescioni, sin duda oriundo de Italia, empieza á figurar en
Sevilla como editor por los años de 1572, dando trabajo á las prensas
de Juan Gutiérrez y Álvaro Escribano, que estamparon á su costa
algunos libros, entre ellos el Solino, _De las cosas maravillosas del
mundo_, traducido por Cristóbal de las Casas (1573). En 1581 tenía ya
imprenta propia, de la cual salieron una porción de libros que hoy son
joyas bibliográficas, como el _Libro de la Montería_ de Alfonso XI y
el _Viaje ó Itinerario_ de Ruy González de Clavijo en su embajada al
Gran Tamerlán, publicados uno y otro por Argote de Molina; la _Crónica
del Gran Capitán_, los _Diálogos_ de Bernardino de Escalante, varias
colecciones poéticas de Juan de la Cueva, Joaquín Romero de Cepeda,
Pedro de Padilla, y el rarísimo tomo que contiene _Algunas obras de
Fernando de Herrera_. Desde 1585 Pescioni aparece en sociedad con Juan
de León. Hasta 1587 se encuentra su nombre en portadas de libros.
Vid. Escudero y Peroso, _Tipografia Hispalense_ (Madrid, 1894), p. 33,
y Hazañas y la Rua, _La Imprenta en Sevilla_ (Sevilla, 1892), pp. 82-84.
[45] Capítulos XXXIV de la primera parte de la _Silva_, XV, XXIX, XXXI
y XXXIII de la _Silva_.
[46] «Cosa muy contraria a la comun orden de naturaleza, y por esto yo
no la creo». (Cap. XI de la tercera parte de la _Silva_.)
[47] Cap. XXIII de la primera parte de la _Silva_: _Del admirable nadar
de un hombre, de do parece que tuvo origen la fabula que el pueblo
cuenta del pece Nicolao_»...
«Desde que me sé acordar, siempre oí contar a viejas no sé qué cuentos
y consejas de un pece Nicolao, que era hombre y andaba en la mar... Lo
qual siempre lo juzgué por mentira y fabula como otras muchas que asi
se cuentan... Y en el caso presente he creydo que esta fabula que dicen
del pece Nicolao trae su origen, y se levantó de lo que escriven dos
hombres de mucha doctrina y verdad: el uno es Joviano Pontano, varon
dotissimo en letras de humanidad, y singular poeta y orador, segun
sus libros lo testifican. Y el otro Alexandro de Alexandro, excelente
jurisconsulto y muy docto tambien en humanas letras, el qual hizo un
libro llamado _Dias geniales_, que contiene muy grandes autoridades»...
[48] Caps. XLIV y XLV de la primera parte de la _Silva_ y XXVII de la
tercera: «en el qual se trata y determina en qué parte y signo del
Zodiaco se hallaba el Sol en el instante de su creacion, y assi la Luna
y otros planetas, y qué principio fue el del año y de los tiempos, y en
qué parte de nuestro año de agora fue aquel comienço».
[49] Caps. XXII de la cuarta parte, XIX, XX y XXI de la tercera.
[50] Cap. XLIII de la segunda parte: «De una muy subtil manera que tuvo
Archimedes para ver cómo un platero avia mezclado plata en una corona
de oro y quanta cantidad, sin deshazer la corona. Y otras algunas cosas
deste notable varón».
La principal fuente de este capítulo es Vitruvio en el libro sexto de
su _Tratado de arquitectura_.
[51] Cap. XII de la segunda parte: «Do se cuentan algunas cosas muy
extrañas, que se hallaron en montes y piedras, que parece aver quedado
desde el diluvio general, o a lo menos su causa es muy obscura y
incognita».
[52] Parte primera. Cap. XX: «De la extraña y fiera condicion de Timon
ateniense inimicissimo de todo el género humano, de su vida quál era,
y dónde y cómo se mandó enterrar». Es muy verosímil que este capítulo,
traducido al inglés en el _Palace of Pleausere_ de Painter (_Of the
straunge and beastlie nature of Timon of Athens, ennemie to mankinde,
with his death, buriall and epithafe_), sea la verdadera fuente del
_Timon de Atenas_ de Shakespeare, más bien que la _Vida de Marco
Antonio_ por Plutarco.
Cap. XXVII: «De la extraña condicion y vida de Diógenes Cinico
philosopho, y de muchas sentencias notables suyas, y dichos, y
respuestas muy agudas y graciosas».
Cap. XXXIX: «De la estraña opinion y condicion de dos philosophos, uno
en llorar y otro en reyr, y por qué lo hazian, y otras cosas dellos».
Parte segunda. Cap. XXVIII: «Del excelentissimo capitan y muy poderoso
rey el gran Tamorlan, de los reynos y provincias que conquistó, de su
disciplina y arte militar».
Cap. XXIX: «De los extraños y admirables vicios de Heliogabalo,
Emperador que fue de Roma, y de sus excesos y prodigalidades
increybles».
Parte primera. Cap. XIII: «De qué linaje y de qué tierra fue Mahoma, y
en qué tiempo començó su malvada seta, que por pecado de los hombres
tan extendida está por el mundo».
Parte cuarta. Caps. X y XI: «Historia de los siete sabios de Grecia».
[53] Parte tercera. Cap. XXIV: «En que se contiene la hystoria de una
gran crueldad que usó Alboyno Rey de los Longobardos con Rosimunda
su muger, y la extraña manera y maldad con que se vengó ella del mal
sucesso que ella y los que fueron con ella uvieron».
[54] Parte primera. Cap. IX: «De una muger que andando en abitos de
hombre alcançó a ser sumo Pontífice y papa en Roma, y del fin que uvo,
y de otra muger que se hizo Emperador, y lo fue algun tiempo». Esta
patraña, que se encuentra en todas las ediciones de la _Silva_ hasta la
de Lyon, 1556, que es la que manejo, desapareció en las del siglo XVII.
Fue expurgada también en muchos ejemplares del _Libro de Juan Bocacio
que tracta de las ilustres mujeres_, del cual existen, por lo menos,
dos ediciones góticas en lengua castellana.
[55] Entre los cuentos tomados de las _Noches Áticas_, algunos, como
el del león de Androcles, habían sido utilizados ya por Fr. Antonio
de Guevara. De Aulo Gelio procede también la anécdota del litigio
de Evathlo, tan popular en las antiguas escuelas de dialéctica y
jurisprudencia. «De un pleyto que huvo entre un discipulo y su maestro
tan subtil y dudoso, que los jueces no supieron determinarlo, y queda
la determinacion al juyzio del discreto lector». (Parte primera. Cap.
XVIII)
[56] Caps. XVII, XVIII y XIX de la parte segunda de la _Silva_.
[57] Parte segunda. Cap. XI. «De un notable trance y batalla que uvo
entre dos cavalleros castellanos, en el qual acaescio una cosa muy
notable pocas vezes vista».
[58] Parte tercera. Cap. XXV. «De un muy hermoso engaño que una reyna
de Aragon hizo al Rey su marido, y como fue engendrado el Rey D. Jayme
de Aragon su hijo».
En el cap. VIII, parte primera, «Sobre los inventores de la
artillería», cita un libro probablemente apócrifo pero muy anterior,
como se ve, á Fr. Prudencio de Sandoval que con frecuencia le alega.
«En la corónica del rey don Alonso que ganó a Toledo escrive don Pedro
Obispo de Leon, que en una batalla de mar, que huvo entre el armada del
rey de Tunez y la del rey de Sevilla, moros, a quien favorecia el rey
don Alonso, los navios del rey de Tunez trayan ciertos tiros de hierro
o lombardas con que tiravan muchos truenos de fuego; lo qual si assi
es, devia de ser artilleria, aunque no en la perfeccion de agora, y ha
esto más de quatrocientos años».
[59] _Los ocho libros de Polidoro Vergilio, ciudadano de Urbino, de los
inventores de las cosas. Nuevamente traducido por Vicente de Millis
Godinez, de Latin en Romance, conforme al que Su Sanctidad mandó
emendar, como por el Motu proprio que va al principio parece. Con
privilegio real, en Medina del Campo, por Christoval Lasso Vaca. Año
M.D.LXXXXIX._ 4.º.
De la popularidad persistente de este que pudiéramos llamar manual
del erudito á la violeta en el siglo XVI dan testimonio, en España,
el ridículo poema de Juan de la Cueva, _De los inventores de las
cosas_, en cuatro libros y en verso suelto; el _Suplemento á Virgilio
Polidoro_, que tenía hecho aquel estudiante que acompañó á D. Quijote
á la cueva de Montesinos, declarando por muy gentil estilo cosas de
gran sustancia, que el autor _De rerum inventoribus_ se había dejado
en el tintero, y la _República Literaria_ de Saavedra Fajardo, en
que Polidoro es uno de los guías del autor por las calles de aquella
república, juntamente con Marco Terencio Varrón.
[60] Parte cuarta. Cap. XXI. «De quan excelente capitan fue Castrucho
Astracano, su estraño nacimiento y sus grandes hazañas, y como acabó».
Al fin dice: «Leonardo de Arecio, y Blondo, y sant Antonino, y
_Machabello_ (a quien yo más he seguido) lo escriven, a ellos me
remito».
[61] Parte cuarta. Cap. XX. «En el qual se cuenta una conjuracion muy
grande, y subito alboroto acaecido en la ciudad de Florencia, y las
muertes que en ella por él se siguieron».
[62] _Petri Mexiæ hominis philosophi nomen absque ullis bonis
literis ridicule sibi arrogantis_, dice de él con su habitual pasión
Reinaldo González de Montes tratando de los enemigos del doctor
Egidio (_Inquisitionis Hispanicæ Artes_, Heidelberg, 1567, pág.
272 de la reimpresión de Usoz en el tomo XIII de los _Reformistas
antiguos españoles_). Si este testimonio puede recusarse por parcial
y sospechoso, parece, en cambio, algo exagerado el encomio de Juan de
Mal-Lara, el cual dice que Mexia «meresce ganar eterna fama, y ser
tenido por el primero que en Hespaña començo a abrir las buenas letras»
(_Philosophia Vulgar_, fol. 109), pues aun entendiéndose _abrir_ en el
sentido de vulgarizar no fue el primero ni con mucho».
[63] Y ya se lo parecería sin duda á los hombres que podemos considerar
como excepcionales en su tiempo. D. Diego de Mendoza decía de ella,
entre burlas y veras, en la segunda carta de _El Bachiller de Arcadia_,
poniendo la picante censura en boca del asendereado capitan Pedro de
Salazar: «Yo veo que Pero Mexía agrada á todo el mundo con aquella su
_Silva de varia leccion_; pues ¡Cuerpo ahora de San Julian! ¿por qué mi
coronica no ha de agradar á todos muy mejor? Pues que aquella _Silva_
no es otra cosa sino un paramento viejo de remiendos y una ensalada de
diversas yerbas dulces y amargas, y en mi libro no se hallará una vejez
ni una antigüedad, aunque el dotor Castillo le destilase por todas
sus alquitaras. Y Pero Mexía no puso en toda su _Silva_ de su cosecha
un árbol siquiera...». (Respuesta del capitán Salazar al Bachiller de
Arcadia.--_Sales españolas_ de Paz y Melia, I, 88).
[64] _Libro llamado Silva d' varia leciō dirigido a la S. C. C. M. d' l
Emperador y rey ñro señor dō Carlos quinto deste nombre. Cōpuesto por
un cavallero de Sevilla llamado Pero Mexia... con privilegio imperial._
M.D.XL.
(_Al fin_): «_Deo gratias._ Fue imprimido el presente libro en la muy
noble y muy leal ciudad de Sevilla por Dominico de Robertis impressor,
con licencia y facultad de los muy reverēdos señores el señor licēciado
del Corro inquisidor apostolico y canonigo y el señor licēciado
Fes-miño (sic) provisor general y canonigo d' sta dicha ciudad, aviendo
sido examinado por su comission y mādado: por los muy reverendos
padres Rector y colegiales del colegio de Sto. Thomas de la ordē de
Santo Domingo de la dicha ciudad. Acabosse en el mes d' Julio de mil
y quinientos y [=q]renta años». Fol. let. gót. VIII hs. prls. y 136
foliadas.
El norteamericano Harrise es el único bibliógrafo que describe
esta edición rarísima, en sus adiciones á la _Biblioteca Americana
Vetustissima_, y Brunet copia la noticia en el _Suplemento_.
--_Silva de varia lecion cōpuesta por un cavallero de Sevilla llamado
Pero Mexia segūda vez impressa y añadida por el mismo autor. M.D.XL._
(_Al fin_): «Fue impresso el presente libro en la muy noble y muy
leal ciudad de Sevilla en las casas de Juan Crōberger, con licencia y
facultad de los muy reverēdos señores el licēciado del Corro inquisidor
apostolico y el señor licēciado Temiño, provisor general y canonigo
desta dicha ciudad, aviendo sido examinado por su comission y mandado.
Año de mill y quinientos y cuarenta. A XII dias de Deciēbre».
Esta edición, aunque del mismo año que la primera, es enteramente
distinta de ella, puesto que no sólo tiene corregidas las erratas, sino
añadidos diez capítulos, según expresa el autor de la advertencia.
Lleva después del proemio una Tabla de los autores consultados, y un
epigrama de Francisco Leandro, que no sabemos si estará en la primera.
--_Silva de varia lecion_...
(_Al fin_): «Sevilla, Juan Cromberger, _1542, a XXii dias del mes de
Março_».
En el encabezamiento del libro se dice que esta «nuevamente agora
corregido y emendado, y añadidos algunos capitulos por el mismo autor».
La obra está dividida en tres partes, las dos primeras tienen el mismo
número de capítulos que las ediciones posteriores; la tercera sólo
26, á las cuales se añadieron después 10. Acaso estén ya en las dos
ediciones siguientes, que no conozco:
--Sevilla, 1543.
--Anvers, 1544.
--1547. La citan los traductores de Ticknor, sin especificar el lugar.
--_Silva de varia lection cōpuesta por el magnifico cavallero Pero
Mexia nuevamēte agora en el año de mil y quinientos y cincuenta y uno.
Añadida en ella la quarta parte por el mismo autor: en la qual se
tractan muchas cosas y muy agradables y curiosas._ Valladolid, 1551,
por Juan de Villaquirán.
Dudo que esta sea la primera edición en que apareció la cuarta parte,
compuesta de 22 capítulos. Lo natural es que se imprimiese antes en
Sevilla. El privilegio está dado á «D. Francisco Mexía, hijo de Pero
Mexía, nuestro coronista defuncto».
Todas las ediciones hasta aquí citadas son en folio y en letra gótica.
Entre las posteriores, casi todas en octavo y de letra redonda, debe
hacerse especial mención de la de Zaragoza, 1555, que contiene una
quinta y sexta parte de autor anónimo, que al parecer tuvieron poco
éxito, pues no se las encuentra en las demás ediciones del siglo XVI.
Estas son innumerables: Valencia, 1551; Venecia, 1553, 1564, 1573;
Anvers, 1555, 1564, 1593; Sevilla, 1563 y 1570; Lérida, 1572... Como
la mayor parte de estas ediciones están hechas en país extranjero,
conservan todavía el cuento de la Papisa Juana, que se mandó expurgar
en España, y que no sé cómo habían dejado correr los inquisidores Corro
y Temiño.
El curioso elogio de D. Fernando Colón, que hay en el capítulo de las
librerías (III de la tercera parte) y algún otro pasaje más ó menos
relacionado con las Indias, ha hecho subir el precio y estimación
de las primeras ediciones de la _Silva_, buscadas con afán por los
americanistas.
Entre las pocas ediciones del siglo XVII son curiosas las de Madrid,
1669 y 1673, por Mateo de Espinosa y Arteaga. Una y otra contienen
la quinta y sexta parte de la edición de Zaragoza, que no creemos
auténticas, aunque el encabezamiento de la quinta dice que hay en ella
«muchas y agradables cosas, que dexó escriptas el mesmo autor, aora
nuevamente añadidas con el mesmo lenguaje antiguo en que se hallaron».
El estilo no parece de Pero Mexía, pero los materiales históricos y
geográficos son del mismo género que los que él solía utilizar. Hay
en estas adiciones una breve historia del Ducado de Milán, dividida
en cuatro capítulos; biografías de Agesilao, Alejandro Magno, Homero,
Nino y Semíramis; disertaciones sobre antigüedades romanas y griegas,
sobre las artes mágicas, sobre los ritos funerales entre los indios de
Nueva España; descripciones de la Scitia, de la Etiopía, de la isla de
Ceylán y otros países remotos; algunos fragmentos de historia natural
sobre los elefantes y dragones, y un tratado bastante extenso sobre los
trabajos de Hércules. El caudal novelístico que puede entresacarse de
todo este fárrago es muy escaso.
[65] Sobre estas ediciones consúltese el _Manual_ de Brunet, sin
olvidar el _Suplemento_.
[66] Encuentro esta noticia en la _Biographie Universelle_ de Michaud,
1816, tomo XVII, pág. 452. La obra de Girardet se titula _Œuvres
diverses ou l' on remarque plusieurs traits des Histoires saintes,
profanes et naturelles_, Lyon, 1675, 12.º. Descubrió el plagio el abate
d'Artigny.
[67] Es el capítulo XXXVII de la primera parte de la _Silva_: «De una
muger que casó muchas veces y de otro hombre de la misma manera, que
casó con ella al cabo, y en qué pararon; cuenta se otro cuento de la
incontinencia de otra muger». Mexía, que siempre se apoya en alguna
autoridad, trae aquí la de San Jerónimo en su carta á Geroncia, viuda.
Hay una extraña novela anónima del siglo XVII: «Discursos de la viuda
de veinticuatro maridos», cuyo título parece sugerido por este cuento
de Pero Mexía.
[68] Vid. Garrett Underhill, _Spanish literature in the England of
the Tudors_ (New-York, 1899), pp. 258-259. Parece que además de la
_Silva_, traducida por Fortescue, consultó Marlowe otra fuente. _Magni
Tamerlanis vita_ de Pedro Perondino (Florencia, 1553).
[69] Las autoridades á que Lope se refiere en su dedicatoria son
puntualmente las mismas en que van fundados los capítulos X y XI de la
primera parte de la _Silva_: «quién fueron las bellicosisimas amazonas,
y qué principio fué el suyo, y cómo conquistaron grandes provincias y
ciudades, y algunas cosas particulares y notables suyas».
[70] Vid. Farinelli (Arturo), _Sulle ricerche ispano-italiane di
Benedetto Croce_ (en la _Rassegna Bibliografica della Letteratura
Italiana_). 1899, pág. 269.
No conozco el libro de E. Koeppel, _Studien zur geschichte der
italienischen Novelle in der englischen Literatur_, Strasburgo, 1892,
que allí se cita, y que, al parecer, da más detalles sobre esta
imitación.
[71] Vid. Adam Schneider, _Spaniens Anteil an der Deutschen Litteratur
des 16 und 17 Jahrhunderts_, Strasburgo, 1898, pp. 149-152.
[72] Recuérdense, por ejemplo, el viaje aéreo del mágico Torralva
(canto XXX y ss.), la contienda sobre las armas del marqués de Pescara
entre Diego García de Paredes y el capitán Juan de Urbina (canto XXVII:
germen de una comedia de Lope de Vega), la caballeresca aventura que
atribuye á Garcilaso (canto XLI) y otros varios trozos del _Carlo
Famoso_ (Valencia, por Juan Mey, 1566).
[73] _Miscelánea_, p. 57.
[74] Véanse, por ejemplo, las extrañas noticias del mágico Escoto,
personaje distinto del Miguel Escoto tenido por nigromante en el siglo
XIII (_Miscelánea_, 478-480), y el raro caso de espiritismo que da por
sucedido en Llerena el año 1592 (pág. 99).
[75] En el tomo XI del _Memorial Histórico Español_ que publica la Real
Academia de la Historia, Madrid, 1859. Es lástima que este tomo carezca
de un índice razonado de materias y de personajes.
El códice de la Biblioteca Nacional que sirvió para la edición (único
que se conoce) no sólo está falto de varias hojas, sino que debió de
ser retocado ó interpolado muchos años después de la muerte del autor,
puesto que en la página 16 están citados libros de Fr. Prudencio de
Sandoval y de don Alonso Núñez de Castro, los cuales de ninguna manera
pudo conocer D. Luis Zapata, que escribía antes de 1592.
[76] «Aunque los libros de caballerías mienten, pero los buenos autores
vánse á la sombra de la verdad, aunque de la verdad á la sombra vaya
mucho. Dicen que hendieron el yelmo, ya se ha visto. Y que cortaron las
mallas de las lorigas: ya tambien en nuestros tiempos se ha visto...
Una higa para todos los golpes que fingen de Amadís y los fieros hechos
de los gigantes, si hubiese en España quien los de los españoles
celebrasen» (pp. 20 y 21). «Del autor del famoso libro poético de
_Amadis_ no se sabe hasta hoy el nombre, honra de la nacion y lengua
española, que en ninguna lengua hay tal poesía ni tan loable» (p. 304).
[77] De los _alumbrados_ de Llerena; de las dos monjas milagreras de
Córdoba y Lisboa, Magdalena de la Cruz y Sor María de la Visitación, y
de ciertos «falsos apóstoles» que se presentaron en las cercanías de
Madrid, trata largamente en el capítulo «de invenciones engañosas» (pp.
69-76).
[78] _Miscelánea_, pp. 331-334.
[79] PP. 350-360.
[80] P. 365.
[81] Pág. 209, «De fe, firmeza y constancia», y 224, «Del cerco de
París».
[82] Pág. 40.
[83] _La Philosophia Vulgar de Ioan de Mal Lara, vezino de Sevilla. A
la C. R. M. del Rey Don Philippe nuestro señor dirigida. Primera parte
que contiene mil refranes glosados. En la calle la Sierpe. En casa de
Hernando Díaz. Año 1568._
(Al fin): _Acabo se de imprimir esta primera parte de la Philosophia
Vulgar, que contiene mil refranes de los que se usan en Hespaña. En
casa de Hernādo Diaz. Impressor de libros. En la muy noble y muy leal
ciudad de Sevilla, en la calle de la Sierpe. A veynte y cinco dias del
mes de Abril 1568._ Fol. 30 hs. prls. y 294 folios.
Es la única edición en que el texto de Mal Lara está completo. Las de
Madrid, por Juan de la Cuesta, 1618, y Lérida, por Luis Menescal, 1621,
añaden los _Refranes_ del Comendador Hernán Núñez, pero carecen de los
importantísimos preámbulos de Mal Lara.
[84] Novelas «de la tinta», «de las flores», «del portazgo», «de
los bandos», «del ahorcado», etcétera. Creo que también pertenece á
Tamariz la «del _Corderito_» (el «enxemplo de Pitas Payas» que ya había
contado el Arcipreste de Hita). Son varias las copias antiguas de estas
_novelas_ ó _fábulas_, como también se intitulan.
[85] _El Sobremesa y alivio de caminantes de Joan Timoneda: en el qual
se contienen affables y graciosos dichos, cuentos heroycos y de mucha
sentencia y doctrina._
(_Al fin_): _Çaragoça, en casa de Miguel de Guesa_, 1563, 8.º, let.
gót. Las dos partes del _Sobremesa_ tienen respectivamente XXII y XXI
hojas foliadas. En otras 21 hojas sin foliar van, á modo de apéndice,
dos tratadillos de noticias históricas: _Memoria hispana copilada por
Joan Timoneda, en la qual se hallaran cosas memorables y dignas de
saber y en que año acontecieron.--Memoria Valentina._
Esta edición, descrita por Brunet, ha de ser, por lo menos, la segunda,
reimpresa de una de Valencia, donde Timoneda publicaba todos sus libros.
--_Alivio de caminantes compuesto por Iuan de Timoneda. En esta última
impression van quitadas muchas cosas superfluas, deshonestas y mal
sonantes que en las otras impressiones estavan. Con licencia. En Medina
del Campo impresso por Francisco del Canto. Año de 1563._
12.º En la hoja 3.ª signat. t. 3 empiezan los cuentos de _Joan
Aragones_. (Salvá.)
--_El Sobremesa y alivio de caminantes de Ioan Timoneda... Agora de
nuevo añadido por el mismo autor, assí en los cuentos como en las
memorias de España y Valencia_ (Retrato de Timoneda). _Impreso con
licencia. Vendese en casa de Joan Timoneda._
(_Al fin_): «Acabo se de imprimir este libro del _Sobremesa y Alivio de
Caminantes_ en casa de Joan Navarro, a 5 de Mayo. Año de 1569».
8.º let. gót. sign. _a g_, todas de ocho hojas, menos la última, que
tiene doce. (Salvá.)
Además de las dos _Memorias Hispana y Valentina_, contiene este raro
librito una _Memoria Poética: que es mui breve compendio de algunos de
los más señalados Poetas que hasta hoy ha huvido_ (sic). (Ejemplar que
fue de Salvá y hoy pertenece á la Biblioteca Nacional).
--Valencia, por Pedro de Huete, 1570 (Citada por Ximeno, _Escritores
del reino de Valencia_).
--_Alivio de Caminantes, compuesto por Juan Timoneda. En esta ultima
impresion van quitadas muchas cosas superfluas, deshonestas y mal
sonantes que en las otras estavan. Con licencia. Impresso en Alcalá
de Henares por Sebastiā Martinez. Fuera de la puerta de los sanctos
Martyres. M.D.LXXVI._
12.º, 72 pp. dobles.
Hasta setenta y cinco cuentos de los que hay en la edición de Valencia
faltan en ésta.
«_Epístola al lector._ Curioso lector: Como oir, ver y leer sean tres
causas principales, ejercitándolas, por do el hombre viene a alcazar
toda sciencia, esas mesmas han tenido fuerza para comigo en que me
dispusiese a componer el libro presente, dicho _Alivio de Caminantes_,
en el qual se contienen diversos y graciosos cuentos, afables dichos
y muy sentenciosos. Asi que facilmente lo que yo en diversos años he
oido, visto y leido, podras brevemente saber de coro, para decir algun
cuento de los presentes. Pero lo que más importa para ti y para mí,
porque no nos tengan por friáticos, es que estando en conversacion,
y quieras decir algun _contecillo_, lo digas al propósito de lo
que trataren; y si en algunos he encubierto los nombres á quien
acontescieron, ha sido por celo de honestidad y evitar contiendas. Por
tanto, ansi por el uno como por el otro, te pido perdon, el cual pienso
no se me podrá negar. Vale». (Biblioteca Nacional).
--Amberes, 1577. Sigue el texto de las expurgadas.
--Sevilla, en casa de Fernando de Lara, 1596. (Biblioteca Nacional,
procedente de la de Gayangos. Pertenece al número de las expurgadas).
--Pamplona, 1608 (Catálogo de Sora).
Aribau reimprimió el _Sobremesa_, pero no íntegro, en el tomo de
_Novelistas anteriores á Cervantes_ (3.º de _Autores Españoles_). Sigo
la numeración de loa cuentos en esta edición, por ser la más corriente.
[86] _Boccaccio and the «Decameron» in castilian and catalan
literature_, pp. 129, 133, 145.
[87] «Juan de Ayala, señor de la villa de Cebolla, voló una grulla: su
cocinero la guisó, y dió una pierna de ella á su mujer. Sirviéndosela
á la mesa, dixo Juan de Ayala: «¿Y la otra pierna?» Respondió el
cocinero: «No tenia más de una, porque todas las gullas no tienen sino
una». Otro dia, Juan de Ayala mandó ir á caza al cocinero; y hallando
una bandada de grullas que estaban todas en un pie, dixo el cocinero:
«Vea v. md. si es verdad lo que dixe». Juan de Ayala arremetió con su
caballo, diciendo: «ox, ox». Las grullas volaron y estendieron sus
piernas, y dixo: «Bellaco, mira si tienen dos piernas ó una». Dixo el
cocinero: «Cuerpo de Dios, señor, dixérades «ox, ox» á la que teníades
en el plato, y entonces ella extendiera la pierna que tenia encogida».
(_Floresta Española_, ed. de Madrid, 1790, p. 73).
Casi en los mismos términos, pero sin atribuir la anécdota á persona
determinada, se refiere en los _Cuentos de Garibay_, y de allí la tomó
probablemente Santa Cruz. (_Sales Españolas_, de A. Paz y Melia, tomo
II, pág. 61).
[88] Es la que comienza:
Huvo un cierto mercader
Que en Valladolid vivia,
El qual mercader tenia
Una hermosa muger...
(_Romancero General_, Madrid, por Luis Sanchez, 1600, fol. 344-345 vto.)
[89] «Quiero deziros en breves palabras una novela, que quando niño
me acuerdo que me contaron. Un Rey que huvo en los tiempos antiguos,
de cuyo nombre no tengo memoria, tuvo un criado que le sirvió muchos
años con aquel cuidado y fidelidad que tenia obligacion, y viéndose ya
en la vejez y que otros muchos que no avian servido tanto tiempo, ni
tan bien como él, avian recevido grandes premios y mercedes por sus
servicios, y que el solo nunca avia sido galardonado, ni el Rey le avia
hecho merced ninguna, acordó de yrse a su tierra y passar la vida que
le quedava en grangear un poco de hazienda que tenia. Para esto pidió
licencia, y se partió, y el Rey le mandó dar una mula en que fuesse:
y quedó considerando que nunca avia dado nada aquel criado suyo, y
que teniendo razon de agraviarse, se yva sin averle dicho ninguna
palabra. Y para experimentar más su paciencia invió otro criado suyo
que haziendose encontradizo con él fuese en su compañia dos o tres
jornadas y procurase de entender si se tenia por agraviado; el criado
lo hizo assi y por mucho que hizo nunca pudo saber lo que sentia, mas
de que passando por un arroyo la mula se paró a orinar en él, y dandole
con las espuelas, dixo: «Harre allá mula de la condicion de su dueño,
que da donde no ha de dar». Y passado de la otra parte, aquel criado
del Rey que le seguia sacó una cedula suya, por la qual le mandava que
se bolviesse, y él lo hizo luego. Y puesto en la presencia del Rey (el
qual estava ynformado de lo que avia dicho) le preguntó la causa que le
avia movido decir aquello. El criado le respondió diciendo: «Yo, señor,
os he servido mucho tiempo lo mejor y más lealmente que he podido,
nunca me aveis hecho merced ninguna, y a otros que no os han servido
les aveis hecho muchas y muy grandes mercedes, siendo más ricos y que
tenian menos necessidad que yo. Y assi dixe que la mula era de vuestra
condicion, que dava donde no avia de dar, pues dava agua al agua, que
no la avia menester, y dexava de darla donde avia necessidad della, que
era en la tierra». El Rey le respondió: «¿Piensas que tengo yo toda
la culpa? La mayor parte tiene tu ventura, no quiero dezir dicha o
desdicha, porque de verdad estos son nombres vanos, mas digo ventura,
tu negligencia y mal acertamiento fuera de sazon y oportunidad. Y
porque lo creas quiero que hagas la esperiencia dello». Y assi lo metió
en una camara, y le mostró dos arcas yguales, ygualmente adereçadas,
diziéndole: «La una está llena de moneda y joyas de oro y plata, y la
otra de arena: escoge una dellas, que aquella llevarás». El criado
despues de averlas mirado muy bien, escogió la de la arena. Y entonces
el Rey le dixo: «Bien as visto que la fortuna te haze el agravio tan
bien como yo, pero yo quiero poder esta vez más que la fortuna», y assi
le dió la otra arca rica con que fue bienaventurado».
_Los colloquios satíricos... hechos por Antonio de Torquemada_... 1553
(Mondoñedo), fols. IV y V.
[90] Fac. CCXI: «_Cujusdam pueri miranda responsio in Angelottum
cardinalem_».
Algunas otras _Facecias_ del humanista florentino se encuentran también
en el _Sobremesa_, por ejemplo la 60.ª, que es el cuento primero en
la colección de Timoneda: «_de eo qui uxorem in flumine peremptam
quaerebat_».
«Alter, uxorem quae in flumine perierat quaerens, adversus aquam
proficiscebatur. Tum quidam admiratus, cum deorsum secundum aquae
cursum illam quaeri admoneret: «Nequaquam hoc modo reperietur», inquit.
«Ita enim, dum vixit, difficilis ac morosa fuit, reliquorumque moribus
contraria ut nunquam nisi contrario et adverso flumine etiam post
mortem ambulasset».
_The Facetiae or jocose Tales of Poggio_... Paris, Liseux, 1879, t. I,
p. 100.
Algunas de estas _Facecias_ estaban traducidas desde el siglo XV en
la colección del infante D. Enrique de Aragón. Aun en las últimas
ediciones de las Fábulas de Esopo, v. g., en la de Segovia, 1813, se
encuentran en la última sección («Fábulas Coletas») las siguientes
_Facecias_:
X. «_De muliere quæ virum defraudavit_».--Fábula XV. «De la mujer y del
marido encerrado en el palomar».
I. «_Fabula prima cujusdam Cajetani pauperis naucleri_».--Fábula XVI.
«De la mujer que parió un hijo, siendo su marido ausente».
II. «_De medico qui dementes et insanos curabat_».--Fábula XIX. «Del
loco y del cavallero y cazador».
XXXVI. «_De Sacerdote qui caniculum sepelivit_».--Fábula XX. «Del
Sacerdote y de su perro, y del Obispo».
En las ediciones antiguas hay más, entre ellas la indecentísima 43:
«_De adolescentula quæ virum de parvo Priapo accusarit_».
[91] «Messer Valore quasi tutto scornato, udendo le parole di questo
fanciullo, dice verso la brigata: e' non fu mai nessun fanciullo savio
da piccolino, che non fusse pazzo da grande. Il fanciullo, udendo
questo, disse: in fe di Dio, gentiluomo, voi dovest' essere un savio
fantolino».
(_Delle Novelle di Franco Sacchetti Cittadino Fiorentino. Parte Prima.
In Firenze_, 1724. pp. 109-110. «Messer Valore de' Buondelmonti è
conquiso e rimaso scornato da una parola, che un fanciullo gli dice,
essendo in Romagna»).
[92] Novella C.XCVIII. «Un cieco da Urvieto con gli occhi mentali,
essendoli furato cento fiorini, fa tanto col suo senno, che chi gli ha
tolti, gli rimette donde gli ha levati».
(_Delle Novelle di Franco Sacchetti_... Parte Seconda, pp. 142-147).
_Ct. Hieronymi Morlini, Parthenopei Novellae, fabulae, comoedia. Editio
tertia emendata et aucta._ París, Jannet, 1855, p. 86.
[93] Muy rápidamente he hablado de ellos. Su estudio más minucioso
queda reservado para quien publique el _Fabulario_ ó _Novelero
español_, empresa digna de tentar la ambición de cualquier aficionado
lo mismo á los estudios populares que á los de tradición erudita.
Apenas hay anécdota del _Sobremesa_ que no pueda dar motivo á una
curiosa nota. No quiero omitir que entre ellos figura (1.ª parte,
cuento 72) el apólogo clásico del poeta y el menestral que le
estropeaba sus versos, aplicado por D. Juan Manuel, en el prólogo
general de sus obras, á un trovador de Perpiñán, y por Sacchetti á
Dante:
«Filogeno, famosísimo poeta, viendo que unos cantareros cantaban sus
versos trastrocando y quebrando de ellos, con un báculo que llevaba dió
en los jarros y quebrólos, diciendo: «Pues vosotros dañais mis obras,
yo tambien dañaré las vuestras».
Todavía es más curioso el siguiente ejemplo, en que un cuentecillo de
Timoneda viene á ilustrar un episodio de una comedia de Lope de Vega,
cuyo argumento está tomado de la antigüedad romana.
En el tercer fasciculo de la _Zeitschrift für romanische Philologie_
(1905, t. XXIX) se ha publicado una nota de Stiefel sobre las fuentes
del Episodio de la Capa en el acto 2.º de _El Honrado Hermano_.
Está en Timoneda, _Alivio de caminantes_ (núm. 29, parte 1.ª) y en el
_Libro de chistes_ de Luis de Pinedo (_Sales Españolas_ de Paz y Melia,
pp. 310 y 312).
_Timoneda_: «Venido un embajador de Venecia á la corte del gran turco,
dándole audiencia á él, juntamente con otros muchos que habia en su
corte, mandó el gran turco que no le diesen silla al embajador de
Venecia, por cierto respecto. Entrados los embajadores, cada cual se
sentó en su debido lugar. Viendo el veneciano que para él faltaba
silla, quitóse una ropa de majestad que traia de brocado hasta
el suelo, y asentóse encima della. Acabando todos de relatar sus
embajadas, y hecho su debido acatamiento al gran turco, salióse el
embajador veneciano, dejando su ropa en el suelo. Á esto dijo el gran
turco: «Mira, cristiano, que te dejas tu ropa». Respondió: «Sepa su
Majestad que los embajadores de Venecia acostumbran dejarse las sillas
en que se asientan».
_Pinedo_: «Dicen que un Embajador de Venecia, en presencia de la
Reina Doña Isabel, y visto que no le daban silla, se desnudó la ropa
rozagante que llevaba, y la puso en el suelo doblada, y sentóse; y
despues que hubo negociado, se fué en cuerpo. La Reina envió un mozo de
cámara que le diese la ropa. El Embajador respondió: «Ya la Señoría no
necesita de aquel escabel». Y no quiso tomar la ropa».
_Pinedo_ (p. 312): «D. Juan de Velasco, hijo del Condestable D.
Bernardino, entró á visitar al Duque de Alba y á otros grandes. No le
dieron luego silla: dobló su capa, y sentóse en el suelo».
Confieso que ambos textos se me pasaron por alto al escribir el prólogo
de la comedia de _El Honrado Hermano_ en la colección académica, aunque
tanto el libro de Timoneda, como el de Pinedo, me fuesen familiares;
el primero desde mi infancia y el segundo desde que el Sr. Paz y Melia
le sacó del olvido. Pero también el Sr. Stiefel, que tan agriamente
censura los descuidos ajenos, olvidó en el presente caso otro librejo
todavía más vulgar en España, la _Floresta_ de Melchor de Santa Cruz,
en cuya séptima parte (_De dichos graciosos_) se lee el mismísimo
cuento, siendo verosímil que de allí le tomase Lope, que cita más de
una vez aquella colección popular de apotegmas y chascarrillos.
«Un escudero fué á negociar con el Duque de Alba, y como no le diesen
silla, quitóse la capa, y asentóse en ella. El Duque le mandó dar
silla. Dixo el Escudero: «V. Señoria perdone mi mala crianza, que
como estoy acostumbrado en mi casa de asentarme, desvanecióseme la
cabeza». Como hubo negociado, salióse en cuerpo, sin cobijarse la capa.
Trayéndosela un page, le dixo: «Servíos de ella, que á mí me ha servido
de silla, y no quiero llevarla más á cuestas».
Los versos de Lope de Vega que corresponden á esto son los siguientes:
CURIACIO 1.º Vuelve, Horacio, fuerte.
HORACIO. ¿Á qué?
CURIACIO 1.º Toma el manto.
HORACIO. ¿Para qué?
CURIACIO 1.º Pues ¿por qué le has de dejar?
HORACIO. No me acostumbro llevar
La silla en que me asenté.
[94] Novella CXCV. «Uno villano di Francia avendo preso uno sparviero
del Re Filippo di Valois, e uno maestro uscier del Re, volendo parte
del dono a lui fatto, ha venticinque battiture». (Sachetti, _Novelle_,
Parte 2.ª, pp. 134-137).
[95] _Geschichte der Prosadichtungen._ Berlin, 1851, p. 257.
[96] En el _Libro de los enxemplos_ (n. 146 de la ed. de Gayangos) hay
un apólogo que tiene el mismo sentido y que se halla también en el
_Poema de Alexandre_ (coplas 2197-2201).
«Es enxemplo de un rey que conocia dos omes, uno muy codicioso, otro
muy invidioso, é prometióles que les darie cualquier don que le
demandasen, en tal manera que el postrimero hobiese el don doblado. E
esperando el uno al otro que demandase, el rey mandó al invidioso que
demandase primero, é demandó que le sacasen un ojo porque sacasen al
otro amos los suyos, e non quiso pedir cosa buena porque el su prójimo
non la hobiese doblada».
[97] _El Buē aviso y portacuentos de Ioan Timoneda: en el qual se
contienen innumerables y graciosos dichos, y apazibles acontescimientos
para recreacion de la vida humana, dirigidos al sabio y discreto
lector_ (Retrato de Timoneda, el mismo que va en el _Sobremesa_).
_Con privilegio Real. Impresso en Valencia en casa de Ioā Mey. M.
D.LXiiij_(1564). _Vendense en casa de Ioan Timoneda._ 8.º, 56 folios.
La licencia del santo oficio es de 12 de Setiembre de 1563.
En el fol. 29 comienza con nueva portada la «Segunda parte del Porta
eventos de Ivan Timoneda, en el qual se contienen diversas sentencias,
memorables dichos, y graciosos cuentos, agora nuevamente compuestos.
Año 1564».
Ximeno cita una edición de Valencia, por Pedro de Huete, 1570, y Fuster
otra de la misma ciudad, por Juan Navarro, á 5 de Mayo de 1569.
[98] _Alivio de caminantes_ (así en la parte superior de las páginas).
La cuarta parte contiene «otros cuentos sacados de la Floresta Española
de Melchor de Sta. Cruz» y la _Memoria Hispanea_.
[99] Sólo el canónigo Mayans, en su prólogo de _El Pastor de Filida_,
cita un _Patrañuelo_ de Valencia, 1566, pero la existencia de tan rara
edición está indirectamente comprobada por la aprobación que se copia
en las siguientes (Valencia, 22 de Setiembre de 1566).
--_Primera parte de las Patranyas en las quales se tratan admirables
cuentos, graciosas marañas y delicadas invenciones para saber las
contar el discreto relatador. Con licēcia en Alcalá de Henares, en casa
de Sebastian Martinez. 1576._ (Biblioteca Nacional).
8.º 127 fols.
Tasa.--Aprobación de Joaquín Molina.--Licencia del canónigo Tomás
Dasi.--Privilegio.--Soneto «entre el auctor y su pluma».--Soneto
de Amador de Loaysa, en loor de la obra.--Epístola al amantissimo
Lector.--Texto.--Tabla.--Una hoja sin foliar con dos quintillas
tituladas «Disculpa de Joan Timoneda a los pan y aguados de la
prudencia colegiales del provechoso Silencio».
--Barcelona. Año 1578.
_Al fin_: «Fue impresso el presente _Patrañuelo_ en la insigne ciudad
de Barcelona en casa de Jayme Sendrat. Año 1578». 8.º, 103 folios.
(Biblioteca Nacional, ejemplar de Salvá).
--Bilbao, 1580. Por Matías Mares. (Biblioteca Nacional).
--_El discreto tertuliante; primera parte de las Patrañas de Joan de
Timoneda, en las cuales se trata de admirables Cuentos graciosos,
Novelas ejemplares, marañas y delicadas invenciones para saber contar
el sabio y discreto relatador. Sacadas segunda vez a luz por José de
Afranca y Mendoza. Con licencia en Madrid en la oficina de Manuel
Martin. Se hallará en la libreria de P. Tejero, calle de Atocha, junto
a San Sebastian_ (1759).
La licencia se dió «con calidad de que no se imprima la patraña
octava». Es edición incorrecta, además de mutilada. El ridículo cambio
del _Patrañuelo_ en el _Discreto Tertuliante_ no pasa de la portada: en
lo alto de las páginas se da al libro su título verdadero.
En el ejemplar que tuvo Salvá un curioso moderno había anotado
las fuentes de varias patrañas, pero no siempre son exactas sus
indicaciones.
--El _Patrañuelo_ está integramente reimpreso en la colección de Aribau
(_Novelistas anteriores á Cervantes_).
[100] Me refiero á la patraña novena.
[101] _Geschichte der prosadichtungen_... pp. 500-501.
[102] «Indignado el rey de semejante traicion, juntó muy gran hueste
y vino sobre Ciro y Harpago, y llevándolos de vencida á los soldados
que iban huyendo, salian las madres y sus mujeres al encuentro, que
volviesen á la batalla. Y viendo que no querian, alzándose las madres
sus faldas y mostrando sus vergüenzas, á voces altas decían: «¿Qué es
esto? ¿Otra vez quereis entrar en los vientres de vuestras madres?» Los
soldados de vergüenza desto volvieron á la batalla con grande ánimo»
(Timoneda).
«_Pulsa itaque quum Persarum acies paullatim cederet, matres et uxores
eorum obviam occurrunt; orant in praelium revertantur. Cunctantibus,
sublata veste, obscoena corporis ostendunt, rogantes «num in uteros
matrum vel uxorum velint refugere». Hac repressi castigatione, proelium
redeunt: et facta impressione, quos fugiebant, fugere compellunt_»
(Just., _Hist._, I, 6).
[103] Vid. mis observaciones preliminares sobre esta comedia en el tomo
VI de la edición académica de Lope de Vega.
[104] _Gesta Romanorum_, ed. de Hermann Oesterley (Berlín, 1872), pp.
399-409 (_De mirabili divina dispensatione et ortu beati Gregorii
Papae_), y las versiones que cita el mismo Oesterley, p. 725.
[105] _Le Violier des histoires romaines. Ancienne traduction françoise
des «Gesta Romanorum». Nouvelle édition, revue et annotée par M. G.
Brunet_ (Paris, 1858), pp. 197-198.
[106] «En tiempo deste dicho rey Don Ramiro hera abad de Montemayor un
noble omne e grand fidalgo e de buena vida, que avia nombre don Johan.
Yendo un dia á maitines la noche de Navidad, falló un niño que yacía
á la puerta de la iglesia echado; este niño era fijo de dos hermanos,
fecho en grand peccado. Como el abad lo vió, ovo dél grand piedad;
tomólo en sus braços e metiólo en la iglesia é fízolo bautizar e púsole
nonbre Garçia. Criolo muy viçiosamente, atanto e más que si fuera su
fijo».
Así Diego Rodríguez de Almela, en su _Compendio Historial_, que es el
primer texto que consigna esta novela.
Vid. _La leyenda del abad Don Juan de Montemayor, publicada por
R. Menéndez Pidal._ Dresden, 1903 (t. II de la _Gesellschaft für
romanische literatur_), p. 5.
[107] Cf. en el _Gesta Romanorum_, ed. de Oesterley, pp. 510-532, y la
lista de paradigmas, p. 737. El Apolonio no formaba parte del primitivo
texto del Gesta. Era una novela aislada: _De tribulatione temporali,
quae in gaudium sempiternum postremo conmutabitur_.
[108] Por D. Pedro José Pidal en la _Revista de Madrid_, 1844.
[109] En su tesis tantas veces citada acerca de Boccaccio, pp. 84, 152,
163.
[110] Pudo manejarle en la edición de Milán, 1558. La de Venecia, 1565,
es posterior al _Patrañuelo_.
[111] «Novella II. Una matrigna fa preparare da un suo schiavo il
veleno al figliastro perchè non vuol condescendere alle sue voglie. Per
iscambio lo beve un suo proprio figliuolo minore d' età. Il figliastro
n' è accusato e lo schiavo depone contro di esso. Un vecchio medico
comparisce, e confessa aver egli dato allo schiavo quel beveraggio,
che è un sugo da far dormire. Si corre allora alla sepoltura, ed il
fanciullo è trovato vivo. Condanna dello schiavo, e della donna».
_Il Pecorone di Ser Giovanni Fiorentino nel quale si contengono novelle
antiche belle d'invenzione e di stile._ Milán, 1804. (De la colección
de Clásicos Italianos), tomo II, pág. 138.
[112] Véase lo que de ella decimos en el tomo primero de los _Orígenes
de la novela_, pág. CLIX.
[113] «Novella I. Il Re d'Inghilterra sposa Dionigia figliuola d'un Re
di Francia, che trova in un convento dell'isola. Partorisce due maschi
in lontananza del marito, ed obbligata, per calunnie appostele dalla
suocera, a partirsi, con essi va a Roma. In quale occasione riconobbero
i due Re con estrema gioja, l'uno la moglie e l'altro la sorella».
_Il Pecorone_... Tom. I, p. 203.
[114] Compárese la _patraña_ tercera de Timoneda con la novela primera
de Masuccio, cuyo argumento dice así:
«Mastro Diego è portato morto da messer Roderico al suo convento.
Un altro fratre credendolo vivo gli dà con un sasso, e crede averlo
morto. Lui fuggesi con una cavalla, e per uno strano caso se incontra
col morto a cavalla in uno stallone, lo quale con la lanza alla resta,
seguelo per tutta la città. Lo vivo è preso, confessa lui essere stato
l'omicida; volesi giustiziare. Il cavaliere manifesta il vero, e al
fratre è perdonata la non meritata morte».
_Il Novellino di Masuccio Salernitano restituito alla sua antica
lezione da Luigi Settembrini_, Napoli, 1874. Pág. 7.
En Masuccio la acción de la novela pasa en Salamanca, y el protagonista
es un fraile, el Maestro Diego de Arévalo. Timoneda, que por otra parte
abrevia mucho el cuento, le traslada á París y el héroe es «un quistor
llamado Sbarroya».
La _patraña_ 18 es la novela 20 de las _Porretane_ de Sabadino degli
Arienti:
«Misser Lorenzo Spaza cavaliero Araldo se la fa convenire denanti
al pretore da uno notaro: il qual è dimostrato non esser in bono
sentimento: et Misser Lorenzo libero se parte lassando el notaro
scernito et desperato».
Fol. XVII de las _Settanta Novelle_.
(Al fin): _Qui finiscono le dolce et amorose Settanta nouelle del
preclaro homo misser Iohanne Sabadino degli Arienti Bolognese.
Intitulate a lo inuictissimo signore Hercule Estēse Duca de Ferrara.
Nouamēte historiade et correcte per el doctissimo homo Sebastiano
Manilio. Et con grande attentione in la inclyta Cita de Venetia
stampate. Nel M.CCCCCX (1510) a di XVI de Marzo._
[115] «Novella XXII. Narra il sign. Scipione Attellano come il sig.
Timbreo di Cardona, essendo col Re Piero d' Aragona in Messina, s'
innamora di Fenicia Lionata, e i varii e fortunevoli accidenti che
avennero prima che per moglie la prendesse».
_Novelle di Matteo Bandello_, Milano, Silvestri, 1813. T. II, pp.
99-156.
[116] Vid. _Orígenes de la novela_, t. I, p. CCLVII.
[117] Dunlop-Liebrecht, p. 288.
[118] «Vi narrerò una mirabile istoria che già da un cavaliere
Spagnuolo, essendo io altre volte in Spagna, mi fu narrata».
Vid. _Novelle di Matteo Bandello... Volume sesto_, Milán, 1814, pp.
187-145.
[119] La más antigua é importante de estas leyendas es la de la
libertad de la emperatriz de Alemania por el Conde de Barcelona, sobre
la cual he escrito largamente en el tomo II de mi _Tratado de los
romances viejos_ (pp. 271-276). En la _Rosa Gentil_ del mismo Timoneda
(n.º 162 de la Primavera de Wolf) hay un largo y prosaico romance
juglaresco sobre este tema.
Es leyenda de origen provenzal, y debió de popularizarse muy pronto en
Cataluña; pero antes que Desclot la consignase en su _Crónica_ existía
ya una variante castellana (la falsa acusación de la Reina de Navarra
defendida por su entenado D. Ramiro), que recogieron el arzobispo D.
Rodrigo y la _Crónica general_.
[120] Vid. _Tres comedias de Alonso de la Vega_, con un prólogo de
D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Dresden, 1905 (_Gesellschaft für
romanische literatur_. Band. 6).
[121] _Cultura Española_, Mayo de 1906, pág. 467.
[122] Vid. los paradigmas que apunta Oesterley en sus notas al _Gesta
Romanorum_, p. 730.
[123] _Virgilio nel Medio Evo_ (Liorna, 1872), t. II, pp. 120-123.
[124] «Argumento. Glauco cavallero de Athenas recibio por adoptiva
esposa a Philenia Cēturiona, y por el grande celo que della tenia
la acusó por adultera ante el juez, y por intercession y astucia de
Hipolito su amigo fué libre, y Glauco su marido condenado a muerte».
_Parte primera del honesto y agradable entretenimiento de Damas y
Galanes_... Pamplona, 1612, p. 146 vta. Es la traducción de Francisco
Truchado.
[125] Vid. Gamba (Bartolommeo), _Delle Novelle italiane in prosa.
Bibliografía_. Florencia, 1835. PP. 132-133.
[126] Sobre las diferencias de estas primitivas ediciones, véase el
precioso estudio de Alejandro de Ancona, _Del Novellino e delle sue
fonti_ (_Studi di Critica e Storia Letteraria_, Bolonia, 1880), páginas
219-359.
[127] _Gesta Romanorum_, ed. Oesterley, p. 300, y una rica serie de
referencias en la p. 749.
[128] Cantiga 78. Parece haber venido de Provenza. El conde de Tolosa
es quien manda quemar á su privado.
[129] Publicada por Morel-Fatio en la _Romania_, t. V, con una noticia
muy interesante de Gastón París.
[130] Opina Gastón París que los cuentos occidentales de la primera
serie (lepra, mal aliento) proceden de una de las dos versiones árabes,
y los de la segunda serie (adulterio) de la otra, por intermedio de un
texto bizantino.
[131] «Messer Bernabò signore di Melano comanda a uno Abate, che lo
chiarisca di quattro cosa impossibili, di che uno mugnajo, vestitosi
de' panni dello Abate, per lui le chiarisce in forma che rimane Abate,
e l'Abate rimane mugnajo».
_Novelle di Franco Sacchetti_... T. I, pp. 7-10.
[132] En sus _Cuentos Populares_.
[133] Saldrá reimpreso muy pronto por la Sociedad de Bibliófilos de
Valencia con las demás piezas dramáticas de Timoneda.
[134] La _patraña_ sexta tiene seguramente origen italiano, como casi
todas; pero no puede ser la novela cuarta de Sercambi de Luca, citado
á este propósito por Liebrecht, porque los cuentos de este autor del
siglo XV estuvieron inéditos hasta 1816, en que imprimió Gamba algunos
de ellos. Más bien puede pensarse en la novela nona de la primera
década de los _Hecatommithi_ de Giraldi Chinthio: «Filargiro perde
una borsa con molti scudi, promette, per publico bando, a chi gliela
dà buon guiderdone; poi che l' ha ritrovata, cerca di non servar la
promessa, et egli perde i ritrovati denari in castigo della sua frode».
_Hecatommithi ovvero Novele di M. Giovanbattista Giraldi Cinthio nobile
ferrarese... Di nuovo rivedute, corrette, et riformate in questa terza
impressione In Vinegia appresso Enea de Alaris 1574._ PP. 84-85.
Es curiosa esta patraña de Timoneda, porque de ella pudo tomar
Cervantes el chiste del asno desrabado del aguador, para trasplantarle
á _La ilustre fregona_, como ya indicó Gallardo (_Ensayo_, III, 738).
Por cierto que de este asno no hay rastro en la novela de Giraldi, que
sólo tiene una semejanza genérica con la de Timoneda, y tampoco me
parece su fuente directa.
[135] «_Selvagia Comedia_ ad Celestinæ imitationem olim confecerat,
quam tamen supprimere maxime voluit curavitque jam major annis,
totusque studio pietatis deditus». (Bibl. Hisp. Nov., I, p. 55.)
[136] Trata extensamente de ambas colecciones, inéditas aún, D.
Antonio Martín Gamero en las eruditas Cartas literarias que preceden
al _Cancionero de Sebastián de Horozco_ publicado por la Sociedad de
Bibliófilos Andaluces (Sevilla, 1874).
Compuso Horozco otros opúsculos de curiosidad y donaire, entre ellos
unos coloquios (en prosa) de varios personajes con el Eco. Dos de los
interlocutores son un fraile contento y una monja descontenta (Vid.
apéndice al _Cancionero_, p. 268 y ss.).
Hijo de este ingenioso escritor y heredero suyo en la tendencia
humorística y en la afición á los proverbios fué el famoso lexicógrafo
D. Sebastián de Cobarrubias y Horozco, de cuyo _Tesoro de la lengua
castellana_ (Madrid, 1600), que para tantas cosas es brava mina, pueden
extraerse picantes anécdotas y chistosos rasgos de costumbres.
También en el _Vocabulario de refranes_ del Maestro Gonzalo Correas,
recientemente dado á luz por el P. Mir, se encuentran datos útiles para
la novelística. Sirva de ejemplo el cuento siguiente, que corresponde
al exemplo 43 de _El Conde Lucanor_ («del cuerdo y del loco»), pero que
no está tomado de aquel libro, sino de la tradición vulgar:
«En Chinchilla, lugar cerca de Cuenca, había un loco que, persuadido
de holgazanes, llevaba un palo debajo de la falda, y en viniendo algún
forastero, se llegaba á él con disimulación, preguntándole de dónde
era y á qué venía, le daba tres ó cuatro palos, con lo que los otros
se reían, y luego los apaciguaban con la excusa de ser loco. Llegó
un manchego, y tuvo noticia en la posada de lo que hacía el loco, y
prevínose de un palo, acomodado debajo de su capa, y fuese á la plaza
á lo que había menester. Llegósele el loco, y adelantóse el manchego
y dióle muy buenos palos, con que le hizo ir huyendo, dando voces y
diciendo: ¡Gente, cuidado, que otro loco hay en Chinchilla!».
Otros cuentos están tomados de la _Floresta_ de Santa Cruz.
[137] _Sales españolas ó agudezas del ingenio nacional recogidas
por A. Paz y Melia._ Madrid, 1890. (_En la Colección de Escritores
Castellanos_, pp. 253-317.)
[138] «En las Cortes de Toledo fuisteis de parecer que pechasen los
hijodalgo; alli os acuchillasteis con un alguacil, y habeis casado
vuestra hija con Sancho de Paz: no trateis de honra, que el rey tiene
harta». (Carta al Duque del Infantado.) (Cf. Pinedo, p. 272.)
[139] En el mismo tomo de las _Sales_ (p. 331) puede verse una carta
burlesca del portugués Thomé Ravelo á su mujer, fecha en el cerco de
Badajoz de 1658, y una colección de epitafios y dichos portugueses
(p. 391). En cambio, un códice del siglo XVII que poseo está lleno de
epitafios y versos soeces contra los castellanos.
[140] «Seguiré como texto el proceso y propias palabras que el
predicador llevó, y los puntos que encareció, y esto en lengua
portuguesa; y en lo castellano entretejeré como glosa interlineal ó
comento la declaración que me pareciere; aunque en estas lenguas temo
cometer malos acentos, porque _siendo italiano de nación_, mal podré
guardar rigor de elocuencia ajena, dado que en lo castellano seré menos
dificultoso, por ser gente muy tratada en Roma, que es nuestra comun
patria, y en Lisboa no estuve año entero».
(_Sales Españolas_, I, p. 108.)
[141] «Este es un sermón que un reverendo Padre, portugués de nación,
y profesión augustino, predicó en Lisboa en Nuestra Señora de Gracia,
vigilia de su Assumpcion... y vuelto á mi posada, formé escrúpulo si
dejaba de escribir lo que en el púlpito oí predicar... Viniéndome luego
la vía de Castilla, posé en Evora, do a la sazon estaba el Rey en la
posada y casa del embajador de Castilla, Lope Hurtado de Mendoza».
(_Sales Españolas_, I, 104-107.) De aqui vendría probablemente la
confusión del _Lope_ con _D. Diego_.
[142] «Lo cual bien experimentó un francés españolado viniendo á
Portugal, y fué que partiendo de Narbona para Lisboa, le dijo un amigo
suyo: Pues entrais en España, sed curioso en conocer las gentes della,
porque en Aragon, por donde primero habeis de pasar, vereis que la
gente es muy prima, y en Castilla nobles y bien criados»... (suprimo lo
relativo á Portugal, que es de una groseria intolerable).
«Pues comenzando su camino, que venia de priesa, rogó á su huesped
aragonés que le llamase cuando quisiese amanecer. El cual lo hizo así,
poniendo al par de sí una caja con ciertas joyas de su mujer; y como
estuviese el cielo escuro, dijo el francés: ¿En qué conoceis que quiere
amanecer, señor huesped? Y él dixo: Presto será de dia, y véolo en el
aljófar y perlas de mi mujer, que están frias con la frescura del alba.
El francés confesó hasta allí no haber sabido aquel primor.
«Entrando en Castilla, y llegando á Toledo en casa de un ciudadano,
que de su voluntad le llevó á su posada, rogóle también le despertase
antes que amaneciese. Acostados, pues, el uno cerca del otro en una
pieza grande, cuando queria amanecer, un papagayo que alli estaba hizo
ruido con las alas. Y como el huésped toledano sintiese que el francés
estaba despierto, dixo, casi hablando entre sí: Mucho ruido hace este
papagayo. El frances, que lo oyó, preguntó qué hora era. El toledano
respondió que presto amaneceria. Pues ¿por qué no me lo habeis dicho?
dijo el frances. El castellano dixo: Pues me compeleis, yo os lo diré.
Pareciome caso de menos valer, recibiendo yo en mi casa un huésped de
mi voluntad, tal cual vuestra merced es, decirle se partiese della;
y porque anoche me rogastes os despertase, sintiendo que estábades
despierto, dije que el papagayo hacia ruido para que si quisiésedes
partiros entendiésedes que el pájaro se alteraba con la venida de
la mañana, y si quisiésedes reposar, lo hiciésedes, viendo que no
aceleraba yo vuestra partida. Dixo el frances entonces: Agora veo y
conozco la buena cortesia y nobleza que de Castilla siempre me han
dicho». (_Sales_, I, 171-172.)
[143] Publicado por el Sr. Paz y Melia en el tomo II de las _Sales
Españolas_ (pp. 35-69).
[144] _Libro primero de los cien tratados. Recopilado por Melchior
de Sancta Cruz de Dueñas. De notables sentencias, assi morales como
naturales, y singulares avisos para todos estados. En tercetos
castellanos.--Libro segundo de los cien tratados_, etc. Ambas partes,
impresas en Toledo, por Diego de Ayala, 1576, son de gran rareza.
[145] Opúsculo gótico, sin lugar ni año, dedicado al Duque de Calabria.
Salvá, que poseía un ejemplar, le supone impreso en Valencia, hacia
1535. Los que Sanz y Santa Cruz llaman tercetos y mejor se dirían
ternarios para distinguirlos de los tercetos endecasílabos, están
dispuestos en esta forma, bastante frecuente en nuestra poesía
_gnómica_:
No hallo mejor alquimia,
Más segura ni probada
Que la lengua refrenada.
[146] _Floresta Española de apotegmas y sentencias, sabia y
graciosamente dichas, de algunos españoles; colegidas por Melchior
de Santa Cruz de Dueñas, vecino de la ciudad de Toledo. Dirigido al
Excelentisimo Sr. D. Juan de Austria. Impreso con licencia de la C. R.
M. en Toledo en Casa de Francisco de Guzmán,1574. 8.º--272 pp._
El catálogo más copioso de ediciones de la _Floresta_, que es el
formado por Schneider, registra las siguientes: Salamanca, 1576;
Valencia, 1580, Salamanca, 1592; Toledo, 1596; Bruselas, 1596; y 1598;
Lyón, 1600 (en castellano y francés); Valencia, 1603; Toledo, 1605;
Bruselas, 1605; Barcelona, 1606; una de 1617, sin lugar de impresión;
Bruselas, 1614 (bilingüe); Cuenca, 1617; Huesca, 1618; Barcelona, 1621;
Bruselas, 1629; Zaragoza, 1646; Bruselas, 1655.
Con ser tantas las ediciones antiguas de la _Floresta_, rara vez se
encuentran, sobre todo íntegras y en buen estado. Suplen su falta las
tres de Madrid, 1730, 1771 y 1790, copiadas, al parecer, de la de
Huesca, 1618, cuyos preliminares conservan. El editor Francisco Asensio
añadió las partes segunda y tercera, y prometió una cuarta: todo con el
título general de _Floresta Española y hermoso ramillete de agudezas,
motes, sentencias y graciosos dichos de la discreción cortesana_.
La traducción francesa de Pissevin apareció en Lyón, 1600, y fué
reimpresa varias veces en Bruselas con el texto castellano: _La
Floresta spagnola, ou le plaisant bocage, contenant plusieurs comptes,
gosseries, brocards, cassades et graves sentences de personnes de tous
estats_. (Bruxelles, Rutger Velpius et Hubert Anthoine, 1614.)
En una vasta colección alemana de apotegmas y dichos faceciosos,
publicada en Tübingen, en 1630, tomada casi toda de fuentes italianas
y españolas, entre ellas la _Silva_ de Julián de Medrano, está
incorporada la mayor parte de la _Floresta_. Vid. Adam Schneider
_Spaniens Anteil an der deutschen litteratur_ (1898), pp. 133-139.
[147] Parece que en estas palabras se declara Melchor de Santa Cruz
natural de Toledo, aunque en la portada de sus libros no se llama más
que _vecino_, y Nicolás Antonio le da por patria la villa de Dueñas. De
todos modos, si no era toledano de nacimiento, lo fué por adopción, que
es una segunda naturaleza.
[148] Nada puede decirse á ciencia cierta sobre esta fantástica ley
tan traída y llevada por nuestros antiguos escritores. Acaso nació
de una errada interpretación de esta cláusula de San Fernando en el
Fuero General de Toledo: «Todos sus juicios dellos sean juzgados segun
el _Fuero-Juzgo_ ante diez de sus mejores e mas nobles, e mas sabios
dellos que sean siempre con el alcalde de la cibdad; _e que a todos
anteanden en testimonianzas en todo su regno_». (_Et ut precedant omnes
in testimoniis in universo regno illius_, dice el original latino).
Claro es que en este singularísimo privilegio concedido á los toledanos
no se trata de disputas sobre vocablos, sino de testimonios jurídicos;
pero lo uno pudo conducir á la invención de lo otro. Esta idea se me
ocurrió leyendo el eruditísimo _Informe de la imperial ciudad de Toledo
sobre pesos y medidas_ (1758), redactado, como es notorio, por el P.
Andrés Marcos Burriel. Vid. pág. 298.
[149] En su novela _El desdichado por la honra_ (tomo VIII de la
edición de Sancha, p. 93).
[150] No es verosímil, ni aun creíble, que el autor de esta _Crónica_
sea el mismo D. Francesillo, «criado privado, bienquisto y predicador
del emperador Carlos V». Pero fuese quien quiera el que tomó su
nombre, aprovechando quizá sus apodos, comparaciones y extravagantes
ocurrencias, era sin duda persona de agudo ingenio y muy conocedor
de los hombres, aunque no todas las alusiones sean claras para
nosotros por la distancia. Merecía un comentario histórico y una
edición algo más esmerada que la que logró en el tomo de _Curiosidades
Bibliográficas_ de la colección Rivadeneyra. Véase, entretanto, la
memoria de Fernando Wolf, tan interesante como todas las suyas: _Ueber
den Hofnarren Kaiser Carl's V, genannt El Conde don Frances de Zuñiga
und seine Chronik_ (1850 en los _Sitzungsberichte der philos. histor.
Classe der kaiserl. Akademie der Wissenschaften_).
[151] Cf. mi _Tratado de los romances viejos_, tomo II, pág. 151 y ss.
[152] Vid. en el mismo _Tratado_, II, 165-166.
[153] «Los años passados salieron una suerte de salteadores, que con
habito reformado despojavan toda quanta gente podian aver a las manos,
en esta forma: que haziendo cuenta con la bolsa, tassadamente, les
quitavan la mitad de la moneda, y los enviaban sin otro daño alguno.
Aconteció en aquellos dias passar de camino un pobre labrador, y como
no llevase mas de quinze reales, que eran expensas de su viaje: hecha
la cuenta, cabían a siete y medio, no hallava a la sazon trueque de
un real; y el buen labrador (que diera aquella cantidad, y otra de
mas momento, por verse fuera de sus manos) rogavales encarecidamente
tomassen ocho reales, porque él se contentava con siete. De ninguna
manera (respondieron ellos), con lo que es nuestro nos haga Dios
merced... Beatos llaman a estos salteadores por el trage y modo de
robar. El nombre de Cabrilla tomáronle de la mesma sierra donde se
recogian».
(_Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos... Por el licenciado
Francisco de Luque Faxardo, clérigo de Sevilla y beneficiado de Pilas.
Año 1603._ Madrid, en casa de Miguel Serrano de Vargas.)
[154] _Apothegmas del excelentesimo Philosopho y Orador Plutarcho
Cheroneo Maestro del Emperador Trajano: [=q] son los dichos notables,
biuos, y breues de los Emperadores, Reyes, Capitanes, Oradores,
Legisladores, y Varones Illustres: assi Griegos, como Romanos, Persas,
y Lacedemonios: traduzidos de lēgua Griega en Castellana; dirigidos
a la S. C. C. M. por Diego Gracian, secretario del muy Illustre y
Reverendissimo Señor don Francisco de Mendoça Obispo de Çamora._
_Colofón_: «Fue impressa la presente obra en la insigne universidad
de Alcalá de Henares en Casa de Miguel de Eguia. Acabose a treinta de
Junio de Mil y Quinientos y Treinta y tres Años». 4.º gót.
Reimpreso en los _Morales de Plutarco traduzidos de lengua Griega en
Castellana_ por el mismo Diego Gracián (Alcalá de Henares, por Juan de
Brocar, 1548, folios II á XLIII).
[155] El autor ó más bien recopilador de este librejo, en que alternan
las anécdotas y las sentencias, es el mismo que tradujo la novela
sentimental de _Peregrino y Ginebra_. Hay, por lo menos, tres ediciones
góticas de las _Vidas de los filósofos_ (Sevilla, 1520; Toledo, 1527;
Sevilla, 1541). Parece un extracto de la compilación mucho más vasta
de Gualtero Burley _Liber de vita et moribus philosophorum poetarumque
veterum_, traducida al castellano y tan leida en el siglo XV con el
título de _La vida y las costumbres de los viejos filósofos_ («Crónica
de las fazañas de los filósofos» la llamó Amador de los Ríos). Hermann
Knust publicó juntos el texto latino y la traducción castellana en el
tomo CLXXVII de la _Bibliotek des litterarischen vereins_ de Stuttgart
(Tübingen, 1886).
[156] El traductor primitivo fue Thamara. No he visto la primera
edición, de Sevilla, 1548; pero en la de Zaragoza, 1552, por Esteban
de Nájera, se copian la aprobación de los Inquisidores, dada en el
castillo de Triana «a 18 dias del mes de enero de 1548», y un _Proemio
y carta nuncupatoria_, firmada por «el bachiller Francisco Thamara,
catedrático de Cádiz, intérprete y copilador desta obra».
En un mismo año, 1549, aparecen en Amberes dos distintas ediciones
de este libro de Erasmo en castellano. La que lleva el título de
_Apothegmas que son dichos graciosos y notables de muchos reyes y
principes illustres, y de algunos philosophos insignes y memorables y
de otros varones antiguos que bien hablaron para nuestra doctrina y
exemplo; agora nuevamente traduzidos y recopilados en nuestra lengua
castellana_ (Envers, por Martin Nucio), reproduce el texto de Thamara y
su _Carta nuncupatoria_. La otra, cuya portada dice: _Libro de vidas,
y dichos graciosos, agudos y sentenciosos, de muchos notables varones
Griegos y Romanos, ansí reyes y capitanes como philosophos, y oradores
antiguos: en los quales se contienen graues sentencias e auisos no
menos provechosos que deleytables_... (Anvers, Juan Steelsio, 1549),
parece nueva traducción, ó por lo menos refundición de la anterior,
hecha por Juan Jarava, que añadió al fin la _Tabla de Cebes_.
[157] _Libro de los dichos y hechos del Rey don alonso: aora nueuamente
traduzido. 1527._
Al reverso de la portada principia una Epístola del bachiller Juan de
Molina, «sobre el presente tratado, que de latin en lengua Española ha
mudado».
_Colofón_: «Fue impreso en Valēcia. En casa de Juan Joffre i[=p]ressor.
A XXI de Mayo de nuestra reparacion. M.D.XXVII». 4.º gót.
Hay reimpresiones de Burgos, por Juan de Junta, 1530; Zaragoza, 1552, y
alguna más.
[158] Abundan las ediciones de este curioso libro: la elzeviriana
de 1646 lleva el título de _Speculum boni principis_. Fue traducido
repetidas veces al catalán y al castellano, una de ellas por el
jurisconsulto Fortún García de Ercilla, padre del poeta de la
_Araucana_. Sobre el Panormita (célebre con infame celebridad por su
_Hermaphroditus_), véase especialmente Ramorino, _Contributi alla
storia biografica e critica di A. Beccadelli_ (Palermo, 1883).
[159] Puede verse también en la colección general de sus obras
(Basilea, 1571), en que hay muchas que el historiador de Alfonso V debe
tener presentes.
[160] _Hazañas valerosas y dichos discretos de D. Pedro Manrique de
Lara, primer Duque de Nájera, Conde de Treviño, Señor de las villas y
tierras de Amusco, Navarrete, Redecilla, San Pedro de Yanguas, Ocon,
Villa de la Sierra, Senebrilla y Cabreros._ (Impreso conforme á una
copia de la colección Salazar en el tomo VI, pp. 121-146 del _Memorial
Histórico Español que publica la Real Academia de la Historia_, Madrid,
1853). Salazar, que ya transcribió alguna parte de las noticias de
este cuaderno en las _Pruebas_ de su _Historia Genealógica de la Casa
de Lara_, había encontrado el original en el archivo de los Condes de
Frigiliana.
[161] No conozco la fecha de la primera edición, pero algunas de
las posteriores conservan la aprobación de Gil González Dávila de
febrero de 1627. Fue reimpresa en Sevilla, 1639; Madrid, 1663, y otras
varias veces, siempre con mal papel y tipos, exceptuando la elegante
edición elzeviriana de Bruselas, por Francisco Foppens, 1666. Muchas
de las anécdotas que recopila son pueriles y prueban en su autor poca
sindéresis.
Los _Dichos y Hechos de Felipe III_ están en las _Memorias para la
historia_ de aquel monarca, que recopiló D. Juan Yáñez (Madrid, 1723),
copiados de un manuscrito original que tenía todas las licencias para
estamparse en 1628.
[162] Notó bien este carácter aforístico de _El Licenciado Vidriera_ el
Sr. D. Francisco A. de Icaza en su elegante estudio sobre las _Novelas
Ejemplares de Cervantes_ (Madrid, 1901, pág, 151).
[163] _Las Seyscientas Apotegmas de Iuan Rufo. Y otras obras en verso
Dirigidas al Principe nuestro Señor. Con Privilegio. En Toledo por
Pedro Rodriguez, impressor del Rey nuestro Señor. 1596._
8.º 9 hs. prls. y 270 folios, de los cuales 195 corresponden á los
_Apotegmas_.
[164] Alude, con discreta malicia, que no debió de sentar bien á los de
la casa de Osuna, á aquel sabido cantarcillo:
Decit, buen conde de Ureña,
¿Don Alonso dónde queda?
[165] La frase _profesor de energía_ que Sthendhal inventó (según creo)
para aplicársela á Napoleón, y se ha repetido tanto después, recuerda
bastante ésta de _catedrático de valentía_ que Juan Rufo dijo del Cid.
[166] Alude al Dr. Juan de Salinas, festivo poeta sevillano, cuyas
_Obras_ han sido publicadas por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces.
[167] Rufo debía de ser un jugador empedernido, y á esto aluden muchos
pasajes de sus _Apotegmas_.
[168] ¿Sería Felipe de Liaño, cuya especialidad eran los retratos
pequeños, especialmente de mujeres?
[169] Este apotegma tiene poco mérito, pero no he querido dejar de
citarle, porque acaso nos pone en camino de interpretar uno de los más
oscuros pasajes del _Quijote_: el relativo á _Tirante el Blanco_. Si
suponemos que hay errata donde dice _industria_, y leemos _ignorancia_,
como en el texto de Juan Rufo, queda claro el sentido. Sin duda Rufo y
Cervantes usaron una misma frase hecha, y no es creíble que el segundo
la alterase con menoscabo de la claridad.
[170] Esta fácil y pronta respuesta se atribuye en Cataluña al Rector
de Vallfogona, y dicen que ella bastó para que le reconociese Lope de
Vega. El festivo poeta tortosino había nacido en 1582, é hizo un solo
viaje á Madrid, en 1623. Los _Apotegmas_ estaban impresos desde 1596, y
no contienen más que dichos originales de Juan Rufo.
[171] _Las quinientas apotegmas de D. Luis Rufo, hijo de D. Juan Rufo,
jurado de Córdoba, dirigidas al Principe Nuestro Señor_ (Siglo XVII).
_Ahora por primera vez publicadas._ Madrid, imprenta de Fuentenebro,
1882, 12.º.
[172] Algunos de estos Cuentos, cuyo borrador se conserva en
la Biblioteca Nacional, fueron publicados por D. Juan Eugenio
Hartzenbusch, como apéndice á la primera edición de sus propios
_Cuentos y fábulas_ (Madrid, 1861), y casi todos lo han sido por D.
Antonio Paz y Melia (_Sales del ingenio español_, 2.ª serie, 1902, pp.
91-211).
[173] _La Silva Curiosa de Iulian de Medrano, cavallero navarro: en que
se tratan diversas cosas sotilissimas, y curiosas, mui conuenientes
para Damas y Cavalleros, en toda conuersation virtuosa y honesta.
Dirigida a la muy Alta y Serenissima Reyna de Nauarra su sennora.
Va dividida esta Silva en siete libros diuersos, el sujetto de los
quales veeras en la tabla siguiente. En Paris, Impresso en Casa de
Nicolas Chezneav en la calle de Santiago, a la insignia de Chesne verd.
M.D.LXXXIII. Con Privilegio del Rei._ 8.º.
[174] Vid. _La Caza, Estudios bibliográficos_, por D. Francisco de
Uhagón y D. Enrique de Leguina (Madrid, 1888), pág. 39.
[175] Cuentos 3.º, 5.º, 8.º, 9.º y 11.º de Juan Aragonés; cuentos 24,
25, 26, 29, 30, 32, 33, 34, 39, 40, 42, 44, 46, 48, 49, 50, 51, 52, 54,
62, 63, 67, 68, 72 de la 2.ª parte del _Sobremesa_; 31, 34, 39, 42, 47,
50, 52, 54, 60, 63, 67, 72, 73, 76 de la 1.ª (ed. Rivadeneyra). Cf. pp.
144-166 de la _Silva_ en la reimpresión de Sbarbi. Como se ve, Medrano
no se tomó siquiera el trabajo de cambiar el orden de los cuentos,
aunque puso los de la 1.ª parte después de los de la 2.ª Además, en la
pág. 91 trae el cuento 53 de la 2.ª parte («si los rocines mueren de
amores,--¡triste de mí! ¿qué harán los hombres?»); pero debe de estar
tomado de otra parte, porque en Timoneda es más breve y no dice que el
caso sucediese en Tudela.
[176] P. 168 de la reproducción de Sbarbi.
[177] _La Silva Curiosa de Ivlian de Medrano, Cavallero Navarro: en que
se tratan diversas cosas sotilissimas y curiosas, muy conuenientes para
Damas y Caualleros en toda conuersacion virtuosa y honesta. Corregida
en esta nueua edicion, y reduzida a mejor lectura por Cesar Ovdin.
Vendese en Paris, en casa de Marc Orry, en la calle de Santiago, a la
insignia del Lion Rampant. M.DCVIII._
8.º 8 hs. prles. y 328 pp. La novela de _El Curioso Impertinente_
empieza en la página 274.
Algunas cosas más que la novela agregó César Oudin al texto primitivo
de la _Silva_. En la página 271 de su edición pone esta advertencia:
«Estos dos epitafios siguientes fueron añadidos á esta segunda
impresion por Cesar Oudin, el qual los cobró de dos caballeros tedescos
sus discípulos. El uno es del Emperador Carlos V, y es hecho en latin;
el otro es de la Verdad, escrito en Español, el qual es tambien
traducido en frances por el dicho Cesar».
El Sr. D. José María Sbarbi ha reimpreso esta edición (suprimiendo la
novela de Cervantes) en el tomo X y último de su _Refranero General
Español_ (Madrid, imp. de A. Gómez Fuentenebro, 1778).
[178] _Carta publicada en «El Correo de Madrid,» injuriosa á la buena
memoria de Miguel de Cervantes. Reimprimese con notas apologéticas. En
Madrid, por D. Antonio de Sancha. Año de M.DCCLXXXVIII._
[179] _Ambrosio de Salazar et l'étude de l'espagnol en France sous
Louis XIII_, por A. Morel-Fatio, París, 1901.
[180] _Las Clavellinas de Recreacion... Les Oeuillets de Recreation.
Où sont contenüees, sentences, advis, exemples, et Histoires tres
agreables pour toutes sortes de personnes desireuses de lire choses
curieuses, és deux langues Françoise et Espagnole. Dedié à Monsieur M.
Gobelin, sieur de la Marche, Conseiller du Roy, et Controlleur general
de ses finances en la generalité de Rouen. Por Ambrosio de Salazar. A
Rouen, chez Adrian Morront, tenant sa boutique l' Estre nostre Dame.
1622. Avec Privilege du Roy._ 8.º 6 hs. prles., 366 pp. y una hoja sin
foliar.
_Las Clavellinas de Recreacion... Por Ambrosio de Salazar... A
Brvsselles, chez Iean Pepermans Libraire juré, et imprimeur de la
Ville, demeurant derire_ (sic) _icelle Ville a la Bible d'Or. 1625.
Avec Grace et Privilege_. 8.º.
[181] El autor mismo confiesa sin rebozo su falta de originalidad:
«Amigo lector, quando leyeres este librillo, ó parte dél, no digas
mal de las historias, porque no soy yo el Auctor; solo he servido de
intérprete en ellas: de manera que el mal que dijeres no me morderá...».
[182] _Espexo General de la Gramatica en Dialogos, para saber la
natural y perfecta pronunciacion de la lengua Castellana. Seruira
tambien de Vocabulario para aprenderla con mas facilidad, con algunas
Historias graciosas y sentencias muy de notar. Todo repartido por los
siete dias de la semana, donde en la séptima son contenidas las phrasis
de la dicha lengua hasta agora no vistas. Dirigido á la Sacra y Real
Magestad del Christianissimo Rey de Francia y de Nauarra. Por Ambrosio
de Salazar... A Rouen, chez Adrien Morront, dans l'Estre nostre Dame,
pres les Changes. 1614._ 8.º.
En la obra de Gallardo (m. 3773 á 3775) se describen otras tres
ediciones, todas de Ruán (1615, 1622, 1627).
[183] Pág. 73.
[184] _Libro de flores diversas y curiosas en tres Tratados... Dirigido
al prudentissimo y generoso Señor de Hauquincourt: Mayordomo Mayor de
la Christianissima Reyna de Francia. Por A. de Salazar, Secretario,
interprete de su Magestad, en la lengua Española, cerca de su Real
persona. En Paris. Se venden en casa de David Gil, delante el Cavallo
de bronze y sobre el puente nuevo. 1619._
[185] _Secretos de la Gramatica Española, con vn Tratado de algunos
Quentos honestos y graciosos. Obra tanto para el estudio como para
echar de si todo enojo y pesadumbre_... 1632. Sin lugar de impresión,
probablemente París.
[186] _Thesoro de diversa licion, obra digna de ser vista, por su
gran curiosidad; En el qual ay XXII Historias muy verdaderas, y otras
cosas tocantes a la salud del Cuerpo humano, como se vera en la tabla
siguiente. Con una forma de Gramatica muy prouechosa para los curiosos.
A Paris, chez Louys Bovllanger, rüe Sainct Iacques, á l'Image S. Louys.
1636._
8.º 6 hs. prls. sin foliar, 270 pp. y 4 folios de tabla.
[187] _Del can, y del cavallo, y de sus calidades: dos animales, de
gran instincto y sentido, fidelissimos amigos de los hombres. Por el
Protonotario Luys Perez, Clerigo, vezino de Portillo. En Valladolid,
impresso por Adrian Ghemart. 1568._
De este raro y curioso libro hizo una elegante reproducción en Sevilla
(1888) D. José María de Hoyos, tirando sólo cincuenta ejemplares.
Vid. p. 34, «De un Can que en Palencia uvo de estraño y marauilloso
instincto, y cosa jamas oyda: de que al presente ay sin numero los
testigos».
[188] Véanse las advertencias preliminares que he puesto á esta comedia
en el tomo XI de la edición académica de Lope de Vega.
[189] Como la versión de Ambrosio de Salazar no ha sido citada (que yo
recuerde) en los que han escrito sobre leyendas de partos monstruosos
(asunto de una reciente monografía del profesor danés Nyrop), y el
_Thesoro_ es bastante raro, me parece oportuno transcribirla.
Pág. 213, _Historia y cuento donoso sucedido en Barcelona_:
«En la ciudad de Barcelona ay cierto linaje de personas que se llaman
los Porceils, que quiere dezir en la lengua castellana lechones, que
tomaron el apellido y sobrenombre destos animales gruñidores por cierto
caso que sucedio á dos casados en la dicha ciudad. Y el caso fue que
cierta Señora de mediano estado, se avia persuadido una cosa harto
fuera de razon, y es, que le avian dado á entender que la muger que
paria mas que un hijo de una vez era señal de adultera, y que avia
tenido ilicito ayuntamiento con mas de un varon; y viendose preñada y
con muy grande barriga, temió de parir mas que un hijo, porque no la
tuviessen por lo que ella indiscretamente avia pensado. Al fin llegado
el parto de esta Señora, sucedio que pario nuebe hijos varones, pues
no ay cosa impossible á la voluntad de Dios. Visto por la parida cosa
tan estraña determinó persuadir á la partera que dissimulasse y no
dixesse que avia parido mas que un solo hijo, pensando hazer perecer
á los demas. Con esta mala voluntad, llamó á una criada y mandole que
tomasse aquellos ocho niños y los lleuase al campo fuera de la Ciudad
y los enterrasse assí vivos. La criada los puso en una espuerta, y se
yva con grande atrevimiento á cumplir el mandado de su ama, y Dios fue
servido que encontró en el camino con su amo, y aviendole preguntado
dónde yva y qué llevaba en aquella espuerta, la criada respondió en su
lengua Catalana diziendo: «Senior porté uns porcells», de do tomaron
el apellido y sobrenombre dels Porcels. El amo desseoso de verlos
abatio la espuerta y halló los ocho niños aun bullendo y muy hermosos,
aunque pequeñitos y desmedrados; y viendo la traycion y mal dessignio
luego sospechó lo que podria ser, y preguntado á la criada si su ama
avia parido, respondio que si, dandole larga cuenta de lo que passava,
y la causa por que los llevaba á enterrar. Entonces el padre, como
hombre discreto, los dio á criar, sin ser sabido de nadie mas que de
la criada, á quien mandó y amenazó que no descubriesse lo que avia
passado, como de hecho lo cumplió. Al cabo de tres años, el dicho padre
en cierto dia mandó aparejar un combite sin que la muger supiesse para
quien se preparava. Ya que todo estava á punto, hizo venir los ocho
hijos con sus amas, sin otros que para el proposito avia combidado.
Sentados á la mesa, declaró el padre la causa del combite, y todo como
lo avemos contado, de que no poca afrenta y espanto recibió la muger,
aunque todo mezclado con un grandissimo contento, por ver y entender
que aquellos eran sus hijos, á quien por su falsa imaginacion á penas
fueron nacidos quando los tuvo condenados á muerte. El padre mandó que
de ally adelante llamassen á aquellos niños los Porcels, y oy en dia se
llaman assí los descendientes dellos, por lo que la criada dixo quando
los llevaba á enterrar que llevaba porcells, que quiere dezir lechones».
[190] PP. 195-199, con el título de «Historia verdadera de la cabra y
cabrón».
[191] París, Pierre Chevalier, 1607, 8.º, 80 pp. (Núm. 2144 de Salvá).
Brunet cita tres ediciones más:
_Rodomontades espagnoles, recueillies de divers auteurs, et notamment
du capitaine Bonbardon_ (por Jac. Gautier). Rouen, Caillové, 1612.
--Id. 1623.
--Id. 1637.
Algunos de estos libelos miso-hispanos tienen grabados en madera, como
el titulado _Emblemes sur les actions, perfections et moeurs du Segnor
espagnol, traduit du castilien_ (Middelburg, por Simon Molard, 1608.
Rouen, 1637). Esta sátira grosera y virulenta está en verso. Vid.
Morel-Fatio, _Ambrosio de Salazar_ (pp. 52-57).
[192] Sin lugar, 12.º, 81 pp.
[193] Dice Brantôme en la dedicatoria á la Reina Doña Margarita:
«Je les ay toutes mises en leur langage, sans m'amuser à les traduire,
autant par le commandement que m'en fistes, que par ce que vous en
parlez et entendez la langue aussi bien que j'ai jamais veu la feue
reyne d'Espaigne vostre sœur (Doña Isabel de la Paz): car vostre gentil
esprit comprend tout et n'ignore rien, comme despuis peu je l'ai encor
mieux cogneu».
_Œuvres Complètes de Pierre de Bourdeille, abbè séculier de
Brantome_... París, 1842. (Edición del _Panteón Literario_). Tomo II.
Las _Rodomontades Espaignolles_, con el aditamento de los _Sermens et
Jurons Espaignols_, ocupan las 67 pp. primeras de este tomo.
Investigar las fuentes de las _Rodomontadas_ de Brantôme es tarea que
atañe á alguno de los doctos hispanistas con que hoy cuenta Francia.
[194] «El primer libro de novelas en España fué el que llaman de
Trancoso» (_Europa Portuguesa_, 2.ª ed., 1680, tom. III, pág. 372).
[195] No dudo que en las provincias de lengua castellana puedan
recogerse tantas ó más, pero hasta ahora los portugueses y también los
catalanes han mostrado en esto más actividad y diligencia que nosotros.
Sólo de Portugal recuerdo las siguientes colecciones, todas importantes:
_Contos populares portuguezes_, «colligidos por F. A. Coelho» (Lisboa,
1879).
_Portuguese Folk-Tales_, «collected by Consiglieri Pedroso, and
translated from original Ms. by Henriqueta Monteiro, with an
introduction by W. R. S. Ralston» (Londres, 1882).
_Contos tradicionaes do povo portuguez_, «con uma Introducção e Notas
comparativas, por Theophilo Braga» (Porto, 1883, 2 tomos).
_Contos nacionaes para crianças_, por F. A. Coelho (Porto, 1883).
_Contos populares do Brazil_, «colligidos pelo Dr. Sylvio Romero»
(Lisboa, 1885).
_Contos populares portuguezes_, «recolhidos por Z. Consiglieri Pedroso»
(tomo XIV de la _Revue Hispanique_, 1906).
[196] Ya en el primer tomo de estos ORÍGENES DE LA NOVELA (p. XXXVI)
hemos hecho mérito de la traducción portuguesa del _Barlaam y Josafat_,
conservada en un códice de Alcobaza, debiendo añadir aquí la noticia
de su edición, que entonces no teníamos (_Texto critico da lenda dos
santos Barlaão e Josafate_, por G. de Vasconcellos Abreu, Lisboa,
1898). Hubo también en Alcobaza y otros monasterios libros de ejemplos
como el Orto do Sposo, del cisterciense Fr. Hermenegildo Tancos (vid.
ORÍGENES, p. CIV). T. Braga, en su colección ya citada (II, 38-59)
reproduce algunos de estos cuentos, entre los cuales sobresalen el
ejemplo alegórico de la Redención (n. 132), que parece inspirado por
las leyendas del Santo Graal; y los temas históricos de la justicia
de Trajano (n. 133), y de Rosimunda y Alboino (n. 149); algunas
leyendas religiosas, que tienen sus paradigmas en las cantigas del
Rey Sabio, como la del diablo escudero (n. 145) y la del caballero
que dió su mujer al diablo (n. 144). Otros pertenecen al fondo común
de la novelística, como el de la prueba de los amigos (_Disciplina
Clericalis, Gesta Romanorum, Conde Lucanor_...) y alguno, como el
«de la buena andanza de este mundo» (n. 139), subsiste todavía en la
tradición popular. El texto de la Edad Media es muy curioso, porque
viene á acrecentar el número de leyendas que se desenlazan por medio de
convites fatídicos:
Un caballero, arrastrado por la insaciable codicia de la dama á quien
servía, mata alevosamente á un mercader y le roba toda su hacienda.
Emplazado por una voz sobrenatural para dentro de treinta años si
no hace penitencia, edifica en un monte unas casas muy nobles y muy
fuertes y busca en aquella soledad el olvido de su crimen. «Y estando
él un dia en aquel lugar comiendo con su mujer y con sus hijos y con
sus nietos en gran solaz con la buena andanza de este mundo, vino un
juglar y el caballero le hizo sentar á comer. Y en tanto que él comia,
los sirvientes destemplaron el instrumento del juglar y le untaron las
cuerdas con grasa. Y acabado el yantar, tomó el juglar su instrumento
para tañerle, y nunca le pudo templar. Y el caballero y los que con él
estaban comenzaron á escarnecer del juglar, y lanzáronle fuera de los
palacios con vergüenza. Y luego vino un viento grande como de tempestad
y derribó las casas y al caballero con todos los que alli estaban. Y
fue hecho un grande lago. Y paró mientes el juglar tras de sí, y vió
en cima del lago andar nadando unos guantes y un sombrero, que se le
quedaron en la casa del caballero, cuando le lanzaron de ella».
Acrecientan el caudal de la primitiva novelística portuguesa las
curiosísimas leyendas genealógicas consignadas en el Nobiliario del
Infante D. Pedro, sobre el cual nos referimos á lo que largamente queda
dicho en el primer tomo.
[197] _Contos tradicionaes do povo portuguez_, II, 19.
[198] Sobre la fe de Teófilo Braga cito la edición de 1575, que no he
visto ni encuentro descrita en ninguna parte. Brunet dio por primera la
de 1585 (Lisboa, por Marcos Borges, 1585, dos partes en un volumen en
4.º, la primera de 2 + 50 pp. y la segunda de 2 + 52). Tampoco he visto
ésta ni la de Lisboa, 1589 (por Juan Alvares), á la cual se agregó
la tercera parte impresa en 1596 por Simón Lopes. Nuestra Biblioteca
Nacional sólo posee cinco ediciones, todas del siglo XVII, y al parecer
algo expurgadas.
--_Primeira, segunda e terceira parte dos contos e historias de
proveito e exemplo. Dirigidos a Senhora Dona Ioana D'Alburquerque,
molher que foy do Viso Rey da India, Ayres de Saldanha. E nesta
impressão vão emendados._ (Á continuación estos versos):
«Diversas Historias, et contos preciosos,
Que Gonçalo Fernandez Trancoso ajuntou,
De cousas que ouvio, aprendeo, et notou,
Ditos et feytos, prudentes, graciosos:
Os quaes com exemplos bõs et virtuosos,
Ficão en partes muy bem esmaltados:
Prudente Lector, lidos, et notados,
Creo achareis que sam proveitosos.
_Anno 1608. Com licença da Sancta Inquisiçam. Em Lisboa. Per Antonio
Alvarez._
4.º, 4 hs. prls. y 68 pp. dobles.
Aprobación de Fr. Manuel Coelho (9 de agosto de 1607).--Licencia de
la Inquisición.--Escudo del Impresor.--Dedicatoria del mismo Antonio
Alvarez á doña Juana de Alburquerque (29 de mayo de 1608).--Soneto de
Luis Brochado, en alabanza del libro.
Tiene este volumen tres foliaturas, 52 pp. dobles para la 1.ª parte, 58
para la 2.ª, 68 para la 3.ª Al principio de la segunda hay estos versos:
Se a parte primeira, muy sabio Lector,
Vistes e lestes da obra presente,
Lede a segunda, que muy humilmente,
Aqui vos presenta agora o Auctor:
Pedevos muito, pois sois sabedor
Mostreis, senhor, ser discreto, prudente,
Suprindo o que falta, de ser eloquente,
Com vossa eloquencia, saber e primor.
Procede este raro ejemplar de la biblioteca de D. Pascual de Gayangos.
--_Primeira, segunda e terceira Parte dos Contos e Historias de
Proveito, e exemplo... Anno 1624. Com todas as licenças et approuaçoes
necessarias. Em Lisboa. Por Iorge Rodriguez. Taixado em papel em seis
vintens._
4.º, 4 hs. prls. y 140 pp. dobles.
Aprobación de Fr. Antonio de Sequeyra (16 de marzo de 1620). De ella se
infiere que además de las enmiendas que llevaba la edición anterior, se
suprimió un pasaje en la Tercera Parte.--Licencias, Tasa, etc.--Soneto
de Luis Brochado.--Tabla.
Procede de la biblioteca de D. Agustín Durán.
--_Anno 1633. Com todas as licenças e aprouaçoes necessarias. Em
Lisboa. Por Iorge Rodriguez. Taixado na mesa do Paço a seis vintens em
papel._
Edición idéntica á la anterior.
--_Anno de 1646... Em Lisboa, por Ant.º Alvares, Impressor del Rey N.
S._
8.º, 381 pp. de texto y tres de tabla. Á la vuelta de la portada van
las licencias y el soneto de Luis Brochado.
--_Historias proveitozas. Primeira, segunda e terceira parte. Que
contem Contos de proveito et exemplo, para boa educaçam da vida humana.
Compostos per Gonzalo Fernandez Trancoso. Leva no fin a Policia e
Urbanidade Christian. Em Lisboa, na officina de Domingos Carneiro,
1681._
8.º, 343 pp.
La última obra que se cita en la portada tiene distinta paginación y
frontis, que dice:
_Policia e Urbanidade Christiam. Composta pelos PP. do Collegio
Monipontano da Companhia de Jesu, e traduzida per Joam da Costa,
Lisboa, 1681._
Tanto esta edición, como la anterior, llevan intercalado, entre la
portada y el texto de los cuentos, un pequeño Catecismo, que atestigua
la gran popularidad del libro de Trancoso, al cual acompañaba (_Breve
Recopilaçam da Doctrina dos Misterios mais importantes de nossa Sancta
Fe, a qual todo o Christão he obrigado saber e crer com Fe explicita,
quer dizer conhecimento distincto de cada hum: recopilado pelo P.
Antonio Rebello, irmão professo da 3.ª Ordem de Nossa Senhora do
Carmo_).
Además de estas ediciones existen, por lo menos, las siguientes,
enumeradas por Inocencio da Silva, en su _Diccionario bibliographico
portuguez_ (III, 155-156; IX, 427).
--Coimbra, por Thomé Carvalho, 1600, 8.º
--Lisboa, por Antonio Craesbeck de Mello, 1671.
--Por Felipe de Sousa Villela, 1710.
--_Historias proveitosas: Primeira, segunda e terceira parte; que
contem contos de proveito e exemplo, para boa educação da vida humana.
Leva no fim a Policia e urbanidade christā. Lisboa, na off. de Filippe
de Sousa Villela_, 1722. 8.º, XVI + 383 pp.
--Por Manuel Fernandes da Costa, 1734, 8.º
En su ya citada obra _Contos tradicionaes do povo portuguez_ (II,
pp. 63-128) ha reproducido Teófilo Braga diez y nueve cuentos de la
colección de Trancoso, ilustrándolos con curiosas notas y paradigmas.
En todos ellos el erudito profesor suprime las moralidades y
divagaciones retóricas de Trancoso y abrevia mucho el texto. Tanto de
estos cuentos, como de los que omite, pondré el índice por el orden que
tienen en las ediciones del siglo XVII, únicas que he podido manejar.
Parte 1.ª
«Conto primeiro. Que diz que todos aquelles que rezão aos Sanctos que
roguem por elles, tem necessidade de fazer de sua parte por conformarse
com o que querem que os Sanctos lhe alcancem. Tratase hūa Historia de
hum Ermitão, et hum Salteador de caminhos» (Está en Braga, n. 151).
Cont. II. «Que as filhas devem tomar o conselho da sua boa may, e fazer
seus mandamentos. Trata de hūa que o não fez, e a morte desastrada que
ouve» (Braga, n. 152).
Cont. III. «Que as donzellas, obedientes, devotas e virtuosas, que por
guardar sua honra se aventurão a perigo da vida, chamando por Deos,
elle les acode. Trata de hūa donzella tal que he digno de ser lido»
(Braga, n. 153).
Cont. IV. «Que diz que as zombarias são perjudiciaes, e que he bom não
usar delles, concluesse autorizado con hum dito grave».
Es meramente un dicho sentencioso de un caballero de la Corte de D.
Juan III: «Senhor, não zombo, porque o zombar tem resposta».
Cont. V. «Trata do que aconteceo en hūa barca zombando, e hūa resposta
sotil».
Son zumbas y motejos entre un corcobado y un narigudo, que acabaron mal.
Cont. VI. «Que en toda parceria se deve tratar verdade, porque o engano
ha se de descobrir, e deixa envergonhado seu mestre. Trata de dous
rendeiros».
Historia insulsa que tiende á recomendar la buena fe en los contratos.
Cont. VII. «Que aos Principes convem olhar por seus vassalos, para
lhe fazer merce. E os despachadores sempre devem folgar disso, e não
impedir o bõ despacho das partes. Trata hum dito gravissimo de hum Rey
que Deos tem».
Un Rey justiciero da á un mancebo de Tras os Montes el cargo de
contador del almojarifazgo que tenía su padre, y haciéndole alguna
observación su veedor de Hacienda sobre la inutilidad del cargo, le
replica: «Se nos não havemos mister o contador, o mancebo ha mister o
officio».
Cont. VIII. «Que os Prelados socorram com suas esmolas a seus subditos,
e os officiaes de sua casa lhe ajudem. Trata de hum Arcebispo e seu
veador».
El Arzobispo de Toledo de quien se trata es D. Alonso Carrillo, y el
cuento procede de la _Floresta Española_, como decimos en el texto:
«Vos faço saber que estes que me servem ham de ficar em casa, porque eu
os ey mister, e estes que me não servem, tambem ficarão, porque elles
me ham mister a mi».
Cont. IX. «Que ha hum genero de odios tam endurecido que parece
enxerido pello demonio. Trata de dous vezinhos envejosos hum do outro»
(Braga, II, 154).
Cont. X. «Que nos mostra como os pobres com pouca cousa se alegram. E
he hum dito que disse hum homen pobre a seus filhos» (Braga, II).
Cont. XI. «Do que acontece a quem quebranta os mandamentos de seu pay,
e o proveyto que vem de dar esmolla, e o dano que socede aos ingratos.
Trata de hum velho e seu filho» (Braga, II, 157, con el título de _O
segredo revelado_).
Cont. XII. «Que offerecendosemos gostos ou perda, o sentimento ou nojo
seja conforme a causa, concluindo con elle. Trata hum dito de hum Rey
que mandou quebrar hūa baixella».
Cont. XIII. «Que os que buscam a Deos sempre o achão. Trata de hum
hermitan, e hum pobre lavrador que quis antes un real bem ganhado que
cento mal ganhados» (Braga, n. 156).
Cont. XIV. «Que todo tabellião e pessoa que da sua fe em juizo, deve
attentar bem como a da. Trata hūa experiencia que fez hum senhor para
hum officio de Tabellião» (Braga, n. 158).
Cont. XV. «Que os pobres não desesperem nas demandas que lhe armão
tyrannos. Trata de dous irmãos que competiam em demanda hum com outro,
e outras pessoas» (Braga, 159).
Cont. XVI. «Que as molheres honradas e virtuosas devem ser calladas.
Trata de hūa que fallou sem tempo e da reposta que lhe derão.
Anécdota insignificante, fundado en el dicho de una mujer de Llerena.
Cont. XVII. «Como castiga Deos accusadores, e liura os innocentes.
Trata de hum Comendador que foy com falsidade accusado diante del Rey»
(Braga, n. 160, con el título de _Don Simão_).
Cont. XVIII. «De quam bom he tomar conselho com sabedores e usar delle.
Trata de hum mancebo que tomou _tres conselhos_, e o sucesso» (Braga,
n. 161).
Cont. XIX. «Que he hūa carta do Autor a hūa senhora, com que acaba a
primeira parte destas historias e contos de proveito e exemplo. E logo
começa segunda, em que estão muitas historias notaveis, graciosas, e de
muito gosto, como se vera nella».
Parte 2.ª.
Cont. I. «Que trata quanto val a boa sogra, e como por industria de hūa
sogra esteve a nora bem casada com o filho que a aborrecia» (Braga, n.
162).
Cont. II. «Que diz que honrar os Sanctos e suas Reliquias, e fazerlhe
grandes festas he muito bem, e Deos e os Sanctos o pagão. Trata de hum
filho de hum mercador, que con ajuda de Deos e dos Sanctos veo a ser
Rey de Inglaterra».
Cont. III. «Que diz nos conformemos com a vontade do Senhor. Trata de
hum Medico que dizia: Tudo o que Deos fez he por melhor» (Braga, n.
163).
Cont. IV. «Que diz que ninguem arme laço que não caya nelle. Trata de
hum que armou hūa trampa para tomar a outro, e cahio elle mesmo nella».
Cont. V. «Que diz que a boa mulher he joya que não tem preço, e he
mellior para o homen que toda a fazenda e saber do mundo como se prova
claro ser assi no discorso do conto».
Es un largo ejemplo moral.
Cont. VI. «Que nāo confie ninguem em si que sera bom, porque ja o tem
promettido: mas andemos sobre aviso fugindo das tentações. Trata hum
dito de hum arraez muito confiado».
Cont. VII. «Que nāo desesperemos nos trabalhos, e confiemos em Deos que
nos proverá, como fez a huma Rainha virtuosa con duas irmãas que o nāo
erão, do que se trata no conto seguinte» (Braga, n. 164).
Cont. VIII. «Que o poderoso nāo seja tyranno, porque querendo tudo, nāo
alcança o honesto e perde o que tem. Como se ve em hūa sentença sotil
em caso semelhante» (Braga, n. 165).
Cont. IX. «Que diz que conformes com a vontade de Deos nosso Senhor
lhe demos louvores e graças por tudo o que faz. Trata de hum dito do
Marquez de Pliego, em tempo del Rey Don Fernando Quinto de Castella».
Terceira parte.
Cont. I. «Que todos sejamos sojeitos a razam, e por alteza de estado
nāo ensoberbeçamos, nem por baixeza desesperamos. Trata de hū Principe,
que por soberbo hum seu vassallo pos as mãos nelle, e o sucesso do caso
he notavel» (Braga, n. 166).
Cont. II. «Que quem faz algum bem a outro, nāo lho deve lançar em
rosto, e que sempre se deve agradecer a quem nos da materia de bem
obrar».
Trátase de una carestía de Córdoba. Este cuento, ó más bien dicho
sentencioso y grave contra los que echan en cara los beneficios
recibidos, parece de origen castellano.
Cont. III. «Que diz quanto val o juizo de hum homen sabio, e como por
hum Rey tomar con elle, o tirou de huma duvida en que estava com hum
seu barbeiro» (Braga, n. 168).
El Rey invita á su barbero á que le pida cualquier merced, prometiendo
concedérsela. El barbero le pide la mano de la princesa su hija.
Sorprendido el rey de tal petición, consulta con un sabio, el cual le
aconseja que mande abrir la tierra en el sitio donde había estado el
barbero, porque sin duda habría puesto los pies sobre un gran tesoro,
que le daba humos para aspirar tan alto. El tesoro aparece en efecto,
y el rey lo reparte entre el barbero y el letrado que dió tan buen
consejo. Ignoro el origen de este absurdo cuento.
Cont. IV. «Trata como dous mancebos se quiseran em estremo grao, e como
hum delles por guardar amizade se vio em grandes necessidades, e como
foy guardado do outro amigo».
Cont. V. «Que inda que nos vejamos em grandes estados nāo nos
ensoberbeçamos, antes tenhamos os olhos onde nacemos para merecer
despois a vir a ser grandes senhores, como aconteceo a esta Marqueza de
que he o conto seguinte». (Braga, n. 107, con el título de _Constancia
de Griselia_).
Cont. VI. «Em que mostra de quanto preço he a virtude nas molheres,
especialmente nas donzelas, e como hūa pobre lavradora por estimar sua
honra em muyto, veo a ser grande senhora».
Cont. VII. «Neste conto atraz tratei hūa grandeza de animo que por
comprir justiça usou Alexandro de Medices Duque de Florença com hūa
pobre Donzela, e porque este he de outra nobreza sua que usou com hūa
pobre viuva, a qual he o seguinte» (Braga, n. 169, _O achado da bolsa_).
Cont. VIII. «Em que se conta que estando hūa Raynha muyto perseguida e
sercada em seu Reyno, foy liurada por hum cavaleyro de quem ella era en
estremo enemiga, e ao fim veio a casar com elle».
Cont. IX. «Que mostra de quanta perfeição he o amor nos bōs casados, e
como hum homen nobre se pos em perigo da morte por conservar a hōra de
sua molher, e por a liurar das miserias em que vivia, e como lhe pagou
com o mesmo amor».
Cont. X. «Em o qual se trata de hum Portuguez chegar a cidade de
Florença, e o que passou com o Duque senhor della, com hūa peça que lhe
den a fazer, o qual he exemplo muy importante para officiaes».]
[199] Página 11 de la edición de Francisco Asensio.
[200] Vid. E. Cosquin, _La Légende du Page de Sainte Elisabeth de
Portugal et le conte indien des «Bons Conseils», en la Revue de
Questions Historiques_, enero de 1903.
[201] Á las comparaciones hechas por el primero en sus notas á los
_Awarische Texte_ de A. Schiefner (n. 12) hay que añadir la monografía
del segundo sobre _Quatro Novelline popolari livornesi_ (Spoleto,
1880). Una nota de Teófilo Braga, que excuso repetir (II, 192-195),
resume estas indagaciones. Pero para estudiarlas á fondo, habrá que
recurrir siempre a los fundamentales trabajos de Köhler (_Kleinere
Schriften zur Märchenforschung von Köhler Herausgegeben von Iohannes
Bolte_, Weimar, 1898, pp. 118, 143, 565 y ss.).
[202] _Basque Legends: collected, chiefly in the Labourd, by Rev.
Wentworth Webster_... Londres, 1879, pág. 176.
[203] Recuérdese lo que hemos dicho en la página LVII, nota 2.ª.
[204] Part. 1.ª, nov. XIV. «Alessandro duca di Firenze fa che Pietro
sposa una mugnaja che aveva rapita, e le fa far molto ricca dote».
En el cuento siguiente de Trancoso (VII de la 3.ª Parte) hay alguna
reminiscencia (pero sólo al principio) de la novela XV, parte 2.ª, de
Bandello («Bell' atto di giustizia fatto da Alessandro Medici, duca di
Firenze contra un suo favorito cortegiano»),
[205] En las notas de Valentin Schmidt á su traducción alemana de
algunas novelas de Straparola puede verse, una indicación de ellas.
_Märchen-Saal. Sammlung alter Märchen mit Anmerkungen; herausgegeben
von Dr. Friedr. Wilh-Val. Schmidt. Erster Band. Die Märchen des
Straparola_, Berlín, 1817.
Pero es mucho más completo el trabajo de G. Rua, _Intorno alle
«Piacevoli dello Straparola_ (_Giornale Storico della letteratura
italiana_, vol. XV y XVI, 1890).
[206] Cap. 124. «Quod mulieribus non est credendum, neque archana
committendum, quoniam tempore iracundiae celare non possunt». Ed.
Oesterley, p. 473. Trae copiosa lista de paradigmas en la página 732.
[207] «Pisti è dannato per micidiale, e gli è levato tutto l'
hauere, e son promessi premii a chi l' uccide, o vivo il dà nelle
mani della giustitia; Egli si fà offerire a' Signori, e libera la
familia da disagio, e se da pericolo. (Novella 5, _prima deca_ de _Gli
Hecatommithi_).
[208] «Caritea ama Pompeo, Diego innamorato della giouane, l' uccide;
Ella promette di darsi per moglie a chi le da il capo di Diego. Le moue
guerra il Re di Portogallo. Diego la difende, e fa prigione il Re,
poscia si pone in podestà della Donna, e ella lo pliglia per marito»
(_Novella_ 1ª _seconda deca_).
[209]
Jupiter ambiguas hominum praediscere mentes,
Ad terras Phoebum misit ab arce poli.
Tunc duo diversis poscebant numina votis;
Namque alter cupidus, invidus alter erat.
His sese medium Titan; scrutatus utrumque,
Obtulit, et precibus ut peteretur, ait:
Praestabit facilis; nam quae speraverit unus,
Protinus haec alter congeminata feret.
Sed cui longa jecur nequeat satiare cupido,
Distulit admotas in nova lucra preces:
Spem sibi confidens alieno crescere voto,
Seque ratus solum munera ferre duo.
Ille ubi captantem socium sua praemia vidit,
Supplicium proprii corporis optat ovans.
Nam petit extincto ut lumine degeret uno,
Alter ut, hoc duplicans, vivat utroque carens.
Tunc sortem sapiens humanam risit Apollo,
Invidiaeque malum rettulit inde Jovi.
Quae dum proventis aliorum gaudet iniquis,
Laetior infelix et sua damna cupit.
[210] Vid. T. Braga, II, 27.
[211] Sigo, con algún ligero cambio, la antigua traducción castellana
de Juan Bautista de Morales, impresa por primera vez en 1622.
_Corte en aldea y noches de invierno de Francisco Rodríguez Lobo_...
En Valencia: en la oficina de Salvador Fauli, año 1793. Diálogo X. «De
la materia de contar historias en conversación». Diálogo XI. «De los
cuentos y dichos graciosos y agudos en la conversación». PP. 276-355.
[212] Vid. Serrano y Morales, _La Imprenta en Valencia_, pp. 285-327.
En la pág. 323 de este precioso libro está publicado el testamento de
Felipe Mey, que nombra entre sus hijos á Sebastián, con lo cual queda
plenamente confirmado lo que sobre este punto conjeturó D. Nicolás
Antonio.
[213] _Fabulario en que se contienen fabulas y cuentos diferentes,
algunos nueuos y parte sacados de otros autores; por Sebastian Mey. En
Valencia. En la impression de Felipe Mey. A costa de Filipo Pincinali a
la plaça de Vilarasa._
8.º, 4 hs. prls. y 184 pp.
Aprobación del Pavorde Rocafull, 20 de enero de 1613.--Escudo de
Mey.--Prólogo.
«Harto trillado y notorio es, a lo menos a quien tiene mediana licion,
lo que ordena Platon en su Republica, encargando que las madres y amas
no cuenten a los niños patrañas ni cuentos que no sean honestos. Y de
aqui es que no da lugar a toda manera de Poetas. Cierto con razon,
porque no se habitue a vicios aquella tierna edad, en que facilmente,
como en blanda cera, se imprime toda cosa en los animos, haviendo
de costar despues tanto y aun muchas vezes no haviendo remedio de
sacarlos del ruin camino, a seguir el cual nos inclina nuestra perversa
naturaleza. A todas las personas de buen juicio, y que tienen zelo
de bien comun, les quadra mucho esta dotrina de aquel Filosofo: como
quepa en razon, que pues tanta cuenta se tiene en que se busque para
sustento del cuerpo del niño la mejor leche, no se procure menos el
pasto y mantenimiento que ha de ser de mayor provecho para sustentar
el alma, que sin proporcion es de muy mayor perficion y quilate. Pero
el punto es la execucion, y este es el fin de los que tanto se han
desvelado en aquellas bienaventuradas republicas, que al dia de hoy se
hallan solamente en los buenos libros. Por lo qual es muy acertada y
santa cosa no consentir que lean los niños toda manera de libros, ni
aprendan por ellos. Uno de los buenos para este efeto son las fabulas
introduzidas ya de tiempo muy antigo, y que siempre se han mantenido:
porque a mas de entretenimiento tienen dotrina saludable. Y entre
otros libros que hay desta materia, podra caber este: _pues tiene
muchas fabulas y cuentos nuevos que no están en los otros_, y los que
hay viejos estan aqui por diferente estilo. Nuestro intento ha sido
aprovechar con él a la republica. Dios favorezca nuestro deseo».
Cada una de las fábulas lleva un grabadito en madera, pero algunos
están repetidos.
[214] _Modern Language Notes_, Baltimore, junio y noviembre de 1906.
[215] Para que nada falte á la descripción de tan raro libro, pondremos
los títulos de estas fábulas, con sus moralidades respectivas:
Fábula I. _El labrador indiscreto._ Es la fábula del molinero, su hijo
y el asno, tornada probablemente de _El Conde Lucanor_, cap. 24 de la
edición de Argote.
Quien se sujeta á dichos de las gentes,
Ha de caer en mil inconvenientes.
Fáb. II. _El gato y el gallo._ Hipócritas pretextos del gato para matar
al gallo y comérsele.
Con el ruin son por demás razones,
Que al cabo prevalecen sus pasiones.
Es la fábula 4.ª del «Isopo de la traslacion nueva de Remigio» en la
colección del infante Don Enrique.
Fáb. III. _El viejo y la muerte._
Los hombres llaman á la muerte ausente,
Mas no la quieren ver quando presente.
Fáb. IV. _La hormiga y la cigala._
Quando estés de tu edad en el verano,
Trabaja, porque huelgues cuando anciano.
Fáb. VI. _El álamo y la caña._
Mas alcanza el humilde con paciencia,
Que no el soberbio haziendo resistencia.
Fáb. VII. _La raposa y la rana._
De la voz entonada no te admires,
Sin que primero de quien sale mires.
Fáb. IX. _La raposa y las uvas._
Quando algo no podemos alcançar,
Cordura dizen que es dissimular.
Fáb. XI. _El leon, el asno y la raposa._
Quando vemos el daño del vecino,
No escarmentar en él es desatino.
Fáb. XII. _La mujer y el lobo._
La muger es mudable como el viento:
De sus palabras no hagas fundamento.
Fáb. XIV. _El gallo y el diamante._
No se precia una cosa, ni codicia,
Si no es donde hay de su valor noticia.
Fáb. XV. _El cuervo y la raposa._
Cuando alguno te loa en tu presencia,
Piensa que es todo engaño y apariencia.
Fáb. XVII. _El leon y el raton._
No quieras al menor menospreciar,
Pues te podrá valer en su lugar.
Fáb. XIX. _La liebre y el galápago._
Hazienda y honra ganarás obrando,
Y no con presuncion emperezando.
Fáb. XXI. _La rana y el buey._
Con los mayores no entres en debate,
Que se paga muy caro tal dislate.
Fáb. XXII. _El asno y el lobo._
Entienda cada qual en su exercicio,
Y no se meta en el ageno oficio.
Fáb. XXIV. _El consejo de los ratones._
Ten por consejo vano y de indiscreto,
Aquel del qual no puede verse efeto.
Fáb. XXV. _El grillo y la abeja._
De su trabajo el hombre se alimente,
Y á gente vagamunda no sustente.
Si fueres docto, y no seras discreto,
Seran tus letras de muy poco efeto.
Fáb. XXIX. _Las liebres y las ranas._
Aunque tengas miseria muy notable,
Siempre hallarás quien es más miserable.
Fáb. XXX. _El asno, el gallo y el leon._
Quien presume de sí demasiado,
Del que desprecia viene á ser hollado.
Fáb. XXXI. _La raposa y el leon._
En aprender no tomes pesadumbre,
pues lo hace fácil todo la costumbre.
Fáb. XXXIII. _El asno, el cuervo y el lobo._
Para bien negociar, favor procura:
Con él tu causa casi está segura.
Fáb. XXXIV. _El asno y el lobo._
Uno que haziendo os mal ha envejecido,
Si hazeros bien ofrece, no es creido.
Fáb. XXXV. _El raton de ciudad y el del campo._
Ten por mejor con quietud pobreza,
Que no desasosiegos con riqueza.
Fáb. XXXVI. _La raposa y el vendimiador._
Si con las obras el traydor te vende,
En vano con palabras te defiende.
Fáb. XXXVII. _La vieja, las moças y el gallo._
Huir de trabajar, es claro engaño,
Y de poco venir á grande daño.
Fáb. XXXIX. _El asno y las ranas._
Quando un poco de mal te quita el tino.
Mira el que tienen otros de contino.
Fáb. XL. _El pastor y el lobo._
Al que en mentir por su plazer se emplea.
Quando dize verdad, no hay quien le crea.
Fáb. XLII. _El labrador y la encina._
Si favoreces al ruin, haz cuenta
Que en pago has de tener dolor y afrenta.
Fáb. XLIII. _El leon enamorado._
Los casamientos hechos por amores
Muchas vezes son causa de dolores.
Fáb. XLIV. _La raposa y el espino._
Acudir por socorro es grande engaño
A quien vive de hazer á todos daño.
Fáb. XLVIII. _El Astrólogo._
¿Qué certidumbre puede dar del cielo
El que á sus pies aun ver no puede el suelo?
Fáb. L. _El leon enfermo, el lobo y la raposa._
Algunas vezes urde cosa el malo
Que viene á ser de su castigo el palo.
Fáb. LII. _La raposa y la gata._
Un arte vale más aventajada
Que muchas si aprovechan poco ó nada.
Fáb. LIV. _Los ratones y el cuervo._
Algunos, por inútiles contiendas,
Pierden la posesion de sus haziendas.
[216] Es la fábula XLI de Mey y termina con estos versos:
Harta ceguera tiene la cuytada Que tuvo hazienda y no ve suyo nada.
[217] Fábula XXIII:
Si no he de aprovecharme del dinero,
Una piedra enterrada tanto quiero.
[218] Fábula XXVI de Mey. Corresponde á la XVII del «Isopo de la
traslacion nueva de Remigio», en la del infante D. Enrique.
[219] _Calila é Dymna_, p. 33 en la edición de Gayangos (_Escritores en
prosa anteriores al siglo XV_).
[220] Así en Firenzuola: «il buon uomo, o pur come dicemmo, lo
sciocco». En Mey: «el hombre bueno, o si se sufre llamarle bovo».
También pudo consultar _La moral filosophia_ del Doni (Venecia, 1552),
que es una refundición del libro de Firenzuola.
[221] _Del falso e del torpe._
Dixo Calila: «Dos homes eran en una compaña, et el uno dellos era
torpe, e el otro falso, e ficieron aparceria en una mercaderia; et
yendo por un camino fallaron una bolsa en que habia mil maravedis,
e tomáronla, e ovieron por bien de le tornar a la cibdat. Et quando
fueron cerca de la cibdat, dixo el torpe al falso: «Toma la metad
destos dineros, et tornaré yo la otra meatad». Et dixo el falso,
pensándose levar todos los maravedis: «Non fagamos asi, que metiendo
los amigos sus faziendas en manos de otri fazen más durar el amor entre
ellos; mas tome cada uno de nos para gastar, e soterremos los otros
que fincaren en algun logar apartado, et quando hobiéremos menester
dellos, tomarlos hemos». E acordóse el torpe en aquello, et soterraron
los maravedis so un arbol muy grande, e fuéronse ende, e despues tornó
el falso por los maravedis, e levólos; e cuando fue dias, dixo el falso
al torpe: «Vayamos por nuestros maravedis, que yo he menester que
despienda». E fuéronse para el logar que los posieron, e cavaron e non
fallaron cosa; e comenzóse a mesar el falso et a ferir en sus pechos,
et comenzó a dezir: «Non se fie home en ninguno desde aqui, nin se crea
por él». E dixo al torpe: «Tú tornaste aqui et tomaste los maravedis».
Et comenzó el torpe a jurar e confonderse que lo non feciera, e el
falso diciendo: «Non sopo ninguno de los maravedis salvo yo et tú,
e tú los tomaste». E sobre esto fuéronse pora la cibdat, e pora el
alcall, e el falso querellóse al alcall cómo el torpe le habia tomado
los maravedis, e dixo el alcall: «¿Tú has testigos?» Dixo el torpe:
«Sí, que fio por Dios que el arbol me será testigo, e me afirmará en
lo que yo digo». E sobre esto mandó el alcall que se diesen fiadores,
et díxoles: «Venid vos para mí e iremos al arbol que decides». E fuese
el falso a su padre et fízogelo saber e contóle toda su fazienda, et
díxole: «Yo no dixe al alcall esto que te he contado, salvo por una
cosa que pensé; si tú acordares comigo, habremos ganado el haber».
Dixo el padre: «¿Qué es?» Dixo el falso: «Yo busqué el mas hueco arbol
que pude fallar, e quiero que te vayas esta noche allá e que te metas
dentro aquel logar y donde puedas caber, et cuando el alcall fuere
ende, e preguntare quién tomó los maravedis, responde tú dentro que el
torpe los tomó...
«Et non quedó de le rogar que lo fiziese fasta que gelo otorgó. Et
fuese a meter en el arbol, e otro dia de mañana llegó el alcall con
ellos al arbol, e preguntóle por los maravedis, e respondió el padre
del falso que estaba metido en el arbol, et dixo: «El torpe tomó los
maravedis». E maravillóse de aquello el alcall e cuantos ende estaban,
e andudo alrededor del arbol, e non vió cosa en que dudase, e mandó
meter y mucha leña e ponerla en derredor del arbol, e fizo poner fuego.
E cuando llegó el fumo al viejo, e le dió la calor, escomenzó de dar
muy grandes voces e demandar acorro; et entonces sacáronle de dentro
del arbol medio muerto, e el alcall fizo su pesquisa e sopo toda la
verdat, e mandó justiciar al padre e al fijo e tornar los maravedis
al torpe; e así el falso perdió todos los maravedis, e su padre fué
justiciado por cabsa de la mala cobdicia que ovo et por la arteria que
fizo». (_Calila e Dymna_, ed. Gayangos, pp. 32-33).
Cf. _Johannis de Capua Directorium vitae humanae_... ed. de Derenbourg,
París, 1887, pp. 90-92.
Agnolo Firenzuola, _La prima veste de' discorsi degli animali_, ed.
Camerini, pp. 241-242.
[222] _The Facetiae or jocose tales of Poggio_..., París, 1879, I, 187.
[223] _Diporto de' Vindanti, nel quale si leggono Facetie, Motti e
Burle, raccolte da diversi e gravi autori. Pavia, Bartoli, 1589_, 8.º.
Ésta es la más antigua de las ediciones mencionadas por Gamba en su
bibliografía novelística.
[224] _Cento Novelle de' più nobili scrittori della lingua volgare
scelte da Francesco Sansovino... Venezia, appresso Francesco Sansovino,
1561._
Hállase también en las ediciones de 1562, 1563, 1566, 1571, 1598, 1603
y 1610.
[225] Ancona, _Le fonti del Novellino_, p. 319.
[226] En Sansovino no es el Gobernador sino el Arzobispo.
[227] «En un gran banquete, que hizo un señor á muchos caballeros,
despues de haber servido muy diversos manjares, sacaron barbos enteros,
y pusieron á un capitan de una Nao, que estaba al cabo de la mesa, un
pez muy pequeño, y mientras que los otros comian de los grandes, tomó
él el pececillo y púsole á la oreja. El señor que hacia el banquete,
paróse mientes, y preguntóle la causa. Respondió: «Señor, mi padre
tenia el mismo oficio que yo tengo, y por su desdicha y mía anegóse
en el mar y no sabemos adónde, y desde entonces á todos los peces que
veo, pregunto si saben de él. Díceme éste, que era chiquito, que no se
acuerda».
(_Floresta Española_... Sexta parte, Capítulo VIII, n. XII de «dichos
de mesa», pág. 254 de la ed. de 1790.)
Pequeñas variantes tiene el cuento de Garibay:
«Sirvieron a la mesa del Señor unos peces pequeños y al Señor grandes.
Estaba a la mesa un fraile, y no hacia más que tomar de los peces
chicos y ponellos al oido y echallos debajo de la mesa. El Señor miró
en ello, y díjole: «Padre ¿huelen mal esos peces?» Respondió: «No,
señor, sino que pasando mi padre un rio, se ahogó, y preguntábales si
se habian hallado a la muerte de mi padre. Ellos me respondieron que
eran pequeños, que no, que esos de V. S.ª que eran mayores, podría
ser que se hubiesen hallado». Entendido por el Señor, dióle de los
peces grandes, diciéndole: «Tome, y pregúntesle la muerte de su padre»
(_Sales Españolas_, de Paz Melia, II, p. 52).
[228] Fáb. XVI.
De ser cantor no tenga presuncion
El que no sabe más de una cancion.
[229] Fáb. XIII. Es cuento de mentiras de cazadores.
No disimules con quien mucho miente,
Porque delante de otros no te afrente.
[230] Fáb. XXXII.
Hablale de ganancia al codicioso,
Si estás de hazerle burla deseoso.
[231] Fáb. XLVI.
Si hizieres al ingrato algun servicio,
Publicará que le hazes maleficio.
[232] Fáb. LI.
Harás que tu muger de ti se ria,
Si la dexas salir con su porfia.
[233] Fáb. LVII. _El Maestro de escuela_
Encomiendate a Christo y a Maria,
A tu Angel y a tu Santo cada dia.
[234] Fáb. XXXIV.
No cases con mochacha si eres viejo;
Pesarte ha si no tomas mi consejo.
[235] Il _Novellino di Masuccio Salernitano_, ed. de Settembrini,
Nápoles, 1874. Págs. 519 y ss.
[236] _Cercando ultimamente tra virtuosi gesti, de prossimo me è già
stato da uno nobile oltramontano per autentico recontato, che è ben
tempo passato che in Toleto cità notevole de Castiglia fu un cavaliero
d' antiqua e generosa famiglia chiamato misser Piero Lopez d' Aiala, il
quale avendo un suo unico figliolo molto leggiadro e bello e de gran
core, Aries nominato_...
En el exordio dice también que su novela ha sido «_de virtuosi
oltramontani gesti fabbricata_».
[237] _Le Comte Lucanor_... París, 1854, pág. 149.
[238] _Dialogos de apacible entretenimiento, que contiene vnas
Carnestolendas de Castilla, Diuidido en las tres noches del Domingo,
Lunes, y Martes de Antruexo. Compvesto por Gaspar Lucas Hidalgo.
Procvra el avtor en este libro entretener al Letor con varias
curiosidades de gusto, materia permitida Para recrear penosos cuydados
a todo genero de gentes._ Barcelona, en casa de Sebastian Cormellas.
Año 1605.
8.º, 3 hs. prls. y 108 folios.
Según el Catálogo de Salvá (n. 1.847), hay ejemplares del mismo año
y del mismo impresor, con diverso número de hojas, pero con igual
contenido.
Una y otra deben de ser copias de una de Valladolid (¿1603?), según
puede conjeturarse por la aprobación de Gracián Dantisco y el
privilegio, que están fechados en aquella ciudad y en aquel año.
--_Diálogos... Con licencia._ En Logroño,
en casa de Matias Mares, año de 1606.
8.º, 3 hs. prls. y 108 folios. (N.º 2 520
de Gallardo.)
--Barcelona, 1606. Citada por Nicolás
Antonio.
--Barcelona, en casa de Hieronimo
Margarit, en la calle de Pedrixol, en
frente Nuestra Señora del Pino. Año 1609.
8.º, 5 hs. prls., 120 pp. dobles y una al
fin, en que se repiten las señas de la
impresión.
--Brusselas, por Roger Velpius, impressor
jurado, año 1610.
8.º, 2 hs. prls., 135 folios y una hoja
más sin foliar.
--Año 1618. En Madrid, por la viuda
de Alonsso Martin. A costa de Domingo
Gonçalez, mercader de libros.
8.º, 4 hs. prls. sin foliar y 112 pp.
dobles.
--Con menos seguridad encuentro citadas
las ediciones de Amberes, 1616, y
Bruselas, 1618, que nunca he visto.
D. Adolfo de Castro reimprimió estos
_Diálogos_ en el tomo de _Curiosidades
Bibliográficas_ de la Biblioteca
de Rivadeneyra, y también se han
reproducido (suprimiendo el capítulo de
las bubas) en un tomo de la _Biblioteca
Clásica Española_ de la Casa Cortezo,
Barcelona, 1884, que lleva el título
de _Extravagantes. Opúsculos amenos y
curiosos de ilustres autores._
[239] Tiene este vejamen una curiosa alusión al Brocense: «el maestro
Sánchez, el retórico, el griego, el hebreo, el músico, el médico y el
filósofo, el jurista y el humanista tiene una cabeza, que en todas
estas ciencias es como Ginebra, en la diversidad de profesiones». «Este
maestro (añade, á modo de glosa, Gaspar Lucas Hidalgo), aunque sabía
mucho, tenía peregrinas opiniones en todas estas facultades».
La alusión á Ginebra no haría mucha gracia al Brocense, que ya en 1584
había tenido contestaciones con el Santo Oficio y que volvió á tenerlas
en aquel mismo año de 1600, postrero de su vida.
[240] _Actus gallicus ad magistrum Franciscum Sanctium_, «en el grado
de Aguayo», _per fratrem Ildephonsum de Mendoza Augustinum_.
Está en el famoso códice AA-141-4 de la Biblioteca Colombina, que dio
ocasión á D. Aureliano Fernández Guerra para escribir tanto y tan
ingeniosamente en el apéndice al primer tomo de la bibliografía de
Gallardo.
El Maestro Francisco Sánchez, de quien se trata, es persona distinta
del Brocense, que asistió á su grado juntamente con Fr. Luis de León y
otros maestros famosos.
[241] _Über eine spanische Handschrift der Wiener Hofbibliothek_
(1867), pág. 89. Mussafia formó un pequeño glosario para inteligencia
de esta composición.
También la reproduce el Sr. Paz y Melia en sus _Sales Españolas_ (I, p.
249): «Carta increpando de corto en lenguaje castellano, ó la carta del
monstruo satírico de la lengua española».
[242] Hállase en el códice antes citado de la Biblioteca Colombina.
[243] El Sr. Paz y Melia (_Sales Españolas_, I, pág. VIII) cita un
inventario manuscrito de los cuadros propios de D. Luis Méndez de Haro
y Guzmán que pasaron á la Casa de Alba, en el cual se lee lo siguiente:
«Un cuadro de un Duque de Alba enfermo, echando mano á la espada, y un
médico con la jeringa en la mano y en la otra el bonete encarnado de
doctor. Es de mano de Diego Velázquez. De dos varas y cuarta de alto y
vara y cuarta de ancho».
Todavía se menciona este cuadro en otro inventario de 1755, pero luego
se pierde toda noticia de él.
[244] _Parte primera del libro intitulado Noches de Inuierno. Compuesto
por Antonio de Eslaua, natural de la villa de Sangüessa. Dedicado a
don Miguel de Nauarra y Mauleon, Marques de Cortes, y señor de Rada y
Treybuenos. En Pamplona. Impresso: por Carlos de Labayen_, 1609.
8.º, 12 hs. prls., 239 pp. dobles y una en blanco.
Aprobaciones de Fr. Gil Cordon y el Licdō. Juan de Mendi (Pamplona, 27
de noviembre de 1608 y 26 de junio de 1609).--Dedicatoria al Marqués
de Cortes:... «He procurado siempre de hablar con los muertos, leyendo
diversos libros llenos de historias Antiguas, pues ellos son testigos
de los tiempos, y imagenes de la vida; y de los mas dellos y de la
oficina de mi corto entendimiento, he sacado con mi poco caudal,
estos toscos y mal limados Dialogos: y viendo tambien quan estragado
está el gusto de nuestra naturaleza, los he guisado con un saynete
de deleytacion, para que despierte el apetito, con título de _Noches
de Invierno_: llevando por blanco de aliviar la pesadumbre dellas;
alagando los oydos al Lector, con algunas preguntas de la Philosophia
natural y moral, insertas en apacibles historias».
Prólogo al discreto lector: «Advierte... una cosa que estás obligado a
disimular conmigo, mas que con ningun Autor, las faltas, los yerros, el
poco ornato y retorica de estos mis Dialogos, atento que mi voluntad
con el exercicio della, se ha opuesto a entretenerte y aliviarte de la
gran pesadumbre de las noches del Invierno».
Soneto del autor á su libro. Véanse los tercetos:
Acogete a la casa del discreto,
Del curioso, del sabio, del prudente
Que tienen su morada en la alta cumbre.
Que ellos te ternan con gran respeto,
Vestiran tu pobreza ricamente,
Y asiento te daran junto a la lumbre.
Soneto de D. Francisco de Paz Balboa, en alabanza del autor.--De un
amigo al autor (redondillas).--Sonetos laudatorios del Licenciado Morel
y Vidaurreta, relator del Consejo Real de Navarra; de Hernando Manojo;
de Miguel de Hureta, criado del Condestable de Navarra y Duque de
Alba; de Fr. Tomás de Avila y Paz, de la Orden de Santo Domingo; de un
fraile francisco (que pone el nombre de Eslava en todos los versos);
de D. Juan de Eslava, racionero de la catedral de Valladolid y hermano
del autor (dos sonetos).--Texto.--Tabla de capítulos.--Tabla de cosas
notables.--Nota final.
--_Parte primera del libro intitvlado Noches de Inuierno. Compuesto_...
(ut supra). _Dirigido a don Ioan Iorge Fernandez de Heredia Conde de
Fuentes, señor de la Casa y varonia de Mora, Comendador de Villafranca,
Gouernador de la orden de Calatraua... Año 1609. En casa Hieronymo
Margarit. A costa de Miguel Menescal, Mercader de Libros._
8.º, 236 pp. dobles.
Aprobación de Fr. Juan Vicente (Santa Catalina, 16 de setiembre
de 1609).--Licencia del Ordinario (18 de setiembre). Siguen los
preliminares de la primera edición, aunque no completos.
--_Parte primera..._ (ut supra). _Dedicado a D. Miguel de Nauarra y
Mauleon, Marquez_ (sic) _de Cortes... En Brvsellas. Por Roger Velpius y
Huberto Antonio, Impressores de sus Altezas, à l'Aguila de oro, cerca
de Palacio. 1610. Con licencia._
12.º, 258 hs. Reproduce todos los preliminares de la de Pamplona y
añade un Privilegio por seis años á favor de Roger Velpius y Huberto
Antonio (Bruselas, 7 de mayo de 1610).
Existe una traducción alemana de las _Noches de Invierno_
(_Winternächte... Aus dem Spanischen in die Teutsche Sprache_...) por
Mateo Drummer (Viena, 1649; Nüremberg, 1666). Vid. Schneider, _Spaniens
Anteil an der Deutschen Litteratur_, p. 256.
Tabla de los capítulos en el libro de
Eslava:
«Capitulo Primero. Do se cuenta la
perdida del Navio de Albanio.
Cap. 2. Do se cuenta cómo fue descubierta
la fuente del Desengaño.
Cap. 3. Do se cuenta el incendio del
Galeon de Pompeo Colona.
Cap. 4. Do se cuenta la sobervia del Rey
Niciforo, y incendio de sus Naves, y la
Arte Magica del Rey Dardano.
Cap 5. Do se cuenta la iusticia de Celin
Sultan gran Turco, y la vengaza de Zayda.
Cap. 6. Do se cuenta quien fue el esclavo
Bernart.
Cap. 7. Do se cuenta los trabajos y
cautiverio del Rey Clodomiro y la
Pastoral de Arcadia.
Cap. 8. Do se cuenta el nacimiento de
Roldan y sus niñerias.
Cap. 9. Do defiende Camila el genero
Femenino.
Cap. 10. Do se cuenta el nacimiento de
Carlo Magno Rey de Francia.
Cap. 11. Do se cuenta el nacimiento de la
Reyna Telus de Tartaria».
[245] Fue publicada por el misionero inglés Henry Callaway, con otros
cuentos de la misma procedencia, en la colonia de Natal, en 1868. Véase
H. Husson, _La Chaîne traditionelle. Contes et légendes au point de
vue mythique_ (París, 1874), p. 115. Este libro, aunque excesivamente
sistemático, sobre todo en la aplicación del mito solar, contiene, á
diferencia de tantos otros, muchas ideas y noticias en pocas palabras.
No es indiferente para el estudio de los romances castellanos,
verbigracia: el de _Delgadina_ (mito védico de Prajapati--leyenda
hagiográfica de Santa Dina ó Dympna, hija del rey de Irlanda,--novela
de Doralice y Teobaldo, príncipe de Salerno, en Straparola), ó el _de
la Infantina_, emparentado con el cuento indio de Suria-Bai (pp. 57 y
111).
[246] _Histoire poétique de Charlemagne_, p. 432.
[247] _Les Epopées Françaises_, t. III, p. 11.
[248] _Ueber die altfranzösischen Heldengedichte aus dem Karolingischen
Sagenkreise_, Viena, 1883.
[249] _Li Romans de Berte aus grans piés, précedé d'une Dissertation
sur les Romans des douze pairs, par M. Paulin Paris, de la Bibliothèque
du Roi._ París, Techener, 1832.
Hay otra edición más correcta, publicada por Augusto Scheler, conforme
al manuscrito de la Biblioteca del Arsenal de París: _Li Roumans de
Berte aus grans piés, par Adènes le Roi_ (Bruselas, 1874).
Mussafia publicó en la _Romania_ (julio de 1874 y enero de 1875) el
texto del poema franco-italiano, anterior quizá en ochenta años al de
Adenet.
[250] Tanto en el poema de Adenès, como en el texto franco-itálico,
lo que distingue á Berta es únicamente el tener los pies demasiado
grandes. En los _Reali_ el tener un pie más grande que otro: «Aveva
nome Berta del gran piè, perchè ella avea maggiore un poco un piè che
l'altro, e quello era il pié destro» (cap. I).
[251] _La Gran Conquista de Ultramar_, ed. de Gayangos, pp. 175-178.
[252] Sobre las fuentes de este famoso libro, cuya primera edición
se remonta á 1491, es magistral y definitivo el trabajo de Rajna,
_Ricerche intorno ai Reali di Francia_ (Bolonia, 1872, en la
_Collezione di Opere inedite o rare dei primi tre secoli della lingua_).
En la misma colección puede leerse el texto publicado por un discípulo
de Rajna: _I Reali di Francia, di Andrea da Barberino, testo critico
per cura di Giuseppe Vandelli_ (Bolonia, 1902).
[253] _Romania_, julio de 1873, p. 363.
[254] No viejo ni caduco, pero sí pequeño y deforme era ya Pipino en el
poema franco-itálico: «Por que eo sui petit e desformé». «Petit homo
est, inais grosso e quarré».
[255] Aunque el desatino de hacer enamorada á Berta pertenece, con
todas sus consecuencias, á Antonio de Eslava, debe advertirse que
ya en el poema bilingüe de la Biblioteca Marciana, seguido en esta
parte por el compilador de _I Reali_, era Berta la que proponía la
sustitución y por un motivo verdaderamente absurdo. Llegando á París
fatigada del viaje, ruega á la hija del conde de Maganza Belencer que
la reemplace en el lecho de Pipino durante la primera noche de bodas,
pero fingiéndose enferma para que el rey no llegue á tocarla. Con
fingirlo ella misma se hubiera ahorrado el engaño de la falsa amiga. En
la Crónica rimada de Felipe Mouskes, que escribía hacia 1243, la reina
alega un motivo obsceno para hacerse sustituir por su sierva Alista. En
el poema de Adenès, Berta consiente en la superchería, porque su sierva
Margista (el _ama_ de la Crónica General) la ha hecho creer que el Rey
quiere matarla en la primera noche de bodas.
[256] ¡Cuán lejano está esto de la delicadeza y elevación moral del
texto de Adenès! en que Berta, que había hecho voto de no revelar su
nombre más que cuando viese en peligro su castidad, exclama, perseguida
por el rey en el bosque de Mans: «Soy reina de Francia, mujer del rey
Pipino, hija del rey Flores y de la reina Blancaflor, y os prohibo,
en nombre de Dios que gobierna el mundo, hacer ninguna cosa que pueda
deshonrarme: antes preferiría ser muerta, y Dios venga en mi ayuda».
[257] Vid. G. París, _Histoire poètique de Charlemagne_, pp. 170-409;
Guessard, en la _Bibliothèque de l'École des Chartes_, 1856, pág. 393
y siguientes, y muy especialmente Rajna, _Ricerche intorno ai Reali di
Francia_, pág. 253 y ss.
[258] _Le prime imprese del conte Orlando di Messer Lodovico
Dolce, da lui composte in ottava rima, con argomenti ed allegorie.
All'Illustriss. et Eccellentiss. Signor Francesco Maria della Rovere
Prencipe d'Urbino. Vinegia, appresso Gabriel Giolito de Ferrari_, 1572,
4.º.
[259] _El nascimiento y primeras Empressas del conde Orlando.
Tradvzidas por Pero López Enriquez de Calatayud, Regidor de
Valladolid._ Valladolid, por Diego Fernández de Córdoba y Oviedo. Sin
año, pero la fecha 1594 se infiere del privilegio.
[260] Impresa en la Parte 19.ª de sus Comedias y en el tomo XIII de la
edición académica.
[261] _Historia de la linda Melosina de Juan de Arras._
Colofón: _Fenesce la ystoria de Melosina empremida en Tholosa por los
honorables e discretos maestros Juan paris e Estevan Clebat alemanes
que con grand diligencia la hizieron pasar de frances en Castellano.
E despues de muy emendada la mandaron imprimir. En el año del Señor
de mill e quatrocientos e ochenta e nueue años a XIII dias del mes de
julio._
Hay otras ediciones de Valencia, 1512, y Sevilla, 1526.
[262] No conozco más que por referencias estos trabajos de Garnett,
ni aun puedo recordar á punto fijo dónde los he visto citados. Pero
como no gusto de engalanarme con plumas ajenas, y se trata de un
descubrimiento de alguna importancia, he creído justo indicar que un
inglés había notado antes que yo la analogía entre la novela de Eslava
y _La Tempestad_. Los comentadores de Shakespeare que tengo á mano no
señalan más fuentes que una relación de viajes y naufragios, impresa
en 1610 con el título de _The Discovery of the Bermudas or Devil's
Island_, y una comedia alemana del notario de Nuremberg Jacobo Ayrer,
_La hermosa Sidea_ (_Die Schöne Sidea_), fundada al parecer en otra
inglesa, que pudo conocer Shakespeare, y de la cual supone Tieck que el
gran poeta tomó la idea de la conexión que establece entre Próspero y
Alonso, Miranda y Fernando. Pero, según Gervinus, á esto ó poco más se
reduce la semejanza entre ambas obras. Vid. _Shakespeare Commentaries
by Dr. G. Gervinus... Translated... by F. E. Bunnèt_, Londres, 1883,
pág. 788.
Tampoco Ulrici acepta la conjetura de Tieck, y aun sin tener noticia
de las _Noches de Invierno_, se inclina á admitir la hipótesis de una
novela española antigua que pudo servir de fuente común á Shakespeare y
al autor de una antigua balada, descubierta por Collier, que la publicó
en la _Quarterly Review_, 1840. Siento no conocer esta balada.
Vid. _Shakespeare's Dramatic Art, History and character of Shakespeare
Plays. By Dr. Hermann Ulrici. Translated from the third edition of the
German... by L. Dora Schmitz._ Londres, 1876 Tom. II, pp. 38-39, nota.
[263] Vid. Perott (Joseph de), _The probable source of the plot
of Shakespeare's_ «_Tempest_». (En las _Publications of the Clark
University Library Worcester, Mass._ Octubre de 1905).
[264] No ha faltado quien sospechase, pero esto parece ya demasiada
sutileza, que este mismo título de una de las últimas comedias de
Shakespeare (_Winter's tale_) era reminiscencia de las _Noches_ de
Eslava.
[265] No he podido encontrar un rarísimo pliego suelto gótico que
describe Salvá (n. 1.179 de su _Catálogo_) y contenía un cuento en
prosa, _Como vn rustico labrador ēgaño a vnos mercaderes_, cuatro
hojas, sin lugar ni año, hacia 1510, según el parecer de aquel
bibliógrafo. Sir Thomas Grenville tuvo otra edición del mismo pliego
con el título algo diverso, _Como vn rustico labrador astucioso con
cōsejo de su mujer engaño a vnos mercaderes_. Supongo que hoy parará en
el Museo Británico.
[266] Es el 4.º del _Novellino_. Notó antes que nadie esta semejanza
Morel-Fatio.
«Fra Girolamo da Spoleto con un osso di corpo morto fa credere al
popolo Sorrentino sia il braccio di Santo Luca: il compagno gli dà
contra: lui prega Iddio che ne dimostri miracolo: il compagno finge
cascar morto, ed esso oramai lo ritorna in vita; e per li doppi
miracoli raduna assai moneta, diventane prelato, e col compagno
poltroneggia».
(_Il Novellino di Masuccio Salernitano_, ed. de Settembrini, p. 53 y
ss.)
[267] Esta imitación fué ya indicada en la _History of fiction_ de
Dunlop (trad. alemana de Liebrecht, p. 268). Es la novela 41 de
Masuccio (p. 425). «_Due cavalieri fiorentini se innamorano de due
sorelle fiorentine, son necessitati ritornarsi in Francia. Una delle
quelle con una sentenziosa intramessa de un falso diamante fa tutti doi
ritornare in Fiorenza, e con una strana maniera godono a fine di loro
amore»_.
De éstas y otras imitaciones trataré en sus lugares respectivos. Aquí
basta indicarlas.
[268] Véase el primer tomo de la presente obra, pág, CCCCLVIII.
[269] Las ediciones más antiguas del _Galateo_ que citan los
bibliógrafos son: la de Zaragoza, 1593; la de Barcelona 1595, y la de
Madrid, 1599; pero debe de haberlas algo anteriores, puesto que la
dedicatoria está firmada á 10 de enero de 1582. La más antigua de las
que he manejado es la siguiente:
--_Galateo Español. Agora de nuevo corregido y emendado. Autor Lucas
Gracian Dantisco criado de su Magestad. Impresso en Valencia, en casa
de Pedro Patricio Mey, 1601. A costa de Balthasar Simon mercader de
libros._
8.º, 239 pp. (por errata 293).
Aprobación del Dr. Pedro Juan Asensio, por comisión del patriarca D.
Juan de Ribera (20 de marzo de 1601).
«Aviendo visto en el discurso de mi vida, por esperiencia todas las
reglas de este libro, me parecio aprovecharme de las más, que para el
tiempo de la juventud pueden ser de consideracion, traduziendolas del
Galateo Italiano, y añadiendo al proposito otros _Cuentos_ y cosas
que yo he visto y oydo; los quales serviran de sainete y halago, para
pasar sin mal sabor las pildoras de una amable reprehension que este
libro haze. Que aunque va embuelto en cuentos y donayres, no dexara de
aprovechar a quien tuviere necessidad de alguno destos avisos, si ya no
tuviere tan amarga la boca, y estragado el gusto, que nada le parezca
bien...».
Sonetos laudatorios del Licenciado Gaspar de Morales, de Lope de Vega y
de un anónimo.
Todo el libro está lleno de cuentecillos, unos traducidos del italiano
y otros originales de Gracián Dantisco.
--_Galateo Español. Agora nueuamente impresso, y emendado. Avtor Lucas
Gracian Dantisco, criado de su Magestad. Y de nueuo va añadido el
destierro de la ignorancia, que es Quaternario de auisos conuenientes
a este nuestro Galateo. Y la vida de Lazarillo de Tormes, castigado.
Con licencia. En Valladolid. Por Luis Sanchez. Año de 1603. A costa de
Miguel Martinez._
8.º, 6 hs. prls. y 295 pp. dobles.
Pág. 171. «_Destierro de ignorancia. Nueuamente compuesto y sacado a
luz en lengua Italiana por Horacio Riminaldo Boloñés. Y agora traduzido
de lengua Italiana en Castellana. Con licencia. En Valladolid. Por Luys
Sanchez. Año M.DCIII._
«Es obra muy prouechosa y de gran curiosidad y artificio: porque
cifrandose todo lo que en ella se contiene debaxo del numero de quatro,
discurre con él por todo el Abecedario, començando primeramente por
cosas que tienen por principio la letra _A_ desta suerte...».
Fol. 217. _Lazarillo de Tormes, castigado. Agora nueuamente impresso, y
emendado._
Hay reimpresiones de 1632, 1637, 1664, 1722, 1728, 1746, 1769 y otras
varias.
[270] Pág. 151 de la ed. de Valencia, 1601.
[271] PP. 154-179.
Esta novelita llegó á ser tan popular, que todavía se hizo de ella una
edición de cordel á mediados del siglo XVIII.
_Historia del Gran Soldan con los amores de la linda Axa y Principe de
Napoles. Cordoba, Juan Rodriguez de la Torre._ Sin año.
Modernamente la refundió Trueba en uno de sus _Cuentos Populares_ que
lleva por título _El Principe Desmemoriado_.
[272] PP. 179-180.
[273] La extensión que ha tomado el presente capítulo me obliga á
diferir para el volumen siguiente, que será el tercero de estos
ORÍGENES DE LA NOVELA, el estudio de las novelas de costumbres y de las
novelas dramáticas anteriores á Cervantes. En él se encontrarán también
las noticias críticas y bibliográficas de algunos diálogos satíricos
afines á la novela, cuyo texto va incluido en el presente volumen.
CARCEL DE AMOR DE DIEGO DE SAN PEDRO
[Illustration]
EL SIGUIENTE TRACTADO FUÉ HECHO A
PEDIMENTO DEL SEÑOR DON DIEGO HERNANDES:
ALCAYDE DE LOS DONZELES Y DE OTROS
CAUALLEROS CORTESANOS: LLÁMASE «CARCEL DE
AMOR». CONPÚSOLO SAN PEDRO
COMIENÇA EL PROLOGO ASSI
Muy virtuoso señor:
Aunque me falta sofrimiento para callar,
no me fallesce conoscimiento para ver
quanto me estaria meior preciarme de lo
que callase que arepentirme de lo que
dixiese; y puesto que assi lo conozca,
avnque veo la verdad sigo la opinion,
y como hago lo peor nunca quedo sin
castigo, porque si con rudeza yerro con
verguença pago. Verdad es que en la
obra presente no tengo tanto cargo pues
me puse en ella más por necesidad de
obedescer que con voluntad de escreuir.
Porque de vuestra merced me fue dicho que
deuia hazer alguna obra del estilo de vna
oracion que enbié a la señora doña Marina
Manuel porque le parecia menos malo que
el que puse en otro tratado que vio mio.
Assi que por conplir su mandamiento pense
hacerla, auiendo por meior errar en el
dezir, que en el desobedecer. Y tambien
acordé endereçarla á vuestra merced,
porque la fauorezca como señor y la
emiende como discreto. Como quiera que
primero que me determinase, estuue en
grandes dubdas. Vista vuestra discrecion
temia, mirada vuestra virtud osaua. En
lo uno hallaua el miedo, y en lo otro
buscaua la seguridad, y en fin escogí lo
más dañoso para mi verguença, y lo más
provechoso para lo que deuia.
Podré ser reprehendido, si en lo que
agora escriuo, tornare á dezir algunas
razones, de las que en otras cosas he
dicho. De lo qual suplico á vuestra
merced me salue; porque como he hecho
otra escritura de la calidad de esta,
no es de marauillar que la memoria
desfallesca. Y si tal se hallare, por
cierto más culpa tiene en ello mi oluido
que mi querer.
Sin dubda, Señor, considerado esto y
otras cosas que en lo que escriuo se
pueden hallar, yo estaua determinado
de cesar ya en el metro y en la prosa,
por librar mi rudeza de juyzios, y mi
espíritu de trabaios. Y paresce quanto
más pienso hazerlo, que se me ofrecen más
cosas para no poder conplirlo. Suplico
á vuestra merced antes que condene mi
falta, juzgue mi voluntad, porque reciba
el pago no segund mi razon, mas segund mi
deseo.
COMIENÇA LA OBRA
Despues de hecha la guerra del año
pasado, viniendo á tener el inuierno á mi
pobre reposo, pasando vna mañana, quando
ya el sol queria esclarecer la tierra,
por vnos valles hondos y escuros, que se
hazen en la Sierra Morena, vi salir á mi
encuentro por entre unos robredales do
mi camino se hazia, vn cauallero assi
feroz de presencia como espantoso de
vista, cubierto todo de cabello á manera
de saluaie. Leuaua en la mano ysquierda
vn escudo de azero muy fuerte y en la
derecha una ymagen femenil, entallada
en vna piedra muy clara, la qual era de
tan estrema hermosura, que me turbaua la
vista; salian della diuersos rayos de
fuego que leuaua encendido el cuerpo de
vn onbre quel cauallero forciblemente
leuaua tra si. El qual con un lastimado
gemido de rato en rato dezia: en mi fe se
sufre todo.
Y como empareió comigo, dixome con mortal
angustia: caminante, por Dios te pido que
me sigas y me ayudes en tan grand cuyta.
Yo que en aquella sazon tenia más causa
para temor que razon para responder;
puestos los oios en la estraña vision
estoue quedo, trastornando en el coraçon
diuersas consideraciones. Dexar el
camino que leuaua pareciame desuario, no
hazer el ruego de aquel que assi padecia
figurauaseme inumanidad. En siguille
auia peligro, y en dexalle flaqueza. Con
la turbacion no sabia escojer lo meior.
Pero ya que el espanto dexó mi alteracion
en algund sosiego, vi quanto era más
obligado á la virtud que á la vida: y
empachado de mi mesmo por la dubda en que
estuue, seguí la via de aquel que quiso
ayudarse de mi. Y como apresuré mi andar,
sin mucha tardança alcancé a él y al
que la fuerça le hazia, y assi seguimos
todos tres por vnas partes no menos
trabaiosas de andar, que solas de plazer
y de gente, y como el ruego del forçado
fué causa que lo siguiese, para acometer
al que lo leuaua faltabame apareio y para
rogalle merescimiento, de manera que me
fallecia conseio. Y despues que reboluí
el pensamiento en muchos acuerdos,
tomé por el meior ponerle en alguna
plática, porque como él me respondiese,
así yo determinase. Y con este acuerdo
supliquéle con la mayor cortesia que
pude, me quisiese dezir quien era, á lo
qual assi me respondió: Caminante, segund
mi natural condicion, ninguna respuesta
quisiera darte porque mi oficio mas es
para secutar mal que para responder bien;
pero como siempre me crié entre onbres
de buena criança, vsaré contigo de la
gentileza que aprendi y no de la braueza
de mi natural. Tú sabras pues lo quieres
saber. Yo soy principal oficial en la
casa de amor, llamanme por nombre Deseo.
Con la fortaleza deste escudo defiendo
las esperanças, y con la hermosura desta
ymagen causo las aficiones y con ellas
quemo las vidas, como puedes ver en este
preso que lieuo á la carcel de Amor donde
con solo morir se espera librar.
Quando estas cosas el atormentator
cauallero me yba diziendo, sobiamos
vna sierra de tanta altura, que á mas
andar mi fuerça desfallecia: y ya que
con mucho trabaio llegamos á lo alto
della, acabó su respuesta. Y como vido
que en más pláticas quería ponelle yo
que començaua á dalle gracias por la
merced recebida, supitamente desaparecio
de mi presencia. Y como esto pasó a
tienpo que la noche venia, ningund tino
pude tomar para saber donde guió: y como
la escuridad y la poca sabiduría de la
tierra me fuesen contrarias, tomé por
propio conseio no mudarme de aquel lugar.
Allí comence á maldezir mi ventura, allí
desesperaua de toda esperança, allí
esperaua mi perdimiento, allí en medio
de mi tribulacion nunca me pesó de lo
hecho; porque es meior perder haziendo
virtud, que ganar dexandola de hazer. Y
assí estuue toda la noche en tristes y
trabaiosas contemplaciones: y quando ya
la lumbre del día descubrio los canpos,
vi cerca de mí, en lo mas alto de la
sierra, vna torre de altura tan grande,
que me parecía llegar al cielo; era hecha
por tal artificio, que de la estrañeza
della comence á marauillarme. Y puesto
al pie, avnque el tienpo se me ofrecia
más para temer que para notar, miré la
nouedad de su lauor y de su edificio.
El cimiento sobre que estaua fundada, era
vna piedra tan fuerte de su condicion
y tan clara de su natural, qual nunca
otra tal iamás auia visto: sobre la
qual estauan firmados quatro pilares de
vn marmol morado muy hermoso de mirar.
Eran en tanta manera altos, que me
espantaua como se podian sostener. Estaua
encima dellos labrada vna torre de tres
esquinas, la más fuerte que se puede
contemplar. Tenia en cada esquina, en lo
alto della, vna ymagen de nuestra umana
hechura, de metal, pintada cada vna de
su color; la vna de leonado, y la otra
de negro, y la otra de pardillo. Tenia
cada vna dellas vna cadena en la mano
asida con mucha fuerza. Ví más encima de
la torre vn chapitel sobrél qual estaua
vn aguila que tenia el pico y las alas
llenas de claridad de vnos rayos de
lumbre que por dentro de la torre salían
á ella. Oya dos velas que nunca vn solo
punto dexauan de velar. Yo que de tales
cosas iustamente me marauillaua, ni
sabia dellas qué pensase, ni de mí qué
hiziese; y estando conmigo en grandes
dubdas y confusion, ví trauada con los
mármoles dichos vn escalera que llegaua
á la puerta de la torre, la qual tenia
la entrada tan escura, que parescia la
sobida della á ningund onbre posible.
Pero ya deliberado quise antes perderme
por sobir, que saluarme por estar, y
forçada mi fortuna, comencé la sobida.
Y á tres pasos del escalera hallé vna
puerta de hierro, de lo que me certificó
más el tiento de las manos que la lumbre
de la vista, segund las tinieblas do
estaua. Allegado pues á la puerta, hallé
enella vn portero, al qual pedí licencia
para la entrada, y respondiome que lo
hacia, pero que me conuenia dexar las
armas primero que entrase; y como le
daua las que leuaua, segund costumbre de
caminantes, díxome:
Amigo, bien paresce que de la usança
desta casa sabes poco. Las armas que te
pido, y te conuiene dexar, son aquellas
con que el _coraçon_ se suele defender
de tristeza, assí como Descanso, y
Esperança, y Contentamiento, porque con
tales condiciones ninguno pudo gozar de
la demanda que pides.
Pues sabida su intencion, sin detenerme
en echar iuyzios sobre demanda tan nueua,
respondile que yo venía sin aquellas
armas, y que dello le dava seguridad.
Pues como dello fue cierto, abrió la
puerta: y con mucho trabajo y desatino
llegué ya á lo alto de la torre donde
hallé otro guardador que me hizo las
preguntas del primero, y despues que
supo de mí lo que el otro, diome lugar á
que entrase. Y llegado al aposentamiento
de la casa, ví en medio della vna silla
de fuego en la qual estaua asentado
aquel cuyo ruego de mi perdicion fue
causa. Pero como allí con la turbacion
descargaua con los oios, la lengua más
entendía en mirar marauillas que en hazer
preguntas, y como la vista no estaua
despacio, ví que las tres cadenas de
las ymágines que estauan en lo alto de
la torre tenían atado aquel triste que
sienpre se quemaua y nunca se acabaua
de quemar. Noté más, que dos dueñas
lastimeras con rostros llorosos y tristes
le seruían y adornauan, poniendole con
crueça en la cabeza vna corona de vnas
puntas de hierro sin ninguna piedad, que
le traspasauan todo el celebro. Y después
desto miré que vn negro vestido de color
amarilla venia diuersas vezes á echalle
una visarma, y ví que le recebía los
golpes en vn escudo que supitamente le
salia de la cabeça y le cobria hasta los
pies. Ví más, que quando le truxeron de
comer le pusieron vna mesa negra, e tres
seruidores mucho diligentes, los quales
le dauan con graue sentimiento de comer.
Y bueltos los oios al vn lado de la
mesa, ví vn vieio anciano sentado en vna
silla, echada la cabeça sobre vna mano en
manera de onbre cuidoso, y ninguna destas
cosas pudiera ver segund la escuridad
de la torre, sino fuera por vn claro
resplandor que le salía al preso del
coraçon, que la esclarecía toda. El qual
como me vió atónito de ver cosas de tales
misterios, viendo como estaua en tienpo
de poder pagarme con su habla lo poco
que me deuia, por darme algund descanso,
mezclando las razones discretas con las
lágrimas piadosas, començo en esta manera
á dezirme:
EL PRESO AL AUCTOR
Alguna parte del coraçon quisiera tener
libre de sentimiento por dolerme de tí,
segund yo deuiera y tú merecías. Pero
ya tu vees en mi tribulacion, que no
tengo poder para sentir otro mal sino
el mio. Pidote que tomes por satisfacion
no lo que hago, mas lo que deseo. Tu
venida aquí yo la causé. El que viste
traer preso yo soy, y con la turbacion
que tienes, no as podido conoscerme.
Torna en tí tu reposo, sosiega tu iuyzio
porque estés atento á lo que te quiero
dezir. Tu venida fué por remediarme, mi
habla será por darte consuelo puesto
que yo dél sepa poco. Quien yo soy
quiero dezirte; de los misterios que
vees quiero informarte. La causa de mi
prision quiero que sepas, que me delibres
quiero pedirte si por bien lo touieres.
Tú sabras que yo soy Leriano, hijo del
duque Guersio, que Dios perdone, y de
la duquesa Coleria. Mi naturaleza, es
este reyno do estás, llamado Macedonia.
Ordenó mi ventura que me enamorase de
Laureola hija del rey Gaulo que agora
reyna, pensamiento que yo deviera antes
huyr que buscar; pero como los primeros
mouimientos no se puedan en los onbres
escusar, en lugar de desuiallos con la
razon, confirmelos con la voluntad, y
assi de amor me vencí, que me truxo á
esta tu casa la qual se llama Carcel
de Amor. Y como nunca perdona, viendo
desplegadas las velas de mi deseo, púsome
en el estado que vees, y porque puedas
notar meior su fundamiento y todo lo que
has visto, deues saber que aquella piedra
sobre quien la prision está fundada, es
mi Fé que determinó de sofrir el dolor de
su pena por bien de su mal. Los quatro
pilares que asientan sobre ella son mi
Entendimiento y mi Razon, y mi Memoria,
y mi Voluntad. Los quales mandó Amor
parescer en su presencia antes que me
sentenciase; y por hazer de mi iusta
iusticia, preguntó por si á cada vno si
consentía que me prendiesen, porque si
alguno no consentiese me absoluería de
la pena. Á lo qual respondieron todos en
esta manera. Dixo el Entendimiento: yo
consiento al mal de la pena por el bien
de la causa, de cuya razon es mi voto que
se prenda. Dixo la Raçon: yo no solamente
do consentimiento en la prision, más
ordeno que muera; que meior le estará
la dichosa muerte que la desesperada
vida, segund por quien se ha de sofrir.
Dixo la Memoria: pues el Entendimiento
y la Razon consienten, porque sin morir
no pueda ser libre, yo prometo de nunca
oluidar. Dixo la Voluntad: pues que assi
es, yo quiero ser llaue de su prision y
determino de sienpre querer. Pues oyendo
Amor que quien me auia de saluar me
condenaua, dió como iusto esta sentencia
cruel contra mí. Las tres ymágines que
viste encima de la torre cubiertas cada
vna de su color, de leonado y negro
y pardillo, la vna es Tristeza, y la
otra Congoxa, y la otra Trabaio. Las
cadenas que tenian en las manos son sus
fuerças, con las quales tiene atado el
coraçon porque ningund descanso pueda
recebir. La claridad grande que tenia
en el pico y alas el aguila que viste
sobre el chapitel, es mi Pensamiento,
del qual sale tan clara luz por quien
está en él, que basta para esclarecer
las tinieblas deste triste carcel, y
es tanta su fuerça que para llegar al
aguila ningund impedimento le haze lo
grueso del muro, assi que andan él y
ella en vna conpañía, porque son las dos
cosas que más alto suben, de cuya causa
está mi prision en la mayor alteza de
la tierra. Las dos velas que oyes velar
con tal recaudo, son Desdicha y Desamor.
Traen tal auiso porque ninguna esperança
me pueda entrar con remedio. El escalera
obscura por do sobiste es el Angustia
con que sobí donde me vees. El primero
portero que hallaste, es el Deseo, el
qual á todas tristezas abre la puerta, y
por esso te dixo que dexases las armas
de plazer si por caso las trayas. El
otro que acá en la torre hallaste, es
el Tormento que aquí me traxo, el qual
sigue en el cargo que tiene la condicion
del primero, porque está de su mano. La
silla de fuego en que asentado me vees,
es mi iusta Aficion cuyas llamas siempre
arden en mis entrañas. Las dos dueñas que
me dan como notas corona de martyrio, se
llaman la vna Ansia y la otra Passion,
y satisfaçen á mi Fé con el galardon
presente. El vieio que vees asentado,
que tan cargado pensamiento representa,
es el graue Cuydado que iunto con los
otros males pone amenazas á la vida. El
negro de vestiduras amarillas que se
trabaia por quitarme la vida, se llama
Desesperar; el escudo que me sale de la
cabeça con que de sus golpes me defiendo,
es mi Iuyzio, el qual viendo que vo con
desesperacion á matarme, dizeme que no
lo haga, porque visto lo que merece
Laureola antes deuo desear larga vida por
padecer, que la muerte para acabar. La
mesa negra que para comer me ponen, es la
Firmeça con que como, y pienso y duermo,
en la qual sienpre estan los maniares
tristes de mis contenplaciones. Los tres
solicitos seruidores que me seruian, son
llamados Mal y Pena y Dolor. El vno trae
la cuyta con que coma y el otro trae la
desesperança en que viene el maniar, y el
otro trae la tribulacion y con ella, para
que beua, trae el agua del coraçon á los
oios, y de los oios á la boca.
Si te parece que soy bien seruido tú lo
iuzga; si remedio he menester tú lo vees;
ruegote mucho, pues en esta tierra eres
venido, que tú me lo busques y te duelas
de mí. No te pido otro bien sino que
sepa de tí Laureola, quál me viste, y si
por ventura te quisieres dello escusar
porque me vees en tienpo que me falta
sentido para que te lo agradezca, no te
escuses, que mayor virtud es redemir los
atribulados que sostener los prósperos.
Assi sean tus obras que ni tú te quexes
de ti por lo que no heziste, ni yo por lo
que pudieras hazer.
RESPUESTA DEL AUCTOR Á LERIANO
En tus palabras, señor, as mostrado que
pudo Amor prender tu libertad y no tu
virtud, lo qual se prueua porque segund
te veo deues tener mas gana de morir que
de hablar, y por proueer en mi fatiga
forçaste tu voluntad, iuzgando por les
trabaios pasados y por la cuyta presente
que yo ternía de beuir poca esperança,
lo que sin duda era assí, pero causaste
mi perdicion como deseoso de remedio y
remediastela como perfeto de iuyzio.
Por cierto no he avido menos plazer de
oyrte que dolor de verte, porque en tu
persona se muestra tu pena y en tus
raçones se conosce tu bondad; siempre en
la peior fortuna socorren los virtuosos
como tú agora á mí heziste, que vistas
las cosas desta tu carcel yo dubdaua de
mi saluacion creyendo ser hechas más
por arte diabólica que por condicion
enamorada. La cuenta, señor, que me as
dado te tengo en merced; de saber quien
eres soy muy alegre; el trabaio por
tí recebido he por bien enpleado. La
moralidad de todas estas figuras me ha
plazido saber puesto que diuersas vezes
las ví; mas como no las pueda ver sino
coraçon catiuo, quando le tenía tal
conoscialas, y agora que estaua libre
dubdaualas. Mandasme, señor, que haga
saber á Laureola quál te vi, para lo qual
hallo grandes inconuenientes porque un
onbre de nacion estraña ¿qué forma se
podrá dar para negociacion semeiante?
Y no solamente ay esta duda pero otras
muchas. La rudeça de mi engenio, la
diferencia de la lengua, la grandeza de
Laureola, la graueza del negocio, assí
que en otra cosa no hallo apareio sino
en sola mi voluntad la qual vence todos
los inconuenientes dichos, que para tu
seruicio la tengo tan ofrecida como si
ouiese seydo tuyo despues que nascí. Yo
haré de grado lo que mandas. Plega á Dios
que lieues tal la dicha como el deseo,
porque tu deliberacion sea testigo de
mi diligencia. Tanta aficion te tengo y
tanto me ha obligado á amarte tu nobleza,
que avría tu remedio por galardon de
mis trabaios. Entre tanto que vo, deues
tenplar tu sentimiento con mi esperança
porque quando buelua, si algund bien
te truxere, tengas alguna biua con que
puedas sentillo.
EL AUCTOR
E como acabé de responder á Leriano en
la manera que es escrita, informeme del
camino de Suria, cibdad donde estaua á
la sazon el rey de Macedonia, que era
media Jornada de la prision donde partí,
y puesto en obra mi camino, llegué á la
corte y despues que me aposenté fuy á
palacio por ver el trato y estilo de la
gente cortesana, y tanbien para mirar la
forma del aposentamiento por saber donde
me conplía yr ó estar ó aguardar para el
negocio que quería aprender. Y hize esto
ciertos días por aprender meior lo que
mas me conuiniese, y quanto más estudiaua
en la forma que ternía, menos dispusicion
se me ofrecía para lo que deseaua; y
buscadas todas las maneras que me auían
de aprouechar, hallé la mas apareiada
comunicarme con algunos mancebos
cortesanos de los principales que allí
veya, y como generalmente entre aquellos
se suele hallar la buena criança, assí
me trataron y dieron cabida que en poco
tienpo yo fuí tan estimado entrellos como
si fuera de su natural nacion, de forma
que vine á noticia de las damas; y assí,
de poco en poco, oue de ser conoçido de
Laureola y auiendo ya noticia de mí, por
más participarme con ella, contauale las
cosas marauillosas de Spaña, cosa de que
mucho holgaua, pues viendome tratado
della como seruidor, pareciome que le
podría ya dezir lo que quisiese; y vn día
que la ví en vna sala apartada de las
damas, puesta la rodilla en el suelo,
díxele lo siguiente:
EL AUCTOR Á LAUREOLA
No les está menos bien el perdon á los
poderosos quando son deseruidos, que
á los pequeños la vengança quando son
iniuriados; porque los vnos se emiendan
por onrra y los otros perdonan por
virtud, lo qual si á los grandes ombres
es deuido, mas y muy mas á las generosas
mugeres que tienen el coraçon real de
su nacimiento y la piedad natural de su
condicion. Digo esto, señora, porque para
lo que te quiero dezir halle osadia en tu
grandeza, porque no la puedes tener sin
munificencia. Verdad es que primero que
me determinase estoue dubdoso, pero en
el fin de mis dubdas toue por meior, si
inumanamente me quisieses tratar, padecer
pena por dezir, que sofrilla por callar.
Tú, señora, sabras que caminando vn día
por unas asperezas desiertas vi que por
mandado del Amor leuauan preso á Leriano,
hijo del duque Guersio, el qual me rogó
que en su cuyta le ayudase, de cuya razon
dexé el camino de mi reposo por tomar el
de su trabaio; y despues que largamente
con el caminé vile meter en vna prision
dulce para su voluntad y amarga para
su vida, donde todos los males del
mundo sostiene, dolor le atormenta,
pasion le persigue, desesperança le
destruye, muerte le amenaza, pena le
secuta, pensamiento lo desuela, deseo le
atribula, tristeza le condena, fé no le
salua, supe dél que de todo esto tú eres
causa, iuzgué, segund le ví, mayor dolor
el que en el sentimiento callaua que el
que con lagrimas descobría, y, vista tu
presencia, hallo su tormento iusto. Con
sospiros que le sacauan las entrañas me
rogó te hiziese sabidora de su mal. Su
ruego fue de lastima y mi obediencia
de compasion. En el sentimiento suyo
te iuzgué cruel, y en tu acatamiento
te veo piadosa, lo qual va por razon
que de tu hermosura se cree lo vno y de
tu condicion se espera lo otro. Si la
pena que le causas con el merecer, le
remedias con la piedad, serás entre las
mugeres nacidas la más alabada de quantas
nacieron. Contenpla y mira quanto es
meior que te alaben porque redemiste,
que no que te culpen porque mataste;
mira en qué cargo eres á Leriano, que
avn su passion te haze seruicio, pues
si la remedias, te da causa que puedas
hazer lo mismo que Dios, porque no es
de menos estima el redemir quel criar:
assí que harás tú tanto en quitalle la
muerte, como Dios en darle la vida. No
sé que escusa pongas para no remediallo.
Si no crees que matar es virtud, no te
suplica que le hagas otro bien sino que
te pese de su mal, que cosa graue para
tí no creas que te la pidirya; que por
meior avrá el penar que serte á tí causa
de pena. Si por lo dicho mi atreuimiento
me condena, su dolor del que me enbía
me asuelue, el qual es tan grande que
ningund mal me podrá venir que yguale
con el que me causa. Suplícote sea tu
respuesta conforme á la virtud que tienes
y no á la saña que muestras, porque tú
seas alabada, y yo buen mensaiero, y el
catiuo Leriano libre.
RESPUESTA DE LAUREOLA
Así como fueron tus razones temerosas de
dezir, assi son graues de perdonar. Si
como eres de Spaña fueras de Macedonia,
tu razonamiento y tu vida acabaran á
vn tiempo, assi que por ser estraño no
recebiras la pena que merecias, y no
menos por la piedad que de mi iuzgaste,
como quiera que en casos semeiantes tan
devida es la iusticia como la clemencia,
la qual en tí secutada pudiera causar dos
bienes: el vno, que otros escarmentaran,
y el otro que las altas mugeres fueran
estimadas y tenidas segund merecen.
Pero si tu osadía pide el castigo, mi
mansedumbre consiente que te perdone,
lo qual va fuera de todo derecho,
porque no solamente por el atreuimiento
deuias morir, más por la ofensa que á
mi bondad heziste, en la qual posiste
dubda; porque si á noticia de algunos lo
que me dexiste veniese, más creería que
fué por el apareio que en mi hallaste
que por la pena que en Leriano viste,
lo que con razon assí deue pensarse,
viendo ser tan iusto que mi grandeza te
posiese miedo, como su mal osadia. Si
mas entiendes en procurar su libertad,
buscando remedio para él hallarás peligro
para tí; y auysote, avnque seas estraño
en la nación, que serás natural en la
sepoltura. Y porque detenerme en plática
tan fea ofendo mi lengua, no digo más,
que para que sepas lo que te cumple, lo
dicho basta. Y si alguna esperança te
queda porque te hable, en tal caso sea de
poco beuir si más de la embaxada pensares
vsar.
EL AUCTOR
Quando acabó Laureola su habla, ví,
avnque fue corta en razon, que fue larga
en enoio, el qual le enpedía la lengua; y
despedido della comence á pensar diuersas
cosas que grauemente me atormentauan.
Pensaua quan alongado estaua de Spaña,
acordauaseme de la tardança que hazia,
traya á la memoria el dolor de Leriano,
desconfiaua de su salud, y visto que no
podía cunplir lo que me dispuse á hazer
sin mi peligro ó su libertad, determiné
de seguir mi propósito hasta acabar
la vida ó leuar á Leriano esperança.
Y con este acuerdo uolui otro día á
palacio para ver qué rostro hallaria en
Laureola, la cual como me vido, tratóme
de la primera manera sin que ninguna
mudança hiziese: de cuya seguridad tomé
grandes sospechas. Pensaua si lo hazía
por no esquiuarme, no auiendo por mal
que tornase á la razon comentada. Creía
que disimulaua por tornar al propósito
para tomar emienda de mi atreuimiento,
de manera que no sabia á qual de mis
pensamientos diese fé. En fin, pasado
aquel dia y otros muchos, hallaua en
sus aparencias más causa para osar que
razon para temer, y con este crédito,
aguardé tiempo conuenible y hízele otra
habla mostrando miedo, puesto que lo
tuuiese, porque en tal negociacion y
con semeiantes personas conuiene fengir
turbacion: porque en tales partes el
desenpacho es auido por desacatamiento,
y parece que no se estima ni acata la
grandeça y autoridad de quien oye con
la desverguença de quien dize; y por
saluarme deste yerro hablé con ella no
segund desenpachado, mas segund temeroso.
Finalmente, yo le dixe todo lo que me
parecio que conuenia para remedio de
Leriano. Su respuesta fue de la forma de
la primera saluo que ouo en ella menos
saña, y como avnque en sus palabras
avía menos esquiuidad para que deuiese
callar, en sus muestras hallaua licencia
para que osase dezir. Todas las vezes
que tenia lugar le suplicaua se doliese
de Leriano, y todas las vezes que gelo
dezia, que fueron diuersas, hallaua
áspero lo que respondía y sin aspereza
lo que mostraua; y como traya aviso
en todo lo que se esperaua prouecho,
miraua en ella algunas cosas en que se
conosce el coraçon enamorado. Quando
estaua sola veyala pensatiua, quando
estaua acompañada no muy alegre; erale
la compañía aborrecible y la soledad
agradable. Más vezes se quexaua que
estaua mal por huyr los plazeres. Quando
era vista fengia algun dolor, quando la
dexauan daua grandes sospiros. Si Leriano
se nombraua en su presencia, desatinaua
de lo que dezía, boluiase supito colorada
y despues amarilla, tornauase ronca su
boz, secauasele la boca; por mucho que
encobría sus mudanças forçauala la pasion
piadosa á la disimulacion discreta.
Digo piadosa porque sin dubda segund lo
que despues mostró ella, recebia estas
alteraciones más de piedad que de amor,
pero como yo pensaua otra cosa viendo en
ella tales señales, tenia en mi despacho
alguna esperança; y con tal pensamiento
partime para Leriano y despues que
estensamente todo lo pasado le reconté,
díxele que se esforçase á escreuir á
Laureola, proferiéndome á dalle la carta,
y puesto que él estaua más para hazer
memorial de su hazienda que carta de su
pasion, escriuio las razones de la qual
eran tales.
CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA
Si touiera tal razon para escreuirte como
para quererte, sin miedo lo osara hazer,
mas en saber que escriuo para tí, se
turba el seso y se pierde el sentido, y
desta causa antes que lo començase toue
conmigo grand confusion. Mi fé dezia
que osase, tu grandeza que temiese. En
lo vno hallaua esperança y por lo otro
desesperaua, y en el cabo acordé esto;
mas guay de mí que comence temprano á
dolerme y tarde á quexarme, porque á tal
tiempo soy venido que si alguna merced
te meresciese no ay en mí cosa biua para
sentilla sino sola mi fé. El coraçon está
sin fuerça, y el alma sin poder, y el
iuycio sin memoria. Pero si tanta merced
quisiesses hazerme que á estas razones
te pluguiese responder, la fé con tal
bien podria bastar para restituir las
otras partes que destruiste. Yo me culpo
porque te pido galardon sin averte hecho
seruicio, avnque si recibes en cuenta de
servir el penar, por mucho que me pagues
siempre pensaré que me quedas en deuda.
Podras dezir que cómo pense escreuirte;
no te marauilles que tu hermosura causó
el aficion, y el aficion el deseo, y el
deseo la pena, y la pena el atreuimiento;
y si porque lo hize te pareciere que
merezco muerte, mandamela dar, que muy
meior es morir por tu causa que beuir
sin tu esperança. Y hablandote verdad,
la muerte sin que tú me la dieses yo
mismo me la daria, por hallar en ella la
libertad que en la vida busco, si tú no
ouieses de quedar infamada por matadora,
pues mal auenturado fuese el remedio que
á mí librase de pena y á tí te causase
culpa. Por quitar tales inconuenientes te
suplico que hagas tu carta galardon de
mis males, que avnque no me mate por lo
que á ti toca, no podré beuir por lo que
yo sufro, y todavía quedarás condenada.
Si algund bien quisieres hazerme no lo
tardes, sino podra ser que tengas tienpo
de arrepentirte y no lugar de remediarme.
EL AUCTOR
Aunque Leriano segund su graue
sentimiento se quisiera más estender,
vsando de la discrecion y no de la pena
no escriuio más largamente; porque para
hazer saber á Laureola su mal bastaua
lo dicho, que quando las cartas deuen
alargarse es quando se cree que ay tal
voluntad para leellas quien las recibe
como para escriuillas quien las enbia; y
porquél estaua libre de tal presuncion,
no se estendio más en su carta. La qual
despues de acabada recebí con tanta
tristeza de uer las lágrimas con que
Leriano me la daua, que pude sentida
meior que contalla; y despedido dél
partíme para Laureola, y como llegué
donde estaua, hallé propio tienpo para
poderle hablar, y antes que le diese la
carta díxele tales razones.
EL AUCTOR Á LAUREOLA
Primero que nada te diga, te suplico que
recibas la pena de aquel catiuo tuyo
por descargo de la inportunidad mia,
que donde quiera que me hallé siempre
toue por costunbre de seruir antes que
inportunar. Por cierto, señora, Leriano
siente más el enoio que tú recibes que
la pasion que él padece, y este tiene
por el maior mal que ay en su mal. De
lo qual quería escusarse, pero si su
voluntad por no enoiarte desea sufrir,
su alma por no padecer querria quexar.
Lo vno le dize que calle y lo otro le
haze dar bozes; y confiando en tu virtud,
apremiado del dolor, quiere poner sus
males en tu presencia, creyendo, avnque
por vna parte te sea pesado, que por otra
te causará conpasion. Mira por quantas
cosas te merece galardon. Por oluidar su
cuyta pide la muerte porque no se diga
que tú la consentiste. Desea la vida
porque tú la hazes; llama bienauenturada
su pena por no sentirla; desea perder el
iuyzio por alabar tu hermosura; quería
tener los agenos y el suyo. Mira quanto
le eres obligada que se precia de quien
le destruye, tiene su memoria por todo
su bien y esle ocasion de todo su mal.
Si por ventura siendo yo tan desdichado
pierde por mi intercesion lo quél merece
por fé, suplícote recibas vna carta
suya, y si leella quisieres, á él harás
merced por lo que ha sufrido, y á tí
te culparás por lo que le as causado,
viendo claramente el mal que le queda
en las palabras que enbia, las quales
avnque la boca las dezia, el dolor las
ordenaua. Assí te dé Dios tanta parte
del cielo como mereces de la tierra,
que la recibas y le respondas y con
sola esta merced le podras redemir.
Con ella esforçarás su flaqueza, con
ella afloxarás su tormento, con ella
fauoreceras su firmeza; pornasle en
estado que ni quiera mas bien ni tema mas
mal. Y si esto no quisieres hazer por
quien deues, que es él, ni por quien lo
suplica, que so yo, en tu virtud tengo
esperança, que segund la vsas no sabras
hazer otra cosa.
RESPUESTA DE LAUREOLA AL AUCTOR
En tanto estrecho me ponen tus porfias
que muchas vezes he dubdado sobre qual
haré antes; desterrar á tí de la tierra ó
á mí de mi fama en darte lugar que digas
lo que quisieres, y tengo acordado de no
hazer lo vno de compasion tuya, porque
si tu embaxada es mala, tu intencion es
buena, pues la traes por remedio del
querelloso. Ni tanpoco quiero lo otro
de lástima mía, porque no podría él ser
libre de pena sin que yo fuese condenada
de culpa. Si pudiese remediar su mal sin
amanzillar mi onrra, no con menos aficion
que tú lo pides yo lo haría, mas ya tú
conosces quanto las mugeres deuen ser
más obligadas á su fama que á su vida,
la qual deuen estimar en lo menos por
razon de lo más que es la bondad. Pues
si el beuir de Leriano ha de ser con la
muerte desta, tú iuzga á quien con mas
razon deuo ser piadosa, á mí ó á su mal.
Y que esto todas las mugeres deuen assi
tener, en muy más manera las de real
nacimiento, en las quales assi ponen
los oios todas las gentes, que antes se
vee en ella la pequeña manzilla que en
las baias la grand fealdad. Pues en tus
palabras con la razon te conformas, ¿cómo
cosa tan iniusta demandas?; mucho tienes
que agradecerme porque tanto comunico
contigo mis pensamientos, lo qual hago
porque si me enoia tu demanda me aplaze
tu condicion, y he plazer de mostrarte mi
escusacion con iustas causas por saluarme
de cargo.
La carta que dizes que reciba fuera
bien escusada, porque no tienen menos
fuerza mis defensas que confiança sus
porfías. Porque tú la traes plazeme de
tomarla. La respuesta no la esperes,
ni trabages en pedirla, ni menos en
mas hablar en esto, porque no te
quexes de mi saña como te alabas de mi
sofrimiento. Por dos cosas me culpo de
auerme tanto detenido contigo. La vna
porque la calidad de la plática me dexa
muy enoiada, y la otra porque podras
pensar que huelgo de hablar en ella y
creeras que de Leriano me acuerdo. De
lo qual no me marauillo, que, como las
palabras sean ymagen del coraçon, yrás
contento por lo que iuzgaste y leuarás
buen esperança de lo que deseas: pues por
no ser condenada de tu pensamiento si
tal le touieres, te torno á requerir que
sea esta la postrimera vez que en este
caso me hables; si no, podra ser que te
arrepientas y que buscando salud agena te
falte remedio para la tuya.
EL AUCTOR
Tanta confusion me ponían las cosas de
Laureola que quando pensaua que más la
entendía, menos sabía de su voluntad.
Quando tenía más esperança me daua mayor
desuio, quando estaua seguro me ponia
maiores miedos, sus desatinos cegauan
mi conocimiento. En el recebir la carta
me satisfizo, en el fin de su habla me
desesperó. No sabía qué camino siguiese
en que esperança hallase, y como onbre
sin conseio partime para Leriano con
acuerdo de darle algund consuelo entre
tanto que buscaua el mejor medio que para
su mal conuenía, y llegado donde estaua
comencé á dezirle.
EL AUCTOR Á LERIANO
Por el despacho que traygo se conoce que
donde falta la dicha no aprouecha la
diligencia. Encomendaste tu remedio á mi
que tan contraria me ha sido la ventura
que en mis propias cosas la desprecio
porque no me puede ser en lo porvenir
tan fauorable que me satisfaga lo que en
lo pasado me ha sido enemiga, puesto que
en este caso buena escusa touiera para
ayudarte, porque si yo era el mensaiero,
tuyo era el negocio.
Las cosas que con Laureola he pasado
ni pude entenderlas ni sabre dezirlas,
porque son de condicion nueua. Mill vezes
pensé venir á darte remedio y otras
tantas á darte la sepoltura. Todas las
señales de voluntad vencida vi en sus
aparencias, todos los desabrimientos
de muger sin amor vi en sus palabras;
iuzgandola me alegraua, oyendola me
entristecia; á las vezes creya que
lo hazia de sabida y á las vezes de
desamorada. Pero con todo viendola
mouible creya su desamor, porque quando
amor prende haze el coraçon constante y
quando lo dexa libre mudable. Por otra
parte pensaua si lo hazia de medrosa
segund el brauo coraçon de su padre. Qué
dirás, ¿que recibió tu carta y recebida
me afrentó con amenazas de muerte si
mas en tu caso le hablaua? Mira qué
cosa tan graue parece en vn punto tales
dos diferencias. Si por estenso todo
lo pasado te oviese de contar, antes
falleceria tiempo para dezir que cosas
para que te dixiese. Suplícote que
esfuerce tu seso lo que enflaquece tu
pasion, que segund estás mas as menester
sepoltura que consuelo. Si algund espacio
no te das, tus huesos querrás dexar en
memoria de tu fé, lo qual no deues hazer,
que para satisfacion de tí mismo más te
conuiene beuir para que sufras que morir
para que no penes. Esto digo porque de
tu pena te veo gloriar: segund tu dolor
gran corona es para tí que se diga que
touiste esfuerço para sofrirlo. Los
fuertes en las grandes fortunas muestran
mayor coraçon; ninguna diferencia entre
buenos y malos avria si la bondad no
fuese tentada. Cata que con larga vida
todo se alcança: ten esperança en tu fé
que su propósito de Laureola se podra
mudar y tu firmeza nunca. No quiero
dezirte todo lo que para tu consolacion
pense, porque segund tus lágrimas en
lugar de amatar tus ansias las enciendo.
Quanto te pareciere que yo pueda hazer
mandalo, que no tengo menos voluntad de
seruir tu persona que remediar tu salud.
RESPONDE LERIANO
La dispusicion en que estó ya la vees, la
priuacion de mi sentido ya la conoces,
la turbacion de mi lengua ya la notas;
y, por esto, no te marauilles si en
mi respuesta ouiere mas lágrimas que
concierto, las quales, porque Laureola
las saca del coraçon, son dulce manjar
de mi voluntad. Las cosas que con ella
pasaste, pues tú que tienes libre el
iuyzio no las entiendes, ¿qué haré yo
que para otra cosa no le tengo sino
para alabar su hermosura y por llamar
bienauenturada mi fin? Estas querria
que fuesen las postrimeras palabras de
mi vida porque son en su alabança. ¿Qué
mayor bien puede auer en mi mal que
querello ella? Si fuera tan dichoso en
el galardon que merezco como en la pena
que sufro, ¿quién me podiera ygualar?
Meior me es á mi morir, pues de ello es
seruida, que beuir si por ello ha de ser
enoiada. Lo que mas sentire quando muera,
será saber que perecen los oios que la
vieron y el coraçon que la contempló,
lo qual segund quien ella es, va fuera
de toda razon. Digo esto porque veas
que sus obras en lugar de apocar amor
acrecientan fé. Si en el coraçon catiuo
las consolaciones hiziesen fruto, la que
tú me as dado bastara para esforçarme,
pero como los oydos de los tristes tienen
cerraduras de pasion no ay por donde
entren al alma las palabras de consuelo.
Para que pueda sofrir mi mal como dizes,
dame tú la fuerça y yo porne la voluntad.
Las cosas de onrra que pones delante
conozcolas con la razon y niegolas con
ella misma.
Digo que las conozco y aprueuo si las ha
de vsar onbre libre de mi pensamiento,
y digo que las niego para comigo pues
pienso avnque busque graue pena que
escogí onrrada muerte. El trabaio que
por mi as recebido y el deseo que te he
visto me obligauan á ofrecer por tí la
vida todas las vezes que fuere menester,
mas pues lo menos della me queda de beuir
seate satisfacion lo que quisiera y no lo
que puedo. Mucho te ruego pues esta será
la final buena obra que tú me podras
hazer y yo recebir que quieras leuar á
Laureola en vna carta mia nueuas con que
se alegre, porque della sepa como me
despido de la vida y de mas dalle enoio,
la qual en esfuerço que la leuarás quiero
començar en tu presencia y las razones
della sean estas.
CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA
Pues el galardon de mis afanes auie
de ser mi sepoltura ya soy a tiempo
de recebirlo. Morir no creas que me
desplaze, que aquel es de poco iuyzio
que aborrece lo que da libertad. ¿Mas
que haré que acabará comigo el esperança
de verte graue cosa para sentir? Dirás
que cómo tan presto en vn año ha o poco
mas que ha que soy tuyo desfallescio
mi sofrimiento; no te deues marauillar
que tu poca esperança y mi mucha pasion
podian bastar para más de quitar la
fuerça al sofrir, no pudiera pensar que á
tal cosa dieras lugar si tus obras no me
lo certificaran.
Siempre crey que forçara tu condicion
piadosa á tu voluntad porfiada, como
quiera que en esto si mi vida recibe el
daño mi dicha tiene la culpa, espantado
estoy cómo de tí misma no te dueles.
Dite la libertad, ofrecite el coraçon,
no quise ser nada mio por serlo del todo
tuyo, pues, ¿cómo te querrá seruir ni
tener amor quien sopiere que tus propias
cosas destruyes? Por cierto tú eres
tu enemiga. Si no me querias remediar
porque me saluara yo, deuieraslo hazer
porque no te condenaras tú. Porque en
mi perdicion ouiese algund bien deseo
que te pese della, mas si el pesar te
avie de dar pena no lo quiero, que pues
nunca biuiendo te hize seruicio no seria
iusto que moriendo te causase enoio. Los
que ponen los oios en el sol quanto mas
lo miran mas se ciegan, y assi quanto
yo más contenplo tu hermosura mas ciego
tengo el sentido. Esto digo porque de los
desconciertos escritos no te marauilles:
verdad es que á tal tienpo escusado era
tal descargo, porque segund quedo mas
estó en disposicion de acabar la vida que
de desculpar las razones.
Pero quisiera que lo que tú auias de ver
fuera ordenado, porque no ocuparas tu
saber en cosa tan fuera de tu condicion.
Si consientes que muera porque se
publique que podiste matar, mal te
aconseiaste, que sin esperiencia mia lo
certificava la hermosura tuya; si lo
tienes por bien porque no era merecedor
de tus mercedes, pensaua alcançar por fé
lo que por desmerecer perdiese, y, con
este pensamiento, osé tomar tal cuydado.
Si por ventura te plaze por parecerte
que no se podria remediar sin tu ofensa
mi cuyta, nunca pense pedirte merced
que te causase culpa. ¿Cómo auia de
aprouecharme el bien que á ti te viniese
mal? Solamente pedí tu respuesta por
primero y postrimero galardon. Dexadas
mas largas te suplico, pues acabas la
vida que onrres la muerte, porque si en
lugar donde van las almas desesperadas ay
algun bien, no pediré otro si no sentido
para sentir que onrraste mis huesos por
gozar aquel poco espacio de gloria tan
grande.
EL AUCTOR
Acabada la habla y carta de Leriano,
satisfaziendo los oios por las palabras
con muchas lagrimas, sin poderle hablar
despedime dél, auiendo aquella, segund le
vi, por la postrimera vez que lo esperaua
ver; y puesto en el camino puse su
sobrescrito á su carta porque Laureola en
seguridad de aquel la quisiese recebir.
Y llegado donde estaua, acordé de gela
dar, la qual creiendo que era de otra
calidad recebio, y començo y acabó leer;
y como en todo aquel tiempo que la leya
nunca partiese de su rostro mi vista,
vi que quando acabó de leerla quedó tan
enmudecida y turbada como si gran mal
touiera, y como su turbacion de mirar
la mia no le escusase, por asegurarme
hizo me preguntas y hablas fuera de
todo proposito, y para librarse de la
conpañia que en semeiantes tienpos es
peligrosa, porque las mudanças públicas
no descubriessen los pensamientos,
retraxose. Y assí estuuo aquella noche
sin hablarme nada en el propósito, y otro
dia de mañana mandome llamar y despues
que me dixo quantas razones bastauan
para descargarse del consentimiento que
daua en la pena de Leriano, dixome que
le tenia escrito pareciéndole inumanidad
perder por tan poco precio un onbre tal;
y porque con el plazer de lo que le oya
estaua desatinado en lo que hablaua, no
escriuo la dulceza y onestad que ouo en
su razonamiento. Quien quiera que la
oyera pudiera conocer que aquel estudio
auie vsado poco: ya de enpachada estaua
encendida, ya de turbada se tornaua
amarilla. Tenia tal alteracion y tan
sin aliento la habla como si esperara
sentencia de muerte; en tal manera le
tenblaua la boz que no podía forçar con
la discrecion al miedo. Mi respuesta fué
breve porque el tienpo para alargarme no
me daua lugar, y despues de besalle las
manos recebi su carta, las razones de la
qual eran tales.
CARTA DE LAUREOLA Á LERIANO
La muerte que esperauas tú de penado
merecia yo por culpada si en esto que
hago pecase mi voluntad, lo que cierto no
es assí, que más te escriuo por redemir
tu vida que por satisfazer tu deseo.
Mas, triste de mi, que este descargo
solamente aprouecha para conplir comigo,
porque si deste pecado fuese acusada no
tengo otro testigo para saluarme sino mi
intencion, y por ser parte tan principal
no se tomaria en cuenta su dicho, y con
este miedo, la mano en el papel, puse el
coraçon en el cielo, haziendo iuez de mi
fin aquel á quien la verdad de las cosas
es manifiesta.
Todas las vezes que dudé en responderte
fue porque sin mi condenacion no podias
tú ser asuelto. Como agora parece que
puesto que tú solo y el levador de mi
carta sepays que escreui, qué sé yo los
iuycios que dareys sobre mi; y digo que
sean sanos sola mi sospecha me amanzilla.
Ruegote mucho quando con mi respuesta en
medio de tus plazeres estés mas vfano,
que te acuerdes de la fama de quien
los causó, y auiso te desto, porque
semeiantes fauores desean publicarse
teniendo mas acatamiento á la vitoria
dellos que á la fama de quien los da.
Quanto meior me estouiera ser afeada
por cruel que amanzillada por piadosa,
tú lo conosces, y por remediarte vsé lo
contrario. Ya tú tienes lo que deseauas
y yo lo que temia. Por Dios te pido que
enbueluas mi carta en tu fe, porque si
es tan cierta como confiesas no se te
pierda ni de nadie pueda ser vista, que
quien viese lo que te escriuo pensaria
que te amo, y creeria que mis razones
antes eran dichas por disimulacion de la
verdad que por la verdad. Lo qual es al
reues, que por cierto mas las digo, como
ya he dicho, con intencion piadosa que
con voluntad enamorada. Por hazerte creer
esto querria estenderme y por no ponerte
otra sospecha acabo, y para que mis obras
recibiesen galardon iusto auia de hazer
la vida otro tanto.
EL AUCTOR
Recibida la carta de Laureola acordé de
partirme para Leriano, el qual camino
quise hazer acompañado, por leuar comigo
quien á él y á mí ayudase en la gloria
de mi enbaxada, y por animarlos para
adelante llamé los mayores enemigos de
nuestro negocio que eran Contentamiento,
y Esperança, y Descanso, y Plazer,
y Alegría, y Holgança. Y porque si
las guardas de la prision de Leriano
quisiesen por leuar conpañía defenderme
la entrada, pense de yr en orden de
guerra, y con tal pensamiento, hecha
vna batalla de toda mi conpañía, seguí
mi camino, y allegado á vn alto donde
se parecia la prision, viendo los
guardadores della mi seña que era verde
y colorada, en lugar de defenderse
pusieronse en huyda tan grande que quien
mas huya mas cerca pensaua que yua del
peligro. Y como Leriano vido sobre á
ora tal rebato, no sabiendo qué cosa
fuese, pusose á vna ventana de la torre,
hablando verdad, mas con flaqueza de
espíritu que con esperança de socorro.
Y como me vio venir en batalla de tan
hermosa gente, conocio lo que era, y
lo vno de la poca fuerça y lo otro de
supito, bien perdido el sentido, cayó
en el suelo de dentro de la casa. Pues
yo que no leuaua espacio, como llegué
al escalera por donde solia sobir eché
á descanso delante, el qual dió estraña
claridad á su tinibra, y subido á donde
estaua el ya bienauenturado, quando le
ví en manera mortal pense que yua á buen
tienpo para llorarlo y tarde para darle
remedio, pero socorrio luego Esperança
que andaua allí la mas diligente y
echandole vn poco de agua en el rostro
tornó en su acuerdo, y por más esforçarle
dile la carta de Laureola, y entre tanto
que la leya todos los que leuaua comigo
procurauan su salud. Alegria le alegraua
el coraçon, Descanso le consolaua el
alma, Esperança le bolvia el sentido,
Contentamiento le aclaraua la vista,
Holgança le restituya la fuerça, Plazer
le abiuaua el entendimiento, y en tal
manera lo trataron que quando lo que
Laureola le escrebió acabó de leer estaua
tan sano como si ninguna pasion vuiera
tenido. Y como vido que mi diligencia le
dio libertad echabame muchas vezes los
brazos encima, ofreciendome á él y á todo
lo suyo, y pareciale poco precio segund
lo que merecia mi seruicio. De tal manera
eran sus ofrecimientos que no sabía
responderle como yo deuia y quien él era.
Pues despues que entre él y mí grandes
cosas pasaron, acordó de yrse á la corte,
y antes que fuesse estuuo algunos dias en
vna villa suya por rehazerse de fuerças y
atauios para su partida, y como se vido
en disposicion de poderse partir pusolo
en obra, y sabido en la corte como yua,
todos los grandes señores y mancebos
cortesanos salieron á recebirle. Mas
como aquellas cerimonias vieias touiesse
sabidas, mas vfana le daua la gloria
secreta que la onrra pública, y así fue
acompañado hasta palacio. Quando besó
las manos á Laureola pasaron cosas mucho
de notar, en especial para mí que sabia
lo que entre ellos estaua: al vno le
sobraua turbacion, al otro le faltaua
color; ni él sabie qué dezir, ni ella qué
responder, que tanta fuerça tienen las
pasiones enamoradas que sienpre traen el
seso y discrecion debaxo de su vandera;
lo que allí vi por clara esperiencia.
Y puesto que de las mudanças dellos
ninguno touiese noticia por la poca
sospecha que de su pendencia auia,
Persio, hijo del señor de Gavia miró en
ellas, trayendo el mismo pensamiento
que Leriano traya; y como las sospechas
celosas escudriñan las cosas secretas,
tanto miró de allí adelante las hablas
y señales dél, que dió crédito á lo que
sospechaua: y no solamente dió fé á lo
que veya, que no era nada, mas á lo que
ymaginaua él que era todo. Y con este
maluado pensamiento, sin más deliberacion
ni conseio, apartó al rey en vn secreto
lugar y dixole afirmadamente que Laureola
y Leriano se amauan y que se veyan todas
las noches despues que él dormia, y que
gelo hazia saber por lo que deuie á la
onrra y á su seruicio. Turbado el rey
de cosa tal, estouo dubdoso y pensatiuo
sin luego determinarse á responder, y
despues que mucho dormio sobre ello,
tovolo por verdad, creyendo segund la
virtud y auctoridad de Persio que no
le diria otra cosa. Pero con todo esso
primero que deliberase quiso acordar
lo que deuie hazer, y puesta Laureola
en vna carcel mandó llamar á Persio y
dixole que acusase de traydor á Leriano,
segun sus leyes, de cuyo mandamiento fue
mucho afrontado. Mas como la calidad
del negocio le forçaua á otorgarlo,
respondió al rey que aceutaua su mando y
que daua gracias á Dios que le ofrecia
caso para que fuesen sus manos testimonio
de su bondad; y como semeiantes autos
se acustumbran en Macedonia hazer por
carteles y no en presencia del rey, enbió
en vno Persio á Leriano las razones
siguientes:
CARTEL DE PERSIO PARA LERIANO
Pues procede de las virtuosas obras la
loable fama, iusto es que la maldad se
castigue porque la virtud se sostenga, y
con tanta diligencia deue ser la bondad
anparada que los enemigos della si por
voluntad no la obraren, por miedo la
vsen. Digo esto, Leriano, porque la pena
que recebirás de la culpa que cometiste
sera castigo para que tú pagues y otros
teman, que si á tales cosas se diese
lugar no sería menos fauorecida la
desvirtud en los malos, que la nobleza en
los buenos.
Por cierto mal te as aprovechado de la
limpieza que eredaste; tus mayores te
mostraron hazer bondad y tú aprendiste
obrar trayzion; sus huessos se
leuantarian contra tí si supiesen como
ensuziaste por tal error sus nobles
obras. Pero venido eres á tienpo que
recibieras por lo hecho, fin en la vida
y manzilla en la fama. Malauenturados
aquellos como tú que no saben escoger
muerte onesta; sin mirar el seruicio
de tu rey y la obligacion de tu sangre
touiste osada desuerguença para
enamorarte de Laureola, con la qual en
su camara, despues de acostado el rey,
diuersas vezes as hablado, escureciendo
por seguir tu condicion tu claro linage,
de cuya razon te rebto por traydor, y
sobrello te entiendo matar ó echar del
canpo; ó lo que digo hazer confesar por
tu boca, donde quanto el mundo durare
sere en exenplo de lealtad; y atreuome á
tanto confiando en tu falsía y mi verdad.
Las armas escoge de la manera que querras
y el canpo. Yo de parte del rey lo hago
seguro.
RESPUESTA DE LERIANO
Persio, mayor seria mi fortuna que tu
malicia si la culpa que me cargas con
maldad no te diese la pena que mereces
por iusticia. Si fueras tan discreto
como malo, por quitarte de tal peligro
antes deuieras saber mi intencion que
sentenciar mis obras. Á lo que agora
conozco de tí, mas curauas de parecer
bueno que de serlo. Teniendote por cierto
amigo todas mis cosas comunicaua contigo
y segund parece yo confiaua de tu virtud
y tú vsauas de tu condicion. Como la
bondad que mostrauas concertó el amistad,
assi la falsedad que encobrías causó la
enemiga. ¡Ó enemigo de tí mismo! que
con razon lo puedo dezir, pues por tu
testimonio dexarás la memoria con cargo
y acabarás la vida con mengua. ¿Por que
pusiste la lengua en Laureola que sola
su bondad basta a si toda la del mundo
se perdiese para tornarla á cobrar? Pues
tú afirmas mentira clara y yo defiendo
causa iusta, ella quedará libre de
culpa y tu onrra no de verguença. No
quiero responder á tus desmesuras porque
hallo por mas onesto camino vencerte
con la persona que satisfazerte con
las palabras. Solamente quiero venir a
lo que haze al caso, pues allí está la
fuerça de nuestro debate. Acusasme de
traydor y afirmas que entré muchas vezes
en su camara de Laureola despues del rey
retraydo. Á lo vno y á lo otro te digo
que mientes, como quiera que no niego
que con voluntad enamorada la miré. Pero
si fuerça de amor ordenó el pensamiento,
lealtad virtuosa causó la lynpieza dél;
assi que por ser della fauorecido y no
por ál lo pensé. Y para mas afearte te
defendere no solo que no entré en su
camara, mas que palabras de amores iamás
le hablé, pues quando la intencion no
peca saluo está el que se iuzga, y porque
la determinacion desto ha de ser con
la muerte del vno y no con las lenguas
dentramos, quede para el dia del hecho la
sentencia, la qual fio en Dios se dara
por mí, porque tú reutas con malicia y yo
defiendo con razon y la verdad determina
con iusticia. Las armas que á mí son de
señalar sean a la bryda segund nuestra
costumbre, nosotros armados de todas
pieças, los cauallos con cubiertas y
cuello y testera, lanças yguales y sendas
espadas sin ninguna otra arma de las
vsadas, con las quales defendiendo lo
dicho, ó (te) haré desdezir ó echaré del
campo sobrello.
EL AUCTOR
Como la mala fortuna enbidiosa de los
bienes de Leriano vsase con él de su
natural condicion, diole tal reues
quando le vido mayor en prosperidad. Sus
desdichas causauan pasion á quien las
vio y conbidan á pena á quien las oye.
Pues desando su cuyta para hablar en su
reuto, despues que respondio al cartel
de Persio como es escrito, sabiendo
el rey que estauan concertados en la
batalla, aseguró el canpo, y señalando el
lugar donde hiziesen, y ordenadas todas
las cosas que en tal auto se requerian
segund las ordenanças de Macedonia,
puesto el rey en vn cadahalso, vinieron
los caualleros cada vno acompañado y
fauorecido como merecía y guardadas en
ygualdad las onrras dentrambos entraron
en el canpo: y como los fieles los
dexaron solos, fueronse el vno para el
otro donde en la fuerça de los golpes
mostraron la virtud de los animos, y
quebradas las lanças en los primeros
encuentros pusieron mano á las espadas, y
assi se conbatian que quien quiera ouiera
enbidia de lo que obrauan y compasion de
lo que padecian.
Finalmente, por no detenerme en esto que
parece cuento de ystorias vieias, Leriano
le cortó á Persio la mano derecha, y como
la meior parte de su persona le viese
perdida dixole: Persio, porque no pague
tu vida por la falsedad de tu lengua
deues te desdezir. El qual respondio: haz
lo que as de hazer, que aunque me falta
el braço para defender no me fallece
coraçon para morir. Y oyendo Leriano
tal respuesta diole tanta priesa que
lo puso en la postrimera necesidad; y
como ciertos caualleros sus parientes le
viesen en estrecho de muerte suplicaron
al rey mandase echar el baston, que ellos
le fiauan para que dél hiziese iusticia
si claramente se hallase culpado; lo
qual el rey assi les otorgó. Y como
fuesen despartidos, Leriano de tan grande
agrauio con mucha razon se sentio, no
podiendo pensar porqué el rey tal cosa
mandase. Pues como fueron despartidos,
sacaronlos del canpo yguales en cerimonia
avnque desyguales en fama, y assi los
leuaron á sus posadas donde estuvieron
aquella noche; y otro dia de mañana
avido Leriano su conseio, acordó de yr á
palacio á suplicar y requerir al rey en
presencia de toda su corte, le mandase
restituir en su onrra haziendo iusticia
de Persio. El qual como era malino de
condicion y agudo de iuyzio, en tanto que
Leriano lo que es contado acordaua, hizo
llamar tres onbres muy conformes de sus
costumbres que tenia por muy suyos, y
iuramentandolos que le guardasen secreto
dió á cada uno infinito dinero porque
dixesen y iurasen al rey que vieron
hablar á Leriano con Laureola en lugares
sospechosos y en tienpos desonestos,
los quales se profirieron á afirmarlo y
iurarlo hasta perder la vida sobrello.
No quiero dezir lo que Laureola en todo
esto sentia porque la pasion no turbe el
sentido para acabar lo començado, porque
no tengo agora menos nueuo su dolor que
quando estaua presente. Pues tornando á
Leriano que mas de su prision della se
dolia que de la Vitoria dél se gloriaua,
como supo que el rey era leuantado fuese
á palacio y presentes los caualleros de
su corte hizole una habla en esta manera.
LERIANO AL REY
Por cierto, señor, con mayor voluntad
sufriera el castigo de tu iusticia que
la verguença de tu presencia, si ayer
no leuara lo meior de la batalla, donde
si tú lo ouieras por bien, de la falsa
acusacion de Persio quedara del todo
libre: que puesto que á vista de todos yo
le diera el galardon que merecia, gran
ventaia va de hizieralo á hizolo. La
razon por que despartir nos mandaste no
la puedo pensar, en especial tocando á mi
mismo el debate, que aunque de Laureola
deseases vengança, como generoso no te
faltaria piedad de padre, comoquiera
que en este caso, bien creo quedaste
satisfecho de tu descargo. Si lo heziste
por conpasion que auias de Persio, tan
iusto fuera que la vuieras de mi onrra
como de su vida, siendo tu natural. Si
por ventura lo consentiste por verte
aquexado de la suplicacion de sus
parientes, quando les otorgaste la merced
deuieras acordarte de los seruicios que
los mios te hizieron, pues sabes con
quanta costança de coraçon, quantos
dellos en muchas batallas y combates
perdieron por tu seruicio las vidas.
Nunca hueste iuntaste que la tercia
parte dellos no fuese. Suplicote que por
iuyzio me satisfagas la onrra que por mis
manos me quitaste: cata que guardando
las leyes se conseruan los naturales. No
consientas que biua onbre que tan mal
guarda las preeminencias de sus pasados,
porque no corronpan su benino los que
con él participaren. Por cierto no tengo
otra culpa sino ser amigo del culpado, y
si por este indicio merezco pena, damela
avn que mi inocencia della me asuelua,
pues conserué su amistad creyendole bueno
y no iuzgandole malo. Si le das la vida
por seruirte del, digote que te sera el
mas leal cizañador que puedas hallar en
el mundo. Requierote contigo mismo, pues
eres obligado á ser ygual en derecho, que
en esto determines con la prudencia que
tienes y sentencies con la iusticia que
vsas. Señor, las cosas de onrra deuen ser
claras, y si á este perdonas por ruegos,
ó por ser principal en tu reyno, ó por lo
que te plazera, no quedará en los iuyzios
de las gentes por desculpado del todo;
que si vnos creyeren la verdad por razon,
otros la turbarán con malicia: y digote
que en tu reyno lo cierto se sepa. Nunca
la fama leua lexos lo cierto; como sonará
en los otros lo que es pasado, si queda
sin castigo publico; por Dios, señor,
dexa mi onrra sin disputa, y de mi vida y
lo mio ordena lo que quisieres.
EL AUCTOR
Atento estuuo el rey á todo lo que
Leriano quiso dezir, y acabada su habla
respondiole que el auria su conseio sobre
lo que deuiese hazer, que en cosa tal con
deliberacion se auie de dar la sentencia.
Verdad es que la respuesta del rey no
fue tan dulce como deuiera, lo qual fue
porque si á Laureola daua por libre
segund lo que vido, él no lo estaua de
enoio; porque Leriano penso de seruilla
auiendo por culpado su pensamiento avnque
no lo fuese su entencion: y asi por esto
como por quitar el escandalo que andaua
entre su parentela y la de Persio mandóle
yr á vna villa suya que estaua dos leguas
de la corte, llamada Susa, entre tanto
que acordaua en el caso. Lo que luego
hizo con alegre coraçon teniendo ya á
Laureola por desculpada, cosa que él
tanto deseaua.
Pues como del rey fue despedido, Persio
que siempre se trabaiaua en ofender su
onrra por condicion y en defenderla por
malicia, llamó los coniurados antes que
Laureola se delibrase y dixoles que
cada vno por su parte se fuese al rey
y le dixese como de suyo por quitar
le dubdas, que él acusó á Leriano con
verdad de lo qual ellos eran testigos,
que le vieron hablar diuersas veces con
ella en soledad. Lo que ellos hizieron
de la manera que él gelo dixo, y tal
forma supieron darse y assi afirmaron su
testimonio que turbaron al rey, el qual
despues de auer sobrello mucho pensado
mandólos llamar y como vinieron, hizo á
cada uno por si preguntas muy agudas y
sotiles para ver si los hallaria mudables
ó desatinados en lo que respondiesen. Y
como deuieran gastar su vida en estudio
de falsedad, quanto mas hablauan meior
sabian concertar su mentira, de manera
que el rey les dió entera fé: por cuya
informacion teniendo á Persio por leal
seruidor, creya que mas por su mala
fortuna que por su poca verdad auia
leuado lo peor de la batalla. ¡O Persio,
quanto meior te estouiera la muerte vna
vez que merecella tantas! Pues queriendo
el rey que pagase la inocencia de
Laureola por la traycion de los falsos
testigos acordó que fuese sentenciada
por iusticia: lo qual como viniese á
noticia de Leriano estouo en poco de
perder el seso, y con vn arrebatamiento
y pasion desesperada acordaua de yr á
la corte á librar á Laureola y matar
á Persio ó perder por ello la vida.
Y viendo yo ser aquel conseio de mas
peligro que esperança, puesto con el en
razon desvielo dél, y como estaua con la
aceleracion desacordado quiso seruirse
de mi parecer en lo que ouiese de
delibrar, el qual me plogo dalle porque
no dispusiese con alteracion, para que
se arrepintiese con pesar, y despues que
en mi flaco iuycio se representó lo mas
seguro, dixele lo que se sigue.
EL AUCTOR Á LERIANO
Asi, señor, querria ser discreto para
alabar tu seso como poderoso para
remediar tu mal, porque fueses alegre
como yo deseo y loado como tú mereces.
Digo esto por el sabio sofrimiento que
en tal tiempo muestras, que como viste
tu iuyzio enbargado de pasion conociste
que seria lo que obrases no segund lo que
sabes mas segund lo que sientes, y con
este discreto conocimiento quesiste antes
errar por mi conseio sinple y libre que
acertar por el tuyo natural y enpedido.
Mucho he pensado sobre lo que en esta
tu grande fortuna se deue hazer y hallo
segund mi pobre iuyzio que lo primero que
se cunple ordenar es tu reposo, el qual
te desuia el caso presente.
De mi voto el primer acuerdo que tomaste
sera el postrero que obres, porque como
es gran cosa la que as de enprender, assi
como gran pesadunbre se deue determinar;
sienpre de lo dubdoso se ha de tomar lo
mas seguro, y si te pones en matar á
Persio y librar á Laureola deues antes
ver si es cosa con que podras salir,
que como es de mas estima la onrra
della que la vida tuya, sino pudieses
acabarlo dexarias a ella condenada y a
ti desonrrado. Cata que los onbres obran
y la ventura iuzga; si a bien salen las
cosas son alabadas por buenas, y si a
mal auidas por desuariadas. Si libras
a Laureola dirase que heziste osadia y
sino que pensaste locura; pues tienes
espacio daqui a nueue dias que se dara
la sentencia prueua todos los otros
remedios que muestran esperança, y si
en ellos no la hallares dispornas lo
que tienes pensado, que en tal demanda
avnque pierdas la vida la daras a tu
fama. Pero en esto ay una cosa que deue
ser proueyda primero que lo cometas y es
esta: estemos agora en que as forçado
la prision y sacado della a Laureola.
Si la traes a tu tierra es condenada de
culpa; donde quiera que allá la dexes
no la librarás de pena. Cata aqui mayor
mal que el primero. Pareceme a mi, para
sanear esto obrando tú esto otro, que se
deue tener tal forma: yo llegaré de tu
parte a Galio, hermano de la reyna, que
en parte desea tanto la libertad de la
presa como tú mismo, y le dire lo que
tienes acordado, y le suplicaré, por que
sea salva del cargo y de la vida, que
esté para el dia que fueres con alguna
gente, para que si fuere tal tu ventura
que la puedas sacar, en sacandola la
pongas en su poder a vista de todo el
mundo, en testimonio de su bondad y tu
linpieça; y que recebida, entre tanto que
el rey sabe lo vno y provee en lo otro,
la ponga en Dala fortaleza suya donde
podra venir el hecho a buen fin. Mas
como te tengo dicho, esto se ha de tomar
por postrimero partido. Lo que antes se
conuiene negociar es esto: yo yre a la
corte y iuntaré con el cardenal de Gausa
todos los caualleros y perlados que ay
se hallaren, el qual con voluntad alegre
suplicará al rey le otorgue a Laureola
la vida; y si en esto no hallare remedio
suplicaré a la reyna que con todas las
onestas y principales mugeres de su casa
y cibdad le pida la libertad de su hija,
á cuyas lagrimas y peticion no podrá,
a mi creer, negar piedad. Y si aqui no
hallo esperança dire a Laureola que le
escriua certificandole su inocencia;
y quando todas estas cosas me fueren
contrarias proferirme al rey que daras
vna persona tuya que haga armas con los
tres maluados testigos; y no aprouechando
nada desto probarás la fuerça en la que
por ventura hallarás la piedad que en el
rey yo buscaua. Pero antes que me parta
me parece que deues escreuir a Laureola
esforçando su miedo con seguridad de su
vida la qual enteramente le puedes dar.
Que pues se dispone en el cielo lo que se
obra en la tierra, no puede ser que Dios
no reciba sus lagrimas inocentes y tus
peticiones iustas.
EL AUCTOR
Solo vn punto no salio Leriano de mi
parecer porque le parecio aquél propio
camino para despachar su hecho mas
sanamente, pero con todo esso no le
aseguraua el coraçon, porque temia,
segund la fama del rey, mandaria dar
antes del plazo la sentencia, de lo qual
no me maravillaua, porque los firmes
enamorados lo mas dudoso y contrario
creen mas ayna, y lo que mas desean
tienen por menos cierto. Concluyendo él
escriuió para Laureola con mucha duda que
no querria recebir su carta, las razones
de la cual dezian assi:
CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA
Antes pusiera las manos en mí para acabar
la vida que en el papel para començar
a escreuirte, si de tu prision uvieran
sido causa mis obras como lo es mi mala
fortuna. La qual no pudo serme tan
contraria que no me puso estado de bien
morir segund lo que para saluarte tengo
acordado; donde si en tal demanda muriese
tú serás libre de la prision y yo de
tantas desauenturas: assi que será vna
muerte causa de dos libertades. Suplicote
no me tengas enemiga por lo que padeces,
pues como tengo dicho no tiene la culpa
dello lo que hize, mas lo que mi dicha
quiere. Puedes bien creer por grandes que
sean tus angustias, que siento yo mayor
tormento en el pensamiento dellas que tú
en ellas mismas. Pluguiera a Dios que
no te uviera conocido, que avnque fuera
perdidoso del mayor bien desta vida que
es averte visto, fuera bienauenturado en
no oyr ni saber lo que padeces. Tanto
he vsado beuir triste que me consuelo
con las mismas tristezas por causallas
tú. Mas lo que agora siento, ni recibe
consuelo, ni tiene reposo porque no
deja el coraçon en ningun sosiego. No
acreciente la pena que sufres la muerte
que temes, que mis manos te saluarán
della. Yo he buscado remedios para
templar la ira del rey; si en ellos
faltare esperança, en mí la puedes tener,
que por tu libertad haré tanto que será
mi memoria, en quanto el mundo durare,
exemplo de fortaleza. Y no te parezca
gran cosa lo que digo, que sin lo que tú
vales la iniusticia de tu prision haze
iusta mi osadia. ¿Quien podra resistir
mis fuerças pues tú las pones? qué no
osará el corazon enprender estando tú en
él? Solo vn mal ay en tu saluacion, que
se compra por poco precio segund lo que
mereces. Avnque por ella pierda la vida,
no solamente esto es poco; mas lo que se
puede desear perder no es nada.
Esfuerça con mi esperança tu flaqueza,
por que si te das a los pensamientos
della, podria ser que desfallecieses,
de donde dos grandes cosas se podrian
recrecer. La primera y mas principal,
seria tu muerte; la otra que me quitarias
a mi la mayor onrra de todos los onbres
no podiendo saluarte. Confia en mis
palabras, espera en mis pensamientos,
no seas como las otras mugeres que de
pequeñas causas reciben grandes temores.
Si la condicion mugeril te causare miedo,
tu discrecion te dé fortaleça la qual de
mis seguridades puedes recebir, y porque
lo que haré será prueua de lo que digo,
suplicote que lo creas. No te escribo tan
largo como quisiera por proueer lo que a
tu vida cunple.
EL AUCTOR
En tanto que Leriano escreuia ordené mi
camino y recebida su carta partime con
la mayor priesa que pude; y llegado á la
corte trabaié que Laureola la recibiese,
y entendi primero en dargela que ninguna
otra cosa hiziesse por dalle algun
esfuerço; y como para vella me fuese
negada licencia, informado de vna camara
donde dormia vi una ventana con vna rexa
no menos fuerte que cerrada; y venida la
noche, doblada la carta muy sotilmente
pusela en vna lança y con mucho trabaio
echela dentro en su camara. Y otro dia
en la mañana como disimuladamente por
alli me anduuiese, abierta la ventana
vila, y vi como vido, como quiera que
por la espesura de la rexa no la pude
bien deuisar. Finalmente ella respondio:
y venida la noche quando sintio mis
pisadas echó la carta en el suelo, la
qual recebida, sin hablarle palabra por
el peligro que en ello para ella auia,
acordé de yrme; y sintiendome yr dixo:
cata qui el gualardon que recibo de la
piedad que tuve. Y porque los que la
guardauan estauan iunto comigo no le pude
responder. Tanto me lastimó aquella razon
que me dixo, que si fuera buscado, por el
rastro de mis lagrimas pudieran hallarme.
Lo que respondio á Leriano fue esto.
CARTA DE LAUREOLA Á LERIANO
No sé, Leriano, qué te responda sino que
en las otras gentes se alaba la piedad
por virtud y en mi se castiga por vicio.
Yo hize lo que deuia segund piadosa y
tengo lo que merezco segund desdichada.
No fue por cierto tu fortuna ni tus obras
causa de mi prision, ni me querello de
tí ni de otra persona en esta vida, sino
de mí sola que por librarte de muerte
me cargué de culpa, como quiera que en
esta compasion que te uve mas ay pena que
cargo, pues remedié como inocente y pago
como culpada. Pero todavia me plaze mas
la prision sin yerro que la libertad con
él, y por esto avnque pene en sofrilla,
descanso en no merecella. Yo soy entre
las que biuen la que menos deuiera ser
biua. Si el rey no me salua espero la
muerte, si tú me delibras la de tí y de
los tuyos, de manera que por vna parte
o por otra se me ofrece dolor. Si no me
remedias he de ser muerta; si me libias
y lieuas sere condenada; y por esto te
ruego mucho te trabaies en saluar mi fama
y no mi vida, pues lo vno se acaba y lo
otro dura. Busca como dizes que hazes
quien amanse la saña del rey, que de la
manera que dizes no puedo ser salua sin
destruycion de mi onrra. Y dexando esto
á tu conseio que sabras lo meior, oye el
galardon que tengo por el bien que te
hize.
Las prisiones que ponen á los que han
hecho muertes me tienen puestas porque la
tuya escusé; con gruesas cadenas estoy
atada, con asperos tormentos me lastiman,
con grandes guardas me guardan, como si
tuuiese tuercas para poderme salir. Mi
sofrimiento es tan delicado y mis penas
tan crueles, que sin que mi padre dé la
sentencia, tomará la vengança muriendo
en esta dura carcel. Espantada estoy
cómo de tan cruel padre nació hija tan
piadosa; si le pareciera en la condicion
no le temiera en la iusticia, puesto
que iniustamente la quiera hazer. Á lo
que toca á Persio no te respondo porque
no ensuzie mi lengua como ha hecho mi
fama. Verdad es que más querria que de
su testimonio se desdixese que no que
muriese por él; mas avnque yo digo tú
determina, que segund tu iuyzio no podras
errar en lo que acordares.
EL AUCTOR
Muy dudoso estuue quando recebí esta
carta de Laureola sobre enbialla á
Leriano ó esperar á leualla yo, y en fin
hallé por meior seso no enuiargela por
dos inconuenientes que hallé. El vno era
porque nuestro secreto se ponia á peligro
en fiarla de nadie, el otro porque las
lastymas della le pudieran causar tal
aceleracion que errara sin tiempo lo
que con el acertó, por donde se pudiera
todo perder. Pues boluiendo al proposito
primero, el dia que llegué á la corte
tenté las voluntades de los principales
della para poner en el negocio a los
que hallase conformes a mi opinion; y
ninguno hallé de contrario deseo saluo á
los parientes de Persio, y como esto vue
sabydo supliqué al cardenal que ya dixe
le pluguiese hazer suplicacion al rey por
la vida de Laureola, lo qual me otorgó
con el mismo amor y compasion que yo gelo
pedia. Y sin mas tardança iuntó con él
todos los perlados y grandes señores que
allí se hallaron, y puesto en presencia
del rey, en su nombre y de todos los que
yuan con él hizole vna habla en esta
forma.
EL CARDENAL AL REY
No sin razon los soberanos principes
pasados ordenaron conseio en lo que
vuiesen de hazer segund quantos prouechos
en ello hallaron, y puesto que fuesen
diuersos, por seys razones aquella ley
deue ser conseruada. La primera porque
meior aciertan los onbres en las cosas
agenas que en las suyas propias, porque
el corazon de cuyo es el caso no puede
estar sin yra ó cobdicia ó aficion ó
deseo ó otras cosas semejantes, para
determinar como deue. La segunda porque
platicadas las cosas siempre quedan
en lo cierto. La tercera porque si
aciertan los que aconsejan, avnque
ellos dan el voto, del aconseiado es la
gloria. La quarta por lo que se sigue
del contrario; que si por ageno seso
se yerra el negocio, el que pide el
parecer queda sin cargo y quien gelo da
no sin culpa. La quinta porque el buen
conseio muchas vezes asegura las cosas
dudosas. La sesta porque no dexa tan
ayna caer la mala fortuna y sienpre en
las aduersidades pone esperança. Por
cierto, Señor, turbio y ciego conseio
puede ninguno dar á ssi mismo siendo
ocupado de saña ó pasion, y por esto no
nos culpes si en la fuerça de tu yra te
venimos á enoiar, que más queremos que
ayrado nos reprehendas porque te dimos
enoio que no que arrepentido nos condenes
porque no te dimos conseio. Señor, las
cosas obradas con deliberacion y acuerdo
procuran prouecho y alabancia para quien
las haze, y las que con saña se hazen
con arrepentimiento se piensan. Los
sabios como tú quando obran, primero
delibran que disponen y sonles presentes
todas las cosas que pueden venir assí de
lo que esperan prouecho como de lo que
temen reues. Y si de qualquiera pasion
enpedidos se hallan no sentencian en nada
fasta verse libres; y avnque los hechos
se dilaten hanlo por bien, porque en
semeiantes casos la priesa es dañosa y
la tardanza segura; y como han sabor de
hazer lo iusto piensan todas las cosas,
y antes que las hagan siguiendo la razon
establecenles secucion onesta. Propriedad
es de los discretos prouar los conseios
y por ligera creencia no disponer, y en
lo que parece dubdoso tener la sentencia
en peso, porque no es todo verdad lo que
tiene semeiança de verdad. El pensamiento
del sabio agora acuerde, agora mande,
agora ordene, nunca se parta de lo que
puede acaecer, y siempre como zeloso de
su fama se guarda de error, y por no
caer en él tiene memoria en lo pasado
por tomar lo meior dello y ordenar lo
presente con tenplança y contenplar lo
porvenir con cordura por tener auiso de
todo. Señor, todo esto te avemos dicho
porque te acuerdes de tu prudencia y
ordenes en lo que agora estás, no segund
sañudo, mas segund sabidor. Assí buelue
en tu reposo, que fuerçe lo natural de tu
seso al acidente de tu yra. Auemos sabido
que quieres condenar á muerte á Laureola.
Si la bondad no merece ser iusticiada, en
verdad tu eres iniusto iuez. No quieras
turbar tu gloriosa fama con tal iuyzio,
que puesto que en él vuiese derecho,
antes serías, si lo dieses, infamado
por padre cruel que alabado por rey
iusticiero. Diste crédito á tres malos
onbres; por cierto tanta razon auía para
pesquisar su vida como para creer su
testimonio.
Cata que son en tu corte mal infamados,
conformanse con toda maldad, sienpre se
alaban en las razones que dizen de los
engaños que hazen. Pues por qué das más
fé á la informacion dellos que al iuyzio
de Dios, el qual en las armas de Persio
y Leriano se mostró claramente? No seas
verdugo de tu misma sangre, que serás
entre los onbres muy afeado; no culpes la
inocencia por conseio de la saña.
Y si te pareciere que por las razones
dichas Laureola no deue ser salua, por
lo que deues á tu virtud, por lo que te
obliga tu realeza, por los seruicios
que te auemos hecho, te suplicamos
hagas merced de su vida. Y porque menos
palabras de las dichas bastaban segun tu
clemencia para hazello, no te queremos
dezir sino que pienses quanto es meior
que perezca tu ira que tu fama.
RESPUESTA DEL REY
Por bien aconseiado me tuuiera de
vosotros sino tuuiese sabido ser tan
devido vengar las desonrras como perdonar
las culpas. No era menester dezirme
las razones porque los poderosos deuen
recebir conseio, porque aquellas y otras
que dexastes de dezir tengo yo conocidas;
mas bien sabes quando el coraçon está
enbargado de pasion que estan cerrados
los oydos al conseio, y en tal tiempo las
frutuosas palabras en lugar de amansar
acrecientan la saña porque reuerdecen
en la memoria la causa della; pero digo
que estuuiese libre de tal enpedimento
yo creeria que dispongo y ordeno
sabiamente la muerte de Laureola, lo
qual quiero mostraros por causas iustas
determinadas segund onrra y iusticia. Si
el yerro desta muger quedase sin pena no
seria menos culpante que Leriano en mi
desonrra. Publicado que tal cosa perdoné
seria de los comarcanos despreciado
y de los naturales desobedecido y de
todos mal estimado, y podria ser acusado
que supe mal conseruar la generosidad
de mis antecesores, y á tanto se
estenderia esta culpa si castigada no
fuese que podrie amanzillar la fama de
los pasados y la onrra de los presentes
y la sangre de los por venir, que sola
vna macula en el linage cunde toda la
generacion. Perdonando á Laureola seria
causa de otras mayores maldades que en
esfuerço de mi perdon se harian, pues
más quiero poner miedo por cruel que dar
atreuimiento por piadoso y sere estimado
como conuiene que los reyes lo sean.
Segund iusticia mirad quantas razones ay
para que sea sentenciada. Bien sabeys
que establecen nuestras leyes que la
muger que fuere acusada de tal pecado
muera por ello. Pues ya veys quanto más
me conuiene ser llamado rey iusto que
perdonador culpado, que lo seria muy
conocido si en lugar de guardar la ley
la quebrase, pues a sí mismo se condena
quien al que yerra perdona. Ygualmente se
deue guardar el derecho, y el coraçon del
juez no se ha de mouer por fauor ni amor
ni cobdicia ni por ningun otro acidente;
siendo derecha la iusticia es alabada y
si es fauorable aborrecida. Nunca se deue
torcer pues de tantos bienes es causa:
pone miedo á los malos, sostiene los
buenos, pacifica las diferencias, ataia
las questiones, escusa las contiendas,
abiene los debates, asegura los caminos,
onrra los pueblos, fauorece los pequeños,
enfrena los mayores. Es para el bien
comun en gran manera muy prouechosa;
pues para conseruar tal bien porque las
leyes se sostengan iusto es que en mis
proprias cosas la vse. Si tanto la salud
de Laureola quereys y tanto su bondad
alabays, dad vn testigo de su inocencia
como ay tres de su cargo y será
perdonada con razon y alabada con verdad.
Dezis que deuiera dar tanta fe al iuyzio
de Dios como al testimonio de los onbres;
no os marauilleys de assi no hazello, que
veo el testimonio cierto y el iuycio no
acabado; que puesto que Leriano leuase
lo meior de la batalla podemos iuzgar el
medio y no saber el fin. No respondo á
todos los apuntamientos de vuestra habla
por no hazer largo proceso y en el fin
enbiaros sin esperança. Mucho quisiera
aceutar vuestro ruego por vuestro
merecimiento; sino lo hago aveldo por
bien, que no menos deueys desear la onrra
del padre que la saluacion de la hija.
EL AUCTOR
La desesperança del responder del rey
fué para los que la oyan causa de graue
tristeça, y como yo triste viese que
aquel remedio me era contrario, busqué
el que creya muy prouechoso que era
suplicar a la reyna le suplicase al rey
por la saluacion de Laureola. Y yendo a
ella con este acuerdo como aquella que
tanto participaua en el dolor de la hija,
topela en vna sala, que venia a hazer
lo que yo queria dezille, aconpañada
de muchas generosas dueñas y damas
cuya auctoridad bastaua para alcançar
qualquiera cosa por iniusta y graue que
fuera, quanto mas aquella que no con
menos razon el rey deuiera hazella que
la reyna pedilla. La qual puestas las
rodillas en el suelo le dixo palabras
assi sabias para culpalle como piadosas
para amansalle. Deziale la moderacion
que conuiene á los reyes, reprehendiale
la perseuerança de su yra, acordauale
que era padre, hablauale razones tan
discretas para notar como lastymadas para
sentir. Suplicauale que si tan cruel
iuyzio dispusiese se quisiese satisfazer
con matar a ella que tenia los mas dias
pasados y dexase a Laureola tan dina
de la vida. Prouauale que la muerte de
la salua matarie la fama del iuez y el
beuir de la iuzgada y los bienes de la
que suplicaua. Mas tan endurecido estaua
el rey en su proposito que no pudieron
para con él las razones que dixo ni las
lagrimas que derramó y assi se boluio a
su camara con poca fuerça para llorar
y menos para beuir. Pues viendo que
menos la reyna hallaua gracia en el rey,
llegué a él como desesperado sin temer
su saña y dixele porque su sentencia
diese con iusticia clara, que Leriano
daría vna persona que hiziese armas con
los tres falsos testigos, o que él por
si lo haría avnque abaxase su merecer,
porque mostrase Dios lo que iustamente
deuiese obrar. Respondiome que me dexase
de enbaxadas de Leriano, que en oyr
su nonbre le crecia la pasion. Pues
boluiendo á la reyna, como supo que en la
vida de Laureola no auia remedio fuese
á la prision donde estaua y besandola
diuersas veces deziale estas palabras:
LA REYNA Á LAUREOLA
O bondad acusada con malicia! O virtud
sentenciada con saña! O hija nacida
para dolor de su madre! Tú serás muerta
sin iusticia y de mi llorada con
razon. Más poder ha tenido tu ventura
para condenarte que tu inocencia para
hazerte salua. Beuire en soledad de ti
y en conpañia de los dolores que en tu
lugar me dexas los quales de conpasion
viendome quedar sola por acompañadores
me diste. Tu fin acabará dos vidas; la
tuya sin causa y la mia por derecho, y
lo que biuiere despues de tí me será
mayor muerte que la que tú recibirás,
porque muy mas atormenta deseada que
padecella. Pluguiera á Dios que fueras
llamada hija de la madre que muryo y no
de la que te vido morir. De las gentes
serás llorada en quanto el mundo durare.
Todos los que de tí tenian noticia auian
por pequeña cosa este reyno que auies de
eredar, segund lo que merecias. Podiste
caber en la yra de tu padre y dizen
los que te conoscen que no cupiera en
toda la tierra tu merecer. Los ciegos
deseauan vista para verte y los mudos
habla por alabarte y los pobres riqueza
para seruirte; á todos eras agradable y
á Persio fuiste odiosa. Si algund tiempo
biuo, él recebirá de sus obras galardon
iusto, y avnque no me queden fuerças para
otra cosa sino para desear morir para
vengarme dél, tomallas he prestadas de la
enemistad que le tengo, puesto que esto
no me satisfaga, porque no podra sanar
el dolor de la manzilla la secucion de
la vengança. ¡O hija mia! ¿por qué si la
onestad es prueua de la virtud no dió el
rey mas crédito á tu presencia que al
testimonio? En la habla, en las obras,
en los pensamientos siempre mostraste
coraçon virtuoso, ¿pues por qué consiente
Dios que mueras? No hallo por cierto otra
causa sino que puede mas la muchedumbre
de mis pecados que el merecimiento
de tu iustedad y quiso[274] que mis
errores comprehendiesen tu innocencia.
Pon, hija mia, el coraçon en el cielo;
no te duela dexar lo que se acaba por
lo que permanece. Quiere el señor que
padezcas como martyr porque gozes como
bienauenturada. De mi no leues deseo,
que si fuere dina de yr do fueres, sin
tardança te sacaré dél. ¡Qué lastyma
tan cruel para mi que suplicaron tantos
al rey por tu vida y no pudieron todos
defendella y podrá vn cuchillo acaballa
el qual dexará el padre culpado y la
madre con dolor y la hija sin salud y
el reyno sin eredera! Detengo me tanto
contigo, luz mia, y digote palabras tan
lastimeras que te quiebren el coraçon
porque deseo que mueras en mi poder
de dolor por no verte morir en el del
verdugo por iusticia, el qual avnque
derrame tu sangre no terna tan crueles
las manos como el rey la condicion. Pero
pues no se cumple mi deseo, antes que me
yaya recibe los postrimeros besos de mí,
tu piadosa madre; y assi me despido de tu
vista y de mas querer la mia.
EL AUCTOR
Como la reyna acabó su habla, no quise
esperar la respuesta de la innocente por
no recebir doblada manzilla, y assi ella
y las señoras de quien fue aconpañada se
despidieron della con el mayor llanto de
todos los que en el mundo son hechos.
Y despues que fue yda enbié á Laureola
vn mensaiero suplicandole escriuiese al
rey, creyendo que auria más fuerça en sus
piadosas palabras que en las peticiones
de quien auia trabaiado su libertad.
Lo qual luego puso en obra con mayor
turbacion que esperança. La carta dezia
en esta manera:
CARTA DE LAUREOLA AL REY
Padre, he sabido que me sentencias á
muerte y que se cumple de aquí á tres
dias el termino de mi vida, por donde
conozco que no menos deuen temer los
inocentes la ventura que los culpados
la ley, pues me tiene mi fortuna en el
estrecho que me podiera tener la culpa
que no tengo, lo qual conocerias si la
saña te dexase ver la verdad. Bien sabes
la virtud que las coronicas pasadas
publican de los reyes y reynas donde
yo procedo; pues ¿por qué nacida yo de
tal sangre creyste mas la informacion
falsa que la bondad natural? Si te plaze
matarme, por voluntad obralo, que por
iusticia no tienes porqué; la muerte
que tú me dieres, avnque por causa de
temor la rehuse, por razon de obedecer
la consiento, auiendo por meior morir en
tu obediencia que beuir en tu desamor.
Pero todavia te suplico que primero
acuerdes que determines, porque, como
Dios es verdad, nunca hize cosa porque
mereciese pena. Mas digo, señor, que la
hiziera, tan conuenible te es la piedad
de padre como el rigor de iusto. Sin
dubda yo deseo tanto mi vida por lo que
á ti toca como por lo que á mi cunple,
que al cabo so hija. Cata, señor, que
quien crueza haze su peligro busca. Mas
seguro de caer estaras siendo amado por
clemencia que temido por crueldad. Quien
quiere ser temido forçado es que tema.
Los reyes crueles de todos los onbres son
desamados y estos á las vezes buscando
cómo se venguen hallan cómo se pierdan.
Los suditos de los tales mas desean la
rebuelta del tienpo que la conseruacion
de su estado; los saluos temen su
condicion y los malos su iusticia. Sus
mismos familiares les tratan y buscan la
muerte vsando con ellos lo que dellos
aprendieren. Digote, señor, todo esto
porque deseo que se sostente tu onrra
y tu vida. Mal esperança teman los
tuyos en ti viendote cruel contra mi;
temiendo otro tanto les darés en[275]
exemplo de qualquier osadia, que quien
no está seguro nunca asegura. ¡O quanto
estan libres de semeiantes ocasiones
los principes en cuyo coraçon está la
clemencia; si por ellos conuiene que
mueran sus naturales, con voluntad se
ponen por su saluacion al peligro,
velanlos de noche, guardanlos de dia; más
esperança tienen los beninos y piadosos
reyes en el amor de las gentes que en la
fuerça de los muros de sus fortalezas;
quando salen á las plaças el que más
tarde los bendice y alaba más temprano
piensa que yerra. Pues mira, señor, el
daño que la crueldad causa y el prouecho
que la mansedumbre procura, y si todavia
te pareciere meior seguir antes la
opinion de tu saña que el conseio propio,
malauenturada sea hija que nacio para
poner en condicion la vida de su padre,
que por el escandalo que pornas con tan
cruel obra nadie se fiará de ti ni tú de
nadie te deues fiar porque con tu muerte
no procure algund su seguridad. Y lo
que más siento sobre todo es que daras
contra mi la sentencia y harás de tu
memoria la iusticia la qual será siempre
acordada mas por la causa della que por
ella misma. Mi sangre ocupará poco lugar
y tu crueza toda la tierra. Tú serás
llamado padre cruel y yo sere dicha hija
innocente, que pues Dios es iusto él
aclarará mi verdad. Assi quedaré libre de
culpa quando aya recebido la pena.
EL AUCTOR
Despues que Laureola acabó de escreuir,
enbió la carta al rey con vno de aquellos
que la guardavan, y tan amada era de
aquel y todos los otros guardadores
que le dieran libertad si fueran tan
obligados á ser piadosos como leales.
Pues como el rey recibio la carta,
despues de avella leydo mandó muy
enoiadamente que al leuador della le
tirasen delante, lo qual yo viendo
començe de nueuo a maldezir mi ventura
y puesto que mi tormento fuese grande
ocupaua el coraçon de dolor mas no la
memoria de oluido para lo que hazer
conuenia, y a la ora porque auia mas
espacio para la pena que para el remedio
hablé con Gaulo tio de Laureola, como es
contado, y dixele como Leriano queria
sacalla por fuerça de la prision, para lo
quél le suplicaua mandase iuntar alguna
gente para que sacada de la carcel la
tomase en su poder y la pusiese en saluo,
porque si el consigo la leuase podria dar
lugar al testimonio de los malos onbres
y a la acusacion de Persio. Y como no le
fuese menos cara que a la reyna la muerte
de Laureola, respondiome que aceutaua
lo que dezia, y como su voluntad y mi
deseo fueron conformes dió priesa en
mi partida porque antes quel hecho se
supiese se despachase. La qual puse
luego en obra, y llegado donde Leriano
estaua dile cuenta de lo que hize y de
lo poco que acabé, y hecha mi habla dile
la carta de Laureola, y con la compasion
de las palabras della y con pensamiento
de lo que esperaua hazer traya tantas
rebueltas en el coraçon que no sabia
qué responderme. Lloraua de lastyma, no
sosegaua de sañudo, desconfiaua segund
su fortuna, esperaua segund su iusticia.
Quando pensaua que sacaríe á Laureola
alegrauase, quando dudaua si lo podrie
hazer enmudecia. Finalmente dexadas las
dubdas, sabida la respuesta que Galio me
dió, començo a proueer lo que para el
negocio conplia, y como onbre proueydo,
en tanto que yo estaua en la corte,
iuntó quinientos onbres darmas suyos,
sin que pariente ni persona del mundo
lo supiese. Lo qual acordó con discreta
consideracion, porque si con sus deudos
lo comunicara, vnos por no deseruir al
rey dixieran que era mal hecho y otros
por asegurar su hazienda que lo deuia
dexar y otros por ser al caso peligroso
que no lo deuia enprender; assi que por
estos inconuenientes y porque por alli
pudiera saberse el hecho quiso con sus
gentes solas acometello; y no quedando
sino vn dia para sentenciar á Laureola,
la noche antes iuntó sus caualleros y
dixoles quanto eran mas obligados los
buenos á temer la verguença que el
peligro. Alli les acordo como por las
obras que hizieron avn biuia la fama de
los pasados; rogoles que por cobdicia de
la gloria de buenos no curasen de la de
biuos, traxoles a la memoria el premio de
bien morir y mostroles quanto era locura
temello no podiendo escusallo.
Prometioles muchas mercedes y despues
que les hizo vn largo razonamiento
dixoles para qué los auia llamado, los
quales a vna boz iuntos se profirieron
a morir con el. Pues conociendo Leriano
la lealtad de los suyos tuuose por
bien aconpañado y dispuso su partida
en anocheciendo, y llegado a vn valle
cerca de la cibdad estuuo alli en celada
toda la noche, donde dió forma en lo
que auia de hazer. Mandó a vn capitan
suyo con cient onbres darmas que fuese
a la posada de Persio y que matase a él
y a quantos en defensa se le pusiesen.
Ordenó que otros dos capitanes estuviesen
con cada cinquenta caualleros a pie
en dos calles principales que salian
a la prision, a los quales mandó que
tuviesen el rostro contra la cibdad y
que á quantos viniesen defendiesen la
entrada de la carcel entre tanto que
él con los trezientos que le quedauan
trabaiaua por sacar á Laureola. Y al que
dió cargo de matar á Persio díxole que
en despachando se fuese á ayuntar con él
y creyendo que a la buelta si acabase
el hecho auia de salir peleando, porque
al sobir en los cauallos no recibiese
daño, mandó aquel mismo caudillo quél y
los que con el fuesen se adelantasen a
la celada a caualgar para que hiziesen
rostro a los enemigos en tanto quél y
los otros tomauan los cauallos, con los
quales dexó cinquenta onbres de pie para
que los guardasen. Y como acordado todo
esto començase amanecer, en abriendo las
puertas mouio con su gente, y entrados
todos dentro en la cibdad cada vno tuuo
a cargo lo que auia de hazer. El capitan
que fué a Persio dando la muerte a
quantos topaua no paró hasta el que se
comenzaua a armar, donde muy cruelmente
sus maldades y su vida acabaron. Leriano
que fue á la prision, acrecentando con
la saña la virtud del esfuerço tan
duramente peleó con las guardas que no
podia pasar adelante sino por encima de
los muertos quél y los suyos derribauan,
y como en los peligros mas la bondad se
acrecienta, por fuerça de armas llegó
hasta donde estaua Laureola a la qual
sacó con tanto acatamiento y cerimonia
como en tienpo seguro lo podiera hazer, y
puesta la rodilla en el suelo besole las
manos como a hija de su rey. Estaua ella
con la turbacion presente tan sin fuerça
que apenas podia mouerse, desmayauale el
coraçon, falleciale la color, ninguna
parte de biua tenia. Pues como Leriano
la sacaua dela dichosa carcel que tanto
bien merecio guardar, halló á Galio
con vna batalla de gente que la estaua
esperando y en presencia de todos gela
entregó, y como quiera que sus caualleros
peleauan con los que al rebato venian,
púsola en una hacanea que Galio tenia
adereçada, y despues de besalle las
manos otra vez fue á ayudar y fauorecer
su gente boluiendo siempre a ella los
oios hasta que de vista la perdio. La
qual sin ningun contraste leuó su tyo a
Dala, la fortaleza dicha. Pues tornando
á Leriano, como ya ell alboroto llegó a
oydos del rey, pidio las armas y tocadas
las tronpetas y atabales armose toda la
gente cortesana y de la cibdad; y como
el tienpo le ponia necesidad para que
Leriano saliese al canpo començolo á
hazer esforçando los suyos con animosas
palabras, quedando siempre en la reçaga,
sufriendo la multitud delos enemigos
con mucha firmeza de coraçon. Y por
guardar la manera onesta que requiere el
rretraer, yva ordenado con menos priesa
que el caso pedia, y assi perdiendo
algunos delos suyos y matando a muchos
de los contrarios llegó a donde dexó
los cauallos, y guardada la orden que
para aquello auie dado, sin recebir
reues ni peligro caualgaron él y todos
sus caualleros, lo que por ventura no
hiziera si antes no proueyera el remedio.
Puestos todos como es dicho a cauallo,
tomó delante los peones y siguio la via
de Susa donde auie partido, y como se le
acercauan tres batallas del rey, salido
de paso apresuró algo ell andar con tal
concierto y orden que ganaua tanta onrra
en el retraer como en el pelear. Yva
siempre en los postreros haziendo algunas
bueltas quando el tiempo las pedia, por
entretener los contrarios, para leuar su
batalla mas sin congoxa. En el fin, no
auiendo sino dos leguas como es dicho
hasta Susa, pudo llegar sin que ningund
suyo perdiese, cosa de gran marauilla,
porque con cinco mill onbres darmas venia
ya el rey enbuelto con él.
El qual muy encendido de coraie puso a la
ora cerco sobre el lugar con proposito
de no leuantarse de allí hasta que dél
tomase vengança. Y viendo Leriano que
el rey asentaua real repartio su gente
por estancias segund sabio guerrero.
Donde estaua el muro mas flaco ponia
los mas rezios caualleros; donde auia
apareio para dar en el real ponia los mas
sueltos; donde veya mas dispusicion para
entralle por traycion ó engaño ponia los
mas fieles. En todo proueya como sabido
y en todo osaua como varon. El rey como
aquel que pensaua leuar el hecho a fin,
mandó fortalecer el real, y proueó en
las prouisiones; y ordenadas todas las
cosas que a la hueste cumplia, mandó
llegar las estancias cerca de la cerca
de la villa, las quales guarnecio de muy
bona gente, y pareciendole segund le
acuciaua la saña gran tardança esperar á
tomar á Leriano por hanbre, puesto que
la villa fuese muy fuerte, acordo de
conbatilla lo qual prouo con tan brauo
coraçon que vuo el cercado bien menester
el esfuerço y la diligencia. Andaua
sobre saliente con cient caualleros que
para aquello tenia diputados; donde veya
flaqueza se esforçaua, donde veya coraçon
alabaua, donde veya mal recaudo proueya.
Concluyendo, porque me alargo, el rey
mandó apartar el combate con perdida
de mucha parte de sus caualleros, en
especial de los mancebos cortesanos que
sienpre buscan el peligro por gloria.
Leriano fue herido en el rostro y no
menos perdió muchos onbres principales.
Pasado assi este conbate diole el rey
otros cinco en espacio de tres meses,
de manera que le fallecian ya las dos
partes de su gente, de cuya razon hallaua
dudoso su hecho, como quiera que en el
rostro, ni palabras, ni obras nadie gelo
conosciese, porque en el coraçon del
caudillo se esfuerçan los acaudillados.
Finalmente como supo que otra vez
ordenauan dele conbatir, por poner
coraçon a los que le quedauan hizoles una
habla en esta forma.
LERIANO Á SUS CAUALLEROS
Por cierto, caualleros, si como soys
pocos en número no fuésedes muchos
en fortaleza yo ternia alguna duda
en nuestro hecho segun nuestra mala
fortuna, pero como sea mas estimada
la virtud que la muchedumbre, vista
la vuestra antes temo necesidad de
ventura que de caualleros y con esta
consideracion en solos vosotros tengo
esperança. Pues es puesta en nuestras
manos nuestra salud, tanto por
sustentacion de vida como por gloria de
fama nos conviene pelear. Agora se nos
ofrece causa para dexar la bondad que
eredamos á los que nos han de eredar, que
malauenturados seriamos si por flaqueza
en nosotros se acabasse la eredad. Assi
pelead que libreys de verguença vuestra
sangre y mi nombre. Oy se acaba ó se
confirma nuestra onrra; sepamosnos
defender y no avergonçar, que muy mayores
son los galardones de las victorias que
las ocasiones de los peligros. Esta vida
penosa en que bevimos no sé porqué se
deua mucho querer, que es breue en los
días y larga en los trabaios, la qual ni
por temor se acrecienta, ni por osarse
acorta, pues quando nascemos se limita su
tiempo, por donde escusado es el miedo
y devida la osadía. No nos pudo nuestra
fortuna poner en meior estado que en
esperança de onrrada muerte ó gloriosa
fama. Cudicia de alabança, auaricia de
onrra acaban otros hechos mayores quel
nuestro; no temamos las grandes conpañas
llegadas al real, que en las afrentas
los menos pelean; á los sinples espanta
la multitud de los muchos y á los sabios
esfuerça la virtud de los pocos. Grandes
apareios tenemos para osar; la bondad
nos obliga, la iusticia nos esfuerça, la
necesidad nos apremia. No ay cosa porque
deuamos temer y ay mill para que deuamos
morir. Todas las razones, caualleros
leales, que os he dicho eran escusadas
para creceros fortaleza pues con ella
nacistes, mas quíselas hablar porque en
todo tiempo el coraçon se deue ocupar en
nobleza, en el hecho con las manos, en la
soledad con los pensamientos, en conpañia
con las palabras como agora hazemos, y no
menos porque recibo ygual gloria con la
voluntad amorosa que mostrays como con
los hechos fuertes que hazeys. Y porque
me parece segund se adereça el combate
que somos costreñidos á dexar con las
obras las hablas, cada vno se vaya á su
estancia.
EL AUCTOR
Con tanta constancia de animo fue
Leriano respondido de sus caualleros
que se llamó dichoso por hallarse dino
dellos; y porque estaua ya ordenado
el conbate fuese cada vno á defender
la parte que le cabia; y poco despues
que fueron llegados tocaron en el real
los atauales y tronpetas y en pequeño
espacio estauan iuntos al muro cincuenta
mill onbres los quales con mucho vigor
començaron el hecho, donde Leriano tuuo
lugar de mostrar su virtud y segund los
de dentro defendian creya el rey que
ninguno dellos faltaua. Duró el conbate
desde medio dia hasta la noche que los
departio. Fueron heridos y muertos tres
mill de los del real y tantos de los de
Leriano, que de todos los suyos no le
auian quedado sino ciento y cincuenta, y
en su rostro segund esforçado no mostraua
ayer perdido ninguno, y en su sentimiento
segund amoroso parecia que todos le auian
salido del anima. Estuuo toda aquella
noche enterrando los muertos y loando
los biuos, no dando menos gloria á los
que enterraua que á los que veya. Y otro
día en amaneciendo, al tienpo que se
remudan las guardas acordo que cincuenta
de los suyos diesen en vna estancia que
vn pariente de Persio tenía cercana al
muro, porque no pensase el rey que le
faltaua coraçon ni gente; lo qual se
hizo con tan firme osadia que quemada la
estancia mataron muchos de los defensores
della, y como ya Dios tuviese por bien
que la verdad de aquella pendencia se
mostrase, fue preso en aquella vuelta
vno de los damnados que condenaron á
Laureola, y puesto en poder de Leriano
mandó que todas las maneras de tormento
fuesen obradas en él hasta que dixese
porqué leuantó el testimonio, el qual sin
premia ninguna confesó todo el hecho como
pasó. Y despues que Leriano de la verdad
se informó, enbiole al rey suplicandole
que saluase á Laureola de culpa y que
mandase iusticiar aquel y á los otros que
de tanto mal auien sido causa. Lo qual el
rey sabido lo cierto aceutó con alegre
voluntad por la iusta razon que para ello
le requeria. Y por no detenerme en las
prolixidades que en este caso pasaron,
de los tres falsos onbres se hizo tal la
iusticia como fue la maldad. El cerco
fue luego alçado y el rey tuuo á su hija
por libre y á Leriano por desculpado,
y llegado á Suria enbió por Laureola á
todos los grandes de su corte, la qual
vino con ygual onrra de su merecimiento.
Fue recebida del rey y la reyna con
tanto amor y lagrimas de gozo como
se derramaran de dolor; el rey se
desculpaua, la reyna la besaua, todos
la seruian y assi se entregauan con
alegria presente de la pena pasada. A
Leriano mandole el rey que no entrase por
estonces en la corte hasta que pacificase
a él y a los parientes de Persio, lo
que recibio a graveça porque no podria
ver á Laureola, y no podiendo hazer
otra cosa sintiolo en estraña manera.
Y viendose apartado della, dexadas las
obras de guerra, boluiose á las congoxas
enamoradas, y deseoso de saber en lo que
Laureola estaua rogome que le fuese á
suplicar que diese alguna forma onesta
para que la pudiese ver y hablar, que
tanto deseaba Leriano guardar su onestad
que nunca penso hablalla en parte donde
sospecha en ella se pudiese tomar,
de cuya razon él era merecedor de sus
mercedes. Yo que con plazer aceutaua
sus mandamientos, partime para Suria, y
llegado allá, despues de besar las manos
á Laureola, supliquele lo que me dixo,
a lo quél me respondió: que en ninguna
manera lo haria por muchas causas que
me dió para ello. Pero no contento con
dezir gelo aquella vez todas las que veya
gelo suplicaua; concluyendo respondiome
al cabo que si mas en aquello le hablaua
que causaria que se desmesurase contra
mi. Pues visto su enoio y responder fui
á Leriano con graue tristeza y quando
le dixe que de nueuo se comenzauan
sus desauenturas, sin duda estuuo en
condicion de desesperar. Lo qual yo
viendo, por entretenelle, dixele que
escriuiese á Laureola acordandole lo que
hizo por ella y estrañandole su mudança
en la merced que en escriuille le començo
á hazer. Respondiome que auia acordado
bien, mas que no tenia que acordalle lo
que auia hecho por ella pues no era nada
segund lo que merecia y tanbien porque
era de onbres baxos repetir lo hecho; y
no menos me dixo que ninguna memoria le
haria del galardon recebido porque se
defiende en ley enamorada escreuir que
satisfacen se recibe, por el peligro que
se puede recrecer si la carta es vista,
asi que sin tocar en esto escriuio á
Laureola las siguientes razones:
CARTA DE LERIANO Á LAUREOLA
Laureola, segund tu virtuosa piedad,
pues sabes mi pasion, no puedo creer que
sin alguna causa la consientas, pues
no te pido cosa á tu onrra fea ni á ti
graue. Si quieres mi mal ¿por qué lo
dudas? á sin razon muero, sabiendo tú
que la pena grande assi ocupa el coraçon
que se puede sentir y no mostrar. Si lo
has por bien pensado que me satisfazes
con la pasion que me das porque dandola
tú es el mayor bien que puedo esperar,
iustamente lo harias si la dieses a fin
de galardon. Pero ¡desdichado yo! que la
causa tu hermosura y no haze la merced
tu voluntad. Si lo consientes iuzgandome
desagradecido porque no me contento con
el bien que me heziste en darme causa
de tan ufano pensamiento, no me culpes,
que avnque la voluntad se satisfaze, el
sentimiento se querella. Si te plaze
porque nunca te hize seruizio, no pude
sobir los seruizios á la alteza de lo que
mereces; que quando todas estas cosas y
otras muchas pienso hallome que dexas de
hazer lo que te suplico porque me puse en
cosa que no pude merecer. Lo qual yo no
niego; pero atreuime á ello pensando que
me harias merced no segund quien la pedia
mas segund tú que la auies de dar. Y
tambien pense que para ello me ayudadaran
virtud y compasion y piedad porque son
acetas á tu condicion, que quando los que
con los poderosos negocian para alcançar
su gracia, primero ganan las voluntades
de sus familiares; y pareceme que en nada
hallé remedio. Busqué ayudadores para
contigo y hallélos por cierto leales y
firmes y todos te suplican que me ayas
merced; el alma por lo que sufre, la vida
por lo que padece, el coraçon por lo
que pasa, el sentido por lo que siente.
Pues no niegues galardon á tantos que
con ansia te lo piden y con razon te
lo merecen. Yo soy el más sin ventura
de los más desauenturados. Las aguas
reuerdecen la tierra y mis lagrimas nunca
tu esperança la qual cabe en los canpos y
en las yeruas y arboles y no puede caber
en tu coraçon.
Desesperado auria segund lo que siento
si alguna vez me hallase solo, pero como
siempre me acompañan el pensamiento que
me das y el deseo que me ordenas y la
contemplacion que me causas, viendo que
lo vo á hazer consuelanme acordandome que
me tienen conpañia de tu parte, de manera
que quien causa las desesperaciones me
tiene que no desespere. Si todavia te
plaze que muera, hazmelo saber, que
gran bien harás á la vida pues no será
desdichada del todo. Lo primero della se
pasó en inocencia y lo del conocimiento
en dolor; a lo menos el fin será en
descanso porque tú lo das, el qual, si
ver no me quieres, será forçado que veas.
EL AUCTOR
Con mucha pena recibio Laureola la
carta de Leriano y por despedirse dél
onestamente respondiole desta manera, con
determinacion de iamas recebir enbaxada
suya.
CARTA DE LAUREOLA Á LERIANO
El pesar que tengo de tus males te seria
satisfacion dellos mismos si creyeses
quanto es grande, y él solo tomarias por
galardon sin que otro pidieses, avnque
fuese poca paga segund lo que tienes
merecido, la qual yo te daria como deuo
si la quisieses de mi hazienda y no de
mi onrra. No respondere á todas las
cosas de tu carta porque en saber que te
escriuo me huye la sangre del coraçon y
la razon del iuycio. Ninguna causa de
las que dizes me haze consentir tu mal
sino sola mi bondad, porque cierto no
estó dudosa del, porque el estrecho á que
llegaste fue testigo de lo que sofriste.
Dizes que nunca me hiziste seruicio. Lo
que por mi has hecho me obliga á nunca
oluidallo y sienpre desear satisfacerlo,
no segund tu deseo mas segund mi onestad.
La virtud y piedad y conpasion que
pensaste que te ayudarian para comigo,
aunque son aceptas á mi condicion, para
en tu caso son enemigas de mi fama y por
esto las hallaste contrarias. Quando
estaua presa saluaste mi vida y agora
que estó libre quieres condenalla. Pues
tanto me quieres, antes devrias querer tu
pena con mi onrra que tu remedio con mi
culpa; no creas que tan sanamente biuen
las gentes, que sabido que te hablé,
iuzgasen nuestras linpias intenciones,
porque tenemos tienpo tan malo que antes
se afea la bondad que se alaba la virtud;
assi que es escusada tu demanda porque
ninguna esperança hallarás en ella aunque
la muerte que dizes te viese recebir,
auiendo por mejor la crueldad onesta
que la piedad culpada. Dirás oyendo tal
desesperança que só mouible porque te
comence á hazer merced en escreuirte
y agora determino de no remediarte.
Bien sabes tú quan sanamente lo hize y
puesto que en ello uviera otra cosa, tan
conuenible es la mudança en las cosas
dañosas como la firmeza en las onestas.
Mucho te ruego que te esfuerces como
fuerte y te remedies como discreto. No
pongas en peligro tu vida y en disputa
mi onrra, pues tanto la deseas, que
se dirá muriendo tú que galardono los
seruicios quitando las vidas, lo que si
al rey venço de dias se dirá al reues.
Ternas en el reyno toda la parte que
quisieres, crecere tu onrra, doblaré tu
renta, sobiré tu estado, ninguna cosa
ordenarás que reuocada te sea, assi
que biuiendo causarás que me iuzguen
agradecida y muriendo que me tengan por
mal acondicionada. Avnque por otra cosa
no te esforçases, sino por el cuydado que
tu pena me da lo devrias hazer. No quiero
mas dezirte porque no digas que me pides
esperança y te do conseio. Plugiere á
Dios que fuera tu demanda iusta, por que
vieras que como te aconseió en lo vno te
satisfiziera en lo otro; y assi acabo
para sienpre de más responderte ni oyrte.
EL AUCTOR
Cuando Laureola vuo escrito dixome con
proposito determinado que aquella fuese
la postrimera vez que pareciese en su
presencia porque ya de mis pláticas
andaua mucha sospecha y porque en mis
ydas auia mas peligro para ella que
esperança para mi despacho. Pues vista
su determinada voluntad, pareciendome
que de mi trabaio sacaua pena para mí
y no remedio para Leriano, despedime
della con mas lágrimas que palabras y
despues de besalle las manos salime de
palacio con vn nudo en la garganta que
pense ahogarme, por encobrir la pasion
que sacaua, y salido de la cibdad, como
me vi solo, tan fuertemente comence á
llorar que de dar bozes no me podía
contener. Por cierto yo tuuiera por
meior quedar muerto en Macedonia que
venir biuo á Castilla; lo que deseaua
con razon pues la mala ventura se acaba
con la muerte y se acrecienta con la
vida. Nunca por todo el camino sospiros y
gemidos me fallecieron, y quando llegué
á Leriano dile la carta, y como acabó
de leella dixele que ni se esforçase,
ni se alegrase, ni recibiese consuelo
pues tanta razon auia para que deuiese
morir. El qual me respondió que más que
hasta alli me tenia por suyo porque
le aconseiaua lo propio, y con boz y
color mortal començo a condolerse. Ni
culpaua su flaqueça, ni avergonçaua su
desfallecimiento; todo lo que podie
acabar su vida alabaua, mostrauase
amigo de los dolores, recreaua con los
tormentos, amaua las tristezas; aquellos
llamaua sus bienes por ser mensaieros de
Laureola y porque fuesen tratados segund
de cuya parte venian, aposentólos en el
coraçon, festeiólos con el sentimiento,
convidólos con la memoria, rogauales
que acabasen presto lo que venian a
hazer porque Laureola fuese seruida.
Y desconfiando ya de ningun bien ni
esperança, aquexado de mortales males,
no podiendo sustenerse ni sofrirse vuo
de venir á la cama, donde ni quiso
comer ni beuer ni ayudarse de cosa de
las que sustentan la vida, llamandose
sienpre bienauenturado porque era venido
á sazon de hazer seruicio á Laureola
quitandola de enoios. Pues como por la
corte y todo el reyno se publicase que
Leriano se dexaua morir, ybanle a ueer
todos sus amigos y parientes y para
desuialle su proposito dezianle todas
las cosas en que pensauan prouecho, y
como aquella enfermedad se auia de curar
con sabias razones, cada uno aguzaua
el seso lo meior que podia; y como vn
cauallero llamado Tefeo[276] fuese
grande amigo de Leriano viendo que su
mal era de enamorada pasion puesto que
quien la causaua él ni nadie lo sabia
dixole infinitos males de las mugeres
y para fauorecer su habla truxo todas
las razones que en disfamia dellas pudo
pensar, creyendo por alli restituylle la
vida. Lo qual oyendo Leriano, acordandose
que era muger Laureola, afeó mucho á
Tefeo porque tal cosa hablaua y puesto
que su disposicion no le consintiese
mucho hablar, esforçando la lengua con la
pasion de la saña començo a contradezille
en esta manera.
LERIANO CONTRA TEFEO Y TODOS LOS QUE
DIZEN MAL DE MUGERES
Tefeo, para que recibieras la pena que
merece tu culpa, onbre que te tuuiera
menos amor te auie de contradezir, que
las razones mias mas te seran en exenplo
para que calles que castigo para que
penes. En lo qual sigo la condicion de
verdadera amistad, porque pudiera ser,
si yo no te mostrara por biuas causas
tu cargo, que en qualquiera plaça te
deslenguaras como aqui has hecho; asi
que te será mas prouechoso emendarte
por mi contradicion que auergonçarte
por tu perseverança. El fin de tu habla
fue segund amigo, que bien noté que la
dexiste porque aborreciese la que me
tiene qual vees, diziendo mal de todas
mugeres, y como quiera que tu intencion
no fue por remediarme, por la via que
me causaste remedio tú por cierto me
lo as dado, porque tanto me lastimaste
con tus feas palabras, por ser muger
quien me pena, que de pasion de auerte
oydo beuire menos de lo que creya, en
lo qual señalado bien recebi, que pena
tan lastimada meior es acaballa presto
que sostenella más; assi que me truxiste
alivio para el padecer y dulce descanso
para ella acabar. Porque las postrimeras
palabras mias sean en alabança de las
mugeres, porque crea mi fe la que tuuo
merecer para causalla y no voluntad para
satisfazella.
Y dando comienço á la intencion tomada,
quiero mostrar quinze causas porque
yerran los que en esta nacion ponen
lengua, y veynte razones porque les
somos los onbres obligados, y diuersos
enxenplos de su bondad. Y quanto a lo
primero que es proceder por las causas
que hazen yerro los que mal las tratan,
fundo la primera por tal razon. Todas
las cosas hechas por la mano de Dios
son buenas necesariamente, que segun el
obrador han de ser las obras; pues siendo
las mugeres sus criaturas, no solamente á
ellas ofende quien las afea, mas blasfema
de las obras del mismo Dios. La segunda
causa es porque delante dél y de los
onbres no ay pecado más abominable ni más
graue de perdonar quel desconocimiento;
¿pues quál lo puede ser mayor que
desconocer el bien que por Nuestra Señora
nos vino y nos viene? Ella nos libró
de pena y nos hizo merecer la gloria;
ella nos salua, ella nos sostiene, ella
nos defiende, ella nos guia, ella nos
alumbra, por ella que fue muger merecen
todas las otras corona de alabança.
La tercera es porque a todo onbre es
defendido segund virtud mostrarse fuerte
contra lo flaco, que si por ventura los
que con ellas se deslenguan pensasen
recebir contradicion de manos, podria
ser que tuuiesen menos libertad en la
lengua. La quarta es porque no puede
ninguno dezir mal dellas sin que a si
mismo se desonrre, porque fue criado y
traydo en entrañas de muger y es de su
misma sustancia, y despues desto, por
el acatamiento y reuerencia que a las
madres deuen los hijos. La quinta es por
la desobediencia de Dios, que dixo por
su boca que el padre y la madre fuesen
onrrados y acatados, de cuya causa los
que en las otras tocan merecen pena. La
sesta es porque todo noble es obligado a
ocuparse en autos virtuosos assi en los
hechos como en las hablas; pues si las
palabras torpes ensusian la linpieza, muy
a peligro de infamia tienen la onrra de
los que en tales platicas gastan su vida.
La setima es porque quando se establecio
la caualleria, entre las otras cosas que
era tenudo a guardar el que se armaua
cauallero era vna que a las mugeres
guardase toda reuerencia y onestad, por
donde se conosce que quiebra la ley de
nobleza quien vsa el contrario della. La
otaua es por quitar de peligro la onrra;
los antiguos nobles tanto adelgazauan
las cosas de bondad y en tanto la tenian
que no auian mayor miedo de cosa que de
memoria culpada; lo que no me parece que
guardan los que anteponen la fealdad de
la virtud poniendo macula con su lengua
en su fama, que qualquiera se iuzga
lo que es en lo que habla. La nouena
y muy principal es por la condenacion
del alma. Todas las cosas tomadas se
pueden satisfazer y la fama robada
tiene dudosa la satisfacion, lo que más
conplidamente determina nuestra fé. La
dezena es por escusar enemistad. Los
que en ofensa de las mugeres despienden
el tiempo hazense enemigos dellas y no
menos de los virtuosos, que como la
virtud y la desmesura diferencian la
propiedad no pueden estar sin enemiga.
La onzena es por los daños que de
tal auto malicioso se recrecian, que
como las palabras tienen licencia de
llegar á los oydos rudos tanbien como
a los discretos, oyendo los que poco
alcançan las fealdades dichas de las
mugeres, arrepentidos de auerse casado
danles mala vida o vanse dellas, o por
ventura las matan. La dozena es por las
murmuraciones, que mucho se deuen temer,
siendo vn onbre infamado por disfamador
en las plaças y en las casas y en los
canpos y donde quiera es retratado su
vicio. La trezena es por razon del
peligro, que quando los maldizientes que
son auidos por tales tan odiosos son
a todos[277] que qualquier les es mas
contrario, y algunas por satisffazer a
sus amigos, puesto que ellas no lo pidan
ni lo quieran[278], ponen las manos
en los que en todas ponen la lengua.
La catorzena es por la hermosura que
tienen, la qual es de tanta ecelencia
que avnque copiesen en ellas todas las
cosas que los deslenguados les ponen,
más ay en vna que loar con verdad que
no en todas que afear con malicia. La
quinzena es por las grandes cosas de que
han sido causa. Dellas nacieron onbres
virtuosos que hizieron hazañas de dina
alabança, dellas procedieron sabios que
alcançaron a conocer qué cosa era Dios
en cuya fé somos saluos; dellas vinieron
los inuentiuos que hizieron cibdades
y fuerças y edeficios de perpetual
ecelencia; por ellas vuo tan sotyles
varones que buscaron todas las cosas
necesarias para sustentacion del linage
vmanal.
DA LERIANO VEYNTE RAZONES PORQUE LOS
ONBRES SON OBLIGADOS Á LAS MUGERES
Tefeo, pues as oydo las causas porque
soys culpados tú y todos lo que
opinion tan errada seguis, dexada toda
prolixidad, oye veynte razones por donde
proferí a prouar que los onbres á las
mugeres somos obligados. De las quales
la primera es porque á los sinples y
rudos disponen para alcançar la virtud
de la prudencia y no solamente á los
torpes hazen discretos mas á los mismos
discretos mas sotyles, porque si de
la enamorada pasion se catyuan, tanto
estudian su libertad que abiuando con el
dolor el saber dizen razones tan dulces
y tan concertadas que alguna vez de
compasion que les an se libran della:
y los sinples de su natural inocentes
quando en amar se ponen entran con rudeza
y hallan el estudio del sentimiento tan
agudo que diuersas vezes salen sabios,
de manera que suplen las mugeres lo que
naturaleza en ellos faltó. La segunda
razon es porque de la virtud de la
iusticia tanbien nos hazen suficientes,
que los penados de amor, aunque desygual
tormento reciben, hanlo por descanso
iustificandose porque iustamente
padecen: y no por sola esta causa nos
hazen goçar desta virtud mas por otra
tan natural: los firmes enamorados para
abonarse con las que siruen buscan todas
las formas que pueden, de cuyo deseo
biuen iustificadamente sin eceder en
cosa de toda ygualdad por no infamarse
de malas costunbres. La tercera porque
de la tenplança nos hazen dinos, que
por no selles aborrecibles para venir
á ser desamados somos templados en el
comer y en el beuer y en todas las otras
cosas que andan con esta virtud. Somos
tenplados en la habla, somos templados
en la mesura, somos templados en las
obras, sin que vn punto salgamos de la
onestad. La quarta es porque al que
fallece fortaleza gela dan, y al que la
tiene gela acrecientan. Hacennos fuertes
para sofrir, causan osadia para cometer,
ponen coraçon para esperar; quando á los
amantes se les ofrece peligro se les
apareia la gloria, tienen las afrentas
por vicio, estiman mas ell alabança del
amiga quel precio del largo beuir. Por
ellas se comiençan y acaban hechos muy
hazañosos, ponen la fortaleza en el
estado que merece. Si les somos obligados
aqui se puede iuzgar. La quinta razon
es porque no menos nos dotan de las
virtudes teologales que de las cardinales
dichas. Y tratando de la primera ques
la fé, avnque algunos en ella dudasen,
siendo puestos en pensamiento enamorado
creerian en Dios y alabarian su poder
porque pudo hazer á aquella que de tanta
ecelencia y hermosura les parece. Iunto
con esto los amadores tanto acostumbran
y sostienen la fe que de vsalla en el
coraçon conocen y creen con más firmeza
la de Dios, y porque no sea sabido de
quien los pena que son malos cristianos,
ques vna mala señal en el onbre, son tan
deuotos católicos que ningun apostol les
hizo ventaia. La sesta razon es porque
nos crian en el alma la virtud del
esperança, que puesto que los sugetos á
esta ley de amores mucho penen, siempre
esperan en su fé, esperan en su firmeza,
esperan en la piedad de quien los pena,
esperan en la condicion de quien los
destruye, esperan en la ventura; ¿pues
quien tiene esperança donde recibe
pasion, como no la terná en Dios que le
promete descanso? Sin duda haziendonos
mal nos apareian el camino del bien como
por esperiencia de lo dicho parece. La
setena razon es porque nos hazen merecer
la caridad, la propiedad de la qual
es amor. Esta tenemos en la voluntad,
esta ponemos en el pensamiento, esta
traemos en la memoria, esta firmamos
en el coraçon, y como quiera que los
que amamos la vsemos por el prouecho de
nuestro fin, dél nos redunda que con
biua contricion la tengamos para con
Dios, porque trayendonos amor á estrecho
de muerte hazemos lymosnas, mandamos
dezir misas, ocupamosnos en caritatiuas
obras porque nos libre de nuestros
crueles pensamientos: y como ellas de
su natural son deuotas, participando
con ellas es forçado que hagamos las
obras que hazen. La otaua razon, porque
nos hazen contenplatiuos: que tanto
nos damos á la contemplacion de la
hermosura y gracias de quien amamos y
tanto pensamos en nuestras pasiones, que
quando queremos contenplar la de Dios,
tan tiernos y quebrantados tenemos los
coraçones, que sus llagas y tormentos
parece que recebimos en nosotros mismos;
por donde se conosce que tanbien por aquí
nos ayudan para alcançar la perdurable
holgança. La nouena razon es porque nos
hazen contritos, que como siendo penados
pedimos con lagrimas y sospiros nuestro
remedio acostunbrado en aquello, yendo á
confesar nuestras culpas assi gemimos y
lloramos quel perdon dellas merecemos. La
dezena es por el buen consejo que sienpre
nos dan, que á las vezes acaece hallar
en su presto acordar, lo que nosotros
con[279] largo estudio y diligencias
buscamos. Son sus conseios pacificos sin
ningund escandalo, quitan muchas muertes,
conseruan las pazes, refrenan la yra y
aplacan la saña; sienpre es muy sano su
parecer. La onzena es porque nos hazen
onrrados: con ellas se alcançan grandes
casamientos, muchas haziendas y rentas.
Y porque alguno podria responderme que
la onrra está en la virtud y no en la
riqueza, digo que tanbien causan lo vno
como lo otro. Ponen nos presunciones
tan virtuosas que sacamos dellas las
grandes onrras y alabanças que deseamos;
por ellas estimamos más la verguença que
la vida; por ellas estudiamos todas las
obras de nobleza, por ellas las ponemos
en la cunbre que merecen. La dozena razon
es porque apartandonos del auaricia nos
iuntan con la libertad, de cuya obra
ganamos las voluntades de todos; que
como largamente nos hazen despender lo
que tenemos, somos alabados y tenidos
en mucho amor, y en qualquier necesidad
que nos sobrevenga recebimos ayuda y
seruizio; y no solo nos aprouechan en
hazernos usar la franqueza como deuemos,
mas ponen lo nuestro en mucho recaudo
porque no ay lugar donde la hazienda esté
mas segura que en la voluntad de las
gentes. La trezena es porque acrecientan
y guardan nuestros averes y rentas, las
quales alcanzan los onbres por ventura
y conseruanlas ellas con diligencia. La
catorzena es por la limpieça que nos
procuran asi en la persona, como en el
vestir, como en el comer, como en todas
las cosas que tratamos. La quinzena es
por la buena criança que nos ponen, vna
de las principales cosas de que los
onbres tienen necesidad. Siendo bien
criados vsamos la cortesya y esquiuamos
la pesadumbre, sabemos onrrar los
pequeños, sabemos tratar los mayores;
y no solamente nos hazen bien criados
mas bien quistos, porque como tratamos
á cada vno como merece, cada vno nos
da lo que merecemos. La razon desiseys
es porque nos hazen ser galanes. Por
ellas nos desuelamos en el vestir, por
ellas estudiamos en el traer, por ellas
nos atauiamos de manera que ponemos por
industria en nuestras personas la buena
disposicion que naturaleza algunos negó.
Por artificio se endereçan los cuerpos
pidiendo[280] las ropas con agudeza y por
el mismo se pone cabello donde fallece
y se adelgazan ó engordan las piernas
si conuiene hazello; por las mugeres
se inuentan los galanes entretales,
las discretas bordaduras, las nueuas
inuenciones; de grandes bienes por cierto
son causa. La dezisiete razon es porque
nos conciertan la musica y nos hazen
gozar de las dulcedumbres della: ¿por
quién se asuenan las dulces canciones?
¿por quién se cantan los lindos romances?
¿por quién se acuerdan las bozes?
¿porquién se adelgazan y sotilizan todas
las cosas que en el canto consisten? La
dizeochena es porque crecen las fuerças á
los braceros, y la maña á los luchadores,
y la ligereza á los que boltean y corren
y saltan y hazen otras cosas semeiantes.
La dezinueue razon es porque afinan las
gracias. Los que como es dicho tañen y
cantan por ellas, se desuelan tanto que
suben á lo mas perfeto que en aquella
gracia se alcança. Los trobadores ponen
por ellas tanto estudio en lo que
troban que lo bien dicho hazen parecer
meior, y en tanta manera se adelgazan
que propiamente lo que sienten en el
coraçon ponen por nueuo y galan estilo
en la cancion ó inuencion ó copla que
quieren hazer. La veyntena y postrimera
razon es porque somos hijos de mugeres,
de cuyo respeto les somos mas obligados
que por ninguna razon de las dichas ni
de quantas se puedan dezir. Diuersas
razones auía para mostrar lo mucho
que á esta nacion somos los onbres en
cargo, pero la disposicion mia no me da
lugar á que todas las diga. Por ellas
se ordenaron las reales iustas y los
ponposos torneos y las alegres fiestas,
por ellas aprouechan las gracias y se
acaban y comiençan todas las cosas de
gentileza; no sé causa porque de nosotros
deuan ser afeadas. ¡O culpa merecedora
de graue castigo, que porque algunas
ayan piedad de los que por ellas penan
les dan tal galardon! ¿A qué muger deste
mundo no harán conpasion las lagrimas
que vertemos, las lastimas que dezimos,
los sospiros que damos? ¿Quál no creerá
las razones iuradas, quál no creerá
la fé certificada, á quál no moveran
las dadiuas grandes, en quál coraçon
no harán fruto las alabanças devidas,
en quál voluntad no hará mudança la
firmeza cierta, quál se podra defender
del continuo seguir? Por cierto segund
las armas con que son conbatidas, avnque
las menos se defendiesen, no era cosa de
marauillar y antes deurian ser las que no
pueden defenderse alabadas por piadosas
que retraydas por culpadas.
PRUEUA POR ENXENPLOS LA BONDAD DE LAS
MUGERES
Para que las loadas virtudes desta nacion
fueran tratadas segund merecen avisé de
poner mi deseo en otra plática porque no
turbase mi lengua ruda su bondad clara,
como quiera que ni loor pueda crecella
ni malicia apocalla segund su propiedad.
Si vuiese de hazer memoria de las castas
y virgines pasadas y presentes, convenia
que fuese por diurna reuelacion, porque
son y an sido tantas que no se puede con
el seso humano conprehender, pero dire
de algunas que he leydo assi cristianas
como gentiles y indias por enxenplar con
las pocas la virtud de las muchas. En las
autorizadas por santas por tres razones
no quiero hablar. La primera porque lo
que a todos es manifiesto parece simpleza
repetillo. La segunda porque la yglesia
les da devida y uniuersal alabança.
La tercera por no poner en tan malas
palabras tan ecelente bondad, en especial
la de Nuestra Señora que quantos dotores
y deuotos y contenplatiuos en ella
hablaron no pudieron llegar al estado
que merecia la menor de sus ecelencias,
assi que me baxo a lo llano donde mas
libremente me puedo mouer. De las castas
gentiles començaré en Lucrecia, corona
de la nacion romana, la qual fue muger
de Colatyno y siendo forçada de Tarquino
hizo llamar a su marido y venido donde
ella estaua dixole: sabras, Colatyno,
que pisadas de onbre ageno ensuziaron tu
lecho donde avnque el cuerpo fue forçado
quedó el coraçon inocente, porque soy
libre de la culpa, mas no me asueluo de
la pena porque ninguna dueña por enxenplo
mio pueda ser vista errada. Y acabando
estas palabras acabó con vn cuchillo su
vida. Porcia fue hija del noble Caton y
muger de Bruto varon virtuoso, la qual
sabiendo la muerte dél, aquexada de graue
dolor acabó sus dias comiendo brasas por
hazer sacrificio de si misma. Penelope
fue muger de Ulixes, e ydo él a la guerra
troyana, siendo los mancebos de Ytalia
aquexados de su hermosura pidieronla
muchos dellos en casamiento, y deseosa
de guardar castidad a su marido, por
defenderse dellos dixo que le dexassen
conplir vna tela como acostunbrauan las
señoras de aquel tienpo esperando a
sus maridos, y que luego haria lo que
le pedian, y como le fuese otorgado,
con astucia sotyl, lo que texia de dia
deshazia de noche, en cuya lauor pasaron
veynte años, despues de los quales venido
Ulixes vieio, solo, destruydo, asi lo
recibio la casta dueña como si viniera
en fortuna de prosperidad. Julia hija
del Cesar primero enperador en el mundo,
siendo muger de Ponpeo en tanta manera lo
amaua que trayendo vn dia sus vestiduras
sangrientas, creyendo ser muerto, cayda
en tierra supitamente murio. Artemisa
entre los mortales tan alabada, como
fuese casada con Mauzol rey de Ycaria,
con tanta firmeça lo amó que despues de
muerto le dió sepultura en sus pechos,
quemando sus huesos en ellos, la ceniza
de los quales poco a poco se beuio y
despues de acabados los oficios que en
el auto se requerian creyendo que se
yua para el matóse con sus manos. Argia
fue hija del rey Adrastro y caso con
Pollinices hijo de Edipo rey de Tebas, y
como Pollinices en vna batalla a manos de
su hermano muriese, sabido della salio
de Tebas, sin temer la inpiedad de sus
enemigos, ni la braueza de las fieras
bestias, ni la ley del enperador, la
qual vedaua que ningun cuerpo muerto se
leuantase del canpo, fue por su marido en
las tinieblas de la noche y hallandolo
ya entre otros muchos cuerpos leuolo a
la ciudad y haziendole quemar segund
su costunbre, con amargosas lagrimas
hizo poner sus cenizas en una arca de
oro, prometiendo su vida a perpetua
castidad. Ipola greciana, nauegando
por la mar quiso su mala fortuna que
tomasen su nauio los enemigos, los quales
queriendo tomar della mas parte que les
daua, conseruando su castidad hizose
a la vna parte del nauío y dexada caer
en las ondas pudieron ahogar a ella
mas no la fama de su hazaña loable. No
menos dina de loor fue su muger de Amed
rey de Tesalia, que sabiendo que era
profetizado por el dios Apolo que su
marido recebiria muerte sino vuiese quien
voluntariamente la tomase por él, con
alegre voluntad porque el rey biuiese
dispuso de se matar. De las iudias Sarra,
muger del padre Abraham, como fuese presa
en poder del rey Faraon, defendiendo su
castidad con las armas de la oracion
rogó a nuestro Señor la librase de sus
manos, el qual como quisiese acometer
con ella toda maldad, oyda en el cielo
su peticion enfermó el rey y conocido
que por su mal pensamiento adolecia,
sin ninguna manzilla la mandó librar.
Delbora dotada de tantas virtudes
mereció aver espiritu de profecia y no
solamente mostró su bondad en las artes
mugeriles mas en las feroces batalles,
peleando contra los enemigos con virtuoso
animo; y tanta fue su excelencia que
juzgó quarenta años el pueblo iudayco.
Ester siendo leuada a la catiuidad de
Babilonia, por su virtuosa hermosura,
fue tomada para muger de Asuero, rey que
señoreaua a la sazon ciento y veynte
y siete prouincias, la qual por sus
meritos y oracion libró los iudios de la
catiuidad que tenian. Su madre de Sanson
deseando aver hijo merecio por su virtud
que el angel le reuelase su nacimiento de
Sanson. Elisabel muger de Zacarias, como
fuese verdadera sierua de Dios, por su
merecimiento uvo hijo santificado antes
que naciese, el qual fue san Iuan. De las
antiguas cristianas mas podría traer que
escreuir pero por la breuedad alegaré
algunas modernas de la castellana nacion.
Doña María Cornel en quien se començo
el linage de los Corneles, porque su
castidad fuese loada y su bondad no
escurecida quiso matarse con fuego,
auiendo menos miedo a la muerte que a la
culpa.
Doña Isabel, madre que fue del maestre
de Calatraua don Rodrigo Tellez Giron
y de los dos condes de Hurueña don
Alonso y don Iuan, siendo biuda enfermó
de una graue dolencia, y como los
medicos procurasen su salud, conocida
su enfermedad hallaron que no podia
biuir sino casase, lo qual como de sus
hijos fuese sabido, deseosos de su vida
dixeronle que en todo caso recibiese
marido, a lo qual ella respondio: nunca
plega a Dios que tal cosa yo haga, que
meior me es a mi muriendo ser dicha madre
de tales hijos que biuiendo muger de otro
marido; y con esta casta consideracion
assí se dió al ayuno y disciplina que
quando murio fueron vistos misterios de
su saluacion.
Doña Mari Garcia la beata, siendo nacida
en Toledo del mayor linage de toda la
cibdad, no quiso en su vida casar,
guardando en ochenta años que biuio la
virginal virtud, en cuya muerte fueron
conocidos y aueriguados grandes miraglos
de los quales en Toledo ay agora y aurá
para sienpre perpetua recordança.
¡O! pues de las virgenes gentiles: que
podria dezir? Atrisilia, Seuila, nacida
en Babilonya, por su merito profetizó
por reuelacion diuina muchas cosas
aduenideras conseruando linpia virginidad
hasta que murio. Palas o Minerua vista
primeramente cerca de la laguna de
Tritonio, nueua inuentora de muchos
oficios de los mugeriles y avn de algunos
delos onbres, virgen biuio y acabó.
Atalante la que primero hirio el puerco
de Calidon, en la virginidad y nobleza
le parecio. Camila, hija de Macabeo
rey de los bolesques, no menos que las
dichas sostuuo entera virginidad. Claudia
vestal, Clodia romana, aquella misma ley
hasta la muerte guardaron. Por cierto
si el alargar no fuese enoioso no me
fallecerian daqui a mill años virtuosos
enxenplos que pudiese dezir. En verdad,
Tefeo, segund lo que as oydo, tú y los
que blasfemays de todo linage de mugeres
soys dinos de castigo iusto, el qual no
esperando que nadie os lo dé, vosotros
mismos lo tomays pues usando la malicia
condenays la verguença.
BUELUE EL AUCTOR Á LA ESTORIA
Mucho fueron marauillados los que se
hallaron presentes oyendo el concierto
que Leriano tuvo en su habla por estar
tan cercano a la muerte, en cuya sazon
las menos vezes se halla sentido; el qual
quando acabó de hablar tenia ya turbada
la lengua y la vista casi perdida. Ya
los suyos no podiendose contener dauan
bozes, ya sus amigos comenzauan a llorar,
ya sus vasallos y vasallas gritauan por
las calles, ya todas las cosas alegres
eran bueltas en dolor. Y como su madre
siendo absente, sienpre le fuese el mal
de Leriano negado, dando mas credito a
lo que tenia que a lo que le dezian,
con ansia de amor maternal partyda de
donde estaua llegó a Susa en esta triste
coiuntura, y entrada por la puerta todos
quantos la veyan le dauan nueuas de su
dolor mas con bozes lastimeras que con
razones ordenadas, la qual oyendo que
Leriano estaua en ell agonia mortal,
falleciendole la fuerça, sin ningun
sentido cayó en el suelo y tanto estuvo
sin acuerdo que todos pensauan que a la
madre y al hijo enterrarian a un tiempo,
pero ya que con grandes remedios le
restituyeron el conocimiento fuese al
hijo y despues que con traspasamiento de
muerta con muchedumbre de lagrimas le
viuio el rostro[281], començo en esta
manera a dezir.
LLANTO DE SU MADRE DE LERIANO
¡O alegre descanso de mi vegez, o dulce
hartura de mi voluntad, oy dexas dezir
hijo[282] y yo de más llamarme madre, de
lo qual tenia temerosa sospecha por las
nueuas señales que en mi vi de pocos dias
a esta parte. Acaesciame muchas vezes
quando mas la fuerça del sueño me vencia,
recordar con vn tenblor supito que hasta
la mañana me duraua; otras vezes quando
en mi oratorio me hallaua rezando por tu
salud, desfallecido el coraçon me cobria
de un sudor frio en manera que dende a
gran pieça tornaua en acuerdo. Hasta los
animales me certificauan tu mal. Saliendo
vn dia de mi camara vinose vn can para mi
y dió tan grandes aullydos que assi me
corté el cuerpo y la habla que de aquel
lugar no podia mouerme, y con estas cosas
daua mas credito a mis sospecha que a tus
mensaieros, y por satisfazerme acordé de
venir a veerte donde hallo cierta la fe
que di a los agueros. ¡O lunbre de mi
vista, o ceguedad della misma, que te veo
morir y no veo la razon de tu muerte;
tú en edad para beuir, tú temeroso de
Dios, tú amador de la virtud, tú enemigo
del vicio, tú amigo de amigos, tú amado
de los tuyos! Por cierto oy quita la
fuerça de tu fortuna los derechos a
la razon pues mueres sin tienpo y sin
dolencia. Bienauenturados los baxos de
condicion y rudos de engenio, que no
pueden sentir las cosas sino en el grado
que las entienden, y malauenturados los
que con sotil iuyzio las trascenden,
los quales con el entendimiento agudo
tienen el sentimiento delgado. Pluguiera
a Dios que fueras tú delos torpes en
el sentir, que meior me estuviera ser
llamada con tu vida madre del rudo que
no a ti por tu fin hijo que fue de la
sola. ¡O muerte cruel enemiga, que ni
perdonas los culpados ni asuelues los
inocentes! Tan traydora eres que nadie
para contigo tiene defensa; amenazas
para la vejez, y lieuas en la mocedad;
a vnos matas por malicia y a otros por
enuidia, avnque tardas nunca olbidas,
sin ley y sin orden te riges. Más razon
auia para que conseruases los veynte
años del hijo moço que para que desases
los sesenta de la vieia madre. ¿Por qué
volviste el derecho al reues? Yo estaua
harta de estar biua y él en edad de
beuir. Perdoname porque asi te trato,
que no eres mala del todo, porque si
con tus obras causas los dolores, con
ellas mismas los consuelas leuando a
quien dexas con quien leuas, lo que si
comigo hazes mucho te seré obligada. En
la muerte de Leriano no ay esperança y mi
tormento con la mia recebira consuelo.
¡O hijo mio, que será de mi veiez
contenplando en el fin de tu iouentud?
Si yo biuo mucho será porque podran mas
mis pecados que la razon que tengo para
no bivir; ¿con qué puedo recibir pena mas
cruel que con larga vida? Tan poderoso
fue tu mal que no tuviste para con él
ningund remedio. Ni te valio la fuerça
del cuerpo, ni la virtud del coraçon, ni
el esfuerzo del animo; todas las cosas
de que te podias valer te fallecieron.
Si por precio de amor tu vida se pudiera
conprar, mas poder tuviera mi deseo que
fuerça la muerte. Mas para librarte della
ni tu fortuna quiso, ni yo triste pude.
Con dolor será mi beuir y mi comer y mi
pensar y mi dormir basta que tu fuerça y
mi deseo me lieuen a tu sepoltura.
EL AUCTOR
El lloro que hazia su madre de Leriano
crecia la pena a todos los que en ella
participauan y como él siempre se
acordase de Laureola, de lo que alli
pasaua tenia poca memoria, y viendo que
le quedaua poco espacio para gozar de ver
las dos cartas que della tenia, no sabia
qué forma se diese con ellas; quando
pensaua rasgallas pareciale que ofenderia
a Laureola en dexar perder razones de
tanto precio, quando pensaua poner las
en poder de algun suyo temia que serian
vistas, de donde para quien las enbió
se esperaua peligro. Pues tomando de
sus dudas lo mas seguro hizo traer una
copa de agua y hechas las cartas pedaços
echoles en ella y acabado esto mandó
que le sentasen en la cama y sentado
beuioselas en el agua y assi quedó
contenta su voluntad. Y llegada ya la ora
de su fin, puestos en mi los oios dixo:
acabados son mis males, y assi quedó su
muerte en testimonio de su fe. Lo que
yo senty y hize, ligero está de iuzgar;
los lloros que por él se hizieron son
de tanta lastima que me parece crueldad
escriuillos. Sus onrras fueron conformes
a su merecimiento, las quales acabadas
acordé de partirme. Por cierto con meior
voluntad caminara para la otra vida que
para esta tierra. Con sospiros caminé,
con lagrimas party, con gemidos hablé
y con tales pasatienpos llegué aqui a
Peñafiel donde quedo besando las manos de
vuestra merced.
ACABOSE ESTA OBRA INTITULADA «CARCEL DE AMOR»
EN LA MUY NOBLE I MUY LEAL CIUDAD DE SEUILLA
A TRES DIAS DE MARÇO AÑO DE 1492
POR QUATRO COMPAÑEROS ALEMANES
NOTAS:
[274] _Quiero_, en la primera edición.
[275] Quizá debe leerse _un_ en vez de _en_.
[276] _Tefeo_ dice claramente la primera edición, y no _Teseo_, aunque
más corriente parecía el segundo nombre que el primero.
[277] _Atados_ dice la primera edición.
[278] _Querían_ dice la primera edición.
[279] _Cumple_ dice la primera edición, pero parece errata.
[280] Acaso _puliendo_.
[281] Parece que debe leerse _lavó_.
[282] Parece que debe leerse _de ser_ en vez de _decir_.
TRACTADO
QVE HIZO NICOLAS NUÑEZ SOBRE EL QVE
DIEGO DE SAN PEDRO
COMPUSO DE LERIANO Y LAUREOLA LLAMADO
"CARCEL DE AMOR".
Mvy uirtuosos señores: Porque si
conosciendo mi poco saber, culpardes
mi atreuimiento en uerme poner en
acrescentar lo que de suyo está crescido,
quiero, si pudiere, con mi descargo
satisfazer lo que hize, aunque mi
intencion me descarga. Leyendo un dia
el tractado del no menos uirtuoso que
discreto Diego de sant Pedro que hizo de
carcel de amor: en la historia de Leriano
a Laureola que endereçó al mvy uirtuoso
senor el senor alcayde de los Donzeles,
parecime que quando en el cabo del
dicho[283] que Leriano por la respuesta
sin esperança que Laureola le hauia
embiado se dexaua morir, que se partio
desque lo ui muerto para Castilla a dar
la cuenta de lo passado, que deuiera
uenirse por la corte a dezir a Laureola
de cierto como ya era muerto Leriano. Y
aunque le paresciera que al muerto no le
aprouechaua, a lo menos satisfiziera se a
si si huuiera en ella alguna muestra de
pesar por lo que hauia hecho; pves sabia
que si Leriano pudiera alcançar a saber
el arrepentimiento de Laureola diera su
muerte por bien empleada. E porque me
parescio que lo dexaua en aquella corte
con occupacion de algunos negocios, o
por se desoccupar para entender en otros
que mas le cumplian, no lo hize yo por
dezillo mejor, mas por saber si a la
firmeza de Leriano en la muerte daua
algun galardon, pues en la uida se lo
hauia negado, acordé hazer este tractado
que para la publicacion de mi falta fuera
mvy mejor no hazello; en lo qual quise
dezir: que desque el avctor lo uido morir
e uido que se hizieron sus honras, segun
sus merecimientos; e los llantos, segun
el dolor; se fue por do Laureola estaua,
e le contó la muerte del injustamente
muerto, lo qual fenesce en el cabo que
ella dió, e comiença desta manera.
EL AVCTOR
Pves despues que ui que a la muerte dél
sin piedad consintiendo morir no podia
remediar, ni a mi consolar, acordé de
me partir para mi tierra, de baxo de
la qual antes quisiera morar que en la
memoria de mi pensamiento, e por uer e
por oyr las cosas que en la corte de su
muerte se dezian y Laureola por él hazia,
pensé de me yr por alli, assi por esto,
como por despedirme de algunos amigos que
en ella tenia, y por dezir a Laureola
(si en disposicion de arrepentida la
uiesse) quanto á mal le era contado entre
los leales amadores la crueldad que usó
contra tan quien merecido el galardon
le tenia; yo que en mi partida, no poca
priessa me daua por huyr de aquel lugar
donde le ui morir, por ver si fuyendo
pudiera partirme de pensar en él, llegué
a la corte más acompañado de tristeza que
de gana de biuir, membrandome como el
que de su conoscimiento me dió principio
hauia ya hecho fin, e despues de reposar,
no que el pensar reposasse, fuyme a
palacio, donde con mucha tristeza de
muchos que su muerte sabian fui recebido.
E despues de contalles la secreta muerte
del amigo suyo y enemigo de sí, fuyme a
la sala donde solia Laureola hablarme,
por uer si la ueria. Pero yo que la uista
de las lagrimas que por él lloraua tenia
quasi perdida, mirando no la ueya, e
como ella tan embaraçado me uiesse, e
como discreta sospechando que le queria
hablar, creyendo que no la hauia uisto se
bolvio a la camara do hauia salido; pero
yo que el sentir tan perdido como el uer
no tenia, sentí que se yua, e buelto en
mi ui que era la que a Leriano sin uida,
e a mi sin anima hauia hecho. A la qual
con muchas lagrimas e penados sospiros en
esta manera comenzé a dezir.
PROSIGUE EL AVCTOR A LAUREOLA
¡Qvanto me estuuiera mejor perder la
uida que conoscer tu mucha crueza e poca
piedad! Digo esto, señora, porque assi
quisiera con razon alabarte de generosa
en uerte satisfazer los seruicios con
tanta fe hechos, como la tengo en loar
mucho tu fermosura e gran merecer, e
no que dieras la muerte a quien tantas
uezes con mucha uoluntad por tu seruicio
quería tomalla. E pues esto esperauas
hazer, no engañaras a él, ni cansaras a
mi, ni turbaras la limpieza de tú linaje.
Cata que las de tan alta sangre como
tú, mas son obligadas a satisfazer el
menor seruicio del mundo, si dél son
consentidoras, que a guardar su mayor
honra; que cierta te hago que si su
muerte uieras, siempre tu uida lloraras;
mira quanto le eres en cargo, que en el
tiempo de su morir, quien mas memoria de
su alma e de su cuerpo hauia de tener, se
membró de tus cartas, las quales fechas
pedaços, en agua beuió, porque nadie
dellas memoria huuiesse, e por lleuar
consigo alguna cosa tuya, e porque mas
compassion hayas dél en la muerte que
huuiste en la uida, te hago saber que si
como yo lo uieras morir, de compassion
hizieras en presencia lo que en ausencia
tu poco amor e mucho oluido fizieron que
no feziste. O quantos su muerte llorauan
e la causa no sabian! pero a mi que el
secreto no se me escondió, con mas razon
mucho mas que a nadie pesaua, membrandome
como en tu mano estaua su uida, uiendo
tu mucha crueldad e su poco remedio, a
él heziste morir e a su madre, porque
no muere, e a mi que biuiendo muera. No
creo que codicias la uida, conosciendo
lo que has hecho, sino en que sabes que
pocos lo sabian, e agora temerás menos
la fama de tu mala fama que ues clara mi
muerte, do aunque quiera no quedará quien
tu crueza publicara. No pensé tan poco
dezirte, ni tanto miedo mostrarte. E si
con la calidad te enojo, con la cantidad
te contento. Pues si gran razon hauia de
osar, mas no de acabar tan ayna; e si por
atreuido algo merezco, mandame matar, que
mas merced me harás en darme la muerte
que en dexarme tal uida.
SIGUE EL AVCTOR
Mvy assossegada estuuo Laureola a todo
quanto le dixe, no porque el rostro
no mostraua las alteraciones del
coraçon, pero como discreta suffriendo
las lagrimas dissimulando el enojo,
no culpando mi atreuimiento con mucha
muestra de pensar, començo a responder
desta manera.
RESPVESTA DE LAUREOLA AL AVCTOR
Tanto saber quisiera tener para
satisfazerte como tengo razon para
desculparme. E si esto assi fuera, por
tanto desculpada me tuuiera como a
ti tengo por diligente. Dizes me que
quisieras tener causa para alabarme de
piadosa, como la tienes para culparme
de cruel. Si esta tuuieras, ni yo mas
biuiera, ni tú te quexaras. Culpas me que
pues le esperaua matar, porque enganaua
a él e cansaua a ti. Ya tú sabes que yo
nunca tal esperança le quise dar, que
haziendo lo que tú dizes que he fecho,
nada quebrantasse. ¿Pues yo qué deuia
a ti, pues no era yo por quien tú
trabajauas, ni tan poco con tu intencion
de ser satisfecho lo que hazias? Assi que
a él sin duda e a ti sin carga mi poco
cargo me haze. Dizes que deuera mirar a
la limpieza de mi linaje; mirando lo que
dizes hize hazer lo que he hecho, porque
ya tú sabes quanto mas son obligadas las
mugeres a su honra que a cumplir ninguna
voluntad enamorada. Pues quando todas son
obligadas a esto, ¿quanto más y con más
razon lo deuen ser las del linaje real?
No creas que de su muerte recibo plazer,
ni creo que a ti tanto puede pesar como
a mi me duele; pero el temor de mi honra
y el miedo del rey mi padre pudieron
mas que la uoluntad que le tenia, ni
creas que el conoscimiento que yo de sus
seruicios tengo desconozco, ni menos
desagradezco, e si con otro gualardon
pudiera pagallos que la honra no costara,
tú me tuuieras por tan agradecida, quanto
agora me culpas por desamorada; e pues
en la uida sin costarme la muerte no se
lo pudo pagar, quiero agora que conozcas
que la muerte dél haze que mi uida biua
muerta. Agora verás, quanto me duele.
Agora conoscerás si della me plugo. Agora
juzgarás si amor le tenia. Agora sabrás
si hizo bien en dexarse morir, que ya tú
sabes que con la uida se puede alcançar
lo que con la muerte se desespera. E pues
a él no puedo pagar, a ti satisfago e doy
por testigo; que si seruicios le deuia,
con durable esperança se lo pagaua.
EL AVCTOR
Con tanta tristeza acabó su fabla, que
apenas podia acabar de hablar, e sin
de mí despedirse, desatinada de mucho
llorar, turbada la lengua e mudada la
color se boluio a la camara do antes se
yua, con tan rezios gemidos, que assi
de miedo que no la oyessen, como del
dolor de lo que hazia, sin me despedir
me fuy a mi posada con tanta tristeza,
que muchas uezes de mi desesperada
uida con la muerte tomara uengança, si
pudiera hacello sin que por desesperado
me pudieran culpar. E como tan solo
de plazer como de amigos con quien le
hablasse me hallaua, acostéme en mi
retraymiento, y en esta manera, como si
biuo delante de mi estuuiera, contra el
desdichado de Leriano comenzé a dezir.
EL AVCTOR A LERIANO
¡O enemigo de tu uentura, amigo de tu
desdicha! ¿quién pudiera ser causa de
tu uida con su embaxada, como yo fuy de
tu muerte con tu mensaje? Agora si tú
supiesses el arrepentimiento de Laureola,
no trocarias la gloria celestial, si
por dicha la tienes, por la temporal,
que por darte muerte perdiste; o si tan
arrebatada no la tomaras, con tu uida
no dubdo pudieras alcançar lo que con
perdella perdiste. No sé quien me turbó
mi entendimiento y robó mi juyzio, que en
el tiempo de tu morir no te dixesse como
con la muerte se pierde lo que con la
uida a las vezes se gana. ¡A desdichado
de mi! ¡quién te tuuiesse en lugar donde
pudiesse dezir todo lo que Laureola
me dixo, lo que muestra de pesar por
perderte! Pero si con la muerte ganaste
la uoluntad que agora muestra, por bien
empleada la deues dar. Mucho descanso
recibiera si creyesse que me oyes, o
me crees, porque uieras que con solo
arrepentirse bastaria pagarte, quanto
mas que muy mas quexosa está de ti, que
tú della deues estar. Agora si biuiesses
no ternias de que quexarte. Agora seria
tu pena con esperança suffrida. Agora ni
de la uida pudieras quexar, ni la muerte
tomaras por abogada. O ¡quanto bien me
haria Dios si pudiesse perdiendo mi uida
cobrar la tuya! ¿Para qué me dexó sin mi
uerdadero amigo? ¿Quién pudo perderte que
mas pudiesse biuir? Pluguiesse a Dios que
la uoluntad que te tengo y la que en tu
uida tuue en rogar por mi muerte me la
pagasses, lo qual assi espero que hagas
si tanta uoluntad de uerme tienes como yo
tengo de seruirte. E assi me despido de
más enojarte, lo que de la uida queria
hazer.
EL AVCTOR
Tanto cansado de enojo e menguado
del consuelo quedé de mi habla, que
desatinado, sin sentir qué hazia, me
traspassé y entre muchas cosas que
comenzé a soñar, que mas pesar que plazer
que dauan, soñaua que ueya a Leriano
delante de mi en esta manera uestido.
Trahya vn bonete de seda morada muy
encendido, con vna ueta de seda uerde
de mala color que a penas se podia
determinar, e con vna letra bordada que
dezia:
Ya está muerta la esperança,
e su color
mató uuestro desamor.
Llegando mas cerca de mi, ui que trahya
vna camisa labrada de seda negra, con
vnas cerraduras y vnas letras que desta
manera dezian:
Fue cresciendo mi firmeza
de tal suerte
que en el fin halló la muerte.
Trahya vn jubon de seda amarilla e
colorada, con vna letra que dezia:
Mi passion a mi alegria
satisfaze
en hazella quien la haze.
Trahya mas vn sayo de terciopelo negro
con vna cortadura de raso de la misma,
con vna letra que dezia:
En la firmeza se muestra
mi mal e la culpa uuestra.
Trahya mas vn cinto de oro con vna letra
que dezia:
Muy mas rica fue mi muerte
que mi uida
si della quedays seruida.
Trahya mas vn puñal los cabos e los
cuchillos de azero dorado con vna letra
que dezia:
Mas fuerte fue la passion
que me distes
y nunca os arrepentistes.
Vile mas vna espada con la uayna e
correas de seda azeytunada, con vnas
letras bordadas que dezian:
Dió a mi uida mi tristura
tal tormento,
que muerto biuo contento.
Vile mas vnas calças francesas, la vna
blanca e la otra con vna letra bordada
que dezia:
Castidad quedó zelosa
de la uida
por no dexaros seruida.
Trahya mas vnas agujetas de seda leonada,
con vnos ñudos ciegos, con vnas letras
que dezian:
Vedes aqui mi congoxa
que en uida ni en muerte afloxa.
Vi que trahya mas en cima de todo esto,
vna capa negra bordada de vna seda
pardilla escura, con vna letra que dezia:
No pudo tanto trabajo
ni tristeza
que muden la mi firmeza.
Mirele mas que trahya calçados vnos
çapatos de punta con vnas letras en ellos
muy menudas que dezian:
Acabados son mis males
por seruicio
de quien niega el beneficio.
Mirele mas las manos, e ui que trahya
vnos guantes con vnas eles e aes, e con
la letra que dezia:
Assi comiença e fenesce
el nombre que mas meresce.
Despues de bien mirado lo que trahya
uestido, e lo que las letras dezian, e
la firmeza e pesar que señalauan, miré a
la cara e uile el gesto tan hermoso que
parescia que nunca pesar hauia passado,
e con amoroso semblante, después de muy
cortesmente saludarme, con el mismo tono
que antes me solia hablar, començó á
dezir en esta manera.
LERIANO AL AVCTOR
¡O mi uerdadero amigo! bien pensarás tú
que mi presencia estaua de ti tan lexos
que no pudiesse saber lo que hazias, ni
oyr lo que hablauas; no lo creas, que
nunca de ti tan apartado me fallasse
que junto contigo no estuuiesse. Porque
despues que uentura en la uida de ti
me partió, nunca en la muerte de ti me
parti. Junto contigo siempre he andado,
e a todo lo que a Laureola de mi parte e
de la tuya dezias estaua presente. Sabe
Dios que si pudiera quisiera hablarte.
Pero ni yo podia, ni su miedo me dexaba,
que antes te certifico que por esto que
hago, aunque es poca la habla, espero
mucho el tormento; e porque desto segun
la confiança tengo de tu gran uirtud,
no recibas la pena que yo, dexo de mas
hablar en ello y uengo a lo que haze al
caso de tu habla, e mi respuesta. Dizes
me, señor, que quisieras poderme dar la
uida, como me diste la muerte; no creas
que tu mensaje me la dió, ni yo, segun el
principio lleuaua, me pudiera escusar de
llegar a este fin. Dizes que quisieras
que estuuiera en disposicion que pudiera
gozar del arrepentimiento de Laureola;
no te lo quiero agradescer, pues no te
lo puedo pagar, que el mayor seruicio
que puede ni puedo hazer, no es tan
grande que la menor merced que de ti he
recetado no sea mayor. Pues sus mercedes
ya no las quiero ni puedo gozar dellas
aunque quiera, e si con arrepentimiento
me satisfaziesse, de su crueza quedé
tan quexoso que aunque mas hiziesse no
seré pagado. Dizes me, mi buen amigo,
que dé mi muerte por bien empleada pues
con ella gané lo que sin ella perdia;
luego lo haria yo si de la uida quedara
algo con que pudiera gozallo. ¿Pero qué
me aprouecha a mi creer lo que dize sin
ver lo que haze? E creo que si pudiera
otra uez uerme biuo, tornara a darme mas
pena e menos esperança, pues esto al
mejor librar de biuir se esperaua; más
quise suffrir buena muerte que passar
mala uida. No creas que si creyera que
era mas seruida biuiendo, que dexandome
morir, me matara. Pero como con la uida
no me podia aprouechar, pense con la
muerte remediarme; que no me tengas
por tan uencido de seso, que no sé que
fuera bien biuir para seruilla aunque
no para gozalla. Pero como nunca de su
respuesta supe de lo que mas que seruia,
como tú sabes, dexéme morir, pues ya la
uida queria dexarme. Dizes me, señor,
que querrias poder cobrarme aunque
supiesses perderte; yo te lo creo y en
esto lo pago, pues en otra cosa no puedo.
Dexiste que quisieras que rogasse por tu
muerte, porque en ella de nuestra amistad
gozassemos, pues en la uida no podiamos;
no tengas tal esperança, que mas quiero
oyr dezir que biues sin uerme, que saber
que conmigo biues muerto, aunque en tu
muerte muera tu uida, e biua tu fama, e
assi te dexo, no porque de ti me alexo,
supplicandote que no hagas por mal que te
hable, pues aunque quiero, no puedo.
EL AVCTOR
Después que Leriano acabó de hablarme,
quando yo ya queria respondelle, sin
hauer de mi sueño recordado, soñaua que
ueya a Laureola entrar por la camara
tan uisiblemente como si uerdaderamente
estuuiera despierto, con dissimulada ropa
e nueua compañia, e embaraçado de uer
cosas tan graues, dexé de respondelle, e
comence a notar la galana manera de que
uenia uestida. E tambien me parecio que
no miraua a Leriano ni hauia recebido
alteracion de uerla uenir. Venia toda
en cabello con vna tira labrada de seda
encarnada con vna letra que en ella dezia:
No da muerte mi seruicio
mi crudeza y condicion
ni menos da galardon.
Trahya más vna camisa labrada de seda
blanca con vnas cerraduras, y con vnas
letras que dezian:
Cerró tu muerte a mi uida
de tal suerte,
que no saldra sin la muerte.
Trahya mas vn brial de seda negra con vn
follaje de seda leonada, con vnas letras
que dezian:
Tu firmeza y mi congoxa
pudieron tanto penarme
que en el fin han de acabarme.
Trahya mas vna cinta de caderas labrada
de hilo de oro, con vna letra que dezia:
Mas rica seria mi gloria,
si el biuir
consintiesse en mi morir.
Trahya mas vna faldilla de dos sedas, la
vna azeytunada e la otra colorada, con
vna letra que dezia:
No puede ya el alegria
alegrar
sin más pesar.
Trahya vna tauardeba francesa azul y
amarilla, y dezia la letra con que uenia
bordada:
Con tu muerte mi memoria
se concierta
que biua mi gloria muerta.
Más trahya vn manto de aletas verde y
morado, bordado con vnas matas de yerua
buena, con vna letra que dezia desta
manera:
Si no tuviera la uida
en tu muerte,
no me mostrara tan fuerte.
Trahya mas unos guantes escriptas en
ellos vnas eles e oes, e vna letra que
dezia desta manera:
Con lo que acaba e comiença
fenesció
quien muerte no mereció.
Trahya mas vnos alcorques con vnas nemas,
e vnas letras que dezian desta manera:
¡Qué pena más en tu pena
que en la mia!
más meresció mi porfia.
Acabado de mirar como uenia vestida, e
lo que las letras significauan, ui que
con mucha tristeza e poco plazer, mas con
semblante de muerta que con fuerça de
biua buelta la cara a do estaua Leriano,
començo a hablar enesta manera.
LAVREOLA A LERIANO
Nvnca pense, Leriano, que la fuerça de
tu esfuerço por tan poco inconuiniente
consintieras perder, por que si como
dizes, seruirme desseauas, mas honra me
hazias en biuir que en darte la muerte.
E cierto te hago que mas tu flaqueza
tu mucha pena, ni menos amor me heziste
creer; e si claro quieres uer quan mal
lo hiziste, piensa si yo por bailar, o
por prouarte lo hiziera, quan errado
hauia sido tu proposito. Pues si los
leales amadores los desconciertos del
amor no saben suffrir, quien será para
padezellos? Pues quien no sabe suffrillos
no piense gozallos: e pocas veces espere
su gloria, pues no está la uirtud sino
en saber forçar la pena, que en gozar
la bien auenturança quien quiera quando
le uiene, sabe della aprouecharse. Assi
que tú mas culpado deues ser siendo
discreto por lo que feziste, que loado
por enamorado por lo que passaste. E no
creas que si de tu fe no estuuiera segura
que diera credito a tu fingida firmeza,
e no dando principio no deuiera llegar
a tan errado fin. E más para dezirte
uerdad, que para pagar a tu pena te hago
cierto que si tu muerte creyera, antes
la mia tomara que la tuya consintiera,
porque me paresce que fuera conciencia
suffrirlo. Pero si la confiança de lo que
por mi seruicio hazias, me hazia creello,
la seguridad de tu buen seso me hazia
dudarlo. E desta manera daua mas crédito
a tu discrecion que a tu arrebatada
muerte. Bastarte deuiera a ti, Leriano,
membrarte en la disputa que estuuo mi
honra e peligró mi uida, e contentáraste
tú con saber que te queria e tu mal mas
que el mio me penaua, aunque no te lo
dezia. E si esto me niegas, miembrate
quien yo era e la poca necesidad que de
tus seruicios tenia, e como con solo
escreuirte bastaua para desto asegurarte;
e para que conozcas que no procedia de
deuda sino de uoluntad. E pues está
el testigo delante no me negarás que
cuando con mi mensaje te desesperaste,
e dexaste morir no te daua esperança,
pues que te dezia que esperaras uencer
al Rey mi señor por dias, para que tú
uieras si ante no merescia ser loada
por de buen conoscimiento, que culpada
por desagradecida. E porque de más
hablarte pues no espero uerte, no reciba
la passion que de tu muerte rescibo,
acorto la habla, aunque es larga la pena,
haziendote cierto que pagase a tu alma
lo que a tu cuerpo, tu muerte e mi poca
dicha no me dexaron, quanto la muerte me
dexa.
EL AVCTOR
Qvando Laureola hablaua estas cosas
a Leriano, estaua yo en estraña
manera espantado, uiendo su mucha
piedad, juzgando su seso, conosciendo
su uoluntad. E tanto sus amorosas
razones sin fuerça uencian, que aunque
conmigo no hablaua, muchas vezes sino
para descortesia aun le respondiera
agradesciendole mucho lo que dezia,
aunque aprouechaua poco; pero como sus
razones a mi pensar parescian justas,
nunca crey que Leriano tuuiera cosa que
le responder, ni con que le satisfazer.
No por la poca confiança de su seso, mas
por la mucha turbacion de su alma en uer
delante si la que mas que a si queria.
A lo qual los ojos en el suelo con
mucha cortesia e acatamiento, començo a
responder en esta manera.
LERIANO A LAVREOLA
¡O qvien tuuiesse, señora, tanto saber
para quexar mi mal como tengo razon
para padescello! Yo sabria tan bien
responderte como si pudiera biuir supiera
seruirte. Dizes, señora, que nunca
creyste que la fuerça de mi morir pudiera
mas que mi esfuerço. No te marauilles;
que como yo sin mi me hallaua, no tenia
con qué defenderme. Assi que lo que me
culpas, mereces la pena, pues tú que
podias remediallo consentiste hazello.
E si dizes que erré en no defenderme
affirmandote todauia que pudiera hazello,
si tú por prouarme o por burlar lo
hizieras, juzga lo que dizes e mira
qual estaua, e uerás que el coraçon
lastimado nunca toma la buena nueua por
cierta, ni la mala por dudosa, e con
esto todo lo que de tu parte me dezian,
creya, conosciendo tu mucha crueza e mi
poca dicha. E no pienses que tan poco
trabajo puse en defender mi uida por
seruir la tuya, que mas pena no me daua
defenderme de la muerte que padescella,
y en membrandome como no codiciaua biuir
sino para seruirte, ueya que era yerro no
querer lo que quesiste, pues de aquello
te seruias. E no pienses que tan poco
gané en ella que la do en mi por mal
empleada, pues en ella descobriste la
piedad que en la uida siempre ganaste.
E si dizes que me bastaua la esperança
que me dauas, no te lo niego segun quien
tú eres, que con solo mirarme, quanto
te pudiera seruirme pagaras, quanto más
con lo que dizes; porque quanto menos
esperança parescia cierta, tanto más
de lo mucho que merescias se membraua;
e de merescerte estaua dubdoso, porque
quanto mayor era la merced, tanto menos
la creya, e con esto hize las obras que
ues. E a lo que me dizes de la uentura en
que tu honra e uida se puso, bien sabes,
si lo cierto no oluidas, a quan poco
cargo te era, e la esperiencia de lo que
me pensaua tú la sabes, e las obras son
testigos. E si dizes que en lo primero
estauas sin cargo y en tanto peligro te
uiste, que mas aparejado estuuiera dando
occasion para que algo sospechassen, pues
andauan sobre el auiso, no te engañes,
que pues e a tu limpieza se hauia
mostrado, nunca nadie dixera lo cierto
que por dubdoso no se tuuiera, uiendo
la paga que a los otros hauia dado, de
quien menos el secreto se fiaua mas lo
temieran, e por esto uerás que con lo que
te escusas más te temieran, e por esto
uerás que con lo que te escusas mas te
condenauas. E pues no te puedo seruir,
no quiero enojarte ni más te hablar,
saluo pedirte en galardon de mi fe, que
me des las manos que te bese, porque
desta gloria goze en la muerte, pues en
la uida no pude ni tú me dexaste. E assi
me despido, supplicandote que del ánima
como dizes tengas memoria, pues el cuerpo
pussiste en oluido; e por mas enojoso no
serte, ni con mis razones importunarte,
acabo pidiendote por merced, que si
alguno presumiere aprouecharse de la
riqueza de seruirte, de la fé de mi
uoluntad te acuerdes, la qual delante tus
ojos pongo, porque de mi muerte hayas la
compasion que de la uida no huuiste.
EL AVCTOR
Qvando estas cosas entre ambos passauan,
estaua mirando la cortesia e mucha
firmeza con que Leriano hablaua, e quan
poco pesar de su muerte mostraua, porque
conoscia que a Laureola no menos que a
él le dolia, e por no le enojar suffria
su pena callando su muerte, e quanto
me alegraua de vellos juntos tanto me
entristecia membrandome de la muerte de
Leriano e segun sus razones me parescian,
aunque yo de las menos dellas gozaua,
nunca quisiera uellos acabar; e porque yo
conoscia que si Leriano recebia gloria
de uella que Laureola no recebia pena
sino de uer que era muerto, quisiera
que nunca su fabla tuuiera cabo ni su
uista apartamiento; pero como nunca las
cosas que dan plazer suelen mucho durar,
antes mas ayna se pierden, yo estando en
esto contemplando soñaua que ohya vna
boz muy triste que decia: ¡uen Leriano
que tardas! e con vn rezio e dolorido
sospiro, el bonete en la mano, se fue a
Laureola por le besar las manos. La qual
por alguna gloria dalle en la muerte,
pues en la uida no quiso, se las dió.
E besandoselas dixo estas palabras muy
rezio e desapareció.
¡O si la muerte matasse
la memoria
pues que dió muerte a la gloria!
PROSIGVE EL AVCTOR
Qvando yo ui que no lo ueya, miré a
la parte donde Laureola estaua, por
uer si la ueia, e uila con tanto pesar
y los ojos bañados en agua, que no
como ella era hermosa, mas como si
uerdaderamente estuuiera muerta, estaua
amarilla, perdida la habla, uencida la
fuerça y en tal disposicion la ui, que
mas conpassion hauia de uella, que de
Leriano, aunque estaua muerto; e de uer
tal el vno y el otro en peor peligro
estaua tan desesperado, que diziendo
uerdad yo quisiera mas acompañar a
Leriano muerto que seguir a Laureola
biua; la qual con mucha tristeza
dissimulando quanto podia la pena que
la muerte de Leriano le daua, forçando
las lagrimas como discreta, començó a
hablarme en esta manera.
LAUREOLA AL AVCTOR
Verdaderamente con mas coraçon e mejor
uoluntad me despidiera de la uida e
tomara la muerte, que salir de tu posada,
sino creyesse que saliendo me hauia de
salir el alma. Porque cierto es que si
creyera que viendo a Leriano tal me
hauia de uer, nunca en tal me pusiera,
antes suffriera la pena de su ausencia
que la gloria de uelle, pues no podia
remediarle, que nunca pense que assi me
penara, porque quanto mas sus seruicios
e lealtad delante mi ponia para algo
querelle, tanto mi bondad e la grandeza
de mi estado me lo estoruaua; e no porque
contra esto esperaua yr, antes la uida
de mi fe uaya, saluo que con más trabajo
e menos oluido trabajara con el rey mi
señor en libertad, aunque a mi no era
dado, para que entrasse en la corte e
huuiera lugar de uerme, e con esto segun
se dezia y en muerte manifestaua, e con
la esperança que le daua huuiera lugar de
no desesperar; pero si yo con mi crueza
lo consentia, con la passion lo he pagado
y espero pagar tambien, que para mi salud
estuuiera tambien hazello como para mi
bondad por qualquiera parte negallo.
Mas de la hermosura que Dios me dió me
quexo, y él deue quexarse, que esta pudo
más ayna que mi condicion ni uoluntad
engañarse; e porque el tiempo es corto
e la passion es larga, no quiero mas
dezirte, saluo que te hago cierto, que
aunque Leriano segun mi estado e linaje
por mujer no me merescia, nunca deuiera
él perder la esperança. E pues a él no
puedo pagar sus obras e buenos seruicios,
a ti te ruego que de la corte no te
partas, aunque el desseo de tu naturaleza
te pene, porque conozcas en las mercedes
que te haré aqui si biuieres, las honras
que a Leriano hiziera biuiendo.
EL AVCTOR
Qvando Laureola acabó de hablarme quedó
tan triste, e tan llenas sus uestiduras
de lagrimas de sus ojos que en gran
manera me ponia más manzilla su penada
uida que la muerte del muerto; e a
todo lo que me dixo quisiera mucho
respondelle, agradesciendole las
mercedes que queria hazerme, como la
cortesia con que me hablaua, saluo que
qvando mas seguro e pensatiuo en lo que
me hauia dicho estaua, se partió de mi
con vn gran sospiro, e con vna boz con
que pudo recordarme que dezia: Ya no
puede más doler la muerte, aunque está
cierta, que la uida que está muerta.
EL AVCTOR
Despves que miré al derredor e ui que
hauia quedado solo, halléme tan triste e
tan embeleñado, que no sabia lo que de
mi hiziesse, ni de lo que hauia soñado
que pensasse. E como no tenia con quien
hablar, estaua tan pensatiuo que mill
uezes con mis manos quisiera darme la
muerte, si creyera hallar en ella lo
que con ella perdi; e como pense que
con mi muerte no se cobraua la uida del
muerto, ui que era yerro perder el anima
sin gozar del cuerpo; e como es cierta
esperiencia que la musica cresce la pena
donde halla, e accrescienta el plazer en
el coraçon contento, tomé la uihuela,
e mas como desatinado que con saber
cierto lo que hazia, començe a tañer esta
cancion e uillancico:
_Cancion._
No te pene de penar,
coraçon, en esta uida,
que lo que ua de uencida
no puede mucho durar.
Porque segun es mortal
el mal que se muestra, e fuerte,
¿para qué es tomar la muerte
pues la uida es mayor mal?
Comiença te a consolar,
no muestres fuerça uencida;
que lo que mata la uida
con muerte se ha de ganar.
_Uillancico._
Pues porque es buena la uida
sin la muerte,
se toma por mejor suerte.
Quien muere muerte biuiendo
no haze mucho su suerte,
mas el que biue muriendo
sin la muerte,
¿qué mal ni pena hay mas fuerte?
Quien puede suffrir su mal
o quexallo a quien lo haze,
con su mal se satisfaze
su uida aunque es mortal,
pero el dolor desigual
de mal e pena tan fuerte
¿quien lo suffre que no acierte?
EL AVCTOR
Acabada de dezir la cancion e desecha lo
menos mal que yo pude, dexé la uihuela,
sin mas pensar lo que deuia hazer, mandé
ensillar, porque me parescia que era
tiempo e bien de partir a mi tierra; e
despedido de los que hallé por la calle,
sali de la corte, más acompañado de
pesar que consolado de plazer. E tanto
mi tristeza crescia e mi salud menguaua,
que nunca pense llegar biuo a Castilla,
e despues que començe a entrar por mi
camino, uinieronme tantas cosas a la
fantasia, que no tuuiera por mal perder
el seso, por perder el pensamiento
dellas. Pero membrandome como no hauia
ningun prouecho pensar más en ello,
trabajaua conmigo quanto podia por me
defender de traellas a la memoria. E assi
trabajando el cuerpo en le camino, y el
ánima en el pensamiento, llegué aqui
a Peñafiel como Diego de Sant Pedro,
do quedo besando las manos de uuestras
mercedes.
NOTAS:
[283] Parece que debe leerse «cuando en el cabo dél es dicho».
SERMON ORDENADO POR DIEGO DE SANT PEDRO
PORQUE DIXERON VNAS SEÑORAS QUE LE
DESSEAUAN OYR PREDICAR
Para que toda materia sea bien entendida
y notada, conuiene que el razonamiento
del que dize sea conforme a la condicion
del que lo oye; de cuya verdad nos queda
que si ouieremos de hablar al cauallero,
sea en los actos de la caualleria. E si
al deuoto en los meritos de la pasion.
E si al letrado, en la dulçura de la
sciencia. E assi por el consiguiente en
todos los otros estados. Pues siguiendo
esta ordenança para conformar mis
palabras con vuestros pensamientos;
porque sea mejor escuchado, paresceme que
deuo tratar delas enamoradas passiones;
pero porque sin gracia ninguna obra se
puede començar, ni mediar, ni acabar,
roguemos al amor (en cuya obediencia
biuimos) que ponga en mi lengua mi dolor;
porque manifieste en el sentir lo que
fallesciere en el razonar. E porque esta
gracia nos sea otorgada, pongamos por
medianera entre amor e nosotros la Fe
que tenemos en los coraçones. E para
mas la obligar, offrecerle hemos sendos
sospiros porque nos alcance gracia; a mi
para dezir, e a vosotras señoras, para
escuchar; e a todos finalmente para bien
amar.
Dice el lhema: In patiencia vestra
sustinete dolores vestros.
Lastimados señores, y desagradecidas
señoras: Las palabras que tomé por
fundamento de mi intencion, son escriptas
en el libro de la muerte, a los siete
capitulos de mi desseo. Da testimonio
dellas el Evangelista Aficion. E traydas
del latin a nuestra lengua, quieren
dezir. En vuestra paciencia sostened
vuestros dolores. E para conclusion del
tema, será el sermon partido en tres
partes.
La primera será vna ordenança para
mostrar como las amigas se deuen seguir.
La segunda será vn consuelo en que se
esfuercen los coraçones tristes. La
tercera, vn consejo para que las señoras
que son seruidas remedien a los que la
siruen. E para aclaracion de la primera
parte, digo que todo edificio para que
dure, conuiene ser fundado sobre cimiento
firme, si quiere el edificador tener su
obra segura. Pues luego conuiene que lo
que edificare el desseo en el coraçon
catiuo, sea sobre cimiento del secreto,
si quisiera su labor sostener e acabar
sin peligro de verguença. Donde por essa
conparacion paresce que todo amador deue
antes perder la vida, que escurecer la
fama de la que siruiere, auiendo por
mejor recebir la muerte callando su
pena, que merecerla, trayendo su cuydado
a publicacion. Pues para remedio deste
peligro en que los amadores tantas vezes
tronpieçan, deue traer en las palabras
mesura, y en el meneo honestidad, y en
los actos cordura, y en los ojos auiso,
y en las muestras soffrimiento, y en los
desseos tenplança, y en las platicas
dissimulacion, y en los mouimientos
mansedunbre. E lo que más deue proueer,
es que no lieue la persona tras el
desseo, porque no yerre con priessa, lo
que puede acertar con espacio; que le
hará passar muchas vezes por donde no
cunple, e buscar mensajeros que no le
conuienen, y embiar cartas que le dañen,
e bordar inuenciones que lo publiquen. E
porque competencia suele sacar el seso
de sus recogimientos honestos, poniendo
en coraçon sospechas, y en el mal
desesperacion, y en las consideraciones
discordia, y en el sentimiento rauia;
deue el que ama templarse e suffrirle,
porque en tales casos quien buscare
su remedio, hallará su perdicion. E
quando al que compete le paresciere
que su competedor lleuó mas fauor de
su amiga que no él, entonces deue mas
recogerse. E aquel mudar dela color, e
aquel encarniçar de los ojos, e aquel
temblar dela boz, e aquel atenaçar delos
dientes, e aquella sequedad de la boca
que traen disfauores, deuelo cerrar en
el juyzio, cerrando la puerta con el
aldaba del soffrimiento, hasta que
gaste la razon los accidentes de la ira;
que las armas con que se podria rengar,
cortarian la fama de la amiga, cosa que
más que la muerte se deue temer. Bien
sé yo, señoras, que lo que trato en
mi sermon con palabras, aueys sentido
vosotras en obras. De manera que son mis
razones molde de vuestros sentimientos.
Empero porque muchas vezes la passion
ciega los ojos del entendimiento, es bien
recordar os la haz y el enues destas
ocasiones. Sean los passos del que ama
espaciosos, e las passadas por do está
su amiga, tardias; e tenga en publico
tristeça tenplada; porque esta es vn
rastro por donde van las sospechas a dar
en la celada de los pensamientos; cosa
de que todo enamorado se deue apercibir,
porque diuersas vezes las aparencias del
rostro son testigos de los secretos del
coraçon; e no dudo que no peneys mucho
en hazer esto, porque más atormentan
los plazeres forçosos que las tristeças
voluntarias; mas todo se deue suffrir
en amor y reuerencia de la fama de la
amiga, e guardaos, señores, de vna
erronía que en la ley enamorada tienen
los galanes, comentando en la primera
letra de los nombres de la que siruen
sus inuenciones o cimeras o bordaduras,
porque semejante gentileça es vn pregon
con que se haze justicia de la infamia
dellas. Ved qué cosa tan errada es
manifestar en la bordadura avn lo que
en el pensamiento se deue guardar. Y no
menos, señores, os escusad de vestidos
de sus colores, porque aquello no es
otra cosa sino vn espejo do se muestra
que la seruis. E porque los ojos suelen
descobrir lo que guarda la voluntad, sea
vuestro mirar general, por quitar de
tino los sospechosos. Conuiene a todo
enamorado ser virtuoso, en tal manera,
que la bondad rija el esfuerço, aconpañe
la franqueça; e la franqueça adorne la
tenplança, e la tenplança afeyte la
conuersacion, e la conuersacion ate la
buena criança, por via que las vnas
virtudes de las otras se alumbren, que
de semejantes passos se suele hazer el
escalera por do suben los tristes a
aquella bienaventurada esperança que
todos deseamos. Nunca vuestro juyzio
responda á las bozes de la pena; e quando
ella se aquexa con dolor rija el seso la
tenplança, atando el cuerpo con consejo,
porque no se vaya tras el pensamiento
haziendo asomadas y meneos. No segun
la ley del discreto lo establesce, mas
segun la priessa de la pena lo pide. E
porque suelen recrescerse a los penados
acaescimientos de tanta angustia que
dessean hablar la, porque la passion
comunicada duele menos, no so yo de
consejo que a nadie se descubra porque
quien a otro su secreto descubre, hagale
señor de si.
Pues porque no rebiente el que se viere
en tal estrechura, apartase a tal
lugar solo, y sentado en medio de sus
pensamientos, trate y participe con
ellos sus males; porque aquellos solo
son compañia fiel. E si vn pensamiento
le traxere desesperaciones, otro le
traerá esperança. E si vno hallase
torpe, otro hallará tan agudo que le
procure su remedio. E si vno le dixere
que desespere segun su desdicha, otro le
dirá que espere segun su fe, e si vno le
aconsejare que acorte con la muerte la
vida e los males, otro le dirá que no
lo haga, porque con largo biuir todo se
alcança; otro le dirá que tiene su amiga
graue condicion como desamorada, otro
le dirá que tiene piedad natural segun
muger; otro le consejará que calle, que
muera e suffra; e otro que sirua e hable
e siga. De manera que él de si mismo se
podra consolar y desconsolar. Direys
vosotros, señores, que todavia querria
desconsolacion e consejo de amigo, porque
los honbres ocupados de codicia, o amor,
o desseo no pueden determinar bien en sus
cosas propias, lo qual yo no reprueuo.
Pero assi como en los otros casos lo
conozco, assi para esto lo niego; porque
en las otras negociaciones se turba la
razon, y en los dolores de este mal se
aguza el seso. E si sobre todo esto la
ventura vos fuese contraria, en vuestra
paciencia sostened vuestros dolores.
LA SEGUNDA PARTE
La segunda parte de mi sermon dixe que
seria vn consuelo de los coraçones
tristes. Para fundamento de lo qual
conuiene notar que todos los que
catiuaren sus libertades, deuen primero
mirar al merescer de la que causare la
captiuidad, porque el afficion justa
aliuia la pena. De donde se aprende; el
mal que se sufre con razon, se sana con
ella misma. De cuya causa las passiones
se consuelan e suffren. E avn que las
lagrimas vos cerquen, e angustias vos
congoxen, e sospechas vos lastimen,
nunca, señores, vos aparteys de seguir
e seruir e querer, que no ay conpañia
mas amigable que el mal que vos viene
de quien tanto quereys, pues ella lo
quiere. E si no hallardes piedad en quien
la buscays, ni esperança de quien la
quereys, esperad en vuestra Fe, y confiad
en vuestra firmeza; que muchas vezes la
piedad responde quando firmeza llama
a sus puertas. E pues soys obedientes
a vuestros desseos, soffrid el mal de
la pena por el bien de la causa. ¡Que,
señores, si bien lo miramos quantos
bienes recebimos de quien siempre nos
quexamos! La soledad causa desesperacion
algunas vezes, donde nuestras amigas
siempre nos socorren, dando nos quien nos
acompañe e ayude en nuestra tribulacion.
Embian nos a la memoria el desseo que su
hermosura nos causa, e la passion que
su gracia nos pone; y el tormento que
su discrecion nos procura; y el trabajo
que su desamor nos da. E porque estas
cosas mejor conpañia nos hagan crezcan
nuestros coraçones con ellas; en manera
que por venir de do vienen avn que el
pensamiento se adolezca, la voluntad
se satisfaze; porque no nos dexen
desesperar. Y es esto como las feridas
que los caualleros receben con honrra,
avn que las sienten en las personas con
dolor, las tienen en la fama por gloria.
O amador! si tu amiga quisiere que penes,
pena; e si quisiera que mueras, muere; e
si quisiera condenarte, vete al infierno
en cuerpo y en ánima. ¿Qué más beneficio
quieres que querer lo que ella quiere?
Haz ygual el coraçon a todo lo que te
pueda venir. E si fuere bien, amalo.
E si fuere mal, suffrelo. Que todo lo
que de su parte te viniere, es galardon
para ti. Direys a esto que vos dé fuerça
para suffrir, y que vosotros me dareys
voluntad para penar. Mirad bien, señores,
quan engañados en esto biuis; que si
podeys sostener tan graue pena, cobrareys
estimacion. E si el suffrimiento cansare
y os traxere a estado de muerte, no
puede veniros cosa más bienauenturada;
que quien bien muere, nunca muere; pues
qué fin más honrrado espera ninguno que
acabar debaxo de la seña de su señor:
por fe y firmeça e lealtad e razon?
Por donde estaua bien vn mote mio, que
decia, que en la muerte está la vida.
Dize vn varon sabio, que no vido honbre
tan desuenturado, como aquel que nunca
le vino desuentura; porque este ni sabe
de si para quanto es, ni los otros
conoscen lo que podria si de fortuna
fuesse prouado. Pues qué mas quereys de
vuestras amigas sino que con sus penas
esperimenteys vuestra fortaleça? Que
no hallo yo por menos coraçon recebir
la muerte con voluntad, que sostener
la vida con tormento; porque en lo vno
se muestra resistencia fuerte, y en lo
otro obediencia justa; de forma, que con
el mal que amor os ordena, os procura
alabança. Esforçad vos en la vida, e sed
obedientes en la muerte. Pues luego bien
dize el tema: que sostengays en vuestra
paciencia vuestros dolores.
LA TERCERA PARTE
Dixe que la tercera parte de mi sermon
seria vn consejo para que las señoras
que son seruidas remedien a quien las
sirue. Pero primero que venga a las
razones desto, digo que quisiera,
señoras, conosceros con seruicio, antes
que ayudaros con consejo: porque lo vno
hiziera con sobra de voluntad, y haré lo
otro con mengua de discrecion; mas como
desseo librar vuestras obras de culpa,
e vuestras almas de pena, dezir vos he
mi parecer lo menos mal que pudiere.
Pues para començar el proposito, solo
por salud de vuestras animas, deveriades
remediar los que penays; que incurris
por el tormento que les days en quatro
pecados mortales; en el de soberuia que
es el primero, pecays por esta razon:
Quando veys que vuestra hermosura y valer
puede guarescer los muertos e matar los
biuos, e adolescer los sanos, e sanar los
dolientes, creeys que podeys hazer lo
mismo que Dios, al qual por esta manera
offendeys por este peccado. E no menos
en el de auaricia; que como recogeys la
libertad e la voluntad e la memoria y
el coraçon de quien os dessea, guardays
todo esto con tanto recaudo en vuestro
desconocimiento que no les volvereys vna
sola cosa destas, fasta que muera por
lleuarle la vida con ellas. Pecays assi
mesmo en el pecado de la yra; que como
los que aman, siempre siguen, es forçado
que alguna vez enojen, e importunadas de
sus palabras e porfias, tomays yra con
desseo de vengança. En el pecado de la
pereça no podeys negar que tambien no
caeys, que los catiuos del aficion, avn
que mas os escriuan y os hablen, e os
embien a dezir, teneys tan perezosa la
lengua, que por cosa del mundo no abris
la boca para dar vna buena repuesta.
E si esta razon no bastare para la
redenpcion de los catiuos, sea por no
cobrar mala estimacion. ¿Qué os paresce
que dirá quien sopiere que quitando las
vidas galardonays los seruicios? Para
el leon e la sierpe es bueno el matar.
Pues dexar, señoras, por Dios, vsar a
cada vno su officio; que para vosotras
es el amor, e la buena condicion y el
redimir; el consolar. E si por aqui no
aprueuo bien el consejo que os do, sea
por no ser desconocidas; culpa de tan
gran grauedad. ¿Cómo, señoras; no es bien
que conozcays la obediente voluntad con
que vuestros siervos no quieren ser nada
suyos por serlo del todo vuestros, que
trasportados en vuestro merescimiento, ni
tienen seso para fablar, ni razon para
responder, ni sienten donde van, ni saben
por do vienen, ni fablan a proposito, ni
se mudan con concierto: estando en la
yglesia y cabo el altar, preguntan si
es hora de comer? ¡O quantas vezes les
acaesce tener el manjar en la mano, entre
la boca y el plato por gran espacio, no
sabiendo de desacordados quién lo ha
de comer, ellos o el platel! Quando se
van a acostar, preguntan si amanesce, e
quando se levantan preguntan si es ya de
noche. Pues si tales cosas desconoceys, a
la mi fe, señoras, ni podeys quitar las
condiciones de culpa, ni las ánimas de
pena, quando por precio de sus vidas no
quereys dar vuestras esperanças. E como
vean los que os siruen su poco remedio,
traen los ojos llorosos, las colores
amarillas, sus bocas secas, las lenguas
enmudecidas, que avnque no con ál, sino
con sus lagrimas, deurian reuerdecer
vuestras sequedades. Pues porqué en hora
mala para mi, podeys negar galardon tan
desseado, e por tantas maneras merescido?
Direys vosotras, señoras: ¿no veys,
predicador simple, que no se pueden
remediar sus penas sin nuestras culpas?
A lo qual yo respondo, que no me
satisfaze vuestro descargo; porque el
que es affinado amador, no quiere de su
amiga otro bien, sino que le pese de su
mal; y que tractando lo sin aspereça, le
muestre buen rostro; que otras mercedes
no se pueden pedir. Assi que remediado su
mal, antes sereys alabadas por piadosas,
que retraydas por culpadas. Pues si de
piedad e amor quereys, señoras, enxemplo,
fallareys que en Babilonia biuian dos
caualleros, y el vno dellos tenia fijo
llamado Piramo, y el otro vna hija que
llamauan Tisbe; y como se viessen muchas
vezes encendió la conuersacion sus
desseos. Y conformes en vna voluntad,
acordaron de salirse vna noche porque
tuuiesen compañia sus personas, assi como
sus coraçones, e tomado este acuerdo,
concertaron el que primero saliesse,
esperasse al otro en vna puente que
estaua fuera de la ciudad junto con el
enterramiento del rey Nino; pues como
Tisbe fuesse más acuciosa en el andar
y en el amor, llegó antes que Piramo a
la fuente. Y estando acompañada de sola
esperança dél, salio de vna selva que
alli se hacia vna leona toda sangrienta e
sañuda, de miedo de la qual Tisbe se fue
a meter en el enterramiento dicho. E como
fuesse desatinada, cayosele el manto que
cobria. Llegada la leona a aquel lugar,
despues que vuo beuido en la fuente,
despedaçó el manto e cubrio lo todo de
la sangre que traya, e boluiose luego a
la montaña. Pues como ya el desdichado
Piramo a la fuente llegasse, vistas
las señales del manto sospechó que su
amada Tisbe fuese de alguna vestia fiera
comida, e dando credito a su sospecha
despues que con palabras lastimeras lloró
su mala ventura, pusose vn cuchillo por
los pechos. La sola e desdichada Tisbe
quando ya el roydo de la leona cessó,
salio de donde estaua por saber si era
llegado su Piramo; y como llegase debaxo
de vn moral do cayó con la ferida,
hallóle que ya queria dar el ánima, e
cayendo en la razon que pudo causar su
muerte, llegó a el boluiendole el rostro
arriba, que lo tenia en la tierra, y
besandole diuersas vezes su fria boca,
mezclando sus lagrimas e su sangre,
començo a dezir. Buelue el rostro, señor
mio, a tu desamparada Tisbe. No tengas
mas amor con la tierra que comigo.
Por cierto tambien terné fuerça para
acompañarte en la muerte como para amarte
en la vida; assi seguire yo muerta á ti
muerto. E dichas estas palabras, sacó le
el cuchillo de los pechos, y puesto en
los suyos, abraçose con su amado e assi
acabaron entrambos. Muchas razones y
enxemplos y autoridades podria traer para
enchir de verdad mi intencion; e no las
digo por esquiuar prolixidad. Solamente,
señoras, os suplico, que parezcays a
la leal Tisbe, no en el morir, mas en
la piedad que por cierto mas grave que
la de Piramo es la muerte del desseo;
porque la vna acaba, y la otra dura. E
do vos seguridad que no os arrepintays
de mi consejo. Catad que este amor que
negays, suele emendarse con pena de quien
lo trata con desprecio. E si todavia
quisierdes seguir vuestra condicion,
sostengan los que aman en su paciencia
los dolores. E porque da ya las doze,
e cada vno ha mas gana de comer que de
escuchar.
Ad quam
gloriam nos
perducat.--Amen.
QUESTION DE AMOR DE DOS ENAMORADOS
AL VNO ERA MUERTA SU AMIGA; EL OTRO
SIGUE SIN ESPERANÇA DE GALARDON.
DISPUTAN QUAL DE LOS DOS SUFFRE
MAYOR PENA. ENTRETEXENSE EN ESTA
CONTROUERSIA MUCHAS CARTAS Y ENAMORADOS
RAZONAMIENTOS, Y OTRAS COSAS MUY SABROSAS
Y DELEITABLES[284].
EL PRÓLOGO
Muchos son los que del loable y fructuoso
trabajo de escreuir rehuyr suelen; unos
por no saber, a los quales su ygnorancia
en alguna manera escusa; otros por
negligencia, que teniendo habilidad y
disposicion para ello, no lo hazen: y a
estos es menester que Dios los perdone
en lo passado y emmiende en lo poruenir.
Otros dexan de hazerlo por temor de
los detractores y que mal acostumbran
dezir, los quales, a mi parescer, de toda
reprehension son dignos, pues siendo el
acto en si virtuoso, dexan de usarlo por
temor. Mayormente que todos o los que más
este exercicio usan, o con buen ingenio
escriuen o con buen desseo querrian
escreuir. Si con buen ingenio hazen buena
obra, cierto es que debe ser alabada. Y
si el deffecto de más no alcançar algo
la haze diminuta de lo que mejor pudiera
ser, deuese loar lo que el tal quisiera
hazer si más supiera, o la inuencion y
fantasia de la obra, porque fue o porque
desseó ser buena. De manera que es mucho
mejor escreuir como quiera que se pueda
hazer, que no por algun temor dexar de
hazerlo. Mayormente que o estas cosas han
de uenir a vista o juyzio de discretos
y buenos, o de nescios y malos; y el
discreto no habla mal y el bueno siempre
dize bien. Pues el grossero y nescio mal
puede juzgar las cosas agenas, que ni a
si ni a las suyas conosce; el malo ¿qué
mal puede dezir de nadie, pues él en si
es malo? Assi que por ninguna uia el bien
obrar deuria cessar. De donde el que la
presente obra compuso, oluidado todo lo
que se podia temer, deliberó lo mejor
que pudo escreuir este tractado, dexando
su nombre encubierto, porque los que con
mas agudo ingenio querran en ella algo
emmendar lo puedan mejor hazer y de la
gloria gozar su parte.
ARGVMENTO
Y DECLARACIÓN DE TODA LA OBRA
El auctor en la obra presente calla y
encubre su nombre por la causa arriba
dicha, y porque los detractores mejor
puedan saciar las malas lenguas no
sabiendo de quién detractan. Tambien
muda y finge todos los nombres de los
caualleros y damas que en la obra se
introduzen, y los titulos, ciudades
y tierras, perlados y señores que en
ella se nombran, por cierto respecto
al tiempo que se escriuio necessario,
lo qual haze la obra algo escura. Mas
para quien querra ser curioso, y saber
la verdad, las primeras letras de los
nombres fengidos son las primeras de los
uerdaderos de todos aquellos caualleros y
damas que representan, y por las colores
de los atauios que alli se nombran, o por
las primeras letras de las inuenciones,
se puede también conoscer quien son los
seruidores y las damas a quien siruen. Y
puesto que la dicha ficion haga la obra
algo sospechosa de uerdad, es cierto que
todos los caualleros y damas que en ella
se introduzen, a la sazon se hallauan
presentes en la ciudad de Napoles, donde
este tractado se conpuso; y cada uno
dellos seruia a la dama que aqui se
nombra. Bien es uerdad que el auctor por
mejor seruar el estilo de su inuencion y
accompañar y dar mas gracia a la obra,
mezcla a lo que fue algo de lo que no
fue. Finalmente el principal proposito
suyo ha sido querer seruir y loar una
dama, que en la obra Belisena se nombra;
por servir y complazer un cauallero a
quien llama Flamiano, que aquella dama
seruia. Entre el qual Flamiano y otro
que en la obra Vasquiran se nombra, se
mueue una contienda o question a manera
de dialogo, en demanda y respuesta, qual
de los dos con mas razon de la fortuna,
como mas lastimado o mas apassionado
se deue quexar: Flamiano de enamorada
passion, sin remedio ni esperança en
viuas llammas uiendose arder, ó Vasquiran
siendole muerta su amiga, que era la
cosa que en el mundo mas amaua. La qual
estando en su poder, la cruel muerte
della de toda sperança desesperado le
dexó. Sobre lo qual con diuersas letras
y embaxadas largos dias contienden; e al
fin hallandose juntos, prosiguiendo la
question, sin darle fin, pendiente la
dexan, porque los que leyeren sin leer
tengan, si querran, occasion y manera en
que altercar y contender puedan.
COMIENÇA LA OBRA
Acaescio pues que al tiempo que el rey
Carlos de Francia entró en Ytalia e
ganó el reyno de Napoles, vn cauallero
que Basquiran hauia nombre, de nacion
Española, natural de la ciudad de
Todomir, andando en la corte del
serenissimo e catholico rey don Fernando
de España hallandose en la dicha corte o
passando a la sazon por vna ciudad que
Ciracunda se nombra, de vna dama que
Violina se llamaua de la dicha ciudad
natural estremadamente se enamoró, con
la qual enel principio de sus enamorados
desseos tan prospera la fortuna le fue,
que si al fin como suele la rueda no le
houiera hecho desfazer, el más de los
gloriosos en tal caso se pudiera llamar,
porque con tales ojos de Violina fue
mirado que no menos presa de amor quedó
con su vista que prendido hauia con su
hermosura. Pues venido en conocimiento de
Vasquiran lo que la ventura a su desseo
le aparejaua, no sin mucho trabajo e
peligro con assaz dificultad con Violina
secretamente habló, de que sucedio que
por la imposibilidad de la guarda que
Violina delas compañas de su padre tenia
para que más hablar como desseauan
se pudiessen, Vasquiran tentó en las
voluntades delos parientes de Violina
lo que la suya desseaua; esto era que
por muger se la diessen, lo qual no pudo
alcançar por algun respecto que aqui no
se escriue.
Pues visto por esta parte el impedimento
que sus desseos impedia, tentaron en la
ventura suya de hallar el remedio que
en las voluntades ajenas les fallecia.
E fue que con acuerdo delos dos,
postpuesto todo peligro assi de sus
vidas como de sus honrras, Vasquiran
vna noche e hurtadamente de casa de su
padre á Violina sacó. Con la qual e
con mucho peligro e trabajo e no menos
contentamiento llegó en la ciudad de
Valdeana, donde hauida vna suma de moneda
con que segun su condicion biuir pudiesse
e ofreciendosele seguro passaje con
Violina se embarcó, haziendo su via a las
partes de Italia. E llegados con tiempo
prospero a la gran insula, en la ciudad
Felernisa se desembarcó, que es en la
dicha insula la mayor entre muchas que
en ella hay. En la qual por algun tiempo
deliberó biuir y estar; e alli comprada
vna muy honrrada possession algun tiempo
los dos muy alegres y contentos biuieron.
En el qual tiempo muchas vezes se vio con
vn grande amigo suyo, que Flamiano hauia
nombre, natural de la ciudad de Valdeana
de no menos noble linage que criança. El
qual en la ciudad de Noplesano habitaua
que es en Italia vna delas nobles que en
ella haya. En la qual al presente muchos
grandes señores e nobles caualleros
habitauan, assi de la mesma nacion e
patria naturales como de los reynos de
España e otras muchas tierras. E quando
estos caualleros con las presencias ver
no se podian, con sus letras jamas de
visitar se dexauan. Estando pues las
cosas en este termino, se siguio que la
duquesa de Meliano que era vna muy noble
señora biuda con vna hija suya Belisena
llamada, en todo estremo de virtud y
hermosura complida, a la dicha ciudad de
Noplesano vino para estar en ella algun
tiempo. De la qual Belisena este Flamiano
en tanta manera se enamoró, que ni a
su passion sabia dar remedio, ni a su
desseo podia dar contentamiento. Porque
mirado e considerado el valor, merecer e
virtud de Belisena, todas las esperanças
que esperança de algun bien darle podian
la puerta le cerrauan. Donde viendose
de si vencido e de estremada passion
combatido, no podiendo más consigo sofrir
su pena, acordó prouar en ageno remedio
lo que en el suyo para su descanso no
hallaua. E esto fue que con la compañia
de su amigo Vasquiran penso poder dar
a sus males algun aliuio. Por el qual
determinó enbiar para hazerle notoria
parte de su congoxa, pero como nunca los
males a solas pueden venir, acaescio que
en este mismo tiempo que a este Flamiano
esta passion enamorada sin libertad
dexó, en aquel mesmo la cruel muerte
dexó a Vasquiran su amigo sin libertad e
alegria dando fin en los dias de Violina
e comienzo en sus males.
Lo qual por Flamiano sabido tanto dolor
crecio en su coraçon que penso perder el
natural juyzio. Pues despues de muchos e
varios pensamientos que por la fantasia
le passaron sobre lo que en tal caso de
si determinaria, acordó por mas breuedad
con vn camarero suyo que Felisel hauia
nombre, para el presente embiarlo a
visitar e consolar de su desastrada
fatiga e desculpar de su indisposicion.
El qual Felisel despues de informado de
lo que su señor le mandó que hiziesse e
de su parte dixesse, dio comienço a su
camino. E assi en pocos dias llego a la
ciudad de Felernisa.
COMO FELISEL DESPUES DE LLEGADO Á LA
CIUDAD DE FELERNISA E VISTO Á VASQUIRAN,
LE NOTIFICO SU EMBAXADA
Pues llegado Felisel á Felernisa donde
Vasquiran estaua, e vistas e notadas
muchas cosas como adelante se contará,
comiençale a hablar desta manera:
La necessidad, señor, en que me pone
lo que me ha sido mandado, me fuerça
a que mi embaxada te haga notoria; la
compassion de ver tus sospiros me conbida
más a dessear ayudarte a plañir tus males
que no a poner remedio con mis razones
en ellos, porque creo que quanto en mi
saber con su flaqueza mengua razon para
consolarte, en la sobra de tu tristeza
sobra causa para más entristecerte, de
suerte que no sé determinarme a lo que
contigo deuo hazer. Mi obligacion me
constriñe á hablarte, la conpassion me
cierra la boca; tu virtud e nobleza me
dan atreuimiento, tu daño y desuentura
me lo quitan, de manera que peor aparejo
hallo en mi para dezir, que disposicion
veo en ti para escuchar; e assi no sé
lo que en tal caso de mí determine;
pero al fin será mejor que como pudiere
ó supiere cumpla lo que soy obligado,
diziendote á lo que soy venido, e aun
que, señor, mi habla te muestre lo que
en mi falta de saber para consolarte,
en mi pesar conocerás quanto el tuyo me
pesa, la voluntad e amor que mi señor
te tiene, y el mal que tus males en los
suyos de dolor acrecientan e quanto tu
perdida le ha sido graue, la qual si
como con la voluntad siento, pudiese con
las fuerças remediarla, lo menos que
por ti ofreceria seria la vida desseando
tu salud que como la suya le es cara; e
assi, señor, me mandó que de su parte te
dixesse que si al presente a visitar no
te viene es por dos causas. La una porque
como te he dicho, tanto tu dolor le
pena que más presto a crecer tus lloros
te ayudaria que no a poner en ellos el
remedio que tú has menester y el dessea.
La otra es que sus males tan sin plazer
le tienen, que juntados con los tuyos que
más crudos los juzga tan rezio los vnos
como los otros se podrian encender, que
podrian ser causa que las entrañas de
entrambos en mayores llamas se viessen
arder, de suerte que ni él a ti ni tú
á el, remedio os pudiessedes poner. E
por tanto te ruega que al presente por
escusado le tengas, hasta que Dios quiera
que el tiempo e la razon en tus lagrimas
pongan algun sossiego, porque mas
desocupado tu joyzio pueda fablar quando
a verte viniere; porque assi viniendo
a te consolar de lo que perdiste, de
su mal te pueda como á verdadero amigo
pedir algun consejo que consuelo le
pueda dar, lo que ya para hazer estaua
aparejado e determinado si esta ventura
tuya para mayor hazer la suya no houiera
acaecido; y asi, señor, te ruega que á
él con tu virtud tengas por escusado e
a ti con tu discrecion comiences a dar
algun reposo en tu congoxa, pues que la
muerte, como mejor sabes, a todos es
natural y escusarla no podemos, ni en
esta vida seguridad ninguna alcançar se
puede de su salteada venida, ni de los
secretos desastres y pesares que nuestra
naturaleza por tantas partes tan secretos
e aparejados nos tiene. A vnos en la
muerte en medio de su contentamiento
dexándolos á solas acompañados de pesar
como agora a ti haze; á otros con
fatigada e trabajosa vida haziendoles
aborrecer el biuir, como a él ha hecho;
que le tiene tal su pensamiento que sin
esperança de verse jamas libre le haze
desear lo que á ti te ha lastimado.
Porque su mal es de tal manera que quando
a ti el tiempo e la razon te començarán
naturalmente á enfriar el fuego de tu
llaga, entonces a él mas los rayos de
la passion le acabarán de abrasar las
entrañas, de suerte que entonces haurá
de venir á buscar en ti el remedio que
tú agora tanto has menester. Esto te
dize, porque como sabes consuelo pone
á los atribulados hallar a sus males
alguna compañia como agora tú en la
suya puedes hallar, viendo quanto mas
peligroso su mal es que el tuyo. E por
tanto deues desseando consolar a él por
el amor que le tienes e començar a poner
consolacion en ti de lo que sientes, y
en esto harás lo que deues contigo y lo
que eres obligado con él. Muchas otras
cosas, señor, te podria en esto dezir
que tú mesmo mucho mejor que no yo las
sabes e conoces, e aun lo que te he
dicho para contigo con muchas menos
palabras pudiera ser razonado, sino que
la diversidad e graueza de vuestros males
no me han dado lugar a que menos pudiesse
hazer. Assi que, señor, yo te he dicho lo
que de parte de mi señor me fue mandado
que te dixesse porque sepas que te dexé
plañiendo tu perdida y doliendose della e
desesperado de esperança para su remedio
e de salud para su vida. Plega á nuestro
Señor que ponga en cada vno de vosotros
tanta alegría quanto agora veo que os
sobra pesar.
RESPUESTA DE VASQUIRAN Á FELISEL
Mis pesares y desuentura tan sin plazer
me tienen que me pesa no poder hauerte
hecho aquella cortesia y acogimiento
que mi condicion requiere e tú mereces,
porque verdaderamente, Felisel, tanto
tu buena criança siempre me plugo que
me duele no poder dartelo con mis obras
a conocer. Verdad es que agora con tus
palabras y embaxada me has enojado
en tanta manera, e si a esto y a la
intencion de quien te embia no mirasse,
dudo que no te houiesse respondido más
asperamente, lo que tú no mereces por ser
mandado. E aun creo que si en mi houiera
lugar donde nueuo pesar pudiera caber,
que la yra houiera vencido la voluntad
a lo que no houiera querido, tratandote
no como la razon requiere más como tu
habla me ha puesto alteracion; pero como
dicho he, ya mis males tal me tienen que
los enojos que agora llegan lugar no
hallan do caber puedan. Tambien considero
que quien te ha embiado más a ello le
mouio amor que malicia, e por esto ni a
ti respondo como querria, ni a él como
deuiera, segun el fin de su mensajeria.
E tambien porque conozco que como á
mi la pasion me quita la razon de la
lengua, assi a él el aficion le ciega el
entendimiento para turbarle el verdadero
conocimiento de lo que dize.
E pues que ansi es, no quiero con larga
respuesta castigar su culpa ni crecer
mi enojo, porque la sana amistad de
entre nosotros la ponçoña de nuestras
enfermedades no la adolezca e sea causa
de tornarme a lastimar de nueuo con
perder mis amigos más de lo que me ha
lastimado con el haberme hecho perder
aquella en quien mi vida consistia.
Verdad es que no los querria para que
como él con tales consolaciones me
enojassen, mas para que de mi daño les
pese como es razon y les duela, pues que
remedio no tiene; e por tanto por agora
de mi parte no quiero que le lleues otra
respuesta sino una breue carta, la qual
no menos graveza me pone escreuirla que
tristeza e alteracion me puso oyrte,
solo por tratar de cosa que hauria más
menester oluidalla si possible fuesse
que reduzilla á la memoria. E como se
la des dile de parte mia que más valiera
que me pusiera remedio si en mi daño le
houiera, que no que me diera consejo de
lo que yo no pido ni me aprouecha.
EL AUCTOR
Y luego recebida por Felisel la letra
de Vasquiran e atentamente escuchada su
respuesta, no solamente conprehendio lo
que Vasquiran espresamente le dixo, mas
aun lo que de dolor en las entrañas le
quedaua secreto, viendo lo que publicaua
con la boca, gesto, meneo y reposo en
el comer, dormir e velar, assi a solas
como acompañado, y en todos sus actos,
atauios e arreos de su casa, e asi de
las cosas que en ella vio en todos sus
criados e seruidores e aun en todo el
exercicio suyo tantas cosas notó, que
pudo claro juzgar segun lo que veya lo
que sin ver en su pensamiento juzgaua.
E assi la letra recebida e de Vasquiran
despidido, con algunos de sus criados se
salio razonando hasta vn patio donde ya
vn criado suyo la caualgadura aparejada
le tenia con las otras cosas que al abito
del camino se requerian.
E despues de hauer caualgado se
despidio de aquellos que le acompañauan
hablandoles assi: Señores, plega á Dios
que ponga en el señor Vasquiran tanto
consuelo y en vosotros tanta alegria
quanto sus males e vuestra tristeza han
menester; e quanto su dolor a mi me da
pesar e vuestro enojo me duele, porque
pueda gozar de la parte que dello me
cabrá quando aca tornare, que será mucha
segun lo que del daño me cabe, porque
de lo que agora peno entonces descanse;
que en verdad os digo que con lo que me
ha afligido ver vuestra fatiga y con la
pena que los muchos sospiros e tristeza
de mi señor Flamiano me han dado, yo la
haure bien menester. Porque os certifico
que no menos atribulados él a nosotros
con su tormento nos tiene, que el señor
Vasquiran a vosotros con su lastima.
Acabadas las palabras dió comienço a su
camino, el qual con varios pensamientos
de las cosas que auia visto prosiguio
hasta llegar donde su señor estaua, el
qual salio aparejandose para justar en
vnas justas que despues que él de alli
era partido se eran concertadas.
Pues como Flamiano le vio, despues de
hauerle saludado con mucho amor le dixo:
Felisel, tu seas bien llegado; ya vees
a que tiempo vienes e cómo me hallas,
por mi amor que por agora no me cuentes
ninguna cosa hasta que esta jornada sea
passada, porque ni te podria bien oyr ni
entender; pero ven conmigo e mostrarte
he lo que para este dia tengo aparejado
e dezirme has lo que dello te parecera,
aunque tu ausencia me ha hecho falta.
LAS COSAS QUE FLAMIANO MOSTRO A FELISEL
QUE PARA LA FIESTA TENIA APAREJADAS
Tomando Flamiano a Felisel su criado por
la mano, le metio en vna quadra donde
todos sus atauíos tenia aparejados, e
antes de nada mostralle le dixo: Sabras,
Felisel, que despues que de aquí partiste
nunca mis ojos más de vna vez, para
lastimarme muchas, han podido ver a mi
señora Belisena, la qual salio a los
desposorios del conde de la Marca, de
que yo dos días antes fuy auisado, e por
no dexar el luto de Violina como no era
razon, no quise aquel dia mas vestirme
de vna loba frisada forrada de damasco
negro acuchillada toda por encima, de
manera que por ella mesma se mostrasse
la forradura con las cuchilladas todas
atadas con vnas madexas de seda negra con
vna letra que dezia:
Claro descubre mi pena
mi tristeza y el agena.
E assi sali quando supe que caualgaua, y
llegado que fuy en su presencia conoci
en su rostro que de mi vista le pesó, e
para mas lastimarme no quiso consentir
que la rienda le llevasse, de que sentí
lo que puedes juzgar. Llegados a la
fiesta, el dançar duro gran parte de la
noche, donde concertamos vna partida de
justa quatro a quatro a ocho carreras. Va
de precio de la vna partida a la otra,
vna gotera de plata de ocho marcos la
qual se dara a quien mejor justare; al
que más galan saliere a la tela con dos
cauallos atauiados vno con paramentos e
cimera, otro con un paje e guarnicion e
a la noche con ropa de estado de brocado
forrada de raso o damasco; se dan ocho
cannas de raso carmesí.
Somos de la vna parte el marques de
Persiana, el conde de la Marca, Camilo
de Leonis e yo. De la otra son el señor
marques Carliano y el prior d'Albano y
el marques de Villatonda y el prior de
Mariana.
Esta fiesta concertada para la noche en
casa de la señora duquesa de Meliano, en
la qual estamos concertados todos ocho
de salir en momería con las ropas que
te he dicho, e para esto tengo hecho
esto que agora verás. E assi le mostró
vnos paramentos e vna guarnicion de raso
encarnado chapados todos de vnos braseros
de plata llenos de brasas, e la cimera de
lo mismo con vna letra que dezia:
Es imposible saltar
de las brasas donde muero
pues que m'abrasa el brasero.
E mostróle para la noche vna ropa de
brocado blanco forrada de raso encarnado
con vnas faxas de raso por de fuera
llenas de vnas villetas de oro de
martillo con vna letra que dezia:
Encontraronme en los ojos
e hizieron la herida
en el alma y en la vida.
Y despues le mostró doze vestidos para
doze moços e vn paje de damasco blanco y
raso encarnado, con todo su conplimiento.
Y despues que todo se lo houo mostrado,
Felisel le dixo que le parecia que todo
estaua muy bueno. Pues llegado el día
de la fiesta despues de las damas ya
salidas, los caualleros salieron a la
tela todos a vn tiempo, por dos partes
como es costumbre hazerse, e hecha su
buelta y mesuras y cerimonias como en
tal fiesta se acostumbra, el justar se
començo.
Salio Flamiano con los atauios que
hauemos dicho, al qual se dió el precio
de gentil hombre. Sacó el marques de
Persiana vnos paramentos de terciopelo
leonados con vnas puentes de plata
rompidas, sembrados todos los paramentos,
con vna cimera de lo mesmo. Dezia la
letra:
No pueden pasar mis males
pues que en medio[285]
les ha faltado remedio.
Sacó a la noche vna ropa de brocado
blanco forrada de raso leonado con vnas
faxas del mismo raso chapadas de vnas
plumas de escreuir de oro, con vna letra
que dezia:
No se puede mi passion
escreuir
pues no se puede suffrir.
Sacó los moços e pajes vestidos de los
mismos colores de blanco y leonado.
Sacó el conde de la Marca vnos paramentos
e guarnicion de terciopelo negro con vnas
puertas de jubileo cerradas, sembrados
todos los paramentos dellas hechas de
plata con vna letra que dezia:
Aunque haya en todos los males
redempcion,
no se espera en mi passion.
Sacó a la noche vna ropa de brocado
morado, forrada de raso blanco con faxas
del mismo raso sembradas de vnas faxas de
oro, con vna letra que dezia:
Yo solte tras mi esperança
mi plazer,
y jamas le vi boluer.
Sacó los moços e pajes vestidos de
raso morado y terciopelo negro con
guarniciones de damasco blanco.
Sacó el señor Camilo de Leonis vnos
paramentos de raso morado con vnos
castillos de cartas sembradas por encima
de plata e la cimera de lo mismo, con vna
letra que dezia:
Tiene puesta mi esperança
el pensamiento
donde la derriba el viento.
Sacó a la noche vna ropa de brocado
morado forrada de raso leonado con las
faxas del mismo, con vnos clauos de oro
sembrados por ellas con vna letra que
dezia:
La poca firmeza haze
á mi cuydado
que esté en el alma clauado.
Sacó los moços e pajes vestidos de
terciopelo leonado e damasco morado.
Sacó el señor marques Carliano vnos
paramentos quarteados de pardillo y
morado, chapados de vnas serpientes,
llamadas ydrias, de plata, con vna por
cimera, con vna letra que dezia:
Si vn inconueniente quito
á mi pesar
me nacen siete a la par.
Sacó a la noche vna ropa de brocado
pardillo forrada de raso morado con las
faxas del mismo raso sembradas de vnos
improperios bordados de oro con vna letra
que dezia:
Muy mayor fuera no veros
que sofrillos por quereros.
Sacó los moços vestidos de terciopelo
pardillo e damasco leonado.
Sacó el señor prior de Mariana vnos
paramentos e guarnicion de raso encarnado
chapados de vnos manojos de plata con vna
letra que dezia:
De quantas muertes padezco
mis querellas
ponen las señales dellas.
Sacó a la noche vna ropa de brocado
morado forrada de raso encarnado con
las faxas del mismo raso sembradas de
medallas de oro con vna letra que dezia:
No hay treslado vuestro
sino en mi cuydado.
Sacó los moços e paje vestidos de raso
encarnado e terciopelo morado.
El marques de Villatonda sacó vnos
paramentos y guarnicion de raso carmesi
con vnos mallos de plata, e la cimera con
los mismos mallos y las palas, con vna
letra que dezia:
Quando mas vn pensamiento
llega cerca de mi quexa
tanto vn otro mas lo alexa.
Sacó a la noche vna ropa de brocado
carmesi forrada de raso amarillo e las
guarniciones con vnos manojos de maluas
bordadas por ellas con vna letra que
dezia:
Si quiés ver de tu porfia
la esperança que hay en ella
mira al mismo nombre della.
Sacó los moços e paje vestidos de brocado
carmesi.
Sacó el prior Dalbano vnos paramentos
de terciopelo encarnado e vnos ramos
de laurel e vna corona de lo mismo por
cimera con vna guarnicion desta manera, e
vna letra que dezia:
Corónese mi desseo
pues que ha sabido emplearse
do no sabe remediarse.
A la noche sacó vna ropa de brocado azul
forrada de raso encarnado con las faxas
llenas de vnas lanternas de oro, con vna
letra que dezia:
El fuego que el alma abrasa
aunque se encubre
con la pena se descubre.
Sacó vestidos los moços de raso azul
e damasco encarnado. E desta suerte
salieron los caualleros.
La fiesta duró quasi toda la noche. Y
despues de todos tornados a sus posadas
e Flamiano a la suya, hauiendo reposado
de la passada fatiga, tornando al trabajo
de la congoxa presente mandó llamar a
Felisel, el qual en su presencia venido
le dixo: Agora di lo que con Basquiran
pasaste y lo que á mi embaxada te
respondio y qué tal le has dexado.
Al qual Felisel respondio: Pluguiera
a Dios, señor, que de tal trabajo me
houieras escusado porque lo que tus
enojos de contino me tienen atormentado
me bastaua para que de otros nueuos me
escusaras. Lo que con el señor Vasquiran
he pasado e lo que en él he visto e
juzgado es tanto que dudo que della
te pueda hazer tan conplida relacion
como seria menester. Empero lo mejor
que podré te dare dello en suma alguna
cuenta. E assi comenzó a dezir:
RESPUESTA DE FELISEL A FLAMIANO
Despues, señor, que de aqui parti, en
poco tiempo aunque con mucha fatiga por
la dificultad del largo camino e fatigoso
tienpo, yo llegué a Felernisa donde como
yua informado, pense hallar a Vasquiran,
pero como en su posada fuy apeado, supe
de vn mayordomo suyo que en ella hallé
como pocos dias despues de la muerte de
Violina se era partido a vna heredad suya
que cuatro millas de la ciudad estaua, lo
qual segun aquel me informó hauia hecho
por dos respectos. El vno por desviarse
dela importunidad de las muchas vistas;
el otro por mejor poder en medio de su
dolor dar lugar a que sus lagrimas más
honestamente compañia le hiziessen. Pues
esto sabido, la hora era ya tal que
me fue forçado apearme y reposar alli
aquella noche. E assi aquel su mayordomo
con mucho amor e cortesia sabiendo que
era tuyo, despues de hauer mandado que a
mi moço e caualgadura complido recaudo
diessen, por la mano me tomó e razonando
en muchas e diuersas cosas assi de ti
como del desastre de su señor, todos o
los mas principales aposentos de aquella
casa me mostró, en los quales vi muchas
estrañezas que sobre la muerte de Violina
Vasquiran hauia hecho hazer, y el primero
que vi fue en vna puerta principal vna
muerte pintada en ella con vna letra que
dezia:
Esté en la puerta primera
do se vea
que mi vida la dessea.
Entrando en la sala vi que toda estaua
cubierta de vnas sargas negras con vnos
escudos bordados en medio de cada vna
en que estauan las armas de Vasquiran
quarteadas con las de Violina, con vnas
flechas sembradas que la muerte las
tiraua de la puerta con vna letra que
dezia:
Con mis tiros he apartado
las vidas, por ser mortales,
mas no dellas las señales.
Vi andando por todas las otras partes de
la casa que todas las puertas estauan
teñidas de negro de dentro y de fuera, y
la letra dezia:
La muerte dexó el dolor
e tristeça de manera
que se muestre dentro y fuera.
Vi mas en cada vna de las camaras e
retraymientos vna cama sin cortinaje con
vnas sargas pardillas que las cubrian
con vnas faxas amarillas en torno, con
vna letra en cada vna por las faxas que
dezia:
La vida desesperada
trabajosa
con el trabajo reposa.
Vi mas, que todos los suelos estauan
cubiertos de reposteros de grana, con
vnas almaras bordadas en ellos, con vna
letra en cada repostero que dezia:
Todas van mis alegrias
por el suelo,
pues no hay en mi mal consuelo.
E assi discurriendo por las otras partes
del aposento llegamos a vn hermoso
jardin, del qual estaua la principal
puerta cerrada de cal y canto con vna
letra encima que dezia:
La puerta de mi esperança
no se puede más abrir
hasta que torne el morir.
Entramos por vna puerta pequeña que de vn
estudio baxaua en la huerta, en la qual
entre muchas e grandes gentileças que vi
hauia vna muy rica fuente la qual estaua
seca que no corria, con vna letra en
torno que dezia:
Secaronla mis enojos
para passarla en mis ojos.
De esta manera, señor, andouimos mirando
toda la casa, donde vi tantas cosas
lastimeras de notar que casi atonito
me tenian. Pues hauiendo ya la mayor
parte visto nos tornamos a cenar e gran
parte de la noche passamos razonando de
diuersas cosas, hasta que el camarero
me traxo a vna camara donde Vasquiran e
Violina solian dormir, en la qual hauia
vna rica cama de campo parada e alli me
aposentó, e despues de quedar a solas
miré muchas cosas que en la camara hauia,
en que vi vn mote escripto de la mano de
Vasquiran que dezia:
Sin ventura ni remedio.
Vi mas en vn aparador donde hauia muchas
cosas assi de ropas de vestir menudas
de Vasquiran como de Violina, entre las
quales vi un rico espejo e segun yo noté
creo, segun deuia ser, con que Violina se
tocaua, segun juzgué de vna letra que en
él hauia que dezia desta manera:
Yo te miro por mirar
si veré en ti el bien que viste
y tú muestrasteme triste.
Pues al fin, señor, ya del sueño vencido
y del trabajo fatigado yo me dormi. La
mañana venida, despues de leuantado, sin
oyr missa, con vna guia que el mayordomo
me dio yo me parti para donde Vasquiran
estaua, y en poco espacio llegué a vna
muy hermosa heredad con vna gentil
morada, donde hallé todos los criados
de Vasquiran passeandose por vna plaça
que delante la puerta de la casa estaua,
al costado de la qual hauia vn gentil
passeador cubierto de cipres, e al cabo
vna gentil yglesia aunque pequeña. Pues
como me conocieron, ante que me apeasse
todos me rodearon con mucho amor, aunque
con poco plazer, e como en medio dellos
me vi, vilos vestidos todos de amarillo
con unos retulos en las mangas izquierdas
que dezian:
Vistenos el esperança
del que espera
el remedio quando muera.
Acordandome lo que el dia e la noche
antes hauia visto e lo que en ellos
començaua a ver, marauilleme e supe
despues de apeado, cómo no estaua alli
su señor, pero tomóme su camarero por
la mano y lleuóme por debaxo de vnos
arboles hasta la marina cerca de alli á
vnas grutas que la mar la batia, donde
hallamos a Vasquiran a solas sobre vna
pequeña roca assentado, con vn laud en la
mano, cantando este villancico:
No dexeys, lagrimas mias,
de dar descanso a mis ojos
pues lo days a mis enojos.
Pues salis del coraçon
donde está mi pensamiento,
con vosotras solas siento
gran descanso en mi passion,
sientolo porque es razon
que repose en mis enojos
con vosotras en mis ojos.
Estaua vestido todo de pardillo y con
vnos torçales de seda leonada torcida por
toda la ropa, con vna letra que dezia
ansi:
Mi trabajosa congoxa
nunca en mis males afloxa.
Algo estuve escuchandole sin que me
viesse, pero como me vido, dexado el
laud, con los brazos abiertos a mi se
vino. E despues de muchas vezes con
mucho amor hauerme abraçado, començo a
dar los mayores y mas doloridos gemidos
e solloços que nunca vi, e despues de
algo hauer dado espacio con su llanto
a su dolor me començo a dezir. ¡O
mi buen amigo Felisel! ¿quién te ha
traydo a verme pues que a ninguna cosa
mi triste suerte da lugar que me vea
sino a pesares y desuenturas que me
lastimen? ¿Como consintio mi ventura
que me viesses? No creo que lo haya por
otra cosa hecho sino por lastimar con
el plazer de tu vista la memoria de
mis males. ¿Qué te parece de tu amigo
Vasquiran quán sin alegria la muerte le
ha dexado? ¿Cómo en medio de sus plazeres
son nacidas tan crudas tristezas? ¿Cómo
te dexo mi soledad llegar aqui para que
me viesses, pues que las puertas tiene
cerradas a todas las cosas que consolarme
puedan? Qué te parece quan solo de plazer
tu buena amiga Violina me ha dexado e
quan aconpañado de tristezas? Las quales
palabras me dezia con tan graue dolor
que pense que con cada palabra se le
arrancauan las entrañas. Assi estouimos
vna pieça hasta que algo reposado me
tomó por la mano e demandandome de ti
e dandome razon de sus males me truxo
hasta la posada suya que te dixe, e ante
de entrar en ella me llevó a la yglesia
que delante della estaua, en medio de la
qual estaua la sepultura de Violina con
vna tumba grande cubierta de vn paño de
brocado rico, con vna cortapisa de raso
negro ancha en torno, con vnas letras
bordadas en ella que dezian:
Dentro en esta sepultura
está el bien de mi ventura.
Llegados cerca de la sepultura me dexó
de la mano e echóse de pechos encima,
donde más doloridos gemidos y más tristes
palabras que a mi me hauia dicho, tornó
de nueuo a dar. En tanta manera, señor,
le vi atribulado, que nunca me acuerdo en
parte verme que tanta tristeza sintiera
como mi alma alli sentio de verle tal. E
despues que algun espacio assi estuvo me
tornó a tomar por la mano e dixome:
Perdoname, Felisel, que no tengo en mi
mas alegre recibimiento con que alegrarte
pueda, que este que vees. E assi nos
venimos hasta la casa, la qual toda vi
con los mismos misterios que la otra
hauia visto, e despues de hauer comido
e gran parte del dia pasada en diuersas
cosas que de su mal me contó y de tu
congoxa le dixe, lo qual oyó con tanto
amor como si tristeza en el no houiera.
