El libro de las mil noches y una noche; t. 7

By Anonymous

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Title: El libro de las mil noches y una noche; t.7

Author: Anonymous

Contributor: Enrique Gómez Carrillo

Editor: Vicente Blasco Ibáñez

Translator: J. C. Mardrus

Release date: July 18, 2024 [eBook #74065]

Language: Spanish

Original publication: Valencia: Editorial Prometeo, 1916

Credits: Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive)


*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO DE LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE; T.7 ***





                            [Illustration:

                                LIBROS
                               CÉLEBRES
                               ESPAÑOLES
                                   Y
                              EXTRANJEROS
                                   ]

                 Director literario: V. Blasco Ibáñez




                            [Illustration:

                               EL LIBRO

                                DE LAS

                        MIL NOCHES Y UNA NOCHE
                                   ]

                            [Illustration]




                            [Illustration:

                               EL LIBRO
                           DE LAS MIL NOCHES
                              Y UNA NOCHE

             TRADUCCIÓN DIRECTA Y LITERAL DEL ÁRABE POR EL

                         DOCTOR J. C. MARDRUS

               Versión española de VICENTE BLASCO IBAÑEZ

                     PRÓLOGO DE E. GÓMEZ CARRILLO


                             TOMO SÉPTIMO


             Historia de Kamaralzamán y la princesa Budur,
        la luna más bella entre las lunas (_continuación_).--De
         Feliz Bello y Feliz-Bella.--De Grano-de-Belleza.--De
                          la docta Simpatía.

                               PROMETEO
                       Germanías, 33.--VALENCIA
                         (Published in Spain)
                                   ]

                            [Illustration]


     Ya que no la obra toda, deposito este libro de alegría y risas en
     manos de la joven francesa que encantará mañana á la tierra
     occidental más todavía que Schahrazada á Oriente,

                             LUCIA DELARUE

                          (Sra. de J. C. M.)

                               Mi amiga.

                               J. C. M.



[Illustration]

[Illustration]




[Illustration]




Historia de Kamaralzamán y la princesa Budur, la luna más bella entre
todas las lunas

(CONTINUACIÓN)

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 209.ª NOCHE_

Ella dijo:

«Tiene sólo una hija, la virgen más hermosa del reino, y su nombre es
Hayat-Alnefus.»

[Illustration]

Entonces Sett Budur envió un correo con una carta al rey Armanos, para
anunciarle su llegada; y esta carta la firmaba como príncipe
Kamaralzamán, hijo del rey Schahramán, señor del país de Khaledán.

Cuando el rey Armanos supo esta noticia, como siempre había mantenido
excelentes relaciones con el poderoso rey Schahramán, se alegró mucho de
poder hacer los honores de su ciudad al príncipe Kamaralzamán.
Inmediatamente, seguido de una comitiva compuesta de los principales de
su corte, fué hacia las tiendas al encuentro de Sett Budur, y la recibió
con todos los miramientos y honores que creía ofrecer al hijo de un rey
amigo. Y á pesar de las vacilaciones de Budur, que trató de no aceptar
el alojamiento que graciosamente le ofrecían en palacio, el rey Armanos
la decidió á acompañarle. E hicieron juntos su entrada solemne en la
población. Y durante tres días obsequiaron á la corte toda con
magníficos festines de suntuosidad extraordinaria.

Y después el rey Armanos se reunió con Sett Budur para hablarle de su
viaje y preguntarle qué pensaba hacer. Y aquel día, Sett Budur, siempre
disfrazada de Kamaralzamán, había ido al hammam del palacio, en el cual
no quiso aceptar los servicios de ningún masajista. Y había salido de él
tan milagrosamente bella y brillante, y sus encantos tenían bajo aquel
aspecto de hombre un atractivo tan sobrenatural, que todo el mundo se
detenía á su paso sin respirar y bendecía al Creador.

El rey Armanos, pues, se sentó al lado de Sett Budur, y habló con ella
largo rato. Y tanto le subyugaron sus encantos y elocuencia, que le
dijo: «¡Oh hijo mío, verdaderamente fué Alah quien te envió á mi reino
para que seas el consuelo de mi ancianidad y ocupes el lugar de un hijo
á quien pueda dejar mi trono! ¿Quieres, hijo mío, darme esa
satisfacción, aceptando un casamiento con mi única hija Hayat-Alnefus?
No hay en el mundo nadie tan digno como tú de sus destinos y su belleza.
Acaba de llegar á la nubilidad, pues durante el mes pasado entró en los
quince años. ¡Es una flor exquisita, y yo quisiera que la aspiraras!
¡Acéptala, hijo mío, y en el acto abdicaré en ti el trono, cuya pesada
carga es ya insoportable para mi mucha edad!»

Semejante proposición, tan generosa y espontánea, puso en molesto apuro
á la princesa Budur. Al principio no supo qué hacer para no delatar la
turbación que la agitaba; bajó los ojos y reflexionó un buen rato,
mientras un sudor frío le helaba la frente. Y pensó: «Si contesto que,
como Kamaralzamán, estoy ya casado con la princesa Sett Budur,
responderá que el Libro permite hasta cuatro mujeres legítimas; si le
digo la verdad acerca de mi sexo, es capaz de obligarme á casarme con
él; y todo el mundo se enteraría de ello, y me daría mucha vergüenza; si
rechazo esa oferta paternal, su afecto hacia mí se convertirá en odio
feroz, y en cuanto haya abandonado yo su palacio, es capaz de prepararme
una emboscada para quitarme la vida. ¡De modo que vale más aceptar la
proposición y dejar que se cumpla el Destino! ¿Y quién sabe lo que me
oculta lo insondable? Verdaderamente, al ocupar el trono, habré
adquirido un reino muy hermoso para cedérselo á Kamaralzamán cuando
regrese. Y en cuanto á consumar el matrimonio con mi esposa la joven
Hayat-Alnefus, quizá se encuentre remedio. Ya lo pensaré.»

Levantó, pues, la cabeza, y con el rostro coloreado por un sonrojo que
el rey atribuyó á modestia y cortedad, naturales en un adolescente tan
candoroso, contestó: «¡Soy el hijo sumiso que responde oyendo y
obedeciendo á los menores deseos de su rey!»

Estas palabras transportaron al rey Armanos al límite de la
satisfacción, y quiso que la ceremonia del casamiento se verificase el
mismo día. Empezó por abdicar el trono en favor de Kamaralzamán, delante
de todos sus emires, personajes, oficiales y chambelanes; mandó que se
anunciara este suceso á toda la ciudad por medio de los pregoneros, y
despachó correos á todo su Imperio para que se enteraran de ello las
poblaciones.

Entonces organizóse en un momento una fiesta sin precedentes en la
ciudad y su palacio, y entre gritos de júbilo y al son de pífanos y
címbalos, se extendió el contrato de casamiento del nuevo rey con
Hayat-Alnefus.

Cuando llegó la noche, la reina madre, rodeada de sus doncellas, que
lanzaban «lu-lu-lúes» de alegría, llevó á la recién casada Hayat-Alnefus
á la habitación de Sett Budur, á quien seguían tomando por Kamaralzamán.
Sett Budur, en su aspecto de rey adolescente, avanzó con gentileza hacia
su esposa, y por primera vez le levantó el velillo del rostro.

Entonces, todos los circunstantes, al ver pareja tan hermosa, quedaron
tan cautivados, que palidecieron de placer y emoción.

Terminada la ceremonia, la madre de Hayat-Alnefus y todas las doncellas,
después de haber expresado millares de deseos de felicidad y haber
encendido todos los candelabros, se retiraron prudentemente, y dejaron
solos en la cámara nupcial á los recién casados...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 210.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...solos en la cámara nupcial á los recién casados.

Sett Budur quedó encantada del aspecto lleno de frescura de la joven
Hayat-Alnefus, y con rápida ojeada la juzgó verdaderamente deseable, por
sus grandes ojos negros, asustados, su tez límpida, sus senos que se
dibujaban infantiles debajo de la gasa. Y Hayat-Alnefus sonrió
tímidamente por haber agradado á su esposo, aunque temblaba de emoción
reprimida y bajaba los ojos, sin atreverse apenas á moverse bajo sus
velos y pedrerías. Y también había podido notar la hermosura soberana de
aquel joven de mejillas vírgenes de pelo, que le parecía más perfecto
que todas las jóvenes más hermosas de palacio. De modo que se conmovió
todo su ser cuando le vió acercarse muy despacio y sentarse á su lado en
el gran colchón tendido encima de la alfombra. Sett Budur cogió con las
suyas las manos de la joven, y se inclinó lentamente y la besó en la
boca. Y Hayat-Alnefus no se atrevió á devolverle aquel beso tan
delicioso, pero cerró los ojos por completo y exhaló un suspiro de honda
felicidad. Y Sett Budur le puso la cabeza en la curva de sus brazos, se
la apoyó contra el pecho, y á media voz le cantó versos de un ritmo tan
propio para mecer, que la joven durmióse á poco con una sonrisa de dicha
en los labios.

En cuanto despertó Sett Budur, que se había acostado casi completamente
vestida, y hasta con el turbante puesto, se apresuró á hacer rápidamente
abluciones someras, puesto que además tomaba numerosos baños en secreto
para no descubrirse; se adornó con sus atributos regios, y fué á la sala
del trono á recibir los homenajes de toda la corte, despachar los
negocios, suprimir abusos, nombrar y destituir. Entre otras supresiones
que le parecieron urgentes, abolió los consumos, las aduanas y las
cárceles, y repartió grandes liberalidades á los soldados, al pueblo y á
las mezquitas. Por eso le quisieron mucho sus nuevos súbditos, é
hicieron votos por su prosperidad y larga vida.

En cuanto al rey Armanos y á su esposa, se apresuraron á ir á saber de
su hija Hayat-Alnefus, y le preguntaron si su esposo había estado muy
cariñoso, y si ella estaba muy cansada, pues no querían empezar por
interrogarla acerca del asunto más importante. Hayat-Alnefus contestó:
«¡Mi esposo estuvo delicioso! ¡Me ha besado en la boca y me he dormido
en sus brazos al ritmo de sus canciones! ¡Ah, qué amable es!» Entonces
Armanos dijo: «¿Y no ha pasado nada más, hija mía?» Ella contestó:
«¡Nada más!» Y la madre preguntó: «¿Ni siquiera te has desnudado del
todo?» Ella respondió: «¡Claro que no!» Entonces el padre y la madre se
miraron; pero no dijeron nada y se fueron. Eso en cuanto á ellos.

En cuanto á Sett Budur, ya despachados los asuntos, volvió á su
habitación á buscar á Hayat-Alnefus, y le preguntó: «¿Qué te han dicho
¡oh mi muy querida! tu padre y tu madre?» Ella contestó: «Me han
preguntado por qué no me había desnudado.» Budur contestó: «¡No hay que
apurarse por eso! ¡En seguida te ayudaré!» Y prenda por prenda le quitó
toda la ropa, hasta la última camisa, y la cogió desnuda en brazos, y se
tendió con ella en el colchón.

Entonces Budur depositó un beso suavísimo en los hermosos ojos de la
joven, y le preguntó: «Hayat-Alnefus, cordera mía, ¿te gustan mucho los
hombres?» La otra respondió: «No los he visto nunca, como no sean los
eunucos de palacio, naturalmente. ¡Pero me han dicho que sólo son
hombres á medias! ¿Qué les falta para estar completos?» Budur contestó:
«Precisamente lo mismo que te falta á ti, ojos míos.» Hayat-Alnefus,
sorprendida, contestó: «¿A mí? ¿Y qué me falta á mí, ¡por Alah!?» Budur
contestó: «¡Un dedo!»

Al oir tales palabras, Hayat-Alnefus, asustada, lanzó un grito ahogado,
y sacó las manos de debajo de la colcha y extendió los diez dedos,
mirándolos con ojos dilatados por el terror. Pero Budur la estrechó
contra su pecho, y la besó en el pelo, y le dijo: «¡Por Alah! ¡Ya
Hayat-Alnefus! ¡todo era broma!» Y siguió cubriéndola de besos, hasta
que la calmó completamente. Entonces le dijo: «¡Oh mi muy querida,
bésame!» Y Hayat-Alnefus acercó sus frescos labios á los labios de
Budur, y ambas, así enlazadas, se durmieron hasta por la mañana...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 211.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...y ambas, así enlazadas, se durmieron hasta por la mañana.

Entonces Budur salió á despachar los asuntos del reino; y el padre y la
madre de Hayat-Alnefus entraron á saber noticias de su hija.

El rey Armanos fué el primero en preguntar: «Bueno, hija mía, ¡bendito
sea Alah! ¡Todavía te hallas en la cama! ¿No estás muy rendida?» Ella
contestó: «¡Nada de eso! ¡He descansado muy bien en brazos de mi hermoso
esposo, que esta vez me dejó completamente desnuda, y me besó todo el
cuerpo con besos muy delicados! ¡Ya Alah! ¡Qué delicioso era aquello!
¡Por todas partes sentí hormigueos numerosos y estremecimientos! ¡Sin
embargo, una vez me asustó diciéndome que me faltaba un dedo! ¡Pero fué
en broma! ¡Y sus caricias me dieron luego tanto gusto, y sus manos se
antojaban tan suaves á mi piel, y tan cálidos se unían sus labios á mis
labios, que me ha parecido soñar hasta por la mañana, creyéndome en el
paraíso!»

Entonces la madre le preguntó: «¿Pero en dónde están las toallas? ¿Has
perdido mucha sangre, hija mía?» Y la joven, asombrada, contestó: «¡No
he perdido ninguna!»

Al oir estas palabras, el padre y la madre, en el colmo de la
desesperación, se abofetearon, gritando: «¡Oh vergüenza y desgracia para
nosotros! ¿Por qué nos desprecia tanto tu esposo y te desdeña hasta tal
punto?»

Después el rey enfurecióse paulatinamente y se retiró, gritando á su
esposa con voz bastante fuerte para que le oyera la joven: «¡Si esta
noche no cumple Kamaralzamán su deber quitando la virginidad á nuestra
hija y salvando así el honor de todos nosotros, sabré castigar su
indignidad! ¡Le expulsaré de palacio, después de hacerle bajar del
trono que le he dado, y no sé si le someteré á un castigo más terrible
todavía!» Y dichas estas palabras, el rey Armanos salió del aposento de
su consternada hija, seguido de su esposa, cuya nariz se le había
alargado hasta los pies.

Y cuando llegó la noche y Sett Budur entró en la habitación de
Hayat-Alnefus, la encontró muy triste, con la cabeza metida entre las
almohadas, y sacudida por los sollozos. Se acercó á ella, besándola en
la frente, secándole las lágrimas, y al preguntarle el motivo de su
pesar, Hayat-Alnefus le dijo con voz conmovida: «¡Oh mi amado señor! ¡mi
padre quiere desposeerte del reino que te ha dado, y despedirte de
palacio, y no sé qué más pretende hacer contigo! ¡Y todo porque no
quieres quitarme la virginidad, salvando así el honor de su nombre y de
su raza! ¡Se ha empeñado en que eso se haga esta noche misma! ¡Y yo ¡oh
dueño amado! te lo digo, no para impulsarte á tomar lo que debes tomar,
sino para librarte del peligro que te amenaza! ¡Pues todo el día no he
hecho mas que llorar, pensando en la venganza que mi padre premedita
contra ti! ¡Ah! ¡Por favor, date prisa á quitarme la virginidad, y haz
de modo que, como dice mi madre, las toallas blancas se pongan todas
rojas! ¡Yo me confío por completo á tu saber, y pongo todo mi cuerpo y
mi alma en tus manos! ¡Pero tú has de decidir lo que tengo que hacer
para eso!»

Al oir estas palabras, Sett Budur dijo para sí: «¡Llegó el momento! ¡Ya
veo que no hay medio de aplazar las cosas! ¡Pondré mi fe en Alah!» Y
dijo á la joven: «Ojos míos, ¿me quieres mucho?» La otra contestó:
«¡Tanto como al cielo!» Budur la besó en la boca, y preguntó: «¿Y como á
qué más?» La joven respondió, estremecida ya por el beso: «¡No lo sé,
pero mucho!» Budur le preguntó otra vez: «Ya que me quieres tanto,
¿habrías sido feliz si en vez de ser tu esposo hubiese sido sólo tu
hermano?» La joven palmoteó, y contestó: «¡Me habría muerto de dicha!»
Budur dijo: «Y si yo, mi muy querida, no hubiera sido tu hermano, sino
tu hermana; si hubiera sido una muchacha como tú, en lugar de ser
hombre, ¿me habrías querido lo mismo?» Hayat-Alnefus dijo: «¡Todavía
más, porque habría estado siempre contigo, habría jugado siempre
contigo, y dormido en la misma cama, sin separarnos nunca!» Entonces
Budur atrajo hacia sí á la joven, le cubrió de besos los ojos, y le
dijo: «Vamos, Hayat-Alnefus, ¿serías capaz de guardar para ti sola un
secreto, dándome así una prueba de tu amor?» La joven exclamó:
«¡Queriéndote tanto, todo me es fácil!»

Entonces Budur la cogió en brazos y aplicó los labios á los suyos, hasta
perder las dos el aliento, y después se levantó del todo, y dijo:
«¡Mírame, Hayat-Alnefus, y sé, pues, mi hermana!»

Y al mismo tiempo, con ademán rápido, se entreabrió la ropa desde el
cuello hasta la cintura é hizo salir dos pechos deslumbradores coronados
por sus rosas; después dijo: «¡Ya ves que soy una mujer como tú, mi muy
querida! ¡Y si me he disfrazado de hombre, ha sido á consecuencia de
una aventura extrañísima que te voy á contar sin demora!»

Entonces se sentó de nuevo, se puso á la joven en las rodillas, y le
refirió toda su historia, desde el principio hasta el fin. Pero sería
inútil repetirla.

Cuando Hayat-Alnefus oyó la historia, llegó al límite del asombro, y
como seguía sentada en el regazo de Sett Budur, le cogió la barbilla con
la mano, y le dijo: «¡Oh hermana mía, qué vida tan deliciosa vamos á
pasar juntas aguardando el regreso de tu amado Kamaralzamán! ¡Alah
apresure su llegada, para que nuestra dicha sea completa!» Y Budur le
dijo: «¡Atienda Alah tus deseos, mi muy querida, y te entregaré á él
como segunda esposa! ¡Y así disfrutaremos los tres la felicidad más
perfecta!» Después se dieron largos besos, y jugaron á mil juegos, y
Hayat-Alnefus se maravillaba de todos los pormenores de belleza que
encontraba en Sett Budur. Y le cogía los pechos, y decía: «¡Oh hermana
mía, qué hermosos son tus pechos! ¡Mira! ¡Son mucho mayores que los
míos! ¡Mira los míos cuán pequeños son! ¿Te parece que crecerán?» Y la
registraba por todas partes, y la interrogaba acerca de los
descubrimientos que hacía. Y Budur, entre mil besos, le contestaba,
instruyéndola con perfecta claridad, y Hayat-Alnefus exclamaba: «¡Ya
Alah! ¡Ahora lo entiendo! Figúrate que cuando preguntaba yo á las
esclavas: «¿Para qué sirve _esto_? ¿para qué sirve _aquello_?», guiñaban
el ojo, pero no respondían. Otras veces, con mucha ira por mi parte,
chasqueaban la lengua, pero no contestaban. Y yo, llena de cólera, me
arañaba las mejillas y gritaba, cada vez más fuerte: «¿Para qué sirve
_eso_?» Entonces acudía mi madre á los gritos, y preguntaba, y todas las
esclavas le decían: «¡Grita porque quiere obligarnos á explicarle para
qué sirve _eso_!» Entonces la reina, mi madre, en el límite de la
indignación, á pesar de mis protestas de arrepentimiento, me ponía el
trasero al aire y me daba una azotaina furiosa, gritando: «¡Para esto
sirve _eso_!» Y yo acabé por convencerme de que _eso_ no servía mas que
para proporcionar una azotaina; y así con todo lo demás.»

Después siguieron ambas diciendo y haciendo mil locuras, de tal modo,
que por la mañana á Hayat-Alnefus no le quedaba nada que aprender, y se
había enterado de la misión encantadora que en adelante había de
corresponder á todos sus órganos delicados...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 212.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...se había enterado de la misión encantadora que en adelante había de
corresponder á todos sus órganos delicados.

Entonces, como se acercaba la hora en que los padres iban á entrar,
Hayat-Alnefus dijo á Budur: «Hermana, ¿qué hay que decirle á mi madre,
que me pedirá que le enseñe la sangre de mi virginidad?» Budur sonrió, y
dijo: «¡La cosa es fácil!» Y fué á hurtadillas á coger un pollo y lo
mató, y embadurnó con su sangre los muslos de la joven y las toallas, y
le dijo: «¡No tienes mas que enseñarles eso! Tal es la costumbre, que no
permite investigaciones más hondas.» La joven le preguntó: «Pero hermana
mía, ¿por qué no quieres quitármelo tú misma, por ejemplo, con el dedo?»
Budur contestó: «¡Ojos míos, porque, según te dije ya, te reservo para
Kamaralzamán!» Con eso se quedó Hayat-Alnefus completamente satisfecha,
y Budur salió á presidir la sesión de justicia.

Entonces entraron á ver á su hija el rey y la reina, prontos á estallar
de furor contra ella y su esposo si no se hubiera consumado todo. Pero
al ver la sangre y los muslos enrojecidos, se alegraron ambos, y se
esponjaron, y abrieron de par en par las puertas del aposento. Entonces
entraron todas las mujeres, y resonaron gritos de júbilo, y el
«lu-lu-lu» de triunfo, y la madre, en el colmo del orgullo, colocó en un
almohadón las toallas rojas, y seguida de toda la comitiva, dió de este
modo la vuelta al harén. Y todo el mundo se enteró así del fausto
acontecimiento; y el rey dió una gran fiesta, y mandó sacrificar para
los pobres un número considerable de carneros y camellos pequeños.

En cuanto á la reina y las invitadas, volvieron á la habitación de
Hayat-Alnefus, á la cual besaron todas entre los ojos, llorando, y se
estuvieron con ella hasta la noche, después de haberla llevado al hammam
envuelta en sedas, para que no pasara frío.

Y Sett Budur siguió sentándose todos los días en el trono de la isla de
Ébano, haciéndose querer por sus súbditos, que la creían hombre y le
deseaban larga vida. Pero al llegar la noche, iba á buscar con mucho
gusto á su joven amiga Hayat-Alnefus, la cogía en brazos, y se tendía
con ella en el colchón. Y ambas, enlazadas hasta por la mañana, como
esposo y esposa, se consolaban con toda clase de juegos y retozos
delicados, aguardando la vuelta de su amado Kamaralzamán. Eso en cuanto
á ellas.

       *       *       *       *       *

Y vamos ahora con Kamaralzamán. Se había quedado en la casa del buen
jardinero musulmán, situada extramuros de la ciudad habitada por los
invasores inhospitalarios y sucios procedentes de los países de
Occidente. Y su padre, el rey Schahramán, en las islas de Khaledán, al
ver en el bosque los despojos ensangrentados, ya no dudó de la pérdida
de su amado Kamaralzamán; y se puso de luto, lo mismo que todo el reino;
y mandó edificar un monumento funerario, en el cual se encerró para
llorar en silencio la muerte de su hijo.

Y por su parte, Kamaralzamán, á pesar de la compañía del anciano
jardinero, que hacía cuanto podía por distraerle hasta la llegada de un
barco que le llevase á la isla de Ébano, vivía triste, y recordaba con
dolor los hermosos tiempos pretéritos.

Pero un día en que el jardinero había ido, según costumbre, á dar una
vuelta por el puerto con objeto de encontrar un barco que quisiera
llevarse á su huésped, Kamaralzamán estaba sentado muy triste en el
jardín, y se recitaba versos viendo jugar á las aves, cuando de pronto
llamaron su atención los gritos roncos de dos aves grandes. Levantó la
cabeza hacia el árbol del cual procedía el ruido, y vió una riña
encarnizada á picotazos, arañazos y aletazos. Pero pronto cayó sin vida,
precisamente delante de él, una de las aves, mientras la vencedora
emprendía el vuelo.

Y he aquí que en el mismo instante dos aves mucho mayores, que habían
presenciado el combate posadas en un árbol vecino, fueron á colocarse
cerca de la muerta; una se puso á la cabeza y otra á los pies, y luego
ambas abatieron tristemente el cuello y echáronse á llorar.

Al ver aquello, Kamaralzamán se conmovió en extremo, y pensó en su
esposa Sett Budur, y después, por simpatía hacia las aves, se echó á
llorar también.

Pasado un rato, Kamaralzamán vió á las dos aves abrir con las uñas y los
picos una huesa, y enterrar á la muerta. Luego echaron á volar, y á los
pocos momentos volvieron adonde estaba el hoyo, pero llevando agarrado,
una por una pata y otra por un ala, al ave matadora, que hacía grandes
esfuerzos para huir y daba gritos espantosos. La colocaron sin soltarla
en la tumba de la difunta, y con pocos y rápidos picotazos la
despanzurraron para vengar su crimen, le arrancaron las entrañas, y
tendieron el vuelo, dejándola en tierra palpitante y agónica...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 216.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...y tendieron el vuelo, dejándola en tierra palpitante y agónica.

¡Eso fué todo! Y Kamaralzamán había permanecido inmóvil de sorpresa ante
un espectáculo tan extraordinario. Después, cuando las aves se fueron,
impulsado por la curiosidad, acercóse al sitio en que yacía el ave
criminal sacrificada, y al mirar el cadáver, vió en el estómago
desgarrado una cosa colorada, que le llamó mucho la atención. Se
inclinó, y habiéndola recogido, cayó desmayado de emoción. ¡Acababa de
encontrar la cornalina talismánica de Sett Budur!

Al volver de su desmayo, estrechó contra su corazón el precioso
talismán, causa de tanto suspiro, zozobra, pena y dolor, y exclamó:
«¡Plegue á Alah que sea éste un presagio de dicha y la señal de que
también encontraré á mi muy amada Budur!» Después besó el talismán y se
lo llevó á la frente, y en seguida lo envolvió con esmero en un pedazo
de tela, y se lo ató alrededor del brazo, para evitar que se le perdiera
otra vez. Y empezó á brincar de alegría.

Cuando se tranquilizó, recordó que el buen jardinero le había encargado
que desarraigase un algarrobo añoso que ya no daba hojas ni fruto. Se
ajustó, pues, un cinturón de cáñamo, se levantó las mangas, cogió una
azada y un canasto, y puso inmediatamente manos á la obra, dando grandes
golpes á las raíces del añoso árbol á ras de tierra. Pero de pronto notó
que el hierro del instrumento chocaba con un cuerpo metálico y
resistente, y oyó como un ruido sordo que se propagaba por debajo del
suelo. Separó entonces rápidamente la tierra y los guijarros, dejando al
descubierto una gran chapa de bronce, que se apresuró á quitar. Entonces
columbró una escalera de diez peldaños bastante altos abierta en la
roca; y tras de haber pronunciado las palabras propiciatorias _la ilah
il' Alah_, se dió prisa á bajar, y vió una ancha cueva cuadrada, de
construcción muy antigua, de los tiempos remotos de Thammud y Aad; y en
aquella cueva abovedada encontró veinte tinajas enormes, colocadas en
orden á ambos lados. Levantó la tapa de la primera, y comprobó que
estaba completamente llena de barras de oro rojo; levantó entonces la
segunda tapa, y advirtió que la segunda tinaja estaba repleta de polvo
de oro. Y abrió las otras diez y ocho, y las encontró llenas
alternativamente de barras y polvo de oro.

Repuesto de su sorpresa, Kamaralzamán salió entonces de la cueva, volvió
á poner la chapa, terminó el trabajo, regó los árboles, según costumbre
adquirida de ayudar al jardinero, y no acabó hasta por la noche, cuando
volvió su anciano amigo.

Las primeras palabras que el jardinero dijo á Kamaralzamán fueron para
darle una buena noticia. Díjole así: «¡Oh hijo mío! Tengo la alegría de
anunciarte tu próximo regreso al país de los musulmanes. He encontrado,
en efecto, un barco fletado por mercaderes ricos, que se hará á la vela
dentro de tres días. He hablado con el capitán, que está conforme en
darte pasaje hasta la isla de Ébano.» Al oir estas palabras,
Kamaralzamán se alegró mucho, y besó la mano al jardinero, y le dijo:
«¡Oh padre mío! Puesto que acabas de darme una buena nueva, yo, á mi
vez, te he de dar también otra noticia que creo ha de contentarte...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 219.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...otra noticia que creo ha de contentarte, aunque ignores la avidez de
los hombres del siglo, y tu corazón esté puro de toda ambición. Tómate
el trabajo de venir conmigo al jardín, y te enseñaré ¡oh padre mío! la
fortuna que te envía la suerte misericordiosa.»

Llevó entonces al jardinero al sitio en que se erguía el algarrobo
desarraigado, levantó la chapa, y sin reparar en la sorpresa y espanto
de su amigo, le hizo bajar á la cueva, y destapó delante de él las
veinte tinajas llenas de oro en barras y en polvo. Y el buen jardinero,
como atontado, levantaba las manos y abría extremadamente los ojos ante
cada tinaja, diciendo: «¡Ya Alah!» Después Kamaralzamán le dijo: «¡He
aquí ahora tu hospitalidad recompensada por el Dador! ¡La propia mano
que el extranjero te alargaba para que le socorrieras en la adversidad,
con el mismo ademán hace correr por tu morada el oro! ¡Así lo quieren
los destinos propicios á las raras acciones animadas por la belleza pura
y por la bondad de los corazones espontáneos!»

Al oir estas frases, el anciano jardinero, que no podía articular
palabra, se echó á llorar, y las lágrimas resbalaban silenciosas por su
larga barba y hasta por su pecho. Logró, por fin, hablar, y dijo: «Hijo
mío, ¿qué quieres que haga un viejo como yo con este oro y estas
riquezas? Verdad es que soy pobre; pero con mi dicha me basta, y será
completa si quieres darme sólo un dracma ó dos para comprar un sudario,
que al morir en mi soledad dejaré á mi lado, á fin de que el caminante
caritativo envuelva en él mis despojos para el día del juicio.»

Y esta vez le tocó llorar á Kamaralzamán. Luego dijo al viejo: «¡Oh
padre de la sabiduría! ¡oh jeque de manos perfumadas! ¡la santa soledad
en que pasas tus años pacíficos borra ante tus ojos las leyes que dictó
el rebaño adánico acerca de lo justo y lo injusto, de lo falso y lo
verdadero! ¡Pero yo he de volver á vivir entre los humanos feroces, y no
puedo olvidar tales leyes, so pena de ser devorado! ¡Así, pues, si
quieres, repartámonoslo! Tomaré la mitad y tú la otra mitad. ¡Si no, no
tocaré absolutamente nada!»

Entonces el anciano jardinero contestó: «Hijo mío, mi madre me parió
aquí mismo hace noventa años, y después murió; mi padre murió también. Y
el ojo de Alah ha seguido mis pasos, y he crecido á la sombra de este
jardín y escuchando el rumor del arroyuelo natal. Tengo cariño á este
jardín y á este arroyo, ¡oh hijo mío! y al murmurador follaje, y á este
sol, y á esta tierra materna en que mi sombra se alarga en libertad y se
conoce á sí misma, y á la luna, que de noche me sonríe por encima de
los árboles hasta la mañana. ¡Todo esto habla conmigo, ¡oh hijo mío! Te
lo digo para que sepas la razón que me sujeta aquí y me impide partir en
tu compañía hacia los países musulmanes. Soy el único musulmán de este
país en que vivieron mis antepasados. ¡Blanqueen, pues, en él mis
huesos, y que el único musulmán muera con la cara vuelta hacia el sol
que ilumina una tierra inmunda ahora, mancillada por los hijos bárbaros
del oscuro Occidente!»

Así habló el anciano de las manos temblorosas. Después añadió: «En
cuanto á esas tinajas preciosas que te preocupan, toma, si lo deseas,
las diez primeras, y deja las otras diez en la cueva. Serán el premio de
aquel que entierre el sudario en que yo duerma.

«Pero hay más. Lo difícil no es eso, sino embarcar las vasijas en el
navío sin llamar la atención y excitar la codicia de los hombres de alma
negra que habitan en la ciudad. Ahora bien; en mi jardín hay olivos
cargados de fruto, y en el sitio adonde vas, en la isla de Ébano, las
aceitunas son cosa rara y muy estimada. De modo que ahora mismo voy á
comprar veinte tarros grandes, que llenaremos á medias de barras y polvo
de oro, acabándolos de llenar con las aceitunas de mi jardín. Y entonces
será cuando podamos llevarlos sin temor al barco que va á salir.»

Este consejo fué seguido inmediatamente por Kamaralzamán, que se pasó el
día preparando los tarros comprados. Y cuando no le quedaba por llenar
mas que uno, dijo para sí: «Este talismán milagroso no está bastante
seguro arrollado á mi brazo; pueden robármelo mientras duermo ó perderse
de otra manera. ¡Lo mejor es, seguramente, colocarlo en el fondo de este
tarro; después lo cubriré con las barras y el polvo de oro, y encima
colocaré las aceitunas!» Y en seguida ejecutó su proyecto; y terminado
que fué aquello, tapó el último tarro con su tapa de madera blanca, y
para distinguirlo de los otros en caso necesario, le hizo una muesca en
la base, y después, enardecido por aquel trabajo, grabó con una navaja
todo su nombre, Kamaralzamán, en hermosos caracteres enlazados.
Concluída tal tarea, rogó á su anciano amigo que avisase á los hombres
de la nave para que al día siguiente fueran á recoger los tarros. Y el
viejo desempeñó en seguida el encargo, y regresó á casa un tanto
fatigado, y se acostó con un poco de calentura y algunos escalofríos.

A la mañana siguiente, el anciano jardinero, que en su vida había estado
enfermo, notó que se acrecentaba el mal de la víspera; pero no quiso
decírselo á Kamaralzamán, para no amargarle la salida. Se quedó en el
colchón, presa de una gran debilidad, y comprendió que iba á llegar su
último momento.

Durante el día, los hombres de la nave fueron al jardín á recoger los
tarros, y dijeron á Kamaralzamán, que les había abierto la puerta, les
indicase lo que tenían que recoger. El joven les llevó junto á la verja
y les enseñó los veinte tarros, bien colocados, diciéndoles: «¡Están
llenos de aceitunas de primera calidad! ¡Os ruego, pues, que tengáis
cuidado para no estropearlas!» Luego, el capitán, que había acompañado á
sus hombres, dijo á Kamaralzamán: «¡Sobre todo, señor, no dejes de ser
puntual; porque mañana el viento soplará de tierra y nos daremos á la
vela en seguida!» Y cogieron los tarros y se fueron...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 222.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Y cogieron los tarros y se fueron.

Después Kamaralzamán entró en la habitación del jardinero, y le encontró
la cara palidísima, aunque llena de gran serenidad. Le preguntó cómo
estaba, y entonces se enteró de que hallábase enfermo, y á pesar de las
palabras que el otro le decía para tranquilizarle, no dejó de alarmarse
mucho. Le hizo tomar varios cocimientos de hierbas verdes, pero sin gran
resultado. Después le acompañó todo el día, y le veló por la noche, y
pudo ver que el mal se agravaba. Y por la mañana, el buen jardinero,
que apenas tenía fuerzas para llamarle hacia su cabecera, le cogió de la
mano y le dijo: «¡Kamaralzamán, hijo mío, escucha! ¡No hay más Dios que
Alah! ¡Y nuestro señor Mohammad es el enviado de Alah!» Y expiró.

Entonces Kamaralzamán rompió en llanto, y estuvo mucho rato llorando á
su lado. Se levantó después, le cerró los ojos, le rindió el último
tributo, le hizo un sudario blanco, abrió la huesa y enterró al último
musulmán de aquel país caído en el descreimiento. Y entonces pensó en
embarcarse.

Compró algunas provisiones, cerró la puerta del jardín, se llevó la
llave consigo, y corrió á escape al puerto, cuando el sol estaba ya muy
alto; pero fué para ver que el barco, á toda vela, iba ya obedeciendo al
viento favorable hacia alta mar.

Extremado fué el dolor de Kamaralzamán al ver aquello; pero no lo
exteriorizó, para que no se riera á costa suya la gentuza del puerto. Y
volvió á emprender tristemente el camino del jardín, del cual era ya
único heredero y propietario por fallecimiento del anciano. Y en cuanto
llegó á la casita, se desplomó en un colchón, y lloró por sí mismo, y
por su amada Budur, y por el talismán que acababa de perder por segunda
vez.

La aflicción de Kamaralzamán no tuvo límites cuando se vió obligado por
el Destino feroz á quedarse hasta fecha desconocida en aquel país
inhospitalario; y el pensamiento de haber perdido para siempre el
talismán de Sett Budur le desesperaba más, y decía para sí: «¡Mis
desdichas empezaron con la pérdida del talismán y volvió la buena suerte
cuando lo recobré; y ahora que lo he vuelto á perder, quién sabe las
calamidades que me caerán encima!» Sin embargo, acabó por exclamar: «¡No
hay más recurso que Alah el Altísimo!» Después se levantó, y para no
exponerse á perder las otras diez tinajas que constituían el tesoro
subterráneo, fué á comprar otros veinte tarros; puso en ellos las barras
y el polvo, y los acabó de llenar con aceitunas hasta arriba, diciendo
para sí: «¡Así estarán preparados el día que Alah quiera que me
embarque!» Y volvió á regar las legumbres y los árboles frutales,
recitando versos muy tristes relativos á su amor hacia Budur. Eso en
cuanto á Kamaralzamán.

       *       *       *       *       *

En cuanto al buque, tuvo vientos favorables, y no tardó en llegar á la
isla de Ébano, y fué á fondear precisamente debajo del malecón en que se
elevaba el palacio habitado por la princesa Budur con el nombre de
Kamaralzamán.

Al ver aquella nave que entraba á toda vela y ondeando el pabellón, Sett
Budur sintió vivos deseos de ir á verla, tanto más cuanto que siempre
tenía la esperanza de que había de encontrar algún día á su esposo
Kamaralzamán embarcado en alguno de los navíos que venían de lejos.
Mandó á algunos de sus chambelanes que la acompañaran, y fué á bordo del
buque, del cual le dijeron, por otra parte, que venía cargado con ricas
mercaderías.

Al llegar á bordo, mandó llamar al capitán, y le dijo que quería ver la
nave. Después, cerciorada de que Kamaralzamán no se encontraba entre los
pasajeros, preguntó por curiosidad al capitán: «¿De qué viene cargado el
barco, capitán?» Éste contestó: «¡Oh, señor! Además de los mercaderes
pasajeros, llevamos en el sollado ricas telas, sederías de todos los
países, bordados en terciopelo y brocados, telas pintadas, antiguas y
modernas, de muy buen gusto, y otras mercancías de valor; llevamos
medicamentos chinos é indios, drogas en polvo y en rama, díctamos,
pomadas, colirios, ungüentos y bálsamos preciosos; llevamos pedrería,
perlas, ámbar amarillo y coral; tenemos también perfumes de todas clases
y especies selectas; almizcle, ámbar gris é incienso, almáciga en
lágrimas transparentes, benjuí gurí y esencias de todas las flores;
tenemos asimismo alcanfor, cilantro, cardamomo, clavo, canela de
Serendib, tamarindo y jengibre; finalmente, hemos embarcado en el último
puerto aceitunas superiores, de las llamadas «de pájaro», que tienen una
piel muy fina y una pulpa dulce, jugosa, del color del aceite rubio...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 225.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...que tienen una piel muy fina y una pulpa dulce, jugosa, del color
del aceite rubio.»

Cuando la princesa Budur oyó nombrar las aceitunas, que le gustaban con
delirio, interrumpió al capitán, y le preguntó, brillándole los ojos de
deseo: «¡Ah! ¿Y cuánta cantidad tienes de esas aceitunas «de pájaro»?»
Él contestó: «Tenemos veinte tarros grandes.» Ella dijo: «¿Son muy
grandes? ¡Dímelo! ¿Y tienen también aceitunas de las que se llaman
rellenas, es decir, de las que se les han quitado los huesos para
sustituirlos con alcaparras ácidas, y que mi alma prefiere con mucho á
las que tienen hueso?» El capitán abrió los ojos, y dijo: «Supongo que
también las habrá en esos tarros.»

Al oirle, la princesa Budur notó que se le hacía la boca agua con el
deseo no satisfecho, y dijo: «Quiero comprar uno de esos tarros.» Y el
capitán contestó: «Aunque al propietario se le escapó el barco en el
momento de zarpar y no puedo disponer libremente de ellos, nuestro señor
el rey tiene derecho á coger lo que quiera.» Y gritó: «¡Hola! ¡Traiga
uno de vosotros del sollado uno de los veinte tarros de aceitunas!» Y
en seguida los marineros sacaron del sollado y trajeron uno de éstos.

Sett Budur mandó levantar la tapa, y le maravilló tanto el aspecto
admirable de aquellas aceitunas «de pájaro», que exclamó: «Quisiera
comprar los veinte tarros. ¿Cuánto costarán, según el precio corriente
del zoco?» El capitán contestó: «Según el precio del zoco de la isla de
Ébano, creo que cada tarro de aceitunas valdrá cien dracmas.» Sett Budur
dijo á sus chambelanes: «¡Pagad al capitán mil dracmas por cada tarro!»
Y añadió: «Cuando vuelvas al país del mercader, le pagarás eso por las
aceitunas.» Y se fué, seguida de los que cargaron con los tarros de
aceitunas.

La primera diligencia de Sett Budur al llegar á palacio fué entrar en el
aposento de su amiga Hayat Alnefus para avisarle de la llegada de las
aceitunas. Y cuando los tarros fueron llevados al interior del harén,
según las órdenes dadas, Budur y Hayat-Alnefus, en el colmo de la
impaciencia, mandaron traer la fuente mayor de las de dulce, y ordenaron
á las esclavas que levantaran con cuidado el primer tarro y vaciaran en
ella el contenido todo, formando un montón bien acondicionado, en el que
se pudieran distinguir las aceitunas con hueso de las deshuesadas.

¡Y cuál no sería el maravillado pasmo de Budur y su amiga al ver
mezclados con las aceitunas barras y polvo de oro! Y esta sorpresa tenía
algo de decepción, por pensar que tal mezcla podía haber echado á
perder las aceitunas; de modo que Budur mandó traer otras fuentes y
vaciar los demás tarros, uno tras otro, hasta el vigésimo. Pero cuando
las esclavas hubieron volcado el último, y apareció el nombre de
Kamaralzamán en la base, y brilló el talismán en medio de las aceitunas,
Budur lanzó un grito, se puso palidísima, y cayó desmayada en brazos de
Hayat-Alnefus. ¡Acababa de reconocer la cornalina que llevó en otro
tiempo sujeta al nudo de seda del calzón!

Al volver en sí, merced á los cuidados de Hayat-Alnefus, Sett Budur
cogió la cornalina talismánica y se la llevó á los labios, exhalando un
suspiro de felicidad; después, para que las esclavas no se enteraran de
su disfraz, las despidió á todas, y dijo á su amiga: «¡He aquí ¡oh amada
mía querida! el talismán causante de que estemos separados mi esposo
adorado y yo! ¡Pero así como he dado con él, pienso volver á encontrar á
aquel cuya venida nos llenará de felicidad á ambas!»

