The Project Gutenberg EBook of Viajes por Europa y América by Gorgonio Petano y Mazariegos This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: Viajes por Europa y América Author: Gorgonio Petano y Mazariegos Release Date: September 18, 2004 [EBook #13492] Language: Spanish *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK VIAJES POR EUROPA Y AMÉRICA *** Produced by Paz Barrios and the Online Distributed Proofreading Team. This file was produced from images generously made available by the Bibliothèque nationale de France (BnF/Gallica) at http://gallica.bnf.fr VIAJES POR EUROPA Y AMÉRICA DE D. GORGONIO PETANO Y MAZARIEGOS PRECEDIDOS DE UN PRÓLOGO POR EL SR. D. PATRICIO DE LA ESCOSURA DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA PARIS LIBRERÍA FRANCESA É INGLESA DE J.H. TRUCHY 26, BOULEVARD DES ITALIENS, 26 PARIS.--IMPRENTA DE E. THUNOT Y Cª Calle Racine, 26, cerca del Odeon. 1858 A LA SAGRADA MEMORIA DE SU AMANTISIMO PADRE. EL AUTOR. A MI QUERIDO AMIGO EL SR. D. G. PETANO Y MAZARIEGOS. Mal inspirado está V., amigo mio, deseando que sea yo quien le escriba un prólogo para sus _Viajes_, libro que, por una parte, no necesita de ajenas recomendaciones por ser tan curioso y entretenido, como elegante y concienzudamente escrito; y que versa por otra sobre un asunto en el cual, mas acaso que en otro alguno, soy incompetente. Y ¡por Dios santo! que no se me alarme V. ni crea que hablo así ó por intempestiva modestia, ó por placer de sentar una paradoja. Nada de eso, amigo mio, nada de eso: dígole á V. lo que pienso, lo que es cierto: soy en materia de Viajes el mas incompetente de los mortales. Y sin embargo, ni puedo ni quiero negar, que pocos españoles hay tan _asendereados_ como yo; porque en efecto, desde el «primer sollozo de la cuna» hasta la fecha, pocos dias ha y quincuagésimal de mi vida, estoy corriendo por montes y valles, yendo de _Ceca_ en _Meca_, «Sin encontrar en la tierra Un punto donde parar,» como dice al Don Juan del _Hombre de Mundo_ el protagonista de aquella excelente comedia. Todo eso es cierto: niño aun, una persecucion política me traia primero á Francia, y luego á Inglaterra me enviaba: de regreso á España la vida militar paseándome primero de guarnicion en guarnicion, mas tarde con la guerra civil teniéndome siempre á caballo, hacíame correr una gran parte de nuestro pais, que despues acabé por decirlo así de visitar como empleado ó por negocios propios: cinco emigraciones, en fin, y algun viaje voluntario desde el año de 1840 hasta el dia, me han obligado de nuevo y repetidamente á visitar las antiguas Galias y la Gran Bretaña, y dádome ocasion para ver la Bélgica, Portugal y una parte de la Alemania. Pero ni eso es _viajar_ ni Dios me ha hecho _viajero_, que entre los que tal nombre merecen y los simples _viandantes_ como yo, hay una diferencia inmensa. ¿Viajan por ventura el correo de Gabinete, aunque pase su vida entera corriendo los caminos reales, ó el fatuo que á Paris viene á barnizarse las uñas y olvidar el castellano, sin aprender el frances? _Viajar_ es un arte que supone un gran fondo de filosofía, un razonable capital de instruccion, el talento natural y la vocacion del observador, mucha rectitud de juicio, y tiempo ademas, y medios pecuniarios para utilizar todos los enumerados elementos. Suponga V. á un hombre siempre en movimiento mal de su grado; siempre habiéndoselas con la policía ó recelando tener que habérselas; preocupado el entendimiento por aspiraciones políticas; y con el corazon constantemente en el pais de que su mala suerte le aleja; y dígame en conciencia si tal hombre es ni puede ser nunca _viajero_ aunque mas tierras corra que el mismísimo _Judío Errante_. Tal es mi caso, amigo mio: he caminado mucho y viajado poco: y no obstante, tambien como V. soñaba yo allá en mis juveniles años en el placer de los viajes; extasiábame con _Robinson_, deleitábame con _Rolando_, no me detenia en engolfarme en el _Viajero universal_, y acaso acaso tuve mis tentaciones de tomar por modelo al _Jóven Anacársis_. Los únicos viajes que nunca me cautivaron fueron los del atildado alumno del insoportable _Mentor_, y todavía confieso á V. que no he podido reconciliarme con el célebre y para mí empalagoso libro del Sr. Fenelon. Pero vinieron los años y con ellos los trabajos; comencé á vagar y disipáronse naturalmente mis ilusiones de viajero. Mas dichoso V. que yo, mas perseverante en su vocacion, mejor dotado para su propósito por la naturaleza, va, jóven aun, á enriquecer nuestra literatura con un libro original y bien escrito de _Viajes_, género que se ha cultivado poco en España hasta el presente. Apruébolo sinceramente por el asunto y la feliz manera de desempeñarlo: lo aplaudo ademas porque creo que el conocimiento de los paises extranjeros puede ser para el nuestro un poderoso estímulo de adelanto en las vias del progreso en que con razon dice V. que ha penetrado hace ya años, y tambien un argumento para responder victoriosamente á los que nos acusan de estar aun en la barbarie sumidos. Hay ademas hoy en el mundo una señalada tendencia á suprimir las distancias, borrar las distinciones y confundir los intereses. Van desapareciendo poco á poco las antipatías de raza, van suavizándose las rivalidades de nacionalidad; las corrientes de la humanidad se muestran en su curso convergentes; y si la _unificacion_ está léjos todavía, no tan remota que el anteojo de la filosofía no la divise en lontananza. En tales circunstancias, amigo mio, el libro de V. que _presenta_ los Españoles á los extranjeros, y á estos aquellos, como es costumbre en la buena sociedad inglesa, cuando entre personas que no se conocen se halla un tercero con ámbas relacionado: el libro de V., digo, fácil y corrientemente escrito, observador sin pesadez, filósofo sin pretensiones, _presentándonos_ unos á otros, facilita el trato, y consecuentemente prepara la amistad. ¡Cómo no ha de aplaudir el libro de V. quien como yo desea con toda su alma una union de todos los pueblos, que acabe, si es posible, hasta con el nombre de la guerra, y en consecuencia haga que de uno á otro polo no haya mas imperio que el de la ley, y que esa sea siempre la expresion de la voluntad universal! Si no me es dado pues ni disertar científicamente sobre los viajes en general: si no me atrevo á decir á V. _pluma á pluma_ ya que no cara á cara, todo lo bien que pienso, y que si no me engaño pensará el público de su interesante libro: puedo por lo ménos en conciencia, y sin temor de ofender la modestia del que le ha escrito, asegurar que no ganaríamos poco en que todos los jóvenes que viajan lo hiciesen con el fruto que V. y sobre todo en que, comprendiendo la deuda que todos con la patria tenemos, la pagaran como V. haciendo á su pais partícipe del resultado de sus estudios y observaciones. En la imposibilidad de hacerle á V. un prólogo, le escribo lo que pienso de sus _Viajes_: acepte V., amigo mio, acepte el óbolo de la incompetencia, y crea sobre todo que solo por aquello de que _impossibile nemo tenetur_, deja de complacerle tan por completo como lo deseara su sincerisimo y apasionado amigo: PATRICIO DE LA ESCOSURA. Paris, noviembre 1857. #DE COMO UN PRÓLOGO ES A VECES NECESARIO.# No es la moda la que coloca la pluma en mis manos: al contrario, he tenido necesidad de discutir conmigo mismo para convencerme de que al resumir en un volúmen las notas de mis viajes, me obedezco, sin tener en cuenta para nada que la moda es esta. Teniendo la pasion de la lectura y alentado por la buena acojida que han obtenido los diferentes ensayos literarios que he dado á la estampa, nada mas lógico que bosquejar el cuadro de mis viajes. ¡El viaje! esta ha sido mi constante aspiracion desde que tuve la edad de quince años. ¡Gracias mil á Dios que me ha otorgado la realizacion de mis ensueños, acariciados tanto tiempo por mi imaginacion! Sucedíame siempre una misma cosa cada vez que me paseaba en el campo. La idea del viaje, siempre compañera de mi memoria, era constantemente el tema seguro de mi conversacion: mirando siempre delante de mí, me impacientaba contra el horizonte que cerraba el paso á mi vista. Los límites que las encumbradas montañas trazaban naturalmente á mi curiosa mirada siempre ávida de penetrar á traves de los términos, cruzábales afanoso con el pensamiento; y solazaba mi fantasía con el bellísimo lienzo que en mi ilusion dibujaba. Un cielo nuevo, diferentes praderas y torrentes, aire mas dilatado, otros espacios, un _mas allá_ distinto del que siempre me encerraba en su estrecho ámbito; hé aquí mis deseos eternos. Estas eran mis frases; esta mi necesaria conclusion cada vez que regresaba del campo. La idea de visitar nuevos paises, se presentaba constantemente á mi imaginacion con un delicioso misterio que me fascinaba. La lengua, los trajes, las costumbres, toda la vida analizada en conjunto y en detalle, fingíala en mi deseo, como distinta y nueva, en parangon con la que yo conocia. Mas tarde, cuando entreví la utilidad de los viajes, por la instruccion y conocimiento del mundo que reportan, tomó carta de naturaleza dentro de mi cerebro--por decirlo así--la idea de viajar. Hoy, que afortunadamente he visitado algunos paises, dando cumplida satisfaccion á mis aspiraciones, justo y hasta necesario es que concrete en un solo cuadro los recuerdos de mis excursiones. No pretendo escribir un libro: si la frase no estuviera gastada, yo llamaria á este epítome _impresiones de viaje_, pero tantos son ya los que así han bautizado á sus apuntes, que yo me aparto á toda prisa de semejante diccion y concluyo este mal hilbanado prólogo rogando al lector que califique este trabajo del modo que mas cuadre á su gusto. Como quiera que sea, esta publicacion no es otra cosa que una galería de cuadros naturales tomados á la vista: los colores que empleo, tomados de mi pobre paleta, son débiles pero exactos. Y basta para un prefacio: era indispensable consignar que este libro no es hijo de la moda: si no me equivoco, lo he apuntado ya, y si no se entiende bien, sépase al ménos que yo he pretendido decirlo. #ESPAÑA#. La España, nuestra querida patria, tan calumniada por algunos extranjeros que con trivial ligereza han querido juzgarla, sin estudiar en modo alguno su estado actual, avanza rápidamente en el camino del progreso, y dentro de muy pocos años ocupará el importante rango que de hecho la pertenece en Europa. Cualquiera otra nacion del mundo que hubiera tenido que pasar por las duras pruebas que la nuestra, con sus revueltas políticas tan frecuentes, con sus inútiles gobiernos, con su fratricida y desoladora guerra civil de siete años, hubiera sido borrada de los mapas y fundido en cualquiera otra su deshecha nacionalidad. Nuestra querida patria, que á pesar de todo, ha guardado incólume hasta hoy su santa independencia, que vive vida propia, que trabaja y avanza y que toca ya las ventajas de un magnífico porvenir, ha probado al mundo con esta demostracion de pujante vitalidad propia, que se basta á sí misma y que merece ocupar un gran puesto en el congreso de los pueblos civilizados. Los dos altos y augustos sentimientos que viven en su corazon y la han conducido á salvo por en medio de tempestades y peligros, son el sentimiento religioso y el nacional: aquí amamos á Dios y á la patria; y estas dos poderosas virtudes que de luengos siglos poseemos, que guardamos con religiosa exactitud y que de seguro trasmitirémos á nuestros venideros, son dos poderosas palancas de porvenir y fuerza. Nuestra legislacion municipal, la mas rica, la mas libre, la mas antigua de Europa, nos ha dado una educacion intrínsecamente democrática, que ha engendrado en nuestras almas el innato amor á la libertad. En vano se nos hablará de la dinastía austríaca que ha gobernado nuestra España con las formas del absolutismo: nuestros ilustres comuneros de Castilla, combatiendo los primeros del mundo en batalla campal contra la tiranía de los Reyes, son una soberbia y altiva protesta que nuestro carácter escribió en los campos contra todo lo despótico. Nuestras costumbres, prácticamente libres, no importadas de parte alguna, son las mas democráticas de Europa: y al decir esto, ni hablamos de memoria ni avanzamos una aseveracion dudosa. En nuestra vida de viajero y de diplomático hemos tenido ocasion de estudiar de cerca y con detenimiento las costumbres de las sociedades de Europa: en ninguna ni nunca hemos encontrado la admirable igualdad práctica de nuestra España, donde en rigor no existen clases: aquí, entre nosotros, lo mismo hoy que en tiempo del absolutismo, todas las carreras y dignidades del Estado han sido accesibles al pueblo; de sus filas han salido ministros, generales, obispos, estadistas, todo: hoy, como siempre, están abiertas á todas las clases de la sociedad española las carreras todas: no tenemos aristocracia de hecho: el clero, el pueblo, la nobleza, la clase media, se mezclan y confunden en sus reuniones, en sus enlaces, en sus actos todos de la vida pública y privada. Como nuestra educacion ha sido eminentemente democrática, nuestras costumbres lo son tambien, y de ellas ha brotado espontáneamente el sentimiento de amor á la libertad que tenemos; y amando á Dios, á la libertad, y á la patria, el filósofo y el estadista pueden regocijarse y estar tranquilos; nosotros no podemos morir y el porvenir es nuestro. Esto en cuanto á la España moral: ahora vamos á visitar, aunque ligeramente, la España que los extranjeros han descrito, la España de difíciles comunicaciones y de atraso material. Madrid, que hoy empieza á ser conocido en toda Europa, es una gran capital que de nada carece: cielo espléndido, sociedad finísima y fácil, vida literaria pujante y fecunda, once teatros públicos, donde tienen su templo todos los géneros de la comedia, la música y el drama: artistas, literatos, filósofos, academias, museos: caminos de hierro á diferentes ciudades de importancia, abundancia de recursos literarios, paseos admirables, monumentos, calles y plazas como las de las primeras capitales de Europa, diferentes líneas férreas comenzadas que le darán una inmensa importancia dentro de cuatro á cinco años que todas estarán terminadas, movimiento periodístico inmenso, animacion, fisonomía, grandeza. Ese es el Madrid de hoy: esperad cinco años y será visitado por todos los viajeros de Europa, que de seguro hallarán en él una de las mas bellas ciudades de hoy: cuenta una poblacion de 300,000 habitantes. Barcelona, segunda capital de España, con cuatro caminos de hierro, abiertos al público hace años, con una vida industrial asombrosa, con sus innumerables fábricas de cuanto la industria conoce[1], con su puerto importante donde todos los dias tocan vapores de todos los paises, con sus tres teatros públicos, dos de ópera italiana, con sus doscientos treinta mil habitantes, con sus magníficas plazas y calles, sus monumentos, su prodigiosa animacion, su constante actividad, con sus buenos hoteles, sus paseos, su creciente prosperidad; Barcelona, concluimos, es una ciudad de alta significacion y de la importancia de cualquiera otra ciudad de Europa que como ella no sea capital de nacion. Valencia, ciudad pintoresca y animada, con una poblacion laboriosa y trabajadora, con su industria de seda tan avanzada, puerto de mar concurrido, mucho comercio, caminos de hierro á Játiva y al Grao, dos teatros públicos, muchas iglesias notables bajo el aspecto del arte, la campiña mas deliciosa que imaginarse puede, toda cultivada admirablemente palmo á palmo, con museo, casinos, sus periódicos, sus hermosas mujeres, su delicioso clima, su azulado cielo, su animacion habitual, y su poblacion de ciento cinco mil habitantes. Sus principales edificios son la catedral, el consulado, el Temple, el Hospital General, la Aduana, el palacio del Arzobispo y otros varios. Tiene universidad literaria muy concurrida, escuelas gratúitas, y casas de beneficencia en brillante estado. Entre los establecimientos penales descuella el presidio, que es un verdadero modelo y merece ser visitado por los extranjeros. Valencia ántes de un año estará unida á Madrid, Alicante, Almansa y Albacete por medio de un camino de hierro. Sevilla, con su Guadalquivir á los piés, con su célebre catedral, las casas consistoriales, la Audiencia, la Lonja, y otros muchos edificios notables; Sevilla es tambien una de las ciudades mas mercantiles de España, comercia en grande escala, y tiene una poblacion de ciento treinta mil almas. Su cultura es superior á todo elogio, pues hasta en las filas del pueblo se observan buenos modales y finura. Tiene Sevilla excelentes periódicos de literatura, academias, y aventajados artistas. Su cielo, su clima, sus mujeres son renombradas en toda Europa: los frutos deliciosos de su campiña son de lo mejor de su clase: tiene muy avanzadas las obras de sus ferrocarriles á Córdoba y Cádiz. Zaragoza la inmortal, la patria de los hijos esforzados, es tambien otra ciudad importante de España que he visitado tres veces. El camino de hierro que la pondrá en comunicacion con Madrid y Barcelona, que ántes de cuatro años estará abierto al público, pues en ámbas líneas se trabaja sin descanso, acrecerá muchísimo su actual significacion y la dará nueva vida é impulso. Zaragoza tiene magníficas iglesias que llaman la atencion del viajero y que merecen verse, como la Seo y Nuestra Señora del Pilar. Sus edificios mas notables son la Lonja y los palacios del Arzobispo y del General. Entre sus calles ocupa el primer lugar la del Coso, ancha, recta, despejada; hay muy buenos paseos al rededor de la ciudad. La agricultura constituye la principal riqueza de la capital de Aragon: tiene tambien sus periódicos y sus teatros: la poblacion es de cincuenta mil almas. El pueblo es eminentemente liberal, noble, esforzado, valiente, generoso. Cádiz y Málaga, otras dos ciudades de nuestra España que he visitado, se distinguen, la primera por su encantadora situacion, por su blancura y su excesiva limpieza, por su civilizacion avanzada. Es grande la vida literaria de Cádiz, donde se publican muy bien escritos periódicos y libros: tiene florecientes academias y dase culto esmerado á las artes: su sociedad es una de las mas cultas y finas de España. Sus mujeres, poderosamente hermosas, son uno de los mejores adornos de su sociedad. Cádiz tiene tres teatros públicos, calles y plazas elegantes, y el aspecto general de la ciudad es de lo mas agradable y pintoresco que idearse puede. Tiene caminos de hierro en explotacion á Jerez y al Puerto, y en construccion el de Sevilla. Málaga, industrial, puerto de mar, fábricas de fundicion, de tejidos, de hilados: buenos paseos, algunos edificios notables: sus célebres vinos. Hablo en mi libro únicamente de las ciudades que he visto; el viajero tiene todavía algunas otras dignas de ser visitadas: Granada, Córdoba, Toledo, Santiago, Leon, Salamanca. Continuando nuestra rápida reseña sobre España, vamos á consignar unos ligeros apuntes sobre algunas otras ciudades que tambien conocemos. Palencia, situada á ocho leguas de Valladolid y cuarenta de la capital de España, es una ciudad que, aunque de tercer órden, tiene una magnífica catedral, los palacios de Don Sancho y el Obispo, un elegante teatro, casino, y algunas buenas calles: su riqueza la constituye la agricultura. Tiene fábricas de harinas. La primera universidad que hubo en España se fundó en Palencia: se tiende á sus puertas el canal de Castilla que la pone en comunicacion con Alar y Valladolid; y hoy trabaja con fe en su camino de hierro. Valladolid, patria de Felipe II, es sin disputa la primera ciudad de la caballerosa y noble Castilla. Tiene universidad literaria muy concurrida, audiencia territorial, es capital de uno de los distritos militares de la Península, ciudad agrícola é industrial. Sus principales edificios son la catedral, obra magnífica del grande Herrera, que no está terminada; la universidad, de formas elegantes y de gusto arquitectónico; la célebre iglesia de San Pablo, con sus lindísimos pórticos, su esbelta arquitectura y lujo de ornamentacion; los arcos de Benavente, el palacio Real y algunos otros. Valladolid tiene muchas y buenas calles, algunas tiradas á cordel; paseos excelentes, como el _Campo Grande_ y las _Moreras_; bibliotecas públicas, teatros, sociedades literarias. Hoy empieza á ser un centro industrial de importancia: muchas fábricas de harinas, otras de tejidos de algodon, de loza, de hilados, de fundicion. Tiene treinta mil habitantes, canal navegable hasta Rioseco y Alar, y muy adelantadas las obras de su via férrea. Búrgos, ciudad de recuerdos y monumentos, merece tambien la visita del viajero. Su renombrada catedral, una de las mas bellas de Europa, es majestuosa, gallarda, elegante; ataviada con el manto gótico que sus arquitectos la vistieron, se presenta al espectador con todo el interes de un monumento del arte. Las _Huelgas_, célebre monasterio, fundado por Alfonso VIII, llama tambien la atencion del que viaja para estudiar. La iglesia de los Cartujos contiene un soberbio sepulcro consagrado á Don Juan II, digno de ser visto: es obra de arte admirable, fundido en mármol de Carrara, con rica pompa de relieves y con lujo de estatuaria. Búrgos tiene hoy poca importancia; su clima es sumamente frio y sus recursos son muy pocos: se visitan con gusto sus edificios notables y sus paseos, pero fuera de esto nada ofrece al viajero. Santander, ciudad perteneciente tambien á Castilla la Vieja, es un centro muy activo de nuestro comercio; tiene una vida pujante y animada y cuenta con grandes recursos y elementos de prosperidad. Puerto de mar muy concurrido, y depósito general de todas las harinas de Castilla, mantiene activas relaciones de comercio con toda América, y en especial con nuestras Antillas. Su muelle es uno de los mas bellos de España, un largo y elegante lienzo de magníficas casas constituye su frente principal. Cuando se terminen las obras del puerto, y esté abierta al público la línea férrea hasta Alar, una de cuyas secciones está ya en explotacion, Santander acrecerá mucho la importancia y significacion que hoy tiene. Cuéntanse en la ciudad algunos buenos edificios; las calles en general son rectas y despejadas: hay un lindo teatro y sus correspondientes casinos. Vitoria, San Sebastian é Irun, son las tres poblaciones de importancia que se encuentran en el camino de Madrid á Bayona. Sabido es que nuestras Provincias Vascongadas son un modelo de laboriosidad y cultura: allí la tierra no permanece ociosa, como en Aragon, que solo puede visitarse por tener el honor de penetrar dentro de los muros de la inmortal Zaragoza. Las Provincias Vascongadas, como he indicado, tienen el privilegio de atraer poderosamente la atencion de todo aquel que las visita. Sus moradores, lo mismo que los aragoneses, reflejan en sus expresivos rostros la honradez y franqueza. El pais todo está cuidadosamente cultivado: en los picos de las montañas ha plantado la vid la mano laboriosa del vasco. Cuéntanse innumerables carreteras, anchas, cómodas y bien construidas. La sencilla organizacion de sus tutelares gobiernos de provincia, favorece el desarrollo de la buena fe que á todos distingue, y los vínculos de la familia, santos en todas partes, son allí sagrados: de aquí la bondad de los habitantes, porque sabido es que el hogar doméstico es todo; si este es bueno, la sociedad, que es su reflejo, no puede ménos de serlo tambien. Vitoria, San Sebastian é Irun, son tres lindas ciudades, aseadas y hermosas, notables por su animacion y riqueza: abundan las fábricas de fundicion y el trabajo se hace _oir_ en todas partes. Vitoria y San Sebastian cuentan buenas plazas y edificios: Irun tiene una bonita casa de villa. De Irun á la frontera de Francia solo debo hacer notar una santa emocion que me conmovió. En el solemne instante de cruzar el puente del Vidasoa, mi corazon conmovido profundamente envió desde el extremo del puente un saludo de bendicion y de cariño á mi familia y á mi patria. Mi queridísima España, representada en Irun, que todavía devoraba con mis ojos, me atraía poderosamente hácia sí, y por dos veces consecutivas avancé hasta la mitad del puente para enviarla mis votos por su engrandecimiento y prosperidad. Habiendo dado demasiada extension al capítulo sobre España, vamos á terminarle consagrando ántes unas cortas líneas al estado actual de nuestros medios de comunicacion, y exponiendo algunas otras consideraciones generales sobre el estado actual de España. En materia de comunicaciones, tenemos carreteras generales en buen estado para las principales ciudades de España; los canales de Castilla, Aragon y otros: vapores para todas las líneas, y caminos de hierro de Madrid á Almansa y Alicante, de Valencia á Játiva, de Barcelona á Tarrasa, Granollers, Arenys de Mar y Martorell, de Cádiz á Jerez y al Puerto, de Reinosa á Alar, de Valencia al Grao, de Langreo á Gijon, de Tarragona á Reus: todas estas líneas están abiertas al público: en construccion avanzada, próximas á terminarse, tenemos la de Almansa á Játiva, y la de Madrid á Guadalajara tambien: estas dos líneas, ámbas grandes y de suma importancia, se darán al público ántes de un año: las líneas de Zaragoza á Barcelona, y de Madrid á Valladolid, en las que se trabaja sin descanso, se abrirán tambien á la circulacion pública ántes de tres años. En resúmen, España, que por causas conocidas de todos, ha tardado en comenzar sus vias férreas, toma hoy una noble revancha trabajando en todas direcciones y sin levantar mano. Esta es la España verdadera actual, no la que algunos viajeros han pintado: pronto la Europa toda tendrá ocasion de conocerla. Los inmensos recursos de todo género con que contamos, la fabulosa riqueza de su favorecido suelo, sus dos mares, sus rios, su delicioso clima, su próspera y floreciente agricultura, su industria y su comercio, en progreso constante; su poblacion de diez y ocho millones de habitantes, todas estas circunstancias reunidas, con su red de caminos de hierro que hoy construye aceleradamente, sus riquísimas y florecientes colonias de América y Asia, sus posesiones de Africa, y su portentosa riqueza, le aseguran un porvenir grande, digno de ella. Con un buen gobierno que tuviéramos por una docena de años, nuestro brillante porvenir llegaria mas pronto. En España tenemos once universidades literarias, á las que concurrieron en 1856 doce mil seiscientos tres estudiantes. Las escuelas públicas de instruccion que se cuentan en España son 15,400, y los discípulos que asistieron á ellas en el mismo año 1856 fueron en número de un millon ochocientos mil. Estas dos cifras hablan muy alto en favor del estado intelectual de España: fíjense bien los que pretendan hablar de nuestro pais en esas dos estadísticas, que son las que mejor traducen el estado intelectual de un pueblo. El número de periódicos políticos y literarios de todo género que se publicaban en España en 1856 fué el de doscientos ochenta. Esta elevadísima cifra, que tambien aboga en pro del grande amor á la lectura que se ha dispertado en nuestro pueblo, se aumenta todos los dias; cuéntanse muchísimas bibliotecas que publican á volúmen diario, y alguna de ellas tiene mas de cincuenta mil suscritores. No hay una sola poblacion en toda España, comprendiendo las de tercero y cuarto órden, que carezca de un teatro y de un casino con gabinete de lectura. Un pueblo que lee y que concurre al teatro, tiene una educacion culta, y demuestra que es digno de ser estudiado por los viajeros que se proponen conocer el espíritu de un pueblo, primera aspiracion de todo el que viaja con un noble objeto. Los establecimientos de beneficencia que el sentimiento cristiano español ha levantado entre nosotros componen un número crecidísimo y hablan muy alto en favor de nosotros. La España cuenta actualmente mas de doscientas casas de beneficencia que la caridad pública sostiene en su mayor parte. Las escuelas gratúitas fundadas en España para la educacion del pueblo, y en las cuales se da una instruccion esmerada, son en grande número tambien. Ya se comprenderá fácilmente que en este libro no nos ocupamos con detencion de nuestro pais: si la índole de una obra como esta, en la que solo están apuntadas las impresiones de un viaje, nos permitiera entrar en el exámen de su espíritu público, de la organizacion de la familia, de sus relaciones sociales, de su carácter digno y altivo, de sus grandes instituciones; entónces podríamos trazar un cuadro consolador y admirable. En otro libro que preparamos sobre el estado actual de la Europa, nos ocuparémos separadamente y con la extension necesaria de nuestra amada España. Aquí solo apuntamos detalles y algunos datos estadísticos de verdadero interes para el que desee conocer un poco la patria de Cervantes y Calderon. Habiendo trazado el cuadro de nuestros viajes por Europa y América, hemos creido de nuestro deber dar tambien un lugar en nuestras páginas á la España, con el único objeto de darla á conocer tal cual es, deshaciendo en cuanto podamos las equivocadas opiniones que de ella se han formado por muchos viajeros. Y como publicamos nuestro libro en Paris, haciendo ademas una edicion francesa, esperamos que nuestra patria será debidamente apreciada, con lo cual queda satisfecho nuestro primer deseo. Nosotros no pedimos mas que imparcialidad: así como en nuestro libro se encontrará un juicio desapasionado y exacto de cuanto hemos visto en las diferentes naciones que conocemos, del mismo modo reclamamos para España narraciones verídicas y justas. Nosotros para ser estimados y respetados no necesitamos mas que una circunstancia, una sola, la de ser estudiados y conocidos. Previa esta indispensable manifestacion, vamos á terminar nuestro capítulo sobre España, no sin consignar ántes algunas otras notas de importancia é interes para mejor conocer y apreciar el estado actual de España. El clero español, que en muchos pueblos de Europa suponen poderoso, y á quien atribuyen una inmediata influencia sobre la marcha social de España, ocupa una posicion inmensamente diferente de la que hasta hace poco disfrutaba, y carece de esa accion que los que no conocen nuestro pais le suponen. La revolucion política y social operada en España á consecuencia de la muerte de Fernando VII, ha emancipado para siempre al pueblo español de la influencia clerical que de un modo ilegítimo pesaba sobre él: las inmensas riquezas que la Iglesia española poseia, han sido vendidas por la nacion en su mayor parte: con la regeneradora medida de la desamortizacion, se ha prodigiosamente aumentado la riqueza pública, se ha impreso un poderoso movimiento de institucion al comercio y á la industria, se han creado muchos propietarios, se ha dado mayor vida á la agricultura, y se ha libertado el pueblo español de una influencia que le entorpecia en su majestuosa marcha. Yo, que me vanaglorio de ser cristiano, no quiero en modo alguno para el clero otra influencia que la de su talento y su virtud, ninguna otra; no quiero jamas un clero rico que influya bajo tal consideracion. Por fortuna la España no tiene que temer ese grande inconveniente: declarados justamente bienes de la nacion los que el clero retenía en su poder, y vendidos como están aunque por desgracia no todos, la influencia del clero español es hoy limitada y corta. Como en nuestra actual sociedad significa tanto, por desgracia, la riqueza, el clero ha perdido con los bienes que poseia la influencia que le daban: en los presupuestos de la nacion figuran las sumas con que el Estado atiende á los justos y necesarios gastos del culto y sus ministros: con esto solo se prueba que el clero no es rico, y no siéndolo como no lo es, no tiene otra influencia que la que de derecho le pertenece, la que le da su augusto ministerio y la que puedan prestarle sus virtudes y sus talentos. Con esta manifestacion quedan victoriosamente contestados cuantos suponen equivocadamente que el clero de nuestros dias en España ocupa el mismo puesto que el de hace cien años: no hay mas diferencia que la de un siglo, y la de un siglo de constante progreso. La clase media, que ántes que en ningun otro pueblo de Europa tomó puesto y lugar, definiendo sus títulos y aspiraciones ante el clero y la nobleza, porque nosotros apénas hemos conocido el feudalismo, tiene hoy entre nosotros grande importancia y significacion. Los mas ilustres representantes de la literatura, la política, la filosofía, las artes, la iglesia y la milicia han salido de sus filas: las eminencias todas del pais reconocen por orígen á la clase media, que es rica, ilustrada, numerosa. Nuestro ejército, aguerrido y valiente como el primero del mundo, se halla hoy en un estado de organizacion admirable. Yo, que soy enemigo de los ejércitos permanentes y que con profundo dolor reconozco hoy como una fatal necesidad, hasta que los gobiernos, cumpliendo con sus deberes, eduquen é instruyan al pueblo, no puedo ménos de admirar el estado del ejército español, que es brillantísimo. La marina de guerra, que fué un dia la primera de Europa, y que hace veinte años se hallaba en un lamentable estado de postracion y abandono, se fomenta y engrandece extraordinariamente en nuestros dias. Las construcciones de buques de guerra ocupan hoy nuestros arsenales, y cada año se aumenta nuestra armada, que muy pronto será respetable y numerosa. La prosperidad creciente y asombrosa de nuestras colonias de Asia y América, para cuya defensa tenemos constantemente en ellas mas de treinta buques de guerra, hace necesaria la grande proteccion con que hoy miramos á la armada. Nuestro comercio exterior, que cada dia aumenta los círculos y esferas de su accion, que se extiende y se presenta en remotos y nuevos mercados, cuenta tambien con una numerosa marina mercante que es un grande elemento de riqueza nacional. Si al terminarse la guerra civil de los siete años nuestro numeroso y aguerrido ejército hubiera ido á Africa, donde tanto hemos poseido y á donde debemos ir, hoy tendríamos mas posesiones que las que nos pertenecen; nuestro comercio se hubiera desenvuelto en mayor escala; las ambiciones militares hubieran tenido un noble palenque donde desarrollarse y crecer, y por último, nos hubiéramos visto libres de muchas discordias civiles que han trastornado la España. Entónces los triunfos de nuestras armas no hubieran costado á la patria tanto sacrificio, tanta desgracia. ¡Ojalá se hubiese hecho así! ¡Qué _hoy_ tan claro alumbraria nuestros horizontes! #FRANCIA#. Es un error muy admitido, especialmente en España, el que consiste en creer que la Francia toda es un pais de adelantos y progreso. La Francia, cuya iniciativa en los asuntos políticos de Europa le concede mucha importancia, tiene bastante que progresar aun para ponerse á nivel de otros pueblos en cuanto á ciencias, filosofía y artes; y considerada bajo el prisma de mejoras materiales, solo en estos últimos cuatro años es cuando ha comenzado á progresar. El sistema de centralizacion que el partido conservador entronizó en Francia de un modo exagerado, ha hecho que Paris sea la nacion, el corazon de la Francia, su brazo, su cabeza. Para ello ha sido necesario ménoscabar las libertades de los municipios y con ellas la vida de las provincias, su vida política, su accion gubernamental. Como Paris es verdaderamente una ciudad mágica y portentosa, donde se halla reunido todo lo mejor de la Francia, sus poetas, sus filósofos, sus pintores, sus literatos, sus hombres políticos; como en Paris vive el arte, como es el centro de todas partes, como es la sola ciudad que generalmente visita el viajero, de aquí el que se crea que la Francia es el primer pueblo. ¡Error! y error lamentable, porque Paris no es mas que la capital, y Paris no es la Francia para el filósofo, para el que pretende estudiar el estado del pueblo. Cuando se visitan las ciudades de segundo y tercer órden, se ve cuan atrasada está aun la Francia: la instruccion pública, seguro barómetro de un pueblo, léjos de ser general como en Suiza y Alemania, se encuentra rezagada y en un lamentable estado, siendo general en todos los pueblos, aun los mas próximos á las ciudades, encontrar una tercera parte del pueblo que no sabe leer ni escribir, siendo las mujeres las que ménos aprenden[2]. Hasta hace dos años, época del grande desenvolvimiento de los caminos de hierro, las ciudades de segundo y tercer órden estaban sin mas comunicaciones que las de unas incómodas é insoportables diligencias: el extranjero encontraba con mucha dificultad un hotel medio regular donde hospedarse: hoy todavía se cuentan en Francia bastantes diligencias, y en cuanto á los hoteles, son en mucho inferiores los que hoy existen á los de la Suiza, Holanda y otros paises. La filosofía del siglo XVIII, que ha dado al pueblo frances una educacion materialista, ha producido los resultados que hoy se tocan con gran desconsuelo de sus hombres pensadores. El pueblo frances apénas cree en otra cosa que en los goces; toda su ciencia se reduce á la duda y al sarcasmo. Sin fondo alguno, sin educacion literaria, sin instruccion bastante, escapa el espiritualismo á su corta concepcion; duda por sistema, y en vez de estudiar para aprender algo, se duerme en la ignorancia mas desconsoladora, en esa ignorancia estacionaria que no da un paso adelante ni atras; ese es el pueblo frances considerado bajo el aspecto de la inteligencia. Las ciudades de Francia que yo he visitado, y de las que hablaré ligeramente, son Bayona, Burdeos, Nancy, Strasbourg, Mulhouse, Amiens, Marsella, Lyon, Lille, Poitiers, Angulema, Tours, Perpignan, Narbona, Tolosa y Orleans. Habiéndome dirigido á Francia desde Madrid por Búrgos y las Provincias Vascongadas, segun he apuntado ya, la primera ciudad que salió á mi encuentro fué Bayona. Desde la misma frontera el viajero comienza á ver los hilos eléctricos que ponen en comunicacion instantánea á todos los departamentos con Paris. Este notabilísimo invento, debido al ilustre español Salvá, que en el año 1829 hizo en la Academia de Madrid los mas cumplidos ensayos, cuando ninguna nacion de Europa tenia aun la mas remota idea de él, le han utilizado los extranjeros ántes que nosotros. La Francia, en materia de comunicaciones, está hoy muy avanzada. En el mismo instante de entrar en su territorio, la policía se encarga de hacer presentar su pasaporte á todo viajero. La diligencia española que desde Búrgos llega hasta Bayona, sufre tambien á la entrada de Francia un escrupuloso registro; todos los equipajes son reconocidos, y lo primero que á los españoles se pregunta por los encargados de la oficina aduanera, es _que si llevan tabaco_. Tan luego como esta enojosa ocupacion se terminó, continuamos nuestro viaje hasta Bayona. Antes de llegar á esta ciudad, no obstante ser el trayecto tan corto, tuve lugar de acordarme de las casas de Beneficencia y de las formas con que se recibe á los extranjeros. Digo esto porque desde la frontera hasta Bayona encontré doce ó catorce mendigos que desde la carretera misma imploraban la compasion del viajero; esto por lo que se refiere á la organizacion del sistema de las casas de caridad pública; respecto á lo de las formas, dos veces nos pidieron los pasaportes, y dos veces fué detenida la diligencia desde la frontera hasta Bayona en cuya ciudad nos hicieron entregarlos de nuevo á las mismas puertas. Esta vigilancia continua que ciertamente molesta, en especial á los caractéres independientes, produce muy mal efecto. Mucho aplaudiria yo á los gobiernos que despues de adoptar las medidas necesarias que la tranquilidad de cada pueblo reclama, recibieran á los extranjeros con ménos lujo de accion gubernamental, con ménos formalidades. Antes de ocuparme de Bayona, pláceme consignar una observacion digna de ser notada. Algunos españoles traducidos que solo han llegado á la frontera de Francia, se esfuerzan en hacer creer que todo lo extranjero es bueno, é insoportable lo nacional. El descrédito que quieren hacer caer sobre el pais que los ha educado, se vuelve de rechazo sobre ellos. Yo, que me precio de ser eminentemente imparcial, diré á propósito de comunicaciones lo mismo que sobre todo, la verdad y nada mas que la verdad. La carretera de Madrid á Zaragoza, la de Madrid á Santander por Búrgos, la de Madrid á Bayona, la de Valencia á Madrid por las Cabrillas, y por último, todas las que abundan en las Provincias Vascongadas, son casi tan buenas y tan bien construidas y cuidadas como las de Francia, Italia y Suiza, que son las principales que he encontrado en Europa. El que diga lo contrario habla con prevencion é injusticia. Bayona tiene una soberbia campiña que hermosea extraordinariamente todo su término: la ciudad presenta muy buen aspecto; anchas y largas calles constituyen su elegante centro. Desde luego se apercibe el viajero que Bayona es ciudad de alguna importancia; la animacion que reina por todas partes habla en pro de su riqueza y movimiento comercial: vida literaria ninguna. Hoteles y algunos edificios notables embellecen el interior de la ciudad: las plazas, en general grandes y hermosas, entretienen agradablemente la atencion. Como el interes de una poblacion como Bayona se gasta pronto para el extranjero, tomé billete en la diligencia de Burdeos, que á las dos de la tarde parte del Hotel del comercio[3]. Veinte horas poco mas ó ménos emplea la diligencia en su carrera de Bayona á Burdeos. La carretera que separa estas dos ciudades es buena como casi todas las de Francia. Es de notar que por todas partes se recrea y deleita la vista contemplando la cultivada campiña que se ostenta