E tanto de tus pesares sintio pesar que
con los suyos los juzgué yguales. Al
fin tu embaxada le hize notoria de la
manera que me mandaste. A la qual con
assaz enojo me respondio, aunque con muy
corteses razones, pero pareciole que
en las cosas que le embiauas a dezir
haziendole entender que tu mal juzgauas
mayor que el suyo, e le hazias no solo
gran enojo mas aun casi por injuria lo
recibia. E despues de hauerme a muchas
cosas satisfecho con razonables palabras
y muchas razones, passado aquel dia e
otros quatro que alli me tuvo, siempre de
tus cosas demandandome e de las suyas
contandome, le pedi licencia, la qual
con mucha dificultad del alcancé, porque
quisiera detenerme alli algun dia más si
pudiera.
Al fin viendo que mi porfia forçaua su
voluntad, al tiempo que dél me despedi,
con muchos sospiros me dió esta carta que
te traygo.
CARTA DE VASQUIRAN Á FLAMIANO
Si como has pensado, Flamiano,
consolarme, pudiesses darme remedio, bien
conozco de ti que lo desseas lo harias,
mas como mis males remedio no tienen,
ni tú me le puedes dar, ni yo de nadie
le espero sino de la muerte que dellos
fue la causa. Y por tanto no te deues
fatigar en dar consejo a quien no puedes
dar socorro. E no quieras ver más de mi
daño, sino que en sola la muerte está su
remedio. Verdad es que tu intencion fue
sana, mas tu parecer es falso, pensando
que con hazer mayor tu mal que el mio,
me ponias en él algun consuelo, y es al
contrario; antes me le quitas viendo
que siendo el tuyo tan pequeño te tenga
tan cegado que no conozcas la clara
differencia que hay del vno al otro.
Quieres tú hazer yguales tus desseos e
sospiros que de sola passion de bien
querer con tus quexas nacen, con mis
lagrimas que la muerte de aquella por
quien yo alegre biuia lo causa. ¡Qué
engaño recibes tan grande queriendo
ygualar con las angustias mortales los
pensamientos ó congoxas veniales! Por mi
amor, que pues bien me quieres, mal no
me trates tornando á enojarme con otra
semejante embaxada que tales razones la
acompañen. En especial queriéndome dar a
entender que mis lastimas con el tienpo
y la razon se harán menores, pues que es
por el contrario, que ante la razon, como
es razon, las hará siempre mayores y el
tiempo quanto mas se alargará mas las
hará alargar. Porque quantos mas mis dias
fuesen pues que en todos y en cada vno
he de contino de sentir nuevos e muchos
dolores del bien que he perdido, más
seran las penas que en ellos sentire. De
manera que quanto mas presto mi vida se
acabe tanto mas presto mi mal se acabará,
e quanto más durare por el contrario.
E si quieres saber más claras razones
por do conozcas quanto mi desuentura es
mayor que la tuya, escriueme las causas
della e yo te mostraré las de mi daño e
assi vernás en el verdadero conocimiento
de todo; y porque conozcas della parte,
glosa este villancico y verlo has.
Si el remedio de mis males
es morir,
¿que vida me es el biuir?
Si en el mal de mi querella
no hay remedio sin la muerte,
claro está que desta suerte
la vicia es ocasion della,
pues si está el bien en perdella
con morir,
todo el daño está en biuir.
LO QUE FLAMIANO HIZO DESPUES DE HAUER
OYDO Á FELISEL E LEIDA LA CARTA
Muy atentamente Flamiano escuchó todas
las cosas que Felisel le contó y no podia
menos hazer de no derramar infinitas
lagrimas acompañadas de muchos sospiros,
e despues de hauerle oydo començo a leer
la carta, e leyda como dicho es, estuvo
una pieça callando sin ninguna cosa
dezir; e passado un poco espacio tornó
a preguntar a Felisel muchas cosas por
menudo particularmente, de las quales
cosas siendo muy bien de todas informado,
publicando lo mucho que los males de
Basquiran le dolian, començo assi á dezir:
¡Por quantas vias e maneras en esta
misera vida los pesares e desuenturas
á los humanos saltean de impensadas
congoxas, e aquellos más de perder estan
seguros que menos tienen que perder
puedan y en aquellos menos los muy
lastimados golpes de la manzilla lastiman
que más gruesso o rudo el entendimiento
para sentirlo tienen! De manera que en
esta vida trabajosa no se puede reposar
ninguno del miedo del perder sino con el
misero defeto de la pobreza, nin se puede
alcançar de carecer de no doler sino con
la mengua del saber, e assi los que no
tienen fatigas con la pena del dessear,
los que algo posseen atormentados del
temor de perder, los de agudo ingenio
lastimados con las vexaciones de los
acontecimientos desastrados, los rusticos
o grosseros aborrecidos por su defecto,
a los vnos e a los otros nunca jamas
les falta lugar por do el mal entre. De
manera que biuir no se puede por ninguna
via sin penar. Al fin todos desseamos
alcançar las prosperas vanidades desta
que llamamos fortuna e con este desseo
cegamos nuestro entendimiento; ella con
lo que nos da turba nuestro juyzio; en
conclusion, quien menos della alcança
más sin remedio bive. Pues quien no teme
no pena, quien pena no siente contento
se halla, quien contento viue siempre
está alegre, pues do está alegria no
hay tristeza, e quien no está triste
siempre con el plazer rie e no llora.
Como por el contrario agora este sin
ventura Vasquiran e yo hazemos. El con lo
que ha perdido sin remedio de cobrarlo,
yo con lo que desseo sin esperança de
alcançarlo, nuestros dias siempre en
lagrimas veremos consumir assi como
hazemos.
Acabado su razonamiento se voluio a
Felisel e dixole: Por mi amor, que no
ayas en fatiga tornar a ver a tu amigo
e mi hermano Vasquiran, y lleuarle has
vna carta mia, porque aunque con las
razones della enojo reciba, más vale que
mi enojo le ocupe el tiempo que no que
el pensamiento del suyo le trastorne
el juyzio con su dolor, como podria
acontecer, e aun a mí el mio.
E ante que mi carta le des le dirás de
parte mia que aunque mis embaxadas e
cartas alguna importunidad le den, más
pesar e fatiga siento yo de la de la que
el dolor a él le da, e que me parece
vna cosa que le deue a él contecer
assi como a mí, que el platicar en las
cosas de mi passion tantas passiones
me trae a la memoria que de allí dan
en el pensamiento; del pensamiento dan
en el coraçon, llegados alli la calor
de su fuego haze destilar en lagrimas
por los ojos el pesar y en sospiros por
la boca las congoxas. E assi andando
de la vna a la otra parte no dexan a
sus ponçoñas que en las entrañas se
reparen porque de tristeza las ahogan,
porque como sabe, dulce compañia es á
los atribulados estas dos cosas, y que
juzgue de mi voluntad lo que deue y no
lo que le parece, e que ya sabe que el
buen marinero en la mayor fortuna en
medio del golfo busca saluacion y en la
tierra el mayor peligro. E que assi yo en
el golfo de sus fortunas y en el de las
mias mejor podremos saluarnos nauegando
que no surgendo sobre las ancoras de la
desesperacion en el puerto de los agenos
plazeres con nuestras tristezas.
Pues recebida la carta Felisel y todo
su razonamiento bien entendido, otro
dia se partio. E llegado á Felernisa
halló que ya Vasquiran a la ciudad era
tornado, el qual con mucho amor aunque
con poca alegria lo recibio. Apeado que
fue començaron passeandose por vnos
corredores que sobre la huerta salian,
a hablar de muchas cosas entre las
quales Felisel le contó todo lo que en
las justas passadas hauia passado. E
despues de mucho hauer los dos razonado
a cenar se retraxeron. E otro dia de
mañana hauiendo oydo missa Vasquiran
caualgó e Felisel con él e salidos
fuera de la ciudad tornaron de nueuo al
mesmo razonamiento, en el qual le contó
todo lo que de palabra su amo le hauia
encomendado, y en el fin le dió su carta,
la qual assi dezia.
CARTA DE FLAMIANO Á VASQUIRAN EN
RESPUESTA DE LA SUYA
Basquiran, recebida que houe tu carta e
leyda, considerando el amor que te tengo
y la pena que en ti conozco, aunque
mi passion me tiene atribulado vine
en conocimiento del engaño que con el
pesar recibes, de manera que me ha sido
forçado vsar contigo tres cosas en mi
carta. La primera será consolarte de tu
mal. La segunda sanamente como amigo, de
tu demasiado sentimiento reprehenderte
e de los estremos que con él hazes. La
otra será desengañarte del engaño que
recibes de ti mesmo en lo que sientes,
no conociendo la ventaja que le haze
lo que siento. E pues eres discreto
juzga mi intencion que es sin malicia,
y conoceras tu yra ser demasiada. E has
de saber que a darte consuelo, piedad
me mueue; a reprehender tu flaqueza,
amistad me obliga; a contradezirte me
combida e aun me costriñe la razon. Una
cosa te ruego, que no te desuies con la
passion de la verdad, porque más presto
vengas en conocimiento della. E assi
digo que para tu consuelo deues mirar lo
primero, como todos somos más obligados
a loar lo que Dios haze que no a querer
lo que nuestra voluntad dessea, e que
quien esto no haze como sabes, grauemente
yerra como hazes, en especial en estas
cosas de la muerte y de la vida cuyos
terminos estan en sola su mano y secreto
determinados, ni como vees ninguno de
los mortales puede escusarse de no pasar
por este trance. Y querrias agora tú
repunar lo que no es possible, e assi
yerras todo lo possible. A lo que he
dicho que quiero reprehender tu demasiado
quexarte, digo que semejantes autos a
los feminiles coraçones son atribuydos e
aun assi lo demasiado parece feo, y en
los varones, en especial como tú, son
feamente reprouados. Mucho llorar es de
niños, poco suffrir es de hembra. Bien sé
que si a otro lo viesses hazer, lo mismo
e mas le dirias, e libre que te haya
dexado la passion en ti lo conoceras;
pues corrige por Dios con discrecion
lo que los que como yo no te aman te
afearán con razon e algunos con malicia
te juzgarán con menoscabo de tu honrra,
que ya sabes quanto mas que la vida e
todas las otras cosas te deue ser cara.
Lo tercero que dixe que desengañarte
queria y contradezir, por tantas partes
lo puedo hazer que no sé por qual
començar. Te quexas porque gozauas la
cosa que en el mundo mas amauas y que la
has perdido posseyendola; ninguna cosa
se possee segura, mas pareceme a mi que
pues que gozaste no perdiste, sino que
se acabó tu gozo. Todas las cosas han de
hauer cabo, e aun a ti del gozo te queda
la vanagloria de lo que alcançaste y la
gloria de lo que has gozado. Por la menor
cosa de las que tú has hauido que el
encendido fuego de mi deseo alcançasse,
sola vna hora, no pediria más bien ni
temeria más mal e daria mill vidas en
cambio, e con tal morir me contaria más
glorioso que con biuir como biuo.
Bien sabes tú quanto más cara es la cosa
desseada mayor gloria es alcançalla, e no
hay más bien en el desseo de complirlo e
complido ningun recelo queda dél; pues
¿qué te quedaua que pedir, ni qué tienes
de que quexarte si todo lo que dessear
se pudo alcançaste y gozaste? Quissieras
que no houiera cabo? Aqui está tu yerro;
querer lo que no puede ser, hauiendo
gozado lo que puede ser. Yo te ruego que
te acuerdes quál cosa te daua mas pena en
el tiempo que penando amauas; el desseo
de ver el fin de tu desseo no teniendo
esperança o agora el dolor de la memoria
del plazer pasado. Sola vna cosa te
condena a que nunca deuieras ser triste;
esta fue el dia que alcançaste lo que
agora plañes, porque claro manifiestas
en el dolor que muestras de lo que has
perdido el gran bien de lo que ganaste
en ganarlo, porque no pudo menos ser
el plazer que es el pesar sino ante
mas. Sin ventura yo que todos los males
sé y padezco e para ninguno de ningun
bien tengo esperança. A ti tu ventura
te endereçó a lugar donde el sobrado
plazer plañes; a mi mi desuentura me
guió a parte donde todas las esperanças
e razones no solo de gloria me despiden,
mas aun donde con mi pena no me dexan
viuir contento. Assi que tú plañes hauer
visto de tu bien el cabo, yo desespero
de nunca verlo en mi mal. Tú plañes
agena muerte, yo desseo la mia como esta
cancion lo muestra.
Quien viue sin esperança
de ver cabo en su querella,
¿que puede esperar enella
pues remedio no se alcança?
¿Que vida puede viuir
quien viue desesperado?
pues no espera en su cuydado
mas remedio de morir,
con el qual esta en balança
de la vida por perdella
viendo que de su querella
ningun remedio se alcança.
RESPUESTA DE VASQUIRAN Á FELISEL
Acabada de leer Vasquiran la carta,
hauiendo yo oydo el razonamiento de
Felisel se boluió a el e dixole:
Verdaderamente, Felisel, más descanso
siento contigo que consuelo con las
cartas que me traes, porque tu buena
criança y el amor que me tienes, e la
voluntad que te tengo, dan causa para lo
vno; lo poco que las cartas me aprouechan
quitan el aparejo á lo otro; e assi
huelgo más de verte a ti que de responder
a quien te embia, porque tu buen seso,
mi mucho mal, tu reposo y buena razon
con mi fatigado e lastimado hablar, tu
mucha criança con mi poca paciencia,
mejor cierto las vnas cosas con las otras
se templan que no hazen las ansias de
Flamiano con las mias. Las suyas baylan
e cantan, las mias gimen e lloran; al
templezillo sonarán juntas. ¡Qué ensalada
se hará de su morado y encarnado
e blanco con mi pardillo e negro e
amarillo! El entre canciones, yo tras
lamentaciones, él haciendo cimeras para
justar, yo inuenciones para sepulturas;
casi juntos andamos, el vno cantando, el
otro llorando e los dos sospirando; de
ti me pesa que padeces sin merecello,
porque él con su porfia de embiarte te
da trabajo, yo con mi poca alegria te
do tristeza, de manera que los dos te
damos fatiga. A la verdad porque tú me
vengas a ver so contento de responder a
él, y assi te ruego que aunque algo lo
sientas graue, que por mi amor lo sufras
e no dexes de venir muchas vezes con la
importunidad de sus vanidades a ver la de
mis lástimas. E por esta vez de palabra
de mi parte no le dirás ninguna cosa,
porque vna carta que le lleuarás le dirá
lo que no querra hauer oydo quando la aya
leydo.
Pues otro dia de mañana ante que Felisel
se leuantase vino a él el camarero de
Vasquiran el qual le dixo como dos horas
antes del dia su señor se era partido
para aquella heredad donde la primera vez
lo hauia hallado, e diole la letra que
para Flamiano hauia de lleuar, e con ella
vna ropa suya forrada en armiños de raso
carmesí, vn sayo de terciopelo morado con
vnas faxas de raso blanco bordadas encima
dellas de oro e de grana vnas madexas,
con vna letra que dezia:
No m'a dexado alegria
que dexe su compañia.
Diole vn jubon de brocado que con aquel
atauio Vasquiran se hauia vestido vn
dia poco ante de la muerte de su señora
acompañandola a vnas fiestas de las bodas
del conde de Camarlina que cerca de la
ciudad de Felernisa se heran hechas, a
las quales ella fué combidada e nunca
quiso yr sin él; e diole vna hacanea en
que él hauia caualgado aquel dia con vna
guarnicion de terciopelo morado, con vnas
franjas de hilo de plata e bordada con la
mesma bordadura e dixole:
Esto te ha mandado dar mi señor para en
satisffacion de alguna parte del trabajo
que passas en venirle á ver e para en
señal del amor que te tiene e aun por
respecto de quitar el inconueniente
de ver estas ropas porque no le traya
a la memoria el dia que se las vestio
que fue el ultimo de sus plazeres y
contentamiento. E hauiendolo todo Felisel
recebido con la carta de Vasquiran se
partio para donde su señor estaua.
Llegado a Noplesano donde le halló,
despues de muchos razonamientos passados
le mostró todo lo que el camarero de
Basquiran de su parte hauia dado, e diole
su carta la qual Flamiano començo luego a
leer, e dezia en esta manera:
CARTA DE VASQUIRAN A FLAMIANO
Si ansi como te puedo responder e
condenar tu razon pudiesse, Flamiano,
conortarme e dar remedio á mi mal, quan
presto los dos seriamos satisffechos! A
tus consolaciones no quiero responder
pues que no me dan consuelo; a tus
reproches e castigo, aunque á mi
proposito hazen poco, digo que no desseo
ni reprueuo lo que Dios haze e ordena,
ante por ello le doy alabanças, pero esto
no me escusa a mi que no pueda plañir lo
que su juyzio me lastima con el dolor que
siento de lo que pierdo, lo que si no
hiziesse mostraria menospreciar lo que
él haze, o seria juzgado por irracional.
Dizes que es fragilidad o poquedad casi
de niño o de hembra semejante estremo.
Mayor estremo seria semejante crueldad
que la que dizes, porque si miras el
estremo de mi pérdida poco estremo
es el de mi lloro. Temes que no sea
juzgado por lo que hago, mas temeria
serlo si esso hiziesse, en especial que
ya tú me embias á dezir que lagrimas
y sospiros son descanso de los males.
Pues ¿cómo me consejas vna cosa en tu
razon y escriuesme otra contraria en tu
carta? Bien muestras en lo que hazes lo
que dizes, que tu passion te tiene tan
desatinado que no sabes de ti parte e
quieresla saber de mi. A lo tercero te
respondo que dizes que no perdi sino
que se te figura que se me acabó mi
bien; pues tú lo dizes ¿qué quieres que
responda? si te parece que es pequeño
mal acabarse el bien, tú lo juzga pues
que sabes que a esta razon el Dante
respondió: Quien ha perdido el bien...
Dizes que me deue bastar la vanagloria
de lo que alcancé e la gloria de que
gozé; dizes verdad que estas me bastan
para sentir lo que yo siento e mucho
más, porque si quanto la gloria de lo
ganado fue grande y el dolor de hauerlo
perdido fuesse ygual, no bastaria mi
juyzio a sofrirlo como el tuyo no basta a
entenderlo. Dizes que por la menor cosa
de las que yo gozé que tu alcançasses,
contento darias mill vidas, tú darias
mill por hauerlo ¿e no quieres que pierda
yo vna por perderlo? Dizes que no hay más
bien en el desseo de complirlo; dizes
verdad; mas tampoco no hay mayor mal en
el bien que perderlo; dizes que alcancé
todo lo que se pudo dessear, también
perdi todo lo que se pudo recelar; e
dizes que gozé de lo possible, tambien
peno lo possible. Dizes que me acuerde
del tiempo que penando desseaua sin
esperança; ¿no te parece que peno agora
con menos esperança? pues si entonce me
penaua la poca esperança del desseo, ¿no
me dará más pena agora la desesperación
de no cobrar lo que he perdido? Quexaste
que penas sin esperança e que desesperas
della; si no esperas lo que ganar se
puede no recelarás perderlo como yo
hize; no deuio ser tuya la letra que
dixo: todo es poco la possible. Pones por
dificultad los merecimientos e virtudes e
noblezas de Belisena, que son las cosas
que contentamiento te deuen dar. Esto es
querer con el defecto de tus flaquezas
dar culpa á tus virtudes. E señalaslo
en vna cosa que dizes: que por sola vna
hora que gozasses darias mill vidas;
más razon seria ofrecerlas porque ella
viuiesse mill años como es razon. No
te oya nadie tal razon; que parece que
desseas poco, o mereces poco, o tienes tu
desseo en menos, porque la cosa cara ante
de hauerse dessea alcançarse, despues
de hauida dessease posseer, de manera
que nunca el deseo pierde su oficio.
Pluguiera a Dios que sin alcançar lo que
he perdido, perdiera yo la vida, porque
ella viniera e yo no gozara, porque agora
no plañera, o que de nueuo pudiesse con
la que me queda conprar la que ella
perdio, que con esto seria mas contento
que con viuir como viuo, como esta
cancion mia te mostrará.
Yo no hallo a mi passion
comienço, cabo ni medio,
ni descanso, ni razon,
ni esperança, ni remedio
Es tanta mi desuentura,
tan cruel, tan sin medida,
qu'en la muerte ni'n la vida
no s'acaba mi tristura,
ni el seso ni la razon
no le pueden hallar medio,
ni tiene consolacion
ni esperança ni remedio.
FLAMIANO A FELISEL
Leyda que houo Flamiano la letra mandó
llamar a Felisel e dixole.
Pareceme que segun Vasquiran e yo con
nuestras passiones te tratamos que con
mas razon te podras tu quexar de nosotros
que nosotros de nuestras quexas, o mejor
será que te consolemos de la fatiga que
te damos que no tú a nosotros de lo que
sentimos. Esto te digo porque agora que
hauias menester descansar con algun
reposo del trabajo que has passado en
estos caminos que has hecho, te tengo
aparejado de nueuo otro trabajo en que
descanses. Esto es que yo he sabido que
la señora duquesa va a caça la semana
que viene con otras muchas señoras e
damas que para ello tiene combidadas;
ya vees qué jornada es para mi, pues
que mi señora Belisena va allá. Es
menester que tomes por descanso esta
fatiga; da recaudo a mi necessidad con
tu diligencia, e mañana daras orden como
se haga para mi vn sayo e una capa, e
librea para estos moços e pajes de las
colores que te dare en vn memorial, e
que hagas adereçar vn par de camas de
campo e mis tiendas e algunas confituras
e todas las cosas que te pareceran que
son necesarias para tal menester, porque
su señoria estara allá toda la semana
y es necessario que para estos galanes
que alla yran vayas bien proueydo, en
especial de cosas de colacion; por causa
de las damas te prouee sobre todo.
Assi que reposa esta noche y de mañana
sey comigo e acabarte he de dar la
informacion de lo que has de hazer.
AQUI EL AUCTOR CUENTA LO QUE FELISEL OTRO
DIA PUSO EN ORDEN, E TODOS LOS ATAUIOS
DE LAS DAMAS E CAUALLEROS QUE A LA
CAÇA FUERON, E ALGUNAS COSAS QUE EN
ELLAS SE SIGUIERON
Otro dia de mañana venido a la camara
de Flamiano Felisel, Flamiano le mandó
que para el le hiziesse hazer vn sayo de
terciopelo encarnado con vnas faxas de
raso blanco e vnos vasariscos[286] de
oro bordados en ellas, con vna letra que
dixesse.
Lo que este liaze hazeys
a quantos veys.
E dixole mas. Harásme hazer vna capa de
paño amarillo con vnas tiras de raso
blanco y encarnado antorchadas vnas con
otras de tres en tres tiras, guarnecida
toda la capa con vna letra que diga.
Son de vuestra condicion
porque s'espere de vos
la color do van las dos.
Harás más para los pajes ropetas de paño
encarnado guarnecidas de raso blanco, y
a los moços de espuelas vnos capotines
encarnados e la manga yzquierda blanca;
las calças la derecha blanca y encarnada,
la yzquierda amarilla, e harás para todos
jubones de raso amarillo e en las mangas
derechas vna letra bordada que diga.
¿Qué se puede esperar dellas
sino lo que va con ellas?
Acabado de darle la informacion de lo
que hauia de hazer, con mucha diligencia
Felisel dio en todo complido recaudo.
Assimesmo todas las damas e muchos
caualleros que a la caça hauian de yr
se atauiaron de la manera que adelante
vereys; e fue assi concierto entre todas
las damas que no pudiessen atauiarse para
esta jornada sin que cada vna llevase
en las ropas o guarniciones sus dos
colores principales, las quales en las
inuenciones se señalarán. Sabido esto
los caualleros todos se vistieron de
los colores de las damas que seruian
con alguna otra color que les hazia al
proposito de la letra, como arriba haueys
oydo que Flamiano añadio lo amarillo a
las dos colores de la señora Belisena.
Venido el dia de la partida, todas las
damas se juntaron en casa de la señora
duquesa donde los caualleros vinieron. E
de alli partieron todos juntos. Fueron
en la caça aquel dia las señoras y
damas e caualleros que aqui se nombran.
Primeramente la princesa de Salusano con
sus damas y el principe su marido, e la
señora Candina e su esposo el conde de
Muralta, hijo del duque de Traysano. La
marquesa de Persiana y el marques su
marido. La marquesa de Guariano, e la
condesa Dauertino y el conde su marido.
Marciana de Seuerin hija de la condesa
Daliser. La señora doña Persiana, e la
señora Laurencia de Montal, Ricarda de
Marian, Violesa Daguster, e Polindora
de Marin, e la señora Ysiana e Graciana
Desclauer, e la señora Belisena.
De los caualleros el conde de la Marca,
el marques Carliner, el prior Dalbano,
el marques de Villatonda, el prior de
Marian, el duque de Fenisa, Francaluer,
el conde de Sarriseno e Yusandre el
faborido, Galarino Desian, Esclauian de
la Torre, Fermines de Mesana, Francastino
de Eredes, Camilo de Leonis, Lisandro de
Xarqui. E más los caualleros que arriba
ha nombrado.
La señora duquesa salio como suele
vestida de negro. La señora Belisena
su hija sacó vna saya de raso blanco
con muchas faxas de brocado encarnado
sentadas sobre pestañas de carmesi, con
vn papahigo de raso carmesi e la gorra
de lo mesmo con muchos cabos e pieças de
oro de martillo, con cintas e pestañas
blancas y encarnadas, e la hacanea con
vna guarnicion de terciopelo carmesi con
franjas e muchos floques negros e blancos
encarnados, con vna letra que dezia.
Las tres hazen compañia
all alegria.
Sacó la señora princesa de Salusana
vna saya de terciopelo negro con vnas
cortaduras de brocado morado a manera de
vnas escalas, forrada la saya de raso
blanco, e vna hacanea con vna guarnicion
de terciopelo negro con las mismas
escalas de brocado morado con franjas e
floques de hilo de plata, con vna gorra
rica e papahigo de raso morado, forrada
de damasco blanco con muchas piezas e
cabos de oro esmaltados de negro con vna
letra que dezia:
Nunca jamas subio amor
en lugar
que estas dos l'an de guardar.
Sacó la señora Ysiana vna saya de raso
pardillo con muchas faxas de brocado
morado forrado de raso leonado; la gorra
e papahigo de terciopelo leonado forrado
de raso amarillo e muchas cintas por todo
amarillas. Una hacanea con vna guarnicion
de terciopelo leonado y raso pardillo,
con las franjas y floques morados e
amarillos con vna letra que dezia:
A la fin han de tornar
lo leonado en pardillo
el morado en amarillo.
Salio la señora Candina, hija de la
princesa de Salusano, con vna saya
quarteada de terciopelo morado e brocado
leonado, enrrexados los quartos de vnas
tiras de lo vno enlo otro, sentadas sobre
pestañas de raso blanco, forrada la ropa
de damasco leonado. Una guarnicion de vna
mula del mismo damasco leonado, cubierta
toda de vnas cifras enlazadas de raso
blanco; vna gorra de raso leonado con
cintas blancas e unas pieças de oro de
martillo esmaltadas de blanco e morado
con vna letra que dezia:
Do passion de amor no afloxa
lo blanco da mas congoxa.
La señora Porfisandria sacó vna saya
de chamelote de seda leonado, con unos
fresos de plata anchos y angostos de
tres en tres tiras muy espesos, con
vnas pestañas de raso negro en todos
ellos e vna gorra de terciopelo leonado
con muchas cintas blancas e negras;
vna guarnicion de terciopelo negro
con franjas de hilo de plata con vnos
tormentos de plata sembrados por encima
con vna letra que dezia.
La guarnicion os condena
y la ropa da la pena.
Sacó la señora Laurencia vna saya de paño
amarillo con vnas lisonjas toda cubierta
de terciopelo encarnado sobre pestañas de
raso azul y en cada lisonja vna de plata
estampada, pequeña, puesta en medio de la
seda tambien sobre raso azul. Una gorra
de raso amarillo de la mesma manera;
guarnecida vna guarnicion de vna mula de
la misma manera, con vna letra que dezia.
Lo más porque desespere
quien vencer lo blanco espera,
las dos porque vaya fuera.
La señora marquesa de Persiana vna saya
de brocado carmesi con vnas barras de
terciopelo carmesi anchas, sentadas sobre
raso blanco cortadas por encima; vna
gorra de raso carmesi acuchillada forrada
de raso blanco; la saya forrada de raso
blanco; vna guarnicion de vna hacanea de
oro tirado con floques e franjas de grana
y blanco, con vna letra que dezia.
Los dos de la guarnicion
goza bien quien las merece,
y el enforro quien padece.
Salio la señora Mariana de Seuerin, hija
de la condesa de Aliser, con vna saya de
terciopelo morado cortada toda con muchas
cuchilladas, forrada de raso encarnado,
que se descubria por ellas, con vnas
madexas de seda encarnada que ataua las
cortaduras muy espesas. La gorra de lo
mesmo. La guarnicion de la hacanea ni más
ni menos, con vna letra que dezia.
No hay esperança en amor
donde está estotra color.
La señora Melisena de Ricarte sacó vna
saya de raso blanco con vnos girones de
terciopelo morado, trepados tan juntos
que á la parte de la cortapisa juntauan
el vno con el otro, forrada de raso
morado. Una gorra e papahigo de raso
blanco con pestañas e cintas moradas. Una
guarnicion de una mula, de terciopelo
morado, con cubierta de vnas matas de
plata, con vna letra que dezia.
Si el blanco es tal qual deue,
aunque el morado conbata
a la fin muere ó se mata.
La señora condesa de Auertina vna saya
de raso verde muy claro e de terciopelo
verdescuro á nesgas, con vnas alcarchofas
de oro bordadas por ella. Una gorra
del mesmo terciopelo con las mismas
alcarchofas de oro de martillo. Una
guarnicion de terciopelo verde con las
franjas de seda verde clara con la mesma
bordadura, con vna letra que dezia.
De las dos la que es perdida
mostrará a vuestras querellas
lo que haueys de coger dellas.
Sacó la señora Angelera de Agustano, vna
saya a nesgas de terciopelo negro e raso
blanco con vnos estremos cortados de la
vna e de la otra seda e guarnecidas todas
las nesgas dellos por el contrario. Una
gorra de terciopelo negro e papahigo con
muchos estremos de plata guarnecidos.
Una guarnicion de vna mula de la misma
manera, con vna letra que dezia.
Para que se gane gloria
destas dos que defendemos
menester son sus estremos.
Sacó la señora marquesa de Guariano vna
saya de brocado negro, forrada de raso
leonado con vnas faxas muy espesas de
terciopelo leonado, con una gorra leonada
con pieças de oro martillo esmaltadas de
negro. Una guarnicion de vna hacanea de
terciopelo leonado con muchos floques de
seda negra e una letra que dezia.
Del honesto pensamiento
se guarnece
la guarnicion que parece.
La señora Ypolisandra sacó vna saya de
terciopelo verde cubierta toda de vnas
ondas de raso negro sobre tafetan blanco,
con vna gorra del mesmo terciopelo con
cintas blancas. Una guarnicion de vna
hacanea de lo mismo con vna letra que
dezia.
No me dexa andar sin ellas
la misma esperanza dellas.
Sacó la señora Lantoria Dortonisa vna
saya entretallada toda á centellas de
brocado e raso blanco, con pestañas de
tafetan morado. Una gorra de raso blanco
con muchas centellas de oro de martillo;
vna guarnición de vna hacanea con franjas
e floques morados de las mismas centellas
con vna letra que dezia:
Es lo blanco quien abrasa
de passion á las centellas
con la misma color dellas.
Sacó la señora Graciana vna saya de
raso azul con vna gelosia encima, de
terciopelo azul sobre pestañas de raso
blanco, atadas las juntas de la gelosia
con vnas lazadas de madexas de hilo de
oro, con vna gorra de raso azul e unas
pieças de oro de martillo hechas como
gelosias. Una guarnicion de vna hacanea
de la misma manera de la saya; la saya
forrada de raso blanco con vna letra que
dezia:
Do el recelo está doblado
lo blanco está bien guardado.
Sacó la señora Violesa de Aguster vna
saya de raso blanco e terciopelo morado
entretallada a quadros, e de vn quadro de
la vna seda sacado vn pequeño e cambiado
en el otro con vnas cortaduras de brocado
encima de las juntas, cortadas de manera
que las sedas e el brocado todo hazia vna
obra. Una gorra de raso morado con muchos
cabos de oro. Una guarnicion de vna mula
de la misma manera, con vna letra que
dezia.
El contentamiento haze
que vaya d'una manera
l'oncubierto e lo de fuera.
Las damas todas salieron vestidas desta
manera que haueys oydo, con todas estas
letras las quales, á peticion de cada vna
dellas fueron fechas.
Salio Flamiano con los atauios que ya
arriba deximos. El señor príncipe de
Salusana vn sayo de brocado negro con
faxas de terciopelo morado con pestañas
blancas. Un capuz morado con vnas tiras
blancas de raso. Los moços vestidos de
morado e negro con la vna calça blanca y
morada, la otra negra; con vna letra que
dezia.
Razon me haze que sea
qual me manda la librea.
Sacó el marques de Persiana vn sayo de
raso blanco con vnas tiras de tafetan
leonado, enlazadas por todos los girones
con vnas madexas de seda blanca que las
añudauan; vna capa de paño leonado con
vnas tiras de tafetan blanco trabessadas
por todo el capuz; e los moços e pajes
vestidos de raso blanco e paño leonado,
con vna letra que dezia.
Porque la vna es en vos
tan complida
mi congoxa es tan crecida.
Sacó el conde de la Marca vn sayo de
terciopelo morado con vna capa de paño
morado ribeteado todo con vnos ribetes
de terciopelo negro puestos sobre tiras
de raso blanco. Sacó los moços e pajes
vestidos desta manera, con vna letra que
dezia.
Quanto amor más en mi crece,
más pasion
me crece la guarnicion.
Salió el señor Lisandro de Dixarqui con
un sayo de terciopelo negro con vn capuz
de terciopelo negro forrado todo de raso
blanco con vnas pestañas de tafetan
morado que descubrian muy poco entre las
dos sedas; los moços e pajes de negro
vestidos con guarniciones de raso blanco
sobre pestañas moradas con vna letra que
dezia.
Tal me tiene lo que veys
porque veo
que s'encubre mi deseo.
Sacó el señor Camilo de Leonis vn sayo de
raso leonado; vn capuz de paño leonado
con vnas faxas de terciopelo morado con
vnas pestañas de raso amarillo, y los
moços y pajes vestidos destas colores,
con una letra que dezia.
Harto es grande la congoxa
quando amor está en lugar
c'aueis de desesperar.
El señor marques Carliner salio todo
vestido de terciopelo pardillo forrado
de damasco morado guarnecido todo con
vnas lisonjas de raso leonado. Los moços
e pajes vestidos de leonado e pardillo
con guarniciones moradas y vna letra que
dezia.
No puede causar en mi
menos mal la forradura
que muestra la vestidura.
El señor prior de Albano vn sayo e
capa de paño amarillo con vnas cifras
enlazadas de terciopelo azul e raso
encarnado sembrado todo. Los moços
vestidos de amarillo con la vna manga
azul y encarnada, con vna letra que dezia.
Pues con vuestra condicion
mi rezelo va enlazado
ya mi mal va señalado.
Sacó el marques de Villatonda vn sayo
de raso carmesi con faxas de brocado.
Una capa de paño amarillo con vnas
tiras de terciopelo carmesi. Los moços
vestidos con jubones de brocado e carmesi
quarteado, con calças e capotines de paño
amarillo e de grana, con vna letra que
dezia.
Va ell alegria fengida
do desespera la vida.
Sacó el prior de Mariana vn sayo e capuz
e jubon de terciopelo morado, passado
todo a escaques de raso encarnado, a
manera de vn tablero daxedrez; los moços
e pajes vestidos de paño morado e raso
encarnado con vna letra que dezia.
Todos los males de amor
nacen destotra color.
Premines de Castilpana salio todo vestido
de verde claro, que es esperança perdida,
e los moços de la misma color, porque la
dama que seruia sus colores eran dos,
verde escuro y claro que son esperança
cobrada y perdida. El no sacó mas de la
vna con vna letra que dezia.
Pues que en mí toda es perdida
¡quán sin ella está mi vida!
El duque de Fernisa sacó vn sayo
quarteado de damasco blanco e bellutado
morado, con vn capuz de paño morado
forrado de damasco blanco, con vnas
cortaduras de raso blanco perfiladas
por encima del paño. Los moços e pajes
vestidos de las mismas colores con vna
letra que dezia:
¿Que sperará mi ventura
del dolor que es mas escuro,
siendo el otro tan seguro?
Francaluer sacó medio sajo de terciopelo
blanco e medio de raso negro con faxas
trocadas de lo vno en lo otro; vn capuz
medio de terciopelo negro, medio de raso
blanco forrado de lo mismo, cambiado lo
vno en lo otro, con una letra que dezia.
Dos contrarios so vn subjeto
veo en vuestra castidad:
hermosura, honestidad.
El conde Sarriano salio vestido todo de
negro con los moços e pajes vestidos
todos de leonado con vna letra que dezia.
La tristeza de mis daños
da congoxa en los estraños.
El señor Yusandriano salio vestido todo
de leonado forrado de raso blanco; los
moços vestidos de lo mismo con vna letra
que dezia.
Lo cubierto causa en mi
aunque s'encubre
lo que fuera se descubre.
Sacó el señor Guillermo de Canes vn
sayon de raso blanco y raso naranjado e
terciopelo carmesi, gironado a puntas
con tafetan blanco e naranjado; debaxo
las puntas naranjadas vn capuz de paño
naranjado guarnecido con quatro tiras de
carmesi e raso blanco. Los moços e pajes
vestidos de blanco e naranjado con vna
letra que dezia.
Salio en blanco mi alegria
pues que va desesperada
mi porfia.
Salio el conde de Auertino vestido todo
de verde escuro con vnos ribetes por
baxo del sayon e de la capa de raso
verde claro, porque son las colores de
la señora condesa, forrado todo de raso
carmesi. Los moços vestidos de terciopelo
verde e de grana con vna letra que dezia.
Ya's perdida la perdida
para quien
por vos cobra todo el bien.
Galarino Difian salio a la gineta con vna
marlota de brocado blanco e terciopelo
leonado con unos lazos de plata por toda;
vn capuz de terciopelo leonado forrado
de raso blanco con los mismos lazos
guarnecidos, con vna letra que dezia.
La vna es sobrada en vos
y la otra en mi por ella
y assi sobra mi querella.
Salio Esclauiano de la Torre a la gineta
con vna marlota nesgada de raso leonado
e azeytuni negro, vna capa leonada toda
guarnecida de muchos lazos moriscos de
oro e de grana, con vn rico jaez de las
colores, con vna letra bordada en torno
de la marlota e del capuz, que dezia.
Pues que son vuestras colores
siendo vuestra mi porfia
para mi son alegria.
Fermines de Mesano, hecho a escaques de
azeytuni leonado y raso blanco con vna P
cortada del terciopelo leonado en cada
escaque blanco e vna F de raso blanco
en el leonado; vna capa de paño leonado
con vna cortapisa de las dos sedas por
baxo de los mismos escaques del sayo y en
ellos bordada esta letra que dezia.
Es mi fe la que no afloxa
la pena de mi congoxa.
De la manera que aqui es dicho, salieron
vestidas las damas e galanes, los quales
todos con mucho plazer llegaron a la
caça. Estando alli a cabo de quatro dias
llegó el señor cardenal de Brujas con
muchos caualleros que lo acompañaron. Los
quales fueron el marques de la Chesta,
Francastino de Redes, el señor Alarcos de
Reyner, Pomerin Russeller el pacífico,
Alualader de Caronis, con otros muchos
caualleros que por que no salieron
vestidos de colores de inuencion aqui no
se nombran.
El señor cardenal vino vestido de negro
por cierto respecto que le conuenia;
lleuó veynte palafraneros e doze pajes
vestidos de terciopelo negro e paño
morado con vna letra que dezia:
Es la que menos me plaze
la que más me satisfaze.
Vino el marques de la Cehesta vestido
todo de amarillo, con los moços vestidos
de la misma color, con una letra escripta
en los pechos desta manera que hablava el
color, e traya dos R. R. e una A en medio
puestas en los pechos, que queria dezir.
Amar y llorar.
Vino Francastil de Redes vestido todo de
azul e sus moços vestidos de la misma
color con vna letra que dezia:
Mi recelo
es que en mi mal no hay consuelo.
Vino el señor Alarcos de Reyner con vn
sayo de raso amarillo e azeytuni morado
con unas tiras de tres en tres de la vna
seda en la otra puestas a escaques por
los girones; vn capuz morado forrado de
raso amarillo con vna letra que dezia.
Mi pensamiento ha subido
lo morado
do desespera forçado.
Pomerin traya luto e assi vino vestido de
negro sin letra.
Rosseller el pacifico salio vestido de
azul e carmesi con vna letra que dezia:
Aunque yo me visto dellas
no tengo porque traellas.
Alualader de Caronis vino todo vestido
de pardillo forrado el sayo e capuz de
damasco leonado, acuchillado todo por
encima lo pardillo, de manera que lo
leonado se descubriese, con vna letra que
dezia.
El trabajo es quien descubre
la congoxa que se encubre.
Otro dia despues de llegado el señor
cardenal con todos estos caualleros, la
señora duquesa con todas las damas y
ellos fueron á caça de monte, e puestos
todos en sus paradas como suelen, la
señora Belisena con Isiana quedaron en
vna parada con Jusander e con otros dos
caualleros de casa de la señora duquesa
su madre, en la qual parada acudio vn
cieruo muy grande e dadas laxas las
señoras a sus canes, los caualleros que
con ellas estauan començaron a seguirlo.
La señora Belisena quedó a solas con
Isiana a la sombra de vnas espesas matas,
donde a suerte aquella hora Flamiano
acudio impensadamente. El qual viendose
en presencia de su señora fue tan atonito
e turbado que no sabia parte de si viendo
lo que le era seguido; reconocido algo en
su juyzio, aunque no sin mucha turbacion,
despues de hecho a la señora Belisena
aquel acatamiento que ella merecia e
su criança dél le obligara e más su
apassionada voluntad, informado de la
señora Isiana de la causa de su quedada
alli a solas, començo con muy temeroso
acatamiento a dezir en esta manera a su
señora.
DE LAS COSAS QUE FLAMIANO E BELISENA
PASSARON EN AQUEL RAZONAMIENTO
El temor, señora, de los males que
cada dia a causa vuestra por mi pasan
e padezco, me tienen tan sin razon
la lengua, y el sentido tan turbado
junto con el gozo de verme en vuestra
presencia, que me falta razon para
hazeros notorias las sobras de mis
passiones, e aun atrevimiento para osaros
las dezir aunque no me falta voluntad
para suffrirlas. El temor de enojaros
me cierra, señora, la boca, y el fuego
que mis entrañas abrasa, pronuncia por
ella lo que dentro se siente. E assi
señora quiero tener atreuimiento para
poner mis quexas en vuestra presencia;
no que yo, señora, de vos me quexe ni
Dios lo quiera, que no deuo más para
que las pasiones que con mis deseos
me aquexan sepays, por merito de las
quales os suplico que no medido lo que
yo en respecto vuestro me merezco, mas
considerado lo que por haueros visto
e desear ser vuestro padezco, por tal
señora me acepteys; no para dar más bien
a mi mal de consentir que yo señora por
vuestro seruicio lo padezca, por que ni
más osaria, señora, pedir, ni tanto me
atreueria creer merecer.
BELISENA
Muchos dias ha, Flamiano, que conozco
en tus meneos lo que el desuario de tu
pensamiento te ha puesto en la voluntad;
e no creas que muchas vezes dello no
haya recebido enojo, e algunas han sido
que me han puesto en voluntad de dartelo
a entender, sino que mi reputacion e
honestidad me han apartado dello, e aun
en parte el respecto de la buena figura
en que tu discrecion hasta agora he
tenido. Mas pues que tu atreuimiento
en tal estremo te ha traydo, que en
mi presencia tu fantasia hayas osado
publicar, forçado me será responderte,
no lo que dezirte queria segun mi
alteracion, mas segun la vanidad de tu
juyzio merece. Lo qual aunque consejo te
parezca deues tomar por reprehension;
e digo que no te acontezca semejante
pensamiento poner en parte differente de
ti, donde no puedas menos hazer de verte
cada hora en infinitas necessidades e
al fin sin ver cabo á lo que desseas,
que lo hayas de ver de tu vida y de tu
honrra. Mas razon seria que primero
ygualasses la medida donde bastas llegar
con el merecer, que no que publicasses
do querrias subir con el dessear e aun
alli, segun se suele, hallarás tarde el
contentamiento que el deseo querria.
FLAMIANO
Mis ojos, señora, que de mis males han
sido la causa, no tuvieron juyzio más
de para miraros e ver las perficiones
que Dios en vos puso, para que viendoos
pusiesen mi corazon en el fuego que
arde; llegada alli vuestra figura, no
pudo menos hazer de lo que ha hecho. Mi
saber no pudo ser tanto para temer los
inconuenientes de mi daño que vuestra
hermosura no fuesse más para causallo sin
poder ser resistido. Pues llegado aqui mi
pensamiento determinose en que lo mucho
que el merecer desyguala mi pena del
desseo, las sobras della misma son tantas
que lo yguala todo, pues que, señora,
mi intencion no os pide mas de licencia
para padescer, que desta suerte cierto
no puede ser reprouada pues que no es
mala. Ansi que, señora, pues que tanto la
virtud y nobleza en vos sobra, no useys
comigo por el rasero de la crueza, pues
que mudarse ya mi cuydado es imposible. E
assi de vos no quiero consejo; remedio es
el que pido pues que no le puedo esperar
sino de vuestra mano.
BELISENA
No creas tú, Flamiano, que la pasion o
males que publicas que sientes, a mí
dellos me plega, ante en muchas maneras
dello me pesa. Lo vno es que á mi causa
siendo en mi perjuyzio tú los padezcas.
Lo segundo que te atreues á ponerte en
ello y aun publicarlo. De suerte que en
muchas maneras me enojas y en más me
harias plazer y servicio que dello te
dexases. Y esto seria seruirme como dizes
que desseas; para esto que te digo, como
ya te he dicho, los inconuenientes de mi
estado y de mi condicion y honestidad
me dan inconueniente no solo para que
como hago dello reciba mucho enojo, mas
para que tú aunque mill vidas como dizes
perdiesses yo dellas haya de hazer ni
cuenta ni memoria. Assi que lo mejor será
que desto te apartes e en esto me harás
seruicio como dizes que desseas y aun me
ternas haziendolo contenta; e pues que
tanto mio eres, segun dizes, yo te mando
que lo hagas, porque quites tu vida de
peligro e aun a mí de ser enojada.
FLAMIANO
Quando, señora, la pena verdadera de amor
como es la mia está sellada en el alma,
pues que justa razon alli la haya puesto,
en el coraçon está imprimida de suerte
que sin él e sin ella no pueda salir de
alli. Pues ¿como quereys, señora, que
mi cuydado se mude?, que el dia primero
que os vi, dentro en mis entrañas e
coraçon quedó el propio traslado vuestro
perfectamente esculpido, e despues aca
quantas estradas me haueys tirado que son
infinitas, llegadas alli, el fuego que
en tal lugar hallan las funde, porque
son de oro siendo vuestras e fundidas
hallan alli vuestra effigia e de cada vna
dellas se haze vn otra semejante. Assi
que aunque el coraçon y el alma con las
principales sacassen, el cuerpo quedaria
lleno con tantas que de aqui a mill años
en mi sepultura se hallarian dellas
sin cuento, e aun en todos mis huessos
se hallaria vuestro nombre escripto en
cada vno. Ansi, que señora, si quereys
que de quereros me aparte, mandad sacar
mis huessos e raer de alli vuestro
nombre, e de mis entrañas quitar vuestra
figura, porque ya en mi está conuertido
en que si alguno me pide quien so digo
que vuestro. E si esto a desuario se
me juzgasse, mayor lo haria quien tal
quissiese juzgar, porque no hay nayde
que con mis ojos, señora, os mire que no
conozca ser justo lo que hago; e como ya
he dicho, aunque en la razon mia encobrir
lo quisiesse no puedo, porque el fuego
de dentro haze denunciar a la lengua la
causa. Pero pues que en vuestra mano
está matarme o darme la vida, e pues
que della teneys la llaue, ved vos si
lo podeys hazer e ganareys la victoria
del tal vencimiento. E si con quitarme
la vida pensays acabarlo, dudolo, porque
aunque del coraçon e las otras partes
vos apartassedes con matarme, ni mas
ni menos en el alma os quedariades, de
do jamas os podreys quitar porque es
inmortal a causa de estar vos en ella.
E si de mi se partiesse donde agora mis
passiones la tienen presa y atormentada,
jamas de vuestra presencia se partiria,
donde con mucho contentamiento estaria
contino. Assi que si agora estando comigo
os enoja ausente, mira que hará entonces
estando presente, e bien sé que pues
agora os enojays por seros yo de mi grado
captiuo, que despues de yo muerto más
enojo recibireys de vos matadora, e sola
esta gloria que de mi muerte se espera
me basta a mi para que contento pierda
la vida, pues que con ello yo seré fuera
de pena e vos con pesar arrepentida.
Podreys señora dezir entonces que no es
vuestro el cargo sino mia la culpa pues
que yo mesmo me lo he buscado y querido
mi daño contra vuestra voluntad. Entonces
mi alma os negará la partida diziendo:
no, no, no es ansi, que el cargo, señora,
tuyo es pues que tan cruelmente tan mal
le trataste no pidiendote más bien de
licencia para sofrir su mal sin ninguna
offensa tuya ni más gloria suya.
BELISENA
Si sofrirte lo que faces me offende,
oyrte lo que dizes me perjudica y enoja;
¿qué hará responder a la vanidad de tus
razones? Yo te he ya dicho lo que te
cumple, bastarte deue para no esperar
mas disputa en este caso de lo que te
conuiene. No delibero mas sobre ello
hablarte, porque creo que tu discrecion
te hará determinar lo que te cumple. Los
mios vienen, quedate con Dios y creeme
haziendo lo que te tengo dicho.
FLAMIANO
Digo, señora, finalmente que no puedo
porque ni mi voluntad a ello no puede
doblarse, ni mi querer puede dello
quitarse, e aunque aquí tan solo de bien
e tan acompañado de pesar me dexeis,
digo que allá donde vos vays, allá voy,
y aunque vos vays, aqui quedays donde
yo quedo, porque ni allá, ni acá, ni en
ninguna parte donde yo me halle, nunca
vuestra vista de mis ojos se quita, sino
que en mi fantasia do quiera que esteys,
do quier que esten, los dos juntos
estamos. E si esto, señora, no creeys,
mis obras os haran dello testigo.
* * * * *
Al fin la señora Belisena se partio con
Isiana e muy enojada, a lo que mostraua,
e llegó a la compañia de los suyos.
Flamiano quedó a solas, fuesse por otra
via con el consuelo que pensar podeys;
en aquella noche todos los caualleros
cenaron con el señor cardenal, donde se
concerto de yr venidos de la caça a vnos
baños que ocho millas de la ciudad estan
de la mar, en vn muy hermoso lugar que
Virgiliano se llama, porque supieron
que la señora duquesa e la princesa de
Salusano con otras muchas damas se yuan
por estar alli todo el mes de Abril, como
cada año las damas y señoras de Noplesano
acostumbran hazer. Visto Flamiano que
esta jornada se le aparejaua conforme
a su desseo, suplicó al señor cardenal
que ordenase vn juego de cañas para el
segundo dia de pasqua que todas las damas
ya a Virgiliano serian venidas. De lo
qual el señor cardenal, fue tan contento
que se ofrecio tener el vn puesto con
la meytad de aquellos caualleros, desta
manera: que los de su puesto saldrian a
la estradiota vestidos como turcos con
mascaras y rodelas turquescas, vestidos
todos de las colores que su señoria les
daria, y que jugarian con alcanzias. E
que Flamiano tuviesse el otro puesto a
la gineta con los otros caualleros que
alli primero se hallaron en la caça.
E que ante que al puesto saliessen,
que saliessen ellos todos juntos e
començassen su juego de cañas partidos
por medio. En el qual juego él con sus
turcos llegaria como hombre que viene
de fuera, e assi juntados ellos todos,
començarian el otro juego contra los que
en él viniessen. E ansi el señor cardenal
tomó a cargo de suplicar a la señora
princesa que para aquella noche conbidase
a la señora duquesa e á Belisena, con
todas las otras damas que alli se
hallassen, para que en su posada aquella
noche passado el juego todas cenassen y
alli hiziessen la fiesta. Pues acabada la
caça, dende a dos dias con mucho plazer
los vnos e los otros todos juntos a la
ciudad se tornaron.
Donde despues de llegados, Flamiano
acordo de enbiar a Felisel a visitar a
Vasquiran con el qual acordo respondelle
a su carta. E despachado que le houo,
Felisel se partio, e llegado a Felernissa
donde halló a Vasquiran, despues de hauer
hablado mucho con él en especial de las
cosas dela caça e lo que en ella se era
seguido, la carta de Flamiano le dió, la
qual en esta manera razonaua.
CARTA DE FLAMIANO Á VASQUIRAN EN
RESPUESTA DE LA SUYA POSTRERA
No quiero, Vasquiran, dexarme de
responder a tus cartas e quexas, si
quiera porque no pienses que razon me
falta para ello, como a ti crees que te
sobra para lo que hazes. Yo, si bien me
entiendes, no digo que de la muerte de
Violina no te duelas como es razon que
lo hagas, mas que los estremos dexes e
apartes de ti, pues que in genere son
reprobados; porque como ya te he dicho y
tú dizes, tus lastimas todas la muerte
las ha causado, y en verdad al parecer
estas son las mas crudas de sofrir, y
al ser las mas leues de conortar, pues
como dicho tengo, el tiempo e la razon
naturalmente las madura e aplaca de tal
suerte que assi como la carne muerta
en la sepultura se consume, assi el
dolor que dexa en la viua se resfria.
Porque si assi no fuesse, muchas madres
que ardientemente los hijos aman e los
pierden, por ser fragiles para soffrir el
dolor con la braueza dél, con la flaqueza
de la complision, si este remedio el
tiempo naturalmente no les pusiesse, las
mas dellas del seso o de la vida vernian
a menos, e aun algunos padres lo mismo
harian, e otras muchas personas que de
conjunto amor contentos acompañados
viuian como tú hazias. Empero como he
dicho el natural remedio lo remedia
continuamente, e donde este faltasse o
si assi no fuese, digo que por razon más
obligado serias segun quien eres a hazer
lo que digo que lo que hazes, por muchas
causas que ya te tengo dichas, porque
como sabes, la estremidad del plañir nace
de la voluntad, la virtud del soffrir es
parte de la razon.
Pues mira quan grande es, nuestra
differencia entre la voluntad é la razon.
Lo vno parte de discrecion e cordura; lo
otro o es o está a dos dedos de locura,
en especial que los virtuosos varones
más son conocidos en las aduersidades
por su buen seso e sofrimiento que no
en las prosperidades por grandezas ni
gouierno; porque lo vno muchos respectos
lo pudieron causar para hazerse, lo otro
sola virtud lo templa para sofrirse.
Assi que por todas las partes verás que
por fuerça tu dolor ha de menguar. Mas
¿qué hare yo que si sola vna vez que
vi a la que mi mal ordena, de tantos
malos me fue causa? en las otras que la
veo ¿qué puedo sentir? Su ausencia me
atormenta de passion; su presencia me
condena de temor; su condicion e valer me
quitan esperança; mi suerte y ventura me
hazen desconfiar. Mi pena me da congoxa
incomportable. Lo que siento me haze
dessear la muerte; remedio en mi no le
hay; della no se espera. E assi tengo
más aparejado el camino de desesperar
que abierta la puerta de esperança para
ningun bien.
Assi que por Dios te ruego que comiences
á poner consuelo en ti, porque puedas
presto con tu compañia venir a poner
remedio en mí, y con tal confiança me
quedo cantando este villancico que a mi
proposito haze y a mi pesar he hecho.
Yo consiento por seruiros
mi muerte sin que se sienta
vos señora no contenta.
El primer dia que os vi
tan mortal fue mi herida
que en veros me vi sin vida
y el viuir se vio sin mi,
pues que en viendoos consenti
mis males que son sin cuenta,
vos señora mal contenta.
Consenti verme sin ella
solamente por miraros
y por solo dessearos
tuue por bueno perdella;
y más que los males della
quise qu'el alma los sienta
y vos dello descontenta.
Consenti que mi tormento
tan secreto fuese y tal,
que el menor mal de mi mal
diesse muerte al sentimiento;
quise más qu'el soffrimiento
que lo suffra y lo consienta
por hazeros más contenta.
De suerte que mis sospiros
aunque sean sin compas
los quiero sin querer mas
de quereros y seruiros,
sin más remedio pediros
de la muerte que m'afrenta
que veros della contenta.
LAS COSAS QUE VASQUIRAN CONTO A FELISEL
DESPUES DE LEYDA LA CARTA, QUE LE HAUIAN
SEGUIDO YENDO A CAÇA
Despues de leyda Vasquiran la carta que
Felisel le dió, hablando de muchas cosas
Felisel le conto todas las cosas de la
caça, assi de los caualleros y damas que
en ella fueron como de los atauios que
todos sacaron, e aun parte de lo que su
señor con Belisena passó hablandose con
ella a solas. Pues hauiendolo todo muy
bien relatado, otro dia paseandosse los
dos como otras vezes solian por vna sala,
Vasquiran le començo á dezir:
Pues que ayer, Felisel, me contaste todos
los mysterios de la caça que allá haueys
tenido, e aun lo que a tu señor en ella
le siguio, quiero contarte lo que a mi
en otra me ha acontecido. Flamiano, como
dizes, fue por acompañar a quien de
enamorados pensamientos acompañado le
tiene e aun por dar con su vista descanso
a sus ojos. Yo por acompañar a mi soledad
de mas soledad e por dar a los mios con
ella de lagrimas más compañia con menos
atauios e mas angustias la semana passada
tambien me fuy á caça, en la qual me
acontecio lo que agora oyras.
RECUENTA VASQUIRAN Á FELISEL LO QUE LE
ACONTECIO EN LA CAÇA, E LA OBRA QUE SOBRE
ELLO HIZO
Estando con sus canes estos mis
seruidores en sus paradas puestos como yo
los hauia dexado, contecio que vn ciervo
e vna cierva juntos en la vna dellas
dieron, de que dadas laxas a los perros
començaron a seguirlos por vna llanura
que entrellos e un bosque se hazia. E
siendo los canes muy buenos dieronles
vn alcance en el cual la cierua se houo
de apartar de su compañia e vino a dar
donde yo estaua, por su desventura e la
mia, e assi como yo la vi venir salile
por el traues adelante e ante que al
bosque llegasse la maté. Llegados alli
parte destos mis seruidores, porque ya
era algo tarde mandela cargar sobre vna
azemila con la otra caça que muerto
hauiamos, y yo comence a venirme la via
de aquella eredad mia a donde la otra vez
me hallaste, e seyendo ya al aquanto del
bosque alongados, sentimos los mayores
bramidos del mundo, los quales por nos
oydos, paramos por saber qué podria ser,
e vimos venir vn cieruo que en el bosque
se nos era entrado bramando, y era el
que en compañia de la cierua venia, el
qual ni por el temor de los canes que al
encuentro le salieron, ni por lo que los
mios le ocuparon jamas dexó de hazer su
via hasta llegar al azemila do la cierua
venia cargada. E como yo lo vi pense lo
que podia ser como fue, aunque milagro
parezca, e assi mandé que ninguno le
hiziesse daño. Pues llegado que fue do su
dolor lo guiaua, començo á dar de nuevo
muy mayores bramidos derramando de los
ojos infinitas lagrimas. Como tal le vi
hazer tanto dolor, començo a refrescar
en mi llaga, que temiendo en mi algun
desmayo que afrenta me hiziesse, mandé
lo dexassen estar e segui mi camino para
donde él yva, mas como nos vido partir,
con mayores gemidos començo a seguirnos
hasta llegar do yo yva, de donde jamas
se es partido. Como esto vi mandé que
a la cierua desollassen el cuero e lo
hinchiessen de feno e dentro en el
jardin lo colgassen en vna lonja que en
el hay tan alto que el ciervo solamente
pudiesse alcançar a su cabeça. E desde
aquel dia que alli lo pusieron mandé
meter dentro al cieruo e jamas de donde
la cierua está se es partido, saluo
cuando costreñido de la hambre algun
poco por la huerta a pacer se aparta.
Pusome tanta tristeza ser, Felisel, lo
que te he contado, que despues de hauer
cenado a solas retraydo en mi camara,
veniendome a la memoria todas mis glorias
pasadas y la congoxa presente, juzgando
por lo que este irracional hazia lo que
de razon yo deuia hazer, con infinitas
lagrimas comence contra mí maldiziendo
mi desuentura a dezir infinitas e muy
lastimeras palabras, tantas que largo
seria contarlas. Saluo que estando assi
yo me senti assi venir a menos el sentido
e no sé si trasportado del juyzio o si
de dolor y del sueño vencido, yo vi en
vision todas las cosas que a tu amo embio
dentro en una carta que le tengo ya
escripta, lo qual verás en versos rimados
conpuestos más como supe que como deuiera
o quisiera. E despues hize sobre este
caso deste cieruo esta cancion, la qual
no he querido que tu amo la vea, por que
no halle en ella con que responder a mi
carta como suele.
¿Que dolor puedo quexar
de mis angustias e males
viendo que los animales
mayor sienten mi pesar?
Quexaré de mi dolor
que es tan crudo su tormento
que vn bruto sin sentimiento
le siente mucho mayor,
de pesar que yo le siento,
mas no se puede ygualar
con mis angustias mortales
porque ell alma de mis males
mayor siente mi pesar.
Acabado que houo de decirle la cancion le
dixo: Felisel, yo querria que mañana te
partiesses, porque llevasses a Flamiano
vn cauallo mio de la gineta con vn gentil
jaez, que agora poco ha me han traydo
de España, porque aproueche para el,
pues que a mí ya seruir no me puede.
Querria que llegasses a tiempo que para
el juego de las cañas que me has dicho le
siruiesse. Otro dia recebido Felisel el
cauallo e la carta se partio. E llegado a
Noplesano, halló que Flamiano con todos
los caualleros eran ya partidos para
Virgiliano, porque la señora duquesa e la
princesa con todas las damas ya estauan
alli. Donde otro dia Felisel llegó, con
el qual Flamiano holgó mucho e houo mucho
plazer de oyrle contar lo que a Vasquiran
hauia acontecido e tambien con el cauallo
que era muy bueno y el jaez muy rico,
en especial llegando a tal tiempo. Y
recebida la carta començola a leer la
qual assi dezia.
CARTA DE VASQUIRAN Á FLAMIANO EN
RESPUESTA DE LA SUYA
Quanto mejor seria, Flamiano, que a esta
question pusiessemos silencio que no
proseguirla, pues que tan poco prouecho
a los dos nos acarrea. Tú me dizes que
no me reprueuas porque de mi mal me duelo
pues que es razon que lo haga, sino que
no deuo tanto en estremo dolerme. Mi mal
quisiera yo que limitaras que no fuera
tan grande, que mi tristeza pequeña es
para con él. Dizes que como la carne
muerta en la sepultura se consume,
assi el dolor que dexa en la viua se
resfria; falso es esse argumento pues
en mi que lo prueuo por el contrario
lo veo. Tornasme a alegar las mugeres
que perderian el sentido si por esto no
fuesse. A la fe por ser ellas flacas
de sentido e fragiles pierden dello la
memoria, que no por lo que dizes. Si
honesto me fuesse alegarte cosas de
nuestra fe, vna cosa te diria de la que
no tuvo par, que en tal caso hizo, con
que callasses. Tambien me alegas como
philosopho lo que de la voluntad o de la
razon parte, quál es auto mas virtuoso,
e das lexos del terrero, que los que
desso han glossado, en especial Juan de
Mena e muchos no ponen contraste en tal
caso, entre la voluntad e la razon, saluo
de aquellos apetitos que viciosamente
muestra naturaleza, desseo voluntario,
que el dolerse nadie de la cosa amada de
puro amor e gratitud y contentamiento
que le tenia, le parte viendola perdida.
Pues estos autos virtuosos y razonables
son, que no voluntad voluntaria. Ansi
que no te cale philosophia comigo que
poco te aprouecharia ni a Aristoteles si
mi mal sintiera. Mas sabía el Petrarca
que no tú ni yo, mas ya sabes lo que
respondio siendo juzgado porque a cabo de
veynte años que madama Laurea era muerta
la plañia e la seruia, quando dixo:
¿Que salud dió a mi herida quebrarse
la cuerda del arco? Nunca de tu mal vi
ningun martir e del mio verás todas las
poesias y escripturas dende que el mundo
se començo hasta agora llenas, de lo que
aun la sangre del martir Garcisanchez
viua tenemos e no oluidada la del mesmo
Petrarca que te he dicho, sin otros
infinitos que dellos no se escriue. Tú
no hallas remedio para ti que cada dia
hablas o puedes hablar a quien te pena;
quieresle hallar para mi que no le tengo.
Tambien me dizes que la primera vista
tanto tanto mal te causó, ¿que sentiras
en las otras? Digo que la primera vez te
enamoró, las otras te reenamoran, todo el
mal que te causa su ausencia es desseo
de verla. El que te haze su presencia
es desseo de codiciarla. En fin, son
vanidades que la vna con la otra se
texen; mas si lo quieres ver, mira qual
pena es mayor: la que sientes viendo,
o la que ausente padezes por ver; aquí
juzgarás mi mal qué tal es. En fin, que
tú careces de consejo e confiança, yo de
consuelo y esperança; tú buscas compañia,
yo huyo della; tú desseas gozar, yo
morir; lo que tú no dessearas si quiera
por ver a Belisena. Mira qué mal te causa
verla. Assi que en esto no habria cabo,
creeme, y dexalo estar; y pues que lo
que en la caça te acontecio me has hecho
saber, Felisel te contará lo que a mi en
otra me ha seguido, sobre lo qual hize
esta obra que aqui te embio.
VISION DE AMOR EN QUE VASQUIRAN CUENTA LAS COSAS
QUE VIO ESTANDO TRASPUESTO, LO QUE HABLO Y LE
LE RESPONDIERON.
Combatido de dolores
e penosos pensamientos,
desesperado d'amores,
congoxado de tormentos,
vi que mis males mayores
turbauan mis sentimientos,
e turbado,
yo me puse de cansado
a pensar
las tristeças e pesar
que causauan mi cuydado.
E vi que la soledad
teniendome conpañia
no me tiene piedad
de las penas que sentia,
mas con mucha crueldad
lastimaua mi porfia
de dolor
diziendome: pues que amor
te tiene tal,
no te quexes de mi mal
qu'es de todos el mayor.
(_Responde Vasquiran á la soledad._)
Si el menor mal de mi mal
eres tú e de mis enojos
teniendome siempre tal
que me sacas a manojos
con rabia triste mortal
las lagrimas a los ojos
de passion
sacadas del coraçon
donde estan,
dime qué tales seran
los que mas crueles son.
(_Prosigue._)
Con mi soledad hablando
sin tornar a responderme,
ni dormiendo, ni velando,
ni sabiendo qué hazerme
en mis males contemplando,
comence a trasponerme
no dormido
mas traspuesto sin sentido
no de sueño
mas como quien de veleño
sus ponçoñas ha beuido.
Pues sintiendo desta suerte
mis sentidos ya dexarme
aun qu'el dolor era fuerte
comence de consolarme;
dixe: cierto esto es la muerte,
que ya viene a remediarme
segun creo;
mas dudo pues no la veo
qu'esta es ella
por hazer que mi querella
crezca mas con su desseo.
Y con tal medio turbado
mas qu'en ver mi vida muerta,
aunque del pesar cansado
comence la vista abierta
a mirar é vi en vn prado
vna muy hermosa huerta
de verdura,
yo dudando en mi ventura
dixe: duermo
y en sueño qu'esto es vn yermo
como aqui se me figura.
Y assi estando yo entre mi
turbado desta manera
comence quexarme assi;
no quiere el morir que muera;
luego mas abaxo vi
vna hermosa ribera
que baxaua
de vna montaña qu'estaua
de boscaje
muy cubierta, e vi vn saluaje
que por ella passeaua.
Vile que volvio a mirarme
con vn gesto triste y fiero,
yo comence de alegrarme
e a decir: si aqui le espero
este viene a remediarme
con la muerte que yo quiero,
mas llegado
vile muy acompañado
que traya
gente que mi compañia
por mi mal hauian dexado.
(_Admiracion._)
Comenceme de admirar
dudando si serian ellos,
por mejor determinar
acorde de muy bien vellos
tornandolos a mirar
y acabé de conocellos
claramente,
dixe entre mi: ciertamente
agora creo
qu'es complido mi desseo
pues que a mí torna esta gente.
(_Declara quien viene con el saluaje e de
la manera que viene._)
Mis plazeres derramados
venian sin ordenança
guarnecidos de cuydados,
ya perdida su esperança,
diziendo: fuymos trocados
con la muerte y la mudança
que ha mudado
nuestras glorias en cuydado
de dolor
pues do el gozo era mayor
mis tristeças ha dexado.
Vi mi descanso al costado
con vna ropa pardilla
de trabajo muy cansado
assentado en vna silla
de dolor bien lastimado
publicando su mancilla
e su pesar,
començando de cantar
esta cancion:
no me dexe la passion
un momento reposar.
Venia el contentamiento
más cansado vn poco atras
con esquiuo pensamiento
sospirando sin compas,
diziendo: de descontento
no espero plazer jamas
que me contente,
pues murio publicamente
quien causaua
el bien que me contentaua,
ya plazer no me consiente.
Mi esperança vi primera
de amarillo ya vestida
quexando desta manera:
donde s'acabó la vida,
¿qué remedio es el que espera
la esperança qu'es perdida
e acabada?
verse mas desesperada
de remedio
pues que en el mal do no hay medio
s'espera pena doblada.
Tambien vi a mi memoria
cubierta de mi dolor
recordandome la gloria
que senti siendo amador,
e con ella la vitoria
de los peligros d'amor
ya passados
porque no siendo oluidados
fuessen viuos
para hazer mas esquiuos
mis males e lastimados.
Mi desseo vi venir
postrero con gran pesar
e sentile assi dezir:
lo mejor es acabar
pues que s'acabó el viuir:
¿qué puedo ya dessear
sino la muerte?
para que acabe y concierte
que fenezça
mi dessear e padezça
lo que ha querido mi suerte
(_Pregunta quien es el saluaje y responde
el Desseo._)
Como a mí los vi llegar
aunque muy turbado estaua
comence de demandar
quien era el que los guiaua
que con tan triste pesar
de contino me miraua
desnudado:
este es el tiempo passado
de tu gloria
el que agora tu memoria
atormenta con cuydado.
(_El Desseo._)
Este que miras tan triste
con quien vees que venimos,
este es el que tú perdiste
por quien todos te perdimos,
que despues que no le vimos
nunca vn hora mas te vimos
ningun dia
e dexo en tu compañia
que te guarde
soledad, la que muy tarde
se va do hay alegria.
Pues aquella a quien fablauas
diziendo que mal te trata
e aunque della te quexauas
no es ella la que te mata
mas es la que desseauas,
triste muerte cruda ingrata
robadora
que te quitó la señora
cuyo eras
e no quiere que tú mueras
por matarte cada hora.
(_Responde y pregunta._)
Quien comigo razonaua
claramente lo entendia,
mas tan lexos de mi estaua
que aunque muy claro le oya
la distancia me quitaua
que ya no le conocia,
e atordido
dixe: bien os he entendido
mas no veo
quién soys vos. Soy tu desseo
que jamas verás complido.
(_Pregunta á su desseo y respondele._)
Demandale, como estas
tan apartado de aqui
que yo siento que me das
mil congoxas dentro en mi?
Dixo: nunca me veras
qu'estoy muy lexos de ti,
sé que desseas
verme, pero no lo creas,
porque amor
no consiente en tu dolor
por saluarte que me veas.
Qu'este jardin que aqui esta
con tantas rosas y flores
es el lugar que se da
a los buenos sofridores
que con mucha lealtad
en su mal sufren dolores,
y es ley esta
y an los amadores puesta
por razon
que gana tal galardon
el que mas caro le cuesta.
(_Replica._)
Quando bien lo houe entendido
tanto mal creció en mi mal,
que ya como aborrecido
dixe con rabia mortal:
¿quién ha tanto mal sofrido
que del mio sea ygual
en nada dél?
pues porqué si es tan cruel
bien no merezco
la muerte pues la padezco
con la misma vida dél?
Quanto más que yo no quiero
mi suerte más mejorada,
ni más beneficio espero
que la muerte ver llegada,
pues qu'en desealla muero
mateme de vna vegada
con matar,
e si esto amor quiere dar
que a ti te plaze,
poco es el bien que te haze
pues da fin a tu pesar.
(_El Desseo replica._)
Que la pena aborrecida
con que tú te desesperas
es que mueres con la vida
ante qu'en la muerte mueras,
que es la gloria conocida
de todo el bien que ya esperas,
y essa fue
con quien Petrarca y su fee
ganó la voz
de martir, e Badajoz
sin otros mill que yo sé.
(_Cuenta como vio su amiga._)
Escuchandole turbado
sin saber qué responder
vi venir por medio un prado
quien causaua mi plazer
y agora con su cuydado
tan triste me haze ser;
pues en vella
yo me fuy muy rezio a ella,
e allegado
me vide resuscitado
quando pude conocella.
(_Habla Vasquiran a su amiga._)
Viendome con tal vitoria
comencele de dezir:
mi bien, mi dios, y mi gloria,
¿cómo puedo yo viuir
viendo viua tu memoria
despues que te vi morir?
¿No bastaua
el dolor que yo pasaua
a no matarme?
pero no queria acabarme
porque yo lo desseaua.
(_Responde Violina._)
Començo de responderme:
ya sé quanto viues triste
en perderte y en perderme
el dia que me perdiste:
e sé que en solo no verme
nunca más descanso viste,
e tambien sé
que t'atormenta mi fe,
e assi siento
más mal en tu sentimiento
qu'en la muerte que passé.
Pero deues consolarte
e dexarme reposar
pues que por apassionarte
no me puedes ya cobrar
ni menos por tú matarte
podré yo resuscitar,
e tu pena
a los dos ygual condena,
e tu dolor
lo sintieras muy mayor
si me vieras ser agena.
(_Responde Vasquiran._)
Todo el mal que yo sentia
y el tormento que passaua,
si penaua, si moria,
tu desseo lo causaua,
que jamas noche ni dia
nunca vn hora me dexaua,
mas agora
que te veo yo, señora,
yo no espero
más dolor ni más bien quiero
de mirarte cada hora.
(_Violina._)
Tú piensas que soy aquella
que en tu desseo desseas
e que acabas tu querella;
no lo pienses ni lo creas
bien que soy memoria della,
mas no esperes que me veas
ya jamas,
que aunque comigo estás
soy vision
metida en tu coraçon
con la pena que le das.
Tus males y tus enojos
con tu mucho dessear
te pintan a mi en tus ojos
que me puedas contemplar,
pero no son sino antojos
para darte más pesar
e más despecho,
que mi cuerpo ya es dessecho
e consumido
y en lo mesmo convertido
de do primero fue hecho.
(_Vasquiran._)
Casi atonito en oylla
como sin seso turbado,
quisse llegarme y asilla,
e halleme tan pesado
como quien la pesadilla
sueña que le tiene atado
de manera
que no pude aunque quisiera
más hablalle,
e assi la vi por el valle
tornarse por do viniera.
Quando tal desdicha vi
causada sin mas concierto
luego yo dixe entre mi:
ciertamente no soy muerto;
estando en esto senti
mi paje y vime despierto
acostado
sobre vn lecho, tan cansado
que quisiera
matarme sino temiera
el morir desesperado.
Vime tan aborrecido
que comence de dezir:
tanto mal mi mal ha sido
que me desecha el morir
conociendo que le pido;
dame muerte en el viuir
por alargar
mi pesar de más pesar
para que muera
viuiendo desta manera,
muriendo en el dessear.
Viue mi vida captiua
desseandose el morir
porque le haze el viuir
qu'el mismo que muere viua.
Quien la muerte se dessea
y la vida no le dexa
con mayor dolor l'aquexa
el viuir con quien pelea
qu'el morir que se le alexa,
pues la pena mas esquiua
de comportar y sofrir
es la muerte no viuir
do la vida muere viua.
E assi, Flamiano, estando qual has oydo,
creyendo que ya mis fatigas eran acabadas
con la muerte como se començaron,
recordome un paje mio que entró en la
camara y assi con el plazer que puedes
pensar que de qual estoy, hame parecido
escrebirtelo porque mis passatiempos
sepas, assi como tus desesperaciones me
escriues, que en ninguna cosa hallarás
que la razon te pueda dar esperança.
Nunca vi mejor negocio para poner en
razon que passion de amores; si tanto
en tu caso entendieses como en el mio
piensas saber, verias como estas cosas
enamoradas ninguna dellas por razon se
govierna, porque son cosas que la ventura
las guia; pues lo que ventura ha de hazer
qué has menester pesarlo con el peso de
la razon? Por tu fe que cesses de más
escreuirme sobre esto, ni más ygualar
tu question con mi perdida, bastete que
tú has de esperar la ventura, yo ya he
desesperado con mi desuentura.
LO QUE EN ESTE TIEMPO QUE FELISEL FUE Y
TORNÓ, SE CONCERTO EN EL JUEGO DE CAÑAS
En este tiempo la señora duquesa con
muchas otras damas e señoras fue partida
para Virgiliano, y el señor cardenal
con todos los caualleros. En el qual
tiempo Flamiano dió orden en lo que para
el juego de cañas hauia menester, y el
señor cardenal assimesmo. Fueron del
puesto de Flamiano el conde de la Marca,
el marques Calerin, el prior de Albano,
el marques de Villatonda, el prior de
Mariana, el duque de Fenisa, el duque
de Braverino, su cuñado Francalver,
el conde de Sarriseno, Qusander el
fauorido, Galarino de Isian, Esclevan de
la Torre, Guillermo Lauro, el marques de
Persiana. Fueron con el señor cardenal
el conde de Auertino, Atineo de Leuerin,
el conde de Ponteforto, Fermines de
Mesano, Francastino de Eredes, Camilo de
Leonis, Lisandro de Xarqui, Preminer de
Castilplano, el marques de la Chesta,
Alarcos de Reyner, Pomerin, Russeler el
pacifico, Alualader de Caronis, el conde
Torrior, Perrequin de la Gruta.
Salio primero Flamiano con todos los de
su partida e por ser el cabo de aquel
juego todos salieron de las colores de la
señora Belisena con aljubas de brocado
blanco e raso encarnado, cada uno de la
manera que le parecio, con capas del
mismo raso forradas del damasco blanco;
algunos sacaron sobre las mesmas colores
algunas invenciones de chaperia de plata
entre las quales fue vno el marques de
Persiana que sacó vnas palmas de plata
sembradas por la ropa y vna palma grande
en medio de la adarga, con vnas letras en
torno que dezian:
La primera letra desta
tengo yo en las otras puesta.
No quiso Flamiano sacar más de las
colores por no perjudicar a los que con
él salian, mas sacó en torno de la adarga
y en vna manga rica que sacó, unas letras
de oro esmaltadas que dezian:
De la obra qu'en mi hacen
vuestras colores y obras,
bastan a todos las sobras.
Sacó el señor prior de Albano toda la
marlota e adarga cubierta de lazadas de
oro con vna letra en torno de la capa e
de la adarga bordada de oro que dezia:
No pueden desañudarse
las lazadas
estando en el alma atadas.
Sacó el señor prior de Mariana vnas
muestras de dechado labradas en el adarga
con vna letra que dezia:
No se muestra
lo que peno a causa vuestra.
Salidos todos, como en tal muestra se
suele salir, a vn llano entre la villa
y el mar donde en vn gran tablado con
mucha tapeceria todas las damas estauan,
començaron entrellos mismos su juego de
cañas; habiendo jugado vna pieça, el
señor cardenal aparecio con su batalla
por encima un montecico quanto un tiro de
ballesta de alli; venian en su ordenança
a usança de turcos con sus añafiles e
vanderas en las lanças estradiotas.
Salieron todos con aljubas de brocado
negro forradas de raso pardillo, con sus
mascaras turquesas.
Pues al tiempo que se descubrieron los
dos del puesto de Flamiano, juntaron
todos, e con alcanzias en las manos los
salieron a recebir al cabo del llano,
y echadas las alcanzias quando a ellos
llegaron dieron la vuelta e los turcos
con sus estradiotas enristradas en el
alcance hasta ponerlos en el lugar del
juego; y ansi se trauó muy reziamente,
tanto que parecio a todos muy gentil
fiesta, e duró un quarto de ora hasta
que se despartieron e passaron otra hora
en passar carreras los vnos a la gineta,
los otros a la estradiota. Siendo ya
tarde, la duquesa con su hija Belisena e
todas las otras damas fueronse a apear a
la posada de la señora princesa, donde
se dió vna rica colacion, e duró el
dançar hasta la cena. Pues en muy largo
y ancho corredor se paró vna tabla muy
larga, tanto que las damas cabian a la
una parte della, y todos los caualleros
a la otra. Excepto el cardenal que no
cenó alli, los otros todos cenaron con
mucha alegria. Acauado el cenar todos los
caualleros se fueron a sus aposentos e
mudaron los vestidos e tornaron a danzar
e cada uno lo más galan que venir pudo.
Llegado Flamiano a su posada enbió su
atauio a vn tanborino dela señora duquesa
que se llamaua Perequin; todas las
otras ropas o las mas se dieron aquella
noche a los ministriles y albardanes.
Flamiano se detuuo en su posada con otros
quatro caualleros para recitar aquella
noche vna egloga en la cual se contiene
pastorilmente todo lo que en la caça con
Belisena passó. Quando supo que todos los
caualleros ya eran en casa de la señora
princesa y el dançar començado, él partio
de su posada e con todo su concierto
llegó a la fiesta e recitó su egloga,
como aqui se recita.
INTRODUCCION DE LA EGLOGA
Entran tres pastores e dos pastoras, el
principal qu'es Flamiano se llama Torino.
El otro Guillardo. El otro Quiral que es
marques de Carliner. La principal pastora
se llama Benita, que es Belisena. La
otra se llama Illana qu'es Isiana. Entra
primero Torino e sobre lo que Belisena
le mandó en la caça qu'es la fantasia de
la egloga, con vn laud tañe e canta esta
cancion que al principio de la egloga
está, y acostado debaxo de vn pino que
alli hazen traer; acabado de cantar,
comiença a quexarse del mal que siente e
del amor. En el tiempo que él canta entra
Guillardo quél no lo siente; oyele todo
lo que habla, marauillase no sabiendo la
causa qué mal puede tener que en tanta
manera le fatiga; comiença consigo a
hablar razonando qué mal puede ser; ve
venir a Quiral, llamale e cuentale lo
que ha oydo, e juntos los dos lleganse
a Torino demandandole de qué dolor se
quexa, él se lo cuenta. Guillardo no
le entiende, Quiral si aunque no al
principio. Altercan entre ellos gran
rato, estando en la contienda entra
Benita, pideles sobre qué contienden.
Torino le torna a decir en metro lo que
en la caça passó en prosa, y assi los dos
contienden. Al fin Benita se va; quedan
todos tres pastores en su question.
Acaban todos tres con vn villancico
cantado.
COMIENÇA LA CANCION
No es mi mal para sofrir
ni se puede remediar
pues deciende de lugar
do no se puede subir.
El remedio de mi vida
mi ventura no le halla
viendo que mi mal deualla
de do falta en la subida,
si se quiere arrepentir
mi querer para mudar
no puede, qu'está en lugar
do no se puede subir.
COMIENÇA LA EGLOGA
_Y dize Torino._
O grave dolor, o mal sin medida,
o ansia rabiosa mortal de sofrirse,
ni puede callarse, ni osa dezirse
el daño que acaba del todo mi vida;
mi pena no puede tenerse escondida,
la causa no sufre poder publicarse,
ni para decirse ni para callarse
ni entrada se halla, ni tiene salida.
Mudar ni oluidar ya no es en mi mano,
ni puede quererse ni puedo querello,
porque el menor daño está en padezello
y en mí lo doliente es mejor que lo sano;
es grande el dolor, mas es tan ufano
que veo perderse mi vida de claro,
si más no perdiesse no es mucho ni caro
que cierto en perdella perdiendo la gano.
El fuego que dentro del alma m'abrasa
su pena es tan graue que no sé dezilla,
querria viuir por solo sofrilla
mas este querer la muerte me acusa;
conoze en mis males que no se m'escusa,
pues toda la causa está en mi desseo,
más mal no pudiera hacerme Perseo
aunque me mostrara la faz de Medusa.
(_Habla contra el amor._)
Contentate agora, amor engañoso,
pues todos tus fuegos con tanto furor
encienden y abrasan de vn pobre pastor
sus tristes entrañas, sin dalle reposo:
bien te podrás llamar vitorioso
venciendo vn vencido que quiso vencerse
de quien imposible le fue defenderse
ni tú si le viesses serias poderoso.
Esfuerça tus fuerças en mí pobrecillo,
enciende con ellas mi fuego mortal,
que quanto más creces la pena en mi mal
la causa me hace contento sofrillo;
empleas tus flechas en vn pastorcillo
rustico, solo de bien y de abrigo,
que no podrán tanto tus mañas comigo
que desto m'apartes, ni menos dezillo.
(_Habla con su soledad._)
Venid soledad, leal compañia,
que solo con vos me hallo contento,
con vos gozo más de mi pensamiento
que nunca se parte de mi fantasia,
vos no me dexais, dexóme alegria,
plazer ni esperança en quien ya no espero,
reposo, descanso, tampoco los quiero
ni nada de quanto primero tenia.
(_Habla al ganado._)
O triste ganado qu'estás sin señor
a solas paciendo, pues solo te dexo,
quexarte has de mí, tambien yo me quexo
del mal que sin culpa me haz' el amor.
No plangas perder tan triste pastor
de quien no esperabas ya buena pastura,
pues él ya no espera sino desuentura,
dexalo a solas passar su dolor.
E vos mi çurron, e vos mi rabel
que soys el descanso que traygo comigo,
pues veys que me veo quedar sin abrigo,
razon es que quede sin vos e sin él;
n'os duela partir agora d'aquel
que hasta el morir aun dél se desdeña,
e vos mi cuchar e vos mi barreña
andayos con dios, partios tambien dél.
A solas quedad comigo, cayado,
pues todo lo dexo y pasar no me dexa,
al menos con vos del mal que m'aquexa
podré sostenerme estando cansado;
dexé mi çurron, rabel e ganado,
la yesca, eslabon, barreña, cuchar,
dexé mis plazeres, mas no mi pesar
e menos a vos tampoco he dexado.
Agora reposo que solo me veo,
agora descanso en medio mis males,
o lagrimas mias, o ansias mortales,
o tristes sospiros con quien yo peleo;
la vida aborrezco, la muerte no veo,
que aun essa me niega su triste venir,
e trueca el matarme con darme el viuir
por no complazer mi triste desseo.
O más aborrido pastor sin ventura
de quantos oy viuen en toda la tierra,
nin todo lo llano, nin toda la sierra
nin todos los bosques, ni otra espesura;
quien t'a de sanar, tu muerte procura,
no tienes reparo, ni tienes abrigo,
ni tienes pariente, ni tienes amigo,
si mueres te falta tambien sepultura.
Agora estaras, Torino, contento
que tú de tu mano te diste herida
que basta quitarte mill vezes la vida
sola la causa de tu pensamiento,
medido do llega su merecimiento
vista tu suerte quedar tan atrás
que quieres tu pena y no quieres más
y no te consienten sofrir tu tormento.
¿Dónde toviste, Torino, el sentido,
cómo podiste tan presto perdello?
¿que vees tu mal, no pues no querello?
si quexas, tus quexas no eres oydo,
consientes tu mal e no eres creydo.
Mejor te seria del todo morir
que verte penando muriendo seruir
do solo es tu pago tenerte aborrido.
Oido yo a huego quexuras tamañas
como este pastor descubre que siente,
yo nunca vi en otro qu'estando doliente
dixese que s'arden en él sus entrañas;
yo creo que tiene heridas extrañas
que quieren del todo con yerua matallo,
quiero buscar quien venga a curallo
si puedo hallarlo por estas cabañas.
Quiça l'a mordido perro dañado
o qualq'animal o lobo rabioso
pues da tales buelcos, no tiene reposo
y esta delos ojos ciego turbado;
no vee do dexa çurron ni cayado,
vertida la yesca, quebrado el rabel,
o es el demoño que anda con él
o qualque desastre que tiene el ganado.
O si con su amo quiça si ha reñido
si quiere lleualle qualque meçada,
mas él no haria por poca soldada
estandose a solas tamaño roydo;
miafe que pienso que no es so mordido,
c'aquellos solloços no son de buen rancho,
quiero traballe del pie con el gancho,
quiça si lo sueña estando adormido.
(_Habla el mismo Guillardo admirandose
porque no le sintio trauando del._)
O dolo a dios y cómo no siente?
mayor es que sueño este su mal,
alli me pareze que viene Quiral
que le es gran amigo y aun cabo pariente,
quiero llamallo, zagal es valiente,
oyes, Quiral, allegate acá.
Q. Miafe, Guillardo, yo ya me yua allá
que bien ha buen rato que lo tengo en miente.
G. Pues yo te he llamado por fazer tu ruego
que vengas a ver tu amigo Torino,
que aqui le he hallado tan fuera de tino
que dize que s'arde en brasas de fuego.
Q. Quiça habra perdido o choto o borrego
y está maldiziendo la res que lo cria.
G. No es esse el mal, Quiral, que dezia,
mayor es el daño de qu'él está ciego.
Yo me he quillotrado tan junto con él
que de las manos le quité el cayado,
ni él me sintio ni mira al ganado,
ni cura si andan los lobos en él;
acá está el çurron, allá está el rabel,
y el no son sospiros y ahuncos de muerte
diziendo y quexando su mal qu'es tan fuerte
que passa los otros de pena cruel.
Y aun tengo sospecha quiça qu'está enfermo
según l'he sentido tan gran comezon,
que deue tomalle qualque torozon
d'andar passeando de noche este yermo.
Q. Miafe, pues vamos a vello, Guillermo,
pues sabes la via, da tú camino.
G. Helo aqui está debaxo este pino.
Q. Duermes, Torino?
T. ¿Que qués, que no duermo?
Q. Pues saluete Dios.
T. Vengais norabuena.
Q. Qué sientes, Torino, que gimes tan fuerte?
T. Siento, pastores, el mal de la muerte
y essa no llega por darme mas pena;
passion me combate, razon me condena,
dolor me fatiga, tristeça me aquexa,
querria sanar, querer no me dexa,
los males son mios, la causa es agena.
Q. Yo creo que tienes esprito malino,
per signum crucis a dios recomiendo,
ni sé lo que dizes ni menos t'entiendo,
harasme dezir que hablas con vino.
Retorna, retorna, retorna, Torino,
razona con tiento, con seso y de vero,
peor seras tú que Juan Citolero
con sus patrañuelas que s'anda contino.
T. No te marauilles m'abraso en inuierno
y enmedio el verano perezco de frio,
no he visto otro mal assi como el mio
y assi le juzgo de todos moderno.
Q. Date, Torino, date gobierno,
si aqui no estás sano muda majada.
T. Primero, Quiral, por medio el yjada
mi mal reuiente y se vaya al infierno.
Q. ¿Qué mal puede ser tan crudo que sientas
lo mucho que duele y callas tu fatiga?
¿es mal dellonbrigo o dolor de barriga
que dices el daño y la causa no cuentas?
Veo en ti dolor que revientas,
¿es mal de costado que a todos avança?[287]
T. No es esse, Quiral, es poca esperança,
qu'es muy mas cruel que cuanto me mientas.
Q. ¿De qué desesperas? ¿has algo sembrado
que piensas perdello o quiça que no naça,
o has miedo que falte lugar donde paça
en estos exidos tu poco ganado?
T. No es este, pastor, mi graue cuydado,
mas verme penado e de muerte herido
de mano de quien me tiene aborrido
y assi desespero de ser remediado.
Q. Ahotas que pienso que tu mal oteo
e dudo que creo qu'es mal d'amorio,
dalo al demoño tan gran desuario
que mata la vida su solo desseo.
T. Mayor es el daño, Quiral, que posseo
qu'en todos los males que sufro e consiento
fallece esperaba e crece tormento
y en todos los medios remedio no veo.
Q. Do yo al demoño la hembra maldita
que mata un zagal assi de passion.
T. Calla, Quiral, por Dios tal razon
que solo en oyllo la vida me quita,
que no es quél tú dizes mas antes bendita
segun las virtudes que caben en ella.
Q. ¿Pues cómo la alabas y quexaste della?
Dime quien es, quiça si es Benita.
La nieta d'aquel que hu mayoral
de todos los hatos d'aquesta dehesa
y hija d'aquel que con justa empresa
teniendo justicia perdió tribunal,
y aun hija d'aquella que dizen qu'es tal
qu'en todas las otras que viuen agora
ninguna se halla tan noble señora
que sea con ella en nobleça ygual.
Pues si esta que digo tanto es hermosa
que basta alegrarte con su fermosura
e basta a dar vida a qualquer criatura
e mas como dizes qu'es tan virtuosa,
pues date reposo, reposa, reposa,
si assi como dizes tan fuerte la quieres,
siendo ella tal, dime porqué mueres,
siendo tu llaga en si gloriosa?
T. Yo no sé dezir el mal de que muero
ni tú lo sabrias podiendo sentillo,
yo sélo sentir mas no sé dezillo,
ni sé lo que pido ni sé lo que quiero,
socuños termeños, te digo de vero
que tiene quien vella d'amor me condena,
tornando a miralla me crece más pena
que dexame siempre más mal que primero.
Q. Plazer me daria si yo de ti fuesse.
T. Dolo al demoño, Quiral, tu consejo,
diran que vi en ella algun aparejo
por do mi esperança esperança tuuiesse,
y aun más me diria quien tal en mi viesse
que ando perdido sin seso y sin tiento
pues saben qu'es tanto su merecimiento,
qu'es poco mi mal si dél yo muriesse.
Q. Miafe, pues quedate con tu dolor
pues tú te lo quieres y quexas tu mal.
T. Querria una cosa tan solo, Quiral,
que fuese tan grande qual es e mayor
con que Benita mostrasse color,
qu'es ella contenta que yo lo sufriesse;
si esto, Quiral, Benita hiziesse
jamas pediria más bien ni favor.
G. Di que t'a dicho por tu fe, Quiral,
¿qué dolor siente que assi lo apollina?
¿Tienes tú huzia que haura melecina
o asmo que pienso qu'es gota coral?
Q. Miafe, Guillardo, su mal es un mal
c'allá do se sienta por mal de pecados
harto mal año y pro malos hados
tien el pastor que se pone en lo tal.
G. ¿Qué mal puede ser c'así percudia
y assi lo ahuncava con tanto cariño
que daua chillidos assi como un niño
que no parecia so que se moria?
Q. Un mal es, Guillardo, de tanta porfia
qu'es bien de plañir aquel q'el acude.
G. Dolo al demoño y tan fuerte percude
que no da reposo ni noche ni dia.
Q. Un mal es que s'entra por medio los ojos
e vase derecho hasta el corazon,
alli en ser llegado se torna afficion
e da mil pesares, plazeres y enojos,
causa alegrías, tristeças, antojos,
haze llorar y haze reyr,
haze cantar y haze plañir,
da pensamientos dos mill a manojos.
G. ¿Es biuora o qué o es alacran
o es escorpion, o es basilisco,
que yo oy dezir aquí en nuestro aprisco
que a todos los mata los qu'á velle van?
Q. Amor es, Guillardo, que da mas afan
de pena crecida y ansiosas fatigas.
G. Daldo al demoño, hartaldo de migas,
dalde cuajada e queso y aun pan.
Si fruta quisiere dalde castañas,
dalde mançanas, vellotas, piñones.
Q. No come Guillardo sino corazones
y higados viuos y viuas entrañas.
G. Echaldo de fuera de vuestras cabañas
a ese demoño gusano cruel.
Q. Miafe, no valen sañas con él
ni valen razones ni fuerças ni mañas.
G. ¿Pues cómo se sana quillotro tan fuerte?
dalde triaça, yo la traygo en mi esquero.
Q. No es buena, modorro, que si es verdadero
no tiene salud jamas sin la muerte.
G. Pues si ese diabro es mal dessa suerte,
segun que yo veo morir so Torino.
Q. Morir si me dizes, ya muere el mezquino,
¿no vees que su vida en morir se convierte?
G. O dome a dios y a san Berrion,
si vello pudiesse, Dios me confonda
si no le matasse con esta mi honda
porque él no matasse assi esse garçon.
Q. Calla, bestiazo, que no anda en vision
para que puedas assi dalle empacho.
G. O dolo al fuego, ¿es hembra o es macho,
o es duen de casa o qualque abejon?
Q. Es cosa que nace de la fantasia,
y ponese enmedio dela voluntad,
su causa primera produze beldad,
la vista la engendra el corazon la cria,
sostienela viua penosa porfia,
dale salud dudosa esperança,
si tal es qual deue no haze mudança,
ni alli donde está nunca entra alegria.
G. O yo no t'entiendo o no sé que s'es,
ni es esso ni essotro, ni es cosa ni al,
tú dizes qu'es bien, tú dizes qu'es mal,
no es bestia, ni es ave, ni pece, ni es res,
no está del derecho ni está del enues,
no dexa viuir, ni mata tampoco,
no es gusarapa, no es cuerdo ni loco;
pues yo te prometo que a la fin algo es.
Mas helo aqui torna Torino turbado,
con su mortalera de rabia o cordojo,
quiero pedille si es fiebre o enojo
y hazer que lo diga por fuerça o de grado.
Dime, Torino, qué mal t'a tomado
que assina te trae desaborrecido,
ca este demoño jamas l'entendido
mill desbariones c'aquí m'a contado.
T. Guillardo, Guillardo, mi mal es c'adoro
d'amor a Benita porqu'es mi señora,
mi vida la quiere, mi alma l'adora
y ella me trata peor que a un moro.
G. O dom'a dios e agora lo yñoro,
esso que dizes querencia se llama,
quando un zagal dize que ama,
yo ya lo sabia, miafe, de coro.
Tú andas, Quiral, chuchurreando
con chichorrerias en chicharramanchas,
en prietas, en blancas, en cortas y en anchas,
y no me quillotras lo que te demando,
¿qué te calle andar quillotrando
del mal que a Torino le daua porfia?
que aunque no lo sé yo ya lo sabia
qu'es una locura que s'anda burlando.
Y di, tú, Torino, qu'eres sabiondo
¿assi te percossas por una zagala?
haue verguença de ti noramala,
no digan que eres algun berriondo.
T. Guillardo, Guillardo, mi mal es tan hondo
que no puedo ya ni quiero valerme,
si hallo remedio con que defenderme
aquel es el mismo con que me confondo.
G. Pues hela aqui viene, laque assi te mata,
con otra zagala que se anda tras ella,
levanta, Torino, e vamos a ella
por baxo estas matas pues no se dacata,
e pues que te quexas que assina te trata
aburrele un tiro con este mi dardo.
T. No plega a dios, amigo Guillardo,
que yo merezca tocar su çapata.
G. Do yo al diablo pastor tan sandio
que d'una zagala tan fuerte sa ahunca.
T. Calla, carillo, que nunca tú nunca
has visto otro mal ygual con el mio.
G. Dalo al demoño qu'es un desuario
que s'anda tras bobos e los modorrece.
T. No digas esso, que aquesta merece
tener sobre el mundo mayor señorio.
(_Acercandose Benita habla Quiral._)
Q. ¿Qué estays hablando con tanto zumbido?
cata qu'está cerca Benita y escucha.
T. Escucha, Quiral, mi pena qu'es mucha,
y no puedo della cobrir el gemido.
Q. A buenafe pues quiça que os ha oydo
qu'entranbas a dos estan razonando.
T. Y yo entre vosotros plañiendo y quexando
el mal que a su causa me tiene perdido.
(_Llegada Benita con su compañera habla._)
B. ¿Qu'estays hablando a solas, pastores,
c'así embeuecidos estays razonando?
T. Mis males, señora, estamos contando
que vos los hazeis ser los mayores.
B. Torino, Torino, tú no te enamores
en parte do nunca se sientan tus males,
que busques y siruas tus pares yguales
y alli verás tarde alcançarse fauores.
T. Mis ojos c'an sido la puerta y escala
por do hermosura hirio con sus tiros,
estos m'an hecho, señora, seruiros;
lo que no merezco mi pena lo yguala,
si causa no tengo razon no me vala,
pues que yo no quiero que mi mal mereça,
si no que querays que yo lo padeça,
que tal intencion por cierto no es mala.
E pues que virtud en todo os es guia
valer, merecer y mucha nobleça,
no useys comigo de tanta crueza
porque es imposible mudar mi porfia;
consejo no quiero, remedio querria
de vos mi señora de quien yo lo espero,
en veros doler de verme que muero
y es vuestra la culpa, la pena es la mia.
B. A mi no me plaze tu mal por mi vida
assi como dizes segun se t'antoja,
tu pena y seruicio en todo me enoja,
pues dexate dello y tener m'as seruida:
a esto que digo razon me combida
a mi honestidad que da inconuenientes,
que nunca yo mire el mal que tú sientes
porque aun que más sea mi estado lo olvida.
Pues dexa, Torino, esta querella,
seré yo contenta, serás tú sin quexas,
hazer me has enojo si esto no dexas,
daras a tu vida ocasion de perdella.
T. Cuando la pena en el alma se sella
siendo causada con mucha razon,
despues d'empremida en el corazon,
es imposible que salga sin ella.
¿Pues cómo podré mudar mi cuydado?
quel dia que vi tu gran hermosura
quedó en mis entrañas, tu gesto y figura
assi como es perfecto estampado,
y quantas saetas despues m'as tirado
de oro que hieren mi corazon,
el fuego las hunde de tanta pasion
y está en cada una tu propio treslado.
Assi que yo muero en mi sepultura,
de aqui a mill años que vengan a ver
de tus efigias se podran coger
tantas sin cuento que no haurá mesura,
y en todos mis huessos aurá una escritura
que ya dend'agora la tengo yo escrita
e dizen las letras: esta es Benita
la que desde entonces su nombre nos dura.
Assi que si quieres, Benita, que olvide
tu nombre e qu'aparte de mí tu querer,
saca mis huessos y hazte raer
e de mis entrañas d'allí te despide,
si a mí por ventura alguno me pide
por no conocerme mi nombre quál es,
dire que Benito so en el enues,
c'asina me llaman despues que te vide.
Si tal fantasia me juzgan ser loca
más loco seria quien tal me juzgasse,
que si con mis ojos te viesse e mirasse
veria qu'es justo mi vida ser poca,
que no puede menos, señora, mi boca
hazer que no diga del mal la ocasion
y aunq'ella quissiese trocar la razon
el fuego de dentro la causa prouoca.
Mas miras si puedes quitar esta salma
que tanto m'agraua con pena tan graue,
pues que de mi vida tú tienes la llaue
podras de Vitoria ganar una palma,
e aun dudo con esto que pongas en calma
mis ondas crecidas de tanta passion;
por que te quites de mi corazon
pintada te quedas en medio del alma.
La qual yo mirando es fuerça que viua
porqu'es inmortal estando tú en ella
y agora comigo mi misma querella
la mata e la hiere e la tiene captiua.
Mi mucho tormento la gloria le priua
lo que siendo libre de mi no podra
mas en tu presencia contino estara
dandote quexas de mi muerte esquiua.
Assi que pues ella agora te adora
con mucha razon por ver tu excelencia,
entonces contino estara en tu presencia
muy más contenta que no haze agora,
y pues que te enojas de serme señora
siendo contento yo serte captiuo,
despues de ser muerto que no sere viuo
haurás mas pasar de ser matadora.
Y solo esta gloria me basta que baste
hazerme contento perdiendo la vida
pues yo sere muerto y tú arrepentida
de ver que sin culpa, assi me mataste;
negarte has a ti que no lo causaste,
que yo lo busqué e mi mal consenti,
entonces mi alma dirá: no es assi,
que tuyo es el cargo pues mal le trataste.
Esto me haze quedar satisffecho
hazerte contenta despues ver dolerte,
¿y quien no será quien quiera la muerte
si della se espera tamaño provecho?
¡O quan contento mi cuerpo dessecho
en la sepultura estara sin abrigo
con ver esta gloria mi alma contigo
haziendote mientes del mal que m'as hecho!
B. Oyes, Torino, ¿quiés que te diga?
ten una cosa por muy verdadera,
que en esto me enojas en tanta manera
qu'e miedo que dello mas mal no te siga,
pues tu vanidad m'aprieta e obliga
a tenerte omizillo y estar enojada
por ver tu porfia tan importunada
que no puedo menos de serte enemiga.
Pues creeme, pastor, e haz lo que digo
e quedate a dios con tu compañia.
T. Miafe, Benita, imposible seria,
que aunque me dexas allá voy contigo,
e tú aunque te vas aqui estás comigo,
que siempre en mis ojos tu figura está,
Benita está aqui, Torino está allá,
si esto no crees la obra es testigo.
G. Escucha, Quiral, que yo nunca tal vi,
Benita s'es yda, Illana tras ella,
el se está aquí, diz que va con ella,
la otra está allí y diz que esta aqui,
Dios me defienda e me libre de ti,
¿no eres, Torino? ¿Aqui t'an dexado?
T. Mi cuerpo dexo, mi alma he llevado
q'estando con ella no parte de mi.
G. Entiendes, Quiral, qué algarauia
que diz que sin alma puede estar viuo,
estase consigo, diz que esta captiuo,
a pocas de noche dirá qu'es de dia,
yo creo que sabe nigromancia
o es quelque hechizo qu'está enhechizado.
Q. Calla, modorro, que no es son penado
de aquello que agora Benita dezia.
Y eres un bouo tú que no sientes
estotro perdido que s'anda sin tiento,
¿no sabes que dize: do está el pensamiento
allá está el que piensa do tiene las mientes?
G. Y essa y essotro quiça son parientes
c'asina se andan juntos los dos,
si esto no es, prometote á Dios,
c'asina como él te burlas o mientes.
Q. O dot'a mal año a ti e a tu hablar,
vete al demoño tú e tus consejas,
¿piensas qu'es esto andar tras ouejas?
pues tú no lo'ntiendes dexalo estar;
tambien tú, Torino, te quieres matar
con este qu'es bouo e con tu querella,
habla comigo pues yo ya sé della,
que ambos podremos mejor razonar.
T. ¿Qué quiés que te diga, Quiral compañero?
pues pierdo la vida de huzia y de veras.
Q. Miafe, Torino, que penes y mueras.
T. ¿Cómo y no vees en mi que ya muero?
Q. Morirte a la fe, morirte de vero,
que más es que vida la muerte qu'es tal.
T. ¡Plugiesse a Dios hauria fin el mal
pues muero viuiendo e remedio no espero!
Q. ¿Qué no moriras? ¿qu'estás diziendo?
c'amor aunque mate no acaua la vida,
que aunque su pena no tiene medida
aquel que más mata le dexa viuiendo.
T. Yo esso que dizes claro lo entiendo,
porque essa razon es muy verdadera,
más es que morir contino que muera
penando en la vida, mill muertes sufriendo.
Q. Calla, Torino, sufre contento
que a fe qu'es tu pena y gloria bendita,
busca zagala ygual de Benita
c'asina te haga ufano el tormento.
T. Yo bien suffriria, carillo, contento
conque le plugiesse dexarme sofrillo.
Q. Ojo al demoño deuria de dezillo,
porque te fuesses burlandote al biento.
Es essa, pastor, muy necia querella
e más necio tu e más atreuido
osar publicar de qu'estás herido,
poniendo tus quexas en presencia della,
no es nada tu pena que más fue sabella
e pues que lo sabe contentate dello,
que harto es tu bien Benita sabello
y grande tu gloria sin tú merecella.
E pues has tenido tal atreuimiento
de osarte vencer de quien te venciste
e dezirselo a ella a más te atreviste,
no hay más que pedir, vine contento,
mas pues c'as subido tu pensamiento
en parte tan alta y tan alto lugar
no lo consientas jamas abaxar,
son tenlo allá' riva con esse tormento.
C'ansi hago yo la pena e dolor
que passo e padezco por causa de Illana,
la llaga es muy grande mas es tan ufana
que quanto mas peno mi gloria es mayor,
el mal que me crece faltarme favor,
pues nadie lo alcança por ser ella tal
tan grande es el bien quan grande es el mal,
porque esta es la ley perfecta de amor.
T. Bien sé que en servir a quien más merece
perdiendo la vida la gloria se gana,
lo uno te hiere, lo otro te sana,
mas dame razon de quien te aborrece,
penar ni servir no lo agradece
ni verte ni oyrte jamas no le plaze.
Q. ¿Y a mí su plazer qué fruto me haze
si huelgo yo en vella pues bien me parece?
Mandame Illana pues qu'es tan hermosa
que nunca la vea ni nunca la haya,
si quiere matarme la vida no es suya
e si ella la mata será venturosa,
¿pues no te parece que es poderosa
Benita que puede mandarte que mueras?
pues sirve, Torino, que nunca devieras
en toda tu vida hazer otra cosa.
T. Al fin tu consejo havre de seguir
pues pena me sobra y en ella razon,
que poco es mi daño segun la ocassion,
pues quiero penando muriendo vivir,
quiero cantar, llorar e reyr,
quiero plañir, baylar e quexar,
quiero suffrir, gritar e callar,
quiero por fuerça de grado servir.
G. Verás qué cantica hará tan donosa
que quando en el frio, que quando en el fuego,
ya está de veras, ya está de juego
él se lo dize y él se lo glosa;
agora rebulle, agora rebosa,
agora se alaba, agora se quexa,
agora comiença, agora se dexa,
a pocas dirá qué qu'és cosa y cosa.
San Blas me bendiga y señor Santanton
con este perdido e con su cachondez,
lo que agora dize no dize otra vez
ni mas de una buelta os dirá una razon,
dot'a mal fuego a ti, a tu question,
ven acá, Quiral, tañe y bailemos.
Q. Mejor es, Guillardo, que todos cantemos,
si quiere Torino, alguna cancion.
Torino, cantemos, dexa el pensío,
date descanso en algun gasajado.
T. ¿Qué quieres que cante el más desdichado
pastor que s'es visto de mal como el mio?
G. O do al diablo tan gran modorrio
como el de vosotros para ser zagales;
cantemos si quiera e cantá vuestros males.
T. Si esso cantamos yo no do desuio.
(_Villancico, que cantan los tres
pastores._)
Nunca yo pense que amor
con sus amores
d'amor matasse pastores.
Tras galanes palaciegos
yo pense que siempre andaua
e no pense que mataua
los pastores ni matiegos,
mas do van tras sus borregos
veo que con su dolor
les da dolores
con que los mata de amores.
Con su nombre falso engaña
que parece que no es nada
e de majada en majada
e de cabaña en cabaña
va con su engañosa maña
prometiendo su fauor,
e sus fauores
matan despues los pastores.
(_Otro villancico de Quiral y Torino._)
G. Zagal, mal te va en amores,
ya lo sé.
T. Guillardo, mal a la fe.
G. Mal te deue d'ir, zagal,
segun veo en ti señales.
T. Tanto mal me va de males
que no hay remedio en mis males.
G. Luego en ver que estauas tal
me lo pense.
T. Mucho mal me va a la fe.
LO QUE PASSÓ ACABADA LA EGLOGA
La egloga acabada, Flamiano se tornó á su
posada; e tornaron á la fiesta vestidos
de máscara él y el cardenal de Brujas,
con aljubas e capas de paño negro frisado
enrrejadas encima de fresos de oro
angostos puestos sobre pestañas blancas;
en medio de los quadros hauia sobre el
paño vnas mariposas de plata con las
alas abiertas bolando, con vna letra que
Flamiano sacó que dezia:
May reposa
la vida qu'está dudosa.
Assi estuuieron tanto que la fiesta del
dançar duró que fue la mayor parte de la
noche. Despues de tornados a sus posadas,
hauiendo reposado dos dias Flamiano
apartó á Felisel e mandole que tornase
a ver a Vasquiran con vna carta suya,
e que le lleuase vna mula quel señor
cardenal de Felernisa le hauia dado con
dos muy buenos lebreles que le hauia dado
el señor cardenal de Brujas e despues
de hauerle despachado, le mandó que de
parte suya afincadamente le rogasse e
importunasse que se uiniesse a ver e
descansar con él algun tiempo. Despachado
Felisel se partio, e llegado á Felernisa
halló á Vasquiran que se era leuantado
pocos dias hauia de vnas calenturas que
hauia tenido. Hauiendole dado su letra
e las cosas que le lleuaua le preguntó
la causa de su enfermedad. Vasquiran le
dixo: Felisel, verdaderamente yo pense
que me hallaras alegre con el mal de
la muerte, e hallasme triste con la
desesperación de la vida. Yo he estado
doliente de vnas calenturas que he tenido
á las quales quando venirlas vi, creyendo
que serian más como desseaua, del gozo
que con ellas houe hize esta cancion.
CANCION
Pues que remediays mis males
bien seays venido, mal,
pero haueys de ser mortal,
que los mios son mortales.
Si vos guareceys mi pena
y passiones con matarme,
pues que venis á sanarme
vos vengays en ora buena,
mas mira bien que son tales
y la causa dellos tal
que si vos no soys mortal
nunca sanareys mis males.
Assi estuue, Felisel, con esta cancion
e con mi enfermedad algun dia reposado
esperando con ella dar fin á mis
enfermedades, e no quiso mi desuentura
que houiessen fin hasta que yo en ellas
fenezca, sino que la salud del cuerpo me
tornó por lleuarme la del desseo, y assi
con tal desesperacion yo torné á hazer
este villancico.
Pues que ya tornays, salud,
a matarme con la vida
vos seays la mal venida.
Yo pensaua ya gozar
de mí riendome sin vos
e que os ybades con Dios
por dexarme reposar,
mas pues que quereys tornar
donde os tienen aborrida
vos seays la mal venida.
Pues assi estuuieron todos aquel dia
en diuersas cosas hablando, assi de lo
que en el juego de cañas hauia pasado
como de las damas y señoras que en
Virgiliano hauian estado aquellos dias y
de los caualleros assimesmo y de muchas
cosas que hauian passado. En especial
le recitó la egloga que Flamiano habia
representado, de que Vasquiran holgó en
mucha manera. E assi a la noche hauiendo
cenado, Felisel lo dió la carta que le
traya, porque hasta alli no se la hauia
dado, la qual dezia en esta manera.
CARTA DE FLAMIANO Á VASQUIRAN
Verdaderamente, Vasquiran, tus cartas me
desatinan porque quando miro en ellas
el encarecimiento de tu daño me parece
grande, quando considero la causa dél
lo juzgo pequeño. Pero en esta carta
tuya postrera he conocido en las cosas
que me escribes lo que te engañas, en
especial en quererte hazer ygual en el
martirio con Petrarca y Garcisanchez.
Si supiesses de quan lexos vas errado,
maravillarte yas por cierto. Los tiros de
su combate muy lexos hizieron los golpes
de donde los tuyos dan. De virgines y
martires ganaron ellos la palma si bien
lo miras, que no de confessores de sus
vitorias como tú hazes. Si gozo ellos
han hauido, en la muerte lo habrian;
que en la vida nunca lo houieron. Mi
dolor sintieron e tu gozo ignoraron.
Claro está segun muestran las liciones
del uno e los sonetos del otro, e
quanto ambos escriuieron, porque de
ninguno dellos leemos sino pesares en la
vida, congoxas y dolores en la muerte;
desseos, sospiros, ansias apassionadas,
cuydados e disfauores e desesperados
pensamientos; quando quexando, quando
plañendo, quando pidiendo la muerte,
quando aborreciendo la vida. Destos
misterios dexaron llenos de tinta sus
papeles e de lastimas su memoria, estos
hizieron sus vidas llenos de pena e sus
fines tan doloridos; con estos que son
los males do mis males se engendran, con
estos que fueron martirizados como yo
lo soy; verdad es que de dias vencieron
como tú a quien de amor y fe vencidos los
tuvo e los hizo viuir desseando la muerte
con mas razon que tú la desseas. Assi
que mira lo que por la boca escriuiendo
publicaron e conoceras lo que en el alma
callando encubierto suffrieron, e mira
si hallarás en ellos vn dia de victoria
como tú plañes doze años de gloria que
dizes que perdiste. Yo digo que los
ganaste, mas hate parecido a ti que la
fortuna te era obligada a tenerte queda
la rueda en la cumbre del plazer; yo
te prometo que si de sus bienes no te
houiera hecho tan contento, que de sus
males no fueras tan quexoso sin razon,
como estos e yo lo somos. Tambien me
escriues como soñaste que viste en vision
tu alegria, tus placeres, tu descanso,
tu consentimiento, tu esperança, tu
memoria, tu desseo; beato tú que primero
las gozaste en la vida y en la muerte
las ensueñas, yo te prometo que avnque mi
placer, ni mi alegria, ni mi descanso,
ni mi contentamiento, ni mi esperança
yo los encontrasse a medio dia, que no
los conociesse pues que nunca los vi;
mi desseo y mi memoria no me los cale
soñar, que velando me hazen soñar la
muerte sin dormir cada hora. Tambien me
escribes que viste á Violina e te habló,
e quexaste dello, ¿qué te pudo hazer
viuiendo que muerta no te quiere oluidar?
No me alegraré yo de lo que tú, que ni
agora en vida ni despues de mis dias
acabados de mi tuuo memoria ni terná, no
digo de verme que es impossible, mas avn
de pensar si soy en el mundo. Contentate
pues, recobra tu juyzio, no des mas
causa para que las gentes te juzguen,
no corrompas la reputacion de tu fama,
ni el agudeza de tu ingenio con tan
flaca causa, dando lugar a tu dolor que
de pesar te haya de tener tal que á ti
pierdas e a mi no ayudes, pues que vees
que mi vida penando se consume; sino te
voy a ver es por la necesidad que tengo
que a verme vengas. Lo qual te pido que
hagas tanto caramente quanto rogartelo
puedo, porque avnque soledad busques para
tu descanso, la compañia de mis sospiros
te la dará, e con la mucha confianza que
de ti tengo quedo con tu vista esperando
la respuesta glosando esta cancion:
Sin remedio es mi herida
pues se cansa quando os veo
y en ausencia mi desseo
más dolor me da en la vida.
¿Qué remedio haurá en mi pena
si veros fue causa della
y el dolor de mi querella
vuestra ausencia lo condena?
de suerte que no hay salida
para mi, ni yo la veo,
pues veros é mi desseo
son el cabo de mi vida.
LO QUE VASQUIRAN ORDENÓ DESPUES DE LEYDA
LA CARTA, E COMO SE PARTIO PARA NOPLESANO.
Otro dia Vasquiran despues de leyda la
carta de Flamiano, de gran mañana se
fue a caça de ribera y lleuó a Felisel
consigo, al qual despues de hauer volado
una pieça del dia le dixo tomandole
aparte: Ya sabes, Felisel, como tengo
deliberado de yr a ver a tu señor, porque
pues mis congoxas no bastan para acabarme
quiças las suyas lo haran; quissiera
tenerte comigo para lleuarte por el
camino para mi descanso e no es cosa
que hazerse pueda por la necesidad que
Flamiano tiene de ti, en especial con
mi yda e tambien porque no seria razon
tomalle impensado, assi que más eres allá
menester para seruir a Flamiano que no
acá para mi plazer pues no le tengo, assi
que mañana te parte y darle has aviso, e
pues que yo allá sere tan en breue, no le
delibero escriuir sino que solamente de
mi parte le digas que si su señora le ha
mostrado sospirar que consigo aprendera
bien á llorar; e assi hablando se
tornaron a Felernisa. Otro dia Felisel se
partió e llegado que fue á Noplesano fizo
saber a Flamiano la venida de Vasquiran.
Sabido que Flamiano la houo mandó
aparejar dentro en su posada vn aposento
para Vasquiran, el qual se contenia con
vn jardin que en la casa hauia el qual
mandó adereçar conforme a la voluutad e
vida del que en el hauia de posar.
LO QUE VASQUIRAN HIZO DESPUES DE PARTIDO
FELISEL HASTA LLEGAR A NOPLESANO
Partido Felisel, Vasquiran deliberó de yr
aquel camino por mar e mandó fletar vna
muy buena naue de las que en el puerto
hauia, e mandó meter en ella las cosas
que hauia necessarias para el camino,
y embarcar la ropa e caualgaduras que
deliberaua lleuar; e assi partia á su
heredad ante de embarcar por visitar la
sepultura de Violina. Llegado alli vna
tarde mandó sobre la tumba pussiesen un
titulo con esta letra:
Aqui yaze
todo el bien que mal me haze.
E assi mandó dar orden en todo lo que
en ausencia suya deuia hazer assi en el
concierto de la casa como en los officios
de la capilla, e assi despidiendose a la
partida hizo esta cancion a la sepultura:
Pues mi desastrada suerte
contigo no me consiente,
quiero ver si estando ausente
pudiesse hallar la muerte.
Lo que mi viuir querria
es no verse ya comigo
porque yo estando contigo
más contento viuiria,
e pues que veo qu'en verte
mi pena descanso siente,
cierto so que estando ausente
no verna buscar la muerte.
Otro dia se tornó a Felernisa e queriendo
partirse para Noplesano mandó poner sobre
el portal de su casa un titulo que dezia:
Queda cerrada la puerta
que la muerte halló abierta.
Aquesta noche mandaron embarcar sus
servidores, él se embarcó ante que fuesse
de dia por escusarse de la importunidad
de las visitaciones e de los que al
embarcar le houieran querido acompañar,
hauiendo empero visitado algunas personas
principales a quien la raçon e alguna
obligacion le constriñia. Pues siendo ya
embarcado queriendo la naue hazer vela
ante que amaneciese, hizo esta cancion:
El morir vino a buscarme
para matar mi alegria,
e agora que yo querria
no me quiere por matarme.
El me vino a mi a buscar
teniendole aborrecido
e agora que yo le pido
no le halla mi pesar,
assi que haurá de forçarme
a buscalle mi porfia
pues veo que se desuia
de mi para más matarme.
Hecho que houo vela la naue, en pocos
dias fueron a vista de la tierra de
Noplesano, e por hauer tenido algo el
viento contrario hallaronse algo baxos
del puerto, e no podiendole tomar
acordaron por aquella noche de surgir en
vna costa que está baxo de dicho puerto
a quarenta millas de Noplesano, la qual
es tan aspera de rocas e peñas e alta
montaña que por muy pocas partes se puede
andar por ella a cauallo, empero es muy
poblada de jardines e arboles de diuersas
maneras, en especial de torongeros e
sidras e limones e toda diuersidad de
rosas, e muchas caserias assentadas por
lo alto de las rocas; e a la marina hay
algunos lugares e vna gentil cibdad
que ha nombre Malhaze de donde toma el
nombre la costa. Pues assi llegados, la
naue surgió en vn reparo del viento que
venian muy cerca de tierra, en el qual
lugar, ya otra vez hauia estado Vasquiran
trayendo consigo a Violina hauia mucho
tiempo. Pensar se puede lo que Vasquiran
sentiria viniendole a la memoria, la
qual le renouo infinitos e tristes
pensamientos los quales le sacauan del
coraçon entrañables sospiros e infinitas
lagrimas, las quales porque mejor e mas
encobierto derramallas podiesse, con una
viuela en la mano, de la nao se salio e
sentado sobre una roca muy alta que la
mar la batia, debaxo de vn arbol començo
a cantar esta cancion:
No tardará la vitoria
de mi morir en llegar,
pues que yo vi este lugar
qu'era tan lleno de gloria
quanto agora de pesar.
Yo vi en toda esta riuera
mill arboles de alegria,
veola agora vazia
de plazer de tal manera
que me da la fantasia
qu'el dolor de su memoria
ya no dexará tardar
mi morir de no llegar
para darme tanta gloria
quanto m'a dado pesar.
Estando alli assi cantando e pensando
acordose que en aquel mismo lugar hauia
estado, quando por alli passaron él e
Violina e otras señoras que en la naue
venian, toda vna tarde a la sombra de
aquel arbol jugando a cartas e razonando,
e hauian cenado con mucho plazer mirando
la mar, e assi acordandose dello començo
a cantar este villancico.
Di, lugar sin alegria,
¿quién te ha hecho sin plazer
que tú alegre solias ser?
¿Quién ha hecho tus verdores
e tus rosas e tus flores
boluer todas en dolores
de pesares e tristuras,
quién assi t'a hecho ascuras
tus lumbres escurecer
que tú alegre solias ser?
Passada parte de la noche, ya Vasquiran
recogido en la naue, con el viento de la
tierra hizieron vela e llegaron a hora
de missa al puerto de Noplesano. Mandó
Vasquiran que ninguna señal de alegria
la naue en la entrada hiziesse de las
que acostumbran hazer. Sabido Flamiano
por un paje suyo que de unos corredores
de su casa vio la naue entrar, lo que
en la entrada hauia hecho, penso lo que
podía ser, e con algunos caualleros
mancebos que con él se hallaron, sin más
esperar junto con ellos al puerto se
vino, e llegaron al tiempo que la naue
acabaua de surgir, e assi todos apeados
en vna barca en ella entraron e hallaron
a Vasquiran que se queria desembarcar.
E assi se recibieron con mucho amor e
poca alegria. Estando assi todos juntos
teniendo Flamiano a Vasquiran abraçado,
en nombre de todos ellos le dixo:
Vasquiran, a todos estos caualleros
amigos tuyos e señores e hermanos mios
que aqui vienen o son venidos a verte, no
les duele menos tu pesar que a mi; con tu
vista se alegran tanto como yo. Al qual
él respondió: Plega a Dios que a ti e a
ellos haga tan contentos con la vida,
como a mi con la muerte me fazia. Al qual
respondio el marques Carlerin: Señor
Vasquiran, para las aduersidades estremó
Dios los animos de los caualleros como
vos, pues que no es menos esfuerzo saber
suffrir cuerdamente que osar venzer
animosamente. Vasquiran le respondio:
Verdad es, señor marques, lo que dezis,
pero tambien hizo Dios a los discretos
para saber sentir las perdidas, como
a los esforçados para gozarse de las
ganancias de las vitorias, e no es menos
virtuoso el buen conocimiento que el buen
animo, ni vale menos la virtud por saber
bien doler, que saber bien sofrir e osar
bien resistir.
E assi razonando en muchas otras cosas
semejantes, salieron de la naue, e todos
juntos vinieron a la posada de Flamiano
donde hallaron muchos caualleros que los
esperauan, e todos juntos alli comieron
hablando de muchas cosas. E assi aquel
dia passaron en visitas de los que a ver
vinieron a Vasquiran y de muchos señores
que a visitar le embiaron.
LO QUE VASQUIRAN HIZO DESPUES DE LLEGADO
Á NOPLESANO
Otro dia despues de hauer comido,
Vasquiran acordo de yr a besar las
manos a la señora duquesa de Meliano
e a Belisena, e despues al visorey e
al cardenal de Brujas e a la señora
princesa de Salusana e a algunas otras
personas que sus estados e la raçon lo
requeria. E assi acompañado de algunos
mancebos que con él e con Flamiano se
hallaron, hauiendolo hecho saber a la
señora duquesa se fueron a su posada, y
yendo por el camino, Flamiano se llegó a
Vasquiran e le dixo: agora ymos en lugar
donde tú de tus males serás consolado
e yo de los mios lastimado. Al qual
respondio Vasquiran: mas voy a oyr de
nueuo mis lastimas; tu vás a ver lo que
desseas; yo recibire pena en lo que oyre;
tú recibiras gloria en lo que verás.
Assi razonando llegaron a la posada de
la señora duquesa, a la qual hallaron en
vna quadra con aquel atauio que a tan
gran señora siendo uiuda se requeria,
acompañada de la señora Belisena su
hija, con todas las otras damas e dueñas
de su casa. E como las congoxas de los
lastimados con ver otros llagados de su
herida no pueden menos de no alterar
el dolor de las llagas, alli hauiendo
sido esta noble señora vna de las que
con más raçon de la aduersa fortuna
quexarse deuia, uiendole perder en poco
tiempo el catolico abuelo, la magestad
del serenissimo padre, el clarissimo
hermano en medio del triunfo mas prospero
de su gobierno reynando, e sobre todo
el ylustrissimo marido tan tiranamente
de su estado e libertad con el heredero
hijo desposseidos, de manera que no pudo
menos la vista de Vasquiran hazer que de
mucho dolor su memoria no lastimasse, e
verdaderamente ninguna de las que viuen
para ello mas raçon tiene.
Pues assi llegados, hauiendo Vasquiran
besado las manos a la señora duquesa, e
a Belisena hecho aquel acatamiento que se
deue hazer e a todas las otras señoras
e damas, despues de todos sentados, la
duquesa començó de hablar en esta manera.
LO QUE LA SEÑORA DUQUESA HABLÓ A
VASQUIRAN EN PRESENCIA DE TODOS; E LO QUE
VASQUIRAN LE RESPONDIO E ALLI PASSÓ.
Vasquiran, por vida de mi hija Belisena
qu'es la mas cara cosa que la fortuna
para mi consuelo me ha dexado, que
considerado el valor e virtud e criança
tuya, y el amor e voluntad que al duque
mi señor, que haya santa gloria, e a mi
casa siempre te conoci tener, sabido tu
perdida tanto tu daño me ha pessado,
que con los mios ygualmente me ha dado
fatiga. Esto te digo porque conozcas la
voluntad que te tengo, lo que consolarte
podria remitolo a ti pues te sobra tanta
discrecion para ello quanto a mí me falta
consuelo para mis males.
Vasquiran le respondio: Harto, señora, es
grande mi desuentura quando en tan alto
lugar ha hecho señal de compasion, mas
yo doy gracias a Dios que me ha hecho
tanto bien en satisffacion de tanto mal
qu'en tan noble señora como vos e de tan
agrauiados males combatida mi daño haya
tenido cabida o lugar de doler; lo que yo
señora siempre desseo vuestro seruicio
Dios lo sabe; lo que en vuestras perdidas
yo he sentido ha sido tanto que el dolor
dellas tenia ya en mí hecho el aposento
para quando las mias llegaron.
En esto y en otras cosas hablando llegó
el tiempo de despedirse, en el que nunca
Flamiano los ojos apartó de Belisena.
Pues siendo de pies ya de la duquesa
despedidos, Vasquiran se despidio de
Belisena a la qual dixo: señora, Dios os
haga tan contenta como vos mereceys e yo
desseo, porque ensanche el mundo para
que sea vuestro y en que mi pesar pueda
caber. Al qual ella respondio: Vasquiran,
Dios os dé aquel consuelo que con la vida
se puede alcançar, de manera que tan
alegre como agora triste podays viuir
muchos dias. E assi la señora Yssiana se
llegó a ellos e muy baxo le dixo: señor
Vasquiran, esforçaos, que no juzgo menos
discrecion en vuestro seso que dolor en
vuestro pesar; la fortuna os quitó lo que
pudo, pero no la virtud que en vos queda
que es más.
Señora, dixo Vasquiran, plega á Dios
que tanta parte os dé la tierra quanta
en vuestra hermosura nos ha dado de lo
del cielo, pues que está en vos mejor
aparejado el merecer para ello que en mí
el consuelo para ser alegre. Bien sé yo
que si posible fuera que en mí pudiera
hauer remedio para mi tristeça, el
esperança de vos sola la esperara.
Al qual respondio la señora Persiana:
Vasquiran, por la compasion que tengo de
ver vuestra tristeça, quiero consentir
que me siruays e sin perjuizio mio yo
hare que perdays mucha parte de vuestra
passion con mis fauores.
Assi tornado a la señora duquesa se
despidio con todos aquellos caualleros
que con él hauian venido, e quedose alli
el marques Carlerin. De alli se fueron
a visitar al señor visorey con el que
hallaron al cardenal de Brujas y el
cardenal de Felernisa, los quales todos
con mucho amor le recibieron. El restante
de lo que alli passó, por abreuiar aqui
se acorta. Assi se tornaron á su posada.
Otro dia fue a besar las manos a la
reina Noplesana e a su madre, e despues
a otras muchas señoras que a la sazon en
Noplesano se hallaron.
LO QUE DESPUES DE LAS VISITACIONES E
HAUER REPOSADO ALGUNOS DIAS, ENTRE
FLAMIANO Y VASQUIRAN PASSÓ SOBRE SU
QUESTION
Estando vn dia acabado de comer Vasquiran
e Flamiano en vna huerta de su posada
acostados de costado sobre vna alfombra
debaxo vnos naranjos, comemço Vasquiran
en esta manera de dezir. No quiero,
Flamiano, qu'el plazer de nuestra visita
con su plazer ponga silencio en nuestra
question a sus pesares, porque tanto por
dalle fin a nuestra question soy venido,
quanto por verte; a tu postrera carta
no respondi por hazerlo agora. Muchas
variedades he visto en tus respuestas
assi de lo que en mi contradizes como de
lo que en ti manifiestas, en especial
agora que a Belisena he visto, e digo
que todo el fin de tu mal seria perder
la vida por sus ameres; digote vna cosa,
que si tal perdiesses el más de los bien
auenturados te podrias llamar, ¿pues
si tu muerte seria venturosa, tu pena
no es gloriosa? claro está. Todas las
cosas que me has escripto en cuenta de
tus quexas, agora que lo he visto juzgo
en cuenta de tus glorias; quando nunca
más bien tuuiesses de verte su servidor
es mucho para hacerte ufano, quanto más
que tus ojos la pueden ver muchas veces,
que más bien no le hay. Quantas cosas
me podrias encarecer de los males que
pregonas no son nada, por que Quiral en
tu egloga te ha respondido lo que yo
podria; digote vna cosa, que te juzgo
por mas dichoso penando en seruicio suye
que no si alegre te viese sin seruilla.
Si assi supiesses tú suffrir contento tu
pena como supiste escoger la causa della,
ni comigo competerias como hazes, ni yo
te reuocaria como hago. No plega a Dios
que mi mal sepas a qué sabe, ni de tu
pena sanes porque viuas bien auenturado.
Mirado el lugar do tu desseo e voluntad
possiste, de todo lo possible gozas;
visto lo que quexas, todo lo impossible
desseas. Visto lo que yo perdi no hay mas
bien que perder; visto lo que yo desseo
no hay mas mal que dessear, pues que al
fin con la vida se acaba todo.
A todas las cosas que me has escripto te
he respondido; a lo que agora me querras
dezir tambien lo verás, oyrte quiero.
RESPUESTA DE FLAMIANO
Vasquiran, todo quanto hasta agora en
mis cartas y de palabra te he escripto y
enbiado a dezir, en dos cosas me parece
que consiste. La vna, ha sido parecerme
que quexas mas de lo que deues e que no
perdiste sino que se acabó tu plazer, e
que demasiado estremo dello muestras. La
otra ha sido que mi mal es mayor qu'el
tuyo. Agora quiero que despacio juntos lo
determinemos, e quiero començar por mí.
Dizesme que las virtudes e merecimientos
de Belisena con quantas excelencias en
ella has visto, me deuen hazer ufano y
contento, e que si por ella perdiesse
la vida seria bien auenturado, e que no
puedo mas perder, e que cada hora la veo,
que no hay más bien que perder e que
desseo lo impossible y gozo lo possible.
¿Cómo se podra hazer que las perficiones
de Belisena si estas mismas encienden el
fuego do m'abraso hagan mi pena gloriosa?
quanto más de su valer contento, más de
mi remedio desconfio, e si como dizes
por ella la vida perdiesse, bien dizes
que seria bien auenturado, mas no la
pierdo y muero mill vezes cada hora sin
que agradecido me sea; el bien que me
cuentas que por su vida gano, es todo
el mal que cada hora renueua mis males,
pues que para más no la veo de para mis
pesares. Pues mi desseo es impossible,
¿qué bien puedo hauer que sea lo posible
como tú dizes? A mi me pareze que el fin
de todas las glorias está en alcançarse e
no en dessearse, porque el desseo es un
acidente que trae congoxa, e quanto mayor
es la cosa deseada mayor es la congoxa
que da su desseo; ¿pues cómo me cuentas
tu a mi el desseo por gloria siendo él
mismo la pena? Visto estar claro que de
todas las cosas e desseos se espera algun
fin, de todos los trabajos se espera
algun descanso. Todos los desseos se
fundan sobre alguna esperança, porque
si cada cosa destas esta causa no la
caussase, no ternia en si ninguna razon,
pues que no tuuiesse principio donde
naciesse no ternia termino do acabase,
pues no teniendo principio ni cabo
consiguiente caduca seria. Pues luego si
mi desseo es impossible y es grande y
grande la pasion que me da, ¿qué cuenta
haura en mi mal? no otra sino que no hay
remedio para él? Pues si el remedio le
falta, el mio es grande, que el tuyo no.
RESPUESTA DE VASQUIRAN INTERROGANDO Á
FLAMIANO
Bien me plaze hauerte oydo lo que dizes.
Veamos agora, Flamiano, ¿tu mal e tu
passion no es e nace del demasiado amor
que a Belisena tienes? Si. Tú no dizes
qu'el bien que la quieres en estremo te
trae en lo que estas? Si. Tu desseo que
es galardon de tus seruicios? Si. Y este
galardon que desseas que se ver cumplida
tu voluntad? Si. De qué te quexas, de que
su voluntad va lexos de lo que la tuya
queria? Si. Tú no quieres, segun dizes y
es razon, más a ella que a ti? Si. Pues
desta manera o tú no sabes lo que quieres
o es falso lo que dizes. No dizes, como
es, que en ella está el fin e medio
comienço de toda la virtud, e nobleça e
perficion? Si. Pues si tal es, como es,
e tu voluntad e desseo fuessen buenos,
no desconformaria dello su voluntad, por
consiguiente, o ella no es qual tú dizes,
o tu desseo es malo; si es malo, ¿cómo
dizes que bien la quieres e le desseas
mal? Hagamos agora que tu voluntad fuesse
buena y la suya buena como es, no dizes
que la quieres mas que a ti? Pues si
más que a ti la quieres, razon es que
quieras más lo qu'ella quiere que lo que
tú quieres, pues si lo qu'ella quiere,
quieres, no ternás de quexarte; no
teniendo quexa no ternás mal, no teniendo
mal, ganado haure yo la question.
FLAMIANO A VASQUIRAN
No me contenta lo que dizes porque no
satisfaze a lo que digo; yo te digo que
ninguna cosa se haze sin esperança de
algun fin, como vemos claramente. Dexando
agora lo de arriba que no es razon que
en ello hablemos, pero en lo de acá;
¿porqué seruimos al rey a quien deuida
obligacion nos obliga? ¿no le seruimos
por lo que somos obligados? Si. Si pues
le somos obligados, ¿porqué nos quexamos
si de nuestros seruicios algun seruicio
no nos haze, e si de nuestros fauores
algun galardon no alcançamos? Y por
consiguiente de nuestros mismos padres lo
mismo queremos e si no lo hazen lo mismo
quexamos, y aun como el vulgo dize, a
los santos no querria seruir si galardon
no esperasse, pues para seruir a estos
no nos fallesce amor, pero si satisfecha
no es nuestra voluntad no nos falta
quexa, e quanto mal nuestros seruicios e
voluntad han sido, tanto más nos da pena
e congoxa lo poco que nos es agradecido.
Luego ¿qué hare qu'en satisfacion de lo
que bien quiero soy aborrecido que es
el mayor mal, en pago de mis seruicios
e passion no alcanço mas de disfauores,
menosprecios, desdenes e mill ultrajes?
Pues si mi querer no puede mudarse, mi
passion no puede afloxar, esperança de
más no la espero, remedio no le hay ni le
hallo, qué mayor mal quieres quel mio?
VASQUIRAN A FLAMIANO
Harto es poco tu mal si más razon no
tienes de la que dizes para él; muy
lexos van tus palabras e razones de
tus congoxas, pero o hagamos que sea
como dizes, o llevemos las cosas por
razon; digamos lo que dizes que sea
razon, que sin la razon que nos obliga
seruir al rey deuamos esperar mercedes
e satisfacion de nuestros seruicios e
hagamos ygual este seruir con lo que a
Belisena sirues; yo quiero que assi sea
como dizes e ansi te mostraré como en una
manera no tienes razon de quexarte y en
otra te mostraré como eres satisfecho.
Digo que no has razon desta manera. Los
seruicios que tú al rey hazes en que le
sirues? O le sirues en sus guerras y
conquistas en guarda e defension de su
persona y estado, o en acrecentamiento
de sus reynos con peligro de la tuya,
o le sirues en la paz acompañandole e
siguiendo su corte con mucha costa que te
cuesta, de manera que todos tus seruicios
son buenos e merecen hauer bien. Pues
veamos a Belisena si la sirues en nada
de esto. Digo que no. ¿Pues en qué la
sirues? ¿Sabes en qué? En apocar su
honrra, en alterar su fama, en poner en
juyzio de mal sospechantes su bondad, en
todas las cosas que peor juyzio le pueden
hazer, en dessear por tu bien su mal, o
por tu voluntad su mengua. Y quiereslo
ver? El mayor bien e mas honesto que en
tu desseo pudiesse hauer seria que sin
cargo alcanzasses lo que de otra dama
que ygual te fuesse alcançar podrias;
pues eso no se podria hazer sin que ella
de su estado al tuyo baxase, luego mal
le desseas. Podrias dessear que Dios te
subiesse a tanto que ygual le fuesses?
La pena que desto recibirias no te la
da ella sino lo que en ti falta. Luego
sin razon te quexarias. Tornando al
proposito digo que si al rey siruiesses
en cosa que le perjudicasse, ni él te
lo deueria agradecer, ni tú quexarte de
su ingratitud. Pero aun de otra manera
digo que eres satisfecho de lo que te
quexas; bien sabes tú que hay muchas
maneras de seruicios en las quales hay
algunas que en la misma obra dellas
está el galardon, estas son aquellas
de que obrandolas ganamos honrra, pues
que esta es la cosa mas desseada como
sea señalarse el hombre en una batalla
de campo o de tierra, en otra semejante
afrenta hecha en seruicio de señor o
persona tal o de que el que la haze,
assi por señalarse, como por la calidad
de aquel a quien sirue, queda honrrado.
Pues parecete a ti que solo este nombre
sea poca gloria e fama e honrra? tú sabes
que es mucha ser seruidor de quien eres
siendo más publico que oculto, no pueden
tanto merecer tus teruicios que esto no
sea más; no seran jamas tan grandes tus
passiones e tormentos que esta gloria
mayor no sea; ningun dia puedes tanto
penar que su vista no te dé mas descanso,
ninguna congoxa te puede dar tu desseo
que tu pensamiento no te dé mayor gloria.
Mi mal es de doler por que en él no hay
remedio; en los plazeres agenos yo peno;
en las passiones e males de los otros,
los mios se doblan, y esto te basta para
que esta question baste, e acabo.
RESPUESTA DE FLAMIANO
Poco a poco me echarias de la tierra
con tus argumentos de logico, ante que
lo fagas quiero tornar al comienço de
nuestra question e digo que nunca mis
males menos de grandes los senti, ni
nunca los tuyos más de pequeños los
juzgué; desta manera que a mi se me
figura como nunca otra cosa conoci, que
mal es que ningun mal con el mio se
yguala.
La lengua es vn instrumento en qu'el
dolor del coraçon suena, e desta manera
la mia haze el son que oyes. A ti como
el plazer has perdido figurasete que
tienes mucha raçon e que pues que la
raçon es mucha que la causa es grande;
assi que te quexas como quien mucho bien
ha perdido, yo me quexo como quien mucho
mal ha passado e passa y el bien nunca
vió. Pues si tú has habido bien e grande,
yo mal e grande, tú has sabido qué es
bien, yo sé que es mal; agora tú sabes
qué es bien e mal; yo mal e mal; claro
está qué más mal es el mio que el tuyo.
A mi me parece qu'es tanta mi pena que
con el más penado trocaria, creyendo que
no es tanta la suya. Tú goçando tu bien
tan contento estauas, que con el más
gozoso no trocaras, creyendo que no hauia
más bien que goçar. Yo querria saber a
qué sabe por juzgar tu perdida quanto
es grande, porque a mi se me figura que
el mayor daño mio es el mal con que tú
lo hazes menor, diziendo que pues nunca
tuve bien, que no puedo sentir qué es
mal; yo digo que harto mal es saber qué
es bien, despues passar mal, pero mayor
es nunca saber qué es sino mal, y aun te
digo vna cosa, pues los consuelos que
tú me das bastarian para vn rustico que
nunca de ningun bien gozó e poco del
le pareceria mucho, o para un grosero
que en su entendimiento no entra ni lo
que dessear se deue, ni lo que penar se
puede, que este con cualquier cosa que
le acaeciesse seria satisfecho como tú
quieres que yo haga, pero para mi que
desseo lo que dessearse puede de bien e
padezco lo que padecer se puede de mal,
no me parece que yerro como dizes, ante
que tengo raçon de llorar de mis males su
dolor e de los bienes agenos su enuidia.
E assi estó puesto en el estremo que
vees para no poder venir en conocimiento
de tu raçon, porque todo lo que hablamos
tiene dos sentidos; tú les das el que
te parece ó sientes, yo les doy el que
parece o siento, e assi seria insoluble
nuestra porfia. Ponerla en manos de quien
la determine no la consiente su causa,
mejor seria dexarla suspensa.
RESPUESTA DE VASQUIRAN
No quiero, Flamiano, que suspensa quede,
sino que se determine e que tú seas el
juez, e no quiero sino en breve darte la
determinacion que has de hazer, y es que
juzgues qual de nosotros más mal padece,
que esto es todo el fin desta question.
Tu mal no puede ser mucho sino siendo
grande el amor que a Belisena tienes,
e si tal no es, no es tal tu mal como
dizes. Si tal no es, como dizes, fingido
seria, e assi seria mayor el mio. Pues si
tú quieres mucho como yo creo e creo que
tu passion es grande, mas digo que la mia
es mayor. Tú dizes que querrias saber a
qué sabe mi mal por mejor juzgarlo; bien
sé que no lo dizes por lo que agora yo
padezco sino por lo que he gozado. Mal
has hablado, porque no podrias saber lo
vno e lo otro sino passando por todo,
pero pues que dicho lo has, sobr'esto
quiero hazerte juez de la causa. Hagamos
agora que la uentura te ayudasse para que
de Belisena gozasses ni mas ni menos que
yo de Violina; que tu gozo y el tiempo
e vuestras voluntades conformes fuessen
tanto e con tanto contentamiento como
el nuestro fue, con tal condicion que
Dios dende agora te contentasse, e que a
cabo de otro tanto tiempo tu señora en
tu poder muriesse en tu presencia y tú
sin ella quedasses como yo sin la mia
he quedado qual me vees, aceptarlo yas?
Di la verdad e conoceras que si mi gozo
fue grande, que mi mal es grande, e que
si tú agora tan gran gozo alcançabas que
seria mayor tu bien que agora es tu mal;
pues desta manera quando tan gran bien
perdiesses, quál seria mayor mal, el que
entonces sentirias en perderlo, o el que
agora sientes en dessearlo? No te quiero
mas dezir; juzga lo que querras, que si
esto niegas, quanto has dicho negarás e
seria fengido de lo que padeces.
RESPUESTA DE FLAMIANO
Mejor seria, Vasquiran, qu'esta question
no houiessemos començado, que no que a
este paso houiessemos llegado, porque
temo que la ponçoña de nuestras passiones
nuestras amistades alteren.
No puedo responderte a esta partida
porque en mi boca no puede caber tal
raçon, ni quisiera que en la tuya houiera
cabido; no ha hecho Dios los dias de
Belisena para que en nuestras lenguas
termino les pongamos, no por comparacion
como agora has hecho. Baste esto, que
todauia me parece segund lo que siento
que es verdad lo que digo; creo que lo
mismo hazes. El mal de los infernados
tenemos, qu'el menos penado trocaria con
el que más pena, juzgando mayor la suya
que la del otro; yo me refiero a lo que
he dicho e tú no menos. Dexemos nuestro
processo abierto, determinenlo los que
lo leyeren, pues que ya está determinado
que cada vno de nosotros tiene tan poca
alegria, que no nos cabe llorar duelos
ajenos.
Mudemos la platica en otras cosas, que
pues que tan poco plazer tenemos, pesar
no nos faltará sin que le busquemos. Bien
sé que sabes que tu mal más que a nadie
me duele, bien sé que mi descanso mas que
otro lo desseas. El dia que fuymos a casa
de la señora duquesa me parece que te vi
hablar con la señora Yssiana; no me soy
acordado agora de pedirte qué passaste
con ella; agora que me acuerdo, te aviso
que te guardes, que tiene mala mano.
Podria ser que si mucho la mirasses, que
como agora de tu mal plañes que del mio
llorasses, e quiça entonces juzgarias de
nuestra question lo que agora no conosces.
RESPUESTA DE VASQUIRAN
Bien sabia que a tal estrecho te hauia de
traer como has llegado. En tu alteracion
conozco lo que en mi passion conoces,
hacerte quiero contento, mudasme de
nuevas, quiero te responder a lo que
pides. Lo que con essa señora passé, fue
que hallandome la señora Belisena, ella
se llegó con nosotros e dixome que me
esforçase e me allegrase, que no juzgaba
menos discrecion en mi seso, que dolor en
mi pesar, e que la fortuna me pudo quitar
lo que pudo, pero no la virtud que en mí
quedaua que era más. Yo le respondi que
Dios le diesse tanta parte del bien en la
tierra, quanto de su hermosura le hauia
dado de la del cielo, pues que estaua en
ella más aparejado el merecer para ello,
que en mí el consuelo para ser alegre, e
que bien sabia yo que si possible fuera
que en mí pudiera haber de remedio para
mi tristeça esperança, que della a solas
la esperaua, pero que no solo me faltaua
remedio, mas esperança dél. Respondiome
que no hauia cosa sin remedio viniendo,
e que lo mucho que le dolia verme tal, y
el desseo que tenia de verme con menos
tristeça le offrecia a consentirme que la
siruiesse, e que dello seria contenta, e
que assi me aceptaua por su seruidor con
prometimiento de fauorecerme de manera
que sin perjuicio suyo que algo de mi
congoxa afloxaria. Yo le respondi que lo
hauia por impossible. E por no poderle
más responder al presente, la enbié
despues estas coplas sobre el caso mesmo.
COPLAS QUE VASQUIRAN EMBIÓ A YSSIANA
SOBRE QUE LE MANDÓ QUE LE SIRUIESSE
Tan llagada está mi vida
de los males de mi mal
que por ser la causa tal
no ay do quepa otra herida,
de manera
que si mi mal tal no fuera,
solo veros
me forçara de quereros
por cuya causa viuiera.
Mas estoy como el herido
que la raçon e natura
le descubren en la cura
no poder ser guarecido,
bien que cierto
vuestra beldad e concierto
daran vida
a quien la tenga perdida,
pero ya passo de muerto.
Porque si'l morir recrece
do la vida se dessea,
con la muerte se pelea
pues llegado s'aborrece,
pero quando
vive el viuo desseando
s'el morir,
aquel tal es de dezir
que es más que muerto penando.
Desta suerte, dama, muestro,
siendo vuestras gracias tales,
que la sobra de mis males
no m'an dexado ser vuestro,
ni soy mio,
porque mi franco albedrio
es verdad
que no'stá en mi libertad
mas está en el daño mio.
Pues si vos no me sanays
yo no quiero guarecer,
no quiero querer poder
aunque vos, dama, querays;
¿sabeys porqué?
Porque ya murió mi fe,
e pues no es viua
no será jamas captiua
sino de quien siempre fue.
No, porque mi desuentura
con su mucha crueldad
a mi fe e mi libertad
las metió en la sepultura
con aquella
por quien viue mi querella
assi penando,
yo la muerte desseando
más que no viuir sin ella.
LO QUE SE CONCERTO ACABADO LA HABLA ENTRE
ELLOS DOS
Assi pussieron silencio por entonces en
su contienda, mudando en otras cosas
su passatiempo, e dende a pocos dias,
estando vn dia sobre tabla razonando
el vno con el otro, Flamiano con muy
ahincados ruegos rogo a Vasquiran que
quissiese ser contento que los dos
tuviessen vna tela de justa real, pues
que avnque cosa de fiesta e plazer
fuesse para los atribulados del mal que
ellos lo estauan, tanto para publicar
sus apassionados dolores daua aparejo
como a los alegres e contentos de plazer
les abria camino. Porque no holgauan
menos los vnos en manifestar su mal, que
los otros en publicar su bien con sus
intenciones, e que en esto no solo él
haria señalada gracia e merced, mas aun
a todas las damas haria gran seruicio.
A lo qual Vasquiran le respondio:
Verdaderamente, Flamiano, más aparejo
hay en mi para llorar como vees, que
no para justar como quieres, pero pues
que el amistad nuestra me forço en tal
tiempo venir a verte, e el amor que te
tengo me obliga a complazerte en todo lo
que possible me será. Assi que ordena
lo que te parecera, que de aquello sere
contento, no en esto que es poca cosa,
mas donde la vida e honrra en todo
peligro se pussiese lo seria. En especial
que yo recibo tanta pena en ver la que
con la mia te doy, que desseo hallar algo
con que te pueda complazer. Flamiano
agradeciendoselo mucho, respondio: Si
tan complido te hiziera la fortuna de
ventura como de virtud, jamas viuieras
descontento. E assi los dos caualgaron
disfraçados e se fueron a casa del
cardenal de Brujas que era vn notable
cauallero e mancebo, e tan inclinado
a las cosas de la caualleria, aunque
perlado, quanto en el mundo lo houiesse,
e assi llegados a su posada, retraydos
todos tres a solas, su pensamiento e a
lo que eran ydos, le hizieron saber, de
lo qual él holgo demasiadamente. Pues
en la misma hora, todos tres vestidos
de mascara, al palacio del visorey se
fueron. El qual con mucho plazer los
recibio, e assi todos quatro en la
camara de su guarda ropa sentados a vna
ventana que sale sobre la mar, hablaron
todo el caso porque alli eran venidos,
e con mucho contentamiento e plazer fue
dello contento. E hauiendo assi estado
vna gran pieça de la tarde, los tres
se tornaron a casa del cardenal, donde
cenaron con muchos otros caualleros que
alli acostumbrauan venir a comer, y en
la cena se publicó la tela que querian
tener, lo qual puso en mucho plazer e
regocijo a todos. E hauiendo cenado, en
presencia de todos, se ordenó el cartel
con las condiciones siguientes e diosse a
vn albardan que la pregonasse.
LAS CONDICIONES DEL CARTEL
Dado fue el cartel a vn albardan para
que lo pregonasse, el qual con muchos
atabales e trompetas e menestriles, fue
publicado en todos aquellos lugares que
les parecio que publicarse deuia. En el
qual cartel se contenian las condiciones
siguientes: Primeramente se daua al que
mas gentil cauallero a la tela saliesse
con paramento e cimera, vna cadena de
oro de dozientos ducados. Dauase mas
seys canas de brocado al cauallero que
con lanças de fiesta mejores quatro
carreras haria, e que no pudiesse justar
a este prez quien al otro no tirasse,
esto es, sin paramentos ni cimera.
Dauase mas a la dama que mejor e mas
galanamente vestida aquel dia a la fiesta
saliesse, vn diamante de cien ducados de
peso[288]. Mas al galan que a la noche
a la fiesta en casa del señor visorey
saldria mejor e mas galan vestido, vn
rico rubí. A este precio de la noche los
tablajeros tirauan. Fueron juezes de los
caualleros el señor Visrey y el principe
de Salusana y el almirante Vilander y el
conde Camposalado. Juezes de las damas
fueron la señora Reyna e Nobleuisa e la
señora duquesa de Meliano e la duquesa
de Francouiso, todas tres viudas. Tuuose
el renque dia de Santiago, que hauia
quarenta dias desd'el dia que el cartel
se publicó hasta aquel dia. En el qual
tiempo todos los caualleros e damas se
adereçaron de la manera que adelante se
dirá. De lo que en este tiempo se siguio
ninguna cosa aqui se cuenta hasta el dia
de la tela.
COMO LAS DAMAS SALIERON EL DIA DE LA TELA
En el dia de la fiesta la señora Reyna
con sus damas, e la señora duquesa de
Francouiso se vinieron a comer con la
señora duquesa de Meliano, porque assi
juntas se fuessen a la tela, donde houo
muchos galanes e muy ricamente vestidos
que hasta alli las acompañaron e de alli
hasta la tela. De los quales atauios aqui
no se haze mencion, saluo que hauiendo
comido todas tres caualgaron con sus
damas e salieron desta manera. La señora
Reyna salio vestida de negro como siempre
va; verdad es que en vna gorra y en vnas
mangas de vna saya de terciopelo que
lleuaua, hauia muchas pieças de oro e
joyeles muy ricos e muchas perlas.
Lleuaua vn cauallo blanco con vna
guarnicion rica e veynte moços de
espuelas vestidos con sayos de grana
guarnecidos de terciopelo negro sobre
raso amarillo, con jubones de damasco
naranjado, vna calça negra e otra azul e
amarilla.
La señora duquesa de Meliano salio su
persona vestida de negro con vn cauallo
morcillo con vna guarnicion de terciopelo
negro; doze moços d'espuelas vestidos
con sayos morados guarnecidos de raso
pardillo. Jubones de raso negro con vna
calça negra, otra negra e morada.
La señora duquesa de Francouiso salio
vestida de negro. Los moços d'espuelas
vestidos todos de leonado.
Salio la señora Belisena con vna saya
de brocado raso blanco cubierta de raso
negro, cortado todo el raso de vnas
cortaduras muy espessas que se hazia
dellas vna obra como vnos manojos, atadas
todas las cuchilladas con vnos torçales
de oro, e de seda encarnada con los cabos
hechos de perlas; vn collar de oro hechas
las pieças a manera de las cortaduras de
la saya, esmaltadas todas las pieças de
negro. Hauia en la saya en cada pieça de
terciopelo vna pieça de oro de martillo
que hazia la obra de las cortaduras, vna
gorra de raso encarnado guarnecido de las
pieças del collar; vn cauallo blanco con
vna guarnicion de plata toda esmaltada
con muchos floques de oro y encarnado que
salian por las pieças de la guarnicion
muy largos. Doze moços d'espuelas
vestidos de amarillo y encarnado.
La señora Yssiana sacó vna saya de
terciopelo leonado e brocado pardillo
hecha a tableros como vn marro; estauan
las costuras juntadas con pestañas de
tafetan amarillo. Hauia en cada pieça
de la seda e del brocado vna cifra
trocada de lo vno en lo otro bordadas
con cordones de plata. Vna gorra de raso
leonado llena de cabos de oro hincados a
manera de vn erizo, muy llena con collar
de pieças de manera delas cifras.
Sacó la señora Graciana vna saya de raso
azul con vna reja encima de terciopelo
azul sobre pestañas de raso amarillo, e
con vnas lazadas de vnas madexas de hilo
de oro que ataua las juntas de la reja.
Vna gorra de terciopelo azul llena delas
mismas madexas trauadas vnas de otras; vn
collar hecho de madexas de hilo de oro
tirado muy rico.
Todas las otras damas de la señora
duquesa salieron vestidas con saya de
raso morado, con barras de brocado negro
sobre pestañas de tafetan blanco; con
gorras de terciopelo morado con cintas
blancas atadas.
Las damas de la señora Reyna que salieron
con ella, son: la señora doña Costantina
toda vestida de terciopelo negro forrado
de damasco negro, acuchillada toda la
seda de encima, atada con madexa de seda
negra con cabos de oro. Vna gorra de
terciopelo negro con muchos joyeles e
pieças de oro muy ricas.
Sacó la señora duquesa de Grauisa vna
saya de brocado rico a la lombarda,
forrada de damasco blanco con vna
mantilla de damasco blanco forrada de
raso carmesi guarnecida de tres tiras
del mesmo brocado sobre pestañas de raso
carmesi: vna gorra de raso blanco forrada
de raso carmesi acuchillado lo blanco con
vnas g. g. de oro esmaltadas. Vn rico
collar hecho de las mismas letras muy
rico.
La señora Porfisana sacó vna saya de raso
blanco con vna gelosia de fresos de oro
encima d'ellos puestos sobre pestañas de
tafetan leonado, con vn collar muy rico
hecho a manera de vna gelosia. Vna gorra
de raso blanco con muchas pieças de oro
fechas como gelosia.
La señora doña Merlesa de Ricart sacó vna
saya de brocado blanco a la francesa,
con vnas cortaduras de terciopelo morado
a manera de vnas espinas de pescado,
forrada la saya de raso morado. Estauan
las cortaduras de alto a baxo de manera
que la obra que hazia la seda hazia el
brocado, con vn collar de la manera de la
cortadura. Vna gorra de terciopelo morado
con muchas pieças como las del collar.
La señora Angelera de Agustano sacó vna
saya de terciopelo negro con muchos
fresos de plata puestos en tornos a
manera de ondas, muy espessos a manera
de puntas, sobre pestañas de tafetan
amarillo. Vna gorra de raso blanco con
muchos cabos de oro. Vn collar de oro
hecho a puntas.
La señora Caronisa sacó vna saya de
brocado e terciopelo morado hecha a
quartos, abierta por la delantera e
costados, forrada de damasco naranjado
con las mangas de la misma manera, con
vnos torçales de oro e morado que atauan
las aberturas, con vnas lisonjas cortadas
de brocado en el terciopelo e del
terciopelo en el brocado. Vn collar de
lisonjas de oro e de rochicler; vna gorra
de raso morado llena de lisonjas.
La señora Cantoria Dortonisa sacó vna
saya de raso blanco con vna reja de
fresos de oro cubierta que hazia toda la
saya centellas; en medio de cada centella
vna estrella de oro martillo estampada.
La gorra dela mesma manera. La saya
forrada de damasco morado. Vn collar de
centellas de oro grandes, en medio de
cada vna, vna estrella de rochicler.
La señora Violesa de Aguster sacó vna
saya de brocado de oro tirado con vnas
faxas angostas de terciopelo morado
por encima sobre pestañas blancas, vna
mantilla de raso morado forrado de
damasco blanco con faxas anchas del
brocado, guarnecida la mantilla con vna
gorra de terciopelo carmesi; con muchas
pieças de oro. Vn collar muy rico.
Muchas otras damas salieron con la señora
reyna, que por abreuiar aqui no se
escriuen aunque muy atauiadas fuessen.
Salidas estas tres señoras vino la señora
visoreyna, que es una muy hermosa dama,
e con ella su hermana qu'es desposada
con el hijo del principe de Salusana, e
muchas señoras de titulo con ellas.
La señora visoreyna sacó vna saya
francesa cubierta todas de vnas
alcarchofas de oro de martillo, vna gorra
de la misma manera, vn rico collar de
alcarchofas, vna guarnicion de vna mula
de terciopelo carmesi con vnos fresos de
oro en lugar de franjas, chapada de vnas
alcarchofas de plata e muchos batientes
dorados encima. Diez moços d'espuelas
vestidos de morado, de grana e azul
turquesado.
Sacó su hermana vna saya de oro de
martillo escacado forrada de raso
carmesi con vna mantilla de damasco
azul guarnecida de vnas pieças de oro
de martillo muy ricas a manera de vnas
penas. Vna gorra del mismo raso con las
mismas pieças.
Salio con la señora visoreyna, la condesa
de Camposalado con vna saya de altibaxo
carmesi abierta por los costados e
delantera, forrada de damasco blanco
con vnos fresos de plata e sembrada con
vnas visagras de oro; vna gorra de raso
carmesi con las pieças; vn rico collar
de lo mismo; vna guarnicion de vna mula
chapada de las mismas pieças de plata.
Los moços d'espuelas con jubones de
raso carmesi e sayos de paño naranjado
guarnecidos de terciopelo negro, calças
coloradas e blancas.
La condesa de Auertino, su hija, sacó
vna saya hecha a puntas de brocado rico
e raso morado forrada de raso blanco,
hauia sobre el morado vnos cardos de oro
sembrados; una gorra morada de las mesmas
pieças, vn collar rico de lo mismo, la
guarnicion de la mula de la misma manera;
los moços vestidos de morado e blanco.
La señora princesa de Salusana llego
venida la visreyna e con ella su hija
Candina e la duquesa de Altamura. Sacó la
señora princesa vna saya de terciopelo
negro cubierta de vnos alacranes de oro
forrada de brocado blanco; vna gorra de
raso blanco con las mismas pieças, vn
collar de lo mismo, vna hacanea con vna
guarnicion rica de lo mismo. Los moços
d'espuelas con sayos de terciopelo negro
e los jubones de brocadelo morado; vna
calça negra, otra morada e blanca.
La señora Candina su hija sacó una saya
de terciopelo morado cubierta de chaperia
de oro con vnas faxas de brocado assi
por la cortapisa y aberturas de la
delantera e costados forrada de raso
leonado; vna gorra leonada con las pieças
mesmas guarnecida; vn collar de bueltas;
la guarnicion de la hacanea muy rica,
los moços vestidos de raso leonado e
terciopelo morado.
La duquesa de Altamura salio en
angarillas con vna saya de raso carmesi,
vna loba de brocado negro forrada de
damasco blanco. La mula guarnecida de
terciopelo carmesi, los moços vestidos de
terciopelo negro e grana.
Salio con la marquesa de Persiana la
señora Mariana de Seuerin, la señora
marquesa de Guariano. La marquesa de
Persiana sacó vna saya de terciopelo
carmesi con vnos fresos de oro de tres
dedos de ancho passados por la saya a
escaques, de manera que estaua hecha
vn tablero; hauia en cada escaque del
carmesi vna coluna de oro, la gorra de la
misma manera, vn rico collar de colunas,
la guarnicion de vn cauallo dela manera
de la saya, los moços vestidos todos de
amarillo.
La marquesa de Guariano salio vestida
de negro. Sacó vna saya de plata tirada
escacada con vnas tiras de terciopelo
carmesi de tres en tres angostas, e sobre
las faxas vnas palmas pequeñas de oro,
la saya forrada de raso encarnado, con
vn collar de oro muy rico hecho de dos
palmas, vna guarnicion de vna hacanea de
raso morado con muchas palmas de plata
doradas e blancas como batientes.
La marquesa del Lago sacó vna saya
francesa, las mangas forradas de oro
tirado e por de fuera cubierta de fresos
de oro tan espessos que casi cobrían mas
de la mitad de la saya; vn rico collar
hecho a manera de vnas carrancas, vna
guarnicion de vna mula cubierta de plata
a manera de collar; los moços vestidos
todos de leonado.
Salio con ella la señora Laurencia con
vna saya de brocado y raso encarnado
hecha a lisonjas, hauia en cada lisonja
vna cruz de sant Juan trocada de lo vno
en lo otro. Vna gorra de raso amarillo
con muchas lisonjas de oro en cada vna,
vna cruz blanca esmaltada, vn collar de
las mismas pieças, vna guarnicion de vna
mula con la obra de la saya.
Salio la señora de la Isla Elpania que
primero fue princesa de Saladino e con
ella salio la señora Casandra de Beluiso
e la señora Ipolisandra. La señora de la
Isla sacó vna saya de terciopelo carmesi
e raso carmesi hecho a triangulos no
grandes e por encima delas costuras vnos
fresos de oro angostos; dentro en cada
triangulo hauia un triangulo de oro bien
releuado, algo mas pequeño; vna muy rica
gorra llena de pedreria, vn collar de
balaxos muy rico; vna muy rica guarnicion
de vna hacanea; doze moços vestidos de
morado e amarillo.
La señora Casandra de Baluiso sacó vna
saya de raso blanco con mucha chaperia
sembrada por ella, eran vnas eles de
plata bruñida, forrada la saya de brocado
azul. Vna gorra de lo mismo; vn collar de
perlas muy rico, vna guarnicion de vna
mula como la suya.
Sacó la señora Ipolisandra vna saya de
brocado leonado forrada de raso negro,
con vnas cortaduras de terciopelo negro
sobre el brocado de tiras angostas,
cubierta la saya a manera de vna reja,
hazian en los vazios del brocado vnas
rosas, en las juntas de la trepa hauia
mas vnas pieças pequeñas de oro que
hazian la obra del brocado. Vna gorra de
raso leonado con muchas pieças de las
de la suya; vn collar de pieças de las
mismas de bueltas.
Salieron la condesa dela Marca e la
marquesa de la Chesta juntas. La condessa
sacó vna saya de raso azul e cubierta
toda de vnas escamas de brocado tan
grandes como vna mano sobrepossadas sobre
la saya que la cubrian, atadas sobre vnos
torçales de plata vnas con otras; vn rico
collar d'escamas, vna guarnicion de vna
hacanea de lo mismo.
La marquesa de la Chesta sacó vna saya a
girones de oro tirado y de plata tirada
escacado, los girones estauan sueltos
sobre vna forradura de damasco carmesi
atados vnos con otros con cintas azules;
vn collar e gorra muy rica de muchas
piedras de precio.
Salieron la condessa de Trauiso e
madama de Andria e las dos Carlinas de
Rosseller. La condesa sacó vna saya de
brocado negro e raso carmesi a quartos,
e los quartos estauan forrados de lo vno
en lo otro e lo de encima acuchillado a
todas las cortaduras con cintas blancas
con cabos de oro; vna gorra de lo mismo,
vn cauallo con vna rica guarnicion
estradiota, vn rico collar.
La señora madama de Andia sacó vna saya
de terciopelo negro e de raso negro de
la manera de la condessa, saluo que las
cintas eran de hilos de perlas e la seda
estaua cubierta de chaperia de oro.
Las dos hermanas Carlinas salieron
vestidas con dos sayas lombardas de raso
amarillo forradas de damasco blanco e
sobre lo amarillo muchas madexas de
hilo de plata tan espessa que apenas lo
amarillo se mostraua.
Muchas otras damas en aquella fiesta muy
atauiadas salieron que por abreuiar el
autor no las pone, saluo que quenta de
los caualleros que con el señor visorey
salieron aquel dia, en los quales no
quenta los que justaron ni a la noche
vinieron galanes que tiraron al precio
del rubi, porque en su lugar se hablará
de cada vno dellos.
El señor visrey sacó vna ropa de
terciopelo carmesi forrada en raso
carmesi con vnas alleluyas de oro
sembradas por ella; vna guarnicion de lo
mismo con muchos batientes, vn jubon de
raso carmesi, vn sayo de brocado blanco
con faxas de raso carmesi con las mismas
alleluyas, vn muy rico collar de las
mismas. Sacó treynta alabarderos vestidos
de grana blanca, doze moços de espuelas
con sayos e calças de grana, jubones de
raso blanco. Sacó vnas letras por las
alleluyas que dezia:
Son pocos los que en tal dia
les contenta ell'alegria.
Salio el almirante señor de Camposalado
con vna ropa de altibaxo carmesi, vn
jubon de brocado rico, un sayo de
vellutado morado, vn collar de vueltas
muy rico. Seys moços de espuelas con
sayos de Perpiñan y jubones de damasco
pardillo.
Salio el principe de Salusana con vna
ropa de brocado raso negro forrada
en raso blanco, vn sayo de vellutado
morado, vn jubon de oro de martillo, vn
collar muy rico de piedras, los moços de
espuelas con jubones de brocado, calças
moradas e blancas, vn cauallo con vna
rica guarnicion. Estos fueron juezes del
precio de los caualleros e por esto se
nombran primero.
Salieron con el señor visorey los dos
cardenales de Brujas e Felernisa, en su
habito.
Salio con el conde de Leonis, el duque
de Terminado, el conde de Ponte Forto
con muchos otros caualleros e cincuenta
continos del rey que le aguardan, todos
mancebos e gentiles caualleros, todos muy
bien atauiados. De lo qual no se cuenta
mas.
Salieron con la reyna e con la duquesa
el gran Antolino, el qual sacó vna ropa
de raso carmesi forrada en brocado
blanco, vn jubon de brocado rico, vn muy
rico collar, doze moços de espuelas con
jubones de brocado e terciopelo carmesi e
calças moradas e pardillas; vna hacanea
ricamente guarnecida.
Salio con ellas el señor Fabricano con
vna ropa de altibaxo morada forrada de
raso blanco, vn jubon de brocado morado
rico forrado de lo mismo. Los moços de
espuelas vestidos de las mismas sedas e
colores, con vn rico collar de bueltas,
vn cauallo guarnecido de lo mesmo.
Salio con ellas el duque de Altamira con
vna ropa de terciopelo leonado faxada
toda de fresos anchos e angostos de oro
escacados, vn sayo de raso leonado de lo
mesmo guarnecido, con vn jubon de oro
tirado. Los moços vestidos de terciopelo
leonado e raso pardillo.
Salio con ellas el duque de Belisa con
vna ropa de raso negro colchada a ondas
bordada de oro, vn sayo de brocado rico,
un jubon de raso carmesi con muchas
pieças de oro de martillo.
Salio con ellas el duque de Fernissa
con vna ropa de raso blanco forrada de
damasco morado faxada de brocado, un sayo
de lo mismo, un jubon de raso carmesi
guarnecido de pieças de oro de martillo.
Estos señores salieron con muchos
caualleros que los acompañaron.
COMO LOS MANTENEDORES E AVENTUREROS
SALIERON Á LA TELA
Salieron los mantenedores juntos. Sacó
Flamiano vn cauallo con vn paje con el
que traya unos paramentos de brocado
blanco, vnas cortapisas encarnadas sobre
las cuales auia vnas letras de plata
grandes que dezia:
Quien á lo blanco tirare
donde guarda lo encarnado
por demas haurá tirado.
Salio el mismo con vnos paramentos de
raso encarnado chapados con vna obra
relevada de plata muy rica, la cual
hazia vnos vacios en el raso en los
quales hauia dos viboras de oro en cada
vno. La cimera de las mismas viboras.
Veynte moços vestidos a la tudesca de
terciopelo encarnado e raso blanco, con
otro cauallo en que hauia de justar,
con vna guarnicion de lo mismo. Vn paje
vestido de lo mismo. Dezia la letra de
las viboras:
Cuando llega al coraçon
su herida,
no hay mas remedio en la vida.
Sacó Vasquiran vnos paramentos de
terciopelo negro, y su persona vestida
de negro. Vn paje en otro cauallo con
una guarnicion negra, vestido de negro;
veynte moços vestidos de negro, vna
cimera con vna muerte que dezia:
Pequeño mal es tenella
pues qu'es mayor mal querella.
Sacó vn otro paje con vn cauallo que
traya vnos paramentos de terciopelo
verde oscuro e raso verde claro que son
esperança perdida e cobrada, con vnas
letras por la cortapisa que dezia:
Perdiose la de la vida
pero la del morir queda
porqu'el dolor viuir pueda.
Salio el conde Sauriano con vnos
paramentos de raso naranjados cubiertos
de vnas jaolas de plata, con otro cauallo
con vna guarnicion de lo mismo, con vn
paje vestido de blanco e naranjado; doze
moços de las mismas colores, vna cimera
de vna jaola con una calandria de plata.
Dezia la letra de la calandria: (Está en
el çaguer verso el nombre de la dama).
Pues que de mi vida poca
su silencio da señal,
calle el bien e cante el mal.
Sacó el señor marques de Carlerin vnos
paramentos de plata texida cubiertos de
ymagineria de oro, con vna cimera hecha
de portales y en cada vno vna imagen;
eran todas las ymagines de rostro de
damas. Dezia la letra de las ymagines:
No está en estas vuestra ymagen
porque es tal
que ninguna l'es ygual.
Sacó Alarcos de Reyner vnos paramentos
de brocado rico de pelo, con vn paje
vestido de negro, en otro cauallo con
vnos paramentos de terciopelo negro, con
una reja de plata que los cobria. Hauian
en los vacios de las rejas vnas erres
doradas. Traya por cimera un relox. Decia
la letra:
No fuera fino mi mal
porque mi ventura es tal.
Sacó el marques de Persiana vnos
paramentos de terciopelo leonado con vnas
palmeras de plata chapadas de todos.
Vn otro cauallo con vn paje con vna
guarnicion de lo mesmo. Vna palmera por
cimera. La letra:
Ha sembrado mi ventura
mi querer e mi querella
e no espero fruto della.
Sacó el conde de la Marca vnos paramentos
de terciopelo carmesi cubiertos de
chaperia de plata de vnos llobres o
señuelos, con otro cauallo con vn paje,
con vnos paramentos de brocado negro
e brocado blanco con vnas faxas de
terciopelo morado que partia los quartos,
con una cimera de los mismos señuelos,
con vna letra que dezia:
Mi pensamiento ha subido
do no le calle llamar
pues que no cabe baxar.
Sacó Lisandro de Xarqui vnos paramentos
de terciopelo negro cubierto de lagrimas
de plata con vna cortapisa ancha de vnas
peñas bordadas de oro llenas de lagrimas
que las rompian todas, e la cimera de
lo mismo. Vn paje con vna guarnicion de
brocado en otro cauallo. Dezia la letra:
Mis tristes lagrimas viuas
en estas hazen señal,
y en vos nunca por mi mal.
Sacó el prior de Albano vnos paramentos
de brocado encarnado; otro cauallo
con vna guarnicion de lo mismo, los
paramentos e la guarnicion con vnas
lamparas de plata que mostrauan estar
muertas, con una cimera de las mismas
lamparas con una letra que dezia:
Muertas estan, pues la vida
de males viue encendida.
Sacó el marques de Villatonda vnos
paramentos de raso carmesi cubiertos
de otros de brocado, cortados todos
de manera de unas clarauoyas, estauan
releuados los unos de los otros, encima
dél el brocado, estauan cubiertos de vnos
pesales de plata; la cimera de lo mismo
con vna letra que dezia:
No hay con qué puedan pesarse
mis querellas
sino con el pesar dellas.
Sacó el prior de Mariana unos paramentos
de oro tirado escacado a girones, con
otros de raso encarnado, chapado el raso
de vnos marmoles de plata, e la cimera de
lo mismo; otros tres cauallos sacó pero
ni dél ni de los otros, por acortar no se
cuenta, sino de uno. Los marmoles de los
paramentos e cimera eran quebrados. La
letra dezia:
No hay quien pueda sostener
de mis males su pesar
que no le haga quebrar.
Sacó el duque de Felernisa vnos
paramentos de raso blanco cubiertos de
vnos manojos de masiega hechos de plata
con muchos batientes dorados de las
espigas de la masiega, sacó por cimera un
mundo. Dezia la letra:
Menester fuera crecerse
para dalle complimiento
a vuestro merecimiento.
Sacó Francalver vnos paramentos de
terciopelo negro cubiertos de puntas de
plata como vn erizo espesas y en cada
punta un batiente de plata blanca; sacó
por cimera las arpias de Fineo. Dezia la
letra:
Mi codicia es más terrible
pues desseo lo impossible.
Sacó el conde de Torremuestra vnos
paramentos de terciopelo leonado
cubiertos todos de vna obra de plata
enrrejada; hauia en los espacios vna cosa
de los martirios de la passion; sacó por
cimera todos los martirios. La letra
dezia:
Si con la fe e con sofrillos
los martires se han saluado,
yo soy bien auenturado.
Sacó el duque de Grauisa vnos paramentos
de brocado rico blanco con unas pieças
de armas como trofeos de vitoria o de
triunfo sembradas por ellos, con la
cimera de las mismas pieças con una letra
que dezia:
Pues no quise defenderme
de ser el mejor perdido
yo triunfo de bien vencido.
Sacó Rosseller el pacifico vnos
paramentos de brocado negro con vnas
ruedas de fortuna sembradas de plata,
con vna rueda de la fortuna quebrada por
cimera, con vna letra que dezia.
Si anduuiera como suele
despues que yo ando en ella
cabo houiera mi querella.
Sacó el marques de la Chesta vnos
paramentos de brocado blanco e terciopelo
leonado cubiertos de vidrios de muchas
maneras hechos de plata, e por cimera un
aparador de los que tienen los que venden
vidrios, con muchas pieças de vidrio.
Dezia la letra:
Peligrosa está la vida
do ventura
no tiene cosa segura.
Sacó el marques del Lago vnos paramentos
de raso azul con vnos niueles de plata
muy ricos, e por cimera un niuel de
niuelar con vna letra que dezia:
No es possible que mi bien
venga al niuel de mis males
porque son muy desiguales.
Sacó Antineo de Leverin vnos paramentos
de raso amarillo cubiertos de espinas de
plata, con una cimera de muchas coronas
de espinas e vna real encima, con vna
letra que dezia:
La vna mereceys vos
de raçon,
yo las otras de passion.
Sacó Alualader de Caronis vnos paramentos
de terciopelo carmesi con vnas esponjas
de plata por encima, vn braço por cimera
que tenia vna esponja en la mano apretada
que salian vnas llamas de fuego, con una
letra que dezia:
Del coraçon ha sacado
lo que muestra
qu'está dentro a causa vuestra.
Sacó Ipolito de Castril vnos paramentos
de raso pardillo cubiertos de vnos tornos
de tirar hilo de oro con su hilera, e
sacó por cimera vno dellos con vna letra
que dezia:
Mi pena puede alargarse,
que mi vida
corta tiene la medida.
Sacó el conde de Poncia vnos paramentos
de raso azul con vnos laberintos de oro
bordados por ellos, con vn laberinto con
el minotauro dentro preso, con vna letra
que dezia:
No hay prission
do remedio no se espere
sino en la qu'el preso quiere.
Estos fueron los caualleros que a la
tela salieron, e dexase aqui de contar,
por abreuiar, muchos otros atauios que
sacaron e a quien se dieron los precios,
assi de gentil hombre como de mejor
justador. Agora se contarán los que a la
noche salieron galanes a la fiesta que
tiraron al precio.
Primero nombraremos a los que fueron sin
invenciones, que al precio no tiraron.
Los quales fueron el señor visorey, los
dos cardenales, el duque de Altamura, el
conde de Traviso, principe de Melisena,
su hijo el marques de Telandra, el duque
de Belisa, el conde de Leonis Pomerin, el
duque de Terminado, el señor Fabricano,
el gran Antolino, los hermanos del
conde de Tormestra, Guillermo de Lauro,
Petrequin de la Gruta, el conde de
Ponteforto, el Franco Ortonis e muchos
otros caualleros de los quales aqui no se
haze memoria.
Los que a la fiesta salieron
inuencionados fueron los que agora
contaremos.
Sacó Flamiano vna ropa de azetuni carmesi
forrada de damasco encarnado con vnas
faxas de raso blanco sobre el azetuni
cubiertas de cuentas de oro esmaltadas
de las que se ponen por señales en los
rosarios, con vna letra que dezia:
Son señales
de las cuentas de mis males.
Sacó Vasquiran la ropa de carmesi que el
visorey hauia sacado aquel dia con las
alleluyas, porque era conocida que no era
suya, con vna letra que dezia:
Siendo alegria agena,
al que no tiene plazer
mas triste le haze ser.
Sacó el conde de Sarriano vna ropa
de damasco blanco forrada de brocado
con vnos manojos de cascaueles de oro
bordados por ella con vna letra que dezia:
Ya la vida
de males está dormida.
Sacó el marques Carlerin vna ropa de la
misma plata texida delos paramentos, con
vnas faxas e cortapisa sembradas de vnos
yugos de oro de raso leonado forrada delo
mismo, con vna letra que dezia:
El que os viere
verse libre no lo espere.
Sacó Alarcos de Reyner vna ropa de
terciopelo azul oscuro forrada de brocado
con remos de oro bordados por ella
quebrados, con vna letra que dezia:
Todos estos se rompieron
bogando con mi porfia
e jamas hizieron via.
Sacó Lisandro de Xarque vna ropa de
terciopelo morado forrada de raso negro
con vna cortapisa ancha de raso blanco e
faxas cubiertas de medias lunas de oro,
como quando queda de la luna muy poco.
Dezia la letra:
Muy poca es la claridad
donde tantas desuenturas
se dexan la vida ascuras.
Sacó el prior de Albano vna ropa de
brocado e raso encarnado hecho a
lisonjas, con vnas lisonjas de oro
pequeñas en las otras lisonjas. Dezia la
letra:
No son sino de veras
mis quexas e verdaderas.
Sacó el marques de Villatonda vna ropa
de altibaxo carmesi forrada de raso
amarillo, cubierta de muchas medallas de
oro de diuersas caras. La letra dezia:
No está aqui vuestra figura
porque su propio treslado
en mi alma está estampado.
Sacó el prior de Mariana vna ropa de
brocado pardillo con faxas e cortapisa
de terciopelo morada cubiertas de vnas
cifras de cuento de al guarismo que
cada vna hazia millar, eran de oro de
martillo. Dezia la letra:
Las cuentas de mis pesares
se han de contar a millares.
Sacó el duque de Grauisa vna ropa de
vellutado negro forrada de damasco blanco
con vnas alas de oro de martillo que
cubrian la ropa, con vna letra que dezia:
Han subido tan arriba
mi pensamiento e querer
que no pueden decender.
Sacó el conde de Torremuestra vna ropa
d'altibaxo negro con vnas manos bordadas
en ella que mostrauan el sino de la
ventura con vna letra que dezia:
Luego se vió en mi ventura
que hauia de ser mi vida
venturosa de perdida.
Alualader de Caronis sacó vna ropa de
raso leonado forrada de raso carmesi con
vnas sepulturas abiertas bordada de oro
tirado, muy rejeuadas, con vna letra que
decia:
Hala de tener abierta
la vida que viue muerta.
Sacó Rosseller el pacifico vna ropa de
brocado de oro tirado negro forrada de
raso azul con vnos ramos del domingo de
ramos porque dizen que valen contra los
rayos. Dezia la letra:
No han seruido, pues mi vida
del mesmo nombre es herida.
Sacó el conde de Poncia vna ropa de
brocado forrada de raso azul con muchos
joyeles, en ella, e vno muy rico sobre el
coraçon, con vna letra que dezia:
La joya que más se estima
se guarda donde lastima.
Sacó el marques del Lago vna ropa de
brocado azul con unas limas sordas
bordadas sobre vna cortapisa de raso
azul. La letra dezia:
¿Cómo puedo yo librarme
secreto del mal que siento,
siendo publico el tormento?
Sacó el marques de la Chesta vna ropa de
raso leonado forrada de brocado blanco
con vna chaperia de oro de vnos sellos de
sellar cartas secretas, con vna letra que
dezia:
El secreto de mis males
aunque es grave padecello
la causa merece sello.
Sacó el marques de Persiana vna ropa de
brocado rico leonado forrada de damasco
blanco con vn collar rico hecho de peones
d'axedrez, con vna letra que dezia:
La primer trecha fui mate,
por ser mortal mi debate.
Sacó el duque de Fernisa vna ropa
d'altibaxo morado forrada de raso blanco
con vna cortapisa e guarnicion del mismo
raso chapada de vnas matas de maluas con
vna letra que estaua entre mata e mata
que dezia:
Si te mata tu querella
mal vas en yr más tras ella.
Sacó Altineo de Leuesin vna ropa de
terciopelo naranjado con faxas de raso
blanco con unos candeleros de oro por las
guarniciones sin velas. Dezia la letra:
Van sin velas porque ves
siempre escura
la lumbre de mi ventura.
Sacó Ipolito de Castril vna ropa de
brocado pardillo con vna cortapisa e
faxas de raso pardillo con vnos alambines
de oro de martillo sembrados por ellas;
vna letra que dezia:
El fuego qu'el coraçon
tiene secretos de enojos
sale en agua por los ojos.
Sacó Francaluer vna ropa de raso negro
forrada de brocado blanco e la ropa
guarnecida de fresos de oro e por el raso
sembrados vnos antojos de oro, con vna
letra que dezia:
Nunca vi su nombre a mi
despues que os vi sin enojos
ni vieron mas bien mis ojos.
AQUI DA RAÇON EL AUTOR DE LO PASSADO Y
DECLARA LA FICION DE AQUELLO
Los caualleros e damas que en la presente
fiesta salieron assi atauiados como a la
tela, como a la noche en la fiesta, son
arriba mencionados. Digo en parte los
que principalmente alli se señalaron,
porque sin ellos houo muchos otros e
muchas damas que aqui no se ha hecho
dellos relacion por acortar la obra. E
assimesmo dexa de especificar las cosas
que en la fiesta se siguieron, ni la
determinacion del juyzio de los precios,
esto tanto por la breuedad, quanto porque
pues los atauios e inuenciones e letras
estan relatados tengan los lectores en
qué especular e porfiar, a quién cada
precio se deue dar segund el juyzio de
cada vno. Y esto conformará con la causa
principal de la obra, pues su fundamento
es sobre la porfia e question de Flamiano
e Vasquiran; la qual se queda tambien
indeterminada. Verdad es que el precio de
mejor justar ganó Alualader de Caronis.
Agora aqui mudaremos el estilo o forma
de obra. Esto será que agora todos los
caualleros e damas assi de titulo, como
los otros, nombraremos por propios
nombres en las cosas acaecidas despues
desta fiesta hasta la dolorosa batalla
de Ravena donde la mayor parte destos
señores e caualleros fueron muertos o
presos. E assi haurá otra manera de
especular en sacar por los nombres
verdaderos los que en lugar de aquellos
se han fengido o trasfigurado. E ha de
saber el lector que aunque en lo que
hasta aqui se ha escripto algo se haya
compuesto o fengido, como al principio
deximos, que en lo que agora se escriuira
ni houo mas, ni ha hauido vn punto menos
de lo fue e como passó. Assi que los
agudos e discretos miren de aqui adelante
los nombres verdaderos e tornen atras,
que alli los hallarán.
LO QUE SE SIGUIO HASTA LA PARTIDA DEL
VISOREY
Para mejor esto contenderse es de saber
que las cosas en este tratado escriptas
fueron o se siguieron o escriuieron
en la nobilissima cibdad e reyno de
Napoles en el año de quinientos e ocho e
quinientos e nueve et diez et onze que
fue la mayor parte e quinientos e doze
que fue la fin de todo ello. En el qual
tiempo todos estos caualleros, mancebos e
damas e muchos otros principes e señores
se hallauan en tanta suma e manera de
contentamiento e fraternidad los vnos
con los otros, assi los Españoles vnos
con otros como los mismos naturales
de la tierra con ellos, que dudo en
diuersas tierras ni reynos, ni largos
tiempos passados ni presentes, tanta
conformidad ni amor tan esforçados e
bien criados caualleros ni tan galanes
se hayan hallado. En tanta manera que
mouida la fortuna de enemigable embidia
començo a poner en medio deste fuego vna
fuente de agua tan cruel e fria, que
la mayor parte, como agora se diria,
casi consumio, e lo que por consumir
dexó quedó en el plazer e alegria que
sin escriuirse quien quiera contemplar
puede. E por mejor entendello habeys
de saber que en el año de quinientos e
onze, como a todo el mundo ha sido y es
notorio, se hizo la liga e concordia
del summo pontifice e santissimo padre
nuestro Julio segundo e del catolico rey
don Fernando de España e los venecianos.
Para lo qual fue diputado por general
capitan de toda la santa liga el
ylustrissimo don Remon de Cardona visrey
del realme de Napoles, el qual en el
dicho tiempo governaua y es vno de los
arriua nombrados. Pues llegandole la
determinacion e mandado del rey en las
cosas que hazer deuia, en la cibdad de
Napoles se començó a hazer vno de los
mas nobles e poderosos exercitos de
gente de guerra que por ventura entre
los christianos hasta oy se haya visto,
de tanta por tanta gente, assi de los
caualleros de titulo que en él fueron,
como de los capitanes de gente d'armas
e hombres d'armas que llevauan e de los
capitanes de infanteria e infantes que
con ellos yuan, cada vno en su suerte e
manera segund para lo que era diputado;
dudo que los que han escripto, por
mucho que hayan sabido bien componer,
si este canpo al tiempo que partió de
Napoles vieran, no conocieran ser el más
noble e mejor de los hasta oy vistos,
assi en esffuerzo e saber de capitanes,
como esfforçados e platicos soldados
e discretos en la guerra. Quanto aun
en ser el mas rico e luzido campo de
aderezos e atauios assi de armas e ropas
como de tiendas e los otros aparejos
a la guerra competentes que jamas se
vió, de lo qual adelante más largo se
contará; solo agora se dira como en este
tiempo viniendo la señora condessa de
Avellino muger del noble don Juan de
Cardona conde de Avellino, visrey de la
provincia de Calabria, de las dichas
tierras de Calabria para Napoles, por
la mar adolecio en el camino e murio
en la cibdad de Salerno, que fue la
primera aldabada que en esta alegre
corte de tristeza la fortuna començó a
dar. Pues ya su fuego començado dende a
no muchos dias con vna enfermedad assaz
breue pusso fin la muerte en la vida
del reverendissimo don Luys de Borja,
cardenal de Valencia, que desta corte,
aunque perlado, en las cosas de cauallero
mancebo era vno de los quiciales sobre
quien las puertas de las fiestas e
gentilezas se rodeauan. E dende a ocho
dias no más fizo lo mismo en los dias e
juuentud de doña Leonor de San Severino,
princesa de Visiñano que era vna de las
que al cabo de la dança desta escriptura
ha lleuado. En el mismo tiempo acabó
la juvenil e luzida juuentud de doña
Marina de Aragon, princesa que hauia
sido de Salerno e a la ora era señora de
Piombino. Assi que mirad señores si estas
quatro pieças bastan para vn comienço de
combate.
LO QUE ADELANTE SE SIGUIO ANTE DE LA
PARTIDA E LA SUMA E CUENTA DEL NUMERO DE
LA GENTE QUE PARTIO
Passando las cosas adelante e poniendose
en orden las cosas del campo, fueron
señalados todos los cargos que se deuian
de dar sin los que ya estaban dados.
Estos eran los capitanes de gentes
d'armas. Los quales son los siguientes:
Primeramente el señor duque de Termens
con cient hombres d'armas, el qual fue
deputado por capitan de la Iglesia. El
señor Prospero Colona con cient hombres
d'armas. El señor Fabricio Colona que
fue elegido lugar teniente general del
canpo con cient hombres d'armas. El conde
Populo con cinquenta hombres d'armas. El
conde de Potencia don Juan de Guevara con
cinquenta hombres d'armas; don Juan de
Cardona, conde de Avellino con sesenta
hombres d'armas; el prior de Mesina con
cinquenta hombres d'armas. Don Jeronimo
Lloriz con cinquenta hombres d'armas.
El capitan Pomar con cinquenta hombres
d'armas. Diego de Quiñones con cient
hombres d'armas que era la compañia del
gran Capitan. Estas eran las ordenanças
que el rey nuestro señor alli tenia e
los capitanes que la tenian. Despues
llegó Carauajal con quatrocientos hombres
d'armas e seyscientos ginetes de los
quales capitanes no nombramos ninguno
porque en nuestro tratado ninguno dellos
hay nombrado. Solo baste que fue la
suma de la gente d'armas que el visrey
lleuó mill e dozientos hombres d'armas e
setecientos cauallos ligeros o ginetes,
con la compaña que don Pedro de Castro
alli tenia e los cinquenta ballesteros
a cauallo del rey. Fue elegido capitan
general de los cauallos ligeros el
marques de Pescara. Fueron maestros
de canpo el señor Alarcon e Diego de
Cornejo. Hizo el visrey cien alauarderos
para la guarda de su persona, de los
quales fue capitan mossen Tallada. Fueron
los coroneles de la infanteria onze,
los capitanes fueron ciento e ocho, sin
onze que el visrey hizo para su guarda
con tres mil infantes escogidos. Los
coroneles fueron el primero, Zamudio con
dos mill infantes que lleuó de España,
Arrieta, Joanes, Dondiaquito[289],
Luxan, Bouadilla, Francisco Marques,
Salgado, Mexia, Cornejo sobrino del
camarero. De los capitanes no se habla
por ser muchos, saluo de los que el
visrey hizo, que fueron don Pedro de
Arellano, Martin Gomez, Juan de Orvina,
Juan de Vargas, Cristoual de Paredes,
Christoual de Helin, Breçuela, el
trinchante del visrey, Diego Montañes,
Buytron, Ventelloys.
Murio alli ante de partir Diego Montañes,
diose su conpaña a Torres; murio Torres,
diose su conpaña a Borregan. Assi que fue
en suma la infanteria española que de
Napoles salio, diez mill infantes, mill
e dozientos hombres d'armas, setecientos
cauallos ligeros, cinquenta continos
criados del rey, e muchos otros hombres
de titulo e caualleros napolitanos e
españoles e algunos sicilianos, de los
quales adelante señaladamente hablaremos.
DE LOS ATAUIOS E GASTOS DEL VISREY
Por mexor lleuar ordenado el estilo e
manera deste campo e de la partida del
visrey será menester primero hablar
de la orden e atauios de su persona e
el estado que lleuó, el que fue desta
manera. Primeramente, como diximos, lleuó
su señoria cien alabarderos vestidos con
ropetas de paño verde escuro e rosado de
grana, jubones de raso o tafetan blanco
e morado, calças blancas e moradas, e
gorras de grana.
El capitan dellos que fue mossen Tallada
lleuó sin otros atauios, dos cauallos
d'armas para su persona atauiados con
todo su conplimiento; el vno con vnas
sobreuardas de raso morado cubiertas de
chaperia de plata de unos cordones de
san Francisco que hazian una reja, e en
los quadros de la reja sobre el raso
hauia dos esses de plata con vn sayon
de terciopelo carmesi hecho a punta
con pestañas de raso blanco; el otro
cauallo lleuó con vnas sobre cubiertas
de terciopelo verde e raso amarillo a
metades cubiertas de unos escaques de
tiras de tres en tres de la vna color en
la otra sobre pestañas de raso blanco. El
sayo desta manera, sin los otros atauios
que lleuó.
Lleuaua mas el visrey cinquenta continos
del rey todos mancebos, hijos de
caualleros, los quales yuan tan bien
atauiados que ninguno lleuaua menos
de dos cauallos de armas con todo su
conplimiento de las personas. Lleuaua
mas veynte moços de espuelas con ropetas
de paño morado e jubones de terciopelo
verde e calças de grana. Lleuaua veinte
e quatro cauallos de su persona; ocho
de armas, ocho estradiotas, ocho a la
gineta, con veinte e quatro pajes en
ellos, vestidos con ropetas de grana,
jubones de terciopelo o de raso negro,
gorras de grana, capas aguaderas de paño
de Perpiñan.
Lleuaua dozientos gastadores con su
capitan para assentar sus tiendas.
Lleuaua su capilla con doze cantores
muy complida. Lleuaua sus atauales e
trompetas ytalianas, con todos los
conplimientos de su casa e criados
ordinarios como se requeria. De los
atauios de su persona solamente
hablaremos de los que lleuaua de las
armas, que fueron ocho para ocho
cauallos; los otros dexaremos por
abreuiar.
Primeramente lleuó vnas sobreuardas e
sayon de brocado blanco e raso carmesi
hechos a girones, e los girones hechos a
puntas de lo vno en lo otro con pestañas
de raso azul. Lleuaua vnas sobreuardas e
vn sayon de raso azul cubierto de vnos
lazos de brocado que lo cubria todo,
sentados sobre raso blanco. Lleuaua vnas
sobreuardas e vn sayon de terciopelo
carmesi e raso blanco hechos a quartos,
e sobre los quartos de carmesi hauia
vna rexa de fresos de oro de vn dedo
en ancho, hecha a centellas, dentro en
las centellas hauia vnos otros de oro
releuados que descubrian tanto de la
seda como era de ancho el freso. Sobre
los quartos del raso blanco hauia vna
rexa del mismo freso, dentro en los
quadros hauia dos yes de oro, en cada
vno lleuaua vnas sobre cubiertas e vn
sayon de raso blanco con faxas anchas
de brocado negro de pelo rico, con vna
faxa ancha e dos faxas angostas, todo
guarnecido. Lleuaua vnas sobreuardas de
brocado raso e vn sayon con vnas faxas
de dos dedos en ancho de raso carmesi
con vn ribete negro por medio de la
faxa, con vnas franjas angostas de
plata de vn cabo e de otro del ribete.
Lleuaua vnas sobreuardas e sayo de
raso amarillo cubiertas de chaperia de
plata como vnas medias rosquillas que
hazian la obra como escama de pescado,
saluo que en las cubiertas era la obra
gruesa y en el sayo menuda. Lleuaua vnas
sobreuardas e sayo de raso carmesi con
vnas cortapisas muy anchas de lazos de
cordones de oro e plata releuados, que
sentauan sobre dos bordones de brocado
embutidas e releuadas, bordados de los
mismos cordones de oro muy ricos. Lleuaua
otras sobreuardas e un sayo de brocado
rico sobre rico que costó a ciento e
veynte ducados la cana. De todos los
otros atauios assi forrados como por
forrar, e cadenas e vagilla no escreuimos
por abreuiar, saluo dos cortinajes e
cobertores que lleuó para dos lechos,
vno de brocado carmesi todo, e otro de
brocado blanco e raso carmesi. Baste que
se supo por muchas certenidades que gastó
sin lo que propio suyo tenia, veynte
e dos mil ducados de oro antes que de
Napoles partiesse, en solo el aparejo de
su persona e casa.
LOS ATAUIOS DE LOS CAPITANES D'ARMAS,
SOLO DE LAS ARMAS
Los adereços de los capitanes solamente
contaremos los de los cauallos de armas
e los de sus personas para las armas, de
los quales el primero que aqui se cuenta
es el duque de Termens, el qual entre
otros cauallos muchos que lleuaua vimos
quatro atauiados señaladamente, los dos
con dos pares de sobreuardas de brocado
e sus sayones de lo mismo, otro con vnas
sobreuardas de terciopelo carmesi e sayon
con faxas de raso carmesi, el principal
con vnas sobreuardas de terciopelo
morado y el sayon de lo mismo, con vnos
troncos bordados de oro de martillo muy
releuados con vnos fuegos que salian por
los concauos dellos, de manera que los
troncos e las flamas henchian el campo
de los paramentos e del sayon, con vnas
cortapisas en lo uno y en lo otro de
letras grandes del mismo oro bordadas en
que blasonaua la fantesia de la inuencion.
El señor Prospero Colona hizo seys
atavios aunque entonces no partio. El vno
era de carmesi vellutado, los dos eran el
vno de brocado rico, el otro de brocado
raso; los tres eran bordados, vno de
terciopelo negro con vnos toros de oro en
cada pieça o en cada quarto del sayo muy
releuados; estaua el toro puesto sobre vn
fuego de troncos del mismo oro de manera
que se henchia todo el campo. Era el toro
que dizen de Nero. En las cortapisas
hauia bordada vna letra de letras de oro
que dezia:
Non es questo simil al nuestro.
El otro atauio de raso azul con vnos
soles en cada canton de las pieças en
lo alto y en lo baxo, vnos espejos en
que dauan los rayos del sol de do salian
flamas que sembrauan los campos de las
pieças. En las cortapisas estauan como
en lo otro, las letras de la inuencion.
El otro atauio e mas rico, era de raso
carmesi con vna viña bordada por todas
las pieças, con sus sarmientos e hojas e
razimos maduros e por madurar, hecho todo
de oro tirado e plata e matizes de seda
de relieue, de manera que la obra allende
de ser muy galana era muy rica.
El señor Fabricio lleuó cinco cauallos de
su persona; los dos con atauios de sedas
de colores, el vno con vnas sobreuardas
de sayo carmesi e brocado hecho a
quartos, otro de brocado raso, otro de
brocado rico.
El marques de la Padula no hizo alli
ningun atauio por el luto que lleuaua de
su cuñada, pero lleuó oro de martillo
texido escacado para vn sayo e sobre
cubiertas e brocados para otros atauios;
su hijo don Juan no lleuó otra cosa sino
paño negro por el luto de su muger.
El conde de Populo lleuó sus cauallos
atauiados de brocados e sedas, pero su
persona no llevaua mas que vna jornea a
la usanza antigua; mas lleuó su sobrino
don Antonio Cantelmo que yua por su lugar
teniente, tres cauallos con tres atauios,
uno de brocado, otro de raso azul e
brocado a puntas, otro de raso azul
chapado de vnas matas de siempre viuas
muy releuadas.
El conde de Potencia lleuó dos cauallos
con sobre cubiertas e sayones de sedas
de colores e vn otro atauio de brocado,
y el principal de raso azul con vnas
estrellas, en cada campo vna, que los
rayos della henchian toda la pieça, eran
de oro texido bordadas muy releuadas, en
las cortapisas yua bordada la letra de la
inuencion.
El prior de Mesina hizo quatro atauios
para quatro cauallos; el vno era de
brocadelo e de brocado rico a mitades;
otro de raso pardillo e terciopelo
leonado a puntas; otro de terciopelo
leonado e raso encarnado a centellas con
vnas tiras de tafetan blanco sueltas por
encima las costuras como vnas lazadas de
lo mismo que las atauan a las juntas de
los centelles. El principal atauio era
de raso carmesi e brocado rico de pelo
hecho a ondas a puntas. Hauia por medio
de la tira del raso vnos fresos de oro
que hazian la misma onda a puntas, e de
la vna parte e de la otra dos tiras de
margaritas de perlas. Estauan juntado el
brocado e el raso con pestañas blancas.
Antonio de Leyua lleuó quatro cauallos
de su persona, atauiados, vno de raso
naranjado e raso blanco á puntas; otro
con vnas sobrecaidas e sazon de brocado
e damasco blanco hecho a escaques,
assentadas vnas tiras angostas en torno
del escaque del brocado en el de la seda,
e de la seda en el brocado e dos cees
encanadas de lo vno en lo otro, bordado
todo de cordon de oro. El principal
cauallo con vnas sobre cubiertas de
brocado blanco e terciopelo carmesi
hecho assimesmo a escaques, e dos barras
travessadas en cada escaque de lo vno en
lo otro sentadas sobre raso blanco, e en
las barras de brocado hauia en cada vna
tres candeleros de plata estampados y en
las de carmesi otros tres dorados.
Don Jeronimo Lloriz lleuó quatro cauallos
de su persona; vno con vnas cubiertas de
azero, otro con sobre cubiertas e sayo
de azeituni negro e de brocado hecho a
puntas. Otro con sobre cubiertas e sayo
de raso blanco e terciopelo carmesi hecho
a centelles con vnas tiras de brocado
de otro tirado, assentadas encima las
costuras como vna reja, e vnos lazos
dentro en cada centelle del mismo
brocado, bordado todo de cordon de oro.
El otro cauallo lleuó con vnas cubiertas
de carmesi raso de la manera de las ricas
del visrey.
Aluarado lleuó tres cauallos de su
persona; el vno con vnas sobre cubiertas
de terciopelo negro con vnas tiras de
raso amarillo; el otro con vnas sobre
cubiertas e sayo de terciopelo morado e
raso amarillo a meatades, cubierto de
escaques de tres en tres tiras de la vna
seda en la otra, sentadas sobre raso
blanco. El otro con vnas sobre cubiertas
e sayo la mitad de brocado rico e raso
carmesi, la mitad de brocado raso e
terciopelo carmesi, hecho todo a escaques
con vnas cruzes de Jerusalen, de lo vno
en lo otro, bordadas de cordon de plata.
El capitan Pomar lleuó tres cauallos de
su persona; vno con vnas sobre cubiertas
e sayo de raso carmesi con vnos entornos
de puntas de raso blanco; otro con vnas
sobre cubiertas e sayo de raso blanco
e terciopelo carmesi e brocado hecho a
puntas de manera de vna venera; el otro
con vnas sobre cubiertas de raso azul
con vna reja de tiras de brocado con
vnas pieças de plata estampadas, en cada
quadro eran vnas aes goticas.
Diego de Quiñones lleuó tres cauallos
de su persona; el vno con vnas sobre
cubiertas e sayo de terciopelo negro
e raso amarillo hecho a puntas; otro
de terciopelo morado con vnas faxas de
brocado entorno; otro con vnas sobre
cubiertas e sayon de brocado.
Carauajal lleuó cinco cauallos de su
persona adereçados los dos de brocado
con sus sayones, dos de sedas de colores
con sus sayos, vno con vnas sobreuardas
e sayos de terciopelo carmesi guarnecido
de fresos de oro, con vnas rosas de plata
sembradas por encima.
Los capitanes que nueuamente con
Carauajal yuan fueron bien en orden; no
los contamos porque en nuestro tratado no
estan nombrados e no queremos turbar los
nombres para los que querran sacar por
los vnos nombres los otros.
Rafael de Pacis se partió ante deste
porque se fue a viuir con el papa e houo
una conducta de setenta lanças, pero
lleuó tres adereços fechos de Napoles
para su persona e tres cauallos. El vno
era vnas ricas cubiertas pintadas con vn
braço en cada pieça que tenia vna palma
en la mano, con vn retulo reuuelto en
ella con vna letra que dezia:
La primera letra desta
tengo yo en las otras puesta.
Para este atauio lleuó vn sayo de brocado
negro; lleuó otro atauio de brocado con
vnas cruzes coloradas de sant Jorge
sembradas por encima; otro atauio lleuó
de terciopelo negro cubierto de lazos
de brocado sentados sobre raso blanco e
todos los vazios llenos de vnas palmas
pequeñas de plata a manera de batientes.
El marques de Pescara lleuó quatro
cauallos con cuatro adereços; los tres
con sobreuardas e sayos de brocado; los
dos de rico, el vno de raso. El principal
era de raso carmesi con vnos fresos de
oro entorneados, vna mano vno de otro
e de freso a freso estaua cubierto el
carmesi de hilo de oro que cubria la
seda, saluo que de tres a tres dedos se
ataua el oro con vn cordoncico pequeño
fecha vna lazada e quedaua entre vno e
otro hecho vn centelle de la seda y el
oro hecho dos medio centelles.
El conde Atorran Farramosca entre otros
atauios que lleuó, el principal fue vnas
sobreuardas e vn sayon de raso carmesi
con vnas agudas de oro bordadas en las
pieças, de las quales salian vnos fuegos
que ocupauan todos los vazíos. Era tan
rico que se cree que fuesse el atauio que
más avía costado vno por vno.
Su hermano Guidon Farramosca lleuó el
principal atauio de su persona de brocado
e terciopelo carmesi hecho a triangulos,
con vnos triangulos del brocado en el
carmesi; del carmesi en el brocado
pequeños, con pestañas de raso blanco.
Don Luys de Hiscar hizo dos atauios de su
persona; vno de brocado de oro tirado,
sobreuardas e sayos, otras sobreuardas
e sayo de raso amarillo e raso blanco a
meatades; el raso amarillo cubierto de
una red de plata con vnos batientes de
plata en los nudos, y en lo vazio sobre
el raso vna cifra de plata estampada;
sobre el raso blanco la misma red de oro
con los batientes e pieças doradas. Pero
este murio ante de la partida de Napoles.
Mossen Torel hauia hecho sin otro atauio
vnas sobreuardas e sayo de terciopelo
carmesi e raso carmesi a meatades
cubierto todo de vnas tortugas de plata,
saluo que en las uardas eran grandes y en
el sayo pequeñas; pero este tambien murio
antes del partir e llevólo su hijo.
El marques de Bitonto sin otros
atauios de brocado que lleuó hizo vnas
sobrecubiertas e vn sayo de terciopelo
negro con vnas epigramas de oro bordadas
por él, muy ricas.
El prior de Roma hizo vn atauio de
brocado azul e terciopelo carmesi hecho
a triangulos con pestañas de raso
blanco, sobre los triangulos de carmesi
hauia vnas pieças de oro estampadas tan
espessas que a penas se descubria la seda.
Don Jeronimo Fenollet lleuó dos atauios
vno de terciopelo morado e raso encarnado
hecho a centellas con tiras e lazadas
de tafetan blanco, como el del prior de
Mesina; lleuó otras uardas de terciopelo
negro con vna reja de fresos de oro sobre
tafetan encarnado hecho a centelles;
en las juntas de los fresos hauia vnas
puntas de plata bien releuadas e vn
batiente en cada punta; en los vazios del
terciopelo hauia vn centelle de plata
estampado tan grande que de terciopelo
se descubria tanto como era el freso de
ancho. Lleuó con ellas vn sayo de raso
blanco e raso encarnado a meatades, con
vnos lazos de brocado por medio de los
girones e cortapisa sentados sobre lo
encarnado con pestañas blancas, sobre lo
blanco con pestañas encarnadas Hauia en
los vazios de los lazos vnas villetas de
plata estampadas, en lo blanco doradas,
en lo encarnado blancas, con muchos
batientes de la misma manera. El cuerpo
del sayo estaua forrado de brocado muy
rico acuchillado el raso de encima e muy
guarnecido.
Mossen Coruaran fue por alferez real;
lleuó vn rico atauio bordado.
El duque de Grauina, el duque de Trayeto,
el marques de la Tela, el marques Gaspar
de Toralto, el conde de Montelion
destos no especifica la escriptura
particularmente lo que lleuauan, porque
segun estos otros quien quiera lo puede
considerar e porque sus atauios eran
de brocados e de sedas, sin manera de
deuisas ni inuenciones.
De Cicilia vinieron algunos caualleros;
aqui no se nombra sino el conde de
Golisano y el lugar teniente de Cicilia
que se llamaua Don Juan de Veyntemilla.
Cualquier destos caualleros napolitanos
e cecilianos que no tenian cargos,
fueron tan complidamente en orden, que
ninguno lleuó menos de veynte gentiles
hombres de cadenas de oro de su nacion.
De manera que se estima que sin las
mill e dozientas lanças de ordenança
e capitanes, lleuó el visrey con los
cincuenta continos del rey y estos
señores e los italianos que con ellos
yuan e muchos otros caualleros Españoles
que viuian con el rey, e otros que de
nueuo alli se llegaron delos otros campos
de Francia e venecianos e del papa e de
Ferrara, trezientos caualleros de cadenas
de oro entre hombres de titulo e varones
e caualleros.
Agora hablaremos del dia qu'el virrey
partió; las damas que en tres o quatro
partes se juntaron, porque por su nombre
propio las nombraremos, mas como hauemos
hecho los caualleros, para quien quiera
especular o escaruar por los vnos nombres
los otros, pues que se podran hallar
vnos por el principio de los nombres o
titulos fengidos, otros por las deuisas e
colores; assi que mire bien cada vno que
no es esto nada falso ni fengido.
LA PARTIDA DEL VISREY
El señor visrey partio de Napoles,
domingo a medio dia, ocho de nouiembre,
acompañado de todos estos caualleros e
otros muchos principales e perlados e
señores que en la tierra quedaron, entre
los quales, fue el cardenal de Sorrento,
el arzobispo de Napoles, el principe de
Visiñano, el príncipe de Melfa, el duque
de Ferrandino, el señor Prospero, el
duque de Bisella, el duque de Atria, el
conde de Soriano, el conde de Matera, el
conde de Chariata, el conde de Trauento,
el almirante Villamarin, el marques de
Layno, el conde de Marco e muchos otros
caualleros. En estos que aqui se nombran
que quedaron hay muchos de los que en
el tratado hallemos continuado en las
fiestas nombradas; los quales son el
marques de Nochito, el duque de Bisella,
el duque de Ferrandina, el conde de
Marco, el conde de Sarno, el conde de
Trauento, el almirante, el cardenal don
Carlos de Aragon.
En las casas del principe de Salerno
estauan las señoras reynas de Napoles
con sus damas, doña Juana Castriote, la
duquesa de Grauina, doña Maria Enriquez,
doña Maria Cantelmo, doña Porfida, doña
Angela Villaragut, doña Juana Carroz,
doña Violante Celles, la señora Diana
Gambacorta, la señora Maruxa, la marquesa
de Layno, la marquesa de Toralto e otras
muchas damas.
En Castel Novo estaua la visreyna e su
hermana, la condesa de Capacho muger del
almirante, su hermana la muger de don
Alonso de Aragon, e otras muchas señoras.
En casa del conde de Trauento estaua
la condessa e su hermana la condessa
de Terranoua e sus hijas, la marquesa
de Nochito, la condessa de Soriano, la
condessa de Matera e otras muchas señoras.
En casa de la señora duquesa de Milan la
señora su hija doña Bona, la duquesa de
Trayeto, la señora Isabel, la señora doña
Maria de Aragon, la Griega e las otras
damas de la señora duquesa e la condessa
de Marco.
En casa de la marquessa de Pescara estaua
la marquesa, e la marquesa del Guasto,
la marquesa de la Padula, la condessa de
Benafra, doña Castellana muger de Antonio
de Leyua, la marquesa de Vitonto, la
duquesa de Franca Vila.
En casa de madame Andriana estaua ella e
su hija e doña Maria Dalise e las hijas
de Cario de Fango.
LO QUE DESPUES DE PARTIDO EL VISREY
SE SIGUIO E LO QUE FLAMIANO HABLÓ A
VASQUIRAN DESPIDIENDOSE DEL.--DONDE EL
AUTOR TORNA A USAR EL ESTILO PRIMERO DE
LOS NOMBRES FENGIDOS.
Las otras damas que en aquel dia houo
no se nombran aunque fueron muchas,
mas no hazen al proposito de nuestro
tratado porque en él no se han hallado.
Partido el visrey quedaron alli algunos
caualleros por algunos negocios que les
cumplian o satisfazian, entre los quales
quedó Flamiano por poderse despedir de
Vasquiran más a su plazer, él queriéndose
partir començo a hablar con Vasquiran
desta manera:
Agora, Vasquiran, conozco que mi vida es
poco o durará poco, porque dos cosas que
viua la sostenian agora la acaben; la
vna era tener yo esperança de ver a mi
señora Belisena que della era señora, la
otra era tu compañia e conuersacion que
a los males della ponia consuelo. Pues
agora el ausencia apartandome dos bienes
tan grandes no puede sino encausarme dos
mill males mayores, por donde conozco en
mi que me acerco a la muerte, apartandome
de ti. Una cosa te suplico, que no te
enojes de escriuirme, por que yo sé que
poco te durará tal fatiga. E si de mi
fuere lo que pienso que será, ruegote
que este amor tan grande que agora nos
sostiene e conserua en tanto estremo de
bien querer, que de tus entrañas no lo
dexes amenguar ni venir a menos, como
muchas vezes acontece, segun yo te lo he
escripto contradiciendote; mas ante te
suplico que en el pligo de tus lastimas
lo envueluas, para que con aquellas, de
mi te duelas como dellas hazes. Esto
te pido no por darte a ti fatiga como
dello recibiras, mas por el consuelo que
mi alma recebira de ver la memoria que
de mi tienes, e plega a nuestro Señor
que en ti dé tanto consuelo e alegria
quanto yo desseo e tú has menester. No me
cuentes esto a pobreza de animo, porque
parecen palabras en algo mugeriles, ante
lo atribuye a lo qu'es razon, porque lo
mucho que tu ausencia me lastima, la poca
esperança que de vida tengo me lo haze
dezir. Suplicote que en tanto que aqui
estaras no dexes de visitar a mi señora
Belisena, porque sola esta esperança me
dara esfuerço para lo que me quitará
la vida, que será poder caminar donde
de su presencia me alexase. No quiero
más enojarte con mis fatigas, pues que
siempre desseé complazerte con mis
seruicios, sino que me encomiendo a ti, e
te encomiendo a Dios.
RESPUESTA DE VASQUIRAN A FLAMIANO
Todo el bien que la muerte me pudo quitar
me quitó; todo el consuelo e descanso
que la fortuna me podia apartar para mis
trabajos, me apartó en tu partida, y
esta lastima te deue bastar, Flamiano,
viendo con tu ausencia quál me dexas,
sin que con tal pronostico más triste me
dexes como hazes. No son tus virtudes,
siendo tantas, para que tus dias sean
tan breues, porque muy fuera andaria la
razon e la justicia de sus quicios si
tal consintiesse. Tu viuiras e plega a
Dios que tan contento e alegre como yo
agora triste e descontento viuo. Lo que
a mi memoria encomiendas, por dos cosas
es escusado; la una por lo que he dicho,
la otra porque si otro fuesse lo que no
será, quien a tus dias daria fin a los
mios daria cabo, por muchas razones que
escusar no lo podrian; mas en esto no se
hable más porque parece feo. Mandas me
que a la señora Belisena visite; tambien
es escusado mandarmelo, porque quando
tu amistad no me obligara a hazerlo, su
merecimiento me forçara. Lo que me pides
que te escriua, te suplico que hagas como
es razon. Yo me partire lo mas presto que
pudiere para Felernisa, negociado que
alli haya algunas cosas que me conuienen,
trabajaré de ser muy presto contigo si
algun graue impedimento no me lo estorua,
lo que Dios no quiera. Entre tanto viue
alegre como es razon, pues que vas en
tal camino que por muchas causas a ello
te obliga. La una yr en seruicio de la
yglesia como todos ys. La otra en el de
tu rey como todos deuen. La otra por que
vas a usar de aquello para que Dios te
hizo, qu'es el habito militar donde los
que tales son como tú, ganan lo que tú
mereces e ganarás. La otra e principal
que lleuas en tu pensamiento a la señora
Belisena e dexas tu coraçon en su poder,
qu'esto solo basta para fazerte ganar
quantas vitorias alcançar se podrian.
Una cosa temo, que la gloria de verte su
seruidor e las fuerças que su seruicio
te ofreceran, no te pongan en mas
peligro de lo que haurias menester. Yo
te ruego que pues la honrra es la prenda
deste juego, que dexes donde menester
fuere la voluntad e te gouiernes con la
discrecion. E assi te encomiendo a Dios
hasta que nos veamos e siempre.
LA PARTIDA DE FLAMIANO
Acauados sus razonamientos hablaron en
otras muchas cosas todo aquel dia, hasta
la tarde que Flamiano fue a besar las
manos a la señora duquesa e despedirse
della e de su señora con la vista. A la
qual embió estas coplas que hizo por la
partida, despues de haberse despedido.
Poco es el mal que m'aquexa
estando en vuestra presencia
en respecto del que ausencia
dentro en el alma me dexa
y en la vida,
porque siento en la partida
tanta pena e tal tormento
que no hallo a lo que siento
ya medida
ni me basta el suffrimiento.
E siendo mi pena tal,
no me quexo ni hay de quién
que quien nunca tuvo bien
no se ha de quexar de mal,
ni yo lo hago
porque con la pena pago
aunque me sea cruel
mi pensamiento, pues dél
me satisfago
con que no hay remedio en él.
Callo porque siempre crece
mi dolor que nunca mengua
pues ha callado mi lengua
lo que mi alma padece,
con tal pena,
mas agora me condena
este mal deste partir
para que os ose dezir:
aun no suena
que se acaba mi viuir.
Acabase porque veros
me mata con dessear
y el desseo con pesar
de verme no mereceros,
pues presente
de tal bien tan mal se siente
el triste que no os verá,
dezidme qué sentirá
siendo ausente,
claro esta que morirá.
Assi que, señora mia,
lo que siempre desseé
fue morir en vuestra fee
como agora se me guia,
si mi suerte
alcançasse con la muerte
tanto bien en pago della
qu'os pesasse a vos con ella,
menos fuerte
me seria padecella.
Mas nunca vos hareys tal
porque vuestro merecer
no lo consiente hazer
viendo que es pequeño mal
morir por ello,
assi que si me querello
será, señora, de mi,
porque nunca os mereci
e sin merecello
tantos males padeci.
E podeys ser cierta desto
qu'en veros supe juzgar
que no se podia pagar
tanto bien con menos qu'esto,
de manera,
que conocera quien quiera
pues que se muestra tan claro
que a muy poco mal me paro
aunque muera
e que no me cuesta caro.
Assi que con la partida
no'stá mi mal en morir
siendo qual será la vida,
mas consiste en el viuir,
que si pensaua
todo el mal que me causaua
lo que yo no merecia,
quanto en ella adolecia
me sanaua
cada vegada c'os via.
De suerte que mi dolencia,
me fuerça para que muera
pues la salud no se espera
que daua vuestra presencia,
pues sin ella
todo'l mal de mi querella
no'stá más d'en el viuir
junto con ella,
no hauria mucho que sofrir.
Assi que parto muriendo
e voy viuo desseando
la muerte que ya demando
por no morir mas viuiendo.
Dios me guarde
que su venir no se tarde
mas que abreuie su venida,
porque ya estoy de la vida
tan cobarde
quanto estoy de la partida.
De manera que tardarse
lo poco que durará
no es viuir pero será
la muerte más alargarse,
porque della
menor mal es padecel'a
que penando desealla
pues el triste qu'en buscalla
va tras ella
descansará si la halla.
Y de ser con ella cierto
no puedo mucho tardar
pues començadme a contar
dende agora ya por muerto:
que lo ya soy
e no creays que dende hoy,
porque dende el primer dia
c'os puse en mi fantasia
muerto estoy
e muerta el anima mia.
Pues embiadas estas coplas con vn paje
suyo para que a la señora Yssiana se las
diesse, porque de su mano a noticia de
Belisena viniessen, Flamiano se partió
con el marques de Persiana que avn no
era partido, e con el prior de Albano y
el prior de Mariana, los quales juntos
partieron. Vasquiran salió con ellos vna
gran pieça del camino, en la cual siempre
con Flamiano fue hablando. Llegados
donde despedirse deuian, Flamiano dixo
a Vasquiran: Señor Vasquiran, esto que
agora os quiero dezir, va fuera de todas
las passiones e fantasias de las cosas
de amores, ni sus vanidades, saluo que
la verdad es esta, que despues que esta
partida determiné nunca mi coraçon,
dello ha podido tener contentamiento e
alegria, ante vna intrinseca tristeça
que del espiritu e del animo me nace e
nunca vna hora me dexa, sin poder conocer
causa que para ello tenga, quitadas las
que te dixe que no son desta qualidad,
por lo que apartarme de ti me fatiga,
desseo y esperança de tornarte a ver
daria consuelo e de la señora Belissena
assi mesmo; mas creeme vna cosa e mira
en qué hora te lo digo, que mi vida será
muy poca porque yo me lo siento en la
mano e verlo has que assi será. A lo qual
Vasquiran con muchas razones satisfizo,
apartandoselo de la memoria y en algo
reprehendiendole, aunque en lo intrinseco
no menos alteracion recibia qu'el otro
publicaua. E assi se despidio Vasquiran
del señor marques e de los dos priores
e de otros caualleros que con ellos
yuan, e a la fin de Flamiano con tantas
lagrimas que ninguno podia prenunciar
palabra al otro; ante estando vn poco
abraçados, al vno e al otro las entrañas
verdaderamente se les arrancaban, hasta
que despartidos sin hablar se dieron paz,
e assi Vasquiran e los suyos se tornó a
Noplesano tanto lleno de tristeça que
en todo el camino ni en aquella noche
a ninguno habló palabra, ante la pasó
toda trastornando por el juyzio diuersas
cosas; venianle a la memoria sus viejas
e frescas llagas, su nueua soledad, las
palabras que Flamiano le hauia dicho que
de nueuo dolor le afligian, recelando lo
que tenia como fue.
CUENTA EL AUCTOR LO QUE VASQUIRAN HIZO
DESPUES DE TORNADO TODO EL TIEMPO QUE
DURÓ HASTA QUE SUPO LA NUEUA DE LA BATALLA
Tornado Vasquiran a Noplesano començó
adereçar las cosas de su partida, en el
qual tiempo cada dia yua a visitar a la
señora duquesa e muchas vezes hablaua con
la señora Belisena de diversas cosas,
en especial de los caualleros que eran
partidos. E assi a cabo de algun tiempo,
hauida vna naue se partio. Llegado a
Felernisa començo a poner en orden las
cosas necessarias para partirse al campo,
y en este tiempo siempre estuuo con mucha
congoxa e tristeça recelando alguna mala
nueua como despues le vino, la qual fue
causa que diuersas uezes determinara
partirse dissimuladamente, porque las
palabras que Flamiano en la partida le
habló le causauan infinitos e temerosos
pensamientos. Pues estando assi recelando
e su partida poniendo en orden, vna noche
passada la semana de passion, que era
la primera de la pascua de alegria en
la qual fue la cruel batalla de Rauena,
Vasquiran estando en su lecho dormiendo
le siguio vn sueño en el qual vio todo o
lo mas que en aquella triste jornada de
Rauena se era seguido. Lo qual con mucha
turbacion otro dia contó a sus criados,
siempre diziendoles lo que temia, assi
como fue.
CUENTA VASQUIRAN A SUS CRIADOS LAS COSAS
QUE LA NOCHE ANTE HAUIA SOÑADO
Habeys de saber, hermanos, que no puedo
menos de hazer de no descobriros vn caso
qu'esta noche me ha seguido, como a
fieles seruidores e buenos amigos, aunque
las cosas de los sueños en general por
cosas vanas son tenidas, como plega a
Dios que esta sea. Mas como la materia
della tan graue me sea, el recelo que
dello tengo me haze que me parezca a la
vista verdadera. Haueys de saber que esta
noche estando de mis fatigas con el dolor
mas atonito que dormido, como suelo, me
parecio que me hallaua caminando a la
marina de Venecia por vna llanura cerca
de vna ciudad la qual veya cercada de
gente que no podia ninguno conocer. E
assi andando por vna ribera de vn rio
arriba sintia muy gran roydo de armas
e de artilleria en tanta manera que me
parecia que la tierra toda se queria
hundir e que el cielo se caya. E como
tal roydo senti, apressuré mi andar por
vn pequeño bosque y en poco espacio me
vi al salido dél en vna altura e assi
mirando el gran alarido de las vozes,
miré allende el rio que junto me estaua,
vi la mas cruda batalla e la mayor que
parece hauer oydo, no solo en vna parte,
mas en diuersas, de la qual me parecia
que via salir muy mucha gente e meterse
en el rio en vnas barcas e los vnos
yuan el rio arriba e los otros el rio
abaxo, de los quales no podia conocer
quién ninguno dellos fuesse, saluos que
los que yuan por el rio arriba lleuauan
vnas cruzes coloradas en los pechos e
los cuerpos e ropas teñidos de sangre, e
parecia que yuan cantando e muy alegres.
E los que yuan el rio ayuso lleuauan
vnas cruzes blancas en los pechos e los
cuerpos assi mesmo de sangre teñidos,
e los rostros assi mesmo de sangre
llorosos, e pareciame que sus barcas
yendo el rio abaxo, que se hundian en
el agua e ninguna parecia, ni los que
en ellos yuan. E las otras que arriba
caminauan me parecia que se metian por
vna floresta la mas hermosa del mundo, e
que todos yuan cantando e muy alegres, e
assi desaparecian de mi uista. Estando
assi vi venir vna gran barca con muchos
caualleros mancebos, con la deuisa de los
que arriba caminauan, e vilos a todos con
vnas coronas de flores en las cabeças e
vnos ramos en las manos, cantando muy
alegres, e como en par de mi llegaron,
vino la barca acostandose a la ribera del
rio donde yo estaua, e como mas cerca
de mi fue, conoci qu'en la proa de la
barca venia Flamiano con muchas heridas
en el rostro y en la persona, e vi que
me saludó con la cabeça e no hablaua.
Vi junto con él a su costado al conde de
Auertino, de la misma manera dél herido.
Vi en la delantera assentados al prior
de Mariana e al prior Albano, e vi a
Rosseller el pacifico e Alualader de
Caronis e a Pomerin e a Petrequin de la
Gruta, e vi a Guillermo de Lauro e a su
hermano el conde de Torremuestra e mas de
cien caualleros Españoles e de Noplesano,
e vilos todos con muchas heridas en
sus personas. Vi infinitas barcas de
aquella manera, en las quales parecia que
mucha gente conocia. E como esta barca
principal tanto cerca de mi llegó, puseme
al orilla del agua por entrar en ella, e
siendo cerca de mi Flamiano, alargó la
mano contra mi, e yo por entrar en la
barca, pareciome hauer caydo en el agua.
Con la qual turbacion recordé, e tan
alterado que mas no podia ser. Assi que
todo lo que de la noche quedaua, passé
velando en diuersos pensamientos. Plega a
Dios que no hayamos alguna mala nueua.
CUENTA EL AUCTOR COMO DENDE A POCOS DIAS
LLEGÓ FELISEL A FELERNISA CON LA NUEUA DE
LA BATALLA
Passados algunos dias despues desto,
llegó en el puerto de Felernisa vna nave
que de Noplesano venia, por la qual
se supieron las nueuas de la batalla
passada. Venia en la nave Felisel,
el qual como a Vasquiran vio, ¿quién
podrá contar los dolorosos gemidos, los
entrañables gritos que en su presencia
dio, estando gran pieça sin palabra
poderle pronunciar? Al qual con muchos
ruegos e consolaciones, Vasquiran començo
a rogar que se reposasse, aunque no menos
alteracion en él hauia para oyr lo que ya
pensaua que le podria contar que en él
para poderselo dezir. Pues algo Felisel
sosegado, començó en esta manera a dezir:
Agora podras, Vasquiran, de verdad
plañir, agora no tienes quien tu
porfia te vença, agora el más de los
solos te puedes llamar, agora el más
verdaderamente lastimado, agora el más
sin consuelo e con menos remedio; agora
podras dezir que tus males esperança de
bien no tienen, agora con raçon pediras
la muerte porque en ella halles reposo,
agora con raçon della te podras quexar,
pues lo que recelas perder te llena e a
ti que la pides dexa, agora tienes raçon
de aborrecer la vida, agora conozco que
ninguno en desdichas te es igual, agora
puedes dezir que la fortuna teniendote
debaxo su rueda ha parado fuera de toda
raçon contra ti; agora comiença de
nueuo a plañir e llorar con la muerte
de Violina, la de tu carissimo amigo
Flamiano, con todos quantos amigos en
el mundo tenias, pues que la muerte
ninguno te ha dexado. Assi que no me
pidas más particularidades de tu mal e
mis malas nueuas, sino que ninguno te
queda de quien alegrarte puedas; por eso
en general comiença de todos a dolerte e
de ti a hauer lastima, porque ellos con
honrrosas muertes ya repossan e tu amarga
e triste vida viuiras desseandola. Vna
carta te traygo de mi señor, la qual en
mi presencia acauó de escreuir dando fin
a su vida.
CARTA DE FLAMIANO A VASQUIRAN ESTANDO
PARA MORIR
Vasquiran, si la breuedad de mi muerte
más largo espacio me diera, más larga te
huuiera hecho mi carta. Pero pues la vida
no ha tenido más lugar para partirse de
mi, perdoname. No te escribo del caso,
ni de como nuestra batalla passó, porque
de muchos lo sabras, e ninguno sabe como
fue, ni puede saber mas de lo que vió.
Solo quiero que sepas que sin mi ninguno
de quantos amigos tenias te queda viuo,
salvo algunos que en prission quedan.
Bien sé que nos ternás envidia por no
hauerte hallado con nosotros para dexar
nuestra compañia, como soy cierto que
lo hizieras. Yo te lloro porque agora
conozco que tu vida será qual publicauas.
Ningun remedio para tu consuelo tienes
mejor que con la discrecion esperar
tras lastimada vida honrrosa muerte,
donde segun comienço a sentir, creo que
el verdadero reposo se halla. Assi que
discreto eres, conforma tu desseo con la
voluntad de Dios y él te dara remedio a
tus pesares como a mi me ha hecho. De
mi te ruego que no plangas mi muerte
porque es la cosa de que en este mundo
he sido más contento. Si mi ausencia te
fuere graue, piensa en que la vida no
es tan larga que presto no nos veamos e
con esta esperança que de tu desseo me
consuela, vive contento. Solo vna cosa me
parece que a mi anima da pena queriendo
de mí partirse e a mi cuerpo queriendo
despedirse della, esto es que mis ojos
no ayan podido ver a mi señora antes de
mi fin, para que dende aqui començara a
sentir la gloria que allá espero, pues
que acá siempre me fallecio. Verdad
es que siempre esperé en la muerte el
descanso que en la vida no hallaua. E no
alargo mas porque mi viuir se acorta,
que a esta e a mi vida a vna dió cabo,
encomendandote a Dios a quien mi alma
encomiendo. Hecha en Ferrara a XVII de
Abril. Año 1512.
El que en la muerte mas que tú ha sido
venturoso, tu verdadero amigo, Flamiano.
Deo gratias.
FIN
NOTAS:
[284] Hemos copiado el título de la obra, como también el Prólogo y el
Argumento, de la edición de Venecia por Gabriel Giolito de Ferrariis,
año 1553, porque al ejemplar que de la de 1513 se conserva en la
Biblioteca Nacional faltan dos hojas al principio.
El título de la edición de Amberes por Filipo Nució, año 1576, es muy
distinto y dice así:
Question de Amor.
Lo que en este presente libro se contiene es lo siguiente:
Vna question de amor de dos enamorados, al vno era muerta su amiga; el
otro sirue sin esperança de galardón. Disputan qual de los dos sufre
mayor pena.
Entretexense en esta controuersia muchas cartas y enamorados
razonamientos.
Introduzense mas, vna caça, vn juego de cañas, vna egloga, ciertas
justas y muchos caualleros y damas con diuersos y ricos atauios, con
letras y inuenciones.
Concluye con la salida del señor Visorey de Napoles, donde los dos
enamorados al presente se hallauan para socorrer al Santo padre. Donde
se cuenta el numero de aquel lucido exercito y la contraria fortuna de
Rauena.
La mayor parte de la obra, historia verdadera.
[285] En la edición de 1513 se lee:
Pues que entonces.
[286] En la edición de Nucio _basiliscos_.
[287] _Ahunca_ dice por error en las ediciones, pero el consonante
exige que se lea _avança_.
[288] En otras ediciones _precio_.
[289] En la edición de Nucio: _don Diaguito_.
CRISTOBAL DE VILLALON
DIALOGO
QUE TRATA DE LAS TRANSFORMACIONES DE
PITÁGORAS,
EN QUE SE ENTRUDUCE UN ZAPATERO LLAMADO
MICYLLO E UN GALLO
EN QUYA FIGURA ANDA PITÁGORAS.
OBRA INÉDITA
CAPITULO PRIMERO
_Como el gallo despertó á su amo Micillo
e los consejos que le da._
MICILLO.--GALLO.
MICILLO.--¡Oh maldito gallo! que con
esta tu boz ynbidiosa tan aguda Jupiter
te destruya, porque con tus bozes
penetrables me has despertado del
sueño más apazible que hombre nunca
tubo, porque yo gozaba de muy conplida
bienabenturança, sonnando que poseya muy
grandes riqueças ¡y que ni en la noche
no me sea posible huyr de la pobreça!,
clamandome tú con tu canto enojoso, pues
segun yo conjeturo aun no es la media
noche, agora por el gran silencio, ora
por el gran rygor del frio que avn no me
hace cosquillas como suele hacerme quando
quiere amanescer, lo qual me es muy
cyerto pronostico de la mañana; mas este,
desventurado velador desde que se puso el
sol bozea como si guardase el bellocyno
dorado; yo te prometo que no te bayas sin
castigo porque con vn palo te quebrantaré
esa tu cabeça si amanesciere tan presto,
porque agora mayor serbycio me arias si
callases en esta tan esqura noche.
GALLO.--Mi señor amo Mi[ci]llo, en
verdad que pensaba yo que te azia muy
agladable serbizyo si te manifestase la
mañana con mi canto, porque levantandote
antes del dia pudieses azer gran parte
de tu labor. Si antes quel sol saliese
hubieses cosidos vnos çapatos, trabajo
más provechoso seria para ti comer, y si
más te aplaze el dormir yo te contentaré
callando y me haré más mudo que los
peces de la mar; mas mira bien que aunque
durmiendo te parescas rico no seas pobre
quando despiertes.
MICILLO.--¡O Jupiter! destruydor de malos
agueros; ¡o Herqules! apartador de todo
mal, ¿qué cosa es esta, quel tiene vmana
boz?
GALLO.--¿Y encantamyento te paresce,
Micyllo, si yo asi hablo como vosotros
ablays?
MICILLO.--¿Pues quién más verdadero
encantamiento? ¡o Dios soberano! apartad
tan gran mal de mi!
GALLO.--Por cierto tú me paresces muy
sin letras ¡o Micillo! pues que no as
leydo los versos de Omero, en los quales
quenta que Xanto caballo de Archilles,
despues de aver relinchado en medio de
la batalla, començo a cantar en alta boz
rezando por orden los versos e no como
yo que ablo en prosa; mas él profetizaba
y dezia grandes oraqulos de las cosas
que estaban por venir, mas a ninguno
pareszio que azia cosa misteryosa ni
prodigiosa, ni alguno de los que le oyan
le juzgaban por cosa mala ni dannosa,
como tú agora azes llamando a Dios, pues
no es maravylla que yo able boz de honbre
siendo tan allegado de Merençio[290],
el más parlero y eloquente orador entre
todos los dioses y más siendo yo vuestro
continuo conpannero, que lo puedo bien
aprender; y si me quieres olgaré mucho de
te dezir la causa mas principal de donde
yo tenga lengua y boz como vosotros y
tenga esta faqultad de ablar.
MICILLO.--Oyrete, Gallo, con tal
condicyon que no sea suenno lo que
me contares, mas que me digas la muy
berdadera ocasion que te mobio a ablar
como onbre.
NOTAS:
[290] _Sic_, por Mercurio.
CAPITULO II
_Como el Gallo da a entender a su amo
Micyllo quel es Pitagoras y como fue
trasformado en gallo y Mycillo dize vna
fabula de quien fue el gallo._
Pues oyeme, Micyllo, que tú oyras de mi
vn quento muy nuevo e incleyble; que te
ago saber queste que agora te parezco
gallo no a mucho tienpo que fue onbre.
MYCILLO.--En verdad yo he oydo ser esto
ansi quel gallo fue vn paje muy privado
del dios Mares que sienpre le aconpannó
en los plazeres y deleytes e que vna
noche le llevó consigo quando yba a
dormir con Venus, y que porque tenia gran
temor del sol y que no los viese y lo
parlase a Vulcano, dexóle en su guarda,
requeriendole que no se durmiese porque
si el sol salia y los bia que lo parlarya
a Bulcano, y dizen que tú te dormiste y
el sol salio y que como los vido fuelo
a dezir a su marido de Venus, y asi
Bulcano con gran enojo vino y prendiolos
en vna rez que fabrycó y presos llevolos
ante los dioses, y que Mares con el gran
enojo que hubo te bolbió en gallo y que
agora por satisfazer a Mares quando no
haces otro provecho alguno manifiestas
la salida del sol con grandes clamores y
cantos.
GALLO.--Es la verdad todo eso que se
cuenta, mas lo que yo agora quiero dezir
otra cosa es; muy poco tienpo ha que yo
fuy trasformado en gallo.
MYCILLO.--¿Deque manera es eso ansi;
porque lo deseo mucho saber?
GALLO.--Dime, Micyllo, ¿oyste algun
tienpo de vn Pitagoras sabio?
MYCILLO.--¿Acaso dizes por vn sofista
encantador el qual constituyó que no
se comiesen carnes ny abas, manjar muy
suabe, para la despedida de la mesa, y
aquel que presvadio a los onbres que no
ablasen por cynco años?
GALLO.--Pues sabes tanbien como Pitágoras
abia sido Eufurbio?
MYCILLO.--Yo no sé mas sino que
dizen queste Pitagoras abia sido vn
honbre enbaydor que azia prodigios y
encantamientos.
GALLO.--Pues yo soy Pitagoras, por lo
qual te ruego que no me maltrates con
esas enjuryas, pues no conoscyste mis
costumbres.
MYCILLO.--Por cierto esto es mas
milagroso ver vn gallo filosofo; pues
declaranos, buen yjo de Menesarca, qué
causa fue la que te mudó de onbre en
ave, porque ny este acontecimiento es
verisimile ni razonable creer, e ademas
por aver visto en ti dos cosas muy ajenas
de Pitagoras.
GALLO.--Dime quales son.
MYCILLO.--Lo vno es verte que eres
parlero y bullicyoso, mandando el que por
cynco años enteros no ablasen los onbres;
lo otro contradize a su ley porque como
yo no tubiese ayer que te dar de comer
te eché vnas abas y tú las comiste con
muy buena boluntad, por lo qual es muy
mas necesario que mientas tu en dezir que
seas Pitagoras; que si eres Pitagoras tú
le has contradezido pues mandaste que se
abya de huyr de comer las habas como la
misma cabeça del padre.
GALLO.--¿No has conoscido ¡oh Micillo!
qué sea la causa de aqueste acaescimiento
que qunple para qualquier género de bida?
entonces quando era filosofo desechaba
las habas; mas agora que soy gallo no las
desecho, por serme agradable manjar; mas
si no te fuere molesto, oyeme e dezirte
he cómo de Pitagoras comence a ser esto
que agora soy, anque hasta agora he sido
transformado en otras muchas diversas
figuras de animales; dezirtelo he lo que
me acaescyo en cada vna por si.
MYCILLO.--Yo te ruego me lo quentes
porque a mi me será muy sabroso oyrte e
tanto que si alguno me preguntare quál
queria mas, oyrte a ti o bolver aquel
dichoso suenno que sonnava astaqui,
juzgarya ser yguales los tus sabrosos
quentos con aquella sabrosa posesion de
riquezas en que yo me sonnava estar.
GALLO.--Tú tanbien me traes a la
memoria lo que en el suenno biste como
quien guarda vnas vanas ymajinaciones,
tu fantasia te regozijas de vna vana
felicydad.
MYCILLO.--Mas sé cyerto que m'es tan
dulce este suenno que nunca del me
olvydaré ni de otra cosa más me quiero
acordar.
GALLO.--Por cierto que me muestras ser
tan dulce este suenno que deseo saber qué
fue.
CAPITULO III
_Que quenta Mycyllo lo que le sucedio en
el conbite del rico Everates._
MYCILLO.--Yo te [lo de]seo contar porque
me es muy sabroso dezirlo y acordarme
dél; mas dime tú, Pitagoras, ¿quando me
contarás estas tus transformacyones?
GALLO.--Quando tú, Micyllo, acabares de
contarme lo que te acontecyo en la cena y
me dixeres tu suenno, porque te lo deseo
saber.
MYCILLO.--Bien te acordarás que no
comi ayer ninguna vez en casa, porque
topandome ayer aquel rico Eberates en
la plaça me dixo que labado y polido me
fuese con él a comer.
GALLO.--Bien me aquerdo, porque yo en
todo el dia no comi, asta que viniendo
tu a la noche bien arto, me distes vnas
cynco abas, por cyerto esplendida cena
para gallo el qual en otro tiempo fue rey
y poderoso peleador.
MYCILLO.--Pues entonces yo me eché a
dormir quando te di las abas; luego me
dormi e comence a sonnar en la noche vn
suenno mas sabroso quel vyno, netar ny
anbrosia.
GALLO.--Pues antes que me quentes el
suenno ¡oh Mycyllo! me quenta todo lo
que paso en la cena de Eberates, porque
me plazerá ny tanpoco te pesará a ti si
agora quisieres, contandome todo lo que
comiste, rumiarlo como entre suennos.
MYCILLO.--Yo pienso serte enojoso si lo
que alli pasó te contase, mas pues tú lo
deseas saber, yo huelgo de te lo dezir
porque nunca asta agora he sido conbidado
de algun ryco, ¡o Pitagora! e sabras que
ayer rejido con buena fortuna me topé
con Eutratas[291] y saludandole como yo
lo tenia en costunbre, encobryame quanto
podia por verguença que no byese my capa
despedaçada, y dizeme el: Mycyllo, oy
celebro el nascimiento de vna hija mia,
he conbidado a muchas personas para comer
e cenar; e porque me dizen que vno de los
conbidados está enfermo e no puede venir,
vente tú en su lugar y haz de manera
que por ser festibal el conbite vayas
polido e ataviado lo mejor que pudieres e
comeras allá si acaso si aquel faltare,
porque avn lo pone en duda. E como yo
oí a Hencrates adorele y fume (_sic_)
rogando a Dios todopoderoso, porque
tubiese hefeto my felicedad, diese aquel
henfermo en quyo lugar yo habia de oqupar
la silla en el conbite algun frenesi o
modorylla o dolor de costado o gotata
(_sic_) de tal manera que le yziese
quedar en su casa y no fuese allá. Pues
myentras llegaba la ora de la cena yo me
fui al baño y me labé y este tienpo se me
yzo vn siglo o vna gran edad, mas quando
fue el tienpo llegado voyme solycy[to]
lo mejor que yo pude atabiado, puesta
mi pobre capa de la parte más linpia y
que sus agujeros menos se parescyesen;
allegando a las puertas hallo otros
muchos onbres, entre los quales veo
que cuatro moços traen sentado en una
silla aquel enfermo en quyo lugar yo era
combidado e benia el mismo manifestando
traer gran enfermedad, porque jemia
muy doloroso y tosia y escopia muy
asquerosamente; venia amaryllo e ynchado;
era viejo de más de setenta años y dezian
ser vn filosofo que lee en esquelas y
aze cancyones en publyco; traya vnas
vistiduras muy yploclitas, y como
Archebio el medico le vio y qu'era alli
conbidado le dixo: señor, mejor fuera que
os quedarades en vuestra casa estando tan
enfermo que salir agora acá; el qual
respondio: no es razon que Daron filosofo
quebrante a su amigo la palabra avnque
esté enfermo de qualquiera enfermedad.
E dixe yo: mas veo, sennor Tromopol,
que ansi se llamava el filosofo, que
olgara Ancrates que os muryerades en
vuestra casa y cama en el servicyo de
vuestros qryados que no venirle a ocupar
el conbyte con hambrientos, y que si
acierta aqui a salirseos el anima, que le
paresce segun venis que no podeys mucho
durar. El filosofo, como su yntencyon
era padescer qualquiera muerte o ynjuria
por comer de fiesta para satisfazer a
su glotonia, disimuló el donayre que
le dyxe con mucha gravedad, y estando
en esto vino a nosotros Encrates y
mirando por el filosofo podrydo dixo:
buen Temospol, muchas gracias te doy
por aver venido con esta tu enfermedad
al conbite, puesto caso que aunque no
binieras no se te dexara de enbiar
todo el conbite por orden a tu posada;
sientate e comeras; e como yo oi que
los moços le metian adentro para le
asentar a comer, muy triste comienzo a
maldezir su flaca enfermedad, pues no
le bastó a destruyr, y muy amarillo de
afrenta de mi desventura, pues pense
cenar mejor, dispuseme para salir de
la sala del conbite para conplir la
condicyon con que Encrates me abia
conbidado, e comenceme a deleznar con
alguna pesadunbre, mostrandome al vespede
cada vez que bolbia la cara a mi, y
casi con my rostro amaryllo le dezia:
voyme a mi pesar. Tambien me enojaba más
ver que en toda la mesa no avia sylla
vazia para mí, porque estaban puestas
en derredor en numero ygual con los
conbidados; en fin como Eucrates me bio
tan triste y me yva, alcançóme casi a
la puerta y dixome: tu, Mycyllo, buelbe
acá e cenarás con nosotros, y mandó a
vn yjo suyo que se entrase a cenar con
las mujeres y me dexase aquel lugar.
Pues como poco antes me yva triste y
desventurado, buelbo luego muy alegre con
mi prospero suceso; como ninguno se quiso
sentar junto al hanbriento filosofo por
no le ver toser, viendo aquella sylla
va[cia] que estava enfrente dél fuime
ally asentar de lo qual mucho me pesó;
luego començo la cena; ¡oh Pitagoras!
qué opulento comer, qué fertylidad de
manjares, qué diversidad de vinos, qué
copiosidad de guisados, de salsas y
especya, e quién te lo bastase a contar;
quánto vaso de oro; plateles, copas y
jarros eran todos de oro; los pajes muy
dispuestos y muy bien atabyados; abia
cantores que nunca dexaban de cantar;
abia dibersos ynstrumentos de musica
que azian muy diversos instrumentos de
melodia y muchos que dançavan y bailavan
muy gracyosamente; en suma toda la fiesta
pasó en mucha curyosidad, sino que tenia
yo vn contrapeso que me tercyaba el
plazer, y era que aquel maldito viejo de
Tresuropoles el qual con su tos y esqupir
me ynchia tanto de asco que yo no podia
comer si la anbre no me ayudara, y por
otra parte no me dexaba tener atencyon
a la musica porque me fatigava con
disputar comigo quistiones de filosofia,
preguntandome qué sentia de Juan de voto
a Dios con que espantan los ninnos las
amas que los qrian; afirmome con grandes
juramentos que abia sido su conbidado y
que le diera vna blanca de aquellas cynco
que consygo suele traer, la qual dixo
que tenia en gran veneracyon y despues
quisome matar sobre presbadirme con mucha
ynstancya que quando era de dia no era de
noche y cuando era noche no era de dia.
En estas y en otras vanidades me molia,
hasta que llegado el fin de la cena, que
quisiera yo ver antes su fin de aquel
traidor por que el gozo de tanto bien me
estorbaba. Ya as oido ¡oh Pitágoras! lo
que en la cena pasó.
GALLO.--Mucho me ha parescido bien tu
buena fortuna; mas no puedo estar en
mi, de enojado de aquel malaventurado
filosofo e con quantas importunaciones
estorbaba placer tan sabroso.
NOTAS:
[291] En Luciano el nombre del rico es Eucrates. Su imitador lo escribe
con la diversidad que se verá en el texto, si ya esta variedad de
formas no es descuido del copista.
CAPITULO IV
_Que pone lo que soñaba Micillo y lo que
da a entender del sueño; cosa de gran
sentencia._
MICILLO.--Pues oye agora, que no me
seria menos gracioso contartelo. Soñaba
yo quel rico Everates era muerto y sin
hijo alguno que le heredase y que me
dejaba en su testamento como hijo que le
hubiese de heredar; y asi yo aceté la
herencia y fui allá y comence a tomar de
aquella plata y oro aquellas ollas que se
acababan de sacar debajo de tierra; tenia
alrededor de mí tanto de tesoro que no
pensaba ser yo el que antes solia coser
zapatos; ya cabalgaba en muy poderosos
caballos y mulas de muy ricos jaeces y
muy acompañado de gente me iba a pasear;
todos me hacian gran veneracion; hacia
muy esplendidos convites a todos mis
amigos y deleitabame mucho en ver aquel
servicio con vasos de oro y plata; y
estando en estas prosperidades veniste
con tu voz a mí despertar, que me fue mas
enojoso que si verdaderamente todo lo
perdiera, y deseaba soñar veinte noches a
reo sueño tan deleitoso para mi.
GALLO.--Deja ya, mi buen Mida, de más
tabular del oro con esa tu insaciable
avaricia; ciego estás, pues solamente
pones tu bienaventuranza en la posesion
de mucho oro y plata.
MICILLO.--¡Oh mi buen Pitagoras!
paréscete que seré yo solo el que lo
suele afirmar; pues aun creo yo que
si verdad es lo que dices que te has
transformado en todos los estados de los
hombres, que podrias decir quanto más
deleite rescebias cuando del mendigar
descapado, ó cuando poseias grandes
riquezas y andabas vestido de oro y te
preciabas de hacer grandes prodigalidades
distribuyendo tu posicion y no es ahora
nuevo consentir en el oro nuestra
felicidad, pues abasta la esperanza de lo
haber para dar animo al cobarde, salud al
enfermo.
CAPITULO V
_Pone á quantos peligros se ponen las
personas por adquirir riquezas y lo que
dello les sucede y si es lícito o no._
MICILLO.--Dime agora quantos son los
que menos preciada su vida y pospuesta
la seguridad de vivir se disponen a
salir de sus propias tierras donde son
nacidos y criados, y desamparados sus
padres y parientes, no estimando el
sosiego de su anima, se ponen en el mar
de las tempestades ciertas a mal comer
y mal beber, a peligro de morir cada
hora en manos de sus enemigos, para
pasar a las Indias por adquerir las
inciertas riquezas del oro, por gozar
de la felicidad de lo poseer, y después
de pasados diez años en las Indias o
en otros semejantes lugares a quántos
peligros se disponen por lo ganar de
aquella gente barbara y sin fe ni sin
ley, quanto animó con arte uno solo a
docientos de aquellos solo por ver entre
las piedras el oro relucir; y aun despues
de haber pasados todos estos peligros
plugiese a Dios fuese licita su posesion
porque no sé yo con qué color pueden
ellos tomar aquella gente el oro que
poseen; y a fin si fuesen a lo cavar de
las venas de la tierra y con su propio
trabajo y sudor lo procurasen adquerir
descubriendo las minas donde está, aun
con justo título lo podrían tomar, no
haciendo cuenta si era nescesario de lo
tomar a su rey por estar en su territorio
y juridicion, porque no quiero agora
dudar si posean los reinos con razon
ni los extraños se los puedan tomar;
bien sé yo que por vedar ellos que se
les predique el Evangelio de Dios les
podemos hacer guerras y todo lo demas; en
suma todo lo puede el dinero; las peñas
quebranta, los rios pasan en seco; no hay
lugar tan alto que un asno cargado de
oro no lo suba; ¡oh, qué bienaventuranza
es el tener que dar; qué miseria es
el contino rescebir!; las riquezas
conservan los amigos, allegan los
parientes, adquieren quien de vos diga
bien; todos le saludan, todos le llaman
al rico señor, y si pobre es, de todos
es desechado y aborrescido de contino;
quel pobre os hable, ois pensando qué os
quiere pedir; en conclusion siempre oi
decir quel oro mandaba todas las cosas
criadas; mas dime, Gallo, porqué te ries.
GALLO.--Riome porque tú tambien, Micillo,
estás en la misma necedad que'stá el
inorante vulgo en la opinion que tienen
los ricos; pues creeme a mi, que muy
más trabajada y desventurada vida pasan
ellos que vosotros, y hablo esto por
saberlo como lo sé muy bien porque yo soy
inspirimentado en todas las vidas de los
hombres; en un tiempo fui rico y en otro
pobre como ago agora; si esperas lo oirás.
MICILLO.--Pues, por Dios, que es
razon que tú nos cuentes como fueste
transformado y qué has pasado en
cualquier estado de tu vida.
GALLO.--Pues oyeme y ten por prosupuesto
que en toda mi vida nunca yo vi estado de
hombre mas bienaventurado quel tuyo.
MICILLO.--Yo te ruego que me enseñes
mi bienaventuranza y cuenta desde qué
fueste nascido hasta ahora que eres gallo
y como fueste en cada uno transformado
y qué te acaesció en cada una de tus
transformaciones, porque necesariamente
paresce que han de ser cosas diversas y
notabres.
CAPITULO VI
_Como cuenta que fue Euforbio y da a
entender a su amo quél habia sido hormiga._
GALLO.--No es necesidad que te diga agora
cómo Apolo trujo mi ánima á la tierra
y la invistio de cuerpo humano porque
seria muy prolijo al contar, ni debes tú
saber mas de que al prencipio vine á ser
Euforbio y vine á defender los muros de
Troya contra los griegos.
MICILLO.--Dime ¡oh preclaro varon
Pitagoras! qué fuí yo antes que fuese
Micillo y si hubo en mi la misma
conversion?
GALLO.--Sabras que tú fueste una hormiga
de las Indias de las que cavan oro para
comer.
MICILLO.--¡Oh, desdichado de mi! ¿por
qué no traje yo acá un poco de lo que me
sobraba allá, para salir desta miseria?
pues dime, Gallo, en qué tengo de
convertirme despues de que deje de ser
Micillo?
GALLO.--Eso yo no lo sé porque está por
venir; mas volviendo á mi propósito, como
al prencipio de mi ser yo fuese Euforbio
y pelease ante los muros de Troya matóme
Menelao y dende á poco tiempo vine á ser
Pitágoras; por cierto vine á vevir sin
casa ni techo donde pudiese posar hasta
que Menesarca me la edificó.
MICILLO.--Ruégote que me digas, ¿hacias
vida sin comer ni beber?
GALLO.--Por cierto no usaba de más de lo
que al cuerpo le podia bastar.
MICILLO.--Pues primero te ruego me digas
lo que en Troya pasó y lo que viste
siendo tú Euforbio, por ver si Homero
dijo verdad.
GALLO.--¿Cómo lo podia él saber, pues no
lo vio? que cuando aquello pasaba era él
camello en las Indias; una cosa quiero
que sepas de mí; que ni Ayax Telamon fue
tan esforzado como lo pinta Homero ni
Helena tan hermosa porque ya muy vieja
era, casi tanto como Hécuba, porque
esta fue mucho antes robada de Teseo en
Anfione; ni tampoco fue tan elegante
Archiles (_sic_) ni tan astuto Ulises,
que en la verdad fabula es y muy lejos de
la verdad, como suele acaescer que las
cosas escritas en historias y contadas en
lejos (_sic_) tierras sean muy mayores
en la fama y mas elegantes de lo que es
verdad. Esto te baste de Euforbio y de
las cosas de Troya.
CAPITULO VII
_Que siendo Pitagoras lo que le acaesció._
GALLO.--Vengo á contar lo que siendo
Pitágoras me acaesció y porque cumple
que digamos la verdad, yo fue en suma un
sofista y no nescio, muy poco ejercitado
en las buenas disciplinas, e acordé de
me ir en Egito por disputar con los
filosofos en sus altas ciencias, con los
cuales deprendí los libros de la diosa
Ceres la qual fue inventadora de la
astrología y primera dadora de leyes, y
despues volvime en Italia, donde comenze
á enseñar á los latinos aquello que
deprendí de los griegos y de tal suerte
doctriné que me adoraban por Dios.
MICILLO.--Ya yo he oido eso y cómo de los
italos fueste creido; mas dime agora la
verdad; ¿qué fue la causa que te movió
que constituyeses ley que no comiesen
carne ni habas ningun hombre?
GALLO.--Aunque tengo vergüenza de lo
decir, oirlo has, con tal condicion que
lo calles; yo te hago saber que no fue
causa alguna ni cosa notable ni de gran
majestad; mas miré que si yo enseñaba
cosas comunes y viejas al vulgo no serian
de estimar; por tanto acordé de inventar
cosa nueva y peregrina á los mortales
porque más conmoviese á todos con la
novedad de las cosas de admiracion; ansi
yo procuré de inventar cosa que denotase
algo, mas que fuese á todos incónita su
interpretacion y en conjeturas hiciese
andar á todos atónitos sin saber qué
quería decir, como suele acaescer de los
oráculos y profecías muy oscuras.
MICILLO.--Dime agora, despues de que
dejaste de ser Pitagoras, ¿en quién
fuistes transformado y qué cuerpo
tomaste?
CAPITULO VIII
_Como siendo Pitágoras fue transformado
en Dionisio rey de Sicilia y lo que
por mal gobernar se sucede._
GALLO.--Despues sucedi en el cuerpo de
Dionisio rey de Secilia.
MICILLO.--¿Fueste tú aquel que tuvo por
nombre Dionisio el tirano?
GALLO.--No ese, mas su hijo el mayor.
MICILLO.--Pues di la verdad, que tambien
fueste algo cruel y aun si digo mas no
mintiré; tú ¿no mataste á tus hermanos
y parientes poco á poco porque temías
que te habian de privar del reino? bien
sé que sino te llamaron el tirano fué
porque en el nombre difirieses de tu
padre; basta que te llamaron siracusano
por las crueldades que heciste en los
siracusanos; dime la verdad, que ya no
tienes que perder.
GALLO.--No te negaré algo de lo que pasó
desde mi niñez, porque veas el mal reinar
á qué estado me vino á traer. Yo fue
el mayor entre los hijos de mi padre y
como el reinado se adquirió por tirania
no sucedimos los hijos herederos, sino
trabajabamos ganar la gente del pueblo
que nos habia de favorescer, y ansi yo
procuré quanto á lo primero haber á pesar
de mis hermanos los tesoros de mi padre,
con los cuales como liberal distribuí
por los soldados y gente de armas, que
habia mucho tiempo que mi padre los
tenia por pagar, y despues por atraer
el pueblo á mi favor solté tres mil
varones que mi padre tenia en la carcer
muy miserablemente atados porque no le
querian acudir con sus rentas y haciendas
para aumentar sus tesoros y solteles el
tributo por tres años á ellos y á todo el
pueblo. Mas despues que fue elegido de
los ciudadanos y comarcanos, ¡oh Micillo!
vergüenza tengo de te lo decir.
MICILLO.--Dimelo, no tengas vergüenza de
lo contar á un tan amigo y compañero tuyo
como yo.
GALLO.--Comence luego de siguir la
tirania y porque tenia sospecha de
mis hermanos yo los degolle y despues
los quemé á ellos y á mis parientes
y aquellos mayores de la ciudad, que
fueron mas de mill, y despues dobléles
el tributo fingiendo guerras con las
cercanas provincias y grandes prestamos;
mi intencion era aumentar tesoros para
defender mi misera vida; deleitabame
mucho en cortar cabezas de los mayores
y en robar haciendas de los menores;
hacia traer ante mí aquellas riquezas;
deleitabame en verlas; en fin, todo
este mi deleite se me convertio en gran
trabajo y pesar, porque como el pueblo
se agraviase con estas sinrazones,
conspiraron contra mi y por defenderme
retrajeme á la fortaleza con algunos que
me quisieron seguir. Ya estando allí
cercado, yo aun quisiese usar de crueldad
porque inviandome embajadores de paz los
prendí y los maté y plugo á Dios que por
mi maldad fue echado por fuerza de allí y
fueme acoger con los lucrenses, que era
una ciudad sujeta á Siracusa, y ellos me
rescibieron muy bien como no sabian que
yo iba huyendo; yo como hombre habituado
á las pasadas costumbres comence á
robar entrellos (_sic_) lucrenses las
haciendas de los ricos, tomando las
mujeres hermosas á sus maridos y sacando
las encerradas doncellas que estaban
consagradas á los templos, y robaba los
templos de todos los aparejos de oro y
plata que habia para los sacreficios, y
con estas obras vinieronse los lucrenses
á enojar de mi; ¡oh omnipotente Dios! y
qué trabajo tenía en conservarme en la
vida; ¡cuán temeroso estaba de morir!
ni osaba beber en vaso, ni aun comer ni
dormir, porque en lo uno y en lo otro
temia que me habian de matar; ¿qué más
quieres, sino que te doy mi fe que con
un carbon ardiendo me cortaba la barba
por no me fiar de la mano y navaja del
barbero, y trabajé por enseñar el oficio
de barbero, á unas dos hijas que yo
tenia, porque me quemaba con el carbon
que no lo podia ya sufrir? Despues que
por seis años pasé estos trabajos, no me
pudiendo sufrir los lucrenses echaronme
por fuerza de la tierra, y sintiendo en
paz á Siracusa volvime para ella, y como
de ahi algunos dias yo volviese á ser
peor me venieron á echar de la tierra
jion (_sic_) e yo desventurado, corrido
y afrentado, sin poderle resistir me
fue[292] en Corintio destruido por me
guarescer; aqui vine á vevir en mucha
miseria demandando á mis amigos y
enemigos por limosna el mantinimiento e
no lo querian dar, á que vine á vevir en
mucha miseria y tanta necesidad que no
tenia una capa con que me defender del
frio; en fin, yo me vi aqui en extrema
miseria, tanto que me vine á enseñar
mochachos á leer y escrebir porque de
aquel salario me pudiese mantener.
MICILLO.--Mas antes yo he oido decir
que lo hacias por ejercitar tu crueldad
castigando los mochachos con continas
disciplinas, y eras tan extremadamente
cruel que dicen de ti que en Siracusa
una bieja de muy grandisima edad rogaba
á los dioses continuamente por ti que
te dejasen vivir por muchos años, y
preguntando porqué lo hacia, pues toda
la cibdad blasfemaba de ti, respondio
que habia visto en su vida larga muchos
señores tiranos en aquella ciudad y que
de contino sucedia otro tirano peor y
que rogaba á los dioses que tú vivieses
mucho, porque si acaso habia de suceder
otro tan malo y más peor, que á todos
mandaria quemar juntamente con Siracusa.
GALLO.--¡Oh Micillo! todo me lo has de
decir, que no callarás algo; bien has
visto el trabajo que tienen los hombres
en el mundo en el reinar y regir mal las
provincias tiranizando los subditos;
mira el pago que los dioses me dieron
por mi mal vivir; y si piensas que más
descanso y contento tiene un buen rey
que con tranquilidad y quietud gobierna
su reino, engañaste de verdad, porque
visto he que viven sin algun deleite ni
placer; piensa desde los primeros justos
gobernadores de Atenas é de toda Asia,
Europa, Africa y hallarás que no hay
mayor dolor en la vida de los hombres
quel regir y gobernar. Si no, preguntalo
á Asalon (Solon) el cual decía que
tanto cuanto más trabajaba por ser buen
gobernador de su republica tanto y más
trabajo y mal añadia; pero si consideras
tú cuán gran carga echa acuestas el que
de republica tiene cuidado y aquel que
bien ha de regir las cosas, piensa que
no tiene de pensar en otra cosa en todos
los dias de su vida, sin nunca tener
lugar para pensar un momento en su propio
y privado bien, con cuánta solicitud
procura que se guarden y esten en su
vigor y fuerza las leyes quel fundó y no
firmó; con cuánto cuidado trabaja que los
oficiales de su republica sean justos, no
robadores, no coecheros ni sosacadores
de las haciendas de los míseros de
ciudadanos y qué continua congoja tiene,
considerando que'stá puesto sobre el
pueblo por propio ojo de todos con el
cual todos se han de gobernar, como
piloto de un gran navio en cuyo descuido
está la perdicion de toda la mercaderia y
junto en el flete del navio va, y tienen
gran cuidado en ver que si en el menor
pecado ó vicio incurre, á todo el pueblo
lleva de si; de otra parte le combate
su mucha libertad y su mando y señorio
para usar del deleite de la lujuria, del
robar para adquirir tesoros, vendiendo
synos (_sic_) preturas y gobiernos para
personas tiranas que le destruyan los
vasallos é suditos, lo cual huye el
buen principe posponiendo cualquiera
interese; ¿pues qué soberano trabajo
es sufrir los adúlteros y lisonjeros
que por servirles le cantan moviendo al
buen rey con loores que claramente ves
que en si mismo no los hay; pues, ¿qué
afrenta rescibe cuando le canta en sus
versos: hice escaramuzas notables, si
nunca entró en batalla ni pelea, y cuando
le procura importunar trayendo á la
memoria la genología de sus antecesores,
de cuya gloria, él como buen rey no se
quiere preciar, sino de su propia virtud?
Alleganse á esto los odios, las invidias,
las murmuraciones de los menores, de las
guerras, disenciones y desasosiegos de
sus reinos, que todo ha de caer sobre
él y sobre su buena solicitud; pues
allende desto qué trabajos se ofrecen
en las encomiendas de las capitanias y
de los oficios del campo, de oir las
quejas de los miseros labradores que
los soldados les destruyen sus mieses
y viñas y les roban su ganado, que no
basta mantenerlos de balde, mas que les
toman por fuerza las mujeres y hijas y
sin les poder defender de todo esto. ¿Di,
Micillo, el buen rey que sintirá, con
que sosiego podrá dormir, con qué sabor
comer é que felicidad ó deleite piensas
que puede tener? Pues ¿qué te contaré de
los caballeros y escuderos y continos
que comunican en casa del rey y llevan
salarios en el palacio real, á los cuales
como en el mundo no sea cosa más baja ni
más enojosa ni desabrida ni más trabajosa
ni aun más vil quel estado del siervo,
ellos se precian de serlo, con decir que
tratan y conversan con el rey y que le
veen comer y hablar y por esto se tienen
por los primeros; en todos los negocios
y horas con una sola cosa son contentos,
sin tener invidia de alguno, y tratando
ellos la seda y el brocado y las piedras
preciosas menos pueden y curan de todos
los buenos estados del vevir y de la
virtud que engrandece los nobres y este
dejan por otros, diciendo que les sea
cosa muy contraria el saber; en esto solo
se tienen por bienaventurados en poder
llamar amo al rey, en saber saludar á
todos conforme al palacio y que tienen
noticia de los títulos y señores que
andan en la Corte y saben á cuál han de
llamar ilustre, á cuál manifico, á cuál
serenisimo señor; precianse de saber bien
lisonjear, porque esta es la ciencia en
que más se ha de mostrar el hombre del
palacio. Pues si miras toda la manera de
su vivir en qué gastan el tiempo de su
vida, ¡oh qué confusion y qué trabajo y
qué laberintio de eterno dolor! oyémelo
y cree que lo dirá hombre expirimentado
y que todo ha pasado por mi sudor hasta
el medio día porque se fueron acostar
cuando queria amanescer; luego mandan que
esté aparejado un asalariado sacerdote
que muy apriesa sacrefique a Dios junto á
su cama á la hora de medio día y despues
comenzanse á vestir con mucho espacio con
todas las pesadumbres y polidezas del
mundo y a la hora de las vísperas van á
ver si quiere comer el Rey; ¡oh qué hacen
en palacio! dispónense á servir á la
mesa; á la hora que ni entra en sabor ni
en sazon se van ellos á comer frio y mal
guisado y luego á jugar con las rameras
ó acompañar al Rey doquiera que fuere;
venida la hora de la cena tornan al
mismo trabajo y despues que á ellos les
dan de cenar, á la media noche vuelven
al juego y si juega el Rey ó Principe ó
otro cualquiera que sea su señor, estan
alli en pie hasta que harto su apetito
de jugar se quieren ir á dormir cuando
quiere amanescer. Pues las camas y
posadas de la gente de palacio, ¿quién
te las pintará? cada dia la suya y tres ó
cuatro echados en una, unos sobre arcas
é otros sobre cofres tumbados. En cuanto
se debe estimar; ¡oh vida de más que
desesperados! ¡oh Purgatorio de perpetuo
dolor! Pues entre estos anda un género de
hombres malaventurados que no los puedo
callar; su nombre es truanes chucarreros,
los cuales se precian deste nombre y se
llaman ansi y pienso que en los decir
su trabajo no merezco culpa si a[ca]so
no me erré. Estos para ser estimados y
ganar el comer se han de hacer bobos ó
infames para sofrir cualquier afrenta
que les quisieren hacer; precianse de
sucios borrachos y glotones; entre sus
gracias y donaires es descobrir sus
partes vergonzosas y deshonestas á quien
las quiere ver; sin ninguna vergüenza ni
temor nombran muchas cosas sucias las
cuales mueven al hombre á se recoger en
si; sirven de alcahuetes para pervertir á
las muy vergonzosas señoras y doncellas y
casadas y aun muchas veces se desmandan
á tentar las monjas consagradas á Dios.
Su principal oficio es lisonjear al que
tiene presente porque le dé y decir mal
de la gente publicando que nunca le
dio; y en fin de todos dicen mal porque
otra vez tienen aquel ausente. Esta es
su vida, este es su oficio, su trato y
conversacion y para esto, son hábiles y
no para mas; de tal suerte que si les
vedase algun principe esta su manera de
vivir por les rescatar sus ánimas, no
sabrian de qué vivir ni en qué entender,
porque quedarian bobos, necios, ociosos,
holgazanes, inutiles para cualquier uso y
razon, inorantes de algun oficio en que
se podiesen aprovechar, en este género de
vanidad, trabajando hechos pedazos por
los palacios tras los unos y los otros
confusos sin se conoscer y al fin todos
mueren muertes viles é infames; que estos
mismos que les hicieron mercedes los
hacen matar porque en su malaventurado
decir no les trató bien. Dejémoslos,
pues pienso nuestra reprension poco les
aprovechará; solo una cosa ¡oh Micillo!
podemos de aqui concluir; que en la
vida y ejercicio destos necios bobos
malaventurados no hay cosa que tenga
sabor de felicidad, mas gran trabajo y
peligro y desventura para si.
MICILLO.--¡Oh! Euforbio, ¡oh! Pitágoras,
¡oh! Dionisio, que no sé como te
nombre, qué admirables cosas que me has
contado en el trabajo de mandar reinos
y provincias, á tanto que me has hecho
conceder que no hay estado mas quieto
quel mio, pues en los reyes y los que
comunican en el palacio real donde
paresce estar la bienaventuranza está
tanto trabajo y desasosiego de cuerpo y
de ánima que casi no parezcan vivir. Dime
agora porque me place mucho saber mas;
despues que fueste Dionisio ¿qué veniste
á ser?
NOTAS:
[292] En este diálogo está usado _fue_ innumerables veces en el
sentido de _fui_.
CAPITULO IX
_Que pone como fue trasformado de Dionisio
en Epulon el rico y cuanto trabajo tiene
uno en ser rico y lo que le sucedio._
GALLO.--Mira, mi amo Micillo, yo no hago
caudal en el nombre, llámame como mas
te placerá. Sabras que despues de poco
tiempo que fui Dionisio vine á ser un
rico de Siria llamado Epulon el rico,
de cuyo desasosiego y trabajo te quiero
ahora decir. Yo fue hijo de padres muy
ricos; yo ansi por herencia, como por
la gran contratacion sobrepijé en el
poseer muy mayores tesoros que ellos,
por lo cual fue muy estimado del pueblo
y todos me deseaban servir; hacianme
gran veneracion con gran reverencia; no
habia noble que en estima se me pensase
igualar; tenia grandes vajillas de plata,
vasos de oro para me servir en el comer;
hacia grandes convites y banquetes á
mis amigos por hacer gran fama de mi;
servianse con gran aparato de pajes muy
graciosamente ataviados los manjares;
en mucha copiosidad aquellos potages y
salsas en perfeccion; asalariaba grandes
cocineros examinados en su arte que
supiesen gran diversidad de los guisados
como para un rey; mientras comia tenia
gran diversidad de música, de cantores
é instrumentos que daban mucho deleite;
bebia las aguas destiladas y cocidas
y los vinos puestos á infriar, muy
acompañado de juglares y chocarreros que
me daban á los convidados mucho placer.
Despues de haber comido jugaba todo el
dia grandes cantidades de moneda por me
solazar; ataviabame muy suntuosamente;
tenia muy poderosos cavallos; iba á caza
de altaneria y de galgos; mas ¡ay de
mi! que Dios sabe con qué ánimo hacia
yo estas profanidades, que del alma me
salia cada pequeña moneda que se gastaba,
porque si me esforzaba á lo hacer era
por los que á mi se allegaban por dar de
mi buena fama, que escondido donde no me
podian ver en mi casa con mis familiares
y apaniguados esforzábame á pasar con
un misero potaje de miseras lentejas
y aunque en él no habia para todos
poder comer, siempre andaba amarillo y
pensativo como se me gastaba lo que con
tanto trabajo habia adquerido yendo á
las ferias de todo Egito e Palestina y
aun á las de Grecia por convenir con
los tratantes y mercaderes y con los
deudores á quien con grandes intereses y
usuras yo prestaba mi moneda; venia por
los caminos y por el mar aventurando mi
persona y hacienda á los cosarios que me
robasen y me quitasen la vida, sufriendo
las crueles tempestades que cada hora
me ponian en peligro de me perder;
no osaba dar á ningun mendigo un solo
cornado pensando de me venir empobrecer;
pesábame con grandisimo dolor en pensar
que con la muerte lo habia de dejar. Si
préstamos ó tributos se habian de dar al
Emperador yo habia de ser el primero; si
guerra habia en la provincia ó que Roma
las quisiese tener yo habia de ir allá y
aun habia de llevar lanzas á mi costa y
mension; en todo esto pasaba en el campo
la misera vida que pasan los soldados y
suelen pasar en el campo de la guerra.
Temia siempre si mi hacienda que habia
dejado soterrada pensando que si me la
hallaban quedaria pobre y si moria sin
que supiesen donde estaba pesábame pensar
que se habia de perder. Pues venido á
mi patria y no sin congoja y dolor,
venida la noche, cuando todos estaban
en silencio y quietud, levantabame yo y
abria las huesas adonde tenia el tesoro
enterrado y en una mesa comenzabalo á
contar y mirandolo me pesaba porque lo
poseia, pues en conservarlo me daba tanta
congoja y dolor, y despues de vuelto á
la tierra no podia dormir considerando
si estaba seguro allí, si los cofres en
que estaba la plata y aparador los podian
hurtar; en viendo un raton ó una mosca
luego saltaba de la cama pensando que
ladrones me hurtaban y robaban; voceaba
con gran priesa y espanto y levantada mi
gente decianme denuestos é injurias, que
aun agora con ser gallo no los querria
sufrir, llamabanme abariento rixoso
miserable y que ellos mismos me robarian
con enojo de mi misera abaricia, dezian
que no querian serbirme y tenian mucha
razon porque muchas noches los azia
lebantar cinco y seys vezes que no los
dexaba dormir: ¿Quién contaria agora,
Micillo, por orden los sobresaltos, las
malas comidas y bebidas que yo pasé?
Hallarias de verdad que son los ricos
verdaderos infelices sin algun descanso
ni plazer porque se les va la gloria
y el descanso por otros albañares de
asechanzas que no se paresce, ladrillados
por encima con lisonjas. E quánto mejor
duerme el pobre que no el que tiene de
guardar con solicitud lo que con trabajo
ganó y con dolor de lo dejar. El amigo
del pobre será berdadero y el del rico
simulado y fingido, el pobre es amado
por su persona y el rico por su azienda,
nunca el rico oye verdad, todos le
dizen lisonjas y todos les maldizen en
ausencia por la enbidia que tienen á su
posesion. Con gran dificultad allarás en
el mundo un rico que no confiese que le
será mejor estar en su mediano estado e
en esta pobleza, porque en la berdad las
riquezas no hazen rico sino oqupado, no
hazen Señor, sino mayordomo, y más son
siervos de sus riquezas y ellas mesmas
les acarrean la muerte, quitan el plazer,
borran las buenas costumbres; ninguna
cosa es tan contraria del sosiego y buena
bida quel guardar y arquerir tesoros y
habellos de conservar. Gran trabajo es
sobre todo ver el honbre veynte hyjos
alredor de si de contino pregon á Dios
que yo me aya de morir porque ellos se
entreguen y hereden mi posesion. Pues
sobre todos mis males te quiero contar
los trabajos que pasé despues.
CAPITULO X
_Que pone como fue casado con quatro
mugeres y lo que le sucedió con la
primera; cosa de notar._
Yo fui casado con quatro mugeres mientras
bibi, que si me oyes me maravillaré cómo
no lloras como yo en acordarme de la mala
vida que me dieron porque sepas que no
hay dolor hasta en el casar; con cuatro
mugeres fue casado é con todas deseando
tener paz mucha nunca me faltó guerra;
la primera con quien me casé se llamaba
Alcybia que por ser fija de Teodosio Rey,
menos preciaba mis palabras y tenia en
poco mis obras y aun los dioses saben las
palabras que me dezia en secreto, mis
criados saben cómo me trataba en publico
y por que bia, que procedia su desacato
de ser mejor que yo por ser hyja de Rey.
CAPITULO XI
_Como fue casado la segunda vez y lo que
pasó con la segunda mujer._
Ya sabras que yo me casé la segunda
vez con mujer que era mi ygual, que se
llamaba Tribuña hyja de un Tribuno de
Jerusalen y traxo á mi poder el mayor
dote que hasta hoy se halla haver dado
en estas partidas y pensando que por
ser yguales en personas nos acompañaría
la paz jamás con ella me faltó guerra
diziéndome que guardaba lo mio sin lo
querer comunicar y que gastaba lo suyo
en conbytes con mujeres públicas y
desonestas haziendo desordenados gastos,
dandome afrentas en lo publico y amenazas
en lo secreto, de donde nos benia tan
cierta la discordia quando más me era
deseada la conformidad. Queriendome dar
los dioses entera vengança en ella,
dieronme en ella un hyjo que despues
de sus dias que fueron brebes heredó
los bienes de la madre por quya muerte
sucedieron en mi; en biendo la desgracia
que habia tenido en las dos vezes que
me abia casado, la vna por ser la mujer
mejor que yo é la segunda por lo mucho
que me dieron.
CAPITULO XII
_Como se casó la tercera vez y lo que con
le sucedio._
GALLO.--Proquré de casarme la tercera
vez con una que se llamó Laureola hyja
de Aureo Consul que ni en generacion ni
estado era mi ygual, salbo que era la más
apuesta dama que en toda la probincia
se halló, la qual tomé porque siendo
pobre y no de tan buena parte no tenia
causa de conquistarme como las pasadas.
Quiero dezir, amigo Micyllo, sy con las
pasadas habia tenido trabajada bida,
con aquella no me faltaron tragos de
muerte, porque sintiendose tan soblimada
en hermosura y a mi con sennales de
vejez en la cara y con algunas canas
y con algun desquydo della en la cama
y sin dientes para comer, dezia cosas
abominables contra su padre, porque
siendo ella tan hermosa la habia casado
con honbre tan feo, pudiendo enplearla
en persona de mayor merescimiento y de
menor edad con que ella pudiera mejor
gozar su edad é hermosura; digote en
verdad, Micillo amigo, que haziendome vna
mannana de dormido le oí dezir estando
en contemplacion: ¡oh! malandantes sean
los dioses y todo esto que permiten y
ordenan, pues ordenaron y permitieron
que mi gentileza y hermosura se pusiese
en poder deste monstruo, el qual piensa
que con los bienes me paga y que con el
buen tratamiento me contenta y con las
palabras me satisfaze. Sy supiera en
quanto tengo sus riquezas y el caso que
hago de su tratamiento y lo que estimo
sus buenas palabras, no haria bida
conmigo, é maldita sea la donzella que se
casa con quien no conosce porque no se
vea engannada y lastimada segun yo agora;
pluguiera á los dioses que me traxeran
agora no á poder de quien tanto duerme y
de quien tan poco bela, bueno para lo que
le cumple, malo para lo que le conbiene,
diestro á las malicias, torpe en las
buenas obras. Bien penso Areo Consul,
mi padre, que en darme este marido me
hazia gran bien y merced; bien paresce
que tubo mayor quydado de su probecho que
dolor de mi daño. Si tubiera memoria de
mi bien no me procurara tanto mal; penso
que me casaba con él para tener descanso,
yo pienso que jamas me faltará trabajo,
porque quien duerme despues de haber
dormido y no trabaja despues de haber
holgado como este bestiglo haze ¿qué
puedo esperar del sino que el bibira con
su desquydo y yo morire con mi quydado? a
él se pasa en sueños la vida y a mi se me
trasporta en trabajos el tiempo, maldita
sea yo quando dixe de sy; ¿por qué no
dixe de no? porque me matara un honbre
bibo y no me diera vida un hombre muerto;
aunque creo que la vida que me dara
será tal como de las otras dos mugeres
que ha tenido; pluguiese á los dioses
que asi como agora está se quedase y que
nunca mas mis ojos le viesen despierto. Y
quando vi, Micillo, que tan deshonestas
cosas dezia hize que despertaba por no
oyr otras peores en viendome despierto;
lebantóse de apar de mí más enojada que
contenta, diziendo que me levantase en
hora mala que se me pasaba el tiempo en
dormir, sobre lo qual benimos en tanta
descordia que no descansé hasta que puse
las manos en ella y de aquel enojo murio,
de cuya muerte y no menos de la vida
quedé con tal escarmiento que acordandome
de aquella muger y no poniendo en olbido
las otras propuse de hacer vida solo y no
mal acompañado, y no queriendo olbidarme
la rigorosa fortuna de contentarse con
el mal pasado me dieron a Coridona por
muger, con la qual por...
CAPITULO XIII
_Como casó la quarta vez y lo que con
esta muger le sucedio._
GALLO.--Y ansi no quiriendo olbidarme
la rigurosa fortuna de contentarse con
el mal pasado me dieron a Coridona por
muger, con la qual por su buena fama
casé, porque ni era hermosa ni fea,
ni tan poco baxa de estado ni alta de
generacion y antes pobre que rica, y si
con ella casé no pienso, amigo Micillo,
que lo causó el apetito de la voluntad
ni aun el contento que me quedó de las
mujeres pasadas, salvo por el deseo
que tenia de haber hijos y tambien por
la necesidad que tenia de la guarda de
mis bienes y por otras causas que son
legitimas para ello y tambien porque
pensaba que no teniendo alguna cosa de
las que las otras pasadas tenian no me
daría la vida que las otras me daban, en
especial siendo en todas sus operaciones
la mejor y mas sana donzella que creo
en el mundo se hallase; mas quiero que
sepas, Micillo, que si me guerreó la
primera por ser de mejor parte que yo y
la segunda por ser el dote tan grande que
me dio y la tercera por la gran hermosura
que poseyó, que tambien me dio guerra
Coridona porque muy buena se halló. La
qual quando guerrear me queria me ponia
delante el tratamiento que las otras
mujeres pasadas me hazian, diciendome:
ni vos me meresceys ni ellas fueron mis
yguales, porque aunque en linaje la una
me hizo ventaja y la otra en riquezas y
la otra en hermosura, yo se la hago á
ellas en ser muy mejor de mi persona y
condicion que ninguna dellas, porque si
la primera os trató con poca estima yo os
trato con mucha, y si la segunda os pedia
quenta en qué dispendiays sus bienes
yo huelgo que dispendiays los vuestros;
y si la tercera os agrabiaba con sobra
de palabras yo os sirvo con sobra de
buenas obras; de tal manera que apenas
le hablaba con paciencia, quando luego
me respondia con yra diciendome: peores
afrentas que las pasadas mujeres habia
menester yo que no della; que ellas me
trataban como yo merescia; de donde venia
que ella por mucho hablar, yo por poco
sufrir le daba algunos castigos y venia
en tanta diferencia con ella y en tanta
guerra y discordia que parescia que era
más que no las pasadas, y aun digote,
amigo, en verdad que fueron mayores las
que tubimos despues que engendró un hijo,
que quisimos mucho, y aun mucho, mas á
menudo reñiamos que antes que lo hubiese;
lo uno por el preñado; lo otro porque se
tenia por muy buena no osaba hablarle lo
que me combenia por no venir con ella en
enojo; en fin ella se murio y si más me
durara yo me enterrara vivo, porque no me
aquerdo estar dia sin pasion ni noche sin
renzilla, y yo quedé della tan hostigado
que me paresce que hace mas el hombre que
sufre á la muy buena mujer que la mujer
que sufre al mal varon; por que no hay
ninguno por malo que sea que una vez en
el dia no perdona la falta de su muger,
ni ninguna muger por muy buena que sea
que disimule ni enqubra la quiebra del
baron; nunca vi cordura tan acertada como
lo que hizo Udalio Gario en Jerusalen
cuando fue importunado por los tribunos
que se casase con Palestina, que porque
no veniese el casamiento en efeto puso
fuego a todos sus bienes y pregutado
porqué lo hizo responde que porque queria
mas estar pobre y solo que no rico y mal
acompañado, porque sabia que Palestina
era mujer loca y presuntuosa; y otra
cosa hizo Anteo en Grecia; que por no
sufrir las airadas palabras de Hentria
su mujer se subio á un gran monte y hizo
sacreficio de si mismo quemandose en un
gran fuego; Fulsio Catulo en Asia que
era del linaje de los partos, viendose
descontento con Mina su mujer por la mala
vida que con ella tenia, se subio con
ella á la mas alta torre de sus palacios
y diciendo, nunca plega á los dioses
que tú, Mina, des á otro ningun varon
mala vida, ni á mi buena otra mujer; y
acabadas estas palabras la lanzó de la
torre abajo no quedando él encima. Mira
bien, Micillo, qué felicidad tienen con
sus riquezas los ricos y qué descanso con
las mujeres que son casadas; mira si tien
aqui qué desear.
MICILLO.--¡Oh! mi buen Pitágoras, cuan
notables cosas has traido á mi noticia;
por cierto á mi me parescen increibles
cuando son tan admirables. Mas dime
agora, porque rescibo gran deleite [en]
te oir, ¿que fueste de ti despues que
fueste Epulon el rico?
CAPITULO XIV
_Como de Epulon fue transformado en asno;
cosa de notar y gran sentencia._
GALLO.--Oyeme, mi buen Micillo, que yo
te satisfare; sabras que como complí
el espacio de mi vida en el qual había
de dejar de ser Epulon, fue llevado
á los infiernos á ser sentenciado de
mis costumbres y despues que con gran
compaña de ánimas me pasó en su barca
Aqueron, fue presentado ante las Furias
infernales Aleto y Tesifone y los jueces
Minos y Pluton, los quales estaban
asentados en un tribunal cercados de
los acusadores y en siendo empresentado
vi ante los ojos junto todo mi mal, que
me parescio que otra vez pasaba por él;
y como le vi rescebí muy entrañable
dolor, tan grande que tuviera por bien
dejar de ser; despues que Minos me hubo
desanimado mandó que me leyesen la
sentencia conforme á su ley é levantóse
un viejo calvo de gran autoridad é
abriendo un libro dijo ansí: ley teneis
¡oh dioses! conforme á la qual el mismo
se puede condenar; pues oíd; el viejo
en alta voz leyo ansi: porque los ricos
en el mundo mientras viven cometen
nefandísimos pecados, robos, usuras,
latrocinios, fuerzas, teniendo á los
pobres en menosprecio, es determinado
por toda nuestra infernal congregación
que sus cuerpos padezcan penas entre
los condenados y sus ánimas vuelvan al
mundo á informar cuerpos de asnos, hasta
que conforme á sus obras sea nuestra
voluntad. Y como fuese leida esta ley,
mandó Minos que fuese asno diez años y
luego lo aprobo toda la congregacion y
aulló Proserpina y ladró muy fieramente
el can Cerbero, porque se requería esta
solenidad porque fuese alguna cosa firme
y enviolabre en el infierno, y como no
pude suplicar fue sacado de allí y en
esta oportunidad ofreciose en Egito estar
de parto una burra de un geciano, y como
vino á parir yo me vine á ser el asno
primero que nasció, y desque yo me vi
metido en cuerpo tan vil pense rebentar
de enojo; mas como vi que era escusada
mi pasion pues traía poco provecho el
mucho me doler, aunque por una parte
pense dejarme morir de hambre y no mamar
pensandome escapar de la cruel sentencia,
mas desque consideré que era inviolable
ley y ya estaba determinado en el senado
infernal y como vi que aquel egicio era
rico que me podia bien mantener determiné
de sufrir con paciencia mi malhadada
suerte, pensando que podia venir á manos
de otro en el mundo que no me tratase
tan bien, y más que como mi amo me veia
pequeño y bonito y el primero y que con
grandes aullidos me apartaba de la madre
y no queria mamar, entre tres hermanos
mios se condolia de mi y me traia con
gran piedad á las tetas y puestas á la
boca me las apretaba y aunque yo no
queria me hacia mamar por fuerza.
MICILLO.--¡Oh! donosa transformacion de
rey y filósofo en asno; ¿y no rescibias
en ello enojo? porque me huelgo en te lo
oir.
GALLO.--Ansi como acaesce deleitarse
el hombre recontando entre sí aquello
que en tiempos pasados con prospero
estado le acaesció y se regocija en
lo contar de nuevo mill veces á sus
amigos, representándoles qualquiera
particularidad notable que en ello se
ofreciere, ansi sin ninguna comparacion
apasionan más las adversidades traidas
á la memoria, enojan considerar de
mucho qualquiera miseria y fatiga que
cada cual pasó; mas yo tengo por bien
padescer cualquiera dolor que de contarte
mis trabajos se me puede seguir, por
te complacer. Y ahora, Micillo, sabrás
que como fue convalesciendo en edad con
gran regalo como el egicio me criaba,
esforceme á sufrir mi miseria aunque
conosciese mi dolor, y mientra fue
pequeño no tengo cosa que de contarte
sea, porque con la niñez todos los
animales pasan el mal sin sufrir.
Inviábame con [mis] hermanos al prado y
despues que de mamar y pascer las yerbas
tiernas estábamos hartos, armabamos
batallas por aquellos campos deleitosos;
corriamos con grandes relinchos y saltos;
ansi veniamos á juntar con los pechos é
boca, peleabamos sin nos herir y despues
con mucho placer volviamos á escaramuzar
é íbamos á las viñas y mieses; con gran
sabor hartábamos nuestros estomagos á
nuestro querer, y si los viñadores ó
misigeros nos prendaban, nuestro amo sin
pasion alguna nos rescataba. Por nos
ver borricos, que la edad nos citaba al
trabajo, comenzonos el egicio á dar paja
y cebada porque nos pusiese el manjar
fuerzas y ya yo iba á llevar la comida al
campo á los gañanes y la cebada y trigo á
la sembrada y aun llevaba á mi amo sobre
mi á requerir el ganado y labranzas, y
en fin que fue ya grande para llevar
cualquiera carga, ofrecio...
CAPÍTULO XV
_Como su amo siendo asno lo vendio á los
recueros y lo que le sucedio._
GALLO.--Ofrecieronse unos recueros que
llegaban á una feria aceite y miel y
como me vieron con bueno y gordo dieron
á mi amo lo que por mi les fue pedido, y
comprado, porque entonces no habia carga
para mí, fue vacío hasta la feria, que
era unas veinte millas de ahí; y como me
pusieron en el camino pasé adelante de
todos y comence á caminar apriesa, y como
mis amos me vieron contentaronse de mi y
yo porque no me adelantase mucho acosaron
los otros asnos de manera que tanto
quanto yo andaba sin carga, con fuertes
palos les hacian caminar á ellos; iban
muy airados mis compañeros de mí porque
les fatigaban á mi causa, y cada uno que
me alcanzaba me mordía con grande enojo,
y como no tenian remedio alguno para su
trabajo esforzabanse á padescer haciendo
conjuracion que llegados al lugar yo se
lo pagaría. Y como continuando nuestro
camino llegamos á donde habiamos de parar
en la feria, echandonos á la caballeriza,
y todos descargados unos se volcaron por
estregar el sudor y otros tenian ojo
á la comida para vengarse de mí; y en
fin, despues que nuestros amos hubieron
puesto á recado su hacienda, comenzaron
echar á cada uno su paja é cebada, é
desque á todos dejaron contentos en
su pesebre y á mi tambien mi pesebre,
fueronse á cenar, e luego juntos todos
los otros asnos se vienen á mi pesebre
y mordiéndome y acoceándome quitaron
dél, y yo queriendome ir á los suyos
volvian con gran furia y no me consentian
llegar, á tanto que me fué nescesario
salirme fuera de la caballeriza, y como
había gana de comer acordeme que por
la puerta de aquella ciudad por donde
entramos había visto unos huertos frescos
con muy buenas berzas verdes, y corrí
y fue acertar por las calles allá, y
como llegué á los huertos, desbordando
los valladares y defensas que tenían
hechas y entrando, comi á medida de mi
estómago y satisfacion, y en lo mas
sabroso de mi comer sale un egicio
renegando con un gran varal y dame en
estas espaldas y cabeza tantos de palos
que no podia menearme y derrocado en el
suelo daba en mi sin tener piedad de
mi miseria. Estando el egicio e yo en
esta contienda, que me parescia que no
podia escapar de alli vivo ni se diera
por mi vida un maravedi, llegan los
recueros que ya me andaban á buscar,
porque cuando yo sali no me vieron, que
estaban comiendo, y pagan el daño hecho
en el huerto, y sin hacer cuenta de los
palos que hasta entonces me habia dado
aquel malaventurado egicio, me dieron
otros tantos para me levantarme de alli,
asiéndome unos de la cola y otros de
la cabeza, pensando que estaba beodo
de algun beleño que hubiese comido. Me
levantaron á poder de palos y aun por el
camino me daban tantos y daguijones que
aguijase; llegados al meson metieronme en
el establo donde hallé á mis compañeros
muy ufanos, y no contentos de concierto
se tornan á mi dandome muchas coces
y muesos, y con el trabajo pasado y
con este yo me eché en el suelo; y no
contentos con lo pasado no hacian sino
pasar por cima de mi, paresciendoles que
estaban contentos por haberse vengado
de mi; y yo me quedé en el suelo por
descansar; del dolor del cuerpo y de la
cabeza no pude dormir; pues venida la
mañana volvieron nuestros amos á nos
echar de comer; estaban tan enojados
los otros asnos, que no contentos no me
dejaron llegar al peseble, y yo por no
encorrir en otra como la pasada tuve
paciencia y callé y quedé sin comer hasta
el medio día que ya desenojados tuvieron
por bien de me dejar é comí é maté mi
hambre, é como duró la feria ese dia é
otro convalescí en salud algo, y como
los recueros vendieran su mercaderia
compraron cargas iguales de trigo para
todos, y cargados volvímonos para su
tierra y aun como no fuese bien sano
y con la carga no pudiese andar tanto
como mis compañeros, alli viérades la
gran priesa que de contino hacian de
varearme con muchos aguijones para que
anduviese como los otros, é yendo el
camino pasé hasta que fuemos llegado. La
vida de aquellos recueros desventurados
era á mi parescer la mas misera y la mas
trabajada de los hombres, porque nunca
hacian sino caminar por sierras y valles
y desiertos, por llanos y por pedriscos,
ellos á pie, nosotros cargados, con
tempestades, pluvias y siestas, sin
alguna piedad de si ni de nosotros, con
muy gran fatiga y ningun descanso; nunca
gozan de sus casas y mujeres é hacienda,
ni sosiego de un momento, mas contino
trabajo y afan, como verdaderos esclavos
alquilados por vil dinero é mandados por
su señor; su contino mantinimiento es
una pobre fruta ajo é cebolla y pan de
perros, y si alguna vez se desmandaban á
comer algun miserable tasajo en alguna
venta, danselo guisado que yo siendo
asno no lo querria ver y aquello tienen
por bueno y sano. Acaescio que venimos
en un arroyo y en un turbio cenagal
donde caidas las cargas reniegan como
perros y maldicen su ventura; teníamos
yo y mis compañeros metidos los brazos
y pies en el lodo hasta las espaldas y
el agua que nos cobría; ¡oh miseria de
nuestro vivir! qué trabajo era vernos sin
remedio de nuestra salud! que mientra
más fuerza poniamos para levantarnos más
se nos somian los pies en el lodo hasta
más no poder entrar ya la agua que nos
cubria por cima; ¡oh miseria de nuestro
vivir! ¡qué trabajo era vernos sin
remedio de poder escapar con las vidas!
En fin, como pudieron desliaron el trigo
y atollando en el lodo hasta la cintura
lo sacaron á la orilla, no les pesando
tanto por nosotros como porque perdian
el interés y trabajo pasado; buscaron
unas mulas de carreta uncidas en uno,
echaron unas sogas, por medio del cuerpo
nos ataban y ansi las mulas nos sacaban
arrastrando del charco. Ansi, escapados
desta tempestuosa fragosidad, fuemos con
todo trabajo hasta sus casas, adonde
llegados salen unas brutas amazonas que
tenían por mujeres y puestas las cargas
en tierra y nos dan de comer. Estábamos
tan fatigados que ninguno curó de comer
ni llegar al peseble, sino arrojarnos en
aquel establo por descansar; y como las
mujeres supieron la fortuna acontecida,
rasgabanse con las uñas el rostro y
traian los hijos porque llorasen con
ellas. Despues que por algunos dias
hubieron llorado su dolor, como vieron
perdido el trigo acordaron de remediar
con vender algunos de nosotros para
tornar á tratar, y para esto nos trujeron
á una ciudad que estaba en los confines
de Grecia, adonde se hacía una feria.
CAPÍTULO XVI
_Cuenta como los arrieros lo vendieron á
un húngaro y lo que allí le sucedió._
GALLO.--Y llegados que fuemos aquella
feria, alli se ofrecio un hombre natural
de la isla de Rodas, que era mercader de
bestias, y este nos compró á mi y á otros
dos compañeros mios y luego nos pasó en
su patria, y acaso se ofrecio un húngaro
que tenía nescesidad de mi para ir á su
tierra y como me hubo comprado dispuso
de me llevar á su tierra. Este era un
mísero labrador del campo é venido en
un pequeño lugar de donde era natural,
descansamos por algunos dias del trabajo
pasado é despues hizome ir á la labranza;
junto con otro asno que tenía me hacía
arar todo el día y si tenía alguna pereza
dabame muy grandes palos en los costados,
metíame un aguijon por las ancas que me
hacía saltar con ánimo, y yo cansado con
su furia y gran trabajo que me daba,
ya posponia mi salud y me determinaba
aborrido á consentir que me matase, y era
que como él no quisiese perder el interés
moliame á palos y con esto se satisfacía.
Tenia otra bellaquería, que si le
acontecía alguno quererme ver andar,
agora por su placer, ora por me querer
comprar, sobía el vellaco del húngaro
sobre mí en pelo sin albarda, porque yo
aguijase lanzábame un clavo ó un aguijon
por el lomo y por la espalda y cruz, que
me hacía salir el alma; era tan grande
mi pasion que por muchas veces me quise
echar en un río y ahogarme alli, antes
que no servir á un tan mal hombre; un día
acaescio que quiso ir á sembrar cuatro
millas de ahí y cargóme muy bien de trigo
y sacóme delante de si, y caminando
hacía muy gran agua y lodos en tanta
manera que él no pudiendo andar subio
encima del costal de trigo y comenzome
á herir, é yo como le vi pertinaz en su
mala costumbre dispúseme á andar lo más
que pude, y él se descuidó y comenzose
á dormir y quando yo le sentí dormido
comienzo á correr por una sierra abajo,
pedregosa y llena de picarros, á tanto
que derroqué al húngaro y dio con la
cabeza en una piedra, que se descalabró
y no pudo tan bien escapar de mí que al
tiempo que le sentí caido le dí un par de
pernadas en aquellas espaldas, de lo cual
yo quedé muy contento; y despues echo
de mi el costal de trigo y aun quiebro
la cincha de la albarda y déjola allí y
roznando y saltando me vuelvo para casa,
pensando haberme bien vengado de aquel
ladron; y él corriendo sangre fue tras
de mí por el campo y como no me alcanzó
volviose al trigo y acordó de lo levar
acuestas hasta la sembrada, porque estaba
una milla de allí; yo fueme á un prado
é dime á placer; y el húngaro desque
hubo hecho su labor tomó la albarda
acuestas é fuese á su casa é iba por
los lodos cansado renegando, y llegando
preguntó á su mujer por mi; y como ella
no me había visto fueron al establo y
halláronme echado, y toma el marido un
palo grueso é descansó por dos veces en
mis costados, que me dejó por muerto,
diciendo que determinadamente me quería
matar, y estaba tan enojado de mi que si
no fuera por su mujer que se lo estorbó,
ciertamente me matara. Tuvo Dios por bien
que saliese de sus manos, aunque bien
castigado, dende á pocos días.
CAPITULO XVII
_Como el húngaro lo vendio á los soldados
y lo que le acaescio con ellos._
GALLO.--Dende á pocos días suscedio que
unos dos mancebos se determinaron de ir
en Alemania que al presente estaba en
diferencia de guerra y disencion con las
señorías de Italia y querían ir á tomar
sueldo para defender la parcialidad que
mejor lo pagase.
MICILLO.--¡Oh! válame Dios, que donoso
interes para ir á pelear; paresce
verdaderamente á los letrados que en
Corte del Rey toman sueldo é salarios
de señores obligandose á los defender
cualesquiera pleitos que se le ofrezcan,
aunque sean sin justicia ni razon.
GALLO.--Mas lo mismo es, porque se
obligan de vejar con todas cautelas á
las partes contrarias que les pidan ante
cualquier juez.
MICILLO.--¡Oh! poderoso Dios, qué
seguridad de ánimas; pues di, Pitágoras,
¿pues qué te acaescio?
GALLO.--Estos mancebos me compraron para
levar su fato y dispuestos para se partir
cargaronme todas sus ropas y fardaje, y
por sobrecarga echaronme encima una mujer
que sacaron de con su marido para que en
el real ganase para ayuda de sus juegos
y glotonería, y como asno lo hube de
sofrir. ¡Oh! Dios inmortal, qué vida tan
trabajada y quién lo hubiese de contar lo
que pasaban y por el camino los robos,
los hurtos, los desafueros que hacían á
los venteros y caminantes, las sinrazones
que hacían á los labradores, las
blasfemias y reniegos, los adulterios,
los sacrilegios, ¿quién te lo hubiese de
decir? en un año no te acabaría de contar
todas sus maldades y todo lo que hacían;
enseñaban á la pobre mujer que levaban,
cómo se había de haber con los hombres
que se la ofreciesen en conversacion,
cómo los habia de atraer ansi y cómo los
había de robar y despues de despojados
cómo se habia de descabullir dellos;
inventaban ellos entre sí nuevas maneras
de fieros para blasfemar y espantar
hombres; en conclusion, ellos se iban
emponiendo en todo género de maldad
y bellaqueria. Llegados al ducado de
Sajonia fueles necesario de me vender.
CAPÍTULO XVIII
_Como los soldados lo vendieron á unos
alemanes que iban á Roma y lo que cuenta
por el camino; cosa de notar._
GALLO.--Puesto por obra de me vender
por alguna necesidad me compraron unos
alemanes que á título de peregrinacion
iban á un negocio á Roma y yo pense de
nuevo resucitar cuando me vi escapado
de las manos de tan mala gente porque
me temía mucho que por su maldad había
Dios de permitir en nosotros algun mal
acaescimiento. En fin, con la ayuda de
Dios comenzamos nuestro viaje, y más
que tenía yo mucho deseo de ir á Italia
porque despues que yo fue Pitágoras no
había vuelto por allá y por ver las
novedades que de allá contaban todos los
que de allá venian, y iba muy contento
porque ya había cristiandad y residia
un Pontifice de toda la monarquia en
la ciudad de Roma y todas las cosas de
la gobernacion y templos y sacreficios
eran mudados. Pues una mañana, ya que
comenzaba á salir el sol, ibamos por
una deleitosa floresta de muy hermosas
huertas de fresca arboleda; iban por alli
mis dos buenos amos á veces contando,
de la manera que habían de tener en
su negociacion en llegando á Roma,
cómo habian de verse con el Papa en la
expedicion de las bulas; hablaban de
un Cardenal que tenía el cargo de los
despachos; decian no sé que, el uno que
llamaban abreviador; en cuanto yo pude
colegir de la calidad del negocio alcancé
que era una dispensacion para que se
pudiesen casar dos grandes señores de
aquella tierra, que no lo podian hacer
por ser parientes dentro en el cuarto
grado; concertaban entre sí que llegados
á Roma y presentada su aplicacion ante
los oficiales del papa no le habian de
decir la calidad de las personas, si no
solamente los nombres.
MICILLO.--Dime, Gallo, ¿porque se fengían
y trataban ansí?
GALLO.--No se declaraban del todo ellos,
mas sigun yo conosci de sus pláticas,
creo que fue porque si dijeren al Papa
ó á los oficiales ó aquellas personas
con quien habian de dispensar que eran
señores de mucha calidad y valor, les
llevarian mas cuantía de maravedís por
la dispensación, á tanto que decian
que si salian con su propósito sin ser
descubiertos que no les haria de costa
más de cien ducados y que si supiesen la
verdad de la calidad de las personas les
costaría más de seis mill ducados.
MICILLO.--¡Oh; nefandisimo género de
simonia, que en las cosas de la Iglesia
que va tanto interes á nuestra salud
no haya otra mayor dificultad para las
alcanzar si no es añadir dinero.
GALLO.--Despues que hubieron bien
concertado su negocio vinieron de platica
en platica á tratar de la gran suma de
dinero que se consumia en Roma; hablaban
de las riquezas que tenía el Papa, de
las posesiones de los Cardenales y de
los tesoros que habia entre los obispos
y oficiales que trataban este género de
contratacion.
MICILLO.--Mira, Gallo, avisote no hables
de la Iglesia ni de las cosas sagradas
de la cristiandad; ¿de qué te ríes, que
paresce que burlas de mí?
GALLO.--Ríome de que me acuerdo que
llegando ellos á este paso yo iba tan
atento á su plática que descuidado
cai en un charco y me hinchí de lodo,
y viniendo ansi por nuestro camino
hubieron nos de alcanzar dos hombres
que en su representacion parescian
ser gente de bien, y como llegaron á
nosotros saludaronse entre sí y dijeron
el uno dellos: razon es que no perdamos
vuestra compañia y conversación, pues
Dios nos ha juntado; y apeados de sus
cuartagos ataron los cabestros á mí y
mandáronnos andar delante; uno de mis
amos les preguntó que dónde era su viaje;
respondiéronle que una ciudad de los
confines de Italia, de la señoria del
Papa y que venian de complir un voto que
habian hecho por devocion, y era ir á ver
el cuerpo de Santa Ana, madre de Nuestra
Señora, é que la mostraban los alemanes
en Dura, ciudad en Alemania, que por una
pequeña limosna voluntaria concedia el
Papa muchos años de perdon. Dijo mi amo:
ya somos nosotros estados ahí é tenemos
con esa señora gran devocion porque nos
ha hecho grandes mercedes. Respondio el
italiano: basta que sea haber trabajado
en venirla á vesitar; mas yo no sé si
esté aquí ó si esté mas de verdad en
Leon de Francia, porque lo mesmo dicen
que está alli en Nápoles, y como dicen
muchas veces estas cosas nos hacen perder
la devocion á los cuerpos santos, porque
por estas diferencias les dejamos de
hacer la veneracion debida, sospechando
que hagamos á cuerpos que debemos
maldecir en lugar de santificarlos.
Respondió mi amo: verdad dices, mas luego
sacamos cuál sea el verdadero de los
milagros que hacen en cuerpos enfermos
y en personas necesitadas, y tambien el
Papa concede sus indulgencias adonde
está persuadido por buena información
que esté lo verdadero y veda que se
publique lo que no fuere ansi. Dijo el
italiano: pues decirme, señor, ¿y no
dió tambien perdones para Francia como
para Dura? y pues se precian en Roma de
tener la cabeza de San Juan Bautista,
¿por qué se consiente que tambien se
publique que esté en Francia en la ciudad
de Aniañes? y si fue un prepucio el que
circundaron á Jesu Cristo, ¿por qué se
precian los cristianos de tener tres: uno
en Roma, y otro en Brujes y otro en la
ciudad de Unberes (_sic_). Con una cosa
me consuelo, que conozca Dios mi sana
intencion y que no sea dado á mi hacer
bastante informacion de lo verdadero para
evitar la idolatria; pecan los principes
que lo consienten por sus particulares
intereses; mas dejemos agora esto, que es
muy larga cuestion; yo os quiero hacer
saber que entre otras cosas notabres que
yo vi en la iglesia de Santa Ana en Dura,
que en un altar junto á la madre vi á
Nuestra Señora la madre de Dios tan al
natural de una linda mujer en una imagen
que con todas las partes de su rostro
y cuerpo mostraba estar viva; en sola
una cosa me descontentó, que es en los
vestidos que tenía, porque de creer es
que fuese ella la más honesta que en el
mundo nunca mujer nasció ni fue; pues
no sé porqué la atavian los cristianos
tan deshonestamente con unos carmesis
y brocados cuchillados de colores y
puestos que reprueban aun las mujeres por
mostrarse honestas en si. Esto queria yo
qu'el pueblo cristiano mirase sin pasion
ni boba aficion é se piensen mas la
servir si la pintan y la visten en hábito
que por la reverencia que le debo quiero
callar; con unas mangas acuchilladas y
llenas de bocadillos y con colores de
afeites en el rostro y con grandes pechos
descubiertos y con camisas rayadas y
polainas muy galanas y polidas, y dicenme
que en España son en esto muy demasiados,
porque les ponen unos verdugados que usan
allá y unos rebociños en el cuello y
otras cosas deshonestas que fuerzan á los
hombres á pecar teniendo con las tales
imagines poca reverencia y devocion, y
acaesce muchas veces que si un pintor ha
de pintar una imagen de Nuestra Señora ó
de la Madalena, toma ejemplo de alguna
mujer deshonesta ramera la qual tiene
puesta delante por muestra de su labor y
pintura; yo no digo esto de mí, porque en
la verdad yo lo he visto. Dijo mi amo;
en este caso solamente tienen la culpa
los obispos porque en sus obispados no
vesitan ni proveen estas cosas, pues nos
va en ellas tan gran parte de nuestra
cristianidad, no se habian de descuidar
con sus regalos y deleites y con sus
rentas y tesoros, los cuales habiendose
de gastar juntamente con todas las rentas
de toda la Iglesia, digo del Papa y de
los Cardenales y obispos y todas las
otras dinidades con los pobres y otras
muchas obras de caridad, y consumenlas
en juegos, en banquetes y fiestas y
otros muchos deleytes del mundo, que yo
no digo, que solo en decirlo me paresce
seria deshonesto y sin tener memoria del
morir ni de la estrecha cuenta que han de
dar á Dios, porque me paresce á mi que
pues los obispos son obligados á visitar
cada año su obispado y no lo visitan,
sino repelanlo, no quedando mejor que
de antes; por el mismo caso ansí habian
de ser obligados los Papas á visitar su
papazgo de dos en dos años, porque de
contino se pierden las ovejas por el
descuido del pastor; antes son ellos
en ocasion de perderlas y destruirlas
desasosegandolas con guerras y tumultos,
tiranizando en la cristiandad con mayor
crueldad que todos los Dionisios juntos
tiranizaron en su tiempo; por cierto
yo querría ser dos años Papa y no mas
porque en estos yo pornia en orden el
Pontificado y lo haría tan ejemplo y
regla de Cristo y de sus apóstoles
que ninguno le viese que se quejase.
Respondio el italiano: ¡ay, señor! por
amor de Dios que no lleveis tal carga
acuestas porque yo os doy mi fe que es
la más incomportable que nunca hombres
pudieron sufrir, ni tenga ninguno envidia
á sus deleites ni banquetes y placeres,
porque os doy mi fe que desde el Papa
hasta el muy mísero sacristan viven
en contina miseria y dolor; tomense
para si sus placeres y pasatiempos los
obispos si juntamente con ellos han de
rezar por toda su familia, emitar á
los apostoles en cuyo lugar vinieron á
suceder y á lo qual cumplir con lo que
denota su habito obispal; que aquella
túnica blanca lavada, limpia, blanca, sin
mácula hecha á ejemplo de pueblo[293];
¿qué sinifica la mitra con dos cuernos
si no el cuidado que han de tener en
declarar al pueblo ambos testamentos
Viejo y Nuevo? qué denotan los guantes
limpios en sus manos? la administracion
pura de los sacramentos; ¿qué los zapatos
que le calzan en los pies? la vigilancia
de su gley; ¿qué la cruz é báculo que
le dan en la mano? la Vitoria y triunfo
de los humanos afetos; y lo mismo es al
Cardenal; ¿no os paresce que el que
debe tener esto de contino en su pecho
y consideracion que tiene trabajo?
pues alléganse á esto otros dos mill
embarazos de la vida que á un momento
no le dejan descansar el ánima, porque
la trae solicita en mill cuidados que
le menoscaban la vida: la visitacion de
su obispado, el examen de sus curas é
beneficiados los quales han de encargar
la administracion de su iglesia y ánimas
de sus feligreses; la visitacion de los
pobres y destribucion de sus bienes;
aquel contino despachar negocios para la
Corte romana é imperial, aquel asestir á
pleitos que les ponen en las dinidades
é pensiones; ¡oh Dios inmortal! pues
tambien tienen ellos sus prestamos y
censuras de las quales demandan prestados
á nunca volver; pues ¿qué trabajo tienen
en las judicaturas de todo el día, oyendo
quejas é pleitos de agraviados; con todos
ha de complir, á todos ha de responder, á
todos ha de satisfacer, á ninguno ha de
inviar quejoso, sino á todos contentos y
satisfechos. Pues vengamos al descanso
y deleite del Papa; por cierto si bien
considerase su dolor y trabajo contino,
no hay hombre de sano juicio que un dia
le pudiese sufrir, ni aunque se le diesen
con toda la posesion y mando de universo
mundo no le querria tomar por un momento;
mas la desordenada codicia que agora
reina en nuestras ánimas causa en todos
tan gran ceguedad que no hay quien mire
con ojos libres su tan trabajada carga
é la repudie y la eche de sí; ¡oh! qué
trabajo considerar que ya no se abscondan
los hombres como hacian en otro tiempo
los santos por no ser Pontífices, mas
antes hay ya quien mucho antes que vaque
lo negocia con sobornos inlícitos y si
menester es con yerbas le aben (_sic_)
antes, y que no hay uno en toda la
cristiandad de quien se presuma que si
se lo diesen no lo tomaria. Pues si se
ponen á considerar que tiene el Papa las
veces de Cristo y que está puesto en su
lugar en el mundo y que le debe remedar y
seguir en la pobreza, en los trabajos, en
la dotrina, en la cruz, en el menosprecio
del mundo, en las continas lágrimas, en
los ayunos, en las oraciones, en los
sospiros, en los sermones, en otras
dos mill fatigas, decirme ¿quien le
querrá? ¿quien le tomará? y esto no es
nada en comparacion de lo que á esto se
les allega: aquella guarda de tesoros;
aquella conservacion de honras, aumentar
las vitorias, acrecentar los oficios
y multiplicar las dispensaciones,
engrandecer las rentas, ensanchar las
indulgencias, proveerse de caballos y
mulas, de grandes familias y criados,
que conoscer de nuevo tantos escritores,
tantos notarios, tantos abogados, tantos
fiscales, tantos secretarios, tantos
caballerizos, tantos despenseros; á todos
ha de mirar é favorescer, con todos ha de
cumplir, á todos ha de pagar con proveer
al uno el obispado, al otro el abadia, al
otro el beneficio, al otro la canonjía,
é la dinidad, por pagar sus servicios;
pues ¿qué trabajo es el despachar cada
día los indultos, las indulgencias,
las compusiciones, las espetativas,
los entredichos, las suspensiones, las
citaciones y descomuniones? Por cierto
que me paresce á mí que por penitencia
no lo habia un bueno de tomar á cargo é
ya no es tiempo sino que todos trabajen
é rueguen por el Pontificado, porque
ya no es tiempo que los Papas hagan
milagros como los santos lo hacian
antiguamente, ni ya enseñan al pueblo
porque es trabajoso, ni declararán las
Sagradas Escrituras porque es de maestros
de escuelas, ni lloran porque es de
mujeres, ni consienten en su casa pobreza
porque es gran miseria; procuran siempre
vencer porque es gran vileza ser vencido;
seguir la cruz es gran infamia; huir
cuanto pueden de la muerte porque les
es el morir muy amargo. Pues si algunos
soberbios papas acaesce predominar en la
monarquia del mundo, ¡oh! Dios inmortal,
qué trabajo incomplensible tienen en
conservar su ruin vida con sus odios,
enemistades é sediciones; para salir
con su tirania hacen grandes ligas con
soldados, con tiranos y robadores,
los cuales les hagan espaldas y los
favorezcan y defiendan, y para estas
cosas echan susidios, bulas, indulgencias
y préstamos; vereislos tan solícitos y
tan cuidadosos en recatarse de todos,
en no se fiar de alguno; todos le son
enemigos y le cavilan la vida; uno le da
el veneno; otro le procura matar porque
suceda su patron; ¡oh! qué trabajo,
¡oh! qué fatiga, ¡oh! qué curiosidad
vana, ¡oh! qué costosa vida, ¡oh! qué
desabrida muerte, ¡oh! qué infernar
de ánima é martirizar del cuerpo; de
verdad os digo, señor, y creame quien
quisiere, que no tengo mas que os decir
sino que me quiero ser mas esto poco que
me soy con no tener más cargo de mi, ni
de más tengo de dar cuenta á Dios que
ser cualquiera destos papas que agora
se ofrecen, porque con sus trabajos é
cuidados yo no podía mucho vivir; tómelo
quien quisiere que ni á mi me lo dan, ni
yo lo demando, ni yo lo querria. Como el
italiano acabó su tragedia dijo mi amo:
por Dios, señor, que teneis mucha razon;
que es gran trabajo su vida; buena sin
alguna comparacion; si la hacen mala
porque viven siempre en sobresalto y
desasosiego, muriendo siempre sin nunca
vevir. Estas cosas y otras semejantes
iban [pa]sando tiempo por aquella
floresta y ya iba calentando el sol, por
lo cual procuraron darse alguna priesa
por llegar á comer á un lugar que cerca
estaba.
MICILLO.--Admirado me tienes ¡oh!
fortunuoso Pitágoras con tan inumerables
trabajos y tan bien representados que
con mis mismos ojos me los haces ver;
basta que me pensaba yo que esos
grandes Pontífices se tenian la suprema
felicidad, porque pensaba yo que los
grandes Pontífices junto con los grandes
tesoros y riquezas y el gran mando no
tenian que desear otra cosa alguna. Agora
que tengo visto su dolor paresceme que
ellos viven en el estado mas misero de
los mortales. Prosigue por amor de mi y
acaba tu tragedia como mientras fueste
asno, ¿que te sucedio?
GALLO.--Pues llegado al lugar, lo
primero que se proveyó en entrando en la
posada fue dar á nosotros las bestias
de comer; fueron luego muy llenos los
pesebres, donde matamos nuestra hambre
del caminar; despues se salieron ellos á
un portal fresco donde con mucho placer
les aparejan su comer; por estar yo lejos
de su mesa y porque venia cansado no
oi nada de lo que en la mesa pasó; mas
despues que todos hubimos reposado y que
fue caida la siesta despedieronse los
italianos de nosotros diciendo que iban
por otro camino á su tierra, demandada
licencia de los compañeros, saludandose
se fueron con Dios; nosotros tambien,
pagada la huéspeda, comenzamos nuestro
camino. Pierres, que ansi se llamaba
uno de los dos mis amos dijo á Perequin
que ansi se llamaba el otro: hermano
Perequin, si mi juicio no me engaña en
pronosticar...
NOTAS:
[293] Parece que falta algo en el manuscrito.
CAPITULO XIX
_Que cuenta en pronosticar lo de los
agüeros; cosa de notar._
Estoy turbado de una cierta ave que
agora voló y vengo á conjeturar que
nos ha de suceder en esta noche algun
enojoso acontescimiento, por lo cual
encomendemonos á Dios y aparejemonos
á padescer, pues no se puede escusar.
Perequin, se rió mucho burlando de
Pierres; y dijo: por Dios que me
maravillo de tí que con todo tu saber
des crédito á liviandades tan sin razon,
y si en agüeros crees nunca harás cosa
buena, porque si viendo esas vanidades
esperas á ver si aciertan ó no, agora
por temor, agora por engaño del demonio
puedes peligrar en tu salud, por lo cual
te ruego que depongas de tu pecho esta
tu errada opinion y no le des alguna fe,
porque permitirá Dios que acaezca el
mal pronosticado por castigar tu yerro
y no porque de allí hubiese de suceder
necesariamente. Respondio Pierres: más
me maravillo yo de tí, porque me quieres
convencer que sea arte de vanidad, pues
en todos los acaescimientos pronosticados
he hallado que vengan á suceder segun é
como yo los he agüerado; y no pienses
que lo supe de mi, que mucho trabajo
me costó á la deprender de grandes
sabios que me la enseñaron; y cree tú
que tiene gran fundamento, pues todos
los sabios antiguos mentan que tenian
en suprema veneracion y le daban tanta
fe como á los muy dinos oráculos de su
Dios, pronosticaban de cosas acaescidas
de improviso, agora en cuerpos muertos
de animales sacrificados á sus dioses,
agora de vuelo a graznido de las aves,
y convenciales á lo creer las grandes
experiencias que se les ofrecian, como
fue lo que cuentan de Julio Cesar, qu'el
primero día que se asentó en la silla
imperial sacreficó un buey á Júpiter
y abriendole fue hallado sin corazon,
de lo qual los agüeros pronosticaron
tristemente y le señalaron todo el mal,
lo qual así ha sucedido, que de veinte é
tres puñaladas fue muerto en el senado.
Y tambien leemos que Cayo Claudio é
Lucio Petilio cónsules sacreficaron
como lo habian de costumbre á los
dioses, y en matando el buey ante las
aras le sacaron el corazon, el qual de
improviso se corrompio de podre, por lo
qual los agüeros venieron á pronosticar
triste suceso en sus muertes, á los
cuales dijeron que moririan muy breve;
é ansi fue, que no mucho tiempo murio
Claudio Cayo de una grave enfermedad y
Petilio en la guerra. Como Antioco rey
de Siria tuviese guerra con los partos
acontecio que estando en el real hizo una
golondrina nido en su mismo pavellon,
de lo qual los agüeros denunciaron mal
suceso de la batalla, y así fue, que en
el comitimiento de los ejércitos fue
muerto el rey Antioco y todo desbaratado
y perdido. Otros muchos enjemplos de las
historias notables te pudiera yo agora
traer para corroboracion de que fue
creida mi verdad; mas pues tu pertinacia
me lo ha todo de destruir, aguardemos
á lo que hubiere de acaescer. Luego le
respondió Perequin: por hombre para
poco me tienes si confiando en Dios no
te convenciere á que creas sin hacerme
algun perjuicio tus argumentos ser
falsos y diabólico y vano el agorar; yo
te probaré que estos sus acaescimientos
no pueden ser causa ni ocasion para que
dellos se pudiese pronosticar lo que
está por venir, y porque no parezca que
mi persuacion procede sin autoridad,
sabras que se lee en los Proverbios del
sapientisimo Salomon que no queramos
ser como los hombres mintirosos que se
mantienen de viento y dan credito á las
aves que vuelan, porque en la verdad gran
liviandad es seguir cosa tan incierta
y cosa que nunca se puede saber; [de]
sentencia de tanta autoridad se puede
colegir la vana supersticion que está en
esta ciencia; despues desto quiero que
vengamos á considerar cuanta fuerza é
sustentacion de las aves é cualesquiera
otros brutos en el ser y obras del
hombre; de las unas aves con su canto ó
con su vuelo o chellido; los brutos con
sus corporales dispusiciones de corazon
ó bazo, para que señalen lo que nos
ha de acaescer, y porque tú y cuantos
nascieron mejor se pueden convencer,
vengamos á la razon natural que muestra
mi entencion. Á todos es notorio que los
brutos animales tan solamente se mueven
por un sentido aquello que de presente
le es y solo se aplican aquello que ante
si tienen, sin consideracion de lo que
en ausencia les está. É ansi todas las
aves mueven su cuerpo, alas é pies por
solo impeto de su naturaleza, por hacer
cualquiera ejercicio, como para hablar,
para comer ó cantar, sin ser de otra
parte costreñidos á ello é sin primero
lo pensar que lo salgan hacer; pues esto
es ansí ¿quien será tan falto de saber
que pueda afirmar que las aves con su
vuelo ora en la mano diestra ó siniestra
cantan ó no, que senifica en nuestras
obras bien ó mal? si con hambre comen
¿qué tienen que hacer si yo moriré? y si
con sed beban ¿qué tiene que hacer? y
si comiendo algo se les caiga del pico,
¿qué convenencia tiene con si me sucederá
prósperamente un viaje? ¿qué razon lieva
que los hombres veneren todas las obras
y movimientos de los brutos y tengan
por muy cierto que todo aquello les
venefique que ellos de su libre albedrio
han de hacer? por cierto gran bajeza.
Y despues pensar que Dios onipotente
hiciese un tan perfeto animal como es
el hombre y de tan alto intendimiento
que conosciese lo que estaba por
venir por las obras de las miserabres
avecicas y de brutos sin uso de razon,
las quales como ellas mesmas comienzan
á volar no saben donde van ni qué les
pueda suceder, pues cuanto ellas en
este caso puedan muy bien nos lo mostró
Mosolamon indio, hombre de muy iminente
saber é industria de la guerra, de muy
facunda prudencia; de aqueste leemos
que siguio á los griegos y macedones
despues de la muerte de Alejandro, y
como un día fuese con él al ejército é
por el camino acaesciese que se puso
un ave en un arbol é como los agoreros
la viesen comenzaron agorar sobre si
debian de pasar adelante; paró alli el
Mosolamo como los vio en esta disputa,
tomó el arco y mató el ave, burlando
de la veneracion del agorar; y como el
agorero mayor lo vio entristeciose mucho,
é alzando Mosolamo el ave del suelo
dijo ansi: decir porque os acelereis;
nunca esta ave supiera lo que nos habia
de acaescer pues de si misma no supo
procurando por su salud, y pues inorante
de su muerte se puso en el arbol para que
la matase yo, mal podria saber nuestro
mal ó bien acaescimiento; ansí que de
todo esto se puede muy bien deducir la
vanidad del agorar de las aves é brutos
cualesquiera é de cualesquiera otros
acontecimientos que se puedan ofrecer,
como varonilmente nos lo mostró aquel
glorioso y felice gran capitan español
Gonzalo Hernandez de Córdoba, varon que
despues que la fama lo conoscio solo él
quiso, no César inmortal, porque aunque
muerto, la eternal memoria de sus buenos
hechos le hace revivir; fue en fin tal
que si le alcanzaran los gentiles que
á Aquiles y á Mares y á Palas hicieron
sacreficio, á este sin controversia le
adoraran todos por Dios. Leemos dél
que estando aparejado en Nápoles para
acometer con su ejército gran compañía de
enemigos acaescio por mal recado se les
prendio la polvora de la artilleria, y
entristeciéndose toda la gente teniendolo
por mal agüero, salió ante todos con
gran ánimo diciendo: no desmaye nadie,
caballeros; esforzad el corazon, que
estas almenures (_sic_ por luminarias)
son de nuestra vitoria; y diciendo
esto los esforzó tanto para acometer
que brevemente destruyó los enemigos.
Convencido me estoy yo bastante á creer
que todo género de agorar sea vano y de
ninguna certedumbre, ni sé mas de que el
demonio nos quiere engañar con hacernos
entender que todo sea ansí como nos lo
muestra y trabaja con toda su industria
que suceda aquello que nos mostró ó que
pronosticaron del vuelo del ave, ó de
cualquiera otra cosa, y esto aunque nunca
hubiera de acontecer, porque solamente
le creais; y agora me temo yo, señor
Pierres, que pirmitirá Dios que nos
suceda el mal que vos habeis agorado, por
castigaros el yerro que cometisteis en
dar crédito á cosa tan vana y tan errada,
la qual es de pura industria y engaño del
demonio y no porque creo que hubiese ansi
de acaescer. Pierres quedó convencido
y atemorizado con el miedo que lo puso
Perequin de parte de Dios porque daba
crédito al agorar; y asi razonando fueron
toda la tarde en esta materia hasta que
llegamos á una aldea de pocos vecinos.
MICILLO.--Pues, tú Pitágoras, ¿porque no
diste en aquel arte tu parescer, que bien
se te entendia, pues fueste discípulo de
los magos?
GALLO.--Porque mientras fue asno no
pude hablar. Como fuemos llegados á la
aldea aparejóse la cena, porque llegamos
tarde é despues de haber cenado fuéronse
mis amos á reposar y sosegose la casa.
Sucedio que junto á la media noche, en
lo mas sabroso del sueño, entran en casa
unos ladrones y roban las arcas del
huéspede, que era rico, y levantados
con la presa porque no lo podian levar
acuestas, vienen al establo y tomanme á
mí para que mis hombros lo lieven, y como
vieron que tenían cogido quien lo levase
sin trabajo suyo, tornaron á hurtar,
doblado y cargaronme de aquellos tesoros
y buena ropa una carga que no la levaran
dos como yo, y abiertas las puertas
sin ser sentidos me sacaron fuera del
lugar. Tenian su vivienda en una cueva
que habian hecho cinco millas de aquella
aldea y habiamos de pasar un rio para ir
allá por un vado, y como los ladrones
viniesen tan alegres con su priesa y
fuese algo oscura la noche, perdieron el
vado, y llegados al rio, confiando en que
yo pasaría delante aguijáronme para que
pasase y en entrando no muy lejos de la
orilla, lancé los pies y las manos en un
tremadal, y como el agua era alta luego
me ahogué y la hacienda todo se perdio
sin poder cobrar nada.
CAPITULO XX
_Como fue convertido en rana y lo que le
sucedio de allí._
GALLO.--Yo ahogado á la verdad no me
pesó, por dejar tanto trabajo y mala
compañia que me llevaba. Plugo á Dios que
me dieron por complida la penitencia por
las deudas de Epulon é fuí convertido
allí en rana.
MICILLO.--Cuentame ¡oh Pitágoras! qué
vida hacias cuando eras rana.
GALLO.--Muy buena, porque luego hice
amistad con todos los géneros de peces
que alli andaban é todos me trataban
bien; mi comer era de las ovas del
rio, é salida á la orilla saltando y
holgando con mis compañeras pasciamos
unas yerbecitas delicadas é tiernas
que eran buenas para nuestro comer; no
teníamos fortuna, ni fuego ni tempestad
ni otro género de acaescimiento que nos
perjudicase. Pasado ansi algun tiempo...
CAPITULO XXI
_Como fue convertido en ramera mujer
llamada Clarichea._
Pasado así algun tiempo en aquel rio fue
convertido en Clarichea, ramera famosa.
MICILLO.--¡Oh! qué admirable
transformacion; de asno en rana; de rana
en ramera galana.
GALLO.--Pues quién bastara á te contar
lo que siendo rana me acontecio y siendo
ramera la solicitud que tenía, si no
fuera por sernos ya el dia tan cercano
para te lo contar muy por extenso, lo
qual no me da lugar; y aquel cuidado
que tenía de en adquerir los enamorados
y el trabajo que sufria en conservar
los servidores y el astucia con que los
robaba su moneda; aquella manera de los
despedir y aquella industria de los
volver y el contino hastío que tenia de
mis afeites y composturas de atavíos y
el martirio que pasaba mi rostro y manos
con las mudas; aquel sufrir de pelar las
cejas, que con cada pelo que sacaba se
me arrancaba el alma de dolor, y con los
afeites y adobos, pues todo mi cuerpo
con los baños y ungüentos y otras muchas
cosas que aplaciese á todos los que me
querian; y aquel sufrir de malas noches y
malos días, no tengo ya fuerza para te lo
contar por extenso. Despues...
CAPITULO XXII
_Como fue convertido en gañan del campo
como servio á un avariento y despues fue
tornado pavon é otras muchas cosas._
Después desto fue convertido en gañan
del campo, adonde de contino con mucho
trabajo sin reposo ninguno ni nunca
entrar en poblado pasaba muy triste vida.
Vine á servir y ser criado de un mísero
avariento que me mataba de hambre, de lo
cual no te doy entera cuenta lo que en
este caso me sucedio, y fue transformado
en pavon y agora gallo. ¡Oh! Micillo, si
particularmente te hobiese de decir la
vida y trabajos que he pasado en cada uno
destos míseros estados no bastarían cien
mill años que no hiciese sino contártelo.
Por eso ya viene la mañana, por lo qual
quiero concluir porque vayas al trabajo,
porque en esperanza de tu sueño no
moramos de hambre, que creo que desde las
diez encomenzamos la prática sin nada nos
estorbar y son dadas cinco horas.
MICILLO.--Admirado me tienen los trabajos
desta vida, ¡oh Gallo! Pues dime ahora lo
que me prometiste, que deseo mucho saber:
¿cual estado te paresció mejor?
GALLO.--Entre los brutos cuando era rana;
entre los hombres siendo un pobre hombre
como tú, porque tú no tienes que temer
próspera ni adversa fortuna, ni te pueden
perjudicar, no estás á la luz del mundo
porque nadie te calunie; solo vives sin
perjuicio de otro, comiendo de tu sudor
ganado á tu placer, sin usuras ni daño de
tu ánima; duermes sueño seguro, sin temer
que por tu hacienda te hayan de matar ni
robar; si hay guerra no hacen cuenta de
tí; si préstamos ó censuras no temes que
te ha de caber nada. En conclusion que
bienaventurado el que vive en pobleza si
es prudente en la saber sollevar.
MICILLO.--¡Oh! mi buen Gallo, yo conozco
que tienes mucha razon y pues es venido
el día quiero ir al trabajo y por el buen
consuelo que me has dado en tu comer
te lo agradeceré, como por la obra lo
verás. Quédate con Dios, que yo me voy á
trabajar.
FIN DEL DIALOGO DE LAS TRANSFORMACIONES
EL CROTALON
DE
CHRISTOPHORO GNOSOPHO
Natural de la insula Eutrapelia, una de
las insulas Fortunadas.
PROLOGO DEL AUCTOR
AL LECTOR CURIOSO
Porque cualquiera persona en cuyas manos
cayere este nuestro trabajo (si por
ventura fuere digno de ser de alguno
leydo) tenga entendida la intincion
del auctor, sepa que por ser enemigo
de la oçiosidad, por tener esperiençia
ser el oçio causa de toda maliçia;
queriendose ocupar en algo que fuesse
digno del tiempo que en ello se pudiesse
consumir; pensó escreuir cosa que en
apazible estilo pudiesse aprouechar. Y
ansi imaginó como debajo de vna corteça
apazible y de algun sabor diesse á
entender la maliçia en que los hombres
emplean el dia de oy su viuir. Porque
en ningun tiempo se pueden más á la
verdad que en el presente verificar
aquellas palabras que escriuió Moysen
en el Genessi[294]: «Que toda carne
mortal tiene corrompida y errada la
carrera y regla de su viuir». Todos
tuerçen la ley de su obligaçion. Y
porque tengo entendido el comun gusto
de los hombres, que les aplaze más leer
cosas del donayre; coplas, chançonetas y
sonetos de placer, antes que oyr cosas
graues, prinçipalmente si son hechas en
reprehension, porque á ninguno aplaze
que en sus flaquezas le digan la verdad;
por tanto procuré darles esta manera de
doctrinal abscondida y solapada debajo de
façeçias, fabulas, nouelas y donayres:
en los quales tomando sabor para leer
vengan á aprouecharse de aquello que
quiere mi intincion. Este estilo y orden
tuuieron en sus obras muchos sabios
antiguos endereçados en este mesmo fin;
Como Ysopo y Caton, Aulo gelio, Juan
bocacio, Juan pogio florentin; y otros
muchos que seria largo contar. Hasta
Aristoteles, Plutarco, Platon. Y Cristo
enseñó con parábolas y exemplos al pueblo
y á sus discípulos la dotrina celestial.
El título de la obra es Crotalon[295]:
que es vocablo griego; que en castellano
quiere decir; _juego de sonajas, ó
terreñuelas_, conforme á la intinçion del
auctor.
Contrahaze el estilo y inuençion de
Luciano; famoso orador griego en el
su gallo: donde hablando vn gallo con
vn su amo çapatero llamado Miçilo
reprehendió los viçios de su tiempo: y
en otros muchos libros y dialogos que
escriuió. Tambien finge el auctor ser
sueño imitando al mesmo Luçiano que al
mesmo dialogo del gallo llama sueño. Y
hazelo el auctor porque en esta su obra
pretende escreuir de diuersidad de cosas
y sin orden: lo qual es proprio de sueño:
porque cada vez que despierta tornandose
á dormir sueña cosas diversas de las que
antes soñó. Y es de notar que por no
ser traduçion a la letra ni al sentido
le llama contrahecho: porque solamente
se imita el estilo. Llama a los libros
o diversidad de dialogos, canto: porque
es lenguage de gallo cantar. O porque
son todos hechos al canto del gallo en
el postrero sueño a la mañana: donde el
estomago hace la verdadera digestion: y
entonces los vapores que suben al çerebro
causan los sueños: y aquellos son los que
quedan despues. En las transformaciones
de que en diuersos estados de hombres
y brutos se escriuen en el proceso del
libro imita el auctor al heroico poeta
Ouidio en su libro del Methamorphoseos:
donde el poeta finge muchas
transformaciones de vestias, piedras y
arboles en que son conuertidos los malos
en pago de sus viçios y peruerso viuir.
En el primero canto el auctor propone de
lo que ha de tratar en la presente obra:
narrando el primer nacimiento del gallo,
y el suceso de su vida.
En el segundo canto el auctor imita á
Plutarco en vn dialogo que hizo entre
Ulixes y vn griego llamado grilo: el
qual hauia cyrçes conuertido en puerco:
y no quiso ser buelto a la naturaleza de
hombre, teniendo por mas feliçe el estado
y naturaleza de puerco. En esto el auctor
quiere dar a entender que quando los
hombres estan ençenagados en los vicios,
y principalmente en el de la carne son
muy peores que brutos. Y avn hay muchas
fieras que sin comparaçion los exceden en
el vso de la virtud.
En el tercero y quarto cantos el auctor
trata vna mesma materia: porque en ellos
imita a Luçiano en todos sus dialogos:
en los quales siempre muerde a los
philosophos y hombres religiosos de su
tiempo.
Y en el quarto canto espresamente le
imita en el libro que hizo llamado
Pseudomantis: en el qual descriue
marauillosamente grandes tacañerias,
embaymientos y engaños de vn falso
religioso llamado Alexandro: el qual en
Maçedonia (Traçia), Bitinia y parte de la
Asia fingio ser propheta de esculapio,
fingiendo dar respuestas ambiguas y
industriosas para adquirir con el vulgo
credito y moneda.
En el quinto, sexto y septimo cantos el
auctor debajo de una graciosa historia
imita la parabola que Cristo dixo por
san Lucas en el capitulo quinze del hijo
prodigo. Alli se verá en agraciado estilo
vn vicioso mancebo en poder de malas
mugeres, bueltas las espaldas a su honra,
a los hombres y a dios, disipar todos los
doctes del alma que son los thesoros que
de su padre dios heredó, y veráse tambien
los hechizos, engaños y encantamientos
de que las malas mugeres usan por gozar
de sus laciuos deleites por satisfacer a
sola su sensualidad.
En el octauo canto por auer el auctor
hablado en los cantos precedentes de los
religiosos, prosigue hablando de algunos
intereses que en daño de sus conciencias
tienen mugeres que en titulo de religion
estan en los monesterios dedicadas al
culto divino[296]. Y en la fabula de las
ranas imita a Homero.
En el nono y decimo cantos el auctor
imitando a Luciano en el dialogo
llamado Toxaris en el qual trata de la
amistad. El auctor trata de dos amigos
fidelissimos, que en casos muy arduos
aprobaron bien su intincion y en Roberto
y Beatriz imita el auctor la fuerça que
hizo la muger de Putifar a Joseph.
En el honceno canto el auctor imitando a
Luçiano en el libro que intitulo de
luctus, habla de la superfluidad y
vanidad que entre los cristianos se
acostumbra hazer en la muerte entierro y
sepultura, y descriuesse el entierro del
marques del Gasto Capitan general del
Emperador en la ytalia: cosa muy de notar.
En el duodeçimo canto el auctor
imitando a Luçiano en el dialogo que
intituló Icaromenipo finge subir al
cielo y descriue lo que allá vio
açerca del asiento de dios, y orden y
bienauenturança de los angeles y santos y
de otras muchas cosas que agudamente se
tratan del estado celestial.
En el deçimo terçio canto prosiguiendo
el auctor la subida del cielo finge auer
visto en los ayres la pena que se da a
los ingratos y hablando marauillosamente
de la ingratitud cuenta vn admirable
aconteçimiento digno de ser oydo en la
materia.
En el deçimo quarto canto el auctor
concluye la subida del cielo: y propone
tratar la bajada del infierno declarando
lo que acerca del tuuieron los gentiles:
y escriuieron sus historiadores y poetas.
En el deçimo quinto y deçimo sexto
cantos imitando el auctor á Luçiano en
el libro que intituló Necromançia finge
desçender al infierno, donde descriue
las estancias, lugares y penas de los
condenados.
En el deçimo sexto canto el auctor
en Rosicler hija del Rey de Syria
descriue la feroçidad con que vna muger
acomete qualquiera cosa que le venga al
pensamiento si es lisiada de vn lasçiuo
interes. y concluye con el desçendimiento
del infierno imitando a Luçiano en los
libros que varios dialogos intituló.
En el deçimo septimo canto el autor sueña
auerse hallado en vna missa nueua: en la
qual descriue grandes acontecimientos que
comunmente en semejantes lugares suelen
passar entre sacerdotes.
En el deçimo octauo canto el auctor sueña
vn acontecimiento graçioso: por el qual
muestra los grandes daños que se siguen
por faltar la verdad del mundo dentre los
hombres.
En el decimo nono canto el auctor trata
del trabajo y miseria que hay en el
palacio y servicio de los principes y
señores, y reprehende á todos aquellos
que teniendo algun offiçio en que ocupar
su vida se privan de su bienaventurada
libertad que naturaleza les dió, y por
vivir en vicios y profanidad se subjetan
al servicio de algun señor[297].
En el vigesimo y vltimo canto el auctor
describe la muerte del gallo.
NOTAS:
[294] Nota al margen: genes. cap. 6.
[295] Nota al margen. Crotalon idem est quod instrumentum musicum quo
in deorum ceremoniis vtebantur antiqui.
[296] En el códice que fué de Gayangos se añade, á modo de aclaración,
_monjas_.
[297] En el códice de Gayangos esta rúbrica está muy abreviada: «y
reprehende a aquellos que pudiendo ser señores, viviendo de algun
offiçio, se privan de su libertad».
SIGUESSE EL «CROTALON DE CHRISTOPHORO
GNOSOPHO:» EN EL QUAL SE CONTRAHAZE EL
SUEÑO, O GALLO DE LUÇIANO FAMOSO ORADOR
GRIEGO.
ARGUMENTO
DEL PRIMER CANTO DEL GALLO
_En el primer canto que se sigue el
auctor propone lo que ha de tratar en
la presente obra: narrando el primer
naçimiento del gallo y el suceso de su
vida._
DIALOGO.--INTERLOCUTORES
_MIÇILO çapatero pobre y vn GALLO suyo._
O líbreme Dios de gallo tan maldito y tan
bozinglero. Dios te sea aduerso en tu
deseado mantenimiento, pues con tu ronco
y importuno bozear me quitas y estorbas
mi sabroso y bienauenturado sueño,
holganza tan apazible de todas las cosas.
Ayer en todo el dia no leuanté cabeça
trabajando con el alesna y cerda: y avn
con dificultad es passada la media noche
y ya me desasosiegas en mi dormir. Calla,
sino en verdad que te dé con esta horma
en la cabeça; que mas prouecho me harás
en la olla quando amanezca, que hazes ay
bozeando.
GALLO.--Marauillome de tu ingratitud,
Miçilo, pues a mí que tanto prouecho
te hago en despertarte por ser ya hora
conveniente al trabajo, con tanta cólera
me maldizes y blasfemas. No era eso lo
que ayer dezias renegando de la pobreza,
sino que querias trabajar de noche y de
dia por auer alguna riqueza.
MIÇILO.--O Dios inmortal, ¿qué es esto
que oyo? ¿El gallo habla? ¿Qué mal aguero
o monstruoso prodigio es este?
GALLO.--¿Y deso te escandalizas, y con
tanta turbasion te marauillas, o Miçilo?
MIÇILO.--¿Pues, cómo y no me tengo
de marauillar de vn tan prodigioso
aconteçimiento? ¿Qué tengo de pensar sino
que algun demonio habla en ti? Por lo
qual me conuiene que te corte la cabeça,
porque acaso en algun tiempo no me hagas
otra mas peligrosa ylusion. ¿Huyes? ¿Por
qué no esperas?
GALLO.--Ten paçiençia, Miçilo, y oye lo
que te diré: que te quiero mostrar quán
poca razon tienes de escandalizarte, y
avn confio que despues no te pessará
oyrme.
MIÇILO.--Agora siendo gallo, dime ¿tu
quién eres?
GALLO.--¿Nunca oyste dezir de aquel gran
philosopho Pithagoras, y de su famosa
opinion que tenia?
MIÇILO.--Pocos çapateros has visto te
entender con filosofos. A mi alo menos,
poco me vaga para entender con ellos.
GALLO.--Pues mira que este fué el hombre
mas sabio que huuo en su tiempo, y este
afirmo y tuvo por çierto que las almas
después de criadas por Dios passauan
de cuerpos en cuerpos. Probaua con
gran efficaçia de argumentos: que en
qualquiera tiempo que vn animal muere,
está aparejado otro cuerpo en el vientre
de alguna hembra en dispusiçion de
reçibir alma, y que a este se passa el
alma del que agora murió. De manera, que
puede ser que una mesma alma auiendo sido
criada de largo tiempo haya venido en
infinitos cuerpos, y que agora quinientos
años huuiese sido rey, y despues vn
miserable azacan[298], y ansi en vn
tiempo vn hombre sabio, y en otro vn
neçio, y en otro rana, y en otro asno,
cauallo o puerco. ¿Nunca tu oyste dezir
esto?
MIÇILO.--Por çierto, yo nunca oy cuentos
ni musicas mas agraçiadas que aquellas
que hazen entre si quando en mucha priesa
se encuentran las hormas y charanbiles
con el tranchete.
GALLO.--Ansi parece ser eso. Porque la
poca esperiençia que tienes de las cosas
te es ocasion que agora te escandalizes
de ver cosa tan comun a los que leen.
MIÇILO.--Por çierto que me espantas de
oyr lo que dizes.
GALLO.--Pues dime agora, de dónde piensas
que les viene á muchos brutos animales
hazer cosas tan agudas y tan ingeniosas
que avn muy enseñados hombres no bastaran
hazerlas? ¿Qué has oydo dezir del
elefante, del tigre, lebrel y raposa?
¿Que has visto hacer a vna mona, que se
podria dezir de aqui a mañana? Ni habrá
quien tanto te diga como yo si el tiempo
nos diesse a ello lugar, y tú tuuieses de
oyrlo gana y algun agradeçimiento. Porque
te hago saber que ha mas de mil años que
soy criado en el mundo, y despues acá
he viuido en infinitas differençias de
cuerpos, en cada vno de los quales me han
aconteçido tanta diuersidad de cuentos,
que antes nos faltaria tiempo que me
faltasse a mi que dezir, y a ti que
holgasses de oyr.
MIÇILO.--O mi buen gallo, qué
bienauenturado me seria el señorio que
tengo sobre ti, si me quissieses tanto
agradar que con tu dulce y sabrosa lengua
me comunicasses alguna parte de los
tus fortunosos aconteçimientos. Yo te
prometo que en pago y galardon de este
inextimable seruiçio y plazer te dé en
amaneçiendo la raçion doblada, avnque
sepa quitarlo de mi mantenimiento.
GALLO.--Pues por ser tuyo te soy obligado
agradar, y agora más por ver el premio
reluzir.
MIÇILO.--Pues, aguarda, ençenderé candela
y ponermehe a trabajar. Agora comiença,
que oyente tienes el mas obediente y
atento que nunca a maestro oyó.
GALLO.--O dioses y diosas, favoreced mi
flaca y dezlenable memoria.
MIÇILO.--¿Qué dizes? ¿Eres hereje ó
gentil, cómo llamas á los dioses y diosas?
GALLO.--Pues, cómo y agora sabes que
todos los gallos somos françeses como
el nombre nos lo dize, y que los
françeses hazemos deso poco caudal?
Principalmente despues que hizo liga
con los turcos nuestro Rey, truxolos
alli, y medio proffesamos su ley por la
conuersaçion[299]. Pero de aqui adelante
yo te prometo de hablar contigo en toda
religion.
MIÇILO.--Agora pues comiença, yo te
ruego, y has de contar desde el primero
dia de tu ser.
GALLO.--Ansi lo haré; tenme atençion, yo
te diré cosas tantas y tan admirables
que con ningun tiempo se puedan medir,
y sino fuese por tu mucha cordura no
las podrias creer. Dezirte he muchos
aconteçimientos de grande admiraçion,
verás los honbres conuertidos en vestias,
y las vestias conuertidas en honbres
y con gran façilidad. Oyrás cautelas,
astuçias, industrias, agudeças, engaños,
mentiras y trafagos en que a la contina
enplean los honbres su natural, verás en
conclusion como en vn espejo lo que los
honbres son de su natural inclinaçion,
por donde juzgarás la gran liberalidad y
misericordia de Dios.
MIÇILO.--Mira, gallo, bien, que pues yo
me confio de ti, no piensses agora con
arrogançias y soberuia de eloquentes
palabras burlar de mi contándome tan
grandes mentiras que no se puedan creer,
porque puesto caso que todo me lo hagas
con tu eloquençia muy claro y aparente,
auenturas ganar poco interes mintiendo
a vn honbre tan bajo como yo, y hazer
injuria a ese filosofo Pithagoras que
dizes que en otro tiempo fueste y al
respeto que todo honbre se deue á sí.
Porque el virtuoso en el cometimiento de
la poquedad no ha de tener tanto temor a
los que la verán, como a la verguença que
deue auer de si.
GALLO.--No me marauillo, Miçilo, que
temas oy de te confiar de mi que te
diré verdad por auer visto una tan gran
cosa y tan no vsada ni oyda de ti como
ver vn gallo hablar. Pero mira bien que
te obliga mucho, sobre todo lo que has
dicho, a me creer, considerar que pues
yo hablé, y para ti que no es pequeña
muestra de deydad, a lo qual repugna el
mentir; y ya quando no me quisieres
considerar mas de gallo confia de mi,
que terné respecto al premio y galardon
que me has prometido dar en mi comer,
porque no quiero que me acontezca contigo
oy lo que aconteçio a aquel ambicioso
musico Euangelista en esta çiudad. Lo
qual por te hazer perder el temor quiero
que oyas aqui. Tu sabras que aconteçio
en Castilla vna gran pestelençia, (año
de 1525 fue esta pestelençia)[300] que
en un año entero y más fue perseguido
todo el Reyno de gran mortandad. De
manera que en ningun pueblo que fuesse
de algunos vezinos se sufria viuir,
porque no se entendia sino en enterrar
muertos desde que amanecia hasta en gran
pieza de la noche que se recogian los
hombres descansar. Era la enfermedad un
genero de postema naçida en las ingles,
sobacos ó garganta, a la qual llamaban
landre. De la qual siendo heridos suçedia
vna terrible calentura, y dentro de
veynte y cuatro horas heria la postema
en el coraçon y era çierta la muerte.
Conuenia huyr de conuersaçion y compañia,
porque era mal contagioso, que luego se
pegaua si auia ayuntamiento de gentes,
y ansi huyan los ricos que podian de
los grandes pueblos a las pequeñas
aldeas que menos gente y congregaçion
huuiesse. Y despues se defendia la
entrada de los que viniessen de fuera
con temor que trayendo consigo el mal
corrompiesse y contaminasse el pueblo.
Y ansi aconteçia que el que no salia
temprano de la çiudad juntamente con sus
alhajas y hazienda; si acaso saliese
algo tarde, quando ya estaua ençendida
la pestelencia andaua vagando por los
campos porque no le querian acoxer en
parte alguna, por lo qual sucedia morir
por alli por mala prouision de hambre y
miseria corridos y desconsolados. Y lo
que más era de llorar, que puestos en la
neçesidad los padres, huyan dellos los
hijos con la mayor crueldad del mundo,
y por el semejante huyan dellos los
padres por escapar cada qual con la vida.
Y suçedia que por huyr los sacerdotes
el peligro de la pestelençia, no auia
quien confesasse ni administrasse los
sacramentos, de manera que todos morian
sin ellos, y en el entierro, o quedauan
sin sepoltura, o se echauan veynte
personas en una. Era, en suma, la mas
trabajada y miserable vida y infeliz que
ninguna lengua ni pluma puede escriuir
ni encareçer. Teniasse por conueniente
medio, do quiera que los honbres estauan
exerçitarse en cosas de alegria y plazer,
en huertas, rios, fuentes, florestas,
xardines, prados, juegos, bayles y todo
genero de regoçijo; huyendo a la contina
con todas sus fuerças de qualquiera
ocasion que los pudiesse dar tristeza y
pesar. Agora quiero te dezir vna cossa
notable que en esta nuestra çiudad
passó; y es que se tomó por ocupacion y
exerçiçio salutifero y muy conueniente
para euitar la tristeza y ocasion del
mal hazer en todas las calles, passos, o
lo que los antiguos llamaron palestras
o estadios, y porque mejor me entiendas
digo que se hazian en todas las calles
vnos palenques que las cerrauan con vn
seto de madera entretexida arboleda de
flores, rosas y yeruas muy graciosas,
quedando sola vna pequeña puerta por la
qual al principio de la calle pudiessen
entrar, y otra puerta al fin por donde
pudiessen salir, y alli dentro se hazia
vn entoldado talamo[301] o teatro para
que se sentassen los juezes, y en cada
calle auia vn juego particular dentro de
aquellos palenques o palestras. En vna
calle auia lucha, en otra esgrima, en
otra danza y bayle; en otra se jugauan
virlos, saltar, correr, tirar barra; y
a todos estos juegos y exerçiçios hauia
ricas joyas que se dauan al que mejor
se exercitasse por premio, y ansi todos
aqui venian a lleuar el palio, o premio
ricamente vestidos[302] o disfraçados que
agradaban[303] mucho a los miradores y
adornauan la fiesta y regocijo. En vna
calle estaua hecho vn palenque de mucho
más rico, hermoso y apazible aparato
que en todas las otras. Estaua hecho vn
seto con muchos generos y diferencias
de arboles, flores y frutas, naranjos,
camuessos, çiruelas, guindas, claveles,
azuçenas, alelies, rosas, violetas,
marauillas y jazmines, y todas las frutas
colgauan de los árboles que juzgaras
ser allí naturalmente nacidas[304].
Auia a vna parte del palenque vn teatro
ricamente entoldado, y en él auia vn
estrado: debajo de vn dosel de brocado
estauan sentados Apolo y Orfeo prinçipes
de la musica de bien contrahechos
disfrazes. Tenia el vno dellos en la mano
vna bihuela, que dezian auer sido aquella
que hubieron los insulanos de Lesbos; que
yua por el mar haziendo con las olas muy
triste musica por la muerte de su señor
Orpheo quando le despedaçaron las mujeres
griegas, y cortada la cabeça juntamente
con la vihuela la echaron en el Negro
Ponto, y las aguas del mar la lleuaron
hasta Lesbos, y los insulanos la pusieron
en Delphos en el templo de Apolo, y de
alli la truxieron los desta çiudad para
esta fiesta y desafio[305]. Ansi dezian
estos juezes que la darian por premio
y galardon al que mejor cantasse y
tañiesse en vna vihuela, por ser la mas
estimada joya que en el mundo entre los
musicos se podia auer. En aquel tiempo
estaua en esta nuestra çiudad vn honbre
muy ambiçioso que se llamaba Euangelista,
el qual avnque era mançebo de edad de
treynta años y de buena dispusiçion y
rostro, pero era muy mayor la presunçion
que de si tenia de passar en todo a
todos. Este despues que obo andado todos
los palenques y palestras, y que en
ninguno pudo auer vitoria, ni en lucha,
ni esgrima, ni en otro alguno de aquellos
exerçiçios, acordó de se vestir lo mas
rico que pudo ayudandose de ropas y joyas
muy preçiadas suyas y de sus amigos, y
cargando de collares y cadenas su cuello
y onbros, y de muchos y muy estimados
anillos sus dedos, y procuró auer vna
vihuela con gran suma de dinero, la qual
lleuaua las clauijas de oro, y todo el
mastil y tapa labrada de vn taraçe de
piedras finas de inestimable valor, y
eran las maderas del cedro del monte
Libano, y del ebano fino de la insula
Meroe, juntamente con las costillas y
cercos. Tenia por la tapa junto a la
puente y lazo pintados del mesmo taraçe
a Apolo y Orpheo con sus vihuelas en
las manos de muy admirable official que
la labró. Era la vihuela de tanto valor
que no auia preçio en que se pudiesse
estimar. Este como entró en el teatro,
fue de todos muy mirado, por el rico
aparato y atauio que traya. Estaua todo
el teatro lleno de tapetes y estançias
llenas de damas y caualleros que auian
venido a ver diffinir aquella preciosa
joya en aquella fiesta posponiendo su
salud y su vida. Y como le mandaron los
juezes que començase a tañer esperando
dél que lleuaria la ventaja al mesmo
Apolo que resuçitase. En fin, él començo
a tañer de tal manera que a juizio
razonable que no fuese piedra pareçeria
no saber tocar las cuerdas mas que vn
asno! Y cuando vino a cantar todos se
mouieron a escarnio y risa visto que la
cançion era muy fria y cantada sin algun
arte, gracia, y donayre de la musica.
Pues como los juezes le oyeron cantar y
tañer tan sin arte y orden esperando dél
el extremo de la musica, hiriendole con
vn palo y con mucho baldon fue traydo por
el teatro diciendole vn pregonero en alta
voz grandes vituperios, y fue mandado
por los juezes estar vilissimamente
sentado en el suelo con mucha inominia a
vista de todos hasta que fue sentenciado
el juizio, y luego entro vn mançebo de
razonable disposiçion y edad, natural de
vna pequeña y baja aldea desta nuestra
çiudad, pobre, mal vestido y peor
atauiado en cabello y apuesto. Este traya
en la mano una vihuela grosera y mal
dolada de pino y de otro palo comun, sin
polideza ni afeyte alguno. Tan grosero
en su representaçion que a todos los
que estauan en el teatro mouio a risa
y escarnio juzgando que este tambien
pagaria con Euangelista su atreuimiento y
temeridad, y puesto ante los juezes les
demandó en alta voz le oyessen, y despues
de auer oydo a aquellos dos tan señalados
musicos en la vihuela Torres Naruaez y
Macotera, tan nombrados en España que
admirablemente auian hecho su deuer y
obligacion, mandaron los juezes que
tañese este pobre varon, que dixo auer
por nombre Tespin. El qual como començo
a tañer hazia hablar las cuerdas con
tanta exçelençia y melodia que lleuaua
los honbres bobos, dormidos tras si; y a
vna buelta de consonancia los despertaua
como con vna vara. Tenia de voz vn tenor
admirable, el qual quando començo a
cantar no auia honbre que no saliesse
de si, porque era la voz de admirable
fuerça, magestad y dulçor. Cantaba en vna
ingeniosa composicion de metro castellano
las batallas y vitoria del Rey catolico
Fernando sobre el Reyno y çiudad de
Granada, y aquellos razonamientos y auiso
que pasó con aquel antiguo moro Auenamar,
descripçion de Alixares, alcazar y
meschita. Los juezes dieron por Tespin
la sentençia y vitoria, y le dieron la
joya del premio y trihunfo, y luego
voluiendose el pregonero á Euangelista
que estaua miserablemente sentado en
tierra le dixo en alta voz: ves aqui,
o souerbio y ambiçioso Euangelista qué
te han aprouechado tus anillos, vihuela
dorada y ricos atauios, pues por causa
dellos han aduertido todos los miradores
mas a tu temeridad, locura, ambiçion y
neçedad, quando por sola la apariençia de
tus riquezas pensaste ganar el premio, no
sabiendo en la verdad cantar ni tañer.
Pues mentiste a ti y a todos pensaste
engañar serás infame para siempre jamas
por exemplo del mentir, lleuando el
premio el pobre Tespin como musico de
verdad sin aparençia ni fiçion. Esto te
he contado, Miçilo, porque me dixiste
que con aparato de palabras no pensasse
dezirte grandes mentiras, yo digo que
te prometo de no ser como este musico
Euangelista, que quiso ganar el premio
y joya con solo el aparato y apariencia
de su hermosura y riqueza, con temor que
despues no solamente me quites el comer
que me prometes por galardon, pero avn me
des de palos, y avn por mas te asegurar
te hago juramento solemne al gran poder
de dios; y,
MIÇILO.--Calla, calla gallo,
oyeme,--dime, y no me prometiste al
prinçipio que hablarias conmigo en toda
religion?
GALLO.--Pues en qué falto de la promesa?
MIÇILO.--En que con tanta fuerça y
behemencia juras a dios.
GALLO.--Pues no puedo jurar?
MIÇILO.--Vnos clerigos santos que andan
en esta villa nos dizen que no.
GALLO.--Dexate desos santones. Opinion
fue de vnos herejes llamados Manicheos
condenada por conçilio, que dezian:
que en ninguna manera era liçito jurar.
Pero a mi pareçeme que es liçito imitar
a Dios, pues el juró por si mesmo
quando quiso hazer çierta la promessa
a habraan. Donde dize San Pablo que no
auia otro mayor por quien jurasse Dios,
que lo jurara como juró por si, y en la
sagrada escriptura a cada passo se hallan
juramentos de profetas y santos que juran
por vida de Dios[306], y el mesmo San
Pablo le jura con toda su santidad, que
dixo escriuiendo a los Galatas: si por la
gracia somos hijos de dios, luego juro a
dios que somos herederos. Y hazia bien,
porque ninguno jura sino por el que más
ama, y por el que conoçe ser mayor. Ansi
dize el refran: quien bien le jura, bien
le cree. Pero dexado esto, yo te prometo
contar cosas verdaderas y de admiraçion
con que sobrelleuando el trabajo te
deleyte y de plazer. Pues venido al
principio de mi ser tú sabrás que como
te he dicho yo fue aquel gran filosofo
Pythagoras samio hijo de Menesarra,
honbre rico y de gran negoçio en la
mercaderia.
MIÇILO.--Espera, gallo, que ya me
acuerdo, que yo he oydo dezir dese sabio
y santo filosofo, que enseñó muchas
buenas cosas a los de su tiempo. Agora,
pues, dime, gallo, porque via dexando de
ser aquel filosofo veniste a ser gallo,
vn aue de tan poca estima y valor?
GALLO.--Primero que viniesse a ser gallo
fue transformado en otras diuersidades de
animales y gentes, entre las quales he
sido rana, y hombre bajo popular y Rey.
MIÇILO.--Y qué Rey fueste?
GALLO.--Yo fue Sardanapalo Rey de los
Medos mucho antes que fuese Pithagoras.
MIÇILO.--Agora me parece, gallo, que
me comienças a encantar, o por mejor
dezir a engañar, porque comienças por
vna cosa tan repugnante y tan lejos de
verisimilitud para poderla creer. Porque
segun yo te he oydo y me acuerdo, ese
filosofo Pithagoras fue el mas virtuoso
hombre que huuo en su tiempo. El qual por
aprender los secretos de la tierra y del
cielo se fue a Egipto con aquellos sabios
que alli auia en el templo que entonces
dezian Sacerdotes de Jupiter Amon que
vibian en las Syrtes, y de alli se vino
a visitar los magos a Babilonia, que era
otro genero de sabios, y al fin se voluio
a la ytalia, donde llegado a la ciudad
de Croton hallo que reinaua mucho alli
la luxuria, y el deleyte, y el suntuoso
comer y beber, de lo qual los apartó con
su buena doctrina, y exemplo. Este hizo
admirables leyes de templança, modestia y
castidad, en las quales mandó que ninguno
comiesse carne, por apartarlos de la
luxuria, y desta manera bastó refrenarlos
de los viçios y tambien mandaua a
sus discipulos que por çinco años no
hablassen, porque conoçia el buen sabio
quantos males vengan en el mundo por
el hablar demassiado. ¡Quan contrarias
fueron estas dos cosas a las costumbres
y vida de Sardanapalo Rey de los Medos,
del qual he oydo cosas tan contrarias
que me hazen creer que finges por burlar
de mi! Porque he oydo dezir que fue el
mayor gloton y luxurioso que huuo en sus
tiempos, tanto que señalaua premios a los
inuentores de guisados y comeres, y a
los que de nueuo le enseñasen maneras de
luxuriar, y ansi este infeliz suçio mando
poner en su sepoltura estas palabras:
aqui yaze Sardanapalo, Rey de Medos, hijo
de Anazindaro: Come honbre, bebe y juega,
y conociendo que eres mortal satisfaz
tu animo de los deleytes presentes,
porque despues no hay de que puedas con
alegria gozar. Que ansi hize yo, y solo
me queda que comi y harté este mi apetito
de luxuria y deleyte, y en fin todo se
queda acá, y yo resulto conuertido en
poluo! Mira pues, o gallo, qué manifiesta
contrariedad ay entre estos dos por donde
veo yo que me estimes en poco pues tan
claramente propones cosa tan lexos de
verisimilitud. O parece que descuydado en
tu fingir manifiestes la vanidad de tu
fiçion.
GALLO.--O quan pertinaz estás, Miçilo,
en tu incredulidad, ya no sé con que
juramentos ó palabras te asegure para que
me quieras oyr. Quanto mas te admirarias
si te dixesse, que fue yo tambien
en vn tiempo aquel Emperador Romano
Heliogabalo, vn tan disoluto gloton y
vicioso en su comer.
MIÇILO.--O valame dios si verdad es
lo que me conto este dia passado este
nuestro vezino Demophon, que dixo que
lo hauia leido en vn libro que dixo
llamarse _Selua de varia leçion_. Por
cierto si verdad es, y no lo finge aquel
auctor, argumento me es muy claro de lo
que presumo de ti, porque en el viçio de
comer y beber y luxuriar excede avn a
Sardanapalo sin comparaçion.
GALLO.--De pocas cosas te comienças a
admirar, ó Miçilo y de cosas faciles de
entender te comienças a alterar, y mueues
dubdas y objeçiones que causan repunançia
y perplegidad en tu entendimiento. Lo
qual todo naçe de la poca esperiençia que
tienes de las cosas, y principalmente
proçede en ti esa tu confusion de no ser
ocupado hasta aqui en la especulaçion
de la filosofia, donde se aprende y
sabe la naturaleza de las cosas. Donde
si tú te hubieras exercitado supieras
la rayz porque aborreci el deleyte y
luxuria siendo Pythagoras, y le segui avn
con tanto estudio siendo Heliogabalo,
o Sardanapalo. No te fatigues agora
por saber el prinçipio de naturaleza
por donde proçeda esta variedad de
inclinaçion, porque ni haze a tu
proposito ni te haze menester, ni nos
deuemos agora en esto ocupar. Solamente
por te dar manera de sabor y graçia en
el trabajar pretendo que sepas como todo
lo fue, y lo que en cada estado passé, y
conocerás como de sabios y neçios, ricos,
pobres, reyes y filosofos, el mejor
estado y mas seguro de los bayuenes de
fortuna tienes tú, y que entre todos los
hombres tú eres el mas feliz.
MIÇILO.--Que yo te parezco el mas bien
auenturado honbre de los que has visto,
o gallo? Por çierto yo pienso que burlas
pues no veo en mi porqué. Pero quiero
dexar de estorbar el discurso de tu
admirable narracion con mis perplexos
argumentos, y bastame gozar del deleyte
que espero reçebir de tu graçioso cuento
para el passo de mi miserable vida sola
y trabajada, que si como tú dizes, otro
más misero y trabajado ay que yo en el
mundo respecto del qual yo me puedo dezir
bienauenturado, yo concluyo que en el
mundo no ay que desear. Agora pues el
tiempo se nos va, comiençame a contar
desde que fueste Pythagoras lo que
passaste en cada estado y naturaleza,
porque neçesariamente en tanta diuersidad
de formas y variedad de tiempos te
deuyeron de aconteçer, y visto cosas y
cuentos dignos de oyr. Agora dexadas
otras cosas muchas aparte yo te ruego que
me digas como te suçedio la muerte siendo
Heliogabalo, y en qué estado y forma
sucediste despues, y de ay me contarás tu
vida hasta la que agora possees de gallo
que lo deseo en particular oyr.
GALLO.--Tú sabras, cómo ya dizes que
oyste a Demophon, que como yo fuesse tan
viçioso y de tan luxuriosa inclinaçion,
siguio la muerte al mi muy más continuo
vso de viuir. Porque de todos fue
aborreçido por mi suçio comer y luxuriar,
y ansi vn dia acabando en todo deleyte
de comer y beber esplendidamente, me
retray a vna privada a purgar mi vientre
que con grande instançia me aquexó la
gran repleçion de yrle a baçiar. En el
qual lugar entraron dos mis mas pribados
familiares, y por estar ya enhastiados
de mis viçios y vida suçia, con mano
armada me començaron a herir hasta que
me mataron, y despues avn se me huvo de
dar mi conueniente sepoltura por cumplido
galardon, que me echaron el cuerpo en
aquella privada donde estuve abscondido
mucho tiempo que no me hallaron, hasta
que fue a salir al Tibre entre las
inmundiçias y suçiedades que uienen por
el comun conducto de la çiudad. Y ansi
sabras, que dexando mi cuerpo caydo
alli, salida mi ánima se fue a lançar en
el vientre de una fiera y muy valiente
puerca que en los montes de Armenia
estaua preñada de seys lechones, y yo
vine a salir en el prímero que pario.
MIÇILO.--O valame Dios; yo sueño lo que
oyo? Que de honbre veniste a ser puerco,
tan suçio y tan bruto animal? No puedo
disimular admiraçion quando veo que
tiene naturaleza formadas criaturas como
tú que en esperiençia y conocimiento
llena ventaja a mi inhabilidad tan sin
comparacion. Ya me voy desengañando de mi
ceguedad, y voy conociendo de tu mucho
saber lo poco que soy. Y ansi de oy más
me quiero someter a tu disçiplina, como
veo que tiene tanta muestra de deidad.
GALLO.--Y este tienes, Miçilo, por caso
de admiracion? Pues menos podrias creer
que aurá alguno que juntamente sea
honbre y puerco, y avn pluguiesse a dios
no fuesse peor y mas vil. Que avn la
naturaleza del puerco no es la peor.
MIÇILO.--Pues cómo y puede auer algun
animal mas torpe y suçio que el?
GALLO.--Preguntaselo a Grilo, noble varon
griego, el qual boluiendo de la guerra
de Troya passando por la ysla de Candia
le conuertio la maga Cyrçes en puerco, y
despues por ruego de Ulixes le quisiera
boluer honbre, y tanta ventaja halló
Grilo en la naturaleza de puerco, y tanta
mejora y bondad que escogio quedarse
ansi, y menospreçió boluerse a su natural
patria.
MIÇILO.--Por cierto cosas me cuentas que
avn a los hombres de mucha esperiençia
cansassen admiraçion, quanto más a vn
pobre çapatero como yo.
GALLO.--Pues porque no me tengas por
mentiroso, y que quiero ganar opinion
contigo contandote fabulas, sabras que
esta historia auctorizó Plutarco el
historiador griego de más auctoridad.
MIÇILO.--Pues, valame dios, que bondad
halló ese Grilo en la naturaleza de
puerco, por la qual a nuestra naturaleza
de hombre la prefirio?
GALLO.--La que yo hallé.
MIÇILO.--Eso deseo mucho saber de ti.
GALLO.--A lo menos vna cosa trabajaré
mostrarte como aquel que de ambas
naturalezas por esperiençia sabra dezir.
Que comparada la vida y inclinacion de
muchos hombres al comun viuir de vn
puerco, es mas perfeto con gran ventaja
en su natural. Prinçipalmente quando de
viçios tiene el hombre ocupada la razon.
Y agora pues es venido el dia abre la
tienda y yo me passearé con mis gallinas
por la casa y corral en el entretanto
que nos aparejas, el manjar que emos de
comer. Y en el canto que se sigue verás
claramente la prueba de mi intinçion.
MIÇILO.--Sea ansi.
_Fin del primer canto del gallo._
NOTAS:
[298] En el códice de Gayangos _aguadero_.
[299] En el códice de La Romana se añade, á modo de apostilla, pero
de la misma letra: «y agora que son lutheranos no diffieren de la
gentilidad».
[300] La indicación del año que parece un paréntesis está en el códice
de Gayangos, pero falta en el de La Romana.
[301] Falta la palabra _tálamo_ en el códice de La Romana.
[302] En el códice de La Romana _ataviados_.
[303] En el mismo códice _agraciaban_.
[304] En el códice de Gayangos dice sólo que «colgaban de los ramos».
[305] En la Romana «y de allí la truxieron los de esta ciudad por cosa
admirable, y la daban agora al que fuese triunfoso en esta fiesta y
desafío».
[306] Así en La Romana. En Gayangos «vive Dios».
ARGUMENTO
DEL SEGUNDO CANTO DEL GALLO
En el segundo canto que se sigue, el
auctor imita a Plutarco en vn dialogo que
hizo entre Ulixes y vn griego llamado
Grilo; el qual auia Cyrçes conuertido
en puerco. En esto el auctor quiere
dar a entender, que quando los hombres
estan encenagados en los viçios y
prinçipalmente de la carne son muy peores
que brutos, y avn ay muchas fieras que
sin comparaçion los exceden en el vso de
la virtud.
GALLO.--Ya parece, Miçilo, que es hora
conueniente para començar a vibir, dando
gracias a dios que ha tenido por bien
de passar la noche sin nuestro peligro,
y traernos al dia para que con nuestra
buena industria nos podamos todos
mantener.
MIÇILO.--Bendito sea dios que ansi lo
ha permitido. Pero dime, gallo, es esta
tu primera cancion? Porque holgaria de
dormir vn poco más hasta que cantes
segunda vez.
GALLO.--No te engañes, Miçilo, que
ya canté a la media noche como
acostumbramos, y como estauas sepultado
en la profundidad y dulçura del primer
sueño, no te bastaron despertar mis
bozes, puesto caso que trabajé por cantar
lo mas templado y bien comedido que
pude por no te desordenar en tu suave
dormir. Por la fortaleza deste primer
sueño creo yo que llamaron los antiguos
al dormir ymagen de la muerte, y por su
dulçura le dixeron los poetas, apazible
holganza de los dioses. Agora ya será
casi el dia, que no ay dos horas de la
noche por passar, despierta que yo quiero
prosseguir en mi obligaçion.
MIÇILO.--Pues dizes ser essa hora yo
me quiero leuantar al trabajo, porque
proueyendo a nuestro remedio y hambre,
oyrte me sera solaz. Agora di tu.
GALLO.--En el canto passado quedé de te
mostrar la bondad y sosiego de la vida
de las fieras, y avn la ventaja que en
su natural hazen a los hombres. Esto
mostraré ser verdad en tanta manera que
podria ser, que si alguna dellas diessen
libertad de quedar en su ser, o venir a
ser hombre como vos, escogeria quedar
fiera, puerco, lobo o leon antes que
venir a ser hombre, por ser entre todos
los animales la especie mas trabajada
y infeliz. Mostrarte he el órden y
conçierto de su vibir, tanto que te
conuenças afirmar ser en ellas verdadero
vso de razon, por lo qual las fieras sean
dignas de ser en mas tenidas, elegidas y
estimadas que los hombres.
MIÇILO.--Parece, gallo, que con tu
eloquençia y manera de dezir me quieres
encantar, pues te profieres a me mostrar
vna cosa tan lexos de verdadera y natural
razon. Temo me que en eso te atreues a
mi presumiendo que facilmente como a
pobre çapatero qualquiera cosa me podras
persuadir. Agora pues desengañate de oy
mas que confiado de mi naturaleza yo
me profiero a te lo defender. Di, que
me plazerá mucho oyr tus sophisticos
argumentos.
GALLO.--Por çierto yo espero que no
te parezcan sophisticos, sino muy en
demostraçion. Prinçipalmente que no me
podras negar que yo mejor que quantos ay
en el mundo lo sabré mostrar, pues de
ambas naturalezas de fiera y hombre tengo
hecha esperiencia. Pues agora pareceme
a mi que el prinçipio de mi prueba se
deue tomar de las virtudes, justiçia,
fortaleza, prudençia, continençia
y castidad, de las quales vista la
perfeçion con que las vsan y tratan las
fieras conoçeras claramente no ser manera
de dezir lo que he propuesto, mas que
es muy aueriguada verdad. Y quanto a lo
primero quiero que me digas; si huviesse
dos tierras, la vna de las quales sin ser
arada, cabada ni sembrada, ni labrada,
por sola su bondad y generosidad de buena
naturaleza lleuasse todas las frutas,
flores y miesses muy en abundancia? Dime,
no loarias más a esta tal tierra, y la
estimarias y antepornias a otra, la qual
por ser montuosa y para solo pasto de
cabras avn siendo arada, muy rompida,
cabada y labrada con dificultad diesse
fruto poco y miserable?
MIÇILO.--Por çierto avnque toda tierra
que da fruto avnque trabajadamente es de
estimar, de mucho mas valor es aquella
que sin ser cultivada, o aquella que con
menos trabajo nos comunica su fruto.
GALLO.--Pues de aqui se puede sacar y
colegir como de sentençia de prudente y
cuerdo, que ay cosas que se han de loar y
aprobar por ser buenas, y otras por muy
mejores se han de abraçar, amar y elegir.
Pues ansi de esta manera verdaderamente
y con necesidad me conçederas que avnque
el ánima del hombre sea de gran valor,
el ánima de la fiera es mucho más; pues
sin ser rompida, labrada, arada ni
cabada; quiero dezir, sin ser enseñada
en otras escuelas ni maestros que de su
mesma naturaleza es mas abil, presta y
aparejada a produçir en abundançia el
fruto de la virtud.
MIÇILO.--Pues dime agora tú, gallo, de
qual virtud se pudo nunca adornar el alma
del bruto, porque pareze que contradize a
la naturaleza de la misma virtud?
GALLO.--Y eso me preguntas? Pues yo te
probaré que la vsan mejor que el más
sabio varon. Porque lo veas vengamos
primero a la virtud de fortaleza de la
qual vosotros, y principalmente los
españoles entre todas las naciones,
os gloriais y honrrais. Quan vfanos y
por quan gloriosos os teneis quando
os oys nombrar atreuidos saqueadores
de çiudades, violadores de templos,
destruidores de hermosos y sumptuosos
edifiçios, disipadores y abrasadores
de fertiles campos y miesses? Con los
quales exerçiçios de engaños y cautelas
aueis adquirido falso titulo y renombre
entre los de vuestro tiempo de animosos
y esforçados, y con semejantes obras os
aueis usurpado el nombre de virtud. Pero
no son ansi las contiendas de las fieras,
porque si han de pelear entre si o con
vosotros, muy sin engaños y cautelas lo
hazen, abierta y claramente las verás
pelear con sola confiança de su esfuerço.
Prinçipalmente porque sus batallas no
estan subjetas a leyes que obliguen a
pena al que desamparare el campo en la
pelea. Pero como por sola su naturaleza
temen ser vencidos trabajan quanto
pueden hasta vencer a su enemigo avn que
no obligan el cuerpo ni sus animos a
subjeçion ni vasallaje siendo vencidas.
Y ansi la vençida siendo herida cayda en
el suelo es tan grande su esfuerço que
recoxe el animo en vna pequeña parte de
su cuerpo y hasta que es del todo muerta
resiste a su matador. No hay entre ellas
los ruegos que le otorgue la vida; no
suplicaciones lagrimas ni petiçiones de
misericordia; ni el rendirse al vençedor
confesandole la vitoria, como vosotros
hazeis quando os tiene el enemigo a sus
pies amenaçandoos degollar. Nunca tú
viste que vn leon vençido sirua a otro
leon vençedor, ni vn cauallo a otro,
ni entre ellos ay temor de quedar con
renombre de cobardes. Qualesquiera fieras
que por engaños o cautelas fueron alguna
vez presas en lazos por los caçadores,
si de edad razonable son, antes se
dexarán de hambre y de sed morir que ser
otra vez presas y captiuas si en algun
tiempo pudieran gozar de la libertad.
Aunque algunas vezes aconteçe que siendo
algunas presas siendo pequeñas se vienen
a amansar con regalos y apazibles
tratamientos, y ansi aconteçe darseles
por largos tiempos en seruidumbre a
los hombres. Pero si son presas en su
vejez o edad razonable antes moriran que
subjetarseles. De lo qual todo claramente
se muestra ser las fieras naturalmente
naçidas para ser fuertes y vsar de
fortaleza, y que los hombres vsan contra
verdad de titulo de fuertes que ellos
tienen usurpado diziendo que les venga
de su naturaleza, y avn esto façilmente
se verá si consideramos vn prinçipio
de philosophia que es vniuersalmente
verdadero; y es, que lo que conuiene
por naturaleza a vna especie conuiene a
todos los indiuiduos y particulares igual
y indiferentemente. Como acontece que
conuiene a los hombres por su naturaleza
la risa, por la qual a qualquiera honbre
en particular conuiene reyrse. Dime
agora, Miçilo, antes que passe adelante,
si ay aqui alguna cosa que me puedas
negar?