Inmediatamente mandó llamar al capitán de la nave, que se le presentó y
besó la tierra entre sus manos, y aguardó que le preguntaran. Entonces
Budur le dijo: «¿Puedes decirme ¡oh capitán! lo que hace en su tierra el
amo de los tarros de aceitunas?» El capitán respondió: «Es ayudante de
jardinero, y había de embarcarse con sus aceitunas para venir á
venderlas aquí, pero no llegó á tiempo al barco.» Budur le dijo: «Pues
bien; sabe ¡oh capitán! que al probar las aceitunas, de las cuales las
mejores están, efectivamente, rellenas, he descubierto que el que las
ha preparado no puede ser mas que uno que fué cocinero mío, pues era el
único que sabía dar al relleno de alcaparras ese sabor picante y suave á
la vez que me gusta infinito. Y ese maldito cocinero se escapó, temiendo
que le castigaran por haber perjudicado á un pinche al tratar de
acariciarlo de una manera harto dura y poco proporcionada. Por
consiguiente, es menester que te des á la vela y me traigas lo antes
posible á ese ayudante de jardinero, porque sospecho mucho que sea mi ex
cocinero, autor del desgarrón de su delicado pinche. Y te recompensaré
con liberalidad si cumples mis órdenes con gran diligencia; de lo
contrario, no te permitiré volver más á mi reino; y como volvieras, te
mandaría matar, lo mismo que á los de tu tripulación...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 228.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...te mandaría matar, lo mismo que á los de tu tripulación.»

Al oir estas palabras, el capitán no pudo contestar mas que oyendo y
obedeciendo, y á pesar del perjuicio que salida tan forzada pudiera
ocasionar á sus mercaderías, supuso que á la vuelta le indemnizaría el
rey, y se dió á la vela. Y le permitió Alah una navegación tan feliz,
que llegó en pocos días á la ciudad descreída, y desembarcó de noche con
los marineros más robustos de su tripulación.

En seguida se dirigió con su escolta al jardín habitado por
Kamaralzamán, y llamó á la puerta.

En aquel momento, Kamaralzamán, que había acabado su labor del día,
estaba sentado muy triste, y con lágrimas en los ojos recitaba versos
sobre la ausencia. Pero al oir llamar á la puerta, se levantó y fué á
preguntar: «¿Quién va?» El capitán, fingiendo voz cascada, dijo: «¡Un
pobre de Alah!» Al oir esta súplica, dicha en árabe, Kamaralzamán, cuyo
corazón latió de piedad, abrió. Pero inmediatamente fué cogido y
agarrotado, y los marineros invadieron el jardín, y al ver los veinte
tarros colocados como la primera vez, se apresuraron á cogerlos. Después
volvieron todos al barco, y se dieron inmediatamente á la vela.

Entonces el capitán, rodeado por sus hombres, se acercó á Kamaralzamán y
le dijo: «¡Ah! ¿Conque eres tú el aficionado á muchachos, que
desgarraste al niño en la cocina del rey? ¡Cuando llegue el barco,
encontrarás el palo dispuesto á hacerte lo propio, como no prefieras que
ahora mismo te ensarten estos mozos continentes!» Y le señaló á los
marineros, que se guiñaban el ojo al mirarlo, pues les parecía muy bien
disfrutar de aquella ganga.

Al oir tales palabras, Kamaralzamán, que aunque libertado de las
ataduras desde que llegó á la nave no había dicho palabra, dejándose
llevar por el Destino, no pudo soportar tamaña imputación, y exclamó:
«¡Me refugio en Alah! ¿No te da vergüenza hablar de ese modo, ¡oh
capitán!? ¡Reza por el Profeta!» El capitán contestó: «¡Sean con Él y
con todos los suyos la bendición de Alah y la plegaria! ¡Pero tú fuiste
el que ensartó al chico!»

Al oir estas palabras, Kamaralzamán exclamó otra vez: «¡Me refugio en
Alah!» El capitán replicó: ¡Tenga Alah misericordia de nosotros! ¡Nos
ponemos bajo su custodia!» Y Kamaralzamán repuso: ¡Os juro á todos
vosotros por la vida del Profeta (¡sean con Él la plegaria y la paz!),
que no entiendo nada de semejante acusación, y que nunca he puesto los
pies en esa isla de Ébano á la cual me lleváis, ni en el palacio ele su
rey! ¡Rezad por el Profeta, ¡oh buena gente!» Entonces todos replicaron,
como se acostumbra: «¡Sea con Él la bendición!»

Pero el capitán replicó: «¿De modo que nunca has sido cocinero ni has
ensartado á ningún niño en tu vida?» Kamaralzamán, en el límite de la
indignación, escupió al suelo, y gritó: «¡Me refugio en Alah! ¡Haced de
mí lo que queráis, pues ¡por Alah! mi lengua no se volverá á mover para
contestar á tales cosas!» Y ya no quiso decir palabra. Entonces el
capitán dijo: «Yo cumplo mi deber con entregarte al rey. ¡Si eres
inocente, ya te arreglarás como puedas!»

A todo esto, el barco llegó á la isla de Ébano con felicidad. Y el
capitán llevó en seguida á Kamaralzamán á palacio, y solicitó ver al
rey. Y como le aguardaban, se le introdujo en la sala del trono.

Y Sett Budur, para no delatarse, por interés tanto suyo como de
Kamaralzamán, había combinado un plan muy acertado, sobre todo para
discurrido por una mujer.

Y cuando miró al que el capitán traía, á la primera ojeada conoció á su
adorado Kamaralzamán, y se quedó muy pálida y amarilla como el azafrán.
Y todos atribuyeron su cambio de color á la ira por el recuerdo de la
ensartadura del niño. Ella le miró mucho rato sin poder hablar, mientras
Kamaralzamán, con su traje viejo de jardinero, había llegado al límite
de la confusión y el temblor. Y estaba muy distante de figurarse que se
encontraba en presencia de aquella por quien había vertido tantas
lágrimas y experimentado tantas penas, zozobras y malos tratos.

Por fin pudo dominarse Sett Budur, y se volvió hacia el capitán, y le
dijo: «¡Como premio por tu fidelidad, te quedarás con el dinero que te
di por las aceitunas!» El capitán besó la tierra, y dijo: «¿Y los otros
veinte tarros de esta última vez que están todavía en el sollado?» Budur
dijo: «Si has traído otros veinte tarros, apresúrate á mandármelos. ¡Y
te pagaré mil dinares de oro!» Y le despidió.

Después se volvió hacia Kamaralzamán, que estaba con los ojos bajos, y
dijo á los chambelanes: «¡Coged á ese joven y llevadle al hammam!...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 230.ª NOCHE_

     Ella dijo:

«...¡Coged á ese joven y llevadle al hammam! Después le vestiréis
suntuosamente, y me lo volveréis á presentar mañana por la mañana, á la
primera hora del diván!» Y lo mandado se ejecutó al momento.

Sett Budur fué á buscar á su amiga Hayat-Alnefus, y le dijo: «¡Amiga
mía, nuestro adorado está de vuelta! ¡Por Alah! He combinado un plan
admirable para que nuestro encuentro no sea un golpe funesto para el que
de jardinero se ve convertido en rey sin transición. Y es un plan que si
se escribiera con una aguja en el ángulo interior del ojo, serviría de
lección á los aficionados á instruirse.» Y Hayat-Alnefus se puso tan
contenta que se echó en brazos de Sett Budur, y ambas aquella noche
fueron muy formales, para prepararse á recibir con toda frescura al
amado de su corazón.

Y por la mañana llevaron al diván á Kamaralzamán, suntuosamente
vestido. Y el hammam había devuelto á su rostro todo su esplendor, y el
traje ligero y bien ceñido realzaba su cintura fina y sus nalgas
montañosas. Y todos los emires, personajes y chambelanes no se
sorprendieron al oir al rey decir al gran visir: «¡Darás á este joven
cien esclavos para que le sirvan, y le proporcionarás por cuenta del
Tesoro emolumentos que sean dignos del cargo que le voy á conferir ahora
mismo.» Y le nombró visir entre los visires, y le dió tren de casa y
caballos, y mulos y camellos, sin contar arcas llenas y armarios.
Después se retiró.

Al día siguiente, Sett Budur--siempre bajo la apariencia del rey de la
isla de Ébano--mandó comparecer al nuevo visir, y destituyó de su empleo
al gran visir, y después nombró á Kamaralzamán gran visir en su lugar; y
Kamaralzamán entró en seguida en el Consejo, y la asamblea fué dirigida
por su autoridad. Sin embargo, cuando se levantó la sesión del diván,
Kamaralzamán empezó á reflexionar profundamente, y dijo para sí: «¡Los
honores que me otorga este joven monarca y la amistad con que me honra
deben tener seguramente algún origen! Pero ¿cuál sera? Los marineros me
cogieron y trajeron aquí acusado de haber ensartado á un niño cuando
suponían que fuese yo un ex cocinero del rey. Y éste, en vez de
castigarme, me envía al hammam, y me dan un alto cargo y todo lo demás.
¡Oh Kamaralzamán! ¿Cuál puede ser la causa de suceso tan extraño?»

Reflexionó otro rato, y después exclamó: «¡Por Alah! ¡He dado con la
causa; pero sea confundido Eblis! Seguramente este rey, que es muy joven
y hermoso, debe de creerme aficionado á muchachos, y sólo me demuestra
tanta amabilidad por esto. Pero ¡por Alah! no puedo aceptar semejante
función. Y es necesario poner en claro sus proyectos; y si efectivamente
pretendiera eso de mí, le devolvería en el acto cuanto me ha dado, y
abdicaría mi empleo de gran visir, y me volvería á mi jardín.» Y
Kamaralzamán fué inmediatamente á ver al rey, y le dijo: «¡Oh rey
afortunado! En verdad que colmaste á tu esclavo de honores y
consideraciones, que no suelen otorgarse mas que á venerables ancianos
encanecidos en la sabiduría; y yo no soy mas que un joven entre los más
jóvenes. De modo que si todo esto no tuviera una causa desconocida,
sería el prodigio más inmenso entre los prodigios.»

Oídas estas palabras, Sett Budur sonrió y miró á Kamaralzamán con ojos
lánguidos, y le dijo: «Efectivamente, mi hermoso visir, todo eso tiene
su causa, y es el cariño que tu belleza ha encendido súbitamente en mi
hígado. Pues en verdad que me ha cautivado en extremo tu tez tan
delicada y tranquila.» Y Kamaralzamán dijo: «¡Prolongue Alah los días
del rey! Pero tu esclavo tiene una esposa á quien ama, y por la cual
llora todas las noches desde una aventura extraña que le alejó de ella.
¡Por eso, ¡oh rey! tu esclavo te pide permiso para irse á viajar después
de haber dejado en tus manos los cargos con que has tenido á bien
honrarle!»

Pero Sett Budur cogió la mano al joven, y le dijo: «¡Oh mi hermoso
visir, siéntate! ¿Por qué vienes á hablarme de viaje y partida? Quédate
aquí, junto al que arde por tus ojos y está dispuesto, si quieres
compartir su pasión, á hacerte reinar con él en este trono. Porque has
de saber que yo también fuí nombrado rey á consecuencia del afecto que
el rey viejo me manifestó, y de lo amable que para él he sido. Ponte ya
al corriente ¡oh joven gentilísimo! de las costumbres de este siglo, en
el cual la prioridad corresponde de derecho á los seres bellos, y no
olvides las acertadas frases de uno de nuestros más exquisitos poetas...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 232.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...y no olvides las acertadas frases de uno de nuestros más exquisitos
poetas:

     _¡Nuestro siglo recuerda aquellos tiempos delicados en que vivía
     el venerable Lot, pariente de Abraham, el amigo de Alah!_

     _¡El anciano Lot tenía una barba como la sal, que servía de marco á
     un rostro juvenil, en el cual respiraban las rosas!_

     _¡En su ciudad ardiente, visitada por ángeles, hospedaba á los
     ángeles, y en cambio daba sus hijas á la muchedumbre!_

     _¡El cielo mismo le libró de su antipática mujer, inmovilizándola
     al cuajarla en sal fría y sin vida!_

     _¡En verdad os digo que este siglo encantador pertenece á los
     jóvenes!_»

Cuando Kamaralzamán oyó estos versos y comprendió su significado,
quedóse turbadísimo y se sonrojaron como un ascua sus mejillas; después
dijo: ¡Oh rey! Tu esclavo te confiesa su falta de afición á esas cosas,
á las cuales no pudo acostumbrarse. Además, soy harto joven para
soportar pesos y medidas que no podría tolerar la espalda de un ganapán
viejo.»

Al oir estas palabras, Sett Budur se echó á reir á carcajadas, y luego
dijo á Kamaralzamán: «¡Verdaderamente, ¡oh joven delicioso! no sé por
qué te asustas! Oye lo que tengo que decirte respecto al particular: ó
eres un adolescente ó una persona mayor. Si eres lo primero y no has
llegado á la edad de la responsabilidad, nada te podrán echar en cara,
pues no deben censurarse ni considerarse con mirada dura y violenta los
actos sin importancia de los menores; si tienes una edad responsable, y
así me lo parece al oirte discutir con tanto raciocinio, ¿por qué has de
vacilar ni asustarte, ya que eres dueño de tu cuerpo y puedes dedicarlo
al uso que prefieras, y lo que está escrito sucede? Sobre todo, piensa
que yo soy el que debería asustarse, puesto que soy más pequeño que tú;
pero me aplico estos versos tan perfectos del poeta:

     _¡Estando mirándome el niño, mi zib se movió! Entonces exclamó él_:
     «_¡Es enorme!_» _Y yo le dije_: «_¡Así es fama!_»

     _Él replicó_: «_¡Apresúrate á demostrarme su heroísmo y
     resistencia!_» _Pero yo le dije_: «_¡Eso no es lícito!_» _Él me
     replicó_: «_¡Para mí es muy lícito! ¡Apresúrate á manejarlo!_»
     _¡Entonces lo hice, pero sólo por obediencia y cortesía!_»

Cuando Kamaralzamán oyó tales palabras y versos, vió que la luz se
convertía en tinieblas delante de sus ojos, y bajó la cabeza, y dijo á
Sett Budur: ¡Oh rey lleno de gloria! ¡Tienes en tu palacio muchas
jóvenes y esclavas, y vírgenes muy bellas, y tales como ningún rey de
este tiempo las posee! ¿Por qué has de abandonar todo eso á mí solo? ¿No
sabes que te es lícito hacer con las mujeres cuanto pueda atraer tus
deseos ó alentar tu curiosidad y provocar tus ensayos?»

Pero Sett Budur sonrió, cerrando á medias los párpados y mirándole de
reojo, y después contestó: «Nada más cierto que lo que dices, ¡oh mi
prudente visir tan hermoso! pero ¿qué hacer cuando nuestra afición varía
de deseo, cuando nuestros sentidos se afinan ó transforman, y cuando
cambia la naturaleza de nuestro humor? Mas dejémonos de una discusión
que no conduce á nada, y oigamos lo que dicen respecto á eso nuestros
poetas más estimados. Escucha alguno de sus versos:

       *       *       *       *       *

»Uno ha dicho:

     _¡He aquí los puestos apetitosos en el zoco de los fruteros!
     ¡Encuentras á un lado, en la bandeja de palma, los higos gordos, de
     trasero oscuro y simpático! ¡Oh! ¡Pero mira la bandeja grande en el
     sitio de preferencia! ¡He aquí los frutos del sicomoro, los frutos
     pequeños, de trasero sonrosado, del sicomoro!_

»El segundo ha dicho:

     _¡Pregunta á la joven por qué, cuando los pechos se le endurecen y
     el fruto le madura, prefiere el sabor ácido de los limones á las
     sandías dulces y á las granadas!_

»Otro ha dicho:

     _¡Oh mi única beldad! ¡oh muchachito! ¡Tu amor es mi fe! ¡Es para
     mí la religión preferida entre todas las creencias!_

     _¡Por ti he dejado á las mujeres, hasta el punto de que mis amigos
     han observado esta abstinencia, y han supuesto ¡ignorantes! que me
     había hecho monje y religioso!_

»Otro ha dicho:

     _¡Oh Zeinab de pechos morenos, y tú, Hind de trenzas teñidas con
     arte! ¿no sabéis por qué hace tanto tiempo que desaparecí?_

     _¡He encontrado las rosas--las que suelen verse en las mejillas de
     las jóvenes--, he encontrado esas rosas, no en mejillas de una
     joven, ¡oh Zeinab! sino en las posaderas fundamentales y
     aterciopeladas de mi amigo! ¡He ahí por qué ¡oh Hind! ya no podrá
     atraerme nunca tu cabellera teñida, ni tampoco ¡oh Zeinab! tu
     jardín arrasado, al cual le falta el vello, ni siquiera tus
     posaderas demasiado lisas, que carecen de granulación!_

»Otro ha dicho:

     _¡Cuida de no hablar mal de ese gamo joven, comparándole
     sencillamente, porque es imberbe, con una mujer! ¡Es preciso ser un
     malvado para decir ó pensar semejante cosa! ¡Hay diferencia!_

     _¡En efecto, cuando te acercas á una mujer, es por delante; y por
     eso te besa en la cara! ¡Pero el gamo joven, cuando te acercas á
     él, tiene que encorvarse, y de esa manera ¡figúrate! besa la
     tierra! ¡Hay diferencia!_

»Otro ha dicho:

     _¡Oh hermoso niño, eras mi esclavo, y te liberté para utilizarte en
     ataques infecundos! ¡Porque tú, siquiera, no puedes criar huevos en
     tu seno!_

     _¡En efecto, qué espantoso sería para mí aproximarme á una mujer
     virtuosa de anchas caderas! ¡En cuanto la cabalgase, me daría
     tantos hijos, que no podría contenerlos toda la comarca!_

»Otro ha dicho:

     _¡Mi esposa me dirigió tantas miradas picarescas y se puso á mover
     las caderas con tanta elasticidad, que me dejé arrastrar á nuestro
     lecho, largo tiempo evitado! ¡Pero no pudo lograr que se despertase
     el querido niño á quien solicitaba!_

     _Entonces me gritó, furiosa_: «_¡Si no le obligas inmediatamente á
     endurecerse para cumplir sus deberes y penetrar, no te asombres si
     mañana, al despertarte, eres cornudo!_»

»Otro ha dicho:

     _¡Generalmente se piden á Alah mercedes y beneficios levantando los
     brazos! ¡Pero las mujeres son de otro modo! ¡Para solicitar los
     favores de su amante levantan las piernas y los muslos! ¡El ademán
     es seguramente más meritorio, pues se dirige á sus profundidades!_

»Por último, otro ha dicho:

     _¡Qué ingenuas son á veces las mujeres! ¡Como tienen trasero, se
     figuran que nos lo pueden ofrecer en caso necesario por analogía!
     ¡He demostrado á una de ellas cuánto se equivocaba!_

     _¡Esta joven había venido á buscarme con una vulva en verdad lo más
     excelente posible! Pero yo le dije_: «_¡No hago esas cosas de tal
     manera!_»

     _Ella me contestó_: «_¡Sí, ya lo sé, este siglo abandona la moda
     antigua! ¡Pero no importa! ¡Estoy al corriente!» ¡Y se volvió, y
     presentó á mis miradas un orificio tan vasto como el abismo del
     mar!_»

     _Pero yo dije_: «_Te doy las gracias de veras, señora mía, te doy
     mil gracias! ¡Veo que tu hospitalidad es muy amplia! ¡Y temo
     perderme en un camino cuya brecha resulta mayor que la de una
     ciudad tomada por asalto!_»

Cuando Kamaralzamán oyó todos aquellos versos, comprendió que no había
medio de equivocarse acerca de las intenciones de Sett Budur, á quien
seguía tomando por el rey, y vió que no le serviría de nada resistirse
más; y por otra parte, también sentía curiosidad de saber á qué atenerse
sobre la moda nueva de que hablaba el poeta...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 234.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...á qué atenerse sobre la moda nueva de que hablaba el poeta. De modo,
que repuso: «¡Oh rey del siglo! ¡ya que tienes tanto empeño, prométeme
que no haremos eso juntos mas que una vez! ¡Y si consiento, sabe que es
para tratar de demostrarte en seguida que es preferible volver á la moda
antigua! De todos modos, por mi parte, deseo que me prometas formalmente
que nunca me pedirás la repetición de este acto, cuyo perdón pido por
anticipado á Alah el Clemente sin límite.» Y Sett Budur exclamó: «¡Te lo
prometo formalmente! ¡Y yo también quiero pedir remisión á Alah
misericordioso, cuya bondad carece de límites, para que nos haga salir
de las tinieblas del error á la luz de la verdadera sabiduría!» Después
añadió: «Pero en verdad, hay que hacerlo sin remedio, aunque no sea mas
que una vez, para dar la razón al poeta, que dice:

     _¡La gente ¡oh amigo mío! nos acusa de cosas que nos son
     desconocidas, y dice de nosotros todo lo malo que piensa!_

     _¡Ven, amigo! ¡Seamos lo bastante generosos para dar la razón á
     nuestros enemigos, y ya que sospechan una cosa, hagámosla siquiera
     una vez! ¡Después nos arrepentiremos, si te parece! ¡Ven, amigo
     dócil, á trabajar conmigo para dejar en paz la conciencia de
     nuestros acusadores!_»

Y Sett Budur se levantó rápidamente y lo arrastró hacia los anchos
colchones tendidos en la alfombra, mientras él trataba de defenderse
algo y meneaba la cabeza con aspecto resignado, suspirando: «¡No hay
recurso mas que en Alah! ¡Todo ocurre por orden suya!» Y como Sett Budur
le hostigaba impaciente para que se diera prisa, se quitó los anchos
calzones bombachos, después el calzón de hilo, y se vió derribado de
pronto encima de los colchones por el rey, que se tendió junto á él y le
cogió en brazos. Y el rey le dijo: «¡Verás cómo ni los mismos ángeles
sabrían darte una noche como ésta!» Y el rey añadió: «¡Oh! ¡Arrímate!» Y
le echó las dos piernas alrededor de los muslos, y le dijo: «¡Oh, dame
la mano, pónmela entre los muslos para despertar á este niño y obligarlo
á levantarse, porque lleva mucho tiempo dormido!» Y Kamaralzamán, algo
cortado, le dijo: «¡No me atrevo!» El rey le dijo: «¡Voy á ayudarte!» Y
le cogió la mano y se la paseó por entre los muslos.

Entonces Kamaralzamán notó que el contacto con los muslos del rey era
muy delicioso, y más dulce que el tocar manteca, y más suave que el
tocar seda. Y aquello le agradó mucho, y le incitó á explorar él solo
lo de arriba y lo de abajo, hasta que su mano llegó á una cúpula que
encontró muy movediza y verdaderamente llena de bendición. Pero por más
que buscó por todas partes, no pudo encontrar el alminar. Y dijo para
sí: «¡Oh Alah, qué misteriosas son tus obras! ¿Cómo podrá haber una
cúpula sin alminar?» Después pensó: «Es probable que este rey encantador
no sea hombre ni mujer, sino un eunuco blanco. ¡Eso resultaría mucho
menos interesante!» Y le dijo al rey: «¡Oh rey, no sé, pero no encuentro
al niño!»

Al oir estas palabras, á Sett Budur le dió tal acceso de risa, que le
faltó poco para desmayarse...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 235.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...á Sett Budur le dió tal acceso de risa, que le faltó poco para
desmayarse. Después se puso seria de repente, y recobró su antigua voz
tan dulce y tan cantarina, y dijo á Kamaralzamán: «¡Oh esposo amadísimo,
qué pronto has olvidado nuestras hermosas noches pasadas!» Y se levantó
rápidamente, y tirando á lo lejos el traje y el turbante con que estaba
disfrazada, apareció completamente desnuda, suelta la cabellera á lo
largo de la espalda.

Al ver aquello, Kamaralzamán conoció á su esposa Budur, hija del rey
Ghayur, señor de El-Buhur y de El-Kussur. Y la besó, y ella le besó, y
la estrechó, y ella le estrechó, y después, ambos, llorando de alegría,
se confundieron en besos encima del diván. Y ella, entre otros mil, le
recitó estos versos:

     _¡He aquí á mi amado! ¡Es el bailarín de cuerpo armonioso! ¡Miradle
     cuando avanza con pie flexible y ligero!_

     _¡Hele aquí! ¡No creáis que sus piernas se quejen del peso enorme
     que las precede, y que constituiría una buena carga para un
     camello!_

     _¡He aquí á mi amado! ¡Como alfombra tendí por su camino las flores
     de mis mejillas, ¡oh dicha mía! ¡Y el polvo de sus suelas fué un
     bálsamo bienhechor para mis ojos!_

     _¡En el rostro de mi amado ¡oh hijas de Arabia! vi bailar á la
     aurora! ¿Cómo olvidar sus encantos y su dulzura?..._

Después de lo cual, la reina Budur contó á Kamaralzamán cuanto le había
ocurrido, desde el principio hasta el fin. Lo mismo hizo él, y después
la reconvino, y le dijo: «¡Es realmente una enormidad lo que has hecho
conmigo esta noche!» Ella contestó: «¡Por Alah! ¡No era mas que una
broma!» En seguida siguieron sus retozos entre muslos y brazos hasta que
amaneció.

Entonces la reina Budur se juntó con el rey Armanos, padre de
Hayat-Alnefus, le contó la verdad de su historia, y le reveló que su
hija la joven Hayat-Alnefus era todavía tan completamente virgen como
antes.

Cuando el rey Armanos, dueño de la isla de Ébano, oyó estas palabras de
Sett Budur, hija del rey Ghayur, se maravilló hasta el límite del
asombro, y mandó que historia tan prodigiosa se escribiera con letras de
oro sobre pergaminos ilustres. Después se volvió hacia Kamaralzamán y le
preguntó: «¡Oh hijo del rey Schahramán! ¿quieres entrar en mi parentela
aceptando como segunda esposa á mi hija Hayat-Alnefus, que está aún
intacta de toda sacudida?» Kamaralzamán contestó: «Antes tengo que
consultar con mi esposa Sett Budur, á quien debo respeto y amor.» Y se
volvió hacia la reina Budur, y le preguntó: «¿Puedo contar con tu
consentimiento para tomar á Hayat-Alnefus como segunda esposa?» Budur
contestó: «¡Sí, por cierto; pues yo misma te la he reservado para
festejar tu regreso! ¡Y me contentaré con ocupar el segundo puesto, pues
debo mucha gratitud á Hayat-Alnefus por sus amabilidades y su
hospitalidad!»

Entonces Kamaralzamán se volvió hacia el rey Armanos, y le dijo: «¡Mi
esposa Sett Budur me ha contestado aceptando lo propuesto, y diciéndome
que en caso necesario se daría por muy contenta con ser esclava de
Hayat-Alnefus!»

Al oir estas palabras, el rey Armanos se regocijó hasta el límite del
regocijo, y fué á sentarse para aquel caso en el trono de justicia, y
mandó reunir á todos los emires, visires, chambelanes y notables del
reino, y les contó la historia de Kamaralzamán y su esposa Sett Budur,
desde el principio hasta el fin. Luego les comunicó su proyecto de dar á
Hayat-Alnefus por segunda esposa á Kamaralzamán, y nombrarle al mismo
tiempo rey de la isla de Ébano, en lugar de su esposa, la reina Budur. Y
todos besaron la tierra entre sus manos, y respondieron: «¡Desde el
momento en que Kamaralzamán es el esposo de Sett Budur, que ha reinado
antes en este trono, le aceptamos con júbilo por nuestro rey, y nos
consideramos dichosos con ser sus esclavos fieles!»

Después de estas palabras, el rey Armanos se entusiasmó hasta el límite
más extremo del entusiasmo, é inmediatamente mandó llamar á los kadíes,
testigos y jefes principales, y extender el contrato de boda de
Kamaralzamán con Hayat-Alnefus.

Y con tal motivo hubo grandes festejos y festines maravillosos, y se
sacrificaron millares de reses para los pobres y desgraciados, y hubo
liberalidad para todo el pueblo y todo el ejército. Y no quedó nadie en
el reino que no deseara larga vida y felicidad para el rey Kamaralzamán
y sus dos esposas Budur y Hayat-Alnefus.

Y Kamaralzamán, á su vez, alardeó de tanta justicia al gobernar su reino
como al contentar á sus dos esposas, pues pasaba una noche con cada
una, alternativamente.

En cuanto á Sett Budur y á Hayat-Alnefus, vivieron siempre en perfecta
armonía, dando las noches á su esposo, pero disfrutando juntas durante
las horas del día.

Tras de lo cual, Kamaralzamán despachó correos á su padre, el rey
Schahramán, para comunicarle todos aquellos felices sucesos y decirle
que pensaba ir á verle en cuanto hubiera reconquistado una ciudad á
orillas del mar que los infieles habían arrebatado á los musulmanes.

Mientras tanto, la reina Budur y la reina Hayat-Alnefus, fecundadas por
Kamaralzamán, dieron cada una á su esposo un hijo varón, hermoso como la
luna. Y todos vivieron con perfecta felicidad hasta el fin de sus días.
Y tal es la historia maravillosa de Kamaralzamán y la princesa Budur.

     Y Schahrazada, sonriendo, se calló.

            *       *       *       *       *

     Pero la pequeña Doniazada, la de las mejillas siempre blancas, se
     había puesto muy colorada, sobre todo al acabarse la historia, y
     los ojos se le habían agrandado de placer, de curiosidad y también
     de confusión, y había acabado por taparse la cara con las dos
     manos, pero mirando al través.

     Y mientras Schahrazada, para rehacerse la voz, se mojaba los labios
     en una copa de cocimiento helado de pasas, palmoteando, exclamó:
     «¡Oh hermana, qué lástima que una historia tan maravillosa se
     acabe tan pronto! ¡Es la primera de ese género que oigo de tus
     labios! ¡Y no sé por qué me pongo tan colorada!»

     Y Schahrazada, después de beber un sorbo, sonrió á su hermana con
     el rabillo del ojo, y le dijo: «Pues ¿qué será cuando hayas oído la
     HISTORIA DE GRANO-DE-BELLEZA?... Pero primero te he de contar la
     agradable HISTORIA DE FELIZ-BELLO y FELIZ-BELLA.»

     Oídas estas palabras, Doniazada saltó de alegría y emoción, y
     exclamó: «¡Oh hermana, por favor! ¡Antes de empezar la historia de
     Feliz-Bello y Feliz-Bella, cuyos nombres ya me complacen infinito,
     dime quién es Grano-de-Belleza!»

     Y Schahrazada respondió: «¡Querida mía, Grano-de-Belleza es un
     joven!»

     Entonces el rey Schahriar, cuya tristeza había desaparecido á las
     primeras palabras de la historia de Sett Budur, que oyó entera con
     gran atención, dijo: «¡Oh Schahrazada! He de confesarte que la
     historia de Budur me ha encantado y regocijado, y además me ha
     incitado á enterarme mejor de esa moda nueva de la cual hablaba
     Sett Budur en prosa y verso. De modo que si en las historias que
     nos prometes se explica esa moda, con otros pormenores desconocidos
     para mí, puedes empezar en seguida.»

     Pero en este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y discreta como siempre, se calló.

     Y el rey Schahriar dijo para sí: «¡Por Alah! ¡No la mataré hasta
     que haya oído otros detalles sobre la moda nueva, que hasta ahora
     encuentro llena de oscuridad y complicaciones!»

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 237.ª NOCHE_

     Doniazada dijo: «¡Oh Schahrazada, hermana mía, te ruego que
     empieces!»

     Y Schahrazada sonrió á su hermana, y después, volviéndose hacia el
     rey Schahriar, le dijo:

[Illustration]

[Illustration]




[Illustration]




HISTORIA DE FELIZ-BELLO Y FELIZ-BELLA


[Illustration]

Se dice (pero Alah es más sabio) que había en la ciudad de Kufa un
hombre al que se contaba entre sus vecinos más ricos y considerados, y
se llamaba Primavera.

Al primer año de su matrimonio, el mercader Primavera sintió caer sobre
su casa la bendición del Altísimo con el nacimiento de un hijo muy
hermoso, que vino al mundo sonriendo. Y por eso se llamó al niño
Feliz-Bello.

Al séptimo día de nacer su hijo, el mercader Primavera fué al zoco de
los esclavos á comprar una criada para su mujer. Llegado á mitad de la
plaza central, echó una ojeada circular á las mujeres y á los muchachos
que se habían puesto á la venta, y vió, en medio de uno de los grupos, á
una esclava de aspecto dulce, que llevaba á la espalda, sujeta con un
ancho cinturón, á su hija dormida.

El mercader Primavera pensó entonces: «¡Alah es generoso!» Y se acercó
al corredor y le preguntó: «¿Cuánto cuesta esta esclava con su hija?» El
corredor contestó: «¡Cincuenta dinares, ni más ni menos!» Primavera
dijo: «¡La compro! Escribe el contrato, y toma el dinero.» Después de
llenar esta formalidad, el mercader Primavera dijo con dulzura á la
mujer: «Sígueme, sierva mía.» Y se la llevó á su casa.

Cuando la hija de su tío vió llegar á Primavera con la esclava, le
preguntó: «¡Oh hijo de mi tío! ¿por qué has hecho ese gasto tan inútil?
¡Yo, en cuanto me reponga del parto, podré atender á la casa como
antes!» El mercader Primavera contestó con agrado: «¡Oh hija de mi tío!
He comprado esta esclava por la niña que lleva á cuestas, y á la cual
criaremos con nuestro hijo Feliz-Bello. ¡Y sabe que, si he de juzgar por
lo que de sus facciones he visto, cuando crezca esta niña no tendrá
igual en belleza en todos los países de Irak, Persia y Arabia!»

Entonces la esposa de Primavera se volvió hacia la sierva, y le preguntó
bondadosamente: «¿Cómo te llamas?» Ella contestó: «Me llaman
Prosperidad, ¡oh mi señora!» A la esposa del mercader le gustó mucho
aquel nombre, y le dijo: «¡Te sienta bien, ¡por Alah! Y tu hija, ¿cómo
se llama?» La esclava contestó: «Fortuna.» Entonces la esposa de
Primavera, en el límite de la alegría, dijo: «¡Ojalá aciertes! ¡Y Alah,
con tu venida, haga que duren la fortuna y la prosperidad en casa de
quienes te han comprado, ¡oh cara blanca!»

Después de lo cual se volvió hacia su esposo Primavera, y le preguntó:
«Ya que es costumbre que los amos den nombre á los esclavos que compran,
¿cómo piensas llamar á la niña?» Primavera respondió: «¡Como tú
prefieras!» Y su esposa contestó: «¡Llamémosla Feliz-Bella!» Y Primavera
dijo: «Así se llamará. No veo ningún inconveniente.»

Y así fué como se llamó la niña Feliz-Bella, y se la crió con
Feliz-Bello, exactamente con las mismas condiciones. Y ambos crecieron
juntos, aumentándose cada día su hermosura; y Feliz-Bello llamaba á la
hija de la esclava «mi hermana», y ella le llamaba á él «mi hermano».

Cuando Feliz-Bello llegó á los cinco años, se pensó en celebrar su
circuncisión. Se aguardó para ello la fiesta del natalicio del Profeta
(¡con él la plegaria y la salvación!), para dar á tal rito preciado toda
la manifestación de belleza que encierra. Por lo tanto, se hizo
solemnemente la circuncisión de Feliz-Bello, que en vez de llorar,
pareció encontrar aquello casi de su agrado, y sonrió gentilmente, cosa
que, por otra parte, solía hacer siempre. Se formó una comitiva
imponente y numerosa, compuesta de todos los parientes, amigos y
conocidos de Primavera y de la hija de su tío; después, precedidos de
banderas, desfiló por todas las calles de Kufa. Y Feliz-Bello iba
encaramado en un palanquín rojo, sobre una mula ricamente enjaezada de
brocado, y á su lado estaba sentada la pequeña Feliz-Bella, que le
abanicaba con un pañuelo de seda. Detrás del palanquín seguían las
amigas, las vecinas y los niños, que llenaban el aire con sus
«lu-lu-lúes» de alegría, mientras el buen Primavera, contentísimo,
llevaba de la brida la mula arrogante y dócil.

Cuando regresaron á casa, los invitados fueron uno tras otro á felicitar
al mercader Primavera, diciendo antes de retirarse: «¡Para ti sean la
bendición y la alegría! ¡Disfruta durante larga vida la abundancia de
los goces del alma!...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 238.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...¡Disfruta durante larga vida la abundancia de los goces del alma!»

Después transcurrieron tiempos felices, y los dos niños llegaron á
cumplir los doce años de edad.

Entonces Primavera fué á buscar á su hijo Feliz-Bello, que jugaba á
matrimonios con Feliz-Bella, y le llamó aparte, y le dijo: «He aquí ¡oh
hijo mío! que acabas de cumplir doce años, gracias á la bendición de
Alah. De modo que desde hoy ya no has de llamar á Feliz-Bella hermana
tuya, pues ahora he de decirte que Feliz-Bella es hija de nuestra
esclava Prosperidad, aunque la hayamos criado contigo en la misma cuna y
la tratemos como á hija nuestra. Además, desde ahora es menester que se
cubra la cara con el velo, pues tu madre me ha dicho que Feliz-Bella ha
llegado, la semana pasada, á la época de la nubilidad. Así es que tu
madre le va á buscar un esposo, que será para nosotros un esclavo
adicto.»

Al oir estas palabras, Feliz-Bello dijo á su padre: «Pues ya que
Feliz-Bella no es hermana mía, quiero casarme con ella.» Primavera
contestó: «¡Hay que pedirle permiso á tu madre!»

Entonces Feliz-Bello fué á buscar á su madre, y le besó la mano, que se
llevó á la frente; después le dijo: «Deseo casarme en secreto con
Feliz-Bella, hija de nuestra esclava Prosperidad.» Y la madre de
Feliz-Bello contestó: «¡Feliz-Bella te pertenece, hijo mío! Tu padre la
había comprado en nombre tuyo.»

Inmediatamente Feliz-Bello corrió á buscar á Feliz-Bella, y la cogió de
la mano, y la amó, y ella le amó á él, y la misma noche durmieron
juntos, como esposos dichosos.

Después, y sin cesar tal estado de cosas, vivieron ambos en el colmo de
la felicidad durante cinco años benditos. Y en toda la ciudad de Kufa no
había joven más bella, ni más dulce, ni más deliciosa que la mujer del
hijo de Primavera. Ni la había tan instruída ni tan sabia. En efecto,
Feliz-Bella había consagrado sus ratos de ocio á aprender el Korán, las
ciencias, la hermosa escritura cúfica y la corriente, las bellas letras
y la poesía, y el manejo de los instrumentos musicales. Y había llegado
á adquirir tal habilidad en el arte del canto, que sabía cantar de más
de quince modos distintos, y basándose en una sola palabra del primer
verso de una canción, podía prolongar durante varias horas, y hasta una
noche entera, variaciones infinitas que arrebataban con sus ritmos y su
trémolos.

Así es que Feliz-Bello y su esclava Feliz-Bella, muchas veces, á las
horas de calor, se sentaban en su jardín sobre el mármol desnudo que
rodeaba el estanque, en donde la frescura del agua y de la piedra
llenábales de delicias. Allí comían sandías exquisitas, de pulpa fusible
y ligera, y almendras y avellanas, y grano tostado y salado, y otras mil
cosas admirables. Y dejaban de comer para respirar rosas y jazmines, ó
para recitarse poemas encantadores. Y entonces Feliz-Bello rogaba á su
esclava que preludiase, y Feliz-Bella cogía la guitarra de cuerdas
dobles, de la cual sabía extraer sonidos sin par. Y ambos cantaban
canciones como éstas, entre otras mil maravillosas:

     _¡Oh joven, llueven flores y aves! ¡Vamos con el viento hacia la
     cálida Bagdad de sonrosadas cúpulas!_

     _¡No, emir mío! ¡Quedémonos todavía en el jardín, junto al llamear
     de las palmas de oro, y ¡oh delicia! con las manos en la nuca,
     soñemos!_

     _¡Ven, oh joven! ¡Llueven diamantes en las hojas azules, y sobre el
     azul es bella la curva de las ramas! ¡Levántate, ¡oh ligera! y
     sacude las gotas furtivas que lloran en tus cabellos!_

     _¡No, emir mío! ¡Siéntate aquí y reclina la cabeza en mis rodillas!
     ¡Embriágate entre mi ropa con todo el perfume de mis pechos
     floridos... y luego oye la suave brisa que canta al Hacedor!_

Otras veces, ambos jóvenes modulaban versos como los siguientes,
acompañándose con el daff:

     _¡Soy feliz y ligera como una ágil danzarina!_

     _¡Oh labios, haced más lentos vuestros trinos sobre las flautas!
     ¡Guitarras, paraos bajo los dedos para escuchar la canción de las
     palmeras!_

     _¡Las palmeras están de pie, como las jóvenes; murmuran en sordina
     entre la noche clara, y el remolino de sus cabelleras melodiosas
     responde á la brisa musical!_

     _¡Ah! ¡Soy feliz y ligera como una ágil danzarina!_

     _¡Esposa encantadora y perfumada! ¡Al oir las notas de tu voz, las
     piedras se levantan bailando, y vienen ordenadamente á construir un
     edificio armonioso!_

     _¡Que aquel que creó la belleza del amor nos otorgue la ventura,
     esposa encantadora y perfumada!_

     _¡Oh negrura de mis ojos, por ti voy á dar color azulado á mis
     párpados con la varita de cristal, y á macerar mis manos en la
     pasta de alheña!_

     _¡Así te parecerán mis dedos frutos de azufaifo, ó si lo prefieres,
     dátiles finos!_

     _¡Después me perfumaré los pechos, el vientre y todo el cuerpo con
     incienso delicado, para que mi piel se derrita en tu boca con
     suavidad, ¡oh negrura de mis ojos!_

Y de tal modo, el hijo de Primavera y la hija de Prosperidad pasaban las
noches y las mañanas en una vida deliciosa...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 239.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...en una vida deliciosa.

Pero ¡ah! lo que está escrito en la frente del hombre por los dedos de
Alah, no puede borrarlo la mano del hombre; y aunque la criatura
poseyera alas, no le sería posible huir del Destino.

Tal fué la causa de que Feliz-Bello y Feliz-Bella tuvieran que
experimentar durante cierto tiempo las vicisitudes de la suerte. Pero de
todos modos, la nativa bendición que habían traído consigo á la tierra
había de librarles de las desdichas irremediables.

Efectivamente, el gobernador de la ciudad de Kufa había oído hablar al
califa de la hermosura de Feliz-Bella, esposa del hijo del mercader
Primavera. Y dijo para sí: «¡Sin remedio, he de encontrar la manera de
apoderarme de esta Feliz-Bella, cuyas perfecciones y arte para cantar me
ponderan tanto! ¡Será un magnífico regalo para mi amo el Emir de los
Creyentes Abd El-Malek ben-Meruán!»

Por consiguiente, el gobernador de Kufa resolvió un día ejecutar su
proyecto, y con tal fin mandó llamar á una vieja muy astuta, que de
ordinario estaba encargada de adquirir é instruir especialmente á las
esclavas jóvenes. Y le dijo: «¡Te ruego que vayas á casa del mercader
Primavera y hagas conocimiento con la esclava de su hijo, la joven
llamada Feliz-Bella, de la cual se dice que está muy versada en el arte
del canto, y que es muy hermosa! Y de cualquier manera has de traérmela
aquí, porque quiero enviarla como regalo al califa Abd El-Malek.» Y la
vieja respondió: «¡Escucho y obedezco!» Y se fué inmediatamente á hacer
los preparativos necesarios.