lozana en general. La Francia, que se ha visto libre de las prolongadas y eternas luchas que han desolado nuestra España; la Francia, que por otra parte cuenta con la enorme poblacion de 36,000,000 de habitantes y se halla muy bien enclavada en Europa, ha tenido tiempo y brazos suficientes para hermosear su terreno, poblándole como lo está de casas de campo, y cultivar con esmero y asiduidad la tierra que embellece los términos, acrecienta la riqueza pública, da ocupacion á sus moradores y adelanta el progreso público. Sin episodio ni incidente alguno notable entré en Burdeos. Esta populosa ciudad, una de las primeras de Francia, anuncia ántes de entrar en su recinto lo importante de su significacion política y comercial. El viajero que llega á Burdeos procedente de Bayona, atraviesa una larga calle de tres cuartos de legua, cerrada con imponentes y majestuosos lienzos, que desemboca en una gran plaza. Algunos elegantes palacios embellecen la ciudad; un considerable número de hoteles, servidos regularmente, ofrecen comodidad al viajero. El comercio de la poblacion empujado por el grande sistema de comunicaciones que por tierra y por mar facilitan allí las relaciones, presta bastante vida á todo. Su celebrado víñedo, que tanta riqueza supone, adorna de un modo espléndido la campiña. Las tiendas de comercios de la ciudad, vestidas casi con tanto lujo como las de Paris y Lóndres, comunican á su aspecto ese aire de fiesta que tanto gusta á la moda de decoracion actual. El teatro de Burdeos es un vasto edificio de piedra con cuatro fachadas de elegantes columnas, gallarda pompa de construccion y con riqueza de detalles arquitectónicos. Visto solamente su exterior, sobrepuja á los primeros de Europa tanto por su grandeza material como por su bizarra contestura. La sala no corresponde á la magnificencia que desde fuera anuncia: recientemente se ha decorado el interior, ántes de que yo le visitara, pero sin embargo es muy inferior á lo que prometen sus espaciosos y elegantes vestíbulos, su soberbia galería circular. Los palcos son desmesuradamente grandes y están vestidos con chocarrera decoracion: las lunetas pobres y estrechas. Lo que falta á Burdeos es poblacion: el número de habitantes que contiene no está en relacion con la grandeza de la ciudad, así es que el silencio la rodea. Las Catacumbas y algunos cuantos edificios que embellecen la poblacion, son dignos de que el extranjero los visite. Burdeos puede considerarse como un gran pórtico que da entrada á Paris: la idea que su conjunto imprime en el ánimo, prepara y medio dibuja las colosales proporciones de la soberbia ciudad que se llama Paris. Diferentes empresas de carruajes hacen el servicio del interior de la ciudad. El afan con que yo deseaba llegar cuanto ántes á la capital de Francia, me hizo abandonar mas pronto á Burdeos. La grande distancia que separa á estas dos capitales la recorre el viajero en doce horas, merced al excelente camino de hierro que las une. Al dirijirme desde mi hotel al embarcadero tuve ocasion de ver un largo y bien construido puente próximo á la estacion, que mas tarde he vuelto á ver y que se distingue por su elegante y sólida construccion. Cerca de la ciudad existe un puente colgante que vale una visita. Elegante y espacioso es el embarcadero del camino de hierro; tomé billete de primera clase en tren directo, cosa que aconsejo á todos tanto por la economía de tiempo como por la mayor seguridad que ofrece, y apénas sonaron las ocho de la mañana en el reloj de la estacion, rompió su majestuosa marcha el tren. Aquí podria combatir bajo cierto aspecto el sistema de viajes por camino de hierro como prosáicos, en el sentido de que hacen inútil la hermosura y juventud de la naturaleza, que al rapidisimo vuelo con que uno marcha le es imposible admirar. Efectivamente; la poesía de los paisajes diferentes que presenta la naturaleza, así como el encanto de sus cuadros variados y frescos, pasan completamente desapercibidos á traves del rápido curso con que se precipitan los carruajes arrastrados por el fuego. En cambio y compensacion casi suficiente, pueden á su vez objetar los que no se cuidan de las bellezas del campo, que vale mucho mas prescindir de la poesía que soportar las incomodidades casi insoportables en un largo viaje, de la vetusta y molesta diligencia. Mi voto en esta cuestion pertenece sin vacilar un momento á las locomotoras. Me entusiasma y complace leer los prodigios que Dios ha escrito en ese libro majestuoso que se llama la naturaleza, pero no es ménos cierto que me asusta y desalienta ese cerrado cajon de madera que se llama diligencia y yo apellido tortura. Sí, no ofrece la menor duda: los caminos de hierro son los preferidos por todo el mundo; aparte de sus inmensas ventajas de inaudita y pasmosa celeridad, ademas de su cómoda disposicion, tienen tambien su poesía especial. Las columnas de humo blanquísimo que suben en forma de corona desde el momento en que rompe su marcha majestuosa el tren, el vuelo solemne é imponente de su carrera, que parece conducir por el aire á los carruajes, tiene tambien su poesía. Elegantes coches de ocho asientos, anchos, cómodos, espaciosos, ofrecen al viajero la mas cumplida comodidad: una tupida alfombra recoje los piés, que pueden colocarse del modo y forma que mas acomode: de noche tiene dentro cada carruaje luz clarísima para que el viajero lea. Desfilan á su vista durante el dia con la prodigiosa celeridad de un sueño, las campiñas y los pueblos. Si estas magníficas ventajas pueden parangonarse con el penoso encarcelamiento del estrecho calabozo que con nombre de _berlinas_ (algo propio sin duda) ofrecen las diligencias, dígalo alguno si se atreve. La via férrea de Burdeos á Paris es rica en obras notables: hállanse abiertos en su carrera trece ó catorce túneles de consideracion, sólida y elegantemente construidos. Pasan de treinta los puentes ligeros que le hermosean; el terraplen y la nivelacion hábilmente verificados, prestan á la marcha de los carruajes movimiento suave é igual. De corta en corta distancia adornan é interrumpen el camino elegantes estaciones de forma graciosa y moderna, donde se sirven con el mismo lujo que en los mas afamados hoteles, comidas y almuerzos. Los numerosos dependientes que por toda la línea llenan el servicio, pregonan en alta voz á la llegada de los trenes, los nombres de las estaciones. El plazo que en los trenes directos se concede á los viajeros para comer, es sumamente corto. De Burdeos á Paris, que hay una distancia de cien leguas castellanas, solo nos detuvimos á comer en dos estaciones, permitiéndonos solamente quince minutos en una y treinta en otra: todo es necesario para cruzar, como se cruza, tan larga distancia en el brevísimo término de doce horas. Sin que se sepa por qué, pues la via está perfectamente acabada, es frecuente en averías el camino de hierro de Burdeos á Paris. La semana ántes de atravesarle yo hubo un tren descarrilado, si bien afortunadamente no ocurrieron desgracias. Esta escena, acaecida diferentes veces ya á pesar de haberse empezado á explotar hace poco tiempo, se repitió el dia en que yo le crucé. Eran ya las ocho de la noche, y despues de haber tenido un felicísimo viaje, nos hallábamos á poca distancia de Paris cuando de repente advertimos que el tren se habia detenido. Despues de aguardar un cuarto de hora sin preguntar la causa, porque suponíamos que instantáneamente comenzaria de nuevo su marcha, y viendo que continuábamos en el mismo sitio, nos decidimos á preguntar la razon. El tren que nos habia precedido hallábase detenido despues de tres horas porque la máquina se habia descarrilado. Los carruajes estaban en medio de la via y el paso del nuestro era imposible. Tres horas poco mas ó ménos sufrimos la inesperada detencion que el tren anterior nos originó: ninguna desgracia felizmente hubo de lamentarse. Una vez despejada la via, avanzó nuestra máquina y á la una y media de la noche entramos en la ciudad que se llama Paris. De Burdeos hasta la capital de Francia halla el viajero una campiña soberbia, por todas partes cultivada, pueblos grandes, vegetacion lozana, y las importantes poblaciones de Libourne, Anguleme, Poitiers, Tours y Orléans. Ya lo he apuntado mas de una vez y todavía tendré ocasion de repetirlo: he atravesado la Francia en toda su extension, desde la frontera de España hasta la de Suiza, cruzando una distancia de trescientas leguas. Por todas partes, sin exceptuar un palmo de tierra, todo está cultivado: los alambres telegráficos no se pierden jamas de vista: estas dos consideraciones hablan muy alto, son las que me llamaron sin tregua la atencion: las quisiera encontrar en toda España. La verdadera civilizacion consiste en el trabajo, que engendra buenos ciudadanos, ennoblece las almas, acrecienta la pública riqueza y mata la holganza. Los gobiernos que han construido las vias férreas, y los pueblos que han abierto los senos de la tierra con el arado, merecen una alta estima. Vamos á entrar en Paris. #PARIS#. Así como en los siglos de fe religiosa hacíanse peregrinaciones de todas partes para ir á visitar los Santos Lugares, la tumba de Santiago el Apóstol, ó las venerandas reliquias de Roma, actualmente se dirijen todos los curiosos de todas las naciones á _Paris_, la ciudad de las ciudades. Y en verdad que merece la pena: el arte que nació en el Oriente, que tuvo mas tarde por patria á Grecia y que por último se guareció en Roma, habita hoy en Paris. En este poderoso bazar del lujo y de la pompa, tiene en nuestros dias su templo. El extranjero que llega por vez primera á Paris está seguro de fastidiarse los tres primeros dias con el tumulto de su incansable movimiento y la febril agitacion de aquella vida. Pero muy pronto la reaccion comienza, y la idea que primero se presenta es la de continuar en su recinto todo el tiempo posible. Vuelvo á recordar al lector que no pretendo bosquejar sucintamente la historia de los lugares que visito: prescindo del Paris antiguo, y voy á limitarme á reseñar algunas de sus principales maravillas: no consulto ni abro ningun libro, de memoria escribo, y solo los recuerdos dictan mis descripciones. Esto no quiere decir que habrá inexactitudes; eso no: yo hago mencion solamente de lo que he visto por mí mismo: lo que quiero significar es que no mencionaré todo, porque ni ese es mi objeto ni corresponde á un libro de esta índole. Yo visité en la capital de Francia lo que quizá muchos no se acuerdan de ver; en esto como en todo, el gusto especial de cada uno forma regla aparte. Yo haré relacion de lo que he visto. Al dia siguiente de mi llegada á la capital de Francia, fuíme al Cuartel Latino á visitar dos casas célebres: la que habitó últimamente Robespierre y aquella en que vivia Marat cuando la heróica Carlota Corday libró á la humanidad de tan furibundo demagogo. Los recuerdos viven por todas partes en Paris: los barrios situados del otro lado del Sena encierran muchos monumentos y edificios notables. Allí está la celebrada Sorbona, de donde han salido hombres eminentes; la Escuela de Medicina, donde ha brillado últimamente el ilustre español Orfila; la Escuela de Artes, en la que se da muy buena enseñanza. Allí está el Panteón, donde descansan los restos de Rousseau y otras muchas notabilidades; es un sólido y elegante edificio de piedra con dos órdenes de columnas corintias y esbelta arquitectura; allí está la iglesia de Nuestra Señora, que Victor Hugo ha inmortalizado y que hoy profanan con reparaciones bárbaras: es un templo colosal y majestuoso que hace pensar en la fe de nuestros mayores; gótico y riquísimo en decoracion, presenta un soberbio é imponente golpe de vista. A su lado se encuentra el Hotel-Dieu, vasto hospital, bien organizado, pero algo sombrío; le falta aire, ventilacion. Hállase tambien del otro lado del rio el famoso Luxembourg, con sus recuerdos eternos, sus lucidos jardines y su pompa arquitectural: allí está tambien la magnífica iglesia de San Sulpicio, con una gran plaza delante, adornada con una elegantísima fuente que tiene las estatuas de Fenelon, Bossuet, Massillon y Bourdaloue. Todos los cuatro frentes de la plaza están cerrados con bellos edificios: allí está tambien el Instituto, morada de los sabios de la Francia: allí está tambien el palacio del nunca olvidado cardenal Mazarino: allí está el teatro del Odeon, donde trabajaba en 1854 el distinguido Laferriere, que en el teatro de la cruz de Madrid dió algunas funciones hace siete años. Por último del otro lado del Sena, aparte de muchos monumentos y edificios notables que yo prescindo de mencionar, aparte de sus elegantes plazas y calles, donde el comercio abre sus lujosas tiendas; en el cuartel Latino, digo, habita la gente mas alegre de Paris, los estudiantes. El Sena, que divide las dos grandes ciudades que componen Paris, es un lindo rio; y digo lindo, porque se encuentra adornado con muchos y elegantes puentes, entre los que descuellan el Nuevo y el de las Artes, el del Instituto y el del Carrousel. Solo viendo el rio puede formarse una idea exacta de su belleza, de su animacion. Un número increible de ómnibus y carruajes que jamas concluye cruza eternamente por sus puentes; la gente que de dia y de noche les atraviesa es tambien innumerable. Figúrese el lector el Sena, con sus ondas tranquilas surcadas por vapores de corta fuerza, cubierto de trecho en trecho por elegantes puentes, con espaciosas casas de baños, iluminado profusamente por el gas, con un mundo de gente y carruajes que hacen vacilar los puentes, con árboles frondosos á derecha é izquierda, y por último, con la decoracion de dos ciudades que le cercan y le sitian presentando cada una en línea paralela de sus riberas á lo largo, un lienzo soberbio de palacios y monumentos que la vista no puede abarcar. El Louvre y las Tullerías por un lado, con la plaza de la Concordia, la primera del mundo, los Campos Elíseos, dichosos y afortunados jardines que no tienen rival por el otro, el palacio de los Diputados, _Notre-Dame_, Santa Capilla, el Instituto, etc., etc. Figúrense, digo, si pueden con la imaginacion un cuadro semejante, y hallarán la verdad de lo que es el Sena observado desde el puente de las Artes á las doce de un dia sereno. El Paris del lado de acá del rio, el Paris moderno, contrapuesto al del Cuartel Latino, es la residencia del mundo elegante. Se compone de inmensos é innumerables barrios, á cual mas ricos en palacios suntuosos y elegantes casas. Las calles rectas, anchas y ventiladas, presentan un aspecto siempre agradable; las tiendas elegantes que hacen de Paris un solo comercio con muchas puertas, la edificacion alta y de moderno gusto, el paso constante de una multitud que siempre varía, todo reunido forma un bello y animado cuadro. La gran calle de Rivoli, que tiene una prodigiosa extension, y que dará la vuelta á la ciudad, es la mas majestuosa y soberbia via que puede hallarse despues del Boulevard. Este, que cruza el corazon de Paris, largo de una legua, es lo que no puede describirse, es lo que se necesita ver. Anchísimo, recto, sembrado de árboles á derecha é izquierda, con aceras tan capaces por sí solas como las calles de muchas ciudades, cubierto de un extremo á otro por una red de carruajes que de dia y de noche se precipitan los unos tras los otros, henchido del millon y medio de habitantes que cuenta Paris, pues todo el mundo cruza al ménos una vez al dia por él, vestido de un extremo al otro con el oriental lujo de sus millares de tiendas; este boulevard merece verse con preferencia á cualquiera capital, y digo capital, porque Paris es el boulevard, y el boulevard por si solo és una capital. Con la iglesia de la Magdalena, que mas que templo cristiano semeja un edificio griego consagrado al culto de las artes, ábrese por un lado ese animado teatro que se llama boulevard[4]. Todo lo que puede contener una opulenta ciudad se encuentra reunido en esta hermosa calle de una legua de extension, anchísima y recta como he apuntado ya. Palacios, monumentos, estatuas, teatros, arcos de piedra colosales, lienzos de altísimas casas de bella forma, pasajes de asiática elegancia, hoteles y cafés en fabuloso número, todo lo que puede soñarse reside allí. Su movimiento no tiene imágen ni término: á todas horas está cubierto de gente y carruajes desde el principio hasta el fin. Al cruzarle durante el dia, se acuerda involuntariamente el que compara y estudia de esas descripciones que aun nos quedan de las ciudades de la antigüedad oriental, que aunque de otro género, mas elevado, se componian de magnificencias y grandezas. El boulevard es una calle cosmopolita: en él se oyen hablar todas las lenguas, y se ven todos los trajes. Ya que he mentado la iglesia de la Magdalena, voy á señalar al extranjero el sitio desde el que puede experimentar una emocion de entusiasmo como la que yo sentí. Colocado el observador en el vestíbulo de la entrada principal de la iglesia, mirando á la calle Real, se desplega delante de su atónita vista un verdadero panorama. A la izquierda el boulevard, que por sí solo forma un majestuoso cuadro: á la derecha una dilatada y espaciosa plaza, y en frente lo que el pincel apénas puede reproducir. Hé aquí el frente: la calle Real, recta, ancha, elegante, casas altísimas y bellas, palacios, carruajes, árboles: al concluir la calle, y todo en línea recta, las esplendentes fuentes de la plaza de la Concordia, el obelisco traido de Egipto, el puente del mismo nombre de la plaza, y cerrando el cuadro, el Palacio de los Diputados, por detras del cual asoma su alta cabeza la cúpula del cuartel de Inválidos. Si puede reunirse mas riqueza de accidentes y detalles, es cuestion que solo puede resolverla favorablemente la plaza de la Concordia, á la cual voy á conducir inmediatamente al lector. Desconfío de poder dibujar con tintas exactas tan portentoso sitio. Es cosa sabida que no tiene rival en el mundo. Héla aquí: colocándose en el centro, que mira al arco de la Estrella, se destacan á la derecha los opulentos palacios del Ministerio de la marina y del Guarda-Muebles: en medio de ellos, la calle Real, cerrada por la iglesia de la Magdalena: á la izquierda el palacio de los Diputados. Frente por frente del sitio en que estamos colocados, el gigantesco Arco del Triunfo, monumento admirable de arte en cuyos muros se hallan inscritos todos los nombres de las batallas de Napoleon; y haciendo una vuelta completa desde nuestro punto de vista, dando exacto frente al Arco, se alcanza el inmenso palacio de las Tullerías rodeado de jardines y de estatuas. Añadamos ahora que á nuestro mismo pié se levanta orgulloso el obelisco de Lucsor. Miremos las pródigas fuentes que nos cercan: el Sena que corre á muy poca distancia, los grupos de estatuas que por todas partes vemos, los monumentos, iglesias y palacios que se divisan, los bosques de árboles que nos rodean, el Paris de la izquierda y el Paris de la derecha, los Campos Elíseos que se extienden á nuestros piés, y una vez reunida en un solo golpe de vista tan profusa copia de bellezas, llamemos, que ya es tiempo de hacerlo, _hermosa_ á la plaza de la Concordia. Cuenta Paris mil y doscientos hoteles de primer órden, y respecto al número de _maisons meublées_, que nosotros podemos llamar casas de huéspedes, es incalculable. Las diferentes empresas de ómnibus que hay en la capital tienen doce mil carruajes: el número de los coches particulares no tiene cifra. Parten de Paris líneas de caminos de hierro para todas las fronteras, y los embarcaderos de las estaciones son otros tantos palacios: merece especial mencion el de Estrasburgo, al cual se va por la calle del mismo nombre que desemboca en el Boulevard. Esta calle, larga y ancha, se ha abierto y construido de exprofeso, para dar frente á la magnífica estacion de la citada via férrea. Hoy comunica con el boulevard de Sebastopol. El Escorial de Francia, ó lo que es mas propio, el panteon de los reyes franceses, se halla situado en la abadía de San Dionisio, fuera de Paris á distancia de una media legua. Para irle á visitar hay como para todo una grande facilidad. En la calle del mismo nombre que sale al boulevard, hay dos empresas de ómnibus que de hora en hora mandan un carruaje: tambien hay via férrea. La abadía, severa, imponente y majestuosa, es uno de los mejores templos de Francia. Su arquitectura elegante es gótica, sin mezcla de escuelas, y cautiva y sorprende su belleza. En las bóvedas subterráneas del templo reposan en tumbas de mármol todos los que fueron monarcas de la Francia. Los mercados de Paris son tambien dignos de ser vistos[5]. La moda de los pasajes, fuerte en Paris, mas que en parte alguna, embellece extraordinariamente la capital. Existe un gran número y todos por la noche brillan como una ascua con su pródiga iluminacion de gas. La plaza del _Hotel-de-Ville_, célebre por el increible número de ejecuciones que allí se han hecho, ántes y despues de la revolucion, presenta el majestuoso palacio que la da nombre; palacio que puede considerarse como el cuartel general de todas las revoluciones. Allí estuvo el sanguinario tribunal de que fué presidente Robespierre, y allí se formó el gobierno provisional de 1848. Una de las mas bellas calles de Paris es la de la _Paz_, que desemboca en la plaza de _Vendóme_, donde se levanta la altísima columna de hierro que sustenta á la estatua de Napoleon[6]. Merecen citarse tambien las calles de Richelieu, Vivienne, Saint-Denis, Chaussée-d'Antin, Saint-Martin, Rivoli, Sebastopol, y otras ciento, todas hermosas, rectas, largas, y aun _estratégicas_. Las obras del Louvre, hoy terminadas, y en las que en 1854 se trabajaba de dia y de noche, aturden y admiran. Los dos palacios de las Tullerías y el del Louvre reunidos, forman un todo que dificulto tenga igual. Aconsejo á los amantes de las artes que visiten los museos riquísimos del Louvre, de los que mas adelante me ocupo. En los Campos Elíseos, aparte de los infinitos espectáculos que allí se ofrecen, acaba de construir la competencia nacional, puesta frente á frente de la inglesa, un soberbio palacio de cristal, mejor dicho de piedra, para templo de la exposicion universal que debe verificarse en mayo de este mismo año. El palacio es inmenso y magnífico, aunque de formas un tanto pesadas; riqueza y arte, nada se ha omitido. Los teatros de Paris, en número de veinte y seis, están constantemente llenos: aparte de ser mucha la aficion de los franceses hácia todo lo que distrae y entretiene, siquiera sea lo mas fútil y ligero, hay en los teatros muy buenos actores, y en la capital un considerable número de extranjeros que sin cesar se renuevan y acuden á todas partes. El teatro frances, situado al extremo de la calle de Richelieu, merece verse con preferencia á los demas porque embellece y honra su escena la célebre Rachel, reputada en toda Europa como la primera trágica de la época[7]. Ademas de contar el teatro con esta inspirada actriz, todo el cuadro de la compañía es lo mas selecto de Francia, porque para ser actor de él se necesita haber adquirido muchos triunfos. La sala del teatro de la grande ópera, la mas elegante y capaz de todas, no es ni con mucho tan bella y majestuosa como la de nuestro teatro Real; bien es cierto que el teatro de Oriente no tiene rival. En Paris hay teatros para todos los géneros y públicos: teatro para la ópera francesa, teatro para la ópera italiana, teatro para la grande ópera, para vaudeville, para la tragedia, para los furibundos melodramas de horca y cuchillo, para la buena comedia, para todo. Existe ademas un gran número de teatros pequeños donde hacen sus habilidades los discípulos de Cagliostro, los Macallisters _et tutti quanti_. En el Hipódromo, próximo al arco de la Estrella, se parodiaban en 1854 las batallas de la guerra de Oriente, pero con suma precision y verdad. En los mismos Campos Elíseos, aparte de sus jardines, bosques y palacios, cuéntanse innumerables cafés, fondas, salones de baile y todo lo que idearse puede: tambien adorna el citado paseo el Circo de la Emperatriz, de sólida y esbelta construccion. Hay tambien muchas sociedades de baile donde las sueltas y alegres modistas danzan con los estudiantes. El salon de Santa Cecilia, situado en el Boulevard, es uno de los mejores así como el de Barthelemy y Vauxhall. En materia de espectáculos de todo género, Paris sobrepuja á todas las capitales de Europa, inclusa Lóndres: sabido es que los franceses aman lo ligero sobre todas las cosas. Mas tarde hablaré del Paris moral. Paris tiene muchos y buenos templos, admirables paseos, riqueza de monumentos y grandes edificios: plazas portentosas y barrios elegantes como ciudades: teatros, carruajes, animacion, bullicio, grandeza. Ese es Paris tal como yo le ví, verdadero, atolondrador, entusiasta, portentoso. No sé lo que he escrito porque lo hago sin órden. Apunto todo lo que mi memoria me va recordando. No pretendo en manera alguna haberlo dicho todo: Paris necesita un libro, estos son _recuerdos_. Continuemos. El Paris moral, del cual se ocupan muy poco los que le visitan una vez, es un Paris sombrío y terrible, digno de ser estudiado por un filósofo que pretenda conocer el porvenir de un pueblo. La sociedad francesa, merced á su educacion materialista, apénas cree otra cosa que en los goces materiales, que son como si dijéramos su dogma. Como el dinero sea el objeto del culto, la sociedad francesa, y en especial la de Paris, es presa del lucro, de la ganancia fácil, inmediata, sea ó no moral. La fuente de la riqueza es el trabajo: fuera de él se busca en Paris y se adquiere con los auxiliares que se ofrecen, ora la prostitucion ora el vicio. Los hombres, las mujeres, corren desatentados en confuso torbellino en busca del dinero, y un vértigo les empuja, una sed hidrópica de oro los consume. Así se encuentran otros muchos pueblos de Europa, próximos á un tempestuoso desquiciamiento que necesariamente ha de traer el agio de las bolsas. El feudalismo del dinero pesa hoy sobre los pueblos, mas terrible aun que el de la edad media; este oprimia á nombre de ciertos principios, que aunque ridículos, tenian algo de noble y de grande en la forma; el de nuestros dias es miserable y torpe, no tiene mas lema ni escudo que el dinero, que es su religion, su política, su moral, su blason, todo: el dinero, y nada mas que el dinero. Con él oprimen á las sociedades, imponen la ley á los gobiernos, hacen imposible la libertad: una docena de banqueros judíos presta dinero á todos los gobiernos de la cristiana Europa; dan la ley á todas las bolsas, favorecen y estimulan la ambicion del dinero, á cualquier precio adquirido. La fiebre del oro encenaga las fuentes de la moralidad pública, y esclaviza á los pueblos, porque un pueblo corrompido no puede llegar á ser libre: sustituyen á Dios con el dinero, al que se da culto público en todas partes y en especial en sus templos-bolsas. La revolucion, el dia en que pida cuentas, demolerá hasta en sus cimientos las bolsas, y hará imposible el reinado del oro, el mas miserable de todos. Volviendo á Paris, del que una digresion casi involuntaria me ha separado, en la capital de Francia, es donde recibe mas culto que en parte alguna del mundo el dinero; allí se santifican todos los medios para adquirirlo, allí ese ardiente deseo habita los corazones, allí es absolutamente necesario adquirir dinero, y el que no lo alcanza es considerado como hombre sin talento, ¡es horroroso! La sociedad francesa corre presurosa á un abismo. Un gobierno que fecunde los manantiales de la moralidad pública con buenas leyes y con ejemplos, que mate el agio, que ennoblezca el trabajo, que predique la augusta santidad de las modestas fortunas del pueblo, noblemente adquiridas con el sudor de la frente, detendria quizá la catástrofe que nos amenaza. Un gobierno libre conoce, interviene, examina todo, se da trasparencia á los actos todos; la discusion y la publicidad libérrimas matan esas secretas miserias que componen la vida de los agiotistas; con un gobierno libre, se pregonan y anatematizan todas las concusiones; la libertad ocupa los ánimos en cosas elevadas, hace vivir á los ciudadanos en una esfera de aspiraciones nobles, de sentimientos grandes. Al estudiar las estadísticas se ve que la corrupcion se propaga rápidamente en Paris, y á la manera de una asquerosa lepra, que amenaza consumir el cuerpo social. En Paris apénas existe la familia, y sin esta la sociedad no es posible: los hoteles y los restaurants son los que reunen en su mayor parte á los habitantes de la capital á la hora de la comida: una gran parte de la poblacion de Paris come todo el año fuera de su casa, y careciendo de hogar, santuario de las afecciones, se disuelve en la calle. Puede asegurarse que casi la mitad de la poblacion de Paris come fuera de su casa todo el año. ¿Cómo se forman los vínculos santos de amor que deben unir á los individuos de una misma familia, á los ramos de un mismo árbol? Imposible: imposible la educacion de los hijos, que se perfecciona en casa, al calor del hogar; imposibles las afecciones que nacen, crecen, se desarrollan y viven dentro de casa, y solo allí; imposible la familia, que se dispersa y vive en la calle, y siendo imposible la familia, imposible es tambien la sociedad; y esto es lo que sucede en Paris, esto es lo que yo he visto, estas son las costumbres sociales de la capital de Francia, que muchos presencian sin pararse á deducir consecuencias; esto es lo que ven todos los extranjeros. Medítese bien sobre su significacion; esto es importante, por eso lo deduzco y apunto. En Paris se compran y se venden fácilmente las afecciones, se trafica con todo, y el culto único y universal es el que se consagra al dinero. Todos los dias se registran procesos escandalosos capaces de desconsolar al filósofo que ménos crea en la perfectibilidad del humano linaje; se suceden unas á otras las bancarrotas que ponen en desolacion á las familias y asustan al observador; los suicidios se repiten con una tremenda frecuencia que pone susto en el alma: los tribunales se ocupan casi sin tregua en conocer asuntos infamantes que reprueba toda moral, por poco sólida que sea: y todos estos actos que acabo de enunciar pasan á la luz del dia y se registran en las estadísticas: ¿quién será capaz de ocuparse de las acciones que no se juzgan, de las escenas secretas que desgarran el alma todos los dias en el interior de las familias? Si se estudian las estadísticas de la vida moral de Paris se ve que las cifras desconsoladoras y terribles se aumentan cada año: los matrimonios deshechos, los suicidios, las nuevas casas de juego, las grandes fortunas que se desploman, las aterradoras miserias que aparecen, los procesos de los tribunales que se duplican, las casas de correccion que se llenan, en una palabra, los datos que cada año se publican referentes al estado moral de la sociedad de Paris, son bastantes para desalentar el ánimo y casi postrar la fe en el progreso. Este es el Paris moral que nosotros hemos visto, y apartándonos de tan triste cuadro, vamos á continuar nuestra visita á traves de sus principales monumentos y de su fisonomía material, animada y brillante en sumo grado. Las iglesias mas notables que yo he visitado en Paris, son la Catedral, San Sulpicio, la Magdalena, San Germain l'Auxerrois, la Santa Capilla, San Vicente de Paul, San Esteban del Monte, y Santa Clotilde. La Magdalena, de la que en otro lugar me ocupo ligeramente, es un lindísimo edificio artístico, que presenta sus cuatro fachadas elegantes, con su respectivo órden cada una de columnas corintias; es un monumento esbelto y airoso, que semeja un templo griego, un liceo, una academia. El interior corresponde á la que anuncia su gallarda presencia de fuera, y participa tambien del gusto poco cristiano de su fachada. En el cuadro del altar mayor aparece Napoleon, á quien nosotros no teniamos noticia de que se hubiera canonizado: bien es verdad que tambien le hemos visto en Milan, coronando una de las elegantes agujas de su magnífica catedral. Notre-Dame, de la cual tambien hablamos en otro lugar, es un imponente y majestuoso templo, donde hacen actualmente reparaciones bárbaras que desfiguran su venerable fisonomía. Tambien la iglesia de San Sulpicio merece ser vista. La iglesia de San Esteban del Monte, cuyo magnífico interior sorprende por su elegancia arquitectural y su gusto y severo estilo, ha sido teatro últimamente de un gran crímen que puso en conmocion á todo Paris. Dentro de esta iglesia el asesino Vergé sepultó un cuchillo en el corazon del venerable arzobispo de Paris Monseñor Sibour. San Germain l'Auxerrois merece tambien la visita del viajero; su elegante construccion, aunque de formas un tanto aplastadas, sus estilos diferentes que constituyen un conjunto bizarro, su belleza interior, forman un todo muy bueno y hacen de San Germain una de las mas hermosas iglesias de Paris. San Vicente de Paul, con su elegante y airoso pórtico de columnas, sus dos torres, y su cuerpo principal tan gallardo, llama tambien la atencion del que busca el arte y el gusto monumental: el interior es severo y religioso. La Santa Capilla, tocando con el Palacio de Justicia, es un prodigio de arte: de formas airosas y orientales, de pureza de líneas, de severidad arquitectural. La ligera y graciosa torre que se levanta como una corona, seria doblemente bella si los modernos, que pretenden adornarlo todo, no la hubieran desfigurado convirtiéndola en un objeto de quincallería, tantos son los dorados con que la han vestido. De todos modos, el viajero no puede dispensarse de visitar el templo; es magnífico y venerable. Prescindo aquí de su historia porque no es ese mi objeto en este lugar. Santa Clotilde, situada del otro lado del Sena, es una verdadera joya: al observar su juventud, escrita en su construccion, se experimenta un sentimiento de asombro. En nuestro siglo que marcha tan aprisa, y en esta época en que las construcciones para ser buenas han de exigir poco tiempo, se ha levantado en Santa Clotilde un templo gótico puro, sin mezcla de gustos ni estilos. Es una iglesia bellísima y digna de ser vista: acaba de ser terminada y entregada al culto público. Delante de su elegante fachada principal, se extiende una espaciosa plaza sembrada de jardines, que embellece el cuadro. El verdadero monumento que cuenta hoy Paris, es el Louvre, unido como está ya á las Tullerías. Parece mentira que en este siglo ligero que tan aprisa marcha, sin detenerse jamas en obras de larga duracion, hayan podido verificarse y en tan corto plazo las obras colosales del Louvre. Ya se ha unido con las Tullerías, y forma un todo sin rival: la gran plaza del Carrousel, portentosamente admirable, es quizá la mas imponente de Europa: el arte, del cual se prescinde con sobrada frecuencia en las modernas construcciones, brilla majestuoso en las obras increibles del Louvre: los buenos arquitectos italianos y franceses que han dirijido los trabajos, han levantado un templo glorioso para el arte: las formas, el gusto arquitectural, las buenas tradiciones conservadas, la severidad de los estilos, la lujosa construccion, el aire imponente que respira, todo el conjunto así como los detalles, sorprenden y admiran. Digna de aplauso es la constancia con que el actual primer magistrado de la Francia ha emprendido y terminado tan gigantescas obras. Aconsejo á los que visitan Paris que se detengan con frecuencia delante del Louvre, hay mucho que estudiar, hay mucho que admirar. Tambien merecen una visita especial y detenida los ricos museos que embellecen el interior, en particular los de pintura y escultura. Este último, bien ordenado y bastante rico, contiene entre otras obras admirables las estatuas griegas del Gladiador y de la Vénus, que llenan de asombro el ánimo y hacen la apología de la Grecia artística: imposible cosa mas admirable, son modelos, son obras eternas, son prodigios de arte. El museo de pinturas, donde brillan las diferentes escuelas que conocemos, reclama muchas visitas de todo aquel que ama el noble arte de Rafael y Murillo. La escuela mas rica que se ostenta en las galerías del Louvre es la flamenca, con sus pléyadas brillantes de inspirados artistas, con sus lienzos animados. La escuela italiana, poderosamente espléndida, luce tambien en el Louvre con toda su pompa: en el salon cuadrado, el mas rico de todos, se leen al pié de lienzos sin rival, las ilustres rúbricas de Rafael, Ticiano, Rubens, Pablo Verones, Tintoreto, Leonardo de Vinci, y Murillo, que en medio de aquellos hijos del genio, proclama con dos inmortales Vírgenes la pujanza de la escuela española, que tambien brilla con todo su valiente esplendor en los salones del Louvre. La escuela francesa, mas rica allí que en ningun otro museo, cuenta tambien con las principales obras de sus inspirados maestros: en resúmen, el que visita Paris, no puede dispensarse en modo alguno de ver los museos del Louvre. Los teatros de Paris, estudiados con detencion, contristan profundamente el ánimo: la moral pública sale eternamente mal parada: es sumamente difícil asistir á la representacion de una comedia en la cual no haya una mujer que engaña á su marido, es un detalle casi indispensable. Verdad es que el escritor dramático que vive en Paris, que estudia la sociedad y la traduce en la escena, no encuentra á todas horas nobles tipos que retratar ... pero de todos modos las formas del diálogo, el público español, el público ingles, no las puede aceptar nunca. En España comprendemos de otro modo el teatro, será sin duda porque nuestra familia es otra. Esto por lo que hace al teatro moralmente considerado: si hablamos de sus salas y orquestas nada bueno podemos apuntar, absolutamente nada; en todo Paris, no hay un gran teatro, ni uno; orquestas, solo pueden oirse las de la Opera, que es magnífica, y las de los Italianos y Opera-Cómica; las demas son orquestas de provincia. Las formas del diálogo, un tanto desenvueltas y libres, contribuyen tambien á la impresion de disgusto que producen las citadas comedias en el ánimo del que está acostumbrado á una literatura dramática digna y moral, que sin ser fanática ni supersticiosa, respeta siempre la moral, enseña máximas consoladoras, ofrece tipos nobles, y no ofende jamas el pudor de las madres ni de las hijas. El estudio mas consolador que yo he hecho en Paris ha sido el de la lectura diaria de la seccion de _pérdidas_ que contienen los periódicos. El alma descansa y se regocija leyendo como yo he leido todos los dias los anuncios que hacen las personas pobres de haber encontrado braceletes de oro, billetes de banco, alhajas preciosas, y lo que es mas aun, monederos y bolsillos con cantidades respetables en metálico: lo publican para que llegue á conocimiento de sus dueños y pasen á recojerlos. ¡Es admirable, es magnífico, es consolador! Ejemplos como los que cito se ven todos los dias, y los que les dan en general, son personas que carecen de todo recurso, pobres trabajadores, desgraciados. ¡Magnífico! ¡yo recojo este dato con mucho placer en mi libro! ¡es un dato consolador! El alumbrado público de Paris deja mucho que desear y está muy léjos de corresponder á la grandeza de la capital. El que quiera persuadirse de la verdad de esta asercion, que se pasee un domingo por Paris despues de la una de la noche, ó cualquiera otro dia de la semana. Hay mas faroles en las tiendas que en la calle: esto sucede en el mismo boulevard: tan luego como se cierran las tiendas y hoteles que tienen alumbrado, las calles de Paris se ofrecen un tanto oscuras porque de farol á farol hay una gran distancia, y la luz llega con mucha dificultad. Las calles de Richelieu, Vivienne, Montmartre y otras ciento, tienen, despues de las doce de la noche, una luz dudosa y opaca; esta es la verdad. Continuemos nuestro paseo por la gran ciudad. La fisonomía de Paris cambia todos los dias, hermoseándose; el que hace seis años visitó sus monumentos y sus calles, encuentra hoy tantas reformas y novedades, que apénas puede reconocerle. Aparte de los trabajos colosales del Louvre, que la imaginacion no acierta á comprender hayan sido ejecutados en tan corto plazo, la calle de Rivoli, majestuosa y soberbia, viene á aumentar la admiracion del viajero. En todos los barrios de la gran capital, se han derribado centenares de casas miserables, sobre cuyas ruinas se levantan hoy palacios y elegantes edificios. Las obras del mercado de los granos, delante de la iglesia de San Eustaquio, sitio que afeaba Paris, se han realizado en breve término, y hoy existen magníficos mercados. El boulevard de Sebastopol, obra que en cualquiera otro pais hubiera durado ocho ó diez años, está próximo á terminarse del todo, embelleciendo mas y mas Paris. El Bois de Boulogne, los Campos Elíseos, los barrios todos han cambiado de aspecto: el Paris del año 40 desaparece completamente para dar lugar á una nueva ciudad. El que se propone estudiar en Paris tiene mas medios que en parte alguna del mundo, y por teatros de observacion provechosa y útil, tiene, ademas de sus bibliotecas, periódicos, teatros y academias, tiene, decimos, el boulevard, libro de mil capítulos de profunda enseñanza, tiene los barrios de los obreros, los de la aristocracia, los del comercio, los de los desgraciados, el curiosísimo de los traperos: las estadísticas, el alta y baja de la bolsa, las oscilaciones de la política europea, el vuelo de los periódicos, el tumultuoso estruendo de sus orquestas y bullentes placeres: la tremenda soledad de la desgracia y la miseria, las grandes fortunas pasando al lado de las heróicas y sufridas