MIÇILO.--No porque veo por esperiençia
que no ay honbre en el mundo que no
se rya y pueda reyr; y solo el honbre
propiamente se rye. Pero yo no sé a que
proposito lo dizes.
GALLO.--Digolo porque pues esto es verdad
y vemos que igualmente en las fieras
en fortaleça y esfuerço no diffieren
machos y hembras, pues igualmente son
fuertes para se defender de sus enemigos,
y para sufrir los trabajos neçesarios
por defender sus hijos, o por vuscar su
mantenimiento, que claramente pareçe
conuenirles de su naturaleza. Porque ansi
hallarás de la hembra tigre, que si a
caso fue a vuscar de comer para sus hijos
que los tenia pequeños y en el entretanto
que se ausentó de la cueua vinieron los
cazadores y se los lleuaron; diez y doze
leguas sigue a su robador y hallado
haze con él tan cruda guerra que veynte
honbres no se le igualaran en esfuerço.
Ni tampoco para esto aguardan favorecerse
de sus maridos, ni con lagrimas se les
quexan contándoles su cuyta como hazen
vuestras hembras. Ya creo que habrás
oydo de la puerca de Calidonia quantos
trabajos y fatigas dio al fuerte Theseo
con sus fuertes peleas. Que dire de
aquel sphinge de Pheniçia y de la raposa
telmesia? Que de aquella famosa serpiente
que con tanto esfuerço peleó con Apolo?
Tambien creo que tú abrás visto muchas
leonas y osas mucho mas fuertes que los
machos en su naturaleza. Y no se han
como vuestras mugeres las quales quando
vosotros estais en lo mas peligroso de
la guerra estan ellas muy descuidadas
de vuestro peligro sentadas al fuego, o
en el regalo de sus camas y deleytes.
Como aquella Reyna Clithenestra, que
mientra su marido Agamenon estaua en
la guerra de troya gozaua ella de los
bessos y abraços de su adultero Egisto.
De manera que de lo que tengo dicho
pareçeme no ser verdad, no ser natural la
fortaleza a los hombres, porque si ansi
fuesse igualmente conuernia el esfuerço
a las henbras de vuestra espeçie, y se
hallaria como en los machos como aconteçe
en las fieras. Ansi que podemos dezir,
que los honbres no de su voluntad, mas
forjados de vuestras leyes y de vuestros
principes y mayores venis a exercitaros
en esfuerço, porque no osais yr contra
su mandado temiendo grandes penas. Y
estando los honbres en el peligro más
fragoso del mar, el que primero en la
tenpestad se mueue no es para tomar el
mas pesado remo y trabajar doblado; pero
cada qual procura yr primero por escoger
el mas ligero y dexar para los de la
postre la mayor carga, y avn del todo
la reusarian sino fuesse por miedo del
castigo, o peligro en que se ven. Y ansi
este tal no se puede dezir esforzado, ni
este se puede gloriar ser doctado desta
virtud, porque aquel que se defiende de
su enemigo con miedo de reçebir la muerte
este tal no se deue dezir magnanimo
ni esforçado pero cobarde y temeroso.
Desta manera aconteçe en vosotros
llamar fortaleza lo que bien mirado con
prudencia es verdadera cobardia. Y si
vosotros os hallais ser mas esforçados
que las fieras, por qué vuestros poetas y
historiadores quando escriuen y decantan
vuestras hazañas y hechos en la guerra os
comparan con los leones, tigres y onzas,
y por gran cosa dizen que igualastes en
esfuerço con ellos? Y por el contrario
nunca en las batallas de las fieras
fueran en su ánimo comparadas con algun
hombre. Pero ansi como aconteçe que
comparamos los ligeros con los vientos,
y a los hermosos con los angeles,
queriendo hazer semejantes los nuestros
con las cosas que exceden sin alguna
medida ni tasa: ansi parece que desta
manera comparais los honbres en vuestras
historias en fortaleza con las fieras
como a cosas que exceden sin comparaçion.
Y la causa desto es, porque como la
fortaleza sea vna virtud que consiste
en el buen gouierno de las passiones y
impetus del animo, el qual más sincero y
perfecto se halla en las peleas que entre
si tienen las fieras. Porque los hombres
turbada la razon con la yra y la soberuia
los ciega y desbarata tanto la colera
que ninguna cosa hazen con libertad que
merezca nombre de virtud. Avn con todo
esto quiero dezir que no teneis porqué os
quexar de naturaleza porque no os diese
vñas, colmillos, conchas y otras armas
naturales que dio a las fieras para su
defensa, pues que vn entendimiento de
que os armó para defenderos de vuestros
enemigos le enbotais y entorpeçeis por
vuestra culpa y negligençia.
MIÇILO.--O gallo, quan admirable maestro
me has sido oy de Retorica, pues con
tanta abundançia de palabras has
persuadido tu proposito avn en cosa tan
seca y esteril. Forçado me has a creer
que hayas sido en algun tiempo vno de
los famosos philosophos que obo en las
escuelas de athenas.
GALLO.--Pues mira, Micilo, que por pensar
yo que querias redarguirme lo que tengo
dicho con algunos argumentos, o con
algun genero de contradiçion no pasaua
adelante en mi dezir. Y ya que veo que
te vas conuenciendo quiero que pasemos a
otra virtud, y luego quiero que tratemos
de la castidad. En la qual te mostraré
que las fieras exçeden a los hombres sin
alguna comparaçion. Mucho se preçian
vuestras mugeres tener de su parte por
exemplo de castidad vna Penelope, vna
Lucreçia Porçia, Doña Maria de Toledo,
y doña Ysabel Reyna de Castilla; porque
dezis que estas menospreçiauan sus vidas
por no violar la virtud de su castidad.
Pues yo te mostraré muchas fieras castas
mil vezes mas que todas esas vuestras, y
no quiero que comencemos por la castidad
de la corneja, ni Croton, admirables
fieras en este caso, que despues de sus
maridos muertos guardan la viudez no
qualquiera tiempo, pero nueue hedades
de hombres sin ofender su castidad. Por
lo qual neçesariamente me deues conçeder
ser estas fieras nueue vezes mas castas
que las vuestras mugeres que por exemplo
teneis. Pero porque tienes entendido de
mí, Miçilo, que soy retorico, quiero
que procedamos en el discurso desta
virtud segun las leyes de Retorica,
porque por ellas espero vençerte con
mas façilidad, Y ansi primero veamos la
difiniçion desta virtud continençia, y
despues deçenderemos a sus inferiores
espeçies. Suelen dezir los philosophos,
que la virtud de continençia es vna
buena y çierta dispusiçion y regla de
los deleytes, por la qual se desechan y
huyen los malos, vedados y superfluos y
se faboreçen y allegan los neçesarios y
naturales en sus conuenientes tiempos.
Quanto a lo primero vosotros los
hombres todos los sentidos corporales
corrompeis y deprabais con vuestros
malos vsos y costumbres y inclinaciones,
endereçandolos sienpre a vuestro viçioso
deleyte y luxuria. Con los ojos todas las
cosas que veis endereçais para vuestra
laçiuia y cobdiçia. lo qual nosotras las
fieras no hazemos ansi. Porque quando
yo era hombre me holgaua y regoçijaua
con gran deleyte viendo el oro, joyas
y piedras preçiosas, a tanto que me
andaua bobo y desbaneçido vn dia tras
vn Rey o principe si anduuiesse vestido
y adornado de jaezes y atauios de seda,
oro, purpura y hermosos colores. Pero
agora, como lo hacen las otras fieras,
no estimo yo en más todo eso que al
lodo y a otras comunes piedras que ay
por las pedregosas y asperas syerras y
montañas. Y ansi quando yo era puerco
estimaua mucho más sin comparaçion hallar
algun blando y humido cieno, o piçina
en que me refrescasse rebolcandome.
Pues si venimos al sentido del oler, si
consideramos aquellos olores suaues de
gomas, espeçias y pastillas de que andais
siempre oliendo, regalando y afeminando
vuestras personas. En tanta manera que
ningun varon de vosotros viene a gozar
de su propia muger si primero no se vnta
con vnçiones delicadas y odoriferas, con
las quales procurais inçitar y despertar
en vosotros a venus. Y esto todo avn
seria sufridero en vuestras hembras por
daros deleyte usar de aquellos olores
laboratorios, afeytes y vnturas; pero lo
que peor es que lo vsais vosotros los
varones para incitaros a luxuria. Pero
nosotras las fieras no lo vsamos ansi,
sino el lobo con la loba, y el leon con
la leona, y ansi todos los machos con sus
hembras en su genero y espeçie gozan de
sus abraços y açessos solamente con los
olores naturales y proprios que a sus
cuerpos dio su naturaleza sin admistion
de otro alguno de fuera. Quando mas ay, y
con que ellas mas se deleytan es al olor
que produçen de si los olorosos prados
quando en el tiempo de su brama, que es
quando vsan sus bodas, estan verdes
y floridos y hermosos. Y ansi ninguna
hembra de las nuestras tiene necesidad
para sus ayuntamientos de afeytes ni
vnturas para engañar y traer al macho
de su especie. Ni los machos tienen
neçesidad de las persuadir con palabras,
requiebros, cautelas ni ofreçimientos.
Pero todos ellos en su propio tiempo
sin engaños ni intereses hazen sus
ayuntamientos atsaydos por naturaleza
con las dispusiçiones y concurso del
tiempo, como los quales son inçitados y
llamados a aquello. Y ansi este tiempo
siendo passado, y hechas sus preñezes,
todos se aseguran y mortiguan en su
incentiuo deleyte, y hasta la buelta
de aquel mesmo tiempo ninguna hembra
cobdiçia ni consiente al macho, ni el
macho la acomete. Ningun otro interese se
pretende en las fieras sino el engendrar
y todo lo guiamos y ordenamos como
nuestra naturaleza lo dispone. Y añade
á esto que entre las fieras en ningun
tiempo se cobdiçia ni soliçita ni acomete
hembra a hembra, ni macho con macho en
açesso carnal. Pero vosotros los hombres
no ansi, porque no os perdonais vnos a
otros; pero muger con muger, y hombre
con hombre contra las leyes de vuestra
naturaleza, os juntais, y en vuestros
carnales açessos os toman vuestros
juezes cada dia. Ni por esto temeis la
pena, quanto quiera que sea cruel, por
satisfazer y cumplir uuestro deleyte
y luxuria. En tanta manera es esto
aborreçido de las fieras, que si vn gallo
cometiese açesso con otro gallo, avn
que le faltasse gallina, con los picos
y vñas le hariamos en breue pedaços.
Pareçe, micilo, que te bas conuençiendo
y haciendote de mi sentencia, pues tanto
callas sin me contradezir.
MIÇILO.--Es tan efficaz, gallo, tu
persuasion, que como vna cadena me llevas
tras ti sin poder resistir.
GALLO.--Dexemos de contar quantos varones
han tenido sus ayuntamientos con cabras,
ouejas y perras; y las mugeres que han
effectuado su lexuria con gimios, asnos,
cabrones y perros: de los quales açessos
se han engendrado çentauros, sphinges,
minotauros y otros admimirables monstruos
de prodigioso aguero. Pero las fieras
nunca vsaron ansi, como lo muestra por
exemplo la continencia de aquel famoso
mendesio, cabron egipcio, que siendo
encerrado por muchas damas hermosas para
que holgase con ellas, ofreçiéndosele
desnudas delante, las menospreçio, y
quando se pudo soltar se fué huyendo á
la montaña á tener sus plazeres con las
cabras sus semejantes. Pues quanto ves
que son mas inferiores en la castidad
los hombres que las fieras, ansi lo
mesmo se podra dezir en todas las otras
espeçies y differencias desta virtud
de continençia.--Pues en lo que toca
al apetito del comer es ansi, que los
honbres todas las cosas que comen y
beben es por deleyte y complacençia
de la suauidad. Pero las fieras todo
quanto gustan y comen es por neçesidad y
fin de se mantener. Y ansi los honbres
se engendran en sus comidas infinitos
generos y especies de enfermedades:
porque llenos vuestros cuerpos de
excesiuos comeres, es neçesario que á
la contina haya diuersidad de humores y
ventosidades: y que por el consiguiente
se sigan las indisposiçiones. Á las
fieras dio naturaleza á cada vna su
comida y manjar conueniente para su
apetito; a los vnos la yerua, á los otros
rayzes y frutas; y algunos ay que comen
carne, como son lobos y leones. Pero los
vnos no estorban ni vsurpan el manjar ni
comida á los otros, porque el leon dexa
la yerua á la oueja y el cieruo dexa su
manjar al leon. Pero el honbre no perdona
nada constreñido de su apetito, gula,
tragazon y deleyte. Todo lo gusta, come,
traga y engulle; pareçiéndole que solo á
el hizo naturaleza para tragar y disipar
todos los otros animales y cosas criadas.
Quanto á lo primero, come las carnes sin
tener dellas necesidad alguna que á ello
le constriña, teniendo tantas buenas
plantas, frutas, rayzes y yeruas muy
frescas, salutiferas y olorosas. Y ansi
no ay animal en el mundo que á las manos
puedan auer que los honbres no coman. Por
lo qual les es neçesario que para auer de
hartar su gula tengan pelea y contienda
con todos los animales del mundo, y que
todos se publiquen por sus enemigos. Y
ansi para satisfazer su vientre tragon
á la contina tienen guerra con las aues
del cielo y con las fieras de la tierra
y con todos los pescados del mar; y á
todos vuscan como con industrias y artes
los puedan caçar y prender, y han venido
á tanto extremo, que por se preçiar no
perdonan ninguna criatura de su gusto
acostumbran ya á comer las venenosas
serpientes, culebras, anguilas, lampreas,
que son de vna mesma especie; sapos,
ranas, que son de vn mesmo natural, y han
hallado para tragarlo todo vnas maneras
de guisados con ajos, especias, clauo,
pimienta, y açeyte en ollas y cazuelas,
en las quales hechos çiertos conpuestos
y mezclas se engañan los desuenturados
pensando que les han quitado con aquellos
coçimientos sus naturales ponçoñas y
veneno, quedandoles avn tan gran parte
que los bastan dar la muerte mucho antes
que lo requiere su natural. ¿Pues qué si
dezimos de los animales y cosas que de
su vascosidad y podridunbre produce la
tierra; hongos, turmas, setas, caracoles,
galapagos, arañas, tortugas, ratones y
topos? Y para guisar y aparejar esto
¿quantos maestros, libros, industrias y
artes de cozina vsan y tienen, tan lexos
del pensamiento de las fieras? Y despues
con todo esto quéxanse los desuenturados
de su naturaleza, diziendo que les dió
cortas las vidas, y que los lleua presto
la muerte. Y dizen que los medicos no
entienden la enfermedad, ni saben aplicar
la mediçina. ¡Bobos, neçios! ¿Que culpa
tiene su naturaleza si ellos mesmos se
corronpen y matan con tanta multitud de
venenosas comidas y manjares? Naturaleza
todas las cosas desea y procura conseruar
hasta el peryodo y tiempo que al comun
les tiene puesto _la vida_[307], y
para esto les tiene enseñados çiertos
remedios y mediçinas por si acaso por
alguna ocasion heridos de algun contrario
viniessen á enfermar. Pero es tanta la
golosina, gula y desorden en su comer
y mantenimiento de los hombres, que ya
ni ay mediçina que los cure, ni medico
que curarlos sepa ni pueda. Porque
ya las artes naturales todas faltan
para este tiempo: porque bastan más
corronper y quebrar de sus vidas con sus
comidas que puede remediar y soldar la
philosophia y arte de naturaleza. Pero
las fieras no hazen ansi: porque si al
perro dió naturaleza que viba doze años
y treçientos á la corneja: y ansi de
todas las otras fieras: si los honbres
no las matan, naturaleza las conserva,
de manera que todas mueran por pura
vejez; porque á cada vna tiene enseñada
su propria mediçina, y cada vna se es
á sí mesma médica. ¿Quién enseñó á los
puercos quando enferman yrse luego á
los charcos á comer los cangrexos con
que luego son sanos? ¿Quién enseñó al
galapago quando le ha mordido la vibora
paçer el orégano y sacudir luego de si
la ponzoña? ¿Quién enseñó á las cabras
montesas siendo heridas del caçador comer
de la yerua llamada dítamo, y saltarle
luego del cuerpo la saeta? ¿y al çieruo
en siendo herido yr huyendo á vuscar las
fuentes de las aguas porque en vañandose
son sanos del veneno? y á los perros
fatigados del dolor de la cabeça, quién
los enseñó á yr luego al prado y paçer
yerua porque luego son sanos con ella?
Naturaleza es la maestra de todo esto
para conseruarlos: en tanta manera que no
pueden morir sino por sola vejez, si la
guerra que les da vuestra gula insaçiable
çesasse. ¿Pues qué si hablassemos de
las bebidas, los vinos de estrañas
prouinçias adobados con coçimientos de
diuersidades de espeçias, despues de
aquellas curiosas y artifiçiales bebidas
de aloxa y cerbeça? Y sola la fiera
mantenida en todo regalo y deleyte sana
y buena con el agua clara que naturaleza
le da y le cria en las fuentes perenales
de la concauidad de la tierra. Pues
aquellas agudeças, industrias y vibezas
que saben y vsan las fieras qué diras
dellas? El perro al mandado de su señor
salta y vayla y entra çien vezes por
vn aro redondo que para ganar dineros
le tiene enpuesto y enseñado el pobre
peregrino. Los papagayos hablan vuestra
mesma lengua, tordos y cueruos. Los
cauallos se ponen y vaylan en los teatros
y plazas públicas. ¿Paréçete que todo
esto no es más argumento de vso de razon
que de flaqueza que aya en su naturaleza?
Por çierto _que_ no se puede dezir
otra cosa sino que todos estos doctes
les venga del valor y perfeçion de su
natural; en el qual con tanta ventaja
os exçeden las fieras á los honbres. Á
lo qual todo sino lo quisieres llamar
vso de razon, buen juizio, virtud de
buen injenio y prudençia: vista aquella
façilidad con que son enseñadas en las
mesmas artes y agudeças que vosotros, en
tanta manera que en las fieras parezca
verdaderamente que nos acordamos de
lo que por nuestra naturaleza sabemos
quando nos lo enseñan, lo que vosotros
no aprendeis sin grande y muy contino
trabajo de vosotros mesmos, y de vuestros
maestros. Pues si á esta ventaja no la
quisieres llamar vso de razon, con tal
que la conozcas auerla en las fieras,
llamala como más te pluguiere. Yo á lo
menos téngola tan conoçida, despues
que en cuerpos de fieras entré, que me
marauillo de la çeguedad en que muchos de
vuestros philósophos estan; los quales
con infinita diuersidad de argumentos
persuaden entre vosotros á que creais y
tengais por aueriguado, que las fieras
sean muy más inferiores en su naturaleza
que los hombres; diziendo y afirmando
que ellos solamente vsan de razon; y
_que_ por el consiguiente á ellos solos
conuenga el exerçiçio de la virtud. Y
ansi por esta causa llaman á las fieras
brutos. Añaden á esto afirmando que
solos los hombres vsen de la verdadera
libertad; siendo por esperiençia tan
claro el contrario. Como vemos que
las fieras á ningunas leyes tengan
subjeçion ni miramiento mas de a las
de su naturaleza; porque por su buena
inclinaçion no tuuieron de más leyes
neçesidad. Pero vosotros los honbres por
causa de vuestra soberuia y anbiçion,
os subjetó vuestra naturaleza á tanta
diuersidad de leyes, no solamente de
Dios y de vuestros prinçipes y mayores:
pero aueis os subjetado[308] al juizio
y sentençia de vuestros vezinos amigos
y parientes. En tanta manera que sin su
pareçer no osais comer, ni beber, vestir,
calçar, hablar ni comunicar. Finalmente
en todas vuestras obras soys tan subjetos
al pareçer ajeno, tan atentos a aquella
tirana palabra y manera de dezir (que
diran) que no puedo sino juzgar los
hombres por el más miserable animal y más
infeliz y descontento de todos los que en
el mundo son criados. Agora tú, Miçilo,
si algo desto que yo tengo alegado te
pareçe contrario á la verdad arguye y
propon, que yo te respondere si acaso
no me faltasse á mí el vso de la razon
con que solia yo en otros tiempos con
euidente efficaçia disputar.
MIÇILO.--¡O Gallo! quan admirado me
tiene esa tu eloquençia, con la qual
tan efficazmente te has esforçado á me
persuadir esa tu opinion. Que puedo
dezir, que nunca gallo cantó como tu oy.
En tanta manera me tienes contento que
no creo que ay oy en el mundo hombre más
rico que yo pues tan gran joya como á
ti poseo. _Pero_ de lo que me as dicho
resulta en mi vna dificultad _y dubda_
que deseo saber[309]: cómo anima de fiera
bruta pueda ver y gozar de Dios?
GALLO.--Y agora sabes que las vestias
se pueden saluar? Ansi lo dize el Rey
Dauid[310]: _Homines et jumenta saluabis
Domine_. Dime qué más bruta vestia puede
ser que el honbre ençenagado en vn viçio
de la carne, o auariçia, o soberuia, o
yra, o en otro qualquiera pecado? Pues
ansi teniendo Dauid á los tales por viles
brutos vestias ruega por ellos á Dios
diziendo en su psalmo o cançion: _yo_,
Señor, por quien vos sois os suplico que
salueis honbres y vestias. Y por tal
_vestia_ se tenia Dauid _con ser Rey_
quando se hallaua pecador que dezia[311]:
_Ut iumentum factus sum apud te_. Yo
señor soy vestia en vuestro acatamiento.
Y ansi quiero que entiendas que en todos
mis cantos pretendo mostrarte como por
el viçio son los honbres conuertidos en
brutos y en peores que fieras.
MIÇILO.--Dime agora yo te ruego, Gallo,
dónde aprendiste esta tu admirable manera
de dezir[312]?
GALLO.--Yo te lo dire. Sabras que demas
de ser asessor de Mercurio, el más
eloquente que fue en la antigüedad, y ser
el gallo dedicado a Esculapio, que no fue
menos eloquente que muchos de su tienpo,
y demas de criarme yo a la contina
entre vosotros los honbres, quiero que
sepas con todo esto que yo fue aquel
philosopho Pythagoras, que fue vno de los
mas facundos que la Greçia çelebró; y
prinçipalmente as de tener por aueriguado
que la mayor eloquençia se adquiere de la
mucha esperiençia de las cosas, la qual
he tenido yo entre todos los que en el
mundo son de mi edad.
MIÇILO.--Por çierto, yo me acuerdo que
quando yo era niño oy dezir vna cosa que
no me acordaua: que fueste vn paje muy
querido de Mars: y que te tenia para
que quando yua á dormir algunas noches
con Venus muger de Vulcano le velasses
la puerta que ninguno le viesse[313]: y
prinçipalmente se guardaua que venida la
mañana el sol no le viesse siendo salido:
porque no auisasse á Vulcano. Y dezian
que el sol te echó vna mañana vn gran
sueño[314]: por lo qual, viendolos el
sol juntos auisó a Vulcano, y viniendo
donde estaua el adultero de tu amo los
tomó juntos en vna red de hierro y los
presentó á Jupiter _que los castigasse
el adulterio_.--Y Mars enojado de tu
descuido te conuertió en gallo, y agora
de puro miedo pensando que siempre[315]
estás en guarda _velando al adultero de
tu amo_ cantas a la mañana, despertando a
todos mucho antes que salga el sol[316].
Y esto te dio Mars en pena de tu descuido
y sueño.
GALLO.--_Todo eso es fabula y fingimiento
de poetas para ocupar sus versos:
que tambien me han hecho asesor de
Mercurio: y los antiguos me dedicaron
á Esculapio. Pero la verdad es que yo
fue aquel filosofo Pythagoras que fue
vno de los mas facundos que la Greçia
çelebró, y principalmente es de tener por
aueriguado, que la mayor eloquencia se
adquiere de la mucha esperiencia de las
cosas: la qual he tenido yo entre todos
los que en el mundo son de mi edad._
MIÇILO.--Pues[317] dizes que fueste
philosopho Pytagoras dime[318] algo de
philosophos, _de su vida y costumbres_:
porque de aqui adelante teniendo tan buen
preceptor como á ti me pueda preçiar de
philosopho: y philosophe entre los de mi
çiudad y pueblo. Y muestrame como tengo
de vsar de aquella presunçion, arogançia,
y obstentaçion, desden y sobreçejo con
que los philosophos tratan á los otros
que tienen en la republica estado de
comunidad.
GALLO.--De todo te dire, de sus vidas y
costumbres. Pero porque se me ofreçen
otras cosas que dezir, mas á la memoria,
querria eso dexarlo para despues. Pero
por no te desgraçiar quiero te obedeçer.
Y ansi te quiero dezir de vn poco de
tiempo que fue clerigo: la qual es
profesion de philosopho[319] cristiano:
donde conjeturarás lo que en la vna y
otra philosophia son los honbres el dia
de oy. Y pues es venida la mañana abre
la tienda: y en el canto que se sigue te
dire lo demas.
_Fin del segundo canto del gallo de
Luçiano._
NOTAS:
[307] Éstas y las demás palabras que vayan en letra bastardilla se
encuentran en el manuscrito que fué de Gayangos y faltan en el de La
Romana. Éstos irán designados en lo sucesivo con las iniciales G. y R.
[308] R., _subjado_.
[309] G., pero vna dificultad y dubda tengo en el alma, que resulta de
lo que has persuadido hasta aqui; lo qual deseo entender.
[310] R. Psalm. XXXV.
[311] Psalm. LXXII.
[312] G., porque solamente me acuerdo auer oydo quando yo era niño.
[313] G., y le despertasses venida la mañana, porque.
[314] G., de manera que los tomó juntos y truxo alli a Vulcano, el qual
los tomó como estauan, en vna red,
[315] G., aun.
[316] G., cantas ordinariamente antes que venga el dia y salga el sol.
[317] G., pero pues.
[318] G., ruegote me digas.
[319] G., clerigo.
ARGUMENTO
DEL TERÇERO CANTO DEL GALLO
En el terçero canto que se sigue el auctor
imita á Luçiano en todos sus dialogos:
en los quales siempre reprehende á los
philosophos y Religiosos de su tiempo[320].
MIÇILO.--Esme tan sabrosa tu musica, o
gallo, que durmiendo te sueño, y imagino
que á oyrte me llamas. Y ansi soñando
tu cançion _tan_ suaue muchas vezes
me despierto con deseo que mi sueño
fuesse verdad o que siendo sueño nunca
yo despertasse. Por lo qual agora avn
no has tocado los primeros puntos de tu
entonaçion quando ya me tienes sin pereza
muy despierto con cobdiçia de oyrte: por
tanto prosigue en tu graçiosa cançion.
GALLO.--Neçesitado me tienes o Miçilo
á te conplazer pues tanto te aplaze mi
dezir. Y ansi yo procurare con todas mis
fuerças á obedeçer tu mandado. Y pues me
pediste te dixesse algo del estado de
los philosophos, dexemos los antiguos
gentiles que saber agora dellos no hará
á tu proposito, ni a mi intinçion. Pero
pues en los cristianos han professado y
suçedido en su lugar los eclesiasticos
por ser la mas incunbrada philosophia la
euangelica: por tanto quiero hablar deste
proposito: y dezirte de vn poco de tiempo
que yo fue vn clerigo muy rico.
MIÇILO.--¿Y en qué manera era esa riqueza?
GALLO.--Serui a vn obispo desde mi niñez:
y porque nunca me dio blanca en todo el
tienpo que le serui hizome clerigo harto
sin pensarlo yo: porque yo nunca estudié,
ni lo deseé ser.
MIÇILO.--Tal clerigo serias tú despues.
GALLO.--La vida que despues tube te
lo mostrará. En fin procuróme pagar
el obispo mi amo con media dozena de
beneffiçios curados que me dio.
MIÇILO.--Por cierto con gran carga te
pagó[321] odiaslos _tú_ todos tener _y
seruir_?
GALLO.--No que descargauame yo: porque
luego hallaua quien me los tomaua frutos
por pension.
MIÇILO.--Por Dios, que era ese buen
disimular. Para mi yo creo que si tú
ordeñas la leche y tresquilas la lana,
quiero dezir: que si tú gozas los
esquilmos del ganado tú te quedas el
mesmo pastor. O me has de confessar que
los hurtas al que los ha de auer.
GALLO.--Por Dios, gran theologo eres.
No querria yo çapatero tan argutivo
como tú. A la fe pues sabete que
passa eso comunmente el dia de oy. Y
ansi yo me lleué de seys beneffiçios
curados los frutos por pension cada año
_que montauan_ mas de treçientas mil
marauedises. Con esto sienpre despues
que mi amo murio vibi en Valladolid vna
villa[322] tan suntuosa en Castilla,
donde sienpre[323] reside la corte
real. Y tanbien concurren alli de todas
differençias de gentes, tierras y
naçiones por residir alli la Cançilleria
_audiençia principal del reyno_. Traya á
la contina muy bien tratada mi persona
con gran aparato de mula y moços. Y con
este fausto tenia cabida y conuersaçion
con todos los perlados y señores, y
por me entretener con todos con vnos
fingia negoçios, y con otros procuraua
_tenerlos_ verdaderos, propios o agenos.
En fin con todos procuraua tener que dar
y tomar, y ansi en esta manera de vida
passé mas de treynta años los mejores
de mi edad sobre otros treynta que en
seruiçio del obispo passé.
MIÇILO.--Por cierto no me pareçe esa
vida: sino morir.
GALLO.--En este tienpo yo gozé de muchas
fiestas, de muchas galas: y inuençiones.
Era de tanta dama querido, requerido
y tenido quanto nunca galan cortesano
lo fue. Porque demas de ser yo muy
auentajado y platico en la cortesania
tenia más, que era muy liberal.
MIÇILO.--Por Dios, bien se gastauan[324]
los dineros de la iglesia: que dizen los
predicadores que son hazienda de los
pobres.
GALLO.--Pues dizen la verdad; que porque
la hazienda de la iglesia es de los
clerigos se dize ser de los pobres porque
ellos no tienen ni han de tener otra
heredad: porque ellos suçedieron al tribu
de Leui: á los quales no dio Dios otra
posesion.
MIÇILO.--Por Dios[325], Gallo, mejor
argumentas tú que yo, y avn esa me parece
grandissima razon para que los señores
seglares no deuan lleuar los diezmos
de la iglesia, pues ellos tienen sus
mayorazgos y rentas de que se mantener.
GALLO.--Y avn otra mayor razon ay _para
eso_, y es: que los diezmos fueron dados
a los sacerdotes porque rueguen a Dios
por el pueblo, y por la administraçion de
los[326] sacramentos. Y ansi porque[327]
los seglares no son habiles para los
administrar, por tanto tengo yo[328] por
aueriguado que no pueden comer[329] los
diezmos. Y que ansi de todos los que
lleuaren seran obligados a restituçion.
MIÇILO.--O valame Dios, qué praticos
estais en lo que toca a la defensa destos
vuestros bienes y rentas tenporales, cómo
mostrais estar llenos de vuestra canina
cobdiçia. ¡Si la meytad de la cuenta
hiziessedes de las almas que teneis a
vuestro cargo!
GALLO.--Pues sienpre es esa vuestra
opinion, que los seglares _no_ querriades
que ningun clerigo tuuiesse nada, ni avn
con que se mantener.
MIÇILO.--Pues qué malo seria? Antes me
pareçe que les seria muy mejor, porque
más libremente podrian entender en
las cosas spirituales para que fueron
ordenados, sino se ocupassen en las
temporales; y avn yo os prometo que si
el pueblo os viesse que haziades lo que
deuidades a vuestro estado, que no solo
no os lleuassen la parte de los diezmos
que dezis que os lleuan, pero que os
darian mucho más. Y avn si bien miramos
el papa, cardenales, obispos, curas y
todos los demas de la iglesia[330], ¿cómo
hallas que tienen tierras, çiudades y
villas y rentas sino desta manera? Porque
los enperadores y reyes y prinçipes
passados vista su bondad les dauan quanto
querian para se mantener. Y pues ansi lo
tienen y poseen, ya que los que agora
son se lo quitasen ¿porqué con pleytos
y mano armada lo han de defender?[331].
Que estan llenos los consejos reales,
_audiençias_ y chançillerías de frayles y
clerigos; de comendadores y religiosos.
Que ya no ay en estos publicos _y
generales_ juizios otros pleytos en qué
entender sino en[332] eclesiasticos.
Veamos ¿si a Jesucristo en cuyo lugar
estan le quitaran la capa estando en el
mundo, defendierala en juizio o con mano
armada?
GALLO.--No, pues avn la vida no defendio,
_que antes la ofreçio de su voluntad por
los honbres_.
MIÇILO.--Pues por eso reniego yo de
vosotros[333] que todos quereis[334]
que os[335] guarden vuestros[336]
preuillegios y exençiones; ser tenidos
honrrados y estimados de todos, diziendo
que estais[337] en lugar de Cristo[338]
para lo que os[339] toca de vuestra[340]
propria estima y opinion, y en el
hazer vosotros[341] lo que soys[342]
obligados, _que es_ en el recogimiento
de vuestras[343] personas _y buena
fama y santa ocupacion_; y _en el_
menospreçio de las tenporales haziendas
_y posesiones_ no diferis[344] de los
más crueles tiranos soldados que en los
exerçitos ay.
GALLO.--Valame dios, quan indignado estas
contra los eclesiasticos que los conparas
con aquellos malos y peruersos y desuella
caras[345].
MIÇILO.--Por cierto avn no estoy en dos
dedos de deziros que avn soys peores,
porque soys mucho mas perniçiosos a toda
la republica cristiana con vuestro mal
exenplo.
GALLO.--¿Por que?
MIÇILO.--Porque aquellos no han hecho
profesion de ministros de dios como
vosotros, ni les damos a ellos de comer
por tales como a vosotros, ni ay nadie
que los quiera ni deua imitar como a
vosotros, y por tanto con sus vidas no
hazen tanto daño como vosotros hazeis.
Pues dezidme ¿teneis agora por cosa
nueua, que todo quanto los eclesiasticos
poseeis os lo dieron por amor de dios?
GALLO.--Ansi es verdad.
MIÇILO.--Pues claro está que todos los
verdaderos cristianos con tal condiçion
poseemos estos bienes tenporales que
estamos aparejados para dexarlos cada vez
que vieremos cumplir a la gloria y honra
de Jesucristo y a su iglesia y al bien de
su cristiandad.
GALLO.--Tú tienes razon.
MIÇILO.--¿Pues quanto mas de veras
lo debria de hazer el pontifiçe, el
cardenal, el obispo y ansi todos los
frayles y en comun toda la clereçia
pues se lo dieron en limosna, y lo
professan de particular profesion? Que a
ninguno dixo Cristo: si te demandaren en
juizio la capa, da capa y sayo? Que si
preguntamos al clerigo que si dixo Cristo
a él que no contendiesse en juizio sobre
estas cosas tenporales diria que no lo
dixo sino al frayle, y el frayle dize,
que lo dixo a los obispos y perlados
que representan los apostoles, y estos
diran que no lo dixo sino al papa que
representa en la iglesia su mesma diuina
persona, y el pontifiçe dize que no sabe
qué os dezis. Que a todos veo andar
arrastrados y desasosegados de audiençia
en audiençia, de juizio en juizio. ¿Qué
ley sufre que vn guardian o vn prior de
vn monesterio de San Francisco, ó de
Santo Domingo, o de San hieronimo trayga
vn año y diez[346] años pleyto en vna
chançilleria sobre sacar vna casa o vna
miserable viña _que dizen conuenirles por
vn su frayle conuentual_?
GALLO.--Ese tal pleyto no le trae el
prior ni el guardian, sino la casa.
MIÇILO.--No me digas, gallo, esas
niñerias. Pues quién paga el procurador
y al letrado y al escribano, y al que
lo soliçita? y avn como cosa a ellos
natural el pleytear tienen todos estos
offiçiales perpetuamente asalariados. O
dezidme, qué llaman en el monesterio la
casa? las paredes, piedras y texados?
Dexadme que esas cosas no son para entre
niños, y lo que peor es y cosa muy de
risa: que de cada dia buscais nueuos
juezes. Agora dezis que el Rey no es
vuestro juez, agora le quereis que os
juzgue, y os someteis a su tribunal.
No ay ley que os ligue ni Rey que os
subjete; _porque soys_ gente sin Rey y
sin ley. Que todo genero de animal hasta
las ranas tienen Rey y le demandaron a
Dios: y[347] vosotros los eclesiasticos
quereis vibir libres y exentos. Y ansi
es neçesario que quanto mas libres soys
seays mas peruersos, y ya quando os
sujetais a alguno dezis que ha de ser al
pontifiçe solo; y a este quereis por juez
porque esta muy lexos y muy ocupado; y
cometiendo la causa vos eligereis juez
que no os aya de matar.
GALLO.--Tú dizes, Miçilo, la verdad. Pero
¿qué quieres que se haga en tales tienpos
como estos en que estamos; que si alguno
el dia de oy es sufrido, manso y bueno
todos se le atreuen? cada vno piensa de
tomarle la capa, y avn algunas vezes es
çeuar la maliçia ajena. Quiero dezir: que
es dar ocasion con tanta mansedunbre a
que cada vno se atreua a tomarle lo suyo;
y avnque sea eso virtud euangelica pero
no sé si la podria sienpre executar el
honbre con prudençia euangelica avnque
más fuesse obligado a ella.
MIÇILO.--Mira, Gallo, si fuesse vn hombre
que tiene casa[348] hijos y muger de
mantener, con estado, si le tomassen lo
suyo, lo que con justo titulo posee,
no creo que seria prudençia euangelica
dexarlo perder. Pero tengo que este tal
ligitimamente lo puede cobrar; y si
puede por medios liçitos de justicia
defenderlo. Pero vn fraile, o perlado:
y qualquiera saçerdote que es solo: y
no deue tener, ni tiene cuydado de más
que de su persona, yo bien creo que
seria obligado a exerçitar esta virtud
euangelica.
GALLO.--Por dios, si los clerigos por ay
huuiessen de yr no abria honbre del mundo
que no mofasse dellos, y todo el vulgo y
pueblo los tuuiesse por escarnio y risa.
MIÇILO.--Por çierto más obligados son
todos los eclesiasticos, pontifiçe,
perlados, frayles y clerigos a Dios,
que no a los honbres: y más a los
sabios que a los neçios. Gentil cosa
es que el pontifiçe, perlados, frayles
y eclesiasticos dexen de hazer lo que
deuen al seruiçio de Dios y bien de sus
conçiençias, y _buen_ exenplo de sus
personas, y mejora de su Republica por lo
que el vulgo vano podria juzgar. Hagan
ellos lo que deuen y juzguen los neçios
lo que quisieren. Ansi juzgauan de Dauid
porque vaylaua delante del arca del
Testamento. Ansi juzgauan de Jesucristo
porque moria en la cruz. Ansi juzgauan a
los apostoles porque predicauan a Cristo.
Ansi juzgan agora a los que muy de veras
quieren ser cristianos menospreçiando
la vanidad del mundo: y siguiendo el
verdadero camino de la verdad. Y quién
ay que pueda escusar los falsos juizios
del vulgo? Antes aquello se deue de tener
por muy bueno lo que el vulgo condena
por malo: y por el contrario, quereislo
ver? A la maliçia llaman industria.
A la auariçia y ambiçion grandeza
de animo. Y al maldiziente honbre
de buena conuersaçion. Al engañador
injenioso. Al disimulador y mentiroso y
trafagador llaman gentil cortesano. Al
buen tranpista llaman curial. Y por el
contrario al bueno y verdadero llaman
simple. Y al que con humildad cristiana
menospreçia esta vanidad del mundo y
quiere seguir a Jesucristo dizen que se
torna loco. Y al que reparte sus bienes
con el que lo ha menester por amor de
Dios dizen que es prodigo. El que no
anda en trafagos y engaños para adquirir
honrra y hazienda dizen que no es para
nada. El que menospreçia las injurias por
amor de Jesucristo dizen que es cobarde y
honbre de poco animo[349]. Y finalmente
conuertiendo las virtudes en viçios, y
los viçios en virtudes, a los ruynes
alaban y tienen por bienauenturados,
y a los buenos y virtuosos vituperan
llamandolos pobres y desastrados. Y
con todo esto no tienen mala verguença
de vsurpar el nombre de cristianos no
teniendo señal de serlo. Pues pareçete,
Gallo, que porque el vulgo (que es la
muchedunbre destos desuariados que
hazen lo semejante) juzguen mal de los
eclesiasticos que menospreçien los bienes
tenporales y recoxan sus spiritus en la
imitaçion de _su maestro_ Cristo dexen de
hazer lo que deuen? Por çierto miserable
y desuenturado estado es ese que dizes
que tuuiste, ¡o Gallo! Pero dexado agora
eso, que despues bolueras a tu proposito:
dime yo te ruego, pues todo lo sabes:
quién fue yo antes que fuesse Miçilo? Si
tube esas conuersiones que tú?
GALLO.--Eso quiero yo para que me puedas
pagar el mal que has dicho de mí.
MIÇILO.--Que dizes entre dientes? Por qué
no me hablas alto?
GALLO.--Dezia que mucho holgaré de te
conplazer en lo que me demandas: porque
yo mejor que otro alguno te sabre dello
dar razon. Y ansi has de creer, que
todos passamos en cuerpos como has oydo
de mí. Y ansi te digo que tú eras antes
vna hormiga de la India que te mantenias
de oro que acarreauas del çentro de la
tierra.
MIÇILO.--Pues desuenturado de mí, quién
me hizo tan grande agrauio que me
quitasse aquella vida tan bienauenturada
en la qual me mantenia de oro, y me truxo
a esta vida y estado infeliz, que en esta
pobreza de hanbre me quiero finar?
GALLO.--Tu auariçia agrande y insaçiable
que a la contina tuuiste te hizo que de
aquel estado viniesses a esta miseria,
donde _con hanbre_ pagas tu pecado.
Porque antes auias sido aquel auaro
mercader ricacho, Menesarco, deste pueblo.
MIÇILO.--Qué Menesarco dizes? Es aquel
mercader a quien lleuaron la muger?
GALLO.--Verguença tenia de te lo dezir.
Ese mesmo fueste.
MIÇILO.--Yo he oydo contar este
aconteçimiento de diuersas maneras a mis
vezinos: y por ser el caso mio deseo
agora saber la verdad: _por tanto_
ruegote mucho que me la cuentes.
GALLO.--Pues me la demandas yo te la
quiero dezir, que mejor que otro la sé.
Y ante todas cosas sabras que tu culpa
fue porque con todas tus fuerças tomaste
por interes saber si tu muger te ponia
el cuerno. Lo qual no deuen hazer los
honbres, querer saber ni escudriñar en
este caso mas de aquello que buenamente
se los ofreçiere a saber.
MIÇILO.--Pues en verdad que en ese caso
avn menos debrian los honbres saber de lo
que a las vezes se les trasluze y saben.
GALLO.--Pues sabras que en este pueblo
fue vn _hombre_ rico saçerdote y de
gran renta: que por no le infamar no
dire su nonbre. El qual como suele
aconteçer en los semejantes siendo ricos
y regalados, avnque ya casi a la vejez
como no tuuiesse muger propria compró vna
donzella que supo que vendia vna mala
madre: en la qual ovo vna _muy_ graçiosa
y muy hermosa hija. A la qual amó como a
si _mesmo_, como es propria passion de
clerigos: y criola en todo regalo mientra
niña. Y quando la vio en edad razonable
procuró de la trasegar porque no supiesse
a la madre. Y ansi la puso en compañia
de Religiosas y castas matronas que la
ordenassen[350] en buenas costunbres:
porque pareçiesse a las virtuosas y no
tuuiesse los resabios de la madre que
vendio por preçio la virginidad que
era la mas valerosa joya que tubo de
naturaleza.
Enseñola a cantar y tañer diuersas
differençias de instrumentos de musica:
en lo qual fue tan auentajada que cada
vez que su angelical voz exerçitaua
aconpañada con vn suaue instrumento
conuertia los hombres en piedra, o
encantados los sacaua fuera de si, como
leemos de la vihuela de Horpheo que a
su sonido hazia vaylar las piedras de
los muros de Troya. En conclusion la
donzella se hizo de tan gran velleza,
graçia y hermosura, en tanta manera que
no auia mançebo en nuestra çiudad por
de alto linaxe que fuesse que no la
deseasse y requiriesse auer por muger.
Y tus hados lo queriendo, vuscando su
padre vn honbre que en virtud y riquezas
se le igualasse te la ofreçio a ti. Y
tú avnque te pareçio hermosa donzella
digna de ser deseada de todo el mundo:
como no fuesse menor tu cobdiçia de auer
riquezas que de auer hermosura: por
añadirte el buen clerigo la dote a tu
voluntad la açetaste. Y luego como fueron
hechas las bodas, como suele aconteçer
en los semejantes casamientos que se
hazen más por interes mundano que por
Dios, Satanas procuró reboluerte por
castigar tu auarienta intençion. Y ansi
te puso vn gran pensamiento de dezir que
tu muger no te guardaua la fe prometida
en el matrimonio. Porque despues de ser
por su hermosura tan deseada de todos,
por fuerça te pareçia que deuia seguir
la naturaleza y condiçion de su madre.
Despues que passados algunos dias que
se murio tu suegro, con cuya muerte se
engrandeçio[351] tu posession avnque
no tu contento, porque de cada dia
creçian mas tus zelos y sospecha de la
castidad de tu Ginebra, la qual con su
canto, graçia y donayre humillaua el
çielo. ¡O quantas vezes por tu sosiego
quisieras más ser casado con vna negra
de Guinea que no con la linda Ginebra!
Y principalmente porque suçedio que
Satanas despertó la soñolienta affiçion
que estaua adormida en vno de aquellos
mançebos, generoso y hijo de algo de
quien fue seruida Ginebra antes que
casasse. El qual con gran continuaçion
tornó a la requerir y passear la calle
soliçitandole la casa y criados. Pero a
ella poco la mouio porque çiertamente
te amaua a ti: y tanbien porque ella
conoçia tu amor y cuydado[352] en la
guardar. Pues como tú viniesses acaso
a tener notiçia de la intinçion del
mançebo: porque tu demasiada sospecha y
zelos te lo descubrio: procuraste vuscar
algun medio por donde fuesses çierto
de su fidelidad. Y ansi tu diligençia
y soliçitud te truxo a las manos vna
injeniosa y aguda muger gran sabia en las
artes magica y inuocaçion de demonios.
La qual por tus dones se comouio a tus
ruegos: y se ofreçio a te dezir la
verdad de lo que en Ginebra huuiesse. Y
ansi començando por sus artes y conjuros
halló solamente que a ti solo tu Ginebra
tenia fe. Pero tú çiego de tu passion
porfiauas que amaua mas a Liçinio, que
ansi se llamaua el mançebo. Y la maga
avn por mas te asegurar vsó contigo de
vna admirable pruelba. Y fue que ella
tenia vna copa que obo dedemonio por la
fuerça de sus encantamentos: la qual auia
sido hecha por mano de aquella gran maga
Morganda: la qual copa tenia tal hado:
que estando llena de vino si beuia honbre
al qual su muger le era herrada se le
vertia el vino por los pechos y no beuia
gota. Y si su muger le era casta beuia
hasta hartar sin perder gota. De la qual
tú beuiste hasta el cabo sin que gota se
perdio[353]. Pero avn no te satisfaziendo
desta prueba le demandaste que te mudasse
en la figura y persona del mançebo
Liçinio, que la querias acometer con
prueba que se çertificasse mas su bondad
_por tu seguro_; y ansi fingiendo en tu
casa que auias de caminar çierta xornada,
que serían[354] quinze dias de ausençia,
la maga te mudó en forma y persona de
Liçinio, y ella tomó[355] figura de vn su
paje. Y tomando en tu seno muy graçiosas
y ricas joyas que huuiste de vn platero
te fueste para Ginebra a tu casa la qual
avnque estaua labrando _ocupada en sus
labores_ rodeada de sus donzellas, por
ser salteada de tu adultero deseo fue
turbada toda su color y agraçiado rostro.
Y ansi con el posible desdeño y aspereça
procuró por aquella vez apartarte de si
dandote señas[356] de desesperaçion. Pero
continuando algunas vezes que para ello
hallaste oportunidad te oyo con alguna
mas paçiençia. Y vista tu inportunidad
y las joyas que le ofreçias: las quales
bastan a quebrantar las diamantinas
peñas: bastaron en ella ablandar hasta
mostrar algún plazer en te oyr. Y de
alli con la continuaçion de tus dadiuas
y ruegos fue conuençida a te faboreçer
por del todo no te desesperar. Y ansi vn
dia que llorauas ante ella por mitigar
tu pasion comouida de piedad te dixo:
Yo effetuaria tu voluntad _y demanda_,
Liçinio, si fuesse yo çierta que no lo
supiesse nadie. Fue en ti aquella palabra
vn rayo del çielo del qual sentiste tu
alma trespasada. Y subitamente corrio
por tus huesos, venas y nieruos vn yelo
mortal que dexó en tu garganta elada la
boz, que por gran pieza no podiste hablar.
Y quitando a la hora la maga el velo del
encanto de tu rostro y figura por tu
importunidad, como vio tu Ginebra que
tú eras Menesarco su marido, fue toda
turbada de verguença: y quisiera antes
ser mil vezes muerta que auer caydo en
tan grande afrenta. Y ansi mirandote
al rostro muy vergonçosa, solamente
sospiraua y sollozcaua conoçiendo su
culpa. Y tú cortado de tu demasiada
diligençia solamente le podiste responder
diziendo: De manera, mi Ginebra, que
venderias por preçio mi honrra si
hallasses comprador. Desde aquel punto
todo el amor que te tenia le conuertio en
venenoso aborreçimiento. Con el qual no
se pudiendo sufrir, ni fiandose de ti, en
viniendo la noche tomando quantas joyas
tenia, lo mas secreto que pudo se salio
de tu casa y se fue a vuscar al verdadero
Liçinio cuya figura le auias representado
tú: con el qual hizo verdaderos amores
y liga contra ti por se satisfazer _y
vengar_ de tu neçedad. Y ansi se fueron
juntos gozandose por las tierras que mas
seguras les fueron: y a ti dexaron hasta
oy pagado y cargado de tus sospechas
y zelos. El qual veniste a tan grande
estremo de afrenta y congoja que en breue
tiempo moriste[357]: y fueste conuertido
en hormiga y despues en Miçilo venido en
tu pobreza y miseria, hecho castigo para
ti y exemplo para otros.
MIÇILO.--Por cierto eso fue en mí bien
empleado: y ansi creo que de puro temor
que tiene desde entonçes mi alma no me
ha sufrido casarme. Agora prosigue yo te
ruego, Gallo, en tu transformaçion.
GALLO.--Pues emos començado a hablar
de los philosophos deste tiempo, luego
tras este de quien emos tratado hasta
aqui te quiero mostrar de otro genero de
honbres en este estado: del qual yo por
transformaçion partiçipé. En cuyo pecho
y vida veras vn _admirable_ misterio o
modo de vibir sin orden, sin prinçipio,
sin medio y sin fin. Sin cuenta passan
su vida, su comer, su beber, su hablar
y su dormir. Sin dueño, sin señor, sin
Rey. Ansi naçen, ansi viben, ansi mueren,
que en ningun tiempo piensan que ay otra
cosa más que naçer y morir. Ni tienen
cuenta con çielo, ni con tierra, con
Dios, ni con Satanas. En conclusion, es
gente de quien se pueden dezir justamente
aquellas palabras del _poeta_ Homero:
Que son inutil carga de la tierra[358].
Estos son los falsos philosophos que los
antiguos pintaban con el libro en la mano
al reues. Y pues pareçe que es venido el
dia, en el canto que sigue se prosiguira.
_Fin del terçero canto del gallo._
NOTAS:
[320] _Tachado_: Siguesse el terçero canto del sueño o gallo de
Luçiano, orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo
auctor.
[321] G., por cierto esa no era paga, sino agrauio y carga.
[322] G., un pueblo.
[323] G., a la contina.
[324] G., por çierto, bien gastauas.
[325] G., por çierto.
[326] G., y porque administran los.
[327] G., pues.
[328] G., queda por.
[329] G., lleuar.
[330] G., eclesiasticos.
[331] G., ¿porqué no lo han de defender con pleytos y mano armada como
lo hazen?
[332] G., de.
[333] G., de los clerigos y eclesiasticos.
[334] G., quieren.
[335] G., los.
[336] G., sus.
[337] G., estan.
[338] Jesu Cristo.
[339] G., les.
[340] G, su.
[341] G., los clerigos.
[342] G., son.
[343] G., sus
[344] G., diffieren.
[345] G., con soldados, muchos de los quales son malos, peruersos y
desuella caras.
[346] G., seys y diez años.
[347] G., y que.
[348] G., tiene casa, hijos y muger y estado que mantener.
[349] G., es un apocado, y que de cobarde y honbre de poco animo lo
haze.
[350] G., impusiessen.
[351] G., augmentó.
[352] G., conoçia el amor que la tenias y el cuydado.
[353] G., se te derramasse.
[354] G., xornada de.
[355] G., tomó la.
[356] G., muestras.
[357] G., te vino la muerte.
[358] R. Primeramente se leía: _que son carga pessada de la tierra,
sin aprovechar_. Despues se tacharon las palabras _pessada_ y _sin
aprovechar_.
ARGUMENTO
DEL QUARTO CANTO DEL GALLO
En el quarto canto que se sigue el auctor
imita á Luçiano en el libro que hizo
llamado Pseudomantir. En el qual
descriue marauillosamente mil[359]
tacañerías y embaymientos y engaños de vn
falso religioso llamado Alexandro, que
en muchas partes del mundo fingió ser
propheta, dando respuestas ambiguas y
industriosas para adquerir con el vulgo
crédito y moneda[360].
GALLO.--En este canto te quiero, Miçilo,
mostrar los engaños y perdiçion de
los hombres holgaçanes; que bueltas
las espaldas á Dios y a su vergüença
y conçiençia, a vanderas desplegadas
se van tras los viçios, ceuados de un
miserable preçio y premio con título
apocado de limosna, por solo gozar
debajo de aquellos sus viles habitos
y costunbres de vna suçia y apocada
libertad. Oyras vn genero vil de
encantamento fingido; porque no bastan
los injenios bajos y viles destas
desuenturadas gentes mendigas a saber
el verdadero encantamento, ni cosa que
tenga título verdadero de saber: no mas
de porque su vilissima naturaleza no es
para conprehender cosa que tenga título
de sçiençia, estudio y especulaçion. Son
amançebados con el viçio y oçiosidad; y
ansi, puesto caso que no es de aprobar
el arte magica y encantar, digo que
por su vileza se hazen indignos de la
saber. Y vsando de la fingida es vista
su ruyn intençion: que no dexan de saber
la verdadera por virtud. Y ansi sabras,
Miçilo, que despues de lo passado vine
a ser hijo de vn pobre labrador que
vibia en vna montaña, vasallo de vn
señor muy cobdiçioso que los fatigaua
ordinariamente con infinitos pedidos de
inposiçiones, que vno[361] alcançaua a la
contina al otro. En tanta manera que solo
el hidalgo se podia en aquella tierra
mantener, que el labrador pechero era
neçesario morir de hanbre.
MIÇILO.--¿Pues porque no se iba tu padre
á vibir a otra tierra?
GALLO.--Son tan acobardados para en eso
los labradores, que nunca se atreuen a
hazer mudança de la tierra donde naçen:
porque vna legua de sus lugares les
pareçe que son las Indias: y imaginan
que ay alla gentes que comen los honbres
biuos. Y por tanto muere cada vno en
el pajar donde naçio, avnque sea de
hanbre. Y deste padre naçimos dos hijos
varones, de los quales yo fue el mayor,
llamado por nonbre Alexandro. Y como
vimos tanta miseria como passauan con
el señor los labradores, pensauamos que
si tomauamos offiçios que por entonçes
nos libertassen se oluidaria nuestra
vileza, y nuestros hijos serian tenidos
y estimados por hydalgos y viuirian en
libertad. Y ansi yo elegi ser saçerdote,
que es gente sin ley; y mi hermano fue
herrero, que _en aquella tierra_ son
_los herreros_ exentos de los pedidos,
pechos y velas del lugar donde siruen la
ferreria. Y ansi yo demandé liçencia a mi
padre para aprender a leer: _y avn se le
hizo de mal porque le seruia de guardar
vnos patos. y ojear los pajaros que no
comiessen la simiente de vn linar. En
conclusion mi padre me encomendo_[362]
por criado y monaçino de vn capellan que
seruia vn beneffiçio tres leguas de alli.
¡O Dios omnipotente, quien te dixera las
bajezas y poquedades deste honbre! Por
cierto si yo no huuiera tomado la mano oy
para te contar[363] de mi y no de otros,
yo te dixera cosas de gran donayre. Pero
quierote hazer saber que ninguno dellos
sabe más leer que deletrear y lo que
escriben aslo de sacar por discreçion. En
ninguna cosa estos capellanes muestran
ser auentajados, sino en comer y beber:
en lo qual no guardan tiempo ni medida
ni razon. Con este estuue dos años que
no me enseñó sino a mal hazer, y _mal
dezir_, y mal pensar y mal perseuerar. A
leer me enseñó lo que el sabia, que era
harto poco, y á escreuir vna letra que
no pareçia sino que era arado el papel
con pies de escarabajos. Ya yo era buen
moço de quinze años, y entendia que para
yo no ser tan asno como mi amo que deuia
de saber algun latin. Y ansi me fue á
Zamora a estudiar alguna gramatica: donde
llegado me presenté ante el bachiller y
le dixe mi necesidad, y _el_ me preguntó
si traya libro: y yo le mostré vn arte
de gramatica que auia hurtado a mi amo,
_que fue de los de Pastrana_ que auia
mas de mil años que se inprimió. Y el me
mostró en el los nominatiuos que auia de
estudiar.
MIÇILO.--¿De qué te mantenias?
GALLO.--Dauame el bachiller los domingos
vna çedula suya para vn cura, o capellan
de vna aldea comarcana el qual me daua
el çetre del agua bendita _los domingos_
y andaua por todas las casas a la hora
del comer echando a todos agua: y en
cada casa me dauan vn pedaço de pan, con
los quales mendrugos me mantenia en el
estudio toda la semana. Aqui estube dos
años: en los quales aprendi declinaciones
y conjugaçiones: genero, preteritos y
supinos. Y porque semejantes honbres
que[364] yo luego nos enhastiamos de
saber cosas buenas, y porque nuestra
intinçion no es saber más: sino tener
alguna noticia de las cosas y mostrar
que emos entendido en ello quando al
tomar de las ordenes nos quisieren
examinar. Porque si nuestra intinçion
fuesse saber algo perseuerariamos en el
estudio. Pero en ordenandonos començamos
a oluidar y damonos tan buena priesa que
si llegamos a las ordenes neçios, dentro
de vn mes somos confirmados asnos. Y ansi
me sali de Çamora, donde estudiaua harto
de mi espaçio, y por estar ya enseñado
á mendigar con el çetre sabiame como
miel el pedir: y por tanto me bolui a
ello[365]. Y ansi acordé de yrme por el
mundo en compañia de otros perdidos como
yo, que luego nos hallamos vnos a otros.
Y en esta compañia fue gran tiempo zarlo,
ó espinel: y alcançe en esta arte de la
zarleria todo lo que se pudo alcançar.
MIÇILO.--Nunca esa arte á mi noticia
llegó: declarate me mas.
GALLO.--Pues quiero descubrirtelo todo de
raiz. Tu sabras que yo tenia la persona
de estatura creçida y andaua vestido
en diuersas prouinçias de diuersos
atauios, porque ninguno pudiesse con mala
intinçion aferrar en mi. Pero mas á la
contina traya vna vestidura de vuriel
algo leonado obscuro, honesta, larga y
con vna barua espesa y muy prolixa, de
grande autoridad _y un manteo encima,
puesto á los pechos vn boton_[366]. Otras
vezes mudando las tierras mudaua el
vestido: y con la mesma barua vsaua de vn
habito que en muchas prouinçias llaman
veguino: con vna saya y vn escapulario de
Religioso que hazia vida en la soledad
de la montaña; vna cayada y vn rosario
largo, de vnas cuentas muy gruesas
en la mano, que cada vez que la vna
cuenta caya sobre la otra lo oyan todos
quantos en vn gran templo estuuiessen.
Publiqué adiuinar lo que estaua por
venir, hallar los perdidos, reconçiliar
enamorados, descubrir los ladrones,
manifestar los thesoros, dar remedio
façil á los enfermos y avn resuçitar los
muertos. Y como de mí los honbres tenian
noticia venian luego prostrados con
mucha humildad a me adorar y bessar los
pies y a ofreçerme todas sus haziendas,
llamandome todos propheta y diçipulo _y
sieruo_ de Dios, y luego les ponia en
las manos vno versos que en vna tabla yo
traya scriptos con letras de oro sobre vn
barniz negro; que dezian de esta manera:
_Muneribus decorare meum vatem atque
ministrum precipio: nec opum mihi cura,
at maxima vatis._
Estos versos dezia yo auermelos enbiado
Dios con vn angel del çielo, para que
por[367] su mandado fuesse yo de todos
honrrado y agradeçido como ministro y
sieruo de su diuina magestad. Hallé
por el reyno de Portogal y Castilla
infinitos honbres y mugeres los quales
avnque fuessen muy ricos y de los más
prinçipales de su republica, pero eran
tan tímidos superstiçiosos que no alçauan
los ojos del suelo sin escrupulizar. Eran
tan façiles en el credito que con vna
piedra[368] arrebuxada en unos trapos ó
vn pergamino con vnos plomos ó sellos
colgando, en las manos de vn hombre
desnudo y descalço luego se arrojauan y
humillauan al suelo, y venian adorando y
ofreciendose a Dios sin se leuantar de
alli hasta que el prestigioso questor
los leuantasse con su propria mano; y
ansi estos como me vian con aquella mi
santidad vulpina façilmente se me rendian
sin poder resistir. Venian á consultar
en sus cosas _conmigo_ todo lo que
deuian, ó querian hazer y yo les dezia,
que lo consultaria con Dios, y que yo
les responderia su diuina determinacion,
y ansi a sus preguntas procuraua yo
responder con gran miramiento porque
no fuesse tomado en palabras por falso
y perdiesse el credito. Sienpre daua
las respuestas dubdosas, ó con diuersos
entendimientos, sin nunca responder
absolutamente a su intinçion. Como a vno
que me preguntó; qué preçeptor daria a vn
hijo suyo que le queria poner al estudio
de las letras. Respondi que le diesse
por preçeptores al Antonio de Nebrija
y a Sancto Thomas. Dando á entender
que le hiziesse estudiar aquellos dos
auctores, el vno en la gramatica y el
otro en la theología; y suçedió morirse
el mochacho dentro de ocho dias; y como
sus amigos burlasen del padre porque daua
credito a mis desuarios y de mis juizios
llamandolos falsos, respondió que muy
bien me auia yo dicho: porque sabiendo yo
que se auia de morir, di a entender que
auia de tener por preçeptores aquellos
allá. Y a otro que auia de hacer vn
camino y temiasse de vnos enemigos que
tenia, que me preguntó si le estaua bien
yr aquel camino. Respondi que más seguro
se estaua en su casa si le podia escusar;
y caminó por burlar[369] de mi juizio,
y sucedió que salieron sus enemigos y
hirieronle mal. Despues como aquel juizio
se publicó me valio muchos dineros a mi:
porque desde allí adelante no auian de
hazer cosa que no la viniessen comigo á
consultar pagandomelo bien. En fin en
esta manera dy muchos y diuersos juizios
que te quisiera agora contar, sino fuera
porque me queda mucho por dezir. Deziamos
yo ser Juan de vota Dios[370].
MIÇILO.--¿Qué hombre es ese?
GALLO.--Este fingen los zarlos
superstiçiosos vagabundos que era vn
zapatero que estaua en la calle de
amargura en Hierusalen, y que al tiempo
que passauan a Cristo presso por aquella
calle, salió dando golpes con vna horma
sobre el tablero diziendo: vaya, vaya
el hijo de María; y que Cristo le auia
respondido: yo yré y tú quedarás para
sienpre jamas para dar testimonio de mi;
y para en fe desto mostraua yo vna horma
señalada en el braço, que yo hazia con
cierto artifiçio muy façilmente, que
pareçia estar naturalmente empremida
allí: y a la contina traya vn compañero
del mesmo offiçio y perdiçion que fuesse
mas viejo que yo, porque descubriendonos
el vno al otro lo que en secreto y
confession con las gentes tratauamos,
pareçiendo vn dia el vno y otro dia el
otro les mostrauamos tener speçie de
divinaçion y spiritu de profeçia, lo
qual sienpre nosotros queriamos dar á
entender. Y haziamos se lo façilmente
creer por variarnos cada dia en la
representaçion; y deziales yo que en
viendome viejo me yba a bañar al rio
Xordan y luego boluia de edad de treynta
y tres años que era la edad en que Cristo
murio. Otras vezes dezia que era vn
peregrino de Hierusalen, honbre de Dios,
enviado por él para declarar y absoluer
los muchos pecados que auia[371] secretos
en el mundo, que por verguença los
honbres no los osan descubrir ni confesar
a ningun confessor.
MIÇILO.--¿Pues para qué era eso?
GALLO.--Porque luego en auiendoles hecho
creer que yo era qualquiera destos dos
façilmente los podia abunir a qualquiera
cosa que los quisiesse sacar. Luego como
los tenia en este estado començaua la
zarleria cantandoles el espinela, que
es vn genero de diuinança, a manera de
dezir la buenauentura. Es vna agudeça y
desenboltura de hablar, con la qual los
que estamos platicos en ello sacamos
façilmente qualesquier genero de scollos
(que son los pecados) que nunca por
abominables se confessaron a saçerdote.
En començando yo a escantar con esta arte
luego ellos se descubren.
MIÇILO.--Yo querria saber qué genero de
pecados son los que se descubren a ti por
esta arte, y no al saçerdote?
GALLO.--Hallaua mugeres que tuuieron
açeso con sus padres, hijos y con muy
çercanos parientes, y vnas mugeres con
otras con instrumentos hechos para
effectuar este viçio; y otras maneras
que es verguença de las dezir; y hallaua
honbres que se me confessauan auer
cometido grandes inçestos, y con animales
brutos, que por no infiçionar el ayre no
te los quiero contar. Son estos pecados
tan abominables que de pura verguença y
miedo honbres ni mugeres no los osan fiar
ny descubrir a sus curas ni confessores;
y ansi aconteçe muchos[372] destos neçios
morirse sin nunca los confessar.
MIÇILO.--Pues de presumir es que muchos
destos honbres y mugeres, pensando bastar
confessarlos a ti se quedaron sin nunca á
sacerdote los confessar.
GALLO.--Pues ese es vn daño que trae
consigo esta peruersa manera de vibir, el
qual no es daño qualquiera sino de gran
caudal.
MIÇILO.--Querria saber de ti, qué virtud,
o fuerça tiene esa arte que se los hazeis
vosotros confessar, y qué palabras les
dezis?
GALLO.--Fuerça de virtud no es: pero
antes industria de Sathanas. La manera de
palabras era: que luego les dezia yo que
por auer _aquella persona_ naçido en vn
dia de vna gran fiesta en çinco puntos de
Mercurio y otros çinco de Mars, por esta
causa su ventura estaua en dos puntos de
gran peligro, y que el vn punto era vibo,
y el otro era muerto, y que este punto
vibo conuenia que se cortasse, porque era
vn gran pecado que nunca confessó, por
el qual corria gran peligro en la vida.
En tanta manera que si no fuera porque
Dios le quiso guardar _por los ruegos del
bienauenturado San Pedro, que era mucho
su abogado ante Dios_, que muchas vezes
le ha cometido el demonio en grandes,
afrentas donde le quiso auer traydo a
la muerte; y que agora era enbiado por
Dios este su peregrino _de Hierusalen_ y
santo profeta; que soy vno de los doze
peregrinos que residen á la contina en
el sancto sepulcro de Hierusalen en
lugar de los doze apostoles de Cristo;
_y que yo soy su abogado San Pedro_ que
conuiene que el me le aya de descubrir _y
confessar_ para que yo se le absuelua,
y avn pagarle[373] por el, y asegurarle
que no penará ni peligrará por el[374]
_pecado_ más. Y ansi él luego me descubre
su pecado por graue y inorme que sea; y
prostrado por el suelo llorando me pide
misericordia y remedio y le mande quanto
yo quisiere que haga para ser absuelto,
que en todo me obedeçerá y avn me dará
quanto yo le pidiere y el tuuiere para
su neçesidad; y ansi quando yo veo a
la tal persona tan obediente y rendida
digola. Pues mira, hermana, que este
pecado se ha de absoluer con tres signos
y tres cruzes y tres psalmos y tres misas
solenes: las quales se han de dezir en el
templo del Santo Sepulcro de Hierusalen,
y que son misas de mucha costa y trabajo,
porque las han de dezir tres cardenales
y rebestirse con ellos al altar tres
obispos; y hanlas de offiçiar tres
patriarcas vestidos de pontifical, y han
de arder alli tres çirios a cada misa,
que pesse cada vno seys libras de cera; y
luego dize el tal penitente:
Pues vos mi padre y santo señor vays
allá hazedlas dezir, y yo al presente
daré los dineros y limosna que pudiere
y boluiendo vos por aqui lo acabaré
de pagar; y yo respondo: que a mi me
conuiene forçado estar en Hierusalen la
Semana Santa, y que en llegando se las
haré dezir, y _ansi_ luego el penitente
me da diez y veinte[375] ducados y
más, _o menos_ como _cada qual_ tiene
la facultad, y yo la doy vna señal por
la qual quedo de _boluer_ a la visitar
dentro de vn año o dos, sin pensarla
mas ver; y otras vezes para auctoriçar
esta mi mala arte digoles: que yo le
daré parte del gran trabajo que tengo de
reçebir en el camino que emos de hazer
los escolares peregrinos de Hierusalen
quando todos juntos vamos la Santa pasqua
de Resureçion por el olio y crisma a la
torre de Babilonia, como lo tenemos por
costunbre y promesa traerlo nosotros
doze para la iglesia de Dios; lo qual
se trae en doze cauallos yendo nosotros
a pie. Que van luego los siete y quedan
los çinco aguardando; y aquellos siete
que van lleuan siete ropas ricas y siete
armas, con las quales peleamos con siete
gigantes que guardan el _santo crisma y
el_ olio de noche y de dia, y como son
mas fuertes que nosotros dannos grandes
palos y bofetadas, hasta que vienen
del çielo siete donzellas en siete
nubes y en su fabor siete estrellas;
las quales peleando con los gigantes
los vencen y ansi las damos las siete
ropas, y nos cargan los cauallos del
_Santo_ olio y crisma y nos venimos con
ello á Hierusalen para que _en la Santa
pascua de Resurreçion_ se distribuya
por toda la cristiandad; y ansi por la
misericordia de Dios nuestro señor, por
esta tu limosna te haré parçionera deste
trabajo que en este viaje tengo de lleuar
por la iglesia de Dios; y demas desto
porque quedes más purgada deste pecado
me vañaré por ti en la fuente y rio
Xordan vna vez. Y con este fingimiento
y enbaymiento, fiçiones y engaños las
hazia tan obedientes a mi mandado, que
despues de auerme dado su hazienda si
queria tenia açesso con ellas a medida de
mi voluntad, y ellas se preçiaban auer
tenido açesso con el profeta diçipulo
de Dios y peregrino[376] santo de
Hierusalen, _sieruo de Jesu-Cristo_[377].
Y se tenian por muy dichosos los maridos
por auer querido yo ansi bendezir a su
muger; y ellas se piensan quedar benditas
para sienpre jamas _con semejantes
bendiçiones_. En estas maldades querria
yo mucho que el mundo estuviesse auisado,
y que no diesse lugar ninguno a se dexar
engañar de semejantes honbres malos, pues
todo esto es manifiesta mentira y fiçion.
Y sé yo que al presente andan muchos
por el mundo, los quales tienen engañada
la mayor parte de los cristianos, y
se debria procurar que los juezes los
vuscassen, y hallados los castigassen
en las vidas, porque es vna speçie de
superstiçion y hurto el mas nefando
que entre infieles nunca se vsó, ni
se sufrió. Y porque veas quanta es la
desverguença y poquedad de los semejantes
hombres te quiero contar vn passo que
passé, porque entiendas que los tales
ninguna vellaqueria _ni poquedad_ dexan
de acometer y executar. Sabras que vn dia
yuamos tres compañeros del offiçio del
zarlo y espinela, que andauamos vuscando
nuestra ventura por el mundo. Y como
llegamos acaso en vna çiudad á la hora
del comer, nos entramos en vn bodegon,
donde comimos y bebimos muy a pasto
todos tres, y acordamos que se saliesse
el vno á vuscar çierto menester, y como
se tardasse algo fuele el otro vuscar:
y ansi me dexaron solo a mi por gran
pieza de tiempo, y dixome la bodegonera:
hermano, pagad, ¿que aguardais? Respondi
yo: aguardo aquellos compañeros que
fueron á vuscar çierta cosa para nuestra
necesidad; y ella me dixo: pagad que
por demas los esperais: por neçios los
ternia si ellos boluiessen acá; y yo le
pregunté quanta costa estaua hecha, para
pagarla; y ella contando á su voluntad y
sin contradiçion dixo que quatro reales
auiamos comido y bebido; y luego me
leuanté de la mesa viniendome para la
puerta de la casa mostrando vuscar la
bolsa para la pagar, y dixela: señora
echadme en vna copa vna vez de vino, que
todo junto lo pagaré: y diziendo esto
nos fuemos llegando a vn cuero de vino
que sobre vna mesa tenia junto a la[378]
puerta, y la buena dueña, avnque no era
menos curial en semejantes maldades que
yo, descuydose: y desató luego el cuero
echando la cuerda sobre el hombro por
tener con la vna mano el piezgo y con la
otra la medida, y começando ella a medir
le tomé yo la cuerda del ombro y fueme
lo mas solapadamente que yo pude por la
calle adelante y avnque ella me llamaua
no le respondia: ni ella por no dexar
el cuero desatado me vio mas hasta oy.
Cansado ya desta miserable y trabajada
vida fueme a ordenar para clerigo.
MIÇILO.--¿Con que letras te yuas al
examen?
GALLO.--Con seys conejos y otras tantas
perdiçes que lleué al prouisor, y ansi
maxcando vn euangelio que me dio a leer,
y declinando al reues vn nominatiuo me
passó, y al escrivano que le dixo que no
me deuia de ordenar respondio: andad que
es pobre y no tiene de qué viuir.
MIÇILO.--Por çierto que todo va ansi.
Que yo conozco clerigos tan neçios y
tan desuenturados que no les fiaria la
tauerna del lugar. No saben sino coger
la pitança y andar, y si les preguntais,
¿donde vays tan apriesa? Responde él con
el mesmo desasosiego: a dezir misa. ¿Que
no ay mas? Por vn miserable estipendio,
que si no fuesse por él no la diria.
GALLO.--La cosa que más lastimado me
tiene el coraçon en las cosas de la
cristiandad es esta: el poco acatamiento
que tienen estos capellanes en el dezir
misa. Que de todas las naçiones del mundo
no ay ninguna que más bienes aya reçebido
de su Dios que los cristianos: que los
de los otros no son dioses: no los
pueden dar nada; y con tantas merçedes
como los ha hecho, que avn asi mesmo se
les dio, y no ay naçion en el mundo que
menos acatamiento tenga á su Dios que
los cristianos: y por eso les da Dios
enfermedades, pestelençias, hambres,
guerras, herejes. Que en vn rincon de
la cristiandad ay todos estos males y
justamente los mereçen. Que como ellos
tratan a Dios ansi los trata él a ellos
a osadas. Que vno que para tauernero
no es sufiçiente se haze saçerdote por
ganar de comer: y tanbien tienen desto
gran culpa los seglares, por el trato
que anda de misas y varatos malos: que
si esto no huuiesse no se ordenaria
tanto perdido y oçioso como se ordenan
con confiança desto. Escriben los
historiadores por gran cosa, que vn papa
ordenó tres saçerdotes y çinco diaconos,
y ocho subdiaconos. Y agora no hay obispo
de anillo que cada año no aya ordenado
quinientos desos ydiotas y mal comedidos
asnos. Por eso determinó la iglesia que
los saçerdotes no se pudiessen ordenar
sino en qvatro temporas: porque entonçes
ayunasse el pueblo aquellos dias, y
rogassen á Dios que les diesse buenos
saçerdotes, y por yr en ello tanta parte
del bien de la republica. Pues y crees tú
que se haze esto alguna vez? Yo confio
que nunca le passa por pensamiento mirar
en esto a honbre de toda la cristiandad:
ni avn creo que nunca tú oyste esto hasta
agora.
MIÇILO.--No por çierto.
GALLO.--Pues sabete que es la verdad.
Aveis de rogar a Dios que os dé buenos
saçerdotes: porque algunos saçerdotes ay
que no os los dio Dios, sino el demonio,
la simonia y avariçia. Como a mí que
en la verdad yo me ordené por auariçia
de tener de comer: y simoniacamente me
dieron las ordenes por seys conejos y
otras tantas[379] perdiçes, y permitelo
Dios, _Quia qualis populus talis est
sacerdos_. Quiere Dios daros ruynes
saçerdotes por los pecados del pueblo:
porque qual es el pueblo tales son
sus[380] sacerdotes.
MIÇILO.--Por çierto que en quanto dizes
has dicho verdad, y que me he holgado
mucho en oyrte. Boluamos, pues, a donde
dexaste: porque quiero saber tú que tal
saçerdote heziste.
GALLO.--Por çierto dese mesmo jaez: y
avn peor que todos los otros de que
emos hablado. Luego como fue saçerdote
el primer año mostré gran santidad: y
çertificote que yo mudé muy poquito de
mi vida passada: pero mostraua gran
religion: y ansi vibi dos años aqui en
esta villa: y como _me_ viessen la bondad
que yo representaua, que siempre andaua
en compañía de vna trulla de clerigos
santos que ha auido de pocos tiempos en
ella, andando a la cortina visitando los
hospitales y corrales donde auia[381]
pobres, en compañía de vnas mugerçillas
andariegas y vagarosas, _callegeras que
no sufren estar vn momento en sus casas
quedas, que estas con todo desassosiego_
tratauan en la mesma santidad.
MIÇILO.--_Mayor santidad tuuieran estando
en sus casas en oraçion y recogimiento._
GALLO.---De las quales[382] teniamos
nuestras çiertas granjerias, como
camisas, pañizuelos de narizes: y la ropa
blanca labada cada semana: y algunas
ollas y otros guisadillos regalados[383]
y algunoe vizcochos y rosquillas: y como
vian todos la bondad que representaua
hablome vn letrado rico si queria
enseñarle vnos niños pequeños que tenia,
sus hijos.
MIÇILO.--Por cierto a cuerdo lobo
encomendaua los corderos: hydeputa y qué
Socrates, Pythagoras o Platon: ¿y qué les
enseñauas?
GALLO.--Lleuaualos y trayalos del
estudio, de casa del bachiller de la
gramatica.
MIÇILO.--Eso no era sino enseñarles el
camino por donde auian de yr y venir.
De manera que moço de çiego te pudieran
llamar.
GALLO.--Ansi es. Acompañaua tanbien á
su muger á qualquiera parte que queria
salir, lleuauala de la mano, y avn
algunas vezes la rascaua en la palma.
Aqui estube dos años en esta casa y de
aqui me fue a mi tierra á seruir vn
curazgo.
MIÇILO.--Pues ¿porque te fueste de
Valladolid?[384]
GALLO.--Porque obo çierta sospecha en
casa que me fue forçado salir de alli.
MIÇILO.--¿Pues de que fue esa sospecha?
GALLO.--Allegate aca y dezirtelo he a la
oreja.
MIÇILO.--En ese caso poco se puede fiar
de todos vosotros.
GALLO.--De aqui me vine á viuir á una muy
buena aldea de buena comarca y de honbres
muy ricos. Ofreçianme cada domingo mucho
vino y mucho pan: y quando moria algun
feligres toda la hazienda le comiamos
con mucho placer en entierro y honrras:
teniamos aquellos dias muy grandes
papilorrios: que ansi se llaman[385]
aquellas comidas entre nosotros, _que se
dan en los mortuorios_.
MIÇILO.--¡O desdichados de hijos del
defunto si alguno quedaua: que todo se lo
auiades de comer; _que bien heredado le
dexauades comiendoselo todo_!
GALLO.--Ganenlo.
MIÇILO.--Pues y vosotros ¿porqué no lo
ganades tanbien?
Gallo.--Pues yo ¿a qué lo auia de ganar?
Aquel era mi offiçio.
MIÇILO.--Holgar.
GALLO.--Pues y agora sabes, _quod
sacerdotium dicit ocium_? Toda nuestra
vida era holgar y holgar _en toda
oçiosidad, andandonos cada dia en
papilorrios, sin tener ninguna buena
ocupaçion. Porque despues que vn
capellan de aquellos ha dicho misa con
aquel descuydo que qualquier offiçial
entiende en su offiçio y cunplido con el
papilorrio, no auia mas que yr a cazar._
Por Dios que estoy bien con la costumbre
que tienen los saçerdotes de Greçia, que
todos trabajan en particulares offiçios:
con los quales _bien ocupados_ ganan de
comer para sí y para sus hijos.
MIÇILO.--¿Pues cómo y casados son?
GALLO.--Eso es lo mejor que ellos tienen:
porque de alli van mejor dispuestos al
altar que los de acá.
MICILO.--Pues ¿porqué no te ocupauas tú
en leer algun libro?
GALLO.--Porque quando el hombre no es
buen lector no le es sabrosa la lectura.
Y despues desto no podia acabar comigo a
ocuparme ansi.
MIÇILO.--Pues ¿cómo te auias en el rezar?
GALLO.--Como leya mal haziasseme gran
trabajo rezar maitines cada dia:
prinçipalmente a la mañana que tardaua
tres horas en los rezar. Y yo queria
dezir misa en amaneçiendo, porque a la
contina me leuantaua con gran sed: y ansi
por comer temprano dezia misa rezando
solo prima.
MIÇILO.--Pues ¿porqué no rezabas maytines
antes que te acostasses?
GALLO.--Porque siempre me acostaua las
noches con mala dispusiçion, _y me caya
dormido sobre la mesa_: y ansi por
gouernarme mal en mi comer y beuer me dio
vn dolor de costado del qual en tres dias
me acabé, y luego mi alma fue lançada
en vn corpezuelo de vn burro que estaua
por naçer. Saly del vientre de mi madre
saltando y respingando: el mas contento y
vfano que nunca se vio animal.
MIÇILO.--¿Y asno tueste? Poco trabajó
naturaleza en te mudar. ¡O desventurado
de ti! ¿y en cuyo poder?
GALLO.--Por cierto desuenturado fue:
que bien pagué lo que holgué en el
sacerdoçio. Quisieron los mis tristes
hados que cayesse en manos de vn
brauoso[386] recuero andaluz que nunca
hazia sino beodo renegar. ¡O Dios
inmortal, qué carga comienço agora! Aqui
se me dio el triste pago de mi mereçer.
Porque luego que fue de edad para carga
serui con la requa ele çeuadero o fatero
de seys buenos machos que mi amo traya.
Y lleuando a la contina casi tanta carga
como cada vno dellos, cada vez que se
sentia cansado subia en mi tan grande
como yo: y queria que siempre fuesse
delante de todos: y ansi sobre esto[387]
me daua tantos de palos que no podia más
llevar. Nunca le pareçia al desventurado
que yo mereçia el comer: y ansi siempre
entresacaua de todos los machos vna
pobre raçion con que me hazia perder
el deseo. Y avn de paja no me queria
hartar. Pero vsaua yo de una cautela por
me mantener: que luego en la noche como
llegauamos a la posada me entraba en la
caualleriça y echauame luego en el suelo,
fingiendo querer descansar: y como yo a
la contina andaua con ruyn albarda y peor
xaquima façilmente rompia mis miserables
ataduras: y como echauan de comer á mis
compañeros procuraua remediarme entre
ellos; y avn algunos dellos me dauan
muy fuertes cozes defendiendo su pasto;
otros auia que teniendo piedad de mi me
dexauan comer. Pero ¡ay de mí! si aquel
traydor de mi amo entraua en aquella
sazon, haziamelo a palos gormar. A la
contina caminauamos en compañia de otros
recueros[388], porque ellos lo[389]
acostumbrauan ansi por se ayudar en
neçesidad y peligros que de cada dia se
les ofreçen, para cargar y descargar. Y
ansi vna vez yuamos por vn camino sobre
auer llouido tres dias a rreo; y llegamos
a vn allozar donde estaua vn grande
atolladero por causa de vnos grandes
llamares de agua que en todo tiempo auia
alli; y el bellaco de mi amo por poder
passar mejor subio sobre mi; y como yo
no sabia el passo y yua delante de todos
atollé y cay. ¡O desuenturado de asno!
vierasme cubierto de lodo y agua que
no podia sacar braço ni pie; y mi amo
apeado en medio del barro palos y palos
en mi. Por çierto mil vezes me quisiera
alli ahogar; y avn te digo de verdad que
otras tantas vezes me quise matar si
no fuera por no caer en _el_ pecado de
desesperaçion.
MIÇILO.--Pues deso ¿qué se te daua á ti?
GALLO.--Tuuiera más que pagar. Porque has
de tener por çierto que los trabajos que
yo padeçia en vn estado o naturaleza,
era en penitençia de pecados que cometia
en otra. Pues sobre todo esto verás otra
cosa peor; que guiando tras mi vn mulo
de aquellos que lleuaua vna gran carga
de açeyte, y tanbien atolló _junto a
mi_. Y tanto tuuieron que entender en
su remedio que me dexauan a mi ahogar;
y el vellaco de mi amo no hazia sino
renegar de Dios. En fin entraron él y
sus compañeros en medio del barro y
ronpiendo los lazos y sobre carga y avn
vn cuero de seys arrobas que no se pudo
remediar; y ansi arrastrando sacaron el
mulo afuera. Y despues boluieron por
mi y a palos tirando por las orejas y
cola me huuieron de sacar. Nunca me
pareció que era yo inmortal sino alli,
y pessauame mucho porque en todas las
speçies de animales en que viui me duraua
aquella tanto siendo la peor; y lloraua
porque quando yo fue clerigo, rana, o
puerco no me perpetué; y vine á viuir
tanto en vn tan ruyn natural. Despues
salidos a tierra todos los duelos auian
de caer sobre mi; porque como el macho
era vestia de valor, como le sintieron
algo fatigado, fue de voto de todos que
me cargassen vn rato el otro cuero que
lleuaua el mulo y que le regalassen a él;
proponiendo[390] entre si que llegando a
la primera venta le tornarian a cargar;
y yo como vi ser tal su determinaçion, y
que no podia apelar, porque para ellos
mesmos no me admitian[391] suplicaçion,
por tanto callé y sufrí y mal que me
pessó le lleué hasta que anocheçio.
Aqui es de llorar; que si por malos de
mis pecados me detenia algo al pasar de
vn lodo, o de alguna aspereça, o por
piedras, o por qualquiera otra ocasion,
cogia aquel vellaco vna vara que lleuaua
de doze palmos y vareauame tan cruelmente
por barriga y ancas y por todo lo que la
carga descubria que en todo mi cuerpo
no dexaua lugar con salud. Por çierto
yo llegué tal aquella noche al meson
que rogué con gran affeto a Dios que
me acabasse el viuir. En llegando que
me descargaron me arrojé al suelo en
la caualleriza, que ni tenia gana de
comer, ni avn era yo tan bien pensado
que me sobrase la çeuada. Pero basta
que yo llegué tal que no sabia parte
de mi. Tenia quebrantadas las piernas
del cansancio, y herido todo el cuerpo
magullado á palos; y como me hallé tan
miserable aborreçime en tanta manera que
estuue por desesperar. Y estando ansi tan
desbaratado con mi passion acordé (que
no deuiera) de probar a me libertar, y
huyendo yrme a mis venturas, pensando que
a açertar a libertarme ganaua descanso
para toda mi vida; y que a salirme mal no
podia ser mas que o caer en manos de otro
vil, o en manos de mi amo que me tornasse
a palear, o en manos[392] de vn lobo
que me comiesse. Y ninguna destas cosas
tenia por peor; y ansi como me determiné
auiendo çenado los recueros y aparejado
sus camas en que se acostar, y sobre su
cansançio y vino començaron a dormir, y
como tube gran cuydado de ver todo lo que
passaua, lo mas seguro que pude sali por
la puerta del meson; y como yo me vi en
libertad, ¡o Dios soberano! quien podra
encareçer el gozo en que se vio mi alma.
Luego me fue al mas correr la calle que
mas a mano tomé hasta salir del lugar;
y por el camino que açerté comienço con
tanta furia a correr que no auia cauallo
que en ligereza se me pudiesse comparar.
Que con quanto cansado venia con el cuero
de açeyte quando al meson llegué, me
pareçio quando de la possada sali que en
todo deleyte auia estado aquel mes; y
quando yo pensé que me auia alongado de
mi amo cuatro leguas por la gran furia
con que en dos horas corri; y como la
noche hazia obscura por el nublo que
tenia el çielo; echeme con gran seguro
en vn prado á descansar, y plugo a mis
tristes hados que en el meson obo[393]
ocasion como me hallaron menos en la
caualleriza; y como mi amo fue auisado me
procuró luego seguir; porque avn no faltó
quien me vió quando yo salí del lugar,
y el camino que lleué. Y como caminó a
toda furia quando amaneçio se halló junto
a mi. ¡O valame Dios! quando yo le vy,
quisiera tener vn arma, ó qualquier otro
medio como[394] me matar. Pluguiera a
Dios que luego me matara alli; y como me
vio dixo: ¡a! don traydor, ¿pensastes os
me yr? Agora me lo pagareis; y diziendo
esto diome tantos de palos que no pensé
mas viuir; y puedes creer que digo la
verdad que en alguna manera me alegré,
pensando que me acabaua ya, esperando
que con la muerte me suçediera[395]
mejor. Pero no mereçia yo tanto bien; y
ansi me salio al reues; porque quando
vio que me auia bien castigado subio
en mi y corriendo como en vna posta me
tornó al lugar con la posible furia;
donde llegamos antes que los compañeros
pudiessen aparejar. Y ansi sin perder
ellos punto de xornada perdi yo la çena
y almuerço y descanso; porque luego en
llegando cargando a todos y a mi nos
hizieron caminar.
MIÇILO.--Por çierto mal te trataua ese
honbre. Mala gente deue de ser recueros.
GALLO.--Por Dios mala quanto se puede
encareçer. Es el genero de honbres mas
vil que en el mundo Dios crió; la hez,
escoria y deshecho de todos quantos
son. No tienen cuenta sino con beuer, y
quanto hurtan, ganan y trapazan no es
sino para vino, y vino y mas vino. No
pareçe su cuerpo sino vna cuba manantial.
Es gente que por su boca nunca professó
ley, porque sino es lo que el padrino
respondió por ellos al baptismo nunca
de la ley de Cristo honbre dellos se
acordó, ni otro sacramento reçibió.
Porque toda su vida no entienda[396] sino
andar con la recua nunca paran quaresma
en su feligresia para se confesar; y si
vienen despues de quaresma a su pueblo
y su cura les dize que se confiessen
muestran[397] vnas çedulas de confession
fingidas y falsas, hechas para cumplir.
Con esto no les verás hazer cosa por
donde entiendas de qué ley son, porque
sus dos mas prinçipales obras es[398]
beber y renegar. Que quaresma ni quatro
temporas, ni visperas de Santos, ni
viernes no hazen differençia en el comer.
Antes mofan de los que en aquellos dias
hazen alguna espeçificaçion. No quiero
hablar desta ruyn gente mas, porque
avn mi lengua, avnque de gallo, tiene
asco y enpacho de hablar de hombre tan
peruerso y tan vil. Que si en sus bajezas
me quisiesse detener, tiempo faltaria
para dezir. Pero pues tengo intençion
de te cantar[399] de honbres mas altos,
de los que tiene el vulgo por nobles y
los çelebra con solenidad, no me quiero
detener en honbres tan sueçes, porque me
pareçe que del tiempo que en los tales
se gastasse se deuria restituçion. En
fin quiero concluir con la miserable
vida que me dió; que ella fue tal que
en ninguna manera la pude sufrir; y
ansi viniendo vn dia de Cordoua para
Salamanca con vn cargo de açeyte, y yo
traya tanbien mi parte, y no la menor,
yo venia tan aborrido y tan desesperado
que propuse en my determinaçion de tomar
la muerte, ofreçida la oportunidad; y
ansi vna mañana bajando vn porteçuelo
que dizen de la Corchuela, deçendiendo
sobre el rio Taxo a passar la puente
del Cardenal, viniendo por la ladera de
la sierra pareçese el rio de Taxo abajo
que va por entre vnas peñas con mucho
ruydo y braueza, que a todos quantos por
alli passan pone espanto. Luego como vi
aquella ocasion pense arroxarme de alli
al rio y acabar aquella vida de tanto
trabajo, hambre y miseria contina; y ansi
a vna vuelta que la sierra da en que
descubre el rio vn gran pedaço, por razon
de auer comido con la fuerça que por alli
lleua vna gran parte de la montaña, está
vn despeñadero muy grande, que el que de
alli cayere no puede parar hasta el rio.
Suçedio que yendo yo pensando en esto
dió mi amo vn palo a vn mulo que venia
tras mi, y herido el mulo con algun pauor
quiso[400] passar _ante mí_; y con la
furia y fuerça que lleuaua encontró con
mi flaqueza y façilmente me hizo rodar
a mí y a mis cueros de açeyte. De tal
manera que dando de peña en peña hecho
pedaços llegué al rio sin sentir el dolor
que padeçen con la demasiada agua los que
se ahogan; y ansi acabé la más misserable
vida y más penosa que en el mundo jamas
se padeçió. Con protestaçion que hize mil
vezes de ser bueno por no venir á otro
tan gran mal.
MIÇILO.--Deseo tenia de verte salir de
tan gran[401] penitencia, y heme holgado
mucho en averte oydo hasta aqui; ya
pareçe que es venido el dia, y avn pareçe
que ha más de media hora que salio el
sol; y porque no perdamos la coyuntura de
nuestro ganar de comer, calla y abriré la
tienda, que mucho á mi sabor has cantado
oy; y a la noche yo velaré el rato que se
me ha passado desta mañana sin trabajar,
y oyrte he hasta que te quieras dormir.
Agora despierta tus gallinas y venios a
comer.
GALLO.--Mira, Miçilo, no te engañes en
eso comigo, porque yo antes despertaré
a la media noche y quedaré sin dormir
mas, que no velaré a la prima noche.
Pero yo haré vna cosa por te conplazer;
que recogeré vn hora antes que anochezca
mis gallinas, y aure dormido un sueño
bueno quando tú acabes de çenar, y
despertandome tú yo velaré todo lo que
querras. Y al sabor de la historia que yo
cantaré trabajarás tu hasta que quieras
dormir.
MIÇILO.--Muy bien dizes; hagasse ansi.
Quisiera que me dixeras una cosa que
se me oluidó de te preguntar, y es:
quando fueste capellan de aquel curazgo
(que cura te podriamos llamar) ¿cómo te
sabias auer con tus ouejas? ¿cómo sabias
gouernar tus feligreses? En fin, ¿cómo te
auias en su gouierno y confession?[402]
cómo te huuiste cuando eras cura con tus
feligreses.
GALLO.--Eso te diré yo de muy buena
voluntad, y cantarte he otras muchas
cosas muy graciosas, que confio holgarás
de oyr. Porque _en el canto que se sigue_
te cantaré[403] _de_ vn mançebo de animo
generoso, çiego y obstinado en los deseos
y apetito de la carne. Encantado y
hechizado con el veleño y embaymiento de
una maga mala muger. Çiego de la razon,
_disipando el tesoro del buen natural que
de su padre Dias heredó_; hasta que por
la[404] misericordia de Dios me quiso
alumbrar para salir de tan gran confusion
y vestialidad.
MIÇILO.--Pues por agora calla que llaman
a la puerta, que deuen de venir a conprar.
_Fin del quarto canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[359] G., las.
[360] R. (_tachado_): «Siguesse el quarto canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo auctor».
[361] G., pedidos de pechos, alcaualas y çensos y otras muchas
imposiçiones, que la vna.
[362] R., para aprender a leer; para lo qual me dio.
[363] G., prometido de solo desirte.
[364] G., como.
[365] G., no me pude del todo despegar dello.
[366] G., traya la barua larga y espesa, de grande autoridad.
[367] G., porque por.
[368] G., vn palo arrebuxado.
[369] G., burlando.
[370] G., voto á Dios.
[371] G., ay.
[372] G., muchas destas gentes neçias.
[373] G., le pagaré.
[374] G., aquel.
[375] G., diez ducados, o seys, o quatro, y algunos me dan veynte.
[376] G., hombre.
[377] G., peregrino de Hierusalen.
[378] G., vna.
[379] G., seys.
[380] G., los.
[381] G., y casas pobres.
[382] G., destas.
[383] G., y regalos.
[384] G., saliste de este pueblo?
[385] G., se llaman entre los clerigos.
[386] G., vestial.
[387] G., por lo qual.
[388] G., tragineros.
[389] G., se.
[390] G., poniendo.
[391] G., aprouechara.
[392] G., en poder.
[393] G., se ofreçio.
[394] G., con que.
[395] G., suçederia.
[396] G., entiende.
[397] G., muestranle.
[398] G., son.
[399] G., contar.
[400] G., trabajo por.
[401] G., cruel.
[402] G., que me dixeras como te huuiste, quando eras cura, con tus
feligreses. (_Falta lo restante._)
[403] G., contare.
[404] G., su diuina.
ARGUMENTO
DEL QUINTO CANTO DEL GALLO
En el quinto, sexto y septimo cantos que
se siguen el auctor debajo de vna
graçiosa historia imita la parabola
que Cristo dixo por San Lucas en el
capitulo quince, del hijo prodigo. Verse
ha en agraçiado estilo vn viçioso mançebo
en poder de malas mugeres, bueltas las
espaldas a su honrra, a los honbres y
a Dios, disipar todos los doctes del
alma, que son los thesoros que de su
padre Dios heredó; y verase tambien los
hechizos, engaños y encantamientos de que
las malas mugeres vsan por gozar de sus
laçivos deleytes por satisfazer a sola su
sensualidad[405].
MIÇILO.--Por çierto pessado tienen los
gallos el primer sueño, pues con auerse
entrado este gallo acostar dos horas
antes que anocheçiesse no ha mostrado
despertar.
GALLO.--No pienses, Miçilo, que avnque
no canto que duermo, porque yo despierto
estoy aguardando a que vengas de la çena
al trabajar[406].
MIÇILO.--Pues ¿porqué no cantas, que yo
huuiera ya venido?
GALLO.--No canto porque avnque nosotros
los gallos somos musicos de nacion,
tenemos esta ventaja a los cantores[407]
de allá: que nosotros tenemos tanto seso
y cordura en nuestro canto que con el
buen orden de nuestra musica gouernais
vuestras obras como con muy çierto y
reglado relox. Pero vuestros musicos
cantan sin tiempo, orden y sazon, porque
han de careçer de seso para bien cantar.
Cantamos a la media noche, y esta no la
es; y cantamos al alua por dar loores a
Dios nuestro hazedor y criador.
MIÇILO.--Pues ante todas cosas te ruego
me digas: quando fueste capellan de
aquel curazgo (que cura te podemos
llamar) ¿como te sabias auer con tus
ouejas? ¿Como sabias repastar tus
feligreses? ¿Como te auias en su gouierno
y confession? Porque no sé quien tiene
mayor culpa, el cura proprio con[408]
encomendar su ganado á vn honbre tan sin
letras como tú, o tú en lo açeptar.
GALLO.--Qué quieres que te diga a eso
sino lo que se puede presumir de mí? En
fin yo lo hazia como todos los otros
pastores merçenarios, que no tenemos
ojo ni cuenta sino al proprio interes y
salario, obladas y pitanças de muertos;
y quanto a las conçiençias y pecados,
quantos[409] quiera que fuessen graues
no les dezía más sino: no lo hagas[410]
otra vez; y esto avnque çien vezes me
viniessen lo mesmo a confessar; y avn
esto era quanto a los pecados claros,
y que ninguna dificultad tenian. Pero
en otros pecados que requerian algun
consejo, estudio y miramiento disimulaua
con ellos, porque no sabia yo más
en el juizio de aquellas causas que
sabia quando rodé por la montaña sobre
Texo[411]. En fin en todo me auia como
aquel merçenario que dize Cristo en el
Euangelio, que quando ve venir el lobo
a su ganado huye y lo desampara. Ansi
en qualesquiera neçesidades y afrentas
que al feligres se le ofreçiesse[412] me
tocaua poco a mi, y menos me daua por
ello.
MIÇILO.--Dime, si en vna quaresma sabias
que algun feligres estaua en algun pecado
mortal, de alguna enemistad o en amistad
viçiosa de[413] alguna muger, ¿qué
hazias? No trabajauas por hazer a los
vnos amigos, y a los otros vuscar medios
honestos y secretos como los apartar del
pecado?
GALLO.--Esos cuydados ninguna pena me
dauan. Proprios eran del proprio pastor
cura: viniesse a verlos y proueerlos.
Comiasse él en cada vn año treçientos
ducados que valia el benefficio
paseandose por la corte, y auia yo
de lleuar toda la carga por dos mil
marauedis? No pareçe cosa justa.
MIÇILO.--¡Ay de las almas que lo
padeçian! Ya me pareçe que te auias
obligado con aquella condiçion; que el
cura su culpa pagara.
GALLO.--Dexa[414] ya esto; y quiero te
contar vn aconteçimiento que passé en un
tiempo, en el qual juntamente siendote
graçioso verás y conoçerás la vanidad
desta vida, y el pago que dan sus viçios
y deleytes. Y tambien verás el estado
en que está el mundo, y los engaños y
laçiuia de las peruersas y malas mugeres,
y el fin y daño que sacan los que a sus
suçias conuersaçiones se dan; y viniendo
al caso sabras, que en vn tiempo yo
fue vn muy apuesto y agraçiado mançebo
cortesano y de buena conuersaçion, de
natural criança y contina residençia
en la corte de nuestro Rey. Hijo de
vn valeroso señor de estado y casa
real; y por no me dar más a conoçer,
basta, que porque haze al proçeso de mi
historia te llego a dezir, que entre
otros preuillejios y gajes que estauan
anejos á nuestra casa, era vna compañia
de çien[415] lanças de las que estan
en las guardas del Reyno, que llaman
hombres de armas de guarniçion. Pues
passa ansi que en el año del señor de
mil y quinientos y veynte y dos, quando
los françesses entraron en el Reyno
de Nauarra con gran poder, por tener
ausente a nuestro prinçipe, Rey y Señor,
se juntaron todos los grandes y señores
de Castilla; guiando por gouernador y
capitan general el condestable Don Yñigo
de Velasco para yr en la defensa y amparo
y restituçion de aquel Reyno, porque se
auian ya lançado los françesses hasta
Logroño; y ansi por ser ya mi padre viejo
y indispuesto me cometio y dió el poder
de su capitania con çedula y liçençia
del Rey; y ansi quando por los señores
gouernadores fue mandado mouer, mandé a
mi sota capitan y alferez que caminassen
con su estandarte, siendo todos muy bien
proueydos y basteçidos por nuestra reseña
y alarde; porque yo tenia çierto negoçio
en Logroño en que me conuenia detener le
mandé que guiassen, y por mi carta se
pressentassen al Señor Capitan General,
y yo quedé allí; y despues quando tuue
acabado el negoçio parti con vn escudero
mio que á la contina le lleuaba para
mi conpañia y serviçio en vn roçin; y
luego como entramos en[416] Nauarra fue
auisado que las mugeres en aquella tierra
eran grandes hechizeras encantadoras,
y que tenian pacto y comunicaçion con
el demonio para el effecto de su arte
y encantamiento, y ansi me auisauan
que me guardasse y viuiesse recatado,
porque eran poderosas en peruertir
los honbres y avn en conuertirlos en
vestias y piedras si querian; y avnque
en la verdad en alguna manera me
escandalizasse, holgué en ser auisado,
porque la neçedad como es regoçijada
reçibe pasatiempo con semejantes cosas;
y tanbien porque yo de mi cogeta fue
affiçionado a semejantes aconteçimientos.
Por tanto yua deseoso de encontrarme
con alguna que me encantasse, y avn yua
de voluntad y pensamiento de trocar por
alguna parte de aquella arte el fauor
del prinçipe y su capitania; y caminando
vna mañana[417] yendo reboluiendo estas
cosas en mi pensamiento, al bajar de
vna montaña me apeé por estender las
piernas, y tanbien porque descansasse
algo mi cauallo, que començaua ya algo el
sol a calentar; y ansi como fue apeado
tirandole de las orejas y estregandole
el rostro di la rienda a mi escudero
_Palomades que ansi se llamaua_,
mandandole[418] que caminasse ante mi;
y en esto bolui la cabeça atras y veo
venir tras mi vn honbre en vna vestia,
el qual en su habito y trato luego que
llegó me pareçió ser de la tierra; por
lo qual y por holgar yo mucho de la
conuersaçion le aguardé, y ansi llegando
a mi me saludó; y por el semejante se
apeó para bajar, y luego començé a le
preguntar por su tierra y lugar, como
en el camino suele aconteçer y él me
dixo que era de una aldea pequeña que
estaua vna legua de allí; y yo trabajaua
meterle en conuersaçion presumiendo dél
algun encogimiento, porque como aquella
tierra estuuiesse al presente en guerras
tratan con nosotros con algun recato no
se nos osando confiar. Pero en la verdad
aquel honbre no mostró mucha cobardia,
mas antes demasiada liberalidad. Tanto
que de sus hablas y razones façilmente
juzgaras ser otra cosa que honbre, porque
ansi con su habla me embelleñó que casi
no supe de mi, y ansi del Rey y de la
Reyna, y de _la guerra de_ los françeses
y castellanos venimos a hablar de la
costumbre y bondad de la gente de la
tierra, y el çiertamente vino a hablar
en ello de buena voluntad. Començomela
a loar de fertil y viçiosa, abundante
de todo lo necesario, y yo dixe: hombre
honrrado yo tengo entendido desta tierra
todo el cunplimiento entre todas las
prouinçias del mundo, y que la gente es
de buena habilidad y injenio, _y las
mugeres veo tanbien que son hermosas y
de apuesta y agraçiada representacion_;
y ansi él me replicó: por cierto, Señor,
ansi es como sentis: y entre todas las
otras cosas quiero que sepais que las
mugeres, _demas de su hermosura_, son de
admirable habilidad, en tanta manera que
en saber exçeden a quantas en el mundo
son. Entonçes yo le repliqué deseando
saber de su sçiençia; importunandole me
dixesse algo en particular de su saber; y
él me respondió en tanta abundançia que
toda mi atençion lleuaua puesta en lo
que el dezia. Diziendo: señor, mandan el
sol y obedeçe, a las estrellas fuerçan
en su curso, y a la luna quitan y ponen
su luz conforme a su voluntad. Añublan
los ayres, y hazen si quieren que se
huelle y paseen como la tierra. Al fuego
hazen que enfrie, y al agua que queme.
Hazense moças y en vn punto viejas, palo,
piedra y vestia. Si les contenta vn
honbre en su mano está gozar dellos[419]
a su voluntad; y para tenerlos mas
aparejados a este effecto los conuierten
en diuersos animales entorpeçiendoles
sus[420] sentidos y su buena naturaleza.
Han podido tanto con su arte que ellas
mandan y los honbres obedeçen, o les
cuesta la vida. Porque quieren vsar de
mucha libertad yendo de dia y de noche
por caminos, valles y sierras a hazer
sus encantos y a coxer sus yeruas y
piedras, y hazer sus tratos y conçiertos.
Lleuauame con esto tan traspuesto en si
que ningun acuerdo tenia de mi quando
llegamos al lugar; y cabalgando en
nuestras vestias nos metimos[421] por el
pueblo, y queriendo yo passar adelante
me forçó con _grande importunidad_ y
buena criança que quisiesse apearme en su
posada porque seruia a vna dueña valerosa
que acostunbra reçebir semejantes
caualleros en su casa de buena voluntad;
y como fuesse llegada la hora del comer
holgué de me apear. Salionos a reçebir
vna dueña de alta y buena dispusiçion,
y[422] avnque representaua alguna edad
tenia ayre y desenboltura de moça, y en
viendome se vino para mi con vna boz y
habla halagüeña y muy de presto dispuso
toda la casa y aparato con tanto seruiçio
como si fuera casa de un principe o
poderoso señor; y quando miré por mi guia
no la vi; porque entrando en casa se me
desapareçió; y segun pareçe por todo
lo que passó antes y despues no puedo
creer sino que aquella muger tenia aquel
demonio por familiar en hábito y figura
de honbre. Porque segun mostró en su
habla, trato y conuersaçion no creo otra
cosa, sino que le tenia para enbiarle a
caza de hombres quando para su apetito y
recreaçion le daua la voluntad. Porque
ansi me cazó a mi como agora oyras.
Luego como llegamos, con mil regalos
y ofreçimientos dispuso la comida con
grande aparato, con toda la diligençia
y soliçitud posible; en toda abundançia
de frutas, flores y manjares de mucho
gusto y sabor, y los vinos muy preçiados
en toda suauidad, seruidos de diuersas
dueñas y donzellas, que casi pareçian
diferentes con cada manjar. Tubome la
fiesta en mucho regocijo y passatiempo en
vna sala baja que caya sobre un huerto
de frutas y de flores muy suabes; ya me
pareçia que por poco me quedara alli,
sino fuera porque ansi como en sueño
me acordé de mi _viaje y_ compañia, _y
aconsideré_ que corria gran peligro
mi honrra si me descuydasse; y ansi
sospirando me leuanté en pie proponiendo
yr con la posible furia a cunplir con
la guerra y luego boluerme a gozar de
aquel parayso terrenal. Y ansi la maga
por estar muy contenta de mi buena
dispusiçion me propuso a quedarme aquella
noche alli; diziendo que ella no queria,
ni tenia quanta prosperidad y aparato
poseya sino para seruir y hospedar
semejantes caualleros. Prinçipalmente
por auer sido su marido vn castellano
de gran valor, al qual amó sobre todas
las cosas desta vida, y ansi no podia
faltar a los caualleros castellanos,
por representarsele qualquiera dellos
aquellos sus primeros amores que ella a
la contina tenia ante sus ojos presente.
Pero como avn yo no auia perdido del
todo mi juizio y vso de razon trabajé
de agradeçerle con palabras acompañadas
de mucho cumplimiento y criança la
merçed que me hazia; con protestaçion
que acabada la guerra yo vernia con mas
libertad a la seruir. No le pessó mucho
a la maga mi defensa como esperaua antes
de la mañana satisfazerse de mi mucho a
su voluntad; y ansi me dixo: pues señor,
presupuesto que teneis conoçido el deseo
que tengo de os seruir, y confiando
que cumplireis la palabra que me dais,
podreis hazer lo que querreis; y por
mas os seruir os daré un criado mio que
os guie quatro leguas de aqui, donde os
vays a dormir con mucho solaz. Porque
tengo alli una muy valerosa sobrina que
tiene vn fuerte y muy hermoso castillo
en vna muy deleytosa floresta que estará
quatro leguas de aqui, llegando esta
noche allí, no perdiendo xornada para
vuestro proposito, por ser mia la guia
y por la graçia de mi sobrina que tiene
por costunbre[423] hospedar semejantes
caualleros, como yo, os hospedará, y
allí pasareis esta noche mucho a vuestro
contento y solaz; yo le bessé las manos
por tan gran merçed, la qual açepté; y
luego salió el viejo que me truxo allí
cabalgando en vn rozin y despidiendome de
la maga[424] començamos a caminar. Fuemos
hablando en muchos loores de su señora,
que nunca acabaua de la engrandeçer.
Pues dixome: Señor agora vays a este
castillo donde vereis vna donzella que en
hermosura y valor exçede a quantas en el
mundo ay; y demandandole por su nonbre,
padres y calidad de estado me dixo él:
eso haré yo, señor, de muy buena voluntad
_de os dezir_, porque despues desta mi
señora a quien yo agora siruo no creo
que ay en el mundo su igual, y a quien
con mejor voluntad deseasse _ni deua_ yo
seruir _por su gran valor_; y ansi Señor,
sabed[425] que esta donzella fue hija de
vn señor natural desta tierra, del mejor
linaje que en ella ay, el qual se llamaua
el gran varon; y por su hermosura y
linaje fue demandada de muchos caualleros
de alta guisa, ansi desta tierra como
de Francia y Castilla, y a todos los
menospreçió proponiendo de no casar
con otro sino con el hijo de su rey; y
siendo tratadas entre ellos palabras de
matrimonio respondió el Rey de Nauarra
que tenia desposado su hijo con la
segunda hija del Rey de Françia, y que no
podia faltarle la palabra. Por lo qual
sintiendo ella afrenta no auerle salido
çierto su deseo, por ser dama de alta
guisa propuso de nunca se casar hasta oy;
y ansi por auer en su linaxe dueñas muy
hadadas que la hadaron, es ella la mas
hadada y sabia muger que en el mundo ay.
En tanta manera que por ser tan sabia
en las artes la llaman en esta tierra
la donzella Saxe hija del gran varon; y
ansi hablando en esto fuemos a entrar en
vna muy hermosa y agraçiada floresta de
mucha y deleytable arboleda. Por la qual
hablando en estas[426] y otras muchas
cosas caminamos al pareçer dos leguas
hasta que casi se acabó el dia. Y ansi
casi media hora antes que se pusiesse el
sol llegamos a vn pequeño y muy apazible
valle donde pareçia que se augmentaua mas
la floresta con muchos jazmines altos y
muy graçiosos naranjos que comunicauan en
aquel tiempo su oloroso azahar, y otras
flores de suabe y apazible olor. En el
medio del qual valle se mostró vn fuerte
y graçioso[427] castillo que mostraua
ser el parayso terrenal. Era edificado
de muy altas y agraçiadas torres de
muy labrada canteria. Era labrado de
muy relumbrante marmol y de jaspes muy
finos, _y del alabastro_ y del musayco y
moçaraues muy perfetos _y otras piedras
de mucha estima_[428]. Pareciome ser
dentro de exçeso sin conparaçion más
polido, pues de fuera auia en el tanta
exçelençia. Y ansi fue que como llamamos
a la puerta del castillo y por el portero
fue conoçida mi guia fueron abiertas las
puertas con mucha liberalidad, y entramos
a vn ancho patio; del qual cada cuadro
tenia seys colunas de forma jonica, de
fino marmol, con sus arcos de la mesma
piedra, con vnas medallas entre arco y
arco que no les faltaua sino el alma para
hablar. Eran las imagines de Piramo y
Tisbe, de Philis y Demophon; de Cleopatra
y Marco Antonio. Y ansi todas las demas
de los enamorados de la antiguedad; y
antes que passe adelante quiero que
entiendas que esta donzella Saxe de que
aqui te contaré, no era otra sino la
vieja maga que _en el aldea_ al comer me
hospedó. La qual como le pareçiesse que
no se aprouechara de mi en su casa tan a
su plazer como aqui, tenia por sus artes
y industrias del demonio esta floresta
y castillo y todo el seruiçio y aparato
que oyras, para holgar con quien queria
noches y dias como te contaré. Por el
friso de los arcos del patio yua vna
gruesa cadena dorada que salia releuada
en la canteria, y vna letra que dezia:
«Quantos van en derredor,
son prisioneros de amor».
Auia por todo el torno ricas imagines
y piedras del Oriente, y auia en los
corredores altos gruesas colunas enteras
de diamante, no sé si verdadero o falso,
pero oso juzgar que no auia mas bella
cosa en el mundo. Por lo alto de la
casa auia terrados de muy hermosos y
agraçiados edefiçios, por los quales
andauan lindas y hermosas damas vestidas
de verde y de otros amorosos colores,
con guirnaldas en las cabezas, de rosas
y flores, dançando a la muy suaue musica
de arpas y dulçaynas que les tañian sin
pareçer quién. Bien puede qualquiera
que aqui entre afirmar que fuesse aqui
el parayso o el lugar donde el amor
fue naçido: porque aqui ni entra, ni
admiten en esta compañia cosa que pueda
entristeçer, ni dar passion. No se
vsa[429] aqui otra[430] cosa sino[431]
juegos, plazeres, comeres, danzar, vaylar
y motexar. Y otras vezes juntas damas y
caualleros cantar musica muy ordenada,
que juzgaras estar aqui los angeles _en
contina conuersaçion y festiuidad_.
Nunca alli entró cana, arruga, ni vejez;
sino solamente juuentud de doze hasta
treynta años, que se sepa comunicar en
todo deleyte y plazer. En esta casa
siempre es abril y mayo, porque nunca en
todo el año el suaue y templado calor y
fresco les falta; porque aquella diosa
lo dispone con su arte a medida de su
voluntad y neçesidad. Acompañanla aqui
a la contina muy valerosas damas que
ella tiene en su compañia de su linaxe,
y otras por amistad, las quales atraen
allí caualleros que vienen en seguida de
su valor. Estos hazen la corte mas vfana
y granosa que nunca en casa de Rey ni
emperador tan adornada de cortesania se
vio. Porque solamente entienden[432] en
inuençiones de traxes, justas, danças
y vayles; y otras a la sonbra de muy
apazibles arboles nouelan, motejan, rien
con gran solaz; qual demanda questiones
y preguntas de amores; hazer sonetos,
coplas, villançicos, y otras agudeças
en que a la contina reçiben plazer. Por
lo alto y por los xardines, por çima de
chopos, fresnos, laureles y arrayanes,
buelan calandrias, sirgueros, canarios y
ruyseñores que con su musica hazen suaue
melodia. Estando yo mirando toda esta
hermosura ya medio fuera de mi, se me
pusieron delante dos damas más de diuina
que de humana representaçion porque tales
pareçian en su habito, modo y gesto; que
todas venian vestidas como de casa real.
Trayan muy ricos requamados, joyas y
piedras muy finas; rubies, esmeraldas,
diamantes, balajes, zafires, jaçintos y
de otras infinito numero que no cuento.
Estas puestas ante mi con humilde y
agraçiado semblante, auiendoles yo
hecho la cortesia que a tales damas se
les deuia, con muy cortés razonamiento
me ofreçieron el hospedaje y seruiçio
de aquella noche de parte de la señora
del castillo; y yo auiendo açeptado la
merçed con hazimiento de graçias, me
dixeron estar me aguardando arriba; y
ansi dexando el cauallo a mi escudero me
guiaron por el escalera. Avn no auiamos
acabado de subir quando vimos a la bella
Saxe que venia por el corredor, la qual
con aquella cortesia y semblante me
reçibió como si yo fuera el Señor de todo
el mundo, y ansi fue de toda aquella
y trihunfante y agraçiada corte tan
reuerençiado y acatado como si yo fuera
todo el poder que los auia de mandar. Era
aquel palaçio tan adornado y exçelente, y
tan apuesta aquella bienauenturada[433]
compañia que me pareçe que mi lengua la
haze injuria en querertelo todo pintar.
Porque era ello todo de _tanto aparato_
y perfecçion, y mi injenio de tan poca
eloquençia que es neçesario que baje su
hermosura y grandeza muy sin comparaçion.
Muchos abria a quien yo contasse esta
historia que por su poca esperiençia les
pareçiese[434] manera de fingir. Pero
esfuerçome a te la pintar _a ti Miçilo_
más en la verdad que puedo porque tengo
entendido de tu cordura que con tu buen
crédito debajo destas toscas y cortas
palabras entenderas lo mucho que quiero
sinificar. Porque ciertamente era aquella
corte y compañia la más rica, la más
hermosa, agraçiada y generosa que en el
mundo nunca fue: ni lengua humana con muy
alta y adornada eloquençia nunca podria
encareçer, ni pluma escreuir. Era toda de
florida y bella edad, y sola entre todas
venia aquella mi bella diosa relumbrando
como el sol entre _todas_ las estrellas,
de belleza estraña. Era su persona de
miembros tan formados quanto pudiera
con la agudeza de su ingenio pintar
aquel famoso Apeles con su pinçel. Los
cabellos luengos, rubios y encrespados;
trançados con vn cordon de oro que venia
a hazer una injeniosa laçada sobre el
lado derecho de donde colgaua vn joyel
que no auia juizio que le bastasse
estimar[435]. Traya los carrillos muy
colorados de rosas y jazmines, y la
frente pareçia ser de vn liso marfil;
ancha, espaciosa, llana y conueniente,
que el sol hazia eclipsar con su
resplandor. Debajo de dos arcos de çejas
negras como el fino azabache le estan
baylando dos soles piadosos a alunbrar
a los que los miran, que pareçia estar
amor jugando en ellos y de alli disparar
tiros gentiles con que visiblemente va
matando a qualquier hombre que con ellos
echa de ver. La nariz pequeña y afilada,
en que naturaleza mostró su perfeçion.
Muestrasse debajo de dos pequeños valles
la chica boca de coral muy fino, y dentro
della al abrir y çerrar de un labrio
angelical se muestran dos hylos de
perlas orientales que trae por dientes.
Aqui se forman çelestiales palabras que
bastan ablandar coraçones de diamante.
Aqui se forma vn reyr tan suaue que a
todos fuerça a obedeçer. Tenia el cuello
redondo, luengo y sacado, y el pecho
ancho, lleno y blanco como la nieue, y a
cada lado puesta en él vna mançana qual
siendo ella diosa pudiera poner en si
para mostrar su hermosura y perfeçion.
Todo lo demas que secreto está, como
cuerdo puedes juzgar corresponder a lo
que se muestra de fuera en la mesma
proporçion. En fin en edad de catorçe
años escogió la hermosura que naturaleza
en vna dama pudo dar. Pues visto lo
mucho que te he dicho de su veldad no
te marauillarás, Miçilo, si te digo que
de enamorado de su belleza me perdi; y
encantado salí de mí, porque depositada
en su mano mi libertad me rendí a lo que
de mí quisiesse hazer.
MIÇILO.--Por cierto no me marauillo,
Gallo, si perdiesses el juizio por tan
estremada hermosura, pues a mi me tiene
encantado en solo te lo oyr.
GALLO.--Pues andando ansi, como al lado
me tomó, siguiendonos toda aquella
graçiosa compañia, me yua ofreçiendo
con palabras de toda cortesania á su
subjeçion: proponiendo nunca querer
ni demandar libertad, teniendo por
aueriguado que todo el mereçer del mundo
no podia llegar a poseer joya de tan alto
valor; y avn juzgaua por bienanenturado
al que residiendo en su presençia se le
diesse sola su graçia sin mas pedir.
Hablando en muy graçiosos requiebros,
faboreçiendome con vnos ofreçimientos muy
comedidos: vnas vezes por mi persona,
otras diziendo que por quien me embiaua
alli. Entramos a vna gran sala adornada
de muy sumptuosa y estraña tapiçeria:
donde al cabo della estaua vn gran
estrado, y en el medio dél vn poco más
alto, que mostraua alguna differencia
que se daua algo a sentir, estaua debajo
de un rico dosel de brocado hecho el
asiento de la bella Saxe con muchos
coxines, debajo del qual junto consigo
me metio; y luego fue lleno todo el
estrado de graçiosas damas y caualleros,
y començando mucha musica de menestriles
se començo vn diuino serao. Y despues que
todos aquellos galanes huuieron dançado
con sus damas muy a su contento y yo
con la mia dançé, entraron en la sala
muchos pajes con muy galanes libreas, con
hachas en sus manos, que los guiaua vn
maestresala que nos llamó a la çena; y
leuantandose todos aquellos caualleros,
tomando cada qual por la mano a su dama
fuemos guiados por vna escalera que
deçendia sobre vn vergel, donde estaua
hecho vn paseo debajo de vnos corredores
altos que cayan sobre la gran huerta;
el qual paseo era de largo de doçientos
pies. Eran todas las colunas de verdadero
jaspe puestas por muy gentil y agraçiado
órden; todas çerradas de arriba abajo
con muy entretexidos gazmines[436] y
rosales que dauan en aquella pieza muy
suave olor, con lo[437] que lançauan de
si muchos clabeles y albahacas y naranjos
que estauan çerca de alli. Estaua vna
mesa puesta en el medio de aquella pieza
que era de largo çien pies, puestos
los manteles, sillas y aparato, y ansi
como deçendimos a lo bajo començó a
sonar grandissimo numero y differençia
de musica: de trompetas, cheremias,
sacabuches, dulçaynas, flautas, cornetas
y otras muchas differençias de sonajas
muy graçiosas y apazibles que adornauan
mucho la fiesta y engrandeçian la
magestad y enchian los coraçones de mucha
alegria y plazer. Ansi se sentaron todos
aquellos caualleros y damas en la mesa,
vna dama con vn cauallero por su órden;
y luego se començo la çena a seruir,
la qual era tan sumptuosa y opulenta
de viandas y aparato de _oro_, plata,
riqueza y seruiçio que no hay injenio que
la pueda descreuir en particular.
MIÇILO.--Alguna parte della nos falta
agora aqui.
GALLO.--Fueron alli seruidos en oro _y
plata_ todos los manjares que la tierra
produçe y los que el ayre y el mar crian,
y los que ha inquirido por el mundo la
ambiçion y gula de los hombres sin que
la hambre _ni neçesidad_ lo requiriesse.
Seruian a las manos en fuentes de cristal
agua rosada y de azahar; y el vino en
perlas cabadas muy grandes, y no se
preçiauan[438] alli de beuer uinos muy
preçiados de Castilla; pero traidos de
Candia, de Greçia y Egipto. Eran las
mesas de çedro coxido del Libano, y del
çipres oloroso asentadas sobre peanas
de marfil. Los estrados y sillas en que
estauamos sentados al comer eran labradas
a manera de taraçes de gemas y jaspes
finos; los asientos y respaldares eran de
brocado y de muy fino carmesi de Tiro.
MIÇILO.--¡O gallo! qué sabroso me es
este[439] tu canto: no me pareçe sino
que poseo al presente el oro de aquel
rico Midas y Creso, y que estoy asentado
a las opulentas mesas del emperador
Eliogabalo. Querria que en çien años no
se me acabasse esta bienaventurança en
que agora estoy. Mucho me entristeze
la miseria en que pienso venir quando
amanezca.
GALLO.--Todos aquellos caualleros
entendian con sus damas en mucho
regoçijo y palaçio, en motejarse y en
discantar donayres y motes y sonetos
de amores: notandose vnos a otros de
algunos graçiosos descuydos en las
leyes del amor. La mi diosa puesta en
mí su coraçon me sacaua con fabores y
donaires á toda cortesania. Cada vez
que me miraua, agora fuesse derecho,
_agora_ al traues, me encantaua y me
conuertia todo en si sacandome de mi
natural. Sentime tan preso de su gran
valor que no pudiendo disimular le dixe:
¡O señora! no más. Piedad, señora, que
ya no sufre paçiençia que no me dé a
merçed. Como fueron acabadas las viandas
y alçadas las mesas, cada qual se apartó
con su dama sobre tapetes y coxines de
requamados de diuerso color. Donde en
el entre tanto que se llegaua la hora
del dormir ordenaron vn juego para su
solaz. El qual era: que cada qual con su
dama muy secreto y á la oreja le[440]
preguntasse lo que más se le antoje; y
la primera y mas prinçipal ley del juego
es: que infalibremente se responda la
verdad. Fue este juego gran ocasion y
aparejo para que entre mí y mi diosa se
declarasse[441] nuestro deseo y pena:
porque yo le pregunté conjurandola con
las leyes del juego, me diga en quien
tuuiesse puesta su fe, y ella muy de
coraçon me dixo, que en mí. Con la qual
confession se çerró el proçeso, estando
ella segura de mi voluntad y amor; y ansi
conçertamos que como yo fuesse recogido
en mi camara en el sosiego de la obscura
noche, ella se yria para mi. Con esta
promessa y fe se desbarató el juego de
acuerdo de todos, y ansi pareçieron
muchos pajes delante con hachas que con
su lunbre quitauan las tinieblas, y
hazian de la noche dia claro, y despues
que con confites, canelones, alcorças
y maçapanes y buen vino hezimos todos
colaçion: hecha por todos vna general
reuerençia, toda aquella graçiosa y
exçelente corte mostrando quererme
acompañar se despidio de mi; y hecho
el deuido cunplimiento á la mi bella
dama, dandonos con los ojos á entender
la palabra que quedaua entre nos, me
guiaron las dos damas que me metieron en
el castillo hasta vna camara de entoldo
y aparato çelestial, donde llegado
aquellas dos diosas con vn agraçiado
semblante se despidieron de mí. Dexaronme
vn escudero y vn paje de guarda que me
descalçó, y dexando vna vela ençendida
en medio de la camara se fueron, y yo me
deposité en vna cama dispuesta á todo
deleyte y plazer, entre vnos lienços
que pareçia auerlos hilado arañas con
todo primor. Olia la camara á muy suabes
pastillas: y la cama y ropa á agua de
angeles y azahar; y quedando yo solo
puse mi sentidos y oreja atento todo á
si mi diosa venia. Por muy poco sonido
que oya me alteraua todo creyendo que
ella fuesse, y como me hallase engañado
no hazia sino enbiar sospiros que la
despertassen y luego de nueuo me recogia
con nueua atençion midiendo los passos
que de su aposento al mio podia auer.
Consideraua cualquiera ocupaçion que la
podia estorbar; lebantauame de la cama
muy pasito y abria la puerta y miraua
á todas partes si sentia algun meneo o
bulliçio, o via alguna luz: y como no
via cosa alguna con gran desconsuelo
me boluia acostar. Deshaziame de zelos
sospechando por mi poco mereçer, si
burlandose de mí estaua en los brazos de
otro amor, y estando yo en esta congoja
y fatiga estaua mi diosa aparejandose
para venir con la quietud de la noche:
no porque tiene neçesidad de aguardar
tiempo, pues con echar en todos vn sueño
profundo lo podia todo asegurar. Pero
por encareçerme á mí más el preçio de
su valor, y la estima que de su persona
se deuia tener, aguardaua haziendoseme
vn poco ausente, estando siempre por su
gran poder y saber ante mí; y quando me
vi más desesperado siento que con vn poco
de rumor entre la puerta y las cortinas
me comiença pasito á llamar, y yo como
la oy, como suele aconteçer si alguno ha
peleado gran rato en vn hondo pielago con
las malezas que le querian ahogar, y ansi
afanando sale asiendose á las espadañas y
ramas de la orilla que no se atreue ni se
confia dellas porque se le rompen en las
manos, y con gran trabajo mete las uñas
en el arena por salir, ansi como yo la oy
á mi señora y mi diosa salto de la cama
sin sufrimiento alguno: y recogiendola en
los[442] braços me la comienço á bessar
y abraçar. Ella venia desnuda en vna
delgada camisa: cubiertos sus delicados
mienbros con vna ropa sutil de çendal,
que como las rosas puestas en vn vidrio
toda se trasluzia. Traya sus hermosos y
dorados cabellos cogidos con vn graçioso
y rico garbin, y dexando la ropa de
acuestas, que avn para ello no le daua mi
sufrimiento lugar, nos fuemos en vno á la
cama. No te quiero dezir más sino que la
lucha de Hercules y Anteo te pareçiera
alli. Tan firmes estauamos afferrados
como puedes imaginar de nuestro amor:
que ninguna yedra que á planta se abraza
podia compararse á ambos á dos. Venida la
mañana la mi diosa se leuantó: y lo más
secreto que pudo se fue á su aposento,
y luego con vn su camarero me enbió vn
vestido de recamado encarnado con vnos
golpes sobre vn tafetan azul, tomados con
vnas cintas y clauos de oro del mesmo
color; y quando yo senti el palaçio estar
de conuersaçion me leuanté y atauié y
salí á la gran sala donde hallé vestida á
la mi diosa de la mesma librea, que con
amoroso donayre y semblante me reçibió;
á la qual siguieron[443] todos aquellos
cortesanos por saber que la hazian mucho
plazer; y ansi cada dia mudauamos ambos
dos y tres libreas de vna mesma deuisa y
color á vna y otra vsança, de diuersidad
de naciones y prouinçias; y luego todos
nos fuemos a ver muy lindos y poderosos
estanques, riberas, bosques, jardines que
auia en la casa para entreternos hasta
que fue llegada la hora del comer. La
qual como fue llegada y el maestresala
nos fue a llamar boluimos a la gran sala:
donde estaua todo aparejado con la mesma
sumptuosidad que la noche passada; y ansi
conmençando la musica començo el seruiçio
del comer; fuemos seruidos con la mesma
magestad y aparato que alli estaua en
costunbre, y despues como fue acabado el
yantar y se leuantaron las mesas quedamos
todos hablando con diuersas cosas, de
damas, de amores, de fiestas, justas y
torneos. De lo qual venimos a hablar en
la corte del Enperador Carlos Quinto
deste nonbre _nuestro_ Rey y señor de
Castilla. En la qual platica me quise yo
mostrar adelantandome entre todos por
engrandeçer su estado y magestad, pues
de mas de ser yo su vasallo, por lleuar
sus gajes era mi Señor. Lo qual todos
aquellos caualleros y damas oyeron con
atençion y voluntad, y algunos que de su
corte tenian notiçia proseguian comigo en
la prueba de mi intento; y como mi diosa
me conoçió tan puesto en aquel proposito,
sin darme lugar a muchas palabras me
dixo. Señor, porque de nuestra corte
y hospedaje vayas contento, y porque
ninguno deste parayso sale desgraçiado,
quiero que sepas agora como en esta
nuestra casa se honrra y se estima ese
bienauenturado prinçipe por Rey y Señor.
Porque nuestra progenie y deçendençia
tenemos por derecha linea de los Reyes
de Castilla; y por tales nos trataron
los reyes catholicos don Fernando y doña
Ysabel, dignos de eternal memoria; y como
fuesse de tanto valor ese nieto suyo
por los buenos hados que se juntaron en
él, esta casa siempre le ha hecho gran
veneraçion, y ansi vna visabuela mia que
fue en esta tierra la más sabia muger
que en ella nunca naçió en las artes
y buen hado, se empleó mucho en saber
los suçesos deste valeroso y inclito
prinçipe, y ansi edificó vna sala muy
rica en esta casa y todo lo que con sus
artes alcançó en vna noche lo hizo pintar
alli; y porque en ninguna cosa aquella
visabuela mia mintió de quanto alli
hizo a sus familiares pintar conforme
a lo que por este feliçissimo prinçipe
pasara, te lo mostraré hecho por muy gran
orden doçientos años ha. Alli verás su
buena fortuna y su buen hado de que fue
hadado, por las grandes vatallas que en
tiempos aduenideros vençerá, y gentes
belicosas que traera a su subjeçion; y
diziendo esto se leuantó de donde estaua
sentada, y con ella yo y toda aquella
corte de damas y caualleros que por el
semejante lo deseauan ver, y ansi nos
fuemos todos donde nos guió, que como
con vna cadena nos lleuaua tras si. Y
porque ya pareçe, Miçilo, que es tarde y
tienes gana de dormir, porque siento que
es ya la media noche, quiero por agora
dexar[444] de cantar; y porque pareçe que
nos desordenamos cantando a prima noche,
nos boluamos a nuestra acostunbrada hora
de nuestra cançion, que es quando el alua
quiere romper, porque es mas conforme a
nuestro natural; y ansi para el canto que
se sigue quedará lo demas.
MIÇILO.--¡O gallo! quan fuera de mi me
has tenido con esta tu sabrosa cançion de
comida y aparato sumptuoso; y nosotros
no tenemos más de cada quatro habas que
comer oy. Solamente quisiera tener el
cargo de limpiar aquella plata y oro que
alli se ensuçió, por gozar alguna parte
del deleyte que reçiben estos ricos en lo
tratar. Ruegote que no me dexes de contar
lo que en el fin te suçedió; y agora,
pues quieres, vamonos a dormir.
_Fin del quinto canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[405] _Tachado_: Siguesse el quinto canto del Gallo de Luçiano, orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor prete.
[406] G., trabajo.
[407] G., musicos.
[408] G., por.
[409] G., quanto.
[410] G., hagais.
[411] G., Taxo.
[412] G., ofreçen.
[413] G., con.
[414] G., dexemos.
[415] R. (_Tachado_): quatrocientas.
[416] G., començamos a caminar por.
[417] G., montaña.
[418] G., y mandele.
[419] G., del.
[420] G., los.
[421] Lançamos.
[422] G., la qual.
[423] G., que tiene la mesma costumbre que yo en.
[424] G., buena dueña.
[425] G., os digo.
[426] G., esta.
[427] G., hermoso.
[428] G., auia musayco y muçaraues muy perfectos.
[429] G., entiende.
[430] G., en otra.
[431] G., sino en.
[432] G., se ocupan.
[433] G., juuenil.
[434] G., pareçeria.
[435] G., de inestimable valor.
[436] G., jazmines.
[437] G., el.
[438] G., contentauan.
[439] R., ese.
[440] R., se.
[441] R., declare.
[442] G., mis.
[443] G., siguiendo.
ARGUMENTO
DEL SEXTO CANTO
En el sexto canto que se sigue el auctor
descriue por industria admirable de vna
pintura las victorias que el nuestro
inuictissimo Emperador Carlos quinto
deste nombre obo en la prision del Rey
Francisco de Françia en Pauia, y la que
obo en Tunez y en la batalla que dio a
Lansgraue y a Juan duque de Saxonia y
liga de herejes alemanes junto al rio
Albis en Alemania[445].
GALLO.--Si duermes, Miçilo, despierta.
MIÇILO.--Di, gallo; que despierto estoy y
con voluntad de oyrte.
GALLO.--Deseo mucho oy discantar aquella
facunda historia que alli descriuio aquel
pintor. Porque era de tanta exçelençia,
de tanto spiritu, y de tanta magestad;
de tanta extrañeça el puesto y repuesto
de todo quanto alli pintó que no ay
lengua que pueda llegar allá. Dezian
los antiguos que la escriptura era
la Retorica sin lengua; y de aquella
pintura dixeran que era la eloquençia
hablada. Porque tanta ventaja me pareçe
que lleuaua aquella pintura a lo que
Demostenes, Tullio, _Esquines_, y Tito
Liuio pudieran en aquel proposito
orar, como lo verdadero y real lleua
differençia y ventaja a la sonbra y
fiçion. Veras alli los honbres vibos
que no les faltaua sino el spiritu y
lengua con que hablar. Si con grande
affecto hasta agora he hablado por
te conplazer, agora en lo que dixere
pretendo mi interes; que es descriuiendo
la sunptuosidad de aquella casa y el gran
saber de aquella maga discantar el valor
y magestad de Carlos medio Dios; porque
sepan oy los honbres que el gallo sabe
orar.
MIÇILO.--Pues de mí confiado puedes estar
que te prestaré la deuida atençion.
GALLO.--Pues como al mouimiento de la
mi bella Saxe toda aquella corte diuina
se leuantó en pie, tomando yo por la
mano a mi diosa nos fuemos a salir a vn
corredor; y en vn cuarto dél llegamos
a vnas grandes puertas que estauan
çerradas, que mostrauan ser del parayso
terrenal. Eran todas, avnque grandes,
del hebano mareotico sin mezcla de otra
madera; y tenia toda la clabazon de
plata; y no porque no fuesse alli tan
façil el oro de auer, sino porque no es
el oro metal de tanta trabazon. Estauan
por las puertas con grande artifiçio
entretexidas conchas de aquel preçiado
galapago indio, y entresembradas muchas
esmeraldas que variaban el color. Eran
los vnbrales y portada del marmol fino
_y marfil_, jaspe y cornerina; y no
solamente era destas preçiosas piedras
lo que pareçia por los remates del
edefiçio, pero avn auia tan grandes
piezas que por su grandeza tenian fuerça
bastante para que cargasse en ellas parte
del edefiçio. La bella Saxe sacó vna
llaue de oro que mostró traerla siempre
consigo, porque no era aquella sala de
confiar, por ser el secreto y vigor de
sus artes, encanto y memoria; y como
fueron las puertas abiertas hizieron vn
brauo ruydo que a todos nos dió pabor.
Pero al animo que nos dió nuestra diosa
todos con esfuerço entramos. Era tan
sunptuoso aquel edefiçio como el templo
mas rico que en el mundo fue. Porque
excedia sin comparaçion al que descriuen
los muy eloquentes historiadores de
Diana de Effeso y de Apolo en Delphos
quando quieren más encareçer su hermosura
y sumptuosidad. No pienso que diria
mucho quando dixesse exçeder a los
siete edefiçios que por admirables los
llamaron los antiguos los siete milagros
del mundo. Era el techo de artesones
de oro maçiço, y de mozaraues cargados
de riquezas. Tenia las vigas metidas
en grueso canto de oro: y el marmol y
marfil, _jaspe, oro y plata_ no tenia
solamente la sobrehaz y cubierta del
preçiado metal y obra rica, pero la
coluna era entera y maçiça, que con
su groseça y fortaleça sustentaua el
edefiçio; y ansi auia de pedazos de
oro y plata grandes piezas de aquellas
entalladuras y molduras. Alli estaua
la agata, no solo para ser vista, pero
para creçimiento de la obra; y la
colorada sardo está[446] alli que a todo
daua hermosura y fortaleza; y todo el
pabimento era enladrillado de cornerinas
y turquesas y jacintos; yua quatro palmos
del suelo por la pared por orla de la
pintura vn musayco de piedras finas del
Oriente, que desbaratauan todo juizio con
su resplandor. Diamantes, esmeraldas,
rubies, zafires, topazios y carbuncos;
y luego començaba la pintura, obra de
gran magestad; y ansi luego començo la
mi bella Saxe a mostrarnos toda aquella
diuinada historia, cada parte por si,
dandonosla a entender. Dixo: veys alli
ante todas cosas cómo viendo el Rey
Françisco de Françia las alteraçiones que
en Castilla leuantaron las Comunidades
por la ausençia de su Rey, pareçiendole
que era tiempo conueniente en aquella
disension para tomar façilmente el Reino
de Nauarra, enbió su exerçito. El cual
apoderado en la çiudad de Pamplona y en
todas las villas y castillos della han
corrido hasta Estella y puesto çerco
sobre la çiudad de Logroño: la cual
çiudad como valerosa se ha defendido
con gran daño de françeses. Agora veys
aqui como los gouernadores de Castilla
auiendo paçificado las disensiones del
reyno, auiendo nueua del estado en que
al presente está el reyno de Nauarra
determinan todos juntos con su poder
venir a remediar el daño hecho por
françeses y restituir el reyno a su
rey de Castilla que al presente estaua
en Flandes: lo qual todo que veys ha
doçientos años que se pintó; y quierote
agora, señor, mostrar lo que desta tu
guerra, a que ybas agora suçederá. Ves
aqui como sintiendo los françeses venir
los gouernadores de Castilla leuantan el
çerco de Logroño, y retiranse a la çiudad
de Pamplona por hazerse fuertes alli.
Ves aqui como el Condestable y todos los
otros Señores de Castilla, ordenadas
sus batallas los siguen en el alcançe a
la mayor furia y ardid que pueden; ansi
ves aqui como los atajan el camino junto
a la çiudad de Pamplona[447], donde el
miercoles que verna, que seran quinze
deste mes, todos con animo y esfuerço
de valerosos prinçipes los acometen
diziendo: España, España, Sanctiago: y
ansi veslos aqui rotos y muertos mas
de çinco mil _françeses_ sin peligrar
veynte personas de Castilla. Dexote de
mostrar las brauezas que estos capitanes
en particular hizieron aqui conforme
a lo que se pintó: las quales no ay
lengua que las pueda encareçer. Entonçes
le demandé a mi diosa liçençia para
me hallar alli: y ella me dixo: no te
hago, señor[448], poco seruiçio en te
detener: porque yo he alcançado por mi
saber el peligro en que tu persona auia
de venir: y ansi proueyeron tus hados
que yo te aya de saluar aqui. No quieras
más buenauentura que poseerme a mi. Yo
me le rendi por perpetuo basallo y juré
de nunca me reuelar a su imperio. Y ansi
luego prosiguio diziendo: Veys aqui cómo
con esta vitoria quedó desenbaraçado de
françeses todo el reyno de Nauarra, y
los gouernadores se bueluen en Castilla
dejando por virrey deste reyno al conde
de Miranda. El qual va luego sobre el
castillo de Maya y le combate con gran
ardid, y le entra y mata a quantos dentro
estan. Veis aqui cómo siendo Carlos
auisado por los de su reyno la neçesidad
que tienen de su venida y presençia,
despedidos muchos y muy arduos negoçios
que tenia en Alemania se embarca para
venir en España en diez y ocho de julio
del año de mil y quinientos y veynte y
tres con gran pujança de armada. Veys
aqui cómo se viene por Ingalaterra por
visitar al rey y reyna su tia, de los
quales será reçevido con mucha alegria,
y le hazen muchas y muy solenes fiestas.
Las quales acabadas y despedido de
aquellos cristianissimos Reyes se viene
a España aportando a la villa de Laredo,
donde es reçibido con plazer de los
grandes del reyno que le estaran alli
aguardando. Veis aqui cómo viendo el Rey
Françisco de Françia no auer salido con
la empresa de Nauarra, y visto que el
Prinçipe[449] de Castilla Carlos está
ya en su reyno, determina en el año
de mil y quinientos y veynte y quatro
emprender vn acometimiento de mayor
interes, y fue que acuerda con _todo su
poder y muy_ pujante exerçito tomar el
ducado de Milan y teniendo gente de su
valia dentro de[450] la çiudad de Milan
_su mesma persona estando presente_
poner[451] çerco a la çiudad de Pauia,
en que al presente está por teniente el
nunca vençido capitan Antonio de Leyua
con alguna gente española y ytaliana
que tiene para en su defensa. Veys aqui
cómo teniendo el rey de Françia çercada
esta çiudad acuden a su defensa todos
los capitanes y compañías que el Rey de
Castilla tiene en aquella sazon por la
Italia y Lombardia, y todos los prinçipes
y señores que estan en su seruiçio y
liga. Viene aqui en defensa Carlo de
Lanaya, o Charles de Limoy que entonçes
estara por visorrey de Napoles, y el
marques de Pescara, y el illustrissimo
duque de Borbon, y el duque de Traeto, y
don Fernando de Alarcon, y Pero Antonio
conde de Policastro; y avnque todos
estos señores tienen aqui sus capitanes
y compañias en alguna cantidad, no es
tanto como la tercera[452] parte de la
que el Rey de Françia tiene en su campo.
Pues como el exerçito del rey de Castilla
está aqui seys meses en que alcança todo
el inuierno, padeçiendo gran trabajo,
y como el Rey de Françia no acomete ni
haze cosa de que le puedan entender su
determinaçion, determinan los españoles
darle la batalla por acabar de partir
esta porfia; y veys aqui cómo auiendo el
marques de Pescara a los diez y nueue
de hebrero del año de mil y quinientos
y veynte y çinco dado vn asalto en el
campo de los françeses por probar su
cuydado y resistençia, en el qual con dos
mil españoles acomete a diez mil, y sin
perder diez hombres de los suyos les mata
mil y doçientos, y les gana vn bestion
con ocho piezas de artilleria. Pues
viendo esta flaqueza acuerda el virrey
con todos aquellos señores dar la batalla
al rey de Françia en el lugar donde está
fortalezido; y ansi el viernes que son
veynte y quatro dias del dicho mes de
hebrero; vn hora antes del dia trayendo
todos camisas sobre las armas, porque se
conozcan en la batalla, dando alguna poca
de gente con muchos atambores y trompetas
al arma por la puerta del hospital de San
Lazaro, donde estan los fosos y bestiones
de los françeses para estorbar que los
imperiales no entren en Pauia; y mientra
estos hazen este ruydo, la otra gente
rompe con çiertos injenios y instrumentos
por algunas partes el muro del parco; y
dan aqui como veys en sus enemigos. De
todo esto es auisado el Rey de Françia
por secreto que se haze, y ansi manda la
noche antes que todos los mercaderes,
y los que venden mantenimientos y otra
gente inutil para la guerra salgan del
real por dexar esenta la plaza. Los
quales luego se ponen el campo y el
Tesin sobre Pauia, donde el Rey tiene
echo vn puente para passar las vituallas
que vienen de Piamonte. De manera que
quando los imperiales ponen en effecto su
empresa ya el Rey de Françia con todo su
exerçito está armado y puesto en orden
de batalla, y no se rompe tan presto el
muro que no se puedan muy bien conoçer
vnos a otros en la batalla sin diuisa.
El marques de Pescara toma consigo
seteçientos caballos ligeros y otros
tantos arcabuzeros españoles, y la gente
de armas hecha dos partes lleua el virrey
la auanguardia, y el duque de Borbon la
batalla: y los otros caualleros ligeros
lleua el duque de Traeto. El marques del
Gasto lleva la infanteria española; la
infanteria ytaliana y lançenequeneques
se haze tres partes; la vna es cabo el
conde de Guiarna; y de la otra es cabo
Jorge cauallero aleman; y del otro es
cabo otro capitan de alemanes; y ves aqui
cómo en el punto que el muro del parco
es derribado y los imperiales llegan a
la plaza los suyzaros se hazen en contra
de los alemanes y juntos combaten muy
hermosamente de las picas, y juega con
tanto espanto la[453] artillería, que
todo el campo mete a temor y braueza,
y ansí cada qual lleno de yra vusca a
su enemigo: y reboluiendose todas las
esquadras y batallas de gente de armas y
cauallos ligeros, se ençiende vna cruel
y sangrienta contienda[454] y luego del
castillo y çiudad de Pauia, por esta
puerta que se dize de Milan, salen en
fabor de España quatro mil y quinientos
infantes con sus piezas de artilleria y
doçientos hombres de armas, y treçientos
cauallos ligeros. Los quales todos dan
en la gente ytaliana de los françeses,
que está en esta parte aposentada, la
qual façilmente fue rota y desbaratada.
Aqui llega vn soberuio soldado, y sin
catar reuerençia al gran Musiur de la
Palisa le echa vna pica por la boca,
que encontrandole con la lengua se la
echa juntamente con la vida por el
colodrillo. Un arcabuzero español asesta
a Musiur el Almirante que da bozes a sus
soldados que passen adelante: y hallando
la pelota la boca abierta, sin hazer
fealdad en dientes ni lengua le passa
a la otra parte, y cae muerto luego;
yendo Musiur de Alueñi con el braço
alçado a[455] herir con el espada a vn
prinçipe español, llega al mesmo tiempo
vn _otro_ cauallero de España y cortale
el braço por el honbro y juntamente cae
el braço y su poseedor sin la vida.
Musiur Buysi recogiendole con vna herida
casi de muerte le alcançan otra que le
acaba. El conde de Traeto arrojó[456]
una lança a Musiur de la Tramuglia, que
dandole por çima la vedixa le cose con
la brida y cae muerto él y su cauallo.
El duque de Borbon hyere de vna hacha
de armas sobre la cabeça a Musiur el
gran Escuir, que juntamente le echó los
sesos y la vida fuera. Un cauallero
ytaliano, criado de la casa del marques
de Pescara, da una cuchillada sobre la
zelada a Musiur de Cliete que le saltó de
la cabeça: y acudiendo con otro golpe,
antes que se guarde le abre hasta la
nariz. Un soldado español esgrimiendo con
vn montante se encontró _en la talla_
con Musiur de Boys, y derrocando de vna
estocada el cauallo, en cayendo en el
suelo corta al señor la cabeça. Otro
soldado de la mesma naçion, jugando con
vna pica, passa de vn bote por vn lado
al duque de Fusolca y[457] le salio el
hierro al otro; y luego da otro golpe
al hermano del duque de Loren en los
pechos que le derrueca del cauallo: y
la furia de otros cauallos que passan
le matan hollandole. Tambien este mismo
hiere a Musiur de Sciampaña, que venia en
compañia destos dos prinçipes, y le haze
igual y compañero en la muerte. Veis aqui
cómo el Rey de Françia, viendo roto su
campo piensa saluarse por el puente del
Tesin; y otra mucha parte de su exerçito
que ante él van huyendo con intençion de
se saluar por allí: los quales todos son
muertos a manos de los cauallos ligeros
borgoñones, y muchos ahogados en el
rio; porque los mercaderes y tenderos
que el dia antes hazen salir del real,
como ven en rota el campo de Françia, se
passan el rio y quiebran el puente por
asegurar que los españoles no los siguan
y roben; y ansi suçede, que yendo el Rey
_de Françia_ al puente por se saluar,
a çinco millas de donde la batalla se
dio, le encuentran en su cauallo quatro
arcabuzeros españoles, los quales, sin
conoçerle se le ponen delante, y le dizen
que se rinda; y no respondiendo el Rey,
mas queriendo passar adelante, vno de
los arcabuzeros le da con el arcabuz vn
golpe en la cabeça del cauallo de que
el cauallo cae en vn foso, como aqui
le veys caydo; y a esta sazon llega vn
hombre de armas y dos cauallos ligeros
del marques de Pescara: y como ven el
cauallero ricamente atauiado y el collar
de San Miguel al cuello quieren que los
arcabuzeros partan con ellos la presa,
amenaçandoles que donde no la partieren
que les matarán el prisionero. En esto
llegó vn criado de Musiur de Borbon,
y como conoçe al Rey de Françia va al
virrey que viene alli çerca y auisale
el estado en que está el Rey; y llegado
el virrey haze sacar al Rey debajo del
cauallo: y demandandole si es el Rey de
Françia y a quién se rinde, responde,
sabiendo que aquel es el virrey, que el
es el Rey de Françia, y que se rinde al
Emperador; y veys aqui cómo luego le
desarman quedando en calças y jubon,
herido de dos pequeñas heridas, vna en
el rostro y otra en la mano: y ansi es
lleuado a Pauia y puesto en buena guarda
y recado. Y el virrey luego despacha al
comendador Peñalosa que lo haga saber en
España al Rey[458]. El qual es reçebido
con aquella alegria y plazer que tal
nueua y vitoria mereçe. En compañia del
Rey de Françia son presos el que se dize
ser Rey de Nauarra, y Musiur el Gran
Maestre, y Memoransi, y el vastardo de
Sauoya, y el señor Galeazo Visconte, y el
señor Federico de Bozoli, y Musiur San
Pole, y Musiur de Brion, y el hermano del
marqués de Saluzo, y Musiur la Valle, y
Musiur Sciande, y Musiur Ambrecomte, y
Musiur Caualero, y Musiur la Mota, y el
thesorero del Rey, y Musiur del Escut,
y otros muchos caualleros, prinçipes y
grandes de Françia que veys aquí juntos
rendidos a prision, cuyos nombres seria
largo contaros.
Y luego acabado de nos mostrar en aquella
pintura esta vitoria y buenauentura del
nuestro feliçisimo Carlos prinçipe y Rey
de España nos passó a otro quartel, donde
no con menos primor y perfeçion del arte
estaua pintada la imperial coronaçion
y trihunfo Çesarico[459] que hizo en
Bolonia en el año de mil y quinientos y
veynte y nueue _años_, siendo pontifice
el papa Clemente septimo; y tanbien el
viaje que haze luego alli en Alemaña
por resistir al turco que viene con
gran poder hasta Viena por destruir la
cristiandad; y veys aqui todo su campo y
batallas puestas apunto, y cómo le haze
retirar.
Y como nos obo mostrado en todo primor
de la pintura todas estas grandezas nos
passó a otro paño de la pared, y nos
mostró la terçera vitoria igual a las
passadas que obo en el reyno de Tunez
diez años despues, que fue en el año
de mil y quinientos y treynta y çinco;
y ansi nos començó a dezir. Veis aqui
cómo despues que este bienauenturado
prinçipe huuiere hecho vn admirable
alarde de su gente y exerçito en la
çiudad de Barçelona sin dezir a ninguno
donde va: veis aqui cómo vn miercoles
nueue de Junio, estando todo el campo a
punto de guerra y partida como conuiene,
auiendo los tres dias antes auisado,
manda leuantar las uelas: las quales
son treçientas en que va la flor y prez
de España, y con gran musica y bozeria
mueuen soltando mucha artilleria del mar
y tierra, que es cosa marauillosa de
ver. Veis aqui cómo el sabado siguiente
a las seys de la mañana llega toda la
armada a la ysla de Çerdeña, donde hallan
al marques del Gasto que con su armada
y compañia les[460] está aguardando.
Tiene consigo ocho mil alemanes y dos
mil y quinientos españoles de los viejos
de Ytalia; y siendo aqui reçebidos con
muy solene salua se rehazen de todo lo
neçesario, y luego el lunes adelante, que
son catorçe del mes, salen del puerto
alas seys de la mañana con prospero
viento, guardado el orden neçesario; y
el martes alas nueue horas de la mañana
llegan a la vista de la Goleta, que es
en las[461] riberas y costa de Tunez:
puerto y castillo inexpugnable. Pues
tomada tierra avnque con alguna defensa
de los contrarios[462]; porque luego
acudieron al agua gran cantidad de moros,
turcos y genizaros, a defenderles el
puerto. Pero jugando desde los nauios
muy poderosa artilleria apartaron[463]
los enemigos del puerto, tanto, que
todos aquellos señores y prinçipes _sin
peligro_ se pueden saltar a tierra;
y ansi todos recogidos por aquellos
campos con la mejor guarda y miramiento
que pueden se aloxan hasta que todo el
canpo es desembarcado. Despues que en
dos dias enteros han desenbarcado armas
y cauallos y aparejos manda su Prinçipe
bienauenturado[464] que todos se pongan
apunto de guerra: porque los moros los
desasosiegan mucho, que a la contina
estan sobre ellos escaramuçando. Veys
aqui cómo viene a bessar las manos del
Emperador Muley Alhazen Rey de Tunez,
con treçientos de cauallo, y no se
parte de aqui hasta que el Rey[465] le
mete y apodera en su çiudad. Veis aqui
cómo se hazen trancheas y vestiones y
terreplenos para conbatir la Goleta:
en los quales tardan veynte y ocho
dias. Veis aquí muchas y muy cotidianas
escaramuças y rebates que tienen los
moros con los christianos a vista de
su prinçipe: donde cada qual se señala
con gloria eterna de buena fama. Pues
como es acabado este vestion muy fuerte
que aqui veis, en contra deste castillo
de la Goleta, manda el Enperador que
se ponga en orden de vateria; y ansi
ponen en él treynta y seys piezas de
artilleria gruesa, los mejores tiros de
toda la armada, los quales asestan a las
dos torres prinçipales del castillo;
y en los otros vestiones y trancheas
ponen hasta quatroçientos cañones
gruesos y menudos, los quales asestan á
la fortaleza y galeras que tenian[466]
los moros en el estaño de agua que
viene de Tunez hasta la mar. Veis aqui
cómo estando todos apunto para dar la
vateria haze el Emperador vn admirable
razonamiento a todos sus capitanes y
soldados, animandolos al acontecimiento
y prometiendoles grandes premios. Veys
aqui cómo miercoles que seran catorçe del
mes de Julio, quando fue[467] venida la
mañana el Emperador manda que se comiençe
la vateria por la[468] mar y tierra.
La qual es la mas fuerte y contina y
admirable que nunca se dió en campo de
griegos, romanos ni egipçios. Porque
dentro de quatro horas estan deshechos
y hundidos por tierra los muros, çercas
y valuartes mas fuertes que tubo la
antiguedad. Todo es aqui en breue roto y
horadado, que ya no tienen los moros con
que se amparar, cubrir ni defender, y
les es neçesario salir al canpo a pelear
como estan los de fuera. Veys aqui cómo
a las dos horas despues de medio dia los
soldados españoles enbian a suplicar al
Emperador les dé liçencia para entrar
la fuerça, porque ya no es menester
gastar mas muniçion; ya comiençan los
moros a salir al campo viendo poca
defensa en su fuerça, y los españoles
los reciben con gran animo y matandolos
y hiriendolos lançan animosamente en
sus muros _que ya estan_ sin _albergue_
ni defensa, y tanta es la matança _que
en ellos hazen_ que los hazen huyr[469]
por el estaño adelante, donde se hahogan
infinitos dellos. Veys aqui cómo con
gran[470] alegria y esfuerzo ponen _los
españoles_ las vanderas sobre los muros
y fuerça, auiendo muerto más de treynta
mil moros que estauan en aquella defensa
sin morir[471] diez de los cristianos.
Estan tan esforzados y animosos estos
soldados españoles con esta vitoria,
que si en esta coyuntura los tomasse
de aqui el Emperador serian bastantes
para façilmente vençer los exerçitos del
Turco y gran Can y Sophi si todos estos
poderosos prinçipes y sus fuerças se
juntasen en vno. Porque aqui ganan la
mas fuerte y inexpunable fuerça que en
el mundo está en edifiçio. Ganan aqui
treçientas piezas de artilleria gruesa
de bronce muy hermosa, y mucha _muniçion
de_ poluora y pelotas, flechas, lanças
y otros infinitos generos de armas _y
muniçion_. Tomarse ha en esta vitoria la
mejor armada que nunca pagano perdió:
porque estan seteçientos nauios gruesos
y treynta y seis galeras: y la resta
de galeotes y fustas mas de çiento. De
aqui parte luego el Emperador otro dia
adelante a dar combate a la çiudad por
dar fin a esta empresa. Y suçede que le
sale al camino Baruarroxa con çien mil
convatientes por resistirle la entrada:
donde con muy poca dificultad fueron
todos desbaratados, y muerta infinita
multitud dellos; y veys aqui cómo viendo
el mal suçeso el Capitan Baruarroxa huye
por se librar de las manos del Emperador
y se acogió a la çiudad de Bona, vn
puerto vezino alli[472] en _las riberas
de_ Africa; y veys aqui cómo llegado el
Emperador a la ciudad de Tunez se le
abren las puertas sin resistençia, y le
enbian las llaves con los mas antiguos y
prinçipales de la çiudad ofreçiendosele
en su obediençia. Veis aqui cómo resulta
desta vitoria ser libres veynte mil
cristianos que en diuersos tiempos
auian sido presos captiuos por el mismo
Baruarroja: los quales todos estauan en
el alcazaua de veynte años antes presos.
Veys aqui como hechos sus capitulos de
conçiertos, parias y rehenes entre el
Emperador y Rey de Tunez le pone en su
poder la çiudad, dandole las llaues,
mando y Señorio como de su mano; y
despues de auerlo todo pacificado se
embarca para Siçilia: y de alli para
Sauoya por libertar lo que de aquel
ducado tiene vsurpado en aquella sazon el
Rey de Françia a su hermana la duquesa.
Pasando mas adelante dixo: veys aqui
cómo prosiguiendo este bienauenturado
prinçipe en su buen hado trabaja por
juntar conçilio en la çiudad de Trento
en Alemania, por dar buen medio[473] en
los herrores lutheranos que en aquella
tierra estaran arraygados muy en daño de
la iglesia catholica. Y veys aqui cómo
no podiendo atraer[474] por esta via
los prinçipes electores del imperio al
buen proposito, determina de lleuarlos
por fuerça de armas; y ansi el año de
mil y quinientos y quarenta y siete,
a veynte y quatro de Abril les da vna
batalla de grande _ardiz_ y esfuerço:
siendo[475] capitanes de su liga y
confederación aquellos dos cabeças de
su prinçipado: Lansgraue y Juan duque
de Saxonia, a los quales vencio[476] y
prendio junto al rio Albis en _aquella_
batalla campal con grande ardiz[477].
En la qual murieron[478] y son presos
muchos señores y prinçipes[479] de
su compañia, y avnque en los tiempos
adelante viendo los prinçipes alemanes
que las cosas del conçilio se ordenan en
su destruiçion, trabajan a ser vengados
por mano del duque Mauriçio y con fabor
del Rey de Françia, con el qual y de su
liga hazen vn exerçito en el año de mil
y quinientos y çinquenta y dos y vienen
con fuerça determinada, siendo capitan
el duque Mauriçio por desbaratar el
conçilio que está _en effecto_ junto en
la çiudad de Trento: y tanbien procuran
intentar prender al Emperador que está
sin auiso alguno de su atreuimiento y
desuerguença; y avnque esto verna ansi,
pero veys aqui cómo plaze a Dios por
ser buena la intençion y zelo deste
bienauenturado prinçipe y buen hado,
como no tiene algun effecto la dañada
voluntad destos herrados herisarchas. Mas
antes veys aqui cómo luego buelue todo
a nuestro buen prinçipe en prosperidad,
boluiendo a trihunfar de sus enemigos.
Porque sus basallos y prinçipes de
España la proueeran de gente y dinero en
tanta abundançia que le sobren fuerças
para todo y verna en fin a proseguir su
conçilio: donde auida condenaçion de sus
peruersos herrores se les dara el justo
castigo que mereçen cabeças de tanta
peruersidad; y despues de largos años
effectuando en vn hijo suyo Don felipe
sus grandes y cesareos deseos yrá a gozar
con Dios a la gloria. Todas estas son
xornadas en que se muestra admirablemente
su buenauentura y hado, profetizado todo
y diuinado doçientos años antes que cosa
alguna destas suçedan: porque veais el
saber desta mi abuela, y el valor y buen
hado deste bienauenturado prinçipe y
Señor nuestro.
Y estando en esto vino el maestresala
diziendo que estaua la çena aparejada,
y ansi todos engrandeçiendo el saber
de la maga y el injenio admirable de
la pintura y la buenauentura y hado
de nuestro prinçipe nos salimos de la
sala admirados todos de la suntuosidad
del edifiçio: la qual tornó mi diosa
a çerrar y acompañandola por nuestra
guia nos venimos al lugar donde a la
çena soliamos conuenir, donde hallamos
las mesas puestas con el mesmo aparato
y magestad que auia en las passadas; y
ansi començando la musica se siruio con
aquella abundançia que se acostunbraua
hazer: la qual çena duró hasta que
anocheçió, y como fue acabada sentandose
todas aquellas damas y caualleros en sus
proprios asientos y alçadas las mesas del
medio se representó vna comedia de amor
con muchos y muy agraçiados entremeses,
agudezas, inuençiones y donayres de
grande injenio. Fue juzgada de todos
aquellos caualleros y damas por la mas
injeniosa cosa que nunca los humanos
hayan visto en el arte de representaçion:
porque despues de tener en ella passos
y auisos admirables, fue el ornato y
aparato todo en gran cumplimiento. Todas
aquellas damas reçibieron gran deleyte y
plazer con ella: porque notablemente fue
hecha para su fabor, persuadiendo lleuar
gran ventaja a los hombres el natural
de las mugeres. Eran los representantes
de tan admirable injenio que en todo te
pareçiera ver el natural, y conuençido
no pudieras contradezir su persuasion.
En fin en aquella casa no se trataua
otra cosa sino donayres y plazer: y todo
era deleyte nuestro obrar y razonar, y
como el mundo de su cogeta no tenga cosa
que no cause hastio y enhado, y todo no
enoje y harte, aunque mas los mundanos
y viçiosos a el se den, en fin buelue
su tiempo, y los deleytes hazen a su
natural, y como el apetito es cosa que
se enhada _y fastidia_ presto buelue la
razon a se desengañar por el fabor y
graçia de Dios. Esto quiero que veas cómo
en mi passó; lo qual por ser ya venido el
dia dexemos para el canto que se siguirá.
_Fin del sexto canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[444] G., quiero que por agora dexemos.
[445] _Tachado_: Siguesse el sesto canto del gallo de Luçiano orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.
[446] G., estaua.
[447] G., antes que entren en la çiudad, estando ya junto.
[448] G., pequeño.
[449] G., Rey.
[450] G., en.
[451] G., puso.
[452] G., terçia.
[453] G., el.
[454] G., batalla.
[455] G., por.
[456] G., arroja.
[457] G., que.
[458] G., Emperador.
[459] G., Çesareo.
[460] G., los.
[461] R. (_Tachado_), puertos y.
[462] G., resistencia de los enemigos.
[463] G., apartan.
[464] G., manda el Emperador.
[465] G., este nuestro dichoso caudillo.
[466] G., tienen.
[467] G., es.
[468] G., el.
[469] G., fuerçan yr.
[470] G., grande.
[471] G., faltar.
[472] G., puerto de alli algo vezino.
[473] G., remedio.
[474] G., traer.
[475] G., trayendo ellos por.
[476] G., vençe y prende.
[477] G., batalla que les da.
[478] G., mueren.
[479] G., prinçipales.
ARGUMENTO
DEL SEPTIMO CANTO DEL GALLO
En el septimo canto que se sigue el auctor
concluyendo la parabola del hijo
prodigo finge lo que comunmente suele
aconteçer en los mançebos que aburridos
de vn viçio dan en meterse frayles; y en
el fin del canto se descriue vna famosa
cortesana ramera[480].
GALLO.--Despierta Miçilo, oye y ten
atençion, que ya te quiero mostrar el
fin, suçeso y remate que suelen tener
todas las cosas desta vida: cómo
todos los deleytes y plazeres van a la
contina a parar en el hondo pielago del
arrepentimiento, verás la poca dura que
los plazeres desta vida tienen, y cómo
quando el hombre buelve sobre si halla
auer perdido mucho mas sin comparaçion
que pudo ganar.
MIÇILO.--Di, gallo; que muy atento me
tienes a tu _graçiosa_ cançion.
GALLO.--Pues vibiendo yo aqui en tanto
deleyte, tanto plazer, tan amado, tan
seruido y tan contento que pareçia que
en el parayso no se podia el gozo y
alegria más comunicar, de noche toda la
passaua abraçado con mi diosa; y de dia
yuamonos a estanques, riberas de rios
y muy agraçiadas y suaues fuentes, a
bosques, xardines, huertos y vergeles,
y todo genero de deleyte, á pasear
y solazar en el entretanto que se
llegauan las horas del çenar y comer.
Porque para esto tenia por su arte en
sus huertas y tierra grandes estanques
y lagunas en las quales juntaua todos
quantos generos de pescados ay en el
mar. Delfines, atunes, rodaballos,
salmones, lampreas, sabalos, truchas,
mulos marinos, congrios, marraxos,
coraçinos, y otros infinitos generos
de pescados: los quales puestos alli a
punto echando los ançuelos o redes, los
hazia façilmente caer para dar plazer
a los amantes. Demas desto tenia muy
deleytosos vosques de laureles, palmas,
çipreses, platanos, arrayanes, çedros,
naranjos y frescos chopos y muy poderosos
y sombrios nogales y otras espeçies de
arboles de gran rama y ocupaçion. Y todos
estos estauan entretexidos y rodeados
de rosas, jazmines, azuçenas, yedras,
lilios y de otras muy graçiosas flores
y olorosas que junto a vnas perenales
y vibas fuentes hazian vnas suaues
carçeles y unos deleytosos escondrixos
aparejados para encubrir qualquier desman
que entre damas y caualleros hiziesse
el amor. Por aqui corrian muy mansos
conejos, liebres, gamos, çieruos: que
con manos, sin corrida, los caçaba cada
qual. En estos plazeres y deleytes me
tubo çiego y encantado esta maga un mes
o dos: no teniendo acuerdo, cuenta, ni
memoria de mi honrra y fe deuida a mi
prinçipe y Señor, el tiempo perdido,
mi viaje y compañia, ni de la ocasion
que me truxo alli; y ansi vn dia entre
otros (porque muchos dias, ni lo podia
ni osaua haçer) me bajé solo a vn jardin
por me solazar con alguna libertad, y de
alli guiado no sé por qué buen destino
que me dio, traspuesto fuera de mí,
sin tener miramiento ni cuenta con la
tierra, ni con el çielo, con el sereno,
nublo, ni sol, el alma sola traspuesta
en si mesma yua traçando en manera de
eleuamiento y contenplaçion la ventaja
que los deleytes del çielo tenían a los
de por acá; y ansi passé de aquel jardin
a vn espeso y çerrado vosque sin mirar
por mi; y por vna angosta senda caminé
hasta llegar a vna apazible y deleytosa
fuente que con vn graçioso corriente
yua haciendo vn sonido por entre las
piedras y yernas que sacaua los honbres
de si: y con el descuydo que llegué alli
me arrimé a vn alto y fresco arrayan,
el qual como los mienbros descuydados y
algo cansados derroqué sobre el començo
a gemir; y como quien soñando que se
ahoga, o está en algun peligro despierta,
ansi con gran turbaçion bolui sobre mí.
Pero torneme a sosegar quando consideré
estar en tierra y casa donde todas las
cosas causan admiraçion, y el manjar en
el plato acontece hablar; y como sobre
el arrayan mas el cuerpo cargué, tornó
con habla humana a se quexar diziendo:
tente sobre ti, no seas tan cruel; y yo
como le oy que tan claro habló leuantéme
de sobre él y él me dixo: no temas ni te
marauilles, Señor, que en tierra estas
donde has visto cosas de mas espanto que
verme hablar á mi; y yo le dixe: deesa,
o ninpha del voscaxe, o quien quiera que
tu seas, perdona mi mal comedimiento;
que bien creo _que_ tienes entendido de
mi que no he hecho cosa por te ofender.
Que la inorançia y poca esperiençia que
tengo de ver espiritus humanos cubiertos
de cuerpos y corteças de árboles me
han hecho injuriar con mis descuydados
mienbros tu diuinidad. Ansi los buenos
hados en plazer contino effectuen tu
dichoso querer, y las çelestiales
estrellas se humillen a tu voluntad, que
me hables y comuniques tu humana boz,
y me digas si agora o en algun tiempo
yo puedo con algun beneffiçio purgar la
offensa que han hecho mis miembros a tu
diuino ser. Que yo juro por vida de mi
amiga aquella que morir me haze, de no
reusar trabajo en que te pueda seruir.
Declarame quien eres y qué hazes aqui.
Respondiome él: No soy, señor, yo deesa,
ni ninpha del vosque; no sé cómo me
has tan presto desconoçido, que soy tu
escudero Palomades. Pero no me marauillo
que no me conozcas, pues tanto tienpo ha
que no te acuerdas de mi ni te conoçes
a ti. Como yo oy que era mi escudero
quedé confuso y sin ser, y ansi con
aquella mesma confusion me le fue abraçar
deseoso de le tener con quien a solas
razonar, como con él solia yo tener otros
tiempos en mi mas contina conuersaçion.
Pero ansi abraçando ramas y hojas y
troncos de arrayan le dixe; ¿que es esto
mi Palomades? ¿quien te encarceló ay?
Respondióme: mira, señor, que esta tierra
donde estás los arboles que ves todos son
como yo. Tal costumbre tiene la señora
que te tiene aqui, y todas las damas y
dueñas que en su compañia estan. Sabe que
esta es vna maga encantadora, treslado
y trasumpto de Venus y otras rameras
famosas de la antigüedad. Ni pienses que
obo otra Cyrçes, ni Morganda, ni Medea;
porque a todas estas exçede en laçiuia y
engaños que en el arte magica se pueden
saber. Esta es la huespeda que bajando
la sierra nos hospedó; y con la guia nos
enbió á este castillo y vosque fingiendo
nos enbiar a su sobrina la doncella Saxe.
Pero engañonos, que ella mesma es; que
por gozar de tu moçedad y loçana juuentud
haze con sus artes que te parezca su
vejez tan hermosa y moça como agora
está. Y ansi como me dexaste en el patio
quando entramos, aqui fue depositado en
poder de otra vieja hechizera que con
regalos quiso gozar de mi; y ansi la
primera noche ençendida en su luxuria me
descubrio todo este engaño y su dañada y
peruersa intinçion; çiega y desuenturada
pensando que yo nunca della me auia de
partir. No pretenden estas maluadas sino
hartar su laçiuia con los honbres que
pueden auer; y luego los dexan y vuscan
otros de quien de nueuo gozar, y hartas,
porque los honbres no publiquen su
torpeza por allá conuiertenlos en arboles
y en cosas que ves por aqui; y para
effectuar su peruersa suçiedad tienen
demonios ministros que de çien leguas se
los traen quando saben ser conuenientes
para su mal proposito; y ansi viendome
mi encantadora desgraçiado y descontento
de sus corruptas costumbres y que andaua
deseoso para te auisar, trabajaron
por me apartar de ti, y avn porque no
huyesse me conuertieron desuenturado en
esta mata de arrayan que aqui ves, sin
esperança de salud; y ansi han hecho a
otros valerosos caualleros con los quales
ya con sus artes y engaños satisfizieron
su suçiedad, y despues los conuertieron
en arboles aqui. Ves alli el que mandó
la casa de Guevara conuertido en aquel
çipres; y aquel nogal alto que está alli
es el que mandó la casa de Lemos despues
del de Portogal; y aquel chopo hermoso es
el que gouernó la casa de Cenete antes
del de Nasao. Y aquel platano que da alli
tan gran sonbra es uno de los prinçipales
Osorios. Aqui verás Mendoças, Pimenteles,
Enrriques, Manrriques, Velascos, Stuñigas
y Guzmanes; que despues de largos años
han quedado penitençiados por aqui.
Buelue, buelue, pues, señor, y abre
los ojos del entendimiento; acuerdate
de tu nobleza y linaxe. Trabaja por te
libertar; no pierdas tan gran ocasion. No
bueluas allá; huye de aqui. Estuue por
gran pieza aqui confuso y enbobado, que
no sabia qué hablar a lo que me dezia mi
escudero Palomades; y como al fin en mí
bolui y con los ojos del entendimiento
aduerti sobre mí, echeme de ver; y hallé
que en mi habito y natural era estrañado
de mi ser. Halleme todo afeminado sin
pareçer en mi ni semejança de varon:
lleno de luxuria y de viçio; untado
el rostro y las manos con vnguentos,
colores y açeites con que las rameras
se suelen adornar para atraer a si a la
diuersidad de amantes, principalmente
si en la mesma calle y vezindad ay dos
que la vna está con la otra en porfia.
Traya vn delicado y polido vestido que
a su modo y plazer me auia texido la mi
maga por más se agradar, con muy gentil
aparato y labor. Lleuaua vn collar rico
de muy preçiadas piedras de Oriente y
esmaltes que de ambos hombros cuelga
hasta el pecho; llenos de anillos los
dedos, y dos braçaletes en cada braço
que pareçian axorcas de muger. Traya los
cabellos encrespados y anillados[481]
ruçiados y vntados con aguas y açeytes
olorosos y muy preçiados. Traya el rostro
muy amoroso y bello, afeytado a semejanza
de los mançebos que en Valençia se vsan
y quieren festejar. En conclusion por
el rostro, semblante y dispusiçion no
huuiera honbre que me conoçiesse sino
fuera por el nombre; tan trocado y mudado
tenia todo mi ser. Luego como mirandome
vital y de capitan fiero estimado me
hallé conuertido en viçiosa y delicada
muger, de verguença me quise morir; y
se me cayeron las hazes en el suelo sin
osar leuantar los ojos avn a mirar el
sol; marchicho[482], confuso y sin saber
qué dezir; y en verdad te digo que fue
tanta la verguença que de mi tenia y
el arrepentimiento y pessar que en mi
spiritu entró que mas quisiera estar so
tierra metido que ofreçerme a ojos de
alguno que ansi me pudiera ver. Pensaua
dónde yria; quién me acogeria; quien no
se reyria y vurlaria de mi. Lastimauame
mi honrra perdida; mis amigos que me
aborreçerian; mis parientes que me
huyrian. Comienço en esto tan miserable
y cuytadamente a llorar, que en lagrimas
me pensaua conuertir. Dezia: ¡o malditos
y miserables[483] placeres del mundo, qué
pago tan desuenturado dais. ¡O pluguiera
a Dios que fuera yo a la guerra y mil
vezes muriera yo allá antes que auer yo
quedado en este deleyte acá! Porque con
la muerte hubiera yo hecho la xornada
mucho a mi honrra; y ansi quedando acá
muero çien mil vezes de muerte vil sin
osar pareçer. He faltado a mí, a mi
prinçipe y señor. Por muchas vezes miré
por el rededor de aquella fuente por ver
si auria alguna arma, o instrumento de
fuerça con que me poder matar; porque la
mi maga de armas y de animo me pribó; y
ansi con esta cuyta me bolui al arrayan
por preguntar a mi compañero si auia
dexado sus armas por alli, siquiera
por poder con ellas caminar y por me
defender si alguna de aquellas malas
mugeres saliesse a mi; y como junto a si
me vio començo a darme grandes bozes;
huye, huye, señor, que ya aparejado el
yantar anda la tu maga muy cuydadosa a te
vuscar; y si te halla aqui sospechosa de
tu fe tomará luego vengança cruel de ti.
Porque esto vsan estas malauenturadas de
mugeres por más que amen; si alguno les
falta y hierra no fian del honbre más,
y nunca se acaban de satisfazer; porque
sienpre quieren muy hartas de todos
trihunfar; y ansi alçando mis faldas
al rededor començe con grande esfuerço
a correr cara donde sale el sol; yua
huyendo, sudando, cansado y caluroso,
boluiendo a cada passo el rostro atras.
Plugo a los mis bienauenturados hados
que auiendo corrido dos horas, avnque
con gran fatiga y dolor por aquel vosque
espeso çerrado de aspereça y matorral, en
fin, sali de la tierra de aquella mala
muger; porque a qualquiera honbre que
con efficaz voluntad quiere huyr de los
viçios le ayuda luego Dios; y como fuera
me vi, humillado de rodillas, puestas
las manos al çielo, con animo verdadero
demandé perdon dando infinitas graçias a
Dios por tan soberana merçed. Senteme a
vna fuente que vi alli; la qual avnque
no tenia al rededor aquella deleytosa
sombra de aquellas arboledas y rosas que
estauan en el vosque de la encantadora,
me dio a mi mayor deleyte y plazer, por
ofreçerseme a mayor neçesidad; y tomando
con las manos agua me començé á labar el
rostro, cabeza y boca por echar de las
venas y huesos el calor inmenso que me
abrasaua; y ansi desnudandome de todas
aquellas delicadas ropas y atauios me
ayreé y refresqué, proponiendo de en
toda mi vida más me las vestir. Arrojé
por aquel suelo collar, oro y joyas que
saqué de aquel Babilon; pareçiendome que
ningun dia por mí pasó mas bienauenturado
que aquel en que ansi me vi muerto de
hambre y sed. Temia aquellos arreos y
delicadeças no me tornassen otra vez a
encantar; pareçiendome tener en si vn no
sé que, que aun no me dexauan[484] del
todo boluer en mi; y ansi lo mas pobre
y sençillo que pude començe á caminar
poniendo mil protestaçiones y juras sobre
mí de nunca yr donde honbre me pudiesse
conoçer; yendo por aquellos caminos y
soledad me deparó Dios vn pastor que de
pura piedad con pan de çenteno y agua de
vn barril me mato hambre y sed; y por
acabar de echar de mi del todo aquellos
enbeleñados vestidos hize trueque con
algunos andraxos que él me quiso dar.
Pues con aquella pobre refeçion llegué
ya casi que anocheçia a vn monesterio de
frayles de San Bernardo que estaua alli
en vn graçioso y apazible valle; donde
apiadandome el portero, lo mejor que
pude me albergué, y luego a la mañana
trabajé con toda afabilidad y sabor a
los comunicar y conuersar, pareçiendome
a mi que de buena voluntad me quedaria
aqui si me quisiesen reçebir. Pero como
las guerras acabauan en aquella sazon
en aquella tierra, pareçiendoles que
yo huuiese sido soldado y que por no
ser bueno venia yo ansi, no se osauan
por algunos dias del todo fiar; pero
por pareçerme que aquel lugar y estado
era conveniente para mi proposito y
neçesidad, trabajé con mucha humildad
y bajeza a los asegurar continuando
en ellos mi seruiçio quanto pude; y
ansi passados algunos dias, ya que
se començaron a fiar me obligué a
los seruir. Barriales las claustras
y iglesia; y tanbien seruia al comer
en[485] la mesa de compaña porque luego
no pude mas; y despues andando el tiempo
pedíles el habito y como me vieron algo
bien inclinado plugoles de me le dar con
intinçion que fuesse para los seruir.
MIÇILO.--De manera que te obligauas por
sclauo de tu voluntad.
GALLO.--Por çierto de mayor seruidunbre
me libró Dios quando de poder de la
maga me escapó[486]. Que lo que peor es
que entrando los hombres alli luego se
comiençan a peruertir. Que todos quantos
en aquella orden ay todos entran ansi; y
luego tienen pensamiento y esperança de
venir a mandar.
MIÇILO.--Buena intinçion lleuais de
seruir a Dios.
GALLO.--¿Pues qué piensas? Todo es ansi
quanto en el mundo ay. Luego me dieron
cargo de la limpieça del refitorio,
compañero del refitolero.
MIÇILO.--Entonces holgarte yas mucho en
gozar de los relieues de todos los vasos
de los frayles.
GALLO.--Pues como yo aprobé algunos años
en este offiçio començaron me a ordenar.
En fin, me hizieron de misa.
MIÇILO.--Grandes letras lleuauas.
GALLO.--Lleuaua todas las que aquellos
vsan entre si; y yo luego començe a
desemboluerme y endereçar la cresta y
fue subiendo por sus grados, que quando
ubo vn año que fue de misa me dieron la
porteria; y a otro año me dieron el cargo
de zillerero.
MIÇILO.--¿Que offiçio es esse?
GALLO.--Proueer todo el mantenimiento de
casa.
MIÇILO.--Gran offiçio era ese, gallo,
para te faltar; a osadas que no
estuuiesses atado a nuestra pobre raçion.
GALLO.--Entonces cobré yo en la casa
muchos amigos: y gané mucho credito con
todos de liberal; porque a ninguno negué
nada de todo quanto pidiesse. Porque
siempre trabajé que a costa ajena ninguno
se quexasse de mi; y ansi me hizieron
prior.
MIÇILO.--Fuera de todas esas cosas; en lo
que tocaua a la orden mucho trabajo se
deue de tener.
GALLO.--Antes te digo que no ay en el
mundo estado donde más sin cuydado ni
trabajo se goze lo bueno que el mundo
tiene; si algo tiene que bueno se pueda
dezir. Porque tres cosas que en el mundo
se estiman las tienen alli los frayles
mejores que las gozan todos los hombres.
La primera es el comer ordinario; la
segunda son los aposentos en que viben, y
la terçera es el credito y buena opinion.
Porque a casa de qualquiera prinçipe, o
señor que vays, todos los honbres han
de quedar a la puerta aguardando para
negoçiar; y el frayle ha de entrar hasta
la cama; y a ningun honbre dará vn señor
vna silla, ni le sentará a su mesa sino
vn frayle quanto quiera que sea de todo
el monesterio el mas vil.
MIÇILO.--Tú tienes mucha razon; y ansi me
marauillo como ay honbre cuerdo que no se
meta frayle.
GALLO.--Al fin mis amigos me eligieron
por abbad.
MIÇILO.--¡O cómo gozarias de aquel
su buen comer y beber y de toda su
bienauenturança! Pero dime ¿en que te
ocupauas siendo abbad?
GALLO.--Era muy amigo de edificar y ansi
hize dos arcos de piedra muy fuertes en
la bodega; porque estaua cada dia para
se nos hundir; y porque vn refitorio
que teniamos bajo era frio, hize otro
alto de muy ricos y hermosos artesones y
molduras; y vna sala muy sunptuosa en que
comiessen los huespedes.
MIÇILO.--¿Pues no tenias alguna
recreacion?
GALLO.--Para eso tenia la casa muchas
casas en riberas de plazer, donde auia
muy poderosos cañales y hazeñas.
MIÇILO.--Dime gallo ¿con los ayunos
tienen los frayles mucho trabajo?
GALLO.--Engañais os; porque en ninguna
orden ay mas ayunos que vosotros teneis
seglares[487], sino el auiento; y este
ayuno es tal que siempre le deseamos que
venga; porque vn mes antes y aun dos
tenemos de recreaçion para auerle de
ayunar. Vamonos por las granjas, riberas,
deesas y huertas que para esto tiene
la orden muy granjeado y adereçado; y
despues venido el auiento a ningun frayle
nunca mataron avnque no le ayunasse. Que
a todo esto dizen: tal por ti qual por
mi[488].
MIÇILO.--El contino coro de maytines y
otras horas no daua passion?
GALLO.--El contino coro por pasatiempo le
teniamos y a los maytines con vn dolor de
cabeza que se fingiesse no van a ellos en
vn mes. Que hombres son como vosotros acá.
MIÇILO.--Por çierto eso es lo peor y
lo que mas es de llorar. Pues si eso es
ansi, que ellos son honbres como yo ¿de
qué tienen presunçion? ¿De solo el habito
han de presumir?
GALLO.--Calla, Miçilo, que muchos dellos
pueden presumir de mucha sanctidad y
religion que en ellos ay. Que en el mundo
de todo ha de auer; que no puede estar
cosa en toda perfeçion.
MIÇILO.--Espantado me tienes, Gallo, con
lo mucho que has passado, lo mucho que
has visto, y la mucha esperiençia que
tienes; y prinçipalmente con este tu
cuento[489] me has dado mucho plazer y
admiraçion; yo te ruego no me dexes cosa
por dezir. Dime agora ¿en qué estado y
naturaleza viuiste después?
GALLO.--Quiero te dezir del que más me
acordare conforme á mi memoria; porque
como es la nuestra mas flaca que ay en
_el_ animal no te podre guardar orden
en el dezir. Fue monja, fue ximio,
fue auestruz, fue vn pobre Timon, fue
vn perro, fue un triste y miserable
seruidor[490], y fue vn rico mercader;
fue Icaro Menipo el que subió al çielo y
vió allá a Dios.
MIÇILO.--Dese Icaro Menipo he oido mucho
dezir, y de ti deseo saber más del,
porque mejor que ninguno sabras la verdad.
GALLO.--Pues mira agora de quién quieres
que te diga, que en todo te quiero
complazer.
MIÇILO.--Aunque al presente vurles de
mí ¡o ingeniossissimo gallo! con tu
admirable y fingido cuento[491] te ruego
me digas: luego como te desnudaste del
cuerpo de frayle, de cúyo cuerpo te
vestiste?
GALLO.--El de vna muy honrrada y
reuerenda monja; avnque vana como es el
natural de todas las otras.
MIÇILO.--¡O valame Dios! que conueniençia
tienen entre si capitan, frayle y monja?
De manera que fue tiempo en el qual tú,
generosissimo gallo, te atauiauas y
lauauas y ungias como muger; y tenias
aquellas pesadunbres, purgaçiones y
miserias que tienen todas las otras.
Marauillome como pudiste subjetar aquella
braueza y orgullo de animo con que
regias la fiereza de tus soldados, a la
cobardia y flaqueza de la mujer; y no de
qualquiera, pero de vna tan afeminada y
pusilanime como una monja; que demas de
su natural, tiene profesada cobardia y
paçiençia.
GALLO.--¿Y deso te marauillas? Antes te
hago saber que yo fue aquella famosa
ramera Cleopatra egipçia hermana de aquel
barbaro Tholomeo que hizo cortar la
cabeça al gran Pompeo quando vençido de
Julio Cesar _en la Farsalia_ se acogió
á su ribera; y otro tienpo fue en Roma
vna cortesana llamada Julia Aspassia
mantuana en tienpo del papa Leon deçimo.
Que en loçania y aparato exçedia a las
cortesanas de mi tienpo; y ansi tuve
debajo de mi dominio y subjeçion a todos
quantos cortesanos auia en Roma desde
el mas graue y ançiano cardenal, hasta
el camarero de monseñor. Pues cómo te
marauillaras si vieras el brío y desdeño
con que solia yo a todos tratar! Pues qué
si te dixesse los engaños, fingimientos y
cautelas de que yo vsaua para los atraer;
y despues quanto injeniaua para los sacar
la moneda que era mi vltimado[492] fin.
Solamente querria que el tienpo nos diese
lugar a te contar quando fue vna ramera
de Toledo en España. Que te quisiera
contar las costunbres y vida que tuue
desde que naci; y prinçipalmente como me
ube con vn gentil mançebo mercader y el
pago que le di.
MIÇILO.--¡O mi eloquentissimo gallo! que
ya no mi sieruo sino mi señor te puedo
llamar, pues en tienpos[493] de tu buena
fortuna no solamente çapateros miseros
como yo, pero tuuiste debajo de tu mando
reyes y Cesares de gran valor. Dime
agora, yo te ruego, eso que propones, que
con affecto te deseo oyr.
GALLO.--Pues tú sabras que yo fue hija
de vn pobre perayre en aquella çiudad de
Toledo, que ganaua de comer pobremente
con el trabajo contino de vnas cardas
y peynes; que ya sabes que se hazen en
aquella çiudad muchos paños y bonetes;
y mi madre por el consiguiente viuia
hylando lana; y otras vezes labando paños
en casa de hombres ricos mercaderes y
otros çiudadanos.
MIÇILO.--Semejantes mujeres salen de
tales padres: que pocas vezes se crian
bagasas de padres nobles.
GALLO.--Eramos vn hermano y yo pequeños,
que él auia doze años y yo diez; ni mi
madre nunca tubo mas; y yo era mochacha
bonica y de buen donayre y çiertamente
cobdiçiosa de pareçer a todos bien; y
ansi como fue creçiendo de cada dia más
me preçiaua de mi y me yua apegando a
los honbres; y ansi avn en aquella poca
edad qualquiera que podia me daua vn
alcançe, o empellon, de qual que pellizco
en el braço, o trauarme de la oreja
o de la barua. De manera que pareçia
que todos trabajauan por me madurar,
como quien dize a pulgaradas, y yo me
vine saboreando y tascando en aquellos
saynetes que me sabian como miel; y ansi
vn moço del cardenal _Fray Françisco
Ximenez de Çisneros_, que viuia junto a
nosotros me dio vnos zarçicos de plata
y vnas calças y seruillas con que me
començé a pulir y a pisar de puntillas.
Alçaua la cofia sobre las orejas y
traya la saya corta por mostrarlo todo;
y ansi començé yo a gallear, andar y
mirar con donayre, el cuello erguido,
y no me dexaua tanbien hollar de mi
madre; que por qualquiera cosa que me
dixesse la haçia rostro rezongando a la
contina y murmurando entre dientes, y
cuando me enojaua luego la amenaçaua con
aquel cantar diziendo: Pues bien, para
esta; que agora veniran los soldados
de la guerra, madre mia, y lleuarme
han; y ansi suçedió como yo quería. Que
en aquél tienpo determinó el cardenal
Fray Françisco de Çisneros emprender la
conquista de Oran en Africa, y haziendo
gente todos me combidauan si queria
yo yr allá, y acosaronme tanto que me
hizieron dezir que si, y ansi aquel
moço de casa del Cardenal dió notiçia
de mí a vn gentil honbre de casa que
era su amo, que se llamaua Françisco de
Vaena que yua por Capitan; el qual sobre
çiertas conueniençias y capitulos que
comigo firmó, y en mi _ombligo_ selló,
se encargó de me llenar, y porque era
mochacha pareçiole que yria yo en el
habito de paje con menos pesadunbre; y
ansi me vistió muy graçiosamente sayo y
jubon de raso de colores y calças con
sus tafetanes, y me puso en vna muy
graçiosa acanea, y como la partida estuuo
a punto, dando cantonada a mis padres,
me fue con él. Aqui te quisiera dezir
cosas marauillosas que passauan entre
sí los soldados, pero porque avn abrá
tiempo y proposito quiero proseguir en
lo que començé. Aqui supe yo mil auisos
y donayres y gentilezas; las cuales
aprendí porque otras muchas mugeres
que yuan en la compañia las tratauan
y hablauan con el alferez, sargento y
caporal y con otros offiçiales y gentiles
honbres delante de mí, pensando que era
yo varon. En fin yo amaestrada deseaua
boluer ya acá para viuir por mi y tratar
a mi plazer con mas libertad; porque no
podia hablar todo lo que queria en aquel
habito que me vistió; que por ser zeloso
el capitan no me dexaua momento de junto
a si, y mandóme que sopena de muerte a
ninguno descubriesse ser muger. Pues
suçedió que en vna escaramuça que se dio
a los moros fue mal herido el capitan,
y mandandome quanto tenia murio; y por
dudar el suçeso de la guerra y pensando
que avnque los nuestros huuiessen vitoria
y diessen la çiudad a saco más tenia
yo ya saqueado que podia saquear, me
determiné boluer a España antes que
fuesse de algun soldado entendida; y
ansi me concerté con vn mercader que
en vna carauela lleuava de España al
real prouision, que me huuiesse de
passar; y ansi cogido mi fato, lo mas
secretamente que pude me passé, y con
la mayor priessa que pude me bolui a mi
Toledo, donde en llegando supe que mi
padre era muerto; y como mi madre me
vió me reçibió con plazer, porque vió
que yo venia razonablemente proueyda:
que de más de las ropas de seda muchas y
muy buenas que hube del Capitan, traya
yo doçientos ducados que me dixo que
tenia en vna bolsa secreta al tienpo de
su muerte. De lo qual todo me vestí bien
de todo genero de ropas de dama al vso
y tiempo muy gallardas y costosas, y
por tener ojo a ganar con aquello más.
Hize vasquiñas, saboyanas, verdugados,
saltaenbarca, nazarena, reboçiños,
faldrillas, _briales_, manteos, y otras
ropas _de paseo_, de por casa, de raso,
de tafetan y de chamelote; y quando lo
tube a punto nos fuemos todos tres a
Salamanca, que ya era my hermano buen
moço y de buena dispusiçion, y en aquella
çiudad tomamos una buena casa en la
calle del Prior. Donde llamandome doña
Hieronima de Sandoual, en dos meses que
allí estuue gané horros çien ducados
entre estudiantes generosos y caualleros
naturales del pueblo; y como supe que la
corte era venida a Valladolid enbié a mi
hermano que en vna calle de conversaçion
me tomasse vna buena posada, y él me
la alquiló de buen reçebimiento y
cunplimiento en el barrio de San Miguel.
Donde como llegamos fuemos reçebidos de
vna huespeda honrrada con buena voluntad.
Aqui mi madre me recató mucho de todos
quantos auia en casa, diçiendo que ella
era vna bibda de Salamanca, muger de vn
cauallero defunto, y que venia en vn
gran pleyto por sacar diez mil ducados
que auia de auer para mi de docte, de la
legitima de mi padre que tenia vsurpado
un tio mío que suçedió en el mayorazgo; y
yo ansi me recogi y me escondi con gran
recatamiento que ninguno me pudiesse
ver sino en açecho y asalto; y ansi la
huespeda començo a publicar que estaua
alli vna linda donzella, hija de vna
viuda de Salamanca, muy rica y hermosa
a marauilla, proçediendo con quantos
hablaua en el cuento de mi venida y
estado; y tanbien ayudó a lo publicar
vna moça que para nuestro seruiçio
tomamos; y yo en vna ventana baja de
vna sala que salia a la calle hize vna
muy graçiosa y vistosa zelosía, por
donde a la contina azechaua mostrandome
y escondiendome, dando a entender
que a todos queria huyr y que no me
viessen.[494] Con lo qual a todos quantos
cortesanos passauan daua ocasion que de
mi estado y persona procurassen saber;
y algunas vezes parandome muy atauiada
a vna ventana grande, con mi mirar y
aparato, a las vezes haziendo que queria
huyr, y a las[495] vezes queriendome
mostrar _fingiendo algunos descuydos_,
ponia a todos más[496] deseo de me ver.
Andaua ya gran multitud de seruidores,
caualleros y señores de salua enbiando
presentes y seruiçios y ofreçimientos, y
a todos mi madre despedia diziendo que su
hija era donzella y que no eramos mugeres
_de palaçio y passatiempo_, que se sufria
herrar; que se fuessen con dios. Entre
todos quantos en mi picaron se adelantó
más vn mançebo mercader estrangero rico,
gentil honbre y de gran aparato: era en
fin como le deseaua yo. Este más que
ninguno otro se arriscó, a se me ofrecer
trabajando todo lo posible porque yo
le diesse audiençia; y como la moça
le inportunaua sobre muchos mensajes,
musicas y seruiçios y contino pasearme
la puerta, alcançó de mi que yo le
huuiesse de oyr, y sobre tienpos tasados
y aplazados le falté mas de veynte vezes
diziendo que mi madre no lo auia de
sauer; y en el entretanto ningun mensaje
le reçebia que no me lo pagaua con el
doblo: que çamarro, saboyana, pieza de
terciopelo, joyel, sortixa: de manera que
ya que vna noche a la hora de maytines le
vine a hablar por entre las puertas de la
calle sin le abrir, me auia dado joyas de
mas de doçientos ducados. En aquella vez
que allí le hablé yo le dixe que en la
verdad yo era desposada con un cauallero
en Salamanca, y que agora esperaua auer
la sentencia de los diez mil ducados de
mi docte, y que aguardaua a mi esposo
que auia de venir a me uer: por lo qual
le rogaua yo mucho que no me infamasse,
que daria ocasion de gran mal; y el pobre
mançebo desesperado de salud lloraua y
maldeziase con gran cuyta, suplicandome
puesto de rodillas en el suelo ante las
puertas çerradas que le diesse liçençia
como vn dia se viesse delante de mi, que
le pareçia no desear otra beatitud; y
yo mostrandome algo piadosa y como por
su gran importunidad le dixe: Señor, no
penseis ni espereis de mí, que por todos
los tesoros del mundo haria cosa que
menoscabasse mi _honrra_ y honestidad;
pero eso que me pedis alcançadlo vos de
mi señora, que podra[497] ser que lo
haga yo. Con esta palabra se consoló en
tanta manera que pareçió _entonces_ de
nueuo[498] resucitar, porque entendio
della dezirla yo con alguna parte de
affiçion sino que ser yo donzella y niña
me causaua tener sienpre aquel desden,
y no me atreuer a más liberalidad;
y ansi me despedi dexandole a la
puerta sollozcando y sospirando, y sin
ninguna[499] pena ni cuydado me fue a
dormir, y porque estuuiesse mi madre
auisada de lo que se deuia hazer le conté
lo que la noche passó. Luego por el dia
proueyo mi seruidor para mi casa todo lo
que fue menester, enbiando a suplicar
a mi madre le diesse liçençia para la
venir a visitar, y ella le enbió a dezir
que viniesse pero que fuesse con tanto
auiso y miramiento que no peligrasse
nuestra honrra, y que antes ella le
deseaua hablar por aduertirle de lo que
nos conuenia, y que ansi le encomendaua
viniesse cuando fuesse anocheçido, y que
la huespeda no le[500] sintiesse; y ansi
él vino anocheçiendo y entró con tanto
recatamiento como si escalara la casa del
rey.
MIÇILO.--Dime, gallo, ¿porqué te detenías
tanto y hazias tantos encareçimientos?
GALLO.--Poco sabes deste menester. Todo
esto que yo hazia era para ençenderle
más el apetito; para que le supiesse más
el bocado de la manzana que le esperaua
dar. Que avn mucho más se le encareçí
como verás. Pues como mi madre le reçibió
se sentó en la sala con él diziendole:
señor, yo os he deseado hablar por
pediros de merçed que pues publicais que
teneis affiçion a mi hija doña María, no
la hagais obras que sean su destruiçion.
Porque ya creo que, señor, sabreis, y
sino quiero os lo dezir, que yo fue muger
de vn valeroso cauallero de Salamanca de
los mejores Maldonados; del qual me quedó
vn hijo y esta hija que es la lunbre de
mys ojos; y sabed que mi marido poseyó
vn cuento de renta mientra viuio; porque
su padre dispuso en su testamento que le
poseyesse él por su vida por ser mayor; y
que siendo él muerto suçediesse el hijo
menor, hermano de my marido[501], con
tal condiçion que diesse a cada vno de
los hijos que quedassen al mayor çinco
mil ducados; _y sino se los quisiese dar
que suçediesse en ello el hijo mayor
adelante en su linea_; y ansi el hermano
de mi marido se ha metido en el mayorazgo
y no quiere dar los diez mil ducados
que deue a mis dos hijos; y ansi ha dos
años que pleyteo con él, donde espero
la segunda sentençia que es final en
esta causa, que se dará antes de diez
dias. En cuya confiança yo desposé a mi
hija con vn cauallero muy prinçipal de
aquella çiudad, mandandole los diez mil
ducados en docte porque mi hijo le[502]
haze donaçión de los suyos si yo le diese
agora quinientos[503] ducados, porque va
a Rodas por la encomienda[504] de San
Juan, y está todo el despacho hecho del
Rey y de su informaçion. Agora, señor
hijo, yo os he querido hablar por dos
cosas. Lo primero suplicaros que os
tenpleis en vuestro ruar; porque cada dia
esperamos al esposo de doña Maria; y si
él venido tomasse sospecha de vos seria
tomar vn siniestro que la echassedes
a perder; y lo segundo que os quiero
suplicar es que hagais esta buena obra a
doña Maria mi hija, pues todo es para su
remedio y bien, que nos presteis estos
quinientos[505] ducados para con que
enbiemos mi hijo de aqui: que yo os haré
vna cédula de os los pagar auida agora la
sentençia y execuçion; y en lo demas mi
hija y yo estamos aqui para os lo servir;
que no será ella tan ingrata que visto
el bien que la hazeis no huelgue de os
hazer el plazer que querreis; y diciendo
esto le tomó mi madre por la mano y me
le metio a vna camara donde yo estaua
con una vela rezando en vnas Horas, y
la verdad que te diga estaua rogando al
demonio açertase mi madre en su petiçion;
y como le[506] vi entrar fingi alguna
alteraçion[507], y mirando bien le reçebí
con mi mesura; y él mostró quererme[508]
bessar el pie, y auiendo algo hablado
en cosas uniuersales de la corte, del
Rey, de las damas y caualleros, traxes
y galanes, saliendose mi madre me dexó
sola con él. El qual se fue luego para
mí trabajando por me bessar, pero yo me
defendí por gran pieza hasta que mi madre
entró y le sacó afuera diziendo que le
queria hablar, y él se le quexó mucho de
mi desabrimiento y desamor jurando que me
daria toda su hazienda si le quisiesse
complazer. Mira, Miçilo, si el detenerme
como tú antes me reprehendias si me
aprouechó.
MIÇILO.--Por çierto, artifiçial maestra
estauas ya.
GALLO.--Pues mira mi madre como acudió,
que luego le dixo: Señor es niña y teme
a su esposo, y nunca en tal se vio. Ella
me obedeçera si le mando que se meta
en vna cama con vos. Pues echandose á
los pies de mi madre le dixo: hazedlo
vos, Señora, por las plagas de Dios,
que yo os daré quanto querais, y ansi
fueron luego entre si conçertados que
él le daria los quinientos ducados, y
que mi madre le hiziesse la çedula de
se los pagar dentro de vn mes; y que
ella hiziesse que yo dormiesse vna noche
con él, y ansi quedó que para la noche
siguiente se truxiessen los dineros y
hecha la çedula me diessen en rehenes a
mi, y ansi en ese otro dia entendimos en
aparejar lo que se deuia de hazer. Que
pagamos la huespeda y despedimos la casa
diçiendo que en anocheçiendo nos auiamos
de yr, y comprando mi hermano vn par de
mulas le auisamos de todo lo que auia de
hazer. Pues luego venida la noche vino
el mercader a lo conçertado _que avn no
se le coçia el pan_, y nos dió _luego
los_ quinientos[509] ducados y mi madre
le hizo la çedula a su contento[510]
_de se los pagar dentro de vn, mes_, y
luego se aparejó la çena _qual el nouio
la proueyó_; la qual acabada con mucho
contento suyo nos metió mi madre en mi
camara y çerró por defuera, y el se
desnudó suplicandome que me acostasse con
él, y yo dezia llorando con lagrimas que
no haria a mi esposo tan gran traiçion, y
él se leuantó y asiendo de mi se mostró
enojar a porfia[511] _conmigo_, y yo por
ninguna fuerça le quise obedeçer, pero
lloraua muy vivas lágrimas, y él tomando
a requerirme por bien; y yo ni por bien
ni por mal, y ansi auiendo pasado alguna
parte de la noche en esta porfia oymos
llamar a la puerta de la calle con furia,
sintiendo gran huella de caualgaduras, y
era mi hermano que traya las mulas en que
auiamos de partir, y entonçes mostrando
alteraçion dixele que estuuiesse atento.
Estando ansi hyrio mi madre a la puerta
de la camara con furia y entrando dixo:
¡ay hija! que tu esposo es venido y
preguntando por ti sube a te[512] ver,
y diziendo esto tomamos ambas a mi
seruidor, y ansi en camisa con vna espada
en la mano le hezimos salir por vna
recamara a un corredor que para este caso
auiamos quitado unas tablas del suelo,
y como él entró por alli _con intinçion
de se recoger hasta ver el suçeso_, al
primer passo cayó en vn corral, de donde
no podia salir por estar çerrado al
rededor; y luego yo vestiendome de todos
los vestidos de mi galan, que me conoçian
ya porque en ellos me crié, y despedidos
de la huespeda los vnos a los otros no
nos vimos mas hasta oy. De aqui nos
fuemos a Seuilla y a Valençia, donde hize
lançes de grande admiraçion.
MIÇILO.--Espantado me tienes ¡o gallo!
con tu osadia y atreuimiento con que
acometias semejantes hazañas. Que la
flaqueza de ser muger no te encogia el
animo a temer el[513] gran peligro en que
ponias tu persona?
GALLO.--¿Qué diçes, Miçilo, flaqueza
y encogimiento de animo? Pues más de
veras te espantaras de mi quando yo fue
Cleopatra: si me vieras con quanto estado
y magestad me presenté ante Julio Cesar
quando vino en Egipto en seguimiento de
Pompeo, y[514] vieras vn vanquete que le
hize alli para le coger[515] la voluntad,
y que si me vieras en vna vatalla que di
a Octauiano Çesar junto al promontorio
de Leucadia, donde estuuo la fortuna
en punto de poner en mi poder a Roma.
En la qual mostre bien con mi ardid y
desemboltura varonil la voluntad y ánimo
que tuue de vençer las vanderas Romanas
y lleuar delante de mi trihunfo a[516]
Çesar vençido. Todo esto quiero dexar
para otro tiempo en que tengamos mas
lugar; y agora quiero te dezir de quando
fue monja, lo qual por ser ya venido el
dia en el canto que se sigue proseguiré.
_Fin del séptimo canto del gallo._
NOTAS:
[480] _Tachado_: Siguesse el septimo canto del Gallo de Luçiano orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.
[481] G., nillados.
[482] G., marchito.
[483] G., miseros.
[484] G., dexaua.
[485] G., a.
[486] G., escape.
[487] G., los seglares teneis.
[488] G., por mi qual por ti.
[489] G., esta tu historia.
[490] G., sieruo sclauo.
[491] G., canto.
[492] G., vltimo.
[493] G., tienpo.
[494] que ninguno me viesse.
[495] G., otras.
[496] G., gran.
[497] G., podría.
[498] G., muerto.
[499] G., alguna.
[500] G., lo.
[501] G., y que si al tiempo de su muerte fuesse viuo vn otro hermano
que era menor, que suçediese en el.
[502] G., la.
[503] G., quatroçientos.
[504] G., a tomar el habito.
[505] G., quatroçientos.
[506] G., la.
[507] G., algún subito espanto.
[508] G., querer bessarme.
[509] G., quatroçientos.
[510] G., a mi madre, la cual le hizo vna çedula.
[511] G., enojado porfiando.
[512] G., por te.
[513] G., tener temor al.
[514] G., si.
[515] G., ganar.
ARGUMENTO
DEL OCTAUO CANTO DEL GALLO
En el octauo canto que se sigue el
auctor se finge hauer sido monja, por
notarles algunos intereses que en daño
de sus conçiençias tienen. Concluye con
vna batalla de ranas en imitaçion de
Homero[517].
GALLO.--Si despertasse Miçilo holgariale
entretener en el trabajo gustando él de
mi cantar; porque la pobreza çiertamente
nos fatiga tanto que con dificultad nos
podemos mantener, y no sé si le soy ya
algo odioso, porque algunas mañanas le
he despertado algo más tenprano que él
acostunbraua, por lo qual padeçiamos
mucha más hanbre, y agora porque esta
maçilenta loba no nos acabe de tragar
tomóme por ocasion para atraerle al
trabajo contarle mi vida miserable; donde
pareçe que ha tomado hasta agora algun
sabor, y plega a Dios que no le enhade
mi dezir; porque avnque sea a costa de
mi cabeza quiera él trabajar y ambos
tengamos que comer.
MIÇILO.--¿Qué dizes, gallo; qué hablas
entre ti? No me has prometido de me
despertar cada mañana, y con tu graçioso
cantar ayudarme en mi trabajo contandome
tu vida?
GALLO.--Y ansi lo quiero yo, Miçilo,
hazer; que no quiero yo por ninguna
ocassion quebrantar la palabra que te di.
MIÇILO.--Pues di, que colgado estoy de tu
habla y graçioso cantar.
GALLO.--Yo me proferi ayer de te dezir
lo que siendo monja passé, y solo quiero
reseruar para mí de qué orden fue, porque
no me saques por rastro. Pero _noramala
se diga_, quiero que sepas que este es el
genero de gente más vano y más perdido
y de menos seso que en el mundo ay. No
entra en cuento de los otros estados y
maneras de viuir; porque se preçia de
mostrar en su habla, trato, traje, y
conuersaçion ser vnica y particular. Lo
que sueñan de noche tienen por reuelaçion
de Dios, y en despertando lo ponen por
obra como si fuesse el prinçipal preçepto
de su ley. Dizense ser orden de religion:
yo digo que es más confusion; y si algun
orden tienen, es en el comer y dormir; y
en lo que toca a religion, es todo ayre
y libiandad, tan lexos de la verdadera
religion de Cristo como de Hierusalen.
No saben ni entienden sino en mantener
parlas á las redes y loqutorio[518]. Su
prinçipal fundamento es hazerse de los
godos y negar su proprio y verdadero
linaxe; y ansi luego que yo entré alli
fue como las otras la más profana y
ambiçiosa que nunca fue muger, y ansi
porque mi padre era algo pobre publiqué
que mi madre auia tenido amistad con vn
cauallero de donde me auia auido a mí,
y por desmentir la huella me mudé luego
el nonbre; porque yo me llamaua antes
Marina, como mula falsa, y entrando en el
monesterio me llamé Vernardina, que es
nombre estraño, y trabajé quanto pude por
llamarme doña Bernaldina, fingiendo la
deçendençia y genealogia de mi prosapia
y generaçion, y para esto me faboreçio
mucho la abbadesa; que de puro miedo
de mi mala condiçion _y desasosiego_
procuraua de me agradar. Acuerdome que
vn dia vn pariente mio enbio a visitarme
con un paje; y preguntandole la portera
a quien vuscaua respondió _el mochacho,
buscaua_ a Bernardina, y yo acaso estaua
alli _junto a la puerta_; y como le oy
sali á él con aquella ansia que tenia
que todos me llamassen doña Bernardina
y dixele: ¡O! los diablos te lleuen,
trapaz, que no te cabe en esa boca vn don
donde cabe vn pedaço de pan mayor que tú.
De lo qual á todas quantas estauan alli
di ocasion de reyr[519] de mi vanidad.
MIÇILO.--Pues tu padre ¿tenia antes don?
GALLO.--Si _tenia_: sino que le
tenia[520] al fin del nombre.
MIÇILO.--¿Como es eso?
GALLO.--Llamauase Françisco remendon. Ves
alli el don al cabo. Mi mayor ocupaçion
era enbiar casi cada dia a llamar los
prinçipales y mas honrrados del pueblo
vuscando negoçios que tratar con ellos;
y dilatabalos por los entretener, y de
alli venia a fingir vn pariente suyo
con el qual dezia que mi padre tubo
gran parentesco o afinidad[521]. Desta
manera con todos los linajes de Castilla
mostraua tener parte; con Mendoças,
Manriques, Ulloas, Çerda, Vaçanes. El dia
que yo no tenia con quien librar a la red
y loqutorio me tenia por menos que muger,
y si la abbadesa me negasse la liçençia
me la yba a las tocas queriendola mesar,
y la llamaua peor de su nonbre. Dos dias
en la semana enbiaua por el confesor
para me _confessar_ y consolar; y desde
que saliamos de comer hasta la noche nos
estauamos en el confessonario tratando de
vidas ajenas; porque no se meneaua monja
que yo no tuviese cuenta con ella. Otra
vez me quexaua de la abbadessa que no
me queria dar ninguna consolaçion, que
estaua para me desesperar, o hazer de
mí vn hecho malo; y amenazauala con la
visita. Aconteçiame a mí vn mes no entrar
en el coro a las horas fingiendo estar
enferma de xaqueca, que es enfermedad de
señoras, y para fingir este dolor hazia
vnos generos de birretes portogueses
afforrados en martas, o grana fina de
poluo[522] demandada a mis seruidores,
y deuotos _y familiares_. Pues para
sustentar mis locuras y intereses lebanté
vn vando en el monesterio de los dos san
Juanes Euangelista y Baptista, y como
yo tube entendido que mis contrarias
con quien yo tenia mis differençias
y pundonores seguian al Euangelista,
tomé yo con mis amigas la devoçion _el
apellido_ y parcialidad del Baptista;
no más de por contradezir. Que de otra
manera nunca tube cuenta ni eché de ver
quál dellos mereçia más, ni quál era
mejor.
MIÇILO.--¡O gran vanidad! Quánto mejor
fuera que trabajaras por imitar a
qualquiera dellos en virtud y costunbres!
GALLO.--Pues quando venia el dia de
San Juan de Junio, quanto era mi
desasosiego y mi inquietud! Reboluia todo
el pueblo vuscando la tapizeria para
la iglesia, claustras y refitorio. El
hinojo, claueles, clauellinas, halelies,
azuzenas y albahacas puestas en mil
maneras de basijas de mucha curiosidad;
y otras frescas y odoriferas yerbas y
flores, yuncos y espadañas. Aparejaua
las pastillas, moxquete, estoraque y
menxui, que truxiessen toda la casa en
grande y suaue olor. Traya aplazado el
predicador de veynte leguas; y vn año
antes negociado, y la musica vnica y
peregrina de muchos instrumentos de
suabe y acordada melodia. Negoçiaua las
bozes de cantores de todos los señores y
iglesias cathredales y colegiales quantas
auia en la comarca. Despues para todos
estos aparejaua casas, camas y de comer.
Vuscaua aues, pescados y frutas de toda
diferençia, preçio y estima. Un mes
antes hazia _los_ mazapanes, bizcochos,
rosquillas, alcorzas y confituras, y
avn mucho sebillo de manos y guantes
adobados, para dar a vnos y a otros
conforme a la calidad y libiandad de cada
qual que interuenia en mi fiesta.
MIÇILO.--Todo eso no se podia hazer sin
gran costa. Dime ¿de dónde auias todo eso?
GALLO.--Por auerlo grangeaua yo vn
año antes los amigos y seruidores por
diuersas vias y maneras. Procurando
negoçios, dares y tomares con todo género
de honbres. De los vnos me aprouechaua
para que me diessen algo; y de los otros
para que demandassen a otros[523], y
a otros queria para que me lleuassen
mis recados y mensajes con que vuscaua
y adqueria lo demas. De manera que yo
me empleaua tan toda en este caso que
nunca me faltaua cosa que hiziesse a mi
menester[524].
MIÇILO.--O quán molida y quebrantada
quedarias passada la fiesta; y más
orgullosa, presuntuosa y profana en auer
cunplido con tu vano interes! O quán
miserable y desuenturada era esa tu
ocupacion, lo que es más de llorar!
GALLO.--Las contrarias hazian otro tanto
por Nauidad dia de San Juan Euangelista,
que es el terçero dia de la pasqua.
MIÇILO.--Pareçe que tenia el demonio vn
censo cada año sobre todas vosotras; la
meytad pagado por las vnas por Nauidad;
y la otra meytad a pagar por las otras
a San Juan de Junio. ¿Qué libiandad
tan grande era la vuestra; que siendo
ellos en el çielo tan yguales y tan
conformes, aya entre sus deuotas acá
tanta desconformidad y disension? Antes
me pareçe que como verdaderas y buenas
religiosas deuieredes preçiaros ser mas
deuotas del Santo quanto mas trabajauades
en su imitaçion. Las baptistas procurar
exçeder a las otras en el ayuno contino,
en el vestido poco; en la penitençia y
sanctidad, y las euangelistas procurar
lleuar uentaja a las otras en el
recogimiento, en la oraçion, en el
amor que tubo a su maestro, en aquella
virginidad santa por la qual le encomendó
Dios[525] su madre virgen. Pero como toda
vuestra religion era palabras y vanidad,
ansi vuestras obras eran profanas y de
mundo, y ansi ellas tenian tal premio y
fin mundano. Porque si vosotras os matais
a chapinazos sobre quál de los dos San
Juanes fue mejor, y vosotras no teneis ni
seguis punto de su bondad seriades como
son dos negras esclauas de dos señoras
que se matassen a puñadas sobre quál
de sus amas era más hermosa; y ellas
dos quedassen negras como un tizon. O
como dos romeros que muy hanbrientos y
miserables con gran enojo se matassen
sobre quál es el más rico desta çiudad, y
ellos quedassen muertos de hanbre sin que
nadie[526] les dé vn pan que comer.
GALLO.--De lo que yo senti entonçes desta
gente tengo por opinion que naturaleza
hizo este genero de mugeres en el mundo
por demas; y por esta causa las echó en
los monesterios como quien las arrima a
vn rincon; y como ellas se ven tan fuera
de cuenta trabajan con estas industrias
de Sathanas darse a entender; y ansi el
primer pensamiento que la monja conçibe
entrando en el monesterio es que le
tienen vsurpado el reyno y que se le
tienen por fuerça; y que por eso la
metieron como en prision alli, y seriale
mas conueniente y prouechoso hazerse
entender que aquella es casa de orates
ó locos, donde fue lançada porque está
sin seso desde que naçio, porque acá
afuera no haga mal. Pues sabras, que yo
fue enferma de vn çaratan de que en los
pechos fue herida, de que padeçí mucha
passion hasta que la muerte me lleuó; y
luego mi alma fue lançada en vn cuerpo
de vna Rana en el lago de Genesareth
que esta en Palestina. Donde por yr tan
acostunbrada a parlar no hazia sino
cantar a la contina: prinçipalmente
quando queria llouer por dar plazer al
labrador que lo tiene por señal. En
aquella vida viuia yo en algun contento
por la gran libertad de que gozamos todas
alli. Tratauanos muy bien vn benignissimo
rey que teniamos; mantenianos el lago
en toda paz y tranquilidad avnque algo
contra la condiçion que yo auia tenido
acá: pero la nueua naturaleza me mudó. No
haziamos sino salir a la orilla al sol y
estendernos con mucho plazer, y a su hora
tornarnos a entrar en toda quietud; y
como en ningun estado en esta vida falte
miseria, tentaçion y trabajo, y creo que
el demonio entiende en desasosegar toda
criatura que en el mundo ay, ansi nos
dio a nosotras vn desasosiego el mayor
que se puede encareçer, y sabras que
como es cosa comun, teniamos alrededor
de nuestro lago mucha copia de ratones
que se vienen por alli a viuir de los
pueblos comarcanos en sus cuebas y
choças, por viuir en más seguridad; y
estos por ser gente de buena conuerzaçion
hizieron con nosotras gran vezindad: y
nosotras los tratamos a la contina muy
bien. Suçedio que vn dia quiso (que no
deuiera) vn hijo de su rey con algunos
otros sus principales y vasallos passar a
la otra parte del lago a visitar çiertos
parientes y amigos y aliados que vibian
allá. Y por ser muy largo el lago tenia
gran rodeo y trabajo y avn peligro para
passar, y comunicando su voluntad vn dia
con çiertas ranas del lago, ellas, o por
enojo que tuuiessen dellos, o por mala
inclinaçion pensaron hazerles vn gran
daño y vurla, y fue que ellas se les
ofreçieron de los passar sin lission,
si fiandose dellas se subian sobre sus
lomos; que cada vna dellas tomaria
el suyo sobre sí y ansi nadando los
passarian a la otra parte, y que por más
asegurar[527] atarian las colas dellos
a las piernas traseras de las ranas,
porque si se deleznassen del cuerpo no
peligrassen en el agua. Ansi ellos
confiados de su buena oferta vinieron
hasta vnos veynte de los prinçipales
de su vasallaje, quedando sus criados
y familiares a la orilla mirando la
lastimosa tragedia; y quando las ranas
tuuieron a los señores ratones en el
medio del lago ante los ojos de todos los
que quedaban a la orilla se van con ellos
a lo hondo, y zapuzandose muchas vezes
en el agua los ahogaron a todos: y luego
como fue auisado su Rey y los padres y
parientes de los otros vinieron al agua a
ver si acaso podrian remediar aquel cruel
aconteçimiento, y como ni por ruegos, ni
por lagrimas, ni promesas, ni amenaças no
pudieron alcançar de nuestras ranas que
no lleuasen aquel daño a execuçion dieron
muy grandes bozes, llantos y alaridos,
jurando por la grandeza del sol su padre,
y por el valor y las entrañas de su madre
la tierra de vengar tan gran traiçion y
alebosia. Protestauan la injuria contra
nuestro Rey pareçiendoles que no podia
ser tan grande atreuimiento sino con su
mandado y espreso fabor; y como nuestro
Rey oyó las bozes y pesquisó la causa y
la supo, salio de su palaçio con algunas
ranas prinçipales que se hallaron con él,
y por aplacar los ratones mandó con gran
diligençia se buscassen los malhechores
a do quiera que los pudiessen auer y los
truxiessen ante su magestad, y avnque
todos no se pudieron auer luego, en fin
fueron presas alguna cantidad dellas: de
las cuales se tomó su confesion por saber
si algun señor particular les mandó hazer
aquel daño; y como todas[528] confessaron
que ellas de su propio motiuo[529] y
maliçia lo auian hecho fueron condenadas
a muerte, y avn se quiso dezir que alguna
de aquellas ranas que fueron presas, por
ser hijas de personas señaladas fueron
secretamente sueltas y ausentadas, porque
vntaron las manos a los juezes, y avn más
los escriuanos en cuya mano dizen que
está más çierto poderse hazer; y ansi
escaparon las vidas del morir.
MIÇILO.--Pues Dios las guardó viban
y hagalas Dios bien. Por çierto gran
descuydo es el que passa en el mundo el
dia de oy: que siendo vn offiçio tan
prinçipal y caudaloso el del escriuano,
y tan neçesario, que sea[530] honbre de
fidelidad para que todos viban en paz
y quietud, consienten y permiten los
prinçipes criar notarios y escriuanos
hombres viles y de ruynes castas y suelo:
los quales por pequeño interes peruierten
el derecho y justiçia del que la ha de
auer; y sobre todo los proueen de los
officios mas principales y de más peligro
en su Reyno: como es de escriuanias
de chançillerias[531] y consejos y
regimientos y gouiernos de su hazienda y
republica: lo qual no se auia de hazer
por ninguna manera, pues en ello va tan
gran interes y peligro.
GALLO.--Y ansi un dia de mañana como
salio el sol fueron las condenadas
sacadas a la ribera y pregonandolas
vn pregonero a alta boz por alebosas,
traydoras, matadoras, _homiçidas_ de sus
bezinos y aliados, que las mandaua su
Rey morir; y ansi ante gran muchedunbre
de Ranas que salieron del lago y muchos
ratones que lo vinieron a ver fueron
publicamente degolladas. Pero el Rey
Ambrocos (_que ansi se llamaua el Rey de
los ratones_) y todos aquellos señores
estauan retraidos en sus cuebas muy
tristes y afligidos por la perdida de
sus hijos; y ansi mandó su rey llamar
a cortes, y luego fueron juntos los de
su Consejo y grandes de su Reyno. Donde
con grande encareçimiento de palabras
les propuso la cruel traiçion que hauian
cometido las ranas: y no en qualesquiera
de su reyno, sino[532] en su mesmo
hijo y de los prinçipales señores y
caualleros de su tierra. Por lo qual
avnque pudieran disimular qualquiera otra
injuria por ser sus bezinas y aliadas,
pero que este caso por ser tan atroz en
la persona real y suçesor del Reyno no
se sufria quedar sin castigo; y ansi los
ratones indignados por las lagrimas y
encareçimientos de su Rey se ofreçieron
con sus personas y estado salir luego al
campo: y que no boluerian a sus casas
hasta satisfazer y vengar su prinçipe
_Rey_ y señor o perder en el campo sus
vidas. Y ansi el Rey les mandó que dentro
de quinze dias todos saliessen al campo
a acompañar su persona real, y mandó
luego auisar con sus patentes, cartas y
prouisiones a todos los ratones bezinos
al lago, que supiessen la injuria hecha
a su rey: y que todos so pena de muerte
saliessen a las orillas y hiziessen el
posible daño en las ranas que pudiessen
auer. Luego todos aquellos señores se
fueron a sus tierras aparejar y venir
con sus compañías al mandado de su rey.
Porque esto tienen los ratones que son
muy obedientes a sus mayores; porque al
que no lo es le despedaçan todos con los
dientes; ni es menester para el castigo
del tal delito que venga particular
pesquisidor ni executor de la corte:
que[533] luego es tal _delinquente_
castigado entre ellos con muerte: y ansi
no se osa ninguno desmandar. Ya nosotras
las ranas de todo esto eramos sabidoras,
porque no faltaron algunos de sus ratones
que por tener con algunas de nosotras
estrecha amistad se lo comunicasen.
Prinçipalmente todo aquel tiempo que
passó antes que se publicasse la guerra,
porque hasta entonçes avn estauan en
pie muchas de las antiguas amistades que
auia entre vnos y otros en particular,
y tanbien lo uiamos por esperiençia en
nuestro daño: porque ningun dia auia
que no pareçiessen a la costa del lago
muchas ranas muertas, porque los ratones
se llegauan a ellas con disimulaçion y
con los dientes las hazian pedaços; _y
prinçipalmente hazian esto vna compañia
de malos soldados que de estrañas
tierras el Rey auia traydo alli de vn
su amigo y aliado: gente muy belicosa y
de grande animo, que ninguna perdonauan
que tomassen delante de si_. Ya eran tan
grandes los[534] daños que se nos hazian
que no se podian disimular, y dentro de
quinze dias pareçieron ante las[535]
riberas de Genesareth más de çien mil
ratones, en tanta manera que el campo
cubrian. Vino alli su[536] Rey _Ambrocos_
con gran magestad con todo el aparato de
tristeza y luto, protestando de no yr
de alli sin vengar muy a su voluntad la
muerte de su hijo; y ansi mandó dar en el
campo vn muy brauo y sangriento pregon.
Traya vn fiero raton por capitan general,
al qual llamauan Lampardo el cruel: viejo
y de maduro juizio, que toda su vida auia
vibido en los molinos y _las_ hazeñas
que estan en el rio Xordan y Eufrates.
Traya debajo de su vandera en nombre de
Ambrocos su rey quarenta mil ratones
de grande esperiençia y valor. Venia
alli Braquimis[537] Rey de los ratones
que habitan toda la tierra de Samaria y
Cana, el qual traya treynta mil. Venia
Aplopetes, Rey de los ratones que moran
Nazareth, Belen y Hierusalen: el cual
traya otros treinta mil y más. Vinieron
otros señores, prinçipes, vasallos y
aliados del Rey Ambrocos que trayan a
çinco mil y a diez mil. De manera que en
breue tiempo todo el campo se cubrio.
Como nos vimos en tanta neçesidad y
aprieto acudimos todos a nuestro Rey
llorando nuestra libertad perdida, al
qual hallamos en la mesma afliçion sin
saber cómo se remediar.
MIÇILO.--Entonces, gallo, hallado auias
oportunidad para executar tu belicosa
condiçion que tenias siendo monja.
GALLO.--Muchas mas fuerças y orgullo
tenia yo en el monesterio para reboluer.
No auia en todo el lago ninguna rana
que no estuuiesse acobardada y como
abscondida y encogida de temor, y ansi
la nuestra reyna, mandó que todas las
ranas sus subditas se juntassen, que se
queria con ellas aconsejar. Las quales
quando fueron juntas les[538] propuso el
aflito y miseria en que estauan[539]. A
algunas dellas les pareçio que seria
bueno dexar aquella ribera a los ratones
y passarse a la contraria, donde les
pareçia que no abria quien las dañasse.
Pero como auia alli ranas de todos los
rededores y partes del lago dieron fe
que no auia dónde huyr ni poder salir
con libertad: porque por todas partes
estauan puestos[540] gran multitud de
ratones a punto de guerra, los quales
procurauan dañar y matar en las ranas
como las podian auer, no dexando alguna a
vida. De manera que como nosotras vimos
el ardid con que nuestros enemigos nos
perseguian determinamos que seria bien
salir al campo y darles una batalla:
porque nos pareçió mejor morir, que no
infames y encerradas y sin libertad
cada dia padeçer. Pero lo que más nos
afligia era el faltarnos armas con que
pelear. Porque esta ventaja tienen de
su naturaleza todos los animales: que a
todos dió armas naturales naçidas consigo
para se defender de sus enemigos y de
aquellos que los quisiessen dañar. Al
leon dió vñas, esfuerço y destreza. A la
sierpe dió concha. A las aues dió vñas y
buelo, y al cauallo herraduras y dientes
con que se defienda, y ansi al raton dió
vñas y dientes con que hiera, y a cada
qual animal en su naturaleza armó; y a la
rana, por hazernos el animal más simple
y miserable, le dexó sin armas algunas
con que pudiese defender de quien le
procurasse dañar.
MIÇILO.--A mí me parece, gallo, que en
todo eso prouelló con gran prudencia
naturaleza, porque como quiso criar la
rana simple y sin perjuizio y daño, ansi
lo crió sin enemigo que la dañasse; y
porque alguna vez se podia ofreçer que
con furia la acometiesse otro algún
animal la proueyó de ligereça para nadar,
y el salto para huyr. ¿Que culpa tiene
naturaleza si vosotras enrruynais y
corrompeis la sinpleza con que ella os
crió?
GALLO.--Tú tienes mucha razon, _porque
en el mundo no ay animal que no aya
corrompido con su maliçia las leyes que
su naturaleza le dió_; y ansi por vernos
confusas en este caso sin poder alcançar
a sabernos dar remedio, acordose que
nos socorriessemos del consejo y ayuda
de çiertos generos de pescados que en
aquel lago andauan en nuestra compañia, y
prinçipalmenmente de vnos grandes barbos
que alli se criauan y a estos nos fuemos
contandoles nuestra miseria, y ellos como
es gente muy honrrada y bien inclinada y
trabajan vibir sin perjuizio de nadie,
que hasta oy no se quexó dellos alguna
naçion. Por esta causa pareçioles tan mal
la traiçion que nuestras ranas hiçieron á
los ratones que casi con disimulaçion se
determinauan ver de nosotros (sic)[541]
vengados los ratones.
Pero ya por la estrecha y antigua
amistad que por la contina vibienda
entre nosotros auia nos estimaban por
parientes y naturales, y ansi se dolieron
de nuestra neçesidad y se proferieron a
la remediar, ayudandonos[542] con consejo
y fuerças; y puestos luego en esta
determinaçion se leuantó vn baruo ançiano
y de buen consejo y nobleza y ante todos
propuso ansi: Honrradas dueñas[543],
_vezinas, amigas y parientas_, a mí
me pessa auer de seguir y faboreçer
en esta empresa parte tan sin razon y
justiçia: pues vosotras aueis injuriado
y ofendido a vuestros amigos vezinos
y comarcanos tan sin os lo mereçer;
yo nunca pensé que vuestra simpleza
tuuiera acometimiento de tanto doblez.
Ni sé quien os dió lengua ni alma para
fingir, ni manos para ansi dañar con _tan
aleuoso_ engaño. ¿Quién no se fiara de
vuestra flaqueza, pensando que vuestra
humildad seria tal como la mostrais?
Quán justo fuera faboreçer antes a[544]
vuestro castigo que a vuestra defensa?
Pero de oy más neçesitais nos a vivir
con vosotras con auiso; y por venir á
demandarnos[545] socorro; porque es la
ley de los nobles no le negar á quantos
afligidos le pidan, es razon que se os
dé: y ansi es mi pareçer que ante todas
cosas tratemos de os dar armas con que
peleis y os defendais; porque çiertamente
os tienen en esto gran ventaja los
ratones en dientes y vñas. Por lo qual
auiendolo mirado bien, es mi consejo;
que hagais capaçetes de las caxcaras de
huebos que se pudieren auer, que muchas
hay en este lago, que los pescadores
nos[546] echan por çeuo para nos pescar;
y estas caxcaras puestas en la cabeza os
será alguna defensa para las heridas;
y por lanças lleuareis unos yuncos que
ay en esta ribera, que tienen buenas
puntas con que podais herir; que nosotros
con nuestros dientes os los cortaremos
quantos tengais neçesidad, y vosotras
trabajad por os hazer diestras con estos
yuncos como podais con destreza herir;
aprended con la boca y manos como mejor
os aprouecheis dellos. Saldreis al campo
con estas armas; y si os vieredes en
aprieto recogeros eis al agua, donde
estara gran copia de nosotros[547] a la
costa escondidos; y como ellos vengan
con furia siguiendo su vitoria caeran
en nuestras manos; y con nuestras colas
y dientes el que en el agua entrare
perderá la vida. De todos fue aprobado el
consejo del buen pez, y ansi deshecha la
consulta cada cual se fue a aprouechar
de lo que más pudiesse auer. Las ranas
todas nos dimos a vuscar caxcaras de
huebos por mandado de nuestra Reina;
y los barbos á cortar yuncos; y avnqve
se hallaron alguna cantidad de caxcaras
no fueron tantas que pudiessen armar a
todas; por tanto se mandaron primero
proueer las Señoras[548] y prinçipales
_ranas_; y despues fueron repartidas las
armas por vanderas y compañias. Pero
ninguna fue sin lança, porque los barbos
proueyeron de gran copia de yuncos; y
ansi proueydas las vanderas y capitanias
por aquellas Señoras[549], a mi como
sabia la Reyna que yo era la mas diestra
en armas de todas quantas auia en el
lago[550], porque del monesterio yua yo
ya diestra por la mucha costumbre en que
estauamos a jugar de chapinazo y remeson
por dame aca esa paja, prinçipalmente
sobre quién soys vos, mas quién soys
vos, quando començauamos a apurar los
linajes. Ansi que por conoçerme a mi más
industriada _en las armas_ que a todas
me rogó quisiesse açeptar el offiçio
de capitan general; y ansi ordenadas
las esquadras que cada vna acometiesse
a su tienpo y coyuntura; porque avn
siendo mucha gente si va desordenada
va perdida. Quanto mas siendo nosotras
pocas en conparaçion de los ratones era
más neçesario el buen orden y conçierto;
y ansi yo me tomé a Marfisa marquesa de
la costa de Galilea que lleuaua veynte
mil, y a Marula duquesa de la costa de
Tibiriades que lleuaua otras veynte mil,
y yo que de mi costa tomé otras diez mil.
Con estas çinquenta mil ranas las mejor
armadas que auia en la compañia salimos
del agua al campo. Salimos vna mañana en
saliendo el sol con gran canto y grita.
Quedaua la nuestra Reyna[551] con otras
veynte mil ranas dentro en el lago para
socorrer en la neçesidad: y con otras
muchas señoras[552] y prinçipales del
lago; y esto porque las ranas en sus
batallas y guerras no consienten que sus
reyes salgan al peligro hasta que no
se puede escusar: que sus capitanes y
señores hazen primeros acometimientos y
rompimientos de la guerra; y demas de la
gente dicha estaua vna buena compañia de
çinco mil barbos todos escogidos y muy
platicos en la guerra, _que se hallaron
en las batallas que vuieron los atunes
en tiempo de Lazaro de Tormes con los
otros pescados_, los quales estauan
encomendados por el Rey a Galafron[553],
Duque de la costa de genesareth, por su
capitan, barbo de grande esperiençia
y ardid; ya de nuestra salida tenian
notiçia los ratones que no se les
pudo esconder, y estauan a punto para
nos reçebir, y pensando nosotras ser
ventaja acometer arremetimos con grande
esfuerço, grita y animo, cubiertos[554]
bien de nuestros yelmos, puestas las
puntas de nuestras lanças en ellos[555]
para que se lançassen por ellas, y ansi
començamos con mucho compas y orden a
caminar para ellos. Venia en la delantera
de toda la compaña aquel fuerte Lampardo
su Capitan general dando grandes saltos
por el campo, que no pareçia sino que era
aqueste[556] su dia, y yo con aquella
sobra de animo que se podia comparar con
el de vn fuerte varon sali a él, y como
él no era auisado de aquella nuestra arma
vinose derecho por me dañar: pero como
le puse la punta del yunco[557] y le
piqué saltó afuera hasta reconoçer bien
el arma con que le heri; ya se juntaron
las hazes de la una parte y de la otra
donde las nuestras mostraron tratar a
los ratones mal, porque como ellos no
auian pensado que nosotras tuuieramos
armas tomaron algun temor: y ansi se
començaron a detener, y en alguna manera
se sentia de nuestra parte ventaja:
porque si les dieramos ocasion de nos
temer no quisieramos más. Pero de nuevo
Lampardo y Brachimis y Aplopetes tornaron
a nos acometer: y como sintieron que
nuestras lanças y armas eran de ninguna
fuerça ni valor lançaronse por nosotras
con façilidad. Matauan y despedaçaban
quantas querian, en tanta manera que no
los podimos resistir su furia, y ansi
fue neçesario recojer el exerçito al
lago; y los ratones con aquel animo que
la vitoria les daua vinieron a se lançar
por el lago adelante: donde saliendo los
barbos dieron en ellos con tanta furia
que hiriendo con las colas y dientes
en breue tiempo mataron _y ahogaron_
más de diez mil; y quiso mi ventura que
yo quedase en la tierra por recoger mi
gente que venia huyendo desmandada[558] a
lançarse _sin orden_ al lago, y sucedió
que como Lampardo me vido _en el campo_
se vino para mí: y avnque yo le reçebi
con algun animo no me pudo negar mi
naturaleza de flaca rana y no exerçitada:
por lo qual no le pudiendo resistir se
apoderó en mí, y tropellandome con la
furia que traya me hizo saltar el yelmo
de la cabeça, y hincó con tanta furia los
dientes y vñas en mí que luego espiré;
y ansi no supe en aquella batalla lo
que mas passó. Avnque sospecho que por
bueno[559] que fuesse el fauor de los
barbos no quedarian los ratones sin
satisfazerse bastantemente.
MIÇILO.--Por çierto gran deseo me queda
de saber el suçeso de la batalla: porque
no puedo yo creer que no tuuiesse[560]
satisfazion la justiçia de Dios. Cosa
marauillosa es, que un animal tan sin
manos, _y ser simple y pusilanime_ tenga
atreuimiento para ansi con tanto daño
engañar. Vn animal tan callado, tan
humilde, tan sin alteracion, de tanta
religion y recogimiento acometa vn tan
atroz y nefando insulto, speçie tan
calificada de traiçion. ¿Quién no fiara
dellas? A quién no engañaran con su
fingida[561] simpleza? No en vano dizen:
que más daño haze un rio manso, que vn
hondo y furioso. Porque á la contina se
vio por esperiençia estar la hondura y
çienago en el remanso y quietud _del
agua_. Pero sobre todo lo que me has
contado, gallo, estoy espantado quando
considero quán estremado animal es la
muger. Tan presuntuoso, tan vanaglorioso,
tan desasosegado, tan cobdiçioso de
estima, mando y veneraçion, _aviendo
sido criado por Dios para tanta bajeza y
humildad: que poca differencia y ventaja
ay entre la rana y este animal_ que no
ay[562] muger por pobre y miserable que
sea que no presuma de si ser mereçedora
y poderosa para mandar y gouernar
la monarchia del vniuerso, y que es
pequeño el mundo para lo mucho que tiene
entendido de si. _Çiertamente tú tienes
mucha razon en sustentar auer toda
criatura corrompido la carrera y regla de
su viuir._
GALLO.--Çiertamente tú dizes la verdad;
que no saben tener en sus cosas templança
ni medio; mas en todo son amigas del
estremo.
MIÇILO.--Hasta[563] vna monja que está
en vn monesterio ençerrada, auiendo
professado la humildad y menospreçio de
los mandos y preheminencias y ventajas
con que el mundo faboreçe a sus mas
incumbrados naturales, y auiendo
prometido a Dios y a la religion de
negarse a sí y a su proprio interes; y
que solamente hará la voluntad ajena
_y de su perlada y mayor_, y veys con
quanto estremo se sacude de su profesion
y en alma y obras y pensamiento vibe
al reues; y porque me pareçe que es
especie de estremada vileza dezir mal
de mugeres quiero acortar en este
proposito[564]; porque los honbres
honrrados antes las deuen defender _por
ser flaco animal_[565]; que de otro
materia se nos auia ofreçido de que
pudieramos largo hablar. Pues, ¿qué
si dezimos en el estremo que tienen
en el amar y aborrecer? En el qual
ningun inconueniente ni estoruo se le
pone delante para dexar de effectuar
su voluntad; y sino las obedeçeis y
respondeis quando os llaman con igual
amor vueluen en tanto odio y yra que se
arriscan al mayor peligro del mundo por
se satisfazer.
GALLO.--Ay Miçilo, que en mentarme ese
proposito me has lançado vn espada por
las entrañas, porque me has acordado de
vn amigo que por esa causa perdi[566],
_el mayor y más fiel que nunca tuuo la
antiguedad_. Que si mi coraçon sufriesse
a te lo contar marauillarte yas cómo
acordandome dello no reuiento de passion.
MIÇILO.--Gran deseo me pones, gallo,
de te lo oyr, y ansi te ruego que te
esfuerçes por amor de mí a me lo contar:
que segun me lo has encareçido deue de
ser cosa digna de saber.
GALLO.--Pues avnque sea a costa de mis
ojos y coraçon yo te lo quiero contar por
te obedeçer. Cantarte he vn amigo qual
nunca otro como el se vio. En fin, qual
deven los buenos amigos ser, y lo demas
que a este proposito acompañare en el
canto que se sigue lo oyras.
_Fin del octauo canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[516] G., el.
[517] (_Tachado_). Siguesse el octauo canto del Gallo de Luçiano orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.
[518] G., loqutorios.
[519] G., que se riesen.
[520] pero teniale.
[521] G., fingirme pariente suyo, por rodeos de conoçimiento o afinidad
de alguno de su linaxe.
[522] G., Florençia.
[523] G., me vuscassen lo que hazia a mi menester.
[524] al cumplimiento de mi voluntad.
[525] G., Cristo.
[526] G., ninguno.
[527] G., las atarian.
[528] G., ellas.
[529] G., motu.
[530] G., este en.
[531] G., chançellerias.
[532] G., pero.
[533] G., porque.
[534] G., ya los daños eran tan grandes.
[535] G., nuestras.
[536] G., el.
[537] G., Brachimis.
[538] G., nos.
[539] G., estauamos.
[540] G., estaua puesta.
[541] G., nosotras.
[542] G., a nos faboreçer.
[543] G., Honrrada gente.
[544] G., en.
[545] G., venirnos a demandar.
[546] G., las.
[547] G., estaremos muchos de vuestros amigos.
[548] G., los señores.
[549] G., aquellos señores.
[550] G., considerando la Reyna que en toda su comarca no auia mas
sabia rana que yo ni mas esperimentada en guerra y disensiones.
[551] G., nuestro Rey.
[552] G., muchos señores.
[553] G., Estos trayan por su capitan a.
[554] G., cubiertas.
[555] G., nuestros enemigos porque.
[556] G., este.
[557] G., yunque.
[558] G., desuaratada.
[559] G., grande.
[560] G., quedasse sin bastante.
[561] G., aparente.
[562] G., y no vereis.
[563] G., Que basta.
[564] G., callar.
[565] G., Vna sola cosa no puedo dexar de dezir y encarecer: el extremo.
ARGUMENTO
DEL NONO CANTO
En el nono canto que se sigue el auctor
imitando a Luçiano en el dialogo
llamado Toxaris, en el qual trata de la
amistad, el auctor trata de dos amigos
fidelissimos que en casos muy arduos
aprobaron bien su intinçion. Enseñasse
quales deuen ser los buenos amigos[567].
GALLO.--¿Estás ya despierto, Miçilo,
que yo a punto estoy para proseguir en
lo que ayer quedé de te contar? Porque
avnque sea a costa de mis entrañas y me
dé algun dolor, oyras vna conformidad y
fidelidad de dos amigos los mayores y mas
verdaderos que nunca entre los hombres se
vió. Una confiança y affiçion que dixeras
viuir vna sola alma en dos. Vna casa,
vna volsa, vnos criados, vn spiritu sin
parçialidad ni diuision.
MIÇILO.--Gran pieza de tiempo ha que
estoy deseando que despiertes, cobdiçioso
de te oyr. Agora di tú, que sin
distraimiento alguno te oyre todo lo que
querras.
GALLO.--Pues ante todas cosas te quiero
hazer saber que siendo yo vn tiempo
natural frances y de Paris llamado
Alberto de Cleph, y siendo mançebo
mercader tube vn amigo natural de la
mesma çiudad llamado Arnao Guillen, el
más verdadero y el más fiel que nunca
tubo la antiguedad. Este fue casado en la
villa de Embers en el ducado de Brauante
con vna donzella llamada Beatriz Deque,
hija de honrrados padres, hermosa y de
buen linaxe, la qual truxo consigo a
viuir á Paris. Pues por auer sido grandes
amigos en nuestra niñez y juuentud no
çesó nuestra amistad por ser Arnao
casado, mas antes se augmento y creçió
más; y ansi porque sepas a quanto llegó
nuestra afiçion y amor sabras que por
tener çiertas cuentas viejas que conuenia
desmarañarlas con çiertos mercaderes de
Londres huimos de yr allá, y aparejado
nuestro flete y matalotaxe dimonos a la
vela encomendandonos a Dios; y yo era
honbre delicado y de flaca conplexion,
neçesitado al buen regimiento, y a mirar
bien por mi salud. Pero Arnao era hombre
robusto, valiente, membrudo y de muy
fuerte natural; y luego como salimos
del puerto a mar alta conmençoseme a
leuantar el estomago y a bomitar con gran
alteraçion y desasosiego de mi cuerpo,
con gran desbaneçimiento de cabeça, y
ansi suçedió a esto que nos sobreuino
luego vna tan fragosa[568] y espantosa
tempestad que pareçia que el çielo con
todas sus fuerças nos queria destruir. ¡O
Dios omnipotente! que en pensarlo se me
espeluçan y enheriçan agora las plumas de
mi cuerpo. Començosse a obscureçer con
grandes nublados el dia que a noche muy
çerrada semejaua. Bramaua el viento y el
tempestuoso mar con espantosos truenos y
temerosos relampagos: y mostrandose el
çielo turbado con espesas plubias nos
tenia a todos desatinados. El viento
soberuio[569] nos çercaua[570] de todas
partes: agora heriendo a popa, agora a
proa, y otras vezes, lo que más desespera
al piloto, andaua[571] rodeando la naue
hiriendo el costado con gran furia.
Andauan tan altas las olas que pareçian
muy altas montañas: que con tan temerosa
furia nos mojauan en lo mas escondido
del nauio como si anduuieramos a pie por
medio del mar. Cada vez que venian las
olas a herir en el nauio tragauamos mil
vezes la muerte desesperados de salud.
Gritan los pilotos y grumetes, qual en
popa, qual en proa, qual en la gauia,
qual en el gouernalle, amarillos con la
muerte esperada; gritan mandando lo que
se deue hazer: pero con la brama del
mar y vientos no se pueden vnos a otros
oyr, ni se haze lo que se manda; las
velas lleua ya el mar hechas andraxos y
del mastel y antena no ay pedaço de vn
palmo; todo saltó en rachas, y muchos
al caer fueron mal heridos en diuersas
partes de su cuerpo. Sobreuino ya la
noche que hizo doblada la obscuridad,
y por el consiguiente la tempestad más
atroz y soberuia. Era tanto el estruendo
que sonaua en los concauos çielos, y
tantos los truenos que de la parte
del septentrional polo proçedian que
pareçia desconçertarse los exes de los
nortes, y que el çielo se venia abajo;
la naturaleza mesma por la parte de la
tierra temio otra vez la confusion del
diluuio que en tiempo de Noe pasó: porque
los elementos pareçia auer rompido su
concordia y limites, y que boluia aquella
tempestuosa lluuia que en quarenta dias
bastó cubrir toda la haz de la tierra.
Muchas vezes el toruellino de las olas
nos subió tan altos que viamos desde
ençima tan gran despeñadero de mar quanto
se ve estando las aguas serenas desde
las altas rocas de Armenia. Pero quando
nos bajaua el curso al valle entre ola y
ola apenas se descubria el mastel sobre
las ondas. De manera que vnas vezes
tocauamos con las velas en las nubes: y
otras vezes con el rostro del nauio en
el arena, y el miedo era ya tanto que no
sabia el maestro socorro alguno en su
arte, ni sabia a quál ola se auenturasse,
ni de quál se _asegurasse_ y guardasse.
Porque en tal estado estauamos que la
mesma discordia del mar nos socorria para
que no fuessemos a lo hondo: porque en
trastornando vna ola la nao por la vna
parte, llegaua otra por la contraria que
expelia la parte vençida y la leuantaua.
De suerte que era forçado que qualquier
viento que llegasse fuesse en su fabor
para endereçarla; ymagina qué confusion
hubiesse alli con el gritar, amaynar y
cruxir, y matarse los vnos sin oyr[572]
los otros por el grand[573] estruendo y
ruydo del mar y vientos, y sin verse por
la gran obscuridad que hazia en la noche.
Pues estando el çielo y el mar en este
estado que has oydo quiso mi ventura que
como mi estomago fuesse indispuesto y
alterado por el turbado mar y su calidad,
bomitaua muy amenudo de lo intimo de las
entrañas. Suçedió que queriendo vna vez
con gran furia bomitar colgado algo al
borde sobre el agua por arroxar lejos, y
espeliendo vna ola el nauio me sacudió de
si al mar, y avn quiso mi ventura que por
causa de mi mala dispusiçion no estuuiese
yo desnudo como estauan ya todos los
otros a punto, para nadar si el nauio se
anegasse; y como yo cay en el agua de
cabeça fue luego sumido a lo hondo, pero
ya casi sin alma la mesma alma me subió
arriba y ansi llegando a lo alto començe
a gritar y pedir socorro; y como Arnao
andaua vuscandome por el navio y no me
halló donde me auia dexado, miró al agua
y plugo a Dios que me reconociesse[574]
entre las ondas, y sin temer tenpestad,
obscuridad ni[575] braueza de las olas
saltó junto a mi en el agua que ya
estaua desnudo con los otros, y luego
animandome dixo: esfuerçate hermano
Alberto, no ayas miedo que aqui estoy
yo; que no pereçeras mientras la vida
me acompañare; y como junto a mi llegó
me leuantó con las manos trayendome
al amor del agua y al descanso de la
ola; lleuauannos los vientos por el mar
acá y allá sin poderlos resistir, y la
ola furiosa con impetu admirable nos
arrebataua y por fuerça nos hazia apartar
lexos el vno del otro. Pero luego boluia
Arnao a las bozes que yo le daua, y con
fuerças de más que honbre me tomaua
y con amorosas palabras me esforçaua
no le doliendo a él su propria muerte
tanto como verme a mi çercano a la mia.
Procurauan del nauio echarnos tablas y
maderos con intinçion de nos remediar;
pero no nos podiamos aprouechar dellas
por el gran viento que las arrebataua
de nuestras manos, y lo que más nos
desesperaua y augmentaua nuestra miseria
era que durasse tanto la tenpestad, y
avn pareçia que sobre ser pasadas diez
horas de la noche començaua. Piensa
agora, yo te ruego Miçilo, si en el mundo
se puede agora hallar vn tal amigo que
en tan arduo caso, estando seguro en su
nauio en lo más fragoso desta tan furiosa
tenpestad, viendo en semejante neçesidad
su compañero tan çercano a la muerte,
con tanto peligro se arroje a la furia
y fortuna del agua, viento y ola y a la
oscuridad de la tenpestuosa noche. Pon,
yo te ruego, ante tus ojos todos aquellos
tan encareçidos peligros, que no ay
lengua que los pueda poner en el estremo
que tiene en la oportunidad la verdad,
y mira cómo despreciandolo todo Arnao y
posponiendolo, solamente estima saluar
al compañero por tenerle tan firme amor.
En fin plugo a Dios que trayendonos las
olas vadeando por el mar venimos a topar
vn grueso madero que el agua traya sobre
si de algun nauio que deuio[576] auer
dado al traues: y como se abrio arroxonos
aquel madero para nos remediar[577].
Pues ambos trabados a él con la fuerça
que pudimos[578], que ya afloxaua algo
la tenpestad, trabajando Arnao ponerme
ençima, las olas amorosas nos huvieron
de poner en el puerto ingles sin mas
lision. Este aconçimiento te he contado,
Micilo, porque veas si tengo razon de te
encareçer tanto nuestra amistad: porque
al prinçipio te propuse que eramos los
mayores amigos que nunca el mundo tuuo en
si. Agora avras visto si tengo razon.
MIÇILO.--Por çierto, gallo, tú dizes gran
verdad: porque no se puede mayor prueba
ofreçer.
GALLO.--Pues agora quiero proçeder en mi
intinçion, que es contarte el peligro
que en nuestra amistad se ofreçio por
ocasion de vna muger. Pues agora sabras
que bueltos en Françia huuimos de yr
a vna feria de Embers, de Junio, como
soliamos a la contina yr, y Beatriz
inportunó a Arnao su marido que la
lleuasse consigo por visitar a sus padres
que despues de las bodas no los vio; y
ansi Arnao lo hizo por darle placer.
Pues aparejado lo neçesario para el
camino salimos de nuestra[579] çiudad
_de Paris_, y por ser yo tan obligado a
Arnao procuraua seruir a su muger todo lo
que podia, pensando en qué le pudiesse
yo a él pagar alguna parte de lo que le
deuia por obligaçion, y ansi procuraua
en esta xornada y en qualquiera cosa
que se ofreçia, ansi en su dueña como
en él, auerle con todas mis fuerças de
agradar y seruir; y ansi a él le pareçia
estar bien empleado en mí el peligro en
que por mí se vio; y como el demonio
siempre soliçite ocasiones para sembrar
discordia entre hermanos, que es la cosa
que más aborde Dios, pareçiole que haria
a su proposito si ençendia el coraçon
de Beatriz de laçiuo amor de mí; y ansi
la pobre muger alterada por Sathanas
conçibio en su pecho que todo quanto yo
hazia por respecto de la obligaçion que
tenia a mi bondad, conçibio ella que
lo hazia yo lisiado de su amor, por lo
cual pareçiendole deuer a noble piedad
y gratitud responder con el mesmo amor,
y avn poniendo de su parte mucho más
de lo que por valança se podia deuer,
pensando incurrir en gran falta a su
nobleza y generosidad si mucho más no
daba sin comparaçion, ansi me amó tanto
que en todo el camino y feria de Junio
no sufria apartar su coraçon vn punto
de mi; y esto era con tanta passion que
con ninguna lengua ni juizio te lo puedo
encareçer. Porque como algunas vezes
le mostrasse tenerla afiçion; otras
vezes como yo hiziesse mis obras con el
descuydo natural, haziala desbaratar y
afligir. ¡O quantas vezes conoçi della
tener la habla fuera de los dientes para
me manifestar su intençion[580], y con
los labrios tornarla a compremir por no
se afrontar. Vuscaua lugares conuenientes
delante de su marido y padres, ocasiones
que no se podian escusar para me abraçar,
tocar y palpar por se _consolar_ y
satisfazer. Por los ojos y por el ayre
con sospiros, con el rostro y meneos
del cuerpo me enbiaua mensajeros de su
pena. Pero yo disimulaua pensando que
cansandola se acabaria su pasion: y ello
no era ansi, pero cada dia creçia mas;
yo reçebia grandissima pena en verme
puesto en tanto peligro, y pensaua de
cada dia cómo se podria remediar, y
creyendo que sola el ausencia seria el
remedio[581], doliame apartarme de
la compañia de mi amigo Arnao. Por lo
qual muchas vezes llorando amargamente
maldezia mi ventura y a Sathanas pues a
tanto mal auia dado ocasion; y estando
pensando cómo me despediria, como fue
acabada la feria acordó Arnao que nos
boluiessemos a Paris, y ansi mandó a
toda furia aparejar; y estando todo lo
neçesario a punto dixome que partiesse
yo con su dueña, que él queria quedar a
negoçiar çierto contrato que le faltaua,
y que le fuessemos aguardando por el
camino, que a la segunda xornada nos
alcançaria. Dios sabe quánta pena me
dio oyr aquel mandado, y me pessaua no
auer huydo antes, pensando que fuesse
vrdimbre de Sathanas para traerme
por fuerça a la ocasion de ofender;
y por el contrario fue muy contenta
Beatriz, pensando que se le aparejaua
la oportunidad forçosa que yo no podria
huyr; y ansi disponiendonos Arnao
todo lo neçesario, tomando la mañana
començamos nuestro camino; yua Beatriz
muy alegre y regocijada lleuandome en
su conuersaçion. Deziame[582] muchos
donayres y gentilezas _que el amor le
enseñaua_, debajo de los quales queria
que yo entendiesse lo que tenia en su
voluntad, no se atreuiendo a descubrirse
del todo hasta verse en lugar oportuno
que no la corriesse peligro de afrenta,
porque le pareçia a ella que yo no
respondia a su intinçion[583] como ella
quisiera. Avnque algunas vezes juzgaua
mi couardia ser por que temia descubrir
mi trayçion, y ansi ella se desemboluia
algunas vezes demasiadamente por me hazer
perder el temor, y sufriasse pensando
que aquella noche no se podria escusar
sin que a ojos çerrados se effectuasse
la prueba de nuestra voluntad; y ansi
aquella xornada se cumplió con llegar ya
casi a la noche a vna villa buena que
se llama Bruxelas, que es en el mesmo
ducado de Brauante. Donde llegados mandé
que los moços diessen buen recado a las
caualgaduras, y al huesped preuine que
tuuiesse bien de cenar; y pareçiome
çiertamente estar acorralado y que
en ninguna manera podia huyr aquella
oportunidad y ocasion, porque çierto
senti de la dama que estaua determinada
de me acometer, de lo qual yo demandé
socorro a Dios; y como fue aparejada la
çena venimos a çenar, lo qual se hizo
con mucho regoçijo, abundancia y plazer,
y como fue acabada la çena quedamos
sobre la tabla hablando con el huesped y
huespeda su muger en diuersas cosas que
se ofreçieron de nuestra conuersaçion;
y como fue passada alguna pieza[584] de
la noche dixe al huesped por manera de
cumplimiento: Señor gran merçed reçebiré,
que porque esta Señora que comigo
traygo es muger de vn grande amigo mio
que me la fió, duerma con vuestra muger,
que yo dormiré con vos. Beatriz mostró
reçebir esto con gran pena, pero calló
_esforçandose_ por[585] la disimular;
y el huesped respondió: Señor, en esta
tierra no osamos fiar nuestras mugeres de
ninguna otra persona mas que de nosotros,
quanto quiera que venga en habito de
muger; porque en esta tierra suçedió vn
admirable caso en el qual vn hijo del
señor deste ducado de Brauante en habito
de muger gozó de la hija del Rey de
Ingalaterra y la truxo por suya aqui; y
como Beatriz vió que se le aparejaua bien
su negoçio, avnque se le dilatasse algo,
inportunó al huesped le contasse aquella
historia como aconteçió. Lo qual no me
pessó a mi pensando si en el entretanto
pudiesse amaneçer; y importunado el
huesped ansi començó: Sabreis, señores,
que en este ducado de Brauante fue en un
tiempo vn bienaventurado señor, el qual
tubo vna virtuosa y agraviada dueña por
muger. Los quales siendo algun tiempo
casados y conformes en amor y voluntad
sin auer generacion, y despues en
oraciones y ruegos que hizieron a Dios
suçedió que vino la buena dueña a se
empreñar y de vn parto pario dos hijos,
el vno varon y el otro hembra, los quales
ambos en hermosura no tenian en el mundo
par; y ansi fueron los niños criados de
sus padres con tanto regalo como era el
amor que los tenian; y como fueron de
vn parto fueron los más semejantes que
nunca criaturas fueron[586]; en tanta
manera que no auia hombre en el mundo que
pudiesse poner differençia entre ellos:
ni los mesmos padres lo sabian diçernir;
mas en todo el tiempo se engañaron
mientra los criauan, que por solas
las amas los venian a conocer; y ansi
acordaron de los llamar de vn nombre por
ser tan semejantes en el aspecto, rostro,
cuerpo, ayre y dispusiçion. Llamaron al
varon Julio y a la hija Julieta. Fueron
estremadamente amados de los padres por
ser tan lindos y tan deseados y no tener
más; y ansi yendo ya creçiendo en edad
razonable, conoçiendo ya ellos mesmos su
similitud vsauan para su pasatiempo de
donayres y graçiosos exerçiçios por dar
plazer a sus padres; y ansi muchas vezes
se mudaban los vestidos tomando Julio
el habito de Julieta; y Julieta el de
Julio; y representandose ante sus padres
con vn donayre gracioso reçebian[587]
plazer como con tanta gracia se sentian
vurlados por sus amados hijos; y ansi
Julieta en el habito que mas le plazia
se yua muchas vezes a solazar, agora por
la çiudad, agora por el mar; tomando
la compañia que más le plazia; y vn
dia entre otros salio de su aposento
atauiada de los vestidos de su hermano
Julio a toda gallardia y con su espada
ceñida: y passando por la sala tomó dos
escuderos que alli halló y lançose por
el mar en vn vergantin que para su solaz
estaua a la contina aparejado, y suçedió
que esforçandose el viento a su pesar
fueron lleuados por el mar adelante sin
poder resistir; y como a los que Dios
quiere guardar ningun peligro les daña,
avnque con gran temor y tristeza fueron
llegados vna pieza de la noche a la
costa de Ingalaterra y lançados por un
seguro puerto sin saber donde estauan;
y como sintieron la bonança y el seguro
del puerto aunque no conoçian la tierra,
llegandose lo más que pudieron a la
ribera determinaron esperar alli el dia;
y ansi, como Julieta venia triste y
desgraçiada y desuelada por causa de la
desusada tempestad se echó luego debajo
del tapete a dormir, y lo mesmo hizieron
por la plaza del vergantin los escuderos,
y fue tan grande y de tanta grauedad
su sueño que siendo venida gran pieza
del dia avn no despertaron; y suçedió
aquella mañana salir la infanta Melisa
hija del rey de Ingalaterra a caza con
sus monteros por la ribera del mar, y
como mirando acaso vio dentro del agua
el vergantin ricamente entoldado y que
no pareçia persona que viniesse en él,
mandó que saltassen de su gente y viessen
quién venia alli, y luego fue auisada
por los que dentro saltaron que en la
plaza del vergantin estauan dos escuderos
dormiendo, y que dentro en el tapete
estaua el mas lindo y agraçiado mançebo
de edad de catorce años que en el mundo
se podia hallar. Y cobdiçiosa la infanta
de lo ver mandó echar la puerta en tierra
y apeandose de su palafren saltó dentro
del vergantin, y como vio a Julieta
dormida[588] con su espada çeñida juzgóla
por varon y ansi como la vio tan linda y
tan hermosa en tan conueniente edad fue
luego enamorada della[589], y aguardando
a que despertasse, por no la enojar,
_estuuo por gran pieza contemplando su
belleza y hermosura; y como despertó_ la
saludó con gran dulçura preguntandola
por su estado y viaje. Julieta le dixo
ser un cauallero andante que la fortuna
del mar le auia echado alli, y que se
tenia por _bien açertado_ y venturoso si
la pudiesse[590] en algo servir. Melisa
ofreçiendosele mucho para su consuelo la
rogó saliesse a tierra combidandola a la
caça, diçiendo que por aquellas partes
la auia mucha y muy buena de diuersos
animales; y ansi como reconoçio Julieta
el valor de la dama, y por verse en su
tierra, holgó de la complazer, y ansi le
fue dado vn muy hermoso palafren, en el
qual caualgando Julieta, y Melisa en el
suyo, se metieron con su compañia por
la gran espesura de la montaña a vuscar
venados[591]; y como no se podia sufrir
la infanta Melisa por la herida de su
llaga _que la atormentaua sin poderla
sufrir_, procuró quanto pudo alongarse
de su gente y monteros por probar su
ventura, y quando con Julieta se vió
sola entre vnos muy cerrados matorrales
la inportunó se apeasen a beber y a
solazar junto a vna muy graçiosa fuente
que corria alli, y quando fueron apeadas
_las dos graciosas damas_ començó Melisa
a hablar a Julieta con gran piedad; y
avnque con mucha verguença y empacho le
fue descubriendo poco a poco su herida, y
teniendo los ojos lançados en el suelo,
sospirando de lo intimo del coraçon,
yendosele vn color y veniendosele[592]
otro le muestra perdersele la vida si
no la socorre; y ansi como ya tiene por
el gran fuego que la abrasa descubierta
la mayor parte de su dolor, queriendose
aprouechar de la oportunidad se arriscó
a tanto que abraçando a Julieta la
besó[593] en la boca con mucho dulçor
y suauidad; yendo pues el huesped muy
puesto en el proçeso de su historia
estaua Beatriz toda tresladada en él
pareçiendole que todo aquel cuento era
profeçia de lo que a ella le auia de
suçeder; y ansi como el huesped aqui
llegó, Beatriz con vn gran sospiro me
miró con ojos de piedad y el huesped
proçedio sin echarlo de ver, diziendo:
Pues como Julieta por el suçeso tiene
entendido que Melisa la tiene por varon,
y viendo que a su passion no la puede dar
remedio, estando confusa y pensosa[594]
qué camino tomaria, acordó ser muy mejor
descubrirle ser muger como ella, antes
que ser tomada por cauallero neçio y
cobarde para semejantes casos de amor, y
dixo la verdad; porque çierto era cosa de
hombre apocado[595] reusar vna dama de
tanta gentileza que se ofreçe con tanta
dulçura y buena oportunidad; y asi con
vn gentil y agraçiado modo la auisa ser
donzella como ella, _contandola toda su
ventura y viaje, padres y naturaleza_.
Pero como ya la saeta de amor auia hecho
en ella su cruel effecto, estaua ya tan
enseñoreado en su coraçon el fuego que
la abrasaua que le vino tarde el socorro
y auiso que de su naturaleza le dio
Julieta, y por esta causa no le pareçió
menos hermoso el rostro de su amada,
mas antes a más amarla se ençiende, y
entre si pensaua su gran dolor por estar
desesperada de remedio, y ansi reuentando
toda en lagrimas vañada, por consolar
algo su pena dezia palabras que mouian a
Julieta a gran lastima y piedad. Maldezia
su mal hado y ventura, pues qualquiera
otro amor santo o deshonesto podria
tener alguguna esperança de buen fin,
y este no tiene sino sospiros y llorar
con inmensa fatiga. Dezia llorando:
si te pareçia, amor, que por estar yo
libre _de tu saeta_ estaua muy vfana, y
querias con algun martirio subjetarme
a tu vandera y señorio, bastara que
fuera por la comun manera de penar, que
es la dama por varon: porque entonçes
yo empleara mi coraçon por te seruir.
Pero hasme herido de llaga muy contra
natural, pues nunca vna dama de otra se
enamoró: ni entre los animales ay qué
pueda esperar vna henbra de otra en este
caso de amor. Esto parece, amor, que has
hecho porque en mi penar sea a todos
manifiesto tu imperio. Porque avnque
Semiramis se enamoró de su hijo y Mirrha
de su padre y Pasiphe del toro, ninguno
destos amores es tan loco como el mio:
pues avn se sufriera si tuuiera alguna
esperança de effetuarse mi deshonestidad
y deseo. Pero para mi locura ¿no habría
Dedalo que injeniasse dar algun remedio
contra lo que naturaleza tan firmemente
apartó? Con estas lamentaçiones se aflige
la gentil dama mesando sus dorados
cabellos y amortiguando su bello rostro,
vuscando vengança de sí mesma por auer
enprendido empresa sin esperança de algun
fin; y Julieta lo mejor que podia se la
consolaua auiendo gran piedad de su cuyta
y lagrimas que afligian su belleza. Ya
se llegaua la noche y se ponia el sol, y
como las damas no ayan vsado dormir en la
montaña ruega Melisa a Julieta se vaya
con ella á su çiudad que estaua çerca: lo
qual Julieta açetó por su consolaçion,
y ansi se fueron juntas a la çiudad y
entraron en el gran palaçio, donde muchas
damas y caualleros la salieron a reçebir;
y considerando Melisa que ningun prouecho
reçibe en[596] tener a su Julieta en
habito de varon la vistio de muy ricos
briales suyos. Porque gran yerro fuera
no reçibiendo prouecho auenturarse al
peligro de infamia que de alli se pudiera
seguir; y tanbien lo hizo, porque como
en el vestido de varon la dañó quiere
ver si en el de muger se puede remediar
y curar su dolencia, y ansi recogiendose
anbas en su retrete lo mas presto que
pudo la vistio muy ricos requamados y
joyeles con que ella se solia adornar, y
ansi la sacó a su padre a la gran sala
diziendo ser hija del duque de Brauante;
que la fortuna del mar la auia traydo
alli saliendose por él a solazar; y ansi
el Rey encomendó mucho a su hija Melisa
la festejasse por la consolar y luego
se despacharon mensajeros para auisar
al duque su padre; los duques fueron
muy consolados por auer[597] estado en
gran cuyta por la perdida de su hija
Julieta, y enbiaron a dezir al Rey que
en todo hiziesse a su voluntad. Aquella
noche fue Julieta muy festejada de damas
y caualleros con vn solene serao, donde
Julieta dançó a contento de Melisa[598],
damas y caualleros, que todos la juzgauan
por dama de gran gallardia, hermosura
y valor, _y sobre todas contentó a la
infanta Melisa_; y siendo llegada la
hora de la çena fueron seruidos con gran
solenidad de manjar, musica y aparato; la
qual acabada, Melisa combidó a Julieta
a dormir; y recogidas en su camara se
acostaron juntas en vna cama, pero con
gran diferencia en el reposo de la noche.
Porque Julieta duerme y Melisa sospira
con el deseo que tiene de satisfazer
su apetito, y si acaso vn momento la
vençe el sueño es breue y con turbadas
ymaginaciones, y luego sueña que el çielo
la ha conçedido que Julieta sea buelta
varon; y como aconteçe a algun enfermo
si de vna gran calentura cobdiçioso de
agua se ha dormido con gran sed, en aquel
poquito de sueño se le pareçen quantas
fuentes en su vida vido, ansi estando
el spiritu de Melisa deseoso pareçiale
que via lo que sueña; y ansi despertando
no se confia hasta que tienta con la
mano y ve ser vanidad su sueño, y con
esta passion comiença la desdichada
a hazer votos de romeria a todas las
partes que ay[599] deuoçion porque el
çielo huuiesse della piedad. Pero en
vano se aflige, que poco le aprouechan
sus promesas y oraçiones por semejantes
fines; y ansi pasó en esta congojosa
contienda algunos dias hasta que Julieta
la importuna[600] que quiere boluer para
sus padres, prometiendola que tomando
dellos liçençia[601] boluera a la visitar
lo más breue que ella pueda. Lo qual
por no la desgraçiar se lo conçedió la
infanta, _avnque_ con gran dificultad y
pasion, confiando que Julieta cunplirá
la[602] palabra que le da de boluer. Pues
como fue aparejado todo lo neçesario para
la partida la mesma Melisa le entoldó el
vergantin de sus colores y deuisas lo
mas ricamente que pudo, y a ella[603]
dio muchas donas de joyas y briales[604]
de gran _estima_ y valor; y como Julieta
se despidió del Rey y Reina la aconpañó
Melisa hasta el mar. La qual como alli
fueron llegadas, llorando muy amargamente
la abraça y bessa suplicandola con gran
cuyta buelua si la desea que viua, y
ansi Julieta haziendola nueuas juras y
promesas se lançó en el vergantin; y
leuantadas velas y continuando sus remos
se cometio al mar, el qual en prospero
y breue tiempo se passó. Quedaua Melisa
a la orilla del mar puestos los ojos y
el alma en las velas del nauio hasta que
de vista se le perdieron, y muy triste y
sospirando se boluio a su palaçio. Como
Julieta llegó a sus riberas los padres
la salieron a reçebir con grande alegria
como si de muerta resuçitara, haziendose
muchas fiestas y alegrias en toda su
tierra. Muchas vezes contaua a sus padres
la tenpestad y peligro en que en el mar
se vio conmouiendolos a muchas lagrimas;
y otras vezes les encareçia el buen
tratamiento que de la infanta Melisa auia
reçebido: su grande hermosura, graçia,
donayre y gran valor, dando a entender
ser digna entre todas las donzellas del
mundo a ser amada y seruida del cauallero
de más alteza y valor; y como Julio la
oya tantos loores de la infanta ençendió
su coraçon a emprender el seruiçio de
dama de tan alta guisa. Dezia en su
pecho: ¿en qué me podía yo mejor emplear
que estar en su acatamiento todos los
dias de mi vida, avnque yo no merezca
colocarme en su coraçon? Pero a lo menos
gloriarme he auer emprendido cosa que me
haga entre caualleros de valor afamar;
y ansi con esta intinçion muchas vezes
estando solo con su hermana Julieta la
importunaua le contasse muy por estenso y
particular todo lo que auia passado con
Melisa; y por le complazer le conto, cómo
dormiendo ella en el vergantin aquella
mañana que a Londres llegó la salteó la
infanta Melisa; y cómo teniendola por
varon por lleuar el vestido y espada
ceñida se enamoró della, y tanto que
junto a vna[605] fuente la abraçó y bessó
dulçemente demandandola sus amores, y
cómo le fue forçado descubrirle ser
muger, por lo qual no podia satisfazer a
su deseo, y cómo no se satisfizo hasta
que la tuuo consigo en su cama muchas
noches; y la pena y lagrimas con que
della se despidio prometiendole con
muchas juras de la boluer a visitar;
y luego como su hermana Julieta contó
a Julio su historia resuçitó en su
coraçon vna viua y çierta esperança de
la gozar[606] por esta via, teniendo
por inposible auerla por otra manera, y
ansi industriado por amor tomó auiso,
que con el vestido y joyas de su hermana
seria por el rostro tomado por ella.
En fin, sin mas pensar auenturandose a
qualquier suçeso se determinó tentar
donde alcançaua su ventura, y ansi un dia
demandó a Julieta le diesse el tapete
que le dio Melisa para el vergantin
_con la deuisa_, porque se queria salir
a solazar; y vestido de vn rico brial
que Melisa dio a Julieta, y cogidos
los cabellos con vn graçioso garbin,
adornado su rostro y cuello de muy
estimadas[607] joyas y perlas _de_ _gran
valor_ se lançó a manera de solazar por
el mar, y quando se vio dentro en él,
mandó a los que gouernauan guiassen
para Londres, y en breue y con prospero
tiempo llegó al puerto, y por las señas
reconoçió[608] el lugar donde su señora
Melisa cada dia venia por esperar a su
hermana Julieta; y como la compañia de la
infanta reconoçió la deuisa y orla del
tapete que lleuaua el vergantin corrian
a Melisa por demandar las albriçias,
y como Melisa le vio, engañada por el
rostro, le juzgó por Julieta reçibiendole
con la posible alegria: porque çierto se
le representó Julio lo que mas amaua su
corazon, y ansi luego le aprieta entre
sus braços, y mil vezes le bessa en la
boca con mucha dulçura, nunca pensando
de se satisfazer. Agora pues, podeis
vosotros, señores, pensar si fue Julio
passado con la misma saeta con que amor
hirio a Melisa, y pensad en quánta
beatitud estaua su anima quando en este
estado se vió. Metiole en vna camara
secreta donde estando solos con bessos
y abraços muy dulçes se tornó de nueuo
á satisfazer, y luego le haze traer vn
vestido suyo muy rico a marauilla _que le
auia labrado para se le dar si viniesse
a visitarla, o enbiarsele_, y vistiole
de nuevo cogiendole los cauellos con
una redeçilla de oro: y ansi todo lo
demas del vestido, y atauio le dispuso
en toda gentileza y hermosura como mas
agraçiado la pareçiesse; y la boz que
en alguna manera le podia differençiar
trabajó Julio por excusarla todo lo que
pudo; y luego le llevó a la gran sala,
donde estauan sus padres con[609] muchas
damas y caualleros[610], los quales todos
las[611] reçibieron con gran alegria,
y todos le mirauan a Julio contentos
de su belleza, pensando que fuesse
muger, y ansi con senblante amoroso le
hazian señas mostrandole desear seruir y
agradar. Pues siendo ya passada alguna
parte de la noche en grandes fiestas
y despues de ser acabada la sunptuosa
çena y graçioso serao, llevó la infanta
Melisa consigo a Julio a dormir, y ansi
quedando solos en su camara y despojados
de todos sus paños quedaron en vna cama
ambos sin compañia ni luz[612], y como
Julio se vió solo y en aquel estado con
su señora, y que de su habla no tenia
testigo le començó ansi a dezir. No os
marauilleis, señora mia, si tan presto
bueluo a os visitar, avnque bien creo
que pensastes nunca mas me ver. Si este
dia que por mi buenauentura os vi yo
pensara poder de vos gozar con plazer de
ambos a dos, yo me tuuiera por el mas
bienandante cauallero del mundo _residir
para siempre en vuestra presençia_.
Pero por sentir en vos pena y no os
poder satisfazer ni bastar a os consolar
determiné de me partir de vos, porque
gran pena da al muy sediento la fuente
que tiene delante si de ella por ninguna
via puede beuer; y podeis, señora, ser
muy çierta que no faltaua dolor en mi
coraçon; porque menos podia yo estar sin
vos vn hora que vos sin mí, porque de la
mesma saeta nos hirio amor a ambos a dos;
y ansi procuré de me partir de vos con
deseo de vuscar remedio que satisfiziesse
a nuestra llaga y contento. Por lo qual,
señora, vos sabreis que yo tengo vn[613]
abuela la muger mas hadada _y mas sabia_
que nunca en el mundo jamas se vió, que
la tienen los honbres en nuestra tierra
por diosa, o ninfa; tanto es su poder
y saber. Haze que el sol, estrellas,
çielos y luna la obedezcan como yo os
obedezco a vos. En conclusion, en la
tierra, ayre y mar haze lo que solo Dios
puede hazer. A esta me fue con lagrimas
que mouian a gran compasion demandandola
piedad, porque çierto sino me remediara
façilmente pensara morir; y ella
comouida a lastima de su Julieta dixome
que demandasse qualquiera don, y yo
contandola[614] la causa de mi afliçion
la demandé que me conuertiesse varon
por solo gozar de vos y os complazer, y
ella con aquella liberalidad que a vna
nieta tan çercana a la muerte se deuia
tener me lleuó a un lago donde ella se
baña quando sus artes quiere exerçitar,
y alli començando a inuocar se zapuzó en
el lago tres vezes y ruçiandome el rostro
con el agua encantada me vi vuelta en
varon, y como tal me conoçi quedé muy
contento y muy marauillado que criatura
tuuiesse tan soberano poder. Agora pues,
señora mia, pues por vuestro contento
yo impetré este don veysme aqui subjeto
a vuestro mandar: hazed de mi lo que os
pluguiere, pues yo no vine aqui a otra
cosa sino por os seruir y complazer; y
ansi acabando Julio de la dezir esto hizo
que con su mano toque, y vea y tiente;
y como aconteçe a alguno que deseando
mucho vna cosa, quanto mas la desea mas
desespera de la alcançar, y si despues
la halla dubda si la posee, y mirandola
y palpandola avn no cree que la tiene,
ansi aconteçe a Melisa: que avnque ve,
toca y tienta lo que tanto desea no lo
cree hasta que lo prueba; y ansi dezia:
si este es sueño haga Dios que nunca yo
despierte; y ansi se abraçaron con bessos
de gran dulçura y amor, y gozandose
en gran suauidad con apazibles juegos
pasaron la noche hasta que amaneçió.
Esta su gloria estubo secreta mas de vn
mes, y como entre poderosos no se sufre
auer secreto alguno, entendieron que se
les començaua a descubrir, y ansi[615]
acordaron de se hurtar[616] y venirse en
Brauante, por no caer en las manos del
Rey que con cruel muerte castigara ambos
a dos. El qual con mano armada vino a
esta tierra por los auer; y porque el
duque los defendió hizo tanto daño y mal
_en esta tierra_ que..... Como el huesped
llegaua aqui dieron a las puertas del
meson golpes con gran furia, y como yo
estaba tan deseoso que viniesse Arnao
arremeti a las puertas por las abrir, y
vile que se queria apear. Regoçijosseme
el alma sin conparaçion y di graçias a
Dios por hazerme tan gran merced. Senti
en Beatriz vna tristeza mortal, porque
çierto aquella noche esperaua ella
hazer anatomia de mi coraçon, por ver
qué tenia en él. Luego dimos de çenar
a Arnao y se acostó con su muger. Otro
dia de mañana partimos de alli con mucho
regoçijo, avnque no mostraua Beatriz
tanto contento, pareçiendole a ella que
no se le auia hecho a su voluntad. En
esta manera fuemos continuando nuestras
xornadas hasta llegar a Paris, donde
llegados procuró Beatriz proseguir su
intinçion[617] y ansi en todos los
lugares donde auia oportunidad y se podia
ofreçer mostraua con todos los sentidos
de su cuerpo lo que sentia su coraçon; y
vn dia que se ofreçió entrar en casa y
hallarla sola, como ya no podia disimular
la llaga que la atormentaua, ençendido
su rostro de vn vergonçoso color se
determinó descubrir su pecho diziendo
padeçer por mi amor: que la hiziese tanta
graçia que no la dexasse más penar,
porque no tenia ya fuerças para más lo
encubrir; y yo le respondi. Señora, Arnao
ha sido conmigo tan liberal, que despues
de auer arriscado en el mar su vida por
mi me ha puesto toda su hazienda y casa
en poder, y más dispongo yo della que
él, y sola tu persona reseruó para sí.
¿Cómo podria yo hazer cosa tan nefanda
y atroz faltando a mi lealtad? y ansi
a muchas vezes que me dixo lo mesmo le
respondi estas palabras; y vna mañana
suçedió que vistiendose Arnao para yr a
negoçiar la dexó en la cama, y sin que
ella lo sintiesse se entró Arnao en vn
retrete junto a la cama a vn seruidor
que estaua a la contina alli, y luego
suçedió que entré yo preguntando por
Arnao: y como ella me oyó pensando que
Arnao era ya salido de casa me mandó
con gran importunidad llegar á sí, y
como junto a su cama me tubo apañóme de
la capa _fuertemente_ y dixo: Alberto,
echate aqui, no me hagas mas penar; y yo
dexandole la capa en las manos me retiré
fuera no lo queriendo hazer; y luego me
sali de casa por no esperar mayor mal; y
ella como se sintio menospreçiada començó
a llamar sus criados a grandes bozes
diziendo que la defendiessen de Alberto
que la auia querido forçar; y que por
muestra de la verdad mostraua[618] la
capa que le auia yo dexado en las manos y
que a las bozes auia _yo_ echado a huyr,
y añadió: llamadme aqui a Arnao porque
vea de quien fia su hazienda y muger. Y a
estas sus bozes salió Arnao del retrete
donde estaua y dixole: Calla Beatriz, que
ya tengo visto que corre él mas peligro
contigo que tú con él; y fue tanta la
afrenta y confusion que ella reçibio de
ver que todo lo auia visto Arnao que
luego alli delante de todos sus criados
y gente de su casa subitamente murio; y
como el buen Arnao vio su desdicha, auer
perdido tan afrentosamente el amigo y
la muger acordó lo mas disimuladamente
que pudo enterrar a ella y yrme a mi a
vuscar, y ansi de mi peregrinaje y del
suyo sabras en el canto que se siguirá.
_Fin del nono canto del gallo._
NOTAS:
[566] G., acordado que por esa causa estuue en punto de perder vn amigo.
[567] (_Tachado_). Siguesse el nono canto del Gallo de Luçiano, orador
griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor.
[568] G., fagrosa.
[569] G., Los vientos soberuios.
[570] G., çercauan.
[571] G., andauan.
[572] G., oyrse.
[573] G., grande.
[574] G., reconoçio.
[575] G., y.
[576] G., deuia.
[577] G., nuestro socorro y remedio.
[578] G., podimos.
[579] G., la.
[580] G., intinçion.
[581] G., podria ser mediçina.
[582] G., Dezia.
[583] G., intençion.
[584] G., parte.
[585] G., a.
[586] G., naçieron.
[587] G., reçibian.
[588] G., dormiendo.
[589] G., presa de sus amores.
[590] G., podiesse.
[591] G., alguna caça.
[592] G., veniendosele.
[593] G., bessa.
[594] G., pensatiua.
[595] G., cauallero afeminado.
[596] G., de.
[597] G., porque auian.
[598] G., del Rey.
[599] G., partes de.
[600] G., importunaua.
[601] G., su liçençia dellos.
[602] G., su.
[603] G., y le.
[604] G., briales y joyeles.
[605] G., la.
[606] G., de gozar los amores de Melisa.
[607] G., ricas y hermosas.
[608] G., conoçio.
[609] G., y.
[610] G., caualleria.
[611] G., la.
[612] G., y ansi siendo despojados de todos sus paños, despidiendo su
compañia, quedaron solos en una cama ambos dos y sin luz.
[613] G., vna.
[614] G., contandole.
[615] G., por lo qual.
[616] G., salir secretamente.
[617] G., intençion.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO CANTO
En el deçimo canto que se sigue el auctor
prosigue lo mucho que _Arnao_ hizo por
cobrar a Alberto despues que su muger se
murio. En lo qual mostró bien el valor
de su amistad, y quales todos los amigos
deuen ser[619].
GALLO.--Despierta, ¡o Miçilo! yo te
ruego porque quiero oy entre los otros
dias admirar con mi facundia tu humana
capaçidad, quando veas por vn gallo
admirablemente mostrada la grande y
incomparable fuerça de la santa y diuina
amistad. Verás con quanta razón dixeron
los antiguos que en este solo don y
virtud os quiso Dios hazer semejantes
a si. Exemplo admirable nos dio, pues
por esta se hizo él semejante a vos,
vistiendo vuestra naturaleza y miserable
ser.
MIÇILO.--Prosigue ¡o bien auenturado[620]
gallo, que no tengo yo menos voluntad
de te oyr que tú de dezir, y llamote
_generoso y_ bienauenturado pues en algun
tiempo mereçiste tener vn amigo de tanto
valor.
GALLO.--Pues sabras que luego como Arnao
enterró su Beatriz se salió de su patria
y casa con intinçion de no boluer hasta
me hallar y ansi le pareçió que yo me
abria ydo para los amigos que teniamos
en Londres y Ingalaterra para nuestras
mercaderias; y ansi partio derecho para
allá, donde me buscó con gran diligençia;
y dexemosle a él que con todo el estudio
y trabajo posible me sale a vuscar; y
quiero te dezir de lo que suçedió en mi
peregrinaçion; yo luego que de casa de
Arnao sali me fue sin parar momento en
la çiudad el más solo, el más miserable
y aflito que nunca en el mundo se vió, y
acordandome de lo mucho que yo deuia a
Arnao auiendo puesto la vida por mi, como
fuesse llamado de su muger y le dixiesse
lo que ella fingió, que yo la auia
querido forçar y como ella le muestre
la capa que en las manos le dexé, tan
bastante indiçio de mi culpa, qué dirá?
que pensará? que juzgará? que será razon
de dezir? Dirá luego: ¡o maluado! ¡o sin
fe! esto te mereçí yo; o este pago te
mereçió el peligro en que yo me puse por
ti? ¿En qué entrañas sino fueran de un
tigre cupiera tan gran ingratitud? Pareçe
que vuscaste la espeçie de injuria en
que más me pudiste lastimar, por mostrar
más tu peruersa condiçion. Pues si su
nobleza y su gran valor instigado del
buen destino que anda siempre vnido con
el estimulo de la verdad; si esta lumbre
de Dios que nunca al virtuoso desamparó
me quissiese en ausençia faboreçer, ¿qué
alegará por mi parte? ¿que dirá para me
desculpar? ¡O! si yo estuuiesse presente;
y por tenerme tan gran affiçion deseasse
oyr de mí alguna razon avnque fuesse
fingida ¿qué color le podría dar yo
quanto quiera que fuesse verdadera? ¿o
qué fuerça ternia afirmando el contrario
su mujer? ¿Qué podrá concluyr, sino, vete
_infiel_, maluado, ingrato, vilissimo,
no parezcas más ante mí? y ansí yo le
digo agora que no presuma de mi ser yo
de coraçon tan de piedra que en mi vida
parezca ante él; y ansi acabadas estas
razones enxugando algun tanto los ojos
que yuan llenos de lagrimas, que en
ninguna manera las podia contener ni
agotar, me apresuré al camino. Determiné
en my intinçion ofreçerme a los peçes del
mar si me quisiessen comer, o rendirme
de mi propria voluntad a cosarios turcos
infieles que acabassen mi vida en
perpetua mazmorra, o prision; y ansi yo
me fue con la mayor furia que pude hasta
Marsella, donde estauan a punto çiertas
galeras que haçia el Rey de Françia de
armada para yr por el mar, en las quales
me asenté por mi sueldo, y como estuvo
todo a punto y nos dimos a la vela, no
huvimos salido del puerto ocho leguas
quando vimos asomar vna grande armada,
de la qual avnque luego no alcançamos a
ver más de seys fustas, yendonos juntando
más vimos hasta diez, y despues muchas
más, y quando venimos a reconoçer la
deuisa de la naçion hallamos que eran
turcos; y como nos vimos tan çercados
de nuestros enemigos y que ni podiamos,
ni era seguro, ni honrroso huyr, avnque
vimos que era su flota doblada que la
nuestra nos determinamos defender; y
ansi estando la vna flota a rostro de la
otra y en distançia que a vn golpe de los
remos se podian juntar, leuantamos por
el ayre de ambas las partes tan grande
alarido que el tropel de los remos no
sonauan con la grita, ni las trompetas
podiamos oyr ninguno de la pelea; y a
este tiempo como los remos hirieron a
vna las aguas con todas sus fuerças,
ambas las flotas se encontraron con
gran furia rostro con rostro, y todos
acudimos a la popa por herir cada qual a
su enemigo; y ansi començó tan cruda la
vatalla que los tiros cubrian el ayre,
y los que cayan fuera de las galeras
cubrian el agua. Estauan vnas con otras
tan trabadas que no pareçian las aguas,
por estar fuertemente aferradas con
fuertes gauilanes de hierro y cadenas,
de manera que todos podiamos ya pelear a
pie quedo como en campo llano. Estauamos
tan apretados vnos con otros que ni los
remos podian aprouechar. Estaua el mar
cubierto de galeras que ningun tiro heria
de lexos; pero cada qual estaua en su
galera ahinojado alcançando a herir al
enemigo avn con el espada. Era tanta la
mortandad de los vnos y de los otros que
ya la sangre en el mar hazia espuma y las
olas andauan cubiertas de sangre quaxada,
y cayan tantos cuerpos entre las galeras
por el agua que nos hazian apartar avnque
estauan fuertemente afferradas, de manera
que nos hazian perder muchos tiros, y
muchos cuerpos que cayan al agua medio
muertos tornauan a sorber su sangre, y
apañados entre dos galeras los hazian
pedazos, y los tiros que desmentian en
vaçio de las galeras quando llegauan
al agua herian cuerpos que avn no eran
muertos, que con su herida los acabauan
de matar: porque todo el mar estaua
lleno de entrañas de hombres que los
reçibiessen. Aconteçieron alli cosas
dignas de oyr y de notar, en las quales
se mostraua la fortuna a partes donde
queria espantosa y arriscada. Acaeçio
a vna fusta françesa que ençendidos en
la pelea todos los que estauan en ella
se pusieron a vn borde dexando del todo
vaçio el otro lado por donde no auia
enemigos, y cargando alli el peso se
trastornó la fusta tomando debajo todos
los que yuan dentro, que no tuuieron
poder para estender sus braços para
nadar, pero[621] todos pereçian[622]
en el mar acorralados en agua çerrada.
Suçedió tambien que yendo nadando vn
mançebo françes por el mar, que auiamos
formado amistad poco auia él y yo, se
encontraron dos fustas de rostro que
cogiendole en medio no bastaron sus
mienbros ni huesos, tan molidos fueron,
a que no sonassen las fustas ambas vna
con otra, por quedar él hecho todo
menuzos y molido como sal. En otra
parte de la vatalla se hundió vna galera
françesa, y viniendose los della todos
nadando a socorrer a otra compañera,
con el agonia _de escapar_ de la muerte
alçauan sus[623] braços asiendose a
ella para subir; y los miserables de
dentro temiendo no se hundiessen todos
si aquellos entrauan los estoruauan que
no llegassen y ellos[624] con el temor
de las aguas echando mano de lo más alto
que podian de la nao, cortauanles desde
ençima los braços por medio, y dexandolos
ellos colgados de la fusta que auian
elegido para socorro cayan de sus propias
manos, y como yuan sin braços a manera
de troncos no se podian más sufrir sobre
las aguas, que luego eran sorbidos. Ya
toda nuestra gente estaua sin armas, que
todos nuestros tiros auiamos arrojado;
y como el furor que trayamos nos daua
armas, vno toma el remo y rebuelue con
él a su contrario; otro toma un pedaço
de la galera y no le faltan fuerças para
tirarlo; el otro trastorna los remadores
para sacar vn vanco que poder arrojar.
En fin, las fustas que nos sostenian
deshaziamos para tener con qué pelear,
o con qué nos defender. Avn hasta aqui
te he contado el peligro sufridero; pero
avn el daño que nos hazia el fuego con
ninguna defensa se podia euadir ni huyr.
Porque nos tirauan los turcos hachos
empegados con sufre, pez, çera y resina,
que arrojauan de si _gran_ fuego vibo,
y como llegauan a nuestras fustas luego
ellas lo[625] reçebian y los alimentauan
de su mesma pez de que estauan _nuestros
nauios_ labrados y calafeteados; y ansi
las llamas eran tan fuertes y tan vibas
que no bastauan las aguas del mar a las
vençer y apagar, mas antes yua en pedaços
ardiendo la fusta por el mar adelante
con todo furor. De manera que los que
yuan nadando ya no se podian socorrer de
las tablas que yuan por el mar; porque
visto que el fuego vibo que en ellas
estaua ençendido los abrasaua, escogian
antes ahogarse en las crueles hondas,
o a lo menos gozar lo que pudiessen de
aquella miserable vida con esperança de
poder de alguna manera ser saluos, antes
que faboreçerse del fuego que luego
en llegando a la tabla los abrasaua y
consumia. Ya inclinaua a la clara la
vitoria y nos lleuauan a todos de corrida
sin poderlos resistir: de manera que nos
fue forçado rendirnos, porque ya avn no
auia quien nos quisiesse dar la muerte,
porque eran tantos nuestros enemigos
que todo su ardid era prendernos sin
poder ellos peligrar. Y ansi como nos
entraron fuemos todos puestos en prision;
y dexado lo que de los otros fue, de
mí quiero dezir que fue puesto en vna
cadena por el pescueço con otros diez, y
puestas vnas esposas a las manos; y ansi
nos metieron en vna[626] susota debajo
de cubierta. Estauamos tan juntos vnos
con otros, y tan apretados que ningun
genero de exerçiçio humano auia lugar
de poner en effecto sin nos ofender.
En fin en esta manera boluieron para
su tierra con esta presa, y llegados a
vna gran fuerça de Grecia en la Morea
fuemos todos sacados de las galeras y
metidos en prision allí. Con aquella
mesma dispusiçion de hierros y miseria
fuemos lançados en vna honda _y horrible_
mazmorra y carçel de vna humida y obscura
torre, donde quando entramos fuemos
reçebidos con gran alarido de otra gran
multitud de presos cristianos que de gran
tiempo estauan allí. Era aquel lugar de
toda miseria, que en breue tiempo se
acabauan los honbres por la dispusiçion
del lugar, porque demas de otros daños
grandes que tenia era grande su humidad,
porque estauan en dos o tres lugares dél
manaderos de agua para el seruiçio de la
fuerça. Teniamos el cuerpo echado en la
tierra, los pies metidos en vna viga que
cabian çincuenta personas, y el cuello
en la cadena, y ningun exerçiçio humano
se auia de hazer sino en el mesmo lugar.
De manera que solo el infiçionado olor
que de aquella carçel salia era de tanta
corruçion[627] que no auia juizio que en
breue tiempo no le bastasse corrromper,
sino al mio, que huya la muerte de mi. Ni
yo nunca padeçi en ningun tiempo muerte
que no fuesse de mejor suerte que aquella
vil y miserable vida que alli passé. No
teniamos otra recreaçion sino sacarnos
en algunos tiempos alguna cantidad de
nosotros a trabajar en los edifiçios y
reparos de los muros y fuerças de la
çiudad, y ansi saliamos cargados de
hierros, y solo pan de çeuada, o zenteno,
era nuestro mantenimiento[628]; y avn
pluguiera a dios que dello alguna vez
nos pudieramos de mediar. _Esto quiero
que notes; que a la contina los maestros
de las obras escogian los mejores y mas
dispuestos trabajadores. De manera que
conuenia esforçarnos en la mayor flaqueza
nuestra a trabajar más que lo sufrian
nuestras fuerças, por gozar de aquella
miserable recreaçion. En fin comprauamos
con nuestros seruiles trabajos aquella
captiua libertad de algun dia que al
trabajo nos querian elegir._ En esta
vida, o por mejor dezir muerte, passé
dos años, que del infierno no auia otra
differencia sino la perpetuidad. Aqui
auia vna sola esperança de salud, y era
que quando se aparejaua armada, escogia
el capitan entre nosotros los de mejor
dispusiçion para el remo, y aquellos
salian que él señalaua; desnudos y
aherrojados a vn banco los ponian vn remo
en la mano y los auisauan que remassen
con cuydado; sino con vn pulpo o anguilla
que traya en la mano el capitan de la
galera los çeñia por todo el cuerpo que
los hazia despertar al trabajo. Esta era
la mas cierta ventura en que nos podiamos
libertar, porque yendo aqui el suçesso
de la batalla era de nuestro mal ó bien
ocasion; y ansi suçedió que por mandado
del gran turco aparejó vna gran flota
Baruarroja para correr la Calabria y el
reyno de Siçilia, y quisieron los mis
hados que fuesse yo elegido con otros
cristianos captivos para vn remo, donde
fue puesto en aquella dispusiçion que los
otros; y ansi pasando el mar Adriatico
salio de Genoua Andrea Doria capitan de
las galeras de la cristiandad[629] con
gran pujança de armada, y dio en la flota
turca con tan gran ardid que en breue
tiempo la desuarató echando a lo hondo
quatro galeras, y prendio dos, en la vna
de las quales venia yo; y el cosario
Baruarroja se acogio con algunas que le
pudieron seguir. Pues suçedio que luego
nos metieron con la presa en el puerto
de Genoua, y como se publicó la vitoria
por la çiudad, todos quantos en ella[630]
auia acudieron al agua a nos ver. Agora
oye, Miçilo, y verás como a lo que Dios
ordena no podemos huyr.
MIÇILO.--Dichoso gallo, dy, que muy
atento te estoy.
GALLO.--Pues como ya te dixe, Arnao auia
corrido a Londres y toda Ingalaterra,
Brauante, Flandes, Florençia, Sena,
Veneçia, Milan, y todo el Reyno de
Napoles _y Lombardia_ vuscandome con la
diligençia y trabajo posible; y no me
auiendo hallado en dos años passados
vino a Genoua por ver si podria auer
alguna nueua de mi, y ansi suçedió llegar
al puerto por ver desembarcar la gente
del armada, donde entre la otra gente
alcançó a me uer y conoçer, de lo qual
no reçibio poca alegria su coraçon, y
auiendo conçebido que por causa del temor
y empacho que dél yo ternia por ningunos
regalos ni palabras se podria apoderar
de mí, ni yo me confiaria dél, mas que
en viendole echaria yo a huyr, por tanto
penso lo que deuia de hazer para cobrar
el amigo tan deseado; y ansi con este
auiso lo mas diligentemente que pudo
se fue al gouernador y justiçia de la
çiudad, haziendole saber que en aquella
gente que venia en las galeras tomadas a
Baruarroja auia conoçido vn honbre que
auia adulterado con su muger; que le
demandaua[631] le pusiesse en prisiones
hasta que del hecho y verdad diesse
bastante informaçion, y fuesse castigado
el adulterio conforme a justiçia y
satisfecha su honrra; y estando ansi, que
el capitan me queria libertar, llegó la
justiçia muy acompañada de gente armada
por me prender, y como llegó con aquel
tropel de ruydo y armas que la[632] suele
acompañar y apañaron con gran furia de
mi diziendo: sed preso; yo respondi;
¿porqué? Ellos me dixeron[633]; allá os
lo dirá el juez. Entonçes me pareçió que
no estaua cansada mi triste ventura de
me tentar, pero que començaua desde aqui
_de nueuo_ a me perseguir. Començose
de la gente que acompañaua la justicia
a murmurar[634] que yo yua preso por
adultero. Dezian todos quantos lo sabian
mouidos de piedad; ¡o quanto te fuera
mejor que huuieras muerto a manos de
turcos, antes que ser traydo a poder
de tus enemigos! ¡O soberano Dios! que
no queda pecado sin castigo; y quando
yo esto oía Dios sabe lo que mi anima
sentia. Pero quierote dezir que avnque
siempre tube confiança que la verdad
no podia pereçer[635], yo quisiera ser
mil vezes muerto antes que venir a los
ojos de Arnao. Ni sabía cómo me defender
yo; antes me determiné dexarme condenar
porque él satisfiziesse su honrra,
teniendo por bien enpleada la vida pues
por él la tenia yo; y ansi dezia yo
hablando comigo; ¡o si condenado por el
juez fuesse yo depositado en manos del
burrea que me cortasse la cabeça sin yo
ver a Arnao! Con esto me pusieron en vna
muy horrible carçel que tenia la çiudad,
en vn lugar muy fuerte y muy escondido
que auia para los malhechores que por
inormes delitos eran condenados a muerte,
y alli me cargaron de hierros teniendolo
yo todo por consolaçion. Todos me mirauan
con los ojos y me señalauan con el dedo
auiendo de mí piedad: y avnque ellos
tenian neçesidad della, mi miseria les
hazia oluidarse de sí. En esto passé
aquella noche con lo que auia passado del
dia hasta que vino a visitar y proueer en
los delitos de la carçel, y ansi en vna
gran sala sentado en vn soberuio estrado
y teatro de gran magestad, delante de
gran multitud de gente que a demandar
justiçia alli se juntó, el gouernador por
la importunidad de Arnao mandó que me
truxiessen delante de sí, y luego fueron
dos porteros en cuyas manos me depositó
el alcayde por mandado del juez, y con
una gruesa cadena me presentaron en la
gran sala. Tenia yo de empacho incados
los ojos en tierra que no los osaua alçar
por no mirar a Arnao: de lo qual todos
quantos presentes estauan juzgauan estar
culpado del delito que mi contrario y
acusador me imponia. Y ansi mandando el
gouernador a Arnao que propusiesse la
acusaçion ansi començó. ¡O bienauenturado
monarca por cuya rectitud y equidad es
mantenida de justiçia y paz esta tan
yllustre y resplandeçiente republica, y
no sin gran conoçimiento y agradeçimiento
de todos los subditos! Por lo qual
sabiendo yo esto en dos años passados que
vusco en Ingalaterra, Brauante, Flandes y
por toda la Italia a este mi delinquente
me tengo por dichoso por hallarle debajo
de tu señoria y jurisdiçion, confiando
por solo tu prudentissimo juizio ser
restituido en mi justiçia[636] y ser
satisfecho en mi voluntad; y por que no
es razon que te dé pessadumbre con muchas
palabras, ni inpida a otros el juizio,
te hago saber que este que aqui ves que
se llama Alberto de Clep... Y hablando
comigo el juez me dixo: ¿vos, hermano,
llamais os ansi? Y yo respondi: el mesmo
soy yo. Boluio Arnao y dixo: El es o
justissimo monarca: él es, y ninguna
cosa de las que yo dixere puede negar.
Pues este es vn hombre el mas ingrato y
oluidado del bien que nunca en el mundo
nació. Por lo qual solamente le pongo
demanda de ser ingrato por acusaçion,
y pido le des el castigo que mereçe su
ingratitud, y por más le conuençer pasa
ansi: que avnque las buenas obras no se
deuen referir del animo liberal, porque
sepas que no encarezco su deuda sin gran
razon, digo que yo le amé del mas firme y
constante amor que jamas vn hombre a otro
amó; y porque veas que digo la verdad
sabras que vn dia por çierto negoçio que
nos conuenia partimos ambos de Françia
para yr en Ingalaterra, y entrando en el
mar nos sobreuino vna tempestad la mas
horrenda y atroz que a nauegantes suçedió
en el mar. En fin con la alteraçion de
las olas y soberuia de los çielos nos
pareció a todos que era buelto el dilubio
de Noe. Cayó él en el agua por desgraçia
y indispusiçion, y procurando cada qual
por su propria salud y remedio, en la
mas obscura y espantosa noche que nunca
se vio me eché al agua y peleando con
las inuençibles olas le truxe al puerto
de salud. Suçede despues desto que tengo
yo vna muger moça y hermosa (que nunca
la huuiera de tener, porque no me fuera
tan mala ocasion) y está enamorada de
Alberto como yo lo soy, que della no es
de marauillar, pues yo le amo mas que a
mí; y ella persiguiendole por sus amores
la responde él que en ninguna manera
puede en la fe ofender a Arnao, y siendo
por ella muchas vezes requerido vino a
las manos con él queriendole forçar, y
passa ansi que vna mañana yo me leuanté
dexandola a ella en la cama y por
limpiar mi cuerpo me lançé a vn retrete
sin me ver ella. De manera que ella pensó
que yo era salido de casa a negoçiar,
y suçedio entrar por alli Alberto por
saber de mí, y ella asegurada que no la
viera yo le hizo con importunidad llegar
a la cama donde estaua, y tomandole
fuertemente por la capa le dixo: duerme
comigo que muero por ti; y Alberto
respondio: todas las cosas de su casa y
hazienda fió de mí Arnao, y sola a ti
reseruó para sí: por tanto señora, no
puedo hazer esa tu voluntad; y él luego
se fue que hasta oy no pareçio; y como
ella se sintio menospreçiada y que se
yua Alberto huyendo dexando la capa en
las manos començo a dar grandes bozes
llamandome a mi porque viesse o de quién
solia yo confiar; y como del retrete
salí, y conoçio que de todo auia yo sido
testigo, de empacho y afrenta enmudeçio,
y subitamente de ay a pequeño rato murio;
y como tengo hecha bastante esperiençia
de quién me tengo de fiar, pues mucho
más le deuo yo a él que él a mí, sin
comparación, pues si yo le guardé a él
la vida, él a mí la honrra que es mucho
más, agora, justissimo monarca, yo te
demando que me condenes por su deudor
y obligado a que perpetuamente le aya
yo a él de seruir: que yo me constituyo
por su perpetuo seruidor[637]; y si
dixere que por auerle yo dado la vida
en la tempestad me haze graçia de la
libertad, a lo menos neçesitale a que
por ese mesmo respeto me tenga en la
vida compañia, pues por su causa perdí
la de mi muger; y diziendo esto Arnao
calló esperando la sentençia del juez.
Pues como yo entendi por la proposiçion
de Arnao que auia estado presente a lo
que con su Beatriz passé, y que yo no
tenia neçesidad de me desculpar, porque
esto era lo que más lastimado y encogido
tenia mi coraçon hasta aqui, luego alçé
mi cabeça y lançé mis ojos en Arnao, y
con ellos le agradeçí el reconoçimiento
que tenia de mi fidelidad, y aguardé
con mucha humildad y mansedumbre la
sentençia del juez, esperando que sobre
el seguro que yo tenia de Arnao, y con el
que él auia mostrado de mi, ningun daño
me podia suçeder; y ansi todos quantos
al rededor estauan se alegraron mucho
quando oyeron a Arnao y entendieron dél
su buena intinçion, y que no pretendia
en su acusaçion sino asegurarme para
nuestra amistad y que fuesse confirmada
y corroborada por sentençia de juez, y
ansi todos con gran rumor encareçian vnos
con otros la amistad y fe de Arnao y se
ofreçian por mi que no apelaria de ningun
mandado del juez, pues me era notorio
el seguro de mi amigo Arnao; y haziendo
callar el gouernador la gente se boluio
para mí y me dixo. Di tú, Alberto ¿qué
dizes a esto que contra ti se propone?
¿Es verdad?
Respondi yo: señor, todo quanto Arnao ha
dicho todo es conforme a verdad, y no
auia otra cosa que yo pudiesse alegar
para en defensa de mi persona si alguna
culpa se me pudiera imponer sino lo que
Arnao ha propuesto: porque hasta agora
no padeçia yo otra confusion sino no
saber cómo le pudiera yo persuadir la
verdad. Lo qual de oy mas no tengo porque
trabajar pues Arnao estuuo presente a lo
que passé con su muger. Por lo qual tú,
señor, puedes agora mandar, que a mi no
me resta sino obedeçer. Luego dixo el
juez: por çierto yo estoy marauillado de
tan admirable amistad; en tanta manera
que me pareçe que podeis quedar por
exemplo de buenos amigos para los siglos
venideros y ansi pues estais conformes y
çiertos ser en vosotros vna sola y firme
voluntad, justa cosa es segun mi pareçer
que sea puesto Alberto en su libertad, y
mando por mi sentençia que le sea dado
por compañero perpetuo a[638] Arnao en
premio de su sancto y vnico amor; y ansi
me fueron luego quitados los hierros y
me vino Arnao a abraçar dando graçias
a Dios pues me auia podido auer, con
protestaçion de nunca me desamparar,
y ansi nos fuemos juntos a Paris
perseuerando siempre en nuestra amistad
mientra la vida nos duró.
MIÇILO.--Por çierto, gallo, admirable
amigo te fue Arnao quando te libró del
mar pospuesto el gran peligro a que las
soberuias hondas amenaçaban. Pero mucho
mayor sin comparaçion me pareçe auerlo tú
sido a él, quando ofreçida la oportunidad
de goçar de su graçiosa muger, por
guardarle su honrra con tanto peligro de
tu vida la huyste. Porque no ay animal
tan indignado y arriscado como la muger
si es menospreçiada quando de su voluntad
ofreçe al varon su apetito y deleyte, y
ansi conuierte todo su amor en verdadero
odio deseando mil muertes al que antes
amó como a sí; como hizo la muger de
Putifar a Joseph.
GALLO.--Çiertamente no teneis agora entre
vosotros semejantes amigos en el mundo;
porque agora no ay quien tenga fe ni
lealtad con otro sino por grande interese
proprio y avn con este se esfuerça hasta
el peligro; el qual como se ofreçe buelue
las espaldas; ya no hay de quién se pueda
fiar la vida, muger, honrra, hazienda ni
cosa que inporte mucho menos.
MIÇILO.--No hay sino amigos para los
plazeres, combites, juegos, burlas,
donayres y viçios. Pero si se os ofreçe
vna neçesidad antes vurlarán de vos, y os
injuriarán que os sacaran della. Como me
contauan este dia passado de vn Durango
hombre muy agudo y industrioso, que en
la uniuersidad de Alcala auia hecho vna
vurla a vn Hieronimo su compañero _de
camara_, que se fió del ofreçiendose
de le sacar de vna afrenta y metiole en
mayor; y fue que siendo ambos compañeros
de camara y letras, suçedió que vn dia
vinieron a visitar a Hieronimo vnos
parientes suyos de su tierra, y fue a
tiempo que el pobre mançebo no tenia
dineros, como aconteçe muchas vezes
a los estudiantes; prinçipalmente si
son passados algunos dias que no les
vino el recuero que les suele traer
la prouision. Y porque los quisiera
combidar en su posada estaua el más
afrontado y triste hombre del mundo. Y
como Durango su compañero le preguntó
la causa de su afliçion como doliendose
della, él le començó a consolar y
esforçar prometiendole el remedio, y
ansi le dixo: no te aflixas, Hieronimo,
por eso, antes ve esta noche al meson
y combidalos que vengan mañana a comer
contigo, que yo proueere de los dineros
neçesarios entre mis amigos; y el buen
Hieronimo confiandose de la palabra de
su compañero hizo lo que le mandó; y
ansi los huespedes aceptaron, y el dia
siguiente se leuantó Durango sin algun
cuydado de lo prometido a Hieronimo y se
fue a su liçion y no boluio a la possada
hasta mediodia. Donde halló renegando a
Hieronimo de su[639] descuydo _que auia
tenido_; y el no respondió otra cosa
sino que no auia podido hallar dineros
entre todos sus amigos; que el auia
hecho todo su poder; y estando ellos en
esta porfia llamaron a la puerta los
combidados, de lo qual reçibio Hieronimo
gran turbaçion vuscando dónde poder
huyr aquella afrenta; y luego acudio
Durango por dar conclusion a la vurla
por entero diziendole que se lançasse
debajo de vna cama que estaua alli,
y que él los despideria lo mejor que
pudiesse cunpliendo con su honrra; y ansi
con la turbacion que Hieronimo tenía
le obedecio, y los huespedes subieron
preguntando por Hieronimo, los quales
Durango respondio: señores, él deseó
mucho combidaros a comer avnque no tenia
dineros, pensando hallarlos entre[640]
sus amigos, y auiendolos vuscado, como
no los halló, de pura verguença se ha
lançado debajo de esta cama por no os
ver; y ansi diziendo esto se llegó para
la cama alçando la ropa que colgaua y le
començo á importunar con grandes vozes
a _Hieronimo_ que saliesse, y el pobre
salio con la mayor afrenta que nunca
hombre reçibio, lleno de pajas, flueco,
heno y pluma y tierra, y por ver reyr a
todos[641], quiso _de afrenta_ matar a su
conpañero[642] si no le huyera. Por lo
cual los huespedes le lleuaron consigo a
su meson y enbiaron luego por de comer
para todos, y trabajaron por le sosegar
quanto pudieron.
GALLO.--Desos amigos ay el dia de hoy;
que antes mofarán y vurlarán de vos
en vuestra neçesidad que procurarán
remediarla.
MIÇILO.--Por çierto tú dices verdad, que
en estos tiempos no ay mejores amigos
entre nosotros que estos; mas antes muy
peores. Agora te ruego me digas, ¿en qué
suçediste despues?
GALLO.--Despues te hago saber que vine
a naçer en la ciudad de Mexico de vna
india natural de la tierra, en la qual
me engendró un soldado de la compañia
de Cortés marques del Valle, y luego en
naciendo me suçedio morir.
MIÇILO.--Desdichado fueste en luego
padeçer la muerte; y tanbien por no poder
gozar de los tesoros y riquezas que
vienen de allá.
GALLO.--¡O Miçilo! quan engañado estás.
De contraria opinion fueron los griegos,
que fueron tenidos por los mas sabios
de aquellos tiempos; que dezian que era
mucho mejor, o nunca naçer, o en naçiendo
morir; yo no sé porque te aplaze mas
el viuir; prinçipalmente vna vida tan
miserable como la que tienes tú.
MIÇILO.--Yo no digo que es miseria el
morir sino por el dolor y pena grande
que la muerte da; y ansi tengo lastima
de ti porque tantas vezes padeçiste este
terrible dolor, y ansi deseaua mucho
saber de ti por ser tan esperimentado en
el morir: ¿en qué esta su terribilidad?
Qverria que me dixesses, qué ay en la
muerte que temer? Qué cosa es? En qué
está? Quién la siente? Qué es en ella lo
que da dolor?
GALLO.--Mira, Miçilo, que en muchas cosas
te engañas; y en esa mucho mas.
MIÇILO.--Pues ¿qué dicesmuerte no da
dolor?
GALLO.--Eso mesmo digo: lo qual si atento
estás façilmente te lo probaré; y porque
es venido el dia dexalo para el canto que
se siguirá.
_Fin del deçimo canto del Gallo._
NOTAS:
[618] G., tenia.
[619] (_Tachado_): Siguesse el deçimo canto del Sueño o Gallo de
Luciano, famoso orador griego, contrahecho en el castellano por el
mesmo auctor.
[620] G., generoso.
[621] G., y ansi.
[622] G., pereçieron.
[623] G., los.
[624] G., los miserables.
[625] G., los.
[626] G., la.
[627] G., corrupçion.
[628] G., siendo nuestro mas prinçipal mantenimiento solo pan de çeuada
o çenteno.
[629] G., del Emperador.
[630] G., la çiudad.
[631] G., y demandole que.
[632] G., se.
[633] G., respondieron.
[634] G., començose a murmurar de entre la gente que acompañaua la
justiçia.
[635] G., faltar.
[636] G., en mi honrra y satisfecho en mi justiçia y voluntad.
[637] G., deudor.
[638] G., de.
[639] G., por el.
[640] G., en.
[641] y como fuesse la risa de todos tan grande.
[642] G., Durango.
ARGUMENTO
DEL HONZENO CANTO[643].
En el honzeno canto que se sigue el auctor
imitando a Luçiano en el libro que intituló
de Luctu habla de la superfluidad y
vanidad que entre los cristianos se vsa en
la muerte, entierro y sepoltura. Descriuesse
el entierro del marques del Gasto, Capitan
general del Emperador en la Ytalia; cosa
de muy de notar[644].
MIÇILO.--Ya estoy, Gallo, a punto
aguardando para te oyr lo que me
prometiste en el canto passado: por tanto
comiença tú a dezir, y yo a trabajar, y
confia de mi atençion.
GALLO.--Por çierto no tengo yo, Miçilo,
menos voluntad de te conplazer que tú de
oyr; y ansi porque tengamos tiempo para
todo vengamos a lo que me demandaste
ayer. Que me pediste te dixesse como
honbre experimentado algo de la muerte,
pues por esperiençia tanto puedo yo
dezir; y ansi ante todas cosas quiero que
tengas por aueriguado esta conclusion;
que en la muerte no ay qué temer.
MIÇILO.--Pues ¿porqué la huyen todos?
GALLO.--Porque toda cosa criada se desea
conseruar, y ansi procura resistir su
corruçion.
MIÇILO.--¿Qué, no ay dolor en la muerte?
GALLO.--No en verdad. Quiero que lo veas
claro, y para esto quiero que sepas que
no es otra cosa muerte sino apartamiento
del anima y cuerpo: el qual se haze en un
breue punto, que es como solemos dezir,
en vn abrir y çerrar de ojo. Avn es mucho
menos lo que llaman los philosophos
instante: lo qual tú no puedes entender.
Esto presupuesto quiero te preguntar;
¿quándo piensas que la muerte puede dar
dolor? No dirás que le da antes que
el alma se aparte del cuerpo; porque
entonçes la muerte no es; y lo que no es
no puede dar dolor. Pues tanpoco creo
que dirás que la muerte da dolor despues
de apartada el alma del cuerpo; porque,
entonçes no ay subjeto que pueda el
dolor sentir; porque entonçes el cuerpo
muerto no puede sentir dolor; ni el alma
apartada tiene ya porqué se doler. Pues
muy menos dirás que en aquel punto que
se aparta el alma del cuerpo se causa el
gran dolor; porque en vn breue punto no
se puede causar tan terrible dolor, ni
se puede mucho sentir, ni mucho puede
penar. Quanto más que esto que digo que
es muerte, no es otra cosa sino careçer
del alma que es la vida; y careçer (que
los philosophos llaman pribaçion) no es
cosa que tiene ser; es nada; pues lo
que nada es y no tiene ser ¿cómo puede
causar dolor? Ansi que claro está si bien
quieres mirar, que la muerte no tiene
qué temer, pues solo se auia de temer
el dolor; el qual ves que no ay quien
le pueda entonçes causar; y ansi de mí
te sé dezir, como aquel que habla bien
por esperiençia, que nunca la muerte me
dio dolor; ni nunca yo la sentí. Pero
con todo esto quiero que notes que ay
dos maneras de muerte: vna es violenta;
que estando sano y bueno el hombre, por
fuerça o caso, o por violençia se la
dan. Como si por justiçia degollassen, o
ahorcassen vn honbre. Desta tal muerte
bien se podra dezir que el que la padeçe
sienta algun dolor; porque como el
paçiente está sano y tenga todos los
sentidos sanos y enteros es ansi que al
passar del cuchillo por la garganta, o
al apretar de la soga en aquel punto que
sale el alma por causa de la herida se le
dé pena; y no qualquiera pena, pero la
mayor que en esta vida vn honbre pueda
padeçer y sentir, pues es tan grande
que le baste[645] matar. Pero ay otra
manera de muerte que llamamos natural,
la qual viene al honbre por alguna
larga enfermedad y indispusiçion, o por
la vltima vejez. Esta tal çiertamente
no da dolor; porque como el enfermo
se va llegando a la muerte vansele
suçesiuamente entorpeçiendo los sentidos
y mortificandosele todos, de manera que
quando viene a salirsele el alma ya no
ay sentido que pueda sentir la partida
si algun dolor vsasse[646] causar. Que
de otra manera ¿quien dubda sino que
el honbre haria al tienpo del morir
gestos, meneos y visajes en que mostrasse
naturaleza que le diesse alguna pena
y dolor la muerte? Mas antes has de
tener[647] por verdad, que ansi como en
las cosas que os perteneçen y conuienen
de parte de vuestra naturaleza no se
reçibe ninguna pena ni trabajo al tienpo
que las effectuamos[648], mas antes
_todos los animales_ nos holgamos y nos
plaze ponerlas en obra y exerçiçio porque
naturaleza nos dio potençias y organos
y instrumentos conque sin pesadunbre
alguna las pudiessemos exerçitar. Pues
desta mesma manera como la muerte nos
sea a todos los honbres cosa natural,
_quiero dezir_, que los[649] conuiene
de parte de su[650] naturaleza; porque
_todos los honbres y animales_ nacieron
mortales y[651], no se les puede excusar,
ansi deues presumir, y avn creer, que
la muerte natural no solamente no causa
dolor, pero avn consuela y reçibe el
alma gran plazer en se libertar y salir
desta carçel del cuerpo y yr a vibir
mejor vida. Porque la verdad este morir
no es acabar sino passar desta vida a
otra mejor, y de aqui viene a los honbres
todo su mal y dolor al tiempo del morir,
por careçer de fe con que deuen creer
que esto es verdad. Porque aquellos
bienauenturados[652] martires que con
tanto regoçijo se ofreçian a la muerte
¿de dónde piensas que les venia? sino que
tenian por mas çierto lo que creyan por
fe de los buenos que Dios les promete,
que los tormentos y muerte que vian
presentes aparejados para padeçer. Que no
ay cosa más fáçil que el morir. Ni cosa
de más risa que veros hazer de la muerte
caudal. Prinçipalmente siendo cristianos
que auiades de demandarla, y venida
tomarla con gran plazer.
MIÇILO.--Por çierto mucho me has
consolado, Gallo, con las verdades que
me has persuadido; y tanto que estoy muy
esforçado para quando a Dios pluguiere
de me llevar desta uida: pues voy a viuir
para sienpre jamas.
GALLO.--Pues si esto es ansi, qué cosa
es que vosotros siendo cristianos hagais
tanta cuenta al tienpo de vuestra
muerte, de acumular y juntar todas
vuestras honrras para allí? Avn ya
quando estais sanos y con salud, que os
procureis honrrar no es gran marauilla,
porque estais en el mundo y haçeis lo
que de presente se goza dél. Pero al
tienpo de la muerte, la rica sepoltura
y la ponpa funeral, tanto luto, tanta
çera, tanto clerigo, tanta cruz, tanta
conpaña[653]; _con tanta solenidad; tanto
acompañamiento_ de tanto noble, guardado
el tienpo y lugar que cada qual ha de
llenar; con aquella pausa, orden, passo
y grauedad como si os llevassen a bodas.
Pues todo esto ¿qué es sino memoria
y honrra mundana? Que vean grandes
aparatos, y lean grandes rótulos: Aqui
yaze sepultado, etc. Que si vos sois más
rico que otro y teniades mejor casa, bien
consiento que tengais mejor sepoltura.
Pero que gasteis en vuestra muerte
grandes aparatos y hagais rica sepoltura
diziendo que es obra muy sancta y muy
cristiana, desengañaos, que mentis. Que
antes es cosa de gentilidad; que con sus
estatuas querian dexar memoria eterna.
Hazeis gran honrra a vuestro cuerpo en
la muerte viendo que peligra el alma de
vuestro proximo por pobreza en la vida.
Por Dios, Miçilo, que estoy espantado de
ver las neçedades y bobedades que los
honbres teneis y vsais en este caso, que
no puedo sino aueros lastima; porque he
yo visto muchas vezes reyrse destas cosas
mucho los angeles y Dios. ¡O si vieras
en el año de mil y quinientos y quarenta
y seys quando enterraron al marques del
Gasto, Capitan general del Emperador en
la Ytalia!; porque vn lunes, honze dias
_del mes_ de Abril que murió, me hallé yo
en Milan; ¡quan de veras te rieras alli!
Estaban los Sanctos del çielo que de risa
querian rebentar.
MIÇILO.--Hazme agora tanto plazer que
pues te hallaste alli me cuentes algo de
lo que passó.
GALLO.--Temome Miçilo, que no acabaremos
oy. Porque dexada la braueza de lo que en
el testamento de su exçelençia se podia
dezir de rey, menos te podras contener en
lo que toca a la ponpa funeral, que no
cabrá en diez pliegos de papel.
MIÇILO.--Ruegote mucho que me digas algo
de lo que passó en el entierro; porque en
lo del testamento no te quiero fatigar.
GALLO.--Yo te quiero conplazer. En el
nonbre de Dios. _Murio su exçelençia el
domingo ya casi a la noche; y luego con
la diligençia posible se dispuso lo
neçesario que tocaua al aparato y lutos;
que no quedó en toda la çiudad offiçial,
ni en gran parte de la comarca, que
supiesse de sastreria, o de labrar çera o
carpenteria que no tuuiesse mucho en qué
entender toda aquella noche del domingo
y el lunes adelante hasta la hora de las
dos que el cuerpo de su exçelençia salio
del palaçio para la iglesia mayor[654]._
Primeramente yban delante la[655]
clereçia, quinientos niños de dos en dos,
vestidos de luto con capirotes en las
cabezas cada vno con vna hacha ençendida
en la mano, de çera blanca, con las armas
de su exçelençia cosidas en los pechos.
MIÇILO.--Quánto mejor fuera que aquella
limosna de vestido y hacha fuera secreta
y cosida entre Dios y el coraçon de su
exçelençia, y el mochacho se quedara en
casa; tuuiera en aquella hacha aquel dia
y otros quatro qué comer.
GALLO.--Despues destos yban çiento y diez
cruzes grandes de madera, con çinco velas
en cada vna hincadas en vnos clauos que
estauan en las cruzes como se acostunbra
en Milan en semejantes ponpas funerales.
MIÇILO.--Deuian de llenar tantas cruzes
porque el diablo si viene por el muerto
más huye de muchas que de vna.
GALLO.--Seguia luego a las cruzes el
reuerendo cabildo[656] de la iglesia
mayor y toda la clereçia con cruzes de
plata y[657] todas las parrochias[658]
_con todos sus_ capellanes, clerigos,
frayles y monjes de todas las ordenes y
religiones, cada vno en su grado, con
hachas de cera blanca en las manos,
ençendidas, de dos en dos que eran mil
y seysçientos. A la clereçia seguia
la guarda de cauallos ligeros de su
exçelençia a pie con lobas de luto y
capirotes en las cabezas[659]; cada
vno con su lança negra y vna veleta de
tafetan negro en cada vna, con el hierro
en la mano, arrastrando las lanças por
tierra; con dos tronpetas que yban
delante con lobas de luto y capirotes
en las cabezas. Estos tronpetas yban a
pie con las tronpetas echadas a las
espaldas, con vanderas negras con las
armas de su exçelencia.
MIÇILO.--Estos bastaran defenderle el
cuerpo si todos los diablos del infierno
vinieran.
GALLO.--Bastaran si todos fueran
españoles. Despues yba la casa de su
exçelençia con hasta quatroçientas
personas con lobas y capirotes en las
cabezas, cada vno en su grado. Despues
yba la guarda de soldados alemanes;
lleuaua cada vno vn manto hasta tierra
de luto, con collares encrespados, y las
alabardas negras echadas al honbro, y con
gorras grandes negras a la alemana.
MIÇILO.--Agora digo más de veras que le
bastaran defender avnque viniera Luzifer
por capitan.
GALLO.--Tras estos venian seys atambores
con los mesmos mantos como[660] los
alemanes, y caperuças a la española, de
luto: cubiertos los atambores de velos
negros puestos a las espaldas. Despues
destos yban dos pajes a pie vestidos
de terçiopelo negro, con las gorras
caydas sobre las espaldas. El de la mano
derecha lleuaua vna çelada cubierta de
brocado rico de tres altos en la mano:
y el otro lleuaua vna pica negra al
ombro, cayda sobre las espaldas. Çerca
destos venian dos capitanes a pie con
lobas de luto con faldas muy largas
rastrando y capirotes en las cabezas. El
de la mano derecha lleuaua vna vandera
de infanteria, de tafetan amarillo con
las armas inperiales, y el otro lleuaua
vn estandarte negro con las armas de
su exçelençia doradas: y en el canpo
vna cruz colorada a la borgoñona. Estos
lleuauan los estandartes caydos sobre
las espaldas, arrastrandolos[661] por
tierra, que significaua el cargo que
primero auia tenido de su magestad de
general de la infanteria. Çerca destos
yba vna persona muy honrrada con vna gran
loba de luto y capirote en la cabeza,
en vna mula guarneçida de luto hasta
tierra: lleuaua vna vara negra en la
mano, como mayordomo _mayor_[662] de su
exçelençia. Despues deste[663] venian
seys tronpetas a cauallo vestidos de
negro con sus tronpetas a las espaldas y
vanderas de tafetan negro con las armas
de su exçelençia. Tras estos yban un rey
de armas borgoñon a cauallo con loba y
capirote, y ençima vna sobre vista dorada
con las armas inperiales: el qual auia
sido enbiado de su magestad el mesmo dia
que fallecio su exçelençia, con cartas, a
darle cuenta de los nueuos caualleros del
Tuson. A este seguian çinco caualleros
honrrados con lobas de luto y capirotes
en las cabezas a cauallo, cubiertos los
cauallos de paño negro hasta tierra, que
no se veyan sino los ojos: los quales
lleuauan los estandartes siguientes
caydos sobre las espaldas rastrandolos
por tierra. El primero era vn estandarte
colorado con las armas de su exçelençia,
puestas en vna asta negra. El segundo
era de la mesma color, pintada nuestra
Señora con el niño en los braços, y la
luna debajo de sus pies. Este era señal
de guion de gente de armas. El terçero
estandarte era blanco pintado dentro el
escudo de las armas del duque de Milan,
con vna[664] aguila que abrazaua el
escudo, en señal del gouierno del estado
de Milan. El quarto lleuava vna vandera
quadrada pequeña, que es el guion que su
exçelençia lleuaua delante como general,
y en el canpo blanco della pintado vn
mundo con los elementos apartados: y de
la una parte nuestra Señora pintada con
su hijo en los braços: y de la otra parte
el angel san Raphael y Tobias, con vn
letrero que dezia: _Sic sita vigent_. El
quinto lleuaua vn estandarte amarillo
con el aguila y armas imperiales, echado
sobre las espaldas, que es la insinia
de capitan general del exerçito de su
magestad. Despues destos yban ocho pajes
vestidos de terçiopelo negro hasta tierra
que no se veyan sino los ojos. El primero
lleuaua vna espada dorada con vayna de
brocado rico de tres altos sobre el
ombro, por señal que quando el Emperador
entró en Napoles venia delante dél el
Marques como gran camarlengo a quien
toca aquella çiremonia y preeminençia.
El segundo lleuaua vn escudo en el braço
yzquierdo con las armas de su exçelençia
de relieues dorados en canpo negro. El
terçero lleuaua vna lança negra en la
mano derecha cayda sobre la espalda con
su yerro muy polido. El quarto lleuaua
vn almete puesto en vn vaston negro
cubierto de brocado rico de tres altos
en la mano derecha. El quinto lleuaua vn
estoque dorado con su vayna de brocado
rico de tres altos caydo sobre la
espalda derecha, y vnas espuelas doradas
vestidas en el braço derecho guarneçidas
del mesmo brocado. El sesto lleuaua vn
vaston dorado en la mano caydo sobre el
ombro, pintadas las armas inperiales en
señal del cargo primero de general de
la infanteria. El septimo lleuaua otro
baston dorado con las armas del ducado de
Milan abraçados con el aguila inperial,
en señal del gouierno del estado de
Milan. El octauo y ultimo lleuaua vn
baston cubierto de brocado rico de tres
altos, en señal de capitan general de
Ytalia. Seguia luego vn moço de espuelas
con vna loba de luto hasta tierra con
capirote en la cabeza: el qual lleuaua
de diestro vn cauallo guarnido[665] de
terçiopelo negro con estribos, freno y
clauazon plateado[666]: y sobre la silla
vna reata de terçiopelo negro, y junto
al cauallo doze moços de espuelas con
lobas de luto rastrando y capirotes en
las cabezas, y el caualleriza detras;
venia despues el cuerpo de su exçelençia
puesto sobre vnas grandes andas, hechas
a manera de vna gran cama cubierta[667]
de brocado de plata de dos altos que
colgaua çerca de vn braço de cada lado de
las andas. Del brocado estaua pendiente
vna gran vanda de terçiopelo carmesí de
la que colgaua vn friso, o guarniçion
de tafetan doble carmesí con las armas
de su exçelençia doradas. Esta cama, o
andas lleuauan doze caualleros vestidos
con lobas de luto y capirote[668] en
las cabezas, y porque el trecho es casi
vna milla del monesterio a la iglesia
mayor se yban mudando. El cuerpo de su
exçelençia yba vestido con vna tunica
o veste de raso blanco hasta en pies,
çeñida, y ençima de la tunica vn manto
de grana colorada con vnas bueltas
afforradas de veros alçado sobre los
braços. En la cabeza lleuaua vna barreta
ducal afforrada en los mesmos veros, con
vn friso y corona de prinçipe. Lleuaua
al cuello el collar rico del Tuson, y al
lado vna espada dorada con su vayna de
brocado rico de tres altos. Este habito
es segun la orden del offiçio del gran
camarlengo del rey no de Napoles que su
exçelençia tenia y ha gran tienpo que
está en su yllustrisima casa. Lleuaua
por cabeçera vna almohada de terçiopelo
carmesí guarneçida de plata, y a la mano
derecha sobre la cama o andas lleuaua
la rosa sagrada de oro que la sanctidad
del papa Paulo le enbio el año de mil y
quinientos y treynta y nueue por gran don
y publico fauor, que es vn árbol de oro
con veynte y dos rosas.
MIÇILO.--¿Supiste qué virtud tenia esa
rosa sagrada porque la lleuaua al lado en
el entierro? ¿Si era alguna indulgençia
que su Santidad le enbió para que no
pudiesse yr al infierno avnque muriesse
en pecado mortal?
GALLO.--Eso se me oluidó de preguntar.
Çerca de las dichas andas yuan veynte
y quatro[669] gentiles hombres muy
honrrados de su casa con lobas[670] y
capirotes en la cabeça[671], y vnas
hachas grandes de çera negra en las
manos con las armas de su exçelençia.
Despues yua el señor marques de Pescara,
primogenito de su exçelençia, con los
señores don Yñigo y don Çesareo de Aualos
los sus hermanos, y el señor prinçipe de
Sulmona, y el señor don Aluaro de Luna,
hijo del señor castellano de Milan, a
quien el señor marques[672] sustituyó en
los cargos que en este estado de Ytalia
tenía, por ser la persona más prinçipal
que aqui se halla. El por estar enfermo
enbió al señor don Aluaro su hijo en su
lugar; yban alli los comisarios generales
de su magestad, y los gouernadores y
alcaldes del estado, y los enbajadores
de los potentados de Ytalia que aqui se
hallaron, y otros prinçipes y señores que
vinieron a honrrar el enterramiento; yban
alli los señores del senado y magistrado,
y los feudatarios del estado, marqueses,
condes y caualleros, capitanes y gentiles
honbres, todos con sus lobas de luto
rastrando y capirotes en las espaldas.
Toda la iglesia mayor estaua entoldada
alrededor de paño negro con las armas de
su exçelençia: y sobre los paños hachas
blancas de çera muy juntas. Despues
en medio del çimborrio de la iglesia,
antes de entrar en el coro, estaua hecho
vn grandissimo cadahalso o monumento,
mayor y más hermoso y de mayor artifiçio
que jamas se hizo a ningun prinçipe en
estas partes, todo pintado de negro. El
qual tenía ençima vna piramide llena
de velones y hachas de çera blanca: y
ençima de cada lado o haz del cadahalso
auia ocho escudos grandes con las armas
de su exçelençia, donde fue puesto su
cuerpo como venia en las andas o lecho
en que fue traydo. Sobre el qual auia vn
dosel muy grande de terciopelo negro.
Al rededor del cadahalso auia infinitas
hachas, y en medio de la iglesia auia
ocho grandes candeleros, que en España
llaman blandones, hechos a manera de
vasos antiguos. Eran de madera, negros,
llenos de hachas pendientes de lo alto
de la yglesia iguales. Estos candeleros
con las otras hachas estauan en rededor
de toda la iglesia. Delante del cadahalso
estaua hecho vn talamo alto de tierra
dos braços, y en ancho setenta braços.
De todas partes desde el cadahalso
hasta el altar mayor estauan asentados
en rededor[673] todos los señores
prinçipales que aconpañaron el funeral
hasta ser acabados los offiçios; y todo
el talamo era cubierto de paño negro,
ansi lo alto como lo bajo, donde estauan
asentados todos aquellos señores. El
retablo del altar mayor estaua todo
cubierto de terçiopelo negro con su
frontal, con doze hachas muy grandes: y
ansi mesmo los otros altares priuados
que son muchos, con su çera conueniente.
¿Dime, Miçilo, qué juzgas desta honrra?
MIÇILO.--Pareçeme que el mundo le dio
toda la honrra que le pudo dar, y que
aunque en la vida le honrró bien, en
la muerte le acumuló juntas todas las
honrras por aparençia y por existençia,
ansi por los blasones de sus ditados _y
insignias_ que alli yuan, como por la
conpañia y honrra[674] que en su muerte
se le hizo.
GALLO.--El dia siguiente se celebró misa
solene en el altar mayor y los offiçios
por el anima, y en el medio de la misa se
dixo vna muy elegante oraçion en loor de
su exçelençia[675], a la qual estuuieron
presentes todos los señores sobredichos
que fueron para este auto conbidados,
hasta que se acabaron todos los offiçios;
y en los altares y capillas que auia en
la iglesia se dixeron hasta quatroçientas
missas rezadas.
MIÇILO.--¿No hubo ay alguna missa del
altar de San Sebastian de la Caridad de
Valladolid que le sacara del purgatorio?
GALLO.--Vn sacerdote enbió alli el
pontifiçe con todo su poder para le sacar.
MIÇILO.--¿Pues esa no bastó?
GALLO.--Sí bastó: pero todas las otras
missas se dixeron por magestad: _las
quales aprouecharon a todas las animas
del purgatorio por limosna de su
exçelençia_. Las hachas que se gastaron
en acompañar el cuerpo y en las honrras
del dia siguiente llegaron a çinco mil.
MIÇILO.--Por çierto con tantas hachas
bien açertara vn honbre a media noche a
yr al çielo si las obras le ayudaran.
GALLO.--En verdad te digo que sin
perjudicar a ningun prinçipe y capitan
general y gouernador de los passados, no
se acuerda ninguno de los que viuen, ni
se halla en ningun libro, auerse hecho
en Milan ni en el mundo obsequias más
honrradas, conçertadas y sumptuosas.
MIÇILO.--Mucho deseo tengo de saber si
con esto fue al çielo su exçelençia.
GALLO.--Pues ¡cuerpo de mi vida! ¿no
auia de yr al çielo? _Buena honrra le
auian hecho todas las glorias del mundo
si le vuieran solo pagado con las de
acá._ Ningun exçelente dexa de yr alla,
porque San Juan Baptista es abogado de
los exçelentes; que ansi le llaman los
çiegos en su oraçion exçelente pregonero.
Alla le vi yo en el çielo quando alla
fue[676]. La gente que de la çiudad y
comarca vino pareçió por las calles a la
entrada del cuerpo, y que esperaua en
la iglesia passaron de dos çientas mil
personas, las quales mostrauan infinito
sentimiento y dolor.
MIÇILO.--Bien se puede eso presumir:
prinçipalmente si estauan alli algunos
padres y madres, hijos y parientes de
muchos capitanes, alferez y gentiles
honbres que él dio garrote en su camara
quando se le antojó.
GALLO.--Preguntenselo a Mosquera, alcayde
de Simancas, que se le escapó por vña
de cauallo, sobre la sentençia mental;
y preguntenselo a Hieronimo de Leiua
quando en Cremes le depositó en manos de
Machacao, su maestre de campo, quando le
degollo[677]. Pero todo esto y quanto
en ese caso hizo fue con justiçia y
por razon y porque muchas vezes _por
el cargo que tenia_ conuenia _que se
hiziesse ansi_ por excusar motin[678]
en el canpo de su magestad. Todo esto
ha venido a proposito de tratar al
prinçipio de vuestra vanidad de que vsais
en vuestros entierros. Que por ninguna
cosa quereis caer en la cuenta, y çesar
de tan gran hierro, quanto quiera que os
lo dizen quantos cuerdos han escrito en
la antiguedad y modernos. No vi mayor
desuario que por lleuar vuestro cuerpo
en las andas honrrado hasta la sepoltura
dexeis a vuestro hijo desheredado y
neçesitado a pedir y a los pobres
_desnudos y_ hambrientos en las camas.
Gran locura es estar el cuerpo hediendo
_en la sepoltura_ vn estado debajo de
tierra, hecho manjar de gusanos, y estar
muy hufano por tener acuestas vna lancha
que pessa çinquenta quintales dorada por
ençima. O _estar_ ençerrados en ricas
capillas con rejas muy fuertes, como
locos atados hasta[679] en la muerte.
Gran confusion es de los cristianos
aquella palabra de verdadera religion que
dixo Socrates philosopho gentil. Siendo
preguntado de sus amigos quando beuia el
veneno en la carçel, dónde queria que le
enterrasen, respondio: echad este cuerpo
en el campo; y diziendole que le comerian
las aues, respondio: ponedle vn palo
en la mano para oxearlas; y diziendole
que siendo muerto no podria oxearlas
respondio: pues menos sentiré si me
comieren. Donde quiera que quisieredes me
podeis enterrar, que no ay cosa mas façil
ni en que menos vaya que en el sepulcro.
MIÇILO.--Por pierto, gallo, tú tienes
mucha razon en cuanto dizes, porque en
este caso demasiadamente son dados los
hombres a la vana aparençia y ambiçion y
ponpa de fuera sin hazer cuenta de lo del
alma, que es de lo que se deue hazer más
caudal.
GALLO.--Pues quán de veras dirias eso,
Miçilo, si huuiesses subido al çielo y
deçendida[680] al infierno como yo, y
huuiesses visto la mofa y risa que passan
los santos allá viendo el engaño en que
estan los mundanos acá açerca desta ponpa
de su morir y enterrar, y si viesses el
pessar que tienen los dañados[681] en el
infierno porque se les añaden graues
penas por la vanidad de que se arrean en
su morir. ¡O qué te podria en este caso
contar!
MIÇILO.--¡O mi çelestial gallo! si
pudiesse yo tanto açerca de ti que me
quisiesses por narraçion comunicar esa
tu bienauenturança de que gozaste siendo
Icaro Menipo, y cantarme[682] lo mucho
que viste alla. Si esto impetrasse de ti
profierome de quedar yo oy sin comer por
darte doblada raçion.
GALLO.--No puedo, Micilo, dexar de te
complazer en quanto me quisieres mandar;
y ansi te quiero dezir cosas que los
honbres nunca vieron ni oyeron hasta
oy. Tienes neçesidad de nueua atençion,
porque hasta agora has oydo cosas de
mí que tú las puedes auer visto y
esperimentado como yo. Pero hablar del
çielo, y de los angeles, y del mesmo
Dios no es capaz hombre mortal para le
comprehender mientra está aqui, sin muy
particular priuilegio de Dios; y porque
la xornada es grande y tengo flaca
memoria dexame recolegir: que si tu gusto
está dispuesto como requiere la materia
de que emos de tratar, yo me profiero de
hazerte bienauenturado oy, de aquella
bienauenturança de que se goza por el
oyr; y pues el dia pareçe ser venido
aparejate _en tu tienda_ para[683] mañana
y oyras _lo demas_.
_Fin del honzeno canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[643] G., canto del Gallo.
[644] (_Tachado_): Siguesse el honzeno canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo auctor.
(_Antes se leia en vez de autor_): intérprete.
[645] G., basta.
[646] G., pudiesse.
[647] G., creer.
[648] G., effetuais.
[649] G., nos.
[650] G., nuestra.
[651] G., naçieron con naturaleza obligada a morir.
[652] G., verdaderos.
[653] G., tanto tañer de campanas.
[654] Esta relaçion es la misma que apareçe copiada en la conoçida
_Misçelanea_ de Sebastian de Horozco (Bibl. Nac. Ag. 105. fol. 167 á
169), con el título de _Memoria de la orden y forma que se tuvo en
Milan en el enterramiento del Ilustrissimo señor Marques del Gasto,
capitan general de su Magestad, y en el acompañar su cuerpo desdel
monasterio de Santo Eustorgio, de la horden de los Predicadores,
hasta la iglesia mayor, lunes diez y seis de abril mill y quinientos
y quarenta y seis años, y el dia siguiente en las onrras que alli se
hizieron_.
Indicamos las variantes de este manuscrito con la inicial H.
[655] H., toda la.
[656] H., capitulo. G. (_Tachado_), capitulo.
[657] G., de.
[658] G., perrochias.
[659] H., la cabeça.
[660] G., que. H., como.
[661] G., arrastrandolas.
[662] H., de la casa.
[663] H., de este.
[664] G., vn.
[665] H., guarnescido.
[666] G., plateada.
[667] H., cubiertas.
[668] H., capirotes.
[669] G., çinco H., quatro.
[670] H., lobas de luto.
[671] H., en las cabeças.
[672] H., marques, que aya gloria.
[673] G., derredor.
[674] G., gasto.
[675] H., del señor marques, que aya gloria.
[676] G., subi.
[677] G., Bien se puede eso presumir, avnque era comun opinion ser
honbre cruel, y que ansi mató muchos capitanes, alferez y gentiles
honbres haziendoles degollar.
[678] G., motines.
[679] G., aun.
[680] G., desçendido.
[681] G., condenados.
ARGUMENTO
DEL DUODEÇIMO CANTO DEL GALLO[684]
En el canto doze[685] que se sigue el
auctor imitando a Luçiano en el dialogo
que intituló Icaro Menipo, finge subir
al cielo y descriue lo mucho que vio
allá[686].
GALLO.--Ayer te prometi, Miçilo,
de tratar oy materia no qualquiera
ni vulgar, pero la mas alta y mas
encumbrada[687] que humano ingenio puede
conçebir. No de la tierra ni de las
cosas bajas y suezes de por acá: mas de
aquellas que por su estrañeza el juizio
humano no las basta conprehender. Tengo
de cantar oy cómo siendo Icaro Menipo
subi al çielo morada y habitaçion propria
de Dios; oy tienes neçesidad de nueuo
entendimiento y nueua atençion, porque te
tengo oy de dezir cosas que ni nunca las
vieron ojos, ni orejas las oyeron, ni en
entendimiento humano pudo nunca caber lo
que tiene allá Dios aparejado para los
que le desean seruir. Despierta bien:
ronpe esos ojos del alma y mirame acá,
que quiero dezir las cosas marauillosas
que en el çielo vi, oy, hablé y miré. La
estançia, asiento, lugar de los Santos
y de Dios. Dezirte he la dispusiçion,
mouimiento, camino, distançia que tienen
los çielos, estrellas, nubes, luna y sol
entre sí allá. Las quales si oydas no
creyeres, esto solo me sera gloria a mi,
y señal de mi mayor feliçidad, pues por
mis ojos vi, y con todos mis sentidos
gusté cosas tan altas que a todos los
honbres causan admiraçion, y passan a lo
que pueden creer.
MIÇILO.--Yo te ruego, mi gallo, que oy
con intimo affecto te esfuerçes a me
conplazer, porque me tienes suspenso
de lo que has de hablar. Que avn si te
plaze dexaré el offiçio por mostrarte
la atençion que te tengo, pues con los
ojos ternia los sentidos y entendimiento
todo en ti. Espeçie me pareçeria ser de
infidelidad si vn honbre tan bajo y tan
suez como yo no creyesse a vn honbre
çelestial y diuino como tú.
GALLO.--No quiero, Miçilo, que dexes
de trabajar: no demos ocasion a morir
de hanbre, pues todo se puede hazer.
Prinçipalmente quando de ti tengo
entendido que cuelgas con tus orejas de
mi lengua, como hizieron los françeses de
la lengua de Hercules Ogomio admirable
orador. Agora, pues, oyeme y sabras que
como yo considerasse en el mundo con
gran cuydado todas las cosas que hay
entre los mortales, y hallasse ser todas
dignas de risa, bajas y pereçederas, las
riquezas, los inperios, los offiçios de
Republica y mandos, menospreçiando todo
esto, con gran deseo me esforçé a emplear
mi entendimiento y affiçion en aquellas
cosas que de su cogeta son buenas a la
verdad; y ansi cobdiçié passar destas
cosas tenebrosas y obscuras y volar hasta
la naturaleza y criador de todas, y a
este desseo me mouio y ençendio más la
consideraçion deste que los philosophos
llaman mundo. Porque nunca pude en
esta vida hallar de qué manera fuesse
hecho, ni quién le hizo: donde tubo
principio y fin. Despues desto quando
en particular le deçendia a contemplar
mucho más me causaua admiraçion y dubda:
quando via las estrellas ser arroxadas
con gran furia por el çielo yr huyendo.
Tanbien deseaua saber qué cosa fuesse
el sol, y sobre todo deseaua conoçer
los açidentes de la luna, porque me
pareçian cosas increybles y marauillosas,
y pensaua que algun gran secreto que no
se podia declarar causaua en ella tanta
mudança de espeçies, formas y figuras.
Aquella braueza con que el rayo sale
con aquel resplandor, tronido espantoso
y ronpimiento de nube, y el agua, la
nieue, el graniço enbiada[688] de lo
alto. Pareçianme ser todas estas cosas
difiçiles al entendimiento, en tanta
manera que por ninguna fuerça de nuestra
naturaleza se podian por algun honbre
conprehender acá. Pero con todo esto
quise saber qué era lo que destas cosas
los nuestros philosophos sentian: porque
oya dezir a todos, que ellos enseñauan
toda verdad. Tanbien reçebia gran
confusion considerando aquella sublimidad
y alteza de los çielos: prinçipalmente
del empireo y de su perpetuidad. El trono
de Dios; el asiento de los santos, y la
manera de su premiar y beatificaçion. El
orden que ay en la muchedunbre de todos
los coros angelicales. Pues primero
quisse sujetarme a la disçiplina destos
nuestros maestros, los quales no poco
estan inchados y presumptuosos con estos
titulos, diziendo que enhastiados de
las cosas de la tierra volan a alcançar
la alteza de las cosas çelestiales: lo
qual no seria en ellos poco de estimar
si ello fuesse ansi. Pero quando en
aquellas comunes academias entré y miré
todos los que en la manera de disputa y
liçion mostrauan enseñar, entre todos
vi el habito y rostro muy particular en
algunos, que sin preguntar lo conoçieras
auerse leuantado con el titulo de
çelestiales. Porque todos los otros
avnque platicauan profesion de saber,
debajo de un vniuersal baptismo y fe
trayan vn vestido no differente del
comun. Pero estos otros mostrauan ser
de vna particular religion, _por estar_
vestidos de una cuculla y[689] habito
y traxe particular, y avn entre ellos
differian en el color; y aunque en su
presunçion, arogançia, obstentaçion,
desden y sobreçejo mostrassen ser los
que yo vuscaua, quise preguntar por me
satisfazer, y ansi me llegué a vno de
aquellos que a aprender concurrian alli,
y a lo que le pregunté me respondio
señalandomelos con el dedo: estos son
maestros de la philosophia y theologia
natural y çelestial; y ansi con el
deseo que lleuaua de saber, con gran
obediençia me deposité a su disçiplina,
proponiendo de no salir de su escuela
hasta que huuiesse satisfecho a mi dubda
y confusion[690]. ¡O Dios inmortal qué
martirio passé alli!: que començando por
vno de aquellos maestros segun el orden
que ellos tenian entre sí, a cabo de vn
año que me tenía quebrada la cabeça con
solo difinir terminos cathegorematicos
y sincathegorimaticos, analogos,
absolutos y conotatiuos, contradiçiones
y contrariedades, solo me hallé en vn
laberinto de confusion. Quise adelante
ver si en el otro auria algo más que
gustar: y en todo vn año nunca se acabó
de enseñar vna demostraçion: ni nunca
colegi cosa que pudiesse entender.
Consolauame pensando que el tiempo,
avnque no el arte, me traeria a estado y
preçetor que sin perdida de más edad[691]
me llegaria[692] a mi fin; y ansi entré
ya a oyr los prinçipios de la philosophia
natural; y esto solo te quiero hazer
saber: que a cabo de muchos dias solo
me faltaua ser libre de aquella neçedad
y ignoraba con que vine alli. Porque
fueron tantas las opiniones y diuersidad
de no sé que prinçipios de naturaleza:
insecables atomos: inumerables formas;
diuersidad de materias; ideas primeras y
segundas intençiones; tantas questiones
de vacuo y infinito que quanto más alli
estaua más me enboscaua en el laberinto
de confusion; y esto solo entre todas las
otras cosas no podia sufrir; que como en
ninguna cosa entre si ellos conueniessen,
mas antes en todo se contradezian, y
contra todo quanto affirmaban arguian,
pero con todo esto me mandaban que los
creyesse dezir la verdad, y cada vno
dellos me forçaua persuadir y atraer con
su razon.
MIÇILO.--Cosa marauillosa me cuentas;
que siendo esos hombres tan santos y
religiosos y de conçiençia no sacassen
en breue la suma de sus sçiençias,
y solo aquello enseñassen que no se
pudiesse contradezir. O a lo menos que
se enseñasse lo que en suma tuuiesse más
verdad, dexados aparte tantos argumentos
y questiones tan inpertinentes al
proposito de lo que se pretende saber.
GALLO.--Pues en verdad mucho más te
reyrias, Miçilo, si los viesses con la
arogançia y confiança que hablan, no
tratando cosa de verdad, ni que avn tenga
en si sustançia ni ser. Porque como
quiera que ellos huellan esta tierra que
nosotros hollamos, que en esto ninguna
ventaja nos llevan, ni en el sentido del
viso son mas perspicaçes que nosotros,
mas antes ay muchos dellos que casi
estan çiegos y torpes por la vejez. Y
con todo esto afirman ver y conoçer los
terminos del çielo, y se atreuen a medir
el sol, y determinar la naturaleza de la
luna y todo lo que sobre ella está; y
como si huuieran deçendido de las mesmas
estrellas señalan su figura y grandeza
de cada qual; y ellos que puede ser que
no sepan quantas leguas ay de Valladolid
a Cabezon, determinan la distançia que
ay de çielo a çielo, y quantos cobdos ay
del çielo de la luna al del sol; y ansi
difinen la altura del ayre, y la redondez
de la tierra, y la profundidad del mar;
y para estas sus vanidades pintan no sé
que çirculos, triangulos y quadrangulos,
y hazen vnas figuras de espheras con las
quales sueñan medir el ambitu y magnitud
del çielo; y lo que es peor y mayor señal
de presunçion y arogançia, que hablando
de cosas tan inçiertas como estas, y
que tan lexos estan de la aueriguaçion,
no hablan palabra ni la proponen debajo
de conjecturas, ni de maneras de dezir
que muestren dubdar. Pero con tanta
çertidumbre lo afirman y bozean que no
dan lugar a que otro alguno lo pueda
disputar ni contradezir. Pues si tratamos
de lo alto del çielo tanto se atreuen
los theologos deste tienpo a difinir las
cosas reseruadas al pecho de Dios como
si cada dia sobre el gouierno del mundo
vniuersal comunicassen con él. Pues de
la dispusiçion y orden de allá ninguna
cosa dizen que no quieran[693] que sea
aueriguada conclusion, o oraculo que de
su mano escriuio Dios como las tablas que
dio a Moysen. Pues como yo no pudiesse
de la dotrina destos colegir algo que me
sacasse de mi ignorançia, mas antes sus
opiniones y variedades mas me confundian,
dime a pensar qué medio abria para
satisfazer a mi deseo, porque çierto de
cada dia más me atormentauan. Como suele
aconteçer al natural del honbre, que si
alguna cosa se le antoja y en el alma le
encaxa, quanto mas le priban della mas
el apetito le soliçita. Prinçipalmente
porque se me encaxó en el alma que no
podia alcançar satisfaçion de mi deseo
aca en el mundo si no subia al çielo y a
la comunicaçion de los bienauenturados;
y avnque en este pensamiento me reya de
mi, el gran cuydado me mostró la via
como me suçedio. Porque viendome mi
genio (digo el angel de _mi_ guarda)
en tanto aflito comouido por piedad y
tanbien por se gloriar entre todos los
otros genios auer impetrado de Dios este
priuillejio para su clientulo, ansi
se fue a los pies de su magestad con
gran inportunidad diziendo que no se
leuantaria de alli hasta que le otorgase
vn don; le pidio liçençia para me poder
subir a los çielos y pudiesse gozar de
todo lo que ay allá; y como el mi genio
era muy pribado suyo se lo concedio con
tal que fuesse en vn breue termino y[694]
no me quedasse allá; y ansi venido a mi,
como me halló en aquella agonia casi
fuera de mi juizio, sin exerçitar ningun
sentido su officio me arrebató y volo
comigo por los ayres arriba. ¡O soberano
Dios! ¿por donde començaré, Micilo, lo
mucho que se me ofreçe dezir? Quiero
que ante todas cosas sepas que desde el
punto que mi buen genio de la tierra me
desapegó y començamos por los ayres a
subir fue dotado de vna agilidad, de vna
ligereza con que façilmente y sin sentir
pesadunbre volaua por donde queria sin
que alguna cosa, ni elemento, ni çielo me
lo estoruase; fue con esto doctado de vna
perspicaçidad y agudeça de entendimiento
y habilidad de sentidos que juzgaua
estar todos en su perfeçion. Porque
quanto quiera que muy alto subiamos no
dexaua de ver y oyr todas las cosas
tan en particular como si estuuiera en
aquella distançia que acá en el mundo
estos sentidos acostunbran sentir.
MIÇILO.--Pues yo te ruego agora, gallo,
porque mas bienauenturada y apazible
me sea tu narraçion, me cuentes en
particular lo que espero de ti saber, y
es que no sientas molestia en me notar
aquellos secretos que proçediendo en tu
peregrinaçion de la tierra, del mar, de
los ayres, çielos, luna y sol y de los
otros elementos, pudiste entender y de lo
alto especular.
GALLO.--Por çierto, Miçilo, bien me
dizes. Por lo qual tú yendo comigo con
atençion, si de algo me descuydare
despertarme has, porque ninguna cosa
reseruaré para mí por te conplazer.
Penetramos todos los ayres y esphera del
fuego sin alguna lision, y no paramos
hasta el çielo de la luna, que es el
çielo primero y más inferior, donde
me asenté y començe de alli a mirar y
contenplar todas las cosas; y lo primero
que miré fue la tierra que me pareçio
muy pequeña y muy menor sin conparaçion
que la luna. Mirela muy en particular
y holgué mucho en ver sus tres partes
prinçipales: Europa, Assia y Africa. La
braueza del mar, los deleitosos xardines,
huertas, florestas, y las fuentes y
caudalosos rios que la riegan, con sus
apaçibles riberas. Aquellas altas y
brauas montañas y graçiosos valles que la
dan tanto deleyte.
MIÇILO.--Dime, gallo, ¿cómo llaman los
philosophos a la tierra redonda, pues
vemos por la esperiençia ser gibosa y
por muchas partes prolongada por la
muchedumbre de montañas que en ella ay?
GALLO.--No dubdes Miçilo, ser redonda
la tierra considerada segun su total
y natural condiçion, puesto caso que
en algunas partes esté alterada con
montañas y bagios de valles; porque
esto no la quita su redondez natural; y
ansi considera el proueymiento del sumo
Hazedor que la fundó para el prouecho
de los honbres. Que viendo auer en
diuersas partes diuersos naturales y
disposiçiones de yeruas, rayzes y arboles
neçesarios para la conseruaçion de los
honbres para cuyo fin los crió, dispuso
las montañas altas para que alli con
el demasiado calor y sequedad se crie
vn genero de arboles y frutas que no
naçerian en los valles hondos y sonbrios;
y hizo los valles porque nasçiesen
alli otros generos de frutas, mieses y
pastos por causa de la humidad[695],
los quales no naçerian en lo alto de la
montaña. Arriba en la montaña, en vnas
ay grandes mineros de metales, maderas
preçiosas y espeçias odoriferas; yeruas
saludables; y en otras marauillosas[696]
vestias y otros animales de admirable
fiereza. Abajo en el valle naçen los
panes, pastos abundantes y gruesos[697]
para los ganados, y los vinos muy
preçiados, y otras muy graçiosas frutas
y arboledas. Ves aqui como todo lo
dispuso Dios conforme a la vtilidad del
vniuerso, como quien él es. Esta quiso
que fuesse inmobil como çentro y medio
del vniuersal mundo que crió; y hizo
que elementos y çielos reboluyessen en
torno della para la disponer mejor. Y
despues que en estas sus partes contenplé
la tierra deçendí mas en particular a
mirar la vida de los mortales, y no solo
en comun, pero de particulares naçiones
y çiudades, scithas, arabes, persas,
indos, medos, partos, griegos, germanos,
ytalos y hispanos; y despues desçendí a
sus costunbres, leyes y vibiendas. Miré
las ocupaçiones de todos, de los que
nauegan, de los que van a la guerra, de
los que labran los campos, de los que
litigan en las audiençias _forales_,
de las mugeres, y de todas las fieras
y animalias[698], y finalmente todo lo
que está sobre la tierra; y no solamente
alcançé a ver lo que hazen en publico,
pero avn via muy claro lo que cada qual
haria en secreto. Via los muy vedados y
peligrosos adulterios que se hazian en
camaras y retretes de prinçipes y señores
del mundo; los hurtos, homiçidios,
sacrilegios, inçendios, trayçiones, robos
y engaños que entre hermanos y amigos
passauan. De los quales si te huuiesse
dezir en particular no abria lugar para
lo que tengo en intençion[699]. Las
ligas, los monipodios, passiones por
proprios intereses; las vsuras, los
canbios y los trafagos de merchanes y
mercaderes en las[700] ferias y mercados.
MIÇILO.--Gran plazer me harias, gallo, si
de todo me dixeses algo de lo mucho que
viendolo te deleytó.
GALLO.--Es inposible que tantas cosas
te cuente, porque avn en mirar tanta
variedad y muchedunbre causaua confusion.
Pareçia aquello que cuenta Homero del
escudo encantado de Achiles, en el qual
pareçia la diuersidad de las cosas del
mundo. En vna parte pareçian[701] hazerse
bodas, en otra pleytos y juizios, en
otra los tenplos y los que sacrifican,
en otras batallas, y en otra plazeres
y fiestas, y en otra los lloros de
los defuntos. Pues piensa agora si de
presente viessemos passar todo lo que
aqui digo qué cosa abria semejante a
esta confusion. No pareçia otra cosa,
sino como si juntasses agora aqui con
poderoso mando todos quantos musicos
de quantos instrumentos y bozes hay
en el mundo, juntamente con quantos
saben de vaylar y dançar, en vn punto
mandasses que juntos todos començassen
su exerçiçio, y cada qual trabajasse por
tañer y cantar aquella cançion que mas
en su juizio estimasse, procurando con
su boz, y instrumento sobrepujar al que
tiene más çerca de sí. Piensa agora por
tu vida[702], Miçilo, qué donosa sería
esta vaylia y musica si tanbien los
dançantes començassen a vaylar[703].
MIÇILO.--Por çierto en todo estremo seria
confusa y digna de risa.
GALLO.--Pues tal es la vida de los
honbres, conçierto ny orden entre sí.
Cada vno piensa, trata, habla y se
exerçita segun su condiçion particular y
pareçer mientra en el teatro deste mundo
dura la representaçion desta farsa; y
despues de acabada (que se acaba con
la muerte) todas las cosas bueluen en
silençio y quietud; y todos desnudos
de sus disfraçes que se vestieron[704]
para esta representaçion quedan iguales
y semejantes entre sí, porque se acabó
la comedia. Que mientra estuuieron en
el teatro todo quanto representaron era
vurla y risa; y lo que más me mouia a
escarnio era ver los grandes animos de
prinçipes y Reyes contender entre sí
y poner en campo grandes exérçitos, y
auenturar al peligro de muerte gran
multitud de gentes por vna pequeña
provincia, o por vn reyno, o por vna
çiudad; que ay diez y seys estrellas en
el çielo, sin otras muchas que ay de
admirable cantidad, que cada vna dellas
es çiento y siete vezes mayor que toda
la tierra; y toda junta la tierra es
tan pequeña que si la mirassen de acá
abajo fixa en el çielo no la verian, y
escarneçerian de sí mesmos viendo por tan
poca cosa como entre sí contienden; y lo
que más de llorar es, el poco cuydado y
arrisco que ponen por ganar aquel reyno
celestial; vn reino tan grande que a vn
solo punto del çielo corresponden diez
mil leguas de la tierra. No me pareçia
todo el reino de Nauarra vn paso de
vn honbre pequeño. Alemaña no vn pie.
Pues en toda la Ysla de Ingalaterra y
en toda Françia no pareçia que auia que
harar vn par de bueyes vn dia entero; y
ansi miraua qué era lo que tanto haze
ensoberueçer a estos ricos del mundo, y
marauillauame porque ninguno posee tanta
tierra como un pequeño atomo de los que
los philosophos epicureos imaginan, que
es la cosa más pequeña que el honbre
puede ver. Pues quando bolui los ojos
a la Ytalia y eché de ver la çiudad de
Milan, que no es tan grande como vna
lenteja; consideré con lágrimas por
quán poca cosa tanto prinçipe y tanto
cristiano como en vn dia se puso a
riesgo. Pues qué diré de[705] Tunez y de
Argel? ¿Pues qué avn de toda la Turquia?
Pues toda la India de la Nueva España y
Peru, y lo que nueuamente hasta salir al
mar del Sur se nauega no pareçe ser de
dos dedos. Pues ¿qué, si trato de las
minas del oro y plata y metales que hay
en el vniuerso? Por çierto todas ellas
desde el çielo no tienen cuerpo de vna
hormiga.
MIÇILO.--O bienauenturado tú, gallo,
que de tan dichosa vista gozaste. Pero
dime, ¿qué te pareçia desde lo alto la
muchedumbre de los honbres que andaban en
las çiudades?
GALLO.--Pareçian vna gran multitud de
hormigas que tienen la cueba junto
a vnos campos de miesses, que todas
andan en rebuelta y çirculo, salir y
entrar en la cueba, y la que más se
fatiga[706] con toda su diligençia
trae[707] vn grano de mixo, ó _cada
vna_ medio grano de trigo; y con esta
pobreza está _cada qual_ muy hufana,
soberuia y contenta. Semejantes son
los trabajos de los honbres puestos en
comun rebuelta y çirculo en audiençias,
en ferias, en debates y pleytos; nunca
tener sosiego; y en fin todo es por vn
pobre y miserable mantenimiento. Como
todo esto obe bien considerado dixe a mi
genio que me lleuasse adelante, porque
ya no me sufria, anhelaua por entrar en
el çielo empireo y ver a Dios; y ansi
mi guia me tomó y subimos passando por
el çielo de Mercurio al de Venus, y de
allí passamos la casa del sol hasta la
de Mars; y de alli subimos al çielo de
Jupiter, y despues fuemos al de Saturno y
al firmamento y çielo cristalino, y luego
entramos en el çielo empireo, casa real
de Dios.
MIÇILO.--Antes que passes[708] adelante,
gallo, querria que me dixesses: estos
elementos, çielos, estrellas, luna y sol
¿de qué naturaleza, de qué masa son? ¿De
qué materia son aquellos cuerpos en sí?
que lo deseo mucho saber.
GALLO.--Esa es la mayor bobedad que
vuestros philosophos tienen acá; que
dizen que todos esos cuerpos çelestiales
son compuestos de materia y forma, como
es cada vno de nos; y dizen muchos
dellos que son animados; lo qual es
deuanear[709]; por que no tienen materia
ni composiçion. En suma, sabrás que todos
ellos, los elementos puros, çielos,
estrellas, luna y sol, no son otra cosa
sino vnos cuerpos simples que Dios
tiene formados con su infinito saber,
por instrumentos de la administraçion y
gouierno deste mundo inferior para el
cumplimiento de su neçesidad. Estos no
tienen composiçion ni admistion en sí,
ni ay materia que se rebuelua con ellos
estando en su perfeçion; y ansi te hago
saber que los elementos simples y puros
no los podeis los honbres vsar, tratar,
ni comunicar sino os los dan con alguna
admistion. El agua sinple y pura no la
podriades beber sino os la mezclasse
naturaleza con otro elemento para que
la podais palpar y gustar; y ansi se ha
de entender del fuego, ayre y tierra;
que si no estuuiessen mezclados entre si
no los podriamos comunicar. Pues ansi
como el puro elemento no tiene materia
ni conposiçion en sí, menos la tienen
los çielos, estrellas, planetas, luna y
sol. Tubo neçesidad el mundo de luz en
el dia, y para esto formó Dios el sol.
Tubo neçesidad de luz en la noche, y
para esto formó luna y estrellas. Tubo
neçesidad de ayuda para la comun naçençia
y generaçion de las cosas y conseruaçion
y para esto dio Dios a los planetas,
luna y sol y otras estrellas y çielos
virtud que en lo inferior puedan influir
para esta neçesidad. Y passando por la
region de Eolo, rey de los vientos, vimos
vna gran multitud de almas colgadas por
los cabellos en el ayre, y atadas las
manos atras, y muchos cueruos, grajos
y milanos que uibas las comian los
coraçones; y entre todas estaua con muy
notable dolor vna que con gran furia y
crueldad la comian el coraçon y entrañas
dos muy poderosos y hanbrientos buytres,
y pregunté a mi genio qué gente era
aquella. El qual me respondio que eran
los ingratos que auian cunplido con
sus amigos con el viento de palabras,
pagandoles con engaño y muerte al tienpo
de la neçesidad; y yo le inportuné me
dixesse quién fuesse aquella desdichada
de alma que con tanto afan padeçia entre
todas las otras, y él me respondio que
era Andronico, hijo del Rey de Vngria,
el qual entre todos los honbres del
mundo fue más ingrato a la belleza de
Drusila, hija del Rey de Maçedonia; y
yo rogandole mucho que me dixesse en
que espeçie de ingratitud ofendio, se
sentó por me complazer y ansi començó.
Tu sabras que el Rey de Albania y Morea
hizo gran exerçito contra el Rey de Lydia
por çierta differençia que entre ellos
auia sobre vnas yslas que auian juntos
conquistado en el mar Egeo, y por tener
el Rey de Vngria antigua liga y deuida
amistad con el Rey de Albania le enbió
su hijo Andronico con algun exerçito que
le faboreçiesse, que tenia ya su real
asentado en la Lydia, y vn dia, casi al
puesto del sol, saliendo Andronico del
puerto de Maçedonia en vna galera ligera
para hazer su xornada, porque ya adelante
auia enbiado al Rey su gente, yendo ya a
salir del puerto casi a mar alta vio que
andaua por el mar vn vergantin ricamente
entoldado con la cubierta de vn requemado
sembrado[710] de mucha pedreria que daua
gran resplandor a los que andauan por el
mar; y como Andronico fue auisado del
vergantin mandó a los que yuan al remo
que se açercassen a él, y yendose más
açercando reconoçieron más su riqueza
y yr damas de alta guisa alli; y asi
Andronico como al vergantin llegó, por
gozar de la presa mandó afferrar, y luego
saltó en él y con muy gallardo y cortés
semblante se representó ante las damas, y
quando entre ellas vio a la linda Drusila
que en el mundo no tenia par, que por
fama tenia ya notiçia della, y supo que
se era salida por alli a solazar con sus
damas sin caballero alguno, se le humilló
con gran reuerençia ofreçiendosele por
su prisionero; y como él era mançebo y
gentil honbre y supo ser hijo del Rey de
Vngria, que por las armas era cauallero
de gran nonbradia, ella se le rindio[711]
quedando conçertados ambos que acabada
aquella batalla donde yua bolueria a su
seruiçio, y se trataria con su padre
el matrimonio que agora por palabras y
muestra de voluntad delante de aquellas
damas otorgaron entre sí; confiando la
donzella que su padre holgaria de lo
que ella huuiese hecho, porque en el
estremo la deseaua conplazer; y ansi
dandose paz con algun sentimiento de
sus coraçones se apartaron, y siguiendo
Andronico su xornada, ella se boluio a su
ciudad. Luego el dia siguiente vinieron á
Macedonia los mas valerosos y prinçipales
del reyno de Traçia, enbiados por su Rey,
que estauan en vn confin y comarcanos,
los quales venian a demandar al Rey de
Macedonia su hija Drusila por muger para
el hijo de su rey y señor; y lo que
suçedió, porque ya creo que estás cansado
de me oyr, y es venido el dia, en el
canto que se sigue te lo diré. Por agora
abre la tienda y comiença a vender.
_Fin de dozeno[712] canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[682] G., contarme.
[683] G., que.
[684] Falta en el ms. R. este titulo.
[685] G., duodeçimo canto.
[686] G. (_Tachado_): Siguesse el dozeno canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor. (_Antes
se leia_) interprete.
[687] G., incumbrada.
[688] G., enbiado.
[689] G., de vn habito.
[690] Al margen de este parrafo hay en el ms. G., una nota en letra del
siglo XVI, que dice: _todo esto es lutheranismo_.
[691] R. (_Tachado_), de azeyte.
[692] R. (_Tachado_), traeria.
[693] G., quieren.
[694] G., que.
[695] G., humedad.
[696] G., fortissimas.
[697] G., graçiosos.
[698] G., animales.
[699] G., intençion.
[700] G., trapazos de.
[701] G., pareçia.
[702] G., mi amor.
[703] G., a hazer su vaylia.
[704] G., vistieron.
[705] R., que.
[706] G., las que más se fatigan.
[707] G., traen.
[708] G., passemos.
[709] G., desuariar.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMOTERÇIO CANTO DEL GALLO[713]
En el decimoterçio canto que se sigue
el auctor prosiguiendo la subida del
çielo descriue la pena que se da a los
ingratos[714].
GALLO.--¡O malaventurados ingratos,
aborreçidos de Dios que es suma
gratitud!: ved el pago que Dios y el
mundo os da. Pues ayer te dezia, Miçilo,
cómo Drusila no auia acabado de dar su
fe y palabra de matrimonio á Andronico,
quando la demandó Raymundo, hijo del
rey de Traçia, por muger. Pues agora
sabras que ni cobdiçia de más señorio
y reynos, ni de más riquezas, ni de
más poder, la peruertio a que negasse
lo prometido a su amante. Mas antes de
cada dia penaua más por él y le parecia
auer mucho más herrado y ser digna de
gran pena por auerle dexado yr; y con
esta firmeza y intinçion respondio á
su padre descubriendole el matrimonio
hecho, al qual no podia faltar, y como
el padre la amaua tanto despidió los
enbajadores diziendo que al presente
no auia oportunidad para el effecto de
su petiçion; y como el soberuio rey de
Traçia se vio ansi menospreçiado, por
ser el mas poderoso rey que auia en toda
la Europa y por ser su hijo Raymundo muy
agraçiado prinçipe y vnico heredero,
y de todas las prinçesas deseado por
marido. Pero por la gran ventaja y valor
de la hermosura de Drusila la demandó á
su padre por muger, y quanto más se la
negaron más él se afiçionó a ella, y ansi
propuso con gran yra de la conquistar
por armas, de tal suerte que quando
ella no pudiesse ser vençida a lo menos
perdiesse el reyno y neçesitarla hazerlo
por fuerça, avnque no con intinçion
de afrontar ni injuriar su valerosa
persona; y ansi luego se lançó en el
reyno de Maçedonia con grande exerçito
quemando, talando y destruyendo todo el
estado; y la desdichada Drusila quando
vió á su padre y hermanos con tanta
afliçion, llorando maldezia su triste
hado que á tal estado la auia traydo, y
no sabia con qué más cunplir con ellos
que con rogarles la quitassen la vida,
pues ella era la ocasion y causa de
aquella tenpestad, y por muchas vezes se
determinó a se la quitar ella a sí mesma,
sino que temia el estado miserable de
la desesperaçion, y hazer pessar a su
querido y amado Andronico, porque creya
çierto[715] dél que la amaua; y ansi
suçedió que en vna batalla campal que
les dio Raymundo, por la gran pujança de
esfuerço y exerçito los vençió y mató al
rey de Maçedonia y dos hijos suyos. De
lo qual la desdichada Drusila se sintió
muy afligida y le fue forçado huyr del
enemigo y su furia y recogerse en vn
castillo que era en el fin de su reyno
en los confines de Albania, que no tenia
ya más que perder; y alli muy cubierta
de luto y miseria esperaua lo que della
Raymundo quisiesse hazer, teniendo por
mejor y más façil perder su vida, pues
ya la estimaua por muerte, antes que
perder al su Andronico la fe; y estando
ansi desconsolada, huerfana y sola sin
algun socorro, vino nueua al reyno de
Albania cómo[716] el rey de Lydia hauia
vençido en batalla a su rey y tenía preso
a Andronico, hijo del rey de Vngria; y
como Drusila tenia toda su esperança en
el fin de aquella batalla, pensando que
como della saliesse vitorioso el rey de
Albania vernia con Andronico en su fabor
y que anbos bastarian para la restituir
en su reyno, como ya se vió la misera sin
alguna esperança de remedio no hazia sino
llorar congojandose[717] amargamente,
maldiziendo su suerte desdichada, no
sabiendo a quién se acorrer. No tuvo la
cuytada otra cosa de qué asir para el
entretenimiento de su consolaçion sino
considerar la causa tan bastante que
tenia porque llorar, que le seria ocasion
de morir, y ansi de acabar su dolor; y
como Raymundo la importunaba acortandola
de cada dia mas los terminos de su
determinaçion, ya como muger aborrida,
teniendo por çierto que ningun suçeso
podria venir que peor fuesse que venir
en manos de Raymundo siendo vibo su
Andronico, determinó yr por el mundo a
vuscar alguna manera como le libertar o
morir en prision con él; y ansi se vistio
de los vestidos de vno de sus hermanos, y
cortandose los cabellos redondos al uso
de los varones de la tierra se armó del
arnes y sobre veste de su hermano sin
ser sentida, ni comunicandolo con alguna
persona, y un dia antes que amaneçiesse
se salió del castillo sin ser sentida
de las guardas de fuera, porque a las
de dentro ella las ocupó aquella noche
como no la pudiessen sentir; y ansi con
la mayor furia que pudo caminó para el
puerto, donde halló vna galera ligera
que estaua de partida para la Lydia, en
la qual se fletó pagando el conueniente
salario al piloto, y con mucha bonança y
buen tenporal hizo su viaje hasta llegar
al puerto de su deseado fin. Consolauasse
la desdichada en hollar la tierra que
tenia en prision todo su bien, y quando
llegó a la gran çiudad donde residia el
rey teniasse por muy contenta quando via
aquellas torres altas en que pensaua
estar secrestado su amor, y ansi a la
más alta y más fuerte le dezia: ¡O la
más bienauenturada estançia que en la
tierra ay! ¿Quién te hizo tan dichosa
que mereciesses ser caxa y buxeta en
que estuuiesse guardado el precioso
joyel que adorna y conserua mi coraçon?