A primera hora de la mañana se vistió de estameña, y se echó al cuello
un enorme rosario de millares de cuentas, se ató una calabaza á la
cintura, cogió una muleta, y se dirigió con lento paso á casa de
Primavera, parándose á cada momento para suspirar, muy devota: «¡Alabado
sea Alah! ¡No hay más Dios que Alah! ¡Sólo á Alah es preciso recurrir!
¡Alah es el más grande!» Y no dejó de proceder del mismo modo durante
todo el camino, con gran admiración de los transeuntes, hasta que llegó
á la puerta de la casa en que vivía Primavera. Llamó, y dijo: «¡Alah es
generoso! ¡Oh Donador! ¡Oh Bienhechor!»

Entonces fué á abrirle el portero, que era un anciano respetable,
antiguo servidor de Primavera. Vió á la vieja devota, y después de
examinarla no le pareció su aspecto muy tranquilizador, sino muy al
contrario. Y por su parte, él también desagradó mucho á la vieja, que le
dirigió una mirada atravesada. Y el portero sintió instintivamente la
mirada, y también instintivamente, y para conjurar el mal de ojo,
formuló con el pensamiento: «¡Mis cinco dedos de la mano izquierda en tu
ojo derecho y los otros cinco dedos en tu ojo izquierdo!» Después, y en
alta voz, le preguntó: «¿Qué quieres, mi anciana tía?» Ella respondió:
«Soy una pobre vieja que no piensa mas que en rezar. Y como veo que se
acerca la hora de la oración, quisiera entrar en esta morada para hacer
mis devociones este día santo.» El buen portero se indignó, y le dijo
con brusquedad: «¡Vete! ¡Esta casa no es mezquita ni oratorio, sino el
hogar del mercader Primavera y su hijo Feliz-Bello!» La vieja respondió:
«¡Ya lo sé! Pero ¿hay mezquita ni oratorio más digno de la oración que
la morada bendita de Primavera y su hijo Feliz-Bello? Sabe también ¡oh
portero de cara seca! que soy mujer conocida en Damasco, en el palacio
del Emir de los Creyentes. Y he salido de allí para visitar los santos
lugares y rezar en todos los sitios dignos de veneración.» Pero el
portero contestó: «Bueno que seas una devota; pero esa no es razón para
que entres aquí. Sigue tu camino.» Y la vieja se resistió é insistió
tanto tiempo, que el rumor de su voz hubo de llegar á oídos de
Feliz-Bello, que salió para enterarse de la causa del altercado, y oyó á
la vieja que decía al portero: «¿Cómo se puede impedir á una mujer de mi
categoría entrar en la casa de Feliz-Bello, hijo de Primavera, cuando
las puertas más cerradas de los emires y los grandes siempre se me abren
de par en par?»

Al oir estas palabras, Feliz-Bello sonrió, según su costumbre, y rogó á
la vieja que entrara. Entonces la vieja le siguió, y llegó con él á la
habitación de Feliz-Bella. Y le deseó la paz de la manera más sentida, y
á la primera ojeada quedó estupefacta de su belleza.

Cuando Feliz-Bella vió entrar á la santa vieja, se apresuró á levantarse
en honor suyo y le devolvió su zalema con respeto, y le dijo: «¡Sea de
buen agüero para nosotros tu venida, buena madre! ¡Dígnate descansar!»
Pero ella contestó: «Acaban de anunciar la hora de la oración, hija mía.
¡Déjame rezar!» Y volvióse en seguida en dirección á la Meca, y se
arrodilló en actitud de orar. Y así estuvo hasta la noche sin moverse, y
nadie se atrevía á interrumpir su función augusta. Y además parecía tan
sumida en el éxtasis, que no hacía caso alguno de lo que ocurría á su
alrededor.

Por fin, Feliz-Bella se atrevió, y acercóse tímidamente á la santa, y le
dijo con voz dulce y respetuosa: «¡Madre mía, da descanso á las
rodillas, aunque no sea mas que una hora!» La vieja contestó: «¡El que
no cansa el cuerpo en este mundo no puede aspirar al reposo reservado á
los puros y elegidos en lo futuro!» Feliz-Bella, extremadamente
edificada, repuso: «¡Por favor, ¡oh madre nuestra! honra nuestra mesa
con tu presencia y consiente en compartir con nosotros el pan y la sal!»
La vieja respondió: «He hecho voto de ayunar, hija mía. No puedo faltar
á mi voto. No me hagas caso, y ve á reunirte con tu esposo. Vosotros,
que sois jóvenes y hermosos, comed, bebed y sed felices...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 240.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...Vosotros, que sois jóvenes y hermosos, comed, bebed y sed felices.»

Entonces Feliz-Bella fué á buscar á su amo, y le dijo: «¡Oh mi señor!
¡Te ruego que vayas á suplicar á esa santa que en adelante se aposente
en nuestra casa, pues su rostro, macerado en la piedad, iluminará
nuestra morada!» Feliz-Bello contestó: «Tranquilízate. Ya he mandado que
le preparen una habitación con su lecho, y una esterilla nueva, y su
jarro, y su palangana. Y nadie la molestará.»

En cuanto á la vieja, se pasó toda la noche rezando y leyendo en alta
voz el Korán. Después, al amanecer, se lavó y fué á buscar á Feliz-Bello
y á su amiga, y les dijo: «¡Vengo á despedirme de vosotros! ¡Alah os
tenga en su guarda!» Pero Feliz-Bella le dijo: «¡Oh madre nuestra! ¿Cómo
nos vas á dejar con tan poco sentimiento, cuando nosotros nos estábamos
ya alegrando de ver nuestra casa bendecida para siempre por tu
presencia, y te habíamos preparado la mejor habitación para que hagas
tus devociones sin que te molesten?» La vieja contestó: «¡Alah os
conserve á los dos y haga durar sus beneficios y sus gracias para
vosotros! Ya que la caridad musulmana ocupa un sitio de honor en vuestro
corazón, me alegro mucho de que me albergue vuestra hospitalidad. Pero
os pido únicamente que advirtáis á vuestro portero, que tiene una cara
tan seca, que no se oponga más á dejarme entrar aquí cuando pueda venir.
Ahora mismo voy á visitar los santos lugares de Kufa, en los cuales haré
votos á Alah para que os retribuya según vuestros méritos. ¡Luego
volveré á endulzarme con vuestra hospitalidad!» Después los dejó,
mientras ambos le cogían las manos y se las llevaban á los labios y á
la frente.

¡Oh pobre Feliz-Bella! ¡Si supieras el motivo de que aquella vieja de
betún entrara en tu casa y los negros designios que urdía contra tu
dicha y tranquilidad! Pero ¿cuál es la criatura que puede adivinar lo
oculto y arrancar el velo al porvenir?

La maldita vieja salió, y se dirigió al palacio del gobernador, y se le
presentó en seguida. Entonces éste le preguntó: «¿Qué has hecho, ¡oh
desenredadora de telas de araña! ¡oh taimada sublime y sutil!?» La vieja
dijo: «Haga lo que haga, ¡oh mi señor! no soy mas que tu discípula y la
protegida de tus miradas. Escucha. He visto á la joven Feliz-Bella,
esclava del hijo de Primavera. ¡Jamás el vientre de la fecundidad modeló
belleza semejante!» El gobernador exclamó: «¡Ya Alah!» Y prosiguió la
vieja: «Está amasada con delicias. ¡Es un fluir continuo de dulzuras y
de encantos ingenuos!» El gobernador exclamó: «¡Oh ojo mío! ¡Latido de
mi corazón!» La vieja añadió: «¿Qué dirías si oyeras el timbre de su
voz, más fresca que el rumor del agua debajo de una bóveda sonora? ¿Qué
harías si vieras sus ojos de antílope y sus miradas modestas?» El
gobernador exclamó: «¡No podría hacer mas que admirarla con toda mi
admiración, pues repito que la destino á nuestro amo el califa!
¡Apresúrate, pues, á triunfar!» La vieja dijo: «Te pido para ello un mes
entero.» Y el gobernador respondió: «¡Dispón de ese tiempo, siempre que
dé resultado! Y en mí encontrarás una generosidad que te dejará
satisfecha. Para empezar, toma mil dinares como señal de mi buena
voluntad.»

Y la vieja guardó los mil dinares en el cinturón, y desde aquel día
empezó á visitar con regularidad á Feliz-Bello y Feliz-Bella en su casa,
y ellos, por su parte, le demostraban cada día más miramientos y
consideraciones.

Y así las cosas, la vieja llegó á ser la consejera inseparable de
aquella casa. Y un día le dijo á Feliz-Bella: «Hija mía, la fecundidad
no ha visitado aún tus caderas juveniles. ¿Quieres venir conmigo á pedir
la bendición á los santos ascetas, á los jeques amados de Alah, á los
santones y walíes que están en comunicación con el Altísimo? Conozco á
esos walíes, hija mía, y sé el poder inmenso que tienen para hacer
milagros y realizar las cosas más prodigiosas en nombre de Alah. Curan á
los ciegos y á los inválidos, resucitan á los muertos, vuelan por el
aire, nadan por el agua. En cuanto á la fecundación de las mujeres, es
el privilegio más fácil que les otorgó Alah. ¡Y alcanzarás ese resultado
sin más que tocar la orla de su ropón ó besar las cuentas de su
rosario!»

Al oir estas palabras de la vieja, Feliz-Bella sintió agitarse en su
alma el deseo de la fecundidad, y dijo á la anciana: «Tengo que pedir á
mi amo Feliz-Bello permiso para salir. Aguardemos que regrese.» Pero la
vieja respondió: «Te basta con avisar á su madre.» Entonces la joven fué
en seguida á buscar á la madre de Feliz-Bello, y le dijo: «Te suplico
por Alah, ¡oh mi señora! que me concedas permiso para ir con esta santa
vieja á visitar á los walíes amigos de Alah, y pedirles la bendición en
su santa morada. Y te prometo estar aquí de vuelta antes que llegue mi
amo Feliz-Bello.» Entonces la esposa de Primavera contestó: «¡Hija mía,
piensa en el disgusto que tendría tu amo si volviese y no te encontrase!
Me diría: «¿Y cómo ha podido salir Feliz-Bella sin permiso mío? ¡Es la
primera vez que tal ocurre!»

En este momento intervino la vieja, y dijo á la madre de Feliz-Bello:
«¡Por Alah! ¡Daremos una rápida vuelta por los lugares santos, no la
dejaré siquiera que se siente para descansar, y la traeré sin demora!»
Entonces la madre de Feliz-Bello dió el consentimiento, pero suspirando
á pesar suyo.

La vieja se llevó, pues, á Feliz-Bella, y la guió directamente á un
pabellón aislado del jardín de palacio; allí la dejó sola un momento, y
corrió á comunicar su llegada al gobernador, que fué en seguida al
pabellón...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 241.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...al gobernador, que fué en seguida al pabellón, y en el umbral quedóse
como deslumbrado por tal belleza.

Cuando Feliz-Bella vió entrar á aquel hombre desconocido, se apresuró á
velarse la cara, rompió en sollozos, y buscó con la mirada un sitio por
donde poder huir; pero fué en vano.

Entonces, como la vieja no parecía, Feliz-Bella ya no dudó de la
traición de la maldita, y se acordó de ciertas palabras que su fiel
portero le había dicho respecto á los ojos llenos de artificios de
aquella mujer.

En cuanto al gobernador, seguro de que Feliz-Bella era la misma que
tenía delante, volvió á salir, cerrando la puerta, y fué á dar
rápidamente algunas órdenes; escribió una carta al califa Abd El-Malek
ben-Meruán, y confió la carta y la joven al jefe de sus guardias,
mandándole que emprendiera en seguida el camino de Damasco.

Entonces el jefe de los guardias se llevó por fuerza á Feliz-Bella, la
colocó encima de un ágil dromedario, se puso delante de ella, y partió á
toda prisa hacia Damasco, seguido por algunos esclavos.

En cuanto á Feliz-Bella, durante todo el camino se tapó la cara con el
velo, y sollozó en silencio, indiferente á las paradas, á las sacudidas,
á los descansos y á las marchas. Y el jefe de los guardias no le pudo
sacar una palabra ni una seña, y así siguió hasta la llegada á Damasco.

El jefe se dirigió sin demora al palacio del Emir de los Creyentes,
entregó la esclava y la carta al jefe de los chambelanes, recibió la
respuesta que le dieron, y se volvió á Kufa del mismo modo que había
venido.

Al día siguiente el califa entró en el harén y manifestó á su esposa y á
su hermana la llegada de la esclava nueva, diciéndoles: «El gobernador
de Kufa acaba de enviarme como regalo una esclava joven; y me escribe
para decirme que esa esclava, comprada por él, es hija de un rey,
apresada en su país por mercaderes de esclavos.» Y su esposa le
respondió: «¡Alah acreciente tus goces y sus beneficios!» Y la hermana
del califa preguntó: «¿Cómo se llama? ¿Es morena ó blanca?» El califa
contestó: «Aún no la he visto.»

Entonces la hermana del califa, llamada Sett Zahia, que era de tierno
corazón, sintió lástima, y se acercó á la joven y le preguntó: «¿Por qué
lloras, hermana mía? ¿No sabes que desde ahora estás segura, y que tu
vida transcurrirá ligera y sin preocupaciones? ¿Adónde podías ir á parar
mejor que al palacio del Emir de los Creyentes?» Al oir estas palabras,
la hija de Prosperidad levantó los ojos sorprendida, y preguntó: «Pero
¡oh mi señora! ¿en qué ciudad estoy, para que sea éste el palacio del
Emir de los Creyentes?» Sett Zahia contestó: «¡En la ciudad de Damasco!
¿Pero tú no lo sabías? ¿Y el mercader que te vendió no te ha advertido
que lo hacía por cuenta del califa Abd El-Malek ben-Meruán? Ya lo sabes,
hermana; eres propiedad del Emir de los Creyentes, que es mi hermano.
Sécate, pues, las lágrimas, y dime tu nombre.»

Al oir semejantes palabras, la joven ya no pudo reprimir los sollozos
que la ahogaban, y murmuró: «¡Oh mi señora, en mi tierra me llaman
Feliz-Bella!»

A la sazón entró el califa. Avanzó hacia Feliz-Bella sonriendo
bondadosamente, se sentó á su lado, y le dijo: «¡Quítate el velo de la
cara, ¡oh joven!» Pero Feliz-Bella, en vez de descubrirse la cara, se
aterró sólo de pensarlo, y se tapó completamente con la tela hasta por
debajo de la barbilla, con mano temblorosa. Y el califa no quiso
enojarse por una acción tan extraordinaria, y dijo á Sett Zahia: «Te
confío á esta joven, y espero que dentro de pocos días la hayas
acostumbrado á ti, y la animes, y consigas que sea menos tímida.»
Después dirigió otra mirada á Feliz-Bella y no pudo ver, fuera de las
telas en que estrechamente se envolvía, mas que la unión de las finas
muñecas. Pero con aquello le bastó para que la amara en extremo; muñecas
tan admirablemente modeladas no podían pertenecer mas que á una perfecta
beldad. Y se retiró.

Entonces Sett Zahia se llevó á Feliz-Bella, y la condujo al hammam de
palacio, y después del baño la vistió con un traje muy hermoso, y le
colocó en el peinado varias sartas de perlas y pedrerías, y luego la
acompañó el resto del día, tratando de acostumbrarla á ella. Pero
Feliz-Bella, aunque muy confusa con los miramientos que le prodigaba la
hermana del califa, no podía dejar de llorar, ni quería tampoco revelar
la causa de sus penas, porque pensaba que con ello no variaría su
destino. Guardó, pues, para sí aquel agudo dolor, y siguió consumiéndose
día y noche, de tal modo, que al poco tiempo cayó gravemente enferma; y
desesperaron de salvarla después de haber experimentado en ella la
ciencia de los médicos más famosos de Damasco.

       *       *       *       *       *

En cuanto á Feliz-Bello, hijo de Primavera, al anochecer regresó á su
casa, y según costumbre, se echó en el diván, y llamó: «¡Oh
Feliz-Bella!» Pero, por primera vez, nadie contestó. Entonces se levantó
súbito y llamó de nuevo: «¡Oh Feliz-Bella!» Pero nadie contestó. Porque
todas las esclavas se habían escondido, y ninguna de ellas se atrevía á
moverse. Por fin Feliz-Bello se dirigió al aposento de su madre, entró
precipitadamente, y encontró á su madre sentada, muy triste, con la mano
en la mejilla y absorta en sus pensamientos. Al verla, creció su
inquietud, y preguntó, todo lleno de espanto: «¿Dónde está
Feliz-Bella?»

Pero la esposa de Primavera no contestó mas que con lágrimas, y después
suspiró: «¡Alah nos proteja, ¡oh hijo mío! Feliz-Bella, en ausencia
tuya, ha venido á pedirme permiso para salir con la vieja é ir, según me
dijo, á visitar á un santo walí que realiza milagros. ¡Ah, hijo mío! ¡Mi
corazón no estuvo tranquilo nunca desde que esa vieja entró en nuestra
casa! ¡Tampoco la ha mirado jamás con buenos ojos nuestro portero, el
servidor anciano y fiel que nos crió á todos! ¡Siempre he tenido el
presentimiento de que esa vieja nos había de traer mala suerte con sus
oraciones harto prolongadas y sus miradas tan astutas!» Pero Feliz-Bello
interrumpió á su madre para preguntar: «¿A qué hora exactamente ha
salido Feliz-Bella?» La madre contestó: «Esta mañana temprano, después
de haberte ido al zoco.» Y Feliz-Bello exclamó: «¡Ya ves, madre mía,
para lo que nos sirve variar nuestras costumbres y otorgar á nuestras
mujeres libertades de las cuales no saben qué hacer, y que tienen que
serles funestas! ¡Ah, madre mía! ¿Por qué permitiste salir á
Feliz-Bella? ¿Quién sabe por dónde se pudo extraviar, ó si se ha caído
al agua, ó si la sepultó un alminar que se haya derrumbado? ¡Pero voy á
escape á ver al gobernador para obligarle á hacer investigaciones
inmediatamente!»

Y Feliz-Bello, fuera de sí, corrió al palacio, y el gobernador le
recibió sin hacerle esperar, por consideración hacia su padre Primavera,
que era una de las personas más notables de la ciudad. Y Feliz-Bello,
sin atender siquiera á las fórmulas obligatorias de la zalema, dijo al
gobernador: «Mi esclava ha desaparecido de nuestra casa esta mañana en
compañía de una vieja á la cual habíamos dado albergue. Vengo á rogarte
que me ayudes á buscarla.» El gobernador, adoptando un tono lleno de
interés, contestó: «¡En seguida, hijo mío! Estoy dispuesto á todo, por
consideración á tu digno padre. Ve á buscar de mi parte al jefe de la
guardia, y cuéntale el caso. Es hombre muy avisado y lleno de recursos,
y sin duda alguna encontrará á la esclava dentro de pocos días.»

Entonces Feliz-Bello corrió á ver al jefe de la guardia, y le dijo:
«Vengo á verte de parte del gobernador para encontrar á mi esclava, que
ha desaparecido de mi hogar.» El jefe de la guardia, que estaba sentado
en la alfombra, con las piernas cruzadas, resolló dos ó tres veces, y al
fin preguntó: «¿Con quién se ha marchado?» Feliz-Bello respondió: «Con
una vieja cuyas señas son estas y aquellas. Y la vieja va vestida de
estameña, y lleva al cuello un rosario con millares de cuentas.» Y el
jefe de la guardia dijo: «¡Por Alah! ¡Dime en dónde está la vieja, y en
seguida iré á buscar á la esclava!»

A estas palabras, Feliz-Bello contestó: «Pero ¿y qué sé yo dónde está la
vieja? ¿Vendría aquí si supiera dónde está?» El jefe de la guardia mudó
de postura, colocando las piernas en sentido inverso, y dijo: «¡Hijo
mío, únicamente Alah el Omnisciente es capaz de descubrir las cosas
invisibles!» Entonces, Feliz-Bello, irritado hasta el límite, exclamó:
«¡Por el Profeta! ¡A ti solo te haré responsable de esto! Y en caso
necesario iré á ver al gobernador, y hasta al Emir de los Creyentes,
para que sepan quién eres!» El otro contestó: «¡Puedes ir adonde te
parezca! ¡No he estudiado hechicería, para adivinar las cosas ocultas!»

En seguida Feliz-Bello volvió á casa del gobernador, y le dijo: «¡He ido
á ver al jefe de la guardia y ha pasado tal y cual cosa!» Y el
gobernador dijo: «¡No es posible! ¡Hola, guardias! ¡Id á buscar á ese
hijo de perro!» Y cuando llegó el jefe, el gobernador dijo: «¡Te mando
que hagas las pesquisas más minuciosas para encontrar á la esclava de
Feliz-Bello, hijo de Primavera! Envía á tus jinetes en todas
direcciones. Corre tú también, y busca por todas partes. ¡Pero tienes
que encontrarla!» Y al mismo tiempo le guiñó el ojo para que no hiciera
nada. Después se volvió hacia Feliz-Bello, y le dijo: «¡En cuanto á ti,
hijo mío, no quiero que tengas que reclamar en adelante esa esclava mas
que á mí! ¡Y si por acaso (pues todo puede suceder) no se encontrara á
la esclava, yo mismo te daré en su lugar diez vírgenes de la edad de las
huríes, de pechos turgentes y nalgas duras y firmes como cubos de
granito! ¡Y obligaré también al jefe de la guardia á darte de su harén
diez esclavas jóvenes tan intactas como mis ojos! Pero tranquiliza tu
alma, pues sabe que el Destino te otorgará siempre lo que te esté
reservado, y por otra parte, nunca lograrás lo que no te haya destinado
la suerte...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 242.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...nunca lograrás lo que no te haya destinado la suerte.»

Entonces Feliz-Bello se despidió del gobernador, y volvió desesperado á
su casa, después de haber vagado toda la noche en busca de Feliz-Bella.
Y á la jornada siguiente tuvo que guardar cama, presa de una extrema
debilidad y de una calentura que creció de día en día, según perdía la
esperanza que le quedaba respecto á las pesquisas ordenadas por el
gobernador. Y los médicos consultados contestaron: «¡Su enfermedad no
tiene otro remedio que el regreso de su esposa!»

A todo esto, llegó á la ciudad de Kufa un persa muy versado en medicina,
arte de drogas, ciencia de las estrellas y arena adivinatoria. Y el
mercader Primavera se apresuró á llamarle á casa de su hijo. Entonces,
el sabio persa, después de haber sido tratado por Primavera con los
mayores miramientos, se acercó á Feliz-Bello y le dijo: «¡Dame la
mano!» Y le cogió la mano, le tomó el pulso un buen rato, le miró con
atención la cara, después sonrió, y se volvió hacia el mercader
Primavera, diciéndole: «¡La enfermedad de tu hijo reside en su corazón!»
Y Primavera respondió: «¡Por Alah! Verdad dices, ¡oh médico!» El sabio
prosiguió: «Y la causa de esa enfermedad es la desaparición de una
persona querida. ¡Pues bien! ¡Os voy á decir, con ayuda de los poderes
misteriosos, el sitio en que se encuentra esa persona!»

Y dichas tales palabras, el persa se acurrucó, sacó de un talego un
paquete de arena, que desató y extendió delante de él; luego puso en
medio de la arena cinco guijarros blancos y tres guijarros negros, dos
varitas y una uña de tigre; los colocó en un plano, después en dos
planos, y luego en tres planos; los miró, pronunciando algunas frases en
lengua persa, y dijo: «¡Oh vosotros que me oís! ¡Sabed que la persona se
encuentra en este momento en Bassra!» Después reflexionó, y dijo: «¡No!
Los tres ríos que ahí veo me han engañado. ¡La persona se encuentra en
este momento en Damasco, dentro de un gran palacio, y en el mismo estado
de languidez que tu hijo, ¡oh ilustre mercader!»

Al oir estas palabras, Primavera exclamó: «¿Y qué hemos de hacer, ¡oh
venerable médico!? Por favor, ilumínanos, y no habrás de quejarte de la
avaricia de Primavera. Pues ¡por Alah! te daré con qué vivir en la
opulencia durante el espacio de tres vidas humanas.» Y el persa
contestó: «¡Tranquilizad ambos vuestras almas, y que se refresquen
vuestros párpados cubriendo vuestros ojos sin inquietud! ¡Pues yo me
encargo de reunir á los dos jóvenes, y eso es más fácil de hacer de lo
que tú te figuras!» Después añadió, dirigiéndose á Primavera: «¡Saca del
bolsillo cuatro mil dinares!» Y Primavera se desató inmediatamente el
cinturón, y colocó delante del persa cuatro mil dinares y otros mil. Y
el persa dijo: «¡Ahora que tengo con qué cubrir gastos, voy á ponerme al
momento en camino para Damasco, llevando conmigo á tu hijo! ¡Y si Alah
quiere, regresaremos con su amada!» Después se volvió hacia el joven
tendido en la cama, y le preguntó: «¡Oh hijo del distinguido Primavera!
¿Cómo te llamas?» El otro respondió: «Feliz-Bello.» El persa dijo:
«¡Pues bien, Feliz-Bello, levántate, y que tu alma se vea en adelante
libre de toda inquietud, pues desde este momento puedes dar por seguro
que has recobrado á tu esclava!» Y Feliz-Bello, súbitamente movido por
el buen influjo del médico, se levantó y se sentó. Y el médico
prosiguió: «Afirma tus ánimos y tu valor. No te preocupes por nada.
¡Come, bebe y duerme! Y dentro de una semana, en cuanto recuperes las
fuerzas, volveré á buscarte para hacer el viaje contigo.» Y se despidió
de Primavera y Feliz-Bello, y se fué á hacer también sus preparativos
para el viaje.

Entonces Primavera dió á su hijo otros cinco mil dinares, y le compró
camellos, que mandó cargar de ricas mercaderías y de aquellas sedas de
Kufa de colores tan hermosos, y le dió caballos para él y para su
acompañamiento. Y al cabo de la semana, como Feliz-Bello había seguido
las prescripciones del sabio y se había repuesto admirablemente,
Primavera supuso que su hijo podía emprender sin inconveniente el viaje
á Damasco. De modo que Feliz-Bello se despidió de su padre, de su madre,
de Prosperidad y del portero, y acompañado de todos los buenos deseos
que los brazos de los suyos invocaban sobre su cabeza, salió de Kufa con
el sabio persa.

Y Feliz-Bello había llegado en aquellos instantes á la perfección de la
juventud, y sus diez y siete años habían dado un sedoso vello á sus
mejillas levemente sonrosadas, lo cual hacía más seductores todavía sus
encantos, de modo que nadie le podía mirar sin pararse extático. Y el
sabio persa no tardó en experimentar el efecto delicioso de los hechizos
del joven, y le quiso con toda su alma, muy de veras, y se privó durante
todo el viaje de todas las comodidades á fin de que él las aprovechara.
Y cuando le veía contento, se alegraba hasta el límite de la alegría...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 243.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...se alegraba hasta el límite de la alegría.

En estas condiciones, el viaje fué agradable y nada fatigoso, y así
llegaron á Damasco.

Inmediatamente el sabio persa fué al zoco con Feliz-Bello, y alquiló en
el acto una gran tienda, que restauró por completo: Después mandó hacer
anaquelerías tapizadas de terciopelo, y en ellas colocó por orden sus
frascos de valor, sus dictamos, sus bálsamos, sus polvos, sus jarabes
exquisitos, sus triacas finas conservadas en oro puro, sus tarros de
porcelana persa con reflejos metálicos, en donde maduraban las añejas
pomadas compuestas con el jugo de trescientas hierbas raras, y entre los
frascos grandes, los alambiques y las retortas colocó el astrolabio de
oro.

Tras de lo cual se puso su traje de médico y el gran turbante de siete
vueltas, y preparó también á Feliz-Bello, que había de ser su ayudante,
despachando las recetas, machacando en el mortero, haciendo los
saquillos y escribiendo los remedios que él le dictara. Para ello le
vistió con una camisa de seda azul y un chaleco de casimira, y le pasó
alrededor de las caderas un mandil de seda de color de rosa con franjas
de oro. Después le dijo: «¡Oh Feliz-Bello! ¡Desde este momento tienes
que llamarme padre, y yo te llamaré hijo, pues si no, los habitantes de
Damasco creerán que hay entre los dos lo que tú comprendes!» Y
Feliz-Bello dijo: «¡Escucho y obedezco!»

Y apenas se abrió la tienda que el persa destinaba á consulta, acudieron
de todas partes en tropel los vecinos, unos para exponer lo que les
pasaba, otros nada más que para admirar la belleza del joven, y todos
para quedar estupefactos y encantados á un tiempo al oir á Feliz-Bello
conversar con el médico en lengua persa, que ellos no conocían, y les
parecía deliciosa en labios del joven ayudante. Pero lo que llevó hasta
el límite extremo el asombro de los habitantes fué el modo de adivinar
las enfermedades el médico persa.

Efectivamente, el médico miraba á lo blanco de los ojos durante algunos
minutos al enfermo que recurría á él, y luego le presentaba una gran
vasija de cristal y le decía: «¡Mea!» Y el enfermo meaba en la vasija, y
el persa elevaba la vasija hasta la altura de sus ojos y la examinaba, y
después decía: «¡Te pasa tal y cual cosa!» Y el enfermo exclamaba
siempre: «¡Por Alah! ¡Verdad es!» Con lo cual todo el mundo levantaba
los brazos, diciendo: «¡Ya Alah! ¡Qué prodigioso sabio! ¡Nunca hemos
oído cosa parecida! ¿Cómo podrá conocerse por la orina la enfermedad?»

No es, pues, de extrañar que el médico persa adquiriera fama en pocos
días por su ciencia extraordinaria entre todas las personas notables y
acomodadas, y que el eco de todos sus prodigios llegase á los mismos
oídos del califa y de su hermana Sett Zahia.

Y un día que el médico estaba sentado en medio de la tienda y dictaba
una receta á Feliz-Bello, que se hallaba á su lado con el cálamo en la
mano, una respetable dama, montada en un borrico con silla de brocado
rojo y adornos de pedrería, se paró á la puerta, ató la rienda del burro
á la argolla de cobre que coronaba el armazón de la silla, y después
hizo seña al sabio para que la ayudase á bajar. El persa se levantó en
seguida solícito, corrió á darle la mano, y le rogó que se sentase, al
mismo tiempo que Feliz-Bello, sonriendo discretamente, le presentaba un
almohadón.

Entonces la dama sacó de debajo de su vestido un frasco lleno de orines,
y preguntó al persa: «¿Eres realmente tú ¡oh venerable jeque! el médico
procedente de Irak-Ajami, que hace esas curas admirables en Damasco?» Él
contestó: «Soy el mismo, y tu esclavo.» Ella dijo: «¡Nadie es esclavo
mas que de Alah! Sabe, pues, ¡oh maestro sublime de la ciencia! que este
frasco contiene lo que comprenderás, y su propietaria, aunque virgen
todavía, es la favorita de nuestro soberano el Emir de los Creyentes.
Los médicos de este país no han podido acertar la causa de la enfermedad
que la tiene en cama desde el día de su llegada á palacio. Y por eso
Sett Zahia, hermana de nuestro señor, me ha enviado á traerte este
frasco, para que descubras esa causa desconocida.»

Oídas estas palabras, dijo el médico: «¡Oh mi señora! ¡Has de decirme el
nombre de la enferma, para que yo pueda hacer mis cálculos y saber
precisamente la hora más favorable para hacerle tomar las medicinas!» La
dama respondió: «Se llama Feliz-Bella.»

Entonces el médico se puso á trazar en un pedazo de papel que tenía en
la mano numerosísimos cálculos, unos con tinta roja y otros con tinta
verde. Después sumó los guarismos verdes y los guarismos rojos, y dijo:
«¡Oh mi señora! ¡he descubierto la enfermedad! Es una afección conocida
con el nombre de temblor de los abanicos del corazón.» A tales palabras,
la dama contestó: «¡Por Alah! ¡Es verdad! ¡Pues los abanicos de su
corazón tiemblan tanto, que los oímos!» El médico prosiguió: «Pero antes
de prescribir los remedios he de saber de qué país es ella. Y esto es
muy importante, porque así averiguaré, en cuanto haga mis cálculos, el
influjo de la ligereza ó de la pesadez del aire en los abanicos de su
corazón. Además, para juzgar el estado en que se conservan esos abanicos
delicados, tengo que saber asimismo el tiempo que hace que está en
Damasco y su edad exacta.» La dama contestó: «Se ha criado, según
parece, en Kufa, ciudad del Irak; y tiene diez y seis años, pues nació,
según nos ha dicho, el año del incendio del zoco de Kufa. En cuanto á su
residencia en Damasco, es cosa de pocas semanas nada más...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 244.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...pocas semanas nada más.»

Al oir estas palabras, el sabio persa dijo á Feliz-Bello, cuyo corazón
se agitaba como un molino: «¡Hijo mío, prepara los remedios tal y cual,
según la fórmula de Ibn-Sina, artículo séptimo.»

Entonces la dama se volvió hacia el adolescente, al cual empezó á mirar
con mayor atención, para decirle á los pocos momentos: «¡Por Alah! ¡La
enferma se te parece mucho, y su rostro es tan hermoso y dulce como el
tuyo!» Después le dijo al sabio: «Dime, ¡oh noble persa! ¿este joven es
hijo ó esclavo tuyo?» El otro contestó: «¡Es mi hijo ¡oh respetable! y
tu esclavo!» Y la anciana dama, muy halagada con tanta consideración,
respondió: «¡Verdaderamente, no sé qué admirar más aquí, si tu ciencia
¡oh médico sublime! ó tu descendencia!» Y siguió conversando con el
sabio, mientras Feliz-Bello acababa de arreglar los paquetitos de los
remedios y los colocaba en una caja, en la cual deslizó una esquela para
enterar á Feliz-Bella de su llegada á Damasco con el médico persa.
Después de lo cual selló la caja y escribió en la tapadera su nombre y
las señas de su casa en caracteres cúficos, ilegibles para los
habitantes de Damasco, pero descifrables para Feliz-Bella, que conocía
muy bien la escritura cúfica, lo mismo que la árabe corriente. Y la dama
cogió la caja, dejó diez dinares de oro en el mostrador del médico, se
despidió de los dos, y salió para irse directamente á palacio y
apresurarse á subir á la habitación de la enferma.

La encontró con los ojos medio cerrados y bañados de llanto, como
siempre estaban. Se acercó á ella, y le dijo: «¡Ah hija mía! ¡Ojalá
estos remedios te alivien tanto como he gozado al ver al que los ha
hecho! ¡Es un joven tan hermoso como un ángel, y la tienda en que se
encuentra es un lugar delicioso! He aquí la caja que me ha dado para
ti.» Entonces Feliz-Bella, por no rechazar la oferta, cogió la caja, y
con una mirada indiferente examinó la tapadera; pero de pronto se le
mudó el color al ver en la tapa estas palabras escritas en cúfico: «Soy
Feliz-Bello, hijo de Primavera, de Kufa.» Sin embargo, tuvo bastante
dominio de sí misma para no desmayarse ni descubrirse. Y sonriendo,
preguntó á la anciana: «¿De modo, que se trata de un hermoso joven? ¿Y
cómo es?» La dama contestó: «¡Es un conjunto de delicias, que me resulta
imposible describirlo! ¡Tiene unos ojos! ¡Y unas cejas! ¡Ya Alah! ¡Pero
lo que arrebata el alma es un lunar que tiene en la comisura izquierda
de los labios, y un hoyuelo que al sonreir se le forma en la mejilla
derecha!»

Cuando oyó estas palabras, Feliz-Bella ya no tuvo duda de que era aquél
su dueño querido, y dijo á la anciana dama: «¡Ya que es así, ojalá sea
de buen agüero ese rostro! Dame los remedios.» Y los cogió, y sonriendo
se los tomó de una vez. Y en aquel momento vió la esquela, que abrió y
leyó. Entonces saltó de la cama, y exclamó: «¡Mi buena madre, comprendo
que estoy curada! Estos remedios son milagrosos. ¡Oh, qué bendito día!»
Y la dama exclamó: «¡Sí, por Alah! ¡Esto es una bendición del Altísimo!»
Y Feliz-Bella añadió: «¡Por favor, tráeme de comer y beber, pues me
siento morir de hambre, ya que hace cerca de un mes que no puedo tragar
la comida!»

Entonces la anciana, después de haber mandado á los esclavos que
sirviesen á Feliz-Bella fuentes cargadas de toda clase de asados, frutas
y bebidas, se apresuró á visitar al califa, para anunciarle la curación
de su esclava por la ciencia inaudita del médico persa. Y el califa
dijo: «¡Ve pronto á llevarle mil dinares de mi parte!» Y la anciana se
apresuró á ejecutar la orden, no sin haber pasado por el aposento de
Feliz-Bella, que le entregó otro regalo para Feliz-Bello en una caja
precintada.

Cuando la dama llegó á la tienda, entregó los mil dinares al médico de
parte del califa y la caja á Feliz-Bello, que la abrió y leyó su
contenido. Pero entonces fué tal su emoción, que rompió en sollozos y
cayó desmayado, pues Feliz-Bella en su esquela le relataba toda su
aventura, y su rapto por orden del gobernador, y su envío como regalo al
califa Abd El-Malek, de Damasco.

Al ver aquello, la buena anciana dijo al médico: «¿Por qué se ha
desmayado de pronto tu hijo, después de romper en llanto?» El médico
contestó: «¿Cómo no va á ser así, ¡oh venerable! cuando la esclava
Feliz-Bella, á quien he curado, es propiedad de este al que crees mi
hijo, y que no es otro que el hijo del ilustre mercader Primavera, de
Kufa? Y nuestra venida á Damasco no ha tenido más objeto que buscar á la
joven Feliz-Bella, que había desaparecido un día, arrebatada por una
maldita vieja de ojos traidores. Así es ¡oh madre nuestra! que desde
ahora ciframos en tu benevolencia nuestra esperanza más querida, y no
dudamos de que nos ayudarás á recobrar el más sagrado de los bienes.»
Después añadió: «Y en prenda de nuestro agradecimiento, he aquí, para
empezar, los mil dinares del califa. ¡Tuyos son! ¡Y el porvenir te
demostrará que la gratitud por tus beneficios ocupa en nuestro corazón
un sitio de honor!...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 245.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...la gratitud por tus beneficios ocupa en nuestro corazón un sitio de
honor!» Entonces la buena señora empezó por apresurarse á ayudar al
médico para que Feliz-Bello, desmayado, recobrara el conocimiento, y
después dijo: «Podéis contar con el fervor de mi buena voluntad y mi
abnegación.» Y les dejó para ir en seguida junto á Feliz-Bella, á la
cual encontró con el rostro radiante de júbilo y salud. Y se acercó á
ella sonriente, y le dijo: «Hija mía, ¿por qué no has tenido desde el
principio confianza en tu madre? De todos modos, ¡cuánta razón te
asistía para llorar todas las lágrimas de tu alma al verte separada de
tu dueño, el hermoso y dulce Feliz-Bello, hijo de Primavera, de Kufa!» Y
al ver la sorpresa de la joven, se dió prisa á añadir: «Puedes contar,
hija mía, con toda mi discreción y mi voluntad maternal para contigo.
¡Te juro que te reuniré con tu amado, aunque me costara la vida!
¡Tranquiliza, pues, tu alma, y deja que la anciana trabaje para tu bien,
según su saber!»

Abandonó entonces á Feliz-Bella, que le besaba las manos llorando de
alegría, y fué á hacer un paquete, en el cual puso ropas de mujer,
alhajas y todos los accesorios necesarios para un completo disfraz, y
volvió á la tienda del médico, é hizo seña á Feliz-Bello para hablar
aparte con él. Entonces Feliz-Bello la llevó á la trastienda, detrás de
una cortina, y se enteró por ella de sus proyectos, que le parecieron
perfectamente combinados, y se dejó guiar por el plan que ella le
sometió.

Con lo cual la buena dama vistió á Feliz-Bello con ropas de mujer que
había llevado, y le alargó los ojos con kohl, y agrandó y ennegreció el
lunar de la mejilla, y después le puso brazaletes en las muñecas y le
colocó alhajas en la cabellera, cubierta con un velo de Mosul; y hecho
esto, dirigió la última ojeada á su tocado, y le pareció que estaba
encantador así y mucho más hermoso que todas las mujeres juntas del
palacio del sultán. Entonces le dijo: «¡Bendito sea Alah en sus obras!
Ahora, hijo mío, tienes que andar como las jóvenes todavía vírgenes,
yendo á pasitos cortos, moviendo la cadera derecha y enarcando hacia
atrás la izquierda, sin dejar de dar ligeras sacudidas á tus nalgas
sabiamente. ¡Haz un corto ensayo de esas maniobras antes de salir!»

Entonces Feliz-Bello se puso á ensayar en la tienda los ademanes
consabidos, y lo hizo tan bien, que la buena dama exclamó: «¡Maschalah!
¡Ya pueden dejar de alabarse las mujeres! ¡Qué maravillosos movimientos
de nalgas y qué meneo de riñones tan espléndido! Sin embargo, para que
la cosa resulte completamente admirable, es menester que des á tu cara
una expresión más lánguida, inclinando el cuello un poco más y mirando
con el rabillo del ojo... ¡Así! ¡Perfectamente! Ya puedes seguirme.» Y
se fué con él á palacio.

Cuando llegaron á la puerta de entrada del pabellón reservado al harén,
avanzó el jefe de los eunucos y dijo: «Ninguna persona extraña puede
entrar sin orden especial del Emir de los Creyentes. ¡Atrás, pues, con
esa joven, ó si quieres, entra tú sola!» Pero la anciana dama dijo:
«¿Qué has hecho de tu cordura, ¡oh corona de los guardianes!? ¡Tú, que
generalmente eres la misma delicia y la urbanidad, adoptas ahora un tono
que le sienta muy mal á tu aspecto exquisito! ¿No sabes ¡oh dotado de
nobles modales! que esta esclava es propiedad de Sett Zahia, hermana de
nuestro amo el califa, y que Sett Zahia, en cuanto sepa tu falta de
consideración respecto á su esclava preferida, no dejará de hacer que te
destituyan y hasta de mandar decapitarte? ¡Y tú mismo habrás sido de
esta manera el causante de tu infortunio!» Después la dama se volvió
hacia Feliz-Bello y le dijo: «¡Ven, esclava, olvida por completo esa
falta de miramiento de nuestro jefe, y sobre todo no le digas nada á tu
señora! ¡Anda, vamos ya!» Y le cogió de la mano y le hizo entrar,
mientras Feliz-Bello inclinaba mimosamente la cabeza á derecha é
izquierda, sonriendo con los ojos al jefe de los eunucos, que meneaba la
cabeza.