desgracias, el volcánico y abrasador placer que bulle agitado por todas partes y que grita sin tregua para que no se oiga la desentonada voz de la desgracia: los contrastes mas tremendos, las ruinas y las miserias, la gloria y el dinero: la calma mas perfecta, siempre pronta á convertirse en furiosa tempestad, el oscuro porvenir y el incierto presente: la creencia y la fe al lado del escepticismo y la burla: lo grande mezclado con lo pequeño, todos los contrastes, enfin, todos. Ningun estudio mas provechoso, ninguna enseñanza mas útil que la que se adquiere estudiando esa ciudad monstruo que se llama Paris. Entre los paseos deliciosos de Paris, descuella en primer término el Bois de Boulogne, el sitio de recreo mas admirable que capital alguna de Europa puede ofrecer. Sus frondosas calles de árboles cortados con el arte mas acabado, sus lagos y cascadas, sus praderas deliciosas, sus jardines y artísticos bosquecillos componen un conjunto tan alegre y risueño, tan bello y elegante, que cualquier pintor delicado no podrá ménos de contemplar absorto y complacido, sus proporciones, sus cuadros, sus luces y sombras, su poesía, enfin. Dentro de su prodigiosa extension se ostenta con el lujo de una primavera privilegiada, el soberbio _Pré Catelan_, deliciosísimo sitio de recreo que reune la mas rica y variada coleccion de flores de Europa. Las fiestas de noche que allí se dan en medio del incendio de luces con que brillan, semejan un cuento de hadas: sus orquestas y teatros, entre los que ocupa el primer lugar el llamado de las flores, por serlo así en realidad: sus canales y puentes, sus montañitas y cascadas, le convierten en un jardin encantador. Al Bois de Boulogne acuden en número fabuloso los carruajes mas elegantes de Paris, y la multitud se pasea y se esparce complacida en medio de su grandeza. En el Bois de Boulogne existen ademas otros varios jardines; hay restaurants, casas suizas, cafés, etc., etc. Al lado de la gran cascada se extiende la llanura de _Longchamps_, donde tienen lugar las carreras de caballos. Las líneas de ómnibus que recorren Paris en todas direcciones pasan de treinta, todas cuentan un crecido número de carruajes y prestan un gran servicio al público ademas de animar la capital con su movimiento y su vida. La tarifa de sus precios es lo mas cómodo imaginable; por tres sueldos en la imperial y seis dentro del ómnibus, se recorre toda una línea, que generalmente se compone de una gran distancia cruzando Paris de un extremo á otro. Los coches de plaza, regidos desde el último mes de agosto por una nueva tarifa, ofrecen tambien en su bien entendido servicio cuantas comodidades pueden apetecerse: su número es grande, sus estaciones se reparten por toda la capital; así es que el viajero encuentra tan luego como lo desea un carruaje á su servicio. Entre los coches de propiedad particular, las líneas de ómnibus, las empresas de coches de plaza, carros y vehículos de toda especie, el número de carruajes que circula por el interior de Paris se eleva al fabuloso de ciento setenta mil. Segun la nueva tarifa puede tomarse actualmente un carruaje por minutos, no teniendo obligacion de pagar como ántes una hora, sino el tiempo empleado; cada carruaje tiene un reloj fijo para indicar el momento en que se toma. Los alrededores de la colosal metrópoli son tambien dignos de ser visitados por mas de un concepto. Aparte del esmero y gusto con que está cultivada la campiña, amenizan y hermosean sus términos los muchos y alegres pueblos que aparecen por todas partes. Como las comunicaciones son tan fáciles, merced á los caminos de hierro, el extranjero que desea estudiar y conocer los alrededores de Paris puede conseguir su objeto en pocos dias. En el embarcadero de la calle de San Lázaro encontrará de cuarto en cuarto de hora trenes que le conducirán á _Asnières, Ville d'Avray, Sevres, Versailles, San Cloud, San Germain_, por precios sumamente cómodos. En la misma estacion de la calle de San Lázaro hay una línea férrea para visitar _Passy_ y _Auteuil_, pasando por _Batignoles, Courcelles, Porte Maillot_ y _Bois de Boulogne_. Dirigiéndose el extranjero al camino de hierro del Norte, puede tambien visitar en media hora tres deliciosos pueblos, entre los que descuella por su belleza Enghien, con su tranquilo lago, que cercan lindísimas casas de campo. A cualquier punto que el viajero se dirija y cualquiera que sea la direccion de sus excursiones, tiene la seguridad de encontrar cafés, hoteles y restaurants en abundancia. Como tanto se han impulsado en estos últimos años los trabajos de las líneas férreas de Francia, Paris está en comunicacion instantánea con todas las capitales de Europa, así es que diariamente llegan en gran número los viajeros que de todas las partes del mundo vienen á visitarle. El número de extranjeros que afluye de todas las partes de la tierra se eleva á una cifra verdaderamente increible, y en Paris, moderna Babilonia, óyense hablar todas las lenguas y se ven todos los trajes. Las cárceles de Paris que hace muy pocos años dejaban mucho que desear, han mejorado bastante su sistema y organizacion, y hoy, aunque no pueden servir de modelo, valen ciertamente una visita detenida cuando se pretende aprender comparando. Las estaciones de las líneas férreas, edificios que tienen para mí mas importancia que cualquiera otro establecimiento público, por su alta significacion en la cruzada santa de las ideas, que ellos trasmiten á los pueblos, haciéndolos conocer entre sí, son verdaderos palacios en Paris. Las de _Strasbourg_ y _Lyon_, la del _Norte_ y la de la calle de _San Lázaro,_ todas son espaciosas y grandes, todas hermosean Paris y todas le animan, depositando en la gran ciudad todos los dias innumerables viajeros que de todas las naciones conocidas se presentan impacientes de conocerla gran metrópoli: el movimiento es inmenso. Las bibliotecas públicas con que cuenta Paris son muchas y notables, mereciendo ser citadas la Imperial de la calle Richelieu, la del Instituto, Escuela de medicina, Santa Genoveva, Louvre y otras varias. La prensa periódica de Paris, que desde el advenimiento de Luis Napoleon está regida por leyes restrictivas que hacen muy difícil su existencia, apénas merece mencionarse, contándose únicamente periódicos literarios de algun valor y vida propia, uno de cuyos órganos principales es el _Fígaro,_ redactado por escritores de verdadero ingenio. Los jardines públicos donde tan alegremente se baila en el verano, así como los salones de conciertos, reunen en sus fiestas un gran número de extranjeros, que ávidos corren tras el bullicio y el placer que Paris ofrece en una copa de oro siempre llena. Los jardines de _Mabille_ y _Château des Fleurs_, las fiestas de noche del _Pré Catelan_, los conciertos que dirije _Musard_ son otros tantos centros de animacion y movimiento que ninguna ciudad en el mundo presenta como Paris, Roma moderna. Todo lo que halaga los sentidos, cuanto puede satisfacer la vista, el refinamiento mas acabado, en fin, de los placeres todos, bulle y se ostenta por todas partes y bajo todas formas en esa ciudad soberbia que aventaja en corrupcion como en grandeza á todas las capitales. En Paris se satisfacen todos los gustos, todos los deseos, porque se da culto al placer y se ha estudiado hasta la perfeccion la manera de aturdirse en lo frívolo. Los cafés y restaurants de Paris no pueden contarse, tan fabuloso es su número. Al notar la afluencia tumultuosa que se disputa la entrada en los citados sitios, diríase que Paris come en la calle, que la familia no existe: y á la verdad que no seria muy aventurada semejante asercion; pues todo pensador que estudie la familia en Paris estamos seguros que se desconsolará profundamente. El soplo de duda con que los enciclopedistas empañaron las creencias todas, el tremendo ridículo con que agobiaron el matrimonio, han hecho profundamente escépticos á los franceses, que creyendo en la soberana fuerza del dinero, apénas sospechan en la mujer, la madre, la esposa, la compañera. Otra costumbre hay en Paris y en toda la Francia en general que no dudamos calificar de bárbara y cruel: nos referimos á la ceremonia de acompañar al cementerio el mas próximo pariente del finado. Es ciertamente terrible y da lugar á sospechar falta de afecciones; marchan á pié detras del convoy fúnebre que guarda una persona adorada, á otra que le fué inmediata y querida: ninguna ley, ninguna costumbre del mundo pueden obligar al corazon á que se quiebre y se rompa en tan tremenda prueba; jamas el alma apasionada podrá prestarse á un suplicio tan duro. Marchar á pié á la última morada conduciendo un sér amado, y ofreciendo su dolor al público indiferente en tan solemne trance, es una terrible lucha que necesariamente ha de producir, ó una muerte al alma, ó una indiferencia glacial: no hay medio. Y haciendo aquí un punto final, miremos otra fisonomía de Paris que sea mas consoladora y alegre; visitemos esos sitios que la revolucion gloriosa del 93 ha hecho célebres é inmortales. Aquí se reunia la Convención: Luis XVI pasó por esta calle al dirigirse á la guillotina: desde aquí alcanzo la plaza de la Bastilla, donde el pueblo desplegó su omnipotencia; esta casa que sale á nuestro paso cobijó á Mirabeau, palanca poderosa de la revolucion que trabajó en pro de sus triunfos mas de lo que él suponia; aquí vivió Marat; Camille Desmoulins soñó tiernas escenas de amor al lado de su amada Lucila en el cuarto que estamos visitando; en este palacio de la plaza de la Greve, se reunia el tribunal que presidió Robespierre; hé aquí la morada de Danton; miremos en nuestro derredor al pueblo que nos cerca, es el mismo que con el pendon de la libertad por guia ha paseado la Europa; estos que nos rodean son los del año 30, los de las jornadas del 48; aquí se resuelven hoy todas las cuestiones de Europa; Paris es en nuestros dias la capital del mundo; aquí vive el secreto del porvenir: Voltaire vivió en la casa que ahora contemplamos; mirad esa modesta vivienda que cobijó á Rousseau; el arte habita hoy esta metrópoli; Rossini y Meyerbeer, Verdi y Auber, los poetas y los filósofos, los artistas y los políticos, toda la aristocracia europea del talento, pasa á nuestro lado; los monumentos nos cercan, la actividad nos aturde. ¿Dónde van tan precipitados esos miles de carruajes que se atropellan en tumulto los unos tras los otros? ¿Por qué tanto ruido, tanta alegría? ¿Dónde está Dios? ¿le habeis visto en Paris?... Y las estadísticas de los tribunales, ¿las habeis consultado con detencion? ¿ Visitais la _Morgue_ y la buhardilla del obrero al salir de la Opera ó de casa de Vachette? ¿Ois como hablan todas las lenguas á vuestro lado? ¿Habeis entrado en los templos de todos los cultos que allí viven? ¿Por qué esa fiebre que agita Paris? ¿ No es verdad que la gloria tiene tambien allí su asiento? ¡Ah! ciudad encantada y deliciosa! yo te aclamo y te conjuro á la vez; tú me das alegrías bullentes, delicias al espíritu y dolores á la reflexion! Tú eres una y múltiple, tú eres un monstruo y una joya: en tí se estudia y se aprende, tú eres un libro colosal, yo quiero vivir contigo, yo quiero leerte, yo quiero verte acostar y levantarte, yo quiero estar cerca de tí. Aunque el lector lo sienta como yo, es preciso abandonar Paris: siguiendo mi itinerario hemos visitado Bayona, Burdeos, y la gran ciudad: ahora, continuarémos nuestra corta expedicion por Francia y acto continuo nos trasladarémos á la patria de Guillermo Tell. Habiendo hecho ya una ligera mencion de Burdeos y Bayona, apuntaré algunos detalles ántes de terminar el capítulo de Francia, sobre algunas otras ciudades de la misma nacion, que he visitado. Lyon es importante por su floreciente industria: mucho movimiento: algunas calles elegantes, hoteles regulares, buenos paseos y edificios: recuerdos históricos de interes. Marsella, fisonomía animada y bulliciosa, muy concurrido puerto de mar, líneas férreas de pujante vida, edificios modernos de importancia, buenos hoteles, elegantes tiendas, aménos alrededores. Lyon, Burdeos, Marsella, Estrasburgo, son sin duda alguna las principales ciudades de Francia: las de segundo y tercer órden que conozco no valen en verdad una descripcion separada, á no ser Narbona, que por lo pobre y mezquina, ni puede compararse con la mas desvalida de nuestra España: en Narbona se carece de todo, es una aldea grande; y bueno es dejar sentado, para los que sospechan que la Francia es Paris, que pueden contarse otras varias ciudades que en nada aventajan á Narbona. Yo no extraño que así sea: todas las naciones del mundo están aun en via de progreso: en Francia, como en todas partes, existen todavía ciudades antiguas que no han sido mejoradas: hago mencion de estas ciudades atrasadas para contestar á los que conociendo solamente Paris, se atreven á afirmar que la nacion toda se encuentra en un estado perfecto de mejoras y adelantos. Por lo demas, esta es la Francia que yo he visto: este es el Paris que conozco, el Paris que he visitado detenidamente cinco veces con objeto de estudiarle. El lector, mal que le pese abandonar la opulenta metrópoli que se llama Paris, se viene conmigo á visitar otros paises, á contemplar otras bellezas. El sitio donde ahora nos dirijimos, es sobradamente pintoresco para excitar el interes y la curiosidad: vamos á trasladarnos á la renombrada y poética Suiza, al suelo donde vive la libertad, á la patria de Guillermo Tell. Allí la naturaleza desplega cuadros tranquilos y admirables: allí tiene grandes escenas que copiar el pintor, allí tiene consoladoras reflexiones que recojer el estadista: en marcha. La bellísima estacion del camino de hierro de Estrasburgo, de la cual he hecho ya mencion, fué mi punto de partida. Como desde Bayona á Burdeos, tomé asiento de primera clase en el tren del correo, que sale á las ocho de la noche. De Paris á Basilea, que es la primera ciudad de Suiza, entrando por Estrasburgo, hay una distancia de ciento cuarenta leguas, que recorrí en el brevísimo tiempo de diez y seis horas, con la mayor comodidad, y sin el mas ligero accidente, pues el camino de hierro de que hablo es quizá el mejor de la Francia. Es ciertamente prodigioso y admirable el vuelo de las vias férreas. El dia cinco de noviembre, á las ocho de la noche, estaba yo en Paris; el dia seis, es decir el siguiente, á las doce de la mañana, almorcé en Basilea, Suiza. Esto no necesita comentarios; con nada se recompensa tal manera de viajar. Carruajes magníficos, elegantes y mullidos, de ocho asientos, donde cojen doce, lo que permite un gran desahogo, tubos de hierro, llenos de agua caliente, perfectamente forrados, se renuevan en cada estacion. Puestos á lo largo, sobre la alfombra de los carruajes, sirven para apoyar los piés, y conservar un grato calor durante la travesía. El servicio de toda la línea no deja nada que desear. La campiña desde Paris hasta la frontera suiza, con mucho esmero cultivada, palmo á palmo. Cerca de los límites de Francia, se asienta la ciudad de Estrasburgo, patria del inmortal Guttemberg, que sin pensarlo emancipó la humanidad. Estrasburgo es una ciudad rica y populosa, con su celebrada catedral y su torre difícil; hay buenos hoteles. En este punto se descansa un cuarto de hora; los viajeros, y los equipajes que siguen á Suiza, se trasladan á otro tren. De Paris á Basilea, la Champagne, admirable y rica, y Nancy, ciudad importante. A las ocho de la mañana, doce horas justas despues de haber salido de Paris, parti de Estrasburgo, entrando en Basilea á las cuatro horas. De Estrasburgo á Basilea, los Vosges, deliciosas montañas; la Alsacia, castillos, ruinas góticas, monasterios, capillas: Mulhouse, industria floreciente y paisajes alegres y variados. Al entrar en Suiza, empieza á disfrutarse ya de la libertad de aquel pais. Nadie me pidió el pasaporte, nadie me dijo una palabra, ni registró mis cofres persona alguna. La decoracion de la naturaleza cambia de repente al entrar en Suiza. Vamos á Basilea. #SUIZA.# El que ha visitado nuestras Provincias Vascongadas, tiene una idea muy aproximada ya de la pintoresca Suiza. Lagos numerosos, interminables cordilleras de montañas, caprichosamente cortadas, valles por todas partes de eterna verdura, praderas espaciosas y torrentes artísticos, cascadas, y bosques de árboles, paisajes risueños sembrados de elegantes y ligeras quintas esparcidas por todo el pais: los históricos Alpes coronados de blanquísima nieve, la limpidez de los rios que corren por su centro; todos estos accidentes bellísimos que la naturaleza ofrece por todas partes en Suiza, forman un conjunto delicioso, orígen de las seductoras descripciones que en tantos libros se encuentran de ella. Viéndola con alguna detencion, se comprende que haya sido teatro fecundo de admirables escenas para los pintores. Basilea, situada á corta distancia de la frontera de Francia, que concluye en el pueblecito de San Luis, es la primera poblacion importante que se encuentra en la antigua Helvecia. Célebre en lo antiguo, por haberse celebrado en su recinto dos concilios ecuménicos, y por haber sido cuna de muchos hombres notables, se ofreció á mi recuerdo con mas interes del que en efecto dispierta en el ánimo del viajero. Una de las principales bellezas que tiene para mí Basilea, es el celebrado Rin, rio, que como elegantemente dice madame de Stael, semeja el genio tutelar de la Alemania, con sus ondas puras, rápidas, majestuosas, como la vida de un antiguo héroe. El Rin efectivamente es magnífico, parece inalterable, á juzgar por la eterna serenidad de sus cristales. Los sitios que él recorre participan de su quietud. En Basilea, punto en que le ví por primera vez, se presenta tranquilo, é imponente por su grandeza. Corre silencioso á los piés de la catedral, y á la izquierda se pierde en lontananza, como una inmensa sábana de luz: á la entrada de la ciudad hay un larguísimo puente que salva toda la anchura del rio. La catedral de Basilea, situada en la plaza del Mercado, merece visitarse bajo diferentes aspectos. Su arquitectura es gótica, y por lo tanto notable y digna de verse. Consta de tres naves: en su sacristía actual, se celebró el famoso concilio, en el cual fué destronado el papa Eugenio IV. La tumba del famoso filósofo Erasmo, autor del _Elogio de la Locura_, se encuentra dentro de la misma iglesia. Apénas llegué á Basilea, hice lo que en las demas ciudades que visito por vez primera: me lanzo á la calle para ver lo que haya digno de atencion. Para llegar á la Catedral me condujo la casualidad por la plaza del Mercado, y la impresion que me causó oir el detestable aleman que en dicho punto se habla, no podré describirla; solo recuerdo perfectamente que es tan áspero y gutural como la música mas destemplada y ronca. Basilea es una de las ciudades mas ricas de Suiza; sus relaciones comerciales, y su próxima situacion á la Francia, la dan mucha importancia. La ciudad tiene algunos edificios notables: la construccion de las casas, diferente de la de los demas paises, y especial de la Suiza, es muy digna de atencion[8]. La madera, abundantísima y excelente, puesta allí por todas partes por la mano sabia de la Providencia, en compensacion de las nieves y los hielos que hacen tan frio el pais, es el elemento principal de la edificacion. Esbeltas y graciosas son efectivamente todas las casas; con sus lienzos de incrustaciones en madera, pulida y hábilmente trabajada, ofrecen un espectáculo tan nuevo como curioso. Limpias y brillantes lucen á los rayos del sol, porque con el frio y la nieve la madera conserva eternamente su tersura y solidez, sin que jamas suceda lo que en los paises meridionales que hacen de la madera un fácil combustible, volviéndolas el calor esponjosas y dispuestas siempre á inflamarse. El frio de quince grados bajo cero que se experimenta en algunos cantones, como el de Berna, ha hecho sabios á los indígenas en materia de precauciones contra su rigor. Es de notar la costumbre acertadísima de colocar dobles puertas en todas las habitaciones de las casas; cada una se abre y se cierra en sentido inverso. Como la madera es tan sólida, y no está sujeta á las influencias atmosféricas, que pueden aumentar ó disminuir su volúmen, ajustan herméticamente, haciendo imposible la entrada de la mas insignificante columna de aire. Con las ventanas sucede lo mismo. Las componen dobles vidrieras que abrigan mucho las habitaciones, porque son impenetrables á la temperatura de fuera. Los poêles, estufas que yo llamaré, son unos aparatos admirablemente dispuestos, que se encuentran en todas las casas de Suiza: cada dos habitaciones tiene regularmente un poêle: fabricados con ladrillo, y muy bien preparados, se calientan por la mañana, y templan la estancia para todo el dia: aproximando las manos á los azulejos limpísimos que forman su capa exterior se experimenta un gratísimo calor. En la Biblioteca de Basilea ví un ejemplar del _Elogio_, con notas marginales del mismo Erasmo, con dibujos de su amigo Holbein. En el Museo el retrato de Lutero, y el de Holbein. Para ir á Berna desde Basilea es preciso resignarse á la diligencia, pues el camino de hierro que ha de unir ámbas ciudades, se encuentra solo en proyecto: felizmente la travesía se hace en doce horas, y con todas las comodidades posibles[9]. Lo primero que me ocurre consignar, es el admirable estado de las carreteras de Suiza. Sin ceder á ningunas de las mejores de Europa, las sobrepujan en número. De Berna solamente, ciudad que solo cuenta treinta mil habitantes, parten diez y nueve carreteras, tan sólidas, tan lisas, tan cuidadas, tan bellas, que nada dejan que desear. Admira doblemente semejante estado de las vias públicas, recordando que el pais, subdividido en tantos gobiernos como cantones, y pobre como es, apénas se comprende quién y cómo las ha hecho. Hay verdadera profusion de carreteras, lujo de comunicaciones, todas buenas: los hilos eléctricos cruzan la Suiza entera en todas direcciones. Caminos de hierro desde Basilea á Estrasburgo, Paris, Francfort, Berna. Durante los meses de febrero y marzo, en los que todo el pais semeja una sábana sola con tres palmos de nieve, lo que hace el paisaje monótono, porque es el mismo en todas partes, las diligencias tienen la originalidad de rodar sin ruedas, y con gran velocidad. Unos trineos de madera, dispuestos en forma de cajas, reciben sobre sí el carruaje, y los dos listones que forman su base, resbalan admirablemente bien sobre el pavimento, de nieve y hielo. Los caballos arrastran las diligencias con mas facilidad que si estuvieran armadas como en el resto del año, con ruedas, y el movimiento es tan igual y tan suave como el de los caminos de hierro. A las ocho horas de haber salido de Basilea[10], entré en Berna, notando la extraña costumbre que tienen todos los mayorales de diligencias de la Suiza de tocar una corneta al entrar y salir en las poblaciones: hace muy buen efecto, porque todos ejecutan algun aire del pais que da mas suavidad al movimiento. Estamos en Berna. #BERNA.# La capital federal de la Suiza, bañada por el rio Aar, que la cerca por todas partes, cuenta treinta mil almas de poblacion. El interior de la ciudad ofrece muy poco que observar: se compone de sesenta á ochenta calles solamente, tan uniformes y parecidas, que molesta y fatiga la monotonía de su conjunto: todas tienen soportales cubiertos, necesarios para la nieve. Entre los edificios mas principales de Berna, descuella la Catedral, que aunque pequeña, es bella, porque es gótica. El ridículo protestantismo, que blasona de liberal, y protector de las obras de la inteligencia, cuya omnímoda supremacia proclama, se ha ensañado estúpidamente con todas las imágenes de santos tallados en piedra, que embellecian y decoraban todo el exterior de la catedral, dejando únicamente intacta una alegoría escrita en piedra, que corona la puerta principal de la iglesia, y sobre la cual se ven algunos papas que se han condenado por sus crímenes: hé aquí el protestantismo, que en nombre de la libertad, mutila con la picota de la burla y la ignorancia, la riqueza arquitectural con que la estatuaria gótica bordaba las fachadas de los templos. Inútil pretension; el escarnio que pretendieron arrojar sobre el catolicismo, patrono de las artes, se volvió de rechazo contra ellos. Desfigurando la catedral como lo han hecho, dejan atras á las tribus de Atila, que se prosternaban llenas de entusiasmo delante de las maravillas del arte arquitectónico-cristiano. El palacio Erlack, que contiene la oficina del presidente de la confederacion, es otro edificio notable. El grande hospital, situado en una ancha calle, que puede llamarse plaza, merece ser visitado por mas de un concepto: el servicio interior no deja nada que desear: la belleza del edificio es digna del objeto á que está destinado. El lema escrito sobre su puerta es magnífico, _Christo in Pauperibus_: es un modelo[11]. Sobre todos los edificios de Berna, sobresale por su hermosura y grandeza el nuevo palacio del Parlamento, recientemente terminado. Es una soberbia mole de piedra, de tres cuerpos, de esbelta arquitectura, gótica en su mayor parte: el interior corresponde á lo que desde fuera anuncia. No está terminado completamente. Berna tiene universidad literaria á la cual concurren de 150 á 200 estudiantes por año. A propósito de letras, pláceme consignar que la Suiza tiene organizada la instruccion como ninguna nacion de Europa. Y séame permitido protestar que en esta asercion nada hay exagerado: tengo el hábito de estudiar ántes de emitir un juicio. He visto por mí mismo las universidades y escuelas de Suiza, casi en su mayor parte: he leido las estadísticas, he comparado, y encuentro que la Francia está muy atras, sumamente rezagada, y á una larga distancia de la Suiza. Tan extendida está la instruccion en la antigua Helvecia, que es sumamente difícil, sino imposible, encontrar un hombre del pueblo que no sepa leer y escribir. Casi todos, ademas de su lengua, hablan el frances en la Suiza alemana. Por su parte la Suiza francesa, con la ciudad de Ginebra á su cabeza, una de las mas avanzadas de Europa, no se queda detras. Bueno es apuntar aquí mismo una observacion digna, que en este momento se me ocurre. La instruccion en Francia, y en otros paises, ha servido para aumentar la cifra de las estadísticas criminales, por estar mal dirigida: en Suiza sucede lo contrario. En el momento en que escribo estas líneas, recuerdo que hace mas de medio año que estoy en Berna, ciudad de treinta mil habitantes. Este número de personas, en el plazo de seis meses, dia por dia, no han visto cometer ni siquiera un robo, ni un asesinato, ni una herida, ni una disputa. Esta reflexion aislada y sin comentarios, habla muy alto: agreguemos otra que aumenta su importancia. El proletarismo es la plaga social de Suiza, abundan por todas partes los mendigos.... La pobreza y la instruccion ¿no engendrarian por todas partes desbordamientos sociales? estudien los políticos miopes sobre este contraste. No sucede así en Francia; allí el pueblo es bastantemente grosero, literariamente hablando; tiene un barniz de cortesanía que está en la sangre, pero lee y escribe en corto número y con dificultad. Los alrededores de Berna son, como toda la Suiza, admirables: praderas de eterna verdura, cascadas, torrentes, montañas, casas de campo. Las carreteras, á nivel de las mejores de Europa, se ofrecen en abundancia por todas partes, con una verdadera prodigalidad. Hay en Suiza, volviendo á la instruccion pública, el fabuloso número de cinco mil quinientas escuelas, á las que acuden cuatrocientos mil discípulos. Estas dos cifras, teniendo en cuenta que la poblacion de toda la Suiza se compone solamente de dos y medio millones de habitantes, habla con incontestable elocuencia en pro del estado intelectual del pais. Los establecimientos penales de Berna se hallan muy bien organizados: tanto los hombres como las mujeres de las prisiones, son empleados con especialidad en los trabajos del campo. En Suiza existe la verdadera libertad política á que aspiran en vano las demas naciones. La accion del gobierno, que en todos los paises se siente á todas horas y en todas las operaciones, no interviene en los hábitos del pueblo suizo. En ninguna parte se encuentra un soldado; los agentes de policía en corto número, tolerantes y humildes, en contraste con los de otras naciones, apénas se dejan ver, absteniéndose muy bien de prácticar esa serie de ataques á la libertad individual que parece constituir su principal instituto en ciertos paises. Los agentes del poder en Suiza, empezando por el presidente de la Confederacion Federal, son extremadamente humildes y modestos. He conocido dos, el coronel Frey-Herosée, y el doctor Furrer, ámbos instruidos, modestos, hombres de Estado, probos y rectos. Desconocen el lujo, viven como el último ciudadano, y se mezclan con todos. ¡Tienen _seis mil_ fr. de sueldo anual! La estadística, que forma la verdadera historia de los pueblos, presenta en la antigua Helvecia con respecto á instruccion y moralidad caractéres propios de la civilizacion, datos consoladores, cifras envidiables. Entre los lagos mas notables de la Suiza, sobresale y descuella el de Lucerna, ciudad católica, y una de las primeras. A todas horas encuentra el viajero que llega á Lucerna lindísimos vapores que cómoda y económicamente le conducen á los mas pintorescos sitios de la Suiza. Durante el verano, los extranjeros de todos los paises, es decir, los viajeros de toda Europa, recorren el lago de Lucerna. La villa de Thun [12], distante cinco leguas de Berna, tiene tambien un precioso lago, como lo son todos los del pais, patria de ellos. Thun tiene su hermoso hotel de Buenavista y está rodeado de deliciosas montañas. Ginebra, ciudad la mas avanzada de la Confederacionon Helvética, es sin disputa bajo el aspecto literario uno de los primeros centros de Europa. Calvino fundó una universidad. La Biblioteca principal de Ginebra contiene 60,000 volúmenes. Patria de muchos hombres notables, entre ellos Rousseau, Calvino, madame Stael, Lesage, Huber y otros muchos, conserva hoy sus tradiciones literarias. Hay en Ginebra un buen número de periódicos políticos, gabinetes de lectura, sociedades literarias, academias y demas centros de inteligencia, brillando en su seno muchos hombres distinguidos. Allí conocí muchos profesores eminentes, y el político Fazy. El mejor paseo de Ginebra es el de la Isla con una estatua dedicada á Rousseau. Bajo el aspecto político, es Ginebra la verdadera capital federal: cierto es que en Berna reside el gobierno, cierto que allí se reune la Asamblea Federal, pero no lo es ménos que en Berna nada se dice ni discute como en Ginebra: en la ciudad de Calvino la política dramatiza todo, la discusion se mantiene siempre animada. El comercio de Ginebra es tambien mas importante que el de Berna: dentro de tres años acrecerá la importancia de esta ciudad con el camino de hierro que la unirá con Lyon; hoy está terminado y abierto al público: hay escelentes hoteles como el de _Lóndres_ sobre el lago de Leman. Los mejores hoteles de Berna son el de la _Couronne_ y el del _Faucon_. El lago de Ginebra es delicioso [13]: surcado por lindos y cómodos vapores, que hacen la travesía de Lausanne, ofrece un espectáculo admirable. Comodidad y economía encuentra el viajero para ir á Ginebra desde Lausanne por el lago: el golpe de vista es admirable; se ve la altísima cabeza del Monte Blanco, los _Glaciers, Chamouny_, los _Alpes_. La celebrada relojería de Ginebra merece ciertamente la pena de verse; se construyen cien mil relojes cada año, casi todas las tiendas ofrecen relojes del pais. La Suiza exporta muchos miles para toda Europa y América. Friburgo, ciudad católica tambien, tiene unos paseos y alrededores asombrosos: casi todos los extranjeros que visitan la Suiza, se dirijen á Friburgo para oir los célebres órganos de la catedral y ver su atrevido puente colgante. Los lagos de Interlaken y Brienz, cerca de Thun: los once que se divisan desde Righi, el de los cuatro cantones, todos, porque esa es la verdad, todos merecen seguramente un viaje: tienen los lagos una belleza especial que seduce y enamora. Nada mas admirable que su aspecto: están casi todos rodeados de azules y transparentes montañas coronadas de blanquísima nieve: la suavísima tranquilidad de sus azules ondas, que surcan lindísimos vapores, el cielo límpido azul que le sirve de cúpula, cerrado por las altísimas montañas que le sirven de marco, como el de Interlaken, hacen del lago un deliciosísimo recreo que la imaginacion no alcanza, que solo su vista ofrece. Los espléndidos y abundantes hoteles que por toda la Suiza se encuentran, servidos como ningunos de Europa, la lujosísima opulencia de carreteras admirables, y digo opulencia porque ese nombre conviene á un pais donde por todas partes se multiplican: lo cómodo y bien dispuesto de sus muelles diligencias, todo esto unido á sus pintorescos sitios hacen de la Suiza en el verano la residencia escojida de todos los viajeros de Europa. La Suiza, que á pesar de su cortísima riqueza pública, de sus insignificantes impuestos y de su exagerada modestia posee tan fabuloso número de carreteras-modelos, ha entrado tambien ya en la mejora de los caminos de hierro, y no se halla todo el pais cruzado de caminos férreos porque carece de recursos pecunarios, no por otra cosa, y porque el terreno todo es montañoso. A pesar de los cuantiosos gastos que exigen obras de esta naturaleza, y de los poquísimos elementos del pais, cuéntanse ya abiertas al público y en explotacion cinco líneas diferentes, que aunque de corta extension son utilísimas. De Bâle ó Basilea parten dos; de Zurich otra, y de Lausanne é Yverdun las restantes, ademas de la de Ginebra á Lyon. Se trabaja mucho en su continuacion, y se emprenden otras nuevas. Lo que es un verdadero secreto para el viajero, es el admirable estado de todas las carreteras de Suiza, á pesar de que por ninguna parte se encuentra un peon caminero, gendarme ni cosa parecida. Parece ciertamente cosa de magia: la Suiza ni tiene ni puede sostener mas que un reducidísimo número de empleados en razon á su facilísima organizacion y su modestia y falta de recursos combinados: con mucho trabajo se encuentra un peon caminero de los pocos que hay. Es sumamente raro ver uno: pues bien, á pesar de todo, no hay en Europa mejores carreteras. La seguridad que ofrecen es absoluta, un año próximamente he habitado la Suiza, en ese largo tiempo no se ha cometido ni siquiera un robo, ni una tentativa. Pues con esto sucede como en las carreteras: admirables sin peones camineros, segurísimas sin un gendarme. Las praderas y las fuentes abundan por todas partes: no se andan veinte pasos en todo el territorio de la Confederacion sin encontrar airosas casas y poéticos prados. Puede decirse que la poblacion reside en el campo. Con esta circunstancia, unida á sus valles, cascadas, lagos y montañas, los viajes por la antigua Helvecia son un verdadero placer. De los tres millones próximamente de habitantes que constituyen la nacion, hay una tercera parte de católicos: el resto se compone de protestantes y judíos, estos en corto número. El protestantismo en Suiza, está, como en todas partes, subdividido en infinitas sectas, cada una de las cuales pretende poseer la verdad ... lo que basta para juzgarle, pero en Suiza existe la verdadera tolerancia religiosa, y todos los cultos se respetan y se estimulan mutuamente. En Berna, ciudad que yo he habitado ordinariamente, como residencia del cuerpo diplomático, solo existe una iglesia católica: las demas, inclusa la Catedral, están destinadas al culto protestante, que carece de ceremonias y solemnidades de todo género. Durante el verano, se dan conciertos en la Catedral, como en un teatro, con objeto de hacer oir á los extranjeros el celebrado órgano de dicha iglesia. La legislacion civil y criminal de cada canton es diferente; como lo son la lengua y la religion. Entre otras muchas sentencias que he tenido la curiosidad de leer, resalta la siguiente por su originalidad. Un ciudadano suizo, del canton de Zurich, avecindado en el de Schwitz, el mas antiguo de la Helvecia, fabricó cuarenta monedas falsas, de veinte centimos cada una de valor, lo cual, reducido á nuestro modo de contar, forma la insignificante suma de treinta reales. Descubierto su crímen y reducido á prision, ha sido condenado á «cinco dias de ayuno en la prision, extrañamiento del canton por diez años y cuarenta palos.» Este es el tenor testual de la sentencia. Como esta he tenido ocasion de leer otras de diferentes cantones. Como documento original, he creido conveniente apuntarle en mi libro. Esta sentencia, con otras muchas de este género, que con frecuencia se pronuncian en Suiza, da muy mala idea de la cultura del pueblo en general. A pesar de esto, el estado del pais es floreciente, y la estadística criminal mas reducida que en ninguna otra parte de Europa. ¿Puede esto explicarse? difícilmente: este es uno de los muchos fenóménos que la vida de los pueblos ofrece en su conjunto, y que escapan al análisis. Las universidades de Suiza son tres: Basilea, Zurich y Berna: el año 1855, asistieron á ellas 166 estudiantes de medicina, 350 de teología, 400 de derecho y 500 de filosofía. Publícanse en Suiza 225 periódicos en las tres lenguas del pais, alemana, italiana y francesa; hay diferentes bibliotecas, sociedades literarias y academias. Ginebra, segun he apuntado ya, es la primera ciudad de la Confederacion Helvética, considerada como centro de las ilustraciones literarias del pais, como residencia de los hombres políticos mas avanzados. Tan luego como se concluyan las líneas férreas que han de reunir Ginebra á Lyon y Berna, la patria de madame Stael, importante ya bajo todos aspectos, acrecerá prodigiosamente en significacion. El carácter pacífico de los suizos, rasgo peculiar de las razas germánicas, que tan gobernables las hace, en ninguna ocasion le he estudiado mejor que en las reuniones del pueblo todos los domingos. En los hoteles de segundo y tercer órden, reúnense habitualmente crecido número de familias, con mujeres, hijos y esposos. Se sientan pacíficamente al lado de una mesa, beben su indispensable cerveza, hablan, rien, cantan en coro, pero jamas disputan. Importa muy poco que la cerveza, con su accion inflamable, pueda calentar el cerebro, importa muy poco que en una misma pieza, y en diferentes mesas, haya á veces reunidas trescientas personas que fuman, cantan y beben, no importa, ninguna botella se rompe, ninguna silla se estropea, nadie disputa, todos se retiran habitual y tranquilamente á sus casas para volverse á reunir el próximo domingo. Aplíquese esta costumbre á nuestra raza latina, ora sea francesa, italiana ó española; á la media hora de estar reunidos se han roto la cabeza algunos de los convidados, y cada vez que se encuentren juntos bebiendo habrá disputas. Esta diferencia característica, aplicándola en sentido mas alto é importante, explica en algun modo la facilidad con que se gobiernan las razas germánicas y la causa de los trastornos casi continuos de los pueblos latinos. El año de 1855, segun datos oficiales, se celebraron en Suiza 16,270 matrimonios: el número de niños nacidos en dicho año fué de 363,40, y el de niñas el de 33,660, lo que forma un total de 70,000 nacidos. Sabido es, y en otro lugar lo decimos, que la poblacion total de la antigua Helvecia no llega á tres millones. Las defunciones acaecidas en el mismo año de 1855 fueron en número de 55,500 personas. Los matrimonios pueden calcularse á razon de uno por cada 147 habitantes, un nacido por cada 34, y una defunción por cada 43 personas. El sexo masculino, contra lo que generalmente sucede en otros climas, vive en Suiza ménos que el femenino; tampoco hay muchos ejemplos de longevidad en ningun sexo. Con respecto á su industria, de la que en otro lugar nos ocupamos, tenemos que añadir datos muy preciosos sobre el comercio que ha hecho en 1856 con los Estados-Unidos de América. En los doce meses de 1856, la Suiza ha remesado á los Estados-Unidos de América las siguientes partidas: en relojes, por valor de 2,404,575 dollars; en tejidos de seda, por valor de 4,875,636 dollars; en artículos de algodon y bordados, por valor de 641,927 dollars; en sombreros, cintas de seda, por valor de 444,135; total de sus remesas 8,368,074 dollars; cada dollar son 20 r., 20 mrs. Esta crecidísima suma para un pais pequeño como la Suiza, y producto de su comercio con una sola nacion, demuestra palpablemente cuan grande es el progreso de su industria, que vende con ventaja sus artefactos en todos los paises y que fomenta tan grande comercio. En relojería, el canton de Neuchatel solo, segun datos oficiales, ha construido en 1856 1,600,000 relojes: añádase á esta extraordinaria cifra el inmenso número de relojes que en Ginebra se fabrican, y se comprenderá la importancia immensa de su relojería. La casa de Echer Wyss y compañía en Zurich, cuyos establecimientos industriales ocupan medio barrio de la ciudad, da trabajo á 3,000 operarios, y de la citada casa salen todos los dias magníficas máquinas de vapor y excelentes aparatos de todo género. La sedería tambien es otra industria floreciente que prospera en el mismo canton. En 1855 se contaban en Suiza quince establecimientos de banco, ó giro, con un capital de 64 millones de francos: la circulacion de billetes en el referido año fué por valor de 10 millones francos y el giro total ascendió en todo el año á 1,354,111,309 fr., suma muy respetable y muy