¿Quién te hizo bote en que ençerrasse
conserua tan cordial? ¡O si los hados
me conuertiessen agora en piedra de tan
feliz edefiçio, porque a mi contento
gozasse de mi desseado bien! Y diziendo
estas y semejantes lastimas, llorando
de sus ojos se entró en la çiudad y
fuesse derecha al palaçio y casa del
rey, y apeada de su cauallo se entró
al retraimiento[718] real, y puesta de
rodillas ante el rey le habló ansi. Muy
alto y muy poderoso señor, a la vuestra
alteza plega saber cómo yo soy hijo del
rey de Polonia; y deseo de exerçitarme
en las armas para mereçer ser colocado
en la nonbradia de cauallero me ha hecho
salir de mi tierra, y teniendo notiçia
que tan auentajadamente se platican las
armas en vuestra corte soy venido a os
seruir. De manera que si mis obras fueren
de cauallero, ofreçida la oportunidad
terneme por dichoso tomar la orden de
caualleria de tan valeloso principe
como vos; y si en vuestro seruiçio me
reçebis me hareis, señor, muy gran
merçed. Estauan delante la reyna y su
hija Sophrosina que era dama de gran
veldad, y el hijo del rey; y como vieron
a Drusila tan hermoso y apuesto donzel
á todos contentó en estremo, y les
plazió su ofrecimiento, y a Sophronisa
(_sic_) mucho más; y despues que el
rey su padre le agradeçió su venida y
buena voluntad, le ofreçió todo aquel
aprouechamiento que en su casa y reyno se
le pudiesse dar. Sophrosina le demandó
a su padre por su donzel y cauallero, y
su padre se le dió: y Drusila le fue a
bessar las manos por tan gran merced:
Sophrosina estaua muy hufana de tener
en su seruiçio vn tan apuesto y hermoso
donzel, porque çiertamente ansi como en
su habito natural de muger era la mas
hermosa donzella que auia en el mundo,
y con su veldad no auia cauallero que
la viesse que no la deseasse. Ansi por
la mesma manera en el habito de varon
tenia aquella ventaja que toda lengua
puede encareçer, en tanta manera que no
auia dueña ni donzella que no deseasse
gozar de su amor; y ansi Sophrosina dezia
muchas veces entre sí que si fuesse a
ella çierto que el su donzel era hijo del
rey de Polonia, como él lo auia dicho,
que se ternia por muy contenta casar con
él: tan contenta estaua de su postura
y veldad; y ansi en ninguna cosa podia
Sophrosina agradar á Drusila que no lo
hiziesse de coraçon. Y un día hablando
delante de algunos caualleros y reyna
su madre, de la batalla y de la muerte
del rey de Albania, vinieron á hablar de
la prision de Andronico hijo del rey de
Vngria, y la reyna dixo que çiertamente
seria justiçiado muy presto, porque mató
en la batalla vn sobrino suyo hijo de
su hermana, y que su madre no se podia
consolar por la muerte de su hijo sino
con auer Andronico de morir, y que para
esto tenia ya la palabra del rey; y como
Drusila esto oyó pensó perder la vida
de pessar, y con mucha disimulaçion se
puso a pensar cómo podria libertar a su
amante avnque ella muriesse por él; y
ansi como Sophrosina se recogió a su
aposento pusosse Drusila de rodillas
ante ella suplicando la hiziese vna
merçed, haziendole saber en cómo ella
auia conçebido gran piedad de Andronico,
por çertificarle la reyna su señora
que auia de morir. Que le suplicaua
le diesse liçencia para le visitar y
consolar porque en ninguna manera se
podria sufrir a estar presente en la
çiudad a le ver morir. Sophrosina como
entendió esto haria a Drusila gran plazer
le dió luego vn anillo muy preçiado que
ella traya en su dedo y le dixo que se
fuesse con él al alcayde del castillo
y le dixesse que se le dexasse ver y
hablar. No te puedo encareçer el goço
que Drusila con el anillo lleuó, y como
llego al castillo y le mostró al alcayde
y reconoçió el anillo muy preçiado de su
señora Sophrosina: y por lo que conoçia
de los fabores que daua al su donzel,
luego le hizo franco el castillo y le dió
las llaues, y sin mas conpañia ni guarda
le dixo que entrasse en la torre de la
prision. Como Andronico sintió abrir las
puertas temiose si era llegada la hora
en que le auian de justiçiar, porque
le pareçió desusada aquella visita, y
estaua confusso pensando qué podia ser;
y avnque no tenia mas prisiones que
la fuerça de aquella torre afligiale
mucho la soledad y el pensar la hora
en que auia de morir; y como Drusila
entró en la prision y reconoçío al su
amado Andronico, avnque flaco y demudado
todo, se le fue a abrazar y bessar en la
boca, que no se podia contener; y como
Andronico se sintio ansi acariçiar de
vn mançebo en vn estado tan miserable
como aquel, estaba confusso y turbado,
sospechoso que le llorauan el punto de su
muerte; y cuando ya su Drusila se le dió
á conoçer y boluió en sí no ay lengua que
pueda contar el plazer que tuuieron anbos
a[719] dos. Luego le contó por estenso
cómo auia venido alli, y cómo perdió sus
padres, hermanos y reyno, y el estado
en que estaua en el fabor de su señora
Sophrosina, y la confiança y credito
que se le daua en todo el reyno[720], y
cómo sabia çiertamente que auia de morir
y muy breue, sin poderlo ella remediar
por ser muger; y que por tanto conuenia
que luego tomando los habitos que ella
traya, que se los dio Sophrosina, la
dexasse con los que él tenia vestidos en
la prision, y que él se fuesse a vuscar
cómo la libertar. En fin, pareçiendo bien
a anbos aquel consejo y siendo auisado
por Drusila de muchas cosas que conuenia
hazer antes que saliesse de la çiudad:
cómo se auia de despedir de Sophrosina, y
cómo auia de auer su arnes, vestiendose
las ropas que ella lleuaua, y tomando
el anillo, y çerrando las puertas de la
torre se salió, y dadas las llaues al
alcayde con mucha disimulaçion se fue al
palaçio sin que alguno le echasse de ver
por ser ya casi a la noche, y entrando
a la gran sala halló a Sophrosina con
sus padres y corte de caualleros en gran
conuersaçion; y puesto de rodillas ante
ella le dio el anillo; y por no dar
Sophrosina cuenta al rey ni reyna de
ninguna cosa no le habló en ello mas,
pensando que estando solos sabria lo que
con Andronico passó; y Andronico sin
mas detenimiento se fue al aposento de
Drusila conforme al auiso que le dio, y
vestido su arnes y subiendo en su cauallo
se salio la puerta de la çiudad. Esperó
Sophrosina aquella noche si pareçia ante
ella el su donzel, y como no le vio,
venida la mañana le enbió a vuscar, y
como le dixeron que la noche antes se
auia ausentado de la çiudad penso auerlo
hecho por piedad que tubo de Andronico
por no le ver morir; y ansi trabajaua
_Sophrosina_ porque se executasse la
muerte _en Andronico_ esperando[721]
que _luego_ bolueria _su donzel_
sabiendo[722] auerse hecho justicia dél;
y ansi se sufrió, y respondia al rey y
reyna quando preguntauan por el, diziendo
que ella le enbió vna xornada de alli
_con vn recado_. Andronico con la mayor
priesa que pudo caminando toda la noche
se fue para el rey de[723] Armenia,
porque supo que tenia gran enemistad
con el rey de Lydia, y le dixo ser vn
cauallero de Traçia, que auia recebido
vn gran agrauio del rey de Lydia: que le
suplicaua le diesse su exerçito, y que él
le queria hacer su capitan general; que
él le prometia darle façilmente el reyno
de Lydia en su poder, y que solo queria
en pago le hiziesse merced del[724]
despojo del palacio real y prisioneros
del castillo; y ansi conçertados caminó
Andronico para Lydia con el rey de
Armenia y su exerçito, y salido el rey
de Lydia al campo con su exerçito le
mató Andronico en la[725] batalla y le
desuarató y[726] entró la ciudad, y tomó
en su guarda el palaçio del rey, y se fue
al castillo y abierta la prision sacó
de alli a su Drusila con gran alegria y
plazer de anbos y gran gozo de bessos
y abrazos; y descubriendo su estado y
ventura a quantos lo querian saber[727],
vistio a Drusila de habitos de dama, que
admiraua a todos su hermosura y velleza;
y poniendo en poder del rey de Armenia á
la reyna[728] y todo el reyno de Lydia,
y diziendo que queria á Sophrosina para
darsela por muger a vn hermano suyo la
enbarcó juntamente con todo el tesoro
del rey. No huuieron salido dos leguas
del puerto quando se les leuanta el mar
con tempestad muy furiosa; que[729]
despues de dos dias aportaron a vna ysla
sola y desierta y sin habitaçion que
estaua en los confines de Rodas[730];
yua Sophrosina muy miserable y cuytada
llena de luto, y Andronico se la yua
consolando, y como era donzella y linda
que no auia cunplido catorce años bastó
entre aquellos regalos y lagrimas mouer
el coraçon de Andronico con su hermosura
y belleza; y ansi como enhastiado de
la su Drusila passó todo su amor en
Sophrosina: que ya si a Drusila hablaua
comunicaua era con simulaçion, pero no
por voluntad; y ansi fingiendo regalar
á Sophrosina de piedad, disimulaua su
maliçia encubierta, porque so color
de que la lleuaua para su hermano la
acariçiaua para si, pareçiendole no
ser aquella joya para desechar, y
ansi ardiendo su coraçon con la llama
que Sophrosina le causaua, sospiraua
y lloraua disimulando su pena. Pues
llegados al puerto _de la ysla_, como
Drusila llegó cansada de las malas noches
y dias passados[731] saltó luego en
tierra _ya casi a la noche_, y auiendo
çenado no queriendo Sophrosina salir del
nauio _por su desgracia_, sacaron[732]
al prado verde vn rico pauellon _con
vna cama_: el[733] qual reçibió aquella
noche los desiguales coraçones[734] de
Andronico y Drusila _en vno_; y como la
engañada Drusila con el cansancio se
adormió, y el infiel de Andronico la
sintio dormida, poco a poco sin que le
sintiesse se leuantó de la cama[735]
junto á la media noche y tomandola todos
sus vestidos la dexó sola _y desnuda_
en el lecho y se lançó en el nauio; y
ansi mandó a su gente y marineros[736]
que sin más detenimiento leuantassen
vela y partiessen de alli, y con tienpo
de bonança y prospero viento vinieron
en breue a tomar puerto en el reyno de
Maçedonia, algunas villas que avn estauan
por Drusila, porque Raymundo era ydo
a conquistar a Siçilia. La desdichada
de Drusila como de su sueño despertó
començó a vuscar por la cama su amante,
estendiendo por la vna parte las piernas,
y por la otra echaua[737] los brazos; y
como no le halló, como furiosa y fuera de
seso saltó del lecho desnuda en carnes _y
sin sosiego alguno se fue a la ribera_
adonde estaua[738] el nauio, y _como_ no
le vio, presumiendo avn dormir y ser
sueño aquello que via[739] se començó
cruelmente a herir por despertar; y
ansi arañando[740] su hermoso rostro
que el sol obscureçía con su resplandor
y mesando sus dorados cabellos corria
a vna parte y a otra por la ribera
como adiuinando su mala fortuna. Daua
grandes bozes llamando su Andronico;
pero no ay quien la responda por alli,
sino de pura piedad el equo echo que
por aquellas concauidades resuena[741].
En grandes alaridos y miseria passó la
desdichada aquel rato hasta que la mañana
aclaró, y ansi como el alua començó a
ronper, ronca de llorar, todo su rostro
y delicados miembros despedaçados con
las vñas, tornó de nueuo a correr la
ribera y vio que a vna parte subia vn
peñasco muy alto sobre el mar, en que
con gran impetu batian las olas, y alli
sin algun temor se subió, y mirando
lexos, agora porque viesse yr las velas
inchadas, o porque al deseo y ansia se
le antojó, començó a dar bozes llamando
a su Andronico, hiriendo con furia las
palmas; y ansi cansada, llena de dolor,
cayó en el suelo amorteçida; y despues
que de gran pieza boluió en si començó
a dezir. Di, infiel traidor, ¿por qué
huyes de mi, que ya me tenias vençida?
Pues tanto te amaua esta desdichada,
¿en qué podia dañar tus deleytes? Pues
lleuas contigo el alma, ¿por qué no
llenaste este cuerpo que tanta fe te ha
tenido? ¡O perfido Andronico! ¿Este pago
te mereçio este mi coraçon que tanto se
enpleó en tí, que huyendo de mí con tus
nueuos amores me dexas aqui hecha pasto
de fieras? ¡O amor! ¿Quién será aquella
desuenturada que sabiendo el premio que
me das de[742] mi fe, no quiera antes que
amar ser comida de sierpes? ¿De quien
me quexaré? ¿De mí, porque tan presto a
ti, Andronico, me rendí desobedeciendo
a mi padre y recusando a Raymundo? ¿O
quexarme he de ti, traidor fementido,
que en pago desto me das este galardon?
Juzguelo Dios; y pues mis obras fueron
por la fe del matrimonio que no se
deue violar, pues la tuya es verdadera
trayçion arrastrado seas en campo por
mano de tus enemigos. _¿Quien contara
el angustia, llanto, duelo, querella y
desauentura de tanta belleza y mujer
desdichada? yo me marauillo cómo el çielo
no se abrio de piedad viendo desnudos
aquellos tan delicados miembros gloria
de naturaleza desamparada de su amante,
hecha manjar y presa de fieras, esperando
su muerte futura. No puedo dezir más;
porque me siento tal, que de pena y dolor
reuiento._ Y[743] ansi con la gran ansia
que la atormentaua se tornó a desmayar
en el medio de vn prado teniendo por
cabezera una piedra, y porque Dios nunca
desampara a los que con buena intinçion
son fieles, suçedio que auiendo Raymundo
conquistado el reyno de Siçilia boluia
vitorioso por el mar, y aportando a
aquella ysla, aunque desierta se apeó por
gozar del agua fresca, y andando con su
arco y saetas por la ribera solo, por se
solazar, vio de lexos a Drusila desnuda,
tendida en el suelo; y como la vio,
avnque luego le pareçió ser fiera, quando
reconoçió ser muger vinose para ella,
y como çerca llegó y halló ser Drusila
enmudeçió sin poder hablar, pensando si
por huyr dél se auia desterrado aqui
quando a su padre le mató. De lastima
della començó á llorar, y ella boluiendo
en si se leuantó del suelo y muy llena de
verguença se sentó en la piedra. Pareçia
alli sentada como solian los antiguos
pintar a Diana quando junto a la fuente
está echando agua a Antheon en el rostro.
O como pintan las tres deesas ante Paris
en el juizio de la mançana, y quando
trabaja encogiendose cubrir el pecho y
el vientre descubresele mas el costado.
Era su blancura que a la nieue vençia.
Los ojos, pechos, mexillas, nariz, boca,
honbros, garganta que Drusila mostraua
se podia anteponer a quantas en el mundo
ay de damas bellas[744]; y despues
desçendiendo mas abajo por aquellos
miembros secretos que por su honestidad
trabajaua en cubrir, en el mundo no
tenian en velleza par; y como acabaua de
llorar pareçia su rostro como suele ser
de primavera alguna vez el çielo, y como
queda el sol acabando de llouer auiendo
desconbrado todo el nublado de sobre la
tierra; y ansi Raymundo captiuo de su
velleza le dixo: ¿Vos no soys, mi señora,
Drusila? Al qual ella respondió: yo soy
la desdichada hija del rey de Maçedonia;
y luego alli le contó por estenso todo
lo que por Andronico su esposo pasó, y
como viniendose para su tierra la auia
dexado sola alli como ve. El se marauilló
a tanta fe auer hombre que diesse tan mal
galardon, y le dixo: pues yo, señora,
soy vuestro fiel amante Raymundo de
Traçia, y porque me menospreçiastes me
atreui a os enojar; yo tengo el vuestro
reyno de Maçedonia guardado para vos,
juntamente con mi coraçon, y quanto yo
tengo está a vuestro mandar; yo quiero
tomar la empresa de vuestra satisfaçion;
y diziendo esto saltó al nauio y tomó
vnas preçiosas vestiduras, y solo sin
alguna compañia se las boluió uestir,
y la truxo al nauio, donde dandola a
comer algunas conseruas la consoló; y
dados a la vela la lleuó a la çiudad de
Constantinopla donde estaua su padre, el
qual como supo que traya a Drusila y
mucho a su voluntad reçibio gran plazer,
y luego Raymundo se dispuso yr a tomar
la satisfaçion de Andronico que se auia
lançado en algunas villas del reyno de
Maçedonia, por ser marido de Drusila; y
como no estaua en lugar[745] avn conoçido
no se pudo defender, que en breue
Raymundo le vençio, y como le hubo a las
manos le hizo atar los pies a la cola
de su cauallo y heriendole fuertemente
de las espuelas le truxo por el campo
hasta que le despedaçó _todo el cuerpo_,
y ansi le pusieron por la justiçia de
Dios aqui _al ayre como le ves, en pena
de su ingratitud_; y Raymundo en plazer
y contento de aquellos reynos se casó
con Drusila, los quales dos se gozaron
por muchos años en su amor, y enbiaron
a Sophrosina para su madre a Lydia
con mucho plazer, y despues el rey de
Armenia, por ruegos del rey de Traçia,
boluió el reyno de Lydia a Sophrosina y a
su madre, _casó su hijo con Sophrosina y
viuieron todos en prosperidad_. Ansi que
ves aqui la pena que se da a este maluado
por su ingratitud.
MIÇILO.--Por çierto, gallo, el cuento me
ha sido de gran piedad, y la pena es qual
mereçe ese traydor. Agora proçede en tu
peregrinaçion.
GALLO.--Luego como subimos al çielo
empireo, que es el çielo superior,
nos alunbró vna admirable luz que
alegró todo el spiritu con vn nueuo y
particular plazer, que no ay lengua ni
avn entendimiento que se sepa declarar.
Era este çielo firme, que en ningun
tienpo se mueue, ni puede mouer, porque
fue criado para eternal morada y palaçio
real de Dios; y con él en el prinçipio
de su creaçion fueron alli criados vna
inumerable muchedunbre de inteligençias,
spiritus angelicos como en lugar proprio
y deputado para su estançia y a ellos
natural. Como es lugar natural el agua
para los pescados, y el ayre para las
aues, y la tierra para los animales
fieros y de vso de razon[746]. Este çielo
es de imensa y inestimable luz, y de vna
diuina claridad resplandeçiente sobre
humano entendimiento y capaçidad. Por lo
qual se llama Enpireo, que quiere dezir
fuego; y no porque sea de naturaleza y
sustançia de fuego, sino por el admirable
resplandor y glorioso alumbramiento que
de sí emana y proçede. Aquí está el
lugar destinado ante la constituçion
del mundo para silla y trono de Dios,
y para todos los que han de reinar en
su diuino acatamiento. La qual luz
quanto quiera que en si sea clarissima
y acutissima no la pueden sufrir los
ojos de nuestra mortalidad, como los
ojos de la lechuza que no pueden sufrir
la luz y claridad del sol. Ni tanpoco
esta luz bienauenturada alumbra fuera
de aquel lugar. En conclusion es tan
admirable esta luz y claridad que tiene a
la luz del sol y luna, çielos y planetas
ventaja sin conparaçion. Es tanta y
tan inestimable la ocupaçion en que se
arrebata el alma alli, que de ninguna
cosa que acá tenga, ni dexa ni se acuerda
allá. Ni más se acuerda de padre, ni
madre, ni parientes, ni amigos, ni hijos,
ni muger más que si nunca los huuiera
visto. Ni piensa, ni mira, ni considera
mal ni infortunio que les puede[747] acá
venir. Sino solo tiene cuenta y ocupaçion
en aquel gozo inestimable que no puede
encareçer.
MIÇILO.--¡O gallo! qué bienaventurada
cosa es oyrte. No me pareçe sino que
lo veo todo ante mi. Pues primero que
llegues a Dios y á dezirme el estado
de su magestad, te ruego me digas la
disposiçion del lugar.
GALLO.--Eran vnos canpos, vna llanura que
los ojos del alma no los puede alcançar
el fin. Eran campos y estauan cubiertos
porque era casa real donde el Rey tiene
todos sus cortesanos de sí; y mira bien
agora, Miçilo, que en aquel lugar auia
todas aquellas cosas que en el mundo
son de estima, y que en el mundo pueden
causar magestad, deleyte, hermosura,
alegria y plazer; y otras muchas más sin
cuento ni fin. Pero solo esto querria
que con sola el alma entendiesses; que
todo aquello que allá ay es de mucho más
virtud, exçelençia, fuerça, elegançia y
resplandor que en las que en el mundo
ay, sin ninguna conparaçion[748]. Porque
en fin has de considerar que aquellas
estan en el çielo, naçieron en el
çielo, adornan el çielo, y avn son de
la çelestial condiçion para el seruiçio
y acatamiento de Dios, y ansi has de
considerar con quanta ventaja deuen
á estas exceder. En tanta manera que
puedes creer, o presumir que aquello es
lo verdadero y lo que tiene vibo ser, y
que es sonbra lo de acá, o fiçion. O que
lo del çielo es natural, y lo del mundo
es artifiçial y contrahecho y sin algun
valor. Como la ventaja que ay entre[749],
vn rubi, o[750] vn diamante hecho en
los hornos del vidrio en[751] Venecia,
en Cadahalso, que no ay cosa de menos
estima; y mira avn quánta ventaja le haze
vn natural diamante que fue naçido en las
minas de acá; que puesto en las manos
de vn prinçipe no se puede apreçiar ni
estimar. Auia por comunes piedras por el
suelo de aquellos palaçios y praderias
esmeraldas, jaçintos, rubies, carbuncos,
topaçios, perlas, çafires, crisotoles y
diamantes, y por entre estas corrian muy
graçiosas y perenales fuentes, que con
su meneo hazian spiritual contento que
el alma solo puede sentir. Auia demas
destas piedras y gemas que conoçemos acá
otras infinitas de admirable perfeçion, y
avn deues creer que por ser naçida allá
qualquiera piedra que por alli estaua
çien mundos no la podrian pagar ¡tanta
y tan admirable era su virtud! Ansi con
este mesmo presupuesto puedes entender
y considerar qué era el oro de alli y
todo lo demas. Porque no es razon que me
detenga en te encareçer la infinidad de
cosas preçiosas y admirables que auia
allí; la multitud de árboles que a la
contina estan con sus flores y frutas;
y quanto mas sabrosas, dulçes y suaues
que nunca humana garganta gustó. Aquella
muchedunbre de yeruas y flores; que
jazmines, oliuetas, _alelies_, albahacas,
rosas, azuzenas, clabellinas, ni otras
flores de por acá dauan alli olor; porque
las pribauan otras muchas más que auia
sin numero por alli. En vn gran espaçio
que por entendimiento humano no se puede
conprehender estaua hecho vn admirable
teatro preçiosamente entoldado, del
medio del qual salia un trono de diuina
magestad. Auia tanto qué ver y entender
en Dios que al juizio y entendimiento no
le sobró punto ni momento de tienpo para
poder contemplar la manera del edifiçio
y su valor. Basta que asi como quien en
sueños se le representa vn inumerable
cuento de cosas que en confuso las ve en
particular, ansi mientra razonauamos los
miradores açerca del diuino poder eché
los ojos y alcançé á juzgar ser aquel
trono de vna obra, de vna entalladura,
de vn musayco, moçaraue y tareçe que
la lengua humana le haze gran baja,
ultraje y injuria presumirlo conparar,
tasar o juzgar. Que aun presumo que a
los bienauenturados spiritus les está
secreto, reseruado solo a Dios, porque
no hace a su bienauenturança auerlo de
saber. En este trono estaua sentado
Dios; de cuyo rostro salia vn diuino
resplandor, vna deydad que hazia aquel
lugar de tanta grandeza, magestad y
admirable poder que a todos engendraua vn
terrible espanto, reuerençia y pabor.
MIÇILO.--¡Oh gallo! aqui me espanta donde
estoy en oyrtelo representar. Pero dime
¿a qué parte tenia el rostro Dios?
GALLO.--Mira, Miçilo, que en esto se
muestra su gran poder, magestad y valor;
que en el çielo no tiene espaldas Dios,
porque a todas partes tiene su rostro
entero, y en ninguna parte del çielo el
bienauenturado está que no vea rostro a
rostro la cara a su magestad; porque en
este punto está toda su bienauenturança
que se resume en solo ver a Dios; y es
este preuillegio de tan alto primor que
donde quiera que está el bienauenturado,
avnque estuuiesse acaso en el infierno,
ó en purgatorio se le comunicaua en su
vision Dios, y en ninguna parte estaria
que entero no le tuuiesse ante sí.
MIÇILO.--Dime ¿allá en el çielo viades y
oyades todo lo que se hazia y dezia acá
en el mundo?
GALLO.--Después que los bienauenturados
estan en el acatamiento de Dios ni ven
ni oyen lo que se dize y haze acá, sino
en el mesmo Dios, mirando a su diuina
magestad reluzen las cosas a los santos
en él.
MIÇILO.--Pues dime, ¿comunicales Dios
todo quanto passa acá? ¿Ve mi padre y mi
madre lo que yo hago agora aqui si están
delante Dios?
GALLO.--Mira, Miçilo, que avnque te he
dicho que todo lo que los bienauenturados
ven es mirando á Dios no por eso has de
entender que les comunica Dios todas
las cosas que passan acá. Porque no les
comunica sino aquellas cosas de más
alegria y más plazer y augmento de su
gloria, y no las cosas inpertinentes que
no les caussasse gozo su comunicaçion.
Porque no es razonable cosa que comunique
Dios á tu padre que tú adulteras acá,
o reniegas y blasfemas de su poder y
majestad. Pero alguna vez podrá ser que
le comunique que tú eres[752] bueno,
limosnero, deuoto y trabajador. Quiero
te dar un exemplo porque mejor me puedas
entender. Pongamos por caso que estamos
agora en vn gran tenplo, y que en el
lugar que está el retablo en el altar
mayor estuuiesse vn poderoso y grande
espejo de vn subtil y fino azero. El qual
por su linpieza y polideza y perfeçion
mostrasse a quien estuuiesse junto á él
todo quanto passa y entra en la iglesia,
tan en particular que aun los affectos
del alma mostrasse de quantos entrassen
alli. Entonçes sin mirar a los que estan
en el tenplo, con mirar al espejo verias
todas quantas cosas alli passan aunque se
hiziessen en los rincones muy ascondido.
Pero con esto pongamos que este espejo
tuuiesse tal virtud que no te comunicasse
otra cosa de todas quantas alli passan
sino las que te conueniessen saber.
Como si dixessemos que te mostrasse los
que entran[753] alli a rezar, a llorar
sus pecados, a dar limosna y adorar a
Dios. Pero no te mostrasse ni viesses
en él el[754] que entra a hurtar los
frontales: ni los que entran a murmurar
de su proximo: ni avn los que entran alli
a tratar canbios y contratos yliçitos y
profanos, porque los tales no aprouechan
auerlos tú de saber. Pues desta manera
deues entender que es Dios vn diuino
espejo a los bienauenturados, que todo
lo que passa en el mundo reluze en
su magestad: pero solo aquello ve el
bienauenturado que haze á su mayor bien,
y no lo demas. Pero alguna vez aconteçe
que es tanta la vanidad de las petiçiones
que suben a Dios de acá que muestra Dios
reyrse en las oyr, por ver a los mundanos
tan neçios en su oraçion. Unos que les
dé vn reyno, otros que se muera su padre
para heredarle. Otros suplican a Dios que
su muger le dexe por heredero, otros que
le dé vengança de su hermano; y algunas
vezes permite Dios que redunde en su
daño la neçia petiçion. Como vn dia que
notablemente vimos que se reya Dios, y
mirando hallamos qué era, porque auia un
mes que le inportunaua vna mugerzilla
casada que le truxiesse un amigo suyo de
la guerra, y la noche que llegó los mató
el marido juntos a ella y a él. De aqui
se puede colegir a quién se deue hazer la
oraçion, y qué se deue en ellas pedir,
porque no mueua _en ella_ a risa a Dios.
Que pues las cosas van por via de Dios a
los santos, y en él ven los santos lo que
passa acá, será cordura que se haga[755]
la oraçion a Dios.
MIÇILO.--¿No es liçito hazer oraçion a
los Santos, y pedirles merçed?
GALLO.--Si, liçito es: porque me hallo
muy pecador con mil fealdades que no
oso pareçer ante Dios. O como ora la
iglesia, que dize en todas sus oraçiones
ansi[756]: Dios, por los méritos de tu
santo N. nos haz dignos de tu graçia, y
despues merezcamos tu gloria. ¿Y vosotros
pensais que os quiere más algun santo
que Dios? No por çierto; ¿ni que es mas
misericordioso, ni que ha más conpasion
de vos que Dios? No por çierto. Pero
pedislo a los santos porque nunca estais
para hablar con Dios, y porque son tales
las cosas que pedis que aueis verguença
de pedirlas a Dios, ni pareçer con tales
demandas ante él, y por eso pedislas a
ellos. Pues mirad que solo deueis de
pedir el fin y los medios para él. El fin
es la bienauenturança. Esta sin tasa se
ha de pedir. Pero avn muchos se engañan
en esto, que no saben cómo la piden: Es
vn honbre vsurero, amançebado, homiçiano,
enuidioso y otros mil viçios: y pide:
Señor dadme la gloria. Por çierto que
es mucha razon que se ria Dios de vos,
porque pedis cosa que siendo vos tal no
se os dará.
MIÇILO.--Pues ¿cómo la tengo de pedir?
GALLO.--Desta manera: _mejorando primero
la vida, y despues dezid á Dios_:
Señor, suplicos yo que resplandezca en
mi vuestra gloria. Porque en el bueno
resplandeçe la gloria de Dios; y siendolo
vos darse os ha; y pues en los bienes
eternos ay que saber cómo se han de
pedir, quánto más en los medios, que
son los bienes temporales. Que no ansi
atreguadamente los aueis de pedir para
que se rian[757] de vos, sino con medida,
si cumplen como medios para vuestra
saluaçion. ¿Que sabeis si os saluareis
mejor con riqueza que con pobreza? ¿O
mejor con salud que con enfermedad?
MIÇILO.--Pues dime, gallo, pues es
ansi[758] _como tú dices_, que ninguna
cosa, ni petiçion va a los santos sino
por via de Dios, y él se la representa
a ellos, ¿porqué dize la iglesia en la
letania: Sancte Petre, ora pro nobis?
Sancte Paule, ora pro nobis? Porque si
yo deseasse mucho alcançar vna merçed de
vn señor, superflua cosa me pareçeria
escreuir a vn su criado vna carta para
que me fuesse buen terçero, si supiesse
yo çierto que la carta auia de yr primero
a las manos del señor que de su pribado.
Porque me ponia a peligro, que no
teniendo gana el señor de me la otorgar
rasgasse la carta, y se me dexasse
de hazer la merçed por solo no auer
interçesor.
GALLO.--Pues mira que esta ventaja tiene
este prinçipe çelestial a todos los de
la tierra, que por solo ver que hazeis
tanto caudal de su criado y pribado y
os estimais por indignos de hablar con
su magestad, tiene por bien otorgar la
petiçion, avn muchas vezes reteniendo
la carta en sí. Porque a Dios bastale
entender de vos que soys deuoto y amigo
de su santo que ama él, y ansi por veros
a vos deuoto de su santo[759] os otorga
la merçed; y poco va que comunique con el
santo que os la otorgó por amor dél, o
por sola su voluntad.
MIÇILO.--Por çierto, gallo, mucho me has
satisfecho a muchas cosas que deseaua
saber hasta aqui, y avn me queda mucho
mas. Deseo agora saber el asiento y orden
que los ángeles y bienauenturados tienen
en el çielo, y en qué se conoce entre
ellos la ventaja de su bienauenturança.
Ruegote mucho que no reuses ni huyas
de conplazer a mi, que tan ofreçido y
obligado me tienes a tu amistad. Pues de
oy más no señor, sino amigo y compañero,
y aun disçipulo me puedes llamar.
GALLO.--No deseo, Miçilo, cosa más que
auerte de conplacer; pero pues el dia es
venido quedese lo que me pides para el
canto que se seguirá[760].
_Fin del trezeno[761] canto del gallo de Luçiano._
NOTAS:
[710] R. (_Tachado_), _entretexido_.
[711] R. (_Tachado_), _entretexido_.
[712] G., duodeçimo.
[713] Falta en el ms. R.
[714] (_Tachado_). Siguesse el treçeno canto del Gallo de Luçiano,
orador griego, contrahecho en el castellano por el mesmo autor. (_Antes
se leía_), interprete.
[715] G., confiaua.
[716] G., que.
[717] G., fatigandose.
[718] G., en la sala real, donde hallando al rey, puesta de rodillas
ante él.
[719] G., dos.
[720] G., la çiudad.
[721] G., diziendo.
[722] G., como supiesse.
[723] G., se entro en el reyno de.
[724] G., en pago el.
[725] G., vna.
[726] G., y le.
[727] G., a todos.
[728] G., reyna de Lydia.
[729] G., luego como entraron en el mar les vino una tormenta muy
furiosa, por la qual.
[730] G., en el mar Egeo.
[731] G., dias del mar.
[732] G., auiendo çenado, Drusila mando sacar.
[733] G., la.
[734] R. (_Tachado_), juntos.
[735] G., deleznandose por la cama se leuantó.
[736] G., a los marineros y gente.
[737] G., echando.
[738] G., vuscando.
[739] G., lo.
[740] G., rasgando.
[741] G., que habita y resuena por aquellas concauidades.
[742] G., das a.
[743] G., pues.
[744] quantas naturaleza tiene formadas hasta agora.
[745] G., y como no era avn.
[746] G., animales, hombres y fieras.
[747] G., pueda.
[748] R. (_Nota al pie de la página_): Gregorius _super_ Job, cap.
14. Et vide Johanem Echium super Euangelium secunde dominice post
Pentecosten, homilia 4.
[749] G., de.
[750] G., o de.
[751] G., de.
[752] G., ser tu.
[753] G., entrassen.
[754] G., al.
[755] G., hazer.
[756] G., haze oraçion la iglesia, diziendo.
[757] G., se ria Dios.
[758] G., pues es ansi, gallo.
[759] G., en esta deuoçion.
[760] G., siguira.
[761] G., deçimo terçio.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO QUARTO CANTO DEL GALLO[762]
En el deçimo quarto canto que se sigue
el auctor concluye con la subida del
çielo y propone tratar la bajada del
infierno[763] _declarando muchas cosas
que açerca dél tuuieron los gentiles
historiadores y poetas antiguos_.
MIÇILO.--Ya estoy esperando, ¡o graçioso
gallo y celestial Menipo! que con tu
dulçe y eloquente canto satisfagas mi
spirito tan deseoso de saber las cosas
del çielo como de estar allá. Por lo qual
te ruego no te sea pesadumbre auer de
satisfazer mi alma que tanto cuelga de lo
que la has oy de dezir.
GALLO.--No puedo, Miçilo, negar oy tu
petiçion, y ansi digo que si bien me
acuerdo me pediste ayer te dixesse
el asiento y orden que los angeles y
bienauenturados tienen en el cielo se
conoçe allá entre ellos la ventaja de
su bienauenturança. Para lo qual deues
entender que todo aquel lugar en que
angeles y santos estan ante Dios está
relumbrando de oro muy marauilloso
que excede sin comparaçion al de acá,
juntamente con el resplandor inestimable
de que su cogeta da el çielo en que
está, como te dixe en el canto passado;
y este lugar está todo adornado de muy
preciosas margaritas conuenientes a
semejante estancia. Estan pues todos
aquellos moradores ocupados en ver a
Dios, del qual como de vna fuente perenal
proçede y emana sumo goço y alegria la
qual nunca los da hastio; pero mientra
mas della gozan mas la desean. En esto
está su bienauenturança y la ventaja
conoçela en sí cada qual en la más, o
menos comunicaçion en que se les da Dios.
Cada vno está contento con ver a Dios,
y ninguno tiene cuenta con la ventaja
que otro le pueda[764] tener, porque
alli ni ay delantera, ni lugar en que la
preheminençia se pueda conoçer. No ay
asientos ni sillas, porque el spiritu
no reçibe cansançio sentado ni en pie,
ni ocupa lugar, y do quiera que el
bienauenturado está tiene delante y a su
lado y junto a si a Dios, y ninguno está
tan çerca de si mesmo como está Dios dél.
De manera que sillas y lugares y orden y
preheminençia del çielo no está en otra
cosa sino en el pecho de Dios, quanto a
su mayor o menor comunicaçion; y todo lo
demas que vosotros en este caso por acá
dezis es por via de metaphora, o manera
de dezir, porque lo podais mejor entender
en vuestra manera de hablar. En esta
presençia vniuersal de Dios que te he
dado a entender están en coros los santos
ante su magestad, a los quales todos
mi angel me guió por los ver. Estaua en
lo mas çercano (a lo que me pareçió) al
trono y acatamiento de Dios la madre
benditissima del Saluador rodeada de
aquella compañia de los viejos padres de
la religion cristiana, doze apostoles
y discipulos de Cristo y euangelistas,
rodeados de angeles que con gran musica
y melodia de diuersos instrumentos y
admirables bozes continuan sin nunca
çesar gloria a Dios. Siguen a estos
grandes compañas de martires con palmas
en las manos y vnas guirnaldas de roble
çelestial en las cabezas, que denotaua
su fortaleza con que sufrieron los
martirios por Cristo. Por el semejante
estos estauan acompañados de la mesma
abundançia de musica, y enbelesados
y arrebatados en la vision diuina.
Estaua luego vna inumerable multitud
de confessores, pontifiçes, perlados,
saçerdotes y religiosos que en vidas
honestas y recogidas acabaron y se fueron
a gozar de Dios. En vn muy florido y
ameno prado de flores muy graçiosas y de
toda hermosura y deleyte estaua vna gran
compaña de damas, de las quales demas de
su veldad echauan de si vn tan admirable
resplandor que pribara todo juizio humano
si de beatitud no comunicara. Estas,
sentadas en torno en aquella çelestial
verdura, hazian gran cuenta de vna
prniçipal guia que las entonaua y ponia
en una musica que con altissimo orden
loaua á Dios. Tenian todas muy graçiosas
guirnaldas en sus cabeças, entretexidas
rosas, violetas, jazmines, halhelies
y de otro infinito genero de flores
naçidas allá que no se podian marchitar
ni corromper. Dellas tañian organos,
dellas clauicordios, monacordios,
clauiçimbanos _y otras diuersas sonaxas
acompañados_[765] con vozes de gran
suauidad. Estas, me dixo mi angel que
era la bianauenturada Santa Ursula con
su compañia de virgenes; porque demas de
sus honze mil auia alli otro inumerable
cuento dellas. Aqui conoçi las almas de
mis padres y parientes y de otras muchas
personas señaladas que yo acá conoçi, que
dexo _yo_ agora de nombrar por no te ser
importuno. A las quales conoçi por vna
çierta manera de alumbramiento que por su
bondad Dios me comunicó, la cual es vna
manera de conoçerse los bienauenturados
entre sí para su mayor gozo y gloriosa
comunicaçion. En esta alta y soberana
conuersaçion que tengo contado estuue
ocho dias por preuillegio y don soberano
de Dios.
MIÇILO.--Por çierto, gallo, mucho me has
dicho; y tanto que humano pensamiento
nunca tal conçibió; bien pareçe que
has estado allá; por lo qual bien te
podemos[766] llamar çelestial. Dime
agora que deseo mucho saber; allá en el
cielo ay noches y dias differentes entre
sí?
GALLO.--No, pero despues venido acá me
saludauan mis amigos como ausente de
tanto tiempo, y por la cuenta que hallé
que contauan en el mes. Que allá todo
es luz, claridad, alegria y plazer. No
ay tinieblas, obscuridad ni noche donde
está Dios que es luz y lumbre eterna a
los que viben allá. En estos ocho dias
vi, hablé y comuniqué con todos mis
parientes, amigos y conocidos, y a todos
los abracé con mucho plazer y alegria,
y me preguntaron por los parientes y
amigos que tenian acá, y yo los[767]
dezia todo el bien dellos con que más los
podia complazer y deleytar, y no era en
mi mano dezirles cosas que los pudiesse
entristecer, avnque de ninguna cosa
reçibieran ellos turbaçion ya que se la
dixera: porque allá estan tan conformes
con la voluntad de Dios que ninguna cosa
que acá suçeda los puede turbar, porque
tienen entendido que proçede todo de
Dios, porque en Dios y ellos sola ay vna
voluntad y querer.
MIÇILO.--Dime agora, gallo, ¿qué manera
de habla y lenguaje vsan allá?
GALLO.--Mira, Miçilo, que los
bienauenturados que no tienen sus
cuerpos allá no hablan lenguaje ni por
boz esterior: porque esta solo se puede
hazer y formar por miembros que como
instrumentos dio naturaleza al cuerpo
para se dar a entender como lengua,
dientes y paladar. Pero las almas que no
tienen cuerpo, cada qual queriendo puede
comunicar y manifestar sus coçibimientos
sin lengua a quien le plaze, tan claros
como cada vno se puede asimesmo entender,
y ansi Cristo y la virgen Maria y San
Juan euangelista que tienen sus cuerpos
allá hablan con bozes como nosotros
hablamos aqui, y ansi será despues del
juizio vniuersal de todos los buenos que
tiene consigo Dios, que hablarán como
agora nosotros quando despues del juizio
tuuieren sus cuerpos allá. Pero en el
entretanto con sola su alma se pueden
entender.
MIÇILO.--Dime más que deseo saber: ¿si
esas almas desos bienauenturados, si
algun tiempo vienen acá?
GALLO.--Quando yo subi allá muchas almas
de buenos subieron a gozar, en cuya
compañia entramos en el çielo: pero al
boluer ninguna vi que boluiese aca:
porque creo que no seria cordura que
siendo el alma del defunto libertada de
tan cruel carçel y mazmorra como es la
del mundo, poseyendo tanto deleyte y
libertad allá desee ni quiera boluer acá.
Bien es de presumir que el demonio muchas
vezes viene al mundo haziendo[768]
ylusiones y apariciones diziendo que
es algun defunto por infamarle, o por
engañar a sus parientes.
MIÇILO.--Pues dime, gallo: ¿qué dezian
allá en el çielo de las bulas y
indulgençias? Que casi quieren dezir los
theologos deste tiempo que el Papa puede
robar el purgatorio absolutamente.
GALLO.--Dexemos esas cosas, Miçilo,
que no conuiene que se diga todo a ti;
y sabe que otro lenguaje es el que se
trata acá differente del que passa allá.
Que muchas cosas tiene en el çielo Dios
y haze, cuya verdad y fin reserua para
sí, porque quiere él, y porque deue
ansi de conuenir para el suçeso, orden
y dispusiçion del mundo y a la grandeza
de su magestad, y nuestra saluaçion. Por
lo qual no deuen los hombres escudriñar
en las cosas la causa, fin y voluntad de
Dios, pero deuense en todo remitir a su
infinito y eterno saber, y prinçipalmente
en las cosas que determina y tiene la
iglesia y ley que profesas; no inquieras
más porque es ocasion de herrar; y
boluiendo al proçeso de mi peregrinaçion
sabras que como huuimos andado todas
las estançias y choros de angeles y
sanctos me tomó el ángel de mi guia
por la mano y me dixo: vn gran don te
otorga Dios como a señalado amigo suyo,
el qual deues estimar con las gracias
que te ha hecho hasta aqui; y es que te
quiere comunicar vna vision de grandes
y admirables cosas que estan por venir;
y diziendo esto llegamos á vn templo de
admirable magestad, el qual sobre la
puerta prinçipal tenia vna letra que a
quantos la leyan mostraua dezir. Este es
el templo de propheçia y diuinaçion. Era
por defuera adornado de toda hermosura,
edificado de jaspes muy claros, de ambar
y veril transparente más que vidrio muy
preçioso. Era tan admirable su resplandor
que turbaua la vista; y como entramos
dentro y vi tanta magestad no me pude
contener sin me derrocar a los pies de
mi angel queriendole adorar, y él me
leuantó diziendome: no hagas tal cosa,
que soy criatura como tú. Leuantate y
adora al criador y hazedor de todo esto,
que tan gran merçed te conçedio. Era
fundado y adornado por dentro este diuino
templo de muchas piedras preçiosas:
de zafires, calçedonias, esmeraldas,
jaçintos, rubies, carbuncos, topacios,
perlas, crisotoles, diamantes, sardo
y veril; y luego se me representó en
diuina vision todo el poder de la tierra
quanto del oriente al poniente, medio
dia y septentrion se puede imaginar, y
estando ansi atento por ver lo que se me
mostraua vi deçendir de lo alto de los
montes Ripheos a las llanuras de Traçia
vna grande y disforme vestia llena de
cuernos y cabeças, con cuyo siluo y
veneno tenia corrompida y contaminada la
mayor parte del mundo: arabes, egiçios,
syros y persas: hasta Trasiluania y
Bohemia: teutonicos, anglos y galicos
pueblos. Esta trae cabalgando sobre sí
vn monstruoso serpiente que la guia y
ampara, adornado de mil colores y nombres
de gran soberuia, y estos juntos son
criados para examen, prueba y toque
de los verdaderos fieles y secaçes de
Dios, y será el estado y señorio desta
fiera más estendido por causa de las
cobdiçias y disensiones y intereses
de los principes de la tierra, porque
ocupados en ellos tiene mas lugar sin
auer quien le aya de resistir. Lleuaua
este serpiente en su cabeça vna gran
corona adornada de muchas piedras
preçiosas, y vestido de purpura y de muy
ricos jaezes, y en la mano un çeptro
imperial con el qual amenaça subjetar
todo el uniuerso. Lleuaua en vna divisa
y estandarte vna letra de gran soberuia
que dize. Ego regno a Gange et Indo vsque
in omnes fines terre. Que quiere dezir.
Yo reino desde[769] los rios Ganges y
Indus hasta los fines de la tierra.
Lleuaua las manos y ropas teñidas de
sangre de fieles, y dauale a beuer en
vasos de oro y de plata a sus gentes por
más las encrueleçer. Entonçes sonaron
truenos, grandes terremotos y relampagos
que ponian gran temor y espanto, que
pareçia desolarse el trono y templo y
venir todo al suelo, y tan grande que
nunca los hombres vieron cosas de tan
grande admiraçion, y fue tanta que yo
cay atonito y espantado a los pies de
mi angel. El qual leuantandome por la
mano me dixo. ¿De qué te espantas y te
marauillas? Pues mira con gran atencion,
que aunque este monstruo y vestia tiene
agora gran soberuia muy presto caerá; y
no lo acabó de dezir quando mirando vi
salir de las montañas hespericas vn gran
leon coronado y de gran magestad que con
su bramido juntó gran muchedumbre de
fieras generosas y brauas que estan sobre
la tierra, las cuales juntas vinieron
contra el fiero serpiente resistiendo su
furia; y a otro bramido que el fuerte
leon dio juntó en los valles teutonicos
todos los viejos fieles que auia en la
tierra; por cuya sentençia (aunque con
alguna dilaçion) fue condenada la vestia
y sus secaçes á muerte cruel, y ansi vi
que a deshora dio vn terrible trueno que
toda la tierra tenbló, y deçendiendo de
la gran montaña vn espantoso y admirable
fuego los abrasa todos conuertiendolos
en zeniza y pauesa. En tanta manera que
en breue tiempo ni pareçió vestia ni
secaz, ni avn rastro de auer sido alli;
y ansi todo cumplido vi deçendir de la
alta montaña gran compaña de angeles que
cantando con gran melodia subieron a los
çielos al leon, donde le coronó Dios y
le asentó para sienpre jamas junto á sí;
y acabada la vision me mandó Dios llamar
ante su tribunal y que propussiese la
causa porque auia subido allá, porque
cualquiera cosa que yo pidiesse se me
haria la razonable satisfazion.
MIÇILO.--Querria que antes que pasasses
adelante me declarasses esa tu vision
o propheçia. ¿Quién se entiende por la
vestia que deçendio de aquellas montañas,
monstruo y leon?
GALLO.--La interpretaçion deste enigma
no es para ti: a los que toca se les
dará. Vamos adelante que me queda mucho
por dezir. Como ante Dios fue puesto me
humillé de rodillas ante su tribunal
y luego propuse ansi. Sacra y diuina
magestad, omnipotente Dios. Porque no
ay quien no enmudezca viendo vuestra
incomparable çelsitud, querria, señor,
demandaros de merçed, que de alguno de
vuestros cortesanos más acostunbrados a
hablar ante vuestra grandeza mandassedes
leer esta petiçion; la qual estendiendo
la mano mostré; y luego salio alli
delante el euangelista San Juan, que creo
que lo tenia por offiçio, y ansi en alta
voz començó.
Sacra y diuina magestad, omnipotente
Dios. Vuestro Icaromenipo, griego de
naçion, la más humilde criatura que en
el mundo teneis, besso vuestro sacro
tribunal y suplico a vuestra divina
magestad tenga por bien de saber, en como
el vuestro mundo está en necesidad que
le remedieis mientra no tuuieredes por
bien de le destruir llegado el juizio
vniuersal; el tiempo del qual esta segun
nuestra fe reseruado a vuestro diuino
saber. Soy venido de parte de todos
aquellos que en el mundo tenemos deseos
de alcanzar la vuestra alta sabiduria
y especular con nuestro miserable
injenio los secretos incumbrados de
nuestra naturaleza. Para lo qual sabra
vuestra magestad, que avnque de noche
y de dia por grandes cuentos de años
no hagamos sino trabajar estudiando,
no se puede por ningun injenio quanto
quiera que sea perpicaçissimo alcançar
alguna parte por pequeña que sea en
estas buenas letras, artes y sçiençias.
Porque han salido agora en el mundo vn
genero de hombres somnoliento, dormilon
imaginatiuo, rixoso, vanaglorioso,
lleno de ambiçion y soberuia, y estos
con gran presunçion de sí mesmos hanse
dotado de grandes títulos de maestros
philosophos y theologos, diziendo que
ellos solos saben y entienden en todas
las sçiençias y artes la suma verdad;
riendose a la contina de todo quanto
hablan, dizen, comunican, tratan, visten
la otra gente del comun. Diziendo que
todos deuanean y estan locos, sino ellos
solos que tienen y alcançan la regla y
verdad del vivir; y venidos al enseñar de
sus sçiençias, muestran segun pareçe,
querernos confundir[770]. Porque han
inuentado vnos no sé qué géneros de
setas y opiniones que nos lançan en
toda confusion. Unos se llaman reales y
otros nominales. Que dexado aparte las
niñerias y arguçias de sophistas[771],
actos sinchategorematicos, y reglas
de instar del Maestro Enzinas y los
sophismas de Gaspar Lax y las sumulas de
Zelaya y Coroneles que absolutamente,
señor, deueis mandar destruir, y que
ellos y sus auctores no salgan mas a
luz. En la philosophia es verguença
de dezir la diuersidad de prinçipios
naturales que ponen; insecables atomos,
inumerables formas, diuersidad de
materias, ydeas. Tantas questiones de
vacuo y infinito que no estan debajo
de numero conque se puedan contar. En
la theologia ya no ay sino relaçiones,
segundas intinçiones, entia rationis;
cosas que solamente tienen ser en el
entendimiento y imaginaçion[772]; en fin
cosas que no tienen ser. Es venido el
negoçio a tal estado que ya diuididas
estas gentes en quadrillas, glosan y
declaran segun sus dos opiniones real y
nominal, vuestra sagrada Escriptura y
Ley; y segun tengo visto, Señor, en esta
xornada que he hecho acá, que en todo
devanean y sueñan, sin nunca despertar;
y esto, sagrada magestad, suçede en gran
confusion de los que nos damos al estudio
de las sçiençias[773]. En lo qual creo
que entiende Sathanas por la perdiçion y
daño del comun. En esto pues suplicamos
a vuestra sagrada magestad proueais que
Luçifer mande a Sathanas que sobresea y
no se entremeta en causar tan gran mal,
y los auctores se prendan destas setas,
y se les mande tener perpetuo silençio,
y que sus libros y scripturas en que
estan sus barbaras opiniones las mandeis
quemar y destruir, que no parezcan más; y
pedimos en todo se nos sea hecha entera
justiçia. Para la qual imploramos el
soberano poder de vuestra diuina magestad.
Luego como la petiçion fue leyda proueyo
Dios que yo y el mi angel fuessemos
por el infierno y notificassemos a
Luzifer lo hiziesse ansi como se
pedia por mí, y mandó que se lleuasse
luego de alli al mundo al consejo de
la Inquisiçion y que lo cumpliessen
y hiziessen cunplir conforme a la
petiçion[774]. El qual aucto luego
escriuio San Juan en las espaldas de la
peticion, y la refrendó y rubricó de
su mano como por Dios omnipotonte fue
proueydo; y luego abraçando a todos
nuestros amigos y parientes y conoçidos,
despidiendonos[775] de todos ellos nos
salimos del çielo para nos bajar, y
quando nos fueron abiertas las puertas
de los çielos para salir hallamos junto
a ellas infinita multitud de almas que
con grandes fuerças y inportunidad nos
estorbauan, que ellas por entrar no nos
dexauan salir; hasta que un angel con
gran poder, furia y magestad las apartó
de alli, y yo pregunté a mi angel qué
gente era aquella que estaua aqui, que
con tanto deseo y inportunidad hazian por
entrar y no las abrian; y el me respondio
que eran las almas de los que en el mundo
tienen toda la vida buenos deseos de
hazer bien, hazer obras de virtud, hazer
penitençia y recogerse en lugares santos
y buenos con deseo de se saluar y en toda
su vida no passan de alli ni hazen más
que prometer y mostrar que desean hazer
mucho bien sin nunca començar, ni avn se
aparejar a padeçer. A estos tales danles
la gloria en la mesma forma, porque los
ponen a la puerta del parayso con el
mesmo deseo de entrar, y aqui tienen la
mayor pena que se puede imaginar: porque
tanto quanto mucho desearon hazer bien
sin nunca lo començar tanto mucho más en
infinito sin comparaçion les atormenta
el deseo de entrar sin nunca los querer
abrir; y en el tormento deste deseo
prouee Dios de su gran justiçia y poder,
porque en esta manera los quiere castigar
para siempre jamas abrasandoles con el
fuego de la justiçia diuina. Pues como
del çielo salimos lleuóme mi angel y guia
por un camino sin huella ni sendero y
avn sin señal de auer pisado ni caminado
por él alguno, de que me marauillé,
y preguntele qual fuesse la causa de
aquella esterilidad y respondiome que
no se continuaua mucho despues que
Cristo passó por alli quando resuçitó,
y la compaña de los santos padres que
entonçes sacó del limbo. Aunque tanbien
le passan los angeles que se bueluen
al çielo dexando despues de la muerte
sus clientulos _y encomendados_ allá.
Repliquele yo: ¿dime angel, el purgatorio
no está a esta parte? Respondiome: si
está: pero avn los que de ay passan son
tan pocos que no le bastan trillar ni
asenderar. Por çierto mucho deseo he
tenido, Miçilo, de llegar hasta aqui.
MIÇILO.--En verdad yo lo deseaua mucho
más, porque espero que con tu injeniosa
eloquençia me has de hazer presente a
cosas espantosas y de grande admiraçion
que deseamos acá los honbres saber.
Espero de ti que harás verdadera
narraçion como de çierta esperiençia,
y no de cosas fabulosas y mentirosas
que los poetas y hombres prestigiosos
acostumbran fingir por nos lo _más_
encareçer.
GALLO.--Mucho me obligas ¡o Miçilo!
a te complazer quando veo en ti la
confianza que tienes dezirte yo verdad;
y ansi protesto por la deydad angélica
que en esta xornada me acompañó de no
te contar cosa que salga de lo que
realmente vi y mi guia me mostró, porque
no me atreuere a hazer tan alto spiritu
testigo de falsedad y fiçion. Contarte
he el sitio y dispusiçion del lugar:
penas, tormentos, furias, carçeles,
mazmorras, fuego y atormentadores que a
la contina atormentan alli. En conclusion
descriuirte he la suma y puesto del
estado infernal, con aquellas mesmas
sombras, espantos, miedos, tristezas,
gritos, lloros, llantos y miseria[776]
que los condenados padeçen allí, y
trabajaré por te lo pintar y proponer con
tanta esaxeraçion y orden de palabras que
te haré las cosas tan presentes aqui como
las tube yo estando allá. Pero primero
quiero que sepas que no ay allá aquel
Pluton, Proserpina, Æaco y Cançerbero,
ni Minos, ni Rhadamanto[777], juezes
infernales. Ni las lagunas ni rios que
los poetas antiguos fingieron con su
infidelidad: Flegeton, Coçiton, Sthigie
y Letheo. No los campos Eliseos de
deleyte differentes de los de miseria.
Ni la varca de Acheron que passe[778]
las almas a la otra riuera. Ni ay para
qué vestir los muertos acá porque no
parezcan allá las almas desnudas ante los
juezes, como lo hazian aquellos antiguos:
pues siempre que fueran a los sepulcros
hallaran sus defuntos vestidos como los
enterraron. Ni tampoco es menester poner
a los muertos en la boca aquella moneda
que otros vsauan poner porque luego los
passasse Acheron en su varca, pues era
mejor que no lleuando moneda no los
passara en ningun tiempo y se boluieran
para siempre acá. O que si las monedas
que algunos defuntos lleuauan no corrian
ni las conoçian allá por ser de lexas
prouinçias, como aconteçe las monedas de
vnos reynos no valer en otros, neçesario
seria entonçes no los passar, lo qual
seria auentajado partido a muchos[779]
que ally en el infierno vi. Todo esto,
Miçilo, cree que es mentira y fiçion de
fabulosos poetas y historiadores de la
falsa gentilidad, los quales con sus
dulçes y apazibles versos han hecho
creer á sus vanos secaçes y lectores.
Avnque quiero que sepas que esto que
estos poetas fingieron no careçe del
todo de misterio algo dello, porque
avnque todo fue fiçion, dieron debajo de
aquellas fabulas y poesias a entender
gran parte de la verdad, grandes y muy
admirables secretos y misterios que
en el meollo y en lo interior querian
sentir. Con esto procurauan introduçir
las virtudes y desterrar los viçios
encareçiendo y pintando los tormentos,
penas, temores, espantos que los malos y
peruersos padeçen en el infierno por su
maldad; y ansi dixeron ser el infierno
en aquellas partes de Syçilia, por causa
de aquel monte ardiente que está alli
llamado Ethna[780] que por ser el fuego
tan espantoso y la syma tan horrenda les
dio ocasion a fingir que fuesse aquella
vna puerta del infierno; y tanbien porque
junto a este monte Ethna _y syma_ dizen
los historiadores que Pluton, rey de
aquella tierra, hurtó a Proserpina hija
de Çeres que siendo niña donzella andaua
por aquellos deleytosos prados a coxer
flores. Ansi con estos sus nombres y
vocablos de lugares, rios y lagunas que
fingian auer en el infierno significauan
y dauan a entender las penas, dolores y
tormentos que se dan a las almas por sus
culpas allá. Ansi fingian que Acheron
(que significa pribaçion de gozo) passa
las almas por aquella laguna llamada
Stigie, que significa tristeza perpetua.
En esto dan a entender que desde el punto
que las almas de los condenados entran
en el infierno son pribados[781] de gozo
y consolaçion spiritual y puestos en
tristeza perpetua. _Este es el primero
y prinçipal atormentador de aquel, en
contrario del estado felicissimo de la
gloria que es contina alegria y plazer._
Tanbien fingen que está adelante el rio
Flegeton que significa ardor y fuego,
dando a entender el fuego perpetuo
conque entrando en el infierno son
atormentadas las almas por instrumento y
execuçion de la justiçia diuina; fingen
más que adelante está el rio Letheo,
que significa oluido, al qual llegan a
beber todas las almas que entran allá,
diçiendo que luego son pribadas de la
memoria de todas las cosas que le pueda
dar consolaçion. Y dizen que todos estos
rios van a parar en la gran laguna
Coçiton, que significa derribamiento
perpetuo, dando a entender la suma de la
miseria de los malauenturados que son
perpetuamente derribados y atormentados;
avnque prinçipalmente significa el
derribamiento de los soberuios. Tanbien
dizen que este varquero Acheron hubo tres
hijas en su muger la noche obscura y
çiega; las quales se llaman Aletho, que
significa inquietud, y Thesifone, que
significa vengadora de muerte, y Megera,
que significa odio cruel. Las quales
tres hijas dizen que son tres furias, o
demonios infernales, atormentadoras[782]
de los condenados. En esto quisieron
_dezir y_ dar a entender y descreuir
la guerra que cada alma consigo tiene
entrando allí, y en estas tres hermanas
se descriuen los males que trae consigo
la guerra que son odio, vengança de
muerte y inquietud; que son tres cosas
que más atormentan en el infierno[783]
y avn acá en el mundo es la cosa de mas
daño y mal, porque demas de aquellos
trabajos y miserias que consigo trae la
guerra, que por ser todos los hombres
que la siguen y en ella entienden el más
peruerso y bajo genero de hombres que en
el mundo ay, por tanto a la contina la
siguen robos, inçendios, latroçinios,
adulterios, inçestos, sacrilegios,
juegos y continuas blasfemias; y demas
del espanto que causa en el soltar de
las lombardas y artilleria, el relinchar
de los cauallos, la fiereza con que se
acometen los hombres con enemiga sed y
deseo de se matar; de manera que si en
aquel encuentro mueren van perdidos con
Luzifer. Demas de todos estos males que
siguen a la guerra ay otro mayor que es
anexo a su natural, que es el desasosiego
comun. Que toda aquella prouinçia donde
al presente está la guerra tiene alterado
los spiritus; que ni se vsan los ofiçios,
ni se exerçitan los sacrifiçios; çesan
las labranças del campo, y los tratos de
la republica; pierdese la honestidad y
verguença. Acometense infinitas injurias
y desafueros y no es tiempo de hazer a
ninguno justiçia. En conclusion es la
guerra vna furia infernal que se lança en
los coraçones humanos que los priba de
razon; porque con razon y sin furia no se
puede pelear. Esto quisieron entender y
significar algunos de aquellos antiguos
en aquellas sus fiçiones; y todo lo demas
es poetico y fabuloso _y fingido_ para
cumplir sus metros y poesías; y otros
ritos gentilicos como vestir los muertos
y ponerles dineros[784] en la boca y
ofreçerles viandas que ellos coman[785]
_allá_ en el infierno, todo esto es
mentira y vanidad de gentiles _herrados
por el demonio que los engañaua_; lo
qual[786] todo tiene[787] reprobado la
cristiana religion conforme a la verdad
que te contaré y oyras como yo lo vi, si
me tienes atençion; y porque el dia es
venido dexemoslo para el canto que se
seguira.
_Fin del deçimo cuarto canto del Gallo._
NOTAS:
[762] Falta en R.
[763] R. (_Tachado_): Siguesse el deçimo quarto canto del sueño o gallo
de Luçiano, famoso orador griego, contrahecho en el castellano por el
mesmo auctor.
[764] G., puede.
[765] G., acompañadas.
[766] G., podremos.
[767] G., les.
[768] G., y haze.
[769] G., de.
[770] G., antes nos trabajan confundir que enseñar.
[771] G., sophismas.
[772] G., verdaderas imaginaçiones.
[773] G., a tal estado que ya se glosa y declara vuestra Scriptura
y Ley segun dos opiniones, nominal y real; y segun pareçe esta
multiplicaçion de cosas todo redunda en confusion de los injenios que á
estas buenas sçiençias se dan.
[774] G., como yo lo demande.
[775] G., despidiendome.
[776] G., miserias.
[777] G., Rhodamante.
[778] G., passa.
[779] G., muchas.
[780] G., Ethena.
[781] G., pribadas.
[782] G., atormentadores.
[783] G., cosas que a la contina residen en el alma que está en el
infierno.
[784] G., monedas.
[785] G., diziendo que las comen.
[786] G., y ansi.
[787] G., lo tiene.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO QUINTO CANTO[788].
En el déçimo quinto canto que se sigue el
auctor imitando a Luçiano en el libro que
intituló Necromançia finge deçendir al
infierno. Donde descriue las estançias y
lugares y penas de los condenados[789].
GALLO.--Despierta, Miçilo, y tenme
atençion, y contarte he oy cosas que a
toda oreja pongan espanto. No cosas que
oí fingidas por hombres que con arte
lo acostumbran hazer, pero dezirte he
aquellas que vi, comuniqué y con mis pies
hollé; y vi a hombres padeçer con graue
dolor.
MIÇILO.--Di gallo, que atento me ternas.
GALLO.--Faborezcame oy mi[790] memoria
Dios que no me falte para dezir lo
mucho que su magestad tiene alli para
muestra de su justiçia y gran poder,
porque siquiera los malos por temor
çesen de ofender. Pues viniendo al
principio, por no dexar cosa por dezir
sabras, que desde lo alto del çielo ya
deçendiendo a la tierra vimos unas brauas
y espantosas montañas en muy grandes y
asperos desiertos, que segun tube cuenta
con las dispusiçiones del sol, çielo
y tierra, era la seca Lybya en tierra
de los garamantas, donde estaua aquel
antiguo oraculo de Jupiter Amon, la mesa
del sol y fuente de Tantalo. Donde viben
los satyros, ægipanes, himatopodes, y
psillos, monstruosas figuras de hombres y
animales. Pues como aqui llegamos sin se
nos abrir puerta ni ver abertura, sin que
syerra ni montaña nos hiziesse estorbo
nos fuemos lançando por aquellas alturas
y aspereças, lugares obscuros y sombrios.
Como aconteçe si alguna vez vamos por
vna montuosa deesa çerrada de altos y
espesos castaños, robles y ençinas. Sy
aconteçe caminar al puesto de vna nublosa
luna, quando la obscura noche quita los
colores a las cosas. En este tiempo que
a cada passo y sonido de los mesmos pies
resuena y retumba el solitario monte y
se espeluzan y enheriçan los cabellos,
començe a caminar en seguimiento de mi
guia. Estauan por aqui a las entradas
gran multitud de estançias y aposentos de
furias y miserias, y porque el mi angel
se me yua muy adelante sin parar, a gran
corrida le rogue se parase y me mostrasse
en particular todas aquellas moradas.
Luego entramos en vnos palaçios hechos
en la concauidad de aquella aspera peña,
lugubres y de gran obscuridad. En lo
mas hondo y retraydo desta casa auiendo
pasado por muchas y muy desbaratadas
camaras y aposentos asomamos la cabeça
a vn retrete, y a la parte de vn rincon,
a la muy quebrada y casi no visible luz,
como a claridad de vna candela que desde
que començo a arder no se despabiló y
se queria ya apagar, ansi[791] vimos
estar sentada a vn rincon vna muy rota y
desarrapada muger; esta era el lloro y
tristeza miserable. Estaua sentada en el
suelo puesto el cobdo sobre sus rodillas,
la mano debajo de la barba y mexilla.
Vimosla muy pensatiua y miserable por
gran pieza sin se menear; y como al meneo
de nuestros pies miró alcançé a la ver
vn rostro amarillo, flaco y desgraçiado.
Los ojos hundidos y mexillas que hazian
mas larga la nariz, y de rato en rato
daua vn sospiro de lo intimo[792] del
coraçon, con tanta fuerça y afliçion que
pareçia ser hecho artifiçial para solo
atormentar almas con las entristeçer.
Es este gemido de tanta efficaçia que
traspasa y hiera el alma entrando alli; y
con tanta fuerça que le trae cada momento
a punto de desesperaçion; y esta es la
primera miseria que atormenta y hiere las
almas de los dañados[793] y es tan gran
mal que sin otro alguno bastaua vengar
la justiçia de Dios. Tiene tanta fuerça
esta miserable muger en los que entran
alli que avn contra nuestro preuillegio
començaba con nosotros a obrar y empeçer.
Pero el mi angel lo remedió con su deydad
y pasando adelante vimos en otro retrete
donde estauan los miserables cuydados
crueles verdugos de sus dueños, que nunca
hazen sino comer del alma donde estan
hasta la consumir, como gusano que roe al
madero el coraçon. Aqui moran las tristes
enfermedades y la miserable y trabajosa
vejez toda arrugada, flaca, fea y de
todos aborreçida. Aqui habita el miedo
enemigo de la sangre vital, que luego
la acorrala y de su presençia la haze
huyr. Aqui reside la hambre que fuerça
los hombres al mal, y la torpe pobreza,
de crueles y espantosos aspectos anbas
a dos. Aqui se nos mostró el trabajo
quebrantado molido sin poderse tener.
Vimos luego aqui al sueño, primo hermano
de Antropos, aquella cruel dueña, y la
muerte mesma se nos mostro luego alli
con vna guadaña en la mano, cobdiçiosa
de segar. Estauan luego adelante las
dos hermanas del desasosiego; guerra y
mortal discordia. Por aqui nos salieron a
reçebir infinitos monstruos que estauan
arroxados por alli; çentauros, sphinges,
satyros y chimeras; gorgones, harpias
sombras y lernas; y estando ansi mirando
todas estas miserables furias infernales
que era çiertamente cosa espantosa de
ver sus puestos y figuras monstruosas,
sentimos venir vn gran tropel y ruydo
como que se auia soltado vna gran presa
que estuuiesse hecha de muchos dias de
algun caudaloso braço de mar. Sonaua
vna gran huella de pies, murmuraçion de
lenguas de diuersas naçiones, y como más
se nos yuan çercando sentiamos grandes
lloros y gemidos, y açercandosenos más
entendiamos grandes blasfemias[794] de
españoles, alemanes, françeses, ingleses
y ytalianos; y como sentimos que se nos
yuan más llegando y que començauan ya a
entrar por donde nosotros estauamos me
apañó mi ángel por el braço y me apartó
a vn rincon por darles lugar a passar;
que venia tan gran multitud de almas que
no se podian contar, y quanto topauan lo
lleuauan de tropel; y preguntando qué
gente era aquella nos dixeron que el
Enperador Carlos auia dado vna batalla
campal al Duque de Gueldres, en la qual
le auia desuaratado el exerçito y preso
al Duque, y que en ella auia muerto de
ambas las partes toda aquella gente que
yua alli.
MIÇILO.--Pues ¿cómo, gallo, todos fueron
al infierno quantos murieron en aquella
vatalla? Pues liçita era aquella guerra,
a lo menos de parte del Emperador.
GALLO.--Mira, Miçilo, que ya que esa
guerra no fuesse liçita segun ley
euangelica. basta serlo de auctoridad
eclesiastica para que se pueda entre
principes cristianos proseguir; porque
con este titulo ayuda para ellas con
indulgençias su sanctidad. Pero mira que
no todos los que mueren en la guerra van
al infierno _por morir en ella_, pues
muchos buenos y justos soldados andan
en ella; ni van al infierno por causa
de ser injusta la guerra[795] porque
saber la verdad de su justiçia no está
a cuenta de los soldados, sino de los
prinçipes que la mueuen; los vnos por
la dar y los otros por se defender y
prinçipalmente si la mueue el supremo
prinçipe siempre se presume ser justa.
Pero sabe que los soldados que mueren
en la guerra van prinçipalmente al
infierno porque en vniuersal los toma la
muerte en pecados que los lleuan allá.
En juegos, blasfemias, hurtos, ninguna
guarda en los preçeptos de la iglesia,
ni religion. Enemistades, yras, enojos,
pasiones, luxurias, robos, sacrilegios
y adulterios; y ansi duró este tropel
de gente más de seys meses continos
que no hazian a toda furia sino entrar
porque dezian que entonçes el Emperador
prosiguio la guerra entrando por Françia
con gran mortandad y rigor hasta llegar a
vna çiudad que llaman Troya muy prinçipal
en aquel reyno, y por otra parte entraua
el rey de Yngalaterra con grande exerçito
desolando a Françia sin auer piedad de
ninguna criatura que en su poder pudiesse
auer. Marauillado estaua yo pensando
dónde podia caber tanta gente, y entrando
adelante vimos vna entrada a manera de
puerta que pareçia differençiar el lugar.
Oyamos dentro gran ruydo de cadenas,
bozes, lagrimas, sospiros y sollozcos que
mostrauan gran miseria. Pregunté a mi
ángel que lugar era aquel. Respondiome
ser el purgatorio, donde se acaban de
purgar los buenos para subir despues
a gozar de Dios; y tanbien yo alçé la
cabeça y leí ser aquello verdad en vna
letra que estaua sobre la puerta; y por
no nos detener determinamos de pasar
adelante, y en esto suçedio que llegaron
donde estauamos vn demonio y vn angel
que trayan vn alma; que segun pareçe el
angel era su guarda y el demonio era su
acusador, como cada vno de vosotros tiene
en este mundo mientras vibis; y como
llegaron donde estauamos paróse un poco
el su angel con el mío como a preguntarle
donde venía; el qual nos respondio que a
traer éste su clientulo al purgatorio,
que auia sesenta años que le guardaua en
el mundo; y en el entretanto arrebató
el demonio de aquella anima y corriendo
por vn campo adelante la lleuaua camino
del infierno, y como el alma conoçio por
la letra que la passaua del purgatorio
començó a dar vozes a su angel que la
defendiesse; y ansi fue presto su angel
y alcançandolos tubo reçio della y
conuenieron ante nosotros como en juizio.
Dezia el demonio que la auia de lleuar al
infierno porque no mostraua preuillegio
de auctoridad[796] para la dexar en
el purgatorio, y el alma mostró vna
fraternidad que traya, sellada y firmada
del General de San Françisco; el demonio
respondio que no la conoçia ni la queria
obedeçer; luego, llorando, alegó el alma
tener la Bulla de la Cruzada, sino que se
le oluidó en casa vna caxa de Bullas que
tenía en su camara, y rogo que le dexasse
boluer por ellas; y mi angel los procuró
conçertar diziendo que se quedasse alli
en rehenes el alma mientras el angel de
su guarda boluia al mundo por la Bulla;
y ansi boluio, pero tardóse tanto en
buscarla que nos descuydamos y el demonio
cogio del alma y lleuósela, que nunca mas
la vimos[797]. Prinçipalmente porque la
probó que la mayor parte de la vida hauia
sido viçioso, comedor, gloton y disipador
de hazienda y tiempo, y distraydo de la
Ley de Dios; y a esto la conuençio a
consentir. Pero por el contrario alegaron
el alma y su angel por su parte que
aunque todo esto fuesse verdad, pero que
a la contina tubo cuenta con Dios y con
su conçiençia, confessando a los tiempos
deuidos sus pecados y haziendo penitençia
dellos, y[798] ansi lo auia hecho en el
diçeso y salida de la vida reçibiendo
todos los sacramentos de la iglesia,
teniendo gran confiança en la passion de
Cristo con gran arrepentimiento de sus
culpas; y ansi fue concluydo por mi angel
serles perdonadas por Dios, y que solo
quedaua obligada a alguna pena temporal
del purgatorio; y ansi la dexó alli,
y nosotros luego començamos a caminar
por vnos campos llanos muy grandes
quanto nuestros ojos y vista se podia
estender[799].
MIÇILO.--Pues dime, gallo, ¿no dizes que
estaua todo obscuro y en tinieblas? ¿De
dónde teniades luz para ver?
GALLO.--Obscuro es todo aquel lugar a
solos los condenados por la justiçia de
Dios; pero para los otros todos prouee
Dios alli de luz, porque do quiera que
está el justo tiene bastante claridad
para perspicaçissimamente ver; y desde
lexos començamos a oyr la grita y miseria
de las almas, el ruido de los hyerros
y cadenas, los golpes y furia de los
atormentadores, el sonido y tascar del
fuego, humo y çentellas que de aquellos
lugares de miseria salian. Era tan grande
y tan temerosa la desuentura de aquel
lugar que mil vezes me arrepenti de venir
alli, y quisiera dexar de presentar la
petiçion, sino que el angel me esforço
y no me quiso boluer. Ya se desparçian
por aquellos campos (aun[800] lexos del
lugar de las penas) tantas quadrillas
de demonios tan feos y de tanto espanto
que avn del preuillegio que lleuauamos
no me osaua fiar temiendo si auia de
quedar yo alli; y vna vez se llegó vn
demonio a me trauar, ¡o dios inmortal
en quanta confusion me vi! que casi
perdi el ser, y prinçipalmente quando
tornaua aquel demonio que embió al angel
por la Bulla...[801] Es tan suçia, tan
contagiosa, tan hidionda su conuersaçion,
y alança de si tanta confusion y mal,
que me pareçe que vna de las prinçipales
penas y males de aquel lugar es su
compañia y conuersaçion. Porque ansi como
en el çielo aquellas almas benditas de
su naturaleza hasta el mesmo suelo que
hollamos, y el ayre que corre por alli
consuela, alegra, aplaze y os anima y
esfuerça para vibir en toda suauidad,
ansi por el contrario acá estos[802]
demonios de su natural, el lugar y el
todo lo que alli veys tiene toda tristeza
y desconsolaçion; y tanta que no la
podeis sufrir, porque todo está alli
criado, endereçado y puesto para tormento
y castigo, para satisfazer la justiçia
de Dios despues que el pecador la injurió
traspasando[803] su ley.
MIÇILO.--¿No ay puerta que guarde estas
almas aqui?
GALLO.--No tiene neçesidad de puerta
porque para cada alma ay veynte mil
demonios que no se les puede yr, ni nunca
momento estan sin las atormentar. El vno
las dexa y el otro las toma: de manera
que nunca çesan para siempre jamas: ni
ellos se pueden cansar, ni ellos pueden
morir, sino siempre padesçer. Ansi
llegamos a vn rio admirable, espantoso
y de gran caudal, que corria con gran
furia vn licor negro que a paracer
y juizio nuestro era pez y çufre, y
este ardia vn fuego el mas fuerte y
efficaz que nunca se vio, o que Dios
crió. Calentaua a gran distançia y avn
a infinita a los condenados a él sin
le poder resistir ni sufrir sin mortal
passion. Corria de oriente a poniente
sin çesar. En este auia imnumerable
cuento de almas que nunca faltan alli; y
pregunté al mi angel qué rio era aquel
tan espantoso y él me respondió que era
el que los antiguos llamaron Flegeton,
en el qual entran todas las almas que
entran en el infierno, porque este es
el fuego que tiene fuerça en las almas,
por ser instrumento de la justiçia de
Dios. Este fuego las abrasa y quema do
quiera que estan para siempre jamas.
Ninguna alma puede passar adelante sin
entrar por él, porque no tiene puente
ni varca; y si el alma quisiese bolar
la quemaria aquel fuego las alas y
caeria en él. Por las riberas deste rio
estan infinitos coxixos, sierpos[804],
culebras, coquodrillos, aspides,
escorpiones, alacranes, emorrhoys,
chersidros, chelidros, cencris, amodites,
çerastas, scithalas, y la seca dipsas;
anphisibena sierpe de dos cabeças, y
natrix, y jaculos que con las alas
volan gran distançia. Estan aqui las
sierpes phareas, porphiro, pester, seps
y el vasilisco. Tambien estan aqui
dragones y otros ponçoñosos animales;
porque si acaso aconteçe salirse alguna
alma del rio pensando respirar por la
ribera con algun alibio y consolaçion
luego son heridas destas venenosas
serpientes y coxixos que las hazen
padeçer doblado tormento y mal; y ansi
de algunos que salieron te quiero contar
su arrepentimiento. Aconteçio salir a
la ribera delante de nosotros vn viejo
capitan español que conoçimos tu y yo. El
qual açertó a pisar vna dipsas, _sierpe
cruel_, y ella buelta la cabeça le
picó, y luego en un momento se estendió
por todo él la ponçoña de vn fuego que
le roya los tuetanos y vn calor que
le corrompia las entrañas, y aquella
pestelençia le chupaua el rededor del
coraçon y partes vitales, y le quemaua
el paladar y lengua con vna sed imensa
y sin comparaçion, que en todo su ser no
auia dexado punto de humor que sudar,
ni lagrima con que llorasse, que todo
se lo auia ya la ponçoña resoluido; y
ansi como furioso corria por los campos
a vuscar las lagunas que en las entrañas
le pedia el ardiente veneno. Pero avnque
se fuera al rio Tanais y al Rodano y al
Po, y al Nilo, Indus, Eufrates, Danubio
y Xordan no le mataran todos estos rios
vn punto insensible de su ardiente sed,
y ansi desesperado de hallar aguas se
boluio a zapuzar en su rio de donde
salio. Pregunté que pecado auia causado
tal genero de tormento y respondiome mi
angel que este auia sido en el mundo
el mas insaçiable y viçioso vebedor de
vino que nunca en el vniuerso se vio, y
que por tanto le[805] atormentauan[806]
ansi. Dende a poco açerto a salir a la
ribera, otra alma, y vna serpiente[807]
pequeña llamada seps le picó en la
pantorrilla, y avnque en picando saltó
afuera, luego se le abrio en torno de la
picadura vna boca que mostraua el hueso
por donde auia sido la mordedura, todo
nadando en podre, y ansi se le resoluio
y derritio la pantorrilla, morçillos y
muslos destilando del vientre vna podre
negra, y reuentole la tela en que el
vientre y entestinos estan y cayeron con
las entrañas. En fin las ataduras da
los neruios y contextura de los huesos
y el arca del pecho, y todo lo que está
ascondido en derredor de las vitales
partes, y toda la compostura del hombre
fue abierta con[808] aquella peste; y
todo lo que hay natural en el honbre se
dexaua bien ver, que no pareçia sino vna
muerte pintada; sino que miramos que
con estar todo deshecho y conuertido en
podre nunca acabó de morir, pero ansi
fue tomado ante nosotros por vn demonio
y fue arroxado por los ayres en Fleton.
Esta me dixo mi angel que era el alma de
vna dueña muy delicada y regalada que
con vnturas curiosas y odoriferas curaua
su cuerpo y adelgaçaua sus cueros, y que
con semejantes tormentos son fatigados
los que en tales exerçiçios se ocupan
en el mundo para satisfazer la laçiuia
de su carne. Desde ay a poco salio del
rio otra alma que como escapada de vna
prision o tormento muy brauo yua por el
campo huyendo pensando poderse librar, y
acaso le picó vna sierpe llamada pester
y al momento paró y se le ençendió el
rostro como fuego y se començó toda a
inchar que en breue tiempo vino a estar
tan redonda qne ningun miembro mostraua
su forma ni façion, sino toda ella se
hizo redonda como vna pelota y mucho
mayor de estatura que ella vino alli,
y por cima desta inchaçon por todas
partes le salian vnas gotas de sudor
de vna espuma dañada que la ponzoña le
hacia votar, y ella estaua allá dentro
zabullida en su cuerpo que le tenia
dentro del pellejo abscondida como a
caracol, y estaua dentro en sí heruiendo
como vna olla de agua puesta a vn gran
fuego; ansi la heruia aquella ençendida
ponçoña dentro en las entrañas, hasta que
subiendo en demasia la creçiente de la
hinchaçon, dando un gran sonido a manera
de trueno reuentó, saliendole aquella
pestelençial podre por muchas partes con
tan fuerte hidiondez que por ninguna
via se podia sufrir; y luego llegó vn
demonio atormentador que la cogio por una
pierna y la boluio por el ayre arrojar
en el medio del rio. Esta nos dixo aquel
demonio ser el alma de vn muy inchado y
soberuio juez que con tirania trauajaua
tropellar a todos en el mundo sin hazer a
alguno justizia, pero a todos hazia[809]
agrauio y sin razon. A otra alma que
yua huyendo del fuego y prision mordio
vna serpiente llamada hemorrois en vn
braço y luego subitamente saltó dél al
suelo y quedó toda el alma acreuillada
de agujeros pequeños y muy juntos por
los quales la ponçoña les salia enbuelta
en sangre; de manera que por todos los
poros le manaua con gran continuaçion y
las lagrimas que por los ojos le salia
era de aquella emponçoñada de sangre; y
por las narizes y boca le salia vn grande
arroyo sin nunca çesar. Todas las venas
se abrieron y subitamente se desangró, y
con gemidos muy doloridos pareçia morir
sin poder acabar; y ansi tomandola vn
demonio sobre sus espaldas se lançó al
fuego con él. Esta era vn alma de vn
medico que en el mundo con gran descuydo
sin estudio ni consideraçion vsaua de
la mediçina por solo adquirir honrra y
riquezas con peligro de los que a sus
manos venian; _prinçipalmente vsaua de la
sangria con peligro de los paçientes sin
miramiento alguno_. Luego fue mordida por
vna serpiente llamada aspide vna alma de
vn soliçito cambiador despierto y vibo
para atesorar, la qual en siendo mordida
se adormeçio de vn sueño mortal[810] y
luego cayo en el suelo. Aun le pareçia
a la desuenturada alma auer açertado
en alguna suerte que la pudiesse dar
algun momento de descanso, pues el
punto que dormiesse podria no sentir,
y ansi no padeçer; y avn juzgamos que
le era buen trueque, pues no auiendo
dormido con sosiego en el mundo por
adquerir riquezas venia a dormir aqui.
Pero engañose; porque llegó a ella vn
demonio atormentador que a su pesar la
despertó, porque tanto quanto más el
veneno del aspide la adormeçia el demonio
la despertaua con vn agudo[811] aguijon
de tres puntas de azero. En esto padeçio
la desuenturada alma por gran pieza el
más cruel y desgraçiado tormento que con
ninguna lengua humana se puede encareçer;
porque con ningun genero de muerte ni
tormento se puede comparar. Estando pues
mirando esta tragedia cruel llegó al rio
vna gran multitud de almas que querian
pasar, las quales todas venian hermosas,
agraçiadas y bien dispuestas al pareçer,
y miré que cada vna dellas lleuaua vn
ramillete en la mano quál de enzina, quál
de castaño, roble y çipres; yo pregunté
a mi angel qué compañia era aquella de
almas que estauan alli, porque me pareçio
ser para el infierno de demasiado solaz.
El me respondio, que todas eran almas de
mançebas de clerigos; yo le pregunté,
¿ques qué significan aquellos ramilletes
que lleuan en las manos, pues en ellas
no denotan la virginidad?; y él me
respondio que desde la primitiua iglesia
auian sido las mançebas de los abbades
mulas del diablo para acarrear leña para
atizar el fuego del infierno; y que por
ser entonçes pocas avnque trayan grandes
cargas no lo podian abastar, y agora les
mandauan que lleuasse cada vna vn solo
ramillete con el qual por ser tantas
bastauan proueer con gran ventaja lo que
antes no se podia con mucho basteçer;
y ansi las arrebataron sus demonios
atormentadores y las metieron en el rio
Flegeton. En fin, mi angel me tomó por
vn braço y façilmente me pasó de la otra
parte de la ribera, y plugo a Dios que
avnque era gran distançia fue sin alguna
lision; y çierto el mi angel acerto a me
passar sin me lo dezir, porque presumo de
mi que no quisiera passar allá. Porque
segun lo que vimos antes que passassemos
pareçiome que no me atreuiera a passar;
pero el mi angel lo hizo bien. Pusome en
vn gran campo. ¡O dios inmortal! ¿que te
diré? ¿Por donde començaré? ¿Que vi? ¿Que
senti? Mi angel ¿que me mostró? ¿Duermes
acaso, Miçilo? Agora te ruego me prestes
_tú_ atençion.
MIÇILO.--¡Oh gallo! quán engañado estás
conmigo pues me preguntas si duermo.
Cosas me cuentas que aun con ser picado
del aspide vn puro flematico no podria
dormir. Despierto estoy y con gran
atençión. Porque es tan grande el espanto
y miedo que me han metido en el cuerpo
esas visiones, sierpes, demonios, penas,
tormentos que viste alli que si me
viesses abrias de mí piedad. Enheriçados
los cabellos, fria toda la sangre, sin
pulso y sin pestañear. En fin, estoy tal
que de temor he çesado del trabajo; por
tanto dy, que ansi te quiero oyr.
GALLO.--Porque ya casi viene la mañana
oye, que solo proporne lo que adelante
oyras. Pareçiome como en aquel gran
campo me apeé vn poderoso y estendido
real, qual me acuerdo auerle visto por
Xerses Rey de persas en la segunda
expediçion que hizo contra athenienses
despues de muerto su padre Dario. En el
qual exerçito juntó vn millon y çien
mil hombres. En aquel dia que Xerxes se
subio en vna alta montaña por ver su
exerçito que estaua por vn gran llano
tendido por chozas, ramadas, tiendas y
pabellones, que a vna parte auia fuegos,
a otra humos, a otra comian y bebian los
honbres, y a otra se matauan. En fin,
espantado el mesmo Xerxes de ver tanta
multitud lloró considerando que dentro
de çien años ninguno auia de quedar de
aquella multitud. Ansi me pareçió Miçilo,
ser aquel campo del infierno, donde auia
vna inimaginable distançia, en la qual
vagaua inumerable cantidad de demonios
y almas. Auia vn ruydo, vna grita, vna
confusion que no sé a qué te la pueda
comparar, porque en el mundo nunca tal se
vio. Auia llamas, fuegos, humos, golpes
de espada, de segures y hachas. Sonido
de grillos y cadenas, lagrimas, lloros y
bozes. ¡O Dios inmortal! quando aqui me
ví, no sé con qué palabras te lo pueda
encareçer; ¡tanta era la confusion y
espanto! En fin no me osaua soltar vn
momento de la mano del my angel, porque
del mesmo suelo que ollaua tenia temor.
Auia horcas de diuersas maneras en que
estauan almas, vnas colgadas por los
pies, otras por la cabeça, otras por
medio del cuerpo, otras por los cabellos.
Auia hoyas muy hondas llenas de culebras,
sierpes, lagartos, sapos, alacranes,
aspides y otros animales ponzoñosos,
donde los demonios echauan grandes
cantidades de almas. Otros nadauan por
rios y lagunas de pez, azufre y resina,
ardiendo sin se hundir ni nunca poder
llegar a la orilla; y en otras lagunas de
fuego eran echadas otras que en cayendo
se hundian sin más las poder ver; lo qual
prouenia de la grauedad de los pecados
de parte de sus çircunstançias. En otros
lugares se dauan tormentos muy crueles de
agua de toca, de garrote y de cordel, y a
otras atormentauan leuantandolas atadas
por las muñecas atras y subidas con
fuertes cordeles por carrillos y poleas
en lo alto, colgadas vnas grandes pessas
de hierro de los pies, y soltandolas
con furia venian a caer sin llegar al
suelo. De manera que aquel gran pesso
las descoyuntaua todos los miembros
con grandissimo dolor. A otras hazian
cabalgar en cauallos de arambre, que
en lo huero del cuerpo estauan llenos
de fuego que los abrasaua hasta las
entrañas, que los hazian renegar de sus
padres, y del[812] dia en que naçieron
y fueron engendrados[813]. Estauan
infinitas almas de mugeres bagabundas
luxuriosas y viçiosas, atadas a vnos
palos y troços de arboles y açotadas
por demonios _con pulpos, anguillas y
culebras_, abiertas a açotes hasta las
entrañas, gimiendo miserablemente[814];
almas de rufianes, ladrones y soldados
atados por los pies a fieros cauallos,
potros y yeguas sin rienda ninguna eran
lleuadas arrastrando con gran furia por
montañas y sierras de grandes pedregales
y aspereças. A las almas de los blasfemos
renegadores sacauan las lenguas por el
colodrillo y luego alli delante dellos
se las picauan en vnos taxones con vnas
agudas segures y ansi se las hazian
comer y que las maxcassen y comiessen
moliendolas entre sus dientes con graue
dolor. Las almas de los vanos lisonjeros
de prinçipes y señores, y de truhanes
y chocarreros las trayan los demonios
gran pieza por el ayre jugando con ellos
a la pelota sin dexarlas sosegar vn
momento, y despues las arrojauan en lo
más hondo de aquellas ardientes lagunas.
Estaua tan admirado de uer la[815]
espantosa tragedia y miseria infernal
que casi andaua fuera de mi, y ansi con
vn descuydo notable, que de mí mesmo no
tenia acuerdo ni atençion, me senté en vn
trozo de vn arbol seco y chamuscado que
estaua alli, y ansi como descargué mis
miembros como hombre algo cansado gimio
el madero mostrando que por mi causa auia
reçebido afliçion y dixo: tente sobre tí,
que harta miseria tengo yo; y como lo oy
espeluçaronseme los cabellos quedando
robado del calor natural, temiendo que
algun demonio subitamente me queria
sorber, y ansi apartandome afuera por me
purgar de alguna culpa si en mi huuiesse
le dixe: diosa, o deydad infernal, quien
quiera que tú seas perdona mi ignorançia,
que por poco auiso he faltado a tu
deuida veneraçion. Dime, yo te suplico,
quién seas, que con digna penitençia
te satisfaré; y si eres alma miserable
hablame con seguridad, que yo no soy
furia que a tu miseria deseo añadir; y
ella dando vn gemido de lo intimo del
coraçon dixo: yo soy el alma de Rosicler
de Syria, la más infeliz y malhadada
donzella que nunca en el mundo fue, pues
por amar a quien me engendró me fue a
mi mesma tan cruel que peno aqui con
açerrimo dolor para siempre jamas. Mi
angel la importunó nos dixesse la pena
que padeçia alli, y ella con gran fatiga
prosiguio. Y porque el dia es ya venido,
en el canto y mañana que se sigue oyras
lo demas.
_Fin del deçimo quinto canto del gallo._
NOTAS:
[788] G., canto del gallo.
[789] R. (_Tachado_). Siguesse el deçimo quinto canto del sueño o gallo
de Luçiano, famoso orador griego. Contrahecho en el castellano por el
mesmo auctor.
[790] G., oy la.
[791] G., aqui.
[792] R. (_Tachado_) hondo.
[793] G., condenados.
[794] G., entendiamos grandes blasfemias de.
[795] R. (_Nota Marginal_). Augustinus _Contra Faustum herecticum_,
lib. 22, cap. 74.
[796] G., no auia razon.
[797] Este parrafo se halla tachado en el manuscrito y de tal manera
que nos ha costado sumo trabajo el leerlo.
[798] G., y que.
[799] Este párrafo está escrito al margen del anterior.
[800] G., aunque avn estauamos.
[801] Siguen tres ó cuatro palabras tachadas é ilegibles.
[802] G., en el infierno los.
[803] G., que passo el pecador su ley.
[804] G., sierpes.
[805] G., se.
[806] G., atormentaua.
[807] G., sierpe.
[808] G., de.
[809] G., tropellaua haziendoles.
[810] G., profundo sueño.
[811] G., cruel.
[812] G., maldiziendolos juntamente con el.
[813] G., en que fueron engendrados y naçidos.
[814] G., hasta abrirles las entrañas gimiendo miseramente.
[815] G., tan.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO SEXTO CANTO DEL GALLO
En el deçimo sexto canto que se sigue el
auctor en Rosicler hija del Rey de Siria
descriue la feroçidad con que vna muger
acomete qualquiera cosa que le venga al
pensamiento si es lisiada de vn lasçiuo
interes, y concluye con el deçendimiento
del infierno imitando a Luçiano en los
libros que de varios dialogos intituló.
GALLO.--¿Qué has, Miçilo, que tales vozes
das? Despierta y sosiega tu coraçon, que
pareçe que estás alterado.
MIÇILO.--¡O gallo! en quanta congoja y
afliçion me vi, y de quanta misericordia
has vsado comigo en me despertar; porque
soñaua que era lleuado por todos esos
lugares espantosos de penas y tormentos
que propusiste en el canto de ayer, y
soñaua que por la gran actiuidad y fuerça
que tiene aquel açerrimo y espantoso
calor con que abrasa el fuego infernal
era imposible entrar alli alguno sin se
contaminar, ahumar, chamuscar o quemar;
y ansi en sueño me vi en vn gran campo
tan rodeado de llama que el resuelgo me
faltaua, que por vn momento que tardaras
se me acabara el vibir.
GALLO.--Pues oye agora y verás quanta
differençia ay de verlo a soñarlo; como
de lo fingido, sonbra a lo verdadero
y real; verás con quanta façilidad se
ofende Dios mientras viben los malos
aqui, y con quanto rigor se satisfaze la
suma justiçia despues. Verás la maliçia
humana quan en el estremo se colocó en
el sexo femenil, y los homiçianos y
inçestuosos en el rigor que van a pagar;
y venidos pues donde dexamos el canto
de ayer, si bien me acuerdo te dixe que
por inportunidad de mi angel proponia
Rosicler la pena que padeçia alli, y
ansi la desdichada nos dixo: Sabreis que
este es el lugar donde son atormentadas
las almas miserables de los auarientos
vsureros, cambiadores, renoueros,
negoçiadores, que a tuerto y a derecho no
hazen sino llegar gran suma de dineros
para satisfazer su insaçiable cobdiçia, y
cada dia son traydas aqui estas y otras
muchas almas de otros diuersos generos de
pecadores, las quales con gran tormento
son aqui picadas tan menudas como sal con
vnas hachas y segures sobre mi cuerpo
como sobre vn taxon. Bien puedes[816]
pensar el dolor que me hazen cada vez que
hieren sobre mi. Dinos agora la causa
de tu[817] mal, dixe yo; porque segun
he oydo dezir, descansan los afligidos
dando parte a otros de su passion;
prinçipalmente si presumen que en alguna
manera los que oyen[818] sienten su mal.
Respondiome la desuenturada alma: ¡Ay!
que a las infernales almas es al reues,
porque despues que entramos aqui, cada
momento se nos ofreçe a la memoria, la
culpa y causa de nuestra infeliçidad
con que nos atormenta más Dios. Pero
por os complazer yo os lo quiero dezir
avnque augmenta las llagas y renueuase
el dolor recontando la causa del mal.
Pero el mal no se puede augmentar a quien
tiene el supremo que se puede padeçer,
como yo. Pues sabed que yo fue hija de
Narçiso, rey de Damasco y de toda la
Syria, prinçipalmente de aquella prospera
y deleytosa prouinçia decapolitana,
que ansi se llama por las diez ricas
ciudades y antiquissimas que en ella
ay. Damasco, Philadelphea, Scitoplis,
Gadara, Hypodron, Pella, Galasa, Gamala
y Jope; yo era por marauilla en el
estremo hermosa donzella y deseada de
todos los poderosos prinçipes del mundo
y a todos los menospreçié porque mis
tristes hados lo permitiendo y mi infeliz
suerte lo ayudando fue presa de amores
de Narçiso mi padre, que en hermosura y
dispusiçion no auia en el mundo varon
de su par, y por serle yo vnica hija y
heredera me amaua más que a si de amor
paterno. Pero por mi desuenturada suerte
todos quantos plazeres y regalos me
hazia era para en daño y miseria mia,
porque todos redundauan en augmento de
mi maliçia. Agora os quiero contar hasta
dónde llegó mi mal[819]. Sabreis que
por tener yo fama de tan agraçiada[820]
donzella vino a la corte de mi padre
vn graçioso y valiente cauallero hijo
del Rey de Scoçia con voluntad de se
casar comigo si lo tuuiesse yo por bien,
y trabajar por su esfuerço y buenos
hechos mereçerme la voluntad. El qual
como me vio fue de nueuas y fuertes
cadenas preso, y ençendido de nueuo amor
de mí, por lo qual procuró con todas
sus fuerças por mí seruir y agradar
exerçitandose en señalados hechos en las
armas; y ansi mi padre por ennobleçer
su corte y exerçitar su caualleria a la
contina tenia justas y torneos echando
vando por todas las tierras del mundo
que viniessen los caualleros andantes
y de nombradia a verse en las armas
lo que valia cada qual, y como Dares
(que ansi se llamaua el prinçipe de
Scoçia) me seruia y pretendia ganarme
por sus señalados hechos a la contina se
auentajaua a todos quantos a la corte y
fiestas venian, dando mucha honrra a mi
padre y enobleçiendole y afamandole su
casa por el mucho valor de su persona.
De manera que demas de estar contento mi
padre de Dares, demas de ser hijo del
rey de Scoçia, por sus grandes hechos
y ardid en las armas deseaua que yo le
quisiesse por marido y que fuesse comigo
su suçesor. Pero como yo tenía puesto mi
coraçon tan asentado en Narçiso mi padre,
los hechos de Dares y su gentileza, ni
ser hijo de Rey no me mouia la voluntad
a le estimar, más[821] me era ocasion de
aborreçerle con coraje deseando que en
las justas y torneos le suçediesse peor;
y ansi muchas vezes le eché quadrillas
de caualleros y puestos doblados que le
acometiessen con furia para le auer de
matar, y buenauentura, ardid y esfuerço
hazia sobrepujar a todos en armas y
valentia, de manera que a la contina
salia de la contienda _vitorioso_ y
vençedor; y en todo esto reçebia mi padre
infinito pessar por verme tan desgraçiada
y tan desabrida con Dares, trabajando
con palabras de me le encomendar cada
y quando se ofreçia la oportunidad en
sala ante caualleros quando se razonaua
del suçeso del torneo, o justa de aquel
dia; y yo tenía tan situado mi amor en
mi padre en tanta manera que quando me
persuadia con palabras que faboreçiesse a
Dares me atrauesaua[822] cruelmente las
entrañas con mortal rauia, pensando que
procuraua echarme a otro por aborreçerme
él, y teniame por desdichada y indigna
de su amor, pues a quien tanto le amaua
mostraua tan cruel estremo de ingratitud;
y ansi vn dia entre otros muchos conçebí
en mi pecho tanta desesperaçion que
sospirando con gran ansia de lo profundo
del alma me fue[823] de la sala de la
presençia de mi padre determinada de me
matar, y çiertamente lo hiziera sino que
mi padre sintiendome alterada se fue tras
mí _a mi_ aposento y mostrando de mí gran
pessar me mandó echar en vna cama donde
con bessos muy dulçes por entonçes me
dexó algo sosegado el coraçon; y Dares
con liçençia de mi padre y fabor suyo
mostraua quanto podia amarme y tenerme en
lo intimo de sus entrañas soliçitandome
a la contina con los ojos, sospiros,
alma y muestras que él más podia, y con
sus cartas y criados manifestaua lo que
dentro el alma sentia; y quanto más él
lo publicaua tanto yo más le daua a
entender el aborreçimiento y odio que le
tenía, y él por me conuençer trabajaua
a la contina mucho más, haziendo a mi
padre muchos seruiçios de gran afrenta
y peligro, porque con el exerçito de mi
padre dentro de vn año ganó a Syliçia y a
Caria y a Pamphilia, Tarso y Comagena y
me lo dio todo _a mi_ añadiendo _lo_ al
estado y señorio de mi padre. Pero todo
esto le aprouechó poco, porque pidiendome
a mi padre que me diesse por su muger
le respondio que sabria mi voluntad, y
como mi padre me hablasse le respondí
con muchas lagrimas, que no me queria
casar, y que si él me forçaua como padre
le asseguraua que otro dia veria el fin
de mi vida; y como mi padre le declaró
mi voluntad a Dares se le encaxó en
el pensamiento que mi padre no tenía
voluntad de darmele por su muger, porque
tenía por çierto serle yo tan obediente
hija que si él me lo mandasse lo haria, y
ansi sin más esperar se despidio jurando
con gran solenidad de se satisfazer con
gran pessar y verguença de mi padre, y
ansi se fue en Scoçia y dentro de breue
tiempo truxo gran exerçito sobre la
çiudad de Damasco y region decapolitana
y en tanta manera nos conquistó que
dexandole todo el reyno nos fue forçado
recogernos en la çiudad de Jope que sola
nos auia de todo el señorio dexado. Aqui
nos puso en tanto aprieto y neçesidad que
no teniamos ya qué comer, ni esperança de
salud, y yo siempre pertinaz en el odio
y aborreçimiento que dél auia conçebido,
y mi padre llorando a la contina mi
obstinaçion y mal destino; como el amor
paterno le constreñia padeçia por no me
contradezir, y por verle que lloraua cada
dia con gran afliçion[824] su miseria y
abatimiento me derroqué en vna peruersa y
obstinada determinaçion: asegurar a Dares
en su real y cortarle la cabeça; y ansi
trabajé sosegar a mi padre con palabras
diziendo que yo le queria hazer plazer
y salir a Dares al real y darmele por
muger, y si me menospreçiasse ofreçermele
por su sierua, o mançeba amiga; y ansi
venida la noche adorné mi cuerpo y rostro
de los más preçiosos paños y joyas que
tenía, y con vna sola criada de quien me
confié me fue al real de Dares, y como
llegué a las guardas y me conoçieron me
reçibieron con gran reuerençia y con
presteça lo hizieron saber a su señor
teniendo por muy çierto que seria muy
alegre con tales nueuas. Porque desta
conquista no pretendia alcançar otra
empresa ni interes más que _auerme por
muger_ a mi, porque estaua a esta causa
el más afligido que nunca en el mundo
se vio; y como Dares supo que yo venia
a él al real[825] se leuantó muy presto
de vna silla donde estaua razonando
con sus capitanes y prinçipales de su
exerçito y me salio a reçebir a la puerta
de su tienda y pabellon acompañado de
todos aquellos varones que estauan
con él y como a mí llegó me dixo: ¿De
manera señora que por fuerça[826] has de
tener piedad? ya yo no te la deuo: y yo
respondi: pues yo te la vengo a demandar
contra la dureça y obstinaçion de mi
padre: porque sabiendo que ya no tenemos
en quién esperar, ya que él por ser
viejo tiene aborreçida la vida quierola
gozar yo. Que esto por mi voluntad ya
fuera muchos dias ha hecho, sino que las
donzellas tenemos obligaçion a obedeçer.
Entonçes todos aquellos caualleros y
prinçipes que alli estauan como me vieron
se espantaron de mi hermosura, juzgando
por dichoso a Dares si de tal donzella
era poseedor, y dezian entre si que a
qualquiera peligro se podian los honbres
arriscar por me auer, y con esto se
boluian a mi diziendo: cuerdamente has
hecho, señora, pues ansi has comprado la
vida con tu venida, porque agora no te
puede negar su fabor el nuestro prinçipe;
y con esto rendido Dares de mi beldad
me lançó en sus retretes y _secretas_
estancias donde se confirmó en su fe con
palabras que descubrian su afiçion. Pues
con esperança que tenía que esta noche
tomara la posession y gozo de su tan
deseado bien mandó aparejar sus preçiados
estrados y mandó disponer con mucha
abundançia el comer y beber con que[827]
hizo vn sumptuoso conbite aquella noche a
todos aquellos sus prinçipes y capitanes.
De manera que con aquel regoçijo que
todos tenían bebieron demasiado, y
tambien por çierta confeçion que yo
lleuaua que con la bebida la mezclé se
desbarató que se dormia en tanta manera
que de sueño no se podia contener; y ansi
mandó que se fuessen todos a su sosiego
y nos dexassen solos sin pensamiento de
más guerra, pues ya se le auia la fuerça
y homenaje rendido; y ansi como yo le
senti tan _vencido y_ fuera de su juizio
_por el effecto del vino_, y tan confiado
de mí, ayudada de mi donzella (_que
solas auiamos quedado con él_) le tomé
su espada _de la çinta_ y le corté _con
ella_ la cabeça; y como era el primer
sueño en todos los del real, todas las
guardas estauan dormidas y sin cuydado
por auer todos comunicado aquella noche
el vino en abundançia. Ansi lançando la
cabeça de Dares en vna caxa que alli
hallamos dexando el vaso que dentro
tenía, que era el en que agoraua Dares,
nos salimos por medio del real sin que de
ninguno fuessemos sentidas y nos fuemos
para la nuestra çiudad de Jope. Donde
siendo reçebida de mi padre y haziendole
saber mi atreuimiento le pessó, y por ser
ya hecho se proueyo a lo que se deuia de
hazer. Que luego se mandó poner a punto
toda la gente de la çiudad y fue puesta
al muro la cabeça de Dares en vna lança,
y luego como amaneçio se dio con furia en
el real, que todos dormian sin cuydado
pensando que por mí estauan hechas pazes
perpetuas, y ansi en breue tiempo fueron
todos los capitanes y prinçipales del
exerçito puestos a cuchillo, y la otra
gente que desperto procuró con huyda
ponerse en saluo. Pues como mi padre
tubo destruydos sus enemigos y cobrado
su reyno quiso se aconsejar comigo qué
debria de hazer, y como yo desdichada
tenía determinada mi maliçia y a la
contina creçia en mi peruersa obstinaçion
sacauale de qualquiera determinaçion
que conçibiesse de me casar, teniendo
esperança de effectuar con él mi
inçestuosa voluntad, y ya no dando lugar
a más dilaçion me determiné vna noche en
el mayor silençio, estando mi padre en su
lecho sosegado y dormido, aseguradas las
guardas de su persona que le entraua a
visitar como hija a su padre, entré a su
lecho pensando lançarme en él, confiada
que quando despertando me hallasse con él
abraçada holgaria con mi conuersaçion,
y ansi como junto a su cama me despojé
de todos mis paños, como començe a
andar con la ropa de la cama para me
lançar desperto con furia y sospechando
estar en poder de sus enemigos tomó su
espada y antes que yo tuuiesse lugar de
manifestarmele me hirio tan fieramente
que me sacó la vida, y ansi en pena
del effectuado homiçidio y del deseado
inçesto fue trayda aqui donde padezco la
pena que aueis oydo para siempre jamas.
Quando acabó Rosicler su tragedia yo
quedé marauillado de ver tan hazañosos
acometimientos en pecho femenil; y luego
vimos llegar gran compaña de demonios
que trayan muchas almas atormentar
en aquel taxon, y preguntando qué
almas eran respondieron ser Luthero,
Zuinglio, Osiander, Regio, Bulzero,
Rotenaclzer, Oecolampadio, Phelipe
Melampto, heresiarcas en Alemania, con
otra gran compaña de sus secaçes. Los
quales fueron tomados por los demonios y
puestos sobre Rosicler, y con vnas hachas
y segures los picaron alli tan menudos
como sal, y ellos siempre doliendose
y gimiendo entre sí; y despues de muy
picados y molidos los echauan en vnas
gran calderas de pez, azufre y resina que
con gran furia heruia[828] en grandes
fuegos, y alli se tornauan a juntar con
aquel cocimiento y asomauan por çima las
cabeças con gran dolor forçando a salir,
y los demonios tenian en las manos vnas
vallestas de garrucho y asestando a los
herir al soltar se zapuzauan en la pez
_feruiente_, y algunos heridos con graue
dolor se quexauan y tornauan a salir con
las saetas lançadas por el rostro, y los
demonios los tornauan otra y otra vez
a herir, y algunos salian que de nueuo
boluian al tormento en diuersas otras
maneras, y ansi se procedia con ellos
para siempre sin fin.
MIÇILO.--Agora, gallo, muy marauillado
estoy de ver como se despedaçauan estas
almas, pues los cuerpos que podian ser
despedaçados estauan sepultados en
Alemaña y las almas solas alli.
GALLO.--Pues ese es mayor género de
tormento: que el alma en el infierno
padezca sola los mesmos tormentos que el
cuerpo pueda padeçer, lo qual ordena y
haze la justiçia de Dios para su mayor
puniçion. Pasando adelante por estos
espantosos y sombrios campos vimos
infinitas estançias de diuersos tormentos
de pontifiçes, cardenales, patriarcas,
arçobispos, obispos, perlados, curas y
rectores eclesiásticos que auian passado
en el mundo las vidas en herror y
deleyte. En otros miserables y apartados
lugares auia gemidos y lloros de reyes,
prinçipes y señores _injustos y tiranos_;
vnos asados en parrillas, otros en
asadores y otros cruelmente despedaçados.
Aqui vimos a aquel desasosegado
aleman[829] Juan, Duque de Saxonia,
enemigo de la paz, en contina guerra
y contienda, y llegueme a él y dixele
(por que allá en el infierno no se tiene
respecto a ninguno.) ¡O cristianissimo!
¿acá estás? El me respondio _con vn gran
sospiro_; como lo ves, ¿Menipo? yo me
marauillo, porque cristiano quiere dezir
el que sigue a Cristo; y cristianissimo,
el que más le sigue de todos. Pues si el
que más sigue a Cristo está acá, ¿quanto
más el que le siguiere[830] como quiera?
y él sospirando me respondio. Y yo le
dixe: O Menipo que allá en el mundo
compranse los buenos nombres y titulos
por dinero, y despues poseense con gran
falsedad. Pluguiera a Dios que yo fuera
el más pobre hombre del mundo, y que por
algun infortunio yo perdiera todo mi
reyno y forçado viniera a mendigar, antes
que venir aqui. Luego adelante vi aquel
mi grande amigo Calidemes griego, el
qual como llegué le dixe. ¿Acá estás tu
tanbien, Callidemes? y él me respondió:
si, Menipo como ves; y yo le dixe: dime
por mi amor quál fue la causa de tu
muerte; y él luego me començó a dezir: ya
sabes, Menipo, que yo tenia gran amistad
y conuersacion con aquel gran rico
Theodoro natural de Corintho, al qual
serui y obedeçi porque como él era viejo
y rico, y sin heredero auia prometido
dexarme por suçesor, y como en vna
enfermedad hizo testamento deseaua que
se muriesse: pero vino a conualeçer, de
lo que me pessó, y asi conçerteme con el
paje que nos daua a beber que le echasse
en el vaso de su bebida vn veneno que le
di: y _mandele_ que se lo[831] diesse á
beber quando lo demandasse prometiendole
hazerle heredero juntamente comigo; y vn
dia que comimos de vanquete y festiuidad
como demandó á beber Theodoro y dixo que
me diessen luego a mí, suçedio que tomó
el paje por hierro el vaso mío con que
yo auia de beber y diosele al viejo y
a mí diome que bebiesse el que estaua
aparejado con veneno para el viejo, y
luego como yo le bebi, porque con la sed
bebi las hezes del suelo no pensando que
el moço se podia engañar, y yo luego
cay en el suelo muerto, y el viejo bibe
agora muy alegre; y como yo le oya este
aconteçimiento reyme del suçeso como
hazes agora tú. De lo qual Calidemes se
afrontó y me dixo. ¿Ansi ries y vurlas
del amigo, Menipo? yo le respondí ¡O
Calidemes! ¿y ese aconteçimiento es para
no reyr? ¿Pudose nunca a hombre dar pago
tan justo como se dio a tí? Pero dime, el
viejo Theodoro ¿qué dixo cuando te vio
caer? El me respondio: marauillose quando
ansi subito me vio morir, pero quando
del paje supo el caso de hierro del
vaso, tambien el se rió; yo le dixe: por
çierto bien hizo, porque si aguardaras vn
poco, ello se viniera a hazer conforme
a tu deseo, y ansi pensando auentajarte
atajastes el vibir y heredar. Y estando
en esto luego llegó a hablarme Chyron, mi
grande amigo, aquel que fue tenido por
medio dios por su gran saber. Al qual
en llegando le abraçé marauillandome,
porque pense que le dexaua vibo acá,
y él me dixo: ¿de qué te marauillas,
Menipo? yo le dixe: de verte tan presto
acá, que no pense que eras muerto. Dime
Chiron ¿cómo fue tan subita tu muerte?
y él me respondio: yo me maté porque
tenia aborreçida la vida. Dixele: mucho
deseo tengo de saber qué mal hallaste en
la vida pues solo tú aborreçes lo que
todos aman y grangean, y él me respondio:
pues esto has de saber, Menipo, que
avnque todo el popular vulgo tenga la
vida del mundo por muy buena yo no la
tengo simplemente por tal, mas antes la
tengo por variable y de mucha miseria.
Porque como yo tanto vibiesse en el
mundo vsando tanto tiempo de las mesmas
cosas, del sol, de la noche, del comer,
del beber, del dormir, del desnudar,
del vestir; oyr cada dia las mesmas
horas del relox por orden reçiproco,
inportunauan mis orejas en tanta manera
que ya la aborreçia; y enhastiado de
tanta frecuençia por hallarme cansado
me quise acabar pensando venirme acá a
descansar de tan inconportable trabajo.
Porque en la verdad yo hallo que el
deleyte ni descanso no consiste en gozar
perpetuamente de las mesmas cosas, pero
conuiene en tiempos vsar de la diuersidad
y mudança dellas; yo le repliqué[832]
pues dime ¡o sabio Chiron, ¿sientes te
mejorado en esta vida que tienes en
el infierno? El me respondio: avnque
no mejore[833] no me tengo por muy
agrauiado, Menipo, porque si acá reçibe
tormento y pena el alma no me era menor
tormento la importunidad que me daua
el cuerpo por la necesidad que tenía
de regalarle y sobrellenarle allá, y
esta ventaja ay acá: la igualdad en que
vibimos todos. Porque no ay pena a que
se iguale la obligaçion que se tiene
en el mundo a tenerse respecto entre
sí los hombres. A los parientes, á los
amigos, a los bezinos, a los perlados,
a los prinçipes, reyes y señores. En
conclusión, vniuersalmente vnos a otros.
Acá siempre estamos en un ser, libertados
de aquellas pesadumbres de allá. Y yo
le dixe: mira, Chiron, pues eres sabio
no te contradigas en lo que vna vez
dixeres, porque es gran descuydo. Porque
si tú dizes que dexaste el mundo porque
te daua hastio vsar a la contina de las
mesmas cosas, mucho más te enhastiarás
aqui pues en las mesmas has de estar para
siempre _jamas_. Respondiome: ansi lo veo
yo agora por experiençia que me engañé,
Menipo. Pero ya ¿qué quieres que haga?
Y como le vi vençido por no le dar más
miseria con mi importunidad le dixe: solo
esto quiero, Chiron, que vibas contento
con la suerte que posees, y en aquello
prestes paçiençia que sin mayor mal
euitar no se puede; y ansi desapareçio de
ante mí aquella alma. Estauan por alli
religiosos apostatas, falsos prophetas y
diuinadores, zarlos, questores, y otra
gran trulla de gente perdida. Estauan
letrados, abogados, juezes, escribanos y
offiçiales de audiençias y chançellerias.
Vimos tanto que no ay juizio que te lo
baste descreuir en particular. Basta que
cuanto yo puedo te sé dezir que va tanta
differençia de lo oyr a lo ver, como de
la apariençia a la existençia; como de
lo vibo a lo pintado; como de la sombra
a lo real. En fin, quiero dezir, que con
todas las fuerças humanas no se puede
pintar con la lengua, ni encareçer tanto
el dolor y miseria que padeçen alli los
dañados[834] que en cantidad de vna muy
pequeña hormiga, o grano de mixo se pueda
sentir por ningun entendimiento quanto
quiera que tenga la posible atençion.
Sé dezir, que quando me huuiere mucho
fatigado por dezir más no abré dicho vna
minima parte de lo infinito que alli
ay; y ansi vimos a deshora en vna alta
roca vn alto y muy fuerte castillo de
doblado muro que con gran continaçion
no hazia sino ahumar,[835], donde nos
dixeron habitar Luzifer, y ansi guiamos
para allá; no hazian[836] demonios sino
entrar y salir, que no pareçia sino casa
de vna chançiller audiencia[837], ó de
vniuersal contrataçion. Porque era tanta
la multitud y concurso de demonios y
almas que con gran dificultad podimos
romper. Entramos vnas puertas de fino
diamante a vn gran patio, donde en el
fin de una gran distançia estaua vn
gran trono que me pareçio ser edificado
del fuerte y inuiolable marmol, donde
estaua sentado Luzifer. Era vn gran
demonio que en cantidad era muy mayor,
más terrible, más feo y más espantoso que
todos los otros sin comparaçion. Tenía
vn gran çeptro de oro en la mano, y en
la cabeça vna poderosa corona inperial,
y todos le tenian gran obediençia. Pero
tenía muy gruesas cadenas que con muy
fuertes candados le atauan y amarrauan
en la fuerça de aquel marmol del teatro
donde estaua sentado, que mostraua en
ningun tiempo se poder mouer de alli.
Dizen que estos candados le echó Cristo
quando entró aqui por los sanctos
padres al tiempo de su resurreçion, y
que entonçes le limitó el poder, porque
antes de la muerte de Cristo todo el
vniuerso tenía vsurpado Luzifer y a
todos los hombres lleuaua al infierno
para siempre jamas. Puestos alli ante
el juez infernal auia tanta grita,
tantas quexas, tantas demandas que no
sabia a quál oyr: porque es aquel lugar
natural vibienda de la confusion. Pero
el Luzifer los mandó callar y dixeron
unos ançianos: Señor, ya sabeis como
está éste vuestro infierno muy cargado
de presos que ya en él no pueden cauer,
y la mayor fatiga que tenemos es con la
gran muchedumbre de ricos canbiadores,
vsureros; mercaderes, merchanes y
renoueros, trapazeros que acá estan, que
cada dia emos de atormentar: tanto que
ya no lo podemos cumplir. Porque no ay
genero de pecadores de que más vengan
acá despues que crió Dios el mundo. Que
ya sabeis que estos no se pueden saluar
como Cristo lo auctorizó diziendo ser
tan posible su saluaçion como es posible
entrar vn camello por el ojo de vn aguja,
que es harta inposibilidad. De manera
que por esta sentençia desde que Dios
crió el mundo hasta agora no viene otra
gente más comun aca, y principalmente
como en este caso de los ricos el mundo
va de peor en peor, de cada dia vernan
más. Porque agora vemos por experiençia
que la cobdiçia de los hombres es en el
mundo de cada dia mayor, y mayor sed por
enrriquezer. Porque agora se casa vn
_mançebo_ çiudadano con mil ducados de
docte, y viste y adorna a su muger con
todos ellos, y luego toma las mejores
casas que ay en su pueblo con la meytad
de çenso por se acreditar, y haziendo
entender que es rico con aquellas casas
y familia, moços y mulas luego se haze
canbiador de ferias, y con esto come y
juega mejor, y luego no se ha de hallar
la mercaderia sino en su casa: porque
fiado, ó mohatrado, o cohechado, o
relançado él lo ha de tener por tener con
todos que entender, dar y tomar.
El ruan, la holanda, el angeo, la
tapizeria y otras cosas quantas de
mercaderia son, todas las ha de tener
como quiera que a su casa puedan venir.
En fin por negoçiar, por trapazar,
por trampear todo lo ha de tener con
cobdiçia que tiene de ser rico y ser
estimado ante todos los otros. De manera
que hallareis vn hombre solo que no ay
mercaderia que no trate con esta sola
intinçion; y ansi ninguno se escapa que
no venga acá, y por yr el negoçio en
esta manera puede venir tienpo que no
podamos caber en el infierno, ni aya
demonios que los basten atormentar.
Porque cada qual quanto quiera que
sea vilissimo xornalero cavador se
presume enobleçer[838] con negoçios.
Porque de cada dia se augmentan las
vsuras, los cambios, las merchanerias,
trampas, y engaños, trapazando ferias y
alargandolas. En fin, señor, es grande su
cobdiçia, en tanta manera que han hallado
y inuentado maneras para se condenar que
nosotros no las podemos entender. Por
lo qual, señor, deueis suplicar a Dios
os ensanche el infierno, o enbiadlos al
mundo a purgar. Como Luzifer huuo[839]
bien oydo este caso açerca del negoçio
de los desuenturados ricos, considerando
bien el hecho como conuenia publicó vna
sentençia por la qual en effecto mandó
que todas las almas de los ricos que de
quatro mil años a esta parte estauan en
el infierno fuessen lançadas en cuerpos
de asnos y saliessen al mundo a servir
a honbres pobres; y luego por esta
sentençia fueron tomadas por los demonios
infinito número de almas y lleuadas por
diuersas prouinçias del mundo. En la
Asia a los indos, hybernios, hyrcanos,
batrianos, parthos, carmanios, persas,
medos, babilones, Armenios, sauromatas,
masagetas, capadoçes, frigios, lydos,
syros y arabes. En Africa fueron
lleuadas a los Egipçios, trogloditas,
garamantes, etiopes, carthaginenses,
numidianos[840] y masilienses. Y despues
en toda la Europa fueron lleuadas a
los sçithas, traçes, getas, maçedones,
corinthos, albanos, sclauones, rosios,
daçes, vngaros, tudescos, germanos,
anglos, ytalos, galos y hyspanos. Y
todas aquellas almas fueron lançadas en
cuerpos de asnos y dadas en possession
de pauperrissimos aguaderos, azacanes,
recueros, tragineros y xornaleros
miserables, los quales todos con muchos
palos y poco mantenimiento los atormentan
con graue carga, miseria y dolor; y luego
como Luzifer huuo despachado este negoçio
mirando por nosotros quiso proueer en
nuestra petiçion. La qual leyda la
bessó y puso sobre su cabeça, y mandó
a Sathanas ansi la obedeçiesse como le
era mandado por Dios; y como huuimos
negoçiado despedimonos del Luzifer, y
él mandó a Asmodel que era vn demonio
ançiano y muy gran su pribado y familiar
que nos sacasse del infierno sin rodeo
alguno y nos pusiesse en el mundo donde
residia entonçes el Consejo real. Lo
qual hizo con gran diligençia, que al
presente residia en Valladolid. Y vn
dia de mañana procuramos presentar la
petiçion en el Consejo de la Inquisiçion
de su magestad y vista por los del
Consejo nos respondieron que se veria y
proueeria lo neçesario y que conueniesse;
y andando por algunos de aquellos señores
por hablarlos en sus casas nos dezian
que era escusado esperar prouision,
porque hallauan que si quitassen estas
superfluidades de las sçiençias no se
podria el mundo conseruar, porque los
sabios y maestros no ternian que enseñar,
y por el consiguiente no podrian ganar de
comer.
MIÇILO.--_Espantado estoy de ver quanto
mejor obedeçen los diablos que los
hombres._
GALLO.--Y ansi[841] como vimos que yua la
cosa tan a la larga lo dexamos de seguir,
y el mi angel como me hubo guiado en toda
esta xornada me dixo: mira, Menipo, yo he
hecho este camino por tu contenplacion,
por quitarte de pena; que bien sabía yo
en lo que auia de parar. Agora te quiero
dezir la suma de mi intinçion. Sabe que
el mejor y más seguro estado de los
hombres en el mundo es de los ydiotas,
simples populares que passan la vida con
prudençia. Por lo qual dexate de oy más
de gastar tienpo en la vana consideracion
de las cosas altas y que suben de tu
entendimiento, y dexa de inquirir con
especulaçion los fines y prinçipios
y causas de las cosas. Menospreçia
y aborreçe estos vanos y cautelosos
sylogismos que no son otra cosa sino
vurla y vanidad sin prouecho alguno, como
lo has visto por esperiençia en esta
xornada y peregrinaje; y de aqui adelante
solamente sigue aquel genero de vida que
te tenga en las cosas que de presente
posees lo mejor ordenado que a las leyes
de virtud puedas; y como sin demasiada
curiosidad ni soliçitud en alegria y
plazer puedas vibir más sosegado y
contento; y ansi el mi angel me dexó y
yo desperte como de vn graue y profundo
sueño[842] espantado de lo mucho que auia
visto como te lo he narrado por el orden
que has oydo y yo mejor he podido.
MIÇILO.--¡O gallo! Dios te lo agradezca
el plazer y honrra que me has hecho
en[843] tu feliçissima narraçion. De
oy más no quiero otro maestro, otro
philosopho, ni[844] otro sabio consejero
que a tí para passar el discurso de la
vida que me queda, y ruegote que no
me dexes, que juntos passaremos aqui
nuestra vida; que segun me dizes es la
más segura, segun tengo entendido por tu
esperiençia[845].
GALLO.--Ya te he contado, Miçilo,
hasta agora mi dichosa y admirable
peregrinaçion, en la qual por su espanto
y terribilidad te he tenido suspenso y
algo desasosegado, segun he hechado de
ver[846]; por lo qual de oy más te quiero
contar cosas graçiosas y suaues, con
que en donayre y plazer passes mejor el
trabajo del dia. Ofreçesseme; quiero te
contar agora vn suaue y graçioso conbite;
vna opulenta y admirable copiosidad de
vna missa nueua, en que siendo clerigo
en vn tiempo me hallé. Dezirte he tanto
regocijo de aquellos clerigos, tanto
canto, tanto vayle, tanta alegría que no
se puede encareçer más; y despues dezirte
he vna fragosa y arriscada tragedia que
calentando el vino las orejas de los
abbades suçedio. Confio que con esto
soldarás el espanto en que te he puesto
hasta aqui. Agora abre la tienda, que en
el canto que se sigue lo prosiguire.
_Fin del deçimo sexto canto del gallo._
NOTAS:
[816] G., podeis.
[817] G., tanto.
[818] G., oyeren.
[819] G., mi desuentura.
[820] G., graçiosa.
[821] G., antes.
[822] G., atormentaua.
[823] G., salí.
[824] G., verle tan amargamente llorar su.
[825] G., estaua en su real.
[826] G., forçada.
[827] G., y.
[828] G., hauian.
[829] G., Françisco françes.
[830] G., que no.
[831] G., le.
[832] G., respondi.
[833] G., mejorado.
[834] G., condenados.
[835] G., ahumana.
[836] G., frequentauan mucho los.
[837] G., chançelleria.
[838] G., adelantarse a otros enobleçiendose.
[839] G., ouo.
[840] G., numidas.
[841] G., Pues.
[842] sueño muy profundo.
[843] G., con.
[844] G., más.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO SEPTIMO CANTO DEL GALLO
En el deçimo septimo canto que se sigue
el auctor imitando a Luçiano en el
dialogo llamado _Conuiuiun
philosophorum_, sueña auerse hallado
en vna misa nueua, en la qual descriue
grandes aconteçimientos que entre
clerigos en ella passaron[847].
MIÇILO.--Despierta, gallo, que pareçe
ser hora para que con tu promesa me
restituyas en mi pristina alegria, porque
el peregrino y nueuo proçeso y manera
de dezir de tu prodigiosa narraçion
infernal me tiene tan espantado que
por ninguna contraria manera de dezir
pienso poder boluer en mí para oyr y
hablar con mi primera libertad; y es
ansi qve aunque por su admiraçion el
cuento mueue a atençion contina hazesse
más estimar quando se considera el
credito que se deue a tu ser por auer
sido çelestial. Porque no pareçe ni se
puede dezir que solo me le has contado
por darme deletaçion, como hazen los
fabulosos inuentores de mentiras en
las prestigiosas y monstruosas[848]
narraçiones que escriuen solo por agradar
y dar a los lectores _oçiosos_ con que el
tiempo se pueda entretener[849] _aunque
sea con vana ocupaçion_. Porque me dizen
que han sido muchos philosophos auctores
_de semejantes obras_; como Cthesias y
Jamblico[850]; de los quales el vno ha
escripto cosas admirables de las Indias;
y el otro del mar oçeano[851] sin que
ninguno dellos huuiesse visto, ni en
algun auctor leydo cosa de las que cada
qual dellos escriuió. Pero fue tan grande
su eloquençia y admirable manera de dezir
que quanto quiera que manifiestamente
escriuian[852] fiçion, por escreuir en
aquel estilo hizieron graçiosa y estimada
su obra. Otros dizen que ha hauido que
con ingenio espantoso han contado de si
grandes viajes y peregrinaciones, fiereza
de vestias y diuersidad de tierras y
costunbres de hombres, _sin auer ninguna
cosa de las que descriuen en el mundo_,
que[853] por la dulçura de hablar[854]
los han tenido en veneraçion. Como aquel
ingenioso inuentor[855] Homero escriuió
de su Ulixes auer visto animales, y
gigantes monstruosos Poliphemos con solo
vn ojo _en la frente_ que se tragauan
los hombres enteros y vibos; y esto sin
los auer engendrado hasta oy naturaleza.
Desto estoy bien seguro yo que _tú_ no
imitas a estos en tu passada historia,
porque no es de presumir que infames los
çelicolas como tú con[856] mentirosa
narraçion. Por tanto despierta y prosigue
que yo te oyré. Cuentame aquella
sangrienta batalla, aquel suçeso canpal
que ayer me propusiste[857] dezir, pues
de tu promesa no te puedes excusar.
GALLO.--Por çierto Miçilo, mucho estoy
arrepentido en auerte propuesto esa
sacrilega tragedia, pues en ella hago
ser publicos los desatinos tan excesiuos
que el vinático furor causó en aquellos
religiosos juizios y habito saçerdotal,
lo qual más conuenia ser callado y
sepultado en el profundo del oluido por
auer aconteçido en personas que auian
de ser exemplo de templança, prudençia
y honestidad: antes que ser yo agora
relactor de las deshonestas y desuariadas
furias que passaron entre su beber. Mal
pareçe dar yo ocasion con mi lengua a
que auiendo tú plazer te rias y mofes
de aquella consagrada caterua que está
en la tierra en lugar de la diuina
magestad[858]. De manera que si yo me
huuiere flaca y friamente en el persuadir
y demostrar este aconteçimiento corro
peligro en mi persona de tiuio orador; y
quando por el contrario en el encareçer y
esaxerar me mostrare eloquente será para
más augmentar tu risa y mofa, haziendo
en mayor infamia de aquella religiosa
gente. Por tanto mira, Miçilo, si es más
conueniente a hombre bien acostumbrado
como tú dexar de inportunarme que te
cuente semejantes aconteçimientos; porque
a mí me pareçe ser obligado a los callar.
MIÇILO.--¡O gallo! quiero que sepas que
quanto más niegas mi petiçion tanto más
augmentas en mí el deseo de te lo oyr.
Por lo qual proçediendo en la costumbre
de nuestra buena conuersaçion y tu
graçioso dezir podras començando luego
ganar el tienpo que se podria con la
dilaçion perder.
GALLO.--Agora, pues ansi quieres y tanto
me importunas yo te quiero obedeçer: pero
con vna condiçion, que con juramento te
tengo de ligar á ella; y es que no se ha
de[859] publicar fuera de aqui.
MIÇILO.--Agora comiença, que yo lo
prometo, que no sea[860] más publico
por mí, ni seré causa que otro lo sepa.
Dime por orden todas las cosas: qué fue
la causa[861] de la cena[862]: y qué
personas fueron alli en el combite, y que
passó en el suçeso.
GALLO.--Pues començando por el prinçipio
sabras que la causa fue vna misa nueua:
porque Aristeneto cambiador, hombre rico,
tiene[863] vn hijo que se llama[864]
Zenon: hombre estudioso y sabio, como
sabes, el qual[865] por tener ya edad
conueniente para elegir estado vino a
cantar misa y para esto el padre de
su parte combidó todos sus parientes,
vezinos y amigos, juntamente con sus
mugeres, y Zenon[866] misa cantano de la
suya[867] llamó a todos sus preceptores
_que auian sido de las sçiençias_,
gramatica, logica, philosophia y
theologia, y despues _con estos_ combidó
a todos los curas y benefiçiados _casi_
desta çiudad que eran en gran copia[868]
y con estos auia dos religiosos de cada
orden.
MIÇILO.--Yo nunca vi conpañia de tanto
santidad.
GALLO.--Pues viniendo al proçeso del
aconteçimiento[869] sabras que el dia
señalado que fue vn domingo primero
de mayo, que es el mes más apacible y
graçioso a todos,[870] conuenimos luego
por la mañana todos los combidados a
casa de Aristeneto para acompañar a
Zenon hasta el templo; fuemos con gran
çelebridad[871] de cançion de clerigos,
y gran musica de instrumentos, laud, de
arco, rabel, vihuela, psalterio, y otras
agraciadas sonajas que tañian hombres
que para semejantes autos se suelen
alquilar. Quando fue acabada aquella
diuina celebraçion _de la missa_, con
el orador que _con ingenio_ discantó
el merito y grandeça de la dignidad, y
ofreçimos todos al misa cantano, nos
boluimos[872] juntos _con la mesma
musica_ a casa de Aristeneto. Donde
despedidos aquellos que solo fueron
conbidados para el acompañamiento, se
llegó Aristineto a mi y a la oreja me
dixo que me quedasse a comer allá[873]
_con él_. Dios sabe quanto me holgué,
porque çierto que sobraua en mi casa la
raçion; prinçipalmente porque despues que
en el templo ofreçi no fue mucho lo que
en la bolsa me quedó. Fuemos lançados
todos a vn gran palaçio muy adornado y
dispuesto para el conbite. En el qual
auia dos messas a la larga de la sala,
la vna que yua a la vna pared, y otra
por otra. En la frontera de la sala yua
vna[874] messa como cabeçera de las otras
dos, en la qual se sento en el medio
Zenon[875] tomando a su mano derecha a su
padre Aristeneto; y a la izquierda[876]
estaua su padrino que era aquel Cleodemo,
antiguo y honrado varon que fue cura del
abogado de las estrenas[877] San Julian.
MIÇILO.--¡O qué monarcha y prinçipe de
saçerdotes me has contado!
GALLO.--A los lados ocupauan esta
mesa de la cabeçera, a la vna mano el
guardian y compañero de San Françisco
y á la otra el Prior de Sancto Domingo
con vn[878] conpañero de grande[879]
auctoridad. En la mesa de la mano derecha
se sentaron[880] por orden los maestros
de Zenon y clereçia que fuemos[881]
muchos en numero; y a la otra mano se
sentaron los casados, cada qual con su
muger; _y quando fuemos todos sentados_
començaronse las mesas a seruir _con
grande abundançia de frutas del tiempo_.
MIÇILO.--¿Pues entre los dos perlados de
San Françisco y Sancto Domingo no uvo
differençia sobre la mano a que cada
qual se auia de sentar.
GALLO.--Mucho antes se consultó con
ellos y diffinió. Entre los dos curas de
Sanctesidro y San Miguel uvo un poco de
contienda; porque preferiendo Aristeneto
en el asiento el de Sanctesidro al de San
Miguel por su mayor antiguedad[882] se
leuantó en pie el de San Miguel porque
era preçeptor de Gramática y presumia de
philosopho y dixo: sy _a ti_, Aristeneto,
te pareçe que el cura de Sanctesidro se
ha de preferir a mí, engañaste; y por
no lo consentir me voy y os dexo libre
el combite. Porque avnque él sea viejo
por dos razones se me deue _a mí_ la
uentaja, pues dize Salomon que canas muy
antiguas son[883] en el hombre el saber
_quanto quiera que sea moço_, y ansi
tomó por la mano su mochacho y començó a
fingir querer caminar y luego el cura de
Sanctesidro dixo: nunca plega a Dios que
por mí dexes de te holgar; y apartandose
afuera le hizo lugar en la delantera y él
se sentó[884] atrás.
MIÇILO.--Conuenieron presto _esos dos_
por gozar.
GALLO.--Fue a todos ocasion de gran risa,
y no se podiendo[885] sufrir Zenothemo
maestro de Philosophia[886] dixo en alta
voz ser aquello exemplo de _la_ figura
Antiptosis isteron proteron[887] de lo
qual todos aduertiendo se rieron mas[888].
MIÇILO.--Pues entre los casados ¿no se
ofrecio cosa que pudiesses notar?
GALLO.--Los casados solamente tenian ojo
y atençion en aquellos hombres sabios
y religiosos, su ambiçion, su puesto,
hablar, beber y comer y conuersaçion; en
fin, todos aquellos seglares se fingian
tener cuenta con el plato, pero más la
tenian con lo que entre los clerigos
passaua[889]. Porque como todos al
prinçipio començamos a comer de aquellos
sabrosos y bien aparejados manjares,
todos mirauamos al cura de San Miguel
que todo quanto delante le seruian lo
daua al mochacho que tenía junto[890] a
si, pensando que ninguno lo via, y el
mochacho lo echaua en vna talega. El
comia con insaçiable agonia y lançaua en
los pechos y fatriguera medias limas y
naranjas, y algunas guindas que andauan
rodando[891] por la messa.
Daua a mochacho piernas de perdiz y
de pato; pedaços de vaca y de carnero,
y algunos suelos de pasteles[892] y
pedaços de pan y torta. Diole pañizuelo,
la copa en que bebia; hasta el cuchillo
y el salero _le dio_. Desto reyan todos
los casados y sus mugeres, que les
era muy gran pasatiempo. Estando pues
todos ocupados en esto con gran solaz
y deleyte, porque ya auia llegado de
mano en mano hasta la mesa de Aristeneto
y _missa cantano_ que mucho se reyan
dello, suçedio que entró por la puerta
de la sala Alçidamas cura de San
Nicolas, sin ser llamado, y puesto en
medio de todos[893] el rostro a Zenon
y a Aristeneto su padre dixo: señores,
perdonadme que no vengo más temprano a
vuestro plazer porque agora disiendo
la misa mayor a mis perrochanos,
saliendo[894] a ofreçer _en mi iglesia_
me dixo vn feligres mio que haciades esta
fiesta; y ansi luego me apresuré, que
no tardé en lo que restaua de la misa
vn momento; que casi no me vagaua[895]
desnudarme la casulia por venir a
honrraros por ser tan vuestro amigo;
que los tales no emos de aguardar á
ser combidados, pero sin ser llamados
vengamos[896] de los primeros.
MIÇILO.--Por çierto cosa digna de risa me
cuentas.
GALLO.--Cada qual le començó a dezir su
donayre dando a entender su desuerguença;
pero él lo disimuló por gozar del
combite; porque luego acudió Aristeneto
encareçiendo su buena amistad y acusando
su descuydo y el de su hijo pues de
combidarle se auian oluidado, y ansi le
mandó dar vna silla y que se sentasse
en aquellas mesas junto[897] aquellos
hombres reuerendos y honrrados[898].
Alçidamas era vn mançebo grande,
membrudo, robusto y de grandes fuerças;
y ansi como le pussieron delante la
silla arroxandola[899] lexos _de sí_ que
casi la quebrara[900] y diera con ella
al cura de Santispiritus y dixo que las
dueñas y hombres regalados se auian de
sentar a comer en silla, que[901] vn
hombre moço y robusto como él, que por
alli queria comer passeandose; y que si
acaso se cansasse, que él se sentaria en
aquella tierra sobre su capa. Respondiole
Aristeneto: anssi sea pues te plaze.
_Todo esto hazia Alçidamas mostrando
querer regoçijar la fiesta y dar plazer
a los combidados pensando él de si mesmo
ser graçioso fingiendose loco y beodo_;
y ansi Alçidamas rodeó[902] en pie[903]
todas las mesas mirando por los mejores
manjares, como lo hazen los musicos
chocarreros en los combites de fiesta.
Ansi comia Alçidamas donde más le plazia
si via cosa que bien le pareçiesse a
su apetito, mezclandose con aquellos
que seruian las copas y manjares, y
como a las vezes se aprouechasse de las
copas que estauan llenas en la messa, y
otras[904] vezes de las que passauan en
el seruicio, hallauase beber doblado;
y ansi con el vino demasiado començó
a _más_ salir de sí. Dezia maliçias y
atreuimientos en todos los que en el
combite estauan. A Hermon, cura de Sancto
Thome dixo que a cabo de su vejez echasse
la mançeba de casa que tenía diez años
auia so color de moça; y a Eucrito, cura
de San Dionisio, dixo que si pensaua
lleuar al otro mundo los çien ducados
que tenía dados a Aristeneto a cambio.
Mofaua de aquellas copas de plata,
mesas, sillas, tapiçes y grande aparato
llamando a Aristeneto el gran[905]
vsurero; engrandeçiale con maliçia su
grande injenio y industria pues por su
buena soliçitud tenía por el cambio[906]
tan grande hazienda y riquezas auiendo
sido poco antes muy pobre. Y Aristeneto
ya mohino y afrontado _que lastimauan
los donayres_ mandó a dos criados suyos
que le tomassen y echassen fuera de casa
y çerrassen las puertas porque no los
afrontasse más. Pero como Alçidamas lo
sintio apartóse a vn lado y con vn vanco
que estaua vaçio juró que le quebraria
en la cabeça del que llegasse; y ansi
de consejo de todos fue que agora le
dexassen, esperando tiempo más oportuno
para hazer la pressa neçesaria. Pero de
cada momento se fue empeorando, diziendo
injurias a los frayles, y despues
passando a los casados _los afrontaua_
vituperandolos[907] en sus mugeres; dijo
delante del rico Menedemo a su muger
que quién le auia dado más faldrillas,
Demócrito, cambiador, su amigo, ó
Menedemo su marido. De lo qual la dama se
afrontó mucho, y Menedemo reçibio grande
injuria; y ansi Aristeneto, pensandolo
remediar y que le haria su amigo mandole
dar muy bien a beber, por que pensó que
ansi no le afrontaria más y por esta
causa mandó a vn criado suyo[908] que
tomasse vna gran copa de vino añejo y
muy puro y se la diesse, no pensando que
fuera ocasion de mayor mal, como fue.
Pero tomando Alçidamas el vaso con ambas
manos porque era grande se boluio con él
a la mesa de los casados y en alta voz
dijo, que todos con silençio le quisieron
oyr: señora Magençia, muger de nuestro
huesped Aristeneto, y madre de Zenon
nuestro misa cantano: yo bebo a ty, y
mirad, señora, que aueis de beber otro
tanto del vaso que yo bebiere so pena
que no lo cunpliendo no ayas más hijo;
y si lo cumplieres, por la bendiçion de
mi San Nicholas, auras un hijo fuerte
gentil hombre sabio como yo; y alçando la
copa bebió della casi vn azumbre y luego
estendiendo el braço la daua a Magençia
diziendo que si no bebia que caeria en la
maldiçion, y Magençia encogiendose con
gran verguença reusó el vaso con algun
miedo que Alçidamas no la afrontasse;
y los combidados temiendole hizieron
por apartarle afuera; pero él juró por
sus ordenes que si no daua vn fiador
que bebiesse por ella, que se lo auia
de derramar acuestas; y el cura de San
Miguel que era vn gran bebedor dando a
entender que lo hazia mouido de piedad,
dijo que él queria beber por ella, y
ansi tomando el vaso en sus manos bebio
vn terrible golpe que a juizio de todos
igualó[909]. Pero Alçidamas que estaua ya
sentado en el suelo recostada la cabeça
sobre el braço derecho dixo a grandes
vozes: mostradme el vaso, que quiero ver
si cunplio conforme a su obligaçion. Y
leuantandose en pies todos los pechos
y zarahuelles desabrochados, de manera
que casi todo estaua desnudo, que se
le pareçian las partes vergonçosas,
_y perdido el bonete de la cabeça_,
tomó el vaso en sus manos y afirmando
con juramento que no auia cunplido el
fiador amagó para mojar con el vino
que quedaua a Magençia, y el[910] cura
de San Miguel pareçiendole que estaua
obligado a responder saltó por çima las
mesas, dexadas sus lobas y pantufos, y
tomando[911] por los cabellos a Alçidamas
le hizo[912] por fuerça boluer para sy,
y Alçidamas hirio de vn tan fiero golpe
con el vaso al cura de San Miguel que
dandole en la frente hizo vn arroyo de
sangre y de vino mezclado que todos nos
pensamos anegar. Luego vierades las
hazes de ambas partes rebueltas, _porque
los vnos faboreçiendo a Alçidamas, y
los otros al cura de San Miguel que no
auia quien los pudiesse apartar_. Porque
contra Alçidamas se leuantaron Hermon,
cura de Sancto Thomé, y Eucrito cura de
San Dionisio porque estauan injuriados
de las afrentas que les auia dicho, y
tanbien Eustochio cura de San Martin por
que le auia dicho Alçidamas que si auia
acabado de jugar el asegur y afilador que
su padre le dexó de la carneçeria; y ansi
estos se leuantaron lleuando los manteles
tras si; y en favor de Alçidamas se
leuantaron el cura de San Juan y el cura
de Sancta Marina y el cura de San Pedro y
el sacristan de San Miguel.
MIÇILO.--¿Qué, tanbien estaua allí el
sacristan de San Miguel? yo seguro que no
faltassen uozes.
GALLO.--Alli vino con grande
importunidad; que en vna silla le
truxieron porque estaua enfermo[913].
Reboluyeronse todos trabados por los
cabellos que no pareçia sino la pelea
de los andabatas. Digo de aquellos que
entran en el palenque a se matar sin
poderse vnos a otros ver. Andauan los
xarros, los saleros, las syllas y vancos
arroxados[914] de la vna parte a la otra
tan espesos que cubrian el sol[915]. En
fin se leuantaron Aristeneto y el padrino
Cleodemo, y el prior y el guardian, y
en conclusion todos aquellos maestros y
sabios, y de la otra parte los casados,
avnque estauan confusos de ver lo que
passaua. Los quales todos metiendose en
el medio los apartaron y pusieron en
paz, y lleuaron luego a curar al cura
de San Miguel, _porque Alçidamas le
descalabró mal quando con la copa le
dio_. Luego Alçidamas se tendio en el
suelo que pareçia a Hercules como le
pintan los antiguos en el monte Pholo
acabando de pelear con aquella brauosa
hydria, sierpe famosa, y muy sosegados,
ygualadas las mesas se tornaron todos
a sentar y luego a Zenothemo maestro
de la gramatica començó a cantar vna
ensalada de[916] romançe y de latin que
neçesitaua a çerrar las damas los ojos
y avn las orejas tanbien[917], _por no
ver peruertida la grauedad de tanto
maestro_. Pero como es costumbre en los
tales lugares en el proçeso de la comida
cantar los clerigos semejantes donayres a
su misa cantano, no pareçe que les hazia
asco aquel lenguaje a sus paladares:
porque si[918] vno _lo_ començaua suçio,
el otro lo ensuçiaua mas; y ansi acabando
Zenothemo su cançion prosiguió el cura de
Sanctesidro con toda su vejez vn cantar
que no ay lengua tan desuergonçada que
fuera de alli le pueda referir.
MIÇILO.--_Maldita sea costumbre tan
mala y tan corrupta y deshonesta, y tan
indigna de bocas y lenguas de hombres que
han de mostrar la regla del buen hablar y
viuir. No se deurian en esto los perlados
descuydar._
GALLO.--En esto[919] auia en la sala
mucha paz, porque ya Alçidamas se començo
a dormir, y por las partes inferiores
y superiores començo a roncar con gran
furor. Entonçes dixo el prior: _salua
res est_; y de consejo de todos fue que
le atassen pies y manos por poder passar
su fiesta más en paz, y ansi se leuantó
Dionico maestro de capilla de la iglesia
mayor con otros seys cantores que estauan
alli, los quales todos puestos en calças
y jubon le ataron[920] fuertemente las
manos y pies con vn cordel.
MIÇILO.--Nunca de cantores se pudo tan
buen consejo esperar.
GALLO.--Ni por esto Alçidamas despertó.
Dionico con sus seys compañeros quedando
ansi en medio de las mesas desnudos
como estauan[921] començaron a cantar y
vailar: cantauan cantares del mesmo jaez
y peor, y despues çelebraron la fiesta
que dizen de los matachines, hazian
puestos y visajes tan desuergonçados y
suçios que avn acordandome _agora_ estoy
por bomitar. Porque en el proçeso de
su dança se desnudó el maestro Dionico
hasta quedar en carnes y vinieron los
compañeros a poner sus bocas, rostros
y manos en partes y lugares que por
reuerençia del saçerdoçio de que eran
todos señalados no lo quiero dezir, y avn
no me querria acordar. Pues como estos
acabaron su suçia y deshonesta[922]
fiesta se fueron a sentar cada qual en
su lugar: y començaron de nueuo[923] el
comer y beber, _que avn no se auia dado
fin_ porque de nueuo los començaron a
seruir.
MIÇILO.--Dime por tu vida[924] gallo:
desto todo que estos clerigos hazian, que
sentian y dezian[925] los casados?
GALLO.--Todos dexaron[926] de comer
y mirauan en los clerigos con gran
atençion. Las dueñas con sus pañizuelos
fingiendose limpiar del[927] sudor
cubrian su rostro no queriendo de empacho
ver aquellas suçias desuerguenças que en
juglares fueran notable deshonestidad.
Estando en esto que todos comian y
callauan[928] entró vn mochacho en medio
de la sala, y saludando con el bonete en
la mano a Aristeneto en alta boz le dixo:
Señor Aristeneto, mi amo Etemocles, cura
de Sancto Eugenio me mandó que delante
de todos quantos estan en este combite
te lyesse este carta que te embia: por
tanto mira si me das liçençia. Aunque
Aristineto pensó si sería bueno tomar la
carta al mochacho y despues leerla, en
fin de consejo de todos aquellos varones
graues que estauan a los lados se le dio
liçençia para la leer, _y prinçipalmente
porque todos la deseauamos oyr_; y ansi
el mochacho en alta voz, callando todos,
començó.
CARTA DE ETEMOCLES A ARISTENETO[929]
Muy noble Aristeneto. Este tu Etemocles
antiguo capellan y padre de confession,
como a hijo muy querido, te enbian
a saludar, y no quiero que tengas
presunçion que por esto que te escriuo
y a tal tiempo sea yo muy cobdiçioso de
combites, porque de mi vida pasada, y
de otras vezes que ya me has combidado
ternas entendida mi templada condiçion,
y tanbien lo tienen mucho antes bien
conoçido de mi otros muy más ricos que
tú que de cada dia me combidan a sus
çenas y comidas, y las reuso porque sé
bien los desmanes y desbarates que en
semejantes congregaçiones y lugares se
suelen ofreçer. Pero agora mueuome a te
escreuir porque como me has hecho la
afrenta publica, y en ese lugar donde
estás, es mucha razon que publicamente y
en ese lugar _donde estás_ me aya[930]
de satisfazer. A todos es notorio,
señor Aristeneto, ser yo tu confesor
desde que agora diez años te quisiste
morir. Que publico fue en esta çiudad
que yo solo hallandote vsurero publico
cambiador, porque no te negassen la
sepoltura sagrada como a tal, te hize
prestar cauçion, y pregonar publicamente
que porque estauas en el articulo de
morir viniessen a tu casa todos quantos
a tu hazienda por canbios, o intereses
vsurarios tuuiessen hazion _y derecho_,
que tú se lo querias restituir; y como
éste fuesse tan famoso consejo y vnico
para tu salud fue por todos devulgado por
consejo de mí[931] que era tu confessor,
y despues que tú tornaste a conualeçer
corri peligro en[932] mi honrra por verte
todos a boluer a canbiar, diziendo tener
la culpa yo[933]; y esto todo sufrí y
passé por conseruar tu buena amistad, y
es publico que yo solo contra todo el
comun sustenté, que en nonbre y como
criado de otro podias vsurar no vsurando
por tí; y agora sobre todas estas mis
industrias[934] y publica amistad has
procurado en tu combite nueuos amigos,
de hombres que avnque mil vezes les[935]
des de comer no auenturarán por tí sus
conçiençias como yo. Sino pregunta
al prior y al guardian y a los otros
letrados y curas que tienes ay, cómo te
sabran sustentar, _cómo se puede sufrir_,
sin ser publico vsurero ser _en ferias_,
_ni avn en la çiudad_ cambiador? Pues
bien sabes que esto yo lo he defendido al
perlado por ti. Pues acuerdate que tienes
tú publicado en esta çiudad, que tienes
veynte mil ducados por mí; porque[936]
confessandome tú que los auias ganado con
çinquenta mil marauedis que tu suegro
en dote te dio, lo[937] poseyas tú por
solo no te los mandar yo restituir, _lo
qual todo era injuriarme a_ mí; pues,
¿pareçete que con[938] todas estas cosas
me das buen pago de nuestra publica
amistad? Pareçeme a mi que no; porque en
fin no han de pensar sino que en mí ay
meritos de tu ingratitud, y por tanto te
pido que pues publicamente me afrentas
sin darte yo a ello causa, publicamente
me hagas la satisfaçion, _todos_ quantos
tienes en ese[939] combite me buelue[940]
en mi honrra; sino de aqui protesto que
ni ante Dios ni ante los hombres en mi
vida te lo perdonaré. Al mochacho mandé
que aunque le des torta, o xarro de
vino, o capon, o perdiz, o pernil de
tozino no le[941] tome, so pena que le
dare de cozes y se lo haré boluer, porque
no pienses satisfazer con tan pocas cosas
tan grande injuria como me has hecho. Ni
tanpoco te puedes escusar diziendo que te
oluidaste por auer mucho _tiempo_ que no
me viste, pues ayer te hablé dos vezes;
vna a tu puerta pasando yo, y otra en
el templo de Sanctiago donde yo fue a
dezir[942] misa y tu fueste a oyrla[943].
No alargo más por no ser molesto con
larga carta a los que procuras ser
graçioso con tu combite, del qual salgas
tan prospero como yo satisfecho de mi
injuria.--VALE.
Como el mochacho ouo leydo la carta se
la demandó Aristeneto y le dixo: anda
y dy á tu señor Etemocles que ansi lo
haré como me lo enbia a mandar: y ansi
se fue el mochacho quedando la carta en
Aristeneto, la qual le demandé para leer,
_que la deseaua ver_ porque á mi pareçer
es la más donosa que yo nunca ví. Estando
todos murmurando[944] sobre la carta cada
qual segun su ingenio, los vnos[945] la
loauan de aguda maliçiosa; otros dezian
ser neçia; otros acusauan a Etemocles
de hombre gloton, por se afrontar por
no le auer combidado a comer. En fin,
estando todos ocupados en esta diuersidad
de juizios, aunque la mayor parte y de
los mas cuerdos fue que fue escripta
con animo de afrontar a Aristeneto,
estando todos ansi entró en la sala
vno de aquellos chocarreros que para
semejantes cenas y combites se suelen
alquilar, disfraçado de xoglar, y con vn
laud en la mano entró con vn puesto tan
graçioso que a todos hizo reyr, y con
admirable[946] industria comencó a dar a
todos plazer. Representó ingeniosamente
en portogues el sermon de la batalla de
Aljubarrota[947], en el qual dixo cosas
muy graçiosas y agudas con la proçesion
del Cuerpo de Dios. Despues que este
ouo representado su habilidad se salio
y entró otro que por el semejante traya
otra differençia de agraçiado disfraz
y en la mano vn laud y alliante todos
representó vn graçioso coloquio en cuatro
lenguas: ytaliana, española, françesa
y portuguesa; en el qual con grandes
donayres y entremeses mostró vn tema
que propuso provar: que los ytalianos
pareçen sabios y sonlo; y los españoles
pareçen sabios y no lo son; y los
franceses pareçen locos y no lo son; y
los portugueses pareçen locos y sonlo.
Fue juzgado por todos por ingeniosa esta
representacion por orden, començando
del misa cantano, padre y padrino, no
perdonando frayles, clerigos ni casados;
y aunque a vnos era graçioso y apazible
a otros fue en esto molesto y enojoso
y aun injurioso. De lo qual reyendo
algunos[948] donayres se començaron entre
sí a alborotar en tanta manera que dieron
ocasion a que despertase Alçidamas de
su sueño y elevamiento profundo, y como
desperto y él se echó de ver atado, y
vio que el xoglar se reya con todos y
todos dél[949], dixo con vna boz muy
horrenda lo que dixo aquel Syleno;
Soluite me; y ansi el xoglar dexando
en el suelo su[950] laud entendió en
le[951] desatar, y como Alcidamas se vio
desatado arrebató[952] del laud antes
que el xoglar le pudiese tomar, y dale
tan gran golpe sobre la cabeça con él
que bolandole en infinitas pieças dio
con el xoglar en el suelo sin juizio ni
acuerdo de sí, y con el mastil y trastes
que en la mano le quedó como vio que sus
tres enemigos se reyan arrebató dél,
Ermon, Eucrito y Eustochio curas antiguos
y muy honrrados dio a cada vno su palo
que a todos descalabró mal, y de aqui
partio para la mesa principal y hirio al
guardian y prior, y ya eran levantados
los amigos de los tres heridos que se
venian para Alçidamas a se vengar; y de
la otra parte el xoglar que bolviendo en
sí tomó un palo que halló a vn rincon
y haziendo campo por entre todos viene
rostro a rostro con Alçidamas tirandose
muy fuertes golpes ambos a dos. Vieras
un consagrado saçerdote cura dar y
reçibir palos de un xoglar; cosa por
çierto digna de lagrimas; y porque todos
estavan injuriados, qual del vno, qual
del otro, no auia quien entre ellos se
quisiesse meter, ni avn osauan[953] por
no tener armas con que los despartir;
_tanta era la furia con que se herian
y andauan trauados_. Arrojauanles los
manteles, sillas, vancos, vasijas. Vieras
vna batalla tan sangrienta y trabada qual
de la Pharsalica[954], puedes imaginar.
Las mugeres y niños dando gritos echaron
a la calle a huyr, por lo qual alterado
todo el pueblo acudieron[955] a los
socorrer. Despartidos todos hallamos que
estando trabados Alçidamas con el xoglar
le auia rompido la boca y descalabrado
con el laud[956]: pero el xoglar arrancó
a Alçidamas con la vna mano vn gran
pedaço de vna oreja y con la otra mano le
arrancaua la nariz. De todos los otros
curas, no quedó hombre sin sangrienta
herida particular, qual en la cabeça,
qual en el rostro, qual en otra parte de
su cuerpo, y siendo todos presos por el
eclesiastico juez se sentenció ninguno
auer incurrido en irregularidad, porque
aueriguó ninguno estar en su libre poder
y juizio. Pues plazio a Dios que echados
fuera de la sala todos los heridos,
porque todos fueron embiados a sus casas
a se curar y luego quedó sosegado todo
el campo. Que esto tiene de bueno esta
gente saçerdotal: que tan presto como
la colera o fuego los ençiende y se
enojan, tan presto son desenojados: y
cualquiera persona que se meta en medio
los hará amigos: por que dizen que no
puede en ellos durar enemistad porque
ganan de comer en officio que no sufre
enemigo; que es dezir misa. Y ansi el
sacerdote cuando ryñe, no tiene más que
el primer golpe, del qual sino hiere,
sed seguro que no tirará más. Pero como
no estaua avn asentado lo bebido y cada
momento bebian más tenian avn los animos
prestos y aparejados por qualquiera
oportunidad a batalla. Y ansi Cleodemo
que estaua al lado de su ahijado Zenon
boluiendo a la carta de Etemocles, porque
sintio afrontado a Aristeneto, y avn
a aquellos religiosos que junto a sí
tenía dixo: ¿Qué os parece señores de la
elegançia de Etemocles en su escrivir
piensa que no entendemos su intinçion
y dónde va a parar su eloquençia. Por
çierto sy Aristeneto le embiasse agora
vna gallina[957] y vn xarro de vino
con que le matasse la[958] hambre yo
le asegurasse su[959] amistad. En esto
Zenothemides _que era_ cura de San
Leandro que tenía la perrocha junto a
la de Sancto Eugenio respondio por su
vezino Etemocles, y dixo: por cierto,
Cleodemo, mal miras lo que dizes, pues
sabes bien que a Etemocles no le falta
muy bien de comer y beber, y que no tiene
neçesidad de la raçion de Aristeneto
como tú. Dixo Aristeneto: _señores no
riñais_, _ni tomeis passion_: por cierto
la carta fue muy buena, elegante, que
muestra bien ser de letrado[960], yo me
conozco culpado, y[961] protesto purgar
mi pecado satisfaziendo a mi acreedor.
Dixo Cleodemo; por cierto poca obligacion
tiene Zenothemides de responder aqui por
Etimoclides, pues si aqui se le huuiesse
hecho injuria en lo que yo he dicho auria
muchos que respondiessen por él; y no me
marauillo que responda Zenothemides por
él, pues ambos tienen hecho concierto de
no enterrar los feligreses muertos[962]
sin que primero le enbien prenda por
el tañer y sacar la cruz. Respondio
Zenothemides; por çierto peor es lo que
tú hazes, Cleodemo, que los tienes en
la carçel hasta que te hayan de pagar
_quexandote al juez_; y diziendo esto se
leuantó de la mesa donde estaua sentado
y se vino para él; _y_ Cleodemo tenía
la copa en la mano que queria beber,
y dixole: Zenothemides, en esa arte
es más çierto, Cleodemo, que morirás
_tú_ que no piloto en el mar; que ansi
tienes tú çinquenta cofradias en esta
çiudad que en todo el año no vas a tu
casa a comer. Y como Cleodemo tuuo a
Zenothemides junto a sí le arrojó todo
el vino acuestas, que todo el rostro y
cuerpo le inchó dél; luego Zenothemides
rompiendo por la mesa tomó a Cleodemo por
los vestidos y sobrepelliz y le truxo al
suelo sin le poder ninguno quitar. No
pareçia sino garza debajo del halcon.
Daua el desuenturado grandes vozes
diziendo: que me mata, que me ahoga;
valeme Aristeneto y Zenon; y aquellos
religiosos se le quitaron, que le mataua;
y cuando debajo salio no tenía pluma, ni
aun hueso en su lugar. El rostro todo
arañado y un ojo casi fuera, del qual
se sintio muy lastimado y fué neçesario
que luego le llevassen a su casa á se
proueer, y hizieron que Zenothemides se
fuese tanbien, pensando que la Justiçia
acudiera alli. Pues purgada la casa de
todos aquellos arriscados y belicosos
curas, porque todos fueron de tres
recuentros heridos y sacados del canpo,
como te he contado...[963].
MIÇILO.--_¿No supiste si el perlado
los castigó? Porque çierto en vn tan
desuaratado aconteçimiemto auia con
grandes penas de proueer._
GALLO.--_Supe que ese otro dia los auia
el vicario lleuado a la carçel todos
y que se sentençió que ninguno auia
incurrido en irregularidad, porque se
aueriguó ninguno estar en su juizio y
libre poder. Pero fin a cada vno dellos
condenó qual en seys ducados, y a otros
a diez para la camara del obispo que la
tenía necesidad de se trastejar._
MIÇILO.--_¡O qué cosa tan justa fue!_
GALLO.--Pues quedando la otra gente
del combite ansi muy confusos y
marauillados[964] de ver su poco sosiego
y templança y mal exemplo[965], _todos
los seglares se salieron cada qual con
su muger sin saludar al huesped ni ser
sentidos de alguno_. _Luego_ Dionico
maestro de capilla y todos sus compañeros
pensaron entender en algun recoçijo[966]
por boluer la fiesta a su deuido lugar,
y como la comida fue acabada y el misa
cantano echó[967] la bendiçion _y oraçion
de la messa_, llegó[968] Dionico[969]
con la mano llena de tizne de vna sarten
y entiznó[970] todo el rostro del
misacantano que no le quedo cosa blanca,
y como no tenía padrino le tomaron por
fuerça y le sacaron[971] de casa a la
puerta donde estaua el medio pueblo
que era llegado al ruydo y vozes de la
batalla pasada y vistieronle vn costal
abierto por el suelo que se acabaua de
vaçiar de[972] harina, y salio Dionico
á la calle en alta voz diziendo: _Ecce
homo._ Todos prosiguiendo gran grito y
mofa le tirauan trapos suçios y puños
del çieno que estaua en la calle, que me
hicieron llorar.
MIÇILO.--Por cierto con mucha razon[973].
GALLO.--Pues ansi le subieron en vn asno
y le lleuaron con gran denuesto por toda
la ciudad[974].
MIÇILO.--Pues en el entretanto, ¿qué
hazias tú?[975].
GALLO.--En el entretanto que estas cosas
passauan, que te tengo contado, estaua
yo entre mí pensando otras muchas[976].
Lo primero que consideraua era que aquel
nueuo vngido por saçerdote representaua
al verdadero Cristo Saçerdote eterno
segun el orden de Melchisedech, y alli en
aquel mal tratamiento se me representó
todo el que _Cristo_ padeçio por mí en
sus vituperios, injurias y tormentos; en
tanta manera que no me pude contener sin
llorar, y doliame mucho porque era tanta
la çeguedad de aquellos vanos saçerdotes
que sin templança alguna proseguian en
aquella vanidad con tanta disoluçion,
perdida la magestad y reuerençia deuida
a tan alta dignidad y representaçion de
nuestro Dios, y para alguna consolaçion
mia pense ser aquello como vexamen de
doctor; porque aquel nueuo saçerdote no
se ensoberuezca por ser de nueuo admitido
a tan çelestial[977] dignidad y despues
desto consideraua en todo lo que en la
comida auia proçedido entre aquellos
que tenian el titulo y preheminençia
en la auctoridad y sçiençias[978]
pensando que no ay cosa mas preçiosa
en las letras[979] que procurar el que
las estudia componer la vida con ellas,
porque no veo cosa más comun en el vulgo
que los que de la virtud más parlan estar
más lexos del hecho; y despues veniame a
la memoria quan corruptos estan en las
costumbres los que tienen obligaçion a
dar buen exemplo. Consideraua quanto
philosopho, religioso, cura y saçerdote
estaua alli, tan distraydos en el
recogimiento, que si los vnos hazian
vajezas los otros las dezian muy mayores,
y tanto que ya no podia echar toda la
culpa al vino y comida quando oy y ley
lo que estando ayuno escriuio Etimocles.
Pareçiome en alguna manera aquella
carta a lo que fabulosamene cuentan los
poetas de la diosa Eride: que por no ser
combidada a las bodas del rey Peleo hechó
en medio de las mesas aquella mançana que
despues fue causa de aquella brauissima y
memorable contienda troyana. Enfin todas
las cosas me pareçian que estauan alli
al reues, porque via alli una mesa de
feligreses, casados ydiotas populares,
callando y comiendo con mucho orden y
tenplança, que ni con el vino hablauan,
ni en el puesto ni meneo mostrauan algun
descuydo deshonesto, y solamente se reyan
de aquellos que hasta entonçes por solo
el hábito, estado y opinion venerauan
honrrauan y obedeçian pensando que en
si fuessen de algun valor y preçio: y
agora se acusan por verdaderos ydiotas
engañados, pues ven por experiençia
desto sus desmanes, su poco recogimiento
y poca vergüença. Quando los ven tan
desordenados, descomedidos en su comer
y beber, tan infames y disolutos en sus
injurias, con tantas vozes y grita por
tan façiles y ligeras ocasiones venir
á las manos y cabello; y sobre todo me
admiraua ver aquel monstruo de naturaleza
Alcidamas cura de San Nicholas tan
desbaratado en su vibir y costumbres,
obras, conuersaçion, que nos dexó
confusos y admirados a quantos estauamos
alli. Sin empacho ninguno de las dueñas
hazia cosas de su cuerpo y partes
vergonçosas, y dezia de su lengua que avn
avria empacho de lo dezir y hazer vn muy
profano joglar.
MIÇILO.--Por çierto que me has admirado,
gallo, con tu tan horrenda historia, o
por mejor dezir, atroz tragedia. ¡Quán
comun cosa es faltar los hombres de su
mayor obligaçion! Supliquemos a nuesto
Señor los haga tan buenos que no herremos
en los imitar, _y merezçan con su ofiçio
inpetrar graçia de nuestro Señor para sí,
y para nos, y auisemos de oy más a todos
los perlados que pues en la iglesia son
pastores deste ganado no permitan que en
los tales auctos y çelebridades de misas
nueuas aya estos ayuntamientos, porque
vengan a tanto desman_.
GALLO.--Ya, Miçilo, quiero dexar
guerras y contiendas y heridas y
muertes de honbres con las cuales te
he escandalizado hasta aqui, y quiero
que _agora_ oyas la más alta y más
feliçissima nauegaçion que nunca a
honbres aconteçio. En fin oyras vna
admirable ventura que te quiero contar,
la qual juntamente con el prospero suçeso
te dara tanto deleyte que holgarás
grandemente de le[980] oyr; y pues es ya
venido el dia abre la tienda, que en el
canto que se sigue lo oyras.
_Fin del deçimo septimo canto del gallo._
NOTAS:
[845] G., segun tengo entendido por tu esperimentada narraçion es la
mejor y más segura.
[846] me ha pareçido.
[847] G., que comunmente en semejantes lugares suelen passar
[848] G., monstruosas y prodigiosas.
[849] G., puedan entretener el tiempo.
[850] R., Jambulo.
[851] R., de oçeano.
[852] G., escriuan.
[853] G., y.
[854] G., del dezir.
[855] G., poeta.
[856] G., con tu.
[857] G., prometiste.
[858] G., en ello hago ser publico el desorden y poca templança con
que esta gente consagrada toma semejantes ayuntamientos; los quales
les auian de ser vedados por sus perlados y juezes, y a estos querria
yo ser destos relactor, porque lo podrian remediar, antes que no a tí;
porque en contartelo solo doy ocasion con mi lengua a que auiendo tú
plazer, te rias y mofes de aquella consagrada caterua qne está en la
tierra en lugar de la diuina magestad.
[859] G., que jures de no lo.
[860] G., será.
[861] G., el fundamento.
[862] G., fiesta.
[863] G., tenía.
[864] G., llamaua.
[865] G., que no se si le conoçiste. Este mançebo.
[866] G., y el.
[867] G., de su parte.
[868] G., eran muchos.
[869] G., de la historia.
[870] G., del año.
[871] G., solenidad.
[872] G., boluimonos.
[873] G., alli.
[874] G., auia otra.
[875] G., el missa cantano.
[876] G., otra mano.
[877] G., de San Julian.
[878] G., su.
[879] G., gran.
[880] G., se sento.
[881] G., fueron.
[882] G., por ser más viejo.
[883] G., que la sçiençia son canas en el hombre.
[884] G., asentó.
[885] G., asento.
[886] Y luego dixo.
[887] G., de la Gramatica.
[888] R. (_Nota marginal_) Gramatica. _Figura antiptosis est casus pro
casu posi._
[889] G., notandolos de ambiçiosos, glotones y de poco sosiego:
fingiendose todos tener cuenta con el plato, pero más la tenian con lo
que entre los clerigos pasaua.
[890] G., tras.
[891] G., que rodauan.
[892] G., pastel.
[893] G., de la sala.
[894] G., agora, como sali.
[895] G., apresuré por acabar presto lo misa, que avu no me sufria.
[896] G., ser.
[897] G., entre.
[898] R. (_Tachado_) has de saber que.
[899] G., la arroxo.
[900] G., quebro.
[901] G., y no.
[902] G., rodeaua.
[903] G., por todas.
[904] G., a las.
[905] G., grande.
[906] G., prestando y cambiando auia adquerido.
[907] G, y vituperaua.
[908] G., mugeres; y ansi, pensandolo remediar Aristeneto dandole muy
bien a beber y que con esto le haria su amigo, ansi mando.
[909] G., y en alta voz, que todos con silençio le oyeron, hablando
con la muger de Aristeneto, madre de misa cantano: señora Magençia
(que ansi se llamaua) yo bebo a tí; y mira que has de beber otro tanto
del vaso como yo bebiere, so pena que no lo beuiendo se arroxe lo que
quedare sobre ty; y alçando la copa bebio della casi vn azumbre y luego
la mando tornar a enchir, y estendiendo el braço la dio a Magençia,
diziendola que sino beuia incurreria en la pena puesta y que la abrá
de executar; y Magençia encogiendose con gran verguença, diziendo
que no acostumbraua beuer, reusó el vaso con miedo que Alçidamas no
la afrontasse; y teniendo lo mesmo los combidados trabajaron por le
apartar fuera, pero él juró por sus ordenes que sino daua vn fiador que
beuiesse por ella que se lo auia de derramar acuestas; y el cura de San
Miguel, que alcançaua buena parte deste menester se leuantó y dando a
entender que lo hazia por defender a la señora huespeda y empedir que
no la afrontasse Alçidamas, pues este se leuantó de su lugar y saliendo
en el medio de la sala dixo a Alçidamas: dame acá la copa, que yo
quiero cumplir por la señora Magençia; y ansi tomando el vaso en sus
manos beuio vn terrible golpe, que a juizio de todos igualó.
[910] G., amago determinado de arrojar sobre Magençia lo que en el vaso
quedó, pero el cura.
[911] G., tomó.
[912] G., y hizole.
[913] G., y Eustochio, cura de San Martin, porque a todos auia
injuriado con sus donayres; y por el contrario, en fabor de Alçidamas,
por ser sus vezinos y amigos viejos se leuantaron el sacristan de San
Miguel y el cura de San Juan y el cura de San Pedro y el cura de Santa
Marina.
MIÇILO.--Que, alli vino el cura de San Pedro? no faltarian gargajos y
importunidad en su vejez.
GALLO.--Alli vino con asco y desgraçia de todos; que en vna silla le
truxieron porque estaua muy enfermo.
[914] G., arroxadas.
[915] G., como graniço.
[916] G., en.
[917] G., a que las damas çerrassen las orejas y avn los ojos.
[918] G., y ansi a este tono si.
[919] G., este tiempo.
[920] G., con vna cuerda.
[921] G., de la sala, començaron.
[922] G., de sautoriçada.
[923] G., y proçedio el.
[924] G., por mi amor.
[925] G., hazian.
[926] G., dexauan.
[927] G., limpiarse el.
[928] G., suçias maneras de festejar, porque avn viles joglares se
desdeñarian tratarlas, por no perder credito con el auditorio. Estando
en esto que todos callauan.
[929] Falta este epígrafe en el ms.
[930] G., ayas.
[931] G., mio.
[932] G., fue infamado con peligro y jatura de mi honrra.
[933] G., que tenía.
[934] G., injurias.
[935] G., los.
[936] diziendo tú a todos que.
[937] G., los.
[938] G., en.
[939] G., ay estan en tu.
[940] G., bueluas.
[941] G., lo.
[942] G., dixe.
[943] G., la oyste.
[944] G., començaron todos a murmurar.
[945] G., vnos dezian que era aguda, a lo menos los amigos de
Etemocles, y dezian que era muy sabiamiente escripta, que bien pareçia
ser de letrado. Los contrarios dezian que no era muy cuerda y acusauan
a Etemocles de hombre gloton y dezian que la auia escripto como
afrontado por no le aver combidado a la fiesta y comida. Estando...
[946] G., graciosa.
[947] G., representó ingeniosamente la proçesion que hacen los
portugueses el dia de Corpus Cristi y predicó el sermon que ellos
suelen predicar el dia que celebran la batalla del Aljubarrota.
[948] G., despues tañendo con su laud començó en copla de repente a
motejar a todos quantos estauan en la mesa, sin perjudicar ni afrontar
a ninguno, y reyendo donayres.
[949] G., con el.
[950] G., dexando el.
[951] G., procuró por le.
[952] G., tomo.
[953] G., osasse.
[954] G., y cruel como de la Farsalia.
[955] G., acudio.
[956] G., y que el xoglar auia dado a Alçidamas con el palo vn gran
golpe que le descalabró mal. De manera que todos aquellos curas fueron
por el semejante heridos, qual en la cabeça, qual en el rostro; por lo
qual fue neçesario que todos los lleuassen a sus posadas a los curar.
Pues echada toda aquella gente arriscada fuera de la sala, se alçaron
las mesas y se tornaron los que quedaron a sosegar. Pero como el diablo
nunca sosiega de meter mal y dar ocasion a que suçeda siempre peor,
suçedio que Cleodemo, padrino, boluiendo a la carta de Etemocles,
porque sintio afrontado a Aristeneto y avn a aquellos religiosos que
junto a si tenía, dixo: ¿qué os parecede las elegantes razones de
Etemocles?
[957] G., torta.
[958] G., el.
[959] G., la.
[960] G., que la carta venia elegante muy cuerdamente escripto y como
de letrado.
[961] G., por lo qual.
[962] G., principalmente porque en lo que yo he dicho ninguna injuria
le hize, pues de todos es conoçido Etimoclides bien de quantos aqui
estan, y no me marauillo que responda por él, pues ambos tienen hecho
liga y monipodio en el trato de sus feligreses, y ansi an jurado ambos
a dos de no enterrar a ninguno en su feligresia.
[963] G., le dio con la copa de vino en el rostro, que le enuistio
todo del, y luego Zenotemides tomó a Cleodemo por la sobrepelliz y le
truxo al suelo y hizole dar con el rostro y cabeça en vn vanco, de que
mal le descalabró. En fin los frayles y misa cantano y los demas los
apartaron, y fue neçesario que Cleodemo se fuesse luego a su casa a
curar, y tambien Zenothemides se fue. Pues purgada la casa de todos
aquellos arriscados y belicosos capitanes, porque todos fueron de tres
recuentros heridos y sacados del campo, como te he contado...
[964] G., enbobeçidos.
[965] G., ver en gente de tanto exemplo tanto desman.
[966] G., pensaron que hazer.
[967] G., como fue echada.
[968] G., llegosse.
[969] G., Dionico al misa cantano.
[970] G., entiznole.
[971] G., y llenaronle fuera de.
[972] G., del.
[973] G., homo. MISÇILO. Propriamente lo pudo dezir.
[974] G., todo el lugar.
[975] G., Dime, gallo, en el entretanto que estas cosas pasauan, ¿que
pensauas tú?
[976] G., cosas se çelebrauan pensaua yo otras muchas.
[977] G., alta.
[978] G., letras.
[979] G., ellas.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO OCTAUO CANTO DEL GALLO
En el deçimo octauo canto o sueño que se
sigue el auctor muestra los grandes daños
que en el mundo se siguen por faltar la
verdad[981] de entre los hombres.
MIÇILO.--_Pues por tu buena ventura,
gallo, o Pithagoras, o como más te
quisieres llamar, de todas las cosas
tienes esperiençia que en el çielo y en
la tierra pueden aconteçer agora: yo
deseo mucho_ de ti saber me declares vna
admirable dubda que grauemente atormenta
mi spiritu sin poder hallar quién me
satisfaga con bastante respuesta. ¿De
dónde prouiene en algunos vna insaçiable
cobdiçia de mentir en quanto hablan, en
tanta manera que a sí mesmos con sumo
deleyte se saborean, como sepan que todo
es vanidad quanto dizen, y con suma
efficaçia tienen en atençion los animos
de los oyentes?
GALLO.--Muchas cosas son ¡o Micilo! las
que fuerçan algunas vezes los hombres
a mentir. Como es en los belicosos y
hombres de guerra se tiene por ardid
saber con mentira engañar al enemigo,
como en esta arte fue muy sagaz y
industrioso Ulises; y tanbien lo vsan
los cobdiçiosos de riquezas y honrras
mundanas por vender sus mercaderias y
auentajarse en sus contrataçiones. Pero
avnque todo esto sea ansi te ruego me
digas la ocasion que a saberlo te mueue?
MIÇILO.--Todo eso se sufre que me has
dicho por ofreçerse en esos casos
intereses que a mentir os[982] mueue.
Pero donde no se les ofreçe interes de
más que satisfazer[983] su apetito, ¿de
dónde les viene la inclinaçion a tan
nefando y odioso viçio? Que ay hombres
que en ninguna cosa ponen más arte,
cuydado y industria que en mentir sin
algun interes como al presente te quiero
contar. Bien conoçes a Demophon nuestro
vezino.
GALLO.--¿Es este rico que está en nuestra
vezindad?
MIÇILO.--Ese mesmo. Ya sabes que abrá
ocho dias que se le murio su muger. Pues
a esta causa por ser mi vezino y amigo
que sienpre me combidó a sus çenas y
çelebridades, quisele yr la noche passada
a visitar y consolar en su viudez.
GALLO.--Antes auias de dezir[984] a le
dar la buena pro haga.
MIÇILO.--Pues auianme dicho que con el
gran pessar que tenía de la muerte de su
muger estaua enfermo, y ansi le hallé
en la cama muy afligido y llorando, y
como yo entré y le saludé me reçibio con
alguna liberalidad mandandome sentar en
vna silla que tenía muy cerca de sí,
y despues que le vbe dicho aquellas
palabras que se suelen dezir en el comun:
señor, pessame de la muerte de vuestra
muger y de vuestro mal; començele a
inportunar me dixesse qué era la causa
que de nueuo le hazia verter lagrimas
auiendo ya algunos dias que se le auia
muerto la muger. A lo qual me respondio,
que no se le ofreçia cosa que más nueua
le fuesse que auersele muerto _la muger_,
su compañera la que él tanto amó[985]
en esta vida y de que tanto se deuia
perpetuamente acordar[986], y dixome que
estando alli en su cama solo _la noche
passada_ en consideraçion de la[987]
soledad _y miseria_ que le quedaua sin
su[988] amada Feliçia, que ansi se
llamaua su muger, pessandole mucho por
auerla desgraçiado[989] poco antes de
su muerte[990], porque rogandole ella
que le renouasse çiertas joyas de oro y
faldrillas que ella tenía de[991] otro
tiempo, no lo auia hecho, y que estando
muy apesarado pensando en esto, _por no
le auer complazido le apareçio_ Feliçia
increpandoles porque auiendole sido en
todo muy cunplido y liberal, auia sido
muy corto en lo que más hazia[992] a su
honrra, porque en su entierro y obsequias
no la auian acompañado el cabildo mayor
y cantores con musica, y porque no la
auian tañido las campanas con solenidad,
que llaman enpino, y que la lleuaron al
tenplo en vnas comunes andas auiendola de
lleuar en ataud; y otras cosas dixo del
paño que ençima de si lleuaua[993], si
era de brocado, luto o seda. Lo qual todo
pareçiendome _muy_ grandes disparates
y liuiandades me reí diziendo que se
consolasse mucho, que buen remedio tenía
tornando de nueuo a hazer las obsequias;
y por pareçerle que yo no lo creya lo
trabajó apoyar con grandes juramentos, y
por que via que mientra él más juraua yo
menos le creya, se leuantó en camisa de
la cama y se abajó inclinado de rodillas
en el suelo señalándome con el dedo las
señales de sus pies que alli auia dexado
y imprimido, y estaua todo el suelo tan
llano y tan igual que no se hallara vn
cabello de differençia aunque tuuierades
ojos de linçe; y ansi por me persuadir su
sueño se tornó a la cama donde sentado y
mandándose encorporar de[994] almohadas
_que le tuuiessen_ proçedio en cosas tan
monstruosas y tan sin orden _acerca de su
sueño y vision, y en loor de su mujer_
que no huviera[995] en el mundo tan vano
juizio que las creyera[996], hasta que
quebrada la cabeça de le oyr[997] me
despedi _dél_ y me vine[998] acostar.
GALLO.--Verdad es ¡o, Miçilo! que esas
cosas que Demophon _ay_ te conto no son
de creer de razonable juizio, porque
ya te he dicho lo que en la buelta de
las almas de los defuntos ay[999]. Pero
mira bien no incurras tú en vn genero
de incredulidad que tienen algunos
hombres, que ninguna cosa les dizen por
façil y comun que sea que la quieran
creer; pero marauillandose de todo, se
espantan y santiguan y todo dizen que
es mentira y monstruosidad. Lo qual
_todo_ es argumento de poca esperiençia
y saber. Porque como no han visto nada,
ni han leydo nada, qualquiera cosa que
de nueuo vean les pareçe ser hecho[1000]
por arte de encantamiento o embaymiento,
y por el semejante, qualquiera cosa
que de nueuo oyan y[1001] les digan se
encogen, espantan y admiran, y tienen por
aueriguado que la fingen siendo mentira
por vurlar dellos y los engañar. Pero
los sabios, los que todo lo han visto,
los que todo lo han leydo, todo lo
menospreçian, todo lo tienen en poco, y
ansi passando adelante lo rien _y_ mofan
_y_ tachan y reprehenden, mostrando auer
ellos visto mucho más sin comparaçion.
Ansi agora tú considera que no es peor
estremo, no creer nada, que creerlo todo,
y piensa que ninguna cosa puede imaginar
el entendimiento humano que no pueda
ser, y que marauilla es que todo lo que
puede ser, sea de hecho ya y acontezca.
Pues ansi agora yo, Miçilo, me temo si
no quieres creer cosa de quantas hasta
agora te he dicho, y pienses y sospeches
que todo ha sido mentira y fingido por te
dar passamiento, y ansi creo que menos
creras vn admirable aconteçimiento que
agora te queria contar, porque junto con
lo que hasta aqui te he contado exçede en
admiraçion sin comparaçion alguna a lo
que Demophon tu vezino te persuadio auer
visto.
MIÇILO.--Mira, gallo, _que_ entendido
tengo que todas las cosas verdaderas
que se dizen si bien se quieren mirar
muestran en sí vna verisimilitud que
fuerçan al entendimiento humano a las
creer; porque luego representan y reluze
en ellas aquella deidad de la verdad que
tienen en sí, y después desto tiene gran
fuerça la auctoridad del que las dize,
en tanta manera que avn la mesma mentira
es tenida por verdad. Ansi que por todas
estas razones soy forçado a que lo que
tú dixeres te aya yo de creer; por lo
qual, di, yo te ruego, con seguridad
y confiança, que ninguna cosa que tú
dixeres dubdaré, prinçipalmente que no ay
marauilla alguna que me marauille despues
que vi a tí siendo gallo hablar nuestra
lengua; por lo qual me persuades a creer
que tengas alguna deydad de beatitud, y
que por esta no podras mentir.
GALLO.--Por cierto yo queria çesar ¡o
Miçilo! de mi narraçion por auerla
interrumpido con alguna señal de dubda.
Dexaras en verdad de gozar de la más alta
y más feliçissima historia que _nunca_
hasta agora ingenio de historiador
ha[1002] escripto, y prinçipalmente por
narrartela yo que soy el que la passé.
Pero por la seguridad que al credito
y fe me tienes dada quiero proçeder,
porque no quiero pribarte del gusto y
deleyte admirable que en oyrla gozarás, y
verás despues que la ayas oydo de quanto
sabor te pribarás si por ignorar antes
lo que era menos preçiaras de lo oyr,
y conoçerás quanto amigo te soy y buen
apaniguado y familiar, pues no estimando
la injuria que me hazias con tu dubdar
te comunico tan gran beatitud. Por tanto
prestame atençion, que oy verás quan
elegante rectorico soy. Tú sabras, que en
vn tiempo siendo mançebo y cobdiçioso de
ver, vino nueua en Castilla que se auian
ganado en las partes oçidentales aquellas
grandes tierras de la Nueua España[1003]
que nueuamente ganó aquel animoso marques
del Valle, Cortés, y por satisfazer en
alguna manera el insaçiable animo de
mi deseo que tenía de ver tierras y
cosas nueuas determinéme de enbarcar, y
auenturarme a esta nauegaçion, y ansi
en este mesmo deseo me fue para la
çiudad y ysla de Caliz donde se hazia
el flete mas conueniente y natural para
semejante xornada; y llegado alli[1004]
hallé diez conpañeros que con el mesmo
affecto y voluntad eran venidos alli,
y como en aquella çiudad venian muchos
de aquella nueua tierra y nos dezian
cosas de admiraçion, creçianos mas el
apetito de caminar. Deziannos el natural
de las gentes, las costumbres, atauio
y dispusiçion; la diuersidad de los
animales, aues, frutas y mantenimientos
y tierra. Era tan admirable lo que
nos dezian juntamente con lo que nos
mostrauan los que de allá venian que
no nos podiamos contener[1005], y ansi
juntandonos veynte compañeros todos
mançebos y de vna edad, hecho pacto entre
nosotros inuiolable de nunca nos faltar,
y çelebradas las çerimonias de la[1006]
amistad con juramento solene fletamos vn
nauio vezcayno velero y ligero, todos
de bolsa comun, y con prospero tiempo
partimos vn dia del puerto, encomendados
a Dios, y ansi nos continuó siete dias
siguientes hasta que se nos descubrieron
las yslas fortunadas que llaman de
Canaria. Donde tomado refresco[1007]
despues de vista la tierra, con prospero
tiempo[1008] tornamos a salir de alli y
caminando por el mar al terçero dia _de
nuestro camino_ dos horas salido el sol
haziendo claro y sereno el çielo dixeron
los pilotos ver vna ysla de la qual no
tenian notiçia ni la podian conoçer, de
que estauan admirados y confusos por no
se saber determinar, poniendonos en gran
temor ansi a deshora, admirauanse más
turbados de ver que la ysla caminaua más
veniendo ella azia[1009] nosotros que
caminauamos nosotros para ella. En fin en
breue tiempo nos venimos tanto juntando
que venimos a conoçer que aquella que
antes nos pareçia ysla era vn fiero
y terrible animal. Conoçimos ser vna
vallena de grandeza increyble, que en
sola la frente con un pedaço del çerro
que se nos descubria sobre las aguas del
mar juzgauamos auer quatro millas. Venia
contra nosotros abierta la boca soplando
muy fiera y espantosamente que a diez
millas haçia retener el nauio con la
furia de la ola que ella arroxaua de sí;
de manera que viniendo ella de la parte
del poniente, y caminando nosotros con
prospero leuante nos forçaua calmar, y
avn boluer atras el camino. Venia desde
lexos espumando y turbando el mar con
gran alteraçion; ya que estuuimos más
çerca que alcançauamos[1010] a verla
más en particular pareçiansele los
dientes tan terribles cada vno como vna
montaña[1011] de hechura de _grandes_
palas; blancos como el fino marfil.
Venimos adelante a juzgar por la grandeza
que se nos mostró sobre las aguas, ser
de longura de dos mil leguas. Pues como
nos vimos ya en sus manos y que no le
podiamos huyr[1012] començamonos a
abraçar entre los compañeros, y a darnos
las manos con grandes lagrimas y alarido,
porque viamos el fin de nuestra vida y
compañia estar en aquel punto sin remedio
alguno, y ansi dando ella un terrible
empujon por el agua adelante y abriendo
la boca nos tragó tan sin embaraço _ni
estorbo_ de dientes ni paladar que sin
tocar en parte alguna con gauia, velas,
xarçia y muniçion _y obras muertas_
fuemos colados y sorbidos por la garganta
de aquel monstruoso pez sin lision alguna
del nauio hasta llegar a lo muy espaçioso
del estomago, donde auia vnos campos en
que cupieran otras veynte mil; y como
el nauio encalló quedamos espantados
de tan admirable suçeso sin pensar qué
podia ser, y avnque luego estuuimos algo
obscuros porque cerró el paladar para
nos tragar, pero despues que nos tuuo
dentro y se sosego traya abierta la boca
a la contina, de manera que por alli nos
entraua bastante luz, y con el ayre de su
contino resolgar nos entretenia el viuir
a mucho descanso y plazer. Pareçiome que
ya que no quiso mi ventura que yo fuesse
á las Indias por ver allá, que era esta
conuenible comutaçion, pues fortuna nos
forçaua en aquella carçel a ver y gustar
de admirables cosas que te contaré; y
mirando alrededor vimos muy grandes y
espaciosos campos de frescas fuentes
y arboledas de diuersas y muy suaves
flores y frutas, y ansi todos saltamos
en tierra por gustar y ver aquellas
estançias tan admirables. Començamos a
comer de aquellas frutas y a beuer de
aquellas aguas alegres y delicadas[1013]
que nos fue muy suaue refeçion. Estauan
por alli infinitos pedaços de hombres,
piernas, calaberas y huesos, y muchas
espinas y costillas de terribles peçes
y[1014] pescados, y otros enteros que
nos empidian el andar. Auia tablas,
maderos de nauios, ancoras, gauias,
masteles, xarçia, artilleria y muniçion,
que tragaua aquella fiera vestia por se
mantener[1015]. Pero salidos adelante
de aquella entrada a vn grande espaçio
que alcançamos a ver desde vn alto
monte más de quinientas leguas de donde
atalayamos[1016] grandes llanos y campos
muy fertiles, abundantes y hermosos. Auia
muchas aues muy hermosas y graçiosas, _de
diuersos colores adornadas en sus plumas
que eran de graçioso parecer_. _Auia_
aguilas, garças, papagayos, sirgueros,
ruyseñores y otras differençias espeçies
y generos de[1017] aues de mucha
hermosura. Pues proueyendo que algunos
compañeros que[1018] quedasen en[1019] la
guarda del nauio, les sacamos fuego del
pedernal y dexamos les mantenimiento de
aquellos manjares y carnes que trayamos
de nuestra prouision y matalotaje; y
ansi escogidos algunos compañeros nos
salimos a descubrir la tierra[1020].
Discurriendo pues por aquella deleytosos
y fertilissimos campos[1021] al fin
de dos dias, casi al puesto del sol,
desçendiendo de vna alta montaña a vn
valle de mucha arboleda, llegamos a vn
rio que con mucha abundançia y frequençia
corria vino muy suave; tan hondo y tan
caudaloso que por muchas partes podian
nauegar muy gruesos nauios. Del qual
començamos a beuer y a gustar, y algunos
de nuestros compañeros se començaron de
la beuida a vençer y se nos quedauan
dormidos por alli que no los podiamos
lleuar. Todas las riberas de aquel suaue
y graçioso rio estan[1022] llenas de muy
grandes y fertilissimas çepas cargadas
de muy copiosas vides _con sus_ pampanos
y raçimos muy sabrosos y de gran gusto;
de que[1023] començamos a cortar y
comer; y tenian algunas de aquellas çepas
figura y imagen de mugeres que hablando
en nuestra lengua natural nos convidauan
con agraçiadas palabras a comer dellas,
prometiendonos mucho dulçor. Pero a todos
aquellos que conuençidos de sus ruegos
y halagos llegauan a gustar de su fruto
los dormian y prendian alli, que no eran
libres para se mouer y las dexar, ni
los podiamos arrancar de alli. Destas,
de su frecuente emanar[1024] destilaua
vn continuo liquor que hazia yr al rio
muy caudaloso. Aqui en esta ribera
hallamos vn padron de piedra de dos
estados alto sobre la tierra, en la qual
estauan vnas letras griegas escriptas
que mostrauan ser de gran antiguedad,
que nos significauan[1025] auer sido
este el peregrinaje de Bacho. Passado
este graçioso rio por algunas partes que
se podia vadear, y subida vna pequeña
cuesta que ponia differençia entre este
valle de Bacho, desçendimos á otro no
menos deleyte[1026] y _de gran_ sabor.
De cuyo gusto y dulçor nos pareçia beuer
aquella beuida que dezian los hombres
_antiguos_ ser de los dioses por su
grande y admirable gusto, que llamauan
nectar[1027] y ambrosía. Este tenia vna
prodigiosa virtud de su naturaleza; que
si alguno escapado del rio de Bacho
pudiesse llegar a beuer deste licor era
marauillosamente consolado y sano de su
embriaguez, y era restituido en su entero
y primero juizio, y avn mejorado sin
comparaçion. Aqui beuimos hasta hartar,
y boluimos por los compañeros y quál a
braço, quál acuestas y quál por su pie
los traymos[1028] alli, y sanos caminamos
con mucho plazer. No lexos desta suaue
y salutifera ribera vimos salir humo,
y mirando más con atençion vimos que
se descubrian vnas caserias pobres y
pajizas, de lo qual nos alegramos mucho
por uer si habitaua por alli alguna gente
como nosotros con que en aquella prision
y mazmorra nos pudiessemos entender
y consolar. Porque en la verdad nos
pareçia ser aquello vna cosa fantaseada,
o de sueño, o que por el rasgo nos la
descriuia algun delicado[1029] pintor.
Pues con esta agonia que por muchos dias
nos hazia andar sin comer y[1030] beuer
sin nos defatigar, llegamos çerca de
aquellas casas, y luego en la entrada
hallamos vna vieja de edad increyble,
porque en rostro, meneo y color lo
monstró ser ansi. Estaua sentada entre
dos muy perenales fuentes, de la vna
de las quales manaua vn muy abundante
caño de miel, y de la otra mano corria
otro caño muy fertil y gruesso de leche
muy cristalino. Las quales dos fuentes
bajadas a un vallico que estaua junto
alli se juntauan[1031] y hazian ambas
el[1032] un rio caudal. Estaua la dueña
ançiana con vna vara en la mano, con
la qual con gran descuydo heria en la
fuente que tenia a su mano derecha que
corria leche, y a cada golpe hazia vnas
campanillas, las cuales corriendo por el
arroyo adelante se hazian muy hermosos
requesones, nazulas, natas y quesos como
ruedas de molino. Los quales todos quando
llegauan por el arroyo abajo donde se
juntauan con[1033] la fuente del miel
se hazian de tanto gusto y sabor que no
se puede encareçer. Auia en este rio
peçes de diuersas formas que sabian a
la[1034] miel y leche; y como nosotros
la vimos espantamonos por pareçernos
vna prodigiosa vision y ella por el
semejante en vernos _como_ vista subita
y no acostumbrada se paró. Pues quando
boluimos en nosotros, y con esfuerço
cobramos el huelgo que con el espanto
auiamos perdido, la saludamos con mucha
humildad, dubdosos si nos entendiesse la
manera de nuestra lengua, y ella luego
con apazible semblante dando a entender
que nos conoçia por conaturales en patria
y[1035] naturaleza nos correspondio
con la mesma salutaçion, y luego nos
preguntó; dezid hijos[1036] ¿quien
soys vosotros? ¿Acaso soys naçidos del
mar o soys naturales de la tierra como
nosotras? A la qual yo respondi: señora,
nosotros hombres somos, naçidos en la
tierra, y agora çerrados por infortunio
en el mar, encarçelados por nuestra
desuentura en esta monstruosa vestia,
dubdosos donde nuestra ventura nos
lleuará; y avnque nos pareçe que viuimos,
creemos que somos muertos; y agora
salimos por estos campos por ver quien
habitaua por aqui, y ha querido Dios que
os encontrassemos para nos consolar, y
que viesemos no ser nosotros solos los
encarçelados aqui; y ya que nuestra buena
uentura acá nos aportó, comunicanos tu
buena naturaleza y quál hado te metio
aqui[1037]; y si de alguna parte de
diuinidad eres comunicada prophetizanos
nuestra buena, o mala uentura: porque
preuenidos nos haga menor mal. Respondió
la buena dueña: ninguna cosa os diré
hasta que en mi casa entreis, porque
veo que venis fatigados. Sentaros eis
y comereis, que vna hija mia donzella
hermosa que aqui tengo os lo guisará y
aparejará; y como eramos todos moços y
nos habló de hija donzella y de comer,
todos nos regoçijamos en el coraçon, y
ansi entrando dixo la buena vieja[1038]
con vna boz algo alta quanto bastaua
su natural: hija, sal acá, apareja a
esta buena gente de comer. Luego como
entramos y nos sentamos en vnos poyos
que estauan por alli salio vna donzella
de la más bella hermosura y dispusiçion
que nunca naturaleza humana crió. La
qual avnque debajo de paños y vestidos
pobres y desarrapados representaua
çelestial diuinidad[1039], porque por
los ojos, rostro, boca y frente echaua
vn resplandor que a mirarla no nos
podiamos sufrir, porque nos heria con
vnos rayos de mayor fuerça que los del
sol y[1040] como tocaua[1041] el alma
eramos ansi como pauesa abrasados: y
rendidos nos prostramos a la adorar. Pero
ella haziendonos muestra con la mano,
con vna diuina magestad nos apartaua
de si, y mandandonos asentar con vna
presta diligençia nos puso vbas y _otras_
frutas muchas y muy suaues, y de vnos muy
sabrosos peçes; de que perdido[1042] el
miedo que por la reuerençia teniamos a
tan alta magestad comimos y beuimos de vn
preçioso vino quanto nos fue menester; y
despues que se leuantó la mesa y la vieja
nos vio sosegados començo a regoçijarnos
y a demandarnos le contassemos nuestro
camino y suçeso; y yo como vi que todos
mis conpañeros callauan y me dexauan
la mano en el hablar la conté muy por
orden[1043] nuestro deseo y cobdiçia con
que viuiamos muchos años en la tierra,
y nuestra junta y conjuraçion hasta el
estado en que estauamos alli, y despues
le dixe; agora tú, madre bienauenturada,
te suplicamos nos digas si es sueño esto
que vemos; quién soys vosotras y cómo
entrastes aqui. Ella nos dixo con vna
alhagueña humildad que de contentarnos
tenía deseo[1044]. O huespedes y hijos
amados, todos pareçe que traemos[1045] la
mesma fortuna, pues por juizio y voluntad
de Dios somos laçados aqui, avnque por
differentes[1046] ocasiones como oyreis.
Sabed que yo soy la bondad si la aueis
oydo dezir por allá; que me crió Dios en
la eternidad de su sér, y esta mi hija
es la verdad que yo engendré, hermosa,
graçiosa, apazible y afable, parienta muy
cercana del mesmo Dios, que de su cogeta
a ninguno desgraçió[1047], ni desabrio
si primero me quisiessen[1048] a mi.
Embionos Dios del çielo al mundo siendo
naçidas allá, y todos los que me reçeuian
a mí no la podian a ella desechar, pero
amada y querida la abraçauan[1049], como
a sí, y ansi moramos entre los primeros
hombres en las casas de los prinçipes
y reyes y señores que con nosotras
gouernauan y regian sus republicas en
paz, quietud y prosperidad. Ni auia
maliçia, cobdiçia, ni poquedad que a
engaño tuuiesse muestra. Andauamos muy
regaladas, sobrelleuadas y tenidas
de los hombres; el que más nos podia
hospedar y tener[1050] en su casa se
tenía por más rico, más poderoso y
más valeroso. Andauamos vestidas y
adornadas de preciosas joyas y muy alto
brocado. No entrauamos en casa donde
no nos diessen[1051] de comer y beuer
hasta hartar, y pessauales porque no
reçibiamos más; tanto era su buen deseo
de nos tener. Topauamos cada dia a la
riqueza y _a la_ mentira por las calles
por los lodos arrastradas, baldonadas
y escarneçidas; que todos los hombres
por la mayor parte por nuestra deuocion
y amistad las gritauan y corrian y las
echauan de su conuersaçion y compañia
como a enemigas de su contento y
prosperidad. De lo qual estas dos
falsarias y malas compañeras reçebian
grande injuria y vituperio, y con rabia
muy canina vuscauan los medios posibles
para se satisfazer. Juntauanse cada
dia en consulta _ambas_ y echauanse a
pensar y tratar qualesquiera caminos
faboreçiendose de muchos amigos que avn
trayan entre los hombres encubiertos
y solapados que no osauan pareçer de
verguença de nuestros amigos. Estas
malditas bastaron en tiempo a juntar gran
parte de gentes que por industria de la
cobdiçia[1052] los persuadieron yr a
descubrir aquellas tierras de las Indias,
Nueva España, Florida y Perú, _donde
vosotros dezis que yuades caminando,
de donde tanto tesoro salio_. Y estas
se las enseñaron y guiaron, dandoles
despues industria ayuda y fabor como
pudiessen en estas tierras traer grandes
tesoros[1053] de oro y de plata y joyas
preçiosas que estauan tenidas en menos
preçio allá[1054]. _Estas peruersas
dueñas los forçaron a aquel trabajo_
teniendo por aueriguado que estos tesoros
les serian bastante medio para entretener
su opinion y desarraigarnos del comun
conçibimiento de los honbres, en que
estauamos nosotras enseñoreadas hasta
alli[1055]; y ansi fue, que como fueron
aquellos honbres que ellas enbiaron en
aquellas partes y començaran a enbiar
tesoros de grande admiraçion, luego
començaron todos a gustar y a tener[1056]
_grandes rentas y hazienda_, y ansi
andando estas dos falsas hermanas _con
aquella parienta casi_ de casa en casa
les hizieron a todos entender que no auia
otra nobleza, ni otra feliçidad, ni otra
bondad sino tener[1057], y que el que
no tenía riqueza[1058] en su casa[1059]
era ruyn y vil, y ansi se fueron todos
corrompiendo y depravando en tanta
manera que no se hablaua ni se trataua
otra cosa en particular ni en comun; ya
desdichadas de nosotras no teniamos donde
entrar[1060] ni de quién nos faborezer.
Ninguno nos conoçia, _ni_ amparaua, ni
reçebia, y ansi andauamos a sombra de
texados aguardando a que fuesse de noche
para salir a reconoçer amigos, no osando
salir de dia, porque nos auian auisado
algunos que andauan estas dos traydoras
vuscandonos con gran conpañia para nos
afrontar do quiera que nos topassen;
prinçipalmente si fuesse en lugar solo
y sin testigos; y ansi nosotras madre y
hija nos fuemos a quexar a los señores
del Consejo Real del Emperador, diziendo
que estas falsarias se auian entremetido
en la republica muy en daño y corruptela
della, y porque a la sazon estauan
consultando açerca de remediar la gran
carestia que auia en todas las cosas
del reyno les mostramos _con argumentos
muy claros y infalibles_, como era
la[1061] causa auernos echado todos de
si, _la bondad y verdad madre y hija_,
y auerse entremetido estas dos[1062]
peruersas hermanas riqueza y mentira,
_y la cobdiçia_ las quales dos si se
tornaua a expeler[1063] nos ofreçiamos _y
obligauamos_ de boluer todas las cosas
a su primero valor y antiguo, y que en
otra manera auia de yr[1064] de peor en
peor, y nos quexamos que nos amenaçauan
que nos auian de matar; porque ansi
eramos auisadas, que con sus amigos y
aliados que eran ya muchos nos andauan
a vuscar[1065] procurando de nos auer;
y los Señores del Consejo nos oyeron
muy bien y se apiadaron de nuestra
miseria y fortuna y nos mandaron dar
carta de amparo y dixeron que diessemos
informaçion cómo aquellas nos andauan a
vuscar para nos afrontar y que harian
justizia; y con esto nos salimos del
Consejo, y yendo por vna ronda pensando
yr más seguras por no nos encontrar con
nuestras enemigas[1066], fuemos espiadas
y salen a nosotras en medio de aquella
ronda y tomannos por los cabellos a
ambas a dos y traxieronnos por el polvo
y lodo gran rato arrastrando y dieronnos
todos quantos en su compañia lleuauan
muchas coçes, puñadas y bofetadas, y
por ruyn se tenía el que por lo menos
no lleuaua vn pedaço de la ropa en las
manos. En fin nos dexaron con pensamiento
que no podiamos viuir[1067], y ansi
como de sus manos nos vimos sueltas,
cogiendo nuestros andrajos, cubriendonos
lo más honestamente que pudimos nos
salimos de la çiudad, no curando de
informar á justiçias, temiendonos que
en el entretanto que informauamos nos
tornarian a encontrar, y nos acabarian
aquellas maluadas las vidas; y ansi
pensando que como en aquellas tierras
de la Nueua España[1068] quedauan sin
aquellos tesoros, y las gentes eran
simples y nueuas en la religion, que
nos acogerian allá; enuarcamos en vna
nao, y agora pareçenos que porque[1069]
no nos quiere reçebir[1070] nos ha
tomado en si el mar, y ha echado esta
vestia que tragandonos nos tenga presas
aqui rotas y despedaçadas como veys.
Maravillados[1071] deste aconteçimiento
las pregunté como era posible ser en
tan breue tienpo desanparadas de sus
amigos que en toda la çiudad ni en otros
pueblos comarcanos no hallassen de quién
se amparar y socorrer. A lo qual la
hija sospirando, como acordandose de la
fatiga y miseria en que en aquel tienpo
se vióO huesped dichoso! si el coraçon
me sufriesse a te contar en particular
la prueba que de nuestros amigos hize,
admirarte has de ver las fuerças que
tuuieron aquellas maluadas: temome que
acordandome de tan grande injuria fenezca
yo oy. Tu sabras que entre todos mis
amigos yo tenia vn sabio y ançiano juez,
el qual engañado por estas maluadas y
aborreçiendome a mi, por augmentar en
gran cantidad su hacienda torçia de cada
dia las leyes, peruertiendo todo el
derecho canonico y çeuil; y porque vn
dia se lo dixe, dandome un enpujon por
me echar de si me metio la vara por vn
ojo que casi me lo sacó: y mi madre me
le restituyó a su lugar[1072]; y porque
a vn escriuano que estaua[1073] ante
él la dixe que passaua el arançel me
respondio que sino reçibiesse más por las
escripturas de lo que disponian los Reyes
que[1074] no ganaria para çapatos, ni avn
para pan; y porque le dixe que porqué
interlineaua los contratos, enojandose me
tiró con la pluma vn tildon por el rostro
que me hizo esta señal que ves aqui que
tardó vn mes en se me sanar; y de alli me
fue a casa de vn mercader y demandéle me
diesse vn poco de paño de que me vestir,
y él luego me lo puso en el mostrador, en
el qual, avnque de mi naturaleza yo tenía
ojos más perspicaces que de linçe, no
le podia ver, y rogandole que me diesse
vn poco de más luz se enojó. Demandéle
el preçio rogandole _que_ tuuiesse
respecto a nuestra amistad, y luego me
mostró vn papel que con gran juramento
juró[1075] ser aquel el verdadero valor
y coste que le tenía, y que por nuestra
amistad lo pagasse por alli; y yo afirmé
ser aquellos lexos de mí, y porque no
me entendio esta palabra que le dixe me
preguntó qué dezia. Al qual ya repliqué
que aquel creya yo ser el coste, cargando
cada vara de aquel paño quantas gallinas
y pasteles, vino, puterías y juegos y
desordenes en la feria y por el camino
auian él y sus criados pasado quando
fueron por ello[1076].
MIÇILO.--Y lo mesmo es en todos quantos
offiçios ay en la republica; que no hay
quien supla las costas comer y beber,
juegos y puterias de los offiçiales, _en
la feria y do quiera que estan; y halo de
pagar el que dellos va a comprar_.
GALLO.--De lo qual reçibio tanta injuria
y yra que tomando de vna vara con que
medir en la tienda me dio vn palo en
esta[1077] cabeça que me descalabró
muy[1078] mal, y despues tendida en
el suelo me dio más de mil; que si no
fuera por gentes que passaron[1079] que
me libraron de sus manos me acabara
la vida con su rabiosa furia; con que
avn juraua que se lo auia de pagar si
me pudiesse auer, por lo qual no osé
aportar mas allá[1080]. De alli me lleuó
mi madre a vn çirujano, al qual rogo
con gran piedad que me curasse y él le
dixo que mirasse que le auia de pagar,
porque la cura seria larga y tenia
hijos y muger que mantener, y porque
no teniamos qué le dar, mi madre me lo
vntó con un poco de açeyte rosado, y en
dos dias se me sanó. Fueme por todos
aquellos que hasta entonçes yo auia
tenido en mi familiaridad, y hallé los
tan mudados que ya casi no los conoçia
sino por el nonbre, porque auia muchos
que yo tenia en mi amistad _que eran_
armeros, malleros, lançeros, espeçieros,
y en otros generos de offiçios llanos y
humildes contentos con poco, que no se
queria apartar del regaço de mi madre y
mio, _vnidos comigo_; los quales agora
aquellas dos falsas hermanas[1081] los
tenian encantados, locos, soberuios y muy
fuera de sí, muy sublimados en grandes
riquezas de canbios y mercaderias y
_puestos ya_ en _grandes_ honrras de
regimientos _con hidalguias fingidas y
compuestas_ ocupados en exerçicios de
caualleros, de[1082] justas y juegos de
cañas, _gastando con gran prodigalidad
la hazienda y sudor de los pobres
miserables_. _Estos_ en tanta manera se
estrañaron de mí que no los osé hablar,
porque acaso ayrados no me hiriessen y
uituperassen como auian hecho los otros:
y porque pareçe que los eclesiásticos
auian de permaneçer en la verdadera
religion y que me acogerian me fue a
la iglesia mayor donde concurren los
clerigos y saçerdotes[1083] donde solia
yo tener muchos amigos; y andando por
ella a vuscar clerigos no hallé sino
grandes cuadrillas y compañias de monas
o ximios que me espantaron. Los quales
con sus roquetes, sobrepellizes y capas
de coro andauan por alli cantando
en derredor[1084]. Marauillauame de
uer[1085] vnos tan graçiosos animalejos
criados en la montaña imitar[1086] todos
_los offiçios y_ exerçiçios de saçerdotes
tan al proprio y natural _a lo menos_ en
lo exterior; y viniendo a mirarlos debajo
de aquellos vestidos eclesiasticos _y
ornamentos benditos_ descubrian el vello,
golosina, latroçinio, cocar y mofar,
rustiçidad y fiereza que tienen puestos
en su libertad en el campo[1087].
Acordéme auer leydo de aquel rey
de Egipto, de quien escriuen los
historiadores[1088] que quiso enseñar a
dançar vna quadrilla de ximios y monas,
vestidos todos de grana, por ser animal
que más contra haze los exerçiçios del
honbre; y andando vn dia metidos todos
en su dança, que las traya el maestro
ante el Rey, se allegó a lo ver vn
philosopho y echó vnas nuezes en medio
del corro y dança; y como conoçieron
los ximios ser la fruta y golosina,
desanparando el teatro, maestro y Rey,
se dieron a tomar de la fruta[1089] y
mordiendo y arañando a todos los que en
el espectaculo estavan, rasgando sus
vestidos echaron a huyr _a la montaña_,
y avn yo no lo pude creer que aquellos
eran verdaderos ximios y monas si no
me llegara a vno que representó mas
sanctidad y dignidad al qual tentandole
con la tenta en lo interior, rogandole
que pues era saçerdote y me pareçia más
religioso, me dixesse vna missa por mis
defuntos, y pusele la pitança en la
mano, y él muy hinchado me dio con el
dinero en los ojos diziendo que él no
dezia misa, que era vn arçediano, que no
queria mi pitança; que sin dezir misa en
todo el año passaua y se mantenia él y
vna gran trulla de honbres y mugeres que
traya en su casa[1090]; y como yo le oy
aquello no pude disimular tan barbaro
genero de ypocresia y soberuia, viendo
que siendo mona representara vna persona
tan digna y tan reuerenda en la iglesia
de Dios[1091]. Acordeme de aquel asno
cumano, el qual viendose vn dia vestido
de vna piel de leon, queria pareçer leon
asombrando con grandes roznidos a todos,
hasta que vino vno de aquellos cumanos
que con vn gran leño nudoso le hirio tan
fuertemente que reprehendiendole con
palabras le desengañó y le hizo[1092]
entender que era asno y no leon, y ansi
le abajó su soberuia y locura; y ansi yo
no me pude contener que no le dixesse:
Pues señor ¿el arçedianazgo depone el
saçerdoçio que no podeis[1093] dezir
missa? y él se enojó tanto que me conuino
huyr de la iglesia, porque ya miraua por
sus criados que me hiriessen. En estos y
semejantes cuentos nos estuuimos gran
parte del dia hasta que su madre le
mandó que no proçediesse adelante porque
reçebia dello mucha pena; y yo enamorado
della me ofreçí a su perpetuo seruiçio
pareçiendome que en el mundo no auia cosa
más perfeta que desear, y ansi pense si
querria, por viuir en aquella soledad y
prision darseme por muger; _pero no me
atreui hasta mirarlo mejor_. Salimonos
luego[1094] todos en su compañia por
aquellos campos, fuentes y praderias
por tomar solaz, porque eran aquellas
estançias llenas de todo gusto y deleyte.
No auia por alli planta alguna que no
fuesse de dulçura admirable por ser
regadas por aquellas dos fuentes de leche
y miel. En esta conuersaçion y compañia
nos tuuieron muchos dias muy a nuestro
contento, y acordandonos de nuestros
conpañeros que dexamos en el nauio
pensamos que sería bueno yrlos a vuscar
y traerlos a aquella deleytosa estançia,
porque gozassen de tanta gloria, y ansi
demandando licençia a la madre y hija
guiandonos como por señas _al camino_
boluimos por los visitar, prometiendo
boluernos luego para ellas[1095] y ansi
començamos a caminar, y passando aquellos
dulçes y sabrosos rios venimos al de
Bacho, el qual passado[1096] por los
vados, hallamos ya casi por moradores
naturales a nuestros conpañeros, casados
con aquellas çepas que dixe estar por
aquellas riberas, que tenian figura y
natural de mugeres: de las quales no los
podimos desapegar sin gran dificultad y
trabajo, porque los tenian ya cogidos
con gran affiçion. Pero con gran cuydado
trabajamos despegarlos de alli, y porque
nos temimos no poderlos llevar a la
casa de la verdad, por pensar que no
açertariamos[1097] acordamos probar a
salir de aquella carçel mazmorra[1098],
pensando que si saliesemos con ello seria
vna cosa admirable: y que terniamos más
que dezir[1099] que de las Indias _si
allá fueramos_, ni de los siete milagros
del mundo; y ansi pense vna industria
que çierto nos valio, y fue que yo hize
poner a punto de nauegar todo el nauio,
xarçia y obras muertas _y compañeros_,
y hize luego enbarcar todo lo neçesario
para caminar, y quando todo estuuo a
punto hezimos ingenios con que llegamos
el nauio hasta meterle por la garganta de
la vallena, y como la juntamos al pecho
que le ocupamos la entrada al paladar nos
lançamos todos en el nauio, y con fuertes
arpones, lanças, picas y alabardas
començamos a herirle[1100] en la
garganta, y como aconteçe a qualquiera
de nosotros si tiene en la garganta
alguna espina que acaso tragó de algun
pez que le fatiga, que comiença de toser
por la arrancar, y ansi la vallena quanto
más la heriamos[1101] más se afligia con
toser, y a cada tos nos echaua çinquenta
leguas por la garganta adelante, porque
çierto reçebia gran congoja y fatiga que
no podia sosegar, y tanto continuó su
toser que nos lançó por la boca a fuera
muy lexos de si sin algun daño ni lision;
y como escarmentada y temerosa del
passado tormento y pena huyó de nosotros
pensando auer escapado de vn gran mal; y
ansi dando todos muchas graçias a Dios
guiamos por boluer a nuestra España
deseosos de desengañar a todos que se ha
ydo la verdad huyendo de la tierra: por
lo qual no te marauilles, Miçilo, sino te
la dixo tu vezino Demophon, y avn si no
la vieres ni oyeres en el mundo de oy más.
MIÇILO.--¡O soberano Dios, qué me has
contado oy! ¡Que es posible, gallo, que
está oy el mundo sin la verdad!
GALLO.--Como oyes me aconteçió.
MIÇILO.--Por cierto cosa es de
admiraçion: y me pareçe que si el mundo
está algun tiempo ansi, en breue se
destruira y se acabará de perder. Por
tanto supliquemos con lagrimas de grande
affecto a Dios nos quiera restituir en
tan soberano bien de que somos pribados
hasta aqui; y agora, pues es venido el
dia, dexa lo demas para el canto que se
siguirá.
_Fin del déçimo octauo canto del gallo._
NOTAS:
[980] G., lo.
[981] G., verdad del mundo.
[982] G., les.
[983] G., saber.
[984] G., Mas propiamente dixeras.
[985] G., amaua.
[986] G., que perpetuamente se deuia acordar della.
[987] G., su.
[988] G., y de su amada.
[989] por vna desgraçia que le auia hecho.
[990] G., antes que murio, y es que.
[991] G., hechas a.
[992] G., tocaua.
[993] G., que las andas cubria.
[994] G., con.
[995] G., aura.
[996] G., crea.
[997] G., de sus vanidades.
[998] G., a acostar.
[999] G., te dixe lo que ay en la verdad açerca de las animas de los
defuntos.
[1000] G., hecha.
[1001] G., que.
[1002] ingeniosissimos historiadores han.
[1003] G., las Indias, Mexico, Nueua España y Peru.
[1004] G., donde llegando.
[1005] G., sufrir.
[1006] G., nuestra.
[1007] nuestro fresco.
[1008] G., viento.
[1009] R. (_Tachado_) cara.
[1010] G., alcançamos.
[1011] de terrible grandeza.
[1012] G., euadir.
[1013] G., sabrosas y delicadas aguas.
[1014] G., hombres, espinas y huesos de.
[1015] G., artilleria, hombres y otros muchos animales que tragaua por
se mantener.
[1016] G., vimos.
[1017] G., graçiosas aues.
[1018] G., se.
[1019] G., a.
[1020] y dexandoles la neçesaria prouision, la mayor cantidad de
nosotros fuemos de acuerdo que fuessemos a descubrir la tierra por la
reconoçer.
[1021] G., deleytosa y fertilissima tierra.
[1022] G., estauan.
[1023] G., los quales.
[1024] G., manar.
[1025] G., que dezian.
[1026] G., deleytoso.
[1027] G., a la qual llamaron del netar.
[1028] trauximos.
[1029] G., ingenioso.
[1030] G., ni.
[1031] G., mezclauan.
[1032] G., vn.
[1033] G., se mezclaua la.
[1034] G., tenian sabor del.
[1035] G., por de vna naturaleza.
[1036] G., hijos, ¿quál ventura os ha traydo en esta tierra, o quál
hado o suerte os ençerro en esta carçel y mazmorra?
[1037] G., señora, no sabemos hasta agora dezir si nuestra buena o mala
fortuna nos ha traydo aqui, que avn no emos bien reconoçido el bien o
mal que en esta tierra ay; solo sabemos ser tragados en el mar por vn
fiero y espantoso pez, donde lançados creemos que somos muertos, y para
esperiençia o mas çertidumbre desto, nos salimos por estos campos por
ver quién habitaua por aqui; y ha querido Dios que os encontrassemos y
esperamos que sera para nuestra consolaçion, pues vemos no ser nosotros
solos los encarçelados aqui. Agora querriamos de ti, señora, saber
quién eres; que hazes aqui; si eres naçida del mar o si eres natural de
la tierra como nosotros.
[1038] G., vieja en su casa, dixo.
[1039] G., dignidad.
[1040] G., que.
[1041] tocauan.
[1042] G., diendo.
[1043] G., estenso.
[1044] G., que de contentarnos mostraua tener deseo, dixo:
[1045] G., tenemos.
[1046] G., diuersas.
[1047] G, de sagrado.
[1048] G., quisiesen.
[1049] G., amauan.
[1050] G., tenia.
[1051] G., diessen abundantemente.
[1052] de vna dueña parienta suya que se llama la cobdiçia.
[1053] G., piezas y cargas.
[1054] G., que de los de aquella tierra estauan menospreçiadas y
holladas, reconoçiendo su poco valor.
[1055] G., conçebimiento nuestra amistad con la qual estauamos nosotras
enseñoreadas en la mayor parte de la gente hasta alli.
[1056] G., poseer.
[1057] G., ser rico vn hombre.
[1058] G., poseya.
[1059] G., a la riqueza.
[1060] G., nos acoger.
[1061] G., ser la.
[1062] G., y auer estas.
[1063] G., las quales si se remediauan y se echauan fuera.
[1064] G., verian como neçesariamente yrian las cosas.
[1065] G., vuscando.
[1066] G., nuestros enemigos.
[1067] G., y salteadas en medio de aquella ronda, y saliendo a nosotras
nos tomaron por los cabellos a ambas y truxieronnos por el poluo y
lodo gran rato arrastrando, y dieronnos todos quantos en su compañía
lleuauan muchas coçes, puñadas y bofetadas, que por ruyn se tenía el
que por lo menos no lleuaua en las manos vn buen golpe de cabellos ó vn
pedaço de la ropa que vestiamos. En fin nos dexaron con pensamiento que
no podiamos mucho viuir.
[1068] G., de Indias nueuas.
[1069] G., pues.
[1070] G., sufrir.
[1071] G., Y marauillandonos todos.
[1072] G., torno adereçar.
[1073] escreuia.
[1074] G., si por la tassa del arançel en la paga de los derechos se
huuiese de seguir.
[1075] G., afirmo.
[1076] G., auian hecho él y sus criados en la feria y por el camino de
yr y venir allá.
[1077] G., la.
[1078] G., hirió.
[1079] G., que si no me socorrieran las gentes que pasauan.
[1080] G., y quedó jurando que si me tomaua en algun lugar o boluia más
alli, que me acabaria; y ansí yo nunca más bolui allá.
[1081] G., aquellas falsarias.
[1082] G., en.
[1083] G, los saçerdotes y cleriçia.
[1084] G., andauan paseandose por alli, y otros cantando en el coro.
[1085] G. Marauillauame que.
[1086] G, imitassen.
[1087] G., tienen en la montaña.
[1088] G., escriue Luçiano.
[1089] G., ximios o monas, y para esto los vistio todos de grana, y
andando vn dia metidos en el teatro en su dança con vn maestro de aquel
exerçiçio al qual los encomendó, se allegó a lo ver vn philosopho que
conoçia bien el natural de aquel animalexo y echóles vnas nuezes en el
medio del corro donde andauan dançando, y los ximios como conoçieron
ser nuezes, fruta apropriada a su golosina, desamparando el teatro,
corro y maestro se dieron a tomar de la fruta.
[1090] G., no dezia missa en todo el año, y que se mantenia él y vna
gran familia que tenía, de la renta de su dignidad.
[1091] G., _añade_: que dezian ser arçediano.
[1092] G., haziendole.
[1093] G., podais.
[1094] y ansi nos salimos.
[1095] G., a su compañia.
[1096] G., passando.
[1097] G., no açertar a la casa de la verdad.
[1098] G., prision y carçel.
[1099] G., contar.
[1100] G., herirla.
[1101] G., nosotros la dauamos.
ARGUMENTO
DEL DEÇIMO NONO CANTO[1102]
En el deçimo nono canto que se sigue el
auctor trata del trabajo y meseria que ay
en el palaçio y seruiçio de los prinçipes
y señores, y reprehende a todos aquellos
que teniendo alguna habilidad para
algun offiçio en que ocupar su vida, se
priban de su bienauenturada libertad que
naturaleza les dio, y por viuir en viçios
y profanidad se subjetan al seruiçio de
algun Señor.
GALLO. MIÇILO.
GALLO.--Muchas son las cosas, o ¡Miçilo!
que en breue te he narrado, en diuersos
estados de la vida aconteçidas. Caydas
y leuantamientos, yerros, engaños de
todas las condiçiones de los hombres, las
quales como honbre esperimentado te lo
he con palabras trabajado pintar, tanto
que en algunos aconteçimientos te ha
pareçido estar presente, por te conplazer
y agradar, y _por_ hazer el trabajo de
tu vida que con tu flaqueza se pudiese
compadeçer; y ya querria que me dixesses
qué te pareçe de quanto te he mostrado,
quanto sea verdad el tema de mi dezir que
tomé por fundamento para te probar quanto
esté corrompida la regla y orden de vibir
en los honbres y quan torçido vaya todo
el comun. Deseo agora de ti saber quál
es el estado que en el mundo te pareçe
más contento y más feliz, y de dónde se
podria dezir que mi thema, fundamento y
proposiçion tenga menos cabida y de que
no se pueda de todo en todo verificar.
Habla, yo te ruego, tu pareçer: porque
si por falta de esperiençia te pareçiere
a ti que de algun estado no se pueda con
justa razon dezir, yo trabajaré como bien
esperimentado de te desengañar; y quiero
que oy passemos en nuestra conuersaçion
mostrandote que ya en el mundo no aya
estado ni lugar que no esté deprabado, y
en que el honbre pueda parar sin peligro
y corroto de su viuir.
MIÇILO.--Por çierto, gallo, yo puedo con
gran razon gloriarme de mi feliçidad,
pues entre todos los mortales alcançé
tenerte a ti en mi familiar conuersaçion,
lo qual tengo por pronostico de
mi futura beatitud. No puedo sino
engrandeçer tu gran liberalidad, de la
qual has comigo vsado hasta aqui, y me
admira tu esperiençia y gran saber, y
prinçipalmente aquella eloquençia con
que tantas y tan diuersas cosas me has
narrado; en tanta manera que a todas me
has hecho tan presente como si passaran
por mí. He visto muy bastantemente la
verdad de tu thema y proposiçion, en que
propusiste probar todos los honbres tener
engaño y en ningun estado auer rectitud.
Preguntasme agora te diga qué dubda o
perplegidad aya en mi spiritu de que me
puedas satisfazer. Çiertamente te quiero
confesar vn pensamiento notable que tuue
desde mi juuentud; y; avn agora no estoy
libre dél; y es que siempre me admiró el
estado de los ricos y poderosos prinçipes
y señores del mundo; no solamente
estimandolos en mi coraçon a ellos por
bienauenturados como a poseedores y
señores de aquellas riquezas, aparatos
y familias que poseyan[1103], pero aun
me tuuiera por bienauenturado si como
ministro y criado de alguno de aquellos
mereçiera yo frequentar su familiaridad,
seruiçio y conuersaçion. Porque aunque
no estuuiera yo en el punto de la
bienauenturança que ellos tienen como
poseedores y señores, a lo menos me
contentara si por criado y apaniguado yo
pudiera gozar de aquella poca feliçidad
y contento que dan aquellos aparatos
y riquezas a solo el que los ve; y lo
mesmo tengo agora, en tanta manera, que
si me faltasses a me entretener la vida
miserable que padezco me yria para allá,
prinçipalmente viendome tan perseguido
de pobreza que me pareçe muchas vezes,
que viuir en ella no es vibir, pero muy
miserable muerte[1104], y me ternia por
muy contento si la muerte me quisiesse
lleuar antes que passar en pobreza acá.
GALLO.--Admirado me has, ¡o Miçilo!
quando auiendote mostrado hasta agora
tanta diuersidad de cosas y los grandes
infortunios que esten anejos y como
naturales a todos los estados de los
honbres, a solo el de los ricos tienes
inclinada la afiçion, a los quales
el trabajo es tan natural; y más me
marauillo quando quexandote de tu estado
feliçissimo diçes que por huyr de la
pobreza ternias por bien trocar tu
libertad y nobleza de señor en que agora
estás por la seruidumbre y captiuerio a
que se someten los que viuen de salario
y merçed de algun rico señor; yo condeno
este tu deseo y pensamiento por el mas
herrado y miserable que en el mundo ay,
y ansi confio que tu mesmo te juzgaras
por tal quando me acabes de oyr. Porque
en la verdad yo en otro tiempo fue desa
tu opinion, y por experiençia lo gusté
y me subjeté a esa miseria; y te hago
saber, por el Criador, que acordarme
agora de lo que en aquel estado padeçí
se me vienen las lagrimas a los ojos,
y de tristeza se me aflixe el coraçon,
como de acordarme[1105] de auerme visto
en vna muy triste y profunda carçel,
donde todos los dias y noches aherrojado
en grandes prisiones, en lo obscuro
y muy hondo de vna torre, amarrrado
de garganta, de manos y pies passé
en lagrimas y dolor; ansi aborrezco
acordarme de aquel tienpo que como sieruo
subjete a señor mi libertad; que se me
espeluçan los cabellos, y me tienblan
los mienbros como si me acordasse agora
de vna gran tenpestad en que en el
golfo de Ingalaterra, y otra que en el
archipielago de Greçia en otro tienpo
passé. Quando me acuerdo de aquella
contrariedad de los vientos que de todas
partes nos herian el nauio, el mastel y
antena roto y las velas echadas al mar,
ya sin remo ni gouernalle ni juizio que
lo pudiesse regir. Vernos subir vna vez
por vna ola que por una gran montaña
de agua nos lleuaua a las estrellas,
y despues desçendir a los abismos, y
façilmente boluernos a cubrir de agua
otra ola que venia por sobre puente y
plaza del nauio como si ya sorbido el
caxco nadaramos a pie por el mar. ¡Hay!
que no lo puedo dezir sin sospiro;
quando me acuerdo vernos yr con toda la
furia que los vientos nos podian lleuar
a enuestir con el nauio en vna muy
alta roca que parecia fuera del agua,
y por comiseraçion de Dios incharse
tanto el mar, que cubierta la roca de
agua fuemos lleuados por çima en gran
cantidad sin alcançar a picar el nauio
en ella. Por lo qual, ¡o Miçilo! porque
no te puedas quexar en algun tienpo de
mí, que te fue mal amigo y consejero,
y que viendote inclinado a ese yerro y
opinion no aconsejé bien descubriendote
el veneno que en este miserable çeuo
está ascondido, y el daño que despues
de tragado el ançuelo tiene en sí la
meluca y bocado que alli deseais comer.
Mas antes quiero que teniendo el manxar
en la boca bomites la sangre con el
dolor antes que prendiendo la punta en
el paladar miserablemente arroxes la
vida[1106]. Antes que vengas en este
peligro te quiero amonestar como amigo,
descubriendote la perdiçion[1107] que
en este miserable estado de sieruo está
ascondido porque en ningun tienpo te
puedas quexar de mí: y si lo que yo te
dixere no fuere verdad, si lo probar
quisieres, entonçes dirás con justa razon
que soy el más fabuloso mentiroso que en
el mundo ay, y no te fies otra vez de mí;
y todo lo que en este proposito dixere
quiero dezir prinçipalmente por ti,
Miçilo, por satisfaçer a tu perplegidad;
y despves quiero que tanbien entiendan
por si todos quantos en el mundo son,
los quales son dotados de naturaleza de
alguna habilidad para aprender, o que
saben ya algun arte mechanica, la qual
tomada por officio cotidiano, trabajando
a la contina se puedan mantener. O
aquellos que en alguna manera se les
comunicó por su buen natural alguna
sçiençia, gramatica, rectorica, o
philosophia. Estos tales mereçian ser
escupidos y negados de su naturaleza
si dexando el exerçiçio y ocupaçion
destas sus sçiençias y artes que para
la conseruaçion de su bienauenturada
libertad les dio, si repudiada y echada
de si se lançan en las casas de los
prinçipes y ricos honbres a seruir por
salario, preçio, xornal y merçed. Con
solos aquellos no quiero al presente
hablar que el vulgo llama truhanes,
chocarreros, que tienen por offiçio
lisonjear para sacar el preçio miserable.
Que estos tales son locos, neçios,
bobos: y porque sé que en los tales ha
de aprouechar poco[1108] mi amonestaçion
dexarlos he, pues naturaleza los dexó
privados del sumo bien, que es de juiçio
y razon con que pudiessen diçernir la
verdad, y ansi pues ella los dexó por la
hez y escoria de los honbres que crió, no
la quiero con mi buen consejo al presente
repugnar ni contradezir, corrrigiendo lo
que ella a su proposito formó; y tanbien
porque estos tales son tan inutiles y
tan sin habilidad que si les quitassemos
por alguna manera este su modo de viuir
no restaua sino abrirles el sepulcro
en que los enterrar; y ansi ellos por
esta causa no les es alguna culpa ni
injuria si afrontados y vituperados de
sus señores sufren sin sentir con tal que
les paguen su xornal vilissimo y interes.
Viniendo pues al proposito de nuestra
intinçion, harto pienso que haré oy,
Miçilo, si con mi elocuençia destruyere
aquellas fuertes razones que tienen a ti
y a los semejantes _secaçes_, peruertida
y conuençida vuestra intinçion; porque
neçesariamente han de ser de doblada
efficaçia las mias, pues a las vuestras
tengo de echar de la posession y
fortaleza en que estauan señoreadas hasta
aqui, y deuo mostrar ser flacas y de
ningun valor y que de aqui adelante no
tengais los tales con qué os escusar,
encubrir y defender. Quanto a lo primero
dizes tú, Miçilo, ser tan brauo enemigo
la pobreza en el animo generoso, que por
no le poder sufrir te quieres acoger a
los palaçios y casas de los poderosos y
ricos honbres, en cuya seruidunbre te
piensas enrriquezer viuiendo por merçed,
preçio, y xornal. ¿Dizes esto, Miçilo?
MIÇILO.--Eso digo, gallo, ser ansi; y no
solo yo, pero quantos honbres en el mundo
ay.
GALLO.--Por çierto, Miçilo, ya que tienes
aborreçida la pobreza en tanta manera que
más querrias morir que en ella vibir;
yo no hallo quanto remedio os sea para
huyr della lançaros a la seruidunbre
del palaçio, ni me fatigaria mucho en
persuadir a los que esa vida seguis por
remedio de vuestra neçesidad el valor y
estima en que la propria libertad se deue
tener. Pero si yo veo por experiençia que
el palaçio no es a los tales menesterosos
sino como vn xaraue, o flaca mediçina
que algun medico da al enfermo por
entretenerle en la vida quedando sienpre
el fuego y furia[1109] de la enfermedad
en su vigor, ansi que yo no podré apobrar
vuestra opinion[1110]. ¿Si sienpre con
el palaçio queda la pobreza, sienpre la
neçesidad del reçebir, sienpre la ocasion
del pedir y tomar? Si avn en aquel estado
del palaçio nada ay _entonces_ que se
guarde, ninguna que sobre, ninguna que
se reserue, pero todo lo que se da y
que se reçibe, _todo_ es menester para
el ordinario gasto y avn sienpre falta
y nunca la neçesidad suple lo que se
reçibe[1111], por mejor se deuria tener,
Miçilo, aueros quedado en vuestra pobreza
con esperança que algun dia os alegrara
la prospera fortuna, que no auer venido
a estado y causas en que la pobreza se
conserua y cria, y avn augmenta como _es_
en la vida que por remedio escogeis. En
verdad que el que viuiendo en seruidunbre
le pareçe huyr la pobreza no puedo sino
afirmar que grandemente a sí mesmo
se engaña, pues _sienpre_ veo al tal
menesteroso y miserable y en neçesidad de
pedir, y que le den.
MIÇILO.--Yo quiero, gallo, responder
por mí y por aquellos que la neçesidad
los trae a este vibir, con los quales
comunicando muchas vezes con mucho gusto
y plazer me solian dezir los fundamentos
y razones con que apoyauan y defendian
su opinion, que a muchos oy dezir que
seguian aquella vida del palaçio porque a
lo menos en ella no se temia la pobreza,
pues que conforme a la costumbre de
otros muchos honbres trabajauan auer su
cotidiano mantenimiento de su industria
y natural soliçitud, porque ya venidos a
la vejez, quando las fuerças faltan por
flaqueza o enfermedad, esperan tener alli
en qué se poder mantener.
GALLO.--Pues veamos agora si esos dizen
la verdad. Mas antes me pareçe que con
mucho mayor trabajo ganan esos tales el
mantenimiento que quantos en el mundo
son. Porque lo que alli se gana hase
de alcançar con ruegos; lo qual es más
caro que todo el trabajo, sudor y preçio
conque en el mundo se pueda comprar.
Quanto más que avn quieren los señores
que se trabaje y se sude el salario; y
de cada dia se les augmentan dos mil
negoçios y ocupaçiones[1112] para el
cunplimiento de las[1113] quales no
basta al honbre la natural salud y buena
dispusiçion para los acabar[1114]; por
lo qual es neçesario venir a enfermedad
y flaqueza y cuando los señores[1115]
sienten a sus criados que por su
indispusiçion no los pueden seruir y
abastar a sus negoçios los despiden de su
seruiçio, casa y familia[1116]. De manera
que claramente ves ser engañados por
esa razon, pues les acarreó el palaçio
más miseria, enfermedad y trabajo,
lleuauan[1117] quando a él fueron.
MIÇILO.--Pues dime agora _tú_ gallo;
_pues_ no te pareçe que los miseros como
yo sin culpa podrian elegir y seguir
aquella vida por gozar (siquiera) de
aquel deleyte y contentamiento que da
vibir en aquellas anchas y espaçiosas
casas, habitaçion y morada de los dioses
y de sola persona real? enhastiados y
mohinos destas nuestras miserables y
ahumadas choças que más son pozilgas
de puercos que casas y habitaçion
de honbres; y ansi mouidos[1118]
someternos a su seruiçio, avnque no
se goze alli de más que de la vista
de aquellos marauillosos tesoros que
estan en aquellos suntuosos aparadores
de oro[1119] y de plata, bagillas y
tapetes y otras admirables riquezas
que entretienen al honbre con sola la
vista en deleyte y contentamiento, y avn
comiendo y beuiendo en ellos, casi en
esperança de los comer y tragar?
GALLO.--Esto es, Miçilo, lo verdadero
que primero se auia de dezir, que
es causa prinçipal que mueue a los
semejantes honbres a trocar su libertad
por seruidumbre, que es la cobdiçia y
ambiçion de solo gustar y ver las cosas
profanas, demasiadas y superfluas;
y no el ir a vuscar (como primero
deçiades) lo neçesario y conueniente a
vuestra miseria[1120], pues eso mejor
se halla[1121] en vuestras choças y
pobres[1122] casas aunque vaçias[1123]
de tesoro, pero ricas por libertad, y
esas esperanças que dezis que prometen
los señores con la conuersaçion de su
generosidad, digo que son esperanças
vanas, y de semejante condiçion que
las promesas con que el amante mançebo
entretiene a su amiga, que nunca le falta
vna esperança que la dar de algun suçeso,
o herençia que le ha de venir, porque la
vanidad de su amor, no piensa poderla
conseruar sino con la vana esperança
de que algun tienpo[1124] ha de tener
grandes tesoros que la dar, y ansi ambos
dos confiados de aquella vanidad llegan
a la vejez mantenidos de solo el deleyte
que aquella vana esperança les dio,
abiertas las bocas hasta el morir, y se
tienen estos por muy satisfechos porque
gozaron de vn contentamiento que les
entretubo el viuir, avnque con trabajo
y miseria. Desta manera se an los que
viben en el palaçio, y avn _es_ de mejor
condiçion la esperança destos miseros
amantes que la de que se sustentan los
que viuen de salario y merçed, porque
aquellos permaneçen en su señorio y
libertad, y estos no. Son como los
compañeros de Ulixes, que transformados
por Cyrçes en puercos rebolcandose en
el suçio çieno estimauan en más gozar
de aquel presente deleyte y miserable
contentamiento que ser bueltos a su
humano natural.
MIÇILO.--¿Y no te pareçe, gallo, que es
gran feliçidad y cosa de gran[1125]
estima y valor tener a la contina
comunicaçion y familiaridad con ylustres,
generosos prinçipes y señores, aunque del
palaçio no se sacasse otro bien ni otro
prouecho, ni otro interes?
GALLO.--Ha, ha, ha.
MIÇILO.--¿Y de qué te ries, gallo?
GALLO.--Porque nunca oí cosa más digna
de reyr. Porque yo no ternia por cosa
más vana que comunicar y asistir al
Rey más prinçipal que en el mundo ay,
si otro interes no se sacasse de alli:
¿pues no me sería igual trabajo en la
vida que auer de guardar tanto tienpo
aquel respeto, aquel sosiego y asiento,
miramiento y seueridad que se deue tener
ante la presençia y acatamiento de la
gran magestad del Rey? Agora, pues que
emos tratado de las causas que les
traygan a estos a vibir en tal estado
de seruidunbre[1126], vengamos agora a
tratar los trabajos, afrentas y injurias
que padeçen para ser por los señores
elegidos en su seruiçio, y para ser
preferidos a otros que estan oppuestos
con el mesmo deseo al mesmo salario; y
tanbien veremos lo que padeçen en el
proçeso de aquella miserable vida, y
al[1127] fin en que acaban[1128]. Quanto
a lo primero es neçesario que si has
de entrar a viuir con algun señor, que
vn dia y otro vayas y vengas con gran
continuaçion su casa, y que nunca te
apartes de sus vmbrales y puerta, aunque
te tengan por enojoso y importuno, y
aunque con el rostro y con el dedo te lo
den a ententer, y aunque te den con la
puerta en los ojos no te has de enojar,
mas antes has de disimular, y comprar
con dineros al portero la memoria de
tu[1129] nonbre, y que al llegar a la
puerta no le seas importuno. Demas desto
es nesçesario que te vistas de nueuo con
más sumptuosidad y costa que lo sufren
tus fuerças conforme a la magestad[1130]
del señor que pretendes[1131] seruir.
Para lo qual conuiene que, o vendas
tu hazienda[1132], o te empeñes para
delante pagar del salario[1133] si al
presente no tienes qué vender, y con
esto has de vestirte del color y corte
que sepas que más vsas o le aplaze al
señor[1134] porque en cosa ninguna no
discrepes ni passes su voluntad, y
tanbien has de mirar que le acompañes
con gran cordura do quiera que fuere,
y que mires si has de yr adelante, o
detrás: en que lugar, o mano. Si has de
yr entre los prinçipales, o con la trulla
y comunidad de familia por hazer pompa
y aparato de gente; y con todo esto has
de sufrir con paçiençia aunque passen
muchos dias sin que _tu amo_ te quiera
mirar a la cara, ni echarte de ver, y
si alguna vez fueres tan dichoso que te
quisiere mirar, si te llamare y te dixere
qualquiera cosa que él quisiere, o se
le viniere a la boca, entonçes verás te
cubrir de vn gran sudor, y tomarte vna
gran congoja, que se te çiegan los ojos
de vna súbita turbaçion, prinçipalmente
quando ves los que estan al rededor que
se ryen viendo tu perplegidad y que mudo
no sabes qué dezir. En tanta manera
que a vna cosa que acaso te pregunta
respondes vn gran disparate por verte
cortado, lleno de empacho[1135]. Y a
este embaraço de naturaleza llaman los
virtuosos que delante estan verguença, y
los desuergonçados lo llaman temor[1136]
y los maliçiosos dizen que es neçedad
y poca esperençia; y tú, miserable,
quando has salido tan mal desta primera
conuersaçion de tu señor quedas tan
mohino y acobardado que de descontento te
aborreçes, y despues de auerte fatigado
muchos dias y _auer_ passado muchas
noches sin sueño con cuydado de asentar
y salir con tu intinçion y quando ya has
padeçido mil tormentos y aflicçiones,
injurias y afrentas, y no por alcançar
vn reyno en posesion, o vna çiudad,
sino solamente vn pobre salario de
çinco mil marauedis, ya que algun buen
hado te faboreçio, al cabo de muchos
dias vienen a informarse de ti y de tu
habilidad[1137], y esta esperiençia que
de tu persona[1138] se haze no pienses
que le es poca vfaneza y presunçion
al[1139] señor, porque le es gran gloria
quererse seruir[1140] de honbres cuerdos
y habiles[1141] para qualquiera cosa
que se les encomiende; y avn te has
de aparejar que han de hazer examen y
informaçion de tu vida y costunbres.
¡O desuenturado de ti! que congojas te
toman quando piensas si por maliçia de
vn ruyn vezino que quiera informar de ti
vna ruyn cosa, o que quando moço passó
por ti alguna liuiana flaqueza, y por
no te ver auentajado, por tener enuidia
de tus padres, o linaje informa mal de
ti, por lo qual estás en ventura, de ser
desechado y excluido; y tanbien como
acaso tengas algun opositor que pretenda
lo que tú y te contradiga, es neçesario
que con toda su diligencia rodee todas
las cabas y muros por donde pueda
contraminar y abatir tu fortaleza.
Este tal ha de examinarte la vida y
descubrirte lo que esté muy oculto
y enterrado por la antigüedad del
tienpo[1142] y sabida alguna falta, o
miseria, ha de procurar con toda su
industria porque el Señor lo sepa. Que
tengo por mayor el daño que resulta
en tu persona saber el señor tu falta
verdadera, o impuesta, que no el prouecho
que podra resultar de seruirse de ti
todos los dias de su vida. Considera
¡o Miçilo! al pobre ya viejo y barbado
traerle en examen _su cordura_, _su
linaje_, _costunbres y ser_; de lo que ha
estudiado, qué sabe, qué ha aprendido;
y si estaua en opinion de sabio hasta
agora, y con ello cunplia, agora ha de
mostrar lo que tiene verdadero. Agora,
pues, pongamos que todo te suçeda bien
y conforme a tu voluntad. Mostraste
tu discreçion y habilidad[1143] y tus
amigos, vezinos y parientes todos te
faboreçieron y informaron de ti bien. El
señor te reçibio; la muger te açepto;
y al mayordomo despensero y ofiçiales
y a toda la casa plugo con tu venida.
En fin vençiste. ¡O bienauenturado
vençedor[1144] de vna gran vitoria!;
mereçes ser coronado como a trihunfador
de vna antigua Olinpia[1145], o que
por ti se ganó el reyno de Napoles o
pusiste sobre el muro la vandera en la
Goleta. Razon es que reçibas el premio
y corona igual á tus méritos, trabajos
y fatigas. Que de aqui adelante vibas
descansado, comas y bebas sin trabajo
de la abundançia del señor, y como
suelen dezir, de oy más duermas a
pierna tendida. Mas ante todo esto es
al reues. Porque de oy más no has de
sosegar a comer ni a beber. No te ha
de vagar, dormir ni pensar vn momento
con oçio en tus proprias miserias[1146]
y neçesidades; porque sienpre has de
asistir a tu señor, a tu señora, hijos
y familia. Sienpre despierto, sienpre
con cuydado, sienpre soliçito de agradar
más a tu señor, y quando todo esto
huuieres hecho con gran cuydado, trabajo
y soliçitud te podrá dezir tu señor que
heziste lo que eras obligado, que para
esto te cogio por su salario y merçed,
porque si mal siruieras te despidiera y
no te pagara, porque él no te cogio para
holgar. En fin mil cuydados, trabajos
y pasiones, desgraçias y mohinas te
suçederan de cada dia en esta vida
de palaçio; las quales no solamente
no podra sufrir vn libre y generoso
coraçon exerçitado en vna[1147] virtuosa
ocupaçion, o estudio de buenas letras,
pero aun no es de sufrir de alguno
que por pereza, cobdiçia y ambiçion
desee comunicar aquellas grandeças y
sumptuosidades agenas que de si no le
dan algun otro interes más que[1148]
verlas con admiraçion sin poderlas
poseer. Agora quiero que consideres la
manera que tienen estos señores para
señalar el salario que te han de dar en
cada vn año por tu seruiçio. El procura
que sea a tienpo y a coyuntura y con
palabras y maneras que sean tan poco que
_si puede_ casi le siruas de valde, y
pasa ansi que ya despues de algunos dias
que te tiene asegurado y que a todos tus
parientes y amigos y a todo el pueblo
has dado a entender que le sirues ya,
quando ya siente que te tiene metido
en la red y muestras estar contento y
hufano y que preçias de le seruir, vn dia
señalado, despues de comer hazete llamar
delante de[1149] su muger y de algunos
amigos iguales a él en edad, auariçia y
condiçion, y estando sentado en su[1150]
silla como en teatro, o tribunal,
limpiandose con vna paja los dientes
_hablando_ con gran grauedad y seueridad
te comiença a dezir. Bien has entendido,
amigo mio, la buena voluntad que emos
tenido a tu persona, pues teniendote
respeto te preferimos en nuestra compañia
y seruiçio a otros muchos que se nos
ofreçieron y pudieramos reçebir. Desto,
pues, has visto por esperiençia la verdad
no es menester agora referirlo aqui, y
ansi por el semejante tienes visto el
tratamiento, orden y ventajas que en
estos dias has tenido en nuestra casa
y familiaridad. Agora, pues, resta que
tengas cuenta con nuestra llaneza, poco
fausto, que conforme a la pobreza de
nuestra renta viuimos recogidos, humildes
como çiudadanos en ordinario comun. De
la mesma manera querria que subjetasses
el entendimiento a viuir con la mesma
humildad, y te contentasses con aquello
poco que por ti podemos hazer del salario
comun[1151], teniendo antes respeto al
contentamiento que tu persona terna de
seruirme a mí, por[1152] nuestra buena
condiçion, trato y familiaridad; y
tambien con las merçedes, prouechos y
fabores que andando el tienpo te podemos
hazer. Pero razon es que se te señale
alguna cantidad de salario y merçed, y
quiero que sea lo que te pareçiere a
ti. Di lo que te pareçera, porque por
poco no te querria desgraçiar. Esto todo
que tu señor te ha dicho te pareçe tan
gran llaneza y fabor que de valde estás
por le seruir, y ansi enmudeçes vista
su liberalidad; y porque no ve que no
quieres dezir tu pareçer soys conçertados
que lo mande vno de aquellos que estan
alli viejos, auarientos, semejantes y
criados de la moçedad con él. Luego el
terçero te comiença a encareçer la buena
fortuna que has auido en alcançar a
seruir tan valeroso señor. El qual por
sus meritos y generosidad todos quantos
en la çiudad ay le desean seruir y tú te
puedes tener por glorioso, pues todos
quedan enuidiosos[1153] deseando tu mesmo
bien; avnque[1154] los fabores y merçedes
que te puede cada dia hazer son bastantes
para pagar qualquiera seruiçio sin alguna
comparaçion, porque parezca que so color
y titulo del salario te pueda[1155]
mandar, reçibe agora çinco mil maravedis
en cada vn año con tu raçion; y no hagas
caudal desto que en señal de açeptarte
por criado te lo da para vnas calças y
vn jubon, con protestaçion que no parará
aqui, porque más te reçibe a titulo
de merçed, debajo del qual te espera
pagar; y tú confuso sin poder hablar lo
dexas ansi, arrepentido mil vezes de
auer venido a le seruir, pues pensaste
a trueque de tu liberdad remediar con
vn razonable salario _toda_ tu pobreza
y neçesidades con las quales te quedas
como hasta aqui, y avn te ves en peligro
que te salgan más. Sy dizes que te den
más, no te aprouechará y dezirte han
que tienes ojo a solo el interes y
que no tienes confiança ni respeto al
señor; y avnque ves claro tu daño no te
atreues[1156] despedir, porque todos
diran que no tienes sosiego ni eres
para seruir vn señor ni para le sufrir;
y si dixeres el poco salario que te
daua, injuriaste, porque diran que no
tenias meritos para más. Mira batalla
tan miserable y tan infeliz. ¿Que harás?
Neçesitaste a mayor neçesidad; pues por
fuerça has de seruir confiado solo de la
vana esperança de merçed, y la mayor es
la que piensa la que te haze en se seruir
de ti, porque todos estos señores tienen
por el prinçipal articulo de su fe, que
los hizo tan valerosos su naturaleza,
tan altos, de tanta manifiçençia y
generosidad que el soberano poder afirman
tenersele[1157] vsurpado. Es tanta su
presunçion que les paraece que para solos
ellos y para sus hijos y desçendientes
es poco lo que en el mundo ay, y que
todos los otros honbres que en el mundo
viben son estiercol, y que les basta
solo pan que tengan qué comer, y el sol
que los quiera alunbrar, y la tierra que
los quiera tener sobre sí; y teniendo
ellos diez y veynte[1158] cuentos de
renta y más, no les pareçe vn marauedi:
y si hablan de vn clerigo que tiene vn
beneffiçio que le renta çien ducados,
o mil, santiguanse con admiraçion: y
preguntan a quien se lo dize si aquel
beneffiçio tiene pie de altar; qué puede
valer; y muy de veras tienen por opinion
que para ellos solos hizo naturaleza
el feysan, el francolin, el abutarda,
_gallina_ y perdiz y todas las otras aues
preçiadas, y tienen muy por çierto que
todo hombre es indigno de lo comer. Es,
en conclusion, tanta su[1159] soberuia
y ambiçion _destos_ que tienen por muy
aueriguado que todo honbre les deue a
ellos salario por quererse dellos seruir;
ya que has visto como eligen los hombres
a su proposito, oye agora cómo se han
contigo en el discurso de tu seruiçio.
Todas sus promesas verás al reues, porque
luego se van hartando y enhadando de ti,
y te van mostrando con su desgraçia y
desabrimiento que no te quieren ver, _y_
procuran dartelo a entender en el mirar
y hablar y en todo el tratamiento de
tu persona. Dizen que veniste tarde al
palaçio y que no sabes seruir y que no
ay otro hombre del palaçio sino el que
vino a él de su niñez. Si tiene la mujer
o hija moça y hermosa, y tú eres moço y
gentil hombre tiene de ti zelos, y vibe
sobre auiso recatandose de ti: mirate a
las manos, a los ojos, a los pies. Mandan
al mayordomo que te diga vn dia que no
entres en la sala y comunicaçion del
señor, y otro dia _te_ dize que ya no
comas en la mesa de arriba, que te bajes
abajo al tinelo a comer, y si porfias
por no te injuriar mandan al paje que
no te dé silla en que te asientes, y
tu tragas destas injurias dos mil por
no dar al vulgo mala opinion de ti.
¡Quanta mohina y pesadumbre reçibes en
verte ansi tratar! y ves la nobleza de
tu libertad trocada por vn vil salario
y merçed. Verte llamar cada hora criado
y sieruo de tu señor. ¿Qué sentira tu
alma quando te vieres tratar como a
más vil esclauo que dineros costó? Que
criado y sieruo te han de llamar; y no
te puedes consolar con otra cosa sino
con que no naçiste esclauo, y que cada
dia te puedes libertar si quisieres,
sino que no lo osas hazer porque ya
elegiste por vida el seruir, y quando
ya el mundo y tu mal hado te ven ya
desabrido y medio desesperado, o por
manera de piedad, o por te entretener y
prendarte para mayor dolor, date vn çevo
muy delicado, vna dieta cordial como a
honbre que está para morir, y suçede que
se van los señores vn dia a holgar a vna
huerta, o romeria, mandan aparejar la
litera en que vaya la señora y auisan a
toda la gente que esté a punto, que han
todos de caualgar; _y_ quando está a
cauallo el señor y la señora está en la
litera, mandate la señora a gran priesa
llamar. ¿Que sentira tu alma quando
llega el paje con aquel fabor? Estás en
tu cauallo enjaezado a toda gallardia
y cortesania, y luego partes con vna
braua furia por ver tu señora qué te
quiere mandar[1160]. Y ella haziendose
toda pedaços de delicadeça y magestad te
comiença a dezir: Miçilo, ven acá; mira
que me hagas vna graçia, vn soberano
seruiçio y plazer. Haslo de hazer con
buena voluntad, porque tengo entendido de
tu buena diligençia y buena inclinaçion
que a ti solo puedo encomendar vna cosa
tan amada de mi[1161], y de ti solo se
puede fiar. Bien has visto quanto _yo_
amo a la mi armenica perrica graçiosa;
está la miserable preñada y muy çercana
al parto, por lo qual no podre sufrir que
ella se quede acá. No la oso fiar[1162]
destos mal comedidos criados que avn de
mi persona no tienen cuydado, quanto
menos se presume que ternan de la
perrilla, avnque saben que la amo como a
mí. Ruegote mucho que la traigas en tus
manos delante de ti con el mayor sosiego
que el cauallo pudieres lleuar, porque
la cuytada no reçiba algun daño en su
preñez; y luego el buen Miçilo reçibe
la perrilla encomendada a su cargo de
lleuar, porque casi lloraua su señora
por se la encomendar, que nunca a las
tales se les ofreçe fabor que suba de
aqui. ¡Qué cosa tan de reyr será ver
vn escudero gallardo, graçioso, o a vn
honbre honrrado de barba larga y grauedad
lleuar por medio de la çiudad vna perrica
miserable delante de sí, que le ha de
mear y ensuçiar sin echarlo él de ver! y
con todo esto quando se apean y la señora
demanda su armenica no le faltará alguna
liuiana desgraçia que te poner por no te
agradeçer el trabajo y afrenta que por
ella pasaste. Dime agora, Miçilo, ¿quál
hombre ay en el mundo por desuenturado
y miserable que sea, que por ningun
interes de riqueza ni tesoro que se le
prometa, ni por gozar de grandes deleytes
que a su imaginaçion se le antojen auer
en la vida del palaçio, trueque la
libertad, bien tan nunca bastantemente
estimado de los sabios, que dizen que
no ay tesoro con que se pueda comparar;
y viban en estos trabajos, vanidades,
vurlerias y verdaderas niñerias del mundo
en seruidumbre y captiuerio miserable?
¡Quál será, si de seso totalmente no
está pribado, y mira sienpre con ojos de
alinde las cosas, con que todas se las
hazen muy mayores sin comparaçion? ¿Quién
es aquel que teniendo algun offiçio, o
arte mecanica, avnque sea de vn pobre
çapatero como tú, que no quiera más con
su natural y propria libertad con que
naçio ser señor y quitar y poner en su
casa conforme a su voluntad, dormir,
comer, trabajar y holgar quando querra,
antes que a voluntad agena viuir y
obedeçer?
MIÇILO.--Por çierto, gallo, conuençido
me tienes a tu opinion por la efficaçia
de tu persuadir, y ansi digo de hoy más
que quiero más vibir en mi pobreza con
libertad que en los trabajos y miserias
del ageno seruiçio viuir por merçed.
Pero pareçe que aquellos solos seran de
escusar, a los quales la naturaleza puso
ya en edad razonable y no les dio offiçio
en que se ocupar para se mantener. Estos
tales no pareçe que seran dignos de
reprehension si por no padeçer pobreza y
miseria quieren seruir.
GALLO.--Miçilo, engañaste; porque esos
muchos más son dignos de reprehension,
pues naturaleza dio a los honbres muchas
artes y offiçios en que se puedan
ocupar, y a ninguno dexó naturaleza sin
habilidad para los poder aprender; y
por su oçio, negligençia y viçio quedan
torpes y neçios y indignos de gozar del
tesoro inestimable de la libertad; del
qual creo que naturaleza en pena de su
negligençia los privó; y ansi mereçen
ser con vn garrote vivamente castigados
como menospreçiadores del soberano bien.
Pues mira agora, Miçilo, sobre todo, el
fin que los tales han. Que quando han
consumido y empleado en esta suez y vil
trato _la flor de_ su edad, ya que estan
casi en la vejez, quando se les ha de dar
algun galardon, quando pareçe que han de
descansar, que tienen ya los miembros por
el seruiçio contino inhabiles para el
trabajo; quando tienen obligados a sus
señores a alguna merçed, no les falta vna
brizna, vna miserable ocasion para le
despegar de sí. Dize que por tener grande
edad le perdio el respeto que le deuia
como a señor. O que le trata mal sus
hijos; o que quiere mandar más que él; y
si eres moço leuantate que te le quieres
echar con la hija, o con la muger; o que
te hallaron hablando con vna donzella de
casa en vn rincon. De manera que nunca
les falta con que infame y miserablemente
los echar, y avn sin el salario que
siruio, y donde penso el desuenturado del
sieruo que auia proueydo a la pobreza y
neçesidad en que pudiera venir se ofreçio
de su voluntad a la causa y ocasion de
muy mayor, pues echado de aquellas agenas
casas viene forçado al hospital. Alli
viejos los tales y enfermos y miserables
los dan de comer y beber y sepoltura por
limosna y amor de Dios. Resta agora,
Miçilo, que quieras considerar como
cuerdo y auisado animo todo lo que te
he representado aqui, porque todo lo
esperimenté y passó por mí. No çeues ni
engañes tu entendimiento con la vanidad
de las cosas desta vida, que talmente
suelen engañar, y mira bien que Dios y
naturaleza a todos crian y produçen con
habilidad y estado de poder gozar de
lo bueno que ella crió, si por nuestro
apetito, oçio y miseria no lo venimos a
perder, y de aqui adelante contentate con
el estado que tienes, que no es çierto
digno de menospreçiar.
MIÇILO.--¡O gallo bienauenturado! que
bienauenturado me has hecho oy, pues
me has auisado de tan gran bien; yo te
prometo nunca serte ingrato a benefiçio
de tanto valor. Solo te ruego no me
quieras desamparar que no podre viuir sin
ti; y porque es venido el dia huelga,
que quiero abrir la tienda por vender
algun par de çapatos de que nos podamos
mantener oy.
_Fin del deçimo nono canto del gallo._
NOTAS:
[1102] G., canto del gallo.
[1103] G., poseen.
[1104] G., morir.
[1105] G., acordarsseme.
[1106] G., el daño que despues de tragado el çeuo en el anzuelo está, y
teniendo la meluca en la boca para la tragar no te la hago echar fuera
antes que prendiendo la punta en tu paladar bomites la sangre y vida
con dolor.
[1107] G., el veneno.
[1108] G., no ha de aprouechar mi.
[1109] G., fuerça.
[1110] G., ¿como podre yo aprobar vuestra opinion?
[1111] G., se suple.
[1112] G., pleytos.
[1113] G., los.
[1114] G., poder soliçitar.
[1115] G., los sienten.
[1116] G., y casa.
[1117] G., trabajo, y por el consiguiente más miseria y enfermedad que
lleuan.
[1118] G., deuen desear aquella vida, por solo el deleyte y
contentamiento que da vibir en aquellas anchas y espaçiosas casas,
habitaçion de dioses y de sola persona Real y inçitados de aquellas
grandes esperanças que prometen aquellos poderosos señores con su real
y generosa conuersaçion.
[1119] G., por gozar solamente de aquellos marauillosos tesoros,
aparadores de oro.
[1120] G., al cunplimiento de vuestra neçesidad.
[1121] G., hallara.
[1122] G., propias.
[1123] G., pobres.
[1124] G., día.
[1125] G., grande.
[1126] G., en tal vida.
[1127] G., a la.
[1128] G., acaben.
[1129] G., porque se acuerde de tu.
[1130] G., dignidad.
[1131] G., que vas a.
[1132] G., patrimonio.
[1133] G., seruiçio.
[1134] G., a tu amo.
[1135] G., que te aconteçe que preguntandote el señor que hombre fue el
rey Tholomeo, respondas tu que fue hermano y marido de Clopatra; o otra
cosa que va muy lexos de la intinçion de tu señor.
[1136] G., dizen que es temor.
[1137] G., de tu habilidad, persona y linaje.
[1138] G., y esta pesquisa que de ti.
[1139] G., a tu.
[1140] G., que digan que se sirue.
[1141] G., sabios y cuerdos.
[1142] G., oculto y sonoliento.
[1143] G., tu saber, cordura y discreçion.
[1144] G., trihunfador.
[1145] G., mereçes, no de roble o arrayan como los otros en la Olimpia.
[1146] G., cosas.
[1147] G., alguna.
[1148] G., de.
[1149] G., ante.
[1150] G., vna gran.
[1151] G., quanto a grandes salarios.
[1152] G., con.
[1153] G., inuidiosos.
[1154] G., pues.
[1155] G., puede.
[1156] G., osas.
[1157] G., les tienen.
[1158] G., çinquenta.
[1159] G., la.
[1160] G., que te manda tu señora.
[1161] G., que yo tanto amo.
[1162] G., confiar.
ARGUMENTO
DEL VIGESSIMO Y VLTIMO CANTO
En este vigessimo canto el auctor
representa a Demophon, el qual viniendo
vn dia a casa de Miçilo su vezino a le
visitar le halló triste y afligido por la
muerte de su gallo, y procurando dexarle
consolado se vuelue a su casa.
DEMOPHON. MIÇILO.
DEMOPHON.--¡O Miçilo! vezino y amigo
mio, ¿qué es la causa que ansi te
tiene atormentado por cuydado y
miserable aconteçimiento? veote triste,
flaco, amarillo con representaçion de
philosopho, el rostro lançado en la
tierra, pasearte por este lugar obscuro
dexado tu contino offiçio de çapateria
en que tan a la contina te solias ocupar
con eterno trabajo, ¿consumes agora el
tiempo en sospiros? Nuestra igual edad,
vezindad y amistad te obliga a fiar de mí
tus tan miserables cuydados; porque ya
que no esperes de mí que cunpliese tus
faltas ayudarte he con consejo; y si todo
esto no estimares, bastarte ha saber que
mitiga mucho el dolor comunicar la pena,
prinçipalmente contandose a quien en
alguna manera por propria la sienta. ¿Qué
es de tu belleza y alegria, desemboltura
y comunicaçion con que a todos tus amigos
y vezinos te solias dar de noche y de
dia en çenas y combites y fuera dellos?
ya son pasados muchos dias que te veo
recogido en soledad en tu casa que ni me
quieres ver ni hablar, ni visitar como
solias.
MIÇILO.--¡O mi Demophon! mi muy caro
hermano y amigo. Solo esto quiero que
como tal amigo de mí sepas, que no sin
gran razon en mí ay tan gran muestra
de mal. Prinçipalmente quando tienes
de mí bien entendido que no qualquiera
cosa haze en mí tan notable mudança,
pues has visto en mí auer disimulado
en varios tienpos notables toques de
fortuna y infortunios tan graues que a
muy esforçados varones huuieran puesto
en ruyna, y yo con igual rostro los he
sabido passar. Avnque comunmente se suele
dezir que al pobre no ay infortunio, que
aunque esto sea ansi verdad no dexamos
de sentir en nuestro estado humilde lo
que al anima le da a entender su natural.
Ansi que tengo por çierto, Demophon, que
no ay igual dolor de perdida ni miseria
que con gran distançia se compare con el
mio.
DEMOPHON.--Mientras más me le has
encareçido más me has augmentado la
piedad y miseria que tengo de tu mal;
de donde naçe en mí mayor deseo de lo
saber. Por tanto no reserues en tu pecho
tesoro tan perjudiçial, que no hay peor
espeçie de auariçia que de dolor. Por
çierto en poco cargo eres a naturaleza
pues pribandote del oro y riquezas,
de pasiones y miserias fue contigo
tan liberal que en abundançia te las
comunicó. Dime porqué ansi te dueles, que
no podré consentir lo passes con silençio
y disimulaçion.
MIÇILO.--Quiero que ante todas las cosas
sepas, ¡o Demophon! que no es la que me
fatiga falta de dineros para que con
tus tesoros me ayas de remediar, ni de
salud para que con medicos me la ayas
de restituir. Ni tanpoco me aflixo por
mengua que me hagan las tus vasijas, ni
aparatos y arreos de tapetes y alhajas
con que en abundançia te sueles seruir.
Pero faltame de mi casa vn amigo, vn
conpañero de mis miserias y trabajos
y tan igual que era otro yo; con el
qual poseya yo todos los tesoros y
riquezas que en el mundo ay; faltame, en
conclusion, vna cosa, Demophon, que con
ningun poder ni fuerças tuyas la puedes
suplir: por lo qual me escuso de te la
dezir, y a ti de la saber.
DEMOPHON.--No en vano suelen dezir, que
al pobre es proprio el filisofar, como
agora tú; yo no creo que has aprendido
esa retorica en las scuelas de Athenas,
con que agora de nueuo me encareçes tu
dolor: ni sé qué maestro has tenido della
de poco acá.
MIÇILO.--Ese maestro se me murio, cuya
muerte es causa de mi dolor.
DEMOPHON.--¿Quien fue?[1163].
MIÇILO.--Sabras, amigo, que yo tenia vn
gallo que por mi casa andaua estos dias
en conpañia destas mis pocas gallinas
que las albergaua y recogia y defendia
como verdadero marido y varon. Suçedio
que este dia de carnestolendas que passó,
vnas mugeres desta nuestra vezindad, con
temeraria libertad, habiendo solamente
cuenta, y pareçiendoles que era el dia
priuillegiado me entraron mi casa estando
yo ausente, que cautelosamente aguardaron
que fuesse ansi, y tomaron mi gallo y
lleuaronle al campo, y con gran grita
y alarido le corrieron arroxandosele
las vnas a las otras: y como quien
dize[1164], daca el gallo, toma el gallo,
les quedauan las plumas en la mano. En
fin fue pelado y desnudo de su adornado
y hermoso vestido; y no contentas con
esto, rendiendosele el desuenturado
sin poderles huyr, confiandose de su
inoçençia: pensando que no pasara
adelante su tirania y[1165] crueldad,
subjetandoseles con humildad, pensando
que por esta via las pudiera conuençer y
se les pudiera escapar, sacaron de sus
estuches cuchillos, y sin tener respecto
alguno a su inoçençia le cortaron su
dorada y hermosa çeruiz, y de comun
acuerdo hiçieron çena opulenta dél.
DEMOPHON.--Pues ¿por faltarte vn gallo te
afliges tanto que estás por desesperar?
Calla que yo lo quiero remediar con
embiarte otro gallo criado en mi casa,
que creo que hará tanta ventaja al tuyo
quanta haze mi despensa a la tuya para le
mantener.
MIÇILO.--¡O Demophon! quanto viues
engañado en pensar que mi gallo perdido
con qualquiera otro gallo se podria
satisfazer.
DEMOPHON.--¿Pues qué tenia más?
MIÇILO.--Oyeme, que te quiero hazer
saber que no sin causa me has hallado
philosopho rectorico oy.
DEMOPHON.--Dimelo.
MIÇILO.--Sabras que aquel gallo era
Pythagoras el philosopho, eloquentissimo
varon, si le has oydo dezir.
DEMOPHON.--Pythagoras, muchas vezes le
oy dezir. Pero dime ¿cómo quieres que
entienda que el gallo era Pythagoras: que
me pones en confusion?
MIÇILO.--Porque si oyste dezir de aquel
sapientissimo philosopho, tambien oyrias
dezir de su opinion.
DEMOPHON.--¿Quál fue?
MIÇILO.--Este afirmó que las animas
passauan de vn cuerpo a otro. De manera
que dixo que muriendo vno de nosotros
luego desanparando nuestra alma este
nuestro cuerpo en que vibio se passa
a otro cuerpo de nueuo a viuir: y no
sienpre a cuerpo de honbre. Pero aconteçe
que el que agora fue rey passar[1166] a
cuerpo de vn puerco, vaca ó leon, como
sus hados y suçeso[1167] lo permiten, sin
el alma lo poder evitar; y ansi el alma
de Pythagoras despues aca que naçio auia
viuido en diuersos cuerpos, y agora viuia
en el cuerpo de aquel gallo que tenia yo
aqui.
DEMOPHON.--Esa manera de dezir ya la
oy que la afirmaua él. Pero era un
mentiroso, prestigioso y embaydor,
y tanbien como el era efficaz en el
persuadir y aquella gente de su tienpo
era sinple y ruda, façilmente les hazia
creer qualquiera cosa que él quisiesse
soñar.
MIÇILO.--Çierto es yo que ansi como lo
dezia era verdad.
DEMOPHON.--¿Como ansi?
MIÇILO.--Porque en aquel gallo me habló y
me mostró en muchos dias ser él.
DEMOPHON.--¿Que te habló? Cosa me cuentas
digna de admiraçion. En tanta manera me
marauillo de[1168] lo que dices por cosa
nueua que sino huuiera conoçido tu bondad
y sinçera condiçion pensara yo agora
que estauas fuera de seso y que como
loco deuaneas. O que teniendome en poco
pensauas con semejantes sueños vurlar de
mí. Pero por Dios te conjuro ¡o Miçilo!
y por nuestra amistad, la qual por ser
antigua entre nos[1169] tiene muestra de
deydad, me digas muy en particular todo
lo que en la verdad es.
MIÇILO.--¡O Demophon! que sin lagrimas no
te lo puedo dezir, porque sé yo solo lo
mucho que perdi. Auianme tanto faboreçido
los hados que no creo que en el mundo
haya sido honbre tan feliz como yo.
Pero pareçeme que este fabor fue para
escarneçer de mí, pues me comunicaron
tan gran bien con tanta breuedad, que
no parece sino que como anguila se me
deleznó. Solamente me pareçe que entendí
mientra le tuue en le apretar en el
puño para le poseer, y quando pense que
le tenía con alguna seguridad se me
fue. Tanbien sospecho que los hados me
quisieron tentar si cabia en mí tanto
bien, y por mi mala suerte no fue dél
mereçedor; y porque veas si tengo razon
de lo encareçer, sabras que en él tenía
yo toda la consolaçion y bienauenturança
que en el mundo se podia tener. Con él
pasaua yo mis trabajos de noche y _de_
dia: no auia cosa que yo quisiesse saber
o auer que no se me diesse a medida de
mi voluntad. El me mostró la vida de
todos quantos en el mundo ay: lo bueno y
malo que tiene la vida del rey _y_ del
çiudadano, del cauallero, del mercader
y del labrador. El me mostró quanto en
_el_ çielo y el infierno ay, porque me
mostró a Dios y todo lo que gozan los
bienauenturados allá. En conclusion ¡o
Demophon! yo perdi vn tesoro que ningun
poderoso señor en el mundo más no pudo
poseer.
DEMOPHON.--Por çierto tengo, ¡o Miçilo!
sentir con mucha razon el gran mal que
te han hecho esas mugeres en pribarte de
tanto bien, quando queriendo satisfazer
a sus vanos apetitos, çelebrando
sus lasçiuas y adulteras fiestas no
perdonan cosa dedicada ni reseruada por
ningun varon, con tanto que executen
su voluntad. No miraron que tú no eras
honbre con quien tal dia se suelen
festejar, y que por tu edad no entras en
cuenta de los que çelebran semejantes
fiestas. Que los moços ricos subjetos al
tirano y lasçiuo[1170] amor, enpleados en
las contentar no les pueden negar cosa
que haga a su querer, y ansi por[1171]
los entretener les demandan en tales dias
cosas curiosas, en el cumplimiento de
las quales conoçen ellas su mayor y más
fiel enamorado y seruidor; y ansi agora
dandoles a entender que para su laçiuia
no los han menester en el tienpo que
entra[1172] de la quaresma, mostrando
gran voluntad de se contener pelan
aquellos gallos en lugar de la juuentud;
mostrando menospreçiar su gallardia por
ser tienpo santo el que entra, y que no
se quieren dellos en este tienpo seruir;
y ansi, burlando dellos, pelan aquellos
gallos en su lugar, dando a entender que
los tengan en poco, pues pelados de toda
su pluma y hazienda en el tienpo pasado
que les fue disimulado el luxuriar,
ya, recogiendose a la santidad, los
dexan[1173]; ¡o animal tirano y ingrato
a todo bien!; que en todas sus obras se
preçian mostrar su mala condiçion. _¿Y
no vian que tú no estauas en edad para
vurlar de ti?_
MIÇILO.--Y avn por conocer yo bien esa
verdad ni me casé, ni las quise ver; y
avn no me puedo escapar de su tirania,
que escripto me dizen que está que no
ay honbre a quien no alcançe siquiera
la sombra de su veneno y maldiçion.
Solamente me lastima pensar que ya que
me auian de herir no fue de llaga que
se pudiesse remediar. Quitaronme mi
consejero, mi consuelo y mi bien. Avn
pluguiesse a Dios que en este tienpo
tan santo se recogiessen de veras y sin
alguna fiçion[1174] tratassen de veras
la virtud. Ayunar, no beber, ni comer
con tanta disoluçion, no se afeytar, ni
vestirse tan profanamente, ni vurlar,
ni mofar como en otro qualquiera tienpo
comun[1175]. Pero vemos que sin alguna
rienda viben el dia de quaresma como
qualquiera otro. Son sus fiestas las que
aborreçe Dios, porque no son sino para le
ofender.
DEMOPHON.--Por çierto, Miçilo, espantado
estoy de ver la vurla destas vanas
mugeres; con quantas inuençiones[1176]
passan su tienpo, y quantas astuçias
vsan para sacar dineros de sus amantes.
Prinçipalmente en estos pueblos grandes
de villas y çiudades; porque estas cosas
no las saben los aldeanos[1177], ni
ha llegado del todo la maliçia humana
por allá. Por çierto cosas ay de gran
donayre que se inuentan en estos
pueblos grandes[1178]; con las quales
_los inuentores dellas_ entretienen sus
cosas, y hazen sus hechos[1179] por su
proprio fin de cada qual y interes;
_por çierto que me tienen de cada dia
en más admiraçion_. Prinçipalmente en
este pueblo donde ay tanta concurrencia
de gentes, o por causa de corte Real
o por[1180] chançelleria; porque la
diuersidad de estrangeros haze dar en
cosas, y inuentar donayres que confunden
el ingenio auerlas solamente de notar.
Quantas maneras de santidades fingidas,
romerias, bendiçiones y peregrinaçiones.
Tanto hospital, colejios de santos y
santas; casas de niños _y_ niñas é
_hospitales de_ viejos. Tanta cofradia
de disçiplinantes _de la cruz y de la
pasion_, y proçesiones. Tanto pedigueño
de limosnas, que más son los que
piden que son los pobres que lo[1181]
quieren[1182] reçebir.
MIÇILO.--Por çierto, Demophon, tú tienes
mucha razon y vna de las cosas de que
yo estoy más confuso es de ver que en
este nuestro lugar, siendo tan noble y
el más prinçipal de nuestra Castilla,
donde[1183] ay más letrados y honbres más
agudos en la conuersaçion y cosas del
mundo y cortesanía, y en estas flaquezas
y engaños que se ofreçen[1184], son todos
en vn común más façilmente arroxados
y derrocados que en todos quantos en
otros pueblos ay; y avn engañados para
lo aprobar, auctorizar y seguir[1185].
Que se atreua vn honbre a entrar aqui en
este pueblo donde está la flor de cordura
y agudeça y discreçion, y que debajo de
vn habito religioso engañe a todo estado
eclesiastico y seglar, diziendo que hará
boluer los rios atras, y hará cuaxar el
mar, y que forçará los demonios que en
los infiernos estan, y que hará[1186]
parir quantas[1187] mugeres son, quanto
quiera que de su naturaleza sean
esteriles y que no puedan conçebir[1188],
y que en esto vengan a caer todos los
más prinçipales y generosos prinçipes
y señores, y se le vengan a rendir
quantas dueñas y donzellas viben en este
lugar[1189]. Que se sufra vibir en este
pueblo vn honbre que debajo de nonbre
de Juan de Dios, no se le çierre puerta
de ningun Señor ni letrado, ni se le
niegue cosa alguna que quiera demandar,
y después le quemen públicamente por
sometico engañador. _Pues, ¿no se ha
disimulado tanbien un clerigo que auia
sido primero frayle veynte años, al qual
por tener muestra de gran santidad le fue
encargado aquel colegio de niñas? tal sea
su salud qual dellas cuenta dio._ ¿En que
está esto, amigo?
DEMOPHON.--A tu gallo quisiera yo, Miçilo
que lo huuieras preguntado antes que a mí
porque él te supiera mejor satisfazer.
Pero para mi bien creo que en alguna
manera deuo de açertar; que creo que
de los grandes pecados que ay en este
lugar[1190] viene esta comun confusion,
o çeguedad. _Que_ como no hay en este
pueblo más prinçipal ni más comun que
pecados y ofensas de Dios; pleytos,
hurtos, vsuras, mohatras, juegos,
blasfemias, symonias, trapazas y engaños,
y despues desto una puteria general, la
qual ni tiene punto, suelo, ni fin. Que
ni se reserua dia, ni fiesta, quaresma,
ni _avn_ Semana Santa ni pasqua en que
se çese[1191] de exerçitar como offiçio
conueniente a la republica, permitido
y aprobado por neçesario en la ley, en
pena deste mal nos çiega Dios nuestros
entendimientos, orejas y ojos, para que
auisandonos no entendamos, y oyendo no
oyamos, y con ojos[1192] seamos como
çiegos que palpamos la pared. En tanta
manera somos traydos en çeguedad que
estamos rendidos al engaño muy antes que
se ofrezca el engañador. Hanos hecho
Dios escarnio, mofa y risa a los muy
chicos[1193] niños de _muy_ tierna edad.
¿En qué lugar por pequeño que sea se
consentira, o disimulará lo mucho, ni lo
muy poco que se disimula y sufre aqui?
¿Dónde hay tanto juez sin justiçia como
aqui? ¿Dónde tanto letrado sin letras
como aqui? ¿Dónde tanto executor sin que
se castigue[1194] la maldad? ¿Dónde tanto
escribano, ni más comun el borron? Que
no ay honbre de gouierno en este pueblo
que trate más que su proprio interes,
y como más se auentajará. Por esto
permite Dios que vengan vnos zarlos, o
falsos prophetas que con embaymientos,
aparençias y falsas demostraçiones nos
hagan entender qualquiera cosa que nos
quieran fingir. Y lo que peor es, que
quiere Dios que despues sintamos más la
risa que el interes en que nos engañó.
MIÇILO.--Pues avn no pienses, Demophon,
que la vanidad y perdiçion destas
liuianas mugeres se le ha de passar a
Dios sin castigo; que yo te oso afirmar
por cosa muy çierta y que no faltará. Que
por ver Dios su disoluçion, desemboltura,
desuerguença y poco recogimiento que en
ellas en este tiempo ay; visto que ansi
virgines como casadas, viudas y solteras,
todas por vn comun viben muy sueltas y
_muy_ disolutas en su mirar, andar y
meneo, muy curiosas, _y que por la calle
van con vn curioso passo en su andar_,
descubierta su[1195] cabeça y cabello con
grandes y deshonestas crenchas; muy alto
y estirado el cuello, guiñando con los
ojos a todos quantos topan[1196] haziendo
con sus cuerpos lasçivos meneos. Por
esta su comun deshonestidad sey çierto
que verna tienpo en el qual ha de hazer
Dios vn gran castigo en ellas; pelarse
han de todos sus cabellos, haciendolas
a todas caluas[1197]; y será tienpo en
que les quitará Dios todos sus joyeles,
sortixas, manillas, zarzillos, collares,
medallas, axorcas y apretadores de
cabeça. Quitarles ha los[1198] partidores
de crenchas, tenaçicas, salsericas,
redomillas y platericos[1199] de colores,
y todo genero de afeytes, sahumerios,
guantes adouados, sebos y vnturas
de manos y otros olores. Alfileres,
agujas y prendederos. Quitarles ha las
camisas muy delgadas, y los manteos,
vasquiñas, briales, saboyanas, nazarenas
y reboçinos, y en lugar de aquellos sus
cabellos encrespados y enrrifados les
dara pelambre y caluez, y en lugar de
aquellos apretadores y xoyeles que les
cuelgan de la frente les dara dolor de
cabeça, y por çinta de caderas de oro muy
esmaltadas y labradas, les dara sogas de
muy aspero esparto con que se çiñan y
aprieten; y por aquellos sus muy curiosos
y sumptuosos atauios de su cuerpo les
dara siliçio; y desta manera hará Dios
que lloren su lasçiuia y desorden, y
que de su luxuria y deshonestidad hagan
graue penitençia. Entonçes no aura
quien las quiera por su hidiondez y
miseria; en tanto que siete mugeres se
encomendarán a vn varon y él de todas
huyrá menospreçiandolas y aborreçiendolas
como de gran mal.
DEMOPHON.--Gran esperiençia tengo ser
todo lo que dizes verdad; por lo qual
verna este mal por justo castigo[1200]
de Dios; y tanbien tienen los varones
su parte de culpa, y avn notable, por
darles tanta libertad para vsar ellas mal
destas cosas, y avn de si mesmas sin les
yr a la mano; por lo qual permite Dios
que ellos viban injuriados y infames por
ellas. Que avn ellos no tienen modo ni
rienda en su viuir, teniendo respeto a
su estado y fuerças de cada qual[1201].
Que todos passan y se quieren adelantar
a la calidad de su persona[1202] y
deçendençia de linaxe, en el traxe, comer
y beber y manera de familia y seruiçio y
porque nos entendamos quiero deçendir a
particular. Que se hallará vn escriuano
vil de casta y jaez, que quiere justar,
correr sortixa y jugar cañas y otros
exerçiçios de caualleros en conpañia de
los más poderosos y generosos de toda
la Corte[1203] y acerça de su offiçio
(al[1204] qual indignamente subio) no
sabe más tratar, ni dar razon que el
asno que está roznando en el prado.
Pareçeme que vna de las cosas que
nuestro Rey, prinçipe y señor auia de
proueer en esta su republica sería de
un particular varon de gran seueridad,
el qual fuesse çensor general de todas
las vidas y costunbres de los honbres de
la republica, _como lo fue aquel Caton
famoso çensor en la republica romana_,
y a la contina se procurasse informar
de la vida y costunbres de cada vno; y
quando supiesse de alguno por alguna
informaçion, de su desorden y mal viuir,
hasta _ser informado_ de su casa, trato y
conuersaçion de su muger, familia, comer
y beber, entonçes le auia de enbiar a
llamar a su casa y corregirle de palabras
asperas y vergonçosas, poniendole tasa
y orden y modo de viuir; y sino se
quisiesse enmendar le enbiasse[1205]
desterrado de la republica como hombre
que la infamaua y daua ocasion que por
su mal viuir entre los estrangeros se
tuuiesse de nuestra republica deprabada
opinion; y ansí por el semejante el tal
juez y censor fuesse cada dia passando
las calles de la çiudad mirando con gran
atençion el traxe del vno, el oçio del
otro, la ocupaçion y habla y conuersaçion
_de todos en particular y general_; y a
la contina entendiesse en los arrendar,
enmendar y corregir, porque çiertamente
del hierro y falta del particular viene
la infamia de[1206] todo el comun; y
ansi por el consiguiente viene a tenerse
en el vniuerso por infame y corrompida
vna naçion. Todo está ya deprabado y
corrompido, Miçilo; y ya no lleua este
mal otro remedio, sino que enbie Dios
vna general destruiçion del mundo como
hizo por el diluvio en el tienpo de Noe
y renouando el honbre darsele ha de
nuevo la manera y costumbres y[1207]
viuir; porque los que agoro estan
nesçesariamente han de yr de mal en peor;
y solamente te ruego, Miçilo, por nuestra
buena y antigua amistad, que por este
triste suçeso tuyo, ni por otra cosa que
de aduersa fortuna te venga no llores, ni
te aflixas más, porque arguye y muestra
poca cordura en[1208] vn tan honrrado
hombre como tú, pues en morirte tú se
auentura más, y la falta que el gallo
hizo a tu buena compañia y consolaçion
la procuraré yo suplir con mi hazienda,
fuerças y cotidiana conuersaçion. De la
qual espero adquirir yo gran interes,
pues vn buen vezino y amigo con ningun
tesoro del mundo se puede comparar.
MIÇILO.--Por çierto gran consuelo me ha
sido al presente tu venida ¡o Demophon!
de la qual si pribado fuera por mi
miserable suerte y fortuna yo pensara en
breue pereçer[1209]. Pero ya lo que me
queda de la vida quiero tomar a ti por
patron; al qual trabajaré regraçiar en
quanto podre, porque espero que la falta
del gallo se me recompensará con tu buena
conuersaçion, y aun confio que tus buenas
obras se auentajarán en tanta manera que
me forçarán de oy más a le oluidar.
DEMOPHON.--Mucho te agradezco ¡o Miçilo!
el respeto que tienes a mi persona,
pues ansi conçedes con agradeçimiento
mi petiçion. Y pues es hora ya de nos
recoger queda en paz.
MIÇILO.--Y tú, Demophon, ve con Dios.
FIN DEL CROTALON DE CHRISTOPHORO GNOSOPHO
Y DE LOS INGENIOSOS SUEÑOS DEL GALLO DE
LUCIANO FAMOSO ORADOR GRIEGO
NOTAS:
[1163] G., es.
[1164] G., suelen dezir.
[1165] G., tirana.
[1166] G., passa.
[1167] G., susçeso.
[1168] G., me admira.
[1169] G., nosotros.
[1170] G., al liuiano.
[1171] G., para.
[1172] G., por entrar el tienpo.
[1173] G., gallardía de oy más; y tanbien pelando aquellos gallos
muestran a los mançebos tenerlos en poco, pues pelados de todas sus
plumas y hazienda en el tienpo passado, agora fingiendo recogimiento y
santidad, dizen que no los han menester.
[1174] G., fingir nada.
[1175] profanamente, y viuir con tanta disoluçion como en otro
qualquiera tienpo del año.
[1176] G., maneras de inuençion.
[1177] G., por los pueblos pequeños.
[1178] G., que se inuentan de cada dia.
[1179] G., su hecho.
[1180] G., o de.
[1181] G., la.
[1182] G., quieran.
[1183] G., prinçipal que ay en el reyno, pues de contino reside en él
la Corte, y a esta causa ay en él.
[1184] G., estas cosas.
[1185] G., arroxados y avn engañados que todos quantos otros pueblos ay.
[1186] G., profieresse de hazer.
[1187] G., las.
[1188] G., parir.
[1189] G., y mandan a sus mujeres y parientas se vayan para el zarlo
embaydor, para que haga dellas lo que querra.
[1190] G., pueblo.
[1191] G., dexe.
[1192] G., y viendo.
[1193] G., pequeño.
[1194] G., execute.
[1195] G., la.
[1196] G., encuentran en la calle.
[1197] G., y sera que hara que se pelen de todos sus cabellos y que se
hagan todas caluas.
[1198] G., sus.
[1199] G., platelicos.
[1200] G., pago.
[1201] Viuir en su estado y fuerças de cada qual siendo casados.
[1202] G., sus personas.
[1203] G., çiudad.
[1204] G., en el.
[1205] G., fuesse.
[1206] G., en.
[1207] G., de.
[1208] G., de.
[1209] G., feneçer.
LOS SIETE LIBROS DE LA DIANA
DE GEORGE DE MONTEMAYOR
DIRIGIDA AL MUY ILLUSTRE SEÑOR DON JUAN
DE CASTILLA DE VILLANOUA,
SEÑOR DE LAS BARONÍAS DE BICORB Y QUESA
EPÍSTOLA
AL MUY ILLUSTRE SEÑOR DON JUAN DE
CASTELLA DE BILLANOUA, SEÑOR DE LAS
BARONÍAS DE BICORB Y QUESA, DE GEORGE DE
MONTEMAYOR.
Aunque no fuera antigua esta costumbre,
muy illustre Señor, de dirigir los
autores sus obras a persona de cuyo valor
ellas lo recibiessen, lo mucho que V.
M. meresce assi por su antigua casa, y
esclarecido linaje, como por la gran
suerte y valor de su persona, me mouiera
á mí y con muy gran causa a hazer esto.
Y puesto caso que el baxo estilo de la
obra, e el poco merescimiento del autor
della, no se auia de estender a tanto,
como es dirigirlo á V. M., tampoco
tuuiera otro remedio, sino este, para
ser en algo tenida. Porque las piedras
preciosas no reciben tanto valor del
nombre que tienen, pudiendo ser falsas y
contrahechas, como de la persona en cuyas
manos estén. Supplico á vuestra merced
debaxo de su amparo y correction recoja
este libro assi como el estrangero autor
della recogido: pues que sus fuerças no
pueden con otra cosa seruir a vuestra
merced. Cuya uida y estado nuestro Señor
por muchos años acresciente.
AL DICHO SEÑOR
Mecena fue de aquel Maron famoso
particular señor y amigo caro,
de Homero, (aunque finado) el belicoso
Alexandro, gozó su ingenio raro:
Y así el de Villanoua generoso
del lusitano autor ha sido amparo,
haciendo que un ingenio baxo y falto
hasta las nubes suba, y muy más alto.
DE DON GASPAR DE ROMANI, AL AUTOR
_Soneto._
Si de Madama Laura la memoria
Petrarca para siempre ha leuantado
y a Homero assi de lauro ha coronado
escribir de los griegos la uictoria:
Si los Reyes tambien para más gloria
vemos que de contino han procurado
que aquello que en la uida han conquistado
en muerte se renueve con su historia,
Con mas razon serás, ¡o, excelente
Diana!, por hermosa celebrada,
que quantas en el mundo hermosas fueron.
Pues nadie meresció ser alabada,
de quien asi el laurel tan justamente
merezca más que quantos escriuieron.
HIERÓNYMO SANT PERE, Á GEORGE DE MONTEMAYOR
_Soneto._
Parnaso monte, sacro y celebrado:
museo de Poetas deleytoso,
venido a parangon con el famoso
paresceme que estás desconsolado.
--Estoylo, y con razon; pues se han passado
las Musas, y su toro glorioso,
á este que es mayor monte dichoso,
en quien mi fama, y gloria se han mudado.
Dichosa fué en extremo su Diana,
pues para ser del orbe más mirada
mostró en el monte excelso su grandeza.
Allí vive en su loa soberana,
por todo el uniuerso celebrada,
gozando celsitud, que es más que alteza.
ARGVMENTO DESTE LIBRO
En los campos de la principal y antigua
ciudad de Leon, riberas del rio Ezla,
huuo una pastora llamada Diana, cuya
hermosura fué extremadissima sobre todas
las de su tiempo. Esta quiso y fue
querida en extremo de un pastor llamado
Sireno: en cuyos amores hubo toda la
limpieza, y honestidad possible. Y en el
mismo tiempo, la quiso más que si, otro
pastor llamado Syluano, el qual fué de
la pastora tan aborrecido, que no auia
cosa en la uida á quien peor quisiesse.
Sucedió pues, que como Sireno fuesse
forçadamente fuera del reyno, a cosas
que su partida no podía escusarse, y
la pastora quedase muy triste por su
ausencia, los tiempos y el coraçon de
Diana se mudaron; y ella se casó con otro
pastor llamado Delio, poniendo en oluido
el que tanto auia querido. El qual,
viniendo despues de un año de ausencia,
con gran desseo de ver á su pastora, supo
antes que llegasse como era ya casada.
Y de aqui comiença el primero libro,
y en los demás hallaran muy diuersas
historias, de casos que verdaderamente
han succedido, aunque van disfraçados
debaxo de nombres y estilo pastoril[1210].
LIBRO PRIMERO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Baxaua de las montañas de Leon el
oluidado Sireno, á quien amor, la
fortuna, el tiempo, tratauan de manera,
que del menor mal que en tan triste
uida padescía, no se esperaua menos que
perdella. Ya no lloraua el desuenturado
pastor el mal que la ausencia le
prometia, ni los temores de oluido le
importunauan, porque vía cumplidas las
prophecías de su recelo, tan en perjuyzio
suyo, que ya no tenía más infortunios con
que amenazalle. Pues llegando el pastor
a los verdes y deleitosos prados, que
el caudaloso rio Ezla con sus aguas va
regando, le vino a la memoria el gran
contentamiento de que en algun tiempo
allí gozado auia: siendo tan señor de
su libertad, como entonces subjecto a
quien sin causa lo tenía sepultado en
las tinieblas de su oluido. Consideraua
aquel dichoso tiempo que por aquellos
prados, y hermosa ribera apascentaua su
ganado, poniendo los ojos en solo el
interesse que de traelle bien apascentado
se le seguía, y las horas que le sobrauan
gastaua el pastor en solo gozar del
suaue olor de las doradas flores, al
tiempo que la primauera, con las alegres
nueuas del uerano, se esparze por el
uniuerso; tomando a uezes su rabel,
que muy polido en un çurron siempre
traíaces una çampoña, al son de la qual
componía los dulces versos con que de
las pastoras de toda aquella comarca
era loado. No se metia el pastor en la
consideracion de los malos, o buenos
successos de la fortuna, ni en la mudança
y uariacion de los tiempos; no le passaua
por el pensamiento la diligencia, y
codicias del ambicioso cortesano, ni
la confiança y presuncion de la Diana
celebrada por solo el uoto y parescer de
sus apassionados: tampoco le daua pena
la hinchaçon, y descuydo del orgulloso
priuado. En el campo se crió, en el campo
apascentaua su ganado, y ansi no salian
del campo sus pensamientos, hasta que
el crudo amor tomó aquella possession
de su libertad, que él suele tomar de
los que más libres se imaginan. Venia
pues el triste Sireno los ojos hechos
fuentes, el rostro mudado, y el coraçon
tan hecho a sufrir desuenturas, que si la
fortuna le quisiera dar algun contento
fuera menester buscar otro coraçon nueuo
para recebille. El uestido era de un
sayal tan aspero como su uentura, un
cayado en la mano, un çurron del brazo
yzquierdo colgando. Arrimose al pie
de un haya, començo a tender sus ojos
por la hermosa ribera, hasta que llegó
con ellos al lugar donde primero auia
uisto la hermosura, gracia, honestidad
de la pastora Diana, aquella en quien
naturaleza sumó todas las perfeciones,
que por muchas partes auia repartido. Lo
que su coraçon sintio imaginelo aquel que
en algun tiempo se halló metido entre
memorias tristes. No pudo el desuenturado
pastor poner silencio á las lagrimas,
ni escusar los sospiros que del alma le
salian. Y boluiendo los ojos al cielo,
començo a dezir desta manera: ¡Ay,
memoria mia! enemiga de mi descanso, no
os ocuparades mejor en hazer me oluidar
desgustos presentes, que en ponerme
delante los ojos contentos passados? ¿Qué
dezis, memoria? Que en este prado vi á mi
señora Diana. Que en el comence a sentir
lo que no acabaré de llorar. Que junto a
aquella clara fuente, cercada de altos
y verdes sauces, con muchas lagrimas
algunas vezes me juraua, que no auia cosa
en la vida, ni noluntad de padres, ni
persuasion de hermanos, ni importunidad
de parientes que de su pensamiento
le[1211] apartasse. Y que quando esto
dezia, salian por aquellos hermosos ojos
vnas lagrimas, como orientales perlas,
que parescian testigos de lo que en
el coraçon le quedaua, mandandome só
pena de ser tenido por hombre de baxo
entendimiento, que creyesse lo que tantas
vezes me dezia. Pues espera vn poco,
memoria, ya que me aueis puesto delante
los fundamentos de mi desuentura (que
tales fueron ellos, pues el bien que
entonces passé, fué principio del mal que
ahora padezco) no se os oluiden, para
templar me este descontento, de poner me
delante los ojos vno a vno, los trabajos,
los desassossiegos, los temores, los
recelos, las sospechas, los celos, las
desconfianças, que aun en el mejor
estado no dexan al que verdaderamente
ama. ¡Ay, memoria, memoria, destruydora
de mi descanso! ¡quan cierto está
responder me, qu'el mayor trabajo que
en estas consideraciones se passaua,
era muy pequeño, en comparacion del
contentamiento que a trueque dél recebia;
Vos, memoria, teneis mucha razon, y lo
peor dello es tenella tan grande. Y
estando en esto, sacó del seno un papel,
donde tenia embueltos vnos cordones de
seda verde y cabellos[1212] y poniéndolos
sobre la verde yerua, con muchas
lagrimas sacó su rabel, no tan loçano
como lo traía al tiempo que de Diana
era fauorescido, y començo a cantar lo
siguiente:
¡Cabellos, quanta mudança
he visto despues que os vi
y quan mal paresce ahí
esta color de esperança!
Bien pensaua yo cabe ellos
(aunque con algun temor)
que no fuera otro pastor
digno de verse cabe ellos.
¡Ay, cabellos, quantos dias
la mi Diana miraua,
si os traya, ó si os dexaua,
y otras cien mil niñerias!
Y quantas vezes llorando
¡ay!, lagrimas engañosas,
pedia celos, de cosas
de que yo estaua burlando.
Los ojos que me matauan,
dezid, dorados cabellos,
¿que culpa tuue en creellos,
pues ellos me assegurauan?
¿No vistes vos que algun dia,
mil lagrimas derramaua
hasta que yo le juraua,
que sus palabras creya?
¿Quien vió tanta hermosura
en tan mudable subjecto?
y en amador tan perfecto,
quien vio tanta desuentura?
Oh, cabellos ¿no os correys,
por venir de ado venistes,
viendo me como me vistes
en uerme como me veys?
Sobre el arena sentada
de aquel rio la ui yo
do con el dedo escriuió:
antes muerta, que mudada.
Mira el amor lo que ordena,
que os uiene hazer creer
cosas dichas por mujer,
y escritas en el arena.
No acabara tan presto Sireno el triste
canto, si las lagrimas no le fueran a
la mano, tal estaua como aquel a quien
fortuna tenia atajados todos los caminos
de su remedio. Dexó caer su rabel, toma
los dorados cabellos, bueluelos a su
lugar, diziendo: ¡Ay, prendas de la más
hermosa, y desleal pastora, que humanos
ojos pudieron ver! Quan a vuestro saluo
me aueis engañado. ¡Ay, que no puedo
dexar de veros, estando todo mi mal en
aueros visto! Y quando del çurron sacó la
mano, acaso topó con una carta, que en
tiempo de su prosperidad Diana le auia
embiado; y como lo vio, con vn ardiente
sospiro que del alma le salia, dixo: ¡Ay,
carta, carta, abrasada te vea, por mano
de quien mejor lo pueda hazer que yo,
pues jamas en cosa mia pude hazer lo que
quisiesse; malhaya quien ahora te leyere!
Mas ¿quien podra hazerlo? Y descogiendola
vio que dezia:
CARTA DE DIANA A SIRENO
Sireno mio, quan mal suffriria tus
palabras, quien no pensasse que amor
te las hazia dezir! Dizes me que no te
quiero quanto deuo, no sé en que lo uees,
ni entiendo cómo te pueda querer mas.
Mira que ya no es tiempo de no creerme,
pues vees que lo que te quiero me fuerça
a creer lo que de tu pensamiento me
dizes. Muchas vezes imagino que assi como
piensas que no te quiero, queriendote
mas que a mi, assi deues pensar que me
quieres teniendo me aborrescida. Mira,
Sireno, que'l tiempo lo ha hecho mejor
contigo, de lo que al principio de
nuestros amores sospechaste, y quedando
mi honra a saluo, la qual te deue todo lo
del mundo, no auria cosa en él, que por
ti no hiziesse. Suplicote quanto puedo,
que no te metas entre zelos y sospechas,
que ya sabes quan pocos escapan de sus
manos con la uida, la qual te dé Dios con
el contento que yo te desseo.
¿Carta es esta, dixo Sireno sospirando,
para pensar que pudiera entrar oluido
en el coraçon donde tales palabras
salieron? ¿Y palabras son estas para
passallas por la memoria, al tiempo que
quien las dixo, no la tiene de mí? ¡Ay,
triste, con quanto contentamiento acabé
de leer esta carta, quando mi señora me
la embió, y quantas vezes en aquella
hora misma la bolui a leer. Mas págola
ahora con las setenas: y no se suffria
menos, sino venir de vn extremo a otro:
que mal contado le seria a la fortuna,
dexar de hazer comigo, lo que con todos
haze. A este tiempo por vna cuesta abaxo,
que del aldea venia al verde prado, vio
Sireno venir vn pastor su passo a passo,
parandose a cada trecho, vnas vezes
mirando el cielo, otras el verde prado
y hermosa ribera, que desde lo alto
descubria: cosa que mas le augmentaua
su tristeza, viendo el lugar que fue
principio de su desuentura: Sireno
le conoscio, y dixo buelto el rostro
hazia la parte de donde venia: ¿Ay,
desuenturado pastor, aunque no tanto como
yo, en qué han parado las competencias
que comigo trayas por los amores de
Diana? y los disfauores que aquella cruel
te hazia, poniendolos a mi cuenta? Mas si
tú entendieras que tal havia de ser la
summa, quánto mayor merced hallaras que
la fortuna te hazia, en sustentarte en un
infelice estado, que a mí en derribarme
dél, a tiempo que menos lo temia? A este
tiempo el desamado Syluano tomó vna
çampoña, y tañendo vn rato, cantaua con
gran tristezza estos versos:
Amador soy, mas nunca fuy amado;
quise bien, y querré, no soy querido;
fatigas passo, y nunca las he dado;
sospiros di, mas nunca fuy oydo:
quexarme quise, y no fuy escuchado,
huyr quise de amor, quedé corrido;
de solo oluido, no podré quexarme,
porque aun no se acordaron de oluidarme.
Yo hago a todo mal solo vn semblante,
jamas estuue oy triste, ayer contento,
no miro atras, ni temo yr adelante;
vn rostro hago al mal, o al bien que siento.
Tan fuera voy de mi, como el dançante,
que haze a qualquier son mouimiento,
y ansí me gritan todos como a loco;
pero segun estoy aun esto es poco.
La noche a vn amador le es enojosa,
quando del dia atiende bien alguno:
y el otro de la noche espera cosa
qu'el dia le haze largo y importuno;
con lo que vn hombre cansa, otro reposa,
tras su desseo camina cada vno,
mas yo siempre llorando el dia espero:
y en viendo el dia, por la noche muero.
Quexarme yo de amor, es escusado:
pinta en el agua, o da bozes al viento:
busca remedio en quien jamas le ha dado
que al fin venga a dexalle sin descuento.
Llegaos a él a ser aconsejado,
dirá os un disparate y otros ciento.
Pues quién es este amor? Es una sciencia
que no la alcança estudio ni experiencia.
Ama a mi señora a su Sireno;
dexaua a mí, quiça que lo acertaua:
yo triste a mi pesar, tenia por bueno,
lo que enla vida y alma me tocaua.
A estar mi cielo algun dia sereno,
quexara yo de amor si le añublaua,
mas ningun bien diré que me ha quitado,
ved cómo quitará lo que no ha dado.
No es cosa amor, que aquel que no lo tiene
hallará feria a do pueda comprallo,
ni cosa que en llamandola, se uiene,
ni que le hallareys, yendo á buscallo:
Que si de uos no nace, no conuiene
pensar que ha de nascer de procurallo:
y pues que jamas puede amor forçarse,
no tiene el desamado que quexarse.
No estaua ocioso Sireno, al tiempo
que Syluano estos versos cantaua, que
con sospiros respondia a los vltimos
accentos de sus palabras, y con lagrimas
solennizaua lo que dellas entendia. El
desamado pastor, despues que vuo acabado
de cantar, se començo a tomar cuenta
de la poca que consigo tenia: y como
por su señora Diana auia oluidado todo
el hato y rebaño, y esto era lo menos.
Consideraua que sus seruicios eran sin
esperanza de galardon, cosa que a quien
tuuiera menos firmeza, pudiera facilmente
atajar el camino de sus amores. Mas era
tanta su constancia que puesto en medio
de todas las causas que tenia de oluidar
a quien no se acordaua dél, se salia tan
a su saluo dellas, y tan sin perjuyzio
del amor que a su pastora tenia, que
sin miedo alguno cometia qualquiera
imaginación[1213] que en daño de su fe le
sobreuiniesse. Pues como viό Sireno junto
a la fuente, quedó espantado de velle tan
triste, no porque ignorasse la causa de
su tristeza, mas porque le paresció, que
si él huuiera rescebido el mas pequeño
fauor que Sireno algun tiempo rescibio
de Diana, aquel contentamiento bastara
para toda la uida tenelle. Llegó se a
él, y abraçandose los dos, con muchas
lagrimas se boluieron a sentar encima
de la menuda yerba: y Syluano començo á
hablar desta manera: ¡Ay, Sireno, causa
de toda mi desuentura, o del poco remedio
della, nunca Dios quiera que yo de la
tuya reciba uengança, que quando muy a mi
saluo pudiesse hacello no permitiria el
amor que a mi señora Diana tengo, que yo
no fuesse contra aquel en quien ella con
tanta voluntad lo puso. Si tus trabajos
no me duelen, nunca en los mios haya fin:
si luego que Diana se quiso desposar,
no se me acordo que su desposorio y tu
muerte auian de ser a vn tiempo, nunca
en otro mejor me vea que este en que
aora estoy. Pensar deues, Sireno, que te
queria yo mal, porque Diana te queria
bien y que los fauores que ella te hazia
eran parte para que yo te desamasse:
Pues no era de tan baxos quilates mi fe,
que no siguiesse a mi señora, no solo
en quererla, sino en querer todo lo que
ella quisiesse. Pesarme de tu fatiga,
no tienes porque agradescermelo: porque
estoy tan hecho a pesares que aun de
bienes mios me pesaria, cuanto más de
males agenos.
No causó[1214] poca admiracion a Sireno
las palabras del pastor Syluano; y ansi
estuuo un poco suspenso, espantado de
tan gran suffrimiento y de la qualidad
del amor que a su pastora tenia. Y
boluiendo en si, le respondio[1215]. Por
ventura, Syluano, has nascido tú para
exemplo de los que no sabemos suffrir
las aduersidades que la fortuna delante
nos pone? O acaso te ha dado naturaleza
tanto animo en ellas que no solo baste
para suffrir las tuyas, mas que aun
ayudes a sobrelleuar las agenas? Veo que
estás tan conforme con tu suerte, que no
te prometiendo esperança de remedio, no
sabes pedille mas de lo que te da. Yo te
digo, Syluano, que en ti muestra bien
el tiempo, que cada dia va descubriendo
nouedades muy agenas de la imaginacion
de los hombres. O quánta más embidia te
deue tener este sin ventura pastor, en
verte suffrir tus males, que tú podrias
tenelle a él al tiempo que le veias gozar
sus bienes. ¿Viste los fauores que me
hazia? Viste la blandura de palabras,
con que me manifestaua sus amores? Viste
como lleuar el ganado al rio, sacar los
corderos al soto, traer las ouejas por la
siesta a la sombra destos alisos, jamas
sin mi compañia supo hazello? Pues nunca
yo vea el remedio de mi mal, si de Diana
esperé, ni desseé, cosa que contra su
honrra fuesse, y si por la ymaginacion
me pasaua, era tanta su hermosura, su
valor, su honestidad, y la limpieza del
amor que me tenia, que me quitauan del
pensamiento qualquiera cosa que en daño
de su bondad imaginaua[1216]. Esto creo
yo por cierto, dixo Syluano sospirando:
porque lo mesmo podré affirmar de mi. Y
creo que no vuiera nadie que en Diana
pusiera los ojos, que osara dessear otra
cosa, sino verla y conuersarla. Aunque
no sé si hermosura tan grande, en algun
pensamiento, no tan subiecto como el
nuestro, hiziera algun excesso, y mas
si como yo un dia la vi, acertara de
vella, que estaua sentada contigo, junto
a aquel arroyo, peinando sus cabellos de
oro: y tú estauas teniendo el espejo, en
que de quando en quando se miraua. Mas
no sabiades los dos, que os estaua yo
acechando deste aquellas matas altas,
que estan junto a las dos enzinas: y aun
se me acuerda de los uersos que tú le
cantaste, sobre auerle tenido el espejo
en quanto se peinaua. Cómo los vuiste
a las manos, dixo Sireno? Syluano le
respondió: El otro dia siguiente hallé
aqui vn papel, en que estauan escritos,
y los leí, y aun los encomende a la
memoria. Y luego vino Diana por aqui
llorando, por auellos perdido, y me
preguntó por ellos; y no fue pequeño
contentamiento para mí, ver en mi señora
lagrimas que pudiesse[1217] remediar.
Acuerdome, que aquella fue la primera
vez que de su boca oí palabra sin yra,
y mira quan necessitado estaua de su
fabor[1218], que de decirme ella que me
agradecía darle lo que buscaba, hize tan
grandes reliquias[1219] que mas de un año
de grandisimos males desconte por aquella
sola palabra, que traya alguna apariencia
de bien. Por tu uida, dixo Sireno, que
digas los uersos, que dizes que yo le
canté, pues los tomaste de coro. Soy
contento, dixo Syluano, de esta manera
dezian.
De merced tan extremada
ninguna deuda me queda,
pues en la misma moneda,
señora, quedays pagada.
Que si gozé estando alli
viendo delante de mi
rostro, y oyos soberanos:
vos tambien viendo en mis manos
lo que en vuestros ojos vi.
Y esto no os parezca mal,
que de vuestra hermosura
vistes sola la figura,
y yo vi lo natural.
Vn pensamiento extremado,
jamas de amor subjetado,
mejor uee, que no el captiuo,
aunque el uno uea lo biuo,
y el otro lo debuxado.
Qvando esto acabó Sireno de oyr, dixo
contra Syluano: plega a Dios, pastor, que
el amor me dé esperança de algun bien
impossible, si ay cosa en la vida con que
yo mas facilmente la passasse que con tu
conuersacion, y si agora en estremo no
me pesa que Diana te aya sido tan cruel,
que siquiera no mostrasse agradecimiento
a tan leales seruicios, y a tan verdadero
amor como en ellos has mostrado. Syluano
le respondio sospirando. Con poco me
contentara yo, si mi fortuna quisiera; y
bien pudiera Diana, sin offender á lo que
a su honra, y a tu fe deuia darme algun
contentamiento, mas no tan solo huyó
siempre de darmele, mas aun de hazer cosa
por donde imaginasse que yo algun tiempo
podria tenelle. Dezia yo muchas vezes
entre mí: Aora esta fiera endurescida
no se enojaria algun dia con Sireno, de
manera que por vengarse dél, fingiesse
favorescerme a mi? Que vn hombre tan
desconsolado, y falto de fauores, aun
fingidos los ternia por buenos. Pues
quando desta tierra te partiste, pense
verdaderamente, que el remedio de mi
mal me estaua llamando a la puerta, y
que el oluido era la cosa más cierta,
que despues de la ausencia se esperaua,
y más en coraçon de muger. Pero quando
despues vi las lagrimas de Diana, el no
reposar en la aldea, el amar la soledad,
los continuos sospiros, Dios sabe lo que
senti. Que puesto caso que yo sabia ser
el tiempo vn medico muy aprouado para el
mal que la ausencia suele causar, vna
sola hora de tristeza no quisiera yo que
por mi señora passara, aunque della se
me siguieran a mí cien mil de alegria.
Algunos dias, despues que te fuyste,
la vi junto a la dehesa del monte,
arrimada a vna enzina, de pechos sobre
su cayado, y desta manera estuuo gran
pieça antes que me viesse. Despues alçó
los ojos, y las lagrimas le estoruaron
verme. Deuia ella entonces imaginar en
su triste soledad, y en el mal que tu
ausencia le hazia sentir, pero de ay a
vn poco (no sin lagrimas, acompañadas
de tristes sospiros) sacó vna çampoña,
que en el çurron traya; y la començo a
tocar tan dulcemente, que el valle, el
monte, el rio, las aues enamoradas, y
aun las sierras de aquel espesso bosque
quedaron suspensas, y dexando la çampoña
al son que ella auia tañido, començo esta
cancion:
_Cancion._
Ojos que ya no veys quien os miraua,
(quando erades espejo en que se via)
qué cosa podreys ver que os dé contento?
Prado florido y verde, do algun dia
por el mi dulce amigo yo esperaua,
llorad comigo el graue mal que siento.
Aqui me declaró su pensamiento,
oyle yo cuytada,
mas que serpiente ayrada,
llamandole mil vezes atreuido.
Y el triste alli tendido[1220],
paresce que es ahora, y que lo veo,
y aun esse es mi desseo,
¡ay si lo viesse yo, ay tiempo bueno!
ribera vmbrosa, qué es del mi Sireno?
Aquella es la ribera, este es el prado,
de alli parece el soto y valle vmbroso,
que yo con mi rebaño repastaua.
Veys el arroyo dulce y sonoroso,
a do pascia la siesta mi ganado
quando el mi dulce amigo aqui moraua.
Debaxo aquella haya verde estaua,
y veys alli el otero
a do le vi primero,
y a do me vio: dichoso fue aquel dia,
si la desdicha mia,
vn tiempo tan dichoso no acabara.
O haya, o fuente clara,
todo está aquí, mas no por quien yo peno.
Ribera vmbrosa, qu'es de mi Sireno?
Aqui tengo un retrato que me engaña,
pues veo a mi pastor quando lo veo,
aunque en mi alma está mejor sacado:
Quando de verle llega el gran desseo
de quien el tiempo luego desengaña,
a aquella fuente voy, que está en el prado,
Arrimolo a aquel sauze y a su lado
me assiento (ay amor ciego)
al agua miro luego,
y veo a mí y a él, tomo la via
quando él aqui viuia.
Esta inuencion vn rato me sustenta,
despues caygo[1221] en la cuenta
y dize el coraçon, de ansias lleno:
ribera vmbrosa, qu'es d'el mi Sireno?
Otras vezes le hablo, y no responde
y pienso que de mí se esta vengando,
porque algun tiempo no le respondia,
Mas digole yo triste assi llorando:
hablad, Sireno, pues estays adonde
jamas ymaginó mi fantasia.
No veys, dezi, que estays n'el alma mia?
Y él todavia callado
y estarse alli a mi lado:
en mi seso le ruego que me hable:
¡qué engaño tan notable
pedir a una pintura lengua o seso!
¡ay tiempo, que en un peso
está mi alma y en poder ageno!
ribera umbrosa, qu'es del mi Sireno?
No puedo jamas yr con mi ganado,
quando se pone el sol, a nuestra aldea,
ni desde ella uenir a la majada,
Sino por donde, aunque no quiera, uea
la choça de mi bien tan desseado,
ya por el suelo toda derribada:
Allí me assiento un poco y descuidada
do ouejas y corderos,
hasta que los uaqueros
me dan bozes diziendo: ha pastora,
en que piensas aora,
y el ganado pasciendo por los trigos?
mis ojos son testigos
por quien la yerua crece al ualle ameno;
ribera umbrosa, qu'es d'el mi Sireno?
Razon fuera, Sireno, que hizieras
a tu opinion más fuerça en la partida
pues que sin ella te entregué la mia:
¿Mas yo de quién me quexo? ¡ay, perdida!
¿pudiera alguno hazer que no partieras
si el hado o la fortuna lo queria?
No fue la culpa tuya ni podria
creer que tú hiziesses
cosa con que offendiesses
a este amor tan llano y tan sencillo,
ni quiero presumillo,
aunque aya muchas muestras y señales;
los hados desiguales
me an anublado vn cielo muy sereno;
ribera vmbrosa, qu'es del mi Sireno?
Cancion mira que vays adonde digo,
mas quedate comigo,
que puede ser te lleue la fortuna
a parte do te llamen importuna.
Acabado[1222] Syluano la amorosa cancion
de Diana, dixo a Sireno (que como fuera
de si estaua oyendo los uersos que
despues de su partida la pastora auia
cantado): quando esta cancion cantaua
la hermosa Diana, en mis lagrimas
pudieran ver si yo sentia las que ella
por tu causa derramaua: pues que no
queriendo yo della entender que la auia
entendido, dissimulando lo mejor que
pude (que no fue poco podello hazer)
llegueme adonde estaua. Sireno entonces
le atajó diziendo: Ten punto, Syluano;
¿que vn coraçon, que tales cosas sentia
pudo mudar fe? O constancia, o firmeza,
y quantas pocas uezes hazeis assiento
sobre coraçon de hembra, que quanto mas
subiecta está á quereros, tanto mas
propuesta[1223] para oluidaros. Y bien
creya yo que en todas las mugeres auia
esta falta, mas en mi señora Diana,
jamas pensé que naturaleza auia dexado
cosa buena por hazer. Prosiguiendo pues
Syluano por su historia adelante, le
dixo: Como yo me llegase más adonde
Diana estaua, vi que ponia los ojos en
la clara fuente, adonde prosiguiendo
su acostumbrado officio, començó a
dezir. Ay ojos y quanto más presto se
os acabaran las lagrimas que la ocasion
de derramabas; ay mi Sireno, plega a
Dios que antes que el desabrido inuierno
desnude el verde prado de frescas y
olorosas flores, y el ualle ameno de la
menuda yerua, y los arboles sombrios
de su uerde hoja, uean estos ojos tu
presencia tan desseada de mi anima, como
de la tuya deuo ser aborrecida. A este
punto alçó el diuino rostro, y me uido:
trabajó por disimular el triste llanto,
mas no lo pudo hazer, de manera que las
lagrimas no atajassen el passo a su
disimulacion. Leuantose a mi, diziendo:
Sientate aqui, Syluano, que asaz vengado
estás, y a costa mia. Bien paga esta
desdichada lo que dizes que a su causa
sientes si es uerdad que es ella la
causa. Es possible, Diana, (le respondi)
que eso me quedaua por oyr? En fin, no me
engaño en dezir, que nasci para cada dia
discubrir nueuos generos de tormentos, y
tú para hazerme más sinrazones, de las
que en tu pensamiento pueden caber. Aora
dudas ser tú la causa de mi mal? Si tú
no eres la causa d'el, quién, sospechas
que mereciesse tan gran amor? O qué
coraçon auria en el mundo si no fuesse el
suyo, a quien mis lagrimas no vuiessen
ablandado? E a esto añadi otras muchas
cosas, de que ya no tengo memoria. Mas
la cruel enemiga de mi descanso, atajó
mis razones, diziendo: Mira, Syluano, si
otra vez tu lengua se atreue a tratar de
cosa tuya y a dexar de hablarme en el mi
Sireno, a tu plazer te dexaré gozar de la
clara fuente donde estamos sentado. Y tú
no sabes que toda cosa que en mi pastor
no tratare, me es aborrescible y enojosa?
y que a la persona que quiere bien, todo
el tiempo que gasta en oyr cosa fuera de
sus amores le parece mal empleado? Yo
entonces, de miedo que mis palabras no
fuessen causa de perder el descanso que
su vista me offrescia, puse silencio en
ellas, y estuue alli vn gran rato gozando
de ver aquella hermosura sobrehumana,
hasta que la noche se dexó venir (con
mayor presteza de lo que yo quisiera) y
de alli nos fuymos los dos con nuestros
ganados al aldea. Sireno sospirando,
le dixo: grandes cosas me has contado
(Syluano) y todas en daño mio; desdichado
de mí, quán presto vine a esperimentar la
poca constancia que en las mugeres ay.
Por lo que los deuo me pesa. No quisiera
yo, pastor, que en algun tiempo se oyere
dezir, que en vn vaso, donde tan gran
hermosura y discrecion juntó naturaleza,
hubiera tan mala mixtura, como es la
inconstancia que comigo ha usado. Y lo
que más me llega al alma, es que el
tiempo le a de dar a entender lo mal que
comigo lo ha hecho: lo qual no puede ser
sino a costa de su descanso. ¿Cómo le
ua de contentamiento despues de casada?
Syluano le respondió: dizenme algunos que
le ua mal, y no me espanto, porque como
sabes, Delio su esposo, aunque es rico de
los bienes de fortuna, no lo es de los de
naturaleza, que en esto de la disposicion
ya ves quan mal le va. Pues de otras
cosas de que los pastores nos preciamos,
como son tañer, cantar, luchar, jugar al
cayado, baylar con las mozas el Domingo,
paresce que Delio no ha nascido para más
que mirallo. Aora pastor (dixo Sireno)
toma tu rabel y yo tomaré mi çampoña,
que no ay mal que con la musica no se
passe, ni tristeza que con ella no se
acresciente. Y templando los dos pastores
sus instrumentos con mucha gracia y
suauidad començaron a cantar lo siguiente.
SYLVANO
Sireno, en qué pensauas, que mirandote
estaua desde el soto, y condoliendome
de uer con el dolor qu'estás quexandote?
Yo dexo mi ganado alli, atendiendome,
que en quanto el claro sol no ua encubriendose
bien puedo estar contigo entreteniendome.
Tu mal me di[1224] pastor, que el mal diziendose
se passa a menos costa, que callandolo,
y la tristeza en fin va despidiendose.
Mi mal contaria yo, pero contandolo,
se me acrecienta, y más en acordarseme
de quan en vano, ay triste, estoy llorandolo.
La vida a mi pesar veo alargarseme,
mi triste coraçon no ay consolarmele,
y vn desusado mal veo acercarseme.
De quien medio esperé, vino a quitarmele,
mas nunca le esperé, porque esperandole,
pudiera con razon dexar de darmele.
Andaua mi passion sollicitandole,
con medios no importunos, sino licitos,
y andaua el crudo amor ella estoruandole,
Mis tristes pensamientos muy solicitos
de vna á otra parte reboluiendose,
huyendo en toda cosa el ser illicitos,
pedian a Diana, que pudiendose
dar medio en tanto mal, y sin causartele
se diesse: y fuesse vn triste entreteniendose.
Pues qué hizieras, di, si en vez de dartele
te le quitare? ay triste, que pensandolo,
callar querria mi mal, y no contartele.
Pero despues (Sireno) ymaginandolo
vna pastora inuoco hermosissima,
y ansi va a costa mia en fin passandolo.
SIRENO
Syluano mio, vna afeccion rarissima,
vna verdad que ciega luego en viendola,
vn seso, y discrecion excelentissima:
con una dulce habla, que en oyendola,
las duras peñas mueue enterneciendolas,
qué sentiria un amador perdiendola?
Mis ouejuelas miro, y pienso en viendolas
quantas uezes la uía repastandolas
y con las suias propias recogiendolas.
Y quantas uezes la topé lleuandolas,
al rio por la siesta, a do sentandose,
con gran cuidado estaua alli contandolas?
Despues si estaua sola, destocandose,
vieras el claro sol embidiosissimo
de sus cabellos, y ella alli peinandose,
Pues (o Syluano amigo mio carissimo)
quantas uezes de subito encontrandome
se le encendia aquel rostro hermosissimo.
Y con qué gracia estaua preguntandome
que como auia tardado, y aun riñiendome
y si esso m'enfadaua halagandome.
Pues quantos dias la hallé atendiendome
en esta clara fuente, y yo buscandola
por aquel soto espesso, y deshaziendome,
Cómo qualquier trabajo en encontrandola
de ouejas y corderos, lo oluidauamos
hablando ella comigo, y yo mirandola.
Otras uezes (Syluano) concertauamos
la çampoña y rabel con que tañiamos,
y mis uersos entonce alli cantauamos.
Despues la flecha y arco apercebiamos
y otras uezes la red, y ella siguiendome
jamas sin caça a nuestra aldea boluiamos.
Assi fortuna anduuo entreteniendome
que para mayor mal yua guardandome,
el qual no terná fin, sino muriendome.
SYLUANO
Sireno, el crudo amor que lastimandome
jamas cansó, no impide el acordarseme
de tanto mal, y muero en acordandome.
Miré a Diana, y ui luego abreuiarseme
el plazer y contento, en solo uiendola,
y a mi pesar la uida ui alargarseme,
O quantas uezes la hallé perdiendola,
y quantas uezes la perdi hallandola,
y yo callar, suffrir, morir sirviéndola[1225]?
La uida perdí yo, quando topandola
miraua aquellos ojos, que ayradissimos
boluia contra mí luego en hablandola.
Mas quando los cabellos hermosissimos
descogia y peinaua, no sintiendome
se me boluian los males sabrosissimos.
Y la cruel Diana en conosciendome
boluia como fiera, que encrespandose
arremete al leon, y deshaziendome.
Vn tiempo la esperança, ansi burlandome
mantuuo el coraçon entreteniendole,
mas el mismo despues desengañandome,
burló del esperar, y fue perdiendole.
No mucho despues que los pastores dieron
fin al triste canto, uieron salir dentro
el arboleda que junto al rio estaña,
una pastora tañendo con una çampoña, y
cantando con tanta gracia y suauidad
como tristeza: la qual encobria gran
parte de su hermosura (que no era poca)
y preguntó Sireno, como quien auia mucho
que no repastaua por aquel valle, quién
fuesse[1226]. Syluano le respondió: esta
es una hermosa pastora, que de pocos
dias acá apascienta por estos prados,
muy quexosa de amor, y segun dize con
mucha razon, aunque otros quieren dezir,
que ha mucho tiempo que se burla con el
desengaño. Por uentura, dixo Sireno, está
en su mano el desengañarse? Si, respondió
Syluano, porque no puedo yo creer, que ay
muger en la uida, que tanto quiera que la
fuerça del amor le estorue entender si es
querida, o no.
De contraria opinion soy. De contraria
(dixo Syluano) pues no te irás alabando,
que bien caro te cuesta auerte fiado en
las palabras de Diana, pero no te doy
culpa, que ansi como no ay a quien no
uença su hermosura, assi no aurá a quien
sus palabras no engañen. ¿Cómo puedes tú
saber esso, pues ella jamas te engañó
con palabras, ni con obras? Verdad es
(dixo Syluano) que siempre fuy della
desengañado, mas yo osaria jurar (por lo
que despues acá ha sucedido) que jamas me
desengañó a mi, sino por engañarte a ti.
Pero dexemos esto, y oyamos esta pastora
que es gran amiga de Diana, y segun lo
que de su gracia y discreccion me dizen,
bien meresce ser oyda. A este tiempo
llegaua la hermosa pastora junto a la
fuente, cantando este soneto.
_Soneto._
Ya he uisto yo a mis ojos más contento
y he uisto mas alegre el alma mia,
triste de la que enfada do algun dia
con su uista causó contentamiento.
Mas como esta fortuna en un momento
os corta la rayz del alegria,
lo mismo que ay de vn es, a un ser solia,
ay de un gran plazer a un gran tormento.
Tomaos allá con tiempos, con mudanças,
tomaos con mouimientos desuariados,
vereys el coraçon quan libre os queda.
Entonces me fiaré yo en esperanças,
quando los casos tenga sojuzgados
y echado un clauo al exe de la rueda.
Despues que la pastora acabó de cantar
se uino derecha a la fuente adonde los
pastores estauan, y entretanto que uenia,
dixo Syluano (medio riendo) no hagas
sino hazer caso de aquellas palabras,
y acceptar por testigo el ardiente
sospiro con que dió fin a su cantar.
Desso no dudes (respondió Sireno) que
tan presto yo la quisiera bien como
aunque me pese creyera todo lo que ello
me quisiera dezir. Pues estando ellos en
esto llegó Seluagia, y quando conoscio
a los pastores, muy cortesemente los
saludó, diziendo: Qué hazeys, o desamados
pastores, en este verde y deleytoso
prado? No dizes mal, hermosa Seluagia,
en preguntar qué hazemos (dixo Syluano)
hazemos tan poco para lo que deuiamos
hazer, que jamas podremos concluyr cosa
que el amor nos haga dessear? No te
espantes desso, dixo Seluagia, que cosas
ay que antes que se acaben, acaban ellas
a quien las dessea. Syluano respondio:
a lo menos si hombre pone su descanso
en manos de muger, primero se acabará
la uida, que con ella se acabe cosa con
que se espere recebille. Desdichadas
destas mugeres (dixo Seluagia) que tan
mal tratadas son de uuestras palabras.
Mas destos hombres (respondio Syluano)
que tanto peor lo son de uuestras obras.
Puede ser cosa más baxa, ni de menor
ualor, que por la cosa más liuiana del
mundo, olvideys uosotras a quien más amor
ayais tenido? Pues ausentaos algun dia
de quien bien quereys, que a la buelta
aureys menester negociar de nueuo. Dos
cosas siento, dixo Seluagia, de lo que
dizes, que uerdaderamente me espantan,
la vna, es que ueo en tu lengua al reues
de lo que de tu condicion tuue entendido
siempre, porque imaginaua yo quando oya
hablar en tus amores, que eras en ellos
vn Fenix, y que ninguno de quantos hasta
oy an querido bien, pudieron llegar al
estremo que tú as tenido, en querer
a una pastora que yo conosco, causas
harto sufficientes para no tratar mal
de mugeres, si la malicia no fuera más
que los amores. La segunda es que hablas
en cosa que no entiendes, porque hablar
en oluido, quien jamas tuuo esperiencia
dél, más se deue atribuir a locura que a
otra cosa. Si Diana jamas se acordo de
ti, cómo puedes tú quexarte de su oluido?
A ambas cosas, dixo Syluano, pienso
responderte, si no te cansas en oyrme.
Plega a Dios que jamas me uea con más
contento del que aora tengo, si nadie,
por más exemplo que me trayga puede
encarecer el poder que sobre mi alma
tiene aquella desagradescida, y desleal
pastora (que tú conoces, y yo no quisiera
conocer) pero quanto mayor es el amor
que le tengo, tanto más me pesa, que en
ella aya cosa que pueda ser reprehendida;
porque ay está Sireno, que fue más
fauorescido de Diana que todos los del
mundo lo an sido de sus señoras y lo ha
oluidado de la manera que todos sabemos.
A lo que dizes, que no puedo hablar
en mal, de que no tengo esperiencia,
bueno seria que el medico no supiesse
tratar de mal que él no uuiesse tenido,
y de otra cosa, Seluagia te quiero
satisfazer, no pienses que quiero mal a
las mugeres, que no ay cosa en la uida a
quien más dessee seruir: mas en pago de
querer bien, soy tratado mal, y de aqui
nasce dezillo yo, de quien es su gloria
causarmele. Sireno que auia rato que
callaua, dixo contra Seluagia. Pastora,
si me oyesses, no pornias culpa a mi
competidor (o hablando mas propriamente,
a mi charo amigo Syluano) dime, por
qué causa soys tan mouibles, que en un
punto derribais a un pastor de lo más
alto de su uentura, a lo más baxo de su
miseria? Pero sabeys a qué lo atribuyo?
a que no teneys uerdadero conoscimiento
de lo que traeys entre manos; tratays
de amor, no soys capazes de entendelle,
ved cómo sabreys aueniros con el. Yo te
dixo Sireno (dixo Seluagia) que la causa
porque las pastoras oluidamos, no es
otra, sino la misma porque de uosotros
somos oluidadas. Son cosas que el amor
haze y deshaze: cosas que los tiempos
y los lugares las mueuen o las[1227]
ponen silencio: mas no por defecto del
entendimiento de las mugeres, de las
quales ha auido en el mundo infinitas que
pudieran enseñar a uiuir a los hombres,
y aun los enseñaran a amar, si fuera el
amor cosa que pudiera enseñarse. Mas
con todo esto, creyo que no ay mas baxo
estado en la uida, que el de las mugeres:
porque si os hablan bien, pensays que
estan muertas de amores; si no os hablan,
creeys que de alteradas y fantasticas
lo hazen; si el recogimiento que tienen
no haze a nuestro proposito, teneys lo
por hypocresia: no tienen desemboltura
que no os parezca demasiada: si callan,
dezis que son necias, si hablan, que son
pesadas: y que no ay quien las suffra,
si os quieren todo lo del mundo, creeys
que de malas lo hazen, si os oluidan,
y se apartan de las occasiones de ser
enfamadas, dezis que de inconstantes y
poco firmes en un proposito. Assi que no
está en más pareceros la muger buena,
o mala, que en acertar ella a no salir
jamas de lo que pide uuestra inclinacion.
Hermosa Seluagia (dixo Sireno) si todas
tuuiessen ese entendimiento y biueza de
ingenio, bien creo yo que jamas darian
occasion a que nosotros pudiessemos
quexarnos de sus descuydos. Mas para que
sepamos la razon que tienes de agrauiarte
de amor, ansi Dios te de el consuelo
que para tan graue mal es menester, que
nos cuentes la hystoria de tus amores,
y todo lo que en ellos hasta aora te ha
succedido (que de los nuestros sabes más
de lo que nosotros te sabremos dezir) por
uer si las cosas que en él as passado te
dan licencia para hablar en ellos tan
sueltamente. Que cierto tus palabras dan
a entender ser tú la más esperimentada en
ellos, que otra jamas aya sido. Seluagia
le respondio: si yo no fuere (Sireno)
la más esperimentada, seré la más mal
tratada que nunca nadie penso ser, y la
que con más razon se puede quexar de
sus desuariados effectos, cosa harto
sufficiente para poder hablar en él. Y
porque entiendas por lo que passé, lo que
siento de esta endiablada passion, poned
un poco uuestras desuenturas en mano del
silencio, y contaros he las maiores que
jamas aueys oydo.
En el ualeroso y inexpugnable reino de
los Lusitanos, ay dos caudalosos rios
que cansados de regar la mayor parte de
nuestra España, no muy lexos el vno del
otro entran en el mar Oceano, en medio
de los quales ay muchas y muy antiguas
poblaciones, a causa de la fertilidad
de la tierra ser tan grande, que en
el uniuerso no ay otra alguna que se
yguale. La uida desta prouincia es tan
remota y apartada de cosas que puedan
inquietar el pensamiento, que si no es
quando Venus, por manos del ciego hijo,
se quiere mostrar poderosa, no ay quien
entienda en más que en sustentar una
vida quieta, con sufficiente mediania,
en las cosas que para passalla son
menester. Los ingenios de los hombres
son aparejados para passar la uida con
assaz contento, y la hermosura de las
mugeres para quitalla al que mas confiado
biuiere. Ay muchas casas por entre las
florestas sombrias, y deleytosos ualles:
el termino de los quales siendo proueydo
de rocio del soberano cielo, y cultiuado
con industria de los habitadores dellas,
el gracioso uerano tiene cuydado de
offrecerles el fruto de su trabajo, y
socorrerles a las necessidades de la
uida humana. Yo uiuia en una aldea que
está junto al caudaloso Duero (que es
vno de los dos rios que os tengo dicho)
adonde está el suntuosissimo templo de
la diosa Minerua, que en ciertos tiempos
del año es uisitado de todas o las más
pastoras y pastores que en aquella
prouincia biuen. Començando un dia, antes
de la celebre fiesta a solemnizalla
las pastoras y nymphas, con cantos y
hymnos muy suaues, y los pastores con
desafios de correr, saltar, luchar, y
tirar la barra, poniendo por premio para
el que uictorioso saliere, quales una
guirnalda de uerde yedra, quales una
dulce çampoña, o flauta, ó un cayado de
nudoso fresno, y otras cosas de que los
pastores se precian. Llegando pues el dia
en que la fiesta se celebraua, yo con
otras pastoras amigas mias: dexando los
seruiles, y baxos paños, y uistiendonos
de los mejores que teniamos, nos fuymos
el dia antes de la fiesta determinadas de
uerlas aquella noche en el templo, como
otros años lo soliamos hazer. Estando
pues como digo en compañia de estas
amigas mias, uimos entrar por la puerta,
una compañia de hermosas pastoras, a
quien algunos pastores acompañauan: los
quales dexandolas dentro, y auiendo
hecho su deuida oracion, se salieron
al hermoso ualle, por que la orden de
aquella prouincia era que ningun pastor
pudiesse entrar en el templo, más que a
dar la obediencia, y se boluiesse luego
a salir, hasta que el dia siguiente
pudiessen todos entrar a participar
de las cerimonias y sacrificios que
entonces hazian. Y la causa desto era,
porque las pastoras y Nimphas quedassen
solas y sin ocasion de entender en
otra cosa, sino celebrar la fiesta
regozijandose vnas con otras, cosas que
otros muchos años solian hazer, y los
pastores fuera del templo en vn uerde
prado que alli estaua, al resplandor de
la nocturna Diana. Pues auiendo entrado
los pastores que digo en el suntuoso
templo, despues de hechas sus oraciones
y de haber offrescido sus offrendas
delante del altar, junto a nosotros se
assentaron. Y quiso mi uentura que
junto a mi se sentasse una dellas para
que yo fuesse desuenturada todos los
dias que su memoria me durasse[1228].
Las pastoras venian disfraçadas, los
rostros cubiertos con unos uelos blancos
y presos en sus chapeletes de menuda
paja subtilissimamente labrados con
muchas guarniciones de lo mismo tan
bien hechas y entretexidas, que de oro
no les lleuara uentaja. Pues estando
yo mirando la que junto a mi se auia
sentado, ui que no quitaua los ojos de
los mios, y quando yo la miraua, abaxava
ella los suyos fingiendome quererme uer
sin que yo mirasse en ello. Yo desseaua
en estremo saber quién era, por que
si hablasse comigo, no cayesse yo en
algun yerro a causa de no conocella.
Y todauia todas las uezes que yo me
descuydaua, la pastora no quitaua los
ojos de mí, y tanto que mil uezes
estime por hablalla[1229], enamorada de
unos hermosos ojos que ella solamente
tenia descubiertos. Pues estando yo con
toda la atencion possible, sacó la más
hermosa y la más delicada mano, que yo
despues acá he uisto, y tomandome la
mia, me la estuuo mirando un poco. Yo
que estaua más enamorada della de lo
que se podria dezir, le dixe: Hermosa y
graciosa pastora, no es sola essa mano,
la que aora está aparejada para seruiros,
mas tambien lo está el coraçon, y el
pensamiento de cuya ella es. Ysmenia (que
assi se llamaua aquella que fue causa de
toda la inquietud de mis pensamientos)
teniendo ya imaginado hazerme la burla
que adelante oireys, me respondio muy
baxo, que nadie lo oyesse: graciosa
pastora, soy yo tan uuestra, que como tal
me atreui a hazer lo que hize, suplicoos
que no os escandalizeys, porque en uiendo
uuestro hermoso rostro, no tuue más
poder en mi. Yo entonces muy contenta
me llegué más a ella, y le dixe (medio
riendo). ¿Cómo puede ser, pastora, que
siendo uos tan hermosa os enamoreys de
otra que tanto le falta para serlo, y
más siendo muger como uos? Ay pastora,
respondió ella, que el amor que menos
uezes se acaba es este, y el que más
consienten passar los hados, sin que las
bueltas de fortuna ni las mudanças del
tiempo les vayan a la mano. Yo entonces
respondi: si la naturaleza de mi estado
me enseñara a responder a tan discretas
palabras, no me lo estoruara el desseo
que de seruiros tengo: mas creeme,
hermosa pastora, que el proposito de ser
uuestra, la muerte no será parte para
quitarmele. Y despues desto los abraços
fueron tantos, los amores que la vna
á la otra nos deziamos, y de mi parte
tan uerdaderos, que ni teniamos cuenta
con los cantares de las pastoras, ni
mirauamos las danças de las Nymphas, ni
otros regozijos que en el templo se
hazia[1230]. A este tiempo importunaua
yo a Ysmenia que me dixesse su nombre, y
se quitasse el reboço, de lo qual ella
con gran dissimulacion se escusaua y con
grandissima astucia mudaua proposito. Mas
siendo ya passada media noche, y estando
yo con el mayor desseo del mundo de verle
el rostro, y saber cómo se llamaua, y de
adónde era, comence a quexarme d'ella,
y a dezir que no era possible que el
amor que me tenia fuesse tan grande,
como con sus palabras me manifestaua:
pues auiendole yo dicho mi nombre, me
encubria el suyo, y que cómo podia yo
biuir, queriendola como la queria, si
no supiesse a quién queria, o adónde
auia de saber nueuas de mis amores? E
otras cosas dichas tan de veras que las
lagrimas me ayudaron a mouer el coraçon
de la cautelosa Ysmenia, de manera que
ella se leuantó: y tomandome por la mano
me apartó hazia una parte, donde no auia
quien impedir nos pudiesse y començo a
dezirme estas palabras (fingiendo que
del alma le salian). Hermosa pastora,
nascida para inquietud de un espiritu,
que hasta aora ha biuido tan esento
quanto ha sido possible, quien podra
dexar de dezirte lo que pides auiendote
hecho señora de su libertad? Desdichado
de mí, que la mudança del habito te tiene
engañada aunque el engaño ya resulta
en daño mio. El reboço que quieres que
yo quite, ues lo aqui donde lo quito,
dezirte he mi nombre, no te haze mucho al
caso, pues aunque yo no quiera me uerás
mas uezes de las que tú podras suffrir.
Y diziendo esto, y quitandose el reboço,
vieron mis ojos un rostro que aunque
el aspecto fuesse un poco uaronil, su
hermosura era tan grande que me espantó.
E prosiguiendo Ysmenia su plática, dixo:
y por que, pastora, sepas el mal que tu
hermosura me ha hecho, y que las palabras
que entre las dos como de burlas han
passado son de ueras: sabe que yo soy
hombre y no muger, como antes pensauas.
Estas pastoras que aqui uees por reyrte
comigo (que son todas mis parientas) me
han uestido desta manera que de otra no
pudiera quedar en el templo, a causa de
la orden que en esto se tiene. Quando yo
hube entendido lo que Ysmenia me auia
dicho, y le ui como digo en el rostro, no
aquella blandura, ni en los ojos aquel
reposo que las donzellas por la mayor
parte solemos tener, crey que era uerdad
lo que me dezia, y quedé tan[1231] fuera
de mi, que no supe qué respondelle.
Todauia contemplaua aquella hermosura
tan estremada, miraua aquellas palabras
que me dezia con tanta dissimulacion
(que jamas supo nadie hazer cierto de
lo fingido como aquella cautelosa y
cruel pastora). Vime aquella hora tan
presa de sus amores, y tan contenta de
entender que ella lo estaua de mi, que
no sabria encarecello, y puesto caso
que de semejante passion hasta aquel
punto no tuuiesse experiencia (causa
harto sufficiente para no saber dezilla)
todavia esforzandome lo mejor que pude
la hablé desta manera: Hermosa pastora,
que para hazerme quedar sin libertad, o
para lo que la fortuna se sabe, tomaste
el habito de aquella que el de amor a
causa tuya ha professado, bastara el tuyo
mismo para uencerme sin que con mis armas
proprias me vieras rendido. Mas quién
podra huir de lo que la Fortuna le tiene
solicitado? Dichosa me pudiera llamar
si uuieras hecho de industria lo que a
caso hiziste: porque a mudarte el habito
natural, para solo verme y dezirme lo que
desseauas, atribuyeralo yo a merecimiento
mio y a grande afeccion tuya, mas ver que
la intencion fue otra aunque el efecto
aya sido el que tenemos delante, me haze
estar no tan contenta como lo estuuiera,
a ser de la manera que digo. Y no te
espantes, ni te pese deste tan gran
desseo: por que no ay mayor señal de una
persona, querer todo lo que puede, que
dessear ser querida de aquel a quien ha
entregado toda su libertad. De lo que tú
me as oydo podras sacar, qual me tiene
tu uista. Plegue a Dios que vses tambien
del poder que sobre mi as tomado, que
pueda yo sustentar el tenerme por muy
dichosa hasta la fin de nuestros amores,
los quales de mi parte, no lo ternán en
quanto la uida me durare. La cautelosa
Ysmenia me supo tambien responder a lo
que dixe, y fingir las palabras que para
nuestra conuersacion eran necessarias,
que nadie pudiera huyr del engaño en que
yo cay, si la fortuna de tan difficultoso
laberinto con el hilo de prudencia no
le sacara. Y assi estuuimos hasta que
amanescio, hablando en lo que podria
imaginar, quien por estos desuariados
casos de amor ha passado. Dixome que su
nombre era Alanio, su tierra Gallia,
tres millas de nuestra aldea: quedamos
concertados de uernos muchas uezes. La
mañana se uino, y las dos nos apartamos
con más abraços, y lagrimas, y sospiros
de lo que aora sabré dezir. Ella se
partio de mi, y boluiendo atras la cabeça
por uerla, y por uer si me miraua, ui
que se yua medio riendo, mas crey que
los ojos me auian engañado. Fuese con
la compañia que auia traydo, mas yo
bolui con mucha más porque lleuaua en la
imaginacion los ojos del fingido Alanio,
las palabras con que su vano[1232] amor
me auia manifestado, los abraços que dél
auia recebido, y el crudo mal de que
hasta entonces no tenia experiencia.
Aora aueys de saber, pastores, que esta
falsa y cautelosa Ysmenia tenia un primo,
que se llamaua Alanio, a quien ella más
que a si queria: porque en el rostro,
y ojos, y todo lo demas se le parecia,
tanto que si no fueran los dos de genero
differente, no uuiera quien no juzgara
el uno por el otro. Y era tanto el amor
que le tenia que quando yo a ella en
el templo le pregunté su mismo nombre,
auiendome de dezir nombre de pastor, el
primero que me supo nombrar fue Alanio:
porque no ay cosa más cierta, que en las
cosas súbitas encontrarse la lengua con
lo que está en el coraçon. El pastor la
queria bien mas no tanto como ella a él.
Pues quando las pastoras salieron del
templo para boluerse a su aldea, Ysmenia
se halló con Alanio su primo, y él por
usar de la cortesia que a tan grande amor
como el de Ysmenia era deuida, dexando
la compañia de los mancebos de su aldea,
determinó de acompañarla (como lo hizo)
de que no poco contentamiento recibio
Ysmenia, y por darsele a él en alguna
cosa, sin mirar lo que hazia, le contó lo
que comigo auia passado, diziendoselo muy
particularmente, y con grandissima risa
de los dos, que tambien le dixo, como yo
quedaua, pensando que ella fuesse hombre,
muy presa de sus amores. Alanio quando
aquello oyo, dissimuló lo mejor que él
pudo, diziendo que auia sido grandissimo
donayre. Y sacandole todo lo que comigo
auia passado que no faltó cosa, llegaron
a su aldea. E de ay a ocho dias (que para
mí fueron ocho mil años) el traydor de
Alanio (que assi lo puedo llamar con más
razon que él ha tenido de oluidarme), se
uino a mi lugar, y se puso en parte donde
yo pudiesse uerle, al tiempo que passaua
con otras zagalas a la fuente que cerca
del lugar estaua. E como yo lo uiese,
fue tanto el contentamiento que recibi,
que no se puede encarescer, pensando que
era el mismo que en habito de pastora
auia hablado en el templo. E luego yo
le hize señas que se uiniesse hazia la
fuente a donde yo yua y no fue menester
mucho para entendellas. El se uino, y
allí estuuimos, hablando todo lo que el
tiempo nos dio lugar: y el amor quedó
(a lo menos de mi parte) tan confiado
que aunque el engaño se descubriera,
(como de ay a poco dias se descubrio)
no fuera parte para apartarme de mi
pensamiento. Alanio tambien creo que me
queria bien, y que desde aquella hora,
quedó preso de mis amores, pero no lo
mostró por la obra tanto como deuia. Assi
que algunos dias se trataron nuestros
amores con el mayor secreto que pudimos,
pero no fue tan grande, que la cautelosa
Ysmenia no lo supiesse: y uiendo qne
ella tenia la culpa, no solo en auerme
engañado, mas aun en auer dado causa a
que Alanio descubriendole lo que passaua,
me amasse a mi, y pusiesse a ella en
oluido, estuuo para perder el seso, mas
consolose con parezelle, que en sabiendo
yo la uerdad, al punto oluidaria. Y
engañauase en ello, que despues le quise
mucho más, y con muy mayor obligacion.
Pues determinada Ysmenia de deshazer el
engaño, que por su mal auiame hecho, me
escriuio esta carta:
CARTA DE YSMENIA PARA SELUAGIA
Seluagia, si a los que nos quieren
tenemos obligacion de quererlos, no ay
cosa en la uida a quien más deua que
a ti, pero si las que son causa que
seamos oluidadas deuen ser aborrescidas,
a tu discrecion lo dexo. Querria te
poner alguna culpa, de auer puesto los
ojos en el mi Alanio, mas ¿qué hare
desdichada, que toda la culpa tengo yo
de mi desuentura? Por mi mal te ui. ¡O
Seluagia! bien pudiera yo escusar lo que
passé contigo, mas en fin desembolturas
demasiadas las menos uezes succeden bien.
Por reyr una hora con el mi Alanio,
contandole lo que auia passado, lloraré
toda mi uida, si tú no te dueles d'ella.
Suplicote quanto puedo, que baste este
desengaño, para que Alanio sea de ti
oluidado, y esta pastora restituyda en lo
que pudieres, que no podras poco, si amor
te da lugar a hazer lo que suplico.
Quando yo esta carta ui, ya Alanio me
auia desengañado de la burla que Ysmenia
me auia hecho, pero no me auia contado
los amores que entre los dos auia, de
lo qual yo no hize mucho caso, porque
estaua tan confiada en el amor que
mostraua tenerme, que no creyera jamas,
que pensamientos passados, ni por venir,
podrian ser parte para que él me dexasse.
Y porque Ysmenia no me tuuiesse por
descomedida, respondi a su carta desta
manera:
CARTA DE SELUAGIA PARA YSMENIA
No sé, hermosa Ysmenia, si me quexe
de ti, o si te dé gracias, por auerme
puesto en tal pensamiento, ni creo sabria
determinar quál destas cosas hazer, hasta
que el successo de mis amores me lo
aconseje. Por vna parte me duele tu mal,
por otra veo que tú saliste al camino
a recebille. Libre estaua Seluagia al
tiempo que en el templo la engañaste,
y aora está subiecta a la uoluntad de
aquel a quien tú quesiste entregalla.
Dizesme que dexe de querer a Alanio:
con lo que tú en esse caso harias,
puedo responderte. Vna cosa me duele
en estremo, y os uer que tienes mal de
que no puedes quexarte, el qual da muy
mayor pena a quien lo padesce. Considero
aquellos ojos con que me uiste, y aquel
rostro que despues de muy importunada
me monstraste, y pesame que cosa tan
parescida al mi Alanio, padezca tan
estraño descontento. Mira qué remedio
este para poder auello en tu mal. Por
la liberalidad que comigo has usado en
darme la más preciosa joya que tenias,
te beso las manos. Dios quiera que en
algo te pueda seruir. Si uieres allá el
mi Alanio, dile la razon que tiene de
quererme; que ya él sabe la que tiene de
oluidarte. Y Dios te dé el contentamiento
que desseas, con que no sea a costa del
que yo recibo en uerme tan bien empleada.
No pudo Ysmenia acabar de leer esta
carta, porque al medio della, fueron
tantos los sospiros y lagrimas que por
sus ojos derramaua, que penso perder
la uida llorando. Trabajaua quanto
podia porque Alanio dexasse de querer,
y buscaua para esto tantos remedios,
como él para apartarse donde pudiesse
uerla. No porque la queria mal, mas por
parecelle que con esto me pagaua algo de
lo mucho que me deuia. Todos los dias que
en este proposito biuio, no vuo alguno
que yo dexasse de uerle: porque el camino
que de su lugar al mio auia jamas dexaua
de ser por él passado. Todos trabajos
tenia en poco, si con ellos le parescia
que yo tomaua contento. Ysmenia los dias
que por él preguntaua, y le dezian que
estaua en mi aldea, no tenia paciencia
para suffrillo. E con todo esto no auia
cosa que más contento le diesse, que
hablalle en él. Pues como la necessidad
sea tan ingeniosa que uenga a sacar
remedios donde nadie penso hallarlos,
la desamada Ysmenia se auenturó a tomar
uno, qual pluguiera a Dios, que por el
pensamiento no le passara, y fue fingir
que queria bien a otro pastor llamado
Montano, de quien mucho tiempo auia sido
requerida. Y era el pastor con quien
Alanio peor estaua: y como lo determinó,
assi lo puso por obra por uer si con esta
subita mudança podria atraer a Alanio a
lo que desseaua, porque no ay cosa que
las personas tengan por segura, aunque
la tengan en poco, que si de subito
la pierden, no les llegue al alma el
perdella. Pues como uiesse Montano que
su señora Ysmenia tenia por bien de
corresponder al amor que él tanto tiempo
le auia tenido, ya oyreys[1233] lo que
sintiria. Fue tanto el gozo que recibio,
tantos los seruicios, que le hizo, tantos
los trabajos en que por causa suya se
puso, que fueron parte juntamente con
las sin razones que Alanio le auia
hecho, para que saliesse uerdadero, lo
que fingiendo la pastora auia començado;
y puso Ysmenia su amor en el pastor
Montano con tanta firmeza, que ya no
auia cosa a quien más quisiesse que a
él, ni que menos deseasse uer que al mi
Alanio. Y esto le dio ella a entender
lo mas presto que pudo, paresciendole,
que en ello se vengaua de su oluido, y
de auer puesto en mí el pensamiento.
Alanio aunque sintio en estremo el ver
a Ysmenia perdida por pastor con quien
él tan mal estaua, era tanto el amor
que me tenia, que no daua a entenderlo
quanto ello era. Mas andando algunos
dias, y considerando que él era causa de
que su enemigo fuesse tan favorescido
de Ysmenia, y que la pastora ya huía de
uelle (muriendose no mucho antes quando
no le ueia) estuuo para perder el seso
por enojo, y determinó de estorbar esta
buena fortuna de Montano. Para lo qual
començo nueuamente de mirar a Ysmenia,
y de no uenir a uerme tan publico como
solia ni faltar tantas uezes en su aldea,
porque Ysmenia no lo supiesse. Los amores
entre ella y Montano yuan muy adelante,
y los mios con el mi Alanio, se quedauan
atras todo lo que podian, no de mi parte,
pues sola la muerte podria apartarme
de mi proposito, mas de la suya, que
jamas pense uer cosa tan mudable. Porque
como estaua tan encendido en colera con
Montano, la qual no podia ser executada,
sino con amor en la su Ysmenia, y para
esto las uenidas a mi aldea era gran
impedimiento, y como el estar ausente de
mi, le causasse oluido, y la presencia
de la su Ysmenia grandissimo amor, el
boluio a su pensamiento primero, y yo
quedé burlada del mio. Mas con todos
los seruicios que a Ysmenia hazia, los
recados que le embiaua, las quexas que
formaua della, jamas la pudo mouer de
su proposito, ni uuo cosa que fuesse
parte para hazelle perder un punto d'el
amor que a Montano tenia. Pues estando
yo perdida por Alanio, Alanio por
Ysmenia, Ysmenia por Montano, succedio
que a mi padre se le offresciessen
ciertos negocios sobre las dehesas del
Estremo, con Phileno, padre del pastor
Montano; para lo qual los dos uinieron
muchas uezes a mi aldea, y en tiempo
que Montano, o por los sobrados fauores
que Ysmenia le hazia (que en algunos
hombres de baxo espiritu causan fastidio)
o porque tambien tenia celos de las
diligencias de Alanio, andaua ya un poco
frio en sus amores. Finalmente que él me
uio traer mis ouejas a la majada, y en
uiendome començo a quererme, de manera
(segun lo que cada dia yua moustrando)
que ni yo a Alanio, ni Alanio a Ysmenia,
ni Ysmenia a él, no era possible tener
mayor afection. Ved qué estraño embuste
de amor. Si por uentura Ysmenia yua al
campo, Alanio tras ella, si Montano yua
al ganado, Ysmenia tras él, si yo andaua
al monte con mis ouejas, Montano tras
mi. Si yo sabia que Alanio estaua en un
bosque donde solia repastar, allá me
yua tras el. Era la más nueua cosa del
mundo oyr cómo dezia Alanio sospirando,
¡ay Ysmenia!, y cómo Ysmenia dezia ¡ay
Seluagia!, y cómo Seluagia dezia ¡ay
Montano! y cómo Montano dezia ¡ay mi
Alanio! Succedio que un dia nos juntamos
los quatro en una floresta, que en medio
de los dos lugares auia, y la causa fue,
que Ysmenia auia ydo a uisitar unas
pastoras amigas suyas, que cerca de
alli morauan; y quando Alanio lo supo,
forçado de su mudable pensamiento, se fue
en busca della, y la halló junto a un
arroyo, peinando sus dorados cabellos. Yo
siendo auisada por un pastor, mi uecino,
que Alanio yua a la floresta del ualle
(que assi se llamaua) tomando delante de
mí unas cabras que en un corral junto a
mi casa estauan encerradas, por no yr sin
alguna occasion, me fuy donde mi desseo
me encaminaua, y le hallé a él llorando
su desuentura, y a la pastora riendose
de sus escusadas lagrimas, y burlando de
sus ardientes sospiros. Quando Ysmenia me
uio, no poco se holgo comigo, aunque yo
no con ella; mas antes le puse delante
las razones que tenia para agrauiarme del
engaño passado; de las quales ella supo
escusarse tan discretamente, que pensando
yo que me deuia la satisfaction de tantos
trabajos, me dio con sus bien ordenadas
razones a entender, que yo era la que le
estaua obligada, porque si ella me auia
hecho una burla, yo me auia satisfecho
tan bien que no tan solamente le auia
quitado a Alanio, su primo, a quien ella
auia querido mas que a si, mas que aun
tan aora tambien le traya al su Montano
muy fuera de lo que solia ser. En esto
llegó Montano, que de una pastora amiga
mia, llamada Solisa, auia sido auisada
que con mis cabras uenia a la floresta
del ualle. E quando alli los quatro
discordantes amadores nos hallamos, no
se puede dezir lo que sentíamos, porque
cada uno miraua a quien no queria que le
mirasse. Y preguntaua al mi Alanio la
causa de su oluido; él pedia misericordía
a la cautelosa Ysmenia, Ysmenia quexauase
de la tibieza de Montano; Montano de la
crueldad de Seluagia. Pues estando de
la manera que oys, cada uno perdido por
quien no le queria, Alanio al son de su
rabel començo a cantar lo siguiente:
No más, nympha cruel: ya estas vengada,
no prueues tu furor en un rendido:
la culpa a costa mia está pagada.
Ablanda ya esse pecho endurescido,
y resuscita un alma sepultada
en la tiniebla escura de tu oluido;
que no cabe en tu ser, ualor y suerte,
que un pastor como yo pueda offenderte.
Si la ouejuela siempre ua huyendo
de su pastor, colerico y ayrado,
y con temor acá, y allá corriendo,
a su pesar se alexa del ganado;
mas ya que no la siguen, conosciendo
que es más peligro auerse assi alexado,
balando buelue al hato temerosa,
será no recebilla justa cosa.
Leuanta ya essos ojos que algun dia,
Ysmenia, por mirarme leuantauas,
la libertad me buelue que era mia,
y un blando coraçon que me entregauas.
Mira (Nympha) que entonces no sentia
aquel senzillo amor que me mostrauas,
ya triste lo conozco y pienso en ello,
aunque ha llegado tarde el conoscello.
¿Cómo que fue possible, di, enemiga,
que siendo tú muy más que yo culpada,
con titulo cruel, con nueua liga,
mudasses fe tan pura y estremada?
¿Qué hado, Ysmenia, es este que te obliga
a amar do no es possible ser amada?
Perdona, mi señora, ya esta culpa,
pues la occasion que diste me desculpa.
¿Qué honra ganas, di, de auer uengado
vn yerro a causa tuya cometido?
¿qué excesso hize yo, que no he pagado,
qué tengo por suffrir, que no he suffrido?
¿Qué animo cruel, qué pecho ayrado,
qué coraçon de fiera endurescido,
tan insuffrible mal no ablandaria,
sino el de la cruel pastora mia?
Si como yo he sentido las razones,
que tienes, o has tenido de oluidarme:
las penas, los trabajos, las passiones,
el no querer oyrme, ni aun mirarme,
llegasses a sentir las occasiones,
que sin buscallas yo, quissiste darme:
ni tú ternias que darme más tormento,
ni aun yo más que pagar mi atreuimiento.
Ansi acabó mi Alanio el suaue canto y aun
yo quisiera que entonces se me acabara
la uida, y con mucha razon, porque no
podria llegar a más la desuentura, que
a uer yo delante mis ojos aquel que más
que a mí queria, tan perdido por otra, y
tan oluidado de mí. Mas como yo en estas
desuenturas no fuese sola, dissimulé por
entonces, y tambien porque la hermosa
Ysmenia, puestos los ojos en el su
Montano, començaua a cantar lo siguiente:
¡Qvan fuera estoy de pensar
en lágrimas escusadas,
siendo tan aparejadas
las presentes, para dar
muy poco por las passadas!
Que si algun tiempo trataua
de amores de alguna suerte,
no pude en ello offenderte,
porque entonces m'ensayaua,
Montano, para quererte.
Enseñauame a querer,
suffria no ser querida:
sospechaua quan rendida,
Montano, te auia de ser,
y quan mal agradescida.
Ensayéme como digo,
a suffrir el mal de amor:
desengañese el pastor
que compitiere contigo,
porque en balde es su dolor.
Nadie se quexe de mi,
si me quiso, y no es querido;
que yo jamas he podido
querer otro sino a ti,
y aun fuera tiempo perdido.
Y si algun tiempo miré,
miraua, pero no uia;
que yo, pastor, no podia
dar a ninguno mi fe,
pues para ti la tenia.
Vayan sospiros a cuentos,
bueluanse los ojos fuentes,
resusciten accidentes:
que passados pensamientos
no dañarán los presentes.
Vaya el mal por donde va,
y el bien por donde quisiere:
que yo yre por donde fuere,
pues ni el mal m'espantará,
ni aun la muerte si uiniere.
Vengado me auia Ysmenia del cruel y
desleal Alanio, si en el amor que yo le
tenia cupiera algun desseo de vengança,
mas no tardó mucho Alanio en castigar
a Ysmenia, poniendo los ojos en mí, y
cantando este antiguo cantar.
Amor loco ¡ay amor loco!
yo por uos, y uos por otro.
Ser yo loco, es manifiesto:
por uos ¿quien no lo será?
que mayor locura está
en no ser loco por esto;
mas con todo no es honesto
que ande loco,
por quien es loca por otro.
Ya que uiendoos, no me ueys,
y moris porque no muero,
comed aora a mi que os quiero
con salsa del que quereys
y con esto me hareys
ser tan loco,
como uos loca por otro.
Qvando acabó de cantar esta postrera
copla, la estraña agonia en que todos
estauamos no pudo estoruar que muy
de gana no nos riessemos, en uer que
Montano queria que engañasse yo el gusto
de miralle, con salsa de su competidor
Alanio, como si en mi pensamiento cupiera
dejarse engañar con apariencias de otra
cosa. A essa hora comence yo con gran
confiança a tocar mi çampoña, cantando
la cancion que oyreys; porque a lo menos
en ella pensaua mostrar (como lo mostre)
quanto mejor me auia yo auido en los
amores, que ninguno de los que alli
estauan.
Pves no puedo descansar
a trueque de ser culpada,
guardeme Dios de oluidar,
más que de ser oluidada.
No solo donde ay oluido
no ay amor ni puede auello,
mas donde ay sospecha dello
no ay querer, sino fingido.
Muy grande mal es amar,
do esperança es escusada;
mas guardeos Dios de oluidar,
que es ayre ser oluidada.
Si yo quiero, ¿por que quiero,
para dexar de querer?
¿que más honrra puede ser,
que morir del mal que muero?
El biuir para oluidar,
es uida tan afrentada,
que me está mejor amar,
hasta morir de oluidada.
Acabada mi cancion, las lagrimas de los
pastores fueron tantas, especialmente
las de la hermosa pastora Ysmenia, que
por fuerça me hizieron participar de
su tristeza, cosa que yo pudiera bien
escusar, pues no se me podia atribuir
culpa alguna de mi gran desuentura (como
todos los que alli estauan, sabian muy
bien). Luego a la ora nos fuymos cada
uno a su lugar, porque no era cosa que a
nuestra honestidad conuenia estar a horas
tan sospechosas fuera dél. E al otro dia
mi padre sin dezirme la causa, me sacó
de nuestra aldea, y me ha traydo a la
nuestra, en casa de Albania mi tia, y su
hermana, que uosotros muy bien conoceys,
donde estoy algunos dias ha, sin saber
qué aya sido la causa de mi destierro.
Despues acá entendi, que Montano se
auia casado con Ysmenia, y que Alanio
se pensaua casar con otra hermana suya,
llamada Syluia. Plega a Dios que ya que
no fue mi uentura podelle yo gozar, que
con la nueua esposa se goce, como yo
desseo (que no seria poco) porque el amor
que yo le tengo, no suffre menos, sino
dessealle todo el contento del mundo.
Acabado de dezir esto la hermosa Seluagia
començo a derramar muchas lagrimas: y los
pastores le ayudaron a ello por ser un
officio de que tenian gran esperiencia.
E despues auer gastado algun tiempo en
esto, Sireno le dixo: hermosa Seluagia,
grandissimo es tu mal, pero por muy mayor
tengo tu discrecion. Toma exemplo en
males agenos, si quieres sobrelleuar los
tuyos; y porque ya se haze tarde, nos
uamos a la aldea, y mañana se passe la
fiesta junto a esta clara fuente donde
todos nos juntarémos. Sea assi como lo
dizes (dixo Seluagia) mas porque aya de
aqui al lugar algun entretenimiento, cada
uno cante una cancion, segun el estado en
que le tienen sus amores. Los pastores
respondieron que diera ella principio
con la suya: lo qual Seluagia començo a
hazer, yendose todos su passo a passo
hazia la aldea.
Zagal, quien podra passar
uida tan triste y amarga,
que para biuir es larga,
y corta para llorar?
Gasto sospiros en uano,
perdida la confiança:
siento que está mi esperança
con la candela en la mano.
¡Que tiempo para esperar
que esperança tan amarga,
donde la uida es tan larga,
quan corta para llorar!
Este mal en que me ueo,
yo le merezco ¡ay perdida!
pues uengo a poner la uida
en las manos del desseo.
Jamas cesse el lamentar[1234];
que aunque la uida se alarga,
no es para biuir tan larga
quan corta para llorar.
Con un ardiente sospiro, que del alma
le salia, acabó Seluagia su cancion,
diziendo: Desuenturada de la que se uee
sepultada entre celos y desconfianças,
que en fin le pornan la uida a tal
recaudo, como dellos se espera. Luego el
oluidado Sireno començo a cantar al son
de su rabel esta cancion:
Ojos tristes, no lloreys,
y si llorades pensad,
que no os dixeron verdad,
y quiça descansareys.
Pues que la imaginacion
haze causa en todo estado,
pensá que aun soys bien amado,
y teneys menos passion:
Si algun descanso quereys,
mis ojos, imaginad,
que no os dixeron uerdad,
y quiça descansareys.
Pensad que soys tan querido,
como algun tiempo lo fuystes.
Mas no es remedio de tristes
imaginar lo que ha sido.
Pues ¿qué remedio terneys,
ojos? alguno pensad,
si no lo pensays, llorad:
o acabá, y descansareys.
Despues que con muchas lagrimas el
triste pastor Sireno acabó su cancion,
el desamado Syluano desta manera dio
principio a la suya.
Perderse por ti la uida,
zagala, será forçado,
mas no que pierda el cuydado
despues de auerla perdida.
Mal que con muerte se cura
muy cerca tiene el remedio,
mas no aquel que tiene el medio
en manos de la uentura.
E si este mal con la uida
no puede ser acabado
qué aprouecha a un desdichado
uerla ganada, o perdida?
Todo es uno para mi
esperança, o no tenella:
que si oy me muero por uella
mañana porque la ui.
Regalara yo la uida,
para dar fin al cuydado,
si a mi me fuera otorgado,
perdella en siendo perdida.
Desta manera se fueron los dos pastores
en compañia de Seluagia, dexando
concertado de uerse el dia siguiente en
el mismo lugar; y aqui haze fin el primer
libro de la hermosa Diana.
_Fin del primer libro de la Diana._
NOTAS:
[1210] En la edición de Milán, «_debaxo de nombres pastorales_».
[1211] _Le_ en la edición de Venecia, 1585, y en otras. _La_ en la
rarísima de Milán.
[1212] _Y qué cabellos_, añade, á modo de paréntesis, la de Milán.
[1213] Así en la edición de Milán. _Ignorancia_ en la de Venecia.
[1214] M., _causaron_.
[1215] M., desta manera.
[1216] M., _imaginasse_.
[1217] M., _que yo pudiesse_.
[1218] M., _de favores_.
[1219] Todo esto falta en la edición de Venecia, y se ha tomado de la
de Milán.
[1220] M., _rendido_.
[1221] M., _cayo_.
[1222] M., _acabando_.
[1223] M., _prompta está_.
[1224] Así en M. La de Venecia y otras dicen _en mirar mi pastor_, lo
cual no hace sentido.
[1225] M., así. V., _sintiéndola_,
[1226] M., _fuesse_.
[1227] _Les_ en la edición de Milán.
[1228] M., _turasse_.
[1229] M., _hablelle_.
[1230] M., _hazían_.
[1231] V., _quedara_.
[1232] Falta el _vano_ en la edición de Venecia y otras. Está en la de
Milán.
[1233] M., _veis_.
[1234] M., _Mas no cese el lamentar_.
LIBRO SEGUNDO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Los pastores ya, que por los campos del
caudaloso Ezla apascentauan sus ganados,
se començauan a mostrar cada uno con su
rebaño por la orilla de sus cristallinas
aguas tomando el pastor, antes que el
sol saliesse, y aduirtiendo el mejor
lugar, para despues passar la calurosa
fiesta, quando la hermosa pastora
Seluagia por la cuesta que de la aldea
baxaua al espesso bosque, uenia trayendo
delante de si sus mansas ouejuelas, y
despues de auellas metido entre los
arboles baxos y espessos, de que alli
auia mucha abundancia, y uerlas ocupadas
en alcançar las más baxuelas ramas,
satisfaziendo el hambre que trayan, la
pastora se fue derecha a la fuente de
los alisos, donde el dia antes, con los
dos pastores auia passado la siesta.
E como uio el lugar tan aparejado
para tristes imaginaciones, se quiso
aprouechar del tiempo, sentandose cabe
la fuente, cuya agua con la de sus ojos
acrescentaua. Y despues de auer gran
rato imaginado, començo a dezir: ¿Por
uentura, Alanio, eres tú aquel, cuyos
ojos nunca ante los mios ui enxutos de
lagrimas? ¿Eres tú el que tantas uezes
a mis pies ui tendido, pidiendome con
razones amorosas, la clemencia que yo
por mi mal usé contigo? ¿Dime pastor (y
el mas falso que se puede imaginar en
la uida) es uerdad que me querias, para
cansarte tan presto de quererme? Deuias
imaginar, que no estaua en más oluidarte
yo, que en saber que era de ti oluidada:
que officio es de hombres, que no tratan
los amores, como deuen tratarse, pensar
que lo mismo podran acabar sus damas
consigo, que ellos an acabado. Aunque
otros uienen a tomallo por remedio, para
que en ellas se acresciente el amor.
Y otros porque los celos, que las mas
uezes fingen, uengan a subjectar a sus
damas: de manera que no sepan, ni puedan
poner los ojos en otra parte, y los más
uienen poco a poco a manifestar todo lo
que de antes fingian, por donde muy más
claramente descubren su deslealtad. E
uienen todos estos estremos a resultar
en daño de las tristes, que sin mirar
los fines de las cosas, nos uenimos a
afficionar, para jamas dexar de quereros,
ni uosotros de pagarnoslo tan mal, como
tú me pagas lo que te quise y quiero.
Assi que qual destos ayas sido, no puedo
entendello. E no te espantes, que en los
casos de desamor entienda poco, quien en
los de amor está tan exercitada. Siempre
me mostraste gran honestidad en tus
palabras, por donde nunca menos esperé
de tus obras. Pense que un amor, en el
qual me dauas a entender que tu desseo
no se estendia a querer de mí más que
quererme, jamas tuuiera fin; porque si
a otra parte encaminaras tus desseos no
sospechara firmeza en tus amores. ¡Ay
triste de mí! que por temprano que uine a
entenderte, ha sido para mí tarde. Venid
nos acá, mi çampoña, y passare con uos el
tiempo, que si yo con sola uos lo uuiera
pasado, fuera de mayor contento para mí;
y tomando su çampoña, començo a cantar la
siguiente cancion:
Aguas que de lo alto desta sierra,
baxays con tal ruydo al hondo ualle
porqué no imaginays la que del alma
destilan siempre mis cansados ojos,
y que es la causa, el infelice tiempo,
en que fortuna me robo mi gloria?
Amor me dió esperança de tal gloria,
que no ay pastora alguna en esta sierra,
que assi pensasse de alabar el tiempo
pero despues me puso en este ualle
de lagrimas, a do lloran mis ojos
no uer lo que estan viendo los del alma.
¿En tanta soledad, qué haze un alma
que en fin llegó a saber que cosa es gloria?
¿o a donde boluere mis tristes ojos,
si el prado, el bosque, el monte, el soto y sierra
el arboleda y fuentes deste ualle
no hazen oluidar tan dulce tiempo?
¿Quien nunca imaginó que fuera el tiempo
verdugo tan cruel para mi alma?
¿o qué fortuna me apartó de un ualle,
que toda cosa en el me daua gloria?
hasta el hambriento lobo, que a la sierra
subia, era agradable ante mis ojos.
¿Mas qué podran, fortuna, uer los ojos,
que ueian su pastor en algun tiempo
baxar con sus corderos, de una sierra,
cuya memoria siempre está en mi alma?
¡o fortuna enemiga de mi gloria!
¡cómo me cansa este enfadoso ualle!
¿Mas cuando tan ameno y fresco valle,
no es agradable a mis cansados ojos,
ni en él puedo hallar contento, gloria,
ni espero ya tenelle en algun tiempo?
ued en qué estremo deue estar mi alma:
¡o quien boluiese á aquella dulce sierra!
¡O alta sierra, ameno y fresco ualle
do descansó mi alma, y estos ojos!
dezid: uerme he algun tiempo, en tanta gloria.
A este tiempo Syluano estaua con su
ganado entre unos myrthos que cerca de
la fuente auia, metido en sus tristes
imaginaciones; y quando la boz de
Seluagia oyó, despierta como de un sueño,
y muy atento estuuo a los uersos que
cantaua. Pues como este pastor fuesse tan
mal tratado de amor, y tan desfauorecido
de Diana, mil uezes la passion le hazia
salir de seso, de manera, que oy se daua
en dezir mal de amor, mañana en alaballe,
un dia en estar ledo, y otro en estar más
triste que todos los tristes; oy en dezir
mal de mugeres, mañana en encarecellas
sobre todas las cosas. Y ansi biuia el
triste una uida, que seria gran trabajo
dalla a entender; y más a personas
libres. Pues auiendo oydo el dulce canto
de Seluagia, y salido de sus tristes
imaginaciones, tomó su rabel, y començo a
cantar lo siguiente:
Cansado esta de oyrme el claro rio,
el ualle y soto tengo importunados:
y estan de oir mis quexas ¡o amor mio!
alisos, hayas, olmos ya cansados:
inuierno, primauera, otoño, estio,
con lagrimas regando estos collados,
estoy a causa tuya, o cruda fiera,
¿no auria en esta boca vn nó, si quiera?
De libre me heziste ser catiuo,
de hombre de razon, quien no la siente,
quesiste me hazer de muerto, biuo,
y alli de biuo muerto encontinente:
De afable me heziste ser esquiuo:
de conuersable, aborrescer la gente:
solia tener ojos, y estoy ciego,
hombre de carne fuy, ya soy de fuego.
¿Qué es esto coraçon, no estays cansado?
¿aun ay más que llorar? ¿dezi, ojos mios?
mi alma, ¿no bastaua el mal passado?
lagrimas, ¿aun hazeys crecer los ríos?
entendimiento, ¿vos no estays turbado?
sentido, ¿no os turbaron sus desuios?
¿pues cómo entiendo, lloro, veo y siento,
si todo lo ha gastado ya el tormento?
¿Quién hizo a mi pastora ¡ay, perdido!
aquel cabello de oro, y no dorado,
el rostro de cristal tan escogido,
la boca de un rubi muy estremado,
el cuello de alabastro, y el sentido
muy más que otra ninguna leuantado?
¿por qué su coraçon no hizo ante
de cera, que de marmol y diamante?
Vn dia estoy conforme a mi fortuna,
y al mal que me ha causado mi Diana,
el otro el mal me afflige y importuna,
cruel la llamo fiera, y inhumana,
y assi no hay en mi mal orden alguna,
lo que oy affirmo, niegolo mañana:
todo es assi, y passo assi una uida,
que presto uean mis ojos consumida.
Cuando la hermosa Seluagia en la boz
conoscio al pastor Syluano, se fue luego
a él, y recebiendose los dos con palabras
de grande amistad, se assentaron a la
sombra de un espesso myrtho, que en medio
dexaba vn pequeño pradezuelo[1235] más
agradable por las hermosas y doradas
flores de que él estaua matizado, de lo
que sus tristes pensamientos pudieran
dessear. Y Syluano començó a hablar desta
manera: No sin grandissima compassion
se deue considerar, hermosa Seluagia,
la diuersidad de tantos y tan desusados
infortunios, como succeden a los tristes
que queremos bien. Mas entre todos ellos
ninguno me paresce que tanto se deue
temer, como aquel que succede despues de
auerse uisto la persona en un[1236] buen
estado. Y esto como tú ayer me dezias,
nunca llegué a sabello por experiencia.
Mas como la uida que passo es tan
agena de descanso, y tan entregada a
tristezas, infinitas uezes estoy buscando
inuenciones para engañar el gusto. Para
lo qual me uengo a imaginar muy querido
de mi señora, y sin abrir mano desta
imaginacion me estoy todo lo que puedo,
pero despues que llego a la uerdad de
mi estado, quedo tan confuso que no
sé decillo; porque sin yo querello,
me uiene a faltar la paciencia. Y
pues la imaginacion no es cosa que se
pueda suffrir, ued qué haria la uerdad?
Seluagia le respondió: Quisiera yo,
Syluano, estar libre desta passion, para
saber hablar en ella, como en tal materia
seria menester. Que no quieras mayor
señal de ser el amor mucho, o poco, la
passion pequeña o grande, que oilla dezir
al que la siente. Porque nunca passion
bien sentida, pudo ser bien manifestada
con la lengua del que la padesce.
Ansi que estando yo tan subjecta a mi
desuentura, y tan quexosa de la sin razon
que Alanio me haze, no podré dezir lo
mucho que dello siento. A tu discrecion
lo dexo, como a cosa de que me puedo
muy bien fiar. Syluano dixo sospirando.
Aora yo, Seluagia, no sé qué diga, ni
qué remedio podria auer en nuestro mal.
¿Tú por dicha sabes alguno? Seluagia
respondió, ¿y como aora lo sé? Sabes qué
remedio, pastor? Dexar de querer. ¿Y esso
podrias tú acabarlo[1237] contigo? (dixo
Syluano). Como la fortuna, o el tiempo
lo ordenasse (respondio Seluagia). Aora
te digo (dixo Syluano muy admirado) que
no te haria agrauio en no auer manzilla
de tu mal, porque amor que está subjecto
al tiempo, y a la fortuna, no puede ser
tanto que dé trabajo a quien lo padece.
Seluagia le respondió. ¿Y podrias tú,
pastor, negarme, que sería possible auer
fin en tus amores, o por muerte, o por
ausencia, o por ser fauorescido en otra
parte, y tenido en más tus seruicios?
No me quiero (dixo Syluano) hazer tan
hypocrita en amor, que no entienda lo
que me dizes ser possible, mas no en mí.
Y mal aya el amador que aunque a otros
uea succederles, y la manera que me
dizes, tuuiere tan poca constancia en los
amores, que piense poderle a él succeder
cosa tan contraria a su fe. Yo muger soy
(dixo Seluagia) y en mí uerás, si quiero,
todo lo que se puede querer. Pero no me
estorua esto imaginar, que en todas las
cosas podria auer fin, por más firmes que
sean porque officio es del tiempo, y de
la fortuna andar en estos mouimientos tan
ligeros, como ellos lo han sido siempre;
y no pienses, pastor, que me haze dezir
esto el pensamiento de oluidar aquel que
tan sin causa me tiene oluidada, sino lo
que desta passion tengo esperimentado.
A este tiempo oyeron un pastor, que por
el prado adelante uenia cantando, y
luego fue conocido[1238] ser el oluidado
Sireno, el qual uenia al son de su rabel
cantando estos uersos:
Andad mis pensamientos do algun dia
os yuades de vos muy confiados,
vereys horas y tiempos ya mudados,
vereys que uuestro bien passó: solia.
Vereys que en el espejo a do me uia
y en el lugar do fuystes estimados,
se mira por mi suerte y tristes hados
aquel que ni aun pensallo merescia.
Vereys tambien cómo entregué la uida
a quien sin causa alguna la desecha,
y aunque es ya sin remedio el graue daño
dezilde (si podeis) á la partida
que allá prophetizaua mi sospecha,
lo que ha cumplido acá su desengaño.
Despues que Sireno puso fin a su canto,
uido como hazia el uenia la hermosa
Seluagia, y el pastor Syluano, de que
no recibio pequeño contentamiento, y
despues de auerse recebido, determinaron
yrse a la fuente de los alisos, donde
el dia antes auian estado. Y primero
que allá llegassen (dixo Syluano).
Escucha, Seluagia, ¿no oyes cantar? Sí
oigo (dixo Seluagia) y aun paresce mas
de una boz. ¿Adonde será? (dixo Sireno).
Paresceme (respondió Seluagia) que es
en el prado de los laureles por donde
passa el arroyo que corre desta clara
fuente. Bien será que nos lleguemos
allá, y de manera que no nos sientan
los que cantan, porque no interrumpamos
la musica. Vamos (dixo Seluagia) y
assi su passo a passo se fueron hazia
aquella parte donde las bozes se oyan:
y escondiendose entre unos arboles, que
estauan junto al arroyo: uieron sobre las
doradas flores assentadas tres nimphas,
tan hermosas, que parescia auer en ellas
dado la naturaleza clara muestra de lo
que puede. Venian uestidas de unas ropas
blancas labradas por encima de follajes
de oro: sus cabellos, que los rayos del
sol oscurescian, rebueltos a la cabeça,
y tomados con sendos hilos de orientales
perlas, con que encima de la crystallina
frente se hazia una lazada, y en medio
della estaua una aguila de oro, que entre
las vñas tenia un muy hermoso diamante.
Todas tres de concierto tañian sus
instrumentos tan suauemente, que junto
con las diuinas bozes no parescieron sino
musica celestial, y la primera cosa que
cantaron, fue este villancico:
Contentamientos de amor
que tan cansados llegays,
si uenis ¿para que os uays?
Aun no acabays de uenir
despues de muy desseados,
cuando estays determinados
de madrugar y partyr,
si tan presto os aueys d'yr,
y tan triste me dexays,
placeres, no me ueays.
Los contentos huyo dellos,
pues no me uienen a uer
más que por darme a entender
lo que se pierde en perdellos,
y pues ya no quiero uellos,
descontentos, no os partays,
pues bolueys despues que os uays.
Despues que uuieron cantado, dixo la una,
que Dorida se llamaua: Cinthia[1239], ¿es
esta la ribera adonde un pastor llamado
Sireno anduuo perdido por la hermosa
pastora Diana? La otra le respondio:
esta sin duda debe ser: porque junto
a vna fuente, que está cerca de este
prado, me dizen que fue la despedida
de los dos digna de ser para siempre
celebrada, segun las amorosas razones
que entre ellos passaron. Cuando Sireno
esto oyó quedó fuera si en uer que las
tres nimphas tuuiessen noticia de sus
desuenturas. Y prosiguiendo Cinthia
dixo: Y en esta misma ribera ay otras
muy hermosas pastoras y otros pastores
enamorados, adonde el amor ha mostrado
grandissimos effectos, y algunos muy
al contrario de lo que se esperaua. La
tercera, que Polidora se llamaua, le
respondio: cosa es essa de que yo no me
espantaria, porque no ay successo en amor
por auieso que sea, que ponga espanto
a los que por estas cosas han passado.