Ya en el patio del harén, la dama dijo á Feliz-Bello: «Hijo mío, te
hemos hecho reservar una habitación en el interior del harén, y allá vas
á irte en seguida tú solo. Para dar con el aposento, entras por esta
puerta, tomas la galería que encuentres delante, vuelves á la izquierda,
y después á la derecha, y otra vez á la derecha; cuentas en seguida
cinco puertas, y abres la sexta, que es la de la habitación que se te ha
reservado, y á la cual irá á buscarte Feliz-Bella, á quien voy á avisar.
Y yo me encargaré de que salgáis los dos de palacio sin llamar la
atención de guardias ni de eunucos.»

Entonces Feliz-Bello entró en la galería, y en su turbación se equivocó
de camino; volvió á la derecha, y después á la izquierda por un pasillo
paralelo al otro, y penetró en la sexta habitación...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 246.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...en la sexta habitación.

Así llegó á una sala alta, coronada por una hermosa cúpula, y cuyas
paredes estaban adornadas con versículos en caracteres de oro que
corrían por todas partes, enlazados en mil líneas perfectas; las
paredes estaban tapizadas con seda de color rosa; las ventanas tamizadas
con finas cortinas de gasa, y el suelo cubierto con inmensas alfombras
del Khorasán y Cachemira; en los taburetes aparecían colocadas copas con
frutas, y encima de las alfombras se extendían fuentes cubiertas con un
paño protector, que dejaba adivinar, por sus formas y sus perfumes
admirables, esa famosa pastelería, delicia de las gargantas más
descontentadizas, y que sólo Damasco, entre todas las ciudades de
Oriente y del universo entero, sabía dotar de sus cualidades tan
exquisitas.

Y Feliz-Bello estaba muy lejos de figurarse lo que le reservaban en
aquella sala los poderes desconocidos.

En medio de la estancia había un trono cubierto de terciopelo, único
visible; y Feliz-Bello, sin atreverse á retroceder, por temor á que le
encontraran vagando por los corredores, fué á sentarse en el trono, y
aguardó su destino.

Apenas llevaba allí algunos momentos, cuando llegó á sus oídos un rumor
de seda repercutido por la bóveda, y vió entrar por una de las puertas
laterales á una joven de aspecto regio, sin más ropa que la interior,
sin velo en la cara ni pañuelo en la cabellera, y la seguía una esclava
muy bella, con los pies descalzos, que llevaba flores en la cabeza y en
la mano un laúd de madera de sicomoro. Y aquella dama no era otra que
Sett Zahia, hermana del Emir de los Creyentes.

Cuando Sett Zahia vió á aquella persona velada que habíase sentado en la
sala, se acercó á ella afablemente y le preguntó: «¿Quién eres, ¡oh
extranjera! á quien no conozco? ¿Por qué llevas echado el velo en el
harén, donde nadie puede verte?» Pero Feliz-Bello, que se había
apresurado á ponerse en pie, no se atrevió á pronunciar palabra y tomó
la determinación de fingirse mudo. Y Sett Zahia le preguntó: «¡Oh joven
de ojos hermosos! ¿por qué no me contestas? Si por casualidad eres
alguna esclava despedida de palacio por mi hermano el Emir de los
Creyentes, date prisa á decírmelo, é iré á interceder por ti, pues nunca
me niega nada.» Pero Feliz-Bello no se atrevió á contestar. Y Sett Zahia
se figuró que aquel silencio de la joven obedecía á la presencia de la
esclavita que estaba allí con los ojos muy abiertos, mirando con asombro
á aquella persona tapada y tan tímida. Sett Zahia le dijo entonces: «Ve,
querida, y quédate detrás de la puerta para impedir que entre nadie en
la sala.» Y cuando salió la esclava, se colocó junto á Feliz-Bello, que
tuvo deseos de apretarse más el velo, y le dijo: «¡Oh joven! Dime ahora
quién eres, y tu nombre, y el motivo de tu venida á esta sala, en la
cual sólo entramos el Emir de los Creyentes y yo. Puedes hablarme con el
corazón en la mano, pues te encuentro encantadora y tus ojos me gustan
mucho. ¡Verdaderamente, te encuentro deliciosa, hija mía!» Y Sett Zahia,
que gustaba en extremo de las vírgenes blancas y delicadas, antes de que
le contestara cogió á la joven por la cintura, atrayéndola hacia sí, y
le puso la mano en los pechos para acariciárselos, mientras le
desabrochaba el vestido con la otra mano. ¡Pero se quedó estupefacta al
observar que el pecho de la joven era tan liso como el de un muchacho! Y
primero retrocedió, pero después se acercó y le quiso levantar la falda
para aclarar tal asunto.

Cuando Feliz-Bello adivinó aquella intención, juzgó más prudente hablar,
y cogió la mano á Sett Zahia, y llevándosela á los labios, dijo: «¡Oh mi
señora, me entrego enteramente á tu bondad, y me coloco bajo tus alas
pidiéndote protección!» Sett Zahia dijo: «Te la otorgo por completo.
Habla.» Y él dijo: «¡Oh mi señora! No soy una mujer. Me llamo
Feliz-Bello, y soy hijo de Primavera, de Kufa. Y si he llegado hasta
aquí arriesgando mi vida, ha sido para volver á ver á mi esposa
Feliz-Bella, la esclava que el gobernador de Kufa me robó para enviarla
como regalo al Emir de los Creyentes. ¡Por la vida de nuestro Profeta,
¡oh señora mía! apiádate de tu esclavo y de su esposa!» Y Feliz-Bello se
echó á llorar.

Sett Zahia se apresuró á llamar á la esclava y le dijo: «¡Corre en
seguida á la habitación de Feliz-Bella, y dile: «Mi ama Zahia te llama.»
Después se volvió...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 247.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Después se volvió hacia Feliz-Bello y le dijo: «¡Calma tu espíritu,
¡oh joven! ¡No te pasarán mas que cosas felices!»

Y mientras tanto, la buena anciana había ido á buscar á Feliz-Bella y le
había dicho: «¡Sígueme aprisa, hija mía! ¡Tu esposo querido está en la
habitación que le he reservado!» Y la guió, pálida de emoción, al
aposento en donde creía encontrar á Feliz-Bello. Y su dolor fué muy
grande, y no menor su terror, al no verle allí; y la vieja dijo:
«¡Seguramente se habrá extraviado por los pasillos! ¡Vuelve, hija mía, á
tu habitación, mientras yo voy en busca suya!»

Y entonces fué cuando la esclava entró en el aposento de Feliz-Bella, á
la cual encontró toda trémula y muy pálida, y le dijo: «¡Oh Feliz-Bella!
Mi ama Sett Zahia te llama.» Entonces Feliz-Bella ya no tuvo duda de su
perdición y de la de su amado, y tambaleándose siguió á la gentil
esclava que le indicaba el camino.

Pero apenas había entrado en la sala, cuando la hermana del califa se
acercó á ella con la sonrisa en los labios, la cogió de la mano y la
llevó junto á Feliz-Bello, que seguía con el velo puesto, diciéndoles á
ambos: «¡He aquí la dicha!» Y los dos jóvenes se conocieron al momento,
y cayeron desmayados uno en brazos de otro.

Entonces la hermana del califa, ayudada por la esclava, les roció con
agua de rosas, les hizo recobrar el conocimiento y les dejó solos.
Volvió al cabo de una hora, y los encontró sentados, abrazándose
estrechamente y con los ojos llenos de lágrimas de ventura y gratitud
por su bondad. Entonces les dijo: «¡Ahora tenemos que festejar vuestra
unión bebiendo juntos por la eterna duración de vuestra felicidad!» Y en
seguida, á una seña suya, la risueña esclava llenó de vino exquisito las
copas y se las presentó. Y bebieron, y Sett Zahia les dijo: «¡Cuánto os
amáis, hijos míos! Debéis de saber versos admirables sobre el amor y
canciones muy bellas acerca de los amantes. ¡Me gustaría que cantaseis
algo! ¡Tomad este laúd y haced resonar con vuestro arte el alma de su
madera melodiosa!»

Entonces Feliz-Bello y Feliz-Bella besaron las manos de la hermana del
califa, y templando el laúd, cantaron alternativamente estas
maravillosas estrofas:

    --_¡Te traigo hermosas flores bajo mi velo de Kufa, y frutas
     todavía empolvadas con el oro del sol!_

    --_¡Todo el oro del Sudán está en tu piel, amada mía! ¡Los rayos
     del sol están en tus cabellos, y el terciopelo de Damasco en tus
     ojos!_

    --_¡Heme aquí! ¡Vengo á buscarte durante la hora en que las noches
     tibias son propicias!... ¡El aire es leve, la noche se hace sedosa
     y transparente, y hacia nosotros llega el murmullo de las hojas y
     del agua!_

    --_¡Aquí me tienes, ¡oh mi gacela de las noches! ¡Tus ojos han
     deslumbrado á todas las tinieblas! ¡Quiero sumergirme en tus ojos,
     como el ave que se embriaga sobre el mar!_

    --_¡Acércate más, y toma en mis labios sus rosas! ¡Déjame después
     salir lentamente de mi cáliz, y acabar de desnudarme para ti desde
     los hombros hasta los tobillos!_

    --_¡Oh mi muy amada!_

    --_¡Heme aquí! ¡El secreto fruto de mi carne de luna tiene la forma
     del dátil maduro! ¡Ven!... ¡Se te aparecerá todo el mar, el mar
     lleno de olas, en que las aves se embriagan!_

Apenas habían expirado las últimas notas de aquel canto en los labios de
Feliz-Bella, desfallecida de felicidad, cuando súbitamente se
descorrieron las cortinas y el califa en persona entró en la sala.

Al verle, se levantaron los tres apresuradamente y besaron la tierra
entre sus manos. Y el califa les sonrió á todos, y fué á sentarse en
medio de ellos en la alfombra, y mandó á la esclava que trajera vino y
llenara las copas. Después dijo: «¡Vamos á beber para festejar la vuelta
de Feliz-Bella á la salud!» Y levantó la copa de oro y dijo: «¡Por amor
á tus ojos, ¡oh Feliz-Bella!» Y bebió lentamente. Dejó entonces la
copa, y notando la presencia de aquella esclava á quien no conocía,
preguntó á su hermana: «¿Quién es esa joven que está ahí, y cuyas
facciones me parecen tan bellas bajo el velo ligero?» Sett Zahia
contestó: «¡Es una compañera sin la cual no le es posible vivir á
Feliz-Bella, pues no puede comer ni beber á gusto si no la tiene cerca!»

Entonces el califa levantó el velo de la supuesta esclava y se quedó
pasmado de su belleza. En efecto, Feliz-Bello todavía no tenía pelo en
las mejillas, sino tan sólo un leve bozo que daba una sombra adorable á
su blancura, sin contar con el lunar de almizcle que sonreía bellamente
en su barbilla.

Y el califa, muy apasionado, exclamó: «¡Por Alah! ¡Oh Zahia! ¡Desde esta
noche quiero también tomar por concubina á esta nueva adolescente, y le
reservaré, como á Feliz-Bella, una habitación digna de su hermosura y un
tren de casa como á mi esposa legítima!» Y Sett Zahia respondió: «¡Por
cierto ¡oh hermano mío! que esta joven es un bocado digno de ti!»
Después añadió: «Ahora precisamente recuerdo una interesante historia
que he leído en un libro escrito por uno de nuestros sabios.» Y el
califa preguntó: «¿Y cuál es esa historia?» Sett Zahia dijo:

«Sabe ¡oh Emir de los Creyentes! que hubo en la ciudad de Kufa un joven
llamado Feliz-Bello, hijo de Primavera...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 248.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...un joven llamado Feliz-Bello, hijo de Primavera. Era dueño de una
esclava muy hermosa, á la cual amaba, y que le amaba también, pues á
ambos les habían criado juntos en la misma cuna, y se habían poseído
desde los primeros tiempos de la pubertad. Y fueron dichosos años
enteros, hasta que un día el tiempo se volvió contra ellos,
arrebatándoles el uno al otro. Una vieja fué la que sirvió de
instrumento de desgracia al Destino feroz. Raptó á la esclava y se la
entregó al gobernador de la ciudad, que se apresuró á enviársela como
regalo al rey de aquel tiempo.

»Mas el hijo de Primavera, al saber la desaparición de la que amaba, no
descansó hasta que la encontró en el propio palacio del rey, en medio
del harén. Pero en el momento en que ambos se congratulaban de verse
reunidos y derramaban lágrimas de alegría, el rey entró en la sala en
que se encontraban y les sorprendió juntos. Su furor llegó al colmo, y
sin tratar de poner en claro el asunto, les mandó cortar la cabeza.

»Ahora bien--prosiguió Zahia--; como el sabio que escribió esta historia
no da su parecer sobre el procedimiento, quisiera preguntarte ¡oh Emir
de los Creyentes! tu opinión acerca del acto del rey, y saber lo que
habrías hecho en su lugar y en las mismas condiciones.»

El Emir de los Creyentes, Ab El-Malek ben-Meruán, respondió sin vacilar:
«Ese rey debió haberse guardado de obrar con tanta precipitación, y
mejor habría sido que perdonase á los dos jóvenes, por tres razones: la
primera, porque ambos se querían de veras y desde mucho antes; la
segunda, porque eran en aquel momento los huéspedes del rey, puesto que
estaban en su palacio; y la tercera, porque un rey no debe proceder sino
con prudencia y mesura. ¡Deduzco de todo esto que cometió un acto
indigno de un buen rey!»

Al oir estas palabras, Sett Zahia se echó á los pies de su hermano, y
exclamó: «¡Oh Príncipe de los Creyentes! ¡sin saberlo, acabas de
juzgarte á ti mismo en el acto que vas á realizar! ¡Te conjuro, por la
sagrada memoria de nuestros antepasados y de nuestro augusto padre, el
íntegro, á que seas equitativo en el caso que voy á someterte!» Y el
califa, sorprendidísimo, dijo á su hermana: «¡Puedes hablar con toda
confianza! ¡Pero levántate!» Y la hermana del califa se levantó, y se
volvió hacia los dos jóvenes, y les dijo: «¡Poneos de pie!» Y se
pusieron de pie. Y Sett Zahia dijo á su hermano: «¡Oh Emir de los
Creyentes! Esta esclava tan dulce y tan bella, que está cubierta con el
velo, no es sino el joven Feliz-Bello, hijo de Primavera. Y Feliz-Bella
es la que se crió con él, y más adelante llegó á ser su esposa. Y su
raptor no es otro que el gobernador de Kufa, llamado Ben-Yussef
El-Thekafi. Ha mentido al decirte en su carta que había comprado la
esclava por diez mil dinares. Te pido que le castigues, y perdones á
estos dos jóvenes tan disculpables. ¡Otórgame su indulto, pensando en
que son tus huéspedes y les resguarda tu sombra!»

A estas palabras de su hermana, el califa respondió: «¡Cierto que sí!
¡No tengo costumbre de desdecirme!»

Después se volvió hacia Feliz-Bella y le pregunto: «¡Oh Feliz-Bella!
¿Declaras que ese es tu esposo Feliz-Bello?» Ella contestó: «¡Tú lo has
dicho, ¡oh Príncipe de los Creyentes!» Y el califa dijo: «¡Os devuelvo
el uno al otro!» Tras de lo cual miró á Feliz-Bello, y le preguntó:
«¿Puedes decirme siquiera cómo has podido penetrar aquí y enterarte de
la estancia de Feliz-Bella en mi palacio?» Feliz-Bello contestó: «¡Oh
Emir de los Creyentes! ¡Concede á tu esclavo algunos momentos de
atención, y te contará toda su historia!» Y en seguida puso al califa al
corriente de toda la aventura, sin omitir ni un detalle, desde el
principio hasta el fin.

El califa quedó en extremo asombrado, y quiso ver al médico de Persia
que había ejercido una intervención tan prodigiosa, y le nombró médico
de palacio en Damasco, y le colmó de honores y consideraciones. Después
albergó á Feliz-Bello y Feliz-Bella en su alcázar durante siete días y
siete noches, y dió en honor suyo grandes fiestas, y los mandó á Kufa
cargados de regalos y honores. Y destituyó al gobernador y nombró en su
lugar á Primavera, padre de Feliz-Bello. Y así todos vivieron en el
colmo de la felicidad durante larga y deliciosa vida.

     Cuando Schahrazada acabó de hablar, exclamó el rey Schahriar: «¡Oh
     Schahrazada! ¡Me encantó esa historia, y sobre todo, los versos me
     han exaltado hasta el último límite! ¡Pero me sorprende mucho no
     encontrar en ella los pormenores sobre aquella clase de amor que me
     hiciste prever!»

     Y Schahrazada sonrió levemente, y dijo: «¡Oh rey afortunado!
     Precisamente esos pormenores están en la HISTORIA DE
     GRANO-DE-BELLEZA, que me reservo contarte si es que lo autorizas.»

     Y el rey Schahriar exclamó: «¿Qué dices, ¡oh Schahrazada!? ¡Por
     Alah! Tengo un grandísimo interés por oir la HISTORIA DE
     GRANO-DE-BELLEZA. ¡Apresúrate, pues, á contarla!»

            *       *       *       *       *

     Pero en aquel momento Schahrazada vió aparecer la mañana, y dejó la
     historia para otro día.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 250.ª NOCHE_

     Ella dijo:




[Illustration]




HISTORIA DE GRANO-DE-BELLEZA


[Illustration]

He llegado á saber ¡oh rey afortunado! que hubo en El Cairo un venerable
jeque, que era el síndico de los mercaderes de la ciudad. Todo el zoco
le respetaba por su honradez, por sus modales corteses y distinguidos,
por su lenguaje mesurado, por su riqueza y por el número de sus esclavos
y servidores. Se llamaba Schamseddin.

Un viernes, antes de la plegaria, fué al hammam, y entró después en la
barbería, donde, según las prescripciones sagradas, mandó que le
cortaran los bigotes precisamente al ras del labio superior y que le
afeitaran con esmero la cabeza. Tras de lo cual, cogió el espejo que le
brindaba el barbero y se miró, no sin haber recitado el acto de fe, para
preservarse de una complacencia demasiado señalada por sus facciones. Y
comprobó con tristeza infinita que los pelos blancos de su barba eran
mucho más numerosos que los negros, y que se necesitaba fijar mucho la
atención para distinguir los negros, diseminados entre los mechones
blancos. Y pensó: «Las barbas canosas son indicio de vejez, y la vejez
es una advertencia de la muerte. ¡Pobre Schamseddin! ¡Hete ya próximo á
las puertas de la tumba, y todavía no tienes sucesión! ¡Te extinguirás
como si nunca hubieras existido!» Después, completamente preocupado con
tan desoladores pensamientos, se dirigió á la mezquita para orar, y
desde allí regresó á su casa, en donde su esposa, que sabía las horas
acostumbradas de su llegada, se había preparado á recibirle, bañándose,
y perfumándose, y cepillándose con mucho cuidado. Y le recibió con cara
sonriente, y le dió la buena acogida, diciéndole: «¡Que sea una noche
feliz para ti!»

Pero el síndico, sin devolver el saludo á su esposa, le dijo en tono
agrio: «¿De qué felicidad me hablas? ¿Puede haber felicidad para mí?» Su
esposa, asombrada, le dijo: «¡El nombre de Alah sobre ti y á tu
alrededor! ¿Por qué esas suposiciones nefastas? ¿Qué te falta para ser
feliz? ¿Y cuál es la causa de tu pesar?» Él contestó: «¡Tú sola eres tal
causa! ¡Escúchame, ¡oh mujer! ¡Piensa en la pena y amargura que
experimento siempre que voy al zoco! Veo en las tiendas á los mercaderes
sentados y teniendo al lado sus hijos, que crecen ante su vista, sean
dos ó sean cuatro. Y están aquéllos orgullosos de su posteridad. ¡Y yo
solo me veo privado de esa dicha! ¡Y á veces deseo la muerte, para
librarme de esta vida desconsolada! ¡Y ruego á Alah, que llamó á mis
padres á su seno, que escriba también un fin que ponga término á mis
tormentos!»

A estas palabras, contestó la esposa del síndico: «No te preocupen tan
aflictivos pensamientos, y ven á honrar el mantel que he puesto para
ti.» Pero el mercader gritó: «¡Jamás! ¡No quiero comer ni beber, y sobre
todo, no quiero aceptar desde ahora nada de tus manos! ¡Tú sola eres la
causante de nuestra esterilidad! ¡Ya han pasado cuarenta años desde que
nos casamos, y sin ningún provecho! ¡Y siempre me has impedido tomar
otras esposas, y como eres una mujer interesada, te aprovechaste de la
flaqueza de mi carne en la primera noche de nuestras bodas, para hacerme
jurar que no traería otra mujer á esta casa en tu presencia, y que ni
siquiera me acostaría mas que contigo! Y yo te lo prometí
candorosamente. Y lo peor es que he cumplido mi promesa, y que tú, al
ver que eres estéril, no has tenido la generosidad de relevarme de mi
juramento. Pero ¡por Alah! ahora te juro que prefiero cortarme el zib á
dártelo en adelante; ni siquiera he de acariciarte con él. Pues ya veo
que es tiempo perdido trabajar contigo. ¡Lo mismo sacaré hundiendo mi
herramienta en el agujero de una peña que tratando de fecundar una
tierra tan seca como la tuya! ¡Por Alah! ¡Han sido copulaciones perdidas
todas las que tan generosamente he desperdiciado en tu abismo sin
fondo!»

Cuando la mujer del síndico oyó tan agresivas palabras, vió la luz
convertirse ante sus ojos en tinieblas, y con el acento más agrio que le
pudo dar la ira, gritó á su esposo el síndico: «¡Ah viejo helado!
¡Perfúmate la boca para hablar conmigo! ¡El nombre de Alah sobre mí y á
mi alrededor! ¡Guárdeme de toda fealdad y falsa imputación! ¿Crees que
de los dos soy yo la culpable? ¡Desengáñate, infeliz viejo! ¡Échate la
culpa á ti y á tus fríos compañones! ¡Por Alah! ¡Tus compañones están
fríos y segregan un líquido demasiado claro y sin vigor! ¡Ve á comprar
algo con que espesar y calentar su jugo! ¡Y entonces verás si mi fruta
está llena de buena semilla ó es estéril!»

Estas palabras de su esposa irritada quebrantaron bastante las
convicciones del síndico, y con acento vacilante preguntó: «Y si es
cierto, como tú afirmas, que mis compañones están fríos y transparentes,
y su jugo es claro y falto de vigor, ¿podrías indicarme el sitio en que
se vende la droga capaz de espesar lo que no está espeso?» Su esposa le
contestó: «¡Encontrarás en casa de cualquier droguero la mixtura que
espesa los compañones de los hombres y les da aptitud para fecundar á la
mujer!...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 251.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...la mixtura que espesa los compañones de los hombres y les da aptitud
para fecundar á la mujer!»

Al oir estas palabras, el síndico pensó: «¡Por Alah! ¡Mañana mismo voy á
la droguería á comprar un poco de esa mixtura para espesar los
compañones!»

Y á la mañana siguiente, apenas se abrió el zoco, el síndico cogió un
tazón vacío, y fué á una droguería y le dijo al droguero: «¡La paz sea
contigo!» Y el droguero le devolvió la zalema y le dijo: «¡Oh mañana
bendita que te trae como primer parroquiano! ¡Manda!» El síndico dijo:
«Vengo á pedirte que me vendas una onza de la mixtura que espesa los
compañones del hombre.» Y le alargó el tazón de porcelana.

Cuando oyó estas palabras, el droguero no supo qué pensar, y se dijo:
«Nuestro síndico, generalmente tan formal, tiene ganas de broma; le
contestaré, pues, en el mismo tono.» Y le dijo: «¡Por Alah! Ayer sí que
me quedaba; pero se vende tanta mixtura de esa, que se me agotó la
provisión. Ve á pedírsela á mi vecino.»

Entonces el síndico fué á casa del segundo droguero, y después á casa
del tercero, y luego á todas las droguerías del zoco, y todos le
despedían con las mismas palabras, riéndose para sí de tan
extraordinaria petición.

Cuando el síndico vió que sus gestiones no le daban resultado, volvió á
su tienda, y se sentó, muy meditabundo y asqueado de la vida. Y mientras
pasaba tan mal rato, vió que parábase á su puerta el jeque de los
corredores, el mayor tragador de haschich, borracho, fumador de opio,
modelo de los perdidos y de la canalla del zoco, el cual se llamaba
Sésamo.

El corredor Sésamo respetaba mucho al síndico Schamseddin, y nunca
pasaba por delante de su tienda sin saludarle, inclinándose hasta el
suelo y usando las más corteses fórmulas. Y aquella mañana no dejó de
tributar las acostumbradas consideraciones al buen síndico, que no pudo
dejar de corresponder á su zalema en tono de mal humor. Y Sésamo, que lo
notó, le preguntó: «¿Qué gran desastre te ha ocurrido para perturbar así
tu alma, ¡oh venerable síndico nuestro!?» Éste contestó: «Mira, Sésamo,
ven á sentarte aquí y oye mis palabras. Y verás si tengo motivo para
afligirme. Considera, Sésamo, que hace cuarenta años que me casé, y
todavía no he tenido ni sombra de un niño. ¡Y han acabado por decirme
que la culpa es sólo mía, porque, al parecer, mis compañones son
transparentes y mi jugo harto claro y sin vigor! Y me han aconsejado que
busque en las droguerías la mixtura que espesa los compañones. Pero
ningún droguero la tiene en su tienda. ¡Y aquí me ves desesperado, por
no poder encontrar algo con que dar la consistencia necesaria al jugo
más preciado de mi individuo!»

Cuando el corredor Sésamo oyó las palabras del síndico, en vez de
asombrarse ó reirse, como los drogueros, alargó la mano con la palma
hacia arriba, y dijo: «Pon un dinar en esta mano y dame un tazón de
porcelana. Tengo lo que necesitas.» Y el síndico le preguntó: «¡Por
Alah! ¿Es posible? ¡Oh Sésamo! ¡sabe que si me ayudas en este trance
está hecha tu fortuna! ¡Te lo juro por la vida del Profeta! ¡Y para
empezar, toma dos dinares en lugar de uno!» Y le puso las dos monedas de
oro en la mano y le entregó el tazón.

Entonces, Sésamo, el borracho fabuloso, se mostró en aquella ocasión
bastante superior en ciencia á todos los drogueros del zoco.
Efectivamente, volvió á su casa, después de haber comprado en el zoco
cuanto le hacía falta, y en seguida se puso á preparar la siguiente
mixtura:

Tomó dos onzas de zumo de copaiba china, una onza de extracto graso de
cáñamo jónico, una de cariofilina fresca, una de cinamomo rojo de
Serendib, diez dracmas de cardamomo blanco de Malabar, cinco de jengibre
indio, cinco de pimienta blanca, cinco de pimentón de las islas, una
onza de bayas estrelladas de badián de la India y media onza de tomillo
de las montañas. Mezclólo todo diestramente, después de machacarlo y
pasarlo por el tamiz, le echó miel pura, y así formó una pasta muy
compacta, á la cual añadió cinco granos de almizcle y una onza de huevas
de pescado machacadas. Le añadió también un poco de julepe ligero de
agua de rosas, y lo puso todo en el tazón de porcelana.

Apresuróse entonces á llevar el tazón al síndico Schamseddin,
diciéndole: «¡He aquí la mixtura soberana que endurece los compañones
del hombre y espesa los jugos demasiado flúidos!...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 252.ª NOCHE_

     Ella dijo:

«¡He aquí la mixtura soberana que endurece los compañones del hombre y
espesa los jugos demasiado flúidos!» Después añadió: «Es preciso tomar
esta pasta dos horas antes de la conjunción sexual. Pero los tres días
anteriores hay que limitarse á comer únicamente pichones asados muy
sazonados con especias, pescados machos con sus lechecillas, y por
último criadillas de carnero ligeramente asadas. Y si con todo eso no
llegas hasta atravesar las paredes y fecundar un peñasco pelado,
consiento en afeitarme la barba y los bigotes y te permito que me
escupas en la cara.» Y dichas estas palabras, entregó al síndico el
tazón de porcelana y se fué.

Entonces el síndico pensó: «¡Este Sésamo, que se pasa la vida en el
libertinaje, seguramente debe entender de drogas endurecedoras! ¡Voy á
poner mi fe en Alah y en él!» Y volvió á su casa y se reconcilió con su
esposa, á la cual, por otra parte, amaba, y ella le amaba á él, y ambos
se dieron mutuas explicaciones por su arrebato pasajero, y se hicieron
presente cuánta pena les había causado estar reñidos toda una noche por
palabras sin importancia.

Después de lo cual, Schamseddin siguió escrupulosamente durante tres
días el régimen prescrito por Sésamo, y acabó por comerse la consabida
pasta, que le pareció excelente.

Entonces notó que la sangre se le calentaba en extremo, como en los
tiempos de su infancia, cuando apostaba con chiquillos de su edad. Y se
aproximó á su esposa y la cabalgó; y ella le correspondió; y á ambos les
maravilló el resultado en cuanto á duración, repetición, calor, chorro,
intensidad y consistencia.

Y aquella noche la esposa del síndico quedó indiscutiblemente fecundada,
de lo cual tuvo la certeza completa cuando comprobó que se le pasaron
así tres meses.

La preñez siguió su curso normal, y á los nueve meses, día por día, la
mujer parió con felicidad, pero con muchas dificultades, porque el niño
que nació era tan grande como si tuviera un año. Y la comadrona
declaró, tras las invocaciones acostumbradas, que en su vida había visto
niño tan fuerte ni hermoso. Lo cual no es de asombrar si se recuerda la
pasta maravillosa de Sésamo.

La comadrona recogió al niño y lo lavó invocando el nombre de Alah, de
Mohammad y de Alí, y le recitó al oído el acto de fe musulmán. Le
envolvió y se lo dió á la madre, que le amamantó hasta que quedó saciado
y dormido. Y la comadrona pasó otros tres días junto á la madre, y no se
fué hasta no estar segura de que todo iba bien y después de haberse
repartido entre las vecinas las golosinas preparadas con tal motivo.

Al séptimo día echaron sal en la habitación, y entonces entró el síndico
á felicitar á su esposa. Luego le preguntó: «¿En dónde está el don de
Alah?» En seguida ella le mostró el recién nacido. Y el síndico
Schamseddin quedó maravillado de la hermosura de aquel niño de siete
días, que parecía tener un año, y cuya cara era más brillante que la
luna llena al salir. Y preguntó á su esposa: «¿Cómo le vas á llamar?»
Ella contestó: «Si fuera una niña ya le habría puesto nombre. Pero como
es un niño, á ti te corresponde.»

Y en aquel momento una de las esclavas que envolvían al niño lloró de
emoción y placer al advertir en la nalga izquierda del chico una linda
mancha oscura como un grano de almizcle, que resaltaba por su forma y
color encima de la blancura de lo demás. Y en cada una de las dos
mejillas del niño también había un bonito lunar negro y aterciopelado.
Y el digno síndico, inspirado por aquel descubrimiento, exclamó: «¡Le
llamaremos Alaeddin Grano-de-Belleza!»

Llamóse, pues, al niño Alaeddin Grano-de-Belleza; pero como tal nombre
resultaba muy largo, nunca le llamaban mas que Grano-de-Belleza. Y á
Grano-de-Belleza le amamantaron durante cuatro años dos nodrizas
distintas y su madre; así es que llegó á ser fuerte como un leoncillo, y
blanco como el jazmín, y sonrosado como las rosas. Y era tan hermoso,
que todas las niñas de parientes y vecinos le querían con locura, y él
aceptaba sus homenajes, pero nunca consentía que le besaran, y las
arañaba cruelmente cuando se le acercaban demasiado; así es que las
niñas y hasta las jóvenes se aprovechaban de su sueño para ir á cubrirle
de besos impunemente y á maravillarse de su hermosura y lozanía.

Cuando el padre y la madre de Grano-de-Belleza vieron cuán admirado y
mimado era su hijo, temieron al mal de ojo, y resolvieron sustraerle á
tan maligno influjo. Y con tal fin, en vez de hacer como otros padres,
que dejan que las moscas y la suciedad cubran la cara de sus hijos, para
que parezcan menos guapos y no atraigan al mal de ojo, los padres de
Grano-de-Belleza encerraron al niño en un subterráneo situado debajo de
la casa y le criaron allí, lejos de todas las miradas. Y
Grano-de-Belleza crióse de aquel modo ignorado de todos, pero rodeado
de los cuidados incesantes de esclavos y eunucos. Y cuando fué mayor le
dieron maestros instruidísimos, que le enseñaron el Korán, las ciencias
y escribir bien. Y llegó á ser tan sabio como hermoso y bien formado. Y
sus padres resolvieron no sacarle del subterráneo hasta que las barbas
le crecieran tanto que le arrastraran...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 253.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...hasta que las barbas le crecieran tanto que le arrastraran.

Y cierto día, un esclavo que llevaba á Grano-de-Belleza unas fuentes con
manjares no se acordó de cerrar al salir la puerta del subterráneo; y
Grano-de-Belleza, al ver abierta aquella puerta, en la cual nunca se
fijó, dado lo amplio que era el subterráneo aquel, lleno de tapices y
cortinajes, se apresuró á salir y á subir al piso en que se encontraba
su madre rodeada por diversas damas aristocráticas que habían ido á
visitarla.

A la sazón, Grano-de-Belleza habíase convertido en un maravilloso y
arrogante joven de catorce años, hermoso como un ángel, con las
mejillas aterciopeladas como un fruto, y sus lunares á ambos lados de
los labios, sin contar el que no se le veía.

De modo que cuando las damas vieron entrar de pronto á aquel hermoso
joven, á quien no conocían, apresuráronse muy asustadas á taparse el
rostro con los velos, y dijeron á la esposa de Schamseddin: «¡Por Alah!
¿No te avergüenzas de traer junto á nosotras á un extraño? ¿No sabes que
el pudor es uno de los dogmas esenciales de la fe?»

Pero la madre de Grano-de-Belleza contestó: «¡Invocad el nombre de Alah,
¡oh invitadas mías! pues el que veis no es otro que mi hijo amado, fruto
de mis entrañas, el hijo del síndico de los mercaderes del Cairo, el que
ha sido criado por los pechos de nodrizas generosas y en brazos de
hermosas esclavas, y en hombros de vírgenes escogidas, y en el pecho de
las más puras y nobles! ¡Es el ojo de su madre y el orgullo de su padre!
¡Es Grano-de-Belleza! ¡Invocad el nombre de Alah, ¡oh mis convidadas!»

Y las esposas de los emires y de los mercaderes ricos contestaron: «¡El
nombre de Alah sobre ti y á tu alrededor! Pero ¡oh madre de
Grano-de-Belleza! ¿cómo es que nunca hasta hoy nos enseñaste á tu hijo?»

Entonces la esposa de Schamseddin empezó por levantarse, y besó á su
hijo en los ojos, y le despidió para que no estorbase más á las
invitadas, y después les dijo: «Su padre mandó criarle en el
subterráneo de nuestra casa, para librarle del mal de ojo. Y ha
resuelto no enseñarle hasta que le haya crecido la barba, por lo mucho
que teme llamar sobre él peligros y malos influjos. Y si ha salido
ahora, debe ser por culpa de algún eunuco que se habrá olvidado de
cerrar la puerta.»

Oídas estas palabras, las convidadas felicitaron mucho á la esposa del
síndico por tener un hijo tan hermoso, y le desearon las bendiciones del
Altísimo, y luego se fueron.

Entonces Grano-de-Belleza volvió junto á su madre, y al ver que los
esclavos enjaezaban una mula, preguntó: «¿Para quién es esa mula?» Ella
contestó: «Para ir á buscar á tu padre al zoco.» Él preguntó: «¿Y cuál
es el oficio de mi padre?» Ella dijo: «Tu padre, ¡ojos míos! es un gran
comerciante y síndico de todos los mercaderes del Cairo, y proveedor del
sultán de los árabes y de todos los reyes musulmanes. Y para que te
formes idea de la importancia de tu padre, sabe que los compradores no
se dirigen á él mas que para grandes negocios, cuyo importe pase de mil
dinares; pero si el negocio es menos, aunque se trate de novecientos
noventa y nueve dinares, se ocupan de ello los empleados de tu padre,
sin molestarle. Y no hay mercancía ni cargamento que pueda entrar en El
Cairo ni salir sin que antes se entere tu padre y le pidan parecer. Alah
ha otorgado á tu padre ¡oh hijo mío! riquezas incalculables. ¡Démosle
gracias!»

Grano-de-Belleza contestó: «¡Sí! ¡Loor á Alah, que me ha hecho nacer
hijo del síndico de los mercaderes! ¡Por eso ya no quiero pasar la vida
encerrado, lejos de todas las miradas, y desde mañana tengo que ir al
zoco con mi padre!» Y la madre contestó: «¡Alah te oiga, hijo mío! En
cuanto vuelva tu padre se lo diré.»

Y en cuanto Schamseddin volvió, su esposa le refirió lo que acababa de
ocurrir, y le dijo: «Ya es tiempo de que nuestro hijo vaya al zoco
contigo.» El síndico respondió: «¡Oh madre de Grano-de-Belleza! ¿Ignoras
que el mal de ojo es una realidad de las más amargas y lamentables y que
no se pueden gastar bromas con cosas tan serias? ¿Olvidaste la suerte
del hijo de nuestro vecino y la de otros muchos, víctimas del mal de
ojo? ¡Te prevengo que la mitad de los muertos que están enterrados han
perecido del mal de ojo!»

La mujer del síndico contestó: «¡Oh padre de Grano-de-Belleza!
¡Realmente el destino del hombre está sujeto á su cuello! ¿Cómo ha de
poder librarse de él? Y la cosa escrita no puede borrarse, y el hijo
seguirá el mismo camino que su padre en vida y en muerte. ¡Y lo que
existe hoy ya no existirá mañana! ¡Y piensa en las consecuencias
funestas de que nuestro hijo sea víctima algún día por culpa tuya!
Efectivamente, cuando, después de una vida que te deseo larga y siempre
bendita, te hayas muerto, nadie querrá reconocer á nuestro hijo por
heredero legítimo de tus riquezas y propiedades, puesto que hasta hoy
todo el mundo ignora su existencia. Y de tal suerte, el Tesoro del
Estado se apoderará de todos tus bienes y desposeerá á tu hijo sin
remedio. Y por mucho que yo invoque el testimonio de los ancianos, los
ancianos tendrán que decir: «Nunca nos hemos enterado de que el síndico
Schamseddin tuviera ningún hijo ni hija.» Palabras tan sensatas hicieron
reflexionar al síndico, que contestó al cabo de un rato: «¡Por Alah!
¡Tienes razón, ¡oh mujer! Mañana mismo llevaré conmigo á
Grano-de-Belleza, y le enseñaré á vender y comprar, y las negociaciones,
y todos los elementos del oficio.» Después se volvió hacia
Grano-de-Belleza, transportado de alegría por aquella noticia, y le
dijo: «Ya sé que te encanta ir conmigo. ¡Pero sabe, hijo mío, que en el
zoco hay que ser muy formal y tener los ojos bajos con modestia!
¡Espero, pues, que pongas en práctica las sabias lecciones de tus
maestros y los buenos principios en que te has criado!»

Al día siguiente, el síndico Schamseddin, antes de llevar á su hijo al
zoco, le hizo entrar en el hammam...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 254.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...le hizo entrar en el hammam, y después del baño lo vistió con un
traje de raso blanco, el mejor que tenía en el almacén, y le ciñó la
frente con un turbante ligero de tela con rayas finas de seda dorada.
Después de lo cual, ambos tomaron un bocado y bebieron un vaso de
sorbete, y ya refrescados, salieron del hammam. El síndico cabalgó en la
mula blanca que sujetaban los esclavos y puso á la grupa á su hijo
Grano-de-Belleza, cuya frescura de tez se había hecho todavía más
notable y cuyos brillantes ojos habrían seducido á los mismos ángeles.
Después, montados ambos en la mula y seguidos por los esclavos, que
llevaban ropón nuevo, emprendieron el camino del zoco.

Al verles, todos los mercaderes del zoco y todos los compradores y
vendedores quedaron maravillados, y se decían unos á otros: «¡Ya Alah!
¡Mirad al muchacho! ¡Es como la luna en la noche décimacuarta!» Y otros
decían: «¿Quién será ese niño delicioso que está detrás del síndico
Schamseddin? ¡Nunca le habíamos visto!»

Mientras surgían tales exclamaciones al paso de la mula montada por el
síndico y Grano-de-Belleza, acertó á pasar el corredor Sésamo por el
zoco, y vió asimismo al muchacho. Y Sésamo, á fuerza de libertinaje y de
excesos de opio y haschich, había acabado por perder completamente la
memoria, y ni siquiera se acordaba de la curación que había logrado en
otro tiempo por medio de la milagrosa mixtura á base de almizcle,
copaiba y tantas cosas excelentes.

Y al ver al síndico en compañía de aquel hermoso joven, empezó á
sonreírse con socarronería y á gastar bromas picantes acerca de ellos,
diciendo á los mercaderes que le oían: «¡Mirad al viejo de barbas
blancas! ¡Es lo mismo que el perro! ¡Blanco por fuera y verde por
dentro!» E iba de un mercader á otro, repitiendo á todos sus chanzas y
chistes, hasta que no quedó uno en el zoco que no tuviera la certeza de
que el síndico Schamseddin tenía en su tienda á un joven mameluco para
su placer.

Cuando estos rumores llegaron á oídos de los notables y de los
principales mercaderes, se celebró una reunión de los de más edad y más
respetados entre ellos, para juzgar el caso de su síndico. Y en medio de
la asamblea peroraba Sésamo y hacía grandes ademanes de indignación, y
decía: «¡Ya no queremos tener en adelante á nuestra cabeza, como síndico
del zoco, á esa barba viciosa que se roza en secreto con los
muchachitos! Y desde hoy vamos á abstenernos de ir á recitar antes de
abrir las tiendas, según solíamos hacer por las mañanas, los siete
versículos sagrados de la Fatiha en presencia del síndico. ¡Y no
terminará el día sin que elijamos otro síndico que sea un poco menos
aficionado á los muchachos que ese viejo!»

En cuanto al buen Schamseddin, cuando vió que pasaba la hora sin que los
mercaderes y corredores fuesen á recitar delante de él los versículos
rituales de la Fatiha, no supo á qué atribuir aquel descuido tan grave y
tan contrario á la tradición. Y como viese al famoso Sésamo, que le
miraba con el rabillo del ojo, le hizo seña de que se acercara para
decirle dos palabras. Y Sésamo, que sólo aguardaba aquella seña, se
acercó, pero lentamente y tomándose tiempo, arrastrando los pies, y no
sin dirigir á derecha é izquierda sonrisas de inteligencia á los
tenderos, que no le quitaban ojo, pues la curiosidad les tenía suspensos
y hacíales desear la solución de aquel asunto que para ellos era muy
capital.

Y Sésamo, al ver que en él convergían todas las miradas y la atención
general, llegó contoneándose, hasta apoyarse en el mostrador de la
tienda; y Schamseddin le preguntó: «Dime, Sésamo, ¿cómo es que los
mercaderes, con el jeque á la cabeza, no han venido á recitar delante de
mí los versículos del primer capítulo del Korán?» Sésamo contestó:
«¡Así, de pronto, no lo sé! ¡Hay rumores que corren por el zoco,
rumores... ¿cómo te lo explicaría yo?... rumores!... ¡De todos modos, lo
que sé muy bien es que se ha formado un partido compuesto por los
principales jeques, que ha resuelto destituirte y dar á otro el cargo de
síndico!»