elevada atendiendo á la poblacion y riqueza social de la Suiza. El crédito de que goza la nacion, merced á sus sabios gobiernos y excelentes é inmejorables instituciones, es el mas envidiable; y prácticamente se ha visto con motivo de la cuestion con la Prusia, habiéndose ofrecido á la Suiza por banqueros de todos los paises cuanto dinero pudiera necesitar. La industria se encuentra tambien en Suiza floreciente y en un estado de prosperidad envidiable: allí todo se mejora, todo progresa, á la sombra de buenas leyes fielmente ejecutadas. Conocida es en Europa y América la admirable relojería de Ginebra, que despues de surtir á todo el mundo con sus acabados productos, aumenta todos los dias la riqueza de la ciudad, embellece sus magníficas tiendas y aumenta la riqueza de la ilustradísima y sabia Ginebra, que ve levantarse al rededor de su prodigioso lago soberbios edificios de moderna construccion, que nada tienen que envidiar á los mejores de cualquiera otra capital de Europa. Ginebra, que sobresale en Europa por sus academias y sus sabios, que tiene una vida literaria, que guarda sus tradiciones, que está poderosamente hermoseada por la naturaleza con su Monte Blanco, su lago, y su admirable decoracion, tiene, ademas de su brillante relojería, otras muchas y avanzadas industrias, sobresaliendo tambien en toda la Europa en el arte de montar diamantes y en todo lo que se refiera á joyería. El canton de San Gall[14] cuenta con sus celebradas blondas y encajes, industria avanzadísima, que cada dia prospera mas. El canton de Zurich ocupaba en 1855 en la manufactura de seda 30,000 trabajadores, contando 24,000 telares. El canton de Basilea, industrioso tambien por excelencia y muy comercial, es uno de los mas ricos de la Suiza. Su capital, Basilea, tiene muchas y respetables casas de comercio, caminos de hierro á Francia, Alemania y centro de Suiza, bancos y establecimientos industriales, muchas relaciones comerciales y riqueza y prosperidad siempre crecientes. Excelentes fábricas de papel y seda: se fabrican instrumentos de música. El canton de Soleure, católico en su mayor parte, se distingue tambien con sus fábricas de gas, de algodon, tabaco, y papeles pintados. El canton de Glaris descuella y sobresale por sus excelentes fábricas de paños; es muy industrioso como tambien el de Neuchatel. Los principales rios de Suiza son el Rin, el Aar, el Reuss, el Orbe, y el de Sane: entre los lagos de recuerdos está el de Bienne, cerca de Berna, en el cual estuvo Rousseau. El canton del Tesino, agricultura floreciente, fábricas de sombreros de paja, mucha riqueza, católico. Tiene tambien, como todos los cantones de la pintoresca Helvecia, sus tranquilos y poéticos lagos, entre los que descuella el _Mayor_, que tuve el gusto de admirar sentado largo tiempo á sus orillas con un libro en la mano. El canton de Soleure, cuya capital baña el Aar, es muy comercial, tiene fábricas de algodon, de gas, tabaco y otras industrias: el de Turgovia, industrial y fabril; muchas fábricas de tejidos de seda: Schaffhouse, capital del canton del mismo nombre, y patria del grande historiador Muller, tiene tambien mucho comercio por el Rin. En Lausana, uno de los cantones que sobresalen por sus establecimientos literarios y piadosos, existe un colegio de ciegos digno de ser visitado y objeto de admiracion merecida. Fundado con el alto y cristiano pensamiento de educar y recojer á los infelices privados del esencial órgano de la vista, no pregunta á ninguno de sus patrocinados cual es su nacionalidad: admite y recoje á todos los ciegos que se presentan, de cualquier pais y religion que sean; tiene esa magnífica circunstancia. El año de 1855, época en que yo residia en Suiza, entraron en el establecimiento de Lausana 207 ciegos: de este crecido número solo 47 pagaron su asistencia, siendo educados y alimentados gratuitamente por el establecimiento los 160 restantes del número de los que entraron en el año. El colegio cuenta con un magnífico local, excelentes profesores, muy buena alimentacion, sabio sistema, condiciones de higiene, prácticas admirables, y en fin, cuanto desearse puede. Los ciegos aprenden música é idiomas, entre las diferentes asignaturas que componen la enseñanza; el colegio cuenta con muy buenas máquinas para enseñar la música, siendo verdaderamente una institucion admirable. El pueblo suizo es majestuoso, sencillo, patriarcal, pastor, laborioso, cultivador, piadoso, patriota, soldado, y por encima, y como sirviendo de corona, libre, eminentemente libre, ¡dichoso pueblo! ¡Dios vele eternamente por su santa independencia! Un pueblo que tiene tan magnífica historia debe ser libre y tiene indisputable derecho á serlo. Voy á consignar aquí en mi libro una página de oro de tu libro historial; esa página se abre el 17 de noviembre de 1307, fecha memorable, fecha eterna. El dia 17 de noviembre de 1307 se reunieron los treinta patriotas eminentes fundadores de la Suiza: el sitio que escojieron para celebrar su asamblea fué el pintoresco promontorio de Grutli, que con veneracion piadosa he visitado, y allí, con los corazones fuertes, en presencia de Dios, y resueltos á crear un pueblo, pronunciaron el siguiente juramento: «Nosotros juramos en presencia de Dios, delante del cual los reyes y los pueblos son iguales, de luchar y morir por nuestros hermanos, de obrar y sentir en comun, de no sufrir violencias ni tampoco cometer nosotros mismos injusticias, de respetar los derechos y propiedades del conde de Hapsbourg, de no hacer ningun mal á los vireyes, pero sí de poner un término á su tiranía.» ¡Sublime y noble juramento que cumplieron! fundando la independencia de esa magnífica Suiza, que plegue á Dios conservar siempre libre. Los primeros que prestaron ese magnífico juramento tan elocuente, tan moral, tan patriótico, fueron los insignes patricios Walter, Furst, Stauffacher, Melchthal, Werner, nombres augustos que la Suiza reconocida guarda y guardará eternamente en su memoria. En la reunion del 17 de noviembre de 1307, se acordó que el dia del levantamiento general fuese el 1° de enero de 1308. En la aldea de Altorf, que he visitado dos veces, tuvo lugar la tremenda escena con Gesler y Guillermo Tell, que tuvo precision de apuntar y tirar su flecha á la manzana que colocaron sobre la cabeza de su hijo ... uno de los suplicios mas bárbaros que jamas han sido impuestos á padre alguno. En la misma aldea de Altorf, hay una fuente de piedra coronada con la estatua de Tell tirando su flecha. La Suiza es la moderna Arcadia; Guillermo Tell era pescador, su pueblo pertenece al canton de Uri, que con los de Schwitz y Unterwald componen los tres primeros cantones que formaron la liga y el fundamento de la nacionalidad suiza. A estos tres cantones se unieron los primeros, Lucerna, Zurich, Glaris, Zug y Berna: al terminar el siglo XV, entraron á reforzar la liga los cantones de Soleure y Friburgo: Basilea, Apenzel y Schaffhouse fueron admitidos en ella al comenzar el siglo XVI. Estos trece cantones confederados constituyeron la célebre liga helvética, que por espacio de mas de trescientos años combatieron con gloria para todos, y vergüenza para el Austria, que nada pudo conseguir, á excepción de las muchas derrotas que soportó, no obstante sus ejércitos y recursos, mayores que los de los suizos. El año 1798, se cambió la constitución de la Suiza: las repúblicas de Ginebra y de Mulhouse, en union con el obispado de Basilea, se incorporaron, mejor dicho, fueron incorporadas a Francia. En tiempo de Napoleon, y despues de una gloriosa revolucion, se redactó el acta de _mediación,_ por la cual la Suiza formó una confederacion compuesta de diez y nueve cantones. A la caida de Napoleon, por una acta del congreso de Viena (1815), recobró la Suiza las cesiones hechas á la Francia, á excepción de Mulhouse; adquirió parte del territorio de Gex y de la Saboya, con lo cual quedó mas completo el nuevo canton de Ginebra. Desde entónces formó una confederacion de veinte y dos cantones que hoy por ventura existe, libre y próspera. En 1848, se ha redactado una nueva constitución mas conforme con el estado actual de la Suiza, y mas beneficiosa para su organizacion política [15]. El principal redactor de esta constitución, que fué presidente de la Asamblea en 1848, es el coronel Ochsenbein, persona dignísima y de eminentes cualidades, y á la cual he tenido el gusto de conocer y tratar. En mayo de 1855, el tribunal cantonal de Obwald, en Suiza, pronunció la siguiente sentencia, original por mas de un concepto. Un ciudadano suizo, culpable de un robo verificado en una iglesia de Samen, ha sido condenado á lo siguiente: «Un cuarto de hora de argolla, vigilado por el verdugo, á 60 palos dados públicamente por el ejecutor de la justicia, á tirar durante cinco años de un carretón, á diez años de internacion en su distrito natal, á no poder casarse jamas, á la pérdida de sus derechos civiles y políticos, á ejercicios piadosos, á hacer penitencia en la iglesia, con un báculo en la mano, y una cuerda al cuello, á daños y perjuicios y á los gastos del juicio.» Los establecimientos penales de la Suiza, están en perfecta consonancia con su admirable estado de progreso. Un régimen interior ejemplar y religioso, los trabajos del campo, el buen sistema de alimentacion, la enseñanza que reciben, los ejemplos morales que se les ofrecen, las prácticas religiosas á que tienen que consagrarse, todo en una palabra es admirable y no deja nada que desear. He visitado los de Berna, Friburgo, Ginebra, Lucerna y algunos otros, y en todas partes he encontrado el mismo órden, la misma exactitud. La instruccion pública, que es la estadística de la inteligencia, la que con plena verdad patentiza con sus cifras el estado de un pueblo, está en Suiza á una altura superior á la de los demas estados de Europa. Sus datos consoladores, sus riquísimos anales, que componen el verdadero libro historial de la Suiza, manifiestan la apremiante necesidad en que se encuentran los demas gobiernos de Europa de difundir y propagar la instruccion, sin la cual los pueblos no pueden ser libres, sin la cual los pueblos no prosperan, sin la cual no hay vida posible: porque el embrutecimiento del pueblo es la razon de ser de las tiranías, es el apoyo de los despotismos. He tenido complacencia en comparar la estadística de la instruccion publica en Suiza con la de Francia, Inglaterra, Austria y Prusia, y la diferencia notabilísima que hay en favor de la libre Suiza, proclama en voz alta y con la incontrovertible elocuencia de los números, el próspero estado de la Suiza bajo el aspecto intelectual, y la superioridad con que aventaja á los demas pueblos en la propagacion de lo que á todos se debe, de la instruccion, que al ver como la regatean los gobiernos de algunos pueblos, diríase que no pertenece de derecho á todo hombre, á todo ciudadano. Los gobiernos al propagar la instruccion, al educar á todas las clases, y á todos los individuos, no hacen mas que cumplir con su deber; para algo se han reunido los hombres en sociedad: no es solamente con el objeto de pagar los impuestos y soportar las cargas de la nacion; el estado por su parte, les debe proteccion, defensa de sus derechos si son atacados, instruccion gratuita; es un deber imprescindible, y faltan á todo lo pactado los gobiernos que no lo práctican, y cometen una usurpacion, y autorizan á los pueblos á no reconocer su autoridad. Volviendo ahora á Suiza de la que una digresion necesaria me ha apartado un momento, basta consignar que existen en la Confederacion Suiza 5,500 escuelas, á las que concurrieron en el año de 1855 430,107 discípulos. Esas dos cifras admirables, en un pueblo de ménos de tres millones de ciudadanos, bastan para colocarla en un alto y envidiable puesto: esos datos relevan de todo comentario, hablan por sí solos mejor que todas las frases. Los hospitales y demas establecimientos de beneficencia, están en relacion con sus instituciones y adelantos: la caridad cristiana, la primera de las virtudes, está magistralmente entendida y prácticada en los establecimientos piadosos de la Suiza. Cuéntanse tambien muchas y admirables casas de enagenados; á media legua de Berna, se levanta un majestuoso edificio destinado á la asistencia y curacion de los pobres locos: es admirable bajo todos conceptos, y como él son los demas que he visto en diferentes cantones; el de los alrededores de Berna está magníficamente situado; delante se ostentan verdes y lozanas praderas, un abundoso y pintoresco bosque le rodea, y le circuyen los Alpes, con sus elevadas cumbres. El gobierno de la Suiza es el único que puede llamarse verdaderamente libre, eminentemente popular. Segun la constitución de 1848, que se venera y se práctica, que no es una ley escrita, sino una verdad realizada, los pueblos son los que hacen todo interviniendo, como es lógico y de pleno derecho, en todos los asuntos del Estado. Los negocios locales los dirije y resuelve el consejo de cada canton, cuyos individuos elige el pueblo: los asuntos generales de la confederacion están del mismo modo encomendados al pueblo: la asamblea federal, compuesta de los diputados de toda la nacion, elige el presidente y los ministros de la confederacion; y como los diputados son los genuinos representantes del pueblo, la gobernacion es siempre popular, como debiera serlo en todas partes. Los presidentes de la confederacion son elegidos por solo un año: al terminar su magisterio, ponen de manifiesto todos sus actos, son juzgados por la opinion pública, y se retiran tranquilos, entrando su sucesor cada año á ejercer la suprema magistratura. La eleccion de ministros la hace tambien la asamblea federal: los poderes de los ministros duran seis años, ejercen sus cargos bajo la presidencia del primer ciudadano de la confederacion, presentan sus actos dos veces por año al juicio de la asamblea, y terminados sus poderes, vuelven á su condicion anterior ó son reelegidos si se han hecho dignos. Las elecciones de presidente y ministros se hacen del modo mas patriótico y tranquilo: la Suiza no conoce esa libertad tumultuosa que otros pueblos proclaman equivocadamente: en Suiza es pública la vida de todos los ciudadanos: el que mas ama la justicia y la libertad, el que mas se acerca al buen ciudadano, es elejido y votado por la Asamblea, que representa el pueblo. De este modo, la gobernacion del Estado reune todas las condiciones de acierto deseables: todos los ciudadanos, desde el primero al último, intervienen en la gestion de la cosa pública, de este modo están perfectamente garantidos los derechos del pueblo. Los sueldos modestísimos de los empleados públicos aligeran las cargas públicas, y hacen que la Suiza se vea libre de esa enfermedad que se llama empleomanía, y que tan funestos resultados produce en algunos pueblos de Europa. El presidente de la confederacion, magistrado supremo, de igual categoría que cualquier soberano, tiene _seis mil francos de sueldo al año_ que es todo el tiempo que dura su cargo: vive modestamente, sin criados, sin carruajes, sin fausto: y su autoridad es tan respetada como la del primer soberano de Europa, porque la autoridad en Suiza es la ley. He conocido dos presidentes, el coronel Frey-Herosée, y el doctor Furrer, ámbos probos, rectos, ilustradísimos, modestos. En Suiza tienen tambien la inmensa dicha de no conocer los ejércitos permanentes, carga pesadísima que en los demas pueblos de Europa aumenta los presupuestos, hace imposible la economía y dificulta el reinado de la libertad. Todo suizo es soldado, y cuando la patria lo necesita, se levanta en veinte y cuatro horas un poderoso ejército, que no está asalariado, y que solo combate por la patria. Este es el cuadro exacto de la confederacion suiza, consolador para los que amamos la libertad, consolador para el filósofo, para el estadista, para el político. Dos son los problemas difíciles que yo encuentro actualmente en Suiza, y los únicos que pueden ofrecerse en contraste á sus grandes progresos y admirables instituciones: el pauperismo, y el indiferentismo religioso que trabaja sus sectas innumerables de protestantes. La crudeza del clima, la poca extension del territorio, y la modesta riqueza pública de la Suiza, explican el pauperismo, que existe, no por las leyes, de ninguna manera; no á causa de su organizacion, sino porque la Suiza es pobre, y porque el clima es duro. No está en sus defectos sociales el pauperismo, no; es una fatal consecuencia que puede irse amenguando, como se hace, pero que no puede extirparse de repente. No obstante su grande número de mendigos, y su popularizada instruccion, la estadística criminal es la mas corta de Europa, no solo comparada con los estados grandes, sino tambien con los de ménos é igual poblacion. De todos modos el pauperismo en Suiza es un difícil problema. El otro es mas general, y de grande importancia para el porvenir de un pueblo. He penetrado en todos los templos de las diferentes comuniones protestantes que hay en Suiza, he asistido á sus ceremonias, he presenciado sus solemnidades, y en todos los templos y por todas partes, solo he encontrado un terrible indiferentismo, peor que la falta de creencias: un pueblo indiferente en religion podria concluir por serlo en política y en moral, y ese pueblo se perderia. La filosofía panteista alemana, tan popularizada en Suiza, es la causa originaria de la indiferencia religiosa. Esperemos que esa enfermedad desaparezca; yo así lo espero, y así lo quisiera, pues un pueblo tan grande y tan sabiamente gobernado, necesita para conservarse, creer en Dios, dispensador de todo bien, y Padre de todos los pueblos. Y aquí termina mi capítulo sobre la Suiza, pueblo de mi predileccion y en cuya prosperidad tanto me intereso. ¡Dios vele por la independencia de su suelo! #INGLATERRA#. La impresion que el viajero recibe dirijiéndose á Lóndres desde Paris, como yo lo hice, es triste, verdaderamente triste. La bulliciosa alegría que rebosa por todas partes en la animada capital de Francia, contrasta de un modo singular con la fria y reservada gravedad de Lóndres. En el momento de llegar á Calais ó Boulogne, comienzan á divisarse las nebulosas costas de Albion. La travesía de Paris á Lóndres, que se verifica en el brevísimo término de doce horas, es agradable y fácil. Al reflexionar sobre la corta distancia que separa ámbas naciones, parece mentira que se encuentren tan marcadas y profundas diferencias: nada mas cierto sin embargo: las doce horas de distancia, significan otra religion, otra lengua, otras costumbres, otro carácter, otras leyes, otra familia, otra manera de vivir. Para el que ama el estudio y procura recoger con cuidado las observaciones que la vida de un pueblo ofrece, es sumamente útil el viaje á Inglaterra. El pueblo ingles solo tiene en el continente apologistas ó detractores: unos condenan su civilizacion, otros la encomian y preconizan, sin que acierten á formular un juicio imparcial que condene lo malo y aplauda lo que sea bueno. Yo no abrigo la pretension de juzgar con entera exactitud la Inglaterra: ni la índole de este libro se acomoda á un detenido estudio de su civilizacion, ni he vivido bastante tiempo en su seno para poderla apreciar con pleno conocimiento de causa. A pesar de todo, y sin contar para nada con las opiniones emitidas hasta hoy sobre Inglaterra; prescindiendo de toda prevencion, y limitándome á exponer en un breve capítulo las observaciones que yo he tenido lugar de hacer, expondré mi juicio sobre la Inglaterra con la misma imparcialidad que he usado al ocuparme de las demas naciones que conozco. Ni emplearé calificaciones duras ni emitiré elogios apasionados; contaré lo que he visto y nada mas. Es una opinion casi recibida generalmente, la de creer que la Inglaterra marcha á la cabeza de la civilizacion; no admitiendo yo semejante teoría, es de suponer que mis apreciaciones no sean por todos admitidas: yo las expondré sin embargo, con la seguridad de que son fundadas. Lo primero que yo me apresuro á consignar con satisfaccion, es el admirable estado de la familia en Inglaterra. Esta institución social, tan eminente, principal fundamento de un pueblo, se halla sabiamente comprendida y organizada del otro lado del canal de la Mancha. La familia inglesa, seguro cimiento de la moral pública, vive en el órden y en las afecciones: con sus excelentes circunstancias educa buenos hijos para la sociedad, y buenos ciudadanos para la patria. El legislador que organice un hogar doméstico con sabia economía, trabaja en pro de la sociedad, que es su reflejo. En la familia inglesa hay algo que yo no quisiera ver; como por ejemplo las leyes que hacen un tanto dura la condicion de la mujer, pero á pesar de todo, no puedo ménos de admirarla. Sentadas estas breves apuntaciones que he creido necesario consignar, ántes de conducir al lector á Inglaterra, vamos á ponernos en marcha. Salí de Paris á las ocho de la noche en tren directo. A la una de la madrugada llegué á Calais, embarcándome por la vez primera: la travesía hasta Douvres la hice en dos horas, sin haber sentido la mas leve incomodidad. En Douvres nos registraron apénas el equipaje, nos dieron un documento para poder salir de Inglaterra, vieron nuestros pasaportes, recobramos el camino de hierro, y á las cuatro horas entramos en Lóndres. Deliciosa es ciertamente la campiña que el viajero encuentra desde Douvres á Lóndres. Verdes y abundantes prados donde pastan numerosos rebaños de ganado lanar, adornan y embellecen el paisaje. Al entrar en la colosal ciudad, es decir, al llegar al embarcadero de London-Bridge el tren que nos conducia, pasó por en medio de otros cinco que en diferentes direcciones marchaban, todos con grande número de coches, henchidos de gente. Tan portentosa actividad, tan grande número de líneas férreas arrancando de un solo punto, dan una excelente idea del movimiento industrial del pueblo ingles. Tocóme por casualidad entrar en domingo en la nebulosa ciudad, y la impresion que recibí fué la que experimentan todos los extranjeros que llegan por la primera vez en semejante dia; tristísima, de aburrimiento. La iglesia anglicana, que desde la época de la reforma se gobierna de un modo especial, prohibe en su _libre_ fanatismo toda vida y todo movimiento en el dia del domingo. Ciérranse los comercios y oficinas de todo género, ciérranse los establecimientos públicos, ciérrase todo, á excepción de los clubs y tabernas, donde desde cierta hora de la tarde se destapan las botellas y se abren los labios. Contrastes como los que he visto en Lóndres, no los ofrece pueblo alguno del mundo. El domingo, dia de silencio y de recojimiento, en el que todo está cerrado, en el que no hay espectáculos, en el que á nada puede jugarse en los cafés, ese dia he visto en los jardines de Cremorne-Gardens la procacidad la mas descarada: en ese mismo sitio de recreo no habia música ni habia baile porque era domingo, pero no es ménos cierto, que á pesar de la _religiosidad oficial_, las mujeres públicas paseaban á centenares, ofendiendo escandalosamente la moral pública. En Lóndres, el domingo, es preciso comer pan de la víspera porque no puede cocerse en semejante dia. Durante mi permanencia en Lóndres en julio de 1855 tuvo lugar la famosa escena de Hyde-Park, nueva en su género. La policía disolvió los grupos repartiendo muchos golpes y haciendo prisiones: el pueblo por su parte, se contentó con silbar á los _policemen_ y resistir un poco. El bill que se habia presentado al parlamento, prohibiendo las bebidas al pueblo en el dia del domingo, único de la semana en que descansa, y en el cual tiene cerradas las bibliotecas y el mismo palacio de cristal, donde pudiera aprender algo, el bill que negaba al pueblo lo que la aristocracia se concede profusamente[16], ese bill digo, que produjo las reuniones del pueblo en el parque[17], las escenas con la policía, y el miedo de los nobles, fué retirado ántes de discutirse. La nobleza de Inglaterra, que tiene el escandaloso monopolio de la riqueza, del poder, el bienestar y las regalias todas, empezó en ese dia á conocer que su reinado puede terminar. La organizacion social del pueblo ingles, su _vida práctica_ que he visto, las mil y mil barrerás que le separan de la aristocracia, esas desigualdades insultantes que allí se ven, esos privilegios-leyes que destruyen la igualdad social, atacan la dignidad humana y adulan el orgullo de unos cuantos, todo ese viejo edificio ingles, casi feudal, á pesar de todos los discursos que se hacen por todo el mundo, diciendo que la Inglaterra marcha á la cabeza de la civilizacion, puede caer un dia en astillas, á impulsos del hacha revolucionaria, á impulsos de un movimiento, quizá mas próximo é inevitable que lo que casi todos creen. El que quiera hablar de la orgullosa Albion, que se venga á Lóndres á visitar las clases, _á ver la vida_, á escuchar la respiracion social. He tenido la satisfaccion de ver confirmadas las opiniones que por escrito habia yo formulado ántes de viajar por Inglaterra. La libertad en Inglaterra es como todo lo que allí existe, _nueva, sui generis_: hay mil fenóménos y contradicciones casi indescifrables; pero por encima de todo, dominando todos los ruidos, sirviendo de punto culminante y resolviendo todo, la Inglaterra para tratar los asuntos de fuera es _comercial, negociante, inglesa_, ni conoce paises, lenguas ni religiones, suma, resta, y multiplica. Dentro, en su casa, es despótica para con el débil, el ignorante y el pobre ... y yo quiero la libertad general, que empieze por comprender al pobre, al ignorante y al débil: dentro es aristocrática, orgullosa, tiene _clases_[18], y esa sola palabra insulta. Por ventura la revolucion moral está próxima, y nada en verdad mas necesario, nada mas lógico, nada mas legal. La Inglaterra necesita aun reformas: el pueblo necesita un cambio radical, profundo; Cromwell ni supo ser ni fué nunca revolucionario; era un fanático de mas ambicion que talento, y ántes que amigo del pueblo lo fué de la hipocresía religiosa que le movia: y basta, vengamos á nuestro viaje. El aspecto de las principales calles de Lóndres es magnífico: el movimiento de los miles de carruajes de todas especies que inundan la poblacion, el inmenso gentío que pulula siempre en todas direcciones y por todas partes; sus millares de tiendas, todo el conjunto de tanta vida comercial, ofrece algo de maravilloso é imponente. Los miles de ómnibus, porque se cuentan por miles los que circulan por todas las calles, ofrecen algo de nuevo para el que guste de hacer observaciones, enfermedad que yo tengo en sumo grado; puede decirse con toda propiedad que los habitantes de Lóndres están viajando todo el año sin salir de la capital de Inglaterra: vense en todos los ómnibus señoras que entran y salen con sus pequeños sacos de noche, lo mismo que en las diferentes líneas de caminos de hierro que dentro de Lóndres hay, para ir de un barrio á otro. Las distancias son enormes, colosales, esto se comprende fácilmente con solo hacer una observacion. La mayor parte de las casas de Lóndres, casi todas, están ocupadas por una sola familia; los habitantes ascienden á mas de dos millones y medio; figúrese pues el lector si la extension de la ciudad será grande. El Támesis, que separa el Lóndres industrial del comercial y elegante, ofrece tambien un portentoso cuadro de animacion, con los colosales edificios que bordan sus riberas, con los elegantes puentes que le interrumpen, con el grande número de vapores que llenos de gente le cruzan á todas horas. Atolondra y pasma la ruidosa animacion de Lóndres: el tumulto y agitacion de Paris es agradable, es animado, es de otro género: en la ciudad inglesa todo es carbon de piedra, fardos de telas; todas las casas de Inglaterra tienen el mismo color sombrío, los tejados están henchidos de chimeneas, todas están ennegrecidas, no hay una sola casa de fisonomía alegre, el humo de la fabricacion y la tristeza de la atmósfera, siempre viuda del sol, han pintado con sombra toda la construccion inglesa. La casa mas modesta de Lóndres vista interiormente es linda y curiosa: todo está ordenado y limpio. Un pequeño jardinito, de dos varas de extension, se tiende como una alfombra delante de la puerta, que capítulo está cercada por una verja de hierro. Las plazas de Lóndres son magníficos jardines que abundan con lujosa profusion por todas partes: la vista de tanto jardin, el gran número de parques que existe, y el rico y verde arbolado que llena todos los sitios, embellece extraordinariamente la poblacion, distrae la vista de la monotonía de las casas y purifica y mejora sin duda alguna el estado de la atmósfera, siempre cargada de carbon. Los teatros de Lóndres no valen lo que debieran ni corresponden á la grandeza de la ciudad. En _Covent-Garden_ oí á la Grisi, á Mario, Tamburini, Lablache, etc., y á decir verdad no me emocionaron, eran celebridades históricas, nada mas: el teatro, que tiene su paraíso como el Real de Madrid, es grande, pero pobre, esterior é interiormente. El de _Drury-Lane_, donde tambien habia ópera, y de cuya compañía formaba parte el tenor español Puig, es oscuro, con incómodas localidades y un público excéntrico. Los jardines públicos del otro lado del Támesis, y los de Cremorne-Gardens en el barrio de Chelsea, son muy buenos; profusion de alumbrado de gas, profusion de flores y verdura, música, circo, fuegos artificiales. Las calles mas hermosas de Lóndres son la del Regente, la de Oxford, y Portland-Place. Picadilly y Bond-Street son los sitios mas elegantes. ¡Espectáculo repugnante! todos los dias se ven en las calles hombres y mujeres ébrios. Las iglesias de Lóndres, desde que existe el protestantismo, han perdido toda su belleza y magnificencia: nada en verdad mas triste y frio que penetrar en la soberbia iglesia de San Pablo, de igual forma que San Pedro de Roma; la desnudez absoluta del templo, en el cual no se ve un solo altar ni imágen alguna de santo, el vacío prosáico de aquellas inmensas naves que nada dicen, la ausencia completa de la solemnísima pompa que acompaña á la ceremonia católica, todas estas circunstancias reunidas hacen de San Pablo un esqueleto frio, que solo despierta dos emociones: la de la grandeza del sentimiento que le dió vida, la de la pequeñez del que le ha disecado, que le ha muerto. Lo mismo sucede con la famosa abadía de Westminster, llena, como San Pablo, de objetos profanos, estatuas de marinos, bustos de hombres de estado, tumbas de reyes y literatos. Como escribo mi libro guiado por los recuerdos, necesito el desórden con que la memoria me cuenta; ántes que se me olvide, quiero consignar que en la abadía de Westminster hay un rincon que se llama de los _poetas_, donde están los ilustres trovadores de Albion, faltando, que me chocó mucho, pues al momento lo noté, la tumba de Byron. Un sentimiento de hipocresía ha negado al ilustre poeta el consuelo de dormir entre Shakespeare y sus dignos compañeros. La iglesia es una soberbia creación gótica, en toda la pureza de su imponente gallardía: Westminster es, sin duda alguna, uno de los mejores templos que he visto. En frente está el famoso Parlamento, magnífico y colosal edificio, gótico todo, purísimo, admirable. La fachada que mira al rio, cuyas aguas le lamen humildemente, es rica de arte y decoracion. Las obras que se han hecho y continuan haciéndose, son prodigiosas; van gastados millones de libras esterlinas. Las dos torres colosales y altísimas, una de las cuales está concluida, colocadas como están formando un lienzo, el que da frente á la Abadía, son por sí solas dos monumentos de arte, admirables y magníficos, llenos de un riquísimo manto de adornos góticos, del mas delicado trabajo. Esto solo las torres; despues, el edificio es colosal, augusto, sorprendente. Para entrar en él, el primer salon bajo que se cruza, es el mismo en que fué juzgado Cárlos I°, el mismo en que se reunia el largo Parlamento, el mismo que Cromwell desocupó de la manera que todos saben. Es un soberbio salon, cubierto de labores de arte y con una lindísima techumbre. Al cruzarle en toda su extension se presenta una escalera, al fin de la cual se ofrece un saloncito de forma circular; á la derecha, la cámara de los lores, á la izquierda, la de los comunes. Las dos son pequeñas, pero magníficas: mucha semejanza con el coro de una iglesia católica: soberbias maderas, profusion de molduras y dorados, gusto sajon-gótico. El interior de las cámaras, en medio de una sesion, es un espectáculo curiosísimo. Excepto el que habla, todos tienen sus sombreros puestos, túmbanse en los cojines, muchos duermen cómodamente, otros hablan; la tribuna destinada para el público es pequeña: todo es lo mismo en Inglaterra, formas, apénas se da participación al pueblo en las sesiones de las cámaras: en el centro del salon y sobre una mesa, está la corona y el cetro de la Albion; el canciller, ó presidente, viste un traje ridículamente extraño: cubre su cabeza la histórica peluca blanca con que se vienen adornando los presidentes desde el orígen del Parlamento. La sala de sesiones de la cámara de los Comunes es mayor que la de los Lores: ámbas están elegantemente vestidas con el ornamento gótico mas escojido. Frente al Parlamento hay una estatua del célebre Canning. La moda de las estatuas ha llevado á los ingleses hasta el extremo: Wellington, que sin la oportuna ayuda de los prusianos, es derrotado en Waterlóo: Wellington, que vuelto á Lóndres despues de esta batalla, se ha dormido al compas de los vítores que le han dirijido, sin cuidarse para nada del ejército ingles, cuya organizacion por él descuidada ha producido los desastres de Oriente, ese Wellington, digo, tiene en Lóndres tres ó cuatro estatuas, cinco ó seis calles con su nombre, y otros tantos _squares_ ó plazas, en donde se lee Wellington. Todos los extremos se tocan: en nuestra España las escaseamos hasta el punto de negárselas á muchos que las merecen: en Inglaterra las prodigan hasta el abuso. El sentimiento monárquico tambien, ó al ménos su apariencia, se halla escrito por todas partes en Lóndres: aparte de los infinitos establecimientos nacionales, que allí se llaman _reales_, todos los carruajes públicos llevan una corona, y debajo escrito _Victoria reina_. En el paseo de Hyde-Park, no puede entrar en carruaje mas que la aristocracia; los coches de alquiler, siquiera conduzcan al hombre mas virtuoso é ilustre del mundo, no tienen entrada en el paseo ... juzguen esto los que declaman tan alto en loor de esa nacion.... Entre las plazas de Lóndres que merecen ser vistas, descuellan las de Trafalgar y Waterloo: ámbas son grandísimas, con soberbios edificios, y sus correspondientes estatuas de Nelson y Wellington. La Cité, que por sí sola es una verdadera ciudad, llama poderosamente la atencion del viajero: ella encierra en su seno la Bolsa, el Banco, el Correo, San Pablo y mil otros establecimientos de giro mercantil, que hacen de su recinto el punto mas animado del globo sin duda alguna. A una de sus calles sale el puente de Lóndres[19], cubierto eternamente por encima de carruajes y peatones: por debajo, de vapores. A la izquierda del fin del puente está el embarcadero de la línea de hierro de Paris, Southampton y otras seis ó siete. El centro de la Cité necesita verse para llegar á comprender la posibilidad de un movimiento tan enorme: millares de carruajes cubren el suelo en todas direcciones, es imposible cruzar de un lado de la calle á otro; solo marchando con estraordinaria precaucion se libra uno de ser atropellado; no por la torpeza de los cocheros, que sea dicho con verdad tienen mas destreza que en parte alguna, sino por el increible número de coches que en círculo y en confuso torbellino se confunden y aprietan. El lord corregidor es el rey de la Cité; para entrar en su recinto la reina, necesita la venia de aquel funcionario: los polizontes de la Cité se diferencian de los de Lóndres en los vivos de las mangas: á propósito de policía, recuerdo que solo para el Támesis hay en Lóndres una policía especial. Los ómnibus que circulan por la Cité como por toda la capital de Inglaterra, son como diligencias: de trecho en trecho y á horas precisas renuevan los tiros; eso solo prueba las distancias de la colosal London. Lo que seguramente posee Inglaterra de mas valor, es sin duda alguna el famoso palacio de cristal. Ni Lóndres, ni todas las provincias del Reino-unido, tienen cosa mas admirable: es un monumento prodigioso, es la realizacion brillante de una grande idea, es un título de gloria, es una página de oro. Para ir á visitar el famoso templo de la industria, hay trenes de diez en diez minutos: la travesía se hace en un cuarto de hora poco mas. El embarcadero parte del centro de un barrio, y los vagones vuelan por encima de los tejados al tiempo de salir: la vista de Lóndres desde los carruajes en semejante momento, ofrece algo de curioso y de nuevo que no puede ménos de llamar la atencion. Al llegar al palacio, se presentan al viajero dilatados y espléndidos jardines, que son como la alfombra que se tiende al pié del edificio: fuentes y estanques en abundancia hermosean el lienzo que la vegetacion ofrece, siempre lozana en Inglaterra. Cerrando el cuadro se levanta el majestuoso palacio, todo de cristal, soberbio y admirable. Tres grandes y anchas rampas, con graderías y estatuas de piedra y mármol, dan entrada al pié del palacio. Tres cuerpos colosales forman el frente; cierran los flancos otros nuevos, recientemente levantados. El palacio tiene, ademas del bajo, otros tres pisos. Abundan en profusa riqueza los espléndidos salones, entre los que descuellan el del patio de los leones de la Alhambra, fielmente copiado. El salon egipcio, con decoracion pura de jeroglíficos y estatuaria egipcia: el asiático, con pomposa elegancia, y otros muchos de que yo no me acuerdo. Dentro del palacio, y en medio de los salones, hay lo que en Paris he visto copiado, fuentes abundosas y elegantes, árboles de todos los climas, flores en profusion. Las infinitas columnas que mantienen el palacio, todo de cristal, y que parece sustentado en los aires, son de hierro, esbeltas, finas, elegantes. La brillante claridad de todo el edificio, como de cristal que son sus lienzos, el perfume de las flores que en sus salones crecen, el canto de los abundantes pájaros que allí viven, la rica decoracion que viste todo, el murmullo de las copiosas fuentes que brotan en medio de los salones, la vista de la campiña, que sin obstaculo alguno se ofrece por todas partes, rodeando el edificio, todo este conjunto reunido, me causó una gratísima emocion. Al pié del edificio una banda militar ejecuta todos los sábados escogidas piezas de música. Inútil es añadir que para que nada falte, dentro del palacio hay un hotel, abundantemente surtido, con su correspondiente cocina inglesa. Los palacios que la Reina tiene en Lóndres no valen ciertamente la pena: son buenos edificios, cercados de elegantísimos parques, con ganados y estanques, como el de Whitehall cerca de la Abadía, pero no son monumentales. Los lores tienen muy buenos hoteles casi todos en _squares_, plazas que son fragantes bosques de árboles y jardines, que por todo Lóndres se encuentran. La torre de Lóndres, célebre por las catástrofes de que ha sido templo, solo á traves del prisma histórico de los recuerdos, ofrece interes. Hállase situada á la izquierda del puente de Lóndres, desde el cual se goza un magnífico panorama, con una ciudad á cada lado del rio, con vapores elegantes que sin cesar cruzan, con templos y palacios en abundancia á derecha é izquierda, con Richmond al fin de un lado, y con la torre de Lóndres al otro. Lóndres es solo agradable para los ingleses: así como Paris es la ciudad de todos los extranjeros del mundo, la capital inglesa no puede gustar mas que á los hijos del pais. La sociedad es la mas difícil é innaccesible: si un extranjero no es _introducido_ no hará una sola relacion aunque permanezca un año, pero una vez _introducido_, la sociedad es agradable y fácil. La cocina inglesa, que no todos los extranjeros aman, es la única que hay, porque escasean los hoteles y restaurants de Paris, y escaseando hay que someterse. El carácter de la ciudad es serio y grave, los domingos horriblemente tristes, solo el comercio, y nada mas que el comercio, constituye la vida inglesa: aunque hay teatros y diversiones, excepto los domingos, es inútil buscar la alegría, no se halla en parte alguna: es difícil, sino imposible, comer á gusto del individuo: en una palabra, Lóndres no hace nada por los extranjeros; Paris, todo: en la capital de Francia encuentra el viajero la realizacion de todos sus gustos, su manera de vivir; en la capital inglesa, es preciso plegarse al ajeno estilo, renunciar á lo conocido y agradable: en Paris se olvida uno si ha salido de su patria, en Lóndres nunca se deja de ser extranjero. La razon se explica fácilmente: son dos pueblos antípodas en todo: hábitos, antecedentes, carácter, modo de vivir, todo diferente, todo distinto: esto en cuanto á los extranjeros en general: yo de mí sé decir que aunque en Lóndres recorrí y gusté cuantos placeres ofrece la capital, aunque viví en una buena casa, y estuve constantemente obsequiado, salí de su recinto no con pena, como me sucede al abandonar Paris, sino sin trabajo: contento, sí, muy contento, de haber visitado la curiosa capital de los ingleses, satisfecho del viaje que juzgo necesario para el que quiere estudiar la sociedad inglesa, pero sin el sentimiento mas pequeño, sin violencia alguna. Lóndres, en 1856, ha dado al mundo