Mas dime, Dorida, ¿cómo sabes tú de essa
despedida? Selo (dixo Dorida) porque al
tiempo que se despidieron junto a la
fuente que digo lo oyó Celio, que desde
encima de un roble les estaria acechando,
y la puso toda al pie de la letra en
uerso, de la misma manera que ella passó;
por esso si me escuchays, al son de mi
instrumento pienso cantalla. Cinthia le
respondio: hermosa Dorida, los hados te
sean fauorables, como nos es alegre tu
gracia y hermosura, y no menos sera oyrte
cantar cosa tanto para saber. Y tomando
Doria su harpa, començo a cantar desta
manera:
_Canto de la nimpha._
Ivnto a una uerde ribera,
de arboleda singular,
donde para se alegrar
otro que mas libre fuera,
hallara tiempo y lugar:
Sireno, un triste pastor,
recogia su ganado,
tan de ueras lastimado
quanto burlando el amor
descansa el enamorado.
Este pastor se moria
por amores de Diana,
una pastora loçana
que en hermosura excedia
la naturaleza humana,
la qual jamas tuuo cosa
que en si no fuese estremada,
pues ni pudo ser llamada
discreta, por no hermosa:
ni hermosa por no auisada.
No era desfauorecido,
que a serlo quiça pudiera
con el uso que tuuiera,
suffrir despues de partido,
lo que de absencia sintiera:
Que el coraçon desusado,
de suffrir pena, o tormento,
si no sobra entendimiento,
qualquier pequeño cuydado
le cautiua el suffrimiento.
Cabe un rio caudaloso,
Ezla por nombre llamado,
andaua el pastor cuytado
de absencia muy temeroso,
repastando su ganado:
Y a su pastora aguardando
está con graue passion,
que estaua aquella sazon
su ganado apacentando
en los montes de Leon.
Estaua el triste pastor
en quanto no parescia,
imaginando aquel dia
en que el falso dios de Amor
dio principio a su alegria:
Y dize viendose tal:
el bien que el amor me ha dado
ymagino yo cuytado,
porque este cercano mal
lo sienta despues doblado.
El sol por ser sobre tarde
con su fuego no le offende,
mas el que de amor depende,
y en el su coraçon arde
mayores llamas enciende.
La passion lo combidaua,
la arboleda le mouia,
el rio parar hazia,
el ruyseñor ayudaua
a estos uersos que dezia.
_Cancion de Sireno._
Al partir llama partida
el que no sabe de amor,
mas yo le llamo un dolor
que se acaba con la uida.
Y quiera Dios que yo pueda
esta uida sustentar,
hasta que llegue al lugar
donde el coraçon me queda;
porque el pensar en partida
me pone tan gran pauor
que a la fuerça del dolor
no podra esperar la uida.
Esto Sireno cantaua
y con su rabel tañia,
tan ageno de alegria,
quel llorar non le dejaua
pronunciar lo que dezia.
Y por no caer en mengua
si le estorua su passion,
accento, o pronunciacion,
lo que empezaua la lengua
acabaua el coraçon.
Ya despues que vuo cantado,
Diana vió que venia
tan hermosa, que vestia
de nueua color el prado,
donde sus ojos ponia.
Su rostro como vna flor,
y tan triste que es locura
pensar que humana criatura
juzgue qual era mayor,
la tristeza o hermosura.
Muchas uezes se paraua
bueltos los ojos al suelo,
y con tan gran desconsuelo
otras uezes los alçaua
que los incaua en el cielo:
Diziendo con más dolor,
que cabe en entendimiento:
pues el bien trae tal descuento,
de oy más bien puedes, amor,
guardar tu contentamiento.
La causa de sus enojos
muy claro alli la mostraua;
si lagrimas derramaua
preguntenlo a aquellos ojos
con que a Sireno mataua.
Si su amor era sin par,
su ualor no lo encubria,
y si la absencia temia
pregúntelo a este cantar
que con lagrimas dezia:
_Cancion de Diana_
No me diste, o crudo amor
el bien que tuue en presencia,
sino porque el mal de absencia
me parezca muy mayor.
Das descanso, das reposo,
no por dar contentamiento,
mas porque esté el suffrimiento
algunos tiempos ocioso.
Ved qué inuenciones de amor
darme contento en presencia,
porque no tenga en absencia
reparo contra el dolor.
Siendo Diana llegada
donde sus amores uio,
hablar quiso y no habló[1240],
y el triste no dixo nada,
aunque el hablar cometio:
Quanto auia que hablar,
en los ojos lo mostrauan,
mostrando lo que callauan,
con aquel blando mirar
con que otras uezes hablauan.
Ambos juntos se sentaron,
debaxo un myrtho florido,
cada uno de otro uencido
por las manos se tomaron,
casi fuera de sentido:
Porque el plazer de mirarse,
y el pensar presto no uerse,
los hazen enternescerse
de manera que a hablarse,
ninguno pudo atreuerse,
Otras uezes se topauan
en esta uerde ribera,
pero muy de otra manera
el toparse celebrauan,
que esta que fue la postrera:
Estraño effecto de amor
verse dos que se querian,
todo quanto ellos podian
y recebir mas dolor,
que al tiempo que no se uian.
Via Sireno llegar
el graue dolor de absencia,
ni alli le basta paciencia,
ni alcança para hablar
de sus lagrimas licençia.
A su pastora miraua,
su pastora mira a él,
y con un dolor cruel
la habló, mas no hablaua
que el dolor habla por él.
¿Ay, Diana, quien dixera,
que quando yo más penara
que ninguno imaginara,
en la hora que te uiera
mi alma no descansara?
¿En qué tiempo y qué sazon,
creyera (señora mia)
que alguna cosa podria
causarme mayor passion
que tu presencia alegria?
¿Quién pensara que estos ojos
algun tiempo me mirassen,
que, señora, no atajassen,
todos los males y enojos
que mis males me causassen?
Mira, señora, mi suerte,
si ha traydo buen rodeo;
que si antes mi desseo
me hizo morir por uerte,
ya muero porque te veo.
Y no es por falta de amarte,
pues nadie estuuo tan firme,
mas por porque suelo uenirme
a estos prados a mirarte,
y aora uengo a despedirme:
Oy diera por no te uer,
aunque no tengo otra uida,
esta alma de ti uencida
solo por entretener
el dolor de la partida.
Pastora, dame licencia
que diga que mi cuydado
sientes en el mismo grado,
que no es mucho en tu presencia
mostrarme tan confiado.
Pues Diana, si es asi,
¿cómo puedo yo partirme?
¿o tú cómo dexas yrme?
¿o cómo uengo yo aqui
sin empacho a despedirme?
Ay Dios, ay pastora mia,
¿cómo no ay razon que das
para de ti me quexar?
¿y cómo tú cada dia
la ternás de me oluidar?
No me hazes tú partir
esto tambien lo dire,
menos lo haze mi fe:
y si quisiesse dezir
quien lo haze: no lo sé.
Lleno de lagrimas tristes,
y a menudo sospirando
estaua el pastor hablando
estas palabras que oystes,
y ella las oye llorando:
a responder se offrescio,
mil uezes lo cometia,
mas de triste no podia
y por ella respondio
el amor que le tenía.
A tiempo estoy, o Sireno,
que dire mas que quisiera:
que aun que mi mal s'entendiera
tuuiera, pastor, por bueno,
el callarlo, si pudiera.
Mas ay de mí desdichada,
uengo a tiempo a descubrillo,
que ni aprovecha dezillo
para escusar mi jornada,
ni para yo despidillo.
¿Porqué te uas, di, pastor,
porqué me quieres dexar
donde el tiempo y el lugar,
y el gozo de nuestro amor,
no se me podra oluidar?
¿Que sentiré, desdichada,
llegando a este ualle ameno,
cuando diga: ¡ah tiempo bueno,
aqui estuue yo sentada,
hablando con mi Sireno!
Mira si será tristeza,
no uerte, y uer este prado,
de arboles tan adornado,
y mi nombre en su corteza,
por tus manos señalado:
o si aurá igual dolor,
que el lugar adó me uiste,
uerle tan solo, y tan triste,
donde con tan gran temor
tu pena me descubriste.
Si esso duro coraçon
se ablanda para llorar
¿no se podria ablandar
para uer la sin razon,
que hazes en me dexar?
Oh, no llores, mi pastor,
que son lagrimas en uano;
y no esta el seso muy sano
de aquel que llora el dolor,
si el remedio está en su mano.
Perdoname, mi Sireno,
si te offendo en lo que digo,
dexa me hablar contigo
en aqueste valle ameno,
do no me dexas comigo.
Que no quiero ni aun burlando
uerme apartada de ti:
¿No te uayas, quieres, di?
duelate ora uer llorando
los ojos con que te ui».
Volvio Sireno a hablar,
dixo: ya deues sentir
si yo me quisiera yr,
mas tú me mandas quedar,
y mi uentura partir.
Viendo tu gran hermosura,
estoy, señora, obligado,
a obedecer te de grado;
mas triste, que a mi uentura
he de obedeçer forçado.
Es la partida forçada,
pero no por causa mia,
que qualquier bien dexaria
por uerte en esta majada,
do ui el fin de mi alegria.
Mi amo aquel gran pastor,
es quien me haze partir,
a quien presto uea uenir
tan lastimado de amor,
como yo me siento yr.
Oxala estuuiera aora,
porque tú fueras seruida,
en mi mano mi partida
como en la tuya, señora,
está mi muerte y mi uida.
Mas creeme que es muy en uano,
segun contino me siento
passarte por pensamiento
que pueda estar en mi mano,
cosa que me dé contento.
Bien podria yo dexar
mi rebaño y mi pastor,
y buscar otro señor:
mas si el fin voy a mirar
no conuiene a nuestro amor:
Que dexan lo este rebaño,
y tomando otro qualquiera,
dime tú de que manera
podré uenir sin tu daño
por esta uerde ribera:
Si la fuerça desta llama
me detiene, es argumento
que pongo en ti el pensamiento:
y uengo a uender tu fama,
señora, por mi contento.
Si dizen que mi querer
en ti lo puedo emplear,
a ti te uiene a dañar
¿que yo qué puedo perder?
¿o tú qué puedes ganar?
La pastora a esta sazon
respondió con gran dolor:
Para dexarme, pastor,
¿cómo has hallado razon,
pues que no la ay en amor?
Mala señal es hallarse,
pues vemos por esperiencia,
que aquel que sabe en presencia
dar desculpa de absentarse,
sabra suffrir el absencia.
Ay triste, que pues te uas,
no sé qué será de ti,
ni sé que será de mi,
ni si allá te acordaras,
que me uiste o que te ui?
Ni sé si recibo engaño,
en auerte descubierto
este dolor que me ha muerto:
mas lo que fuere en mi daño,
esto sera lo más cierto.
No te duelan mis enojos,
vete, pastor, a embarcar,
passa de presto la mar,
pues que por la de mis ojos
tan presto puedes passar.
Guardete Dios de tormenta,
Sireno mi dulce amigo,
y tenga siempre contigo
la fortuna mejor cuenta,
que tú la tienes comigo.
Muero en uer que se despiden
mis ojos de su alegria,
y es tan grande el agonia
que estas lagrimas me impiden
dezirte lo que queria.
Estos mis ojos, zagal,
antes que cerrados sean
ruego yo a Dios que te uean;
que aunque tú causas su mal
ellos no te lo dessean.
Respondió: señora mia,
nunca viene solo vn mal,
y vn dolor aunque mortal
siempre tiene compañia,
con otro mas principal.
Y assi uerme yo partir
de tu vista y de mi uida,
no es pena tan desmedida,
como verte a ti sentir
tan de veras mi partida.
Mas si yo acaso oluidare
los ojos en que me vi,
oluidese Dios de mi,
o si en cosa imaginare,
mi señora, si no en ti.
Y si agena hermosura
causare en mí mouimiento,
por vna hora de contento
me trayga mi desuentura
cien mil años de tormento.
E si mudare mi fe
por otro nueuo cuydado,
cayga del mejor estado
que la fortuna me dé
en el más desesperado.
No me encargues la venida,
muy dulce señora mia,
porque assaz de mal sería
tener vo en algo la uida
fuera de tu compañia.
Respondiole: oh mi Sireno,
si algun tiempo te oluidare,
las yeruas que yo pisare
por aqueste ualle ameno
se sequen quando passare.
Y si el pensamiento mio
en otra parte pusiere,
suplico a Dios que si fuere
con mis ouejas al rio
se seque quando me uiere.
Toma, pastor, vn cordon
que hize de mis cabellos,
porque se te acuerde en uellos
que tomaste possession
de mi coraçon y dellos.
Y este anillo as de lleuar
do estan dos manos asidas,
que aunque se acaben las uidas,
no se pueden apartar
dos almas que estan vnidas.
Y él dixo: que te dexar
no tengo, si este cayado
y este mi rabel preciado,
con que tañer y cantar
me uias por este prado:
Al son dél, pastora mia,
te cantaua mis canciones,
contando tus perfecciones,
y lo que de amor sentia
en dulces lamentaciones.
Ambos a dos se abraçaron,
y esta fue la uez primera,
y pienso fue la postrera
porque los tiempos mudaron
el amor de otra manera.
E aunque a Diana le dio
pena rauiosa y mortal
la ausencia de su zagal,
en ella misma halló
el remedio de su mal.
Acabó la hermosa Dorida el suaue canto,
dexando admiradas á Cinthia y Polidora
en uer que una pastora fuesse vaso donde
amor tan encendido pudiesse caber. Pero
tambien lo quedaron de imaginar cómo el
tiempo auia curado su mal, paresciendo
en la despedida sin remedio. Pues el
sin uentura Sireno en quanto la pastora
con el dulce canto manifestaua sus
antiguas cuytas y sospiros, no dexaua
de darlos tan a menudo, que Seluagia y
Syluano eran poca parte para consolalle,
porque no menos lastimado estaua
entonces, que al tiempo que por él avian
passado. Y espantose mucho de uer que
tan particularmente se supiesse lo que
con Diana passado auia. Pues no menos
admiradas estaban Seluagia, y Syluano, de
la gracia con que Dorida cantaua y tañia.
A este tiempo las hermosas nimphas,
tomando cada una su instrumento, se yuan
por el uerde prado adelante, bien fuera
de sospecha de podelles acaecer lo que
aora oyreys. E fue, que auiendose alexado
muy poco de adonde los pastores estauan,
salieron de entre unas retamas altas, a
mano derecha del bosque, tres saluages,
de extraña grandeza y fealdad. Venían
armados de coseletes y celadas de cuero
de tigre. Eran de tan fea catadura, que
ponian espanto, los coseletes trayan por
braçales unas bocas de serpientes, por
donde sacauan los braços que gruessos
y uellosos parescian, y las celadas
uenian a hazer encima de la frente unas
espantables cabeças de leones, lo demas
trayan desnudo, cubierto de espesso y
largo uello, unos bastones herrados de
muy agudas puntas de azero. Al cuello
trayan sus arcos, y flechas, los escudos
eran de unas conchas de pescado muy
fuerte. E con una increyble ligereza
arremeten a ellas diziendo: a tiempo
estays, o ingratas y desamoradas Nimphas,
que os obligaua la fuerça a lo que el
amor no os ha podido obligar, que no era
justo que la fortuna hiziesse tan grande
agrauio á nuestros captiuos coraçones
como era dilatalles tanto su remedio. En
fin tenemos en la mano el galardon de
los sospiros, con que a causa uuestra,
importunauamos las aues, y animales
de la escura y encantada selua donde
habitamos, y de las ardientes lagrimas
con que haziamos crescer el impetuoso,
y turbio rio que sus temerosos campos
ua regando. E pues para que quedeys con
las uidas, no teneys otro remedio, sino
dalle, a nuestro mal, no deys lugar a que
nuestras crueles manos tomen uengança de
la que de nuestros affligidos coraçones
aueys tomado. Las nimphas con el subito
sobresalto, quedaron tan fuera de si, que
no supieron responder a las soberuias
palabras que oyan, sino con lagrimas.
Mas la hermosa Dorida, que más en si
estaua que las otras, respondió: Nunca
yo pense que el amor pudiera traer a tal
estremo a un amante, que viniesse a las
manos con la persona amada. Costumbre
es de couardes tomar armas contra las
mugeres: y en un campo donde no hay
quien por nosotras puede responder,
sino es nuestra razon. Mas de una cosa
(ó crueles) podeys estar seguros, y
es, que nuestras amenazas no nos harán
perder un punto de lo que a nuestra
honestidad deuemos, y que más facilmente
os dexaremos la uida en las manos, que
la honra. Dorida (dixo uno dellos) a
quien de mal tratarnos ha tenido poca
razon no es menester escuchalle alguna. E
sacando el cordel al arco que al cuello
traya, le tomó sus hermosas manos, y muy
descomedidamente se las ató, y lo mismo
hizieron sus compañeros a Cinthia y a
Polidora. Los dos pastores y la pastora
Seluagia, que atonitos estauan de lo que
los saluages hazian, uiendo la crueldad
con que a las hermosas nimphas tratauan,
y no pudiendo suffrillo, determinaron
de morir o defendellas. E sacando todos
tres sus hondas proueydos sus zurrones
de piedras salieron al uerde prado, y
comiençan a tirar a los saluages, con
tanta maña y esfuerço, como si en ello
les fuera la uida. E pensando occupar a
los saluages, de manera que en quanto
ellos se defendian, las nimphas se
pusiessen en saluo, les dauan la mayor
priessa que podian, mas los saluages
recelosos de lo que los pastores
imaginauan, quedando el uno en guarda
de las prisioneras, los dos procurauan
herirlos ganando tierra. Pero las piedras
eran tantas, y tan espessas, que se
lo defendian. De manera que en quanto
las piedras los duraron, los saluages
lo passaban mal, pero como despues los
pastores se occuparon en baxarse por
ellas, los saluages se les allegauan
con sus pesados alfanges en las manos,
tanto que ya ellos estauan sin esperança
de remedio. Mas no tardó mucho que de
entre la espessura del bosque, junto a la
fuente donde cantauan, salio una pastora
de tan grande hermosura y disposicion,
que los que la uieron quedaron admirados.
Su arco tenia colgado del braço yzquierdo
y vna aljaua de saetas al hombro, en las
manos un baston de syluestre enzina,
en el cabo del qual auia una muy larga
punta de azero. Pues como assi uiesse
las tres Nimphas, la contienda entre los
dos saluages, y los pastores, que ya no
esperauan, sino la muerte, poniendo con
gran presteza vna aguda saeta en su arco,
con tan grandissima fuerza y destreza la
despidio, que al uno de los saluages se
la dexó escondida en el duro pecho. De
manera que la de amor, que el coraçon
le traspassaua, perdio su fuerça, y el
saluage la uida a bueltas della. Y no
fue perezosa en poner otra saeta en su
arco, ni menos diestra en tiralla, pues
fue de manera, que acabó con ella las
passiones enamoradas del segundo saluage,
como las del primero auia acabado. Y
queriendo tirar al tercero, que en
guarda de las tres Nimphas estaua, no
pudo tan presto hazello, que él no se
uiniesse a juntar con ella, queriendo la
herir con su pesado alfange. La hermosa
pastora alçó el baston, y como el golpe
descargasse sobre las barras del fino
azero que tenia, el alfange fue hecho
dos pedaços: y la hermosa pastora le dio
tan gran golpe con su baston, por encima
de la cabeça, que le hizo arrodillar y
yuntandole[1241] con la azerada punta a
los ojos, con tan gran fuerça le apreto,
que por medio de los sesos se lo passó a
la otra parte: y el feroz saluage dando
vn espantable grito, cayó muerto en el
suelo. Las nimphas viendose libres de tan
gran fuerça, y los pastores y pastora de
la muerte de la qual muy cerca estauan:
y viendo cómo por el gran esfuerço de
aquella pastora, ansi vnos como otros
auian escapado, no podian juzgarla por
cosa humana. A esta hora, llegandose
la gran pastora a ellas, las començo
a desatar las manos, diziendoles: No
merescian menos pena que la que tienen,
o hermosas nimphas, quien tan lindas
manos osaua atar, que mas son ellas para
atar coraçones, que para ser atadas. Mal
ayan hombres tan soberuios, y de tan
mal conoscimiento, mas ellos, señoras,
tienen su pago, y yo tambien le tengo
en aueros hecho este pequeño seruicio,
y en auer llegado a tiempo que a tan
gran sin razon pudiesse dar remedio,
aunque a estos animosos pastores, y
hermosa pastora, no en menos se deue
tener lo que an hecho, pero ellos y yo
estamos muy bien pagados, aunque en ello
perdieramos la vida, pues por tal causa
se auenturaua. Las nimphas quedaron tan
admiradas de su hermosura y discrecion,
como del esfuerço que en su defensa
auia mostrado. E Dorida con un gracioso
semblante le respondió: Por cierto,
hermosa pastora, si vos segun el animo
y valentia que oy mostrastes no soys
hija del fiero Marte, segun la hermosura
lo deueys ser de la deesa Venus, y del
hermoso Adonis, y si de ninguno destos,
no podeys dexallo de ser de la discreta
Minerua, que tan gran discretion no puede
proceder de otra parte, aunque lo mas
cierto deue ser aueros dado naturaleza
lo principal de todos ellos. E para tan
nueua y tan grande merced, como es la
que auemos recebido, nueuos y grandes
auian de ser los seruicios con que deuia
ser satisfecha. Mas podria ser que algun
tiempo se osfresciesse ocasion, en que
se conosciesse la voluntad que de seruir
tan señalada merced tenemos. E porque
paresce que estays cansada, vamos a la
fuente de los alisos, que está junto
al bosque, y alli descansareys. Vamos
señora (dixo la pastora) que no tanto
por descansar del trabajo del cuerpo,
lo desseo, quanto por hablar en otro,
en que consiste el descanso de mi anima
y todo mi contentamiento. Esse se os
procurará aqui con toda la diligentia
possible (dixo Polidora) porque no aya
a quien con mas razon procurar se deua.
Pues la hermosa Cinthia se boluio a los
pastores, diziendo: Hermosa pastora, y
animosos pastores, la deuda, y obligacion
en que nos aueys puesto, ya la veys,
plega a dios que algun tiempo la podamos
satisfazer, segun que es nuestro desseo.
Seluagia respondió: A estos dos pastores,
se deuen, hermosas nimphas, essas
offertas, que yo no hize mas de dessear
la libertad, que tanta razon era que
todo el mundo desseasse. Entonces (dixo
Polidora): ¿Es este el pastor Sireno tan
querido algun tiempo, como aora oluidado
de la hermosa Diana: y esse otro su
competidor Syluano? Si (dixo Seluagia).
Mucho me huelgo (dixo Polidora) que
seays personas a quien podamos en algo
satisfazer lo que por nosotras aueys
hecho. Dorida muy espantada dixo: ¿qué
cierto es éste Sireno? Muy contenta estoy
en hallarte, y en auerme tú dado ocasion
a que yo busque a tu mal algun remedio,
que no será poco. Ni aun para tanto mal
bastaria siendo poco, dixo Sireno. Aora
vamos a la fuente (dixo Polidora) que
allá hablaremos mas largo. Llegados que
fueron a la fuente lleuando las nimphas
en medio a la pastora se assentaron
entorno della; y los pastores a peticion
de las nimphas se fueron a la aldea a
buscar de comer, porque era ya tarde, y
todos lo auian menester. Pues quedando
las tres nimphas solas con la pastora,
la hermosa Dorida començó a hablar desta
manera.
Esforçada y hermosa pastora, es cosa para
nosotras tan estraña ver una persona
de tanto ualor y suerte, en estos
ualles y bosques apartados del concurso
de las gentes, como para ti será uer
tres Nimphas solas, y sin compañia que
defendellas pueda de semejantes fuerças.
Pues para que podamos saber de ti lo que
tanto desseamos, forçado será merçello
primero con dezir quien somos: y para
esto sabras, esforçada pastora, que
esta Nimpha se llama Dorida, y aquella
Cinthia, y yo Polidora: viuimos en la
selua de Diana, adonde habita la sabia
Felicia, cuyo offiçio es dar remedio
a passiones enamoradas: y veniendo
nosotros de visitar a una Nimpha su
parienta, que biue desta otra parte de
los puertos Galiçianos, llegamos á este
valle vmbroso y ameno. E paresçiendonos
el lugar conueniente para passar la
calorosa siesta, a la sombra de estos
alisos y verdes lauros, embidiosas de
la harmonia que este impetuoso arroyo
por medio del verde prado lleua, tomando
nuestros instrumentos, quisimos imitada,
e nuestra ventura, o por mejor dezir, su
desuentura, quiso que estos saluages,
que segun ellos dezian, muchos dias ha
que de nuestros amores estauan presos,
vinieron a caso por aqui. Y auiendo
muchas vezes sido importunadas de sus
bestiales razones, que nuestro amor les
otorgassemos, y viendo ellos que por
ninguna uia les dauamos esperança de
remedio, se determinaron poner el negoçio
a las manos, y hallando nos aqui solas,
hizieron lo que vistes al tiempo que con
vuestro socorro fuimos libres. La pastora
que oyó lo que la hermosa Dolida auia
dicho, las lagrimas dieron testimonio de
lo que su affligido coraçon sentia, y
boluiendose a las Nimphas, les començo a
hablar desta manera:
No es amor de manera (hermosas Nimphas de
la casta diosa) que pueda el que lo tiene
tener respecto a la razon, ni la razon
es parte para que un enamorado coraçon
dexe el camino por do sus fieros destinos
le guiaren. Y que esto sea uerdad, en
la mano tenemos la experiençia, que
puesto caso que fuessedes amadas destos
saluages fieros, y el derecho del buen
amor no daua lugar a que fuessedes
dellos offendidas, por otra parte, vino
aquella desorden con que sus varios
effectos haze, a dar tal industria, que
los mismos que os auian de seruir, vos
offendiessen. E porque sepays que no
me muero solamente por lo que en este
valle os ha succedido, os dire lo que
no pense dezir, sino a quien entregué
mi libertad, si el tiempo, o la fortuna
dieren lugar a que mis ojos le vean, y
entonçes vereys, cómo en la escuela de
mis desuenturas deprendi a hablar en los
malos successos de amor, y en lo que este
traydor haze en los tristes coraçones
que subjectos le estan. Sabreys pues,
hermosas Nimphas, que mi naturaleza
es la gran Vandalia, provincia no muy
remota desta adonde estamos, nascida en
una ciudad llamada Soldina: mi madre
se llamó Delia, y mi padre Andronio,
en linaje y bienes de fortuna los más
prinçipales de toda aquella prouinçia.
Acaescio pues que como mi madre auiendo
muchos años que era casada, no tuuiesse
hijos (y a causa desto biuiesse tan
descontenta, que no tuuiesse un dia de
descanso) con lagrimas y sospiros cada
hora importunaua el çielo, y haziendo
mil ofrendas y sacrifiçios, suplicaua a
Dios le diesse lo que tanto desseaua, el
qual fue seruido, vistos sus continuos
ruegos y oraçiones, que siendo ya passada
la mayor parte de su edad, se hiziesse
preñada. El alegria que dello reçibio
juzguelo quien despues de muy deseeada
una cosa, la uentura se la pone en las
manos. E no menos partiçipó mi padre
Andronio deste contentamiento porque lo
tuuo tan grande, que seria impossible
podelle encarescer. Era Delia mi señora
affiçionada a leer historias antiguas,
en tanto estremo, que si enfermedades, o
negoçios de grande importançia no se lo
estoruauan, jamas passaua el tiempo en
otra cosa. E acaescio que estando, como
digo, preñada, y hallandose una noche
mal dispuesta, rogo a mi padre que le
leyesse alguna cosa, para que occupando
ella el pensamiento, no sintiesse el
mal que la fatigaua. Mi padre que en
otra cosa no entendia, sino en dalle
todo el contentamiento possible, le
començo a leer aquella hystoria de
Paris, quando las tres Deas[1242] se
pusieron a juyzio delante dél, sobre
la mançana de la discordia. Pues como
mi madre tuuiesse que Paris auia dado
aquella sentençia apassionadamente, y
no como deuia, dixo que sin duda él no
auia mirado bien la razon de la diosa
de las batallas, porque preçediendo las
armas a todas las otras qualidades, era
justa cosa que se le diesse. Mi señor
respondio que la mançana se auia de dar
a la más hermosa, y que Venus lo era
más que otra ninguna, por lo qual Paris
auia sentençiado muy bien, si despues
no le succediera mal. A esto respondio
mi madre, que puesto caso que en la
mançana estuuiesse escrito se diesse a
la más hermosa, que esta hermosura no
se entendia corporal, sino del ánima:
y que pues la fortaleza era una de las
cosas que más hermosura le dauan, y
el exerçiçio de las armas era un acto
exterior desta virtud, que a la diosa de
las batallas le deuia de dar la mançana,
si Paris juzgara como hombre prudente
y desapassionado. Assi que, hermosas
Nimphas, en esta porfia estuuieron gran
rato de la noche, cada uno alegando las
razones más a su proposito que podia.
Estando en esto, uino el sueño a uençer
a quien las razones de su marido no
pudieron. De manera que estando muy
metida en su disputa, se dexó dormir. Mi
padre entonçes se fue a su aposento, y a
mi señora le paresçio, estando durmiendo,
que la diosa Venus venia a ella, con un
rostro tan ayrado, como hermoso, y le
dezia: Delia, no sé quien te ha mouido
ser tan contraria de quien jamas lo ha
sido tuya. Si memoria tuuiesses del
tiempo que del amor de Andronio tu marido
fuyste presa, no me pagarias tan mal lo
mucho que me deues: pero no quedarás sin
galardon; yo te hago saber que pariras
vn hijo y vna hija, cuyo parto no te
costará menos que la vida, y a ellos
costará el contentamiento lo que en mi
daño as hablado: porque te çertifico que
seran los más desdichados en amores,
que hasta su tiempo se ayan uisto. E
dicho esto, desaparesçio, y luego se
le figuró a mi señora madre que venia
a ella la diosa Pallas, y con rostro
muy alegre le dezia: Discreta y dichosa
Delia, ¿con qué te podré pagar lo que en
mi fauor contra la opinion de tu marido
esta noche has alegado, sino con azerte
saber, que pariras vn hijo y vna hija
los mas venturosos en armas que hasta
su tiempo aya auido? Dicho esto luego
desaparescio, despertando mi madre con
el mayor sobresalto del mundo: y de ay a
un mes, poco más o menos pario a mi, y a
otro hermano mio, y ella murio de parto,
y mi padre del grandissimo pesar que
vuo murio de ay a pocos dias. E porque
sepays (hermosas Nimphas) el estremo en
que amor me ha puesto, sabed que siendo
yo muger de la qualidad que aueys oydo,
mi desuentura me ha forçado que dexe
mi habito natural, y mi libertad, y el
debito que a mi honrra deuo, por quien
por ventura pensará que la pierdo, en
ser de mí bien amado. Ved qué cosa tan
escusada para vna muger ser dichosa en
las armas, como si para ellas se vuiessen
hecho. Deuia ser porque yo (hermosas
Nimphas) les pudiesse hazer este pequeño
seruiçio, contra aquellos peruersos; que
no lo tengo en menos que si la fortuna me
començasse a satisfazer algun agrauio de
los muchos que me ha hecho.
Tan espantadas quedaron las Nimphas
de lo que oyan, que no le pudieron
responder, ni repreguntar cosas de
las que la hermosa pastora dezia. Y
prosiguiendo en su historia, les dixo:
Pues como mi hermano y yo nos criassemos
en un monasterio de monjas, donde vna
tia mia era abadessa, hasta ser de edad
de doze años, y auiendolos cumplidos,
nos sacassen de alli: A él lleuaron a
la corte del magnanimo y inuencible
Rey de los Lusitanos (cuya fama, y
increyble bondad tan esparzida está por
el vniuerso) a donde, siendo en edad de
tomar armas, le succedieron por ellas
cosas tan auentajadas y de tan gran
esfuerço, como tristes y desuenturadas
por los amores. E con todo esso fue mi
hermano tan amado de aquel inuictissimo
Rey, que nunca jamás le consintio salir
de su corte. La desdichada de mí, que
para mayores desuenturas me guardauan
mis hados, fue[1243] lleuada en casa de
vna aguela mia (que no deuiera, pues fue
causa de biuir con tan gran tristeza,
qual nunca muger padescio). Y porque
(hermosas Nimphas) no ay cosa que no
me sea forçado dezirosla, ansi por la
grand uirtud, de que vuestra estremada
hermosura da testimonio, como porque el
alma me da que aueys de ser gran parte de
mi consuelo: sabed que como yo estuuiesse
en casa de mi aguela, y fuesse ya de
quasi diezisiete años, se enamoró de mí
un cauallero que no biuia tan lexos de
nuestra posada que desde un terrado que
en la suya auia no se viesse un jardin
adonde yo passaua lar tardes del uerano.
Pues como de alli el desagradescido Felis
uiesse a la desdichada Felismena (que
este es el nombre de la triste que sus
desuenturas está contando) se enamoró de
mí, o se fingio enamorado. No sé quál me
crea, pero sé que quien menos en este
estado creyere más acertará. Muchos dias
fueron los que Felis gastó en darme a
entender su pena: y muchos más gasté yo
en no darme por hallada que él por mi
la padesciesse: y no sé cómo el amor
tardó tanto en hazerme fuerça que le
quisiesse; deuio tardar, para despues
uenir con mayor impetu. Pues como yo por
señales, y por passeos, y por musicas,
y torneos, que delante de mi puerta
muchas uezes se hazian, no mostrasse
entender que de mi amor estaua preso,
aunque desde el primero dia lo entendi:
determinó de escriuirme. Y hablando con
una criada mia, a quien muchas uezes
auia hablado, y aun con muchas dadiuas
ganado la noluntad, le dio una carta
para mí. Pues uer las saluas que Rosina
(que assi la llamauan) me hizo primero
que me la diesse, los juramentos que me
juró, las cautelosas palabras que me
dixo, porque no me enojasse, cierto fue
cosa de espanto. E con todo esso se la
bolui arrojar a los ojos, diziendo: Si no
mirasse a quien soy, y lo que se podria
dezir, esse rostro que tan poca uerguença
tiene, yo le haria señalar, de manera que
fuesse entre todos conoscido. Mas porque
es la primera uez, basta lo hecho, y
auisaros que os guardeys de la segunda.
Paresceme que estoy aora viendo (dezia la
hermosa Felismena) cómo aquella traydora
de Rosina supo callar, dissimulando
lo que de mi enojo sentio: porque la
vierades (o hermosas Nimphas) fingir vna
risa tan dissimulada, diziendo: Iesus,
señora, yo para que ryessemos con ella la
di a nuestra merçed, que no para que se
enojasse dessa manera: Que plega a Dios,
si mi intençion ha sido dalle enojo, que
Dios me le dé el mayor que hija de madre
aya tenido. Y a esto añadio otras muchas
palabras, como ella las sabia dezir, para
amansar el enojo que yo de las suyas
auia reçebido: y tomando su carta, se me
quitó delante. Yo despues de passado esso
començe de imaginar en lo que alli podria
uenir, y tras esto, paresce que el amor
me yua poniendo desseo de ver la carta;
pero tambien la verguença estoruaua a
tornalla a pedir a mi criada, auiendo
passado con ella lo que os he contado.
Y assi passé aquel dia hasta la noche
en muchas variedades de pensamientos.
Y quando Rosina entró a desnudarme;
al tiempo que me queria acostar. Dios
sabe, si yo quisiera que me boluiera
a importunar, sobre que reçibiesse la
carta: mas nunca me quiso hablar, ni
por pensamiento en ella. Yo por ver
si saliendole al camino, aprouecharia
algo, le dixe: ¿ansi, Rosina, que el
señor Felis sin mirar más, se atreue
a escreuirme? Ella muy secamente me
respondio: Señora, son cosas que el amor
trae consigo: suplico a vuestra merçed me
perdone, que si yo pensara que en ello
le enojaua, antes me sacara los ojos.
Qual yo en entonçes quedé, Dios lo sabe:
pero con todo esso dissimulé, y me dexó
quedar aquella noche con mi deseo, y con
la ocasion de no dormir. Y assi fue,
uerdaderamente ella fue para mi la mas
trabajosa y larga, que hasta entonces
auia passado. Pues uiniendo el dia: y más
tarde de lo que yo quisiera, la discreta
Rosina entró a darme de uestir, y se dexó
adrede caer la carta en el suelo. Y como
la vi le dixe: ¿qué es esto que cayó ay?
Muestralo aca. No es nada, señora, dixo
ella. Ora muestralo aca, dixe yo, no me
enojes o dime lo que es. Iesus, señora,
dixo ella, ¿para qué lo quiere uer? la
carta de ayer es. No es por çierto, dixe
yo, muestrala acá por ver si mientes.
Aun yo no lo vue dicho, quando ella me
la puso en las manos, diziendo: mal me
haga Dios si es otra cosa. Yo aunque la
conoci muy bien, dixe: en verdad que no
es esta, que yo la conozco, y de algun
tu enamorado deue ser: yo quiero leella,
por ver las neçedades que te escriue;
abriendola vi que dezia desta manera:
Señora: siempre imaginé que vuestra
discreçion me quitara el miedo de
escreuiros, entendiendo sin carta lo que
os quiero: mas ella misma ha sabido tan
bien dissimular, que alli estuuo el daño,
donde pense que el remedio estuuiesse. Si
como quien soys juzgays mi atreuimiento,
bien sé que no tengo vna hora de vida:
pero si lo tomays segun lo que amor suele
hazer, no trocaré por ella mi esperança.
Suplicoos, señora, no os enoje mi carta,
ni me pongays culpa por el escreuiros,
hasta que experimenteys si puedo dexar de
hazerlo. Y que me tengais en possession
de vuestro, pues todo lo que puede ser de
mí, está en vuestras manos, las quales
beso mil bezes.
Pues como yo viesse la carta de mi don
Felis, o porque la leí en tiempo que
mostraua en ella quererme más que a si,
o porque de parte de esta ánima cansada
auia disposiçion para imprimirse en
ella el amor de quien me escreuia: yo
començe a querelle bien, y por mi mal yo
lo començe, pues auia de ser causa de
tanta desuentura. E luego pidiendo perdon
a Rosina de lo que antes auia passado,
como quien menester la auia para lo de
adelante: y encomendandole el secreto de
mis amores, bolui otra vez a leer la
carta, parando a cada palabra un poco,
y bien poco deuio de ser, pues yo tan
presto me determiné, aunque ya no estaua
en mi mano, el no determinarme: y tomando
papel y tinta, le respondi desta manera.
No tengas en tan poco, don Felis, mi
honra que con palabras fingidas pienses
perjudicalla. Bien sé quien eres y vales,
y aun creo que desto te aurá nascido el
atreuerte, y no de la fuerça que dizes
que el amor te ha hecho. E si es ansi
como me afirma mi sospecha, tan en vano
es su trabajo, como tu valor y suerte,
si piensas hazerme yr contra lo que a la
mia deuo. Suplicote que mires quán pocas
uezes succeden bien las cosas que debaxo
de cautela se comiençan, y que no es de
cauallero entendellas de una manera, y
dezillas de otra. Dizesme que te tengo
en possession de cosa mia. Soy tan mal
condiçionada que aun de la esperiençia
de las cosas no me fio quanto más de tus
palabras. Mas con todo esto tengo en
mucho lo que en la tuya me dizes, que
bien me basta ser desconfiada, sin ser
tambien desagradescida.
Esta carta le embié que no deuiera, pues
fue occasion de todo mi mal, porque luego
començo a cobrar osadia para me declarar
más sus pensamientos, y a tener ocasion
para me pedir que le hablasse: en fin
(hermosas Nimphas) que algunos dias se
gastaron en demandas, y en respuestas,
en los quales el falso amor hazia en mí
su acostumbrado offiçio: pues cada hora
tomaua más possession desta desdichada.
Los torneos se tornaron[1244] a renouar,
las musicas de noche jamas cessauan, las
cartas, los amores nunca dexauan de yr de
una parte a otra, y ansi passó casi un
año: al cabo del qual, yo me vi tan presa
de sus amores, que no fui parte para
dexar de manifestalle mi pensamiento,
cosa que él desseaua mas que a su propia
uida. Quiso pues mi desuentura, que
al tiempo en que nuestros amores más
ençendidos andauan, su padre lo supiesse,
y quien se lo dixo se lo supo encarescer
de manera, que temiendo no se casasse
conmigo, lo embió a la corte de la gran
princessa Augusta Cesarina, diziendo
que no era justo que un cauallero moço
y de linage tan prinçipal, gastasse la
moçedad en casa de su padre, donde no se
podian aprender sino los viçios de que
la ociosidad es maestra. El se partio
tan triste, que su mucha tristeza le
estoruó auisarme de su partida, yo quedé
tal quando lo supe, qual puede imaginar
quien algun tiempo se vio tan presa de
amor, como yo por mi desdicha lo estoy.
Dezir yo aora la vida que passaua en su
ausencia, la tristeza, los sospiros, las
lagrimas, que por estos cansados ojos
cada dia derramaua no sé si podré:
que pena es la mia, que aun dezir no se
puede, ved cómo podra suffrirse: Pues
estando yo en medio de mi desuentura,
y de las ansias que la ausencia de don
Felis me hazia sentir, paresciendome que
mi mal era sin remedio, y que despues
que en la corte se viesse, a causa
de otras damas de más hermosura, y
qualidad, tambien de la ausençia que es
capital enemiga del amor, yo auia de ser
oluidada: determiné auenturarme a hazer
lo que nunca muger penso. Y fue vestirme
en habito de hombre, y yrme a la corte,
por ver aquel en cuya vista estaua toda
mi esperança, y como lo pense, ansi lo
puse por obra, no dandome el amor lugar
a que mirasse lo que a mí propria deuia.
Para lo qual no me faltó industria,
porque con ayuda de vna grandissima amiga
mia y thesorera de mis secretos que me
compró los vestidos que yo le mandé, y
un cauallo en que me fuesse, me parti de
mi tierra, y aun de mi reputacion (pues
no puedo creer que jamas pueda cobralla)
assi me fue derecha a la corte, passando
por el camino cosas que si el tiempo me
diera lugar para contallas, no fueran
poco gustosas de oyr. Veynte dias tardé
en llegar, en cabo de los quales llegando
donde desseaua, me fuy a posar vna casa
la más apartada de conuersaçion que yo
pude. Y el grande desseo que lleuaua de
ver aquel destruydor de mi alegria, no
me dexaua imaginar en otra cosa, sino en
cómo, o de dónde podia velle. Preguntar
por él a mi huesped no osaua, porque
quiça no se descubriesse mi venida.
Ni tampoco me parescia bien yr yo a
buscalle: porque no me succediesse alguna
desdicha, a causa de ser conoscida. En
esta confusion passé todo aquel dia
hasta la noche, la qual cada hora se me
hazia un año. Y siendo poco más de media
noche, el huesped llamó a la puerta de mi
aposento, y me dixo que si queria gozar
de una musica que en la calle se daua,
que me leuantasse de presto, y abriesse
una ventana. Lo que yo hize luego, y
parandome en ella, oí en la calle vn
page de don Felis, que se llamaua Fabio
(el qual luego en la habla conosçi) cómo
dezia a otros que con el yuan: Ahora,
señores, es tiempo, que la dama está en
el corredor sobre la huerta tomando el
frescor de la noche. E no lo vuo dicho,
quando començaron a tocar tres cornetas y
un sacabuche, con tan gran concierto, que
parescia una musica celestial. E luego
començo una boz cantando a mi parescer lo
mejor que nadie podria pensar. E aunque
estuue suspensa en oyr a Fabio, en aquel
tiempo ocurrieron muchas imaginaciones,
todas contrarias a mi descanso, no dexé
de aduertir a lo que se cantaua, porque
no lo hazian de manera que cosa alguna
impidiesse el gusto que de oyllo se
reçebia, y lo que se cantó primero, fue
este romance:
Oydme, señora mia,
si acaso os duele mi mal,
y aunque no os duela el oylle,
no me dexeys de escuchar;
dadme este breue descanso
porque me fuerçe a penar:
¿no os doleys de mis sospiros,
ni os enternesce el llorar,
ni cosa mia os da pena
ni la pensays remedyar?
¿Hasta quando mi señora,
tanto mal ha de durar?
no está el remedio en la muerte,
sino en vuestra voluntad,
que los males que ella cura,
ligeros son de passar:
no os fatigan mis fatigas
ni os esperan fatigar:
de uoluntad tan essenta
¿qué medio se ha de esperar
y esse coraçon de piedra
cómo lo podré ablandar?
Bolued, señora, estos ojos
que en el mundo no ay su par.
Mas no los boluays ayrados
si no me quereys matar,
aunque de una y de otra suerte
matays con solo mirar.
Despues que con el primero concierto de
musica vuieron cantado este romance, oí
tañer vna dulçayna, y vna harpa, y la boz
del mi don Felis. El contento que me dio
el oylle, no ay quién lo pueda imaginar:
porque se me figuró que lo estaua oyendo
en aquel dichoso tiempo de nuestros
amores. Pero despues que se desengañó la
imaginacion, viendo que la musica se daua
a otra, y no a mí, sabe Dios si quisiera
más passar por la muerte. Y con un ansia
que el anima me arrancaua, pregunté
al huesped, si sabía a quién aquella
musica se daua. El me respondio, que no
podia pensar a quien se diesse, aunque
en aquel barrio biuian muchas damas y
muy principales. Y quando vi que no me
daua razon de lo que preguntaua, bolui
a oyr el mi don Felis, el qual entonçes
començaba al son de una harpa que muy
dulçemente tañia a cantar este soneto:
_Soneto._
Gastando fue el amor mis tristes años
en vanas esperanças, y escusadas:
fortuna de mis lagrimas cansadas,
exemplos puso al mundo muy estraños.
El tiempo como autor de desengaños,
tal rastro dexa en él de mis pisadas
que no aurá confianças engañadas,
ni quien de oy más se quexe de sus daños.
Aquella a quien amé quanto deuia,
enseña a conoscer en sus amores,
lo que entender no pude hasta aora,
Y yo digo gritando noche y dia:
¿no veys que os desengaña, o amadores,
amor, fortuna, el tiempo, y mi señora?
Acabado de cantar este soneto, pararon vn
poco tañiendo quatro vihuelas de arco,
y un clauicordio tan concertadamente,
que no sé si en el mundo pudiera auer
cosa más para oyr, ni que mayor contento
diera, a quien la tristeza no tuuiera tan
sojuzgada como a mí: y luego començaron
quatro bozes muy acordadas a cantar esta
cançion:
_Cancion._
No me quexo yo del daño
que tu uista me causó,
quexome porque llegó
a mal tiempo el desengaño.
Iamas ui peor estado,
que es el no atreuer ni osar,
y entre el callar y hablar,
verse un hombre sepultado:
y ansi no quexo del daño,
por ser tú quien lo causó,
sino por ver que llegó
a mal tiempo el desengaño.
Siempre me temo saber
qualquiera cosa encubierta
porque sé que la más cierta,
más mi contraria ha de ser:
y en sabella no está el daño,
pero sela a tiempo yo
que nunca jamas siruio
de remedio, el desengaño.
Acabada esta cançion, començaron a sonar
muchas diuersidades de instrumentos, y
bozes muy excellentes conçertadas con
ello, con tanta suauidad, que no dexaran
de dar grandissimo contentamiento a
quien no estuuiera tan fuera dél como
yo. La musica se acabó muy cerca del
alua, trabajé de ver a mi don Felis, mas
la escuridad de la noche me lo estoruó.
Y viendo cómo eran ydos, me volvi a
acostar, llorando mi desuentura, que no
era poco de llorar, viendo que aquel
que más queria me tenia tan oluidada,
como sus musicas dauan testimonio. Y
siendo ya hora de leuantarme, sin otra
consideraçion, me sali de casa, y me fuy
derecha al gran palaçio de la princessa,
adonde me paresçio que podria uer lo que
tanto desseaua, determinando de llamarme
Valerio si mi nombre me preguntassen.
Pues llegando yo a una plaça, que delante
del palaçio auia, començe a mirar las
ventanas y corredores, donde ui muchas
damas tan hermosas, que ni yo sabria aora
encaresçello, ni entonces supe más que
espantarme de su gran hermosura, y de
los atauios de joyas, y inuençiones de
uestidos y tocados que trayan. Por la
plaça se passeauan muchos caualleros muy
ricamente vestidos, y en muy hermosos
cauallos, mirando cada vno a aquella
parte donde tenia el pensamiento. Dios
sabe si quisiera yo uer por alli a mi
don Felis, y que sus amores fueran en
aquel çelebrado palaçio, porque a lo
menos estuuiera yo segura de que él
jamas alcançara otro gualardon de sus
seruiçios sino mirar y ser mirado: y
algunas uezes hablar a la dama a quien
siruiesse, delante de cien mil ojos, que
no dan lugar a más que esto. Mas quiso
mi uentura, que sus amores fuessen en
parte donde no se pudiesse tener esta
seguridad. Pues estando yo junto a la
puerta del gran palaçio, vi vn page de
don Felis, llamado Fabio, que yo muy
bien conoscia: el qual entró muy de
priessa en el gran palaçio, y hablando
con el portero que a la segunda puerta
estaua, se boluio por el mismo camino.
Yo sospeché que avia uenido a saber
si era hora que don Felis uiniesse á
algún negoçio de los que de su padre en
la corte tenía: y que no podria dexar
de uenir presto por alli. Y estando
yo imaginando la gran alegria que con
su uista se me aparejaua, le vi venir
muy acompañado de criados, todos muy
ricamente vestidos, con una librea de
un paño de color de çielo, y faxas de
terçiopelo amarillo, bordadas por ençima
de cordonzillo de plata, las plumas
azules y blancas y amarillas. El mi
don Felis traya calças de terçiopelo
blanco recamadas, y aforradas en tela de
oro azul: el jubon era de raso blanco,
recamado de oro cañutillo, y vna cuera
de terçiopelo de las mismas colores y
recamo, una ropilla suelta de terçiopelo
negro, bordada de oro y aforrada en
raso azul raspado, espada, daga, y
talabarte de oro, una gorra muy bien
adereçada de vnas estrellas de oro, y en
medio de cada vna engastado un grano de
aliofar gruesso, las plumas eran azules,
amarillas y blancas, en todo el uestido
traya sembrados muchos botones de perlas:
venia en un hermoso cauallo rucio rodado,
con unas guarniçiones azules y de oro,
y mucho aliofar. Pues quando yo assi le
vi, quedé tan suspensa en velle, y tan
fuera de mí con la subita alegria, que no
sé cómo lo sepa dezir. Verdad es, que no
pude dexar de dar con las lagrimas de mis
ojos alguna muestra de lo que su vista
me hazia sentir: pero la verguença de
los que alli estauan, me lo estoruó por
entonçes. Pues como don Felis llegando a
palaçio, se apeasse y subiesse por vna
escalera, por donde yuan al aposento de
la gran prinçessa, yo llegué a donde sus
criados estauan, y viendo entre ellos
a Fabio, que era el que de antes auia
visto, le aparté, diziendole: Señor,
¿quién es este cauallero que aqui se
apeó, porque me paresce mucho a otro
que yo he visto bien lexos de aqui?
Fabio entonces me respondio: Tan nueuo
soys en la corte, que no conosceys a don
Felis? Pues no creo yo que ay cauallero
en ella tan conoscido. No dudo desso, le
respondi, más yo dire quán nueuo soy en
la corte, que ayer fue el primer dia que
en ella entré. Luego no hay que culparos,
dixo Fabio: sabed que este cauallero se
llama Don Felis, natural de Vandalia, y
tiene su casa en la antigua Soldina, está
en esta corte en negoçios suyos y de su
padre. Yo entonçes le dixe: suplicoos
me digais porqué trae la librea destas
colores. Si la causa no fuera tan publica
y lo callara (dixo Fabio) mas porque no
ay persona que no lo sepa, ni llegareys
a nadie que no os lo pueda dezir, creo
que no dexo de hazer lo que deuo en
deziroslo. Sabed que él sirue aqui a
una dama que se llama Çelia, y por esto
trae librea de azul, que es color de
çielo, y lo blanco y amarillo que son
colores de la misma dama. Quando esto
le oí, ya sabreys quál quedaria, mas
dissimulando mi desuentura le respondi.
Por çierto esta dama le deue mucho, pues
no se contenta con traer sus colores,
mas aun su nombre proprio quiere traer
por librea, hermosa deue de ser. Sí es
por çierto, dixo Fabio, aunque harto más
lo era otra a quien él en nuestra tierra
seruya, y aun era más fauorescido de
ella que desta lo es. Mas esta uellaca
de ausençia deshaze las cosas quo hombre
piensa que estan mas firmes. Quando yo
esto le oy, fueme forçado tener cuenta
con las lagrimas: que a no tenella, no
pudiera Fabio dexar de sospechar alguna
cosa, que a mí no estuuiere bien.
Y luego el page me preguntó, cuyo era,
y mi nombre, y adonde era mi tierra.
Al qual yo respondi, que mi tierra era
Vandalia, mi nombre Valerio, y que hasta
entonpes no biuia con nadie. Pues desta
manera (dixo él) todos somos de una
tierra, y aun podriamos ser de una casa,
si uos quisiessedes: porque don Felis
mi señor, me mandó que le buscasse un
page. Por esso si uos quereys seruirle,
uedlo. Que comer, y beuer, uestir, y
quatro reales para jugar, no os faltarán:
pues moças, como unas reynas, aylas en
nuestra calle: y uos que soys gentil
hombre, no aurá ninguna que no se pierda
por uos. Y aun sé yo que una criada de
un canonigo uiejo harto bonita, que para
que fuessemos los dos bien proveydos
de pañizuelos y torreznos, y uino de
sant Martin, no auriades menester más,
que de seruirla. Quando yo esto le oy,
no pude dexar de reyrme en uer quan
naturales palabras de page eran las que
me dezia. Y porque me paresçio, que
ninguna cosa me conuenia más para mi
descanso que lo que Fabio me aconsejaua,
le respondi: Yo a la uerdad, no tenia
determinado de seruir a nadie: mas ya
que la fortuna me ha traydo a tiempo,
que no puedo hazer otra cosa paresceme
que lo mejor sera biuir con nuestro
Señor: porque deue ser cauallero más
afable y amigo de sus criados, que otros.
Mal lo sabeys, me respondió Fabio. Y os
prometo, a fe de hijo dalgo (porque lo
soy: que mi padre es de los Cachopines
de Laredo) que tiene don Felis mi señor
de las mejores condiçiones que aueys
uisto en nuestra uida, y que nos haze
el mejor tratamiento, que nadie haze a
sus pages, si no fuessen estos negros
amores, que nos hazen passear mas de lo
que querriamos, y dormir menos de lo
que hemos menester, no auria tal señor.
Finalmente (hermosas Nimphas) que Fabio
habló a su señor don Felis en saliendo: y
él mandó que aquella tarde me fuesse a su
posada: yo me fuy, y él me reçibió por su
page, haziendome el mejor tratamiento del
mundo, y ansi estuue algunos dias, uiendo
lleuar y traer recaudos de una parte a
otra: cosa que era para mí sacarme el
alma, y perder cada hora la paçiençia.
Passado un mes, uino don Felis a estar
tambien conmigo, que abiertamente me
descubrió sus amores, y me dixo desd'el
principio dellos, hasta el estado en que
entonces estauan, encargandome el secreto
de lo que en ellos passaua, diziendome
cómo auia sido bien tratado della al
principio, y que despues se auia cansado
de fauorescelle. Y la causa dello auia
sido, que no sabia quien le auia dicho
de unos amores que él auia tenido en su
tierra, y que los amores que con ella
tenia, no era sino por entretenerse, en
quanto los negocios que en corte hazia no
se acabauan. Y no ay duda (me dezia el
mismo don Felis) sino que yo los començe,
como ella dize, mas agora Dios sabe si
ay cosa en la uida a quien tanto quiera.
Quando yo esto le oy dezir, ya sentireys,
hermosas Nimphas, lo que podria sentir.
Mas con toda la dissimulaçion possible
respondi: Mejor fuera, señor, que la
dama se quexara con causa, y que esso
fuera ansi, porque si essa otra a quien
antes seruiades, no os meresçio que la
oluidassedes, grandissimo agrauio le
hazeys. Don Felis me respondio: no me da
el amor que yo a mi Celia tengo lugar
para entendello ansi, mas antes me pareçe
que me le hize muy mayor en auer puesto
el amor primero en otra parte, que en
ella. Dessos agrauios (le respondi) bien
sé quién se lleua lo peor. Y sacando el
desleal una carta del seno, que aquella
hora auia reçebido de su señora, me la
leyó (pensando que me hazia mucha fiesta)
la qual dezia desta manera:
CARTA DE ÇELIA A DON FELIS
«Nvnca cosa que yo sospechasse de
nuestros amores, dio tan lexos de la
uerdad queme diesse occasion de no creer
más vezes a mi sospecha, que uuestra
disculpa, y si en esto os hago agrauio,
ponedlo a cuenta de uuestro descuydo,
que bien pudierades negar los amores
passados, y no dar occasion a que por
uuestra confession os condenasse. Dezis
que fuy causa que oluidassedes los amores
primeros: consolaos con que no faltará
otra que lo sea de los segundos. Y
asseguraos, señor don Felis, porque os
certifico, que no ay cosa que peor esté
a un cauallero, que hallar en qualquier
dama occasion de perderse por ella. Y no
dire más, porque en males sin remedio, el
no procurarselo es la mejor».
Despues que uuo acabado de leer la
carta, me dixo, ¿qué te parescen,
Valerio, estas palabras? Paresceme, le
respondi, que se muestran en ellas tus
obras. Acaba, dixo don Felis. Señor, le
respondi yo, parescer me han segun ellas
os parescieren, porque las palabras de
los que quieren bien, nadie las sabe
tan bien juzgar como ellos mismos. Mas
lo que yo siento de la carta, es que
essa dama quisiera ser la primera, a
la qual no deue la fortuna tratalla de
manera que nadie pueda auer embidia de
su estado. Pues ¿qué me aconsejarias?
dixo don Felis. Si tu mal suffre consejo
(le respondi yo) parescer me hya que
pensamiento no se diuidiesse en esta
segunda passion, pues a la primera se
deue tanto. Don Felis me respondió
(sospirando y dandome vna palmada en el
ombro), o Valerio, qué discreto eres.
Quán buen consejo me das, si yo pudiesse
tomalle. Entremosnos a comer, que en
acabando, quiero que lleues una carta mia
a la señora Çelia, y uerás si meresçe que
a trueque de pensar en ella, se oluide
otro qualquier pensamiento. Palabras
fueron estas que a Felismena llegaron
al alma: mas como tenía delante sus
ojos aquel a quien mas que a sí quería,
solamente miralle era el remedio de la
pena que qualquiera destas cosas me hazia
sentir. Despues que uuimos comido, don
Felis me llamó, y haziendome grandissimo
cargo de lo que deuia, por auerme dado
parte de su mal, y auer puesto el remedio
en mis manos, me rogó le lleuasse una
carta, que escrita le tenía, la qual él
primero me leyó, y dezia desta manera:
CARTA DE DON FELIS PARA ÇELIA
«Dexase tan bien entender el pensamiento
que busca ocasiones para oluidar a
quien dessea, que sin trabajar mucho la
imaginaçion, se uiene en conoscimiento
dello. No me tengas en tanto, señora,
que busque remedio para desculparte de
lo que conmigo piensas usar, pues nunca
yo llegué a ualer tanto contigo, que
en menores cosas quesiesse hazello. Yo
confessé que auia querido bien, porque
el amor quando es uerdadero, no sufre
cosa encubierta, y tú pones por occasion
de oluidarme, lo que auia de ser de
quererme. No me puedo dar a entender que
te tienes en tan poco, que creas de mí
poderte oluidar, por ninguna cosa que
sea, o aya sido: mas antes me escriues
otra cosa de lo que de mí sé tienes
experimentado. De todas las cosas que en
perjuizio de lo que te quiero imaginas,
me assegura mi pensamiento, el qual
bastará ser mal gualardonado, sin ser
tambien mal agradescido».
Despues que don Felis me leyó la carta
que a su dama tenía escrita, me preguntó
si la respuesta me parescia conforme a
las palabras que la señora Çelia le auia
dicho en la suya, y que si auia algo
en ella qué emendar. A lo qual yo le
respondi: No creo, señor, que es menester
hazer la emienda a essa carta, ni a la
dama a quien se embia, sino a la que en
ella offendes. Digo esto, porque soy tan
affiçionado a los amores primeros que
en esta uida he tenido, que no auria
en ella cosa que me hiziesse mudar el
pensamiento. La mayor razon tienes del
mundo (dixo don Felis). Si yo pudiesse
acabar comigo otra cosa de lo que hago:
mas qué quieres, si la absençia enfrió
esse amor, y ençendio este otro? Desta
manera (respondi yo) con razon se puede
llamar engañada aquella a quien primero
quesiste, porque amor sobre que ausencia
tiene poder, ni es amor, ni nadie me
podra dar a entender que lo aya sido.
Esto dezia yo con más dissimulaçion
de lo que podria: porque sentia tanto
verme oluidada de quien tanta razon
tenía de quererme, y yo tanto queria,
que hazia más de lo que nadie piensa,
en no darme a entender. E tomando la
carta, y informandome de lo que auia de
hazer me fuy en casa de la señora Çelia,
ymaginando el estado triste a que mis
amores me auian traydo, pues yo mismo me
hazia la guerra, siendome forçado ser
intercessora de cosa tan contraria a mi
contentamiento.
Pues llegando en casa de Çelia, y
hallando vn page suyo a la puerta, le
pregunté, si podia hablar a su señora. Y
el page informado de mí cuyo era, le dixo
a Çelia, alabandole mucho mi hermosura y
disposiçion, y diziendole que nueuamente
don Felis me auia reçebido. La señora
Çelia le dixo: Pues a hombre reçebido
de nueuo descubre luego don Felis sus
pensamientos, alguna grande occasion
deue auer para ello. Dile que entre y
sepamos lo que quiere. Yo entré luego
donde la enemiga de mi bien estaua: y
con el acatamiento debido le besé las
manos y le puse en ellas la carta de don
Felis. La señora Çelia la tomó y puso los
ojos en mí, de manera que yo le senti la
alteraçion que mi uista le auia causado:
porque ella estuuo tan fuera de sí, que
palabra no me dixo por entonçes. Pero
despues boluiendo un poco sobre sí, me
dixo. ¿Que uentura te ha traydo a esta
corte, para que don Felis la tuuiesse
tan buena, como es tenerte por criado?
Señora (le respondi yo) la uentura que a
esta corte me ha traydo, no puede dexar
de ser muy mejor de lo que nunca pense,
pues ha sido causa que yo uiesse tan
gran perfeçion y hermosura, como la que
delante mis ojos tengo: y si antes me
dolian las ansias, los sospiros y los
continuos desassosiegos de don Felis mi
señor, agora que he uisto la causa de
su mal, se me ha conuertido en embidia
la manzilla que dél tenía. Mas si es
uerdad, hermosa señora, que mi uenida
te es agradable, suplicote por lo que
deues al grande amor que él te tiene,
que tu respuesta tambien lo sea. No ay
cosa (me respondio Çelia) que yo dexe de
hazer por ti, aunque estaua determinada
de no querer bien a quien ha dexado otra
por mí. Que grandissima discreçion es
saber la persona aprouecharse de casos
agenos, para poderse ualer en los suyos.
Y entonçes le respondi: No creas, señora,
que auria cosa en la uida porque don
Felis te oluidasse. E si ha oluidado a
otra dama por causa tuya, no te espantes,
que tu hermosura y discreçion es tanta,
y la de la otra dama tan poca, que no
ay para qué imaginar, que por auerla
oluidado a causa tuya te oluidara a ti
a causa de otra. ¿Y cómo (dixo Çelia)
conosciste tú a Felismena, la dama a
quien tu señor en su tierra seruia? Si
conosci (dixe yo) aunque no tan bien como
fuera neçesario, para escusar tantas
desuenturas. Verdad es que era uezina de
la casa de mi padre, pero uisto tu gran
hermosura, acompañada de tanta gracia y
discreçion, no ay porque culpar a don
Felis, de auer oluidado los primeros
amores. A esto me respondio Çelia
ledamente y riendo. Presto has aprendido
de tu amor a saber lisongear. A saber
te bien seruir (le respondi) querria yo
aprender, que adonde tanta causa hay para
lo que se dize no puede caber lisonja.
La señora Çelia tornó muy de ueras a
preguntarme, le dixesse, qué cosa era
Felismena. A lo qual yo le respondi.
Quanto a su hermosura, algunos ay que la
tienen por muy hermosa: mas a mí jamás me
lo paresció. Porque la principal parte
que para serlo es menester, muchos dias
ha que le falta. ¿Que parte es essa?
preguntó Çelia. Es el contentamiento
(dixe yo) porque nunca adonde él no
está puede auer perfecta hermosura.
La mayor razon del mundo tienes (dixo
ella) mas yo he uisto algunas damas, que
les está tambien el estar tristes, y a
otras el estar enojadas, que es cosa
estraña: y uerdaderamente que el enojo,
y la tristeza las haze más hermosas de
lo que son. Y entonçes le respondi.
Desdichada de hermosura, que ha de tener
por maestro el enojo, o la tristeza; a
mí poco se me entiende de estas cosas,
pero la dama que ha menester industrias,
mouimientos, o passiones para parecer
bien, ni la tengo por hermosa, ni hay
para qué contarla entre las que lo son.
Muy gran razon tienes (dixo la señora
Çelia) y no aura cosa, en que no la
tengas, segun eres discreto. Caro me
cuesta (respondi yo) tenelle en tantas
cosas. Suplicote, señora, respondas la
carta, porque tambien la tenga don Felis
mi señor de reçebir este contentamiento
por mi mano. Soy contenta (me dixo Çelia)
mas primero me has de dezir, cómo está
Felismena en esto de la discreçion,
¿es muy auisada? Yo entonçes respondi.
Nunca muger ha sido más avisada que
ella, porque ha muchos dias que grandes
desuenturas le auisan[1245], mas nunca
ella se auisa, que si ansi como ha sido
auisada ella se auisasse, no auria uenido
a ser tan contraria a sí misma. Hablas
tan discretamente en todas las cosas
(dixo Çelia) que ninguna haria de mejor
gana, que estarte oyendo siempre. Mas
antes (le respondi yo) no deuen ser,
señora, mis razones, maniar para tan
subtil entendimiento como el tuyo: y
esto solo creo que es lo que no entiendo
mal. No aurá cosa (respondio Çelia)
que dexes de entender más, porque no
gastes tan mal el tiempo en alabarme,
como tu amo en seruirme, quiero leer la
carta, y dezirte lo que as de dezir: y
descogiendola, començo a leerla entre
sí, estando yo muy atenta en quanto
la leya, a los mouimientos que hazia
con el rostro (que las más uezes dan a
entender lo que el coraçon siente). Y
auiendola acauado de leer, me dixo: Dí a
tu señor: que quien tambien sabe dezir
lo que siente, que no deue sentillo tan
bien como lo dize. E llegandose a mí, me
dixo (la boz algo más baxa): y esto por
amor de ti, Valerio, que no porque yo lo
deua a lo que quiero a don Felis, porque
ueas que eres tú el que le fauoresces. Y
aun de ahi nascio todo mi mal, dixe yo
entre mí. Y besandole las manos, por la
merçed que me hazia, me fuy a don Felis
con la respuesta, que no pequeña alegria
reçibió con ella. Cosa que a mí era otra
muerte, y muchas vezes dezia yo entre mí
(quando a casa lleuaua, o traya algun
recaudo), ¡o desdichada de ti, Felismena,
que con tus proprias armas te vengas a
sacar el alma! ¡Y que uengas a grangear
fauores, para quien tan poco caso hizo
de los tuyos! Y assi passaua la uida,
con tan graue tormento que si con la
uista del mi don Felis no se remediara,
no pudiera dexar de perdella. Más de dos
meses me encubrio Çelia lo que me queria,
aunque no de manera que no viniesse a
entendello, de que no reçebi poco aliuio
para el mal que tan importunamente me
seguia, por parescerme que sería bastante
causa para que don Felis no fuesse
querido, y que podria ser le acaesciesse
como a muchos, que fuerça de disfauores
los derriba de su pensamiento. Mas no le
acaescio assi, a don Felis, porque quanto
más entendia que su dama le oluidaua,
tanto mayores ansias le sacauan el alma.
Y assi biuia la más triste vida que nadie
podria imaginar: de la qual no me lleuaua
yo la menor parte. Y para remedio desto,
sacaua la triste de Felismena, a fuerça
de braços, los fauores de la señora Çelia
poniendolos ella todas las uezes que por
mí se los embiaua, a mi cuenta. E si caso
por otro criado suyo le embiaua algun
recaudo, era tan mal reçebido, que ya
estaua sobre el auiso de no embiar otro
allá, sino a mí: por tener entendido
lo mal que le succedia, siendo de otra
manera: y a mí Dios sabe si me costaba
lagrimas, porque fueron tantas las que yo
delante de Çelia derramé, suplicandole
no tratasse mal a quien tanto le queria,
que bastara esto para que don Felis me
tuuiera la maior obligaçion, que nunca
hombre tuuo a muger. A Çelia le llegauan
al alma mis lagrimas, assi porque yo las
derramaua, como por parescelle que si
yo la quisiera lo que a su amor deuia,
no sollicitara con tanta diligençia
fauores para otro: y assi lo dezia ella
muchas ueces con una ansia, que parescia
que el alma se le queria despedir. Yo
biuia en la mayor confusion del mundo
porque tenía entendido que sino mostraua
quererla como a mí me ponia a riesgo
que Çelia boluiesse a los amores de don
Felis; y que boluiendo a ellos, los mios
no podrian auer buen fin: y si tambien
fingia estar perdida por ella, sería
causa que ella desfauoresciesse al mi
don Felis, de manera que a fuerça de
disfauores perdiesse el contentamiento,
y tras él la uida. Y por estoruar la
menor cosa destas, diera yo cien mil de
las mias, si tantas tuuiera. Deste modo
se passaron muchos dias, que le seruia
de tercera, a grandissima costa de mi
contentamiento, al cabo de los quales
los amores de los dos yuan de mal en
peor, porque era tanto lo que Çelia me
queria, que la gran fuerça de amor la
hizo que perdiesse algo de aquello que
deuia a sí misma. Y un dia despues de
auer lleuado y traydo muchos recaudos,
y de auerle yo fingido algunos, por no
uer triste a quien tanto queria, estando
supplicando a la señora Çelia con todo
el acatamiento possible, que se doliesse
de tan triste uida, como don Felis a
causa suya passaua, y que mirasse que
en fauorescelle, yua contra lo que a si
misma deuia, lo qual yo hazia por uerle
tal que no se esperaua otra cosa sino la
muerte, del gran mal que su pensamiento
le hazia sentir. Ella con lagrimas en los
ojos, y con muchos sospiros me respondio:
Desdichada de mí, o Valerio, que en fin
acabo de entender quan engañada biuo
contigo. No creya yo hasta agora, que me
pedias fauores para tu señor, sino por
gozar de mi uista el tiempo que gastauas
en pedirmelos. Mas ya conozco, que los
pides de ueras, y que pues gustas de
que yo agora le trate bien, sin duda no
deues quererme. O quán mal me pagas, lo
que yo te quiero, y lo que por ti dexo
de querer. Plega a Dios, que el tiempo
me uengue de ti, pues el amor no ha sido
parte para ello. Que no puedo yo creer
que la fortuna me sea tan contraria, que
no te dé el pago de no auella conoçido. E
di a tu señor don Felis, que si biua me
quiere uer, que no me uea, y tú, traydor
enemigo de mi descanso, no parezcas más
delante destos cansados ojos: pues sus
lagrimas no han sido parte para darte a
entender lo mucho que me deues. Y con
esto se me quitó delante con tantas
lagrimas, que las mias no fueron parte
para detenella: porque con grandissima
priessa se metio en un aposento, y
cerrando tras si la puerta, ni bastó
llamar, suplicandole con mis amorosas
palabras, que me abriesse, y tomasse de
mí la satisfaçion que fuesse seruida, ni
dezille otras muchas cosas, en que se
mostraua la poca razon que auia tenido de
enojarse, para que quisiesse abrirme. Mas
antes desde allá dentro me dixo (con una
furia estraña): ingrato y desagradecido
Valerio, el más que mis ojos pensaron
uer, no me ueas, no me hables: que no hay
satisfaçion para tan grande desamor, ni
quiero otro remedio para el mal que me
heziste, sino la muerte, la qual yo con
mis proprias manos tomaré, en satisfaçion
de la que tú mereçes. Y yo uiendo esto,
me uine a casa del mi don Felis, con más
tristeza de la que pude dissimular: y le
dixe, que no auia podido hablar a Çelia,
por çierta uisita en que estaua occupada.
Mas otro dia de mañana supimos, y aun se
supo en toda la çiudad, que aquella noche
le auia tomado un desmayo con que auia
dado el alma, que no poco espanto puso
en toda la corte. Pues lo que don Felis
sintio su muerte y quanto llegó al alma,
no se puede dezir, ni ay entendimiento
humano que alcançallo pueda: porque
las cosas que dezia, las lastimas, las
lagrimas, los ardientes sospiros eran
sinumero. Pues de mí no digo nada, porque
de una parte la desastrada muerte de
Çelia me llegaua al alma, y de otra las
lachrimas de don Felis me traspassauan
el coraçon. Aunque esto no fue nada,
segun lo que despues senti, porque como
don Felis supo su muerte, la misma noche
desparesció de casa, sin que criado suyo
ni otra persona supiesse dél. Ya ueys,
hermosas Nimphas, lo que yo sentiria:
pluguiera a Dios que yo fuera la muerta,
y no me sucediera tan gran desdicha, que
cansada deuia estar la fortuna de las
de hasta alli. Pues como no bastasse
la diligençia que en saber del mi don
Felis se puso (que no fue pequeña), yo
determiné ponerme en este habito en que
me ueys: en el qual ha mas de dos años,
que he andado buscandole por muchas
partes, y mi fortuna me ha estoruado
hallarle, aunque no le deuo poco, pues
me ha traydo a tiempo, que este pequeño
seruicio pudiesse hazeros. Y creedme
(hermosas Nimphas) que lo tengo (despues
de la vida de aquel en quien puse toda mi
esperança) por el mayor contento que en
ella pudiera reçebir.
Quando las Nimphas acabaron de oyr a la
hermosa Felismena, y entendieron que
era muger tan principal, y que el amor
le auia hecho dexar su habito natural,
y tomar el de pastora, quedaron tan
espantadas de su firmeza, como del
gran poder de aquel tirano, que tan
absolutamente se haze seruir de tantas
libertades. E no pequeña lastima tuuieron
de uer las lagrimas y los ardientes
sospiros con que la hermosa donzella
solenizaua la historia de sus amores.
Pues Dorida, a quien más auia llegado
al alma el mal de Felismena, y más
affiçionada le estaua que a persona a
quien toda su uida uuiesse conuersado,
tomó la mano de respondelle, y començó
a hablar desta manera: ¿Qué haremos,
hermosa señora, a los golpes de la
fortuna qué casa fuerte aurá adonde
la persona pueda estar segura de las
mudanças del tiempo? ¿Qué arnes ay tan
fuerte, y de tan fino açero, que pueda
a nadie defender de las fuerças deste
tirano, que tan injustamente llaman
amor? ¿Y qué coraçon ay, aunque más
duro sea que marmol, que un pensamiento
enamorado no le ablande? No es por çierto
essa hermosura, no es esse ualor, no
es essa discreçion, para que merezca
ser oluidada de quien una uez pueda
uerla: pero estamos a tiempo[1246], que
merescer la cosa es principal parte para
no alcançalla. Y es el crudo amor de
condiçion tan estraña, que reparte sus
contentamientos sin orden ni conçierto
alguno: y alli da mayores cosas donde
en menos son estimadas: medecina podria
ser para tantos males, como son los de
que este tirano es causa, la discreçion
y ualor de la persona que los padesce.
Pero ¿a quién la dexa tan libre, que le
pueda aprouechar para remedio? ¿o quién
podra tanto consigo en semejante passion,
que en causas agenas sepa dar consejo,
quanto más tomalle en las suyas proprias?
Mas con todo eso, hermosa señora, te
suplico pongas delante los ojos quién
eres, que si las personas de tanta suerte
y valor como tú no bastaren a suffrir sus
aduersidades, ¿cómo las podrian suffrir
las que no lo son? Y demas desto, de
parte destas Nimphas, y de la mia, te
suplico en nuestra compañia, te uayas,
en casa de la gran sabia Feliçia, que no
es tan lexos de aquí, que mañana a estas
horas no estemos alli[1247]. Adonde tengo
por aueriguado, que hallarás grandissimo
remedio para estas angustias como lo
han hallado muchas personas, que no lo
merescian. De mas su sciencia, a la qual
persona humana en nuestros tiempos no se
halla que pueda ygualar su condiçion,
y su bondad no menos la engrandesce, y
haze que todas las del mundo, desseen
su compañia. Felismena respondio: No sé
(hermosas Nimphas) quién a tan graue
mal puede dar remedio, si no fuesse el
proprio que lo causa. Mas con todo esso
no dexare de hazer uuestro mandado, que
pues uuestra compañia es para mi pena tan
gran aliuio, injusta cosa sería desechar
el consuelo en tiempo que tanto lo he
menester. No me espanto yo, dixo Çinthia,
sino cómo don Felis, en el tiempo que le
seruias, no te conoció en esse hermoso
rostro, y en la gracia, y el mirar de
tan hermosos ojos. Felismena entonces
respondio: tan apartada tenia la memoria
de lo que en mí auia uisto, y tan puesto
en lo que ueya en su señora Çelia, que
no auia lugar para esse conoscimiento.
Y estando en esto, oyeron cantar los
pastores que en compañia de la discreta
Seluagia yuan por una cuesta abaxo los
mas antiguos cantares que cada uno sabia,
o que su mal le inspiraua, y cada qual
buscaua el uillancico que más hazia a
su proposito, y el primero que començo
a cantar fue Syluano, el qual cantó lo
siguiente:
Desdeñado soy de amor,
guardeos Dios de tal dolor.
Soy del amor desdeñado
de fortuna perseguido;
ni temo uerme perdido,
ni aun espero ser ganado:
un cuydado a otro cuydado
me añade siempre el amor,
guardeos Dios de tal dolor.
En quexas me entretenia,
ued qué triste passatiempo:
ymaginaua que un tiempo,
tras otros tiempos uenia:
mas la desuentura mia
mudóle en otro peor,
guardeos Dios de tal dolor.
Seluagia que no tenia menos amor, o menos
presumpçion de tenelle al su Alanio, que
Syluano a la hermosa Diana, tan poco
se tenia por menos agrauiada, por la
mudança que en sus amores auia hecho, que
Syluano en auer tanto perseuerado en su
daño; mudando el primero verso, a este
villançico pastoril, antiguo, lo començó
a cantar aplicandolo a su proposito desta
manera:
Di, ¿quién te ha hecho pastora
sin gasajo y sin plazer,
que tú alegre solias ser?
Memoria del bien passado
en medio del mal presente,
ay del alma que lo siente,
si está mucho en tal estado:
despues que el tiempo ha mudado
a vn pastor por me ofender,
jamás he visto el plazer.
A Sireno bastara la cançion de Seluagia,
para dar a entender su mal, si ella
y Syluano, se lo consintieran: mas
persuadiendole que él tambien eligiesse
alguno de los cantares que más a su
proposito huuiese oydo, començo a cantar
lo siguiente:
Oluidastesme señora,
mucho mas os quiero agora.
Sin ventura yo oluidado
me veo, no sé por qué,
ved a quien distes la fe,
y de quien la aueys quitado,
El no os ama, siendo amado,
yo desamado, señora,
mucho más os quiero agora.
Paresceme que estoy uiendo
los ojos en que me ui,
y uos por no uerme assi,
el rostro estays escondiendo,
y que yo os estoy diziendo:
alça los ojos, señora,
que muy mas os quiero agora.
Las Nimphas estuuieron muy atentas a
las cançiones de los pastores, y con
gran contentamiento de oyllos: mas a
la hermosa pastora no le dexaron los
sospiros estar oçiosa en quanto los
pastores cantauan. Llegado que fueron a
la fuente, y hecho su deuido acatamiento,
pusieron sobre la yerua la mesa, y lo que
del aldea auian traydo, y se assentaron
luego a comer, aquellos a quien sus
pensamientos les dauan lugar, y los que
no, importunados de los que más libres se
sentian, lo uuieron de hazer. E despues
de auer comido, Polidora dixo ansi:
Desamados pastores (si es licito llamaros
el nombre que a uuestro pesar la fortuna
os ha puesto) el remedio de uuestro mal
está en manos de la discreta Feliçia, a
la qual dio naturaleza lo que a nosotras
ha negado. E pues ueys lo que os importa
yr a uisitarla, pidoos de parte destas
Nimphas, a quien este dia tanto seruiçio
aueys hecho, que no rehuseys nuestra
compañia, pues no de otra manera podeis
reçebir el premio de uuestro trabajo:
que lo mismo hará esta pastora, la qual
no menos que uosotros lo ha menester. E
tú, Sireno, que de un tiempo tan dichoso,
a otro tan desdichado te ha traydo la
fortuna, no te desconsueles: que si
tu dama tuuiese tan çerca el remedio
de la mala uida que tiene, como tú de
lo que ella te haze passar, no seria
pequeño aliuio para los desgustos y
desabrimientos que yo sé que passan cada
dia. Sireno respondió: Hermosa Polidora,
ninguna cosa da la hora de agora mayor
descontento, que auerse Diana uengado de
mí, tan a costa suya, porque amar ella a
quien no le tiene en lo que meresce, y
estar por fuerça en su compañia, ueys lo
que le deue costar; y buscar yo remedio
a mi mal, hazerlo ía, si el tiempo, o
la fortuna, me lo permetiessen, mas ueo
que todos los caminos son tomados y no
sé por donde tú y estas Nimphas pensays
lleuarme a buscarle[1248]. Pero sea como
fuere nosotros os seguiremos, y creo
que Syluano y Seluegia harán lo mismo,
si no son de tan mal conoscimiento, que
no entiendan la merçed que a ellos y
a mí se nos haze. Y remitiendose los
pastores a lo que Sireno auia respondido,
y encomendando sus ganados a otros, que
no muy lexos estauan de alli, hasta la
buelta, se fueron todos juntos por donde
las tres Nimphas los guyauan.
_Fin del segundo libro._
NOTAS:
[1235] M., _pradecillo_.
[1236] Falta el un en la edición de Milán.
[1237] M., _acaballo_.
[1238] _Dellos_ añade la edición de Milán.
[1239] M., _Hermana Cinthia_.
[1240] M., _quiso hablar, mas no habló_.
[1241] M., _apuntándole_.
[1242] M. _Deesas_.
[1243] M., _fui_.
[1244] M., _volvieron_.
[1245] M., _la avisan_.
[1246] M., _en tiempo_.
[1247] M., _allá_.
LIBRO TERÇERO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Con muy gran contentamiento caminauan
las hermosas Nimphas con su compañia por
medio de un espesso bosque, y ya que el
sol se queria poner, salieron a un muy
hermoso ualle, por medio del qual yua un
impetuoso arroyo, de una parte y otra
adornado de muy espessos salces y alisos,
entre los quales auia otros muchos
generos de arboles más pequeños, que
enredandose a los mayores, entretexendose
las doradas flores de los unos por entre
las uerdes ramas de los otros, dauan con
su uista gran contentamiento. Las Nimphas
y pastores tomaron una senda que por
entre el arroyo y la hermosa arboleda se
hazia, y no anduuieron mucho espaçio,
quando llegaron a un uerde prado muy
espaçioso, a donde estaua un muy hermoso
estanque de agua: del qual proçedia el
arroyo que por el ualle con gran[1249]
impetu corria. En medio del estanque
estaua una pequeña isleta adonde auia
algunos arboles por entre los quales se
deuisaua una choça de pastores: alrededor
della andaua un rebaño de ouejas,
pasciendo la uerde yerua. Pues como a las
Nimphas paresciesse aquel lugar aparejado
para passar la noche que ya muy cerca
venía, por unas piedras que del prado a
la isleta estauan por medio del estanque
puestas en orden, passaron todas, y
se fueron derechas a la choça, que en
la isleta parescia. Y como Polidora,
entrando primero dentro, se adelantasse
un poco, aun no huuo entrado, quando con
gran priessa boluio a salir, y boluiendo
el rostro a su compañia, puso un dedo
ençima de su hermosa boca, haziendoles
señas que entrassen sin ruido. Como
aquello uiessen las Nimphas y los
pastores, con el menes rumor que pudieron
entraron en la choça: y mirando a una
parte y a otra, uieron a un rincon un
lecho, no de otra cosa sino de los ramos
de aquellos salces, que en torno de la
choça estauan, y de la uerde yerua, que
junto al estanque se criaua. Ençima de la
qual uieron una pastora durmiendo, cuya
hermosura no menos admiraçion les puso,
que si la hermosa Diana uieran delante
de sus ojos. Tenia una saya azul clara,
un jubon de una tela tan delicada, que
mostraua la perfeçion y compas del blanco
pecho, porque el sayuelo que del mesmo
color de la saya era, le tenia suelto, de
manera que aquel graçioso buelto se podia
bien diuisar. Tenía los cabellos, que
más ruuios que el sol parescian sueltos
y sin orden alguna. Mas nunca orden
tanto adornó hermosura, como la desorden
que ellos tenian, y con el descuydo del
sueño, el blanco pie descalço, fuera de
la saya se le parescia, mas no tanto
que a los ojos de los que lo mirauan
paresciesse deshonesto. Y segun parescia
por muchas lagrimas, que aun durmiendo
por sus hermosas mexillas derramaua, no
le deuia el sueño impedir sus tristes
imaginaciones. Las Nimphas y pastores
estauan tan admirados de su hermosura y
de la tristeza que en ella conoscian,
que no sabian qué se dezir, si no
derramar lagrimas de piedad de las que
á la hermosa pastora ueyan derramar. La
qual estando ellos mirando, se boluio
hazia un lado, diziendo con un sospiro
que del alma la salia: ¡ay desdichada de
ti, Belisa, que no está tu mal en otra
cosa, sino en ualer tan poco tu uida,
que con ella no puedes pagar las que por
causa tuya son perdidas! Y luego con tan
grande sobresalto despertó, que paresció
tener el fin de sus dias presente, mas
como uiesse las tres Nimphas, y las
hermosas dos pastoras, juntamente con
los dos pastores, quedó tan espantada,
que estuuo un rato sin bolver en sí,
boluiendo a mirallos, sin dexar de
derramar muchas lagrimas, ni poner
silençio a los ardientes sospiros que
del lastimado coraçon embiaua, començo a
hablar desta manera. Muy gran consuelo
sería para tan desconsolado coraçon como
este mio, estar segura de que nadie con
palabras, ni con obras pretendiesse
darmele, porque la gran razon, ¡o
hermosas Nimphas! que tengo de biuir tan
embuelta en tristezas, como biuo, ha
puesto enemistad entre mí y el consuelo
de mi mal. De manera que si pensasse en
algun tiempo tenelle, yo misma me daria
la muerte. Y no os espanteys preuenirme
yo deste remedio, pues no ay otro para
que me dexe de agrauiar del sobresalto
que reçebi en ueros en esta choça (lugar
aparejado no para otra cosa, sino para
llorar males sin remedio), y esto sea
auiso, para que qualquiera que a su
tormento le esperare, se salga dél:
porque infortunios de amor le tienen
cerrado, de manera que jamás dexan entrar
aqui alguna esperança de consuelo.
Mas ¿qué uentura ha guiado tan hermosa
compañia do jamás se uio cosa que diese
contento? ¿Quién pensays que haze
cresçer la uerde yerua desta isla, y
acresçentar las aguas que la çercan,
si no mis lagrimas? ¿Quién pensays que
menea los arboles deste hermoso ualle,
sino la boz de mis sospiros tristes,
que inchando el ayre, hazen aquello que
él por sí no haria? ¿Porqué pensays que
cantan los dulçes paxaros por entre las
matas, quando el dorado Phebo está en
toda su fuerça, sino para ayudar a llorar
mis desuenturas? ¿A qué pensays que las
temerosas fieras salen al uerde prado,
sino a oyr mis continuas quexas? ¡Ay
hermosas Nimphas! no quiera Dios que os
aya traydo a este lugar uuestra fortuna
para lo que yo uine a él, porque çierto
paresce (segun lo que en él passó), no
auelle hecho naturaleza para otra cosa,
sino para que en él passen su triste
uida los incurables de amor. Por esso si
alguna de uosotras lo es, no passe más
adelante: y vayase presto de aqui: que no
sería mucho que la naturaleza del lugar
le hiciesse fuerça. Con tantas lagrimas
dezia esto la hermosa pastora, que no
auia ninguno de los que alli estauan, que
las suyas detener pudiesse. Todos estauan
espantados de uer el spiritu que con el
rostro y mouimientos daua a lo que dezia,
que çierto bien pareçian sus palabras
salidas del alma: y no se suffria menos
que esto, porque el triste successo de
sus amores, quitaua la sospecha de ser
fingido lo que mostraua. Y la hermosa
Dorida le habló desta manera: Hermosa
pastora, ¿qué causa ha sido la que tu
gran hermosura ha puesto en tal estremo?
¿Qué mal tan estraño te pudo hazer amor,
que aya sido parte para tantas lagrimas
acompañadas de tan triste y tan sola
uida, como en este lugar deues hazer?
Mas ¿qué pregunto yo? Pues en uerte
quexosa de amor, me dizes más de lo que
yo preguntarte puedo. Quesiste assegurar
quando aqui entramos, de que nadie te
consolasse: no te pongo culpa, officio
es de personas tristes, no solamente
aborrecer al consuelo, mas aun a quien
piensa que por alguna uia pueda darsele.
Dezir que yo podria darle a tu mal, ¿que
aprouecha si él mismo no te da liçençia
que me creas? Dezir que te aproueches de
tu juyzio y discreçion bien sé que no le
tienes tan libre, que puedas hazello.
Pues ¿qué podría yo hazer para darte
algun aliuio, si tu determinaçion me
ha de salir al encuentro? De una cosa
puedes estar çertificada, y es que no
auria remedio en la uida, para que la
tuya no fuesse tan triste, que yo dexase
de dartele, si en mi mano fuesse. Y si
esta uoluntad alguna cosa meresçe, yo
te pido de parte de los que presentes
están, y de la mia, la causa de tu mal
nos cuentes, porque algunos de los que en
mi compañia uienen, estan con tan gran
neçessidad de remedio, y os tiene amor
en tanto estrecho, que si la fortuna
no los socorre, no sé que sera de sus
uidas. La pastora que de esta manera uio
hablar a Dorida, saliendose de la choça,
y tomandola por la mano la lleuó cerca
de una fuente que en un uerde pradezillo
estaua, no muy apartado de alli, y las
Nimphas y los pastores se fueron tras
ellas, y juntos se assentaron en torno a
la fuente, auiendo el dorado Phebo dado
fin a su xornada, y la nocturna Diana
principio a la suya, con tanta claridad
como si el medio día fuera. Y estando
de la manera que aueys oydo, la hermosa
pastora le començó a dezir lo que oyreys.
Al tienpo (o hermosas Ninphas de la
casta Diosa) que yo estaua libre de
amor, oy dezir vna cosa que despues me
desengañó la experiencia (hallandola muy
al reues de lo que me certificauan).
Dezian me que no auia mal que dezillo
no fuese algun aliuio para el que lo
padezia, y hallo que no ay cosa que más
mi desuentura acresciente, que pasalla
por la memoria y contalla a quien libre
della se vee. Porque si yo otra cosa
entendiese, no me atreueria a contaros
la historia de mis males. Pero pues que
es verdad, que contarosla no será causa
alguna de consuelo á mi desconsuelo que
son las dos cosas, que de mí son mas
aborresçidas, estad atentas, y oyreys el
mas desastrado caso que jamas en amor
ha succedido. No muy lexos deste valle,
hazia la parte donde el sol se pone, está
vna aldea en medio de vna floresta, cerca
de dos rios que con sus aguas riegan
los arboles amenos cuya espressura es
tanta que desde vna casa a la otra no se
paresce. Cada vna dellas tiene su termino
redondo, adonde los jardines en verano
se visten de olorosas flores, de mas de
la abundancia de la ortaliza, que alli
la naturaleza produze, ayudada de la
industria de los que en la gran España
llaman Libres, por el antiguedad de sus
casas y linages. En este lugar nasció
la desdichada Belisa (que este nonbre
saqué de la pila, adonde pluguiera a
Dios dexara el anima). Aqui pues biuia
vn pastor de los principales en hazienda
y linage, que en toda esta prouincia se
hallaua, cuyo nombre era Arsenio, el
qual fue casado con una zagala la más
hermosa de su tiempo: mas la presurosa
muerte (o porque los hados lo permitieron
o por euitar otros males que su hermosura
pudiera causar) le cortó el hilo de la
uida, pocos años despues de casada. Fue
tanto lo que Arsenio sintió la muerte de
su amada Florida que estuuo muy cerca
de perder la uida: pero consolauase con
un hijo que le quedara llamado Arsileo,
cuya hermosura fue tanta que conpetia
con la de Florida su madre. Y con todo,
este Arsenio biuia la más sola y triste
uida que nadie podria imaginar. Pues
uiendo su hijo ya en edad conuenible para
ponelle en algun exerçiçio uirtuoso,
teniendo entendido que la ociosidad
en los moços es maestra de uicios, y
enemiga de virtud determinó embialle a
la academia Salmantina con intençion
que se exerçitasse en aprender lo que a
los hombres sube a mayor grado que de
hombres, y asi lo puso por obra. Pues
siendo ya quinze años pasados que su
muger era muerta, saliendo yo un dia
con otras uezinas a un mercado, que en
nuestro lugar se hazia, el desdichado de
Arsenio me uio, por su mal, y aun por
el mio, y de su desdichado hijo. Esta
uista causó en él tan grande amor, como
de alli adelante se paresció. Y esto me
dió él a entender muchas uezes, porque
ahora en el campo yendo a lleuar de comer
a los pastores, aora yendo con mis paños
al rio, aora por agua a la fuente, se
hazia encontradizo conmigo. Yo que de
amores aquel tiempo sabia poco, aunque
por oydas alcançasse alguna cosa de sus
desuariados effectos, unas uezes hazia
que no lo entendia, otras uezes lo echaua
en burlas, otras me enojaua de uello tan
importuno. Mas ni mis palabras bastauan a
defenderme dél, ni el grande amor que él
tenía le daua lugar a dexar de seguirme.
Y desta manera se passaron más de quatro
años, que ni él dexaua su porfia, ni yo
podia acabar conmigo de dalle el mas
pequeño fauor de la uida. A este tiempo
uino el desdichado de su hijo Arsileo del
estudio, el qual entre otras ciencias que
auia estudiado, auia florescido de tal
manera en la poesia y en la musica, que a
todos los de su tiempo hazia uentaja.
Su padre se alegró tanto con él que no
ay quien lo pueda encarecer (y con gran
razon) porque Arsileo era tal, que no
solo de su padre que como a hijo deuia
amalle, mas de todos los del mundo
merescia ser amado. Y as si en nuestro
lugar era tan querido de los principales
dél y del comun, que no se trataua entre
ellos sino de la discrecion, gracia,
gentileza, y otras buenas partes de que
su mocedad era adornada. Arsenio se
encubria de su hijo, de manera que por
ninguna uia pudiesse entender sus amores,
y aunque Arsileo algun dia le viese
triste, nunca echó de uer la causa, mas
antes pensaua que eran reliquias que de
la muerte de su madre le auian quedado.
Pues desseando Arsenio (como su hijo
fuese tan excelente Poeta) de aver de su
mano vna carta para embiarme, y por hazer
lo de manera que él no sintiese para
quien era, tomó por remedio descubrirse a
un grande amigo suyo natural de nuestro
pueblo, llamado Argasto, rogandole muy
encaresçidamente como cosa que para si
auia menester, pidiese a su hijo Arsileo
una carta hecha de su mano, y que le
dixese que era para embiar lexos de alli
a una pastora a quien seruia, y no le
quería aceptar por suyo. Y asi le dixo
otras cosas que en la carta auia de dezir
de las que más hazian a su proposito.
Argasto puso tan buena diligencia en
lo que le rogó, que huuo de Arsileo la
carta, importunado de sus ruegos, de la
misma manera que el otro pastor se la
pidió. Pues como Arsenio le uiese muy
al proposito de lo que él deseaua, tuuo
manera cómo uiniese a mis manos, y por
ciertos medios que de su parte huuo, yo
la recebi (aunque contra mi uoluntad) y
vi que dezia desta manera.
CARTA DE ARSENIO
Pastora, cuya uentura
Dios quiera que sea tal,
que no uenga a emplear mal
tanta gracia y hermosura,
y cuyos mansos corderos,
y ovejuelas almagradas
veas crecer a manadas
por cima destos oteros.
Oye a un pastor desdichado,
tan enemigo de si,
quanto en perderse por ti,
se halla bien empleado;
buelue tus sordos oydos,
ablanda tu condiçion,
y pon ya esse coraçon
en manos de los sentidos.
Buelue esos crueles ojos
a este pastor desdichado,
descuydate del ganado,
piensa un poco en mis enojos,
haz ora algun mouimiento,
y dexa el pensar en ál,
no de remediar mi mal,
mas de uer como lo siento.
¡Quantas uezes has venido,
al campo con tu ganado,
y quantas uezes al prado,
los corderos has traydo!
Que no te diga el dolor,
que por ti me buelue loco,
mas ualeme esto tan poco,
que encubrillo es lo mejor.
¿Con qué palabras dire,
lo que por tu causa siento,
o con qué conosçimiento
se conosçera mi fe?
¿qué sentido bastará,
aunque yo mejor lo diga,
para sentir la fatiga
que a tu causa amor me da?
¿Porqué te escondes de mi,
pues conosces claramente,
que estoy quando estoy presente,
muy más absente de ti?
quanto a mi por suspenderme,
estando adonde tú estes,
quanto a ti porque me uees,
y estás muy lexos de uerme.
Sabesme tan bien mostrar
quando engañarme pretendes,
al reues de lo que entiendes,
que al fin me dexo engañar:
mira sy hay que querer más,
o ay de amor más fundamento,
que biuir mi entendimiento
con lo que a entender le das.
Mira este estremo en que estoy,
uiendo mi bien tan dudoso,
que uengo a ser embidioso
de cosas menos que yo:
al aue que lleua el uiento,
al pesce en la tempestad,
por sola su libertad
dare yo mi entendimiento.
Veo mil tiempos mudados,
cada dia hay nouedades,
mudanse las voluntades,
rebiuen los oluidados,
en toda cosa hay mudança,
y en ti no la vi jamás,
y en esto solo uerás
quan en balde es mi esperança.
Passauas el otro dia
por el monte repastando,
sospiré imaginando,
que en ello no te offendia:
al sospiro, alçó un cordero
la cabeça, lastimado:
y arrojastele el cayado,
ved qué coraçon de azero.
¿No podrias, te pregunto,
tras mil años de matarme,
solo un dia remediarme,
o si es mucho, un solo punto?
hazlo por uer como prueuo,
o por uer si con fauores
trato mejor los amores,
despues matame de nueuo.
Desseo mudar estado,
no de amor a desamor,
mas de dolor a dolor,
y todo en un mismo grado:
y aunque fuesse de una suerte
el mal, quanto a la substançia,
que en sola la circunstançia
fuesse más, o menos fuerte.
Que podria ser señora,
que vna circunstançia nueua
te diesse de amor más prueua,
que te he dado hasta agora,
y a quien no le duele vn mal,
ni ablanda un firme querer,
podria quiça doler
otro que no fuesse tal.
Vas al rio, uas al prado,
y otras uezes a la fuente,
yo pienso muy diligente,
si es ya yda, o si ha tornado,
si se enojará si voy,
si se burlará si quedo,
como me lo estorba el miedo,
ved el estremo en que estoy.
A Siluia tu gran amiga
vó a buscar medio mortal,
por si a dicha de mi mal,
le has dicho algo, me lo diga:
mas como no habla en ti,
digo que esta cruda fiera,
no dize a su compañera,
ninguna cosa de mí.
Otras uezes açechando
de noche te ueo estar,
con gracia muy singular
mil cantarçillos cantando:
pero buscas los peores,
pues los oyo uno a uno,
y jamás te oyo ninguno
que trate cosa de amores.
Vite estar el otro dia
hablando con Madalena,
contauate ella su pena,
oxala fuera la mia:
pense que de su dolor,
consolaras a la triste,
y riendo le respondiste:
es burla, no hay mal de amor,
Tú la dexaste llorando,
yo llegueme luego alli,
quexoseme ella de ti:
respondile sospirando:
no te espantes desta fiera,
porque no está su plazer
en solo ella no querer,
sino en que ninguna quiera.
Otras uezes te ueo yo
hablar con otras zagalas,
todo es en fiestas y galas,
en quien bien o mal bayló,
fulano tiene buen ayre,
fulano es çapateador,
si te tocan en amor
echaslo luego en donayre.
Pues guarte, y biue contento,
que de amor y de uentura
no hay cosa menos segura,
que el coraçon más exempto:
y podria ser ansi
que el crudo amor te entregasse,
a pastor que te tratasse
como me tratas a mí.
Mas no quiera Dios que sea,
si ha de ser a costa tuya,
y mi uida se destruya
primero que en tal te uea:
que un coraçon que en mi pecho
está ardiendo en fuego estraño,
más temor tiene a tu daño,
que respecto a tu prouecho.
Con grandisimas muestras de tristeza,
y de coraçon muy de ueras lastimado,
relataua la pastora a Belisa la carta de
Arsenio, ó por mejor dezir, de Arsileo
su hijo: parando en muchos uersos y
diziendo algunos dellos dos uezes: y a
otros boluiendo los ojos al çielo, con
una ansia que parescia que el coraçon
se le arrancaua. Y prosiguiendo la
historia triste de sus amores, les dezia:
Esta carta (o hermosas Nimphas) fue
principio de todo el mal del triste que
la compuso, y fin de todo el descanso de
la desdichada a quien se escriuió. Porque
auiendola yo leydo, por çierta diligençia
que en mi sospecha me hizo poner,
entendi que la carta auia proçedido más
del entendimiento del hijo, que de la
afficion del padre. Y porque el tiempo se
llegaua en que el amor me auia de tomar
cuenta de la poca que hasta entonçes de
sus effectos auia hecho, o porque en
fin hauia de ser, yo me senti un poco
más blanda que de antes: y no tan poco
que no diese lugar a que amor tomasse
possession de mi libertad. Y fue la mayor
nouedad que jamás nadie uio en amores lo
que este tyrano hizo en mí, pues no tan
solamente me hizo amar a Arsileo, mas aun
a Arsenio su padre. Verdades que al padre
amaua yo por pagarle en esto el amor
que me tenía, y al hijo por entregalle
mi libertad, como desde aquella hora se
la entregué. De manera que al uno amaua
por no ser ingrata, y al otro por no ser
más en mi mano. Pues como Arsenio me
sintiesse algo más blanda (cosa que él
tantos dias auia que desseaua), no huuo
cosa en la uida que no la hiziesse por
darme contento: porque los presentes eran
tantos, las joyas y otras muchas cosas,
que a mí pesaua uerme puesta en tanta
obligaçion. Con cada cosa que me embiaua,
uenia un recaudo tan enamorado, como él
lo estaua. Yo le respondia no mostrandole
señales de gran amor, ni tan poco me
mostraua tan esquiua como solia. Mas el
amor de Arsileo cada dia se arraigaua mas
en mi coraçon, y de manera me occupaua
los sentidos, que no dexaua en mi anima
lugar ocioso. Succedió, pues, que una
noche del uerano, estando en conuersaçion
Arsenio y Arsileo con algunos uezinos
suyos debaxo de un fresno muy grande,
que en vna plaçuela estaua de frente de
mi posada, començo Arsenio a loar mucho
el tañer y cantar de su hijo Arsileo,
por dar occasion a que los que con él
estauan le rogassen que embiasse por una
harpa a casa, y que alli tañesse, porque
estaua en parte que yo por fuerça auia de
gozar de la musica. Y como él lo penso,
assi le uino a sucçeder, porque siendo
de los presentes importunado, embiaron
por la harpa y la musica se començo.
Quando yo oí a Arsileo y senti la melodia
con que tañia, la soberana gracia con
que cantaua, luego estuue al cabo de lo
que podia ser: entendiendo que su padre
me queria dar musica, y enamorarme con
las gracias del hijo. Y dixe entre mí:
¡Ay, Arsenio, que no menos te engañas
en mandar a tu hijo que cante, para que
yo le oyga, que embiarme carta escrita
de su mano! A lo menos si lo que dello
te ha de succeder, tú supiesses, bien
podrias amonestar de oy más a todos los
enamorados, que ninguno fuesse osado de
enamorar a su dama con graçias agenas:
porque algunas uezes, suele acontesçer
enamorarse más la dama del que tiene
la graçia, que del que se aprouecha de
ella, no siendo suya. A este tiempo el
mi Arsileo, con una graçia nunca oyda,
començó a cantar estos uersos:
_Soneto._
En este claro sol que resplandesçe
en esta perfeçion[1250] sobre natura,
en esa alma gentil, esa figura
que alegra nuestra edad, y la enrriqueze
hay luz que ziega, rostro que enmudeçe,
pequeña piedad, gran hermosura,
palabras blandas, condiçion muy dura,
mirar que alegra y vista que entristeçe.
Por eso estoy, señora, retirado,
por eso temo ver lo que deseo,
por eso paso el tiempo en contemplarte.
Estraño caso, efecto no pensado,
que vea el maior bien quando te veo,
y tema el mayor mal si vo a mirarte.
Despues que huuo cantado el soneto que os
he dicho, comenzó a cantar esta cançion,
con graçia tan estremada, que a todos
los que lo oian, tenia suspensos, y a la
triste de mí más presa de sus amores que
nunca nadie lo estuvo.
Alçé los ojos por veros,
baxelos despues que os vi,
porque no ay passar de alli,
ni otro bien sino quereros.
¿Que más gloria que miraros,
si os entiende el que os miró?
Porque nadie os entendió
que canse de contemplaros.
Y aunque no pueda entenderos,
como yo no os entendi,
estará fuera de sí,
quando no muera por veros.
Si mi pluma otras loaua
ensayose en lo menor,
pues todas son borrador
de lo que en vos trasladaua.
Y si antes de quereros,
por otra alguna escreui,
creed que no es porque la ui,
mas porque esperaua ueros.
Mostrose en vos tan subtil
naturaleza y tan diestra,
que una sola façion vuestra
hará hermosas çien mil.
La que llega a pareceros
en lo menos que en vos vi,
ni puede pasar de alli
ni el que os mira sin quereros.
Quien ve qual os hizo Dios,
y uee otra mui hermosa,
parece que vee una cosa,
que en algo quiso ser vos.
Mas si os vee como ha de veros
y como señora os vi,
no hay comparaçion alli,
ni gloria, sino quereros.
No fue solo esto lo que Arsileo aquella
noche al son de su harpa cantó. Asi
como Orfeo al tiempo que fue en demanda
de su ninfa Euridice, con el suabe
canto enterneçia las furias infernales,
suspendiendo por gran espacio la pena de
los dañados[1251]: asi el mal logrado
mançebo Arsileo, suspendia, y ablandaua,
no solamente los coraçones de los
que presentes estauan, mas aun a la
desdichada Belisa, que desde una açotea
alta de mi posada le estaua con grande
atencion[1252] oyendo. Y assi agradaua al
çielo, estrellas y a la clara luna, que
entonçes en su uigor y fuerça estaua, que
en qualquiera parte que yo entonçes ponia
los ojos, pareçe que me amonestaua que le
quisiesse más que a mi uida. Mas no era
menester amonestarmelo nadie, porque si
yo entonçes de todo el mundo fuera señora
me parescia muy poco para ser suya. Y
desde alli, propuse de tenelle encubierta
esta uoluntad lo menos que yo pudiesse.
Toda aquella noche estuue pensando el
modo que ternia en descubrille mi mal,
de suerte que la uerguença no reçibiesse
daño, aunque quando este no hallara, no
me estoruara el de la muerte. Y como
quando ella ha de uenir, las occasiones
tengan tan gran cuydado de quitar los
medios que podrian impedilla, el otro dia
adelante, con otras donzellas mis uezinas
me fue forçado yr a un bosque espesso,
en medio del qual auia una clara fuente,
adonde las mas de las siestas lleuauamos
las uacas, assi porque alli pasciessen,
como para que uenida la sabrosa y fresca
tarde cogiessemos la leche de aquel dia
siguiente, con que las mantecas, natas y
quesos se auian de hazer. Pues estando
yo y mis compañeras assentadas en torno
de la fuente, y nuestras vacas echadas a
la sombra de los vmbrosos y siluestres
arboles de aquel soto, lamiendo los
pequeñuelos bezerrillos, que juntos a
ellas estauan tendidos, una de aquellas
amigas mias (bien descuydada del amor
que entonçes a mí me hazia la guerra) me
importunó, so pena de jamás ser hecha
cosa de que yo gustasse, que tuuiese por
bien de entretener el tiempo cantando
vna cançion. Poco me valieron escusas,
ni dezilles que los tiempos y ocasiones
no eran todos vnos, para que dexasse de
hazer lo que con tan grande instançia me
rogauan, y al son de vna çampoña, que la
vna dellas començó a tañer, yo triste
començe a cantar estos versos:
Passaua amor su arco desarmado
los ojos baxos, blando y muy modesto,
dexauame ya atras muy descuydado.
Quán poco espaçio pude gozar esto;
fortuna de embidiosa dixo luego:
teneos amor, ¿porque passays tan presto?
Boluió de presto a mi aquel niño çiego,
muy enojado en verse reprendido:
que no ay reprehension, do está su fuego.
Estaua çiego amor, mas bien me vido:
tan çiego le vea yo, que a nadie vea,
que ansi çegó mi alma y mi sentido.
Vengada me vea yo de quien dessea
a todos tanto mal que no consiente
vn solo coraçon que libre sea.
El arco armó el traydor muy breuemente,
no me tiró con xara enerbolada,
que luego puso en él su flecha ardiente.
Tomome la fortuna desarmada,
que nunca suele amor hazer su hecho,
sino en la más essenta y descuydada.
Rompió con su saeta un duro pecho,
rompió una libertad jamás subiecta,
quedé tendida, y él muy satisfecho.
¡Ay uida libre, sola, y muy quieta!
¡Ay prado visto con tan libres ojos!
¡Mal aya amor, su arco y su saeta!
Seguid amor, seguilde sus antojos,
venid de gran descuido a vn gran cuydado,
passad de un gran descanso, a mil enojos.
Vereys quál queda un coraçon cuytado:
que no ha mucho que estuuo sin sospecha
de ser de un tal tyrano sojuzgado.
Ay alma mia en lagrimas desecha,
sabed suffrir, pues que mirar supistes:
mas si fortuna quiso, ¿qué aprouecha?
Ay tristes ojos, si el llamaros tristes
no offende en cosa alguna el que mirastes,
¿do está mi libertad, do la pusistes?
Ay prados, bosques, seluas que criastes
tan libre coraçon como era el mio,
¿porqué tan grande[1253] mal no le estoruastes?
¡O apresurado arroyo, y claro rio,
adonde beuer suele mi ganado
inuierno, primauera, otoño, estio!
¿Porqué me has puesto, di, a tan mal recado,
pues solo en ti ponia mis amores,
y en este ualle ameno y uerde prado?
Aqui burlaua yo de mil pastores,
que burlarán de mi, quando supieren,
que a esperimentar comienço sus dolores.
No son males de amor los que me hieren,
que a ser de solo amor, passallos hia,
como otros mil que en fin de amores mueren.
Fortuna es quien me aflige y me desuia
los medios, los caminos y ocasiones,
para poder mostrar la pena mia.
¿Cómo podra, quien causa mis passiones,
si no las sabe dar remedio a ellas?
Mas no ay amor do faltan sinrazones.
A quanto mal fortuna, trae aquellas
que haze amar, pues no ay quien no le enfade
ni mar, ni tierra, luna, sol, ni estrellas.
Sino a quien ama, no ay cosa que agrade,
todo es assi, y assi fuy yo mezquina,
a quien el tiempo estorua y persuade.
Cessad mis uersos ya, que amor se indigna
en uer quán presto dél me estoy quexando,
y pido ya en mis males mediçina.
Quexad, mas ha de ser de quando en quando,
aora callad uos, pues ueys que callo,
y quando veys que amor se ua enfadando,
cessad, que no es remedio el enfadallo.
A las Nimphas y pastores parescieron
muy bien los versos de la pastora
Belisa, la qual con muchas lagrimas
dezia, prosiguiendo la historia de sus
males: Mas no estaua muy lexos de alli
Arsileo quando yo estos uersos cantaua,
que auiendo aquel dia salido a caça,
y estando en lo más espeso del bosque
passando la siesta, paresçe que nos
oyó, y como hombre affiçionado a la
musica, se fue su passo a passo entre
una espesura de arboles, que junto a la
fuente estauan: porque de alli mejor
nos pudiesse oyr. Pues auiendo çessado
nuestra musica, él se uino a la fuente,
cosa de que no poco sobresalto reçebi. Y
esto no es de marauillar, porque de la
misma manera se sobresalta vn coraçon
enamorado, con un subito contentamiento,
que con una tristeza no pensada. El se
llegó donde estauamos sentadas, y nos
saludó con todo el comedimiento possible,
y con toda la buena criança que se puede
imaginar: que uerdaderamente (hermosas
Nimphas) quando me paro a pensar la
discreçion, graçia y gentileza del sin
uentura Arsileo, no me paresçe que fueron
sus hados y mi fortuna causa de que la
muerte me lo quitasse tan presto delante
los ojos, mas antes fue no meresçer el
mundo gozar más tiempo de un moço a quien
la naturaleza auia dotado de tantas y tan
buenas partes. Despues que como digo,
nos uuo saludado, y tuuo liçençia de
nosotras, la qual muy comedidamente nos
pidio, para passar la siesta en nuestra
compañia, puso los ojos en mí (que no
deuiera) y quedó tan preso de mis amores
como despues se paresçio en las señales
con que manifestaua su mal. Desdichada
de mí que no uue menester yo de miralle
para querelle, que tan presa de sus
amores estaua antes que le uiesse como él
estuuo despues de auerme uisto. Mas con
todo esso, alçé los ojos para miralle,
al tiempo que alçaua los suyos para
uerme, cosa que cada uno quisiera dexar
de auer hecho: yo porque la uerguença
me castigó, y él porque el temor no le
dexó sin castigo. Y para dissimular su
nuevo mal, començó a hablarme en cosas
bien diferentes de las que él me quisiera
dezir, yo le respondi a algunas dellas,
pero más cuidado tenía yo entonçes de
mirar, si en los mouimientos del rostro,
o en la blandura de las palabras mostraua
señales de amor, que en respondelle á
lo que me preguntaua. Ansi desseaua
yo entonçes uelle sospirar, por me
confirmar en mi sospecha: como si no
le quisiera más que a mi. Y al fin no
desseaua uer en él alguna señal que no
la uiesse. Pues lo que con la lengua
alli no me pudo dezir, con los ojos me
lo dió bien a entender. Estando en esto
las dos pastoras que conmigo estauan, se
leuantaron a ordeñar sus vacas: yo les
rogué que me escusassen el trabajo con
las mias: porque no me sentia buena. Y no
fue menester rogarselo más, ni a Arsileo
mayor occasion para dezirme su mal: y no
sé si se engañó, imaginando la occasion,
porque yo queria estar sin compañia,
pero sé que determinó de aprouecharse
de ella. Las pastoras andauan occupadas
con sus vacas, atandoles sus mansos
bezerrillos a los pies, y dexandose ellas
engañar de la industria humana, como
Arsileo tanbien nueuamente preso de amor
se dexaua ligar de manera que otro que
la pressurosa muerte, no pudiera dalle
libertad. Pues uiendo yo claramente,
que quatro o cinco uezes auia cometido
el hablar, y le auia salido en uano su
comedimiento: porque el miedo de enojarme
se le auia puesto delante, quise hablarle
en otro proposito, aunque no tan lexos
del suyo, que no pudiesse sin salir
dél, dezirme lo que desseaua. Y assi le
dixe: Arsileo, ¿hallaste bien en esta
tierra? que segun en la que hasta agora
has estado, aurá sido el entretenimiento
y conuersaçion differente del nuestro:
estraño te deues hallar en ella. El
entonçes me respondió: no tengo tanto
poder en mí, ni tiene tanta libertad mi
entendimiento, que pueda responder a essa
pregunta. Y mudandole el proposito, por
mostralle el camino con las occasiones le
bolui a dezir: an me dicho, que ay por
allá muy hermosas pastoras, y si esto es
ansi, quán mal te deuemos parescer las
de por acá. De mal conoscimiento sería
(respondió Arsileo) si tal confessasse:
que puesto caso, que allá las ay tan
hermosas como te han dicho, acá las ay
tan auentajadas, como yo las he uisto.
Lisonja es essa en todo el mundo (dixe
yo medio riendo) mas con todo esto, no
me pesa que las naturales estén tan
adelante en tu opinion, por ser yo una
dellas. Arsileo respondió: y aun essa
sería harto bastante causa, quando otra
no uuiesse, para dezir lo que digo. Assi
que de palabra en palabra, me uino a
dezir lo que desseaua oylle, aunque por
entonçes no quise darselo a entender, mas
antes le rogué, que atajasse el paso a
su pensamiento. Pero reçelosa que estas
palabras no fuesen causa de resfriarse
en el amor (como muchas uezes acaesce
que el desfauorescer en los principios
de los amores, es atajar los passos a
los que comiençan a querer bien) bolui a
templar el desabrimiento de mi respuesta,
diziendole: Y si fuere tanto el amor
(o Arsileo) que no te dé lugar a dexar
de quererme, en lo secreto: porque de
los hombres de semejante discreçion que
la tuya, es tenello aun en las cosas
que poco importan. Y no te digo esto,
porque de una, ni de otra manera te ha
de aprouechar de más que de quedarte yo
en obligaçion, si mi consejo en este
caso tomares. Esto dezia la lengua, mas
otra cosa dezian los ojos con que yo
le miraua, y echando algun sospiro que
sin mi liçençia daua testimonio de lo
que yo sentia, lo qual entendiera muy
bien Arsileo, si el amor le diera lugar.
Desta manera nos despedimos, y despues
me habló muchas uezes, y me escriuio
muchas cartas, y vi muchos sonetos de
su mano, y aun las más de las noches me
dezia cantando, al son de su harpa, lo
que yo llorando le escuchaua. Finalmente
que venimos cada vno a estar bien
çertificados del amor que el vno al otro
tenía. A este tiempo, su padre Arsenio me
importunaua de manera con sus recaudos y
presentes, que yo no sabia el medio que
tuuiesse para defenderme dél. Y era la
más estraña cosa que se vió jamás: pues
ansi como se yua más acrescentando el
amor con el hijo, assi con el padre se
yua más estendiendo el affiçion, aunque
no era todo de vn metal. Y esto no me
daua lugar a desfauorescelle, ni a dexar
de reçebir sus recaudos. Pues viuiendo yo
con todo el contentamiento del mundo, y
viendome tan de veras amada de Arsileo,
a quien yo tanto queria, paresçe que
la fortuna determinó de dar fin a mis
amores, con el más desdichado sucçesso,
que jamás en ellos se ha visto, y fue
desta manera: que auiendo yo conçertado
de hablar con mi Arsileo vna noche, que
bien noche fue ella para mí: pues nunca
supe despues acá, qué cosa era dia,
concertamos que él entrase en una huerta
de mi padre, y yo desde vna ventana de mi
aposento, que caya enfrente de vn moral,
donde él se podia subir por estar más
çerca, nos hablariamos: ¡ay desdichada
de mí, que no acabo de entender a qué
proposito le puse en este peligro, pues
todos los dias, aora en el campo, aora en
el rio. aora en el soto, llevando a él
mis vacas, aora al tiempo que las traya a
la majada, me pudiera él muy bien hablar,
y me hablaua los más de los dias. Mi
desuentura fue causa que la fortuna se
pagasse del contento, que hasta entonçes
me auia dado, con hazerme que toda la
uida biuiesse sin él. Pues uenida la hora
del conçierto y del fin de sus dias, y
principio de mi desconsuelo, vino Arsileo
al tiempo, y al lugar conçertado, y
estando los dos hablando, en lo que puede
considerar quien algun tiempo ha querido
bien, el desuenturado de Arsenio su
padre, las más de las noches me rondaua
la calle (que aun si esto se me acordara,
mas quitomelo mi desdicha de la memoria,
no le consintiera yo ponerse en tal
peligro); pero asi se me oluidó, como si
yo no lo supiera. Al fin que él acertó a
venir aquella hora por alli, y sin que
nosotros pudiessemos velle, ni oylle,
nos vió él, y conosçio ser yo la que a
la ventana estaua, mas no entendió que
era su hijo el que estaua en el moral,
ni aun pudo sospechar quien fuesse, que
esta fue la causa prinçipal de su mal
successo. Y fue tan grande su enojo, que
sin sentido alguno se fue a su posada,
y armando una ballesta, y poniendola
vna saeta muy llena de venenosa yerua,
se uino al lugar do estauamos, y supo
tan bien açertar a su hijo, como sino
lo fuera. Porque la saeta le dio en el
coraçon, y luego cayó muerto del árbol
abaxo, diziendo: ¡Ay Belisa, quán poco
lugar me da la fortuna para seruirte,
como yo desseaua! Y aun esto no pudo
acabar de dezir. El desdichado padre que
con estas palabras conosció ser homiçida
de Arsileo su hijo, dixo con una boz
como de hombre desesperado: ¡Desdichado
de mí, si eres mi hijo Arsileo que en
la boz no paresçes otro! Y como llegasse
a él, y con la luna que en el rostro le
daua le deuisasse bien y le hallase que
auia espirado, dixo: O cruel Belisa,
pues que el sin ventura mi hijo, por tu
causa, de mis manos ha sido muerto, no
es justo que el desuenturado padre quede
con la vida. Y sacando su misma espada,
se dio por el coraçon de manera que en
un punto fue muerto. O desdichado caso,
o cosa jamás oida ni vista. ¡O escandalo
grande para los oydos, que mi desdichada
historia oyeren, o desuenturada Belisa,
que tal pudieron uer tus ojos, y no tomar
el camino que padre y hijo por tu causa
tomaron! No paresciera mal tu sangre
mixturada con la de aquellos que tanto
desseauan seruirte. Pues como yo mezquina
ui el desauenturado caso, sin más pensar,
como muger sin sentido, me sali de casa
de mis padres, y me uine importunando con
quexas al alto çielo, y inflamando el
ayre con sospiros, a este triste lugar
(quexandome de mi fortuna, maldiziendo la
muerte que tan en breue me auia enseñado
a sufrir sus tiros) adonde ha seys meses
que estoy sin auer uisto, ni hablado
con persona alguna, ni procurado uerla.
Acabando la hermosa Belisa de contar su
infelice historia, començo a llorar tan
amargamente, que ninguno de los que alli
estauan, pudieron dexar de ayudarle con
sus lagrimas. Y ella prosiguiendo dezia:
Esta es (hermosas Nimphas) la triste
historia de mis amores, y del desdichado
sucçesso dellos, ved si este mal es
de los que el tiempo puede curar? ¡Ay
Arsileo, quantas vezes temi, sin pensar
lo que temia! mas quien a su temor no
quiere creer, no se espante, quando vea
lo que ha temido, que bien sabia yo que
no podiades dexar de encontraros, y que
mi alegria no auia de durar más que hasta
que su padre Arsenio sintiesse nuestros
amores. Pluguiera a Dios que assi fuera
que el mayor mal que por esso me pudiera
hazer fuera desterrarte: y mal que con
el tiempo se cura, con poca difficultad
puede suffrirse. ¡Ay Arsenio, que no me
estorua la muerte de tu hijo dolerme de
la tuya, que el amor que continuo me
monstraste, la bondad y limpieza con
que me quisiste, las malas noches que a
causa mia passaste, no suffre menos si no
dolerme de tu desastrado fin: que esta es
la hora que yo fuera casada contigo, si
tu hijo a esta tierra no uiniera! Dezir
yo que entonçes no te queria bien seria
engañar el mundo, que en fin no hay muger
que entienda que es uerdaderamente amada,
que no quiera poco o mucho, aunque de
otra manera lo dé a entender: ay lengua
mia, callad que más aueys dicho de lo que
os an preguntado. ¡O hermosas Nimphas!
perdonad si os he sido importuna, que
tan grande desuentura como la mia no
se puede contar con pocas palabras.
En quanto la pastora contaua lo que
aueys oydo, Sireno, Syluano, Seluagia,
y la hermosa Felismena, y aun las tres
Nimphas fueron poca parte para oylla
sin lagrimas: aunque las Nimphas, como
las que de amor no auian sido tocadas,
sintieron como mugeres su mal, mas no
las circunstançias dél. Pues la hermosa
Dorida uiendo que la desconsolada pastora
no cesaua el amargo llanto, la començo a
hablar diziendo: Cessen, hermosa Belisa,
tus lagrimas, pues uees el poco remedio
dellas: mira que dos ojos no bastan a
llorar tan graue mal. Mas qué dolor
puede auer, que no se acabe, o acabe al
mismo que lo padesçe? Y no me tengas por
tan loca que piense consolarte, mas a
lo menos podria mostrarte el camino por
donde pudiesse algun poco aliuiar tu
pena. Y para esto te ruego, que uengas en
nuestra compañia, ansi porque no es cosa
justa que tan mal gastes la uida, porque
adonde te lleuaremos podras escoger la
que quisieres, y no aurá persona, que
estorualla pueda. La pastora respondió:
lugar me pareçia este harto conveniente
para llorar mi mal y acabar en él la
uida: la qual si el tiempo no me haze
más agrauios de los hechos, no deue
ser muy larga. Mas ya que tu uoluntad
es essa, no determino de salir della
en solo un punto: y de oy mas podeis
(hermosas Nimphas) usar de la mia, segun
a las uuestras les paresçiere. Mucho le
agradesçieron todos auelles conçedido de
irse en su compañia. Y porque ya eran
más de tres horas de la noche aunque la
luna era tan clara, que no echauan memos
el dia çenaron de lo que en sus çurrones
los pastores trayan, y despues de haber
çenado, cada vno escogió el lugar de que
más se contentó, passar lo que de la
noche les quedaua. La qual los enamorados
passaron con más lagrimas que sueño, y
los que no eran reposaron del cansançio
del dia.
_Fin del terçero libro._
NOTAS:
[1248] M., _buscalle_.
[1249] M., _grande_.
[1250] M., _perficion_.
[1251] V., _daños_.
[1252] V., _atreuimiento_.
[1253] M., _grave_.
LIBRO CUARTO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Ya la estrella del alua començaua a dar
su acostumbrado resplandor, y con su luz
los dulçes ruyseñores embiauan a las
nuues el suaue canto, quando las tres
Nimphas con su enamorada compañia, se
partieron de la isleta, donde Belisa su
triste uida passaua. La qual aunque fuese
más consolada en conuersaçion de las
pastoras y pastores enamorados, todauia
le apremiaba el mal de manera que no
hallaua remedio, para dexar de sentillo.
Cada pastor le contaua su mal, las
pastoras le dauan cuenta de sus amores,
por uer si seria parte para ablandar su
pena. Mas todo consuelo es escusado,
quando los males son sin remedio. La
dama disimulada yua tan contenta de la
hermosura y buena graçia de Belisa, que
no se hartaua de preguntalle cosas,
aunque Belisa se hartaua de responderle
a ellas. Y era tanta la conuersaçion
de las dos, que casi ponia embidia a
los pastores y pastoras. Mas no uuieron
andado mucho, quando llegaron a un
espesso bosque tan lleno de syluestres
y espessos arboles, que a no ser de las
tres Nimphas guiadas, no pudieran dexar
de perderse en él. Ellas yuan delante
por una muy angosta[1254] senda, por
donde no podian yr dos personas juntas.
Y auiendo ydo quanto media legua por
la espessura del bosque, salieron a un
muy grande, y espaçioso llano en medio
de dos caudalosos rios, ambos çercados
de muy alta y uerde arboleda. En medio
dél paresçia una gran casa de tan altos
y soberuios edifiçios, que ponian gran
contentamiento a los que los mirauan,
porque los chapiteles que por ençima de
los arboles sobrepujauan, dauan de si
tan gran resplandor, que pareçian hechos
de un finissimo cristal. Antes que al
gran palaçio llegassen, uieron salir dél
muchas Nimphas de tan gran hermosura,
que sería impossible podello dezir.
Todas uenian[1255] uestidas de telillas
blancas delicadas, texidas con plata y
oro sotilissimamente, sus guirnaldas de
flores sobre los dorados cabellos que
sueltos trayan. Detras dellas uenia una
dueña, que segun la grauedad y arte de su
persona, parescia muger de grandissimo
respecto, uestida de raso negro, arrimada
a una Nimpha muy más hermosa que todas.
Quando nuestras Nhimpas llegaron, fueron
de las otras reçebidas, con muchos
abraços, y con gran contentamiento. Como
la dueña llegasse, las tres Nimphas le
besaron con grandissima humildad las
manos, y ella las reçibio, mostrando muy
gran contento de su uenida. Y antes que
las Nimphas le dixessen cosa de las que
auian passado, la sábia Felicia (que
asi se llamaua la dueña) dixo contra
Felismena: hermosa pastora, lo que por
estas tres Nimphas aueys hecho no se
puede pagar con menos que con tenerme
obligada siempre a ser en vuestro fauor:
que no será poco, segun menester lo
aueys, y pues yo sin estar informada
de nadie, sé quien soys, y adonde os
lleuan uuestros pensamientos, contodo
lo que hasta agora os ha sucçedido, ya
entendereys si os puedo aprouechar en
algo. Pues tened animo firme, que si yo
biuo vos uereys lo que desseays, y aunque
ayays passado algunos trabajos, no ay
cosa que sin ellos alcançar se pueda.
La hermosa Felismena se marauilló de
las palabras de Feliçia, y queriendo
dalle las graçias que a tan gran promesa
se deuian, respondio: Dyscreta señora
mía (pues en fin lo aueys de ser de mi
remedio) quando de mi parte no haya
mereçimiento donde pueda caber la merçed
que pensays hazerme, poned los ojos en lo
que a vos misma deueys, y yo quedaré sin
deuda, y uos muy bien pagada. Para tan
grande mereçimiento como el vuestro (dixo
Feliçia), y tan extremada hermosura, como
naturaleza os ha conçedido, todo lo que
por uos se puede hazer es poco. La dama
se abaxó entonçes por besalle las manos,
y Feliçia la abraçó con grandissimo
amor, y boluiendose a los pastores y
pastoras, les dixo: animosos pastores y
discretas pastoras, no tengays miedo a la
perseuerençia de nuestros males, pues yo
tengo cuenta con el remedio dellos. Las
pastoras y pastores le besaron las manos,
y todos juntos se fueron al sumptuoso
palaçio, delante del qual estaua una gran
plaça çercada de altos açipreses todos
puestos muy por orden, y toda la plaça
era enlosada con losas de alabastro y
marmol negro, a manera de axedrez. En
medio della auia una fuente de marmol
jaspeado, sobre quatro muy grandes leones
de bronçe. En medio de la fuente estaua
una columna de jaspe, sobre la qual
quatro Nimphas de marmol blanco tenian
sus assientos. Los braços tenian alçados
en alto, y en las manos sendos uasos
hechos a la romana. De los quales por
vnas bocas de leones que en ellos auia,
echauan agua. La portada del Palacio era
de marmol serrado con todas las basas,
y chapiteles de las columnas dorados. Y
ansi mismo las vestiduras de las imagenes
que en ellos auia. Toda la casa paresçia
hecha de reluziente jaspe con muchas
almenas, y en ellas esculpidas algunas
figuras de Emperadores, y matronas
Romanas, y otras untiguallas semejantes.
Eran todas las ventanas cada vna de dos
arcos, las çerraduras y clavazon de
plata, todas las puertas de cedro. La
casa era quadrada, y a cada canto auia
una muy alta, y artifiçiosa torre. En
llegando la aportada, se pararon a mirar
su estraña hechura, y las imagenes que
en ella auia, que más parescia obra de
naturaleza que de arte, ni aun industria
humana, entre las quales auia dos Nimphas
de plata, que ençima de los chapiteles
de las columnas estauan, y cada una de
su parte tenian una tabla de alambre,
con unas letras de oro, que dezian desta
manera:
Qvien entra, mire bien como ha biuido
y el don de castidad, si le ha guardado,
y la que quiere bien, o le ha querido,
mire si a causa de otro se ha mudado,
y si la fe primera no ha perdido,
y aquel primer amor ha conseruado,
entrar puede en el templo de Diana,
cuya virtud y graçia es sobrehumana.
Qvando esto vuo oydo la hermosa Felismena
dixo contra las pastoras Beliza y
Selvagia. Bien seguras me paresçe que
podemos entrar en este sumptuoso palaçio
de yr contra las leyes que aquel letrero
nos pone. Sireno se atrauessó, diziendo:
esso no pudiera hazer la hermosa Diana
según ha ydo contra ellas, y aun contra
todas las que el buen amor manda guardar.
Feliçia dixo: no te congoxes, pastor, que
antes de muchos dias te espantarás de
auerte congoxado tanto por essa causa.
Y trauados de las manos, se entraron
en el aposento de la sábia Feliçia que
muy ricamente estaua adereçado de paños
de oro y seda de grandissimo ualor. Y
luego que fueron entradas, la çena se
aparejó, las mesas fueron puestas, y
cada uno por su orden se sentaron junto
a la gran sábia pastora. Felismena y las
Nimphas tomaron entre sí a los pastores
y pastoras: cuya conuersaçion les era en
extremo agradable. Alli las ricas mesas
eran de fino çedro, y los assientos de
marfil, con paños de brocado; muchas
taças y copas hechas de diuersas formas y
todas de grandissimo preçio, las unas de
uidrio artifiçiosamente labrado, otras de
fino cristal, con los pies y asas de oro:
otras de plata, y entre ellas engastadas
piedras preçiosas de grandissimo ualor.
Fueron seruidos de tanta diuersidad y
abundançia de manjares, que es impossible
podello dezir. Despues de alçadas las
mesas entraron tres Nhimphas por la
sala, una de las quales tañia un laud,
otra una harpa, y la otra un salterio.
Venian todas tocando sus instrumentos,
con tan grande conçierto y melodia, que
los presentes estauan como fuera de sí.
Pusieronse a una parte de la sala, y los
pastores y pastoras, importunados de
las tres Nimphas, y rogados de la sábia
Feliçia, se pusieron a la otra parte con
sus rabeles y una çampoña, que Seluagia
muy dulçemente tañia, y las Nimphas
comenzaron a cantar esta cançion, y los
pastores a respondelles de la manera que
oyreys.
_Nimphas._
Amor y fortuna,
autores de trabajo y sin razones,
más altas que la luna,
pornan las affiçiones,
y en esse mismo extremo la passiones.
_Pastores._
No es menos desdichado
aquel que jamas tuuo mal de amores,
que el más enamorado,
faltandole favores,
pues los que sufren más, son los mejores.
_Nimphas._
Si el mal de amor no fuera,
contrario a la razon, como lo uemos,
quiça que os lo creyera;
mas uiendo sus extremos
dichosa las que dél huyr podemos.
_Pastores._
Lo más dificultoso
cometen las personas animosas,
y lo que está dudoso,
las fuerças generosas,
que no es honra acabar pequeñas cosas.
_Nimphas._
Bien uee el enamorado,
que el crudo amor no está en cometimientos,
no en animo esforçado;
está en unos tormentos,
do los que penan más son más contentos.
_Pastores._
Si algun contentamiento
del graue mal de amor se nos recresçe,
no es malo el pensamiento
que a su passion se ofresce,
mas antes es mejor quien más padesce.
_Nimphas._
El más feliçe estado,
en que pone el amor al que bien ama,
en fin trae vn cuydado,
que al seruidor, o dama
ençiende allá en secreto uiua llama.
Y el más fauoreçido,
en un momento no es el que solia;
que el disfauor, y oluido,
el qual ya no temia
silençio ponen luego en su alegria.
_Pastores._
Caer de un buen estado,
es una graue pena y importuna,
mas no es amor culpado,
la culpa es de fortuna,
que no sabe exçeptar persona alguna.
Si amor promete uida,
injusta es esta muerte en que nos mete:
si muerte conosçida,
ningun yerro comete,
que en fin nos uiene a dar lo que promete.
_Nimphas._
Al fiero amor disculpan
los que se hallan dél más sojuzgados,
y a los esentos culpan,
mas destos dos estados
qualquiera escogera al de los culpados.
_Pastores._
El libre y el captiuo
hablar solo un lenguaje es escusado,
uereys que el muerto, el biuo,
amado, o desamado,
cada uno habla (en fin) segun su estado.
La sábia Feliçia, y la pastora Felismena,
estuuieron muy atentas a la musica de las
Nimphas y pastores, y ansi mismo a las
opiniones que cada uno mostraua tener,
y riendose Feliçia contra Felismena, le
dixo al oydo. ¿Quién creera, hermosa
pastora, que las más destas palabras
no os an tocado en el alma? Y ella con
mucha le respondió: han sido las palabras
tales, que al alma a quien no tocaren, no
deue estar tan tocada de amor, como la
mia. Feliçia entonçes (alçando un poco
la boz) le dixo: En estos cassos de amor
tengo yo una regla, que siempre la he
hallado muy uerdadera, y es, que el animo
generoso, el entendimiento delicado, en
esto del querer bien lleua grandissima
uentaja, al que no lo es. Porque como el
amor sea uirtud, y la uirtud siempre haga
assiento en el mejor lugar, está claro,
que las personas de suerte serán muy
mejor enamoradas, que aquellas a quien
esta falte. Los pastores y pastoras,
se sintieron de lo que Feliçia dixo,
y a Syluano le paresçio no dexalla
sin respuesta y assi le dixo: ¿En qué
consiste, señora, ser el animo generosa y
el entendimiento delicado? Feliçia (que
entendio a donde tiraua la pregunta del
pastor) por no descontentarle respondio:
no está en otra cosa sino en la propria
uirtud del hombre, como es en tener el
juyzio viuo, el pensamiento inclinado a
cosas altas, y otras uirtudes que nasçen
con ellos mismos. Satisfecho estoy (dixo
Syluano) y tambien lo deuen estar estos
pastores, porque imaginauamos que tomauas
(o discreta Feliçia) el ualor y uirtud
de más atras de la persona misma, digolo
porque asaz desfauorescido de los bienes
de naturaleza está el que los va a buscar
en sus passados. Todas las pastoras y
pastores mostraron gran contentamiento
de lo que Syluano auia respondido: y
las Nymphas se rieron mucho, de cómo
los pastores se yuan corriendo de la
proposiçion de la sábia Feliçia, la qual
tomando a Felismena por la mano, la
metio en vna camara sola, adonde era su
aposento. Y despues de hauer passado con
ella muchas cosas, le dio grandissima
esperança de conseguir su desseo, y el
virtuoso fin de sus amores, con alcançar
por marido a don Felis. Aunque tambien le
dixo, que esto no podia ser sin primero
passar por algunos trabajos, los quales
la dama tenia muy en poco, viendo el
galardon que dellos esperaua. Feliçia
le dixo que los vestidos de pastora se
quitasse por entonçes, hasta que fuesse
tiempo deboluer a ellos; y llamando a
las tres Nimphas que en su compañia
auian venido, hizo que la vistiessen en
su trage natural. No fueron las Nimphas
perezosas en hazello, ni Felismena
desobediente a lo que Feliçia le mandó.
Y tomandose de las manos, se entraron
en vna recamara, a vna parte de la
qual estaua vna puerta, y abriendo la
hermosa Dorida, baxaron por vna escalera
de alabastro, a vna hermosa sala, que
en medio della auia vn estanque de vna
clarissima agua, adonde todas aquellas
Nimphas se bañauan. Y desnudandose assi
ellas como Felismena se bañaron; y
peinaron despues sus hermosos cabellos,
y se subieron a la recamara de la sábia
Feliçia, adonde despues de auerse vestido
las Nimphas, vistieron ellas mismas a
Felismena, vna ropa, y basquiña de fina
grana: recamada de oro de cañutillo y
aljofar, y vna cuera, y mangas de tela de
plata emprensada: en la basquiña y ropa,
auia sembrados a trechos vnos plumages
de oro, en las puntas de los quales auia
muy gruessas perlas. Y tomandole los
cabellos con vna çinta encarnada, se los
reboluieron a la cabeça, poniendole un
escofion de redezilla de oro muy subtil
y en cada lazo de la red assentado con
gran artifiçio vn finissimo rubí, en dos
guedellas de cabellos, que los lados
de la cristalina frente adornauan, le
fueron puestos dos joyeles, engastados en
ellos muy hermosas esmeraldas y zafires
de grandissimo preçio. Y de cada vno
colgauan tres perlas orientales, hechas
a manera de vellotas. Las arracadas eran
dos nauezillas de esmeraldas, con todas
las xarçias de cristal. Al cuello le
pusieron un collar de oro fino, hecho
a manera de culebra enroscada, que de
la boca tenía colgada una aguila, que
entre las vñas tenía un rubí grande
de infinito preçio. Quando las tres
Nimphas de aquella suerte la uieron,
quedaron admiradas de su hermosura,
luego salieron con ella a la sala, donde
las otras Nimphas y pastores estauan, y
como hasta entonçes fuesse tenida por
pastora, quedaron tan admirados, que
no sabian qué dezir. La sábia Feliçia
mandó luego a sus Nimphas, que lleuasen
a la hermosa Felismena y a su compañia,
a uer la casa y templo adonde estauan,
lo qual fue luego puesto por obra, y la
sábia Feliçia se quedó en su aposento.
Pues tomando Polidora y Cinthia, en
medio a Felismena, y las otras Nimphas
a los pastores y pastoras, que por su
discreçion eran dellas muy estimados se
salieron en un gran patio: cuyos arcos
y columnas eran de marmol jaspeado, y
las basas y chapiteles de alabastro, con
muchos follages a la romana dorados en
algunas partes, todas las paredes eran
labradas de obra mosayca: las columnas
estaban assentadas sobre Leones, Orças,
Tigres de arambre, y tan al biuo, que
parescia, que querian arremeter a los
que alli entrauan: En medio del patio
auia un padron ochauado de bronzo,
tan alto como diez codos, ençima del
qual estaua armado de todas armas a
la manera antigua, el fiero Marte, a
quien los gentiles llamauan el dios de
las batallas. En este padron con gran
artifiçio estauan figurados los superbos
esquadrones romanos a una parte y a
otra los Cartagineses, delante el vno
estaua el brauo Hanibal, y del otro el
valeroso Sçipion Africano, que primero
que la edad y los años le acompañassen,
naturaleza mostró en él gran exemplo de
uirtud, y esfuerço. A la otra parte,
estaua el gran Marco Furio Camillo
conbatiendo en el alto Capitolio por
poner en libertad a la patria, de donde
él hauia sido desterrado. Alli estaua
Horaçio, Muçio Sceuola, el venturoso
Consul Marco Varron, César, Pompeyo, con
el magno Alexandro, y todos aquellos que
por las armas acabaron grandes hechos,
con letreros en que se declarauan sus
nombres, y las cosas en que cada vno más
se auia señalado. Un poco más arriba
destos estaua vn cauallero armado de
todas armas, con vna espada desnuda en la
mano, muchas cabeças de moros debaxo de
sus pies, con vn letrero que dezia:
Soy el Cid honra de España,
si alguno pudo ser más,
en mis obras lo veras.
Al otra parte, estaua otro cauallero
Español, armado de la misma manera,
alçada la sobre vista y con este letrero:
El conde fuy primero de Castilla,
Fernan Gonzalez, alto y señalado,
soy honra y prez de la española silla
pues con mis hechos tanto la he ensalçado.
Mi gran virtud sabra muy bien dezilla
la fama que la vio, pues ha juzgado
mis altos hechos, dignos de memoria,
como os dira la Castellana historia.
Junto á este estaua otro cauallero de
gran disposiçion y esfuerços, segun en su
aspecto lo mostraua, armado en blanco,
y por las armas sembrados muchos Leones
y Castillos, en el rostro mostraua una
çierta braueza, que casi ponia pauor en
los que lo mirauan, y el letrero dezia
ansi:
Bernardo del Carpio soy,
espanto de los paganos,
honra y prez de los christianos,
pues que de mi esfuerço doy
tal exemplo con mis manos:
fama, no es bien que las calles
mis hazañas singulares,
y si acaso las callares,
pregunten a Ronçesualles,
qué fue de los doze pares.
A la otra parte estava vn valeroso
capitan, armado de vnas armas doradas,
con seys vandas sangrientas por en medio
del escudo, y por otra parte muchas
vanderas, y vn rey preso con vna cadena,
cuyo letrero dezia desta manera:
Mis grandes hechos veran
los que no los han sabido
en que solo he meresçido,
nombre de gran capitan,
y tuue tan gran renombre
en nuestras tierras y extrañas,
que se tienen mis hazañas
por mayores que mi nombre.
Iunto a este valeroso capitan, estaua vn
cauallero armado en blanco, y por las
armas sembradas muchas estrellas, y de la
otra parte vn Rey con tres flordelises en
su escudo, delante del qual él rasgaua
ciertos papeles y vn letrero que dezia:
Soy Fonseca cuya historia
en Europa es tan sabida,
que aunque se acabó la uida,
no se acaba la memoria.
Fuy seruidor de my Rey,
a mi patria tuue amor,
jamas dexé por temor
de guardar aquella ley,
que el sieruo deue al señor.
En otro quadro del padron, estaua vn
cauallero armado, y por las armas
sembrados mucho escudos pequeños de oro,
el qual en el ualor de su persona daua
bien a entender el alta sangre de a do
proçedia: los ojos puestos en otros
muchos caualleros de su antiguo linaje,
el letrero que a sus pies tenía dezia
desta manera:
Don Luys de Vilanoua soy llamado
del gran marques de Trans he proçedido,
mi antiguedad, valor muy señalado,
en Françia, Italia, España es conosçido,
Bicorbe antigua casa es el estado,
que la fortuna aora ha conçedido
a un corazon tan alto, y sin segundo,
que poco es para él mandar el mundo.
Despues de auer particularmente mirado el
padron, estos y otros muchos caualleros,
que en él estauan esculpidos, entraron
en vna rica sala, lo alto de la qual era
todo de marfil, marauillosamente labrado:
las paredes de alabastro, y en ellas
esculpidas muchas historias antiguas, tan
al natural, que verdaderamente paresçia
que Lucreçia acabaua alli de darse la
muerte, y que la cautelosa Medea deshazia
su tela en la isla de Ithaca, y que la
ilustre Romana se entregaua a la parca,
por no ofender su honestidad, con la
vista del horrible monstruo, y que la
muger de Mauseolo estaua con grandissima
agonia, entendiendo en que el sepulchro
de su marido fuesse contado por vna de
las siete marauillas del mundo. Y otras
muchas historias y exemplos de mugeres
castissimas, y dignas de ser su fama por
todo el mundo esparzida, porque no tan
solamente a alguna dellas paresçia auer
con su uida dado muy claro exemplo de
castidad, mas otras que con la muerte
dieron muy grande testimonio de su
limpieza: entre las quales estaua la
grande española Coronel, que quiso mas
entregarse al fuego, que dexarse vençer
de un deshonesto apetito. Después de auer
visto cada vna las figuras, y uarias
historias, que por las paredes de la
sala estauan, entraron en otra quadra
más adentro, que segun su riqueza les
paresçio que todo lo que auian visto era
ayre en su comparaçion: porque todas las
paredes eran cubiertas de oro fino, y el
pauimiento de piedras preçiosas, entorno
de la rica quadra estauan muchas figuras
de damas españolas, y de otras naçiones,
y en lo muy alto la diosa Diana, de la
misma estatura que ella era, hecha de
metal Corinthio, con ropas de caçadora,
engastadas por ellas muchas piedras y
perlas de grandissimo valor, con su
arco en la mano, e su aljaua al cuello,
rodeada de Nimphas más hermosas que el
sol. En tan grande admiraçion puso a los
pastores y pastoras, las cosas que alli
veyan, que no sabian qué dezir: porque la
riqueza de la casa era tan grande, las
figuras que alli estauan tan naturales,
el artifiçio de la quadra, y la orden
que las damas que alli auia retratadas
tenian, que no les paresçia poderse
imaginar en el mundo cosa más perfecta.
A una parte de la quadra estauan quatro
laureles de oro esmaltados de uerde,
tan naturales que los del campo no lo
eran mas: y junto a ellos una pequeña
fuente toda de fina plata: en medio de
la qual estaua una Nimpha de oro, que
por los hermosos pechos, vna agua muy
clara echaua, y junto a la fuente sentado
el çelebrado Orpheo, encantado de la
edad que era al tiempo que su Euridiçe
fué del importuno Aristeo requerida:
tenía vestida vna cuera de tela de plata
guarnesçida de perlas, las mangas le
llegauan a medio braço solamente, y
de alli adelante desnudos; tenia vnas
calças hechas a la antigua, cortadas en
la rodilla de tela de plata, sembradas en
ellas vnas çitharas de oro, los cabellos
eran largos y muy dorados sobre los
quales tenía una muy hermosa guirnalda
de laurel. En llegando a él las hermosas
Nimphas, comenzó a tañer en una harpa que
en las manos tenía, muy dulçemente, de
manera que los que lo oyan, estauan tan
agenos de si, que a nadie se le acordaua
de cosa que por el uuiesse passado.
Felismena se sento en un estrado, que en
la hermosa quadra estaua todo cubierto
de paños de brocado, y las Nimphas y
pastoras entorno della, los pastores se
arrimaron a la clara fuente. De la misma
manera estauan todos oyendo al çelebrado
Orpheo, que al tiempo que en la tierra
de los Ciconios cantaua, quando Cipariso
fue conuertido en Cipres y Atis en Pino.
Luego començo el enamorado Orpheo al son
de su harpa a cantar dulçemente, que no
hay sabello dezir. Y boluiendo el rostro
a la hermosa Felismena, dio prinçipio a
los uersos siguientes:
CANTO DE ORPHEO
Escucha, o Felismena, el dulçe canto
de Orpheo, cuyo amor tan alto ha sido:
suspende tu dolor, Seluagia, en tanto
que canta tu amador de amor vençido;
oluida ya, Belisa, el triste llanto,
oyd a un triste (o Nimphas) que ha perdido
sus ojos por mirar, y vos pastores
dexad un poco estar el mal de amores.
No quiero yo cantar, ni Dios lo quiera,
aquel proçesso largo de mis males,
ni quando yo cantaua de manera,
que a mi traya las plantas y animales:
ni quando a Pluton ui, que no deuiera,
y suspendi las penas infernales,
ni como bolui el rostro á mi señora,
cuyo tormento aun biue hasta agora.
Mas cantaré con boz suaue y pura,
la grande perfeçion, la graçia estraña,
el ser, valor, beldad sobre natura,
de las que oy dan valor illustre a España:
mirad pues, Nimphas, ya la hermosura
de nuestra gran Diana y su compaña;
que alli está el fin, alli vereys la suma
de lo que contar puede lengua y pluma.
Los ojos leuantad, mirando aquella
que en la suprema silla está sentada,
el sçeptro, y la corona junto a ella,
y de otra parte la fortuna ayrada:
esta es la luz de España, y clara estrella,
con cuya absençia está tan eclipsada:
su nombre (o Nimphas) es doña Maria
gran Reyna, de Bohemia, de Austria Vngria.
La otra junta a ella es doña Ioana,
de Portugal Prinçesa, y de Castilla
infanta, a quien quitó fortuna insana,
el seçptro, la corona, y alta silla,
y a quien la muerte fue tan inhumana,
que aun ella assi se espanta y marauilla,
de ver quan presto ensagrento sus manos
en quien fue espejo y luz de Lusitanos.
Mirad, Nimphas, la gran doña Maria,
de Portugal infanta soberana,
cuya hermosura y graçia sube oy dia
a do llegar no puede vista humana:
mirad que aunque fortuna alli porfia
la vence el gran valor que della mana,
y no son parte el hado, tiempo, y muerte,
para vençer su grand bondad y suerte.
Aquellas dos que tiene alli a su lado,
y el resplandor del sol han suspendido,
las mangas de oro, sayas de brocado,
de perlas y esmeraldas guarnesçido:
cabellos de oro fino, crespo ondado,
sobre los hombros suelto y esparzido,
son hijas del infante Lusitano,
Duarte valeroso y gran Christiano.
Aquellas dos Duquesas señaladas
por luz de hermosura en nuestra España,
que alli veys tan al biuo debuxadas
con vna perfeçion, y graçia estraña,
de Najara y de Sessa son llamadas,
de quien la gran Diana se acompaña,
por su bondad, valor y hermosura,
saber, y discreçion sobre natura.
¿Ueys vn valor, no vista en otra alguna,
ueys vna perfeçion jamas oyda,
ueys una discreçion, qual fue ninguna,
de hermosura y graçia guarnescida?
¿ueys la que está domando a la fortuna
y a su pesar la tiene alli rendida?
la gran doña Leonor Manuel se llama,
de Lusitania luz que al orbe inflama.
Doña Luisa Carrillo, que en España
la sangre de Mendoça ha esclareçido:
de cuya hermosura y graçia extraña,
el mismo amor, de amor está uençido,
es la que a nuestra Dea ansi acompaña
que de la uista nunca la ha perdido:
de honestas y hermosas claro exemplo,
espejo y clara luz de nuestro templo.
¿Ueys una perfeçion tan acabada
de quien la misma fama está embidiosa?
¿ueys una hermosura más fundada
en graçia y discreçion que en otra cosa,
que con razon obliga a ser amada
porque es lo menos de ella el ser hermosa?
es doña Eufrasia de Guzman su nombre,
digna de inmortal fama y gran renombre.
Aquella hermosura peregrina
no uista en otra alguna sino en ella,
que a qualquier seso apremia y desatina,
y no hay poder de amor que apremie el della,
de carmesí uestida y muy más fina
de su rostro el color que no el de aquella,
doña Maria de Aragon se llama,
en quien se ocupará de oy más la fama.
¿Sabeys quién es aquella que señala
Diana, y nos la muestra con la mano,
que en graçia y discreçion a ella yguala,
y sobrepuja a todo ingenio humano,
y aun ygualarla en arte, en ser y en gala,
sería (segun es) trabajo en uano?
doña Ysabel Manrique y de Padilla,
que al fiero Marte uenze y marauilla.
Doña Maria Manuel y doña Ioana
Osorio, son las dos que estays mirando
cuya hermosura y graçia sobre humana,
al mismo Amor de amor está matando:
y esta nuestra gran Dea muy vfana,
de ueer a tales dos de nuestro uando,
loallas, segun son es escusado:
la fama y la razon ternan cuydado.
Aquellas dos hermanas tan nombradas
cada una es una sola y sin segundo,
su hermosura y graçias extremadas,
son oy en dia un sol que alumbra el mundo,
al biuo me paresçen trasladadas,
de la que a buscar fuy hasta el profundo:
doña Beatriz Sarmiento y Castro es una
con la hermosa hermana qual ninguna.
El claro sol que ueys resplandeçiendo
y acá, y allá sus rayos ya mostrando,
la que del mal de amor se está riendo,
del arco, aljaua y flechas no curando,
cuyo diurno rostro está diziendo,
muy más que yo sabré dezir loando,
doña Ioana es de Çarate, en quien vemos
de hermosura y graçia los extremos.
Doña Anna Osorio y Castro está cabe ella
de gran valor y graçia acompañada,
ni dexa entre las bellas de ser bella,
ni en toda perfeçion muy señalada,
mas su infelize hado vsó con ella
de una crueldad no vista ni pensada,
porque al ualor, linaje y hermosura
no fuesse ygual la suerte, y la uentura.
Aquella hermosura guarnecida
de honestidad, y graçia sobre humana,
que con razon y causa fue escogida
por honra y prez del templo de Diana,
contino uençedora, y no uençida
su nombre (o Nimphas) es doña Iuliana,
de aquel gran Duque nieta y Condestable,
de quien yo callaré, la fama hable[1256].
Mirad de la otra parte la hermosura
de las illustres damas de Valençia,
a quien mi pluma ya de oy mas procura
perpetuar su fama y su excelençia:
aqui, fuente Helicona, el agua pura
otorga, y tú, Minerua, enpresta sçiençia,
para saber dezir quién son aquellas
que no hay cosa que ver despues de vellas.
Las cuatro estrellas ved resplandesçientes
de quien la fama tal ualor pregona
de tres insignes reynos desçendientes,
y de la antigua casa de Cardona,
de la vna parte Duques exçelentes,
de otra el trono, el sçeptro, y la corona,
del de Segorbe hijas, cuya fama
del Borea al Austro, al Euro se derrama.
La luz del orbe con la flor de España,
el fin de la beldad y hermosura,
el coraçon real que le acompaña,
el ser, valor, bondad sobre natura,
aquel mirar que en verlo desengaña,
de no poder llegar alli criatura:
doña Anna de Aragon se nombra y llama,
a do por el amor, cansó la fama.
Doña Beatrix su hermana junto della
vereys, si tanta luz podeys miralla:
quien no podré alabar, es sola ella,
pues no ay podello hazer, sin agrauialla:
a aquel pintor que tanto hizo en ella,
le queda el cargo de poder loalla,
que a do no llega entendimiento humano
llegar mi flaco ingenio, es muy en vano.
Doña Françisca d'Aragon quisiera
mostraros, pero siempre está escondida:
su vista soberana es de manera,
que a nadie que la vee dexa con vida:
por esso no paresçe. ¡Oh quién pudiera
mostraros esta luz, que al mundo oluida,
porque el pintor que tanto hizo en ella,
los passos le atajó de meresçella.
A doña Madalena estays mirando
hermana de las tres que os he mostrado,
miralda bien, uereys que está robando
a quien la mira, y biue descuydado:
su grande hermosura amenazando
está, y el fiero amor el arco armado,
porque no pueda nadie, ni aun miralla,
que no le rinda o mate sin batalla.
Aquellos dos luzeros que a porfia
acá, y allá sus rayos uan mostrando,
y a la exçelente casa de Gandia,
por tan insigne y alta señalando,
su hermosura y suerte sube oy dia
muy más que nadie sube imaginando:
¿quién uee tal Margareta y Madalena,
que tema del amor la horrible pena?
Quereys, hermosas Nimphas, uer la cosa,
que el seso más admira y desatina?
mirá una Nimplia más que el sol hermosa,
pues quién es ella, o él jamas se atina:
el nombre desta fenix tán famosa,
es en Valençia doña Cathalina
Milan, y en todo el mundo es oy llamada
la más discreta, hermosa y señalada.
Alçad los ojos, y vereis de frente
del caudaloso rio y su ribera,
peynando sus cabellos, la exçelente
doña Maria Pexon y Çanoguera
cuya hermosura y gracia es euidente,
y en discreçion la prima y la primera:
mirad los ojos, rostro cristallino,
y aquí puede hazer fin uuestro camino.
Las dos mirad que están sobrepujando,
a toda discreçion y entendimiento,
y entre las más hermosas señalando
se uan, por solo vn par, sin par ni cuento,
los ojos que las miran sojuzgando:
pues nadie las miró que biua essento:
¡ued qué dira quien alabar promete
las dos Beatrizes, Vique y Fenollete!
Al tiempo que se puso alli Diana,
con su diuino rostro y excelente
salió un luzero, luego una mañana
de Mayo muy serena y refulgente:
sus ojos matan y su uista sana,
despunta alli el amor su flecha ardiente,
su hermosura hable, y testifique
ser sola y sin ygual doña Anna Vique.
Bolued, Nimphas, uereys doña Teodora
Carroz, que del valor y hermosura
la haze el tiempo reyna y gran señora
de toda discreçion y graçia pura:
qualquiera cosa suya os enamora,
ninguna cosa nuestra os assegura,
para tomar tan grande atreuimiento,
como es poner en ella el pensamiento.
Doña Angela de Borja contemplando
uereys que está (pastores) en Diana,
y en ella la gran dea está mirando
la graçia y hermosura soberana:
Cupido alli a sus pies está llorando,
y la hermosa Nimpha muy ufana,
en uer delante della estar rendido
aquel tyrano fuerte y tan temido.
De aquella illustre cepa Çanoguera,
salio una flor tan extremada y pura,
que siendo de su edad la primauera,
ninguna se le yguala en hermosura:
de su excelente madre es heredera,
en todo quanto pudo dar natura,
y assi doña Hieronyma ha llegado
en graçia y disceçion al sumo grado.
¿Quereys quedar (o Nimphas) admiradas,
y uer lo que a ninguna dió uentura:
quereys al puro extremo uer llegados
ualor, saber, bondad y hermosura?
mirad doña Veronica Marradas,
pues solo uerla os dize y assegura
que todo sobra, y nada falta en ella,
sino es quien pueda (o piense) meresçella.
Doña Luysa Penarroja uemos
en hermosura y graçia más que humana,
en toda cosa llega los estremos,
y a toda hermosura uençe y gana:
no quiere el crudo amor que la miremos
y quien la uió, si no la uee, no sana:
aunque despues de uista el crudo fuego
en su vigor y fuerça buelue luego.
Ya ueo, Nimphas, que mirays aquella
en quien estoy continuo contemplando,
los ojos se os yran por fuerça a ella,
que aun los del mismo amor está robando:
mirad la hermosura que ay en ella,
mas ued que no çegueys quiçá mirando
a doña Ioana de Cardona, estrella
que el mismo amor está rendido a ella.
Aquella hermosura no pensada
que ueys, si uerla cabe en nuestro uaso:
aquella cuya suerte fue estremada
pues no teme fortuna, tiempo o caso,
aquella discreçion tan leuantada,
aquella que es mi musa y mi parnaso:
Ioanna Anna, es Catalana, fin y cabo
de lo que en todas por estremo alabo.
Cabe ella está un estremo no uicioso,
mas en uirtud muy alto y estremado,
disposiçion gentil, rostro hermoso,
cabellos de oro, y cuello delicado,
mirar que alegra, mouimiento ayroso,
juyzio claro y nombre señalado,
doña Angela Fernando, aquien natura
conforme al nombre dio la hermosura.
Vereys cabe ella doña Mariana,
que de ygualalle nadie está segura;
miralda junto a la exçelente hermana,
uereys en poca edad gran hermosura,
uereys con ella nuestra edad ufana,
uereys en pocos años gran cordura,
uereys que son las dos el cabo y summa
de quanto dezir puede lengua y pluma.
Las dos hermanas Borjas escogidas,
Hippolita, Ysabel, que estays mirando,
de graçia y perfeçion tan guarnesçidas,
que al sol su resplandor está çegando,
miraldas y uereys de quantas uidas
su hermosura siempre ua triumphando:
mirá los ojos, rostro, y los cabellos,
que el oro queda atras y passan ellos.
Mirad doña Maria Çanoguera,
la qual de Catarroja es oy señora,
cuya hermosura y graçia es de manera,
que a toda cosa uençe y la enamora:
su fama resplandeçe por do quiera
y su uirtud la ensalça cada hora,
pues no ay qué dessear despues de uella,
¿quién la podrá loar sin offendella?
Doña Ysabel de Borja está defrente
y al fin y perfeçion de toda cosa,
mira la graçia, el ser, y la exçelente
color más biua que purpurea rosa,
mirad que es de uirtud y graçia fuente,
y nuestro siglo illustre en toda cosa:
al cabo está de todas su figura,
por cabo y fin de graçia y hermosura.
La que esparzidos tiene sus cabellos
con hilo de oro fino atras tomados,
y aquel diuino rostro, que él y ellos
a tantos coraçones trae domados,
el cuello de marfil, los ojos bellos,
honestos, baxos, uerdes, y rasgados,
doña Ioana Milan por nombre tiene,
en quien la uista pára y se mantiene,
Aquella que alli ueys, en quien natura
mostró su sçiençia ser marauillosa,
pues no ay pasar de alli en hermosura,
no ay más que dessear a una hermosa:
cuyo ualor, saber, y gran cordura
leuantarán su fama en toda cosa,
doña Mençia se nombra Fenollete,
a quien se rinde amor y se somete.
La cançion del çelebrado Orpheo, fue tan
agradable a los oydos de Felismena, y de
todos los que la oyan, que assi los tenia
suspensos, como si por ninguno de ellos
uuiera passado más de lo que presente
tenian. Pues auiendo muy particularmente
mirado el rico aposento, con todas las
cosas que en él auia que uer, salieron
las Nymphas por una puerta de la gran
sala, y por otra de la sala a un hermoso
jardin, cuya uista no menos admiraçion
les causó que lo que hasta alli auian
uisto, entre cuyos arboles y hermosas
flores auia muchos sepulchros de nimphas
y damas, las quales auian con gran
limpieça conseruado la castidad deuida
a la castissima diosa. Estauan todos
los sepulchros coronados de enredosa
yedra, otros de olorosos arrayhanes,
otros de uerde laurel. De más desto auia
en el hermoso jardin muchas fuentes de
alabastro, otras de marmol jaspeado, y
de metal, debaxo de parrales, que por
ençima de artifiçiosos arcos estendian
todas sus ramas, los myrthos hazian
cuatro paredes almenadas, y por ençima de
las almenas, paresçian muchas flores de
jazmin, madreselua, y otras muy apazibles
a la uista. En medio del jardin estaua
una piedra negra, sobre quatro pilares de
metal, y en medio de ella un sepulchro de
jaspe, que quatro Nimphas de alabastro
en las manos sostenian, entorno dél
estauan muchos blandones, y candeleros
de fina plata, muy bien labrados, y en
ellos hachas blancas ardiendo. En torno
de la capilla auia algunos bultos de
caualleros, otros de marmol jaspeado, y
de otras diferentes materias. Mostrauan
estas figuras tan gran tristeza en el
rostro, que la pusieron en el coraçon de
la hermosa Felismena, y de todos los que
el sepulchro veyan. Pues mirandolo muy
particularmente, vieron que a los pies
dél, en una tabla de metal que una muerte
tenía en las manos, estaua este letrero:
Aqui reposa doña Catalina
de Aragon y Sarmiento cuya fama,
al alto çielo llega, y se auezina,
y desde el Borea al Austro se derrama:
matéla, siendo muerte, tan ayna,
por muchos que ella ha muerto, siendo dama,
acá está el cuerpo, el alma allá en el çielo,
que no la meresçio gozar el suelo.
Despues de leydo el Epigramma, vieron
cómo en lo alto del sepulchro estaua vna
aguda de marmol negro, con vna tabla de
oro en las vñas, y en ella estos uersos.
Qual quedaria (o muerte) el alto çielo
sin el dorado Apollo y su Diana
sin hombre, ni animal el baxo suelo,
sin norte el marinero en mar insana,
sin flor, ni yerua el campo y sin consuelo,
sin el roçio d'aljofar la mañana,
assi quedó el ualor, la hermosura,
sin la que yaze en esta sepultura.
Quando estos dos letreros vuieron leydo,
y Belisa entendido por ellos quién
era la hermosa Nimpha que alli estaua
sepultada, y lo mucho que nuestra España
auia perdido en perdella, acordandosele
de la temprana muerte del su Arsileo, no
pudo dexar de dezir con muchas lagrimas:
Ay muerte, quán fuera estoy de pensar,
que me as de consolar con males agenos!
Dueleme en estremo lo poco que se gozó
tan gran ualor y hermosura como esta
Nimpha me dizien que tenía, porque ni
estaua presa de amor, ni nadie meresçio
que ella lo estuuiesse. Que si otra
cossa entendiera, por tan dichosa la
tuuiera yo en morirse, como a mí por
desdichada en uer, o cruda muerte, quan
poco caso hazes de mi: pues lleuandome
todo mi bien, me dexas, no para más, que
para sentir esta falta. O mi Arsileo, o
disçreçion jamás oyda, o el más claro
ingenio que naturaleza pudo dar. ¿Qué
ojos pudieron uerte, qué animo pudo
suffrir tu desastrado fin? O Arsenio,
Arsenio, Arsenio quan poco pudiste
suffrir la muerte del desastrado hijo,
teniendo más ocasion de suffrirla que yo?
¿Por qué (cruel Arsenio) no quesiste que
yo partiçipasse de dos muertes, que por
estoruar la que menos me dolia, diera
yo çien mil vidas, si tantas tuuiera? A
Dios, bienauenturada Nimpha, lustre y
honrra de la real casa de Aragon, Dios
dé gloria a tu anima, y saque la mia de
entre tantas desuenturas. Despues Belisa
vuo dicho estas palabras, y despues de
auer uisto otras muchas sepulturas,
muy riquissimamente labradas, salieron
por una puerta falsa que en el jardin
estaua, al verde prado: adonde hallaron
a la sabia Feliçia, que sola se andaua
recreando: la qual los reçibio con muy
buen semblante. Y en quanto se hazia hora
de çenar, se fueron a vna gran alameda,
que çerca de alli estaua, lugar donde las
Nimphas del sumptuoso templo, algunos
dias salian a recrearse. Y sentados en
un pradezillo, çercado de uerdes salzes,
començaron a hablar vnos con otros:
cada vno en la cosa que más contento le
daua. La sábia Feliçia llamó junto a
si al pastor Sireno, y a Felismena. La
Nimpha Dorida, se puso con Syluano hazia
vna parte del verde prado, y las dos
pastoras, Seluagia, y Belisa, con las
más[1257] hermosas Nimphas, Cinthia y
Polydora, se apartaron haçia otra parte:
de manera que aunque no estauan vnos
muy lexos de los otros, podian muy bien
hablar, sin que estoruasse vno lo que el
otro dezia. Pues queriendo Sireno, que la
platica, y conuersaçion se conformasse
con el tiempo y lugar, y tambien con
la persona a quien hablaua, començo a
hablar desta manera: No me paresçe fuera
de proposito, señora Feliçia, preguntar
yo una cosa que jamás pude llegar al
cabo del conosçimiento della: y es esta:
Affirman todos los que algo entienden,
que el uerdadero amor nasçe de la razon:
y si esto es ansi, quál es la causa
porque no hay cosa mas desenfrenada en
el mundo, ni que menos se dexe gouernar
por ella? Feliçia le respondió: Assi
como essa pregunta es más que de pastor:
assi era neçessario que fuesse más que
muger la que a ella respondiesse, mas con
lo poco que yo alcanço, no me paresçe
que porque el amor tenga por madre a la
razon, se ha de pensar que él se limite,
ni gouierne por ella. Antes has de
presuponer, que despues que la razon del
conosçimiento lo ha engendrado las menos
uezes quiere que lo[1258] gouierne. Y es
de tal manera desenfrenado, que las más
de las ueces uiene en daño y perjuyzio
del amante, pues por la mayor parte, los
que bien aman, se uienen a desamar a si
mismos, que es contra razon, y derecho de
naturaleza. Y esta es la causa, porque
le pintan çiego, y falto de toda razon.
Y como su madre Venus tiene los ojos
hermosos, ansi él dessea siempre lo más
hermoso. Pintanlo desnudo, porque el buen
amor, ni puede dissimularse con la razon,
ni encubrirse con la prudençia. Pintanle
con alas, porque ueloçissimamente entra
en el anima del amante: y quanto más
perfecto es, con tanto mayor ueloçidad y
enagenamiento de si mismo, va a buscar
la persona amada: por lo qual dezia
Euripides, que el amante biuia en el
cuerpo del amado. Pintanlo ansi mismo
flechando su arco, porque tira derecho
al coraçon, como a proprio blanco, y
tambien porque la llaga de amor, es como
la que haze la saeta, o flecha en la
entrada, y profunda en lo intrinseco del
que ama. Es esta llaga difficil de uer,
mala de curar, y muy tardia en el sanar.
De manera, Sireno, que no deue admirarte,
aunque el perfecto amor sea hijo de
razon, que no se gouierne por ella,
porque no hay cosa que despues de nasçida
menos corresponda al origen de adonde
nasçio. Algunos dizen, que no es otra
la differençia entre el amor uiçioso,
y el que no lo es, sino que el uno se
gouierna por razon, y el otro no se dexa
gouernar por ella, y engañanse: porque
aquel exçesso, y impetu no es más propio
del amor deshonesto, que del honesto:
antes es vna propriedad de qualquier
genero de amor: saluo que el uno haze la
uirtud mayor y en el otro acresçienta
mas el uiçio. Quién puede negar que en
el amor que uerdaderamente se honesta,
no se hallen marauillosos y exçessiuos
effectos? Preguntenlo a muchos que por
solo el amor de Dios no hizieron cuenta
de sus personas, ni estimaron por él
perder la uida (aunque sabido el premio
que por ello se esperaua, no dauan mucho)
pues quántos han procurado consumir sus
personas, y acabar sus uidas, inflamados
del amor de la uirtud, de alcançar fama
gloriosa? Cosa que la razon ordinaria no
permite, antes guia qualquiera effecto,
de manera que la uida pueda honestamente
conseruarse. Pues quántos exemplos te
podria yo traer de muchos que por solo
el amor de sus amigos, perdieron la uida,
y todo lo más que con ella se pierde:
Dexemos este amor, boluamos al amor del
hombre con la muger. Has de saber, que
si el amor que el amador tiene a su
dama (aunque inflamado en desenfrenada
affiçion) nasçe de la razon, y del
uerdadero conosçimiento y juyzio: que
por solas sus uirtudes la juyzgue digna
de ser amada: que este tal amor (a mi
paresçer, y no me engaño) no es illiçito,
ni deshonesto, porque todo el amor desta
manera, no tira a otro fin, sino a querer
la persona por ella misma, sin esperar
otro interesse ni galardon de sus amores.
Ansi que esto es lo que me paresçe que
se puede responder a lo que en este caso
me has preguntado. Sireno entonces le
respondio: Yo estoy, discreta señora,
satisfecho de lo que desseaua entender,
y ansi creo que lo estare (segun tu
claro juyzio) de todo lo que quisiera
saber de ti: aunque otro entendimiento
era menester más abundante que el mio,
para alcançar lo mucho que tus palabras
comprehenden. Syluano, que con Polidora
estaua hablando, dezia: Marauillosa cosa
es (hermosa Nimpha) ver lo que sufre vn
triste coraçon, que a los trançes de amor
está subjecto, porque el menor mal que
haze, es quitarnos el juyzio, perder la
memoria de toda cosa, y henchir la de
solo él: buelue ageno de si todo hombre,
y proprio de la persona amada. Pues qué
hará el desuenturado, que se vee enemigo
de plazer, amigo de soledad, lleno de
passiones, çercado de temores, turbado de
spiritu, martyrizado del seso, sustentado
de esperança, fatigado de pensamientos,
affligido de molestias, traspassado de
çelos, lleno perpetuamente de sospiros,
enojos, y agrauios que jamás le faltan?
Y lo que más me marauillo es que siendo
este amor tan intolerable y estremado en
crueldad, no quiera el spiritu apartarse
dél ni lo procure: mas antes tenga por
enemigo a quien se lo aconseja. Bien está
todo (dixo Polidora) pero yo sé muy bien
que por la mayor parte los que aman,
tienen más de palabras que de passiones.
Señal es essa (dixo Syluano) que no las
sabes sentir, pues no las puedes creer,
y bien paresçe que no has sido tocado
deste mal, ni plega a Dios que lo seas:
el qual ninguno lo puede creer, ni la
calidad, y multitud de los males que dél
proçeden, sino el que partiçipa dellos.
¿Cómo que piensas tú (hermosa Nimpha)
que hallandose continuamente el amante
confusa la razon, occupada la memoria,
enagenada la fantasia y el sentido
del exçessiuo amor fatigado, quedará
la lengua tan libre que pueda fingir
pasiones, ni mostrar otra cosa de lo que
siente? Pues no te engañes en esso, que
yo te digo que es muy al reues de lo que
tú lo imaginas. Vesme aqui donde estoy
que verdaderamente ninguna cosa ay en
mi, que se pueda gouernar por razon, ni
aun la podrá auer en quien tan ageno
estuuiere de su libertad como yo: porque
todas las subiectiones corporales dexan
libre (a lo menos) la voluntad, mas la
subjection de amor es tal, que la primera
cosa que haze, es tomaros possesion
della, y quieres tú, pastora, que forme
quexas, y finja sospiros, el que desta
manera se vee tratado? Bien paresçe en
fin que estás libre de amor, como yo
poco ha te dezia. Polidora le respondio:
yo conozco, Syluano, que los que aman,
reçiben muchos trabajos, y affliçiones,
todo el tiempo que no alcançan lo que
dessean: pero despues de conseguida la
cosa desseada, se les buelue en descanso
y contentamiento. De manera que todos
los males que passan, más proceden del
desseo, que de amor que tengan a lo que
dessean. Bien paresçe que hablas en
mal que no tienes experimentado (dixo
Syluano) porque el amor de aquellos
amantes cuyas penas çessan despues de
auer alcançado lo que dessean, no proçede
su amor de la razon, sino de un apetito
baxo y deshonesto. Seluagia, Belisa y la
hermosa Ciuthia, estauan tratando, quál
era la razon, porque en absencia las más
de las uezes se resfriaua el amor. Belisa
no podia creer que por nadie passasse
tan gran deslealtad, diziendo: que pues
siendo muerto el su Arsileo, y estando
bien segura de no uerle más, le tenía el
mismo amor que quando biuia, que ¿cómo
era possible, ni se podia suffrir, que
nadie oluidasse en absençia los amores,
que algun tiempo esperasse ver? La Nimpha
Ciuthia le respondio: no podré, Belisa,
responderte con tanta sufiçiençia como
por uentura la materia lo requeria, por
ser cosa que no se puede esperar del
ingenio de vna Nimpha como yo. Mas lo
que a mi me paresçe es que quando uno se
parte de la presençia de quien quiere
bien la memoria le queda por ojos: pues
solamente con ella uee lo que dessea.
Esta memoria tiene cargo de representar
al entendimiento lo que contiene en sí,
y del entenderse la persona que ama,
uiene la uoluntad, que es la terçera
potentia del ánima, a engendrar el desseo
mediante el qual tiene el ausente pena
por uer aquel que quiere bien. De manera
que todos estos effectos se deriuan de
la memoria, como de una fuente, donde
nasçe el prinçipio del desseo. Pues aueys
de saber aora, hermosas pastoras, que
como la memoria sea una cosa, que cuanto
más va, más pierde su fuerça y uigor
oluidandose de lo que le entregaron los
ojos: ansi tanbien lo pierden las otras
potençias, cuyas obras en ella tenian
su prinçipio, de la misma manera que a
los rios se les acabaria su corriente,
si dexassen de manar las fuentes adonde
nasçen. Y si como esto se entiende en el
que parte se entendiera tambien en el
que queda. Y pensar tú, hermosa pastora,
que el tiempo no curaria tu mal, si
dexasses el remedio dél en manos de la
sábia Feliçia, será muy gran engaño:
porque ninguno ay, a quien ella no dé
remedio, y en el de amores más que en
todos los otros. La sábia Feliçia, que
aunque estaua algo apartada, oyó lo que
Cinthia dixo, le respondio: No seria
pequeña crueldad poner yo el remedio, de
quien tanto lo ha menester, en manos de
medio tan espacioso, como es el tiempo.
Que puesto caso que algunas uezes no lo
sea, en fin, las enfermedades grandes, si
otro remedio no tienen sino el suyo, se
an de gastar tan despaçio que primero que
se acaben, se acabe la uida de quien las
tiene. Y porque mañana pienso entender
en lo que toca al remedio de la hermosa
Felismena, y de toda su compañia, y los
rayos del dorado Apollo paresce que uan
ya dando fin a su jornada, será bien que
nosotros lo demos a nuestra platica,
y nos uamos a mi aposento, que ya la
çena pienso que nos está aguardando. Y
ansi se fueron en casa de la gran sábia
Feliçia, donde hallaron ya las mesas
puestas, debaxo de unos uerdes parrales
que estauan en un jardin que en la casa
auia.[1259] Y acabando de çenar, la sábia
Feliçia rogo a Felismena que contasse
alguna cosa, ora fuesse hystoria, o
algun acresçimiento, que en la prouinçia
de Vandalia uuiesse sucçedido. Lo qual
Felismena hizo, y con muy gentil graçia
començo a contar lo presente:
En tiempo del ualeroso infante don
Fernando, que despues fue Rey de Aragon,
uuo un cauallero en España llamado
Rodrigo de Naruaez: cuya uirtud y
esfuerço fue tan grande, que ansi en la
guerra, como en la paz alcançó nonbre muy
prinçipal entre todos los de su tienpo,
y señaladamente se mostró quando el
dicho señor infante ganó de poder de los
moros la çiudad de Antequera: dando a
entender en muchas empresas y hechos de
armas que en esta guerra sucçedieron, un
animo muy entero, vn coraçon inuençible,
y una liberalidad, mediante la qual el
buen capitan no solo es estimado de su
gente: mas aun la agena haze suya. A cuya
causa meresçio que despues de ganada
aquella tierra en recompensa (aunque
desygual a sus exçelentes hechos) se
le dio la alcaydia y defensa della. Y
junto a esto, se le dió tambien la de
Alora, donde estuuo lo más del tiempo,
con çinquenta hidalgos escogidos a
sueldo del rey, para defensa y seguridad
de la fuerça. Los quales con el buen
gouierno de su capitan emprendian muy
ualerosas empresas en defençion de la
fe christiana, saliendo con mucha honra
dellas, y perpetuando su fama con los
señalados hechos que en ellos hazian.
Pues como sus animos fuessen tan enemigos
de la oçiosidad, y el exerçiçio de las
armas fuese tan acçepto al coraçon del
ualeroso Alcayde, vna noche del uerano,
cuya claridad y frescura de un blando
viento combidaua a no dexar de gozalla,
el Alcayde con nueue de sus caualleros,
porque los demas quedassen en guarda de
la fuerça armados a punto de guerra, se
salieron de Alora, por uer si los moros
sus fronteros se descuydauan, y confiados
en ser de noche, passauan por algun
camino, de los que çerca de la villa
estauan. Pues yendo los nueue caualleros
y su capitan ualeroso con todo el secreto
possible, y con muy gran cuydado de
no ser sentidos, llegaron a donde el
camino por do yua se repartia en dos, y
despues de tener su consejo, acordaron de
repartirse çinco por cada uno, con tal
orden que si los unos se uiessen en algun
aprieto, tocando una corneta, serian
socorridos de los otros. Y desta manera
el Alcayde, y los quatro dellos echaron a
la vna mano, y los otros çinco a la otra,
los quales yendo por el camino, hablando
en diuersas cosas y desseando cada vno
dellos hallar en qué emplear su persona,
y señalarse, como cada dia acostunbrauan
hazer, oyeron no muy lexos de si vna boz
de hombre que suauissimamente cantaua,
y de quando en quando daua vn suspiro,
que del alma le salia, en el qual daua
muy bien a entender que alguna passion
enamorada le occupaua el pensamiento.
Los caualleros que esto oyeron, se meten
entre un arboleda que cerca del camino
auia, y como la luna fuesse tan clara
que el dia no lo era más, uieron uenir
por el camino donde ellos yuan un moro
tan gentil hombre y bien tallado, que
su persona daua bien a entender que
deuia ser de gran linaje y esfuerço:
uenia en un gran cauallo ruoçio rodado,
uestida una marlota y albornoz de damasco
carmesi, con rapaçejos de oro, y las
labores dél çercadas de cordonçillos
de plata. Traya en la cinta un hermoso
alfanje con muchas borlas de seda y oro,
en la cabeça una toca Tunezi de seda y
algodon listada de oro y rapaçejos de lo
mismo, la qual dandole muchas bueltas
por la cabeça le seruia de ornamento y
defensa de su persona. Traya una adarga
en el braço yzquierdo muy grande, y en la
derecha mano vna lança de dos hierros.
Con tan gentil ayre, y continente uenia
el enamorado moro, que no se podia más
dessear, y aduertiendo a la cançion que
dezia, oyeron que el romançe (aunque en
arabigo le dixesse) era este:
En Cartama me he criado,
nasçi en Granada primero,
mas fuy de Alora frontero,
y en Coyn enamorado.
Aunque en Granada nasçi,
y en Cartama me crié,
en Coyn tengo mi fe,
con la libertad que di,
alli biuo adonde muero,
y estoy do está mi cuydado,
y de Alora soy frontero,
y en Coyn enamorado.
Los cinco caualleros que quiça de
las passiones enamoradas tenian poca
experiençia, o ya que la tuuiessen,
tenian más ojo al interesse que tan
buena presa les prometia, que a la
enamorada cançion del moro, saliendo de
la emboscada, dieron con gran impetu
sobre él; mas el valiente moro que en
semejantes cosas era esperimentado
(aunque entonces el amor fuesse señor de
sus pensamientos) no dexó de boluer sobre
sí con mucho animo, y con la lança en la
mano, comiença a escaramuçar con todos
los çinco christianos, a los quales muy
en breue dió a conosçer que no era menos
ualiente que enamorado. Algunos dizen que
uinieron a él uno a uno, pero los que
han llegado al cabo con la uerdad desta
historia, no dizen sino que fueron todos
juntos, y es razonable cosa de creer que
para prendelle yrian todos, y que quando
uiessen que se defendia, se apartarian
los quatro. Como quiera que sea, él los
puso en tanta neçessidad que derribando
los tres, los otros dos cometian con
grandissimo animo, y no era menester
poco segun el ualiente aduersario
que tenían, porque puesto caso que
anduuiesse herido en un muslo, aunque no
de herida peligrosa, no era su esfuerço
de manera que aun las heridas mortales
le pudiessen espantar, pues auiendo
perdido su lança, puso las piernas al
cauallo, haziendo muestra de huyr: los
dos caualleros lo seguian, y él buelue
a passar entrellos como un rayo, y en
llegando a donde estaua uno de los tres
quél auia derribado, se dexó colgar del
cauallo, y tomando la lança se boluio a
endereçar con gran ligereza en la silla.
A esta hora, vno de los dos escuderos
tocó el cuerno, y él se vino a ellos, y
los traya de manera que si aquella hora
el ualeroso Alcayde no llegara, lleuaran
el camino de los tres compañeros que en
el campo estauan tendidos. Pues como el
Alcayde llegó, y vido que ualerosamente
el moro se combatia tuuolo en mucho, y
desseó en extremo prouarse con él, y
muy cortesemente le dixo: Por çierto,
cauallero, no es vuestra valentia y
esfuerço de manera que no se gane mucha
honra en uenceros, y si esta la fortuna
me otorgasse no ternia mas que pedille:
mas aunque sé el peligro a que me pongo
con quien tan bien se sabe defender, no
dexaré de hazello, pues que ya en el
acometello no puede dexar de ganarse
mucho. Y diziendo esto, hizo apartar los
suyos, poniendose el vençido por premio
del uencedor. Apartados que fueron,
la escaramuça entre los dos ualientes
caualleros se començo. El ualeroso
Naruaez desseaua la victoria, porque
la valentia del Moro le acresçentaua
la gloria que con ella esperaua. El
esforçado Moro, no menos que el Alcayde
la desseaua, y no con otro fin, sino
de conseguir el de su esperança. Y
ansi andauan los dos tan ligeros en el
herirse y tan osados en acometerse, que
si el cansancio passado y la herida que
el Moro tenía no se lo estoruara, con
dificultad uuiera el Alcayde victoria
de aquel hecho. Mas esto, y el no poder
menearse su cauallo, muy claramente se
la prometian, y no porque en el Moro se
conosçiesse punto de couardia, mas como
uio que sola esta batalla le yua la vida,
la qual él trocara por el contentamiento
que la fortuna entonçes le negaua, se
esforço quanto pudo, y poniendose sobre
los estriuos, dió al Alcayde vna gran
lançada por ençima del adarga. El qual
reçebido aquel golpe, le respondio con
otro en el braço derecho, y atreuiendose
en sus fuerças si a braços uiniessen,
arremetió con él, y con tanta fuerça le
abraçó que sacandolo de la silla, dió con
él en tierra diziendo: Cauallero, date
por mí uençido, si más no estimas serlo,
que la vida en mis manos tienes. Matarme
(respondio el Moro) está en tu mano como
dizes, pero no me hará tanto mal la
fortuna que pueda ser vençido, sino de
quien mucho ha que me he dexado vençer, y
este solo contento me queda de la prision
a que mi desdicha me ha traydo. No miró
el Alcayde, tanto en las palabras del
moro, que por entonçes le preguntasse a
qué fin las dezia, mas vsando de aquella
clemençia que el uençedor ualeroso suele
usar con el desamparado de la fortuna,
lo ayudó a leuantar, y el mismo le
apretó las llagas, las quales no eran
tan grandes que le estoruassen a subir
en su cauallo, y assi todos juntos con
la presa tomaron el camino de Alora.
El Alcayde lleuaua siempre en el moro
puestos los ojos, paresçiendole de gentil
talle y disposiçion, acordauase de lo
que le auia uisto hazer, paresçiale
demasiada tristeza la que lleuaua para
un animo tan grande, y porque tambien se
iuntauan a esto algunos sospiros, que
dauan a entender más pena de la que se
podia pensar que cupiera en honbre tan
ualiente, y queriendose informar mejor
de la causa desto le dixo: Cauallero,
mira que el prisionero que en la prision
pierde el animo, auentura el derecho de
la libertad, y que en las cosas de la
guerra, se an de reçebir las aduersas con
tan buen rostro, que se merezca por esta
grandeza de animo gozar de las prosperas,
y no me paresçe que estos sospiros
corresponden al ualor y esfuerço que tu
persona ha mostrado, ni las heridas son
tan grandes, que se auentura la uida, la
qual no has mostrado tener en tanto, que
por la honra no dexasses de oluidalla.
Pues si otra ocasion te da tristeza,
dimela, que por la fe de cauallero te
juro, que use contigo de tanta amistad
que jamas te puedas quexar de auermelo
dixo. El moro oyendo las palabras del
Alcayde, las quales arguyan un animo
grande y magnanimo, y la offerta que
le auia hecho de ayudallo, paresciole
discreçion muy grande no encubrille la
causa de su mal, pues sus palabras le
dauan tan grande esperança de remedio,
y alçando el rostro que con el peso de
la tristeza lo lleuaua inclinado, le
dixo: ¿Cómo te llamas cauallero, que
tanto esfuerço me pones y sentimiento
muestras tener de mi mal? Esto no te
negaré yo, dixo el Alcayde, a mi me
llaman Rodrigo de Naruaez, soy Alcayde
de Alora y Antequera: tengo aquellas
dos fuerças por el Rey de Castilla mi
señor. Quando el moro le oyó esto, con
un semblante algo más alegre que hasta
alli, le dixo: En extremo me huelgo,
que mi mala fortuna traya un descuento
tan bueno, como es auerme puesto en tus
manos, de cuyo esfuerço y uirtud muchos
dias ha que soy informado, y aunque más
cara me costasse la experiençia, no
me puedo agrauiar, pues como digo, me
desagrauia uerme en poder de una persona
tan prinçipal. Y porque ser uençido de
ti me obliga a tenerme en mucho, y que
de mí no se entienda flaqueza sin tan
gran occasion que no sea en mi mano dexar
de tenella, suplicote por quien eres
que mandes apartar tus caualleros, para
que entiendas que no el dolor de las
heridas, ni la pena de uerme preso, es
causa de mi tristeza. El Alcayde oyendo
estas razones al moro tuuolo en mucho,
y porque en extremo desseaua informarse
de su sospecha, mandó a sus caualleros
que fuessen algo delante, y quedando
solos los dos, el moro sacando del alma
un profundo sospiro, dixo desta manera:
Valeroso Alcayde, si la experiençia de
tu gran uirtud no me la uuiese el tienpo
puesto delante los ojos, muy escusadas
serian las palabras que tu uoluntad me
fuerça a dezir, ni la cuenta que te
pienso dar de mi uida, que cada hora es
çercada de mil desassosiegos y sospechas;
la menor de las quales te paresçera
peor que mil muertes. Mas como de una
parte me assegure lo que digo, y de la
otra que eres cauallero y que o auras
oydo, ó avrá passado por ti semeiante
passion que la mia, quiero que sepas que
a mi me llaman Abindarraez el moço, a
differençia de un tio mio, hermano de mi
padre, que tiene el mesmo apellido. Soy
de los abençerrajes de Granada, en cuya
desuentura aprendi a ser desdichado,
y porque sepas quál fue la suya, y de
ay uengas a entender lo que se puede
esperar de la mia: sabras que uuo en
Granada un linaje de caualleros llamados
abençerrajes; sus hechos y sus personas
ansi en esfuerço para la guerra, como
en prudençia para la paz, y gouierno
de nuestra republica eran el espejo
de aquel reyno. Los uiejos eran del
consejo del Rey, los moços exerçitauan
sus personas en actos de caualleria
siruiendo a las damas y mostrando en sí
la gentileza y ualor de sus personas.
Eran muy amados de la gente popular,
y no mal quistos entre la prinçipal,
aunque en todas las buenas partes que
un cauallero deue tener se auentajassen
a todos los otros. Eran muy estimados
del Rey, nunca cometieron cosa en la
guerra ni el consejo, que la experiençia
no correspondiesse a lo que dellos se
esperaua, en tanto grado era loada su
ualentia, libertad y gentileza, que se
trajo por exemplo, uo auer abençerraje
couarde, escasso, ni de mala disposiçion.
Eran maestros de los trajes, de las
inuençiones, la cortesia y seruiçio de
las damas andaua en ellos en su uerdadero
punto, nunca abençerraje siruio dama de
quien no fuesse fauoresçido, ni dama
se tuuo por digna deste nombre que no
tuuiesse abençerraje por seruidor. Pues
estando ellos en esta prosperidad y
honra y en la reputaçion que se puede
dessear, uino la fortuna embidiosa del
descanso y contentamiento de los hombres,
a deriballos de aquel estado, en el
más triste y desdichado que se puede
imaginar, cuyo prinçipio fue auer el Rey
hecho çierto agrauio a dos abençerrajes,
por donde les leuantaron que ellos con
otros diez caualleros de su linaje se
auian conjurado de matar al Rey y diuidir
el reyno entre si, por uengarse de la
injuria alli reçibida. Esta conjuraçion,
ora fuesse uerdadera, o que ya fuesse
falsa, fue descubierta antes que se
pusiesse en execuçion, y fueron presos
y cortadas las cabeças a todos, antes
que uiniesse a notiçia del pueblo, el
qual sin duda se alçara, no consintiendo
en esta justiçia. Lleuandolos pues a
iustiçiar, era cosa estrañissima uer los
llantos de los unos, las endechas de
los otros, que de conpassion de estos
caualleros por toda la çiudad se hazian.
Todos corrian al Rey, comprauanle la
misericordia con grandes summas de oro y
plata, mas la seueridad fue tanta, que
no dio lugar a la clemençia. Y como esto
el pueblo uio, los començo a llorar de
nueuo; llorauan los caualleros con quien
solian acompañarse, llorauan las damas, a
quien seruian; lloraua toda la çiudad la
honra y autoridad que tales çiudadadanos
le dauan. Las bozes y alaridos eran
tantos que paresçian hundirse. El Rey
que a todas estas lagrimas y sentimiento
çerraua los oydos, mandó que se
executasse la sentençia, y de todo aquel
linaje no quedó hombre que no fuesse
degollado aquel dia, saluo mi padre y
un tio mio, los quales se halló que no
auian sido en esta conjuraçion. Resultó
más deste miserable caso, derriballes las
casas, apregonallos el Rey por traydores,
confiscalles sus heredades y tierras,
y que ningun abençerraje más pudiesse
biuir en Granada, saluo mi padre y mi
tio, con condiçion que si tuuiessen
hijos, a los uarones embiassen luego en
nasçiendo a criar fuera de la çiudad,
para que nunca boluiessen a ella; y que
si fuessen henbras, que siendo de edad,
las casassen fuera del reyno. Quando
el Alcayde oyo el estraño cuento de
Abindarraez y las palabras con que se
quexaua de su desdicha, no pudo tener sus
lagrimas, que con ellas no mostrasse el
sentimiento que de tan desastrado caso
deuia sentirse. Y boluiendose al moro,
le dixo: Por çierto, Abindarraez, tú
tienes grandissima occasion de sentir la
gran cayda de tu linaje, del qual yo no
puedo creer que se pusiesseen hazer tan
grande trayçion, y quando otra prueua no
tuuiesse, sino proçeder della un honbre
tan señalado como tú, bastaria para
yo creer que no podria caber en ellos
maldad. Esta opinion que tienes de mí,
respondio el moro, Alá te la pague, y él
es testigo que la que generalmente se
tiene de la bondad de mis passados, es
essa misma. Pues como yo nasçiesse al
mundo con la misma uentura de los mios,
me embiaron (por no quebrar el edicto
del Rey) a criar a una fortaleza que
fue de christianos, llamada Cartama,
encomendandome al Alcayde della, con
quien mi padre tenía antigua amistad,
hombre de gran calidad en el reyno, y de
grandissima uerdad y riqueza: y la mayor
que tenia era una hija, la qual es el
mayor bien que yo en esta uida tengo. Y
Alá me la quite si yo en algun tiempo
tuuiere sin ella otra cosa que me dé
contento. Con esta me crié desde niño,
porque tambien ella lo era, debaxo de un
engaño, el qual era pensar que eramos
ambos hermanos, porque como tales nos
tratauamos y por tales nos teniamos, y
su padre como a sus hijos nos criaua. El
amor que yo tenia a la hermosa Xarifa
(que assi se llama esta señora que lo es
de mi libertad) no sería muy grande si yo
supiesse dezillo; basta auerme traydo a
tienpo que mil uidas diera por gozar de
su uista solo vn momento. Yua cresçiendo
la edad, pero mucho más cresçia el amor,
y tanto que ya paresçia de otro metal
que no de parentesco. Acuerdome que un
dia estando Xarifa en la huerta de los
jazmines conponiendo su hermosa cabeça,
mirela espantado de su gran hermosura, no
sé cómo me peso de que fuesse mi hermana.
Y no aguardando más, fueme a ella, y con
los braços abiertos, ansi como me uio,
me salió a reçebir, y sentandome en la
fuente iunto a ella, me dixo: Hermano,
¿cómo me dexaste tanto tienpo sola? Yo le
respondia: Señora mia, gran rato ha que
os busco: y nunca hallé quien me dixesse
do estauades hasta que mi coraçon me lo
dixo: mas dezidme agora, ¿qué çertedad
teneys uos de que somos hermanos? Yo no
otra (dixo ella) más del grande amor
que os tengo, y uer que hermanos nos
llaman todos y que mi padre nos trata a
los dos como a hijos. Y si no fueramos
hermanos (dixe yo) quisierades me tanto?
¿No ueys (dixo ella) que a no lo ser,
no nos dexarian andar siempre juntos y
solos, como nos dexan? Pues si este bien
nos auian de quitar (dixe yo) más uale
el que me tengo. Entonces encendiosele
el hermoso rostro, y me dixo: ¿Qué
pierdes tu en que seamos hermanos?
Pierdo a mi y a uos (dixe yo). No te
entiendo (dixo ella), mas a mí paresçeme
que ser hermanos nos obliga a amarnos
naturalmente. A mí (dixe yo) sola uuestra
hermosura me obliga á quereros, que esta
hermandad antes me resfria algunas uezes;
y con esto abaxando mis ojos de empacho
de lo que dixe, uila en las aguas de la
fuente tan al proprio como ella era, de
suerte que a do quiera que boluia la
cabeça, hallaua su ymagen y trasunto,
y la uia uerdadera transladada en mis
entrañas. Dezia yo entonçes entre mí: Si
me ahogassen aora en esta fuente a do
ueo a mi señora, quánto más desculpado
moriria yo que Narciso; y si ella me
amasse como yo la amo, qué dichoso sería
yo. Y si la fortuna permitiesse biuir
siempre juntos, qué sabrosa uida sería la
mia! Estas palabras dezia yo a mi mesmo,
y pesárame que otro me las oyera. Y
diziendo esto lebanteme, y boluiendo las
manos hazia vnos jazmines, de que aquella
fuente estaua rodeada, mezclandolos con
arrayanes hize vna hermosa guirnalda, y
poniendomela sobre mi cabeça, me bolui
coronado y vençido; entonçes ella puso
los ojos en mí más dulçemente al pareçer,
y quitandome la guirnalda la puso sobre
su cabeça, pareçiendo en aquel punto más
hermosa que Venus, y boluiendo el rostro
hazia mí, me dixo: ¿Qué te pareçe de
mí, Abindarraez? Yo la dixe: Pareçeme
que acabays de vençer a todo el mundo,
y que os coronan por reyna y señora
dél. Leuantandose me tomó de la mano,
diciendome: Si esso fuera, hermano, no
perdierades uos nada. Yo sin la responder
la segui hasta que salimos de la huerta.
De ahi algunos dias, ya que al crudo amor
le pareçio que tardaua mucho en acabar de
darme el desengaño de lo que pensaua que
auia de ser de mí, y el tiempo queriendo
descubrir la çelada, venimos a saber
que el parentesco entre nosotros era
ninguno, y asi quedó la afiçion en su
verdadero punto. Todo mi contentamiento
estaua en ella: mi alma tan cortada a
medida de la suya, que todo lo que en su
rostro no auia, me pareçia feo, escusado
y sin prouecho en el mundo. Ya a este
tiempo, nuestros pasatiempos eran muy
diferentes de los pasados: ya la mirava
con reçelo de ser sentido: ya tenia zelo
del sol que la tocaba, y aun mirandome
con el mismo contento que hasta alli
me auia mirado, a mí no me lo pareçia,
porque la desconfianza propia es la cosa
más çierta en vn coraçon enamorado.
Suçedio que estando ella vn dia junto
a la clara fuente de los jazmines, yo
llegué, y comenzando a hablar con ella
no me pareçio que su habla y contenencia
se conformaua con lo pasado. Rogome que
cantasse, porque era vna cosa que ella
muchas vezes holgaua de oyr: y estaua yo
aquella ora tan desconfiado de mí que no
creí que me mandaua cantar porque holgase
de oyrme, sino por entretenerme en
aquello, de manera que me faltase tiempo
para deçille mi mal. Yo que no estudiaua
en otra cosa, sino en hazer lo que mi
señora Xarifa mandaua, comenze en lengua
arabiga a cantar esta cançion, en la qual
la di a entender toda la crueldad que
della sospechaua:
Si hebras de oro son vuestros cabellos,
a cuia sombra estan los claros ojos,
dos soles cuyo çielo es vuestra frente;
faltó rubí para hazer la boca,
faltó el christal para el hermoso cuello,
faltó diamante para el blanco pecho.
Bien es el coraçon qual es el pecho,
pues flecha de metal de los cabellos,
iamas os haze que boluays el cuello,
ni que deis contento con los ojos:
pues esperad vn sí de aquella boca
de quien miró jamas con leda frente.
¿Hay más hermosa y desabrida frente
para tan duro y tan hermoso pecho?
¿Hay tan diuina y tan airada boca?
¿tan ricos y auarientos ay cabellos?
¿quién vio crueles tan serenos ojos
y tan sin mouimiento el dulce cuello?
El crudo amor me tiene el lazo al cuello,
mudada y sin color la triste frente,
muy cerca de cerrarse estan mis ojos:
el coraçon se mueue acá en el pecho,
medroso y erizado está el cabello,
y nunca oyó palabra desa boca.
O más hermosa y más perfecta boca
que yo sabré dezir: o liso cuello,
o rayos de aquel sol que no cabellos,
o christalina cara, o bella frente,
o blanco ygual y diamantino pecho,
¿quando he de uer clemencia en esos ojos?
Ya siento el nó en el boluer los ojos,
oid si afirma pues la dulce boca,
mirad si está en su ser el duro pecho,
y cómo acá y allá menea el cuello,
sentid el ceño en la hermosa frente;
pues ¿qué podre esperar de los cabellos?
Si saben dezir no el cuello y pecho,
si niega ya la frente y los cabellos,
¿los ojos qué haran y hermosa boca?
Pudieron tanto estas palabras que siendo
ayudadas del amor de aquella a quien se
dezian, yo ui derramar vnas lagrimas que
me enternecieron el alma, de manera que
no sabre dezir si fue maior el contento
de uer tan uerdadero testimonio del amor
de mi señora o la pena que reçibi de la
ocasion de derramallas. Y llamandome me
hizo sentar junto a si, y me comenzo a
hablar desta manera: Abindarraez, si el
amor a que estoy obligada (despues que me
satisfize de tu pensamiento) es pequeño
o de manera que no pueda acauarse con la
uida, yo espero que antes que dejemos
solo el lugar donde estamos, mis palabras
te lo den a entender. No te quiero poner
culpa de lo que las desconfianzas te
hazen sentir, porque sé que es tan çierta
cosa tenellas que no ay en amor cosa que
más lo sea. Mas para remedio de esto y
de la tristeza, que yo tenía en uerme
en algun tiempo apartada de tí; de oy
más te puedes tener por tan Señor de mi
libertad, como lo serás no queriendo
rehusar el vinculo de matrimonio,
lo qual ante todas cosas impide mi
honestidad y el grande amor que tengo.
Yo que estas palabras oi, haçiendomelas
esperar amor muy de otra manera, fue
tanta mi alegria que sino fue hincar los
hinojos en tierra besandole sus hermosas
manos, no supe hazer otra cosa. Debajo
de esta palabra viví algunos dias con
maior contentamiento del que yo aora
sabre dezir: quiso la ventura envidiosa
de nuestra alegre vida quitarnos este
dulce y alegre contentamiento, y fue
desta manera: que el Rey de Granada por
mejorar en cargo al Alcayde de Cartama,
embiole a mandar que luego dexasse la
fortaleza, y se fuesse en Coyn, que es
aquel lugar frontero del uuestro, y me
dexasse a mí en Cartama en poder del
Alcayde que alli viniesse. Sabida esta
tan desastrada nueua por mi señora y
por mí, juzgad vos si en algun tiempo
fuesses enamorado, lo que podriamos
sentir. Juntamonos en un lugar secreto a
llorar nuestra perdida y apartamiento.
Yo la llamaua señora mia, mi bien solo,
y otros diuersos nombres quel amor me
mostraua. Deziale llorando: apartandose
nuestra hermosura de mi, ¿tendreys alguna
uez memoria deste uuestro captiuo? Aqui
las lagrimas y sospiros atajauan las
palabras, y yo esforçandome para dezir
más, dezia algunas razones turbadas,
de que no me acuerdo: porque mi señora
lleuó mi memoria tras si. ¿Pues quién
podra dezir lo que mi señora sentía
deste apartamiento, y lo que a mi hazian
sentir las lagrimas que por esta
causa derramaua? Palabras me dixo ella
entonçes que la menor dellas bastaua
para dar en qué entender al sentimiento
toda la uida. Y no te las quiero dezir
(ualeroso Alcayde), porque si tu pecho no
ha sido tocado de amor, te paresçerían
impossibles; y si lo ha sido, ueriades
que quien las oyesse, no podra quedar
con la uida. Baste que el fin dellas
fue dezirme que en auiendo occasion, o
por enfermedad de su padre, o ausençia,
ella me embiaria a llamar para que
vuiesse effecto lo que entre nos dos
fue conçertado. Con esta promessa mi
coraçon se assossego algo, y besé las
manos por la merçed que me prometia.
Ellos se partieron luego otro dia, yo me
quedé como quien camina por vnas asperas
y fragosas montañas, y passandosele el
sol, queda en muy escuras tinieblas:
començe a sentir su ausençia asperamente,
buscando todos los falsos remedios contra
ella. Miraua las uentanas donde se solia
poner, la camara en que dormia, el jardin
donde reposaua y tenía la siesta, las
aguas donde se bañaua, andaua todas sus
estancias, y en todas ellas hallaua vna
cierta representaçion de mis fatigas.
Verdad es que la esperança que ma dio de
llamarme me sostenia, y con ella engañaua
parte de mis trabajos. Y aunque algunas
uezes de uer tanto dilatar mi desseo, me
causaua más pena, y holgara de que me
dexaran del todo desesperado, porque la
desesperacion fatiga hasta que se tiene
por cierta, mas la esperança hasta que
se cumple, el desseo. Quiso mi buena
suerte que oy por la mañana mi señora me
cumplio su palabra, embiandome, a llamar,
con vna criada suya, de quien como de sí
fiaua, porque su padre era partido para
Granada, llamado del Rey, para dar buelta
luego. Yo resusçitado con esta improuisa
y dichosa nueua, aperçibime luego para
caminar. Y dexando venir la noche por
salir más secreto y encubierto, puseme
en el habito que me encontraste el más
gallardo que pude, por mejor mostrar a mi
señora la vfania y alegria de mi coraçon.
Por çierto no creyera yo que bastaran
dos caualleros juntos a tenerme campo,
porque traya a mi señora comigo, y si
tú me vençiste no fue por esfuerço, que
no fue possible, sino que mi suerte tan
corta o la determinaçion del çielo, quiso
atajarme tan supremo bien. Pues considera
agora en el fin de mis palabras el bien
que perdi y el mal que posseo. Yo yua de
Cartama a Coyn breue jornada, aunque el
desseo la alargaua mucho, el más vfano
abencerraje que nunca se uio, yua llamado
de mi señora, a uer a mi señora, a gozar
de mi señora. Veo me agora herido,
captiuo y en poder de aquel que no sé
lo que hará de mí: y lo que más siento
es que el término y coyuntura de mi
bien se acabó esta noche. Dexame pues,
christiano, consolar entre mis sospiros.
Dexame desahogar mi lastimado pecho,
regando mis ojos con lagrimas, y no
juzgues esto a flaqueza, que fuera harto
mayor tener animo para poder suffrir (sin
hazer lo que hago) en tan desastrado y
riguroso trançe. Al alma le llegaron al
ualeroso Naruaez las palabras del moro,
y no poco espanto reçibio del estraño
sucçesso de sus amores. Y paresçiendole
que para su negoçio, ninguna cosa podia
dañar más que la dilaçion, le dixo a
Abindarraez: quiero que ueas que puede
más mi uirtud que tu mala fortuna, y si
me prometes de boluer a mi prision dentro
del terçero dia, yo te dare libertad para
que sigas tu començado camino, porque me
pesaria atajarte tan buena empresa. El
abençerraje que aquesto oyó quiso echarse
a sus pies, y dixole: Alcayde de Alora,
si vos hazeys esso, a mi dareys la vida,
y uos aureys hecho la mayor gentileza de
coraçon que nunca nadie hizo: de mí tomad
la seguridad que quisieredes por lo que
me pedis, que yo cumplire con uos lo que
assentare. Entonces Rodrigo de Naruaez
llamó a sus compañeros, y dixoles:
Señores, fiad de mí este prisionero,
que yo salgo por fiador de su rescate.
Ellos dixeron que ordenasse a su noluntad
de todo, que de lo que él hiziesse
serian muy contentos. Luego el Alcayde
tomando la mano derecha a Abençerraje,
le dixo: Vos prometeys como cauallero de
uenir a mi castillo de Alora, a ser mi
prisionero dentro del terçero dia? El le
dixo: sí prometo: pues yd con la buena
uentura; y si para nuestro camino teneys
neçessidad de mi persona, o de otra cosa
alguna, tambien se hará. El moro se lo
agradesçio mucho, y tomó vn cauallo quel
Alcayde le dió, porque el suyo quedó de
la refriega passada herido, y ya yua muy
cansado y fatigado de la mucha sangre
que con el trabajo del camino le salia.
Y buelta la rienda se fue camino de Coyn
a mucha priessa. Rodrigo de Naruaez y
sus compañeros se boluieron a Alora,
hablando en la valentia y buenas maneras
del abençerraje. No tardó mucho el moro,
segun la priessa que lleuaua, en llegar
a la fortaleza de Coyn, donde yendose
derecho como le era mandado, la rodeó
toda, hasta que halló una puerta falsa
que en ella auia: y con toda su priessa
y gana de entrar por ella, se detuuo
un poco alli hasta reconosçer todo el
campo por uer si auia de qué guardarse:
y ya que uio todo sossegado tocó con el
cuento de la lança a la puerta, porque
aquella era la señal que le auia dado la
dueña que le fue a llamar; luego ella
misma le abrio, y le dixo: Señor mio,
uuestra tardança nos ha puesto en gran
sobresalto, mi señora ha gran rato que
os espera, apeaos y subid a donde ella
está. El se apeó de su cauallo, y le puso
en un lugar secreto que allí halló, y
arrimando la lança a una pared con su
adarga y çimitarra, lleuandole la dueña
por la mano, lo mas passo que pudieron,
por no ser conosçidos de la gente del
castillo, se subieron por una escalera
hasta el aposento de la hermosa Xarifa.
Ella que auia sentido ya su uenida, con
la mayor alegria del mundo lo salió a
reçebir, y ambos con mucho regozijo y
sobresalto se abraçaron sin hablarse
palabra del sobrado contentamiento, hasta
que ya tornaron en si. Y ella le dixo:
¿En qué os aueys detenido, señor mio,
tanto que uuestra mucha tardança me ha
puesto en grande fatiga y confusion?
Señora mia (dixo él) uos sabeys bien que
por mi negligencia no aurá sido, mas no
siempre sucçeden las cosas como hombre
dessea, assi que si me he tardado, bien
podeys creer que no ha sido más en mi
mano. Ella atajandole su platica, le
tomó por la mano, y metiendole en un
rico aposento se sentaron sobre una
cama que en él auia, y le dixo: He
querido, Abindarraez, que ueays en qué
manera cumplen las captiuas de amor sus
palabras, porque desde el dia que uos la
di por prenda de mi coraçon, he buscado
aparejos para quitarosla. Yo os mandé
uenir a este castillo para que seays
mi prisionero como yo lo soy uuestra.
He os traydo aqui para hazeros señor
de mi y de la hazienda de mi padre,
debaxo de nombre de esposo, que de otra
manera ni mi estado, ni uuestra lealtad
lo consentiria. Bien sé yo que esto
será contra la uoluntad de mi padre,
que como no tiene conosçimiento de
uuestro ualor tanto como yo, quisiera
darme marido más rico, más yo uuestra
persona y el conosçimiento que tendreys
con ella tengo por la mayor riqueza del
mundo. Y diziendo esto baxó la cabeça,
mostrando vn çierto y nueuo empacho de
auerse descubierto y declarado tanto. El
moro la tomó en sus braços, y besandole
muchas uezes las manos, por la merçed
que le hazia, dixole: Señora de mi
alma, en pago de tanto bien como me
offreçeys no tengo qué daros de nueuo,
porque todo soy uuestro, solo os doy
esta prenda en señal, que os reçibo
por mi señora y esposa: y con esto
podeys perder el empacho y verguença
que cobrastes quando uos me reçebistes
a mi. Ella hizo lo mismo, y con esto
se acostaron en su cama, donde con la
nueua experiençia ençendieron el fuego
de sus coraçones. En aquella empresa
passaron muy amorosas palabras y obras
que son más para contemplaçion que no
para escriptura. Al moro estando en
tan gran alegria, subitamente vino vn
muy profundo pensamiento, y dexando
lleuarse del, parose muy triste, tanto
que la hermosa Xarifa lo sentio, y
de uer tan subita nouedad, quedó muy
turbada. Y estando attenta, sintiole dar
vn muy profundo y aquexado sospiro,
reboluiendo el cuerpo a todas partes.
No podiendo la dama suffrir tan grande
offensa de su hermosura y lealtad,
paresçiendo que en aquello se offendia
grandemente, leuantandose un poco sobre
la cama, con voz alegre y sossegada,
aunque algo turbada, le dixo: ¿Qué es
esto, Abindarraez? paresçe que te has
entristeçido con mi alegria, y yo te oy
sospirar, y dar solloços reboluiendo el
coraçon y cuerpo a muchas partes. Pues
si yo soy todo tu bien y contentamiento,
cómo no me has dicho por quién sospiras,
y si no lo soy, porqué me engañaste? si
as hallado en mi persona alguna falta de
menor gusto que imaginauas, pon los ojos
en mi uoluntad que basta encubrir muchas.
Si sirues otra dama dime quien es para
que yo la sirua, y si tienes otra fatiga
de que yo no soy offendida, dimela, que
yo morire o te sacaré della. Y trauando
dél con un impetu y fuerça de amor le
boluio. El entonces confuso y auergonçado
de lo que auia hecho, paresçiendole
que no declararse sería darle occasion
de gran sospecha, con un apassionado
sospiro le dixo: Esperança mía, si yo
no os quisiera más que a mí, no uniera
hecho semejante sentimiento, porque el
pensar, que comigo traya, suffriera con
buen animo, quando yua por mi solo, más
aora que me obliga a apartarme de uos,
no tengo fuerças para sufrillo, y porque
no esteys más suspensa sin auer porqué,
quiero deziros lo que passa. Y luego le
conto todo su hecho, sin que la faltasse
nada, y en fin de sus razones le dixo con
hartas lagrimas: De suerte, señora, que
uuestro captiuo lo es tambien del Alcayde
de Alora; yo no siento la pena de la
prision, que uos enseñastes a mi coraçon
a suffrir, mas biuir sin uos tendria
por la misma muerte. Y ansi uereys que
mis sospiros se causan más de sobra de
lealtad, que de falta della. Y con esto,
se tornó a poner tan pensatiuo y triste,
como ante que començasse a dezirlo. Ella
entonçes con un semblante alegre le dixo:
No os congoxeys, Abindarraez, que yo tomo
a mi cargo el remedio de vuestra fatiga
porque esto a mí me toca, quanto mas que
pues es uerdad que qualquier prisionero
que aya dado la palabra de boluer a la
prision cumplira con embiar el rescate
que se le puede pedir, ponelde uos mismo
el nombre que quisieredes, que yo tengo
las llaues de todos los cofres y riquezas
que mi padre tiene, y yo las pondre todas
en uuestro poder, embiad de todo ello lo
que os paresçiere. Rodrigo de Naruaez es
buen cavallero y os dió vna vez libertad,
y le fiastes el presente negoçio, por
lo qual le obliga aora a usar de mayor
uirtud. Yo creo se contentará con esto,
pues teniendoos en su poder ha de hazer
por fuerça lo mismo de rescataros por
lo que él pidiere. El abençerraje le
respondio: Bien paresçe, señora, que
el amor que me teneys no da lugar que
me aconsejeys bien, que çierto no caere
yo en tan gran yerro como éste, porque
si quando me uenia a uerme solo con uos
estaua obligado a cumplir mi palabra,
agora que soy uuestro se entiende más
obligaçion. Yo mismo boluere a Alora y me
pondre en las manos del Alcayde della,
y tras hazer yo lo que deuo, haga la
fortuna lo que quisiere. Pues nunca Dios
quiera, dixo Xarifa, que yendo uos a ser
preso, yo quede libre, pues no lo soy:
yo quiero acompañaros en esta jornada;
que ni el amor que os tengo, ni el miedo
que he cobrado a mi padre de auelle
offendido, me consentiran hazer otra
cosa. El moro llorando de contentamiento
la abraço y le dixo: Siempre vays, alma
mia, acresçentandome las merçedes,
hagase lo que uos quereys, que assi lo
quiero yo. Con este acuerdo antes que
fuesse de dia se leuantaron, y proueydas
algunas cosas al viaje neçessarias,
partieron muy secretamente para Alora.
Ya amenesçia, y por no ser conosçida,
lleuaua el rostro cubierto. Con la gran
priessa que lleuauan llegaron en muy
breue tiempo a Alora, y yendose derechos
al castillo, como a la puerta tocaron,
fue luego abierta por las guardas, que ya
tenian notiçia de lo passado. El ualeroso
Alcayde los reçibio con mucha cortesia, y
saliendo a la puerta Abindarraez, tomando
a su esposa por la mano, se fue a él y le
dixo: Mira, Rodrigo, de Naruaez, si te
cumplo bien mi palabra, pues te prometi
de boluer un preso, y te traygo dos, que
uno bastaua para uençer muchos. Ves aqui
mi señora: juzga si he padesçido con
justa causa, reçibenos por tuyos, que yo
fio mi persona y su honra de tus manos.
El Alcayde holgo mucho, y dixo a la dama:
Señora, yo no sé de uosotros quál uençio
al otro: mas yo deuo mucho a entrambos.
Venid y reposareys en nuestra casa, y
tenedla de aqui adelante por tal, pues
lo es su dueño. Con esto se fueron a su
aposento, y de ay a poco comieron, porque
uenian cansados. El Alcayde preguntó al
moro qué tal uenia de sus llagas. Paresçe
(dixo el) que con el camino las tengo
harto enconadas y con dolor. La hermosa
Xarifa muy alterada desto, dixo: ¿Qué es
esto, señor, llagas teneys uos que yo
no sepa? Dixo el: Quien escapó de las
uuestras en poco tendra todas las otras.
Verdad es que de la escaramuça de la
noche saqué dos pequeñas heridas, y el
trabajo del camino y el no auerme curado
me ha hecho algun daño, pero todo es
poco. Bueno sera que os acosteys (dixo
el Alcayde) y vendra un cyrujano que yo
tengo aqui en el castillo y curaros ha.
Luego la hermosa Xarifa le hizo desnudar,
todauia alterada, pero con harto sossiego
y reposo en su rostro, por no le dar pena
mostrando que la tenía. El cyrujano uino,
y mirandole las heridas dixo: Que como
auian sido en soslayo no eran peligrosas,
ni tardarian en sanar mucho, y con çierto
remedio que luego le hizo, le mitigó el
dolor, y de ay a quatro dias como le
curaua con tanto cuydado estuuo sano.
Acabando un dia de comer, el abençerraje
dixo al Alcayde estas palabras: Rodrigo
de Naruaez (segun eres discreto) por la
manera de nuestra uenida aurás entendido
lo demas, yo tengo esperança que este
negoçio que aora tan dañado está se ha
de remediar por tus manos. Esta es la
hermosa Xarifa de quien te dixe es mi
señora y esposa, no quiso quedar en Coyn
de miedo de su padre, porque aunque él no
sabe lo que ha passado, todauia se temio
que este caso auia de ser descubierto. Su
padre está aora con el Rey de Granada, y
yo sé que el Rey te ama por tu esfuerço y
uirtud aunque eres christiano. Suplicote
alcançes dél que nos perdone auerse hecho
esto sin su liçençia y sin que él lo
supiesse: pues ya la fortuna lo rodeó
y traxo por este camino. El Alcayde le
dixo: Consolaos, señores, que yo os
prometo como hijo dalgo, de hazer quanto
pudiere sobre este negoçio, y con esto
mandó traer papel y tinta, y determinó de
escreuir una carta al Rey de Granada, que
en uerdaderas y pocas palabras le dixesse
el caso, la qual dezia assi:
Muy poderoso Rey de Granada, el
Alcayde de Alora Rodrigo de Naruaez
tu servidor besa tus reales manos, y
digo que Abindarraez Abençerraje, que
se crió en Cartama auiendo nasçido en
Granada, estando en poder del Alcayde
de la dicha fortaleza, se enamoró de la
hermosa Xarifa su hija. Despues tú por
hazer merced al Alcayde, le passaste á
Coyn. Los enamorados por assegurarse
se desposaron entre sí; y llamado el
Abençerraje por el ausençia del padre
della que contigo tienes, fue a su
fortaleza, yo le encontre en el camino,
y en çierta escaramuça que con él tuue
en que se mostró muy valiente, esforçado
y animoso, le gané por mi prisionero, y
contandome su caso, apiadado y conmouido
de sus ruegos, le hize libre por dos
dias, él fue y se vió con su esposa,
de suerte que en la jornada cobró a su
esposa y perdio la libertad. Pues uiendo
ella que el Abençerraje boluio a mi
prision, quiso uenir con él, y assi estan
aora los dos en mi poder. Suplico te no
te offenda el nombre de Abençerraje, pues
éste y su padre fueron sin culpa de la
coniuraçion contra tu Real persona hecha,
y en testimonio dello biuen ellos agora.
A tu Alteza humildemente suplico el
remedio destos tristes amantes se reparta
entre ti y mí, yo perdonare su rescate
dél, y libremente le soltaré, y manda
tú al padre della, pues es tu vassallo,
que a ella la perdone, y a él reçiba por
hijo, porque en ello allende de hazerme a
mí singular merçed, harás aquello que de
tu uirtud y grandeza se espera.
Con esta carta despachó vno de sus
escuderos. El cual llegando hasta el Rey,
se la dio, él la tomó, y sabiendo cuya
era, holgo mucho, porque a este solo
christiano amaua por su ualor y persona,
y en leyendola, boluio el rostro, y
uio al Alcayde de Coyn, y tomandole a
parte, le dio la carta, diziendole: lee
esta carta, y él la leyo, y en uer lo
que passaua, reçibio gran alteraçion.
El Rey dixo: No te congoxes, aunque
tengas causa; que ninguna cosa me pedira
el Alcayde de Alora, que pudiendo la
hazer, no la haga, y ansi te mando uayas
sin dilaçion a Alora, y perdones a tus
hijos, y los lleues luego á tu casa,
que en pago deste seruiçio yo te haré
siempre merçedes. El Moro lo sintio en
el alma, más uiendo que no podia passar
del mandado de su Rey, boluiendo de
buen continente, y sacando fuerças de
flaqueza, como mejor pudo, dixo que ansi
lo haria. Partiose lo más presto que pudo
el Alcayde de Coyn, y llegó a Alora, a
donde ya por el escudero se sabía lo que
passaua, y fue muy bien reçebido. El
Abençerraje y su hija paresçieron ante
él con harta uerguença, y le besaron las
manos, e los reçibio muy bien, y les
dixo: No se trate de cosas passadas; el
Rey me mandó hiziesse esto, yo os perdono
el aueros casado, sin que lo supiesse yo;
que en lo demás, hija, nos escogistes
mejor marido que yo os lo supiera dar.
Rodrigo de Naruaez holgo mucho de uer lo
que passaua, y les hazia muchas fiestas
y banquetes. Vn dia acabando de comer,
les dixo: Yo tengo en tanto auer sido
alguna parte para que este negoçio esté
en tan buen estado, que ninguna cosa me
pudiera hazer más alegre, y ansi digo
que sola la honra de aueros tenido por
mis prisioneros, quiero por el rescate
desta prisión: vos, Abindarraez, sois
libre, y para ello teneys liçençia de
yros donde os pluguiere, cada y cuando
que quisieredes. El se lo agradesçio
mucho, y ansi se adereçaron para partir
otro dia, acompañandolos Rodrigo de
Naruaez, salieron de Alora, y llegaron a
Coyn donde se hizieron grandes fiestas y
regozijos a los desposados, las quales
fiestas pasadas, tomando los un dia a
parte el padre, les dixo estas palabras:
Hijos, agora que sois señores de mi
hazienda, y estais en sosiego, razon
es que cumplays con lo que deueys al
Alcayde de Alora, que no por auer usado
con uosotros de tanta uirtud y gentileza,
es razon pierda el derecho de vuestro
rescate, antes se le deue (si bien se
mira) muy mayor, yo os quiero dar quatro
mil doblas zaenes, embiadselas, y tenedle
desde aqui adelante, pues lo meresçe,
por amigo, aunque entre él y uosotros
sean las leyes diferentes. El Abençerraje
se lo agradesçio mucho, y tomandolas,
las embió a Rodrigo de Naruaez, metidas
dentro de un mediano y rico coffre, y
por no mostrarse de su parte corto y
desagradecido, juntamente le embió seys
muy hermosos y enjaezados cauallos, con
seys adargas y lanças, cuyos hierros y
recatones eran de fino oro. La hermosa
Xarifa le escriuio una muy dulce y
amorosa carta, agradesçiendole mucho lo
que por ella auia hecho. Y no queriendo
mostrarse menos liberal y agradesçida
que los demas, le embió una caxa de
açipres muy olorosa, y dentro en ella
mucha y muy preçiosa ropa blanca para
su persona. El Alcayde ualeroso tomó
el presente, y agradesçiendolo mucho
a quien se lo embiaua, repartio luego
los cauallos y adargas y lanças por los
hidalgos que le acompañaron la noche
de la escaramuça, tomando uno para sí,
el que más le contentó, y la caxa de
açipres, con lo que la hermosa Xarifa
le auia embiado, y boluiendo las quatro
mil doblas al mensajero, le dixo: Deçid
a la señora Xarifa, que yo recibo las
doblas en rescate de su marido, y a ella
le siruo con ellas para ayuda de los
gastos de su boda, porque por sola su
amistad trocaré todos los intereses del
mundo, y que tenga esta casa por tan suya
como lo es de su marido. El mensajero se
boluio a Coyn, donde fue bien reçibido,
y muy loada la liberalidad del magnanimo
capitan, cuyo linaje dura hasta aora, en
Antequera, correspondiendo con magnificos
hechos al origen donde proçeden. Acabada
la historia, la sábia Feliçia alabó mucho
la graçia, y buenas palabras con que la
hermosa Felismena la auia contado, y lo
mismo hizieron las que estaban presentes,
las cuales tomando liçençia de la sábia
se fueron a reposar.
_Fin del cuarto libro._
NOTAS:
[1254] V., _angusta_.
[1255] M., _venir_.
[1256] En la edición de Milán se intercalan aquí las cuatro octavas
siguientes:
A Plania Lampuñana más hermosa
que l' hermosura misma, y más perfeta,
mirad, pastores, y vereis la cosa
que más animos rinde y los subjeta.
Mirad por una parte quán graçiosa,
por otra ved quán grave y quán discreta:
y vereis de las partes hecho un todo,
que a todas las del mundo exçede el modo.
Aquella clara luz que rresplandeçe
de modo que el sol huye y se le esconde,
doña Artemisa es sola, qu'engrandeçe
la insigne y alta cosa de Vizconde.
La flor de Italia es ella y quien mereçe
estar adonde está: que bien rresponde
linaje a hermosura y gentileza
y a quanto pudo dar naturaleza
Mirad Barbara Estanga, a quien s'inclina
no solo Amor, sino Minerva y Marte,
donde hay tanta beldad que s'imagina
que solo paró alli natura y arte:
su discreçion, su platica divina
para escreuilla soi muy poca parte:
ni bastan las çien lenguas de la fama
para saber loar tan alta dama.
¿Quién es aquella fénis do ha mostrado
su fuerza y su poder naturaleza?
¿Quién es la que hoy al mundo ha despojado
de gran valor, virtud, bondad, grandeza?
¿Quién es esta, dezid, do se han sumido
la hermosura, graçia y gentileza?
Doña Luisa de Lugo y de Mendoza
a quien la poca edad no haze moza.
[1257] Falta el _más_ en la edición de Milán.
[1258] _Le_ en la edición de Milán.
[1259] En la edición de Milán termina aquí el libro 4.º con estas
palabras: «Y acabando de çenar, y tomando liçençia de la sabia Feliçia,
se fué cada uno al aposento que aparejado le estaba».
Falta, por consiguiente, toda la historia de Abindarráez, que es
adición, hecha en ediciones posteriores á la muerte de Jorge de
Montemayor.
LIBRO QUINTO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Otro dia por la mañana, la sábia
Felicia leuantó, y se fue al aposento
de Felismena, la cual halló acabandose
de vestir, no con pocas lagrimas,
paresçiendole cada hora de las que alli
estaua mil años. Y tomandola por la mano,
se salieron a vn corredor que estaua
sobre el jardin, adonde la noche antes
hauian çenado, y hauiendole preguntado la
causa de sus lagrimas, y consolandola con
dalle esperança que sus trabajos aurian
el fin que ella deseaua, le dixo: Ninguna
cosa hay oy en la vida más aparejada
para quitalla a quien quiere bien, que
quitalle con esperanças inçiertas el
remedio de su mal: porque no ay hora,
en quanto desta manera biue, que no le
parezca tan espaçiosa quanto las de
la vida son apressuradas. Y porque mi
desseo es, que el nuestro se cumpla, y
despues de algunos trabajos, consigays
el descanso que la fortuna os tiene
prometido, uos partireys desta uuestra
casa, en el mismo habito en que veniades,
quando a mis Nimphas defendistes de
la fuerça que los fieros saluages les
querian hazer. Y tened entendido, que
todas las vezes que mi aiuda y fauor os
fuera neçessario, lo hallareys sin que
ayays menester embiarmelo a pedir: assi
que (hermosa Felismena) vuestra partida
sea luego, y confiad en Dios que vuestro
desseo aurá buen fin: porque si yo de
otra suerte lo entendiera, bien podeys
creer, que no me faltarán otros remedios
para hazeros mudar el pensamiento, como
a algunas personas lo he hecho. Muy
grande alegria reçibio Felismena, de
las palabras, que la sábia Feliçia le
dixo, a las quales respondio: No puedo
alcançar (discreta señora) con qué
palabras podria encaresçer, ni con qué
obras podria seruir la merçed que de vos
reçibo. Dios me llegue a tiempo en que la
experiençia os dé a entender mi desseo.
Lo que mandays pondre yo luego por obra,
lo cual no puede dexar de suçederme muy
bien: siguiendo el consejo de quien para
todas las cosas sabe dallo tan bueno. La
sabia Feliçia la abraçó, diziendo: yo
espero en Dios, hermosa Felismena, de
veros en esta casa con más alegria de la
que lleuais. Y porque los dos pastores
y pastoras nos estan esperando, razon
será que vaya a dalles el remedio que
tanto an menester. Y saliendose ambas a
dos a vna sala hallaron a Syluano, y a
Sireno, y a Belisa, y a Seluagia, que
esperandolos estauan, y la sábia Feliçia
dixo a Felismena: Entretened (hermosa
señora) nuestra compañia entre tanto que
yo uengo: y entrandole en un aposento, no
tardó mucho en salir, con dos uasos en
las manos de fino cristal con los pies de
oro esmaltados, y llegandose a Sireno, le
dixo: Oluidado pastor, si en tus males
uuiera otro remedio, si no este, yo te
lo[1260] buscara con toda diligençia
possible, pero ya que no puedes gozar de
aquella que tanto te quiso, sin muerte
agena, y está este en mano de solo Dios,
es menester que reçibas otro remedio
para no dessear cosa que es imposible
alcançalla. Y tú, hermosa Seluagia, y
desamado Syluano, tomad esse uaso, en
el qual hallareys grandissimo remedio
para el mal passado, y prinçipio para
grandissimo contento: del qual uosotros
estays bien descuydados. Y tomando el
uaso, que tenía en la mano yzquierda, le
puso en la mano a Sireno, y mandó que
lo beuiesse, y Sireno lo hizo luego,
y Seluagia y Syluano beuieron ambos
el otro: y en este punto cayeron todos
tres en el suelo adormidos, de que no
poco se espantó Felismena, y la hermosa
Belisa, que alli estaua, a la qual dixo
la sábia Feliçia: no te desconsueles (o
Belisa) que aun yo espero de uerte tan
consolada como la que más lo estouiere.
Y hasta que la uentura se canse de
negarte el remedio que para tan graue
mal as menester, yo quiero que quedes
en mi conpañia. La pastora le quiso
besar las manos por ello, Feliçia no
lo consintio: mas antes la abraçó,
mostrandole mucho amor. Felismena estaua
espantada del sueño de los pastores,
y dixo a Feliçia: paresçe me, señora,
que si el descanso destos pastores está
en dormir, ellos lo hazen de manera,
que biuiran los más descansados del
mundo. Feliçia le respondio: No os
espanteys desso: porque el agua que
ellos beuieron, tiene tal fuerça ansi la
una, como la otra, que todo el tiempo
que yo quisiere, dormiran, sin que
baste ninguna persona a despertallos. Y
para que ueays si esto es ansi, prouá
a llamarlo. Felismena llegó entonces a
Syluano, y tirándole por vn braço, le
començo a dar grandes bozes, las quales
aprouecharon tanto, como si las diera
a un muerto: y lo mismo le auino con
Sireno y Seluagia, de lo que Felismena
quedó assaz marauillada. Feliçia le dixo:
pues más os marauillareys despues que se
despierten, porque uereys una cosa la más
estraña que nunca imaginastes; y porque
me paresçe que el agua deue auer obrado
lo que es menester, yo quiero despertar,
y estad atenta, porque oyreys marauillas.
Y sacando un libro de la manga, se llegó
a Sireno: y en tocandole con él sobre la
cabeça, el pastor se leuantó luego en pie
con todo su juyzio, y Feliçia le dixo:
Dime, Sireno, si acaso uiesses la hermosa
Diana con su esposo, y estar los dos con
todo el contentamiento del mundo riendose
de los amores que tú con ella auias
tenido, qué harias? Sireno respondio: Por
çierto señora, ninguna pena me darian,
antes les ayudaria a reyr de mis locuras
passadas. Feliçia le replicó: ¿y si acaso
ella fuera ahora soltera y se quisiera
casar con Syluano y no contigo, qué
hiziera? Sireno le respondio: yo mismo
fuera el que tratara de conçertallo. ¿Qué
os parece (dixo Feliçia contra Felismena)
si el agua sabe desatar los nudos, que
este peruerso de amor haze? Felismena
respondio: jamas, pudiera creer yo, que
la sçiençia de una persona humana pudiera
llegar a tanto como esto. Y boluiendo á
Sireno, le dixo: ¿qué es esto, Sireno?
Pues las lagrimas y sospiros con que
manifestauas tu mal, tan presto se an
acabado? Sireno le respondio: pues que
los amores se acabaron, no es mucho
que se acabase lo que ellos me hazian
hazer. Felismena le boluio a dezir: ¿y
que es possible, Sireno, que ya no
quieres bien más a Diana? El mismo bien
le quiero (dixo Sireno) que os quiero a
uos, y a otra qualquiera persona, que
no me aya offendido. Y viendo Feliçia
quán espantada estaua Felismena de la
subita mudança de Sireno, le dixo:
Con esta mediçina curara yo, hermosa
Felismena, vuestro mal, y el vuestro,
pastora Belisa, si la fortuna, no
os tuuiera guardadas para muy mayor
contentamiento de lo que fuera ueros
en nuestra libertad. Y para que ueays
quán differentemente ha obrado en
Syluano y en Seluagia la mediçina
bien será despertarlos, pues basta lo
que han dormido. Y poniendo el libro
sobre la cabeça a Siluano se leuantó,
diziendo: ¡O hermosa Seluagia, quán gran
locura ha sido, auer empleado en otra
parte el pensamiento despues que mis
ojos te uieron! ¿Qué es esso Syluano,
dixo Feliçia, teniendo tan presto el
pensamiento en tu pastora Diana, tan
subitamente le pones ahora en Seluagia?
Syluano le respondio: Discreta señora,
como el nauio anda perdido por la mar sin
poder tomar puerto seguro, ansi anduuo mi
pensamiento en los amores de Diana todo
el tiempo que la quise bien, mas agora he
llegado a un puerto, donde plega a Dios
que sea tan bien recebido, como el amor
que yo le tengo lo meresçe. Felismena
quedó tan espantada del segundo genero
de mudança que uio en Syluano, como del
primero que en Sireno auia uisto, y
dixole riendo: pues qué hazes, que no
despiertas a Seluagia, que mal podra oyr
tu pena una pastora que duerme? Siluano
entonces tirandole del braço le començo
a dezir a grandes bozes: Despierta,
hermosa Seluagia, pues despertaste mi
pensamiento del sueño de las ignorancias
passadas. Dichoso yo, pues la fortuna me
ha puesto en el mayor estado que se podia
dessear: ¿qué es esto, no me oyes, o no
quieres responderme? Cata que no suffre
el amor que te tengo, no ser oydo. O
Seluagia, no duermas tanto, ni permitas
que tu sueño sea causa que el de la
muerte dé fin á mis dias. Y viendo que
no aprouechaua nada llamarla, començo a
derramar lagrimas en tan gran abundançia,
que los presentes no pudieron dexar de
ayudalle, mas Feliçia dixo: Syluano
amigo, no te afflijas, que yo haré que
responda Seluagia, y que la respuesta sea
tal, como tú desseas; y tomandole por la
mano, le metio en un aposento, y le dixo:
No salgas de ay, hasta que te llame.
Y luego boluio a do Seluagia estaua,
y tocandola con el libro despertó,
como los demas auian hecho. Feliçia le
dixo: Pastora, muy descuydada duermes.
Seluagia respondio: Señora, qué es del
mi Syluano? no estaua él junto conmigo?
Ay Dios, quién me lo lleuó de aqui? Si
boluiera? Y Feliçia le dixo. Escucha,
Seluagia, que paresçe que desatinas: as
de saber que el tu querido Alanio está
a la puerta, y dize que ha andado por
muchas partes perdido, en busca tuya, y
trae liçençia de su padre para casarse
contigo. Essa liçençia (dixo Seluagia)
le aprouechará a él muy poco, pues no
la tiene de mi pensamiento. Syluano
qué es dél? Adonde está? Pues como el
pastor Syluano oyó hablar a Seluagia, no
pudo suffrir sin salir luego á la sala
donde estaua, y mirandose los dos con
mucho amor, lo confirmaron tan grande
entre sí, que sola la muerte bastó para
acaballo, de que no poco contentamiento
reçibio Sireno, y Felismena, y aun la
pastora Belisa. Feliçia les dixo: Razon
será, pastores y hermosa pastora, que
os boluays a vuestros ganados, y tened
entendido que mi fauor jamas os podra
faltar, y el fin de vuestros amores
será quando por matrimonio cada uno
se ayunte con quien dessea. Yo terné
cuydado de auisaros, quando sea tiempo,
y vos (hermosa Felismena) aparejaos
para la partida, porque mañana cumple
que partays de aqui. En esto entraron
todas las Nimphas por la puerta de la
sala, las cuales ya sabian el remedio
que la sábia Feliçia auia puesto en
el mal de los pastores: de lo cual
reçibieron grandissimo plazer, mayormente
Dorida, Cinthia, y Polidora: por auer
sido ellas la principal ocasion de su
contentamiento. Los dos nueuos enamorados
no entendian en otra cosa, sino en
mirarse uno a otro, con tanta afecçion
y blandura como si uuiera mil años que
vuieran dado prinçipio a sus amores. Y
aquel dia estuuieron alli todos, con
grandissimo contentamiento, hasta que
otro dia de mañana, despidiendose los
dos pastores, y pastora, de la sábia
Feliçia, y de Felismena, y de Belisa, y
assi mismo de todas aquellas Nimphas,
se boluieron con grandissima alegria
a su aldea, donde aquel mismo dia
llegaron. Y la hermosa Felismena que
ya aquel dia se auia uestido en trage
de pastora, despidiendose de la sábia
Feliçia, y siendo muy particularmente
auisada de lo que auia de hazer, con
muchas lagrimas la abraçó, y acompañada
de todas aquellas Nimphas, se salieron
al gran patio, que delante de la puerta
estaua, y abraçando a cada vna por
si, se partio por el camino donde la
guiaron. No yua sola Felismena este
camino, ni aun sus imaginaciones la
dauan lugar a que lo fuesse, pensando
yua en lo que la sábia Feliçia le auia
dicho, y por otra parte considerando
la poca ventura que hasta alli auia
tenido en sus amores, le hazia dudar de
su descanso. Con esta contrariedad de
pensamientos yua lidiando, los quales
aun que por vna parte la cansauan, por
otra la entretenian, de manera que no
sentia la soledad del camino. No vuo
andado mucho por en medio de vn hermoso
valle, quando a la cayda del Sol, vio
de lexos vna choça de pastores, que
entre vnas enzinas estaua a la entrada
de vn bosque, y persuadida de la hambre,
se fue hazia ella, y tambien porque la
fiesta començaua de manera que le seria
forçado passalla debaxo de aquellos
arboles. Llegado a la choça, oyó que vn
pastor dezia a vna pastora que cerca
dél estaua assentada: No me mandes,
Amarilida, que cante, pues entiendes
la rayon que tengo de llorar todos los
dias que el alma no desampare estos
cansados miembros; que puesto caso que
la musica es tanta parte para hacer
acresçentar la tristeza del triste,
como la alegria del que más contento
biue, no es mi mal de suerte, que pueda
ser disminuydo, ni accresçentado, con
ninguna industria humana. Aqui tienes
tu çampoña, tañe, canta, pastora, que
muy bien lo puedes hazer: pues que[1261]
tienes el coraçon libre y la voluntad
essenta de las subiecçiones de amor. La
pastora le respondio: no seas, Arsileo,
auariento de lo que la naturaleza con
tan larga mano te ha conçedido: pues
quien te lo pide sabra complazerte en lo
que tú quisieres pedille. Canta si es
possible aquella cançion que a petiçion
de Argasto heziste, en nombre de tu
padre Arsenio, quando ambos seruiades
a la hermosa pastora Belisa. El pastor
le respondio: Estraña condiçion es
la tuya (o Amarilida) que siempre me
pides que haga lo que menos contento
me da. ¿Qué haré que por fuerça he de
complazerte, y no por fuerça, que assaz
de mal aconsejado seria quien de su
voluntad no te siruiesse? Mas ya sabes
cómo mi fortuna me va a la mano, todas
las vezes que algun aliuio quiero tomar:
o Amarilida, viendo la razon que tengo
de estar contino llorando me mandas
cantar? Por qué quieres ofender a las
ocasiones de mi tristeza? Plega a Dios
que nunca mi mal vengas a sentillo en
causa tuya propia, porque tan a tu costa
no te informe la fortuna de mi pena. Ya
sabes que perdi a Belisa, ya sabes que
biuo sin esperanza de cobralla: por qué
me mandas cantar? Mas no quiero que me
tengas por descomedido, que no es de mi
condiçion serlo con las pastoras á quien
todos estamos obligados a complazer. Y
tomando un rabel, que çerca de sí tenía,
le començo a templar, para hazer lo que
la pastora le mandaua. Felismena que
açechando estaua oyó muy bien lo que
el pastor y pastora passauan: quando
vio que hablauan en Arsenio y Arsileo,
seruidores de la pastora Belisa, a los
cuales tenía por muertos, segun lo que
Belisa auia contado a ella, y a las
Nimphas y pastores, quando en la cabaña
de la isleta la hallaron, uerdaderamente
penso lo que veya ser alguna vision, o
cosa de sueño. Y estando atenta, uio como
el pastor començo a tocar el rabel tan
diuinamente, que paresçia cosa del cielo:
y auiendo tañido vn poco, con vna boz
más angelica, que de hombre humano, dio
prinçipio a esta cançion:
¡Ay vanas esperanças, quantos dias
anduue hecho sieruo de vn engaño,
y quán en vano mis cansados ojos
con lagrimas regaron este valle!
pagado me an amor y la fortuna,
pagado me an, no sé de qué me quexo.
Gran mal deuo passar, pues yo me quexo,
que hechos á sufrir estan mis ojos
los trances del amor, y la fortuna:
¿sabeys de quien me agrauio? de un engaño
de una cruel pastora deste valle,
do puse por mi mal mis tristes ojos.
Con todo mucho deuo yo a mis ojos,
aunque con el dolor dellos me quexo,
pues ui por causa suya en este valle,
la cosa más hermosa que en mis dias,
jamas pense mirar, y no me engaño:
preguntenlo al amor y la fortuna.
Aunque por otra parte la fortuna,
el tiempo, la ocasion, los tristes ojos,
el no estar reçeloso del engaño,
causaron todo el mal de que me quexo:
y ansi pienso acabar mis tristes dias,
contando mis passiones a este valle.
Si el rio, el soto, el monte, el prado, el valle,
la tierra, el cielo, el hado, la fortuna,
las horas, los momentos, años, dias,
el alma, el coraçon, tambien los ojos,
agrauian mi dolor, quando me quexo,
¿por qué dizes pastora que me engaño?
Bien sé que me engañé, más no es engaño,
porque de auer yo uisto en este ualle
tu estraña perfecçion, jamas me quexo,
sino de ver que quiso la fortuna
dar a entender a mis cansados ojos,
que allá uernia el remedio tras los dias.
Y son pasados años, meses, dias,
sobre esta confiança y claro engaño:
cansados de llorar mis tristes ojos,
cansado de escucharme el soto, el valle,
y al cabo me responde la fortuna,
burlandose del mal de que me quexo.
¿Mas o triste pastor, de qué me quexo,
si no es de no acabarse ya mis dias?
¿por dicha era mi esclaua la fortuna?
¿halo ella do pagar, si yo me engaño?
¿no anduuo libre, essento en este ualle?
¿quién me mandaua a mi alçar los ojos?
¿Mas quién podra tambien domar sus ojos
o cómo biuire si no me quexo,
del mal que amor me hizo en este ualle?
mal aya un mal que dura tantos dias,
mas no podra tardar, si no me engaño,
que muerte no dé fin a mi fortuna.
Venir suele bonanças tras fortuna,
mas ya nunca veran jamas mis ojos:
ni aun pienso caer en este engaño,
bien basta ya el primero de quien quexo,
y quexaré, pastora, quantos dias
durare la memoria deste ualle.
Si el mismo dia, pastora, que en el ualle
dio causa que te uiesse mi fortuna,
llegara el fin de mis cansados dias,
o al menos uiera esquiuos essos ojos:
çessara la razon con que me quexo,
y no pudiera yo llamarme a engaño.
Mas tú determinando hazerme engaño
quando me uiste luego en este ualle,
mostrauaste benigna, ved si quexo
contra razon de amor, y de fortuna;
despues no sé por qué buelues tus ojos,
cansarte deuen ya mis tristes dias.
Cançion de amor, y de fortuna quexo:
y pues duró vn engaño tantos dias,
regad ojos, regad el soto, el ualle.
Esto cantó el pastor con muchas
lagrimas, y la pastora lo oyó con grande
contentamiento de uer la graçia con que
tañia y cantaua: mas el pastor despues
que dio fin a su cançion, soltando el
rabel de las manos, dixo contra la
pastora: ¿Estás contenta, Amarilida, que
por solo tu contentamiento, me hagas
hazer cosa que tan fuera del mio es?
Plega a Dios (o Alteo) la fortuna te
trayga al punto a que yo por tu causa
he uenido: para que sientas el cargo en
que te soy por el mal que me hiziste. O
Belisa, quién ay en el mundo, que más
te deua que yo? Dios me trayga a tiempo
que mis ojos gozen de ver tu hermosura,
y los tuyos vean si soy en conosçimiento
de lo que les deuo. Esto dezia el pastor
con tantas lagrimas que no vuiera coraçon
por duro que fuera, que no se ablandara.
Oyendole la pastora, le dixo: Pues que ya
(Arsileo) me has contado el prinçipio de
tus amores, y cómo Arsenio tu padre fue
la prinçipal causa de que tu quisiesses
bien á Belisa, porque siruiendola él, se
aprouechaua de tus cartas y cançiones, y
aun de tu musica (cosa que él pudiera muy
bien escusar) te ruego me cuentes cómo
la perdiste. Cosa es essa (le respondio
el pastor) que yo querria pocas vezes
contar, mas ya que es tu condiçion mandar
me hazer y dezir aquello en que más pena
recibo, escucha, que en breues palabras
te lo dire. Auia en mi lugar vn hombre
llamado Alfeo, que entre nosotros tuuo
siempre fama de grandissimo nigromante,
el qual quería bien a Belisa primero
que mi padre la començasse a seruir, y
ella no tan solamente no podia velle,
mas aun si le hablauan en él, no auia
cosa que más pena le diesse. Pues como
éste supiesse un conçierto que entre mí
y Belisa auia, de ylla a hablar desde
ençima de vn moral, que en una huerta
suya estaua, el diabolico Alfeo hizo
a dos espiritus que tomasse el uno la
forma de mi padre Arsenio, y el otro la
mia, y que fuesse el que tomó mi forma
al conçierto, y el que tomó la de mi
padre uiniesse alli, y le tirasse con
una ballesta, fingiendo que era otro, y
que uiniesse él luego, como que lo auia
conosçido, y se matase de pena de auer
muerto a su hijo, a fin de que la pastora
Belisa se diesse la muerte, uiendo muerto
a mi padre y a mí, o a lo menos hiziesse
lo que hizo. Esto hazia el traydor de
Alfeo, por lo mucho que le pesaua de
saber lo que Belisa me queria, y lo poco
que se le daua por él. Pues como esto
ansi fue hecho, y a Belisa le paresçiese
que mi padre y yo fuessemos muertos, de
la forma que he contado, desesperada se
salio de casa, y se fue donde hasta agora
no se ha sabido della. Esto me conto la
pastora Armida, y yo uerdaderamente lo
creo, por lo que despues acá ha suçedido.
Felismena que entendio lo que el pastor
auia dicho, quedó en extremo marauillada,
paresçiendole que lo que dezia lleuaua
camino de ser assí, y por las señales
que en él vio vino en conosçimiento de
ser aquel Arsileo, seruidor de Belisa,
al qual ella tenía por muerto, y dixo
entre si: No sería razon que la fortuna
diesse contento ninguno a la persona,
que lo negasse a vn pastor que tambien
lo mereçe, y lo ha menester. A lo menos,
no partiré yo deste lugar, sin darsele
tan grande, como lo reçebira con las
nueuas de su pastora. Y llegandose a
la puerta de la choça, dixo contra
Amarilida: Hermosa pastora, a vna sin
ventura que ha perdido el camino, y aun
la esperança de cobralle, no le dierades
licencia para que passasse la fiesta
en este vuestro aposento? La pastora
quando la vio, quedó tan espantada de
ver su hermosura, y gentil disposiçion,
que no supo respondelle: empero Arsileo
le dixo: por çierto, pastora, no falta
otra cosa para hazer lo que por vos es
pedido, sino la posada no ser tal como
vos la meresceys, pero si desta manera
soys seruida, entrá que no aura cosa que
por seruiros no se haga. Felismena le
respondió: Esas palabras (Arsileo) bien
paresçen tuyas, mas el contento que yo en
pago dellas te dexaré, me dé Dios a mí en
lo que tanto ha que desseo. Y diziendo
esto, se entró en la choça, y el pastor
y la pastora se leuantaron, haziendole
mucha cortesia, y boluiendose a sentar
todos, Arsileo le dixo: por ventura,
pastora, ha os ha dicho alguno mi nombre,
o aueys me uisto en alguna parte antes de
aora? Felismena le respondió: Arsileo,
más sé de ti de lo que piensas, aunque
estés en trage de pastor, muy fuera de
como yo te ui, quando en la academia
Salamantina estudiauas. Si alguna cosa
ay que comer, mandamela dar, porque
despues te dire vna cosa que tú muchos
dias ha que desseas saber. Esso haré yo
de muy buena gana (dixo Arsileo) porque
ningun seruiçio se os puede hazer, que
no quepa en vuestro meresçimiento. Y
descolgando Amarilida y Arsileo sendos
çurrones, dieron de comer a Felismena,
de aquello que para sí tenian. Y despues
que vuo acabado, deseando Felismena de
alegrar a aquel que con tanta tristeza
biuia, le empeço a hablar desta manera:
No ay en la vida (o Arsileo) cosa que
en más se deua tener, que la firmeza,
y más en coraçon de muger adonde las
menos vezes suele hallarse, mas tambien
hallo otra cosa, que las más vezes son
los hombres causa de la poca constançia
que con ellos se tiene. Digo esto, por
lo mucho que tú deues a vna pastora que
yo conozco, la qual si agora supiesse
que eres biuo, no creo que auria cosa en
la uida que mayor contento le diesse. Y
entonçes, le començo a contar por orden
todo lo que auia passado, desde que
mató los tres saluages, hasta que uino
en casa de la sábia Felicia. En la qual
cuenta, Arsileo oyo nueuas de la cosa
que más queria, con todo lo que con ella
auian passado las Nimphas, al tiempo
que la hallaron durmiendo en la isleta
del estanque, como atras aueys oydo, y
lo que sintio de saber que la fe que su
pastora le tenía jamas su coraçon auia
desamparado, y el lugar cierto donde la
auia de hallar, fue su contentamiento
tan fuera de medida, que estuuo en poco
de ponelle a peligro la vida. Y dixo
contra Felismena: ¿qué palabras bastarian
(hermosa pastora) para encaresçer la
gran merçed que de vos he reçebido, o
qué obras para poderos la seruir? Plega
a Dios que el contentamiento, que vos me
aueys dado, os dé él en todas las cosas
que vuestro coraçon dessea. O mi señora
Belisa, que es posible, que tan presto
he yo de ver aquellos ojos, que tan gran
poder en mí tuuieron? Y que despues de
tantos trabajos me auia de sucçeder tan
soberano descanso? Y diziendo esto con
muchas lagrimas tomaua las manos de
Felismena, y se las besana. Y la pastora
Amarilida hazia lo mesmo, diziendo:
verdaderamente (hermosa pastora) vos
aueys alegrado vn coraçon el más triste
que yo he pensado ver, y el que menos
meresçia estarlo. Seys meses ha, que
Arsileo biue en esta cabaña la más triste
vida que nadie puede pensar. Y vnas
pastoras que por estos prados repastan
sus ganados (de cuya compañía yo soy)
algunas uezes le entrauamos a ver y a
consolar, si su mal sufriera consuelo.
Felismena le respondio: no es el mal de
que está doliente, de manera que pueda
reçebir consuelo de otro, sino es de la
causa dél o de quien le dé las nueuas que
yo aora le he dado. Tan buenas son para
mí, hermosa pastora (le dixo Arsileo) que
me han renouado un coraçon enuegeçido en
pesares. A Felismena se le entrenesçio el
coraçon tanto de uer las palabras que el
pastor dezia, y de las lagrimas, que de
contento lloraua, quanto con las suyas
dió testimonio, y desta manera estuuieron
alli toda la tarde, hasta que la fiesta
fue toda passada, que despidiendose
Arsileo de las dos pastoras, se partio
con mucho contento, para el templo de
Diana, por donde Felismena le auia guiado.
Syluano y Seluagia con aquel contento que
suelen tener los que gozan despues de
larga ausençia de la vista de sus amores,
caminauan hazia el deleytoso prado,
donde sus ganados andauan pasçiendo,
en compañia del pastor Sireno; el qual
aunque yua ageno del contentamiento que
en ellos ueya, tambien lo yua de la pena
que la falta dél suele causar. Porque
ni él pensaua en querer bien ni se le
daua nada en no ser querido. Syluano
le dezia: Todas las uezes que te miro
(amigo Sireno) me paresçe que ya no eres
el que solias: mas antes creo que te has
mudado, juntamente con los pensamientos.
Por una parte casi tengo piedad de ti,
y por otra, no me pesa de verte tan
descuydado de las desuenturas de amor.
¿Por qué parte (dixo Sireno) tienes
de mí manzilla? Syluano le respondio.
Porque me paresçe, que estar vn hombre
sin querer, ni ser querido, es el más
enfadoso estado, que puede ser en la
vida. No ha muchos dias (dixo Sireno)
que tú entendias esto muy al reues,
plega a Dios que en este mal estado me
sustente a mí la fortuna, y a ti en el
contento que reçibes con la vista de
Seluagia. Que puesto caso, que se puede
auer embidia de amar, y ser amado de
tan hermosa pastora: yo te aseguro que
la fortuna no se descuyde de templaros
el contento que reçebis con vuestros
amores. Seluagia dixo entonces: no será
tanto el mal que ella con sus desuariados
sucçesos nos puede hazer, quanto es el
bien de verme tan bien empleada. Sireno
le respondió: Ah Seluagia, que yo me
he visto tambien querido quanto nadie
puede verse, y tan sin pensamiento de
ver fin a mis amores, como vosotros lo
estays aora: Mas nadie haga cuenta sin
la fortuna, ni fundamento sin considerar
las mudanças de los tiempos. Mucho deuo
a la sábia Feliçia, Dios se lo pague,
que nunca yo pense poder contar mi mal
en tiempo que tan poco lo sintiesse. En
mayor deuda le soy yo (dixo Seluagia)
pues fue causa que quisiesse bien a
quien yo jamas dexe de uer delante mis
ojos. Syluano dixo boluiendo los suyos
hazia ella: essa deuda, esperança mia,
yo soy el que con más razon la deuia
pagar, a ser cosa que con la vida pagar
se pudiera. Essa os dé Dios, mi bien
(dixo Seluagia) porque sin ella la mia
sería muy escusada. Sireno viendo las
amorosas palabras que se dezian, medio
riendo les dixo: No me paresçe mal que
cada uno se sepa pagar tan bien que ni
quiera quedar en deuda, ni que le deuan,
y aun lo que me paresçe, es que segun las
palabras que unos a otros dezis, sin yo
ser el terçero, sabriades tratar nuestros
amores. En estas y otras razones passauan
los nueuos enamorados y el descuydado
Sireno el trabajo de su camino, al qual
dieron fin al tiempo que el sol se queria
poner, y antes que llegassen a la fuente
de los Alisos, oyeron vna boz de una
pastora, que dulçemente cantaua: la qual
fue luego conosçida, porque Syluano en
oyendola, les dixo: Sin duda es Diana,
la que junto a la fuente de los Alisos
canta. Seluagia respondio: Verdaderamente
aquella es, metamonos entre los myrthos,
junto a ella, porque mejor podamos oylla.
Sireno les dixo: Sea como nosotros
ordenaredes, aunque tiempo fue que me
diera mayor contento su musica, y aun su
vista que no agora. Y entrandose todos
tres por entre los espesos myrthos, ya
que el sol se queria poner, vieron junto
a la fuente a la hermosa Diana, con tan
grande hermosura, que como si nunca la
vuieran visto, ansi quedaron admirados:
tenía sueltos sus hermosos cabellos, y
tomadas atras con una çinta encarnada,
que por medio de la cabeça los repartia.
Los ojos puestos en el suelo y otras
vezes en la clara fuente, y limpiando
algunas lagrimas, que de quando en quando
le corrian, cantaua este romançe.
Quando yo triste nasçi,
luego nasçi desdichada:
luego los hados monstraron
mi suerte desuenturada,
el sol escondió sus rayos,
la luna quedó eclipsada,
murio mi madre en pariendo,
moça hermosa, y mal lograda:
el ama que me dio leche,
jamas tuuo dicha en nada,
ni menos la tune yo,
soltera ni desposada.
Quise bien, y fuy querida:
oluidé, y fuy oluydada:
esto causó vn casamiento,
que a mí me tiene cansada.
Casara yo con la tierra,
no me viera sepultada
entre tanta desuentura
que no puede ser contada.
Moça me casó mi padre,
de su obediençia forçada:
puse a Sireno en oluido
que la fe me tenía dada,
pago tan bien mi descuydo
qual no fue cosa pagada.
Celos me hazen la guerra,
sin ser en ellos culpada:
con çelos uoy al ganado,
con çelos a la majada,
y con çelos me leuanto
contino a la madrugada:
con çelos como a su mesa,
y en su cama só acostada,
si le pido de que ha çelos,
no sabe responder nada;
jamas tiene el rostro alegre,
siempre la cara inclinada,
los ojos por los rincones,
la habla triste y turbada,
¡cómo biuira la triste
que se uee tan mal casada!
A tiempo pudiera tomar a Sireno el triste
canto de Diana, con las lagrimas que
derramaua cantando y la tristeza de que
su rostro daua testimonio, que al pastor
pusieran en riesgo de perder la uida,
sin ser nadie parte para remedialle,
mas como ya su coraçon estaua libre de
tan peligrosa prision, ningun contento
reçibio con la uista de Diana, ni pena
con sus tristes lamentaçiones. Pues el
pastor Syluano, no tenía a su paresçer
porque pesalle de ningun mal que a Diana
sucçediesse; visto como ella jamas se
auia dolido de lo que a su causa auia
passado. Sola Seluagia le ayudó con
lagrimas, temerosa de su fortuna. Y dixo
contra Sireno. Ninguna perfecçion, ni
hermosura puede dar la naturaleza, que
con Diana largamente no la aya repartido:
porque su hermosura no creo yo que tiene
par, su graçia, su discreçion, con todas
las otras partes que una pastora deue
tener. Nadie le haze uentaja, sola una
cosa le faltó, de que yo siempre le vue
miedo, y esto es la ventura: pues no
quiso dalle compañia con que pudiesse
passar la uida, con el descanso que
ella meresçe. Sireno respondio: quien
a tantos le ha quitado, justa cosa es
que no le tenga. Y no digo esto, porque
no me pese del mal desta pastora, sino
por la grandissima causa que tengo
de dessearsele. No digas esso (dixo
Seluagia) que yo no puedo creer que
Diana te aya ofendido en cosa alguna.
¿Qué offensa te hizo ella en casarse,
siendo cosa que estaua en la uoluntad de
su padre, y deudos, más quen la tuya? Y
despues de casada, qué pudo hazer por lo
que tocaua a su honra, sino oluidarte?
cierto, Sireno, para quexarte de Diana
más legitimas causas auia de auer que
las que hasta aora emos uisto, Siluano
dixo: Por cierto, Sireno, Seluagia tiene
tanta razon en lo que dize que nadie
con ella se lo puede contradizir. Y si
alguno con causa se puede quexar de su
ingratitud, yo soy: que la quise todo
lo que se puede querer, y tuuo tan mal
conosçimiento, como fue el tratamiento
que vistes que siempre me hazia.
Seluagia respondio, poniendo en él unos
amorosos ojos, y dixo: Pues no erades
uos mi pastor para ser mal tratado, que
ninguna pastora ay en el mundo, que no
gane mucho en que uos la querays. A este
tiempo Diana sintio que çerca della
hablauan, porque los pastores se auian
descuydado algo de hablar, de manera que
ella no les oyesse: y leuantandose en
pie miró entre los myrthos y conosçio
los pastores y pastora que entre ellos
estaba asentada. Los quales uiendo que
auian sido uistos, se unieron a ella,
y la resçibieron con mucha cortesia, y
ella a ellos, con muy gran comedimiento,
preguntandoles adonde auian estado. A
lo qual, ellos respondieron con otras
palabras, y otros mouimientos de rostro,
de lo que respondian a lo que ella solia
preguntalles: cosa tan nueua para Diana,
que puesto caso que los amores de ninguno
dellos le diessen pena, en fin le pesó de
uerlos tan otros de lo que solian; y más
quando entendio en los ojos de Syluano
el contentamiento que los de Seluagia le
dauan, y porque era ya hora de recogerse,
y el ganado tomaua su acostumbrado
camino hazia el aldea, ellos se fueron
tras él: y la hermosa Diana dixo contra
Sireno: muchos dias ha (pastor) que por
este valle no te he visto: más ha (dixo
Sireno) que a mí me yua la vida que no
me viesse quien tan mala me la ha dado,
mas en fin no da poco contento hablar en
la fortuna passada el que ya se halla en
seguro puerto. En seguro te paresçe, dixo
Diana, el estado en que agora biues? No
deue ser muy peligroso (dixo Sireno),
pues yo oso hablar delante de ti desta
manera. Diana respondio: nunca yo me
acuerdo verte por mí tan perdido, que
tu lengua no tuuiesse la libertad que
aora tiene. Sireno le respondio: tan
discreta eres en imaginar esso, como en
todas las otras cosas. Por qué causa?
(dixo Diana) Porque no ay otro remedio,
dixo Sireno, para que tú no sientas lo
que perdiste en mí, sino pensar que
no te quería yo tanto que mi lengua
dexasse de tener la libertad que dizes.
Mas con todo esso plega a Dios (hermosa
Diana) que siempre te dé tanto contento
quanto en algun tiempo me quesiste, que
puesto caso que ya nuestros amores sean
passados, las reliquias que en el alma
me han quedado bastan para dessearte yo
todo el contentamiento posible. Cada
palabra dessas para Diana era arrojalle
vna lança, que Dios sabe si quisiera
ella más yr oyendo quexas, que creyendo
libertades, y aunque ella respondia
a todas las cosas, que los pastores
le dezian, con çierto descuydo, y se
aprouechaua de toda su discreçion para no
dalles á entender que le pesaua de uer
los tan libres, todavia se entendia muy
bien el descontento que sus palabras le
dauan. Y hablando en estas y otras cosas,
llegaron al aldea, a tiempo que de todo
punto el sol auia escondido sus rayos, y
despidiendose unos de otros, se fueron a
sus posadas.
Pues boluiendo a Arsileo, el qual con
grandissimo contentamiento, y desseo de
uer a[1262] su pastora, caminaua hazia
el bosque donde el templo de la diosa
Diana estaua, llegó junto a vn arroyo,
que çerca del sumptuoso templo por entre
unos uerdes alisos corria, a la sonbra
de los quales se asento, esperando que
uiniesse por alli alguna persona, con
quien hiziesse saber a Belisa de su
uenida, porque le paresçia peligroso
dalle algun sobresalto, teniendolo ella
por muerto. Por otra parte el ardiente
desseo que tenía de uerla no le daba
lugar a ningun reposo. Estando el pastor
consultando consigo mismo el consejo que
tomaria, uio uenir hazia si una Nimpha
de admirable hermosura, con un arco en
la mano, y una aljaua al cuello: mirando
a una y a otra parte, si auia alguna
caça en qué emplear una aguda saeta, que
en el arco traya puesta. Y quando uio
al pastor se fue derecha a él, y él se
leuantó, y le hizo el acatamiento que a
tan hermosa Nimpha deuia hazerse. Y de la
misma manera fue della reçibido, porque
ésta era la hermosa Polidora, una de
las tres que Felismena, y los pastores
libraron del poder de los saluages, y muy
affiçionada a la pastora Belisa. Pues
boluiendose ambos assentar sobre la uerde
yerua, Polidora le preguntó de qué tierra
era, y la causa de su uenida. A lo qual
Arsileo respondio: Hermosa Nimpha, la
tierra donde yo nasçi me ha tratado de
manera, que paresçe que me hago agrauio
en llamarla mía, aunque por otra parte le
deuo más de lo que yo sabria encaresçer.
Y para que yo te diga la causa que tuuo
la fortuna de traerme a este lugar, sería
menester que primero me dixesses, si eres
de la compañia de la sábia Feliçia, en
cuya casa me dizen que está la hermosa
pastora Belisa (causa de mi destierro) y
de toda la tristeza que la ausençia me
ha hecho suffrir. Polidora respondio:
de la compañia de la sábia Feliçia soy
y la mayor amiga dessa pastora que has
nombrado que ella en la uida puede tener,
y para que tambien me tengas en la
misma posession, si aprouechasse algo,
aconsejarte hya, que siendo posible
oluidalla, que lo hiziesses. Porque tan
imposible es remedio de tu mal, como del
que ella padesçe, pues la dura tierra
come ya aquel de quien con tanta razon
lo esperaua. Arsileo le respondio:
Será por uentura esse que dizes que la
tierra come, su seruidor Arsileo? Si por
çierto, dixo Polidora, esse mismo es el
que ella quiso más que a sí, el que con
más razon podemos llamar desdichado,
despues de ti, pues tienes puesto el
pensamiento en lugar donde el remedio
es imposible. Que puesto caso que jamas
fuy enamorada, yo tengo por aueriguado,
que no es tan grande mal la muerte, como
el que deue padesçer la persona que
ama a quien tiene la uoluntad empleada
en otra parte. Arsileo le respondio:
Bien creo, hermosa Nimpha, que segun la
constançia y bondad de Belisa, no será
parte la muerte para que ella ponga el
pensamiento en otra cosa, y que no aurá
nadie en el mundo que de su pensamiento
le quitasse. Y en ser esto ansi, consiste
toda mi bienauenturança. ¿Cómo, pastor
(le dixo Polidora) queriendola tú de la
manera que dizes, está tu feliçidad en
que ella tenga en otra parte tan firme
el pensamiento? Essa es nueua manera de
amor, que yo hasta agora no he oydo.
Arsileo le respondio: para que no te
marauilles, hermosa Nimpha, de mis
palabras, ni de la suerte del amor que
a mi señora Belisa tengo, está un poco
atenta, y contarte he lo que tú jamas
pensaste oyr, aunque el prinçipio dello
te deue auer contado essa tu amiga y
señora de mi coraçon. Y luego le conto
desdel prinçipio de sus amores, hasta el
engaño de Alfeo con los encantamientos
que hizo, y todo lo demas que destos
amores hasta entonçes auia sucçedido, de
la manera que atras lo he contado, lo
qual contaua el pastor, aora con lagrimas
cansadas de traer a la memoria sus
desuenturas pasadas, aora con sospiros
que del alma le salian, imaginando lo que
en aquellos passos su señora Belisa podia
sentir. Y con las palabras y mouimientos
del rostro, daua tan grande spirito a lo
que dezia, que a la Nimpha Polidora puso
en grande admiraçion, mas quando entendio
que aquel era uerdaderamente Arsileo, el
contento que desto reçibio, no se atreuia
dallo a entender con palabras, ni aun
le paresçia que podria hazer más que
sentillo. Ved qué se podia esperar de la
desconsolada Belisa, quando lo supiesse!
Pues poniendo los ojos en Arsileo, no sin
lagrimas de grandissimo contentamiento
le dixo: Quisiera yo (Arsileo) tener
tu discreçion y claridad de ingenio
para darte a entender lo que siento del
allegre sucçesso que a mi Belisa le ha
soliçitado la fortuna, porque de otra
manera sería escusado pensar yo que tan
baxo ingenio como el mio, podria dallo a
entender. Siempre yo tuue creydo que en
algun tiempo la tristeza de mi Belisa se
auia de boluer en grandissima alegria,
porque su hermosura y discreçion,
juntamente con la grandissima fe que
siempre te ha tenido, no meresçia menos.
Mas por otra parte tuue temor que la
fortuna no tuuiesse cuenta con dalle
lo que yo tanto le desseaua. Porque su
condiçion es, las más de las uezes, traer
los sucçessos muy al reues del desseo
de los que quieren bien. Dichoso te
puedes llamar, Arsileo, pues mereçiste
ser querido en la vida, de manera que
en la muerte no pudiesses ser oluidado.
Y porque no se sufre dilatar mucho tan
gran contentamiento a vn coraçon que
tan neçessitado dél está, dame liçençia
para que yo vaya a dar tan buenas nueuas
a tu pastora, como son las de tu vida
y su desengaño. Y no te vayas deste
lugar, hasta que yo buelua con la persona
que tú más deseas ver, y con más razon
te lo meresçe. Arsileo le respondio:
hermosa Nimpha, de tan gran discreçion
y hermosura como la tuya, no se puede
esperar sino todo el contento del mundo.
Y pues tanto desseas darmele, haz en
ello tu voluntad, que por ella me pienso
regir, ansi en esto, como en lo de más
que sucçediere. Y despidiendose vno de
otro, Polidora se partio a dar la nueua
a Belisa, y Arsileo la quedó esperando a
la sombra de aquellos alisos; el qual por
entretener el tiempo en algo, como suelen
hazer las personas que esperan alguna
cosa que gran contento les dé, sacó su
rabel, y començo a cantar desta manera.
Ya dan buelta el amor y la fortuna,
y vna esperança muerta, o desmayada
la esfuerça cada vno,[1263] y la assegura.
Ya dexan infortunios la posada
de vn coraçon en fuego consumido,
y una alegria viene no pensada.
Ya quita el alma al luto, y el sentido
la posada apareja a la alegria,
poniendo en el pesar eterno oluido.
Qualquiera mal de aquellos que solia
passar quando reynaua mi tormento,
y en fuego del ausençia me ençendia.
A todos da fortuna tal descuento,
que no fue tanto mal del mal passado,
quanto es el bien, del bien que agora siento.
Bolued, mi coraçon sobresaltado
de mil desassosiegos, mil enojos:
sabed gozar si quiera un buen estado.
Dexad vuestro llorar, cansados ojos,
que presto gozareys de uer aquella,
por quien gozó el amor de mis despojos.
Sentidos que buscays mi clara estrella,
embiando acá y allá los pensamientos,
a uer lo que sentis delante della?
A fuera soledad y los tormentos,
sentidos a su causa, y dexen desto
mis fatigados miembros muy essentos.
O tiempo no te pares, passa presto,
fortuna, no le estorues su uenida:
ay Dios? que aun me quedó por passar esto?
Ven mi pastora dulçe, que la uida
que tú pensaste que era ya acabada,
está para seruirte aperçebida.
No uienes, mi pastora desseada?
ay Dios, si la ha topado, o se ha perdido
en esta selua de arboles poblada?
O si esta Nimpha que de aqui se ha ydo
quiça que se oluidó de yr a buscalla:
más no, tal voluntad no suffre oluido.
Tú sola eres pastora adonde halla
mi alma su descanso y su alegria,
por qué no vienes presto a asseguralla?
¿No vees como se ua passando el dia,
y si se passa acaso sin yo verte,
yo boluere al tormento que solia,
y tú de veras llorarás mi suerte?
Quando Polidora se partió de Arsileo,
no muy lexos de alli topó a la pastora
Belisa, que en compañia de las dos
Nimphas, Cinthia y Polidora, se andaua
recreando por el espesso bosque; y
como ellas la viessen venir con grande
priesa, no dexaron de alborotarse
paresçiendoles que yua huyendo de alguna
cosa de que ellas tambien les cumpliesse
de[1264] huyr. Ya que uuo llegado vn
poco más cerca, la alegria que en su
hermoso rostro uieron las asseguró,
y llegando a ellas, se fue derecha a
la pastora Belisa, y abraçandola, con
grandissimo gozo y contentamiento le
dixo: Este abraço (hermosa pastora) si
uos supiessedes de qué parte uiene, con
mayor contento le reçibiriades del que
aora teneys. Belisa le respondio: de
ninguna parte (hermosa Nimpha) él puede
uenir, que yo en tanto le tenga, como
es de la vuestra, que la parte de que
yo lo pudiera tener en más, ya no es
en el mundo, ni aun yo deuria querer
biuir, faltandome todo el contento que
la uida me podia dar. Essa uida espero
yo en Dios, dixo Polidora, que uos de
aqui adelante terneys con más alegria de
la que podeys pensar. Y sentemonos a la
sombra deste uerde aliso, que grandes
cosas traygo que deçiros. Belisa y las
Nimphas se assentaron, tomando en medio
a Polidora, la qual dixo a Belisa: Dime,
hermosa pastora, tienes tú por çierta la
muerte de Arsenio y Arsileo? Belisa le
respondio, sin poder tener las lagrimas:
Tengola por tan çierta, como quien con
sus mismos ojos la uio, uno atrauessado
con una saeta, y al otro matarse con
su misma espada. Y qué dirias (dixo
Polidora) a quien te dixesse, que estos
dos que tú uiste muertos, son biuos, y
sanos, como tú lo eres? Respondiera yo a
quien esso me dixesse (dixo Belisa) que
ternía desseo de renouar mis lagrimas,
trayendomelos a la memoria, o que
gustaua de burlarse de mis trabajos.
Bien segura estoy (dixo Polidora) que tú
esso pienses de mí pues sabes que me han
dolido más que a ninguna persona que tú
lo ayas contado. Mas dime, quién es un
pastor de tu tierra, que se llama Alfeo?
Belisa respondio: El mayor hechizero y
encantador que ay en nuestra Europa:
y aun algun tiempo, se preçiaua él de
seruirme. Es hombre (hermosa Nimpha)
que todo su trato y conuersaçion es con
los demonios a los quales él haze tomar
la forma que quiere. De tal manera que
muchas uezes pensays que con vna persona
a quien conosçeys, estays hablando, y
vos hablays con el demonio a que él haze
tomar aquella figura. Pues has de saber,
hermosa pastora, dixo Polidora, que esse
mismo Alfeo con sus hechizerias, ha
dado causa al engaño en que hasta agora
has biuido, y a las infinitas lagrimas
que por esta causa has llorado porque
sabiendo él que Arsileo te auia de
hablar aquella noche que entre uosotros
estaua conçertado, hizo que dos spiritus
tomassen las figuras de Arsileo y de su
padre, y queriendote Arsileo hablar,
passasse delante de ti lo que uiste.
Porque paresçiendote que eran muertos,
desesperasses, o a lo menos, hiziesses
lo que heziste. Quando Belisa oyo lo
que la hermosa Polidora le auia dicho,
quedó tan fuera de sí, que por vn rato
no supo respondelle; pero boluiendo en
si, le dixo, Grandes cosas, hermosa
Nimpha, me has contado, si mi tristeza
no me estoruasse creellas. Por lo que
dizes que me quieres, te suplico que me
digas de quién has sabido, que los dos
que yo vi delante de mis ojos muertos,
no eran Arsenio y Arsileo? De quién?
(dixo Polidora) del mismo Arsileo. Cómo
Arsileo? Respondió Belisa. Que es posible
que el mi Arsileo está biuo? y en parte
que te lo pudiesse contar? Yo te diré
quán posible es, dixo Polidora, que si
uienes comigo, antes que lleguemos a
aquellas tres hayas, que delante de los
ojos tienes, te lo mostraré. Ay Dios,
dixo Belisa, qué es esto que oyo? Que
es verdad, que está alli todo mi bien?
Pues qué hazes (hermosa Nimpha) que no me
lleuas a uerle? No cumples con el amor
que dizes siempre me as tenido. Esto
dezia la hermosa pastora, con vna mal
segura alegria, con vna dudosa esperança
de lo que tanto deseaua, mas leuantandose
Polidora, y tomandola por la mano,
juntamente con las Nimphas Cinthia, y
Dorida, que de plazer no cabian en ver
el buen suçesso de Belisa, se fueron
hazia el arrroyo, donde Arsileo estaua.
Y antes que allá llegassen, vn templado
ayre, que de la parte de donde estaua
Arsileo venia, les hirio con la dulçe
boz del enamorado pastor en los oydos,
el qual aun a este tiempo no auia dexado
la musica: mas antes començó de nueuo a
cantar esta mote antiguo, con la glosa
que el mismo alli a su proposito hizo.
VENTURA, UEN Y DURA
_Glosa._
Qué tiempos, que mouimientos,
qué caminos tan estraños,
qué engaños, qué desengaños,
qué grandes contentamientos
nasçieron de tantos daños:
todo lo sufre vna fe
y un buen amor lo assegura,
y pues que mi desuentura,
ya de enfadada se fue,
ven, ventura, uen y dura.
Sueles, ventura, mouerte
con ligero mouimiento,
y si en darme este contento
no ymaginas tener fuerte,
más me uale mi tormento;
que si te vas al partir,
falta el seso y la cordura:
mas si para estar segura
te determinas venir,
ven, ventura, uen y dura.
Si es en uano mi uenida,
si acaso biuo engañado,
que todo teme vn cuytado,
no fuera perder la uida
consejo más açertado?
o temor, eres estraño,
siempre el mal se te figura,
mas ya que en tal hermosura
no puede caber engaño,
ven, ventura, uen y dura[1265].
Qvando Belisa oyó la musica de su
Arsileo, tan gran alegría llegó a su
coraçon, que sería imposible sabello
dezir, y acabando de todo punto de
dexar la tristeza que el alma le tenía
occupada, de adonde procedia su hermoso
rostro no mostrar aquella hermosura de
que la naturaleza tanta parte le auia
dado, ni aquel ayre y graçia, causa
prinçipal de los sospiros del su Arsileo,
dixo con vna tan nueua graçia y hermosura
que las Nimphas dexó admiradas: Esta sin
duda es la boz del mi Arsileo, si es
verdad, que no me engaño en llamarle mío.
Quando el pastor vio delante de sus ojos
la causa de todos sus males passados, fue
tan grande el contentamiento que reçibió,
que los sentidos, no siendo parte para
conprehendelle en aquel punto, se le
turbaron de manera que por entonçes no
pudo hablar. Las Nimphas sintiendo lo
que en Arsileo auio causado la vista de
su pastora, se llegaron a él a tiempo
que suspendiendo el pastor por vn poco
lo que el contentamiento presente le
causaua, con muchas lagrimas dezia: O
pastora Belisa, con qué palabras podré yo
encaresçer la satisfacçion que la fortuna
me ha hecho de tantos y tan desusados
trabajos, como a causa tuya, he passado?
O quién me dara un coraçon nueuo, y no
tan hecho a pesares como el mío, para
reçebir vn gozo tan estremado, como el
que tu uista me causa? O fortuna, ni yo
tengo más que te pedir, ni tú tienes más
que darme. Sola una cosa te pido. Ya que
tienes por costumbre, no dar a nadie
ningun contento estremado, sin dalle
algun disgusto en cuenta dél, que con
pequeña tristeza, y de cosa que duela
poco, me sea templada la gran fuerça de
la alegria, que en este dia me diste: O
hermosas Nimphas, ¿en cuyo poder auia
de estar tan gran thesoro, sino en el
vuestro, adonde pudiera él estar mejor
empleado? Alegrense vuestros coraçones
con el gran contentamiento, que el mio
resçibe: que si algun tiempo quesistes
bien, no os paresçerá demasiado. O
hermosa pastora, por qué no me hablas?
ha te pesado por ventura de ver al tu
Arsileo? ha turbado tu lengua, el pesar
de auello uisto, o el contentamiento de
velle? Respondeme, porque no sufre lo
que te quiero yo estar dudoso de cosa
tuya? La pastora entonçes le respondio:
muy poco sería el contento de verte (o
Arsileo) si yo con palabras pudiesse
dezillo. Contentate con saber el extremo
en que tu fingida muerte me puso, y por
él verás la gran alegria en que tu vida
me pone. Y viniendole a la pastora, al
postrero punto destas palabras, las
lagrimas a los ojos, calló lo mas que
dezir quisiera: a las quales las Nimphas
enternesçidas de las blandas palabras que
los dos amantes se dezian, les ayudaron.
Y porque la noche se les açercaua, se
fueron todos juntos hazia la casa de
Feliçia, contandose vno a otro lo que
hasta alli auian passado. Belisa preguntó
a Arsileo por su padre Arsenio: y el
respondio que en sabiendo que ella era
desaparesçida, se auia recogido en una
heredad suya, que está en el camino, a
do biue con toda la quietud posible, por
auer puesto todas las cosas del mundo
en oluido, de que Belisa en extremo se
holgó, y assi llegaron en casa de la
sábia Feliçia donde fueron muy bien
reçebidos. Y Belisa le besó muchas vezes
las manos, diziendo que ella auia sido
causa de su buen suçesso, y lo mismo hizo
Arsileo, a quien Feliçia mostro gran
voluntad de hazer siempre por él lo que
en ella fuesse.
_Fin del quinto libro._
NOTAS:
[1260] _Le_ en la edición de Milán.
[1261] Falta el _que_ en la edición de Milán.
[1262] Falta el _á_ en la edición de Milán.
[1263] _Cada cual_, en la edición de Milán.
[1264] Falta el _de_ en la edición de Milán.
[1265] En la edición de Milán, siempre _tura_ en vez de _dura_.
LIBRO SEXTO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Despues que Arsileo se partio, quedó
Felismena con Amarilida la pastora que
con él estaua, pidiendose vna a otra
cuenta de sus vidas, cosa muy natural de
las que en semejantes partes se hallan. Y
estando Felismena contando a la pastora
la causa de su venida, llegó a la choça
vn pastor de muy gentil disposiçion y
arte: aunque la tristeza paresçia que
le traya encubierta gran parte della.
Quando Amarilida le vio, con la mayor
presteza que pudo se leuantó para yrse,
mas Felismena la trauó de la saya,
sospechando lo que podia ser, y le dixo:
No sería justo (hermosa pastora) que
esse agrauio reçebiesse de ti, quien
tanto desseo tiene de seruirte, como
yo. Mas como ella porfiasse de yrse de
alli, el pastor con muchas lagrimas
dezia: Amarilida, no quiero que teniendo
respecto a lo que me haze suffrir, te
duelas deste desuenturado pastor, sino
que tengas cuenta con tu gran valor y
hermosura, y con que no ay cosa en la
uida que peor esté a una pastora de tu
qualidad, que tratar mal a quien tanto
la[1266] quiere. Mira, Amarilida mia,
estos cansados ojos, que tantas lagrimas
han derramado, y uerás la razon que los
tuyos tienen de no mostrarse ayrados
contra este sin uentura pastor. ¡Ay que
me huyes por no uer la razon que tienes
de aguardarme! Espera, Amarilida, oyeme
lo que digo, y siquiera no me respondas.
¿Qué te cuesta oyr a quien tanto le ha
costado uerte? Y boluiendose a Felismena
con muchas lagrimas le pedia que no le
dexasse yr: la qual importunaua con
muy blandas palabras a la pastora, que
no tratasse tan mal a quien mostraua
quererla más que a sí: y que le
escuchasse pues en ello auenturaua tan
poco. Mas Amarilida respondio: Hermosa
pastora, no me mandeys oyr a quien dé
más credito a sus pensamientos que a
mis palabras. Cata que este que delante
de ti está, es uno de los desconfiados
pastores, que se sabe, y de los que mayor
trabajo dan a las pastoras que quieren
bien. Filemon dixo contra Felismena:
Yo quiero (hermosa pastora) que seas
el juez entre mi y Amarilida, y si yo
tengo culpa del enojo que comigo tiene,
quiero perder la vida. E si ella la
tuuiera, no quiero otra cosa, sino que
en paga desto, conozca lo que me deue.
De perder tú la vida (dixo Amarilida)
yo estoy bien segura, porque ni a ti te
quieres tanto mal, que lo hagas, ni a mí
tanto bien, que por mi causa te pongas
en auentura de perder la vida. Mas yo
agora quiero, que esta hermosa pastora
juzgue, vista mi razon y la tuya, quál
es más digno de culpa entre los dos.
Sea assi (diso Felismena) y sentemonos
al pie desta verde haya, junto al prado
florido que delante los ojos tenemos,
porque quiero ver la razon, que cada vno
tiene, de quexarse del otro. Despues
que todos se vuieron assentado sobre la
uerde yerua, Filemon començo a hablar
desta manera: Hermosa pastora, confiado
estoy, que si acaso has sido tocada de
amores, conoçeras la poca razon que
Amarilida tiene de quexarse de mí y de
sentir tan mal de la fe que le tengo,
que venga a ymaginar lo que nadie de su
pastor imaginó. Has de saber, hermosa
pastora, que quando yo nasçi, y aun
ante mucho que nasçiesse, los hados me
destinaron para que amasse esta hermosa
pastora que delante mis tristes y tus
hermosos ojos está, y a esta causa he
respondido con el effecto de tal manera,
que no creo que ay amor como el mio,
ni ingratitud como la suya. Sucçedio,
pues, que seruiendola desde mi niñez, lo
mejor que yo he sabido, aurá como çinco
o seis meses, que mi desuentura aportó
por aqui a vn pastor llamado Arsileo, el
qual buscaua vna pastora, que se llama
Belisa, que por çierto mal suçesso,
anda por estos bosques desterrada. Y
como fuesse tanta su tristeza, sucçedio
que esta cruel pastora que aqui veys,
o por mançilla que tuuo dél, o por la
poca que tiene de mí, o por lo que ella
se sabe, jamas la he podido apartar
de su compañia. Y si acaso le hablaua
en ello paresçia que me queria matar,
porque aquellos ojos que alli veys, no
causan menos espanto, quando miran,
estando ayrados, que alegria, quando
estan serenos. Pues como yo estuuiesse
tan occupado, el coraçon de grandissimo
amor, el alma de vna affeçion[1267] jamas
oyda, el entendimiento de los mayores
çelos, que nunca nadie tuuo, quexauame a
Arsileo con sospiros, y a la tierra con
amargo llanto: mostrando la sin razon que
Amarilida me hazia. Ha le causado tan
grande aborresçimiento auer yo imaginado
cosa contra su honestidad que por
vengarse de mi, ha perseuerado en ello
hasta aora, y no tan solamente haze esto,
mas en viendome delante sus ojos, se va
huyendo como la medrosa çierua de los
hambrientos lebreles. Ansi que por lo que
deues a ti misma, te pido que juzgues,
si es bastante la causa que tiene de
aborresçerme y si mi culpa es tan graue,
que merezca por ella ser aborresçido.
Acabado Filemon de dar cuenta de su mal,
y de la sin razon que su Amarilida le
hazia, la pastora Amarilida començo a
hablar desta manera: Hermosa pastora,
auerme Filemon, que ahi está, querido
bien (a lo menos auerlo mostrado) sus
seruicios an sido tales, que me sería
mal contado dezir otra cosa; pero si yo
tambien he desechado, por causa suya, el
seruiçio de otros muchos pastores, que
por estos valles repastan sus ganados, y
zagales a quien naturaleza no ha dotado
de menos graçia que a otros, el mismo
puede dezillo. Porque las muchas uezes
que yo he sido requestada, y las que he
tenido la firmeza que a su fe deuia,
no creo que ha sido muy lexos de su
presençia, mas no auia de ser esto parte
para que él me tuuiesse tan en poco que
ymaginasse de mí cosa contra lo que a mí
misma soy obligada; porque si es ansi, y
él lo sabe, que a muchos que por mí se
perdian, yo he desechado por amor dél,
¿cómo auia yo de desechar a él por otro?
¿O pensaua en él, o en mis amores? Cien
mil uezes me ha Filemon açechado, no
perdiendo pisada, de las que el pastor
Arsileo y yo dauamos por este hermoso
ualle, mas él mismo diga si algun dia oyó
que Arsileo me dixesse cosa que supiesse
a amores, o si yo le respondia alguna que
lo paresçiesse ¿Qué dia me vio hablar
Filemon con Arsileo, que entendiesse de
mis palabras otra cosa, que consolalle de
tan graue mal como padesçia? Pues si esto
auia de ser causa que sospechasse mal de
su pastora, ¿quién mejor puede juzgarlo
que él mismo? Mira, hermosa Nimpha, quan
entregado estaua a sospechas falsas y
dudosas ymaginaçiones, que jamas mis
palabras pudieron satisfazelle, ni acabar
con él que dexasse de ausentarse deste
ualle, pensando él que con ausençia daria
fin a mis dias, y engañose, porque antes
me paresçe que lo dio al contentamiento
de los suyos. Y lo bueno es que aun no
se contentaua Filemon de tener çelos
de mí, que tan libre estaua como tú,
hermosa pastora, aurás entendido, más
aun lo publicaua en todas las fiestas,
bayles, luchas, que entre los pastores
desta sierra se hazian. Y esto ya tú
conosçes, si uenia en mayor daño de
mi honra que de su contentamiento. En
fin, él se ausentó de mi presençia, y
pues tomó por mediçina de su mal cosa
que más se lo ha acresçentado, no me
culpe si me he sabido mejor aprouechar
del remedio de lo que él ha sabido
tomalle. Y pues tú, hermosa pastora,
as uisto el contento que yo reçebi, en
que dixesses al desconsolado Arsileo
nueuas de su pastora, y que yo misma fuy
la que le importuné que luego fuesse a
buscalla, claro está que no podia auer
entre los dos cosa de que pudiessemos
ser tan mal juzgados, como este pastor
inconsideradamente nos ha juzgado. Ansi
que esta es la causa de yo me auer
resfriado del amor que a Filemon tenía,
y de no me querer más poner a peligro de
sus falsas sospechas, pues me ha traydo
mi buena dicha a tiempo, que sin forçarme
a mí misma, pudiesse muy bien hazello.
Despues que Amarilida vuo mostrado la
poca razon que el pastor auia tenido
de dar credito a sus ymaginaçiones y
la libertad en que el tienpo le auia
puesto (cosa muy natural de coraçones
essentos), el pastor le respondio desta
manera: No niego yo (Amarilida) que
tu bondad y discreçion no basta para
desculparte de qualquiera sospecha. ¿Mas
quieres tú por uentura hazer nouedades en
amores, y ser inuentora de otros nueuos
effectos de los que hasta agora auemos
uisto? ¿Quándo quiso bien vn amador,
que qualquiera occasion de çelos, por
pequeña que fuesse, no le atormentasse
el alma, quanto más siendo tan grande
como la que tú con larga conuersaçion y
amistad de Arsileo me ha dado? ¿Piensas
tú, Amarilida, que para los çelos son
menester çertidumbres? Pues engañaste,
que las sospechas son las prinçipales
causas de tenellos. Creer yo que querias
bien a Arsileo por via de amores, no
era mucho, pues el publicallo yo, tan
poco era de manera que tu honra quedasse
offendida: quanto más que la fuerça
de amor era tan grande, que me hazia
publicar el mal de que me temia. Y puesto
caso que tu bondad me assegurasse, quando
a hurto de mis sospechas la consideraua,
todavia tenía temor de lo que me podia
suçeder, si la conuersaçion yua delante.
Quanto a lo que dizes que yo me ausenté,
no lo hize por darte pena, sino por uer
si en la mia podria auer algun remedio,
no uiendo delante mis ojos a quien tan
grande me la daua, y tambien porque mis
importunidades no te la causassen. Pues
si en buscar remedio para tan graue mal,
fuy contra lo que te deuia: ¿qué más pena
que la que tu ausençia me hizo sentir?
¿O qué más muestra de amor que no ser
ella causa de oluidarte? ¿Y qué mayor
señal del poco que comigo tenias, que
auelle tú perdido de todo punto con mi
ausençia? Si dizes que jamas quisiste
bien a Arsileo, aun esso me da a mi mayor
causa de quexarme, pues por cosa en que
tan poco te yua, dexauas a quien tanto
te desseaua seruir. Ansi que tanto mayor
quexa tengo de ti, quanto menos fue el
amor que a Arsileo has tenido. Estas son
(Amarilida) las razones, y otras muchas
que no digo, que en mi fauor puedo traer:
las quales no quiero que me ualgan, pues
en caso de amores suelen ualer tan poco.
Solamente te pido que tu çlemençia y
la fe que sienpre te he tenido, esten,
pastora, de mi parte, porque si ésta
me falta, ni en mis males podra auer
fin, ni medio en tu condiçion. Y con
esto el pastor dio fin a sus palabras,
y prinçipio a tantas lagrimas, que
bastaron juntamente con los ruegos, y
sentençia que en este caso Felismena dio,
para que el duro coraçon de Amarilida
se ablandasse, y el enamorado pastor
boluiesse en graçia de su pastora: de lo
qual quedó tan contento, como nunca jamas
lo estuuo, y aun Amarilida no poco gozosa
de auer mostrado quán engañado estaua
Filemon en las sospechas que della tenía.
Y despues de auer passado alli aquel
dia con muy gran contentamiento de los
dos confederados amadores, y con mayor
desassosiego de la hermosa Felismena,
ella otro dia por la mañana se partio
dellos, despues de muy grandes abraços, y
prometimientos de procurar siempre la una
de saber del buen sucçesso de la otra.
Pues Sireno muy libre del amor, y
Seluagia y Syluano muy más enamorados que
nunca, la hermosa Diana muy descontenta
del triste sucçesso de su camino, passaua
la uida apasçentando su ganado por la
ribera del caudaloso Ezla: adonde muchas
uezes, topandose unos a otros, hablauan
en lo que mayor contento les daua. Y
estando un dia la discreta Seluagia con
el su Syluano junto a la fuente de los
alisos, llegó acaso la pastora Diana, que
uenia en busca de un cordero que de la
manada se le auia huydo, el qual Syluano
tenía atado a un myrtho, porque quando
alli llegaron, le halló beuiendo en la
clara fuente, y por la marca conosçio
ser de la hermosa Diana. Pues siendo,
como digo, llegada y resçebida de los
dos nueuos amantes, con gran cortesia se
assento entre la uerde yerua, arrimada a
uno de los alisos que la fuente rodeauan,
y despues de auer hablado en muchas
cosas, le dixo Syluano: ¿Cómo (hermosa
Diana) no nos preguntas por Sireno? Diana
entonces le respondio: Como no querria
tratar de cosas passadas, por lo mucho
que me fatigan las presentes: tienpo
fue que preguntar yo por él le diera
más contento, y aun a mí el hablalle,
de lo que a ninguno de los dos aora
nos dara, mas el tienpo cura infinitas
cosas que a la persona le paresçen sin
remedio. Y si esto assi no entendiesse,
ya no auria Diana en el mundo, segun los
desgustos y pesadumbres que cada dia se
me offreçen. No querra Dios tanto mal
al mundo (respondio Seluagia), que le
quite tan grande hermosura como la tuya.
Essa no le faltará en quanto tú biuieres
(dixo Diana) y adonde está tu graçia y
gentileza muy poco se perderia en mí.
Sino miralo por el tu Syluano, que jamas
pensé yo que él me oluidara por otra
pastora alguna, y en fin me ha dado de
mano por amor de ti. Esto dezia Diana,
con una risa muy graçiosa, aunque no se
reya destas cosas tanto, ni tan de gana,
como ellos pensauan. Que puesto caso
que ella uuiesse querido a Sireno más
que a su uida, y a Syluano le uuiesse
aborresçido, más le pesaua del oluido de
Syluano, por ser causado de otra, de cuya
vista estaua cada dia gozando con gran
contentamiento de sus amores, que del
oluido de Sireno, a quien no mouia ningun
pensamiento nueuo. Quando Syluano oyó
lo que Diana auia dicho, le respondio:
Oluidarte yo, Diana, seria escusado,
porque no es tu hermosura y ualor de los
que oluidarse pueden. Verdad es que yo
soy de la mi Seluagia: porque de más de
auer en ella muchas partes, que hazello
me obligan, no tuuo en menos su suerte,
por ser amada de aquél a quien tú en tan
poco tuuiste. Dexemos esso (dixo Diana)
que tú estás muy bien empleado, y yo no
lo miré bien, en no quererte como tu
amor me lo meresçia. Si algun contento
en algun tienpo desseaste darme, ruegote
todo quanto puedo que tú y la hermosa
Seluagia canteys alguna cançion por
entretener la fiesta: que me paresçe
que comiença de manera que será forçado
passalla debaxo de estos alisos, gustando
del ruydo de la clara fuente, el qual no
ayudará poco a la suavidad de vuestro
canto. No se hizieron de rogar los nueuos
amadores, aunque la hermosa Seluagia no
gustó mucho de la platica que Diana con
Syluano auia tenido. Mas porque en la
cançion pensó satisfazer al son de la
çampoña que Diana tañía, començaron los
dos a cantar desta manera:
Zagal alegre te ueo,
y tu fe firme y segura.
--Cortome amor la uentura
a medida del desseo.
¿Qué desseaste alcançar,
que tal contento te diesse?
--Querer a quien me quisiesse,
que no hay más que dessear.
Essa gloria en que te ueo,
tienes la por muy segura.
--No me la ha dado uentura
para burlar al desseo.
¿En quanto estuuiese firme[1268],
moririas sospirando?
--De oyllo dezir burlando
estoy ya para morirme.
¿Mudarias (aunque feo)
viendo mayor hermosura?
--No porque sería locura
pedirme más el desseo.
¿Tienesme tan grande amor,
como en tus palabras siento?
--Esso a tu meresçimiento
lo preguntarás mejor.
Algunas uezes lo creo,
y otras no estoy muy segura.
--Solo en eso la uentura
haze offensa a mi desseo.
Finge que de otra zagala
te enamoras más hermosa.
--No me mandes hazer cosa,
que aun para fingida es mala.
Muy más firmeza te ueo,
pastor, que a mi hermosura.
--Y a mí muy mayor uentura
que jamas cupo en desseo.
A este tiempo baxaua Sireno del aldea, á
la fuente de los alisos, con grandissimo
desseo de topar a Seluagia, o a Syluano.
Porque ninguna cosa por entonçes le daua
más contento que la conuersaçion de
los dos nueuos enamorados. Y paseando
por la memoria los amores de Diana, no
dexaua de causalle soledad el tiempo
que la auia querido, no porque entonçes
le diesse pena su amor, mas porque en
todo tienpo la memoria de un buen estado
causa soledad al que le ha perdido.
Y antes que llegasse a la fuente, en
medio del uerde prado, que de myrthos
y laureles rodeado estaua, halló las
ouejas de Diana, que solas por entre los
arboles andauan pasçiendo, so el amparo
de los brauos mastines. Y como el pastor
se parasse a mirallas, ymaginando el
tienpo en que le auian dado más en que
entender que las suyas proprias; los
mastines con gran furia se uinieron a
él, mas como llegassen y dellos fuesse
conosçido, meneando las colas y baxando
los pescueços que de agudas puntas de
azero estauan rodeados, se le echaron
a los pies, y otros se empinauan con
el mayor regozijo del mundo. Pues las
ouejas no menos sentimiento hizieron,
porque la borrega mayor, con su rustico
çençerro, se uino al pastor, y todas
las otras guiadas por ella, o por el
conosçimiento de Sireno, le çercaron
alrededor, cosa que él no pudo uer sin
lagrimas, acordandosele que en compañía
de la hermosa pastora Diana auia
repastado aquel rebaño. Y uiendo que en
los animales sobraua el conosçimiento que
en su señora auia faltado, cosa fue ésta,
que si la fuerça del agua que la sabia
Feliçia le auia dado, no le uuiera hecho
oluidar los amores, quiça no uuiera cosa
en el mundo que le estoruara boluer a
ellos. Mas uiendose çercado de las ouejas
de Diana, y de los pensamientos que la
memoria della ante los ojos le ponia,
començo a cantar esta cançion al son de
su loçano rabel.
Passados contentamientos
¿qué quereys?
dexadme, no me canseys.
Memoria, ¿quereys oyrme?
los dias, las noches buenas,
paguelos con las setenas,
no teneys más que pedirme,
todo se acabó en partirme,
como ueys,
dexadme, no me canseys.
Campo uerde, ualle vmbroso,
donde algun tiempo gozé,
ved lo que despues passé,
y dexadme en mi reposo:
si estoy con razon medroso,
ya lo ueys,
dexadme, no me canseys.
Vi mudado un coraçon,
cansado de assegurarme,
fue forçado aprouecharme,
del tiempo, y de la occasion;
memoria do no ay passion,
¿qué quereys?
dexadme, no me canseys.
Corderos y ouejas mias,
pues algun tiempo lo fuistes,
las horas lentas o tristes
passaronse con los dias,
no hagays las alegrias
que soleys,
pues ya no me engañareys.
Si uenis por me turbar,
si uenis por consolar,
ya no hay mal que consolar:
si uenis por me matar,
bien podeys,
matadme y acabareys.
Despues que Sireno vuo cantado, en
la boz fue conosçido de la hermosa
pastora Diana y de los dos enamorados,
Seluagia y Syluano. Ellos le dieron
bozes, diziendo que si pensaua passar
la fiesta en el campo, que alli estaua
la sabrosa fuente de los alisos, y la
hermosa pastora Diana, que no seria mal
entretenimiento para passalla. Sireno
le respondio que por fuerça auia de
esperar todo el dia en el campo, hasta
que fuesse hora de boluer con el ganado
a su aldea, y viniendose adonde el
pastor y pastoras estauan, se sentaron
en torno de la clara fuente, como otras
uezes solian. Diana, cuya uida era tan
triste qual puede ymaginar quien uiesse
una pastora la más hermosa y discreta
que entonces se sabia, tan fuera de su
gusto casada, siempre andaua buscando
entretenimientos para passar la uida
hurtando el cuerpo a sus imaginaçiones.
Pues estando los dos pastores hablando
en algunas cosas tocantes al pasto de
los ganados y al aprouechamiento dellos,
Diana les rompio el hilo de su platica,
diziendo contra Syluano: Buena cosa es,
pastor, que estando delante la hermosa
Seluagia trates de otra cosa, sino de
encaresçer su hermosura y el gran amor
que te tiene: dexa el campo, y los
corderos, los malos, o buenos sucçessos
del tiempo y fortuna, y goza, pastor, de
la buena que has tenido, en ser amado
de tan hermosa pastora, que adonde el
contentamiento del spirito es razon que
sea tan grande, poco al caso hazen los
bienes de fortuna. Siluano entonces le
respondio: Lo mucho que yo, Diana, te
deuo, nadie lo sabría encaresçer, como
ello es, sino quien huuiese entendido la
razon que tengo de conoçer esta deuda,
pues no tan solo me enseñaste a querer
bien, mas aun aora me guyas y muestras
vsar del contentamiento que mis amores
me dan. Infinita es la razon que tienes
de mandarme que no trate de otra cosa,
estando mi señora delante, sino del
contento que su vista me causa, y assi
prometo de hacello, en quanto el alma no
se despidiere destos cansados miembros.
Mas de una cosa estoy espantado, y es
de ver como el tu Sireno buelue a otra
parte los ojos, quando hablas; paresçe,
que no le agradan tus palabras, ni se
satisfaçe de lo que respondes. No le
pongas culpa (dixo Diana) que hombres
descuydados y enemigos de lo que a si
mismos deuen, esso y más harán. ¿Enemigo
de lo que a mí mismo deuo? (respondia
Sireno). Si yo jamas lo fuy, la muerte
me dé la pena de mi yerro. Buena manera
es essa de desculparte. ¡Desculparme
yo, Sireno (dixo Diana) si la primera
culpa contra ti no tengo por cometer,
jamas me vea con más contento, que el
que agora tengo! Bueno es que me pongas
tú culpa por auerme casado, teniendo
padres. Mas bueno es (dixo Sireno) que
casasses teniendo amor. ¿Y qué parte
(dixo Diana) era el amor, adonde estaua
la obediencia que a los padres se deuia?
¿Mas qué parte (respondio Sireno) eran
los padres, la obediençia, los tiempos,
ni los malos ó fauorables sucçessos de
la fortuna, para sobrepujar vn amor tan
verdadero, como antes de mi partida me
mostraste? Ah Diana, Diana, que nunca yo
pense que vuiera cosa en la uida que vna
fe tan grande pudiera quebrar: quanto
más, Diana, que bien te pudieras casar,
y no olvidar a quien tanto te queria.
Mas mirandolo desapassionadamente, muy
mejor fue para mí ya que te casauas, el
oluidarme. ¿Por qué razon (dixo Diana?)
Porque no ay (respondio Sireno) peor
estado que es querer vn pastor á una
pastora casada: ni cosa que más haga
perder el seso, al que uerdadero amor
le tiene. Y la razon dello es, que como
todos sabemos, la principal passion, que
a un amador atormenta, despues del desseo
de su dama son los çelos. Pues qué te
paresçe, que será para un desdichado que
quiere bien, saber que su pastora está
en braços de su uelado, y él llorando en
la calle su desuentura: Y no para aqui
el trabajo, mas en ser un mal que no os
podeys quexar dél, porque en la hora
que os quexaredes, os ternan por loco,
o desatinado. Cosa la más contraria al
descanso que puede ser: que ya cuando
los çelos son de otro pastor que la
sirua, en quexar de los fauores que le
haze y en oyr desculpas, passays la
vida, mas este otro mal es de manera
que en un punto la perdereys, sino
teneys cuenta con uuestro desseo. Diana
entonçes respondio: Dexa essas razones,
Sireno, que ninguna neçesidad tienes de
querer, ni ser querido. A trueque de no
tenella de querer (dixo Sireno) me alegro
en no tenella de ser querido. Estraña
libertad es la tuya (dixo Diana). Mas
lo fue tu oluido (respondio Sireno),
si miras bien en las palabras que a la
partida me dixiste, mas como dizes,
dexemos de hablar en cosas passadas,
y agradezcamos al tiempo y a la sábia
Feliçia las presentes, y tú, Syluano,
toma tu flauta y templemos mi rabel con
ella, y cantaremos algunos versos: aunque
coraçon tan libre como el mio, ¿qué
podra cantar, que dé contento a quien
no le tiene? Para esto yo te dare buen
remedio, dixo Syluano. Hagamos cuenta
que estamos los dos de la manera que
esta pastora nos traya al tiempo que por
este prado esparzimos nuestras quexas. A
todos paresçio bien lo que Syluano dezia,
aunque Seluagia no estaua muy bien en
ello, mas por no dar a entender çelos
donde tan gran amor amor conosçia, calló
por entonçes y los pastores començaron a
cantar desta manera:
SYLUANO Y SIRENO
Si lagrimas no pueden ablandarte,
(cruel pastora) ¿qué hara mi canto,
pues nunca cosa mia vi agradarte?
¿Qué coraçon aurá que suffra tanto,
que vengas a tomar en burla y risa,
vn mal que al mundo admira y causa espanto?
¡Ay çiego entendimiento, que te auisa
amor, el tiempo y tantos desengaños,
y siempre el pensamiento de una guisa!
Ah pastora cruel, ¿en tantos daños,
en tantas cuytas, tantas sin razones
me quieres ver gastar mis tristes años?
De vn coraçon que es tuyo, ¿ansi dispones?
vn alma que te di, ¿ansi la tratas,
que sea el menor mal suffrir passiones?
SIRENO
Vn ñudo ataste amor, que no desatas,
es çiego, y çiego tú, y yo más çiego,
y çiega aquella por quien tú me matas.
Ni yo me vi perder vida y sossiego:
ni ella vee que muero a causa suya,
ni tú, que estó abrasado en biuo fuego.
¿Qué quieres crudo amor, que me destruya
Diana con ausençia? pues concluye
con que la vida y suerte se concluya.
El alegria tarda, el tiempo huye,
muere esperança, biue el pensamiento,
amor lo abreuia, alarga y lo destruye.
Verguença me es hablar en un tormento
que aunque me aflija, canse y duela tanto,
ya no podria sin él biuir contento.
SYLUANO
O alma, no dexeys el triste llanto,
y vos cansados ojos,
no os canse derramar lagrimas tristes:
llorad pues uer supistes
la causa prinçipal de mis enojos.
SIRENO
La causa prinçipal de mis enojos,
cruel pastora mia,
algun tiempo lo fue de mi contento:
ay triste pensamiento,
quan poco tiempo dura vna alegria.
SYLUANO
Quan poco tiempo dura vna alegria
y aquella dulce risa,
con que fortuna acaso os ha mirado:
todo es bien empleado
en quien auisa el tiempo y no se auisa.
SIRENO
En quien auisa el tiempo y no se auisa,
haze el amor su hecho,
mas ¿quién podra en sus casos auisarse,
o quién desengañarse?
ay pastora cruel, ay duro pecho.
SYLUANO
Ay pastora cruel, ay duro pecho,
cuya dureza estraña
no es menos que la graçia y hermosura,
y que mi desuentura,
¡quán a mi costa el mal me desengaña!
SYLUANO
Pastora mia, más blanca y colorada
que blancas[1269] rosas por abril cogidas,
y más resplandesçiente,
que el sol, que de oriente
por la mañana assoma a tu majada
¿cómo podré biuir si tú me oluidas?
no seas mi pastora rigurosa,
que no está bien crueldad a vna hermosa.
SIRENO
Diana mia, más resplandesçiente,
que esmeralda, y diamante a la vislumbre,
cuyos hermosos ojos
son fin de mis enojos,
si a dicha los rebuelues mansamente,
assi con tu ganado llegues a la cumbre
de mi majada gordo y mejorado,
que no trates tan mal a vn desdichado.
SYLUANO
Pastora mia, quando tus cabellos
a los rayos del sol estás peynando,
no vees que lo escuresçes,
y a mi me ensoberuesçes
que desde acá me estoy mirando en ellos,
perdiendo ora esperança, ora ganando?
assi gozes, pastora, esa hermosura,
que des vn medio en tanta desuentura.
SIRENO
Diana cuyo nombre en esta sierra
los fieros animales trae domados,
y cuya hermosura,
sojuzga a la ventura,
y al crudo amor no teme y haze guerra
sin temor de occasiones, tiempo, hados,
assi gozes tú tu hato y tu majada,
que de mi mal no biuas descuydada.
SYLUANO
La fiesta, mi Sireno, es ya passada,
los pastores se uan a su manida,
y la cigarra calla de cansada.
No tardará la noche, que escondida
está, mientra que Phebo en nuestro cielo
su lumbre acá y allá trae esparzida.
Pues antes que tendida por el suelo
veas la escura sombra, y que cantando
de ençima deste aliso está el mochuelo,
Nuestro ganado vamos allegando,
y todo junto alli lo lleuaremos,
a do Diana nos está esperando.
SIRENO
Syluano mio, vn poco aqui esperemos,
pues aun del todo el sol no es acabado
y todo el dia por nuestro le tenemos.
Tiempo ay para nosotros, y el ganado
tiempo ay para lleualle al claro rio,
pues oy ha de dormir por este prado;
y aqui cesse, pastor, el cantar mio.
En quanto los pastores cantauan, estaua
la pastora Diana con el rostro sobre
la mano, cuya manga cayendose un poco,
descubria la blancura de un braço, que a
la de la nieue escuresçia, tenía los ojos
inclinados hacia el suelo, derramando
por ellos vnas espaçiosas lagrimas, las
quales dauan a entender de su pena más
de lo que ella quisiera dezir: y en
acabando los pastores de cantar con vn
sospiro, en compañia del qual paresçia
auersele salido el alma se leuantó, y sin
despedirse dellos, se fue por el valle
abaxo, entrançando sus dorados cabellos,
cuyo tocado se le quedó preso en vn ramo
al tiempo que se leuantó. Y si con la
poca manzilla que Diana de los pastores
auia tenido, ellos no templaran la mucha
que della tuuieron, no bastara el coraçon
de ninguno de los dos a podello suffrir.
Y ansi, unos con otros, se fueron a
recoger sus ouejas, que desmandadas
andauan, saltando por el verde prado.
_Fin del sexto libro._
NOTAS:
[1266] _Le_ en la edición de Milán.
[1267] _Afición_ en la edición de Milán.
[1268] M., _Si yo no estuviese firme_.
[1269] _Ambas_, por errata patente, en la edición de Milán y en otras.
LIBRO SEPTIMO
DE LA DIANA DE GEORGE DE MONTEMAYOR
Despues que Felismena vuo puesto fin en
las differençias de la pastora Amarilida
y el pastor Filemon, y lo dexó con
proposito de jamas hazer el vno cosa de
que otro tuuiese occasion de quexarse,
despedida dellos, se fue por el valle
abaxo por el qual anduuo muchos dias,
sin hallar nueua que algun contento le
diesse, y como todauia lleuaua esperança
en las palabras de la sábia Feliçia, no
dexaua de passalle por el pensamiento,
que despues de tantos trabajos se auia
de cansar la fortuna de perseguilla. Y
estas ymaginaçiones la sustentauan en
la grauissima pena de su desseo. Pues
yendo vna mañana por en medio de vn
bosque, al salir de vna assomada que
por ençima de vna alta sierra paresçia,
vio delante si vn verde y amenissimo
campo, de tanta grandeza, que con la
vista no se le podia alcançar el cabo,
el qual doze millas adelante, yua a
fenesçer en la falda de vnas montañas,
que quasi no se paresçian: por medio
del deleytoso campo corria vn caudaloso
rio, el qual hazia vna muy graçiosa
ribera, en muchas partes poblada de
salzes, y verdes alisos, y otros diuersos
arboles: y en otras dexaua descubiertas
las cristalinas aguas recogiendose a
vna parte vn grande y espaçioso arenal
que de lexos más adornaua la hermosa
ribera. Las mieses que por todo el campo
paresçian sembradas, muy çerca estauan
de dar el desseado fruto, y a esta causa
con la fertilidad de la tierra estauan
muy cresçidos, y meneados de vn templado
viento hazian vnos verdes, claros, y
obscuros, cosa que a los ojos daua muy
gran contento. De ancho tenía bien el
deleytoso y apazible prado tres millas en
partes, y en otras poco más, y en ninguna
auia menos desto. Pues baxando la hermosa
pastora por su camino abaxo, vino a dar
en vn bosque muy grande de verdes alisos,
y azebuches assaz poblado, por enmedio
muchas casas tan sumptuosamente labradas,
que en gran admiraçion le pusieron. Y
de subito fue a dar con los ojos en vna
muy hermosa çiudad, que desde lo alto de
vna sierra que de frente estaua, con sus
hermosos edifiçios, venia hasta tocar
con el muro en el caudaloso rio que por
medio del campo passaua. Por ençima del
qual estaua la más sumptuosa y admirable
puente, que en el vniuerso se podia
hallar. Las casas y edifiçios de aquella
çiudad insigne eran tan altos, y con tan
gran artifiçio labrados, que paresçia
auer la industria humana mostrado su
poder. Entre ellos auia muchas torres y
piramides, que de altos se leuantauan a
las nuues. Los tenplos eran muchos, y
muy sumptuosos, las casas fuertes, los
superbos muros, los brauos baluartes,
dauan gran lustre a la grande y antigua
poblaçion, la qual desde alli se diuisaba
toda. La pastora quedó admirada de ver lo
que delante los ojos tenía, y de hallarse
tan çerca de poblado, que era la cosa que
con gran cuydado huya[1270]. Y con todo
esso se assento vn poco a la sombra de vn
oliuo, y mirando muy particularmente, lo
que aueys oydo, viendo aquella populosa
çiudad, le vino a la memoria la gran
Soldina su patria y naturaleza, de
adonde los amores de don Felis la trayan
desterrada: lo qual fue ocasion para no
poder passar sin lagrimas, porque la
memoria del bien perdido, pocas vezes
dexa de dar ocasion a ellas. Dexado pues
la hermosa pastora aquel lugar, y la
çiudad a mano derecha, se fue su passo a
passo por vna senda que junto al río yua,
hazia la parte, donde sus cristallinas
aguas con vn manso y agradable ruydo, se
yban a meter en el mar Oçeano. Y auiendo
caminado seys millas por la graçiosa
ribera adelante, vio dos pastoras, que
al pie de vn roble a la orilla del rio
passauan la fiesta: las quales aunque
en la hermosura tuuiessen vna razonable
mediania, en la graçia y donayre auia vn
estremo grandissimo: el color del rostro
moreno, y graçioso: los cabellos no muy
ruuios, los ojos negros: gentil ayre y
graçioso en el mirar: sobre las cabeças
tenian sendas guirnaldas de verde yedra,
por entre las hojas entretexidas muchas
rosas y flores. La manera del vestido
le paresçio differente del que hasta
entonçes auia visto. Pues leuantandose
la vna con grande priessa a echar vna
manada de ouejas, de vn linar adonde se
auian entrado, y la otra llegado a dar
a beuer a vn rebaño de cabras al claro
rio se boluieron a la sombra del vmbroso
fresno. Felismena que entre vnos juncales
muy altos se auia metido, tan çerca de
las pastoras, que pudiesse oyr lo que
entre ellas passaua, sintio que la lengua
era Portuguesa, y entendio que el reyno
en que estaua, era Lusitania, porque la
una de las pastoras dezia con graçia muy
estremada en su misma lengua a la otra,
tomandose de las manos: Ay Duarda, quan
poca razon tienes de no querer a quien
te quiere más que a si: quánto mejor te
estaria, no traer mal a vn pensamiento
tan occupado en tus cosas. Pesame que
a tan hermosa pastora la falte piedad,
para quien en tanta neçesidad está della.
La otra, que algo más libre paresçia,
con çierto desden, y vn dar de mano,
(cosa muy natural de personas libres),
respondia: ¿quieres que te diga, Armia?
si yo me fiare otra uez de quien tan mal
me pagó el amor que le tuue, no terná
él la culpa del mal que a mi desseo me
sucçediere. No me pongas delante los ojos
seruiçios que esse pastor algun tiempo
me aya hecho, ni me digas ninguna razon
de las que él se da para mouerme, porque
ya passó el tiempo en que sus razones le
ualian. Él me prometio de casarse comigo,
y se casó con otra. ¿Qué quiere aora? ¿o
qué me pide esse enemigo de mi descanso?
¿dize que pues su muger es finada, que
me case con él? No querra Dios que yo a
mí misma me haga tan gran engaño: dexalo
estar, Armia, dexalo: que si él a mi me
dessea tanto como dize, esse desseo me
dara uengança dél. La otra le explicaua
con palabras muy blandas, juntando su
rostro con el de la essenta Duarda, con
muy estrechos abrazos: ay pastora, y
cómo te está bien todo quanto dizes;
nunca desseé ser hombre, sino aora para
quererte más que a mí. Mas dime, Duarda
¿porqué has tú de querer, que Danteo
biua tan triste vida? El dize que la
razon con que dél te quexas, essa misma
tiene para su disculpa. Porque antes de
que se casasse, estando contigo vn dia
junto al soto de Fremoselle te dixo:
Duarda, mi padre quiere casarme, ¿qué te
paresçe que haga? y que tú respondiste
muy sacudidamente: ¿Cómo, Danteo, tan
vieja soy yo o tan grande poder tengo
en ti, que me pidas paresçer y liçençia
para tus casamientos? Bien puedes hazer
lo que tu voluntad y la de tu padre te
obligare, porque lo mismo haré yo: y
que esto fue dicho con vna manera tan
estraña de lo que solia como si nunca
te vuiera passado por el pensamiento
quererle bien. Duarda le respondio:
¿Armia, eso le llamas tú disculpa? Si no
te tuuiera tan conosçida, en este punto
perdia tu discreçion grandissimo credito
comigo. ¿Qué auia yo de responder a vn
pastor que publicaua que no auia cosa
en el mundo, en quien sus ojos pussiese
sino en mí?, quanto más, que no es
Danteo tan ignorante que no entendiesse
en el rostro y arte con que yo esso lo
respondi, que no era aquello lo que
yo quesiera respondelle. ¡Qué donayre
tan grande fue toparme el vn dia antes
que esso passasse junto a la fuente, y
dezirme con muchas lagrimas: porqué,
Duarda, eres tan ingrata a lo que te
desseo, que no te quieres casar comigo,
a hurto de tus padres: pues sabes que el
tiempo les ha de curar el enojo que desso
reçibieren? Yo entonçes le respondi:
contentate, Danteo, con que yo soy tuya,
y jamas podré ser de otro, por cosa que
me sucçeda. Y pues yo me contento con la
palabra que de ser mi esposo me as dado,
no quieras que a trueque de esperar un
poco de tiempo más, haga vna cosa que
tan mal nos está; y despedirse él de
mi con estas palabras, y al otro dia
dezirme que su padre le queria casar, y
que le diesse liçençia: y no contento
con esto, casarse dentro de tres dias.
Paresçe te pues, Armia, que es ésta algo
suffiçiente causa, para yo vsar de la
libertad, que con tanto trabajo de mi
pensamiento tengo ganada? Estas cosas
(respondio la otra) façilmente se dizen y
se passan entre personas que se quieren
bien, mas no se han de lleuar por esto
tan a cabo, como las lleuas. Las que se
dizen (Armia) tienes razon, mas las que
se hazen, ya tú lo vees, si llegan al
alma de las que queremos bien. En fin,
Danteo se casó, pesame mucho que se le
lograsse poco tan hermosaa pastora: y
mucho más de ver que no ha vn mes que
la enterró, y ya començan a dar bueltas
sobre él pensamientos nueuos. Armia le
respondia: Matóla Dios: porque en fin
Danteo era tuyo, y no podria ser de otra.
Pues si esso es ansi (respondio Duarda)
que quien es de vna persona, no puede ser
de otra, yo la hora de aora me hallo mia,
y no puedo ser de Danteo. Y dexemos cosa
tan escusada como gastar el tiempo en
esto. Mejor será que se gaste en cantar
vna cançion, y luego las dos en su misma
lengua, con mucha gracia, començaron a
cantar lo siguiente:
Os tempos se mudarão
a vida se acabará:
mas a fe sempre estara,
onde meus olhos estão.
Os dias, y os momentos,
as horas, con suas mudanças,
inmigas son desperanças,
y amigas de pensamentos:
os pensamentos estão
a esperança acabará,
a fe, me não deixará
por honrra do coraçon.
He causa de muytos danos
duuidosa confiança
que a vida sen esperança
ja não teme desenganos,
os tempos se vem e vão,
a vida se acabará,
mas a fe não quererá,
hazer me esta semrazão.
Acabada esta cançion, Felismena salio del
lugar a donde estaua escondida y se llegó
adonde las pastoras estauan, las quales
espantadas de su graçia y hermosura, se
llegaron a ella, y la reçibieron con
muy estrechos abraços, preguntandole
de que tierra era y de adonde uenia. A
lo qual la hermosa Felismena no sabia
responder, mas antes con muchas lagrimas
les preguntaua, qué tierra era aquella
en que morauan. Porque de la suya
la lengua daua testimonio ser de la
prouinçia de Vandalia, y que por çierta
desdicha uenia desterrada de su tierra.
Las pastoras portuguesas con muchas
lagrimas la consolauan, doliendose de su
destierro, cosa muy natural de aquella
naçion, y mucho más de los habitadores
de aquella prouinçia. Y preguntandoles
Felismena, qué çiudad era aquella que
auia dexado hazia la parte donde el rio,
con sus cristallinas aguas apressurando
su camino, con gran impetu uenia, y que
tambien desseaua saber, qué castillo era
aquel que sobre aquel monte mayor que
todos estaua edificado y otras cosas
semejantes. Y una de aquellas, que Duarda
se llamaua, le respondio, que la çiudad
se llamaua Coymbra, vna de las más
insignes y prinçipales de aquel reyno, y
aun de toda la Europa, ansi por la tierra
comarcana a ella, la qual aquel caudaloso
rio, que Mondego tenía por nombre, con
sus cristalinas aguas regaua. Y que todos
aquellos campos que con gran impetu
yua discurriendo, se llamauan el campo
de Mondego, y el castillo que delante
los ojos tenian, era la luz de nuestra
España. Y que este nombre le conuenia
más que el suyo proprio, pues en medio
de la infidelidad del Mahometico Rey
Marsilio, que tantos años le auia tenido
çercado, se auia sustentado, de manera
que siempre auia salido uençedor, y jamas
uençido, y que el nombre que tenía en
lengua Portuguesa era Montemor o uelho,
adonde la uirtud, el ingenio, ualor, y
esfuerço, auian quedado por tropheo de
las hazañas, que los habitadores dél,
en aquel tiempo auian hecho; y que las
damas que en él auia, y los caualleros
que lo habitauan, floresçian oy en todas
las uirtudes que ymaginar se podian. Y
assi le conto la pastora otras muchas
cosas de la fertilidad de la tierra, de
la antiguedad de los edifiçios, de la
riqueza de los moradores, de la hermosura
y discreçion de los Nimphas y pastores,
que por la comarca del inexpunable
castillo habitauan, cosas que a Felismena
pusieron en gran admiraçion, y rogandole
las pastoras que comiesse (porque no
deuia uenir con poca necessidad dello)
tuuo por bien de acçeptallo. Y en quanto
Felismena comia de lo que las pastoras
le dieron, la vian derramar algunas
lagrimas, de que ellas en estremo se
dolian. Y queriendole pedir la causa,
se lo estoruó la boz de un pastor,
que muy dulçemente al son de un rabel
cantaua, el qual fue luego conosçido de
las dos pastoras, porque aquel era el
pastor Danteo, por quien Armia terçiaua
con la graçiosa Duarda. La qual con
muchas lagrimas, dixo a Felismena:
Hermosa pastora, aunque el manjar es de
pastoras, la comida es de Prinçesa: qué
mal pensaste tú, quando aqui uenias, que
auias de comer con musica! Felismena
entonçes le respondio: No auria en el
mundo (graçiosa pastora) musica más
agradable para mí, que vuestra uista y
conuersaçion, y esto me daria a mí mayor
ocasion para tenerme por Prinçesa, que no
la musica que dezis. Duarda respondio:
Más auia de ualer que yo quien esso
meresçiesse, y más subido de quilate auia
de ser su entendimiento para entendello,
mas lo que fuere parte del desseo,
hallarse ha en mí cumplidamente. Armia
dixo contra Duarda: Ay Duarda, cómo eres
discreta, y quanto más lo serias si no
fuesses cruel. ¿Hay cosa en el mundo
como esta que por no oyr a aquel pastor
que está cantando sus desuenturas, está
metiendo palabras en medio, y occupando
en otra cosa el entendimiento? Felismena
entendiendo quién podia ser el pastor en
las palabras de Armia, las hizo estar
atentas, y oylle, el qual cantaua al son
de su instrumento esta cançion, en su
misma lengua.
Sospiros, minha lembrança
não quer, porque uos não uades
que o mal que fazem saudades
se cure com esperança.
A esperança não me ual,
polla causa en que se tem,
nem promete tanto bem,
quanto a saudade faz mal;
mas amor, desconfiança,
me deron tal qualidade,
que nem me mata saudade,
nem me da uida esperança.
Errarão se se queyxarem
os olhos con que eu olhey,
porque eu não me queyxarey,
en quanto os seus me lembraren,
nem poderá auer mudança,
jamas en minha uontade,
ora me mate saudade,
ora me deyxe esperança.
A la pastora Felismena supieron mejor las
palabras del pastor, que el combite de
las pastoras, por que más le pareçia que
la cançion se auia hecho para quexarse
de su mal, que para lamentar el ageno.
Y dixo, quando le acabó de oyr. ¡Ay,
pastor, que uerdaderamente paresçe que
aprendiste en mis males, a quexarte de
los tuyos! Desdichada de mí, que no ueo
ni oyo cosa, que no ponga delante la
razon que tengo, de no dessear la uida,
mas no quiera Dios que yo la pierda,
hasta que mis ojos vean la causa de
sus ardientes lagrimas. Armia dixo a
Felismena: Paresçeos (hermosa pastora)
que aquellas palabras meresçen ser oydas,
y que el coraçon de adonde ellas salen
se deue tener en más de lo que esta
pastora lo tiene? No trates, Armia (dixo
Duarda) de sus palabras, trata de sus
obras, que por ellas se ha de juzgar el
pensamiento del que las haze. Si tú te
enamoras de cançiones, y te paresçen
bien sonetos hechos con cuydado de dezir
buenas razones, desengañate que son la
cosa de que yo menos gusto reçibo, y por
la que menos me çertifico, del amor que
se me tiene. Felismena dixo entonçes
fauoresçiendo la razon de Duarda: Mira,
Armia, muchos males se escusarian, y
muy grandes desdichas no uernian en
effecto, si nosotras dexassemos de dar
credito a palabras bien ordenadas, y
razones compuestas de coraçones libres,
porque en ninguna cosa ellos muestran
tanto serlo, como en saber dezir por
orden un mal, que quando es uerdadero,
no ay cosa más fuera della. Desdichada
de mí, que no supe yo aprouecharme deste
consejo. A este tiempo, llegó el pastor
Portugues, donde las pastoras estauan, y
dixo contra Duarda, en su misma lengua:
A pastora, se as lagrimas destes olhos,
y as magoas deste coração, são pouca
parte para abrandar a dureza, com que
sou tratado, não quero de ti mays, senão
que minha conpanhia por estos campos
te não o seja importuna, ne os tristes
uersos que meu mal junto a esta hermosa
ribeira me faz cantar, te den occasião
denfadamento. Passa, hermosa pastora, a
sesta a sombra destes salguyeros, que ho
teu pastor te leuará as cabras a o rio,
y estará a o terreyro do sol, en quanto
ellas nas cristalinas agoas se banharen.
Pentea, hermosa pastora, os teus cabellos
douro iunto a aquella clara fonte donde
uen ho ribeyro que çerca este fremoso
prado, que eu irey en tanto em tanto a
repastar teu gado, y ter y conta com que
as ouelhas não o entren nas searas que
ao longo desta ribeyra estão. Desejo
que não tomes traballho en cousa nenhua,
nen eu descanso em quanto em cousas
tuas não trabalhar. Si isto te paresçe
pouco amor, dize tú en que te poderey
mostrar ho bem que te quero: que nao ha
amor final da pessoa dizer uerdade, en
qualquer cousa que diz, que offreçerse
ha esperiençia dela. La pastora Duarda
entonçes respondio: Danteo, se he uerdade
que ay amor no mundo, eu ho tiue contigo,
e tan grande como tú sabes, jamays nenhun
pastor de quantos apascentão seus gados
pollos campos de Mondego, e beben as
suas claras agoas, alcançou de mí nem
hua so palabra conque tiuesses occasião
de queyxarte de Duarda, nem do amor
que te ella sempre mostrou, a ninguen
tuas lagrimas, e ardentes sospiros mays
magoarão que a mi, ho dia que te meus
olhos não uiam, jamays se leuantauan a
covsa que lhes desse gosto. As uacas que
tú guardauas erão mays que minhas, muytas
mays uezes (reçeosa que as guardas deste
deleytoso campo lhes nam impedissem ho
pasto) me punha eu desde aquelle outeyro,
por uer se pareçião do que minhas ouelhas
erão por mi apasçentadas, nem postas em
parte onde sem sobresalto pasçessen as
eruas desta fermosa ribeyra: isto me
danaua a mí tanto en mostrarme sojeyta,
como a ti em haçerte comfiado. Bem sey
que de minha sogeicão naçeu tua confiança
y de tua confiança hazer o que fizeste.
Tu te casaste con Andresa, cuja alma
este en gloria, ¿qué cousa he esta, que
algum tempo não pidi a Deos, antes lhe
pidi uingança dela, y de ti? eu passe y
despoys de uosso casamento, o que tú e
outros muytos saben, quis minha fortuna
que a tua me não desse pena. Deyxa me
goxar de minha liberdade, y não esperes
que comigo poderas ganhar o que por
culpa tua perdeste. Acabando la pastora
la terrible respuesta que aueys oydo, y
queriendo Felismena meterse en medio de
la differençia de los dos, oyeron a una
parte del prado muy gran ruydo, y golpes
como de caualleros que se conbatian: y
todos con muy gran priessa se fueron a
la parte donde se oyan, por uer qué cosa
fuesse. Y uieron en una isleta que el rio
con una buelta hazia, tres caualleros que
con uno solo se combatían: y aunque se
defendia ualientemente, dando a entender
su esfuerço y ualentia, con todo esso
los tres le dauan tanto qué hazer, que
la ponian en neçessidad de aprouecharse
de toda su fuerça. La batalla se hazia a
pie, y los cauallos estauan arrendados a
unos pequeños arboles que alli auia. Y a
este tiempo ya el cauallero solo tenía
uno de los tres tendido en el suelo, de
un golpe de espada, con el qual le acabó
la uida: pero los otros dos, que muy
ualientes eran, le trayan ya tal, que no
se esperaua otra cosa sino la muerte.
La pastora Felismena, que uio aquel
cauallero en tan gran peligro, y que si
no le socorriesse, no podria escapar con
la uida, quiso poner la suya a riesgo
de perdella, por hazer lo que en aquel
caso era obligada, y poniendo una aguda
saeta en su arco, dixo contra uno dellos:
Teneos afuera, caualleros, que no es de
personas que deste nombre se preçian,
aprouecharse de sus enemigos con uentaja
tan conosçida. Y apuntandole a la uista
de la çelada, le acertó con tanta fuerça,
que entrandole por los ojos passó de la
otra parte, de manera que aquel uino
muerto al suelo. Quando el caualllero
solo uio muerto a uno de sus contrarios,
arremetio al terçero con tanto esfuerço,
como si entonçes començara su batalla,
pero Felismena le quitó de trabajo,
poniendo otra flecha en su arco, con la
qual, no parando en las armas, le entró
por debaxo de la tetilla yzquierda, y
le atrauesso el coraçon de manera que
el cauallero lleuó el camino de sus
compañeros. Quando los pastores vieron lo
que Felismena auia hecho, y el cauallero
vio de dos tiros matar dos caualleros tan
valientes, ansi vnos como otros quedaron
en extremo admirados. Pues quitandose el
cauallero el yelmo, y llegandose a ella,
le dixo: Hermosa pastora, con qué podre
yo pagaros tan grande merced, como la que
de vos he reçibido en este dia, si no en
tener conosçida esta deuda para nunca
jamas perdella del pensamiento? Quando
Felismena vio el rostro del cauallero,
y lo conosçio, quedó tan fuera de si,
que de turbada casi no le supo hablar:
mas boluiendo en si, le respondio: Ay
don Felis, que no es ésta la primera
deuda en que tú me estás, y no puedo yo
creer, que ternás della el conosçimiento
que dizes, sino el que de otras muy
majores has tenido. Mira a qué tiempo me
ha traydo mi fortuna y tu desamor, que
quien solia en la çiudad ser seruida de
ti con torneos y iustas, y otras cosas
con que me engañauas (o con que yo me
dexaua engañar) anda aora desterrada de
su tierra y de su libertad, por auer tú
querido vsar de la tuya.
Si esto no te trae a conosçimiento de lo
que me deues, acuerdate que vn año te
estuue siruiendo de page, en la corte de
la prinçesa Çesarina: y aun de terçero
contra mí misma, sin jamas descubrirte
mi pensamiento, por solo dar remedio
al mal que el tuyo te hazia sentir. O
quantas vezes te alcançé los fauores de
Celia tu señora, a gran costa de mis
lagrimas! Y no lo tengas en mucho, que
quando estas no bastaran, la vida diera
yo a trueque de remediar la mala que tus
amores te dauan. Si no estás saneado de
lo mucho que te he querido, mira las
cosas que la fuerza del amor me ha hecho
hazer. Yo me sali de mi tierra, yo te
vine a seruir, y a dolerme del mal que
suffrias, y a suffrir el agrauio que yo
en esto reçebia: y a trueque de darte
contento, no tenía en nada biuir la más
triste vida que nadie vivio. En trage
de dama te he querido, como nunca nadie
quiso, en habito de page te serui, en la
cosa más contraria a mi descanso, que
se puede ymaginar: y aun aora en trage
de pastora vine a hazerte este pequeño
seruiçio. Ya no me queda más que hazer,
sino es sacrificar la vida a tu desamor,
si te pareçe que deuo hacello, y que tú
no te has de acordar de lo mucho que te
he querido, y quiero: la espada tienes
en la mano, no quieras que otro tome en
mí la vengança de lo que te merezco.
Quando el cauallero oyó las palabras de
Felismena, y conoçio todo lo que dixo,
auer sido ansi: el coraçon se le cubrio,
de ver las sin razones que con ella auia
vsado: de manera, que esto y la mucha
sangre que de las heridas se le yua,
fueron causa de vn subito desmayo cayendo
a los pies de la hermosa Felismena, como
muerto. La qual con la mayor pena que
ymaginarse puede, tomandole la cabeça en
su regaço, con muchas lagrimas que sobre
el rostro de su cauallero destilaua,
començo a dezir: ¿qué es esto, fortuna?
¿es llegado el fin de mi uida, junto con
la del mi don Felis? Ay don Felis, causa
de todo mi mal, si no bastan las muchas
lagrimas que por tu causa he derramado,
y las que sobre tu rostro derramo, para
que bueluas en ti: qué remedio terna
esta desdichada, para que el gozo de
uerte no se le buelua en ocasion de
desesperarse? Ay mi don Felis, despierta
si es sueño el que tienes, aunque no me
espantaria si no lo hiziesses, pues jamas
cosas mias te le hizieron perder. Y en
estas y otras lamentaçiones estaua la
hermosa Felismena, y las otras pastoras
Portuguesas le ayudauan quando por las
piedras que pasauan a la isla, vieron
uenir una hermosa Ninpha, con un uaso de
oro, y otro de plata en las manos, la
qual luego de Felismena fue conosçida, y
le dixo: Ay Dorida, quién auia de ser,
la que a tal tiempo socorriesse a esta
desdichada, sino tú? Llegate acá, hermosa
Nimpha, y uerás puesta la causa de todos
mis trabajos en el mayor que es possible
tenerse. Dorida entonçes le respondio:
Para estos tiempos es el animo, y no
te fatigues, hermosa Felismena, que
el fin de tus trabajos es llegado, y
el prinçipio de tu contentamiento; y
diziendo esto, le echó sobre el rostro
de una odorifera agua, que en el uaso de
plata traya, la qual le hizo boluer en
todo su acuerdo, y le dixo: Cauallero, si
quereys cobrar la vida, y dalla a quien
tan mala, a causa vuestra, la ha passado,
beued del agua deste uaso. Y tomando don
Felis el uaso de oro entre las manos,
beuio gran parte del agua que en él
venía. Y como vuo un poco reposado con
ella, se sintio tan sano de las heridas
que los tres caualleros le auian hecho,
y de la que amor, a causa de la señora
Çelia, le auia dado, que no sentia más
la pena que cada uno dellas le podian
causar que si nunca las uuiera tenido.
Y de tal manera se boluio a renouar el
amor de Felismena, que en ningun tiempo
le paresçio auer estado tan biuo como
entonçes: y sentandose ençima de la verde
yerua, tomó las manos a su pastora, y
besandoselas muchas uezes, dezia: Ay,
Felismena, quán poco haria yo en dar la
uida a trueque de lo que te deuo: que
pues por ti la tengo, muy poco hago en
darte lo que es tuyo. Con qué ojos podra
mirar tu hermosura, el que faltandole
el conosçimiento, de lo que te deuia,
osó ponellos en otra parte? Qué palabras
bastarian para disculparme, de lo que
contra ti he cometido? Desdichado de
mí, si tu condiçion no es en mi fauor,
porque ni bastara satisfaçion, para tan
gran yerro, ni razon, para disculparme
de la grande que tienes de oluidarme?
Verdad es, que yo quise bien a Çelia
y te oluidé: mas no de manera, que de
la memoria se me passasse tu valor y
hermosura. Y lo bueno es, que no sé a
quién ponga á parte de la culpa que se
me puede attribuyr, porque si quiero
ponella a la poca edad que entonçes
tenía, pues la tuue para quererte, no me
auia de faltar para estar firme en la
fe que te deuia. Si a la hermosura de
Çelia, muy clara está la ventaja que a
ella, y a todas las del mundo tienes. Si
a la mudança de los tiempos, esse auia
de ser el toque donde mi firmeza auia
de mostrar su valor. Si a la traydora
de ausencia, tan poco paresçe bastante
disculpa, pues el desseo de verte, auia
estado ausente de sustentar tu imagen
en mi memoria. Mira, Felismena, quán
confiado estoy en tu bondad y clemençia,
que sin miedo te oso poner delante las
causas que tienes de no perdonarme. Mas
qué haré para que me perdones, o para
que despues de perdonado, crea que estás
satisfecha? Vna cosa me duele más que
quantas en el mundo me pueden dar pena, y
es, ver que puesto caso que el amor que
me has tenido, y tienes, te haga perdonar
tantos yerros, ninguna vez alçaré los
ojos a mirarte que no me lleguen al alma
los agrauios que de mí has recibido. La
pastora Felismena que uio a don Felis
tan arrepentido, y tan buelto a su
primero pensamiento, con muchas lagrimas
le dezia, que ella le perdonaua, pues
no suffria menos el amor que siempre
le auia tenido: y que ansi pensara no
perdonalle, no se vuiera por su causa
puesto a tantos trabajos, y otras cosas
muchas con que don Felis quedó confirmado
en el primer amor. La hermosa Nimpha
Dorida, se llegó al cauallero, y despues
de auer passado entre los dos muchas
palabras y grandes offresçimientos de
parte de la sábia Feliçia, le suplicó,
que él, y la hermosa Felismena se fuessen
con ella al tenplo de la Diana, donde
los quedaua esperando con grandissimo
desseo de verlos. Don Felis lo conçedio:
y despedido de las pastoras Portuguesas
(que en extremo estauan espantadas, de
lo que auian visto) y del affligido
pastor Danteo, tomando los cauallos
de los caualleros muertos, las quales
sobre tomar a Danteo el suyo, le auian
puesto en tanto aprieto, se fueron por su
camino adelante, contando Felismena a don
Felis con muy gran contento lo que auia
passado, despues que no le auia visto,
de lo qual él se espantó estrañamente,
y espeçialmente de la muerte de los
tres saluages, y de la casa de la sábia
Feliçia y suçesso de los pastores y
pastoras, y todo lo más que en este
libro se ha contado. Y no poco espanto
lleuaua don Felis, en ver que su señora
Felismena le vuiesse seruido tantos dias
de page, y que de puro diuertido en el
entendimiento, no la auia conosçido, y
por otra parte, era tanta su alegria, de
verse de su señora bien amado, que no
podia encubrillo. Pues caminando por sus
jornadas, llegaron al templo de Diana,
donde la sábia Feliçia los esperaua,
y ansi mismo los pastores Arsileo, y
Belisa, y Syluano, y Seluagia, que pocos
dias auia que eran alli venidos. Fueron
reçebidos con muy gran contento de todos,
espeçialmente la hermosa Felismena, que
por su bondad, y hermosura de todos
era tenida en gran possession. Alli
fueron todos desposados con las que bien
querian, con gran regoçijo, y fiesta de
todas las Nimphas, y de la sábia Feliçia,
a la qual no ayudó poco Sireno en su
venida, aunque della se le siguio lo
que en la segunda parte deste libro se
contará, juntamente con el sucçesso del
pastor, y pastora Portuguesa, Danteo y
Duarda.
FIN DE LOS SIETE LIBROS DE LA DIANA DE
GEORGE DE MONTEMAYOR
NOTAS:
[1270] M., _de que con mayor cuidado andaua huyendo_.
LA DIANA ENAMORADA
CINCO LIBROS QUE PROSIGUEN LOS VII DE
MONTEMAYOR
POR GASPAR GIL POLO
A LA MUY ILUSTRE SEÑORA DOÑA HIERONYMA DE
CASTRO Y BOLEA, &. GASPAR GIL POLO.
Tanto le importa á este libro tener de su
parte el nombre y favor de V. S., que de
otra manera no me atreviera á publicarle,
ni aun á escribirle. Porque según es poco
mi caudal, y mucha la malicia de los
detractores, sin el amparo de V. S. no
me tuviera por seguro. Suplico á V. S.
reciba y tenga por suya esta obra, que
aunque es servicio de poca importancia,
habido respecto al buen ánimo con que se
le ofresce y á la voluntad con que libros
semejantes por Reyes y grandes señores
fueron recebidos, no se ha de tener por
grande mi atrevimiento en hacer presente
desta miseria, mayormente dándome
esfuerzo para ello la esperanza que tengo
en la nobleza, benignidad y perfecciones
de V. S. que para ser contadas requieren
mayor espíritu y más oportuno lugar.
El cual, si por algún tiempo me fuese
concedido, en cosa ninguna tan justamente
habría de emplearse como en la alabanza
y servicio de V. S. Cuya muy ilustre
persona y casa nuestro Señor guarde y
prospere con mucho aumento. De Valencia á
nueve de Hebrero M. D. LXIV.
A LA ILUSTRISSIMA Y EXCELENTISSIMA SEÑORA
MIA LUISA DE LORENA, PRINCESA DE CONTI.
En un siglo tal como el que agora
posseemos, en el cual el trato es tan
doblado, y tan lleno de todas miserias,
¿quién se podrá escapar de las mordaces
y perniciosas lenguas, que todo su
ejercicio es buscar tachas en lo más
apurado; sirviéndose de las colores más
falsas y engañosas, sin acordarse de los
ya passados, á los cuales la virtud
les dió el nombre de dorados, porque se
admitía en ellos cualquiera trabajo,
recibiendo las intenciones, y perdonando
á los talentos, como dones que Dios
reparte á su voluntad? De manera, señora
mia, que yo como persona tan necessitada
dellos, y en este siglo, buscando
amparo, me subí en el teatro deste
mundo, y queriéndome arrojar en él, me
determiné entregarme en unas manos que me
defendiessen de las injurias del tiempo.
Y assi volviendo los ojos por una y otra
parte, por ver á quien me encomendaría
para que me librasse de las lenguas
murmuradoras de los mal intencionados
espíritus, y no viendo alma ni cuerpo más
propio que el de V. E. para este efecto,
siendo persona que á todo el mundo
enamora, con justa y debida razón se le
debe la más enamorada Diana encomendar,
echándome en el abrigo dessas tan
ilustríssimas partes, con la confianza
de que recibirá la voluntad de la mano
del curioso que ha tomado el trabajo de
tornarme á poner á luz, por mandamiento
de personas que hallaron la traza y
el estilo muy curioso, y que se iba á
escurecer del todo, por no se hallar ya
este tratado en el mundo. Ea, señora mía,
abra esos brazos, y enciérreme en esse
pecho, como tan insigne y inexpugnable
fortaleza, en la qual vivirá mi alma de
todos los ya dichos espíritus malinos
descuidada y defendida con solo el saber
que V. E. es su protectora; y con tal
confianza vivirá rogando á Dios por la
conservación de la persona Ilustrissima
de V. E. que viva un millón de años,
amparando á las que se le encomiendan, y
particularmente á los del sexo que tiene
aún su particular consideración.
La muy humilde servidora de V. E. que le
besa los pies,
_Diana Enamorada._
DE DON ALONSO GIRÓN Y DE REBOLLEDO
_Soneto._
LECTOR. DIANA.
Buen libro, Diana. En todo extremo es bueno.
¿Qué sientes dél? Placer de andar penada.
¿Y qué es la pena? Amar cosa olvidada.
¿Y el gozo? Ver por cuya industria peno.
¿Es Jorge ó Perez? No, que es muy terreno
amarme á mí. ¿Qué cosa hay más alzada?
Hacerme GASPAR GIL enamorada,
que lo estoy ya más dél que de Syreno.
¿En qué tuvo primor? En verso y prosa.
¿Quién juzga eso? Ingenios delicados.
¿Tanta luz da? Alumbra todo el suelo.
¿Cuál quedará su patria? Muy dichosa.
¿Y los poetas todos? Afrentados.
¿Y él cómo se dirá? POLO del cielo.
SONETO DE HIERONYMO SAMPER
De fieras armas la inmortal historia
cessa por celebrar simples pastores;
canta GASPAR GIL POLO sus amores,
y en ello no consigue menos gloria.
A Marte da querellas la victoria,
por ver que calla POLO sus loores,
fama y honor á Palas dan clamores,
viendo que da á Diana tal memoria.
Dejad, númenes sacros, tal querella;
que Apolo ha prometido á su Diana
poeta el más famoso é importante:
Y dióle al gran GIL POLO, que por ella
con grave estilo y gracia soberana
dulce canción en las veredas cante.
DE MIGUEL JUAN TÁRREGA
_Soneto._
Con la tuba Meonia y Mantuana
su canto GASPAR GIL había acordado
con tal furor, que el son ya era llegado
desde el Indico Gange hasta la Tana.
Mandóle en esto Apolo que á Diana,
dejando el canto de Mavorte airado,
cantasse al son que Píndaro ha cantado:
tanto le es dulce el nombre de su hermana.
Y ansi le dió la lira, en que él tañía
siendo pastor de Admeto, y alegrando
los prados y aguas del dichoso Amphryso.
Y el sacro nombre Apolo á POLO dando,
con usado favor dar honra quiso
al que mayor renombre merescía.
HERNANDO BONAVIDA, CIUDADANO VALENCIANO
_Al lector._
Ovidio á su Corynna celebraba
con los sabrosos versos que escribía,
dos mil hermosos cantos componía
Propercio que á su Cynthia sublimaba.
Con las dulces canciones que cantaba,
á su Laura Petrarca engrandescía,
y destos cada cual con lo que hacía
al famoso laurel al fin llegaba.
A lauro el Lusitano ha ya llegado
á Diana pintando muy ufana,
mas POLO de otra suerte os la ha pintado:
Aquí veréis una obra sobrehumana,
y cuán bien el laurel POLO ha ganado,
pues Proserpina es la otra, ésta Diana.
LIBRO PRIMERO
DE DIANA ENAMORADA
Después que el apassionado Syreno con la
virtud del poderoso liquor fué de las
manos de Cupido por la sabia Felicia
libertado, obrando Amor sus acostumbradas
hazañas, hirió de nuevo el corazón de
la descuidada DIANA, despertando en
ella los olvidados amores, para que de
un libre estuviesse captiva, y por un
essento viviesse atormentada. Y lo que
mayor pena le dió fué pensar que el
descuido que tuvo de Syreno había sido
ocasión de tal olvido, y era causa del
aborrescimiento. Deste dolor y de otros
muchos estaba tan combatida, que ni el
yugo del matrimonio, ni el freno de la
vergüenza fueron bastantes á detener la
furia de su amor, ni remediar la aspereza
de su tormento, sino que sus lamentables
voces esparciendo, y dolorosas lágrimas
derramando, las duras peñas y fieras
alimañas enternescía. Pues hallándose un
día acaso en la fuente de los alisos,
en el tiempo del estío, á la hora que
el sol se acercaba al medio día, y
acordándose del contento que allí en
compañía del amado Syreno muchas veces
había recebido, cotejando los deleites
del tiempo passado con las fatigas del
presente; y conosciendo la culpa que
ella en su tormento tenía, concibió su
corazón tan angustiada tristeza, y vino
su alma en tan peligroso desmayo, que
pensó que entonces la deseada muerte
diera fin á sus trabajos. Pero después
que el ánimo cobró algún tanto su vigor,
fué tan grande la fuerza de su passión,
y el ímpetu, con que amor reinaba en
sus entrañas, que le forzó publicar su
tormento á las simples avecillas, que de
los floridos ramos la escuchaban, á los
verdes árboles, que de su congoja paresce
que se dolían, y á la clara fuente, que
el ruido de sus cristalinas aguas con el
son de sus cantares acordaba. Y assí con
una suave zampoña cantó desta manera:
Mi sufrimiento cansado
del mal importuno y fiero,
á tal extremo ha llegado,
que publicar mi cuidado
me es el remedio postrero.
Siéntase el bravo dolor,
y trabajosa agonía
de la que muere de amor,
y olvidada de un pastor
que de olvidado moría.
¡Ay, que el mal que ha consumido
la alma que apenas sostengo,
nasce del passado olvido,
y la culpa que he tenido
causó la pena que tengo!
Y de gran dolor reviento,
viendo que al que agora quiero,
le di entonces tal tormento,
que sintió lo que yo siento
y murió como yo muero.
Y cuando de mi crüeza
se acuerda mi corazón,
le causa mayor tristeza
el pesar de mi tibieza,
que el dolor de mi passión.
Porque si mi desamor
no tuviera culpa alguna
en el presente dolor,
diera quejas del Amor
é inculpara la Fortuna.
Mas mi corazón esquivo
tiene culpa más notable,
pues no vió de muy altivo,
que Amor era vengativo
y la Fortuna mudable.
Pero nunca hizo venganza
Amor, que de tantas suertes
deshiciese una esperanza,
ni Fortuna hizo mudanza
de una vida á tantas muertes.
¡Ay, Syreno, cuán vengado
estás en mi desventura,
pues después que me has dejado,
no hay remedio á mi cuidado,
ni consuelo á mi tristura!
Que según solías verme
desdeñosa en solo verte,
tanto huelgas de ofenderme,
que ni tú podrás quererme,
ni yo dejar de quererte.
Véote andar tan essento,
que no te ruego, pastor,
remedies el mal que siento,
mas que engañes mi tormento
con un fingido favor.
Y aunque mis males pensando,
no pretendas remediallos,
vuelve tus ojos, mirando
los míos, que están llorando,
pues tú no quieres mirallos.
Mira mi mucho quebranto,
y mi poca confianza
para tener entre tanto
no compassión de mi llanto,
mas placer de tu venganza.
Que aunque no podré ablandarte,
ni para excusar mi muerte
serán mis lágrimas parte,
quiero morir por amarte
y no vivir sin quererte.
No diera fin tan presto la enamorada
Diana á su deleitosa música, si de
una pastora, que tras unos jarales la
había escuchado, no fuera de improviso
estorbada. Porque viendo la pastora,
detuvo la suave voz, rompiendo el hilo
de su canto, y haciendo obra en ella
la natural vergüenza, le pesó muy de
veras que su canción fuesse escuchada,
ni su pena conoscida, mayormente
viendo aquella pastora ser extranjera,
y por aquellas partes nunca vista.
Mas ella, que de lejos la suavissima
voz oyendo, á escuchar tan delicada
melodía secretamente se había llegado,
entendiendo la causa del doloroso canto,
hizo de su extremadíssima hermosura
tan improvisa y alegre muestra, como
suele hacer la nocturna luna, que con
sus lumbrosos rayos vence y traspassa
la espessura de los escuros ñublados.
Y viendo que Diana había quedado algo
turbada con su vista, con gesto muy
alegre le dijo estas palabras:--Hermosa
pastora, grande perjuicio hice al
contento que tenía con oirte, en venir
tan sin propósito á estorbarte. Pero la
culpa desto la tiene el deseo que tengo
de conoscerte, y voluntad de dar algún
alivio al mal de que tan dolorosamente
te lamentas; al cual, aunque dicen que
es excusado buscalle consuelo, con
voluntad libre y razón desapassionada se
le puede dar suficientemente remedio.
No dissimules conmigo tu pena, ni te
pese que sepa tu nombre y tu tormento,
que no haré por esso menos cuenta de
tu perfición, ni juzgaré por menor tu
merescimiento.
Oyendo DIANA estas palabras estuvo un
rato sin responder, teniendo los ojos
empleados en la hermosura de aquella
pastora, y el entendimiento dudoso
sobre qué respondería á sus grandes
ofrescimientos y amorosas palabras; y al
fin respondió de esta manera: Pastora de
nueva y aventajada gentileza, si el gran
contento que de tu vista recibo, y el
descanso que me ofrescen tus palabras,
hallara en mi corazón algún aparejo de
confianza, creo que fueras bastante á
dar algún remedio á mi fatiga, y no
dudara yo de publicarte mi pena. Mas es
mi mal de tal calidad, que en comenzar á
fatigarme, tomo las llaves de mi corazón
y cierro las puertas al remedio. Sabe
que yo me llamo DIANA, por estos campos
harto conoscida; conténtate con saber
mi nombre, y no te cures de saber mi
pena: pues no aprovechará para más de
lastimarte, viendo mi tierna juventud
en tanta fatiga y trabajo. Este es el
engaño, dijo la pastora, de los que
se hacen esclavos del Amor, que en
comenzalle á servir, son tan suyos, que
ni quieren ser libres, ni les paresce
possible tener libertad. Tu mal bien sé
que es amar, según de tu canción entendí,
en la cual enfermedad yo tengo grande
experiencia. He sido muchos años captiva,
y agora me veo libre; anduve ciega, y
agora atino al camino de la verdad; passé
en el mar de amor peligrosas agonías y
tormentos, y agora estoy gozando del
seguro y sosegado puerto; y aunque más
grande sea tu pena, era tan grande la
mía. Y pues para ella tuve remedio, no
despidas de tu casa la esperanza, no
cierres los ojos á la verdad ni los oídos
á mis palabras. Palabras serán, dijo
DIANA, las que gastarán en remediar el
Amor, cuyas obras no tienen remedio con
palabras. Mas con todo querría saber tu
nombre, y la ocasión que hacia nuestros
campos te ha encaminado, y holgaré tanto
en sabello, que suspenderé por un rato mi
comenzado llanto, cosa que importa tanto
para el alivio de mi pena. Mi nombre es
ALCIDA, dijo la pastora, pero lo demás
que me preguntas no me sufre contallo la
compassión que tengo de tu voluntaria
dolencia, sin que primero recibas mis
provechosos, aunque para ti desabridos
remedios. Cualquier consuelo, dijo DIANA,
me será agradable, por venir de tu mano,
con que no sea quitar el amor de mi
corazón: porque no saldrá de allí, sin
llevar consigo á pedazos mis entrañas.
Y aunque pudiesse, no quedaría sin él,
por no dejar de querer al que siendo
olvidado, tomó de mi crueldad tan presta
y sobrada venganza. Dijo entonces ALCIDA:
Mayor confianza me das agora de tu salud,
pues dices que lo que agora quieres, en
otro tiempo lo has aborrescido, porque
ya sabrás el camino del olvido, y ternás
la voluntad vezada al aborrescimiento.
Cuánto más que entre los dos extremos
de amar y aborrescer está el medio,
el cual tú debes elegir. DIANA á esto
replicó: Bien me contenta tu consejo,
pastora, pero no me paresce muy seguro.
Porque si yo de aborrescer he venido á
amar, más fácilmente lo hiciera si mi
voluntad estuviera en medio del amor y
aborrescimiento, pues teniéndome más
cerca, con mayor fuerza me venciera el
poderoso Cupido. A esto respondió ALCIDA:
No hagas tan gran honra á quien tan poco
la meresce, nombrando poderoso al que tan
fácilmente queda vencido, especialmente
de los que eligen el medio que tengo
dicho: porque en él consiste la virtud,
y donde ella está, quedan los corazones
contra el Amor fuertes y constantes. Dijo
entonces DIANA: Crueles, duros, ásperos
y rebeldes dirás mejor, pues pretenden
contradecir á su naturaleza, y resistir
á la invencible fuerza de Cupido. Mas
séanlo cuanto quisieren, que á la fin
no se van alabando de la rebeldía, ni
les aprovecha defenderse con la dureza.
Porque el poder del amor vence la más
segura defensa, y traspassa el más
fuerte impedimento. De cuyas hazañas y
maravillas en este mesmo lugar cantó un
día mi querido Syreno, en el tiempo que
fué para mí tan dulce, como me es agora
amarga su memoria. Y bien me acuerdo de
su canción, y aun de cuantas entonces
cantaba, porque he procurado que no se me
olvidassen, por lo que me importa tener
en la memoria las cosas de Syreno. Mas
esta que trata de las proezas del Amor,
dice:
_Soneto._
Que el poderoso Amor sin vista acierte
del corazón la más interna parte;
que siendo niño venza al fiero Marte,
haciendo que enredado se despierte.
Que sus llamas me hielen de tal suerte,
que un vil temor del alma no se aparte,
que vuele hasta la aérea y summa parte,
y por la tierra y mar se muestre fuerte.
Que esté el que el bravo Amor hiere ó captiva
vivo en el mal, y en la prisión contento,
proezas son que causan grande espanto.
Y el alma, que en mayores penas viva,
si piensa estas hazañas, entretanto
no sentirá el rigor de su tormento.
Bien encarescidas están, dijo ALCIDA,
las fuerzas del amor; pero más creyera
yo á Syreno, si después de haber
publicado por tan grandes las furias de
las flechas de Cupido, él no hubiesse
hallado reparo contra ellas, y después
de haber encarescido la estrechura de
sus cadenas, él no hubiesse tenido forma
para tener libertad. Y ansí me maravillo
que creas tan de ligero al que con las
obras contradice á las palabras. Porque
harto claro está que semejantes canciones
son maneras de hablar, y sobrados
encarescimientos, con que los enamorados
venden por muy peligrosos sus males, pues
tan ligeramente se vuelven de captivos
libres y vienen de un amor ardiente á un
olvido descuidado. Y si sienten passiones
los enamorados, provienen de su mesma
voluntad, y no del amor: el cual no es
sino una cosa imaginada por los hombres,
que ni está en cielo, ni en tierra, sino
en el corazón del que la quiere. Y si
algún poder tiene, es porque los hombres
mesmos dejan vencerse voluntariamente,
ofresciéndole sus corazones, y poniendo
en sus manos la propia libertad. Mas
porque el Soneto de Syreno no quede sin
respuesta, oye otro que paresce que se
hizo en competencia dél, y oíle yo mucho
tiempo ha en los campos de Sebetho á un
pastor nombrado Aurelio; y si bien me
acuerdo decía así:
_Soneto._
No es ciego Amor, mas yo lo soy, que guío
mi voluntad camino del tormento;
no es niño Amor, mas yo que en un momento
espero y tengo miedo, lloro y río.
Nombrar llamas de Amor es desvarío,
su fuego es el ardiente y vivo intento,
sus alas son mi altivo pensamiento
y la esperanza vana en que me fío.
No tiene Amor cadenas, ni saëtas,
para prender y herir libres y sanos,
que en él no hay más poder del que le damos.
Porque es Amor mentira de poetas,
sueño de locos, ídolo de vanos:
mirad qué negro Dios el que adoramos.
¿Parescete, DIANA, que debe fiarse un
entendimiento como el tuyo en cosas
de aire, y que hay razón para adorar
tan de veras á cosa tan de burlas como
el Dios de Amor? El cual es fingido
por vanos entendimientos, seguido de
deshonestas voluntades, y conservado en
las memorias de los hombres ociosos y
desocupados. Estos son los que le dieron
al Amor el nombre tan celebrado que
por el mundo tiene. Porque viendo que
los hombres por querer bien padescían
tantos males, sobresaltos, temores,
cuidados, recelos, mudanzas y otras
infinitas passiones, acordaron de buscar
alguna causa principal y universal, de
la cual como de una fuente nasciessen
todos estos efectos. Y assí inventaron
el nombre de Amor, llamándole Dios,
porque era de las gentes tan temido y
reverenciado. Y pintáronle de manera
que cuando veen su figura tienen razón
de aborrescer sus obras. Pintáronle
muchacho, porque los hombres en él no
se fíen; ciego, porque no le sigan;
armado, porque le teman; con llamas,
porque no se le lleguen, y con alas,
para que por vano le conozcan. No has de
entender, pastora, que la fuerza que al
Amor los hombres conceden, y el poderío
que le atribuyen, sea ni pueda ser suyo:
antes has de pensar que cuanto más su
poder y valor encarescen, más nuestras
flaquezas y poquedades manifiestan.
Porque decir que el Amor es fuerte, es
decir que nuestra voluntad es floja,
pues permite ser por él tan fácilmente
vencida; decir que el Amor tira con
poderosa furia venenosas y mortales
saetas, es decir que nuestro corazón
es descuidado, pues se ofresce tan
voluntariamente á recebirlas; decir que
el Amor nuestras almas tan estrechamente
captiva, es decir que en nosotras hay
falta de juicio, pues al primer combate
nos rendimos, y aun á veces sin ser
combatidos, damos á nuestro enemigo la
libertad. Y en fin, todas las hazañas
que se cuentan del Amor no son otra cosa
sino nuestras miserias y flojedades.
Y puesto caso que las tales proezas
fuesen suyas, ellas son de tal calidad
que no merescen alabanza. ¿Qué grandeza
es captivar los que no se defienden,
qué braveza acometer los flacos, qué
valentía herir los descuidados, qué
fortaleza matar los rendidos, qué honra
desasossegar los alegres, qué hazaña
perseguir los malaventurados? Por cierto,
hermosa pastora, los que quieren tanto
engrandescer este Cupido, y los que tan
á su costa le sirven, debieran por su
honra dalle otras alabanzas; porque con
todas estas el mejor nombre que gana es
de cobarde en los acometimientos, cruel
en las obras, vano en las intenciones,
liberal de trabajos y escaso de
gualardones. Y aunque todos estos nombres
son infames, peores son los que le dan
sus mesmos aficionados, nombrándole
fuego, furor y muerte; y al amar
llamando arder, destruirse, consumirse y
enloquecerse; y á sí mesmos nombrándose
ciegos, míseros, captivos, furiosos,
consumidos y inflamados. De aquí viene
que todos generalmente dan quejas del
Amor, nombrándole tirano, traidor, duro,
fiero y despiadado. Todos los versos
de los amadores están llenos de dolor,
compuestos con suspiros, borrados con
lágrimas y cantados con agonía. Allí
veréis las sospechas, allí los temores,
allí las desconfianzas, allí los recelos,
allí los cuidados y allí mil géneros de
penas. No se habla allí sino de muertes,
cadenas, flechas, venenos, llamas, y
otras cosas que no sirven sino para dar
tormento, cuando se emplean, y temor,
cuando se nombran. Mal estaba con estos
nombres Herbanio, pastor señalado en la
Andalucía, cuando en la corteza de un
álamo, sirviéndole de pluma un agudo
punzón, delante de mí escribió este
_Soneto._
Quien libre está, no viva descuidado,
que en un instante puede estar captivo,
y el corazón helado y más esquivo
tema de estar en llamas abrasado.
Con la alma del soberbio y elevado
tan áspero es Amor y vengativo,
que quien sin él presume de estar vivo,
por él con muerte queda atormentado.
Amor, que á ser captivo me condenas,
Amor que enciendes fuegos tan mortales,
tú que mi vida afliges y maltratas:
Maldigo dende agora tus cadenas,
tus llamas y tus flechas, con las cuales
me prendes, me consumes y me matas.
Pues venga agora al soneto de tu Syreno
á darme á entender que la imaginación
de las hazañas del Amor basta á vencer
la furia del tormento: porque si las
hazañas son matar, herir, cegar, abrasar,
consumir, captivar y atormentar, no me
hará creer que imaginar cosas de pena
alivie la fatiga, antes ha de dar mayores
fuerzas á la passión, para que siendo
más imaginada, dure más en el corazón,
y con mayor aspereza le atormente. Y si
es verdad lo que cantó Syreno, mucho me
maravillo que él, recibiendo, según dice,
en este pensamiento tan aventajado gusto,
tan fácilmente le haya trocado con tan
cruel olvido como agora tiene, no sólo
de las hazañas de Cupido, pero de tu
hermosura, que no debiera por cosa del
mundo ser olvidada.
Apenas había dicho Alcida de su razón las
últimas palabras, que DIANA, alzando los
ojos, porque estaba con algún recelo,
vió de lejos á su esposo Delio, que
bajaba por la halda de un montecillo,
encaminándose para la fuente de los
alisos, donde ellas estaban. Y ansi,
atajando las razones de Alcida, le dijo:
No más, no más, pastora, que tiempo habrá
después para escuchar lo restante y
para responder á tus flojos y aparentes
argumentos. Cata allá que mi esposo Delio
desciende por aquel collado, y se viene
para nosotras; menester será que, por
dissimular lo que aquí se trataba, al son
de nuestros instrumentos comencemos á
cantar, porque cuando llegue se contente
de nuestro ejercicio. Y ansí, tomando
ALCIDA su cítara y DIANA su zampoña,
cantaron desta manera:
_Rimas provenzales._
ALCIDA
Mientras el sol sus rayos muy ardientes
con tal furia y rigor al mundo envía,
que de Nymphas la casta compañía
por los sombríos mora y por las fuentes.
Y la cigarra el canto replicando,
se está quejando,
pastora canta,
con gracia tanta,
que enternescido
de haberte oído,
el poderoso cielo de su grado
fresco licor envíe al seco prado.
DIANA
Mientras está el mayor de los planetas
en medio del oriente y del ocaso,
y al labrador en descubierto raso
más rigurosas tira sus saetas.
Al dulce murmurar de la corriente
de aquesta fuente,
mueve tal canto,
que cause espanto,
y de contentos
los bravos vientos,
el ímpetu furioso refrenando,
vengan con manso espíritu soplando.
ALCIDA
Corrientes aguas, puras, cristalinas,
que haciendo todo el año primavera,
hermoseáis la próspera ribera
con lirios y trepadas clavellinas,
el bravo ardor de Phebo no escaliente
tan fresca fuente,
ni de ganado
sea enturbiado
licor tan claro,
sabroso y raro,
ni del amante triste el lloro infame
sobre tan lindas aguas se derrame.
DIANA
Verde y florido prado, en do natura
mostró la variedad de sus colores
con los matices de árboles y flores,
que hacen en ti hermosíssima pintura.
En ti los verdes ramos sean essentos
de bravos vientos;
medres, crezcas
en hierbas frescas,
nunca abrasadas
con las heladas,
ni dañe á tan hermoso y fértil suelo
el gran furor del iracundo cielo.
ALCIDA
Aquí de los bullicios y tempesta
de las soberbias cortes apartados,
los corazones viven reposados,
en sosegada paz y alegre fiesta,
á veces recostados al sombrío
á par del río,
do dan las aves
cantos suaves,
las tiernas flores
finos olores,
y siempre con un orden soberano
se ríe el prado, el bosque, el monte, el llano.
DIANA
Aquí el ruido que hace el manso viento,
en los floridos ramos sacudiendo,
deleita más que el popular estruendo
de un numeroso y grande ayuntamiento,
adonde las superbas majestades
son vanidades:
las grandes fiestas,
grandes tempestas;
los pundonores,
ciegos errores,
y es el hablar contrario y diferente
de lo que el corazón y el alma siente.
ALCIDA
No tiende aquí ambición lazos y redes,
ni la avaricia va tras los ducados,
no aspira aquí la gente á los estados,
ni hambrea las privanzas y mercedes:
libres están de trampas y passiones
los corazones;
todo es llaneza,
bondad, simpleza,
poca malicia,
cierta justicia;
y hacer vivir la gente en alegría
concorde paz y honesta medianía.
DIANA
No va por nuevo mundo y nuevos mares
el simple pastorcillo navegando,
ni en apartadas Indias va contando
de leguas y monedas mil millares.
El pobre tan contento al campo viene
con lo que tiene,
como el que cuenta
sobrada renta,
y en vida escasa
alegre passa,
como el que en montes ha gruesas manadas,
y ara de fértil campo mil yugadas.
Sintió de lejos DELIO la voz de su
esposa Diana, y como oyó que otra voz
lo respondía, tuvo mucho cuidado de
llegar presto, por ver quién estaba en
compañía de Diana. Y ansi, corca de la
fuente, puesto detrás un grande arrayán,
escuchó lo que cantaban, buscando adrede
ocasiones para sus acostumbrados celos.
Mas cuando entendió que las canciones
eran diferentes de lo que él con su
sospecha presumía, estuvo muy contento.
Pero todavía la ansia que tenía de
conoscer la que estaba con su esposa le
hizo que llegasse á las pastoras, de
las cuales fué cortésmente saludado, y
de su esposa con un angélico semblante
recebido. Y sentado cabe ellas, ALCIDA
le dijo: Delio, en gran cargo soy á la
fortuna, pues no sólo me hizo ver la
belleza de Diana, mas conoscer al que
ella tuvo por merescedor de tanto bien, y
al que entregó la libertad: que según es
ella sabia, se ha de tener por extremado
lo que escoge. Mas espántome de ver que
tengas tan poca cuenta con la mucha
que contigo tuvo Diana en elegirte por
marido, que sufras que vaya tan sólo un
passo sin tu compañía, y dejes que un
solo momento se aparte de tus ojos. Bien
sé que ella mora siempre en tu corazón;
mas el amor que tú le debes á Diana no
ha de ser tan poco que te contentes con
tener en el alma su figura, pudiendo
también tener ante los ojos su gentileza.
Entonces DIANA, porque Delio respondiendo
no se pusiesse en peligro de publicar
el poco aviso y cordura que tenía, tomó
la mano por él y dijo: No tiene Delio
razón de estar tan contento de tenerme
por esposa, como tú muestras estar por
haberme conoscido, ni de tenerme tan
presente que se olvide de sus granjas y
ganados, pues importan más que el deleite
que de ver la belleza que falsamente
me atribuyes se pudiera tomar. Dijo
entonces ALCIDA: No perjudiques, Diana,
tan adrede á tu gentileza, ni hagas tan
grande agravio al parescer que el mundo
tiene de ti, qué no paresce mal en una
hermosa el estimarse, ni le da el nombre
de altiva moderadamente conoscerse. Y
tú, Delio, tente por el más dichoso
del mundo, y goza bien el favor que la
Fortuna te hizo, pues ni dió ni tiene
que dar cosa que iguale con ser esposo
de Diana. Atentamente escuchó DELIO las
palabras de ALCIDA, y en tanto que habló,
la estuvo siempre mirando, tanto que á
la fin de sus dulces y avisadas razones
se halló tan preso de sus amores, que de
atónito y pasmado no tuvo palabras con
qué respondelle, sino que con un ardiente
suspiro dió señal de la nueva herida
que Cupido había hecho en sus entrañas.
A este tiempo sintieron una voz, cuya
suavidad los deleitó maravillosamente.
Paráronse atentos á escuchalla, y
volviendo los ojos hacia donde resonaba,
vieron un pastor que muy fatigado venía
hacia la fuente á guisa de congojado
caminante, cantando desta manera:
_Soneto._
No puede darme Amor mayor tormento,
ni la Fortuna hacer mayor mudanza;
no hay alma con tan poca confianza,
ni corazón en penas tan contento.
Hácelo Amor, que esfuerza el flaco aliento,
porque baste á sufrir mi malandanza,
y no deja morir con la esperanza
la vida, la aflicción ni el sufrimiento.
¡Ay, vano corazón! ¡Ay, ojos tristes!
¿por qué en tan largo tiempo y tanta pena
nunca se acaba el llanto ni la vida?
¡Ay, lástimas! ¿no os basta lo que hecistes?
Amor ¿por qué no aflojas mi cadena,
si en tanta libertad dejaste Alcida?.
Apenas acabó ALCIDA de oir la canción del
pastor, que conosciendo quién era, toda
temblando, con grande priessa se levantó,
antes que él llegasse, rogándoles á
Delio y Diana que no dijessen que ella
había estado allí, porque le importaba
la vida no ser hallada ni conoscida por
aquel pastor, que como la misma muerte
aborrescía. Ellos le ofrescieron hacello
ansi, pesándoles en extremo de su presta
y no pensada partida. Alcida, á más
andar, metiéndose por un bosque muy
espesso que junto á la fuente estaba,
caminó con tanta presteza y recelo como
si de una cruel y hambrienta tigre
fuera perseguida. Poco después llegó
el pastor tan cansado y afligido, que
pareció la Fortuna, doliéndose dél,
habelle ofrescido aquella clara fuente y
la compañía de Diana para algún alivio
de su pena. Porque como en tan calorosa
siesta, tras el cansancio del fatigoso
camino, vido la amenidad del lugar, el
sombrío de los árboles, la verdura de las
hierbas, la lindeza de la fuente y la
hermosura de Diana, le paresció reposar
un rato aunque la importancia de lo que
buscaba y el deseo con que tras ello
se perdía no daban lugar á descanso ni
entretenimiento. DIANA entonces le hizo
las gracias y cortesías que conforme á
los celos de Delio, que presente estaba,
se podían hacer, y tuvo grande cuenta con
el extranjero pastor, assí porque en su
manera le paresció tener merescimiento,
como porque le vido lastimado del mal
que ella tenía. El pastor hizo grande
caso de los favores de Diana, teniéndose
por muy dichoso de haber hallado tan
buena aventura. Estando en esto, mirando
Diana en torno de sí, no vió á su esposo
Delio, porque enamorado, como dijimos,
de Alcida, en tanto que Diana estaba
descuidada, empleándose en acariciar el
nuevo pastor, se fué tras la fugitiva
pastora, metiéndose por el mesmo camino
con intención determinada de seguilla,
aunque fuesse á la otra parte del
mundo. Atónita quedó Diana de ver que
faltasse tan improvisamente su esposo,
y assi dió muchas voces repitiendo el
nombre de Delio. Mas no aprovechó para
que él desde el bosque respondiesse, ni
dejasse de proseguir su camino, sino
que con grandíssima priessa caminando,
entendía en alcanzar la amada Alcida. De
manera que Diana, viendo que Delio no
parescía, mostró estar muy afligida por
ello, haciendo tales sentimientos, que
el pastor por consolarla le dijo: No te
vea yo, hermosa pastora, tan sin razón
afligida, ni des crédito á tu sospecha
en tan gran perjuicio de tu descanso.
Porque el pastor que tú buscas no ha
tanto que falta que debas tenerte por
desamparada. Sosiégate un poco, que
podrá ser que estando tú divertida,
convidado del sombrío de los amenos
alisos y de la frescura del viento, que
los está blandamente meneando, haya
querido mudar asiento, sin que nosotros
lo viéssemos, porque temía quizá no le
contradijéssemos; ó por ventura le ha
tanto pesado de mi venida, y tuviera por
tan enojosa mi compañía, que ha escogido
otro lugar donde sin ella pueda pasar
alegremente la siesta.
A esto respondió DIANA: Gracioso pastor,
para conoscer el mal que maltrata
tu vida, basta oir las palabras que
publica tu lengua. Bien muestras
estar del Amor atormentado, y vezado
á engañar las amorosas sospechas con
vanas imaginaciones. Porque costumbre
es de los amadores dar á entender á sus
pensamientos cosas falsas é impossibles,
para hacer que no dén crédito á las
ciertas y verdaderas. Semejantes
consuelos, pastor, aprovechan más para
señalar en ti el pesar de mi congoja que
para remediar mi pena. Porque yo sé muy
bien que mi esposo Delio va siguiendo
una hermosíssima pastora, que de aquí
se partió, y según la afición con que
estando aquí la miraba y los suspiros
que del alma le salían, yo que sé cuán
determinadamente suele emprender cuanto
le passa por el pensamiento, tengo
por cierto que no dejará de seguir la
pastora, aunque piense en toda su vida
no volver ante mis ojos. Y lo que más
me atormenta es conoscer la dura y
desamorada condición de aquella pastora,
porque tiene un alma tan enemiga del
amor, que desprecia la más extremada
beldad y no hace caso del valor más
aventajado. Al triste pastor en este
punto paresció que una mortal saeta
le travesó el corazón, y dijo: ¡Ay de
mí, desdichado amante! ¿con cuánta más
razón se han de doler de mí las almas
que no fueren de piedra, pues por el
mundo busco la más cruel, la más áspera
y despiadada doncella que se puede
hallar? Duélete de veras, pastora, de tu
esposo, que si la que él busca tiene tal
condición como ésta, corre gran peligro
su vida de perderse. Oyendo DIANA estas
palabras, acabó de conoscer su mal, y
vió claramente que la pastora, que en
ver este pastor tan prestamente huyó,
era la que él por todas las partes del
mundo había buscado. Y era ansí, porque
ella huyendo dél, por no ser descubierta
ni conoscida, había tomado hábito de
pastora. Mas dissimuló por entonces con
el pastor, y no quiso decille nada de
esto, por cumplir con la palabra que á
Alcida había dado al tiempo de partirse.
Y también porque vió que ella gran
rato había que era partida, corriendo
con tanta presteza por aquel bosque
espessíssimo, que fuera impossible
alcanzalla. Y publicar al pastor esto,
no sirviera para más de dalle mayor
pena. Porque aquello fatiga más, cuando
no se alcanza, que dió alguna esperanza
de ser habido. Pero como DIANA deseasse
conoscellos y saber la causa de los
amores dél y del aborrescimiento della,
le dijo: Consuela, pastor, tu llanto, y
cuéntame la causa dél; que por alivio
desta congoja holgaré de saber quién eres
y oir el processo de tus males; porque
por la conmemoración dellos te ha de ser
agradable, si eres verdadero amante, como
creo. El entonces no se hizo mucho de
rogar, antes, sentándose entrambos junto
á la fuente, habló de esta manera:
No es mi mal de tal calidad que á toda
suerte de gentes se pueda contar; mas la
opinión que tengo de tu merescimiento y
el valor que tu hermosura me publica me
fuerzan á contarte abiertamente mi vida,
si vida se puede llamar la que de grado
trocaría con la muerte.
Sabe, pastora, que mi nombre es Marcelio,
y mi estado muy diferente de lo que mi
hábito señala. Porque fuí nascido en la
ciudad Soldina, principal en la provincia
Vandalia, de padres esclarecidos en
linaje y abundantes de riquezas. En
mi tierna edad fuí llevado á la corte
del rey de lusitanos, y allí criado
y querido, no sólo de los señores
principales della, mas aun del mismo
rey, tanto que nunca consintió que me
partiesse de su corte, hasta que me
encargó la gente de guerra que tenía en
la costa de Africa. Allí estuve mucho
tiempo capitán de las villas y fortalezas
que él tiene en aquella costa, teniendo
mi proprio assiento en la villa de Ceuta,
donde fué el principio de mi desventura.
Allí, por mi mal, había un noble y
señalado caballero, nombrado Eugerio,
que tenía cargo por el rey del gobierno
de la villa, al cual Dios, allende de
dalle nobleza y bienes de fortuna,
le hizo merced de un hijo nombrado
Polydoro, valeroso en todo extremo, y
dos hijas llamadas Alcida y Clenarda,
aventajadas en hermosura. Clenarda
en tirar arco era diestríssima, pero
Alcida, que era la mayor, en belleza la
sobrepujaba. Esta de tal manera enamoró
mi corazón, que ha podido causarme la
desesperada vida que passo y la cruda
muerte que cada día llamo y espero. Su
padre tenía tanta cuenta con ella, que
pocas veces consentía que se partiesse
delante sus ojos. Y esto impedía que
yo no le pudiesse hacer saber lo mucho
que la quería. Sino que las veces que
tenía ventura de vella, con un mirar
apassionado y suspiros que salían de
mi pecho sin licencia de mi voluntad,
le publicaba mi pena. Tuve manera de
escrebille una carta, y no perdiendo la
ocasión que me concedió la fortuna, le
hice una letra que decía ansí:
CARTA DE MARCELIO PARA ALCIDA
La honesta majestad y el grave tiento,
modestia vergonzosa, y la cordura,
el sossegado y gran recogimiento,
Y otras virtudes mil, que la hermosura,
que en todo el mundo os da nombre famoso,
encumbran á la más suprema altura,
En passo tan estrecho y peligroso
mi corazón han puesto, hermosa Alcida,
que en nada puedo hallar cierto reposo.