Al oir estas palabras, el buen Schamseddin mudó de color, y en tono
mesurado y grave, preguntó: «¿Y puedes decirme siquiera en qué se
fundamenta esta decisión?» Sésamo le guiñó el ojo, movió las caderas, y
contestó: «¡Oh mi anciano jeque, no bromees! ¡Mejor lo sabes tú que
nadie! ¡Ese hermoso joven que tienes en la tienda no estará allí para
espantar las moscas! De cualquier modo, sabe que yo, á pesar de todo, he
sido el único que te defendió en la asamblea, y dije que no eras
aficionado á muchachos, cosa que habría sido yo el primero en saber,
pues tengo relaciones amistosas con todos los que se dedican con
preferencia á ese sexo ácido. Y además he añadido que este joven debería
ser algún pariente de tu esposa ó el hijo de alguno de tus amigos de
Tantah, Mansurah ó Bagdad, que había venido á tu casa para negocios.
Pero la asamblea entera se ha vuelto contra mí y ha votado tu
destitución. ¡Alah es el más grande, ¡oh jeque! Para consolarte te queda
ese joven, por lo cual, aquí para entre nosotros, te felicito.
¡Verdaderamente, es muy hermoso!...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 255.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...ese joven, por lo cual, aquí para entre nosotros, te felicito.
¡Verdaderamente, es muy hermoso!»

Al oir estas palabras de Sésamo, el síndico Schamseddin ya no pudo
reprimir su indignación, y exclamó: «¡Oh tú, el más corrompido de los
libertinos! ¿No sabes que es mi hijo? ¿Dónde está tu memoria, comedor de
haschich?» Pero Sésamo respondió: «¡A mí no me la das! ¿Es que va á
haber salido del vientre de su madre ahora y tal como está este muchacho
de catorce años?» Schamseddin replicó: «Pero ¡oh Sésamo! ¿ya no te
acuerdas de que tú mismo, hace catorce años, me trajiste aquella
milagrosa mixtura que espesa los compañones y concentra el jugo? ¡Por
Alah! ¡Gracias á ella pude conocer la fecundidad y Alah me ha dotado de
un hijo! Y tú nunca volviste á pedirme noticias de aquella curación. En
cuanto á mí, por temor al mal de ojo, he criado á este niño en el
subterráneo de nuestra casa, y esta es la primera vez que sale conmigo.
Pues aunque mi primera intención era que no saliera hasta que se hubiera
podido coger las barbas con las manos, su madre me ha decidido á
traerle conmigo para enseñarle el oficio y ponerle al corriente de los
negocios, en previsión del porvenir.» Después añadió: «¡En cuanto á ti,
Sésamo, me alegro de encontrarte, al fin y al cabo, para saldar mi
deuda! ¡Toma mil dinares por el favor que me hiciste gracias á tu droga
admirable!»

Cuando Sésamo oyó estas palabras, ya no dudó de la verdad, y corrió á
desengañar á todos los mercaderes del zoco, que en seguida se
apresuraron á acudir, primero para felicitar á su síndico, y después
para disculparse del retraso en la oración de apertura, que
inmediatamente recitaron entre sus manos.

Tras de lo cual, Sésamo tomó la palabra en nombre de todos, y dijo: «¡Oh
nuestro venerable síndico! ¡Conserve Alah para nuestro afecto el tronco
y las ramas! ¡Y florezcan las ramas á su vez, y den fruto oloroso y
dorado! Pero ¡oh nuestro síndico! generalmente, hasta los mismos pobres,
cuando les nace un hijo, mandan hacer dulces y los reparten entre amigos
y vecinos; ¡y nosotros no nos hemos endulzado el paladar con la pasta
amasada con manteca y miel, que es tan grato saborear, haciendo votos
por la felicidad del recién nacido! ¿Cuándo nos darás un caldero de esa
excelente assida?»

El síndico Schamseddin contestó: «¡De todo corazón, pues no deseo otra
cosa! ¡No os ofreceré sólo un caldero de assida, sino un gran festín en
mi casa de campo á las puertas del Cairo, en medio de los jardines! Os
invito á todos, amigos míos, á ir mañana á mi jardín, que ya conocéis.
¡Y allí, si Alah lo quiere, ganaremos el tiempo perdido!»

En cuanto volvió á su casa, el buen síndico dispuso grandes preparativos
para la fiesta del día siguiente, y mandó al horno, para que los asaran,
carneros cebados durante seis meses con hojas verdes, y carneros enteros
con manteca abundante, y bandejas innumerables de pasteles y otras cosas
semejantes. Al efecto, utilizó á todas las esclavas de la casa expertas
en el arte de la dulcería, y á todos los pasteleros y confiteros de la
calle Zeini. Y la verdad es que el banquete, después de tanto trabajo,
nada dejaba que desear.

Al día siguiente, muy temprano, Schamseddin se dirigió al jardín con su
hijo Grano-de-Belleza, y mandó que los esclavos pusieran dos manteles
inmensos en dos sitios separados y distantes uno de otro. Luego llamó á
Grano-de-Belleza, y le dijo: «Hijo mío, he mandado poner, como ves, dos
manteles diferentes; uno está reservado á los hombres y el otro es para
los muchachos de tu edad que vengan con sus padres. Yo recibiré á los
hombres con barbas y tú te encargarás de recibir á los jóvenes
imberbes.» Pero Grano-de-Belleza, sorprendido, preguntó á su padre:
«¿Por qué semejante separación y dos servicios diferentes? Eso no suele
hacerse mas que entre hombres y mujeres. ¿Qué tienen que temer los
jóvenes como yo de los hombres barbudos?» El síndico respondió: «Hijo
mío, los jóvenes imberbes se encontrarán más libres solos y se
divertirán entre si mejor que encontrándose en presencia de sus padres.»
Y Grano-de-Belleza, que no era malicioso, se conformó con tal respuesta.

Al llegar los invitados, Schamseddin se dedicó á recibir á las personas
mayores, y Grano-de-Belleza á los niños y á los jóvenes. Y se comió, y
se bebió, y se cantó, y hubo la mayor diversión posible; y la alegría y
el júbilo brillaron en todas las caras, y se quemaron en los pebeteros
incienso y perfumes. Después, terminado el festín, los esclavos
repartieron entre los convidados copas llenas de sorbete á la nieve. Y
aquel fué para los hombres el momento de departir agradablemente,
mientras los muchachos, al otro lado, se entregaban á mil amenos juegos.

Y entre los convidados había cierto mercader que era uno de los mejores
parroquianos del síndico; pero también era un famoso pederasta, que no
había dejado indemne de sus hazañas á ningún hermoso joven del barrio.
Se llamaba Mahmud, pero no se le conocía mas que por el sobrenombre del
«Bilateral».

Cuando Mahmud-el-Bilateral oyó los gritos que daban los muchachos al
otro lado...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, é interrumpió el relato autorizado por el rey Schahriar.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 256.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Cuando Mahmud-el-Bilateral oyó los gritos que daban los muchachos al
otro lado, se alborotó en extremo, y pensó: «¡Seguramente hay algo bueno
por allá!» Y aprovechándose del descuido general para levantarse y
fingir que iba á satisfacer una necesidad urgente, se deslizó
silenciosamente por entre los árboles hasta donde estaban los muchachos,
y se quedó en acecho de sus movimientos graciosos y lindas caras. No
tardó mucho en notar que el más hermoso indiscutiblemente entre los más
hermosos era Grano-de-Belleza. Y empezó á hacer mil proyectos para
poderle hablar y llevarle aparte, y pensó: «¡Ya Alah! ¡Con tal de que se
separe un poco de sus compañeros!» Y el Destino satisfizo sus deseos en
gran manera.

Efectivamente, en un momento dado, excitado Grano-de-Belleza por el
juego y coloradas las mejillas por el movimiento, experimentó la
necesidad de orinar. Y á fuer de muchacho bien educado, no quiso
acurrucarse delante de todo el mundo y se fué hacia los árboles. En
seguida dijo para sí el Bilateral: «Si me acercara á él ahora,
seguramente le asustaría. ¡Voy á probar de otro modo!» Y salió de
detrás del árbol que le ocultaba y se presentó en el corro de los
muchachos, que le conocían, y empezaron á silbarle corriendo por entre
sus piernas. Y él, muy contento, les dejaba hacer aquello sonriendo, y
después acabó por decirles: «¡Oídme, hijos míos! ¡Prometo daros mañana á
cada uno un traje nuevo y dinero para satisfacer todos vuestros
caprichos, si lográis despertar en Grano-de-Belleza la afición á los
viajes y el deseo de alejarse del Cairo!» Y los chicos le contestaron:
«¡Oh Bilateral, eso es muy fácil!» Entonces los dejó y volvió á sentarse
entre los hombres barbudos.

Cuando Grano-de-Belleza acabó de orinar y volvió á su sitio, sus
compañeros se guiñaron el ojo mutuamente, y el más elocuente del grupo
se dirigió á Grano-de-Belleza y le dijo: «Durante tu ausencia hemos
estado hablando de las maravillas de los viajes y de los magníficos
países lejanos, y de Damasco, y Alepo, y Bagdad. Tú, ¡oh
Grano-de-Belleza! siendo tu padre tan rico, le habrás acompañado muchas
veces en sus viajes con las caravanas. ¡Cuéntanos algo de lo mucho
maravilloso que hayas visto!» Pero Grano-de-Belleza contestó: «¿Yo? Pero
¿no sabéis que me han criado en un subterráneo y que hasta ayer no he
salido de él? ¿Cómo había de viajar en semejantes condiciones? ¡Y ahora,
todo lo más que mi padre me permite es acompañarle desde casa hasta la
tienda!»

Entonces el mismo muchacho replicó: «¡Pobre Grano-de-Belleza, te han
privado de las alegrías más deliciosas y de los placeres más puros! ¡Si
supieras ¡oh amigo mío! lo maravillosamente que saben los viajes, ya no
querrías pasar un momento más en casa de tu padre! Todos los poetas han
cantado á porfía las delicias del viajar; oye una muestra ó dos de los
versos que sobre el particular nos han transmitido:

     _Viajar, ¿quién dirá tus maravillas? ¡Oh amigos míos, todas las
     cosas bellas gustan de viajar! ¡Hasta las mismas perlas salen del
     fondo oscuro del mar y atraviesan las inmensidades para colocarse
     en la diadema de los reyes y en el cuello de las princesas!_

Al oir esta estrofa, Grano-de-Belleza dijo: «¡Así será! ¡Pero el reposo
en casa de uno también tiene sus encantos!» Entonces uno de los
muchachos se echó á reir y dijo á sus compañeros: «¡Mirad con lo que
sale Grano-de-Belleza! ¡Es como los pescados, que se mueren en cuanto
los sacan del agua!» Y otro más exagerado dijo: «¡Es que temerá
probablemente marchitar las rosas de sus mejillas!» Y un tercero añadió:
«¿No veis que es como las mujeres? ¡No pueden dar un paso solas en
cuanto salen á la calle!» Y otro, por último, exclamó: «¡Oh
Grano-de-Belleza! ¿no te avergüenzas de no ser hombre?»

Al oir todos aquellos apóstrofes, Grano-de-Belleza quedó tan mortificado
que abandonó inmediatamente á sus invitados, y cabalgando en la mula
emprendió el camino de la ciudad, y lleno de rabia el corazón y de
lágrimas los ojos, llegó junto á su madre, que se asustó al verle en tal
estado. Y Grano-de-Belleza le repitió las burlas de que había sido
víctima por parte de sus compañeros, y le declaró que quería marcharse
al momento á cualquier parte, con tal de partir. Y añadió: «¿Ves este
cuchillo? ¡Pues me lo clavaré en el pecho si no quieres dejarme viajar!»

Ante aquella resolución tan inesperada, la pobre mujer no pudo hacer mas
que devorar sus lágrimas y consentir en aquel proyecto, por lo cual dijo
á Grano-de-Belleza: «¡Hijo mío, prometo ayudarte con todas mis fuerzas!
Pero como estoy segura anticipadamente de la negativa de tu padre, voy á
prepararte un cargamento de mercaderías á mi costa.» Y Grano-de-Belleza
dijo: «¡Pero hay que hacerlo en seguida, antes de que llegue mi padre!»

Inmediatamente la esposa de Schamseddin mandó á un esclavo abrir uno de
los depósitos de mercaderías reservadas, y que los embaladores hicieran
los fardos suficientes para cargar diez camellos.

En cuanto al síndico Schamseddin, así que se fueron los convidados buscó
en balde por el jardín á su hijo, y acabó por saber que se le había
anticipado en ir á su casa. Y el síndico, aterrado al pensar que le
podía sobrevenir á su hijo una desgracia en el camino, puso la mula á
todo galope y llegó sin aliento al patio, en donde se calmó su emoción
al enterarse por el portero de la llegada sin novedad de
Grano-de-Belleza. Pero fué mayor su sorpresa al ver en el patio fardos y
fardos dispuestos á ser cargados y con etiquetas que indicaban en letras
gordas sus diferentes destinos: Alepo, Damasco y Bagdad...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 257.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...en letras gordas sus diferentes destinos: Alepo, Damasco y Bagdad.

Apresuróse entonces á subir á las habitaciones de su esposa, que le
enteró de cuanto acababa de suceder y del grave inconveniente que había
en contrariar á Grano-de-Belleza. Y el síndico dijo: «De todos modos,
voy á tratar de disuadirle.» Y llamó a Grano-de-Belleza y le dijo: «¡Oh
hijo mío! ¡Alah te ilumine y te aparte de proyecto tan funesto! ¿No
sabes lo que ha dicho nuestro Profeta? (¡sean con Él la oración y la
paz!): «¡Dichoso el hombre que se alimenta con los frutos de su tierra y
halla en su mismo país las satisfacciones de su vida!» Y dijeron los
antiguos: «¡No emprendáis jamás un viaje aunque sea de una milla!» Por
consiguiente, hijo mío, te pido que me digas si después de estas
palabras persistes en tu resolución.»

Grano-de-Belleza contestó: «Sabe ¡oh padre mío! que no quiero
desobedecerte; pero si te opones á mi viaje negándome lo necesario, me
quitaré este traje, me pondré el de los pobres derviches y recorreré á
pie todos los países y todas las tierras.»

Cuando vió el síndico que su hijo estaba dispuesto á partir á todo
trance, renunció á contrariar su proyecto, y le dijo: «Entonces, ¡oh
hijo mío! he aquí cuarenta cargas más; y así, con las otras diez que te
ha dado tu madre, tendrás para cargar cincuenta camellos. En ellas
encontrarás las mercaderías adecuadas á las necesidades de cada una de
las ciudades en que entres; pues no hay que tratar de vender en Alepo,
por ejemplo, los géneros que prefieren los habitantes de Damasco; sería
una mala especulación. ¡Parte, pues, hijo mío, y Alah te proteja y te
allane el camino! Y adopta precauciones, sobre todo al atravesar por el
desierto del León, un sitio que se llama el valle de los Perros, guarida
de bandidos salteadores, cuyo jefe es un beduíno apellidado «el Rápido»
por lo súbito de sus ataques é incursiones.» Y Grano-de-Belleza
contestó: «¡Los sucesos buenos ó malos vienen de mano de Alah! ¡Y haga
yo lo que haga, no me pasará mas que lo que se me tenga deparado!»

Como no se podía replicar á tales palabras, el síndico no dijo más; pero
su esposa no descansó hasta hacer mil votos, y prometer cien carneros á
los santones, y poner á su hijo bajo la santa protección de El-Sayed Abd
El-Kader El-Guilani, abogado de los viajeros.

Después de lo cual, el síndico, acompañado de su hijo, á quien costó
gran trabajo escaparse de los brazos de su pobre madre, que vertía sobre
él todas las lágrimas de su corazón, fué á buscar á la caravana,
dispuesta ya. Y llamó aparte al anciano mokaddem de los camelleros y
muleteros, el jeque Kamal, y le dijo: «¡Oh venerable mokaddem, te confío
este niño, pupila de mis ojos, y lo pongo bajo el ala de Alah y bajo tu
custodia! Y tú, hijo mío--dijo á Grano-de-Belleza--, mira al que ha de
hacer las veces de padre en ausencia mía. ¡Obedécele y nunca hagas nada
sin consultarle!» Después dió mil dinares de oro á Grano-de-Belleza, y
como último encargo le dijo: «¡Te doy estos mil dinares, hijo mío, para
que puedas utilizarlos y aguardar con paciencia el momento más ventajoso
para la venta de tus mercaderías, pues te guardarás muy bien de
venderlas cuando estén en baja; has de aprovechar la ocasión en que los
paños y otros géneros estén más en alza para colocarlos en las mejores
condiciones!» Después de las despedidas, la caravana se puso en marcha y
no tardó en estar fuera de las puertas del Cairo.

Y ahora vamos con Mahmud-el-Bilateral. Al enterarse de la marcha de
Grano-de-Belleza, se preparó también rápidamente, y en pocas horas tuvo
á mulos y camellos cargados y ensillados. Y sin perder tiempo se puso
en camino, y alcanzó á la caravana á pocas millas del Cairo. Y decía
para sí: «¡Ahora, en el desierto, ¡oh Mahmud! nadie irá á denunciarte,
ni tampoco vendrá á vigilarte nadie! ¡Y sin temor á que te molesten,
podrás deleitarte con ese muchacho!»

De modo que, desde la primera etapa, el Bilateral mandó armar sus
tiendas al lado de las de Grano-de-Belleza, y encargó al cocinero de
éste que no se tomara el trabajo de encender lumbre, puesto que él había
invitado á Grano-de-Belleza á compartir la comida en su tienda.

Y efectivamente, Grano-de-Belleza fué á la tienda del Bilateral, pero
acompañado por el jeque Kamal, mokaddem de los camelleros. Y aquella
noche el Bilateral nada sacó en limpio. Y al día siguiente, en la
segunda parada, ocurrió lo mismo, y así todos los días, hasta la llegada
á Damasco, porque Grano-de-Belleza aceptaba todas las invitaciones, pero
iba siempre á la tienda del Bilateral acompañado del mokaddem de los
camelleros.

Pero cuando llegaron á Damasco, en donde el Bilateral tenía, lo mismo
que en El Cairo, Alepo y Bagdad, casa propia para recibir á los
amigos...

     En este momento de su narración, Schahrazada, la hija del visir,
     vió aparecer la mañana, é interrumpió el relato.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 258.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...á Damasco, en donde el Bilateral tenía, lo mismo que en El Cairo,
Alepo y Bagdad, casa propia para recibir á los amigos, envió un esclavo
á Grano-de Belleza, que se había quedado en la tienda á la entrada de la
ciudad, para invitarle, pero á él solo, á que le honrase con su
presencia. Y Grano-de-Belleza contestó: «¡Espera que le pregunte su
parecer al jeque Kamal!» Pero el mokaddem de los camelleros frunció el
ceño al oir la proposición, y contestó: «¡No, hijo mío, hay que
rechazarla!» Y Grano-de-Belleza declinó la invitación.

La estancia en Damasco fué de corta duración, y pronto se pusieron en
camino para Alepo; y á la llegada, el Bilateral volvió á invitar á
Grano-de-Belleza; pero el jeque Kamal aconsejó la abstención, como en
Damasco, y Grano-de-Belleza, sin saber por qué era tan severo el
mokaddem, no quiso contrariarle. Y aquella vez también perdió el viaje y
el trabajo el Bilateral.

Pero después de salir de Alepo, el Bilateral juró que en la primera
ocasión las cosas no pasarían lo mismo. Y á la primera parada en
dirección á Bagdad, mandó hacer los preparativos de un banquete sin
precedentes, y fué personalmente á invitar á Grano-de-Belleza. Y aquella
vez Grano-de-Belleza se vió obligado á aceptar, por no tener motivo
fundado para negarse, y empezó por ir á la tienda á vestirse con traje á
propósito.

Entonces fué á buscarle el jeque Kamal, y le dijo: «¡Qué imprudente
eres, ¡oh Grano-de-Belleza! ¿Por qué has aceptado la invitación de
Mahmud? ¿No conoces sus intenciones? ¿No sabes el motivo de que le
llamen el Bilateral? De todos modos, debiste preguntar su parecer á un
anciano como yo, y del cual han dicho los poetas:

     _Pregunté al viejo_: «_¿Por qué andas encorvado?_» _Me contestó_:
     «_¡Perdí mi juventud en la tierra húmeda! ¡Y me he encorvado para
     buscarla! ¡Y ahora la experiencia que pesa sobre mí es tan amarga,
     que me impide enderezar la espalda!_»

Pero Grano-de-Belleza contestó: «¡Oh venerable mokaddem! ¡Estaría muy
mal rechazar la invitación de nuestro amigo Mahmud, al cual no sé por
qué llaman el Bilateral! Y además, ignoro lo que pueda perder con
acompañarle. ¡No me comerá!» Y el mokaddem replicó con viveza: «¡Pues
sí, por Alah! ¡Te comerá! ¡Ya se ha comido á otros muchos!»

Al oir aquello, Grano-de-Belleza soltó la carcajada y se apresuró á ir á
casa del Bilateral, que le aguardaba con impaciencia. Y ambos se fueron
á la tienda en que estaba preparado el festín.

Y en realidad, el Bilateral no había escatimado nada para recibir como
merecía al maravilloso joven, y todo aparecía dispuesto para encantar
las miradas y halagar los sentidos. De modo que la comida fué alegre y
estuvo llena de animación; y ambos comieron con gran apetito, y bebieron
en la misma copa hasta saciarse. Y cuando el vino fermentó en las
cabezas y los esclavos se retiraron discretamente, el Bilateral, ebrio
de vino y de pasión, se inclinó hacia Grano-de-Belleza, y cogiéndole las
mejillas con las dos manos quiso besarlas. Pero Grano-de-Belleza, muy
turbado, levantó instintivamente la mano, y el beso del Bilateral no
encontró mas que la palma del adolescente. Entonces Mahmud le echó un
brazo alrededor del cuello y con el otro le rodeó la cintura; y como
Grano-de-Belleza le preguntara: «Pero ¿qué quieres hacer conmigo?», le
contestó: «Sencillamente, tratar de explicarte estos versos del poeta
para ponerlos en práctica:

     _¡Oh mis estremecimientos cuando las miradas de sus ojos me sacuden
     el alma! ¡Oh delicias del primer deseo que hincha sus compañones
     infantiles!_

     _¡Mira, ¡oh ojos míos! ¡Toma lo que puedas tomar, levanta lo que
     puedas levantar, coge un puñado, ó dos, ó tres, y hazlo entrar un
     palmo ó más! ¡Pero sin que te haga daño! ¡Hay que obrar con
     prudencia!_»

Después de haber dicho á su modo estos versos, Mahmud se dispuso á
explicárselos prácticamente. Pero el joven Grano-de-Belleza, sin darse
cuenta exacta de la situación, se sentía molesto con aquellos ademanes y
movimientos, y quiso marcharse. Y el Bilateral le sujetó y acabó por
hacerle entender de qué se trataba.

Cuando Grano-de-Belleza se enteró bien de las intenciones del Bilateral
y comprendió su petición...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 259.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Cuando Grano-de-Belleza se enteró bien de las intenciones del
Bilateral y comprendió su petición, levantóse inmediatamente y le dijo:
«¡No, por Alah! ¡No vendo esa mercancía! ¡De todos modos, para que te
consueles, te diré que si á los demás se la vendiese por dinero, á ti te
la daría de balde!» Y á pesar de las súplicas del Bilateral,
Grano-de-Belleza no quiso permanecer un momento más en la tienda; salió
de ella bruscamente y volvió en seguida al campamento, donde, harto
inquieto, aguardaba su regreso el mokaddem.

Y cuando Kamal vió entrar á Grano-de-Belleza con aquel aspecto extraño,
le preguntó: «¡Por Alah! ¿qué ha pasado?» El otro respondió: «¡Pues
absolutamente nada! ¡Pero tenemos que levantar el campo en seguida é
irnos á Bagdad, porque en lo sucesivo no quiero viajar con el Bilateral;
tiene pretensiones exageradas y muy molestas!» El jeque de los
camelleros dijo: «¿No te lo había dicho ya, hijo mío? Pero he de
advertirte que sería muy peligroso viajar solos. Más vale seguir en una
sola caravana, como estamos ahora, para poder resistir los ataques de
los bandoleros beduínos que infestan estas tierras.» Pero
Grano-de-Belleza no quiso hacer caso, y dió la orden de marcha.

Por consiguiente, la pequeña caravana se puso en camino sola y no dejó
de viajar del mismo modo, hasta que un día, á la puesta del sol, llegó á
pocas millas de las puertas de Bagdad.

El mokaddem de los camelleros fué á buscar entonces á Grano-de-Belleza y
le dijo: «Mejor será, hijo mío, seguir hasta Bagdad esta misma noche,
sin detenernos á acampar aquí. ¡Porque el lugar en que estamos es el más
peligroso de todo el viaje! ¡Es el valle de los Perros! ¡Hay gran riesgo
de que nos ataquen si permanecemos aquí durante la noche! Apresurémonos,
pues, á llegar á Bagdad antes de que cierren las puertas. ¡Porque has de
saber, hijo mío, que el califa manda cerrar todas las noches las puertas
de la ciudad, con el fin de impedir que las hordas fanáticas entren á
escondidas y se apoderen de los libros de la ciencia y de los
manuscritos literarios encerrados en las salas de las escuelas,
arrojándolos luego al Tigris!»

Grano-de-Belleza, á quien no complacía la proposición, contestó: «¡No,
por Alah! ¡No quiero entrar de noche en la ciudad, porque deseo gozar
del espectáculo de Bagdad al salir el sol! ¡Pasemos, pues, la noche
aquí, ya que no tengo prisa ni viajo para negociar, sino por recreo, y
para ver lo que no conozco!» Y el anciano mokaddem tuvo que inclinarse,
aunque deplorando la peligrosa terquedad del hijo de Schamseddin.

En cuanto á Grano-de-Belleza, tomó un bocado, y después, cuando los
esclavos fueron á acostarse, salió de la tienda, apartóse un poco por el
valle, y fué á sentarse junto á un árbol, á la luz de la luna. Y se
acordó de las lecturas de sus maestros en el subterráneo, é inspirado
por lugar tan propicio á la meditación, empezó este canto del poeta:

     _¡Reina del Irak, deliciosamente bella! ¡oh Bagdad, ciudad de los
     califas y poetas! ¡cuánto tiempo, ¡oh maravilla! soñé contigo!_

Pero súbitamente, antes de terminar la primera estrofa, oyó á su
izquierda un clamor espantoso, y galopar de caballos, y exclamaciones de
cien bocas á un tiempo, y al volverse vió invadido el campamento por un
numeroso tropel de beduínos que surgían por todas partes como si
salieran de debajo de la tierra.

Aquel espectáculo tan nuevo para él le dejó clavado en el suelo, y así
pudo ver la matanza general de la caravana, que había querido
defenderse, y el saqueo de todo el campamento. Y cuando los beduinos
comprobaron que nadie quedaba en pie, se apoderaron de camellos y mulos,
y en un momento desaparecieron por donde habían venido.

Al disiparse un tanto la estupefacción que le había dominado,
Grano-de-Belleza bajó hacia el sitio en que se encontraba su campamento,
y pudo ver asesinada á toda su gente. Y ni el jeque Kamal, mokaddem de
los camelleros, á pesar de su edad respetable, había sido tratado mejor
que los demás, y yacía muerto, atravesado el pecho por numerosas
lanzadas. Así es que Grano-de-Belleza no supo soportar la vista de
espectáculo tan aterrador, y emprendió la fuga, sin atreverse á mirar
hacia atrás.

De tal modo estuvo corriendo toda la noche, y para no excitar la codicia
de algún otro bandido, se despojó completamente de su rico traje, que
arrojó á lo lejos, y no se quedó mas que con la camisa. Y así, medio
desnudo, entró en Bagdad al amanecer.

Entonces, rendido de cansancio y sin poder tenerse en pie, se paró
delante de la primera fuente pública que se le presentó á la entrada de
la población. Se lavó las manos, la cara y los pies; subió á la
plataforma que coronaba la fuente, se tendió en ella á la larga, y no
tardó en dormirse.

En cuanto á Mahmud-el-Bilateral, también se había puesto en camino, pero
había tomado un atajo por otra parte y pudo evitar el encuentro con los
bandidos; y además, llegó á las puertas de Bagdad precisamente cuando
Grano-de-Belleza las atravesaba y se dormía en la fuente.

Al pasar por cerca de aquella fuente, el Bilateral se acercó al
abrevadero de piedra lleno de agua para los animales, y quiso que
bebiera en él su caballo sediento. Pero el animal vió la sombra que
proyectaba el adolescente dormido, y retrocedió resollando. Entonces el
Bilateral levantó los ojos hacia la plataforma, y le faltó poco para
caerse del caballo al reconocer á Grano-de-Belleza en aquel joven medio
desnudo que en la piedra dormía...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 260.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...al reconocer á Grano-de-Belleza en aquel joven medio desnudo que en
la piedra dormía.

En seguida se apeó del caballo, se encaramó á la plataforma, y quedó
inmóvil de admiración ante Grano-de-Belleza tendido, cuya cabeza
reposaba sobre un brazo, en la languidez del sueño. Y por primera vez le
fué dable al fin contemplar sin velos las perfecciones de aquel cuerpo
juvenil y cristalino, en que los lunares oscuros resaltaban de tan
hermosa manera sobre la blancura de lo demás. Y no se le alcanzaba por
qué casualidad encontraba en su camino, y dormido en aquella fuente, á
aquel ángel, por amor al cual había él emprendido su viaje. Y no llegaba
á separar sus miradas del lunarcillo, redondo como un grano de almizcle,
que adornaba la nalga izquierda del muchacho, descubierta en aquel
momento. Y sin saber qué resolución tomar, decía para sí: «¿Qué será
mejor? ¿Despertarle? ¿Llevármelo en mi caballo como está y huir con él
al desierto? ¿Aguardar que se despierte, hablarle, enternecerle y
decidirle á que me acompañe á mi casa de Bagdad?»

Acabó por tomar esta última determinación, y sentándose á los pies del
joven en el reborde de la fuente, aguardó á que se despertase, bañándose
los ojos en toda la limpidez sonrosada que el sol ponía en aquel cuerpo
infantil.

Harto ya de dormir, Grano-de-Belleza estiró las piernas y abrió los
ojos, y en el mismo instante Mahmud le cogió la mano, y con voz muy
suave le dijo: «¡No tengas miedo, niño; estás bien seguro á mi lado!
¡Pero apresúrate, por favor, á explicarme la causa de todo esto!»

Entonces Grano-de-Belleza se incorporó, y aunque un tanto molesto por la
presencia de su admirador, le contó la aventura con todos sus
pormenores. Y Mahmud le dijo: «¡Loor á Alah, mi joven amigo, que te ha
arrebatado la fortuna, pero te ha conservado la vida! Porque dice el
poeta:

     _¡Cuando la cabeza se salva, la fortuna perdida sólo es una
     recortadura de uña sacada sin hacer daño!_

»Además, ni siquiera la fortuna se ha perdido, pues cuanto poseo te
pertenece. Ven conmigo á casa á bañarte y vestirte, y desde este momento
puedes considerar todos los bienes de Mahmud como tuyos propios, y la
vida de Mahmud está á tu disposición.» Y siguió hablando tan
paternalmente á Grano-de-Belleza, que le decidió á acompañarle.

Bajó primeramente, y le ayudó en seguida á ponerse detrás de él en el
caballo, y encaminóse hacia su casa, estremeciéndose de placer al
contacto del cuerpo caliente y desnudo del muchacho, que se cogía á
Mahmud para sujetarse.

Su primera diligencia fué llevar á Grano-de-Belleza al hammam y bañarlo
allí, sin auxilio de masajista ni ningún otro criado, y después de
haberle vestido con un traje de gran valor lo llevó á la sala en que
solía recibir á sus amigos.

Era un salón de frescura y sombra deliciosas, alumbrado únicamente por
los hermosos reflejos de esmaltes y porcelanas y por el centelleo que
desde arriba caía de las estrellas. Un olor á incienso arrebataba y
transportaba el alma hacia soñados jardines de alcanfor y cinamomo. En
el centro cantaba el surtidor de una fuente. Perfecto y seguro era allí
el reposo, y podía llegarse hasta el éxtasis.

Sentáronse ambos en la alfombra, y Mahmud brindó á Grano-de-Belleza un
almohadón para apoyar los brazos. Comieron los manjares que en bandejas
se les sirvieron, y bebieron los vinos selectos que encerraban los
frascos. En aquel momento, el Bilateral, que hasta entonces no se había
mostrado muy atrevido, no pudo contenerse más, y estalló recitando esta
estrofa del poeta:

     _¡Deseo! ¡Ni las caricias delicadas de los ojos ni el beso de los
     labios puros pueden apaciguarte! ¡Oh deseo mío! ¡Sientes gravitar
     sobre ti el peso de una pasión que no ha de calmarse hasta que
     brote!_

Pero Grano-de-Belleza, que acostumbrado ya á los versos del Bilateral
advertía con facilidad su sentido, á veces oscuro, se levantó
inmediatamente y dijo á su huésped: «En verdad que no comprendo tu
insistencia sobre lo mismo. No puedo hacer mas que repetirte lo que ya
te dije. El día en que venda á otros esa mercancía por dinero, á ti te
la daré de balde.» Y sin querer atender á otras explicaciones del
Bilateral, le dejó bruscamente y se fué.

Al verse fuera, empezó á vagar por la ciudad. Pero ya había oscurecido,
y como siendo forastero en Bagdad no sabía adónde dirigirse, resolvió
pasar la noche en una mezquita que vió en el camino. Entró, pues, en el
patio, y al ir á quitarse las sandalias para penetrar en el interior de
la mezquita, vió que se le acercaban dos hombres precedidos por sus
esclavos, que iban con linternas encendidas. Se apartó para dejarles
pasar; pero el más viejo de los dos se paró delante de él, y después de
mirarle con mucha atención, le dijo: «¡La paz contigo!» Y
Grano-de-Belleza le devolvió el saludo. El otro añadió: «¿Eres
forastero, hijo mío?» El joven contestó: «Soy del Cairo. Mi padre es
Schamseddin, síndico de los mercaderes.»

Al oir estas palabras, el anciano se volvió hacia su compañero y le
dijo: «¡Alah nos favorece más de lo que deseábamos! ¡No esperábamos
encontrar tan pronto al forastero que buscamos y ha de sacarnos del
apuro!...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 261.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...al forastero que buscamos y ha de sacarnos del apuro!» Luego llamó
aparte á Grano-de-Belleza, y le dijo: «¡Bendito sea Alah, que te ha
colocado en nuestro camino! Vamos á pedirte un favor, que retribuiremos
liberalmente dándote cinco mil dinares, efectos por valor de mil dinares
y un caballo de mil dinares. ¡Verás!

»No ignoras, hijo mío, que, según nuestra ley, cuando un musulmán ha
repudiado por primera vez á su esposa, puede recobrarla sin formalidades
á los tres meses y diez días; y si se divorcia por segunda vez, también
puede recuperarla después del plazo legal; pero si la repudia por
tercera vez, ó si, aun no habiéndola repudiado nunca, le dice
sencillamente: «¡Quedas repudiada por tres veces!» ó «¡Ya no eres nada
para mí, lo juro por el tercer divorcio!», en ese caso, si el esposo
quiere volver otra vez con su esposa, la ley determina que otro empiece
por casarse legalmente con la mujer repudiada, y á su vez la repudie
después de haberse acostado con ella aunque sólo sea una noche. Y
entonces es cuando el primer esposo la puede recobrar como mujer
legítima.

»Pues ese es el caso del joven que está conmigo. El otro día se dejó
llevar de un acceso de mal humor y le gritó á su esposa, que es hija
mía: «¡Sal de mi casa! ¡Ya no te conozco! ¡Te repudio por tres veces!» Y
en seguida, mi hija, que es su esposa, se echó el velo por la cara
delante de su esposo, que era ya un extraño para ella, recogió su dote y
volvió el mismo día á mi casa. Pero ahora su marido, que es éste, desea
ardientemente recobrarla. Ha venido á besarme las manos y á rogarme que
le reconciliara con su esposa. Y yo he accedido á ello. Y en seguida
hemos salido en busca del hombre que le ha de servir de sucesor
momentáneo una noche. Y á la sazón te hemos encontrado, hijo mío. Como
eres forastero, las cosas se harán en secreto, sólo en presencia del
kadí, y no trascenderá nada al exterior.»

El estado de indigencia en que se encontraba Grano-de-Belleza le hizo
aceptar de buena gana la proposición, y dijo para sí: «Voy á cobrar
cinco mil dinares, y tomar efectos por valor de mil dinares, y un
caballo de mil dinares, y además voy á fornicar toda la noche. ¡Por
Alah! ¡Acepto!» Y dijo á los dos hombres, que aguardaban con ansiedad la
respuesta: «¡Por Alah! ¡Acepto el cargo de Desligador!»

Entonces el esposo de la repudiada, que todavía no había hablado, se
volvió hacia Grano-de-Belleza y le dijo: «¡Nos sacas de un gran apuro,
porque he de manifestarte que amo á mi esposa extremadamente! Pero temo
que mañana por la mañana sea muy de tu gusto mi esposa, no quieras
repudiarla y te niegues á devolvérmela. La ley, en ese caso, te
favorece. Por lo tanto, ahora, delante del kadí, te comprometerás á
entregarme diez mil dinares de indemnización si por desgracia no
quisieras consentir en divorciarte al día siguiente.» Y Grano-de-Belleza
aceptó la condición, por estar resuelto á no dormir mas que una noche
con la mujer consabida.

Fueron, pues, los tres á casa del kadí, y ante él formalizaron el
contrato en las condiciones legales. Y el kadí se entusiasmó al ver á
Grano-de-Belleza y le amó mucho. Ya volveremos á encontrarle en el
curso de esta historia.

Y hecho el contrato, salieron de la oficina del kadí, y el padre de la
divorciada se llevó á Grano-de-Belleza y le hizo entrar en su casa. Le
rogó que esperara en el vestíbulo, y en seguida fué á avisar á su hija,
diciéndole: «Querida hija, he encontrado un muchacho muy bien formado, y
que, á mi parecer, te ha de gustar. Te lo recomiendo con todo el
encarecimiento de la recomendación. Pasa con él una noche encantadora y
no te prives de nada. ¡No todas las noches se puede tener en brazos un
mozo tan maravilloso!» Y habiendo aconsejado á su hija de tal modo, el
buen padre se fué muy contento á buscar á Grano-de-Belleza para decirle
lo mismo. Y le rogó que aguardara un poco á que su nueva esposa se
preparase á recibirle.

En cuanto al primer esposo, fué á buscar inmediatamente á una vieja muy
taimada que le había criado, y le dijo: «Te ruego, buena madre, que
imagines algún recurso para evitar que el Desligador que hemos
encontrado se acerque esta noche á mi mujer divorciada.» Y la vieja
contestó: «¡Por tu vida! ¡Nada hay más fácil!» Y se envolvió en su
velo...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 262.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Y se envolvió en su velo y fué á casa de la divorciada, en donde vió
á Grano-de-Belleza en el vestíbulo. Le saludó, y le dijo: «Vengo á
buscar á la joven divorciada, para untarle el cuerpo con pomadas, como
hago todos los días, á fin de curarle la lepra que la ha atacado. ¡Pobre
mujer!» Y Grano-de-Belleza exclamó: «¡Alah me libre! ¡Cómo, buena mujer!
¿Esa joven está enferma de lepra? ¡Y yo que tenía que acostarme con ella
esta noche! Porque soy el Desligador elegido por su anterior esposo.» Y
la vieja contestó: «¡Oh hijo mío, preserve Alah tu hermosa juventud!
¡Créeme! ¡Harás bien en abstenerte de copular!» Y le dejó confuso, y
entró á ver á la divorciada, á la cual convenció de lo mismo respecto al
joven que había de servir de Desligador. Y le aconsejó la abstinencia
para evitar el contagio. Y después se marchó.

En cuanto á Grano-de-Belleza, siguió esperando una seña de la joven para
entrar en su aposento. Pero aguardó largo rato, sin que se presentase
mas que un esclavo con una fuente de comida. Comió y bebió, y luego,
para matar el tiempo, recitó una sura del Korán, y después empezó á
tararear algunas estrofas con voz más suave que la del joven David en
presencia de Saúl.

Cuando la joven oyó desde dentro aquella voz, pensó: «¿Cómo habrá
mentido esa malhadada vieja? ¿Puede un leproso tener voz tan hermosa?
¡Por Alah! Voy á llamarle y á enterarme por mí misma de si la vieja ha
mentido. Pero antes voy á contestarle.» Y cogió un laúd indio, que
templó sabiamente, y con voz capaz de parar el vuelo de las aves en el
fondo del cielo, cantó:

     _¡Amo á un gamo joven de dulces ojos lánguidos! ¡Es tan esbelta su
     cintura, que las ramas flexibles aprenden á ondular viéndole
     balancearse!_

Cuando Grano-de-Belleza oyó las primeras notas de aquel canto, dejó de
tararear y escuchó con entusiástica atención. Y dijo para sí: «¿Qué me
decía la vieja vendedora de pomadas? ¡Por Alah! ¡Ha debido mentir! ¡Tan
bella voz no puede ser de una leprosa!» Y en seguida, tomando el tono de
las últimas notas que acababa de oir, cantó con voz capaz de hacer
bailar á los peñascos:

     _¡Mi saludo va hacia la fina gacela que se oculta del cazador, y
     lleva mi tributo á las rosas dispersas por el vergel de sus
     mejillas!_

Y dijo aquello con tal acento, que la joven, seducida por la emoción,
corrió á descorrer las cortinas que la separaban del mancebo, y se
ofreció á su vista como la luna que súbitamente se desprende de una
nube; le hizo seña de que entrara en seguida, y le precedió moviendo las
caderas de tal modo, que habría puesto de pie á un anciano impedido. Y
Grano-de-Belleza se asombró de su hermosura, de su lozanía y de su
juventud. Pero no se atrevía á acercarse á ella, asediado por el temor
del posible contagio.

Mas de pronto, la joven, sin decir palabra, en un momento se quitó la
camisa y el calzón, que tiró á lo lejos, y se le apareció completamente
desnuda, tan limpia como la plata virgen, y tan firme y esbelta como el
tronco de una palmera tierna.

A su vista, Grano-de-Belleza notó que se le movía la herencia de su
venerable padre, el niño encantador que llevaba entre los muslos. Y como
percibía distintamente su apremiante llamamiento, quiso entregarlo, para
que se tranquilizase, á la joven, que debía de saber en dónde colocarlo.
Pero ella le dijo: «¡No te acerques! ¡Temo que me pegues la lepra que
tienes en el cuerpo!»

Al oir estas palabras, Grano-de-Belleza, sin contestar, se quitó toda la
ropa, y después la camisa y los calzones, que tiró lejos, y apareció en
perfecta desnudez, tan límpido como el agua de sierra y tan intacto como
el ojo de un niño.

Entonces la joven ya no dudó de que la vieja alcahueta había empleado
una estratagema, á instigación de su primer esposo, y deslumbrada por
los hechizos del joven, corrió á él, le envolvió en sus brazos, y le
arrastró á la cama, en la cual cayeron juntos. Y jadeante de deseo, le
dijo: «¡Prueba tus fuerzas, ¡oh jeque Zacarías, padre potente de nervios
gordos!»