un espectáculo repugnante: la propiedad y la vida amenazadas é inseguras; los ciudadanos, en medio de las calles, apaleados; los robos y los insultos hechos de dia en medio de la metrópoli; los caminos todos de los alrededores de Lóndres cubiertos de mendigos, que se ocupaban en acometer y maltratar á las mujeres desvalidas. Esto en cuanto á la seguridad individual: la higiene pública ha tenido los enemigos siguientes: aparte de sus nieblas, frios y lluvias, se han adulterado en Lóndres, segun datos oficiales, todos los artículos alimenticios. Estos mismos géneros se han vendido con pesos falsos, de suerte, que ademas de falsearse con perjuicio de la salud pública todos los artículos de primera necesidad, se vendian con pesos y medidas falsas ... esto no necesita comentarios, y estos hechos son oficiales, publicados por el gobierno ingles, para enseñanza de los que atribuyen á Lóndres una civilizacion pujante, avanzada y llena de vida. Con respecto á la moral pública, los tribunales de Lóndres se han ocupado en 1856 de un inmenso número de procesos que traducen una corrupcion general de costumbres. Las cárceles han recibido un contingente extraordinario, cuyo número desconsuela; se han cometido robos escandalosos por empleados públicos, así como por agentes de compañías de caminos de hierro; los nombres de Robbson Redpath, y otros, cuyos actos criminales tanto han escandalizado á la moral pública; las catástrofes de Dean Paul, Sadler y otros; los suicidios, los actos de embriaguez; los 36,000 obreros que pasearon las calles de Lóndres, hambrientos, miserables, sin trabajo; los 1,200 millones de libras esterlinas gastados en la guerra de Oriente, que han aumentado enormemente la deuda pública, que como una losa de mármol pesa sobre la Inglaterra, todos estos acontecimientos reunidos forman un conjunto poco envidiable para un pueblo que se llama libre y civilizado. Los divorcios, que ultrajando la moral y el pudor, se _arreglan con dinero_, rebajando la dignidad humana y escarneciendo á la mujer, son otro cuadro tremendo que ningun pueblo debiera ofrecer á la consideracion pública. Lo que ha salvado hasta hoy á la sociedad inglesa, el timbre mas alto que tienen, su gran dote, es el respeto que todos los ingleses profesan á la ley, y su acendrado amor patrio. Sin estas dos condiciones, en especial la primera, la revolucion hubiera llamado ya imponente á las puertas de Inglaterra, y la sociedad entera se hubiera conmovido hasta en sus cimientos. En 1856, nacieron en Lóndres 44,159 niños, y 42,674 niñas: fallecieron del sexo masculino 28,894 personas, y 26,892 del femenino; el número total de habitantes que contaba Lóndres en diciembre del mismo año, era de 2,616,246, cifra crecidísima, y la mayor de todas las capitales de Europa. Segun una memoria publicada en Lóndres en enero de 1857, las personas que viajaron por el Támesis en todo el año de 1856 fueron en número de cuatro millones. Esta crecidísima cifra, que parecerá exagerada al que no ha visitado Lóndres, no sorprende en modo alguno al que ha visto el número extraordinario de vapores que durante todo el dia cruzan el Támesis, conduciendo generalmente cada uno cuantas personas cojen sobre los puentes. Marchan con gran velocidad, y al pasar por debajo de los puentes del rio, bajan instantáneamente sus chimeneas sin detener la marcha, volviendo á levantarlas inmediatamente despues de cruzar el arco por donde atraviesan. El golpe de vista que ofrece el Támesis, en un dia claro del mes de julio, es magnífico y grande: el rio imponente y anchísimo, con sus magníficos puentes, y surcado por innumerables vapores; y cercando el rio, por ámbas riberas, dos grandes lienzos de palacios, iglesias, monumentos: es un admirable sitio de recreo la vista del Támesis. Los establecimientos penales de Lóndres, que hace pocos años se hallaban en un estado lamentable, han recibido últimamente grandes mejoras, y su situacion actual es digna de ser estudiada por los viajeros. Cuéntanse en Lóndres diferentes bibliotecas públicas perfectamente organizadas y servidas: los museos de historia natural, escultura, artes y pintura, son dignos de visitarse con detenimiento por las riquezas que contienen: en el de pinturas hay obras portentosas que admirar de las diferentes escuelas que conocemos. Otra de las grandes conquistas que el pueblo ingles ha hecho desde que está gobernado constitucionalmente, es el respeto que se profesa á la seguridad individual. Es magnífico y admirable; y al consignarlo aquí, tengo una verdadera satisfaccion, y desearia que los demas gobiernos de Europa imitaran en este punto á la Inglaterra. Lo mismo se puede decir de sus sabias leyes sobre imprenta, institucion alta, augusta y civilizadora, á la que deben los pueblos cuanto bueno poseen, tribuna pública de la sociedad, defensora de los oprimidos; sí, la Inglaterra ha comprendido mejor que nadie el gran poder de la imprenta, por eso le acata y le respeta, por eso la prensa inglesa es libre. ¡Ojalá lo sean pronto todas las prensas de Europa! Manchester, Liverpool y Southampton, son las ciudades que conozco de Inglaterra ademas de Lóndres. Una vez que ya hemos escrito todo lo que de la capital de Inglaterra nos ha llamado la atencion, vamos á apuntar unas breves noticias relativas á las ciudades industriales arriba mencionadas. Liverpool, que en muy pocos años ha aumentado su poblacion de un modo fabuloso, y que en la senda de los adelantos fabriles marcha con paso resuelto y en continuo progreso, cuenta hoy con una poblacion de 250,000 habitantes. Sus líneas férreas, que la ponen en rápida comunicacion con Lóndres, Manchester, y otros muchos puntos, aumentan su importancia. La ciudad es grande y hermosa; pertenece al condado de Lancaster; su situacion favorable, como punto intermedio entre Irlanda é Inglaterra, la proporciona grandes ventajas comerciales. El rio Mersey baña sus alrededores, y la inmensa fabricacion que ocupa la actividad industrial de la ciudad, engrandece todos los dias su importancia y significacion. Hay hoteles excelentes, bastantes edificios de consideracion y algunas calles muy buenas. Lo que el viajero debe visitar en Liverpool, como en todas las poblaciones industriales de la Albion, son los establecimientos fabriles, verdaderos centros del poder ingles, teatros de su grandeza, monumentos de su civilizacion. La mecánica con todos sus prodigiosos adelantos, la industria, con sus progresos, el órden admirable que reina, los productos que ofrecen, todo es digno de ser visto, todo merece estudiarse. Los alrededores de Liverpool son tambien deliciosos, y para recorrerlos hay mucha facilidad, valen la pena de ser vistos. De Liverpool me dirijí á Manchester, perteneciente como Liverpool al condado de Lancaster, y centro principal de la industria; cuenta con una poblacion de 200,000 almas, cuando hace un siglo era una pequeña é insignificante ciudad de cuarto órden. La industria, floreciente y poderosa como en Liverpool, es la que ha dado tan rápido vuelo á la ciudad. Está situada sobre el rio Irwell, y cuenta con mas de trescientas máquinas de vapor, cuyo crecidísimo número parece increible: funcionan en Manchester mas de 30,000 telares, y prestan vida y movimiento á su actividad prodigiosa. Sus líneas férreas á Liverpool, Lóndres y otros puntos aumentan todos los dias su riqueza. De esta ciudad, diré lo mismo que de Liverpool, que es preciso visitar los establecimientos fabriles con preferencia á todo; son en Inglaterra las grandes obras nacionales, los monumentos. Tiene Manchester edificios majestuosos, hoteles, paseos, hermosas calles, y una animacion industrial pujante. Tambien son dignos de visitarse, como en Liverpool, los deliciosos alrededores de la ciudad. Si el extranjero tiene intencion de permanecer bastante tiempo en Manchester ó cualquiera otra ciudad de Inglaterra, necesita absolutamente, si no quiere aburrirse, hacerse presentar á algun _club_, único medio de conocer la sociedad y de distraerse en algun modo. Una vez presentado lo pasará bien. Como Manchester es visitado por muchos extranjeros, y como su fabricacion y comercio le prestan mucha importancia, hay bastante animacion en sus calles y paseos: los hoteles son regulares; cuéntanse muy pocos edificios notables, como arte. Y aquí terminan nuestros ligeros apuntes sobre Manchester y Liverpool. De Southampton hablaré despues; ahora nos trasladamos á _Italia_. #ITALIA#. El viaje á Italia le hice desde Suiza. Salí de la capital federal en la diligencia de Lucerna, travesía corta y deliciosa que se verifica en once horas. Llegado á Lucerna me trasladé á Fluelen por el lago de los Cuatro Cantones. Nada mas poético, nada mas agradable que cruzar la distancia intermedia entre Lucerna y Fluelen: el tiempo que se emplea es el de dos horas y media. Los pequeños vapores que viajan de un punto á otro, ofrecen comodidad y aseo. Al comenzar la travesía, el viajero contempla admirado las encumbradas montañas de Riggi y Pilato, coronadas de nieve, que esconden su cabeza en las nubes. A medida que el vapor avanza, surcando las azuladas ondas del lago, que rodean montañas de córtes y perfiles caprichosos, los recuerdos históricos de Guillermo Tell van presentándose á la vista, el interes crece y se dispierta, la travesía se hace corta y agradable. Recuérdase con placer que en ese mismo lago se libró el ilustre Tell de los sicarios de Gesler que preso le conducian á Lucerna, despues del tremendo castigo á que le condenó el tirano, obligándole á tirar sobre la cabeza de su hijo. Los sitios todos que recorrió Tell ínterin permaneció escondido; la capilla donde los fundadores de la Suiza se congregaron, todos esos recuerdos agradables renacen en el ánimo del viajero con toda la fuerza y verdad de un acontecimiento de la víspera. Las cordilleras de montañas que en forma de graciosos anfiteatros rodean el lago, el cielo que se refleja en las olas, la armonía del conjunto, todo habla al alma. A las dos horas y media estábamos en Fluelen[20]. Al llegar á este último punto, tomé billete hasta Milan, y como Fluelen se encuentra al mismo pié de los Alpes, por el lado de San Gotardo, cuya carrera era la que yo seguia, empezamos desde el momento á subir. La diligencia nos condujo por una admirable y soberbia carretera hasta llegar á una legua del San Gotardo, convento que, como el de San Bernardo, se halla situado en la cima de los Alpes. Solo víéndolo, puede uno formarse idea exacta de lo que voy á referir: el que no ha hecho ese camino duda. Desde Fluelen hasta el Hospital, sitio en que tuvimos que abandonar la diligencia, para marchar del modo que mas adelante diré, subimos constantemente las infinitas pendientes de esos centenares de montañas que puestas las unas sobre las otras forman lo que llamamos Alpes. Cascadas estupendamente atronadoras y magníficas que descienden impetuosas de lo alto de los Alpes; rios tormentosos, que corren gritando entre peñascos, salpicados de espuma, blanquísima como la plata; precipicios de mayor extension que la que puede medir el ojo humano; puentes como el del Diablo, perfectamente designado con ese nombre, por debajo del cual ruge con la poderosa voz de su cólera el impetuosísimo Reuss, que rompe entre piedras, con un espantoso ruido; abismos de profundidad espantosa; montañas de nieve del grueso de veinte y tres varas que amagan desplomarse: todo esto, reunido, forma el camino desde Fluelen hasta el Hospital. Al llegar á este punto tuvimos que dejar la diligencia, porque la nieve, no limitándose como ántes á cubrir los costados, llenaba la carretera. Seis pequeños cajones de madera, llamados trineos, sin ruedas, sin cubierta, de media vara de altos, y lo mismo de anchos, fueron los encargados de recibir á todos los que veníamos en la diligencia. En cada cajoncito, nos colocamos dos viajeros, en otros nuestros equipajes; y cada cajoncito, arrastrado por un caballo, empezó á resbalar con trabajo por aquella carreta henchida de nieve. A derecha é izquierda lienzos de grandísimo espesor de nieve congelada amenazaban cubrirnos de un momento á otro: cuatrocientos hombres con hachas, tendidos á lo largo del camino, iban abriéndonos paso. Antes que se me olvide, voy á consignar el efecto de aquella inmensa blancura; deslumhra, y no puede soportarse: todos los hombres que allí trabajan tienen anteojos verdes: nosotros tuvimos precision de mirar siempre á un punto fijo, á la ropa de nuestros gabanes negros. Rodando con dificultad, con precipicios espantosos á los lados, incómodos en los estrechos cajones, llegamos á la cima de los Alpes, á una altura de que solo víéndolo se cree possible llegar; tanto habíamos subido. Allí, sobre la cima, se levanta el San Gotardo, muchas veces ya cubierto por la nieve, y vuelto á reedificar; solo quedan dos monjes: la casa estaba casi toda cubierta de nieve, era en el mes de junio.... En diciembre nadie pasa, ni los pájaros. No hay voces bastantemente entusiastas con que pregonar la grandeza de los Alpes: el Océano como los Alpes dan la idea del infinito, traducen Dios, inspiran el recojimiento. ¡Bien haya mi viaje á Italia, que tan grande emocion me produjo con la presencia de sus Alpes! Una vez allí era preciso bajar, por supuesto en los mismos vehículos: rodando lentamente y con un exquisito cuidado, fuimos descendiendo por un estrechísimo sendero, por encima de la carretera, pero con un fondo de treinta varas de nieve. Una tras otra bajamos doce colosales montañas, creyendo encontrar en cada falda la suspirada llanura: ¡vana esperanza! para descender de aquella prodigiosa elevacion, donde están las fuentes del Rin, del Tesino, del Reuss, y de otros muchos rios, lo cual solo prueba la tremenda altura que será, era necesario bajar, bajar, y bajar siempre. Puedo asegurar que no sentí ningun frio á pesar de aquella temperatura, las emociones me mantuvieron el calor: nada mas portentoso que semejante viaje; pueden con gusto aceptarse los riesgos que se corren, á trueque de verlo una vez. Millares de cascadas blanquísimas, valles inmensos atestados de nieve, rios que se despeñan, montañas de córtes y perfiles sorprendentes, rios que corren por debajo de una espesa y petrificada capa de nieve; una carretera portentosamente soberbia, que basta para inmortalizar al ingeniero que la dirijió por en medio de aquellos altísimos montes de nieve eterna; todo es admirable, todo es grandioso, todo es sublime. A as seis horas de tan penosísimo y espuesto viaje, y con gran contentamiento de todos, encontramos la diligencia que nos esperaba. Ocupamos nuestros respectivos asientos, y despues de seis horas, siempre bajando, llegamos á Bellinzona, capital del Tesino[21], donde descansamos una hora. Todo el camino es admirable: de Bellinzona á la frontera de Italia se encuentra el Lago Mayor, con sus cristalinas y azuladas ondas: la campiña está bien cultivada, recuerdo que el víñedo está plantado con mucho gusto, abrazadas las vides, formando pabellones. En todos los pueblos del canton del Tesino, se ven en las paredes imágenes de santos, en especial de la Virgen. Como pueblo italiano que es, en todo se ve la mano del clero: aunque forma parte de la Confederacion Helvética, conserva toda la fisonomía italiana. El dia 1° de junio, á medio dia, llegué á la frontera lombarda, sitio llamado _Ponte Chiasso._ Al momento ví los austríacos que tanto debian hacerme sufrir en el resto del viaje por Italia, con sus medidas sobre pasaportes. Me bastó ver su dominacion en Venecia y Lombardía para sentir y llorar la suerte de Italia. En fin, sigo mi viaje; de otro modo, escribiria muy largo contra los austríacos. Registraron minuciosamente los equipajes, ojearon los pasaportes, los embadurnaron con sellos y visas, y seguimos en la diligencia. A los quince minutos de la frontera, se presenta el célebre lago de _Como_, lindísimo y poético como todos los lagos, que tanto me encantan. La campiña de _Como_ es riquísima, semeja un paraíso: todo está cultivado, y la vegetacion mas hermosa engalana todos los términos. Muchos y elegantes palacios se levantan al rededor del delicioso lago: muchos y elegantes jardines completan el cuadro de _Como_. Chocóme y me gustó ver la mantilla española en la mayor parte de las mujeres: la peina que en Valencia llevan las mujeres del pueblo adornaba tambien las cabezas de las italianas. _Como_ es un lugar encantador: desde allí seguimos á _Camerlata_, que está tocando, y allí tomamos el camino de hierro hasta Milan, pasando por Monza, donde estaba Radetzky. El tiempo que se emplea desde Camerlata á Milan, es el de una hora poco mas: el movimiento es desigual é incómodo, la nivelacion no está bien hecha: los coches son buenos, soberbia la campiña. Los vagones, en Milan y Venecia, tienen todos puertas de comunicacion entre sí: no se ha hecho para comodidad del público: es para dar paso á la policía, que recorre todo el tren, pidiendo y recojiendo los pasaportes: dan un documento con el cual se recoje en Milan. Le preguntan al viajero á que hotel va á hospedarse, cuanto tiempo piensa permanecer, etc., etc., etc. No quiero dejar correr la pluma porque la paciencia se acaba. Entré en Milan el dos de junio hospedándome en el _Hotel de la Ville_, en el Corso, frente por frente á la iglesia de San Cárlos Borromeo. La Catedral es lo primero que debe visitarse: blanquísima como una paloma, como de mármol que es toda, gallarda y esbelta, con su rica arquitectura y su prodigiosa decoracion de estatuas, que se cuentan por miles. La catedral de Milan, soberbio y magnífico monumento que el cristianismo ha levantado, es una obra colosal que solo la fe de nuestros mayores pudo construir. Monumentos de la importancia de esta iglesia, traducen altos sentimientos de verdadero amor á las artes y de portentosa fe cristiana. Es un pensamiento muy generoso el de emprender una obra que no puede verse terminada por los mismos que la empiezan: hay patriotismo y abnegacion en acto semejante. Todas las catedrales góticas que cuenta la Europa, son otros tantos poemas que afirman la grandeza de los siglos que las levantaron. La catedral de Milan, principiada en 1276, no está hoy mismo terminada: tan colosal es su plan. Napoleon hizo concluir la fachada principal en la cual hay diferentes gustos y arquitecturas. El conjunto del edificio, sorprendente y magnífico, produce una grata emocion en el ánimo: tiene la forma de una cruz, gallarda, esbelta, blanquísima, deslumbrante. El espléndido ropaje gótico que viste, su prodigiosa decoracion de estatuas, sus atrevidas flechas, sus elegantes detalles, sus formas galanas, todo hiere la imaginacion, todo admira y seduce. Coronando el edificio, y sobre la aguja mas alta, se destaca impalpable y aérea la estatua de la Virgen, fundida en bronce, esbelta y admirable; su actitud atrevida revela un gran pensamiento, apénas tocan sus delicados piés el ligero pedestal que la sustenta; se lanza á los aires, toca apénas la tierra y esconde su cabeza en las nubes, es la corona del templo. Lo que causa verdadera pena al ánimo, es el observar las mutilaciones horribles que los viajeros, en su mayor parte ingleses, han prácticado con un grande número de estatuas de las infinitas que coronan el templo. Es un verdadero sacrilegio maltratar las obras del genio y dejar atras á los bárbaros, que sin duda las respetarian. Nosotros desearíamos que se adoptasen medidas severas para impedir que los que visitan la Catedral tocasen á objeto alguno. Es un prodigioso espectáculo el que ofrece al espectador que se coloca en lo alto del Domo, el poblado bosque de estatuas que coronan las gallardas agujas que suben hasta perderse en las nubes; su número parece fabuloso, pasan de seis mil las que existen. La fachada principal se compone de cinco cuerpos elegantes, con sus soberbias puertas de entrada. Solo por el lado de la fachada principal se presenta el edificio en su majestuosa grandeza; los demas lienzos de su elegante construccion aparecen ocultos entre las apiñadas casas que le cercan, lo cual produce una verdadera pena, pues la Catedral merecia presentarse sola y despejada á la admiracion del viajero. El interior del templo es tambien suntuoso é imponente: cinco naves inmensas cruzan la iglesia en toda su longitud, y otra nave lateral, tan grande por sí sola como una iglesia, forma una elegante cruz. Detras del altar mayor se abren tres grandes rosetas de ciento cuarenta y cuatro cristales cada una, pintadas con la mayor riqueza de colores imaginable. El coro, unido al altar mayor, es magnífico: adornado con primorosos bajos relieves; debajo está la tumba de San Cárlos, que merece verse. La mejor calle de Milan es la del Corso, especie de boulevard, aunque sin árboles y sin grande anchura; le adornan algunos palacios y buenos edificios, muchos y elegantes comercios, cafés, y hoteles (albergos). Cerca de la catedral, á su izquierda, está el palacio imperial, donde habitó Napoleon: merece verse; encierra algunos buenos cuadros y hay una magnífica capilla, soberbios salones y objetos de arte. La plaza de armas, donde está el arco de la Paz, es colosalmente grande: no dejó de chocarme en el acto que lo ví, el castillo y las fortificaciones vecinos del arco de la _Pace_: al pié del arco, que es magnífico, y sobre el cual se levantan ocho enormes caballos de bronce formando una alegoría dedicada á Napoleon, se tiende el camino del Simplon. La plaza de San Fedelle, aunque pequeña, es muy linda, la adornan buenos edificios. San Cárlos Borromeo, frente por frente del _Hotel de la Ville_ es una iglesia nueva, de forma circular y elegante. Tocando con la iglesia hay un pasaje, único que ví en Milan. La Bolsa tiene tambien su palacio correspondiente. Los cafés son buenos, se sirven baratos y excelentes sorbetes. Hay muchos y buenos coches de alquiler; por las calles de Milan se va en carruaje con mucha comodidad, hay en todas las calles dos listones de baldosa por donde resbalan las ruedas, de modo que el movimiento es suavísimo, y la celeridad grande. En el Corso hay jardines públicos á imitacion de los de Mabille de Paris, pero no tan buenos. El Museo de pinturas está en un gran palacio donde se halla la Biblioteca, y donde habia exposicion de artes cuando le visité. Es preciso dirijirse á la iglesia de Santa María de la Gracia, cubierta como está su bizarra arquitectura, con el color histórico del tiempo, y una vez en la iglesia y aun sin ir á Santa María es necesario ver á todo precio el famoso cuadro de Leonardo de Vinci, que representa la cena de Jesucristo con los Apóstoles: este magnífico cuadro que los frailes mutilaron bárbaramente, y los profanos al arte restauraron de un modo torpe, se encuentra en una habitacion del claustro de Santa María, que hoy sirve de cuartel: está pintado en la pared, y es una inspiracion sublime del célebre Vinci. En Milan como en todas las poblaciones de Italia, existe un número grande de iglesias, algunas notables, sin incluir la catedral, que es un prodigio del arte. En materia de comunicaciones tiene Milan caminos de hierro á Camerlata y Treviglio: este último, que es el de Venecia, estará muy pronto terminado completamente: hay diligencias para casi todas las ciudades de Italia: las carreteras, en general, son magníficas. El célebre teatro de la Scala, donde oí á nuestro compatriota Echebarria en la ópera _El Profeta_, es majestuoso en el interior, sin llegar, como ninguno de los que he visto en todos mis viajes, á la grandeza de nuestro coliseo de Oriente. El exterior de la Scala es pobre y de muy mal gusto: tiene la apariencia de una casa particular, y una entrada reducida, de tan pésimo gusto como la del teatro de Oriente de Madrid por el lado de palacio, cuya forma es la misma. La escena está muy bien servida en la Scala, no deja nada que desear; excelente y numerosa orquesta, mediana compañía. No dejaré de consignar, ya que me acuerdo, que durante la representacion guardan sus sombreros todos los espectadores que hay de pié en el parterre y que se situan á derecha é izquierda entre la pared y las butacas: costumbre que no me pareció extremadamente galante. Hay en Milan muchos y buenos coches públicos, regulares hoteles, gabinetes de lectura, teatros, paseos, buenos cafés y muchas mujeres hermosas. Los austríacos, de quienes hablaré poco, porque me exalto al solo recuerdo, patrullan dia y noche por la ciudad, hacen sonar sus sables en la primera fila de butacas de la Scala, que les pertenece, impiden pensar y hablar, etc. De Milan, me dirijí á la poética, desgraciada y heróica Venecia. Salí de Milan en línea de hierro hasta Treviglio, una hora de camino: allí tomé un ómnibus que me condujo en tres horas á Cucallo, y de allí á Venecia en camino de hierro, empleando nueve horas. Las estaciones de las líneas férreas que arrancan de Milan, son pobres y están mal hechas: al subir á los carruajes es necesario enseñar el pasaporte que piden en el camino diez ó doce veces dentro de los mismos vagones, segun se va marchando. Los alrededores de Milan son admirables: les he visto por tres líneas distintas, y por todas partes la campiña se ostenta lozana, y enriquecida con una vegetacion profusa. De Milan á Treviglio no se encuentra ningun pueblo de importancia: de Cucallo á Venecia, se encuentran las ciudades de Brescia, Verona, Vicenza y Padua: todas, excepto la última, á la izquierda yendo á Venecia desde Milan. La primera que se encuentra es Brescia, ciudad de cuarenta mil habitantes, situada al pié y sobre una montaña: solo la ví de paso; tiene muy lindo aspecto, y muchas y elegantes torres. Entre Brescia y Verona, se presenta el lindísimo lago de Garda, de treinta millas de extension, el mayor de Italia, desde el cual por medio de excelentes vapores se hace el viaje á Trento, al Tirol y otros varios puntos. Verona, ciudad importantísima, tiene sesenta mil habitantes, una agricultura floreciente, industria de sedas y otros ramos de riqueza pública, á la cual sacan los austríacos el 25 por ciento, segun tuve lugar de observar enterándome por medio de algunos contribuyentes. Verona como Brescia está situada tambien sobre una montañita, se presenta en forma de anfiteatro, tiene muchas y buenas iglesias entre las que descuella la catedral, edificios, paseos, un caudaloso rio con elegantes puentes, buenos hoteles y cafés. La mejor calle de Verona es la Nueva; siguiendo hasta su fin se encuentra el palacio de Radetzky, al cual da entrada un patio sombrío. En la misma calle se ve el palacio donde en 1815 se reunió el congreso en que se conjuró contra la libertad española. La gran plaza de Verona es muy notable por contener todavía dentro de su recinto un soberbio coliseo, construido por los Romanos: se conserva casi completo, con sus anfiteatros: hoy en vez de las luchas, se ejecutan comedias durante el dia. Hay tambien en Verona, considerada como monumental, un arco romano, de triunfo, que sirvió para la entrada de un emperador: en la calle en que está este arco se conservan todavía los listones de baldosas de la via que conducia á Roma, para cuya ciudad, á pesar de tan grande distancia, habia como desde todas excelentes caminos. Ví tambien, porque con interes lo busqué, una piedra que queda ya solamente de la tumba de Julieta, la apasionada de Romeo. El rio Adige rodea casi toda la ciudad. Hay por de contado, pues están allí los austríacos, murallas, fosos, cañones, fortificaciones. Al lado del camino de hierro, se encuentra el Campo Santo. Hay siempre en Verona, como punto céntrico entre Milan y Venecia, 30 á 40,000 tudescos. Despues de Verona se pasa por Vicenza, ciudad de treinta mil habitantes: un poco ántes de llegar, y situados sobre una elevacion, se ven los restos de los castillos mismos que habitaron los célebres Montecchi y Capuleti. Vicenza tiene, como es indispensable en Italia, muchas iglesias; aunque no ví la ciudad, conté al pasar mas de treinta torres, entre las que descuella una altísima. La campiña, desde Milan hasta cerca de Venecia, es soberbia y admirable: el cielo azul, sereno, bellísimo; el aspecto de las ciudades que salen al paso, encantador. Despues de Vicenza sigue Padua, con cincuenta mil habitantes, un crecidísimo número de iglesias, buenos y muchos edificios: entre los templos descuella el titular de San Antonio de Padua, donde se conservan reliquias del mismo. Despues de Padua, se llega á la mágica Venecia, donde entré á las ocho de la noche. Momentos ántes de penetrar en la encantada ciudad, se cruza, en el ferrocarril por supuesto, un soberbio puente de piedra de media legua de largo, compuesto de 222 ojos, obra que costó veinte millones de reales: se llama puente de San Segundo. Le han construido para que el camino de hierro pudiera llegar hasta dentro de Venecia, como llega, pues el embarcadero está á la entrada del gran canal. Se cruza por medio de él, y conducido por el vapor, el conjunto de lagunas que cercan la ciudad por el lado de Padua: como el puente no tiene mas anchura que la necesaria, y desde los vagones no se ve, el viajero se figura atravesar el mar con un ferrocarril que resbala por su superficie. Yo, aunque la obra es notable, hubiera deseado que no la hicieran, pues con él han quitado á Venecia su fisonomía de flotante y poética, aislada como está entre las aguas que la cercan por todas partes. Al apearme en Venecia, entré con los demas viajeros en la sala de equipajes, en la cual todo el mundo tiene obligacion de descubrirse; no por cortesía, sino porque están allí los austríacos, mas insolentes que en parte alguna. Antes de llegar y en el mismo camino de hierro, nos recogieron los pasaportes; al apearnos, nos preguntaron nuestros nombres, nos hicieron designar el hotel adonde nos dirigíamos, y los dias que pensábamos permanecer en su recinto. Nos registraron los equipajes, y despues tuvieron la bondad de dejarnos seguir á nuestros hoteles.... Una góndola me condujo desde el desembarcadero del camino de hierro, al hotel de la Luna, donde permanecí. Era de noche, habia luna; para llegar á mi hotel, cruzamos muchas calles, es decir muchos canales: el movimiento, las luces del cielo, los recuerdos que se agolpaban á mi imaginacion del poderío antiguo de la república veneciana, los infinitos palacios de mármol que ví hasta llegar al hotel, el número de góndolas que se cruzaban, las palabras dulces que mi gondolero cambiaba con otro de su oficio cada vez que doblaba una esquina, para evitar un choque; las músicas que oí al pasar por enfrente de la soberbia plaza de San Márcos, todo este conjunto hiriéndome poderosamente la fantasía, hizo que oyera yo con disgusto la voz del gondolero, anunciándome que habíamos llegado al hotel. Inmediatamente que me dieron un cuarto en el hotel y guardé mi equipaje, me lancé á la calle, y á los dos pasos, pues el hotel de la Luna está tocando, me encontré de improviso en la plaza de San Márcos. Describir mi emocion no es posible; diré si puedo lo que ví, y lo diré como todo lo que va escrito, ayudado solo por los recuerdos, sin querer consultar un libro, mis recuerdos y mi cartera; allí apunto siempre mis impresiones. La plaza de San Márcos, mas larga que ancha, tiene la sin rival basílica de San Márcos, formando la fachada principal: á la izquierda un palacio que ocupa todo el lienzo de las antiguas procuradurías; á la derecha el Palacio del Emperador, todo el lado, y da vuelta á la Piazzetta: y en frente de la basílica otro cuerpo majestuoso; hé aquí los cuatro frentes de la gran plaza. A la izquierda de la iglesia, se levanta aislada una alta torre que llaman Campanella. Arcos prodigiosos, de gusto, de arte, de belleza, de formas, dan vuelta á las tres fachadas de la plaza. Debajo de ellas se ofrecen entre un profuso alumbrado de gas centenares de elegantes tiendas y cafés. La plaza de San Márcos, como toda Venecia, sin exceptuar una sola calle, está muy bien embaldosada. A las doce del dia, es curioso ir á la plaza de San Márcos á ver dar de comer á las palomas: centenares de ellas, que pasean constantemente en medio de la multitud, y á las cuales nadie molesta, comen su racion en medio de la plaza. Un veneciano rico dejó en su testamento una manda con este objeto. El Palacio Ducal, que está unido á la basílica de San Márcos, es uno de esos palacios que sueña una fantasía acalorada, es la realizacion de un sueño: es una grande obra monumental, á cuyo pié hay dos columnas traidas de Asia, un grupo de Alejandría, con cuatro antiquísimas figuras pegadas á la pared; describo sin órden, segun mis apuntes taquigráficos, segun me acuerdo, adelante. La fachada principal del Palacio del Dux se construyó á mediados del siglo XIV, bajo la direccion del maestro Buono, aunque algunos pretenden que fué Calendario el arquitecto. De cualquiera modo, es un edificio mágico y admirable, de estilo gótico, y uno de esos prodigios del arte que tanto abundan en Italia. La osadía de la construccion del Palacio Ducal tiene algo de verdaderamente temerario: el inmenso cuerpo superior, mole pesadísima y abultada, tiene por todo fundamento y base dos series de ligeras y esbeltas columnas. El material le componen exclusivamente los mármoles blanco y rojo: todos los chapiteles de las columnas son obras maestras de arte. Las fachadas de este mismo palacio que miran al canal y á la iglesia de San Márcos, son mas modernas que la principal: son obra del renacimiento: los estilos de ellas son diferentes, hábilmente combinados; los arcos ogivales juegan con los arcos redondos resultando una miscelánea pintoresca y magnífica; los mármoles de diferentes colores que componen su material, son de los mejores, y la vista se recrea contemplando tan soberbio palacio. A su poderosa belleza se agrega la excelente situacion que ocupa: unido á la portentosa basílica de San Márcos, con fachada admirable sobre la _Piazzetta_, con lienzos soberbios del lado del canal, con grandes edificios en frente, con la plaza de San Márcos al lado. Esto en cuanto á su exterior: ahora vamos á penetrar en sus inmensos salones, ricos de arte y elegancia: pero ántes de llegar á su cuerpo principal tendrémos ocasion de detenernos á admirar la espléndida escalera de los Gigantes. La escalera de los Gigantes, construida en el siglo XV, parece una mentira: un artesonado brillante, unas labores que no se ejecutan en cera; al pié hay dos colosales estatuas de mármol, Neptuno y Marte. La escalera de oro propiamente llamada tal con tallados del metal de su nombre, con un lujo de decoracion de que no hay ejemplo, con un prodigioso gusto artístico, con artesonados y techumbres de maravillas, con gradas de mármol y pórfido, con tallados de estatuas de maestros, en una palabra, con milagros. El Palacio Ducal se compone de muchos salones: el del Gran Consejo, donde se reunian 1,500 miembros, contiene todos los retratos de los duxes que han presidido la república: falta el de Marino Faliero que fué decapitado; en lugar del retrato, hay un cuadro que cuenta el trágico suceso. La techumbre, vestida de molduras, está cubierta de cuadros magníficos de Pablo Verones, Ticiano, Tintoreto, etc. En la pared principal del salon, hay un cuadro portentoso de Tintoreto, el mayor de los conocidos; llena la pared, representa el Paraíso; es un modelo de dibujo, colorido, pensamiento y ejecucion; es una obra maestra tiene, mas de cuatrocientas figuras: es admirable. En el centro del salon hay dos inmensos globos; á la izquierda, entrando, hay en un estante de libros varios manuscritos de Petrarca, Catulo y otros escritores ilustres. El salon del senado, magnífico como todos los del Palacio Ducal; hay dos inmensos cuadrantes que en vez de minuteros tienen los signos del zodíaco para señalar las horas: cuadros de los primeros artistas, techo de molduras, puertas de ébano. El salon de mapas contiene grandes y excelentes grabados que designan todos los viajes y descubrimientos que hizo el famoso veneciano Marco Polo, que fué de los primeros que visitaron la América. El salon del Consejo de los inquisidores de estado, que se componia de tres miembros, está poblado de lienzos del Verones, soberbios, como todos los que brotaron de su paleta: el pavimento de este salon, como el de todos, es de mosáico el mas precioso de mármoles incrustados. El salon de embajadores, donde el presidente de la república, el Dux, recibía á los ministros de las cortes extranjeras, tiene puertas de ébano y cedro, traidas de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, sillería admirable, cuadros. El salon del Consejo de los Diez con lienzos tallados maravillosamente. Salon de delaciones, con cuatro puertas y un buzón, por donde sin ser visto se denunciaba á los conspiradores; y ahora que hablo de conspiradores, bueno es añadir que las prisiones, de estado están separadas del Palacio Ducal solo por un canal estrecho, que salva un puente de piedra, por el cual pasaban los presos desde el palacio ducal á la prision. Este puente que une ámbos edificios se llama puente de los Suspiros, llamado oportunamente así, por los lamentos que naturalmente exhalaban al cruzarle todos los que se veian privados de su libertad. Los escritores franceses, que tienen el buen talento de equivocar todo, y de juzgar ligeramente, han descrito las prisiones con negros y románticos colores: yo las he visitado, están en el mismo estado que cuando las construyeron: no son alegres como no lo es calabozo alguno, pero nada tienen de lúgubres; el Gran Canal está delante, por el lado las baña otro canal, algunos morian ahogados con solo abrir la puerta de su calabozo, eran rarísimos. En el salon del gran Concilio, colocándose en el balcon principal, el que está enfrente del Gran Canal, se goza de un punto de vista de que no hay ejemplo; el canal de San Márcos á los piés, en frente los soberbios edificios de la Aduana y la iglesia de la Salud; á la derecha el Palacio del Emperador; jardines, canales, góndolas, el mar, buques, palacios. Todo el cuadro del balcon por fuera está adornado de estatuas; entre ellas hay una que el sublime Canova hizo á la edad de catorce años. Todo el exterior del Palacio Ducal presenta el aspecto mas pintoresco, gallardo y artístico posible: sus elegantes arcadas, sus esbeltas columnas, sus millares de ogivas, sus calados maravillosos, sus diferentes estilos entre los que domina el árabe, todo es soberbio, todo es magnífico. No he visto palacio alguno en Europa mas admirable, bajo todos aspectos, como riqueza, como arte. La razon se comprende: Venecia ha sido por espacio de catorce siglos una poderosa y pujante república: ella ha hecho las conquistas de San Juan de Acre, de Constantinopla, de parte de la Grecia: Venecia ha sido por mucho tiempo el pirata ilustrado de los mares; sus hombres de estado, sus marinos, sus pintores, sus generales, sus conquistadores, no tenian otra ciudad que engalanar mas que Venecia, y de aquí el que esta ciudad sea una sultana oriental, engalanada como una reina: sus conquistadores la han traido de Grecia caballos de bronce, estatuas, columnas de Constantinopla; ébanos, cedros, ágata, mármoles, columnas; de todas partes han traido atavíos á su ciudad querida, que sentada sobre las aguas, rodeada de lagunas, y pobre en su orígen, pues solo contaba una docena de pescadores, ha ido creciendo y brillando, con los talentos y conquistas de los esforzados hijos que ha engendrado. Aparte de sus generales y conquistadores ilustres, ella ha dado nacimiento al Ticiano, á Tintoreto, á Canova, á mil y mil celebridades, que la han llenado de cuadros y estatuas, de cuadros y estatuas modelos; solo así se cree ser cierto lo que el viajero ve en Venecia; solo recordando su historia, se explica y comprende su magnífica grandeza. La basílica de San Márcos, que solo tiene en el mundo un rival, San Pedro de Roma, aunque le supera en algo, es otro de los portentos de Venecia: cuanto mas se ve, mas crece el asombro, cuanto mas se examina mas necesidad hay de acordarse de la historia, para admitir como cierto lo que se ve; tantos son los prodigios que contiene. En todo el templo no hay un solo átomo de madera comun: oro, mármol, pórfido, ébano, cedro, ágata, plata, estos son los elementos: la iglesia tiene tres naves; todas las tres naves, todas las paredes, todo el pavimento, se compone de cuadros y alegorías estupendas de mosáico de mármol: este prodigioso trabajo, verificado en el siglo XIII, cuando apénas se conocia en el mundo artístico el mosáico, haria honor á nuestros dias. No dejo correr mi entusiasmo porque deseo que el lector se emocione por sí mismo con la sola descripcion. ¿Qué puede decirse de una iglesia que tiene paredes, techo y pavimento, sembrado de preciosos mosáicos en mármol? ¿Qué puede decirse de los ilustres venecianos que comprendieron y ejecutaron obra tan magna? El altar mayor, sencillísimo y elegante, se compone de cuatro columnas de pórfido, robadas á Santa Sofía de Constantinopla: las cuatro asombrosas columnas están coronadas de una cúpula de pórfido tambien: todas las puertas del templo son de bronce, incrustadas de estatuas, diríase es el templo de Salomon. El oratorio de la cruz, que segun se entra está á la izquierda, en el centro de la iglesia, fué traido tambien de Constantinopla; la cupulita elegante que le cubre, es de ágata, de pórfido, de oro, no hay mármol, allí seria vulgar, comun; cuatro columnitas esbeltas de pórfido de brillantes colores, un Cristo divino. Tiene el templo dos órganos, un soberbio coro lleno de portentosos mosáicos, abundancia de estatuaria, canónigos con traje de obispos, millares de columnas de mármoles, y jaspes los mas preciosos. La basílica cuenta con