Lo mesmo que á quereros me convida,
el alma ansí refrena, que quisiera
callar, aunque es á costa de la vida.
¿Cuál hombre duro vido la manera
conque mirando echáis rayos ardientes,
que no enmudezca allí y callando muera?
¿Quién las bellezas raras y excelentes
vido de más quilate y mayor cuenta
que todas las passadas y presentes,
Que en la alma un nuevo amor luego no sienta,
tal que la causa dél le atierre tanto
que solamente hablar no le consienta?
Tanto callando sufro, que me espanto
que no esté de congoja el pecho abierto
y el corazón deshecho en triste llanto.
Esme impossible el gozo, el dolor cierto,
la pena firme, vana la esperanza:
vivo sin bien, y el mal me tiene muerto.
En mí mesmo de mí tomo venganza,
y lo que más deseo, menos viene,
y aquello que más huyo, más me alcanza.
Aguardo lo que menos me conviene,
y no admito consuelo á mi tristura,
gozando del dolor que el alma tiene.
Mi vida y mi deleite tanto dura
cuanto dura el pensar la gran distancia
que hay de mí á tal gracia y hermosura.
Porque concibo en la alma una arrogancia
de ver que en tal lugar supe emplealla,
que el corazón esfuerzo y doy constancia.
Pero contra mí mueve tal batalla
vuestro gentil y angélico semblante,
que no podrán mil vidas esperalla.
Mas no hay tan gran peligro que me espante,
ni tan fragoso y áspero camino,
que me estorbe de andar siempre adelante.
Siguiendo voy mi proprio desatino,
voy tras la pena y busco lo que daña,
y ofrezco al llanto el ánimo mezquino.
Perpetuo gozo alegra y acompaña
mi vida, que penando está en sossiego,
y siente en los dolores gloria extraña.
La pena me es deleite, el llanto juego,
descanso el suspirar, gloria la muerte,
las llagas sanidad, reposo el fuego.
Cosa no veo jamás que no despierte
y avive en mí la furia del tormento,
pero recibo en él dichosa suerte.
Estos males, señora, por vos siento,
destas passiones vivo atormentado
con la fatiga igual al sufrimiento.
Pues muévaos á piedad un desdichado,
que ofresce á vuestro amor la propia vida,
pues no pide su mal ser remediado,
mas sólo ser su pena conoscida.
Esta fué la carta que le escribí, y
si ella fuera tan bien hecha como fué
venturosa, no trocara mi habilidad por la
de Homero. Llegó á las manos de Alcida,
y aunque de mis razones quedó alterada,
y de mi atrevimiento ofendida; pero al
fin, tener noticia de mi pena hizo,
según después entendí, en su corazón
mayor efecto de lo que yo de mi desdicha
confiaba. Comencé á señalarme su amante,
haciendo justas, torneos, libreas,
galas, invenciones, versos y motes por
su servicio, durando en esta pena por
espacio de algunos años. Al fin de los
cuales Eugerio me tuvo por merescedor
de ser su yerno, y por intercessión de
algunos principales hombres de la tierra
me ofresció su hija Alcida por mujer.
Tratamos que los desposorios se hiciesen
en la ciudad de Lisbona, porque el rey de
lusitanos en ellos estuviesse presente;
y assí, despachando un correo con toda
diligencia, dimos cuenta al rey de este
casamiento, y le suplicamos que nos
diesse licencia para que, encomendando
nuestros cargos á personas de confianza,
fuéssemos allá á solemnizarlo. Luego
por toda la ciudad y lugares apartados
y vecinos se extendió la fama de mi
casamiento, y causó tan general placer,
como á tan hermosa dama como Alcida y a
tan fiel amante como yo se debía. Hasta
aquí llegó mi bienaventuranza, hasta aquí
me encumbró la fortuna, para después
abatirme en la profundidad de miserias
en que me hallo. ¡Oh, transitorio bien,
mudable contento; oh, deleite variable;
oh, inconstante firmeza de las cosas
mundanas! ¿Qué más pude recibir de lo
que recibí y qué más puedo padescer de
lo que padezco? No me mandes, pastora,
que importune tus oídos con más larga
historia, ni que lastime tus entrañas
con mis desastres. Conténtate agora con
saber mi passado contentamiento, y no
quieras saber mi presente dolor, porque
está cierta que ha de enfadarte mi
prolijidad y de alterarte mi desgracia. A
lo cual respondió DIANA: Deja, Marcelio,
semejantes excusas, que no quise yo saber
los sucessos de tu vida para gozar sólo
de tus placeres, sin entristecerme de
tus pesares, antes quiero dellos toda la
parte que cabrá en mi congojado corazón.
¡Ay, hermosa pastora, dijo MARCELIO, cuán
contento quedaría si la voluntad que te
tengo no me forzasse á complacerte en
cosa de tanto dolor! Y lo que más me
pesa es que mis desgracias son tales que
han de lastimar tu corazón cuando las
sepas, que la pena que he de recebir
en contallas no la tengo en tanto que
no la sufriesse de grado á trueco de
contentarte. Pero yo te veo tan deseosa
de sabellas, que me será forzado causarte
tristeza, por no agraviar tu voluntad.
Pues has de saber, pastora, que después
que fué concertado mi desventurado
casamiento, venida ya la licencia del
rey, el padre Eugerio, que viudo era, el
hijo Polydoro, las dos hijas Alcida y
Clenarda y el desdichado Marcelio, que
su dolor te está contando, encomendados
los cargos que por el rey teníamos á
personas de confianza, nos embarcamos en
el puerto de Ceuta, para ir por mar á la
noble Lisbona á celebrar, como dije, en
presencia del rey el matrimonio.
El contento que todos llevábamos nos
hizo tan ciegos, que en el más peligroso
tiempo del año no tuvimos miedo á las
tempestuosas ondas que entonces suelen
hincharse, ni á los furiosos vientos, que
en tales meses acostumbran embravecerse;
sino que, encomendando la frágil nave
á la inconstante fortuna, nos metimos
en el peligroso mar, descuidados de
sus continuas mudanzas é innumerables
infortunios. Mas poco tiempo passó que
la fortuna castigó nuestro atrevimiento,
porque antes que la noche llegasse, el
piloto descubrió manifiestas señales de
la venidera tempestad. Comenzaron los
espessos ñublados á cubrir el cielo,
empezaron á murmurar las airadas ondas,
los vientos á soplar por contrarias
y diferentes partes. ¡Ay, tristes y
peligrosas señales! dijo el turbado y
temeroso piloto; ¡ay, desdichada nave,
qué desgracia se te apareja, si Dios por
su bondad no te socorre! Diciendo esto
vino un ímpetu y furia tan grande de
viento, que en las extendidas velas y en
todo el cuerpo de la nave sacudiendo,
la puso en tan gran peligro, que no fué
bastante el gobernalle para regirla, sino
que, siguiendo el poderoso furor, iba
donde la fuerza de las ondas y vientos la
impelía. Acabó poco á poco á descararse
la tempestad, las furiosas ondas
cubiertas de blanca espuma comienzan á
ensoberbecerse. Estaba el cielo abundante
lluvia derramando, furibundos rayos
arrojando y con espantosos truenos
el mundo estremesciendo. Sentíase
un espantable ruido de las sacudidas
maromas, y movían gran terror las
lamentables voces de los navegantes
y marineros. Los vientos por todas
partes la nave combatían, las ondas con
terribles golpes en ella sacudiendo,
las más enteras y mejor clavadas tablas
hendían y desbarataban. A veces el
soberbio mar hasta el cielo nos levantaba
y luego hasta los abismos nos despeñaba,
y á veces espantosamente abriéndose,
las más profundas arenas nos descubría.
Los hombres y mujeres á una y otra
parte corriendo, su desventurada muerte
dilatando, unos entrañables suspiros
esparcían, otros piadosos votos ofrescían
y otros dolorosas lágrimas derramaban. El
piloto con tan brava fortuna atemorizado,
vencido su saber de la perseverancia y
braveza de la tempestad, no sabía ni
podía regir el gobernalle. Ignoraba la
naturaleza y origen de los vientos, y
en un mesmo punto mil cosas diferentes
ordenaba. Los marineros, con la agonía
de la cercana muerte turbados, no sabían
ejecutar lo mandado, ni con tantas voces
y ruido podían oir el mandamiento y
orden del ronco y congojado piloto. Unos
amainan la vela, otros vuelven la antena,
otros añudan las rompidas cuerdas, otros
remiendan las despedazadas tablas,
otros el mar en el mar vacian, otros al
timón socorren, y en fin todos procuran
defender la miserable nave del inevitable
perdimiento. Mas no valió la diligencia,
ni aprovecharon los votos y lágrimas
para ablandar el bravo Neptuno. Antes
cuanto más se iba acercando la noche, más
cargaron los vientos y más se ensañaron
las tempestades.
Venida ya la tenebrosa noche, y no
amansándose la fortuna, el padre EUGERIO,
desconfiado de remedio, con el rostro
temeroso y alterado, á sus hijos y
yerno mirando, tenía tanta agonía de
la muerte que habíamos de passar, que
tanto nos dolía su congoja como nuestra
desventura. Mas el lloroso viejo,
rodeado de trabajos, con lamentable
voz y tristes lágrimas decía de esta
manera: ¡Ay, mudable Fortuna, enemiga
del humano contento, tan gran desdicha
le tenías guardada á mi triste vejez!
¡Oh, bienaventurados los que en juveniles
años mueren, lidiando en las sangrientas
batallas, pues no llegando á la cansada
edad no vienen á peligro de llorar los
desastres y muertes de sus amados hijos!
¡Oh, fuerte mal; oh, triste sucesso!
¿Quién jamás murió tan dolorosamente como
yo, que esperando consolar mi muerte
con dejar en el mundo quien conserve
mi memoria y mi linaje, he de morir en
compañía de los que habían de solemnizar
mis obsequias? Oh, queridos hijos,
¿quién me dijera á mí, que mi vida y la
vuestra se habían de acabar á un mesmo
tiempo y habían de tener fin con una
misma desventura? Querría, hijos míos,
consolaros; mas ¿qué puede deciros un
triste padre, en cuyo corazon hay tanta
abundancia de dolor y tan grande falta
de consuelo? Mas consolaos, hijos; armad
vuestras almas de sufrimiento, y dejad á
mi cuenta toda la tristeza, pues allende
de morir una vez por mí, he de sufrir
tantas muertes cuantas vosotros habéis de
passar. Esto decía el congojado padre con
tantas lágrimas y sollozos, que apenas
podía hablar, abrazando los unos y los
otros por despedida, antes que llegasse
la hora del perdimiento. Pues contarte
yo agora las lágrimas de Alcida, y el
dolor que por ella yo tenía, sería una
empresa grande y de mucha dificultad.
Sólo una cosa quiero decirte: que lo que
más me atormentaba, era pensar que la
vida que yo tenía ofrescida á su servicio
hubiesse de perderse juntamente con la
suya. En tanto la perdida y maltratada
nave con el ímpetu y furia de los bravos
ponientes, que por el estrecho passo
que de Gibraltar se nombra rabiosamente
soplaban, corriendo con más ligereza
de la que á nuestra salud convenía,
conbatida por la poderosa Fortuna
por espacio de toda la noche y en el
siguiente día, sin poder ser regida con
la destreza de los marineros, anduvo
muchas leguas por el espacioso mar
Mediterráneo, por donde la fuerza de los
vientos la encaminaba.
El otro día después paresció la Fortuna
querer amansarse; pero volviendo luego
á la acostumbrada braveza, nos puso en
tanta necessidad que no esperábamos una
hora de vida. En fin, nos combatió tan
brava tempestad, que la nave, compelida
de un fuerte torbellino, que le dió por
el izquierdo lado, estuvo en tan gran
peligro de trastornarse, que tuvo ya
el bordo metido en el agua. Yo que vi
el peligro manifiesto, desciñéndome la
espada, porque no fuesse embarazo, y
abrazándome con Alcida, salté con ella
en el batel de la nave. Clenarda, que
era doncella muy suelta, siguiéndonos,
hizo lo mesmo, no dejando en la nave su
arco y aljaba, que más que cualesquier
tesoros estimaba. Polydoro abrazándose
con su padre, quiso con él saltar en
el batel como nosotros; mas el piloto
de la nave y un otro marinero fueron
los primeros á saltar, y al tiempo que
Polydoro con el viejo Eugerio quiso salir
de la nave, viniendo por la parte diestra
una borrasca, apartó tanto el batel de la
nave, que los tristes hubieron de quedar
en ella, y de allí á poco rato no la
vimos, ni sabemos della, sino que tengo
por cierto que por las crueles ondas fué
tragada, ó dando al través en la costa
de España, miserablemente fué perdida.
Quedando, pues, Alcida, Clenarda y yo
en el pequeño esquife, guiados con la
industria del piloto y de otro marinero,
anduvimos errando por espacio de un día
y de una noche, aguardando de punto en
punto la muerte, sin esperanza de remedio
y sin saber la parte donde estábamos.
Pero en la mañana siguiente nos hallamos
muy cerca de la tierra, y dimos al través
en ella. Los dos marineros, que muy
diestros eran en nadar, no sólo salieron
á nado á la deseada tierra, pero nos
sacaron á todos, llevándonos á seguro
salvamiento. Después que estuvimos fuera
de las aguas, amarraron los marineros el
batel á la ribera, y reconosciendo la
tierra donde habiamos llegado, hallaron
que era la isla Formentera, y quedaron
muy espantados de las muchas millas que
en tan poco tiempo habiamos corrido.
Mas ellos tenían tan larga y cierta
experiencia de las maravillas que suelen
hacer las bravas tempestades, que no se
espantaron mucho del discurso de nuestra
navegación. Hallámonos seguros de la
Fortuna, pero tan tristes de la pérdida
de Eugerio y Polydoro, tan mal tratados
del trabajo y tan fatigados de hambre,
que no teníamos forma de alegrarnos de la
cobrada vida.
Dejo agora de contarte los llantos y
extremos de Alcida y Clenarda por haber
perdido el padre y hermano, por passar
adelante la historia del desdichado
sucesso que me acontesció en esta
solitaria isla; porque después que en
ella fuí librado de la crueldad de la
Fortuna, me fué el Amor tan enemigo,
que paresció pesarle de ver mi vida
libre de la tempestad, y quiso que al
tiempo que por más seguro me tuviesse,
entonces con nueva y más grave pena
fuesse atormentado. Hirió el maligno Amor
el corazón del piloto, que Bartofano se
decía, y le hizo tan enamorado de la
hermosura de Clenarda, su hermana de
Alcida, que por salir con su intento
olvidó la ley de amicicia y fidelidad,
imaginando y efectuando una extraña
traición. Y fué assí, que después de las
lágrimas y lamentos que las dos hermanas
hicieron, acontesció que Alcida, cansada
de la passada fatiga, se recostó sobre
la arena, y vencida del importuno sueño
se durmió. Estando en esto le dije yo al
piloto: Bartofano amigo, si no buscamos
qué comer, ó por nuestra desdicha no
lo hallamos, podemos hacer cuenta que
no habernos salvado la vida, sino que
habernos mudado manera de muerte. Por
esso querría, si te place, que tú y tu
compañero fuéssedes al primer lugar
que en la isla se os ofresciere para
buscar qué comer. Respondió BARTOFANO:
Harto hizo la Fortuna, señor Marcelio,
en llevarnos á tierra, aunque sea
despoblada. Desengáñate de hallar qué
comer aquí, porque la tierra es desierta
y de gentes no habitada. Mas yo diré
un remedio para que no perezcamos de
hambre. ¿Ves aquella isleta que está de
frente, cerca de donde estamos? Allí hay
gran abundancia de venados, conejos,
liebres y otra caza, tanto que van por
ella grandes rebaños de silvestres
animales. Allí también hay una ermita,
cuyo ermitaño tiene ordinariamente harina
y pan. Mi parescer es que Clenarda, cuya
destreza en tirar arco te es manifiesta,
passe con el batel á la isla para matar
alguna caza, pues el arco y flechas no
le faltan, que mi compañero y yo la
llevaremos allá; y tú, Marcelio, queda
en compañía de Alcida, que será posible
que antes que se despierte volvamos con
abundancia de fresca y sabrosa provisión.
Muy bien nos paresció á Clenarda y á mí
el consejo de Bartofano, no cayendo en
la alevosía que tenía fabricada. Mas
nunca quiso Clenarda passar á la isleta
sin mi compañía, porque no osaba fiarse
en los marineros. Y aunque yo me excusé
de ir con ella, diciendo que no era bien
dejar á Alcida sola y durmiendo en tan
solitaria tierra, me respondió que, pues
el espacio de mar era muy poco, la caza
de la isla mucha y el mar algún tanto
tranquilo, porque en estar nosotros en
tierra había mostrado amansarse, podíamos
ir, cazar y volver antes que Alcida,
que muchas noches había que no había
dormido, se despertasse. En fin; tantas
razones me hizo que, olvidado de lo que
más me convenía, sin más pensar en ello,
determiné acompañada, de lo cual le pesó
harto á Bartofano, porque no quería sino
á Clenarda sola, para mejor efectuar su
engaño. Mas no le faltó al traidor forma
para poner por obra la alevosía: porque
dejada Alcida durmiendo, metidos todos
en el esquife, nos echamos á la mar, y
antes de llegar á la isleta, estando yo
descuidado y sin armas, porque todas las
había dejado en la nave, cuando salté de
ella por salvar la vida, fuí de los dos
marineros assaltado, y sin poderme valer,
preso y maniatado.
Clenarda, viendo la traición, quiso de
dolor echarse en el mar; mas por el
piloto fué detenida antes; apartándola
á una parte del esquife, en secreto le
dijo: No tomes pena de lo hecho, hermosa
dama, y sossiega tu corazón, que todo
se hace por tu servicio. Has de saber,
señora, que éste Marcelio, cuando
llegamos á la isla desierta, me habló
secretamente y me rogó que te aconsejase
que passasses para cazar á la isla, y
cuando estuviéssemos en mar, encaminasse
la proa hacia Levante, señalándome que
estaba enamorado de ti y quería dejar
en la isla á tu hermana, por gozar de
ti á su placer y sin impedimento. Y
aquel no querer acompañarte era por
dissimulación y por encubrir su maldad.
Mas yo, que veo el valor de tu hermosura,
por no perjudicar á tu merescimiento,
en el punto que había de hacerte la
traición, he determinado serte leal y he
atado á Marcelio, como has visto, con
determinación de dejarle ansí á la ribera
de una isla que cerca de aquí está y
volver después contigo adonde dejamos á
Alcida. Esta razón te doy de lo hecho;
mira tú agora lo que determinas.
Oyendo esto Clenarda, creyó muy de veras
la mentira del traidor, y túvome una ira
mortal, y fué contenta que yo fuesse
llevado donde Bartofano dijo. Mirábame
con un gesto airado, y de rabia no podía
hablarme palabra, sino que en lo íntimo
de su corazón se gozaba de la venganza
que de mí se había de tomar, sin nunca
advertir el engaño que se le hacía.
Conoscí yo en Clenarda que no le pesaba
de mi prisión, y ansí le dije: ¿Qué es
esto, hermana? ¿tan poca pena te paresce
la mía y la tuya que tan presto hicieron
fin tus llantos? ¿Quizá tienes confianza
de verme presto libre para tomar venganza
de estos traidores? Ella entonces, brava
como leona, me dijo que mi prisión era
porque había pretendido dejar á Alcida y
llevarme á ella, y lo demás que el otro
le había falsamente recitado. Oyendo
esto sentí más dolor que nunca, y ya
que no pude poner las manos en aquellos
malvados, los traté con injuriosas
palabras; y á ella le di tal razón, que
conosció ser aquella una grande traición,
nascida del amor de Bartofano. Hizo
Clenarda tan gran lamento, cuando cayó
en la cuenta del engaño, que las duras
piedras ablandara; mas no enternesció
aquellos duros corazones.
Considera tú agora que el pequeño batel
por las espaciosas ondas caminando largo
trecho con gran velocidad habría corrido,
cuando la desdichada Alcida despertándose
sola se vido, y desamparada volvió los
ojos al mar y no vido el esquife; buscó
gran parte de la ribera, y no halló
persona. Puedes pensar, pastora, lo que
debió sentir en este punto. Imagina las
lágrimas que derramó, piensa agora los
extremos que hizo, considera las veces
que quiso echarse en el mar y contempla
las veces que repitió mi nombre. Mas
ya estábamos tan lejos, que no oíamos
sus voces, sino que vimos que con una
toca blanca, dando vueltas en el aire
con ella, nos incitaba para la vuelta.
Mas no lo consintió la traición de
Bartofano. Antes con gran presteza
caminando, llegamos á la isla de Ibiza,
donde desembarcamos, y á mí me dejaron
en la ribera amarrado á una anchora que
en tierra estaba. Acudieron allí algunos
marineros conoscidos de Bartofano, y
tales como él, y por más que Clenarda les
encomendó su honestidad, no aprovechó
para que mirassen por ella, sino que
dieron al traidor suficiente provisión, y
con ella se volvió á embarcar en compañía
de Clenarda, que á su pesar hubo de
seguille, y después acá nunca más los he
visto, ni sabido dellos.
Quedé yo allí hambriento y atado de pies
y manos. Pero lo que más me atormentaba,
era la necessidad y pena de Alcida, que
en la Formentera sola quedaba, que la
mía luego fué remediada. Porque á mis
voces vinieron muchos marineros, que
siendo más piadosos y hombres de bien
que los otros, me dieron qué comiesse.
E importunados por mí, armaron un
bergantín, donde puestas algunas viandas
y armas se embarcaron en mi compañía, y
no passó mucho tiempo que el velocíssimo
navío llegó á la Formentera, donde Alcida
había quedado. Mas por mucho que en ella
busqué y di voces, no la pude hallar ni
descubrir. Pensé que se había echado en
el mar desesperada ó de las silvestres
fieras había sido comida. Mas buscando y
escudriñando los llanos, riberas, peñas,
cuevas y los más secretos rincones de la
isla, en un pedazo de peña hecho á manera
de padrón hallé unas letras escriptas con
punta de acerado cuchillo, que decían:
_Soneto._
Arenoso, desierto y seco prado,
tú, que escuchaste el son de mi lamento,
hinchado mar, mudable y fiero viento,
con mis suspiros tristes alterado.
Duro peñasco, en do escripto y pintado
perpetuamente queda mi tormento,
dad cierta relación de lo que siento,
pues que Marcelio sola me ha dejado.
Llevó mi hermana, á mí puso en olvido,
y pues su fe, su vela y mi esperanza
al viento encomendó, sedme testigos,
Que más no quiero amar hombre nascido,
por no entrar en un mar do no hay bonanza,
ni pelear con tantos enemigos.
No quiero encarescerte, pastora, la
herida que yo sentí en el alma cuando
leí las letras, conosciendo por ellas
que por ajena alevosía y por los malos
sucessos de Fortuna quedaba desamado,
porque quiero dejarla á tu discreción.
Pero no queriendo vida rodeada de tantos
trabajos, quise con una espada traspassar
el miserable pecho, y assí lo hiciera
si de aquellos marineros con obras y
palabras no fuera estorbado. Volviéronme
casi muerto en el bergantín, y
condescendiendo con mis importunaciones,
me llevaron por sus jornadas camino de
Italia, hasta que me desembarcaron en el
puerto de Gayeta, del reino de Nápoles,
donde preguntando á cuantos hallaba por
Alcida, y dando las señas della, vine á
ser informado por unos pastores que había
llegado allí con una nave española, que
passando por la Formentera, hallándola
sola, la recogió, y que por esconderse de
mí se había puesto en hábito de pastora.
Entonces yo, por mejor buscarla, me
vestí también como pastor, rodeando y
escudriñando todo aquel reino, y nunca
hallé rastro della hasta que me dijeron
que huyendo de mí, y sabiendo que tenía
della información, con una nave genovesa
había passado en España. Embarquéme luego
en su seguimiento, y llegué acá á España,
y he buscado la mayor parte della, sin
hallar persona que me diesse nuevas desta
cruel, que con tanta congoja busco. Esta
es, hermosa pastora, la tragedia de mi
vida, esta es la causa de mi muerte, este
es el processo de mis males. Y si en tan
pesado cuento hay alguna prolijidad, la
culpa es tuya, pues para contarle por ti
fuí importunado. Lo que te ruego agora
es que no quieras dar remedio á mi mal,
ni consuelo á mi fatiga, ni estorbar las
lágrimas que con tan justa razón á mi
pena son debidas.
Acabando estas razones comenzó Marcelio
á hacer tan doloroso llanto y suspirar
tan amargamente, que era gran lástima
de vello. Quiso Diana darle nuevas de
su Alcida, porque poco había que en su
compañía estaba, pero por cumplir con la
palabra que había dado de no decillo,
y también porque vió que le había de
atormentar más, dándole noticia de la
que en tal extremo le aborrescía, por
esso no curó de decille más de que se
consolasse y tuviesse mucha confianza,
porque ella esperaba velle antes de mucho
muy contento con la vista de su dama.
Porque si era verdad, como creía, que
iba Alcida entre los pastores y pastoras
de España, no se le podía esconder, y
que ella la haría buscar por las más
extrañas y escondidas partes della.
Mucho le agradesció Marcelio á Diana
tales ofrescimientos, y encargándole
mucho mirasse por su vida, haciendo lo
que ofrescido le había, quiso despedirse
della, diciendo que passados algunos días
pensaba volver allí, para informarse
de lo que habría sabido de Alcida;
pero Diana le detuvo, y le dijo: No
seré yo tan enemiga de mi contento que
consienta que te apartes de mi compañía.
Antes, pues de mi esposo Delio me veo
desamparada, como tú de tu Alcida,
querría, si te place, que comiesses
algunos bocados, porque muestras haberlo
menester, y después desto, pues las
sombras de los árboles se van haciendo
mayores, nos fuéssemos á mi aldea, donde
con el descanso que el continuo dolor
nos permitirá, passaremos la noche, y
luego en la mañana iremos al templo de
la casta Diana, do tiene su assiento la
sabia Felicia, cuya sabiduría dará algun
remedio á nuestra passión. Y porque mejor
puedas gozar de los rústicos tratos
y simples llanezas de los pastores y
pastoras de nuestros campos, será bien
que no mudes el hábito de pastor que
traes, ni des á nadie á entender quién
eres, sino que te nombres, vistas y
trates como pastor.
Marcelio, contento de hacer lo que
Diana dijo, comió alguna vianda que
ella sacó de su zurrón, y mató la sed
con el agua de la fuente, lo que le era
muy necessario, por no haber en todo el
día comido ni reposado, y luego tomaron
el camino de la aldea. Mas poco trecho
habían andado, cuando en un espesso
bosquecillo, que algún tanto apartado
estaba del camino, oyeron resonar voces
de pastores, que al son de sus zampoñas
suavemente cantaban; y como Diana era
muy amiga de música, rogó á Marcelio
que se llegassen allá. Estando ya junto
al bosquecillo, conosció Diana que los
pastores eran Tauriso y Berardo, que por
ella penados andaban, y tenían costumbre
de andar siempre de compañía y cantar en
competencia. Y ansí Diana y Marcelio,
no entrando donde los pastores estaban,
sino puestos tras unos robledales, en
parte donde podían oir la suavidad de la
música, sin ser vistos de los pastores,
escucharon sus cantares. Y ellos, aunque
no sabían que estaba tan cerca la que
era causa de su canto, adevinando cuasi
con los ánimos que su enemiga les estaba
oyendo, requebrando las pastoriles voces,
y haciendo con ellas delicados passos y
diferencias, cantaban desta manera:
TAURISO
Pues ya se esconde el sol tras las montañas,
dejad el pasto, ovejas, escuchando
las voces roncas, ásperas y extrañas
que estoy sin tiento ni orden derramando.
Oid cómo las míseras entrañas
se están en vivas llamas abrasando
con el ardor que enciende en la alma insana
la angélica hermosura de Diana.
BERARDO
Antes que el sol, dejando el hemisphero,
caer permita en hierbas el rocío,
tú, simple oveja, y tú, manso cordero,
prestad grata atención al canto mío.
No cantaré el ardor terrible y fiero,
mas el mortal temor helado y frío,
con que enfrena y corrige el alma insana
la angélica hermosura de Diana.
TAURISO
Cuando imagina el triste pensamiento
la perfección tan rara y escogida,
la alma se enciende assí, que claro siento
ir siempre deshaciéndose la vida.
Amor esfuerza el débil sufrimiento,
y aviva la esperanza consumida,
para que dure en mí el ardiente fuego,
que no me otorga un hora de sossiego.
BERARDO
Cuando me paro á ver mi bajo estado
y el alta perfección de mi pastora,
se arriedra el corazón amedrentado
y un frío hielo en la alma triste mora.
Amor quiere que viva confiado,
y estoilo alguna vez, pero á deshora
al vil temor me vuelvo tan sujeto,
que un hora de salud no me prometo.
TAURISO
Tan mala vez la luz ardiente veo
de aquellas dos claríssimas estrellas,
la gracia, el continente y el asseo,
con que Diana es reina entre las bellas,
que en un solo momento mi deseo
se enciende en estos rayos y centellas,
sin esperar remedio al fuego extraño
que me consume y causa extremo daño.
BERARDO
Tan mala vez las delicadas manos
de aquel marfil para mil muertes hechas,
y aquellos ojos claros soberanos
tiran al corazón mortales flechas,
que quedan de los golpes inhumanos
mis fuerzas pocas, flacas y deshechas,
y tan pasmado, flojo y débil quedo,
que vence á mi deseo el triste miedo.
TAURISO
¿Viste jamás un rayo poderoso,
cuyo furor el roble antiguo hiende?
Tan fuerte, tan terrible y riguroso
es el ardor que la alma triste enciende.
¿Viste el poder de un río pressuroso,
que de un peñasco altíssimo desciende?
Tan brava, tan soberbia y alterada
Diana me paresce estando airada.
Mas no aprovecha nada
para que el vil temor me dé tristeza,
pues cuanto más peligros, más firmeza.
BERARDO
¿Viste la nieve en haldas de una sierra
con los solares rayos derretida?
Ansí deshecha y puesta por la tierra
al rayo de mi estrella está mi vida.
¿Viste en alguna fiera y cruda guerra
algún simple pastor puesto en huida?
Con no menos temor vivo cuitado,
de mis ovejas proprias olvidado.
Y en este miedo helado
merezco más, y vivo más contento,
que en el ardiente y loco atrevimiento.
TAURISO
Berardo, el mal que siento es de tal arte,
que en todo tiempo y parte me consume,
el alma no presume ni se atreve;
mas como puede y debe comedida
le da la propria vida al niño ciego,
y en encendido fuego alegre vive,
y como allí recibe gran consuelo,
no hay cosa de que pueda haber recelo.
BERARDO
Tauriso, el alto cielo hizo tan bella
esta Diana estrella, que en la tierra
con luz clara destierra mis tinieblas,
las más escuras nieblas apartando;
que si la estoy mirando embelesado,
vencido y espantado, triste y ciego
los ojos bajo luego, de manera
que no puedo, aunque quiera, aventurarme
á ver, pedir, dolerme ni quejarme.
TAURISO
Jamás quiso escucharme
esta pastora mía,
mas persevera siempre en la dureza,
y en siempre maltratarme
continua su porfía.
¡Ay, cruda pena; ay, fiera gentileza!
Mas es tal la firmeza
que esfuerza mi cuidado,
que vivo más seguro
que está un peñasco duro
contra el rabioso viento y mar airado,
y cuanto más vencido,
doy más ardor al ánimo encendido.
BERARDO
No tiene el ancho suelo
lobos tan poderosos
cuya braveza miedo pueda hacerme,
y de un simple recelo,
en casos amorosos,
como cobarde vil vengo á perderme.
No puedo defenderme
de un miedo que en mi pecho
gobierna, manda y rige;
que el alma mucho aflige
y el cuerpo tiene ya medio deshecho.
¡Ay, crudo amor; ay, fiero!
¿con pena tan mortal cómo no muero?
TAURISO
Junto á la clara fuente,
sentada con su esposo
la pérfida Diana estaba un día,
y yo á mi mal presente
tras un jaral umbroso,
muriendo de dolor de lo que vía:
él nada le decía,
mas con mano grossera
trabó la delicada
á torno fabricada,
y estuvo un rato assí, que no debiera;
y yo tal cosa viendo,
de ira mortal y fiera envidia ardiendo.
BERARDO
Un día al campo vino
aserenando al cielo
la luz de perfectíssimas mujeres,
las hebras de oro fino
cubiertas con un velo,
prendido con dorados alfileres;
mil juegos y placeres
passaba con su esposo;
yo tras un mirto estaba,
y vi que él alargaba
la mano al blanco velo, y el hermoso
cabello quedó suelto,
y yo de vello en triste miedo envuelto.
En acabando los pastores de cantar,
comenzaron á recoger su ganado, que por
el bosque derramado andaba. Y viniendo
hacia donde Marcelio y Diana estaban,
fué forzado habellos de ver, porque no
tuvieron forma de esconderse aunque
mucho lo trabajaron. Gran contento
recibieron de tan alegre y no pensada
vista. Y aunque Berardo quedó con ella
atemorizado, el ardiente Tauriso con
ver la causa de su pena encendió más
su deseo. Saludaron cortésmente las
pastoras, rogándoles que, pues la Fortuna
allí los había encaminado, se fuessen
todos de compañía hacia la aldea. Diana
no quiso ser descortés, porque no lo
acostumbraba, más fué contenta de hacello
ansí. De modo que Tauriso y Berardo
encargaron á otros pastores que con
ellos estaban que los recogidos ganados
hacia la aldea poco á poco llevassen, y
ellos, en compañía de Marcelio y Diana,
adelantándose, tomaron el camino. Rogóle
Tauriso á Diana que á la canción que él
diría respondiesse; ella dijo que era
contenta, y ansí cantaron esta canción:
TAURISO. Zagala, ¿por qué razón
no me miras, di, enemiga?
DIANA. Porque los ojos fatiga
lo que ofende al corazón.
TAURISO. ¿Qué pastora hay en la vida
que se ofenda de mirar?
DIANA. La que pretende passar
sin querer ni ser querida.
TAURISO. No hay tan duro corazón
que un alma tanto persiga.
DIANA. Ni hay pastor que contradiga
tan adrede á la razón.
TAURISO. ¿Cómo es esto que no tuerza
el amor tu crueldad?
DIANA. Porque amor es voluntad,
y en la voluntad no hay fuerza.
TAURISO. Mira que tienes razón
de remediar mi fatiga.
DIANA. Esa mesma á mí me obliga
á guardar mi corazón.
TAURISO. ¿Por qué me das tal tormento
y qué guardas tu hermosura?
DIANA. Porque tú el seso y cordura
llamas aborrescimiento.
TAURISO. Será porque sin razón
tu braveza me castiga.
DIANA. Antes porque de fatiga
defiendo mi corazón.
TAURISO. Cata que no soy tan feo
como te cuidas, pastora.
DIANA. Conténtate por agora
con que digo que te creo.
TAURISO. ¿Después de darme passión
me escarnesces, di, enemiga?
DIANA. Si otro quieres que te diga,
pides más de la razón.
En extremo contentó la canción de Tauriso
y Diana, y aunque Tauriso por ella sintió
las crudas respuestas de su pastora, y
con ellas grande pena, quedó tan alegre
con que ella le había respondido, que
olvidó el dolor que de la crueldad de
sus palabras pudiera rescebir. A este
tiempo el temeroso BERARDO, esforzando
el corazón, hincando sus ojos en los de
Diana á guisa de congojado cisne, que
cercano á su postrimería, junto á las
claras fuentes va suavemente cantando,
levantó la debil y medrosa voz, que con
gran pena del sobresaltado pecho le
salía, y al son de su zampoña cantó ansí:
Tenga fin mi triste vida,
pues, por mucho que lloré,
no es mi pena agradescida
ni dan crédito á mi fe.
Estoy en tan triste estado,
que tomara por partido
de ser mal galardonado
solo que fuera creído.
Mas aunque pene mi vida,
y en mi mal constante esté,
no es mi pena agradescida
ni dan crédito á mi fe.
Después de haber dicho Berardo su
canción, pusieron los dos pastores los
ojos en Marcelio, y como era hombre
no conoscido, no osaban decille que
cantasse. Pero, en fin, el atrevido
Tauriso le rogó les dijesse su nombre,
y si era possible dijesse alguna
canción, porque lo uno y lo otro les
sería muy agradable. Y él, sin dalles
otra respuesta, volviéndose á Diana, y
señalándole que su zampoña tocasse, quiso
con una canción contentallos de entrambas
las cosas. Y después de dado un suspiro,
dijo ansí:
Tal estoy después que vi
la crueldad de mi pastora,
que ni sé quién soy agora
ni lo que será de mí.
Sé muy bien que, si hombre fuera,
el dolor me hubiera muerto,
y si piedra, está muy cierto
que el llorar me deshiciera.
Llámanme Marcelio á mi,
pero soy de una pastora,
que ni sé quién soy agora
ni lo que será de mí.
Ya la luz del sol comenzaba á dar lugar
á las tinieblas, y estaban las aldeas
con los domésticos fuegos humeando,
cuando los pastores y pastoras, estando
muy cerca de su lugar, dieron fin á sus
cantares. Llegaron todos á sus casas
contentos de la passada conversación,
pero Diana no hallaba sossiego,
mayormente cuando supo que no estaba
en la aldea su querido Syreno. Dejó á
Marcelio aposentado en casa de Melibeo,
primo de Delio, donde fué hospedado con
mucha cortesía, y ella, viniendo á su
casa, convocados sus parientes y los de
su esposo, les dió razón de cómo Delio la
había dejado en la fuente de los alisos,
yendo tras una extranjera pastora. Sobre
ello mostró hacer grandes llantos y
sentimientos, y al cabo de todos ellos
les dijo que su determinación era ir
luego por la mañana al templo de Diana,
por saber de la sabia Felicia nuevas de
su esposo. Todos fueron muy contentos
de su voluntad, y para el cumplimiento
della le ofrescieron su favor; y ella,
pues supo que en el templo de Diana
hallaría su Syreno, quedó muy alegre
del concierto, y con la esperanza del
venidero placer dió aquella noche á su
cuerpo algún reposo, y tuvo en el corazón
un no acostumbrado sossiego.
_Fin del libro primero._
LIBRO SEGUNDO
DE DIANA ENAMORADA
Es el injusto Amor tan bravo y poderoso,
que de cuanto hay en el mundo se
aprovecha para su crueldad, y las cosas
de más valor le favorescen en sus
empresas. Especialmente la Fortuna le da
tanto favor con sus mudanzas, cuanto él
ha menester para dar graves tormentos.
Claro está lo que digo en el desastre
de Marcelio, pues la Fortuna ordenó
tal acontescimiento, que de su esposa
Alcida forzado hubo de dar crédito á
una sospecha tal que, aunque falsa,
tenía muy cierto ó á lo menos aparente
fundamento; y dello se siguió aborrescer
á su esposo, que más que á su vida la
quería, y en nada le había ofendido. De
aquí se puede colegir cuán cierta ha de
ser una presunción, para que un hombre
sabio le deba dar entera fe: pues ésta,
que tenía muestras de certidumbre, era
tan ajena de verdad. Pero ya que el Amor
y Fortuna trataron tan mal á Marcelio,
una cosa tuvo que agradescelles, y fué
que el Amor hirió el corazón de Diana, y
Fortuna hizo que Marcelio en la fuente la
hallasse, para que entrambos fuessen á
la casa de Felicia y el triste passasse
sus penas en agradable compañía. Pues
llegado el tiempo qué la rubicunda
Aurora con su dorado gesto ahuyentaba
las nocturnas estrellas, y las aves con
suave canto anunciaban el cercano día,
la enamorada Diana, fatigada ya de la
prolija noche, se levantó para emprender
el camino deseado. Y encargadas ya sus
ovejas á la pastora Polyntia, salió de su
aldea acompañada de su rústica zampoña,
engañadora de trabajos, y proveído el
zurrón de algunos mantenimientos, bajó
por una cuesta, que de la aldea á un
espesso bosque descendía, y á la fin
della se paró sentada debajo unos alisos,
esperando que Marcelio, su compañero,
viniesse, según que con él la noche antes
lo había concertado. Mas en tanto que
no venía, se puso á tañer su zampoña y
cantar esta
_Canción._
Madruga un poco, luz del claro día,
con apacible y blanda mansedumbre,
para engañar un alma entristescida.
Extiende, hermoso Apolo, aquella lumbre,
que á los desiertos campos da alegría,
y á las muy secas plantas fuerza y vida.
En ésta amena silva, que convida
á muy dulce reposo,
verás de un congojoso
dolor mi corazón atormentado,
por verse ansí olvidado
de quien mil quejas daba de mi olvido:
la culpa es de Cupido,
que aposta quita y da aborrescimiento,
do ve que ha de causar mayor tormento.
¿Qué fiera no enternesce un triste canto?
¿y qué piedra no ablandan los gemidos
que suele dar un fatigado pecho?
¿Qué tigres ó leones conducidos
no fueran á piedad oyendo el llanto
que quasi tiene mi ánimo deshecho?
Sólo á Syreno cuento sin provecho
mi triste desventura,
que della tanto cura
como el furioso viento en mar insano
las lágrimas que en vano
derrama el congojado marinero,
pues cuanto más le ruega, más es fiero.
No ha sido fino amor, Syreno mío,
el que por estos campos me mostrabas,
pues un descuido mío ansí le ofende.
¿Acuérdaste, traidor, lo que jurabas
sentado en este bosque y junto al río?
¿pues tu dureza agora qué pretende?
¿No bastará que el simple olvido emiende
con un amor sobrado,
y tal, que si al passado
olvido no aventaja de gran parte
(pues más no puedo amarte,
ni con mayor ardor satisfacerte)
por remedio tomar quiero la muerte?
Mas viva yo en tal pena, pues la siento
por ti, que haces menor toda tristura,
aunque más dañe el ánima mezquina.
Porque tener presente tu figura
da gusto aventajado al pensamiento
de quien por ti penando en ti imagina.
Mas tú á mi ruego ardiente un poco inclina
el corazón altivo,
pues ves que en penas vivo
con un solo deseo sostenida,
de oir de ti en mi vida
siquiera un no en aquello que más quiero.
¿Mas qué se ha de esperar de hombre tan fiero?
¿Cómo agradesces, dime, los favores
de aquel tiempo passado que tenías
mas blando el corazón, duro Syreno,
cuando, traidor, por causa mía hacías
morir de pura envidia mil pastores.
¡Ay, tiempo de alegría! ¡Ay, tiempo bueno!
Será testigo el valle y prado ameno,
á do de blancas rosas
y flores olorosas
guirnalda á tu cabeza componía,
do á veces añadía
por sólo contentarte algún cabello:
que muero de dolor pensando en ello.
Agora andas essento aborresciendo
la que por ti en tal pena se consume:
pues guarte de las mañas de Cupido.
Que el corazón soberbio, que presume
del bravo amor estarse defendiendo,
cuanto más armas hace, es más vencido.
Yo ruego que tan preso y tan herido
estés como me veo.
Mas siempre á mi deseo
no desear el bien le es buen aviso,
pues cuantas cosas quiso,
por más que tierra y cielos importuna,
se las negó el Amor y la Fortuna.
Canción, en algún pino ó dura encina
no quise señalarte,
mas antes entregarte
al sordo campo y al mudable viento:
porque de mi tormento
se pierda la noticia y la memoria,
pues ya perdida está mi vida y gloria.
La delicada voz y gentil gracia de la
hermosa Diana hacía muy clara ventaja á
las habilidades de su tiempo: pero más
espanto daba ver las agudezas con que
matizaba sus cantares, porque eran tales,
que parescían salidas de la avisada
corte. Mas esto no ha de maravillar tanto
los hombres que lo tengan por impossible:
pues está claro que es bastante el Amor
para hacer hablar á los más simples
pastores avisos más encumbrados,
mayormente si halla aparejo de
entendimiento vivo é ingenio despierto,
que en las pastoriles cabañas nunca
faltan. Pues estando ya la enamorada
pastora al fin de su canción, al tiempo
que el claro sol ya comenzaba á dorar
las cumbres de los más altos collados,
el desamado Marcelio, de la pastoril
posada despedido para venir al lugar que
con Diana tenía concertado, descendió la
cuesta á cuyo pie ella sentada estaba.
Vióle ella de lejos, y calló su voz,
porque no entendiesse la causa de su
mal. Cuando MARCELIO llegó donde Diana
le esperaba, le dijo: Hermosa pastora,
el claro día de hoy, que con la luz de
tu gesto amaneció más resplandeciente,
sea tan alegre para ti como fuera triste
para mí si no le hubiesse de passar en
tu compañía. Corrido estoy en verdad de
ver que mi tardanza haya sido causa que
recibiesses pesadumbre con esperarme;
pero no será este el primer yerro que le
has de perdonar á mi descuido, en tanto
que tratarás conmigo. Sobrado sería el
perdón, dijo DIANA, donde el yerro falta:
la culpa no la tiene tu descuido, sino
mi cuidado, pues me hizo levantar antes
de hora y venir acá, donde hasta agora
he passado el tiempo, á veces cantando y
á veces imaginando, y en fin entendiendo
en los tratos que á un angustiado
espíritu pertenescen. Mas no hace tiempo
de deternos aquí, que aunque el camino
hasta el templo de Diana es poco, el
deseo que tenemos de llegar allá es
mucho. Y allende de esto me paresce que
conviene, en tanto que el sol envía más
mitigados los rayos y no son tan fuertes
sus ardores, adelantar el camino, para
después, á la hora de la siesta, en algún
lugar fresco y sombrío tener buen rato de
sossiego. Dicho esto, tomaron entrambos
el camino, travesando aquel espesso
bosque, y por alivio del camino cantaban
deste modo:
MARCELIO
Mudable y fiero Amor, que mi ventura
pusiste en la alta cumbre,
do no llega mortal merescimiento.
Mostraste bien tu natural costumbre,
quitando mi tristura,
para doblarla y dar mayor tormento.
Dejaras descontento
el corazón: que menos daño fuera
vivir en pena fiera
que recebir un gozo no pensado,
con tan penosas lástimas borrado.
DIANA
No te debe espantar que de tal suerte
el niño poderoso
tras un deleite envíe dos mil penas.
Que á nadie prometió firme reposo,
sino terrible muerte,
llantos, congojas, lágrimas, cadenas.
En Libya las arenas,
ni en el hermoso Abril las tierras flores
no igualan los dolores
con que rompe el Amor un blando pecho,
y aun no queda con ello satisfecho.
MARCELIO
Antes del amoroso pensamiento
ya tuve conoscidas
las mañas con que Amor captiva y mata.
Mas él no sólo aflige nuestras vidas,
mas el conoscimiento
de los vivos juicios arrebata.
Y el alma ansí maltrata,
que tarde y mal y por incierta vía
allega una alegría,
y por dos mil caminos los pesares
sobre el perdido cargan á millares.
DIANA
Si son tan manifiestos los engaños
con que el Amor nos prende,
¿por qué á ser presa el alma se presenta?
Si el blando corazón no se defiende
de los terribles daños,
¿por qué después se queja y se lamenta?
Razón es que consienta
y sufra los dolores de Cupido
aquel que ha consentido
al corazón la flecha y la cadena:
que el mal no puede darnos sino pena.
Esta canción y otras cantaron, al cabo
de las cuales estuvieron ya fuera del
bosque, y comenzaron á caminar por un
florido y deleitoso prado. Entonces
dijo DIANA estas palabras: Cosas son
maravillosas las que la industria de
los hombres en las pobladas ciudades ha
inventado, pero más espauto dan las que
la naturaleza en los solitarios campos
ha producido. ¿A quién no admira la
frescura deste sombroso bosque? ¿quién
no se espanta de la lindeza de este
espacioso prado? Pues ver los matices de
las libreadas flores, y oir el concierto
de las cantadoras aves, es cosa de tanto
contento que no iguala con ello de
gran parte la pompa y abundancia de la
más celebrada corte. Ciertamente, dijo
MARCELIO, en esta alegre soledad hay gran
aparejo de contentamiento, mayormente
para los libres, pues les es licito gozar
á su voluntad de tan admirables dulzuras
y entretenimientos. Y tengo por muy
cierto que si el Amor, que agora, morando
en estos desiertos, me es tan enemigo,
me diera en la villa donde yo estaba la
mitad del dolor que agora siento, mi vida
no osara esperado, pues no pudiera con
semejantes deleites amansar la braveza
del tormento. A esto no respondió DIANA
palabra, sino que, puesta la blanca mano
delante sus ojos, sosteniendo con ella la
dorada cabeza, estuvo gran rato pensosa,
dando de cuando en cuando muy angustiados
suspiros, y á cabo de gran pieza dijo
ansí: ¡Ay de mí, pastora desdichada!
¿qué remedio será bastante á consolar
mi mal, si los que quitan á los otros
gran parte del tormento acarrean más
ardiente dolor? No tengo ya sufrimiento
para encubrir mi pena, Marcelio; mas ya
que la fuerza del dolor me constriñe
á publicarla, una cosa le agradezco,
que me fuerza á decirla en tiempo y en
parte en que tú solo estés presente,
pues por tus generosas costumbres y por
la experiencia que tienes de semejante
mal, no tendrás por sobrada mi locura,
principalmente sabiendo la causa della.
Yo estoy maltratada del mal que te
atormenta, y no olvidada como tú de un
pastor llamado Syreno, del cual que en
otro tiempo fuí querida. Mas la Fortuna,
que pervierte los humanos intentos, quiso
que, obedesciendo más á mi padre que á
mi voluntad, dejasse de casarme con él,
y á mi pesar me hiciesse esclava de un
marido que, cuando otro mal no tuviera
con él sino el que causan sus continuos é
importunados celos, bastaba para matarme.
Mas yo me tuviera por contenta de sufrir
las sospechas de Delio con que viera
la preferencia de Syreno, el cual creo
que por no verme, tomando de mi forzado
casamiento ocasión para olvidarme, se
apartó de nuestra aldea, y está, según
he sabido, en el templo de Diana, donde
nosotros imos. De aquí puedes imaginar
cuál puedo estar, fatigada de los celos
del marido y atormentada con la ausencia
del amado. Dijo entonces MARCELIO:
Graciosa pastora, lastimado quedo de
saber tu dolor y corrido de no haberle
hasta agora sabido. Nunca yo me vea con
el deseado contento sino querría verle
tanto en tu alma como en la mía. Mas,
pues sabes cuán generales son las flechas
del Amor, y cuán poca cuenta tienen con
los más fuertes, libres y más honestos
corazones, no tengas afrenta de publicar
sus llagas, pues no quedará por ellas
tu nombre denostado, sino en mucho más
tenido. Lo que á mí me consuela es
saber que el tormento que de los celos
del marido recibías, el cual suele dar
á veces mayor pena que la ausencia de
la cosa amada, te dejará algún rato
descansar, en tanto que Delio, siguiendo
la fugitiva pastora, estará apartado
de tu compañía. Goza, pues, del tiempo
y acasión que te concede la fortuna, y
alégrate, que no será poco alivio para
ti passar la ausencia de Syreno libre de
la importunidad del celoso marido. No
tengo yo, dijo DIANA, por tan dañosos los
celos, que si como son de Delio fueran
de Syreno, no los sufriera con sólo
imaginar que tenían fundamento en amor.
Porque cierto está que quien ama huelga
de ser amado, y ha de tener los celos
de la cosa amada por muy buenos, pues
son claras señales de amor, nascen dél
y siempre van con él acompañados. De mí
á lo menos te puedo decir que nunca me
tuve por tan enamorada como cuando me vi
celosa, y nunca me vi celosa sino estando
enamorada. A lo cual replicó MARCELIO:
Nunca pensé que la pastoril llaneza
fuesse bastante á formar tan avisadas
razones como las tuyas en cuestión tan
dificultosa como es ésta. Y de aquí vengo
á condenar por yerro muy reprobado decir,
como muchos afirman, que en solas las
ciudades y cortes está la viveza de los
ingenios, pues la hallé también entre
las espessuras de los bosques, y en
las rústicas é inartificiosas cabañas.
Pero con todo, quiero contradecir á tu
parescer, con el cual heciste los celos
tan ciertos mensajeros y compañeros
del amor, como si no pudiesse estar
en parte donde ellos no estén. Porque
puesto que hay pocos enamorados que no
sean celosos, no por eso se ha de decir
que el enamorado que no lo fuere no
sea más perfecto y verdadero amador.
Antes muestra en ello el valor, fuerza y
quilate de su deseo, pues está limpio y
sin la escoria de frenéticas sospechas.
Tal estaba yo en el tiempo venturoso,
y me preciaba tanto dello, que con mis
versos lo iba publicando, y una vez entre
las otras, que mostró Alcida maravillarse
de verme enamorado y libre de celos, le
escribí sobre ello este
_Soneto._
Dicen que Amor juró que no estaria
sin los mortales celos un momento,
y la Belleza nunca hacer assiento,
do no tenga Soberbia en compañía.
Dos furias son, que el bravo infierno envía,
bastantes á enturbiar todo contento:
la una el bien de amor vuelve en tormento,
la otra de piedad la alma desvía.
Perjuro fué el Amor y la Hermosura
en mí y en vos, haciendo venturosa
y singular la suerte de mi estado.
Porque después que vi vuestra figura,
ni vos fuistes altiva, siendo hermosa,
ni yo celoso, siendo enamorado.
Fué tal el contento que tuvo mi Alcida
cuando le dije este soneto, entendiendo
por él la fineza de mi voluntad, que
mil veces se le cantaba, sabiendo
que con ello le era muy agradable. Y
verdaderamente, pastora, tengo por muy
grande engaño, que un monstruo tan
horrendo como los celos se tenga por
cosa buena, con decir que son señales de
amor y que no están sino en el corazón
enamorado. Porque á essa cuenta podremos
decir que la calentura es buena, pues es
señal de vida y nunca está sino en el
cuerpo vivo. Pero lo uno y lo otro son
manifiestos errores, pues no dan menor
pesadumbre los celos que la fiebre.
Porque son pestilencia de las almas,
frenesía de los pensamientos, rabia
que los cuerpos debilita, ira que el
espíritu consume, temor que los ánimos
acobarda y furia que las voluntades
enloquesce. Mas para que juzgues ser
los celos cosa abominable, imagina la
causa dellos, y hallarás que no es otra
sino un apocado temor de lo que no es
ni será, un vil menosprecio del propio
merescimiento y una sospecha mortal,
que pone en duda la fe y la bondad de
la cosa querida. No pueden, pastora,
con palabras encarescerse las penas
de los celos, porque son tales, que
sobrepujan de gran parte los tormentos
que acompañan el amor. Porque en fin,
todos, sino él, pueden y suelen parar
en admirables dulzuras y contentos, que
ansí como la fatigosa sed en el tiempo
caloroso hace parescer más sabrosas las
frescas aguas, y el trabajo y sobresalto
de la guerra hace que tengamos en mucho
el sossiego de la paz, ansí los dolores
de Cupido sirven para mayor placer en la
hora que se rescibe un pequeño favor, y
cuando quiera que se goze de un simple
contentamiento. Mas estos rabiosos celos
esparcen tal veneno en los corazones, que
corrompe y gasta cuantos deleites se le
llegan. A este propósito, me acuerdo que
yo oí contar un día á un excelente músico
en Lisbona delante del Rey de Portugal un
soneto que decía ansi:
Quando la brava ausencia un alma hiere,
se ceba, imaginando el pensamiento,
que el bien, que está más lejos, más contento
el corazón hará cuando viniere.
Remedio hay al dolor de quien tuviere
en esperanza puesto el fundamento;
que al fin tiene algún premio del tormento,
o al menos en su amor contento muere.
Mil penas con un gozo se descuentan,
y mil reproches ásperos se vengan
con sólo ver la angélica hermosura.
Mas cuando celos la ánima atormentan,
aunque después mil bienes sobrevengan,
se tornan rabia, pena y amargura.
¡Oh, cuán verdadero parescer! ¡Oh, cuán
cierta opinión es ésta! Porque á la
verdad, esta pestilencia de los celos
no deja en el alma parte sana donde
pueda recogerse una alegría. No hay en
amor contento, cuando no hay esperanza,
y no la habrá, en tanto que los celos
están de por medio. No hay placer que
dellos esté seguro, no hay deleite que
con ellos no se gaste y no hay dolor
que con ellos no nos fatigue. Y llega á
tanto la rabia y furor de los venenosos
celos, que el corazón, donde ellos están,
recibe pesadumbre en escuchar alabanzas
de la cosa amada, y no querría que las
perfecciones que él estima fuessen de
nadie vistas ni conocidas, haciendo
en ello gran perjuicio al valor de la
gentileza que le tiene captivo. Y no
sólo el celoso vive en este dolor, mas á
la que bien quiere le da tan continua y
trabajosa pena, que no le diera tanta, si
fuera su capital enemigo. Porque claro
está que un marido celoso como el tuyo,
antes querria que su mujer fuesse la mas
fea y abominable del mundo, que no que
fuesse vista ni alabada por los hombres,
aunque sean honestos y moderados. ¿Qué
fatiga es para la mujer ver su honestidad
agraviada con una vana sospecha? ¿qué
pena le es estar sin razón en los más
secretos rincones encerrada? ¿qué dolor
ser ordinariamente con palabras pesadas,
y aun á veces con obras combatida? Si
ella está alegre, el marido la tiene por
deshonesta; si está triste, imagina que
se enoja de verle; si está pensando,
la tiene por sospechosa; si le mira,
paresce que le engaña; si no le mira,
piensa que le aborresce; si le hace
caricias, piensa que las finge; si está
grave y honesta, cree que le desecha;
si rie, la tiene por desenvuelta; si
suspira, la tiene por mala, y en fin, en
cuántas cosas se meten estos celos, las
convierten en dolor, aunque de suyo sean
agradables. Por donde está muy claro que
no tiene el mundo pena que iguale con
esta, ni salieron del infierno Harpías
que más ensucien y corrompan los sabrosos
manjares del alma enamorada. Pues no
tengas en poco, Diana, tener ausente el
celoso Delio, que no importa poco para
passar más ligeramente las penas del
Amor. A esto DIANA respondió: Yo vengo á
conoscer que esta passión, que has tan al
vivo dibujado, es disforme y espantosa,
y que no meresce estar en los amorosos
ánimos, y creo que esta pena era la
que Delio tenía. Mas quiero que sepas
que semejante dolencia no pretendí yo
defenderla, ni jamás estuvo en mí: pues
nunca tuve pesar del valor de Syreno, ni
fuí atormentada de semejantes passiones y
locuras, como las que tú me has contado,
mas sólo tuve miedo de ser por otra
desechada. Y no me engañó de mucho este
recelo, pues he probado tan á costa mía
el olvido de Syreno. Esse miedo, dijo
MARCELIO, no tiene nombre de celos, antes
es ordinario en los buenos amadores.
Porque averiguado está que lo que yo amo,
lo estimo y tengo por bueno y merescedor
de tal amor, y siendo ello tal, he de
tener miedo que otro no conozca su bondad
y merescimiento, y no lo ame como yo. Y
ansí el amador está metido en medio del
temor y la esperanza. Lo que el uno le
niega, la otra se lo promete; cuando el
uno le acobarda, la otra le esfuerza;
y en fin las llagas que hace el temor
se curan con la esperanza, durando esta
reñida pelea hasta que la una parte de
las dos queda vencida, y si acontesce
vencer el temor á la esperanza, queda el
amador celoso, y si la esperanza vence al
temor, queda alegre y bien afortunado.
Mas yo en el tiempo de mi ventura tuve
siempre una esperanza tan fuerte, que
no sólo el temor no la venció, pero
nunca osó acometella, y ansi recibía con
ella tan grandes gustos, que á trueque
dellos no me pesaba recebir los continuos
dolores; y fuí tan agradescida á la que
mi esperanza en tanta firmeza sostenía,
que no había pena que viniesse de su
mano que no la tuviesse por alegría. Sus
reproches tenía por favores, sus desdenes
por caricias y sus airadas respuestas por
corteses prometimientos.
Estas y otras razones passaron Diana
y Marcelio prosiguiendo su camino.
Acabado de travessar aquel prado en
muy dulce conversación, y subiendo
una pequeña cuesta, entraron por un
ameno bosquecillo, donde los espessos
alisos hacían muy apacible sombrío.
Allí sintieron una suave voz que de una
dulce lira acompañada resonaba con
extraña melodía, y parándose á escuchar,
conocieron que era voz de una pastora que
cantaba ansí:
_Soneto._
Cuantas estrellas tieue el alto cielo
fueron en ordenar mi desventura,
y en la tierra no hay prado ni verdura
que pueda en mi dolor darme consuelo.
Amor subjecto al miedo, en puro hielo
convierte el alma triste ¡ay, pena dura!
que á quien fué tan contraria la ventura,
vivir no puede un hora sin recelo.
La culpa de mi pena es justo darte
á ti, Montano, á ti mis quejas digo,
alma cruel, do no hay piedad alguna.
Porque si tú estuvieras de mi parte,
no me espantara á mí serme enemigo
el cielo, tierra, Amor y la Fortuna.
Después de haber la pastora suavemente
cantado, soltando la rienda al amargo y
doloroso llanto, derramó tanta abundancia
de lágrimas y dió tan tristes gemidos,
que por ellos y por las palabras que
dijo, conoscíeron ser la causa de su
dolor un engaño cruel de su sospechoso
marido. Pero por certificarse mejor de
quién era y de la causa de su passión,
entraron donde ella estaba y la hallaron
metida en un sombrío que la espessura
de los ramos había compuesto, assentada
sobre la menuda hierba junto á una alegre
fuentecilla, que de entre unas matas
graciosamente saliendo por gran parte
del bosquecillo, por diversos caminos
iba corriendo. Saludáronla con mucha
cortesía, y ella aunque tuvo pesar que
impidiessen su llanto, pero juzgando por
la vista ser pastores de merescimiento,
no recibió mucha pena, esperando con
ellos tener agradable compañía, y ansí
les dijo: Después que de mi cruel esposo
fuí sin razón desamparada, no me acuerdo,
pastores, haber recebido contento que
de gran parte iguale con el que tuve de
veros. Tanto que, aunque el continuo
dolor me obliga á hacer perpetuo llanto,
lo dejaré por agora un rato, para
gozar de vuestra apacible y discreta
conversación. A esto respondió MARCELIO:
Nunca yo vea consolado mi tormento, si
no me pesa tanto del tuyo, como se puede
encarescer, y lo mesmo puedes creer de la
hermosa Diana, que ves en mi compañía.
Oyendo entonces la pastora el nombre
de Diana, corriendo con grande alegría
la abrazó, haciéndole mil caricias y
fiestas, porque mucho tiempo había que
deseaba conoscella, por la relación que
tenía de su hermosura y discreción. Diana
estuvo espantada de verse acariciada de
una pastora no conoscida; mas todavía
le respondía con iguales cortesías, y
deseando saber quién era, le dijo: Los
aventajados favores que me heciste,
juntamente con la lástima que tengo de
tu mal, hacen que desee conoscerte; por
esso decláranos, pastora, tu nombre, y
cuéntanos tu pena, que después de contada
verás nuestros corazones ayudarte á
pasalla y nuestros ojos á lamentar por
ella. La pastora entonces se escusó con
sus graciosas palabras de emprender el
cuento de su desdicha; pero en fin,
importunada se volvió á sentar sobre la
hierba, y comenzó assí:
Por relación de la pastora Selvagia,
que era natural de mi aldea, y en la
tuya, hermosa Diana, está casada con el
pastor Sylvano, creo que serás informada
del nombre de la desdichada ISMENIA,
que su desventura te está contando. Yo
tengo por cierto que ella en tu aldea
contó largamente cómo yo en el templo
de Minerva, en el reyno de Lusitanos,
arrebozada la engañé, y cómo con mi
proprio engaño quedé burlada. Habrá
contado también cómo por vengarme del
traydor Alanio, que enamorado della á mí
me había puesto en olvido, fingí querer
bien á Montano, su mortal enemigo, y cómo
este fingido amor, con el conoscimiento
que tuve de su perfección, salió tan
verdadero, que á causa dél estoy en las
fatigas de que me quejo. Pues passando
adelante en la historia de mi vida,
sabréis que como el padre de Montano,
nombrado Fileno, viniesse algunas veces
á casa de mi padre, á causa de ciertos
negocios que tenía con él sobre una
compañía de ganados, y me viesse allí,
aunque era algo viejo, se enamoró de mí
de tal suerte, que andaba hecho loco.
Mil veces me importunaba, cada día sus
dolores me decía; mas nada le aprovechó
para que le quisiesse escuchar, ni tener
cuenta con sus palabras. Porque aunque
tuviera más perfección y menos años de
los que tenía, no olvidara yo por él
á su hijo Montano, cuyo amor me tenía
captiva. No sabía el viejo el amor que
Montano me tenía, porque le era hijo tan
obediente y temeroso, que escusó todo lo
possible que no tuviesse noticia dello,
temiendo ser por él con ásperas palabras
castigado. Ni tampoco sabía Montano la
locura de su padre, porque él por mejor
castigar y reprender los errores del
hijo se guardaba mucho de mostrar que
tenía semejantes y aun mayores faltas.
Pero nunca dejaba el enamorado viejo de
fatigarme con sus importunaciones que
le quisiesse tomar por marido. Decíame
dos mil requiebros, hacíame grandes
ofrescimientos, prometíame muchos
vestidos y joyas y enviábame muchas
cartas, pretendiendo con ello vencer
mi propósito y ablandar mi condición.
Era pastor que en su tiempo había sido
señalado en todas las habilidades
pastoriles, muy bien hablado, avisado
y entendido. Y porque mejor lo creáis,
quiero deciros una carta que una vez
me escribió, la cual, aunque no mudó mi
intención, me contentó en estremo, y
decía ansí:
CARTA DE FILENO Á ISMENIA
Pastora, el amor fué parte
que por su pena decirte,
tenga culpa en escrebirte
quien no la tiene en amarte.
Mas si á ti fuere molesta
mi carta, ten por muy cierto
que á mí me tiene ya muerto
el temor de la respuesta.
Mil veces cuenta te di
del tormento que me das,
y no me pagas con más
de con burlarte de mí.
Te ríes á boca llena
de verme amando morir,
yo alegre en verte reir,
aunque ríes de mi pena.
Y ansí el mal, en que me hallo,
pienso, quando miro en ello,
que porque huelgas de vello,
no has querido remediallo.
Pero mal remedio veo,
y esperarle será en vano,
pues mi vida está en tu mano
y mi muerte en tu deseo.
Vite estar, pastora, un día
cabe el Duero caudaloso,
dando con el gesto hermoso
á todo el campo alegría.
Sobre el cayado inclinada
en la campaña desierta,
con la cerviz descubierta
y hasta el codo remangada.
Pues decir que un corazón,
puesto que de mármol fuera,
no te amara, si te viera,
es simpleza y sinrazón.
Por esso en ver tu valor,
sin tener descanso un poco,
vine á ser de amores loco
y á ser muerto de dolor.
Si dices que ando perdido,
siendo enamorado y viejo,
deja de darme consejo,
que yo remedio te pido.
Porque tanto en bien quererte
no pretendo haber errado,
como en haberme tardado
tanto tiempo á conoscerte.
Muy bien sé que viejo estó,
pero á más mal me condena
ver que no tenga mi pena
tantos años como yo.
Porque quisiera quererte
dende el día que nascí,
como después que te vi
he de amarte hasta la muerte.
No te espante verme cano,
que á nadie es justo quitar
el merescido lugar,
por ser venido temprano.
Y aunque mi valor excedes,
no paresce buen consejo
que por ser soldado viejo
pierda un hombre las mercedes.
Los edificios humanos,
cuantos más modernos son,
no tienen comparación
con los antiguos Romanos.
Y en las cosas de primor,
gala, asseo y valentía,
suelen decir cada día:
lo passado es lo mejor.
No me dió amor su tristeza
hasta agora, porque vió
que en un viejo, como yo,
suele haber mayor firmeza.
Firme estoy, desconocida,
para siempre te querer,
y viejo para no ser
querido en toda mi vida.
Los mancebos que más quieren,
falsos y doblados van,
porque más vivos están,
cuando más dicen que mueren.
Y su mudable afición,
es segura libertad,
es gala, y no voluntad,
es costumbre, y no passión.
No hayas miedo que yo sea
como el mancebo amador,
que en recebir un favor
lo sabe toda la aldea.
Que aunque reciba trescientos
he de ser en los amores
tan piedra en callar favores
como en padescer tormentos.
Mas según te veo estar
puesta en hacerme morir,
mucho habrá para sufrir
y poco para callar.
Que el mayor favor que aquí,
pastora, pretendo hacer,
es morir por no tener
mayores quejas de ti.
Tiempo, amigo de dolores,
sólo á ti quiero inculparte,
pues quien tiene en ti más parte
menos vale en los amores.
Tarde amé cosa tan bella,
y es muy justo que pues yo
no nascí, cuando nasció,
en dolor muera por ella.
Si yo en tu tiempo viniera,
pastora, no me faltara
conque á ti te contentara
y aun favores recibiera.
Que en apacible tañer,
y en el gracioso bailar
los mejores del lugar
tomaban mi parescer.
Pues en cantar no me espanto
de Amphion el escogido,
pues mejores que él han sido
confundidos con mi canto.
Aro muy grande comarca,
y en montes proprios y extraños
pascen muy grandes rebaños
almagrados de mi marca.
¿Mas qué vale, ¡ay, cruda suerte!
lo que es, ni lo que ha sido
al sepultado en olvido
y entregado á dura muerte?
Pero valga para hacer
más blanda tu condición,
viendo que tu perfección
al fin dejará de ser.
Dura estás como las peñas,
mas quizá en la vieja edad
no tendrás la libertad
conque agora me desdeñas.
Porque, toma tal venganza
de vosotras el Amor,
que entonces os da dolor
cuando os falta la esperanza.
Estas y otras muchas cartas y canciones
me envió, las cuales, si tanto me
movieran como me contentaban, él se
tuuiera por dichoso y yo quedara mal
casada. Mas ninguna cosa era bastante
á borrar de mi corazón la imagen del
amado Montano, el cual, según mostraba,
respondió á mi voluntad con iguales obras
y palabras. En esta alegre vida passamos
algunos años, hasta que nos paresció
dar cumplimiento á nuestro descanso con
honesto y casto matrimonio. Y aunque
quiso Montano antes de casar conmigo dar
razón dello á su padre, por lo que como
buen hijo tenía obligación de hacer;
pero como yo le dije que su padre no
venía bien en ello, á causa de la locura
que tenía de casarse conmigo, por esso,
teniendo más cuenta con el contento de su
vida que con la obediencia de su padre,
sin dalle razón, cerró mi desdichado
matrimonio. Esto se hizo con voluntad
de mi padre, en cuya casa se hicieron
por ello grandes fiestas, bailes, juegos
y tan grandes regocijos, que fueron
nombrados por todas las aldeas vecinas y
apartadas. Cuando el enamorado viejo supo
que su propio hijo le había salteado sus
amores, se volvió tan frenético contra él
y contra mí, que á entrambos aborresció
como la misma muerte, y nunca más nos
quiso ver. Por otra parte, una pastora de
aquella aldea, nombrada Felisarda, que
moría de amores de Montano, la cual él,
por quererme bien á mí, y por ser ella
no muy joven ni bien acondicionada, la
había desechado, cuando vido á Montano
casado conmigo, vino á perderse de dolor.
De manera que con nuestro casamiento
nos ganamos dos mortales enemigos. El
maldito viejo, por tener ocasión de
desheredar el hijo, determinó casarse
con mujer hermosa y joven á fin de haber
hijos en ella. Mas aunque era muy rico,
de todas las pastoras de mi lugar fué
desdeñado, si no fué de Felisarda, que
por tener oportunidad y manera de gozar
deshonestamente de mi Montano, cuyos
amores tenía frescos en la memoria,
se casó con el viejo Fileno. Casada
ya con él, entendió luego por muchas
formas en requerir mi esposo Montano por
medio de una criada nombrada Silveria,
enviándole á decir que si condescendía
á su voluntad le alcanzaría perdón de
su padre, y haciéndole otros muchos y
muy grandes ofrescimientos. Mas nada
pudo bastar á corromper su ánimo ni
á pervertir su intención. Pues como
Felisarda se viese tan menospreciada,
vino á tenerle á Montano una ira mortal,
y trabajó luego en indignar más á su
padre contra él, y no contenta con esto,
imaginó una traición muy grande. Con
promessas, fiestas, dádivas y grandes
caricias, pervirtió de tal manera el
ánimo de Silveria, que fué contenta de
hacer cuanto ella le mandasse, aunque
fuesse contra Montano, con quien ella
tenía mucha cuenta, por el tiempo que
había servido en casa de su padre. Las
dos secretamente concertaron lo que se
había de hacer y el punto que había
de ejecutarse; y luego salió un día
Silveria de la aldea, y viniendo á una
floresta orilla de Duero, donde Montano
apascentaba sus ovejas, le habló muy
secretamente, y muy turbada, como quien
trata un caso muy importante, le dijo:
¡Ay, Montano amigo! cuán sabio fuiste
en despreciar los amores de tu maligna
madrastra, que aunque yo á ellos te
movía, era por pura importunación. Mas
agora que sé lo que passa, no será ella
bastante para hacerme mensajera de sus
deshonestidades. Yo he sabido della
algunas cosas que tocan en lo vivo, y
tales que si tú las supiesses, aunque tu
padre es contigo tan cruel, no dejarías
de poner la vida por su honra. No te
digo más en esto, porque sé que eres tan
discreto y avisado, que no son menester
contigo muchas palabras ni razones.
Montano á esto quedó atónito y tuvo
sospecha de alguna deshonestidad de
su madrastra. Pero por ser claramente
informado, rogó á SILVERIA le contasse
abiertamente lo que sabía. Ella se hizo
de rogar, mostrando no querer descubrir
cosa tan secreta, pero al fin, declarando
lo que Montano le preguntaba, y lo que
ella mesma decirle quería, le explicó
una fabricada y bien compuesta mentira,
diciendo deste modo: Por ser cosa que
tanto importa á tu honra y á la de
Fileno, mi amo, saber lo que yo sé, te
lo diré muy claramente, confiando que á
nadie dirás que yo he descubierto este
secreto. Has de saber que Felisarda tu
madrastra hace traición á tu padre con
un pastor, cuyo nombre no te diré, pues
está en tu mano conoscerle. Porque si
quisieres venir esta noche, y entrar
por donde yo te guiare, hallarás la
traidora con el adúltero en casa del
mesmo Fileno. Ansí lo tienen concertado,
porque Fileno ha de ir esta tarde á
dormir en su majada por negocios que allí
se le ofrescen, y no ha de volver hasta
mañana á medio día. Por esso apercíbete
muy bien, y ven á las once de la noche
conmigo, que yo te entraré en parte donde
podrás fácilmente hacer lo que conviene
á la honra de tu padre, y aun por medio
desto alcanzar que te perdone. Esto dijo
Silveria tan encarescidamente y con tanta
dissimulación, que Montano determinó de
ponerse en cualquier peligro, por tomar
venganza de quien tal deshonra hacía á
Fileno, su padre. Y ansí la traidora
Silveria contenta del engaño que de
consejo de Felisarda había urdido, se
volvió á su casa, donde dió razón á
Felisarda, su señora, de lo que dejaba
concertado. Ya la escura noche había
extendido su tenebroso velo, cuando
venido Montano á la aldea tomó un puñal,
que heredó del pastor Palemón, su tío,
y al punto de las once se fué á casa de
Fileno, su padre, donde SILVERIA ya le
estaba esperando, como estaba ordenado.
¡Oh, traición nunca vista! ¡Oh, maldad
nunca pensada! Tomóle ella por la mano,
y subiendo muy queda una escalera,
le llevó á una puerta de una cámara,
donde Fileno, su padre, y su madrastra
Felisarda estaban acostados, y cuando
le tuvo allí, le dijo: Agora estás,
Montano, en el lugar donde has de señalar
el ánimo y esfuerzo que semejante caso
requiere; entra en essa cámara, que en
ella hallarás tu madrastra acostada con
el adúltero. Dicho esto, se fue de allí
huyendo á más andar. Montano engañado de
la alevosia de Silveria, dando crédito
á sus palabras, esforzando el ánimo y
sacando el puñal de la vaina, con un
empujón abriendo la puerta de la cámara,
mostrando una furia extraña, entró en
ella diciendo á grandes voces: ¡Aquí has
de morir, traidor, á mis manos, aquí te
han de hacer mal provecho los amores
de Felisarda! Y diciendo esto furioso
y turbado, sin conoscer quién era el
hombre que estaba en la cama, pensando
herir al adúltero, alzó el brazo para
dar de puñaladas á su padre. Mas quiso
la ventura que el viejo con la lumbre
que allí tenía, conosciendo su hijo, y
pensando que por habelle con palabra y
obras tan mal tratado, le quería matar,
alzándose presto de la cama, con las
manos plegadas le dijo: ¡Oh, hijo mío!
¿qué crueldad te mueve á ser verdugo de
tu padre? vuelve en tu seso, por Dios,
y no derrames agora mi sangre, ni des
fin á mi vida; que si yo contigo usé
de algunas asperezas, aquí de rodillas
te pido perdón por todas ellas, con
propósito de ser para contigo de hoy
adelante el más blando y benigno padre de
todo el mundo. Montano entonces, cuando
conosció el engaño que se le había hecho
y el peligro en que había venido de dar
muerte á su mesmo padre, se quedó allí
tan pasmado, que el ánimo y los brazos
se le cayeron y el puñal se le salió de
las manos sin sentirlo. De atónito no
pudo ni supo hablar palabra, sino que
corrido y confuso se salió de la cámara;
íbase también de la casa aterrado de la
traición que Silveria le había hecho
y de la que él hiciera, si no fuera
tan venturoso. FELISARDA, como estaba
advertida de lo que había de suceder, en
ver entrar á Montano, saltó de la cama y
se metió en otra cámara que estaba más
adentro, y cerrando tras sí la puerta,
se asseguró de la furia de su alnado.
Mas cuando se vió fuera del peligro,
por estar Montano fuera de la casa,
volviendo donde Fileno temblando aún
del pasado peligro estaba, incitando el
padre contra el hijo, y levantándome á mí
falso testimonio, á grandes voces decía
ansí: Bien conoscerás agora, Fileno, el
hijo que tienes, y sabrás si es verdad
lo que yo de sus malas inclinaciones
muchas veces te dije. ¡Oh, cruel, oh
traidor Montano! ¿cómo el cielo no te
confunde? ¿cómo la tierra no te traga?
¿cómo las fieras no te despedazan? ¿cómo
los hombres no te persiguen? Maldito sea
tu casamiento, maldita tu desobediencia,
malditos tus amores, maldita tu Ismenia,
pues te ha traido á usar de tan bestial
crueza y á cometer tan horrendo pecado.
¿No castigaste, traidor, al pastor
Alanio, que con tu mujer Ismenia á pesar
y deshonra tuya deshonestamente trata, y
á quien ella quiere más que á ti, y has
querido dar muerte á tu padre, que con tu
vida y honra ha tenido tanta cuenta? ¿Por
haberte aconsejado le has querido matar?
¡Ay, triste padre! ¡ay, desdichadas
canas! ¡ay, angustiada senectud! ¿qué
yerro tan grande cometiste, para que
quisiesse matarte tu proprio hijo?
¿aquel que tú engendraste, aquel que tú
regalaste, aquel por quien mil trabajos
padesciste? Esfuerza agora tu corazón,
cesse agora el amor paternal, dése
lugar á la justicia, hágase el debido
castigo; que si quien hizo tan nefanda
crueldad no recibe la merescida pena,
los desobedientes hijos no quedarán
atemorizados, y el tuyo, con efecto,
vendrá después de pocos días á darte de
su mano cumplida muerte. El congojado
FILENO, con el pecho sobresaltado y
temeroso, oyendo las voces de su mujer
y considerando la traición del hijo,
rescibió tan grande enojo, que, tomando
el puñal que á Montano, como dije, se le
había caído, luego en la mañana saliendo
á la plaza, convocó la justicia y los
principales hombres de la aldea, y cuando
fueron todos juntos, con muchas lágrimas
y sollozos les dijo desta manera: A Dios
pongo por testigo, señalados pastores,
que me lastima y aflige tanto lo que
quiero deciros, que tengo miedo que el
alma no se me salga tras habello dicho.
No me tenga nadie por cruel, porque saco
á la plaza las maldades de mi hijo; que
por ser ellas tan extrañas y no tener
remedio para castigarlas, os quiero
dar razón dellas, porque veáis lo que
conviene hacer para darle á él la justa
pena y á los otros hijos provechoso
ejemplo. Muy bien sabéis con qué regalos
le crié, con qué amor le traté, qué
habilidades le enseñé, qué trabajos por
él padescí, qué consejos le di, con
cuánta blandura le castigué. Casóse á mi
pesar con la pastora Ismenia, y porque
dello le reprendí, en lugar de vengarse
del pastor Alanio, que con la dicha
Ismenia, su mujer, como toda la aldea
sabe, trata deshonestamente, volvió su
furia contra mí y me ha querido dar la
muerte. La noche passada tuvo maneras
para entrar en la cámara, donde yo con
mi Felisarda dormía, y con este puñal
desnudo quiso matarme, y lo hiciera,
sino que Dios le cortó las fuerzas y
le atajó el poder de tal manera, que
medio tonto y pasmado se fué de allí
sin efectuar su dañado intento, dejando
el puñal en mi cámara. Esto es lo que
verdaderamente passa, como mejor de mi
querida mujer podréis ser informados.
Mas porque tengo por muy cierto que
Montano, mi hijo, no hubiera cometido tal
traición contra su padre, si de su mujer
Ismenia no fuera aconsejado, os ruego
que miréis lo que en esto so debe hacer,
para que mi hijo de su atrevimiento
quede castigado, y la falsa Ismenia,
ansí por el consejo que dió á su marido,
como por la deshonestidad y amores que
tiene con Alanio, resciba digna pena.
Aún no había Fileno acabado su razón,
cuando se movió entre la gente tan gran
alboroto, que paresció hundirse toda la
aldea. Alteráronse los ánimos de todos
los pastores y pastoras, y concibieron
ira mortal contra Montano. Unos decían
que fuesse apedreado, otros que en
la mayor profundidad de Duero fuesse
echado, otros que á las hambrientas
fieras fuesse entregado, y en fin, no
hubo allí persona que contra él no
se embravesciesse. Moviólos también
mucho á todos lo que Fileno de mi vida
falsamente les había dicho; pero tanta
ira tenían por el negocio de Montano,
que no pensaron mucho en el mío. Cuando
Montano supo la relación que su padre
públicamente había hecho y el alboroto y
conjuración que contra él había movido,
cayó en grande desesperación. Y allende
desto sabiendo lo que su padre delante
de todos contra mí había dicho, rescibió
tanto dolor, que más grave no se puede
imaginar. De aquí nasció todo mi mal,
esta fué la causa de mi perdición y aquí
tuvieron principio mis dolores. Porque
mi querido Montano, como sabía que yo en
otro tienpo había amado y sido querida
de Alanio, sabiendo que muchas veces
reviven y se renuevan los muertos y
olvidados amores, y viendo que Alanio, á
quien yo por él había aborrescido, andaba
siempre enamorado de mí, haciéndome
importunas fiestas, sospechó por todo
esto que lo que su padre Fileno había
dicho era verdad, y cuanto más imaginó
en ello, más lo tuvo por cierto. Tanto
que bravo y desesperado, ansí por el
engaño que de Silveria había recebido
como por el que sospechaba que yo le
había hecho, se fué de la aldea y nunca
más ha parescido. Yo que supe de su
partida y la causa della por relación de
algunos pastores amigos suyos, á quien
él había dado larga cuenta de todo, me
salí del aldea por buscarle, y mientras
viva no pararé hasta hallar mi dulce
esposo, para darle mi disculpa, aunque
sepa después morir á sus manos. Mucho ha
que ando peregrinando en esta demanda,
y por más que en todas las principales
aldeas y cabañas de pastores he buscado,
jamás la fortuna me ha dado noticia de
mi Montano. La mayor ventura que en este
viaje he tenido fué, que dos días después
que partí de mi aldea hallé en un valle
la traidora Silveria, que sabiendo el
voluntario destierro de Montano, iba
siguiéndole, por descubrirle la traición
que le había hecho y pedirle perdón por
ella, arrepentida de haber cometido tan
horrenda alevosía. Pero hasta entonces
no le había hallado, y como á mí me
vido, me contó abiertamente cómo había
passado el negocio, y fué para mí gran
descanso saber la manera con que se nos
había hecho la traición. Quise dalle la
muerte con mis manos, aunque flaca mujer,
pero dejé de hacerlo, porque sólo ella
podía remediar mi mal declarando su misma
maldad. Roguéle con gran priessa fuesse
á buscar á mi amado Montano para dalle
noticia de todo el hecho, y despedíme
della para buscarle yo por otro camino.
Llegué hoy á este bosque, donde convidada
de la amenidad y frescura del lugar,
hice assiento para tener la siesta; y
pues la fortuna acá por mi consuelo os
ha guiado, yo le agradezco mucho este
favor, y á vosotros os ruego, que pues
es ya casi medio día, si possible es,
me hagáis parte de vuestra graciosa
compañía, mientras durare el ardor del
sol, que en semejante tiempo se muestra
riguroso. Diana y Marcelio holgaron
en extremo de escuchar la historia de
Ismenia y saber la causa de su pena.
Agradesciéronle mucho la cuenta que
les había dado de su vida, y diéronle
algunas razones para consuelo de su mal,
prometiéndole el possible favor para su
remedio. Rogáronle también que fuesse
con ellos á la casa de la sabia Felicia,
porque allí sería possible hallar alguna
suerte de consolación. Fueron assí mesmo
de parescer de reposar allí, en tanto
que durarían los calores de la siesta,
como Ismenia había dicho. Pero como Diana
era muy plática en aquella tierra, y
sabía los bosques, fuentes, florestas,
lugares amenos y sombríos della, les
dijo que otro lugar había más ameno y
deleitoso que aquel, que no estaba muy
lejos, y que fuessen allá, pues aún no
era llegado el medio día. De manera que
levantándose todos, caminaron un poco
espacio, y luego llegaron á una floresta
donde Diana los guió; y era la más
deleitosa, la más sombría y agradable que
en los más celebrados montes y campañas
de la pastoral Arcadia puede haber. Había
en ella muy hermosos alisos, sauces y
otros árboles, que por las orillas de
las cristalinas fuentes, y por todas
partes con el fresco y suave airecillo
blandamente movidas, deleitosamente
murmuraban. Allí de la concertada
harmonía de las aves, que por los verdes
ramos bulliciosamente saltaban, el aire,
tan dulcemente resonaba, que los ánimos,
con un suave regalo, enternescia. Estaba
sembrada toda de una verde y menuda
hierba, entre la cual se levantaban
hermosas y variadas flores, que con
diversos matices el campo dibujando, con
suave olor el más congojado espíritu
recreaban. Allí solían los cazadores
hallar manadas enteras de temerosos
ciervos, de cabras montesinas y de otros
animales, con cuya prisión y muerte se
toma alegre pasatiempo. Entraron en
esta floresta siguiendo todos á Diana,
que iba primera y se adelantó un poco
para buscar una espessura de árboles,
que ella para su esposo en aquel lugar
tenía señalada, donde muchas veces solía
recrearse. No habían andado mucho, cuando
Diana llegando cerca del lugar que ella
tenía por el más ameno de todos, y
donde quería que tuviessen la siesta,
puesto el dedo sobre los labios, señaló
á Marcelio y á Ismenia que viniessen
á espacio y sin hacer ruido. La causa
era, porque había oído dentro aquella
espessura cantos de pastores. En la voz
le parescieron Tauriso y Berardo, que
por ella entrambos penados andaban, como
está dicho. Pero por sabello más cierto,
llegándose más cerca un poco por entre
unos acebos y lantiscos, estuvo acechando
por conoscellos, y vido que eran ellos y
que tenían allí en su compañía una muy
hermosa dama, y un preciado caballero,
los cuales, aunque parescían estar algo
congojados y mal tratados del camino,
pero todavía en el gesto y disposición
descubrían su valor. Después de haber
visto los que allí estaban, se apartó,
por no ser vista. En esto llegaron
Marcelio é Ismenia, y todos juntos se
sentaron tras unos jarales, donde no
podían ser vistos y podían oir distincta
y claramente el cantar de los pastores,
cuyas voces, por toda la floresta
resonando, movían concertada melodía,
como oiréis en el siguiente libro.
_Fin del libro segundo._
LIBRO TERCERO
DE DIANA ENAMORADA
La traición y maldad de una ofendida y
maliciosa mujer suele emprender cosas tan
crueles y abominables, que no hay ánimo
del más bravo y arriscado varón que no
dudasse de hacerlas y no temblase de solo
pensarlas. Y lo peor es que la Fortuna es
tan amiga de mudar los buenos estados,
que les da á ellas cumplido favor en
sus empresas; pues sabe que todas se
encaminan á mover extrañas novedades y
revueltas, y vienen á ser causa de mil
tristezas y tormentos. Gran crueldad fue
la de Felisarda en ser causa que un padre
con tan justa, aunque engañosa causa,
aborresciesse su propio hijo, y que un
marido con tan vana y aparente sospecha
desechasse su querida mujer, pero mayor
fue la ventura que tuvo en salir con su
fiero y malicioso intento. No sirva esto
para que nadie tenga de las mujeres mal
parescer, si no para que viva cada cual
recatado, guardándose de las semejantes
á Felisarda, que serán muy pocas; pues
muchas dellas son dechado del mundo y luz
de vida, cuya fe, discreción y honestidad
meresce ser con los más celebrados
uersos alabada. De lo cual da claríssima
prueba Diana y Ismenia, pastoras de
señalada hermosura y discreción, cuya
historia publica manifiestamente sus
alabanzas. Pues prosiguiendo en el
discurso della, sabréis que cuando
Marcelio y ellas estuvieron tras los
jarales assentadas, oyeron que Tauriso y
Berardo cantaban desta manera:
_Terços esdruccioles._
BERARDO
Tauriso, el fresco viento, que alegrándonos
murmura entre los árboles altíssimos,
la vista y los oídos deleitándonos;
Las chozas y sombríos ameníssimos;
las cristalinas fuentes, que abundancia
derraman de licores sabrosíssimos;
La colorada flor, cuya fragrancia
á despedir bastara la tristicia,
que hace al corazón más fiera instancia:
No vencen la braveza y la malicia
del crudo rey, tan áspero y mortífero,
cuyo castigo es pura sin justicia.
Ningún remedio ha sido salutífero
á mi dolor, pues siempre enbraveciéndose
está el veneno y tóxico pestífero.
TAURISO
Al que en amores anda consumiéndose,
nada le alegrará: porque fatígale
tal mal, que en el dolor vive muriéndose.
Amor le da más penas, y castígale,
cuando en deleites anda recreándose,
porque él á suspirar contino oblígale.
Las veces que está un ánima alegrándose,
le ofresce allí un dolor, cuya memoria
hace que luego vuelva á estar quejándose.
Amor quiere gozar de su victoria,
y al hombre que venció, mátale ó préndele,
pensando en ello haber famosa gloria.
El preso á la fortuna entrega, y véndele
al gran dolor, que siempre está matándole,
y al que arde en más ardiente llama enciéndele.
BERARDO
El sano vuelve enfermo, maltratándole,
y el corazón alegre hace tristíssimo,
matando el vivo, el libre captivándole.
Pues, alma, ya que sabes cuán bravíssimo
es este niño Amor, sufre y conténtate
con verte puesta en un lugar altíssimo.
Rescibe los dolores, y preséntate
al daño que estuviere amenazándote,
goza del mal y en el dolor susténtate.
Porque cuanto más fueres procurándote
medio para salir de tu miseria,
irás más en los lazos enredándote.
TAURISO
En mí halla Cupido más materia
para su honor, que en cuantos lamentándose
guardan ganado en una y otra Hesperia.
Siempre mis males andan aumentándose,
de lágrimas derramo mayor copia
que Biblis cuando en fuente iba tornándose.
Extraño me es el bien, la pena propia,
Diana, quiero ver, y en vella muérome,
junto al tesoro estó, y muero de inopia.
Si estoy delante della, peno y quiérome
morir de sobresalto y de cuidado,
y cuando estoy ausente, desespérome.
BERARDO
Murmura el bosque y ríe el verde prado,
y cantan los parleros ruiseñores;
mas yo en dos mil tristezas sepultado.
TAURISO
Espiran suave olor las tiernas flores,
la hierba reverdesce al campo ameno;
mas yo viviendo en ásperos dolores.
BERARDO
El grave mal de mí me tiene ajeno,
tanto que no soy bueno
para tener diez versos de cabeza.
TAURISO
Mi lengua en el cantar siempre tropieza,
por esso, amigo, empieza,
algún cantar de aquellos escogidos,
los cuales estorbados con gemidos,
con lloro entrerompidos,
te hicieron de pastores alabado.
BERARDO
En el cantar contigo acompañado,
iré muy descansado;
respóndeme. Mas no sé qué me cante.
TAURISO
Di la que dice: _Estrella radiante_,
ó la de: _O triste amante_,
ó aquella: _No sé como se decía_,
que la cantaste un día
bailando con Diana en el aldea.
BERARDO
No hay tigre ni leona que no sea
á compassión movida
de mi fatiga extraña y peligrosa;
mas no la fiera hermosa,
fiera devoradora de mi vida.
TAURISO
Fiera devoradora de mi vida,
¿quién si no tú estuviera
con la dureza igual á la hermosura?
y en tanta desventura
¿cómo es possible, ay triste, que no muera?
BERARDO
¿Cómo es possible, ay triste, que no muera?
dos mil veces muriendo;
¿mas cómo he de morir viendo á Diana?
El alma tengo insana:
cuanto más trato Amor, menos le entiendo.
TAURISO
Cuanto más trato Amor, menos le entiendo,
que al que le sirve mata,
y al que huyendo va de su cadena,
con redoblada pena
las míseras entrañas le maltrata.
BERARDO
Pastora, á quien el alto cielo ha dado
beldad más que á las rosas coloradas,
más linda que en Abril el verde prado,
do están las florecidas matizadas,
ansí prospere el cielo tu ganado,
y tus ovejas crezcan á manadas,
que á mí, que á causa tuya gimo y muero,
no me muestres el gesto airado y fiero.
TAURISO
Pastora soberana, que mirando
los campos y florestas asserenas,
la nieve en la blancura aventajando
y en la beldad las frescas azucenas,
ansí tus campos vayan mejorando,
y dellos cojan fruto á manos llenas,
que mires á un pastor, que en solo verte
piensa alcanzar muy venturosa suerte.
A este tiempo el caballero y la dama, que
los cantares de los pastores escuchaban,
con gran cortesía atajaron su canto,
y les hicieron muchas gracias por el
deleite y recreación que con tan suave
y deleitoso música les habían dado. Y
después desto el caballero vuelto á la
dama le dijo: ¿Oiste jamás, hermana,
en las soberbias ciudades música que
tanto contente al oído y tanto deleite
el ánimo como la destos pastores?
Verdaderamente, dijo ella, más me
satisfacen esos rústicos y pastoriles
cantos de una simple llaneza acompañados,
que en los palacios de reyes y señores
las delicadas voces con arte curiosa
compuestas y con nuevas invenciones y
variedades requebradas. Y cuando yo tengo
por mejor esta melodía que aquélla, se
puede creer que lo es, porque tengo el
oido hecho á las mejores músicas que
en ciudad del mundo ni corte de rey
pudiessen hacerse. Que en aquel buen
tiempo que Marcelio servía á nuestra
hermana Alcida, cantaba algunas noches
en la calle al son de una vihuela tan
dulcemente, que si Orpheo hacía tan
apacible música, no me espanto que
las fieras conmoviesse, y que la cara
Eurydice de averno escurissimo sacasse.
¡Ay! Marcelio, ¿dónde estás agora? ¡Ay!
¿dónde estás, Alcida? Ay desdichada de
mí, que siempre la fortuna me trae á la
memoria cosas de dolor, en el tiempo que
me ve gozar de un simple passatiempo!
Oyó Marcelio, que con las dos pastoras
tras las matas estaba, las razones del
caballero y de la dama, y como entendió
que le nombraron á él y á Alcida, se
alteró. No se fió de sus mesmos oídos,
y estuvo imaginando si era quizá otro
Marcelio y Alcida los que nombraban.
Levantóse presto de donde assentado
estaba, y por salir de duda, llegándose
más, y acechando por entre las matas,
conosció que el caballero y la dama
eran Polydoro y Clenarda, hermanos de
Alcida. Corrió súbitamente á ellos, y
con los brazos abiertos y lágrimas en
los ojos, agora á Polydoro, agora á
Clenarda abrazando, estuvo gran rato,
que el interno dolor no le dejaba hablar
palabra. Los dos hermanos, espantados
desta novedad, no sabían qué les había
acontescido. Y como MARCELIO iba en
hábito de pastor, nunca le conoscieron,
hasta que, dándole lugar los sollozos,
y habida licencia de las lágrimas, les
dijo: ¡Oh, hermanos de mi corazón, no
tengo en nada mi desventura, pues he sido
dichoso en veros! ¿Cómo Alcida no está
en vuestra compañía? ¿Está por ventura
escondida en alguna espesura deste
bosque? Sepa yo nuevas della, si vosotros
las sabéis; remediad por Dios esta mi
pena, y satisfaced á mi deseo. En esto
lo dos hermanos conoscieron á Marcelio,
y abrazados con él, llorando de placer
y dolor, le decían: ¡Oh venturoso día!
¡oh bien nunca pensado! ¡oh hermano de
nuestra alma! ¿qué desastre tan bravo ha
sido causa que tú no goces de la compañía
de Alcida ni nosotros de su vista? ¿por
qué con tan nuevo traje te dissimulas?
¡Ay áspera fortuna! en fin no hay en
ningún bien cumplido contentamiento.
Por otra parte, Diana é Ismenia, visto
que tan arrebatadamente Marcelio había
entrado donde cantaban los pastores,
fueron allá tras él, y halláronle
passando con Polydoro y Clenarda la
plática que habeis oído. Cuando Tauriso
y Berardo vieron á Diana, no se puede
encarescer el gozo que recibieron de
tan improvisa vista. Y ansi TAURISO,
señalando con el gesto y palabras la
alegría del corazón, le dijo: Grande
favor es este de la Fortuna, hermosa
Diana, que la que huye siempre de nuestra
compañía, por casos y succesos nunca
imaginados venga tantas veces donde
nosotros estamos. No es causa dello la
Fortuna, señalados pastores, dijo DIANA,
sino ser vosotros en el cantar y tañer
tan ejercitados, que no hay lugar de
recreación donde no os hagáis sentir
vuestras canciones. Pero pues aquí llegué
sin saber de vosotros, y el sol toca
ya la raya del medio día, me holgaré
de tener en este deleitoso lugar la
siesta en vuestra compañía, que aunque
me importa llegar con tiempo á la casa
de Felicia, tendré por bien de detenerme
aquí con vosotros, por gozar de la fresca
vereda y escuchar vuestra deleitosa
música. Por esso aparejaos á cantar y
tañer, y á toda suerte de regocijo,
que no será bien que falte semejante
placer en tan principal ajuntamiento. Y
vosotros, generosos caballeros y dama,
poned fin por agora á vuestras lágrimas,
que tiempo ternéis para contaros las
vidas los unos á los otros y para doleros
ó alegraros de los malos ó buenos
sucessos de fortuna. A todos paresció
muy bien lo dicho por Diana, y ansí en
torno de una clara fuente sobre la menuda
hierba se assentaron. Era el lugar el más
apacible de aquel bosque y aun de cuantos
en el famoso Parthenio, celebrado con la
clara zampoña del Neapolitano Syncero
pueden hallarse. Había en él un espacio
casi que cuadrado, que tuviera como
hasta cuarenta passos por cada parte,
rodeado de muchedumbre de espessíssimos
árboles, tanto que, á la manera de un
cercado castillo, á los que allá iban á
recrearse no se les concedía la entrada
sino por sola una parte. Estaba sembrado
este lugar de verdes hierbas y olorosas
flores, de los pies de ganados no pisadas
ni con sus dientes descomedidamente
tocadas. En medio estaba una limpia
y claríssima fuente, que del pie de
un antiquíssimo roble saliendo, en un
lugar hondo y cuadrado, no con maestra
mano fabricado, mas por la provida
naturaleza allí para tal efecto puesto,
se recogía: haciendo allí la abundancia
de las aguas un gracioso ajuntamiento,
que los pastores le nombraban la fuente
bella. Eran las orillas desta fuente
de una piedra blanca tan igual, que no
creyera nadie que con artificiosa mano no
estuviesse fabricada, si no desengañaran
la vista las naturales piedras allí
nascidas, y tan fijas en el suelo como
en los ásperos montes de fragosas peñas
y duríssimos pedernales. El agua que de
aquella abundantíssima fuente sobresalía,
por dos estrechas canales derramándose,
las hierbas vecinas y árboles cercanos
regaba, dándoles continua fertilidad y
vida y sosteniéndolas en muy apacible y
graciosíssima verdura. Por estas lindezas
que tenía esta hermosa fuente, era de
los pastores y pastoras tan visitada,
que nunca en ella faltaban pastoriles
regocijos. Pero teníanla los pastores en
tanta veneración y cuenta, que viniendo
á ella dejaban fuera sus ganados, por
no consentir que las claras y sabrosas
aguas fuessen enturbiadas, ni el ameno
pradecillo de las mal miradas ovejas
hollado ni apascentado. En torno desta
fuente, como dije, todos se asentaron,
y sacando de los zurrones la necessaria
provissión, comieron con más sabor que
los grandes señores la muchedumbre y
variedad de curiosos manjares. Al fin de
la cual comida, como Marcelio por una
parte y Polydoro por otra deseaban por
extremo darse y tomarse cuenta de sus
vidas, MARCELIO fue primero á hablar,
y dijo: Razón será, hermanos, que yo
sepa algo de lo que os ha sucedido
después que no me vistes, que como os
veo del padre Eugerio y de la hermana
Alcida desacompañados, tengo el corazón
alterado, por no saber la causa dello. A
lo cual respondió POLYDORO:
Porque me parece que este lugar queda
muy perjudicado con que se traten en él
cosas de dolor, y no es razón que estos
pastores con oir nuestras desdichas
queden ofendidos, te contaré con las
menos palabras que será possible las
muchas y muy malas obras que de la
fortuna habemos recebido. Después que
por sacar al fatigado Eugerio de la
peligrosa nave, esperando buena ocasión
para saltar en el batel, de los marineros
fuí estorbado, y juntamente con el
temeroso padre á mi pesar hube de quedar
en ella, estaba el triste viejo con tanta
angustia, como se puede esperar de un
amoroso padre, que al fin de su vejez ve
en tal peligro su vida y la de sus amados
hijos. No tenía cuenta con los golpes que
las bravas ondas daban en la nave, ni
con la furia que los iracundos vientos
por todas partes le combatían, sino
que, mirando el pequeño batel donde tú,
Marcelio, con Alcida y Clenarda estabas,
que á cada movimiento de las inconstantes
aguas en la mayor profundidad dellas
parescía trastornarse, cuanto más lo vía
de la nave alejándose, le desapegaba el
corazón de las entrañas. Y cuando os
perdió de vista, estuvo en peligro de
perder la vida. La nave siguiendo la
braveza de la Fortuna, fué errando por el
mar por espacio de cinco días, después
que nos despartimos; al cabo de los
cuales, al tiempo que el sol estaba cerca
del occaso, nos vimos cerca de tierra.
Con cuya vista se regocijaron mucho los
marineros, tanto por haber cobrado la
perdida confianza, como por conoscer
la parte donde iba la nave encaminada.
Porque era la más deleitosa tierra, y más
abundante de todas maneras de placer, de
cuantas el sol con sus rayos escalienta,
tanto que uno de los marineros sacando de
una arca un rabel, con que solía en la
pesadumbre de los prolijos y peligrosos
viajes deleitarse, se puso á tañer y
cantar ansi:
_Soneto._
Recoge á los que aflige el mar airado,
oh, VALENTINO, oh, venturoso suelo
donde jamás se cuaja el duro hielo
ni de Febo el trabajo acostumbrado.
Dichoso el que seguro y sin recelo
de ser en fieras ondas anegado,
goza de la belleza de tu prado
y del favor de tu benigno cielo.
Con más fatiga el mar surca la nave
que el labrador cansado tus barbechos:
¡oh tierra¡, antes que el mar se ensoberbezca,
Recoge á los perdidos y deshechos,
para que cuando en TURIA yo me lave
estas malditas aguas aborrezca.
Por este cantar del marinero entendimos
que la ribera que íbamos á tomar era
del reino de VALENCIA, tierra por todas
las partes del mundo celebrada. Pero en
tanto que este canto se dijo, la nave,
impelida de un poderoso viento, se llegó
tanto á la tierra que si el esquife no
nos faltara pudiéramos saltar en ella.
Mas de lejos por unos pescadores fuímos
devisados, los cuales viendo nuestras
velas perdidas, el árbol caído á la una
parte, las cuerdas destrozadas y los
castillos hechos pedazos, conoscieron
nuestra necessidad. Por lo cual algunos
dellos, metiéndose en un barco de los
que para su ordinario ejercicio en la
ribera tenían amarrados, se vinieron
para nosotros, y con grande amor y no
poco trabajo nos sacaron de la nave á
todos los que en ella veníamos. Fué
tanto el gozo que recebimos, cuanto se
puede y debe imaginar. A los marineros
que en su barco tan amorosamente y sin
ser rogados nos habían recogido, Eugerio
y yo les dimos las gracias, y hecimos
los ofrescimientos que á tan singular
beneficio se debían. Mas ellos, como
hombres de su natural piadosos y de
entrañas simples y benignas, no curaban
de nuestros agradescimientos, antes no
queriendo recebirlos, nos dijo el uno
dellos: No nos agradezcáis, señores, esta
obra á nosotros, sino á la obligación
que tenemos á socorrer necessidades y
al buen ánimo y voluntad que nos fuerza
á tales hechos. Y tened por cierto que
toda hora que se nos ofresciere semejante
ocasión como ésta haremos lo mesmo,
aunque peligren nuestras vidas. Porque
esta mañana nos sucedió un caso, que
á no haber hecho otro tal como agora
hecimos, nos pesara después hasta la
muerte. El caso fué que al despuntar
del día salimos de nuestras chozas con
nuestras redes y ordinarios aparejos
para entrar á pescar, y antes que
llegassemos á la ribera vimos el cielo
escurescido; sentimos el mar alterado y
el viento embravescido, y dos veces nos
quisimos volver del camino desconfiados
de podernos encomendar á las peligrosas
ondas en tan malicioso tiempo. Pero
paresció á algunos de nosotros que era
conveniente llegar á la ribera para ver
en qué pararía la braveza del mar, y
para esperar si tras la rigurosa fortuna
sucedería, como suele, alguna súbita
bonanza. Al tiempo que llegamos allá
vimos un batel lidiando con las bravas
ondas, sin vela, árbol ni remos, y puesto
en el peligro en que vosotros os habéis
visto. Movidos á compassión, metimos en
el mar uno de aquellos barcos muy bien
apercebido, y saltando de presto en él,
sin temor de la fortuna, fuímos hacia
el batel que en tal peligro estaba, y á
cabo de poco rato llegamos á él. Cuando
estuvimos tan cerca dél que pudimos
conoscer los que en él estaban, vimos una
doncella, cuyo nombre no sabré decirte,
que con lágrimas en los ojos se dolía,
con los brazos abiertos nos esperaba
y con palabras dolorosas nos decía:
Ay hermanos, ruégoos que me libréis
del peligro de la Fortuna; pero más os
suplico que me saquéis de poder deste
traydor, que conmigo viene, que contra
toda razón me tiene captiva, y á pura
fuerza quiere maltratar mi honestidad.
Oyendo esto, con toda la possible
diligencia, y no sin mucho peligro, los
sacamos de su batel, y metidos en nuestro
barco los llevamos á tierra. Contónos
ella la traición que á ella y una hermana
y cuñado suyo se les había hecho, que
seria larga de contar. Tenémosla en
compañía de nuestras mujeres, libre de
la malicia y deshonestidad de los dos
marineros que con ella venían, y á ellos
los metimos en una cárcel de un lugar
que está vecino, donde antes de muchos
días serán debidamente castigados. Pues
habiéndonos acontescido esto, ¿quién
de nosotros dejará de aventurarse á
semejantes peligros por recobrar los
perdidos y hacer bien á los maltratados?
Cuando Eugerio oyó decir esto al marinero
le dió un salto el corazón, y pensó si
era esta doncella alguna de sus hijas. Lo
mesmo me passó á mí por el pensamiento;
pero á entrambos nos consolaba pensar que
presto habíamos de saber si era verdadera
nuestra presunción. En tanto el pescador
nos contó este sucesso, el barco, movido
con la fuerza de los remos, caminó de
manera que llegamos á poder desembarcar.
Saltaron aquellos pescadores con los
pies descalzos en el agua, y sobre sus
hombros nos sacaron á la deseada tierra.
Cuando estuvimos en tierra, conosciendo
que teníamos necessidad de reposo,
uno dellos, que más anciano parescía,
travando á mi padre por la mano, y
haciendo señal á mí y á los otros que le
siguiéssemos, tomó el camino de su choza,
que no muy lejos estaba, para darnos en
ella el refresco y sossiego necessario.
Siendo llegados allá, sentimos dentro
cantos de mujeres, y no entráramos allá
antes de oir y entender dende afuera sus
canciones si el trabajo que llevábamos
nos consintiera detenernos para
escucharlas. Pero Eugerio y yo no vimos
la hora de entrar allá por ver quién era
la doncella que libre de la tempestad y
de las manos del traidor allí tenían.
Entramos en la casa de improviso, y en
vernos luego dejaron sus cantares las
turbadas mujeres; y eran ellas la mujer
del pescador y dos hermosas hijas que
cantando suavemente hacían las ñudosas
redes con que los descuidados peces
se cautivan, y en medio dellas estaba
la doncella, que luego fué conoscida,
porque era mi hermana Clenarda, que
está presente. Lo que en esta ventura
sentimos, y lo que ella sintió, querría
que ella mesma lo dijesse, porque yo no
me atrevo á tan gran empresa. Allí fueron
las lágrimas, allí los gemidos, allí los
placeres revueltos con las penas, allí
los dulzores mezclados con las amarguras
y allí las obras y palabras que puede
juzgar una persona de discreción. Al
fin de lo cual mi padre, vuelto á las
hijas del pescador les dijo: Hermosas
doncellas, siendo verdad que yo vine
aquí para descansar de mis trabajos, no
es razón que mi venida estorbe vuestros
regocijos y canciones, pues ellas solas
serían bastantes para darme consolación.
Essa no te faltará, dijo el pescador, en
tanto que estuvieres en mi casa: á lo
menos yo procuraré de dártela por las
maneras possibles. Piensa agora en tomar
refresco, que la música no faltará á su
tiempo. Su mujer en esto nos sacó para
comer algunas viandas, y mientras en ello
estábamos ocupados, la una de aquellas
doncellas, que se nombraba Nerea, cantó
esta canción:
_Canción de Nerea._
En el campo venturoso,
donde con clara corriente
Guadalavïar hermoso,
dejando el suelo abundoso,
da tributo al mar potente,
Galatea desdeñosa,
del dolor que á Lycio daña
iba alegre y bulliciosa
por la ribera arenosa,
que el mar con sus ondas baña.
Entre la arena cogiendo
conchas y piedras pintadas,
muchos cantares diciendo,
con el son del ronco estruendo
de las ondas alteradas,
Junto al agua se ponía,
y las ondas aguardaba,
y en verlas llegar huía,
pero á veces no podía
y el blanco pie se mojaba.
Lycio, al cual en sufrimiento
amador ninguno iguala,
suspendió allí su tormento
mientras miraba el contento
de su polida zagala.
Mas cotejando su mal
con el gozo que ella había,
el fatigado zagal
con voz amarga y mortal
desta manera decía:
Nympha hermosa, no te vea
jugar con el mar horrendo,
y aunque más placer te sea,
huye del mar, Galatea,
como estás de Lycio huyendo.
Deja agora de jugar,
que me es dolor importuno;
no me hagas más penar,
que en verte cerca del mar
tengo celos de Neptuno.
Causa mi triste cuidado,
que á mi pensamiento crea,
porque ya está averiguado
que si no es tu enamorado
lo será cuando te vea.
Y está cierto, porque Amor
sabe desde que me hirió
que para pena mayor
me falta un competidor
más poderoso que yo.
Deja la seca ribera
do está el agua infructuosa,
guarda que no salga afuera
alguna marina fiera
enroscada y escamosa.
Huye ya, y mira que siento
por ti dolores sobrados,
porque con doble tormento
celos me da tu contento
y tu peligro cuidados.
En verte regocijada
celos me hacen acordar
de Europa Nympha preciada,
del toro blanco engañada
en la ribera del mar.
Y el ordinario cuidado
hace que piense contino
de aquel desdeñoso alnado
orilla el mar arrastrado,
visto aquel monstruo marino.
Mas no veo en tí temor
de congoja y pena tanta;
que bien sé por mi dolor,
que á quien no teme el Amor,
ningún peligro le espanta.
Guarte, pues, de un gran cuidado;
que el vengativo Cupido
viéndose menospreciado,
lo que no hace de grado
suele hacerlo de ofendido.
Ven conmigo al bosque ameno,
y al apacible sombrío
de olorosas flores lleno,
do en el día más sereno
no es enojoso el Estío.
Si el agua te es placentera,
hay allí fuente tan bella,
que para ser la primera
entre todas, sólo espera
que tú te laves en ella.
En aqueste raso suelo
á guardar tu hermosa cara
no basta sombrero, ó velo;
que estando al abierto cielo,
el sol morena te para.
No encuentras dulces contentos,
sino el espantoso estruendo,
con que los bravosos vientos
con soberbios movimientos
van las aguas revolviendo.
Y tras la fortuna fiera
son las vistas más suaves
ver llegar á la ribera
la destrozada madera
de las anegadas naves.
Ven á la dulce floresta,
do natura no fué escasa,
donde haciendo alegre fiesta,
la más calurosa siesta
con más deleite se passa.
Huye los soberbios mares,
ven, verás como cantamos
tan deleitosos cantares,
que los más duros pesares
suspendemos y engañamos.
Y aunque quien passa dolores,
Amor le fuerza á cantarlos,
yo haré que los pastores
no digan cantos de amores,
porque huelgues de escucharlos.
Allí por bosques y prados
podrás leer todas horas
en mil robles señalados
los nombres más celebrados
de las Nymphas y pastoras.
Mas seráte cosa triste
ver tu nombre allí pintado,
en saber que escrita fuiste
por el que siempre tuviste
de tu memoria borrado.
Y aunque mucho estás airada,
no creo yo que te assombre
tanto el verte allí pintada,
como el ver que eres amada
del que allí escribió tu nombre.
No ser querida y amar
fuera triste desplacer,
más ¿qué tormento ó pesar
te puede, Nympha, causar
ser querida y no querer?
Mas desprecia cuanto quieras
á tu pastor, Galatea,
sólo que en essas riberas
cerca de las ondas fieras
con mis ojos no te vea.
¿Qué passatiempo mejor
orilla el mar puede hallarse
que escuchar el ruiseñor,
coger la olorosa flor
y en clara fuente lavarse?
Pluguiera á Dios que gozaras
de nuestro campo y ribera,
y porque más lo preciaras,
ojala tú lo probaras,
antes que yo lo dijera.
Porque cuanto alabo aquí,
de su crédito le quito,
pues el contentarme á mí,
bastará para que á tí
no te venga en apetito.
Lycio mucho más le hablara,
y tenía más que hablalle,
si ella no se lo estorbara,
que con desdeñosa cara
al triste dice que calle.
Volvió á sus juegos la fiera,
y á sus llantos el pastor,
y de la misma manera
ella queda en la ribera
y él en su mismo dolor.
El canto de la hermosa doncella y nuestra
cena se acabó á un mesmo tiempo; la
cual fenescida, preguntamos á Clenarda
de lo que le había sucedido después
que nos departimos, y ella nos contó la
maldad de Bartofano, la necessidad de
Alcida, su prisión y su cautividad, y
en fin, todo lo que tú muy largamente
sabes. Lloramos amargamente nuestras
desventuras; oídas las cuales, nos dijo
el pescador muchas palabras de consuelo,
y especialmente nos dijo cómo en esta
parte estaba la sabia Felicia, cuya
sabiduría bastaba á remediar nuestra
desgracia, dándonos noticia de Alcida y
de ti, que en esto venía á parar nuestro
deseo. Y ansí passando allí aquella
noche lo mejor que pudimos, luego por la
mañana, dejados allí los marineros que en
la nave con nosotros habían venido, nos
partimos solos los tres, y por nuestras
jornadas llegamos al templo de Diana,
donde la sapientíssima Felicia tiene su
morada. Vimos su maravilloso templo,
los ameníssimos jardines, el sumptuoso
palacio, conoscimos la sabiduría de la
prudentísima dueña y otras cosas que nos
han dado tal admiración, que aun agora
no tenemos aliento para contallas. Allí
vimos las hermosíssimas Nymphas, que
son ejemplo de castidad; allí muchos
caballeros y damas, pastores y pastoras,
y particularmente un pastor nombrado
Syreno, al cual todos tenían en mucha
cuenta. A éste y á los demás la sabia
había dado diversos remedios en sus
amores y necessidades. Mas á nosotros
en la nuestra hasta agora el que nos ha
dado es hacer quedar á nuestro padre
Eugerio en su compañía y á nosotros
mandarnos venir hacia estas partes, y
que no volviéssemos hasta hallarnos
más contentos. Y según el gozo que de
tu vista recebimos, me paresce que ya
habrá ocasión para la vuelta, mayormente
dejando allí nuestro padre solo y
desconsolado. Bien sé que buscarle su
Alcida importa mucho para su descanso:
pero ya que la fortuna en tantos días no
nos ha dado noticia della, será bien que
no le hagamos á nuestro padre carescer
tanto tiempo de nuestra compañía. Después
que Polydoro dió fin á sus razones,
quedaron todos admirados de tan tristes
desventuras, y Marcelio después de haber
llorado por Alcida, brevíssimamente contó
á Polydoro y Clenarda lo que después que
no había visto, le había acontescido.
Diana é Ismenia, cuando acabaron de oir
á Polydoro, desearon llegar más presto á
la casa de Felicia: la una porque supo
cierto que Syreno estaba allí, y la otra
porque, oyendo tales alabanzas de la
sabia, concibió esperanza de haber de
su mano algún remedio. Con este deseo
que tenían, aunque fué la intención
de DIANA recrearse en aquel deleitoso
lugar algunas horas, mudó de parescer,
estimando más la vista de Syreno que
la lindeza y frescura del bosque. Y
por esso, levantada en pie, dijo á
Tauriso y Berardo: Gozad, pastores, de
la suavidad y deleite desta ameníssima
vereda, porque el cuidado que tenemos de
ir al templo de Diana no nos consiente
detenernos aquí más. Harto nos pesa
dejar un aposento tan agradable y una
tan buena compañía; pero somos forzados
á seguir nuestra ventura. ¿Tan cruda
serás pastora, dijo TAURISO, que tan
presto te ausentes de nuestros ojos y tan
poco nos dejes gozar de tus palabras?
MARCELIO entonces dijo á Diana: Razón
los acompaña á estos pastores, hermosa
zagala; razón es que tan justa demanda
se les conceda: que su fe constante y
amor verdadero merece que les otorgues un
rato de tu conversación en este apacible
lugar, mayormente habiendo bastantíssimo
tiempo para llegar al templo antes que
el sol esconda su lumbre. Todos fueron
deste parescer, y por esso Diana no
quiso más contradecirles, sino que,
sentándose donde antes estaba, mostró
querer complacer en todo á tan principal
ajuntamiento. ISMENIA entonces dijo á
Berardo y Tauriso: Pastores, pues la
hermosa Diana no os niega su vista, no es
justo que vosotros nos neguéis vuestras
canciones. Cantad, enamorados zagales,
pues en ello mostráis tan señalada
destreza y tan verdadero amor, que por lo
uno sois en todas partes alabados y con
lo otro movéis á piedad los corazones.
Todos sino el de Diana, dijo BERARDO; y
comenzó á llorar, y Diana á sonreír. Lo
cual visto por el pastor, al son de su
zampoña, con lágrimas en sus ojos, cantó
glossando una canción que dice:
_Las tristes lágrimas mías
en piedras hacen señal
y en vos nunca, por mi mal._
_Glossa._
Vuestra rara gentileza
no se ofende con serviros,
pues mi mal no os da tristeza
ni jamás vuestra dureza
dió lugar á mis suspiros.
No fueron con mis porfías
vuestras entrañas mudadas,
aunque veis noches y días
con gran dolor derramadas
_las tristes lágrimas mías_.
Fuerte es vuestra condición,
que en acabarme porfía,
y más fuerte el corazón,
que viviendo en tal passión
no le mata la agonía.
Que si un rato afloja un mal,
aunque sea de los mayores,
no da pena tan mortal;
mas los continos dolores
_en piedras hacen señal_.
Amor es un sentimiento
blando, dulce y regalado;
vos causáis el mal que siento,
que Amor sólo da tormento
al que vive desamado.
Y ésta es mi pena mortal,
que el Amor, después que os ví,
como cosa natural,
por mi bien siempre está en mí,
_y en vos nunca, por mi mal_.
Contentó mucho á DIANA la canción de
Berardo; pero viendo que en ella hacía
más duro su corazón que las piedras,
quiso volver por su honra, y dijo: Donosa
cosa es, por mi vida, nombrar dura
recogida y tratar de cruel la que guarda
su honestidad. Ojala, pastor, no tuviera
más tristeza mi alma que dureza mi
corazón. ¡Mas, ay dolor, que la fortuna
me cautivó con tan celoso marido, que
fuí forzada muchas veces en los montes y
campos ser descortés con los pastores,
por no tener en mi casa amarga vida! Y
con todo esto el ñudo del matrimonio y la
razón me obligan á buscar el rústico y
mal acondicionado marido, aunque espere
innumerables trabajos de su enojosa
compañía. A este tiempo, TAURISO, con
la ocasión de las quejas que Diana daba
de su casamiento, comenzó á tocar su
zampoña y á cantar hablando con el Amor,
y glossando la canción que dice:
_Canción._
_La bella mal maridada,
de las más lindas que ví,
si has de tomar amores,
vida no dejes á mí._
_Glossa._
Amor, cata que es locura
padescer, que en las mujeres
de aventajada hermosura
pueda hacer la desventura
más que tú siendo quien eres.
Porque estando á tu poder
la belleza encomendada,
te deshonras, á mi ver,
en sufrir que venga á ser
_la bella mal maridada_.
Haces mal, pues se mostró
beldad ser tu amiga entera,
porque siempre al que la vió,
á causa tuya le dió
el dolor que no le diera.
Y ansí mi constancia y fe
y la pena que está en mí,
por haber visto no fué,
mas por ser la que miré
_de las más lindas que ví_.
Amor, das á tantos muerte,
que pues matar es tu bien,
algún día espero verte,
que á ti mismo has de ofenderte,
porque no tendrás á quién.
¡Oh qué bien parescerás
herido de tus dolores!
cautivo tuyo serás,
que á ti mismo tomarás,
_si has de tomar amores_.
Entonces dolor doblado
podrás dar á las personas,
y quedarás excusado
de haberme á mí maltratado,
pues á ti no te perdonas.
Y si quiero reprehenderte,
dirás, volviendo por ti,
razón forzarte y moverte,
que á ti mismo dando muerte,
_vida no dejes á mi_.
El cantar de Tauriso paresció muy bien
á todos, y en particular á Ismenia. Que
aunque la canción, por hablar de mal
casadas, era de Diana, la glossa della,
por tener quejas del Amor, era común
á cuantos dél estaban atormentados. Y
por esso Ismenia, como aquélla que daba
alguna culpa á Cupido de su pena, no sólo
le contentaron las quejas que dél hizo
Tauriso; mas ella, al mesmo propósito, al
son de la lira, dijo este soneto, que le
solía cantar Montano en el tiempo que por
ella penaba:
_Soneto._
Sin que ninguna cosa te levante,
Amor, que de perderme has sido parte,
haré que tu crueldad en toda parte
se suene de Poniente hasta Levante.
Aunque más sople el Abrego ó Levante,
mi nave de aquel golfo no se parte,
do tu poder furioso le abre y parte,
sin que en ella un suspiro se levante.
Si vuelvo el rostro estando en el tormento,
tu furia allí enflaquesce mi deseo,
y tu fuerza mis fuerzas cansa y corta;
Jamás al puerto iré, ni lo deseo,
y ha tanto que esta pena me atormenta,
que un mal tan largo hará mi vida corta.
No tardó mucho Marcelio á respondelle con
otro soneto hecho al mismo propósito y de
la misma suerte, salvo que las quejas que
daba no eran sólo del Amor, pero de la
Fortuna y de sí mismo.
_Soneto._
Voy tras la muerte sorda passo á passo,
siguiéndola por campo, valle y sierra,
y al bien ansi el camino se me cierra,
que no hay por donde guíe un sólo passo.
Pensando el mal que de contino passo,
una navaja aguda, y cruda sierra
de modo el corazón me parte y sierra,
que de la vida dudo en este passo.
La Diosa, cuyo ser contino rueda,
y Amor que ora consuela, ora fatiga,
son contra mí, y aun yo mismo me daño.
Fortuna en no mudar su varia rueda,
y Amor y yo, cresciendo mi fatiga,
sin darme tiempo á lamentar mi daño.
El deseo que tenía Diana de ir á la casa
de Felicia no le sufría detenerse allí
más, ni esperar otros cantares, sino que
acabando Marcelio su canción se levantó.
Lo mismo hicieron Ismenia, Clenarda y
Marcelio, conosciendo ser aquella la
voluntad de Diana, aunque sabían que
la casa de Felicia estaba muy cerca, y
había sobrado tiempo para llegar á ella
antes de la noche. Despedidos de Tauriso
y Berardo, salieron de la fuente bella
por la misma parte por donde habían
entrado, y caminando por el bosque su
passo á passo, gozando de las gentilezas
y deleites que en él había, á cabo de
rato salieron dél, y comenzaron á andar
por un ancho y espacioso llano, alegre
para la vista. Pensaron entonces con
qué darían regocijo á sus ánimos, en
tanto que duraba aquel camino, y cada
uno dijo sobre ello su parescer. Pero
MARCELIO, como estaba siempre con la
imagen de su Alcida en el pensamiento,
de ninguna cosa más holgaba que de mirar
los gestos y escuchar las palabras de
Polydoro y Clenarda. Y ansí por gozar
á su placer deste contento, dijo: No
creo yo, pastoras, que todos vuestros
regocijos igualen con el que podéis
haber si Clenarda os cuenta alguna cosa
de las que en los campos y riberas de
Guadalaviar ha visto. Yo passé por allí
andando en mi peregrinación, pero no pude
á mi voluntad gozar de aquellos deleites,
por no tenerle yo en mi corazón. Pero,
pues para llegar á donde imos tenemos
de tiempo largas dos horas, y el camino
es de media, podremos ir á espacio,
y ella nos dirá algo de lo mucho que
de aquella ameníssima tierra se puede
contar. Diana y Ismenia á esto mostraron
alegres gestos, señalando tener contento
de oirlo, y aunque Diana moría por llegar
temprano al templo, por no mostrar en
ello sobrada passión hubo de acomodarse á
la voluntad de todos. CLENARDA entonces,
rogada por Marcelio, prosiguiendo su
camino, desta manera comenzó á hablar:
Aunque decir yo con mal orden y rústicas
palabras las extrañezas y beldades
de la Valentina tierra será agraviar
sus merescimientos y ofender vuestros
oídos, quiero deciros algo della, por
no perjudicar á vuestras voluntades. No
contaré particularmente la fertilidad del
abundoso suelo, la amenidad de la siempre
florida campaña, la belleza de los más
encumbrados montes, los sombríos de las
verdes silvas, la suavidad de las claras
fuentes, la melodía de las cantadoras
aves, la frescura de los suaves vientos,
la riqueza de los provechosos ganados,
la hermosura de los poblados lugares,
la blandura de las amigables gentes, la
extrañeza de los sumptuosos templos, ni
otras muchas cosas con que es aquella
tierra celebrada, pues para ello es
menester más largo tiempo y más esforzado
aliento. Pero porque de la cosa más
importante de aquella tierra seáis
informados, os contaré lo que al famoso
TURIA, río principal en aquellos campos
le oí cantar. Venimos un día Polydoro
y yo á su ribera para preguntar á los
pastores della el camino del templo de
Diana y casa de Felicia, porque ellos
son los que en aquella tierra le saben,
y llegando á una cabaña de vaqueros, los
hallamos que deleitosamente cantaban.
Preguntámosles lo que deseábamos saber,
y ellos con mucho amor nos informaron
largamente de todo, y después nos dijeron
que, pues á tan buena sazón habíamos
llegado, no dejássemos de gozar de un
suavíssimo canto que el famoso TURIA
había de hacer no muy lejos de allí
antes de media hora. Contentos fuimos de
ser presentes á tan deleitoso regocijo,
y nos aguardamos para ir con ellos.
Passado un rato en su compañía, partimos
caminando riberas del río arriba, hasta
que llegamos á una espaciosa campaña,
donde vimos un grande ajuntamiento de
Nymphas, pastores y pastoras, que todos
aguardaban que el famoso TURIA comenzasse
su canto. No mucho después vimos al viejo
TURIA salir de una profundíssima cueva,
en su mano una urna, ó vaso muy grande
y bien labrado, su cabeza coronada con
hojas de roble de laurel, los brazos
vellosos, la barba limosa y encanescida.
Y sentándose en el suelo, reclinado sobre
la urna, y derramando della abundancia de
claríssimas aguas, levantando la ronca y
congojada voz, cantó desta manera:
_Canto de Turia._
Regad el venturoso y fértil suelo,
corrientes aguas, puras y abundosas,
dad á las hierbas y árboles consuelo,
y frescas sostened flores y rosas;
y ansí con el favor del alto cielo
tendré yo mis riberas tan hermosas,
que grande envidia habrán de mi corona
el Pado, el Mincio, el Rhódano y Garona.
Mientras andáis el curso apressurando,
torciendo acá y allá vuestro camino,
el Valentino suelo hermoseando
con el licor sabroso y cristalino,
mi flaco aliento y débil esforzando,
quiero con el espíritu adevino
cantar la alegre y próspera ventura
que el cielo á vuestros campos assegura.
Oidme, claras Nimphas y pastores,
que sois hasta la Arcadia celebrados:
no cantaré las coloradas flores,
la deleitosa fuente y verdes prados,
bosques sombríos, dulces ruiseñores,
valles amenos, montes encumbrados,
mas los varones célebres y extraños
que aquí serán después de largos años.
De aquí los dos pastores estoy viendo
CALIXTO y ALEXANDRE, cuya fama,
la de los grandes Césares venciendo,
desde el Atlante al Mauro se derrama:
á cuya vida el cielo respondiendo,
con una suerte altíssima los llama,
para guardar del báratro profundo
cuanto ganado pasce en todo el mundo.
De cuya ilustre cepa veo nascido
aquél varón de pecho adamantino,
por valerosas armas conoscido,
CESAR romano y Duque valentino,
valiente corazón, nunca vencido,
al cual le aguarda un hado tan malino,
que aquél raro valor y ánimo fuerte
tendrá fin con sangrienta y cruda muerte.
La mesma ha de acabar en un momento
al HUGO, resplandor de los MONCADAS,
dejando ya con fuerte atrevimiento
las mauritanas gentes subjectadas:
ha de morir por CARLOS muy contento,
después de haber vencido mil jornadas,
y pelear con poderosa mano
con el francés y bárbaro africano.
Mas no miréis la gente embravescida
con el furor del iracundo Marte:
mirad la luz que aquí veréis nascida,
luz de saber, prudencia, genio y arte;
tanto en el mundo todo esclarescida,
que ilustrará la más oscura parte:
VIVES, qué vivirá, mientras al suelo
lumbre ha de dar el gran señor de Delo.
Cuyo saber altíssímo heredando
el HONORATO JUAN, subirá tanto,
que á un alto rey las letras enseñando,
dará á las sacras Musas grande espanto;
parésceme que ya le está adornando
el obispal cayado y sacro manto:
ojalá un mayoral tan excelente
sus greyes en mis campos apasciente.
Cuasi en el mesmo tiempo ha de mostrarse
NÚÑEZ, que en la doctrina en tiernos años
al grande Stagyrita ha de igualarse,
y ha de ser luz de patrios y de extraños:
no sentiréis Demósthenes loarse
orando él. ¡Más, ay, ciegos engaños!
¡ay, patria ingrata, á causa tuya siento
que orillas de Ebro ha de mudar su assiento!
¿Quién os dirá la excelsa melodía,
con que las dulces voces levantando,
resonarán por la ribera mía
poëtas mil? Ya estoy de aquí mirando
que Apolo sus favores les envía,
porque con alto espíritu cantando,
hagan que el nombre de este fértil suelo
del uno al otro polo extienda el vuelo.
Ya veo al gran varón que celebrado
será con clara fama en toda parte,
que en verso al rojo Apolo está igualado
y en armas está al par del fiero Marte:
AUSÍAS MARCH, que á tí, florido _Prado_,
_Amor_, _Virtud_ y _Muerte_ ha de cantarte,
llevando por honrosa y justa empresa
dar fama á la honestíssima _Teresa_.
Bien mostrará ser hijo del famoso
y grande PEDRO MARCH, que en paz y en guerra,
docto en el verso, en armas poderoso,
dilatará la fama de su tierra;
cuyo linaje ilustre y valeroso,
donde valor claríssimo se encierra,
dará un JÁIME y ARNAU, grandes poëtas,
á quien son favorables los planetas.
JORGE DEL REY con verso aventajado
ha de dar honra á toda mi ribera,
y siendo por mis Nimphas coronado
resonará su nombre por do quiera;
el revolver del cielo apressurado
propicio le será de tal manera,
que Italia de su verso terná espanto
y ha de morir de envidia de su canto.
Ya veo, FRANCI OLIVER, que el cielo hieres
con voz que hasta las nubes te levanta,
y á ti también, claríssimo FIGUERES,
en cuyo verso habrá lindeza tanta;
y á tí, MARTÍN GARCÍA, que no mueres,
por más que tu hilo Lachesis quebranta;
INNOCENT DE CUBELLS, también te veo
que en versos satisfaces mi deseo.
Aquí tendréis un gran varón, pastores,
que con virtud de hierbas escondidas
presto remediará vuestros dolores
y enmendará con versos vuestras vidas:
pues, Nimphas, esparcid hierbas y flores
al grande JAIME ROIG agradescidas,
coronad con laurel, serpillo y apio
el gran siervo de Apolo y de Esculapio.
Y al gran NARCIS VIÑOLES, que pregona
su gran valor con levantada rima,
tejed de verde lauro una corona,
haciendo al mundo pública su estima;
tejed otra á la altíssima persona,
que el verso subirá á la excelsa cima,
y ha de igualar al amador de Laura,
CRESPI celebradíssimo VALLDAURA.
Parésceme que veo un excelente
CONDE, que el claro nombre de su OLIVA
hará que entre la extraña y patria gente,
mientras que mundo habrá, florezca y viva;
su hermoso verso irá resplandesciente
con la perfecta lumbre, que deriva
del encendido ardor de sus _Centellas_,
que en luz competirán con las estrellas.
Nimphas, haced del resto, cuando el cielo
con JUAN FERNÁNDEZ os hará dichosas,
lugar no quede en todo aqueste suelo,
do no sembréis los lirios y las rosas;
y tú, ligera Fama, alarga el vuelo,
emplea aquí tus fuerzas poderosas,
y dale aquel renombre soberano
que diste al celebrado Mantuano.
Mirando estoy aquel poëta raro
JAIME GAZULL, que en rima valentina
muestra el valor del vivo ingenio y claro
que á las más altas nubes se avecina;
y el FENOLLAR que á Tityro acomparo,
mi consagrado espíritu adevina,
que resonando aquí su dulce verso
se escuchará par todo el universo.
Con abundosos cantos del PINEDA
resonarán también estas riberas,
con cuyos versos Pan vencido queda,
y amansan su rigor las tigres fieras;
hará que su famoso nombre pueda
subir á las altíssimas espheras:
por éste mayor honra haber espero,
que la soberbia Smyrna por Homero.
La suavidad, la gracia y el assiento
mirad con que el gravíssimo VICENTE
FERRANDIS mostrará el supremo aliento,
siendo en sus claros tiempos excelente:
pondrá freno á su furia el bravo viento,
y detendrán mis aguas su corriente
oyendo al son armónico y suave
de su gracioso verso, excelso y grave.
El cielo y la razón no han consentido,
que hable con mi estilo humilde y llano
del escuadrón intacto y elegido
para tener oficio sobrehumano,
FERNAN, SANS, VALDELLOS y el escogido
CORDERO, y BLASCO ingenio soberano,
GACET, lumbres más claras que la Aurora,
de quien mi canto calla por agora.
Cuando en el grande BORJA, de Montesa
Maestre tan magnánimo imagino,
que en versos y en cualquier excelsa empresa
ha de mostrar valor alto y divino,
parésceme que más importa y pesa
mi buena suerte y próspero destino,
que cuanta fama el Tíber ha tenido,
por ser allí el gran Rómulo nascido.
A ti del mismo padre y mismo nombre
y misma sangre altíssima engendrado,
claríssimo DON JUAN, cuyo renombre
será en Parnasso y Pindo celebrado,
pues ánimo no habrá que no se assombre
de ver tu verso al cielo levantado;
las Musas de su mano en Helicona
te están aparejando la corona.
Con sus héroes el gran pueblo Romano
no estuvo tan soberbio y poderoso,
cuanto ha de estar mi fértil suelo ufano,
cuando el magno AGUILÓN me hará dichoso,
que en guerra y paz consejo soberano,
verso subtil, y esfuerzo valeroso,
le han de encumbrar en el supremo estado
donde Maron ni Fabio no han llegado.
Al SERAPHIN CENTELLAS voy mirando,
que el canto altivo y militar destreza
á la región etérea sublimando,
al verso añadirá la fortaleza,
y en un extremo tal se irá mostrando
su habilidad, su esfuerzo y su nobleza,
que ya comienza en mí el dulce contento
de su valor y gran merescimiento.
A DON LUIS MILLÁN recelo y temo
que no podré alabar como deseo,
que en música estará en tan alto extremo,
que el mundo le dirá segundo Orpheo;
tendrá estado famoso, y tan supremo,
en las heroicas rimas, que no creo
que han de poder nombrársele delante
Cino Pistoya y Guido Cavalcante.
A tí, que alcanzarás tan larga parte
del agua poderosa de Pegaso,
á quien de poesía el estandarte
darán las moradoras de Parnasso,
noble FALCÓN, no quiero aquí alabarte,
porque de ti la fama hará tal caso,
que ha de tener particular cuidado
que desde el Indo al Mauro estés nombrado.
SEMPER loando el ínclito imperante
Carlos, gran rey, tan grave canto mueve,
que aunque la fama al cielo le levante,
será poco á lo mucho que le debe;
veréis que ha de passar tan adelante
con el favor de las hermanas nueve,
que hará con famosíssimo renombre
que Hesiodo en sus tiempos no se nombre.
Al que romanas leyes declarando,
y delicados versos componiendo,
irá al sabio Licurgo aventajando
y al veronés poeta antecediendo,
ya desde aquí le estoy pronosticando
gran fama en todo el mundo, porque entiendo
que cuando de OLIVER se hará memoria
ha de callar antigua y nueva historia.
Nymphas, vuestra ventura conosciendo,
haced de interno gozo mil señales,
que casi ya mi espíritu está viendo
que aquí están dos varones principales:
el uno militar, y el otro haciendo
cobrar salud á míseros mortales,
SIURANA y el ARDÉVOL, que levantan
al cielo el verso altíssimo que cantan.
¿Queréis ver un juicio agudo y cierto
un general saber, un grave tiento?
¿queréis mirar un ánimo despierto,
un sossegado y claro entendimiento?
¿queréis ver un poético concierto,
que en fieras mueve blando sentimiento?
PHELIPPE CATALÁN mirad, que tiene
posessión de la fuente de Hipocrene.
Veréis aquí un ingenio levantado,
que gran fama ha de dar al campo nuestro,
de soberano espíritu dotado,
y en toda habilidad experto y diestro,
el PELLICER, doctísimo letrado,
y en los poemas único maestro,
en quien han de tener grado excessivo
grave saber y entendimiento vivo.
Mirad aquel, en quien pondrá su assiento
la rara y general sabiduría;
con este Orpheo muestra estar contento,
y Apolo influjo altíssimo le envía;
dale Minerva grave entendimiento,
Marte nobleza, esfuerzo y gallardía:
hablo del ROMANÍ, que ornado viene
de todo lo mejor que el mundo tiene.
Dos soles nascerán en mis riberas
mostrando tanta luz como el del cielo;
habrá en un año muchas primaveras,
dando atavío hermoso el fértil suelo,
no se verán mis sotos y praderas
cubiertos de intractable y duro hielo,
oyéndose en mi selva ó mi vereda
los versos de VADILLO y de PINEDA.
Los metros de ARTIEDA y de CLEMENTE
tales serán en años juveniles,
que los de quien presume de excelente,
vendrán á parescer bajos y viles:
ambos tendrán entre la sabia gente
ingenios sossegados y subtiles,
y prometernos han sus tiernas flores
fructos entre los buenos los mejores.
La fuente que á Parnasso hace famoso
será á JUAN PÉREZ tanto favorable,
que de la Tana al Gange caudaloso
por siglos mil tendrá nombre admirable;
ha de enfrenarse el viento pressuroso,
y detenerse ha el agua deleznable,
mostrando allí maravilloso espanto
la vez que escucharán su grave canto.
Aquel, á quien de drecho le es debido
por su destreza un nombre señalado,
de mis sagradas Nymphas conoscido,
de todos mis pastores alabado,
hará un metro sublime y escogido,
entre los más perfectos estimado:
este será ALMUDÉVAR, cuyo vuelo
ha de llegar hasta el supremo cielo.
En lengua patria hará clara la historia
de Nápoles el célebre ESPINOSA,
después de eternizada la memoria
de los _Centellas_, casa generosa,
con tan excelso estilo, que la gloria,
que le dará la fama poderosa,
hará que este poeta sin segundo
se ha de nombrar allá en el nuevo mundo.
Recibo un regalado sentimiento
en la alma de alegría enternescida,
tan sólo imaginando el gran contento
que me ha de dar el sabio BONAVIDA:
tan gran saber, tan grave entendimiento
tendrá la gente atónita y vencida,
y el verso tan sentido y elegante
se oirá desde Poniente hasta Levante.
Tendréis un DON ALFONSO, que el renombre
de ilustres REBOLLEDOS dilatando,
en todo el universo irá su nombre
sobre Maron famoso levantando;
mostrará no tener ingenio de hombre,
antes con verso altíssimo cantando,
parescerá del cielo haber robado
la arte subtil y espíritu elevado.
Por fin deste apacible y dulce canto,
y extremo fin de general destreza,
os doy aquel, con quien extraño espanto
al mundo ha de causar naturaleza;
nunca podrá alabarse un valor tanto,
tan rara habilidad, gracia, nobleza,
bondad, disposición, sabiduría,
fe, discreción, modestia y valentía.
Este es ALDANA, el único Monarca,
que junto ordena versos y soldados,
que en cuanto el ancho mar ciñe y abarca,
con gran razón los hombres señalados
en gran duda pondrán, si él es Petrarca
ó si Petrarcha es él, maravillados
de ver que donde reina el fiero Marte,
tenga el facundo Apolo tanta parte.
Tras éste no hay persona á quien yo pueda
con mis versos dar honra esclarescida,
que estando junto á Phebo, luego queda
la más lumbrosa estrella escurecida,
y allende desto el corto tiempo veda
á todos dar la gloria merescida.
Adiós, adiós, que todo lo restante
os lo diré la otra vez que cante.
Este fué el canto del río TURIA, al cual
estuvieron muy atentos los pastores y
Nymphas, ansí por su dulzura y suavidad,
como por los señalados hombres que en él
á la tierra de VALENCIA se prometían.
Muchas otras cosas os podría contar, que
en aquellos dichosos campos he visto;
pero la pesadumbre que de mi prolijidad
habéis recibido, no me da lugar á ello.
Quedaron Marcelio y las pastoras con gran
maravilla de lo que Clenarda les había
contado, pero cuando llegó á la fin de su
razón, vieron que estaban muy cerca del
templo de Diana y comenzaron á descubrir
sus altos chapiteles, que por encima de
los árboles sobrepujaban. Mas antes que
al gran palacio llegassen, vieron por
aquel llano cogiendo flores una hermosa
Nympha, cuyo nombre, y lo que de su vista
sucedió, sabréis en el libro que se sigue.
_Fin del libro tercero._
LIBRO CUARTO
DE DIANA ENAMORADA
Grandes son las quejas que los hombres
dan ordinariamente de la Fortuna; pero
no serían tantas ni tan ásperas si se
tuviesse cuenta con los bienes que muchas
veces nos vienen de sus mudanzas. El que
estando en ruin estado huelga que la
fortuna se mude, no tiene mucha razón de
increparla y afrentarla con el nombre de
mudable cuando algún contrario sucesso
le acontesce. Mas pues ella en el bien
y en el mal tiene por tan natural la
inconstancia, lo que toca al hombre
prudente es no vivir confiado en la
possessión de los bienes ni desesperado
en el sufrimiento de los males: antes
vivir con tanta prudencia que se passen
los deleites como cosa que no ha de
durar, y los tormentos como cosa que
puede ser fenescida. De semejantes
hombres tiene Dios particular cuidado,
como del triste y congojado Marcelio,
librándole de su necessidad por medio
de la sapientíssima Felicia, la cual,
como con su espíritu adevinasse que
Marcelio, Diana y los otros venían á su
casa, hizo de manera que aquella hermosa
Nympha saliesse en aquel llano para que
les diesse ciertas nuevas y sucediessen
cosas que con su extraña sabiduría vió
que mucho convenían. Pues como Marcelio
y los demás llegassen donde la Nympha
estaba, saludáronla con mucha cortesía,
y ella les respondió con la misma.
Preguntóles para dónde caminaban, y
dijéronle que para el templo de Diana.
Entonces ARETHEA, que este era el nombre
de la Nympha, les dijo: Según en vuestra
manera mostráis tener mucho valor, no
podrá dejar Felicia, cuya Nympha soy, de
holgar con vuestra compañía. Y pues ya
el sol está cercano del occaso, volveré
con vosotros allá, donde seréis recebidos
con la fiesta possible. Ellos le
agradescieron mucho las amorosas ofertas,
y juntamente con ella caminaron hacia
el templo. Grande esperanza recibieron
de las palabras desta Nympha, y aunque
Polydoro y Clenarda habían estado en
la casa de Felicia, no la conoscían ni
se acordaban habella visto. Esto era
por la muchedumbre de Nymphas que tenía
la sabia, las cuales obedesciendo su
mandado entendían en diversos hechos
en diferentes partes. Por esso le
preguntaron su nombre, y ella dijo que
se llamaba ARETHEA. Diana le preguntó
qué había de nuevo en aquellas partes,
y ella respondió: Lo que más nuevo hay
por acá es que habrá dos horas que llegó
á la casa de Felicia una dama en hábito
de pastora, que vista por un hombre
anciano que allí hay fué conoscida por
su hija, y como había mucho tiempo que
andaba perdida por el mundo, fué tanto
el gozo que recibió, que ha redundado
en cuantos están en aquella casa. El
nombre del viejo, si bien me acuerdo,
es EUGERIO, y el de la hija ALCIDA.
MARCELIO oyendo esto quedó tal como un
discreto puede presumir, y dijo: ¡Oh
venturosos trabajos los que alcanzan
fin con tan próspera ventura! ¡Ay, ay!
y queriendo passar adelante se le añudó
el corazón y se le travó la lengua,
cayendo en el suelo desmayado. Diana,
Ismenia y Clenarda, sentándose cabe él,
le esforzaron y le dijeron palabras para
dalle ánimo. Y ansí tornando luego en sí,
se levantó. No se holgaron poco Polydoro
y Clenarda con semejante nueva, viendo
que sus desventuras con la venida de
su hermana Alcida habían de acabarse;
y Diana y Ismenia también recibieron
grande alegría, assí por la que sus
compañeros tenían, como por la que ellas
esperaban de mano de la que sabía hacer
tales maravillas. DIANA, por saber algo
de Syreno, á la Nympha preguntó assí:
Nympha hermosa, gran confianza me distes
de contento con decirme el que hay en
el palacio de Felicia por la venida de
Alcida, pero más cumplido le recibiré si
me contáis los pastores más señalados
que en ella están. Respondió entonces
ARETHEA: Muchos pastores hallaréis allí
de singular merescimiento; pero los
que agora se me acuerdan son Sylvano y
Selvagia, Arsileo y Belisa, y un pastor,
el más principal de todos, llamado
Syreno, de cuyas habilidades hace Felicia
mucho caso; mas tiene un ánimo tan
enemigo de Amor, que á cuantos están
allí tiene maravillados. De la mesma
condición es Alcida, tanto que después
que ella ha llegado, los dos no se han
partido, tratando del olvido y platicando
cosas de desamor. Y ansí tengo por muy
cierto que Felicia los hizo venir á su
casa para casallos, pues son entrambos
de un mesmo parescer, y están sus ánimos
en las condiciones tan avenidos, que
aunque él es pastor y ella dama, puede
Felicia añadirle á él más valor del que
tiene, dándole muchíssima riqueza y
sabiduría, que es la verdadera nobleza.
Y prosiguiendo su razon ARETHEA, vuelta
á Marcelio dijo: Por esso tú, pastor,
pues ves tu bien en peligro de venir á
manos ajenas, no te detengas un punto,
que si llegas á tiempo podrás hurtarle la
ventura á Syreno. Diana, después de haber
oído estas palabras, sintió bravíssima
pena, y la señalara con voces y lágrimas
si la vergüenza y la honestidad no se
lo impidieran. El mesmo dolor, y por la
mesma causa, sintió Marcelio, y quedó
dél tan atormentado que pensó morirse,
haciendo grandíssimos extremos: de manera
que un mesmo cuchillo travessó los
corazones de Marcelio y Diana, y un mesmo
recelo les fatigó las almas. Marcelio
temía el casamiento de Alcida con Syreno
y Diana el de Syreno con Alcida. La
hermosa Nympha bien conocía á Marcelio y
Diana y todos los demás; pero por orden
sapientíssima, que Felicia les había
dado, había dissimulado con ellos y había
dicho una verdad, para darle á Marcelio
una no pensada alegría, y una mentira
para más avivar su deseo y el de Diana,
y para que con esta amargura después
les fuessen más dulces los placeres que
allí habían de recebir. Llegados ya á
una plaza ancha y hermosíssima, que está
delante la puerta de aquel palacio,
vieron salir por ella una venerable
dueña con una saya de terciopelo negro,
tocada con unos largos y blancos velos,
acompañada de tres hermosíssimas Nymphas,
representando una honestíssima Sibila.
Esta era la sabia Felicia, y las Nymphas
eran Dorida, Cynthia y Polydora. Llegando
ARETHEA delante su señora, avisada
primero su compañía cómo aquélla era
Felicia, se le arrodilló á sus pies y
le besó las manos, y lo mesmo hicieron
todos. Mostró FELICIA tener gran contento
de su venida, y con gesto muy alegre
les dijo: Preciados caballeros, dama y
pastoras señaladas, aunque es muy grande
el placer que tengo de vuestra llegada,
no será menor el que recibiréis de mi
vista. Mas porque venís algo fatigados
id á tomar descanso y olvidad vuestro
tormento, pues lo primero no podrá
faltaros en mi casa y lo segundo con mi
poderoso saber será presto remediado.
Mostraron todos allí muchas señales y
palabras de agradescimiento, y al fin
dellas se despidieron de Felicia. Hizo la
sabia que Polydoro y Clenarda quedassen
allí diciendo tener que hablar con ellos;
y los demás, guiados por Arethea, se
fueron á un aposento del rico palacio,
donde fueron aquella noche festejados
y proveídos de lo que convenía para su
descanso. Era esta casa tan sumptuosa
y magnífica, tenía tanta riqueza, era
poblada de tantos jardines, que no hay
cosa que de gran parte se le pueda
comparar. Mas no quiero detenerme en
contar particularmente su hermosura y
riqueza, pues largamente fué contada
en la primera parte. Sólo quiero decir
que Marcelio, Diana y Ismenia fueron
aposentados en dos piezas del palacio
entapizadas con paños de oro y seda
ricamente labrados, cosa no acostumbrada
para las simples pastoras. Fueron allí
proveídos de una abundante y delicada
cena, servidos con vasos de oro y de
cristal, y al tiempo de dormir se
acostaron en tales camas, que aunque los
cuerpos de sus penas y cansancios venían
fatigados, la blandura y limpiezas dellas
y la esperanza que Felicia les había dado
les convidó á dulce y reposado sueño.
Por otra parte, Felicia en compañía
de sus tres Nymphas, y de Polydoro y
Clenarda; y avisándoles que no dijessen
nada de la venida de Marcelio, Diana é
Ismenia, fué á un ameníssimo jardín,
donde vieron que en un corredor Eugerio
con su hija Alcida estaba passeando. Don
Félix y Felismena, Syreno, Sylvano y
Selvagia, Arsileo y Belisa y otro pastor
estaban más apartados sentados en torno
de una fuente. Estaba aún Alcida con los
mismos vestidos de pastora con que aquel
día había llegado, pero luego por sus
hermanos fué conoscida. La alegría que
todos tres hermanos recibieron de verse
juntos, y la que el padre tuvo de ver
á sí y á ellos con tanto contento, el
gozo con que se abrazaron, las lágrimas
que vertieron, las razones que passaron
y las preguntas que se hicieron, no se
pueden con palabras declarar. Grandes
fiestas hizo Alcida á los hermanos, pero
muchas más á Polydoro que á Clenarda,
por la presumpción que tenía que con
Marcelio se había ido, dejándola en la
desierta isla, como habéis oído. Pero
queriendo FELICIA aclarar estos errores
y dar fin á tantas desdichas, habló
ansí: Hermosa Alcida, por más que la
fortuna con desventuras muy grandes se
ha mostrado tu enemiga, no negarás que
con el contento que agora tienes, de
todas sus injurias no estés cumplidamente
vengada. Y porque el engaño, que hasta
agora tuviste, aborresciendo sin razón
á tu Marcelio, si vives más en él, es
bastante para alterar tu corazón y darle
mucho desabrimiento, será menester que de
tu error y sospecha quedes desengañada.
Lo que de Marcelio presumes es al revés
de lo que piensas: porque dejarte allí
en la isla no fué culpa suya, sino de
un traidor y de la fortuna. La cual,
por satisfacer el daño que te hizo, te
ha encaminado á mí, en cuya boca no
hallarás cosa ajena de verdad. Todo
lo que acerca desto passa, tu hermana
Clenarda largamente lo dirá; oye su razón
y da crédito á sus palabras, que por mí
te juro que cuantas cosas sobre ello te
contará serán certíssimas y verdaderas.
Comenzó entonces Clenarda á contar el
caso como había passado, desculpando á
Marcelio y á sí, recitando largamente la
grande traición y maldad de Bartofano
y todo lo demás que está contado. Oído
lo cual, Alcida quedó muy satisfecha, y
junto con el engaño salió de su corazón
el aborrescimiento. Y tanto por estar
fuera del error passado como por la obra
que las poderosas palabras de Felicia
hacían en su alma, comenzó á despertarse
en ella el adormido amor y avivarse el
sepultado fuego, y como tal le dijo á
Felicia: Sabia señora, bien conozco el
yerro mío y la merced que me heciste en
librarme dél, pero si yo desengañada amo
á Marcelio, estando él ausente como está,
no tendré el cumplimiento de alegría
que de tu mano espero, antes recibiré
tan extremada pena, que para el remedio
della será menester que me hagas nuevos
favores. Respondió á esto FELICIA:
Buena señal es de amor tener miedo de la
ausencia; pero ésta no tardará mucho,
pues yo tomé á cargo tu salud. El sol
ya sus rayos ha escondido, y es hora de
recogerse; vete con tu padre y hermanos
á reposar, que mañana hablaremos en lo
demás. Dicho esto se salió del jardín, y
lo mesmo hicieron Eugerio y sus hijas,
yendo á los aposentos del palacio que
Felicia les tenía señalados, que estaban
apartados de los de Marcelio y sus
compañeras. Quedaron un rato Don Félix y
Felismena, los otros pastores y pastoras
en torno de la fuente; pero luego se
fueron á cenar dejando concertado de
volver allí al día siguiente, una hora
antes del día, para gozar de la frescura
de la mañana. Pues como la esperanza del
placer les hiciesse passar la noche con
cuidado, todos madrugaron tanto que antes
de la hora concertada acudieron con sus
instrumentos á la fuente. Eugerio, con
el hijo y hijas, avisado de la música,
madrugó, y fué también allá. Comenzaron
á tañer, cantar y mover grandes juegos
y bullicios á la lumbre de la Luna, que
con lleno y resplandeciente gesto los
alumbraba como si fuera día. Marcelio,
Diana y Ismenia dormían en dos aposentos,
el uno al lado del otro, cuyas ventanas
daban en el jardín. Y aunque por ellas
no podían ver la fuente, á causa de
unos espessos y altos álamos que lo
estorbaban, pero podían oir lo que en
torno della se hablaba. Pues como al
bullicio, regocijo y cantares de los
pastores Ismenia recordasse, despertó
á Diana, y luego Diana dando golpes en
la pared que los dos aposentos dividía,
despertó á Marcelio, y todos se asomaron
á las ventanas, donde estuvieron sin ser
vistos ni conoscidos. Marcelio se paró á
escuchar si por ventura sentiría la voz
de Alcida. Diana estaba muy atenta por
oir la de Syreno. Sola Ismenia no tenía
confianza de oir á Montano, pues no sabía
que allí estuviesse. Pero ella tuvo más
ventura, porque á la sazón un pastor al
son de su zampoña cantaba deste modo:
_Sextina._
La hermosa, rubicunda y fresca Aurora
ha de venir tras la importuna noche;
sucede á la tiniebla el claro día,
las Nymphas salirán al verde prado,
y el aire sonará el suave canto,
y dulce son de cantadoras aves.
Yo soy menos dichoso que las aves
que saludando están la alegre Aurora,
mostrando allí regocijado canto;
que al alba triste estoy como la noche,
ó esté desierto ó muy florido el prado,
ó esté ñubloso ó muy sereno el día.
En hora desdichada y triste día
tan muerto fuí, que no podrán las aves,
que en la mañana alegran monte y prado,
ni el rutilante gesto de la Aurora
de mi alma desterrar la escura noche,
ni de mi pecho el lamentable canto.
Mi voz no mudará su triste canto,
ni para mí jamás será de día;
antes me perderé en perpetua noche,
aunque más canten las parleras aves
y más madrugue la purpúrea Aurora
para alumbrar y hacer fecundo el prado.
¡Ay, enfadosa huerta! ¡Ay, triste prado!
pues la que oir no puede este mi canto,
y con rara beldad vence la Aurora,
no alumbra con su gesto vuestro día;
no me canséis ¡ay! importunas aves,
porque sin ella vuestra Aurora es noche.
En la quieta y sossegada noche,
cuando en poblado, monte, valle y prado
reposan los mortales y las aves,
esfuerzo más el congojoso canto,
haciendo lloro igual la noche y día,
en la tarde, en la siesta y en la Aurora.
Sola una Aurora ha de vencer mi noche,
y si algún día ilustrará este prado,
darme ha contento el canto de las aves.
Luego Ismenia, que por la ventana estuvo
escuchando, conosció que el que cantaba
era su esposo Montano, y recibió tanto
gozo de oirle, como dolor en sentir lo
que cantaba. Porque presumió que la
pena de que en su canción decía estar
atormentado era por otra y no por ella.
Pero luego quedó desengañada, porque
oyó que en acabando de cantar MONTANO
dió un suspiro, y dijo: ¡Ay, fatigado
corazón, cuán mal te fué en dar crédito
á tu sospecha y cuán justamente padesces
los males que tu misma liviandad te ha
procurado! ¡Ay, mi querida Ismenia,
cuánto mejor fuera para mí que tu sobrado
amor no te forzara á buscarme por el
mundo, para que cuando yo, conoscido
mi error, á la aldea volviera, en ella
te hallara! ¡Ay, engañosa Sylveria,
cuán mala obra heciste al que de su
niñez te las hizo tan buenas! Mas yo te
agradesciera el desengaño que después
me diste declarándome la verdad, si no
llegara tan tarde, que no aprovecha sino
para mayor pena. ISMENIA, oído esto,
se tuvo por bienaventurada, y recibió
tanto gozo que no se puede imaginar. Las
lágrimas le salieron por los ojos de
placer, y como aquélla que vió cercana
la fin de sus fatigas, dijo: Ciertamente
ha llegado el tiempo de mi ventura,
verdaderamente esta casa es hecha para
remedio de penados. Marcelio y Diana
se holgaron en extremo de la alegría
de Ismenia, y tuvieron esperanza de la
suya. Quería Ismenia en todo caso salir
de su aposento y bajar al jardín, y al
tiempo que Marcelio y Diana la detenían,
paresciéndoles que debía esperar la
voluntad de Felicia, oyeron nuevos cantos
en la fuente, y conosció Diana que eran
de Syreno; Ismenia y todos se sosegaron,
por no estorbar á Diana el oir la voz de
su amado, y sintieron que decía ansí:
SYRENO
Goce el amador contento
de verse favorescido;
yo con libre pensamiento
de ver ya puesto en olvido
todo el passado tormento.
Que tras mucho padescer,
los favores de mujer
tan tarde solemos vellos,
que el mayor de todos ellos
es no haberlos menester.
A Diana regraciad,
ojos, todo el bien que os vino;
vida os dió su crueldad,
su desdén abrió el camino
para vuestra libertad.
Que si penando por ella
fuera tres veces más bella,
y en todo extremo me amara,
tan contento no quedara
como estoy de no querella.
Vea yo, Diana, en tí
un dolor sin esperanza,
hiérate el Amor ansí,
que yo en ti tenga venganza
de la que tomaste en mí.
Porque sería tan fiero
á tu dolor lastimero,
que si allí á mis pies tendida
me demandasses la vida,
te diría que no quiero.
Dios ordene que, pastora,
tú me busques, yo me asconda
tú digas: «Mírame agora»,
y que yo entonces responda:
«Zagala, vete en buena hora».
Tú digas: «Yo estoy penando
y tú me vas desechando,
¿qué novedad es aquesta?»
y yo te dé por respuesta
irme y dejarte llorando.
Si lo dudas, yo te ofrezco
que esto y aún peor haré
que por ti ya no padezco,
porque tanto no te amé
cuanto agora te aborrezco.
Y es bien que te eche en olvido
quien por ti tan loco ha sido,
que de haberte tanto amado,
estuvo entonces penado
y agora queda corrido.
Porque los casos de amores
tienen tan triste ventura,
que es mejor á los pastores
gozar libertad segura
que aguardar vanos favores.
¡Oh Diana, si me oyesses
para que claro entendiesses
lo que siente el alma mía!
que mejor te lo diría,
cuando presente estuviesses.
Pero mejor será estarte
en lugar de mí apartado,
porque perderé gran parte
del placer de estar vengado
con el pesar de mirarte.
No te vea yo en mis días,
porque á las entrañas mías
les será dolor más fiero
verte cuando no te quiero
que cuando no me querías.
Acontecióle á Diana como á los que
acechan su mesmo mal, pues de oir los
reproches y determinaciones de Syreno
sintió tanto dolor, que no me hallo
bastante para contarle, y tengo por mejor
dejarle al juicio de los discretos.
Basta saber que pensó perder la vida
y fué menester que Ismenia y Marcelio
la consolassen y esforzassen con las
razones que á tan encarecida pena eran
suficientes; y una dellas fué decirle
que no era tan poca la sabiduría de
Felicia, en cuya casa estaban, que á
mayores males no hubiesen dado remedio,
según en Ismenia desdeñada de Montano
poco antes se había mostrado. Con lo cual
Diana un tanto se consoló. Estando en
estas pláticas, comenzando ya la dorada
Aurora á descubrirse, entró por aquella
cámara la Nympha ARETHEA, y con gesto muy
apacible les dijo: Preciados caballeros
y hermosas pastoras, tan buenos y
venturosos días tengáis como á vuestro
merescimiento son debidos. La sabia
Felicia me envía acá para que sepa si os
hallasteis esta noche con más contento
del acostumbrado y para que vengáis
comigo al ameno jardín, donde tiene que
hablaros. Mas conviene que tú, Marcelio,
dejes el hábito de pastor, y te vistas
estas ropas que aquí te traigo, á tu
estado pertenecientes. No esperó ISMENIA
que Marcelio respondiesse de placer de la
buena nueva, sino que dijo: Los buenos y
alegres días, venturosa Nympha, que con
tu vista nos diste, Dios por nosotros te
lo pague, pues nosotros no bastamos á
satisfacer por tanta deuda. El contento
que de nosotros quieres saber, con sólo
estar en esta casa sería muy grande,
cuanto más que habernos sido esta mañana
en ella tan dichosos, que yo he cobrado
vida y Marcelio y Diana esperanza de
tenella. Mas porque á la voluntad de tan
sabia señora como Felicia en todo se
obedezca, vamos al jardín donde dices, y
ordene Felicia de nosotros á su contento.
Tomó entonces Arethea de las manos de
otra Nimpha que con ella venía las ropas
que Marcelio había de ponerse, y de su
mano le ayudó á vestirlas, y eran tan
ricas y tan guarnecidas de oro y piedras
preciosas, que tenían infinito valor.
Salieron de aquella cuadra, y siguiendo
todos á Arethea, por una puerta del
palacio entraron al jardín. Estaba este
vergel por la una parte cerrado con la
corriente de un caudaloso rio; tenía á
la otra parte los sumptuosos edificios
de la casa de Felicia, y las otras dos
partes unas paredes almenadas cubiertas
de jazmín, madreselva y otras hierbas
y flores agradables á la vista. Pero
de la amenidad deste lugar se trató
abundantemente en el cuarto libro de
la primera parte. Pues como entrassen
en él, vieron que Sylvano y Selvagia,
apartados de los otros pastores, estaban
en un pradecillo que junto á la puerta
estaba. Allí Arethea se despidió de
ellos, diciéndoles que aguardassen allí
á Felicia, porque ella había de volver
al palacio para dalle razón de lo que
por su mandado había hecho. Sylvano y
Selvagia, que allí estaban, conoscieron
luego á Diana y se maravillaron de
vella. Conosció también Selvagia á
Ismenia, que era de su mismo lugar, y
ansí se hicieron grandes fiestas y se
dieron muchos abrazos, alegres de verse
en tan venturoso lugar, después de tan
largo tiempo. SELVAGIA entonces con
faz regocijada les dijo: Bien venida
sea la bella Diana, cuyo desamor dió
ocasión para que Sylvano fuesse mío, y
bien llegada la hermosa Ismenia, que
con su engaño me causó tanta pena, que
por remedio della vine aquí, donde la
troqué con un feliz estado. ¿Qué buena
ventura aquí os ha encaminado? La que
recebimos, dijo DIANA, de tu vista, y
la que esperamos de la mano de Felicia.
¡Oh, dichosa pastora, cuán alegre estoy
del contento que ganaste! Hágate Dios
de tan próspera fortuna, que goces de él
por muchíssimos años. Marcelio en estas
razones no se travesó porque á Sylvano y
Selvagia no conoscía. Pero en tanto que
los pastores estaban entendiendo en sus
pláticas y cortesías, estuvo mirando un
caballero y una dama que, travados de las
manos, con mucho regocijo por un corredor
del jardín iban passeando. Contentóse
de la dama, y le dió el espíritu que
otras veces la había visto. Pero por
salir de duda, llegándose á Sylvano
le dijo: Aunque sea descomedimiento
estorbar vuestra alegre conversación,
querría, pastor, que me dijesses, quién
son el caballero y dama que por allí
passean. Aquellos son, dijo SYLVANO,
Don Felix y Felixmena, marido y mujer.
A la hora MARCELIO, oído el nombre de
Felixmena, se alteró y dijo: Dime, ¿cúya
hija es Felixmena? ¿y dónde nasció? si
acaso lo sabes, porque de Don Felix no
tengo mucho cuidado. Muchas veces le oí
contar, respondió SYLVANO, que su tierra
era Soldina, ciudad de la provincia
Vandalia, su padre Andronio y su madre
Delia. Mas haced placer de decirme quién
sois y por qué causa me haceis semejante
pregunta. Mi nombre, respondió MARCELIO,
y todo lo demás lo sabrás después. Pero
por me hacer merced, que, pues tienes
conoscencia con esse Felix y Felixmena,
les digas que me den licencia para
hablarles, porque quiero preguntarles
una cosa de que pueda resultar mucho
bien y alegría para todos. Pláceme, dijo
SYLVANO, y luego se fué para Don Felix y
Felixmena, y les dijo que aquél caballero
que allí estaba quería, si no les era
enojoso, tratar con ellos ciertas cosas.
No se detuvieron un punto, sino que
vinieron donde Marcelio estaba. Después
de hechas las debidas cortesías, dijo
MARCELIO, hablando contra Felixmena:
Hermosa dama, á este pastor pregunté
si sabía tu tierra y tus padres, y me
dijo lo que acerca dello por tu relación
sabe; y porque conozco un hombre que es
natural de la misma ciudad, que, si no
me engaño, es hijo de un caballero cuyo
nombre se paresce al de tu padre, te
suplico me digas si tienes algún hermano
y cómo se nombra, porque quizás es éste
que yo conozco. A esto FELIXMENA dió un
suspiro y dijo: ¡Ay, preciado caballero,
cómo me tocó en el alma tu pregunta!
Has de saber que yo tuve un hermano,
que él y yo nascimos de un mesmo parto.
Siendo de edad de doce años, le envió
mi padre Andronio á la corte del rey de
lusitanos, donde estuvo muchos años.
Esto es lo que yo sé dél, y lo que una
vez conté á Sylvano y Selvagia, que son
presentes en la fuente de los alisos,
después que libré unas Nymphas y maté
ciertos salvajes en el prado de los
laureles. Después acá no he sabido otra
cosa dél sino que el rey le envió por
capitán en la costa de Africa, y como yo
tanto tiempo ha que ando por el mundo,
siguiendo mis desventuras, no sé si es
muerto ni vivo. MARCELIO entonces no pudo
detenerse más, sino que dijo: Muerto he
sido hasta agora, hermana Felixmena, por
haber carescido de tu vista, y vivo de
hoy en adelante, pues he sido venturoso
de verte. Y diciendo esto, estrecha
y amorosamente la abrazó. Felixmena,
reconosciendo el gesto de Marcelio,
vió que era aquel mesmo que ella desde
su niñez tenía pintado en la memoria,
y cayó luego en la cuenta que era su
proprio hermano. Fué grande el regocijo
que passó entre los hermanos y cuñado, y
grande el placer que sintieron Sylvano
y las pastoras de verlos tan contentos.
Allí se dijeron amorosas palabras, allí
se derramaron tristes lágrimas, allí
se hicieron muchas preguntas, allí se
prometieron esperanzas, allí se hicieron
determinaciones, y se hablaron y hicieron
cosas de mucho descanso. Gastaron en
esto larga una hora, y aun era poco,
según lo mucho que después de tan larga
ausencia tenían que tratar. Mas para
mejor y con más sossiego entender en
ello, se assentaron en aquel pradecillo,
bajo de unos sauces, cuyos entretejidos
ramos hacían estanza sombría y deleitosa,
defendiéndolos del radiante sol, que
ya con algún ardor assomaba por el
hemispherio.
En tanto que Marcelio, Don Felix,
Felixmena, Sylvano y las pastoras
entendían en lo que tengo dicho, al
otro cabo del jardín, junto á la fuente
estaban, como tengo dicho, Eugerio,
Polydoro, Alcida y Clenarda. Alcida aquél
día había dejado las ropas de pastora
por mandato de Felicia, vistiéndose
adrezándose ricamente con los vestidos y
joyeles que para ello le mandó dar. Pues
como allí estuviessen también Syreno,
Montano, Arsileo y Belisa cantando y
regocijándose, holgaban mucho Eugerio y
sus hijos de escucharlos. Y lo que más
les contentó fué una canción que Syreno
y Arsileo cantaron el uno contra y el
otro en favor de Cupido. Porque cantaron
con más voluntad, con esperanza de una
copa de cristal que Eugerio al que mejor
paresciese había prometido. Y ansí Syreno
al son de su zampoña, y Arsileo de un
rabel, comenzaron deste modo:
SYRENO
Ojos, que estáis ya libres del tormento,
con que mi estrella pudo enbelesaros,
¡oh, alegre! ¡oh, sossegado pensamiento!
¡oh, esquivo corazón!, quiero avisaros,
que pues le dió á Diana descontento
veros, pensar en vos y bien amaros,
vuestro consejo tengo por muy sano
de no mirar, pensar ni amar en vano.
ARSILEO
Ojos, que mayor lumbre habéis ganado
mirando el sol que alumbra en vuestro día,
pensamiento en mil bienes ocupado,
corazón, aposento de alegría:
sino quisiera verme, ni pensado
hubiera en me querer, Belisa mía,
tuviera por dichosa y alta suerte
mirar, pensar y amar hasta la muerte.
Ya quería Syreno replicar á la respuesta
de Arsileo, cuando EUGERIO le atajó y
dijo: Pastores, pues habéis de recebir
el premio de mi mano, razón será que el
cantar sea de la suerte que á mi más me
contenta. Canta tú primero, Syreno, todos
los versos que tu Musa te dictare, y
luego tú, Arsileo, dirás otros tantos ó
los que te paresciere. Plácenos, dijeron,
y Syreno comenzó assí:
SYRENO
Alégrenos la hermosa primavera,
vístase el campo de olorosas flores,
y reverdezca el valle, el bosque y el prado.
Las reses enriquezcan los pastores,
el lobo hambriento crudamente muera,
y medre y multiplíquese el ganado.
El río apressurado
lleve abundancia siempre de agua clara;
y tú, Fortuna avara,
vuelve el rostro de crudo y variable
muy firme y favorable;
y tú, que los espíritus engañas,
maligno Amor, no aquejes mis entrañas.
Deja vivir la pastoril llaneza
en la quietud de los desiertos prados,
y en el placer de la silvestre vida.
Descansen los pastores descuidados,
y no pruebes tu furia y fortaleza
en la alma simple, flaca y desvalida.
Tu llama esté encendida
en las soberbias cortes, y entre gentes
bravosas y valientes;
y para que gozando un dulce olvido,
descanso muy cumplido
me den los valles, montes y campañas,
maligno Amor, no aquejes mis entrañas.
¿En que ley hallas tú que esté sujeto
á tu cadena un libre entendimiento
y á tu crueldad una alma descansada?
¿En quien más huye tu áspero tormento,
haces, inicuo Amor, más crudo efecto?
¡oh, sinrazón jamás acostumbrada!
¡Oh, crüeldad sobrada!
¿No bastaría, Amor, ser poderoso,
sin ser tan riguroso?
¿no basta ser señor, sino tirano?
¡Oh, niño ciego y vano!
¿por qué bravo te muestras y te ensañas,
con quien te da su vida y sus entrañas.
Recibe engaño y torpemente yerra
quien Dios te nombra, siendo cruda llama,
ardiente, embravescida y furiosa.
Y tengo por más simple el que te llama
hijo de aquella Venus, que en la tierra
fue blanda, regalada y amorosa.
Y á ser probada cosa
que ella pariesse un hijo tan malino,
yo digo y determino
que en la ocasión y causa de los males
entrambos sois iguales:
ella, pues te parió con tales mañas,
y tú, pues tanto aquejas las entrañas.
Las mansas ovejuelas van huyendo
los carniceros lobos, que pretenden
sus carnes engordar con pasto ajeno.
Las benignas palomas se defienden
y se recogen todas en oyendo
el bravo son del espantoso trueno.
El bosque y prado ameno,
si el cielo el agua clara no le envía,
la pide á gran porfía,
y á su contrario cada cual resiste;
sólo el amante triste
sufre su furia y ásperas hazañas,
y deja que deshagas sus entrañas.
Una passión que no puede encubrirse,
ni puede con palabras declararse,
y un alma entre temor y amor metida.
Un siempre lamentar sin consolarse,
un siempre arder, y nunca consumirse,
y estar muriendo, y no acabar la vida.
Una passión crescida,
que passa el que bien ama estando ausente,
y aquel dolor ardiente,
que dan los tristes celos y temores,
estos son los favores,
Amor, con que las vidas acompañas,
perdiendo y consumiendo las entrañas.
Arsileo, acabada la canción de Syreno,
comenzó á tañer su rabel, y después
de haber tañido un rato, respondiendo
particularmente á cada estanza de su
competidor, cantó desta suerte:
ARSILEO
Mil meses dure el tiempo que colora,
matiza y pinta el seco y triste mundo,
renazcan hierbas, hojas, frutas, flores.
El suelo estéril hágase fecundo.
Ecco, que en las espessas sylvas mora,
responda á mil cantares de pastores.
Revivan los amores,
que el enojoso hibierno ha sepultado;
y porque en tal estado
mi alma tenga toda cumplimiento
de gozo y de contento,
pues las fatigas ásperas engañas,
benigno Amor, no dejes mis entrañas.
No presumáis, pastores, de gozaros
con cantos, flores, ríos, primaveras,
si no está el pecho blando y amoroso.
¿A quién cantáis canciones placenteras?
¿á qué sirve de flores coronaros?
¿cómo os agrada el río caudaloso
ni el tiempo deleitoso?
Yo á mi pastora canto mis amores,
y le presento flores,
y assentando par della en la ribera
gozo la primavera,
y pues son tus dulzuras tan extrañas,
benigno Amor, no dejes mis entrañas.
La sabia antigüedad Dios te ha nombrado,
viendo que con supremo poderío
siempre ejecutas hechos milagrosos.
Por ti está un corazón ardiente y frío,
por ti se muda el torpe en avisado,
por ti los flacos tornan animosos.
Los dioses poderosos
en aves y alimañas convertidos,
y reyes sometidos
á la fueza de un gesto y de unos ojos,
han sido los despojos
de tus proezas é ínclitas hazañas,
con que conquistas todas las entrañas.
Vivía en otro tiempo en gran torpeza
con simple y adormido entendimiento,
en codiciosos tratos ocupado.
Del dulce amor no tuve sentimiento
ni en gracia, habilidad y gentileza,
era de las pastoras alabado.
Agora coronado
estoy de mil victorias alcanzadas
en luchas esforzadas,
en tiros de la honda muy certeros,
y en cantos placenteros,
después que tú ennoblesces y acompañas,
benigno Amor, mi vida y mis entrañas.
¿Qué mayor gozo puede recebirse,
que estar la voluntad de amor cautiva
y á él los corazones sometidos?
Que aunque algunos ratos se reciba
algún simple disgusto, ha de sufrirse
á vueltas de mil bienes escogidos.
Si viven afligidos
los tristes sin ventura enamorados
de estar atormentados,
echen la culpa al Tiempo y la Fortuna,
y no den queja alguna
contra ti, Amor, que con benignas mañas
tiernas y blandas haces las entrañas.
Mirad un gesto hermoso, y lindos ojos,
que imitan dos claríssimas estrellas:
que al alma envían lumbre esclarescida.
El contemplar la perfección de aquellas
manos, que dan destierro á los enojos,
de quien en ellas puso gloria y vida.
Y la alegría crescida,
que siente el que bien ama y es amado,
y aquel gozo sobrado
de tener mi pastora muy contenta,
lo tengo en tanta cuenta,
que aunque á veces te arrecias y te ensañas,
Amor, huelgo que estés en mis entrañas.
A todos generalmente fueron muy
agradables las canciones de los pastores.
Pero viniendo Eugerio á dar el prez al
que mejor había cantado, no supo tan
presto determinarse. Apartó á una parte
á Montano para tomar su voto, y lo que
á Montano le paresció fué, que tan bien
había cantado el uno como el otro. Vuelto
entonces EUGERIO á Syreno y Arsileo, les
dijo: Habilíssimos pastores, mi parescer
es que fuisteis iguales en la destreza
y sin igual en todas estas partes, y
aunque el antiguo Palemón resuscitasse,
no hallaría mejoría entre vuestras
habilidades. Tú, Syreno, eres digno
de la copa de cristal, y tú también,
Arsileo, la meresces. De manera que
sería haceros agravio, señalar á nadie
vencedor ni vencido. Pues resolviéndome
con el parescer de Montano, digo que tú,
Syreno, tomes la copa cristalina, y á tí,
Arsileo, te doy esta otra de Calcedonia,
que no vale menos. A entrambos os doy
copas de un mesmo valor, entrambas de
la vajilla de Felicia, y á mí por su
liberalidad presentadas. Los pastores
quedaron muy satisfechos del prudente
juicio y de los ricos premios del liberal
Eugerio, y por ello le hicieron muchas
gracias. A esta sazón ALCIDA, acordándose
del tiempo passado, dijo: Si el error,
que tanto tiempo me ha engañado, hasta
agora durara, no consintiera yo que
Arsileo llevara premio igual con el de
Syreno. Mas agora que estoy libre dél, y
captiva del amor de Marcelio mi esposo,
por la pena que me da su ausencia, estoy
bien con lo que cantó Syreno, y por el
deleite que espero alabo la canción de
Arsileo. ¡Mas ay, descuidado Syreno!
guarda no sean las quejas que tienes de
Diana semejantes á las que tuve yo de
Marcelio, porque no te pese, como á mí,
del aborrescimiento. Sonrióse á esto
Syreno, y dijo: ¿Qué más justas quejas se
pueden tener de una pastora que después
de haberme dejado tomar un desastrado
por marido? Respondió entonces ALCIDA:
Harto desastrado ha sido él, después que
á mí me vido, y porque viene á propósito,
quiero contarte lo que ayer, estorbada
por Felicia, no pude decirte, cuando
hablábamos en las cosas de Diana. Y esto
á fin que deseches el olvido, sabiendo
la desventura que mi desamor le causó
al malaventurado Delio. Ya te dije cómo
estuve hablando y cantando con Diana en
la fuente de los alisos, y cómo llegó
allí el celoso Delio, y luego tras él, en
hábito de pastor, el congojado Marcelio,
de cuya vista quedé tan alterada, que
di á huir por una selva. Lo que después
me acontesció fué, que cuando llegué á
la otra parte del bosque, sentí de muy
lejos una voz que decía muchas veces:
_Alcida_, _Alcida_, _espera_, _espera_.
Pensé yo que era Marcelio, que me seguía,
y por no ser alcanzada, con más ligera
corrida iba huyendo. Pero por lo que
después sucedió, supe que era Delio,
marido de Diana, que tras mi corriendo
venía. Porque, como yo de haber corrido
mucho, viniesse á cansarme, hube de ir
tan á espacio, que llegó en vista de
mí. Conoscíle y paréme, para ver lo
que quería, no pensando la causa de su
venida, y él, cuando me estuvo delante,
fatigado del camino y turbado de su
congoja, no pudo hablarme palabra. Al
fin, con torpes y desbaratadas razones
me dijo que estaba enamorado de mí, y
que le quisiesse bien, y no sé qué otras
cosas me dijo, que mostraron su poco
caudal. Yo reíme dél, á decir la verdad,
y con las razones que supe decirle,
procuré de consolarle, y hacerle olvidar
su locura, pero nada aprovechó, porque
cuanto más le dije, más loco estaba. Por
mi fe te juro, pastor, que no vi hombre
tan perdido de amores en toda mi vida.
Pues como yo prosiguiesse mi camino, y
él siempre me siguiesse, llegamos juntos
á una aldea que una legua de la suya
estaba, y como allí viesse mi aspereza,
y le desamparasse del todo la esperanza,
de puro enojo adolesció. Fué hospedado
allí por un pastor que le conoscía, el
cual luego en la mañana dió aviso á su
madre de su enfermedad. Vino la madre de
Delio con gran congoja y mucha presteza,
y halló su hijo que estaba abrasándose
con una ardentíssima calentura. Hizo
muchos llantos, y le importunó le dijesse
la causa de su dolencia; pero nunca
quiso dar otra respuesta, sino llorar y
suspirar. La amorosa madre con muchas
lágrimas le decia: ¡Oh, hijo mío! ¿qué
desdicha es ésta? no me encubras tus
secretos, mira que soy tu madre, y aun
podrá ser que sepa de ellos algo. Tu
esposa me contó anoche que en la fuente
de los alisos la dejaste, yendo tras no
sé qué pastora: dime si nasce de aquí tu
mal, no tengas empacho de decirlo; mira
que no puede bien curarse la enfermedad,
si no se sabe la causa della. ¡O triste
Diana! tú partiste hoy para el templo de
Felicia por saber nuevas de tu marido y
él estaba más cerca de tu lugar, y aun
más enfermo de lo que pensabas. Cuando
Delio oyó las palabras de su madre, no
respondió palabra, sino que dió un gran
suspiro, y de entonces se dobló su dolor;
porque antes sólo el amor le aquejaba, y
entonces fué de amor y celos atormentado.
Porque como él supiesse que tú, Syreno,
estabas aquí en casa de Felicia, oyendo
que Diana era venida acá, temiendo que
no reviviessen los amores passados, vino
en tanta phrenesía, y se le arreció el
mal de tal manera, que combatido de dos
bravíssimos tormentos, con un desmayo
acabó la vida, con mucho dolor de su
triste madre, parientes y amigos. Yo
cierto me dolí dél, por haber sido causa
de su muerte, pero no pude hacer más, por
lo que á mi contento y honra convenía.
Sola una cosa mucho me pesa, y es que,
ya que no le hice buenas obras, no le di
á lo menos buenas palabras, porque por
ventura no viniera en tal extremo. En
fin yo me vine acá, dejando muerto al
triste, y á sus parientes llorando, sin
saber la causa de su dolencia. Esto te
dije á propósito del daño que hace un
bravo olvido, y también para que sepas
la viudez de tu Diana, y pienses si te
conviene mudar intento, pues ella mudó
el estado. Pero espantóme que, según la
madre de Delio dixo, Diana partió ayer
para acá, y no veo que haya llegado.
Atento estuvo Syreno á las palabras de
Alcida, y como supo la muerte de Delio,
se le alteró el corazón. Allí hizo gran
obra el poder de la sabia Felicia, que
aunque allí no estaba, con poderosas
hierbas y palabras, y por muchos otros
medios procuró que Syreno comenzasse á
tener afición á Diana. Y no fué gran
maravilla, porque los influjos de las
celestes estrellas tanto á ello le
inclinaban, que paresció no ser nascido
Syreno sino para Diana ni Diana sino para
Syreno.
Estaba la sapientíssima Felicia en su
riquíssimo palacio, rodeada de sus castas
Nymphas obrando con poderosos versos lo
que á la salud y remedio de todos estos
amantes convenía. Y como vió desde allí
con su sabiduría que ya los engañados
Montano y Alcida habían conoscido su
error, y el esquivo Syreno se había
ablandado, conosció ser ya tiempo de
rematar los largos errores y trabajos de
sus huéspedes con alegres y no pensados
regocijos. Saliendo de la sumptuosa casa
en compañía de Dorida, Cyntia, Polydora y
otras muchas Nymphas, vino al ameníssimo
jardín, donde los caballeros, damas,
pastores y pastoras estaban. Los primeros
que allí vió fueron Marcelio, Don Felix,
Felixmena, Sylvano, Selvagia, Diana é
Ismenia, que á la una parte del vergel
en el pradecillo, como dije, junto á la
puerta principal estaban assentados. En
ver llegar á la venerable dueña todos se
levantaron y le besaron las manos, donde
tenían puesta su esperanza. Hízoles ella
benigno recogimiento, y señalóles que
la siguiessen, y ellos lo hicieron de
voluntad. Felicia, seguida de la amorosa
compañía, travesado todo el jardín, que
grandíssimo era, vino á la otra parte
dél, á la fuente donde Eugerio, Polydoro,
Alcida, Clenarda, Syreno, Arsileo,
Belisa y Montano estaban. Alzáronse
todos en pie por honra de la sabia
matrona; y cuando Alcida vió á Marcelio,
Syreno á Diana y Montano á Ismenia, se
quedaron atónitos, y les paresció sueño
ó encantamiento, no dando crédito á sus
mesmos ojos. La sabia, mandando á todos
que se assentassen, mostrando querer
hablar cosas importantes, sentada en
medio de todos ellos en un escaño de
marfil habló desta manera: Señalado y
hermoso ajuntamiento, llegada es la hora
que determino daros á todos de mi mano
el deseado contentamiento, pues á esse
fin por diferentes medios y caminos
os hice venir á mi casa. Todos estáis
aquí juntos, donde mejor podré tratar
lo que á vuestra vida satisface. Por
esso, yo os ruego que os contentéis
de mi voluntad y obedezcáis á mis
palabras. Tú, Alcida, quedaste de tu
sospecha desengañada por relación de
tu hermana Clenarda. Conoscido tenía
que, después que desechaste aquel cruel
aborrescimiento, sentías mucho estar
ausente de Marcelio. Ofrescite que esta
ausencia no sería larga, y ha sido tan
corta, que al tiempo que della te me
quejabas, estaba ya Marcelio en mi casa.
Agora le tienes delante tan firme en su
primera voluntad, que si á ti placerá, y
á tu padre y hermanos les estará bien, se
tendrá por dichoso de efectuar contigo el
prometido casamiento; el cual, allende
que por ser de tan principales personas
ha de dar grande regocijo, le dará más
cumplido á causa de la hermana Felixmena,
que Marcelio después de tantos años
halló en mi casa. Tú, Montano, de la
mesma Sylveria, que te engañó, quedaste
avisado de tu error. Llorabas por haber
perdido tu mujer Ismenia; agora viene á
vivir en tu compañía, y á dar consuelo
á tu congoja, después que por toda
España con grandes peligros y trabajos
te ha buscado. Falta agora que te dé
remedio, hermosa Diana. Mas para ello
quiero primero avisarte de lo que Syreno
y algunos destos pastores por relación
de Alcida saben, aunque sea cuento que
ha de lastimar tu corazón. Tu marido
Delio, hermosa pastora, como plugo á
las inexorables Parcas, acabó sus días.
Bien conozco que tienes alguna razón
de lamentar por él, pero en fin todos
los hombres están obligados á pagar ese
tributo, y lo que es tan común no debe á
nadie notablemente fatigar. No llores,
hermosa Diana, que me rompes las entrañas
en verte derramar essas dolorosas
lágrimas: enjuga agora tus ojos, y
consuela agora tu dolor. No vistas ropas
de luto ni hagas sobrado sentimiento,
porque en esta casa no se sufre largo
ni demasiado llanto, y también porque
mejor ventura de la que tenías te tiene
el cielo guardada. Y pues á lo hecho no
se puede dar remedio, á tu prudencia
toca agora olvidar lo passado y á mi
poder conviene dar orden en lo presente.
Aquí está tu amador antiguo Syreno, cuyo
corazón por arte mía, y por la razón
que á ello le obliga, está tan blando y
mudado de la passada rebeldía como es
menester para que sea contento de casarse
contigo. Lo que te ruego es que obedezcas
á mi voluntad, en cosa que tanto te
conviene: porque, aunque parezca hacer
agravio al marido muerto casarse tan
prestamente, por ser cosa de mi decreto
y autoridad, no será tenida por mala. Y
tú, Syreno, pues comenzaste á dar lugar
en tu corazón al loable y honesto amor,
acaba ya de entregarle tus entrañas, y
efectúese este alegre y bien afortunado
casamiento, al cumplimiento del cual son
todas las estrellas favorables. Todos
los restantes que en este deleitoso
jardín tenéis aparejo de contentamiento,
alegrad vuestros ánimos, moved
regocijados juegos, tañed los concertados
instrumentos, entonad apacibles cantares
y entended en agradables conversaciones,
por honra y memoria destos alegres
desengaños y venturosos casamientos.
Acabada la razón de la sabia Felicia,
todos fueron muy contentos de hacer su
mandado, paresciéndoles bien su voluntad
y maravillándose de su sabiduría.
Montano tomó por la mano á su mujer
Ismenia, juzgándose entrambos dichosos
y bienaventurados; y entre Marcelio
y Alcida y Syreno y Diana fué al
instante solemnizado el honesto y casto
matrimonio, con la firmeza y ceremonia
debida.
Los demás, alegres de los felices
acontescimientos, movieron grandes
cantos. Entre los cuales ARSILEO, por la
voluntad que á Syreno tenía, y por la
amistad que había entre los dos, al son
de su rabel cantó en memoria del nuevo
casamiento de Syreno lo siguiente:
_Versos franceses._
De flores matizadas se vista el verde prado,
retumbe el hueco bosque de voces deleitosas,
olor tengan más fino las coloradas rosas,
floridos ramos mueva el viento sossegado.
El río apressurado
sus aguas acresciente,
y pues tan libre queda la fatigada gente
del congojoso llanto,
moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.
Destierre los ñublados el prefulgente día,
despida el alma triste los ásperos dolores,
esfuercen más sus voces los dulces ruiseñores,
Y pues por nueva vía
con firme casamiento,
de un desamor muy crudo se saca un gran contento,
vosotras entre tanto
moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.
¿Quién puede hacer mudarnos la voluntad constante,
y hacer que la alma trueque su firme presupuesto?
¿quién puede hacer que amemos aborrescido gesto
y el corazón esquivo hacer dichoso amante?
¿Quién puede á su talante
mandar nuestras entrañas,
sino la gran Felicia, que obrado ha más hazañas,
que la Thebana Manto?
moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.
Casados venturosos, el poderoso cielo
derrame en vuestros campos influjo favorable,
y con dobladas crías en número admirable
vuestros ganados crezcan cubriendo su ancho suelo.
No os dañe el crudo hielo
los tiernos chivaticos,
y tal cantidad de oro os haga entrambos ricos,
que no sepáis el cuánto;
moved, hermosas Nymphas, regozijado canto.
Tengáis de dulce gozo bastante cumplimiento
con la progenie hermosa que os salga parecida,
más que el antiguo Néstor tengáis larga la vida,
y en ella nunca os pueda faltar contentamiento;
Moviendo tal concento
por campos encinales,
que ablande duras peñas y á fieros animales
cause crescido espanto:
moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.
Remeden vuestras voces las aves amorosas,
los ventecicos suaves os hagan dulce fiesta,
alégrese con veros el campo y la floresta,
y os vengan á las manos las flores olorosas.
Los lirios y las rosas,
jazmín y flor de Gnido,
la madreselva hermosa y el arrayán florido,
narcisso y amaranto;
moved, hermosas Nymphas, regocijado canto.
Concorde paz os tenga contentos muchos años,
sin ser de la rabiosa sospecha atormentados,
y en el estado alegre viváis tan reposados,
que no os cause recelo Fortuna y sus engaños.
En montes más extraños
tengáis nombre famoso;
mas porque el ronco pecho tan flaco y temeroso
repose agora un cuanto,
dad fin, hermosas Nymphas, al deleitoso canto.
Al tiempo que Arsileo acabó su canción
se movió tan general regocijo, que los
más angustiados corazones alegrara.
Comenzaron las deleitosas canciones
á resonar por toda la huerta, los
concertados instrumentos levantaron
suave armonía, y aun parescía que los
floridos árboles, el caudaloso río, la
amena fuente y las cantadoras aves, de
aquella fiesta se alegraban. Después que
buen rato se hubieron empleado en esto,
paresciéndole á Felicia ser hora de
comer, mandó que allí á la fuente, donde
estaban, se trajesse la comida. Luego
las ninfas obedesciéndole proveyeron
lo necesario, y puestas las mesas y
aparadores á la sombra de aquellos
árboles, sentados todos conforme al
orden de Felicia, comieron, servidos de
sabrosas y delicadas viandas en vasos
de muchíssimo valor. Acabada la comida,
tornando al comenzado placer, hicieron
las fiestas y juegos que en el siguiente
libro se dirán.
_Fin del libro cuarto._
LIBRO QUINTO
DE DIANA ENAMORADA
Tan contentos estaban estos amantes en el
dichoso estado, viéndose cada cual con
la deseada compañía, que los trabajos
del tiempo passado tenían olvidados. Mas
los que desde aparte miramos las penas
que les costó su contentamiento, los
peligros en que se vieron y los desatinos
que hicieron y dijeron antes de llegar á
él, es razón que vamos advertidos de no
meternos en semejantes penas, aunque más
cierto fuesse tras ellas el descanso,
cuanto más siendo tan incierto y dudoso,
que por uno que tuvo tal ventura se
hallan mil cuyos cargos y fatigosos
trabajos con desesperada muerte fueron
galardonados. Pero dejado esto aparte,
vengamos á tratar de las fiestas que por
los cosamientos y desengaños en el jardín
de Felicia se hicieron, aunque no será
possible contarlas todas en particular.
Felicia, á cuyo mandamiento estaban todos
obedientes, y en cuya voluntad estaba el
orden y concierto de la fiesta, quiso
que el primer regocijo fuesse bailar
los pastores y pastoras al son de las
canciones por ellos mesmos cantadas. Y
ansí, sentada con Eugenio, Polydoro,
Clenarda, Marcelio, Alcida, D. Felix y
Felixmena, declaró á los pastores su
voluntad. Levantáronse á la hora todos,
y tomando Syreno a Diana por la mano,
Sylvano á Selvagia, Montano á Ismenia y
Arsileo á Belisa, concertaron un baile
más gracioso que cuantos las hermosas
Dryadas ó Napeas, sueltas al viento
las rubias madejas del oro finísimo de
Arabia, en las ameníssimas florestas
suelen hacer. No se detuvieron mucho en
cortesías sobre quién cantaría primero,
porque como Syreno, que era principal en
aquella fiesta, estuviesse algo corrido
del descuido que hasta entonces tuvo de
Diana, y el empacho dello le hubiesse
impedido el desculparse, quiso cantando
decirle á Diana lo que la vergüenza le
había consentido razonar. Por esso sin
más aguardar, respondiéndole los otros,
según la costumbre, cantó ansí:
_Canción._
Morir debiera sin verte,
hermosíssima pastora,
pues que osé tan sola un hora
estar vivo y no quererte.
De un dichoso amor gozara,
dejado el tormento aparte,
si en acordarme de amarte
de mi olvido me olvidara.
Que de morirme y perderte
tengo recelo, pastora,
pues que osé tan sola un hora
estar vivo y no quererte.
En diferente parescer estaba Diana.
Porque como aquel antiguo olvido que
tuvo de Syreno con un ardentíssimo amor
le había cumplidamente satisfecho, y de
sus passadas fatigas se vió sobradamente
pagada, no tenía ya por qué de sus
descuidos se lamentasse; antes hallando
su corazón abastado del possible
contentamiento y libre de toda pena,
mostrando su alegría é increpando el
cuidado de Syreno, le respondió con esta
canción:
_Canción._
La alma de alegría salte;
que en tener mi bien presente
no hay descanso que me falte,
ni dolor que me atormente.
No pienso en viejos cuidados;
que agravia nuestros amores
tener presentes dolores
por los olvidos passados.
Alma, de tu dicha valte;
que con bien tan excelente
no hay descanso que te falte,
ni dolor que te atormente.
En tanto que Diana dijo su canción,
llegó á la fuente una pastora de
extremadíssima hermosura, que en aquella
hora á la casa de Felicia había venido,
é informada que la sabia estaba en el
jardín, por verla y hablarla, allí había
venido. Llegada donde Felicia estaba,
arrodillada delante della, le pidió la
mano para se la besar, y después le
dijo: Perdonar se me debe, sabia señora,
el atrevimiento de entrar aquí sin tu
licencia, considerando el deseo que tenía
de verte y la necesidad que tengo de
tu sabiduría. Traigo una fatiga en el
corazón, cuyo remedio está en tu mano;
mas el darte cuenta della lo guardo para
mejor ocasión, porque en semejante tiempo
y lugar es descomedimiento tratar cosas
de tristeza. Estaba aún MELISEA, que este
era el nombre de la pastora, delante
Felicia arrodillada, cuando vido por un
corredor de la huerta venir un pastor
hacia la fuente, y en verle dijo: Esta
es otra pesadumbre, señora, tan molesta
y enojosa, que para librarme della no
menos he menester vuestros favores. En
esto el pastor, que NARCISSO se decía,
llegó en presencia de Felicia y de
aquellos caballeros y damas, y hecho
el debido acatamiento, comenzó á dar
quejas á Felicia de la pastora Melisea,
que presente tenía, diciendo cómo por
ella estaba atormentado, sin haber
de su boca tan solamente una benigna
respuesta. Tanto que de muy lejos hasta
allí había venido en su seguimiento, sin
poder ablandar su rebelde y desdeñoso
corazón. Hizo FELICIA levantar á Melisea,
y atajando semejantes contenciones: No
es tiempo, dijo, de escuchar largas
historias; por agora, tú, Melisea, da
á Narcisso la mano, y entrad entrambos
en aquella danza, que en lo demás á
su tiempo se pondrá remedio. No quiso
la pastora contradecir al mandamiento
de la sabia, sino que en compañía de
Narcisso se puso á bailar juntamente con
las otras pastoras. A este tiempo la
venturosa ISMENIA, que para cantar estaba
apercebida, dando con el gesto señal del
interno contentamiento que tenía después
de tan largos cuidados, cantó desta
suerte:
_Canción._
Tan alegres sentimientos
recibo, que no me espanto,
si cuesta dos mil tormentos
un placer que vale tanto.
Yo aguardé, y el bien tardó,
mas cuando el alma le alcanza,
con su deleite pagó
mi aguardar y su tardanza.
Vengan las penas á cuentos,
no hago caso del llanto,
si me dan por mil tormentos
un placer que vale tanto.
Ismenia, al tiempo que cantaba, y aun
antes y después, cuasi nunca partió los
ojos de su querido Montano. Pero él como
estaba algo afrentado del engaño en que
tanto tiempo, con tal agravio de su
esposa había vivido, no osaba mirarla
sino á hurto al dar de la vuelta en la
danza, estando ella de manera que no
podía mirarle, y esto porque algunas
veces, que había probado mirarla en el
gesto, confundido con la vergüenza que
le tenía y vencido de la luz de aquellos
radiantes ojos, que con afición de
contino le miraban, le era forzoso bajar
los suyos al suelo. Y como en ello vió
que tanto perdía, dejando de ver á la
que tenía por su descanso, tomando esto
por ocasión, encaminando su cantar á la
querida Ismenia, desta manera dijo:
_Canción._
Vuelve agora en otra parte,
zagala, tus ojos bellos;
que si me miras con ellos
es excusado mirarte.
Con tus dos soles me tiras
rayos claros de tal suerte,
que, aunque vivo en solo verte,
me matas cuando me miras.
Ojos, que son de tal arte,
guardados has de tenellos:
que si me miras con ellos,
es excusado mirarte.
Como nieve al sol caliente,
como á flechas el terrero,
como niebla al viento fiero,
como cera al fuego ardiente:
Ansi se consume y parte
la alma en ver tus ojos bellos:
pues si me miras con ellos,
es excusado mirarte.
¡Ved qué sabe hacer amor,
y la Fortuna qué ordena!
que un galardón de mi pena
acresciente mi dolor.
A darme vida son parte
essos ojos sólo en vellos:
mas si me miras con ellos,
es excusado mirarte.
MELISEA, que harto contra su voluntad
con el desamado Narciso hasta entonces
había bailado, quiso de tal pesadumbre
vengarse con una desamorada canción, y á
propósito de las penas y muertes en que
el pastor decía cada día estar á causa
suya, burlándose de todo ello, cantó ansí:
_Canción._
Zagal, vuelve sobre ti;
que por excusar dolor
no quiero matar de amor,
ni que Amor me mate á mí.
Pues yo viviré sin verte,
tú por amarme no mueras,
que ni quiero que me quieras
ni determino quererte.
Que pues tú dices que ansi
se muere el triste amador,
ni quiero matar de amor
ni que Amor me mate á mi.
No mediana pena recibió Narcisso con
el crudo cantar de su querida, pero
esforzándose con la esperanza que Felicia
le había dado de su bien, y animándose
con la constancia y fortaleza del
enamorado corazón, le respondió añadiendo
dos coplas á una canción antigua que
decía:
_Si os pesa de ser querida,
yo no puedo no os querer,
pesar habréis de tener,
mientras yo tuviere vida._
Sufrid que pueda quejarme,
pues que sufro un tal tormento,
ó cumplid vuestro contento
con acabar de matarme.
Que según sois descreída,
y os ofende mi querer,
_pesar habréis de tener,
mientras yo tuviere vida_.
Si pudiendo conosceros,
pudiera dejar de amaros,
quisiera, por no enojaros,
poder dejar de quereros.
Mas pues vos seréis querida,
mientras yo podré querer,
_pesar habréis de tener,
mientras yo tuviere vida_.
Tan puesta estaba MELISEA en su crueldad,
que apenas había Narcisso dicho las
postreras palabras de su canción, cuando
antes que otro cantasse, desta manera
replicó:
_Canción._
Mal consejo me parescs,
enamorado zagal,
que á ti mismo quieres mal,
por amar quien te aborresce.
Para ti debes guardar
esse corazón tan triste,
pues aquella á quien le diste,
jamás le quiso tomar.
A quien no te favoresce,
no la sigas, piensa en ál,
y á ti no te quieras mal,
por querer quien te aborresce.
No consintió NARCISSO que la canción de
Melisea quedasse sin respuesta, y ansí
con gentil gracia cantó, haciendo nuevas
coplas á un viejo cantar que dice:
_Después que mal me quesistes
nunca más me quise bien,
por no querer bien á quien
vos, señora, aborrescistes._
Si cuando os miré no os viera,
ó cuando os vi no os amara,
ni yo muriendo viviera,
ni viviendo os enojara.
Mas bien es que angustias tristes
penosa vida me den,
que cualquier mal le está bien
al que vos mal le quesistes.
Sepultado en vuestro olvido
tengo la muerte presente,
de mí mesmo aborrescido
y de vos y de la gente.
Siempre contento me vistes
con vuestro airado desdén,
aunque nunca tuve bien
_después que mal me quesistes_.
Tanto contento dió á todos la porfía de
Narcisso y Melisea, que aumentara mucho
en el regocijo de la boda si no quedara
templado con el pesar que tuvieron de
la crueldad que ella mostraba y con la
lástima que les causó la pena que él
padescía. Después que Narcisso dió fin
á su cantar, todos volvieron los ojos á
Melisea, esperando si replicaría. Pero
calló, no porque le faltassen canciones
crueles y ásperas con que lastimar el
miserable enamorado, ni porque dejasse de
tener voluntad para decirlas; más, según
creo, por no ser enojosa á toda aquella
compañía. Selvagia y Belisa fueron
rogadas que cantassen, pero excusáronse,
diciendo que no estaban para ello. Bueno
sería, dijo DIANA, que saliéssedes de la
fiesta sin pagar el escote. Esso, dijo
FELIXMENA, no se debe consentir, por lo
que nos importa escuchar tan delicadas
voces. No queremos, dijeron ellas, dejar
de serviros en esta solemnidad con lo que
supiéremos hacer, que será harto poco;
pero perdonadnos el cantar, que en lo
demás haremos lo possible. Por mi parte,
dijo ALCIDA, no permitiré que dejéis
de cantar ó que otros por vosotras lo
hagan. ¿Quién mejor, dijeron ellas, que
Sylvano y Arsileo, nuestros maridos? Bien
dicen las pastoras, respondió MARCELIO,
y aun sería mejor que ambos cantassen
una sola canción, el uno cantando y el
otro respondiendo, porque á ellos les
será menos trabajoso y á nosotros muy
agradable. Mostraron todos que holgarían
mucho de semejante manera de canción, por
saber que en ella se mostraba la viveza
de los ingenios en preguntar y responder.
Y ansí SYLVANO y ARSILEO, haciendo señal
de ser contentos, volviendo á proseguir
la danza, cantaron desta suerte:
_Canción._
SYLVANO. Pastor, mal te está el callar:
canta y dinos tu alegría.
ARSILEO. Mi placer poco sería
si se pudiesse contar.
SYLVANO. Aunque tu ventura es tanta,
dinos de ella alguna parte.
ARSILEO. En empresas de tal arte
comenzar es lo que espanta.
SYLVANO. Acaba ya de contar
la causa de tu alegría.
ARSILEO. ¿De que modo acabaría
quien no basta á comenzar?
SYLVANO. No es razón que se consienta
tu deleite estar callado.
ARSILEO. La alma, que sola ha penado,
ella sola el gozo sienta.
SYLVANO. Si no se viene á tratar
no se goza una alegría.
ARSILEO. Si ella es tal como la mía
no se dejará contar.
SYLVANO. ¿Cómo en esse corazón
cabe un gozo tan crescido?
ARSILEO. Téngole donde he tenido
mi tan sobrada passión.
SYLVANO. Donde hay bien no puede estar
escondido todavía.
ARSILEO. Cuando es mayor la alegría
menos se deja contar.
SYLVANO. Ya yo he visto que tu canto
tu alegría publicaba.
ARSILEO. Decía que alegre estaba,
pero no cómo ni cuánto.
SYLVANO. Ella se hace publicar,
cuando es mucha una alegría.
ARSILEO. Antes muy poca sería
si se pudiesse contar.
Otra copla querían decir los pastores
en esta canción, cuando una compañía
de Nymphas, por orden de Felicia,
llegó á la fuente, y cada cual con su
instrumento tañendo movían un extraño
y deleitoso estruendo. Una tañía su
laúd, otra un harpa, otra con una flauta
hacía maravilloso contrapunto, otra
con la delicada pluma las cuerdas de
la cítara hacía retiñir, otras las de
la lira con las resinosas cerdas hacía
resonar, otras con los albogues y chapas
hacían en el aire delicadas mudanzas,
levantando allí tan alegre música que
dejó los que presentes estaban atónitos
y maravillados. Iban estas Nymphas
vestidas á maravilla, cada cual de
su color, las madejas de los dorados
cabellos encomendadas al viento, sobre
sus cabezas puestas hermosas coronas de
rosas y flores atadas y envueltas con
hilo de oro y plata. Los pastores, en
ver este hermosíssimo coro, dejando la
danza comenzada, se sentaron, atentos
á la admirable melodía y concierto
de los varios y suaves instrumentos.
Los cuales algunas veces de dulces y
delicadas voces acompañados causaban
extraño deleite. Salieron luego de través
seis Nymphas vestidas de raso carmesí,
guarnecido de follajes de oro y plata,
puestos sus cabellos en torno de la
cabeza, cogidos con unas redes anchas de
hilo de oro de Arabia, llevando ricos
prendedores de rubines y esmeraldas,
de los cuales sobre sus frentes caían
unos diamantes de extremadíssimo
valor. Calzaban colorados borzeguines,
subtilmente sobredorados, con sus arcos
en las manos, colgando de sus hombros
las aljabas. Desta manera hicieron una
danza al son que los instrumentos hacían,
con tan gentil orden que era cosa de
espantar. Estando ellas en esto, salió
un hermosíssimo ciervo blanco, variado
con unas manchas negras puestas á cierto
espacio, haciendo una graciosa pintura.
Los cuernos parescían de oro, muy altos
y partidos en muchos ramos. En fin, era
tal como Felicia le supo fingir para
darles regocijo. A la hora, visto el
ciervo, las Nymphas le tomaron en medio,
y danzando continuamente, sin perder
el son de los instrumentos, con gran
concierto comenzaron á tirarle, y él con
el mesmo orden, después de salidas las
flechas de los arcos, á una y otra parte
moviéndose, con muy diestros y graciosos
saltos se apartaba. Pero después que buen
rato passaron en este juego, el ciervo
dió á huir por aquellos corredores. Las
Nymphas yendo tras él, y siguiéndole
hasta salir con él de la huerta, movieron
un regocijado alarido, al cual ayudaron
las otras Nymphas y pastoras con sus
voces, tomando desta danza un singular
contentamiento. Y en esto las Nymphas
dieron fin á su música. La sabia FELICIA,
porque en aquellos placeres no faltasse
lición provechosa para el orden de la
vida, probando si habían entendido lo que
aquella danza había querido significar,
dijo Diana: Graciosa pastora, ¿sabrásme
decir lo que por aquella caza del hermoso
ciervo se ha de entender? No soy tan
sabia, respondió ella, que sepa atinar
tu subtilidades ni declarar tus enigmas.
Pues yo quiero, dijo FELICIA, publicarte
lo que debajo de aquella invención se
contiene. El ciervo es el humano corazón,
hermoso con los delicados pensamientos
y rico con el sossegado contentamiento.
Ofréscese á las humanas inclinaciones,
que le tiran mortales saetas; pero con la
discreción, apartándose á diversas partes
y entendiendo en honestos ejercicios,
ha de procurar de defenderse de tan
dañosos tiros. Y cuando dellos es muy
perseguido ha de huir á más andar y
podrá desta manera salvarse; aunque
las humanas inclinaciones, que tales
flechas le tiraban, irán tras él y nunca
dejarán de acompañarle hasta salir de
la huerta desta vida. ¿Cómo había yo,
dijo DIANA, de entender tan dificultoso
y moral enigma si las preguntas en que
las pastoras nos ejercitamos, aunque
fuessen muy llanas y fáciles, nunca las
supe adevinar? No te amengues tanto,
dijo SELVAGIA, que lo contrario he visto
en ti, pues ninguna vi qne te fuesse
dificultosa. A tiempo estamos, dijo
FELICIA, que lo podremos probar, y no
será de menos deleite esta fiesta que las
otras. Diga cada cual de vosotros una
pregunta, que yo sé que Diana las sabrá
todas declarar. A todos les paresció muy
bien, sino á Diana, que no estaba tan
confiada de sí que se atreviesse á cosa
de tanta dificultad; pero por obedescer á
Felicia y complacer á Syreno, que mostró
haber de tomar dello placer, fué contenta
de emprender el cargo que se le había
impuesto. SYLVANO, que en decir preguntas
tenía mucha destreza, fué el que hizo
la primera, diciendo: Bien sé, pastora,
que las cosas escondidas tu viveza las
descubre, y las cosas encumbradas tu
habilidad las alcanza; pero no dejaré de
preguntarte, porque tu respuesta ha de
manifestar tu ingenio delicado. Por esso
dime qué quiere decir esto:
_Pregunta._
Junto á un pastor estaba una doncella,
tan flaca como un palo al sol secado,
su cuerpo de ojos muchos rodeado,
con lengua que jamás pudo movella.
A lo alto y bajo el viento vi traella,
mas de una parte nunca se ha mudado,
vino á besarla el triste enamorado
y ella movió tristíssima querella.
Cuanto más le atapó el pastor la boca,
más voces da porque la gente acuda,
y abriendo está sus ojos y cerrando.
Ved qué costó forzar zagala muda,
que al punto que el pastor la besa ó toca,
él queda enmudecido y ella hablando.
Esta pregunta, dijo DIANA, aunque es
buena, no me dará mucho trabajo, porque
á ti mesmo te la oí decir un día en la
fuente de los alisos, y no sabiendo
ninguna de las pastoras que allí
estábamos adevinar lo que ella quería
decir, nos la declaraste diciendo que la
_doncella_ era la _zampoña_ ó _flauta_
tañida por un pastor. Y aplicaste todas
las partes de la pregunta á los efectos
que en tal música comúnmente acontescen.
Riéronse todos de la poca memoria de
Sylvano y de la mucha de Diana; pero
SYLVANO, por desculparse y vengarse
del corrimiento, sonriéndose dijo: No
os maravilléis de mi desacuerdo, pues
este olvido no paresce tan mal como el
de Diana ni es tan dañoso como el de
Syreno. Vengado estás, dijo SYRENO, pero
más lo estuvieras si nuestros olvidos
no hubiessen parado en tan perfecto amor
y en tan venturoso estado. No haya más,
dijo SELVAGIA, que todo está bien hecho.
Y tú, Diana, respóndeme á lo que quiero
preguntar, que yo quiero probar á ver si
hablaré más escuro lenguaje que Sylvano.
La pregunta que quiero hacerte dice:
_Pregunta._
Vide un soto levantado
sobre los aires un día,
el cual, con sangre regado,
con gran ansia cultivado
muchas hierbas producía.
De allí un manojo arrancando,
y sólo con él tocando
una sabia y cuerda gente,
la dejé cabe una puente
sin dolores lamentando.
Vuelta á la hora DIANA, á su esposo dijo:
¿No te acuerdas, Syreno, haber oído esta
pregunta la noche que estuvimos en casa
de Iranio mi tío? ¿no tienes memoria cómo
la dijo allí Maroncio, hijo de Fernaso?
Bien me acuerdo que la dijo, respondio
SYRENO, pero no de lo que significaba.
Pues yo, dijo DIANA, tengo dello memoria:
decía que el _soto_ es la _cola del
caballo_, de donde se sacan las cerdas,
con que las cuerdas del rabel tocadas dan
voces, aunque ningunos dolores padescen.
SELVAGIA dijo que era ansí y que el mesmo
Maroncio, autor de la pregunta, se la
había dado como muy señalada aunque había
de mejores. Muchas hay más delicadas,
dijo BELISA, y una dellas es la que yo
diré agora. Por esso apercíbete, Diana,
que desta vez no escapas de vencida. Ella
dice deste modo:
_Pregunta._
¿Cuál es el ave ligera
que está siempre en un lugar,
y anda siempre caminando,
penetra y entra do quiera,
de un vuelo passa la mar,
las nubes sobrepujando?
Ansi vella no podemos,
y quien la está descubriendo,
sabio queda en sola un hora;
mas tal vez la conoscemos,
las paredes solas viendo
de la casa donde mora.
Más desdichada, dijo DIANA, ha sido
tu pregunta que las passadas, Belisa,
pues no declarara ninguna dellas si no
las hubiera otras veces oído, y la que
dijiste, en ser por mí escuchada luego
fué entendida. Hácelo, creo yo, ser ella
tan clara, que á cualquier ingenio se
manifestará. Porque harto es evidente que
por el _ave_, que tú dices, se entiende
el _pensamiento_, que vuela con tanta
ligereza y no es visto de nadie, sino
conoscido y conjeturado por las señales
del gesto y cuerpo donde habita. Yo me
doy por vencida, dijo BELISA, y no tengo
más que decir sino que me rindo á tu
discreción y me someto á tu voluntad.
Yo te vengaré, dijo ISMENIA, que sé un
enigma que á los más avisados pastores
ha puesto en trabajo; yo quiero decirle,
y verás cómo haré que no sea Diana tan
venturosa con él como con los otros; y
vuelta á Diana dijo:
_Pregunta._
Decí, ¿cuál es el maestro
que su dueño le es criado,
está como loco atado,
sin habilidades diestro
y sin doctrina letrado?
Cuando cerca le tenía,
sin oille le entendía,
y tan sabio se mostraba,
que palabra no me hablaba
y mil cosas me decía.
Yo me tuviera por dichosa, dijo DIANA,
de quedar vencida de ti, amada Ismenia;
mas pues lo soy en la hermosura y en
las demás perfeciones, no me dará agora
mucha alabanza vencer el propósito que
tuviste de enlazarme con tu pregunta. Dos
años habrá que un médico de la ciudad de
León vino á curar á mi padre de cierta
enfermedad, y como un día tuviesse en
las manos un libro, tomésele yo y púseme
á leerle. Y viniéndome á la memoria los
provechos que se sacan de los _libros_,
le dije que me parescían maestros mudos,
que sin hablar eran entendidos. Y él á
este propósito me dijo esta pregunta,
donde algunas extrañezas y excelencias
de los libros están particularmente
notadas. Con toda verdad, dijo ISMENIA,
no hay quien pueda vencerte, á lo menos
las pastoras no tendremos ánimo para
passar más adelante en la pelea; no sé yo
estas damas si tendrán armas que puedan
derribarte. ALCIDA, que hasta entonces
había callado, gozando de oir y ver las
músicas, danzas y juegos, y de mirar
y hablar á su querido Marcelio, quiso
también travessar en aquel juego, y dijo:
Pues las pastoras has rendido, Diana,
no es razón que nosotras quedemos en
salvo. Bien sé que no menos adivinarás
mi pregunta que las otras, pero quiero
decirla porque será possible que
contente. Díjomela un patrón de una nave,
cuando yo navegaba de Nápoles á España, y
la encomendé á la memoria, por parescerme
no muy mala, y dice desta suerte:
_Pregunta._
¿Quién jamás caballo vido
que, por extraña manera,
sin jamás haber comido,
con el viento sostenido,
se le iguale en la carrera?
Obra muy grandes hazañas,
y en sus corridas extrañas
va arrastrando el duro pecho,
sus riendas, por más provecho,
metidas en sus entrañas.
Un rato estuvo DIANA pensando, oída esta
pregunta y hecho el discurso que para
declararla era menester, y consideradas
las partes della, al fin resolviéndose,
dijo: Razón era, hermosa dama, que de tu
mano quedasse yo vencida, y que quien se
rinde á tu gentileza se rindiesse á tu
discreción, y por ella se tuviesse por
dichosa. Si por el _caballo_ de tu enigma
no se entiende la _nave_, yo confiesso
que no la sé declarar. Harto más vencida
quedo yo, dijo ALCIDA, de tu respuesta
que tú de mi pregunta, pues confessando
no saber entendella subtilmente la
declaraste. De ventura he acertado, dijo
DIANA, y no de saber, que á buen tino
dije aquello, y no por pensar que en
ello acertaba. Cualquier acertamiento,
dijo ALCIDA, se ha de esperar de tan
buen juicio; pero yo quiero que adevines
á mi hermana Clenarda un enigma que
sabe, que no me paresce malo: no sé si
agora se le acordará. Y luego vuelta
á Clenarda le dijo: Hazle, hermana, á
esta avisada pastora aquella demanda
que en nuestra ciudad heciste un día,
si te acuerdas, á Berintio y Clomenio,
nuestros primos, estando en casa de
Elisonia en conversación. Soy contenta,
dijo CLENARDA, que memoria tengo della, y
tenía intención de decilla, y dice deste
modo:
_Pregunta._
Decidme, señores, ¿cuál ave volando
tres codos en alto jamás se levanta,
con pies más de treinta subiendo y bajando,
con alas sin plumas el aire azotando,
ni come, ni bebe, ni grita, ni canta;
Del áspera muerte vecina allegada,
con piedras que arroja, nos hiere y maltrata,
amiga es de gente captiva y malvada,
y á muertes y robos contino vezada,
esconde en las aguas la gente que mata?
DIANA entonces dijo: Esta pregunta no
la adivinara yo si no hubiera oído la
declaración della á un pastor de mi
aldea que había navegado. No sé si tengo
dello memoria, mas parésceme que dijo
que por ella se entendía la _galera_,
que estando en medio de las peligrosas
aguas, está vecina de la muerte, y á ella
y robos está vezada, echando los muertos
en el mar. Por los _pies_ me dijo que se
entendían los _remos_, por las _alas_ las
_velas_ y por las _piedras_ que tira las
_pelotas_ de artillería. En fin, dijo
CLENARDA, que todas habíamos de decir
por un igual, porque nadie se fuesse
alabando. Con toda verdad, Diana, que tu
extremado saber me tiene extrañamente
maravillada, y no veo premio que á tan
gran merescimiento sea bastante, sino el
que tienes en ser mujer de Syreno. Estas
y otras pláticas y cortesías passaron,
cuando Felicia, que de ver el aviso,
la gala, la crianza y comedimiento de
Diana espantada había quedado, sacó de
su dedo un riquíssimo anillo con una
piedra de gran valor, que ordinariamente
traía, y dándosele en premio de su
destreza, le dijo: Este servirá por
señal de lo que por ti entiendo hacer:
guárdale muy bien, que á su tiempo hará
notable provecho. Muchas gracias hizo
Diana á Felicia por la merced, y por
ella le besó las manos, y lo mesmo hizo
SYRENO. El cual acabadas las cortesías
y agradescimientos dijo: Una cosa he
notado en las preguntas que aquí se han
propuesto, que la mayor parte dellas han
dicho las pastoras y damas, y los hombres
se han tanto enmudescido, que claramente
han mostrado que en cosas delicadas no
tienen tanto voto como las mujeres. D.
FELIX entonces burlando dijo: No te
maravilles que en agudeza nos lleven
ventaja, pues en las demás perfecciones
las excedemos. No pudo sufrir BELISA la
burla de Don Felix, pensando por ventura
que lo decía de veras, y volviendo por
las mujeres dijo: Queremos nosotras,
Don Felix, ser aventajadas, y en ello
mostramos nuestro valor, subjetándonos
de grado á la voluntad y saber de los
hombres. Pero no faltan mujeres que
puedan estar á parangón con los más
señalados varones: que aunque el oro
esté escondido ó no conoscido, no deja
de tener su valor. Pero la verdad tiene
tanta fuerza, que nuestras alabanzas
os las hace publicar á vosotros, que
mostráis ser nuestros enemigos. No
estaba en tu opinión Florisia, pastora
de grande sabiduría y habilidad, que un
día en mi aldea, en unas bodas, donde
había muchedumbre de pastores y pastoras,
que de los vecinos y apartados lugares
para la fiesta se habían allegado, al
son de un rabel y unas chapas, que dos
pastores diestramente tañían, cantó una
canción en defensión y alabanza de las
mujeres, que no sólo á ellas, pero á
los hombres, de los cuales allí decía
harto mal, sobradamente contentó. Y si
mucho porfías en tu parescer, no será
mucho decírtela, por derribarte de tu
falsa opinión. Rieron todos del enojo
que Belisa había mostrado, y en ello
passaron algunos donaires. Al fin el
viejo Eugerio y el hijo POLYDORO, porque
no se perdiesse la ocasión de gozar
de tan buena música, como de Belisa
se esperaba, le dixeron: Pastora, la
alabanza y defensa á las mujeres les es
justamente debida, y á nosotros el oilla
con tu delicada voz suavemente recitada.
Pláceme, dijo BELISA, aunque hay cosas
ásperas contra los hombres, pero quiera
Dios que de todas las coplas me acuerde;
mas comenzaré á decir que yo confío
que, cantándolas, el mesmo verso me las
reducirá á la memoria. Luego ARSILEO,
viendo su BELISA apercibida para cantar,
comenzó á tañer el rabel, á cuyo son ella
recitó el cantar oído á Florisia, que
decía desta manera:
_Canto de Florisia._
Salga fuera el verso airado
con una furia espantosa,
muéstrese el pecho esforzado,
el espíritu indignado
y la lengua rigurosa.
Porque la gente bestial,
que, parlando á su sabor,
de mujeres dice mal,
á escuchar venga otro tal
y, si es possible, peor.
Tú, que el vano pressumir
tienes ya de tu cosecha,
hombre vezado á mentir,
¿qué mal puedes tú decir
de bien que tanto aprovecha?
Mas de mal harto crescido
la mujer ocasión fué,
dando al mundo el descreído,
que tras de habelle parido
se rebela sin por qué.
Que si á luz no la sacara,
tuviera menos enojos,
porque ansí no la infamara,
y en fin cuervo no criara
que le sacasse los ojos.
¿Qué varón ha padescido,
aunque sea un tierno padre,
las passiones que ha sentido
la mujer por el marido
y por el hijo la madre?
¡Ved las madres con qué amores,
qué regalos, qué blanduras
tratan los hijos traidores,
que les pagan sus dolores
con dobladas amarguras!
¡Qué recelos, qué cuidados
tienen por los crudos hijos;
qué pena en verlos penados,
y en ver sus buenos estados,
qué cumplidos regocijos!
¡Qué gran congoja les da
si el marido un daño tiene,
y si en irse puesto está,
qué dolor cuando se va,
qué pesar cuando no viene!
Mas los hombres engañosos
no agradescen nuestros duelos:
antes son tan maliciosos,
que á cuidados amorosos
les ponen nombre de celos.
Y es que como los malvados
al falso amor de costumbre
están contino vezados,
ser muy de veras amados
les paresce pesadumbre.
Y cierto, pues por amarlos
denostadas nos sentimos,
mejor nos fuera olvidarlos,
ó en dejarlos de mirarlos,
no acordarnos si los vimos.
Pero donoso es de ver
que el de más mala manera,
en no estar una mujer
toda hecha á su placer,
le dice traidora y fiera.
Luego veréis ser nombradas
desdeñosas las modestas
y las castas mal criadas,
soberbias las recatadas
y crueles las honestas.
Ojalá á todas cuadraran
essos deshonrados nombres,
que si ningunas amaran,
tantas dellas no quedaran
engañadas de los hombres.
Que muestran perder la vida,
si algo no pueden haber,
pero luego en ser habida
la cosa vista ó querida,
no hay memoria de querer.
Fíngense tristes cansados
de estar tanto tiempo vivos,
encarescen sus cuidados,
nómbranse desventurados,
ciegos, heridos, captivos.
Hacen de sus ojos mares,
nombran llamas sus tormentos,
cuentan largos sus pesares,
los suspiros á millares
y las lágrimas á cuentos.
Ya se figuran rendidos,
ya se fingen valerosos,
ya señores, ya vencidos,
alegres estando heridos
y en la cárcel venturosos.
Maldicen sus buenas suertes,
menosprecian el vivir;
y en fin, ellos son tan fuertes,
que passan doscientas muertes
y no acaban de morir.
Dan y cobran, sanan, hieren
la alma, el cuerpo, el corazón,
gozan, penan, viven, mueren,
y en cuanto dicen y quieren
hay extraña confusión.
Y por esso cuando amor
me mostraba Melibeo,
contábame su dolor,
yo respondía: Pastor,
ni te entiendo ni te creo.
Hombres, ved cuán justamente
el quereros se difiere,
pues consejo es de prudente
no dar crédito al que miente
ni querer al que no quiere.
Pues de hoy más no nos digáis
fieras, crudas y homicidas;
que no es bien que alegres vais,
ni que ricos os hagáis
con nuestras honras y vidas.
Porque si acaso os miró
la más honesta doncella,
ó afablemente os habló,
dice el hombre que la vió:
Desvergonzada es aquélla.
Y ansí la pastora y dama
de cualquier modo padesce,
pues vuestra lengua la llama
desvergonzada, si os ama,
y cruel, si os aborresce.
Peor es que nos tenéis
por tan malditas y fuertes,
que en cuantos males habéis,
culpa á nosotras ponéis
de los desastres y muertes.
Vienen por vuestra simpleza
y no por nuestra hermosura,
que á Troya causó tristeza,
no de Helena la belleza,
mas de Paris la locura.
¿Pues por qué de deshonestas
fieramente nos tratáis,
si vosotros con las fiestas
importunas y molestas
reposar no nos dejáis?
Que á nuestras honras y estados
no habéis respetos algunos,
dissolutos, mal mirados,
cuando más desengañados,
entonces más importunos.
Y venís todos á ser
pesados de tal manera,
que queréis que la mujer
por vos se venga á perder
y que os quiera aunque no quiera.
Ansí conquistáis las vidas
de las mujeres que fueron
más buenas y recogidas:
de modo que las perdidas
por vosotros se perdieron.
¿Mas con qué versos diré
las extrañas perfecciones?
de qué modo alabaré
la constancia, amor y fe
que está en nuestros corazones?
Muestran quilates subidos
las que amor tan fino tratan,
que los llantos y gemidos
por los difuntos maridos
con propria muerte rematan.
Y si Hippólyto en bondad
fué persona soberana,
por otra parte mirad
muerta por la castidad
Lucrecia, noble romana.
Es valor cual fué ninguno
que aquel mancebo gentil
desprecie el ruego importuno,
mas Hippólyto fué uno
y Lucrecias hay dos mil.
Puesta aparte la belleza
en las cosas de doctrina,
á probar nuestra viveza
basta y sobra la destreza
de aquella Sapho y Corina.
Y ansí los hombres letrados
con engañosa cautela,
soberbios en sus estados,
por no ser aventajados
nos destierran de la escuela.
Y si autores han contado
de mujeres algún mal,
no descresce nuestro estado,
pues los mesmos han hablado
de los hombres otro tal.
Y esto poca alteración
causa en nuestros meresceres,
que forzado es de razon
que en lo que escribe un varón
se diga mal de mujeres.
Pero allí mesmo hallaréis
mujeres muy excelentes,
y si mirar lo queréis,
muchas honestas veréis
fieles, sabias y valientes.
Ellas el mundo hermosean
con discreción y belleza,
ellas los ojos recrean,
ellas el gozo acarrean
y destierran la tristeza.
Por ellas honra tenéis,
hombres de malas entrañas,
por ellas versos hacéis
y por ellas entendéis
en las valientes hazañas.
Luego los que os empleáis
en buscar vidas ajenas,
si de mujeres tratáis,
por una mala que halláis
no infaméis á tantas buenas.
Y si no os pueden vencer
tantas que hay castas y bellas,
mirad una que ha de ser
tal que sola ha de tener
cuanto alcanzan todas ellas.
Los más perfectos varones
sobrepujados los veo
de las muchas perfecciones
que della en pocas razones
un día Proteo.
Diciendo: En el suelo ibero,
en una edad fortunada
ha de nascer un lucero,
por quien Cynthia ver espero
en la lumbre aventajada.
Y será una dama tal,
que volverá el mundo ufano,
su casta ilustre y real
haciendo más principal
que la suya el africano.
Alégrese el mundo ya,
y esté advertido todo hombre
que de aquesta que vendrá
CASTRO el linaje será,
DOÑA HIERONYMA el nombre.
Con BOLEA ha de tener
acabada perfección,
siendo encumbrada mujer
del gran vicecanciller
de los reinos de Aragón.
Viendo estos dos, no presuma
Roma igualar con Iberia,
mas de envidia se consuma
de ver que él excede á Numa
y ella vale más que Egeria.
Vencerá á Porcia en bondad,
á Cornelia en discreción,
á Livia en la dignidad,
á Sulpicia en castidad
y en belleza á cuantas son.
Esto Proteo decía
y Eco á su voz replicaba;
la tierra y mar parecía
recebir nueva alegría
de la dicha que esperaba.
Pues de hoy más la gente fiera
deje vanos pareceres,
pues cuando tantas no hubiera,
ésta sola engrandesciera
el valor de las mujeres.
Parescieron muy bien las alabanzas y
defensas de las mujeres y la gracia con
que por Belisa fueron cantadas, de lo
cual Don Felix quedó convencido, Belisa
contenta y Arsileo muy ufano. Todos los
hombres que allí estaban confessaron
que era verdad cuanto en la canción
estaba dicho en favor de las mujeres, no
otorgando lo que en ella había contra los
varones, especialmente lo que apuntaba
de los engaños, cautelas y fingidas
penas: antes dijeron ser ordinariamente
más firme su fe y más encarescido su
dolor de lo que publicaban. Lo que más á
Arsileo contentó fué lo de la respuesta
de Florisia á Melibeo, tanto por ser ella
muy donosa y avisada, como porque algunas
veces había oído á Belisa una canción
hecha sobre ella, de la cual mucho se
agradaba. Por lo cual le rogó que en tan
alegre día, para contento de tan noble
gente, la cantasse, y ella, como no sabía
contradecir á su querido Arsileo, aunque
cansada del passado cantar, al mesmo son
la dijo, y era esta:
_Canción._
Contando está Melibeo
á Florisia su dolor,
y ella responde: _Pastor,
ni te entiendo ni te creo._
El dice: Pastora mía,
mira con qué pena muero,
que de grado sufro y quiero
el dolor que no querría.
Arde y muérese el deseo,
tengo esperanza y temor.
Ella responde: _Pastor,
ni te entiendo ni te creo._
El dice: El triste cuidado
tan agradable me ha sido,
que cuanto más padescido,
entonces más deseado.
Premio ninguno deseo,
y estoy sirviendo al Amor.
Ella responde: _Pastor,
ni te entiendo ni te creo._
El dice: La dura muerte
deseara si no fuera
por la pena que me diera
dejar, pastora, de verte.
Pero triste, si te veo,
padezco muerte mayor.
Ella responde: _Pastor,
ni te entiendo ni te creo._
El dice: Muero en mirarte
y en no verte estoy penando;
cuando más te voy buscando
más temor tengo de hallarte.
Como el antiguo Proteo
mudo figura y color.
Ella responde: _Pastor,
ni te entiendo ni te creo._
El dice: Haber no pretendo
más bien del que la alma alcanza,
porque aun con la esperanza
me paresce que te ofendo.
Que mil deleites posseo
en tener por ti un dolor.
Ella responde: _Pastor,
ni te entiendo ni te creo._
En tanto que Belisa cantó sus dos
cantares, Felicia había mandado á una
Nympha lo que había de hacer para que
allí se moviesse una alegre fiesta, y
ella lo supo tan bien ejecutar, que
al punto que acababa la pastora de
cantar se sintieron en el río grandes
voces y alaridos, mezclados con el
ruido de las aguas. Vueltos todos hacia
allá, y llegándose á la ribera, vieron
venir río abajo doce barcas en dos
escuadras, pintadas de muchos colores
y muy ricamente aderezadas: las seis
traían las velas de tornasol blanco
carmesí, y en las popas sus estandartes
de lo mesmo, y las otras seis velas y
banderas de damasco morado, con bandas
amarillas. Traían los remos hermosamente
sobredorados y venían de rosas y flores
cubiertas y adornadas. En cada una dellas
había seis Nymphas vestidas con aljubas,
es á saber: las de la una escuadra
de terciopelo carmesí con franjas de
plata, y las de la otra de terciopelo
morado, con guarniciones de oro; sus
brazos arregazados, mostrando una manga
justa de tela de oro y plata, sus
escudos embrazados á manera de valientes
Amazonas. Los remeros eran unos salvajes
coronados de rosas, amarrados á los
bancos con cadenas de plata. Levantóse
en ellos un gran estruendo de clarines,
chirimías, cornetas y otras suertes de
música, á cuyo son entraron dos á dos río
abajo con un concierto que causaba grande
admiración. Después desto se partieron
en dos escuadrones, y salió de cada uno
dellos un barco, quedando los otros á una
parte. En cada cual de estos dos barcos
venía un salvaje vestido de los colores
de su parte, puestos los pies sobre la
proa, llevando un escudo que le cubría
de los pies á la cabeza, y en la mano
derecha una lanza pintada de colores.
Amainaron entrambos las velas, y á fuerza
de remos arremetieron el uno contra el
otro con furia muy grande. Movióse grande
alarido de las Nymphas y salvajes, y de
los que con sus voces los favorescían.
Los remeros emplearon allí todas sus
fuerzas, procurando los unos y los otros
llevar mayor ímpetu y hacer más poderoso
encuentro. Y viniéndose á encontrar los
salvajes con las lanzas en los escudos,
era cosa de gran deleite lo que les
acaescía. Porque no tenían tantas fuerzas
ni destreza, que con la furia con que los
barcos corrían y con los golpes de las
lanzas quedassen en pie, sino que unas
veces caían dentro de los bajeles y otras
en el río. Con esto allí se movía la
risa, el regocijo y la música, que nunca
cessaba. Los justadores la vez que caían
en el agua iban nadando, y siendo de las
Nymphas de su parcialidad recogidos,
volvían otra vez á justar, y cayendo de
nuevo, multiplicaron el regocijo. Al
fin el barco de carmesí vino con tanta
furia y su justador tuvo tanta destreza,
que quedó en pie, derribando en el río
á su contrario. A lo cual las Nymphas
de su escuadrón levantaron tal vocería
y dispararon tan extraña música, que
las adversarias quedaron algo corridas,
y señaladamente un SALVAJE robusto y
soberbio, que afrentado y muy feroz dijo:
¿Es possible que en nuestra compañía haya
hombre de tan poca habilidad y fuerza que
no pueda resistir á golpes tan ligeros?
Quitadme, Nymphas, esta cadena, y sirva
en mi lugar por remero quien ha sido tan
flojo justador, veréis cómo os dejaré á
vosotras vencedoras y á las contrarias
muy corridas. Dicho esto, librado por
una hermosa Nympha de la cadena, con un
bravo denuedo tomó la lanza y el escudo,
y púsose en pie sobre la proa. A la
hora los salvajes con valerosos ánimos
comenzaron á remar, y las Nymphas á mover
grande vocería. El contrario barco vino
con el mesmo ímpetu, pero su salvaje
no hubo menester emplear la lanza para
quedar vencedor, porque el justador,
que tanto había braveado, antes que se
encontrassen, con la furia que su barco
llevaba, no pudo ni supo tenerse en pie,
sino que con su lanza y escudo cayó en el
agua, dando claro ejemplo de que los más
soberbios y presumptuosos caen en mayores
faltas. Las Nympas le recogieron, que
iba nadando, aunque no lo merescía. Pero
los cinco barcos de morado que aparte
estaban, viendo su compañero vencido, á
manera de afrentados todos arremetieron.
Los otros cinco de carmesí hicieron
lo mesmo, y comenzaron las Nymphas á
tirar muchedumbre de pelotas de cera
blanca y colorada, huecas y llenas de
aguas olorosas, levantando tal grita
y peleando con tal orden y concierto,
que figuraron allí una reñida batalla,
como si verdaderamente lo fuera. Al
fin de la cual los barcos de la devisa
morada mostraron quedar rendidos, y las
contrarias Nymphas saltaron en ellos á
manera de vencedoras, y luego con la
mesma música vinieron á la ribera, y
desembarcaron las vencedoras y vencidas
con los captivos salvajes, haciendo de
su beldad muy alegre muestra. Passado
esto, Felicia se volvió á la fuente
donde antes estaba, y Eugerio y la otra
compañía, siguiéndola, hicieron lo mesmo.
Al tiempo que vinieron á ella, hallaron
un pastor que en tanto que había durado
la justa había entrado en la huerta y se
había sentado junto al agua. Parescióles
á todos muy gracioso, y especialmente á
FELICIA, que ya le conoscía, y ansí le
dijo: A mejor tiempo no pudieras venir,
Turiano, para remedio de tu pena y para
augmento desta alegría. En lo que toca á
tu dolor, después se tratará, mas para
lo demás conviene que publiques cuanto
aproveche tu cantar. Ya veo que tienes
el rabel fuera del zurrón, paresciendo
querer complacer á esta hermosa compañía;
canta algo de tu Elvinia, que dello
quedarás bien satisfecho. Espantado quedó
el pastor que Felicia le nombrasse á él
y á su zagala, y que á su pena alivio
prometiesse; pero pensando pagarle más
tales ofrescimientos con hacer su mandado
que con gratificarlos de palabras,
estando todos assentados y atentos, se
puso á tañer su rabel y á cantar lo
siguiente:
_Rimas provenzales._
Cuando con mil colores devisado
viene el verano en el ameno suelo,
el campo hermoso está, sereno el cielo,
rico el pastor y próspero el ganado.
Philomena por árboles floridos
da sus gemidos:
hay fuentes bellas,
y en torno dellas,
cantos suaves
de Nymphas y aves.
Mas si Elvinia de allí sus ojos parte,
habrá contino hibierno en toda parte.
Cuando el helado Cierzo de hermosura
despoja hierbas, árboles y flores,
el canto dejan ya los ruiseñores
y queda el yermo campo sin verdura.
Mil horas son más largas que los días
las noches frías,
espessa niebla
con la tiniebla
escura y triste
el aire viste.
Mas salga Elvinia al campo, y por doquiera
renovará la alegre primavera.
Si alguna vez envía el cielo airado
el temeroso rayo ó bravo trueno,
está el pastor de todo amparo ajeno,
triste, medroso, atónito y turbado.
Y si granizo ó dura piedra arroja,
la fruta y hoja
gasta y destruye,
el pastor huye
á passo largo,
triste y amargo.
Mas salga Elvinia al campo, y su belleza
desterrará el recelo y la tristeza.
Y si acaso tañendo estó ó cantando
á sombra de olmos ó altos valladares,
y están con dulce acento á mis cantares
la mirla y la calandria replicando;
Cuando suave expira el fresco viento,
cuando el contento
más soberano
me tiene ufano,
libre de miedo,
lozano y ledo:
si assoma Elvinia airada, assí me espanto,
que el rayo ardiente no me atierra tanto.
Si Delia en perseguir silvestres fieras,
con muy castos cuidados ocupada
va de su hermosa escuadra acompañada,
buscando sotos, campos y riberas;
Napeas y Hamadriadas hermosas
con frescas rosas
le van delante,
está triunfante
con lo que tiene;
pero si viene
al bosque donde caza Elvinia mía,
parecerá menor su lozanía.
Y cuando aquellos miembros delicados
se lavan en la fuente esclarescida,
si allí Cyntia estuviera, de corrida
los ojos abajara avergonzados.
Porque en la agua de aquella transparente
y clara fuente
el mármol fino
y peregrino
con beldad rara
se figurara,
y al atrevido Acteon, si la viera,
no en ciervo, pero en mármol convertiera.
Canción, quiero mil veces replicarte
en toda parte,
por ver si el canto
amansa un tanto
mi clara estrella,
tan cruda y bella.
Dichoso yo si tal ventura hubiesse
que Elvinia se ablandasse ó yo muriesse.
No se puede encarescer lo que les agradó
la voz y gracia del zagal, porque él
cantó de manera, y era tan hermoso, que
paresció ser Apolo, que otra vez había
venido á ser pastor, porque otro ninguno
juzgaron suficiente á tanta belleza y
habilidad. MONTANO, maravillado desto,
le dijo: Grande obligación tiene,
zagal, la pastora Elvinia, de quien
tan subtilmente has cantado, no sólo
por lo que gana en ser querida de tan
gracioso pastor como tú eres, pero en
ser sus bellezas y habilidades con tan
delicadas comparaciones en tus versos
encarescidas. Pero siendo ella amada
de ti, se ha de imaginar que ha de
tener última y extremada perfección, y
una de las cosas que más para ello la
ayudarán, será la destreza y ejercicio
de la caza, en la cual con Diana la
igualaste, porque es una de las cosas
que más belleza y gracia añaden á las
Nymphas y pastoras. Un zagal conoscí yo
en mi aldea, y aun Ismenia y Selvagio
también le conoscen, que, enamorado de
una pastora nombrada Argía, de ninguna
gentileza suya más captivo estaba que
de una singular destreza que tenía en
tirar un arco, con que las fieras y aves
con agudas y ciertas flechas enclavaba.
Por lo cual el pastor, nombrado Olympio,
cantaba algunas veces un soneto sobre
la destreza, la hermosura y crueldad de
aquella zagala, formando entre ella y la
Diosa Diana y Cupido un desafío de tirar
arco, cosa harto graciosa y delicada, y
por contentarme mucho le tomé de cabeza.
A esto salio CLENARDA diciendo: Razón
será, pues, que tengamos parte de esse
contento con oirle. A lo menos á mí no
me puede ser cosa más agradable que
oirtele cantar, siquiera por la devoción
que tengo al ejercicio de tirar arco.
Pláceme, dijo MONTANO, si con ello no he
de ser enojoso. No puede, dijo POLYDORO,
causar enojo lo que con tan gran contento
será escuchado. Tocando entonces MONTANO
un rabel, cantó el soneto de Olympio, que
decía:
_Soneto._
Probaron en el campo su destreza
Diana, Amor y la pastora mía,
flechas tirando á un árbol, que tenía
pintado un corazón en la corteza.
Allí apostó Diana su belleza,
su arco Amor, su libertad Argía,
la cual mostró en tirar más gallardía,
mejor tino, denuedo y gentileza.
Y ansí ganó á Diana la hermosura,
las armas á Cupido, y ha quedado
tan bella y tan cruel desta victoria,
Que á mis cansados ojos su figura,
y el arco fiero al corazon cuitado
quitó la libertad, la vida y gloria.
Fué muy agradable á todos este soneto,
y más la suavidad con que por Montano
fué cantado. Después de consideradas en
particular todas sus partes, y passadas
algunas pláticas sobre la materia dél,
FELICIA, viendo que la noche se acercaba,
paresciéndole que para aquel día sus
huéspedes quedaban asaz regocijados,
haciendo señal de querer hablar, hizo que
la gente, dejado el bullicio y fiesta,
con ánimo atento se sossegasse, y estando
todos en reposado silencio, con su
acostumbrada gravedad habló ansí:
Por muy averiguado tengo, caballeros
y damas, pastores y pastoras de gran
merescimiento, que después que á mi casa
venísteis, no podréis de mis favores
ni de los servicios de mis Nymphas en
ninguna manera quejaros. Pero fué tanto
el deseo que tuve de complaceros y el
contento que recibo en que semejantes
personas le tengan por mi causa, que
me paresce que, aunque más hiciera, no
igualara de gran parte lo mucho que
merescéis. Solos quedan entre vosotros
descontentos Narcisso con la aspereza
de Melisea y Turiano con la de Elvinia.
A los cuales por agora les bastará
consolarse con la esperanza; pues mi
palabra, que no suele mentir, por la
forma que más les conviene, presta y
cumplida salud ciertamente les promete. A
Eugerio veo alegre con el hijo, hijas y
yerno, y tiene razón de estallo, despues
que á causa dellos se ha visto en tantos
peligros y ha sufrido tan fatigosas penas
y cuidados.
Acabadas las razones de Felicia, el viejo
Eugerio quedó espantado de tal sabiduría,
y los demás satisfechos de tan saludable
reprensión, sacando della provechoso
fruto para vivir de allí adelante muy
recatados. Y levantándose todos de
entorno la fuente, siguiendo á la sabia,
salieron del jardín, yendo al palacio á
retirarse en sus aposentos, aparejando
los ánimos á las fiestas del venidero
día. Las cuales y lo que de Narcisso,
Turiano, Tauriso y Berardo acontesció,
juntamente con la historia de Danteo y
Duardo, portugueses, que aquí por algunos
respetos no se escribe, y otras cosas
de gusto y de provecho, están tratadas
en la otra parte deste libro, que antes
de muchos días, placiendo á Dios, será
impressa.
FIN DE LA DIANA ENAMORADA
DE GASPAR GIL POLO
EL PASTOR DE FILIDA
COMPUESTO POR
LUIS GÁLVEZ DE MONTALVO
GENTIL-HOMBRE CORTESANO
CARTA DEDICATORIA DEL AUTOR AL MUY
ILUSTRE SEÑOR DON ENRIQUE DE MENDOZA Y
ARAGÓN
Considerando que desde el tiempo
que U. S. se criaba en casa de sus
excelentíssimos abuelos, aquel gran Duque
del Infantado, tan digno deste nombre,
y aquella gran señora, digna hija del
Infante Fortuna, siempre U. S. fué amador
de la virtud; y siempre, desde aquella
edad tierna, ha ido resplandeciendo en
su pecho la gloriosa llama de su sangre,
hasta ser el mayor testimonio della, de
dó nace ser U. S. entre los suyos el más
virtuoso de los ricos y el más rico de
los virtuosos, con aquel don del cielo
que por mayor premio el mundo puede dar:
amado de grandes y menores, y de todos
conocidas las excelencias con que fué
criado, sin que rabia de tiempo ni rigor
de envidia lo puedan negar ni deshacer.
Entre los venturosos que á U. S. conocen
y tratan, he sido yo uno, y estimo que de
los más, porque deseando servir á U. S.
se cumplió mi deseo, y assi dejé mi casa
y otras muy señaladas, dó fui rogado que
viviesse, y vine á ésta, donde holgaré de
morir, y donde mi mayor trabajo es estar
ocioso, contento y honrado, como criado
de U. S. Y assi, á ratos entretenido
en mi antiguo ejercicio de la divina
alteza de la Poesía, donde son tantos
los llamados y tan pocos los escogidos,
he compuesto EL PASTOR DE FILIDA, libro
humilde y pequeño, digníssimo de su
nombre, de aquel favor con que U. S.
suele amparar á los necessitados dél,
en lo cual fiado se le ofrezco, rudo y
mal ataviado, como viene de las SELVAS,
para que U. S. le despierte y componga
de su mano, que cuanto es soberbio en
pensamientos, es humilde en voluntad;
y sabrá conocer la merced que se le
hiciere, sin miedo de que nadie le ose
enojar; y yo que le envío, me atreveré á
trocar su zampoña en trompeta heroica,
que cante el bien que el mundo de U.
S. tiene y espera: cuya muy ilustre
persona y estado nuestro Señor guarde y
acreciente, como todo el mundo desea. De
Madrid, y Febrero 20 de 1582.
Las muy ilustres manos de U. S. besa su
criado
_Gálvez de Montalvo._
EL AUTOR AL LIBRO
Pastor de mis pensamientos,
guardador de mis cuidados,
si quieres trocar los prados
por soberbios aposentos,
seráte fuerza volar
sin alas con que subir,
y habréme de lastimar,
de mí, por verte partir;
de ti, por verte quedar.
Dejarás la gravedad;
no me parezcas en esto;
también será deshonesto
que pierdas mi autoridad.
Si te vieres en aprieto,
mostraréte á ser bastante
para quedar sin defeto,
sei con el necio arrogante
y humilde con el discreto.
Cuando entre damas te vieres,
honestas, sabias, hermosas,
encubrirás cuantas cosas
contra su opinion tuvieres;
mas si te catan los senos
y en sus orejas dissuenas,
diles, con ojos serenos,
que si todas fueran buenas
las buenas valdrían menos.
No llevas capas, ni ornatos
de Parnassos, ni Helicones,
que por mis pobres rincones
apenas tenías zapatos.
Y si los Faunos acaso
por los montes te encontraren,
passa quedo, habla passo;
que donde ellos agradaren
harán de ti poco caso.
No te quiero yo obligar
á hablar de mí por tassa;
que lo que passa ó no passa,
ya sé que lo has de contar;
y si causares porfía
con lo que te enseño yo,
bajarás la fantasía,
y di que el que te enseñó
quizá menos lo entendía.
Si te aprobaren los más,
no te mueva hichazón,
que la perfeta eleción
en los menos la verás;
pero si los pocos ves
contar tus hechos por vanos,
no pretendas tu interés,
ni te cures de las manos,
que más te valdrán los pies.
Para derramar tus obras,
no tomes larga carrera:
si agradas, vas tras do quiera,
si enfadas, do quiera sobras.
Donde tus prendas están
no temas los enemigos,
y si te ves en afán
acógete á mis amigos,
que éstos no te faltarán.
No quiero negarte aquí,
que _otro gallo me cantara_
si á mí se me aconsejara
lo que te aconsejo á ti;
lo que sé te significo,
haz lo que será cordura,
no puedo dejarte rico;
mas si tuvieres ventura,
podrás valer por tu pico.
Bien conviene que recuerden
los Hados á te ayudar,
si te tienes de ganar
por lo que tantos se pierden,
podría ser que muriesses
como han hecho más de dos;
ó tantos siglos viviesses,
que hoy pidiesses por Dios,
y tú mañana lo diesses.
Si se rompiere la hebra
de mi nombre y de tu vida,
la hechura irá perdida,
como vidrio que se quiebra.
Y pues de vivir honrado
te partes tan sospechoso,
no debes juzgar tu estado
por larga vida dichoso,
ni por corta desdichado.
Mas ¡ay! que me llevas cuanto
me tenía enriquecido,
que como lo he padecido
por fuerza lo estimo en tanto,
y otras prendas que no cuento,
que parece poco seso
mezclarlas en este intento;
mas van para contrapeso,
porque no te lleve el viento.
Ora cantes, ora llores,
ora provoques á risa,
siempre será tu _devisa_:
LA CAUSA DE MIS DOLORES.
Este es el blasón que quiero,
y dél quiero que presumas;
y en lo demás te requiero,
que te faltarán las plumas
si te picas de altanero.
CENSURA
Por comissión de los Señores del Consejo
de su Majestad, he visto este libro,
cuyo título es EL PASTOR DE FILIDA,
compuesto por Luis Gálvez de Montalvo, en
prosa y verso castellano; y habiéndole
passado con atención, me parece no sólo
digno de salir á luz, en conformidad de
la pretensión de su autor, más aun que
me parece, por su pureza, propiedad,
facilidad y dulzura, por la novedad
de las invenciones, por la orden y
disposición con que las trata, ser
estimado por uno de los más aceptos que
hasta ahora en este género han salido á
juicio del mundo; y aunque la materia,
siendo pastoril y amorosa, parece que de
suyo requiere humildad y llaneza, no le
ha costado tan poco guardar el decoro que
en ella se pide, que no haya hecho por
igual el estilo y acomodarle al propósito
que se sigue, guardando las partes á
él necessarias, todo lo que, con mucho
estudio, de un aventajado ingenio se
puede esperar: y assí, libre de pasión,
me parece que se le debe conceder la
licencia que pide. En Madrid á dos de
Junio de 1581.
_Pedro Laínez._
PRIMERA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
Cuando de más apuestos y lucidos pastores
florecía el Tajo, morada antigua de las
sagradas Musas, vino á su celebrada
ribera el caudaloso Mendino, nieto
del gran rabadán Mendiano, con cuya
llegada el claro río ensoberbeció sus
corrientes: los altos montes de luz y
gloria se vistieron; el fértil campo
renovó su casi perdida hermosura, pues
los pastores dél, incitados de aquella
sobrenatural virtud, de manera siguieron
sus pisadas que, envidioso Ebro,
confuso Tormes, Pisuerga y Guadalquivir
admirados, inclinaron sus cabezas, y las
hinchadas urnas manaron con un silencio
admirable: sólo el felice Tajo resonaba,
y lo mejor de su son era Mendino, cuya
ausencia sintió de suerte Henares, su
nativo río, que con sus ojos acrecentó
tributo á las arenas de oro. Bien le
fué menester al gallardo pastor, para
no sentir la ausencia de su caríssimo
hermano, hallar en esta ribera al
gentil Castalio, su primo, al caudaloso
Cardenio, al galán Coridón, con otros
muchos valerosos pastores y rabadanes,
deudos y amigos de los suyos, con quien
passaba dulce y agradable vida Mendino,
en quien todos hallaban tan cumplida
satisfación, que como olvidados de sus
propias cabañas, sitios y albergues, los
de Mendino estaban siempre acompañados
de la mayor nobleza de la pastoría: de
allí salían á los continuos juegos, y
allí volvían por los debidos premios;
allí se componían las perdidas amistades
y por allí pasaban los bienes y males de
Amor, cuáles pesada y cuáles ligeramente:
sólo Mendino entre todos era tan señor
de sí en sus tratos, que si todos no le
amaran, todos le fueran envidiosos; mas
¿quién gozará perseverancia en tanto bien
contra las fuerzas del tiempo, si donde
unas no bastan otras sobran? Curiosamente
Mendino, guiado de los pastores de la
nueva ribera, vido las más hermosas
pastoras y ninfas de ella: la gracia
y gallardía de Filena y Nise, la gran
hermosura de Pradelia y Clori, la sin
igual discreción de Nerea, acostumbrada
á vencer en versos á los más celebrados
poetas del Tajo; el dulcíssimo canto de
Belisa, acompañado de igual valor, y
otras muchas, que no quedaban atrás, no
bastaron á que la libertad de Mendino
no passase por muchos días adelante,
hasta llegar el plazo de su deuda, que
fué en un día del florido Abril, entre
los salces del río, donde, retirados de
los silvestres juegos los más validos
pastores y las pastoras de más beldad,
Elisa entre ellas fué señalada para
venganza de Amor, á quien Mendino rindió
las fuerzas y la voluntad á un punto.
Era Elisa de antigua y clara generación,
de hermosura y gracia sin igual, de
edad tierna y de maduro juicio, amada
de muchos, mas de ninguno pagada, y
aun el saber esto fué causa en Mendino
de detenerse en descubrir su fuego,
que, como las plantas con los años,
iba con las horas creciendo, hasta que
el sufrimiento rompió, y las secretas
llamas resplandecieron por mil diversas
partes, ora en placer, ora en tristeza;
cuándo concertando fiestas públicas,
donde á todos los pastores se aventajaba,
y cuándo en profundas melancolías
retirándose, aunque lo más ordinario
era, olvidado del hato y los amigos,
buscar los lugares donde Elisa estaba,
no inocente, aunque dissimulada, de la
afición de Mendino, el cual, entre temor
y esperanza, determinó decirle su mal,
y faltándole aliento en la presencia,
tomó por medio escribirle, no en versos
propios ni ajenos, ni con palabras de
artificio y cuidado, sino con pura
llaneza del corazón, en razones humildes
como éstas:
MENDINO
«Elisa: Si el conoceros ha sido causa
para desconocerme, podrálo ser también
de mi disculpa en esta osadía, que os
certifico que no lo es decir mis males,
sino un dolor, de que debéis doleros
como causa dél, y no le tuviera por tal
si le mereciera; pero verme indigno del
daño me quita la esperanza del remedio
y me acobarda de suerte al descubrirle,
que holgaría que este papel perdiesse el
camino, por que no nos perdamos los dos:
que esto es muy cierto, si vos, como sola
señora mía, no volvéis en todo por mí,
revolviendo á vuestro valor y hermosura,
de cuya fuerza fuera impossible
resistirme, cuanto más librarme. En fin;
peno, y no hay para mí lugar de alivio,
sino vuestra voluntad, que, como yo la
sepa, será la medida de mi deseo, del
cual, pues antes que á vos he hecho
testigos á las piedras y á las plantas,
no es razón que también antes que vos se
duelan de quien ama la muerte por amaros».
Este papel llegó á las manos de Elisa
por las de un zagal de Mendino, que en
la cabaña de la hermosa pastora tenía
entrada. No fué Sirio (que assí el
zagal se llamaba) mal recibido, antes,
passando Elisa muchas veces los ojos
por la carta, passaron por su pecho mil
consideraciones tiernas, que con cada
una iba perdiendo de la entereza de
su corazón, que siempre fué desdeñoso
y grave, y vuelta á Sirio, le dixo:
_Dile, zagal, á Mendino, que si éstas
son verdades, el tiempo lo dirá por él._
Con esto el zagalejo volvió á Mendino,
y Mendino tan en sí, como de muerte á
vida. Primero alabó su pensamiento y la
hora de su determinación, y ofreció
de nuevo la libertad á Elisa, y luego
estudió los passos de su jornada con
más cuidado y menos demostraciones, que
es muy de buen enamorado, más recatado
á más favor. No dejó la compañía de
los amigos y deudos, ni se apartó de
los ratos de exercicio público, aunque
todos eran pesados para él, pero con una
templada dissimulación buscaba los de su
contento, y acompañaba al viejo Sileno,
venerable padre de la hermosa pastora;
y muchas veces en su compañía, y en la
de Galafrón y Barcino, Mireno y Liardo,
los tres deudos y el uno apasionado de
Elisa, passaban los días por la espessura
del monte ó por las sombras del llano,
á gran placer de todos, que sin más
industria de su natural condición, de
buenos y malos era amado, y en cualquier
lugar se le daba el primero; mas en el
pecho de Elisa no había segundo, ni el
pastor quería otro bien sino éste, ni
ya ella podía detenerse en allanarse,
ni Amor en favorecer sus intentos, y
assí todo era verdad, todo amor y todo
llaneza sin estorbo, que los mismos
deudos y aficionados de Elisa entretenían
á Mendino y le llevaban á las cabañas de
Sileno; y el mismo Sileno, sin esquivarse
de que acompañasse á la cara hija por
la soledad de los campos y las fuentes;
y todo se podía fiar de la bondad de
Mendino y del valor de Elisa, aunque no
en la opinión de Filis, hermosa ninfa del
Tajo, que, amando secretamente á Mendino,
sin osar descubrirle su intención,
combatida de amor y celos, muchas veces
los buscaba, y con fingida amistad
acompañándolos, escudriñaba sus pechos,
sin entender el pastor que Filis le amaba
ni Elisa que le aborrecía. Pues como un
dia, entre otros, Elisa, Filis y Clori,
Mendino, Galafrón y Castalio, se hallasen
juntos á la sombra y frescura de un manso
arroyo, habiendo passado gran rato en
dulces pláticas y razones, ya que el sol
iba igualando los campos y los sotos,
Galafrón, incitado de los demás pastores,
sacó la lira y la acompañó cantando:
GALAFRÓN
Pastora, tus ojos bellos,
mi cielo puedo llamallos,
pues en llegando á mirallos
se me passa el alma á ellos.
Ojos cuya perfección
desprecia humanos despojos,
los ojos los llamen ojos,
que el alma sabe quién son.
Pastora, la fuerza dellos
por espejo hace estimallos,
pues viene junto el mirallos
y el passarse el alma á ellos.
Muchas cosas dan señal
desta verdad sin recelo,
que tus ojos son del cielo
y su poder celestial.
Pastora, pues sólo vellos
fuerza el corazón á amallos,
y la gloria de mirallos
á passarse el alma á ellos.
Elisa fué en quien menos Galafrón puso
los ojos mientras duró su canto, y aun
ella la que menos estuvo en él: pero
todos conocieron el recato del pastor
y el desdén de la pastora, y no osando
alabarle á él por ella ni hablarle á ella
en él, todos callaban, hasta que Mendino,
al son de un rabel, con esta canción
rompió el silencio:
MENDINO
Si tanto gana, pastora,
quien mira tus ojos bellos,
¿qué hará el mirado dellos?
Entre mirarse y mirar,
la ventaja es conocida,
como de buscar la vida
á venir ella á buscar.
No le queda qué hallar
á aquel que merece vellos,
sino ser mirado dellos.
Aunque en su luz sin igual
no puede haber competencia,
por oficio hay diferencia
de más y menos caudal;
que si el medio principal
del deseo es conocellos,
el fin ser mirado dellos.
Este breve cantar, dilatado con dulce
son y agradable harmonía, escuchó Elisa
con rostro alegre y grave, y los demás
con mucha atención y gusto: y ya que el
gentil Castalio, las manos en el rabel y
los ojos en la bella Clori, acrecentarle
quería, vieron venir al arroyo los dos
apuestos pastores Bruno y Turino, éste
nuevamente cautivo y aquél escapado del
Amor, siendo verdad que poco antes fué
Bruno el amante y Turino el descuidado;
pero á todo bastó la hermosura y aspereza
de Filis, esta misma Filis que á Mendino
secretamente amaba. Pues como agora los
dos pastores llegaron, y vieron la causa,
uno de su presente y otro de su passado
daño, ambos destos pastores admitidos, y
ambos dellos mismos rogados, ambos las
manos en las liras, desta arte Bruno y
assí Turino cantaron:
BRUNO
Id, mis cuidados, de rigor vestidos
por los peñascos de dureza llenos,
que allí aun seréis por ásperos tenidos.
TURINO
Veníos á mí, llenad entrambos senos
de cuerpo y alma, que el que os busca y llama,
cuando sois más, os tiene por más buenos.
BRUNO
Bien gana gloria, bien consigue fama,
quien por amar á solo su enemigo
de sí se olvida y su salud desama.
TURINO
Al cielo, Filis, quiero por testigo,
Filis hermosa, que me importa amarte
cuando procuro no estar mal conmigo.
BRUNO
Miedos á una, celos á otra parte;
vayan y vengan fáciles antojos,
en cuyo gusto el alma tenga parte.
TURINO
Si para mí nacieron los enojos,
¿cómo podré no sujetar el cuello
al yugo amado sobre entrambos ojos?
BRUNO
Ya que te ves colgado de un cabello
y tu esperanza encomendada al viento,
¿qué piensas ver en recompensa dello?
TURINO
Cuando no vea más de mi tormento
y aquel valor que es ocasión del daño,
es paga justa de mi perdimiento.
BRUNO
Mira y verás tu engaño,
que tu garganta con placer desnuda;
y el presto desengaño
el duro lazo al tierno cuello añuda,
la leña pone luego,
y tu fe misma está soplando el fuego.
TURINO
Los claros ojos miro
de quien el alma, vida ó muerte quiere;
que allí sólo respiro,
donde el dolor con más rigor me hiere,
y aquella hermosura
es el Abril de mi mayor frescura.
BRUNO
¡Oh desdén de perfeción,
hágate el mundo un soberano templo,
y el fiel corazón
se ponga allí en mi muerte por ejemplo;
y con él sean colgadas
estas cadenas, rotas de apretadas!
TURINO
A ti va mi destino,
Amor; por tuyas todas mis prisiones,
que en el agro camino,
en que á tu gusto mis pisadas pones,
más aliviado ando
cuando las llevo por tu honor rastrando.
BRUNO
Vive penando entre cuidados tristes.
TURINO
Cuenta tus chistes entre los pastores.
BRUNO
Bebe dolores, sudarás fatigas.
TURINO
Come tus migas, vivirás contento.
BRUNO
Haz en el viento muros y castillos.
TURINO
Haz tú á los grillos jaulas de la avena.
BRUNO
Siembra en la arena, perderás cuidado.
TURINO
Y sin perderle quedaré pagado.
Si la hermosa Filis no fuera tan graciosa
y tan discreta, no pudiérase cansar
destas canciones, porque igualmente el
cautivo y el exento la enfadaban; mas
viendo que los demás con tanto deleite
los oían, la pastora hizo lo mismo hasta
el fin, que como los pastores se metieron
en cuestión de firmezas y mudanzas,
ella se volvió á Elisa, y á poco rato,
despedidas de los pastores, se entraron
por la espessura de los árboles con poco
gusto de todos, y menos de Mendino, que
las quisiera seguir, pero no pudo, que
Galafrón por diversa parte le llevó
hablando, y cuando le vido en soledad
favorable á su intención, primero alabó
la hermosura y discreción de Filis, el
caudal y suerte, y sobre todo el trato
tan lleno de bondad y llaneza; después
le aconsejó que pussiesse en ella el
pensamiento, pues en otra ninguna estaría
tan bien ocupado. Ni le pareció al cortés
Mendino despreciar alguna destas cosas,
pero menos le salió al empleo, y como
no era esto lo que Galafrón buscaba,
declaróse más, y dijo que él sabía que le
amaba Filis. Mendino hizo la estimación
debida, y tras largas razones, á más
ver se despidieron los dos y guiaron á
sus ganados, que en el amparo de nobles
mayorales y pastores los tenían. Graciosa
cosa que Filis hizo el mismo oficio con
Elisa, pidiéndole que amasse á Galafrón,
pues su valor y su fe lo merecían; de dó
se deja entender que Galafrón y Filis
estaban de concierto, y aunque Galafrón
á Mendino y Filis á Elisa se encargaron
el secreto, no por esso Mendino y Elisa
le guardaron; y bueno fuera que los dos
se celaran ningun propio acaecimiento,
ésta fuera la falta, que si en essotro
la hubo quedóse en quien entendió que
entre Mendino y Elisa podía, habiendo
sola una alma, haber más de un corazón.
Discreta era Elisa, y viendo que Filis,
enamorada y celosa, los podría dañar,
aconsejó á Mendino que con aparencias
la entretuviesse, y serviría de más
seguridad y secreto en sus veras. Lo
mismo quiso Mendino que Elisa hiciesse
con Galafrón, y el ponerse assí por obra
fué causa en ellos de mayor deleite,
porque las horas que los dos verdaderos
amantes se hurtaban de todos para solos
verse y conversarse, con toda aquella
bondad que dos almas desnudas lo pudieran
hacer, no era la peor parte el contarse
lo que á él con Filis y á ella con
Galafrón les sucedía. Ved si Mendino y
Elisa vivirían contentos: pues Galafrón
y Filis también lo estaban, hasta que
no faltó quien lo viniesse á turbar en
todos. Murió Padelio, noble y próspero
rabadán, y vino al Tajo á heredar sus
rebaños Palideo, su hermano, mancebo
sabio y galán, y quitando los ojos de
la herencia, los puso en la belleza de
Elisa, con tanta solicitud y ardimiento,
que de día en sus cabañas, con el viejo
Sileno, que su grande amigo era, y
de noche cercándolas con sus propios
pastores, jamás faltaba: esto á gran
costa y pesar de Mendino, y no menos de
Elisa, porque, estorbadas las horas de
su contento, los dos andaban tan sin él,
que fácilmente se les echaba de ver, y
lo peor fué que Sileno, con sospecha ó
aviso, se receló de entrambos. Creció
el cuidado en Mendino, y perdiendo el
respeto á su recato, los días velaba y
las noches no dormía. Y no es possible
menos á quien ama en competencia, aunque
verdaderamente se vea triunfando de
su enemigo. Desta diligencia, Padileo,
celoso, acrecentó la suya, y Galafrón y
Filis vieron su perdición: que en los
tiempos adversos nadie sabe fingir.
Nublados fueron éstos que en Padileo
tronaron, en Mendino y Elisa turbaron
la luz, y en los ojos de Galafrón y
Filis llovieron, y no por esso cesaron:
pues viéndose Elisa en tanto dolor y á
su querido amante, confusa y triste y
imposibilitada de poderle consolar, quiso
hacerlo por escrito, y con el zagal Sirio
le envió una letra que decía:
ELISA
Es el papel en que escribo
el corazón que os he dado;
y el estilo mal limado,
el mismo mal en que vivo;
el agotado licor
de mis entrañas la tinta;
y la pluma que le pinta,
es con la que vuela Amor.
Recebid esta embajada,
á vos sola dirigida,
de una libertad perdida
y una voluntad ganada,
aunque por aqueste modo
pagados vamos los dos,
pues que hallo en solo vos
todo lo que pierdo en todo.
Viviendo sola y ausente
de mi propia compañía,
agravio al alma sería
preguntarle lo que siente.
Si á descubrirlo me ofrezco,
en vano me cansaré,
pues se ha de entender por fe
ó por mí que lo padezco.
Estas montañas á una
testigos firmes me son
que lo es más mi corazón
á los golpes de Fortuna.
Y este noble humilde techo,
que de albergaros fué dino,
sabe que sólo Mendino
puede caber en mi pecho.
Moradas de hombres y fieras
conocen esta verdad,
que mi mucha voluntad
no se extiende á menos veras.
Y si vos de aqueste intento
lo cierto queréis sentir,
sin alma podré vivir
con vuestro conocimiento.
Si no escucháis el dolor,
tenelde de verme así,
con tal que me deis á mí
el vuestro todo, pastor;
mas no me contenta, no,
haceros tal demasía,
más á cuento nos vendría
pagar por entrambos yo.
Si por ventura estimáis
más mi fe que vuestro gusto,
á tiempo estamos, que es justo
que mostréis lo que me amáis:
pues puedo y quiero juraros,
así me vala el quereros,
que cuanto pierdo de veros
lo voy cobrando en amaros.
El que dañarnos pretende,
aqueste cargo nos echa,
si en estorbar se aprovecha,
que en aprovechar se ofende:
y no me juzguéis culpada
en su vana pretensión,
pues sola vuestra opinión
me hace á mí deseada.
El vela noches y días,
con enojo suyo y nuestro,
mas yo os ofrezco por vuestro
el fruto de sus porfías:
él verá, por más que haga,
el poco rastro que deja,
y siendo suya la queja,
veréis vos vuestra la paga.
Imposible me es quererle,
y aun no dexar él de amarme,
que cansarále el cansarme
más que á mí el aborrecerle.
Su bien y su mal igualo,
y por ponerle más freno,
ni le encenderé con bueno,
ni le indignaré con malo.
Si estos medios no son tales,
dadme vos otros mejores,
que aunque me los deis peores,
me serán los más cabales.
Esto es lo que Amor me enseña,
y lo que compro barato,
siendo de cera en el trato
y en la firmeza de peña.
Ausencias, muertes, debates,
adversidades y antojos,
son el toque en que á los ojos
muestra la fe sus quilates.
Los suyos os mostrará
la mía con tal excesso,
que la tomaréis sin peso
y después no os pesará.
Y pues tan claro veréis
que es mi fe tan viva y cierta,
porque no parezca muerta,
mandadla obrar y veréis
cómo atropella al momento
honra y vida sin temor,
porque no hay vida ni honor
fuera de vuestro contento.
Andando á solas un poco
ayer, sin vos y sin mí,
en un álamo leí:
_nunca mucho costó poco_;
mas yo, que sé cómo lucho,
con deseo y con trabajo
borrélo y puse debajo:
_nunca mucho costó mucho_.
En el mar seguro y manso
se anega el desconfiado;
y al que espera ser premiado
cualquier trabajo es descanso;
con la esperanza de gloria
no puede haber mucha pena,
que el que vence en la cadena,
mayor hace la victoria.
Hay un muro en mi vergel,
á la parte de la fuente,
y un resquicio suficiente,
para hablarnos por él,
dó podrás venir seguro,
entre el norte y el lucero,
que allí, pastor, os espero,
y en Dios, de veros sin muro.
Aunque no fuera deseado, fuera de mucho
contento en Mendino el papel de Elisa,
pues viniendo á tan buen tiempo, fácil
es de entender cómo sería recebido y
cómo celebrado. Quisiera el pastor poder
mostrar su alegría sin que fuera tan á
costa suya; pero cerrándola dentro de su
corazón, se dispuso á la siguiente noche
que apenas vido el silencio della, cuando
mudado el vestido, con un grueso bastón
de encina con que acostumbrado estaba
Mendino á despartir los toros en la pelea
y á derribar los ossos en los montes,
se salió de su cabaña, y rodeando la de
Elisa, con atento oído y pies sordos
llegó al muro señalado, donde ya la
pastora le esperaba y le avisó que aun no
era tiempo para hablarle de espacio, que
entretanto se fuese y tornase acompañado,
porque Padileo no pudiese como á solo
ofenderle ni como á ocupado hallarle. A
esto Mendino obedeció, y aunque pudiera
buscar á su buen primo Castalio, ó al
galán Coridón, su leal amigo, que con
mucho gusto de Elisa era consabidor
deste caso, no quiso más compañía que á
Siralvo, uno de sus mayorales, de quien
fiaba mucho y más podía. Juntos se fueron
á aquel secreto lugar, y quedando Siralvo
á la entrada dél, de donde todas las
del campo descubría, Mendiano por entre
el muro y las peñas, lugar estrecho y
sombrío, llegó al resquicio, y sentado
sobre la húmida hierba esperó, y no
mucho, que presto vino la hermosa Elisa,
que con su luz esclareció la noche y
con su habla puso el día en el alma de
Mendino. Allí hubo razones tiernas y
turbadas; allí lágrimas y risas, ruegos
y promesas, y sobre todo Amor que lo
sazonaba. No fué sola esta vez la que
Mendino y Elisa por aquella parte se
hablaron; pero no todas Mendino llevó
á Siralvo que le acompañasse, porque
sabía que el humilde pastor no lo era en
pensamientos. Andaba furiosamente herido
de los amores de FILIDA, FILIDA que por
lo menos en hermosura era llamada sin
par y en suerte no la tenía; y como los
días con la ocupación del ganado y el
recelo de Vandalio y sus pastores (á
donde FILIDA estaba) no le daban lugar á
procurar verla ni oirla, iba las noches
y descansaba á vista de sus cabañas, y
algunas veces veía á la misma FILIDA,
que en compañía de sus pastoras salía
á buscar la frescura de las fuentes, y
entre los árboles cantaba, y haciéndose
encontrado con ellas, no se esquivaba
FILIDA de oirle ni de entender que le
amaba, que bien sabía de Florela, pastora
suya, con quien Siralvo comunicaba su
mal, y de cuantos más al pastor conocían,
que cabía en su virtud su deseo. Esto
entendía Mendino, y lastimoso de
estorbarle, muchas noches se iba solo
á hablar á la hermosa Elisa, entre las
cuales una el sospechoso Padileo le
acechó y le vido, y fué por mejor que,
celoso y desconfiado, sin decir la causa
de su movimiento, pidió luego por mujer
á la hermosa y discreta Albanisa, viuda
del próspero Mendineo, hija del generoso
rabadán Coriano, que en la ribera del
Henares vivía, y allí desde las antiguas
cabañas de su padre apacentaba en la
fértil ribera 1.000 vacas, 10.000 ovejas
criaderas y otras tantas cabras en el
monte al gobierno de su mayoral Montano,
padre de Siralvo, pastor de Mendino.
Esta famosa empresa consiguió Padileo,
y en conformidad de los deudos de una y
otra parte, partió del Tajo, acompañado
de los mejores rabadanes dél, y el mismo
Mendino, que muy deudo y amigo era de la
gentil Albanisa, y desposado y contento,
con el mayor gassajo y fiesta que jamás
se vido entre pastores, volvió del
Henares con la cara esposa, enriqueciendo
de beldad y valor el Tajo y su ribera;
desta suerte quedó contento Mendino
y pagado Padileo, y Elisa, pagada y
contenta; y como de nuevo comenzó Mendino
en sus amores, y forzosamente á fingir
con Filis y Elisa con Galafrón, que no
les importaba menos que el sossiego,
y sin más industria dellos, el viejo
Sileno asseguró su pecho, y el trato como
primero y con más deleite tornó en todos
y los placeres y fiestas lo mismo, porque
para cualquier género de ejercicio había
en la ribera bastantíssima compañía:
en fuerza y maña, Mendino, Castalio,
Cardenio y Coridón; en la divina alteza
de la poesía, Arciolo, Tirsi, Campiano
y Siralvo; en la música y canto, con la
hermosa Belisa, Salio, Matunto, Filardo
y Arsiano, aunque á la sazón Filardo,
enamorado de la pastora Filena y celoso
de Pradelio, andaba retirado, con mucho
disgusto de todos, que nadie probaba su
amistad que no le amasse por su nobleza
y trato; pero de muchas bellas pastoras
favorecido, amaba á sola Filena y sola
ella le aborrecía, siendo verdad que
otro tiempo le estimaba; pero cansóse
el Amor, como otras veces suele, y con
todo esso Filardo, tan cortés y leal que
se escondía á aquejarse, y en la mayor
soledad encubría sus celos; solos estaban
Coridon y Mendino junto á una fuente,
que al pie de una vieja noguera manaba,
cubierta por la parte del Oriente de
una alta roca, que alargando la mañana
gozaban de más frescura y secreto, cuando
por un estrecho sendero vieron venir á
Filardo, buscando la soledad para sus
quejas, y al mismo tiempo fueron dél
sentidos; y viendo ocupado el lugar que
él buscaba, quiso volverse, pero los dos
no lo consintieron, antes Mendino le rogó
que llegasse, y llegado, Coridón le pidió
que tañesse, y tañendo ambos le incitaron
al canto, que, comedido y afable, no se
pudo excusar, ni aquí su canción, que fué
ésta:
FILARDO
Vuestra beldad, vuestro valor, pastora,
contrarios son al que su fuerza trata,
que si la hermosura le enamora,
la gravedad de la ocasión le mata;
los contentos del alma que os adora,
el temor los persigue y desbarata,
lucha mi amor y mi desconfianza,
crece el deseo y mengua la esperanza.
Los venturosos ojos del que os mira,
os juzgan por regalo del tormento,
y el alma triste que por vos suspira,
por rabia y perdición del pensamiento;
essa beldad que al corazón admira,
esse rigor que atierra el sufrimiento,
poniéndonos el seso en su balanza,
sube el deseo y baja la esperanza.
Aunque me vi llegado al fin de amaros,
ningún medio hallé de enterneceros,
que como fué forzoso el desearos,
lo fué el desconfiar de mereceros;
el que goza la gloria de miraros
y padece el dolor de conoceros,
conocerá cuán poco bien se alcanza,
rey el deseo, esclava la esperanza.
Si propia obligación de hermosura
es mansedumbre al alma que la estima,
y al fuerte do razón más assegura,
tantos peligros voluntad arrima,
vaya para menguada mi ventura,
pues lo más sano della me lastima;
mas si holgáis de ver mi mala andanza,
viva el deseo y muera la esperanza.
Bien muestra Amor su mano poderosa,
pero no justiciera en mi cuidado,
atando una esperanza tan medrosa
al yugo de un deseo tan osado,
que en cuanto aquél pretende, puede y osa,
ella desmedra, teme y cae al lado,
que mal podrán hacer buena alianza
fuerte el deseo y débil la esperanza.
La tierna planta que, de flores llena,
el bravo viento coge sin abrigo,
bate sus ramas y en su seno suena,
llévala y torna, y vuélvela consigo,
siembra la flor ó al hielo la condena,
piérdese el fruto, triunfa el enemigo;
sin más reparo y con mayor pujanza
persigue mi deseo á mi esperanza.
Cantó Filardo, y Mendino quedó de su
canción muy lastimoso. Coridón no, que
estaba ausente de su bien, y cuantos
males no eran de ausencia le parecían
fáciles de sufrir. Cada uno siente su
dolor, y el de Filardo no era de olvidar
que era de olvido, y ahora, después de
haber alabado su cantar tan igual en
la voz y el arte, los tres pastores se
metieron en largas pláticas de diversas
cosas, y la última fué la ciencia de la
Astrología, que grandes maestros della
había en el Tajo; allí estaba el grave
Erión, de quien después trataremos; el
antiguo Salcino, el templado Micanio,
con otros muchos de igual prueba; mas
entre todos, Filardo alabó el gran saber
de Sincero, y la llaneza y claridad con
que oía y daba sus respuestas: por esto
le dió gran gana á Mendino de verse con
Sincero, que muchos días había deseado
saber á dónde llegaba el arte destos
magos; y como Filardo dijo que sabía
su morada, los tres se concertaron de
buscarle el día siguiente, antes que el
Sol estorbasse su camino, con lo cual
tomaron el de sus cabañas, donde cada uno
á su modo passó el día y la noche, y ya
que el alba y el cuidado del concierto
desterraron el sueño, Coridón y Filardo
buscaron á Mendino, cuando él salía de
sus cabañas á buscarlos, y escogiendo la
vía más breve y menos agra passaron el
monte, y á dos millas que por selvas y
valles anduvieron, en lo más secreto de
un espesso soto hallaron un edificio de
natura, á manera de roca, en una peña
viva, cercado de dos brazas de fosso de
agua clara hasta la mitad de la hondura;
aquí quiso Filardo merecer la entrada,
y sentado sobre la hierba sacó la lira,
á cuyo son con este soneto despertó á
Sincero:
FILARDO
Si me hallasse en Indias de contento,
y descubriesse su mayor tesoro
en el lugar donde tristeza ó lloro
jamás hubiessen destemplado el viento;
Donde la voluntad y el pensamiento
guardassen siempre al gusto su decoro,
sin ti estaría, sin ti que sola adoro,
pobre, encogido, amargo y descontento.
¿Pues qué haré donde contino suenan
agüeros tristes de presente daño,
propio lugar de miserable suerte;
Y adonde mis amigos me condenan,
y es el cuchillo falsedad y engaño,
y tú el verdugo que me das la muerte?
Con el postrero acento de Filardo abrió
el mago una pequeña puerta, y con aspecto
grave y afables razones los saludó y
convidó á su cueva. Pues como fuesse
aquello á lo que venían, fácilmente
acetaron, y por una tabla que el mago
tenía en el fosso, que sería de quince
pies en largo, hecha á la propia medida,
passaron allá y entraron en aquel lugar
inculto, donde lo que hay menos que ver
es el dueño. Aquí en estas peñas cavadas
solo vivo y solo valgo, y aunque no á
todos comunico mi pecho, bien sé, nobles
pastores, que sois dignos de amor y
reverencia; mas vos, Coridón ausente, y
vos, Filardo olvidado, perdonaréis por
ahora, y vos, Mendino, oid quién sois
y lo que de vos ha sido y será, que
dichoso es el hombre que sabe sus daños
para hacerles reparo y sus bienes para
alegrarse en ellos; y viendo que Mendino
le prestaba atención, en estas palabras
soltó su voz el mago:
SINCERO
Cuando natura con atenta mano,
viendo el Sér soberano de do viene,
el ser que el hombre tiene y es dechado,
dó está representado, y junto todo,
quiso con nuevo modo hacer prueba
maravillosa y nueva, no del pecho,
cuyo poder y hecho á todo excede,
pero de cuánto puede y cuánto es buena
capacidad terrena en fortaleza,
en gracia, en gentileza, en cortesía,
en gala, en gallardía, en arte, en ciencia,
en ingenio, en prudencia y en conceto,
en virtud y respeto, y finalmente,
en cuanto propiamente acá en el suelo
una muestra del cielo sea possible,
con la voz apacible, el rostro grave,
como aquella que sabe cuanto muestra
su poderosa diestra y sola abarca,
invocando á la Parca cuidadosa,
«Obra tan generosa se te ofrece,
le dice, que parece menosprecio
hacer caudal y precio de otra alguna
de cuantas con la luna se renuevan,
ó con el sol se ceban y fatigan,
ó á la sombra mitigan su trabajo;
tus hombros pon debajo de mi manto,
obrador sacrosanto de tu ciencia,
y con tal diligencia luego busca
aquel copo que ofusca lo más dino,
que después del Austrino al mundo es solo;
de los rayos de Apolo está vestido
de beldad, guarnecido de limpieza,
allí acaba y empieza lo infinito,
es AVE el sobrescrito sin segundo,
á cuyo nombre el mundo se alboroza,
de MENDOZA, y MENDOZA sólo suena
donde la luz serena nos alegra,
y á do la sombra negra nos espanta;
agora te adelanta en el estilo,
y del copo tal hilo saca y tuerce,
que por más que se esfuerce en obra y pueda,
mi mano nunca exceda en otra á ésta».
Dijo Natura, y presta al mandamiento,
Lachesis, con contento y regocijo,
sacó del escondrijo de Natura
aquella estambre pura, aquel tesoro,
ciñó la rueca de oro, de oro el huso,
y como se dispuso al exercicio,
la mano en el oficio, assí á la hora
la voz clara sonora á los loores:
«Oid los moradores de la tierra
cuánta gloria se encierra en esta vida,
que hilo por medida más que humana;
aquí se cobra y gana el bien passado,
que del siglo dorado fué perdido
este bien, escogido por amparo
de bondad y reparo de los daños
que el tiempo en sus engaños nos ofrezca;
porque aquí resplandezca la luz muerta,
la verdad halla puerta y la mentira
cuchillo que la admira y nos consuela,
y la virtud espuela, el vicio freno,
en quien lo menos bueno al mundo espante:
crece, gentil INFANTE, ENRIQUE crece,
que FORTUNA te ofrece tanta parte,
no que pueda pagarte con sus dones,
pero con ocasiones, de tal suerte,
que el que quiera ofenderte ó lo intentare,
si á tu ojo apuntare el suyo saque
y su cólera aplaque con su daño;
del propio y del extraño serás visto,
y de todos bien quisto, INFANTE mío;
mas ¡ay! que el desvarío del tirano
mundo cruel, temprano te amenaza,
tan áspero fin traza á tus contentos,
que tendrás los tormentos por consuelo;
cuando el Amor del suelo lo más raro
te diere menos caro, hará trato
que tendrás por barato desta fiesta
lo que la vida cuesta; mas entiende
que si el Hado pretende darte asalto,
y que te halles falto de la gloria,
do estará tu memoria, el cielo mismo
te infundirá un abismo de cordura,
con que la desventura se mitigue,
que aunque muerte te obligue, cuando á hecho
rompa el ínclito pecho de tu padre,
de claro aguelo y madre á sentimiento,
y el duro acaecimiento que te espera
de que á tus ojos muera la luz bella,
de aquella, digo, aquella que nacida
será tu misma vida muertos ellos,
serás la Fénix dellos; crece ahora,
que ya la tierra llora por tenerte,
por tratarte y por verte y será presto».
Dijo Lachesis esto, y yo te digo,
que tú eres buen testigo en lo que ha sido,
y si en lo no venido no reposas,
esfuérzate en las cosas que te ofenden,
que en el tiempo se entienden las verdades
y el franco pecho en las adversidades.
Ganoso anduvo Mendino de oir á Sincero,
y valiérale más no haberlo hecho, porque
una vez le oyó y mil se arrepintió de
haberle oído. Imprimióse una imagen de
muerte en su corazón, que si juntamente
en él no estuviera la de Elisa, cayera
sin duda en el postrer desmayo. Cruel
fué Sincero con Mendino en afirmarle lo
que fuera possible ser tan falso como
verdadero, mas pocos hay que encubran su
saber, aunque el mostrarlo sea á costa
del amigo. Tal quedó el pastor, que no
fué poco poderse despedir del mago, que
con ofertas y abrazos salió con ellos
hasta passar el soto, donde se quedó,
y ellos volvieron á la ribera, que al
parecer de Mendino ya no era lugar de
contento, sino de profundo dolor, con
quien anduvo luchando muchos días por
no poderle excusar y por hacerlo de que
Elisa lo sintiesse. ¡Oh cuántas veces el
leal amador mostró placer en el rostro,
que en el alma era rabia y ponzoña, y
cuántas veces su risa fué rayo, que
penetraba su pecho y aun los mismos
ratos de la presencia de Elisa, que en
muerte y afrenta le fueran consuelo, le
eran allí desesperación, y así no tenía
gusto sin acibar ni trabajo con alivio!
«¿Es possible, decía, que la celestial
belleza de Elisa ha de faltar á mis
ojos, y que muerta Elisa yo podré vivir,
y mis esperanzas juntas con Elisa se
harán polvo que lleve el viento? Primero
ruego á la deidad donde todo se termina
que mude en mí la sentencia, y si no,
yo me la doy, Elisa, que ya que no sea
poderoso para que no mueras, serélo á
lo monos para no vivir». Estas y tales
razones decía Mendino á solas con la
boca, y acompañado con el corazón, y
Elisa, inocente destos daños, siempre
se ocupaba en agradarle y engañar á
Galafrón, como Mendino á Filis. Tres
veces se vistió el Tajo de verdura, y
otras tantas se despojó della, en tanto
que Elisa sin sobresalto, y Mendino
siempre con él, gozaron de la mayor fe
y amor que jamás cupo en dos corazones
humanos, y al principio del tercero
invierno, cuando el fresno de hoja y
el campo de hermosura, juntamente se
despojó de vida el corazón de Mendino no
olvidado, no celoso ni ausente menos que
del alma, porque adoleció Elisa de grave
enfermedad é inútiles los remedios de
la tierra, aquella alma pura, buscando
los celestiales, desamparó aquel velo de
tan soberana natural belleza, dejando
un dolor universal sobre la haz del
mundo y una ventaja de todo en el pecho
del sin ventura pastor, que aun para
quejarse no le quedó licencia, solo
por la soledad de los montes buscaba á
Elisa, y en lágrimas sacaba su corazón
por los ojos; allí, con aquellas peñas
endurecidas, comunicaba su terneza, y en
ellas mismas ponía sentimiento. Con él
lloraron SIRALVO, Castalio y Coridón. Con
él lloraron los montes y los ríos; con él
las ninfas y pastoras, mas nadie sentía
que él lloraba. Gran pérdida fué aquélla,
y grande el dolor de ser perdida, y
muchos los que perdieron. Esto se pudo
ver por las majadas de Sileno, donde no
quedó pastor que no llorasse y gimiese,
y desamparando las cubiertas cabañas,
passaban la nieve y el granizo por los
montes las noches, y por los yermos los
días, mayormente en el lugar do fué Elisa
sepultada, en una gran piedra coronada
de una alta pirámide, á la sombra de
algunos árboles, y á la frescura de
algunas fuentes, todos los rabadanes,
pastoras y ninfas de más estima cubrieron
sus frentes con dolor y bañaron con
lágrimas sus mejillas en compañía del
anciano padre, donde Mendino, que más
sentía, era quien menos lo mostraba,
por el decoro de Elisa y el estorbo de
Filis, y así apartado, donde de nadie
podía ser visto ni oído, satisfacía á
su voluntad en lágrimas sin medida y en
quexas sin consuelo; y cuando el bravo
dolor le daba alguna licencia, cantaba en
vez de llorar, y peor era su canto que si
llorara, que cuando el triste canta, más
llora, y más MENDINO, que desta suerte
cantaba:
MENDINO
Yéndote, señora mía,
queda en tu lugar la muerte,
que mal vivirá sin verte
el que por verte vivía;
pero viendo
que renaciste muriendo,
muero yo con alegría.
En la temprana partida
vieja Fénix pareciste,
pues tu vida escarneciste
por escoger nueva vida:
sentiste la mejoría,
y en sintiéndola volaste,
mas ay de aquel que dejaste
triste, perdido y sin guía;
y entendiendo
que te cobraste muriendo,
se pierde con alegría.
El árbol fértil y bueno
no da su fruto con brío
hasta que es de su natío
mudado en mejor terreno;
por esto, señora mía,
en el jardín soberano
te traspuso aquella mano
que acá sembrado te había;
y entendiendo
que allí se goza viviendo,
muero aquí con alegría.
Bien sé, Elisa, que convino,
y te fué forzoso y llano
quitarte el vestido humano
para ponerte el divino;
mas quien contigo vestía
su alma, di, ¿qué hará,
ó qué consuelo tendrá
quien sólo en ti le tenía,
si no es viendo
que tú te vistes muriendo
de celestial alegría?
En esta ausencia mortal
tiene el consuelo desdén,
no porque te fuiste al bien,
mas porque quedé en el mal;
y es tan fiera la osadía
de mi rabiosa memoria,
que con el bien de tu gloria
el mal de ausencia porfía;
pero viendo
que el mal venciste muriendo,
al fin vence el alegría.
Es la gloria de tu suerte
la fuerza de mi cadena,
porque no cesse mi pena
con la presurosa muerte,
que ésta no me convenía;
mas entonces lo hiciera
cuando mil vidas tuviera
que derramar cada día;
pues sabiendo
la que ganaste muriendo,
las diera con alegría.
Vi tu muerte tan perdido,
que no sentí pena della,
porque de sólo temella
quedé fuera de sentido;
ya mi mal, pastora mía,
da la rienda al sentimiento;
siempre crece tu contento
y el rigor de mi agonía;
pero viendo
que estás gozosa viviendo,
mi tristeza es alegría.
Así pasaba Mendino su congojosa vida,
huyendo de los lugares donde de Elisa se
trataba, honrándola ó llorándola, porque
para ella y para él era este recato de
grande importancia, y así se entretenía
en sus cabañas con el vaquero Coridón
ó con Castalio su primo lo más del
tiempo, y esto porque en amor no falte
su costumbre, que es haber siempre quien
de nuevo llore; Cardenio, enamorado de
Clori, perdió el respeto á Castalio,
que más que á sí la quería, y la pidió
en casamiento, y el generoso padre de
ella, viendo la igualdad de los dos ricos
pastores en edad y suerte, y que ambos le
pedían y ambos eran dignos, y á Castalio
heredero y á Cardenio heredado, dió la
palabra á Cardenio y dejó á Castalio, de
manera que estuvo mil veces por darse la
muerte. En estos trances tan dolorosos
se pasó lo restante del invierno. No
os he dicho nada de Galafrón, siendo
mucho lo que hay que decir; mas presto
celebraremos el sepulcro de Elisa, donde
serán sus lágrimas las mejores, porque
allí faltarán las de Mendino; y ahora
veréis que llega á la ribera un galán
cortesano en hábito de pastor; Alfeo se
llama, y con dolor viene: tratemos dél,
en tanto que de Mendino y Castalio sus
recientes daños no nos dan lugar: que tal
vendrá, que los hallemos más tratables,
pues
El mal que el tiempo hace,
el tiempo le suele curar.
SEGUNDA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
En tanto que el generoso Alfeo siguió
las pomposas Cortes tan satisfecho de
su habitación, que le parecía tiempo
perdido el que en otra parte se gastaba,
mayormente el de aquellos que de las
ciudades y villas, retirados á las
humildes aldeas, vivían entre aquella
soledad acompañada de murmuración, y
aquella compañía desierta de consejo,
no es de maravillar que así amasse el
trato cortesano: porque criado en él y
aficionado á las artes, hallaba allí del
mundo lo mejor; ayudábale á gozarlo ser
rico y liberal, gentil, cortés, discreto
y bien nacido, amado de todos, y sobre
todo, señor de su voluntad. Pero después
que vió la hermosura de Andria, que era
sin igual, y probó su condición, tan
fácil al mal y al bien, que en breves
días, enamorado y creído, sintió el
favor de su parte, medida de su deseo,
y en más breves la ponzoña secreta de
su dulzor, juzgó enemigos al cielo y á
la tierra, llamó la muerte, aborreció
la vida, estragó su pecho hasta quedar
tan trocado de sí, que á sí mismo no se
conocía, y tan enemigo del lugar, que á
otra cosa que infierno no le comparaba.
Huyó dél, corrido de sus amigos,
desesperado de su contento y atónito de
su perdición; buscó la ausencia, con
deseo de que en ella le viniese la muerte
sin que la despiadada Andria supiese
de su muerte ni de su vida. Así como
iba trocada su fortuna, así lo iba su
traje: camisa cruda llevaba y sayo pardo
vaquero, caperuza de faldas y calzón de
lienzo, polaina tosca y zapato gruesso,
é intencionado de encubrir su suerte y
guardar cabras y ovejas en la ribera
del Tajo, donde al silencio de la noche
enderezó sus pasos, sin más compañía que
su dolor y cuidado, que casi con alas del
viento apresuraban su jornada, llegó á su
verde ribera al punto que el sol con la
primera lumbre ahuyentaba las postreras
sombras de la noche. Era el tiempo que
la deleitosa primavera, desechando las
flores de sus plantas, casi apenas el
deseado fruto entre las tiernas hojas
descubría. Y á las aves de la noche por
las cavernas encerrándose, las del día
(desamparados los nidos) dulcíssimos
cantares acordaban. Ya el rústico
Arsindo, desde un alto peñasco que sobre
el Tajo pendía, tocaba una sonora bocina,
á que de todas partes de la ribera le
comenzaron á responder con flautas,
chapas, adufres y otros instrumentos
pastorales, donde Alfeo entendió ser día
entre ellos de gran solemnidad y fiesta,
y acrecentando su pena, se entró por la
espesura de unos tarayes, y recostado
en la tierra junto á un pequeño arroyo
que del Tajo salía, los ojos en él y el
pensamiento en Andria, al son del agua y
al compás de sus suspiros comenzó á decir:
ALFEO
Apartado de la vida
pago, viniendo á morir,
con la pena del partir
la culpa de la partida;
culpa que (si bien se apura)
procede en tal ocasión,
no por falta de razón,
mas por mengua de ventura.
Húyome de vos agora,
aunque decirlo es afrenta,
mas si vos quedáis contenta,
iré pagado, señora;
sin derramar más querellas,
que en su mayor fundamento
las ha de llevar el viento
y á mí la vida tras ellas.
Partíme de vos sin veros,
porque no puedan decirme
que fué possible partirme
y no lo fué enterneceros;
excusaré, mal mi grado,
el juzgar en la partida
á vos por desconocida
y á mí por desesperado.
No hay fortuna que assegure
aquel que de vos se parte,
ni tiempo, razón ni arte
que por su salud procure;
y así á tan amarga suerte
no buscaré resistencia,
pues vos disteis la sentencia,
yo ejecutaré mi muerte.
No crece en esta jornada
la pena como el quereros,
que no es mayor mal no veros
que veros contino airada;
y pues iguala á la ausencia
lo que padezco presente,
no podrá llamarme ausente
quien no me lloró en presencia.
Yo me huyo, y no me quejo,
porque no vengo conmigo,
perdonadme que os lo digo
por galardón de que os dejo;
y si os mostráredes servida
en partirme desta suerte,
podré decir que la muerte
me valió más que la vida.
Coged el fruto que ofrece
mi partida en mis enojos,
pues quita de vuestros ojos
lo que vuestra alma aborrece;
quedad satisfecha así,
que aunque soy el agraviado,
triunfaré como vengado
si sé vengaros de mí.
De este bien desconfiando,
mis males agradeciendo,
vuestro desdén conociendo,
de la vida no curando,
tal me voy á tierra extraña
á volverme en tierra poca
con vuestro nombre en la boca
y en el alma vuestra saña.
Bien pensó Alfeo que se quexaba á solas,
ignorando que á su siniestro lado, á la
caída del río, al fin de la espesura,
estaba la cabaña de la pastora Finea,
discreta y bella serrana, la cual,
recordando á la bocina de Arsindo, fué
herida de las palabras del afligido
amante; mientras las cuales duraron, dejó
el humilde lecho, calzó abarcas de limpio
cuero con cordones de fina lana, vistió
su cuerpo gentil de saya parda oscura
con saino baxo y camisa blanca gayada,
cogió sus cabellos, y cubriéndolos con
un ancho y alto tocado á fuer de la
serranía, salió al lugar donde Alfeo
estaba con más semejanza de muerto que
de vivo. Y aunque la graciosa Finea
había bien entendido de sus palabras
la causa de su dolor, dissimulando le
dijo: ¿Duermes, pastor? No duermo, dixo
Alfeo. ¿Pues por qué, dixo Finea, dejas
passar el río tu manada, que cuando
della no cures, del daño que puede hacer
deberías tener cuidado? No tengo cosa,
dixo Alfeo, que á nadie pueda dañar, sin
haberla en el mundo que á mí no me dañe.
Según esso, dixo Finea, tú eres el más
desdichado de los hombres, pues ninguno
lo es tanto que no halle quien dél se
duela. Y sin duda ya yo lo hago de ti,
porque me pareces enamorado y forastero.
En lo uno y lo otro, dixo Alfeo, has
acertado; sólo yerras en tener compassión
de mí, y así te ruego no la tengas si no
eres amiga de tiempo muy perdido. ¿Qué
sabes, dixo Finea, si puedes pagarme
en mi moneda? ¿Eres acaso, dixo Alfeo,
enamorada y forastera? Esso, dixo Finea,
puedes tú ver, sin preguntarlo, en mi
traje por una parte y en mi piedad por
otra. Pero dime, pastor, así triunfes de
tus enojos, ¿quién eres, de dónde y á
qué eres venido, que tu hábito me dice
uno y tu persona me descubre otro? No
creas nada, dixo Alfeo, que aquí estoy
yo que te desengañaré de todo, pues no
puedo ser ingrato al cargo que en tan
breves razones me has echado: suplícote
primero me digas qué es la causa del
ruido que esta mañana (al parecer del
sol) sonó en la ribera. La causa, dixo
Finea, de las voces é instrumentos que
has oído es una junta casi general de
los pastores desta ribera que hoy se
hace en lugar señalado, por recordación
de la difunta Elisa, hija del caudaloso
rabadán Sileno, cuyas cenizas serán cada
año en este mismo día celebradas. Por
esto subió el rústico Arsindo á avisar
con su ronca bocina desde las altas
peñas, y toda la pastoral compañía desde
sus moradas le respondieron, á cuyo son
recordé yo y oí tus quexas, y estimo
en lo que es razón la voluntad con que
te ofreces á darme cuenta de ti; pero
el detenimiento en este lugar podría
ser peligroso, porque el sitio de Elisa
es más de una milla distante de donde
estamos, y la obligación de entrar yo á
tiempo, forzosa, y sin duda no hay pastor
ni pastora que no vaya caminando, así que
en el camino podré saber lo que tanto
deseo, y tú mandar lo que ya quisieres de
tu gusto, que responderé á él con toda
la obligación que me has hecho. Pastora,
dixo Alfeo, yo no debo hacer essa jornada
si no es porque tú lo quieras, y así te
acompañaré hasta donde fueres contenta,
que para mí no tiene más un lugar que
otro, salvo los de la soledad á que mi
mala fortuna me tiene tan obligado.
Sígueme, pastor, dixo Finea, y saliendo
de entre los tarayes se entraron por una
senda estrecha y deleitosa, entre olmos y
salces, y á poco espacio, antes que nada
pudiessen tratar, sobrevino á la parte
del río una banda de apuestos pastores y
hermosas pastoras, y entre ellos Licio,
pastor de mucha estima, desfavorecido y
celoso de Silvia, una de las pastoras
que allí iban. Fuéles forzoso á los dos,
Alfeo y Finea, seguir su compañía, que
sin esquivarse del nuevo pastor, iban en
dulces pláticas entreteniéndose, y á la
mitad del camino Finea pidió á Ergasto
que tañese y á Licio que cantasse, á cuyo
ruego Ergasto sacó la flauta, y á su son
Licio comenzó á cantar de aquesta suerte:
LICIO
¿De qué sirve, ojos serenos,
que no me miréis jamás?
De que yo padezca más,
mas no de que os quiera menos.
Si el que con gusto moría,
queréis que rabiando muera,
aunque mudéis la manera,
firme está la fantasía:
de ira y gracia llenos
dais por un mismo compás
el mal de menos á más
y el favor de más á menos.
Si imagináis que dexarme
tan sin ley y sin razón
en mí ha de ser ocasión
para desaficionarme;
pues no bastan ser ajenos,
industrias son por demás,
antes el deseo es más
cuando la esperanza es menos.
Podéis con desabrimiento
quitarme el verme y el veros,
mas no que por conoceros
no me agrade mi tormento;
ser tan hermosos y buenos
que lo dexáis todo atrás,
esto en mí siempre fué más
y lo demás todo menos.
Si por matar al amigo
no podéis ser alabados,
y os queréis ver disculpados
con todo el mundo y conmigo;
cuando huya de sus senos
el alma triste además,
miradme, y no pido más,
mas tampoco pido menos.
Todos, sino Silvia, oyeron atentamente la
tierna canción del angustiado Licio; pero
ella, que de costumbre tenía esquivarse
con él en todo, mientras duró se
entretuvo con Dinarda en plática de poca
importancia, según pareció por lo que
Dinarda hizo, que pidiendo á Ergasto que
no cessase y á Licio que le respondiesse,
Ergasto empezó á tañer, y ella á cantar,
y Licio á responder desta manera:
DINARDA Y LICIO
--¿Si Silvia se te desvía,
más la sigues?--Hago bien.
--Morirás por ello.--Amén;
quizá la contentaría.
--Pon más consideración
en tan confusa aspereza,
que te lleva tu firmeza
carrera de perdición;
¿cuando más males te envía
más te humillas?--Hago bien.
--Tú te destruyes.--Amén;
que esso es lo que yo querría.
--No abras con tal error
tu mal soldada herida,
que si es mala la caída,
la recaída es peor;
mira que es gran niñería,
no escarmentar.--Hago bien.
--¿Y si te pierdes?--Amén;
que poco se perdería.
--De tantos males y enojos
¿qué nuevas esperas buenas,
si tu afición y tus penas
son culpas ante sus ojos?
¿A la que te desafía
te avassallas?--Hago bien.
--Veráse vengada.--Amén;
que entonces yo triunfaría.
--Eres juez tan cruel
en sentenciar tu processo
que, ó se te ha enjugado el seso
ó no naciste con él;
lo que en tu frente se cría,
¿es locura?--Hago bien.
--¿Y si te atassen?--Amén;
que por cuerdo quedaría.
O por oir Silvia á Dinarda, ó porque el
cantar la movió á más atención que el
primero, mientras duró estuvo puestos los
ojos en los pastores que cantaban. Mas
ya que vió que era acabado, con rostro
grave y hermoso, vuelta á la pastora
le dixo: Volvamos, Dinarda, á nuestro
cuento, que aunque el día es largo, para
esso faltará lugar y para essotro no,
que llegados al valle todos cantaremos.
Esso creo yo, dixo Uranio (pastor de
pocas palabras, pero de mucho aviso),
mas será la diferencia que cantaréis
en la rama y Licio en la red. Si yo la
hice, dixo Silvia, en ella muera. ¿Pues
quién la hizo? dixo Licio. Tú, pastor,
dixo Silvia; si alguna hay, aunque tu
desassossiego no es prisión, sin duda,
sino temor de venganza de las más
conocidas sinrazones que jamás contra
mujer se han hecho. ¿Quién las hizo? dixo
Licio. Tú, dixo Silvia, que en medio de
una tierníssima voluntad mía, donde eras
solo señor, moviste en pago tus pies y tu
lengua contra mí. Si tú primero, dixo
Licio, me quitaste el seso, no fué mucho
que yo hiciesse locuras. ¿Pues tengo yo
culpa, dixo Silvia, á tus desvariadas
sospechas? Desso, dixo Licio, tú eres
testigo, pero sey juez, que yo huelgo de
ser el condenado. Sola una cosa, dixo
Silvia, quiero preguntarte: ¿Qué te
movió á desterrar á Celio de la ribera?
Esso, dixo el pastor, fué concierto de
nuestra contienda que el que quedasse
vencido no pudiesse, por término de un
año, apacentar en la ribera del Tajo:
condición fué sacada por su boca y
desafío hecho por su mano, y pena por
que yo passara (aunque á mi pesar) si
él me venciera. Y oxalá Licio fuera el
vencido, con que el cielo me ayudara con
la más mínima parte del sentimiento que
por Celio tienes. Mira, pastor, dixo
Silvia con rostro más altivo y tierno;
vuelve á Celio á su cabaña, y de mí y de
la mía no te acuerdes jamás, y agradece
mucho que me humillo á enseñarte cómo
podrás tenerme menos agraviada. Sí,
agradezco á ti y al cielo, dixo Licio;
y llamando á Ergasto, á passo largo se
entraron por una senda que á mano derecha
estaba, quedando los demás pastores
muy agradecidos del noble respeto del
pastor y del buen proceder de la pastora.
Pero viéndola casi forzada á llorar, no
quisieron enternecerla; antes, vuelto
Uranio al nuevo pastor Alfeo, con gran
cortesía le preguntó su nombre y su
venida. Mi nombre, dixo el pastor, es
Alfeo; mi venida, de passo, y serlo
ha más si os soy inconveniente. Esso
estuviera á mi cargo, dixo la serrana
Finea. Y volviendo á los demás les
asseguró que Alfeo era muy digno de su
compañía y trato. Y en estos agradables
razonamientos llegaron á una hermosa y
gran floresta que á la entrada del valle
de Elisa estaba, y donde había orden de
irse aguardando los pastores hasta que
juntos entrassen al sagrado valle. Y assí
agora hallaron muchos, divididos por los
arroyos y fuentes, tejiendo guirnaldas,
juntando ramos de diversas flores y
algunos tañendo y cantando con gran
harmonía y arte, que allí estaban Sasio,
Filardo y Arsiano, y la pastora Belisa,
hija del doctíssimo lusitanio Coelio, los
cuatro más aventajados en música y canto
que en las españolas riberas se hallaban.
Ayudábales el mucho estudio, suaves
voces v discreción y donaire, aunque en
suavidad y harmonía Belisa los dejaba
atrás. Cantando estaba Arsiano cuando
nuestros pastores llegaron; pero á poco
rato, Belisa, ayudada de Sasio, al son de
la lira con gran dulzura comenzó á cantar
aquestos versos:
BELISA
Entre hierbas fresquíssimas floridas,
un cendal por los ojos rodeado,
juntos los pies, las alas escondidas,
Suelta la aljava, el arco floxo al lado,
durmiendo estaba con descuido y gana
el pequeñuelo dios de Amor echado.
Llevaba en el frescor de la mañana
FILIDA sus ovejas, que las flores
iban barriendo con la blanca lana.
No sonaban zampoñas de pastores,
iba cantando (cuando vió dormido
al mismo Amor) qué cosa es mal de amores.
No conoció quién era, aunque le vido,
porque nunca sintió su pena grave,
mas llegó á conocerle sin ruido.
Miróle y dixo con su voz suave:
¿Hombre y ciego y con alas? No eres hombre.
¿Ave con solas alas? No eres ave.
Si te pusiste aquí porque me assombre
con tu nueva facción, por no hacello
quiero saber de ti cuál es tu nombre.
Una trenza texió de su cabello
y atóle, y recordando el Amor luego,
se vió cautiva della y preso en ello.
FILIDA dixo: Dime, alado ciego,
cómo te llamas. Respondió riendo:
Furor causado de tu gran sossiego.
FILIDA le responde: No te entiendo.
Y dice Amor: Mi nombre es tu belleza,
con cuya luz la misma nieve enciendo.
Yo soy Amor, si quieres más certeza,
ves allí el arco, ves allí la aljaba,
tiéntalos y verás su fortaleza.
FILIDA dice: El tiempo que me amaba
el que solo obligada me tenía
al yugo que atajó la muerte brava,
Cuatro coronas el Amor traía,
no era arquero, no era amor alado,
ni ciego como tú, que bien veía.
Tú vienes con dos jaras adornado,
una ligera y otra muy pesada,
y el efeto por dicha más pesado.
Dícele humilde Amor: Essa dorada,
de sólo bien querer está sangrienta,
y essa de plomo, en desamor bañada.
Sin quebrar la pesada te contenta
puedes, pues para el hombre que te viere
es imposible que su fuerza sienta;
Mas cuanto tu beldad acá viviere,
por fuerza essotra vivirá segura,
que cuando de mi aljaba se perdiere,
la hallaré en tu gracia y hermosura.
La mucha arte, la gran harmonía del
vario son que la pastora Belisa á sus
versos iba dando, fué de manera que no
quedó pastor ni pastora que por una y
otra parte no la rodeassen. Y al fin de
su cantar, como maravillados de oirla
y no menos satisfechos de mirarla, no
se movían de aquel lugar, deseosos que
tornasse á su agradable canto. Pero á
esta hora ya la floresta estaba llena
de la más noble y lucida gente que
jamás se ha visto entre pastores. Y el
viejo Sileno, con largo sayo y retorcido
bastón, la barba al cinto, cana como
la limpia nieve, y sobre su arrugada
frente una corona de funeral ciprés,
salió del valle acompañado de los cuatro
escogidos y gallardos pastores Mireno y
Liardo, Galafrón y Barcino, en discreción
y gentileza iguales, y en caudal y
estimación lo mismo. Traían de varios
pellicos sus vestiduras, con dardos
gruessos de fresno de puntas de luciente
acero en sus manos, sus cabellos limpios
y peinados, cubiertos con guirnaldas
de verde yedra, á cuya entrada todo
el pastoral concurso prestó un atento
silencio. Y después que Sileno con sus
cuatro pastores hubo pasado y visto por
todas partes la floresta, vuelto al
encerrado valle mandó que Arsindo tocasse
en él su bocina, cuyo son apenas fué oído
cuando por una sola entrada que el valle
tenía se trasladó en él toda la gente
que en la floresta estaba. Dispuesto
era el lugar para la gran fiesta que se
ordenaba. Tenía de ancho media milla y
una en largo. Guardábale de ambos lados
un espesso y alto monte de gruessos
robles y viejas encinas, por entre los
cuales baxaban muchos arroyos de agua
clara, que unos hacían estanques en el
fresco valle y otros por las cavernas
sumiéndose, acrecentaban su deleite
y hermosura. No faltaban en el llano
fuentes puríssimas que, como de cristal,
bañaban los troncos á las diversas y
hermosas plantas. Estaba entre ellas una
alta pirámide de rico mármol, casi toda
cubierta de nativa yedra y de compuestos
ramos; aquí con gran reverencia fueron
llegando pastoras y pastores sin quedar
ninguno que no dejasse en el devoto
sepulcro verde ramo ó florida guirnalda.
Y apartados por orden, sentándose sobre
la menuda hierba, Alfesibeo, caudaloso
rabadán, de edad madura y de presencia
gentil, subiendo con el viejo Sileno,
Galafrón y Barcino, Mireno y Liardo á un
ramoso y alto assiento que á un lado de
la pira estaba, tomó la templada lira, y
no impedido de las aves del cielo, pero
ayudado de los suaves vientos y oído de
los atentos pastores, comenzó á cantar
esta piadosa elegía.
ALFESIBEO
Pues el suave sentido y dulce canto
perdió la causa, en testimonio desto
comenzad, Musas, vuestro amargo llanto.
Presentes sean al dolor funesto
Beldad, Fortuna, Amor, Gracia y Prudencia,
en veste negra y dolorido gesto.
Llore Beldad la sin igual violencia
de la muerte cruel, acerba y dura
de quien le daba vida y excelencia.
Fortuna ofrezca suma desventura,
pues quien la pudo dar al mundo buena
guarda su luz en esta pira oscura.
Amor derrame en abundante vena
su sentimiento, pues la cruda muerte
á fin eterno su poder condena.
La Gracia, viuda de mezquina suerte,
pues la fuente perdió de do manaba,
la de sus ojos crezca en mal tan fuerte.
Prudencia llore su deidad, esclava
de la Parca cruel, pues juntamente
con las demás su breve curso acaba.
Y todos ellos mi cantar doliente
acompañen con lágrimas, en tanto
que diere luz al mundo el rojo Oriente.
Sin igual es la causa del quebranto,
débelo ser también en sentimiento;
proseguid, Musas, vuestro amargo llanto.
Yace á la sombra deste encerramiento,
oscuro y negro, reverente y pío,
la misma Idea de merecimiento.
Mi voz cansada, en monte, en valle, en río
Elisa, Elisa en triste son resuena
y acoge el cielo el tierno acento mío.
General es la pérdida y la pena,
general es el afligido lloro,
general la sentencia que condena.
En lo más alto del Castalio coro,
las nueve Hermanas con estrecho luto
cubren la luz de sus cabellos de oro.
Allánanse á pagar este tributo
los que en mil lastimosas ocasiones
han conservado siempre el rostro enjuto.
Dolopes fieros, duros Mirmidones,
los soldados de Ulises inclementes
ablandaran aquí sus corazones.
No es maravilla que unas y otras gentes
tomen el triste oficio por costumbre,
haciendo agora de sus ojos fuentes.
Que el Sol, subido en la más alta cumbre,
envuelto en nubes de mortal tristeza,
tiene eclipsada su serena lumbre.
Y el fértil suelo lleno de aspereza,
de seco invierno con estéril manto,
llora también la celestial belleza.
Y que llore ó no llore, el duro canto
que sus miembros bellíssimos encierra,
bañadle, oh Musas, con amargo llanto.
Fría piedra, estrecha pira, poca tierra,
que encerráis juntamente cuanta gloria
de nuestras almas el dolor destierra.
De la Muerte cruel fué la vitoria;
vuestros son los raríssimos despojos,
nuestro será el dolor y la memoria.
La clara luz de los serenos ojos,
el semblante gentil, el aire digno
de producir y refrenar antojos,
La blanca mano, el rostro cristalino,
la boca de rubín, ebúrneo cuello,
frente de nieve, trenzas de oro fino,
Beldad que puso á la beldad el sello;
¿dónde está, pira oscura, piedra fría,
tu poca tierra? Danos cuenta dello.
Tierra dichosa en cuanto el cielo cría,
dichoso en cuanto tú, Neptuno, bañas,
y en cuanto mira el portador del día.
De Atlante en las altíssimas montañas,
en lo hondo del Gange sólo suenes
y bañen venas de oro sus entrañas.
Que las perlas y el oro no son bienes
que con gran parte deban igualarse
á la menor que en tu custodia tienes.
Montes y mares vengan á humillarse
á ti, Pira; á ti, Piedra; á ti, Tirrheno,
en quien tanta beldad quiso encerrarse.
Guarda, sepulcro, en tu dichoso seno
la que guardó en el suyo todo cuanto
se conoce en el mundo amable y bueno.
Y si oprimidas de piedad ó espanto
el dolor os suspende, al mismo punto
volved, oh Musas, al amargo llanto.
Si debe ser en todos tan á punto
el dolor, la tristeza, el descontento,
¿qué hará en quien lo paga todo junto?
Padre Sileno, el alto entendimiento
socorra en tan justíssima querella
y en ocasión de tanto sentimiento.
Limpiad los ojos y veréis aquélla
libre de nuestras graves ligaduras,
alma pura, gentil, beata y bella,
Entre las almas gloriosas puras
que, escarneciendo nuestros desatinos,
van de esperanza y de temor seguras;
Y si gozaba acá con los más dignos
pareceres humanos tanta estima,
lo mismo hace allá con los divinos.
Nadie, Pastor, se espantará que oprima
vuestro sentido tan pesada carga
y esse dolor que en general lastima.
Pero por esso os dió, con mano larga,
juicio el cielo, con que la vitoria
dulce gocéis de la contienda amarga;
Y cuando os diere assalto la memoria
de la ocasión de vuestro bien passado,
volvedla luego á su presente gloria.
Yo sé que su provecho, ponderado
con vuestro daño, y aunque no os lo quite,
comportable hará vuestro cuidado.
En el dolor que la razón permite,
si no tomáis por vuestra su ganancia,
pérdida fué que no terná desquite.
En público lugar, en sola estancia,
el tiempo aplicaréis con celo santo
á consideración tan de importancia.
Y después que digáis al mundo cuanto
supierdes de dolor y de consuelo,
dexen las Musas el amargo llanto,
Suba el incienso al cristalino cielo;
los versos píos, las ofrendas santas
hinchan de honor y de socorro el suelo;
Júntense ahora en esta pira cuantas
nobles, piadosas y diversas gentes
hoy tienes á la sombra de tus plantas.
Cercanos deudos, próximos parientes,
que desto fuiste tan enriquecida
como de otros bienes excelentes,
Y junta la progenie esclarecida,
templos se hagan á tu nombre ilustre,
que pueda Fama eternizar su vida.
De siglo en siglo irán, de lustre en lustre,
contigo allí mil ínclitos varones,
sin que fortuna ó tiempo los deslustre.
Y entre sus gloriossísimos blasones,
otro se les añada por su parte
de tus virtudes y admirables dones.
Las venas cessarán de ingenio y arte,
mas no podrá jamás faltar, yo fío,
la voluntad perpetua de alabarte.
Los hombres con respeto y señorío,
á tu nombre pondrán de tiempo en tiempo
mil epitafios, y primero el mío:
Aquí se hace tierra; aquí contemplo
la más perfecta y singular criatura
que fué en su muerte de bondad ejemplo,
siendo en su vida sol de hermosura.
Fué escuchado Alfesibeo de toda la
agradable compañía con un grave silencio,
interrumpido á ratos con terníssimos
suspiros. Pero ya que hubo dado fin á
sus versos, el venerable Sileno le tomó
la lira con que los tañía, y colgándola
de la ancha rama que de una gran encina
sobre ellos pendía, mandó que Arsindo
tocasse nueva señal, á cuya bocina los
pastores y pastoras se fueron dividiendo
por el ameno valle, y sobre humildes
mesas, cuál del cortado tronco y cuál de
la fresca y menuda hierba, gustaron las
rústicas viandas que traían. Lo mismo
hicieron el viejo Sileno y los gallardos
cuatro pastores que le acompañaban con el
rabadán Alfesibeo, y todos seis al cabo
de su breve comida, que fué al pie de una
fuente que salía de una viva peña poco
distante de la alta pira, enderezaron
á la parte que la pastora Belisa de
los más hábiles y nobles pastores de
nuestro Tajo estaba acompañada, y con
gran cortesía les pidieron que mudassen
lugar, porque la fuente de la peña estaba
más fresca y el sitio más acomodado. No
gastaron mucho tiempo en ruegos, que al
punto Sileno fué obedecido, y tras los
llamados fueron otros muchos, deseosos
de gozar tan buen entretenimiento, y
entre ellos Alfeo y Finea, que, vistos de
Sileno, por el conocimiento de la gentil
serrana y la pastora del nuevo pastor,
particularmente les hizo lugar entre sí y
la pastora Belisa. A esta hora Pradelio,
pastor mozo, robusto, de más bondad que
hacienda, llegó cansado y solo por la
parte que Sileno estaba, y disculpando
su tardanza fué de todos bien recebido,
pero más de la pastora Filena, cuya
hermosura y gracia traía robadas mil
secretas intenciones, sin poderse guardar
en esto la cara amigos á amigos. Bien
conoció Belisa el contento de Filena
en la llegada del pastor, porque sabía
que con gran bondad y ternura le amaba,
y porque la vido mezclar de fina rosa
el cristal de su cara con una alegría
conocida y honesta, y volviéndose á ella,
por ayudarla á dissimular, le dijo:
Cantemos juntas, pastora. Canta tú, dijo
Filena, que es lo que Sileno y los demás
aguardan. Como mis cantares, dixo Belisa,
no nacen de propia ocasión, siempre he
menester quien me los acuerde. Esso
haré yo, dixo Arsindo: canta, pastora,
aquel que ayer dijiste en la ribera, que
si no fuere á tu propósito será al de
todos, que esso tiene lo que por sí es
tan bueno. Con lo cual Belisa, templando
el rabel de seis cuerdas, dixo con gran
dulzura aquesta letra:
BELISA
Ojos que cuesta el reposo
volver á mirar con ellos,
_más valiera no tenellos_.
Ojos que saben prenderme,
pero nunca rescatarme,
osados á aventurarme,
cobardes á socorrerme;
pues no estiman el perderme
en el menor gusto dellos,
_más valiera no tenellos_.
Ojos de tan malas mañas
que, estando por veladores,
dan passo como traidores
á las banderas extrañas,
hasta las mismas entrañas
que en llanto salen por ellos,
_más valiera no tenellos_.
Ojos con quien miro y veo
que aquí consiste mi daño,
y si dicen que me engaño
muero, y digo que lo creo;
pues llevan tras el deseo
la razón por los cabellos,
_más valiera no tenellos_.
Ojos que, cuanto se piensa
en los males que se ofrecen,
por su deleite escarnecen,
sin dar otra recompensa;
pues recibe el alma ofensa
si quiero vengarme dellos,
_más valiera no tenellos_.
No pudo tanto la pastora Finea, mientras
duró el suave cantar de Belisa, que no
volviesse sus muy suaves ojos muchas
veces á los de Pradelio, que atentamente
la miraban. Pero Filardo, que cada vez
que la pastora lo hacía, como de agudo
hierro sentia traspassar su corazón con
la rabia de los celos y la fuerza del
amor, turbó su rostro y cubrióse de
sudor su frente, y sin aguardar á que
le rogassen, pidió á Sasio que tocasse
la lira, y acompañole, desta arte
lamentándose:
FILARDO
Los que consiguen favores
por sus servicios fieles,
busquen alegres vergeles
para gozar sus dulzores;
yo por los sepulcros feos
buscaré los infernales,
que éstos fueran mis iguales
si sintieran mis deseos.
Quien, mirando mi dolor,
burlare de mi cuidado,
de mí será perdonado
si no sabe que es Amor;
y porque mi parecer
no tenga de hoy más por juego,
meta la mano en mi fuego,
mudará de parecer.
Hay mil montes de passión
delante de mi consuelo,
y ha cerrado el passo el cielo
con un mar de confusión.
En navegación tan fuerte
descanso no le procuro,
que en el puerto más seguro
está escondida la muerte.
A veces, por me acabar,
vienen á mis sentimientos
tan á tropel los tormentos,
que se estorban al entrar;
y en batalla tan reñida
por mi mano les es dada,
con tal condición la entrada
que no pidan la salida.
Lo que pudiera ayudarme,
esso viene á combatirme,
por ver si me halla firme,
para más y más dañarme:
mi cadena, es mi vitoria;
mi fe, mi condenación;
mi cuchillo, mi razón;
mi verdugo, mi memoria.
Más cantara Filardo si pudiera, mas la
passión que le forzó á hacerlo le forzó
á dexarlo: bañando los ojos y passando á
priesa la mano por su rostro, se levantó
de donde estaba, dando con su ida á todos
ocasión de mucho pesar, que asaz amigos
de estima tenía Filardo. Pradelio desto
no hizo sentimiento; pero la pastora
Filena, por dissimular el suyo, vuelta
al nuevo pastor Alfeo, le pidió que no
gastasse más tiempo en escuchar, antes
pagasse lo que había oído. Á este ruego
acudió Belisa y ayudó Finea, y aunque
Alfeo, poco ganoso de obedecer, no quiso
parecer menos cortés á las primeras
vistas, antes pidió á Finea que tocasse
la zampoña, y ella á Sasio la lira; y
assí, al pastoral son de los dos acordes
instrumentos, cantó con gran dulzura
estas querellas:
ALFEO
Si el dessabrido y rústico aldeano,
en quien Amor no luce ni parece,
por ajena ocasión hace jornada
Y por un solo acogimiento humano
suele cobrar amor á la posada,
y al despedirse della se enternece;
Con razón se entristece
el alma sola amarga,
que con mano tan larga
Regalada se vió en su pensamiento,
al inhumano, y triste apartamiento,
de su sombra, y abrigo:
y no es razón que esté sin ti conmigo.
Sale de Oriente con ligero passo
Febo, vistiendo el cielo de alegría,
comunicando al mundo su grandeza;
Mas apenas le alberga el frío Ocaso,
cuando se ve una sombra, una tristeza
de negra noche temerosa y fria.
Desta arte el alma mía
del Sol de hermosura,
gozó la luz más pura
Que se puede mirar con vista humana,
y desta arte es ya noche su mañana,
y desta arte, en su ausencia,
es de tiniebla y muerte la sentencia.
La verde hierba que el arroyo baña,
la tierra, el aire, el sol, la favorecen;
mas si le falta el agua, assí se muda,
Que el viento fresco la inficiona y daña,
quémala el Sol, la tierra no le ayuda,
y su verdor y su virtud fenecen.
Desta suerte perecen
gracia, salud y vida,
estando despedida
De tu presencia el alma que te adora;
porque sin este solo bien, señora,
cualquiera que se ofrezca
es mal y daño, con que más padezca.
Levanta el diestro artífice seguro
sobre muro y colunas su artificio,
que quiere competir con las estrellas;
Mas si quebranta el tiempo el fuerte muro
ó rompe el peso las colunas bellas,
también ha de faltar el edificio.
Yo, que de tu servicio,
y de mi bien y gloria
máquinas de vitoria
Sobre tu voluntad iba subiendo,
esta ilustre coluna falleciendo,
tu servicio y mi suerte
cairán por tierra en manos de la Muerte.
En tanto que el favor, y la privanza
siente el siervo leal del Rey benino,
su lozanía y su contento suena;
Mas si después en esto ve mudanza,
por su mal hado ó por industria ajena,
corrido y triste le veréis contino:
Oh menguado destino,
mira cual he quedado,
solo, desamparado
De aquel favor y tiempo venturoso,
que entre las gentes ando vergonzoso,
cabizbajo y con miedo
que me señalen todos con el dedo.
Canción de mi despecho,
si llanto y no canción quieres llamarte,
aquí podrás por mi amistad quedarte,
que en desventura tanta
bien se puede llamar loco el que canta.
Los tiernos afectos, la mucha harmonía,
las amorosas palabras del afligido Alfeo
se hicieron sentir generalmente, de
suerte que, acabado el dulce canto, por
gran rato unos con otros encarecieron,
cuál los afectos, cuál la harmonía y cuál
las palabras. Pero Belisa, que de todo
quedó pagada, todo lo encareció mientras
duraba, y después de acabado, primero con
el semblante y después con mil discretas
razones, que ayudaron á confirmar en
todos la buena opinión de Alfeo. Pero él,
agradecido á sus favores, no podía en lo
interior tomar contentamiento. A esta
hora Sileno ordenó que la música cessase
y se diesse lugar á otro entretenimiento
de los usados entre pastores, porque no
solamente las almas se recreasen en aquel
exercicio, que en efecto no era para
todos; y assí, señalando premios para la
lucha, ofreció al más fuerte un cayado
de acebo guarnecido de estaño, tallado
de buril de despojos de caza, y por la
una parte un gran cuchillo secreto, que
tocando á una llave salía y tocando
á otra se tornaba á esconder, obra
ingeniosa del valiente Alcimedonte; y si
este dón era para el más fuerte, para
el más mañoso había otro tal, un arco
era de palo indio, con la empuñadura de
luciente plata y esmalte fino, cuerda de
seda, aljaba labrada y seis ligeros tiros
de diversas puntas, con plumas variadas,
blancas, encarnadas y verdes; premios que
movieron, por ser tales, los ánimos más
exentos de amor, que los enamorados no
han menester quien los mueva. Hízose á la
hora una ancha plaza de toda la general
compañía, con gran concierto y orden, y á
poco rato que esperaron, en medio dellos
se puso Colín, pastor de cabras, más
robusto que bien proporcionado, en el
cuello y brazos desnudo, camisa muy justa
y zarefuelle estrecho y medias de lienzo
sin zapatos. No le dexó mucho sossegar
Barcino, rico ovejero y competidor suyo
en amores, que con el mismo hábito le
salió delante, y sin aguardar más señal,
se fueron el uno para el otro, cada cual
intencionado de hurtar el cuerpo al
contrario, y assí sucedió que casi desta
vez no se tocaron. Pero queriéndolo ambos
enmendar la segunda, con tal maña se
acometieron, y con tal fuerza se hicieron
presa, que ambos arrodillaron. Era el
perder ó el ganar á la primera caída,
y el conocimiento del vencido estar en
tierra y su contrario ambas rodillas sin
tocar al suelo; y como agora assí se
vieron, cada cual procurando que el otro
no se levantasse, anduvieron gran rato
volteando por la hierba, sin conocerse
ventaja, hasta que Colín, inadvertido,
se cogió la una pierna debajo de la
otra, y al revolver el cuerpo se torció
la rodilla de manera que, olvidado del
premio y de Dinarda que le miraba,
quexándose se dejó tender en tierra, y
Barcino sobre él comenzó á pedir vitoria.
La grita de los pastores, unos con gusto
y otros con pesar, hicieron mayor la
honra del uno y el corrimiento del otro.
Luego salió Damón, mozo membrudo, aunque
de poca edad, gran amigo de Colín, pero
presto le hizo compañía y alguna parte de
consuelo.
Los dos vencidos pastores tenían á
Barcino más animoso y á los circunstantes
menos determinados. Y assí de la segunda
lucha le dexaron algún tanto de lugar
para que descansasse; pero Pradelio, que,
ardido en amores, los ojos en la pastora
Filena, con gran atención veía mirar á
los otros que luchaban, pareciéndole que
le hurtaba á su corazón cualquier vuelta
que con sus ojos daba en otra parte, á
la hora, sin más prevención de quitarse
el gabán y el cinto, se presentó con
gentil cuerpo y donaire al vitorioso
Barcino, que ya le esperaba. Asiéronse
por los brazos igualmente, y aunque la
fuerza de Barcino era aventajada, la
maña de Pradelio no era menos, y cuanto
el uno de la fuerza del uno, el otro
de la maña del otro se debían recelar.
Y assí, andando en torno gran espacio,
sin dar el uno lugar al otro para sus
fuerzas ni el otro al otro para sus
mañas, ya sus venas estaban tan gruesas
que parecían querer reventar, y el
sudor de sus frentes les quitaba la
vista; pisaban sobre la verde hierba,
inconveniente grande para Barcino por no
poder restribar en ella como quisiera,
pero no para Pradelio, que tenía en esso
la confianza. Y assí, viendo á Barcino
que con gran furia venía sobre él,
hurtándole el cuerpo, tuvo muy cerca la
vitoria; mas el fuerte pastor, proveyendo
al daño, tan fuertemente tuvo á Pradelio
por los brazos, que juntos llegaron á
tierra y juntos se levantaron, juntos se
tornaron á apercibir y juntos gimieron
como dos bravos toros en pelea. Ya la
gente estaba admirada de la terrible y
peligrosa lucha, y lastimosos los dos
pastores; pero ellos, más animosos que
al principio, iban buscando sus presas,
cuando Sileno, puesto en medio, les
atajó su porfía, con aprobación de toda
la compañía, mayormente de las pastoras
Dinarda y Filena. Y á Barcino le fué dado
el cayado gentil, y á Pradelio el galán
arco, y á Colín y á Damón licencia para
tenerles envidia.
Quedó Sileno nuevamente deseoso de ver
á los demás ejercitarse en saltar ó
correr ó tirar á la barra. Gran turba
de pastores se levantó para estos
ejercicios, pero con diferentes intentos:
porque Uranio y Folco, Frónimo y Tirseo,
se apercibieron para la carrera; Elpino,
Bruno y Silveo para la barra; Delio,
Lidonio y Florino para el salto. Cupo la
primera suerte de ejercicio á los cuatro
corredores, que sin ningún detenimiento
se despojaron de sus vestidos, salvo de
las camisas y zarafuelles, sin medias
ni zapatos. Puso Sileno al cabo de la
carrera, que era en una parte del valle,
sin tropiezo ni hierba, cuatro premios.
El primero, y menos bueno, un rabel
de tres cuerdas, de oloroso ciprés de
Candía; el segundo, y mejor, un zurrón
de seda y lana, labrado con gran arte;
el tercero, y mejor que el segundo, un
espejo de acero, guarnecido en palo de
serval; el cuarto, y mejor que todos,
un puñal de monte, por la una parte de
corte vivo y por la otra sierra muy
fuerte, con vaina verde y empuñadura de
cuerno de ciervo, trabado con correas
blancas de venado. En esta forma: el
rabel colgaba de un olmo; y adelante ocho
pasos, el zurrón, de un salce; y otros
ocho adelante, el espejo, de un mirto; y
doce más el puñal, de un enebro. Y hecha
calle vistosíssima de todos los pastores
y pastoras, ya que los cuatro corredores
estaban los pies izquierdos adelante y
los derechos casi en las puntas, haciendo
Arsindo señal, el son de su bocina fué
como el de la cuerda de sacudido arco,
y los pastores no otra cosa parecieron
que ligeras saetas por el aire. Fáltame
por decir lo más gustoso: como Sildeo,
pastor de claro entendimiento, aunque de
pies perezosos, vido el orden con que
los premios estaban, barruntó luego lo
que había de suceder, y alzó al viento
las luengas haldas del sayo y púsose con
los cuatro, que en ligereza excedían al
viento, y juntamente con ellos empezó á
medir sus passos por la carrera, y toda
la gente que lo miraba á reirse de su
osadía; pero como los cuatro passaron
tan adelante, y los ojos de todos iban
tras ellos, Sildeo pudo correr á sus
anchuras sin ser más mirado ni reído.
Que cosa fué ver á Folco del primer
vuelo tan aventajado, que á la mitad de
la carrera todos juzgaron el puñal por
suyo; pero Fronimo, corrido, criando
alas de su afrenta, con dos cuerpos se
le puso delante. Uranio iba tras Folco,
y Tirseo tras Uranio, cuando Fronimo,
vanaglorioso de su ventaja y codicioso de
la vitoria, ó tropezó en la tierra ó en
sus piernas, que súbito pareció tendido
en la carrera, y Folco sobre él, que no
pudo apartase sin caer. Uranio y Tirseo
se vieron señores del campo, y la grita
y ruido de la gente, que les debiera
animar, parece que los desalentó, de
modo que los dos caídos, levantándose, y
ellos dos entorpeciéndose, todos cuatro
llegaron casi juntos á los premios, y
todos cuatro, despreciándose del rabel,
passaron al zurrón, y desde allí al
espejo, y adelante al puñal, que en un
instante alargaron los brazos á tomarle.
Bien se contentara Sildeo (que tras ellos
iba) con el rabel, pero viéndolos que,
asidos del puñal, reciamente porfiaban,
passó hasta el espejo y tomóle, y baxó
al zurrón y púsosele al cuello y desde
allí al rabel, y pudo hacerlo porque el
concierto era que, comenzando de premio
mayor, pudiessen de allí tomar los
menores que hallasen. Sildeo, risueño y
gritado de la gente, enderezó los passos
á Sileno, y los cuatro pastores asidos
de su puñal, cuál por la vaina, cuál
por el puño y cuáles por los correas,
hicieron lo mismo. No pudo Uranio (aunque
quisiera) desnudar el cuchillo, porque
tenía un secreto que le cerraba; pero
Sileno, presto en atajar su contienda,
tomó á su cargo el puñal y dióle á
Sildeo para que él le diesse á quien
le agradasse. Discreto y gracioso era
Sildeo, y como se vió hecho juez de todo,
les dixo desta manera: Estos premios se
pusieron para el corredor que primero los
viesse en su poder; yo los veo en el mío
sin que nadie me tocasse á los tres en la
carrera, y sin que ninguno de vosotros
haya tenido el cuarto libremente como
yo, y assí, por derecho y condición son
todos los cuatro míos, y así lo juzgo.
No solos los amigos de Sildeo rieron
de la graciosa sentencia, pero á los
mismos pretensores hizo mucho donaire,
y Sileno la confirmó como bien dada, y
mandó á Valleto, zagal suyo, que diesse
á los cuatro pastores, el siguiente
día, cada dos gruesos carneros de los
mejores del rebaño, con que quedaron
los circunstantes muy contentos y los
pastores muy pagados.
Y mientras muchos se estaban culpando
de no haber tenido el aviso de Sildeo,
Delio, Lidonio y Florino pidieron lugar
para los saltos, y Elpino, Bruno y Silveo
para la barra, y aunque quisiera Sileno
dársele, viendo que del día estaba
gastada la mayor parte, y aquellos
ejercicios (aunque de mucha estima) no
eran de tanta recreación, acordó que
se ingeniasen en pruebas de fuerza y
ligereza, cada cual como supiesse ó
bastasse, prometiendo á todos dignos
premios de su exercicio. Prueba haré
yo, dixo Bruno, que no la hará otro
pastor de la ribera. Hazla, dixo Elpino;
veamos dónde llega tu soberbia. Agora
lo veréis, dixo Bruno, y haciéndose
atar por las muñecas con dos cuerdas de
torcido cáñamo dió el un cabo á Elpino
y el otro á Silveo, y tomando en cada
mano una manzana, tirad, les dixo, cada
uno por su parte, veréis si salgo con mi
intención. Con tanta fuerza tiraban los
dos pastores, que parecía quererle abrir
por los pechos; pero Bruno, recogiendo
sus fuerzas, haciendo piernas, apretando
los dientes, á pesar de entrambos puso
las manzanas en la boca. No hubo entre
todos quien á otro tanto se atreviesse.
Pero Lidonio, que deseaba mostrarse en
algo aquel día, viendo presente á la
hermosa Silvia (digo aquélla que á la
ida del valle toparon Alfeo y Finea con
la pastora Dinarda), alegre de verla
sin los dos competidores Licio y Celio,
le pidió licencia para ejercitarse en
su nombre, y ella, que de nada tenia
gusto, le dixo que hiciese el suyo; esto
tuvo Lidonio por gran favor, y animado
con él, mientras que Delio y Florino,
haciendo vueltas galanas y dificultosas
por el suelo y por el aire, entretenían
la gente, envió por perchas altas y
delgadas á un huerto suyo, que cerca del
valle estaba, y puesto en medio de la
gente, las afirmó en tierra derechas sin
hincarlas, y con ambas manos, sin otra
ayuda, comenzó á subir por ellas con
grande facilidad, hasta poner los brazos
sobre lo alto, y arrimándolas al cuerpo
sin otra ligadura, ni afirmar los pies
en nada, se comenzó á pasear por entre
los que le miraban, y después de ser bien
visto, se dexó deslizar por ellas hasta
el suelo. Prueba fué que agradó y admiró
á todos en general.
Mas viendo que el luchador Pradelio
tomaba el puesto para hacer nueva prueba,
todos volvieron á él atentamente, y el
mancebo gentil, tendiéndose en tierra
de espaldas, los brazos abiertos, sobre
la una mano se puso un pastor de pies y
sobre la otra otro, asiéndose los dos
de las manos para afirmarse. Pradelio
levantó en alto los brazos con ellos y
estuvo assí un rato, y luego se sentó
en tierra con la misma carga, tras lo
cual se levantó en pie, y trayendo á
los pastores tres ó cuatro vueltas en
el aire, se fué sentando y tendiendo y
baxando los brazos hasta dexarlos donde
los había tomado. ¡Oh, cómo fué prueba
esta del esfuezo y maña de Pradelio y
cómo contentó á todos los pastores y
pastoras que la vieron! El gusto de
Filena para después se quede, y aun las
pruebas por ahora, porque Sileno bien
siente que no es razón de exercitarse
tanto con tanta fatiga, y así, premiando
á todos con mucha voluntad y franqueza,
mandó tornar á componer las rústicas
mesas con regaladas viandas, de donde
brevemente todos se levantaron, y
siguiendo á Sileno, Galafrón y Barcino,
Mireno y Liardo y el rabadán Alfesibeo
enderezaron á la devota pirámide; y allí
Galafrón, tierno y verdadero amante de la
difunta Elisa, la una rodilla en tierra,
al son de la flauta de Barcino, que de la
misma arte la tocaba, cantó estos versos
tristes y amorosos:
GALAFRÓN
Elisa, que un tiempo fuiste
descanso de los enojos
con sólo volver los ojos
á los que en llanto volviste,
la furia perpetua y triste
de nuestras continuas quexas
no es tanto porque nos dexas
como por ver que te fuiste.
Porque, Elisa, aunque dexarnos
sea lo mismo que irte,
sintiendo el mal de partirte
no se entiende el de quedarnos;
y sólo en representarnos
la memoria que te has ido,
no queda libre el sentido
para de otro mal quexarnos.
Mas, dime: ¿en prisión tan grave
por qué nos dexas con ceño,
como cautivos sin dueño,
donde esperanza no cabe?
¿qué nueva vendrá suave
á nuestra prisión y pena,
si, cerrada la cadena,
el cielo rompe la llave?
Algún alivio tenemos
en ausencia tan amarga,
y es que no puede ser larga,
aunque ya larga la vemos;
otra rienda hallaremos
que más enfrene al tormento,
y es que vives en contento
ya que nosotros penemos.
Tengo aquí, pastora cara,
una canción que decías,
con cuyos versos cubrías
de mis lágrimas mi cara,
y aunque de dulzura avara
y más que la muerte fiera,
si yo agora te la oyera
bien piadosa la juzgara.
De suerte nos igualaste,
que contra el competidor
nuestra venganza mayor
era ver que le miraste:
bien seguros nos dexaste
de memorias de contento,
porque aun de darnos tormento,
señora, no te preciaste.
Por nuestra afición abrojos
nos diste, en lugar de palma,
y nunca sintió tu alma
lo que hicieron tus ojos;
nuestros más ricos despojos
llevaste sin pretendellos,
y este es el mal, que, á querellos,
gloria fueran los enojos.
Baxe ya tu luz preciosa
del alto cielo á la tierra,
y venga á hacernos guerra
si no quisiere piadosa,
por el mármol do reposa
tu ceniza sepultada,
que de mi diestra cuitada
fué pruebecilla amorosa.
Vaya lexos la alegría
de nuestro monte y ribera,
cuanto se teme y se espera
pare en la ventura mía;
fálteme el postrero día
una común sepultura,
que si yo busqué ventura,
por ti sola la quería.
Húyame el contentamiento,
nada me preste favor,
conviértaseme en dolor
cualquier causa de contento,
déme el cielo sólo aliento
para conocer mi mengua,
no quiera llegar la lengua
do no alcanza el sentimiento.
Bien puede, Elisa, subir
atrás el corriente río,
y el más importuno frío
nuevas flores producir;
mas no podrán permitir
tiempo, fortuna ó estrella
que cesse nuestra querella
hasta que cesse el vivir.
En tanto que Galafrón cantaba desta
suerte, muchas de las pastoras habían
traído blancos tabaques de hierbas y
rosas de la florestas y en un punto,
sobre sus luengos cabellos poniendo
artificiosas guirnaldas, alrededor de
la alta pira, presas por las manos sus
anchas mangas, de blanco lienzo colgando,
mientras cantaban, iban en sossegado
corro, y acabado el cantar, vueltas
las unas á las otras con gran donaire
bailaban. Ya en esto, el gran planeta
parecía, que, agradecido de la solene
fiesta, quería dejar libre sombra para
que los pastores buscassen sus moradas, y
al trasponer del monte, su rostro alegre
y bello (recogiendo la lumbre de sus
rayos) desde el Ocaso arrojó una viva y
templada claridad, que, bordando de fina
plata y luciente oro las varias nubes,
dejó nuestro cielo hermosíssimo. Y luego
las pastoras, trocando las guirnaldas de
sus frentes con las que en el sepulcro
estaban, y los pastores ramos con ramos,
todos juntos comenzaron á seguir al viejo
Sileno hasta la salida del valle, que
allí con alegre rostro y dulces abrazos
se despidió (uno por uno) de todos, y
dejando con él sus cuatro pastores y el
rabadán Alfesibeo, se comenzaron por las
sendas y caminos á dividir desde la verde
floresta.
TERCERA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
Alegremente vinieron nuestros pastores al
fresco valle de la celebrada Elisa, y no
menos se dividieron al salir dél, porque
no quedó senda, atajo ni camino donde no
sonassen voces acordadas, liras, rabeles,
flautas y otros alegres instrumentos;
solos Finea y Alfeo, como solos entraron
por la vereda de los salces, camino
poco usado, por ser áspero y estrecho,
al principio dél dixo Finea: ¿Qué te
ha parecido, Alfeo, de los pastores
del Tajo? Tan bien, dixo Alfeo, que no
te lo sabré decir: su gala es mucha;
discreción y cortesía, grande, y lo que
es habilidad y mesura, aventajado á
cuanto he visto. Paréceme que de España
lo mejor se recoge en estas selvas. Esso
puedes creer, dixo Finea, que aunque lo
natural dellas es bueno, todos essos
ricos pastores que hoy has visto y essas
pastoras de tanta gracia y hermosura,
cuál es del Ebro, cuál del Tormes,
Pisuerga, Henares, Guadiana, y algunos de
donde, mudando nuestro Tajo el nombre,
se llama _Tejo_; pero como el sitio
es tan acomodado á la crianza de los
ganados, á la labor de la tierra y á la
recreación de la gente, muchos que aquí
vienen por poco, se quedan por mucho,
como á mí me ha sucedido y á ti creo que
será otro tanto. No hará, pastora, dixo
Alfeo, que aunque entiendo que no me
estaba mal, véome impossibilitado para
ello. ¿Qué podría yo hacer aquí, ó en qué
entretendría el tiempo que no pareciesse
feo á todos? Yo te lo diré, dixo Finea:
lo que yo hago, ó lo que hace SIRALVO,
forastero pastor que aqui habita. Yo
compré ovejas y cabras conforme á mi
poco caudal, y con pocos zagales las
apaciento. SIRALVO, aunque pudo hacer
otro tanto, gustó de entrar á soldada con
el rabadán Mendino, por poder mudar lugar
cuando gusto ó comodidad le viniesse,
sin tener cosa que se lo estorbasse.
¿Quién es esse SIRALVO? dixo Alfeo. Es
un noble pastor, dixo Finea, de tu misma
edad, honesto y de llaníssimo trato:
amado generalmente de los pastores y
pastoras de más y menos suerte, aunque
hasta agora no se sabe de las suya más
de lo que muestran sus respetos, que
son buenos, y sus exercicios, de mucha
virtud. ¿Cómo vería yo á SIRALVO? dixo
Alfeo. Bien fácilmente, dixo Finea;
porque las cabañas de MENDINO están muy
cerca de aquí, y SIRALVO por maravilla
sale dellas, y más agora que está su
radabán ausente y él no podrá apartarse
del ganado. Assí hayas ventura, dixo
Alfeo, que vamos allá. Vamos, pastor,
dixo Finea; y volviendo el camino
sobre la mano derecha, mientras Alfeo,
agradeciendo á la serrana su voluntad y
trabajo, ella nuevamente con amor se le
ofrecia, llegaron á la fuente de MENDINO,
que poca distancia de las cabañas estaba,
y á un lado della, cerca del arroyo,
oyeron una flauta, que al son del agua y
de los inquietos árboles acordadamente
sonaba. Aquella flauta, dixo Finea, es
de SIRALVO, y si él canta, á buen tiempo
hemos venido, que no es menos músico
el pastor que enamorado, aunque él, no
preciado desto, siempre busca la soledad
para cantar sus versos. Oyámosle, dixo
Alfeo, que no es possible que el aparejo
tan conforme á su condición no le incite.
Y con esto, sentándose los dos junto á la
fuente casi á un punto, SIRALVO, dejando
la zampoña, comenzó á cantar aquestas
rimas:
SIRALVO
Ojos á gloria de mis ojos hechos,
beldad inmensa en ojos abreviada,
rayos que heláis los más ardientes pechos,
hielos que derretís la nieve helada,
mares mansos de amor, bravos estrechos,
amigos, enemigos en celada,
volveos á mí, pues sólo con mirarme
podéis verme y oirme y ayudarme.
Si me miráis, veréis en mí, primero,
cuanto con Vos Amor hace y deshace;
si me escucháis, oiréis decir que muero,
y que es la vida que me satisface;
si me ayudáis, lo que pretendo y quiero,
que es alabaros, fácil se me hace;
en tan altas empressas alumbradme,
mis ojos, vedme, oídme y ayudadme.
Siendo verdad que el alma que me ampara
es sólo un rayo dessa luz pendiente,
cuando no me miráis, es cosa clara
que estoy del alma con que vivo ausente;
mas no tan presto á la marchita cara
vuelve la vuestra, soles de mi oriente,
cuando, el espíritu mío renovado,
quedo vivo, contento y mejorado.
La causa fuistes de mi devaneo,
y podéis serlo de mi buena andanza,
que si á vuestra beldad cansa el deseo,
vuestra color ofrece la esperanza,
esmeraldas preciosas, donde veo
más perfeción que el ser humano alcanza,
viva mi alma entre essas dos serenas
lumbres divinas, de vitorias llenas.
¡Cuánto mejor en vuestra compañía
que con la lira ó con el tierno canto,
pudiera Orfeo, el malhadado día,
robar la esposa al reino del quebranto!
pues la amorosa ardiente ánima mía,
al resplandor de vuestro viso santo
suspende tantas penas infernales,
Ojos verdes, rasgados, celestiales.
¿Sois celestiales, soberanos ojos?
Si que lo sois, aunque os alberga el suelo,
pues solas almas son vuestros despojos,
almas que os buscan como á propio cielo;
fundó el Amor sus gustos, sus enojos,
estableció su pena y su consuelo,
dejó las armas frágiles de tierra,
y escogió vuestra luz en paz y en guerra.
Estrellas, nortes, soles, que á la diestra
del Sol salís, por soles verdaderos,
si en cuanto el lugar cielo al mundo muestra,
no hay cosa que merezca pareceros,
¿quién verá sola una pestaña vuestra
que presuma, aun con muerte, mereceros?
Bástale á aquel que os ve, si os conociere,
morir, y ver que por miraros muere.
Pues los que os miran quedan condenados
á arder de amores si miráis piadosos
y á rabia eterna si volvéis airados,
ved si los que abrasáis son venturosos;
yo que con pensamientos inflamados,
Ojos, os miro, y con deseos rabiosos,
ó rabie, ó arda, ó muera, ó viva, al menos
no dejéis de mirarme, Ojos serenos.
Al revolver de vuestra luz serena,
se alegran monte y valle, llano y cumbre;
la triste noche de tinieblas llena,
halla su día en vuestra clara lumbre,
sois, Ojos, vida y muerte, gloria y pena;
el bien es natural; el mal, costumbre:
no más, Ojos, no más, que es agraviaros,
sola el alma os alabe, con amaros.
No tocó SIRALVO al fin de la postrera
estancia la flauta, como á las demás
había hecho, pero rematóla con un
terníssimo suspiro, y Alfeo y Finea, que
con mucho gusto le habían escuchado,
dexando la fuente se llegaron á él,
saludándole con muy corteses palabras.
¿Qué caso, dixo Siralvo, te trae, Finea,
por esta parte tan á deshora? Buscarte,
SIRALVO, dixo la graciosa serrana. Aquí
me hallarás muy á tu voluntad, dixo
SIRALVO, y levantándose del suelo,
echando al hombro el zurrón, todos tres
se fueron llegando á la fresca fuente,
y allí sentados, preguntó quién era el
pastor que con ella venía. No dió lugar
Finea á que Alfeo respondiesse; mas
ella lo hizo de arte que SIRALVO, muy
contento de su venida y deseoso de saber
su suerte, se le ofreció en lazo estrecho
de amistad, á que Alfeo bastantemente
correspondió en voluntad y razones. No
se contentó Finea con esto, pero pidió á
SIRALVO que diesse orden en acomodar á
Alfeo. Aquí estaban, dixo SIRALVO, mil
ovejas del gran rabadán Paciolo, que
las guardaba Liardo, y ahora está con
Sileno; este rebaño tiene cuatro zagales
diligentes, cabaña nueva, instrumentos
muy cumplidos, dehesa propia en que
se apacienta y abrevaderos y corrales
para él solo; estaba á mi cargo buscar
un mayoral que le gobierne, y si Alfeo
le quiere tomar al suyo, en cuanto yo
le pudiere descuidar lo haré, con las
mismas veras que lo ofrezco. Finea y
Alfeo acetaron con grande agradecimiento
la voluntad y obra de Siralvo; y
contentíssima desto, le pareció á la
serrana irse á su cabaña, y á los dos
pastores hacerle compañía, y sin valer
excusas, que ella dió para desviarles
aquel cuidado, los tres comenzaron á
caminar por la espessura, y la pastora
á contar á Siralvo lo que en el valle
de Elisa había passado, cuando Filardo,
competidor de Pradelio, hacia ella venía
cantando, con una voz llena de melodía y
tristeza, y por no ser causa de que lo
dexasse, apartándose entre los árboles
con gran silencio, oyeron esta canción
que no con menos espacio iba diciendo:
FILARDO
No por sospiros que deis,
corazón, descanso espero;
pero dé el alma el postrero,
y ella y Vos descansaréis.
Estando la vida tal
de su tiempo bueno ausente,
que ser vida es acidente,
y cansarme es natural,
corazón, no alcanzaréis
con sospiros lo que quiero;
pero dé el alma el postrero,
y ella y Vos descansaréis.
El rato que sospiráis,
descansárades siquiera,
cuando la vida no fuera
el fuego en que os abrasáis;
dad sospiros, y veréis
que el mejor es más ligero;
pero dé el alma el postrero,
y ella y Vos descansaréis.
Un solo rayo os abrasa,
mas sus lugares son dos:
las llamas tocan en vos,
y en el alma está la brasa;
con sospiros la encendéis,
y el sospiro verdadero
es dar al alma el postrero,
y ella y Vos descansaréis.
No quiero yo, corazón,
quitaros el sospirar,
que sospiro podéis dar
que os valga por galardón;
si con sospiros movéis
la voluntad por quien muero,
sin dar el alma el postrero,
ella y Vos descansaréis.
No estaba muy confiado de merecer Filardo
tanto bien (como sus versos decían), se
ablandasse por tiempo la causa de su
dolor, y assí el presente fué tanto, que,
sin poder animarse, con los postreros
acentos cayó en tierra. Siralvo con gran
lástima y amor se le presentó, diciendo:
¿Qué es esto, Filardo mío, qué congoxa te
mueve á tanto extremo? ¿Qué ha de ser,
dixo Filardo, sino lo que siempre suele?
¿ó qué fatiga me puede descomponer, sino
la que Filena me quisiere dar? ¿ó qué
rato podré vivir sin que ella guste de
atormentarme? ¡Maldita sea la hora en
que nací para amalla, y maldito sea el
hombre que nace para amar! Puesto estoy,
Siralvo, en el profundo de las miserias
de Amor, sin haber cosa de donde espere
consuelo. Levántate amigo, dixo Siralvo,
que aunque yo creo que tendrás razón, de
tu propio humor eres congojoso; vente con
nosotros, y dime tu pena, quizá no será
tanta la causa como te parece. Como tú
quizá, dijo Filardo, estás favorecido,
parécete poco el mal ajeno. En cada
jornada, dixo Siralvo, hay su legua de
mal camino; pero menester es resistencia,
si ha de haber perseverancia. Si Filena
se descuidó en algo contigo, ya pensarás
que el mundo es acabado: no la fatigues
con quejas continuas, aunque la razón
te sobre; no la pidas celos, aunque
te arranquen el corazón, que la mujer
apretada siempre desliza por donde peor
nos está. Haz lo mismo que Pradelio, que
donde quiera que la ve llega risueño y
regocijado, y pone en fiesta á cuantos
allí están, inventando juegos y danzas,
y cualquier cosa que la pastorcilla haga
alaba por buena. Créeme, que la primera
fuerza que con mujeres se ha de probar
es bien parecer, y un hombre marchito y
trashojado viene á ofendellas, hasta ser
demonio en su presencia. Basta pastor,
dijo Filardo, hablas como sano en fin, y
tus medicinas no son para el doliente:
haga Filena conmigo lo que hace con
Pradelio, verás cuál ando yo y cuál anda
él. Mas, si desde que entró en el valle
de Elisa hasta la salida, jamás dél
partió los ojos ni los volvió á mirarme:
¿qué quieres que sienta? ¿ó qué sintieras
tú si como yo la amaras? Doliérame, dixo
Siralvo, mas á las veces una sinrazón
notable suele desapassionar al más
enamorado. Y aun indignar, dixo Filardo
mas pássase essa ira en un momento y
queda el triste que ama hecho un centro
de dolores, donde creo que nunca la
muerte viene por fuerza de los males,
sino por contradición del que la teme,
que á mí que la deseo, tan necessitado
de su favor, niégamele; y niéguemele si
quiere, que si nací para esto, yo no lo
puedo excusar. ¿Qué ves, ingrata, en
Pradelio más que en mí, sino lo que tú
le das? ¿ó qué en mí menos que en él,
sino lo que tú me quitas? Ayer pagada
de mis servicios, y hoy de mi muerte,
buen galardón lleva el que desea servir;
tómate cuenta de lo que haces, y volverás
por tí misma, si no olvidas del todo, á
lo que te obliga tu propio valor. Passó
Filardo, y dixo Finea: Assí veas á Filena
tan de tu parte como deseas, que no te
aflijas; mas saca la lira y canta un
poco, y entretendrás tu dolor y nuestro
camino. Gracia tienes, serrana, dixo
el pastor: ¿cantar me mandas de gusto,
viéndome morir? Pues haz como el cisne,
dixo Finea, y lo que has de lamentar
sea cantando, que no enternecerán menos
tus querellas. Por castigarte de lo que
pides, dixo Filardo, quiero cantar,
serrana; y sacando la lira, con tres mil
sospiros, en son triste, pero artificioso
y suave, comenzó á decir Filardo:
FILARDO
Si á tanto llega el dolor
de sospechas y recelos,
no le llame nadie celos,
sino rabia del amor.
Dolor, que siempre está verde,
aunque vos más os sequéis,
y á donde quiera que estéis,
veis presente á quien os muerde;
mal que para su rigor
se conjuran hoy los cielos,
no le llame nadie celos,
sino rabia del amor.
Pues derriba una sospecha
la vida más poderosa,
y una presunción celosa
deja una gloria deshecha,
y á fuerza de su furor
se aborrecen los consuelos,
no la llame nadie celos,
sino rabia del amor.
No valen fuerzas ni mañas
contra mal tan inhumano,
porque el hambriento gusano
que se ceba en las entrañas,
allí vierte á su sabor
sus centellas y sus hielos;
no le llame nadie celos,
sino rabia del amor.
Si deste diente tocado
debe un corazón rabiar,
nadie lo podrá juzgar
sino aquél que lo ha probado;
yo que en medio del favor
gusté tan enormes duelos,
no puedo llamarlos celos,
sino rabia del amor.
Quien tal pide que tal pague, dixo
Filardo al fin de su canción. Veis aquí,
pastora, cuál estoy, y cuál está la
lira, y cuál el canto. Assí estuviera tu
corazón, dixo Finea, que, como cantas
sin gusto, no te satisfaces á tí como
á nosotros. Pues assí te ha parecido
el pastor, págamelo en otro tanto, y
di alguna canción de las que suele
decir Filena, que, aunque poco ganoso
de hacerlo ni excusarlo, quiero ver si
hay en el mundo orejas que se muevan á
mi ruego. Las mías, dixo Finea, prestas
estarán á oirte y á obedecerte: toca
la lira, que á tu son quiero cantar.
No andaba tras esso, dixo Filardo;
mas hágase lo que quieres. Tocando el
instrumento, la serrana le acompañó
diciendo assí:
FINEA
Del Amor y sus favores,
lo mejor
es no tratar con Amor.
Esme el cielo buen testigo,
del cual voy tras mi deseo,
do con mil muertes peleo,
teniendo un solo enemigo,
no durarán lo que digo,
y aún peor
los que tratan con Amor.
Verán su fé y su razón
escrita en letras de fuego,
y verán que su sossiego
es campo de altercación;
verán que su galardón,
el mejor
no tiene señal de Amor.
Juntamente llegó Finea al fin de su
canción y á la puerta de su cabaña,
donde halló á Dinarda y á Silvia que
la esperaba, y allí despidiéndose los
pastores con gran cortesía. Filardo, á
ruego de Silvia, se quedó con ellas, y
Alfeo y SIRALVO tornaron por su camino.
No querría, dixo SIRALVO, cansarte con
preguntas ni congojarte con mi deseo;
pero no dexaré de decirte que holgara
en extremo de saber quién y de dónde
eres. Las alabanzas que de ti me dió la
serrana, tu persona las confirma todas,
y lo que tengo visto, bien basta para
procurar tu amistad; pero ya sabes que
entre amigos no es justo haber nada
encubierto: préndote mi fe, que no te
arrepientas jamás de lo que conmigo
comunicares. Esso creo yo muy bien, dixo
Alfeo, pero sabe que es mucho lo que
hay que saber de mí, y si más hubiera,
más supieras, que tu bondad, SIRALVO,
á esto y más me obliga. Tú sabrás que
este hábito no es mío: pluguiera al
cielo que desde mi nacimiento lo fuera,
excusara las mayores desventuras que
jamás han passado por hombre de mi
suerte. Caballero soy, natural desta
vecina Mantua, que por toda ella se ve el
blasón de mi verdadero apellido, y más
sabrás que pago en breves días con las
setenas lo que muchos gocé de libertad
y contento. No renuevas mi mal con tu
pregunta, que siempre se está presente,
ni me aflige tu voluntad, que bien
enseñado estoy á no seguir la mía; mas
porque temo cansarte con mi cuento largo
y pesado, te suplico cuando lo estés me
avises, que llevándolo en dos veces,
quizá te bastará la fuerza y á mí el
ánimo. Ser tú quien dices, dixo Siralvo,
bien claro lo muestras, y conocer yo
la merced que me haces, no lo dudes; y
menos que es imposible cansarme de oir
tus casos; mas yo sé, Alfeo, que el día
ha sido hoy largo para tí, y será razón
dar á la noche su parte hasta el alba, y
entonces, habiendo tú reposado, podrás
cumplir la promessa y oirme un rato,
quizá seré ocasión de alivio á tu mal.
No espero menos de ti, dixo Alfeo; y en
estas y en otras agradables pláticas
llegaron á las cabañas de _Mendino_,
donde Alfeo fué albergado, y _Siralvo_,
sin que él ni nadie lo sintiesse, tomó
el camino de las huertas del rabadán
_Vandalio_, donde FILIDA estaba, y á esta
hora SIRALVO con seguridad podía buscarla
para oirla ó verla desde aparte. Poco
tardó en llegar el enamorado pastor,
pero rato había que la hermosíssima
FILIDA reposaba. Triste y despechado
se halló Siralvo por su tardanza, y
sentándose al pie de un olmo, junto al
ancho y rico albergo, se dejó transportar
en un profundo pensamiento, de manera
que, sin sentirlo él, fué sentido,
recordando con sus sospiros á Florela,
hermosa y discreta pastora de la casa
de Vandalio, y tan amada de FILIDA, que
en su mismo aposento se albergaba; bien
conocía los sospiros de Siralvo, y muchas
veces deseó que FILIDA los sintiesse y
admitiesse la voluntad del pastor, allí
donde infinitas y de grande estima eran
despreciadas. Dexó el lecho Florela, y
mal vestida salió donde halló á Siralvo,
que vuelto en sí se levantaba para irse.
¿Qué venida es ésta? dixo Florela. La
mía no sé, dixo Siralvo; pero la tuya mi
remedio será, porque te certifico que
estaba á punto de acabarme. Consuélame,
pues siempre lo haces, y no hay quien
pueda hacerlo sino tú. Deja el pesar,
dixo Florela, que si esta noche vinieras
á la hora que sueles, pudieras ver y
oir á FILIDA en el lugar que estamos.
Buena manera, dixo Siralvo, es essa de
consuelo. ¡Maldita sea mi tardanza, que
soy el más desazonado de los hombres!
Bien le bastaría al que ama una pequeña
sepultura donde passasse el tiempo que
resta de sus contentos, para que cuidados
ajenos no le estorbassen los suyos.
Vinieron á mi cabaña Filardo y Finea, y
otro pastor forastero, y cuando dellos me
pude librar, hallo la pérdida que ves.
Descongójate, dixo la pastora, que por
lo menos sabrá FILIDA tu sentimiento, y
vente conmigo, que tengo grandes cosas
que contarte, y este lugar no me parece
muy seguro, que poco ha andaban por aquí
pastores de _Vandalio_ buscando unos
mastines. Vamos donde quisieres, dixo
Siralvo, y siguiendo á Florela entraron
por un camino estrecho que dividía dos
huertos, y entre las ramas que de ellos
salían, que casi el camino cegaban, los
dos se sentaron, y la pastora comenzó
diciendo: ¿Qué tanto amas á FILIDA,
Siralvo? Á esse grado, dixo el pastor, no
llegó mi propio sentimiento. ¿De manera,
dixo la pastora, que te parece mucho lo
que la amas? Sí, mientras no la veo, dixo
_Siralvo_; que llegado á miralla no me
parece possible amarla lo que se le debe.
¿Pues quién te ataja la voluntad, dixo
Florela, para no pagar essa obligación?
Un corazón de hombre, dixo Siralvo, con
que la amo, impossibilitado á pagar
deuda tan superior. Mucho me agrada tu
fe, dixo Florela, y ten cierto que toda
la debes como la pagas, que aunque te
parezca que FILIDA guarda su punto más
que las otras mujeres, pues es la mejor
de todas, no hay exceso en esto, y al fin
sólo has bastado en lo que nadie ha sido
parte: no se desgusta de que la veas,
y allánase á leer tus versos y oir tus
querellas cuando tú se las das, á yo por
ti. Ves aquí una carta de Carpino que le
envió con Silvia, y no la quiso leer ni
recebir, y yo por mostrártela se la tomé
á Silvia. No me encarezcas, dixo Siralvo,
mi buena fortuna, que para conocer el
bien que tengo no es menester que le
pierda: yo lo sé en más cosas de las que
tú me dices. Pésame que hayas tomado esse
papel, que no pensará Carpino que le
quieres para tu gusto, sino para el de
FILIDA. En esta respuesta lo verá, dixo
Florela, y sacando la carta, fácilmente á
la luna vió _Siralvo_ que decía:
CARTA
Vive Amor, dulce señora,
y vivirá en mi cuidado,
al natural retratado,
del que en nuestros ojos mora,
que holgara de callar
si pudiera, mas no puedo;
con Amor sin culpa quedo,
con vos lo querría quedar.
Vuestra hermosura vi,
y luego mi muerte en ella,
que cualquiera parte della
tocó al arma contra mí;
ojos, frente, manos, boca,
que al ser humano excedéis,
tate, dije, no os juntéis
tantos á empresa tan poca.
Prendiéronme juntamente,
sin mostrar desto desdén:
vuestra voluntad también
se quiso hallar presente;
viendo que merecimiento
faltaba de parte mía,
puse yo lo que tenía,
que fué mi consentimiento.
Á la sazón que el Amor
me prendió desta manera,
la montaña y la ribera
sin hoja estaba y sin flor,
y cuando os llegué á mirar,
mostróme Amor de su mano
el más felice verano
que el cielo puede mostrar.
Mas apenas fué llegada
vuestra ausencia fiera y cruda,
cuando mi verano muda
su fuerza en sazón helada;
y assí será hasta ver
la luz dessos claros ojos,
que entonces estos abrojos
flores tornarán á ser.
Pues, esmeraldas divinas,
lumbre generosa y alma,
desterrad ya de mi alma
tan rigurosas espinas,
que aunque ella siempre os adora,
y veros en sí merece,
sabed que se compadece
deste cuerpo donde mora.
Llevó mis passos ventura,
pensándome despeñar,
y heme venido á hallar
en minas de hermosura;
tan soberana riqueza,
tesoros tan extremados,
no permitáis que, hallados,
se me tornen en pobreza.
Por ventura á mis razones,
aunque ciertas desmandadas,
vuestras orejas, usadas
á más agradables sones,
tomarán alteración,
y la púrpura y la nieve
que en nuestras mejillas llueve,
crecerán por mi ocasión.
Señora, no lo hagáis,
reid y burlad de mí;
haced cuenta que nací
para que vos os riáis;
mas no, pastora, no sea
tomada en burla la fe
que en vuestra beldad juré
y en mi alma se recrea.
No hay en mí cosa valida
que os ponga en obligación
de estimar esta afición
que estimo en más que la vida:
loaros es ofenderos;
serviros, ¿quién llega allí?
y si os quiero más que á mí,
ya voy pagado en quereros.
Ninguna cosa he hallado
que merecer pueda dar
de desearos mirar,
si no es haberos mirado;
porque aquel conocimiento
de vuestro sumo valor,
es la dignidad mayor
que cabe en merecimiento.
Ya veis que fuistes nacida
por milagro de natura;
sedlo también de ventura,
y hacelde en mi humilde vida,
y vénganse luego á mí
los más bien afortunados;
volverán desconsolados,
muertos de envidia de mí.
¿Qué nos enseña en la tierra
el cielo por sobrescrito
de aquel poder que, infinito,
todo lo abarca y encierra?
¿qué pinta imaginación?
¿qué descubre ingenio ó arte
que llegue á la menor parte
de vuestra gran perfeción?
Juntáronse tierra y cielo
á poneros sus señales;
con las dotes celestiales
y las mejores del suelo
hizoos tan perfeta Dios,
que lo que es menos espanta,
y á mí dé ventura tanta,
que venga á morir por vos.
Yo sé que, si lo que os quiero
acertara á encarecer,
os pudiera enternecer
aunque fuérades de acero;
mas de lo poco que muestro
podéis ver mi mucho amor,
y que con ira ó favor
me firmaré: _Siempre vuestro_.
Enamorado está Carpino dixo Siralvo al
fin de la carta, y, para decir verdad,
no me hace muy buen gusto. Siempre
vosotros, dixo Filena, querríades que la
que amáis no pareciesse bien á nadie. Mal
recado tendría yo, dixo SIRALVO, si esso
quisiesse; que á la belleza de FILIDA
los cielos se enamoran, los hombres
se admiran y pienso que las fieras se
amansan. ¡Oh, Florela, qué excesivas
ventajas puso Dios en ella sobre cuantas
viven! Pues la condición, Siralvo, dixo
Florela, yo te prometo que no es menos
buena que su hermosura; tiene una falta,
que no es discreta, á lo menos como las
otras mujeres, porque su entendimiento
es de varón muy maduro y muy probado,
aquella profundidad en las virtudes y en
las artes, aquella constancia de pecho á
las dos caras de fortuna. ¿Y la gracia,
pastora? dixo Siralvo. No me hables en
esso, dixo Florela, que con ser yo mujer,
me veo con ella mil veces alcanzada de
amores; su limpieza y aseo, liberalidad y
trato, ¿dónde se hallará? Amala, Siralvo,
y ámela el mundo, que no hay en él cosa
tan puesta en razón. Mas dime, ¿qué papel
era el que le emviastes anoche, que no
me acordé de pedirsele? Florela, dixo
Siralvo, era un retrato en versos que yo
le hice. Dímele, pastor, dixo Florela,
que aun podría yo pagártele en otro
de pintura suyo, que hizo el lusitano
Coelio, padre de Belisa: mira si será
extremado. También lo será la paga, dixo
SIRALVO, y por que no la excuses, oye el
que yo hice, que el uno y el otro sé yo
que cuando á FILIDA no se parezca, menos
habrá quién se parezca á ellos, pues de
tan rico dechado no saldrá labor que en
otra pueda hallarse.
SIRALVO
Ya que me faltan para dibuxaros
pincel divino y mano soberana,
y no la presunción de retrataros,
con mal cortada péñola liviana,
de mis entrañas quiero trasladaros,
donde os pintó el Amor, con tanta gana,
que, por no ser á su primor ingrato,
se quedó por alcaide del retrato.
Ricas madexas de inmortal tesoro,
cadenas vivas, cuyos lazos bellos
no se preciaron de imitar al oro,
porque apenas el oro es sombra dellos:
luz y alegría que en tinieblas lloro,
ébano fino, tales sois, cabellos,
que aunque mil muertes muera quien os mira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Campo agradable, cielo milagroso,
hermosa frente, en cuyo señorío
goza la vista un Mayo deleitoso
y el corazón un riguroso Estío;
nieve, blanco jazmín, marfil precioso,
fuego, espina cruel, espejo mío,
pues la beldad en vos de sí se admira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Ojos, de aquella eterna luz maestra
de donde mana estotra luz visible,
que la noche y el día, el cielo muestra,
de aquélla fuistes hechos, y es possible
ser verde el rayo de la lumbre vuestra:
para hacer vuestro poder sufrible,
ora miréis con mansedumbre ó ira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Si distinto elemento el primor fuera
de la tierra, del agua, el aire, el fuego,
bella nariz, vos fuérades su esfera,
pues doquiera que estéis se halla luego
centro de la belleza verdadera,
donde la perfeción goza sossiego
y en quien naturaleza se remira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Sale la esposa de Titón bordando
de leche y sangre el ancho y limpio cielo;
van por monte y por sierra matizando
oro y aljófar, rosa y lirio el suelo,
vuestra labor, mejillas, imitando,
que, llenas de beldal y de consuelo,
dicen las Gracias puestas á la mira:
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Puede humana invención, en breve y poca
materia, dibujar parte por parte
el cielo todo, soberano boca;
mas no de vos la más pequeña parte,
ámbar, perlas, rubí, cristal de roca,
que confudido habeis ingenio y arte;
espíritu que por tal gloria respira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Cuello gentil, coluna limpia y pura
por quien Amor un Hércules tornado,
por fin del Mundo y de la hermosura
sobre esse monte ilustre os ha plantado
pues en vos se remata la ventura,
y en vos sólo el deseo está amarrado,
aunque esperanza á vuelo se retira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Jardín nevado, cuyo tierno fruto
dos pomas son de plata no tocada,
do las almas golosas á pie enjuto
para nunca salir hallan entrada,
que el crudo Amor, como hortelano astuto,
allí se acoge y prende allí en celada;
si á tal prisión de vuestro grado aspira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Hermosa mano, rigurosa y dina
de atar las del Amor en lazo estrecho,
á cuya fuerza la mayor se inclina
y el más exento y libre paga pecho:
pues veros es bastante medicina
del corazón, por vos mil partes hecho,
siendo la mano con que Amor nos tira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
Donaire, gala, discreción, sujeto,
secretos solo al alma revelados,
quién fuera tan dichoso y tan discreto
que os viera encarecidos gozados;
ya que tan alto don no me prometo,
ni me conceden tanto bien los Hados,
pues todo el ser del mundo en vos espira,
_dichosa el alma que por vos sospira_.
¡Oh, cómo está el retrato boníssimo!,
dixo Florela; y sacando de la manga una
cajuela de marfil, aquí está, prosiguio,
el que hizo el lusitano: una ventaja hace
el tuyo á éste, que se puede oir sin
verse; más otra hace éste al tuyo, que se
puede conocer sin oirse. Tómale, pastor;
que en nadie del mundo estará más seguro
que en ti, y yo sé que FILIDA holgará
de que tú le tengas. A la fe, Florela,
dixo SIRALVO, como ella sabe que tengo el
original en el alma, no se recelará de
que traya el traslado en el seno. Essa
es la verdadera, dixo Florela; mas ya
ves, si alguno te lo viesse, cómo sería
caso peligroso. Descuida, pastora, dixo
Siralvo, y abriendo la caja, vido á la
luna su sol. Por gran rato estuvo elevado
en él, y cuando su turbación le dió
lugar, assí dixo, puestos en él los ojos:
SIRALVO
Divino rostro, en quien está sellado
el postrer punto del primor del suelo,
pues de aquel, en quien tanto puso el cielo,
tanto el pincel humano ha trasladado.
Rostro divino, fuiste retratado
del que Natura fabricó de hielo,
ó del que amor, passando el mortal velo,
con vivo fuego en mí dejó estampado.
Divino rostro, el alma que encendiste,
y los ojos que helaste en tu figura,
por ti responden y por ellos creo;
Rostro divino, que de entrambos fuiste
sacado, en condición y en hermosura,
pues tiemblo y ardo el punto que te veo.
Lo que hace un buen sujeto, dixo Florela;
no me ha contentado menos el Soneto que
las Estancias; escríbemele, Siralvo,
en estas memorias que son de FILIDA
y quiero que le vea. Assí lo hizo el
pastor, y pareciéndoles que ya la noche
tenía muy vecina la mañana, con gran
amor se despidieron. La pastora volvió
al aposento de FILIDA, y el pastor á la
cabaña donde quedó Alfeo, y hallándole
dormido, se puso junto á él á esperar
que recordasse, donde el Sueño, parece
que agraviado de lo poco que dél curaba,
llegó con gran silencio y le bañó el
rostro de un licor suavíssimo, con
que Siralvo quedó por gran espacio
trasportado, hasta que Alfeo recordó, y
á su movimiento Siralvo dexó el sueño
y el lugar, y saliendo á la puerta del
albergue halló el Sol extendido por el
monte y su ganado por la dehesa, y antes
que la calor se lo impidiesse, dió vuelta
á las demás cabañas, y dexando orden en
todas, para todo, volvió á la suya, donde
ya Alfeo levantado le esperaba; allí
passaron dulces y agradables pláticas, y
después de haber visitado los zurrones,
se bajaron á la fuente, acomodado y
fresco lugar para su propósito, donde
sin dar lugar Alfeo á que Siralvo le
preguntasse, desta manera comenzó su
Cuento:
ALFEO
Sabe el cielo, Andria, que cuantas
señales doy de vivo son para mí nueva
muerte, después que de mi vida y de tu
fe tan mala cuenta diste: pues mira
si el quexarme de ti será mi gusto, ó
cómo lo excusaré contra el poder de tu
crueldad. Yo soy el mismo que levantaste
y desvaneciste, y tú eres sola quien
me pudo hacer bien ó mal, sin haber en
la tierra otra parte de dó venir me
pudiesse; ya tu bien no le quiero, que
sé cuán poco dura; tu mal me basta para
que hartes en mí tu condición terrible.