Ante aquel llamamiento tan formal, Grano-de-Belleza cogió por las
caderas á la joven, y asestó el robusto y dulce nervio en dirección á la
puerta de los triunfos, y empujándolo hacia el corredor de cristal, lo
hizo llegar rápidamente á la puerta de las victorias. Después lo desvió
del camino real, y lo impulsó con brío por el atajo hacia la puerta del
montador; pero como el nervio vacilaba ante lo angosto de aquella puerta
amurallada, forzó el paso desfondando la tapa del tarro, y se encontró
entonces en su casa, como si el arquitecto hubiera tomado las medidas
por ambos lados á la vez. Luego siguió su excursión, visitando
lentamente el zoco del lunes, el mercado del martes, el bazar del
miércoles y los puestos del jueves. Y habiendo desatado así todo lo que
tenía que desatar, descansó, como buen musulmán, á la entrada del
viernes.

Y tal fué el viaje de prueba de Grano-de-Belleza y de su niño por el
jardín de la muchacha...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 253.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Y tal fué el viaje de prueba de Grano-de-Belleza y de su niño por el
jardín de la muchacha.

Tras de lo cual, Grano-de-Belleza, con su niño aletargado de felicidad,
se enlazó tiernamente á la joven de los arriates devastados, y los tres
se durmieron hasta por la mañana.

Despertado ya, Grano-de-Belleza preguntó á su esposa transitoria: «¿Cómo
te llamas, corazón mío?» Ella contestó: «Zobeida.» Y él le dijo: «¡Pues
bien, Zobeida, me duele mucho el verme obligado á dejarte!» Y ella le
preguntó, conmovida: «¿Y por qué me has de dejar?» Él contestó: «¡Ya
sabes que no soy mas que Desligador!» Ella exclamó: «¡No, por Alah! ¡Se
me había olvidado! ¡Y en mi dicha me figuraba que eras un regalo
maravilloso que me hacía mi buen padre para reemplazar al otro!» Y él le
dijo: «¡Pues sí, encantadora Zobeida, soy un Desligador elegido por tu
padre y tu primer esposo! Y previendo una mala voluntad por mi parte,
ambos han cuidado de hacerme firmar un contrato ante el kadí, que me
obliga á pagarles diez mil dinares si esta mañana no te repudio. ¡Y no
sé cómo voy á pagarles esa cantidad fabulosa, no teniendo ni un dracma
en el bolsillo! Mejor será, pues, que me marche si no quiero ir á la
cárcel, puesto que soy insolvente.»

Al oir tales palabras, la joven Zobeida reflexionó un instante, y
después, besando los ojos al joven, le preguntó: «¿Cómo te llamas, ojos
míos?» El contestó: «Grano-de-Belleza.» Ella exclamó: «¡Ya Alah! ¡Nunca
ha habido nombre mejor puesto! Pues bien, querido mío, ¡oh
Grano-de-Belleza! como prefiero á todo el azúcar cande ese delicioso
nervio blanco y sabroso con que has endulzado mi jardín durante toda la
noche, te juro que encontraremos un recurso para no separarnos jamás,
pues prefiero morir á pertenecer á otro después de haberte probado.» Él
le preguntó: «¿Y cómo haremos?» Ella dijo: «Es muy sencillo. Verás.
Pronto vendrá mi padre á buscarte y te llevará á casa del kadí para
cumplir las estipulaciones del contrato. Entonces te aproximarás
gentilmente al kadí y le dirás: «¡No quiero divorciarme!» Y te
preguntará: «¡Cómo! ¿Rechazas los cinco mil dinares que van á darte, y
los efectos por valor de mil dinares, y el caballo de mil dinares, por
seguir con una mujer?» Tú contestarás: ¡Entiendo que cada cabello de esa
mujer vale diez mil dinares! Por eso conservo á la propietaria de tan
preciada cabellera.» Entonces el kadí te dirá: «¡Estás en tu derecho!
Pero vas á pagar al primer esposo, en compensación, la cantidad de diez
mil dinares.»

¡Ahora, querido mío, escucha bien lo que voy á decirte! El anciano
kadí, por lo demás hombre excelente, gusta con delirio de los muchachos.
¡Y estoy segura de que le has causado ya una gran impresión!»

Grano-de-Belleza exclamó: «¿De modo que crees que también el kadí es
bilateral?» Zobeida se echó á reir y dijo: «¡Cierto que sí! ¿Por qué te
asombra tanto eso?» Y él dijo: «Está escrito que toda su vida
Grano-de-Belleza ha de ir de un bilateral á otro. Pero ¡oh sutil
Zobeida! te ruego que sigas desarrollando tu plan. Decías que el anciano
kadí, por lo demás hombre excelente, gusta con delirio de los muchachos.
¡No me irás á aconsejar que le venda mi mercancía!» Ella dijo: «¡No! Ya
verás.»

Y prosiguió: «Cuando el kadí te haya dicho: «¡Hay que pagar los diez mil
dinares!», le mirarás así, de cierta manera, y moverás las caderas
gentilmente, no de un modo excesivo, pero sí de manera que le liquides
de emoción en la alfombra. Y sin duda te dará un plazo para saldar la
deuda. ¡Y de aquí á entonces, Alah proveerá!»

Oídas estas palabras, Grano-de-Belleza reflexionó un instante, y dijo:
«¡Lo intentaré!»

En aquel mismo momento, una esclava, desde detrás del tapiz, alzó la voz
y dijo: «¡Ama Zobeida, ahí está tu padre aguardando á mi amo!»

Entonces Grano-de-Belleza se levantó, se vistió á escape y fué á buscar
al padre de Zobeida. Y ambos, después de habérseles unido en la calle el
primer marido, fueron á la oficina del kadí.

Y las previsiones de Zobeida se realizaron al pie de la letra. Pero
también hay que decir que Grano-de-Belleza cuidó de seguir
escrupulosamente las preciosas indicaciones que ella le había dado.

Y el kadí, absolutamente aniquilado por las miradas al soslayo que le
dirigía Grano-de-Belleza, no sólo concedió el aplazamiento de tres días
que reclamaba modestamente el joven, sino que terminó su sentencia en
esta forma: «Nuestras leyes religiosas y nuestra jurisprudencia no
pueden hacer obligatorio el divorcio. Y nuestros cuatro ritos ortodoxos
están completamente de acuerdo en este punto. Por otra parte, el
Desligador, convertido en marido de derecho, se aprovecha de un
aplazamiento, dada su condición de forastero. Le otorgamos, pues, diez
días para saldar la deuda.»

Entonces Grano-de-Belleza besó respetuosamente la mano del kadí, que
decía para sí: «¡Por Alah! ¡Este hermoso adolescente bien vale diez mil
dinares! ¡Yo mismo se los anticiparía de buena gana!» Después
Grano-de-Belleza se despidió afablemente y corrió á buscar á su esposa,
la sagaz Zobeida...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 264.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...afablemente y corrió á buscar á su esposa, la sagaz Zobeida.

Y Zobeida, iluminado el rostro por el júbilo, recibió á Grano-de-Belleza
felicitándole por el resultado obtenido, y le dió cien dinares para que
preparase para ambos un banquete que durase toda la noche. Y
Grano-de-Belleza, con el dinero de su mujer, mandó preparar en seguida
el festín consabido. Y ambos se pusieron á comer y beber hasta saciarse.
Y entonces, alegres hasta el límite de la alegría, copularon de una
manera prolongada. Y después, para descansar, fueron á la sala de
recepciones, encendieron las luces y organizaron entre los dos un
concierto capaz de hacer bailar á las rocas y de suspender el vuelo de
los pájaros en el fondo del cielo.

No es de extrañar, por tanto, que de improviso se oyeran golpes dados en
la puerta exterior de la casa. Y Zobeida, que fué la primera en oirlos,
dijo á Grano-de-Belleza: «Ve á ver quién llama á la puerta.» Y
Grano-de-Belleza fué en seguida á abrir.

Ahora bien; aquella noche, el califa Harún Al-Rachid, sintiendo oprimido
el pecho, había dicho á su visir Giafar, á su portaalfanje Massrur y á
su poeta favorito el delicioso Abu-Nowas: «Me siento con el pecho algo
oprimido. ¡Vamos á pasearnos un poco por las calles de Bagdad, á ver si
se nos dilatan los humores!» Y los cuatro se habían disfrazado de
derviches persas y se habían puesto á recorrer las calles de Bagdad,
esperando dar con alguna entretenida aventura. Y así habían llegado
delante de la casa de Zobeida, y al oir cantar y tañer instrumentos,
habían llamado á la puerta, según costumbre de los derviches.

Cuando les vió Grano-de-Belleza, como no ignoraba los deberes de la
hospitalidad, y además estaba en excelentes disposiciones, les recibió
cordialmente, les introdujo en el vestíbulo y les dió de comer. Pero
ellos rechazaron el alimento, diciendo: «¡Por Alah! ¡Los espíritus
delicados no necesitan mucho alimento para regocijar los sentidos! Se
contentan con la armonía. Y precisamente estamos viendo que los acordes
que oíamos desde fuera se han callado al entrar nosotros. ¿Será una
cantora de profesión la que cantaba tan maravillosamente?»
Grano-de-Belleza contestó: «¡No, señores; era mi propia mujer!» Y les
contó su historia, desde el principio hasta el fin, sin omitir un
detalle.

Entonces, el jefe de los derviches, que era el mismo califa, dijo á
Grano-de-Belleza, que le parecía todo lo delicioso posible y por el cual
sintió súbito afecto: «Hijo mío, puedes tranquilizarte respecto á los
diez mil dinares que debes al ex marido de tu esposa. Soy el jefe de la
tekké de los derviches de Bagdad, que cuenta con cuarenta miembros, y
gracias á Alah estamos acomodados; diez mil dinares no constituyen para
nosotros ningún sacrificio. Te prometo que los tendrás antes de diez
días. Pero ve á rogar á tu esposa que cante algo desde detrás del tapiz
para exaltarnos el alma. Porque la música, hijo mío, les sirve á unos de
comida, á otros de remedio y á otros de abanico; pero para nosotros es
las tres cosas á un tiempo.»

Grano-de-Belleza no se hizo rogar más, y su esposa Zobeida se avino á
cantar para los derviches; de modo que el júbilo de éstos fué extremado,
y pasaron una noche deliciosa, ya escuchando el canto y contestando:
«¡Ah! ¡Ah!» con toda su alma, ya conversando agradablemente, ya oyendo
las chistosas improvisaciones del poeta Abu-Nowas, á quién la belleza
del muchacho hacía delirar hasta el límite del delirio.

Al amanecer se levantaron los falsos derviches, y el califa, antes de
irse, colocó debajo del almohadón en que estaba apoyado un bolsillo con
cien dinares de oro, para empezar, y que eran los únicos que en aquel
momento llevaba encima. Después se despidieron del joven huésped,
dándole las gracias por boca de Abu-Nowas, que le improvisó versos
exquisitos y se prometió por dentro no perderle de vista.

Hacia el mediodía, Grano-de-Belleza, á quien Zobeida había entregado los
cien dinares de oro encontrados debajo del almohadón, quiso salir para
ir al zoco á hacer unas compras, cuando al abrir la puerta vió parados
delante de la casa cincuenta mulos pesadamente cargados de fardos de
telas, y en una mula ricamente enjaezada, á un joven esclavo abisinio,
de facciones encantadoras y cuerpo moreno, que llevaba en la mano una
misiva enrollada.

Al ver á Grano-de-Belleza, el gentil esclavillo se apeó rápidamente,
besó la tierra delante del joven, y entregándole la misiva, le dijo:
«¡Oh mi señor Grano-de-Belleza! Acabo de llegar ahora mismo del Cairo,
enviado á ti por tu padre, mi amo Schamseddin, síndico de los mercaderes
de la ciudad. Te traigo cincuenta mil dinares en mercaderías de valor y
un paquete que encierra un regalo de tu madre dedicado á tu esposa Sett
Zobeida, y compuesto de una jarra de oro enriquecida con pedrería y una
jofaina de oro cincelado...»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 265.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...y compuesto de una jarra de oro enriquecida con pedrería y una
jofaina de oro cincelado.»

Grano-de-Belleza quedó tan sorprendido y contento á la vez con aquel
suceso milagroso, que no pensó en un principio mas que en enterarse del
contenido de la carta. La abrió, y leyó lo que sigue:

       *       *       *       *       *

«DESPUÉS DE LOS DESEOS MÁS COMPLETOS DE DICHA Y SALUD DE PARTE DE
SCHAMSEDDIN Á SU HIJO ALAEDDIN GRANO-DE-BELLEZA:

»Sabe ¡oh hijo amado! que el rumor del desastre sufrido por tu caravana
y la pérdida de tus bienes ha llegado hasta mí. En seguida te he mandado
preparar una nueva caravana de cincuenta mulos cargados de mercaderías
por valor de cincuenta mil dinares de oro. Además, tu madre te envía un
traje precioso que ha bordado ella misma, y como regalo para tu esposa
un jarro y una jofaina, que nos atrevemos á esperar que le gusten.

»Efectivamente, supimos con cierto asombro que has servido de Desligador
en un divorcio ligado por la fórmula de la Repudiación por Tres. Pero ya
que la mujer resulta á gusto tuyo después de la prueba, has hecho bien
en conservarla. Y así, las mercancías que te enviamos bajo la custodia
del pequeño abisinio Salim servirán muy holgadamente para pagar los diez
mil dinares que debes como indemnización al primer marido.

»Tu madre y todos los nuestros están contentos y sanos, esperando tu
próxima vuelta, y te envían sus zalemas afectuosas y la mayor expresión
de ternura.

»¡Vive dichoso largo tiempo!»

Esta carta y la llegada inesperada de aquellas riquezas alborotaron de
tal modo á Grano-de-Belleza, que no pensó ni por un instante en lo
inverosímil del suceso. Subió á las habitaciones de su esposa y la
enteró de lo ocurrido.

Aún no había terminado sus explicaciones, cuando llamaron á la puerta, y
el padre de Zobeida y el primer marido entraron en el vestíbulo. Iban á
tratar de convencer á Grano-de-Belleza de que se divorciara
amistosamente.

Y el padre de Zobeida dijo á Grano-de-Belleza: «¡Hijo mío, ten piedad de
mi primer yerno, que quiere mucho á su ex esposa! Alah te ha enviado
riquezas que te permitirán comprar las esclavas más bellas del mercado,
y casarte también, en legítimas nupcias, con la hija del más importante
de los emires. ¡Devuelve, pues, á ese pobre hombre su ex esposa, y él
consentirá en ser tu esclavo!» Pero Grano-de-Belleza contestó:
«Precisamente me ha enviado Alah todas esas riquezas para remunerar con
liberalidad á mi antecesor. Dispuesto estoy á darle los cincuenta mulos
con sus mercancías y hasta el lindo esclavo abisinio Salim, y á no
conservar de todo ello mas que el regalo destinado á mi esposa, ó sea el
jarro y la jofaina.» Y añadió: «Y si tu hija Zobeida consiente en volver
con su anterior esposo, estoy conforme con desligarla.»

Entonces el padre entró en el aposento de Zobeida y le preguntó: «¿Qué?
¿Consientes en volver con tu anterior marido?» Y ella respondió,
haciendo grandes gestos: «¡Ya Alah! ¡Ya Alah! ¡Si nunca supo el valor
de los arriates de mi jardín y siempre se paró á mitad de camino! ¡No,
por Alah! ¡Me quedo con el joven que me ha explorado en todos sentidos!»

Cuando el primer esposo se cercioró de que había de perder toda
esperanza, le entró tal pena, que le estalló el hígado en el acto, y
murió.

En cuanto á Grano-de-Belleza, siguió gozando con la encantadora y sagaz
Zobeida; y todas las noches, después del banquete y de múltiples
copulaciones y cosas semejantes, organizaba con ella un concierto capaz
de hacer bailar á los peñascos y de suspender en el fondo del cielo el
vuelo de las aves.

A los diez días de casado, recordó de pronto la promesa que le había
hecho el jefe de los derviches de enviarle los diez mil dinares, y dijo
á su esposa: «¡Mira qué jefe de embusteros! ¡Si hubiera yo tenido que
esperar la realización de su promesa, me habría muerto de hambre en la
cárcel! ¡Por Alah! ¡Como le encuentre otra vez, le diré lo que pienso de
su mala fe!»

Y después, como iba anocheciendo, mandó encender las luces de la sala de
recepciones, y se disponía á organizar el concierto, como todas las
noches, cuando llamaron á la puerta. Quiso ir á abrir él mismo, y no se
sorprendió poco al ver á los cuatro derviches de la primera noche. Se
echó á reir en su cara, y les dijo: «¡Bien venidos sean estos
embusteros, hombres de mala fe! Pero, de todos modos, os invito á
entrar, pues Alah me ha librado de tener en adelante necesidad de
vuestros favores. ¡Y además, aunque embusteros é hipócritas, sois muy
agradables y bien educados!» Y les introdujo en el salón de recepciones,
y rogó á Zobeida que les cantara algo desde detrás del tapiz. Y ella lo
hizo de manera capaz de arrebatar la razón, de hacer bailar á las
piedras y de suspender en el fondo del cielo el vuelo de las aves.

En un momento dado, el jefe de los derviches se levantó y se ausentó
para evacuar una necesidad. Entonces, uno de los falsos derviches, que
era el poeta Abu-Nowas, se inclinó hacia el oído de Grano-de-Belleza, y
le dijo...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 266.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...el poeta Abu-Nowas, se inclinó hacia el oído de Grano-de-Belleza, y
le dijo: «¡Oh encantador huésped nuestro! Permíteme que te dirija una
pregunta. ¿Cómo has podido creer un momento que tu padre Schamseddin te
enviara los cincuenta mulos cargados de riquezas? ¡Vamos á ver!
¿Cuántos días se necesitan para ir al Cairo desde Bagdad?» El otro
contestó: «Cuarenta y cinco.» Abu-Nowas preguntó: «¿Y para volver?» El
otro contestó: «Otros cuarenta y cinco lo menos.» Abu-Nowas se echó á
reir, y dijo: «¿Y cómo quieres que en menos de diez días tu padre haya
averiguado la pérdida de la caravana y haya podido mandarte la segunda?»
Grano-de-Belleza exclamó: «¡Por Alah! ¡Mi alegría fué tan grande, que no
me dió tiempo de pensar todo eso! Pero dime, entonces, ¡oh derviche!
¿quién ha escrito la carta? ¿De dónde procede el envío?» Abu-Nowas
contestó: «¡Ah Grano-de-Belleza! ¡Si fueras tan perspicaz como hermoso,
hace tiempo que habrías adivinado que nuestro jefe, con su traje de
derviche, es nuestro amo el califa, el Emir de los Creyentes, Harún
Al-Rachid, y el segundo derviche, el sabio visir Giafar el Barmecida, y
el tercero, el portaalfanje Massrur, y yo mismo, tu esclavo y admirador
Abu-Nowas, sencillamente poeta!»

Oídas estas palabras, Grano-de-Belleza llegó al límite de la sorpresa y
de la confusión, y preguntó tímidamente: «Pero, ¡oh gran poeta
Abu-Nowas! ¿cuál es el mérito que me ha traído tantos beneficios del
califa?» Abu-Nowas sonrió, y dijo: «¡Tu hermosura!» Y añadió: «A sus
ojos, el mérito mayor es ser joven, simpático y hermoso. Y se le figura
que nunca es caro comprar el espectáculo de un ser bello y el ver un
rostro lindo.»

A todo esto el califa volvió á ocupar su sitio en la alfombra, y
entonces Grano-de-Belleza fué á inclinarse entre sus manos, y le dijo:
«¡Oh Emir de los Creyentes! ¡Alah te conserve á nuestro respeto y á
nuestro amor, y nunca nos prive de los beneficios de tu generosidad!» Y
el califa le sonrió y le acarició levemente la mejilla, y le dijo:
«Mañana te aguardo en palacio.» Después levantó la sesión, y seguido de
Giafar, Massrur y Abu-Nowas, que encargó á Grano-de-Belleza que no
olvidase lo ofrecido, se marchó.

Al día siguiente, Grano-de-Belleza, á quien su esposa había aconsejado
repetidamente que fuera á palacio, eligió las cosas más preciosas de las
que le había llevado el pequeño abisinio Salim, las encerró en un
lindísimo cofrecillo, y colocó éste en la cabeza del hermoso esclavo; y
después de que le vistió y arregló con esmero su esposa Zobeida, se
dirigió hacia el diván, acompañado del esclavo con su carga. Y subió al
diván, y poniendo el cofrecillo á los pies del califa, le dirigió un
cumplimiento en versos bien rimados, y le dijo: «¡Oh Emir de los
Creyentes! Nuestro bendito Profeta (¡sean con Él la plegaria y la paz!)
aceptaba los regalos para no causar pena á quienes se los ofrecían. ¡Tu
esclavo sería también muy feliz si quisieras recibir este cofrecillo
como señal de mi gratitud!»

Encantado el califa de la atención del joven, le dijo: «¡Demasiado
regalo es, ¡oh Grano-de-Belleza! pues tu persona supone ya un perfecto
presente! Sé bien venido á mi palacio; hoy mismo te conferiré un buen
empleo.» E inmediatamente destituyó de su cargo al síndico de los
mercaderes de Bagdad, y nombró para tal puesto á Grano-de-Belleza.

Después, para que todo el mundo se enterara del nombramiento, el califa
escribió un firmán con el decreto correspondiente, y lo mandó entregar
al walí, el cual se lo dió á un pregonero, que lo promulgó por todos los
zocos y calles de Bagdad.

En cuanto á Grano-de-Belleza, desde aquel día empezó á ver con
regularidad al califa, que ya no podía pasarse sin él. Y como no tenía
tiempo para vender personalmente sus mercancías, mandó abrir una hermosa
tienda, á cuyo frente puso al esclavillo moreno, que desempeñó á
maravilla tan delicado oficio.

Apenas habían transcurrido dos ó tres días, cuando fueron á anunciar al
califa la súbita defunción de su gran copero. Y el califa nombró
inmediatamente á Grano-de-Belleza gran copero, y le regaló un ropón de
honor, apropiado para tan alto cargo, y le asignó suntuosos emolumentos.
Y de esta manera ya no se separaba de él.

A los dos días, y estando Grano-de-Belleza al lado del califa, entró el
gran chambelán, besó la tierra delante del trono, y dijo: «¡Conserve
Alah los días del Emir de los Creyentes, y los aumente en otros tantos
como la muerte acaba de arrebatar al gobernador de palacio!» Y añadió:
«¡Oh Emir de los Creyentes, el gobernador de palacio acaba de fallecer!»
El Emir de los Creyentes dijo: «¡Téngale Alah en su misericordia!» Y en
el acto nombró á Grano-de-Belleza gobernador de palacio en vez del
difunto, y le asignó emolumentos más suntuosos todavía. Y de esta manera
Grano-de-Belleza tenía que estar continuamente al lado del califa. Hecho
este nombramiento y comunicado á todo el palacio, el califa levantó la
sesión, agitando el pañuelo como de costumbre...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 267.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...el califa levantó la sesión, agitando el pañuelo como de costumbre, y
se quedó solo con Grano-de-Belleza.

Y desde entonces Grano-de-Belleza pasó todos los días en palacio, y no
volvía á su casa hasta bien entrada la noche, y se acostaba feliz con su
esposa, á quien contaba todos los sucesos del día.

El afecto del califa á Grano-de-Belleza fué acrecentándose diariamente,
hasta el punto de que lo habría sacrificado todo antes que dejar sin
satisfacer el menor deseo del joven, como lo demuestra el hecho
siguiente:

El califa daba un concierto, al cual asistían sus íntimos amigos de
siempre: Giafar, el poeta Abu-Nowas, Massrur y Grano-de-Belleza. Detrás
del tapiz cantaba la propia favorita del califa, la más bella y perfecta
de sus concubinas. Pero de pronto el califa miró fijamente á
Grano-de-Belleza, y le dijo: «Amigo, estoy leyendo en tus ojos que te
gusta mi favorita.» Y Grano-de-Belleza contestó: «¡Lo que gusta al amo
debe gustar al esclavo!» Pero el califa exclamó: «¡Por mi cabeza y por
la tumba de mis antepasados! ¡Grano-de-Belleza, te pertenece mi favorita
desde este momento!» Y llamó en seguida al jefe de los eunucos, y le
dijo: «¡Transporta á casa del gobernador de palacio todo el ajuar y las
cuarenta esclavas de mi favorita Delicia-de-los-Corazones, y después
llévala también á su casa en una silla de manos!» Pero Grano-de-Belleza
dijo: «¡Por tu vida, ¡oh Príncipe de los Creyentes! dispensa á tu
indigno esclavo de tomar lo que le pertenece al amo!» Entonces el califa
comprendió la idea de Grano-de-Belleza, y le dijo: «¡Razón tienes! ¡Es
probable que tu esposa tenga celos de mi ex favorita! ¡Quédese ésta,
pues, en palacio!» Después se volvió hacia su visir Giafar, y le dijo:
«¡Oh Giafar! Tienes que ir inmediatamente al zoco de los esclavos, pues
hoy es día de mercado, y comprar en diez mil dinares la esclava más
bella de todo el zoco. ¡Y la mandarás llevar en seguida á casa de
Grano-de-Belleza!»

Giafar se levantó en el acto, fué al zoco de los esclavos, y rogó á
Grano-de-Belleza que le acompañara para indicarle la que prefiriese.

Y el walí de la ciudad, emir Khaled, había ido también al zoco aquel día
á comprar una esclava para su hijo, que acababa de llegar á la edad de
la pubertad.

Porque el walí de la ciudad tenía un hijo. Pero este hijo era un
muchacho tan feo, que haría abortar á una parturienta, contrahecho,
hediondo, de aliento fétido, de ojos atravesados y de boca tan ancha
como la vulva de una vaca vieja. Por eso le llamaban Gordo-Hinchado.

Precisamente la víspera por la noche había cumplido Gordo-Hinchado los
catorce años, y su madre estaba alarmada hacía algún tiempo por no
observar en él ningún síntoma de virilidad real. Pero no tardó en
tranquilizarse al notar, la mañana de aquel día, que su hijo
Gordo-Hinchado había copulado en sueños en la cama, dejando en ella
huellas evidentes.

Tal observación había entusiasmado en extremo á la madre de
Gordo-Hinchado, y la había hecho ir corriendo á ver á su esposo, al cual
había comunicado la feliz nueva, obligándole á marchar inmediatamente al
zoco, acompañado de su hijo, para comprarle una hermosa esclava que le
conviniera.

Y el Destino, que está en manos de Alah, quiso que aquel día se
encontraran en el zoco Giafar y Grano-de-Belleza con el emir Khaled y su
hijo Gordo-Hinchado.

Después de las zalemas acostumbradas, se reunieron en un grupo y
ordenaron que desfilaran por delante de ellos los corredores, cada cual
con las esclavas blancas, morenas ó negras de que dispusiese.

Así vieron cantidad innumerable de muchachas griegas, abisinias, chinas
y persas; y ya se iban á retirar sin haber elegido ninguna, cuando el
mismo jefe de los corredores pasó el último, llevando de la mano á una
joven con la cara destapada, más hermosa que la luna llena del mes de
Ramadán.

Al verla, Gordo-Hinchado empezó á resollar con fuerza para expresar su
deseo, y le dijo á su padre, el emir Khaled: «¡Esa es la que necesito!»
Y por su parte, Giafar preguntó á Grano-de-Belleza: «¿Te conviene esa?»
Y el otro respondió: «Es la que elijo.»

Entonces Giafar preguntó á la joven: «¿Cómo te llamas, ¡oh esclava
gentil!?» Ella contestó: «¡Oh mi señor! Yazmina.» Y el visir preguntó al
corredor: «¿En cuánto está tasada Yazmina?» El corredor dijo: «En cinco
mil dinares, ¡oh mi amo!» Y Gordo-Hinchado gritó: «¡Ofrezco seis mil!»

En aquel momento se adelantó Grano-de-Belleza, y dijo: «¡Ofrezco ocho
mil!» Entonces Gordo-Hinchado resolló con rabia, y exclamó: «¡Ocho mil
un dinares!» Giafar dijo: «¡Nueve mil uno!» Pero Grano-de-Belleza dijo:
«¡Diez mil dinares!»

Y el corredor, temiendo que se arrepintiera alguno, dijo: «¡Adjudicada
en diez mil dinares la esclava Yazmina!» Y se la entregó á
Grano-de-Belleza.

Al ver aquello, Gordo-Hinchado se cayó, azotando el aire con pies y
manos, y desconsolando á su padre el emir Khaled, que no le había
llevado al zoco mas que por complacer á su esposa, pues le detestaba por
idiota y feo.

En cuanto á Grano-de-Belleza, tras de dar las gracias al visir Giafar,
se llevó á Yazmina, y la amó, y ella le amó también. Y después de
haberla presentado á su esposa Zobeida, que la encontró simpática y le
felicitó por su elección, se unió con ella legítimamente, tomándola como
segunda esposa. Y durmió con ella aquella noche, y la fecundó, como se
demostrará más adelante.

Y vamos ahora con Gordo-Hinchado.

Cuando á fuerza de promesas y mimos lograron llevarle á su casa, se tiró
sobre el diván, y no quiso levantarse para comer ni beber, y por otra
parte, casi había perdido la razón.

Mientras todas las mujeres de la casa, consternadas, rodeaban á la madre
de Gordo-Hinchado, que había llegado á los límites de la perplejidad,
entró una vieja, que era la madre de un ladrón famoso, sentenciado
entonces á prisión perpetua, y conocido de toda Bagdad con el
sobrenombre de Ahmed-la-Tiña.

Este Ahmed-la-Tiña era tan diestro en el arte de robar, que para él
constituía cosa de juego apoderarse de una puerta en las narices del
portero y hacerla desaparecer en un momento como si se la tragase,
perforar las paredes delante de un casero fingiendo orinar, arrancarle
las pestañas á un individuo sin que lo notara, y limpiar de kohl los
ojos de una mujer sin que se enterase ella.

La madre de Ahmed-la-Tiña entró en el aposento de la de Gordo-Hinchado,
y después de las zalemas, le preguntó: «¿Cuál es la causa de tu
aflicción, ¡oh mi señora!? ¿Y qué mal padece mi joven amo, tu hijo, á
quien Alah conserve?» Entonces la madre de Gordo-Hinchado contó á
aquella vieja, que hacía tiempo la proveía de criadas, la contrariedad
que les ponía á todos en tal estado. Y la madre de Ahmed-la-Tiña
exclamó: «¡Oh mi señora! Únicamente mi hijo os puede sacar del paso; ¡lo
juro por tu vida! Trata de lograr que le suelten, y ya sabrá inventar un
medio de traer á la bella Yazmina á los brazos de nuestro joven amo, tu
hijo. Porque ya sabes que mi pobre hijo se halla encadenado y tiene en
los pies una argolla de hierro, en la cual están grabadas estas
palabras: «Cadena perpetua.» ¡Y todo por haber fabricado moneda falsa!»
Y la madre de Gordo-Hinchado prometió protegerle.

Efectivamente, aquella misma noche, cuando su esposo el walí, de regreso
en su casa, fué á buscarla después de cenar, se había ella arreglado y
perfumado, adoptando un aspecto amable. Y el emir Khaled, que era un
hombre muy bueno, no pudo resistir el deseo que provocaba en él la
contemplación de su mujer, y quiso poseerla; pero ella se resistió,
diciendo: «¡Júrame por el divorcio, que me concederás lo que te pida!» Y
se lo juró. Entonces ella le enterneció hablándole de la desgracia de la
anciana madre del ladrón, y logró de él la promesa de que le soltarían.
Y entonces dejó que la montara el esposo.

Y á la mañana siguiente, el emir Khaled, después de las abluciones y la
oración, se fué á la cárcel en que estaba encerrado Ahmed-la-Tiña, y le
preguntó: «¿Y qué, bandido, te arrepientes de tus pasadas fechorías?» Y
el otro contestó: «Me arrepiento, y lo proclamo con la palabra como lo
pienso con el corazón.» Entonces el walí le sacó de la cárcel y le llevó
ante el califa, que se quedó asombrado al verle vivo todavía, y le
preguntó: «¿Y cómo no te has muerto aún, bandido?» El otro contestó:
«¡Por Alah, oh Emir de los Creyentes, la vida de los malos es muy dura
de pelar!» Entonces el califa se echó á reir á carcajadas, y dijo:
«¡Manden venir al herrero para que le quite la argolla!» Y luego dijo:
«Como estoy enterado de tus hazañas, voy á ayudarte ahora á persistir en
tu arrepentimiento, y como eres el que más conoce á los ladrones, te
nombro jefe de vigilancia de Bagdad.» Y en seguida el califa mandó
promulgar un edicto nombrando á Ahmed-la-Tiña jefe de vigilancia.
Entonces Ahmed besó la mano al califa y en seguida empezó á ejercer sus
funciones.

Y para festejar alegremente su libertad y su nuevo cargo, principió por
ir á la taberna regida por el judío Abraham, testigo de sus pasadas
hazañas, vaciando dos ó tres frascos de su bebida favorita, vino jónico
excelente. Y cuando su madre fué á buscarle para hablarle de la gratitud
qne debía manifestar siempre á la esposa del emir Khaled y madre de
Gordo-Hinchado, que había sido la causante de su libertad, le encontró
medio borracho y tirándole de las barbas al judío, que no se atrevía á
protestar por respeto al cargo temible del antiguo Ahmed-la-Tiña, actual
jefe de vigilancia.

De todos modos, la vieja logró sacarle de allí, y hablándole
reservadamente, le contó cuantas incidencias motivaron su libertad, y le
dijo que había que discurrir inmediatamente algo para quitar la esclava
á Grano-de-Belleza, gobernador de palacio.

Oídas estas palabras, Ahmed-la-Tiña dijo á su madre: «Se hará esta misma
noche, pues es facilísimo.» Y la dejó para ir á preparar el golpe...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 268.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Y la dejó para ir á preparar el golpe.

Y hay que advertir que aquella noche el califa había entrado en el
aposento de su esposa porque era el primer día del mes, y reservaba con
regularidad aquel día para hablar con ella de los asuntos corrientes y
preguntarle su opinión sobre todas las cuestiones generales y
particulares del Imperio. Efectivamente, cifraba en ella una confianza
ilimitada, y la quería por su cordura y su belleza inextinguible. Pero
también hay que advertir que antes de entrar en la habitación de su
esposa el califa tenía la costumbre de dejar en el vestíbulo, encima de
un velador especial, un rosario de cuentas alternadas de ámbar y
turquesas, su alfanje recto, con empuñadura de jade incrustada de rubíes
gordos como huevos de paloma, su sello regio y una lamparita de oro
adornada con pedrería, que le alumbraba cuando por las noches
inspeccionaba secretamente el palacio.

Ahmed-la-Tiña conocía todos estos pormenores, que le sirvieron para
realizar su proyecto. Aguardó las tinieblas de la noche y el sueño de
los esclavos para colgar una escala de cuerda á lo largo del muro del
pabellón que servía de aposento á la esposa del califa, trepar por ella
y penetrar silencioso como una sombra en el vestíbulo. Llegado allí, se
apoderó en un momento de los cuatro objetos preciosos, y se apresuró á
bajar por donde había subido.

Desde allí corrió á casa de Grano-de-Belleza, y por el mismo medio
penetró en el patio, y sin hacer el menor ruido quitó uno de los
baldosines de mármol del pavimento, abrió rápidamente un hoyo y allí
metió los objetos robados. Y después de haberlo dejado todo en orden,
desapareció para seguir bebiendo en la taberna del judío Abraham.

Sin embargo, Ahmed-la-Tiña, á fuer de perfecto ladrón, no había podido
resistir al deseo de apropiarse uno de los objetos preciosos. Por lo
tanto, había separado la lamparita de oro, y en vez de enterrarla con lo
demás en el hoyo, se la había metido en el bolsillo, diciendo para sí:
«¡No acostumbro á dejar de cobrar la comisión! ¡Me pagaré á mí mismo!»

Volviendo al califa, grande fué su sorpresa cuando por la mañana ya no
encontró en el velador los cuatro objetos preciosos. Y cuando,
interrogados los eunucos, se tiraron de bruces al suelo, protestando de
su ignorancia, le entró al califa una cólera sin límites, de tal modo,
que se puso inmediatamente el terrible ropón del furor. El tal ropón era
todo de seda roja, y cuando el califa se lo ponía era señal de seguro
desastre y de calamidades espantosas sobre la cabeza de cuantos le
rodeaban.

Revestido el califa con el ropón rojo, entró en el diván y se sentó en
el trono, solo en el salón. Y todos los chambelanes y visires entraron
uno por uno y se prosternaron con la cara contra el suelo, y
permanecieron en tal postura, menos Giafar, que, aunque muy pálido,
estaba erguido, con los ojos fijos en los pies del califa.

Pasada una hora de espantable silencio, el califa miró á Giafar
impasible, y le dijo con voz sorda: «¡La copa hierve!» Giafar contestó:
«¡Alah evite todo mal!»

Pero en aquel momento entró el walí acompañado de Ahmed-la-Tiña. Y el
califa le dijo: «¡Acércate, emir Khaled! Dime cómo está la tranquilidad
pública en Bagdad.» El walí, padre de Gordo-Hinchado, contestó: «La
tranquilidad es perfecta en Bagdad, ¡oh Emir de los Creyentes!» El
califa exclamó: «¡Mientes!» Y como el walí, trastornado, aún no sabía el
origen de aquella ira, Giafar, que estaba á su lado, le deslizó al oído
en dos palabras el motivo, acabando de consternarle. Después le dijo el
califa: «¡Si antes de esta noche no has podido dar con los objetos
preciosos que me son más queridos que mi reino, colgaremos tu cabeza á
la puerta de palacio!»

Oídas estas palabras, el walí besó la tierra entre las manos del califa,
y exclamó: «¡Oh Emir de los Creyentes! El ladrón debe ser alguien de
palacio, porque el vino que se agria lleva en sí su propio fermento. Y
además, permite decir á tu esclavo que el único responsable ha de ser el
comandante especial encargado de esta vigilancia, y que además conoce
uno por uno á todos los ladrones de Bagdad y del Imperio. Su muerte
habría de preceder por lo tanto á la mía, si no parecieran los objetos
perdidos.»

Entonces se adelantó Ahmed-la-Tiña, comandante de vigilancia, y después
de los homenajes debidos, dijo al califa: «¡Oh Emir de los Creyentes!
¡descubriremos al ladrón! Pero ruego al califa me facilite un firmán que
me permita hacer pesquisas en casa de todos los habitantes de palacio y
en las de todos los que entran aquí, sin excluir la del kadí, ni la del
gran visir Giafar, ni la de Grano-de-Belleza, gobernador de palacio.» Y
el califa mandó que se le facilitara en el acto el firmán pedido, y
dijo: «De todos modos, he de cortar la cabeza á alguien, ó á ti ó al
ladrón. ¡Escoge! ¡Y juro por mi vida y por la tumba de mis antepasados,
que aunque el ladrón fuera mi hijo, el heredero de mi trono, mi decisión
será la misma: la muerte por horca en la plaza pública!»

Oídas estas palabras, Ahmed-la-Tiña, con el firmán en la mano, se retiró
y fué á buscar á dos guardias del kadí y á otros dos del walí, y empezó
inmediatamente sus pesquisas visitando la casa de Giafar y la del kadí y
la del walí, y llegó después á la de Grano-de-Belleza, que todavía
ignoraba cuanto acababa de ocurrir.

Ahmed-la-Tiña, con el firmán en una mano y una pesada vara de cobre en
la otra, entró en el vestíbulo y enteró de la situación á
Grano-de-Belleza, y le dijo: «Yo me guardaría muy bien, señor, de llevar
á cabo pesquisas en la casa del fiel confidente del califa. ¡Permíteme,
pues, que me retire como si lo hubiera hecho!» Grano-de-Belleza dijo:
«¡Alah me libre de ello, ¡oh jefe de vigilancia! ¡Tienes que cumplir tu
deber hasta el fin!» Entonces Ahmed-la-Tiña dijo: «Voy á hacerlo sólo
por fórmula.» Y con aspecto negligente salió al patio y empezó á darle
la vuelta, golpeando en cada baldosín de mármol con la pesada vara de
cobre, hasta que llegó al baldosín consabido, que al recibir el golpe,
sonó á hueco.

Al oir este sonido, Ahmed-la-Tiña exclamó: «¡Oh señor, por Alah! ¡Se me
figura que aquí debajo debe de haber algún subterráneo que encierra un
tesoro de pasados siglos!» Y Grano-de-Belleza dijo á los cuatro
guardias: «Tratad, pues, de quitar el baldosín, para que veamos lo que
hay debajo.» Y en seguida los guardias hicieron penetrar sus
instrumentos en las junturas del baldosín de mármol y lo levantaron. Y á
la vista de todos aparecieron tres de los objetos robados: el alfanje,
el sello y el rosario.

Al verlos, gritó Grano-de-Belleza: «¡En nombre de Alah!», y cayó
desmayado.

Entonces Ahmed-la-Tiña mandó llamar al kadí, y al walí, y á los
testigos, que levantaron inmediatamente acta del descubrimiento; y todos
pusieron su sello en el documento, y el kadí en persona fué á
entregárselo al califa, mientras los guardias se apoderaban de
Grano-de-Belleza.

Cuando el califa tuvo entre las manos los tres objetos robados, menos la
lámpara, y se enteró de que se habían encontrado en la casa de aquel á
quien consideraba como su más fiel confidente é íntimo amigo, á quien
había colmado de mercedes, depositando en él ilimitada confianza,
permaneció durante una hora sin decir palabra, y después se volvió hacia
el jefe de los guardias y dijo: «¡Que le ahorquen!»

Inmediatamente salió el jefe de los guardias y mandó pregonar la
sentencia por todas las calles de Bagdad, y fué á la casa de
Grano-de-Belleza, al cual prendió, y cuyos bienes y mujeres confiscó en
el acto. Los bienes ingresaron en el Tesoro público y las mujeres iban á
ser subastadas en el mercado como esclavas; pero entonces, el walí,
padre de Gordo-Hinchado, declaró que se llevaba una, que era la esclava
comprada por Giafar, y el jefe de los guardias hizo llevar á su propia
casa á la otra, que era Zobeida, la de la voz hermosa.

Y este jefe de los guardias era precisamente el mejor amigo de
Grano-de-Belleza, y le había consagrado un afecto paternal que nunca
habíase desmentido. Y aunque ejecutaba en público las terribles medidas
de rigor dictadas contra Grano-de-Belleza por la ira del califa, se
propuso salvar la cabeza de su hijo adoptivo, y empezó por poner en
seguridad dentro de su casa á una de sus esposas, á la bella Zobeida,
aniquilada por la desventura.

Aquella misma noche había de ser ahorcado Grano-de-Belleza, encadenado
por lo pronto en la cárcel. Pero el jefe de los guardias velaba por él.
Fué á buscar al carcelero mayor, y le dijo: «¿Cuántos presos hay
condenados á que les ahorquen esta semana sin remedio?» El otro
contestó: «Unos cuarenta, poco más ó menos.» El jefe de los guardias
dijo: «Quiero verlos á todos.» Y les pasó revista uno tras otro
repetidas veces, y acabó por escoger uno que se parecía de un modo
asombroso á Grano-de-Belleza, y dijo al carcelero: «¡Éste me va á
servir, como en otro tiempo la bestia sacrificada por el Patriarca padre
de Ismael en lugar de su hijo!»