cinco cúpulas vestidas de mosáicos: la puerta de la sacristía, toda de bronce con el retrato del Ticiano, todas esas maravillas reunidas y otras muchas de que no hago mencion, porque de todo no puedo acordarme y porque mis apuntes, tomados en la misma iglesia, son cortos, forman el interior de San Márcos. En cuanto al exterior, no tiene nada que no sea tambien prodigioso. Encima de la puerta principal de la iglesia, por la parte de fuera, hay tres enormes caballos de bronce traidos de Aténas: sirvieron en Roma para adornar un arco el dia de la entrada de Neron. Napoleon se los llevó á Paris, despues han sido devueltos y colocados de nuevo donde están. Delante de la iglesia, se levantan tres altísimas astas de cedro donde se izaban las banderas de la república ... ahora el pabellón austríaco. En la _piazzetta_ de San Márcos, tocando con la Plaza y dando el frente al Gran Canal, dos gigantes columnas de granito, traidas de Alejandría, coronadas la una por una estatua de San Teodoro, primer patron de Venecia, la otra por un leon, símbolo de la fuerza: son de una sola pieza, admirables. La fachada de San Márcos, que da frente al reloj llamado de los leones, porque hay dos de mármol, tiene en la pared, entre millares de mosáicos, un adorno persa, quizá el único en Europa; representa Ceres, en un carro tirado por dos leones. Todas las fachadas de la basílica, sin contar la principal con sus pórticos elegantes, sus estatuas á centenares, su exquisito gusto, su fisonomía admirable y nueva, su lujo arquitectural, son obras maestras, son museos. Volviendo al Palacio Ducal donde tantos portentos se esconden, nadie salga de su recinto sin ver el museo de escultura que hay en uno de sus infinitos salones. El museo de escultura que existe en el Palacio Ducal de fenecía, depósito de tesoros artísticos, se halla en uno de sus bajos salones. Aparte de la belleza artística del salon, de sus elegantes ornamentos, y de su lindísima techumbre, cuéntanse entre las muchas obras, modelo de escultura que le enriquecen, dos estatuas originales del rey de los escultores, de Fidias mismo. La pureza de las formas, la suavidad de los contornos, la finura prodigiosa de las líneas, todo revela el cincel griego: Canova, digno rival de Fidias, ha enriquecido tambien este delicioso gabinete de escultura con obras brotadas de su mente: cuéntanse cinco ó seis bustos acabados de este maestro. La escultura egipcia está tambien allí dignamente representada: Roma y Aténas han dado tambien su contingente. La antigüedad, presente allí bajo el prisma histórico, artístico, reprende en elocuente silencio la esterilidad de tantos siglos como se han hundido en el rio de las generaciones sin llegar á su altura. El arte moderno, poderosamente inspirado, se afana noblemente por vengar con sus adelantos el atraso de los siglos pasados: allí está Canova, gloria de nuestros dias, allí está Sansovino, moderno tambien, que ha llenado á Venecia de prodigiosas estatuas: allí están Victoria y otros muchos: aconsejo á todos los viajeros que no salgan del Palacio Ducal sin visitar el museo. El muelle de Venecia es verdaderamente pintoresco: cuando la ciudad tenia vida propia y era una respetada república que contaba con una valiente y poderosa armada, debia fascinar de encanto. A sus orillas están los artísticos lienzos del palacio que llaman del Emperador: la admirable fachada del Palacio Ducal que mira al Gran Canal; el lindo puente de la Paja; las prisiones, unidas, segun he apuntado ya, al Palacio Ducal por medio del Puente de los Suspiros; el Adriático; enfrente, las admirables iglesias de la Salud, la de San Jorge, el bello edificio de la Aduana, el canal de la Judea, rodeado de iglesias y palacios; infinidad de góndolas que á manera de coches de plaza aguardan, arrullándose dulcemente, al que primero se llega: las embarcaciones del comercio extranjero á la embocadura del Adriático: todo, todo es admirable. ¡Plegue á Dios que la dominacion austríaca concluya pronto y para siempre! Plegue á Dios que los italianos sacudan ese espíritu de provincialismo que ha hecho imposible su unidad nacional, matando su independencia! ¡Plegué á Dios que yo vuelva á Venecia, la encantadora, pero sin ver á los austríacos! Me acuerdo en este instante del nombre del general que mandaba en Venecia cuando estuve; llámase Gorgoski, de nacion polaco, y á propósito me ocurre una reflexion. El emperador de Austria, que tiene súbditos de tan diferentes paises, lenguas y costumbres, sigue la táctica de mandar á Italia guarnicion de húngaros, á Hungría italianos y tudescos, y así en las demas provincias de su imperio. Oprime con los oprimidos ... ¿Porqué no se ponen de acuerdo los húngaros de Italia, y los italianos de Hungría, para dar la libertad y la independencia á sus respectivos paises? ¿porqué sirven de instrumento á la tiranía del mismo que á unos y otros ha sometido y esclavizado? ¿Porqué?... triste es decirlo, pero figúrome no equivocarme si encuentro la respuesta con solo consultar el corazon humano. Somos propensos á oprimir, amamos la libertad y nos place dominar: ese mismo húngaro, ese mismo italiano que han combatido con denuedo, cada uno en su casa, para sacudir el yugo y conquistar la independencia, se prestan fácilmente á tiranizar en el extranjero, sirven de guardia pretoriana al que con gloria combatieron, y se vejan y esclavizan entre sí, con grande contentamiento del que los impera.... ¡Miseria humana! ¡adelante y basta! me olvido de mis viajes y de todo en recordando á los austríacos. Hay en Venecia muchas y maravillosas iglesias: la de San Nicolas, próxima al Campo de Marte, junto al embarcadero del camino de hierro, es uno de los templos mas antiguos de la ciudad; su color histórico, si se me permite la expresion, hace su fachada interesante. Es pequeña, pero muy linda, es la parroquia de los pescadores, primitivos fundadores de Venecia. San Sebastian, situada tambien junto al Campo de Marte, tiene un aspecto muy gallardo, corona el edificio una elegante cúpula, y á los lados de esta, se levantan pomposamente dos esbeltas torres. La Salud, templo erigido por los venecianos al terminarse una peste que diezmó la ciudad, se ostenta magnífico enfrente de la _Piazzetta_ de San Márcos, tocando con la Aduana: consta de cinco fachadas elegantes, adornadas cada una con graciosas columnas que coronan los órdenes jónico y corintio confundidos, con muchas y admirables estatuas. Es increible el número de estas que hay en Venecia: cada iglesia es un museo propiamente dicho, cuadros y estatuas, pero nada vulgar, todo obras del genio, por todas partes están Tintoreto, Verones, el Ticiano, por todas partes se encuentran Canova, Sansovino. La iglesia de la Salud, cuajada de estatuas, tiene su torre, su cúpula, sus cinco fachadas; el interior, con monumentos y adornos de arte exquisitos. La iglesia de San Juan y San Pablo, en el Campo del mismo nombre, admirable; estilos gótico y bizantino: á la puerta del templo hay un monumento de mármol dedicado á un general: la iglesia consta de tres naves, la enriquecen estatuas de Canova y Vitoria, cuadros de Pablo Verones, Ticiano y Tintoreto: el pavimento es de mármol; hay diferentes tumbas de duxes; entre ellos está la de Steno, miembro que fué del Consejo de los Diez, y uno de los que condenaron á muerte á Faliero; hay tres estatuas de bronce debidas al cincel de Sansovino, un cuadro de José, el Españoleto. En una capilla magnífica de la misma iglesia, está el portentoso cuadro de la Crucifixion, por Tintoreto: la batalla de Lepanto, por el mismo. En esta capilla está el altar del Rosario, erigido inmediatamente despues de la célebre batalla naval de Lepanto; está rodeado de cuadros y estatuas maravillosas, las paredes que rodean el altar están elegantemente vestidas de bajos relieves admirables, con estatuas de Torreti, maestro que fué de Canova: las tres naves del templo son altísimas. Tocando con la iglesia se halla el Hospital civil, con fachada de mármol y cedro. La iglesia de los Jesuitas, del otro lado del Gran Canal, con fachadas ricas de estatuas de mármol que apoyan columnas corintias: el pavimento del interior, mármol; la techumbre de frescos. Entrando, el primer altar de la izquierda, un cuadro inimitable del gran Ticiano; representa el martirio de San Lorenzo, obra maestra, como todo lo que brotó de su inspirada paleta. Las paredes de la iglesia, mosáico; el púlpito, esculpido en mármol griego, de forma gallarda, de ejecucion asombrosa: próximo al altar mayor, á la izquierda, un divino lienzo del Tintoreto representa el Paraíso: el presbiterio tiene un pavimento de mármol incrustado, tan maestramente hecho que es necesario, indispensable, tocarlo con las propias manos para persuadirse de que no es una alfombra. El tabernáculo es de lapiz lazuli; por todos lados hay estatuas de Sansovino; la pila de agua bendita es de mármol de Egipto. ¿No es verdad que parece mentira tanto arte, tanto genio reunido? ¿No son museos, y museos admirables, las iglesias de Venecia? ¿No es ciertamente notable que en una sola iglesia haya todo lo que brevemente he apuntado? ¡Ah! nada como Venecia, su impresion me durará siempre, el arte está allí en todas partes, ¡y qué arte! ¡qué arte! Y aquí solo se leen los apuntes de mi cartera, no todo lo ví, hay mucho mas, es admirable. Recorriendo mis apuntes veo que hay todavía algo que decir de la iglesia de la Salud: en su sacristía, hay cuatro cuadros del Ticiano, gloria del arte; uno de ellos representa San Márcos: hay en la misma iglesia de la Salud una capilla separada dedicada á la Virgen, dos elegantes columnitas, estatuas de mármol; se edificó en 1670 despues de una asoladora epidemia; la peste está allí representada por una vieja, excelente idea. En todo el templo no se ve otra cosa que mármol, jaspes preciosos, Ticianos, Sansovinos; la forma de la iglesia es circular, soberbia cúpula, cuadros de Jordan. Este desórden es el que á mí me place; despues de haber descrito la iglesia de la Salud en una de las anteriores páginas, he vuelto á ocuparme de ella; la razon es muy sencilla, hojeando la cartera de viajes he encontrado nuevos detalles: los traslado á este libro, precipitadamente escrito. Con este método, el lector sigue el mismo rumbo, el mismísimo itinerario que yo seguí en Venecia: si describo en dos sitios un mismo lugar, prueba de que le visité dos veces. La iglesia del Redentor, situada del otro lado del canal de _Giudecca_, de la Judea, es soberbia como todas, y ántes de que se me olvide, séame permitido referir ligeramente una escena que me conmovió al ir á visitar la iglesia. Era el 18 de junio si no me equivoco: habia procesion en el barrio de los pescadores, San Nicolas. Yo, al llegar en mi góndola al pié de la iglesia del Redentor, pregunté á un hombre que se aproximó, como hacen siempre que las góndolas tocan en la orilla, le pregunté, digo, cuál era la funcion que se celebraba aquel dia. El hombre á quien me dirijí era un venerable anciano, pobremente cubierto con un raido traje. Al oir mi pregunta dobló la cabeza, y despues de un silencio religioso de algunos minutos, me dijo con acento emocionado: «Antiguamente, en tiempo de la república, cuando yo era un muchacho, se celebraba una gran fiesta: todos los pescadores, ataviados con sus mejores galas, venian en procesion á esta iglesia, habia mucha animacion, mucho contento, mucha alegría: hoy ... no hay nada, señor, silencio y tristeza ... la patria no existe....» Mi carácter, que ávido busca estas emociones por todas partes, mi opinion respecto á los austríacos, la ancianidad respetable del veneciano que tenia delante de mí, su acento tierno y sentido, todo me penetró en el alma, todo me conmovió. Como no hay nada á mis ojos mas sagrado que el amor de Dios, la familia, la patria y la libertad, como ví profundamente triste al hombre anciano que acababa de hablar, como supuse que le seria dolorosa la idea de morir, él, tan anciano, dejando á la patria en poder de los tiranos, quise consolarle, quise consolarme á mi mismo, augurando la próxima emancipacion de la heróica y abatida Venecia, le hablé con calor, con pasion, segun mi costumbre, segun mis creencias: y su entusiasmo, nunca muerto, se despertó, y su fisonomía, plegada por el tiempo y el sufrimiento, se dilató animándose, y me tendió una de sus trémulas manos que yo me apresuré á estrechar, y juntos llamamos á Venecia en apoyo de Venecia, y juntos pedimos á Dios la emancipara, y juntos desahogamos el corazon; yo tan emocionado como él. ¡Pobre Venecia! esto me pasó, no he podido ménos de contarlo; continuemos nuestro paseo á la iglesia del Redentor. Tiene, como todas, bellezas de arte, cuadros y estatuas, elegantísima fachada, gusto arquitectónico, formas y estilo. A la entrada del Gran Canal, las iglesias de San Simeon y Cármen Descalzo: ámbas de mármol, en su mayor parte, sabor monumental, primorosos adornos, fisonomía artística. El templo de San Eustaquio, próximo al elegantísimo palacio de Pésaro, en el Gran Canal, admirable tambien. Visité por de contado, al dia siguiente de llegar á Venecia, las célebres é históricas casas que habitaron Canova, Ticiano, y el Petrarca. Ví tambien en el Palacio Ducal el cuarto en que estuvo preso el immortal Silvio Pellico. La casa que habitó Canova tiene una inscripcion sobre la puerta que lo indica; está en una plazuelita que se llama de San Márcos. La del Ticiano es de pobre aspecto, cuatro ventanas y un jardinito: hállase situada en una callejuela sin salida, próximo á la calle del Aguardiente. Venecia tiene 150 canales, que son sus calles; están cruzados por 340 puentes, entre los cuales descuella el de Rialto[22] á la salida del Gran Canal. Todas las calles de Venecia, sin exceptuar una, están embaldosadas, de modo que se marcha con la mayor comodidad: abundan los comercios y tiendas elegantes; el número de ellos que cuenta la ciudad, segun observé en una estadística que busqué en Venecia, es el de 5,200. Hay, segun los datos de la municipalidad, 20,000 casas, y 160,000 habitantes. En materia de teatros públicos solo ví tres, y no creo que haya mas: el de Fenice, que es el principal y muy bueno; el de Apolo, y el de la Malibran: no habia compañía de ópera cuando yo estuve. En cambio se oyen músicas todas las noches en la bellísima plaza de San Márcos: de los muchos cafés que allí se encuentran, y de los cuales el de _Florian_ es el mejor, sacan mesas y sillas á la plaza, que toda está perfectamente embaldosada. Allí acude mucha gente, y los delicados sorbetes que se sirven se toman agradablemente oyendo diferentes cuadrillas de músicos y cantantes que se suceden en el órden de sus conciertos al aire libre. Por lo regular, mejor dicho de seguro, cada grupo de músicos tiene por postulante una encantadora veneciana, de ojos negros y perfecta hermosura. Inútil es añadir que recoje bastantes _esbancigas_, moneda austríaca que allí circula, del valor de una lira italiana. Ya que por incidencia he hablado de las venecianas, bueno será decir que son arrogantemente hermosas: las mujeres mas bellas que he encontrado en todos mis viajes. No es extraño pues que el Ticiano adorne sus inspirados lienzos con tan raras y sorprendentes bellezas que nos parecen ideales: los originales de sus seductoras mujeres los hallaria por todas partes, se paseaban á su lado, no hizo mas que copiar. Son verdaderamente admirables las venecianas: sabido es que nuestras arrogantes españolas son celebradas en toda Europa por su belleza; pues yo, todo lo que puedo decir, á pesar de mi inmenso amor patrio, es que no sobrepujan á las hijas de la un tiempo poderosa y temida república reina del Adriático. Vamos ahora á los encantados palacios de Venecia. El famoso Gran Canal, teatro de tanto recuerdo, por cuyas serenas ondas han cruzado tantos valientes capitanes, tantos inspirados artistas, tantas hermosas mujeres, tantos arrojados marinos, todo el senado y aristocracia veneciana en sus elegantísimas góndolas: ese celebrado canal, que ha escuchado tantas palabras de amor, tantas serenatas de trovadores, que ha presenciado tantas citas, que ha servido de palenque á la bulliciosa alegría de sus animadísimos carnavales, ese lindísimo canal, que víó cercar sus riberas por ámbos lados de estupendos palacios de mármol, que se víó surcado, sin quejarse, por tantos centenares de lujosísimas góndolas; ese histórico canal, que crecia en magnificencia y hermosura todos los dias á compas de las conquistas venecianas que le adornaban de mármoles y jaspes preciosos; ese canal, digo, contemporáneo de la grandeza de la república, es hoy testigo tambien de su postracion y abatimiento. Parecióme al recorrerle de un extremo á otro, las diferentes veces que le crucé, que solo me paseaba por en medio de ruinas y escombros: su rica historia de conquistas y aventuras hablábame con el silencio y la soledad. En vano dirijí mis afanosas miradas á los innumerables palacios que bordan el canal; cerrados están todos sus balcones y ventanas: las góndolas no están como en lo antiguo ancladas á las puertas de los palacios esperando á los venecianos que con sus elegantes vestimentas le cruzaban sin cesar: todo es silencio y tristeza, todo es soledad y ruinas ... ¡tanto mejor! así es como debe estar la patria el dia que ha perdido su independencia ... vestida de luto, llorosa, afligida. Yo me alegro que los austríacos busquen inútilmente la histórica animacion de Venecia: el silencio los rodea, viven solos, enteramente aislados, ni un solo paisano se reune jamas con el tudesco, viven con el arma al brazo; el silencio de la ciudad que en su desgracia llora, les reprende su cobarde usurpacion. ¡Ah! ¿cuándo será libre? siempre me llevan los recuerdos, no lo puedo remediar, iba á hablar de los palacios y no sé cuanto he escrito en un minuto: vamos atras. Entre todos los bellísimos palacios del Gran Canal, descuella y sobresale el de Pésaro: se compone de tres cuerpos, cada uno enriquecido con esbeltas columnas de los mas preciados mármoles, vestido con el brillante ropaje de las arquitecturas gótica y árabe: con un opulento lujo de preciosos ornamentos que léjos de hacerle degenerar en churigueresco aumentan la belleza de su severidad. Tres grandes puertas en forma de arco le dan entrada por el lado del Canal Grande: hállase como todos rodeado de agua, novedad deliciosa para el viajero. Para llegar á sus puertas es preciso ir en una góndola: las primeras gradas de la escalera que le dan acceso, hállanse cubiertas por el agua: se atracan las graciosas embarcaciones á unas astas que á las puertas de los palacios se encuentran, y se penetra con toda comodidad en el vestíbulo. Los patios, con elegantes columnas de mármol; la regia escalera principal, embellecida con magníficas estatuas; todo el interior en una palabra, aunque silencioso y triste, correspondiendo á la admirable fachada del canal. Nada ciertamente mas artísticamente bello que el palacio de Pésaro, situado al centro del Gran Canal y unido al de Catalina Cornaro, reina que fué de Chipre. El palacio de Pésaro, como todos los del Gran Canal, está solo y triste, deshabitado y en abandono; hanse ya casi extinguido las familias de los senadores y de los duxes: como falta la patria falta todo: los palacios portentosos que allí abundan se venden por insignificantes cantidades: la célebre Taglioni posee tres en el Gran Canal: con lo que la han costado apénas podrian pagarse los cimientos de uno solo. El palacio de Catalina Cornaro es hoy oficina del Monte de Piedad ... es un gallardo y majestuoso edificio, que, como todos los del Gran Canal, costó millones; fué animadísimo teatro de bailes, reuniones y aventuras; hoy ... recuerdo triste de un pueblo que fué nacion, y al presente _provincia_ de Austria. Frente por frente al de Catalina Cornaro se levanta el palacio de Cadoro, admirable y bello: á su lado el de Marcello, donde existe un opulento depósito de antigüedades de arte muy digno de ser visitado; conócese en Venecia bajo el nombre de coleccion _Riccheti_: hay muchos y buenos cuadros, estatuas, mosáicos, pedrería, tapices, molduras, cuanto puede desearse: allí compré un reloj que me dijeron haber pertenecido á Catalina Cornaro, figura que yo he tratado de dibujar en mi primer ensayo dramático. El palacio de Gritti, próximo al puente de Rialto, en su mayor parte de mármol, admirable. Este palacio, como otros muchos que hay hácia el fin del Gran Canal, tiene por fuera, en sus paredes, nada ménos que frescos del inmortal Ticiano: las lluvias, el tiempo y la incuria, han medio borrado los sublimes toques del gran maestro. Así es todo Venecia: maravilloso y sorprendente, pues sorprende y maravilla ciertamente ver que lo que ningun palacio de las grandes ciudades de Europa tiene apénas en su interior, frescos del Ticiano, los palacios de Venecia, la oriental, porque así es preciso llamarla corrigiendo el mapa, los tienen por fuera. Tocando tambien con el puente de Rialto, el palacio bellísimo de Manin[23], último dux, que por su sobra de buena fe y falta de energía fué causa del triunfo de Napoleon. Los estilos de este palacio, los de casi todos los del Gran Canal, son gótico, corintio, árabe y paladio, felizmente combinados, sin mezclarse. Otro de los mas elegantes palacios del Gran Canal es el de Foscari, triste como está, mas seductor aun: es todo gótico, soberbio, admirable. Se encuentra á la revuelta ó recodo del Canal, da frente á los cinco palacios de Mocénigo y al de la familia Cornaro. Tocando con el de Foscari, el palacio Balbi, donde habitó Napoleon: el de enfrente, uno de los cinco de Mocénigo, sirvió de morada al ilustre Byron; allí escribió los primeros cantos de su _Don Juan_. Palacio del Hotel de la Villa, allí cerca, frente al palacio que fué Embajada de España: al lado un elegante puente de hierro que hace poco han construido. Entrando en el Gran Canal, por el desembarcadero del camino de hierro, á la izquierda, frente á una iglesia, un medio palacio, de historia original. Perteneció á Francini, noble veneciano que tenia dos hijos: al morir, dispuso que heredasen por iguales partes, y no habiéndose convenido de modo alguno, en razon á la perversidad del uno, se demolió exactamente la mitad del hermoso palacio, quedando dividido por el medio segun se ve hoy todavía. Hácia el centro del canal, los palacios de la duquesa de Berry, de Don Juan, el hermano de Montemolin, y del duque de Burdeos. El palacio de Bellas Artes, tambien en el Gran Canal, encierra milagros de arte; nadie salga de la encantada ciudad sin visitarlo. La sala de la Asuncion, llamada así por el cuadro del Ticiano del mismo asunto, es verdaderamente una joya de inmenso valor. Aparte del lienzo que da nombre á la sala, y que por sí solo puede enriquecer cualquier museo de Europa, hay Tintoretos y Veroneses divinos á derecha é izquierda: allí están tambien la primera y la última de las obras del gran Ticiano, cinco soberbias telas en la techumbre, cuatro de Verones, otro del inmortal veneciano, incrustados entre preciosas molduras. Un portentoso prodigio del Tintoreto, dando frente al cuadro de la Asuncion. En otra sala que hay contigua, es preciso permanecer un par de horas por lo ménos: la coleccion de diseños de Rafael que allí se ofrece á la admiracion, es por sí sola un precioso museo: al lado de los diseños se ostentan inimitables ocho ó diez cabezas del Ticiano: no hay nada mas admirable; y en esta misma sala tambien, para que nada falte al interes del arte, poderosamente sobreexcitado y satisfecho ya, se encuentra perfectamente conservada en una caja de cristal la mano derecha del gran Canova: la misma que manejó el cincel que ha producido tan asombrosas estatuas. A propósito de hombres célebres, y ahora que me viene á la memoria, tambien visité la casa que habitó Goldoni, el autor de tan buenas comedias. Otra visita indispensable en Venecia es la del Seminario Patriarcal, próximo á la iglesia de la Salud. Allí abundan, como por toda la ciudad encantada, las obras de su mas distinguido hijo, cuadros del Ticiano: el Verones ha escrito tambien su inspirado nombre en soberbias telas que allí brillan. La fábrica de tabacos, con un espacioso y bello edificio, se halla junto al Campo de Marte, detras de San Nicolas; merece verse; coleccion admirable de mujeres encantadoras, de belleza artística. Hay en Venecia buenos hoteles y cafés, tiendas elegantes, profuso alumbrado de gas, sociedad amabilísima y fácil, bibliotecas, muchísimos edificios notables, buenas librerías. No tengo mas apuntes que consultar: escrito queda cuanto mi memoria recuerda haber visto; salí de la ciudad para regresar á Milan, con la cabeza y el corazon henchidos de recuerdos que conservaré toda mi vida, con fervientes deseos de volver un dia, con ardientes plegarias por la emancipacion de la ciudad querida. Con lo que yo ví, hay asunto para un volúmen; yo me he limitado á trazar en compendio, y segun el órden de mis apuntes, todo lo que queda apuntado. Saludemos nuevamente á Venecia y emprendamos el camino de _Turin_. Pero ántes de salir de Venecia, tengo que apuntar una cosa que habia olvidado. El mismo dia que llegué á Venecia, chocóme, y lo pregunté, porqué las airosas góndolas que recorren las calles están vestidas de luto, con bayetas negras. Yo, con mi carácter exaltado, supuse, ántes de preguntarlo, que seria una manifestacion de luto nacional por la pérdida de la independencia; halagué esta idea, y temí que no fuera cierto mi pensamiento, y en verdad no lo era. Un veneciano que tenia pretensiones de erudito, me contó con aire melodramático la historia de Faliero y su trágica muerte, haciendo partir de este acontecimiento la costumbre de tener enlutadas las góndolas. Esta explicacion no me satisfizo, porque bien se deja entender que aparte de que fué justa y ejemplar la sentencia de Marino, el senado y el dux no hubieran tolerado una manifestacion tan contraria á sus soberanos decretos. Nada repuse á mi compañero, callé y tan luego como supe donde estaba la Biblioteca, hice lo que siempre que tengo una duda, busco inmediatamente el medio de resolverla. En mi calidad de extranjero, nada tenia de extraña mi pregunta: me dirijí al que me pareció ser director del Establecimiento, y con extrema cortesía satisfizo mi curiosidad. La cuestion es muy sencilla: los nobles de Venecia, dados á la opulencia y al lujo, empezaron con sus elegantísimas góndolas, que es como si dijéramos coches de gala, á oscurecer las del dux. El fausto fué creciendo cada dia: el Gran Canal víóse henchido de magníficas góndolas, con incrustados de márfil, con estupendas molduras, con cortinajes y pabellones de damasco. Despertóse un sentimiento muy pronunciado de rivalidad que dió orígen á enemistades, duelos, y crecidísimos dispendios en las familias. El momento habia llegado; el Senado veneciano, que jamas se dejaba imponer, y que en mas de una ocasion tuvo arranques que no correspondian á un poder republicano, dispuso, é hizo bien á mi juicio, en atencion á las fatales consecuencias que producia, que todas las góndolas, sin exceptuar una, fueran iguales, y estuvieran cubiertas con una bayeta negra. La ley se ejecutó, y hoy está aun en vigor; hé aquí todo explicado. De Venecia regresé á Milan deteniéndome en Verona: ya he hablado de esta ciudad. En Milan visité de nuevo la catedral, y teniendo que volver á Suiza sin atravesar los Alpes por el peligroso y encantador paso del San Gotardo, decidí dirigirme á Turin, para entrar en Suiza por el Monte Cenis y la Saboya: así lo ejecuté. En Milan tomé billete en la diligencia hasta Novara, cuya distancia se recorre en siete horas. La carretera es sobradamente buena, no deja nada que desear; pintoresca y deliciosa la campiña. Al cruzar la frontera de Milan para entrar en territorio piamontes, ántes de Novara, la policía austríaca detuvo una hora la diligencia, nos registraron los equipajes, hojearon y visaron los pasaportes; y con el pecho prodigiosamente dilatado, con el júbilo del que sale de un calabozo para recobrar la libertad querida, con el alivio de una ponderosa carga que me oprimia, salí del territorio que profanan los tudescos, y pisé el libérrimo suelo del _Piamonte_. Habia salido de Milan á las seis de la mañana, entré en Novara á las dos de la tarde. Inmediatamente se agolparon á mi cabeza todos los recuerdos de Cárlos Alberto, y solo así me interesó Novara, que en verdad tiene poco que ver. Quizá un pensamiento de ambicion fué causa de la derrota de Cárlos Alberto; quizá la ambicion que en Novara se mostró fué orígen de deplorables acontecimientos... ¿Quién sabe si á no ser por ella Milan y la heróica Venecia no hubieran sacudido su ominoso yugo? En Novara estuve una hora: á las tres de la tarde subí á uno de los coches del tren que salia para Turin, y á las diez de la noche entré en la capital del Piamonte. El camino de hierro que une Turin con Novara está muy bien acabado; sus terraplenes y nivelaciones, acertadamente concluidos, prestan al movimiento de los carruajes una facilidad suma. Ninguna poblacion notable se encuentra en todo el trayecto: la campiña es deliciosa y alegre, está bien cultivada: las estaciones todas muy animadas, el servicio está bien atendido. A media legua de Turin hicimos alto: todos los viajeros y equipajes se trasladaron á los ómnibus que aguardaban, media hora despues entramos en Turin. El camino de hierro no estaba completamente terminado mas que hasta el sitio indicado. Hoy llega á Turin. #TURIN.# La capital del Piamonte, que yo habia soñado bellísima, es una ciudad muy linda, no puede negarse, pero extremadamente monótona é insustancial. Todas sus calles están cortadas por el mismo patron; fastidia y cansa una igualdad tan estudiada: sus arcadas magníficas, que prudentemente repartidas hubieran dado fisonomía á la ciudad, hermoseándola, encierran la vista en círculo tan limitado y monótono que cansan hasta el disgusto. Aunque la ciudad es pequeña abundan las colosales plazas: la mas bella para mí es la de _Victorio Emmanuel_, al extremo de la ciudad. Su extension es prodigiosa; hállase circuida por tres fachadas de indispensables arcos, elevados y espaciosos como todos. Ciérrase en forma de semicírculo por el lado de la larga calle que conduce en línea recta á la plaza del _Palazzo Vecchio_. A los piés de la inmensa plaza se tiende el histórico Pó, con sus cristalinas y abundantes ondas. Desde el centro de la citada plaza se ofrece un cuadro muy pintoresco: el caudaloso rio, que salva un elegante puente de piedra de cinco arcos, al fin del cual, y dando frente, se levanta la iglesia de la _Gran Madre di Dio_, con su esbelta cupulita por corona, y un humilde peristilo con columnatas por frente: á derecha é izquierda y cerrando el horizonte, artísticas montañas, vestidas pomposamente de verdura. A la derecha, y situado sobre una pintoresca colina, se presenta un convento de frailes; á la izquierda, la bellísima iglesia de la _Superga_, con elegantes columnas, dos torres y una airosa cúpula. Antes de pasar adelante quiero apuntar la impresion que me produjo la vista de los frailes. En Venecia fué donde por primera vez pude examinar de cerca un monje. Acostumbrado á oir hablar de ellos desde mi niñez, en el sentido que hoy se hace; persuadido yo de que es una institucion que pasó para fortuna de la humanidad, y que pasó para no volver jamas; sin tener una idea precisa de ellos, porque en España fueron abolidos cuando yo tenia siete años, confieso francamente que al pasar junto á mí el primero que se ofreció á mi vista en Venecia, me separé espontáneamente por un movimiento casi repulsivo. Le observé con curiosidad suma, y cuando le perdí de vista, me felicité nuevamente, como lo habia hecho otras veces, de que no les hubiera en mi pais. Estoy hasta la evidencia convencido de que los monjes han pasado para siempre y por fortuna; las instituciones humanas todas tienen su época. Otra de las buenas plazas de Turin es la de _Carignano_: ancha y espaciosa, con majestuosos edificios. La plaza del Palacio Viejo, detras del cual reside el rey de Cerdeña en un edificio que llaman palacio, por equivocacion sin duda, es grande y despejada como todas las de la ciudad: á ella desembocan las calles mas elegantes, donde el comercio tiene sus lujosas tiendas[24]. El Palacio Viejo, que aislado se ofrece en medio de la plaza, no logró interesarme un minuto á pesar de su antigüedad venerable y su color histórico. Sus lienzos desiguales y abandonados, sus viejos torreones, su balconaje oscuro y pobre, su mezquina estatura que no llega ni con mucho á la talla de los palacios, todo su conjunto en una palabra no ofrece nada que admirar, razon por la que seguimos adelante, y á la verdad que es un apuro no pequeño para mí, que no sé donde llevar al lector: ¡tan diferente es Turin de Venecia[25]! Uno de los mas bellos ornamentos de la capital del Piamonte para mí, es natural, y nada debe á los hombres. Hablo de los magníficos Alpes, siempre portentosamente admirables, con su secular cabellera de blanquísima nieve. El nombre de la nacion indica sobradamente la situacion de los Alpes en Turin: _Piamonte_, es decir, al pié de los montes. Efectivamente, al entrar en muchas calles de Turin, rectas y llanas en su mayor parte, preséntanse de repente los Alpes, cerrando el horizonte, cerrando la calle, materialmente al pié. Esta soberbia decoracion, que tanto me seduce y encanta, hermosea á mis ojos las calles de _Torino_, cierra majestuosamente los horizontes con montañas de plata que al esplendor del sol deslumbran, nos ofrece dentro de la ciudad las espléndidas magnificencias con que Dios engalanó su perfecta obra, y embellece todo, el cuadro y los accidentes. Esta tan íntima vecindad de los Alpes, hace que el invierno en Turin sea excesivamente frio, si bien se neutraliza su accion como en Suiza por la frecuencia y abundancia de las nieves. Las iglesias de Turin, consideradas bajo el aspecto del arte, no ofrecen absolutamente nada que admirar[26]. Es Turin quizá la única poblacion de Italia que carece de templos monumentales, de iglesias donde el arte brilla: recorrí muchas y no encontré una sola que merezca un elogio, se entiende bajo la calificacion de artística. Uno de los sitios mas pintorescos de los alrededores de Turin es el llamado _Vigna della Regina_: frondosidad y verdura, alegres y blancas casas, colinas lindísimas. A poca distancia del Puente del Pó, que une como ya he dicho la plaza de Victor Manuel á la iglesia de la Gran Madre de Dios, acaba de construirse un puente colgante que yo crucé despues de haber pagado una corta cantidad que exigen por el paso, segun sucede en Lóndres en varios puentes. El _Dora_ corre tambien por Torino. Una gran calle, anchísima y espaciosa, con dobles filas de árboles, rodea la ciudad por un lado; es un paseo muy bueno que hermosea la proximidad del Pó. En Turin existen muchas librerías que surte en su mayor parte el comercio de Paris: encuéntranse muchos y buenos libros: los gabinetes de lectura y las bibliotecas, así como los demas establecimientos literarios de Turin, están bien montados y comprendidos. En materia de hoteles y cafés hay abundancia, en especial de los últimos, que por todas partes se encuentran. Los teatros, á excepción del Real, son de pobre aspecto; estaban muy poco animados cuando yo los ví: bien es verdad que la trágica Ristori con toda la compañía del primer teatro de verso de Turin se hallaba en Paris, donde despues la ví. Asistí á una representacion de la _Linda_ en un miserable teatro llamado _Cervino_, teatro que está á la derecha de la plaza de Victor Manuel. La compañía era detestable; la orquesta de provincia; el interior del llamado teatro difícil de describir: la _Linda_ que cantaron, muy fea, con perdon de Donizetti; que sea dicho con verdad no la hubiera conocido. El mejor teatro de Turin es el Real. Una de las visitas que ningun extranjero debe dispensarse en Turin es la del Museo Egipcio. El edificio en que se halla la coleccion egipcia es un antiguo palacio que está en una de las principales calles de Turin, la calle Nueva. En el mismo establecimiento hay una corporacion literaria y un gabinete de agricultura. Segun me dijeron en Turin, la coleccion de momias y bustos egipcios de que hablo, fué reunida y comprada por un frances que queria vendérsela á Luis Felipe. Parece que no habiéndose convenido en el precio, Cárlos Alberto ofreció lo que pedian y la obtuvo, enriqueciendo de este modo su pais con una rara y preciosa coleccion. En el piso bajo del edificio, ocupan dos salones, estatuas, bustos, columnas y restos de templos, todo egipcio puro, con sus correspondientes jeroglíficos y sus ininteligibles inscripciones. Es curiosísima esta coleccion, y digna por mas de un concepto de ser visitada. Allí, en presencia de aquellas columnas, la antigüedad renace, y el Egipto, que ántes que la Grecia misma fué cuna del saber y de una civilizacion muy adelantada, sobre todo en artes, se ostenta todavía jóven y artístico. Hay allí cinco ó seis estatuas de los infinitos dioses que el politeismo egipcio creó para halagar sucesivamente todas las pasiones, aun las mas torpes. Tambien se encuentran en esta coleccion cuatro ó cinco templos egipcios en miniatura; dan una exacta y cumplida idea de los verdaderos, porque contienen hasta el mas pequeño detalle. En el último piso están las momias, perfectamente conservadas é intactas, despues de los siglos que cuentan. Entre ellas hay una de un sacerdote egipcio de remota antigüedad: cuéntanse diez y seis ó diez y ocho admirablemente conservadas. El gabinete de historia natural es tambien curioso: se compone de riquísimas colecciones de aves, cuadrúpedos, pájaros, etc., etc., en muy buen número. Hay unos empleados muy amables, que, mediante cierto saludo expresivo de manos, explican y enseñan todo. Allí tambien, como en el nuestro de Madrid, se enseña muy bien disecado y puesto el colosal esqueleto de un megaterio. Los tres reinos mineral, animal y vegetal con sus diferentes ramificaciones y familias, están dignamente representados con ricas colecciones. El gabinete ocupa diferentes salones; los objetos están muy bien clasificados. El museo de pinturas, cerca del palacio que habita Victor Manuel, es pobremente pobre y apénas merece una hora de exámen: compónese en su mayor parte de copias, y los buenos maestros de las escuelas de Venecia, Florencia y Roma no aparecen por allí. El aspecto general de Turin, es el de un pueblo que cuenta cuatro dias de existencia; todo es nuevo, todo es reciente, todo moderno. En vano se pregunta el viajero donde están los edificios que en todas partes existen de las generaciones que fueron; inútil es querer buscar el Turin del dia anterior; no se le encuentra, porque no existe. Esta circunstancia, muy atendible para mí, que busco en un pueblo sus antecedentes y su pasado, unida á la de su cansada monotonía de un todo igual, me hicieron abandonar Turin á los pocos dias de mi llegada. Esto mismo creo sucederá á todos los extranjeros que como yo vayan con el único objeto de visitarle. El sistema de comunicaciones, desde que el Piamonte ha entrado de buena fe en la senda de un pueblo constitucional, que marcha sin obstáculos á su desenvolvimiento y progreso, ha recibido un impulso importantísimo, que ayudando á su presente enriquece ya el porvenir, porque sabido es que las comunicaciones son hoy una segura fuente de progreso y riqueza. Parten de Turin diferentes líneas férreas bien construidas y llenas de vida y animacion. Por todos los sitios que recorren van repartiendo vida y movimiento, aproximan los pueblos á la capital; cambian ventajosamente, y con utilidad general, todos los productos; promueven las obras de utilidad y de recreo por donde pasan, y aumentan en una palabra la riqueza pública, como sucede en todos los paises que cuentan buenas comunicaciones. De Turin hay caminos de hierro á Novara, Génova, Alejandría y Suse, al mismo pié de los Alpes. Las líneas todas son muy importantes, en especial las de Novara y Génova: los carruajes son buenos, excelente nivelacion, movimiento y servicio. El camino de hierro de Turin á Suse, línea de unas catorce leguas españolas, habla muy alto en pro del Piamonte. La línea, importante bajo todos aspectos, marcha por el lado de los Alpes, y en direccion á la Saboya, venciendo grandes obstáculos materiales, como son las faldas de esos tremendos montes que rodean Turin. Esta fué la que yo escojí para regresar á Suiza. Salí de Turin á las tres de la tarde: á las cuatro y media llegamos á Suse, tocando materialmente con el Monte Cenis, y por consiguiente con inmensas alturas que subir. Su paso por allí es ya imposible; yo habia tomado billete desde Turin á Ginebra: llegado á Suse subí á la diligencia, tirada por catorce vigorosas mulas, y despues de subir constantemente nueve horas, llegamos á la cima del altísimo monte, coronado de nieve resplandeciente. Eran las dos y media de la madrugada; en un hotel que allí existe tomamos café con leche, y seguimos nuestro camino, que desde allí es de descenso, y de descenso constante, no interrumpido un momento hasta llegar al mismo Ginebra. El camino es soberbio, imponente, magnífico: los Alpes, esos portentosos montes que he tenido el sin igual placer de cruzar por diferentes sitios; esas altísimas montañas que el grande hijo de Cartago atravesó el primero, por uno de los milagros que abortó su genio, se ofrecieron de nuevo á mi admiracion al atravesar la Saboya. Valles profundos henchidos de nieve, cascadas bulliciosas y brillantes, precipicios de inconmensurable grandeza, el pequeño San Bernardo, colinas seculares de perfiles y contornos pintorescos, una asombrosa carretera que los salva y cruza desde el lado de Suse, cerca de Turin, hasta las mismas calles de Ginebra, todos estos accidentes reunidos, hicieron de mi viaje un estudioso y agradable recreo, que me produjo una no interrumpida serie de emociones halagüeñas. A media legua de Chambery, capital de la Saboya[27], empiezan á verse las magníficas y numerosas casas de campo que la aristocracia de Saboya y los ingleses y alemanes que viajan han levantado en su derredor. Es un delicioso sitio de recreo en los meses de verano, con la agradabilísima vecindad de los Alpes, el pintoresco Chamouny, el Monte Blanco, el hospicio de San Bernardo, y los _Glaciers_. La capital de la Saboya tiene muy pocos encantos para el viajero: solo hay dos calles buenas: al fin de la principal, se levanta un monumento consagrado á un hombre verdaderamente grande y modesto: es una fuente de mármol, coronada por una estatua de bronce, busto del ilustre ciudadano de Chambery[28] que legó parte de sus inmensos bienes á los pobres; que levantó y fundó con bienes raices propios la casa de expósitos, que detras de su estatua se levanta, que creó y dotó una escuela de educacion gratuita para los pobres, y que hizo enfin otras muchas obras de relevante caridad, que granjeándole el amor de los que le conocieron, le ha asegurado la veneracion de los que viven y el respeto de los que vendrán. Hay en Chambery dos buenos hoteles y otros muchos medianos, un teatrito, una catedral curiosa, algunos cafés, y una calle de tiendas elegantes. Desde Chambery á Ginebra, se encuentran algunos pueblos importantes: la campiña está bien cultivada, en cuanto se puede, y es muy limpio y alegre el aspecto de los pueblos que salen al paso desde Chambery á Ginebra. Llegué á esta última ciudad que ya he descrito al hablar de Suiza, y desde Ginebra á Berna, encontré mas comodidades que en ningun pueblo de Europa. Hice la travesía en catorce horas, pasando por Yverdon y Neuchatel, viajando en vapor por lagos, en vapor por tierra, en diligencia y en ómnibus, todo en poco tiempo, y admirablemente bien. Y aquí terminan mis apuntes del viaje á Italia: el recuerdo agradabilísimo de Venecia le guardará eterna y cuidadosamente mi memoria: ninguna de las grandes capitales que he visitado, tanto en Europa como en América, me ha producido la emocion que la reina del Adriático hizo en mi ánimo; bien es verdad que Venecia no se parece á ninguna ciudad. El paso de los Alpes por el San Gotardo merece por sí solo un viaje: buen recuerdo tambien. La Italia tiene excelentes carreteras, y los medios de comunicacion reciben todos los dias un grande impulso. El Piamonte marcha á la cabeza de los demas pueblos de Italia, y sus vias férreas bien construidas, abarcarán dentro de poco y sujetas á un solo centro comun, las diferentes provincias que constituyen el reino. Nada digo de Florencia, porque solo permanecí veinticuatro horas en su recinto; fáltame visitar detenidamente Roma y Nápoles. Y ahora que quedan recopiladas y en compendio mis impresiones de Italia, el lector me sigue á una corta expedicion al que fué un dia teatro de Lola Montes, y desde allí á Viena. #ALEMANIA.