Yo fuí, Siralvo mío, el primero de los
dichosos, y soy de los desdichados el
postrero, porque jamás vendrá desdicha
como la mía. Vime hasta la edad de
veinte años tan señor de mí, que jamás
mis cuidados salían de mi contento,
no porque viviesse tan sencillamente
que no procurasse parecer bien y ser
querido, pero con una libertad sobre
todo, que jamás Amor ni Fortuna me dieron
mala comida. Era mi estancia en la
Corte, y mis entretenimientos, amigos,
caballos y caza, música y libros, á
que principalmente era inclinado: las
liviandades del mundo passaban por mí
sin dejar señal ninguna; pero cansado
Amor de mis burlas y Fortuna de mis
veras, armáronme un poderoso lazo en la
hermosura de Andria, por lo menos, donde
tropecé y caí de manera que nunca me he
levantado. Es Andria de clara generación
y caudalosos parientes, de hermosura sin
igual, de habilidad raríssima, moza de
dieciocho años y de más ligero corazón
que la hoja al viento. ¡Oh qué mal viene,
Andria, lo uno con lo otro! Ya que era
forzoso tener algo para mostrarnos que
eres del suelo, no fuera tan contra
nuestras almas y vidas; quitara el cielo
del fino oro de tu cabeza, del cristal
puro de tu frente, de la inmensa luz
de tus ojos, del vivo rubín de tus
labios; hiciera menos buenas las perlas
de tu boca; descompusiera la rosa y el
jazmín de tus mexillas; de essa gracia y
habilidad tan altas cercenara un poco y
un mucho pudiera, y quedar tú bastante
á prender y nunca soltar; mas no quiso,
pastor, sino que probasse yo lo que
pruebo. No se mostró esquiva Andria á
mis deseos, ni gasté mucho tiempo en
procurar sus favores, ni cuando vinieron
los sentí como solía otros muchos de que
sin trabajo había triunfado. Vime en un
punto cautivo, de manera que contento ni
gusto, si de Andria no venía, me podía
recrear. Retiréme de mis amigos y deudos,
dejé la caza y los libros, fundé todo mi
deleite en los papeles de Andria y en
visitar su calle y en verla las horas
hurtadas que ella me concedía. No fué
menos lo que Andria sentía por mí ni
lo que menos me dañó; porque retirada
de cuanto le solía dar contento, fué
notada en su casa y más en las ajenas,
y muchos, prendados de su amor (hombres
de suerte y caudal), procuraron saber la
causa de su novedad, y á pocos lances
la hallaron en mí. Luego comenzaron las
assechanzas, los chismes y las mentiras,
cartas falsas contra Andria, amenazas
contra mí. Día me amaneció en que mil
veces deseé la muerte, porque Andria,
apretada de amigos y parientes, se
enfriaba conmigo en verme y escribirme,
y yo á cada cosa más encendido por ella,
viendo levantarse montes de estorbos
contra mi contento, no hallaba remedio de
valerme; ya las horas de verla y de oirla
estaban impossibilitadas; sus Letras,
pocas y de estilo caído; forzado deste
dolor, con su licencia me ausenté de mi
casa, y caminando por los passos de la
muerte, Andria me hizo buscar y me volvió
á la passada vida, atropellando cuantos
estorbos é inconvenientes se ofrecían;
pero todo esto para más mal, porque
en medio desta felicidad comenzaron
de uno y otro lado á combatirme celos
y sospechas. ¡Oh crueles enemigos del
alma y de la vida! ¿de qué servían aquí
mis quejas? De indignarla conmigo y de
sufrir mil agravios para volver en su
gracia, de no dormir assechando, de
no hablar viendo y de no ver llorando
mis desventuras. ¡Oh, cuántas veces me
despedí del cielo, y vuelto á los abismos
invoqué los infernales! y en medio deste
furor llamaba á Andria y con un breve
papel de su mano quedaba sossegado mi
corazón, hasta que ocasión nueva tornaba
á verter en mis venas la cruel ponzoña
de los celos. Día hubo que, después de
haberme jurado con gran ternura y amor
que solo en la tierra me amaba y todo
lo demás que hacía era fingido y de
ningún efeto, estando yo alentándome en
mi casa y contradiciendo lo que veían
mis ojos y oían mis oídos, me envió á
pedir cuantos papeles tenía suyos y otras
prendecillas de su mano que yo estimaba
más que á mi corazón, y partiéndoseme en
mil partes, le obedecí sin réplica, y á
la noche, cuando me disponía al sueño de
la muerte, me tornó mis caras prendas,
culpándose de su ímpetu. Mil veces la
indigné con lo que le solía agradar, y
otras mil la injurié honrándola; y no
es, Siralvo, esto lo peor que por mí ha
passado: mis trabajos y mis celos con
verme en su memoria se aliviaban; pero
cansóse de todo y olvidóse de su honra
y de mi fe, y juntó en mi pecho todas
las penas del infierno, dolor, espanto
y desesperación; halléme sin ella y sin
mí, porque lo procuré remediar y no pude:
busqué medios lícitos, no me bastaron;
hice supersticiones, no me valieron;
llamé la muerte, no me oyó; dolíme del
alma, y por esso no me privé de la
vida; determinéme á mudar lugar; mira,
SIRALVO, qué huésped te ha venido, para
tu recreación, tan importante. Ereslo
tanto, dixo SIRALVO, que no te lo sabré
encarecer. Lastimado me ha mucho tu mal,
mas no es possible que la sinrazón de
Andria no pare en gran consuelo tuyo.
Afrenta es amar á tan varia mujer. ¿De
qué sirve ahí la hermosura y discreción,
alto linaje y los favores colmados, si
todo es sin proporción de bondad? Yo
sé de mi corazón que sabe amar á veces
más de lo que le está bien, pero en tu
causa mejor supiera valerse que el tuyo.
No te quiero aconsejar que la olvides,
que esto no será en tu mano; ni que te
alegres, porque nadie es tan señor de sus
tristezas que, cuando vienen, las pueda
tomar ó dexar: sólo encargo que no se
aparten de tu memoria los agravios que
Andria te hubiere hecho y la fe con que
siempre la amaste, y cuando su hermosura
te salteare, acuérdate que della procedió
el mal que has passado y pasas. Si
quieres proseguir con tu disfraz y tomar
el rebaño del gran Paciolo, no te será
contrario el ejercicio para tu mal, y si
quieres estarte en mi cabaña, della y de
mí podrás hacer á tu gusto. Todo cuanto
dices me le da muy grande, dixo Alfeo, y
por ahora contigo me quiero estar, que
entiendo que has de ser el solo consuelo
de mis daños; mas no se gaste toda
nuestra plática en tristeza y desventura,
alégrala con algo de tu parte, debajo de
fé, que te será guardada con la mayor del
mundo. Gran cosa me pides, dixo SIRALVO;
pero, pues en essas se han de ver los
amigos, óyeme, Alfeo:
SIRALVO
Tú sabes que yo no soy natural desta
ribera; mis bisabuelos en la de Adaja
apacentaron, y allí hallaron y dejaron
claras y antiquísimas insignias de su
nombre, son las alas de un águila de
plata sobre color de cielo, que de
inmemorial es blasón suyo. Mis abuelos
y padres, trasladados al Henares, me
criaron en su ribera, y de allí yo, por
favorable estrella, bebo las aguas del
Tajo. Bien habrás oído nombrar á FILIDA,
aquella en cuya hermosura y bondad,
como en claríssimo espejo, resplandece
la virtud de sus mayores, y sabrás que
dexó las aguas de su pequeño río, anchas
y felicíssimas por su nacimiento, y
engrandeció con su presencia las del
dorado Tajo en los ricos albergues de
Vandalio, donde por deudo vive la sola
señora de mi voluntad; que á lugar tan
alto volaron mis pensamientos, y en él
permanecen sin despeñarse. ¿Quién hay,
dixo Alfeo, que la ignore? ¿en qué Corte
ó Ciudad, en qué montaña ó camino no se
celebra la sin par FILIDA? ¿Pero dime,
pastor, ella sabe que la amas? Sí sabe,
dixo SIRALVO, que pues he comenzado á
descubrirme contigo (cosa que jamás
pensé), no quiero dejar nada para otro
día. ¿Y dime, dixo Alfeo, estima tu
voluntad? No soy, dixo SIRALVO, tan
desvanecido que quiera tanto como eso:
basta que no se ofenda de que la ame,
para morir contento por su amor. Alguno
ha tenido fuerza en la tierra para
espantarla toda, y no ventura para que
allí se admita su voluntad; pues ¿quién
presumirá ganar aquella plaza? Sola
podría mi fe, por su grandeza; yo la amo
sobre todas las riquezas que Dios ha
criado, y ella sabe dónde llega mi amor,
y no fuera FILIDA quien es si despreciara
esta obra fabricada de su mismo poder.
No es locura mi intención, aunque en mil
cosas lo parezca, ni fuera desvalor suyo
valerla, pues sola se puede ser digna de
esta gloria, y como la mía no la puede
haber en lo terreno, digo que no le
pido á FILIDA que me ame, pero que vivo
contentíssimo con que no se desguste de
mi amor. No pienses, Alfeo, que por vivir
en los campos donde, en buena razón, la
malicia debería ser menos, lo debe ser el
recato. Grandes son mis inconvenientes,
grandes mis peligros y grandes mis
enemigos, de los que, en competencia,
miran la beldad de FILIDA; no me peno
mucho, aunque ellos lo son en caudal y
en suerte, sin haber en el mundo otros
mejores; pero yo sé cómo vuelven desta
empresa los pastores de Vandalio; éstos
son grandes contrarios á mis contentos,
pues por ellos pierdo el verla muchas
veces, siendo su dulcíssima presencia
principio y fin de mis deseos. Ves aquí
mi suerte, y ves aquí mi vida, y ves
aquí la voluntad que te tengo, pues tan
abiertamente te he manifestado lo más
íntimo de mi pecho. Plega al cielo, dixo
Alfeo, de conservar tu vida sin que la
sin par FILIDA de tu bien se canse. El
mismo, dixo SIRALVO, alegre la tuya, de
suerte que de la ingrata Andria te veas
con entera satisfacción; y ahora, por
mi contento, cantemos un poco, Alfeo,
que por el tuyo se hará luego lo que
ordenares. Y sacando la lira, SIRALVO
comenzó á cantar y Alfeo á responder:
SIRALVO
¡Oh, más hermosa á mis ojos
que el florido mes de Abril;
más agradable y gentil,
que la rosa en los abrojos;
más lozana
que parra fértil temprana;
más clara y resplandeciente
que al parecer del Oriente
la mañana!
ALFEO
¡Oh, más contraria á mi vida
que el pedrisco á las espigas;
más que las viejas ortigas
intratable y dessabrida;
más pujante
que herida penetrante;
más soberbia que el pavón;
más dura de corazón
que el diamante!
SIRALVO
¡Más dulce y apetitosa
que la manzana primera;
más graciosa y placentera
que la fuente bulliciosa;
más serena
que la luna clara y llena;
más blanca y más colorada
que clavelina esmaltada
de azucena!
ALFEO
¡Más fuerte que envejecida
montaña, al mar contrapuesta;
más fiera que en la floresta
la brava ossa herida;
más exenta
que fortuna; más violenta
que rayo del cielo airado;
más sorda que el mar turbado
con tormenta!
SIRALVO
¡Más alegre sobre grave
que sol tras la tempestad;
y de mayor suavidad
que el viento fresco y suave;
más que goma
tierna y blanda; cuando assoma,
más vigilante y artera
que la grulla, y más sincera
que paloma!
ALFEO
¡Más fugaz que la corriente
entre la menuda hierba,
y más veloz que la cierva
que los cazadores siente;
más helada
que la nieve soterrada
en los senos de la tierra;
más áspera que la sierra
no labrada!
SIRALVO
¡FILIDA, tu gran beldad,
porque agraviada no quede,
ser comparada no puede
sino sola á tu beldad;
ser tan buena,
por ley y razón se ordena,
y en razón ni ley no siento
quien tenga merecimiento
de tu pena!
ALFEO
¡Andria, contra mí se esmalta
cuanta virtud hay en tí,
donde sólo para mí
lo que sobra es lo que falta,
y porfías;
si te sigo, te desvías,
persíguesme si me guardo,
y cuando yo más me ardo
más te enfrías!
Prosiguiendo en su canción, los dos
pastores quedaron tendidos sobre la
menuda hierba, suspensos, oyendo la
diversidad de aves que cantaban junto
á sus oídos, el manso arroyo que de la
fuente salía, á cuyo son, las manos en
las mejillas, se adurmieron. Duerman,
dejémoslos, que en siendo hora, no les
faltarán amigos que los recuerden, y
cuando no lo hagan, cuidados tienen ellos
que lo sabrán hacer.
CUARTA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
Possible será que una sola beldad rija y
dispense en los amores, pero dificultoso
me parece, porque no sólo sus efetos en
nosotros son contrarios, sino también en
sí mismo; poder diviso es sin duda, y sí
lo es, ¿cómo permanece? ¿hay por ventura
quien haya determinado esta contienda?
Quiza sí; pero cada uno aprobará conforme
á su voluntad, de do se deja entender que
en cada pecho nace y gobierna quien le
condena ó le absuelve, y este señor allí
mengua ó crece, como le viene la gana ó
halla nuestro sujeto. Grande es Amor,
grande sobre el poder humano; mas no se
entienda que este grande Amor es aquel
crimen del mundo injusto; que desde que
la malicia tocó en su materia baja y
vil el cendrado oro de la edad dichosa,
juntamente Amor se desterró del concurso
de las gentes, y buscó la soledad de
las selvas, contento de habitar con
los sencillos pastores, dejando en los
anchos poblados (desde los más humildes
techos hasta los resplandecientes de
oro y plata) una ponzoña incurable,
vengadora de sus injurias, que hasta hoy
permanece; luego ya se determina que en
las selvas vive Amor, y en los poblados
su ira y saña. Yo sin ninguna duda lo
creo, que puesto caso que de las incultas
plantas apenas la esperanza y el miedo
se desvían, cualquier efeto suyo puede
fundarse en razón, que menos ó más se
contradice su fuerza allí donde el Amor
se sigue con vanagloria, y es la beldad
estimada en menos que el arreo, y la
voluntad se hace precio, los celos son
invidias y pundonores, la perseverancia
tema y los servicios engaños. Imaginario
es el Amor, venganza justa del cielo,
triste del que con él mora y infinito
el número de los tristes, porque los
más moran con él. Allá se avengan y no
permita el cielo que llegue su infición
y daño á las silvestres cabañas, donde
al menos nadie finge, el celoso no es
traidor, ni el olvidado enemigo, el
querido no es engañado, ni el cohecho
hace bien ni mal. No dudo yo que en
la mayor Babilonia permita Amor algún
pecho lleno de fe y lealtad, y entre la
soledad de los campos alguna intención
dañada, para confusión de aquéllos y
ventaja de estotros; mas pocos son, y
tan pocos que por milagro se puede topar
con ellos. Bien probarán los pastores
del Tajo con su intención la mía, y bien
me acuerdo que el enamorado Filardo,
la noche antes quedó en la cabaña de
Fidea, con Silvia y Dinarda; pues agora
sabed que, recogidas las tres pastoras
después de largas y dulces pláticas, el
celoso amante, vencido del dolor que
le atormentaba, buscó á Pradelio y con
palabras graves y corteses le llevó á la
falda de un collado, lugar solo y propio
para su intención. No se receló Pradelio
de Filardo porque sabía que era noble de
corazón y de trato llano y seguro, ni
Filardo jamás pensó ofenderle, porque de
nada le tenía culpa, y junto con esso le
conocía por bastante para su defensa.
Golpeándole iba á Filardo el corazón,
y mil veces en el camino escogiera no
haberse determinado, pero ya que no se
vino en tiempo de volver atrás, lo más
sereno que pudo soltó la voz y díxole:
¿Qué has entendido siempre de mi amistad,
pastor? Hasta ahora, dijo Pradelio, no
la he probado, pero entiendo que á mí ni
á nadie la puedes hacer mala. No cierto,
dixo Filardo, pero si esso es assí, ¿por
qué me haces tanto daño? ¿Daño? dixo
Pradelio; no sé cómo. Yo te lo diré, dixo
Filardo. ¿No sabes, Pastor, que yo amo á
Filena más que á mí, y que fuí la causa
de que tú la conociesses, y después que
ella te conoce nunca más ha vuelto los
ojos á mirarme, y yo muero sin remedio,
porque sin ella me es imposible vivir?
Pues yo, pastor, dixo Pradelio, ¿qué
puedo hacer que bien te esté? Mucho,
dixo Filardo; con no verla, quitarás la
ocasión de mi tormento. ¿Qué es la causa,
dixo Pradelio, que huelgas de verla
tú? Amarla como la amo, dixo Filardo.
Pues si esso te obliga, dixo Pradelio,
la misma obligación tengo yo; y si te
parece que tú me la diste á conocer,
quiérote desengañar, que antes que tú la
conociesses la amaba yo. Basta decirlo
tú, dixo Filardo, para que yo lo crea,
Y aun para ser verdad, dixo Pradelio,
y esto nadie mejor que Filena lo puede
saber; si tienes tanta parte con ella,
que te lo diga. Por gran amiga la tengo
de aclarar dudas, y si no estás tan
adelante, no te penes, Filardo, que es
la vida breve y inhumanidad gastarla en
pesadumbres. Pastor, dixo Filardo, yo no
vengo por consejos, que valen baratos y
cómpranse muy caros. Tú te resumes en
no hacerme el gusto que te pido: Filena
haga el suyo, que quizá pararás en lo que
yo pararé. Sin duda, dixo Pradelio, tú
fuiste muy favorecido de Filena. Como tú
lo eres, dixo Filardo. ¿Pues qué se puede
hacer? dixo Pradelio. A las mujeres,
y más á las que tanto valen, amarlas
es lo más justo, y el tiempo del favor
estimarle con el alma: y si esto faltare,
como el buen labrador cultivar de nuevo,
que tierras son que tras los cardos
suelen dar el fruto. Mientras tú la
gozas, dixo Filardo, poca esperanza dél
me puede á mí quedar. Y á mí poco miedo,
dixo Pradelio, mientras que tú la deseas.
Filena, aunque moza y poco cursada en
esto, es de tan claro entendimiento y de
bondad tan natural, que lo que contigo
hizo y contigo hace, sólo le sale de
una condición afable y llana, con que
generalmente trata sus amigos, sino que
los hombres burlados de aquella llaneza,
aficionados á su hermosura, al punto
armamos torres de viento y arrojamos la
presunción por donde jamás ha passado
su pensamiento. Yo asseguro que si te
entendió que no era tu trato con ella tan
llano como el suyo contigo, essa fué la
causa de sus desdenes, y lo mismo haría
conmigo si me desviasse del camino que
ella lleva. Gracias te doy, pastor, dixo
Filardo, con la buena conclusión de tus
bienes y mis males. Si yo no hubiera
arado con Filena, maestro quedaba para
saberlo hacer. Yo nací antes que tú,
Pradelio, y moriré primero; vive en paz
con tus favores, que eres digno y muy
digno de gozarlos. En estas pláticas se
les passó la noche á los pastores, y
ya que el alba rompía, Finea y las dos
pastoras, desamparando el lecho, guiaron
á la cabaña de Filena, por complacer á
Silvia que iba intencionada de valer con
ella á Filardo en todo lo que pudiesse.
Pues como toparon á los dos pastores,
Dinarda les pidió compañía y todos cinco
caminaron; pero no le parecio á Finea
que fuessen ociosos, y vuelta á Filardo
encarecidamente le pidió que cantasse y
á Pradelio que tañesse. El lo hará todo,
dixo Pradelio. Si haré, dixo Filardo, que
_quien consigo discorda, con ninguno se
podrá templar_.
FILARDO
Cuando el Amor, con poderosa mano,
prendió mi pensamiento,
prometióme salud, paz y alegria;
fiéme del tirano,
y si ve mi contento,
por diverso camino se desvía;
no espere más, Amor, quien de ti fía.
¡Oh, mala rabia te atraviesse el pecho,
porque sientas un poco
de lo que siente el que por tí se huía,
tu voluntad despecho,
tu entendimiento loco,
y tu memoria como está la mía,
y vengárase, Amor, quien de ti fía!
¿Qué ley del cielo ó tierra puedes darnos,
que obliguen nuestras penas
á más de padecer en su porfía?
mas quieres obligarnos;
nuevos fueros ordenas,
que llamemos reposo la agonía.
¡Oh, desdichado, Amor, quien de ti fía!
¿Hemos por dicha visto de tu casa
salir algún pagado,
como salen quexosos cada día?
¡Oh, mano al bien escassa!
¡oh, mal aconsejado
el que se alegra con tu compañía,
y más, Amor, aquel que de ti fía!
Pone en sulcar las ondas confianza,
en seca arena siembra,
coger el viento en ancha red confía,
quien funda su esperanza,
en corazón de hembra,
qué es tu templo, tu cetro y monarquía.
¿Qué fruto espera, Amor, quien de ti fía?
El que de libre se te hace esclavo,
en tus leyes professo,
morir mejor partido le sería,
pues queda al cabo, al cabo,
pobre, enfermo, sin seso,
y arrepentidos los de su valía;
en esto para, Amor, quien de ti fía.
Buena ha estado la lisonja, dixo Silvia;
si dessa manera sobornas á todos los
que has menester, yo los doy por
desapassionados de tu gusto. Pastora,
dixo Filardo, quien me hiciesse á mí
mudar estas canciones, bien poderosa
sería. Yo sé que cualquiera entiende
cuán digno es de perdón el forzado. Cante
Pradelio, que como le hacen otro son,
podrá llevar otros tenores. Esso no se
excusa, dixo Dinarda, y tomando á Filardo
la lira la dió á Pradelio, el cual ansí
obedeció á la pastora, sin poner excusa:
PRADELIO
El tiempo que holgares,
Filena, en ver mis ojos de agua llenos,
ó los tuyos alzares
en mi favor serenos,
el ganado y la vida tendré en menos.
Viendo de dónde viene
el bien ó el mal que tu beldad me ha hecho,
obligado me tiene
con un constante pecho
á agradecer el daño y provecho.
Tu alta gentileza,
tu valor, tu saber, amé primero,
subíme á más alteza
de un querer verdadero,
ámote mucho y mucho más te quiero.
El quererte y amarte
proceden de mirarte y conocerte,
cada cual por su parte;
el amarte es por suerte,
pero por albedrío el bien quererte.
Mis llamas, mis prisiones,
son los jardines donde me recreo;
tus gustos, tus razones,
espejo en que me veo,
y en tu contento vive mi deseo.
Á ser sólo dotada,
como otras, de caduca hermosura,
quizá fueras amada
de la misma hechura;
mas tu beldad de todo me asegura.
Ansí ciega y assombra
mi gran amor, que á todos escurece,
y el mundo es una sombra,
y cuanto en él parece
del sol que en mis entrañas resplandece.
Págame en mi moneda
mi amor (si tanto amor puede pagarse),
ó á lo menos no pueda
con pesares aguarse
la fe más pura que podrá hallarse.
No son estos recelos
por no entender mi hado venturoso,
y tampoco son celos
de indicio sospechoso:
sólo mi valor me trae medroso.
Tú, mi dulce señora,
primera causa de mi buena andanza,
por la fe que en mí mora,
si en la tuya hay mudanza,
haz que socorra engaño á mi esperanza.
Entre otras cosas que los hombres tienen
malas, dixo Dinarda, ésta es una: que
desde la hora que comienzan á amar, desde
essa misma comienzan á temer. Yo te
asseguro, dixo Filardo, que si es agravio
temellas, también lo es amallas, porque
verdaderamente _el que no teme no ama_,
que bien lo dice aquel soneto de Siralvo,
¿hasle oido, Silvia? No, Filardo, dixo
la pastora. Pues yo te lo quiero decir,
dixo Filardo. Y yo oirle, dixo Silvia,
que aunque me tienes enojada, no tanto
que no te quiera escuchar. Tú sabes, dixo
Filardo, la obligación que tienes á mi
voluntad, y ahora óyeme el soneto.
FILARDO
Poco precia el caudal de sus intentos
el que no piensa en el contrario estado;
el capitán que duerme descuidado
poco estima su vida y sus intentos.
El que no teme á los contrarios vientos,
pocos tesoros ha del mar fiado;
pocos rastros y bueyes fatigado
el que no mira al cielo por momentos.
Poco ha probado á la fortuna el loco
que en su privanza no temiere un hora
que se atraviesse invidia en la carrera;
Finalmente de mí y por mí, señora,
creed que el amador que teme poco,
poco ama, poco goza y poco espera.
En cuanto dixo Silvia: será para FILIDA
el soneto. Sólo esto me descontenta de
SIRALVO, ser tan demasiado altanero: en
el Henares á Albana, en el Tajo á FILIDA;
á otra vez que se enamore será de Juno
ó Venus. Amigo es de mejorarse, dixo
Dinarda, que aunque Albana no es de menos
suerte y de más hacienda, FILIDA es muy
aventajada en hermosura y discreción.
Pues yo sé quién la pide en casamiento,
dixo Finea; y si se ha de casar no tomará
otra cosa que mejor le esté. FILIDA,
dixo Dinarda, no lo hará de su voluntad;
y si la apremia, dejará los deudos y se
consagrará á Diana, y si considera lo
que con tanta razón puede, que es no
haber hombre que la merezca, hará muy
discretamente. Unas coplas sé yo, dixo
Pradelio, que hizo _Siralvo_ á su DESEO,
aprobadas por dos claríssimos ingenios:
uno el culto _Tirsi_, que de _Engaños y
Desengaños de Amor_ va alumbrando nuestra
nación española, como singular maestro
dellos, y otro el celebrado _Arciolo_,
que con tan heroica vena canta del
_Arauco_ los famosos hechos y vitorias.
Esso tienen las _coplas_, dixo Silvia,
que por parecer de uno aplacen á muchos;
pero si a mí no me agradan, poco me mueve
que grandes poetas las alaben, que por
la mayor parte gustan de cosas que no
son buenas para nada. ¿Qué poesía ó
ficción puede llegar á una _copla_ de
la _Propaladia_, de ALECIO y FILENO, de
las _Audiencias de Amor_, que todos son
verdaderamente ingenios de mucha estima,
y los demás, ni ellos se entienden
ni quien se la da? ¿Y los dos de un
nombre, dijo Pradelio, el _Cordobés_
y el _Toledano_, y el claro espejo de
la poesía que cantó _Tiempo turbado y
perdido_? No falta, dixo Filardo, quien
los murmure, y aun al que por mayoría es
llamado el _Poeta Castellano_, porque
hasta ahí llega la ciencia de los que á
sola su opinión lo entienden. Esta es
la mía, dixo Silvia; dínos las coplas,
Pradelio, que para mí no quiero mejor
_Tirsi_ ni _Arciolo_ que mi gusto; con lo
cual, sacándolas el pastor del seno, las
leyó, y decían:
PRADELIO
Si no te he dicho, DESEO,
en la estimación que estás,
sabe que te tengo en más
que á los ojos con que veo;
y no es demasiada fiesta,
que una prenda tan valida,
no es mucho que sea tenida
en lo menos que me cuesta.
Aunque tú quedaste en calma
sin viento que te contraste,
bien sabes que me anegaste
la luz del cuerpo y del alma,
y visto parte por parte,
pues solo suples la falta,
de todo lo que me falta,
por todo debo estimarte.
Yo voy ciego, y voy sin guía,
por la mar de mis enojos,
y tú das lumbre á mis ojos
más que el sol á medio día;
no puede imaginación
engastar perla de Oriente
que esté tan resplandeciente
como tú en mi corazón.
Voy á remo navegando,
es la imán mi voluntad,
y sola tu claridad
el norte que va mirando
el débil barquillo abierto,
sin merecimiento en él,
y en el naufragio cruel
eres mi seguro puerto.
No espero jamás bonanza
en la vida ni en la muerte,
mas bástame á mí tenerte
en lugar de la esperanza;
bien sé que en ti se turbó
el sossiego más sereno,
mas no hay ninguno tan bueno
por quien te trocase yo.
Vengan penas desiguales,
y por caudillo desdén,
que sola serás mi bien,
aunque les pese á mis males.
Tú, en la esperanza más dura,
tú sola, en el día malo,
tienes de ser mi regalo,
mi consuelo y mi blandura.
¿No fuiste engendrado, dime,
de aquellos ojos beninos
por quien quedarán indinos
los que el mundo en más estime?
Y en mi pecho concebido,
y en la vida alimentado,
hijo que tanto ha costado,
¿no es razón que sea querido?
Juzguen el justo caudal
que hago de ti por vicio;
digan que en este edificio
eres arena sin cal;
llamen tu hecho arrogancia,
sin esperanza á do fueres,
que yo que entiendo quién eres
confessaré tu importancia.
¡Oh, cuánto me has de costar
en cuanto no me acabares!
mas cuanto más me costares,
tanto más te he de estimar;
los daños de aquesta historia,
bravos son considerados;
vistos no, que van mezclados
contigo, que eres mi gloria.
El rato que considero
la gracia, la gentileza,
la discreción, la belleza,
por quien á tus manos muero,
no sólo el dolor terrible
passo sin dificultad,
pero con facilidad
te sufro en ser impossible.
Quizá dirán devaneas
muchos que saben de Amor.
¿Qué es cosa y cosa, amador,
deseas ó no deseas?
Responderles he que sí
y que el mal que Amor me hace,
de mi desventura nace,
y el bien y el honor, de ti.
Pues, ilustre DESEO mío,
¿quién te torcerá el camino,
si veniste por destino,
y vences por albedrío?
Eres una dulce pena,
eres un contento esquivo,
eres la ley en que vivo,
y en la que Amor me condena.
Las coplas me han contentado, dixo
Silvia, porque son del arte que yo las
quiero; tienen llaneza y juntamente
gravedad. En mil obras de poetas he
leído á Caribdis y Scila y Atlante y el
humido Neptuno, cosa bien poco importante
en amores, y que se dexa entender que
no le sobran conceptos al que se acoge
á los ajenos. Mas ahora, ¿qué hará
Siralvo? ¿Es su cabaña aquélla? Sí, dixo
Pradelio, vamos por allí, que él holgará
de hacernos compañía. Qué fresca es,
dixo Finea, esta Fuente de Mendino; pues
allí me parece que duermen dos pastores
y, sin duda, son Alfeo y Siralvo. Sí
son, dixo Finea; y llegando más cerca,
al ruido los dos pastores recordaron,
y saludándose alegremente determinaron
de seguir á Silvia, y ella, que en
extremo era graciosa y discreta, los fué
entreteniendo hasta llegar á la cabaña de
Filena, donde la hallaron vestida de una
grana fina, con pellico azul de palmilla,
pespuntado de pardo y lazadas verdes;
camisa labrada de blanco y negro, y el
cabello, en cinta leonada, trenzado con
ella; estaba Florela vestida de verde
claro, saya y pellico; el cabello cogido
en una redecilla de oro, y un cayado en
la mano. Con la llegada de los pastores
creció su hermosura y gentileza, y tras
breves pláticas supieron que la sin par
FILIDA iba al templo de Pan, Dios de
los pastores, y enviaba por Filena, y
tendría mucho gusto de que todos fuessen
allá, porque estaría sola con Belisa,
la vieja Celia, Campiano y Mandronio,
doctíssimos maestros del ganado. Con
esta seguridad tomaron el camino del
templo, donde en breve espacio passaron
grandes cosas. Siralvo supo de Florela
cómo trataban de casar á FILIDA, y
FILIDA estaba tan congojada de ver á
sus deudos determinados, que se pensaba
ir con Diana sin ninguna duda, y porque
la tenían la noche antes no se lo había
dicho, mas ya estaba declarado por la
una parte y por la otra. Este fué agudo
puñal para el corazón de Siralvo, y
mucho más holgara de verla casada que
con Diana en los montes, donde el verla
y oirla sería con mayor dificultad; pero
certificado de que era su gusto hacerlo,
se consoló con Florela cuanto pudo. Por
otra parte, Silvia y Filena trataron de
la causa de Filardo y Pradelio, y sin
valerle á Silvia sus ruegos ni razones,
Filardo quedó excluído y Silvia corrida
y triste; llamó al pastor y á Dinarda, y
despidiéndose los tres se volvieron, á
gran pesar de Filardo y á mayor placer
de Pradelio, porque tuvo lugar de irse
con la pastora Filena solo á su voluntad
platicando. Finea y Alfeo no se hicieron
mala compañía; porque si él se desterró
enamorado y desfavorecido, ella hizo
otro tanto; un mismo dolor los afligía,
y una misma razón los debiera consolar;
mas agora, de todos seis sólo Pradelio y
Finea, contentos, llegaron al templo del
semicabro Pan, donde fueron de la sin
par FILIDA y los que con ella estaban
favorablemente recebidos, y sacando la
anciana Celia preciosas conservas, por
ruego de FILIDA, los pastores comieron
del desusado manjar y bebieron del agua
fresca que en el jardín del templo había;
luego anduvieron por él mirando y, entre
otras cosas, hallaron, de sutil mano y
pincel, la bella Siringa convertida en
caña, y el silvestre amante juntando con
cera los nuevos cañutos. Adelante, en
una gran tabla, estaban, por letras y
números, las leyes pastorales, el tiempo
de desquilar, el modo de untar la roña,
el talle del mastín, la forma del cayado,
el arte de hacer el queso, manteca y
otras muchas menudencias más y menos
importantes; y por si alguno se acordasse
que el silvestre Dios fué de Hércules,
por amores de Deyanira, despeñado, quiso
el pintor que se viesse la fuerza de su
despeñador, y assi puso alrededor del
templo sus espantosas hazañas.
Primero, en su concepción, Júpiter, su
padre, trasformado en Amphitrión, marido
de su madre Alcumena.
Después, en su nacimiento, la madrastra
Juno hecha pobre vejezuela y con hechizos
estorbando el peligroso parto; pero
después, con la astucia de Agalante, está
nacido el poderoso Hércules en compañía
del no menos valeroso hermano, hijo de su
padrasto Amphitrión.
Después desto se veían los muchachos
solos, en sendas cunas; el de Amphitrión
llorando, de dos culebras enviadas, de
la venenosa Juno; pero Hércules, que
de soberano poder era ayudado, asiendo
con sus tiernas manecillas las fieras
culebras, las tenía ahogadas.
Tras esto estaba, cuando llevó vivo á
Euristheo el fiero puerco de Arcadia
del monte Erimantho, donde estaba (por
maldición de Diana) destruyendo los
campos y labores, y matando cuanta gente
hallaba ó le buscaba por la fama de su
fuerza.
Luego se veía la Selva Nemea, y el gentil
mancebo por ella, siguiendo al fiero
León, al cual, alcanzado, rompía con sus
manos las fuertes quijadas, y después
desollándole se cubría de su duríssima
piel.
Assí vestido, estaba más adelante en la
Laguna Lernea, llena por sus anchas islas
de juncos y cañaverales, peleando con la
fiera Sierpe Hidra; más viendo que si le
cortaba una cabeza, por sola aquella le
nacían siete, después que con la espada
la tajaba el duro cuello, sobre la misma
herida ligeramente le pegaba un hacha de
vivo fuego.
Aunque esto se veía vivamente retratado,
no parecía menos bien la lucha suya y del
gran Anteo, al cual, como Hércules vido
que dejándose caer sobre la Tierra (cuyo
hijo era), cobraba dobladas fuerzas en
sus brazos, con los suyos le apretaba de
manera que, quitándole el alma, le hacía
extender el cuerpo, desasido de su bravo
y fuerte vencedor.
Adelante estaba, en el Occeano de Africa,
matando el fiero Dragón de la Huerta
de Atlante. Y después victorioso con
las Manzanas de oro. Tras esto, en el
monte Aventino, viendo que el ladrón
Caco, hijo de Vulcano y Venus, le había
hurtado sus vacas, le estaba poniendo
fuego á su fuerte cueva, donde con lumbre
y humo le procuraba dar la muerte: y al
fin salido della, echando por su boca y
oídos grandes llamas, procuraba en vano
defenderse; pero el valeroso Alcides,
teniéndole en el suelo, sin ninguna
piedad le ahogaba.
Luego sustentando el Cielo con sus
hombros.
Después, amarrando al Can Cerbero y
sacándole á él y á Proserpina robados,
dejaba herido á Plutón, Dios de los
Infiernos. No con menos agonía peleaba
con el de las Aguas Acheloo, al cual
habiendo vencido en su propia figura de
gigante, y después de Dragón, cuando le
ve hecho Toro, con risa le abate, y quita
el Cuerno de su frente.
Tras esta lucha estaba la Cierva en
Menalo, con sus pies de metal y cuernos
de oro, á quien con gran trabajo Hércules
mataba triunfante con los ricos despojos
de su empresa.
Assimismo desterraba las Harpías, por
voluntad del Rey Fineo.
Luego, más trabajosamente, dividía los
altos montes de Calpe y Abila, por donde
el fiero mar estrechamente passasse.
Más allí se mostraba con las pesadas
colunas en sus hombros.
Tras esto, en la ribera del mar, libraba
á Hesiona, hija de Laomedón, matando la
fiera que para su comida la buscaba.
Después, á aquel que, por voluntad de
los Dioses, en el monte Cáucaso, viendo
comer sus hígados de una cruel águila,
brevemente criaba otros donde el mismo
tormento se le diesse.
Más adelante estaba cuando la gente
Pigmea, al pie del monte, le quiso matar
viéndole dormido.
Y cuándo llevó los pueblos franceses
atados á su lengua.
Y cuándo al que con sangre humana
engordaba sus caballos dió el mismo
castigo, haciéndole manjar dellos.
Y cuándo en las bodas mató los
Sagitarios: veíase el Centauro Nesso
muerto con sus saetas, al tiempo que al
passar el río Eveno le llevaba á Deyanira.
Llegado, pues, al fin desta historia, se
veía lastimosamente, casi en venganza
de la quebrantada pierna del Dios
Pan, cuándo la celosa mujer, con la
engañosa camisa que el Centauro le dió,
pensando remediar su mal, fué causa
de mayor daño, porque, vistiéndosela
el ausente marido, con la furia del
pestífero veneno que en sí tenía se
le pegó á las carnes, y abrasándole
los tuétanos y entrañas, el sinventura
Hércules, fuera de su sentido, vertía
los humildes sacrificios, derribaba los
templos y arrancaba los duros troncos, y
procurando desnudarse, despedazaba sus
mismas carnes, descubriendo los propios
huessos y nervios por donde, como de gran
hoguera, salía un espesso humo, y él,
mirando á los cielos con amargo rostro,
á ratos de su crueldad parecía que se
quexaba, y otros pedía socorro á tan
insufrible y dolorosa muerte, á veces
que, sin sentido, destruyendo sus carnes,
se tendía en tierra y callaba.
Estaba sobre un altar, en medio del
templo, el vestido, el cayado y la lira
de Apolo, aquel mismo apero con que moró
en las selvas, y por las altas colunas
sembrados infinitos despojos de pastores
y fieras, cayados y zampoñas, cabezas de
los lobos y pies de águilas, versos y
prosas que no poca hermosura acrecentaban
al grandioso templo. Pero Siralvo, que en
FILIDA veía el de su alma, pocas señas
pudiera dar de lo que aquél tenía; y
ella, que no dudaba los efectos de su
valor, no lo hacía en volver la luz de
sus hermosos ojos al enamorado pastor,
robándole nuevamente, á cada vuelta, el
alma, y dejándole cada vez nueva vida con
que viviesse. En tanto que esto passaba,
Sasio y Arsiano vinieron allí por orden
de Mandronio, y viendo junto cuanto
en la música podía desearse, amén de
Filardo y Matunto, que si no eran más no
eran menos, acordaron de entrarse en el
jardín del templo, que, aunque pequeño,
era lleno de frescura y deleite. Nunca
Vertuno tuvo los suyos compuestos con
tanta destreza como éste lo estaba sin
arte; las flores y hierbas, las aguas
y las aves que en él moraban, todo era
extremadamente bueno. Pues como dentro
se vieron, Florela, que tiernamente á
su señora amaba, mirando su hermosura
y la habilidad de los pastores con la
comodidad del tiempo y del lugar, pidió
encarecidamente que, tomando el sujeto
de la beldad de FILIDA, cantassen; deseo
fué el de Florela que todos le tenían,
y tocando el principio de la empresa á
la gentil Belisa, desta manera comenzó
su canto, y desta fueron por su orden
prosiguiendo:
BELISA
Las ondas quiere sulcar,
el agua en red oprimir,
el fuego quiere medir
y el viento quiere pesar
el que pretende loar,
Filida, vuestra figura,
siendo el comenzar locura
é impossible el acabar.
ARSIANO
Lazos de amor son aquellos
do Amor tiene su prisión,
pues sin dar en corazón
nunca hace tiro dellos;
hablo de vuestros cabellos,
por cuya gran excelencia
el sol no tiene licencia
sin deslumbrarse de vellos.
FINEA
El lugar esclarecido
sobre los dos claros ojos,
de mil sangrientos despojos
á costa ajena teñido,
es duro campo corrido
de la Muerte y del Amor,
donde él es el vencedor
y ella el premio del vencido.
ALFEO
Soles sois con que alumbráis,
rayos con que derretís,
saetas con que herís,
licor con que remediáis
los ojos con que miráis,
en quien se mira el Amor,
ó para hablar mejor,
los ojos con que matáis.
FLORELA
Vuestras mejillas, sembradas
de las insignias del dia,
florestas son de alegría
de la eterna trasladadas,
donde no por las heladas
ni por las muchas calores
faltan de contino flores
divinamente mezcladas.
SASIO
El alinde que divide
las dos florestas reales,
con frescuras celestiales
los rayos del sol despide;
á la misma invidia impide
su proporción aguileña,
y aunque es medida pequeña,
al Amor inmenso mide.
FILENA
Vuestra boca no es coral
ni vuestros dientes aljófar,
que el aljófar es azófar
y el coral bajo metal;
mas es puerta principal
fabricada dal primor,
archivo do tiene Amor
todo su bien ó su mal.
PRADELIO
La coluna generosa
deste edificio tan claro,
más que del mármol de Paro,
más que blanca poderosa
es la garganta graciosa,
fuente rica de dulzor,
donde la fuerza de Amor
segura y libre reposa.
CELIA
Vuestro pecho no hay braveza
que no se amanse con él,
ni hay quien pensando en él
no esforzasse su flaqueza,
á quien dió naturaleza,
por mezclar gracia y rigor,
de la leche la color
y del hierro la dureza.
CAMPIANO
Lo que falta por contar,
después de la blanca mano,
á quien el sentido humano
es imposible loar,
no quiero en ello hablar;
que aunque la fe, como diestra,
tan altos bienes nos muestra,
son más para contemplar.
MANDRONIO
Vuestra discreción loara,
á no haber considerado,
que como quedo agraviado
el cuerpo, al alma agraviara;
á Vos sola es cosa clara
que concede la razón,
que hiráis al corazón
cuando amaguéis á la cara.
SIRALVO
Yo no me hallo bastante
á proseguir este intento
bien, hasta que el pensamiento
se pierda por arrogante,
Razón diga y Amor cante
y lleve la Fe el compás,
donde queda más atrás
quien passa más adelante.
No acabaran tan presto los pastores si
la bella FILIDA, que, con una gravedad
suavíssima, estuvo escuchando sus loores,
y acrecentando la causa dellos en su
soberano semblante, no los atajara,
tomando á Belisa la lira, y obligada de
su liberal condición, vuelta á SIRALVO
le dixo: Pastor, yo quiero cantar una
glossa tuya, de una canción ajena á que
soy muy aficionada, porque me la dió
Florela y porque la glosa lo merece. Bien
basta tu afición, dixo SIRALVO, para su
merecimiento, y la merced que nos haces
para que todo el mundo quede invidioso
de nuestra ventura; y con esto FILIDA,
alegrando tierra y cielo, comenzó á tañer
y cantar, y los pastores á suspenderse
oyéndola.
FILIDA
_Canción._
Mi alma tenéisla vos,
y yo á vos en lugar della,
¿á quién da más gloria Dios?
á ella sin mí con vos
ó á ella con vos y sin ella?
_Glossa._
Aquel venturoso día
que Amor, con industria y arte,
me robó cuanto tenía,
fué tanta su cortesía,
que os dió la más noble parte,
y como solo mi oficio
es contentar á los dos,
por principal ejercicio
mi cuerpo está en su servicio,
_mi alma tenéisla vos_.
Bien galardonado voy
si sirvo como cautivo,
pues cuando en la cuenta estoy,
hallo que es lo que recibo
mucho más que lo que doy;
en gran deuda me dejáis,
no quedaréis sin querella,
pues por favor ordenáis
que vos mi alma tengáis
_y yo á vos en lugar della_.
En la gloria que se ven,
han movido gran cuestión
cuerpo y alma sobre quién
consigue más alto bien,
y entrambos tienen razón.
El alma dice que allá
está contino con vos;
el cuerpo que os tiene acá:
¿quién, señora, juzgará
_á quién da más gloria Dios_?
Firmes en su diferencia,
cada cual lleva victoria,
sin que se dé la sentencia,
porque es tal la competencia,
que acrecienta más la gloria,
y como se ven en calma
en este pleito los dos,
que no importa, dice el alma,
que ya se le dió la palma
_á ella sin mí con vos_.
Aquí comienza á juraros
el cuerpo que la dejó
por poder mejor gozaros,
y concluyendo en amaros,
la duda en pie se quedó.
Mas dixo Amor que él saldría,
cerrados los ojos della,
porque en vuestra compañía,
á mi alma escogería,
_ó á mí con vos y sin ella_.
Callaron las aves, cessó el viento,
paró la fuente, y pienso que el sol se
olvidó de su camino, mientras la sin par
FILIDA cantó estos versos, y acabados,
con un donaire igual á su hermosura,
volvió la lira á Belisa, como corrida de
haber cantado; pero los pastores, que
de su llaneza como de su beldad estaban
cautivos, vueltos unos á otros alabaron
la hora en que el cielo había juntado en
FILIDA cuanto bien por el mundo repartía.
Esso no, dixo Florela, que lo que en
FILIDA hay no se halla en el mundo junto
ni repartido. Passo, pastores, dixo
FILIDA, que me afrento mucho de oirme
loar, y no quiero que en mí cesse la
música: gusto tanto de canciones viejas
bien glossadas, que esso me hizo cantar,
y cierto es la cosa en que el poeta
muestra mayor ingenio. Una muy nueva
sé yo, dixo Siralvo, y diréla con tu
licencia. Para esso, pastor, dixo FILIDA,
tú la tienes, y más si es tuya. Primero,
dixo SIRALVO, que te diga el dueño,
quiero decirla y saber lo que te parece.
SIRALVO
En mi pensamiento crecen
mis esperanzas y viven;
en el alma se conciben
y en ella misma fenecen.
_Glossa._
Porque en el mal que me hiere
perpetua pena reciba,
el Amor ordena y quiere
que en mi pensamiento viva
lo que en mi ventura muere;
pues si alguna vez se ofrecen,
ó de lejos aparecen
esperanzas de mi bando,
en vuestra gracia menguando,
_en mi pensamiento crecen_.
¿Do llegará mi tormento?
Pues por caminos tan agros
do no llegó entendimiento,
suben á hacer milagros.
Ventura y mi pensamiento,
en ello gloria reciben,
y en libertad se aperciben
á morir desesperadas
y en él están sepultadas
_mis esperanzas y viven_.
Aunque falsas, lisonjeras,
mil veces vengo á pensar
que deben ser verdaderas,
viéndolas en el lugar
do suelen estar las veras,
y aunque por milagro aviven,
en parte inmortal se escriben;
que como su vanidad
se engendra en la voluntad,
_en el alma se conciben_.
En noble parte nacidas,
en noble parte criadas,
nobles aunque van perdidas,
noblemente comenzadas
y en nobleza concluídas;
al pensamiento obedecen,
y en su prisión resplandecen
y su natural guardaron,
que en el alma comenzaron
_y en ella misma fenecen_.
A todos contentó la glossa de Siralvo,
y más á FILIDA, que vió en sí la causa
della, y pareciéndole hora de que los
pastores descansassen, mandó á Florela
por señas lo que había de hacer, y al
punto se puso en medio de todos una mesa
ancha, limpia y abundante de dulces y
regaladas viandas, que del albergue de
Vandalio habían traído, y sin esquivarse
FILIDA de comer con los pastores,
todos juntos lo hicieron, salvo Finea
y Alfeo, que de secreta mano se habían
sentido trabar los corazones, y entre
el viejo dolor y el nuevo, estaban con
una suspensión en los espíritus, que
sin poderse ellos entender, fácilmente
los entendieron todos. ¡Oh grande y
poderoso Amor! ¿será possible que Alfeo,
muriendo ayer por Andria, bellísima
cortesana, hoy se enamore de la serrana
Finea? Verlo he menester para creerlo,
que Finea de Alfeo, menos maravilla me
hace, porque, aunque rústica y criada
en aspereza, es muy discreta y hermosa,
y Alfeo excessivamente aventajado al
pastor de quien ella era despreciada.
Si nuevamente estos dos se aman, cosa
es que no se podrá encubrir: alcemos
las mesas, levántense los pastores y
queden solas FILIDA y Celia en el fresco
jardín; que los demás en el templo
podrán passar la siesta, donde hallarán
á Filardo, que, á excusa de Silvia, se
volvió tras ellos, y aunque había gran
rato que allí estaba, no quiso entrar
al jardín, antes, saliendo á la ribera,
por un pequeño resquicio del muro estuvo
mirando y oyendo lo que passaba, y cuando
sintió que los pastores al templo salían,
adelantóse y entró primero. Filena y
Pradelio holgaron poco de verle, pero
_Campiano_ íntimo amigo suyo, con gran
caricia le recibió y assí luego los dos
se apartaron, y por otra parte Florela
y Siralvo, Pradelio y Filena, Belisa y
Mandronio, Sasio y Arsiano, á un lado
del templo se pusieron á concertar
alguna fiesta, para entretener aquella
tarde á la hermosa FILIDA, y la mejor
les pareció representarle la EGLOGA
de Delio y Liria y Fanio, pastores de
aquesta ribera, que con sus casos habían
dado mil veces materia á los poetas.
Belisa tomó la persona de Liria; Sasio,
la de Delio, y la de Fanio, Arsiano, y
mientras en baja voz estaban ensayándose,
Alfeo y Finea en algo se ocuparon:
sentados los vió _Siralvo_ á una parte
del templo, hablando menos palabras
que solían, demudados de su color
natural. No pudo tanto consigo que no se
llegasse á ellos, y antes que nada les
preguntasse, Alfeo le dixo, cuanto los
pudiera preguntar: Siralvo mío, por tres
partes me siento combatir y por todas
tres vencer: las sinrazones de Andria
contrastan mi afición, tus consejos me
mudan la voluntad, la beldad de Finea
me cautiva. A mí me enamora todo, dixo
Siralvo; ¿pero á ti, serrana, qué te
parece? ¿Qué estás hablando por mí? dixo
Finea. ¿Pues qué haremos, dixo Siralvo,
de Andria y Orindo? Lo que ellos hicieron
de nosotros, dixo Alfeo, y con esto se
dieron las manos de no faltarse jamás,
tomando al Dios de los pastores por
testigo; y llenos de contento y placer se
fueron con los que ensayando se estaban.
Campiano y Filardo siempre se estuvieron
apartados, y bien se le echó de ver al
pastor el mal que por Filena sufria, pues
sin bastar su dolor ni el menosprecio
con que le dejaba, se iba tras ella, sin
poderse refrenar en sus deseos. No tomó
la sin par FILIDA mucho tiempo de reposo,
antes, sintiendo que los pastores en el
templo esperaban que los llamasse, mandó
á Celia que lo hiciesse, y assí fueron
todos al jardín, salvo Belisa, Sasio y
Arsiano, que se quedaron para entrar
representando, y después que todos se
sentaron, por orden de FILIDA, los tres
que habían quedado, entraron por la suya,
como aquí veremos.
EGLOGA
_Fanio._--_Delio._--_Liria._
LIRIA
Floridos campos, llenos de belleza,
en cuya hermosura, sitio y traza,
gran estudio mostró Naturaleza.
En vosotros se halla espessa caza
de aves, bestias y animales fieras,
y tanta flor y fruto, que embaraza.
En vosotros, majadas y praderas,
donde se ven ganados abundosos
y en medio los inviernos, primaveras.
No faltan los pastores querellosos,
que forman al Amor quexas sin cuento,
y otros, regocijados, venturosos.
Unos, al ejercicio dan su intento,
cuál corre, salta, tira, lucha ó canta,
cuál en los huertos pone su contento.
Aquél enxiere, siembra, poda ó planta,
otros con su ganado se recrean,
viendo desde las sombras copia tanta.
Mira los cabritillos que pelean,
y después á sus madres van buscando,
que con ubres pesadas los desean.
Allí ve sus zagales ordeñando;
allí las cabras que la nueva hoja
no con poca codicia van buscando.
Una al agua parece que se arroja,
otra en lo mas espesso está mordiendo,
que el rigor de la zarza no la enoja.
Luego ve la ovejuela, que paciendo,
apoca simplemente lo que halla,
lo más dificultoso no queriendo.
Y si Orión se mueve á dar batalla,
permite que el pastor pueda avisarse
y con flacos ingenios mitigalla.
Veréis á los carneros alegrarse;
veréis las hormiguillas polvorosas,
ciegas, unas con otras encontrarse.
Las ánades bañarse presurosas,
y lamerse al revés el buey el pelo,
y pacer las becerras más golosas.
Cuervos, grajas, cornejas para el cielo
suben y bajan luego con ruido,
y tornan para arriba con su vuelo.
Oyese en las lagunas el sonido
de las cantoras ranas en más grado
que en el sereno tiempo le han tenido.
Vese de blancas aves ayuntado
más número que suele en valle ó sierra,
y el cabrío dormir más apretado.
Escarba la ovejuela por la tierra,
y la golondrinilla á la corriente,
con pobres alas hace flaca guerra.
Al fin esto se passa brevemente,
y en tanto, en la abrigada cabañuela,
arropado el pastor poco lo siente.
Después que nieva, que ventisca y hiela,
el nuevo sol su claridad extiende,
con que el mundo afligido se consuela.
Después, cuando á bañarse al mar deciende,
hallándose en la noche escura y fiera,
con las anchas hogueras se defiende.
Todo se acaba en dulce primavera
después que, fenecida esta contienda,
llena de paz el cielo la ribera.
Y contra el sol, en monte, en valle, en senda,
los árboles, ó en selva ó bosque ameno,
no sufren que su lumbre al suelo ofenda.
Con el frescor de su confuso seno,
la altiva haya y el ciprés frisado,
con cuerpo assaz de duro fruto lleno;
El laurel siempre verde, preservado
de la ira del cielo, y el espino
de más puntas que hojas adornado.
Con su rebelde fruto ayuda el pino,
aguda hoja y enredado saco,
del pacífico olivo de contino.
No se precia, entre todos, de más flaco,
ni el olmo que á las nubes se avecina,
con la planta gentil del libre Baco.
Allí se extiende la robusta encina,
con sus antiguos brazos y el precioso
cidro, que á todos su cabeza inclina.
Y el pobo y el castaño, alto, ñudoso,
con las soberbias frentes acopadas,
uno en corteza feo, otro hermoso.
Las ricas palmas de hojas espinadas,
triunfante premio de gloriosa estima,
con los racimos de oro coronadas.
La que defiende con la espessa cima
que no caliente Febo el agua clara,
en pago, el agua al tronco se le arrima.
No se podrá decir que le es avara,
que si el agua no pierde, el tronco gana,
ella le da frescor cuando él la ampara.
Siembra el manzano la postrer manzana,
siembra el racimo la noguera fría,
el jazmín nieve y el madroño grana.
¿Hay mas beldad que ver la pradería
estrellada con flores de las plantas,
que van mostrando el fruto y la alegría?
Donde, con profundíssimas gargantas,
las tiernas avecillas estudiosas
están de señalar cuales y cuántas.
Allí veréis pastoras más hermosas
(no con maestra mano ataviadas),
que las damas en Cortes populosas.
Allí veréis las fuentes no tocadas
distilando, no agua al viso humano,
mas el cristal de piedras variadas.
Allí veréis el prado abierto y llano,
donde los pastorcillos su centella
descubren al Amor, furioso, insano.
Este, de su pastora se querella;
aquél de sí, por que miró la suya;
el otro, más grossero, se loa della.
No hay quien por defeto se lo arguya,
ni quien de rico ponga sobrecejo,
ni quien á los menores dexe y huya.
En el prado se oye el rabelejo,
la zampoña resuena en la floresta,
en la majada juegan chueca ó rejo.
Pues qué ¿venido el día de la fiesta,
hay gusto igual que ver á los pastores
haciendo á las pastoras su requesta?
Uno presenta el ramo de las flores,
y cuando llega, el rostro demudado,
otro dice suavíssimos amores.
Uno llora, y se muestra desamado;
otro ríe, y se muestra bien querido;
otro calla, y se muestra descuidado.
El uno baila, el otro está tendido;
el uno lucha, el otro corre y salta,
el otro motejado va corrido.
En esta dulce vida, ¿qué nos falta?
y más á mí que trato los pastores,
y cazo el bosque hondo y la sierra alta,
Con arco, perchas, redes y ventores,
ni basta al ave el vuelo presuroso,
ni se me van los ciervos corredores.
Este sabuesso era un perezoso,
y ya es mejor que todos: halo hecho
que, como mal usado, era medroso.
Tiene buen espinazo y muy buen pecho
y mejor boca: ¡oh pan bien empleado!
toma, Melampo, y éntrete en provecho.
Quiérome ya sentar, que estoy cansado;
¡oh seco tronco, que otro tiempo fuiste
fresno umbroso, de Ninfas visitado!
Aquí verás el galardón que hubiste,
pues te faltó la tierra, el agua, el cielo,
después que este lugar ennobleciste.
Assí passan los hombres en el suelo;
después que han dado al mundo hermosura,
viene la muerte con escuro velo.
Ya me acuerdo de ver una figura
que estaba en tu cogollo dibujada,
de la que un tiempo me causó tristura.
Estaba un día sola aquí sentada;
¡cuán descuidado iba yo de ella,
cuando la vi, no menos descuidada!
Puse los ojos y la vida en ella,
y queriendo decirla mis dolores,
huyó de mí, como yo ahora della.
Por cierto grande mal son los amores,
pues al que en ellos es más venturoso,
no le faltan sospechas y temores.
Igual es vivir hombre en su reposo.
¿Quién es aquel pastor tan fatigado?
Debe de ser Florelo ó Vulneroso.
La barba y el cabello rebuxado,
la frente baxa, la color torcida.
¡Qué claras señas trae de enamorado!
¿Es por ventura Fanio? ¡Qué perdida
tengo la vista! Fanio me parece.
¡Oh Fanio, buena sea tu venida!
FANIO
Amado DELIO, el cielo que te ofrece
tanta paz y sossiego, no se canse,
que solo es bien aquel que permanece.
DELIO
Aquesse mismo, FANIO mío, amanse
el cuidado cruel que te atormenta,
de suerte que tu corazón descanse.
He desseado que me diesses cuenta,
pues que la debes dar de tus pesares
á quien contigo, como tú, lo sienta.
Y quiero, FANIO, por lo que tratares
perder la fe y el crédito contigo,
cuando en poder ajeno lo hallares.
Sabe que al que me ofrezco por amigo,
la hacienda pospuesta y aun la vida,
hasta el altar me hallará consigo.
FANIO
DELIO, tu voluntad no merecida no es
menester mostrarla con palabras, pues en
obras está tan conocida. Pero después
que tus orejas abras, más lastimosas
á escuchar mi duelo en un lenguaje de
pastor de cabras, Ni á ti podrá servirte
de recelo, pues ya tienes sobradas
prevenciones, ni á mí de altivo en tanto
desconsuelo. Y no son de manera mis
passiones que se puedan contar tan de
camino, que aunque sobra razón, faltan
razones.
DELIO
Conmigo te han sobrado de contino,
entendiendo que la hay para encubrirme
lo que por más que calles adivino.
Y aunque me ves en porfiar tan firme,
sabe que poco más que yo barrunto
de tu importancia puedes descubrirme.
Y pues me ves en todo tan á punto
para mostrarme amigo verdadero,
no me dilates lo que te pregunto.
Cuéntame tus passiones, compañero,
cata que un fuego fácil encubierto
suele romper por el templado acero.
FANIO
Oh, caro amigo mío, y cuán más cierto
será hacer mis llagas muy mayores,
queriéndote contar mi desconcierto.
Porque siendo mis daños por amores,
tú pretendes saber, contra derecho,
más que la que ha causado mis dolores.
Salga el nombre de LIRIA de mí pecho
y toque á tus orejas con mi daño,
ya que no puede ser por mí provecho.
No me quexo de engaño ó desengaño,
de ingratitud, de celos ni de olvido,
quéxome de otro mal nuevo y extraño.
Quéxome del Amor, que me ha herido;
abrióme el corazón, cerró la boca,
ató la lengua, desató el sentido.
Y cuanto más la rabia al alma toca,
la paciencia y firmeza van creciendo
y la virtud de espíritu se apoca.
De tal manera, que me veo muriendo,
sin osarlo decir á quien podría
sola dar el remedio que pretendo.
DELIO
Amigo FANIO, aquessa tu porfía
tiene de desvarío una gran parte,
aunque perdones mi descortesía.
Díme, ¿por qué razón debes guardarte
de descubrir tu llaga á quien la hace?
¿ó cómo sin saberla ha de curarte?
FANIO
Porque de LIRIA más me satisface
que me mate su amor que su ira y saña,
y en esta duda el buen callar me aplace.
DELIO
No tengo á LIRIA yo por tan extraña,
ni entiendo que hay mujer que el ser querida
le pudiesse causar ira tamaña.
Cierto desdeño ó cierta despedida,
cuál que torcer de rostro ó cuál que enfado,
y cada cosa de éstas muy fingida.
Aquesto yo lo creo, FANIO amado;
empero el ser amada, no hay ninguna
que no lo tenga por dichoso hado.
Y si, como me cuentas, te importuna
aquesse mal y tienes aparejo,
no calles más pesar de tu fortuna.
Tú no te acuerdas del proverbio viejo:
_que no oye Dios al que se hace mudo,
ni da ventura al que no ha consejo_.
FANIO
Pues dame tú la industria, que soy rudo,
grossero y corto, y en un mismo grado
mi razonar y mi remedio dudo.
Bien que llevando LIRIA su ganado
por mi dehesa, junto con el mío,
me preguntó si soy enamorado.
Y el otro día estando junto al río
llorando solo, en medio de la siesta,
LIRIA llevaba al monte su cabrío.
Y díxome: Pastor, ¿qué cosa es ésta?
y yo turbado, sin osar miralla,
volvíle en un suspiro la respuesta.
Mas ya estoy resumido de buscalla,
y decirle por cifra lo que siento,
al menos matárame el enojalla.
De cualquier suerte acaba mi tormento,
con muerte, si la enojo, ó con la vida,
si mi amor y mi fe le dan contento.
Veremos esta empresa concluída,
venceré mi temor con mi deseo,
_la vitoria, ó ganada ó bien perdida_.
¿Oyes cantar? _D._ Si oyo. _F._ A lo que creo,
LIRIA es aquélla. _D._ Eslo, _F._ Al valle viene.
¡Ay, que te busco y tiemblo si te veo!
Ascóndete de mí, que no conviene,
si tengo de hablarle, que te vea.
DELIO
Ascóndeme, pastor; Amor ordene
que tu mal sienta y tus cuidados crea.
LIRIA
El pecho generoso,
que tiene por incierto
serle possible, al más enamorado
ser pagado, y quejoso
vivir estando muerto,
y verse en medio de la llama helado;
cuán bienaventurado
le llamará el extraño,
y en cuánta desventura
juzgará al que procura
hacerse con sus manos este daño,
y por su devaneo
á la razón esclava del Deseo.
Memoria clara y pura,
voluntad concertada,
consiente al alma el corazón exento;
no viene su dulzura
con acíbar mezclada,
ni en medio del placer ama el tormento
sano el entendimiento,
que deja el Amor luego
más que la nieve frío,
pero el franco albedrío
y el acuerdo enemigo, á sangre y fuego;
y en tan dañosa guerra,
sin fe, sin ley, sin luz de cielo ó tierra.
Promessas mentirosas,
mercedes mal libradas
son tu tesoro, Amor, aunque no quieras;
las veras, peligrosas;
las burlas, muy pesadas;
huyan de mí tus burlas y tus veras,
que sanes ó que hieras,
que des gloria ó tormento,
seas cruel ó humano,
eres al fin tirano,
y el mal es mal y el bien sin fundamento;
no sepa á mi morada
yugo tan duro, carga tan pesada.
Corran vientos suaves,
suene la fuente pura,
píntese el campo de diversas flores,
canten las diestras aves,
nazca nueva verdura,
que estos son mis dulcíssimos amores;
mis cuidados mayores
el ganadillo manso,
sin varios pensamientos
ó vanos cumplimientos
que me turben las horas del descanso,
ni me place ni duele
que ajeno corazón se abrase ó hiele.
FANIO
Por essa culpa, FANIO, ¿qué merece
LIRIA? _L._ Lo que padece; pues, penando,
quiere morir callando. _F._ Gran engaño
recibes en mi daño. ¿Tú no sientes
que las flechas ardientes amorosas
vienen siempre forzosas? Si de grado
tomara yo el cuidado, bien hicieras
si me reprendieras y culparas.
LIRIA
Déxame, que á las claras te condenas:
pudo Amor darte penas y matarte,
y no debes quexarte, pues que pudo;
de ti, que has sido mudo y vergonzoso,
debes estar quexoso. ¿De qué suerte
remediará tu suerte y pena grave
quien no la ve ni sabe? _F._ ¡Ay, LIRIA mía!
que yo bien lo diría, pero temo
que el fuego en que me quemo se acreciente.
LIRIA
Pues, ¿tan poquito siente de piadosa
quien tu pena furiosa ensoberbece?
FANIO
Mas antes me parece, y aun lo creo,
que tan divino arreo no es posible
en condición terrible estar fundado;
pero considerado aunque esto sea,
no es justo que yo vea mi bajeza,
y aquella gentileza soberana,
y que sufra de gana mis dolores
sin pretender favores. _L._ Grande parte
ha de ser humillarte, á lo que creo,
para que tu deseo se mitigue,
porque Amor más persigue al más hinchado,
que está muy confiado que merece,
que al otro que padece, y de contino
se cuenta por indino; pero cierto,
tú no guardas concierto en lo que haces:
¿no se sabe que paces las dehessas,
con mil ovejas gruessas abundosas
y mil cabras golosas y cien vacas?
¿No se sabe que aplacas los estíos
y refrenas los fríos con tu apero,
y tienes un vaquero y diez zagales?
Todos estos parrales muy podados,
que tienes olvidados, ¿no son tuyos?
Pues estos huertos, ¿cuyos te parecen?
Todo el fruto te ofrecen; pues si digo
del cielo, ¿cuán amigo se te muestra,
tecuánto la maestra alma Natura
y dió de hermosura, fuerza y maña?
¿Hay ave ó alimaña que no matas?
¿Hay pastor que no abatas en el prado?
¿Hate alguno dejado en la carrera?
Pues en la lucha fiero ó en el canto,
¿hay quién con otro tanto se te iguale?
Pues esso todo vale en los amores,
porque de los dolores no se sabe
si es su accidente grave ó si es liviano.
Todo lo tienes llano. _F._ ¿Qué aprovecha
tener la casa hecha y abastada,
si en la ánima cuitada no hay reposo?
LIRIA
Vivir tú doloroso, ¿qué te vale,
si aquella de quien sale no lo entiende?
Tu cortedad defiende tu remedio.
FANIO
¿Parécete buen medio que lo diga?
LIRIA
Antes es ya fatiga amonestarte.
FANIO
Pues, ¿tienes de enojarte si lo digo?
LIRIA
FANIO, ¿hablas conmigo ó desvarías?
¿Pensabas que tenías y mirabas
presente á quien amabas? _F._ Sí pensaba
y en nada me engañaba. _L._ No te entiendo,
aunque bien comprehendo que el amante
tiene siempre delante á la que ama,
y allí le habla y llama en sus passiones.
FANIO
No glosses mis razones. _L._ Pues, ¿qué
quieres?
FANIO
Hacer lo que quisieres, aunque quiero
preguntarte primero: ¿si mis males
y congojas mortales me vinieran
por ti y de ti nacieran, y el cuidado
te fuera declarado, ¿te enojaras?
LIRIA
Si no lo preguntaras, te prometo
que fueras más discreto. Tú bien sientes
los rostros diferentes de natura
en una compostura de facciones;
pues, en las condiciones, es al tanto,
aunque no debe tanto ser piadosa,
á mi ver, la hermosa que la fea,
que en serlo hermosea su fiereza.
FANIO
¡Ay, cuánta es tu belleza! _L._ Assí que digo,
que no debes conmigo assegurarte,
pues sé certificarte que en tal caso,
aquello que yo passo por contento
puede ser descontento á tu pastora,
y no imagino agora por qué vía
con la voluntad mía quiés regirte.
FANIO
Porque puedo decirte que, en belleza,
en gracia y gentileza, eres trassunto,
sin discrepar un punto, á quien me pena.
LIRIA
¿Es por dicha SILENA tu parienta?
Si es ella, no se sienta entre la gente,
que eres tan su pariente como mío;
pueda más tu albedrío que tu estrella.
FANIO
¡Ay, LIRIA, que no es ella! ¿Y aún te excusas
y de decir rehusas el sujeto
que en semejante aprieto mostrarías?
LIRIA
Horas me tomarías si lo digo,
que como fiel amigo te tratasse;
y horas que me enojasse, que aun no siento
mi propio movimiento. _F._ Dessa suerte
más me vale la muerte y encubrillo,
que al tiempo de decillo verla airada.
LIRIA
Bien puede ser quitada tu congoxa,
si aquella que te enoja me mostrasses
y en mis manos fiasses tu remedio.
FANIO
Dessas espero el medio que conviene.
LIRIA
¿Es mi amiga quien tiene tu alegría?
FANIO
Si tanto fuera mía, en tal fortuna,
poca quexa ó ninguna se tuviera.
LIRIA
Pues di dessa manera mal tan duro,
que, por mi fe, te juro de hablalla
y á tu amor incitada. _F._ Que me place;
á mí me satisface tu promessa,
aunque en la alma me pesa de probarte;
y antes quiero mostrarte aquesta carta,
que con angustia harta tengo escrita,
para aquella que quita mi contento;
jamás mi pensamiento fué adivino,
que fueras, papel, dino de hallarte
donde pudo llegarte mi osadía:
leedle, LIRIA mía, parte á parte.
CARTA
La libertad ganada,
porque en tan buena empresa va perdida;
la voluntad prendada,
el alma enriquecida,
viéndose en su servicio de partida,
Indignas de llamarte,
sin tu licencia, el nombre de señora,
vienen á suplicarte
que se la des ahora,
y cada cual se llamará deudora.
Recibe por cautivas
las que este nombre en su sepulcro escriben;
verás, si no te esquivas
y tal merced reciben,
cómo en mí solo mueren, en ti viven.
Inclina á mis cansadas
razones tus orejas, por ventura;
no sean despreciadas
en afición tan pura
las mismas obras de tu hermosura.
Al fin mi fe y mi pena,
pues de ti nacen, tuyo será el cargo,
y aquí cesse la vena
de estilo tan amargo,
corto en hablarte y en pedirte largo.
LIRIA
La carta está tan buena que, aunque pruebe
de mil maneras, no sabré loalla,
porque es, en fin, compendiosa y breve.
FANIO
¿Parécete que puedo aventuralla?
LIRIA
Paréceme que pierdes de ventura
lo que te detuvieres en cerralla.
FANIO
¿Parécete que llegará segura
de que puedan culparme de arrogante?
LIRIA
Paréceme un retrato de mesura.
FANIO
¿Al fin me juzgas verdadero amante?
LIRIA
Y que mereces ser galardonado.
FANIO
Quiera Dios que assí digas adelante.
LIRIA
Pero ya que la carta me has mostrado,
dime, ¿quién fue la causa de hacella?
Pues sé la pena, sepa quién la ha dado.
FANIO
En cinco partecillas que hay en ella,
pedrás saber el todo que pretendo,
si adivinares el secreto della.
LIRIA
Tórnamelo á decir, que no lo entiendo.
FANIO
De cada cinco estancias ve tomando
la primer letra y velas componiendo:
Porque estas cinco letras ayuntando,
por el orden que digo, fácilmente
el nombre de mi alma irás formando.
LIRIA
No te he entendido verdaderamente,
¿acaso dice LERIA? _F._ Con dos ies
no puede pronunciar _Leria_ el leyente.
LIRIA
¿Dice por dicha _Libia_? _F._ No porfíes,
¿con erre _Libia_? Buen descuido es esse.
LIRIA
Pues menester será que tú me guíes.
FANIO
Habrélo de hacer, aunque me pese,
que LIRIA dice. _L. Siria._ ¿Pues entiendes
que no lo sé decir si lo leyesse?
FANIO
Pues, _Siria_, digo yo, ¿por qué me vendes
descuidos, cuando el alma me has robado,
y con falsa ignorancia te defiendes?
¿Dónde te vas, pastora? _L._ A mi ganado.
FANIO
Mira, pastora, tente. _L._ ¿Qué locura
es ésta que tan presto te ha tomado?
¿Estás loco, pastor? _F._ Que no hay cordura
en quien no la perdiesse, contemplando
mi amor y tu desdén y hermosura.
LIRIA
Déjame, ¿qué pretendes? _F._ Que llorando
me veas fenecer. _L._ Deja mi mano.
FANIO
Y tú mi alma, que la estás matando.
LIRIA
¡Oh solitario valle! ¡oh campo llano!
¿Habrá quien lastimoso me defienda
deste pastor perdido, deste insano?
FANIO
Escucha, LIRIA, ya solté la rienda
á lo osadía para detenerte,
no bastará aunque Júpiter descienda.
LIRIA
¿Qué quieres? _F._ Quiero en todo obedecerte,
si no es ahora en esta fácil cosa,
que estés presente al passo de mi muerte.
LIRIA
Otra podrás buscas más animosa.
FANIO
Pues para dar la muerte eres osada,
para verme morir no seas medrosa.
LIRIA
Suéltame, FANIO. _F._ Ya serías soltada,
por no enojarte, si tuviesse cierto
que escucharías un rato sossegada.
LIRIA
Suéltame, que no aprietas como muerto.
FANIO
Asido á las aldabas de la vida,
pensar muerte prenderme es desconcierto.
LIRIA
Suelta ya. _F._ Sí haré; mas sei servida
de me escuchar. _L._ Como no fuesses largo.
FANIO
Esso, tu voluntad será medida.
Y si te pareciere que me alargo,
mándame tú callar, y verás luego
cómo procuro en todo echarte cargo.
Ser contigo atrevido no lo niego;
mas ¿qué derecho guardará el forzado
ó cómo no cairá sin luz el ciego?
LIRIA
Esso me agrada, llámate culpado,
y yo te escucharé de buena gana.
FANIO
Y aun si quieres me doy por condenado.
Mira esta parra fértil tan lozana,
cómo por este olmo infrutuoso
se abraza, y lo que él gana y ella gana.
El con ella se muestra más hermoso,
y ella sin él cayera por el suelo,
do no fuera su fruto provechoso.
La flor desamparada quema el hielo,
no hay cosa sola en la Naturaleza,
y lo que no aprovecha no es del cielo.
Goza con tiempo de tu gentileza,
que el día passado no puede cobrarse,
ni como rosa torna la belleza.
Cuando un estado tiene de tomarse,
hallando la ocasión que es conveniente,
¿qué sirve ó qué aprovecha dilatarse?
No te niego yo, LIRIA, que al presente
podrías escoger otro que fuesse
en bondad y en hacienda preminente;
Mas si tomasses á quien más valiesse
que yo, yo juraré que no hallases
otro que más ni tanto te quisiesse.
Demás desto, pastora, si mirasses
mi edad y mi hacienda y mis respetos,
podría ser que no me despreciasses.
Y sobre todo, mira los efetos
que en mí hacen tu gracia y hermosura,
que bastan á suplir muchos defetos.
LIRIA
Basta, pastor; que Dios te dé ventura;
yo te agradezco amor tan verdadero,
y escúchame otro poco, por mesura.
¿Qué sabes tú si por ventura quiero
y amo otro pastor, de tal manera
que, como tú por mí, por él me muero;
Y le tengo una fe tan verdadera,
que aunque la vida su afición me cueste,
ha de ser la primera y la postrera?
¿Qué es esto, FANIO? ¿qué desmayo es éste?
¿háceslo adrede? No, que estás muy frío.
¿Hay algún Dios que su favor te preste?
Recuerda, FANIO. ¡Oh Ninfas deste río,
venidme á socorrer un caro amigo,
porque no me castigue el error mío!
Recuerda ya, los Dioses sean contigo,
mira que lo que dije fué burlando,
y ahora es verdadero lo que digo.
FANIO
¿Yo muero, ó vivo, ó veo, ó estoy soñando?
¿qué ha sido, LIRIA? _L._ A lo que entiendo,
ibaste con el sueño transportando;
Que como yo te estaba persuadiendo
que te dejasses de tan vana empresa,
con el placer quedástete durmiendo.
FANIO
Más que esso, LIRIA, á lo que entiendo pesa:
paréceme que me ponías un caso
donde el extremo de miserias cesa.
LIRIA
De esso, pastor, no hagas mucho caso,
si le haces de mí, porque son cosas,
que en efeto las digo y no las passo.
Mas porque son razones peligrosas,
estas que aquí passamos, quiero irme,
que bien bastan dos horas para ociosas.
FANIO
Yo de ti y de la vida despedirme,
que aqueste lazo acabará mis días
si como tú se me mostrare firme.
LIRIA
Mira, pastor, no hagas niñerías,
que para verme y aun para hablarme
no faltará lugar más de dos días.
FANIO
Esso, pastora mía, ¿es engañarme?
LIRIA
Es gran llaneza. _F._ Y aunque no lo sea,
bien bastará para resucitarme.
LIRIA
Fanio, lo que yo digo se me crea,
y forzada me voy de aquí tan presto,
adiós. _F._ El haga que otra vez te vea.
Publicar tanto bien, ¿seráme honesto,
ó á poderlo callar, seré bastante?
¿A quién iré que me aconseje en esto?
DELIO
Tu verdadero amigo está delante.
FANIO
¡Oh, caro Delio mío, y cómo atas
mi voluntad con lazos de diamante!
¿Fuístete ó hasme oído? _D._ Mal me tratas.
¿Irme tenía viéndote en tal punto?
FANIO
¿Pues dónde estabas? _D._ Entre aquellas matas.
Con tu desmayo me quedé difunto,
pero decirte mi placer no puedo
viendo á Liria en valerte tan á punto.
Bien quisiera salir, mas tuve miedo
de darte sobresalto ó descontento,
y entre pena y placer me estuve quedo.
FANIO
¿Pues hizo en mi desmayo sentimiento?
DELIO
Tú como transportado no lo viste;
mas cree de mí, que la verdad te cuento,
Que se mostró tan alterada y triste,
que comenzó á pedir al cielo ayuda,
y mesuróse cuando en ti volviste.
Sabe disimular, como es sesuda,
mas de quererte como tú la quieres,
no tengo yo (ni tú la tengas) duda.
FANIO
Ya yo sé, DELIO, que á doquier que fueres,
ó tus consejos fueren admitidos,
no faltarán contentos y placeres.
DELIO
Essos tengas de LIRIA muy cumplidos,
aunque en lo que quedaste aquí hablando
cuando se fué, ofendiste á mis oídos.
No sé qué te decías, no bastando
á cerrar en tu pecho la alegría,
ora el callar, ora el hablar dudando.
Pues mira qué consejo te daría,
que, en lo que toca á Amor, antes rebientes
que confieses agora que es de día.
Bien pareces sencillo, pues no sientes
cuánto debe excusar el hombre sabio
la envidia y la malicia de las gentes.
Al que te arrima dulcemente el labio
no le fíes el dedo, que á tu costa
podrá ser que conozcas su resabio.
Porque la fe del mundo es tan angosta,
tan ancha y prolongada la malicia,
que la virtud escapa por la posta.
Aquel que te hiciere más caricia,
si te escudriña con industria el pecho,
cree que tu mal y no tu bien codicia.
Los bienes que el Amor te hubiere hecho,
Fanio, tesoros son de duen de casa,
cállalos, y entrarante en buen provecho.
Y aquel refrán, que tan valido passa,
_que pierde el bien si no es comunicado_,
no atraviesse las puertas de tu casa.
Calla con el amigo más fundado,
que en prisión, en discordia ó en ausencia,
no te arrepentirás de haber callado.
Sabe que es general esta dolencia,
entre la gente moza respetarse
amigo á amigo sólo en la presencia.
Que ya hemos visto alguno, por fiarse
de un gran amigo, hecha su jornada,
pensar que es todo un tiempo, y engañarse.
Y alguno vi con suerte confiada,
lleno de vanagloria en sus favores,
después hallarse un nido con no nada.
Y cuando la ocasión destos temores
cessasse (que impossible me parece),
por ley han de callar los amadores.
Y en lo que ahora de tu bien se ofrece,
no te descuides, menos te apressures,
que lo extremado apenas permanece.
¿Qué me respondes, FANIO? _F._ Que no cures,
de decir más, que poco daño temo
con tal que tú por mi salud procures.
Demás que siempre huigo yo el extremo,
y callo bien, como si fuesse un canto,
y de mi hermano en mi afición blasfemo.
DELIO
Cumple que assí lo hagas; y con tanto
me voy, que tengo lejos el abrigo,
y desdobla la noche apriessa el manto.
Y porque pienso luego dar conmigo
en el monte de pino, á las paranzas,
quédate en paz. _F._ Y vaya Dios contigo.
DELIO
Allá te avén con vanas esperanzas,
que aunque se muestra tu fortuna mansa,
quizá te arrastrarán tus confianzas.
FANIO
Delio me espanta cómo no descansa,
si topa con quien ha de respetarle,
que habla tanto, que, aunque bueno, cansa;
ya yo lo estaba casi de escucharle.
Con tales afectos representaron los
discretos pastores, que á los oyentes no
les parecía representación, sino propio
caso, y aunque agradó á todos, á FILIDA
mucho más, porque sabía más por entero
aquella historia. Liria era su amiga y
Fanio y Delio muy conocidos de todos, y
assí, estuvo con gran atención desde el
principio hasta el cabo; que le hizo gran
donaire verlos despedir murmurándose, y
agradeciendo á los pastores la curiosidad
con que la entretenían, pidió á Sasio que
rematasse la fiesta, el cual, las manos
en la lira y el pensamiento en Silvera,
pastora gentil, á quien nuevamente amaba,
cantó con gran dulzura aquestos versos
suaves:
SASIO
Esto que traigo en mi pecho
no puede ser sino amor,
pues me siento en su rigor
agraviado y satisfecho;
yo oso en la cobardía
y en el osar me acobardo;
¿qué me guardo,
si la nieve que me enfría
es el fuego en que me ardo?
Guárdome de tal manera
que me guardo del contento,
pues la causa del tormento
fué mi ventura primera.
Ampárome con mi ofensa
porque sé que aunque más pene,
me conviene
no hacer jamás defensa
sino al bien que sin vos viene.
En la empresa comenzada
no puede faltarme gloria,
pues la primera vitoria
de mí la tengo alcanzada;
que aunque la pena contina
mi juicio desconcierte,
es de suerte
que estimo por medicina
lo que me causa la muerte.
En tan rabioso combate
bien se verá á lo que vengo,
pues por vencimiento tengo
ser vencido y sin rescate;
porque, pastora, quedé
en lugar donde bonanza
no se alcanza,
que en los brazos de la fe
se desmaya la esperanza.
El que más se guarda y mira,
más en vano se defiende,
pues vuestra terneza prende
y ejecuta vuesta ira,
y pasa tan adelante,
que entiendo en el daño fiero
de que muero,
que sois hecha de diamante
ó pensáis que sois de acero.
Trayo comigo guardado
licor para mi herida,
un sufrimiento á medida
de vuestro rigor cortado,
que aunque en el alma me daña,
prestando á vuestra aspereza
fortaleza,
crecer puede vuestra saña,
mas no mengnar mi firmeza.
El suave son de la lira, la dulzura de
la voz, la harmonía de los versos fué
tal, que echó el sello á todo lo passado,
y habiendo FILIDA hecho traer de sus
cabañas una curiosa caxa de ébano fino,
allí en presencia de todos la abrió, y
sacando della ricas cucharas de marfil,
cuchillos de Damasco, peines de box y
medallas de limpio cristal, con gran amor
lo repartió de su mano, y los pastores,
con gran alegría recibieron sus dones,
salvo Filardo que no había cosa que le
pudiesse alegrar, y assí él solo triste
y todos los demás contentos, salieron á
la ribera con la hermosa FILIDA, y por la
orilla del cristalino Tajo se anduvieron
recreando. ¡Oh, quién supiera decir lo
que aquellos árboles oyeron! porque
Siralvo y Florela gran rato estuvieron
solos; Finea y Alfelio lo mismo; Pradelio
y Filena, por el consiguiente. Pues Sasio
y Arsiano, Campiano y Mandronio, bien
tuvieron que hacer en consolar á Filardo,
y la sin par FILIDA, como señora de todo,
todo lo miraba y todo lo regía; hasta que
el sol traspuesto forzó á todos á hacer
otro tanto. Á FILIDA acompañaron los dos
maestros del ganado y sus pastoras, Celia
y Florela, y á Filena los demás, porque
assí FILIDA lo ordenó; sólo Filardo,
viendo cuán poco allí granjeaba, por
diferente parte tomó el camino de su
cabaña; y sólo yo, fatigado deste cuento,
un rato determino descansar, y si hay
otro que también lo esté, podrá hacer lo
mismo.
QUINTA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
No es possible que á todos agrade el
campo, los árboles y las hierbas; mas ya
sabemos que las selvas fueron dignas de
resonar en las orejas de los cónsules:
la diferencia es salir el son de la
zampoña de Titiro ó de la mía; mas esto
tiene su descuento, que de más y menos
se ordena el mundo, tan aína hallaremos
quien oya el tamboril de Baco como la
lira de Apolo. Haré una cosa dificultosa
para mí, pero fácil para todos, que será
passar en silencio lo que nos queda del
florido Abril y del rico y deleitoso
Mayo, donde nuestros pastores entre sus
bienes y sus males con Fortuna y Amor,
perdiendo y ganando, passaron cosas
dignas de más cuenta que la que yo agora
hago. Porque Pradelio y Filena en este
tiempo, entre mucho dulzor, hallaron
mucho acíbar, el pastor celoso y perdido
y la pastora apremiada y confusa. Fanio y
Finea fueron creciendo en las voluntades,
hasta hacerse de dos almas una. Ergasto
y Licio trujeron á Celio, y hallaron
á Silvia enamorada, no se puede decir
de quién, que cuando se sepa, será un
notable hechizo de Amor; y lo que sin
lágrimas no podré contar, aquella sin
par nacida, principio y fin de la humana
hermosura (que por estos nombres bien
puede entenderse el suyo), oprimida de su
bondad natural y del conocimiento de su
valor, dexó los bienes, negó los deudos
y despreció la libertad, consagróse á
la casta Diana y llevóse tras sí á los
montes la riqueza y hermosura de los
campos: pues al cuitado pastor que más
que á sí la amaba, nada nuevo la pudo
llevar; porque el alma dada se la tenía,
pero dexóle en lugar de su dulcíssima
presencia una noche de eterno dolor y
llanto en que ocupado passaba la mezquina
vida. No buscaba los montes, porque no
osaba; no seguía la ribera, porque le
afligía; lo más del tiempo, solo en su
cabaña entre memorias crueles, esperaba
la muerte, y si alguna vez salía, no
por la sombra de los árboles ni por
la frescura de las fuentes, pero por
riscos y collados, donde el sol de Junio
abrasaba la desierta arena, sobre ella
tendido llamaba en vano á la hermosa
FILIDA, y entre estas lamentaciones, un
día, sentado sobre el tronco seco de un
acebo, repentinamente sacó el rabel que
estaba tan olvidado, y los ojos tiernos
y helados, que se pudiera juzgar que no
veía, desta manera acompañó sus lágrimas:
SIRALVO
FILIDA ilustre, más que el sol hermosa,
sol de mi alma, sin razón ausente
destos húmidos ojos anublados,
¿cuándo veré la cristalina fuente?
¿Cuándo el jazmín? ¿Cuándo el color de rosa
con los dos claros ojos eclipsados?
¿Cuándo piensas romper estos nublados
y mostrarnos el día,
FILIDA, dulce mía?
Si en algún tiempo á los desconsolados
mancilla hubiste, tenla de mi pena;
cesse tan triste ausencia,
que en tu presencia la fatiga es buena.
FILIDA, tú te fuiste, que de otra arte
estar ausentes no fuera possible,
porque nunca de ti yo me apartara.
Que ni acidentes de dolor terrible
ni peligros de muerte fueran parte
para partirme de tu dulce cara.
Ven, no te muestres á mi amor avara;
que si gusto te diera,
FILIDA, si bien fuera,
entre tigres de Hircania te buscara;
mi mal me hace que á mi bien no acierte,
y estando tú escondida,
busco la vida y topo con la muerte.
FILIDA, mira con quién vivo ausente;
mira de quién estoy acompañado
y lo que saco de su compañía.
La esperanza ligera, el mal pesado,
el bien passado con el mal presente
y el interés morir en mi porfía;
mas si yo viesse un venturoso día
en que tu rostro viesse,
FILIDA, aunque muriesse
¡por cuán vivo y dichoso me tendría!
Mas ay de mí, que temo más que espero:
temo que si hay tardanza,
esta esperanza morirá primero.
FILIDA, cuantas lágrimas envío,
no son ya tanto porque no te veo
cuanto porque jamás espero verte;
no sé si tiene culpa mi desseo,
bien sé que tiene pena, y yo lo fío,
que al que espera salud, no hay dolor fuerte;
¿qué juzgarías que perdí en perderte?
Perdí la misma vida,
FILIDA mía querida,
que en tu ausencia no es vida, sino muerte;
perdí los ojos, que sin ti los niego,
y negarlos conviene,
pues quien los tiene y no te mira es ciego.
FILIDA, tal quedé de ti apartado
cual sin el alma el cuerpo, ó cual la nave
sin marinero, ó cual sin sol el día;
muriendo aprendo, ciencia harto grave,
á conocer un buen y un mal estado,
y cuánto va de un es á un ser solía;
edificando estoy de noche y día
labores sin cimiento:
FILIDA el argumento;
y el oficial mi vana fantasía;
mas en siendo la torre levantada
trazada á mi deseo,
luego la veo por tierra derribada.
FILIDA mía, consuelo de mi alma,
más agradable que la luz serena
y muy más que la misma vida cara,
¿dónde suena tu canto de sirena?
¿Quién goza tu amistad sincera y alma?
¿Dónde se mira tu hermosa cara?
¡Oh! cuán de veras me ha costado cara
la lumbre de los ojos,
FILIDA, que mis ojos
de espaldas ven el bien, el mal de cara,
la triste vida que posseo me culpa,
y ella misma me pena:
sufra la pena quien causó la culpa.
FILIDA, en tanto que el sereno Apolo
ciñe nuestro horizonte, y entre tanto
que le da cuna el húmido Neptuno,
mis ojos, no en reposo, mas en llanto,
su oficio es llorar solo, y como solo
á solas estas rocas importuno,
excúsome que sepa ya ninguno
vida tan trabajosa.
FILIDA mía hermosa,
si contasse mis males de uno en uno,
corta sería la vida, el tiempo, el modo,
corto el entendimiento,
que mi tormento no se entiende todo.
FILIDA, viva ó muera, llore ó ría
ó trabaje ó repose, ó duerma ó vele,
ora tema, ora espere y dude y crea,
ha de estar firme lo que siempre suele,
firme el querer y firme la porfía
del que mirarte y no otro bien desea.
Escrito está en mi alma, allí se lea,
tu nombre y mi deseo.
FILIDA, allí te veo,
mas haz que con mis ojos hoy te vea;
míralos viudos, tristes y enlutados,
coronados de nieblas,
con las tinieblas por Amor casados.
Ya falta aliento al espíritu cansado
que vencen las passiones,
FILIDA, y las razones
con mi seca ventura se han helado;
muero, y si quieres que contento muera,
doquier que estés, señora,
acoge agora mi razón postrera.
Apenas Siralvo puso fin á su afligida
canción, cuando, llamado de un súbito
ruido, volvió los ojos al monte, y
por la falda dél vido venir un ligero
ciervo herido de dos saetas en el lado
izquierdo, sangrientas las blancas
plumas, y tan veloz en su carrera, que
sólo el viento se le podía comparar, y
á poco rato que entró por la espessura
del bosque, por las pisadas que él había
traído llegaron dos gallardas cazadoras,
que con presuroso vuelo le venían
siguiendo. Descalzos traían los blancos
pies y desnudos los hermosos brazos;
sueltos los cabellos que, como fino oro,
al viento se esparcían; blanco cendal y
tela de fina plata cubrían sus gentiles
cuerpos, las aljabas abiertas y los
arcos colgando. Pues ahora, sabed que la
una destas era Florela, que juntamente
con FILIDA seguía los montes de Diana,
y como vido á Siralvo, casi forzada de
amor y compassión le dixo: Pastor, ¿has
visto por aquí un ciervo herido que poco
ha baxaba de la altura deste monte? Sí
he visto, respondió Siralvo lleno de
turbación de ver quién se lo preguntaba.
Pues guíanos, pastor, dixo la cazadora,
que las saetas que lleva nuestras son
y tuya será parte de los despojos.
No respondió Siralvo, pero atónito y
contento tomó la senda del bosque,
obligándolas á correr más que solían, y
después que gran rato anduvieron por la
espessura, á un lado oyeron bramar el
ciervo, y acercándose á él se hallaron
cerca de una fuente, que al pie de un
pino salía, asiendo de la hierba sobre
el agua. Prestamente, Siralvo le asió
por los anchos cuernos y con el puñal
le cortó las piernas, con que quedó
tendido al pie del árbol. Las cazadoras,
contentas con la presa, pidieron á
Siralvo que le quitasse los cuernos y
los pusiesse en lo alto del pino en
tanto que ellas se alentaban de la larga
carrera. Poco tardó Siralvo en hacer esto
y menos Florela en hablarle cuando á la
compañera vió dormida. Siralvo mío, le
dixo, ¿qué buena suerte te ha traído por
donde yo te topasse? Esa, dixo Siralvo,
mía sola la puedes llamar, si siendo tan
buena puede ser de quien tan mala como yo
la tiene. Esso me enoja, dixo Florela;
viva FILIDA y contenta; tú en su gracia,
¿cómo puedes quexarte de tu suerte?
Desde ahora, dixo Siralvo, mal contado
me sería que sé de ti tales nuevas; pero
ausente de su hermosura y ignorante de
su contento, desesperado del mío, ¿cómo
juzgas, Florela, que yo podría estar?
Como tú dices, respondió la cazadora;
pero porque á ti y á FILIDA no ofendas,
te certifico dos cosas: la una, su gusto,
y la otra, tu favor; mira si es razón
que basten contra tus melancolías y
vuelvas al tiempo de tus deleites, pues
que nunca ha habido mudanza en la causa
dellos, ya que en el estado la haya.
¿Esso te parece poco, dixo Siralvo, una
privación continua de ver su beldad como
solía? Pues sabe que aunque los ojos del
ánima nunca de FILIDA se apartan, éstos
que la vieron y no la ven bastantes
enemigos son para aguar mis consuelos.
¿Y si yo hago, dixo Florela, que la
veas? Harías conmigo, dixo Siralvo, más
que el cielo, pues lo que él me niega
tú me lo dabas. Pues alégrate, pastor,
dixo Florela, y vete en buen hora, que
me importa quedar aquí; mira qué quieres
que le diga á FILIDA, que de la misma
arte se lo diré. Dile, Florela, dixo el
pastor, que aquella misma vida que en
virtud de sus ojos se sustentaba, está
ahora en su ausencia. ¿Qué más le diré?
dixo Florela. Dile más, dixo Siralvo,
que se fué y me dexó; y basta, que ella
sabe más de lo que tú y yo le podemos
decir. Lo que ves en mi cara le podrás
contar, y el bien que me hubiere de hacer
sea á tiempo que aproveche, porque me
llama la muerte muy aprissa, y aunque
ahora por ti entretendré la vida, si
tardas en confirmarla no sé qué será
de mí. Pierde cuidado, pastor, dixo
Florela, que yo le tendré como verás;
con lo cual Siralvo se partió della, y
por pensar mejor en su sucesso, entró
por lo más espesso del bosque, entre
temor y esperanza, lleno de turbación,
y sentándose en aquella soledad sombría
oyó un sospiro tan tierno que le juzgó
por proprio suyo. ¡Oh, sospiros míos,
dixo Siralvo, si será possible que algún
día lleguéis á las orejas de Filida, y
vosotros, tristes ojos, veáis en los
suyos vuestra lumbre verdadera! Resuma el
cielo en este solo bien cuantos pensare
hacerme, Aqui Siralvo quedó suspenso
consigo, y á poco rato oyó otro sospiro
muy más tierno, y volviendo los ojos á la
parte donde había salido, por entre la
espessura de sus ramas vió un bulto que
no determinó si de pastor ó de pastora
fuesse, y levantándose en pie, lo más
quedo que pudo se fué acercando hasta
llegar donde vido, el cuerpo en la tierra
y en la mano la mexilla, una pastora, en
tanto extremo hermosa, que si no hubiera
visto la hermosura de FILIDA, aquélla
estimara por la primera del mundo. Su
vestidura humilde era y el apero humilde,
pero su suerte tan extraordinaria, que
Siralvo quedó admirado. Sus cabellos,
cogidos en ellos mismos, despreciaban
al sol y al oro; el color de su rostro,
vestido de leche y sangre, con una
ternura que representaba el alba cuando
nace; sus ojos eran negros, rasgados, con
las pestañas y cejas del color mismo;
la boca y dientes excedían al rubí y á
las finas perlas orientales. Tan nueva
cosa le pareció á Siralvo, que sacó el
retrato de la sin par FILIDA; mas en
viéndole, arrepentido de haberle opuesto
á beldad humana, le tornó á cubrir, y
representándose á la pastora le dixo:
Si supiesses al tiempo que me llego á
ti, verías lo que has podido conmigo. De
tu tiempo, dixo la pastora, poco puedo
yo saber; del mío te sé decir que es el
peor que nunca tuve. Si tu congoja, dixo
Siralvo, es tal que un pastor con sus
fuerzas pueda remediarla, dímela, gentil
pastora, que assí halle yo quien por mí
vuelva como tú hallarás á mí. ¿Qué te
mueve, dixo la pastora, á tanta cortesía
con quien no conoces? Paréceme, dixo el
pastor, que es mucho lo que mereces.
Mejor le diré yo, dixo la pastora, que
es ser tú noble de corazón y quizá
haberte visto en necessidad como me veo.
Essa deseo saber, dixo Siralvo. Por
ahora, dixo la pastora, no es possible;
pero yo voy barruntando que tú y los
demás pastores destas selvas y riberas
seréis testigos deste mal y no podréis
remediarle. Bien podrá ser, dixo Siralvo;
pero yo ganoso estoy de servirte, y si
me pruebas, hallarme has muy á punto.
Soy contenta, dixo la pastora. ¿Conoces
á Alfeo, un pastor nuevo de esta ribera?
Sí conozco, dixo Siralvo. Pues búscale,
dixo la pastora, y dile que no tengo aquí
más armas de un cayado y un zurrón, y que
si todavía me teme, se traya consigo á
la serrana Finea que le quite el miedo.
A la hora entendió Siralvo quién era,
mas no quiso hacer demostración, y sin
más detenerse, tomando aquello á su
cargo, dió la vuelta á su cabaña, donde
ya Alfeo le estaba aguardando, triste y
pensativo, lleno de dolor. Siralvo, pues,
aunque confuso, contento iba y animado
en las palabras de Florela; mas ahora
sin tratar nada de sí: pastor, le dixo,
¿qué congoja es ésta en que te hallo? La
mayor, dixo Alfeo, que me pudiera venir.
Sabe que Andria, en hábito de pastora,
es venida á buscarme y está en el bosque
del pino. ¿Cómo lo sabes, dixo Siralvo?
¿Cómo? dixo Alfeo. Como me ha enviado á
llamar. También yo lo sé, dixo Siralvo, y
te trayo un recado suyo, porque pasando
yo por el bosque encontré con ella y
preguntándole quién era no me lo quiso
decir, pero rogóme que te dixesse que
estaba sola, sin más armas que el cayado
y el zurrón, y que si assí la temías,
llevasses contigo á Finea que te quitasse
el miedo. Luego conocí quién era y te
vine á dar aviso. Harto hemos menester
ahora, dixo Alfeo, para no errarlo; á
ti te basta tu mal sin ponerte á los
ajenos; yo estoy necessitado de consejo
y de favor, y no sé adonde lo halle.
Pastor, dixo Siralvo, no creas que mis
passiones han de estorbarme el buscar
remedio á las tuyas; yo quiero volver
á Andria y saber della lo que quiere,
y conforme á su intención podremos
apercebir la nuestra para lo que mejor
te estuviere. Muy bien me parece, dixo
Alfeo, y quedándose en la cabaña tornó
Siralvo al bosque, y por presto que
llegó, halló con ella á Arsiano, que
era con el que primero había topado y
había enviado á llamar á Alfeo, y como
volvió tan turbado de la nueva, volvió
luego á la pastora á darle cuenta de lo
que passaba; por parte llegó Siralvo
que los dos no le vieron, y gran rato
estuvo escondido oyendo sus razones. Ella
le dixo que era una pastora de Jarama,
que se llamaba Amarantha, y por cierta
adversidad era allí venida, y Alfeo era
un pastor que le estaba muy obligado, y
se admiraba que en el Tajo se hubiera
hecho tan descortés que no viniesse
llamándole. Arsiano le decía que Alfeo no
se osaba apartar de la serrana Finea, y
que ninguna cosa querría ella mandar que
no la hiciesse él tan bien y mejor que
Alfeo. A esto la pastora replicaba que
ninguna importancia al presente tenía,
sino verse con Alfeo en parte donde nadie
lo pudiesse juzgar; que se le truxesse
allí si quería dexarla muy obligada.
Arsiano parece que, pesaroso de apartarse
della, tornó con aquel recado, y Siralvo
que la vió sola llegó con el suyo; pero
el mismo despacho tuvo que Arsiano, y
assí volvió á su cabaña, donde llamaron
á Finea y le dieron cuenta de lo que
passaba. Su parecer, entre mil temores,
fue que Alfeo se escondiesse algunos días
y se echasse fama que se había ido, para
que Andria también se fuesse á buscarle;
y cuando Arsiano volvió certificáronle
que Alfeo, en sabiendo la venida de la
pastora Amarantha, se había despedido
dellos y ídose no sabían adónde. Con esto
volvió Arsiano á la pastora, y ella, que
amaba y era mala de engañar, posponiendo
el crédito al enojo, con Arsiano se
vino á la ribera donde, vista su gran
hermosura, no quedó pastor ni pastora que
no se le ofreciesse, y ella, agradecida
á todos, escogió la cabaña de Dinarda,
por consejo de Arsiano, que estaba herido
de su beldad, sin bastar su cordura para
dissimularlo, y assí la noche siguiente,
cubierto de la capa del silencio, tomó
la flauta, y puesto donde Amarantha le
pudiesse oir, con estos versos acompañó
su instrumento:
ARSIANO
Si sabéis poco de amores,
corazón,
agoras veréis quién son.
Esta empresa á que os pusistes,
confiado en no sé qué,
es la que os hará á la fe
saber para qué nacistes;
no os espanten nuevas tristes,
corazón,
pues vos les dais ocasión.
Llevaréis la hermosura,
que os ofende, por amparo,
pues este solo reparo
os promete y asegura
que no os faltará ventura,
corazón,
aunque os falte galardón.
No tan presto Arsiano diera fin á su
canción si no sintiera venir por la parte
del río un gran tropel de pastores, y
escondióse entre lo más espesso de los
árboles; esperó lo que sería, y vido
llegar al lugar mismo donde él antes
estaba á Sasio con su lira, á Ergasto
con la flauta y á Fronimo con el rabel,
y templando los instrumentos, después de
haber tañido un rato, al mismo son Liardo
comenzó á cantar aquestos versos, tomando
principio desta canción ajena:
LIARDO
Donde sobra el merecer,
aunque se pierda la vida
bien perdida no es perdida.
Tal ganancia hay que desplace
y tal perder que es ganar,
que á todo suele bastar
la forma con que se hace;
de tal arte satisface
nuestro valor á mi vida,
_que perdida no es perdida_.
La vanagloria de verme
morir en vuestro servicio
será el mayor beneficio
que el vivir puede hacerme;
para pagar el valerme
quiero yo poner la vida,
_do perdida no es perdida_.
De lo que el Amor ha hecho
no puedo llamarme á engaño,
que si fué en la vida el daño,
en la muerte está el provecho;
si de trance tan estrecho
se aparta y libra la vida,
_es perdida y más perdida_.
Ser la vida despreciada
si en la muerte no se cobra,
bien se conoce que es obra
sobrenatural causada;
á vos sola es otorgada
tal potestad en la vida,
_si es perdida ó no es perdida_.
Mal se les hace esta noche á los nuevos
amantes su propósito, que si Arsiano
fué impedido, á la primera canción de
Liardo, Liardo lo fué de la misma suerte,
porque apercibiéndose para la segunda,
de la parte del soto comenzó á sonar
una flauta y tamborino, y esperando
quien fuesse llegó Damón, que era el que
tañía, y con él Barcino y Colin, grandes
apassionados de Dinarda. Poco se les dió
que los demás pastores estuviessen junto
á la cabaña, antes llegándose á ellos,
Barcino los desafió á bailar, y Fronimo
(que no era menos presumido) salió al
desafío, y aunque al principio comenzaron
á nombrar grandes precios en su apuesta,
al cabo acordaron que se bailasse la
honra. Pusieron por juez á Sasio, y
aguardando que passasse una nube que les
impedía la luna, apenas mostró su cara
clara y redonda cuando Fronimo comenzó
un admirable zapateado, que el tamborino
tenía que hacer en alcanzalle: acabó con
una vuelta muy alta y zapateta en el
aire que fué solenizada de todos; y á la
hora Barcino, que ya tenía las haldas en
cinta y las mangas á los codos, entró
con gentil compas bailando, y á poco
rato comenzó unas zapatetas salpicadas;
luego fué apresurando el son con mudanzas
muchas y muy nuevas, y cuando quiso
acabar tomó un boleo en el aire con mayor
fuerza que maña de arte, que por caer de
pies cayó de cabeza. Su dolor y el polvo
y la risa de los pastores fué causa de
correrse Barcino, de manera que si Sasio
no le animara se alborotara la fiesta,
y pidiéndole que juzgasse les dixo que
sabían que el premio era la honra, y
el uno la había hallado en el aire y
el otro en el polvo, que pues assí era
toda la del mundo, ambos quedaban muy
honrados. A este tiempo ya Arsiano se
había mezclado con ellos, cansando de
estar escondido, y viéndose juntos Sasio
y él, unas veces ellos cantando y otras
Damón tañendo, passaron la mayor parte
de la noche. ¿Deseó saber si Amarantha y
Dinarda los oían? Sí, sin duda, porque
Dinarda acostumbrada estaba á oirlos; y
Amarantha, aunque triste, no por esso
sería desconversable. Idos los pastores,
las dos volvieron á sus consejas, que
desde el principio de la noche las
tenían comenzadas: su resolución fué que
Amarantha se viesse con Finea y á Arsiano
se le encomendasse que buscase á Alfeo
donde quiera que estuviesse. Con esto
(saliendo de la cabaña) vieron los más
altos montes coronados del vecino sol,
y oyeron las aves del día saludando la
nueva mañana. Todo para Amarantha era
tristeza y desconsuelo, y no sé si igual
la gana de hallar á Alfeo y de ver á
Finea. En fin, los dos, sin más compañía,
enderezaron á su cabaña, donde la
hallaron no tan alegre como otras veces
pudieran; pero dissimulando lo más que
pudo, las recibió con gracioso semblante.
Era discreta Finea y no menos hermosa, y
assí se lo pareció á Amarantha, y le dixo
en viéndola: Muy hermosa eres, serrana.
Al menos muy serrana, dixo Finea. La
condición, dixo Amarantha, no sé yo si
lo es, mas la cara de sierra. Lo uno y
lo otro, dixo Finea, fué criado entre las
peñas do apenas las aves hacen nidos. ¿Y
quién te truxo acá? dixo Amarantha. Quien
te podría llevar allá, dixo Finea. De
esso me guardaré yo, dixo Amantha; pero
dime, serrana, ¿dónde está Alfeo? Como
es grande, dixo Finea, para traerle en
la manga, no te lo sabré decir. A estar
de gana, dixo Amarantha, gustara de la
respuesta; pero dime, serrana, ¿sabes
cómo es Alfeo fugitivo? No, dixo Finea;
pero sé que la causa de serlo le podría
desculpar. Essa, dixo Amarantha, yo te
la diré: testigo me es el cielo que no
se la dí; porque si dexé de acudir á su
contento no fué por falta de voluntad,
sino por más no poder: y cuando pude
ya no le hallé, y agora cansada de
esperarle, olvidé honra y vida, y, como
ves, le vengo á buscar: pues no será
razón que tú me usurpes mi contento.
Yo, dixo Finea, muy poca parte soy para
esso; hombre es Alfeo que sabrá dar
cuenta de sí y tú mujer que acertarás á
tomársela; quiérate él pagar las deudas
que publicas, que yo os serviré de balde
á entrambos. Por más cierto tengo, dixo
Amarantha, serviros yo á los dos; pero
ya que no te hallas parte para lo que
he dicho, seilo siquiera para que yo
le hable. Haz tú lo que yo hago, dixo
Finea, cuando quiero verle, y no habrás
menester rogar á nadie. ¿Qué haces? dixo
Amarantha. Búscole, dixo Finea, hasta
que lo hallo. Yo estimo en mucho el
consejo, dixo Amarantha, y assí le pienso
tomar; adiós, serrana. Adiós, pastora,
dixo Finea, y quedándose en su cabaña,
ellas guiaron á la de Siralvo, donde
entendieron hallar á Alfeo; pero como
allá llegaron, Siralvo muy cortésmente
las recibió y les dió la entrada franca,
para que se assegurassen de que no estaba
allí. Ya en esto iba el veneno creciendo
en el pecho de Amarantha, porque estaba
muy fiada que en viéndola Alfeo sería
lo que ella quisiesse; y como veía que
este medio le iba faltando, la paciencia
también le faltó, y vuelta á la cabaña
con Dinarda, soltó la rienda al llanto y
al dolor, sin ser parte Dinarda para su
consuelo, ni la continuación de muchos
caudalosos pastores que, vencidos de su
beldad, de mil maneras procuraban su
contento. Assí passaron algunos días
sin que Alfeo saliesse donde ella le
pudiesse ver; pero pareciéndole que el
encerramiento iba muy largo, determinó
de salir con licencia de Finea, que
aunque temerosa de la hermosura de
Amarantha, pudo más la confianza de su
amador. Muchas veces Amarantha y Alfeo
se toparon y estuvieron á razones solos
y acompañados; pero siempre Finea llevo
la mejor parte, y no por esso Amarantha
cessaba en su porfía. ¡Oh cuántas veces
se arrepintió de su mal término passado,
y cuántas quisiera que se abriera
la tierra y la tragara! Tal andaba
Amarantha, que muchas veces se quiso dar
la muerte, y tal andaba Arsiano por su
amor, que á sólo ella se podía comparar:
que aunque otros muchos comenzaron,
ninguno con las veras que él prosiguió.
Yo le vi una vez (entre otras) solo
con ella en la ribera, tan desmayado y
perdido que quise llegar á darle ayuda,
pero cuando volvió en sí, viendo los ojos
de la hermosa pastora que (en nombre de
Alfeo) vertían abundantes lágrimas, sacó
la flauta y al son della con gran ternura
les dixo:
ARSIANO
Ojos bellos, no lloréis,
si mi muerte no buscáis,
pues de mi alma sacáis
las lágrimas que vertéis.
Esse licor que brotando,
de vuestra lumbre serena,
va la rosa y azucena
del claro rostro bañando,
ojos bellos, no penséis
que es agua que derramáis,
sino sangre que sacáis
de esta alma que allá tenéis.
Ya que el ajeno provecho
me hace á mí daño tanto,
al menos templad el llanto,
ya que vivís en mi pecho;
si no con él sacaréis
las entrañas donde estáis,
pues dellas mismas sacáis
_las lágrimas que vertéis_.
De aquestas gotas que veo,
la más pequeña que sale,
si se compara, más vale
que todo vuestro deseo.
Ya yo veo que tenéis
pena de lo que lloráis
y culpa, pues derramáis
lágrimas que no debéis.
Ojos llenos de alegría,
entended que no es razón
que otro lleve el galardón,
de la fe, que es sola mía;
agraviad, si vos queréis,
al alma que enamoráis,
mas mirad que si lloráis,
alma y vida acabaréis.
Palabras eran éstas con que Amarantha
se pudiera enternecer si no tuviera
toda su ternura sujeta á tan diferente
causa; mas ahora no hicieron en ella
más que en los peñascos duros. ¡Oh,
gran tirano de la humana libertad! ¿Es
possible que, siendo Amor, permitas que
uno muera deseando lo que otro desecha,
y que sea tan flaco el hombre que no
sólo se rinda, pero te dé lazos con
que le ates, armas con que le hieras y
veneno con que le atosigues las heridas?
Rómpase el cielo y caya una ley que borre
todas las tuyas; no venga escrita, que
perecerá, sino de mano oculta se imprima
en tu voluntad, para que con solo un
ñudo ates dos corazones, y cuando se
rompiere, ambos se suelten, que quedar
uno riendo y otro llorando no es reliquia
de amistad, sino de mortal desafío; mas,
¿cuándo podrá cumplirse este deseo? Assí
te hallamos y assí te dexaremos, Amor.
Bien poco ha que vimos á Alfeo morir por
Andria, á Finea por Orindo, Silvia por
Celio, Filardo por Filena, y á Filena y
Pradelio amándose tan contentos. Pues
mirad del arte que están ahora: Alfeo y
Finea se aman, y Andria llora: Silvia y
Filardo, amigos; Celio olvidado; Pradelio
y FILENA combatidos de irreparable
tempestad, donde la fe de Filena y la
ventura de Pradelio, con el agua á la
boca, miserablemente se van anegando.
Llevó el cruel destino á la cabaña de
Filena á Mireno, rico y galán pastor,
en fuerte punto para Pradelio, porque
enamorado della y continuando su morada,
y persuadido de Lirania, deudo suyo, y de
la persona y hacienda de Mireno, Pradelio
iba á mal andar, y cada día peor, pero
con un corazón valeroso dissimulaba su
mal. Pues como llegasse el día que se
celebraba la fiesta de la casta Diana,
donde se habían de juntar los pastores
de la ribera y las ninfas de los montes,
ríos y selvas, Pradelio la noche antes,
solo al pie de un roble, estaba enajenado
de sí, cuando un buho puesto sobre el
árbol, con su canto llenó de amargura el
pecho del pastor, y queriéndose alentar
cantando, los grillos no le daban lugar;
y no eran grillos, que en el temblor
de la voz los hubiera conocido, y si
alacranes fueran, en el silbo breve lo
pudiera entender, y si abejarrones,
en el ruido prolongado; donde creyó
Pradelio que el son estaba en sus
oídos, y retirado á su cabaña, llegaron
sus mastines mordidos de los lobos, y
calentando sus zagales aceites para
curarlos, la cabaña se comenzó á quemar.
En reparar estos daños se passó la noche,
aunque el principal no tenía reparo. Y
ya que aparecía la hermosa mañana, más
benigno el cielo, oyó Pradelio el son
de dos suaves instrumentos acordados,
una lira y un rabel, y atentamente
escuchando, conoció ser los pastores
Bruno y Turino, que á poco rato que
tañeron, sobre estas dos letras ajenas
comenzaron assí á cantar á su propósito:
TURINO
Sembré el Amor de mi mano,
pensando haber galardón,
y cogí de cada grano
mil manojos de passión.
Aré con el pensamiento
y sembré con fe sincera
semillas que no debiera,
llevar la lluvia ni el viento;
reguélo invierno y verano
con agua del corazón,
_y cogí de cada grano
mil manojos de passión_.
Era la tierra morena,
que el buen fruto suele dar,
y cuando quise segar
halléla de abrojos llena;
probéla á escardar en vano,
y bajé la presunción,
_y cogí de cada grano
mil manojos de passión_.
Torné de nuevo á rompella,
por ver si me aprovechaba,
y cuando el fruto assomaba,
vino borrasca sobre ella,
que quiso el Tiempo tirano
que no llegasse á sazón,
_y cogí de cada grano
mil manojos de passión_.
Aunque ella vaya faltando,
no ha de faltar la labor,
que como buen labrador,
pienso morir trabajando;
todo se me hace llano
por tan valida intención,
_aunque me dé cada grano
mil manojos de passión_.
BRUNO
Con Amor, niño rapaz,
_ni burlando ni de veras
os pongáis á partir peras_
si queréis la pascua en paz.
Por verle niño pensáis
que está la vitoria llana,
burláis dél entre semana,
mas la fiesta lo pagáis.
Convertíseos ha el solaz
en fatigas lastimeras.
_Sobre el partir de las peras
perderéis sossiego y paz._
Yo me vi que Amor andaba
tras robarme la intención,
y mirando la ocasión
dél y della me burlaba;
fué mi confianza el haz
donde encendió sus hogueras,
_el fuego el partir las peras
y la ceniza mi paz_.
Prometióme sus contentos,
y al fin vencióme el cruel,
y fuí perdido tras él.
Cuando me daba tormentos,
llamóme y fuí pertinaz
á las demandas primeras,
_una vez partimos peras
y mil me quitó la paz_.
Ya que estoy desengañado
tan á propia costa mía,
su tristeza ó su alegría
no se arrime á mi cuidado;
para las burlas capaz,
inútil para las veras,
_otro le compre sus peras,
que yo más quiero paz_.
Tanta fué la dulzura con que los pastores
dixeron sus cantares, que Pradelio
suspendió un poco su tristeza, y con
pesar de que tan presto acabassen, salió
á ellos y con mucha cortesía, sentándose
entre los dos, les pidió que tornassen
á su canto, y ellos, con no menos amor,
se lo otorgaron, y con otras dos letras
viejas tornaron á su intención, como
primero.
TURINO
¿En qué puedo ya esperar,
pues á mis terribles daños
no los cura el passar años
ni mudanza de lugar?
Para el dolor, que camina
con mayor furia y poder,
tiempo ó lugar suelen ser
la más cierta medicina;
todo ha venido á faltar,
en el rigor de mis daños,
porque crecen con los años
sin respeto de lugar.
Siendo el tiempo mi enemigo,
¿cómo querrá defenderme?
¿Qué lugar ha de valerme,
si me llevo el mal conmigo?
Bien puedo desesperar
de remedio de mis daños,
aunque gastasse mil años
en mudanza de lugar.
No hay tan cierta perdición
como la que es natural,
ni enemigo más mortal
que el que está en el corazón;
pues, ¿qué tiempo ha de bastar
para reparar mis daños,
si son propios de mis años
y es el alma su lugar?
No está en el lugar la pena
ni tiene el tiempo la culpa;
mi ventura los desculpa,
y ella misma me condena;
la voluntad ha de estar
enterneciendo mis daños,
pues aunque passen más años,
serán siempre en un lugar.
BRUNO
No me alegran los placeres
ni me entristece el pesar,
porque se suelen mudar.
Los gustos en su venida
tengo por cosa passada,
porque es siempre su llegada
víspera de su partida,
y en la gloria más cumplida
menos se puede fiar,
_porque se suele mudar_.
Puede el pesar consolarme
cuando viene más terrible,
porque sé que es impossible
no acabarse ó acabarme,
y aunque más piense matarme
no pienso desesperar,
_parque se suele mudar_.
En la perseverancia del tiempo, verdad
cantó Turino, que después que él amaba
á Filis, el tercer planeta cuatro veces
había rodeado el quinto cielo, y en
la mudanza del lugar lo mismo, porque
después, si os acordáis, que estos dos
pastores otra vez cantaron en compañía
de Elisa, Filis y Galafrón, Mendino y
Castalio, á la orilla de un arroyo,
Turino, con despecho y dolor se ausentó
de la ribera: pero viendo que el mal no
cesaba aún y el remedio se hacía más
impossible, volviosse al Tajo y allí
passaba su vida amargamente, siempre en
compañía de Bruno, que aunque eran tan
diversos en aquella opinión, en todas
las demás se conformaban, y por la
mayor parte los hallaban por la soledad
de los campos ó los montes, huyendo
Turino de cansar á Filis y temiendo
Bruno hallar otra que la pareciesse,
pues agora, como la mañana se declaró,
Pradelio, forzado de ir á la fiesta
de Diana, con agradables razones se
despidió destos amigos, y confuso y
lastimoso, considerando el mal que
tenía entre manos, tomó el camino por
una fresca arboleda de pobos y chopos
y otras plantas, donde las mañanas
muchos paxarillos solían, dulcemente
cantando, alegrar á quien passaba; mas
entonces, en señal de descontento, sin
parecer ave que blanca fuesse; las verdes
ramas, que de unos con otros árboles
solían apaciblemente abrazarse, estaban
apartadas y sin hoja, de suerte que el
sol pudiera hallar entrada y con sus
rayos calentar las aguas de un manso
arroyo, que desde el Tajo por entre ellos
corría, todo en señal de la desventura
de Pradelio, el cual, assí caminando,
oyó cantar á la celosa Amarantha, cuya
dulzura enamoraba el cielo y parecía que
con tal deleite se iba clarificando;
mas ella que vió al pastor, vergonzosa
y turbada, dexó colgar al cuello la
zampoña con que á ratos tañía, y assí á
un tiempo cessó su son y su canto; pero
Pradelio, necessitando de entretener su
mal de cualquier suerte, llegándose á
ella, le dixo: Hermosa Amarantha, assí el
cielo te haga tan venturosa como gentil
y discreta, que no cesse tu comenzado
canto; antes tornando á él muestres
tu grande amor y la mudanza de Alfeo,
porque ya todos sabían los casos destos
pastores, y ella, vencida del dolor, sin
guardar la ley de su respeto, como un
pastor aficionado usaba de libertad en
sus querellas, y assí Pradelio se atrevió
á pedirle que cantasse á propósito desta
historia, y ella, que no era menos
cortés que enamorada, sin más ruego
comenzó á tocar su zampoña, tras cuyo son
suavemente dixo assí sus males:
AMARANTHA
Agua corriente serena,
que desde el Castalio coro
vienes descubriendo el oro
de entre la menuda arena,
y haces con la requesta
del verde y florido atajo,
parecer que está debajo
una agradable floresta.
Más bella y regocijada
en otras aguas me vi;
ya no me conozco aquí
según me hallo trocada,
y assí no pienso ponerme
á mirar en ti mi arreo,
pues cual era no me veo
y cual soy no quiero verme.
De mi parte estaba Amor
cuando me dexó mortal,
no vive más el leal
de lo que quiere el traidor;
vendióseme por amigo,
fuéme señalando gloria
y hizo de mi vitoria
triunfo para mi enemigo.
No quiero bien ni esperanza
de quien á mi costa sé
que tuvo en menos mi fe
que el gusto de su mudanza;
pero en tanto mal me place
que se goce en mi tormento,
si puede tener contento
quien lo que no debe hace.
Contigo hablo, alevoso
Amor, que si tal no fueras,
de mis ojos te escondieras
de ti mismo vergonzoso;
mas en daño tan sin par
claro se deja entender,
que el que lo pudo hacer
lo sabrá dissimular.
Querrás quizá condenarme,
que merezco mi passión;
pues sabes bien la razón,
consiénteme disculparme:
quise amar y ser amada,
pero fortuna ordenó
que la fe que me sobró
me tenga ya condenada.
¿Quién juzgará las centellas,
dime, Alfeo, en que vivías,
viendo ya las brasas mías
y á ti tan helado en ellas?
Tempestad fué tu dolor,
menos que en agua la sal,
pues no quedó de tu mal
cosa que parezca Amor.
Dime qué hice contigo,
ó lo que quieres que haga,
pues en lugar de la paga
me das tan duro castigo.
Tu voluntad se me cierra
cuando me ves que me allano;
¿tu corazón es serrano
que assí se inclina á la sierra?
No tengo celos de ti,
ni tu desamor se crea
que es por amar á Finea,
mas por desamarme á mí;
quejarme della no quiero
porque tú me vengarás,
que presto la dexarás
si no te dexa primero.
¡Mas, ay, que un tigre sospecho
que en mis entrañas se cría,
que las rasga y las desvía
y las arranca del pecho,
y un gusano perezoso
carcome mi corazón,
y yo canto al triste son
de su diente ponzoñoso!
Y confieso que algún día
me sobró la confianza,
mas si no hice mudanza
perdonárseme debía;
muera quien quiera morir,
y como lloro llorar,
que en esto suele parar
el demasiado reir.
Sólo aquel proverbio quiero
por consuelo en mi quebranto,
pues en tan contino llanto
le hallo tan verdadero:
las abejuelas, de flor
jamás tuvieron hartura,
ni el ganado de verdura,
ni de lágrimas Amor.
Los tiernos metros de la pastora
Amarantha no sólo á Pradelio dieron
contento, pero á otros muchos que le
escucharon, y por no atajalla, apartados
del manso arroyo por entre las plantas
se iban deteniendo; al fin de los
cuales llegaron á la falda de un fresco
montecillo, donde el sitio de Diana
comenzaba. Y en él vieron al pastor Alfeo
que, en compañía de otros caminaba al
templo de la diosa; aquí quedó la vencida
Amarantha casi muerta, sin alzar los
ojos de la tierra dixo: Mucho quisiera,
pastor, acompañarte y dar á Diana los
debidos loores, pero ya ves cuán mal se
me ha ordenado; pues yo no puedo vivir
donde Alfeo estuviere, aunque él sea mi
propia vida y contento; mira si mi dolor
es grave y mi ventura ligera, pues temo
lo que deseo, y siendo aquella presencia
la cosa que yo más amo, tantas veces
la excuso cuantas puedo, como el que
huyesse la luz, medroso de ser abrasado
della; porque, mi buen Pradelio, cuando
el amador no es desamado debe seguir
contino lo que ama; pero después que
conoce el adverso odio y enemiga, debe
siempre excusar de dar fastidio, porque
es llana cosa que entonces son las
gracias grosserías, la beldad fiereza y
la luz tiniebla; assí que el aborrecido
por donde mas gana es buen callar y
retraimiento, que nunca mejor me hallo
que cuando sola llorando de mí misma
me querello; por eso te ruego que,
dexándome, te vas, y si á Alfeo de mi mal
hablares, antes le cuentes mancillas que
proezas, que aquellas creerá y á estotras
dará la poca fe que siempre ha dado. Esto
decía Amarantha con tantas lágrimas, que
para ayudarla Pradelio, sólo bastara
cualquier movimiento de su lengua, y
assí, forzado desto, sin más respuesta
que mirarla tiernamente, se partió della
tan enemigo de nueva compañía, que
dexando el camino derecho entró per una
angosta senda que más de una milla se
alargaba, y por ella apresurándose vino á
rodear el templo que estaba en un valle
escondido, no edificado de cedros ni de
cipreses, pero de sólo laureles y fresca
murta y no cortados; pero assí desde sus
troncos, los ramos entretejidos y las
hojas añudadas que por ninguna parte
podía el sol entrar, salvo por la que
con artificio se apartaban. En medio dél
estaba la imagen de la hermosa Diana,
de mármol resplandeciente; caían sus
cabellos hasta la cinta, y en las blancas
manos su arco y saetas con la pendiente
aljaba, todo de fina plata, cristal y
oro; estaba cercada de bultos de castas
ninfas con las mismas armas de cazadoras:
unas desnudas, sólo cubiertas con sus
luengos cabellos; otras entre flores,
tendidas, como fatigadas del presuroso
curso, y otras vestidas de ricos paños,
hinchendo de contentamiento el sacro
templo, en el cual por un lado y otro
había clavados muchos despojos, cabezas
de jabalís, cuernos de ciervos, redes,
arcos, cepos y otros instrumentos de la
generosa caza; tenía dos altas puertas
de maravilloso artificio abiertas, y
cerrábanse con dos laureles que, puestos
en dos vasos grandes de tierra cocida, y
allí bastantemente cultivados, se podían
quitar y poner cuando importaba. No era
este templo aquel que en la provincia de
Jonia estaba sobre su fiera Laguna, con
ciento y veinte y siete colunas de rico
mármol, parte dellas con esculturas,
parte lisas como el bruñido acero, sobre
las cuales todo el maderamiento era de
labrado cedro y las puertas de oloroso
ciprés, de anchura de doscientos y veinte
pies y de longura cuatrocientos y veinte
y cinco y de alto cada coluna ciento y
veinte, hecho por las manos de Tesifón
y Chersifón en doscientos y veinte años
de trabajo. Pero creo que si el nuestro
vieran las fuertes Amazonas se excusaran
de hacer aquél, y el maldito Herostrato
no se moviera á quemarle como el otro.
Dejémosle y hablemos del presente, el
cual, en el ancho pedestal de la bella
Diana tenía, de menuda talla, las otras
seis maravillas de la tierra.
Primero, el espantoso edificio de Babel,
hecho ó verdaderamente reparado por la
antigua Semíramis; en una parte del cual
se veía el anchuroso campo, lleno de
agradables frescuras, y de la otra parte
herían las claras ondas del río Eufrates,
acrecentando belleza á las puentes,
alcázares, huertos y jardines que, sobre
arcos, en los muros estaban edificados.
Tras esto estaba el fiero colosso ó
estatua de Rhodas, que, aunque no pudo
tallarse de setenta codos en alto como él
era, á lo menos mostraban las facciones
deste traslado claramente la grandeza de
su original; y para mayor muestra muchos
hombres de menor figura, puestos á sus
lados, procuraban abrazar solo uno de sus
dedos, pero menos podían que los vivos,
en tiempo que este colosso se sostuvo en
alto.
Después, entre la ciudad de Menfis y la
isla del Nilo, Delta, estaba la excelsa
pirámide que, comenzando en cuadro, subía
su punta en increible altura de mármoles
de Arabia; no tenía cada piedra como
ella treinta pies, pero cercábanla con
extraña viveza los trescientos y setenta
mil hombres que tardaron veinte años en
hacerla.
Luego el ancho y alto sepulcro que la
honesta Arthemisa hizo para su caro
marido, rey de Caria, que aunque no pudo
dársele en circuito los cuatrocientos y
seis pies, y en alto los veinte y cinco
codos que él tenía, al menos diéronsele
sus treinta y seis colunas de extraño
artificio y riqueza, sembrando por todo
él piezas de mucho valor y hermosura, y
abriéndole con anchurosos arcos al Norte
y al Mediodía, que era su propio asiento.
Pero hacia la parte del Oriente estaba
su artífice Escopas, de su propia labor
maravillado, y á la del Septentrión
Brias tendido como cansado de su larga
y trabajosa jornada, y á la de Mediodía
Timotheo con grande alegría; pero á la de
Poniente Leocares como esperando la paga
de su trabajo, junto á la viuda animosa
que, más ocupada en su largo planto, sin
respuesta la detiene, acaso por no ser la
obra conforme á su voluntad acabada.
Más la provincia de Acaya en el Olimpo,
entre las ciudades Elis y Pisa, y allí el
simulacro ó figura de marfil de Júpiter,
del artífice Fidias, de riqueza y arte
incomparable y no con menos retratado.
Seguíanse otra vez los huertos pensiles
de la alta Babilonia, y con ellos,
frontera á las bocas del Nilo, de
albíssima piedra cercada de agua, la alta
y muy costosa Torre de Faros, en cuya
altura se mostraban muchas y grandes
lumbres dando guía á los presurosos
navíos que por la ancha mar iban á tomar
puerto.
No faltaba el obelisco de Semíramis, á
manera de pirámide, salvo que era todo de
una pieza, y en él por números señalados
sus ciento y cincuenta pies en alto, y
noventa y seis en circuito, como de los
montes de Armenia fué sacado. Todo lo
cual estaba en el último cuadro por la
variedad de los que dello tratan, pero
no estaba el antiguo templo de la Diosa,
por no ofender al presente que con tanto
cumplimiento suplía.
Acababan aquí las esculturas, las
pinturas no, que sobre la una puerta
estaba la ínsula Delfos, donde Latona,
retraída de la fiera serpiente, se veía
en el parto de la amada Diana, al fin del
cual la misma hija ayudaba á la madre en
el nacimiento de su hermano Apolo; el
cual nacido se mostraba de tan perfetos
matices, que verdaderamente se juzgara
que él daba la luz al templo.
No era menos agradable el cuadro de la
segunda puerta, donde la misma Diana,
metida en su fresca y reservada fuente,
había tornado ciervo al sin ventura
Acteón, al cual sus propios lebreles
rabiosamente despedazaban; y lo que más
era de mirar del sutil artífice, que
habiendo pintada una cabeza de perro
ferocíssima se pintó temeroso junto
á ella, queriendo honestamente loar
la viveza de su pintura. Aquí entró
Pradelio lleno de pesar, y viendo que la
gente aun no era entrada, imaginó que
estuviesse en la floresta, y assí se
fué allá, que muy cerca estaba, donde
con estudiosa y abundante mano parecía
que la maestra Natura hubiesse querido
señalarse. Eran las flores rojas, blancas
y amarillas casi como rubís y diamantes
entre el oro, y pienso que la esmeralda
no llegasse á la fineza de la hierba;
estaba en medio de la hermosa estancia
una pura fuente de relevado cimiento,
assí alrededor cercada de hierba y hoja
que por ninguna parte se veía. Salía de
allí un arroyo claro cercado de muchas
plantas donde las varias aves seguras
volando andaban de una en otra parte, sin
faltar algunas que suavemente cantassen,
no impidiendo al manso susurro que entre
claveles y sándalos las abejuelas hacían.
Halló Pradelio de la una parte de este
arroyo que más ancha y llana era todos
los pastores que buscaba esperando á
las bellas ninfas que, nacidas en las
aguas, en las selvas y en los montes,
vivían en los secretos jardines y
reservados lugares del sagrado templo.
Y lo primero que el pastor vido fué á
Mireno, que en compañía de Filena andaba
cogiendo de las bellas flores. Sintió
traspassar su corazón de rigurosa espina,
y esforzándose cuanto pudo, se llegó á
Siralvo y Filardo que estaban cerca de
la fuente. Bien conocieron el dolor con
que llegaba, y por no acrecentársele
callaron. Y á poco rato que assí
estuvieron, el gallardo Coridón, vaquero
de valor y estima, rendido y ausente de
la beldad de Fenisa y incitado de Sasio,
comenzó á cantar al son de su lira esta
sestina:
CORIDÓN
Faltó la luz de tus hermosos ojos,
dulce Fenisa, á los de mi alma triste,
y assí quedaron en eterna noche,
sin buscar otro alivio de su pena,
sino la muerte que les fuera vida;
¿mas cuándo les vendrá tan dulce día?
Si aquesta cuenta rematasse un día
cerrando ya mis afligidos ojos
para principio de otra nueva vida,
y pudiesse salir el alma triste
desta prisión mortal de infernal pena,
el sol saldría en medio de la noche.
Razón sería tras tan larga noche,
que apareciesse en el Oriente el día,
que no son dinos de llevar la pena,
pues que no fué la culpa de mis ojos,
el yerro fué de la ventura triste,
que siempre yerra á costa de mi vida.
Cómo podrá passar mi enferma vida
con la pesada carga de la noche,
que si es consuelo del doliente triste
la esperanza de ver el nuevo día,
ninguna tienen mis cansados ojos
que les pueda aliviar su grave pena.
Dure la ausencia, dóblese la pena
que á todo he de pagar con una vida,
no veré los despechos de mis ojos,
ni andaré tropezando por la noche,
ni tendré envidia de quien goza el día,
ni mancilla de mí, pues volví triste.
Por cuán más venturoso tengo al triste,
que le acaba la furia de su pena,
que al doliente, á quien va de día en día
atormentando la mezquina vida,
el vivir cesse ó cesse ya la noche:
ó véante ó no vean estos ojos.
Que no son ojos en tu ausencia triste,
son dura noche, son eterna pena,
pues en la vida no gozaron día.
Apenas dio Coridón fin á su canto,
cuando se oyó resonar gran número de
instrumentos, albogues, flautas, liras,
cítaras, y cornamusas, que con suave
harmonía se iban llegando á la floresta,
y mirando los pastores á aquella parte
vieron entrar sesenta ninfas, veinte
del río, veinte del monte y veinte de
las selvas; todas venían vestidas de
sus propias telas de oro y seda, pero
las unas traían guirnaldas de flores en
sus frentes; las otras luengos ramos
levantados, y los cabellos sueltos; las
otras cogidos en varios velos y redes,
y las aljabas á los hombros, los brazos
desnudos y los arcos en las manos; tanta
fué la hermosura de las Ninfas, que los
pastores admirados, no sabían apartar los
ojos dellas; no viniera allí la simpar
FILIDA si no fuera por reparar la vida
de su amante, que ya sabía de Florela
en el estado que SIRALVO estaba. Entró,
pues, en la floresta tan aventajada á
las demás, que no sólo á ellas, mas á la
misma Diana, parecía que despreciasse.
Brotó el suelo nuevas flores, el cielo
mejor luz, la fuente más agua y los
suaves vientos, arrogantes entre tanta
beldad, desdeñándose de herir en los
verdes ramos, entre las vestiduras
de las ninfas, y los cabellos de sus
cabezas mezclándose, hicieron graciosos
y agradables juegos. Pues SIRALVO, que
atentamente miraba los ojos de FILIDA,
y su alma en ellos, no es possible
encarecer su sentimiento, ni es poca
prueba de la hermosura de las pastoras
no haber parecido mal entre las ninfas.
No se detuvieron mucho en la floresta,
antes llamando luego á los pastores,
entraron al sagrado templo, donde quince
en quince hicieron cuatro corros y los
tres danzando y el uno tañendo, fueron
dejando sus insignias sobre el altar: las
del río sus guirnaldas, las de las selvas
sus ramos y las de los montes, arcos y
saetas. Con esto remitieron la oración
al viejo Sileno, que entre ellos iba, y
con aquel aspecto grave y gentil, vuelto
al de la triforme Diana, primeramente
alabó su excessiva belleza, y después
con humildad le pidió perdón si algunas
veces violaron los montes con la misma
sangre de las fieras á ella consagradas,
ó si acaso cansados de la propia caza,
torpemente, el curso della maldixeron,
y assimismo de otros errores y culpas,
en que el frágil juicio suele caer; pero
después de todo le rogó los librasse de
las venenosas redes de los solícitos
lisonjeros y falsos halagüeños, con
la fuerza de los carnales apetitos,
destruidores de devoción y salud; antes
prestándoles de su cumplido favor, les
diesse resistencia contra todo mal,
contra todo daño y contra toda malicia.
Y con esto, callando él, la música
tornó á sonar, y las ninfas á la orden
de sus corros, en que por gran espacio
se ocuparon, hasta que pareciéndoles
hora del reposo, tomando por orden sus
insignias, tornaron á la floresta, y
mezcladas con los pastores, se fueron
repartiendo por las sombras, donde no
faltaron rústicas y delicadas viandas,
y algunos que durmiessen, y alguno que
velasse. No os he contado la ventura de
Siralvo: pues sabed que al salir del
templo estuvo gran rato con Florela,
que de parte de FILIDA le certificó que
holgaba de su vida, y de la suya le avisó
que se templasse en miralla, porque nunca
aparencias sirvieron sino de dañar. Con
esto volvió Siralvo tan contento que
en sí mismo no cabía, y mientras todos
reposaban, él á la sombra de un fresno
en voz baxa estuvo recitando al silencio
unos versos que hizo al principio de la
ausencia, cuando entre temor y esperanza
andaba el sufrimiento de partida; quien
gustare de oirlos, podrá llegarse al
pastor, en tanto que las ninfas duermen
y quien no, passe por ellos y hallarálas
despiertas.
SIRALVO
¡Oh tú, descanso del cansado curso
desta agra vida, á mi pesar, tan larga,
oye un momento en suma su discurso!
Y si mi boca más que hiel amarga
no te acertare á pronunciar dulzuras,
esso la culpa y esso la descarga.
Presentes sean mis entrañas puras,
mi limpio corazón, mi sano pecho,
atlantes firmes de mis desventuras.
Y tú, que con tus manos tienes hecho
el grave monte que su fuerza oprime,
no hagas cierto lo que yo sospecho.
Ya que tan grave mal no te lastime,
pues eres dél la causa, no la niegues,
porque, siquiera, á padecer me anime.
Amor te obliga que á razón te llegues,
y aun ella quiere que su fuerza entiendas:
no lo será, que con su lumbre ciegues.
¡Oh, es necesario que el rigor suspendas
de los duros peñascos, do no hallan
las aves nidos ni las bestias sendas!
Los perversos contrarios que batallan
por acabarme en desigual pelea
mientras te hablo, mira cómo callan.
Vieron mis ojos celestial idea
de gracia y discreción, tu soberana
beldad, que sola sin igual passea,
Desde la parte donde la lozana
aurora tierna de su luz hermosa,
abre á las gentes la primer ventana,
Hasta el ocaso á do la trabajosa
muestra, dada del sol, en premio justo,
en los brazos de Dórida reposa;
Y desde aquella do el ardor injusto
la habitación de su morada evita,
enflaqueciendo al Etíope adusto,
Hasta las fuentes donde el duro Scita
mata la sed y el inclemente Arturo
cuajando el mar, el curso al agua quita.
Y por essa beldad misma te juro
que, con ser en el mundo la primera,
es la menor que tiene en ti seguro,
La deleitosa y fértil primavera
de juventud, el sin igual tesoro
de esse rostro, do Amor teme y espera;
La mansedumbre y gravedad que adoro;
los cabellos que el ébano bruñido
han imitado, despreciando el oro;
El cristal de la frente, el encendido
rosicler puro ó púrpura de Oriente,
sobre los blancos lirios esparcido;
Las finas perlas, el coral ardiente,
con las dos celestiales esmeraldas,
beldad que loor humano no consiente,
Aunque de preciosíssimas guirnaldas
ciñen al sol y á Amor las francas sienes,
son las menores rosas de tus faldas.
Essotras plantas, que en el alma tienes,
que tocando en el cielo con sus ramas,
nos dan por fruto incomparables bienes;
Essos ricos tesoros que derramas
del pecho ilustre en abundancia tanta,
que á los deseos más remotos llamas;
Esse juicio, que á la tierra espanta;
esse donaire, que enamora el cielo;
esse valor, que á todos adelanta;
Essas y otras grandezas con que el suelo
tienes tan rico y tan enriquecida
el alma que te adora de consuelo,
Dejando aparte ahora el ser nacida
sobre las ilustríssimas llamada
y entre las más honestas escogida;
Y con ser de fortuna acompañada,
porque Himeneo al gusto te ofendía,
quisiste ser á Delia dedicada.
Aquestos bienes, que tu alma cría,
impressos en mi alma, y aun aquellos
de carne y sangre, en carne y sangre mía.
Llevo el yugo de Amor sobre dos cuellos,
que si no fuera más que de diamante,
fuera rompido á cada pa so dellos.
Cuando el cuello del cuerpo va delante
queda atrás el del alma, y cuando él passa,
cae el del cuerpo, y no hay quien le levante.
El uno quiere retirarse á casa,
llamado de la sombra y del reposo;
el otro al yermo, donde el sol abrasa;
El cuerpo está sediento, trabajoso;
el alma harta de sossiego llena,
¿quién compondrá combate tan furioso?
De suerte que, derecha la melena,
cuerpo y alma caminen, con templanza,
por la carrera para entrambos buena.
Y si hallaren muerta la esperanza,
y á la fe siempre viva que la llora,
juntos alaben á la confianza.
¿Mas, quién pondrá tan alta paz, señora,
entre dos enemigos tan contrarios,
_que con lo que uno sana otro empeora_?
Estos combates son tan ordinarios,
que los dones del alma escarnecidos
me son también mortales adversarios.
Los deleites del cuerpo no cumplidos,
los del alma turbados con engaños
y los inconvenientes tan unidos.
Bien sé que el solo medio destos daños
fuera apartarse deste cuerpo esta alma,
poniendo fin á mis cansados años.
Aquella fuera generosa y alma
vida del cuerpo cuando en tierra vuelto,
libre dejara al spíritu la palma.
Que como es el autor del mal revuelto,
y el alma está bañada en sus zozobras,
la vida es furia de enemigo suelta.
¡Oh tú, que á todas las potencias sobras
de bien y mal, tu pederosa mano
estampe en mí la fuerza de tus obras!
Que deste trance y cautiverio insano,
desta tristeza, deste mal terrible,
podrás dejarme libre, alegre y sano.
A tí sola ha dejado Amor posible
que aquesta piedra de mi gran cuidado
hagas, sobre esta roca, inconmovible.
Y estas navajas, con que el tierno lado
abre la rueda de mis fantasías,
sean rotas, y mi cuerpo desatado.
Y esta águila infernal, que tantos días,
me halla en este monte de sospechas,
no sepa más á las entrañas mías.
Y estas plantas y frutas tan ahechas
á burlar por momentos al deseo,
dejen mi sed y hambre satisfechas.
Mil continos estorbos ya los veo,
y otros más de creer dificultosos,
por mi corta ventura más los creo.
Ojos abiertos, pechos enconosos,
tu gran beldad, mis ricas intenciones,
cercadas de legiones de envidiosos.
Bien imagino yo que si te pones
á querer tropellar dificultades,
irás segura en carros de leones.
Bien tienes entendidas mis verdades,
y que en mí son llanezas conocidas
las que en mil otros son curiosidades.
Bien sabes que quisiera tantas vidas
cuantos momentos vivo por contallas,
por muy ganadas, en tu Amor perdidas.
Y bien sé yo que en mi rudeza hallas
iugenio soberano para amarte,
y sabes que te escucho aun cuando callas.
Entiendes que me huyo por buscarte,
y alguna vez tan sin piedad me dexas,
que pierdo la esperanza de hallarte.
Conoces claramente que mis quexas
llevan puro dolor sin artificio,
y con descuido mi cuidado aquexas.
Mis ojos ven que el principal oficio
que, sustentando el cuerpo, al alma honra,
es, no faltar los dos de tu servicio.
Y ven los tuyos, vueltos á mi honra,
que el rato que sin ellos me imagino,
tengo el alma y la vida por deshonra.
Alguna vez creciendo el desatino,
á fuerza del pestífero veneno
matarme ó despeñarme determino.
Acoge ¡oh mar! en tu sagrado seno
esta barquilla, que á tu golfo embiste,
porque se alabe de algún día sereno.
Essos divinos Nortes, que escogiste,
de la primera inacessible lumbre,
para alegrar al navegante triste,
Muéstrense en essa soberana cumbre,
hincha la vela el viento favorable
contra la calma desta pesadumbre.
Deje el cuidado el remo incomportable,
y estotras jarcias de trabajos llenas,
tórnense en ejercicio saludable.
Cántenme tus dulcíssimas sirenas,
que vencida del sueño mi barquilla,
y á voluntad la sangre de mis venas,
Si tu Neptuno á mi favor se humilla
aumentarás tus obras y mi suerte,
librando en tan heroica maravilla
á quien te ofrece el alma de la muerte.
Aunque SIRALVO en sus versos iba
mezclando tristeza, su corazón contento
estaba; pero como pocas veces hallaremos
un alegre sin un triste, Pradelio, que
menos dormía, le fué buscando entre todos
y le dió cuenta de la poca que ya Filena
tenía con él, antes le era tan contraria,
que á sus mismos ojos no se hartaba de
favorecer á Mireno, y hablándole él, no
le había respondido. Esto decía con tanto
dolor y enojo, que casi quería reventar,
y mientras SIRALVO procuraba consolarse,
ya los pastores y Ninfas, viendo passada
la hora ardiente de la siesta, iban
buscando la clara fuente y el manso
arroyo. A una parte del agua llegaron las
tres más hermosas del gremio de Diana:
era la una FILIDA, diosa en los montes;
la otra Filis, deesa en las selvas; la
otra Clori, Ninfa en el río; con ellas
estaban Silvia y Filardo y Filena
y Mireno, entreteniéndose en dulces
pláticas y suaves canciones; también
llegaron _Siralvo_ y _Pradelio_, uno de
placer y otro de pesar incitados, y no
faltaron los dos caudalosos y apuestos
rabadanes _Cardenio_ y _Mendino_. Gran
cosa se había juntado si Pradelio no
llegara: porque de once, solo él dejaba
de estar contento; y mirando la sin par
FILIDA la agradable compañía, escogió
al triste para que cantasse; mas viendo
SIRALVO que no estaba para cantares, le
disculpó con FILIDA, y rogó á Filardo
que lo hiciesse; el cual, los ojos en la
graciosa Silvia, tocó la lira, y comenzó
á cantar assí al son della:
FILARDO
Tus ojos, tus cabellos, tu belleza,
soles son, lazos de oro, gloria mía,
que ofuscan, atan, visten de alegría,
el alma, el cuello, la mayor tristeza.
Fuego, no siente el alma tu aspereza;
yugo, no teme el cuello tu porfía;
que bastante reparo y osadía
concede Amor en tanta gentileza.
Rabia, que por mis venas te derramas;
oro, que á servidumbre me condenas;
beldad, por quien la vida se assegura,
Pues soy un nuevo Fénix en las llamas,
y hallo libertad en las cadenas,
amo y bendigo tanta hermosura.
En extremo contentó á todos el soneto
de Filardo, pero más á Silvia y menos á
Mireno, que invidioso de verla tan loada,
sin que nadie le rogasse, sacó el rabel
y vuelto á Filena, presumió de igualarla
deste modo:
MIRENO
Sale la Aurora, de su luz vertiendo
las mismas perlas que el Oriente cría;
vase llenando el cielo de alegría,
vase la tierra de beldad vistiendo.
Las claras fuentes y los ríos corriendo,
las plantas esmaltándose á porfía,
las avecillas saludando el día,
con harmonía la nueva luz hiriendo.
Y esta Aurora gentil, y este adornado
mundo de los tesoros ricos, caros,
que el cielo ofrece, con que al hombre admira,
Es miseria y tristeza, comparado
á la belleza de tus ojos claros,
cuando los alzas á mirar sin ira.
Ya le pareció á Pradelio que perdía
de su punto si á vuelta de aquellos
sentimientos dulces no sonaba el amargo
suyo, y pidiendo á SIRALVO que tocasse la
zampoña, los ojos y el color mudado, la
acompañó diciendo:
PRADELIO
Mientras la lumbre de tus claros ojos
estuvo en el Oriente de mi gloria,
entendimiento, voluntad, memoria
ofrecieron al alma mil despojos.
Mas después que, siguiendo tus antojos,
á gente extraña fue su luz notoria,
es mi rico tesoro pobre escoria,
mis blandos gustos ásperos enojos.
Vuelva ya el rayo á su lugar usado;
pero no vuelva, que una vez partido,
no puede ser que no haya sido ajeno.
Mas ¡ay! sol de mi alma deseado,
vuelve á mis ojos, que una vez venido,
mi turbio día tornarás sereno.
A este _soneto_ hizo Filena tan mal
semblante, que Pradelio se arrepintió
de haber cantado y aun de ser nacido;
pero las Ninfas, que con gran gusto oían
sus contiendas, pidieron que cantassen
las pastoras. Ellas respondieron que
aun faltaban pastores por cantar, y en
haciéndolo ellos, ellas lo harían. Agradó
á Clori la respuesta y tomando á Filena
la lira, la dió á MENDINO, el cual, los
ojos en Filis, dixo, sin más excusa:
MENDINO
Ponen, Filis, en cuestión
mi corazón y mis ojos,
cuál goza de más despojos,
los ojos ó el corazón.
Los ojos dicen que os vieron,
y de vuestro grado os ven,
y que del presente bien
la primera causa fueron,
prueba en la misma razón
el corazón á los ojos;
¿que gozarán más despojos
_los ojos ó el corazón_?
Poco importa más testigo,
dicen los ojos que á ti;
dice el corazón, ni á mí,
de lo que tengo conmigo;
no les niega su razón,
el corazón á los ojos,
no le nieguen sus despojos
_los ojos al corazón_.
Su contienda es por demás,
pues todos llevan vitoria,
estando llenos de gloria,
sin que á nadie quepa más;
mas viva la presunción
del corazón y los ojos,
por ser de quien son despojos
_los ojos y el corazón_.
Son estos competidores
flacos, aunque liberales,
que en efeto son mortales
y hanlo de ser sus favores;
si pone el alma el bastón
entre corazón y ojos,
verán eternos despojos
_los ojos y el corazón_.
Contenta quedó Filis de la _canción_
de Mendino, de manera que no lo pudo
dissimular, y por pagar á Clori en
su moneda, tomó la lira y diósela á
Cardenio, el cual, aunque menos músico
que enamorado, assí enmendó lo uno con lo
otro:
CARDENIO
Por mirar vuestros cabellos
quitóse la venda Amor,
y estúvierale mejor
dar otro ñudo y no vellos.
Quítesela no entendiendo
lo que le podía venir,
valiérale más vivir
deseando que muriendo,
pues fué de los lazos bellos
atado con tal rigor,
que se le tornó dolor
toda la gloria de vellos.
Entenderá desta suerte
que fué grande devaneo
dar armas á su deseo
con que le diesse la muerte.
Voluntad de conocellos
fuera su pena mayor,
mirad si será peor
perder la vida por ellos.
Hizo sus ojos testigos
de tan alto merecer,
y dió su mismo poder
vitoria á sus enemigos;
que si con estos cabellos
quitó mil vidas Amor,
vengáranse en su dolor
los que padecen por vellos.
Quiso ver con qué prendía
y sus redes le prendieron,
y á herirle se volvieron
las flechas con que hería.
Quedar cautivo de aquellos
cabellos fué gran honor,
pero fuérale mejor
olvidallos y no vellos.
Cuando Cardenio acabó su _canción_, ya
SIRALVO tenía la zampoña en la mano, y
mientras las Ninfas alabaron el passado
_canto_, leyó él en los ojos de FILIDA el
presente:
SIRALVO
FILIDA, tus ojos bellos
el que se atreve á mirallos,
muy más fácil que alaballos
le será morir por ellos.
Ante ellos calla el primor,
ríndese la fortaleza,
porque mata su belleza
y ciega su resplandor.
Son ojos verdes, rasgados,
en el revolver suaves,
apacibles sobre graves,
mañosos y descuidados.
Con ira ó con mansedumbre,
de suerte alegran el suelo,
que fijados en el cielo
no diera el sol tanta lumbre.
Amor, que suele ocupar
todo cuanto el mundo encierra,
señoreando la tierra,
tiranizando la mar,
para llevar más despojos,
sin tener contradición,
hizo su casa y prisión
en essos hermosos ojos.
Allí canta y dice: Yo
ciego fui, que no lo niego,
pero venturoso ciego,
que tales ojos halló,
que aunque es vuestra la vitoria
en dárosla fui tan diestro,
que siendo cautivo vuestro
sois mis ojos y mi gloria.
El tiempo que me juzgaban
por ciego, quíselo ser,
porque no era razón ver
si estos ojos me faltaban;
será ahora con hallaros,
esta ley establecida:
que lo pague con la vida
quien se atreviere á miraros.
Y con esto, placentero
dice á su madre mil chistes:
el arquillo que me distes
tomáosle, que no le quiero;
pues triunfo siendo rendido
de aquestas dos cejas bellas,
haré yo dos arcos dellas
que al vuestro dejen corrido.
Estas saetas que veis,
la de plomo y la dorada,
como herencia renunciada,
buscad á quien se las deis,
porque yo de aqui adelante
podré con estas pestañas,
atravessar las entrañas
á mil pechos de diamante.
Hielo que dexa temblando,
fuego que la nieve enciende,
gracia que cautiva y prende,
ira que mata rabiando;
con otros mil señoríos
y poderes que alcanzáis
vosotros me los prestáis,
dulcíssimos ojos míos.
Cuando de aquestos blasones
el niño Amor presumía,
cielo y tierra parecía
que aprobaban sus razones,
y él dos mil juegos haciendo
entre las luces serenas,
de su pecho, á manos llenas,
amores iba lloviendo.
Yo que supe aventurarme
á vellos y á conocer
no todo su merecer
mas lo que basta á matarme,
tengo por muy llano ahora
lo que en la tierra se suena,
que no hay Amor ni hay cadena,
mas hay tus ojos, señora.
No cesara con esto el cantar de los
pastores, porque Silva y Filena también
cantaran, si las Ninfas no oyeran señal
en el templo que las forzaba á ir allá
y assí, con gran amor despedidas de los
pastores, por no serles permitido ir esta
vez con ellas, por el mismo orden que
primero, volvieron á visitar á la casta
Diana, y los pastores y pastoras, que
eran muchos y en diferentes ejercicios
repartidos, dejando la floresta, unos
con placer y otros con pesar tomaron
el camino de sus ganados. _Cardenio_,
MENDINO y su mayoral SIRALVO, tales iban
como aquellos que se apartaban de su
propia vida y contento. Filardo, Alfeo
y Mireno, éstos sí que llevaban consigo
todo su bien y descanso, pero el más
contento de todos era Sasio, que supo
allí que Silvera era venida al Tajo; y
el más triste de los tristes Pradelio,
que á rienda suelta Filena no sólo le
negaba sus favores, pero, olvidada de
la estimación que le debía, le iba
escarneciendo. Tal llegó Pradelio á la
ribera, que sus enemigos se pudieran
lastimar, y viendo que la causa estaba
tan lejos de hacerlo, determinó partirse
y dejarse el ganado perdido, como él lo
iba, y aquella misma noche, sin dar parte
á amigos ni parientes, solo, sin guía,
dexó los campos del Tajo con intención
de pasar á las islas de Occidente,
donde tarde ó nunca se pudiesse saber
de sus sucessos, y para testigo de su
apartamiento, llegando á la cabaña de
Filena, en la corteza de un álamo que
junto á ella estaba, dexó escrita esta
piadosa despedida:
PRADELIO
Ya que de tu presencia,
cruel y hermossísima pastora,
parto por tu sentencia,
la desdichada hora
que con tanta razón el alma llora;
Queriendo ya partirme
de cuanto me solía dar contento,
habré de despedirme,
dando, en tanto tormento,
mis esperanzas y mi lengua al viento.
Adiós, ribera verde,
do muestra el cielo eterna primavera;
que el que se va y te pierde,
su partida tuviera
por muy mejor si de la vida fuera.
Adiós, serenas fuentes,
donde me vi tan rico de despojos,
que si quedáis ausentes,
presentes mis enojos
me dan otras dos fuentes de mis ojos.
Adiós, hermosas plantas,
adonde dejo el rostro soberano,
con excelencias tantas,
que todo el siglo humano
celebrará las obras de mi mano.
Adiós, aguas del Tajo
y Ninfas dél, que en el albergue usado
sentiréis mi trabajo,
pues el cantar passado
en tristeza y en llanto se ha trocado.
Adiós, laurel y hiedra,
que fregando uno en otro os encendía.
Adiós, acero y piedra,
de do también salía
el fuego que ya va en el alma mía.
Adiós, ganado mío,
que ya fui por tu nombre conocido,
mas ya por desvarío
del hado endurecido
tu nombre pierdo, pues que voy perdido.
Adiós, bastón de acebo,
que conducir solías mis ganados,
pues los que agora llevo
de penas y cuidados,
de Fortuna y Amor serán guardados.
Adiós, mastines fieros,
bastantes á vencer con vuestras mañas
los lobos carniceros,
antes que yo las sañas
de aquella que se ceba en mis entrañas.
Adiós, espejo escaso,
donde sólo se ve lo pobre y viejo,
pues fuera duro caso
mirarse el sobrecejo,
faltando al alma su más claro espejo.
Adiós, cabaña triste,
que en el tiempo passado más copiosa
de gozo y gloria fuiste;
ya, sola y enfadosa,
sierpes te habitarán, que no otra cosa.
Adiós, horas passadas;
testigo es aquel tiempo de vitoria,
que si debilitadas
perdistes ya mi gloria,
no os perderá por esso mi memoria.
Adiós, aves del cielo,
que no puedo imitar vuestra costumbre.
Adiós, el Dios de Delo,
que tu sagrada lumbre
fuera de aquí no quiero que me alumbre.
Adiós, adiós, pastores,
adiós, nobleza de la pastoría,
que sin otros dolores
turbará mi alegría
dejar vuestra agradable compañía.
Adiós, luz de mi vida,
Filena ingrata; en tan mortal quebranto
cesse mi despedida,
porque el dolor es tanto
que se impide la lengua con el llanto.
SEXTA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
Possible cosa será que mientras yo
canto las amorosas églogas que sobre
las aguas del Tajo resonaron, algún
curioso me pregunte: Entre estos amores
y desdenes, lágrimas y canciones, ¿cómo
por montes y prados tan poco balan
cabras, ladran perros, aullan lobos?
¿dónde pacen las ovejas? ¿á qué hora se
ordeñan? ¿quién les unta la roña? ¿cómo
se regalan las paridas? Y finalmente
todas las importancias del ganado. A
esso digo que como todos se incluyen en
el nombre pastoral, los rabadanes tenían
mayorales, los mayorales pastores y los
pastores zagales, que bastantemente los
descuidaban. El segundo objeto podrá ser
el lenguaje de mis versos. También darán
mis pastores mi disculpa con que todos
ellos saben que el ánimo del amado mejor
se mueve con los conceptos del amador que
con el viento las hojas de los árboles.
La tercera duda podrá ser si es lícito
donde también parecen los amores escritos
en los troncos de las plantas, que
también haya cartas y papeles: cosa tan
desusada entre los silvestres pastores.
Aquí respondo que el viejo Sileno merece
el premio ó la pena, que como vido el
trabajo con que se escribía en las
cortezas, invidioso de las ciudades hizo
molino en el Tajo donde convirtió el
lienzo en delgado papel, y de las pieles
del ganado hizo el raso pergamino, y
con las agallas del roble y goma del
ciruelo y la carcoma del pino hizo la
tinta, y cortó las plumas de las aves:
cosa á que los más pastores fácilmente
se inclinaron. Desta arte podría ser que
respondiese á cuanto se me culpasse;
mas ya que yo no lo hago, no faltará en
la necessidad algún discreto y benigno
que vuelva por el ausente. Confiado
en lo cual prosigo que la ausencia de
_Pradelio_ se sintió generalmente en el
Tajo, porque era bueno el pastor para las
veras y las burlas; bastante para amigo y
enemigo, hombre de verdad y virtud y de
nunca vista confianza; pero sobre todos
lo sintió SIRALVO, que en muchas cosas
le tenía probado. Lloraron sus nobles
padres Vilorio y Pradelia; cubrieron sus
cabellos de oro las dos hermosas hermanas
ARMIA y VIANA, y la misma Filena, causa
de la partida, bañó sus ojos en llanto
en presencia del nuevo amor Mireno.
Tal fuerza tiene la razón, que el que
la niega con la boca con el alma la
confiesa. Guíe el cielo á Pradelio, que
donde quiera que vaya amigos hallará y
patria quizás más favorable que la suya;
y vueltos á los que quedan, sabed que
los dos caudalosos rabadanes _Mendino_ y
_Cardenio_ y el pastor _Siralvo_ quedaron
desta siesta de Diana tan desaficionados
de los campos, tan enemigos de sus chozas
y tan sin gusto de sus rebaños, que á
pocos días ordenaron desampararlo todo
y buscar sólo su contento; y entrando
en acuerdo sobre el orden que tendrían,
á Cardenio le pareció que en el bosque
del Pino hacia la falda del monte se
edificasse un albergue ancho y cubierto
de rama, donde, apartados del concurso de
la ribera, pudiessen expender las horas á
su gusto. No le pareció á Mendino que el
lugar era seguro para esto, antes sería
fácilmente barruntado su propósito, por
ser aquella parte visitada muchas veces
de las Ninfas; á lo cual dixo Siralvo
desta suerte: Yendo por el cerrado valle
de los fresnos hacia las fuentes del
Obrego como dos millas de allí, acabado
el valle entre dos antiguos allozares,
mana una fuente abundantíssima, y á poco
trecho se deja bajar por la aspereza de
unos riscos de caída extraña, donde por
tortuosas sendas fácilmente puede irse
tras el agua, la cual en el camino va
cogiendo otras cuarenta fuentes perenales
que juntas con extraño ruido van por
entre aquellas peñas quebrantándose, y
llegando á topar el otro risco soberbias
le pretenden contrastar; mas viéndose
detenidas, llenas de blanca espuma,
tuercen por aquella hondura cavernosa
como á buscar el centro de la tierra;
á pocos pasos en lo más estrecho está
una puente natural por donde las aguas
passando, casi corridas de verse assí
oprimir, hacen doblado estruendo, y al
fin de la puente hay una angosta senda
que, dando vuelta á la parte del risco,
en aquella soledad descubre al Mediodía
un verde pradecillo de muchas fuentes
pero de pocas plantas, y entre ellas de
viva piedra cavada está la cueva del
Mago Erión, albergue ancho y obrado con
suma curiosidad. Este es el solo lugar
que os conviene, porque el secreto dél
es grande y el apartamiento no es mucho.
¿Qué podréis allá pedir que no halléis?
Todo está lleno de caza y de frescura,
y aunque es visitado continuamente de
las bellas Ninfas, no es lugar común á
todos como el bosque del Pino, pues la
compañía de Erión seros ha muy agradable.
Éste sabe en los cielos desde la más
mínima estrella hasta el mayor planeta
su movimiento y virtud; en los aires sus
calidades y en las aves dél y alimañas
de la tierra lo mismo; en la mar tiene
fuerza de enfrenar sus olas y levantar
tempestades hasta poner sobre las aguas
las arenas: la división de las almas
irracionales y la virtud de la inmortal
con profundíssimo saber. Pues llegando á
los abismos las tres Furias á su canto,
Alecto tiembla, Tesifón gime y Megera
se humilla; Plutón le obedece y los
dañados salen á la menor de sus voces.
Pues de las penas de amor, sin hierba
ni piedra, con sólo su canto hace que
ame el amado ó aborrezca el aborrecido;
y si le viene la gana vuelto en lobo se
va á los montes, y hecho águila á los
aires, tornado pez entra por las aguas,
y convertido en árbol se aparece en los
desiertos; no tiene Dios desde las aguas
del cielo á las ínfimas del olvido cosa
que no conozca por nombre y naturaleza;
no es de condición áspera ni de trato
oculto; allí recibe á quien le busca y
remedia á quien le halla. Aquí podemos
irnos que en probarlo se pierde poco,
y yo sé que el ser bien recebidos está
cierto. _Cardenio_, como de la ribera
había estado tanto tiempo ausente, quedó
admirado del gran saber del nuevo Erión;
pero Mendino, que dél y de su estancia
tenía mucha noticia, aunque pudiera desde
el Mago Sincero estar escarmentado,
fácilmente dando crédito á sus loores,
determinó que le buscassen el siguiente
día por poner aquél en cobro lo que les
importaba dexar, que fué fácilmente
hecho, y recogiéndose á las cabañas de
Mendino, pusieron orden en la cena, que
fué de mucho gusto, y al fin della no
faltó quien se le acrecentasse, porque
vinieron _Batto_ y _Silvano_, pastores
conocidíssimos, ambos mozos y ambos de
grande habilidad, á buscar juez á ciertas
dudas que _Batto_ sentía de versos
de _Silvano_; y el juicio de SIRALVO
fué que si todos los poetas fuessen
calumniados, pocos escaparían de algún
objeto; y colérico Silvano, en un momento
puso mil á Batto, y de razón en razón
se desafiaron á cantar en presencia de
aquellos pastores, pero pareciéndoles la
noche blanda y el aire suave, se salieron
juntos á tomarle y oirlos á la fresca
fuente: donde sentados sacaron la lira y
el rabel, á cuyo son assí cantó _Silvano_
y assí fué _Batto_ respondiendo:
SILVANO
Dime que Dios te dé para un pellico,
¿por qué traes tan mal vestido, Batto,
presumiendo tu padre de tan rico?
BATTO
Porque el pastor de mi nobleza y trato
no ha menester buscarlo en el apero,
que una cosa es el hombre y otra el hato.
Mas dime, esse capote dominguero
¿quién te le dió? ¿Quizá porque cantasses
en tanto que comía el compañero?
SILVANO
Si á quien yo le canté tú le bailasses,
yo sé, por más que de rico te alabes,
si te diesse otro á ti, que le tomasses.
Mas ¿por qué culpas tales y tan graves
de Lisio traes sus RIMAS desmandadas,
de lengua en lengua que ninguna sabes?
BATTO
Calla y sabrás: ¿no ves cuán aprobadas
del mundo son las mías y la alteza
de mis LÍRICAS ODAS imitadas?
Tú tienes por tesoro tu pobreza,
y si lo es, está tan escondido
que para descubrirle no hay destreza.
SILVANO
Pastor liviano, ¿qué libro has leído
que de ti pueda nadie hacer caso,
si no estuviesse fuera de sentido?
El franco Apolo fué contigo escaso,
y por hacerte de sus paniaguados,
no te echarán á palos del Parnasso.
BATTO
Desso darán mis versos levantados
el testimonio y de mi poesía
sin ser como los tuyos acabados.
En diciendo _fineza_ y _hidalguía_,
_regalo_, _gusto y entretenimiento_,
_diosa_, _bizarro trato y gallardía_.
SILVANO
¡Oh, qué donoso desvanecimiento!
Dessos vocablos uso, Batto mío,
porque son tiernos y me dan contento,
Pero las partes por do yo los guío,
son tan diversas todas y tan buenas,
que ellas lo dicen, que yo no porfío.
BATTO
¿Sabes lo que nos dicen? Que van llenas
de muy bajas razones su camino,
y si algunas se escapan son ajenas,
Y no hurtáis, SILVANO, del latino,
del griego ó del francés ó del romano,
sino de mí y del otro su vecino.
SILVANO
Si tu trompa tomassen en la mano,
que la de Lisio apenas lo hiciste,
¿qué son harías, cabrerizo hermano?
Para vaciarla el sueño no perdiste,
para cambiarla sí, que no hallaste
otro tanto metal como fundiste.
BATTO
¡Basta! que tú en la tuya granjeaste
de crédito y honor ancho tesoro;
mas dime si en mis RIMAS encontraste
La copla ajena entera sin decoro,
_ó espuelas barnizadas de gineta,
con jaez carmesí y estribos de oro_.
SILVANO
Descubriréte á la primera treta
tu lengua sin artículos, defeto
digno de castigar por nueva seta.
Tu nombre es PIEDRA TOQUE y en efeto,
usando descubrir otros metales,
el miserable tuyo te es secreto.
BATTO
¡Oh tú, que con irónicas señales,
cansas los sabios, frunces los misérrimos,
viviendo por pensión de los mortales!
SIRALVO
Pastores, dos poetas celebérrimos
no han de tratarse assí, que es caso ilícito
motejarse en lenguajes tan acérrimos.
Ni á vosotros, amigos, os es lícito,
ni á mi sufrirlo, y es razón legítima,
que ande el juez en esto más solícito.
La honra al bueno es cordial epítima,
y los nobles conócense en la plática,
dándose el uno por el otro en vítima.
Aquí, donde la hierba es aromática,
con el sonido de la fuente harmónica,
al claro rayo de la luz scenática,
Suene SILVANO, nuestra lira jónica,
Batto rosponda el rabelejo dórico
y duerma el JOVIO con su dota CRÓNICA.
Cada cual es poeta y es histórico,
y cada cual es cómico y es trágico,
y aun cada cual gramático y retórico.
Pero dexado, en un cantar selvático,
si aquí resuena Lúcida y Tirrena,
más mueve un tierno son que un canto mágico.
SILVANO
En hora buena, pero con tal pato
si pierde BATTO, que esté llano y cierto,
que por concierto deste desafío,
ha de ser mío su rabel de pino;
y si benino Apolo se le allana,
y en él se humana para que me gane,
que yo me allane y sin desdén ó ira
le dé mi lira de ciprés y sándalos.
BATTO
No hagas más escándalos, satírico,
ni presumas de lírico y bucólico;
con algún melancólico lunático
te precias tú de plático en poética;
que esté su lira ética y él ético,
que mi rabel poético odorífero
no entrará en tan pestífero catálogo
ni en tal falso diálogo ni cántico.
SIRALVO
Si estilo nigromántico bastasse
á poder sossegar vuestra contienda,
tened por cierto que lo procurasse,
O callad ambos ó tened la rienda,
ó poned premios ó cantad sin ellos,
pero ninguno en su cantar se ofenda.
SILVANO
Dos chivos tengo, y huelgo de ponellos,
para abreviar en el presente caso,
contento de ganallos ó perdellos.
BATTO
Pues yo tengo, SIRALVO, un rico vaso
que á mi opinión es de ponerse dino
con las riquezas del soberbio Crasso.
El pie de haya, el tapador de pino,
de cedro el cuerpo y de manera el arte,
que excede el precio del metal más fino.
Dédalo le labró parte por parte,
tallando en él del uno al otro polo,
cuanto el cielo y el sol mira y reparte.
Y cuando en tanta hermosura violo,
fuese por Delfos, y passando á Anfriso,
dióle al santo pastor el rubio Apolo.
Y cuando al carro trasponerse quiso
el retor de la luz, dejó el ganado
y aqueste vaso con mayor aviso,
Á las Ninfas del Tajo encomendado;
y ellas después le dieron á SILVANA,
de quien mi padre fué pastor preciado.
Ella á él y él á mí; mas si me gana
SILVANO, ahora quiero que le lleve.
SIRALVO
Y yo juzgaros con entera gana.
BATTO á pagar y á no reñir se atreve,
y tú, SILVANO mío, bien te acuerdas
que has prometido lo que aquí se debe.
Pues fregad la resina por las cerdas,
muestren las claras voces su dulzura
al dulce son de las templadas cuerdas.
Sentémonos ahora en la verdura;
cantad ahora que se va colmando
de flor el prado, el soto de frescura.
Ahora están los árboles mostrando,
como de nuevo, un año fertilíssimo,
los ganados y gentes alegrando.
Ahora viene el ancho río puríssimo,
no le turban las nieves, que el lozano
salce se ve en su seno profundíssimo.
Descubrid vuestro ingenio mano á mano,
cada cual cante con estilo nuevo,
comience BATTO, seguirá SILVANO,
diréis á veces, gozaráse Febo.
BATTO
¡Oh, rico cielo, cuya eterna orden
es claro ejemplo del poder divino,
haz que mis versos y tu honor concorden!
SILVANO
Para que deste premio sea yo dino
en mis enamorados pensamientos,
muéstrame, Amor, la luz de tu camino.
BATTO
Lleven los frescos y suaves vientos
mis dulces versos á la cuarta esfera,
pues ama el mismo Apolo mis acentos.
SILVANO
Dichoso yo si Lúcida estuviera
tras estos verdes ramos escuchando,
y oyéndose nombrar me respondiera.
BATTO
Pues no me canso de vivir penando,
la que me está matando,
debría templar un poco de mi pena.
Ablándate, dulcíssima Tirrena,
que siendo en todo buena,
no es justo que te falte el ser piadosa.
SILVANO
Pues cuando te me muestras amorosa,
Lúcida mía hermosa,
muy humilde te soy, seime benina.
Regala, diosa, esta ánima mezquina,
que mi fineza es dina
de que tu gallardía me entretenga.
BATTO
Si quiere Amor que mi vivir sostenga,
de Tirrena me venga
el remedio, que es malo de otra parte.
Mira que de mi pecho no se parte,
Tirrena, por amarte,
un Etna fiero, un Mongibelo ardiente.
SILVANO
Si yo dijesse la que mi alma siente,
cuando me hallo ausente,
de tu grande beldad, Lúcida mía,
Etnas y Mongibelos helaría,
porque su llama es fría,
con la que abrasa el pecho de SILVANO.
BATTO
Cuando en mi corazón metió la mano,
sin dejarme entendello,
robóme Amor la libertad con ella,
dejando en lugar della
el duro yugo que me oprime el cuello.
SILVANO
El duro yugo que me oprime el cuello,
por blando le he tenido
llevado del dulzor de mi deseo,
por quien de Amor me veo
menos pagado y más agradecido.
BATTO
Menos pagado y más agradecido,
Amor quiere que muera,
quiéralo él, que yo también lo quiero,
y veráse, si muero,
cuánto mi fe, pastora, es verdadera.
SILVANO
Cuánto mi fe, pastora, es verdadera
es falsa mi esperanza,
porque mejor entrambas me deshagan,
y aunque ellas no la hagan,
nunca mi corazón hará mudanza.
BATTO
Tirrena mía, más blanca que azucena,
más colorada que purpúrea rosa,
más dura y más helada
que blanca y colorada;
si no te precias de aliviar mi pena,
hazlo al menos de ser tan poderosa,
que queriendo tus ojos acabarme,
con ellos mismos puedas remediarme.
SILVANO
Lúcida mía, en cuya hermosura
están juntas la vida con la muerte,
el miedo y la esperanza,
tempestad y bonanza,
sin duda á aquél que de tu Amor no cura
darás vida, esperanza y buena suerte,
pues por amarte, Lúcida, me han dado
la muerte el miedo y el adverso hado.
BATTO
¿Di, quién, recién nacido
de un animal doméstico preciado,
del todo está crecido,
de padre sensitivo fué engendrado,
mas nació sin sentido
y en esto su natura ha confirmado;
después, materna cura,
muda su sér, su nombre y su figura?
SILVANO
Di tu, ¿quién en dulzura
nace, y en siendo della dividida,
la llega su ventura
á otra cosa, que teniendo vida
muere ella y si procura
vivir, queda la otra apetecida,
haciendo su concierto,
del muerto vivo y del vivo muerto?
BATTO
El canto se ha passado querellándonos,
de aquellas inhumanas que, ofendiéndonos,
quedan sin culpa con el mal pagándonos.
SILVANO
Al principio pensé que, defendiéndonos,
tan solos nuestros premios procuráramos,
menos desseo y más passión venciéndonos.
SIRALVO
Pastores, mucho más os escucháramos,
aunque en razones no sabré mostrároslo,
porque de oiros nunca nos cansáramos.
Ponerme yo en mis RIMAS á loároslo,
por más que lo procure desvelándome,
no será más possible que premiároslo.
BATTO
Pues yo, SIRALVO, pienso, que premiándome,
saldrás de aquessa deuda conociéndote,
y en tu saber y mi razón fiándome.
SILVANO
Yo no pienso cansarte persuadiéndote
á lo que tú, SIRALVO mío, obligástete,
y la justicia clara está pidiéndote.
SIRALVO
BATTO, de tal manera señalástete,
de suerte tus cantares compusístelos,
que de tu mano con tu loor premiástete.
Y tú, SILVANO, tanto enriquecístelos
tus conceptos de amor, que deste premio
como de cosa humilde desviástelos.
Por esto sin gastar largo proemio,
firmen las nueve musas mi sentencia,
pues sois entrambos de su ilustre gremio.
Iguales sois en música y en ciencia,
iguales sois en arte, en voz, en gracia,
assí yo os imitara en elocuencia,
como en cantar vosotros al de Thracia.
Bien confiado estaba cada cual destos
pastores en su vitoria, porque á la
verdad les cupo mucho al repartir de la
arrogancia, pero el punto de honrados,
que lo eran en extremo, venció en ellos,
y pasaron afablemente por la sentencia de
_Siralvo_, la cual aprobaron _Mendino_
y _Cardenio_, y juntos se retiraron á
las cabañas, porque el aire comenzó
á correr menos fresco y en el cielo
parecieron unas nubecillas, que cubrían
la claridad de la Luna, entre relámpagos,
aunque pequeños, muy espesos, y ya con
desapacibilidad estaban en descubierto;
no pareció, después de recogidos, que
Batto y Silvano quedasen cansados, porque
nueva, aunque amigablemente, sacaron
contiendas, muy dignas de su habilidad,
recitando versos propios y ajenos: Batto
loando el italiano, Silvano el español,
y cuando Batto decía un _soneto_ lleno
de musas, Silvano una _glossa_ llena de
amores, y no quitándole su virtud al
hendecasílabo, todos allí se inclinaron
al castellano, porque puesto caso que
la autoridad de un _soneto_ es grande y
digno de toda la estimación que le puede
dar el más apassionado, el artificio
y gracia de una COPLA, hecha de igual
ingenio, los mismos Toscanos la alaban
sumamente y no se entiende, que les falta
gravedad á nuestras RIMAS, si la tiene
el que las hace, porque siempre, ó por
la mayor parte, las coplas se parecen á
su dueño. Y allí dixo _Mendino_ algunas
de su quinto abuelo, el gran pastor de
_Santillana_, que pudieran frisar con
las de _Titiro_ y _Sincero_. ¿Y quién
duda, dixo SIRALVO, que lo uno ó lo otro
pueda ser malo ó bueno? Yo sé decir, que
igualmente me tienen inclinado; pero
conozco que á nuestra lengua le está
mejor el propio, aliende de que las leyes
del ajeno las veo muy mal guardadas,
cuando suena el agudo que atormenta
como instrumento destemplado; cuando se
reiteran los consonantes, que es como dar
otavas en las músicas; la ortografía,
el remate de las _canciones_, pocos son
los que lo guardan, pues un _soneto_
que entra en mil epítetos y sale sin
conceto ninguno, y tiénese por esencia
que sea escuro y toque fábula, y andarse
ha un poeta desvanecido para hurtar un
amanecimiento ó traspuesta del Sol del
latino ó del griego, que aunque el imitar
es bueno, el hurtar nadie lo apruebe,
que en fin cuesta poco; pues que tras un
vocablo exquisito ó nuevo, al gusto de
decirle, le encajarán donde nunca venga,
y de aquí viene que muchos buenos modos
de decir, por tiempo se dejan de los
discretos, estragados de los necios hasta
desterrallos con enfado de su prolija
repetición. Hora yo quiero deciros un
_soneto_ mío á propósito de que he de
seguir siempre la llaneza, que aunque
alguna vez me salgo della, por cumplir
con todos, no me descuido mucho fuera de
mi estilo.
SIRALVO
Si para ser poeta hace al caso
hablar de musas ó del dulce riso,
por mi descargo de conciencia aviso
que haga de mí el mundo poco caso.
Esto que me sucede á cada passo,
si quien quise me quiso ó no me quiso,
esto tengo en mis versos por más liso
que andar por Helicón ó por Parnasso.
Si Domenga me miente ó me desmiente,
¿qué me harán los Faunos y Silvanos,
ó el curso del arroyo cristalino?
Todos son nombres flacos y livianos,
que á juicio de sabia y cuerda gente,
lo fino es: _pan por pan_, _vino por vino_.
Á todos agradó el _soneto_ de SIRALVO,
pero Batto, que era de contraria opinión,
dijo otros suyos, haciéndose en alguno,
_Roca contrapuesta al mar_, y en alguno,
_Nave combatida de sus bravas ondas_,
y aún en alguno, _Vencedor de leones
y pastor de inumerables ganados_;
en estas impertinencias se passó la
mayor parte de la noche, y cargando el
sueño, _Batto_ y SIRALVO cortésmente
se despidieron, y MENDINO y CARDENIO
quedaron con mucho agradecimiento, y
SIRALVO pagadíssimo de la habilidad de
entrambos, con lo cual se entregaron al
reposo, que aunque necesitado dél, fué
breve, porque apenas cogió Titán los
postreros abrazos de la tierna esposa,
y la estrella del Alba pidió albricias
del alegre día, y en los verdes ramos,
cargados del maduro fruto, las avecillas
comenzaron á moverse, cuando _Mendino_
de sus gallardos miembros sacudió el
sueño, y libres de aquella imagen de
la muerte, salió del lecho y sacó á
_Cardenio_ y _Siralvo_, y todos tres
dexando bastantes pastores y zagales, se
pusieron en camino para buscar al sabio
Erión, y á pocos pasos oyeron el son de
una melodiosa zampoña, el cual llevando
sus ojos á la parte donde resonaba,
vieron venir por entre los sombríos
ramos uno que en hermosura de rostro
y gallardía de miembros más cortesano
mancebo que rústico pastor representaba;
eran sus luengos cabellos más rubios
que el fino ámbar, su rostro blanco y
hermoso, bien medido, cuyas facciones,
debajo de templada severidad, contenían
en sí una agradable alegría. Traía un
sayo de diferentes colores gironado, mas
todo era de pieles finíssimas de bestias
y reses, unas de menuda lana y otras de
delicado pelo, por cuyas mangas abiertas
y golpeadas salían los brazos cubiertos
de blanco cendal, con zarafuelles del
mismo lienzo, que hasta la rodilla le
llegaban, donde se prendía la calza de
sutil estambre. Bien descuidado venía de
ser visto y assí hacía extremos extraños
aunque no feos, entre los cuales fué el
uno quebrar furiosamente la zampoña con
que las cercanas selvas resonaban; pero
después, como arrepentido ó constreñido
de necesidad, se llegó á un verde sauce,
donde con un pequeño cuchillo comenzó
á labrar otra, sentado sobre la fresca
hierba, y allí las manos en su oficio y
los ojos en el cielo comenzó á decir:
«¡Oh Cielo, que adornado de claro Sol y
de agradable Luna, más te me muestras
hermoso que benigno, si después de tu
ira sueles oir las voces de los que
con dolor te llaman, oye agora las
querellas deste á quien todo bien y
contentamiento es ajeno! Cierto yo creo
que la causa de tanta pena y fatiga, de
tanto mal y cuidado, de sólo imaginarlo
no se acuerde; la cual cosa, si cierto
es verdad, no sé cómo te baste dureza,
no sé, ¡oh alto Cielo! cómo te baste
justicia para no remediar tan fiero daño,
aplacando aquélla que con su rostro los
ojos míos alegrar solía, mi alma con
sus palabras confortaba, mi corazón con
su belleza atraía domado, no como agora
al yugo del desamor y olvido, pero á la
sabrosa cadena de su templada voluntad.
Cierto yo no sé quién de aquí adelante
me sea agradable, ni quién remedie mis
daños, ni dé alivio á la carga de mi mal,
si la que más amo y es la causa dél, tan
olvidado le tiene, y tú, cielo sordo, tan
descuidado estás de esta memoria. ¡Ay,
Arsia mía, causa principal, contigo me
vi alegre en dulces pláticas, contigo en
deleite cazando por los altos montes,
contigo dichoso visitando los sacros
templos; ya sin ti por pequeña ocasión
me veo triste, lleno de dolor y miseria;
sin ti me veo mezquino, siempre llorando,
solo y sin voluntad de compañía; ¡ay
cuántas veces contigo coroné los toros,
reduje y estreché los ganados con el son
de mi zampoña y tu lira, al cual unos de
pacer olvidados escuchaban y otros de
placer conmovidos rumiaban las tiernas
y matutinas hierbas! ¡y cuántas veces
sin ti, olvidado el hato por los riscos
y solitarios valles, me lamento, donde
mis ojos te dan ríos, ríos te dan mis
ojos; y mi triste zampoña te canta, entre
mis justas querellas, alguna parte de
tus más justos olores; de manera que ya
los árboles á tu suave nombre con sus
hojas me responden, y yo enseñaré á las
bestias que con sus bramidos, al son dél,
muestren temor y humildad, escribiendo
por estos olmos, por estas hayas, por
estos pinos, tu crueldad y mi pena, tu
beldad y mi firmeza; de manera que en
largos tiempos dure tu memoria, y de
temor sea tu nombre reverenciado, sin que
jamás la fama de tu valor y mi dolor se
acabe!».
Apenas el sin ventura había llegado á
los postreros acentos de su querellosa
plática, cuando repentinamente, sin
poder los pastores avisarse, le vieron
caído en tierra, y queriendo llegar á
socorrelle, les fué forzado dexarle por
no impedir á una Ninfa que lastimosa á él
vieron llegar, cuya hermosura juzgaron
digna de las palabras del desmayado
amante; mas ella llorosa y con angustiado
rostro vertió sobre el pastor abundantes
lágrimas, y después con ardientes
sospiros le decía:
«¡Oh, Livio, Livio, más hermoso que el
sol, más gracioso que el alba y más
suave que el aura! Tú solo, desde tu
nacimiento, fuiste agradable á mis ojos,
tú sólo fuiste dulce á mi alma, tú solo
deleitoso á mis sentidos, mas tú solo
injusto á mis orejas. ¡Oh, Livio, Livio,
amarga fueque tu voluntad violaste;
contentáraste con lo mucho que te
amaba; miraras la amistad que te hacía,
pues bastara á entretener cualquier
ardiente deseo; mas ¡ay! que ni bastó
mi honestidad á refrenar tu apetito ni
mi respeto á mudar tu intención, y assí
con ambas cosas me injuriaste y con tu
valor me tienes en tu cadena: conténtate
con que si penas, peno; si amas, amo, y
si me sigues, huyo de mi mismo contento
y alegría, y no quieras más mal de lo
passado, y agora, pues con mi vista
te arrodillaste y con mis lágrimas
recuerdas, quédate á Dios, que no es
justo que veas á quien con el corazón
amas y con los hechos aborreces!».
En esto la hermosa Ninfa, temerosa del
pastor que en su acuerdo volvía, comenzó
á apresurar los passos por la espessura;
mas el pastor, que con sobresalto en sí
volvió, mirando á una y á otra parte se
levantó del suelo y la comenzó á seguir
repitiendo su nombre muchas veces: de la
cual cosa nuestros pastores extrañamente
admirados, quisieron ver el fin de
aquella historia, y siguiéronlos á passo
largo sin detenerse más de una milla,
que no los perdieron de vista hasta la
traspuesta de un monte, que como tragados
de la tierra se desaparecieron; y casi
corridos de no haberlos alcanzado,
baxaron de la cumbre y no se dexaron
andar por un valle espacioso donde á
partes yermo y á partes plantado estaba
lleno de frescura y deleite. Llamábase
éste el valle del Venero, porque casi
en medio de él estaba una fresquíssima
fuente rodeada de olmos y salces. Aquí
guiaron nuestros pastores con intención
de reposar un rato en ella y aliviar del
peso á los zurrones comiendo de lo que
dentro traían; mas esto no pudo ser como
pensaron, que á poca distancia antes que
llegassen, ya que á sus oídos tocaba el
rumor de la agradable corriente, toparon
á Carpino que les salió al encuentro,
rico y noble rabadán, de poca edad y de
muchos casos, amigo de Amor pero más de
su libertad, y assí á cada cosa acudía
con un mismo cuidado; éste les dijo que
se detuviessen si no querían turbar á
cinco Ninfas que en la fuente reposaban,
y él había esperado si alguna desmandada
viniesse por allí con intenciún de
hablarle; mas ellas, después de largas
pláticas se habían quedado dormidas,
y que á la otra parte del valle á la
entrada de la selva tenían sus redes
armadas y otra Ninfa que las estaba
guardando; al razonar de Carpino, ó caso
que ellas lo oyessen, ó que el cuidado
les quitasse el sueño, comenzaron á
hablar, y los pastores, por oirlas, se
entraron con gran silencio entre las
matas, donde fácilmente las conocieron
y se vieron llenos de contentamiento.
Por lo menos eran la sin par FILIDA,
la discreta Filis, la gallarda Clori,
la hermosa y agradable Albanisa y la
graciosa y bella Pradelia, entre las
cuales FILIDA, sacando la lira por su
ruego casi divinamente tocada, y pienso
que de los divinos espíritus atentamente
oída, cantó esta letra antigua con estas
coplas de su raro ingenio:
_Letra._
FILIDA
Enjuga, Filis, tus ojos,
que el tiempo podrá curar
lo que no tú con llorar.
_Coplas._
Si piensas que son las penas
con el llorar redimidas,
más lágrimas hay vertidas
que tiene la mar arenas;
y pues ellas no son buenas,
al tiempo debes llamar,
_que puede más que llorar_.
Si acaso el llorar bastara
á aliviar nuestros quebrantos,
yo que sufro y callo tantos,
hasta secarme llorara.
Pero pues es cosa clara,
que no tiene de bastar,
_¿para qué sirve llorar?_
No hay peligro tan ligero
que con llorar se asegure,
_ni mal que el tiempo no cure_,
por desvariado y fiero;
el reparo verdadero
el tiempo te le ha de dar,
_que no, Filis, el llorar_.
Si es fuego que Amor emprende,
no le mata el agua, no,
que como en la mar nació
con el llorar más se enciende;
pues mi consejo te ofende,
toma el tiempo en su lugar,
_valdráte más que llorar_.
Esta _canción_ fué solenizando FILIDA
con su gracia, las Ninfas con sus loores
y los pastores con su silencio, pero
_Filis_ con sus sospiros, y al fin della,
con ellos y este _soneto_ acompañó la
lira:
FILIS
Pues la contraria estrella de mi vida
no hace cosa que no sepa á muerte,
tenga piedad de mi dolor la muerte,
poniendo fin á tan cansada vida,
Tal ha sido el discurso de la vida,
que mil vidas daré por una muerte;
quizás satisfaré con esta muerte
á quien siempre ofendí con esta vida.
Siempre fueron contrarias vida y muerte,
que va la muerte á quien querría la vida,
que está la vida en quien desea la muerte.
Yo que soy enemiga de la vida,
líbrame della, perezosa muerte,
antes que muera á manos de tal vida.
Acabó _Filis_ su cantar, mas no
cessaron sus sospiros, á la cual Clori
piadosamente dixo: Desde ayer te veo
llorosa, Filis, y no te he preguntado la
causa; pero pues Filida te ha procurado
consolar, dime qué nueva passión te
aflige para que yo también lo haga. A
esto respondió FILIS: «No es nuevo tener
yo que llorar, ni dolerte tú de mis
pesares; mas ahora son de manera que los
extraños lo pueden hacer, cuanto más
FILIDA y tú á quien yo tanto amo. El
descuido de Mendino me tiene llena de
sospechas, y nunca el alma me dice cosa
que me engañe». Palabras fueron estas que
hicieron temblar el corazón de alguna que
allí estaba y por muy amada de Mendino
se tenía; turbó el color de su rostro y
atravesó razones que descubrieron más
su sentimiento, lo cual mirando Clori
con gracioso semblante dixo: Todos los
hombres son mudables, y á la verdad menos
nosotras nos dexamos olvidar, pero yo muy
disculpada estoy en haber dexado Castalio
por Cardenio, pues hice la voluntad de
su padre y el mío, y aun mi negocio y el
suyo: pésame que _Mendino_ te dé ocasión
de quexarte aunque ya tú le conoces; bien
sabes á quién amó en el _Henares_, y en
apartándose en lo que se entretuvo, y
que apenas murió Elisa, cuando se ocupó
en otras partes, que antes de llegar á
ti tuvo muchas leguas de mal camino. A
esto dixo Filis: ¡Oh, Clori, qué engaño
tan grande es pensar que tenga Mendino
olvidado su primer amor! Más vivo está
en su alma que nunca estuvo; con esta
carga le tomé, Ninfa; y de otras muertas
y vivas antes de mí, poco me penó, que
es _agua passada_: cosas nuevas son
las que escuecen y lo harán hasta la
muerte. Esso me admira, dixo Clori;
luego cuando trata MENDINO, ¿pasatiempo y
burla es? Tenlo por cierto, dixo la bella
Albanisa; que yo soy bastante testigo
de sus veras y sé que con nadie las
puede tener, porque las consagró á buen
lugar. Su hado lo sea, dixo Pradelia,
que el contento general sería. A esto
Filis quiso responder, mas fué impedida
de Florela, que estaba en guarda de las
redes, y como vido llena la selva de
aves que se venían á recoger del sol,
presurosa le vino á avisar, y ellas sin
detenerse dejaron la plática y la fuente
y siguieron á Florela. Los pastores, que
ni palabra ni afecto habían perdido, cuál
confuso y cuál contento se fueron con el
mismo secreto siguiéndolas por entre las
plantas; hasta que, sin avisarse, toparon
con una de las redes, teñida en verde
perfetíssimo, que de dos altos chopos
hasta la tierra pendía. A un lado estaba
una alta peña cubierta con las copas
de árboles, donde los cuatro pastores
subiéndose sin ser vistos, descubrían la
selva: vieron las hermosas Ninfas, que,
puestas en ala, con largos ramos en las
manos comenzaron á sacudir las plantas,
trayendo cada una las aves hacia sus
redes, que, espantadas del ruido, de
rama en rama venían hasta dar en ellas.
No á cuarto de hora que desta suerte
fatigaron la selva, sus anchas redes
se sembraron de más de cien maneras de
aves, desde el simple ruiseñor hasta la
astuta corneja. Y á este tiempo, passando
Ergasto por la selva, sentado sobre el
asnillo, las Ninfas le llamaron para que
las ayudasse á desprender, las redes:
ésta tomaron los pastores por propicia
ocasión, y decendiendo á las Ninfas,
alegremente fueron dellas recibidos. Allí
vió _Siralvo_ todo su bien; Cardenio todo
su gusto, porque era general con Ninfas
y pastoras; pero _Mendino_, que había
oído hablar tan profundamente de sí, con
más recato gozó de aquella buena suerte;
y todos juntos llegándose á las redes,
baxó SIRALVO las de FILIDA, Cardenio las
de Clori, Mendino las de Albanisa, que
era su deudo y verdadero amigo; Carpino
las de Filis y Ergasto las de Pradelia, y
echándolas sobre el asnillo, á Florela se
le encomendó que las llevasse al monte,
y en tanto que tornaba acordaron de
volverse juntos á la fuente. ¡Oh, amadas
Ninfas; oh, pastores míos! ¿quién podrá
decir lo que allí passastes? ¿Quién viera
á _Siralvo_ ardiendo en su castíssimo
amor, donde jamás sintió brizna de
humano deseo; á Cardenio tan enriquecido
de despojos; á Carpino tan inclinado
á todas, y á _Mendino_ de todas tan
juzgado, que sola Albanisa le defendía?
No se descuidó Cardenio en decir cómo los
tres iban buscando la cueva de Erión,
con intención de habitar en ella, ni las
Ninfas contradijeron su propósito, antes
le aprobaron; y al fin de sus razones
FILIDA pidió á SIRALVO que cantasse, y
él, que quizá lo tenía más gana, sacó la
lira, á cuyo son dixo mirando los ojos de
la hermosa Ninfa:
SIRALVO
Ojos llenos de consuelo,
si vuestra luz me faltasse,
fálteme él, si no esquivasse
los míos de la del cielo;
quien de vuestro mírar tierno
gozó la gloria algún día,
fuera della, ¿qué vería
que no le fuesse un infierno?
Van el daño y el provecho
tan juntos en esta historia,
que vuestra sola memoria
fabrica un cielo en mi pecho;
pero si el helado miedo
de perderos llega allí,
¿quién dará señas de mí?
Hable Amor, que yo no puedo.
No será poca osadía
tenerla Amor en hablar,
que yo le he visto temblar
á vuestra luz más de un día;
él me ofende y yo le ofendo
si nuestras causas callamos,
ojos, hablemos entramos,
él temblando y yo muriendo.
Vos sabéis que no hay quien huya
de essos rayos vencedores,
y él sabe que sois señores
de mi alma y de la suya;
yo sé que si me dexáis
llevará Muerte la palma,
pues tanto tengo en el alma,
ojos, cuando me miráis.
Cuando miráis producís
mayos de contentamiento,
y á cualquier apartamiento
inviernos los convertís,
y en la sequedad mayor,
como tornéis á mirar,
el más marchito lugar
vuelve de vuestro color.
Teniendo tales maestros,
tal espíritu quisiera,
que quien mis loores oyera
conociera que eran vuestros;
mas si en la intención se gana,
en el efecto se yerra:
mal podrá pincel de tierra
sacar labor soberana.
A la gloria de miraros
sólo iguala el bien de veros,
y á la pena de perderos
el dolor de no hallaros;
el punto que os puedo ver
es el que tiene el deseo,
y si no os veo, no veo;
ved si hay más que encarecer.
Aunque mi alma sustenta
vuestra luz en mis enojos,
la sed de veros, mis ojos,
con miraros se acrecienta;
y ¿qué señal más segura,
qué razón más conocida
de estar sin alma y sin vida,
que haber en veros hartura?
Sois grandezas peregrinas,
sois milagros inmortales,
sois tesoros celestiales,
sois invenciones divinas,
sois señales de bonanza,
sois muertes de los enojos,
sois ídolos de mis ojos,
sois ojos de mi esperanza.
Por más agradable tuviéramos á Florela,
á ser esta vez menos diligente, porque
no hizo más de llegar al monte y en
lugar señalado dejar en guarda la caza
y volverse con el asnillo de Ergasto
á llamar á las ninfas que la fuessen
á repartir. Llegó cuando _Siralvo_
acababa su _canción_, y acabóseles á
todos el contento, porque á la hora,
dejando sentimiento en el lugar cuanto
más en los corazones, que más que á sí
las amaban, las ninfas se despidieron;
también el galán Carpino se fué por su
parte, Ergasto por la suya; Cardenio,
Mendino y Siralvo atravessaron por sendas
y veredas al valle de los Fresnos, y á
la misma hora de medio día bajaron los
riscos y passaron á la morada de Erión,
donde le hallaron curando con hierbas
á un miserable pastor que, siguiendo á
una ninfa á quien amaba y se huía, con
rabia y dolor se había despeñado, y sus
amigos lleváronle al mago sin sentido.
Luego conocieron los pastores que era
el mismo que ellos venían siguiendo, y
después de saludar á Erión y ser dél
alegremente recebidos, ayudaron allí
en lo que pudieron, hasta que Livio,
que si os acordáis assí le llamó la
ninfa, volvió en sí, y haciéndole beber
de un precioso licor, quedó totalmente
reparado y arrepentido, que tal fuerza
puso Díos en el saber humano. Con esto
Mendino apartó al mago y le dixo cómo los
tres venían por algunos días á habitar
su morada, de que Erión recibió mucho
contento, y despidiendo á Livio y á sus
compañeros, entró con los tres por los
secretos de su cueva, que, para no la
agraviar, era de realíssima fábrica,
pero toda debajo de tierra, con anchas
lumbres que en vivas peñas se abrían á
una parte del risco, donde jamás humano
pie llegaba. No sé yo si esto fuesse por
fuerza de encantamiento ó verdadero
edificio, pero sé que su riqueza era
sin par. Primero entraron á una ancha y
larga sala de blanco estuco, donde, en
concavidades embebidas, estaban de mármol
los romanos Césares, unos con bastones y
otros con espadas en sus manos, y en los
pedestales abreviados versos griegos y
latinos, que ni negaban á Julio César sus
vitorias ni callaban á Heliogábalo sus
vicios. El techo desta sala era todo de
unos pendientes racimos de oro y plata,
que por sí pudieran clarificar el alto
aposento, en medio del cual estaba una
mesa redonda de precioso cedro sobre tres
pies de brasil, diestramente estriados, y
alrededor los assientos eran de olorosa
sabina. Aquí pienso que el mago adivinó
la necessidad, porque los hizo sentar y
sacó fresquíssima manteca y pan, que en
blancura le excedía, sin faltar precioso
vino, que con el agua saltaba de los
curiosos vasos, y habiendo satisfecho
á esta necessidad, entraron á otros
aposentos (aunque no tan grandes), de
mucha más riqueza. Admirados quedaron los
pastores de que en las entrañas de los
riscos pudiesse haber tan maravillosa
labor, pero á poco rato perdieron la
admiración desto, y la hallaron mayor
en un fresco jardín que sólo el cielo y
ellos le veían, donde la abundancia de
fuentes, árboles y hierbas, la harmonía
de las diversas aves y la fragancia de
las flores, representaban un paraíso
celestial; á la una parte del cual estaba
una lonja larga de cien passos y ancha de
veinte, cubierta de la misma labor de la
primera sala. Era el suelo de ladrillo
esmaltado, que por ninguna parte se
le veía juntura; á una mano era pared
cerrada y á otra abierta, sobre colunas
de un hermoso jaspe natural; por todas
partes se veía llena de varias figuras
que, de divino pincel, con la naturaleza
competían, y en la cabecera se levantaba,
sobre diez grados de pórfido, un suntuoso
altar, cubierto de ricos doseles de oro
y plata, y en él la imagen de la ligera
Fama, cubierta de abiertos ojos y bocas,
lenguas y plumas, con la sonora trompa
en sus labios; tenía á sus lados muchos
retratos de damas de tan excesiva gracia
y hermosura, que todo lo demás juzgaron
por poco y de poca estima. Aquí Erión los
hizo sentar en ricas sillas de marfil,
y él con ellos, al son de una suave
baldosa, assí les dixo, puestos los ojos
en la inmensa beldad de las figuras:
ERIÓN
Desde los Etíopes abrasados
hasta los senos del helado Scita,
fueron nueve varones consagrados
á la diosa gentil que al alma imita;
_los nueve de la Fama_ son llamados,
y lo serán en cuanto el que se quita
y se pone en Oriente para el suelo,
no se cansare de habitar el cielo.
Agora cuanta gloria se derrama
por todo el orbe, nuestra Iberia encierra
en otras lumbres de la eterna Fama,
por quien sus infinitas nunca cierra;
recuperaron con su nueva llama
aquella antigua que admiró la tierra,
para que, como entonces de varones,
muestre de hoy más de hembras sus blasones.
Estas cuatro primeras son aquellas
que á nuestro cristianíssimo monarca
han prosperado las grandezas dellas
más que cuanto su fuerte diestra abarca;
después que el mundo vió su fruto en ellas,
segó las flores la violenta Parca.
_Luso_, _Galia_, _Alemania_ con _Bretaña_
lloran, y Iberia el rostro en llanto baña.
Tras ellas la _Princesa_ valerosa,
aquella sola de mil reinos dina,
á quien fué poco nombre el de hermosa,
no siendo demasiado el de divina;
á cuya sombra la virtud reposa
y á cuya llama la del sol se inclina,
ínclita y poderosa _doña Juana_,
por todo el mundo gloria _Lusitana_.
Las dos infantas que en el ancho suelo
con sus rayos claríssimos deslumbran
como dos nortes en que estriba el cielo,
como dos soles que la tierra alumbran,
son las que á fuerza de su inmenso vuelo
el soberano nombre de _Austria_ encumbran,
bella _Isabel_ y _Catarina_ bella,
ésta sin par y sin igual aquélla.
De claríssimos dones adornadas
luego veréis las damas escogidas
que, al soberano gremio consagradas,
rinden las voluntades y las vidas;
ni de pincel humano retratadas,
ni de pluma mortal encarecidas,
jamás pudieron ver ojos mortales
otras que en algo pareciessen tales.
Aquel rayo puríssimo que assoma,
como el sol tras el alba en cielo claro,
es _doña Ana Manrique_, de quien toma
la bondad suerte y el valor amparo;
la siguiente es _doña María Coloma_,
que en hermosura y en ingenio raro,
en gracia y discreción y fama clara
su nombre sube y nuestra vida para.
Hoy la beldad con el saber concuerda[1271],
hoy el valor en grado milagroso,
en otras dos que cada cual acuerda
la largueza del cielo poderoso;
ésta de _Bobadilla_ y de la _Cerda_,
con estotra de _Castro_ y de _Moscoso_,
una _Mencía_ y otra _Mariana_:
ésta el lucero y ésta la mañana.
_Doña María_ de _Aragón_ parece
esclareciendo al mundo su belleza;
su valor con su gracia resplandece,
su saber frisa con su gentileza,
y la que nuestra patria ensoberbece,
y á Lusitania pone en tanta alteza
con cuantos bienes comunica el cielo,
es la bella _Guiomar_, gloria de _Melo_.
La más gentil, discreta y valerosa,
la de más natural merecimiento,
será _doña María_, en quien reposa
el real nombre de _Manuel_ contento;
y esta _Beatriz_, tan bella y tan graciosa,
que excede á todo humano entendimiento,
luz de _Bolea_, diga el que la viere:
Quien á tus manos muere, ¿qué más quiere?
_Doña Luisa_ y _doña Madalena_
de _Lasso_ y _Borja_, el triunfo que más pessa,
vida de la beldad, de amor cadena,
de la virtud la más heroica empressa,
que cada cual con su valor condena
á la fama inmortal que nunca cessa,
ni cessará eu su nombre eternamente:
veislas allí, si su beldad consiente.
Aquel cuerpo gentil, aquel sereno,
rostro que veis, aquel pecho bastante,
es de _doña Francisca_, por ser bueno
_Manrique_, porque va tan adelante;
y aquellas dos, que no hay valor ajeno
que se pueda llamar más importante,
son _doña Claudia_ y _Jasincur_, adonde
con el deseo la gloria corresponde.
De _Diatristán_ el nombre esclarecido,
en _Ana_ y en _Hipólita_ se arrima,
y en ellas vemos el deseo cumplido
de cuantos buscan de beldad la cima;
su mucho aviso, su valor crecido,
de suerte se conoce, assí se estima,
que vista humana no se halla dina
para mirar tal dama y tal Menina.
_Doña Juana Manrique_ viene luego,
_doña Isabel_ de _Haro_ en compañía,
y _doña Juana Enríquez_, por quien niego
que haya otras gracias ni otra gallardía;
por estas tres espera el Amor ciego
quitar la venda y conocer el día,
que esta estrella, este norte, este lucero,
serán prisión de más de un prisionero.
Aquesta es la claríssima compaña
que el invicto _Felipe_ escoge y tiene
con los soles puríssimos de España,
y cuanto el cielo con su luz mantiene;
de lo que el Tajo riega, el Ebro baña,
mostraros otras lumbres me conviene,
que donde aquestas son fueron criadas,
y otras no menos dinas y estimadas.
La que con gracia y discreción ayuda
á su mucha beldad, con ser tan bella,
que si estuviera su beldad desnuda,
gracia y saber halláramos en ella,
_doña Luisa Enríquez_ es sin duda;
_duquesa_ es del _Infantado_, aquella
en quien el cielo por igual derrama
hermosura, linaje y clara fama.
Desta rama esta flor maravillosa,
de aqueste cielo aquesta luz fulgente,
deste todo esta parte gloriosa,
de aquesta mar aquesta viva fuente;
bella, discreta, sabia, generosa,
es gloria y ser de inumerable gente,
dice _doña Ana_ de _Mendoza_ el mundo,
y el Infantado queda sin segundo.
Aquellas dos duquesas de un linaje,
entrambas de _Mendoza_, entrambas _Anas_,
á quien dan dos _Medinas_ homenaje,
de _Sidonia_ y _Ruiseco_, más humanas
rinden las alabanzas vassallaje,
á sus altas virtudes soberanas,
_Mendoza_ y _Silva_, en sangre y en ejemplo
de valor y beldad el mismo templo.
_Doña Isabel_, gentil, discreta y bella,
de _Aragón_ y _Mendoza_, allí se muestra
_marquesa_ de la _Guardia_, en quien se sella
todo el ser y valor que el mundo muestra;
¿qué bien da el cielo que no viva en ella?
¿qué virtud hay que allí no tenga muestra?
Diga el nombre quién es, que lo que vale,
no hay acá nombre que á tal nombre iguale.
Mirad las dos de igual valor, _doña Ana_
y _doña Elvira_, cada cual corona
de cuanto bien del cielo al mundo mana,
como la fama sin cessar entona,
_Enríquez_ y _Mendoza_, por quien gana
tal nombre _Villafranca_ y tal _Cardona_,
que de su suerte y triunfo incomparables
quedarán en el mundo inestimables.
Humane un rayo de su rostro claro
en mi pecho, si quiere ser loada,
aquélla que en virtud é ingenio raro
es sobre las perfetas acabada:
ser _condesa_ de _Andrada_ y ser amparo
de Apolo, es alabanza no fundada;
ser _doña Catarina_, ésta lo sea
de _Zúñiga_ y del cielo viva idea.
Veis las dos nueras del segundo Marte,
y de la sin igual en las nacidas,
á quien el cielo ha dado tanta parte,
que son por gloria suya conocidas:
la una dellas en la _Albana_ parte,
y la otra en _Navarra_ obedecidas,
son _María_ y _Brianda_ y su memoria,
de _Toledo_ y _Viamonte_ honor y gloria.
Aquella viva luz en quien se avisa
para alumbrar el claro sol de Oriente,
que entre sus ojos lleva por devisa
la gracia y la prudencia juntamente,
será la sin igual _doña Luisa_
de _Manrique_ y de _Lara_ procediente,
_duquesa_ de _Maqueda_, y más segura
reina y señora de la hermosura.
Aquella que los ánimos recuerda
á buscar alabanza más que humana,
á donde, si es possible que se pierda,
hallaréis la beldad, pues della mana,
la gloria de _Mendoza_ y de la _Cerda_,
es la sabia y honesta _doña Juana_,
por quien la gracia y el valor se humilla
y se enriquece el nombre de _Padilla_.
Aquella en quien natura hizo[1272] prueba
de su poder, y el cielo y la fortuna,
_doña Isabel_ riqueza de la _Cueva_,
_duquesa_ es de la felice _Ossuna_;
y el claro sol que nuestros ojos lleva
á contemplar sus partes de una en una,
es _doña Mariana Enríquez_, bella,
fénix del mundo, para no ofendella.
La que con sus virtudes reverbera
en su misma beldad, luz sin medida,
es _doña Guiomar Pardo_ de _Tavera_,
en quien valor y discreción se anida;
y la que levantando su bandera
es á las más bastantes preferida,
es _doña Inés_ de _Zúñiga_, en quien cabe
cuanto la fama de más gloria sabe.
Veis aquella _condesa_ generosa
de _Aguilar_, á quien Amor respeta,
entre las muy hermosas más hermosa
y entre las muy discretas más discreta,
que de virtud y gracia milagrosa
tocar la vemos una y otra meta,
_doña Luisa_ de _Cárdenas_ se llama,
gloria del mundo y vida de la fama.
Ved el portento que produjo el suelo
donde natura mayor gloria halle,
_Madalena_ gentil, que el cortés cielo
_Cortés_ le plugo su consorte dalle,
_Cortés_ levanta de _Guzmán_ el vuelo,
_Guzmán_ resuena en el felice _Valle_,
porque el descubridor del Nuevo Mundo
goce del nuevo triunfo sin segundo.
Aquella de valor tan soberano
que es agravio loarla en hermosura,
aunque natura, con atenta mano
se quiso engrandecer en su figura,
en quien linaje y fama es claro, y llano
poner su raya en la suprema altura,
_condesa_ de _Chinchón_; mas es el eco,
que lo cabal es _doña Inés Pacheco_.
_Doña Juana_ y _doña Ana_, son aquéllas
de la _Cueva_ y la _Lama_, madre y hija,
_Medina Celi_ y _Cogolludo_ en ellas
tienen el bien que al mundo regocija:
hermosura y valor que están en ellas,
sin que halle la invidia que corrija,
fama y linaje deste bien blasonan
y las virtudes dellas se coronan.
Aquella fortaleza sin reparo,
aquella hermosura sobre modo,
aquella discreción, aquel don raro
de dones, y el de gracia sobre todo,
del tronco de _Padilla_, lo más claro
de las reliquias del linaje godo,
en quien del mundo lo mejor se muestra,
es _marquesa_ de _Auñón_ y gloria nuestra.
Aquélla es la _princesa_ por quien suena
la temerosa trompa tan segura,
y dice _doña Porcia Madalena_,
por quien _Asculi_ goza tal ventura;
y aquella que el nublado sol serena
y el claro ofusca con su hermosura,
tal que en _Barajas_ vencerá la fama,
_doña Mencía_ de _Cárdenas_ se llama.
Otra más dulce y más templada cuerda,
otra voz más sonora y no del suelo,
cante á _doña María_ de la _Cerda_,
que en la _Puebla_ podrá poblar un cielo;
y pues el son con el nivel concuerda,
que escucha atento el gran señor de _Delo_,
y la voz oye y la harmonía siente,
_doña Isabel_ de _Leiva_ es la siguiente.
Aquella que entre todas raya hace
en valor, en saber y en gentileza,
que de _Mendoza_ y de la _Cerda_ nace,
y de _Leiva_ quien goza su belleza;
por quien la Fama tanto satisface,
que con lo llano sin buscar destreza,
hace que el suelo _Mariana_ diga
y que el deseo tras otro bien no siga.
La que á los ojos con beldad admira,
y á los juicios con saber recrea,
_Denia_ la ofrece, espérala _Altamira_,
y quien la goza más, más la desea;
_doña Leonor_ de _Rojas_, con quien tira
Amor sus flechas y su brazo emplea,
Fama se esfuerza, pero no la paga,
porque no hay cosa en que su prueba haga.
Veréis las dos de _Castro_, á quien Fortuna
impossible es que al merecer iguale,
son _Juana_, á quien jamás llegó ninguna;
_Francisca_, que entre todas tanto vale,
que el claro sol y la hermosa luna
de _Mendoza_ y _Pizarro_ en ellas sale,
_Juana_ y _Francisca Puñonrostro_ canta
y el mundo al son los ánimos levanta.
Hermanas son y bien se les parece
en valor y beldad y cortesía
las dos, do más el nombre resplandece
de _Zapata_, que el sol á medio día,
son _Jerónima_ y _Juana_, en quien ofrece
el cielo cuanto por milagro cría,
_Rubí_ se engasta de su esmalte puro,
_Puertocarrero_ el puerto ve seguro.
En el discurso de la grave lista
id con nuevo recato apercebidos,
que la belleza ofuscará la vista
y el valor y el saber á los sentidos:
la _condesa_ mirad de _Alba_ de _Lista_,
veréis en ella los deseos cumplidos,
que cuanto el mundo considera y sabe,
_doña María_ de _Urrea_ es en quien cabe.
Aquella viva lumbre, decendiente
de _Mendoza_, _Velasco_ se apellida,
_Juana Gentil_, en quien _Ramírez_ siente
bondad y gracia y triunfo sin medida;
es _doña Juana Cuello_ la siguiente,
donde tal suerte y tal valor se anida,
tal beldad, tal saber, tal gentileza,
que empereza la Fama su grandeza.
Si queréis ver de discreción la suma,
si queréis de valor ver el extremo,
de hermosura el fin, donde la pluma
se ha de abrasar y al pensamiento temo,
golfo de bienes que, aunque más presuma,
no correrá el deseo á vela y remo,
volved, veréis las cuatro lumbres bellas,
y lo más que diré, lo menos dellas.
_Brianda_, _Andrea_ serán, _Teresa_ y _Ana_,
nortes del mundo y más de nuestra Iberia,
por quien gozan vitoria más que humana
_Béjar_, _Gibraleón_, _Arcos_ y _Feria_;
_Guzmán_, _Sarmiento_, _Zúñiga_, que llana
hacen la palma nuestra y dan materia
á la Fama, que haga formas tales,
que durarán por siglos inmortales.
Gracia, bondad, valor, beldad, prudencia,
linaje, fama y otras celestiales
partes se ven en firme competencia,
para quedar en un lugar iguales:
es _Mariana_ quien les da excelencia,
la gloria de _Bazán_, por quien son tales
y á quien la casa de _Coruña_ llama,
para más nombre, gloria, triunfo y fama.
Entre estas maravillas singulares
_doña María Pimentel_ se mira,
valerosa _condesa_ de _Olivares_,
en quien el valor mismo se remira;
y aquella preferida en mil lugares,
_doña Luisa Faxardo_ es quien admira
á la natura, y _Medellín_, dichoso
por ella, al mundo dexará invidioso.
Aquella gracia y discreción que iguala
á la beldad, con ser en tanto grado,
que lo menos que vemos tiende el ala
sobre lo más perfecto y acabado,
miradla bien, que es _doña Inés_ de _Ayala_,
sin poder ser de otra aquel traslado,
aquel extremo de amistad y vida,
de antigua y clara sangre producida.
Mirad, veréis á la gentil _doña Ana
Félix_, felicidad de nuestra era;
es _condesa_ de _Ricla_, es quien allana
al siglo el nombre de la edad primera;
y aquella que se muestra más que humana
en valor, suerte y gracia verdadera,
_doña Guiomar_ de _Saa_, será su historia
luz de _Vanegas_, de _Espinosa_ gloria.
En _Tavara_ y _Cerralvo_ contemplamos
nueva luz, que los ánimos assombre,
con estas dos bellezas que juzgamos,
engrandeciendo de _Toledo_ el nombre:
si ofuscada la vista retiramos,
veremos otro sol de tal renombre,
que el de _Guzmán_ adelantado queda,
por quien compite con el cielo _Uceda_.
Allí se muestra en rostro grave y ledo
aquella admiración de los vivientes,
honor de _Enríquez_, gloria de _Acevedo_,
siendo _condesa_ sin igual de _Fuentes_;
y aquella (si en tan poco tanto puedo
que, dexadas sus partes excelentes,
diga su nombre) es _doña Catarina_
de _Carrillo_ y _Pacheco_ la más dina.
Mirad las dos de extraña maravilla
en valor, en saber y en hermosura:
la una de _Escobedo_, otra de _Arcilla_,
gloria y honor, y más de la natura,
_María_ y _Catarina_, á quien se humilla
todo lo digno de alabanza pura,
ambas por albedrío y por estrella,
aquésta de _Bazán_, de _Hoyo_ aquélla.
Llegue _doña María_ de _Peralta_,
en quien se alegra y enriquece el suelo;
_doña Angela_ de _Tarsis_, do se esmalta
más viva luz que la que muestra el cielo;
_doña Isabel Chacón_ aquí no falta,
que faltara la gloria y el consuelo;
tres tales son que, para no agraviallas,
gastar debía tres siglos en loallas.
Vamos á aquella de la antigua cepa
de _Córdova_, sin par _doña María_,
es _marquesa_ de _Estepa_, y con Estepa,
serlo de un mundo entero merecía;
y á ti en quien no es possible que más quepa
suerte, valor, beldad y gallardía,
del tronco de _Velasco_, _Mariana_,
por quien el de _Alvarado_ tanto gana.
Las tres hermanas que en mirar se goza
con atención el regidor de Oriente,
veislas aquí cómo las muestra _Poza_,
y cómo _Aranda_, y cómo _Avilafuente_;
en ellas el real nombre se alboroza
de _Enríquez_, y un misterio nuevo siente,
que aunque no es nuevo en él el bien cumplido,
eslo en el mundo el que ellas han tenido.
De _Castro_ y de _Moscoso_ llana hacen
dos _Teresas_ la luz, y al sol escaso,
por quien _Mendoza_ y _Vargas_ satisfacen
sin haber cosa que más haga al caso,
con _doña Mariana_ más aplacen,
por quien _Mendoza_, enriqueciendo á _Lasso_,
se alegra el Tajo, y su feliz corriente
dirá _Lasso_ y _Mendoza_ eternamente.
Las dos hermanas en quien cupo tanto,
que en lengua humana su loor no cabe,
son _Blanca_ y _Catarina_, y son espanto
de quien lo menos de sus partes sabe,
el claro nombre de la _Cerda_, en tanto
abre su lumbre y éstas son la llave
con su gracia y virtud resplandecientes,
una de _Denia_ y otra de _Cifuentes_.
Aquella que, aunque el sol más se le acerque,
es impossible que á su luz parezca,
y por más vueltas con que el cielo cerque,
no hallará quien tanto loor merezca,
es la gentil _duquesa_ de _Alburquerque_,
por quien después que todo el bien parezca,
recobrarse podrá en la antigua _Cueva_,
que ha de ser siempre milagrosa y nueva.
De singulares dones mejorada
se ve _doña María_ de _Padilla_,
del mundo por valor _Adelantada_,
siéndolo por estado de _Castilla_;
y la que fué de tal beldad dotada,
que la misma belleza se le humilla,
_doña Juana_ de _Acuña_, en quien se halla
tanto, que más la alaba el que más calla.
La de _Velada_ y la del _Carpio_ vienen,
aquésta de _Toledo_, ésta de _Haro_,
y ambas del cielo en lo que en sí contienen
de beldad y valor é ingenio raro;
junto con ellas á su lado tienen
á la que no fué el cielo más avaro,
es señora de _Pinto_, y es aquella
luz de _Carrillo_ y de _Faxardo_ estrella.
No nos encubre la alta _Catarina_
de _Mendoza_ su aspecto valeroso,
_marquesa_ de _Mondéjar_, sola dina
de hacer nuestro siglo venturoso;
ni aquella de bondad tan peregrina
del nombre de _Velasco_ generoso,
que desde _Peñafiel_ hinche la tierra
de cuanto bien y gloria el mundo encierra.
La que al sol mira en medio de su esfera,
y el sol se ofusca al resplandor jocundo,
es _doña Ana_ del _Aguila_, do espera
_Ciudad Rodrigo_, y goza el bien del mundo;
quise cantar aquesta luz primera,
al cabo de este templo sin segundo,
ya que en el orden no hay otro remedio
para igualar principio y fin y medio.
Dixo el mago Erión; y vuelto á los tres
pastores, que con sumo contento le
escuchaban, recibió dellos las debidas
gracias, y tornando del fresco jardín,
les señaló aposentos en que habitassen
y familiares suyos que los sirviessen;
donde gozaban sin medida su deleite,
cuándo con las diosas de los montes,
siguiendo las fieras, cuándo con las
deesas de las selvas, cazando las aves,
y cuándo con las ninfas del sagrado río,
apartando el oro de entre la menuda
arena; vida dulce, más fácil de ser
invidiada que imitada, donde era la razón
señora, el deseo cautivo, el gusto honor,
el honor regalo, Amor ardía y el respeto
no se helaba; bien se puede aquí esperar
firmeza, que donde falta virtud, difícil
es la perseverancia. Y ahora volvamos á
la ribera, donde, con su bien ó su mal,
quedaron nuestros pastores esperándonos.
NOTAS:
[1271] En la primera edición se lee _acuerda_, repitiendo el consonante
Mayans enmendó bien _concuerda_.
[1272] Así en la primera edición. En la de Mayans, _hace_.
SÉPTIMA PARTE
DEL PASTOR DE FILIDA
Si en la llaneza y soledad de los campos
se lloran celos y se padece olvido, ¿de
qué más se puede Amor culpar, en la pompa
de las Cortes y en el tráfago de las
ciudades, de la mentira y engaño de un
corazón que, dividido en mil partes, sin
reparar en ninguna, á todas se vende por
entero? ¿Y de la miseria del amador, que
á trueco de no ser olvidado, le es fácil
passar callando por más mal que sospechas
y recelos, donde claro se ve cuánto mayor
sea el dolor del olvido que la passión
celosa? Celosos he visto yo sin miedo
de ser olvidados, y jamás vi olvidado
que no viviesse celoso; ausencia calle
con celos; celo y ausencia con olvido;
que si el ausente carece de su contento,
puédele buscar, y el celoso si le halla,
es en poder ajeno; y el olvidado ausente
está, y con más violencia, y celoso y
con menos reparo; pero todo esto no
puede compararse, Amor, á la injusticia
de un engaño, que mientras uno con
lealtad y fe sirva y ame, sea pagado con
fingida voluntad y agradecida esta paga.
Mas, ¿quién me aparta á tan insufrible
consideración? Vuélvame la verdad de mis
pastores á la agradable ribera, donde
ya que como humanos hagan mudanza, no
como dañados harán engaños. Vimos venir
á _Sasio_ del templo de Diana, tan
contento de la venida de _Silvera_ como
si tuviera muchas y grandes seguridades
de su Amor; mas sucedióle lo que suele
á los confiados, que la pastorcilla
gentil, no estimando en nada haberla él
hospedado en la ribera de _Pisuerga_
y agasajádola con su música y canto
tantas veces, y alabádola en tiernas y
numerosas _rimas_, y menos la afición que
de presente le mostraba, puso los ojos
en el prendado Arsiano; empleo que á la
verdad pudiera tener Sasio por venganza,
si su mucho amor la consintiera, porque
más que nunca Arsiano amaba á la hermosa
Amarantha; y de aquí vino que Sasio y
Arsiano adolecieron á un tiempo, con el
contino cuidado, con el celoso dolor,
con las noches malas y los peores días,
y en muy breves Sasio murió, dexando un
general sentimiento por cuantas aguas
riegan nuestra España, especial en los
pastores y hermosas hijas del sagrado
Tajo; y pienso que las nueve musas y
el mismo Apolo sintieron esta pérdida.
¡Oh, gran padre de la Música, sin duda
callabas cuando te llamó la muerte! Tú,
con tu voz divina, mil veces alegraste
los tristes y aliviaste los dolores
ajenos, digno fué tu acento de resonar
en los cielos y de mover las peñas en
la tierra. ¿Cómo ahora no lo haces en
la que te cubre? Vengan, Sasio, de las
remotas naciones los hombres raros á
llorar tu muerte, y de la propia, llore
Filardo, lloren Arsiano y Matunto, y tu
traslado Belisa, en quien nos queda tu
mayor herencia y nuestro mayor consuelo.
Fué puesto Sasio poco distante de su
cabaña, en un mármol cavado, negro como
el ébano de Oriente, cubierto de otro,
blanco como la nieve de la sierra, y
en muchas plantas que alrededor tenía
se escribieron diversos epitafios en
sus loores; mas entre todos el famoso
_Tirsi_, cuyas _rimas_ tantas veces
Sasio solía cantar, en el tronco de un
olmo, que con sus ramas cubría el ancho
sepulcro, escribió estos versos de su
mano:
DE TIRSI Á SASIO
Yace á la sombra deste duro canto
el que le enterneciera, si cantara;
dexando al mundo su silencio en llanto,
dexó el velo mortal el Alma cara;
mas no pudieran Muerte y Amor tanto,
si el cielo para sí no le invidiara,
Amor y Muerte dan; recibe el cielo,
el don es, Sasio, y quien le llora el suelo.
Entre las lágrimas justas destos amigos
pastores, nació otra justíssima ambición
y codicia para heredar la lira del
segundo Orfeo: los opositores fueron
Filardo y Matunto, Belisa y Arsiano,
que aunque enfermo y sin gusto, dexó el
lecho y se animó á esta empresa. Pusieron
por jueces al venerable _Sileno_, al
celebrado ARCIOLO, al famoso TIRSI,
que todos tres sabían la dignidad de
los cuatro pretendientes, y aun esto
fué causa de no determinarse, antes
remitieron el juicio y la lira á las
ninfas del río: ellas la tuvieron un
día en su poder y la cubrieron de una
rica funda de oro y seda, hecha por
las hermosas manos de Arethusa; y assí
adornada la enviaron á las deesas de las
selvas, donde estuvieron tres días, entre
olorosas flores y hierbas, y hecho un
carro triunfal, cubierto de hiedra y de
frescas ramas, tirado de los dos blancos
becerros, fué llevada en él á las diosas
de los montes, y allí se consagró á
FILIDA, en cuyo poder, de conformidad de
ninfas y pastores, quedó aquel don caro
del cielo, y con mayor fuerza que antes
mueve á los animales y las gentes por la
grandeza de su poseedora. Pero la lástima
universal de Sasio y el general aplauso
de su muerte, ¿por ventura movieron el
pecho de Silvera? Esso no; que moría por
Arsiano, y mientras un contento huye, mal
puede haber otra cosa que lastime. Juntos
estaban un día gran número de pastores
y pastoras, caído el sol, gozando de la
frescura de un verde pradecillo y del
templado viento que soplaba, donde Alfeo
los ojos en Finea, Andria los suyos en
Alfeo, los de Arsiano en Andria y los
de Silvera en Arsiano, Andria rompió el
silencio y dixo al son de la zampoña de
Silvera:
ANDRIA
Suele en el bosque espesso el animoso
mozo gallardo, que con el agudo
venablo fuerte ha penetrado el crudo
pecho del tigre, del león ó el osso,
Mirarle en tierra muerto, sanguinoso,
y recrearse viendo lo que pudo;
y á las veces, dexándole desnudo,
la piel á cuestas irse victorioso.
¿No he sido digna yo de tanta cuenta
como las fieras, que la muerte suya
baña de invidia mis cansados ojos;
Pues tienes el matarme por afrenta,
y estimas en tan poco mis despojos,
que te ofende mi alma porque es tuya?
Acostumbrado estaba Alfeo á oir estas
mancillas y Arsiano á sentirlas por los
dos, pero no por esso menguaba punto de
su Amor, y como ahora vido que, callando
Silvera, Filardo tañía, dixo assí,
puestos los ojos en la fingida Amarantha:
ARSIANO
Mientras el más ocioso pensamiento
del bravo mozo, con soberbio pecho,
levanta de su honra ó su provecho
hasta las nubes machinas de viento,
Las vitorias allí de ciento en ciento,
la plata, el oro se le viene al lecho,
y alargando la mano á lo que ha hecho,
se ve de rico pobre en un momento.
Dejando yo estas torres de vitoria,
de triunfos, de riquezas, de despojos,
suelo fingir, pastora, por lo menos,
Que me miras de grado con tus ojos,
mas despiértame luego la memoria,
y quedo con los míos de agua llenos.
No dió lugar Silvera á que Filardo
dexasse la zampoña, que al punto que
Arsiano acabó su soneto, vuelta á él,
comenzó desta manera el suyo:
SILVERA
Toma del hondo del abismo el fuego,
la rabia y ansia de los condenados;
el descontento de los agraviados:
de los tiranos el desasossiego.
Ponlo en el alma donde el Amor ciego
puso tu merecer y mis cuidados,
y porque sean mis males confirmados
cessen mis ojos de mirarte luego.
Que de tu voluntad escarnecido,
aqueste Amor que sólo me asegura
prisión, afrenta y muerte de tu mano,
No sólo no de lo que siempre ha sido
podrá quitar un punto, un tilde, un grano,
pero hará mi fe más firme y pura.
Estos pastores cantaban y otros menos
afligidos, aunque todos enamorados, se
estaban ejercitando en grandes pruebas,
cuando entre todos llegó un pastor
robusto con un cayado, dejó un sayo
tosco, sin pliegues, hasta los pies, y
en el brazo izquierdo un zurrón de lana,
cinto ancho de piel de cabra y caperuza
baja de buriel. Serrano era el traje y el
color del rostro más; pero la postura y
brío tan gentil, que suspendió á todos su
llegada, y en lugar de cortesía, soltando
el cayado y zurrón, desafió á tirar,
saltar y correr á cuantos allí estaban.
Muchos salieron á estos desafíos, mas
á ninguno le estuvo bien, assí á los
que saltaron y corrieron, como á los
que tiraron la barra, y entre ellos no
quedó el menos corrido Alfeo, sino el
más deseoso de saber quién fuesse. Y si
con este cuidado mirara á la serrana
Finea, conociera fácilmente ser el
pastor Orindo, por cuyo desdén ella
andaba desterrada, que la turbación de
su rostro bien claro se lo dixera; pero
seguro desto pensó que era su mudanza
porque aquel serrano le había vencido,
y llegándose á ella le dixo: Finea mía,
en esto y en todo es fácil que todos me
venzan, mas en amarte ninguno. A esto
Finea le hizo señas que callasse, que
vido venir á Orindo á donde estaban, el
cual, tras breve salutación le dixo:
Finea, ¿hallaste mejor en lo llano que en
la sierra? ¿Quién eres tú, dixo Finea,
que quieres saber esso de mí? Si tú no lo
sabes, dixo Orindo, menos lo quiero yo
saber, pero certifícote que soy Orindo.
Ya te conozco, dixo la serrana, y sin
más hablar se levantó y dexólos; no hizo
señal Orindo de seguirla ni Alfeo de
sentimiento, aunque le tuvo en medio del
corazón, y ya que la noche cerraba se fué
á buscarla á su cabaña, donde amargamente
la halló llorando, y queriéndola alegrar
no pudo. Muchos días passó Finea desta
suerte, y muchos Orindo la seguía, y
otros muchos Alfeo confuso no sabía si
perdía ó si ganaba, hasta que viniendo
un día _Siralvo_ á la ribera, que muchos
acostumbraba venir á visitar las cabañas
de Mendino y los pastores que curaban su
ganado, Alfeo le rogó que hablase con
Finea y supiesse della la causa de sus
lágrimas, porque si era pesar de ver á
Orindo, él le echaría fácilmente de la
ribera, y si era voluntad de volverse
con él, no era razón desviárselo.
_Siralvo_ lo tomó á su cargo, y á pocos
lances sintió de Finea que andaba
cruelmente combatida y su salud á mucho
riesgo. Orindo era de su misma suerte,
y Alfeo no, de manera que, estándole
bien casarse con Orindo, á Alfeo no le
convenía casarse con ella; su destierro
había sido por desdén de Orindo, y ya
venía humilde á su disculpa: Orindo era
su amor primero; Alfeo, segundo; por
otra parte, amaba á Alfeo y se veía dél
amada, y en él había tantos quilates de
valor y merecimiento, que antes ella se
debía dejar morir que hacer cosa en que
le ofendiesse; acordábase de la venida
de Amarantha y que su mucha hermosura y
afición no habían sido parte para torcer
su voluntad. Estas consideraciones y
otras muchas en la discreta Finea eran
ponzoña que penetraba su pecho; pero
_Siralvo_, que verdaderamente á los dos
amaba, valiéndose de toda su industria
echó el resto de su diligencia y pudo
tanto, que en dos días que se detuvo en
la ribera trocó las lágrimas de aquellos
pastores en súbito placer y contento; de
manera que Orindo y Finea tornaron á su
primera amistad, Alfeo y la encubierta
Andria á la suya, y Arsiano, vencido
de la razón, volvió sus pensamientos á
Silvera, que tan tiernamente le amaba;
con intención Finea y Orindo de volverse
á la sierra, Alfeo y Amarantha á la
olvidada corte, Arsiano y Silvera de
habitar el Tajo. No quedó en sus campos
pastor que de tanto bien no se alegrase,
y junta la mayor nobleza de la pastoría,
concertaron celebrar estos conciertos
hechos por mano de Amor con alguna fiesta
en memoria dellos, y sabiendo ya que
Alfeo era cortesano, quisieron que la
fiesta fuese á su imitación. Propuso
Elpino que se enramassen carros y en
ellos saliessen invenciones y disfraces
con músicas y letras, cada uno á su
albedrío. Ergasto dixo que se cerrase
una gran plaza de estacada y dentro
se corriessen bravos toros con horcas
y lanzas; pero Sileno dixo: Yo tengo
yeguas que en velocidad passan al viento,
MENDINO y _Cardenio_ lo mismo y holgarán
de dallas para el caso; hágase una fiesta
de mucho primor que en las ciudades suele
usarse y sea correr una sortija, donde
se puede ver la destreza y ánimo de cada
uno. Esta proposición de Sileno agradó
á todos, y de conformidad hicieron
mantenedor á Liardo, y acompañado á
Licio, y juez á Sileno, y á la hora se
escribió un cartel señalando lugar para
el cuarto día, desde la mitad dél hasta
puesto el sol, donde, allende de los
precios que ellos quisiessen correr, al
más galán se le daría un espejo en que
viesse su gala; al de mejor invención, un
dardo con que la defendiese; á la mejor
lanza, un cayado para otro día; á la
mejor letra, las plumas de un pavón, y
al más certero, una guirnalda de robre,
por vencedor, y al que cayesse, un vaso
grande en que pudiesse beber. Venida la
noche, por toda la ribera se encendieron
muchas hogueras, y el buen Sileno con
toda la compañía, principalmente Mireno,
Liardo, Galafrón, Barcino, Alfeo,
Orindo, Arsiano, Colin, Ergasto, Elpino,
Licio, Celio, Uranio, Filardo y SIRALVO,
salieron por la ribera en yeguas de dos
en dos con largas teas encendidas en las
manos, corriendo por todas partes con
mucho contento de cuantos lo miraban;
porque unos se veían ir por la cumbre del
monte, otros por los campos rasos, otros
por entre la espessura de los sotos, y
aun algunos arrojar las hierbas en el
Tajo y pasarle á nado reverberando sus
lumbres en el agua; después al son de
la bocina de Arsindo se juntaron en un
ancho prado que, á una parte sin hierba
y llano y á otra lleno de altas peñas,
era sitio para la fiesta principal muy
acomodado y allí fijaron su cartel en
el tronco de una haya, y con gran orden
acompañando al viejo Sileno se volvió
cada cual á su cabaña, excepto SIRALVO,
que fué á despedirse de Arsiano, Orindo
y Alfeo y de las hermosíssimas Andria,
Finea y Silvera, prometiéndoles hallarse
allí el cuarto día, con lo cual guió
á la morada de Erión, donde Mendino y
Cardenio le aguardaban maravillados de su
tardanza; allí les contó el pastor lo que
pasaba en la ribera, y cómo los pastores
della les pedían sus yeguas y Sileno
daba las suyas; no lo excusaron MENDINO
y _Cardenio_, antes por su orden volvió
SIRALVO á darlas el tercero día, y ellos
también se determinaron de ver aquella
fiesta tan nueva entre pastores; pero
primero quisieron avisar á las amadas
ninfas, y pudiéronlo fácilmente hacer
porque hallaron á Florela en el monte,
esperando que un ruiseñor se recogiese
al nido para llevarle á FILIDA, que
aquella noche se había agradado mucho de
su canto; para este efeto la acompañaron
los dos gallardos pastores, y tomando
Mendino el ruiseñor se le dió á Florela
y le dijo lo que en la ribera pasaba, y
que en todo caso FILIDA y Filis y Clori
no perdiesen de ver aquella fiesta,
porque con la esperanza de verlos él y
_Cardenio_ y _Siralvo_ estarían allá;
con esto Florela se encumbró al monte
y los pastores se bajaron con el Mago,
que ya la mesa puesta los esperaba.
Costumbre tenía Erión de tomar el
instrumento sobre comida para recrear
juntamente los cuerpos y los ánimos;
assí esta vez en siendo acabada tomó un
coro, que divinamente le tañía, á cuyo
son los pastores se transportaron, y
al fin dél, alabando al docto Mago, y
tomando su licencia se salieron con los
arcos por el monte, deseosos de toparse
con las Ninfas, mas no les fué posible,
porque como ellas tuvieron aviso de la
fiesta, juntáronse Filida y Filis, Clori
y Pradelia, Nerea y Albanisa, Arethusa y
Colonia, y fueron al templo de la casta
Diana por licencia para ir á la ribera;
assí gastaron el día, y _Mendino_ y
_Cardenio_ buscándolas en vano, y ya que
bajaban á la cueva, mataron dos corzos
en la falda del risco; á la hora, con
Siralvo, que era venido á certificarles
la fiesta, los enviaron á Sileno, porque
supieron que los había menester el
siguiente día; y ellos en amaneciendo
dejaron la cueva y fueron á sus cabañas,
donde le hallaron poniendo orden en todo.
Era muy de ver á cada parte los sitios
de los pastores donde tenían sus yeguas
y ordenaban sus invenciones, cada uno en
soledad con los de su cabaña, sin que
de otra nadie los ocupase; y sabiendo
Sileno de Florela, que vino delante,
cómo las Ninfas venían, mando hacer tres
enramadas, una para él y los precios,
otra para las Ninfas y otra para las
pastoras. En estos apercebimientos,
pastores y Ninfas y la hora de la fiesta
llegaron juntas; á cada cual puso Sileno
en su sitio, y tomando el cartel subió
al suyo con Mendino y Cardenio y los
festejados Alfeo, Arsiano y Orindo. Sin
duda eran estos los más apuestos pastores
del Tajo, y éstas las más hermosas
pastoras del mundo. A las Ninfas no
alabe lengua humana, porque ellas no lo
parecían; invidioso Febo se puso tras las
pardas nubes, y assí passó el día todo
sin dar fastidio con sus rayos; soberbia
la tierra se alegró de arte que compitió
con el cielo, pues los pastores que tan
mejor lo sentían, celébrenlo con mirarlo
si ojos mortales bastan á tanto bien; y
ahora digamos cómo llegó el mantenedor
Liardo vestido de un paño azul finíssimo,
sayo largo vaquero y caperuza de falda,
camisa labrada de blanco y negro con
mangas anchas, atadas sobre los codos,
con listones morados, zarafuelle y medias
de lana parda y verde, zapato de vaca,
que le servía de estribo y espuela, en
una yegua castaña acostumbrada á volver
los toros á las dehesas; el freno era
un cabestro de cerdas con una lazada
revuelta por los colmillos, y la silla
una piel de tigre de varias colores, y
presentándose á Sileno fué su _letra_:
Si no gano manteniendo
más que en mantener la fe,
pocos precios ganaré.
Licio, su acompañado, salió de la misma
suerte, excepto que el vestido era
leonado, la yegua baya y por silla su
gabán doblado, y la _letra_:
El que con la fe ha perdido
la esperanza,
¿que ganará con la lanza?
Celio cogió de los campos gran diversidad
de flores y hierbas, y con el jugo
dellas y agua de goma pintó la yegua y
la lanza y su vestidura, que era de un
blanco lienzo todo á bandas, de más de
diez colores; pero la que caía sobre el
corazón era negra, y la _letra_:
Las alegres son ajenas,
mas las tristes propias son,
y más las del corazón.
Puso por precio una bolsa de lana parda
con cerraderos verdes, y contra ella
señaló Sileno unas castañetas de ébano
con cordones de seda; luego al son de
la bocina de Arsindo y de un atabal de
dos corchos, que Piron tañía, tomaron
lanzas, y á las dos que corrieron no hubo
ventaja, pero á las terceras Liardo llevó
la sortija y Celio la cuerda: recibió
Liardo sus precios y diólos á la hermosa
Andria, que á quien él quisiera no podía;
y vuelto al lugar, llegó Uranio, vestida
la piel entera de un osso que él había
muerto, y en la cabeza de la yegua,
hecha de cartones, otra de sierpe, que
la cubria, y en la anca una gran cola de
la misma invención; la lanza cubierta de
pellejos de culebras, de arte que parecía
verdaderamente un osso; sobre una sierpe
con una gran culebra en la mano, decía su
_letra_:
Pero la que sigo es
al revés.
Puso por precio un cuerno de hierba
ballestera, y Sileno un carcax con seis
saetas, y licencia para hacer un arco el
que ganasse. Corrieron sus lanzas Licio
y Uranio, y las cinco fueron con tanta
gallardía, que á todos dieron contento;
pero á la sexta, como la yegua de Uranio
llevaba la cabeza cubierta, tropezó y dió
con el osso una gran caída: perdió el
precio, pero diósele un vaso de agua, y
tornando á subir algo corrido se puso á
un cabo.
Luego entró Siralvo en una yegua overa,
vestido de caza, de una tela blanca y
verde, por toda ella sembrada de FF y SS;
de las FF salian unos lazos que en muchos
ñudos enredaban á las SS, y la _letra_:
De ti nacieron los lazos,
y de mí
la gana de verme anssí.
Puso por precio doce cintas de colores,
con cabos blancos, y Sileno dos cenogiles
de lo mismo. Corrieron Liardo y SIRALVO,
sin haber ventaja entre ellos; pero como
ya dos aventureros habían perdido, quiso
Sileno animar á los demás, y juntamente
hacer lisonja á MENDINO y dióle el precio
á SIRALVO: el cual, mirando á quién
pudiesse darle, vido llegar á la enramada
de las ninfas un pastor muy flaco,
vestido de un largo sayo de buriel, en un
rocín que casi se le veían los huessos, y
á las ancas traía otro pastor en hábito
de vieja, ambos con máscaras feíssimas; y
llegándose á ellos, les dió los cenogiles
y las cintas.
Los cuales á la hora los presentaron
á Sileno y pidieron campo. Sileno se
lo atorgó, y señaló contra sus precios
una bola de acero bruñida, que servía
bastantemente de espejo, y llegados al
puesto, el pastor disfrazado quiso suplir
la falta que había de padrinos en esta
fiesta, y hasta la media carrera le
llevaba la vieja la lanza: allí la tomaba
él y en corriendo se la tornaba á dar;
la gracia de las lanzas era muy conforme
al talle, y la risa de las ninfas y
pastores no cessaba; al fin, por pagalles
el contento, Licio pidió al juez que les
diesse los precios, y preguntándoles las
ninfas si traían letra, sacó la vieja un
papel y diósele. Entre los pastores no se
supo lo que decía, entre ellas, basta que
fué bien solenizado con risa y colores en
algunas.
Aquí llegó Filardo en una yegua alazana
de hermoso talle; traía vestido sobre
jubón y zarafuelles blancos, sayo y
calzones de grana fina, caperuza verde,
y en ella un manojo de espinas, y con un
ramo de oliva, que salía de entre ellas,
y la _letra_:
Mi guerra produxo espinas,
mas Amor
mi paz les puso por flor.
Dió por premio un caramillo de siete
puntos, y contra él Sileno una flauta de
trece. Corrió Liardo la primera lanza, en
que llevó la sortija. Siguióle Filardo
de la misma arte; á la segunda, Liardo
tocó en ella y derribóla; lo mismo hizo
Filardo, y á la tercera Liardo no llevó
tal lanza como las passadas; pero Filardo
la aventajó á todas, y assí Sileno le
dió el precio, y él á Silvia, que con el
deseo le tenía comprado.
A la hora oyeron gran ruido de
instrumentos y voces, y vieron llegar
una ancha cuba, sobre secretas rodajas,
tirada con cuerdas de cuatro máscaras,
con rostros de gimios y pies de
sátiros; venía enramada toda, y encima
un pastor sentado, con carátula ancha
y risueña, los brazos desnudos, los
pechos descubiertos, y en su cabeza una
guirnalda de pámpanos llenos de uvas y
hojas, en una mano una copa y en otra
un odre; alrededor dél, con las mismas
coronas y alegria, venían muchos hombres
y muchachos, que torciendo llaves,
del vientre de la cuba sacaban vino,
henchían vasos y derramaban los unos
sobre los otros. No faltaba quien también
tañesse chapas, albogues, bandurrias
y churumbelas y otros instrumentos
más placenteros que músicos; todos
generalmente se alegraron con la buena
venida del fingido Baco, y llegando á
Sileno le dió esta _letra_:
El que de mí se desvía,
á sí y á mi madre enfía.
Puso por precio un vaso grande de vidrio
sembrado de verde pimpinela. Sileno
señaló un caracol muy hermoso que podía
servir de vaso y de bocina; con esto
Baco y Licio fueron al puesto. La lanza
de Baco era hecha de luengos sarmientos
juntos y añudados con sus mismas hojas.
No quiso Licio correr primero por el
respeto del alegre rey; y en un punto,
al son de los envinados instrumentos, la
gran cuba fué llevada con grandíssima
velocidad, y sin hacer calada ni cosa
fea, Baco llevó la sortija, y lo mismo
hizo la segunda y la tercera lanza; y
aunque Licio corrió bien, quedóse en
todas muy atrás. Tornaron á sonar los
instrumentos, y la bocina de Arsindo y
el atabal de Pirón, y con gran aplauso y
contento se le dió á Baco el caracol, con
lo cual hizo lugar á Galafrón, que entró
en una yegua cebruna, cubierto de hierba
tan compuesta y espessa, que por ninguna
parte se veía otra vestidura; la cual
lanza teñida del mismo color, y un sol de
flores en la caperuza con esta _letra_:
Mi sol fué la flor de abril,
mi contento la verdura
y el invierno mi ventura.
Puso por precio un cinto de becerro
bayo, tachonado de nuevo latón, con
su escarcela plegada, y Sileno unas
carlancas de cuero de ante, herradas con
puntas de acero, importantíssimo reparo
del mastín contra los noturnos lobos
robadores del ganado. Corrió Liardo la
primera lanza con mucha destreza, y
Galafrón con mucha más; á la segunda
se aventajó Liardo, y á la tercera
anduvieron tan iguales, que SIRENO,
_Mendino_ y _Cardenio_ no se supieron
determinar; pero queriendo Sileno igualar
á entrambos, trocó los precios, dando
á Galafrón las carlancas y á Liardo
el cinto, con que quedaron contentos,
y más Silvera, á quien ambas joyas se
presentaron.
Gran rato después desto estuvieron Liardo
y Licio esperando aventureros, y ya casi
admirados de la tardanza, vieron venir
un gran castillo almenado, con extraño
ruido de cohetes, que por todas partes
salían, invención que, á ser de noche,
sin duda pareciera la mejor, porque era
todo ensetado de mimbres torcidos y
cubiertos de lienzos pintados de color
de piedra, y dentro los pastores de
Mireno, por secretos lazos le llevaban; y
llegando á los jueces, abriéndose de una
parte una ancha puerta, por ella salió
Mireno en una yegua melada, pisadora,
vestido de un sayo corto, gironado á
colores, caperuza y calzón de lo mismo,
zarafuelle y camisa de varias sedas y
lana, con una argolla al cuello y esta
_letra_:
Por hado y por albedrío.
Puso por precio una hermosa caja de
cucharas, labradas con gran primor, y
Sileno otra de ricos cuchillos, limados
no con menos. Corrió Licio mejor que
nunca su primera lanza; mas bien le hizo
menester, que la de Mireno fué con gran
gala y destreza; la aegunda no menos;
pero á la tercera, Licio se embarazó y
perdióla. Mireno, más animado, remató con
llevar la sortija y el premio, el cual
fué luego á manos de la hermosa FILIDA.
Poco después entró Ergasto, en una yegua
tordilla, vestido al modo de serrano, un
sayo pardo de pliegues, largo de faldas,
escotado de cuello, mangas abiertas de
alto á baxo con cintas blancas, calzón
de polaina, y sobre una gran cabellera
postiza, la caperuza vaquera sembrada de
cucharas y peines, y en lo alto della una
mata de retama en flor, con esta _letra_:
Tales son, Amor, tus flores
que, del olor engañado,
el gusto queda burlado.
Quitó un peine de su caperuza, y púsole
por precio, y Sileno unas tijeras grandes
lucias de desquilar. Liardo fué en las
dos lanzas primeras desgraciado, y en la
tercera muy gracioso; pero como Ergasto
en todas anduvo bien y igual, diósele el
precio de que hizo presente á la serrana
Finea, y ella le recibió con rostro
afable.
Iba ya el sol tan cerca de ponerse, que
á poco más que Barcino tardara no fuera
de efecto su venida; mas él llegó á
tiempo en una hermosa yegua rucia rodada,
vestido un galán pellico y calzón de
armiño, sombrero en su cabeza, alto y
ancho, de la misma piel, con zarafuelle y
camisa de igual blancura, y su _letra_:
En quererte,
y tan en blanco mi suerte.
Puso por precio un ramillete de rosas
blancas, y Sileno un vidrio do se
pudiessen conservar en agua. Corrió Licio
la primera lanza, y llevó la sortija;
Barcino tras él hizo otro tanto sin haber
mejoría en la destreza, y volviendo á la
segunda, mientras Lucio corría, y todos
se ocupaban en mirarle, Barcino, sin
dejar la yegua, se quitó el hábito de
pastor y quedó hecho salvaje, cubierto de
largo vello de pies á cabeza, de suerte
que no fuera conocido á no serlo tanto
la yegua. Estas segundas lanzas también
fueron buenas; y de la misma suerte,
mientras Licio corrió la tercera menos
bien que las otras, Barcino tornó á dejar
la piel de salvaje, y quedó vestido de un
cuero plateado en forma de arnés desde
el escarpe hasta la celada: iba todo él
y la lanza bañado en agua ardiente, y en
medio de la carrera, cuando la gente con
más atención le miraba, con fuego secreto
se hizo arder todo el cuerpo, hasta la
armella de la lanza, de manera que no
se pudo tener con ella cuenta, mas ella
la dió tan buena de sí que se llevó la
sortija. Mucho placer hubieron ninfas y
pastores de la invención de Barcino, y
dándole Sileno el precio, él le dió á
Dinarda.
Con esto, viendo ya que el sol era
traspuesto, Sileno pidió á Mendino que
diesse los _premios_ del _cartel_; y
llegando todos á la enramada, _Mendino_,
con muchos loores, encareció su fiesta, y
á Barcino dió el dardo que era el premio
de la invención; á Mireno el espejo, que
era el de gala; á Uranio confirmó el vaso
de agua que se le dió tan á mejor tiempo;
á Baco, que se supo que era _Elpino_,
cayado por mejor lanza; y á Liardo la
corona, por vencedor, y las plumas del
pavón que eran para la _letra_, remitió
á las ninfas que las habían leído todas,
y ellas con mucho gusto las dieron á la
vieja.
Bien quisieran los jueces que hubiera
premios para cumplir con todos, y
alabando á Aquel que sólo todo lo cumple,
dejaron las enramadas, y ninfas y
pastores siguieron al buen Sileno, que en
su cabaña estaba aparejada la cena, donde
passaron cosas de no menos gusto y donde
se vido junta toda la bondad y nobleza
humana, y donde quedaron en silencio
hasta que más docta zampoña los cante ó
menos ruda mano los celebre.
DEL AUTOR Á SU LIBRO
_Soneto._
Por más que el viejo segador usado
la hoz extienda por la mies amiga,
no puede tanto que de alguna espiga
no se quede el rastrojo acompañado.
Aunque el corvo arador con más cuidado
los bueyes rija y el arado siga,
no le hace tan diestro su fatiga
que no vaya algún sulco desviado.
Y tú, PASTOR, que con tan pobre apero,
de los humildes campos te retiras,
lleno de faltas, sin enmienda alguna,
Si te llamaren rústico y grosero,
tendrás paciencia, pues, si bien lo miras,
aquesta es mi disculpa y tu fortuna.
DE PEDRO DE MENDOZA
_Soneto._
Este PASTOR en quien el cielo quiso
resumir el primor de los pastores,
que aunque son de los campos sus primores,
do vive Amor no ha de faltar aviso.
Por tal PASTOR se vuelve paraíso
la ribera, caudal de amor y amores:
por tal PASTOR merecen más loores
los pastores del Tajo que el de Anfriso.
¡Oh tú sola, sin par FILIDA bella,
y tú, PASTOR, gentil que su renombre
tomaste por triunfo verdadero,
Ella es digna por ti, más tú por ella,
ella de ser del Tajo eterno nombre
y tú de sus pastores el primero!
DE DIEGO MESSIA DE LASSARTE
_Soneto._
Agradar al discreto, al más mirado,
al necio, al maldiciente, al envidioso,
medir los gustos de cortés curioso,
¿cómo podrá un PASTOR con su cayado?
En su querido albergue del ganado
trate y cuide, si el pasto le es dañoso,
de FILIDA su bien, sólo cuidoso,
y de otro fin ajeno y descuidado.
Pastor, este es oficio de pastores:
pero quien os leyere, dirá al punto
que sois un nuevo cortesano Apolo.
Con fama tal, del uno al otro polo,
viviréis agradando á todos, junto
discretos, envidiosos, detractores.
DE DON LORENZO SUÁREZ DE MENDOZA
_Soneto._
PASTOR, si estáis de serlo tan ufano,
¿cómo en las cortes os habéis metido?
y si sois cortesano conocido, ¿para
qué es bueno el traje de villano? Si
tocáis el rabel con ruda mano, ¿cómo
sale de cíthara el sonido? y si sois con
los árboles nacido, ¿quién os mostró
el lenguaje ciudadano? PASTOR, quiero
deciros lo que siento, después de
descifrar vuestros primores y de llegar
con vos casi á las manos, Que FILIDA os
ha dado ser y aliento para ser el mejor
de los pastores y el más discreto de los
cortesanos.
DE GREGORIO DE GODOY
_Soneto._
PASTOR, que por ovejas ha escogido
dulces cuidados, altos pensamientos,
aunque la leche y queso sean tormentos,
sola firmeza su cayado ha sido.
No es mucho que, cansado del exido,
se venga á los ilustres aposentos,
que es agradable y sonlo sus intentos,
y es bien morir á donde fué nacido.
Por él puede decirse sin defecto
que _so el sayal hay al_, pues si queremos
apartarle el rebozo con cuidado,
Un GÁLVEZ DE MONTALVO hallaremos,
tan hidalgo y galán como discreto
y tan discreto como enamorado.
DE DON FRANCISCO LASSO DE MENDOZA,
SEÑOR DE JUNQUERA
_Soneto._
Si al claro ilustre son que con victoria
tan célebre robó al olvido y muerte
los hechos grandes de aquel griego fuerte
tuvo Alejandro envidia tan notoria,
Tuviérala mayor á la alta gloria
de los pastores que do el Tajo vierte
habitan, pues les da el cielo por suerte
quien alce á más grandeza su memoria.
Y á ti, Tajo mayor, que por tu arena
dorada al Histro y Ganges igualabas,
mas ya tu nombre cielo y tierra llena.
Perlas, oro y rubís es cuanto lavas,
pues MONTALVO, con rica heroica vena,
te enriquece del bien que no alcanzabas.
DEL DOCTOR CAMPUZANO
_Soneto._
Hallar del Nilo la primera fuente
procuraba Nerón con gran trabajo.
¡Oh! quién me descubriesse la del Tajo,
avenida de amor, rica corriente.
El Pindo debe ser en Oriente,
de allí desciende por su falda abaxo,
dejemos sus rodeos, quel ataxo
más breve es esperarle en Occidente.
¿Dónde está esto, PASTOR? quiero gustalle;
aquí es el agua dulce, aquí se cría
aquel licor del monte soberano.
Este solo PASTOR basta á loalle,
y á tal PASTOR ninguno bastaría,
y ansí lo dejo por trabajo vano.
FIN DEL PASTOR DE FILIDA
COLLOQUIOS SATÍRICOS
HECHOS POR
ANTONIO DE TORQUEMADA
SECRETARIO DEL YLLUSTRISSIMO SEÑOR
DON ANTONIO ALFONSO PIMENTEL,
CONDE DE BENAVENTE
DIRIGIDOS
AL MUY YLLUSTRE Y MUY EXCELENTE SEÑOR
DON ALONSO PIMENTEL
PRIMOGÉNITO Y SUCESSOR EN SU CASA Y ESTADO
_A continuación se detallan las materias
que se tractan en estos siete colloquios._
_Colloquio primero_, en que se tratan
los daños corporales del juego y aun
espirituales, persuadiendo á los que lo
tienen por vicio que se aparten dél, con
razones muy sufficientes y provechosas
para ello, en que hallarán todas quantas
cautelas y engaños que los malos
jugadores usan y se aprovechan dellas en
todo género de juegos.
El _segundo colloquio_ trataos y
boticarios están obligados á hazer para
cumplir con sus officios y conciencias.
Assí mesmo se ponen las faltas que ay
en ellos para daño de los enfermos,
declarando las faltas y hierros que
hazen, con muchos avisos necesarios y
provechosos; divídense en dos partes: en
la primera se trata lo que toca á los
boticarios; en la segunda, lo de los
médicos.
_Colloquio tercero_, en que se tratan
las excelencias y perfición de la vida
pastoril para los que quieran seguirla,
provándolo con muchas razones naturales
y auctoridades y exemplos de la Sagrada
Escriptura, y de otros autores. Es muy
provechoso para que las gentes no vivan
descontentas con la pobreza, ni pongan
la felicidad y bienaventuranza en tener
grandes riquezas y gozar de grandes
estados.
_Colloquio cuarto_, que trata de la
desorden que en este tiempo se tiene
en el mundo, y principalmente en la
christiandad, en el comer y beber, con
los daños que dello se siguen y quán
necessario sería poner remedio en ello.
_Colloquio quinto_, que trata de la
desorden que en este tiempo se tiene en
los vestidos, y quán necessario sería
poner remedio en ello.
_Colloquio sexto_, que trata de la honrra
del mundo, dividido en tres partes: En
la primera se contiene qué cosa es la
verdadera honrra, y cómo la que el mundo
comúnmente tiene por honrra las más vezes
se podría tener por más verdadera infamia.
En la segunda se tratan las maneras de
las salutaciones antiguas y los títulos
antiguos en el escrevir loando lo uno y
lo otro y burlando de lo que agora se usa.
En la tercera se trata una quistión
antigua y ya tratada por otros, sobre
quál sea más verdadera honrra, la que se
gana por el valor y merecimiento de las
personas ó la que procede de los hombres
por la decendencia de sus passados. Es
colloquio muy provechoso para descubrir
el engaño con que las gentes están ciegas
en lo que toca á la honrra.
_Colloquio sétimo._ Pastoril en que un
pastor llamado Torcato cuenta á otros dos
pastores llamados Filonio y Brisaldo los
amores que tubo con una pastora llamada
Belisia. Va compuesto en estilo apacible
y gracioso; y contiene en sí avisos
provechosos para que las gentes huyan de
dexarse vencer del amor, tomando enxemplo
en el fin que tuvieron estos amores, y
el pago que dan á los que ciegamente los
siguen, como se podrá ver en el proceso
deste colloquio.
_Fin de la tabla._
Yo el maestro Alexio Venegas he leydo
todo este libro, y lo que dél me
paresce es que los colloquios satíricos
son dignos de ser impressos para que
vengan en las manos de todos, porque
son muy avisadamente escritos y son muy
provechosos, con que no se dexen algunas
corresciones, que aunque son pocas,
algunas son sustanciales.
Del coloquio pastoril digo que el
estilo sabe no solamente de pastores,
más aun de muy leydos ciudadanos, en
el que aunque ay algunos avisos contra
el amor, especialmente en la tercera
parte ay muchas celadas, que enseñan á
amar á los ignorantes, por donde no se
les debría dar arte para osar emprender
lo que ignorancia no emprendería, mas
si se hubiese de imprimir vaia con las
enmiendas que en él se hizieron.
_Alexio Venegas._
EL PRÍNCIPE
Por quanto por parte de vos Antonio
de Torquemada, criado del conde de
Benavente, nos ha sido hecha relación
que vos habéis hecho en prosa castellana
unos colloquios satíricos con un
colloquio pastoril al cabo, suplicándonos
y pidiéndonos por merced que teniendo
consideración al trabajo que en componer
la dicha obra habeys tenido os diéssemos
licencia y mandássemos que vos ó la
persona ó personas que vuestro poder
oviessen y no otras algunas puedan
imprimir ni vender los dichos colloquios
en estos reynos y señoríos de la corona
de Castilla ni traellos á vender de
fuera dellos ó como la nuestra merced
fuere, y porque habiéndose visto los
dichos colloquios por nuestro mandado
paresció que de imprimirlos no se siguía
ningún incombiniente, por la presente
os damos licencia y facultad y mandamos
que vos ó la persona ó personas que
vuestro poder ubieren y no otras algunas
puedan imprimir ni vender ni impriman
ni vendan los dichos colloquios en los
dichos reynos, señoríos de Castilla ni
traellos de fuera dellos por tiempo de
diez años primeros siguientes, que se
cuenten desdel día de la fecha desta
mi cédula en adelante, so pena que la
persona ó personas que sin tener vuestro
poder para ello lo imprimieren ó hizieren
imprimir y lo vendieren ó hizieren vender
pierdan toda la impresión que hizieren
ó vendieren y los moldes y aparejos con
que lo hizieren, y más incurra cada
uno en pena de treynta mil maravedís
por cada vez que lo contrario hiziere,
la qual dicha pena se reparta en esta
manera: la tercia parte para la persona
que lo acusare, y la otra tercia parte
para el juez que lo sentenciare, y la
otra tercia parte para nuestra cámara
y fisco, y mandamos que cada pliego de
molde de la dicha obra se venda al
precio que por los del Consejo de Su
Majestad fuere tasado, y mandamos á
los del dicho Consejo de Su Majestad,
presidentes y oydores de sus audiencias,
alcaldes, alguaziles de la casa corte y
chancillerías y á todos los corregidores,
assistentes, gobernadores, alcaldes,
alguaziles, prebostes, merinos y otras
muchas justicias y juezes qualesquier
destos nuestros reynos y señoríos que
guarden y cumplan, y hagan guardar y
cumplir esta nuestra cédula y contra lo
en ella contenido, no vayan, ni passen,
ni consientan hir ni passar en tiempo
alguno ni por alguna manera so pena de la
nuestra merced y de diez mil maravedís
para la nuestra cámara á cada uno que
lo contrario hiziere. Fecho en Segovia
á diez de abril de mil y quinientos y
cinquenta y dos años.
_Yo el Principe._
_Por mandado de Su Alteza, Iuan Vázquez._
AL MUY EXCELENTE SEÑOR DON ALONSO
PIMENTEL, PRIMOGENITO SUCESSOR EN EL
ESTADO DE BENAVENTE, ETC., MI SEÑOR.
Doctrina es común de todos los filósofos,
muy excelente señor, que aquello que se
trata en la niñez y tierna edad de los
hombres es lo que más se imprime en ell
alma y hace aposento en la condición,
quedando como el sello en la cera, que
muestra las armas señaladas en ella
como en él estaban esculpidas, y assí
todos los que desean que sus hijos sean
bien enseñados, habrían de procurar que
la primera conversación fuesse tal que
della pudiessen tomar buenos enxemplos y
aprender buenas costumbres, porque esta
era ley que los atenienses guardaban en
su república de tal manera, que muchas
veces si los padres eran viciosos, les
quitaban los hijos de su poder para
que no se estragassen y corrompiesen
con sus vicios. La conversación,
vuestra excelencia la tiene tal en sus
illustríssimos padres, que todo el
mundo con muy justa razón los puede
tener ante sus ojos por perfectíssimo
dechado de virtudes. Y porque el tiempo
que vuestra excelencia se hallase en
ociosidad della, en ninguna cosa mejor
puede emplearlo que en leer los libros
que hay escritos, de adonde se pueden
sacar buenos exemplos y doctrina, los
cuales, aprendidos en la edad de siete
años que vuestra excelencia tiene, hacen
raices en el alma para todo el tiempo de
la vida, tomé yo atrevimiento para poner
en sus manos estos colloquios en que se
reprehenden algunos vicios y se da á
entender el daño que sigue dellos, para
que si alguna vez viniesen disfrazados
puedan mejor conoscerse, y sepa vuestra
excelencia apartarlos de sí y de sus
repúblicas cuando nuestro señor fuese
servido que venga á tener el gobierno
dellas. Y á los que les paresciere
que yo hago yerro en sacar á luz una
obrecilla que no tiene mayor bien que
estar debajo del amparo y favor que para
ello ha tomado, responderles he con lo
que Sant Pablo dice: que todas las cosas
que están escritas se escribieron para
nuestra doctrina, y assí podrán inmitar
lo bueno que dixese y huir de lo que
vieren que es malo; pues mi intención ha
sido buena para no ser mal juzgada porque
todo en fin es acertar á servir á vuestra
excelencia como lo hago agora en servicio
del conde mi señor y de la condesa mi
señora, á quien nuestro Señor dé tan
larga vida y con tan gran prosperidad
como sus humildes criados deseamos, para
que con ella pueda aumentar su señorío y
estado y dexar á vuestra excelencia por
sucessor en ellos, como lo merece.
Menor y más obediente criado de vuestra
excelencia que sus excelentes manos besa.
ANTONIO SÁNCHEZ IOLI EN LOOR DEL AUTOR
Mi lengua muy torpe, mi muy ruda pluma,
mi poco saber, mi grande deseo
agora conviene que largo resuma
en loor de persona, que con mayor suma
de lo que diré merece su arreo.
El grande tesoro de[1273] acerva Siqueo
no se compara con este minero,
el oro y la plata parece muy feo
delante de aqueste á quien claro veo
Minerva lo tiene por su tesorero.
Las minas ó venas que hobo en España
de oros y platas y de otros metales,
al grande poder por fuerza y por maña
que tenía adquerido, que era cosa extraña,
de grandes haciendas y ricos caudales.
Si el rey Hispan fundó cosas reales
y hizo otros hechos en ella famosos,
ya casi que vemos por tierra los tales;
pero aun que faltaron, por ser terrenales,
ya han adquirido otros más frutuosos.
El oro y la plata al fin, fin, fué tierra,
y asina se halló sin trabajo poner
las minas que ora hay, Tritona las cierra;
no se abren á nadie sino á pura guerra
que el que las quisiere con si ha de traer.
En esto está firme España y su ser,
toda bordada de sublimes ciencias
que están en personas de mucho valer,
y de los que hay, podremos creer
vos sois el uno de más preeminencias.
Y no os doy aquellas que os debría de dar
según que se debe á su merecimiento,
que sería manera de nunca acabar
un imprincipio de siempre contar
y al cabo que falte la suma y el cuento.
Porque habéis fundado tan hondo secreto
de dichos subtiles, avisos y cosas,
que cualquier curioso de noble talento
si los nota bien verá lo que siento
ser digno de fama y honrra gloriosas.
Todos los vicios que están embaucados
de aquellos que piensan apenas se engañan
reciban v noten los vuestros dechados,
que allí entenderán como andan burlados,
verán si coligen los bienes qne apañan.
E los que otros puntos también amarañan
mirando muy bien lo que va apuntando
á sí mesmos cierto temen que se dañan;
de donde sucede que muchos se ensañan
á Dios maldiciendo no habiendo pecado.
_Vale, autor charissime._
EL IMPRESOR Á LOS LECTORES SOBRE LA
CORRECCIÓN DE LOS LIBROS
Es costumbre tan usada en cualquiera que
lee un libro, si halla algunos defetos
ó mentiras ó letras mal puestas ó unas
por otras, que luego echan la culpa al
impresor que lo imprimió, sin saber si
aciertan ó si no, que como ya tiene esta
fama no habrá nadie que se la quite,
y para desengañar los que así echan
la culpa á los impresores determiné
avisarles declarándoles la manera que
se tiene en las correcciones; y habéis
de saber que en cualquier emplenta hay
un corretor asalariado para que corrija
todos los libros que se imprimen, y éste
ha de tener cuidado de corregir todas
las faltas que halla en el original y
que se hacen en la emplenta, y así, si
algunos defetos se hacen, son á cargo del
corretor y no del impresor, y así ninguno
se debe de maravillar por las faltas que
halla, porque por sí mesmo puede juzgar
á los corretores: estáis escribiendo una
carta á donde tenéis todo vuestro juicio
y memoria y entendimiento, á donde no
tenéis más con quien entender sino con
el papel y la pluma y tinta, y después
de escrita, tornándola á leer halláis en
ella harto que tornar á enmendar, y aun
tomarla á trastadas, cuanto más donde
hay tantas menudencias de letra que no
basta juicio humano para hacer que en lo
que se imprime no lleve defetos; porque
por mí lo he visto passar dos y tres
veces y aun cuatro una prueba, y si me
tomasen juramento juraría que no hay en
ella qué corregir, y tornarla á leer y
hallar en ella algunas mentiras ó letras
mal puestas, y aun algunos que me han
dado obras á imprimir, y ellos mismos son
corretores de sus obras, y decirme que
en sus obras no han de llevar sola una
mentira, y al cabo de impresa la obra
tornarla á pasar el autor y hallar tantas
que estaban espantados; assí que se pasan
los ojos y no basta nadie á hacer que
no lleve defetos, aunque más mirar y
diligencia tengan.
NOTAS:
[1273] Parece que ha de ser _que_.
COLLOQUIO
En que se tratan los daños corporales del
juego, persuadiendo á los que lo tienen
por vicio que se aparten dél, con razones
muy suficientes y provechosas para ello.
INTERLOCUTORES
_Luis._--_Antonio._--_Bernardo._
LUIS.--Verdaderamente, señor Antonio,
aunque la profesión ú orden de vida que
los hombres toman para sustentarse, á lo
más sea muy áspera y trabajosa, cuando
los bienes de fortuna no bastan para
poder vivir con ellos conforme á la
calidad de sus personas, todas me parecen
tolerables y que con mayor paciencia se
pueden sufrir los trabajos que acarrean
pudiéndose passar sin venir á perder su
propia libertad, compelidos y apremiados
á venderla por dineros, haciéndose
esclavos y muchas veces por muy pocos,
siendo esta libertad tan sin precio que
dice Ovidio della que no se vende bien
por todo el oro del mundo.
ANTONIO.--Antigua querella es esta de
todos los que viven con señores, y
los más dellos tienen poca razón de
agraviarse, porque demás de llevarles
sus dineros y sustentarse con hacienda
ajena, hay otras ganancias que obligan
á dissimularlas con sobras de la falta
de libertad, porque se ganan los favores
en las necesidades, el socorro en los
trabajos, el valor y merecimiento en las
personas, que si bien lo consideráis,
á muchos tenéis mucho respeto por ser
criados de los señores que decís, que no
lo siendo hacíades poco caso dellos.
LUIS.--Es muy gran verdad lo que habéis
dicho, pero todavía parece gran bien
vivir los hombres libres si tienen
posibilidad de hacerlo.
ANTONIO.--Pocos hay que la tengan que no
la hagan, y los que no lo hacen es porque
pretendan otras cosas que no tienen en
menos que la riqueza.
LUIS.--¿Qué cosas son esas?
ANTONIO.--De lo que he dicho lo
pudiésedes haber inferido. La honra, la
autoridad, la preminencia, el acatamiento
que se les hace, el respeto que se les
tiene por causa de los señores con quien
viven, y no quiero daros exemplos desto
porque serían perjudiciales, pues no
puedo decir que se les da todo esto por
causa ajena sin mostrar que por la suya
no lo merecían.
LUIS.--Bien sería todo ello si no viniese
tan cargado de inconvenientes que apenas
puede el provecho y honra con ellos,
porque si hacéis algún delito ó cosa
por donde merezcáis ser castigado en
tierra del señor con quien vivís, mayor
es el rigor que se usa con vos que en
otra parte ninguna; porque dicen que
con el castigo de su criado dan mayor
exemplo á sus súbditos, y assí estáis
con obligación de vivir más recatado y
con mayor aviso. Y lo que peor es que,
conociendo esto los vasallos, tienen
en poco á los criados de los señores,
desacatándose con ellos y tratándolos
con poco respeto, y éstos porque saben
que los han de sufrir, y que por no dar
ocasión á que el señor se enoje con ellos
y aun por ventura los despida, sufren
muchas veces más de lo que sería justo.
ANTONIO.--Los señores que esso permiten
no pueden excusarse de culpa mientras
así lo hicieren, pues es ley universal
de naturaleza que haya unas personas
preferidas á otras, y los que quieren tan
grande igualdad en sus tierras, yerro
es manifiesto que hacen. Pero debéis
engañaros, que si algunas veces los
señores muestran querer esa igualdad no
es para más de quitar la ocasión á los
criados que no se ensoberbezcan ni traten
ásperamente á los vasallos, pensando que
con servirles tienen libertad para ello.
LUIS.--No sé lo que tenga por peor; una
cosa quiero que me confeséis.
ANTONIO.--¿Qué cosa?
LUIS.--Que no conoscen los señores el
buen servicio que tienen.
ANTONIO.--¿Cómo es eso?
LUIS.--Yo os lo diré. Porque nunca
supieron ser mal servidos: tiene uno
de nosotros un mozo ó dos ó tres, que
á cada paso que les decimos ó mandamos
alguna cosa fuera de su voluntad se
agravian en nuestra presencia y nos dicen
palabras sueltas y libres, y muchas veces
se desvergüenzan á responder que no
quieren hacer lo que se les manda, y aun
algunas con palabras iguales. Y todo esto
sufrimos y passamos y disimulamos, que no
es menester poca paciencia para ello.
ANTONIO.--¿Y qué es la causa que la
tenemos?
LUIS.--Servirnos nosotros de gente ruin,
desvergonzada y desenfrenada, y que se
les da poco vivir hoy con uno y mañana
con otro. Y si no hallan amos, pedirlo
por Dios ó tomar cordel y ser ganapanes.
Y si nosotros los despedimos, no hallamos
otros mejores, y por ventura serían de
peor condición; pero los señores que se
sirven de hombres que tienen y temen
la honra, no pasan por este trabajo,
que con ser buenos y hijos de buenos,
demás de no hacer vileza, procuran tener
contento siempre al señor con quien
viven, sufriendo sus desabrimientos, sus
importunidades y sus condiciones, que
son muchas veces fuera de todos términos
de razón, porque saben que han de salir
con todo lo que quieren, sin que sus
criados se lo contradigan ni dexen de
cumplir lo que les manda, sea bueno ó
malo, justo ó injusto, ¿y qué pensáis que
lo hace? La vergüenza y la virtud que
tienen; de manera que la mayor ventaja
que nos hacen los príncipes y señores es
servirse de buenos y hijos de buenos y
que procuran hacer y sufrir como buenos,
y nosotros somos servidos de gente ruin y
de ruines costumbres y inclinaciones. Así
que si aquellos á quien servimos mirasen
y pusiessen ante sus ojos una cosa tan
áspera y terrible como es que negamos
nuestra propia inclinación y voluntad por
seguir la ajena; y muchas veces tan fuera
de razón y de propósito parecerles ya
poca recompensa el salario por grande que
fuesse, y holgarían de disimular algunas
flaquezas, si en nosotros las hubiese, en
lo que toca á su servicio, y juntamente
con esto caerían en la cuenta de la
obligación que tienen de hacer merced á
los que bien y con trabajo les sirven.
ANTONIO.--Ese es el mayor que los
servidores padescen, á lo menos aquellos
que, como habéis dicho, son criados de
grandes señores y príncipes, porque no
sirven tanto por el galardón y premio
que les dan de su salario y partido,
como por la esperanza que tienen de ser
remunerados en beneficios y mercedes. Y
muchas veces les pasa la vida bebiendo
los vientos como camaleones y cebándose
en esperanzas vanas, sin sacar más fruto
ni provecho de hallarse burlados.
LUIS.--No tienen de esso los señores toda
la culpa.
ANTONIO.--¿Cómo no? Pues los servidores
¿hacen por su parte lo que son obligados?
LUIS.--Yo os lo diré: mucho está en ser
unos venturosos y más bien afortunados
que otros, digo cuanto á la opinión de
algunos, que la verdad católica no lo
consiente; mas prosiguiendo en alguna
manera la vulgar opinión, para que mejor
lo entendáis, quiero deciros en breves
palabras que cuando niño me acuerdo que
me contaron. Un rey que hubo en los
tiempos antiguos, cuyo nombre no tengo
memoria, tuvo un criado que le sirvió
muchos años con aquel cuidado y fidelidad
que tenía obligación, y viéndose ya en
la vejez y que otros muchos que habían
servido tanto tiempo ni tan bien como
él habían recebido grandes premios y
mercedes por sus servicios, y que él sólo
nunca había sido galardonado ni el rey
le había hecho merced ninguna, acordó de
irse á su tierra y passar la vida que le
quedaba en granjear un poco de hacienda
que tenía. Para esto pidió licencia y se
partió, y el rey le mandó dar una mula
en que fuesse, considerando que nunca
había dado nada á aquel criado suyo, y
que teniendo razón de agraviarse se iba
sin haberle dicho ninguna palabra. Y para
experimentar más su paciencia invió otro
criado suyo que, haciéndose encontradizo
con él, fuese en su compañía dos ó tres
jornadas y procurase entender si se tenía
por agraviado. El criado lo hizo así, y
por mucho que hizo nunca pudo saber lo
que sentía, más de que passando por un
arroyo la mula se paró á orinar en él y
dándole con las espuelas dixo: Arre allá,
mula, de la condición de su dueño, que
da donde no ha de dar. Y passando de la
otra parte aquel criado del rey que le
seguía, sacó una cédula suya por la cual
mandaba que se volviesse y lo hizo luego;
y puesto en la presencia del rey, el cual
estaba informado de lo que había dicho,
le preguntó la causa que le había movido
decir aquello. El criado le respondió
diciendo: Yo, señor, os he servido mucho
tiempo lo mejor y más lealmente que he
podido; nunca me habéis hecho merced
ninguna, y á otros que no os han servido
les habéis hecho muchas y muy grandes
mercedes, siendo más ricos y que tenían
menos necesidad que yo, y así dixe que
la mula era de vuestra condición, que
daba donde no había de dar, pues daba
agua al agua, que no la había menester,
y dexaba de darla donde había necesidad
della, que era en la tierra. El rey le
respondió: ¿Piensas que tengo yo toda la
culpa? La mayor parte tiene tu ventura;
no quiero decir dicha ó desdicha,
porque, de verdad, estos son nombres
vanos, mas digo ventura, tu negligencia
y mal acertamiento fuera de razón y
oportunidad; porque lo creas quiero
que hagas la experiencia dello. Y assí
lo metió en una cámara y le mostró dos
arcas iguales y igualmente aderezadas,
diciéndole: la una está llena de moneda
y joyas de oro y plata, y la otra de
arena: escoge una de ellas, que aquélla
llevarás. El criado, después de haberlas
mirado muy bien, escogió la de la arena,
y entonces el rey le dixo: Bien has visto
que la fortuna te hace el agravio también
como yo; pero yo quiero poder esta vez
más que la fortuna, y assí le dió la otra
arca rica, con que fué bienaventurado.
ANTONIO.--Entendido he lo que ahí queréis
inferir, y lo que yo querría es que de la
misma manera hiciesen conmigo, que no soy
más dichoso que esse.
LUIS.--Todavía quiero decir que los
criados tenemos la culpa de que los
señores se descuiden de hacernos merced,
porque nosotros les damos mucha ocasión
para ello.
ANTONIO.--¿Cómo es esso?
LUIS.--Yo os lo diré. ¿Paréceos que es
bien lo que los criados por la mayor
parte hacen, que es agraviarse siempre de
aquellos á quienes sirven diciendo mal
y blasfemar dellos públicamente y donde
quiera que se hallan, como si fuessen
sus mortales enemigos, porque no les dan
cuanto tienen y porque no les hacen cada
día mercedes como si de fuero se las
debiesen?
ANTONIO.--No alabo yo á los que esso
hacen y es la mayor falta que puede
haber en los servidores, si reciben la
justa recompensa de su servicio en el
partido y en otras cosas; pero así como
digo esto de los que se agravian sin
razón, quiero salvar á los que la tienen
con aquel exemplo de Philipo, rey de
Macedonia, el cual tuvo un criado llamado
Nicanor, de quien fué muy bien servido,
y como no recibía el galardón conforme á
sus servicios, comenzó á desenfrenar la
lengua y á decir mal del rey, tan libre y
sueltamente donde quiera que se hallaba,
que unos privados de Philipo que le
oyeron se lo fueron á decir; agraviando
el negocio y pareciéndoles que no
cumplían con menos, le inducían á que le
castigase gravemente y le desterrase de
su reino. El rey dixo que él haría en él
lo que convenía, y de ahí á tres ó cuatro
días hizo muy grandes y crecidas mercedes
á Nicanor. Y passado muy poco tiempo
tornó á preguntar á aquellos criados
suyos si porfiaba Nicanor en decir
todavía tantos males dél como solía.
Ellos le respondieron que antes decía y
publicaba tantos bienes que los tenía
maravillados de su mudanza. Y el rey les
dixo entonces: Agora veréis que no tenía
el sólo la culpa, sino yo, pues era en mi
mano hacer que dixese bien ó mal de mí y
no lo había remediado hasta agora.
ANTONIO.--Ya no son essos tiempos, ni se
usa agora esa manera de remedios, aunque
no hay menos obligación que entonces para
que los señores tengan más cuenta con
su familia y con los que mayor trabajo
pasan en su servicio, para que mejor
sean remunerados. Pero dexando esta
materia, ¿no veis cuál viene Bernardo
tan pensativo y triste que apenas puede
moverse, la color mudada y levantando los
ojos al cielo como si tuviesse que tratar
con las nubes?
LUIS.--No trate con Dios de decir alguna
blasfemia entre dientes, que á lo que yo
entiendo, el que daba poco ha jugado y
debe haber perdido lo que tenía.
ANTONIO.--¡Ah, gentil hombre, por acá es
el camino si no vais huyendo de nosotros!
BERNARDO.--Antes vengo mejor guiado de lo
que pensaba, pues he venido á hallar tan
buena conversación para pasar el día.
ANTONIO.--Mejor viva yo que no
quisiérades vos más que durara lo que
habéis dexado y que vuestra bolsa os
prestara más aparejo. Pero vos hacéis con
el juego lo que ella hace con vos, que le
dexáis cuando ella dexa de daros dineros,
y assí creo que debe de haberos acaecido
agora.
BERNARDO.--¿En qué lo veis?
ANTONIO.--Vuestro gesto lo dice y el
semblante que traéis muestra que habéis
perdido lo que teníades.
BERNARDO.--Pluguiera á Dios que no fuera
más de esso, y de lo que me pesa es que
no sólo perdí lo que tenía, pero también
lo de mis amigos, que treinta ducados me
prestaron y tampoco me dexaron blanca
dellos.
LUIS.--¿Pues por qué dexaste de jugar?
Quizá os desquitárades.
BERNARDO.--Porque no hallé quien me
prestase más dineros.
ANTONIO.--Yo lo creo bien, que si el
juego no os dexa á vos, no le dexaréis
vos á él. ¿Y quién os lo ganó?
BERNARDO.--Ruiz y Guevara me trataron
como os digo.
ANTONIO.--¿Y por haber perdido habéis de
mostrar essa tristeza? Péssame ya que
nadie os lo sintiesse por lo que toca á
vuestra honra. Ya yo os he visto perder
mayor cantidad y no por eso dexasteis de
quedar muy alegre y contento.
BERNARDO.--No serán pocas veces las
que esso me ha acaecido, pero entonces
quedárame con qué poder tornar á jugar,
y assí no sentía tanto la pérdida, y
agora ha días que el juego me tiene
fatigado, y no solamente he perdido
cuanto tengo, pero también el crédito.
Porque ya no hallo quien me preste un
ducado, y los que agora me prestaron
fué porque les debía más dineros, y
quisieron aventurallos porque si ganasse
se los pagasse todos. Y también empeñé mi
palabra que lo uno y lo otro les pagaría
dentro de tercero día, lo cual puedo tan
bien cumplir como volar de aquí al cielo.
LUIS.--Essa es la mayor pérdida. Porque
con ello perdéis la autoridad, la fe que
habéis dado, y por ventura perderéis
los amigos, que de tales se os volverán
enemigos no cumpliendo con ellos lo que
habéis quedado.
BERNARDO.--Ninguno se obliga á lo
imposible, y si no lo tengo, como suelen
decir, el rey me hace franco; cuando
pudiere les pagaré y en tanto tengan
paciencia, pues yo la tengo, no me
quedando qué jugar, y lo peor es que
gastar, ni con qué remediarme.
ANTONIO.--Muy mala razón es essa, señor
Bernardo, y por lo mucho que os quiero no
querría que la dixérades fuera de entre
nosotros porque seríades mal juzgado. Y
pues que tantas veces tenéis experiencia
de los males y daños y desasosiegos
que el juego trae consigo, debríades
moderaros en jugar, y aun lo mejor sería
dexarlo del todo, pues habéis visto la
ganancia que sacáis de andaros jugando
toda la vida, que en fin no la podéis
sacar mejor que todos la sacan, la cual
es acabaros de perder del todo si no
ponéis remedio en lo porvenir, pues
tenéis tiempo para hacerlo.
BERNARDO.--Por Dios que me parece,
señor Antonio, que queréis contrahacer
al raposo, que se vestía en hábito de
frayre para predicar á las gallinas;
nunca vi yo rufián que después de haber
dexado el oficio por faltarle las fuerzas
y aparejos para seguirle trayendo un
rosario muy largo de agallones, y aun á
las veces el hábito de hermitaño, mejor
supiese hacer del hipócrita y dar á
entender á las gentes ser un sancto sin
pecado, que vos lo hacéis agora conmigo
como si no tuviese noticias de vuestra
vida ni os hubiese conocido hasta agora.
Después que habéis jugado lo vuestro y
lo de vuestros amigos, y que lo habéis
tenido por oficio toda vuestra vida,
pensáis de hacerme entender que es muy
mala cosa el juego. Muy gran traición le
haréis siendo vos de los mayores amigos
y privados que él ha tenido y tiene,
tratarle tan mal en ausencia; pero á fe
que ó él podrá poco ó se vengará de vos
en algún tiempo.
ANTONIO.--Ya le voy yo perdiendo el
miedo, aunque no puedo negaros no ser
verdad todo lo que habéis dicho, assí
dejásedes vos su amistad como yo la
he dexado. Por que he conocido sus
traiciones y falsedades, sus trapazas y
sus engaños. He visto esto, hele cobrado
odio y enemistad y tan ruin voluntad,
que de muy grande amigo le he hecho muy
grande enemigo.
BERNARDO.--Ora ya que poco trabajo sería
menester para que retornasen á hacer las
amistades.
ANTONIO.--Bien me tenéis entendido,
si vos queréis tener paciencia para
escucharme un cuarto de hora como la
tenéis para jugar cincuenta días y
noches, yo os mostraré lo que siento del
juego y de los que siguen su blandeza
para que entendáis cuál lexos estoy de
tornar á caer en este piélago, y por
ventura podrá aprovecharos á vos tanto
que, aunque no sea muy á vuestro salvo,
no dexéis de saliros á buen tiempo deste
laberinto en que andáis tan perdido.
BERNARDO.--Mirad, señor Antonio; si me
queréis predicar los males y daños del
juego y el peligro de la conciencia
de los que juegan, en mi posada tengo
un librillo que se llama _Remedio de
jugadores_, que trata esta materia muy
copiosamente; si habéis de decirme lo
mismo que en él he leído, bien podéis
desde agora excusaros de tomar esse
trabajo.
ANTONIO.--¿Y no os ha aprovechado ninguna
cosa lo que aquel frayre os aconseja?
BERNARDO.--No, porque con ver que no
hacía al propósito de mi voluntad, por
un oído me entraba y por otro me salía;
porque estoy determinado de no ser sancto
como él me quiere hacer.
ANTONIO.--Pues si no os aprovechó lo quél
como buen frayre y muy buen teólogo os
ha dicho, por ventura os aprovechará
lo que yo como tahur y como hombre que
he traído á cuestas los atabales os
dixesse, porque serán diferentes cosas
y conocidas por pura expiriencia, por
haber passado las más dellas por mí y
haber visto las otras en otras gentes,
y también os quiero decir que no han
passado menos por vos. Y pues esse
frayre trata lo que principalmente toca
al ánima y á la conciencia, yo trataré
agora de los males y persecuciones que
el cuerpo recibe por el juego, aunque al
cabo también diré lo uno como lo otro.
Lo primero que tiene el juego es quitar
á los hombres el buen conocimiento, para
que no entiendan lo que hacen, que si lo
entendiesen él quedaría perdido del todo,
porque no habría quien le siguiesse, ni
aun quien le conociesse, y assí usa deste
ardid y de otros muchos, principalmente
de dar algunos alegrones de ganancias,
para después se le restituya todo con
doblada pérdida, de las cuales la mayor
de todas es la del tiempo mal empleado.
Porque si San Bernardo dice que todas
las horas que se duermen se han de
quitar y descontar de la vida, ¿qué
mayor sueño que el del juego, donde
todos los sentidos están tan atentos,
la memoria de otras cosas tan olvidada
y el juicio tan fuera de sí mesmo, para
entender cuál es bueno ni cuál es malo,
que, como todos sabemos, muchas veces
estamos como beodos, porque conociendo la
ventura contraria, los naipes y suertes
dellos, en favor de los que juegan con
nosotros, de manera que casi claramente
nos dicen que hemos de perder, la beodez
del juego nos detiene y nos adormece,
de manera que no despertamos hasta
acabársenos la moneda, y entonces caemos
en la cuenta de nuestro daño, cuando ya
no tiene remedio? Verdaderamente, señor
Bernardo, podéis creer que los que juegan
no viven, y que, teniéndolo por oficio,
su vida es como sueño, porque cuando
comen no toman gusto en los manjares,
pensando en lo que han perdido y cómo
se desquitarán, y si han ganado cómo
acabarán de ganar cuantos dineros hay
en el mundo, y tan embelesados están en
esto, que acaesce muchas veces acabando
de comer preguntarles lo que han comido y
no saber decirlo, ni acordarse dello; y
con el bocado en la boca van á buscar con
quien jueguen, y si á su posada vienen
jugadores, primero están los dados ó
los naipes en la mesa que se alcen los
manteles; y muchas veces les acaesce
comenzar á jugar y pasarse aquel día
y después la noche y ser otro día sin
haberse levantado de un lugar. Esta bien
se puede decir que no es vida, pues se
passa el tiempo sin vivirlo, y de aquí
nascen muchos inconvenientes porque dexan
los hombres de entender en lo que toca
á las haciendas y al aprovechamiento de
sus casas: pierden el cuidado de las
mujeres y de los hijos y de lo que es
menester proveer para ellos, y tienen
en poco la salud de los cuerpos; porque
de la desorden del juego suceden muchas
enfermedades, que de estar tantas horas
y tanto tiempo sentados sin hacer
ejercicio, ni movimiento, no se gastan
los manjares que se comen, y vienen á
corromperse y á engendrar malos humores.
Y demás desto, el que pierde porque no
se levante el otro con la ganancia,
y el que gana porque no se le passe
la dicha ó ventura que tiene, aunque
tengan necesidad de cumplir con lo que
es forzoso con sus cuerpos, se detienen
y fuerzan á estar quedos, y desto viene
muchas veces la cólica pasión, la
estrangurria, la disuria, mal de hijada
y otras pasiones diferentes destas, y
aun muchas veces tras ellas la muerte.
Porque si estos trabajos del juego ó
se pasan ó pueden mejor tolerarse en
verano, veréis hombres en el ivierno que
con estar fuego y brasas en las piezas
donde juegan, están tan descuidados y
embebecidos en los juegos, que cuando los
dexan y se levantan tienen las piernas
casi entomidas con el frío, el cual con
la humidad les ha penetrado los huesos,
y cuando se van á sus camas no pueden
calentar en toda la noche, y cuando
esto se continúa se vienen á follecer y
padecer mill trabajos, poniendo la culpa
dellos á otras ocasiones muy diferentes
y no al juego, por no perder la amistad
que con él tienen. Pues las cabezas de
los que juegan desta manera, ¿no padescen
detrimento, que los más se levantan con
muy grande dolor dellas, y otros tan
desvanecidos, que después que se levantan
de jugar no se pueden tener en los pies?
Tras esto viene que los que han ganado
mucho muestren con grandes señales de
regocijo la alegría que llevan consigo,
y los que han perdido, una incomparable
tristeza, teniendo la color mudada, los
ojos baxos, el gesto turbado, dándonos
tristes y muy profundos suspiros, todo
en mengua y afrenta y ignominia suya,
no sintiendo los desventurados lo que
se platica, lo que se dice y murmura
dellos y de su poquedad y desventura.
Porque los que assí sienten la pérdida no
debían aventurarla por la ganancia, por
no mostrar tan gran flaqueza en lo uno
como en lo otro. Otros cuando juegan, si
están perdiendo se congoxan y trasudan;
vereislos limpiar el sudor cien veces,
ya dexan las capas, ya las gorras, ya
se afloxan los vestidos hasta mostrar
las camisas, porque la congoxa de la
pérdida les ahoga y quita el huelgo, y
así hacen diversos meneos y visajes como
si estuviesen locos. De manera que dan
qué mirar y qué reir y burlar á los que
están presentes. Cada cosa que viene
les embaraza; de cada uno que entra se
amotinan; cada palabra que oyen juzgan
que es en su perjuicio, y en fin, no hay
cosa que no les saque de paciencia, y
pluguiese á Dios que parassen en esto,
y no en perderlo del todo, offendiendo
á Dios con las lenguas é blasfemar, que
aunque todos no lo hacen en público,
pocos hay que en secreto no hablen con
Dios muy enojados, y unas veces con el
pensamiento y otras veces entre dientes
le dicen lo que se les antoja, con
palabras desacatadas, tratando entre
sí muchas y diversas herejías, que por
cada una dellas merecían ser gravemente
castigados en el alma y en el cuerpo.
LUIS.--Ya esso es salir de lo que cuando
comenzasteis esta materia prometisteis:
pues dexados los daños del cuerpo,
comenzáis á tratar los del alma.
ANTONIO.--No es posible menos para que
vaya bien enhilado; pues tornando á lo
que decía, después que se van jugando
los dineros y las haciendas, los que
los llevan se aprovechan dellos como
de dineros de trasgos. Hay algunos
tan avarientos y tan codiciosos del
juego, que no gastarán en sus casas un
real aunque hayan ganado cien ducados,
porque no les falte para jugar, teniendo
aquello por suma felicidad, y con esto
tornan á jugar otro día, perdiendo lo
que ganaron sin quedarles ninguna cosa;
otros hay contrarios desta opinión, que
cuando han ganado les parece que hallaron
aquella hacienda en la calle, y assí la
gastan y destruyen comiendo demasiada
y curiosamente, y haciendo gastos
excesivos, de manera que se les cae por
entre los dedos, y después cuando tornan
á jugar y pierden, páganlo de sus propias
haciendas, padeciendo ellos y sus mujeres
y hijos y familia.
LUIS.--Para esso yo os podré decir lo que
pocos días ha yo mismo ví, que un amigo
mío ganó en tres ó cuatro veces hasta
ochenta ducados, y de hoy á tres días,
jugando sobre su palabra, le ganaron
los veinte dellos; y fué para mí muy
congoxado, rogándome que se los buscase
sobre unas prendas, porque no los tenía.
Y yo le pregunté qué había hecho de los
que ganara. Y queriendo echar cuenta y
averiguar en qué los había gastado, jamás
pudo llegar al término dellos, y jurábame
que más daño recebiría en pagar aquellos
veinte que provecho con los ochenta que
había ganado.
ANTONIO.--Todas las ganancias de los
tahures son desa manera, y después,
cuando no tienen qué jugar, su officio es
andar pidiendo emprestado de los unos y
de los otros, envergonzándose con muchos
que no les dan los dineros. Y si bien
se considerase cuán grande affrenta es
ésta para un hombre que se tiene en algo,
bastaría quitarle del juego de manera
que lo aborreciese perpetuamente. Veréis
demás desto andar las prendas suyas y de
sus amigos de casa en casa empeñadas
y (lo que es peor) los vestidos de las
mujeres empeñados y vendidos, que muchas
veces no les dexan con qué salir de
casa, y cuando no hay más que jugar (y
aunque lo haya), si han perdido en alguna
cantidad, muchos quieren que los de su
casa padezcan los desatinos que ellos han
hecho, buscando ocasiones para reñir, y
el descontento y desabrimiento que traen
consigo, hanlo de pagar las mujeres, los
hijos y los criados, reñendo con ellos,
dándoles y maltratándoles sin causa; de
suerte que parece que el juego los dexó
locos ó desatinados, y assí andan dando
voces por casa como beodos ó gente sin
juicio, y después están en sus camas
pensando en la pérdida, no duermen sueño,
sino dan vueltas á una parte y á otra,
sospirar y gemir y andar vacilando, con
el sentido sin reposo alguno. Y si el
cansancio los vence, para que duerman
algún poco, luego despiertan con el
sobresalto de la pérdida; de manera que
una noche mala de las que assí llevan
habían de estimar en más los hombres de
buen conocimiento que toda la ganancia
que el juego puede darles en la vida, y
despegarse de su vicio tan ponzoñoso. Y
cuando esto no bastasse, debría bastar
lo que saben que han de sufrir los que
tienen por oficio andar siempre jugando.
Pintadme los caballeros, ó muy valientes,
ó personas que estiman en mucho la honra
de cualquiera suerte que sean; han de
sufrir injurias y afrentas por muchas
vías y maneras, porque la codicia de
la ganancia les hace jugar con gente
vil y de baja suerte, y el juego es
de tal condición que los hace á todos
iguales. Y assí los inferiores quieren
tratar á los otros igualmente, porque
si pierden quieren que les sufran y si
ganan súfrenlos porque no se levanten
con la ganancia. Y cuando un hombre ruin
ha dicho una injuria á un hombre honrado
y le reprende porque se la ha sufrido,
responde éste con pasión, y á los que
pierden todos les han de sufrir, y mayor
mengua es tomarme yo con aquél. De manera
que anda la honra entre los que juegan
debajo de los pies, y si hay algunos que
son recatados y no sufren (como dicen)
cosquillas, son muy pocos, y aun essos
no todas veces salen desto tan bien como
querrían.
BERNARDO.--No habéis dicho cosa que no
sea muy verdadera, y por eso he sufrido
escucharos. Proseguid vuestra plática,
que hasta el cabo della me tendréis muy
atento.
ANTONIO.--Huelgo que toméis gusto de
lo que digo, y más holgaría de que os
aprovechásedes dello. Pues escuchad,
que no he acabado de decir todo lo que
siento. ¿Tenéis por pequeño trabajo el
andar buscando por las calles y de casa
en casa quien juegue, rogando al uno,
fatigando al otro, haciendo plegarias,
conjurándolos como á espirituados? Y
como en los juegos se prestan unos á
otros dineros, y la principal causa
porque otra vez se los presten al que los
da, cuando no hay aparejo para pagarlos,
andan los hombres corridos, affrentados
de faltar sus palabras y promesas, y assí
se esconden muchas veces de aquellos á
quien son deudores, y si los ven venir
por una calle ellos huyen por la otra,
y si van á alguna casa á donde están
no entran en ella. Y aun no solamente
hacen esto los que no tienen aparejo
para pagar, que muchos traen consigo los
dineros y tienen en poco esta vergüenza,
y disimulan porque no les falte para
jugar. No es este el mayor mal, que otros
hay muy mayores. Los hombres casados dan
muchas veces ocasión á que sus mujeres,
viviendo mal, hagan desatinos y los
amengüen, lo que no harían por ventura
no teniendo tan buen aparejo. Porque
como saben que los maridos juegan noches
y días y que no han de entender lo que
ellas hacen, porque todo su cuidado es
en el juego, toman mayor licencia con la
libertad y con el tiempo que les sobra
para sus pasatiempos deshonestos. Y demás
desto suceden los debates y rencillas
que hay sobre el juego. Que aunque, como
he dicho, se suffran muchas injurias,
son tantas y tantas veces, que algunas
dellas vienen á parar en sangre y en
muertes, como por experiencia se ha
visto; de allí suceden pasiones, desafíos
y desasosiegos, y quedan los hombres
afrentados muchas veces sin poder tomar
satisfacción ni venganza de los que los
afrentaron. Sin esto veréis una pasión
y flaqueza muy grande en muchos de los
que pierden ó qué son las plegarias, las
rogativas, las amenazas, los conjuros que
hacen á los que se levantan del juego
para que tornen á jugar con ellos para
que dexen de ser jurados, porque este
nombre les ponen ó que se han metido
frailes. Desta suerte passan la vida
los tahures noches y días con estos
inconvenientes y otros más dañosos.
Porque muchos dellos, cuando les faltan
los dineros, procuran haberlos por todas
las vías illícitas que pueden, y vienen á
hurtar y robar y hacer insultos los hijos
á los padres, los criados á los señores,
y cuando de esta manera no pueden, lo
roban de sobre el altar si lo hallan; y
assí algunos lo vienen á pagar en las
horcas, y aun si no lo pagan también las
ánimas, no son tan mal librados. Y si
el juego es tan malo generalmente para
todos, los que sirven y son criados de
señores tienen mayor obligación de huir
y apartarse dél, porque si tienen y les
dan cargos en que trayan hacienda entre
manos, ó se han de aprovechar della para
el juego ó ya que no lo hagan, siempre
han de tener á sus amos sospechosos y
recatados de que se aprovechan y hurtan
para jugar, y sobre esto les dicen mil
malicias y mil lástimas, que por ninguna
cosa habían de dar ocasión á ellas; y si
no tratan ni traen entre manos cosa de
que pueda aprovecharse ni hacer menos,
sirven muy mal, hacen mil faltas, cuando
son menester no los hallan, cuando los
buscan no parecen, cuando han de servir
están embarazados, si topan con ellos
ruegan á los que los llaman que digan que
no los hallaron, y si les paresce que no
pueden hacer menos de ir, van murmurando,
blasfemando, perdiendo la paciencia con
todos, diciendo mil injurias en ausencia
á sus amos, y, finalmente, nadie puede
servir bien jugando; y de mi consejo,
quien jugare no sirva ó quien sirviere no
juegue.
BERNARDO.--Decidme, señor Antonio, ¿por
qué no tomáis esse consejo para vos como
lo dais á los otros?
ANTONIO.--Bien habéis dicho si no lo
hubiese tomado, y no me acuséis ahora,
pero acusadme de aquí adelante si me
viérades hacer menos de lo que digo, que
aunque haya sido tarde, todavía (como
dice el proverbio) vale más que nunca;
y porque no se me olvide lo que tengo
que decir, tornando al propósito, no veo
seguirse provecho ninguno del juego, y
que se siguen los daños que he dicho,
y tantos, que si todos se hubiessen de
decir, sería para nunca acabar. Pero no
quiero parar aquí, aunque os parezca
que soy largo, porque no es de callar
el trabajo que tienen los que se han
de andar guardando de los chocarreros,
que los que lo son ya tienen perdida
la vergüenza á Dios y al mundo. Y como
por la mayor parte hacen mayor mal los
ladrones secretos que los públicos,
assí éstos hacen grandísimo daño en
las repúblicas, porque hurtan y roban
secretamente las haciendas ajenas, no se
guardando las gentes dellos; y para mí
por tan gran hurto lo tengo, que á los
que assí llevan los dineros mal ganados,
con muy gran justicia les podrían poner
á la hora una soga á la garganta y
colgarlos sin piedad de la horca. Esta es
una manera de hurtar sotil, ingeniosa,
delicada, encubierta, engañosa y
traidora, digna de muy gran castigo; y no
veo que jamás se castiga, que las ferias
están siempre llenas de ellos, en los
pueblos se hallarán á cada passo, y, en
fin, las justicias se han muy remisamente
en no castigar un delito tan dañoso y
perjudicial como éste; que con razón
podrían acriminarlo tanto en algunos, que
de allí tomasen ejemplo los otros para
apartarse de tan mal trato y officio, los
cuales, por no verse en este peligro,
debrían tomar otra manera de vida, y los
tahures, por no andar siempre recatados y
recelándose (como los que tienen enemigos
y se guardan de traición), sería bien que
se apartasen de este vicio del juego,
porque es uno de los grandes trabajos
que se pueden tener; pero hacen como
los beodos, que, sabiendo que el vino
les hace mal, lo buscan y procuran, sin
recelarse del daño que reciben en beberlo.
LUIS.--¿No nos diríades qué son los
delitos que cometen y cómo los hacen,
pues que generalmente tanto mal decís
dellos?
ANTONIO.--Deciros lo he, pero no
particularmente, porque sería imposible
acabar de contar sus maldades y
traiciones, pero todavía contaré algunas
dellas, assí para que sepáis que tengo
razón en lo que digo como para que
tengáis aviso en conocerlos. Aunque
ellos fingen y disimulan y tienen tales
astucias y mañas que dificultosamente
podréis entender su manera de vida. Los
más destos andan muy bien aderezados,
con muy buenos atavíos y en tal hábito,
que los que no los conozcan los juzgan
por hombres honrados y que no presumirán
dellos que harán vileza ninguna. Cuando
van nuevamente á estar, ó por mejor
decir, á jugar en algún pueblo, buscan
formas y maneras para entrar donde
juegan, entremeterse en conversación
con los jugadores, y después que son
admitidos al juego, si se conocen dos
deste oficio luego se juntan, y si el
uno juega, el otro está mirando á los
contrarios. Si el juego es de primera
tienen escritas ciertas señas con que dan
á entender al compañero que el contrario
que envida va á primera, otras para
cuando va á flux, y otras y otras para
cuando tiene tantos ó tantos puntos,
de manera que juega por ambos juegos.
Y estas señas son tan encubiertas, que
nadie puede entendérselas, porque ó
ponen la mano en la barba, ó se rascan
en la cabeza, ó alzan los ojos al cielo,
ó hacen que bostezan y otras cosas
semejantes, que por cada una dellas
entienden lo que entre ellos está
concertado. Algunos traen un espejo
consigo, y cuando están detrás lo ponen
cuando es menester de manera que sólo su
compañero puede verlo, y ver en él las
cartas que tienen los que juegan para
envidar ó saber si los envites que les
hacen son falsos ó verdaderos. Esto mesmo
hacen en el tres, dos y as y en los otros
juegos desta calidad. Si juegan entrambos
en un juego con otros, ayúdanse de
manera que se entiendan la carta que han
menester, y el uno la da al otro, porque
las conocen todas, ó á lo menos de qué
manjar es cada una dellas.
LUIS.--Cosa recia decís creer si los
naipes vienen nuevos á la mesa cuando
comienza el juego, que no sé yo como los
pueden conocer tan presto.
ANTONIO.--Yo os lo diré para que
lo entendáis. Algunos dellos están
concertados con otros tenderos tan buenos
como ellos, que por alguna parte de la
ganancia que les dan huelgan de ser
también participantes de la bellaquería,
y en casa destos ponen tres y cuatro
docenas de barajas de naipes que tienen
sus flores encubiertas, y cuando quieren
jugar dan orden que vayan allí á
comprarlas, y assí juegan con ellos sin
sospecha, siendo tan falsos como podréis
entender.
BERNARDO.--Declaradnos qué cosas son
estas flores, que yo hasta agora no las
entiendo.
ANTONIO.--Estad atento, que yo os
desengañaré. Toman los naipes y con una
pluma muy delicada dan su punto con tinta
tan subtil y delicado que si no es quien
lo supiere parece imposible caer en la
cuenta del engaño; á los de un manjar
danlo en una parte, y de los otros á
cada uno en la suya diferentemente para
conocerlos. Y cuando estas señales parece
que no se pueden tan bien encubrir, con
una punta de tijera ó cuchillo ó con una
aguja ó alfiler muy agudo los señalan tan
delicada y encubiertamente que apenas
los ojos los descubren. Y si los naipes
no son destos, á la primera vuelta que
dan con ellos están todos señalados,
que con las uñas suplen la falta de los
cuchillos; de manera que assí roban los
dineros de todos los que con ellos se
ponen á jugar sin que lo sientan, y aun
algunas veces se dan tan buena maña, que
toman para sí los mesmos naipes que están
descubiertos. Otros, cuando se descartan,
echan un naipe encima de los otros, y
si lo han menester lo toman con toda la
gentileza del mundo sin ser vistos ni
sentidos.
BERNARDO.--No puedo yo entender lo que
les puede aprovechar tener los naipes
señalados, pues que en fin han de tomar
los que en suerte les venieren.
ANTONIO.--No estáis bien en la cuenta; lo
primero de que se aprovechan es conocer
por las señales cuántas cartas tiene
el contrario de un manjar, y lo otro
que, aunque venga en baxo, á segunda ó
tercera carta, la que ellos han menester,
la sacan del medio y tienen tan gran
sutileza que, habiéndola de dar por
suerte al otro, la toman para sí, y para
esto siempre, cuando tienen los naipes,
al sacar de uno dexan tres ó cuatro
tendidos, que no juntan con los otros,
porque si los tienen bien juntos no
pueden tan bien conocer las señales. Y
si tienen necesidad de la primera carta,
dan á los otros tres y cuatro de las
otras, y guardan y toman aquéllas para
su juego ó para el de su compañero si
son dos los que juegan de concierto. Y
esto llaman salvar las cartas, y entre
ellos se dice ir á salvatierra; mirad si
es esta ventaja para robar el mundo que
se jugase, no los entendiendo. Deciros
he lo que á mí me sucedió estando en la
isla de Cerdeña cinco ó seis compañeros
que allí quedamos aislados por espacio
de dos meses. Estaba entre nosotros un
reverendo canónigo de más de sesenta
años, que trataba en este oficio más
que en rezar sus horas. Y jugando con
nosotros con estas ventajas, ganónos
el dinero que llevábamos para nuestro
camino, y á mí, que presumía de gran
jugador de ganapierde, me descubría á
cada mano las primeras seis cartas que
tomaba ó yo le daba, y con todo esto me
ganó cuanto tenía, porque yo vía las seis
y él me conocía las mías todas nueve. De
manera que el negocio vino á términos
que nos prestó dineros para llegar á
Roma, á donde íbamos, sobre las cédulas
de cambio que llevábamos. Llegado á
Roma, acertamos á posar juntos ambos en
una casa, y descuidándose un día este
reverendo padre de cerrar bien una puerta
de su cámara, yo la abrí y entré sin que
él me sintiese, y estaba tan embebido
haciendo una flor, más sutil que las
que he contado, que por un buen rato no
me sintió, y cuando me hubo visto, bien
podréis creer que no se holgaría conmigo,
y quísome deshacer el negocio con
buenas palabras y burlas. Yo dissimulé
también con él, porque me pareció que
me convenía. Y en saliéndose de casa
abrí su cámara y cogíle un mazo de bulas
que habían costado á despachar más de
doscientos ducados, y puestas en cobro,
delante de todos los de la casa le dixe,
cuando las halló menos, que yo las tenía
y que si no me volvía lo que me había mal
ganado que no se las daría. El me amenazó
que se quejaría al auditor de la cámara,
y yo le respondí que yo iría primero á
informarle de lo que pasaba. El bueno del
canónigo, por no verse más afrontado, se
concertó conmigo, entendiendo algunos
amigos entre nosotros, y me dió cuarenta
ducados y me aseguró con una cédula otros
treinta, aunque él me había ganado más de
ciento.
LUIS.--¿Y acabólos de pagar?
ANTONIO.--No, y deciros he el por qué.
Yo jugaba un día en un juego de primera
en que había harta cantidad de dineros,
y estando metidos los restos de tres, un
arcediano que tenía los naipes en las
manos había tenido su resto á una primera
de dos treses y una figura, y con ser
de los mayores chocarreros que había en
Roma, quiso salvar una carta, porque
con la otra que venía hacía primera.
Este canónigo viejo estaba tras él, y
entendiéndolo, porque un ladrón mal puede
hurtar á otro, hízome de señas que lo
remediase. Yo caí luego en la cuenta, y
púsele la mano en los naipes haciéndole
tomar. El canónigo, vueltos á la posada,
tanto se apiadó conmigo por la buena obra
que me hizo, que le hube de volver su
cédula, aunque después cuando jugaba y
ganaba me iba pagando parte de la deuda,
con que no me la quedó á deber toda.
Sin esto que he dicho, hay otras mil
formas y maneras de malos jugadores; hay
hombres de tan sotiles manos, que sin
sentirlo juntan cinco ó seis cartas ó más
de un manjar, á lo cual llaman hacer
empanadilla ó albardilla, y poniéndolas
encima, siempre barajan por el medio,
porque no se deshagan. Y cuando sale la
una, saben que vienen las otras tras
ella, y conforme á esto os envidan ó
tienen los envites con esperanza de
la carta que les ha de venir de aquel
manjar. Algunos chocarreros hay que se
hacen mancos y que no pueden barajar,
porque así los ponen mejor á su voluntad.
¿Queréis más, sino que hay vellacos tan
diestros en esto que jugando al tres, dos
y as, si os descuidáis un poco os darían
las más veces tres figuras y tomarán para
sí un seis, cinco y tría, ó otro risco
con que os quiten las ganancias? Y en el
juego que agora se usa de la ganapierde,
si se juntan dos de concierto son para
destruir á todos cuantos jugaren con
ellos, porque todas las veces que el uno
está rey, el otro se carga, se deja dar
bolo sin que se pueda entender, haciendo
muy del enojado con los otros compañeros
porque no la metieron ó porque jugaron
por donde se cargase, y después él y el
otro parten las ganancias. Pues los que
esto hacen ¿qué no harán en los otros
juegos?
BERNARDO.--Bien entendido todo lo que
habéis dicho; pero el juego de la
dobladilla, que es el que más agoran
usan, casi ha desterrado á la primera y
á los otros, y este es un juego tan á la
balda, que no hay lugar en él de hacer
tantas maldades y bellaquerías.
ANTONIO.--Engañaisos, que si yo tuviese
agora los dineros que se han ganado á
ella mal ganados, más rico sería que un
Cosme de Médicis; veréis á esta gente
que digo hacer y urdir y componer en
este juego veinte trascartones cuando
los naipes les entran en las manos,
poniendo juntos todos los encuentros que
pueden, para que si por ventura viniesen
no pierdan sino una ó dos suertes, y si
acaesce alzar el contrario por una carta
antes, viene luego su suerte y comenzan
á contar subiendo lo que pueden, de
manera que aventuran á perder poco y á
ganar mucho. Otros hay que si pueden
haber los naipes antes que jueguen, ó
si son de los que he dicho, que tienen
concertados con los que los venden ó
con el dueño de las casas donde juegan,
ponen entre ellos algunos naipes mayores
ó más anchos que los otros alguna cosa,
assí como cuatro reyes, cuatro cincos ó
cuatro sotas, los unos son mayores por
los lados y los otros por los cantos, y
cuando no pueden hacer esto doblan algún
naipe de manera que no assiente bien y
acierten á alzar por él, y á estos naipes
llaman el guión ó la maestra. Y cabe los
que son mayores ó doblados ponen siempre
y procuran juntar los otros como ellos,
que si es as ponen los ases y si es seis
ponen los seises, para que cuando alzasen
por ellos, como lo hacen, venga cerca su
suerte.
LUIS.--Poco les puede aprovechar esso, si
los naipes se barajan bien, porque todas
essas cosas se deshacen.
ANTONIO.--Vos tenéis razón, que muchas
veces con el barajar no tiene efecto su
malicia, pero tan á menudo procuran esta
ventaja que algunas suertes les salen
como ellos procuran, y por pocas que sean
bastan para destruir á su contrario,
porque como tienen este conocimiento de
la suerte que viene, cuando sienten que
no es la suya, procuran que se salga y
hacen veinte partidos hasta asegurarla.
Y aun algunos hay que pasan la suerte
de sus contrarios, á lo menos cuando
los tienen picados, que están ya medio
ciegos y para esto tienen mill formas y
maneras exquisitas. Y no para en esto
el negocio, que hay algunos chocarreros
de los que se conciertan que yendo por
ambos la moneda que juegan, el uno arma
con dineros al contrario de la cuarta
ó quinta parte, porque perdiendo allí
gana acullá la mitad del dinero. Son
tantas estas traiciones y bellaquerías,
que es imposible acabarlas de decir ni
entender, porque como estudian en ellas
los que las usan, cada día inventan cosas
nuevas en esta arte, como los otros
oficiales que buscan nuevos primores en
sus oficios, y si dos que se conciertan
toman á uno en medio, no le dejan cera en
el oído, siendo dos al mohíno. Y á los
que no entienden ni saben estas cosas,
esta buena gante los llama guillotes y
bisofios. Y dexando los naipes, vengamos
á los dados, que no hay menos que decir
en ellos. Hay muchos hombres tan diestros
en jugarlos, que todas las veces que se
hallan con suerte menor, como es siete,
ocho ó nueve puntos, hincan un dado de
manera que le hacen que caya siempre de
as, para que los otros corran sobre él, y
cuando la suerte es doce ó de ahí arriba
hincan otro dado de seis, de manera
que las más veces aseguran su suerte;
y esto quieren defender que no es mal
jugar, sino saber bien jugar y tener
mejor habilidad y destreza en el juego
que los otros. Algunos hay tan hábiles,
que hincan dos dados desta manera, y de
otros dicen que todos tres; pero yo no lo
creo ni lo tengo por posible si no los
estuviesen componiendo en las manos; y si
esto hiciesen habían de estar ciegos los
que juegan con ellos. Y todo es sufridero
para con otras tacañerías que se usan,
y la mayor de todas es cuando meten
dados cargados, que llaman brochas, los
cuales hacen de esta manera: que á los
que llaman de mayor, por la parte del as
hacen un agujero hueco y allí meten un
poco de azogue, que es muy pesado, y á
los de menor donde están los seis puntos;
y después tapan el agujero, que es muy
sutil, y encima pintan uno ó dos puntos
para que no se vean, y estos dados llevan
los chocarreros escondidos, y cuando
tienen una suerte de doce ó trece ó
catorce puntos, echan los dados de manera
que se les caya alguno en el suelo, y
haciendo que se baxan por él, sacan otro
de los de mayor, que meten en su lugar, y
como está cargado en el as, cae siempre
para abaxo y el seis para arriba; y de
la mesma manera hacen cuando tienen por
suerte siete ú ocho puntos, que meten un
dado cargado en el seis porque vaya el as
para arriba, yendo el seis para abaxo, y
si es menester meten dos dados de esta
suerte cargados de mayor, y cuando tienen
suerte de doce ó de trece, alárganse en
el parar y en el decir, de arte que, no
siendo entendidos, todo el dinero es
suyo. Otros dados hay que llaman falsos,
que son mal pintados porque tienen dos
ases y fáltales el seis, ó tienen dos
seises, faltándoles el as, y conforme á
la suerte que echan y á la necesidad que
tienen, se aprovechan dellos metiéndolos
en el juego tan bien como las brochas.
Y cuando juegan á las tablas no penséis
que se descuidan los hombres desta
professión, que lo mesmo hacen con los
dados, y verdaderamente yo tengo por malo
y dañoso también este juego, assí por
jugarse con dados, como por ser trabajoso
y mohino. Á todos los otros juegos podéis
levantaros y os toman en una petrera;
habéis de esperar á que se acabe el
juego, perdiendo á cada mano y cada vez
que echáis los dados sabiendo que se echa
para perder y no para ganar, y assí es el
juego más aparejado de todos para perder
la paciencia, porque es menester esperar
á que el juego ó el dinero se acaben.
Y aunque yo no os he dicho de diez
partes la una de los males y trabajos y
fatigas y persecuciones y desasosiegos y
afrentas, menguas y deshonras y infamia
que se siguen del juego, de lo dicho
podréis collegir cuán perjudicial es,
assí para la salud como para la hacienda
y la honra de las gentes que lo siguen;
porque pocos hay que jueguen, por ricos
y caballeros y grandes señores que sean,
que no les pese de perder, y muchos
destos se acodician á jugar mal por
ganar, y assí veréis muchas personas de
muy gran autoridad, y de quien apenas se
podría creer, que hacen malos juegos, por
la buena estima y reputación en que están
tenidos que, apremiados de la conciencia,
restituyen dineros mal ganados, de los
cuales yo conozco algunos que lo han
hecho.
BERNARDO.--¿De manera que queréis
condenar á todos los juegos del mundo y
no dejar ninguno para recreación de la
vida y para poder pasar la ociosidad del
tiempo?
ANTONIO.--No digo yo tal cosa, que otros
juegos hay lícitos, assí como birlos,
pelota y axedrez y los semejantes á
éstos, y esto se entiende jugando pocos
dineros y que se tome más por recreación
que no por vía de vicio y exercicio
continuo, de manera que por ellos dexen
de entender las gentes en lo que les
conviene, que si esto se hace ya dexan
de ser buenos y honestos y se convierten
en la naturaleza de los que habemos
reprobado, y aun de tal manera se podrían
usar los juegos de naipes y dados que no
pudiesen tener reprensión; pero hay pocos
que no comiencen por poco que si tienen
aparejo no vengan á picarse y á perder ó
ganar en mucha cantidad, y por esto tengo
por mejor dexarlos del todo. Y si queréis
que concluya, todo lo dicho es poco y
casi nada, porque son trabajos y premios
y galardones del mundo. Lo que toca á la
ánima y á la conciencia es lo que hace
al caso, y lo que más debríamos temer
y ponérsenos delante de los ojos, para
no solamente dexar de jugar, pero para
acordarnos de jamás tener memoria dello;
y si no hobiera prometido de no pasar más
adelante en esta materia, todavía dixera
algo que aprovechara; pero assí quiero
dexarlo para cuando tengáis más voluntad
de oir lo que sobre esto puedo deciros.
BERNARDO.--Agora que habéis comenzado,
queremos que no quede nada por decir,
y estáis obligado á hacerlo, pues de
tan buena gana os escuchamos y estamos
atentos al discurso de vuestra plática.
ANTONIO.--Pues que assí es, yo lo diré
tan brevemente cuanto he sido largo
en lo pasado; porque en esto no podré
decir cosa nueva, ni que dexe de estar
escrita por muchos doctores, canonistas
y legistas y teólogos que desmenuzan y
apuran esta materia de las restituciones
declarando los decretos y leyes en ella,
altercando cuestiones y determinando la
verdad dellas, hasta dexarlo todo en
limpio; y quien quisiese satisfacerse y
verlo todo á la clara, lea á Santo Tomás
y á Grabiel, y al Antonio, arzobispo
de Florencia, al Cayetano, que éstos
sin otros muchos le dirán lo cierto, y
porque no dexéis de llevar alguna cosa
en suma de que podáis aprovecharos, digo
que todos les que ganan en los juegos
con naipes ó dados falsos ó con otro
cualquier género de las chocarrerías y
traiciones que he dicho, están obligados
á restituirlo, so pena de irse al
infierno, conforme á lo que dice San
Agustín: _Non dimittitur peccatum,
nisi restituatur ablatum._ Pues lo que
assí se gana, tomado y hurtado es,
siendo encubierto, como si fuese robo
manifiesto. Anssí mesmo, todo lo que
se gana á personas que lo que juegan
no es suyo, ni pueden disponer dello
sin licencia de otra persona, así como
los criados que juegan los dineros ó
haciendas de sus amos, los esclavos que
juegan las de sus señores, los hijos
que para esto toman las haciendas á sus
padres, los que tienen curadores y por
falta de edad no pueden disponer de
sus haciendas, y también los que ganan
dineros á otros que saben que los han
ganado mal y están (antes que los juegen)
obligados á la restitución dellos. Lo que
se gana á personas simples y á enfermos
necesitados, lo que se gana atrayendo á
uno por fuerza ó por engaño ó por grandes
persuaciones á que juegue, todo esto
obliga á restitución; y en otros muchos
casos que dexo de decir, en que hay la
mesma obligación, el cómo y cuándo y en
qué manera se haya de restituir, déxolo
para que lo veáis en los doctores que os
he dicho, y también porque los confesores
os avisarán de ello, aunque lo mejor
sería no tener en este casso necesidad
de sus consejos. Solamente quiero agora
que consideréis, señores, entre vosotros,
pues sois tahures y habéis conversado
y tratado con tahures, ¿cuántos habéis
visto tan limpios y tan recatados que
tengan advertencia á estas cosas, sino,
bien ó mal, juegan con quien quiera,
trayan dineros suyos ó sean cuyos fuesen,
sean libres ó siervos, padres ó hijos,
bobos ó sabios, los dineros que traen
mal habidos? Por cierto pocos ó ninguno
hay que dexen de hacer á cualesquiera
dineros destos, y procurar de ganarlos de
la manera que pudieren, alegando que no
están obligados á la especulación destas
cosas, ni á saberlas; sabiendo que la
ignorancia no excusa el pecado y que San
Pablo dice (_Ad. Cor._, XIII): _Ignorans
ignorabitur_. Y si queréis que os diga
lo que siento verdaderamente de los que
esto hacen, se puede presumir que no son
verdaderos cristianos, ni sienten bien de
la fe, porque más adoran á los naipes que
á Dios, más quieren los dados qué todos
los santos, que por jurar no oyen misa ni
sermón los días de fiestas, por el juego
pierden todos los otros oficios divinos,
y se estarán una semana sin entrar en
la iglesia; si hacen alguna oración ó
devoción es por ganar; las cuentas que
traen y lo que por ellas rezan es echar
cuentas cómo ganarán las haciendas á
sus prójimos. Si pierden es abominable
cosa su decir mal á Dios y blasfemar,
y si lo dexan de decir en público, es
porque temen más el castigo del cuerpo
que el del alma y el del mundo más quel
del infierno. Así que siendo cristianos
usan tan mal de la cristiandad, que roban
las haciendas ajenas y se aprovechan
dellas, pierden el tiempo y muchas
veces pagan de sus haciendas lo que han
ganado de las otras, de los que viven
de la manera que ellos, quedando todos
debaxo de la obligación de restituirlas.
¿Qué diremos sin esto de los que buscan
supersticiones y hechicerías para ganar
con ellas diciendo que tienen virtud para
ello? Y assí unos traen consigo nóminas
con nombres no conoscidos, ó por mejor
decir de demonios, otros traen sogas de
ahorcados, otros las redecillas ó camisas
en que nacen vestidos los niños, algunos
traen mandrágulas y otras mil suciedades
y abominaciones. Por cierto éstos tienen
en tan poco sus ánimas, que las darán
á trueque de ganar cuatro reales por
ellas. Pues decidme, señor Bernardo,
¿qué os parece cómo es bueno el juego
para el cuerpo y para el alma? ¿y qué
provechos son tan grandes los que dél se
sacan? ¿No es bien dexar su amistad y
trato y conversación á cualquier tiempo
que sea, pues que debaxo los halagos y
placeres y deleites que dél se siguen
hay tantos y tan grandes desabrimientos,
tantas afrentas y menguas, tan terribles
desasosiegos, tanta turbación y peligros,
principalmente para la salvación de
nuestras almas? Mirad bien en ello y
consideraldo todo, que aunque nosotros
como malos cristianos no tuviésemos
atención al daño y perjuicio de nuestras
conciencias, la habríamos de tener á que
ningún contentamiento ni descanso de el
juego hay que después no se vuelva en
doblado trabajo y tristeza; y nunca dió
ganancia que no se pagase con doblada
pérdida; y en fin, es siempre mayor el
dolor que se causa del perder que la
alegría que trae consigo el ganar; y no
aleguéis á dos ó tres ó cuatro personas
que por ventura sabéis que se hayan hecho
ricos por el juego, que éstos son como
una golondrina en el invierno, porque
por ellos veréis mill millones de gentes
perdidas y abatidas por haber perdido
cuanto tenían. Dicho os he mi parecer y
dado os he consejo, como pienso tomarlo
para mí, y el que estoy obligado á daros
como vuestro amigo; si os pareciere bien,
seguilde, y si no vuestro será el daño,
que á mí no me cabrá dello más de pesarme
de ver que os quedáis tan ciegos como
hasta aquí habéis estado.
BERNARDO.--No penséis, señor Antonio, que
no he caído en la cuenta de todo lo que
habéis dicho; porque vuestras palabras me
han alumbrado el juicio y destapado los
ojos del entendimiento, que tenía ciegos,
y con firme propósito y determinación
quedo desde agora de no jugar en mi vida,
y si jugare, á lo menos de manera que me
puedan llamar tahur por ello, que pues
decís que pasar el tiempo entre amigos
es algunas veces lícito, no se ganando
tantos dineros que el que los perdiese
reciba daño por ello, cuando alguna vez
me desmandase será á esto y no á más.
ANTONIO.--Y aun eso no ha de ser muy
continuo, porque, si muchas veces se
hiciese, de pasatiempo se volvería en
vicio, y si pudiésedes acabar con vos
de dexar de todo punto el juego, sería
lo más seguro; pero no quiero agora
apretaros tanto que con ello quiebre este
lance que os he armado y prisión en que
de vuestra voluntad os vais metido.
LUIS.--Pues en pago de vuestra buena
intención, señor Bernardo, y porque me
prometáis de seguir lo que agora tenéis
determinado, os quiero prestar los
treinta ducados que quedasteis debiendo,
para que, pagándolos, cumpláis con
vuestra fe y palabra.
BERNARDO.--Muy gran merced es la que me
hacéis, y de los primeros que vinieren á
mí poder seréis muy bien pagado dellos.
ANTONIO.--Con esto nos podremos ir, que
platicando se nos ha passado el día y yo
tengo mucho que hacer.
LUIS.--Pues comenzad á caminar, que
nosotros os acompañaremos hasta dexaros
en vuestra posada.
_Finis._
COLLOQUIO
En que se trata lo que los médicos y
boticarios están obligados á hacer para
cumplir con sus oficios, y así mesmo se
ponen las faltas que hay en ellos para
daño de los enfermos, con muchos avisos
necesarios y provechosos. Divídese en dos
partes: en la primera se trata lo que
toca á los boticarios, y en la segunda lo
de los médicos.
INTERLOCUTORES
Médico, _Licenciado Lerma_. Boticario,
_Dionisio_.--Enfermo, _D. Gaspar._
Caballero, _Pimentel_.
LERMA.--Dios dé salud á vuestra merced,
mi señor D. Gaspar.
D. GASPAR.--Así haga á vuestra merced
para que en tiempo tan necesario no me
olvide tanto como hoy lo ha hecho; que si
no fuera con la buena conversación del
señor Pimentel, que me ha entretenido,
muy largo se me hubiera hecho el día,
y aun con el señor Dionisio no he
holgado poco, porque tiene gran cuidado
de visitarme, y cuando los médicos se
descuidan, es bien que los boticarios
(como uno de sus miembros) vengan á
cumplir sus faltas con los enfermos.
LERMA.--Buena manera es essa de reñir
conmigo una falta que hago por no poder
hacer menos; y no la hiciera sino con
dexar á vuesa merced esta mañana en tan
buena disposición, que creo que debe
estar ya sin calentura.
D. GASPAR.--Mejor viva yo que estoy sin
ella.
LERMA.--Muéstreme vuestra merced el
pulso. En verdad que no es tanta que se
pueda decir calentura, y de aquí á mañana
yo sé cierto que no habrá ninguna.
D. GASPAR.--Menos cuenta tengo con
ella que con este dolor que siento en
el hígado, porque yo os digo, señor
licenciado, que me atormenta tanto, que
le temo, y esto es lo principal para que
yo querría que me buscásedes remedio.
PIMENTEL.--A lo que yo siento, más debe
proceder el accidente de la calentura
del mal que hay en el hígado que no el
mal ó dolor del hígado de la calentura,
y pocas veces el señor Gaspar estará sin
ella hasta que esté remediada la causa
principal de á donde se sigue el daño.
LERMA.--Vuestra merced dice gran verdad,
pero, según esto, Dionisio no ha hecho
el emplasto de melliloto que yo dexé
ordenado, ni vuestra merced lo debe tener
puesto.
DIONISIO.--Así es verdad.
LERMA.--¿Pues por qué no se hizo?
DIONISIO.--Porque no ha tantas horas que
vuestra merced lo ordenó que no se pueda
haber sufrido sin él, como se han pasado
tantos días que el señor don Gaspar
lo hubiera de haber tenido con otros
beneficios que se le pudieran haber hecho
antes de ahora.
LERMA.--¿Y qué descuidos parece á vos que
se ha tenido en esso?
DIONISIO.--Yo no he visto que hayan
precedido los remedios universales á los
particulares que agora se hacen; pues no
se han hecho las evacuaciones conforme á
las reglas de medicina, las cuales han
de preceder á las unciones y emplastos,
según la doctrina de Ipocras en sus
aforismos.
LERMA.--No es malo que queráis vos
haceros dotor en Medicina sin saber letra
della y que os parezca que estoy yo
obligado á sufrir vuestra desvergüenza de
enmendarme la cura que yo hago. ¿Sabéis
vos por ventura la intención principal
que yo he llevado en ella, y si ha habido
otros accidentes más principales y que
tienen más necesidad de remediarse?
DIONISIO.--Lo que yo sé es que no está
toda la fuerza en el emplasto para sanar
el hígado.
LERMA.--Si no tuviera respeto á estos
señores que están presentes, yo os
respondiera como vos merecíades; pero
assí no quiero deciros más de que
atendáis á hacer bien lo que toca á
vuestro oficio, y no haréis poco.
DIONISIO.--Vuestra merced se ha
apasionado sin razón, y en lo que toca á
mi oficio, yo lo hago de manera que no
hay de qué reprehenderme.
LERMA.--¿Qué podéis vos hacer más que
los otros boticarios, pues en fin sois
boticario como ellos?
DIONISIO.--¿Y qué suelen hacer los
boticarios que no sea muy bien hecho?
LERMA.--Por vuestra honra quiero
callarlo, y aun por la de los médicos,
pues lo sabemos y no lo remediamos.
DIONISIO.--Si vuestra merced lo dixese,
no faltará para ello respuesta; pues no
es justo que en esse caso paguen justos
por pecadores.
PIMENTEL.--Lo que aquí se dixere no
saldrá desta puerta afuera, y con
esta condición, y con que sea sin
ningún enojo, el señor don Gaspar y
yo recebiremos muy gran merced en
que se trate algo desta materia para
satisfacerme de algunas cosas que me han
puesto duda y sospecha de que algunos
boticarios no cumplen con el mundo y con
Dios lo que son obligados.
LERMA.--Ningún engaño recibe vuestra
merced en esso, y plega á Dios que no
sean todos los que esso hacen, y pues que
aqui puede pasar, menester es que todas
sean verdades las que se dixeren.
DIONISIO.--Diga vuestra merced lo que
quisiere, que ninguna pena recebirá dello
con tal que yo sea también oído antes
que la cuestión se determine, pues estos
señores han de ser jueces della.
D. GASPAR.--Razón tiene Dionisio en lo
que pide.
LERMA.--Yo soy contento de que, cuando
sea tiempo, pueda replicar y alegar de
su derecho. Y porque vuestras mercedes
entiendan que no me muevo sin razón á lo
que he dicho, sepan que las condiciones
que han de tener los boticarios escriben
muchos autores, y quien particularmente
las trata, es Saladino en la primera
parte de su obra; y porque referir todo
lo que dice sería confusión y prolijidad,
diré algunas cosas dellas. Y lo primero
es que el boticario ha de ser de muy
buen ingenio, hombre sin vicios, sabio
y experimentado en su oficio; no ha de
ser avariento, ni deseoso de adquirir
hacienda; sobre todo ha de ser muy
fiel para que no haga cosa contra su
conciencia, ni por su parecer, sino con
consejo de médico docto, y que en el
precio de las medicinas sea convenible.
Estas son cosas tan necesarias, que
obligan tanto al boticario á guardarlas
y cumplirlas, que no lo haciendo, no es
poco el daño ni pocos los inconvenientes
que dello se siguen á los enfermos; pero
yo he hablado sin perjuicio de los buenos
boticarios (que son tan pocos, que apenas
se hallará uno entre ciento), diré lo que
cerca desto hacen. Lo primero en lo que
toca á ser hombre sabio y experimentado
en su oficio no tienen ellos toda la
culpa, que la mayor parte se puede dar
á los protomédicos porque examinan y
dan por hábiles y suficientes á muchos
que ni saben ni entienden qué cosa son
medicinas, ni tienen experiencia dellas
ni conocimiento para alcanzar cuál es una
ni cuál es otra, sino que si van á la
feria á comprar sus drogas, no solamente
se engañan en distinguir y apartar lo
malo de lo bueno, pero muchas veces
toman uno por otro sin conocerlo, porque
ignoran la condición y calidades que han
de tener para ser aquella medicina que
piensan; y por no se mostrar ignorantes,
quieren más dexarse engañar de los que
los venden que tomar consejo con quien
podría desengañarlos para que no errasen.
PIMENTEL.--Pues, ¿por qué los
protomédicos hacen una cosa tan fuera de
razón como essa?
LERMA.--O por no perder el interese de
los derechos que los pagan ó porque
reciben servicios con que se obligan
á hacer lo que no deben, y sin esto
aprovechan mucho los favores de personas
señaladas ó de algunos amigos á quien
estiman en más que á las conciencias, y
así veréis que muchos vienen examinados y
con su carta de examen muy bien escrita
y iluminada, que podrían con más justa
razón traer una albarda que usar el
oficio. Y con poner sus boticas muy
compuestas con cajas doradas y botes
pintados, y las redomas con unos rétulos
muy grandes, á muchas gentes hacen
entender que es oro todo lo que reluce,
y que vayan á tomar medicinas á sus
tiendas, que aprovechan más para enfermar
con ellas los sanos que para dar salud á
los enfermos.
D. GASPAR.--En esto también me parece
que tienen la culpa los médicos como los
boticarios, pues lo saben y lo permiten.
LERMA.--Yo no quiero excusar á los que
esso hacen.
DIONISIO.--Ni podría vuesa merced hacerlo
aunque quisiese, pero yo lo guardo todo
para mi respuesta, porque no quiero
quebrar el hilo satírico que vuestra
merced lleva tan bien ordenado.
LERMA.--Bien es que lo hagáis así, que
también, como ya he dicho, os oiré yo lo
que en favor vuestro y de los boticarios
alegásedes. Y tornando al propósito, digo
que es cosa recia la desorden que en esto
se tiene, que en una cosa que va la salud
y vida de los hombres, no se ponga mayor
diligencia en conocer á los que pueden
tratar dello.
PIMENTEL.--¿Y qué se podría hacer para
remediarlo?
LERMA.--No dar el oficio de los
protomédicos á hombres que hubiesen de
llevar derechos ni dineros algunos á los
que examinaren, porque así cesaría la
codicia y no los cegaría el interés que
se les sigue. Y demás desto habíanlos de
buscar personas muy santas, temerosas de
Dios y de sus conciencias, para que no
permitiesen que ninguno tratasse en esta
arte que no la entendiese y supiese muy
bien lo que hacía.
D. GASTAR.--Harto buena gobernación
sería essa, y aun bien necesaria, si
se hiciesse lo que decís, y aun las
justicias y regimientos de los pueblos
habían de entender en remediar esta
falta, cuando saben que un boticario
no es bastante, por el daño que dello
se sigue á la república; pero pasad
adelante en tanto que esto se remedia.
LERMA.--Es tanta la iñorancia desta
gente de quien hablamos, que en lo que
decían saber más es en lo que menos
saben, porque la principal parte que han
de tener es en el conocimiento de las
hierbas y plantas y raíces y piedras;
notorio está que la mayor fuerza de la
medicina consiste en ellas, y tanto que,
según dice Rasis en el segundo de los
anforismos, trayéndolo por auctoridad
de aquel gran filósofo Hermes, si se
conociesen bien las propiedades y
virtudes de las hierbas y plantas,
curarían los médicos con solas ellas,
de manera que pareciese que curaban
con arte mágica; pues si esto es assí,
al médico conviene ordenar y á los
boticarios poner en efeto lo que ellos
ordenassen, lo cual pueden muy mal hacer
si no conocen destintamente las plantas
y las hierbas y las raíces y piedras,
y aun las condiciones y propiedades
dellas. ¡Oh cuántos y cuántos boticarios
de los buenos se engañan en tener unas
hierbas por otras, y en no conocer y
entender muchas dellas! ¿Que harán los
que no lo son? ¿Y esto de donde pensáis
que procede? De que no saben gramática
para entender los libros que tratan
dellas, ó si la saben, porque les falta
la experiencia, que ni nunca las han
buscado ni visto, y cuando las buscan,
hallan algunas que se parecen unas á
otras en las hojas, en el tamaño y en
las flores y en el olor, y por ventura
son tan distintas y diferentes en las
propiedades, que la una mata y la otra
sana, y los mezquinos de los enfermos
han de estar sujetos á la simpleza de un
boticario, si acierta ó no acierta, y no
solamente los enfermos, pero los médicos,
que desto y de otras muchas cosas nos
ponen la culpa, sin tenerla.
D. GASPAR.--¿Y qué pueden hacer para esso
los protomédicos?
LERMA.--Yo lo diré. Que al que
examinasen, no había de ser ni en un día,
ni en ocho, ni aun en quince, y también
le habían de examinar de la teórica como
de la prática, y de la experiencia como
de la ciencia; mostrándole mucha cantidad
de hierbas juntas, á lo menos de las que
más le traen en uso, para que apartasen
las unas de las otras, y las nombrassen
por sus nombres y dixesen los efectos
que tienen y en qué pueden servir en las
medicinas, pues tienen á Dioscórides y
á Plinio y á Leonardo Susio, y á otros
muchos que tan buena noticia les dan
de todas ellas, si ellos las hubiesen
buscado y tratado para conocerlas.
Pero el mal es que nunca las buscan
sino cuando tienen necesidad dellas, y
por esto caen en tantos yerros, y tan
perjudiciales como aquí he dicho. Lo
mismo habían de hacer en las piedras y
raíces y gomas y licores, y en todas las
otras medicinas; y dexando los pecados
que hacen en esto por iñorancia, líbrenos
Dios de los boticarios que no tienen
respeto sino adquirir y ganar haciendas,
que la avaricia y codicia les hace dejar
de usar fielmente sus oficios, porque
éstos son aquellos de quien dice Jacobo
Silvio en el proemio de su obra que hizo
de las cosas que tocan á este arte, que
se pueden llamar carniceros y verdugos
los boticarios que no saben ni usan bien
su obligación, porque de lo que aprovecha
es de matar los hombres sin ningún
respeto ni piedad. Verdaderamente, si no
tienen conciencia y fidelidad, y si han
ya perdido el temor de Dios por el de los
dineros, no hay cosa más cruel que sus
manos, más sin piedad que su intención
ni más abominable que sus hechos, porque
no dan medicina que sea buena, ni que
haga buena operación. Lo que los médicos
hacen, ellos lo dañan, ellos destruyen
la buena cura. Y porque más claramente
se entienda quiero decir algunas
particularidades, pues que para decirlas
todas sería menester muy largo tiempo.
Tienen por flor una cosa que diré, y es
que cuando un médico quiere recentar una
purga ó píldoras, ó otra cosa, y pide las
medicinas que entran en ella para verlas,
suele decir: ¿Tenéis buen reubarbo ó
buen agárico? Mostradlo acá. Y entonces
el boticario saca tres ó cuatro pedazos
que no valen dos maravedises, y entre
ellos uno que es muy bueno, y antes que
el médico hable le dice: Señor, todo el
reubarbo es tal que no hay más que pedir;
pero este boleto dél es el mejor del
mundo, y por tal me ha costado á tanto
precio; dél se podrá gastar en esta purga
lo que vuesa merced mandare. El médico
le dice: Pues echad dél una dracma, ó
media dracma como ves que es menester; y
en volviendo las espaldas, el boticario
guarda aquello bueno y echa de lo malo,
de manera que con un pedazo bueno vende
cuanto reubarbo tiene que no vale nada,
porque después que lo muele y se echa en
la purga, mal se puede ver si era de lo
uno ó de lo otro.
D. GASPAR.--Si no se pudiera ver, á lo
menos podráse sentir en la disposición y
salud del enfermo, pues no hará tan buena
operación lo malo como lo bueno.
LERMA.--Lo mesmo que digo hacen en la
escamonea, en el acíbar y en todas las
otras medicinas desta suerte.
PIMENTEL.--¿Y en la cañafístola hay algún
engaño desos?
LERMA.--Si sueltan la rienda al deseo
de la ganancia, no hay medicina en sus
tiendas con que no puedan engañar á las
gentes, y en la cañafístola hay lo que
dice. Si se receuta dos onzas della y es
la cañafístola de la buena, sácale la
pulpa necesaria, y si es de la mala y
seca, todo el peso tiene la caña, y la
pulpa no es casi nada ni hace operación
ninguna, y para engañar á los médicos ó á
los que la compran, meten la cañafístola
en las cuevas y lugares muy húmedos
porque parezca mejor y pese más, y así
los enfermos con la cañafístola que les
ha de aprovechar como medicina benedita,
toman la mitad de humedad que no obra de
otra cosa sino de destruir la salud y el
cuerpo.
PIMENTEL.--Y en las otras medicinas
simples ¿qué pueden ó suelen hacer los
boticarios?
LERMA.--Lo uno no conocerlas cuando
las compran ó cogen del campo ó de los
huertos en que nacen; y lo otro, si las
conocen, no entender cuáles sean las
mejores ni las peores para usar dellas, y
lo que peor es, que hay tantos boticarios
tan necios y iñorantes, que no saben
gramática ni entienden los nombres de las
medicinas en latín, y cuando les dan las
receutas, por no mostrar su iñorancia,
dexan de echar aquella medicina simple en
el compuesto, y por ventura es la que en
todas más hace al caso; y éstos tienen á
Mesue y á la declaración de los fraires,
y Antonio Musa y Jacobo Silvio, y otros
cien libros muy bien encuadernados que
no sirven de más que de auctorizar su
botica, estando obligados á entenderlos
tan bien como los médicos mismos. Y para
que vuestras mercedes entiendan lo que
pasa, yo sé boticario que, receutando
un médico en su casa cierta medicina en
que hubo necesidad de poner media onza
de simiente de psilio, él no lo entendió
ni supo qué cosa era, y para salir de
la duda que tenía fuesse á casa de otro
boticario y preguntóle si tenía psilio.
El otro le respondió que sí. Pues dadme
media onza dél y ved lo que me habéis de
llevar por ella. El otro boticario, que
era astuto y avisado, entendió luego el
negocio y díxole: No os la puedo dar un
maravedí menos de un ducado, porque por
dos ducados compré la onza, y no os hago
poca cortesía en dárosla sin ganancia.
Pues que assí es, dixo el que compraba,
veis aquí el ducado y dádmela. El otro lo
tomó y le dió en un papel la media onza
de psilio, y cuando lo hubo descogido y
mirado, vio que era zaragatona y dixo:
¿Qué me dais aquí, que esta zaragatona
es? Assí es verdad, dixo el otro que se
le había dado. Pues por cosa que vale un
maravedí, dixo él, ¿me lleváis un ducado?
Sí, respondió el que le había vendido,
que yo no os vendí la zaragatona, sino
el nombre, que no lo sabíades, y el
aviso para un boticario como vos vale
más que diez ducados. Y aunque sobre
esto hubieron barajas y fueron ante
la justicia, se quedó con el ducado y
reyéndose todos del boticario nescio que
se lo había dado.
D. GASPAR.--Por cierto él lo merecía bien
por lo que hizo.
LERMA.--No es menos de oir lo que agora
diré, y pasa así de verdad; que queriendo
hacer un boticario el collirio blanco de
Rasis que aprovecha para el mal de los
ojos, viό que al cabo de las medicinas
que habían de entrar en él estaba
escrito _tere sigilatim_, que quiere
decir que las moliese cada una por sí,
y él entendió que le mandaba echar una
medicina que se llamaba tierra sellada,
y teniendo todo junto para revolverlo,
llegó otro boticario, y conociendo la
tierra sellada, díxole: ¿Qué es esto que
hacéis? En el collirio de Rasis no entra
esta medicina. Y el que lo hacía porfiaba
que sí y que así estaba en la receuta
del collirio. Sobre porfía lo fueron
á ver, donde el boticario que había
llegado de fuera, conociendo la causa
de su yerro, le desengañó, mostrándole
lo que quería decir _tere sigilatim_, y
así le hizo quitar la tierra sellada,
y lo que en ello iba era que todas las
medicinas de aquel collirio son frías, y
ésta era cálida y de tal condición, que
bastaba para quebrar los ojos en lugar de
sanarlos. Otras muchas cosas pasan cada
día desta mesma manera, porque boticarios
hay que, siendo el espodio de Galeno, y
de los griegos Tucia, y el de Avicena y
los árabes raíces de cañas quemadas, y el
que nosotros comúnmente usamos dientes
de elefantes, que es verdadero marfil,
ellos hacen otro nuevo espodio echando
los huesos y canillas, y aun plega á Dios
que no sean de la primera bestia quo
hallasen muerta, y con esto les parece
que tienen cumplido con lo que deben. Y
cuando vienen á hacer algún compuesto
en que entren muchas medicinas, algunas
dellas les faltan, otras están dañadas,
otras secas y que les falta la virtud y
no dexan de echarlas sin tener respeto á
que: _improbitas unius simplicis totam
compositionem viciat_.
D. GASPAR.--No entendemos muy bien latín;
vuestra merced lo diga en romance.
LERMA.--Digo que la maldad de una
medicina simple, cuando se junta con
otras, destruye y hace que no valga
nada toda la composición. Pues si esto
es assí, qué hará en la composición de
los xarabes, y purgas, y píldoras, que
alteran y descomponen los cuerpos humanos
y más adonde entran medicinas furiosas,
recias y venenosas, que se desvelan los
médicos por no errar en la cuantía y en
el peso y medida, y los boticarios, yendo
envidada la vida de un hombre en acertar
ó en errar, no se les da dos maravedís
que sea más ni menos ni que obren bien
que mal. Su atención y intención es de
ganar, y sea como fuere, que la culpa ha
de ser del médico y no del boticario.
D. GASPAR.--Esso es en las purgas; pero
en los xarabes ¿qué hacen que no sea bien
hecho?
LERMA.--Antes creo que no hay xarabe
que se haga bien en las boticas de los
hombres desta suerte que he dicho, porque
ó no tienen los zumos tan buenos como
son menester y tan perfectos como han
de ser, ni los echan en la cantidad que
el xarabe ha de llevar; y en el azúcar
tienen una alquimia que siempre compran
y traen el más vellaco y más sucio que
hallan, porque con ser para xarabes,
parésceles que es pecado gastar azúcar
bueno y limpio. Y entre diez xarabes no
hallaréis los dos que tengan el punto
necesario.
PIMENTEL.--En esso parece que no va
tanto, aunque lo mejor sería que todo
fuese perfecto.
LERNA.--En las píldoras hay también
las mesmas faltas que en las purgas, y
aun otras que parecen mayores, porque
demás de lo que he dicho, hay una massa
de píldoras que se quieren gastar en
haciéndose, y otras que duran cuatro
meses, y otras seis y ocho y un año y
más, pero cuando passan de su tiempo
sécanse y pierden la virtud y fuerza las
medicinas que allí están incorporadas,
y assí no son para aprovechar; y los
boticarios avarientos, por no perder el
intereses que dellas se les ha de seguir,
ni gastar en hacer otras de nuevo, ¿qué
pensáis que hacen? Visitan las cajas
donde tienen las píldoras y miran un
rétulo ó cédula que tienen dentro dellas
en que está puesta la hecha del año, mes
y día, y si es pasado el tiempo quitan
aquella cédula y ponen otra, por la
cual parece que no ha dos meses que se
hicieron, habiendo por ventura más de
un año que estaban hechas, estando ya
perdidas y corrompidas; y assí engañan
al médico que las pide y receuta, y al
enfermo que con ellas se cura; y donde
han de hacer evacuar los humores si
estuviesen en su perfición, no tienen
fuerza más de para alterarlos y moverlos
más de lo que están, en grandísimo daño y
perjuicio de los enfermos y de su salud
y vida. Pues en las aguas que venden,
¿no hay engaños? Muchas veces al medio
año acaban todas cuantas han destilado
y hinchen las redomas de agua de la
fuente ó del río, y lo que les costó
una blanca hacen della tres ó cuatro
ducados, y jamás pedirán cosa ninguna
en su botica que digan que no la tienen
ó por gran maravilla; y dan unas cosas
por otras, diciendo que tienen la misma
propiedad y que hacen el mismo efecto, y
á esto llaman ellos dar _quid pro quo_,
mudando las medicinas sin la voluntad y
consentimiento de los médicos, por no
dexar de vender y hacer dineros. Y por
ventura no halló el licenciado Monardis
tantas medicinas en un diálogo que hizo
que se podiesen poner unas por otras
cuantas hallan los boticarios porque los
que traxeren dineros á sus tiendas no
se vuelvan con ellos. En los aceites,
si se les van acabando, con poco que
tenga el cántaro ó la redoma, la tornan
á henchir encima del que se vende en la
plaza; y assí me dixeron á mí de uno
que vendió un gran cántaro de aceite
rosado no teniendo sino un poco en el
hondón, sobre el cual tornólo á henchir,
y revolviéndolo todo, quedóle un poquito
de olor con que lo pudo vender, afirmando
que era el mejor del mundo. Y en los
ingüentos también pecan, ó por iñorancia
ó por malicia, que pocas veces salen
en su perfición. Lo mesmo hacen en los
polvos, y finalmente, no hay medicina
ninguna que no hagan de manera que
justamente se pudiese condenar por falsa
si se pudiesen averiguar los simples que
echan en la composición, á lo menos si
son costosos ó dificultosos de haber ó de
conocerse. Si mandaren á estos boticarios
hacer una buena triaca, muchos de ellos
no conocerían la mitad de las medicinas
simples que entran en ella, y plega á
Dios que conozcan las de la confeción
de Hamech, que son menos y más usadas,
y las que entran en otras confeciones
desta suerte. La triaca de esmeraldas que
venden no creo más en ella que en Mahoma,
si no la viese hacer por los ojos, y por
más cierto tendría que echan esmeraldas
contrahechas de alquimia ó de vidrio ó
de unas que vienen de las Indias, que de
las finas; y por mi consejo nadie las
tomaría, ni daría á quien bien quisiese,
si no la hubiese visto cuando se hacía
ó si no fuesse de mano de boticario de
quien estuviese tan saneado que no se
tuviere duda de su conciencia y virtud.
D. GASPAR.--Harto ha dicho vuesa merced,
señor licenciado, para que estemos más
avisados y advertidos de lo que los
boticarios pueden hacer; pero no es
posible que todos pequen tan á rienda
suelta.
LERMA.--No digo yo que todos, porque
haría injuria á algunos buenos que hay
entre ellos, aunque no sean muchos, y los
que son malos es, ó porque son simples y
iñorantes, ó porque son malos cristianos
y tienen poco temor de Dios, ó porque
son pobres, que la pobreza es ocasión de
grandes males.
PIMENTEL.--Pues, ¿qué remedio se podría
poner en este desconcierto que bastase
para estorbar tan gran daño como los
malos boticarios hacen?
LERMA.--El primero ya yo le he dicho,
que no habían de permitir que ninguno
usase el oficio que no fuese muy docto
y muy experimentado; y lo principal que
ha de tener es ser muy buen gramático,
para entender los libros de su arte, muy
estudioso y curioso de saber y aprender
todos los primores que hay en ella, y sin
esto, se requiere que hayan estudiado
alguna medicina para que sepan mejor lo
que hacen. Los boticarios que son buenos
muchas veces aprovechan de advertir á los
médicos en algunos descuidos y yerros que
hacen, y no holgaría yo poco de que todos
los boticarios con quien tratase fuesen
tan suficientes que supiesen hacer esto.
D. GASPAR.--¿Pues por qué os enojasteis
de que Dionisio dixo poco ha que la cura
del hígado no iba por los términos que
convenía?
LERMA.--No me enojé yo porque me lo
dixese, sino porque me lo dixo en
público, y no ha de ser por vía de
reprensión sino de consejo, y en esto no
me negará él que tengo razón; y, aunque
no lo quisiera decir en su presencia,
sería mal que vuesas mercedes pensasen
que ninguna cosa de las que he dicho aquí
toca en su honor, porque yo certifico que
ninguna falta tiene para que no sea uno
de los mejores boticarios que hay en el
reino y de quien más sin sospecha puedan
confiarse los enfermos y los médicos que
los curaren.
PIMENTEL.--Bien me parece que después
de descalabrado le untéis la cabeza;
yo fiador que, á lo que creo, no os
vais, señor licenciado, sin respuesta,
que no sin causa os ha escuchado sin
contradeciros en nada. Pero pasad
adelante y decidnos otros remedios.
LERMA.--No habían de ser los boticarios
pobres, sino que también les habían de
pedir si tenían patrimonio de donde
ayudarse á sustentar, como hacen á los
clérigos cuando van á ordenarse; que
recia cosa sería fiarse de un hombre
pobre muchos dineros sin contarlos, y
sin pensar que se aprovecharía del los
en sus necesidades, podiendo hacerlo,
y lo mesmo de un boticario con pobreza
las medicinas, sin pensar que procurase
remediarla con ellas; y por esto hay
autores que dicen que en un tiempo se
tuvo en Roma tanta cuenta con este
oficio, que las medicinas estaban
depositadas en ciertas personas de gran
confianza; que llevaban salario por ello,
y que allí iban los médicos á tomarlas
y los boticarios las gastaban así como
las llevaban, sin que en ello, ni por
iñorancia ni por descuido, pudiese haber
yerro ninguno. El otro remedio que se
podría tener es en las visitas que les
hacen, para las cuales, habiendo buena
gobernación, había de haber visitadores
generales que no entendiesen en otra
cosa, y éstos habían de estar proveidos
en cada provincia y pagados del dinero
público, de manera que no se les siguiese
interés particular ni les cupiese parte
de la pena ni de otra cosa, para que más
sin afición ni pasión pudiesen juzgar,
y que los que no hallasen suficientes
los inhabilitasen y privasen del oficio
sin tener advertencia á la honra ó bien
particular de uno en perjuicio y daño de
toda la república.
PIMENTEL.--Bien sería esso, si se
hallasen personas de quien se pudiese
tener tan buena confianza, y el rey, con
otros cuidados que tiene mayores, no
puede tener tan particular cuenta con
este negocio.
LERMA.--Pues habríala de tener él ó los
que tienen cargo de la gobernación de sus
reinos, como lo tienen con examinar á uno
que ha de ser escribano real, que quieren
que sepa hacer bien una escritura en que
va la hacienda de un hombre; y sería
más justo que procurasen de que también
fuesen bien hechas las medicinas en que
va la salud y vida de los hombres, porque
no son pocos los que mueren por culpa
dellos. Y conforme á este parecer es lo
que dice Jacobo Silvio hablando desta
gente que digo: Dios haga y provea que
la justicia real alguna vez tenga cuenta
con los que primero usan esta arte que la
hayan entendido, siendo á los cuerpos de
los hombres tan saludable cuando bien se
hace y tan dañosa cuando iñorantemente se
trata. Y, finalmente, habrían de tener
los boticarios fieles que les mirasen las
medicinas y se las tasasen en precios
convenibles, averiguando la costa que
tienen y dándoles ganancia con que se
pudiesen sustentar, aunque fuese más de
la que agora llevan, pues las medicinas
serían mejores y de más valor; porque
si las que agora venden son buenas, yo
digo que las venden muy baratas, y si son
malas, en cualquiera precio, aunque den
dinero por que las lleven, son tan caras
que ninguna mercaduría hay que tanto lo
sea.
PIMENTEL.--Pues, decidme, señor
licenciado: ¿de que aprovecha el visitar
las boticas cuando los regimientos de los
pueblos traen boticarios de fuera para
hacerlo?
LERMA.--Algún fruto hace, aunque
poco, porque si los médicos se hallan
presentes, como siempre lo están, es
para ayudar á los boticarios, y ellos
que habían de acusar sus defetos se
los encubren, porque son sus amigos, y
cuando les preguntan alguna cosa que no
saben, responden por ellos, tomándoles la
palabra de la boca, y también defienden
algunas cosas cuesta arriba, y con otras
disimulan todos ellos; y aun plega Dios
que no haya algunas que ni los unos ni
los otros no las entiendan. Y sobre esto,
no hay botica tan bien visitada que si
veniesse otro día alguno que entendiese
bien el oficio no hallase cosas nuevas
que reprender y enmendar. Y cuando ya se
viene á dar la sentencia, nunca faltan
amigos y favores que con buena maña
bastan para procurar con solicitud que
sea muy moderada; y de ciento que podrían
privar, no hallaréis dos inhabilitados,
y ya que lo sean luego hay mil remedios
para que la sentencia no se execute y
tornen á usar sus oficios contra justicia
y conciencia suya y de los que se lo
permiten y consienten. Dios ponga remedio
en esto, que harta necesidad hay de que
lo provea de su mano.
_Fin de la primera parte del colloquio de
los médicos y boticarios._
COMIENZA LA SEGUNDA PARTE
del colloquio, en la cual se trata lo que
toca á los médicos.
INTERLOCUTORES
_Los mesmos que en la primera._
DIONISIO.--Hasta agora, señor licenciado,
no me ha faltado atención para oir ni
paciencia para escuchar todo lo que
vuesa merced ha querido decir de los
boticarios, y, verdaderamente, no sería
justo que por hacer buenos á los que son
buenos yo quiero que también lo sean
los malos, pues en todas las artes y
oficios que se usan en el mundo hay de
los unos y de los otros, y que los haya
en este oficio y arte de boticario no es
maravilla, aunque yo confieso que tienen
toda la obligación que vuestra merced ha
dicho y que es muy mayor la culpa que se
les puede dar. Porque va poco en que un
platero yerre una vasija, y un sastre
una ropa, y un pintor una imagen, y va
mucho en que un boticario y un médico
yerren la cura de un hombre en que le va
la salud y la vida; el uno por falta de
las medicinas y el otro por faltarle la
ciencia y la experiencia de manera que no
lo sepa curar. Que hay pocos boticarios
en España que sepan lo que han de saber
y lo que se requiere para no errar, no
puedo negarlo, y que hay también muchos
que, sabiéndolo, pecan con malicia y que
la codicia se antepone en ellos á la
conciencia, también lo creo, y aun lo sé,
porque lo he visto estando tratando en
las casas y tiendas de muchos boticarios,
donde pasan cosas extrañas y tan
desordenadas que me han espantado, y sin
duda los malos boticarios, de cualquier
manera que sea, son cruel pestilencia
para los pueblos, y yo confiesso que no
hay cosa más justa que remediarlo si
fuesse posible; y porque no puedan decir
los culpados que en mi se cumple el
proverbio ¿quién es tu enemigo? hombre
de tu oficio, no quiero extenderme á
más, que por ventura pndiera decir otros
muchos y mayores secretos de las maldades
que hacen que no han venido á noticia
del señor licenciado. Pero con todo esto
no quiero que se dé toda la culpa á los
boticarios en muchas cosas que tienen la
mayor parte los médicos, aun á las veces
es toda, y así las autoridades que vuesa
merced ha alegado de Jacobo Silvio contra
los malos boticarios, si tiene memoria
dello, también las dice contra los que
no son buenos médicos, porque en aquel
proemio contra los unos y los otros va
hablando.
LERMA.--Creo que decís la verdad, pero
poco es lo que vos ni nadie podrá decir
contra los médicos en comparación de lo
que yo he dicho y se podría decir contra
los boticarios.
DIONISIO.--Si vuesa merced quiere tener
sufrimiento para oirlo, no le parecerá
sino mucho; que no es menor el daño ni
perjuicio que hacen en la república,
ni habría menos razón para que los
desconciertos que dellos se siguen se
remediasen.
LERMA.--Decid lo que quisiéredes, que
quiero que estos señores no digan que no
cumplo mi palabra.
PIMENTEL.--Ni aun sería justo que se
dexase de cumplir, y vos, señor Dionisio,
decid lo que os pareciere, pues que el
señor licenciado no tiene tanta priesa
que no pueda detenerse otro tanto para
escucharos como se ha detenido para hacer
verdadero lo que al principio propuso
contra los boticarios.
LERMA.--Forzado me sería hacer lo que
vuestras mercedes mandan, aunque en
verdad que hago alguna falta á dos ó tres
enfermos que tengo de visitar.
D. GASPAR.--Tiempo habrá para todo,
que si la plática se dexase en estos
términos, era quedar pleito pendiente, y
lo mejor será que luego se determine.
DIONISIO.--Aunque yo tenía harto en que
alargarme, procuraré ser breve diciendo
en suma lo que cerca desto entiendo, pues
no será necesario más de apuntarlo para
que vuestras mercedes lo entiendan y
estén al cabo de todo. Y digo lo primero
que lo que Ipocras dice de los que no
son buenos médicos en el libro que se
llama _Introductorio_ son las palabras
siguientes: Muy semejantes son éstos á
los que se introducen en las tragedias,
porque tienen la figura y vestidos y
atavíos y aun la presencia de médicos de
la misma manera que los hipócritas, y
así hay muchos médicos de nombre y que
lo sean en las obras son muy pocos. Pues
Ipocras evangelista de los médicos es
llamado, y podemos tener por cierto que
en ninguna cosa de lo que cerca desto
dice recibe engaño, y pluguiese á Dios
que en nuestros tiempos no acertase tan
de veras como acierta en esto que ha
dicho, porque así no habría los daños y
grandes inconvenientes que para la salud
de los enfermos se siguen por falta de
los buenos médicos.
LERMA.--Assí es como vos decís, señor
Dionisio; pero decime: ¿quiénes son essos
malos médicos, que yo á todos los tengo
por buenos?
DIONISIO.--Antes son tan pocos los
buenos médicos, que apenas hay ninguno
que no sea malo, como vuesa merced ha
dicho de los boticarios, y por no gastar
palabras, quiérome ir declarando más
particularmente, para que nos entendamos,
de las condiciones que se requieren para
que un médico cumpla con Dios y con el
mundo. La primera, que sea hombre justo,
temeroso de Dios y de su conciencia,
conforme á lo que Salomón dice (_Eccl._,
I): El principio de la sabiduría es el
temor que á Dios se tiene; porque el que
no llevare su fundamento sobre esto, no
podrá hacer las curas suficientes ni que
aprovechen á los enfermos, y así dice
Galeno: Aquel cuyo juicio fuere débil
y cuya ánima fuere mala, no aprenderá
aquello que se enseña en esta ciencia, y
esto es porque su fin no es de aprovechar
á su prójimo con ella, sino á sí mismo.
No sé yo qué temor de Dios tienen los
médicos que curan sin tener la ciencia y
experiencia y las otras cosas necessarias
y convinientes para que curen, y si
éstas les faltan, y faltándoles con la
codicia de la ganancia se ponen á curar
no sabiendo lo que hacen, no solamente
pecan, pero dañan su ánima; de manera
que no podrán aprender lo que son
obligados á saber, como Galeno les ha
dicho, ni tampoco puede ser piadoso ni
misericordioso el médico que cura las
enfermedades que no conoce, ni sabe, ni
entiende; antes es muy gran crueldad
y inhumanidad la que usan, pues que,
ó por ganar dineros ó por no confesar
su iñorancia, ponen los enfermos en el
peligro de la muerte y no guardan lo que
Rasis dice, trayéndolo por autoridad de
un gran médico judío, que los médicos han
de ser muy piadosos con los enfermos,
para que con mayor cuidado y diligencia
curen dellos.
LERMA.--¿Pues cómo sabéis vos que los
médicos no tienen suficiencia y habilidad
que se requiere para curar, de manera
que no cumplan con lo que deben á su
conciencia?
DIONISIO.--Ya yo he dicho que no son
todos los médicos, sino que hablo con la
mayor parte dellos, y si vuesa merced
quiere que le declare lo que sabe
muy mejor que yo lo entiendo, quiero
aclararme más para que estos señores lo
entiendan. Cruel cosa y fuera de todo
término de razones la que se consiente
y permite á los médicos que después que
se van á estudiar á las universidades,
con tres ó cuatro años que han oido de
medicina presumen luego de ponerse á
curar, ó por mejor decir á matar los
enfermos. Y con tres maravedís de ciencia
quieren ganar en un año quinientos
ducados, porque su intención es á sola
ganancia, no teniendo atención á lo que
Ipocras dice en su juramento, que siempre
su principal intención será en curar á
los enfermos, sin tener respecto á lo que
por ello se ha de ganar.
LERMA.--Mal podéis vos juzgar las
intenciones de los médicos.
DIONISIO.--Antes muy bien se pueden
juzgar de las obras que hacen, porque si
el médico es necio de su natural, mal
acertará en el remedio de la vida de un
hombre, donde tan gran discreción se
requiere, y si es sabio, ha de saber que
con tan poca ciencia no ha de presumir de
hacer lo que otros con mucha no pueden
ni saben, y con este conocimiento está
obligado á no curar hasta que pueda
tener mejor constanza de sí, y si no
lo hacen, claro está que la codicia de
la ganancia les hace poner en aventura
la salud y vida de los hombres en si
aciertan ó no aciertan en la cura que
hacen.
D. GASPAR.--Pues si esso es así, ¿cuándo
han de comenzar á curar los médicos?
DIONISIO.--Cuando tuvieren la ciencia
suficiente y la práctica que se requiere
para ponerla en obra.
D. GASPAR.--No os entiendo lo que queréis
decir.
DIONISIO.--Digo, que no solamente un
médico ha de tener muy gran ciencia y
saber muy bien los preceptos y reglas de
medicina, sino que también ha de tener
muy larga y conocida experiencia de las
enfermedades y de la manera y orden
que han de tener en curarse. Porque el
principal fundamento está en conocerlas,
y esta experiencia requiere muy largo
tiempo, conforme á lo que Ipocras dice:
La vida de los hombres es muy breve y la
arte es muy luenga; el tiempo es agudo y
la experiencia engañosa. Si esto es así
verdad, ¿qué experiencia pueden tener los
que ayer salieron del estudio, ni los que
ha un año, ni dos, ni seis que curan, á
lo menos si las curas que hacen son con
sólo su parecer y por su albedrío?
PIMENTEL.--Muy poca ó ninguna, y cuando
viniera á tenerla, habrían ya muerto más
hombres que sanado enfermos.
D. GASPAR.--¿Pues qué han de hacer los
médicos para no errar?
DIONISIO.--Lo que dice el señor
licenciado de los boticarios: que es,
tratar mucho tiempo su oficio antes que
comiencen á usar dél por su actoridad,
y primero que se atrevan á hacer una
experiencia la han de haber visto muchas
veces, ó á lo menos otra semejante; y
esto ha de ser curando mucho tiempo
los médicos mancebos en compañía de
los viejos experimentados, lo que no
hace ninguno, porque con la leche en
los labios de lo que han estudiado,
les parece que son bastantes á curar
cualquiera enfermedad por sí solos, y si
la ganancia no estuviese de por medio,
todavía se humillarían á lo que son
obligados; porque no basta que den muy
buena razón de lo que les preguntassen
si no lo saben obrar, conforme á lo
que dice Avicena: Que no basta en la
medicina la razón sin la experiencia ni
la experiencia sin la razón, porque ambas
son menester y han de andar juntas la una
con la otra.
PIMENTEL.--¿Pues qué han de hacer los
médicos en tanto que no pudiesen ganar de
comer? Que según esso primero llegarán
á viejos que justamente puedan llevar
alguna ganancia.
DIONISIO.--Que coman de sus patrimonios,
y si no lo tienen, que lo procuren por
otra vía, que no ha de ser su ganancia
tan á costa y perjuicio de las repúblicas
que sean los médicos peor pestilencia y
más crueles verdugos que los boticarios,
como el señor licenciado ha dicho,
pues que están obligados á cumplir el
juramento que su evangelista juró en
nombre de todos ellos.
LERMA.--Bien sería si los médicos de
agora que fuesen como los de los tiempos
pasados que esso escribieron, que
hablaban á su seguro y sin necesidad
de ganar de comer por su trabajo, que
Ipocras, señor fué de la isla de Coo y
tan rico y poderoso, que no quiso las
riquezas de un potentísimo rey que se las
ofrecía por que le fuese á curar de una
enfermedad, ni después temió sus amenazas
porque no quiso hacerlo. Avicena,
príncipe fué del reino de Córdoba.
Hamech, hijo fué de un rey, y así otros
muchos médicos que se podrían decir
semejantes á éstos; pero los que agora
aprendemos esta arte es para sustentarnos
con ella y no para mostrarnos sabios y
ganar honra solamente, como ellos.
DIONISIO.--Yo no quito que del trabajo
se saque el premio para sustentarse
los médicos; pero querría que con
mayor cuidado procurasen que yo no
tuviese razón en lo que digo, porque
verdaderamente por lo menos habrían
de haber visto curar y tratar las
enfermedades cinco ó seis años antes que
tuviesen licencia de curar por si solos:
porque sabe un médico dar razón de las
alteraciones que ha de haber en un pulso
para que un enfermo tenga calentura, y
cuando le toma el pulso no lo conoce por
falta de experiencia, y muchas veces
desta manera vemos que curando dos
médicos á un enfermo, el uno dice que
tiene calentura y el otro que está sin
ella, y así mesmo yerran diversas veces,
teniendo unas enfermedades por otras; y
cuando Galeno, siendo tan excelentísimo
médico, confiesa de sí mesmo haberse
engañado una vez que teniendo mal de
cólico y muy gran dolor pensó que le
procedía de tener piedra en los reñones,
haciendo diferentes remedios de los que
para aquella enfermedad eran necesarios,
¿qué harán estos médicos de quien yo
digo, y más no teniendo las enfermedades
en sus mesmos cuerpos para sentirlas,
sino en los ajenos, donde por la mayor
parte juzgan por adivinanzas? Y el no
conocer bien los médicos las enfermedades
que son tan diversas y diferentes es
causa de venir á morir muchos de los que
las tienen, que siendo curados dellas
con los remedios que se les suelen hacer
no perderían las vidas; y sin esto, ¿qué
menos obligación tienen los médicos que
los boticarios á conocer si las medicinas
son buenas ó malas, y escoger las mejores
cuando mandan hacer una purga ó unas
píldoras ó otra cosa semejante, para que
los boticarios no los engañen, que así
la culpa es de los unos y de los otros?
Por cierto cosa es para reir ver algunos
médicos de los nuevos, y aun de los
viejos, ir á nuestras boticas y pedir que
les mostremos las medicinas y tomar las
peores por las mejores, y algunas veces
unas por otras, y el xarabe que está
bueno dicen que está malo, y el que está
malo alaban por bueno, tanto que muchas
veces nos burlamos dellos, mostrándoles
una cosa por otra sin que lo conozcan.
Y no para en esto la fiesta, sino que
hay médicos que recetan disparates, y
cosas que bastarían á matar á los sanos,
cuanto más é los enfermos, y tienen
necesidad las boticarios de remediarlo,
por no ser participantes en la culpa,
que si las medicinas obran bien, quieren
ellos llevarlas gracias, y si mal,
que nos den á nosotros por culpados.
También hacen otra cosa perjudicial á
sus conciencias y honras, y es que se
aficionan á unos boticarios más que á
otros para darles provecho, no teniendo
respecto á lo que saben y entienden,
ni al aparejo que tienen, sino á los
servicios que les hacen, porque les
dan parte de las ganancias; y aunque
no sea tan descubiertamente, en fin,
aprovéchanse dellos en las haciendas y en
las personas, y el boticario que no les
sirviere y anduviere bailando delante,
poca medra tiene con ellos; y de aquí
nace que pocas veces los médicos son
amigos de los buenos boticarios, porque
confiando en su saber y bondad y en el
buen aparejo de medicinas que hay en
sus tiendas, no les quieren tener aquel
respecto que ellos desean y procuran, y
con esto no medran mucho con la ganancia
que les dan, porque se la quitan cuando
pueden.
PIMENTEL.--Si todos los boticarios les
dan el trato que vos agora les dais, poca
razón tendrán de serles amigos; pero
pasad adelante, porque me parece que os
queda más que decir.
DIONISIO.--No sería poco si se hubiese
de decir todo; pero todavía quiero
pasar más larga la carrera, que yo me
iré abreviando por no cansar á vuesas
mercedes. Por cierto, cosa es de notar, y
aun de burlar, ver á los médicos ponerse
en los portales de sus casas, esperando
por las mañanas que les traigan las
orinas de los lugares comarcanos donde
viven, que las unas son tomadas cuatro
horas ha y otras seis, y algunas por
ventura de una noche ó de todo un día
vienen mazadas y botadas, que no parecen
sino lodo, y así las están mirando
como si estuviesen para conocerse las
enfermedades por ellas, habiendo de
estar la orina tomada por lo más de una
hora y reposada en el orinal para que no
esté revuelto el hipostasis, y con esto
cumplen los pobres simples, para que les
den dineros por ello, y si á un médico
destos le llaman para cien enfermos,
á todos irá á visitar y á curarlos de
cualquiera enfermedades que tengan, no
teniendo tiempo de estudiar para los
seis dellos, ni para acabar de entender
lo que curan y los remedios necesarios,
y así andan ciegos y desatinados en lo
que es necesario tener el mayor concierto
y tino del mundo, fuera de la salvación
del ánima, porque no han de confiar de
lo que han estudiado ni de lo que tienen
en sus memorias, sino de ver de nuevo
cada día y cada hora cómo se ha de curar
la enfermedad que tienen entre manos y
qué remedios se le han de aplicar para
sanarla.
PIMENTEL.--No me parece que tenéis tanta
razón en lo que decís que no podáis
engañaros, porque los médicos viejos que
han visto y estudiado mucho, con lo que
saben pueden curar sin tornar á ver los
libros tantas veces como vos decís.
DIONISIO.--A los que eso hicieren,
acaescerles ha como á los predicadores,
que siendo grandes teólogos, presumen
de hacer algunos sermones sin estudiar
los primeros, y por una vez que aciertan
á llevarlos bien ordenados, diez veces
se pierden, de manera que luego se
les conoce que lo que predican es sin
estudio, y cuando yerran, es ésta la
disculpa que tienen; así los médicos
que quieren curar las enfermedades sin
estudiar de nuevo para cada una dellas,
por una que aciertan, errarán muchas,
para acabar la vida de aquellos que se
ponen en sus manos por alargarla.
D. GASPAR.--Todas estas faltas se suplen
con la discreción y buen natural de un
médico, y muchas veces aprovecha más
con ello que con la arte ni con cuanta
medicina han estudiado.
DIONISIO.--No digo yo menos que esso,
y vuestra merced me ha quitado de
trabajo en echarlo en el corro, para
que aquí se declare; pero diga vuestra
merced ¿cuántos médicos hay hoy con las
propiedades y condiciones que cerca de
eso se requieren? Pluguiese á Dios que
antes les faltase parte de la ciencia
que no el buen natural y el juicio
claro, reposado y assentado, porque
teniéndolo, con él suplirían muchas
faltas, juzgando con discreción en
algunas cosas, que sólo ella bastaría;
porque la buena estimativa, como dice
Averroes, sola hace bueno al médico. Lo
mismo tiene Halirodoan y Galeno en el
primero de los días críticos, y conforme
á esto Damasceno: el ingenio natural del
médico con pequeño fundamento ayuda á la
naturaleza, y el que es defetuoso hace
el effeto contrario. Pues siendo esto
assí, como estos autores dicen, ¿qué
podrán hacer muchos médicos alterados,
locos, desasosegados, elevados y, lo que
peor es de todo, muy grandes necios?
Por cierto, en los tales como éstos yo
tengo en muy poco la ciencia que tienen,
porque no sabrán usar della por mucha
que tengan, ni aprovechar á los que
tuvieren necesidad de su ayuda. Porque
los unos dellos todo lo que saben
lo tienen en el pico de las lenguas,
alegando textos y autoridades á montones
sobre cada cosa que se trata, sabiendo
entenderla para tratarla y no para usar
della. Otros que les parece que todo su
saber consiste en sustentar opiniones
contrarias de los otros médicos; y
en fin si les preguntasen dónde está
el bazo ó el hígado, apenas sabrían
mostrarlo, porque, como he dicho, no lo
han tratado ni tienen experiencia dello.
Y estos tales son como unos marineros
que saben aritmética, cosmografía y
astrología, y dan buena razón de todo lo
que les preguntan cerca de la arte de
marear, y les pusiessen un timón de una
nave en las manos, presto la pondrían
en trabajo y peligro de anegarse, por
no saber gobernarla y guiarla, y así
como se hiciese pedazos en las peñas ó
se encallase en algunos vaxios, para
no poder salir de la arena, porque no
conocen la tierra, ni saben los puertos
donde acogerse, ni los lugares seguros
donde echar áncoras hasta que pase la
tempestad y tormenta. Y así los médicos
que no han visto las enfermedades ni
las han curado otras veces, no saben
guiarlas á puerto seguro, ni sacarlas
de los peligros desta mar del mundo en
que navegamos, y dan con los enfermos
al través; de suerte que en lugar de
sacarlos á puerto de salvación, los
llevan al de perdición de su salud y
vida; y de estas cosas muchas remedia el
buen entendimiento, y el buen natural
y claro juicio y la buena estimativa á
donde la hay, aunque esto todo juntamente
con las letras necesarias pocas veces
y en pocos médicos se halla, y éstos
pierden la bondad que tienen por el fin
que pretenden de las riquezas, que la
codicia les hace desordenarse de manera
que no atienden tanto á hacer con su
habilidad cuanto á sacar el provecho que
pueden della, y así hacen mil descuidos
y desatinos, proveyendo lo que conviene
á las enfermedades sin haber estudiado
sobre ellas, no mirando lo que dice
Galeno: Que conviene al médico ser muy
estudioso para que no diga ni provea
alguna cosa en la enfermedad que curare
absolutamente y sin haberla primero bien
mirado. Al médico que esto hiciese no le
acaecería lo que á mí me han contado de
uno que mirando cierta enfermedad de un
hombre dixo que con muy gran brevedad la
curaría, y el enfermo, que lo deseaba,
oyendo esto dióle mayor priesa al médico.
Por abreviar, mandóle que, así como había
de tomar para purgarse cuatro ó cinco
xarabes que digestiesen el humor, que se
trajesen todos juntos y que los tomase
de una vez, pareciéndole que por ser la
mesma cantidad haría el mesmo efeto que
si se tomaran en cinco días; y así le dió
luego la purga, la cual nunca le salió
del cuerpo, porque se murió con ella, lo
cual por ventura no pasara si el tiempo
ayudara á los xarabes repartidos, que en
cinco días tuvieron el humor digesto
para poder hacer la evacuación que por
falta de éste no se hizo. Y porque ya
me parece que me voy alargando, quiero
resumirme con que el día de hoy hay
pocos médicos que verdaderamente lo
sean, y muchos que tienen los nombres
de médicos que no lo son, porque tienen
el nombre sólo, sin las obras; y no hay
menos necesidad de que en esto se pusiese
remedio que en lo de los boticarios,
no dexando curar sino á las personas
que fuesen suficientes para ello y que
tuviesen todas las partes y condiciones
que se requieren para no matar á los
enfermos en lugar de sanarlos.
PIMENTEL.--Conforme á eso, ¿queríades que
los médicos fuesen tan perfetos que todas
sus obras fuesen sin reprehensión?
DIONISIO.--Yo querría lo que Galeno dice
que conviene á los médicos (así como
antiguamente está dicho) ser semejantes á
los ángeles, para que no yerren en lo que
hicieren.
D. GASPAR.--Mucha medicina habéis
estudiado, á lo que parece, señor
Dionisio, pues tantas autoridades y de
tantos autores traéis para probar vuestra
intención contra los médicos.