Se llevó, pues, al preso, y á la hora señalada para el suplicio fué á
entregárselo al verdugo, que inmediatamente, y ante la muchedumbre
inmensa congregada en la plaza, y después de las formalidades piadosas
acostumbradas, echó la cuerda al cuello del supuesto Grano-de-Belleza, y
de un empujón lo lanzó, ahorcado, al espacio.

Hecho esto, el jefe de los guardias aguardó que oscureciera para ir á
sacar de la cárcel á Grano-de-Belleza y llevárselo ocultamente á su
casa. Y entonces le reveló lo que acababa de hacer por él, y le dijo:
«Pero, ¡por Alah! ¿cómo te dejaste tentar por esos objetos preciosos,
hijo mío, habiendo puesto el califa en ti toda su confianza?»

Al oir estas palabras, Grano-de-Belleza cayó desmayado de emoción, y
cuando recobró el sentido á fuerza de cuidados, exclamó: «¡Por el Nombre
augusto y por el Profeta, ¡oh padre mío! soy completamente ajeno á ese
robo y desconozco su causa y su autor!» Y el jefe de los guardias no
vaciló en creerlo, y le dijo: «¡Tarde ó temprano, hijo mío, se
descubrirá al culpable! Pero tú no puedes seguir un momento en Bagdad,
pues no en vano se tiene á un rey por enemigo. Por lo tanto, me voy á
marchar contigo, dejando en casa cerca de mi mujer á tu esposa Zobeida,
hasta que Alah, con su sabiduría, varíe tal estado de cosas.»

Después, sin dar tiempo siquiera á Grano-de-Belleza para despedirse de
su esposa Zobeida, se lo llevó, diciéndole: «Ahora mismo nos vamos al
puerto de Ayas, en el mar salado, para embarcarnos hacia Iskandaria[1],
en donde aguardarás los sucesos viviendo tranquilamente, pues esa ciudad
de Iskandaria, ¡oh hijo mío! es muy agradable de habitar y sus
alrededores son verdes y benditos.»

En seguida ambos se pusieron en camino, de noche, y pronto se vieron
fuera de Bagdad. Pero no tenían cabalgaduras, y ya no sabían cómo
proporcionárselas, cuando vieron á dos judíos cambistas de Bagdad,
hombres muy ricos y conocidos del califa. Entonces el jefe de los
guardias temió que fueran á contar al califa que le habían visto con
Grano-de-Belleza vivo. Se adelantó hacia ellos y les dijo: «¡Bajad de
las mulas!» Y los dos judíos se apearon, temblando, y el jefe de los
guardias les cortó la cabeza, les cogió el dinero y montó en una mula,
dándole la otra á Grano-de-Belleza; y ambos siguieron su camino hacia el
mar.

Llegados á Ayas, cuidaron de confiar sus mulas al propietario del khan
en que pararon para descansar, encargándole que las cuidase mucho, y al
día siguiente buscaron juntos un barco que saliera para Iskandaria.
Acabaron por encontrar uno que estaba á punto de darse á la vela.
Entonces, el jefe de los guardias, después de dar á Grano-de-Belleza
todo el oro arrebatado á los judíos, le aconsejó vehementemente que
aguardara en Iskandaria con toda serenidad las noticias que no dejaría
de enviarle desde Bagdad, y hasta que esperase su llegada á Iskandaria,
desde donde le volvería á llevar á Bagdad cuando se descubriera al
culpable. Luego le abrazó, llorando, y le dejó cuando ya el navío
henchía las velas. Y se volvió á Bagdad.

Y véase lo que averiguó.

Al día siguiente de ahorcar al supuesto Grano-de-Belleza, el califa, muy
trastornado todavía, llamó á Giafar y le dijo: «¿Has visto, ¡oh mi
visir! cómo ha agradecido ese Grano-de-Belleza mis bondades y el abuso
de confianza que ha cometido conmigo? ¿Cómo un ser tan hermoso podía
tener un alma tan fea?» El visir Giafar, hombre de admirable cordura,
que no podía apreciar los motivos de una conducta tan ilógica, se
contentó con responder: «¡Oh Emir de los Creyentes! Las acciones más
raras sólo son raras porque no comprendemos sus causas. De todos modos,
lo único que podemos juzgar es el efecto del acto. ¡Y ese efecto ha sido
bien lastimoso para el autor, puesto que le llevó á la horca! ¡No
obstante, ¡oh Príncipe de los Creyentes! el egipcio Grano-de-Belleza
tenía en los ojos tal reflejo de bondad espiritual, que mi entendimiento
se niega á creer en el hecho comprobado por mis sentidos visuales!»

Oídas estas palabras, el califa estuvo una hora reflexionando, y después
dijo á Giafar: «De todas maneras, quiero ir á ver el cuerpo del
culpable balanceándose en la horca.» Y se disfrazó y salió con Giafar, y
llegó al sitio en que el falso Grano-de-Belleza colgaba entre el cielo y
la tierra.

El cuerpo estaba envuelto en un sudario que lo tapaba por completo. Y
Giafar le quitó el sudario, y el califa miró, pero retrocedió en
seguida, estupefacto, exclamando: «¡Oh Giafar! ¡ese no es
Grano-de-Belleza!» Giafar examinó el cuerpo, y conoció que,
efectivamente, no era Grano-de-Belleza; pero no lo dió á entender, y
preguntó con calma: «¿Pues en qué conoces, ¡oh Emir de los Creyentes!
que no es Grano-de-Belleza?» El califa contestó: «En que era más bien
bajo de estatura, y éste es alto.» Giafar contestó: «Esa no es prueba.
Los ahorcados se alargan.» El califa dijo: «¡El gobernador de palacio
tenía dos lunares en las mejillas, y éste no los tiene!» Giafar explicó:
«¡La muerte transforma y varía la fisonomía!» Pero el califa dijo:
«Fíjate bien, ¡oh Giafar! y observa las plantas de los pies de este
ahorcado: llevan tatuadas, según costumbre de los herejes sectarios de
Alí, el nombre de los dos grandes jeques. ¡Y bien sabes que
Grano-de-Belleza no era chiita, sino sunnita!» Ante tal comprobación,
Giafar dijo: «¡Sólo Alah conoce el misterio de las cosas!» Después
regresaron ambos á palacio, y el califa mandó que se enterrara aquel
cuerpo. Y desde aquel día desterró de su memoria hasta el recuerdo de
Grano-de-Belleza.

En cuanto á la esclava, segunda esposa de Grano-de-Belleza, fué llevada
por el emir Khaled á su hijo Gordo-Hinchado. Y éste, que no se había
movido de la cama desde el día de la venta, se levantó resollando y
quiso acercarse á ella y cogerla en brazos. Pero la bella esclava,
irritada y asqueada por el aspecto horrible del idiota, sacó
inmediatamente un puñal del cinturón, y exclamó, levantando el brazo:
«¡Apártate, ó te mato con este puñal y en seguida me lo clavo en el
pecho!» Entonces la madre de Gordo-Hinchado se adelantó, alargando los
brazos, y gritó: «¿Cómo te atreves á resistir á los deseos de mi hijo,
¡oh esclava insolente!?» Pero la joven dijo: «¡Oh traidora! ¿qué ley
permite á una mujer pertenecer á dos hombres á un tiempo? Y dime, ¿desde
cuándo pueden vivir los perros en la morada de los leones?»

Al oir estas palabras, la madre de Gordo-Hinchado dijo: «¡Bueno! ¡Si así
es, ya verás qué vida te daremos aquí!» Y la joven replicó: «¡Prefiero
morir á renunciar al cariño de mi amo, vivo ó muerto!» Entonces la
esposa del walí la mandó desnudar, y le quitó los buenos trajes de seda
y las alhajas, y le puso encima del cuerpo una mala y vieja falda de
pelo de cabra, y la mandó á la cocina, diciendo: «¡En adelante, tus
funciones de esclava en esta casa consistirán en pelar cebollas, poner
las cazuelas á la lumbre, exprimir el jugo de los tomates y hacer la
masa para el pan!» Y la joven dijo: «¡Prefiero ese oficio de esclava á
verle la cara á tu hijo!»

Y desde aquel día trabajó en la cocina; pero no tardó en granjearse las
simpatías de las demás esclavas, que no la dejaban ocuparse en nada y le
hacían todo el trabajo.

En cuanto á Gordo-Hinchado, al ver que no podía conseguir á la hermosa
esclava Yazmina, se metió otra vez en el lecho y no se volvió á
levantar.

Hay que recordar que Yazmina, la primera noche de bodas, quedó fecundada
por Grano-de-Belleza. Y á los pocos meses de su llegada á la casa del
walí, dió á luz un niño varón, tan bello como la luna, al cual llamó
Aslán, llorando á lágrima viva, tanto ella como las otras esclavas,
porque no estaba allí el padre para dar nombre á su hijo.

Su madre amamantó dos años á Aslán, que llegó á ser robusto y muy
hermoso. Y cuando ya sabía andar solo, quiso su destino que un día,
mientras su madre estaba ocupada, subiera los peldaños de la escalera de
la cocina y llegase á la sala, en donde se hallaba rezando su rosario de
ámbar el emir Khaled, padre de Gordo-Hinchado.

Al ver al pequeño Aslán, cuya semejanza con su padre Grano-de-Belleza
era absoluta, el emir Khaled sintió que se le arrasaban los ojos en
lágrimas, y llamó al niño, y se lo puso en las rodillas, y empezó á
acariciarlo enternecido, y dijo para sí: «¡Bendito sea Aquel que crea
objetos tan hermosos y les da alma y vida!»

Entretanto, la esclava Yazmina se enteró de la ausencia de su hijo;
buscóle por todas partes enloquecida, y á pesar de las costumbres, se
decidió á entrar, con la mirada extraviada, en la sala en que se
encontraba el emir Khaled. Y vió al niño Aslán en las rodillas del walí,
entreteniéndose en meter los deditos por entre las barbas venerables del
emir. Pero al percibir á su madre, el chiquitín se echó hacia adelante
tendiendo los brazos, y el emir Khaled le sujetó, y dijo á Yazmina con
bondad: «¡Acércate, ¡oh esclava! ¿Es hijo tuyo este niño?» Ella
respondió: «¡Sí, mi amo, es el fruto de mi corazón!» Y él preguntó: «¿Y
quién es su padre? ¿Es alguno de mis servidores?» Y la esclava dijo,
entre un torrente de lágrimas: «Su padre es mi esposo, Grano-de-Belleza.
¡Pero ahora, ¡oh mi amo, es hijo tuyo!» Y el walí, muy conmovido, dijo á
la esclava: «¡Por Alah! ¡Tú lo has dicho! ¡Desde ahora es hijo mío!» E
inmediatamente lo adoptó, y dijo á su madre: «¡Desde hoy tienes que
considerar á tu hijo como mío, y cuando esté en edad de comprender, dale
á entender que nunca tuvo otro padre que yo!» Y Yazmina contestó:
«¡Escucho y obedezco!»

Entonces el emir Khaled se encargó, como verdadero padre, del hijo de
Grano-de-Belleza, y le dió una educación esmeradísima, y lo puso en
manos de un maestro muy sabio, que era un calígrafo de primer orden, y
le enseñó á escribir muy bien, el Korán, la geometría y la poesía. Y
cuando el joven Aslán fué mayor, su padre adoptivo, el emir Khaled, le
enseñó personalmente á montar á caballo, á manejar las armas, á justar
con la lanza y á luchar en los torneos. Y de tal modo, al cumplir los
catorce años era un caballero consumado, y fué elevado por el califa al
título de emir, como su padre el walí.

Y el Destino dispuso un día que se encontraran el joven Aslán y
Ahmed-la-Tiña á la puerta de la tienda del judío Abraham. Y
Ahmed-la-Tiña convidó al hijo del emir á tomar un refresco.

Cuando se hubieron sentado, Ahmed-la-Tiña empezó á beber, como de
costumbre, hasta emborracharse. Entonces se sacó del bolsillo la
lamparita de oro adornada con pedrería que había robado en otro tiempo,
y la encendió, porque había oscurecido. En seguida Aslán le dijo: «¡Ya
Ahmed! Esa lámpara es muy hermosa. ¡Dámela!» El jefe de vigilancia
replicó: «¡Alah me libre! ¿Cómo voy á darte un objeto que ha perdido ya
tantas almas? Sabe, en efecto, que esta lámpara ha sido causa de la
muerte de un gobernador de palacio, de cierto egipcio llamado
Grano-de-Belleza.» Y Aslán, muy interesado, exclamó: «¡Cuéntame eso!»

Entonces Ahmed-la-Tiña le contó toda la historia desde el principio
hasta el fin, jactándose en medio de su borrachera de haber sido el
autor de la proeza.

Cuando el joven Aslán volvió á su casa, contó á su madre Yazmina la
historia que había oído referir á Ahmed-la-Tiña, y le dijo que la
lámpara estaba todavía en poder de aquel malvado.

Al oir aquello, Yazmina exhaló un grito agudo y cayó desmayada...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 269.ª NOCHE_

     Ella dijo:

Al oir aquello, Yazmina exhaló un grito agudo y cayó desmayada. Y cuando
volvió en sí, prorrumpió en sollozos y se echó al cuello de su hijo
Aslán, y le dijo entre lágrimas: «¡Oh hijo mío, Alah acaba de hacer
brillar la verdad! ¡No puedo callar ya mi secreto! Sabe ¡oh mi Aslán!
que el emir Khaled no es mas que tu padre adoptivo; tu padre por la
sangre es mi amado esposo Grano-de-Belleza, que fué castigado, según
ves, en lugar del culpable. Por consiguiente, hijo mío, tienes que ir á
buscar en seguida á un antiguo amigo íntimo de tu padre, el venerable
jefe de la guardia del califa, y contarle lo que acabas de descubrir. Y
después le dirás: «¡Te ruego por Alah que me vengues del matador de mi
padre Grano-de-Belleza!»

Inmediatamente el joven Aslán fué á buscar al jefe de los guardias de
palacio, el mismo que había salvado la vida á Grano-de-Belleza, y le
dijo lo que Yazmina le había encargado que le dijera.

Entonces, el jefe de los guardias, en el colmo de la sorpresa y de la
alegría, dijo á Aslán: «¡Bendito sea Alah, que desgarra los velos y
hace brotar la claridad entre las tinieblas!» Y añadió: «¡Mañana mismo,
¡oh hijo mío! Alah te vengará!»

En efecto, aquel día el califa daba un gran torneo en que debían justar
todos los emires y los mejores jinetes de Bagdad, y se había de
organizar una partida de pelota á caballo. Y el joven Aslán estaba entre
los jugadores de pelota. Y se había puesto su cota de malla y cabalgaba
el mejor caballo de las cuadras de su padre adoptivo el emir Khaled. Y
realmente estaba espléndido, y hasta el califa se prendó en extremo de
su continente y de su vigorosa juventud. Y quiso que fuera su compañero.

Y empezó el juego. Y por una y otra parte los jugadores desplegaron gran
arte en sus movimientos y maravillosa destreza para despedir la pelota
con el mazo á todo galope de sus caballos.

Pero de pronto, uno de los jugadores del bando opuesto al que dirigía el
califa en persona lanzó la pelota derechamente contra la cara del
califa, con golpe tan diestro y certero, que infaliblemente el califa
habría perdido un ojo y acaso la vida, si el joven Aslán, con admirable
maestría, no hubiera parado la pelota al vuelo con su mazo. Y la
devolvió tan terriblemente en dirección contraria, que alcanzó en la
espalda al jinete que la había lanzado, y le hizo perder los estribos y
le rompió el espinazo.

Vista tan brillante acción, el califa miró al joven, y le dijo: «¡Vivan
los valientes, ¡oh hijo del emir Khaled!» Y el califa se apeó en
seguida, después de dar fin al torneo, y reunió á los emires y á todos
los jinetes que habían tomado parte en el juego, y llamó al joven Aslán,
y ante todos los circunstantes le dijo: «¡Oh valeroso hijo del walí de
Bagdad, quiero oirte á ti mismo calcular la recompensa que merece una
hazaña como la tuya! ¡Estoy dispuesto á acceder á todas tus peticiones!
¡Habla!»

Entonces el joven Aslán besó la tierra entre las manos del califa, y le
dijo: «¡Pido la venganza al Emir de los Creyentes! ¡La sangre de mi
padre aún no ha sido rescatada y vive el matador!»

Al oir tales palabras, el califa llegó al límite del asombro, y exclamó:
«¿Qué dices, ¡oh Aslán! de vengar á tu padre? ¡Pero si tu padre el emir
Khaled está á mi lado, bien vivo, gracias á Alah!» Y Aslán contestó:
«¡Oh Emir de los Creyentes! ¡El emir Khaled ha sido para mí el mejor de
los padres adoptivos! ¡Sabe, en efecto, que no soy su hijo por la
sangre, pues mi padre fué Grano-de-Belleza, el gobernador de palacio.»

Cuando el califa oyó aquellas palabras, vió que la luz se convertía en
tinieblas delante de sus ojos, y dijo con voz alterada: «Hijo mío, ¿no
sabes que tu padre fué traidor al Príncipe de los Creyentes?» Pero Aslán
exclamó: «¡Preserve Alah á mi padre de haber sido el autor de la
traición! ¡El traidor está á tu izquierda, ¡oh Emir de los Creyentes!
¡Es el jefe de vigilancia, Ahmed-la-Tiña! ¡Manda que lo registren, y en
su bolsillo se encontrarán las pruebas de su traición!»

Al oir aquello, el califa mudó de color y se puso amarillo como el
azafrán, y con voz espantable llamó al jefe de la guardia y le dijo:
«¡Registra delante de mí al jefe de vigilancia!» Entonces el jefe de los
guardias, el íntimo amigo de Grano-de-Belleza, se acercó á Ahmed-la-Tiña
y le registró los bolsillos en un momento, y sacó de pronto la lámpara
de oro robada al califa.

Entonces éste, sin poder apenas reprimirse, dijo á Ahmed-la-Tiña: «¡Ven
acá! ¿De dónde te ha venido esa lámpara?» El otro contestó: «¡La compré,
¡oh Príncipe de los Creyentes!» Y el califa dijo á los guardias: «¡Dadle
ahora mismo de palos hasta que confiese!» Y en seguida Ahmed-la-Tiña fué
apresado por los guardias, desnudado, y apaleado, y acribillado á
golpes, hasta que confesó y contó toda la historia desde el principio
hasta el fin.

El califa se volvió entonces hacia el joven Aslán, y le dijo: «¡Ahora te
toca á ti! ¡Lo vas á ahorcar con tus propias manos!» Y en seguida los
guardias echaron la cuerda al cuello de Ahmed-la-Tiña, y Aslán la cogió
con ambas manos, y ayudado por el jefe de los guardias, izó al bandido
hasta lo más alto de la horca, levantada en medio del campo de carreras.

Cuando se hubo hecho justicia, el califa dijo á Aslán: «¡Hijo mío,
todavía no me has pedido una merced por tu hazaña!» Y Aslán respondió:
«¡Oh Príncipe de los Creyentes! ¡ya que me permites una petición, te
ruego que me devuelvas á mi padre!»

Al oir aquello, el califa se echó á llorar, conmovidísimo, y después
murmuró: «Pero ¿no sabes, hijo mío, que tu pobre padre murió ahorcado en
virtud de una sentencia injusta? O más bien es probable que muriera,
pero no seguro. ¡Por esto, te juro por el valor de mis antepasados
otorgar el mayor favor á quien me anuncie que tu padre Grano-de-Belleza
no ha muerto!»

Entonces el jefe de los guardias se adelantó hasta la presencia del
califa, y dijo: «Dame la palabra de seguridad.» Y el califa respondió:
«¡La seguridad está contigo! ¡Habla!» Y el jefe de los guardias dijo:
«Te anuncio la buena nueva, ¡oh Emir de los Creyentes! ¡Tu antiguo y
fiel servidor Grano-de-Belleza está vivo!»

El califa exclamó: «¿Es cierto lo que dices?» El jefe de los guardias
contestó: «¡Por la vida de tu cabeza, te juro que es la verdad! ¡Yo fui
el que salvé á Grano-de-Belleza, mandando ahorcar en lugar suyo á un
sentenciado que se le parecía como un hermano se parece á un hermano! ¡Y
ahora él está seguro en Iskandaria, en donde supongo que será tendero
del zoco!»

Al oir aquello, el califa se puso contentísimo, y dijo al jefe de los
guardias: «¡Hay que ir á buscarle y traérmelo en brevísimo plazo!» Y el
jefe de los guardias contestó: «¡Escucho y obedezco!» Entonces el califa
mandó que le entregaran diez mil dinares para gastos de viaje, y el
jefe de los guardias se puso en camino para Iskandaria, donde le
encontraremos, si Alah quiere.

       *       *       *       *       *

Y ahora verás lo que le pasó á Grano-de-Belleza.

El buque en que había tomado pasaje llegó á Iskandaria después de una
excelente travesía que le había destinado Alah (¡bendito sea!).
Grano-de-Belleza desembarcó en seguida y quedó encantado del aspecto de
Iskandaria, que nunca había visto á pesar de ser natural del Cairo. Y
fué en seguida al zoco, en donde alquiló una tienda ya preparada y que
se ponía á la venta en aquel estado, según anunciaba el pregonero. Era
una tienda cuyo amo acababa de morirse de repente. Estaba amueblada con
divanes, cual es costumbre, y sus mercancías consistían en objetos para
la gente de mar, como velas, cuerdas, cordeles, arcas sólidas, sacas
para pacotillas, armas de todas formas y precios, y sobre todo una
cantidad enorme de hierro y antigüedades, muy estimadas por los
capitanes de marina, que las compraban allí para venderlas á la gente de
Occidente, pues los de este país estiman en mucho las cosas antiguas, y
cambian sus mujeres é hijas por un pedazo de madera podrida, por
ejemplo, ó por una piedra talismánica, ó por un sable viejo y
enmohecido.

No es, pues, de asombrar que Grano-de-Belleza, durante los largos años
de su destierro de Bagdad, tuviera muy buena suerte en su comercio y
ganara diez por uno, ya que no hay nada más productivo que la venta de
antigüedades, que se compran, por ejemplo, en un dracma, y se revenden
en diez dinares.

Cuando Grano-de-Belleza hubo vendido todo lo que encerraba la tienda y
se disponía á revenderla vacía, vió de pronto en uno de los estantes,
que sabía estaban desguarnecidos, un objeto rojo y brillante. Lo cogió y
comprobó, en el límite del asombro, que era una gran gema talismánica,
tallada en seis facetas y colgada de una cadenilla de oro viejo. Y en
las facetas estaban grabados nombres con caracteres desconocidos, que se
parecían mucho á hormigas ó á insectos del mismo tamaño. Y la miraba con
extraordinaria atención, calculando lo que podría valer, cuando advirtió
delante de su tienda á un capitán mercante que se había parado para
poder ver de más cerca aquel objeto que distinguió desde la calle.

El capitán, después de saludar, dijo á Grano-de-Belleza: «¡Oh mi dueño!
¿puedes cederme esa gema, si es que está á la venta?» El otro contestó:
«Todo está á la venta, hasta la tienda.» El capitán preguntó: «Entonces,
¿consientes en venderme esa gema por ochenta y cuatro mil dinares de
oro?»

Grano-de-Belleza, al oir aquello, pensó: «¡Por Alah! ¡Esta gema debe de
ser fabulosamente preciosa! ¡Me voy á hacer el descontentadizo!» Y
contestó: «¡Tú tienes ganas de broma, ¡oh capitán! ¡Pues ¡por Alah! á
mí me cuesta cien mil dinares!» El otro dijo: «Entonces, ¿quieres
dármela en cien mil?» Grano-de-Belleza dijo: «¡Bueno! ¡Pero es por ser
para ti!» Y el capitán le dió las gracias y le dijo: «No tengo encima
tanto dinero. Pero vendrás conmigo á bordo, y cobrarás el precio, y
además te haré un regalo de dos piezas de paño, dos de terciopelo y dos
de raso.»

Entonces Grano-de-Belleza se levantó, cerró con llave la puerta de la
tienda y siguió á bordo al capitán. Y éste le rogó que le esperara sobre
cubierta, y se marchó para buscar el dinero. Pero no volvió á parecer, y
de pronto las velas se desplegaron por completo y la nave hendió el mar
como un pájaro.

Cuando Grano-de-Belleza se vió prisionero en el agua, fué muy grande su
estupefacción. Pero á nadie podía recurrir, tanto menos cuanto que no
veía á ningún marinero á quien pedir explicaciones, y el barco volaba
por el mar como si lo impulsara una fuerza invisible.

Mientras se hallaba perplejo y asustado, vió por fin llegar al capitán,
que se acariciaba las barbas y le miraba con aspecto burlón, y acabó por
decirle: «¿Eres realmente musulmán, Grano-de-Belleza, hijo de
Schamseddin del Cairo, que has estado en Bagdad en el palacio del
califa?» El otro contestó: «Yo soy el hijo de Schamseddin.» Y el capitán
dijo: «¡Pues bien! ¡Dentro de pocos días llegaremos á Genoa, á nuestro
país cristiano! ¡Y ya verás, musulmán, la vida que allí te espera!» Y se
fué.

Y efectivamente, después de una feliz navegación, el barco llegó al
puerto de Genoa, ciudad de los cristianos de Occidente. Y en seguida una
vieja, acompañada por dos hombres, fué á bordo á buscar á
Grano-de-Belleza, que no sabía ya qué pensar de aquellos sucesos. No
obstante, fiándose del Destino bueno ó malo que le dirigía, siguió á la
vieja, la cual, atravesando la ciudad, le guió á una iglesia que
pertenecía á un convento de monjes.

Llegados á la puerta de la iglesia, la vieja se volvió hacia
Grano-de-Belleza, y le dijo: «En adelante debes considerarte como criado
de esta iglesia y de este convento. Tu servicio consistirá en
despertarte todos los días al amanecer, y empezar por ir al bosque á
buscar leña y volver lo antes posible para lavar el piso de la iglesia y
el convento, sacudir las esteras y barrerlo todo; después cribarás el
trigo, lo molerás, harás la masa del pan, la cocerás en el horno,
cogerás una medida de lentejas, las molerás, las guisarás, y llenarás
con ellas luego trescientas setenta escudillas, que habrás de entregar
una por una á los trescientos setenta monjes del convento; más tarde
vaciarás los orinales que están en las celdas de los monjes; por último,
acabarás la obra regando el jardín y llenando los cuatro estanques y los
toneles colocados á lo largo de la pared. Y este trabajo tiene que estar
acabado siempre antes de mediodía, pues has de consagrar todas las
tardes á obligar á los transeuntes á ir de buena ó mala gana á la
iglesia á oir el sermón, y si se niegan, ahí tienes una maza coronada
por una cruz de hierro, con la cual les matarás de orden del rey. Así no
quedarán en la ciudad mas que los cristianos fervientes, que vendrán
aquí á que los monjes los bendigan. ¡Y ahora empieza el trabajo y cuida
de no olvidar mis encargos!»

Y dichas estas palabras, la vieja le miró guiñándole el ojo, y se fué.

Entonces Grano-de-Belleza dijo para sí: «¡Por Alah! ¡Eso es imposible!»
Y no sabiendo qué decidir, entró en la iglesia, completamente desierta
en aquel momento, y se sentó en un banco para tratar de reflexionar
acerca de sucesos tan extraños como los que alternativamente iban
sucediéndole.

Allí llevaba una hora, cuando oyó llegar á él, por debajo de los
pilares, una voz tan dulce de mujer, que la escuchó en éxtasis,
olvidando sus tribulaciones. Y tanto le conmovió aquella voz, que todas
las aves de su alma se pusieron á cantar inmediatamente á un tiempo, y
notó que bajaba sobre él la frescura bendita que la melodía solitaria da
al espíritu. Y ya se levantaba para buscar la voz, cuando ésta se calló.

Pero de pronto, por entre las columnas apareció muy tapada una figura de
mujer que adelantóse hacia él, y le dijo con voz trémula: «¡Ah,
Grano-de-Belleza! ¡Cuánto tiempo hacía que pensaba en ti! ¡Bendito sea
Alah, que ha permitido por fin que nos juntemos! ¡En seguida vamos á
casarnos!»

Al oir semejantes palabras, Grano-de-Belleza exclamó: «¡No hay más Dios
que Alah! ¡Seguramente todo cuanto me ocurre es un sueño! ¡Y en cuanto
el sueño se disipe, me encontraré de nuevo en mi tienda de Iskandaria!»
Pero la joven dijo: «¡No, ¡oh Grano-de-Belleza! es una realidad! Estás
en la ciudad de Genoa, á la cual te he hecho transportar, á pesar tuyo,
por mediación del capitán de marina que está á las órdenes de mi padre,
el rey de Genoa. Sabe que, efectivamente, soy la princesa Hosn-Mariam,
hija del rey de esta ciudad. La hechicería, que aprendí de niña, me ha
revelado tu existencia y tu hermosura, y me he enamorado tanto de ti que
envié al capitán á buscarte á Iskandaria. Y aquí en mi cuello está la
gema talismánica que encontraste en tu tienda, y que había sido puesta
en un estante por el mismo capitán para atraerte á bordo de su nave. Y
dentro de pocos momentos verás claro el poder maravilloso que me da esta
gema. Pero ante todo has de casarte conmigo. Y entonces quedarán
satisfechos todos tus deseos.» Grano-de-Belleza le dijo: «¡Oh princesa!
¿me prometes siquiera volver á llevarme á Iskandaria?» Ella dijo: «Es lo
más fácil.» Y entonces consintió en casarse con ella.

En seguida la princesa Mariam le dijo: «¿De modo, que quieres volver
inmediatamente á Iskandaria?» Él contestó: «¡Sí, por Alah!» Ella dijo:
«¡Vamos allá!» Y cogió la cornalina y volvió hacia el cielo una de sus
caras, en que estaba grabada la imagen de una cama, y frotó rápidamente
aquella cara con el pulgar, diciendo: «¡Oh cornalina, en nombre de
Soleimán te ordeno que me proporciones una cama de viaje!»

Apenas pronunciadas tales palabras, se colocó delante de ellos un lecho
de viaje, con sus sábanas y almohadones. Lo ocuparon los dos y se
tendieron cómodamente. Entonces la princesa Mariam cogió entre los dedos
la cornalina, volvió hacia el cielo una de sus caras, en que estaba
grabado un pájaro, y dijo: «¡Cornalina, ¡oh cornalina! te ordeno, por el
nombre de Soleimán, que nos transportes sanos y salvos á Iskandaria por
la vía más directa!»

Apenas había dado la orden, cuando la cama se levantó sola por el aire,
sin sacudidas, subió hasta la cúpula, salió por el mayor ventanal, y más
rápida que el ave más rápida, hendió el espacio con maravillosa
regularidad, y en menos tiempo que el necesario para orinar los depositó
en Iskandaria.

Y en el instante mismo en que se apeaban, vieron llegar con dirección á
ellos á un hombre vestido á la moda de Bagdad, á quien conoció en
seguida Grano-de-Belleza: era el jefe de los guardias. Acababa de
desembarcar en aquel momento para ponerse en busca del sentenciado. Se
echaron uno en brazos de otro, y el jefe de los guardias anunció á
Grano-de-Belleza la noticia del descubrimiento del culpable y de su
ejecución, le contó todos los sucesos que habían pasado en Bagdad
durante catorce años, y también le comunicó el nacimiento de su hijo
Aslán, que había llegado á ser el caballero más hermoso de Bagdad.

Y Grano-de-Belleza, por su parte, refirió al jefe de los guardias todas
sus aventuras desde el principio hasta el fin. Y aquello asombró en
extremo al jefe de la guardia, que, cuando se le calmó algo la emoción,
le dijo: «¡El Emir de los Creyentes desea verte cuanto antes!» El otro
contestó: «¡Cierto que sí! Pero permíteme primero ir al Cairo á besar la
mano á mi padre Schamseddin y á mi madre, y á decidirlos á que vengan
con nosotros á Bagdad.»

Entonces el jefe de los guardias subió con ellos á la cama, que en un
momento les transportó al Cairo, precisamente á la calle Amarilla, en
donde estaba la casa de Schamseddin. Y llamaron á la puerta. Y la madre
bajó á ver quién llamaba así, y preguntó: «¿Quién llama?» Y él contestó:
«¡Soy yo, tu hijo Grano-de-Belleza!»

El júbilo de la madre fué inmenso, pues desde hacía muchos años se había
puesto de luto, y cayó desmayada en brazos de su hijo. Y al venerable
Schamseddin le pasó lo propio.

Cuando hubieron descansado tres días en la casa, subieron todos juntos á
la cama, que por orden de la princesa Hosn-Mariam les transportó sanos y
salvos á Bagdad, en donde el califa recibió á Grano-de-Belleza,
abrazándole cual á un hijo, y le colmó de empleos y honores, así como á
su padre Schamseddin y á su hijo Aslán.

Después de lo cual, Grano-de-Belleza se acordó de que en resumen el
primer promotor de su fortuna era Mahmud-el-Bilateral, que al principio
le había obligado con tanto ingenio á viajar, y más tarde le había
recogido desprovisto de todo en la plataforma de la fuente pública. Y
mandó buscarle por todas partes, y acabó por encontrarlo sentado en un
jardín en medio de muchachos, con los cuales cantaba y bebía. Y le rogó
que fuera á palacio y le hizo nombrar, por muy bilateral que fuera, jefe
de vigilancia de Bagdad, en lugar de Ahmed-la-Tiña.

Cumplido este deber, Grano-de-Belleza, dichoso al encontrar un hijo tan
hermoso y valiente como el joven Aslán, dió gracias á Alah por sus
favores. Y vivió años y años en Bagdad en el colmo de la ventura, entre
sus tres esposas, Zobeida, Yazmina y Hosn-Mariam, hasta que fué visitado
por la Destructora de delicias y Separadora de amigos. ¡Alabado sea el
Inmutable, en el cual convergen todas las cosas creadas!»

     Y Schahrazada, al concluir de contar esta historia, se sintió algo
     cansada, y se calló.

     Entonces, el rey Schahriar, que había permanecido inmóvil de
     atención todo aquel tiempo, exclamó: «Esa historia de
     Grano-de-Belleza, ¡oh Schahrazada! es realmente extraordinaria, y
     la de Mahmud-el-Bilateral y la de Sésamo el corredor, con su receta
     para calentar los compañones fríos, me han gustado en extremo. Pero
     he de expresarte mi asombro al ver tan pocos poemas en esta
     historia, pues ya estaba acostumbrado á los versos espléndidos. Y
     además he de decirte que las cosas del Bilateral todavía son para
     mí algo oscuras, y me encantaría que me dieras una explicación más
     clara de ellas, si es que puedes.»

     Al oir lo dicho por el rey Schahriar, Schahrazada sonrió
     ligeramente y miró á su hermana Doniazada, á la cual encontró muy
     divertida, y después dijo al rey: «Ahora que esta niña lo puede oir
     todo, ¡oh rey afortunado! quiero contarte una ó dos de las
     AVENTURAS DEL POETA ABU-NOWAS, el más delicioso y encantador é
     ingenioso de todos los poetas del Irán y de la Arabia.

     Y la pequeña Doniazada se levantó de la alfombra en que estaba
     acurrucada, y corrió á lanzarse en los brazos de su hermana, á
     quien abrazó tiernamente, y le dijo: «¡Oh, por favor, Schahrazada,
     empieza en seguida! ¡Serías muy amable si así lo hicieses, ¡oh
     hermana mía!» Y dijo Schahrazada: «¡Con mucho gusto, y como debido
     homenaje á este rey dotado de tan buenos modales!»

     Pero como viese aparecer la mañana, Schahrazada, siempre discreta,
     aplazó el relato para el siguiente día.

[Illustration]

_CUANDO LLEGÓ LA
270.ª NOCHE_

     La pequeña Doniazada esperó á que Schahrazada hubiese terminado su
     cosa con el rey Schahriar, y levantando la cabeza, exclamó: «¡Oh
     hermana mía! ¿qué aguardas para contarnos esas anécdotas del
     delicioso poeta Abu-Nowas, amigo del califa y el más encantador
     entre todos los poetas del Irán y de la Arabia?» Y Schahrazada
     sonrió á su hermana y le dijo: «¡Sólo espero el permiso del rey
     para narrar algunas aventuras de Abu-Nowas, que, efectivamente, era
     un exquisito poeta, pero un grandísimo libertino!»

     Entonces la pequeña Doniazada se levantó de un salto y corrió á
     abrazar á su hermana, diciéndole: «¡Te ruego que nos enteres de lo
     que hizo! ¡Cuéntanoslo en seguida!»

     Y el rey Schahriar, volviéndose hacia Schahrazada, le dijo:
     «Verdaderamente, Schahrazada, me agradará oir una ó dos de esas
     aventuras, que preveo son deliciosas. Pero he de hacerte observar
     que esta noche me atraen más elevados pensamientos y me hallo
     predispuesto á oir de tu boca algunas palabras de sabiduría. ¡Así,
     pues, si te acuerdas de cualquier historia que pueda adiestrarme en
     el conocimiento de los preceptos buenos y haga que mi espíritu se
     aproveche de la experiencia de los prudentes y los sabios, no creas
     que dejaría de interesarme! ¡Al contrario! Luego, si no se acaba mi
     paciencia, podrás, Schahrazada, entretenerme con esas aventuras de
     Abu-Nowas.»

     Al oir tales palabras del rey Schahriar, Schahrazada apresuróse á
     responder: «Precisamente, ¡oh rey afortunado! durante todo el
     pasado día medité sobre la historia de una joven admirable de
     belleza y de sabiduría y á quien llamaban SIMPATÍA. ¡Y estoy pronta
     á comunicarte cuanto sé de su conducta y de sus maravillosos
     conocimientos!»

     Y exclamó el rey Schahriar: «¡Por Alah! ¡no tardes más en ponerme
     al corriente de lo que me anuncias! Porque nada me es tan grato
     como escuchar doctas palabras dichas por jóvenes hermosas. Y anhelo
     mucho que la historia prometida me satisfaga por completo, y á la
     vez me sea provechosa y me sirva cual ejemplo de la instrucción que
     debe poseer todo buen musulmán.»

     Entonces Schahrazada reflexionó un instante, y después de levantar
     un dedo, dijo:

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[Illustration]




[Illustration]




HISTORIA DE LA DOCTA SIMPATÍA


[Illustration]

Se cuenta--pero Alah está mejor instruído en todas las cosas--que había
en Bagdad un comerciante muy rico, cuya casa sostenía un tráfico
inmenso. Gozaba de honores, de consideración, de prerrogativas y
privilegios de todas clases; pero no era dichoso porque Alah no extendía
sobre él su bendición hasta el punto de concederle un descendiente,
aunque fuera del sexo femenino. A causa de ello había llegado á viejo
sumido en la tristeza, y veía cómo poco á poco sus huesos se volvían
transparentes y curvábase su espalda, sin poder obtener de alguna de sus
numerosas esposas un resultado consolador. Pero un día en que había
distribuído muchas limosnas, y visitado á los santones, y ayunado y
rezado fervorosamente, se acostó con la más joven de sus esposas, y
merced al Altísimo, aquella vez la dejó fecundada en tal hora y tal
instante.

Al llegar el noveno mes, día tras día, la esposa del comerciante parió
felizmente un niño varón, tan bello, que se diría era un trozo de luna.

En su gratitud hacia el Donador, no se olvidó á la sazón el comerciante
de cumplir las promesas que hizo, y durante siete días enteros socorrió
con largueza á pobres, viudas y huérfanos; después, en la mañana del
séptimo día, pensó dar un nombre á su hijo, y le llamó Abul-Hassán.

El niño se crió en brazos de nodrizas y en brazos de bellas esclavas, y
como á cosa preciosa le cuidaron mujeres y criados hasta que estuvo en
edad de estudiar. Entonces se le confió á los maestros más sabios, que
le enseñaron á leer las palabras sublimes del Korán y le adiestraron en
la escritura hermosa, en la poesía, en el cálculo, y sobre todo en el
arte de disparar el arco. Por tanto, su instrucción superó á la que en
su generación y su siglo era corriente. Pero no fué esto todo.

Porque á sus diversos conocimientos añadía un encanto mágico y era
perfectamente bello. He aquí en qué términos los poetas de su tiempo
describieron sus gracias juveniles, la frescura de sus mejillas, las
flores de sus labios y el naciente bozo que los adornaba:

     _¿Ves en el jardín de sus mejillas esos botones de rosa que
     intentan entreabrirse, aunque la primavera pasó ya por los
     rosales?_

     _¿No te asombra ver todavía florecer la rosa y apuntar el bozo en
     el hoyo sombrío de sus labios, como las violetas bajo las hojas?_

El joven Abul-Hassán fué, pues, la alegría de su padre y la delicia de
sus pupilas durante el tiempo que el Destino le marcó de antemano. Pero
cuando el anciano sintió acercarse el término que le estaba fijado, hizo
sentarse á su hijo entre sus manos un día entre los días, y le dijo:
«Hijo mío, se aproxima mi fin, y ya sólo me resta prepararme á
comparecer ante el Dueño Soberano. Te lego grandes bienes, muchas
riquezas y propiedades, poblados enteros y fértiles tierras y abundosos
huertos, que os bastarán para vivir, no sólo á ti, sino también á los
hijos de tus hijos. ¡Únicamente te recomiendo que sepas aprovecharte de
ello sin abusar y dando gracias al Retribuidor y con el respeto que le
es debido!» Luego murió de su enfermedad el viejo comerciante, y
Abul-Hassán se afligió en extremo, y cuando terminaron las exequias
fúnebres estuvo de duelo y se encerró con su dolor.

Pero no tardaron sus camaradas en distraerle y alejarle de sus penas,
obligándole á entrar en el hammam para que se refrescara y á cambiar de
trajes luego; y le dijeron, á fin de consolarle por completo: «¡Quien se
reproduce en hijos como tú, no muere! ¡Aleja la tristeza, pues, y piensa
en aprovecharte de tu juventud y de tus bienes!»

De modo que Abul-Hassán olvidó poco á poco los consejos de su padre, y
acabó por persuadirse de que eran inagotables la dicha y la fortuna.
Así, pues, no dejó de satisfacer todos sus caprichos, entregándose á
todos los placeres, visitando á las cantarinas y tañedoras de
instrumentos, comiendo todos los días una cantidad enorme de pollos,
porque le gustaban los pollos, complaciéndose en destapar las botellas
añejas de licores enervantes y en oir el tintineo de las copas que se
entrechocan, deteriorando lo que pudo deteriorar, arruinando lo que pudo
arruinar y trastornando lo que pudo trastornar, hasta tal punto, que á
la postre se despertó un día sin nada entre las manos, á no ser su
persona. Y de cuantos servidores y mujeres le hubo legado su difunto
padre, no le quedaba mas que una sola esclava entre las numerosas
esclavas.

Pero aún tuvo que admirar la continuidad dichosa de la suerte, que quiso
fuese precisamente la propia maravilla de todas las esclavas de las
comarcas de Oriente y de Occidente la que habitaba en la casa, ya sin
lustre, del pródigo Abul-Hassán, hijo del difunto comerciante.