# De Berna á Munich, capital de Baviera, hay solamente un paseo. Esta circunstancia, que me proporcionaba el deseado placer de conocer en pequeño la Alemania, el pueblo mas pensador de Europa, me decidió á hacer un corto paseo de Berna á Munich, y de allí á Viena. Desde la capital federal de Suiza á Zurich, la diligencia recorre la distancia en trece horas: allí se toma el corto trecho que hay de camino de hierro, se vuelve á subir á la diligencia por tres horas, y se llega á la frontera bávara, y desde allí á Munich, camino de hierro, tres horas y media. Las comunicaciones en Alemania tienen algo de diferente de todas las demas de Europa: la grave formalidad que caracteriza á los hijos de la Germania, hasta en el mas insignificante detalle de la vida, imprime un carácter especial á todo lo que ellos hacen, á todo lo que ellos emprenden. La dignidad y el espíritu humilde reunidos, hacen de los alemanes unos seres complacientes y formales, que yo prefiero con mucho á la falsa é interesada cortesía de los franceses, á la seca y desabrida aspereza de los ingleses, y á la humillante insinuacion de los italianos. Yo amo la Alemania: he tenido la complacencia y la satisfaccion de ver confirmadas las opiniones que habia formado de las naciones de Europa que he visitado ántes de salir de España. Cierto es que para juzgar los pueblos es indispensable visitarlos: el frecuente y continuado trato con los extranjeros hace que desaparezca del todo y para siempre esa prevencion que para tratarlos tiene aun el hombre mas instruido, cuando no ha salido nunca de su pais. Se ven y aprenden muchas cosas nuevas, se ensancha el círculo de los conocimientos, se toma una idea cierta del estado de los pueblos que viven mas allá de las fronteras de su pais, se adquiere insensiblemente y sin advertirlo una suma de conocimientos especiales, se estudia, se ve, se toca, se compara, se discurre con exactitud sobre la grandeza y decadencia de las naciones. Se analiza el espíritu público de cada pueblo, se asiste á su vida interior, se aprende mucho en una palabra. No hay libro mas precioso que el del viaje, que es, por decirlo así, una geografía práctica: pero no es ménos cierto, reanudando mi truncado pensamiento, que hay ideas generales que puede uno formar sobre otros paises sin haber salido del suyo, y esas son precisamente las que yo he confirmado con mis viajes. Siempre mi predileccion al pasar revista á las naciones se la acordaba á la Alemania. Me apresuro á protestar contra la deduccion que pudiera hacerse suponiendo que en política yo prefiero el sistema de la mayor parte de los gobiernos alemanes: no, de modo alguno, y hasta inútil era esta protesta, pues escritas y publicadas están mis opiniones sobre el gobierno de Austria. No, no hablo de eso; hablo de la Alemania inteligente, de la Alemania pensadora, de la Alemania literata, de la Alemania estudiosa y grave, de la Alemania instruida y profunda. Es sin duda alguna la Alemania la nacion mas avanzada de Europa en letras; el pueblo que mas medita y lee, el pueblo que tiene mas conciencia literaria, mas rectitud pensadora, si se me permite la frase. Al entrar en Alemania empieza á sentirse ya el ruido de las prensas que gotean libros, el vuelo de los ilustrados periódicos que circulan: empiezan á verse graves fisonomías que el estudio y solo el estudio plega; no el tumulto político como en otros paises, no la aturdida existencia como en los mas. En Alemania, al reves que en Francia, se lee y estudia mas que se escribe. ¿Pero por ventura pueden compararse en algo esos dos pueblos? La España literaria es muy apreciada en Suiza y Alemania, y en Inglaterra tambien; en Alemania sobre todo, donde sin cesar se estudia y traduce, comenta y admira, el tesoro literario de nuestro pais. Pero vamos á entrar en Munich, que sinó no llegarémos nunca. Una circunstancia indispensable para el extranjero que visita la capital de Baviera y quiere sacar todo el partido posible, es ... la de saber sepultar en su estómago una docena por lo ménos de vasos de cerveza, por dia se entiende, si puede beber mas tanto mejor. No es broma lo que acabo de apuntar, es exacto, se bebe cerveza todo el dia y en todas partes, con ella se entablan las ilustradas polémicas literarias que forman la vida de Munich; ella segun parece facilita el uso de la palabra; discútense artes, literatura, historia, todos los dias, siempre; ¿pero cómo? admirable, admirable, con profundo conocimiento, con espíritu clarísimo, con sana y elevada crítica. En Alemania se pasa todos los dias revista á las literaturas de Europa, pero revista concienzuda, razonada, profunda. Para gozar del inmenso encanto, que para mí lo es, de discutir sobre letras, es necesario saber beber cerveza; no es la cerveza de Lóndres, no es la _pale-ale_ que dan en las tabernas de la capital de Albion y que los ingleses tanto aprecian, no, es una cerveza agradable que me gustó mucho, muchísimo, pues con ayuda de ella presencié animadas é interesantísimas discusiones. La primera visita del extranjero en Munich es la de la célebre galería de pinturas que enriquece la ciudad[29]. Hay ciertamente mucho que ver y admirar en el museo de Munich. Se compone de nueve salas; hay colecciones soberbias de pintores flamencos y alemanes; riquísimos lienzos de la escuela italiana, y cuadros portentosos de la española; hay Murillos, Zurbaranes y Velasquezes; la galería de escultura es rica en monumentos de Grecia antiquísimos y en obras de Canova. A la formacion del museo de Munich ha presidido el órden y el buen gusto: el ilustrado monarca que ha estado al frente de la nacion hasta hace poco, ese monarca artista que ha hecho tantos viajes á Roma solo por estudiar, que tanto ha protegido á los artistas, ha consagrado muchos desvelos á la magnífica galería de que hablo. Todos los lienzos que allí se admiran, todos los cuadros que la constituyen, están cada uno en su puesto, ocupando el lugar que les pertenece en la historia del arte seguida allí paso á paso desde su orígen y desarrollo sucesivo hasta el apogeo de su gloria en tiempo de los Rafaeles y Murillos. En la colocacion de los cuadros se ve la mano entendida y sabia de los alemanes: no sucede así en otros museos que he visitado en otros paises: ¡qué desórden que traduce ignorancia! El inteligente en pintura tiene horas deliciosas que pasar en el museo de Munich: allí se estudia y se admira, hay muchas obras maestras, hay prodigios de arte, hay muchos lienzos soberbios; y como yo no soy pintor y en los museos me limito á admirar, concluyo recomendando á todos los que vayan á Munich no se salgan sin conocerle. Una de las mejores calles de Munich, que yo recorrí muchas veces, porque me placia estudiar aunque de paso la fisonomía de las tiendas y las casas, es la de _Ludwig-Strasse_, larga, ancha y bella. Los comercios y las tiendas, con ese carácter especial que yo encuentro en todo lo que es aleman, con esa exactitud y formalidad peculiares, merecen verse detenidamente. Entrando en los comercios, aunque no se compre, solo por el gusto que yo tengo en todos los pueblos extranjeros de ver y oir, de ver hasta los detalles, de oir la manera de expresarse, se aprende y se estudia. Aparte de esta calle, hay otras muy buenas y elegantes[30], pero es sin duda la mejor la citada. Tiene Munich un teatro magnífico de ópera próximo al Palacio Real, donde ademas se representan comedias: uno y otro en aleman, como sucede en Suiza, donde he oido casi todas las óperas del repertorio aleman. Cuéntanse otros varios teatros. El viajero encuentra en Munich excelentes hoteles, cafés y paseos: inútil es añadir que existen muchas ricas bibliotecas donde se lee y estudia mucho. La Biblioteca central, una de los mayores de Europa, es rica sobre todo en manuscritos: los hay del octavo y noveno siglos. La coleccion numismática es preciosísima y numerosa: monedas griegas y romanas de la mas alta antigüedad. Un libro magnífico que posee la citada biblioteca está enriquecido con grabados originales de Durero. La Biblioteca de la universidad se compone de 200,000 volúmenes: hay otras varias, así como academias, liceos, catedras, establecimientos literarios. La sociedad de canto de Munich se compone de nuevecientos miembros: se dan magníficos conciertos en el Odeon: cuéntanse muchos casinos. Las iglesias principales de la capital de Baviera son la de San Miguel, la catedral, con sus altas torres, la elegante iglesia de San Luis, y el lindísimo templo de San Pedro. La poblacion de Munich, segun el último censo, se compone de 110,000 habitantes. Tienen, como en todas partes, establecida la libertad de cultos, pero la mayoría es católica en Munich. El templo de la Gloria, que se levanta gallardo sobre la altura Sendling, es de estilo dórico: contiene doscientos bustos de celebridades nacionales. Delante del edificio se admira una colosal y grandiosa estatua de bronce. El rio Isar corre cerca de Munich, y alegra y fertiliza su campiña. Merecen una visita los alrededores, y en especial el famoso sitio de recreo, llamado Schleissheim: dista media legua de la ciudad, y en él se conserva una preciosa coleccion de cuadros, entre cuyas firmas ilustres están Van-Dyck, Rubens, Tintoreto y otros privilegiados artistas. Las principales plazas de Munich son las de Maximiliano, José, Odeon, Panaderos y otras dos cuyos nombres no recuerdo. Cuéntanse algunas estatuas dedicadas á la Virgen, lo cual me llamó bastante la atencion, pues solo en Italia las habia visto. En Munich abundan los gabinetes de lectura; y tanto las casas de beneficencia como de instruccion están bien comprendidas. Las cárceles en su sistema y organizacion interior no dejan nada que desear. La familia, principal fundamento de una sociedad, descansa en Baviera sobre la ancha base de la moral, y del hogar doméstico salen excelentes ciudadanos. El pueblo sabe leer y escribir, y este santo pan del alma, que se llama instruccion, que regatean y escasean en muchas naciones de Europa los gobiernos, se otorga y se sirve abundantemente al pueblo en Munich y en la Alemania toda, en especial en Sajonia, que con la Suiza componen las dos naciones del mundo donde la instruccion está mas extendida. Uno de los magníficos edificios de Munich es el palacio real, tan bello en su interior como por fuera. Una de las salas de que consta se llama _Salon de las Hermosas_: allí están los retratos de todas las queridas que ha tenido el monarca, entre las que ví á nuestra turbulenta y célebre compatriota, la Lola Montes, en pintura se entiende. El palacio está elegantemente vestido y decorado; el arte y el buen gusto le llenan[31]. La universidad de Munich, á la cual asisten jóvenes de todas las naciones, suministra á la capital de Baviera una agradable novedad para el extranjero. El contingente de estudiantes que allí se ven, diferentes de los de otros paises, en trajes, en costumbres, en todo, anima la ciudad, suministra asuntos á periodistas y escritores, da una cifra respetable por año á la estadística del consumo de cerveza y tabaco, asusta á mas de cuatro maridos, se bate en desafíos, discute, se mueve, bulle, hormiguea[32]. El paseo de los Jardines próximo á las cuatro hermosas calles que se cruzan, formando tan pintoresco cuadro, es el punto de cita y reunion de la sociedad de Munich. Los jardines del Tivoli y Hofgarten son tambien deliciosos. #VIENA.# La capital del Austria, situada en una llanura, rodeada de muchas y variadas colinas, aparece desde luego á la vista del viajero como una ciudad de importancia. La descripcion que en mis apuntes encuentro es breve y concisa: habiendo solo permanecido quince dias en Viena, no me fué posible estudiar con detencion cuanto la capital contiene digno de ser visto: sin embargo, como mi única ocupacion en Viena fuera la de recorrer y visitar lo mas notable, creo que el capítulo sobre Viena, aunque corto, no dejará de contener algunos datos y noticias. De Leipsick y Praga, ciudades que solo visité al pasar, nada podré decir; por lo tanto entremos en Viena. El Danubio, ese imponente y majestuoso rio que ha presenciado tantas batallas y sido testigo de acontecimientos tan importantes, atraviesa y rodea Viena con sus ondas alguna vez turbulentas. El aspecto del rio, subdividido en tantos canales y cursos diferentes como en Viena ofrece, no responde á la idea de grandeza que de él se forma el que aun no le ha visitado. Las calles de Viena, á excepción de las modernas, son en general estrechas. El aspecto general de la ciudad no es el de una capital de la Alemania: la fisonomía de algunos palacios semeja mas bien la Italia. Hay sin embargo alguno que otro edificio gótico que recuerda la edad media y que presta colorido antiguo á la ciudad. La iglesia mas imponente y majestuosa de Viena es la de San Esteban: su elevado campanario domina todos los edificios y asoma su alta cabeza por encima de todo. El pensamiento religioso, simbolizado en San Esteban, corona todos los ruidos, sirve de cúpula á todas las ideas y ampara y patrocina todas las emociones. Como la iglesia sea el templo mas democrático posible, donde todas las desigualdades se nivelan, ó al ménos deba serlo, segun el pensamiento de Jesucristo, no encuentro que merezca censura la idea de dar á las iglesias cristianas la talla mas alta entre todos los edificios. La torre de San Esteban es un resúmen en cierto modo de la historia del Austria y de su arte: comenzada en 1100 solo ha podido levantarse airosa y esbelta en 1307, empleándose en su construccion mas de dos siglos y retratando en ella mil vicisitudes y recuerdos. El interior del templo responde á lo que desde fuera anuncia: es majestuoso y severo. La iglesia de los Agustinos vale la pena de ser vista por mas de un concepto: aparte de la belleza del edificio, el célebre Canova tiene allí una de las mejores páginas que en mármol ha escrito su inspirado cincel. La tumba de la archiduquesa Cristina, mausoleo magnífico que la vanidad ha levantado, dió orígen, y por ello ya merece perdonarse, á que Canova, el escultor sin rival, desplegara todo su talento en la obra. Los que amen las artes, por poco que entiendan de escultura, no salgan de Viena sin visitarla. Otro templo notable es el de San Pedro, construido el año 800 por Carlo Magno. Su venerable antigüedad y su belleza artística atraen la mirada del observador y contentan la imaginacion, que gusta de contemplar un pasado tan lejano y sin embargo tan firme y robusto. En Viena, no obstante dominar casi exclusivamente la religion católica, tienen tambien la buena suerte de tolerar las demas: hay templos para todos los cultos, y colocados unos en frente de otros, no hay indiferencia ni hipocresía. El palacio del Emperador no es seguramente uno de los mejores de Europa; es modesto y nada mas: en el jardin que por un lado le adorna se levanta una estatua dedicada á Francisco I. La plaza de armas, próxima al palacio, da frente al Jardin del Pueblo, cuyo título no he comprendido aun; en la capital de un imperio gobernado con las formas absolutistas, me figuro que es lo que los franceses llaman una _plaisanterie_, aunque no del mejor gusto. Las calles principales son las de _Herngasse_, de los Señores, la _de la Puerta del Cielo_ y otras cuatro ó cinco. Me llamó mucho la atencion el observar que con bastante frecuencia el viajero encuentra en las calles y plazas columnas dedicadas á la Virgen, á la Trinidad y otros símbolos religiosos. Yo encuentro que las manifestaciones mas expresivas en materia de religion son las de las acciones verdaderamente cristianas, que huyen la luz y el espectáculo, ocultándose en el santuario de la conciencia. Pero en fin, como que tengo una singular complacencia en tolerar todo respetando las opiniones de los demas, nada digo en contra, emito solamente mi parecer. Las plazas mas grandes que yo tuve ocasion de ver en Viena, son la de la _Harina_ y la de _José_: ámbas son espaciosas y monumentales. El viajero que guste conocer lo antiguo de las ciudades, tiene diferentes visitas que hacer; hay algunos edificios que merecen ser vistos. Abundan las fuentes en las plazas, lo cual es muy bueno. Los establecimientos de beneficencia están admirablemente comprendidos y organizados en Viena: los pobres, esos desheredados de la fortuna, que el mundo apénas se digna mirar, la religion suavísima y tierna del Crucificado los recoje cariñosa y los abriga con amor en sus templos hospitales: los de Viena dejan muy poco que desear, son admirables. Los establecimientos literarios en Viena, como en toda Alemania, llaman poderosamente la atencion. Esta parte de la Europa, que la elegante Madame de Staël ha llamado la patria del pensamiento, y que es en verdad el oriente de donde nos viene la luz en materia de adelantos científicos, consagra un cariñoso cuidado á reunir libros y monumentos literarios. La biblioteca principal de Viena contiene 300,000 volúmenes, pero de obras escogidas, de tesoros de inteligencia y saber. Allí, los monumentos mas preciosos que la ciencia ha levantado, se encuentran reunidos: allí, en presencia de tanto y tan magnífico caudal de ideas, el hombre comprende su dignidad, su grandeza y los altos fines para que ha sido creado. Allí reina la inteligencia, soberana del mundo, allí se respira el aire de la gloria, allí se levantan esas altas pirámides que señalan el camino del mundo, allí están reunidos los héroes del pensamiento, los atletas de la inteligencia, allí está la verdadera aristocracia de la humanidad, que cuenta por blasones 300,000 volúmenes: allí está el orgullo de las sociedades, la riqueza del porvenir, la gloria del pasado, el honor de las presentes edades. En la biblioteca de Viena, los filósofos, sabios y escritores de todos los climas y lenguas, hermanos, por el parentesco del alma, viven reunidos y en paz: allí está el mejor árbol genealógico posible del humano linaje; esos son los establecimientos que yo visito con placer y predileccion: nunca, en ningun pais, he procurado ver las armerías, arsenales de instrumentos de muerte que nada bueno pueden decir; las bibliotecas honran una nacion; yo así lo creo; y haciendo un punto á mis involuntarias reflexiones, digamos algo de la biblioteca de Viena. Las obras del Fénix de los ingenios españoles, del monstruo de fecundidad Lope de Vega, que en España no poseemos completas, se encuentran en la biblioteca de Viena, ocupando parte de una de sus principales salas y cuidadosamente cuidadas. La coleccion de manuscritos es riquísima é importante: los hay de muchos escritores latinos, españoles, franceses é italianos: los manuscritos del Taso que la biblioteca de Viena posee son preciosos y de gran valía: el número de manuscritos que enriquece la biblioteca se eleva á 16,000. Hay ademas en la capital del Austria cinco ó seis bibliotecas, con excelentes empleados á su frente y numerosas y preciadas colecciones de libros. Las academias, ateneos, y demas establecimientos literarios, responden á las necesidades intelectuales del pais. El Museo de pinturas es tambien notable: la sala italiana contiene cuadros de Andrea del Sarto, Ticiano, Verones, Vinci y otros; que al emperador de Austria le ha sido muy fácil adquirir merced á su dominacion en Milan y Venecia. La escuela española está dignamente representada en el museo de Viena por Velasquez, Murillo, Zurbaran y Gano, cada uno de los que tiene allí asombrosos lienzos de atrevida inspiracion. Van-Dyck, Rubens, Rembrandt y otros artistas de gran mérito enriquecen la coleccion de cuadros que allí se ha reunido. Seis son los teatros que cuenta Viena, en la ciudad y en los arrabales: el principal, situado cerca de la plaza de la _Harina_, y donde se canta la ópera italiana, vale muy poco, tanto por su escasa significacion artística como por su defectuosa construccion acústica. En los meses de abril, mayo y junio, temporada de la ópera italiana, se oyen en el teatro de Viena buenos cantantes. La vida en la capital del Austria tiene algo de la vida de una provincia: diríase que todo está allí reglamentado y que á hora fija y de antemano marcada todas las distracciones deben terminar. Los espectáculos comienzan muy pronto; á las diez de la noche todos los teatros y cafés están cerrados, y cada ciudadano se retira á su casa, lo mismo, exactamente lo mismo que en una ciudad de provincia, lo cual no es ciertamente muy agradable. El mejor paseo de Viena es el llamado del _Prater_, sitio muy agradable, plantado con muchos árboles y embellecido con la vecindad del Danubio. El _Prater_ es un punto de reunion muy ameno y frecuentado; hay tambien diferentes jardines públicos, bastante buenos. El teatro en Viena, como en toda la Alemania, se alimenta con traducciones: despues de Lessing, Schiller y Goëthe, que hicieron esfuerzos sobrehumanos para emancipar á su patria del tributo que pagan á las escenas extranjeras, nadie le ha levantado de su postracion: la literatura dramática, propiamente dicha, no existe en Alemania. Aparte de que la censura austríaca corta el vuelo á la imaginacion, falta en Alemania un centro donde haya lo que indispensablemente necesita un teatro para existir: autores, público y actores. En Alemania, merced á sus infinitas divisiones en pequeños reinos y ducados, todo está disperso, como el espíritu nacional, que apénas existe. Pero en cambio y compensacion suficiente, los estudios filosóficos, el individuo, ya que no la sociedad reunida, trabajan allí mas que en parte alguna del universo. La crítica, el estudio de las ciencias, la filosofía, las averiguaciones científicas, la polémica, el deseo del saber, la investigacion de los secretos del arte, la meditacion y el estudio, toman allí la principal parte de la vida, y de ahí el que los alemanes doten todos los dias el mundo con nuevas obras de ciencia y erudicion. Su clima y su espíritu, su lengua y sus costumbres los señalan como los mas á propósito para investigar, profundizar, descubrir: la filosofía trabaja la Alemania, muchas y variadas escuelas la dividen, grandes y provechosas polémicas la ilustran, discusiones admirables la iluminan. Ellos recojen atentamente el espíritu humano, le analizan y le traducen en libros. ¡Honor á la Alemania pensadora! Los escritores alemanes, que ántes de publicar obra alguna han estudiado mucho, que reciben una esmerada educacion literaria, que aprenden familiarmente tres ó cuatro lenguas, dedican todos los dias una especial atencion á nuestra rica literatura. Es necesario verlo para juzgar de la grande predileccion que los alemanes tienen por nuestra historia literaria. Aparte de haber traducido y comentado una y mil veces el portentoso Quijote, del cual casi todos los años publican una nueva edicion: aparte de representar con mucha frecuencia en todos los teatros alemanes comedias de nuestro teatro antiguo, traducen y representan tambien las de nuestro moderno repertorio. Breton, Hartzenbusch, Vega, Espronceda (en sus poesías y Diablo mundo) son familiares en todos los círculos literarios de la sabia Alemania: el mismo Zorrilla, que nada tiene de poeta dramático, ha visto su Don Juan Tenorio traducido y representado en toda Alemania. Se publican unas tras otras obras magníficas sobre nuestra historia antigua y moderna, sobre nuestra literatura, sobre nuestra novela: allí se conocen tan bien como en España mismo las obras y biografías de nuestros escritores, las cifras de nuestro movimiento literario, la vida de nuestras academias, el vuelo de nuestro periodismo, nuestra filosofía. Es admirable; yo tengo un inmenso placer al pagarlos este merecido y justo tributo de gratitud hácia su señalado amor á todo lo que es español. Ellos, con sus poderosos medios de comunicacion, con su pujante vida de movimiento literario, ponen en circulacion universal nuestras obras, y nos hacen leer en todas partes. A la España le toca por utilidad y gratitud aplicarse á estudiar y difundir los tesoros literarios de la Alemania, apartándose á todo escape de esa corrupcion y pobreza de la superficialidad francesa, que sin título alguno invade nuestros dominios literarios, extraviando la juventud, pervirtiendo el gusto, y cegando nuestra poderosa facundia original con manantiales de estéril trivialidad, de infecunda superchería. Concluyo mi corto capítulo de la Alemania, recomendando los excelentes hoteles de Munich, en especial los de la gran calle de Luis: están muy bien comprendidas las necesidades del viajero, y se sirve con excelente complacencia. Mucho deseo poder escribir muy pronto las impresiones de un viaje por toda la Alemania, nacion la mas estudiosa de Europa. Estamos en viaje y nos trasladamos á Portugal. #PORTUGAL.# Lisboa, capital del lusitano reino, tan celebrada por su belleza y grandiosidad, me produjo una impresion de desencanto; no satisfizo mis esperanzas. Yo que habia escuchado entusiastas descripciones de Lisboa; que la imaginaba pomposamente gallarda, con el arrullo del Tajo á sus piés; que á juzgar por lo que de su belleza habia leido dibujaba en mi fantasía un cuadro de Paris, desperté con disgusto de mi sueño al aspecto de la ciudad, no obstante verla por su lado mas pintoresco, desde el mar, sobre el Tajo, á sus piés, y á la luz de un hermoso sol naciente. El capítulo sobre Portugal será corto: solo conozco Lisboa, que he visitado dos veces. A las cinco de la mañana de un dia clarísimo del mes de julio, entró en la rada de Lisboa el vapor que desde Inglaterra me condujo. La ciudad, acostada todavía en el silencio, ofrecióse á mi vista por el prisma mas bello que tiene. El célebre Tajo, que un eminente poeta portugues ha cantado con tan rica inspiracion, se tiende humilde y manso á los piés de Lisboa: á juzgar por su riqueza de caudales, imita al poderoso mar en majestad, pero sus tranquilas ondas cristalinas, sin soberbia ni estruendo, confiesan su naturaleza de rio, pero de gran rio. La ciudad, profusamente extendida, presenta un ancho lienzo de casas en forma de anfiteatro, por estar como están edificadas sobre colinas que avanzan hácia el puerto. A la izquierda de Lisboa se distingue aunque confusamente el lindo sitio de Cintra; alcánzase tambien en lontananza el palacio de Belem y algunos otros edificios é iglesias. La bahía es verdaderamente espaciosa y admirable: tranquilas y serenas las olas del Tajo, reflejan en sus cristales los edificios de la ciudad, que se ostenta sentada sobre promontorios, artísticamente cortados. El interior de Lisboa ofrece poco que de notar sea: sus calles, con excepción de las modernas, bastantemente hermosas, están muy mal empedradas, contándose muchas, mas de la mitad, sin esta indispensable mejora, y en abandono completo. Las casas, pobremente edificadas y de mezquina estatura, pues en general solo se componen de uno y dos pisos, entristecen la ciudad y la vista del viajero, que busca en vano la fisonomía de una capital de nacion. Hay un crecidísimo número de callejuelas estrechas y poco limpias, que no harian honor á una aldea: el aspecto general de todo Lisboa no es de seguro el de una ciudad que se esmera en la policía de las calles. La desigualdad del terreno sobre que está sentada la capital lusitana, y el poco interes que se han tomado por su nivelacion posible, hacen que el que la visita y estudia se canse y fatigue al recorrer sus tortuosas calles, en cuesta la mayor parte. El terremoto que en el pasado siglo arruinó en su mayor parte Lisboa es causa de la absoluta carencia de monumentos y grandes edificios que hoy se nota. Lisboa cuenta sin embargo con algunas calles de moderna construccion, con buenas casas y elegantes comercios, animadas y de buen aspecto. Entre sus plazas principales sobresale la del Comercio; elegante, espaciosa y gallarda: frentes de hermosas casas la embellecen y adornan: en el centro se levanta sobre un pedestal la estatua de Don José: esta plaza tiene muy buena situacion, pues á sus piés está el puerto, desde el cual se ven los infinitos molinos de viento que rodean toda la ciudad y que hubieran proporcionado muchas peleas á nuestro inmortal Don Quijote si por allí se hubiera dirijido, pues son muchísimos los que á guisa de centinelas hacen la guardia á la capital, agitando sus enormes brazos, que en el verano parecen querer servir de abanicos que refresquen la atmósfera. Yo llegué á Lisboa en julio, y ciertamente no dejó de chocarme el aspecto de las mujeres del pueblo, envueltas en sus largas capas que las cubren de piés á cabeza.... Dijéronme que era un medio de preservarse del calor, y yo, por mas que hice, no pude comprender la utilidad de semejante preservativo contra el sol y el calor. El uso del paraguas para preservarse del sol, que mas tarde lo ví en América, donde se entiende, existe tambien en Lisboa. Otra plaza notable tambien es la de Don Pedro: uno de sus frentes le ocupa un teatro que estaban reparando cuando yo le ví. En el centro se levanta un elegante pedestal que debe sustentar una estatua: por lo visto los portugueses han tomado el gusto de las estatuas de Lóndres, donde abundan en gran cantidad: bueno es seguir las huellas de los que en Portugal son tan escuchados. La obra verdaderamente notable de Lisboa es el acueducto: depósito inmenso que surte á toda la ciudad de aguas potables. Su extension es verdaderamente prodigiosa, pues cuenta cerca de tres leguas: se compone de altos arcos de piedra, con galerías de pasmosa longitud. Los trabajos prácticados para tamaño establecimiento han sido colosales, empleándose en él cuantiosas sumas. Al entrar por su puerta principal se ofrece un elegante patio adornado de muchas columnas y estatuas: en su centro se ha construido un algibe de gran profundidad: en algunos sitios, que el terreno es sumamente desigual, los arcos que conducen las aguas son de una altura extraordinaria. En el piso superior hay una plataforma anchísima desde la cual se domina toda la ciudad, con la vista del puerto. Hay en Lisboa tres ó cuatro buenos hoteles entre los que merece especial mencion el de Braganza. Los cafés y establecimientos públicos son regulares: los palacios de Belem y las Necesidades parecen mas bien casas particulares. Hay pocos y feísimos carruajes de plaza: en las fuentes públicas noté el mismo uso de las cubas de nuestros gallegos. No ví ningun templo monumental ni de arte, la ciudad no es muy animada, y su grande poblacion apénas se ve. La vida del extranjero en Lisboa debe ser sumamente triste, si se atiende á los pocos recursos con que cuenta la ciudad: faltan caminos, no solamente de hierro, sinó de tierra. Los hilos eléctricos, mensajeros de luz que en todas las naciones se cruzan, faltan tambien en Lisboa. No conozco detalladamente toda la ciudad, pero en todas las calles y plazas que recorrí, busqué inútilmente gabinetes literarios, no pude encontrar uno. En materia de bibliotecas, una sola tuve ocasion de visitar. Hay en un extremo de la capital, pero dentro de su recinto todavía, un elegante paseo público, con buenos jardines y riqueza de árboles. La parte de la ciudad que da frente al puerto es la mas pintoresca y hermosa. Los teatros públicos son cuatro ó cinco, uno bastante bueno para la ópera italiana: la comedia portuguesa tiene su teatro, y las traducciones del frances tambien. Las mas concurridas calles de Lisboa son las que rodean la elegante plaza del Comercio. Portugal ha entrado de buena fe en la senda del gobierno constitucional: el ilustrado y jóven monarca que hoy ocupa el trono, impulsará no lo dudamos el progreso en la nacion lusitana: cuando las provincias se reunan con Lisboa por medio de líneas férreas, cuando la frontera de España se aproxime á Lisboa, cuando una union aduanera bien entendida la asimile á España, la capital de Portugal cobrará mucha importancia y significacion. Hasta que ese dia llegue, nosotros hacemos votos por la prosperidad de Portugal, nacion cuyo progreso y adelantamiento deseamos sinceramente. Y aquí, porque nada se me ocurre, porque creo que nada mas merece recordarse en este libro, termina esta ligera nota sobre la capital lusitana. De todas las capitales que he visitado, solo he dicho lo principal, sin extenderme demasiado aunque tenia asunto. Con Lisboa me sucede lo contrario: he procurado alargar la descripcion y no he podido; la culpa no es mia, la ciudad no me ofreció nada, mi curiosidad no se satisfizo, mis esperanzas fueron burladas. Lisboa como capital es ménos que Turin. #AMÉRICA.