LERMA.--Aquellas tiénenlas estudiadas
y recopiladas muchos, días ha, para
satisfacerse de los médicos que dixeren
alguna cosa de los boticarios, aunque
no puedo dexar de confesar que Dionisio
tiene tanta habilidad que basta para más
que esto, y en todo lo que ha dicho dice
muy gran verdad y tiene razón, porque son
todas cosas convenientes y necesarias;
y verdaderamente es mucho el daño que
hacen los médicos que no son suficientes
ni tienen la habilidad que se requiere
para usar bien sus oficios, de las
cuales es la mayor la arte y después la
experiencia, y con ellas se ha de juntar
el buen natural, la discreción y la buena
estimativa para conocer y juzgar y obrar
con la calidad y cantidad, y guardar los
tiempos, las condiciones, diferenciando
con el buen juicio la manera que se ha
de tener en las curas, que requieren
diversas formas y maneras para ser
curadas; y conforme á esto, los médicos,
para ser buenos médicos, si fuese cosa
que se pudiese hacer, habrían de ver
curar cuando mozos y curar cuando viejos
y experimentados.
PIMENTEL.--Lo que yo infiero de lo que
ha dicho Dionisio y de lo que vos, señor
licenciado, decís, hartos más son los
que enferman y mueren por la iñorancia
ó malicia de los médicos y boticarios
que los que sanan con las curas que les
hacen y medicinas que reciben. Y así lo
que dice Salomón, que el Señor altísimo
crió de la tierra la medicina y el varón
prudente no la aborrecerá, entiéndolo yo
por la buena medicina; pero por lo que
se ha platicado, pocas medicinas tienen
buenas los boticarios, y tan pocas son
las que ordenan bien los médicos; y así
lo mejor sería que las gentes se curasen
todas como yo he visto á los mismos
médicos cuando están enfermos, y á sus
mujeres y hijos cuando están malos.
LERMA.--¿Y qué diferencia ha visto vuesa
merced hacer?
PIMENTEL.--Yo os la diré luego. Cuando
un médico está malo, jamás le veréis
comer ni tener dieta, á lo menos tan
estrecha como la mandan á los otros
enfermos; no comen lentejas, ni acelgas
cocidas, ni manzanas asadas, sino muy
buenos caldos de aves y parte dellas con
otras cosas sustanciales. Beben siempre,
aunque tengan calentura, un poco de vino
aguado, y no del peor que pueden haber.
No permiten sangrarse ni purgarse, si
la necesidad no es tan grande que vean
al ojo la muerte; á sus mujeres y hijos
cúranlos tan atentadamente, que siempre
dicen que dexan obrar á la naturaleza,
y nunca les dan purgas ni les hacen
sangrías, sino son en enfermedades
agudas y peligrosas. Pero si uno de
nosotros está un poco mal dispuesto ó
tiene calentura, por poca que sea, luego
receutan xarabes y purgas y mandan sacar
cien onzas de sangre, con que recibe
el cuerpo más daño que provecho puede
recoger en toda su vida de los médicos.
LERMA.--La culpa desto tiene la común
opinión del vulgo, porque si un médico
va á visitar tres ó cuatro veces á un
enfermo y no provee luego en hacer
remedios, tiénenle por iñorante y
murmuran dél, diciendo que no sabe curar
ni hace cosa buena en medicina, y si no
les mandan comer dietas y estrecharse,
parésceles que aquello es para nunca
sanarlos; y por otra parte, desmándanse á
comer mil cosas dañosas, y muchas veces
por esta causa estrechamos la licencia,
que bien sabemos que hay pocos enfermos
que no la tomen mayor que nosotros se
la damos, y acaece á muchos venirles
la muerte por ello. Y á la verdad, los
médicos habrían siempre de mandar lo
que se ha de hacer puntualmente, y los
enfermos cumplirlo sin salir dello; y lo
que nosotros hacemos con nuestras mujeres
y hijos es porque osamos aventurarlas, y
si la cura fuere más á la larga, nuestro
ha de ser el trabajo.
D. GASTAR.--Si los médicos teniendo mayor
afición y voluntad para procurar la salud
á sus mujeres é hijos hacen eso con
ellos, lo mismo querría yo que hiciessen
conmigo.
LERMA.--Vuesa merced, que lo entiende
y tiene discreción para ello, holgaría
de que se tuviese esa orden en sus
enfermedades; pero las otras gentes, á
los médicos que luego receutan y sangran
y purgan y hacen otras cosas semejantes
y experiencias malas ó buenas, tiénenlos
por grandes médicos y con ello cobran
fama y reputación entre las gentes.
PIMENTEL.--Entre las gentes necias
será esto; pero no es buena razón,
señor licenciado, que miren los médicos
ninguna cosa desas para dexar de cumplir
con lo que son obligados á Dios y á
sus conciencias, y al bien general y
particular de sus repúblicas; y habrían
siempre de tener cuenta con la necesidad
de los enfermos, y no con el juicio
de las gentes; y cuenta con curar las
enfermedades de manera que de los
remedios que aplican para sanar las unas
no se engendrasen otras mayores, y cuenta
con que la han de dar á Dios si usan bien
ó mal sus oficios, y desta manera nunca
errarán en lo que hicieren ni tendrán de
qué ser reprendidos ni acusados. Pero
¿quién hay que haga esto?
LERMA.--Algunos habrá, si vuessa merced
manda no llevarlos á todos por un rasero.
PIMENTEL.--Si los hay yo no los veo, y
reniego del mejor de vosotros, como dixo
el que araba con los lobos.
LERMA.--Vámonos, señor Dionisio, que
basta lo que el uno al otro nos hemos
dicho sin esperar la cólera del señor
Pimentel, que yo le veo en términos de
ponernos á todos muy presto del lodo.
PIMENTEL.--Eso será por no esperarse á
oir las verdades.
DIONISIO.--¿No bastan las que nosotros
hemos tratado sin que vuessa merced
quiera traer cosas nuevas? Y si han de
ser para echarnos de aquí por fuerza,
mejor será que nos vamos antes que oyamos
con que nos pese.
LERMA.--Aunque yo quisiese detenerme,
no puedo hacerlo. Vuessa merced, señor
Gaspar, está mejor, loado Dios, y para
el dolor del hígado se aplicarán luego
los remedios necesarios. Yo me voy por la
botica de Dionisio, donde dexaré dada la
orden en lo que se hubiese de hacer. No
se beba otra agua sino la de doradilla,
y con tanto, beso las manos á vuesas
mercedes.
D. GASPAR.--No sea esta visitación para
olvidarme tanto como estos días.
DIONISIO.--No será, porque yo tendré
cuidado de ponerlo al señor licenciado
para que venga muchas veces.
D. GASPAR.--A vos, señor Dionisio, os
pido yo por merced que vengáis, que no
huelgo menos con vuessa visitación que
con la de cuantos médicos hay en el mundo.
DIONISIO.--Yo lo haré así, y agora
vuestras mercedes me perdonen, que el
licenciado lleva priesa y quiero seguirle
porque no se agravie, y aun podrá ser que
sospeche que todavía quedamos murmurando.
PIMENTEL.--No sería pecado mortal si
la murmuración fuesse tan verdadera y
provechosa como las passadas.
_Finis._
COLLOQUIO
Entre dos caballeros llamados Leandro y
Florián y un pastor Amintas, en que se
tratan las excelencias y perfición de
la vida pastoril para los que quieren
seguirla, probándolo con muchas razones
naturales y autoridades y ejemplos de la
Sagrada Escritura y de otros autores. Es
muy provechosa para que las gentes no
vivan descontentas con su pobreza, no
pongan la felicidad y bienaventuranza en
tener grandes riquezas y gozar de grandes
estados.
INTERLOCUTORES
_Leandro._--_Florián._--_Amintas._
LEANDRO.--Paréceme, señor Florián, que no
es buen camino el que llevamos; porque
agora que pensábamos salir al cabo deste
monte, entramos en la mayor espesura, y
según veo no se nos apareja buena noche,
pues será excusado salir tan presto
de este laberinto donde andamos dando
vueltas á una parte y á otra, sin hallar
salida.
FLORIÁN.--Culpa es nuestra, pues
quessimos que nos anocheciese en
tierra tan montañosa, y cuanto más
anduviéremos será mayor el yerro no
sabiendo á qué parte vamos. Lo mejor
será que nos metamos en una mata destas
y desenfrenando los caballos para que
puedan pacer, passemos lo que nos queda
de la noche durmiendo, que venido el día
presto podremos aportar á poblado.
LEANDRO.--Bien decís; pero á mí me parece
que oigo ladrar algunos mastines, y sin
duda debe de estar cerca alguna majada de
pastores.
FLORIÁN.--Decís la verdad, que yo también
los he oído; por aquí podremos ir, que el
monte está menos espeso.
LEANDRO.--No sería malo hallar alguna
cosa que comer, porque yo os doy mi fe
que no voy menos muerto de hambre que si
hubiesse tres días que no hubiesse comido
bocado.
FLORIÁN.--A mí la sed me fatiga, aunque
no lo había dicho; pero una noche como
quiera puede pasarse.
LEANDRO.--Mejor sería passarla bien que
mal, si pudiéssemos, y no hemos traído
mal tino, que veis allí está fuego hecho
y un pastor no poco enzamarrado; pero
doy al diablo estos perros que assí nos
fatigan como si veniéssemos á hurtalles
el ganado.
AMINTAS.--Torna aquí, Manchado, que mala
rabia te mate y lobos te despedacen;
torna aquí; dolos yo á la mala ventura,
que no saben ladrar sino cuando no es
menester.
LEANDRO.--Buenas noches, hermano mío.
AMINTAS.--Salud buena os dé Dios. ¿Qué
venida es ésta por aquí á tal hora?
FLORIÁN.--Mi fe, hermano, no venimos por
nuestra voluntad, sino por haber perdido
el camino, que toda esta noche hemos
andado perdidos por este monte, hasta
agora que contigo hemos topado, que no ha
sido pequeña dicha.
AMINTAS.--Esa yo la he tenido en
haber llegado á mi majada personas
tan honradas, y más y más si en ella
quisiéredes ser mis huéspedes por esta
noche, pues que á cualquiera parte que
queráis caminar, el pueblo más cercano
está de aquí dos leguas; y con la grande
escuridad que hace, dificultosamente
podréis atinar allá, aunque yo quisiese
poneros en el camino.
LEANDRO.--Desa manera forzado será
aceptar tu buena voluntad y ofrecimiento;
pero dinos, ¿por ventura tienes alguna
cosa que comamos, que lo que nos dieres
te será todo muy bien pagado?
AMINTAS.--No ha de faltar, si queréis
contentaros con la miseria de que vivimos
los pobres pastores. Desenfrenad los
caballos para que puedan pacer, pues hay
hierba en abundancia que suplirá la falta
de la cebada, que para vosotros pan hay
con un pedazo de cecina y esta liebre que
mis mastines por gran aventura mataron,
para la cual tenía encendido el fuego
que veis, y assí está ya aparejada, y en
lugar del buen vino que solemos beber en
vuestra tierra, habréis de pasaros con
agua que agora poco ha he traido de una
clara y sabrosa fuente.
LEANDRO.--Dios te dé buena ventura, que
más nos hartará tu buena voluntad y
gracia que todos los manjares y vinos
del mundo, y pues que así es, comencemos
á comer, que en verdad yo estaba medio
desmayado con pensar que esta noche la
habíamos de pasar como camaleones.
FLORIÁN.--Nunca Dios hizo á quien
desamparase, y yo os prometo que me
sabe mejor lo que como y bebo que si
estuviéssemos en el mejor banquete que se
hace en la corte.
AMINTAS.--El buen gusto hácelo el buen
apetito y la hambre, que es la cosa que
mayor sabor pone á los manjares, y así
agora no podrá saberos mal el pan de
centeno de mi convite que tan buenos
bocados os veo dar en él como si fuesse
de trigo y de lo muy escogido, blanco y
regalado.
FLORIÁN.--Así me ayuda Dios que hasta
agora yo no había mirado si era de trigo
ó de centeno, porque me sabe tan bien,
que no tengo cuidado sino de hartarme.
AMINTAS.--Si queréis, señores, leche
migada, aquí la tengo en este cacharro
nuevo; bien podéis comer sin asco, que yo
os digo está bien limpio.
LEANDRO.--Está tan sabrosa y tan dulce
que ninguna cosa me ha sabido mejor en mi
vida. Comed della, señor Florián, que por
ventura nunca mejor la comistes.
FLORIÁN.--Assí es la verdad, pero no
comamos tanta que nos pueda hacer daño.
LEANDRO.--Bien habéis dicho, que yo ya
estoy satisfecho.
FLORIÁN.--Y yo muy bien harto. Dios dé
mucha salud á quien tan bien nos ha
convidado.
AMINTAS.--Assí haga, señores, á vosotros,
aunque no tenéis de qué darme gracias, si
no es por la voluntad, que, conforme á
ella, de otra manera fuérades convidados.
LEANDRO.--Dime, hermano mío, ¿cómo es tu
nombre?
AMINTAS.--Amintas, señor, me llamo, á
vuestro servicio. Mas decidme, ¿para qué
lo preguntáis?
LEANDRO.--Lo uno para saber de quién
hemos recebido tan buena obra, y que
cuando se ofreciere tiempo podamos
galardonarte della, y lo otro para
poderte mejor decir algunas cosas que
después que aquí estamos me han pasado
por el pensamiento.
AMINTAS.--Cuando alguna buena obra se
hace, ella misma trae consigo el galardón
en ser bien hecha, assí que yo me doy
por bien pagado si en algo he podido
serviros. En lo demás, decid, señor, lo
que quisiéredes, que bien aparejado me
hallaréis para oiros.
LEANDRO.--Pues tan buen aparejo hallo en
ti, hermano Amintas, para escucharme,
quiérote decir lo que estoy considerando,
y no me tengas á mal mis razones, porque
en el fin dellas conocerás que todas irán
enderezadas en provecho y honra tuya;
y cuando así no fuere, bien podré yo
engañarme, pero mi intención será buena,
pues quiero darte en todo el consejo que
yo para mí mesmo tomaría, aunque por ello
me puedas dar la viga que dicen que está
aparejada para quien lo da á quien se lo
pide.
AMINTAS.--Aquellos que son aconsejados
mal ó bien, tienen una gran ventaja, y
es que no son forzados, antes quedan en
su libertad para escoger lo que mejor
les está y les pareciere; que de otra
manera no sería consejo, sino mandamiento
forzoso; así que los que aconsejan, no
solamente bien, pero aunque sea mal, han
de ser con atención oídos, porque si
el consejo es bueno pueden y deben los
hombres aprovecharse dél, y si es malo
toman las gentes mayor aviso para huir
el peligro que consigo trae; aunque para
esto yo confieso que hay necesidad de
muy gran discreción, porque muchas veces
las gentes simples son engañadas con el
consejo de los maliciosos.
LEANDRO.--Tienes tanta razón en lo que
dices y tan buenas razones en lo que
hablas, y con tan polido y gentil estilo
te muestras en tu plática tan prudente,
que sólo esto me mueve á decirte mi
parecer cerca de lo que debrías hacer
de ti y de tu vida; que según siento
traes tan mal empleada en la soledad de
estos desiertos y montes, y en la braveza
destas montañas, á donde aun las bestias
fieras parece que de mala voluntad
habitarían. Y para que mejor, hermano
mío Amintas, puedas entenderme, yo he
considerado que, siendo tú un mancebo al
parecer de veintiuno á veintidós años,
con muy buena disposición en el cuerpo
y tan hermoso de rostro que andando
tratado de otra manera pocos ó ninguno
habría que te hiciesen ventaja, assí en
gentileza como en hermosura, teniendo
otras gracias que, según lo que de ti
hemos visto y conocido no deben faltarte,
y sobre todo un buen natural y juicio
claro, dotado de gran discreción, con
sutil y delicado entendimiento, que
lo empleas tan mal todo ello, que con
razón podrías ser reprendido de los que
te conocen y sienten que podrías tener
mayores y mejores pensamientos que no
los que muestras andando tras el ganado,
en hábito tan humilde que nunca serás ni
podrás ser más de lo que agora paresces,
que es ser pastor como los otros
pastores. Y contentándote con la pobreza
y desventura que todos tienen, sin
pretender de pasar más adelante ni venir
á ser más estimado y temido, habiendo
en ti tanta habilidad y suficiencia,
á lo que hemos visto y conocido, que
más pareces hombre disfrazado que no
criado en el hábito que traes. Así que,
amigo Amintas, lo que todas las gentes
pretenden, que es el valor de la persona
y las riquezas, por donde vienen á ser
más estimados y tenidos, tú también
lo habías de pretender y procurar, no
teniendo tan gran descuido para lo que
te cumple, que si tú quieres ponerte en
mudar el hábito y manera de vivir en que
agora andas, yo fiador que ni te falten
aparejos para venir poco á poco á poner
tu persona en otra manera de vida con que
puedas vivir más honrado y contento que
agora lo estás, aunque á ti te parezca al
contrario de lo que digo.
FLORIÁN.--Todas las mudanzas son
trabajosas, y aunque sean de mal en
bien ó de bien en mejor se hacen con
dificultad, porque la costumbre se
convierte en otra naturaleza, y assí debe
de ser en Amintas, que aunque conozca que
vuestro consejo, señor Leandro, es bueno
y provechoso, con estar tan acostumbrado,
y por ventura toda su vida, en el oficio
que agora tiene, dificultosamente querrá
dexarlo, que si él quisiesse todos le
ayudaríamos para disponer de sí, mudando
el hábito y procurando remediarse por
otra vía más aventajada y honrosamente.
AMINTAS.--Conocido he, señores, la
intención con que me habéis dicho lo que
de mi vida os parece, y que el consejo
que me dais es como de personas que
deseáis mi bien y lo procuraríades
cuando en vuestra mano estuviese, y pues
no os lo puedo servir con las otras según
mi pobreza, agradecéroslo he siempre con
mi voluntad. Pero muy engañados estáis
en lo que de mí habéis juzgado, porque
yo voy por otro camino muy diferente
del que á vosotros os parece que siga,
y no debéis maravillaros mirando lo
que comúnmente se dice: que cuantas
cabezas hay, tantos son los pareceres
y juicios diferentes. Vosotros fundáis
vuestra opinión en aquello que tenéis
por mejor y más bien acertado, porque
así está concebido y determinado en
vuestro entendimiento, y á mí pónenseme
delante otras razones tan fuertes en lo
contrario, que no me dexan determinar
en dexar la vida que tengo, ni en que
tenga por mejor otra ninguna de las
que las gentes tienen; y si no fuesse
por no cansaros y haceros perder el
sueño, que os será más provechoso, yo
las diría, para que viésedes que no me
faltan razones, si por ventura con ellas
me engaño, para querer ser pastor, como
lo soy, y no tener en nada todo lo que
el mundo para valer más me pueda poner
delante.
LEANDRO.--No podrás, Amintas, darnos
mejor noche que será con oirlas, que
el sueño no nos hace falta, y pues que
descansamos recostados en esta verde
frescura, por amor de mí te ruego que
prosigas hasta el cabo de tu plática,
que de muy buena gana escucharemos,
para poder entender qué causas pueden
á ti moverte, fuera de la simpleza que
los otros pastores tienen, para tener
y estimar en mucho la vida que todos
tenemos en poco, huyendo della con todo
nuestro poder y fuerzas, y que tú por tu
voluntad quieras seguirla, mostrando tan
gran contentamiento con ella.
AMINTAS.--Pues que assí lo tenéis por
bien, escuchadme, que yo las diré y con
la mayor brevedad que pudiere, para que
si os parecieren torpes y mal fundadas,
como salidas de un entendimiento torpe
y grosero, no recibáis cansancio en
escucharlas, que los pastores á veces
pueden leer cosas que los ciudadanos,
impedidos de sus tratos y conversaciones,
por ventura no leen, por donde recogeré
en mi memoria algunas cosas de las que en
este yermo á mis solas he leído acerca
deste propósito de que hablamos.
FLORIÁN.--Antes te ruego que las digas
sin dexar ninguna cosa de lo que te
pareciere que hace al propósito, para que
mejor las entendamos.
AMINTAS.--Todas las cosas como las hace y
produce la naturaleza desnudas y con sólo
el ser que de su sustancia tienen son de
mayor perfición que cuando los accidentes
son adquiridos y postizos, porque parece
que la causa de tener necesidad dellos
arguye aquella cosa ser imperfecta y
querría ser ayudada con ponerlos en sí,
para la imperfección que en sí sienten.
Y porque mejor me podáis entender,
decidme, señores, ¿qué ventaja hace
una cosa viva, aunque sea fea y tenga
muchos defetos para parecer bien, á la
mesma cosa pintada, aunque el pintor se
esmere en hacerla y procure contrahacer
naturalmente á la viva? Y así mesmo ¿qué
ventaja tan grande la de la hermosura
igual al parecer en dos mujeres, si
la una la tiene suya sin poner cosa
ninguna y la otra la tiene postiza y
con afeites y otras cosas que la ayuden
á estar hermosa? Pues si tomáis las
hierbas y flores que nacen en los campos
de diversos colores y matices, ¿cuánta
mayor perfición muestran en sí que las
que están pintadas y contrahechas? Y
dexando aparte la suavidad de los olores,
y la virtud con que están criadas, en el
parecer les hacen ventaja muy conocida.
Pareceros ha, señores, que estas
comparaciones van sin propósito hasta que
entendáis el fin para que las he dicho,
el cual es mostraros que cuanto las cosas
están más cerca y allegadas á lo que
manda y muestra querer la naturaleza,
tanto se podrían decir que tienen mayor
bondad y que son más perfetas, y con la
perfición más dignas de ser queridas y
seguidas de las gentes. Todo esto he
dicho para mostraros que, siendo la vida
pastoril, por muchas causas y razones
que para ello hay, más allegada á la que
la naturaleza quiso como por principal
intento y voluntad que los hombres
seguiéssemos, que os parezca también que
los que la siguen y se contentan con ella
no solamente no hacen yerro ninguno, pero
que no por esso es razón que sean tenidos
en menos que los otros hombres que siguen
y andan embebidos en las riquezas y en
los deleites y en las pompas y honores,
que todas son vanidades del mundo.
LEANDRO.--No me parece mal fundamento el
que has tomado; pero yo no veo razón que
baste á probar cómo quiso la naturaleza
más que los hombres anduviesen guardando
ganado que no que entendiesen en los
otros tratos y negociaciones que se
acostumbran en el mundo.
AMINTAS.--No digo yo que la naturaleza
lo quiso de manera que no dexase lugar
para que pudiésemos entender en otras
cosas; pero que parece que esto nos puso
delante como cosa más principal, y assí
lo podréis entender por lo que agora
diré. Cuando nuestro señor Dios tuvo por
bien de criar el mundo y en él á nuestros
primeros padres á su imagen y semejanza,
fué con aquella llaneza y simplicidad que
se requería para estar en su servicio,
hasta que comieron del fruto vedado, por
el cual fueron echados del Paraíso; y
como por el pecado cometido les fuese
dado mandamiento, por maldición, que
comiesen del sudor de sus manos, hallaron
para sustentarse las hierbas y las
raíces en los campos, las frutas en los
árboles, las aguas en las fuentes y ríos
y las semientes puestas, así verdes como
maduras, en las mesmas hierbas; todo
esto, después que una vez lo hallaban,
no huía ni se apartaba dellos; pero los
ganados, de cuya leche y lo que de ella
se hace, también habían de comer, aunque
no comían la carne para mantenerse, en
descuidándose se iban por unas partes
y por otras, de manera que les era
trabajoso el andarlos buscando, y assí
les fué forzado, juntando algunos rebaños
dellos, hacerse ellos mesmos guardas y
pastores, obedeciendo á la naturaleza que
parecía mandarles, y aun forzarles, á
que lo hiciesen para que mejor pudiesen
sustentarse. Y assí en teniendo hijos los
pusieron en el mesmo cuidado; pues que el
oficio de Abel fué guardar los ganados,
y el de Caín ser labrador de las hierbas
y simientes que entonces producía la
tierra; y conforme á esto se puede creer
que en aquella edad primera y dorada los
mejores bienes y mayores riquezas que
los hombres tenían eran los ganados, de
que se sustentaban á sí y á sus hijos
y familias, gozando de los despojos de
la lana, leche y queso y manteca, y aun
haciendo vestidos de los pelejos dellos,
porque entonces no procuraba la malicia
humana las nuevas invenciones de los
vestidos y atavíos que agora se usan,
ni conocían el oro ni la plata, sino
por unos metales muy buenos de que se
aprovechaban en las cosas necesarias y
no para hacer moneda, que fué la mayor
perdición que pudo venir al mundo, no
por el dinero, que, por ser como un
fiador de las cosas vendibles, excusa de
muchos males que habría sin él, mas por
la cobdicia que vino al mundo junto con
el dinero. Y el valor que tuvo el dinero
cuando se hizo fué porque en él estaba
esculpida la figura de oveja ó cabra ó de
otra res de ganado, ó porque la primera
moneda que hubo fué hecha y esculpida
la señal en el cuero de los ganados, y
por la una causa ó por la otra en latín
se llamó _pecunia_, que quiere decir
cosa de ganado, de manera que los que
más y menos valían, todos debían de ser
guardas y pastores de sus ganados. Y aun
después de aquel universal diluvio, como
parece por aquel gran patriarca Abraham,
que, siendo un hombre tan poderoso, su
principal patrimonio eran los rebaños
de los ganados, los cuales él vía y
visitaba de contino, y aun por aventura
también guardaba, como parece cuando
estaba á la puerta de su casa que se le
parecieron tres ángeles en figura de
hombres mancebos que le denunciaron que
Sara, su mujer, en su senectud pariría,
y queriendo tenerlos por convidados, él
mesmo fue al ganado y trajo una ternera,
con que les hizo el convite. Y así mesmo
cuando hizo el concierto y confederación
con Abimelec y Michol, para confirmar
la amistad le dió parte de los ganados
que tenía. También su hijo Isaac, cuando
los de Palestina, pareciéndoles que se
hacía más rico y poderoso que ellos, le
mandaron salir de la tierra, las mayores
riquezas que llevó fueron sus ganados,
y haciendo pozos en muchas partes para
que las reses no pereciesen con la
sed, tuvo contienda sobre el agua con
los pastores de Gerare. Y cuando aquel
gran patriarca Jacob fué á la tierra de
Oriente y allegó á la casa de Labán, su
tío, primero halló á su hija Rachel que,
siendo pastora, apacentaba los ganados
de su padre, por la cual y por el engaño
que le fué hecho con su hermana Lia,
servió catorce años, y cuando se despedía
de Labán, su suegro, para volverse á su
tierra, siendo por él molestado que no
se fuesse, hizo concierto con Jacob que
porque tornase á ser pastor y guarda de
sus ganados le daría todas las ovejas
y cabras que de allí adelante naciesen
manchadas y de diversos colores. Lo
mesmo sabemos todos de los hijos de
Jacob, que también fueron pastores como
su padre, y el menor dellos, que fué
José, les llevaba de comer al campo
donde andaban con el ganado que Jacob
tenía. Del pacientísimo Job es bien
notorio que, siendo el más rico hombre
de toda la provincia donde habitaba, sus
principales riquezas eran los ganados
de todas suertes, así como ovejas y
cabras, bueyes, asnos y camellos, con los
cuales andaban sus criados y sus mesmos
hijos, no se desdeñando de ser guardas
y pastores dellos. Moisés, caudillo del
pueblo de Israel, y por cuyo consejo fué
librado del poder de Faraón, pastor era y
apacentando andaba el ganado de su suegro
Jetro cuando Dios se le apareció en la
zarza que ardía y no se quemaba. Saúl,
cuando fué ungido rey, andaba buscando
unos asnos de su padre que se le habían
perdido, lo cual era señal que él era el
que tenía cuidado de guardarlos. Del real
profeta y grande amigo de Dios, el rey
David, notorio y muy claro es á todos que
siempre andaba en el campo apacentando
el ganado de su padre, y que de allí lo
escogió Dios para que gobernase y regiese
el pueblo de Israel. Y sin estos que
he dicho, hubo otros muchos patriarcas
y profetas y varones muy señalados, no
solamente entre los judíos, pero también
entre otras naciones y maneras de gentes
que á mí se me olvidan y de quien no
hacen mención las escrituras y corónicas
que fueron pastores, no lo teniendo en
menos que cualquiera otro de los oficios
y manera de vivir que las otras gentes
seguían, porque, como he dicho, entonces
no había las vanidades, las pompas, las
presunciones, los pensamientos altivos y
soberbios que hay agora, ni los bollicios
y sutilezas de los ingenios, todos
endrezados á subir y valer más como
quiera que sea, lícita ó ilícitamente,
desdeñándose las gentes de todo aquello
que solían hacer y seguir los antiguos y
personas señaladas en vida y en dotrina,
de quien están obligados tomar enxemplo
siguiendo sus pisadas, haciendo lo que
ellos hacían.
LEANDRO.--No tienes razón, Amintas, en
parecerte que essas razones sean tan
bastantes que obliguen á todas las gentes
para que, desando todos los otros oficios
y maneras de vivir, se vuelvan á ser
labradores ó pastores, como tú querrías
que lo fuessen.
AMINTAS.--Menos razón tenéis vos, señor,
en pareceros que no hace bien ningún
hombre que tenga buen entendimiento,
con otras gracias, en seguir la vida
pastoril, pues con tantas razones á mí
me estábades persuadiendo para que,
pareciéndome tenerla mal empleada, la
desamparase.
FLORIÁN.--Por cierto, Amintas, tú has
dicho y alegado, defendiendo tu opinión,
buenas razones y enxemplos; si hubiese
agora algunos de los pastores de los que
había en aquellos tiempos que supiesen y
entendiesen tan bien lo que les convenía
para con Dios, para con las gentes; pero
pocos se hallarán de tu manara, que ya no
hay en ellos aquella simplicidad santa,
ni la sabiduría llena de bondad, ni las
obras, para que merezcan tener aquella
familiaridad con Dios, por la cual eran
dél visitados y ayudados de su gracia,
con que venían á ser estimados y tenidos
en mucho, como tú lo has dicho.
AMINTAS.--¿Sabéis qué puedo responderos
á esso? Lo que un pastor á un obispo,
que reprendiéndole de cierta cosa en
que había pecado, le decía que los
pastores de los tiempos pasados todos
eran santos y buenos y amigos de Dios,
y que por esso Dios los quería bien y
hacía tantos milagros por ellos, y así
como á santos y amigos suyos se les
aparecieron los ángeles á denunciarles
el nacimiento de Christo y fueron los
primeros que le adoraron y ofrecieron
dones; y que los pastores deste tiempo
eran muy mal inclinados y simples, y que
toda su simpleza era inclinada á mal
fin y á hacer con ella malas obras. Y
el pastor le respondió: También, señor,
en este tiempo, cuando moría algún
obispo ó perlado se tañían las campanas
de suyo, y ahora, cuando las quieren
tañer, no bastan cien brazos y manos
á moverlas. Mayor obligación tenéis
los obispos y los curas de ánimas, los
cardenales y patriarcas y aun el papa, de
no hacer cosa mala ni de que poder ser
reprendidos, pues sois más verdaderos
pastores que nosotros y habéis de dar
cuenta á Dios de mayores y mejores
rebaños de ganados, so pena de pagar con
vuestra ánima lo que por vuestra culpa
se perdiere; que nosotros, si algún
mal ó daño hacemos, á muy pocos daña,
y principalmente es para nosotros, que
pagamos de nuestras haciendas ó soldadas
las reses que se nos perdieren; pero los
perlados inficionan sus ovejas con el
mal enxemplo de su vida y excesos; y en
fin, todos somos pastores y todos hacemos
mal lo que somos obligados, y así tiene
agora Dios tan poca cuenta y familiaridad
con los obispos y con los otros perlados
y curas de ánimas como con los pastores
que andan con el ganado en el campo. Y
la verdadera reprensión que me habéis de
dar es con el buen enxemplo y dotrina de
vuestra vida, para que yo me avergüence y
confunda cuando no hiciere lo mismo que
vos hiciéredes.
LEANDRO.--Avisado pastor era esse, y bien
conozco yo que no solamente los obispos
y los otros perlados y pontífices son
pastores y tienen la obligación que has
dicho, pero que desa manera también se
pueden llamar pastores los emperadores,
reyes y príncipes, y los otros grandes
señores y todos aquellos que tienen
vasallos y súbditos con cargo de
gobernarlos.
AMINTAS.--Pues si todos estos son
pastores como yo soy pastor, harto mejor
vida es la mía que no la suya; porque
los unos han de tener cuidado de las
ánimas y los otros de los cuerpos de
muchas gentes, gobernándolos con muy
gran rectitud y justicia, y cuando dexan
de hacerlo por voluntad ó negligencia
ó descuido, es grandíssima la pena que
tienen, que no pagan con menos que con la
condenación de sus ánimas; y yo, aunque
se me pierda un carnero, ó me lleve el
lobo una oveja, ó me coma un cabrito, con
pagarlo á mi amo le satisfago y quedo sin
pena ninguna; así que no tengo por buen
consejo dexar de ser pastor de rebaños de
bueyes y vacas, y ovejas y cabras, en que
tan poco se aventura, y procurar de serlo
(como vosotros me aconsejáis) de hombres
y mujeres, poniendo en mayor condición
la salvación de mi ánima de la que agora
tengo.
LEANDRO.--Muy bien me parece, Amintas,
lo que dices si bastasse para hacerme
entender del todo lo que al principio
dixiste.
AMINTAS.--¿Y qué dixe?
LEANDRO.--Que la vida pastoril era más
conforme á la manera en que la naturaleza
quería que viviesen las gentes que no
ninguna de las otras.
AMINTAS.--Ya me acuerdo, y lo que por
medio se ha tratado me embarazó á seguir
la plática comenzada; pero tornando al
propósito, digo que la naturaleza hizo y
crió todas aquellas cosas que le pareció
que no solamente bastaban para socorrer
á la necesidad de todos los animales,
pero también á la de los hombres; y á
todas las puso en gran perfición, que si
quisiésemos usar y aprovecharnos dellas,
sin otro ningún artificio, por ventura
las hallaríamos muy más provechosas, y
serían causa de alargarnos la salud y
la vida mucho más tiempo; porque cuando
los hombres comían por pan las frutas de
los árboles, las hierbas, las simientes
y raíces y los otros mantenimientos sin
hacer las mezclas que agoran hacen, no
se les acababa la vida tan presto, y
así veréis que los ciudadanos y ricos
que no viven con otro cuidado si no de
procurar de poner artificiosamente otro
diferente sabor en los manjares del que
consigo tienen, que no siguen la orden de
naturaleza como la seguimos los pastores,
los cuales nos contentamos con comer las
cosas que he dicho, y el pan de centeno
tenemos por curiosidad para nosotros;
cuando hallamos algunas frutas montesinas
ó algunas hierbas comederas y también
algunas raíces sabrosas, deleitámonos
en comerlas. Si matamos alguna liebre
ó conejo con nuestros cayados, ó si
tomamos con lazos y redes que armamos
algunas aves, no las estimamos en tanto
que se nos dé mucho por comerlas, por la
costumbre que tenemos de contentarnos con
lo que ordinariamente comemos, porque
nunca nos falta esto que digo, con
abundancia de leche y queso y manteca
y cuajada que nos dan las cabras y las
ovejas; y cuando la sed nos acosa,
buscamos las fuentes de las montañas, y
llegándonos á ellas, miramos cómo salen
aquellos chorros de agua á borbollones
por medio de las venas de la tierra, y á
donde vemos que la arena está más limpia
y dorada, con unas pedrecillas pequeñas
que con la claridad transparente de la
agua están reluciendo, allí nos echamos
de bruces y nos hartamos. Y si esto
no queremos hacer, con nuestras manos
encorvadas tomamos el agua y la traemos
á la boca, no tomando menos gusto en
beber por este vaso natural y de que nos
poseyó naturaleza, que si bebiésemos
por los más ricos de oro y plata que
tuvieron los reyes Creso y Mida, como se
cuenta en las historias. Cierto, poco
cuidado tenemos de los buenos vinos y
sidras y cervezas y alojas, ni de los
otros brebajes que se hacen, porque el no
verlos ni tratarlos nos quita la codicia
dellos y de los manjares sabrosos y
delicados; y el gusto, como está hecho
á comer y beber lo que digo, parécele
que no hay cosa que mejor sabor tenga.
Y, verdaderamente, muchos de nosotros,
comiendo algunas veces de las cosas que
no acostumbramos, por buenas que sean,
nos revuelven los estómagos y nos hacen
mucho daño; assí que no sentimos falta
dellas, ni las procuramos, antes nos
reimos y burlamos de ver á las otras
gentes con un error y cuidado tan grande,
y con una solicitud tan extraña en tener
muchas cosas bien aderezadas y muchos
manjares bien adobados para hartarse
dellos, los cuales, pasando por tantas
manos tan envueltos y revueltos, no
pueden ir con aquella limpieza que lo
que nosotros comemos, aunque á todos os
parezca al contrario desto. Y dejando
lo que toca al comer y beber, muy gran
ventaja es la que haga la vida pastoril
á la de todas las otras gentes, en la
quietud y reposo, viviendo con mayor
sosiego, más apartados de cuidados y de
todas las zozobras que el mundo suele
dar á los que le siguen; las cuales son
tan grandes y tan pesadas cargas, que
si las gentes quisiesen vivir por la
orden natural, habían de procurar por
todas las vías que pudiesen de huirlas
y apartarse dellas; pero no viven sino
contra todo lo que quiere la naturaleza,
buscando riquezas, procurando señoríos,
adquiriendo haciendas, usurpando rentas,
y todo esto para vivir desasosegados y
con trabajos, con revueltas y con grandes
persecuciones y fatigas. Los que somos
pastores, el mayor cuidado que tenemos es
de dormir muy descansadamente; muy pocas
cosas nos hacen perder el sueño si no
estamos en alguna parte donde tengamos
temor á los lobos. A donde quiera que
vamos hallamos muy buena cama, que es
la tierra, en la cual nos acostamos sin
hallar menos los colchones y cabezales
blandos, ni las sábanas delgadas y mantas
de lana fina. Ponemos una piedra ó terrón
por cabecera, y muchas veces se nos passa
así una noche entera sin que despertemos;
y de mí os digo, que cuando me pongo á
pensar que la tierra es la verdadera cama
en que nuestros cuerpos han de reposar
después que la ánima los desampare, tan
largo tiempo como será hasta que seamos
llamados para el universal juicio, que me
maravillo cómo por tan pocos días y tan
breve vida ninguno quiere hacer mudanza
ni tener otra cama. Y si dixéredes que se
hace por el daño que recebiría la salud
con la humedad de la tierra, la costumbre
es la que quita estos inconvenientes, que
los pastores por la mayor parte viven
muy sanos y con pocas enfermedades, y si
las tenemos, no tan recias y trabajosas
como los que viven con regalos y
delicadezas. Y también os sé decir que
los vestidos que traemos, aunque no son
tan costosos, no son de menos provecho
que los de los ciudadanos, porque después
de andar muy bien arropados, traemos
encima las zamarras y pellicos en el
invierno, con el pelo adentro, que nos
pone mucho calor, y en verano afuera,
porque la lana nos defiende del sol y
el pellejo es para nosotros templado;
sentimos muy poco los grandes fríos y
los grandes calores, porque ya el cuerpo
está curtido y acostumbrado á sufrirlos y
passarlos sin trabajo, de manera que no
nos espantan las nieves ni las heladas,
porque cuando algo nos fatiga, eslabón y
pedernal traemos en los zurrones, y la
leña siempre está cerca, y cuando hace
muy grandes calores y siestas, nunca
falta una cueva ó choza ó la sombra
de algún árbol que nos defiende de la
fuerza del sol; y en el campo pocas veces
falta algún viento fresco con que mejor
puede pasarse; y assí, muy contentos y
regocijados, cuando algunos pastores nos
juntamos en uno, tañiendo nuestras gaitas
y chirumbelas y rabeles nos holgamos
y passamos el tiempo muy regocijados,
dando saltos y haciendo bailes y danzas
y otros muchos juegos de placer; y
cuando yo quedo solo de día, ando con
gran atención mirando por mi ganado y
procurándole buenos pastos para la noche,
en la cual sin ningún sobresalto me echo
y duermo, como dicen, á sueño suelto; y
si despierto antes del día, limpiando
los ojos los levanto al cielo, y mirando
aquellas labores con que los planetas y
estrellas lo pintan, estoy contemplando
muchas cosas, principalmente en Dios que
los hizo y después en la gloria que en
ellos se espera. Y con esto acuérdaseme
de los filósofos y astrólogos que quieren
medir los cielos y la grandeza del sol
y el tamaño de la luna, la propiedad de
cada una de las estrellas, y riome dellos
y del contentamiento que tienen con su
ciencia, pareciéndoles tan cierta que
no pueden errar en ninguna cosa; porque
á mi me parece que aunque acierten en
muchas dellas, es tanto lo que queda por
saber, que casi es nada lo que saben,
y que mucho de lo que ellos tienen por
cierto y averiguado, lo debrían tener
por dudoso y aun por falso, y que sólo
aquello se puede tener por muy verdadero
que por la verdad y certidumbre de
nuestra santísima fe estamos obligados
á creer sin duda alguna. Y de aquí
métome en otras contemplaciones que me
levantan los pensamientos á mayores
cosas que las del mundo, y que aquellas
que vosotros, señores, me aconsejáis
y querríades que las emplease. Cuando
viene la mañana, alégrome con la luz;
estoy mirando el lucero que viene como
guia del resplandeciente sol, miro cómo
se está descubriendo poco á poco, cómo
tiende sus claros rayos sobre la haz de
la tierra. Levántome luego en pie sin
tener trabajo de vestírme, como no lo
tuve de desnudarme, y bendigo y alabo á
Dios con ver que muchas veces el campo,
que á la noche estaba seco y limpio, á la
mañana comienza á reverdecer saliendo los
gromecitos pequeños de la hierba, la cual
(estándola yo mirando) va creciendo, y de
ahí á pocos días veo salir las flores y
las rosas de diversos colores y matices,
con una hermosura y olor tan suave, que
parece cosa celestial. Oyo los cantos de
las aves á las mañanas y á las tardes,
que también con su dulce harmonía parecen
música del cielo, y, en fin, veo pocas
cosas que me den enojo y pocas que me
desasosieguen; como no veo lo que pasa
en el mundo, tampoco lo codicio, ni me
parece que me falta nada, y hartas veces
con el sobrado placer ando alrededor del
ganado tañendo con mi chirumbela, dando
saltos, que quien me viese pensaría que
estoy fuera de juicio, aunque yo cuando
esto hago pienso que tengo más seso y
estoy más cuerdo que nunca.
LEANDRO.--Según esso, hermano Amintas,
más amigo eres de la vida contemplativa
que no de la activa, y no te puedo negar
que no tienes razón en ello, pues por la
boca de Christo se declaró y averiguó
tener mayor perfición; mas para hacer
lo que tú dices, si yo no me engaño, lo
mejor sería ser flayre.
AMINTAS.--En esso cada uno hace lo que
Dios le da de gracia, que yo por agora
no quiero perder la libertad, sino
hacer con ella lo que pudiere, para que
Dios sea servido, que yo confiesso que,
no teniendo respecto sino al servicio
de Dios, es más perfecta vida la de
los flayres; pero si queremos gozar
juntamente de la libertad del mundo,
buena es la de los pastores, y no es
por fuerza que se han de salvar todos
los flayres ni condenarse los que no lo
fuesen.
LEANDRO.--No tienen tan buen aparejo
para salvarse los pastores como ellos,
porque cada día dicen ó ven misa, rezan
sus horas y hacen otras devociones y
sacrificios que vosotros no podéis hacer.
AMINTAS.--Yo no comparo la vida de
flayres y pastores para hacerlas iguales,
que bien conozco la ventaja por las
causas que he dicho, pero tengo la vida
de los pastores por mejor que la de los
otros hombres que siguen los oficios y
tratos del mundo. Y lo que yo pretendo
que entendais de mis razones no es sino
la poca razón que tenéis en persuadirme
que dexe esta manera de vivir y que siga
cualquiera de las otras que á vosotros os
parece mejores, no lo siendo.
FLORIÁN.--¿Parécete á ti que es bien oir
missa tan de tarde en tarde, confessaros
mal y por mal cabo, oir tan pocos
sermones, saber tan mal las cosas que
tocan á la fe y tener tan poca noticia
de las cosas y precetos ordenados por la
Iglesia?
AMINTAS.--Harto peor es saberlo y no
usar dello como conviene, que aunque
dicen que la iñorancia no excusa el
pecado, como no se puede negar, á lo
menos quita la gravedad del pecado,
porque más gravemente peca el que comete
un pecado sabiendo que lo es, que no el
que iñorantemente peca sin saber lo que
hace, y el pastor que no cumpliere con
el preceto divino y de la Iglesia en
lo de la confessión, no le meto yo en
la cuenta de los pastores de quien he
hablado, ni tampoco el que dexase de oir
missa podiendo hacerlo, aunque los santos
padres del desierto y los ermitaños con
la contemplación suplían las faltas que
hacían en esto, porque Sanct Antón y
San Pablo y otro muy gran número dellos
estuvieron muchos años y tiempos donde ni
vían missa, ni oían sermón, ni estaban
al rezar de las horas; pero no por
esso dexaron de salvarse y venir á ser
santos y canonizados; assí que no por la
falta que en lo que he dicho hecieren
los pastores dexarán de tener por otras
muchas vías aparejo para su salvación.
LEANDRO.--Bien me parece lo que dices,
pero no me podrás negar que no vivís
todos los pastores apocados y abatidos
y sin tener parte en el mundo, y no
porque la tuviéredes dexaríades de ser
tan buenos y aun por ventura mejores de
lo que sois; contentándoos con la vida
solitaria, viviendo más como bestias
salvajes que no como hombres que usan
de la razón, con que sobrepujaron por
excelencia á todos los otros animales.
AMINTAS.--No paséis, señor, más adelante,
que estáis muy engañado en todo lo que
habéis dicho; porque dexando aparte que
á mí me paresce que lo que nosotros
hacemos es usar de la razón, y que lo
que las gentes hacen en los tráfagos y
baratar, en la presunción de la honra,
en procurar preminencias y estados, es
todo muy gran desatino y locura, quiero
responderos á lo que habéis dicho que el
mundo nos tiene como á cosa superflua y
olvidada, y esto sería si no se hubiese
el mundo acordado de muchos pastores y
aun casi reconosciendo algunas veces
tener necessidad dellos; porque como en
el principio de nuestra plática os dixe,
Moisés, caudillo y capitán fue del pueblo
de Israel, y para serlo salió detrás del
ganado que guardaba; lo mesmo sucedió
al rey David. Pero ya que queráis decir
que á estos Dios los eligió por su mano,
yo os diré otros muchos que de pobres
pastores subieron á tener muy grandes
y poderosos estados y reinos algunos,
porque por su virtud fueron llamados
para ellos, y otros que de sí mesmos los
procuraron, dándose tan buena maña que
hobieron y alcanzaron.
FLORIÁN.--Por tu vida que nos los digas,
porque yo no sé ninguno y holgaré mucho
de saberlo.
AMINTAS.--Á mí me place, que también
lo he leído en historias. Los primeros
que yo sé son Rómulo y Remo, que siendo
criados por aquel pastor Faustulo que los
halló echados á la ribera de una laguna,
y por su mujer llamada Loba, después que
iban creciendo les ayudaban á guardar
sus ganados, y de allí vinieron á ser
fundadores de la ciudad de Roma. Paris,
hijo del rey Priamo, pastor fué mucho
tiempo, y así lo era cuando la contienda
de las tres diosas sobre la manzana de la
discordia, y después por el robo de Elena
fué causa de la destrucción de Troya.
Apolo, por haber sido en la muerte de
los cícoples, vino á ser pastor y guardó
los ganados de Admeto, rey de Tesalia,
y después vino á ser contado entre los
dioses celestiales. Giges, rey de Persia,
pastor fué primero, y hallando una piedra
con la cual se hacía invisible todas las
veces que quería, vino á tener amores
con la reina, y matando al rey se casó
con ella, y se dió tan buena maña que se
quedó con el reino. Primislao, rey de
Bohemia, primero anduvo apacentando vacas
y yeguas que tuviese la gobernación del
reino. Justino, emperador que tuvo el
imperio antes de Justiniano, no solamente
en su juventud fué pastor de vacas y
yeguas, pero también dicen dél que fué
mucho tiempo guarda de los puercos de
un lugar donde vivía. Viriato, que fué
príncipe y gobernó mucho tiempo el reino
de los portugueses, deffendiéndolo muy
esforzadamente del poder de los romanos,
primero fué pastor y después cazador,
y de allí vino á hacerse tan poderoso.
Tulio Ostilio, rey de los romanos, cuando
era mozo anduvo mucho tiempo en el
campo apacentando las ovejas. Aquel tan
poderoso y nombrado rey Ciro, estando en
poder de Mitrídates y de su mujer llamada
Espaco (pastores que lo criaron cuando
por mandado de Astiages fué puesto á las
bestias fieras que lo comiesen), muchas
veces les ayudó á guardar los ganados.
Licasto y Parrasio fueron gobernadores
y reyes de Arcadia, los cuales habiendo
sido echados en el campo cuando nacieron
por su madre Filonomia y criados por
un pastor llamado Teliso, le ayudaron,
primero que la fortuna les ensalzase,
á guardar los rebaños de los ganados
con que andaban por los montes. El papa
Sixto, primero deste nombre, hijo fué de
un pastor y criado en el oficio de su
padre, y no por esso dexó de alcanzar
el pontificado. El gran Taborlán, rey
de los citas, que casi fué en nuestros
tiempos, el primer oficio que tuvo fué
guardar los puercos, y después ser
pastor de ganados, y de allí vino á
ser entre los más poderosos reyes del
mundo, y en ser famoso capitán muchos lo
quisieron comparar al gran Alejandro,
rey de Macedonia. También se dice que
el primero Sofi, antes que viniese á
ganar el señorío que agora tienen sus
descendientes, guardaba ovejas y cabras
en una montaña donde fue criado. Y porque
viene al propósito, quiero contaros lo
que sucedió á dos hermanas pastoras,
hijas de un hombre que hacía carbón, lo
cual me dixeron á mí por cosa muy cierta
y verdadera, y assí lo tengo también por
verdad.
FLORIÁN.--No será malo tener en qué pasar
la noche, porque como estamos desvelados
con la plática comenzada, yo fiador que
aunque la dexásemos no nos venciese el
sueño tan presto.
AMINTAS.--Pues escuchadme, que yo creo
que es historia que holgaréis de oirla.
Un rey de Francia, de cuyo nombre no
tengo memoria, era en gran manera amigo
de andar á caza y de montear venados
y jubalís y otras bestias fieras; y
como la tuviese por ejercicio y un día
estando puesto en una parada se le fuese
su venado della sin poderlo herir, fué
tanta la codicia que le tomó de matarle,
que encima de un muy hermoso caballo y
muy ligero que tenía comenzó á seguirle
sin tener atención á otra cosa. La
tierra era muy montañosa y la espesura
de los montes muy grande, y cuando el
rey con los lebreles que le seguían vino
á matar el venado, había corrido tan
larga tierra, que estaba muy lejos de
donde había dexado sus cazadores; y en
fin, cebando los perros en la presa, y
haciendo todas las otras muestras de gran
cazador, sobrevino la noche muy cerrada
y escura, y como hubiese venido dando
vueltas á una parte y á otra, y también
la escuridad le desatinase, cuando pensó
que volvía donde sus cazadores tenían
puestas sus armadas, se metió mucho más
adentro en la montaña, y esto fué causa
de que no pudiesse oir las bocinas que
sus criados buscándole por unas partes
y por otras tañían, y que ellos tampoco
pudiesen oir la suya. Viéndose el rey
perdido y soplando un viento cierzo que
le hacía haber muy grande frío, aquella
noche deseaba hallar alguna parte donde
albergarse pudiese, y acaso oyendo los
ladridos de unos mastines y yéndose al
tino dellos, halló dos mozas pastoras
que guardaban la una un rebaño de cabras
y la otra de bueyes y vacas, y como les
preguntase si por allí cerca había algún
poblado, ellas le respondieron que por
todas partes estaba tan lejos que no
podría allegar ni atinar allá en toda la
noche. El rey mostró congojarse con esta
nueva, y sentiéndolo las pastoras, le
dixeron que si él quería irse con ellas,
que por aquella noche se podría acoger en
casa de su padre, el cual era un hombre
carbonero, que por causa de su oficio y
para mejor poderlo hacer se había venido
á vivir en aquella montaña. El rey les
respondió que no solamente quería, pero
que se lo rogaba; y assí llevando de sí
los hatos del ganado, se fueron todos
tres á la casa, que muy cerca estaba, y
entrando dentro, el carbonero y su mujer
(que muy buena gente eran) acogieron al
rey con muy buena voluntad; el que le
dió á entender con buena disimulación
que era uno de los cazadores que con
el rey había salido á caza, y que por
venir en seguimiento de un venado se
había perdido de los otros cazadores; y
apeándose del caballo y queriéndolo meter
en una caballeriza donde estaban los
asnos del carbonero, antes tomándoselo
con muy gentil gracia y desenvoltura lo
ataron y echaron mucho feno y cebada de
que su padre estaba bien proveído, y
entre tanto la mujer hizo un fuego muy
grande para que el rey se calentase,
y sentándose á él con el carbonero, se
estuvieron hablando en algunas cosas, en
tanto que las hijas aderezaron la cena lo
mejor que pudieron, porque en casa tenían
buen aparejo de aves, de caza y de otras
cosas de que siempre estaban proveídos;
y puesta la mesa con mucha limpieza,
conforme al aposento donde se hallaban,
la una pastora cortaba lo que se ponía en
ella y la otra proveía en todo lo que más
era necesario. El rey las estaba mirando
y diciendo entre sí que, puestas en otro
hábito, parecerían á maravilla hermosas,
y por poder disimular mejor quién era, al
asentarse porfió mucho con el carbonero
que tuviese la cabezera de mesa y el
mejor lugar cabe el fuego; pero el
carbonero fue tan bien comedido, que no
lo quiso hacer. Después, estando cenando,
cuando las hijas ponían el primero plato,
el rey se hacía de rogar queriendo que el
carbonero fuesse primero servido, y assí
porfiando la segunda vez sobre ello, el
carbonero le dixo: Mirad, señor, cuando
estuviéredes en vuestra casa, mandad y
obedeceros han, y agora que estáis en la
mía, habéis de obedescer lo que os mandan
y hacerlo sin tanta porfía. El rey se rió
desto y dixo: En verdad que vos tenéis
mucha razón y yo lo haré assí de aquí
adelante, y si alguna vez vos fuéredes
mi huésped, acuérdeseos que quedáis
obligado á hacer lo mesmo. Con esto
cenaron con mucho regocijo y contento
de todos, y acabada la cena, luego se
puso en orden una cama bien limpia y
mollida, en que el rey (aunque vestido)
dormió lo que quedaba de la noche y muy
sosegadamente con el cansancio que traía;
y á la mañana levantándose, halló que las
pastoras le habían ya piensado el caballo
y le estaban aparejando una perdiz que
almorzase, la cual el rey comió, por ver
la buena voluntad con que se le daban, y
cuando se quiso partir, hallándose sin
dineros, sacó un anillo del dedo con una
piedra de muy gran valor y dándola al
carbonero le dixo: Huésped amigo, pésame
de no tener dineros con que satisfaceros
la honra que en vuestra casa me habéis
hecho; pero en tanto que yo puedo mejor
agradecéroslo, tomad este anillo, que
mucho mayor valor tiene del que parece.
El carbonero no lo quiso tomar, antes
mostrándose agraviado dello le dixo:
Señor, yo no os he hecho cortesía para
ser con dineros pagado della, antes vos
me habéis hecho merced en querer serviros
de mi pobreza; algún día podrá ser que yo
llegue con necesidad á vuestra casa, y
por ventura me favoreceréis vos mejor de
lo que agora habéis sido de mí socorrido,
que los hombres se topan con los hombres
y no los montes con los montes. Pues que
así queréis, dixo el rey, ha de ser con
una condición, y es que me prometáis, la
primera vez que fuéredes á la ciudad,
de verme y visitarme en mi posada. Eso
haré, dixo el carbonero, de muy buena
voluntad, que de aquí á seis días he de
ir á vender dos carros de carbón que
tengo hechos; mas no sabré yo á dónde
hallaros si agora no me lo decís, para
que sepa á dónde os he de buscar. En
palacio me habéis de hallar, dixo el
rey, que allí tengo mi aposento, y para
que no podáis errarme, tened cuenta de
que vais un poco antes de medio día, que
yo tendré también aviso de mirar por
vos, y si por ventura no me viéredes tan
presto, esperadme en los corredores, que
yo saldré allí sin falta. Assí lo haré,
dixo el carbonero; y con esto se volvió
el rey á los suyos, que toda la noche
habían andado perdidos en su busca. El
carbonero para el día que había quedado
tomó sus dos carros de carbón y se fué á
la ciudad con ellos, y vendiéndolos de
mañana, tuvo cuenta con lo que el cazador
le había mandado, y antes de medio día se
fué á palacio, y no mirando si burlaban
dél ó no, se subió á los corredores, y
el rey, que tenía avisados á los de su
guarda para que le hiciesen saber cuando
viniese, habiéndoles dicho las señas para
que le conociesen, luego que supo que era
venido, salió de su cámara, y acompañado
de muchos señores y caballeros. Y como
el carbonero viera salir tanta gente,
quisiera esconderse; pero el rey mandó
que le detuviesen, y yéndose hacia él, el
carbonero miraba si conocería al cazador
que había estado en su casa, para que
no le consintiese hacer mal, porque ya
estaba atemorizado y se había arrepentido
de haber venido allí, y mirando á unos y
á otros, puestos los ojos en él, conoció
que era el rey el que había tenido por
huésped, y entonces él no quisiera haber
venido por ninguna cosa del mundo. El rey
conociendo su turbación fué para él y le
abrazó. El carbonero se echó á sus pies y
se los besaba diciendo: Señor, perdonadme
que no os conocí cuando estuvisteis en
mi casa. El rey le dixo: Buen hombre,
vos me hecistes en ella tanta cortesía
como si me conociérades, y assí quiero
yo que la recibáis vos en la mía, pues
que lo habéis tan bien merescido. Y con
esto, alzándolo y tomándolo por la mano,
lo llevó consigo, contando á todos lo
que con él le había acaescido, y assí
lo llevó á la capilla donde se decía
la missa y le hizo sentar cabe sí para
oirla, y después de dicha, pediendo
que le diesen de comer, hizo poner al
carbonero en una silla á la cabecera de
su mesa, y mandóle que se assentase en
ella. El carbonero lo rehusaba; pero
vista la determinación del rey, lo hubo
de hacer, y venido el maestresala, el
rey le mandó que le diese agua á manos
primero que á él. El carbonero comenzó
á excusarse y á porfiar por no mostrar
las manos, que debian de venir de la
mesma color del carbón que había vendido.
El rey estonces hizo que se enojaba y
díxole: Mirad, buen hombre, no queráis
vos mandar más en vuestra casa que yo
en la mía, y pues que allá me mandasteis
y yo os obedecí, también quiero que
cumpláis vos agora lo que yo mandare, que
ya yo os dixe que se os acordase para
cuando fuéredes mi huésped, como yo lo
fui vuestro. El carbonero, acordándose de
lo que había pasado, no osó contradecir á
la voluntad del rey, el cual en toda la
comida quiso que fuese servido primero,
y después que se alzó la mesa, delante
de todos le dixo: amigo mío, justo será
que yo os pague, y del galardón del
buen servicio que me hícistes y porque
yo no sé lo que más os agradará y con
qué estaréis más contento, vos me pedid
merced en lo que quisiéredes, que yo
os la haré con muy buena voluntad. El
carbonero estuvo pensando un poco, y
no siendo tan discreto en esto como en
el buen acogimiento que había hecho el
rey, le dixo: Lo que yo, señor, querría,
y en lo que vuestra alteza me hará muy
gran merced, es que de aquí adelante
los carboneros en este reino no paguen
derechos ningunos y sean francos del
carbón que vendieren, que yo tendré mucho
que por mi causa reciban esta buena obra,
y que siempre tengan memoria de mí por
el beneficio que les hago. Todos los que
allí estaban se reyeron de lo que el
carbonero había pedido, teniendo antes
por cierto que pediera alguna cosa de
muy gran valor y para sí solo, porque de
aquello poco era el aprovechamiento que
le venía. Y el rey reyéndose también le
dixo: Vos me habéis demandado la merced
conforme á vuestro estado y á quien sois,
pero no por esso me quitáis la obligación
para dexarla de hacer como quien yo soy.
La merced de essa franquicia yo os la
hago á vos y á todos los carboneros de
aquí adelante, y también quiero daros con
qué viváis honradamente. Vuestras hijas
me hicieron mucho servicio y con gran
voluntad, y porque creo que deben tener
mayores y mejores pensamientos que vos,
quiero que conforme á ellos lleven el
galardón, y assí yo inviaré luego recaudo
para que vengan á mi palacio; haced que
á la hora se pongan en camino. Y con
esto mandó aparejar mucha gente y muchos
aderezos con que las hizo traer muy
honradamente, como si fueran hijas de uno
de los grandes de su corte. La reina, por
respeto del rey que lo quiso, les hizo
tan buen tratamiento que ninguna cosa las
diferenciaba de las damas de su casa,
porque en ellas hallaba aparejo para todo
el bien que se les hacía, y assí andando
el tiempo, con estar tan favorecidas y
con muy gran dote que les dieron, las
casaron con dos caballeros de los más
principales del reino, porque ellas eran
muy hermosas y muy bien entendidas, que
no fue poca parte para su buena dicha,
y en Francia dicen que el día de hoy
hay dos linajes que descienden de estas
dos pastoras y son de los principales
del reino, sin que ninguno de sus
descendientes se deshonren ni afrenten
de haberlas tenido por antecesoras, antes
lo confiesan y se precian dello por el
merecimiento que por su virtud estas dos
hermanas tuvieron. Y no penséis, señores,
que lo que os he dicho no sea verdad, que
yo os digo que lo hallaréis muy cierto
cuando mejor quisiéredes informaros dello.
LEANDRO.--Yo no quiero tenerlo por
evangelio, pero lleva razón para creerse,
porque yo he oído decir por cosa muy
cierta que los carboneros no pagan
derecho ni tributo ninguno del carbón que
venden en el reino de Francia, y essa que
tú dices debe ser la causa dello.
FLORIÁN.--También yo he oído decir lo
mesmo y parte de lo que aquí Amintas ha
contado.
AMINTAS.--Tornando al propósito
comenzado, ya veis por estos ejemplos
cómo de los pastores y pastoras se
acuerda Dios muchas veces para hacerles
merced; porque sin estos que he dicho,
podiera decir otros muchos que, aunque
no vinieron á ser reyes ni emperadores,
subieron á otros estados y dignidades en
que vivieron muy ricos y estimados y con
muy gran aparato y honra; pero paréceme
que bastan para que, señores, sepáis que
Dios principalmente, y la opportunidad y
el tiempo como despenseros de sus bienes,
también se acuerdan de los pastores como
de las otras gentes. Y no digo esto para
que yo á los que assí han tenido mandos
y gobiernos y grandes riquezas les tenga
ninguna envidia, ni malicia, que maldita
aquélla en mí reina; pero tampoco digo
que si se me ofreciese otro mayor bien
que ser pastor y me veniese (como suelen
decir) de mano besada y sin trabajo, lo
rehusaría ni dexaría de tomarlo, mas no
porque dexe de estar y vivir muy contento
con la vida que tengo, llena de tanta
quietud y reposo, fuera de la ocasión de
los vicios, quitada de todas contiendas
y baratas, apartada de muchos cuidados
y desasosiegos. Maldito el temor tengo
de que me ha de faltar qué coma, porque
cuando hubiere esterilidad del pan, las
hierbas y raíces y frutas me bastan,
que pocas ó muchas, nunca el campo dexa
de darlas. Tampoco dexaré de dormir
con pensar que me han de hacer mal los
ladrones, que cuando más daño me hacen
es tomarme lo que trayo en el zurrón y
algún cabrito ó cordero del rebaño, que
todo vale poco dinero. De los lobos me
guarde Dios, que éstos, si me descuido,
hacen muy gran destrozo; pero yo traigo
muy buenos mastines y procuro siempre de
poner tan buen cobro, que pocas veces
hallan en mis rebaños aparejo para matar
la hambre.
LEANDRO.--Paréceme, Amintas, que tú
podrías decir lo que un filósofo, que
todos tus bienes los traes contigo, y
verdaderamente en todo lo que dices te
has mostrado tan filósofo, que yo no
sé qué responderte, sino que si mucho
tiempo conversase contigo, creo que
bastarías para hacerme mudar de propósito
y que, dexando la vida que tengo, me
tornase también pastor como tú lo eres.
FLORIÁN.--A mí muy bien me parece lo que
dice y de muy buena gana lo he escuchado:
pero en fin, determinado estoy de dormir
en buena cama en cuanto podiere, y comer
buenos manjares y beber buenos vinos y
andar muy bien vestido y procurar buenas
conversaciones para pasar el tiempo, sin
cuidar de las filosofías de Amintas ni
de sus contemplaciones, que la vida de
los hombres es muy breve y lo mejor y más
bien acertado, á mi parecer, es pasarla
con las menos zozobras y trabajos que los
hombres podieren.
AMINTAS.--Sabed, señor, que la buena cama
es aquella donde los hombres duermen á
su sabor sin tener quien les estorve el
sueño, y los buenos manjares aquellos que
hartan el estómago y dan contentamiento
al gusto, y los buenos vinos los que
matan la sed sin hacer daño á la salud.
Los buenos vestidos, los que tapan el
cuerpo y son amparo de la calor y del
frío, y la buena conversación la que se
tiene sin perjuicio del prójimo, y muy
mejor la que se tiene en la contemplación
con los ángeles y con los santos,
teniendo siempre los pensamientos puestos
en el cielo. Y esta es la verdadera
filosofía y ciencia que todos debríamos
aprender y saber para jamás olvidarnos
della. Cuando yo duermo en el suelo
duro no despierto en toda una noche,
despertando ciento los que duermen en los
colchones blandos y sábanas delgadas.
El pan de centeno con una cebolla ó con
un tassajo de cecina me sabe mejor que
saben las perdices y gallinas y capones
á los que no saben comer otra cosa. La
agua dulce y clara de las fuentes y
arroyos para mí tiene mejor sabor que los
mejores vinos del mundo, porque el gusto
está acostumbrado á beberla sin tener
memoria del sabor ni de la diferencia
que tiene en los sabores del vino. Mi
jubón y mi capisayo y mi pellico que
trayo encima son tan calientes y me
quitan mejor el frío que á los señores
las ropas de martas que traen de Rosia.
La conversación, cuando la quiero, con
otros pastores nunca falta, que cada hora
podemos juntarnos, y si no en los lugares
comarcanos la tenemos. Y en fin, esto que
hacemos los pastores todo es con harto
menos trabajo y peligro que lo que hacen
los ciudadanos, y si á vosotros, señores,
os parece otra cosa y que la vida que
tenéis es mejor que la nuestra, seguilda,
que así haré yo la mía, y desta manera
podemos decir que cada loco con su tema.
LEANDRO.--No te veo yo, Amintas, tan
loco que no seas muy cuerdo, y tan
cuerdo que pluguiese á Dios que, assí
como me satisfacen tus razones, podiesse
acabar conmigo de seguirlas, y más si
fuese con las condiciones que tú aquí
has dicho; pero assí es el mundo, que
Dios provee para todas las cosas con
el remedio necesario y quiere que las
gentes tengan pareceres diferentes y
diversos, y que no quieran seguir todos
una manera de vida, y aun no es este el
menor de sus secretos si contemplamos
cómo para todos los oficios hay hombres
que los quieran, viendo que uno que
tiene habilidad para platero quiere ser
herrero, y otro que podría ser pintor
huelga de ser embarrador, y el que tiene
suficiencia para ser sastre toma el
oficio de ganapán, y el que tiene aparejo
para ser mercader quiere usar el oficio
de tejedor, y esto todo procede de la
voluntad y providencia del que crió todas
las cosas, dando quien las quiera y las
siga y tenga afición con ellas. Assí
que no todos podemos ser señores, ni
caballeros, ni ciudadanos, ni oficiales,
ni flayres, ni pastores, sino que unos
han de seguir una manera de vivir y otros
otra; y pues que assí es, tú, Amintas, si
estás contento con la vida pastoril, como
aquí lo has mostrado, yerro sería que la
dexases, y nosotros, pues lo estamos con
la que tenemos, también la seguiremos.
Plega á Dios que le sirvamos todos con
ella. Y pues que ya el día se viene
acercando y el lucero se nos muestra
dando manifiesta señal de su venida,
será bien que nos vamos, y tú, hermano
mío Amintas, conócenos desde agora para
tenernos por verdaderos amigos, que, si
place á Dios, algún día te podremos pagar
la honra que esta noche nos has hecho.
Y porque con la espesura de los árboles
no podremos acertar el camino, por tu fe
que nos guíes por donde hemos de ir á la
ciudad, que también el trabajo que en
esto tomares te será galardonado.
AMINTAS.--A mí me place de muy buena
voluntad; por aquí podremos ir mejor,
y en bajando aquel valle hallaréis un
camino abierto y ancho; por él os iréis
sin tomar á una parte ni á otra, que
no lo podréis errar; y porque dexo el
ganado solo no voy hasta allá; por tanto,
perdonadme y Dios vaya con vosotros os
guíe.
FLORIÁN.--Ese quede contigo y te haga
bienaventurado.
_Finis._
COLLOQUIO
Que trata de la desorden que en este
tiempo se tiene en el mundo, y
principalmente en la cristiandad, en el
comer y beber: con los daños que dello
se siguen, y cuán necesario sería poner
remedio en ello.
INTERLOCUTORES
_Licenciado Velázquez._--_Salazar._
_Quiñones._--_Ruiz._
RUIZ.--¿A dónde bueno, señor Quiñones?
QUIÑONES.--Hacia el monasterio de San
Jerónimo, á gozar un rato del fresco de
la tarde y de la buena conversación del
licenciado Velázquez; porque él y Salazar
ha poco que iban para allá cabalgando, y
yo mandé luego aderezar mi caballo para
salir á buscarlos.
RUIZ.--Si vuesa merced me lo paga,
acompañarle he yo, porque no vaya solo.
QUIÑONES.--Antes merezco que se me pague
á mí el buen aviso, que no veo adonde
mejor se pueda pasar el día.
RUIZ.--En fin, lo habré de hacer aunque
pensaba dar una vuelta por cierta parte
que me convenía.
QUIÑONES.--Tiempo habrá para todo, que
agora no está para perderse la frescura
del campo. Por este camino creo que
iremos más ciertos de encontrar con ellos.
RUIZ.--Antes me parece que son aquéllos
que vienen entre las viñas; aquí podremos
esperarlos si vuesa merced manda.
QUIÑONES.--Bien será, porque nos vamos
paseando hacia la ribera del río.
LICENCIADO.--Paréceme, señor Quiñones,
que por cumplir vuesa merced mejor su
palabra, ha traído al señor Ruiz en su
compañía.
QUIÑONES.--De temor lo he hecho; como
vuestras mercedes eran dos, pudieran
estar de concierto contra mí, y he
querido traer quien me ayude si quisiesen
acometerme.
SALAZAR.--Sea por lo que fuere, que á lo
menos tendremos una hora ó dos de buena
recreación paseándonos por este campo,
que la tarde hace aparejada para ello.
QUIÑONES.--Y aun es bien menester para ir
á cenar de buena gana, que yo, como el
conde tuvo huéspedes, quedéme á comer en
palacio, y fueron tantos los platos que
se sirvieron y de tan buenos manjares,
que traigo el estómago estragado de lo
mucho que he comido.
LICENCIADO.--El mayor yerro que pueden
hacer los hombres es comer más de aquello
que puede gastar la virtud y calor
natural; porque, según doctrina de todos
los médicos, la indigestión y corrución
de los manjares que della se sigue es
origen de todas las enfermedades, y assí
dice el Sabio en el capítulo XXXVII del
_Eclesiástico_: No quieras ser deseoso
en las comidas que hicieres, ni comas
de todos los manjares, porque en la
muchedumbre dellos hay siempre enfermedad.
SALAZAR.--Pues en verdad que lo que en
nuestros tiempos más se usa es no tener
atención á ningún daño que del mucho
comer puede seguir, sino al gusto que
dello se recibe.
LICENCIADO.--¿Y pareceos, señor Salazar,
que es pequeño mal esse? Yo os digo que
si los hombres que aman su salud y desean
alargar la vida conociessen y entendiesen
los inconvenientes que del mucho comer
tienen por contrarios, que por ventura
ayunarían muchas veces, aunque no fuese
para servir á Dios, sino para su solo
provecho.
SALAZAR.--Yo creo que hay muchas personas
que, aunque lo entienden, no dexan por
eso de comer á su voluntad, porque el
aparejo les da ocasión á querer cumplir
tanto con el apetito como con la salud,
y si no dígame vuesa merced ¿qué había
de hacer el señor Quiñones si puesto á
la mesa le servían tantos y tan diversos
platos? ¿No fuera necedad dexar de comer
de todos, siquiera para saber si eran
buenos ó malos y hacer lo que todos los
otros que allí estaban hacían?
LICENCIADO.--Antes fuera muy gran
discreción tener sufrimiento para que el
aparejo de la gula no le diera causa de
vencerse della.
SALAZAR.--Pues si eso es assí, ¿para
qué se hacen y aderezan tantos y tan
diferentes manjares en las casas de los
grandes señores y aun en las que no
lo son, sino para que los que sientan
á sus mesas los coman y se harten con
ellos, pues que para este propósito se
aparejaron?
LICENCIADO.--Así es la verdad; pero lo
mejor sería que no los aparejasen ni los
hubiesen.
RUIZ.--Contraria opinión es esta de
la común, porque todos los hombres
generalmente querrían comer y beber lo
mejor que pudiesen.
LICENCIADO.--Si comiendo bien, digo de
buenas cosas, no comiesen más de aquello
que les basta para sustentarse, no es
muy mala opinión la que decís; pero por
la mayor parte nacen della la desorden y
vienen los hombres con el aparejo á comer
más de lo necesario, sin sentirlo, y assí
sin sentirse se recrece dello el daño,
y cuando ya se siente, muchas veces no
puede remediarse, y aun algunas cuesta
tan caro, que suele perderse por ello la
vida.
SALAZAR.--Pues lo que con todas essas
condiciones el día de hoy más se usa en
esta tierra es comer y beber sin temor, y
después venga lo que viniere.
LICENCIADO.--También se usa morirse las
gentes muy más presto de lo que solían en
otros tiempos.
SALAZAR.--¿Y es por ventura el comer la
causa?
LICENCIADO.--Sí, por la mayor parte, y
si queréis escuchar la razón, yo os la
diré para que lo entendáis notoriamente.
En los tiempos antiguos que los hombres
vivían con mayor simplicidad que agora,
y contentándose con lo que la naturaleza
les aparejaba para su mantenimiento,
sin andar buscando otras nuevas formas
de composiciones en los manjares que
comían, vivían los hombres muy largos
tiempos, como á todos es notorio la larga
vida de Adán, nuestro primero padre, de
Matusalén y de otros muchos, los cuales
se contentaban con comer solas las frutas
silvestras, y principalmente debían de
ser bellotas y castañas, y otras desta
manera, porque después del diluvio de
Noé que ya habían pasado muy largos
tiempos, las gentes comían esto mesmo y
se sustentaban con ello, principalmente
los de la provincia de Arcadia. Los
atenienses su mantenimiento eran higos
secos. El de los caramanos, dátiles. El
de los meotides, mijo. El de los persas,
mastuerzo. Los de Tirinto comían peras
silvestres, y assí otras naciones se
mantenían de otras diferentes frutas y
raíces, de las cuales dicen que era la
principal la de una hierba que llamamos
grama, hasta que vino aquella mujer
llamada Ceres, que andando buscando las
simientes de las hierbas que eran buenas
para comer, halló la simiente del trigo
y la manera que había de tener para
hacerse pan della, y por esta causa fue
adorada por diosa entre los gentiles.
Y cuando los antiguos comían algunas
carnes no andaban buscando que fuesen
sabrosas ni delicadas, ni buscaban de
darles otro nuevo sabor con las salsas y
aparejos que agora se les hacen. Y así
cuenta Homero que Alcinoo, rey de los
feaces, teniendo por huésped á Ulises y
por convidados á todos los principales
de su reino, para el banquete que les
hizo mandó matar doce ovejas y ocho
puercos y dos bueyes, que estonces debían
ser los más preciados manjares que se
usaban; y en este tiempo también tenían
los hombres muy larga la vida, y como
comenzaron á inventar manjares nuevos y
compuestos, así comenzaron á debilitar
y enflaquecer con ellos los estómagos,
porque la diversidad de los sabores que
hallaban en ellos les hacía comer más
de lo que podían gastar los estómagos.
Y así dice Galeno que del tiempo de
Hipócrates hasta el suyo, la naturaleza
estaba debilitada en los hombres, y el
tiempo de Galeno acá también lo deben
de estar mucho más, pues siempre vemos
que van en disminución de los años de la
vida, y que viven agora menos que solían;
pero la culpa que ponemos á la naturaleza
no es suya, sino de nuestra desorden,
porque si tuviéssemos mayor concierto y
templanza en el comer y beber, nuestra
vida generalmente sería muy más larga.
Y así lo dice Hipócrates en el libro
sexto de _Las enfermedades populares_:
El concierto de nuestra salud en esto
consiste que comamos con tanta templanza
que nunca nos hartemos de los manjares;
y si en algún tiempo hubo desorden y
desconcierto es en el de agora, que
cuando me pongo á pensarlo de ver las
invenciones que las gentes han procurado,
todo en daño de sus vidas, como si las
tuviesen por enemigas y su intención no
fuese otra sino de acabarlas muy presto.
QUIÑONES.--No es mala materia ni poco
provechosa lo que se trata, si el señor
licenciado la lleva adelante así como la
ha comenzado.
LICENCIADO.--Si vuestras mercedes huelgan
de oirla, yo me iré declarando más
particularmente, aunque no aproveche
para más de que entendamos el yerro que
hacemos, porque verdaderamente es muy
grande, y tan grande, que yo no he visto
mayor desatino que el que agora se ha
introducido en el mundo, á lo menos en la
christiandad, que en las otras naciones
de gentes son más templadas y viven más
moderadamente. Solían en nuestra España
comer las personas ricas y los caballeros
un poco de carnero assado y cocido, y
cuando comían una gallina ó una perdiz
era por muy gran fiesta. Los señores y
grandes comían una ave cocida y otra
assada, y si querían con esto comer otras
cosas, eran frutas y manjares simples.
Agora ya no se entiende en sus casas
de los señores sino en hacer provisión
de cosas exquisitas, y si con esto se
contentasen, no habría tanto de qué
maravillarnos; pero es cosa de ver los
platillos, los potajes, las frutas de
sartén, las tortadas en que van mezcladas
cien cosas tan diferentes las unas de las
otras, que la diversidad y contrariedad
dellas las hace que en nuestro estómago
estén peleando para la digestión. Y es
tanto lo que en esto se gasta, que á mi
juicio ha encarecido las especias, la
manteca, la miel y la azúcar, porque
todo va cargado dello, y como comen á la
flamenca, con cada servicio que llevan va
un plato destos para los hombres golosos,
y con no tocarse algunas veces en ellos,
tienen mayor costa que toda la comida. Y
comer de todos estos manjares diferentes
(aunque cada uno dellos sea simple) sería
muy dañoso, cuanto más siendo los más
dellos compuestos, que muchos hay dellos
que llevan encorporadas diez y doce y
veinte cosas juntas, no mirando lo que
Plinio dice contra ello en el undécimo
capítulo de la _Natural Historia_, cuyas
palabras son: El manjar simple para
los hombres es muy provechoso, y el
ayuntamiento de manjares es pestilencia,
y más dañoso que pestilencia cuando los
manjares son adobados. Y lo peor de todo
es que, muchos, cuando se sientan á la
mesa y aun casi todos, como es cosa
natural, luego procuran satisfacer á la
hambre que llevan y comen hasta hartarse
de lo primero que les ponen delante,
y pudiéndose levantar y sustentar con
ello conservando su salud y vida, como
después vienen otras cosas nuevas y que
despiertan en la golosina el apetito,
aunque no hagan sino probar de cada uno
un bocado, hacen tan gran replición en
el estómago, que no pueden gastarse,
y desasosiegan y dan trabajo al que
las ha comido. Y esto es lo que dice
Galeno en el tercer libro de _Régimen_:
Que la diversidad de las cosas que se
comen, cuando no son semejantes en
sus virtudes, hacen en el estómago
desasosiego. Y en otra parte: Las cosas
compuestas de muchas sustancias son de
muy más fácil corrupción que las simples
y compuestas de pocas; pero todo esto no
basta para que las gentes se concierten
en el comer, porque con ver los hombres
plebeyos la desorden que los que pueden
y tienen mayores haciendas y más aparejo
hacen, toman argumento para comer y
gastar más de lo que tienen, y en esto
está tan estragada la razón y tan perdida
la buena regla, que hay muchos que, no
teniendo sino dos reales, aquello dan por
una trucha ó por una gallina, que comen
aquel día sin mirar á lo de adelante,
y todo cuanto ganan lo echan en comer,
sin guardar un maravedí, y, después, si
caen enfermos ó se han de morir de hambre
ó han de hacer que pidan por Dios para
ellos, y esto tienen en menos que dejar
de probar todas cuantas cosas buenas y
preciosas vienen á venderse, cuesten lo
que costaren.
RUIZ.--No se puede negar todo lo que
vuestra merced dice ser assí; pero muchas
cosas hay que, aunque se conozca en
ellas el yerro, no hay orden para que
pueda remediarse, como es esto del comer
desordenado de la gente común, porque no
se les puede ir á la mano en ello, sino
que han de hacer lo que quisieren, como
coman de sus haciendas y no de las ajenas.
LICENCIADO.--Bien se parece que no ha
leído vuestra merced algunos autores
que tratan de una ley que los romanos
hicieron y se guardó mucho tiempo en
Roma, y principalmente lo cuenta Macrobio
en el tercero libro de las _Saturnales_.
RUIZ.--¿Y qué ley era essa?
LICENCIADO.--Una ley que mandaba por
ella que todos comiesen públicamente en
los portales de sus casas y que hubiesse
por los barrios repetidos veedores que
andaban de casa en casa mirando si alguno
comía más curiosamente ó suntuosamente
de lo que convenía á su estado, y luego
eran castigados por esto, y si por acaso
lo querían comer en ascondido, no podían,
porque no osaban comprarlo, temiendo
ser acusados de quien lo viese, y aun
por ventura de quien lo vendía; y como
estonces se cumplía esta ley, también
se podía hacer agora, y aun en algunas
partes se guarda alguna cosa della,
porque dicen que en Francia los villanos
no pueden comer gallina ninguna, ni los
perniles de los tocinos, si no fuesse con
mucha necesidad.
QUIÑONES.--Bien lejos estamos de que en
España se hagan essas leyes ni se guarden
tampoco, y hablar en ello es predicar en
desierto.
LICENCIADO.--Yo no lo digo porque se ha
de hacer, sino porque sería justo que
se hiciese; y lo que más principalmente
convendría es que los caballeros y
señores y grandes se moderasen en sus
gastos excesivos, y que ellos mismos,
juntándose, hiciesen entre sí mesmos
una ley, ó que nuestro emperador lo
hiciese, de que en ningún banquete
ni comida suntuosa se sirviesen sino
tantos platos tasados; porque después
que un hombre come de cuatro manjares
ó cinco, el estómago está satisfecho
y todo lo lo demás es superfluo, que
no aprovecha para otra cosa sino para
estragar los estómagos y disminuir la
salud y las haciendas, y tan disminuídas,
que de aquí viene que solían hacer más
los señores y mantenerse más gentes y
criados con cuatro cuentos de renta que
agora con doce, y entonces ahorraban
dineros para sus necesidades, y estaban
ricos y prósperos, y agora siempre andan
empeñados y alcanzados, y todo esto se
gasta en comer y en beber, principalmente
si tienen huéspedes, si andan en corte,
que han de hacer plato, porque entonces
tienen por mayor grandeza lo que sobra
y se pierde y se gasta bien gastado. Y
verdaderamente esta es la principal causa
de sus necesidades, que de andar los
señores ó un caballero en la corte un
año ó dos haciendo estos gastos vienen
á ponerse en necesidad, que con estar
otros cuatro en sus casas ahorrando y
estrechándose no pueden salir della y
muchas veces en su vida. Y el mayor daño
de todos es que lo mesmo quiere hacer
un señor de dos cuentos de renta que de
quince, y también quiere que sirvan á su
mesa veinte y treinta platos diferentes,
como si no gastasen en ello dineros.
QUIÑONES.--Poco es para lo que agora se
usa, que ya en un banquete no se sufre
dar de ochenta ó cien platos abajo,
y aun averiguado es y notorio que ha
poco tiempo que en un banquete que hizo
un señor eclesiástico se sirvieron
setecientos platos, y si no fuera tan
público, no osara decirlo por parecer
cosa fuera de término.
RUIZ.--Mal cumple ese y todos los
otros señores eclesiásticos lo que son
obligados conforme aquel decreto que
dice que los bienes de los clérigos son
bienes de los pobres, porque después de
gastado lo necesario para sí y para su
familia, todo lo demás tiene obligación
de gastarlo con ellos, so pena de ir
al infierno como quien hurta hacienda
ajena, pues hacen esos banquetes á los
ricos, y sin necesidad, quitándolo á la
gente pobre y necesitada. Pero todos me
parece que van igualmente desordenados,
sin tener atención ninguna sino á comer y
beber á su voluntad.
LICENCIADO.--Bien conforma esso con
lo que Valerio Máximo dice de la
costumbre que se solía tener en el
comer antiguamente, lo cual trata por
estas palabras en el segundo libro de
_Las instituciones antiguas_: Hubo en
los tiempos pasados, en los antiguos,
grandísima sencilleza y templanza en
el comer, lo cual es demostración muy
cierta de su moderación y continencia,
porque no comían manjares los cuales
por su demasía hubiesen vergüenza de
que todos los viesen. Estaban en tanta
manera los hombres de mayor autoridad
en sus pueblos continientes, que lo que
más ordinariamente comían eran poleadas
ó puchas, y con ellas se contentaban.
Y en el mismo capítulo y libro torna á
decir: La templanza en el comer y beber
era como verdadera madre de su salud,
y enemiga de los manjares superfinos y
apartada de toda abundancia de vinos y
de todo uso demasiado de destemplanza.
Agora me parece que todo es ya al
contrario de lo que Valerio ha dicho,
como si toda la bienaventuranza de la
vida consistiese en el comer y beber
destempladamente, y muy pocos hay que
no pecan en este vicio si no son los
que no tienen ni pueden más, que destos
Dios sabe su buena voluntad. Y deste
comer mucho y beber demasiado se siguen
grandes daños é inconvenientes que todos
ayudan á destruir y desconcertar la vida,
como lo trata Hipócrates en el libro _De
afectionibus_, Acaccio Antiocheno en
el tercero libro _Tetrablibii_, y esto
procede de que no puede el estómago con
los muchos manjares, ni con la diversidad
ni abundancia dellos para gastarlos y
digirirlos. Y así dice el filósofo en
el quinto capítulo del tercero libro
_De partibus animalium_: Es verdad que
el calor natural no gasta ni digiere
lo que se come demasiado, no porque él
sea pequeño, sino porque comemos más de
lo que es necesario para sustentarnos;
pero nosotros no tenemos atención á
esto, sino á ser unos epicuros, teniendo
este vicio por suma felicidad; y es la
desorden tan grande, que si hoy hubiese
quien tornase á sustentar esta opinión
epicúrea de nuevo, no faltaran gentes
que con muy gran afición y voluntad la
siguiessen. Y dejando lo del comer, qué
destemplanza tan grande es la del vino,
que ya que en muchos no se muestra la
beodez y desatinos que del demasiado
beber proceden, á lo menos veremos la
curiosidad en buscar vinos de olor y
sabor exquisitos, no teniendo en nada la
costa que se hace por estar proveídos
dellos, aunque éste no le tengo por gran
vicio cuando la templanza anda de por
medio, de manera que no beban demasiado
ni reciban daño en su salud por lo que
bebieren.
SALAZAR.--Paréceme que el señor
licenciado de teólogo se ha vuelto
médico; pero bien es que los hombres
sean estudiosos, de manera que puedan
hablar en todas las materias que se
propusiesen, que quien lo viere alegar
tantas autoridades á su popósito,
parecerle ha que no ha estudiado más
teología que medicina, y con todo esto no
quiero que se vaya alabando que no halla
contradicción en todos nosotros para lo
que ha dicho, porque yo quiero agora
decir que no hará poco cuando le hubiera
dado buena salida.
LICENCIADO.--Haré lo que pudiere, pues
que hasta agora no me ha obligado á más
que á esto.
SALAZAR.--Ni yo quiero más tampoco,
y para que mejor nos entendamos, lo
principal que vuesa merced ha dado y
sobre lo que más ha fundado su intención
es la templanza de los antiguos en el
comer y beber, y hay tantas cosas que
alegar contra esto, que creo que algunas
se ofreceran á mi memoria. Y la primera
es la destemplanza del gran Alejandro en
los convites, que con ella vino á matar
á Clito, su familiar y muy privado, y
después en Babilonia se estaban haciendo
banquetes y fiestas cuando le dieron la
ponzoña con que le mataron. Sin esto, á
todos es notorio cuán destemplado fué
el emperador Nerón, que muchas veces
duraban los banquetes desde un día á la
hora que él y sus convidados se sentaban
á la mesa hasta otro día á la mesma
hora. De Heliogábalo todos saben los
grandes y excesivos gastos que hacía en
procurar manjares preciosos y delicados
y costosos, tanto que algunos quieren
decir que hacía buscar papagallos que de
los sesos dellos pudiesen hacer salsa
que bastara para muchos convidados que
con él comían. No es menos lo que se
dice del emperador Galba, y de Joviniano
escribe Bautista Ignacio que, comió
tanto en una cena, que por no gastarlo
se murió. Otro tanto dice Eufesio de
Domicio Afro, y el banquete que Marco
Antonio hizo á Cleopatra todos lo saben,
y el que ella le tornó á hacer, que
porque fuese más costoso deshizo en
vinagre una perla de tan grande estima
que no le podían poner precio, y con él
se hizo una salsa de que comió Marco
Antonio. También es autor Flavio Vopisco,
que uno llamado Phiago comía cien panes
y una ternera y un puerco á un comer,
aunque parece esto cosa que se creerá
de mala gana. Eracides, griego, era tan
gran comedor, que convidaba á los que
querían comer con él á cualquiera hora
del día por tornar á comer con ellos
muchas veces. De los pueblos de Asia
y de los asirios, muchos escriben que
no entendían sino en comer y beber, y
que en esto ponían su bienaventuranza;
y lo que más se puede notar de todo es
lo que escribe Julio César en el libro
llamado _Anticatones_, que Marco Catón
uticense, con todas las virtudes que dél
se cuentan, era tan destemplado en el
comer y beber, que muchas veces pasaba
toda una noche sin dormir por estar en
los banquetes. Quinto Ortensio, orador,
fué el primero que hizo en Roma que los
pavos se comiessen, y Sergio Orata, según
dice Plinio, inventó estanques en el
lago bayano por tener en él las ostras
para vender á la gula de los romanos, y
Lúculo rasgó una montaña sobre Nápoles á
grandísima costa para hacer un estanque
para tener pescado con que satisfacer
su gula. Y porque me parece que bastan
los ejemplos que he traído, oígan vuesas
mercedes las palabras de Macrobio en el
libro tercero de las _Saturnales_, las
cuales son éstas: Quién negará haber sido
grandíssima y indómita gula entre los
antiguos, los cuales de mar tan largo
traían instrumentos á su desorden, como
son las lampreas que echaban en los
estanques, y sin éstas, hay muchas cosas
y autoridades que podrían hacer al caso
para probar que los antiguos no tuvieron
la templanza que el señor licenciado ha
dicho; pero si él me satisface á esto, yo
me daré por satisfecho en todo lo demás
que pudiere alegar.
LICENCIADO.--En trabajo me ha puesto
el señor Salazar, porque no tienen tan
poca fuerza sus argumentos y razones que
no será dificultosa la respuesta; pero
yo espero en Dios de darle tan buena
salida que le contente y confiesse ser
verdad lo que yo he dicho. Y digo que
es assí, que también entre los antiguos
hubo algunos golosos y desordenados,
tanto y más que agora lo son, y que se
hacían los banquetes y gastos excesivos
en muy gran cantidad; pero esta desorden
no era general como agora lo es, sino
particular, y de manera que generalmente
parecía mal á todos, porque no hay ciudad
tan bien ordenada donde no haya algunos
delitos, ni campo de soldados tan bien
concertado que no haya en él algunos
revoltosos, ni aun monasterio, si es
de muchos frayles, que no esté en él
algún desasosegado, y así no es mucho
que entre tan gran multitud de gentes
como en los tiempos antiguos había en
el mundo, hubiese algunos dados á la
desorden de la gula, así como el señor
Salazar lo ha dicho, que de creer es que
aún serán muchos más de los que dice;
pero éstos, en comparación de los otros
que usaban de la templanza, es como una
estrella para todas las que hay en el
cielo, y una golondrina, como suelen
decir, no hace verano, ni diez granos
de neguilla en un muelo de trigo no son
causa de que se haga mal pan, ni es justo
que por tan pocos golosos condenemos á
muchos templados; y la mayor señal de
que lo eran es que luego se conocían
entre ellos los que se desmandaban en
el comer y beber demasiadamente. Y los
poetas y oradores tratando de este vicio
lo traían por exemplo para que los que
después dellos viniesen, pensando que
las gentes habían siempre de permanecer
en la templanza que ellos comúnmente
guardaban; pero agora en nuestros tiempos
así podríamos notar un hombre templado
y tenerlo en mucho, como si viésemos
alguna cosa muy nueva, y los que lo
son es porque no pueden más, que la
gula y la curiosidad del comer está tan
desenfrenada en todos, que es cosa para
espantar á los que bien lo consideraren,
y lo que peor es que los pobres y los
que poco pueden muchas veces son más
golosos y destemplados que los ricos,
y no se contentan con un manjar ni con
dos ni con tres, que querrían comer
cincuenta si pudiessen. Y entre los
antiguos no debían ser menos cinco que
agora ciento, porque así dice Juvenal
en la primera sátira reprendiendo este
vicio: ¿Quién hubo entre los antiguos que
en los convites secretos comiesse siete
manjares? Como si dixese: Gran desorden
es la que agora hay en Roma, pues que
hay banquetes en que se sirven siete
platos diferentes, lo cual nunca se hizo
entre los antiguos. Y pues que Juvenal en
su tiempo reprendía este desconcierto,
¿qué hiciera en el nuestro viendo los
grandes desconciertos que ya vienen en
dar en locura? En que, como he dicho, no
sería poco necesario el remedio, como lo
pusieron los atenienses con los criados
y hijos de uno que se llamaba Nosipio,
que porque supieron que comía y bebía
demasiadamente, mandaron que no comiesen
con él, porque no quedasen avezados á
aquella mala costumbre. Agora hombres
hay que comen mucho; pero si lo pide su
estómago, no son tanto de reprenderle
como los que quieren comer de muchos y
diferentes manjares, adobados con mucha
diversidad de cosas, entre las cuales
unas son calientes, otras son frías, unas
templadas y otras sin ninguna templanza;
unas son duras y pessadas y otras son
fáciles de gastar, de manera que la
virtud del estómago se embaraza con ellas
y no puede recebir tanto provecho que no
será mayor el daño para no sé conservar
la salud ni la vida. Y torno á decir
que teniendo atención á la moderación y
buena regla que los antiguos tenían en
sus comidas, que todos agora se habrían
de moderar en ellas, y principalmente los
grandes señores, á lo menos en no hacer
gastos superfluos y sin provecho, que
después que se sirven lo que se pueden
comer, y hasta sin hacer falta, no han de
querer que se sirva lo demás para sólo el
humo de la autoridad y de la grandeza,
pues se conoce el poco provecho y el gran
daño que se recibe. Y aun el mundo y la
gente conocen dél tiene muy gran razón
de agraviarse, porque esto es causa de
que los mantenimientos se hayan subido en
precios tan excesivos, porque saben que
hay muchos que los compren y gasten y que
han de hallar por ellos lo que pidieren
y quisieren llevar. Y en verdad que no
sería mal hecho que en esto se pusiese
algún remedio y se hiciesse alguna ley
en que se diese orden para remediarlo.
Y porque me he divertido de lo que
queda con el señor Salazar, que fué
satisfacerle á sus objeciones, quiero
saber si queda satisfecho con lo que he
respondido, porque á no lo estar, yo me
conformaré con su buen parecer y juicio.
SALAZAR.--No faltará qué poder replicar,
pero yo sé que vuesa merced me satisfará
tan bien á ello como á lo pasado, y assí
lo quiero dexar, aunque no fuera malo que
con reprender la desorden y destemplanza
de las comidas se hubiera dicho algo de
la que se tiene en el tiempo dellas,
porque también se estima por grandeza
no tener orden ni concierto en esto,
haciendo del día noche y de la noche día,
y caando han de comer á las diez del día
comen á las dos de la tarde, y si han de
cenar á las seis de la tarde cenan á las
once y á las doce de la noche, assí que
es una confusión y desatino la que ellos
tienen por orden y concierto.
RUIZ.--Bien entendida está ya esta
materia, porque el señor licenciado la ha
tratado tan bien en tan pocas palabras,
que queda poco por decir de lo dicho, y
paréceme que no habrá menos que tratar de
la desorden que se tiene en los vestidos
y gastos que en ellos se hacen, porque
no tienen menos destruído el mundo ni es
menos el yerro que las gentes cometen en
este desatino.
LICENCIADO.--Essa es materia más larga
y para tratarse más despacio que el que
agora tenemos, porque la noche se viene
acercando y el sereno, con el frescor
del río, podría hacernos daño si más nos
detuviésemos, y si vuestras mercedes
mandasen, será bien que nos vamos.
QUIÑONES.--También el señor licenciado se
ha querido en esto mostrar médico como
en lo pasado, y pues es su consejo tan
bueno, justo será que lo sigamos.
RUIZ.--Por entre las huertas podremos ir,
por no volver por donde venimos.
SALAZAR.--Guíe vuestra merced delante,
que todos le seguiremos.
_Finis._
COLLOQUIO
Que trata de la desorden que en este
tiempo se tiene en los vestidos y cuán
necesario sería poner remedio en ello.
INTERLOCUTORES
_Sarmiento._--_Escobar._--_Herrera._
HERRERA.--¿No veis, señor Sarmiento,
qué galán y costoso viene Escobar? Por
Dios, que me espanto de verle cada día
salir con un vestido de su manera, que
si tuviera un cuento de renta no podría
hacer más de lo que hace.
SARMIENTO.--Passo que, según es
delicado, si nos oye pensará que estamos
murmurando dél.
HERRERA.--Y aunque lo hiciésemos sería
pagarle de lo que merece, porque jamás
sabe hacer otra cosa de todos cuantos hay
en el mundo.
SARMIENTO.--No le arriendo la ganancia,
pues ha de pagar su ánima lo que pecare
su lengua.
ESCOBAR.--¿Qué ociosidad es esta tan
grande? ¿Por ventura tenéis, señores,
tomado el paso á las damas, que hoy andan
en visitaciones, para gozar de verlas y
juzgarlas? Pues á fe que no tarden en
venir dos dellas, que no son de las más
feas del pueblo.
HERRERA.--Antes estamos para juzgar los
galanes, y vos sois el primero, porque
venís tan galán que dais á entender á
todos en miraros.
ESCOBAR.--¿Y qué gala halláis que es ésta?
HERRERA.--Si essa no lo es, ¿cuál queréis
que lo sea? En verdad que me parece á mí
que bastaría para un gran señor, cuanto
más para un pobre caballero como vos.
No fuera bien que os contentárades con
tafetanes en esas calzas, sino que por
fuerza había de ser telilla de oro, y aun
no de la de Milán?
ESCOBAR.--Hícelo porque dice mejor con el
terciopelo blanco.
HERRERA.--Pues, la guarnición de capa
y sayo, ¿no es costosa? Yo fiador que
con lo que ella costó se pudieran hacer
bien dos sayos y dos capas, sin que la
capa está toda aforrada en felpa para
el fresco que hace, y la hechura, según
lleva la obra, no debió de ser muy barata.
ESCOBAR.--No fué muy cara; en ocho
ducados sayo y capa.
HERRERA.--Loado Dios que ocho ducados os
parecen poco. Agora acabo de confirmar lo
que muchas veces he pensado, que una de
las cosas, y aun la más principal, que el
día de hoy trae la gente pobre y perdida,
sin alcanzar con qué poder sustentarse,
es la costa grande de los vestidos, los
cuales empobrecen harto más dulcemente
que no los edificios. Y esta manera de
empobrecer no la puedo yo llamar por otro
nombre sino locura.
ESCOBAR.--De essa manera todo el mundo es
loco, pues no hay ninguno que podiendo no
quisiese andar muy bien vestido.
HERRERA.--Confieso que, generalmente, es
assí; pero muchos hay que no entran entre
los que decís.
ESCOBAR.--Essos hacerlo han de
desventurados y mezquinos y que tienen en
poco la honra, porque una de las cosas
con que los hombres andan más honrados es
con andar muy bien aderezados y vestidos.
HERRERA.--Bien habéis dicho, si en ello
no hubiese extremos, los cuales son muy
odiosos en cualquiera cosa, y más en ésta
que forzosamente, tarde ó temprano, se ha
de dar señal de un extremo á otro.
ESCOBAR.--Yo os declaro que hasta agora
no os he entendido.
HERRERA.--Pues yo haré que me entendáis
muy presto. Digo, que los hombres habrían
siempre de tener respeto á su posibilidad
y mirar lo de adelante, conformándose
y contentándose con lo que puedan para
no caer de aquello en que una vez se
pusieren, y si lo sustentaren, que sea
con no padecer trabajo por otra vía.
Que muy bien puede un hombre vestirse
de terciopelos, rasos y gastar ciento
ó doscientos ducados si los tiene, y
acabados aquellos vestidos, como no tenga
con qué comprar otros, viene á caer de un
extremo en otro, que es harto peor que si
al principio se contentara con un sayo y
una capa de paño, sin hacer tanta costa,
de manera que se hallan los hombres sin
la hacienda que gastaron y no pueden
sustentar la honra que por ello decís que
se les sigue.
ESCOBAR.--Muy gran seso sería esse si los
mancebos hubiesen de contemplar essas
cosas.
HERRERA.--No pongo yo menos culpa á los
viejos que á los mozos, porque también en
esto andan desordenados, aunque no sea
tanto como ellos.
ESCOBAR.--Por vuestra vida, señor
Herrera, que dexéis estar el mundo como
lo hallasteis y como siempre fue, porque
excusado será que por vuestro parecer
haya mudanza ni las gentes dexen de
vestirse costosamente como lo hacen.
HERRERA.--Engañado estáis, señor Escobar,
ni yo, aunque no soy muy viejo, hallé
en los vestidos el mundo como agora
le vemos, ni fué siempre lo que agora
parece; antes hace en esto tantas
mudanzas, y más en nuestros tiempos, que
ya es confusión pensar en ello.
ESCOBAR.--Yo no las creo.
HERRERA.--Es porque tenéis los
pensamientos embarazados, y será bien
que yo os diga algunas para que os
desengañéis y para que veáis si se puede
condenar las de agora por una desatinada
locura.
ESCOBAR.--Pues en verdad que yo huelgo de
oiros de muy buena voluntad, y lo mismo
hace, por amor de mí, el señor Sarmiento,
que harto tiempo y espacio tenemos para
todo.
HERRERA.--No ha muchos tiempos que, en
España, andaban vestidas las gentes
tan llanamente que no traía un señor
de diez cuentos de renta lo que agora
trae un escudero de quinientos ducados
de hacienda, porque estonces no había
un sayo entero de terciopelo, y el que
tenía un jubón, no hacía poco, que éste
era el hábito que estonces se usaba,
trayendo los sayos sin mangas para que
se pareciesse, y algunos traían solas
las mangas con un collar postizo de
terciopelo que subía encima del sayo para
que se pareciese. Y otros no ponían en
las mangas más de las puntas, que eran
cuatro ó cinco dedos de ancho, que por
mucha gala sacaban fuera de las mangas
del sayo para que se pareciesse. El
hábito de encima eran capas castellanas
como agora se usan, ó capuces cerrados
de la manera que los traen muchos
portugueses, y por guarnición un rebete
de terciopelo tan angosto que apenas
podía cobrir la orilla. Los sayos eran
largos y con girones; el que se vestía
de Londres no pensaba que andaba poco
costoso; traíanlos escotados como camisas
de mujeres, y una puerta muy pequeña
delante de los pechos puesta con cuatro
cintas ó agujetas y los musiquís de las
mangas muy anchos.
SARMIENTO.--Bien extremado está esto
de lo de agora, porque lo que estonces
echaban en las faldas y en las mangas
echan agora en los collares, que hacen
que suban encima de los cocotes y ande el
pescuezo metido en ellos de manera que
parecen los que los traen mastines con
carrancas.
HERRERA.--No quiero yo altercar cuál es
mejor uso en los trajes, el de entonces
ó el de agora; pero solamente quiero que
entendáis que el de estonces era muy á la
llana y el de este tiempo muy curioso, y
cuanto al parecer bien, aquello que se
usa es lo que bien parece, y si se usase
traer los zapatos de lana y las gorras
de cuero, á nadie le parecería mal; pero
dexando esto, el hábito de encima era
un capuz cerrado y el que lo traía de
contray de Valencia no pensaba que era
poco costoso, y había de ser muy rico
para traerlo, y las calzas todas eran
llanas, que no sabían qué cosa era otra
hechura nueva; usábanse estos bonetes que
agora se traen castellanos y unas medias
gorras con la vuelta alzada ó caída
atrás, y gorras de grana grandes con unos
tafetanes de colores por debajo de la
barba.
ESCOBAR.--Debían de ser como las que
agora se pintan en las mantas francesas.
HERRERA.--Decís la verdad, y aun hoy
veréis muchos trajes antiguos destos que
digo. Los señores por fiesta se vestían
de grana colorada ó morada, y era tan
grande la templanza que se solía tener
en los vestidos, que andando yo buscando
unas escrituras de las de la casa de un
señor deste reino, vi entre ellas una
carta que el rey escrebía á uno de sus
pasados, por la cual le rogaba y mandaba
que se llegase á la corte, que para el
gasto que se hiciese le ymbiaba once mil
maravedís de ayuda de costa, y que lo que
le encargaba era que en ninguna dejase de
llevar él su jubón de puntas y collar de
brocado.
SARMIENTO.--Gentil antigualla es essa
para lo que agora usamos; cierto pocas
acémilas debían de ser menester en este
tiempo para llevar las recámaras de los
señores.
HERRERA.--Lo que no llevaban de recámara
llevaban en la mucha y muy lucida
gente de que andaban acompañados, que
parecía harto mejor que los cofres en
las acémilas, cargados de plata y de
oro y de vestidos demasiados, y no por
esso dejaban de ir bien proveídos de
lo necesario para la calidad de sus
personas. Y con esto traían también los
señores una ropa de martas que era la
cosa de más estima que estonces había,
y agora así Dios me salve que la he yo
visto traer á mercaderes y personas
que no valían otro tanto su hacienda
como el valor que tiene la ropa. Pero
esto no lo tengo en tanto como ver
que hoy ha cuarenta años si vían á un
pobre hombre con un sayo de terciopelo
por rico que fuese, le miraban como á
cosa nueva y desordenada, y en este
tiempo hasta los mozos y criados de
los caballos y aun los oficiales no lo
tienen en más que á un sayo pardo, y
pluguiese á Dios que se contentasen con
andar vestidos de terciopelo y de las
otras maneras de sedas llanamente, que
lo que mayor daño hace es las hechuras,
las invenciones nuevas y costosas que
muchas veces cuesta más lo acessorio que
lo principal, según las cosas que piden
los sastres y oficiales de seda para
pespuntar, para hacer los torcidos, los
caireles, los grandujados, dando golpes
y cuchilladas en lo sano, deshilando y
desflorando, echando pasamanos, cordones
y trenzas, botones, alamares; y lo que
peor es, que cuando un hombre piensa
que está vestido para diez años, no es
pasado uno cuando viene otro uso nuevo
que luego le pone en cuidado, y lo que
estaba muy bien hecho se torna á deshacer
y remendar, quitando y poniendo; y
aun muchas veces no aprovecha toda la
industria que se pone, sino que se ha de
tornar á hacer de nuevo, de manera que
los usos é invenciones nuevas de cada
día desasosiegan las gentes y acaban
las haciendas, porque somos tan locos,
que ninguno hay que se conforme con lo
que puede, sino que el que tiene veinte
ducados los quiere también echar en un
sayo y en una capa, como el que tiene
dos mil, y no ha sido esto poca parte
para encarecer los paños y sedas hasta
venir al precio que agora piden y tienen,
que si no hubiese quien los comprase,
gastándolos, tan mal gastados, ellos
vendrían á valer harto más barato de lo
que valen.
SARMIENTO.--Una cosa no puedo yo
acabar de entender, y es que cuanto
más encarecen los paños y sedas y van
subiendo en precio, tanto se desordenan
más las gentes y procuran andar mejor
vestidos y más costosos.
HERRERA.--Hacen como los hombres beodos,
que cuando hay mayor carestía de vino
les crece más el apetito del beber, y
no tienen el real cuando lo ofrecen en
la taberna, aunque no les quede otro
ninguno; y pluguiese á Dios que lo mismo
hiciésemos nosotros yendo con los dineros
en casa de los mercaderes, pero no
hacemos sino sacar fiado tan sin medida
como si nunca se hubiese de pagar, y por
esto sube cada vara tres ó cuatro reales
en precio, y el pagar es muchas veces
con essecuciones, de manera que por la
mayor parte viene á ser más el daño y las
costas que se pagan que lo principal que
se debe, y sin tener respecto á ninguna
cosa destas no dejan de andar todos
desmedidos y desconcertados. Y de lo
que á mí me toma gana de reir es de ver
que los oficiales y los hombres comunes
andan tan aderezados y puestos en orden
que no se diferencian en el hábito de
los caballeros y poderosos, y topándolos
en la calle quien no los conozca, muchas
veces juzgará que cada uno dellos tiene
un cuento de renta.
SARMIENTO.--Sabéis, señor Herrera, que
veo que esta desorden y desconcierto que
decís de los vestidos solamente la hay
entre los cristianos. Y aun no entre
todos, porque dexando aparte los que
viven fuera del conocimiento y sujeción
de la madre Iglesia romana, aun de los
que le son subjetos hay muchos que no
tienen esta curiosidad, como son los
húngaros, los escoceses y otras gentes
que andan con hábitos humildes y poco
costosos; y lo que á mí me parece que
me da mayor causa de murmurar es ver
la templanza de los infieles, moros,
turcos y gentiles. Porque á los moros
y turcos, que son los que confinan con
la christiandad y de quien más noticia
tenemos, vemos que andan todos con
hábitos y aderezos casi comunes, y los
que son más ricos y poderosos, cuando más
se quieren diferenciar en los vestidos,
ponen una almalafa ó capuz cerrado de
grana colorada ó de otro paño de color,
con unos borceguíes de buen cuero. Todos
ellos traen zarahuelles sin gastar
sus haciendas en muslos de calzas, ni
en guarniciones, ni en otras cosas
semejantes, que son las que consumen
las haciendas. Y esta orden guardan los
señores y los servidores, los ricos y
los pobres, porque los buenos y que algo
pueden, quieren que tomen enxemplo dellos
los inferiores para no desconcertarse, y
no por esso dexan de conoscer los que más
valen, porque los otros les reconocen la
superioridad que sobre ellos tienen mejor
que nosotros hacemos. Porque no hay en el
mundo tanta soberbia ni tanta presunción
y exención como en los christianos, y en
esto de los vestidos mucho más, porque
tan bien los quieren traer el oficial
como el caballero y el criado como el
señor, de manera que todo va desbaratado
y sin ninguna orden ni concierto, el que
no falta entre las otras generaciones
de gentes de quien tengamos noticia de
vista ó de oídas ó por escritura, porque
lo mesmo leemos de todos los antiguos
que se moderaban en gran manera en los
vestidos y aderezos de sus personas.
ESCOBAR.--Pues no se os ha acordado de
hablar en les aderezos del camino, que no
me parece que habría poco que decir sobre
ello.
HERRERA.--Tenéis razón, porque casi todos
son disparates, y si lo queréis ver,
decidme, ¿puede ser mayor disparate en
el mundo que andar un hombre comúnmente
vestido de paño procurando que un sayo y
una capa le dure diez años, y cuando va
de camino lleva terciopelos y rasos, y
los chapeos con cordones de oro y plata,
para que lo destruya todo el aire y el
polvo y la agua y los lodos, y muchas
veces un vestido destos que les cuesta
cuanto tienen, cuando han servido en un
camino están tales que no pueden servir
en otros? Y á mi parecer mejor sería
mudar bissiesto y que los buenos vestidos
serviesen de rua, y los que no lo fuesen
de camino.
ESCOBAR.--Cesse un poco esta plática
y mirad cuáles vienen la señora doña
Petronila y la señora doña Juana de
Arellano que parecen dos serafines
en hermosura, pues poco vienen bien
aderezadas; yo fiador que pasa de
quinientos ducados de valor lo que trae
sobre sí doña Petronila.
HERRERA.--También puedo yo fiar que no
vale otro tanto la hacienda que su marido
tiene, y así conoceréis la razón que yo
tengo en lo que he dicho, porque si el
desconcierto del vestir de los hombres
es muy grande, el de las mujeres es
intolerable.
ESCOBAR.--Dexaldes pasar, que podrían
oiros.
HERRERA.--Poco va ni viene que me oyan,
que no soy servidor de ninguna dellas, y
assí estaré libre para decir la verdad,
que quieren parecer fuera de sus casas
unas reinas y morir dentro dellas con
sus maridos y hijos de hambre. No sé que
paciencia es la que basta á los hombres
que se casan en cumplir con los atavíos
de las mujeres tan costosos y fuera dé
términos, que en otros tiempos la que
tenía una buena saya y un buen manto
pensaba que no le faltaba ninguna cosa;
y assí los antiguos romanos pusieron por
ley y estatuto que ninguna romana pudiese
tener más de un vestido de su persona,
y por cierta ayuda que hicieron á la
república dando las joyas de oro para una
gran necesidad, entre otros beneficios
que les hicieron en remuneración desto,
fué el mayor darles licencia que cada una
pudiese tener dos vestidos. Agora no se
contentan con seis, ni con diez, ni con
veinte, que hasta que no quede hacienda
ninguna, toda querrían que se consumiese
en vestidos. Unas piden saboyanas,
otras galeras, sayños, saltanbarcas,
mantellinas, sayas con mangas de punta
que tienen más paño ó seda que la misma
saya, y otras cincuenta diferencias de
ropas, unas cerradas y otras abiertas,
de paño y de seda de diferentes colores,
con las guarniciones tan anchas y tan
costosas, que tienen más costa que la
mesma ropa en que están puestas; las
verdugadas y las vasquiñas que traen á
cada día y en baxo de las otras ropas
y sayas más cuestan agora que en otro
tiempo lo que se solía dar á una mujer
cuando se casaba, por rica que fuese. Y
dexando los vestidos, en las invenciones
de los tocados ¿habría poco que decir
si hombre quisiese? Así Dios me salve
que en pensarlo aborrezco sus trajes,
sus redecillas, sus lados huecos, sus
cabellos encrespados, sus pinjantes, sus
pinos de oro, sus piezas de martillos,
sus escosiones, sus beatillas y trapillos
por desdén echados tras las orejas, con
que piensan que parecen más hermosas; y
de lo que me toma gana de reir muy de
veras, es que lo mesmo quiere traer la
mujer de un hombre común que la de un
caballero que sea rico, todas quieren ser
iguales y todas dan mala vida y trabajosa
á sus maridos si no las igualan con las
otras aunque sean muy mejores y más ricas
que ellas.
SARMIENTO.--Por eso hicieron bien los
ginoveses pocos tiempos ha, que viendo
cuán gran polilla y destryción para su
hacienda eran los gastos excesivos y
trajes de las mujeres, hicieron en su
república un estatuto y ley general (la
cual no sé si agora se guarda), y por
ella pusieron el remedio necesario, el
cual fué que ninguna mujer podiese traer
ropa de seda ni de paño fino, sino de
otros paños comunes, y solamente les
dexaron lo que echan por cobertura sobre
la cabeza cuando hace gran sol ó cuando
llueve, que son dos varas de alguna
manera de seda, así como se corta de la
pieza, sin otra hechura ninguna.
ESCOBAR.--En eso, agravio parece que
recebían las principales, pues no les
dexaban en qué diferenciarse de las otras.
HERRERA.--Pluguiese á Dios que el mesmo
agravio hiciesen á las principales de
España, que bien se sufriría tan poco
mal por que se ordenase tan gran bien,
cuanto más que en todo se podría poner
buen remedio, y que la ley se hiciese de
manera que fuese justa, y que hubiese
algunas particularidades en que se
diferenciasen las que más pueden y valen
de las otras mujeres comunes.
SARMIENTO.--Esso sería poner confusión
entre ellas, porque no habría mujer que
con dos maravedís no pensase que podía
traer lo que una condesa; lo mejor sería
que ellas se comediesen y hiciessen lo
que las romanas agora hacen, y es que
todas andan vestidas de paño negro,
sin guarnición ni gala ninguna, en que
muestran su gran honestidad y bondad; no
traen sobre si oro, ni perlas, ni otras
cosas con que parezca acrecentar en su
hermosura artificialmente; los mantos
son unos lienzos blancos en que hay
poca diferencia, que es de ser unos más
delgados que otros. Todo su fin es andar
honestas y sin traer sobre sí cosa que
pueda dañar á su honestidad, y si algunas
tienen algún vestido rico, diferenciado
deste, no lo visten sino cuando hay
algunas fiestas grandes, algunos
ayuntamientos de muchas romanas en que
quieren mostrarse. Y sin esto si fuese
decir los ritos y costumbres de otras
naciones en el vestir de las mujeres,
todas enderezadas á buen fin, sería
nunca acabar; pero en nuestra España la
curiosidad de las mujeres es tan grande,
sus importunidades son tantas, sus
desatinos en el vestir tan fuera de tino,
que no hay quien las sufra, y en fin,
todas hacen como las monas, que todo lo
que ven que hacen y traen sus vecinas,
quieren que passe por ellas, no mirando á
la razón ni á la calidad y possibilidad
de las otras, porque su fin no es sino
de vestirse tan bien y mejor y más
costosamente que todas, vaya por donde
fuere y venga por donde viniere.
HERRERA.--¡Guay de los pobres maridos que
lo han de sufrir y cumplir!
ESCOBAR.--No cabrían en sus casas si
quisiesen hacer otra cosa.
SARMIENTO.--Assí es, y particularmente
mal podría remediarse este desconcierto;
pero en general, remedio tendría si las
gentes quisiesen.
HERRERA.--¿Qué remedio?
SARMIENTO.--Yo os lo diré. Que se
heciesen leyes y pramáticas sobre ello,
diferenciando los estados y dando á
cada una qué ropas y de qué manera las
podiese traer, y si no quesiesen tener
respeto á las personas, que se tuviesen
á las haciendas, y que no permitiesen
que quisiesen andar tan bien vestidos el
hombre y la mujer que tienen doscientos
ducados de hacienda como el que tiene dos
mill, como el que tiene tres cuentos,
porque de aquí nace la perdición, de
que dan á uno quinientos ducados en
casamiento y muchas veces los echa todos
en vestidos sobre sí y su mujer, y
después se ven en necesidad y trabajos
sin poder remediarse. Y la pena que se
pusiese en las leyes que sobre esto se
hiciesen, habría de ser la mayor parte
para el que denunciase de los vestidos,
porque los pobres con la codicia no
dejarían de denunciar de quienquiera
que fuese, y assí las penas serían
mejor esecutadas, y esta sería buena
gobernación, que con ella se remediaría
muy gran parte de la perdición del
reino, que según veo trocadas y mudadas
las cosas de el ser que solían, yo me
maravillo cómo las gentes se sustentan
ni pueden vivir con estos desconciertos
que agora se usan.
HERRERA.--Nosotros no bastamos para
concertarlos, y lo que más en ello se
hablase es excusado; lo mejor será
dexarlos y andar con el tiempo, que
aosadas, que él haga presto mudanza de lo
que agora se usa.
ESCOBAR.--Plega á Dios que no sea de mal
en peor.
SARMIENTO.--Quien más viviere más cosas
verá, y en fin, otros vendrán que digan
que los usos de agora eran los mejores
del mundo; y con esto nos vamos, que yo
tengo un poco que hacer. Dios quede con
vuestras mercedes.
HERRERA.--Y á vuestra merced no olvide.
_Finis._
COLLOQUIO
Que trata de la vanidad de la honra
del mundo, dividido en tres partes: En
la primera se contiene qué cosa es la
verdedera honra y cómo la quel mundo
comúnmente tiene por honra las más
veces se podría tener por más verdadera
infamia. En la segunda se tratan las
maneras de las salutaciones antiguas y
los títulos antiguos en el escrebir,
loando lo uno y lo otro y burlando de
lo que agora se usa. En la tercera se
trata una cuestión antigua y ya tratada
por otros sobre cuál sea más verdadera
honra, la que se gana por el valor y
merecimiento de las personas ó la que
procede en los hombres por la dependencia
de sus pasados. Es colloquio muy
provechoso para descubrir el engaño con
que las gentes están ciegas en lo que
toca á la honra.
INTERLOCUTORES
_Albanio._--_Antonio._--_Jerónimo._
ALBANIO.--Deleitable cosa es, sin duda,
Jerónimo mío, ver la frescura deste
jardín tan hermoso y la verdura, tan
apacible á los ojos, mezclada con las
diversas colores de las flores y rosas
que en ella produce la natura, con la
voluntad de Aquél que todas las cosas
hace, las cuales no solamente sirven al
contentamiento que la vista con ellas
recibe, sino que con la suavidad de
su olor nos hacen alzar los juicios
á la contemplación de mayores cosas,
considerando qué tal será lo del cielo
cuando en la tierra hallamos lo que en
tan gran admiración nos pone.
JERÓNIMO.--En gran manera me contenta
todo lo que veo, y principalmente esta
calle plantada de chopos, por tan gran
concierto, que no sale el uno del otro
con ser tan larga, siendo todos ellos
tan altos y veniéndose á juntar las
puntas los unos con los otros, como si
la naturaleza quisiera usar de todo su
poder hurtando la fuerza del sol para que
con menos pena y trabajo se pueda andar
por ella, teniendo mayor oportunidad
para tender los ojos por tan grande
arboleda como por una parte y por otra
paresce, habiendo en algunas partes tan
grandes espesuras que no lo puedo ver
sin venirme á la memoria las deleitosas
moradas y hermosas estancias de las que
los poetas llaman ninfas, y las florestas
de los faunos y sátiros de la ciega y
antigua gentilidad estimados por dioses.
Si su diosa Diana agora estuviera en el
mundo, no hallara más amenas y deleitosas
las florestas y bosques á donde andaba
cazando.
ALBANIO.--No lo digáis de burla, que de
veras podréis creerlo, porque dentro
deste cercado no faltará á quien poder
tirar con su arco ni en qué emplear las
saetas de su aljaba; pero todo lo que
habéis visto es poco con lo que veréis
entrando por esta puerta. Y, lo primero,
mirad esta hermosa casa y morada, no
menos suntuosa que bien fabricada para el
propósito que fué hecha, y la deleitosa
y bien ordenada compostura deste
deleitoso jardín, que es como ánima del
que allá fuera habemos visto; qué orden
de calles, qué plantas y hierbas tan
olorosas, qué sombras con sus descansos
y asientos á donde pueden gozarse, á lo
cual pone mayor contentamiento y alegría
la grandeza y suntuosidad del estanque
lleno de tantos géneros de pescados y tan
crescidos que cuasi lo podréis juzgar por
otro mar Caspio.
JERÓNIMO.--Así lo parece con las barcas
y navíos, á los cuales no falta sino la
grandeza.
ALBANIO.--Son conformes á la navegación
que tienen, que es muy corta y de poco
peligro.
JERÓNIMO.--Lo que más me aplace es la
dulce harmonía destos ruiseñores, que con
la excelente suavidad de su música me
tienen elevado tanto, que sin dubda no he
visto más deleitoso lugar en el mundo.
Pero, decidme: ¿por dónde sale el agua
que vimos venir al estanque cerca de la
puerta por donde entramos?
ALBANIO.--Allí donde está aquel chapitel
veréis una fuentecilla artificial por
donde corre y sale de la otra parte,
tomando la corriente por un valle más
espeso de arboleda que ninguna floresta,
en el cual se consume, recibiéndola en
sí la tierra para depedirla por otros
respiraderos, sin saber á dónde va á dar,
aunque á lo que se cree no puede ir á
parar sino en el caudaloso río que de la
otra parte tan cerca de las paredes del
jardín tiene su corriente.
JERÓNIMO.--¿Quién es aquel que de la otra
parte del estanque anda passeándose tan
embelesado y contemplativo que, á lo que
paresce, hasta agora ni nos ha visto ni
oído?
ALBANIO.--Antonio, nuestro grande
amigo, es, si yo no me engaño. Mejor
conversación se nos apareja de la que
pensamos.
JERÓNIMO.--En algún profundo pensamiento
anda metido, y entre sí se está riyendo
no con poca gana.
ALBANIO.--¿Qué es esto, señor Antonio,
que tan de mañana nos habéis hurtado el
gozo deste hermoso jardín?
ANTONIO.--La ociosidad hace buscar
algunas cosas en que pasar el tiempo,
y yo, no teniendo en qué emplearlo, me
he venido aquí adonde hay tanto para
todos, que la mayor falta que veo es
venir tan pocos á gozarlo. Y así, con la
soledad que tenía, distraído en otros
pensamientos, con el juicio no gozaba
tanto de lo que presente tenía.
ALBANIO.--Así me parece que os había
agora acaecido, porque de lo que
pensárades os estábades reyendo con tanta
voluntad, que por poco nos provocárades
también á nosotros á risa.
ANTONIO.--Estaba pensando en las
opiniones de aquellos dos filósofos,
Heráclito y Demócrito, y por no llorar,
como hacía Heráclito, acordé reirme con
Demócrito.
JERÓNIMO.--¿Y qué era la causa de la risa?
ANTONIO.--Ver la vanidad del mundo en una
cosa que, por no ser tenido por loco, no
me atrevería á decirlo.
ALBANIO.--Tampoco hubiérades de decir
esso para no ponernos en mayor agonía de
saberla, y pues que forzosamente habréis
de venir á declararos, mejor será que
por vuestra voluntad lo digáis, que
ninguna excusa podrá valeros para quedar
(como suelen decir) preñado con vuestras
razones.
ANTONIO.--Con una condición os lo diré,
y es, que por lo que dixere no me
tengáis por desatinado, ó á lo menos
no me condenéis hasta oir mi justicia,
que pues tenemos tiempo y el lugar
es oportuno, podréisme decir vuestro
parecer, oyendo también el mío, que
después todos podremos ser los jueces
para determinar la causa. Estaba pensando
en la vanidad de la honra mundana y en el
engaño que todos rescibimos en desearla
y procurarla, y cuán mal entendemos qué
cosa es honra para usar della conforme á
lo que en sí es, y, en fin, con cuánta
mengua y deshonra procuramos honrarnos
todos los mortales, teniendo tan grande
obligación para huir dello, como lo podrá
ver cualquiera que con claro juicio
procurare entender el engaño desta honra
fingida y engañosa.
ALBANIO.--Por cierto, señor Antonio,
blasfemia es esta que (según la opinión
general de las gentes) dificultosamente
puede oirse con paciencia. Porque yo no
veo en el mundo cosa que en más se deba
tener, preciar y estimar que la honra, de
la cual dice el filósofo que es el mayor
bien de todos los bienes exteriores, y
assí todos la buscamos y anteponemos á
los otros bienes mundanos, y la tenemos
por la más subida y más próspera
felicidad y riqueza de todas las que en
esta vida pueden alcanzarse para vivir
en ella. Porque por ella estiman las
gentes todos los otros bienes en poco:
el dulce amor de los hijos, la afición
de sus mujeres, el sosiego de sus casas
y patrias, y, finalmente, tienen en poco
las vidas, ofresciéndolas á cada paso
por la honra, y vos sólo en dos palabras
procuráis destruirla y desterrarla de
entre los hombres como á cosa abominable
y digna de ser aborrecida. No hay hombre
tan justo que la desechase, como podréis
ver por lo que dice Esaias: Mi honra
no la daré á otro. Sant Pablo, en el
capítulo nono de la primera epístola á
los de Corintho, dice: Más me conviene
morir, que no que alguno deshaga mi
gloria; y los hijos del Zebedeo, por
la honra principalmente echaron á su
madre que pidiese á Christo el asiento
de la mano derecha para el uno y el de
la siniestra para el otro. Y sin estos,
otros muchos enxemplos podría traeros
para confundir vuestra opinión tan
contraria de la común en la estimación y
precio de la honra, y autorizarlo con lo
que dice el Sabio en los _Proverbios_: No
des tu honra á gentes ajenas.
ANTONIO.--No cumplís, señor Albanio,
la condición con que se comenzó esta
materia, pues sin oirme me dais por
condenado. Yo confieso todo lo que
habéis dicho ser assí, y lo que os
ruego es que me oigáis, porque veréis
cómo debaxo dello está el engaño
manifiestamente encubierto, y para que
mejor lo entendáis, escuchadme con
atención, no dexando de replicar á los
tiempos necessarios, que á todo pienso
satisfaceros.
JERÓNIMO.--Justo es que assí lo hagamos y
que escuchemos cómo funda su razón, que
según las dificultades que en ella hallo,
tengo deseo de ver la conclusión que
tendrá.
ANTONIO.--Pues hemos de tratar de la
honra, para que mejor nos entendamos, es
menester saber primero qué cosa es honra.
ALBANIO.--Según el filósofo, no es otra
cosa sino premio de la virtud.
ANTONIO.--Es tan contrario lo que agora
se usa de lo que el filósofo dice y otros
muchos autores que tratan desta materia,
como veréis por lo que adelante diré,
que vosotros vendréis á confesar sin
tormento ser verdad todo lo que he dicho,
porque conforme á esa definición hemos
de considerar de una ó de dos maneras la
honra. La una es como christianos, y si
lo somos tan de veras como es razón que
lo seamos, mayor obligación tenemos á
nuestra fe que á nuestra honra.
JERÓNIMO.--Ninguno puede negarlo.
ANTONIO.---¿Pues qué cosa hay hoy en
el mundo tan contraria á la verdadera
fe de christiano como es la honra
tomándola, no conforme á la difinición
del filósofo, sino como nosotros della
sentimos, porque así la más verdadera
difinición será presunción y soberbia
y vanagloria del mundo, y della dice
Christo por el evangelio de San Juan:
¿Cómo podréis creer los que andáis
buscando la honra entre vosotros y no
buscáis la que de solo Dios procede?
Esta nuestra sanctíssima fe es fundada
en verdadera humildad christiana, y la
honra, como he dicho, es una vana y
soberbia presunción, y desta manera mal
puede compadecerse, porque todos los que
quieren y procuran y buscan honra, van
fuera del camino que deben siguir los que
son christianos; y así me parece que es
más sutil red y el más delicado lazo y
encubierto que el demonio nos arma para
guiarnos por el camino de perdición. ¿Y
qué pensáis que es la causa? El deseo
que tiene que nos perdamos por la mesma
razón que él fué perdido. Cosa es por
cierto para que todos nos espantemos y
nos ponga en gran admiración, ver la
fuerza que tiene esta ambición de la
honra, que no solamente tenemos en poco y
menospreciamos los hijos y las mujeres,
los parientes, las haciendas, las vidas,
pero que no haga más cuenta de las
ánimas, teniéndolas en menos que si no
las tuviésemos, ni esperanza ninguna de
salvarlas, buscándola y procurándola por
diferentes vías que lo hacían los hijos
del Zebedeo y otras personas justas,
las cuales buscaban la verdadera honra
aunque erraban los verdaderos medios de
la virtud, puesto que no querían ser
honrados y estimados por las riquezas ni
hazañas preñadas de la vanagloria mundana.
JERÓNIMO.--Conforme á eso, parésceme que
queréis condenar los notables hechos
y dignos de perpetua memoria que los
romanos, los griegos, los cartagineses
y otras naciones hicieron, ofreciendo
las vidas de su propia voluntad, como
hicieron los Decios, Mucio Scévola y
otros que por la prolixidad dexo de decir.
ANTONIO.--Si essos pensaran que por
ello podían perder sus ánimas, yo los
condenara; pero así no quiero hacerlo
cuanto á este artículo, porque no tenían
sino á la honra y á la fama que ganaban,
teniendo por cierto, conforme á su fe
que ellos tenían, que lo que hacían
era también para ganar la gloria del
otro mundo, como la tenían en éste por
cierto; y esta es la segunda manera de
honra, la cual en su manera está fundada
y tiene cimiento sobre la virtud, pues
que conforme á su ley, las cosas que
hacían eran lícitas y en provecho suyo
ó de sus repúblicas ó de otras personas
particulares. Pero los que somos
christianos todo lo hemos de tener y
creer al contrario, porque la honra que
perdemos en este mundo estando en medio
la humildad y el amor de Christo y temor
de ofenderle, es para acrescentar más en
la honra de nuestras ánimas, aunque hay
pocos que hagan esto que digo.
ALBANIO.--¿Y quién son esos pocos?
ANTONIO.--A la verdad el día de hoy mejor
dixera que ninguno. El mundo cuanto
á esto está perdido y estragado sin
sabor ni gusto de la gloria del cielo;
todo lo tiene en la pompa y vanagloria
deste mundo. ¿Quereislo ver? Si hacen
á un hombre una injuria y le ruegan é
importunan que perdone al que se la hizo,
aunque se lo pidan por Dios y le pongan
por tercero, luego pone por inconveniente
para no hacerlo: ¿cómo podré yo cumplir
con mi honra? No mirando á que siendo
christianos están obligados á seguir la
voluntad de Christo, el cual quiere que
cuando nos dieren una bofetada pasemos
el otro carrillo estando aparejado para
rescibir otra, sin que por ello nos
airemos ni tengamos odio con nuestro
prójimo. Si alguno ha levantado un falso
testimonio en perjuicio de la buena fama
ó de la hacienda y por ventura de la
vida de alguna persona, por lo que su
conciencia le manda que se desdiga luego,
pone por contrapeso la honra y hace que
pese más que la conciencia y que el alma,
y así el premio que había de llevar de
la virtud por la buena obra que hacía en
perdonar ó en restituir la fama, en lo
cual ganaba honra, quiere perderle con
parescerles que con ello la pierde por
hacer lo que debe, quedando en los claros
juicios con mayor vituperio por haber
dexado de hacerlo que su conciencia y
la virtud le obligaba. Absolvió Christo
á la mujer adúltera, y paresce que por
este enxemplo ninguno puede justamente
condenarla, pero los maridos que hallan
sus mujeres en adulterio, y muchas veces
por sola sospecha, no les perdonan la
vida.
JERÓNIMO.--Pues ¿por qué por las leyes
humanas se permite que la mujer que fuere
hallada en adulterio muera por ello?
ANTONIO.--Las leyes no mandan sino que
se entregue y ponga en poder del marido,
para que haga della á su voluntad. El
cual si quisiere matarla, usando oficio
de verdugo, puede hacerlo sin pena alguna
cuanto al marido; pero cuanto á Dios
no lo puede hacer con buena conciencia
sin pecar mortalmente, pues lo hace con
executar su saña tomando venganza del
daño que hicieron en su honra; y si se
permite este poder en los maridos, es por
embarazar la flaqueza de las mujeres para
que no sea este delito tan ordinario como
sería de otra manera. Y no pára en esto
esta negra deshonra, que por muy menores
ofensas se procuran las venganzas por
casi todos, y es tan ordinario en todas
maneras de gentes, que ansí los sabios
como los necios, los ricos como los
pobres, los señores como los súbditos,
todos quieren y procuran y con todas
fuerzas andan buscando esta honra como
la más dulce cosa á su gusto de todas las
del mundo, de tal manera que si se toca
alguno dellos en cosa que le parezca que
queda ofendida su honra, apenas hallaréis
en él otra cosa de christiano sino el
nombre, y si no puede satisfacerse ó
vengarse, el deseo de la venganza muy
tarde ó nunca se pierde. Los que no
saben qué cosa es honra, ni tienen vaso
en que quepa, estiman y tienen en mucho
esta honra falsa y fingida. Si no, mirad
qué honra puede tener un ganapán ó una
mujer que públicamente vende su cuerpo
por pocos dineros, que á estos tales
oiréis hablar en su honra y estimarla
en tanto, que cuando pienso en ello no
puedo dexar de reirme como de vanidad tan
grande; y no tengo en nada esto cuando me
pongo á contemplar que no perdona esta
pestilencial carcoma de las conciencias
á ningún género de gentes de cualquier
estado y condición que sean, hasta venir
á dar en las personas que en el mundo
tenemos por dechado, de quien todos hemos
de tomar enxemplo, porque los religiosos
que, allende aquella general profesión
que todos los christianos en el sancto
bautismo hecimos, que es renunciar al
demonio y á todas sus pompas mundanas,
tienen otra particular obligación de
humildad por razón del estado que tienen,
con la cual se obligan á resplandecer
entre todos los otros estados, pues
están puestos entre nosotros por luz
nuestra, son muchas veces tocados del
apetito y deseo desta honra, y ansí la
procuran con la mejor diligencia que
ellos pueden, donde no pocas veces dan
de sí qué decir al mundo, á quien habían
de dar á entender que todo esso tenían
ya aborrecido y echado á un rincón como
cosa dañosa para el fin que su sancto
estado pretende; de donde algunas veces
nacen entre ellos, ó podrían nascer,
rencillas, discordias, discusiones y
desasosiegos que en alguna manera podrían
escurecer aquella claridad y resplandor
de la doctrina y sanctidad que su sancto
estado publica y profesa, lo cual ya veis
que á la clara es contra la humildad
que debrían tener, conforme á lo que
profesaron y á la orden y regla de vivir
que han tomado.
JERÓNIMO.--Conforme á esso no guardan
entre sí aquel precepto divino que dice:
el que mayor fuese entre vosotros se haga
como menor; porque desta manera todos
huirían de ser mayores, pues que dello no
les cabría otra cosa sino el trabajo.
ANTONIO.--Verdaderamente, los que más
perfectamente viven, según la religión
christiana, son ellos, y por esto
conoceréis cuán grande es el poder de la
vanidad de la honra, pues no perdona á
los más perfectos.
JERÓNIMO.--No me espanto deso, porque en
esta vida es cosa muy dificultosa hallar
hombre que no tenga faltas, y como los
flaires sean hombres, no es maravilla
que tengan algunas, especialmente este
apetito desta honra que es tan natural
al hombre, que me parece que no haya
habido ninguno que no la haya procurado.
Porque aun los discípulos de Jesu Christo
contendían entre sí cuál había de ser el
mayor entre ellos, cuanto más los flaires
que, sin hacerles ninguna injuria,
podemos decir que no son tan sanctos
como los discípulos de Jesu Christo que
aquello trataban. Pero quiero, señor
Antonio, que me saquéis de una duda que
desta vuestra sentencia me queda y es:
¿por qué habéis puesto enxemplo más en
los flaires que en otro género de gente?
ANTONIO.--Yo os lo diré. Porque si
á ellos, que son comúnmente los más
perfectos y más sanctos y amigos del
servicio de Dios, no perdona esta
pestilencial enfermedad de la honra
mundana y no verdadera, de aquí podréis
considerar qué hará en todos los otros,
en los cuales podéis comenzar por los
príncipes y señores y considerar la
soberbia con que quieren que sea estimada
y reverenciada su grandeza, con títulos
y cerimonias exquisitas y nuevas que
inventan cada día para ser tenidos
por otro linaje de hombres, hechos de
diferente materia que sus súbditos y
servidores que tienen. Los caballeros y
personas ricas quieren hacer lo mesmo,
y así discurriendo por todos los demás,
veréis á cada uno, en el estado en que
vive, tener una presunción luciferina en
el cuerpo, pues si las justicias hubiesen
de hacer justicia de sí mesmos, no se
hallarían menos culpados que los otros,
porque debajo del mando que tienen y el
poder que se les ha dado, la principal
paga que pretenden es que todo el mundo
los estime y tenga en tanto cuasi como
al mesmo príncipe ó señor que los ha
puesto y dado el cargo, y si les paresce
que alguno los estima en poco, necesidad
tiene de guardarse ó no venir á sus manos.
ALBANIO.--Justo es que los que tienen
semejantes cargos de gobierno sean más
acatados que los otros.
ANTONIO.--No niego yo que no sea justo
que así se haga; pero no por la vía que
los más dellos quieren, vanagloriándose
dello y queriéndolo por su propia
autoridad y por lo que toca á sus
personas, y no por la autoridad de su
oficio. Y dexando éstos, si queremos
tomar entre manos á los perlados y
dignidades de la Iglesia de Christo, á
lo menos por la mayor parte, ninguna
otra cosa se hallará en ellos sino una
ambición de honra haciendo el fundamento
en la soberbia, de lo cual es suficiente
argumento ver que ninguno se contenta
con lo que tiene, aunque baste para
vivir tan honradamente y aún más que lo
requiere la calidad de sus personas, y
assí, todos sus pensamientos, sus mañas
y diligencias son para procurar otros
mayores estados.
ALBANIO.--¿Y qué queréis que se siga de
esso?
ANTONIO.--Que pues no se contentan con
lo que les basta, y quieren tener más
numerosos servidores, hacer grandezas
en banquetes y fiestas y otras cosas
fuera de su hábito, que todo esto es
para ser más estimados que los otros con
quien de antes eran iguales, y assí se
engríen con una pompa y vanagloria como
si no fuesen siervos de Christo sino de
Lucifer, y este es el fin y paradero
que los más dellos tienen. Puede tanto
y tiene tan grandes fuerzas esta red
del demonio, que á los predicadores que
están en los púlpitos dando voces contra
los vicios no perdona este vicio de la
honra y vanagloria cuando ven que son con
atención oídos y de mucha gente seguidos
en sus sermones y alabados de lo que
dicen, y así se están vanagloriando entre
sí mesmos con el contento que reciben de
pensar que aciertan en el saber predicar.
JERÓNIMO.--Juicio temerario es este;
¿cómo podéis vos saber lo que ellos de sí
mesmos sienten?
ANTONIO.--Júzgolo porque no creo que hay
agora más perfectos predicadores en vida
que lo fué San Bernardo, el cual estando
un día predicando le tomó la tentación
y vanagloria que digo, y volviendo á
conoscer que era illusión del demonio
estuvo para bajarse del púlpito, pero al
fin tornó á proseguir el sermón diciendo
al demonio que lo tentaba: Ni por ti
comencé á predicar ni por ti lo dejaré.
En fin, os quiero decir que veo pocos
hombres en el mundo tan justos que si
les tocáis en la honra, y no digo de
veras, sino tan livianamente, que sin
perjuicio suyo podrían disimularlo, que
no se alteren y se pongan en cólera para
satisfacerse, y están todos tan recatados
para esto, que la mayor atención que
tienen los mayores es á mirar el respeto
que se les tiene y el acatamiento que les
guardan, y los menores el tratamiento
que les hacen, y los iguales, si alguno
quiere anteponerse á otro para no perder
punto en las palabras ni en las obras.
Y medio mal sería que esto pasase
entre los iguales, que ya en nuestros
tiempos, si una persona que tenga valor
y méritos para poderlo hacer trata á
otra inferior llanamente y llamándole
vos, ó presume de responderle como
dicen por los mesmos consonantes, ó si
no lo hacen van murmurando dél todo lo
posible. Y no solamente hay esto entre
los hombres comunes y que saben poco,
que entre los señores hay también esta
vanidad y trabajo, que el uno se agravia
porque no le llaman señoría y el otro
porque no le llaman merced; otros,
porque en el escribir no le trataron
igualmente, y un señor de dos cuentos
de renta quiere que uno de veinte no
gane con él punto de honra. Pues las
mujeres ¿están fuera desta vanidad y
locura? Si bien lo consideramos, pocas
hallaréis fuera della, con muy mayores
puntos, quexas y agravios que tienen los
hombres. La cosa que, el día de hoy,
más se trata, la mercadería que más se
estima, es la honra, y no por cierto la
verdadera honra, que ha de ser ganada con
obras buenas y virtuosas, sino la que
se compra con vicios y con haciendas y
dineros, aunque no sean bien adquiridos.
¡Oh cuántos hay en el mundo que estando
pobres no eran para ser estimados más
que el más vil del mundo, y después
que bien ó mal se ven ricos, tienen su
archiduque en el cuerpo, no solamente
para querer ser bien tratados, sino para
querer tratar y estimar en poco á los que
por la virtud tienen mayor merecimiento
que ellos! Si vemos á un hombre pobre,
tratámosle con palabras pobres y desnudas
de favor y auctoridad; si después la
fortuna le ayuda á ser rico, luego le
acatamos y reverenciamos como á superior;
no miramos á las personas, ni á la virtud
que tienen, sino á la hacienda que poseen.
JERÓNIMO.--Si esa hacienda la adquirieron
con obras virtuosas, ¿no es justo que por
ella sean estimados?
ANTONIO.--Sí, por cierto; pero el mayor
respeto que se ha de tener es á la
virtud y bondad que para adquirirlas
tuvieron, por la cual yo he visto algunos
amenguados y afrontados, que usando
desta virtud gastaron sus patrimonios
y haciendas en obras dignas de loor, y
como todos tengamos en el mundo poco
conoscimiento de la honra, á éstos que
la merecen, como los veamos pobres,
les estimamos en poco; así que los
ricos entre nosotros son los honrados,
y aunque en ausencia murmuramos
dellos, en presencia les hacemos muy
grande acatamiento; y la causa es que,
como todos andemos tras las riquezas
procurándolas y buscándolas, pensamos
siempre podernos aprovechar de las que
aquellos tienen, los cuales van tan
huecos y hinchados por las calles, que
quitándoles las gorras ó bonetes otros
que por la virtud son muy mejores que
ellos, abaxándolos hasta el suelo con muy
gran reverencia, ellos apenas ponen las
manos en las suyas, y en las palabras y
respuestas también muestran la vanidad
que de las riquezas se ha engendrado en
ellos. ¡Oh vanidad y ceguedad del mundo!
que yo sin duda creo que esta honra es
por quien dixo el Sabio: Vanidad de
vanidades y todas las cosas son vanidad.
La cual tan poco perdona los muertos
como á los vivos, que á las obsequias y
sacrificios que hacemos por las almas
llamamos honras, como si los defunctos
tuviesen necesidad de ser honrados con
esta manera de pompa mundana; y lo que
peor es que muchos de los que mueren han
hecho sus honras en vida llamándolas por
este nombre, tanto para honrarse en ellas
como para el provecho que han de recibir
sus ánimas. Es tanta la rabia y furor de
los mortales por adquirir y ganar honra
unos con otros, que jamás piensan en otra
cosa, y harto buen pensamiento sería si
lo hiciesen para que se ganase la honra
verdadera. Lo que tienen por muy gran
discreción y saber es aventajarse con
otros en palabras afectadas y en obras de
viva la gala, y cuanto se gana en lo uno
ó en lo otro entre hombres que presumen
de la honra, ¿qué desasosiego de cuerpo y
de ánima nace dello? Porque si es tierra
libre, luego veréis los carteles, los
desafíos, los gastos excesivos, pidiendo
campo á los reyes ó á los señores que
pueden darlo; de manera que para venir á
combatir han perdido el tiempo, consumido
la hacienda, padescido trabajo, y muchas
veces los que quieren satisfacerse quedan
con mayor deshonra, por quedar vencidos.
Y lo que peor es que el que lo queda, por
no haber sido muerto en la contienda,
pierde la honra en la opinión de los
parientes, de los amigos y conoscidos,
que todos quisieran que perdiera antes
la vida y aun la ánima que la honra
como cobarde y temeroso. Y es el yerro
desto tan grande, que si muere (con ir
al infierno) los que le hacen se precian
dello y les paresce que en esto no han
perdido su honra. Y si es en parte donde
no se da campo á los que lo piden, ¡qué
desasosiego es tan grande el que traen
en tanto que dura la enemistad, qué
solicitud y trabajo insoportable por la
satisfacción y venganza! Y muchas veces
se pasan en este odio un año, dos años
y diez años, y otros hasta la muerte, y
algunos se van con la injuria y con deseo
de vengarla á la sepultura.
JERÓNIMO.--Bien ciertos van éstos de la
salvación, quiero decir de la condenación
de su ánima; poco más me diera que
murieran siendo turcos y gentiles, y aun
en parte menos, porque no dieran cuenta
del sancto baptismo que no hubieran
recibido.
ALBANIO.--Decidme, señor Antonio, ¿hay
alguna cosa que pueda ó tenga mayor
fuerza que la honra?
ANTONIO.--El interesse es algunas veces
de mayor poder, aunque no en los hombres
de presunción y que se estiman en algo,
y si por ventura en éstos se siente esta
flaqueza, pierden el valor que tienen
para con los que tienen presunción de la
honra, y luego son dellos menospreciados.
ALBANIO.--¿Y cual tenéis vos por peor, el
que sigue el interés ó la vanagloria?
ANTONIO.--Si el interese es bien
adquirido, por mejor lo tengo, porque con
él pueden venir á hacer buenas obras y
usar de virtud, lo que no se puede hacer
con la honra vana sin el interese.
ALBANIO.--Pues decidnos en conclusión,
¿qué es lo que queréis inferir de todo
lo que habéis alegado contra la honra,
que según habéis estado satírico, creo
que ha de ser más áspero que todo lo
antecedente. ¿De manera que queréis
desterrar la honra del mundo para que no
se tenga noticia della?
ANTONIO.--Si tenéis memoria de todo lo
que he dicho, por ello entenderéis que yo
nunca he dicho mal de la que es verdadera
honra, conforme á la diffinición
della y al verdadero entendimiento en
que habemos de tomalla, y si á los
virtuosos, los sabios, los que tienen
dignidades ó officios públicos honrados,
los esforzados, los magníficos, los
liberales, los que hicieron notables
hechos, los que viven justa y sanctamente
también merescen esta honra y acatamiento
que el mundo suele hacer como ya arriba
dixe y lo dice Sancto Tomás. Y es razón
que sean honrados y estimados de los
otros, y la honra que ellos procuran por
esta via, justa y sancta es, y nosotros
estamos obligados á dársela. Pero si la
quieren y piden con soberbia, queriendo
forzarnos á que se la demos, ya pierden
en esto el merecimiento que tenían por
los méritos que en ellos había.
JERÓNIMO.--Desa manera ninguno habrá que
pueda forzar á otro á que le reverencie y
acate.
ANTONIO.--No es regla tan general ni la
toméis tan por el cabo, que el padre
puede forzar á los hijos, los hermanos
mayores á los menores, y más si les
llevan mucha edad, los señores á los
vasallos y á los criados, los perlados
á los súbditos; pero esto ha de ser con
celo de hacerlos ser virtuosos y que
hagan lo que deben, y no con parescerles
que les puedan hacer esta fuerza por
solo su merecimiento, porque assí ya
va mezclada con ella la soberbia y
vanagloria, y en lugar de merescer por
ello, serán condenados en justicia.
JERÓNIMO.--Al fin lo que entiendo de
vuestras razones es que la verdadera
honra es la que damos unos á otros, sin
procurarla los que la reciben; porque
las obras virtuosas que hicieron las
obraron por sola virtud y sin ambición ni
codicia de la honra, y que cualquiera que
procurare tomarla por sí mesmo, aunque
la merezca, esto solo basta para que la
pierda.
ANTONIO.--En breves palabras habéis
resumido todos mis argumentos; ahí se
concluye todo cuanto he dicho, siendo
tan contrario de la común opinión de
todos los que hoy viven en el mundo. Y
lo que he hablado entre vosotros, como
verdaderos amigos, no lo osaría decir
en público, porque algunos no querrían
escucharme, otros me tendrían por loco,
otros dirían que estas cosas eran
herejías políticas contra la policía, y
otros necedades; no porque diesen causa
ni razón para ello, ni para confundir las
que digo aunque no son gran parte las que
se podrían decir, lo que harían es irse
burlando dellas y reyéndose de quien las
dice, aunque á la verdad esto es decir
verdades, y verdaderamente lo que se ha
de sentir de la honra que tan fuera nos
trae del camino de nuestra salvación.
Y porque ya se va haciendo tarde y por
ventura el conde habrá preguntado por mí,
es bien que nos vamos, aunque algunas
cosas quedarán por decir, de que creo que
no recibiérades poco gusto.
JERÓNIMO.--Ya que no las digáis agora,
yo pienso persuadiros que las digáis
hallándoos desocupado, porque quiero
entender todo lo que más hay que tratar
desta honra verdadera y fingida, porque
si alguna vez platicare esta materia con
mis amigos, vaya avisado de manera que
sin temor pueda meterme á hablar en ella,
como dicen, á rienda suelta.
ALBANIO.--No quedo yo menos codicioso que
Jerónimo, y assí pienso molestaros hasta
quedar satisfecho.
ANTONIO.--Pues que así lo queréis, mañana
á la hora de hoy volveremos á este mesmo
lugar, que yo holgaré de serviros con
daros á sentir lo que siento. Y no nos
detengamos más, porque yo podría hacer
falta á esta hora.
COMIENZA LA SEGUNDA PARTE
Del colloquio de la honra, que trata
de las salutaciones antiguas y de los
títulos y cortesías que se usaban en el
escrebir, loando lo que se usaba en aquel
tiempo, como bueno, y burlando de lo que
agora se usa, como malo.
INTERLOCUTORES
_Albanio._--_Antonio._--_Jerónimo._
ALBANIO.--Á buena hora llegamos, que
aquél es Antonio, que agora llega á la
puerta del jardín. No ha faltado punto de
su palabra.
JERÓNIMO.--Paréceme que, dexando la calle
principal de los chopos, se va por otro
camino rodeando.
ALBANIO.--El rodeo es tan sabroso que
no se siente, porque toda esta arboleda
que veis es de muy hermosas y diferentes
frutas, las cuales no tienen otra guarda
más de estar aparejadas para los que
quisieren aprovecharse y gustar dellas.
Toda esta espesura que miráis produce
fructo en muy gran abundancia, y los
más de los árboles que están en este
tan hondo valle son provechosos. Mirad
qué dos calles estas que parescen dos
caminos hechos en alguna cerrada y muy
espesa floresta, y de la mesma manera va
otra calle por la otra parte. Por cierto
deleitosa y muy suave cosa es gozar en
las frescas mañanas deste caloroso tiempo
de tan grande y agradable frescura como
aquí se muestra.
JERÓNIMO.--¿Qué puerta grande es ésta que
aquí vemos?
ALBANIO.--Una puerta trasera por donde se
entra al jardín, y es la mesma que vimos
cabe la fuentecilla, cerca del estanque.
JERÓNIMO.--Agora entiendo lo que decís;
porque lo he visto, pero no veo á
Antonio. ¿Dónde se podrá haber escondido?
ALBANIO.--Acá en la huerta de los olivos,
que poco ha era otro laberinto fabricado
por otra mano de Dédalo.
JERÓNIMO.--¿Por qué lo deshicieron?
ALBANIO.--Porque no hallaron al minotauro
que en él estuviese encerrado.
JERÓNIMO.--Bueno estoy yo entre un
filósofo y un poeta. Cada día podré
aprender cosas nuevas.
ALBANIO y JERÓNIMO.--Buenos días, señor
Antonio.
ANTONIO.--Seáis, señores, bien venidos,
que con temor estaba de vuestra tardanza.
Parésceme que no solamente llegamos á un
tiempo, pero que todos venimos con una
intención: vosotros de oir el fin de lo
que ayer aquí tratamos, y yo de decir lo
que dello siento, á lo cual me habéis
dado mayor ocasión con la salutación
que me hecistes y con la que yo os he
respondido, que para los que agora
quieren ser honrados fuera una manera
de afrenta saludarlos, á su parecer,
tan bajamente. Y cuando esto contemplo,
parésceme que no puedo dejar de seguir
la opinión de Demócrito de reirme de su
ceguedad é locura. ¡Oh mundo confuso,
ciego y sin entendimiento, pues amas
y quieres y buscas y procuras todo lo
que es en perjuicio de ti mesmo! Si no
entendemos lo que hacemos, es muy grande
la ceguera y iñorancia, por la cual no
se puede excusar el peccado; y si lo
entendemos y no lo remediamos, viendo
el yerro que hacemos, ninguna excusa
nos basta; y declarándome más, digo que
solían en otros tiempos saludarse las
gentes con bendiciones y rogando á Dios,
diciendo: Dios os dé buenos días; Dios
os dé mucha salud; Dios os guarde; Dios
os tenga de su mano; manténgaos Dios;
y agora, en lugar desto y de holgarnos
de que así nos saluden, sentímonos
afrentados de semejantes salutaciones, y
teniéndolas por baxeza nos despreciamos
dellas. ¿Puede ser mayor vanidad y locura
que no querer que nadie ruegue á Dios
que nos dé buenos días ni noches, ni que
nos dé salud, ni que guarde, mantenga,
y que en lugar dello nos deleitemos con
un besa las manos á vuestra merced? Que
si bien consideramos lo que decimos, es
muy gran necedad decirlo, mintiendo á
cada paso, pues que nunca las besamos,
ni besaríamos, aunque aquel á quien
saludamos lo quisiese. Por cierto cosa
justa sería que agora nos contentásemos
nosotros con lo que en los tiempos
pasados se satisfacían los emperadores,
los reyes y príncipes, que con esta
palabra «á ver» se contentaban, porque
quiere decir tanto como Dios os salve;
y como paresce por las corόnicas
antiguas y verdaderas, á los reyes de
Castilla aún no ha mucho tiempo que les
decían: «manténgaos Dios» por la mejor
salutación del mundo. Agora, dexadas las
nuevas formas y maneras de salutaciones
que cada día para ellos se inventan
y buscan, nosotros no nos queremos
contentar con lo que ellos dexaron, y
es tan ordinaria esta necedad de decir
que besamos las manos, que á todos
comprende generalmente, y dexando las
manos venimos á los pies, de manera que
no paramos en ellos ni aun pararemos en
la tierra que pisan, y, en fin, no hay
hombre que se los descalce para que se
los besen, y todo se va en palabras vanas
y mentirosas, sin concierto y sin razón.
ALBANIO.--Como caballo desenfrenado
me paresce que os vais corriendo sin
estropezar, por hallar la carrera muy
llana. Decidme: al emperador, á los
reyes, á los señores, á los obispos, á
los perlados, ¿no les besan también las
manos de hecho como de dicho? Y al Summo
Pontífice, ¿no le besan los pies? Luego
mejor podrían decir los que lo hacen que
no hacerlo.
ANTONIO.--Antes á esos, como vos decís,
se besan sin que se digan, y oblíganos
la razón por la superioridad que sobre
nosotros tienen, y cuando no lo podemos
hacer por la obra, publicámoslo en las
palabras, como lo haríamos pudiendo. Mas
acá entre nosotros, cuando uno dice á
otro que le besa las manos, ¿besárselas
ya si se las diese?
ALBANIO.--No por cierto, antes le
tendrían por nescio y descomedido si
le pediese que cumpliese por obra las
palabras.
ANTONIO.--Pues ¿para qué mentimos? ¿Para
qué publicamos lo que no hacemos? ¿Y
para qué queremos oir lisonjas y no
salutaciones provechosas? ¿Qué provecho
me viene á mí de que otro me diga que me
besa las manos y los pies?
JERÓNIMO.--Yo os lo diré, que en decirlo
parescerá recognosceros superioridad y
estimaros en más que á sí, teniéndose en
menos por teneros á vos en más.
ANTONIO.--Mejor dixérades por ser pagado
en lo mesmo, que si uno dice que os besa
las manos, no digo siendo más, sino
siendo menos, no siendo la diferencia
del uno al otro en muy gran cuantidad,
si no le respondéis de la mesma manera,
luego hace del agraviado y lo muestra en
las palabras y obras si es necesario,
buscando rodeos y formas para igualarse y
para no tener más respeto ni acatamiento
del que se les tuviere; y, en fin, todos
se andan á responder, como dicen, por
los consonantes, y el oficial en esto
quiere ser igual con el hidalgo diciendo
que no le debe nada, y el hidalgo con el
caballero, y el caballero con el gran
señor, y todo esto porque es tan grande
la codicia y ambición de la honra, que
no hay ninguno que no querría merecer
la mayor parte, y no la meresciendo,
hurtarla ó robarla por fuerza, como á
cosa muy codiciosa. Y tornando á lo
pasado, es muy mal trueque y cambio el
que habemos hecho del saludar antiguo
al que agora usamos. Por menosprecio
decimos á uno: en hora buena vais,
vengáis en buena hora, guárdeos Dios, y
si no es á nuestros criados ó á personas
tan baxas y humildes que no tienen
cuenta con ello, no osaríamos decirlo,
siendo tanto mejor y más provechoso que
lo que decimos á otros, cuanto podrá
entender cualquiera que bien quisiese
considerarlo. Gran falta es la que hay
de médicos evangélicos para curar tan
general pestilencia, la cual está ya
tan corrompida y inficcionada, que sólo
Dios basta para el remedio della; antes
va el mundo tan de mal en peor, que si
viviésemos muchos tiempos veríamos otras
diferentes novedades, con que tendríamos
por bueno lo de agora.
ALBANIO.--Por ventura con el tiempo
vendrá el mundo á conoscer lo bueno que
ha dexado, y dexará lo malo que agora se
usa, porque muchas cosas se usan que se
pierden, y después el tiempo las vuelve
al primer estado. Pero ¿no me diréis de
que os estáis reyendo?
ANTONIO.--De otra vanidad tan grande
como la pasada; y también me río de mí
mesmo, que no dexaría de picar en ella
conosciendo que es locura, como lo hacían
todos los otros del mundo.
JERÓNIMO.--Pues luego no pongáis culpa á
los otros, que el que quiere en alguna
cosa reprehender á su próximo ha de estar
en ella disculpado.
ANTONIO.--Con una razón podré
disculparme: que á lo menos conozco y
siento el yerro que hago.
ALBANIO.--Esso sólo basta para teneros
por más culpado; porque si vos
conosciendo que erráis no os apartáis
del yerro, menos razón tendrán los que,
errando, tienen por cierto que aciertan,
y así el primero á quien habéis de
reprehender es á vos mesmo y conoscer que
estoy dignamente debajo de la bandera
desta locura.
ANTONIO.--No sé cuál tenga por mayor
yerro, seguir común opinión y parescer
de todos ó quererme yo solo extremarme
para ser notado de todo el mundo, y assí
pienso por agora no me apartar de la
compañía donde entran buenos y malos,
sabios y necios; y por no teneros más
suspensos, digo que es cosa para mirar y
contemplar los títulos y cortesías que
se usan en el escrebir. Solían en los
tiempos antiguos llamar á un emperador
ó un rey escribiéndole, por la mayor
cortesía que podían decir, «vuestra
merced», y cuando lo decían era con
haberle dicho cient veces un «vos» muy
seco y desnudo. Después, por muy gran
cosa le vinieron á llamar «señoría», y
agora ya no les basta «alteza», que otros
títulos nuevos y exquisitos se procuran,
subiendo tan cerca de la divinidad que
no están á un salto del cielo; y en los
emperadores y reyes podríase sufrir, por
la dignidad que tienen y principalmente
por la que representan, pero comenzando
abaxo por los inferiores veréis cosas
notables. A los mesmos reyes que he
dicho, en las cartas ó peticiones ó
escrituras solían poner noble ó muy noble
rey, muy virtuoso señor. Agora no hay
hombre que, si se estima en algo, no
quiera ser noble ni virtuoso.
JERÓNIMO.--Eso debe de ser porque hay
poca virtud y nobleza en el mundo, que
todo se ha subido al cielo. Pero decidme,
¿qué es lo que quieren ser?
ANTONIO.--Magníficos ó muy magníficos,
aunque en Valencia y Cataluña se tiene
por más ser noble que magnífico;
mas andan á uso de acá los que no
siendo nobles se precian de título
de magníficos, y muchos de los que
lo quieren, maldita la liberalidad
que usaron, ni grandeza hicieron, y
por ventura son los mayores míseros y
desventurados que hay en el mundo.
ALBANIO.--¿Luego quieren que mientan como
los otros que dicen que besan los pies ó
las manos?
ANTONIO.--Eso mesmo es lo que procuran,
y si usasen alguna liberalidad ó
magnificencia con quien se lo llama y
escribe, tendría razón para ello. Y
dexando á éstos, que es la gente que
presume y tiene algún ser para ello y
para poderse estimar, los señores y
grandes á quien solían escrebir, por
título, muy sublimado, muy magnífico,
agora ya lo tienen por tan baxo que se
afrentan y deshonran dello.
JERÓNIMO.--Tienen razón, porque se han
dado á no hacer ya merced ninguna,
y lo que peor es, que se precian
dello, y así quieren dexar este título
para los señores pasados que usaron
magnificencias, y ellos tomar otros
nuevos y que más les convengan.
ANTONIO.--Llámanse ilustres y muy
ilustres y illustrísimos.
ALBANIO.--No puedo entender qué quieren
decir esos nombres.
ANTONIO.--Lo que ellos quieren que
diga es que son muy claros, muy
resplandecientes en linaje y en obras.
ALBANIO.--Bien es que lo quieran los que
lo son; pero los que no lo fueren, poca
razón tienen de quererlo y usurpar los
títulos ajenos; y lo que me paresce mal
es que los perlados, que vemos ser hijos
de humildes padres y labradores y que se
hicieron con ser venturosos del polvo de
la tierra, se agravien si no les llaman
illustres y muy illustres, dexando los
títulos que más les convienen.
ANTONIO.--Yo os diré la causa y la razón
que tienen para ello, la cual es que,
como los solían llamar muy reverendos
ó reverendísimos, que quiere decir
tanto como dignos de ser acatados y
reverenciados, y ellos por el linaje y
obras no lo sean, no quieren que mintamos
tanto, teniendo por menor mentira que
los llamemos illustres, y ya que sea tan
grande, quieren el título que les paresce
ser más honrado cuanto á la vanidad del
mundo, y en fin, esto durará muy pocos
días, que ya, como todos los hijos de
señores y de otras personas señaladas
quieren y procuran el illustre y muy
illustre, otros nuevos títulos hemos de
buscar para los otros.
JERÓNIMO.--Ya los hay, porque ya en
España se comienza á usar el excelente,
muy excelente, sereníssimo, y en lugar de
señoría se llama «excelencia».
ANTONIO.--Decís verdad, que no me
acordaba, aunque esos títulos no están
bien confirmados; pero yo fiador que los
que vivieren muchos años vean que de la
excelencia suben á la alteza.
JERÓNIMO.--¿Y qué quedará para los reyes?
ANTONIO.--No faltará algo de nuevo, y
por ventura volverán á dar vuelta al
mundo y se tornar á llamar virtuosos y
nobles, y por alteza nobleza; y esto
sería acertamiento, que todo esto otro
son vanidades y necedades, y lo que pior
es, que todos cuantos las escrebimos,
las damos firmadas de nuestros nombres.
Assí lo hacen también los señores que,
escrebiendo á los inferiores dellos, á
unos llaman parientes, á otros parientes
señores, y á otros nombres de parentesco,
sin haber entre ellos ninguno, ante los
quieren hacer sus parientes porque se
tenga en ellos por grandeza llamarlos
parientes, por ser más cosa magnífica
el dar que el recibir, siendo tan gran
mentira y tan manifiesta, y no piensan
que es peccado venial mentir á cada paso,
y no tienen cuenta con que no es lícito
el mentir, ni aun por salvar la vida del
hombre.
JERÓNIMO.--No llaman á todos parientes ni
primos, que algunos llaman singulares ó
especiales amigos.
ANTONIO.--También mienten en esto,
porque, según dice Tulio en el _De
amicicia_: La amistad ha de ser entre los
iguales, y como no lo sean, aquel á quien
escriben no puede ser su amigo singular.
¿Queréislo ver? Si el criado ó el vasallo
llamase al señor amigo, permitirlo
ia? No por cierto, y assí no se puede
llamar amistad la que hay entre ellos;
y si no es amistad, no se pueden llamar
propiamente amigos.
ALBANIO.--De essa manera ¿no dexáis
título ninguno con que los señores puedan
escribir á los criados y vasallos y otros
inferiores?
ANTONIO.--No faltan títulos si ellos
quieren escribirlos, y más propios que
los escriben. A los criados escribirles:
á mi criado, á mi fiel criado, á mi
humilde criado, á mi buen criado Fulano.
A los que no lo son: al honrado, al
virtuoso, al muy virtuoso, y otras
maneras que hay de escribir; que no
parezcan desatinos, y de los malos usos
que en él se han introducido que tendrán
por mayor desatino este que digo.
JERÓNIMO.--No tengáis dubda desso.
ANTONIO.--Como quiera que sea diga yo
la verdad en tiempo y lugar, y el mundo
diga y haga lo que quisiere, y porque no
paremos aquí, os quiero decir otra cosa
no poco digna de reirse como desatino y
ceguera, que á mí me tiene admirado que
las gentes no la destierren del mundo
como á simpleza, que los brutos animales
(si bastase su capacidad á entenderla),
burlarían de nosotros y della.
JERÓNIMO.--¿Y qué cosa es essa?
ANTONIO.--La que agora se usa en los
estornudos, que como sabéis es aquella
tan espantable y terrible pestilencia
que hubo en la ciudad de Roma siendo
pontífice San Gregorio, cuando las gentes
estornudaban, se caían luego muertos, y
assí los que los vían estornudar decían:
Dios os ayude, como á personas que se
les acababa la vida, y de aquí quedó en
uso, que después á todos los que vían
estornudar los que se hallaban presentes
les ayudaban con estas buenas palabras;
pero agora, en lugar desto, cuando alguna
persona á quien seamos obligados á tener
algún respeto estornuda, y aunque sea
igual de nosotros, le quitamos las gorras
hasta el suelo, y si tienen alguna más
calidad, hacemos juntamente una muy gran
reverencia, ó por mejor decir necedad,
pues que no sirve de nada para el
propósito, ni hay causa ni razón para que
se haga.
JERÓNIMO.--A lo menos servirá para que
vos burléis della, y por cierto muy
justamente, porque esta es una de las
mayores simplezas y necedades del mundo,
y mayor porque caen en ella los que
presumen de más sabios, que los simples
labradores y otras gentes de más poco
valor están en lo más cierto, pues que
dexando de hacer las reverencias se dicen
unos á otros: Dios os ayude; palabras
dignas de que los señores y príncipes
no se desdeñasen de oirlas, antes están
obligados á mandar á los criados y
súbditos que con ellas los reverencien y
acaten cuando estornudaren.
ANTONIO.--Así habrá de pasar esta necedad
como otras muchas, porque el uso della
se ha convertido en ley que se guarda
generalmente en todas partes, aunque le
queda sólo el remedio de su invencion,
que ya sabéis que al nombre de Jesús
se debe toda reverencia, y es cierto
que cuando estornuda el que le quería
ayudar pronunciaba el nombre de Jesús,
y juntamente pronunciándole, quitaba
la gorra y hacía la reverencia por
reverencia de tan alto nombre; quedóse
la reverencia y dejóse de pronunciar
el nombre, y los señores reciben, no
sin gran culpa, para sí la reverencia
debida al diviníssimo nombre de Jesús, á
quien toda rodilla en el cielo y en la
tierra y en los abismos se debe humillar.
Digo, pues, que el remedio sería que se
usase pronunciar el nombre de Jesús, que
valiese al que estornuda, y entonces la
reverencia quedaría para el nombre y no
la usurparía el que no quisiese ser ídolo
terrenal y hacerle un emperador entre
manos.
ALBANIO.--Por cierto, señor Antonio, que
me parece que habéis dado en el blanco;
mas veo que no os habéis acordado en este
artículo de los flayres.
ANTONIO.--No pecan tan á rienda suelta en
esto, pero todavía tienen su punta, y los
que algo presumen les pesa si les llaman
vuestra reverencia, porque les paresce
que en esto les hacen iguales á todos.
JERÓNIMO.--¿Pues cómo quieren que les
llamen?
ANTONIO.--Vuestra paternidad ó vuessa
merced, como á los seglares.
ALBANIO.--No entiendo cómo sea esso, que
para hacer mercedes temporales todos los
flaires son pobres, por donde les está
mejor decirles padre fray Fulano que el
señor; ¿por qué quieren ser más llamados
señores que padres y no resciben con
buena voluntad el nombre de padres amando
la paternidad?
ANTONIO.--Así es, porque como siendo
flaires no dexen de ser hombres, aunque
no sea en todo en parte, siguen el camino
de los otros hombres en este artículo
de la cortesía; pero, al fin, del mal
en ellos hay lo menos y pluguiesse á
Dios que nosotros fuésemos como ellos,
que por malos que los extraordinarios
dellos sean, en la bondad nos hacen mucha
ventaja.
ALBANIO.--Bien me paresce que después de
descalabrados les lavéis la cabeza.
ANTONIO.--No os maravilléis, que he
comenzado á decir verdades, y para
concluir con ellas en esta materia que
tratamos, digo que considerando bien las
de las salutaciones y cortesías con los
títulos que se usan en el hablar y en el
escribir, es todo un gran desatino, una
ceguedad, una confusión, un genero de
mentiras sabrosas al gusto de los que las
oyen, y así no solamente no hay quien
las reprenda, pero todos las aman y las
quieren y procuran de hallarlas diciendo
lisonjas para que se las digan á ellos,
y todo para rescibir mayor honra en la
honra que no lo es, antes verdaderamente
deshonra, pues en ello no hay virtud,
ni género de virtud, ni nobleza; y bien
mirado, se podrían mejor decir las causas
torpes y feas y dignas de reprehensión
para que los que las hacen, y por medio
dellas quieren rescebir honra, se puedan
tener por afrentados y deshonrados.
ALBANIO.--Parésceme qué, conforme á esso,
no queréis dejar honra ninguna en el
mundo, porque no habiendo quién busque y
procure la honra por el camino que vos
decís, habráse deshecho la honra y no
quedaría sino sólo en nombre.
ANTONIO.--Engañaios, señor Albanio, que
no digo yo que haya algunos, aunque no
son muchos, que tengan honra y la hayan
ganado por la virtud y por las obras
virtuosas que han hecho sin mezcla de
las otras cosas que la destruyen y la
deshacen, y á estos tales hemos de tener
por dignos de ser honrados y acatados,
y aunque ellos no quieran la honra, se
la hemos nosotros de dar. Porque cuanto
más huyeren y se apartaren de querer la
vanagloria mundana, se dan á sí mesmos
mayor merecimiento para que nosotros les
demos la verdadera honra que merescen.
ALBANIO.--¿Sabéis, señor Antonio, que me
paresce que hiláis tan delgado esta tela
que se romperá fácilmente, porque todo
lo que decís es una verdad desnuda, y
conosciéndola vos tan bien y dándonosla
á conoscer no usáis della como la
platicáis? Mirad qué harán los que no lo
entienden y piensan que aciertan en lo
que hacen.
ANTONIO.--No os maravilléis deso, porque
me voy al hilo de la gente, que si tomase
nueva manera de hablar ó de escribir,
tendríanme por torpe y necio y mal
comedido, y por ventura de los amigos
haría enemigos, los cuales no juzgarían
mi intención sino mis palabras, y como
ayer dixe, esto he tratado con vosotros
como con verdaderos amigos y personas
que lo entendéis, aunque no bastemos á
poner remedio en estos desatinos. Pero
el tiempo, en que todas las cosas se
hacen y deshacen, truecan y mudan y se
acaban, por ventura traerá otro tiempo en
que á todos sea común lo que aquí hemos
tratado particularmente. Otras cosas se
pudieran tratar que agora por ser tarde
quiero dexarlas para cuando tengamos más
espacio, porque yo tengo necesidad de ir
á despachar cierto negocio.
ALBANIO.--¿Qué es lo que más puede
quedar de lo dicho para que la honra
que se piensa y tiene por tal quede más
puesta del lodo?
ANTONIO.--Una cuestión antigua y tratada
por muchos; sobre cuál tiene mayor y
mejor honra, el que la ha ganado por
el valor y merecimiento de su persona
ó el que la tiene y le viene por la
dependencia de sus pasados.
JERÓNIMO.--Delicada materia es esa,
y como decís que requiere más tiempo
para altercarla, y por saber si tenéis
otras nuevas razones sin las que sobre
ello están dichas, tengo deseo de oir
hablar en ello, y así os tomo la palabra
para que mañana á una hora del día
estemos aquí todos tres, que yo quiero
que no sea como estos dos días, porque
tendré proveído el almuerzo para que
mejor podamos pasar el calor cuando nos
volvamos á nuestras posadas.
ALBANIO.--Muy bien habéis dicho si así lo
hacéis, porque nos hemos venido dos veces
muy descuidados madrugando tan de mañana,
y no será mala fruta de postre acabar de
entender lo que el señor Antonio dirá
sobre esta cuestión, que yo aseguro que
no faltarán cosas nuevas.
ANTONIO.--A mí me place que vengamos por
ser convidados del señor Jerónimo, que en
lo demás poco podré decir que no esté ya
dicho; bastará referir y traer lo mejor y
más delicado dello á la memoria, poniendo
yo de mi casa lo que me paresciere. Y
agora comencemos á ir por esta calle de
árboles tan sombría.
JERÓNIMO.--No me holgara poco que assí
fuéramos siempre encubiertos de arboleda
hasta palacio, porque el sol va muy alto
y la calor comienza á picar; bien será
darnos prisa.
TERCERA PARTE
Del colloquio de la honra, que trata
una cuestión antigua: de cuál es más
verdadera honra y se ha de estimar en
más, la que viene y procede en las gentes
por dependencia de sus antepasados ó la
que es ganada y adquirida por el valor y
merecimiento de las personas.
INTERLOCUTORES
_Albanio._--_Antonio._--_Jerónimo._
ALBANIO.--Pues que Jerónimo tan bien ha
cumplido su promesa habiéndonos convidado
y dado el almuerzo de tan delicados y
suaves manjares, que yo no he comido en
mi vida cosa que más me satisfaciese,
vos, señor Antonio, cumplid lo que nos
prometistes en proseguir la materia
comenzada de la honra, que no nos dará
menos gusto, pues no falta apetito en el
entendimiento para ver el remate de la
plática en que quedamos cuando de aquí
ayer nos apartamos.
ANTONIO.--Por mejor tuviera que con
descuidaros no me obligárades á meter
en tan hondo piélago, en el cual han
nadado otros muchos con mayores fuerzas
y discreción sin haber podido hallar
vado, quedando confusa la determinación
para lo que cada uno quisiere juzgar, y
lo que yo haré en ello será deciros por
una parte y por otra algunas razones
que yo no las he oído. Vosotros podréis
seguir las que mejor os parecieren y más
cuadraren á vuestro entendimiento, que
os haré determinar lo que hasta agora no
está determinado, habiendo tantos que
defienden la una y la otra opinión.
JERÓNIMO.--Luego, ¿materia es ésta que se
haya tratado otras veces?
ANTONIO.--Muchos la han tocado, aunque
los que han dado sentencia en ella no
son creídos, porque cada uno con pasión
defendía lo que le tocaba. Entre los
cuales son los principales Salustio y
Marco Tulio, que después de se perseguir
con las obras, con las palabras quisieron
escurecer y abatir cada uno la honra del
otro. Salustio alegaba ser Tulio nascido
de baxa y escura gente y de padres
humildes y de poco valor, y que por
esto había de ser menospreciado, Tulio
contradecía diciendo que la virtud de
sus obras le habían traído al estado que
tenía, y que por esto era dino de mayor
honra que los que la habían heredado de
sus pasados; y sobre esto escribieron el
uno contra el otro, como en sus libros
agora parece.
ALBANIO.--¿Y vos á cuál dellos estáis
más aficionado? Porque siempre en juegos
y batallas y en otras cosas semejantes,
los hombres se afficionan á una de las
partes, aunque no las conozcan, y esto
sin saber por qué más de que la natural
inclinación les mueve en ello la voluntad.
ANTONIO.--A mí siempre me parecieron bien
las cosas de Tulio.
ALBANIO.--Pues yo quiero tomar y
defender la parte de Salustio, porque
defendiendo el uno y contradiciendo el
otro, más fácilmente podremos venir en el
conocimiento de la verdad.
ANTONIO.--Mucho huelgo que me aliviéis
del trabajo, y pues que assí es, decidme:
¿qué os paresce de la opinión de Salustio
con los que siguiendo su bandera la
defienden?
ALBANIO.--Lo que me parece es que la
más verdadera honra y la que más se
debe estimar y tener en mucho es la que
viene por antigüedad de nobleza y la que
redunda en nosotros de los antepasados,
nuestros progenitores. Porque, como es
notorio, todas las cosas se apuran y
perficionan con el tiempo, en el cual
lo que es bueno lo hace venir á mayor
perfición de bondad, como se podrá ver
por muchos ejemplos que se pueden traer
á este propósito. Vemos que el plomo ó
el estaño, según la opinión de algunos,
con el tiempo se apura y perficiona, de
manera que muchas veces se vuelve en
plata fina, y el oro, con el tiempo,
sube á tener más quilates. Las frutas
que de su natural nascen amargas y
desabridas, si están en buenos árboles,
el tiempo las hace venir á ser dulces y
sabrosas, tomando con él otra perfición
de la que tuvieron al principio cuando el
árbol, desamparado de la flor, comenzó
á mostrar lo que debaxo della tenía
encubierto. También vemos que el agua
que no es buena ni sale de fuentes que
no sean buenas, por el contrario, con
el tiempo se corrompe más presto, y los
vinos que no son buenos, porque las cepas
de adonde fueron cogidos no eran buenas
ó estaban plantadas en mala tierra, con
el tiempo se destruyen más fácilmente
que los otros, tomando diferentes gustos
malos y desabridos; de lo cual se puede
inferir que es más difícil corromperse
lo bueno por antigüedad que lo que es
por accidente, y que lo que no es bueno
por naturaleza, que el tiempo no lo haga
bueno, antes le ayuda á seguir su natural
y acrecienta lo malo que en él hay para
que sea y aparezca más malo cuanto más
el tiempo se alargare y pasare por ello.
Y así los hombres que tienen la nobleza
por sus pasados y con la costumbre y
antigüedad se convierte en ellos en otra
naturaleza, el tiempo la perficiona, de
manera que la que se tiene y se adquiere
de nuevo no puede llegar á tener aquella
perfición, y así no se deben estimar ni
tener en tanto á los hombros que por
sus personas han adquerido honra como á
los que por sus pasados la adquirieron
heredándola por sucesión para que sea más
perfecta. Así mesmo estimamos en más la
virtud que nasce y cresce con un hombre
que de su nacimiento ha sido virtuoso,
que no la que tiene un hombre que toda
la vida ha sido malo y entonces comienza
á ser bueno. Porque el malo estropezará
y caerá más presto en la antigua
costumbre, y el bueno, que siempre ha
sido bueno, dificultosamente puede
ser malo, y aunque lo sea, detendráse
poco en el mal, tornando luego á usar
la bondad que siempre ha usado y con
que ha sido nacido. De aquí podremos
inferir cuánto más puede y cuánto mayor
fuerza tiene la virtud y nobleza que
viene por antigüedad y dependencia de
los antepasados, engendrada de las
obras grandes y virtuosas que hicieron,
que no la que de nuevo se gana, porque
ansí, como con facilidad se ha ganado,
fácilmente puede perderse, y conforme
á esto, mayor honra se debe y en más
deben ser estimados los que heredaron la
virtud y la honra que aquellos que por
sus personas y merecimientos la ganaron.
Y cuando viéramos que sus descendientes
siguen las mismas hazañas y procuran el
mesmo merecimiento que aquél que fué
principio dellas, cuanto más á la larga
fuere la dependencia, tanto es razón de
tener en más y dar mayor honra á los
que dellos descendieron. Demás destas
razones, notorio es á todos, por ser
común opinión de todas las gentes, que se
ha de tener y estimar más saber conservar
lo ganado que no ganarlo y adquirirlo de
nuevo; siendo esto así, mayor virtud y
excelencia es, descendiendo de un antiguo
y estimado linaje, conservar la honra dél
y no dar ocasión á perderla que no hacer
y principiar linaje de nuevo. En fin, que
los que heredaron la virtud y nobleza
por la antigüedad parece ser natural, y
en los que la han ganado de nuevo, cosa
postiza y colgada por hilo tan delgado
que fácilmente podrá quebrarse.
JERÓNIMO.--Buenos fundamentos son,
Albanio, los que habéis traído para
defender vuestra intención; oyamos lo que
dice Antonio contra ellos, que yo quiero
ser juez desta cuestión, aunque será para
mí solo, pues vosotros no habéis puesto
en mi mano la determinación dello.
ANTONIO.--Por cierto, Albanio,
delicadamente habéis tratado esta materia
con agudas y delicadas razones, que
parece no tener contradición; pero lo
mejor que supiere os responderé á ellas
y diré las que se me ofrecieren para que
conozcáis el engaño que en las vuestras
hay. Verdaderamente, el tiempo es el que
hace y deshace las cosas, da principio y
fin á los que lo pueden tener y con él
puede ganarse la honra, y con el mesmo
tiempo podrá tornar á perderse. No es
cosa tan natural del tiempo ayudar á lo
bueno que sea más perfecto en bondad y
á lo malo para que sea más malo, que
muchas veces no veamos effetos contrarios
destos, como de vuestras mesmas razones
podría colegirse, que las frutas amargas
y con mal sabor con el tiempo se tornan
dulces y de buen gusto, y las silvestres
y campesinas, trasplantadas y bien
curadas, se perficionan y vienen á ser
tan buenas y mejores que las otras
criadas en los apacibles jardines. Las
aguas que se corrompen y vienen á tener
muy mal olor y sabor sin que se puedan
gustar, vemos que muchas dellas tornan
después más sabrosas y en mayor perficion
que antes tenían. La experiencia desto se
ve en la agua del río Tíber, y assí ha
habido en Roma agua cogida de cincuenta
y sesenta años, que después de haberse
corrompido y estado estragada y hedionda
tornó en tan gran perfición, que no la
tenían en menos que si fuera otro tanto
bálsamo. Lo mesmo acaesció en muchas
cisternas donde la agua llovediza se
detiene muchos tiempos. Vemos también
sin esto que muchas cosas de su natural
muy perfectas y buenas, el tiempo no
solamente las corrompe, pero con él
se destruyen y deshacen del todo.
Perfectíssimo metal es el oro, pero
tratándolo se gasta y consume; las perlas
y piedras preciosas se gastan y pierden
la perfición que tenían, y assí todo se
corrompe y acaba. ¿Qué cosa puede ser más
recia que el acero y el orín lo come y
deshace? Y desta manera, la honra antigua
y de tiempos pasados, si no se conserva y
aumenta, se desminuye y viene á volverse
en nada, y algunas veces en un algo que
es peor que nada, porque se convierte en
infamia y deshonra; pero á esto diréis
vos que ya habéis alegado que tan grande
y mayor hazaña es conservar lo ganado
como ganarlo y adquirirlo de nuevo, y
los que vienen descendientes de antiguo
y claro linaje, si no hacen cosas dinas
de infamia y viven conservando la honra
que sus pasados tuvieron sin perderla,
que á estos tales se debe dinamente mayor
honra que á los que por sí mesmos y por
sus obras la merecen. Yo confieso que
esta razón parece no tener contradición
ninguna, si para ello hubiese una cosa
que se nos pasa por alto y desimulamos
porque no hace á nuestro propósito, y
es que en la conservación de la honra
ha de haber trabajo y contrariedad y
no menos que en la de aquel que por su
persona la ha adquirido. Si vos me dais
que dos caballeros que sean iguales en
renta y en personas y desiguales en
linajes, y el que es de escuro y bajo
linaje lo ha ganado por hazañas valerosas
y el otro teniéndola lo ha conservado,
defendiéndolo de enemigos, poniendo la
vida por sustentarlos, no permitiendo
que por otros mayores, de mucho poder,
le fuese hecho agravio, en este caso
yo digo que tendré por más honrado al
que conservó y defendió la hacienda
y honra de su linaje; pero si no hay
contradición ninguna y el que ha heredado
el mayorazgo lo está gozando sin trabajo,
holgando á su sabor, no lo quiero hacer
ni tener por tan honrado como al que
por el valor de su persona tuvo tanto
merecimiento que pudo venir á ganarlo. Y
assí, los antiguos romanos, que sabían
bien dar la honra á quien la merecía,
tenían dos templos, el uno llamado
templo del Trabajo y el otro templo
de la Honra, y con grandes estatutos
y penas estaba prohibido que ninguno
entrase en el templo de la Honra sin que
primero hubiese entrado en el templo del
Trabajo, dando por esto á entender que
no es verdadera la honra que sin trabajo
se gana; y así no se puede decir que
conservan la honra de sus progenitores
los que sin trabajo se hallan en ella y
la gozan sin contradición alguna, salvo
si estos tales dan muestras y señales de
tan gran ánimo y valor, juntamente con la
virtud, que claramente se conozca dellos
que tendrían ánimo para las adversidades
y fortaleza para resistirlas y discreción
para conquistarlas, y, finalmente, que
serían bastantes para la conservación
de la honra y gloria de sus pasados. Y
para esto, yo os ruego que me digáis: si
vos tuviéredes en un huerto vuestro un
espino que diese muy hermosas flores, y
después dellas muy sabrosas manzanas, y
un peral que diese muy hermosas peras,
¿á cuál dellos estimaríades en más y
tendríades por árbol más preciado?
ALBANIO.--Notorio es que, como á cosa
nueva y que hacía más de lo que en sí
era, tendríamos el espino, porque del
peral es cosa natural dar las peras y del
espino es cosa monstruosa y que excede
á la naturaleza, y así todo el mundo
querría verlo por cosa nueva y digna de
admiración, y no habría nadie que no
holgase de llevar algún ramo ó raíz para
plantar y poner en sus heredades.
ANTONIO.--Y después que de esse espino
se hubiesen producido tantos espinos que
ya no se tuviese por nuevo el haberlos,
¿tendríades en tanto á uno dellos como
tuvistes al primero?
ALBANIO.--Buena está de dar la respuesta:
que no.
ANTONIO.--Pues lo mesmo es en los
hombres, que cuando es el primero el
que comienza á dar la nueva fruta de
virtudes y hazañas, tenémosle, y es
razón que le estimemos en más que á los
sucesores, y así siempre el primero y que
da principio al linaje es digno de mayor
honra que los que dél proceden, aunque
se igualen en la virtud y fortaleza.
Demás desto, quiero traer á mi propósito
una razón muy común y que, siendo muy
mirada, concluye á los que, queriendo
conformarse con la razón, no están
pertinaces en lo contrario por lo que
les toca, y es que, como sabéis, todos
somos hijos de un padre y de una madre,
que fueron Adán y Eva. Destos procedemos
por diversas vías: unos se engrandecieron
y hicieron reyes y señores por virtud
y fortaleza y con hazañas dignas de
memoria; otros, con adquerir riquezas
con las cuales compraron sus señoríos;
otros vinieron á subir en grandes estados
con crueldades y tiranías, y así vimos
al grande Alexandre, en su vida señor
casi de todo el mundo y en su muerte
repartirse su señorío en diversos reinos,
de los cuales fueron reyes unos por una
vía y otros por otras de las que he
dicho. Desta manera sucedió el señorío y
monarchía del imperio romano; lo mesmo
en el de los partos y asirios y en otros
diversos, en los cuales hemos visto
subir unos y abaxar otros, abatirse los
unos y engrandecerse los otros. Viniendo
á particularizar más, lo mesmo se vió
también en los particulares; así que
hemos visto fenecerse y acabarse muchos
linajes y comenzarse y principiar otros,
y de los que se acabaron no habrá ninguno
que no diga que el que mayor gloria
alcanzó y el que mayor honra mereció fué
el que hizo el principio dél, digo el que
dió principio con virtudes y hazañas, que
si el linaje se principió por alguna vía
no lícita, estonces esta gloria se ha
de dar al primero sucesor que lo mereció
por su virtud y fortaleza; y así siempre
merece más y tiene mayor fuerza el tronco
que las ramas.
JERÓNIMO.--¿De manera que, según lo que
decís, el testamento que hizo Adán fué
dexar á todos sus descendientes por
herederos, para que el que más pudiese
tomar y usurpar fuese suyo?
ANTONIO.--Assí fuera si no dexara
juntamente la razón y la justicia con que
nos gobernásemos; pero éstas en algunas
partes tienen poca fuerza, á lo menos
para con los poderosos, los cuales no
quieren que valga razón con ellos más de
lo que vale su voluntad.
ALBANIO.--¿Y qué es lo que queréis
concluir de lo que habéis dicho?
ANTONIO.--Lo que concluyo es que todos
somos hijos de un padre y de una
madre, todos sucesores de Adán, todos
somos igualmente sus herederos en la
tierra, pues no mejoró á ninguno ni hay
escritura que dello dé testimonio; de
lo que nos hemos de preciar es de la
virtud, para que por ella merezcamos ser
más estimados, y no poner delante de
la virtud la antigüedad y nobleza del
linaje, y muy menos cuando nosotros no
somos tales que nos podemos igualar con
los antepasados, porque, como dice Sant
Agustín, no ha de seguir la virtud á la
honra y á la gloria, sino ellas han de
seguir á la virtud. Y en otra parte: No
se ha de amar y procurar la honra, sino
la virtud y hazañas por donde se merece;
y, en fin, una cosa han de considerar los
que presumen de ensoberbecerse y hacer
el principal fundamento en su linaje
para su valor y estimación, y es lo que
dice Séneca: Que no hay esclavo ninguno,
que si se pudiese saber quiénes fueron
aquellos de quien procede, comenzando de
muchos tiempos atrás, que no se hallase
por línea recta venir de sangre de reyes
ó de príncipes poderosos, y que así no
hay rey que no venga y sea descendiente
de sangre de esclavos, que, según las
vueltas del mundo, la confusión que en él
ha habido, las veces que se ha revuelto,
las mudanzas que ha hecho, los reinos y
estados que se han trocado tantas y tan
diversas veces, podemos creer con justa
causa ser muy verdadero el dicho de
Séneca. Y pensando en él debríamos perder
la soberbia que tenemos, presumiendo con
los linajes, y tener en mayor estima y
hacer más acatamiento á los que con sus
obras hacen principio á su linaje; que no
hay razón para que queramos heredar los
mayorazgos y no las virtudes de aquellos
que los ganaron con ellas, y gozar de
lo que ellos gozaron por la prosperidad
de las riquezas y no porque tengamos el
mismo valor en las personas. No dirá uno:
«soy virtuoso ó soy bueno»; sino: «soy de
los godos, ó soy de tal ó de tal linaje,
descendiendo de tal casta ó de tal
parentela»; y no miran lo que dice Ovidio
en el libro XIII de su _Metamorphoseos_:
_Et genus, et proavos, et quæ non
fecimus ipsi, Vix ea nostra voco._
JERÓNIMO.--Yo no he estudiado gramática
para entender eso.
ANTONIO.--Quiere decir, que el linaje
y los agüelos y las cosas que ellos
hicieron mal puede uno decir que son
suyas, ni preciarse dellas, pues él no
las hizo. Y lo mesmo dice otro poeta, que
no tengo memoria quién es, aunque se me
acuerdan sus versos que son éstos:
_Sanguine ab etrusco quid refert ducere
nomen Cum friget et virtus cumque relicta jacet._
Que quiere decir: ¿qué hace al caso
traer el nombre y descendencia de la
sangre de los toscanos, como la virtud
se haya resfriado y habiéndola dexado
éste desamparada? Por cierto si los
hombres tuviesen buena consideración no
habrían de decir: «mis pasados fueron
virtuosos y buenos y por esto me precio
dellos», sino: «yo soy bueno y virtuoso
como mis passados lo fueron, y primero
me quiero preciar de mí y después de
mis progenitores», que más excelente
cosa es dar principio á un linaje que no
irlo prosiguiendo, si no fuese con las
condiciones que he dicho. Y si lo queréis
ver, por ejemplo, decidme: en las órdenes
de Santo Domingo y San Francisco y otros
sanctos que las instituyeron, ¿á quien
estimaréis en más, á los mesmos sanctos
que las ordenaron y dieron principio ó á
los religiosos que las guardan y cumplen
con toda sinceridad y pureza? Por cierto
mucho se debe á los religiosos, pero no
habrá nadie que con razón pueda decir
que no se deba mayor honra á los mesmos
sanctos, porque fueron causa y principio
del bien de todos los otros. Y si queréis
decir que por esto se entiende que hemos
de tener en más al que da principio á
un linaje que no á los sucesores, pero
que no por esto ha de ser más honrado
que los que proceden de otros linajes
más antiguos, responderos he yo que más
estimo á San Francisco que al mejor
fraile de la orden de Santo Domingo, y en
más á Sant Benito que al mejor fraile de
la orden de San Bernardo, y así en todas
las otras órdenes, no porque cada uno
de los frailes no pudiessen igualar en
bondad y en santidad con los santos que
he dicho, sino porque no fueron principio
ni dieron principio á las órdenes,
como lo hacen los que comienzan y dan
principio á los linajes; así que con esto
alcanzaréis lo que se ha de sentir desta
materia que altercamos. En fin, en justa
razón y verdadera filosofía, el mundo en
esto está tan ciego como en lo demás,
y la causa es que, como hay pocos que
puedan alcanzar y tener el valor de sus
personas por la virtud y bondad, y muchos
que se pueden preciar de sus antepasados,
pueden más en esta guerra los muchos
que los pocos, y no curando de razón ni
justicia, ni queriendo escuchar las que
los otros tienen, defienden su partido á
puñadas y forzosamente.
JERÓNIMO.--Confórmanse en esso con el
desafuero de Mahoma, el cual mandó que
su ley se defendiese con armas y no con
razones, y esto es claro que lo hizo
por la poca razón que hay en ella para
defenderse.
ALBANIO.--No niego yo, señor Antonio,
que vuestras razones no vayan muy bien
fundadas; pero tengo por recia cosa que
queréis con ellas abatir y deshacer la
nobleza de la sangre confirmada por
tantos descendientes como vemos que hay
en los linajes antiguos, en los cuales,
aunque el primero haya hecho el principio
y se le haya dado por ello la gloria
y honra que merece, no por eso son de
menos merecimientos los que siguieron sus
pisadas, á los cuales, si por ventura se
les offreciera cosa en que poder mostrar
su valor, no lo hicieran menos, y pudiera
ser que se mostraran más valerosos. Y
assí lo que vois hacéis es juzgar sin oir
las partes y sin tener información ni
averiguación de la justicia que tienen.
ANTONIO.--Essa información y experiencia
no estoy yo obligado á hacerla, ni
ninguno, para juzgar lo que exteriormente
parece; los que quisieren ser remunerados
con el premio de la honra, la han de
hacer de sí mesmos y dar testimonio
dello con las obras que hicieren, porque
sería tomar cuidado de cosas ajenas sin
que á nosotros nos fuese encargado. Los
que pretenden la ganancia pretendan
el trabajo y hacernos ciertos de que
la merecen, que si esa consideración
hubiésemos de tener, muchos hombres de
bajos y humildes estados hay que si se
les ofreciesen casos en que mostrar el
valor de sus ánimos y el esfuerzo de sus
corazones, no deberían en ellos nada á
los que más presumen. Assí que yo quiero
tener en más á los que hacen grandes
hazañas que á los que las podrían hacer
no las haciendo; que también podría cada
uno de nosotros ser un rey y no lo somos,
y no por esso nos tienen en tanto como á
los reyes.
ALBANIO.--Todo lo que habéis dicho me
parece bien si el decreto de San Gregorio
no sonase lo contrario, en el cual
declara que ha de ser más estimado y
honrado el hijo del bueno que es bueno
que no el que por su persona tiene este
merecimiento, y la razón para que esto
sea así es de tan gran fuerza, que yo
no le hallo contradicción ninguna ni
argumento que pueda desbaratarla, la cual
os quiero poner en término que me podáis
responder á ella si hallareis qué poder
decir para confundirla.
ANTONIO.--Proponed, que yo iré
respondiendo como supiere, aunque, según
la habéis encarecido, desde agora me
puedo dar por concluso; pero todavía
tengo creído que no faltará respuesta, y
mejor de la que vos pensáis.
ALBANIO.--Decidme: si un religioso reza
sus horas canónicas con mucho cuidado
y devoción, y un seglar hace lo mismo
y en la misma igualdad, ¿cuál de ellos
merecerá mayor premio y será digno de más
gloria?
ANTONIO.--Paréceme que el religioso,
porque assí como tendría mayor pena
y mayor castigo no cumpliendo con la
obligación que tiene sobre sí, assí es
justo que se le dé mayor premio por
hacerlo que es obligado; que de otra
manera sería notorio agravio el que
recibiese, y como Dios sea juez tan
justo, quiere que sean iguales en la
gloria y en la pena, para que el que
fuere digno de más crecida pena también
lo sea para llevar más crescida la gloria.
ALBANIO.--Lo cierto habéis respondido, y
de vuestra respuesta sale la razón que
he dicho, y así me responded á lo que
diré: ¿cuál es digno de mayor infamia,
uno que es de muy buen linaje y hace
alguna vileza ó cosa fea de que pueda
ser reprehendido, ó uno que ha alcanzado
valor por su sola persona y comete la
misma vileza haciendo lo que no debe?
ANTONIO.--El que ha ganado el
merecimiento y valor por su persona.
ALBANIO.--Pues ¿cómo puede ser esso,
que vos mesmo os contradecís, porque
esta razón tiene la mesma fuerza que la
pasada? Claro es y notorio á todos que
mayor obligación tiene un bueno á obrar
cosas buenas y virtuosas que uno que no
lo es tanto, digo en la calidad y linaje,
y así por esta obligación que tiene sobre
sí merece mayor premio y honra en ser
bueno siguiendo la virtud de sus pasados,
que no el que es de bajo y oscuro linaje;
porque éste no está tan obligado á usar
de aquella bondad, y así como al bueno
se le ha de dar mayor premio por esto,
es digno de mayor infamia si se desvía
del camino que fundó el que dió principio
á su linaje y siguieron los que dél han
procedido, y si es digno de mayor infamia
faltando á su obligación, justo será que
se le dé mayor honra sin contradicción
ninguna.
ANTONIO.--Hermosa y fuerte razón es la
que, señor Albanio, habéis traído, y
argumento muy aparente, aunque no dexa de
tener respuesta bastante, porque, como
suelen decir, debaxo de la buena razón
á veces está el engaño, y asi lo está
debaxo desto que vos habéis dicho cuando
quisiéredes bien entenderlo, porque yo
no niego que al que es de buen linaje y
hijo de buenos padres se le debe mayor
honra, siendo bueno, que al que es de
humilde linaje aunque sea bueno; pero
esto se entiende cuando son igualmente
buenos, que bien podría ser bueno el que
es de buen linaje y tener mayor bondad
el que es de más bajo estado; y en este
caso todavía me afirmo en que es digno
de mayor honra el que mayor bondad
tuviere; esto podréis mejor entender
por lo que agora diré. Notorio es que
muchos romanos de oscuros y bajos linajes
hicieron hechos tan valerosos que por
ellos merecieron ser recebidos en Roma
con muy honrados y sumptuosos triunfos,
y á algunos dellos se les pusieron
públicas estatuas en los lugares públicos
y fueron tenidos y estimados como dioses
que decian, héroes entre los hombres.
No faltaban juntamente en Roma algunos
hombres de antiguos y claros linajes,
muy virtuosos y sin mancilla que les
pudiese embarazar la honra; pero con no
igualar en los hechos, ni en la fortaleza
y virtud del ánimo con los otros, no se
igualaban con ellos en la honra que se
les hacía, antes eran tenidos y estimados
en menos. El rey David, pastor fué que
guardaba ganado, y en su tiempo muchos
varones sanctos y virtuosos hubo que
descendían de sangre de reyes, á los
que no les faltaba virtud ni fortaleza;
pero con no igualarse en ellas ni en las
hazañas tan valerosas, principalmente
cuando mató á Golias, no fueron tan
honrados ni tan estimados de las gentes
como lo fué el rey David. Y así podría
traeros otros diversos exemplos, los
cuales dexo por la prolixidad y porque
entre nosotros lo vemos cada día; que
dos hijos de un padre y de una madre
igualmente buenos, si á algunos dellos
por permisión y voluntad de Dios ayuda y
le favorece la industria en poder acabar
y salir con hechos más hazañosos, le
tenemos y estimamos por más honrado que
al otro.
JERÓNIMO.--Desa manera al acaecimiento se
ha de atribuir la honra de los hombres y
en él está darla á los unos y quitarla á
los otros.
ANTONIO.--Principalmente se ha de
atribuir á Dios, pues todas las cossas se
gobiernan por su summo poder y voluntad.
Pero con esto permite que algunos
sean más bien empleados que otros, y
así cuando unos se ensalzan, otros se
humillan y abaten, que no pueden estar
todos en una igualdad. Y así resolviendo
me digo, que cuando dos hombres, el uno
de buen linaje y el otro de no tan bueno,
fueren igualmente buenos, que ha de ser
preferido y antepuesto en la honra el de
buen linaje al otro, y si no son iguales,
siendo mejor en virtud y fortaleza el
que es inferior en linaje ha de ser más
estimado y preferido; y conforme á esto
se ha de entender el decreto sobredicho,
porque la razón que habéis dicho de que
merece mayor pena el bueno, haciendo lo
que no debe, que el que no es tal como
él, yo os lo confieso que así es digno de
mayor gloria. Pero (como en lo que arriba
he dicho bien á la clara yo he probado)
el que tiene más virtud y valor, aunque
sea desigual en linaje, ya se ha hecho
tan bueno con ello como el otro, y aun
mejor. Y así está ya puesto debajo de
la mesma obligación de usar la virtud y
bondad, y obligado á la mesma pena. Lo
que entenderéis por un ejemplo que diré:
Si un fraile ha que es fraile cuarenta
años, y otro no ha más de uno que hizo
proffesión, ¿no estará éste obligado á
los preceptos de la orden como el otro?
¿y no pecará igualmente?
ALBANIO.--Aunque en parte le relevaría no
estar tan habituado á las observancias
de la orden; pero si no es pecado por
inorancia, eso no puede negarse.
ANTONIO.--Pues lo mesmo es en lo que
tratamos; que cuando uno se ensalza y
engrandece con virtudes y hazañas, hace
profesión en la orden de la honra, de
manera que tan obligado queda á guardar
los preceptos della y conservarla como
aquel que de antiguo tiempo tiene
esta obligación, pues que á todos nos
obliga la naturaleza igualmente á ser
virtuosos, no quiero decir en un mesmo
grado, sino que nos obliga á todos sin
excetar alguno, dexando la puerta abierta
para que sea vicioso, y á lo mesmo la
verdadera ley christiana que tenemos y
seguimos nos obliga juntamente á todos, y
desta manera, si bien lo consideramos, no
tenemos por qué decir que es más obligado
á sustentar la honra de sus antepasados
uno que desciende de claro y antiguo
linaje que uno que por si mesmo la ha
ganado de nuevo.
ALBANIO.--En fin, la común opinión es
contraria de lo que decís, porque tienen
en tanto una antigua y clara sangre,
que el que della participa, siempre es
juzgado digno de mayor honra.
ANTONIO.--No entendemos qué cosa es
ser buena y clara la sangre, pues ya
conocemos qué cosa es ser antigua. Por
cierto á muchos juzgamos de buena sangre
que la tienen inficionada y corrompida de
malos humores, y dexando de ser sangre
se vuelve en ponzoña que, bebiéndola,
bastaría á matar á cualquier hombre,
y algunos labradores hay viles y que
no sabiendo apenas quiénes fueron sus
padres tienen una sangre tan buena y tan
pura que ninguna mácula hay en ella.
Esta manera de decir de buena sangre
es desatino y un impropio hablar. Pero
dexando esto, yo estoy espantado de las
confusiones, novedades, desatinos que
cada día vemos en el mundo acerca desto
de los linajes; pluguiesse á Dios que
tuviesse yo tantos ducados de renta en su
servicio para no vivir pobre, como hoy
hay hidalgos, pecheros y villanos que no
pechan, que en esto hay algunos que se
saben dar tan buena maña, que gozan del
privilegio que no tienen, y otros hay
tan apocados y tan pobres, que no son
bastantes á defender su hidalguía cuando
los empadronan, y assí la pierden para
sí y para sus descendientes. Y assí hemos
visto dos hermanos de padre y madre ser
el uno hidalgo y pechar el otro, y ser el
uno caballero y el otro no alcanzar á ser
hidalgo. Algunos de los que son hidalgos
no hallan testigos que juren de padre y
agüelo, como la ley lo manda; otros que
no lo son, hallan cien testigos falsos
que por poco interese juran. Y assí anda
todo revuelto y averiguada mal la verdad
en este caso.
JERÓNIMO.--Así es, señor Antonio, como
vos lo decís, que muchas veces lo he
considerado y aun visto por experiencia.
Pero decidme, ¿qué diferencia hay entre
hidalgo y caballero, que yo no lo alcanzo?
ANTONIO.--Yo os la diré. En los tiempos
antiguos, los reyes hacían hidalgos
algunos por servicios que les hacían ó
por otros méritos que en ellos hallaban;
á otros armaban caballeros, que era mayor
dignidad, porque gozaban de más y mejores
essenciones; pero esto se entendía en sus
vidas, porque después sus descendientes
no gozaban de más de ser hidalgos. Los
que eran caballeros se obligaban á
cumplir ciertas cosas cuando recebían
la orden de caballería, como aun agora
parece por algunas historias antiguas, y
en los libros de historias fingidas, que
tomaron exemplo de lo verdadero, se trata
más copiosamente, y por esta causa eran
en más estimados. Agora no se usa aquella
orden de caballería, y así hay muy pocos
caballeros á los cuales nuestro emperador
ha dado este previlegio ó por sus
virtudes ó por otros respetos, y con ser
la mayor dignidad de todas en la milicia,
puede tanto la malicia de las gentes,
que si antes que hubiessen la orden de
caballería no eran de buen linaje, los
llaman por despreciados caballeros pardos
ó hidalgos de privilegio, paresciéndoles
que por ser en ellos más antigua la
hidalguía tiene mayor valor, y dexando
de guardar en esto la verdadera orden
que se ha de tener. A los hidalgos ricos
llaman caballeros, y á lo que creo es
porque tienen más posibilidad para andar
á caballo, que yo no veo otra causa que
baste, porque tan hidalgo es un hidalgo
que no tiene un maravedí de hacienda como
un señor que tiene veinte cuentos de
renta, si, como he dicho, no es armado
caballero; y hay tan pocos caballeros
en Castilla, que aunque el rey ha dicho
algunos, no sería muy dificultoso el
número dellos, y con todo esto no veréis
otra cosa, ni oiréis entre los que
presumen sino á fe de caballero, yo os
prometo como caballero, sin que tengan
más parte con ser caballeros que quien
nunca lo fué ni lo soñó ser, ó diremos
que toman este nombre en muy ancho
significado porque el vulgo tiene por
caballero que es hombre rico que anda á
caballo. Desta manera son todas las otras
cosas que tocan á esto de la honra, que
ningún concierto ni orden hay en ellas,
sino que cada uno juzga y defiende como
le parece y como más hace á su apetito.
ALBANIO.--¿Sabéis, Antonio, qué veo?
Que cuando comenzamos esta materia
prometisteis de no sentenciar en ella, y
á lo que he visto, por más que sentenciar
tengo vuestras palabras, pues ningún
lugar habéis dejado con ellas para ser
más estimados los herederos de la honra
que los que por sí la ganaron, y no os
veo tan desapasionado en esto que queráis
volver atrás de lo que habéis dicho en
ninguna cosa.
ANTONIO.--Yo digo lo que siento, y no
por esso dejo de pensar que habrá otros
que lo sientan differentemente y de
manera que tengan otras muchas razones
contrarias para contradecir lo que he
dicho, y así me pongo debaxo de la
correción de los que más sabios fueren
y mejor lo entendieren; pero esto ha
de ser no les yendo en ello su propio
interese, que desta manera podrán ser
buenos jueces, como vemos que lo fué
Salustio que cuando competía con Marco
Tulio, porque le iba su propia pasión,
fué del parecer vulgar, mas cuando habló
desapasionado y como filósofo moral en la
batalla que escrebió del rey Ingurta dice
asi:
_Quanto vita majorum plæclarior est,
tanto posterorum socordia flagitior est._
que quiere decir: cuanto la vida de los
antepasados fué más illustre, tanto
la pereza de los descendientes es más
culpada.
Y pues que ya hemos dicho brevemente todo
lo que alcanza á nuestros claros juicios,
y yo he cumplido lo que quedé mejor que
he sabido, justo será que nos vamos, que
ya el sol tiene tanta fuerza que no basta
el frescor de la verdura para resistirla.
JERÓNIMO.--Es ya casi medio día y con el
gusto de la cuestión no hemos sentido ir
el tiempo. Caminemos, porque no hagamos
falta, que ya el conde habrá demandado la
comida.
_Finis._
COLLOQUIO PASTORIL
En que un pastor llamado Torcuato cuenta
á otros dos pastores llamados Filonio
y Grisaldo los amores que tuvo con una
pastora llamada Belisia. Va compuesto en
estilo apacible y gracioso y contiene
en sí avisos provechosos para que las
gentes huyan de dexarse vencer del Amor,
tomando enxemplo en el fin que tuvieron
estos amores y el pago que dan á los que
ciegamente los siguen, como se podrá ver
en el proceso deste colloquio.
Á LOS LECTORES DICE LAS CAUSAS QUE LE
MOVIERON Á PONER ESTE COLLOQUIO CON LOS
PASSADOS.
Bien cierto estoy que no faltarán
diferentes juicios para juzgar esta obra,
como los hay para todas las otras que
se escriben, y que aunque haya algunos
á quien les parezca bien, habrá otros
que tendrán otro parecer diferente y
murmurarán diciendo que no fué bien
acertado mezclar con los colloquios de
veras uno de burlas, como es el que se
sigue, y que yo debiera excusarlo assí,
y quiero decir los motivos que para ello
tuve y me parecieron bastantes, en los
cuales pude acertar y también he podido
engañarme, que creo que habrá assimesmo
en esto diversos pareceres como en lo
pasado. Lo primero que me movió, fué
que, dirigiendo este libro al Sr. D.
Alonso Pimentel, y estando su señoría
en edad tan tierna, cuando viniese á
leer cosas más pesadas que apacibles,
como son las que se tratan en estos
colloquios, que por ventura se enfadaría
dellas, y convenía hallar en qué mudar
el gusto para tomar más sabor en lo que
se leyese, y así quise poner por fruta
de postre la que también podrá servir en
el medio cuando entre manjar y manjar
quisiere gustar della; y demás desto, no
dexa de tener en sí este colloquio muy
buenos enxemplos y dotrina, pues se podrá
entender por él el fin que se sigue de
los amores que se siguen con vanidad,
y cuán poca firmeza se suele hallar en
ellos. También en la segunda y tercera
parte se hallarán algunas cosas que,
considerándolas, se sacará dellas muy
gran provecho, pues tienen más sentido
en sí del que en la letra parece; y sin
estas causas que he dado, parecióme que
podría yo hacer lo que otros autores muy
graves hicieron sin ser reprehendidos por
ello, y que tenía escudo y amparo en su
enxemplo contra las lenguas de los que de
mí por esta causa murmurar quisiessen.
El primero es el poeta Virgilio, que con
los libros de _La Eneida_, siendo obra
tan calificada, no le pareció mal poner
las _Bucólicas_, que tratan cosas de
amores, y los _Parvos_, que son todos
de burlas y juegos. El poeta Ovidio
también mezcló con sus obras el de _Arte
amandi_ y el de _Remedio amoris_. Eneas
Silvio, que después se llamó el papa Pío,
escribió cosas muy encarecidas y con
ellas los _Amores de Eurialo Franco_ y
_Lucrecia Senesa_. Luciano, autor griego,
con los colloquios de veras mezcló
algunos de burlas y donaires, y también
puso con ellos los libros en que escribe
el _Mundo nuevo de la luna_, fingiendo
que hay en ella ciudades y poblaciones de
gentes y otras cosas que van pareciendo
disparates. Petrarca muchas obras
escribió en que se mostró muy gran
teólogo y letrado, y no por esto dexó
de poner entre ellas la que hizo sobre
los amores que tuvo con madona Laura, y
así yo pude escribir el colloquio que se
sigue con los pasados, teniendo por mi
parte tantos autores con quien defenderme
de lo que fuere acusado. Y si estas
razones y excusas no bastaren, bastará
una, y es que á los que les pareciere
mal no lo lean y hagan cuenta que aquí
se acabaron los colloquios, que para mí
basta solamente que á quien van dirigidos
se satisfaga de mi intención, la cual ha
sido de acertar á servir en esto y en
todo lo que más pudiere hacerlo, como soy
obligado.
_Torquemada._
COLLOQUIO PASTORIL
En que se tratan los amores de un pastor
llamado Torcato con una pastora llamada
Belisia: el cual da cuenta dellos á otros
dos pastores llamados Filonio y Grisaldo,
quexándose del agravio que recibió de
su amiga. Va partido en tres partes. La
primera es del proceso de los amores. La
segunda es un sueño. En la tercera se
trata la causa que pudo haber para lo que
Belisia con Torcato hizo.
INTERLOCUTORES
_Grisaldo._--_Torcato._--_Filonio._
FILONIO.--¿Qué te parece, Grisaldo, de
las regocijadas y apacibles fiestas que
en estos desposorios de Silveida en
nuestro lugar hemos tenido, y con cuánto
contento de todos se ha regocijado?
Que si bien miras en ello, no se han
visto en nuestros tiempos bodas que con
mayor solemnidad se festejasen, ni en
que tantos zagales tan bien adrezados
ni tantas zagalas tan hermosas y bien
ataviadas y compuestas se hayan en uno
juntado.
GRISALDO.--Razón tienes, Filonio, en lo
que dices, aunque yo no venga del todo
contento, por algunos agravios que en
ellas se han recibido, que á mi ver han
sido en perjuicio de algunos compañeros
nuestros, que con justa causa podrán
quedar sentidos de la sinrazón que
recibieron. Y porque no eres de tan torpe
entendimiento que tu juicio no baste para
haber conocido lo que digo, dime, así
goces muchos años los amores de Micenia
y puedas romper en su servicio el jubón
colorado y sayo verde con la caperuza
azul y zaragüelles que para los días de
fiesta tienes guardados, ¿no fué mal
juzgada la lucha entre Palemón y Melibeo
dándose la ventaja á quien no la tenía y
poniendo la guirnalda á quien no la había
merecido; que si tuviste atención no fué
pequeña ventaja la que tuvo el que dieron
por vencido al que por vencedor señalaron?
FILONIO.--Verdaderamente, hermano
Grisaldo, bien desengañado estaba yo de
que el juicio fué hecho más con afición
que no con razón ni justicia; porque
puesto caso que Palemón sobrepujase en
fuerzas á Melibeo, no por eso se le
debía atribuir la victoria, pues nunca
le dió caída en que ambos no pareciesen
juntamente en el suelo, y demás desto,
si bien miraste la destreza de Melibeo
en echar los traspiés, el aviso en armar
las zancadillas, la buena maña en dar los
vaivenes, juzgarás que no había zagal en
todas estas aldeas que en esto pudiese
sobrepujarlo; y cuando Palemón con sus
fuertes brazos en alto lo levantaba,
así como dicen que Hércules hizo al
poderoso Anteo, al caer estaba Melibeo
tan mañoso que, apenas con sus espaldas
tocaba la tierra, cuando en un punto
tenía á Palemón debaxo de sí, que quien
quiera que le viera más dignamente le
juzgara por victorioso que por vencido.
Pero ¿qué quieres que hiciese el buen
pastor Quiral, puesto por juez, que
por complacer á su amada Floria le era
forzado que, con justicia ó sin ella,
diese la sentencia por Palemón su hermano?
GRISALDO.--Si al amor pones de por
medio, pocas cosas justas dexarán de
tornar injustamente hechas. Y dexando la
lucha, no fué menos de ver el juego de
la chueca, que tan reñido fué por todas
partes, en el cual se mostró bien la
desenvoltura y ligereza de los zagales,
que en todo un día no pudieron acabar de
ganarse el precio que para los vencedores
estaba puesto; ni en la corrida del bollo
se acabó de determinar cuál de los tres
que llegaron á la par lo había tocado
más presto que los otros, y en otras dos
veces que tomaron á correr, parecía que
siempre con igualdad habían llegado.
FILONIO.--Bien parece que con faltar
Torcato en estos regocijos y fiestas,
todos los pastores y mancebos aldeanos
pueden tener presunción que cuando él
presente se hallaba, ninguno había que
con gran parte en fuerzas y maña le
igualase; todas las joyas y preseas eran
suyas, porque mejor que todos lo merecía
y en tirar á mano ó con una honda, en
saltar y bailar á todos sobrepujaba,
en tañer y cantar con flauta, rabel
y cherumbela, otro segundo dios Pan
parecía. No había zagala hermosa en toda
la comarca que por él no se perdiese;
todas deseaban que las amase, y, en fin,
de todas las cosas de buen pastor á todos
los otros pastores era preferido; mas
agora yo no puedo entender qué enfermedad
le trae tan fatigado y abatido, tan
diferente del que ser solía, que apenas
le conozco cuando le veo su gesto, que en
color blanca con las mejillas coloradas
á la blanca leche cubierta de algunas
hojas de olorosos claveles semejaba,
agora flaco, amarillo, con ojos sumidos,
más figura de la mesma muerte que de
hombre que tiene vida me parece; su
tañer y cantar todo se ha convertido
en lloros y tristezas; sus placeres y
regocijos en suspiros y gemidos; su dulce
conversación en una soledad tan triste
que siempre anda huyendo de aquellos que
lo podrían hacer compañía. En verdad te
digo, Grisaldo, que las veces que con él
me hallo, en verle cual le veo, con gran
lástima que le tengo, me pesa de haberle
encontrado, viendo el poco remedio que á
sus males puedo darle.
GRISALDO.--Mal se puede remediar el
mal que no se conoce; pero bien sería
procurar de saberlo dél, si como amigo
quisiesse manifestarnos lo que siente.
FILONIO.--Muchas veces se lo he
preguntado, y lo que entiendo es que él
no entiende su mal, ó si lo conoce, no
ha querido declararse conmigo; pero lo
que yo solo no he podido, podría ser
que entrambos como amigos podiésemos
acabarlo. Y si su dolencia es tal que
por alguna manera podiese ser curada,
justo será que á cualquiera trabajo nos
pongamos para que un zagal de tanta
estima y tan amigo y compañero de todos
no acabe tan presto sus días, trayendo la
vida tan aborrida.
GRISALDO.--¿Pues sabes tú por ventura
dónde hallarlo podiésemos? que assí goce
yo de mi amada Lidia, no procure con
menor cuidado su salud que la mía propia.
FILONIO.--No tiene estancia tan cierta
que no somos dudosos de encontrarle,
porque siempre se aparta por los xarales
más espesos y algunas veces en los
valles sombríos, y en las cuevas escuras
se encierra, donde sus gemidos, sus
lamentaciones y querellas no puedan ser
oídas; pero lo más cierto será hallarle á
la fuente del olivo, que está enmedio de
la espesura del bosque de Diana, porque
muchas veces arrimado á aquel árbol lo
he visto tañer y cantar estando puesto
debaxo de la sombra y oteando de allí su
ganado, el cual se puede decir que anda
sin dueño, según el descuido del que lo
apacienta.
GRISALDO.--Pues sigue, Filonio, el
camino, que cerca estamos del lugar
donde dices. Y para que menos cansancio
sintamos, podremos ir cantando una
canción que pocos días ha cantaba Lidia
á la vuelta que hacia del campo para la
aldea trayendo á sestear sus ovejas.
FILONIO.--Comienza tú á decirla, que yo
te ayudaré lo mejor que supiere.
GRISALDO
En el campo nacen flores
y en el alma los amores.
El alma siente el dolor
del zagal enamorado,
y en el alma está el amor
y el alma siente el cuidado;
assí como anda el ganado
en este campo de flores,
siente el alma los amores.
FILONIO.--Calla, Grisaldo, no cantemos:
que á Torcato veo adonde te dixe,
y tendido en aquella verde yerba,
recostado sobre el brazo derecho, la
mano puesta en su mexilla, mostrando
en el semblante la tristeza de que
continuamente anda acompañado, y á lo
que parece hablando está entre sí. Por
ventura antes que nos vea podremos oir
alguna cosa por donde podamos entender la
causa de su mal.
GRISALDO.--Muy bien dices; pues no nos ha
sentido, acerquémonos más, porque mejor
podamos oirle.
TORCATO.--¡Oh, claro sol, que con los
resplandecientes rayos de la imagen
de tu memoria alumbras los ojos de mi
entendimiento, para que en ausencia
te tenga presente, contemplando la
mucha razón que tengo para lo poco que
padezco! ¿Por qué permites eclipsar
con la crueldad de tu olvido la luz
de que mi ánima goza, poniéndola en
medio de la escuridad de las tinieblas
infernales, pues no tengo por menores
ni menos crueles mis penas que las que
en el infierno se padecen? ¡Oh, ánima
de tantos tormentos rodeada! ¿cómo con
ser inmortal los recibes en ti para
que el cuerpo con el fuego en que tú
te abrasas se acabe de convertir en
ceniza? Si el uso de alguna libertad en
ti ha quedado, sea para dexar recebir
tanta parte de tus fatigas al miserable
cuerpo que con ellas pueda acabar la
desventurada vida en que se vee. ¡Oh,
desventurado Torcato, que tú mesmo no
sabes ni entiendes lo que quieres, porque
si con la muerte das fin á los trabajos
corporales no confiesas que quedarán
en tu ánima inmortal perpetuamente! Y
si han de quedar en ella, ¿no es mejor
que viviendo se los ayude á padecer tu
cuerpo en pago de la gloria que con los
favores pasados de tu Belisia le fue
en algún tiempo comunicada? ¡Oh, cruel
Belisia, que ninguna cosa pido, ni
desseo, ni quiero, que no sea desatino,
sino es solamente quererte con aquel
verdadero amor y aficción que tan mal
galardonado me ha sido! Ando huyendo de
la vida por contentarte y pienso que no
te hago servicio con procurar mi muerte,
porque mayor contentamiento recibes con
hacer de mí sacrificio cada día y cada
hora que el que recebirías en verme de
una vez sacrificado del todo, porque no
te quedaría en quién poder executar tu
inhumana crueldad, como agora en el tu
sin ventura Torcato lo haces; bien sé
que ninguna cosa ha de bastar á moverte
tu corazón duro para que él de mí se
compadezca; pero no por esso te dexaré de
manifestar en mis versos parte de lo que
este siervo tuyo, Torcato, en el alma y
en el cuerpo padece. Escuchadme, cruel
Belisia, que aunque de mí estés ausente,
si ante tus ojos me tienes presente, como
yo siempre te tengo, no podrás dexar de
oir mis dolorosas voces, que enderezadas
á ti hendirán con mis sospiros el aire,
para que puedan venir á herir en tus
oídos sordos mis tristes querellas.
FILONIO.--Espantado me tienen las
palabras de Torcato, y no puedo ser
pequeño el mal que tan sin sentir lo
tiene que no nos haya sentido; pero
esperemos á ver si con lo que dixere
podremos entender más particularmente su
dolencia, pues que de lo que ha dicho se
conoce ser los amores de alguna zagala
llamada Belisia.
GRISALDO.--Lo que yo entiendo es que no
he entendido nada, porque van sus razones
tan llenas de philosofías que no dexan
entenderse; no sé yo cómo Torcato las ha
podido aprender andando tras el ganado.
Mas escuchemos, porque habiendo templado
el rabel, comienza á tañer y cantar con
muy dulce armonía.
TORCATO
¡Oh, triste vida de tristezas llena,
vida sin esperanza de alegría,
vida que no tienes hora buena,
vida que morirás con tu porfía,
vida que no eres vida, sino pena,
tal pena que sin ella moriría
quien sin penar algún tiempo se viese,
si el bien que está en la pena conociese!
Más aceda que el acebo al gusto triste,
más amarga que el acíbar desdeñosa,
ningún sabor jamás dulce me diste
que no tornase en vida trabajosa;
aquel bien que en un tiempo me quesiste
se ha convertido en pena tan rabiosa,
que de mí mismo huyo y de mí he miedo
y de mí ando huyendo, aunque no puedo.
Sabrosa la memoria que en ausencia
te pone ante mis ojos tan presente,
que cuando en mí conozco tu presencia,
mi alma está en la gloria estando ausente,
mas luego mis sentidos dan sentencia
contra mi dulce agonía, que consiente
tenerte puesta en mi entendimiento
con gloria, pues tu gloria es dar tormento.
¡Oh, quién no fuese el que es, porque no siendo
no sentiría lo que el alma siente!;
mi ánima está triste, y padeciendo;
mi voluntad, ques tuya, lo consiente;
si alguna vez de mí me estoy doliendo
con gran dolor, es tal que se arrepiente;
porque el dolor que causa tu memoria
no se dexa sentir con tanta gloria.
Mis voces lleva el viento, y mis gemidos
rompen con mis clamores l'aire tierno,
y en el alto cielo son más presto oídos,
también en lo profundo del infierno;
que tú quieres que se abran tus oídos
á oir mi doloroso mal y eterno;
si llamo no respondes, y si callo
ningún remedio á mis fatigas hallo.
También llamo la muerte y no responde,
que sorda está á mi llanto doloroso;
si la quiero buscar, yo no sé á dónde,
y ansí tengo el vivir siempre forzoso;
si llamo á la alegría, se me asconde;
respóndeme el trabajo sin reposo,
y en todo cuanto busco algún contento,
dolor, tristeza y llanto es lo que siento.
TORNA Á HABLAR TORCATO
¡Oh, desventurado Torcato! ¿á quién
dices tus fatigas? ¿á quién cuentas tus
tormentos? ¿á quién publicas tus lástimas
y angustias? Mira que estás solo; ninguno
te oye en esta soledad; ninguno dará
testimonio de tus lágrimas, si no son
las ninfas desta clara y cristalina
fuente y las hayas y robles altos y
las encinas, que no sabrán entender lo
que tú entiendes. Das voces al viento,
llamas sin que haya quien te responda,
si no es sola Eco que, resonando de
las concavidades destos montes, de ti
se duele, sin poder poner remedio á tu
pasión. ¡Ay de mí, que no puedo acabar de
morir, porque con la muerte no se acaban
mis tormentos; tampoco tengo fuerzas para
sustentar la miserable vida, la cual
no tiene más del nombre sólo, porque
verdaderamente está tan muerta que yo no
sé cómo me viva! ¡Ay de mí, que muero y
no veo quién pueda valerme!
GRISALDO.--¡Filonio, Filonio; mira que
se ha desmayado Torcato! Socorrámosle
presto, que, perdiendo la color, su
gesto ha quedado con aquel parecer que
tienen aquellos que llevan á meter en la
sepoltura.
FILONIO.--¡Oh, mal afortunado pastor,
y qué desventura tan grande! ¿Qué mal
puede ser el tuyo que en tal extremo
te haya puesto? Trae, Grisaldo, en tus
manos del agua de aquella fuente, en
tanto que yo sustento su cabeza en mi
regazo; ven presto y dale con ella con
toda furia en el gesto, para que con la
fuerza de la frialdad y del miedo los
espiritus vitales que dél van huyendo
tornen á revivir y á cobrar las fuerzas
que perdidas tenía; tórnale á dar otra
vez con ella.
GRISALDO.--¡Ya vuelve, ya vuelve en
su acuerdo! Acaba de abrir los ojos,
Torcato, y vuelve en ti, que no estás tan
solo como piensas.
TORCATO.--El cuerpo puede tener compañía;
pero el alma, que no está conmigo, no
tiene otra sino la de aquella fiera y
desapiadada Belisia, que contino della
anda huyendo.
FILONIO.--Déxate deso, Torcato, agora que
ningún provecho traen á tu salud esos
pensamientos.
TORCATO.--¿Y qué salud puedo yo tener
sin ellos, que no fuese mayor emfermedad
que la que agora padezco? Pero decidme:
ansí Dios os dé aquella alegría que á mí
me falta, ¿que ventura os ha traído por
aquí á tal tiempo, que no es poco alivio
para mí ver que en tan gran necesidad
me hayáis socorrido, para poder mejor
pasar el trabajo en que me he visto; que
bien sé que la muerte, con todas estas
amenazas, no tiene tan gran amistad
conmigo que quiera tan presto contarme
entre los que ya siguen su bandera?
FILONIO.--La causa de nuestra venida
ha sido la lástima que de ti y de tu
dolencia tenemos; y el cuidado nos puso
en camino, buscándote donde te hemos
hallado, para procurar como amigo que
vuelvas al ser primero que tenías,
porque según la mudanza que en tus
condiciones has hecho, ya no eres aquel
Torcato que solías; mudo estás de todo
punto, y créeme, como á verdadero amigo
que soy tuyo, que los males que no son
comunicados no hallan tan presto el
remedio necesario, porque el que los
padece, con la pasión está ciego para ver
ni hallar el camino por donde pueda salir
dellos; así que, amigo Torcato, páganos
la amistad que tenemos con decirnos la
causa de tu dolor más particularmente
de lo cual hemos entendido, pues ya no
puedes encubrir que no proceda de amores
y de pastora que se llame Belisia, á
la cual no conocemos, por no haber tal
pastora ni zagala en nuestro lugar, ni
que de este nombre se llame.
GRISALDO.--No dudes, Torcato, en hacer lo
que Filonio te ruega, pues la affición
con que te lo pedimos y la voluntad
con que, siendo en nuestra mano, lo
remediaremos, merecen que no nos niegues
ninguna cosa de lo que por ti pasa; que
si conviene tenerlo secreto, seguro
podrás estar que á ti mesmo lo dices,
porque los verdaderos amigos una mesma
cosa son para sentir y estimar las cosas
de sus amigos, haciéndolas propias suyas,
así para saberlas encubrir y callar como
para remediarlas si pueden.
TORCATO.--Conocido he todo lo que
me habéis dicho, y aunque yo estaba
determinado de no descubrir mi rabioso
dolor á persona del mundo, obligado quedo
con vuestras buenas obras y razones á que
como amigos entendáis la causa que tengo
para la triste vida que padezco. Y no
porque piense que ha de aprovecharme, si
no fuere para el descanso que recibiré
cuando viere que de mis tribulaciones y
fatigas os doléis, las cuales moverán á
cualquier corazón de piedra dura á que
de mí se duela y compadezca. No quiero
encomendaros el secreto, pues me lo
habéis offrecido, que nunca por mí vaya
poco en que todo el mundo lo sepa. Es
tanto el amor que tengo á esta pastora
Belisia, que no querría que ninguno
viniesse á saber el desamor y ingratitud
que conmigo ha usado, para ponerme en el
extremo que me tiene.
FILONIO.--Bien puedes decir, Torcato,
todo lo que quisieres, debaxo del seguro
que Grisaldo por ambos te ha dado.
TORCATO.--Ora, pues, estad atentos, que
yo quiero comenzar desde el principio de
mis amores y gozar del alivio que reciben
los que cuentan sus trabajos á las
personas que saben que se han de doler
dellos.
COMIENZA TORCATO Á CONTAR EL PROCESO DE
SUS AMORES CON LA PASTORA BELISIA
En aquel apacible y sereno tiempo,
cuando los campos y prados en medio del
frescor de su verdura están adornados
con la hermosura de las flores y rosas
de diversas colores, que la naturaleza
con perfectos y lindos matices produce,
brotando los árboles y plantas las
hojas y sabrosas frutas, que con gran
alegría regocijan los corazones de los
que gozarlas después de maduras esperan,
estaba yo el año passado con no menor
regocijo de ver el fruto que mis ovejas
y cabras habían brotado, gozando de ver
los mansos corderos mamando la sabrosa
leche de las tetas de sus madres y á los
ligeros cabritos dando saltos y retozando
los unos con los otros; los becerros y
terneros apacentándose con la verde y
abundante yerba que en todas partes les
sobraba, de manera que todo lo que miraba
me causaba alegría, con todo lo que veía
me regocijaba, todo lo que sentía me daba
contento, cantando y tañendo con mi rabel
y chirumbela passaba la más sabrosa y
alegre vida que contar ni deciros puedo.
Muchas veces, cuando tañer me sentían los
zagales y pastores que en los lugares
cercanos sus ganados apacentaban,
dexándolos con sola la guarda de los
mastines, se venían á bailar y danzar con
grandes desafíos y apuestas, poniéndome
á mí por juez de todo lo que entre ellos
passaba; y después que á sus majadas se
volvían, gozaba yo solo de quedar tendido
sobre la verde yerba, donde vencido
del sabroso sueño sin ningún cuidado
dormía, y cuando despierto me hallaba,
contemplando en la luz y resplandor que
la luna de sí daba, en la claridad de los
planetas y estrellas, y en la hermosura
de los cielos y en otras cosas semejantes
passaba el tiempo, y levantándome daba
vuelta á la redonda de mi ganado y más
cuando los perros ladraban, con temor
de los lobos, porque ningún daño les
hiciessen.
Y después de esto, pensando entre mí, me
reía de los requiebros y de las palabras
amorosas que los pastores enamorados
á las pastoras decían, gozando yo de
aquella libertad con que á todos los
escuchaba, y con esta sabrosa y dulce
vida, en que con tan gran contentamiento
vivía, pasé hasta que la fuerza grande
del sol y la sequedad del verano fueron
causa que las yerbas de esta tierra
llana se marchitassen y pusiesen al
ganado en necesidad de subirse á las
altas sierras, como en todos los años
acostumbraban hacerlo; y ansí, juntos
los pastores, llevando un mayoral
entre nosotros, que en la sierra nos
gobernase, nos fuimos á ella. Y como de
muchas partes otros pastores y pastoras
también allí sus ganados apacentassen, mi
ventura, ó por mejor decir desventura,
traxo entre las otras á esa inhumana y
cruel pastora, llamada Belisia, cuyas
gracias y hermosura así aplacieron á mis
ojos, que con atención la miraban, que
teniéndolos puestos en ella tan firmes
y tan constantes en su obstinado mirar,
como si cerrar, ni abrir, ni mudar no los
pudiera, dieron lugar con su descuidado
embovescimiento que por ellos entrase
tan delicada y sabrosamente la dulce
ponzoña de Amor, que cuando comencé á
sentirla ya mi corazón estaba tan lleno
della que, buscando mi libertad, la vi
tan lexos de mí ir huyendo, con tan
presurosa ligera velocidad, que por
mucha diligencia que puse en alcanzarla,
sintiendo el daño que esperaba por mi
descuido, jamás pude hacerlo, antes quedé
del todo sin esperanza de cobrarla,
porque volviendo á mirar á quien tan sin
sentido robádomela había, vi que sus
hermosos ojos, mirándome, contra mí se
mostraban algo airados, y parecióme casi
conocer en ellos, por las señales que
mi mismo deseo interpretaba, decirme:
¿De qué te dueles, Torcato? ¿Por ventura
has empleado tan mal tus pensamientos
que no estén mejor que merecen? Yo con
grande humildad, entre mí respondiendo,
le dije: Perdonadme, dulce ánima mía, que
yo conozco ser verdad lo que dices, y en
pago de ello protesto servirte todos los
días que viviere con aquel verdadero amor
y affición que á tan gentil y graciosa
zagala se debe.
Y ansí, dándole á entender, con mirarla
todas las veces que podίa, lo que
era vedado á mi lengua, por no poder
manifestar en presencia de los que entre
nosotros estaban el fuego que en mis
entrañas comenzaba á engendrarse, para
convertirlas poco á poco en ceniza,
encontrándonos con la vista (porque ella,
casi conociendo lo que yo sentίa, también
me miraba), le daba á conocer que,
dexando de ser mía, más verdaderamente
estaba cautivo de su beldad y bien
parecer. Y mudando el semblante, que
siempre solίa estar acompañado de
alegrίa, en una dulce tristeza, también
comencé á trocar mi condición, de manera
que todos conocían la novedad que en mí
había.
Y todo mi deseo y cuidado no era otro
sino poder hablar á la mi Belisia, y
que mi lengua le pudiese manifestar lo
que sentía el corazón, para dar con
esto algún alivio á mi tormento; y
porque mejor se pudiese encubrir mi
pensamiento, determiné en lo público
mostrar otros amores, con los cuales
fengidos encubriese los verdaderos, para
que de ninguno fuesen sentidos, y así
me mostré aficionado y con voluntad de
servir á una pastora llamada Aurelia,
que muchas veces andaba en compañía de
la mi Belisia, y conversaba con mucha
familiaridad y grande amistad con ella.
Y andando buscando tiempo y oportunidad
para que mi deseo se cumpliese, hallaba
tantos embarazos de por medio, que no era
pequeña la fatiga que mi ánima con ellos
sentía. Y habiéndose juntado un día de
fiesta algunos pastores y pastoras en la
majada de sus padres de la mi Belisia,
después de haber algún rato bailado al
son que yo con mi chirumbela les hacía,
me rogaron que cantase algunos versos de
los que solía decir otras veces, y sin
esperar á que más me lo dixesen, puestos
los ojos con la mejor disimulación que
pude á donde la afición los guiaba, dando
primero un pequeño sospiro, al cual la
vergüenza de los que presentes estaban
detuvo en mi pecho, para que del todo
salir no pudiese, comencé á decir:
Extremos que con fuerza así extremada
dais pena á mis sentidos tan sin tiento,
teniendo al alma triste, fatigada,
Causáisme de continuo un tal tormento
que mi alma lo quiere y lo asegura,
porque viene mezclado con contento.
Si acaso vez alguna se figura
á mi pena cruel que se fenece,
ella misma el penar siempre procura.
Cuando el cuidado triste en mí más crece,
mayor contento siento y mayor gloria,
porque el mismo cuidado la merece.
De mal y bien tan llena mi memoria
está, que la razón no determina
cuál dellos lleva el triunfo de vitoria.
Con este extremo tal que desatina,
mi esperanza y mi vida van buscando
el medio[1274] que tras él siempre camina.
Y si grandes peligros van pasando,
ninguno les empece ni fatiga;
de todos ellos salen escapando.
El agua no les daña, porque amiga
á mis lágrimas tristes se ha mostrado,
pues que ellas dan camino en que las siga.
El fuego no las quema, que abrasado
de otro fuego mayor siempre me siente,
y assí passan por él muy sin cuidado.
También mi sospirar nunca consiente
que el viento les fatigue ni dé pena,
si aquel de mis sospiros no está ausente.
Amor con mi ventura así lo ordena,
para mostrar en mí su gran potencia,
porque á perpetua pena me condena.
Dada está contra mí cruel sentencia,
que no pueda morir, ni yo matarme
ni sanar pueda desta gran dolencia.
Sólo Amor puede con fuerza acabarme
si me falta el consuelo y esperanza
de aquella que el consuelo pueda darme.
Con mucha atención estuvieron
escuchándome todos los que allí estaban,
y principalmente aquella hermosa Belisia,
conociendo que salían mis palabras
forzadas de la pasión que mi ánima por
ella sentía, y tornando al regocijo
primero de los bailes y danzas, oímos
muy grandes voces de pastores y ladridos
de mastines y perros, que seguían un
lobo que de entre el ganado un cordero
llevaba, al cual todos los de la
compañía, deseosos de aquella provechosa
caza, comenzaron á seguir con gran grita
y alaridos, acossando los perros para que
con mayor voluntad al lobo siguiesen,
y como todos con grande atención lo
fuesen mirando y siguiendo, sólo yo
miraba en lo que más me convenía, que
era en la mi querida Belisia, la cual,
no sé si por no poder más correr, ó con
la lástima que de mí tenía, por darme
lugar á que con manifestársela recibiese
algún descanso, se quedó harto zaguera;
y yo, deteniéndome de la mesma manera,
hasta que ambos emparejamos juntos, con
la color mudada y la voz temblando, que
casi formar las palabras no podía, así le
comencé á decir:
DESCUBRE TORCATO SUS AMORES Á BELISIA
«Aquel amor, cuyas fuerzas poderosas á
ninguno perdonan, Belisia mía, en mí
las ha executado con tan gran fuerza,
que forzosamente me ha rendido y hecho
poner las armas de mi libertad en tus
manos, haciéndome cautivo de tu angélica
belleza, porque como del resplandeciente
sol la luna y estrellas resciben la
claridad que en ellas se muestra, no
teniendo de sí mesmas otra ninguna con
que manifestársenos puedan, así mis
sentidos, que la vida tienen prestada
por el tiempo que tú dársela quisieres,
recibiéndola de ti, te pagan el tributo
del conocimiento que desto te deben,
poniéndose en tu presencia con aquella
humildad que más piensan aprovecharles,
para que de mi atribulado corazón te
duelas. ¡Ay de mí, Belisia, que si
como siento el trabajo de mi rabioso
dolor sentiese no ser de ti conocido,
imposible sería sustentar la vida con
el bravo y contino tormento que padece!
Bien sé que, aunque no te he hasta agora
manifestado la crueldad de mi pena, ni
la causa de mi tristeza, ni el extremo
en que tu hermosura me ha puesto, en mis
ojos lo habrás conocido, los cuales,
habiendo querido mostrarse amigos de
mi lengua, y viéndola hasta agora que
estando muda ha callado, como no pueden
formar las palabras que la lengua diría,
con lágrimas dan señal de la fatiga que
el corazón siente; lo que te suplico es
que de mi terrible mal hayas lástima,
ayudándome con algún remedio que pueda
aliviarlo, pues que, faltándome tu favor,
del todo sería imposible sustentar la
vida, y si esto hacer no quisieres, á lo
menos que muestres que recibirás contento
con mi muerte; porque no está en más de
que tú lo quieras para que yo no pueda
vivir más sola una hora en el mundo».
Acabando de decir esto, mis ojos regaban
la tierra con tanta abundancia de
lágrimas, que yo mesmo me maravillaba,
pareciéndome que del todo me había de
convertir en ellas, y mis sospiros
parecía que rompían mis entrañas con
la fuerza que salían para alentar el
corazón, que en el golfo de mi pasión se
ahogaba, y temblando con el temor que de
la respuesta de Belisia esperaba, la vi
que, mirando con el gesto algo alegre y
risueño, me decía:
«Bien pensé, Torcato, que no llegara
á tanto tu atrevimiento que assí tan
claramente osases manifestarme lo que
sientes, pues que no has conocido de
mí ser amiga de oir ni entender cosa
que á mi honra y fama en alguna manera
dañar pueda; y no tengas en poco haberte
escuchado lo que muchos días ha que de
ti he conoscido, aunque más quisiera no
conocerlo; porque ni tú te vieras en el
trabajo que publicas, ni yo lo tuviera
en pensar que por mi causa lo padeces; y
digo que lo pienso, porque no sé cómo te
crea habiendo publicado tus amores con
Aurelia, de la cual entiendo que como
á su vida te quiere y ama; si lo que
dices es para engañarme, confiando en la
simplicidad de pastora que en mí sientes,
engañado vives, que con dificultad podrás
hacerlo, y si no el tiempo descubrirá tu
secreto y á mí me dirá lo que hacer debo;
por agora te baste que, si me amas como
lo muestras, te lo agradezco, y fuera
deste agradecimiento en la voluntad, no
me pidas otra cosa que no pueda, sin
perjuicio mío y de mi honestidad, en
ningún tiempo hacerla».
Tal quedé con la respuesta de la mi
Belisia como los que en la profundidad
de la mar con gran tormenta navegan,
inciertos del fin que han de haber en
su jornada peligrosa, porque lo que por
una parte en sus razones me concedía,
que era licencia para quererla, por otra
me la negaba para que más la serviesse;
y lo que más pena me dió era los celos
que de Anrelia me pedía, siendo yo tan
verdadero testigo de su engaño; y para
desengañarla del mal pensamiento que
tenía, le dixe: «Harto bien es para mí,
señora mía, que conozcas que la afición
que te muestro y el verdadero amor que
tengo no es fingido; y así quiero que
también me creas que ningún engaño en él
está encubierto, sino es el que recibe
Aurelia si piensa que yo la quiero,
habiendo subjetado mi voluntad á la suya
de manera que no quede por esta parte
libre del todo para amarte y quererte
como te quiero».
«Pues ¿por qué tienes tan engañosas
muestras para con ella, me dixo Belisia,
que yo la he lástima si es así?».
«Si tú me dices del engaño que recibe,
mayor la habrías de tener de mí, le
respondí yo, por la causa que tengo para
engañarla, que no es otra sino que mi
pensamiento no sea entendido, por no
poner en peligro el aparejo que pienso
hallar algunas veces para hablarte
y servirte conforme á mi deseo; que
bien sabes, mi Belisia, la sospechosa
condición de tu madre, y que si esto no
tuviese creído, que con mayor cuidado te
guardaría de mí que agora lo hace, de
manera que pocas veces ó ninguna pudieses
oir en presencia lo que en ausencia por
ti mi ánima siente».
«El tiempo dirá lo que en todo se ha
de hacer, me dixo Belisia; bástete por
agora el favor que de mí has recebido en
haberte escuchado, lo que jamás pensé
hacer con ninguno; y porque la gente
maliciosa no pueda pensar alguna cosa
de lo que hablamos, apártate de mí,
porque ya vuelven cerca los que solos nos
dexaron, y lo mejor será que no te vean».
Yo, viendo la razón que tenía, con
un suspiro que mis entrañas llevaba
envueltas en medio de sí, le dixe:
«Adiós, ánima mía y descanso mío, hasta
que yo pueda volver á buscarme á donde
agora yo quedo más enteramente que no
voy conmigo». «Dios te guíe, respondió
Belisia, assí como yo lo deseo.»
Diciendo esto, cada uno de nosotros se
fué por su parte, viendo venir á todos
los pastores y pastoras que al lobo
habían seguido, con tan grande estruendo
y alaridos y voces que todos los valles
cercanos resonaban con ellas; era la
grita y vocería de regocijo por haber
muerto el lobo, el cual traían con sus
manos arrastrando, y era tan grande que
pocos mayores se habían visto en aquella
montaña. Y como yo con el mesmo regocijo
me llegase á verlo, Aurelia, que con
Belisia me había visto hablando, tomando
alguna sospecha de lo que podía ser,
casi pediéndome celos, me dixo: «Alegre
te veo, Torcato, y con mayor contento
que estos días passados te vía; mucho ha
podido la buena conversación de Belisia,
pues tan presto te ha mudado de lo que
ser solías».
Yo entendiendo sus palabras y el fin con
que las decía, le respondí: «Engañada
estás, Aurelia, si de mí ni de Belisia
piensas ninguna cosa que en tu perjuicio
sea; presto te muestras desconfiada,
sabiendo que por ambas partes puedes
estar muy segura, pesarmería si pensase
que lo sientes así como lo dices». Ella,
reyéndose, me dixo: «Estoy burlando
contigo, que aunque de ti pudiese pensar
mal, no lo pensaría de Belisia, porque
está mejor acreditada conmigo».
Y con esto, tornando al regocijo que con
el lobo se tenía, llegamos á las majadas,
y en un prado que en medio dellas se
hacía se comenzó la fiesta de bailes y
danzas, que no con poco placer y alegría
tuvo hasta la noche, la cual yo pasé
más contento que las pasadas, por haber
podido manifestar á la mi Belisia la
presunción de mis pensamientos, que no me
parecía haber hecho poco, según lo mucho
que lo deseaba. Y con esto se pasaron
algunos días, que el tiempo no dió lugar
á que más pudiese á solas hablarla; lo
que procuraba con gran diligencia era
que por señales conociese lo que mi
ánima sentía, y aunque éstas eran tan
disimuladas que parecía imposible que
ninguna persona entenderlas podiese,
había quedado Aurelia con tanta sospecha
de lo pasado, que jamás de nosotros los
ojos quitaba, y entendiendo algunas
veces lo que hacía y diciéndome algunas
palabras maliciosas sobre ello, yo lo
mejor que podía disimulaba con ello,
haciéndola estar dudosa, porque lo que
por una parte sospechaba, por otra no
lo creía; mas con todo esto vivía tan
recatada y celosa, que una sola hora
jamás de la compañía de Belisia se
apartaba, y así, era el mayor estorbo y
embarazo que yo hallaba para mi deseo.
Muchas veces estando ambas solas y yo
solo con ellas, pasábamos graciosas
burlas y donaires envueltos en algunas
malicias; pero no por eso dexaba de pasar
mi disimulación adelante, por lo mucho
que á mi y á Belisia nos importaba.
Desta manera andaba esperando tiempo
y oportunidad para tornar á hablarla,
porque la afición y pasión que en mí
sentia crecer cada hora, tan ásperamente
me atormentaban, que en ninguna cosa
hallaba descanso ni sosiego.
Y andando con esta cuidadosa congoxa,
vino un día de fiesta para todos los
pastores y zagalas, no poco regocijado,
porque queriendo cumplir un voto ó
promesa que de correr toros tenían,
comenzaron á cercar un corro con muchas
talanqueras y palenques á la redonda,
con que de la braveza y ferocidad de los
toros pudiesen defenderse, y en ellas
todas las mujeres y hombres para ver
se pusieron, si no eran aquellos que
su ligereza y velocidad en el correr
mostrar querían, de los cuales los más
eran zagales y pastores enamorados, que
con garrochas y invenciones puestas en
ellas, paseándose por el corro con muchos
ademanes y meneos mostraban su gentileza,
y en saliendo los toros las emplearon en
ellos cada uno lo mejor que supo y pudo
hacerlo. Y ansí se comenzó la grita y
estruendo de los silbos, las voces, el
correr para una parte y para otra, el
huir, el asconderse, el saltar y trepar,
por excusar el peligro con que se podían
ver con una bestia fiera.
Todos los que miraban estaban muy atentos
y embebecidos con esto; sólo yo aquí en
el amoroso fuego abrasaba, sin tener
atención á ninguna cosa destas, como si
presente no me hallara; tenía los ojos
puestos donde mi corazón los guiaba, de
manera que de mirar á Belisia no podía
apartarlos, á la cual no hallé tan
descuidada que, doliéndose de mí, algunas
veces no me mirase, y movida con alguna
piedad y lástima que de mí tuvo, hallando
cierta ocasión para poderlo hacer sin
sospecha, se vino á donde yo estaba y se
puso á mi lado, sin que ninguna persona
estuviese entre nosotros, y con una
graciosa risa me habló diciendo:
«Bien fuera, Torcato, que como los otros
zagales salieras al corro para mostrar
con ellos el valor de tu persona, y que
no estuvieses tú mirando el peligro á
que se ponen por servir en ello á sus
enamoradas y amigas tan á tu salvo, que á
lo menos estarás bien seguro de no venir
á caer en los cuernos de los toros».
«¡Ay, dulce ánima mía, le respondí yo,
cuánto mayor es el peligro en que cada
hora me veo de no caer en tu desgracia,
que para mí es harto más temerosa que
no la braveza y ferocidad de los toros;
y quien tan peligrosa contienda tiene
consigo, no es justo meterse en otra,
donde tan poco provecho puede sacarse,
cuanto más que juzgando el dolor de
las heridas de las garrochas por las
que yo en el alma siento, tiradas con
la hermosa vista de tus ojos con tan
poderosa fuerza que las puntas de los
clavos tienen llagado el corazón y puesto
en el estrecho de la muerte, mal podía
tirárselas ni hacer mal ni daño á quien
ninguno me hace, antes tan gran bien
cuanto pueda encarecerlo, pues son causa
de que yo dé algún alivio y descanso á
mi tormento, con que tu entiendas que un
punto jamás sin él me hallo. Y créeme,
mi Belisia, que ya mis fuerzas no bastan
para sufrir la pena rabiosa que me está
consumiendo la vida; de manera que muy
presto dará señales de tu crueldad y de
mi muerte, si no es socorrida con aquella
paga que mi verdadero amor te merece».
«No tienes razón, Torcato, me respondió,
de aquexarte tanto ni de agraviarte de
mí, pues hago más de lo que puedo y debo
para darte contento, el cual yo te deseo;
assí los hados prósperamente me den la
ventura que yo querría, que si no desease
complacerte no hobiera venido á hablarte,
dexando la compañía de las zagalas
con quien estaba; y porque no puedan
agraviarse de lo que he hecho, á Dios te
queda, que yo me vuelvo para ellas».
Con esto se fué la luz de mis ojos,
dexándome tal que pocas señas podría dar
de los toros que se corrieron; y cuanto
mayor contentamiento me quedó con oir
sus amorosas razones, tanto crecia en
mí más el deseo cada hora de tornarla á
hablar si pudiese; y asi anduve algunos
días, que el poco aparejo que el tiempo
me daba y el estorbo que la presencia
de Aurelia me hacia me quitaron que no
gozasse de persuadir á Belisia que de
mis mortales cuitas se doliese, habiendo
lástima de quien las padecía; lo que
hacía era dar quexas al viento, echar mis
sospiros en el aire, derramar lágrimas
sin que ninguno las viese; pintaba con
mi cañibete en los árboles que hallaba
el nombre de la mi Belisia, y en la
cabeza de un cayado que tengo tan buena
maña me dí, que contrahice su gesto,
casi tan natural como yo en el alma lo
tengo pintado. Con esto me consolaba, no
queriendo que á nadie fuesse descubierta
la causa de mi pena, y algunas veces con
mi rabel tañia y cantaba, componiendo
versos, entre los cuales hice un día unos
que, por parecerme al propósito de lo que
os he contado, los quiero decir, para que
los oyáis.
FILONIO.--Antes, Torcato, si te place,
en pago de la atención con que te
escuchamos, y de la lástima que de ti
tenemos, te ruego que cantados nos los
digas, que después podrás acabar de
contarnos lo que has comenzado, que no es
tan poco el gusto que con ello recibo,
que aunque tú quisieses dexarlo yo lo
consintiría.
TORCATO.--Pues assí lo queréis, soy
contento de complaceros, que el rabel
tengo templado y luego quiero comenzarlos:
Los árboles y plantas con sus flores
se muestran apacibles y olorosos;
los campos, matizados con colores
que pintan su belleza, están hermosos;
los animales brutos con amores
andan regocijados y gozosos;
yo solo estoy penando y pensativo
con ver que Amor se muestra tan esquivo.
Los montes y los bosques, que el invierno
con las nieves y fríos tiene helados,
producen muchas hojas y gobierno
á las aves y bestias y ganados;
por todas partes sale el gromo tierno,
de que se vieron antes despojados,
y en mi engendró el Amor nuevo cuidado
con ver que del olvido estaba helado.
Los páxaros con cantos y armonía
regocijan el tiempo del verano,
publican con sus voces la alegría
que tiene cada uno muy ufano;
á mí me tiene tal mi fantasía,
que no hallo consejo que sea sano,
mi canto son aullidos, temerosos
sospiros y gemidos dolorosos.
Cuando quiero alegrarme, sin contento,
de verme con sabores y esperanzas,
combate á mi alegría un gran tormento,
diciendo que no tenga confianza,
que todos los favores lleva el viento
cuando el bien que se espera no se alcanza,
y es causa de mayor mal y fatiga
sentir que la esperanza es mi enemiga.
La esperanza me alegra cuando espero
la gloria que mi pena ha merecido;
mas luego me fatigo y peno y muero
en ver que en balde espero, y afligido
con mi dolor rabioso desespero,
viendo que la esperanza se ha huido,
volviendo alguna vez para engañarme,
pues no tiene otro fin sino matarme.
GRISALDO.--Encarescido has tu pena,
Torcato, de manera que gran sinrazón
te hiciera Belisia en no tener lástima
della; y porque estoy con agonía de
saber el fin que tus amores tan penados
tuvieron, te ruego que prosigas el cuento
dellos, que con los muchos pastos que el
ganado tiene adonde agora anda, seguros
estaremos de que no se irá á meter en los
panes ni en los cotos, para que pueda ser
prendado por nuestro descuido.
TORCATO.--Pues que así lo quieres,
escuchadme, para que sepáis en qué
pararon y conozcáis la razón que me
sobra para el sentimiento que tengo, que
con justa causa juzgaréis ser menos del
que debería tener de la paga tan cruel
con que el Amor y mi Belisia me han
pagado. Después que muchos días anduve
con la fatiga que me causaba no poder
tornar á hablar en mi trabajosa cuita,
con la causa della suplicándole por el
remedio para poder mejor pasarla, vine
á ponerme con el pensamiento y cuidado
en tal estrecho de la vida, que ni podía
comer tanto que sustentarme pudiese ni
cerrar mis ojos de manera que se pudiese
decir que dormía; así que la falta del
mantenimiento y del sueño pusieron á
mi afligida vida en tal estrecho, que
contino me parecía ver ante mis ojos la
muerte.
Y aunque todos vían claramente mi mal,
ninguno lo acababa de entender, si no era
la mi Belisia, la cual, doliéndose del, á
lo que estonces pareció, con una zagala
que consigo tenía y de quien se fiaba,
me envió á decir lo mucho que de mi mal
le pesaba, y que si yo su contentamiento
deseaba y quería, que ella me rogaba que
no me afligiese tanto y que me contentase
con saber que me quería y tenía tanto
amor, que verme á mí tan penado le daba
á ella tan gran pena, que si yo bien
lo supiese holgaría de hacerle placer
en esto que me rogaba. Tan gran fuerza
tuvieron para conmigo estas amorosas
razones, que no menos que de muerte á
vida me resucitaron. Y después de haber
dado las gracias lo mejor que supe á
la pastora que la embaxada me traía, le
rogué que por respuesta della me llevase
una carta á Belisia, porque no podría
tener memoria para decirle todo lo que
yo le respondiese. Y respondiéndome que
por amor de mí lo haría, la escribí luego
y se la di para que la llevasse; y ansí
se volvió con ella, dexándome á mí más
contento de lo que me había hallado; y
porque quiero que veáis el traslado, el
cual tengo en este mi zurrón, lo sacaré y
leeré, que dice desta manera:
CARTA DE TORCATO Á BELISIA
«No quiero negar, Belisia mía, que no es
mayor la merced y favor que de ti recibo
que las mis rabiosas cuitas y crueles
tormentos merecer agora ni en ningún
tiempo te pueden; no porque de tu parte
ni de la mía haya habido falta ninguna,
sino porque no pueden igualar, por
mayores y más crecidos que sean, al mucho
merecimiento tuyo; y todo esto no basta
para que en lugar de menguarse no crezcan
más cada hora, porque conociendo, por la
gloria que con tu consuelo he recibido,
la diferencia que hay de la que me has
dado á la que darme podrías si como á
siervo tuvo me fuese permitido que del
todo gozarla pudiese, no siento el gusto
de la una contemplando en la otra, con
que tan bienaventurado y dichoso sobre
todo los del mundo me harías. Conozco ser
el más bien afortunado pastor que entre
los pastores ha nacido, por tener señales
tan manifiestas de estar mi verdadero
amor y deseo admitidos en tu gracia;
pero también quiero que conozcas que
soy el más penado y afligido que entre
todos ellos podría hallarse, hasta que
gozarla pueda con aquella libertad que
desea esta ánima mía, más tuya que mía. Y
en tanto que la compasión y lástima que
de mí muestras en las palabras no me la
certificaras con las obras, en lugar de
disminuir mi mal, lo acrecentaras cada
hora, porque los consuelos fingidos al
corazón afligido son causa de doblar el
sentimiento de su pena; créeme, dulce
ánima mía, que es tan hondo el piélago
de persecuciones en que mi cuidado me
trae navegando, que si tú no me socorres
con darme la mano de tus verdaderos
favores, yo corro peligro de quedar
anegado para siempre, porque ya voy
perdiendo las fuerzas, y el esfuerzo me
falta, el aliento se me acaba, y estoy
puesto en el último extremo de la vida,
la cual no me pesa que se acabe, sino
por no poderte servir con ella, teniendo
muchas vidas, para que cada día pudieses
hacer sacrificio de una dellas, hasta
acabarlas, en pago de la importunidad
que con manifestarte mis rabiosas ansias
y fatigas tantas veces de mí recibes. Y
porque agora no la recibas mayor con oir
mis lástimas, acabo con suplicarte que
de mí quieras dolerte, poniéndome con tu
favor en la mayor gloria que entre todas
las del mundo darse puede».
Después de inviada esta carta, Belisia
por señas me dió á entender haberla
recibido. De que no poco contento
estuve algunos días, pareciéndome que
siempre se ofrecían cosas que me ponían
mayor esperanza, y así con ella andaba
entreteniendo y disimulando el dolor que
continuamente mi ánimo atormentaba, y no
pasó mucho tiempo que Belisia no me envió
una breve respuesta de la que le había
escrito, que es ésta que aquí trayo y
dice desta manera:
CARTA DE BELISIA Á TORCATO
«Ninguna razón, Torcato, tienes de
agraviarte de mí, pues que hasta agora
ninguna causa hay con que justamente
puedas hacerlo. Si me amas, yo te amo; y
si me quieres, yo te quiero; si me deseas
hacerme placer, yo deseo darte todo el
contentamiento que pudiese; y pues que
en esto puedes estar satisfecho de mi
voluntad, debrías contentarte con ella y
no pedirme las obras que sin perjuicio
de mi honestidad no pueden hacerse. Lo
que con grande affición te ruego es
que me ames con el verdadero amor que
yo te tengo, y no con amores ilícitos
y dañosos, porque mi voluntad nunca se
ha podido inclinar á consentirlos; y si
con los favores que yo te pudiere dar
desta manera te contentare, jamás por
mí te serán negados; y los que fuera
dellos me pidieres, no pienso darlos en
tanto que mi propósito no se mudare, el
cual, poniendo á la razón de por medio,
no dexará de estar firme en esto que te
digo. Aunque no puedo negarte que nunca
supe qué cosa era verdadero amor, si no
es el que de mí para contigo he conocido;
y así querría conocer el tuyo, dando
alivio á la pena que en ti sientes, la
cual me da á mi poca fatiga, ni me tiene
puesta en poco cuidado de verte sin ella,
conociendo que á mi causa la recibes.»
Ningún alivio me dieron las razones
desta carta, más del que recibí con el
favor que Belisia me daba en escribirme,
ni tampoco perdí del todo la esperanza
por lo que en ella me decía, conociendo
la condición de las mujeres y que,
haciendo guerra contra el Amor, se ha
de combatir procurando ir ganando las
entradas y salidas de su fortaleza
poco á poco. Y como no pudiese hallar
lugar para hablar con ella, si no era
en público y delante de mucha gente, le
torné á escrebir otras cartas, á las
cuales siempre me respondió con unas
razones tan dudosas, que ni podía tomar
de ellas verdadera esperanza ni tampoco
perderla del todo. Así andaba confuso,
cargado de pensamientos y cuidados, y
el mayor que tenía era procurar que mis
ojos pudiessen contemplar en presencia
de Belisia la causa de su mal, y esto
buscaba todas las ocasiones y achaques
que podía; el mayor trabajo, ó uno
de los mayores, era la disimulación
fingida que traía con Aurelia, en la
cual conocía siempre algún recelo
sospechoso de lo que verdaderamente
pasaba, sin poder averiguar la verdad,
porque andaba recatado para que ninguna
persona del mundo entenderme pudiese.
Desta manera se pasaron algunos días,
hasta que la ventura quiso que la mi
Belisia de una muy grave enfermedad se
hallase fatigada; que como á mi noticia
viniese, ninguna adversidad en el
mundo pudiera venirme que en tan gran
confusión y fatiga me pusiera; y así
mayor esfuerzo que el mío era necesario
para poder passarla, y desmayando el
corazón y las fuerzas, quedé con esta
triste nueva hecho un hombre de piedra,
sin sentido, de manera que ni oía lo
que me hablaban ni respondía á lo que
me decían; tenía el juicio alterado y
todo lo que hacía y decía desatinaba,
porque el Amor mostraba estonces contra
mí todo su poder, y como los que andaban
embelesados con algún espanto por haber
visto visiones ó fantasmas, así anduve
yo hasta que, siendo Belisia sabidora
dello, con alguna lástima buscó aparejo
para que yo pudiese entrar á verla
donde estaba, que para mí, después de
su salud, ninguna cosa pudiera darme
mayor alivio y consuelo; y assí puesto
delante su lecho, viendo en su hermoso
gesto las señales del mal que tenía, que
eran amarillez y flaqueza, le dixe: «No
sé cómo pudo tener fuerza el mal donde
tan gran bien se encierra; y ten por
cierto, dulce ánima y señora mía, que más
verdaderamente lo siento yo en el alma
que tú lo puedes sentir en el cuerpo; y
en tanto que lo tuvieres enfermo, poca
salud puedo yo tener, pues toda la que
en mí hay, por ti y por tu esperanza la
tengo. ¡Ay de mí, Belisia mía, que me
sobra el sentimiento y me faltan las
palabras para poderte encarecer lo que
siento! Pluguiesse á Dios que con todo el
mal que la fortuna puede darme pudiese
merecer de verte á ti sin el que padeces,
que todo se me hacía poco por el menor
bien que venirte pudiese, para que por
mi causa lo gozases; y si por decir lo
que querría y deseo dixese desatinos,
no me pongas, señora mía, culpa, que el
dolor de verte á ti tal me hace que no
pueda atinar en ninguna cosa que diga ni
haga; y así te suplico tú mesma guíes mi
lengua como eres señora de la voluntad,
para que mejor puedas entenderme lo que
ella por sí sóla como muda delante de ti
manifestar no te puede».
Diciendo esto, mis lágrimas daban señal
muy manifiesta de que era más lo que
quedaba encubierto en mi corazón que lo
que la torpeza de mi lengua publicaba.
Y Belisia, viéndome tal, me dixo:
«Satisfecha estoy, Torcato, de todo lo
que me dices, y cada día me vas obligando
más con ver la verdadera fe que conmigo
tienes, de la cual no eres tan mal pagado
que no halles en mí mucha parte della
para agradecerte y pagarte la affición
con que conozco que de ti soy amada. Mi
mal me ha dado hasta agora fatiga; mas
ya se me va aliviando, de manera que
tengo esperanza de verme presto buena del
todo; y si en tanto que del lecho no me
levantare pudieres alguna vez visitarme,
no dexes de hacerlo, que aunque no se
puede hacer en secreto, como hoy lo
has hecho, ocasiones habrá para que
públicamente puedas verme y hablarme,
que para mí no será pequeño alivio, pues
no puedo negarte que no recibo gran
consolación con tu vista, y mayor que de
ninguno de los que visitarme pueden».
Diciendo esto, tomando mis grosseras
manos con las suyas delicadas y hermosas,
me las apretó con ellas, dándome á
entender que no era fingido lo que me
decía, sino que sus palabras procedían de
verdadero amor y voluntad que tenía.
Yo, con este favor transportado en una
gloria comparada, en mi entendimiento,
á la mayor que en la tierra se puede
recebir, después de aquella que los
bienaventurados reciben en el cielo,
cobré un poco de más esfuerzo y osadía,
mezclados con un temor que me embarazaba
para no saber en qué determinarme; pero
al fin, vencido de mi mesmo deseo,
junté mi boca con la de mi Belisia,
hallándome con tan gran bien subido en
un contentamiento tan glorioso, que casi
estaba para desconocerme, pensando que
era impossible que tan gran gloria se
pudiese hallar en el mundo para quien
con tantos trabajos y penas infernales
contino andaba padeciendo; y no sabiendo
si por mi atrevimiento de mí quedaba
enojada, le dixe:
«Perdonadme, señora mía, si algún agravio
de mí has recebido, el cual no era yo
parte para hacerlo si el Amor no me
forzara sin poder resistirle, y aunque yo
no tengo toda la culpa, aparejado estoy
para sufrir toda la pena que por haberte
ofendido te merezco».
Belisia, sintiéndome confuso y afligido,
me respondió: «La causa de tu yerro,
Torcato, trae consigo el perdón que
me pides; bien fuera que esperaras mi
licencia, pero pues tú la has tomado,
yo habré de tenerlo por bueno, que no
veo otro remedio para quedar satisfecha
de lo que conmigo has hecho». Yo, que
tanto miraba lo que me daba á entender
en su hermoso gesto como lo que en sus
palabras me decía, la vi quedar alegre y
sonriéndose, con que cobré mayor ánimo
y esfuerzo para tornar á gozar de lo
que me había consentido; y estando desta
manera, con un gozo y contentamiento
incomparable, que yo jamás quisiera que
se acabara, fueme forzado, para no ser
sentido, que me saliese, y abrazando y
besando á la mi Belisia, le dixe: «Aquel
consuelo y alegría con que, señora, me
envías quede contigo, para que con ella
tengas la salud que yo te deseo, la cual
plegue á Dios que te dé á ti, pasando en
mí la dolencia que te aflige, para que en
mí se junte todo el mal que tú tienes y
en ti todo el bien que yo tengo y tener
puedo».
«Dios vaya contigo, respondió Belisia,
que mi mal no es tanto que no piense
levantarme muy presto del lecho, y así
holgaría dello por el contentamiento tuyo
como por la salud que me deseas».
Con esto me salí templando la gloria de
lo que por mí había pasado con la pena
de verme tan presto sin ella; y con ver
á Belisia en poco tiempo fuera de su
enfermedad se me alivió la pasión que por
esta causa muy congojoso y fatigado me
traía. Con estos favores que sustentaban
mi esperanza y con el deseo que se
contentaba hasta haberla gozado, pasaba
la vida en la soledad de los desiertos
campos y deshabitados montes, con una
alegre tristeza, y tal que yo no la
entendía; porque cuando se ponía ante mis
ojos la razón que para estar triste se
me mostraba, la alegría, muy agraviada,
decía que por fuerza y por sola mi
voluntad era de mí desechada, pues sentía
ser amado con el verdadero amor que yo
amaba y pagado de lo que mis mortales
ansias y cuitas merecían.
¡Oh, cuántos y cuán diversos pensamientos
eran los que combatían mi entendimiento,
sin que pudiese quedar de ninguno dellos
vencido, por las razones contrarias
que por cada parte hallaba! Y, en
fin, siempre me parecía inclinar á
la tristeza, que con mayores y más
sufficientes razones y pruebas me
combatía, assí admirando el fin tan
áspero, cruel y engañoso con que de la mi
Belisia he sido tratado, que al estado y
punto de la muerte en que me habéis visto
me ha traído.
Andando desta manera, dando sus vueltas
acostumbradas el movible tiempo, estando
ya Belisia fuera de la enfermedad y
vuelta á lo que de antes solía, parecíame
ser requestada de algunos zagales
polidos, que confiando en su apostura
y vencidos de la gracia y hermosura de
Belisia, daban señales manifiestas del
amor que los aquexaba, serviéndola en
lo que podían y festejándola con bailes
y danzas; y de día y de noche, tañendo
flautas y chirumbelas, con músicas
de rabeles muy acordados, procuraban
agradarla con alboradas, cantando versos
muy bien compuestos y canciones bien
ordenadas. Lo cual todo para mí era muy
grande aflición y tormento, y mayor lo
fuera si la mi Belisia no me confiara
diciéndome que todas estas cosas le eran
enojosas y que no tenía de qué recelarme
ni vivir con cuidado, porque ninguno en
el mundo, por mayor valor que tuviese,
llevaría della jamás los favores que á mí
me había dado; y assí me traxo vacilando
de mi ventura algunas veces, con grandes
sinsabores y sobresaltos de disfavor, y
otras con alguna manera de esperanza,
aunque siempre dudosa, porque Belisia me
daba á entender que no por affición sino
por lástima era lo que conmigo hacía, y
que yo no tenía más que esperar de lo
passado, y que con ello pensaba haber
offendido á lo que á sí mesma se debía.
Y yo, aquexado con la tristeza que
estas cosas me causaban, andaba siempre
buscando aparejo para persuadirla á que
de mis fatigas se doliese, y así un día
que mi ventura quiso que en el campo
entre unos espesos árboles la hallase
sentada, apartada de la compañía de las
otras pastoras y mirando cómo su ganado
por los verdes y floridos prados se
apacentaba, llegándome á ella con la
voz temerosa y temblándole, comencé á
decir: «Ya, hermosa Belisia mía, mi ánima
no puede con mis fatigas ni el cuerpo
con el trabajo de mis cuidados, ni todo
junto con el tormento que padezco en ver
que de mí no te dueles para satisfacer
al deseo con la gloria de gozar tan
excelentes gracias y hermosura; porque
los favores que me das y la merced que
con tus palabras me haces, y el amor y
voluntad que me muestras, todo es para
acrecentar en mí el dolor, poniéndome en
mayor agonía, como á los que, estando con
gran calentura y rabiosa sed con ella, si
les muestran alguna vasija de agua clara
y dulce sin poder beber della, muy más
sedientos y fatigados los dexa, y pues
que conoces que mis palabras no pueden
acabar de manifestarte lo que mi corazón
siente, en mis ojos podrás conocer
cuánto es mayor mi fatiga y congoxa y
cuánta ventaja hace el dolor y pasión
encerrada en mi pecho al que publica mi
lengua, que para poder decirlo delante
de ti se me enmudece; por el verdadero
amor que te tengo, por la affición y
fidelidad con que te amo, te conjuro y
requiero que no uses conmigo de crueldad,
dexándome acabar la vida, pues con la
muerte ningún servicio te hago, que si
con ella lo recibieses, en poco tendría
que se sacrificasse por tu voluntad, sin
dilatarlo por la mía solo una hora».
En medio de estas palabras eran tantos
mis sospiros y sollozos, que me
impidieron lo que más pudiera decirle. Y
Belisia, mirándome con los ojos húmedos
de la compasión y lástima que de mí
tuvo, me comenzó á decir: «Vencido han,
Torcato, tus lágrimas á mi determinación
y propósito; mudado has mi voluntad para
hacer contigo lo que jamás pensé hacer
con ningún hombre del mundo, porque
el verdadero amor que en ti conozco
me fuerza á que te pague con amarte y
quererte, procurando darte el descanso
y alivio que fuere en mi mano; y no
digo el que desseas, porque, aunque yo
quisiese, no sería verdadero amor el que
tú me tienes si me quisieres poner en el
peligro que de ello podría seguirse. Y si
de ti tengo seguridad que en ninguna cosa
procurarás offenderme, yo holgaré de que
de noche me veas á donde con más libertad
puedas hablarme y gozar de aquellos
favores que yo sin dañar del todo á mi
honestidad y bondad pudiere darte».
Tan gran contentamiento me dió esta nueva
de alegría, que para mí ninguna pudiera
ser mayor en la vida para resucitar la
vida que muerta andaba, que tomándole sus
hermosas manos, se las besé muchas veces,
bañándolas con otras lágrimas alegres que
mi corazón con el nuevo descanso por mis
ojos destilaba. Y después lo mejor que
supe di las gracias de tan gran merced y
beneficio y le supliqué que no dilatase
tan gran bien como me hacía; y ella me
señaló tercero día, diciéndome que, por
quitar la ocasión de alguna sospecha, me
fuese, lo cual yo hice luego tan alegre,
que á mí mesmo por el bien que esperaba
no me conocía; y llegando con muy gran
regocijo á donde los otros zagales y
pastores estaban, y la mi Belisia por
otra parte, comenzamos todos, en tanto
que el ganado pacía, á hacer muchos
juegos con que nos solazamos, y después,
rogándome que con mi flauta les hiciese
algunos sones, bailaron hasta que de
cansados tornaron á sentarse. Y yo, que
la alegría me tenía otro del que solía
ser, comencé á cantar estos versos, que
agora quiero deciros:
Alegre tiempo, sereno y claro día
en que el sol resplandeciente se ha mostrado,
no dexes parecer algún nublado
que pueda oscurecer nuestra alegría;
el campo con sus flores se cubría,
las yerbas con verdura se mostraban,
las rosas de sí olor suave daban
y la fruta estando en flor se descubría,
y el zagal enamorado,
aunque más ande penado
su gran dolor y tormento despedía.
Huyendo se va el pesar de este rebaño,
donde el placer en tal día se ha sentido;
el trabajo y el dolor se han escondido
de manera que no pueden hacer daño;
el regocijo y contento es ya tamaño
en pastores y pastoras de esta sierra
que ningún trabajo pueda darles guerra,
por ser el día mejor de todo el año;
y los zagales polidos
que de amor están heridos
hoy no pueden recelar algún engaño.
Las cabras con sus cabritos retozaban;
las ovejas y corderos van saltando;
las terneras van corriendo y saltos dando,
y este día con placer regocijaban;
los páxaros con dulzura voces daban,
mostrando en su dulce canto estar contentos;
los animales que andan muy hambrientos
en los pastos abundosos se hartaban;
los zagales con amores
hoy no sienten sus dolores
contemplando los favores que llevaban.
Acabando de cantar nos partimos los unos
de los otros, y yo, esperando la tercera
noche por mí tan deseada, unas veces
reñía con el tiempo, pareciéndome que
contra mi ventura se alegraba, y otras le
rogaba que, apresurando su curso, diese
lugar para que se cumpliese mi deseo;
y pasando en estas consideraciones,
Belisia me dió aviso de la manera que
había de tener para entrar á donde ella
me esperaría, y no siendo yo perezoso,
sin faltar un punto y sin ser de ninguno
sentido me vine á hablar solo con ella
sola, pareciéndome que, dexando de
estar en la tierra, gozaba de la gloria
del cielo; pero Belisia, antes que yo
palabra ninguna pudiese hablarle, más
de besar sus hermosas manos, que para
mi boca eran el más precioso manjar
que gustar en el mundo podía, me dixo:
«Mira, Torcato, que, confiando yo en el
grande y verdadero amor que me muestras
y tengo por cierto que me tienes, me he
osado poner en tus manos, no para que
de mí pienses aprovecharte de manera
que fueses causa de ponerme en fatiga,
procurando quitarme el mayor bien de
que la naturaleza me ha dotado, porque
entonces no sería amistad la tuya para
conmigo, antes te juzgaría por el mayor
enemigo de todos los que tener puedo, y
aunque yo inconsideradamente te diese
lugar para cumplir lo que deseas,
obligado estás tanto á mi honra como á
tu contentamiento. Bien sé que no tengo
fuerzas para poder resistir las tuyas
si quisieses; pero tú eres el que has
de forzarte á ti mismo, contentándote
con lo que fuera desto yo pudiere hacer
para aliviarte de la pena con que estos
días te he visto andar tan fatigado,
porque si otra cosa hicieses gozarías
breve tiempo de tu voluntad, poniéndome
á mí en el peligro de la vida y á ti de
perderme para siempre». Con muy gran
tristeza estuve escuchando estas razones;
pero pensando que el tiempo, que todas
las cosas trueca y muda, podría hacer
en esto lo mesmo, me hizo recibirlo con
paciencia respondiéndole: «Dulce ánima y
señora mía, yo no tengo, no puedo tener
otra voluntad sino la tuya, y aunque con
tan duro freno quieras gobernarme, yo lo
pasaré todo en paciencia, gozando de la
merced que me haces, y con la condición
que tú hacérmela quisieres; no tengas
recelo de mis fuerzas para contigo,
que la mayor fuerza de todas es tu
mandamiento, que por mí en ninguna manera
puede dexar de ser obedecido». Hablando
en esto y en otras muchas cosas pasamos
toda aquella noche, estando yo siempre
abrazado con la mi Belisia, y las más
veces la una boca con la otra, gozando
della y de sus hermosas manos, sin que
otra cosa yo intentase ni ella me lo
prometiese, y acercándose la mañana harto
más presto de lo que yo quisiera, fueme
forzado salirme, pasando entre nosotros
al despedirnos muchas cosas con que cada
uno procuraba dar á entender al otro el
amor que le tenía.
Y tornándome yo á mi ganado, anduve
muchos días contento y ufano con una
sabrosa y agradable vida, aunque no era
cumplida mi gloria del todo, porque
algunas veces que con importunidad y
casi forzada Belisia me hacía la merced
pasada de verme y hablarme á solas de
noche y de día, era con las condiciones
que la primera vez lo había consentido;
pero tanto podía el Amor para conmigo,
que tenía en más cualquier enojo, por
muy pequeño, que Belisia á mi causa
recibiese que todo el tormento y trabajo
que yo recibía con el buen comedimiento,
el cual tengo agora por cierto que fué
la causa de todo mi daño. Desta manera
anduvimos muchos días, passando el tiempo
con entretenimientos aplacibles, buscando
siempre lugares oportunos para que unas
veces descansasen los ojos y otras las
lenguas, publicando lo que los corazones
sentían y procurando darnos todo el
contento que podíamos, sin passar jamás
aquella ley que me estaba puesta, la que
para mí no tenía menos fuerza que si con
quebrarla hubiera de perder la vida.
Y como las cosas no pueden estar siempre
en su ser, passándose este tiempo comenzó
á acercarse aquel en que nos era forzado
hacer mudanza, porque la aspereza del
viento cierzo, acarreando las heladas y
nieves, y el viento ábrego hinchiendo el
cielo de nubes, que con grandes avenidas
de aguas nos amenazaban, nos pusieron á
todos en cuidado de baxar los ganados á
la tierra llana. Y como esta nueva fatiga
tuviese acongoxada mi ánima, comenzándose
á mostrar en mi gesto la tristeza grande
de que comenzaba á andar acompañado,
sintiéndolo Belisia me dixo:
¿Qué nuevo cuidado es éste, Torcato?
Jamás te tengo de ver tan alegre que no
sea más parte la tristeza para hacer
huir de ti la alegría. Flaco andas y
amarillo, de que á mí muy de veras me
pesa, porque el Amor no consiente que
yo pueda ver en ti tal experiencia sin
que te haya de consentir lo mesmo que tú
sientes; y assí, holgaría de que no te
fatigasses, pues nos es forzado passar
las cosas como la ventura las ordena,
debrías contentarte con haber conocido mi
voluntad y obras, sin querer con el fin
dellas ponerme en aquella turbación que
sólo mi muerte tendría por remedio».
«No es eso, le respondí yo, mi Belisia,
lo que agora me atormenta y desatina
para andar como me ves, que con la vida
que tengo más verdaderamente podría ser
contado entre los muertos. Mi nuevo
cuidado nace de ver que se allega para
mí el día más temeroso que podría haber
después de aquel universal juicio;
porque assí como los que estonces fueren
condenados carecerán de la gloria que los
bienaventurados gozan en el cielo, assí
me falta á mí la mayor de que gozo ni
podría gozar sin tu vista en la tierra.
Si alguna cosa me puede dar alivio será
verte á ti, ánima mía, con alguna parte
del sentimiento que yo tengo, para que
conozcas que, ya que me aparto de tu
presencia, no me apartaré de tu memoria
ni de tu gracia, que son dos cosas que
pueden sustentarme la vida que anda por
acabarse muy presto».
«Desso puedes estar cierto, respondió
Belisia, que no será menos lo que yo
sentiré que lo que tú sientas; pero
menester es que tengamos paciencia
á donde no vemos otro remedio.» Con
esto nos apartamos, y todas las veces
que después nos podimos ver fueron
para tratar esta materia, preveniendo
el trabajo y apercibiéndonos contra
la fatiga; porque, á tomarnos
desapercibidos, ninguna paciencia bastara
según lo que de mí conocía y lo que
Belisia me mostraba, la cual con sus
palabras siempre procuraba consolarme
mostrándome una fe tan verdadera, que yo
jamás pensé que me faltara; y bien fué
menester estonces, porque verdaderamente
creo que sin ella en aquella partida
también se partiera el ánima de mi cuerpo.
Y venido el día señalado, que á entrambos
nos puso casi deffuntos en la sepoltura,
no fué poco poder en él sustentar la vida
que no se acabase del todo ó no mostrar
tan claramente que todo el mundo lo
conociera cuán difficultosamente podía
sufrirse una prueba tan áspera como el
Amor en nosotros ambos hacía. Yo traía
mis ojos hinchados por arreventar con las
lágrimas; un nudo hecho en mi garganta
que apenas hablar me dexaba; tenía las
fuerzas tan perdidas, que con difficultad
moverme podía, y en fin, andaba tal, que
no tenía otro remedio sino mostrarme muy
enfermo, para que nadie podiesse conocer
mi verdadera dolencia.
Ya cierto en este tiempo lo que Belisia
hacía no parecía fingido, que las señales
y muestras que daba eran de verdadero
amor y agradecimiento.
Y así aquella noche antes que nos
partiésemos se dió tan buena maña y la
ventura nos favoresció á entrambos de
manera, que nos dió lugar para pasar
mucha parte della juntos, y puesto yo en
su presencia le decía: «No sé, señora
mía, cómo podrá este cuerpo vivir ausente
de ti, que eres más ánima suya que la
que consigo trae; de una cosa podrás
estar cierta, que la que yo tengo queda
contigo, y que conmigo va sólo mi cuerpo
con el deseo de que siempre andará
acompañado, no teniendo otra vida sino la
esperanza de tornar á verte y servirte,
pues yo no puedo emplearme en otra cosa
ninguna que fuera desto pueda darme
contentamiento».
Diciendo estas palabras, mis lágrimas
eran tantas, mis sollozos y sospiros eran
tan grandes, que no me dexaron pasar
adelante. Y Belisia, viéndome casi sin
aliento, ayudándome con la mesma congoxa
que yo tenía, mezclaba sus lágrimas con
las mías, porque los ojos de entrambos
estaban hechos manantiales fuentes, y
dando un profundo sospiro me respondió:
«Nunca pensé, Torcato, que á tal extremo
me traxera la affición y verdadero amor
que para contigo dexé aposentar en mis
entrañas, el cual me tiene tal que no sé
cuándo podré tener una hora de alegría
viéndome ausente de ti, aunque nunca te
apartaré de mi pensamiento porque ya no
soy parte para hacerlo si quisiese, ni
tengo la libertad pasada con que hacerlo
en otro tiempo pudiera. Y así el tiempo
que no te viere, estaré desamparada y
sola, como viuda y triste y desconsolada,
sin esperanza de bien ninguno, hasta que
mis ojos puedan tornar á ver la luz que
agora pierden en perder de poder mirarte
para su descanso, como hasta agora
hacían».
Con esto, juntando una boca con otra,
llorando la cercana partida, pudo tanto
el dolor en el tierno corazón de Belisia,
que no pudiendo socorrerle con sus
flacas fuerzas, le tomó en mis brazos
un desmayo que sin sentido ninguno la
dexó, y pareciéndome que la muerte le
ponía asechanzas, rodeando por todas
partes para hallar manera cómo sin vida
la dexasse, á mí me tenía casi sin ella,
estando con una pasión tan crecida y un
dolor tan áspero y fiero, que agora en
pensarlo me espanto cómo pude sufrir una
experiencia tan fuerte y poderosa, la
cual me puso en tal extremo, que por más
muerto me contaba que la mi Belisia; y no
hallando otro remedio con que socorrerla
pudiesse, la abundancia de mis lágrimas
socorrieron á la falta de la agua para
echarle en su hermoso gesto, las cuales,
despidiéndolas mis ojos por mis mejillas
y cayendo en él, fueron causa para que
más presto en sí volviese diciendo:
«No fuera pequeño descanso, Torcato, si
en tus brazos se feneciera la vida que
de aquí adelante se pasará con tanta
tristeza y tan desventurada muerte; mejor
fuera que me dexaras morir que buscarme
remedio que tan caro me costará todo el
tiempo que viviere».
«No quiera Dios, mi señora, le respondí
yo, que tu muerte sea primero que la mía,
ni á mí me venga tan gran mal que yo
ver ni saberla pueda. No me pesa de que
sientas el tormento de nuestra partida,
porque por el tuyo conozcas el que yo
siento, y acordándote dél hayas lástima
de mí, como de tu verdadero siervo,
aunque no querría que tu sentimiento
fuesse tanto que no pudiesse encubrirlo
y pasarlo sin que con señales de tanto
dolor lo manifiestes. Y pues ningún
otro remedio nos puede valer en esta
adversidad sino la paciencia, suplícote,
ánima mía, y por el verdadero amor que me
tienes y yo te tengo te conjuro que tú
la tengas hasta que yo busque y procure
cómo los tiempos se muden y truequen,
para hallar otro descanso del que agora
tenemos, que yo no pienso perder la
esperanza estando tan conformes las
voluntades».
«Yo lo haré, me respondió, como lo
dices, ó á lo menos procuraré hacerlo, y
pues la noche se nos acaba y el día se
nos muestra en enemigo para apartarnos
forzosamente, forzado será que tú te
vayas. Y porque no tengo prenda mía que
pueda darte para que de mí te acuerdes,
con este cordón de mi camisa quiero ligar
tu mano derecha, con la cual me diste tu
fe, porque no puedas mudarte ni trazarla
sin que te venga á la memoria la injuria
que haces á quien tan verdadera la tiene
y tendrá siempre contigo, que jamás
hallarás en ella mudanza».
«Ya poca necesidad hay, le dixe yo, de
prendarme con ninguna cosa más que con
aquel amor que tan gran fuerza tiene que
ninguna prosperidad ni adversidad bastará
para quebrar su firmeza. Y pues yo voy
tan prendado, queda, señora, segura que
yo el mayor consuelo que llevo es pensar
que voy seguro de que nuestras voluntades
es una mesma voluntad, sin haber entre
ellas differencia».
Con estas palabras nos abrazamos, y
acompañados el uno y el otro de lágrimas
y sospiros nos apartamos, yendo yo tan
cargado de cuidados y fatigas, que no
me acordaba de otra cosa, y así entre
dos luces me torné al ganado, sin que de
ninguno de los pastores que cerca estaban
fuesse sentido. Y venido el día, puestos
todos á punto, nos partimos; pero antes
en lo público estando todos juntos,
Belisia y yo con los ojos nos dábamos á
entender lo que los corazones en esta
partida sentían, y no fué poco poderlo
encubrir de manera que los que estaban
presentes no lo conociessen. Assí nos
apartamos, yendo los unos por una parte y
los otros por la otra; y si yo quissiese
contar ni encarecer el sentimiento que
llevaba, imposible sería que mi lengua
podiese decirlo, porque yo iba tan fuera
de mi juicio, que ni entendía lo que
me hablaban ni oía lo que me decían,
porque todos mis pensamientos y sentidos
llevaba ocupados en la contemplación de
mi desventura teniendo el retrato de la
mi Belisia en el alma de tal manera que
los ojos espirituales, que mirándola
estaban siempre, también ocupaban á los
corporales para que en otra cosa ocupar
no se pudiesen; llegados que fuimos á
nuestra aldea, muchos días anduve con
esta triste vida buscando la soledad de
los desiertos y montes deshabitados,
trayendo mis ganados por los riscos y
peñascos, huyendo de los otros pastores y
de cualquiera otra compañía que apartarme
del pensamiento de la mi Belisia pudiese,
porque sola esta era mi gloria y en solo
esto hallaba descanso y alivio; muchas
veces á voces la llamaba, llevándolas en
vano el viento sin ser oídas, y otras
estaba hablando con ella contándole mis
passiones y trabajos, como si presente la
tuviera; pero después, hallándome burlado
de ver cuán lexos de mí estaba apartada,
tornaba á mis principiadas quexas conmigo
solo, de las cuales hacía muchos días
testigo á esta clara fuente donde agora
estamos, porque sola ella las oía. Y
andando con este cuidado, determiné de
escrebirla una carta dándole cuenta de
mi vida y rogándole que me enviase algún
consuelo con que sustentarla pudiesse; lo
cual ella hizo con muy amorosas razones,
de manera que en mi salud y contento
se pareció la alegría que con ella
había recebido. Passado algún tiempo,
la ventura me descubrió cierto negocio
y ocasión con que lícitamente pude ir
á la aldea donde sus padres habitaban;
y llegado sin haber sentido cansancio
ninguno en el camino, con la agonía
que llevaba, aunque la mi Belisia me
recibió con alegre semblante y palabras
amorosas, el corazón, que pocas veces
suele engañarse, me daba á entender
que no hallaba en ella aquella fuerza
de affición con que otras veces eran
dichas, antes me las representaba con una
tibieza que por una parte me espantaba y
ponía temor y por otra no la creía. Pero
al fin, dándome audiencia en secreto,
con alguna importunidad que me puso en
mayor sospecha y parecióme hallarla con
alguna más libertad que solía, aunque no
de manera que pudiese tener razón que
por estonces bastase para agraviarme, y
habiéndome detenido tanto espacio cuanto
el negocio requería, el cual yo dilaté
todo lo que pude, fueme forzado volverme,
dexando el ánima con ella y llevando
conmigo solo el cuerpo y el cuidado que
me acompañaba, porque ya yo iba algún
tanto sospechoso, adivinando el mal que
esperaba de las señales encubiertas, que
hacían á mi atribulado corazón adivino,
y assí entreteniéndome algún tiempo la
esperanza confiando en la fe que había
en un tiempo conocido y en las promesas
que con tan gran hervor y voluntad se
me habían hecho, determiné de tornar á
descubrir tierra, y para ello le escribí
una carta, la cual le envié con mensajero
cierto, y si queréis oirla, decírosla he,
porque la tengo en la memoria de la mesma
manera que fué escrita.
GRISALDO.--Antes te lo rogamos que lo
hagas; pero bien será, si te parece,
Torcato, que primero, por ser passada
tanta parte del día, comamos algún bocado
si en tu hatero traes aparejo para ello,
que ya la hambre me acusa y á Filonio
creo que le debe tener fatigado.
FILONIO.--Antes os hago ciertos que casi
de hambre y de sed estoy desmayado;
porque ayuno me vine esta mañana, y
como no me sustento en amores, de la
manera que Torcato lo hace, hasme dado,
Grisaldo, la vida con tu buen aviso de
acordarlo á tan buen tiempo.
TORCATO.--Yo confiesso que no ha sido
pequeño mi descuido en no convidaros,
y aunque no esté tan bien aparejado
como vosotros lo merecéis y como lo
estuviera si fuera avisado de vuestra
venida, todavía no faltará qué comáis,
que aquí tengo un pedazo de cecina de
venado que mis mastines este invierno,
por estar herido en una pierna, mataron;
también hallaréis parte de un buen queso
y cebolletas y ajos verdes, y el pan,
aunque es de centeno, tan bien sazonado
que no habrá ninguno de trigo que mejor
sabor tenga.
FILONIO.--Yo traigo conmigo la salsa
de San Bernardo para que todo me haga
buen gusto; pero bien será, Torcato,
que también tú nos ayudes, porque sin
comer ni beber mal pueden los hombres
sustentarse, y, como suelen decir, todos
los duelos con pan son buenos.
TORCATO.--Quiero hacer lo que me dices,
que no es poca mi flaqueza ni la
necesidad que tengo de socorrerla.
GRISALDO.--En mi vida no comí cosa
que mejor me supiese; ¡oh qué sabroso
está todo y qué bueno! que aunque nos
esperaras no estuviera más á punto,
ni nos pudieras hacer convite que más
agradable nos fuera.
FILONIO.--Dame, Torcato, el barril, que
no es menor mi sed que mi hambre, y
quiero que se corra todo junto.
TORCATO.--Vedlo aquí; y aunque yo no
lo he probado, por muy buen vino me lo
dieron.
GRISALDO.--Passo, Filonio, que no lo has
de acabar todo, que á dos vaivenes como
ese apenas nos dexarías una gota.
FILONIO.--No había bebido tres tragos
cuando ya te matabas; ¿no miras que tiene
el cuello muy angosto y que sale tan
destilado que casi no le he tomado el
gusto?
TORCATO.--Bebe, Grisaldo, que no faltará
vino, porque acabado esse barril otro
está en aquel zurrón, con que podréis
tornar á rehacer la chanza.
GRISALDO.--¡Oh, qué singular vino, mal
año para el de San Martín ni Madrigal,
que ninguna ventaja le hacen!
FILONIO.--Por tu fe, Grisaldo, que
ordeñes aquella cabra negra que tan
llenas trae las tetas de leche como si
el cabrito no hubiera hoy mamado; que
pues hay barreños y cuchares en que la
comamos, no vendrá á mal tiempo para
tomarla por fruta de postre.
GRISALDO.--Bien has dicho; harta tiene
para todos, aunque, según tú tienes las
migas hechas, no parece que te bastaría
toda la que traen las cabras y ovejas del
rebaño.
FILONIO.--No las hago todas para mí, que
muy bien podrán repartirse, y assí haz tu
de la leche; bien está, para mí no eches
más.
TORCATO.--Pues harta tenemos yo y
Grisaldo en la que queda.
GRISALDO.--Dios te dé muchos días de
vida, Torcato, que así nos has socorrido.
FILONIO.--El barril vuelva á visitarnos,
que la hambre ya la maté como ella me
mataba.
GRISALDO.--Toma y bebe á tu placer;
paréceme que no hay sacristán que mejor
ponga las campanas en pino.
FILONIO.--De ti lo aprendí cuando fueste
monacino, que solías hacer de la mesma
manera á las vinajeras antes que se
desnudase el clérigo que había dicho la
misa.
GRISALDO.--Hora sus, pues estamos hartos.
¡Dios loado! recoge, Torcato, lo que
queda, que no dexará de aprovechar para
otro día.
TORCATO.--Bien me parece que seas en tus
cosas tan bien proveído; y pues todo está
ya guardado, ved qué es lo que más os
agrada que hagamos.
FILONIO.--¿Qué es lo que hemos de hacer
sino que nos digas la carta que á Belisia
escribiste, con todo lo demás que sobre
tus amores tan penados te hubiere
sucedido?
TORCATO.--Por dos cosas quisiera dexarlo
en el estado que habéis oído: la una
era por pensar que con mi largo cuento
os tenía enfadados, y la otra porque no
podré decir cosa que no os dé sinsabor
y enojo, entendiendo cuán contrario fue
de aquí adelante el fin de mi porfía á
lo que de razón hubiera de serlo, según
los buenos prencipios con que el Amor me
había favorescido; y para que entendáis
cuán poderosamente executó contra mí sus
inhumanas fuerzas, escuchadme la carta,
que después os diré lo demás:
CARTA DE TORCATO Á BELISIA
«Mi mano está temblando, ánima mía;
mi lengua se enmudece contemplando
lo mucho que el dolor decir podría.
Tantas cosas se están representando
juntas con gran porfía de escrebirse,
que yo las dexo á todas porfiando.
Porque en mi alma pueden bien sentirse;
mas mostrar cómo están es excusado,
pues nunca acabarían de decirse.
Su confusión me tiene fatigado,
aunque lo que me da mayor fatiga
es verme estar de ti tan apartado.
Mi poca libertad es mi enemiga,
pues quiere que te escriba mis pasiones
sin estar yo presente que las diga.
No me falta razón; mas las razones
con que entiendas mi mal yo no las hallo
si tu en mi torpe lengua no las pones.
Mis cuitas y trabajos, porque callo,
me dan mayor fatiga y más cuidado,
y el remedio se alexa en procurallo.
No sé qué me hacer, desventurado,
que todo me aborresce en no tenerte
presente ante mis ojos y á mi lado.
En todo cuanto veo hallo la muerte,
todo placer me daña y da tormento,
todo me da pesar si no es quererte.
Los campos que solían dar contento
con los montes y bosques á mis ojos,
estrechos son agora al pensamiento.
Las ovejas y cabras, que despojos
de lana y queso y leche dan contino,
en lugar de esto me causan mil enojos.
No hay monte, valle ó prado, ni camino
donde halle holganza ni reposo,
que en todos me aborrezco y pierdo el tino.
A las fuentes me llego temeroso,
por no hallar en ellas mi figura
que en verme cuál estoy mirar no me oso.
Ell alma tiene en mí la hermosura
con tenerte á ti en sí representada,
que el cuerpo casi está en la sepoltura.
La vida trayo á muerte condenada
si tú no revocares la sentencia
que mi pena cruel ya tiene dada.
Porque no pasarla en tu presencia
no es pena, mas es muerte muy rabiosa,
ó que me da fatiga con tu ausencia.
En esta vida triste y trabajosa
paso mis tristes días padeciendo,
teniendo á mi esperanza algo dudosa.
Las noches, si las paso, es no durmiendo;
los días sin comer, gemidos dando,
y en verme que estoy vivo no me entiendo.
Susténtase mi vida contemplando
cuán bien está empleado mi tormento,
y por algún favor tuyo esperando
con que pasarlo pueda más contento».
Inviada esta carta, Belisia la recibió,
según supe, mostrando poca voluntad, y
pidiéndole la respuesta de ella, como
ya las velas de su voluntad y affición
estuviessen puestas en calma, ó por
ventura vueltas á otro nuevo viento
con que navegaban, no la quiso dar por
escrito, sino que con gran desabrimiento
de palabras me invió á decir que no
curase más de escrebirla ni importunarla,
porque su determinación era de despedir
de su memoria todas las cosas passadas,
las cuales estaban ya fuera de ella, y
que si alguna vez se acordaba de ellas
era para pesarle, y que estuviesse cierto
de que jamás haría conmigo otra cosa de
lo que me decía, y que tendría por muy
enojosa persecución la que yo le diese
si quissiese proseguir en mi porfía
más adelante, de la cual no sacaría
ningún fruto, si no era ponerla en
mayor cuidado, para que de mí y de mis
importunidades con gran diligencia se
guardasse.
Venido el mensajero, el cual yo esperaba
con alegres nuevas para mi descanso, y
recibiendo en lugar dellas esta desabrida
respuesta, ya podéis sentir lo que
mi ánima sentiría, que muchas veces
estuve por desamparar la compañía de mi
atormentado cuerpo para procurar por su
parte algún alivio de sus passiones;
pero no habiendo acabado de perder del
todo la esperanza, y pensando que este
nuevo accidente podría presto hacer otra
mudanza, quise sustentar la vida para
poder ver con ella la razón que Belisia
me daba, mostrando la que tenía para
tratarme con tanta crueldad y aspereza.
Y comenzando á mostrar en mi gesto la
tristeza que me acompañaba, desechando
de mí toda alegría, andaba cargado de
cuidados y pensamientos, no sabiendo
qué decir ni qué hacer que aprovecharme
pudiesse; no dormía ni reposaba; mi
comer, era tan poco que difficultosamente
podía sustentarme; la flaqueza y la falta
del sueño, que me traían casi fuera de mi
juicio.
Y lo que mayor pena me daba era que á
ninguno osaba descubrirla, ni con nadie
la comunicaba para recibir algún alivio.
Anduve ansí muchos días, más muerto que
vivo, y pensando que Belisia por ventura
lo había hecho por probarme para saber de
mí si estaba firme con la fe que siempre
le había mostrado, determiné de tomar el
camino para su aldea, lo cual puse luego
por obra; y llegando allá ninguna manera
ni diligencia bastó para que Belisia
oirme ni escucharme quisiesse, á lo menos
en secreto como solía, que en lo público
no podía decirle nada que á nuestros
amores tocasse, y con tal disimulación
me inviaba como si jamás entre mí y ella
ninguna cosa hubiera pasado; estaba
tan seca de razones y tan estéril de
palabras, que, en verlo, mil veces estuve
por desesperarme.
Y, en fin, queriendo tornar á probar
mi ventura, me determiné de escribirle
otra carta, encaresciéndole mi pena y
passión todo lo que pude, pensando que
aprovecharía para que dello se doliesse,
y la carta era ésta, porque aquí tengo el
traslado della:
CARTA DE TORCATO Á BELISIA
«Los golpes de los azadones, Belisia
mía, que cavan en mi sepoltura, con su
temeroso son ensordecen mis oídos; y el
clamor de las campanas, con su estruendo
espantoso, no me dexan oir cosa que para
mi salud aprovechase. La tristeza de los
que con verme tan al cabo de mi vida
se duelen de mí, me tiene tan triste,
que ni ellos bastan á consolarme ni yo
estoy ya para recebir algún consuelo.
En tal extremo me tienes puesto, que lo
que con mayor verdad puede pronunciar
mi lengua es que me han rodeado los
dolores de la muerte y los peligros del
infierno me han hallado. Desventurado de
mí, que vivo para que no se acaben mis
tormentos muriendo, y muero por acabar
de morir si pudiesse. Mas ha querido mi
desventura que mi pena rabiosa tenga
mayores fuerzas que la muerte, la cual,
viéndome tan muerto en la vida no procura
matarme, antes, espantada de verme cual
estoy, va huyendo de mí con temor de
que no sea yo otra muerte más poderosa
que pueda matarla á ella, y cuando
la crueldad viene en su compañía con
intención de ayudarla, para acabarme,
movida á compasión de mí se pone á llorar
conmigo mis fatigas; y tú, más cruel que
la misma crueldad, te deleitas y recibes
contentamiento en verme metido en este
piélago de persecuciones. Bien creo que,
si alguno se puede llamar infierno,
fuera de aquel en que los condenados
perpetuamente padecen, que será éste
en que agora yo me veo, que según son
semejantes mis penas á las suyas, la
mayor diferencia que me parece que hay
es que ellos sin redención penarán para
siempre y tú podrías restituirme y
ponerme en la cumbre de la gloria de tu
gracia, viéndome yo con algún favor de
manera que pensasen ser restituido en
ella, y no tan desfavorecido como con
respuestas tan desabridas me he hallado.
Pero ¿de qué me agravio que, si bien lo
miro todo, poca razón tengo de quexarme,
pues que todo el amor está en mí para
contigo, sin dexar ninguno ni parte dél
para que tú lo puedas tener conmigo?
Yo tengo la fe tan entera, la amistad
tan cumplida, la ley tan verdadera, que
todo esto se queda en mí y tú estás
tan libre y exenta, que para lo que
aprovecharán mis agravios será para que
te rías dellos con aquella libertad que
has mostrado, teniéndome á mí en una
prisión y cautiverio perpetuo; lo que
siento que me puede quedar de lo passado
es la contemplación de una tristeza
dulce, trayendo á mi memoria aquellas
palabras de «tiempo bueno, que dicen, fue
tiempo y horas ufanas, en que mis días
gozaron, aunque en ellas se sembraron
las simientes de mis canas; yo me vi
ser bien amado, mi deseo en alta cima
contemplar en lo passado; la memoria me
lastima»; el tiempo, Belisia mía, me da
bien el pago de no haber sabido gozarlo,
y con verme cual me veo lo tengo por
mejor que haber passado un punto de lo
que por tu voluntad mostrabas y querías;
cuando quiero quexarme de mí mesmo, la
razón riñe conmigo, diciendo que no me
quexe del buen comedimiento que tuve,
pues que consigo tiene el galardón y
contigo queda la culpa de la ingratitud
y desconocimiento de lo mucho que me
debes. Si el tiempo fuera más largo no me
maravillara tanto de ver esta mudanza,
aunque ninguna cosa había de bastar para
hacerla; pero siendo tan breve, paréceme
que aquel amor que me mostraste, aquel
sentimiento que vi para verme á mí
siempre sin libertad ninguna, aquella
fe que estonces se me puso delante tan
verdadera, aquellas lágrimas con que
parecía sellarse la affición y voluntad
que se mostraba, que todo estaba colgado
de un hilo tan delgado que sólo el viento
bastó para quebrarlo. Cuando me acuerdo
de algunas cosas que por mí pasaron,
paréceme imposible lo que veo, por que no
eran prendas de tan poca fuerza que tan
presto habían de olvidarse, y assí ando
con el juicio desatinado, buscando cuál
podría ser la causa; porque en mí no ha
habido falta sino de los servicios, y
ésta no creo que bastaría, pues no sufre
pensarse que tú me habrías de tener amor
ni affición por solo interese; por otra
parte, combate una sospecha celosa, á
la cual no quiero dar crédito, porque
siempre cuanto á esto has estado bien
acreditada para conmigo. Bien sé que te
irás enojada con carta tan larga, pues
se leerá ya sin gusto habiéndolo perdido
de todas las cosas que tocan á quien la
escribe, y si soy porfiado, suplícote,
señora mía, me perdones, que lo hago con
determinación de no enojarte más con
otras, porque en esto quiero que conozcas
el deservicio que será, teniendo en
menos mi fatiga y tormento que no darte
á ti pesadumbre con serte más importuno;
viviré los pocos días y tristes que
tuviere con aquella fe que de mí se ha
conocido y con la voluntad y affición
que siempre he mostrado, y con el dolor
y trabajo que por galardón de todo esto
has querido darme, con el cual quedo, y
con aquel verdadero deseo de servirte,
que no se acabará en tanto que no se
acabare la vida que tú has querido que
tan miserablemente muera en el tiempo que
viviere».
Y inviada esta carta, supe que había
venido á sus manos y no con pequeña
diligencia, que para ello se puso,
porque yo con gran difficultad quería
oir ni ver cosa que á mí me tocasse, y
viendo que no quería responder, aunque
por otra cosa no esperé algunos días,
me vine harto desconsolado y affligido,
pero todavía con alguna esperanza, que
del todo no me había desamparado, porque
pensaba que por ventura Belisia lo hacía
por probarme, ó que le habían dicho de
mí alguna cosa que, sabiendo después no
ser verdadera, le haría arrepentirse de
la aspereza y inhumanidad con que me
trataba. Y pasados algunos días, no sé
si por estorbar que yo no le diese más
importunidad con palabras ni cartas, ó
si por ventura holgó de desesperarme
del todo, me escribió una carta breve,
que más verdaderamente se pudiera decir
sentencia de mi muerte, la cual decía
desta manera:
CARTA DE BELISIA Á TORCATO
«Tus cartas, Torcato, y tus
importunidades me son tan enojosas que
me fuerzan á escrebirte para que de mí
lo entiendas y acabes de conocer mi
voluntad, la cual está tan diferente
de lo que solía, que lo que estonces
me agradaba es la cosa que más agora
aborrezco, y de lo passado estoy tan
arrepentida que no puedo consolarme en
tanto que te viere determinado en tu
porfía sin provecho; si en algún tiempo
me tuviste verdadero amor, el mío no
era fingido, y con él te pagué lo que
merecías, y como las cosas no pueden
permanecer siempre en un ser, antes
se truecan y mudan cada hora, no te
maravillarás con mucha razón de ver que
en mí haya habido esta mudanza, para
lo cual no he tenido otra ocasión sino
parecerme que era cosa que me convenía
para tornar á cobrar el sosiego que por
tu causa he tenido mucho tiempo perdido;
lo que te ruego es que si, como siempre
mostraste, deseas contentarme, que
olvides las cosas passadas, echándolas
fuera de tu memoria como si jamás no
hubieran sido, y si no pudieres hacerlo
será necesario que te hagas fuerza y
que procures de ponerte en aquella
libertad con que yo quedo, y si todavía
te acordares de algunas dellas, podrás
hacer cuenta que pasaron en sueños sin
ser verdaderas, y assí como á cosa de
sueño las olvida, que por lo mucho que
te quise y aun agora te quiero, te doy
el consejo que para mí he tomado, el
cual holgaría que siguieses, pues todo
lo demás será acrecentar en la pena que
publicas, sin aprovecharte más de para
trabajar en vano y darme á mí fatiga para
que con justa razón y causa pueda tenerme
por agraviada, ¡ay! porque esta será la
postrera mía; también estarás cierto de
que no recibiré ninguna tuya, y así te
aviso que no te pongas en desasosegarme
más con ella, pues será perder el tiempo
y el trabajo que en ello se pusiere. Y
fuera desto, yo te deseo el mesmo bien
y alegría que tú me deseas, con el cual
plega á Dios que, habiéndome olvidado,
tan presto te veas cuanto yo verte, sin
ninguna memoria de mí, para mayor bien
mío y tuyo, he deseado».
Las palabras desta carta alteraron tanto
mi juicio, que á muchas veces me hallé
sin él para desesperarme, y deseaba que
la tierra dentro de sí vivo me sumiese
ó que por otro algún acaecimiento ó
desastre se me acabase la vida, y cierto
yo me tornara del todo loco, si la razón
que conmigo peleaba no me venciera; pero
con todo esto no podía acabar de hallarme
en ninguna compañía que pudiese apartarme
de mi pensamiento, el cual jamás en
otra cosa se ocupaba, y andando como
habéis visto por los montes é desiertos
deshabitados y por las montañas más
ásperas, muchas veces era causa de que
mi ganado padeciese, y de lástima dél
me venía adonde mejores pastos hallaba;
y adonde yo más descanso tenía era en
este florido bosque, por causa desta
hermosa fuente, en el cual dando voces
y gemidos, sin ser de ninguno entendido
mi mal, un día tendido en el mesmo lugar
donde estamos, sobre la verde yerba
deste prado, creciendo en mí la pasión
por estar considerando el agravio que el
Amor y la mi Belisia me hacían, dando un
profundo sospiro, que parescía llevar
consigo mis entrañas, comencé á decir
desta manera:
EXCLAMACIÓN DE TORCATO
¿A quién enderezaré mis clamores y
gemidos, que con alguna lástima procure
socorrerme? ¿A quién rogaré que escuche
mi doloroso llanto, para que, oyéndolo,
de mi rabioso mal se compadezca? ¿A
quién publicaré mis rabiosas cuitas y
fatigas, para que, con entenderlas, me
procure dar algún consuelo? Hienda mis
dolorosas voces el aire, rompiendo las
embarazosas nubes, y pasando aquella
región del fuego, menor que el que á mí
me abrasa, preséntense en los soberanos
cielos pidiendo la ayuda y socorro que
en la tierra me ha faltado, en la cual
no hay cosa que contra mí no se muestre
enemiga. Todas me son contrarias. Todas
me amenazan con la muerte. Todas me la
procuran, sin que ninguna dellas pueda
dármela, por no me dar el descanso que
con ella recibiría.
¡Oh, Fortuna cruel, mudable, ciega,
mentirosa, traidora, engañosa, sin
ninguna fe, inconstante, perversa,
maliciosa y sobre todo la mayor enemiga
del bien que los mortales tener
pueden! Porque tú mesma, que se lo
das forzada y por no poder hacer otra
cosa, después con todas tus fuerzas
procuras quitárselo, pareciéndote que
cuanto mayor mal hicieres á los que con
algún bien tienes en parte satisfechos,
quitándoselo muestras ser mayor poder el
tuyo, el cual jamás conocen las gentes
en la prosperidad hasta que con mayor
adversidad y tribulaciones no están
amenazados, para que no puedan gozarla,
teniendo siempre temor de tu inconstancia
y condición sin ninguna firmeza. Dime,
tirana, perversa, perseguidora de
aquellos á quien sientes tener algún
contento, arrepintiéndote de habérselo
dado, ¿para qué me pusiste en la cumbre
del mi deseo? ¿para qué me favoreciste?
¿para qué me quesiste poner ante mis ojos
la gloria que podías darme en la vida, si
con quitármela tan presto me habías de
dexar en tantas y tan escuras tinieblas,
negándome la esperanza de poderla gozar
en ningún tiempo?
¡Oh, baxa tierra fementida, que jamás das
cosa que prometes, jamás cumples cosa que
digas, siempre son al revés tus obras
de las señales que muestras! ¿con qué
palabras podré encarecer el agravio que
de ti recibo, pues al tiempo que pensaba
llegar á la cumbre de tu rueda con tantas
angustias y trabajos me has derrocado
della, poniéndome en el centro de los
abismos?
¡Oh, cruel enemiga de todo mi bien,
ocasión de todo mi mal! ¿qué te han
merecido las obras y deseos de un
pobre pastor para que contra él tan
poderosamente quisieses mostrarte airada,
executando tu dañosa condición, llena de
mortal ponzoña contra mí, persiguiéndome
hasta ponerme en el más mísero estado de
todos los nacidos? ¡Oh, verdugo cruel de
aquellos á quien, cumpliendo sus deseos,
has hecho dichosos, porque siempre en la
mayor prosperidad les armas los lazos
de las mayores adversidades! No quiero
maravillarme de que conmigo hayas hecho
lo mesmo, pues que, con ser propio
officio tuyo, heciste lo que hacer sueles
con todos los mortales, y assí, dexándote
para quien eres, será bien dexarte hacer
y cumplir tu voluntad buscando algunas
fuerzas más poderosas que las tuyas para
que de tu falso poder puedan librarme.
_A la Muerte._
¡Oh, Muerte, dichosa para mí si, oyendo
mis llantos, mis sospiros y gemidos
dolorosos, quisieses socorrerme, para
hacer dichoso con tu acelerada venida
al más desdichado y sin ventura pastor
de todos los pastores! Tú que sola eres
socorro de los afflegidos cuerpos, tú
que sueles consolar á los que más han
menester tu consuelo, y tú que das alivio
á los que con necesidad te lo piden,
ayúdame, socórreme, no me niegues tu
favor en tiempo que la muerte que me
darías sería más verdadera vida que la
que agora, muriendo con ella, sostiene
este miserable cuerpo cercado de tantas
angustias y tribulaciones; usa agora
conmigo de aquella piedad que sueles
tener de los que con necesidad te llaman;
respóndeme, pues que te llamo; recíbeme
en tu compañía, pues que te busco; no
me niegues lo que te pido, ni dexes de
executar en mí tu officio, pues yo tan
de veras lo quiero y lo desseo; no seas
contra mí tan cruel como la Fortuna lo
ha sido, porque la herida de la flecha
de tu arco poderoso no me dará dolor,
ni yo huiré mi cuerpo para recibirla,
antes con muy gran contentamiento estaré
esperándola, conosciendo el bien que
con ella rescibo. Más agradable me será
la sepoltura que me dieres que los
verdes campos y prados y las deleitosas
florestas en que la Fortuna tan contra
mi voluntad me trae; tú sola serás mi
descanso y mi reposo, y contigo fenecerán
todas mis penas, mis ansias y mis
trabajos. ¿Para qué tardas tanto? ¿cómo
no vienes? ¿cómo no me socorres? ¡También
me quexaré de ti! ¡También publicaré que
me haces agravio! Mira que es crueldad
la que conmigo usas, y tanto será mayor
cuanto más te detuvieres en hacer lo
que te ruego, que ya el cuerpo querría
verse sin la compañía de mi alma y el
alma anda huyendo de la de mi cuerpo y no
espera sino tu voluntad y tu mandamiento.
No dilates más tu venida, para quien
con tanto desseo y con tan gran agonía
la está esperando para alivio de sus
rabiosos tormentos y passiones.
_Al Tiempo._
Y tú, Tiempo, que con tu ligero
movimiento se hacen y deshacen todas las
cosas, poniendo las alas que en ti tienen
principio, ¿por qué me haces agravio
en no poner fin á la terrible pasión y
á las rabiosas cuitas que contigo me
cercaron? ¿por qué te muestras tan largo
con ellas? Abrevia tu veloz corrida,
haciendo conmigo la mudanza que sueles,
pues el más verdadero officio que tienes
es no dexar cosa ninguna estar mucho
tiempo en un ser, y assí como para mi
mal tan presto te mudaste, haciéndote de
bueno malo, de alegre triste, de dichoso
desaventurado, podrías si quisieses
convertir al contrario tus obras, para
que yo no pudiese con tanta razón mostrar
el agravio que de ti tengo por el daño
que de ti rescibo, siendo el mayor de
todos cuantos hacerme pudieras. ¡Oh,
Tiempo, que un tiempo para mí fuiste
dulce, alegre, sereno y claro, el más
apacible y lleno de deleites de cuantos
tiempos por mí, no por otro ninguno, han
passado! ¿por qué te has tornado tan
presto triste y amargo y tan escuro que
mis ojos no pueden ver ni mirar si no
son tinieblas más escuras y espantables
que las de la mesma muerte? ¡Oh, tiempo
bueno, que por mí como sombra pasaste,
no dexando más de la memoria para
mayor tribulación del que en ti piensa
continuamente! ¿cómo te trocaste en
malo y tan malo que ninguno para este
desventurado pastor á quien has dexado
tan sin esperanza puede haber en el mundo
que peor sea?
_A Belisia._
Y tú, vida de la vida que conmigo contra
mi voluntad vive, ¿qué razón podrás dar
de ti que pueda excusarte de la más
ingrata, inhumana, cruel y despiadada
pastora de todas las nacidas? Mira que
el amor verdadero con otro amor se paga,
y tú con un extraño y fiero desamor
quieres que yo quede pagado de lo mucho
que te quise y quiero, y de lo que he
padecido y padezco por tu causa. ¿Es
este el galardón de mi rabiosa pena, la
lástima que mostrabas de mis angustias,
la affición con que mostrabas dolerte mis
lágrimas? ¡Oh, Belisia, Belisia! escucha
mis versos y entiende lo que por ellos
te digo, para que tú mesma te conozcas y
sientas la razón que yo tengo para sentir
mi agravio de tu crueldad, que por ello
quiero publicar lo que contra mí haces,
para que otros se guarden de no caer en
el pozo de desventuras en que por tu
causa estoy metido. Escucha, Belisia,
que mi voz, triste como de cisne que
con ella solemniza su muerte, ayudada
con las cuerdas de mi rabel, que otras
veces en versos que loaban tu beldad,
gracias y hermosura se empleaban, dirán
agora lo que de ti y tus condiciones he
conocido, las cuales has descubierto
contra un pobre pastor que, atado de pies
y de manos, y, lo que peor es, ciega la
voluntad y libertad, flacas fuerzas halla
en sí para poderlas resistir.
Las Furias infernales temorosas,
que al son de mis querellas han venido,
de mi mal espantable muy medrosas
al centro del abismo se han huido;
las Parcas, que al vivir son enojosas,
de acortarme tal vida se han tenido;
tú sola me procuras mal eterno,
más que rabiosa Furia del infierno.
Los ángeles que fueron condenados
y en diablos espantables convertidos,
de mi rabioso mal muy espantados,
escuchan mis clamores y gemidos,
paréceles ser poco atormentados
mirando mis tormentos tan crecidos,
y tú, cruel más que leona fiera,
no quieres contentarte sin que muera.
Ninguno por justicia condenado
que tenga ya la soga á la garganta,
con esperar la muerte fatigado,
jamás se viera estar con pena tanta;
tu ingratitud me tiene en tal estado
que cosa más del mundo no me espanta,
pues te precias y quieres dar la muerte
á quien no quiere vida sin quererte.
Los tigres y leones muy furiosos,
los osos y las onzas muy ligeras,
los lobos muy crueles y rabiosos,
las bestias que se cuentan por más fieras,
siendo animales brutos muy medrosos
de mí se van huyendo muy de veras;
tú sola, que mi sangre estás bebiendo,
de mi rabioso mal te estás reyendo.
¿Qué víbora ó serpiente ponzoñosa,
qué basilisco fiero ó qué dragón,
qué áspide cruel muy enconosa,
qué bravo cocodrilo y sin razón
podrán tener tu condición dañosa
ni tu duro y sangriento corazón?
¡Oh, corazón cruel, áspero y fuerte,
que lo que más te aplace es dar la muerte!
¿Qué corazón de acero ó de diamante
puede ser que no ablande mi fatiga?
Y tú, en tu crueldad firme y constante,
con más rabia te muestras mi enemiga.
No hay nadie que lo sepa á quien no espante,
que no conozca y sienta y que no diga
que tu desamor fiero assí te agrada
como á sangrienta loba encarnizada.
Acabando de cantar estos versos, con
la ayuda que mis lágrimas hacían para
solemnizarlos y con la fatiga que mi
espíritu padecía pensando en las cosas
que por mí pasaban, de cansado venció á
mis ojos un pesado sueño que sin poder
resistirlo dexó todos mis miembros
sepultados en el olvido que consigo traer
suele; sola mi memoria estaba velando, y
de tal manera me representaba durmiendo
las cosas pasadas como si presentes las
tuviera; pero descuidándose un poco,
venció la imaginación, la cual en sueños
me puso delante lo que agora contaros
quiero, que más verdaderamente me pareció
haberlo visto pasando por mí derecho que
no haberlo soñado ni que fingidamente se
me representasse.
PARTE SEGUNDA
CUENTA TORCATO EL SUEÑO
Parecíame que lo que en la fantasía
se me representaba mis ojos lo vían
palpablemente, y que sin saber de qué
manera ni por quién era llevado, en muy
breve tiempo caminaba muy grande espacio
y cantidad de tierra, discurriendo por
diversas provincias y regiones con una
velocidad tan arrebatada que mis pies
apenas tocaban la pesada tierra, y
habiendo hecho fin á mi tan larga jornada
con algún cansancio del trabajoso camino,
me hallé en un muy verde y florido prado,
con tanta diversidad de hermosas flores
y rosas, que con diversos colores al
suelo matizaban, dando de sí un olor muy
perfecto y suave, del cual mi fatigado
cuerpo era recrecido que del todo me
sentí vuelto en mis corporales fuerzas,
y echando los ojos alrededor de donde
estaba, vi cosas que me pusieron tan
grande espanto y admiración, que aun
agora en volverlas á mi memoria para
contarlas me espantan y tienen confuso,
pareciéndome que apenas sabré decirlas.
Era este hermoso y aplacible prado todo
alrededor cercado de unas florestas muy
espesas y deleitosas en los ojos que
las miraban, porque demás de ser los
árboles muy altos, verdes y floridos,
y todos puestos con muy gran orden y
concierto, estaban cargados de muchas y
diversas frutas maduras, y en tan gran
perfición, que sólo en verlas ponía gran
deleite y contentamiento á mis ojos que
las miraban, viendo que las hojas con
un manso y amoroso viento se andaban
meneando á una parte y á otra, haciendo
un sordo ruido agradable á mis oídos,
y sus sombras, con que la fuerza de la
calor del sol hurtaban, me ponían en
agonía de gozarlas cuando con mi ganado á
sestear me venía; andaban por ellas muy
gran cantidad de diversos animales bravos
y mansos, envueltos los unos con los
otros, sin hacerse daño ninguno.
Y en las cimas de los árboles estaban
sentados grande abundancia de aves y
páxaros de diversos colores y raleas,
grandes y pequeños, los cuales con sus
arpadas y differentes lenguas cantando
hacían una música y armonía tan acordada
que yo jamás quisiera dexar de oirla si
permitido me fuera; y después revolando
todos por el aire, trocando sus lugares,
tornaban como de principio á proseguir en
la suavidad de su canto.
Estaban estas florestas cercadas de una
muy alta montaña, que por todas partes
igualmente parecía levantarse, llevando
por sí tendidos en gran cantidad los
montes y florestas, hasta que en el
remate della se hacía un muro tan alto,
que parecían comunicar con las nubes
las almenas que con muy gran orden
y concierto estaban edificadas. Era
este muro triangulado, y de un ángulo
á otro de diferentes colores; porque
la una parte estaba hecha de unas
piedras coloradas, que en la fineza
parecía ser muy verdaderos rubís; en
medio desta pared estaba edificado un
castillo, assimesmo de las mesmas
piedras, entretexidas con otras verdes
y azules, enlazadas con unos remates
de oro que hacían una tan excelente
obra que más divina que humana parecía,
porque con los rayos del sol que en él
daban, resplandeciendo, apenas de mis
ojos mirarse consentía. Estaba tan bien
torreado y fortalecido con tantos cubos y
barbacanas, que cualquiera que lo viera,
demás de su gran riqueza, lo juzgara por
un castillo de fortaleza inespugnable.
Tenía encima del arco de la puerta
principal una letra que decía: «Morada
de la Fortuna, á quien por permissión
divina muchas de las cosas corporales son
subjetas».
La otra pared del otro ángulo que cabe
éste estaba era toda hecha de una piedra
tan negra y escura, que ninguna lo podía
ser más en el mundo; y de la mesma manera
en el medio della estaba edeficado un
castillo, que en mirarlo ponía gran
tristeza y temor. Tenía también unas
letras blancas que claramente se dexaban
leer, las cuales decían: «Reposo de la
Muerte, de adonde executaba sus poderosas
fuerzas contra todos los mortales».
La otra pared era de un christalino muro
transparente, en que como en un espejo
muy claro todas las cosas que había
en el mundo, así las pasadas como las
presentes, se podían mirar y ver, con una
noticia confusa de las venideras. Tenía
en el medio otro castillo de tan claro
cristal que, con reverberar en él los
rayos resplandecientes del sol, quitaban
la luz á mis ojos, que contemplando
estaban una obra de tan gran perfición;
pero no tanto que por ello dexase el ver
unas letras que de un muy fino rosicler
estaban en la mesma puerta esculpidas,
que decían: «Aquí habita el Tiempo, que
todas las cosas que se hacen en sí las
acaba y consume».
En el medio deste circuito estaba
edificado otro castillo, que era en el
hermoso y verde prado cerca de adonde
yo me hallaba, el cual me puso en mayor
admiración y espanto que todo lo que
había visto, porque demás de la gran
fortaleza de su edificio era cercado
de una muy ancha y tan honda cava, que
casi parecía llegar á los abismos. Las
paredes eran hechas de unas piedras
amarillas, y todas pintadas de pincel,
y otras de talla con figuras que gran
lástima ponían en mi corazón, que
contemplándolas estaba, porque allí se
vían muchas bestias fieras, que con gran
crueldad despedazaban los cuerpos humanos
de muchos hombres y mujeres; otras que
después de despedazados, satisfaciendo
su rabiosa hambre, á bocados los estaban
comiendo. Había también muchos hombres
que por casos desastrados mataban á
otros, y otros que sin ocasión ninguna,
por sólo su voluntad, eran causa de
muchas muertes; allí se mostraban
muchos padres que dieron la muerte á sus
hijos y muchos hijos que mataron á sus
padres. Había también muchas maneras
y invenciones de tormentos con que
muchas personas morían, que contarlos
particularmente sería para no acabar tan
presto de decirlos. Tenía unas letras
entretalladas de color leonado que
decían: «Aposento de la Crueldad, que
toda compasión, amor y lástima aborrece
como la mayor enemiga suya».
Tan maravillado me tenía la novedad
destas cosas que mirando estaba, que
juzgando aquel circuito por otro nuevo
mundo, y con voluntad de salirme dél
si pudiesse, tendí la vista por todas
partes para ver si hallaría alguna salida
adonde mi camino enderezase, que sin
temer el trabajo á la hora lo comenzara,
porque todas las cosas que allí había
para dar contentamiento, con la soledad
me causaban tristeza, deseando verme
con mi ganado en libertad de poderlo
menear de unos pastos buenos en otros
mejores y volverme con él á la aldea
cuando á la voluntad me viniera; y no
hallando remedio para que mi deseo se
cumpliese, tomando á la paciencia y
sufrimiento por escudo y compañía para
todo lo que sucederme pudiese, me fuí á
una fuente que cerca de mí había visto,
la cual estando cubierta de un cielo
azul, relevado todo con muy hermosas
labores de oro, que cuatro pilares
de pórfido, labrados con follajes al
romano, sostenían, despedía de sí un gran
chorro de agua que, discurriendo por
las limpias y blancas piedras y menuda
arena, pusieran sed á cualquiera que no
la tuviera, convidando para que della
bebiesen con hacer compañía á las ninfas
que de aquella hermosa fuente debían
gozar el mayor tiempo del año; y assí,
lavando mis manos y gesto, limpiándolo
del polvo y sudor que en el camino tan
largo había cogido, echado de bruces y
otras veces juntando mis manos y tomando
con ellas el agua, por no tener otra
vasija, no hacía sino beber; pero cuantas
más veces bebía, tanto la sed en mayor
grado me fatigaba, creciéndome más cada
hora con cuidado de la mi Belisia, que el
agua me parecía convertirse en llamas de
fuego dentro de mi abrasado y encendido
pecho, y maravillado desta novedad me
acordaba de la fuente del olivo, donde
agora estamos, deseando poder beber
desta dulce agua y sabrosa con que el
ardor matar pudiese que tanta fatiga
me daba; y estando con este deseo muy
congojado, comencé á oír un estruendo
y ruido tan grande, que atronando mis
oídos me tenían casi fuera de mi juicio,
y volviendo los ojos para ver lo que
podía causarlo, vi que el castillo de
la Fortuna se había abierto por medio,
dexando un gran trecho descubierto,
del que salía un carro tan grande, que
mayor que el mesmo castillo parecía;
de los pretiles y almenas comenzaron á
disparar grandes truenos de artillería,
y tras ellos una música tan acordada de
menestriles altos con otros muchos y
diversos instrumentos, que más parecía
cosa del cielo que no que en la tierra
pudiese oirse; y aunque no me faltaba
atención para escucharla, mis ojos se
empleaban en mirar aquel poderoso carro,
con las maravillas que en él vía que
venían, que no sé si seré bastante para
poder contar algunas dellas, pues que
todo sería imposible á mi pequeño juicio
hacerlo. El carro era todo de muy fino
oro, con muchas labores extremadas hechas
de piedras preciosas, en las cuales
había grande abundancia de diamantes,
esmeraldas y rubís y carbunclos, sin
otras de más baxa suerte. Las ruedas eran
doce, todas de un blanco marfil, asimesmo
con muchas labores de oro y piedras
preciosas, labradas con una arte tan
sutil y delicada que no hubiera pintor
en el mundo que así supiera hacerlo.
Venían uncidos veinte y cuatro unicornios
blancos y muy grandes y poderosos, que lo
traían; encima del carro estaba hecho un
trono muy alto con doce gradas, que por
cada parte lo cercaban, todas cubiertas
con un muy rico brocado bandeado con
una tela de plata, con unas lazadas
de perlas, que lo uno con lo otro
entretexía; encima del trono estaba una
silla toda de fino diamante, con los
remates de unos carbunclos que daban
de sí tan gran claridad y resplandor
que no hiciera falta la luz con que el
día les ayudaba, porque en medio de la
noche pudiera todo muy claramente verse.
En esta silla venía sentada una mujer,
cuya majestad sobrepuja á la de todas
las cosas visibles; sus vestidos eran
de inestimable valor y de manera que
sería imposible poder contar la manera
y riqueza dellos; traía en su compañía
cuatro doncellas; las dos que de una
excelente hermosura eran dotadas venían
muy pobremente aderezadas, los vestidos
todos rotos, que por muchas partes sus
carnes se parecían; estaban echadas en
el suelo. Y aquella mujer, á quien ya
yo por las señales había conocido ser
la Fortuna, tenía sus pies encima de
sus cervices, fatigándolas, sin que
pudiesen hacer otra cosa sino mostrar con
muchas lágrimas y sospiros el agravio
que padecían; traían consigo sus nombres
escritos, que decían: el de la una,
«Razón», y el de la otra, «Justicia».
Las otras dos doncellas, vestidas de
la mesma librea de la Fortuna, como
privadas suyas, tenían los gestos muy
feos y aborrecibles para quien bien los
entendiesse, conociendo el daño de sus
obras; traían en las manos dos estoques
desnudos, con que á la Razón y á la
Justicia amenazaban, y en medio de sus
pechos dos rótulos que decían: el de la
una, «Antojo», y el de la otra, «Libre
voluntad». Con grande espanto me tenían
estas cosas; pero mayor me lo ponía el
gesto de la Fortuna, que algunas veces
muy risueño y halagüeño se mostraba y
otras tan espantable y medroso que apenas
mirarse consentía. Estaba en esto con
tan poca firmeza, que en una hora mill
veces se mudaba; pero lo que en mayor
admiración me puso fué ver una rueda que
la Fortuna traía, volviendo sin cesar
con sus manos el exe della; y comenzando
los unicornios á mover el carro hacia
adonde yo estaba tendido junto á la
fuente, cuanto más á mí se acercaba
tanto mayor me iba pareciendo la rueda,
en la cual se mostraban tan grandes y
admirables misterios, que ningún juicio
humano sin haberlos visto es bastante
á comprenderlos en su entendimiento;
porque en ella se vían subir y baxar tan
gran número de gentes, assí hombres como
mujeres, con tantos trajes y atavíos
diferentes los unos de los otros, que
ningún estado grande ni pequeño desde el
principio del mundo en él ha habido que
allí no se conociese, con las personas
que dél próspera ó desdichadamente habían
gozado, y como cuerpos fantásticos y
incorpóreos los unos baxaban y los otros
subían sin hacerse impedimiento ninguno;
muchos dellos estaban en la cumbre más
alta desta rueda, y por más veloce que el
curso della anduviese, jamás se mudaban,
aunque éstos eran muy pocos; otros iban
subiendo poniendo todas sus fuerzas,
pero hallaban la rueda tan deleznable
que ninguna cosa le aprovechaba su
diligencia, y otros venían cabeza abaxo,
agraviándose de la súpita caída, con que
vían derrocarse; pero la Fortuna, dándose
poco por ello, no dexaba de proseguir
en su comenzado officio. Yo que estaba
mirando con grande atención lo que en la
rueda se me mostraba, vime á mí mesmo que
debaxo della estaba tendido, gemiendo por
la grande caída con que Fortuna me había
derribado; y con dolor de verme tan mal
tratado, comencé á mirar la Fortuna con
unos ojos piadosos y llenos de lágrimas,
queriéndole mover con ellas á que de
mis trabajos se compadeciese. Y á este
tiempo, cesando la música del castillo
y parando los unicornios el carro, la
Fortuna, mirándome con el gesto algo
airado y con una voz para mí desabrida,
por lo que sus palabras mostraron, con
una gran majestad me comenzó á decir
desta manera:
_La Fortuna contra Torcato._
«Mayor razón hubieras, Torcato, de tener
para agraviarte de mí, como ha poco
hacías, tratándome tan desenfrenadamente
con tu descomedida lengua, que fuera
mejor darte yo el pago que merecías con
mis obras que no satisfacerte con mis
palabras; aunque si quisieres quitar
de ti la pasión con que has querido
juzgarme no será pequeño el castigo tuyo
haciéndote venir en conocimiento de que
tú solo tienes la culpa que á mí has
querido ponerme sin tenerla, pues no
podrás decir ni mostrar causa ninguna de
tus agravios que no sea testigo contra
ti mesmo para condenarte justamente; y
si no dime: ¿De qué te quejas, de qué
te agravias, por qué das voces, por
qué procuras infamarme con denuestos y
injurias tan desatinadas? ¿Por ventura
has recibido de mí hasta agora, en el
estado que estás, sino muy grandes
beneficios, muy grandes favores y muy
buenas obras, las cuales por no hacer
al propósito de la causa de tus quexas
quiero excusar de decirlas? Veniendo
á lo principal, que es la congoxa y
tormento que agora te aflige y tiene
tan desatinado que estando fuera de
ti quieres culparme del mal que nunca
te hice, antes todo el bien que pude
hacerte conforme á tu desseo, que era de
que Belisia te quisiese y amasse como
tú á ella hacías, lo cual viste por
experiencia manifiesta, y muchos días
estando firme en su propósito, de manera
que por ello me loabas y mill bienes de
mi decías, dándome gracias por el estado
en que te tenía, que para ti era el más
dichoso y bienaventurado que poseía
ninguno de tus iguales, es verdad que yo
volví la rueda, abaxando tu felicidad,
trocando tu contentamiento y consentiendo
en tu caida; pero no fué tanto por mi
voluntad como por tu descuido, pues
dexaste de tomar prendas con que tu
gozo se conservara y el Amor venciera
de la libertad que en la tu Belisia has
conoscido.
Bien sabes tú que mi propio officio es
no ser constante ni firme en ninguna
cosa, como poco ha lo manifestabas.
Si lo sabías, ¿por qué no te armabas
contra mí? ¿por qué no tomabas defensa
contra mi condición? Tenías en las manos
el escudo para recibir mis golpes y
perdístelo, consentiéndolo tú mesmo en
ello; pues quéxate de ti y no de mí,
que ninguna culpa te tengo, y quéxate
de tu Belisia, que por su voluntad y no
forzada se metió en essa fortaleza de
la Crueldad, de la cual te hacen ambas
la guerra para destruirte, que aunque
yo soy parte para tu remedio, menester
es su consentimiento, el cual habrías
tu de procurar lo mejor que pudiesses,
y no estarte haciendo exclamaciones sin
provecho ninguno para el alivio de tu
pena. No te desesperes, pues sabes que
todas las cosas se truecan y mudan,
y cuando no hallares piedad en la tu
Belisia, por ventura hallarás mudanza en
tus deseos, paresciéndote que, aunque los
hayas tan bien empleado, te estará mejor
verte y hallarte después sin ellos. Y
porque lo dicho basta para satisfacerte
del engaño que en agraviarte de mí
recebías, no quiero decirte más de que
no te ensalces con la prosperidad ni con
la adversidad dexes abatirte; siempre
osadía y esfuerzo, que son las armas con
que yo puedo ser vencida, y si usare
de mis acostumbradas mañas haciendo mi
officio, no te maravilles, ni me culpes,
ni me maltrates con palabras tan ásperas
y enojosas, que al fin soy mandada y
tengo superior á quien obedezco, y por su
voluntad me rijo y gobierno. De Belisia
te agravia, que si ella quiere bien puede
forzarme para que no te falte mi favor,
aunque yo no quiera, pues tu ventura está
en su voluntad, la cual está al presente
más libre que ésta que vees venir en mi
compañía».
Acabando de decir esto, los unicornios
con la mesma solemnidad y aparato que
habían traído el carro comienzan á
dar la vuelta con tanta presteza, que
aunque á mí no me faltaban palabras y
razones para poder responder á lo que la
Fortuna me había dicho, no tuve lugar
para hacerlo como quisiera, porque
antes que yo pudiese abrir mi boca para
comenzarlas, ya estaba dentro en su
castillo, siendo recebida con aquella
dulce armonía de música que al salir la
había acompañado; y siendo cerrado el
castillo de la manera que antes estaba,
el sol comenzó á escurecerse, y el
día, con muchos nublados escuros que
sobrevenieron, perdía gran parte de su
claridad. Comenzaron luego á sonar de
las nubes grandes truenos, y á mostrarse
muchos y muy espesos relámpagos que en
medio de la escuridad con el resplandor
de su luz fatigaban á mis temerosos ojos,
de manera que en cualquiera corazón es
forzado miedo. Y así, estando no poco
medroso con lo que se me representaba,
vi que el castillo que en el muro negro
estaba edificado se abría de la mesma
suerte que el de la Fortuna había hecho,
quedando en el medio dél muy grande
espacio descubierto, en el cual se
me mostró una tan fiera y espantable
visión, que aun agora en pensarlo los
cabellos tengo erizados y el cuerpo
respeluzado; y porque sepáis si tengo
razón para encarecerlo de esta manera,
quiero deciros particularmente la forma
de su venida. Estaba un carro tan grande
y mayor que aquel en que había venido
la Fortuna, aunque en el parecer harto
diferentes el uno del otro; porque éste
era hecho de una madera muy negra, sin
otra pintura ninguna, con doce ruedas
grandes de la mesma suerte, á las
cuales estaban uncidos veinte y cuatro
elefantes, cuya grandeza jamás fué vista
en el mundo, estando por su compás dos
de ellos entre cada rueda de un lado y
de otro, que todo el carro rodeaban, y
en el medio dél estaba un trono hecho,
cercado de gradas por todas partes, y
encima una tumba grande como las que se
ponen en las sepolturas; lo uno y lo
otro cubierto todo de un paño negro
de luto. En la delantera de este carro
venían tres mujeres muy desemejadas,
flacas y amarillas, los ojos sumidos, los
dientes cubiertos de tierra, tanto que
más muertas que vivas parecían; traían en
sus manos sendas trompas, con que venían
haciendo un son tan triste y doloroso,
que atronando mis oídos parecía oir aquel
de las trompetas con que los muertos
serán llamados el día del juicio; y
estándolas mirando no con pequeño temor,
vi que traían sus nombres escritos, que
decían: «Vejez», «Dolor», «Enfermedad».
Tras éstas venían otras tres, sentadas
junto á la tumba, de las cuales la una
tenía una rueca y la otra con un huso
estaba hilando, y la tercera con unas
tijeras muchas y diversas veces cortaba
el hilo, sin cesar jamás ninguna de ellas
de proseguir en su officio, por el cual
y por lo que ya yo muchas veces había
oído conocí ser las tres Parcas: Atropos,
Cloto y Lachesis; y después que bien las
hube mirado, puse los ojos en una figura
que encima de la tumba venía sentada,
tan terrible y espantable de mirar que
muchas veces se me cerraban los ojos por
no verla; porque con muy gran miedo y
temor de ver una fantasma tan temerosa y
aborrescible, comenzó á temblar todo mi
cuerpo y los sentidos á desfallecerme y
dexarme casi sin vida. Tomóme un sudor
muy frío y congoxoso, como suelen tomar
aquellos que están muy cerca de las
sepolturas para ser metidos en ellas;
pero tomando algún esfuerzo para que el
desmayo del todo no me venciese, alzando
algunas veces y no con pequeña fuerza
la vista, vi que era toda compuesta de
huesos sin carne ninguna; por entre
todos ellos andaban bullendo muy gran
cantidad de gusanos; en lugar de los
ojos no traía sino unos hondos agujeros;
venía con un arco y una flecha en la una
mano y con una arma que llaman guadaña
en la otra. Cuando se meneaba, todos los
huesos se le descomponían, y cuando los
elefantes andando con el carro más hacia
mí se acercaban, mayor espanto me ponía;
ninguna cosa viva de las que en el campo
y en el aire poco antes se mostraban
dexó de desaparecer en el miedo de su
presencia, y cierto si yo pudiera huir
fuera de aquel circuito de buen grado lo
hiciera; pero así esperando muy espantado
hasta que el carro estuvo cerca de mí y
los elefantes se hubieron parado, vi que
aquella fiera y temerosa voz me comenzó á
decir de esta manera:
_La Muerte contra Torcato._
«Si no me conoces, Torcato, yo soy
aquella Muerte que poco ha en tus
exclamaciones con muy grande afición
llamabas y pedías; y no temas que vengo
para matarte, sino para que por mis
razones conozcas la poca razón que tienes
en mostrarte agraviado con la vida,
pues que con ella estás en la pena que
tu cobardía y descuido merecieron, para
ponerte en la desventura y miseria con
que agora vives tan penado; y por la
culpa que en esto tuviste en la vida
estás condenado á que viviendo padezcas
la pena que tan justamente has merecido,
lo cual es justo que sufras con mayor
paciencia de la que muestras. Y si te
parece que de mí recibes agravio en
no matarte, ¿para qué te quexas de la
vida que tienes, llamándola verdadera
muerte? Porque hallándote muerto por mi
mano habrías de decir que te daba más
verdadera vida, y no puedo yo dexarte de
confessar que tú viviendo estás muerto,
y que es mayor y más cruda la muerte que
recibes que la que yo con todo mi poder
darte podría; pero la vida desta muerte y
la muerte de tu vida están en las manos
de tu Belisia, de la cual te quexa y
agravia más que de mí, pues que entrando
en este circuito de nuestra morada, y
dexando la compañía de los que estamos en
ella, se ha entrado en el castillo de la
Crueldad y hecho en él su aposento, de
adonde te persigue y fatiga y te hace tan
cruel guerra como ya la Fortuna estando
contigo te dixo; y allí se ha hecho tan
fuerte y poderosa que, temiendo mi poder,
se ha puesto en competencia conmigo para
contigo, paresciéndole que es en su
mano darte la muerte ó la vida, y que
en esto por agora yo tengo obligación
forzosa á seguir su voluntad, aunque yo
no sigo sino la mía, dexándote vivo para
que procures el remedio con vencerla
ó con ponerte en la libertad sin que
agora vives, que no es pequeño género
de muerte para los que sin ella passan
la vida; y pues que la razón está por
mi parte y tú no tienes causa bastante
para poder estar de mí quexoso, no te
aflixas ni congoxes pediéndome ayuda y
socorro hasta que yo por mi voluntad
quiera dártelo, el cual jamás te será tan
agradable como te ha parescido, porque si
agora con sólo visitarte puse tan gran
espanto y temor como en tu descolorido
gesto se parece, y si hallaras aparejo
para huir no me vieras ni me esperaras,
¿qué hicieras si en mi compañía quisiera
luego llevarte? Créeme, Torcato, que
ninguno me llama con tan gran voluntad,
aunque mayores adversidades y trabajos le
persigan, que no se espante y le pese muy
de veras cuando siente mi venida, y que
no quisiesse huir cien mill leguas de mí
si pudiesse. Y pues que con lo que te he
dicho quedo contigo desculpada, no quiero
decirte más sino que sufras pacientemente
el vivir hasta que sea cumplido el curso
de la vida que por el soberano Hacedor de
todas las cosas te está prometido».
Acabando la Muerte de decir estas cosas,
sin esperar la respuesta dellas, de que
á mí no me pesó, por verla fuera de mi
presencia, se volvieron los elefantes
con el carro, yendo aquellas mujeres
proseguiendo aquella infernal y temerosa
música de las trompetas, que por no
oirla puse mis manos encima de mis
oídos, y siendo entrado el carro en el
castillo, se tornó á cerrar de la manera
que de antes estaba, dexándome á mí
tal que apenas ninguno de mis sentidos
me acompañaba; y huyendo los ñublados
y cesando la tempestad, el día tornó
tan claro y sereno como de antes había
estado; las aves y animales que con
espanto y temor estuvieron ascondidos,
volviendo á regocijarse, mostraban muy
grande alegría por hallarse fuera de
aquel temeroso peligro. Y yo, tornando
poco á poco á cobrar las fuerzas y
aliento que perdido tenía, comencé á oir
una música de voces tan dulce y apacible
que me paresció ser imposible que fuesse
cosa de la tierra, sino que los ángeles
hubiessen venido de los altos cielos á
mostrarme en ella parte de la gloria que
los bienaventurados poseían.
Salían estas voces del castillo del
Tiempo, el cual luego se abrió como
los passados, y del medio dél salió
otro carro bien diferente de los otros
que había visto, porque era muy menor
que ellos, y hecho todo de una piedra
transparente, que como un espejo
christalino por todas partes relucía.
Estaban uncidos á él seis griffos con
unas alas muy grandes, que con muy gran
velocidad lo levantaban tan alto, que
en un instante paresció sobrepujar á
las altas nubes; y batiéndolas con tan
gran ímpetu y furor que el aire que con
ellas hacían se sentía á donde yo estaba,
anduvieron revolando por el aire todo
aquel circuito á la redonda, y hecho esto
se baxaron, poniendo el carro tan cerca
de mí como los otros habían estado. Los
griffos eran en las plumas de varias
y diferentes colores, haciendo por sí
labores tan extrañas como las que los
hermosos pavos en sus crecidas colas
tener suelen; las ataduras de sus cuellos
eran torzales muy gruesos de oro fino. En
medio del carro vi que venía un hombre
tan viejo y arrugado que parecía ser
compuesto de raíces de árboles. La barba
y cabellos tenía todos tan blancos como
la blanca nieve y tan largos que pasaban
de la cintura; su vestido era de una tela
blanca que todo le cubría, y en la mano
traía un báculo con que sustentaba sus
cansados miembros. Estaba temblando, de
la manera que un solo punto jamás le vi
estar firme, y con unas pequeñas alas
que de los hombros le salían se hacía
continuo viento, con que ayudaba al
movimiento que en sí sin cesar tenía en
todo su cuerpo; traía asida con la otra
mano una doncella vestida con muy ricos y
preciosos atavíos, pero venía destocada y
sobre su gesto le caían un manojo de muy
rubios y hermosos cabellos, de manera que
casi se lo cubrían, y de la media cabeza
atrás tresquilada, sin cabello ninguno.
Mirábame con los ojos algo airados, como
si de mí algún enojo tuviesse; traía su
nombre escrito en los pechos que decía:
«Occasión», y en baxo una letra, que fue
por mí leída, vi que decía desta manera:
«El que pudiere alcanzarme
y asirme destos cabellos,
procure de no dexarme,
porque si me suelta dellos
muy tarde podrá hallarme».
Yo que casi atónito todas estas cosas
estaba mirando, vi que aquel tan anciano
viejo con una voz sonorosa y temblando
comenzó á decir:
_El Tiempo contra Torcato._
«Ya me debes, Torcato, haber conocido,
pues que teniéndome presente con la
tristeza que muestras, me tuviste en
lo passado con no menor alegría y me
tendrás en lo porvenir como la divina
Majestad por quien todos somos regidos
y gobernados lo ordenare y quisiere.
Poco ha que de mí, que soy el Tiempo,
te agraviabas con grandes querellas,
poniéndome la culpa que tú tienes, y
queriendo que contigo tuviesse la firmeza
que con ninguno de los mortales he
tenido. Mi propio officio es, como en mí
puedes ver, no estar jamás un instante
firme, y assí como soy mudable, assí
en mí se mudan todas las cosas, unas
de buenas en malas y otras de malas en
buenas, y que lo mesmo passasse por ti
no debe espantarte, ni por ello pienses
que tienes razón de estar mal conmigo
ni decirme las razones agraviadas que
con tanto enojo poco ha que de mi
decías. De ti mesmo podrás agraviarte
más justamente, pues no supiste ayudarte
de mí cuando yo puse en tus manos esta
doncella que conmigo trayo, que es la
ocasión que te di poniéndote en lugares
y tiempos que te pudieras aprovechar de
la tu Belisia, de la cual no quesiste
gozar, antes con tu floxedad temerosa
perdiste los cabellos que en tu mano á
mi intercesión tenías, dexándola que te
volviese las espaldas, poniéndote en
trabaxo de seguirla en vano, porque con
estar tresquilada por detrás, aunque
agora le eches la mano no podrás asirla
ni tenerla, y será menester que tengas
paciencia ó trayas compañía con que
puedas ayudarte para vencerla. Y ésta
solamente es la de tu Belisia, la cual
está en la fortaleza de la Crueldad,
tan armada y tan fuerte contra ti, que
no sé qué diligencia podrá bastar para
que quiera ayudarte á tornarla á poner
en tu favor como ya tú la tuvistes.
¿No has oído aquel común refrán de la
gente que dice: _Quien tiempo tiene y
tiempo atiende, etc.?_ En ti lo habrás
conocido ser muy verdadero, y assí no de
mí sino de ti te quexa y agravia, que
pocas veces se cobra el bien perdido si
no es con el affán y trabajo que basta á
comprarlo muy caro, y tanto está en ti
y en tu buena diligencia que yo vuelva
á parecerte el que solía, como en mí,
que sin tener respeto á ninguna cosa no
hago sino passar mi jornada disponiendo
de las cosas según el aparejo que en
ellas hallo, y pues ya has conocido mi
condición y tienes experiencia de lo
passado, aparéjate para lo porvenir, que
harta parte serás para vencerme y mudarme
si te dieres tan buena maña que puedas
volver á la tu Belisia de tu bando,
sacándola del castillo de la Crueldad,
donde muy esforzada con su fortaleza está
metida agora».
Acabando el Tiempo de decir esto, los
griffos comenzaron á menear con gran
fuerza y velocidad sus alas levantado
el carro con gran ligereza, y en muy
breve espacio volvieron á ponerlo en
el castillo, el cual se cerró como
los otros, cesando la música de voces
que hasta allí se habían oído, y en
lugar dellas comencé á oir otras muy
tristes y dolorosas, unos clamores y
gemidos como de gente apasionada y que
algunos tormentos grandes padescían; sus
suspiros, rompiendo el aire, parecían
llegar al cielo y oirse en él con quexas
de tan gran lástima, que en cualquiera
corazón la pusieran. Todo esto sonaba en
el castillo de la Crueldad, el cual se
abrió luego como los otros, y del medio
dél vi que salía otro carro pequeño de
color leonado, sin otra pintura ninguna;
las ruedas, que seis eran, venían
historiadas de la manera que el castillo
estaba; traía uncidos este carro doce
dragones muy espantables, que por sus
crueles bocas echaban llamas de fuego;
las alas, levantadas y temerosas, eran
enroscadas y vueltas para arriba; su
vista era muy fiera y temerosa; entre
cada rueda de una parte y de otra venían
dos dellos, guiando desta manera el
carro, encima del cual venía asentada en
una silla, que al parecer era hecha de
muy ardientes brasas, una mujer con un
semblante y gesto tan fiero y espantable,
que me puso harto mayor temor que los
dragones me lo habían puesto; sus
vestidos estaban todos ensangrentados,
y en la una mano tenía una espada
desnuda y con la otra á la mi Belisia,
la cual venía con todo el regocijo y
contentamiento del mundo, mostrándose
muy alegre y ufana por estar en compañía
para ella tan apacible. Venían en la
delantera del carro tres mujeres vestidas
de la mesma manera que la Crueldad,
pero con los ojos tristes y dolorosos,
vertiendo lágrimas en abundancia, sus
manos puestas en la mexilla, mostrando
en su tristeza venir forzadas y contra
su voluntad; sus nombres, que escritos
traían, eran: «Tribulación», «Angustia»
y «Desesperación». Delante destas estaba
un hombre sentado, amarillo y flaco y
tan pensativo que yo le juzgué más por
muerto que vivo; su nombre era «Cuidado».
Con esta compañía llegó á mí la mi
Belisia, reyéndose de verme cuál estaba,
y saliendo ella y la Crueldad del carro
saltando con el placer que mostraban,
se acercaron á mí, que atónito de lo
que vía, ninguna palabra podía formar
mi lengua, antes hecho mudo estaba sin
poderlos hablar ni menearme de adonde
estaba, y llegándose más cerca la
Crueldad, me comenzó á decir:
_La Crueldad contra Torcato._
«Poco te aprovecha, Torcato, llamar en
tu defensa á la Fortuna y á la Muerte
y al Tiempo, pues ninguno dellos te ha
podido socorrer ni valer de mis poderosas
fuerzas ayudándome de las de tu Belisia,
la cual tiene por bien que contra ti las
execute, para mostrarte cuán caro cuesta
el amor que no se sabe conservar con
prendas tan verdaderas que basten para
forzar la libertad y voluntad, dexándolas
subjetas de manera que no hallen camino
ninguno que pueda guiarlas para meterse
en mi castillo, como Belisia agora con
ellas ha hecho. Y pues de mi nombre
podrás conocer qué tales pueden ser mis
obras, no te espantarás que con ellas
quiera complacer á Belisia, á quien
tan obligada estoy por no tener piedad
ninguna para contigo, que es la mayor
enemiga que yo en este mundo tenga».
Diciendo esto, Belisia se llegó á mí y
con sus manos me comenzó á rasgar el
capisayo y jubón y camisa que sobre mis
pechos tenía, dexándolos descubiertos; y
aunque yo conocía que todo esto era para
daño mío, no podía dexar de holgarme en
gran manera que Belisia me tocase con sus
manos en mis carnes, recebiendo con ello
algún descanso; pero luego la Crueldad,
abriendo con su espada mi lado siniestro,
comenzó con Belisia á beber la sangre que
por la herida salía, y metiendo por ella
sus manos, sacaron mi corazón, dándome
tan áspero y terrible dolor, que aun
agora en pensarlo me desmayo, y ambas
con muy gran ferocidad y agonía daban en
él con sus dientes muy grandes bocados,
como si de rabiosa hambre estuvieran
atormentadas, y después que desta manera
lo estuvieron despedazando, Belisia,
holgándosse y reyéndose de verme cuál
estaba, comenzó á decirme:
_Belisia contra Torcato._
«Porque no digas, Torcato, que en pago
del amor que me has tenido y tienes
no te dexo compañía que en la soledad
con que quedas te acompañen, contigo
quedarán estas cuatro personas, que jamás
se apartarán de ti, y son las que en
este carro has visto que con nosotras
vinieron».
Y diciendo esto, me vi rodeado de la
Tribulación, Angustia, Desesperación
y Cuidado; y Belisia y la Crueldad,
tornando á subir en el carro, se metieron
en el castillo con gran contentamiento de
lo que contra mí habían hecho.
A esta hora, con los cuatro compañeros
que cercado sin desamparar me tenían,
sentí alzarme de tierra, y de la mesma
manera que había sido traído en aquel
lugar tan extraño fui llevado en el aire,
passando por mucha tierra deshabitada y
por grandes ciudades y poblaciones de
extrañas provincias y gentes, por muy
espessos montes y muy altas montañas,
hasta venir á hallarme donde tendido
estaba con el pesado sueño que todas
estas cosas en sí me había mostrado,
y recordando y abriendo mis ojos,
pareciéndome que verdaderamente y no en
sueños por mí hubiese pasado todo lo que
he dicho, echeles alrededor, mirando por
la compañía que conmigo había traído,
á la cual no pude ver pero sentíla que
había aposentado en mis entrañas y en
mi ánima, á donde aun agora la siento y
sentiré en tanto que la vida me durare.
Este fué, Filonio y Grisaldo, el fin de
mi sueño, y este ha sido el fin que han
tenido los amores de la mi cruel Belisia.
Este ha sido el pago que por el amor
que le he tenido y tengo me ha dado.
Si me sobra la razón para estar triste
y con el trabajo que me habéis visto;
si con justa causa me ando quexando á
vosotros pongo por jueces, pues no podéis
dexar de confessarme que mi mal es sin
remedio, faltándome la esperanza, y que
hago agravio á la vida en sustentarla y
tenerla, pues que con acabarse acabaría
de verme cual me veo; y cierto para mí
el menor mal de todos sería la muerte,
que en sueños y despierto huye de mí
para no darme la vida que con ella
recibiría. Como á verdaderos amigos os he
descubierto el secreto de mis entrañas y
os he dicho la verdad de todo lo que por
mí ha pasado; si como tales me podéis dar
algún consejo para aliviar mi tormento,
pues quitarlo del todo es impossible,
yo os ruego, y por la amistad que entre
nosotros hay os conjuro que lo hagáis,
porque teniendo el juicio más libre
estará con mayor claridad que no el mío
para mirar y ver lo que más me conviene
hacer y de qué manera, para alivio de mis
trabajos, pueda recibir algún descanso.
_Fin de la segunda parte._
COMIENZA LA TERCERA PARTE
En que se cuentan las razones que podría
haber para que Belisia olvidase los
amores de Torcato; hay en ella algunos
avisos provechosos.
FILONIO.--Grandes son las cosas,
Torcato, que por ti en estos tus amores
han passado. No puedo dexar de haberte
muy gran lástima, aunque tú mesmo has
tenido la culpa de todo tu daño, según
de tus razones se puede haber atendido;
pero muy bien has hecho en no encubrir
ninguna cosa, porque los enfermos que á
los médicos no dan particular cuenta de
sus enfermedades, mal pueden ser curados
dellas; y assí, para que yo y Grisaldo
con nuestros pobres juicios podamos
decirte lo que te conviene y darte el
consejo que mejor nos parezca para que
tu trabajo y passión reciban algún
alivio, convenía que tan enteramente nos
hubiesses informado como con tu larga
relación lo heciste. Y lo primero que
quiero decir es que las mujeres de su
naturaleza son movibles y insconstantes y
sin ninguna firmeza en sus hechos, tanto
que cuando con mayor affición y voluntad
las vieres puestas en alguna cosa, has
de pensar y tener por averiguado que
se mudarán más presto que las hojas
suelen menearse en los árboles, y que
poco viento basta para llevarlas á donde
quisiere; y assí todos los auctores que
escriben dellas lo dicen, y Salomón las
compara al mesmo viento en sus mudanzas.
Belisia era mujer, y en naturaleza y
condición no diferente de las otras,
y assí no me maravillo que haya hecho
lo que las otras hacen, que hacen
mudanza, pues esta es la más principal
condición que tiene la ausencia, y de
aquí nace aquel común proverbio que
dixe: _Cuan lexos de ojos, tan lexos de
corazón_. Si tú estuvieras presente, el
amor se conservara, porque la continua
conversación es causa de acrescentarlo,
y la ausencia de disminuirlo, como por
experiencia lo has conocido.
TORCATO.--Antes en mí he visto al
contrario, porque ninguna cosa por estar
ausente ha mudado mi voluntad, que si
juntamente con la de Belisia se mudara no
tuviera de qué agraviarme.
FILONIO.--Yo fiador, si no se ha mudado,
que ella se mude, si no tomas tú por
punto de honra estar tan firme en ella
que procures permanecer en tu desatino.
TORCATO.--¿Qué llamas desatino? que yo
por muy atinado me tengo en lo que hago,
pues una voluntad tan bien empleada no
debe tan presto mudarse.
FILONIO.--Bien digo yo que tú mesmo no
quieres dar lugar á tu propia salud.
¿Por ventura puedes estar más desatinado
que en querer á quien no te quiere, y
en amar á quien no te ama, y en llamar
á quien no te responde y seguir á quien
anda huyendo de ti, y en tener tan
verdadera fe con quien ninguna tiene
contigo? Esto digo que son desatinos
y locuras, que los hombres debrían
desechar de sus pensamientos y fantasías,
sacudiéndose dellos para ponerse en
libertad y conocer con ella lo que
les conviene; porque á los que están
aficionados, el Amor los tiene ciegos
y sin juicio, ni entienden, ni ven, ni
conocen lo que les está bien ni mal, como
agora tú haces en parecerte que es bien
perseverar en los amores de Belisia,
conociendo della que ninguna fe, ni ley,
ni amor tiene contigo, y que si alguna te
mostró en algún tiempo no era verdadera
sino fengida para engañarte, y si lo fué,
que era tan poca que cualquiera causa
por pequeña que fuese bastó para que te
olvidase, no se acordando del amor tan
verdadero que tenía y mostraba.
TORCATO.--Lo que mayor pena me da es no
saber essa causa, para juzgar si tuvo
razón en lo que conmigo ha usado.
GRISALDO.--Ninguna habría que á ti te
pareciese bastante porque no te pudiese
condenar por ella á ti mesmo.
TORCATO.--No estoy tan fuera de razón que
me quitase el buen juicio, aunque fuesse
contra mí, pues no es menos el amor que
tengo á la mi Belisia; pero no veo cosa
que bastase para el desamor que muestra
tenerme, que por mi parte no ha habido
falta ninguna para la mudanza que ha
hecho.
FILONIO.--Si por tu parte no la ha
habido, por la suya había tantas que
basten para quitarla de culpa cuanto á ti
te parecerá tener la mayor por ellas.
TORCATO.--Por tu fe, Filonio, que tú me
las digas, pues yo no las alcanzo ni
entiendo.
FILONIO.--Ya yo te dixe que la primera
de todas es ser mujer, á quien es propio
y natural no permanecer en un ser mucho
tiempo, y si alguna cosa las detiene más
de lo que por su voluntad lo harían, es
el interese de los servicios, los cuales
tú no heciste, según has confessado,
y assímesmo tú me has confessado que
conociste ser servida y secuestrada de
otros pastores y zagales, que con grande
agonía procuraban ganarle su voluntad,
y estando tú presente tuvieras mucho
que hacer en entretenerla para no ser
vencida, mira cómo podrás hacerlo estando
ausente tanto tiempo, que por ventura
tendrá ya perdida de ti la memoria como
si nunca te hubiera conocido.
TORCATO.--Propiedad es de las mujeres la
que me has dicho; pero no confesaré yo
de Belisia esse pecado, que porque en mí
conociese el grande y verdadero amor que
le tenía y por él me diese los favores
que os he contado, los cuales casi
fueron sin perjuicio de su honestidad,
no por esso podré pensar que me dexasse
de querer á mí por poner el amor en otro
ninguno, pues sería difficultoso hallar
otro que tanto la quisiese para forzarla
á que se mudasse con ponerme á mí en
olvido.
FILONIO.--Esso todo es á tu parecer; pero
otros hallarás muy diferentes, porque
estando sin pasión conocen mejor que tú
la condición y calidad de las mujeres, no
haciendo á ninguna dellas tan casta como
tu quieres que lo sea tu Belisia.
TORCATO.--Yo por casta la tengo á ella y
á todas las mujeres, si las lenguas malas
y testimonieras de los hombres dexasen
de morderlas con testimonios falsos y
levantados, como si las tuviésemos por
mortales enemigas.
FILONIO.--Bien puede ser assí como tu
dices; pero escúchame lo que acaesció en
el reino de Egipto, por donde conocerás
el engaño que te tiene ciego para tener
por tan cierto lo que has dicho.
TORCATO.--Alguna fábula ó hablilla
querrás contarme de las que suelen contar
las viejas tras el fuego.
FILONIO.--Antes te digo que es cosa muy
cierta y verdadera, porque la escriben
y cuentan notables varones y auctores á
quien se da muy gran crédito: Diódoro,
Herodoto (_Libro II_). «Y fué que uno
llamado Ferón, hijo de un rey de Egipto
que llamaron Sofis, tuvo una recia y muy
grande enfermedad, de la cual vino á
quedar del todo ciego, que fué para él la
mayor persecución y trabajo que le podía
venir en el mundo, tanto que no la tenía
en menos que la muerte, y haciendo por
su parte todas las diligencias possibles
para saber si podría tornar á cobrar la
vista que tenía perdida, y no hallando en
los médicos consejo que le aprovechasse,
acordó de consultar con grandes
sacrificios los oráculos de sus dioses,
los cuales le dieron por respuesta que
después que hubiesse sacrificado con
gran devoción á un dios que estonces era
reverenciado y servido en la ciudad de
Eliópoli, porque decían ellos que hacía
grandes milagros en aquel tiempo, que
pussiese los ojos en una mujer tan casta
que no hubiese tenido pendencia sino con
solo su marido, y que luego sería sano
del mal que en ellos tenía. Ferón cumplió
luego lo que los dioses le dixeron sin
faltar nada, y teniendo confianza en su
propia mujer, trayéndola delante de sí
para cobrar por ella la salud que le
faltaba, quedó como de antes sin ver
ninguna cosa, y luego hizo traer todas
las principales mujeres del reino de
Egipto, las cuales no le aprovecharon
más de lo que su mujer había hecho, y
viéndose por esto affligido y fatigado,
perdiendo del todo la esperanza de cobrar
la vista, comenzó á probar de poner los
ojos en todas las mujeres comunes, sin
que le aprovechase, hasta que le traxeron
una mujer de un hortelano, y poniéndolos
en ella, tornó luego á ver de la manera
que antes, como si no hubiera tenido
mal ninguno, y haciendo quemar por esto
á su mujer con otras muchas de las más
principales, se casó con ésta, aunque no
faltaron maliciosos que dixeron que en
aquel mesmo día que la habían traído se
había casado con el hortelano, y que si
esperaban á otro día, por ventura Ferón
no viera ni tuviera la salud tan deseada,
porque no turara en ella la castidad
tanto tiempo».
TORCATO.--Si en Egipto había en este
tiempo falta de buenas mujeres, ¿por
ventura no la hubiera en otras partes
donde hay tanta abundancia dellas que
para cada hombre que haya bueno se
hallarán mil que le hagan ventaja?
FILONIO.--Esas que tú dices yo no
las veo, porque si hablan en algunas
partes de mujeres que tuvieron en mucho
su castidad, luego veréis que traen
por exemplo y dechado de todas ellas
á Lucrecia y Virginea, romanas, y á
Penélope, griega, y á otras semejantes,
y si todas son tales como éstas fueron,
poco tienen que loarse de su bondad para
que las tengan por castas.
TORCATO.--¿Y qué defeto hallas tú que
hubo en la bondad desas?
FILONIO.--De Lucrecia yo te lo diré:
si cuando Tarquino la quiso forzar,
poniéndole el puñal á los pechos, ella
consintiera que le diera con él y la
matara antes que su castidad fuera
violada, yo la tuviera verdaderamente por
casta; pero después que consentió en que
compliesse con ella su voluntad, aunque
fuesse forzada, para cumplir con su
marido Collatino y aun para cumplir con
el mundo y alcanzar aquella fama después
de su muerte que todos los gentiles
procuraban, se mató públicamente, así
mesmo preveniendo á la muerte que por
ventura Collatino le diera cuando
tuviera noticia de lo que había pasado,
cuanto más que no hay nadie que sepa si
ella consentió en el adulterio por su
voluntad, y arrepentida de haberlo hecho,
ó temiendo las causas que he dicho,
quiso remediarlo todo con la muerte; y
no pienses que yo por solo mi parecer
la condeno, que muchos hay que dicen lo
mesmo, y un flaire en nuestra aldea me
dixo que Sant Agustín trataba della como
de mujer que no había dado de sí tan buen
exemplo que se hubiesse de tener en mucho
la castidad que había mostrado.
TORCATO.--Paréceme que, según la
enemistad que muestras con la bondad de
las mujeres, que no corres menos peligro
con ellas que aquel su grande enemigo
Torrella; pero, ¿de Penélope qué tienes
que decir; que, según yo he oído, todos
los libros griegos y latinos están llenos
de sus alabanzas, loándola de casta y
recogida, assí en el tiempo que su marido
Ulises estuvo en la guerra de Troya y
anduvo peregrinando por el mundo como en
todo lo demás de su vida?
FILONIO.--Assí es como tú dices; pero
entre estos autores que escribieron della
algunos hubo que dixeron muy al revés,
porque no faltó quien ha escrito que,
estando Ulises ausente, Penélope usaba
de su cuerpo como pública ramera, y otro
autor que dixo que Pan, dios de los
pastores, fué hijo suyo y de Mercurio, y
que por saber esto Ulises hizo divorcio
con ella y se fué á vivir á la ínsola
Cortina; y otros muchos que hablando de
su vida trataron della como de mujer
que había vivido deshonestamente y que
no solamente tuvo por hijo al dios Pan,
sino á otros muchos de diferentes padres,
hechos en adulterio; y si Virginea
fué muerta por no consentir en la
desenfrenada voluntad de aquel varón de
los diez que entonces gobernaban á Roma,
que por tan exquisitas y desvergonzadas
formas y maneras procuraba gozar el amor
ilícito y deshonesto que con ella tenía,
fué porque su padre hizo sacrificio de
la hija por no recebir la afrenta que
viviendo le estaba aparejada, que si á
la voluntad de Virginea lo dexaran, por
ventura excusara la muerte con dexarse
corromper su honestidad antes que recebir
las puñaladas que le fueron dadas por su
padre; así que no estés, Torcato, tan
confiado de la tu Belisia que no puedas
presumir que por haber puesto sus amores
y voluntad en otra persona haya dexado
los que contigo tenía, porque esto es lo
que yo por más cierto tengo.
TORCATO.--Y yo por más incierto, porque
no me podrás inducir con tus enxemplos
que pueda creerlo; porque ya que fuese
verdad lo que has dicho, ¿cuántas mujeres
ha habido y hay en el mundo tan castas
que ninguna mancilla se puede poner en
su bondad? Y si no mira lo que hizo
la reina Dido por no querer consentir
en los amores del rey Yarvas, ni que
después de la muerte de su marido Sicheo
hubiese quien pudiesse triunfar de su
honestidad, y así escogió por mejor dexar
hacer ceniza su cuerpo en el ardiente
fuego que no dar lugar á que otro ninguno
pudiese gozar de lo que él había gozado;
aunque el poeta Virgilio, no sé por qué
causa ó razón inducido, quiso poner en
su bondad y buena fama la mancilla que
puso, diciendo que había tenido amores
con Eneas, siendo falsedad averiguada,
porque Dido fué mucho tiempo antes que
Eneas, saliendo de Troya, anduviesse
peregrinando por el mundo; y sin tratar
de las mujeres antiguas, ¿cuántas
en nuestros tiempos se sojuzgan al
incomparable trabajo de las religiones,
haciendo sacrificio de la vida hasta la
muerte, y otras que han tenido por mejor
que sus cuerpos fueran despedazados que
no consentir en que por su voluntad la
castidad fuesse en ellas violada? Sola
Susana bastaba para quitar las lenguas
de los maldicientes, viendo con cuánta
firmeza procuró guardarla de aquellos
viejos que procuraban aprovecharse della,
teniendo por mejor ser por su falso
testimonio condenada á la muerte que
consentir en sus torpes desseos. Y sin
ésta, te podría decir otras muchas que
bastan en nuestros tiempos á defenderse
de la importunidad de los hombres, sin
dexarse jamás vencer para que su castidad
corra peligro, ni ellas se puedan dexar
de llamar mujeres castas; y para que
mejor entiendas la ventaja que en esto
hacen las mujeres á los hombres, mira
lo que se usa en muchas partes y entre
muchas naciones de gentes idólatras, que
en muriendo los maridos se matan y se
entierran, ó se queman con ellos, por su
propia voluntad, y mostrando muy gran
contentamiento en huir de los peligros en
que quedaría su honestidad siendo viudas,
y no verás hombre ninguno que haga lo
mesmo aunque se le mueran cien mujeres;
y ten por cierto que muchas habría en la
christiandad que seguirían esta mesma
orden si el temor de la perdición de sus
ánimas no se lo vedase.
FILONIO.--En cargo te son las mujeres,
que assí quieres defender contra la
común opinión de todo el mundo ser
hechas de otra differente condición y
costumbres de las que tienen y en ellas
se conocen; continuamente todos cuantos
han escrito, cuando vienen á hablar en
ellas, no hallan palabras que basten á
contar sus vicios y torpezas; los libros
están llenos dello, y no solamente
los proffanos, pero también los de la
Sagrada Escriptura, y si no pregúntalo
á Salomón y verás con cuán encarescidas
palabras las pone muchas veces del lodo,
tratándolas como ellas lo merecen. Y en
un libro que yo oí una vez leer decía
que la mujer nunca era buena sino una
vez en la vida, y que ésta era la hora
que se moría, y que era mejor cuando más
presto se muriese; y con estas palabras
consolaba un amigo á otro porque su mujer
se le había muerto.
TORCATO.--Bastaría que alguna mujer
te hubiesse á ti tratado como á mí me
ha hecho Belisia para que tanto mal
me dixeses della y de todas las otras
mujeres; pero no quiera Dios que yo con
pasión me ciegue para decirlo, ni para
consentir que tú pienses que tienes razón
en lo que dices. Y lo primero que quiero
preguntarte es quiénes son esos que
escribieron los libros que has dicho.
FILONIO.--¿Quiénes han de ser sino
hombres muy sabios y avisados que las
tienen bien conocidas?
TORCATO.--Bien se parece que son hombres,
que si fueran mujeres harto más tuvieran
que poder decir y escribir y con mayor
verdad de los hombres que no los hombres
dellas, porque verdaderamente muy mayores
y más torpes y más comunes son los vicios
en los hombres que en las mujeres, y
nosotros, que las notamos y acusamos de
parleras y desenfrenadas en sus lenguas,
somos los que las infamamos diciendo
tantos males dellas, que debríamos de
tener vergüenza de que nuestras palabras
saliessen por nuestras bocas tan
perjudiciales contra personas de quien
tantos bienes recebimos; y aunque haya
algunas malas entre ellas, yo fiador
que no sean tantas como los hombres,
y nosotros mesmos somos la principal
causa de sus males, importunándolas y
fatigándolas con promesas, con engaños,
con lisonjas y con persuasiones que
bastarían á mover las piedras, cuanto más
á mujeres, para que algunas veces vengan
á dar en algunos yerros; y ellas jamás
nos importunan ni fatigan requiriéndonos,
y molestándonos con desvergüenza, antes
tienen por mejor callando passar sus
trabajos, que no dar á entender lo que
por ventura con su flaqueza les piden sus
apetitos. Y los que escribieron contra
ellas no fué contra las buenas, sino
contra las malas, y lo que dixeron de las
unas, siendo pocas, no se ha de entender
de las otras, que son muchas; así que
sería mejor que todos nosotros nos
empleásemos en decir bien de quien tantos
bienes habemos recebido y recebimos
cada día, y no mal de quien ninguno nos
merece; y si alguna nos diere causa,
con algunos desatinos, á que podamos
decir mal della, sea particularmente
para reñirla y castigarla con palabras y
obras, siendo necessario, y no queramos
que paguen las justas por las peccadoras
y las que no tienen culpa por las que
merecen el castigo; que lo que fuera
desto se hiciere ó dixere, será mal dicho
y mal hecho, y los vituperios y infamias
y deshonras quedarán en aquellos que las
dixeren, queriendo por una mujer mala
hacer á todo el género de las mujeres
malas, siendo por la mayor parte buenas
y tan buenas que plugiesse á Dios que
no fuéssemos nosotros peores que ellas;
y concluyendo digo que yo no tengo
la sospecha que dices de que Belisia
por haber tomado amores con otro haya
dexado los míos, y primero lo habré
visto por los ojos que lo confirme en el
pensamiento.
FILONIO.--Paréceme, Torcato, que hablar
alguna cosa en perjuicio de Belisia es
tocarte á ti en el alma, y pues que con
tanta afición y tan apassionadamente
defiendes lo que le toca, yo no te veo
otro remedio para salir deste piélago
en que estás metido sino esperar á que
el tiempo vaya consumiendo el agua
poco á poco hasta que te halles en
seco, y entonces juzgarás las cosas muy
diferentemente de lo que agora lo haces.
GRISALDO.--Con estas pláticas se nos ha
pasado el día, y pues que ya, Torcato,
has descansado con decirnos tu fatiga y
nosotros quedamos obligados á procurar
tu remedio y consuelo en todo lo que
pudiéremos hacerlo, aunque sea contra tu
parecer y voluntad, procura de dexar la
compañía de la soledad con que andas,
porque con la conversación no tiene tanto
lugar la tristeza que sin sentirlo te
consumirá la vida, y agora todos nos
vamos al lugar, donde los regocijos
de las bodas de Silveyda no serán aún
acabados, y podremos llegar á tiempo que
gocemos alguna parte dellos.
TORCATO.--Haced lo que os pareciere, que
determinado estoy á forzarme y seguir
vuestro consejo.
FILONIO.--Pues ¡alto! ¡sus! caminemos,
y para que menos sintamos el camino,
vamos cantando alguna cosa con que
tomemos placer, que, según veo, bien será
menester para que Torcato deseche parte
de la tristeza con que anda.
TORCATO.--Yo quiero comenzar unos versos
que hice en este desierto, al propósito
de lo que mi corazón siente; vosotros me
ayudad, para que mejor pueda cantarlos.
GRISALDO.--Comienza á decirlos, que así
lo haremos.
TODOS TRES PASTORES
Montes, sierras y collados, que entendido
habéis mi pena rabiosa y mis dolores,
escuchando mis fatigas y querellas
que al alto cielo han subido,
rompiendo con mis clamores
las estrellas,
Doleos de mis trabajos y fatiga;
llorad conmigo mis ansias y mis males;
moveos á compasión de mi tormento,
pues la dulce mi enemiga
quiere sean mortales
los que siento.
Los ríos desta montaña, con las fuentes,
testigos de mis fatigas y cuidados,
cansados ya de me ver con mis enojos,
detengan hoy sus corrientes,
dando lágrimas parados
á mis ojos.
Tú, Eco, que estás contino resonando,
de mis llantos grande amiga y compañera,
llevando mis tristes voces por los vientos,
no dexes de ir publicando
cómo me acusan, que muera
mis tormentos.
Y tú, mi ganado triste y afligido,
con pastor tan sin ventura y desdichado,
que alredor deste acebo andas paciendo,
aquí te estarás tendido
tomando en ti mi cuidado,
y padesciendo.
Soledad muy agradable, y compañía
á mis tristes pensamientos y memoria,
con la cual siempre descansa mi tristeza,
no dexes de ser mi guía,
porque sienta en ti su gloria
mi firmeza.
Belisia, si mis clamores han herido
tus oídos, yo te ruego que escucharlos
quieras con lástima alguna y compasión
de verme tan afligido,
y no quieras ataparlos
sin razón.
Porque si no remediares mi dolor,
á mí me basta que sepas que padezco,
con entera libertad, y así lo quiero,
con muy verdadero amor,
pues á la muerte me ofrezco
y por ti muero.
_Fin._
Á LOOR Y HONRA DE SEÑOR JESUCHRISTO Y DE
SU BENDITA MADRE SANTA MARÍA,
NUESTRO AMPARO Y GUÍA, FUERON IMPRESSOS
LOS SIETE COLLOQUIOS EN LA CIUDAD DE
MONDOÑEDO
EN CASA DE AGUSTÍN DE PAZ, IMPRESSOR
ACABÓSE Á XXV DÍAS DEL MES DE OCTUBRE DEL
AÑO DE MDLIII
NOTAS:
[1274] _Remedio_ dice la edición de Mondoñedo, añadiendo una sílaba al
verso.
Tetuán de Chamartín.--Imp. de Bailly-Baillière é hijos.
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