Efectivamente, esta esclava se llamaba Simpatía, y en verdad que jamás
nombre alguno cuadró mejor á las cualidades de la que lo llevaba. La
esclava Simpatía era una adolescente tan derecha como la letra aleph, de
estatura proporcionada, y tan esbelta y delicada que podía desafiar al
sol á que prolongase en el suelo su sombra; maravillosas eran la belleza
y la lozanía de su rostro; todas sus facciones ostentaban con claridad
la huella de la bendición y el buen augurio; su boca parecía sellada
con el sello de Soleimán, como para guardar preciosamente el tesoro de
perlas que encerraba; eran sus dientes collares dobles é iguales; las
dos granadas de su seno aparecían separadas por el intervalo más
encantador, y su ombligo era lo suficiente ancho y profundo para
contener una onza de manteca moscada. En cuanto á su grupa monumental,
remontaba dignamente la finura de su talle, y dejaba profundamente
impreso en divanes y colchones el hueco creado por la importancia de su
peso. Y á ella se refería esta canción del poeta:

     _¡Es solar, es lunar, es vegetal como el tallo del rosal; está tan
     lejos del color de la tristeza cual lo están el sol, la luna y el
     tallo del rosal!_

     _¡Cuando aparece, conmueve profundamente los corazones su
     presencia, y cuando se aleja, los corazones quedan aniquilados!_

     _¡El cielo está en su rostro; sobre su túnica se extienden las
     grandezas del Edén, entre las cuales corre el arroyo de la vida, y
     la luna brilla bajo su manto!_

     _¡En su cuerpo encantador se armonizan todos los colores: el
     encarnado de las rosas, la blancura resplandeciente de la plata, el
     negro de la baya madura y el color del sándalo! ¡Y es tan grande su
     belleza, que hasta el deseo la defiende!_

     _¡Bendito sea Quien desplegó sobre ella la hermosura! ¡Feliz el
     amante que pueda saborear las delicias de sus palabras!_

Tal era la esclava Simpatía, único tesoro que poseía aún el pródigo
Abul-Hassán...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 272.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...Tal era la esclava Simpatía, único tesoro que poseía aún el pródigo
Abul-Hassán.

Y he aquí que, al percatarse de que su patrimonio habíase disipado
irremediablemente, Abul-Hassán quedó sumido en un estado de desolación
tan grande, que le robó el sueño y el apetito; y permaneció tres días y
tres noches sin comer, ni beber, ni dormir, alarmando á la esclava
Simpatía, que creyó verle morir, y resolvió salvarle á toda costa.

Se atavió con sus trajes más dignos de exhibirse y con las joyas y
adornos que le quedaban, y se presentó á su amo, diciéndole, mientras
mostraba en sus labios una sonrisa de buen augurio: «Por mi causa va á
hacer cesar Alah tus tribulaciones. Para ello bastará que me conduzcas
ante nuestro señor el Emir de los Creyentes, Harún Al-Rachid, quinto
descendiente de Abbas, y me vendas á él, pidiéndole como precio diez mil
dinares. Si encontrara este precio demasiado caro, dile: «¡Oh Emir de
los Creyentes! Esta adolescente vale más todavía, como podrás advertir
mejor tomándola á prueba. ¡Entonces se realzará á tus ojos, y verás que
no tiene par ni rival y que verdaderamente es digna de servir á nuestro
amo el califa!» Después, la esclava, insistiendo mucho, le recomendó que
se guardase de rebajar el precio.

Abul-Hassán, que hasta aquel momento, por negligencia, no se había
preocupado de observar las cualidades y talentos de su hermosa esclava,
no estaba en situación para apreciar por sí mismo los méritos que
pudiese ella poseer. Solamente le pareció que la idea no era mala y que
tenía probabilidades de éxito. Se levantó, pues, en seguida, y llevando
á Simpatía tras sí la condujo ante el califa, á quien repitió las
palabras que ella le había recomendado que dijese.

Y el califa volvióse hacia la esclava y le preguntó: «¿Cómo te llamas?»
Ella contestó: «Me llamo Simpatía.» Él le dijo: «¡Oh Simpatía! ¿estás
versada en ciertos conocimientos y puedes enumerarme las diversas ramas
del saber que has cultivado?» Ella le contestó: «¡Oh señor! Estudié la
sintaxis, la poesía, el derecho civil y el derecho general, la música,
la astronomía, la geometría, la aritmética, la jurisprudencia desde el
punto de vista de las sucesiones, y el arte de descifrar las escrituras
mágicas y las inscripciones antiguas. Me sé de memoria el Libro Sublime
y puedo leerlo de siete maneras distintas; conozco exactamente el
número de sus capítulos, de sus versículos, de sus divisiones, de sus
diferentes partes y sus combinaciones, y cuántas líneas, palabras,
letras consonantes y vocales encierra; recuerdo con precisión qué
capítulos se inspiraron y escribieron en la Meca y cuáles otros se
dictaron en Medina; no ignoro las leyes y los dogmas, sé distinguirlos
con las tradiciones y diferenciar su grado de autenticidad; no soy una
profana en lógica, ni en arquitectura, ni en filosofía, como tampoco en
lo que afecta á la elocuencia, al lenguaje escogido, á la retórica y á
las reglas de los versos, los cuales sé ordenar y medir sin omitir
ninguna dificultad en su construcción; sé hacerlos sencillos y flúidos,
como también complicados y enrevesados para deleitar sólo á las gentes
delicadas; y si á veces pongo en ellos oscuridad, es para fijar más la
atención y halagar al espíritu, que despliega por último su trama sutil
y frágil; en una palabra, aprendí muchas cosas y retuve cuanto aprendí.
Además, sé cantar perfectamente y bailar cual un pájaro, y tocar el laúd
y la flauta, manejando asimismo todos los instrumentos de cuerda, y lo
hago de cincuenta modos diferentes. ¡Por tanto, cuando canto y bailo se
condenan quienes me ven y me oyen; si camino balanceándome, ataviada y
perfumada, les mato; si meneo mi grupa, les derribo; si guiño un ojo,
les traspaso; si agito mis brazaletes, les ciego; si toco, doy la vida,
y si me alejo, hago morir! ¡Estoy versada en todas las artes, y he
llevado mi saber á tal límite, que únicamente podrían llegar á
distinguir su horizonte los escasos seres cuyos años hubieran
transcurrido en el estudio de la sabiduría!»

Cuando el califa Harún Al-Rachid hubo oído estas palabras, se asombró y
entusiasmó de encontrar tal elocuencia unida á belleza tal, tanto saber
y juventud en la que frente á él se mantenía con los ojos
respetuosamente bajos. Se volvió hacia Abul-Hassán y le dijo: «Quiero
dar orden al instante para que vengan todos los maestros de la ciencia á
fin de poner á prueba á tu esclava, y asegurarme por medio de un examen
público y decisivo de si realmente es tan instruída como bella. ¡En caso
de que saliese victoriosa de la prueba, no sólo te daría diez mil
dinares, sino que te colmaría de honores por haberme traído semejante
maravilla! ¡De no ser así, no hay nada de lo dicho, y seguirá
perteneciéndote!»

Luego, acto continuo, el califa hizo llamar al sabio mayor de aquella
época, Ibrahim ben-Sayar, que había profundizado en todos los
conocimientos humanos; mandó que acudiesen también todos los poetas, los
gramáticos, los lectores del Korán, los médicos, los astrónomos, los
filósofos, los jurisconsultos y los doctores en teología. Y
apresuráronse á ir á palacio todos, y se reunieron en la sala de
recepción, sin saber por qué motivo se les convocaba.

Cuando lo ordenó el califa, todos se sentaron en corro sobre la
alfombra, en medio de la cual la adolescente Simpatía permanecía en una
silla de oro, donde el califa hízola colocarse, con el rostro cubierto
por un velo ligero, y á través de él brillaban sus ojos y sonreían con
su sonrisa los dientes...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 274.ª NOCHE_

     Ella dijo:

...sonreían con su sonrisa los dientes.

Cuando en aquella asamblea se estableció un silencio tan completo que se
hubiera podido oir el ruido de una aguja que cayese al suelo, Simpatía
hizo á todos una zalema llena de gracia y dignidad, y con un modo de
hablar verdaderamente exquisito, dijo al califa:

«¡Oh Emir de los Creyentes, manda! Aquí estoy pronta á cuantas preguntas
quieran dirigirme los doctos y venerables sabios, lectores del Korán,
jurisconsultos, médicos, arquitectos, astrónomos, geómetras, gramáticos,
filósofos y poetas.»

Entonces el califa Arún Al-Rachid se encaró con todos aquéllos y les
dijo desde el trono en que estaba sentado: «¡Hice que os mandaran venir
aquí para, que examinéis á esta adolescente en lo que afecta á la
variedad y profundidad de sus conocimientos, y no perdonéis nada que
contribuya á que resalte á la vez vuestra erudición y su saber!» Y todos
los sabios respondieron, inclinándose hasta tierra y llevando las manos
á sus ojos y á su frente: «¡El oído y la obediencia á ti y á Alah, ¡oh
Emir de los Creyentes!»

A estas palabras, la adolescente Simpatía se mantuvo algunos instantes
con la cabeza baja, reflexionando; después alzó la frente y dijo: «¡Oh
vosotros todos, maestros míos! ¿cuál es primeramente el más versado
entre vosotros en el Korán y en las tradiciones del Profeta? (¡con Él la
paz y la oración!)» Entonces se levantó uno de los doctores, designado
por todos los dedos, y dijo: «¡Yo soy ese hombre!» Ella le dijo:
«¡Interrógame, pues, á tu sabor sobre tal punto!» Y demandó el sabio
lector del Korán:

«¡Oh joven, desde el momento en que estudiaste á fondo el santo Libro de
Alah, debes conocer el número de capítulos, palabras y letras que
encierra y los preceptos de nuestra fe! Dime, pues, para empezar, ¿quién
es tu Señor, quién es tu Profeta, quién es tu Imán, cuál es tu
orientación, cuál es tu norma de vida, cuál es tu guía en los caminos y
quiénes son tus hermanos?»

Ella contestó: «¡Mi Señor es Alah; mi Profeta es Mohamed (¡con Él la
oración y la paz!); mi ley, y por tanto mi Imán, es el Korán; mi
orientación es la Kaaba, la casa de Alah, levantada por Abraham en la
Meca; mi norma de vida es el ejemplo de nuestro santo Profeta; mi guía
en los caminos es la Sunna, recopilación de tradiciones, y mis hermanos
son todos los creyentes!»

Mientras comenzaba el califa á maravillarse de la claridad y precisión
de estas respuestas en boca de una joven tan gentil, añadió el sabio:

«¡Dime! ¿Cómo sabes que hay un Dios?»

Ella contestó: «¡Por la razón!»

Él preguntó: «¿Qué es la razón?»

Ella dijo: «La razón es un don doble: innato y adquirido. La razón
innata es la que puso Alah en el corazón de sus servidores escogidos,
para hacerles que caminen por la senda de la verdad. Y la razón
adquirida es en el hombre bien dotado fruto de la educación y de una
labor constante.»

Él añadió: «¡Muy bien! Pero ¿dónde reside la razón?»

Ella contestó: «¡En nuestro corazón! Y desde él se elevan sus
inspiraciones hacia nuestro cerebro, para establecer allí su domicilio.»

Él dijo: «¡Perfectamente! Pero ¿puedes decirme cómo aprendiste á conocer
al Profeta? (¡con Él la plegaria y la paz!)»

Ella contestó: «Por la lectura del Libro de Alah, por las sentencias que
contiene, por las pruebas y los testimonios de tal misión divina.»

Dijo él: «¡Muy bien! Pero ¿puedes decirme cuáles son los deberes
indispensables de nuestra religión?»

Ella contestó: «En nuestra religión hay cinco deberes indispensables:
la profesión de fe «¡No hay más Dios que Alah, y Mohamed es el enviado
de Alah!», la oración, la limosna, el ayuno del mes de Ramadán y la
peregrinación á la Meca cuando puede hacerse.»

Él preguntó: «¿Qué acciones pías son las más meritorias?»

Contestó ella: «Son seis: la plegaria, la limosna, el ayuno, la
peregrinación, la lucha contra malos instintos y cosas ilícitas, ¡y por
último, la guerra santa!»

Él dijo: «¡Bien contestado! Pero ¿qué objeto persigues con la plegaria?»

Ella replicó: «¡Sencillamente el de ofrecer al Señor el homenaje de mi
adoración, alabarle y levantar mi espíritu hacia las regiones serenas!»

Él exclamó: «¡Ya Alah! ¡Excelente es esta respuesta! Pero ¿no requiere
antes la oración preparativos indispensables?»

Ella contestó: «¡Ciertamente! ¡Es necesario purificarse por completo el
cuerpo con las abluciones rituales, vestir trajes sin mácula, escoger un
lugar limpio y claro, preservar la parte del cuerpo comprendida entre el
ombligo y las rodillas, abrigar intenciones puras y volverse hacia la
Kaaba, en dirección á la Meca santa!»

«¿Qué valor tiene la plegaria?»

«¡Es el sostén de la fe, en la que se basa!»

«¿Cuáles son los frutos de la oración? ¿Cuál es su utilidad?»

«La plegaria verdaderamente hermosa no tiene utilidad terrena. ¡Es sólo
el lazo espiritual entre la criatura y su Señor! ¡Puede producir diez
frutos inmateriales y mucho más hermosos que los tangibles; aclara el
corazón, ilumina el semblante, complace al Clementísimo, excita el furor
del Maligno, atrae la misericordia, aleja los maleficios, preserva del
mal, resguarda contra los atentados de los enemigos, fortalece al
espíritu vacilante y acerca el esclavo á su dueño!»

«¿Cuál es la llave de la plegaria? ¿Y cuál es la llave de esta llave?»

«La llave de la plegaria es la ablución, y la llave de la ablución es la
fórmula inicial: «¡En el nombre de Alah el Clemente sin límite, el
Misericordioso!»

«¿Qué prescripciones han de seguirse para la ablución?»

«Según el rito ortodoxo del imán El-Schafiy ben-Idris, seis: la
intención de purificarse sin otra mira que la de ser agradable al
Creador; la ablución del rostro primeramente; la ablución de las manos
hasta el codo; el frotamiento de parte de la cabeza; la ablución de los
pies, incluso los talones, hasta los tobillos, y un orden estricto en el
cumplimiento de estos diversos actos. Y tal orden implica la observancia
de doce condiciones bien precisas, á saber:

»Primero pronunciar la fórmula inicial: «¡En el nombre de Alah!»;
lavarse las palmas de las manos antes de sumergirlas en la jofaina;
enjuagarse la boca; lavarse las narices tomando agua en el hueco de la
mano y sorbiendo; frotarse toda la cabeza y frotarse las orejas al
exterior y al interior con otra agua; peinarse la barba con los dedos;
torcerse los dedos de pies y manos, haciendo que rechinen; utilizar el
pie derecho antes que el pie izquierdo; repetir cada ablución tres
veces; pronunciar el acto de fe después de cada ablución, y por último,
una vez terminadas las abluciones, recitar además esta fórmula piadosa:
«¡Oh Dios mío! ¡Cuéntame en el número de los arrepentidos, de los puros
y fieles servidores! ¡Loor á mi Dios! ¡Confieso que no hay más Dios que
Tú! ¡Tú eres mi refugio; de Ti imploro el perdón de mis culpas lleno de
arrepentimiento! ¡Amín!»

»Esta fórmula, en efecto, es la que el Profeta (¡con Él la plegaria y la
paz!) nos ha recomendado que recitemos, cuando dijo: «¡A quien la recite
le abriré de par en par las ocho puertas del Edén y podrá entrar por la
puerta que le plazca!»

El sabio dijo: «¡En verdad que contestaste de un modo excelente! Pero
¿qué hacen los ángeles y los demonios junto á aquel que practica sus
abluciones?»

Simpatía respondió: «Cuando el hombre se prepara á verificar sus
abluciones, los ángeles se colocan á su derecha y los diablos á su
izquierda; pero no bien pronuncia la fórmula inicial: «¡En el nombre de
Alah!», los diablos se ponen en fuga, y los ángeles se aproximan á él,
desplegando sobre su cabeza un dosel luminoso de forma cuadrada que
sostienen por las cuatro puntas, y cantan alabanzas á Alah é imploran el
perdón de los pecados de aquel hombre. Pero en cuanto se olvida él de
invocar el nombre de Alah ó deja de pronunciarlo, los diablos vuelven...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 275.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...los diablos vuelven tumultuosos, y trabajan todo lo posible por
turbarle el alma, sugerirle la duda y enfriarle el espíritu y el fervor.

»Cuando el hombre hace sus abluciones, es obligatorio que corra el agua
por todo su cuerpo, por todos sus pelos visibles ó secretos y por sus
miembros sexuales, debiendo también frotarse por todas partes y no
lavarse los pies hasta lo último.»

El sabio dijo: «¡Bien contestado! ¿Puedes ahora decirme cómo hay que
proceder en la ablución llamada tayamum?»

Ella contestó: «La ablución llamada tayamum es la purificación con arena
y polvo. Se verifica esta ablución en los siete casos siguientes,
establecidos según usos conformes á la práctica del Profeta. Y se
efectúa siguiendo las cuatro indicaciones previstas por la enseñanza
directa del Libro.

»Los siete casos que permiten esta ablución, son: la carencia de agua;
el miedo á agotar la provisión de agua; la necesidad de esta agua para
beber; el temor de perder una parte de ella al transportarla; las
enfermedades que producen aversión al agua; las fracturas que precisan
reposo para soldarse; las heridas que no se deben tocar.

»En cuanto á las otras cuatro condiciones necesarias para cumplir esta
ablución con arena y polvo, son: primeramente obrar de buena fe; luego
tomar arena ó polvo con las manos y hacer ademán de frotarse con ello el
rostro; después hacer ademán de frotarse también los brazos hasta los
codos y secarse las manos.

»Hay dos prácticas igualmente recomendables por ser conformes á la
Sunna: empezar la ablución con la fórmula invocadora: «¡En el nombre de
Alah!», y efectuar la ablución de todo el lado derecho del cuerpo antes
que la del lado izquierdo.»

El sabio dijo: «¡Muy bien! Pero, volviendo á la plegaria, ¿puedes
decirme cómo debe verificarse y en qué acciones se basa?»

Ella replicó: «Los actos requeridos para hacer la plegaria constituyen
otras tantas columnas que la sostienen. Estas columnas de la plegaria
son: primera, la buena intención; segunda, la fórmula del Takbir, que
consiste en pronunciar estas palabras: «¡Alah es el más grande!»;
tercera, recitar la Fatiha, que es el capítulo que abre el Korán;
cuarta, prosternarse con la cara en tierra; quinta, levantarse; sexta,
hacer la profesión de la fe; séptima, sentarse sobre los talones;
octava, hacer votos por el Profeta, diciendo: «¡Con Él sean la plegaria
y la paz de Alah!»; novena, mantenerse siempre en la misma intención
pura.

»Hay otras condiciones de una buena plegaria, tomadas solamente de la
Sunna, á saber: levantar ambos brazos, con las palmas vueltas hacia
arriba, en dirección á la Meca; recitar una vez más la Fatiha; recitar
otro capítulo del Korán, por ejemplo, la Surata de la Vaca; pronunciar
otras diversas fórmulas piadosas, y terminar con votos por nuestro
Profeta. (¡Con Él la plegaria y la paz!)»

El sabio dijo: «¡En verdad que respondiste perfectamente! ¿Puedes ahora
decirme cómo debe pagarse el diezmo de la limosna?»

Ella contestó: «Se puede pagar el diezmo de la limosna de catorce
maneras: en oro, en plata, en camellos, en vacas, en carneros, en trigo,
en cebada, en mijo, en maíz, en habas, en garbanzos, en arroz, en pasas
y en dátiles.

»Por lo que se refiere al oro, si sólo posee una suma inferior á veinte
dracmas de oro de la Meca, no hay que pagar ningún diezmo; pasando de
esa suma, se da el tres por ciento. Lo mismo ocurre con la plata en la
proporción correspondiente.

»Por lo que se refiere al ganado, quien posee cinco camellos paga un
carnero; quien posee veinticinco camellos da uno como diezmo, y así
sucesivamente en la misma proporción.

»Por lo que se refiere á carneros y borregos, de cada cuarenta se da
uno. Y así sucesivamente con todo lo demás.»

El sabio dijo: «¡Perfectamente! ¡Háblame ahora del ayuno!»

Simpatía contestó: «El ayuno consiste en abstenerse de comer, de beber y
de goces sexuales durante el día y hasta la puesta del sol, en el
transcurso del mes de Ramadán, desde que sale la luna nueva. Es
recomendable abstenerse igualmente, durante la comida, de todo discurso
vano y de cualquier lectura que no sea la del Korán.»

El sabio preguntó: «Pero ¿no hay ciertas cosas que á primera vista
parece que hacen ineficaz el ayuno, aunque, según enseña el Libro, no
aminoran en nada su valor?»

Ella contestó: «En efecto, hay cosas que no hacen ineficaz el ayuno. Son
las pomadas, los bálsamos y los ungüentos; el kohl para los ojos y los
colirios; el polvo del camino; la acción de tragar saliva; las
eyaculaciones nocturnas ó diurnas de licor viril cuando son
involuntarias; las miradas dirigidas á una extranjera que no sea
musulmana; la sangría ó las ventosas simples ó escarificadas. Tales son
todas las cosas que no quitan ninguna eficacia al ayuno.»

Dijo el sabio: «¡Está muy bien! ¿Y qué piensas del retiro espiritual?»

Dijo ella: «El retiro espiritual es una estancia de larga duración en
una mezquita, sin salir nunca mas que para satisfacer una necesidad, y
renunciando al comercio con las mujeres y al uso de la palabra. La
recomienda la Sunna; pero no es una obligación dogmática.»

Dijo el sabio: «¡Admirable! ¡Deseo ahora oirte hablar de la
peregrinación!»

Ella contestó: «La peregrinación á la Meca ó hadj es un deber que todo
buen musulmán ha de cumplir, por lo menos una vez en su vida, cuando
llega á la edad de la razón. Para cumplirlo, hay que observar diversas
condiciones. Debe uno revestirse con la capa de peregrino ó ihram,
guardarse de tener comercio con mujeres, afeitarse el pelo, cortarse las
uñas y taparse la cabeza y el rostro. La Sunna hace también otras
prescripciones.»

El sabio dijo: «¡Perfectamente! ¡Pero pasemos á la guerra santa!»

Ella contestó: «La guerra santa es la que se lleva á cabo contra los
infieles cuando el Islam está en peligro. No se debe hacer mas que para
defenderse y jamás debe tomarse la ofensiva. ¡Cuando el creyente se ha
puesto ya sobre las armas, debe ir contra el infiel sin volver sobre sus
pasos nunca!»

El sabio preguntó: «¿Puedes darme algunos detalles sobre la compra y la
venta?»

Simpatía contestó: «La compra y la venta deben hacerse con libertad por
ambas partes, y en los casos importantes, patentizando el consentimiento
y la aceptación.

»Pero hay algunas cosas prohibidas por la Sunna en la compra y en la
venta. Así, por ejemplo...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 277.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...Así, por ejemplo, está expresamente prohibido cambiar dátiles secos
por dátiles frescos, higos secos por higos frescos, carne curada y
salada por carne fresca, manteca salada por manteca fresca, y en
general, todas las provisiones frescas por otras añejas y secas de la
misma especie.»

Cuando el sabio comentador del Libro hubo oído estas respuestas de
Simpatía, no pudo menos de pensar que sabía ella tanto como él y no
quiso declararse impotente para cogerla en falta. Resolvió, pues,
hacerle preguntas más sutiles, y le interrogó:

«¿Qué significa lingüísticamente la palabra ablución?»

Ella contestó: «Eliminar por medio del lavatorio todas las impurezas
internas ó externas.»

Preguntó él: «¿Qué significa la palabra ayunar?»

Ella dijo: «Abstenerse.»

Preguntó él: «¿Qué significa la palabra dar?»

Ella dijo: «Enriquecerse.»

Preguntó él: «¿Y el ir de peregrinación?»

Ella contestó: «Alcanzar la meta.»

Preguntó él: «¿Y hacer la guerra?»

Ella dijo: «Defenderse.»

A estas palabras, irguióse sobre sus pies el sabio y exclamó: «¡En
verdad que para ella son insignificantes mis preguntas y argumentos!
¡Asombra el saber y la clarividencia de tu esclava, ¡oh Emir de los
Creyentes!»

Pero Simpatía sonrió ligeramente y le interrumpió. «A mi vez--le
dijo--quisiera hacerte una pregunta. ¿Puedes decirme ¡oh sabio lector!
cuáles son las bases del Islam?»

Reflexionó él un instante y dijo: «Son cuatro: la fe iluminada por la
razón sana; la rectitud; el conocimiento de los deberes y derechos
estrictos y la discreción y el cumplimiento de los compromisos.»

Ella añadió: «¡Permíteme que te haga otra pregunta todavía! ¡Si no
pudieses resolverla, tendré el derecho de arrebatarte el manto que te
sirve como distintivo de sabio lector del Libro!»

Dijo él: «¡Acepto! ¡Venga la pregunta, ¡oh esclava!»

Ella preguntó: «¿Cuáles son las ramas del Islam?»

El sabio permaneció algún tiempo recapacitando, y finalmente no supo qué
responder.

Entonces habló el propio califa y dijo á Simpatía: «¡Responde tú misma á
la pregunta, y te pertenecerá el manto de este sabio!»

Simpatía se inclinó, y repuso: «¡Los ramajes del Islam son veinte: la
observancia estricta de lo que enseña el Libro; conformarse con las
tradiciones y la enseñanza oral de nuestro santo Profeta; no cometer
nunca injusticias; comer los alimentos permitidos; no comer jamás
alimentos prohibidos; castigar á los malhechores, á fin de que no
aumente la malicia de los malos por causa de la indulgencia de los
buenos; arrepentirse de las propias faltas; profundizar en el estudio de
la religión; hacer bien á los enemigos; llevar vida modesta; socorrer á
los servidores de Alah; huir de toda innovación y todo cambio; desplegar
valor en la adversidad y fortaleza en las pruebas á que se nos someta;
perdonar cuando se es fuerte y poderoso; ser paciente en la desgracia;
conocer á Alah el Altísimo; conocer al Profeta (¡con Él la plegaria y la
paz!); resistir á las sugestiones del Maligno; resistir á nuestras
pasiones y á los malos instintos de nuestra alma; proclamarse en
absoluto al servicio de Alah con toda confianza y toda sumisión!»

Cuando el califa Arún Al-Rachid hubo oído esta respuesta, ordenó que
inmediatamente despojaran de su manto al sabio y sé lo dieran á
Simpatía, lo cual se ejecutó en seguida, ante la confusión del sabio,
que salió de la sala cabizbajo.

Entonces se levantó un segundo sabio, reputado por su sagacidad en los
conocimientos teológicos, y á quien todos los ojos designaban para que
tuviera el honor de interrogar á la joven. Se encaró con Simpatía, y le
dijo:

«Sólo voy á hacerte breves y pocas preguntas, ¡oh esclava! Ante todo,
¿puedes decirme qué deberes han de observarse durante la comida?»

Ella contestó: «Lo primero es lavarse las manos, invocando el nombre de
Alah en acción de gracias. Luego se sienta uno con la nalga izquierda;
no se sirve para comer de más dedos que del pulgar y de los dos
primeros; no se toman mas que bocados pequeños; se masca bien la comida,
y no debe mirarse al vecino, para no azorarle ó cortarle el apetito.»

El sabio preguntó: «¿Puedes decirme ahora ¡oh esclava! á qué se llama
cualquier cosa, la mitad de cualquier cosa y menos que cualquier cosa?»

Ella contestó sin vacilar: «¡El creyente es cualquier cosa, el hipócrita
es la mitad de cualquier cosa y el infiel es menos que cualquier cosa!»

Él añadió: «¡Así es! ¡Dime! ¿Dónde está la fe?»

Ella contestó: «La fe habita en cuatro lugares: en el corazón, en la
cabeza, en la lengua y en los miembros. ¡Por eso la fuerza del corazón
consiste en la alegría, la fuerza de la cabeza en el conocimiento de la
verdad, la fuerza de la lengua en la sinceridad, y la fuerza de los
demás miembros en la sumisión!»

Él preguntó: «¿Cuántas clases de corazones hay?»

Ella contestó: «Hay varias: el corazón del creyente, que es un corazón
puro y sano; el corazón del infiel, que es completamente opuesto al
primero...

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 278.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...el corazón del infiel, que es completamente opuesto al primero; el
corazón tocado de las cosas terrenas, y el corazón tocado de las cosas
espirituales; hay corazón dominado por las pasiones, ó por el odio, ó
por la avaricia; hay corazón cobarde, corazón abrasado de amor, corazón
henchido de orgullo; también existe el corazón iluminado, como es el de
los compañeros de nuestro santo Profeta, y por último, existe el propio
corazón de nuestro santo Profeta, ¡el corazón del Elegido!»

Cuando oyó tal respuesta el sabio teólogo, exclamó: «¡Mereces mi
aprobación, ¡oh esclava!»

Entonces la hermosa Simpatía miró al califa y dijo: «¡Oh Comendador de
los Creyentes, permíteme que á mi vez haga una sola pregunta á mi
examinador, y me apodere de su manto si no puede contestarme!» Y cuando
se le otorgó el consentimiento, preguntó al sabio:

«¿Puedes decirme ¡oh venerable jeque! qué deber ha de cumplirse con
preferencia á todos los deberes, aunque no sea el de más importancia?»

A esta pregunta no supo qué decir el sabio, y la joven se apresuró á
quitarle el manto y se dió á sí misma la siguiente respuesta:

«¡Es el deber de la ablución, porque está formalmente prescrito que
hemos de purificarnos antes de cumplir el menor deber religioso y antes
de cualquier acto previsto por el Libro y la Sunna!»

       *       *       *       *       *

Tras de lo cual, Simpatía se volvió hacia la asamblea y la interrogó con
una mirada en redondo, á la que respondió cierto sabio, que era uno de
los hombres más célebres del siglo y que no tenía igual en el
conocimiento del Korán. Se levantó y dijo á Simpatía:

«¡Oh joven llena de espiritualidad y de aromas encantadores! Puesto que
conoces el Libro de Alah, ¿podrías darnos una prueba de la exactitud de
tu sabiduría?

Ella contestó: «El Korán se compone de ciento catorce suratas ó
capítulos, de los cuales setenta se dictaron en la Meca y cuarenta y
cuatro en Medina.

»Se divide en seiscientas veintiuna divisiones llamadas _aschar_, y en
seis mil doscientos treinta y seis versículos.

»Comprende setenta y nueve mil cuatrocientas treinta y nueve palabras y
trescientas veintitrés mil seiscientas setenta letras, cada una de las
cuales tiene diez virtudes especiales.

»En él se cita el nombre de veinticinco profetas: Adán, Nouh, Ibrahim,
Ismail, Isaac, Yacub, Yussef, El-Yosh, Yunés, Loth, Saleh, Hud, Schoaib,
Daud, Soleimán, Zul-Kefel, Edris, Elías, Yahia, Zacharia, Ayub, Mussa,
Harún, Issa (Jesús) y Mohamed. (¡Con todos la plegaria y la paz!)

»También se hallan en él los nombres de nueve pájaros ó animales alados:
el mústico, la abeja, la mosca, la abubilla, el cuervo, el saltamontes,
la hormiga, el pájaro ababil y el pájaro de Issa (¡con él la plegaria y
la paz!), que no es otro que el murciélago.»

El jeque dijo: «Maravilla tu exactitud. Desearía también saber por ti
cuál es el versículo en que nuestro santo Profeta juzga á los infieles.»

Ella contestó: «Es el versículo donde se encuentran estas palabras: «Los
judíos dicen que están errados los cristianos y los cristianos afirman
que los judíos ignoran la verdad. ¡Por lo demás, tienen razón unos y
otros!»

Cuando oyó el jeque estas palabras, declaróse satisfechísimo; pero quiso
interrogarla todavía. Así, pues, le preguntó:

«¿Cómo vino el Korán desde el cielo á la tierra? ¿Bajó íntegro, copiado
de las tablas que se guardan en el cielo, ó bajó en varias veces?»

Ella contestó: «Por orden del Señor del universo, se lo dió el ángel
Gabriel á nuestro profeta Mohamed, príncipe de los enviados de Alah, y
lo hizo por versículos, según las circunstancias, en el interregno de
veinte años.»

Él preguntó: «¿Cuántos compañeros del Profeta se cuidaron de ordenar
todos los versículos dispersos del Korán?»

Ella dijo: «Cuatro: Abi ben-Kaab, Zeid ben-Tabet, Abu-Obeida
ben-Al-Djerrah y Othmán ben-Affán. (¡Alah tenga en su gracia á los
cuatro!)»

Él preguntó: «¿Cuántos son los que nos transmitieron y enseñaron la
verdadera manera de leer el Korán?»

Ella contestó: «Cuatro: Abdalah ben-Massud, Alei ben-Kaab, Moaz
ben-Djabal y Salem ben-Abdalah.»

Preguntó él: «¿En qué ocasión descendió del cielo el siguiente
versículo: «¡Oh creyentes, no os privéis de los goces terrenos en toda
su plenitud!?»

Ella contestó: «Cuando algunos, queriendo llevar más lejos de lo preciso
la espiritualidad, resolvieron disciplinarse y gastar cilicios de crin.»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]

_PERO CUANDO LLEGÓ
LA 279.ª NOCHE_

     Ella dijo:

»...resolvieron disciplinarse y gastar cilicios de crin.»

Cuando oyó el sabio estas respuestas de Simpatía, no pudo por menos de
exclamar: «¡Certifico ¡oh Emir de los Creyentes! que esta joven posee
una sabiduría innegable!»

Entonces Simpatía pidió permiso para hacer una pregunta al jeque, y le
dijo:

«¿Puedes decirme qué versículo del Korán comprende veintitrés veces la
letra _kaf_, cuál comprende diez y seis veces la letra _mim_ y cuál
comprende ciento cuarenta veces la letra _ain_?»

Estupefacto quedó el sabio, sin poder hacer la menor referencia sobre
ello; y después de quitarle el manto, Simpatía se apresuró á indicar por
sí misma, entre la general estupefacción de los concurrentes, los
versículos pedidos.

       *       *       *       *       *

Entonces se irguió en medio de la asamblea un médico reputado por lo
vasto de sus conocimientos y que había producido libros muy estimados.
Encaróse con Simpatía y le dijo:

«Hablaste de un modo excelente acerca de lo espiritual; pero ya es hora
de ocuparse del cuerpo. ¡Explícanos ¡oh bella esclava! la formación del
cuerpo del hombre, sus nervios, sus huesos y sus vértebras, y por qué á
Adán se le llamó Adán!»

Ella contestó: «El nombre de Adán viene de la palabra árabe _adim_, que
significa la piel, la superficie de la tierra, y se llamó así el primer
hombre porque fué creado con un amasijo de tierra de diversas partes del
mundo. En efecto, la cabeza de Adán se formó con tierra de Oriente, su
pecho con tierra de la Kaaba, y sus pies con tierra de Occidente.

»En el cuerpo dispuso Alah siete puertas de entrada y dos puertas de
salida: los dos ojos, las dos orejas, las dos narices y la boca, y por
otra parte, una delantera y un ano.

»Luego, para dar un temperamento á Adán, el Creador reunió en él los
cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. He aquí por qué el
temperamento bilioso tiene la naturaleza del fuego, que es cálido y
seco; el temperamento nervioso tiene la naturaleza de la tierra, que es
seca; el linfático tiene la naturaleza del agua, que es fría y húmeda; y
el sanguíneo la naturaleza del aire, que es cálido y seco.

»Después de lo anterior, acabo Alah de constituir el cuerpo humano. Puso
en él trescientos setenta conductos y doscientos cuarenta huesos. Le dió
tres instintos: el instinto de la vida, el instinto de la reproducción y
el instinto del apetito. Luego le puso un corazón, un bazo, pulmones,
seis tripas, un hígado, dos ríñones, un cerebro, dos compañones, un
nervio y una piel. Le dotó de cinco sentidos guiados por siete espíritus
vitales. En cuanto al orden de los órganos, Alah puso el corazón en el
lado izquierdo del pecho, y debajo de él extendió el estómago; puso
también los pulmones para que sirviesen de abanicos al corazón; el
hígado á la derecha para que fuese como la guarda del corazón, y por
último el entrelazamiento de los intestinos y la articulación de las
costillas.

»Respecto á la cabeza, se compone de cuarenta y ocho huesos; en cuanto
al pecho, contiene veinticuatro costillas en el hombre y veinticinco en
la mujer: esta costilla suplementaria se halla á la derecha y sirve para
guardar al niño en el vientre de su madre, rodeándole y sosteniéndole.»

El sabio médico no pudo disimular su sorpresa; luego añadió: «¿Puedes
ahora hablarnos de los síntomas de las enfermedades?»

Ella contestó: «Los síntomas de las enfermedades son externos é
internos, y sirven para indicar la clase de dolencia y su grado de
gravedad.

»Efectivamente, el hombre hábil en su arte sabe adivinar el mal nada más
que con tomar el pulso al enfermo: de este modo averigua el grado de
sequedad, de calor, de dureza, de frío y de humedad; sabe asimismo que
si á un hombre le amarillean los ojos, es porque debe tener malo el
hígado, y que si á otro se le encorva la espalda, es porque debe tener
gravemente atacados de inflamación los pulmones.

»En cuanto á los síntomas internos que guían la observación del médico,
son: los vómitos, los dolores, los edemas, los excrementos y la orina.»

Él preguntó: «¿A qué obedece el dolor de cabeza?»

Ella contestó: «El dolor de cabeza se debe principalmente á la
nutrición, cuando se carga de nuevo el estómago antes de que los
primeros alimentos se hayan digerido; igualmente se debe á comidas
hechas sin tener gana. La gula es causa de todas las enfermedades que
asolan la tierra. Quien quiera prolongar su vida debe, pues, practicar
la sobriedad, y además, levantarse temprano, evitar las vigilias, no
hacer excesos con la mujer, no abusar de la sangría ni de las
escarificaciones, y por último, vigilar su vientre. A tal fin conviene
que divida su vientre en tres partes, de las cuales llenará con
alimentos una, con agua la otra y con nada la tercera, dejándola libre
para la respiración y para que pueda el alma aposentarse allí. Lo mismo
podría decirse del intestino, cuya longitud es de diez y ocho palmos.»

Él preguntó: «¿Cuáles son los síntomas de la ictericia?»

Ella contestó: «La ictericia ó amarillez febril se caracteriza por el
tinte amarillo que adquiere la piel, por el amargor de boca, los
vértigos, la frecuencia del pulso, los vómitos y la aversión á las
mujeres. El atacado por esta dolencia se halla expuesto á graves
accidentes, como las úlceras intestinales, la pleuresía, la hidropesía
y los edemas, así como la melancolía de carácter grave, que, al
debilitar el cuerpo, puede provocar el cáncer y la lepra.»

Él dijo: «¡Perfectamente! Pero ¿en cuántas partes se divide la
medicina?»

Ella contestó: «Se divide en dos partes: estudio de las enfermedades y
estudio de los remedios.»

Él dijo: «Veo que nada deja que desear tu ciencia. Pero ¿puedes decirme
qué agua es la mejor?»

Ella contestó: «El agua pura y fresca contenida en un recipiente poroso
frotado con cualquier perfume excelente ó simplemente perfumado con
vapores de incienso. No debe beberse mas que después de la comida. Así
se evitará toda clase de enfermedades y se pondrá en práctica la frase
del Profeta (¡con Él la plegaria y la paz!), que dijo: «El estómago es
el receptáculo de todas las enfermedades, el estreñimiento la causa de
todas las enfermedades, y la higiene el principio de todos los
remedios.»

Él preguntó: «¿Qué comida es excelente entre todas?»

Ella contestó: «La preparada por mano de mujer, sin que haya costado
demasiados preparativos, y cuando se come con corazón alegre. El plato
llamado tharid es ciertamente el más delicioso de todos los platos,
porque el Profeta (¡con Él la plegaria y la paz!) ha dicho: «¡El tharid
es con mucho el mejor de los platos, como Aischa es la más virtuosa de
las mujeres!»

Él preguntó: «¿Qué opinas de las frutas?»

Ella dijo: «Con la carne de carnero, son el alimento más sano. Pero no
hay que comer demasiadas cuando está avanzada la estación.»

Él preguntó: «¿Y del vino»

     En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
     mañana, y se calló discretamente.

[Illustration]




[Illustration]




ÍNDICE


                                               _Páginas_

_Dedicatoria._                                        V

HISTORIA DE KAMARALZAMÁN Y LA PRINCESA
BUDUR, LA LUNA MÁS BELLA ENTRE TODAS LAS
LUNAS (CONTINUACIÓN)                               9-59

Empieza en este tomo en la 209.ª noche y termina en la 235.ª

HISTORIA DE FELIZ-BELLO Y FELIZ-BELLA.           63-112

Comprende desde la 237.ª noche hasta la 248.ª

HISTORIA DE GRANO-DE-BELLEZA.                   113-214

Empieza en la 250.ª noche y termina en la 269.ª

HISTORIA DE LA DOCTA SIMPATÍA.                  219-252

Comprende en este tomo desde la 270.ª noche hasta la 279.ª

[Illustration]


NOTA:

[1] Alejandría.








*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO DE LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE; T.7 ***


    

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Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg™

Project Gutenberg™ is synonymous with the free distribution of
electronic works in formats readable by the widest variety of
computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It
exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations
from people in all walks of life.

Volunteers and financial support to provide volunteers with the
assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg™’s
goals and ensuring that the Project Gutenberg™ collection will
remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
and permanent future for Project Gutenberg™ and future
generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary
Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see
Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org.

Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation

The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit
501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
Revenue Service. The Foundation’s EIN or federal tax identification
number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary
Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by
U.S. federal laws and your state’s laws.

The Foundation’s business office is located at 809 North 1500 West,
Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up
to date contact information can be found at the Foundation’s website
and official page at www.gutenberg.org/contact

Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation

Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread
public support and donations to carry out its mission of
increasing the number of public domain and licensed works that can be
freely distributed in machine-readable form accessible by the widest
array of equipment including outdated equipment. Many small donations
($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
status with the IRS.

The Foundation is committed to complying with the laws regulating
charities and charitable donations in all 50 states of the United
States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
with these requirements. We do not solicit donations in locations
where we have not received written confirmation of compliance. To SEND
DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state
visit www.gutenberg.org/donate.

While we cannot and do not solicit contributions from states where we
have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
against accepting unsolicited donations from donors in such states who
approach us with offers to donate.

International donations are gratefully accepted, but we cannot make
any statements concerning tax treatment of donations received from
outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.

Please check the Project Gutenberg web pages for current donation
methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
ways including checks, online payments and credit card donations. To
donate, please visit: www.gutenberg.org/donate.

Section 5. General Information About Project Gutenberg™ electronic works

Professor Michael S. Hart was the originator of the Project
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freely shared with anyone. For forty years, he produced and
distributed Project Gutenberg™ eBooks with only a loose network of
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