# Para dirijirme á Rio Janeiro desde Inglaterra me embarqué en Southampton, á bordo del vapor _Great Western_[33]. La ciudad de Southampton, de la cual nada he dicho al ocuparme de Inglaterra, no merece mencion especial: es pequeña y triste: á excepción de su concurrido puerto nada ofrece de interesante al viajero. Por eso prescindo de su descripcion, y empiezo mi viaje marítimo. Yo no me habia embarcado nunca, pues aunque habia cruzado el canal de la Mancha sin experimentar incomodidad alguna, tan corta navegacion no merece el nombre de viaje marítimo. Al poco tiempo de haber salido de Southampton, la niebla espesa que casi todo el año envuelve las costas de Inglaterra, cercó nuestro buque y quedamos envueltos en la neblina. Entónces, el capitan, colocándose á la proa, mandó la operacion que ordinariamente se hace en estos casos, consistente en herir de minuto en minuto con un martillo una campana de metal, cuyos ecos anuncian la marcha del buque, con objeto de evitar un choque con cualquiera embarcacion, cosa que fácilmente sucederia sin este aviso. Cruzamos la ria de Southampton, el golfo de Gascuña, Finisterre; pasamos por enfrente de Burdeos, y al cuarto dia de viaje llegamos á Lisboa. El _Great Western_, vapor que me condujo, es una colosal embarcacion de 2,500 toneladas, con un puente de una extension prodigiosa y unos anchos y soberbios salones. Salimos de Inglaterra doscientos pasajeros, y cada uno tenia cómodamente su puesto en la mesa, pues el comedor es un magnífico salon. Los camarotes, de dos camas en su mayor parte, son estrechos y poco confortables. El trato que reciben los viajeros es bueno: á las nueve de la mañana se sirve el almuerzo, á medio dia el indispensable _lunch_ ingles, que equivale á tomar las once, á las cuatro una abundante comida, inglesa por de contado, á las siete el té con pan y manteca. De Southampton á Lisboa, todos los viajeros estuvimos en cama veinticuatro horas. El mar de Inglaterra y el golfo de Gascuña, constantemente agitados, dan al buque un movimiento continuo que no hay viajero que soporte sin incomodidad. En Lisboa nos detuvimos doce horas, continuando despues nuestra marcha por un mar sosegado y tranquilo, llegando á las treinta y seis horas á Madera. Esta bellísima isla que goza de un saludable clima y produce el celebrado vino que en todas las buenas mesas se sirve, merece un viaje. Ocho horas solamente descansamos en Madera, en cuyo tiempo visitamos parte de la isla, corriendo sobre los esbeltos y ligeros caballos que aguardan dispuestos y enjaezados á la orilla del mar siempre que llegan viajeros. Los alquilan por un moderado precio, y con su ayuda se goza del encanto que producen los pintorescos paisajes que por todas partes se ofrecen. Las calles de Madera, en cuesta en su mayor parte, están á derecha é izquierda sembradas de jardines frescos y lucidos, que con sus flores embalsaman el purísimo y fresco aire que allí se respira. La poblacion es pequeña y de corta importancia: hay dos ó tres hoteles, entre ellos uno ingles que está regularmente servido[34]. De Madera salimos para Santa Cruz de Tenerife empleando cuarenta y ocho horas. Yo venia de recorrer paises extranjeros todos; hacía bastante tiempo que faltaba de España y tenia necesidad de hablar nuestra espléndida lengua y recordar á mi querida patria. Mis deseos se frustraron en parte: llegamos á Santa Cruz á las ocho de la noche, y habiendo dicho el capitan que solo nos detendríamos el tiempo necesario para dejar y recojer la correspondencia, ningun viajero saltó á tierra. Yo me desquité, hablando, hasta que el buque marchó, con los españoles que vinieron á bordo en sus pequeñas lanchas cargadas de naranjas, manzanas, ciruelas y otros deliciosos frutos. Entre las sombras de la noche, mi ávida mirada distinguia, aunque confusamente, la ciudad de Santa Cruz, que simbolizaba á mis ojos toda España, y saludándola con júbilo y emocion, la perdí de vista en el momento en que continuamos nuestro largo viaje. De Santa Cruz de Tenerife á San Vicente, en el Cabo Verde, se emplean cuatro dias. San Vicente, notable para mí, por ser el primer sitio del mundo donde ví lo que llaman _esclavos_, seres desgraciados tan dignos como el primer hombre _libre_, es un miserable lugar que cuenta solo una docena de casas: allí tiene la Empresa de los vapores depósito de carbon de piedra: esta es la causa de detenerse en semejante sitio, de otro modo nadie se pararia. Grupos de africanos, hombres, mujeres, niños, todos desnudos casi completamente, componen la corta poblacion de San Vicente. El alma se duele y el corazon se comprime al aspecto de semejante sitio: el clima de allí, casi abrasador, como tocando con el Africa que está, hace imposible toda vegetacion: falta tierra, aire, vida, seres humanos, todo falta allí. El número de esclavos africanos que allí habita, no tiene por alimento mas que el maiz, y no todos. No hay viajero que al desembarcar en San Vicente no se sienta mal á la vista de semejante cuadro: inmediatamente que nuestro vapor se proveyó del carbon necesario, dejamos las islas del Cabo Verde con general contentamiento. Al salir de San Vicente dió principio el verdadero viaje: nos engolfamos en pleno Océano, solos, en medio del poderoso Atlántico, sin mas testigos que Dios, sin otro horizonte que un círculo siempre el mismo, cerrado por todas partes por la inmensidad. Al salir de San Vicente, se despide el viajero de la tierra que no vuelve á ver en ocho dias; el mar y el cielo son su única perspectiva en todo ese tiempo. Hay algo de solemne y magnífico en un viaje por mar, por ese prepotente elemento que nos habla del infinito con la tremebunda voz de su cólera. El mar, cuyos secretos permanecen en el misterio, que nuestra curiosidad no acierta á comprender, que la ciencia no explica, que nos habla con su eterno movimiento sin que podamos saber qué es lo que nos dice; el mar, digo, es soberbiamente majestuoso y grande. El hombre, que á pesar de su pequeña talla ha obrado prodigios de gigante, ora recojiendo el rayo en su mano, ora barrenando las montañas, ya descendiendo á las entrañas de la tierra para robarla sus guardados secretos, ya escalando el cielo para ver de cerca esas lumbreras que le cubren y cuya marcha ha averiguado; el hombre, que por todas partes imprime la huella de su paso, no ha conseguido nada del mar. El arrojo de los navegantes, á los que la industria humana ha prestado casas flotantes para cruzar las soledades del Océano; la ciencia, que una tras otra le ha suministrado al marino nuevas conquistas, con las cuales sabe donde va y por qué sitios, cuanto anda y adonde se encuentra; el vapor, que le ha facilitado marchar velozmente y en todas las épocas del año, sin tener que someterse como ántes á la poderosa ayuda de los vientos; todo en una palabra, solo ha servido para que los hombres se comuniquen, para estudiar y conocer el mundo, para grandes y poderosas conquistas, es verdad, pero no para imprimir la huella del hombre, pero no para marcarle con el sello del genio como el hombre hace con todas sus obras. El mar, el poderoso mar, quizá demasiado soberbio, no quiere que el hombre le señale. El hombre ha cambiado mil veces la faz de la tierra sembrando ciudades, cortando montañas, haciendo excavaciones inmensas, barrenando istmos: pues bien, la superficie del mar está hoy como al dia siguiente de haber brotado del soplo de Dios, y así estará hasta el último y postrero instante del mundo. Pasa una magnífica nave por las ondas del océano, abre un sulco, inmediatamente se avanzan nuevas olas y borran la huella; por eso gritan eternamente al rededor de un buque, se impacientan al sentirle, pero inmediatamente que pasa se lanzan á borrar sus trazas. El océano es la imágen de la inmensidad, el espejo de Dios, la brillante prueba de su existencia. Ocho dias estuve solo en pleno océano, sin otra cúpula que el firmamento, sin otro apoyo que el abismo. Es arrogantemente temerario el valor del hombre que se ha lanzado á ciegas en medio de los precipicios y las tempestades. No hablo en manera alguna de hoy; hoy no tiene ningun mérito un viaje al rededor del mundo, hoy todo se conoce, hoy hay medios. Me refiero á Colon, atalaya inmensa de las modernas edades que no tiene rival. Es necesario hacer un viaje á América para llegar á comprender el heroismo de Colon; de otro modo no se entiende; y mas que el heroismo de Colon, el de nuestros valientes compatriotas que componian la tripulacion de sus tres pequeñas embarcaciones. Sí, ellos son mas heróicos; Colon tenia el genio, el rayo de la inspiracion, la perspectiva de la gloria que le ha inmortalizado, por guia: él sabia adonde iba: los sencillos marineros que le acompañaban no, no conocian mas playas que las de España, no podian ni soñar con la existencia de otro mundo, se veian arrojados en una empresa que acobardaba á todos, que la Europa toda calificaba de locura, se vieron solos en medio de mares que nadie mas que el ojo de Dios habia visto, sin saber adonde iban ni por qué ruta: creyendo que la vuelta seria imposible y creyéndolo con razon é ignorando al propio tiempo si habria _llegada_, porque ellos nada sabian, porque entónces se ignoraba todo, porque no se sabia qué habia detras del mar. Es necesario hacer un viaje marítimo para comprender esto. Desde San Vicente hasta Pernambuco, primera poblacion del Brasil, que del otro lado de la línea se encuentra, empleó nuestro vapor ocho dias. La distancia que separa ámbas poblaciones es de 1,620 millas marítimas. Nada mas grande que la salida y puesta del sol vista desde un buque en pleno océano. Semeja el astro del mundo un inmenso globo de fuego resplandeciente: no parece sino que se levanta del seno de los mares, la ilusion es completa. El horizonte está cerrado por todas partes por un círculo de agua; allí, á bordo, en mitad del Atlántico, figúrase la imaginacion que la tierra toda está cubierta por el Océano, único elemento que se ve; de aquí el que parezca, con todas las apariencias de verdad, que el sol se levanta por la mañana del seno de las aguas, y que allí vuelve á acostarse cuando la tierra girando en el vacío ha hecho su movimiento diario al rededor de él. En el mar no se comprende el ateismo: tampoco tiene explicacion en la tierra, no, pero el Océano, con su voz inmortal, ora hable con la soberbia cólera de la tormenta, ora con la apacible majestad de su tranquilo y eterno flujo y reflujo, siempre publica la existencia de Dios, siempre pregona su poder, siempre canta su omnipotencia, siempre habla de la eternidad, siempre explica el infinito, siempre convence de la otra vida. Esos inmensos buques que cruzan hoy los mares, á pesar de sus gigantescas proporciones, están en el mar, en la relacion que un átomo en la materia, que un punto en el espacio. Una sola de las tremendas ondas que arrullan el Océano despedaza y convierte en astillas las mas pujantes escuadras. Esto habla muy alto en favor del hombre, que á pesar de su pequeñez, que en el Océano se palpa mejor que en parte alguna, se lanza atrevido á sulcar sus piélagos y abismos, marchando entre tempestades y truenos, solo, en una miserable lancha, porque eso es en el Océano el mas colosal navío, una lancha; allí va el hombre, solo, pero con Dios encima de su cabeza. Un viaje marítimo de ocho á diez dias es magnífico, sorprendente, admirable: es necesario hacerle para ver y oir á Dios, para comprender el mundo, para adivinar la inmensidad. Pero un viaje largo no siendo marino por vocacion es monótono, fatiga, cansa. En ocho dias pueden admirarse las bellezas de un cielo azul y transparente, visto desde el mar; el portentoso descenso del sol que sumerge su brillante cabellera en el seno de las aguas: la espantosa y dramática grandeza del mar poderosamente irritado: en una palabra, en ocho dias puede verse lo que en treinta, que fueron los que yo empleé en mi viaje, á pesar de que el vapor era el agente de nuestra marcha. Un tiempo tan largo en el puente de un buque fatiga. Al fin de los diez ó doce primeros dias las escenas se repiten, son las mismas, las emociones ningunas, y allí donde no hay emocion, alimento mio, no hay nada, hay el prosáico fastidio. Desde Pernambuco á Bahia empleamos cuarenta y ocho horas, y desde Bahia á Rio Janeiro cuatro dias. La distancia que acababa de recorrer, desde Southampton á la capital del Brasil, mi primer viaje marítimo, fué de 5,155 millas, distribuidas del siguiente modo: de Rio Janeiro á Bahia, 685 millas; de Bahia á Pernambuco, 380; de Pernambuco á San Vicente, 1,620; de San Vicente á Canarias, 850; de Canarias á Madera, 265; de Madera á Lisboa, 525; y de Lisboa á Southampton, 830. El ensayo fué bueno, tuve la suerte de no sufrir el mareo haciendo todo el viaje perfectamente bien. #BRASIL.# Rio Janeiro, capital del imperio del Brasil, es una ciudad de 300,000 almas; magníficamente situada y con una soberbia y pintoresca bahía, una de las mayores del mundo. Sus calles principales son la _Rua Dereta_ y la _Rua d'Ouvidor_: la primera de estas es ancha y despejada; en el centro está el edificio de la Bolsa: es calle muy concurrida y de bastante animacion; tiene buenos comercios y cafés, empieza en la plaza de Palacio y termina cerca de una iglesia cuyo nombre he olvidado. La _Rua d'Ouvidor_ es la principal calle de Rio Janeiro, por la importancia de los elegantes comercios que la adornan: es recta y desemboca en la rua Dereta, que, como ya he indicado, es de las mejores de la ciudad. Tiene un grande número de elegantes tiendas, de franceses en su mayor parte, vestidas con el lujo de los comercios de las ciudades europeas: el empedrado es de lo mas detestable que puede imaginarse, y como las lluvias son muy frecuentes, apénas puede transitarse por la citada calle. El resto de las calles de Rio Janeiro, en general, está en un lamentable atraso, sin empedrar, descuidada su limpieza, y en estado de perfecto abandono. Hay un gran número de plazas, entre las que descuella, por su inmensa extension, la del Teatro _Provisorio_. Como carezca de grandes edificios, y no tenga proporciones, ni árboles, ni cultivo, ni adornos, solo ofrece á la vista del viajero una grande extension de terreno, que podria ser una magnífica plaza. En uno de sus lienzos están los palacios del Senado y la Cámara de los Diputados. En el centro de otro de los frentes está el Ministerio de Negocios Extranjeros, en una modesta casa que no me atrevo á llamar palacio. Enfrente se levanta el teatro _Provisorio_, destinado á la ópera italiana. El nombre del Teatro indica bastantemente lo que es, provisional; se construyó en un corto plazo de tiempo: ni tiene arquitectura, ni estilo, ni formas, ni pensamiento; es una obra ejecutada sin mas objeto que el de hacerla servir por poco tiempo para teatro, ínterin se construia otro, que aun no se ha empezado. De todos modos allí se canta la ópera italiana, y es en verdad un gran recurso para Rio Janeiro: en general hay buenas compañías; el gobierno contribuye al sostenimiento del Teatro con una subvencion de ocho mil duros anuales. La compañía que cantaba en 1856 era bastante buena: las dos primas donnas, mademoiselle la Grua y madame Charton, interpretaban muy bien sus papeles, como en cualquier teatro de Europa. Despues cantó la Steffenone, que últimamente ha brillado en los Italianos de Paris cantando con grande éxito _el Trovador_. Cuando yo salí de Rio Janeiro para regresar á Europa, estaban escriturados Tamberlik y la Dejean. Otra de las plazas que merecen mencionarse es la del _Rosario_, espaciosa, regular, y con mas proporciones que la del _Provisorio_. Tiene cuatro fachadas de casas regulares, y en el centro han plantado algunas docenas de árboles que la completan y hermosean. En uno de sus ángulos está el Teatro de San Pedro, consagrado á la comedia: se representan en portugues, piezas traducidas del frances y del español. Estando yo en Rio Janeiro un voraz incendio consumió por la segunda vez el coliseo. En otra plaza grande tambien, hay un jardin público, adonde acuden músicas militares los dias festivos: hay profusion de árboles y plantas tropicales, y está regularmente dispuesto, aunque falta gusto y órden. El jardin botánico, llamado así poco modestamente, está fuera de la ciudad y á una distancia de tres cuartos de legua. El descuido mas completo y la negligencia mas desdeñosa, convencen al que le visita del poco interes que sin duda inspira á los brasileños. Y en verdad que es una lástima, pues aparte de las dos magníficas colecciones de soberbios plátanos que le adornan, contiene una gran riqueza de plantas escojidas y muy estimadas, que brotan espontáneamente, quizá á despecho de los que cuidan el jardin. Tiene ademas una decoracion natural admirable; le circuyen como un precioso marco lienzos de pintorescas montañas, de muchos y graciosos contornos, de variedad de formas y colores. Los paseos de Rio Janeiro, completamente innecesarios, pues los habitantes del pais no acostumbran pasear, son regulares, distinguiéndose entre todos el de _Botafogo_, situado á la orilla del mar, con árboles, fuentes, y paseo de carruajes. Es bastante bueno y muy poco concurrido. El emperador pasea todos los domingos en carruaje cruzando siempre el de Botafogo en toda su extension. Los paseos del Acueducto, y del _Corcovado_, son muy pintorescos, en especial el último, que termina en la cresta de una alta montaña inclinada, de donde toma el nombre. Puede subirse á caballo hasta la misma cima, desde la que se alcanza un asombroso golpe de vista: el mar inmenso, las pintorescas montañas y la ciudad, se ofrecen en majestuoso conjunto al observador. Otro promontorio que embellece la Bahia es el llamado _Pan de azúcar_, designado así por su forma. Una de las mejoras de que disfruta Rio Janeiro hace ya bastantes años, es la del alumbrado de gas, con el cual están profusamente iluminadas sus principales calles y plazas. Tambien los carruajes de plaza son muy buenos y existen en grande número; los alquilan á precios fabulosamente caros. Cuéntanse diferentes líneas de ómnibus que hacen el servicio entre la ciudad y los arrabales: yo me detengo á hacer mencion de esto, porque es un adelanto en una ciudad tan alejada del movimiento europeo. Los hoteles son regulares en general, contándose dos buenos. Los tres mejores que hay dentro de la ciudad son el de Pfaroux, el de las cuatro Naciones, y el de Europa. Fuera de la ciudad, y en el camino de _Botafogo_, hay dos ingleses y uno frances: el mejor de todos, tanto de los de la ciudad, como de los de fuera, es el _Hôtel des Étrangers_ en la plaza de Catette. Es una gran casa, de moderna y elegante construccion, sólida, con anchas y magníficas habitaciones: un gran jardin al pié del mar, vistas admirables, comodidades muchas. El hotel todo está alumbrado por el gas: tiene baños, billares, y grande capacidad: en el Hotel de los Extranjeros, viven la mayor parte de los individuos del Cuerpo Diplomático extranjero. Hay otros diferentes hoteles en el interior de la ciudad, poco apetecibles ciertamente, pero buenos para las gentes del pais. Hay tambien en Rio Janeiro dos ó tres cafés donde sirven helados todo el año; la nieve la reciben de los Estados Unidos: y ahora hablarémos un poco de los elementos del pais. La riqueza del Brasil la constituyen el azúcar y el café: el café sobre todo es su principal ramo de riqueza. Buques de todos los paises cargan constantemente en sus puertos el citado artículo: el año de 1855, la provincia de Rio Janeiro sola exportó diez millones de arrobas de café: esta fabulosa cantidad la recoje con una regular cosecha sola la provincia de Rio: los diez millones de arrobas de café importaron treinta millones de duros, pues cada arroba se vende á 50 reales. El mercado principal que tiene el Brasil para dar salida á su café, es el de los Estados-Unidos de América, donde se vende mas de la mitad de lo que se recolecta. Los ferrocarriles que están en construccion acrecerán inmensamente tan luego como estén terminados la riqueza pública del Brasil, pues entónces será fácil y barato el trasporte del café desde las provincias del interior á los puertos del Brasil, trasporte que hoy se hace por medio de caballerías, con grandes dispendios y con el empleo necesario de mucho tiempo, porque ademas de ser grandes las distancias, faltan caminos. El azúcar es otro ramo de riqueza, pero no promete grande porvenir, pues su condicion, inferior en mucho á la de la isla de Cuba y otros puntos de América, la mantiene en un estado de depreciacion continua. Lo que constituye y forma la riqueza de un pueblo, lo que dota á un pais de porvenir, ademas de los elementos naturales, es su poblacion, y esto es lo que principalmente falta al imperio de Don Pedro II. Sus viciosas leyes de colonizacion, su clima, los pocos atractivos que ofrece al europeo, la falta de garantías con que asegurar el cumplimiento de las promesas que se hacen por medio de sus agentes á los europeos que desean emigrar, son causas poderosas que retraen al europeo que desea emigrar al Brasil, cuyo pais, con un territorio inmenso, mayor que el de la Europa entera, cuenta hoy dia siete millones no completos de habitantes, de los cuales dos son de negros. Terminadas sus vias férreas, y aumentada su poblacion, el Brasil tendrá un riquísimo porvenir. Hay en el Brasil el partido constitucional partidario del Imperio, y el bando republicano. Como es un pueblo nuevo, que acaba de entrar en la vida pública de las naciones, tiene alguna sinceridad política que sirve para que se practiquen en parte las formas representativas de su vida constitucional, único modo de que el Imperio subsista. La política que sigue en el exterior no tiene nada de constitucional; pretende imitar al mal llamado gobierno libre de los Estados-Unidos, y siguiendo sus huellas, hace, en la América del sur, lo que la república de Washington en el Norte; predomina en los estados vecinos, influye en su política y tiende al engrandecimiento continuo, aunque para ello sea preciso quebrantar leyes y atacar la independencia de los pueblos. Esta es la política del Brasil con los gobiernos de Montevideo, Buenos-Aires y el Paraguay: aduladores torpes han hecho creer á los gobiernos de Don Pedro II que el Brasil podia y debia seguir la conducta de los Estados-Unidos; que debia hacer en el Sur lo que ellos práctican en el Norte, y que siendo los dos pueblos mas fuertes de la América nada mas natural que marchar por el mismo camino. ¡Error! ¡error grosero! la raza anglo-sajona que puebla el Norte de América, no tiene analogía ni remota con la indefinible y degenerada latino-portuguesa que habita el Brasil. Los dos pueblos son diferentes en todo: en energía, en orígen, en religion, en leyes, en costumbres: la actividad de los norte-americanos solo puede compararse, en lo grande, con la característica pereza de los brasileños: se diferencian en todo, absolutamente en todo: hasta los climas son opuestos. El Brasil no ensanchará nunca sus fronteras, nunca; si hasta hoy han podido sus diplomáticos ejercer alguna influencia en las repúblicas de la Plata, débelo exclusivamente al lamentable estado de constante perturbacion de sus gobiernos, á la anarquía completa que allí ha reinado hasta hoy. Si la Confederacion argentina se organiza bajo bases sólidas de órden y progreso: si el Paraguay conserva su tranquilidad, el Brasil no ejercerá influencia alguna: sus consejos servirán solo para los brasileños: se encontrará rechazado, no lo dude un momento; si hoy es oido en Montevideo, mañana será desdeñado; ese mañana es el siguiente al en que se organicen gobiernos libres y estables. La vida en Rio Janeiro, mas cara que en ninguna capital de Europa, es muy poco agradable. El espíritu de sociabilidad, léjos de irse desarrollando, no parece sino que se recoje: faltan las reuniones, los bailes, los clubs, las recepciones, todos los medios, en fin, que se conocen en Europa para verse, conocerse, hablar, discutir. El extranjero que llega al Brasil tiene la seguridad de no ser presentado ni recibido en parte alguna: cada uno vive en su casa: esta circunstancia, unida á la de su clima, hace que todos los diplomáticos deseen abandonar el Brasil al poco tiempo de haber llegado. Faltan las bibliotecas, los museos, los monumentos, las Academias, todos los templos del arte y del pensamiento humano: la vida espiritual, la vida literaria no existe. En cambio, tiene la América el mismo apego que la Europa al dinero, tiene la molicie de sus vicios, con mayor intensidad; y al lado de su suelo espléndido, de su enérgica y lozana vegetacion, distínguese por su debilidad moral, su esterilidad inteligente; sí, porque sobrepujando como sobrepuja á la Europa en corrupcion y decadencia moral, está doscientos años mas atras que la Europa en el noble camino del saber: esa es la América, la vírgen, lozana y esplendente América. Cuando haya recibido la educacion literaria de la Europa, cuando se halle cruzada de líneas férreas, cuando llegue el venturoso dia de la abolicion de ese gran crímen social que se llama esclavitud; entónces, que no ahora, será la América un gran pais. Hoy está trabajado por la sed del oro; carece de comunicaciones, y está en la infancia del saber, porque como nueva que es en la vida pública de las naciones, necesita estudiar y crearse una historia y una literatura. Una de las visitas que el viajero no debe dispensarse en Rio Janeiro, es la del establecimiento de locos que está situado frente por frente del paseo de Bota-fogo y á orillas del mar. Un majestuoso edificio de nueva planta, que podemos muy bien llamar palacio, de formas elegantes, de sencilla, pero gallarda apariencia, de solidez y extension, se levanta al lado del mar en el lindo sitio de Bota-fogo, y sirve para hospital de dementes. La primera observacion que me ocurrió, fué la de notar que careciendo el emperador del Brasil de un palacio, pues los dos que tiene con ese nombre no son mas que casas, es un gran pensamiento el de alojar á los locos en una soberbia morada. Ignoro si los brasileños han advertido el contraste, en cuanto á mí, yo lo aprobé con toda mi alma, felicitándome de ver mejor alojados á los locos que al emperador; ¡ojalá sucediese lo mismo en todos los paises del mundo! los enfermos, los desgraciados, los dementes, necesitan indudablemente mas que los monarcas, las comodidades, el aseo, el aire sano, las grandes habitaciones: y en fin, yo entiendo que la desgracia es mas digna de un palacio, que todas las grandezas humanas. El establecimiento de locos de Rio Janeiro está á la altura de una casa de la misma índole de Europa: grande, espacioso, bien situado, con excelente policía interior: cosa rarísima en el Brasil: con buen sistema higiénico, con hábiles profesores, con muy buena asistencia. Los hospitales están tan bien regularmente comprendidos en el Brasil: en la capital existe uno bastante bueno, y se halla situado en un edificio de mas categoría é importancia que el palacio del emperador: es el único edificio un poco monumental que hay en todo el Brasil; se llama Hospicio de Pedro II. La instruccion pública comienza ahora á insinuarse; siendo como son esclavos los infelices que constituyen la mayor parte de la poblacion del imperio, están condenados á vivir como autómatas. Los gobiernos tienen buen cuidado de no sacar al negro de su embrutecimiento, porque temen que con la instruccion aprendan que son libres y hermanos de sus opresores. Faltan libros, bibliotecas, museos, vida intelectual en una palabra. La mas elegante morada del emperador está situada en Petrópolis, especie de sitio real, á siete leguas de Rio Janeiro[35]. El camino se hace de un modo pintoresco y variado, en vapor por mar, en vapor por tierra, y en carruaje. Saliendo de Rio Janeiro el viajero se embarca en uno de los vapores que hacen la travesía, consistente en cruzar la bahía que dura cinco cuartos de hora: al desembarcar se toma el camino de hierro de Maná, que conduce hasta el pié de la sierra sobre la que se levanta Petrópolis. La línea férrea, mal construida, con detestables carruajes y pésimo movimiento, tiene la sola ventaja de ser muy corta, pues en media hora se recorre toda su extension: terminado el segundo viaje, se gravita la montaña en carruajes tirados por cuatro caballos; el tiempo que se emplea es el de una hora, con lo que termina la expedicion. En Petrópolis no hay nada que ver, absolutamente nada: es sitio de recreo por el viento fresco y puro que allí se respira: su grande altura es causa de que la temperatura sea fresca, eso es todo. Desde la cima de la sierra se alcanza el mar, las montañas y una deliciosa campiña. En Petrópolis, cuya poblacion apénas llega á 200 habitantes, tiene un lindo palacio el emperador y allí pasa generalmente los meses de diciembre, enero y febrero, que son los de mas calor. Para los viajeros hay dos hoteles regulares, el de Oriente y el Ingles: hay algunos paseos y caballos de alquiler. Los principales puertos del imperio son Bahia, Pernambuco, Santa Catalina, Parahiba, Paranaguá, Pará. Pernambuco, ciudad desaseada en grado extremo, con calles miserables y casas humildísimas y sin limpieza alguna, no vale la incomodidad de ser vista, y digo incomodidad, porque lo es y no pequeña el desembarque en su puerto. Las olas están constantemente furiosas, y aparte el riesgo que se corre es largo y difícil el trayecto, porque las embarcaciones anclan á bastante distancia de la ciudad. El viajero que no sea comerciante, dará una prueba de muy buen gusto no visitando la citada ciudad de Pernambuco, donde fuera de su comercio de algodon y café, no encontrará mas que una absoluta falta de limpieza. Reinan casi siempre en Pernambuco enfermedades malignas. Bahia, antigua capital del Brasil, no tiene de notable mas que su cómoda bahía; la ciudad está edificada sobre la falda de una montaña y se presenta al viajero como en forma de anfiteatro. Las calles todas están sin empedrar, sucias y en muy mal estado: hay un jardin modestisimo que llaman paseo público, algunos edificios regulares, un teatro, tres ó cuatro hoteles, dos paseos, y esmerado deseo de demostrar al extranjero que la limpieza no es el fuerte de los brasileños; pues lo mismo en Bahia que Pernambuco y Rio Janeiro se distinguen por esa especialidad. En Bahia existe una universidad, á la que concurren muy pocos alumnos; cuenta con profesores brasileños: y basta con esto, porque propiamente hablando, en el Brasil no hay mas ciudad que Rio Janeiro: las demas del imperio son aldeas de mayor ó menor vecindario, segun la importancia de su comercio. El ejército del Brasil, compuesto en su mayor parte de negros y mulatos, está uniformado con toda la chocarrería posible, formando un divertido golpe de vista la formacion de sus batallones, donde juegan sin armonía todos los colores del arco íris. La marina empieza ahora á formarse, y el gobierno, comprendiendo que para la prosperidad del Brasil es absolutamente necesaria una regular armada, la fomenta y protege en cuanto puede. Como pais gobernado constitucionalmente, tiene el Brasil guardia nacional, que está mejor uniformada que el ejército. Uno de los adelantos positivos del Brasil es la popular institucion del jurado en materia civil criminal con que cuentan: como pais gobernado con formas representativas, tiene su parlamento, compuesto de dos cámaras que periódicamente se reunen para dirijir con los ministros los asuntos del imperio. La prensa periódica goza de una libertad ilimitada, de la cual no hacen muy buen uso ciertos periódicos que tuve ocasion de leer, usando voces impropias que solo se hallan en el diccionario de las tabernas. Hay cuatro periódicos políticos en Rio de alguna importancia: el mas antiguo de todos es el _Diario de Comercio_. Las principales casas de comercio del Brasil pertenecen á extranjeros; como tambien los establecimientos mas lujosos y cuanto tiene fisonomía europea: la actividad de los brasileños es limitada y corta, lo cual se comprende en razon á su clima y á las costumbres que han heredado de los portugueses. Las mujeres no son extremadamente agraciadas en general. El clima no es tan ardiente como generalmente se cree en Europa: solo tres meses del año el calor se deja sentir con alguna fuerza, aunque siempre muy soportable: los nueve meses restantes, la temperatura es muy soportable, siendo buena sobre todo en los meses de mayo, junio, julio y agosto, que son verdaderamente primaverales y magníficos. Llueve con mucha frecuencia en los meses de mayor calor, con lo cual se tempera bastante la atmósfera, y el viento _Pampero_, que con mucha frecuencia sopla, refresca y purifica el aire. Hace treinta y tres años que el Brasil se emancipó. En el Brasil existen todavía los frailes, lo cual es una verdadera calamidad, pues tienen en su poder una inmensa riqueza, que desamortizada haria prosperar el pais. El gobierno deberia decretar su venta inmediata; con ello ganaria mucho el Brasil, así como con la supresion de los monjes, cuya institucion ha pasado. #BUENOS-AIRES Y MONTEVIDEO.# De Rio Janeiro á Buenos-Aires y Montevideo se emplean cinco dias en vapor. La vida es enteramente distinta que en el Brasil: el clima, las costumbres, la lengua, todo es diferente. La sociedad es fácil y agradable: en Buenos-Aires, cuyo clima es delicioso, se cuentan algunos buenos edificios, cafés, hoteles, tiendas elegantes, muchos casinos, donde se reune una buena sociedad, excelentes paseos, dos teatros, hermosas mujeres. La agitacion política en que por desgracia viven casi siempre es verdaderamente lamentable: el dia en que se organicen de un modo definitivo y estable, dotando al pais de la tranquilidad que necesita. Buenos-Aires será una de las primeras capitales de la América del Sur. Su comercio empieza hoy á desarrollarse en grande escala: con los elementos de riqueza que posee puede llegar á ser mucho. Montevideo tambien es una ciudad alegre y animada: su fisonomía, semejante en un todo á la de Buenos-Aires, aunque en menor escala, dispierta tambien en el ánimo las mismas dolorosas reflexiones. Las convulsiones políticas que de luengos años la agitan, casi sin tregua, se han opuesto á su desarrollo y prosperidad: con sus sitios y bloqueos, han caido por tierra algunos de sus edificios.... La poblacion se ha disminuido en vez de aumentar ... y dejando estas reflexiones, tristes para todos, y mas aun para un español, terminamos nuestro capítulo sobre América, haciendo votos sinceros por la prosperidad de la raza española que puebla sus regiones, raza noble, raza digna, que no puede perecer jamas, por mas que con sus desgracias haya hecho creer á la anglo-sajona del Norte que un dia la absorberá; no, no, ese dia es imposible, ese dia no llegará. #IMPRESIONES GENERALES# El viaje, que nosotros llamamos libro abierto de instruccion, donde tanto puede aprenderse: el viaje, que ensancha los horizontes de la inteligencia, recreando el ánimo, y ofreciéndole siempre nuevos y variados teatros de observacion: el viaje, que completa la mejor educacion, que proporciona el inmenso júbilo de contemplar las bellezas de la naturaleza, de pararse aturdido y absorto delante de los prodigios que guarda en su seno: el viaje, que dotando de nuevos conocimientos al que estudia, permite análisis comparativos de las civilizaciones de los pueblos entre sí; el viaje, que facilita el estudio de las costumbres, que dispierta el amor al estudio de las lenguas; el viaje, en resúmen, es para nosotros la mas perfecta de las educaciones, el mejor de los placeres, nuestra mas decidida inclinacion. La idea sola de un paseo por Francia, Suiza, Italia, ó cualquiera otro pais de Europa, nos produce una satisfaccion grande. Entrevemos, desde ántes de comenzar el viaje, una serie de emociones nuevas á cual mas agradables. Los trajes, la lengua, los usos y costumbres, la naturaleza, múltiple y una, se nos presentan con interes, con novedad, con encanto: nunca nos acordamos de las incomodidades que por precision deben soportarse viajando. Hoy, con las líneas férreas que cruzan la Europa, con los excelentes hoteles que en general se encuentran, no hay penalidades que sufrir. Aparte de nuestra pasion por los viajes, del íntimo convencimiento que tenemos de la instruccion que reportan, contamos con otra ventaja de mucha utilidad, que es la de amoldarnos instintivamente y sin estudio alguno, á los usos, costumbres, lengua y clima del pais donde nos encontramos. Sin dejar de ser nunca españoles, nos hallamos como en nuestra patria, allí donde viajamos, acomodándonos fácilmente á cuantas variaciones ofrecen entre sí los pueblos, en su manera de vivir en sociedad, de hablar, de sentir. Cuando por regla general el que viaja, permanece como extranjero en todas partes, nosotros tenemos la ventaja de asimilarnos y convenirnos con los nuevos paises que visitamos, y esto se realiza, sin estudio, espontáneamente. De aquí el que tan bien nos encontremos en todas partes. Y á la verdad, cada vez que atravesamos una frontera, oyendo hablar una nueva lengua, observando otra expresion en las fisonomías, deteniéndonos en las diferencias de trajes, un estudio agradable y provechoso comienza para nosotros, que con placer pretendemos conocer las dotes fisonómicas y particulares á cada una de esas grandes familias que se llaman naciones. Para muchos, la llegada á una ciudad de un pais extraño, que se visita por primera vez, es una impresion desagradable: porque en vano se cruzan calles y plazas pobladas de gentes que cruzan en todas direcciones: como que el viajero á ninguno conoce, como nadie le espera, como todas las fisonomías son nuevas, parece que entónces el título de extranjero entristece y desconsuela, haciendo sobre el ánimo una impresion dolorosa el estado de completo aislamiento en que se encuentra. Esto es lo que sucede á muchos, y en verdad que se comprende y explica; y no es ménos cierto que esta circunstancia desalienta á algunos, que afectados por el silencio de amistad que se hace en su alrededor, sufren los primeros dias á la llegada á nuevas poblaciones. Muy diferente es la impresion que nosotros recibimos al entrar en una ciudad desconocida. Sin que pretendamos, ni por asomo, hacer una protesta ridicula de excentricismo, nosotros, para ser verídicos, hemos de consignar que al contrario de lo que á muchos sucede, tenemos una singular complacencia en experimentar lo que hemos apuntado ántes. Las fisonomías nuevas, la seguridad de que nadie nos espera, el nuevo modo de hablar con que satisfacen nuestras preguntas, todas las diferencias de detalle que siempre se observan en un pueblo que uno visita por vez primera, nos sirven de ocasion para estudios aménos, nos prestan asunto para observaciones, nos distraen y entretienen agradablemente. Tan luego como entramos en una ciudad que desconocemos del todo, y un cuarto de hora despues de establecernos en un hotel, salimos á la calle, y sin guias, sin _commissionnaires_, solos completamente, avanzamos en la direccion que mas nos place. A la vista de un monumento, de una iglesia notable, de un edificio de valía, nos detenemos á visitarle, penetramos en los templos, vamos á los sitios de concurrencia, observamos por todas partes. Este es nuestro sistema, este nuestro particular placer: si como yo confieso, no es del gusto de todos, á mí me produce agradables impresiones, esa es la verdad. Los que viajan con un guia en la mano reciben solo de rechazo las ideas, juzgan con prevencion, hablan como el libro, y carecen del exquisito placer de recibir emociones directas. Antes de que penetren en una ciudad, el _Guia del Viajero_ que sin cesar hojean, les cuenta ya el número de edificios notables que es preciso visitar, la arquitectura especial de cada uno, el hotel á que se dirigen, las curiosidades dignas de ser vistas; en una palabra, reglamentan las visitas del viajero, le señalan el método que debe observar, le comunican apreciaciones y juicios previos, y le quitan la hermosa facultad de juzgar por sus propios ojos, de sentir por sus afecciones, de pensar segun su juicio, de apuntar notas que le dicten su gusto propio y su criterio particular, le anulan el viaje, le desencantan de antemano, le roban la ilusion de la novedad. Comprendo sin dificultad que muchos viajeros, quizá la mayor parte, juzgan y ven por sí mismos, sin adoptar las opiniones del redactor del _Guia_: ya sé que no todos se atienen á lo que leen; pero á pesar de todo su buen deseo de juzgar por sí, de ser independientes en sus observaciones, siempre hace algun efecto la lectura de las descripciones, la pintura de las costumbres y el juicio general de las costumbres y usos del pais. Con mi sistema de viajar, yo no siento mas emociones que las que directamente recibo de las personas que trato, de los monumentos que contemplo, de las costumbres que observo. Juzgo todo sin el agente intermediario del _Guia_, segun lo que veo, segun lo que siento. De este modo disfruto mas, porqué sabido es que cuando se conoce de antemano y por descripciones una ciudad, el encanto del misterio y la completa ignorancia de lo que es, que permite á la imaginacion crear paisaje y cuadros variados, desaparece por completo y no puede tener lugar. Aun en las grandes ciudades sigo el mismo órden: el azar y la casualidad son mis guias, sigo las calles que mejor me parecen, buscando las sorpresas agradables y pidiendo solo á la casualidad la ocasion de los monumentos. Recuerdo perfectamente que en mi primer viaje á Lóndres, tuve la satisfaccion de encontrarme de improviso, y sin sospecharlo siquiera, frente á frente del suntuoso y admirable edificio del Parlamento. La emocion mágica que experimenté contemplándole, de seguro que no la hubiera apreciado en su grande valor, si hubiese salido del hotel acompañado de un _cicerone_, que en el camino me hubiera descrito el edificio, ponderado la severidad de su gótica arquitectura y dádome una idea de su grandeza. Hé aquí porque huyo siempre de las noticias y descripciones anticipadas, quiero recibirlas por mí mismo. Apuntadas brevemente mis impresiones generales en los viajes, y recojidos mis extractos y notas, aunque en desordenada redaccion, terminamos este libro, sin pretensiones escrito. La ingenua y antigua usanza de reclamar el autor en la primera página de su obra, la indulgencia del lector, ha caido en desuso desgraciada ó afortunadamente. Aun á riesgo de aparecer desafecto á la moda actual, recomiendo aunque tarde mi humilde libro á la benevolencia de quien le hojee, ora sea con distraccion. Este breve compendio escrito de mis excursiones por Europa y América, traduce dos sentimientos, implica un doble deseo: levanto mi débil voz en esta estruendosa Roma moderna, que se llama Paris, para dar á conocer mi querida patria, y me cumplo la deuda que al comenzar mis viajes contraje de recojer mis impresiones y publicarlas. Temo que mi voz se apague en el ruido y sospecho que este libro no está cuidadosamente escrito: me queda sin embargo mi buen deseo. Paris, abril 1858. #FIN.# #INDICE.# A mi querido amigo el Sr. D. G. PETANO Y MAZARIEGOS De como un prólogo es á veces necesario España Francia Paris Suiza Berna Inglaterra Italia Turin Alemania Viena Portugal América Brasil Buenos-Aires y Montevideo Impresiones generales [Footnote 1: Que dan ocupacion á 60,000 obreros.] [Footnote 2: Segun la estadística publicada por el _Moniteur_ en julio de 1857, no han podido firmar sus contratos matrimoniales, por no saben leer ni escribir, _la tercera parte de los hombres y la mitad de las mujeres_.] [Footnote 3: Hoy se va de Bayona á Burdeos por camino de hierro.] [Footnote 4: Es inmenso, atraviesa el corazon de Paris, termina en la plaza de la Bastilla.] [Footnote 5: Merece una visita especial el colosal é imponente de las Hales, el mas vasto y elegante de Europa.] [Footnote 6: La columna esta fundida con los cañones que se tomaron en la batalla de Austerlitz.] [Footnote 7: Yo no participo de esa opinion. La Rachel vivia cuando yo visité por vez primera el teatro.] [Footnote 8: En los portales de todas las casas se leen los nombres de los inquilinos que las habitan: al lado de cada nombre se halla el tirador de la campanilla que corresponde al cuarto.] [Footnote 9: Hoy se va en camino de hierro hasta cerca de Berna.] [Footnote 10: El mejor hotel de Basilea es el de los tres Reyes, con una galería sobre el famoso Rin.] [Footnote 11: Todas las casas de beneficencia é instruccion en Suiza son lo mejor de Europa.] [Footnote 12: Junto al lago de Thun se celebra la renombrada fiesta federal.] [Footnote 13: Cercado por elegantes casas y palacios, aspecto de Paris, le cruzan varios puentes.] [Footnote 14: En la capital de este canton hay un magnífico archivo de manuscritos.] [Footnote 15: Las tradiciones aristocráticas de algunos cantones, que las municipalidades sostenían, han dejado de existir.] [Footnote 16: En sus numerosos clubs.] [Footnote 17: Donde oí al pueblo el célebre _Go to church_.] [Footnote 18: Hasta en la manera de llamar á las puertas se distinguen los ricos de los pobres; ¡esa es la libertad inglesa!] [Footnote 19: Visité el célebre túnel que se halla al pié del puente de Lóndres, obra innecesaria y de puro lujo.] [Footnote 20: Cerca de Fluelen, Altorf, patria de Guillermo Tell, con una fuente en honor suyo.] [Footnote 21: Tiene otras dos ciudades el Tesino, que son Lugano y Locarno; Bellinzona es la capital.] [Footnote 22: El puente de Rialto fué construido por Antonio de Porte.] [Footnote 23: Ludovico Manini estaba á la cabeza de la república veneciana cuando esta fué muerta por Napoleon en 1799.] [Footnote 24: En la plaza de San Carlo, un monumento dedicado á Manuel Filiberto, muy bueno, obra del escultor Marrochetti.] [Footnote 25: Aconsejo tambien al viajero que visite en Turin la galería Beaumont, soberbia coleccion de armaduras de los condes de la casa de Saboya.] [Footnote 26: Solo merece verse la capilla del Sudario en la catedral de San Juan; tiene una bóveda de mármol negro, bastante notable.] [Footnote 27: Cuando yo crucé la Saboya, Eugenio Sue se hallaba establecido en un pueblecito cerca de Chambery.] [Footnote 28: Cerca de Chambery, visité los sitios que describe y habitó Rousseau, entre ellos la casa Charmettes, donde pasaron sus amores con madame Warens, muchos recuerdos de Saboya.] [Footnote 29: La que existe en Dresde, capital de la Sajonia, es mucho mejor y mas rica.] [Footnote 30: Por ejemplo la nueva de Maximiliano, adornada con una soberbia estatua dedicada al general Devoy.] [Footnote 31: En una plaza cuyo nombre he olvidado se levanta un obelisco de bronce, en memoria de las guerras con Napoleon.] [Footnote 32: En esta misma universidad de Munich, estudió el célebre filósofo Schelling.] [Footnote 33: Este vapor, botado al agua en 1836, ha sido el primero que se ha construido en Europa de 2500 toneladas, y el primero que de sus dimensiones hizo viaje á América.] [Footnote 34: Madera puede decirse que es una isla inglesa, tantos son los ingleses que allí residen.] [Footnote 35: Hay en Petrópolis una colonia alemana.] End of the Project Gutenberg EBook of Viajes por Europa y América by Gorgonio Petano y Mazariegos *** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK VIAJES POR EUROPA Y AMÉRICA *** ***** This file should be named 13492-8.txt or 13492-8.zip ***** This and all associated files of various formats will be found in: https://www.gutenberg.org/1/3/4/9/13492/ Produced by Paz Barrios and the Online Distributed Proofreading Team. 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